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AUTHOR: Mármol, José TiTLE: Armonías PLACE: Buenos Aires

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HUMANITIES PRESERVATION PROJECT CATALOG RECORD TARGET

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Mármol, José, 1818-1871.

Armonías : poesías / José Mármol ; ordenadas y con un prólogo de Carlos Muzzio

Sáenz-Peña.

Buenos Aires : "La Cultura Argentina", 1917.

243 p. ; 19 cm.

La Cultural argentina

Muzzio Sáenz-Peña, Carlos. Cultura argentina

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ARMONÍAS

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JOSÉ MARMOL

Nació en Buenos Aires el 4 de diciembre de 1818; estudió en el Colegio de Ciencias 'Morales, hasta 1838, en que fué encarcelado por sus opiniones políticas. Emi- gró a Montevideo en 1840, tomando una activa partici- pación en la campaña periodística contra Rosas. En 1852. después de Caseros, regresó a la patria, inter- viniendo en la vida pública de la nación. En ese mismo año nombrósele encargado de negocios ante los go- biernos de Chile y Bolivia, misión que no pudo atender; fué senador en la Legislatura de Buenos Aires, Conven- cional (1860) y comisionado ante el gobierno del Brasil (1861). Fué, poco antes, nombrado Director de la Bi- blioteca Pública de Buenos Aires, puesto que desem- peñó hasta la fecha de su muerte.

La personalidad literaria de Mármol fué múltiple y sus obras presentan un valor muy desigual.

Como periodista colaboró activamente en las polé- micas contra Rosas, prefiriendo a menudo la poesía a la prosa y contribuyendo a formar el género de periodis- mo en verso ,que floreció durante la emigración.

Su obra poética refleja ese estado de ánimo, com- poniéndose de cantos patrióticos, loas a la libertad, in- vectivas a la tiranía y páginas sentimentales no exentas de mérito. En Montevideo (1851) fueron reunidas sus principales composiciones, y reeditadas en Buenos Aires (1854) en dos volúmenes, con el título de "Armonías", que se conserva en la presente reedición; en 1889, su hijo, Juan A. Mármol, reeditó con el título de "Obras de José Mármol", el poema "Cantos del Peregrino'' (cu- yos primeros cuatro se editaron en Montevideo, 1867) y "Poesías Diversas", incluyendo entre estas últimas mu- chas que no figuraban en la edición de 1854. Con el tíj- tulo de "Obras Poéticas y Dramáticas" ha seleccionado algunas de las anteriores D. José Domingo Cortés, agre- gándoles los dramas en verso "El Poeta'' y "El Cruzado" (edición Bourel).

La edición de sus poesías que publica La Cultura Argentina (1917) es mucho más completa que las pre- cedentes; se ha procurado conservar las fechas de mu- chas composiciones, no siendo posible establecer la de todas.

Completan la obra de este poeta el poema "Cantos del Peregrino" (ocho cantos), y los dos dramas en ver- so, ya mencionados, escritos en la misma época.

Más célebre ,, como prosista, compuso la interesante novela "Amalia", cuyos personajes tienen por escenario la época de Rosas; obra importante y duradera, por su interés narrativo y por su evocación histórica, ha teni- do ya numerosas ediciones, siempre leídas.

Falleció en Buenos Aires, después de sufrir una cruel ceguera, el 12 de agosto de 1871.

"LA CULTURA AROENTINA" ) <tó< f)

JOSÉ MÁRMOL

ARMONÍAS

poesías

Ordenada^ y con un prólogo de CARLOS MUZ2I0 SAÉNZ-PEÑA

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BUENOS AIRE6 «La Cultura Argentina» Avenida de Mayo 646

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INTRODUCCIÓN

Debe José Mármol el prestigio literario que ro- dea su nombre, no sólo a la colección de poesías ^ que en este volumen se ofrecen al lector, o a otras producciones poéticas^ que, completas o fragmenta- rias, han llegado hasta nosotros, sino también a aquella novela intitulada ''Amalia" que todos los argentinos conocemos y que es para la literatura nacional, por su carácter histórico y por la fideli- dad que encierra en la descripción de episodios y personajes, la obra que con mayor exactitud pinta loB tiempc^ de la tiranía de Rosas y evoca los momentos de angustia por que entonces atravesara el país.

j>_ José Mármol, periodista, orador, político, nove- ~~ lista y, ante todo, ferviente patriota, poseía, sin ^ duda alguna, verdadero estro poético. Era el arpa ^ eólica que resonaba impelida por el viento, sin que jamás se detuviera a meditar sobre el tema que cantaba; cantaba porque la poesía era en él una manifesíaición naturítl que fluía espontáneamente, obedeciendo a estados espirituales, en los que al- gunas veces predominaba un mareado lirismo y otras

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8 INTEODÜCCIÓN

se caracterizaba por vehementes explosiones de amor patrio, germinado en un espíritu que sufre y se rebela ante las opresiones que vejan a su tie- rra y los sinsabores que afligen a sus hijos.

José Mármol tenía, además, el alma delicada de los artistas. La naturaleza le atraía irresistible- mente; el paisaje descubríale sus misteriosos en- cantos. Hay en algunas estrofas que forman el poema del Peregrino, trozos de verdadera poesía en los que el poeta nos describe, con la amable senci- llez que le caracteriza, la belleza lujuriante de los trópicos y la imponente majestad de nuestros mares meridionales.

El Pei'egri;jo, héroe del poema, a quien el autor llama Carlos, es él mismo, es el poeta que, deste- rrado, lejos del lugar donde naciera, vese obligado a peregrinar por países de América en busca de ansiado reposo espiritual, que sólo su querida Bue- nos Aires puede darle.

José Mármol llegó a adquirir renombife de poeta en las repúblicas del Plata; pero su obra, fuera de la popularidad alcanzada en aquellos días, no conservará su emoción a través de los tiempos. Mu- chos de sus versos fueron escritos bajo un estado de ánimo singular, que no ha podido ser trasmiti- do, valga la distancia, a todo aquel que los leyera, o poI^lue su interés principal es el que provoca en el momento: así acontece con las poesías políticas y con el efecto que están llamadas a producir en épocas de opresión, de odios y de rencores. Sus

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KíTBODTJCCIÓN 9

otras producciones, de carácter puramente lírico, sólo conservarán un valor histórico en la literatura patria. Pertenecen, por su estilo, por su métrica y por el fondo poético que encierran, a un género que no alcanzó a ser clásico y que, pasado ya de moda, no llega a satisfacer, ni en parte, las. tendencias que ha despertado en las nuevas generaciones la evolución literaria de los láltimos tiempos.

No sólo se descubre la influencia ejercida por lord Byron en los ya mencionados cantos del Pe- regrino, que parecen moldeados en el Childe Harold del bardo inglés, sino que en las otras composicio- nes que completan la vastísima producción de este poeta americano se advierte bien definida la ten- dencia característica de la época: José Mármol era un romántico. Su romanticismo, al contrario del que cultivara Echeverría, admirador de los poetas de Francia, es marcadamente español. La influen- cia de Espronceda, unas veces, y la de Zorrilla otras, surgen a cada momento de las canciones líricas de Mármol. Este no se limita a evocar en sus composiciones la forma o el estilo puesto en uso por sus poetas favoritos, sino que en s¡u admi- ración por aquálios, y dejándose llevar del entu- siasmo que en su espíritu despierta esa poe^a ro- mántica, llega a imitar la métrica y el ritmo y a servirse de los mismos temas que inspiraran las canciones de sus poetas predilectos.

Y es que José Mármol prefiere el verso a la prosa para expresar sus afectos y rencores, sus inquietu-

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10 INTBODUCCIÓX

des y sus esperanzas. Y al rimar sus pensamientos recurre, indis,tintamente, a diversas formas de versificación. Trata, en la mayoría de los casos, de adaptar la rima y el metro a las muchas y diversas ideas que, en confusa aglomeración, bullen en su cerebro; ise esmera por describir, en determinado género, las imágenes creadas por su imaginación, vasta y profusa. Así le vemos cultivando con sin igual entusiasmo una sorprendente variedad de combinaciones métricas y atacando con la misma intrepidez el drama, la novela, los asuntos filosó- ficos, amorosos o patrióticos. Canta a Dios con verdadera inspiración cristiana ; evoca en sentidas «strofas la figura de la mujer amada; o, al dar rienda ,suelta a su patriótico entusiasmo y a sus congojas de expatriado, se queja amargamente, en sonoros decasílabos, de su mísera suerte y fatal des- tino. Hermana una melancolía conmovedora con un ferviente optimismo. Canta con fe y esperanza; sus versos no traslucen el desaliento del que, vencido para siempre, desespera de ver restauradas sus ilu- siones y tangibles los ideales que le dieran fuerzas para combatir. Ese entusiasmo que caracteriza sus poesías políticas, suele comunicárselo a sus con- temporáneos. Adquiere, entonces, más defensores la causa de la libertad. Los versos del poeta se recitan doquiera se reúna un núcleo de verdaderos patriotas y sus enérgicos clamores sirven para des- pertar las ansias de justicia anidadas en el corazón

IIÍTBODUCCIÓN H

de los argentinos que sólo esperaban una ocasión propicia para combatir al tirano.

* ' ¡ Sí, Eosas, te maldigo ! Jamás dentro mis venas La hiél de la venganza mis horas agitó : Como hombre te perdono mi cárcel y cadenas ; Pero como argentino, las de mi patria, ¡no!"

¿ Quién que haya leído estos versos, no habrá evo- cado, ante el brío que muestran y el odio que en* cierran, el profundo rencor que germinaba en los

corazones de aquellos patricios?

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' ' ¡ Prestadme tempestades, vuestro rugir violento Cuando revienta el trueno, bramando el aquilón ; Cascadas y torrentes, prestadme vuestro acento Para arrojarle eterna, tremenda maldición. . . !"

¿Quién ha cantado con igual invectiva, canción de odio más sincera y espontánea en nuestros países de América?

Muchos son los defectos que el lector advierte en la abundante producción poética de Mármol. Hay, es verdad, una ingenua sencillez unida a una fran- ca naturalidad; pero el desaliño de la sintaxis, los atentados contra la pureza del idioma y las incohe- rencias imaginativas provocadas, quizás, por la agitada vida que viviera el poeta, róstanle no po- cos méritos a la obra e influirán grandemente en que ésta no perdure, como perdurará, seguramente,

12 INTBODXJCCIÓN

el nombre de novelista de que goza su autor. Finca la fama de Mármol, más que en su labor perio- dística, parlamentaria o poética, en su espíritu sano y batallador, y en la fe inquebrantable con que combatiera por sus ideales.

Cuando, con el correr de los tiempos, las nuevas generaciones ceben una mirada retrospectiva y des- cubran, entre la pléyade de nuestros patricios, la figura de Mármol, ya esfumada con el correr de los tiempos, sólo evocarán los contomos espirituales de ese hombre como un símbolo de rebeldía, de lucha y de odio contra el opresor de la patria. ' Pero ¡cuan pocos sentirán, entonces, admiración o en- tusiasmo por su obra poética, que sólo merecerá la nota marginal o la cita honorable de los comen- taristas de nuestra historia literaria!

Poseedor de una cultura superficial, era notoria la audacia que le llevaba a intervenir en asuntos opuestos a sus tendencias y extraños a su prepa- ración. Sin embargo, y a pesar de ello. Mármol fué llevado, en repetidas ocasiones, a ocupar pues- tos representativos.

Después d,e su frustrada visita a Chile, viaje que no pudo realizarse a causa de que fuertes tempora- les sorprendieron al barco en que viajaba el poeta, éste retornó al Brasil, donde ya había residido en tiempos anteriores, y en cuya capital permaneció dos años, "los más tranquilos y felices de su vi- da". De allí se embarcó para el Río de la Plata

IJíTBODUCCIÓJT 13

y llegó a Montevideo cuando esta ciudad se ha- llaba sitiada por las fuerzas de Oribe. Permane- ció algún tiempo en la capital uruguaya como se- cretario del general Pacheco y Obes. Librada la batalla de Caseros y vencido el tirano, regresa a Buenos Aires, cuyo cielo iluminan los albores de un nuevo sol de libertad.

Nómbraile, el gobierno de sru patria, encargado de negocios en Chile y Bolivia ; lo elige, el pueblo, senador y luego convencional -e interviene en los debates de la reforma de la .constitución.

Más tarde es nombrado ministro argentino en el Brasil y va a explorar el ánimo de la nación vecina, y a conocer la actitud que ésta asumiría en caso de que la Confederación llevase adelante sus planes de independencia.

La batalla de Pavón y sus resultados, de todos conocidos, cambiaron el orden de las cosas y die- ron otro giro a los acontecimientos políticos. El flamante ministro vióse obligado a regresar al país por ser innecesarios sus oficios ante lel gobierno brasilero.

De retorno a Buenos Aires, el 23 de octubre de 1858, y por renuncia del doctor Tejedor, asume el cargo de director de la Biblioteca Nacional, que desempeña hasta 1871, año en que le sorpren- de la muerte, después de haber perdido comple- taanente la vista.

Es ciertamente deplorable que un ingenio tan

14 INTRODUCCIÓN -

múltiple y una energía tan indomable no hayan sido empleadas, junto con otras dotes que poseía Már- mol, a la realización de obras más oi^ánica^ y verdaderas.

Exceso de poesía y exceso de ensueños había en este hombre, cuyo romanticismo era su virtud y su defecto.

Mármol llegó a creer que su inspiración poética pertenecía a los acontecimientos de entonces y de ellos emanaba, cuando, en realidad, esos no eran sino pretextos para que el poeta diera rienda suel- ta a su estro. Y es por esa causa que los momentos más tristes o más alegres de su vida, los episodios más risueños o más trágicos, sólo han motivado la composición de una nueva estrofa o la rima de un nuevo tema. Vivía en continua poesía y ésta llegó a preocuparle tanto como las injusticias con que el tirano avasallaba su patria.

Las "peregrinaciones", en que a cada rato se descubre el molde byroniano y que el genio poé- tico de Mármol ha idealizado románticamente, a pesar de ser, como aseguran algunos críticos, su mejor obra poética, muestra, como la mayoría de sus composiciones líricas, una sensible pobreza e¡ñ la versificación, en la concejplción de la idea y en la descripción de las imágenes. En alguno de los ocho cantos que forman el poema del pere- gnino, nótanse 'indicios que dfesicubren la inten- ción del poeta de esmerar el estilo, depurar la forma y usar, con mayor propiedad, el len-

UriBODUCClÓN 15

guaje; pero difícilmente maícarán ellos una época en la historia de la literatura (patria.

Sus poesías líricas, en las que, como ya hemos observado, campea un romanticismo a la manera de Zorrilla y Bspronceda, alcanzaron cierta ¡noto- piedad cuando ipor vez primera (aparecieron en forma de libro; mas fama ocasional, al fin: la irradiación de e^a aureola fu^z no llegó hasta nuestros días.

Las poesías líricas que en este volumen se ofre- cen al lector, forman Ja colección más completa de las hasta ahora publicadas. Algunas han sido recopiladas de varios periódicos y revistas de Mon- tevideo, en los cuales las publicó el autor, cuando emigró de su patria, y la mayor parte fueron sa- cadas de la segunda edición de las poesías comple- tas de Mártnol, editadas en Buenos Aires, en el año 1854, en dos volúmenes; con el título de "Ar- monías" y que constituyen una selección más am- plia y esmerada que la que componía la primera edición y viera la luz en Montevideo en 1851. Son, en su mayoría, y como bien lo hace notar su pero- pió autor, meras impresiones del momento ligadas a determinados episodios de su azarosa vida.

"Pertenecen dice el poeta, refiriéndose a BUS poesías a esos suspiros del corazón envia- dos desde el extranjero hasta las playas ai'genti- nas en el ala del céfiro o en el rayo tierno y me- lancólico de la luna; a esas armonías del senti- miento con que nuestros poetas revelan la des-

16 nrrBODUooióN

gracia de la patria y esperanzaban en el por- venir durante la larga noche de la esclavitud".

No hemos pretendido, en las líneas que dejamos bosquejadas, estudiar o criticar detenidamente la obra o la per^nalidad poética de José Mármol. Fuera inútil intentarlo sin repetir lo que eruditos biógrafos ya han dicho. Debo referirme, especial- mente al estudio realizado por don Pablo Groussac, y que forma parte de la inapreciable noticia que sirve de prefacio al catálogo de la Biblioteca Na- cional.

Sirva de pretexto para el trazado de estas líneas, el deseo de contribuir, aunque modestamente, al me- jor conocimiento de nuestros hombres de las pasadas generaciones, especialmente de aquellos que por su energía y esfuerzos personales lograron salvar las letras argentinas del desastre que las amenazaba y consiguieron, al mismo tiempo, devolver a la pa- tria su (pepdida libertad.

C. Muzzio Sáenz-Peña. Diciembre de 1916.

armonías

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A EOSAS

El 25 de mayo de 1843

¡Miradlo, sí, miradlo! ¿No veis en el oriente Tiñéndosé los cielos con oro j arrebol? Alzad, americanos, la coronada frente, Ya viene a nuestros cielos el venerado sol.

El sol de los recuerdos, el sol del Chimboraiso, Que nuestros viejos padres desde la tumba ven: Aquellos que la enseña de Mayo, con su brazo Clavaron de los Andes en la nevada sien.

¡Veneración! las olas del Plata le jíroclaman,

Y al Ecuador el eco dilátase veloz ; ^

Los hijos de los héroes ¡veneración! exclaman,

Y abiertos los sepulcros responden a su voz.

] Sus hijos ! ¿ por qué huyeron de sus paternos lares Cual hojas que se lleva sin rumbo el huracán? i Por qué corren proscritos, sin patria y sin hogares, A tierras extranjeras a mendigar el pan?

20 JOSÉ MÁRMOL

Y al asomar de Mayo las. luces divinales . ¿ Por qué ya no se escucha la salva del cañón, Los ¡vivas! de los libres, los cánticos triunfales, El aire entre las ondas del patrio pabellón?

La cuna de los libres, la Emperatriz del Plata ¿Por qué está de rodillas sin victoriarse ¡oh sol! Por qué, como otros días, sus ecos no dilata Cuando los cielos tiñes con oro y arrebol?

III

Emboza i oh sol de Mayo ! tus rayos en la esfera, Que hay manclias en el suelo donde tu luz brilló. Suspende, sí, suspende tu espléndida carrera, ¡;,v^ No es esa Buenos Aires la de tu gloria, no.

La luz de lo? recuerdos con ^u<e a mis ojos brillas. Para evitar su mengua, sepúltala ¡por Dios! La Emperatriz del Plata te espera de Iwiillas Ahogada entre gemidos su dolorosa voz!!! u

Un hombre ha renegado de tu homenaje eterno, Bobando de tus hijos la herencia, de laurel: . Salvaje de la pampa que vdínító el infierno Para vengar acaso su maldición con tbI*! /

IV

¡Ah, Kosas! No se puede reverenciar a Mayo Sin arrojarte eterna, terrible niaI3iéión; r Sin demandar de hinojos un justiciero rayo Que súbito y ardiente te parta el corazón.

ARMONÍAS 21

Levanta tu cabeza del lodazal sangriento. ¿ Qné has hecho de la patria qne te guardaba en ? Contempla lo que viene cruzando el firmamento Y dinos de sus glorias la que te debe a tí.

La mancha que en el suelo no borrarán los años, Porque la tierra en sangre la convertiste ya, ConteroíEJa, y un instante responde sin engaños, Quién la arrojó, y gozando de cx)ntemplarla está!!!

Contempla lo que viene cruzando el firmamento Con rayos que indelebles en la memoria están,

Y dinos si conservan memoria de tu aliento Los inmortales campos de Salta y TueumáTn.

Si el sello de tu planta se mirará en lo® Andes, O acaso en Chacabuco, o en Maipo, o en Junm" ; O si marcando hazañas más célebres y grandes. Habremos de encontrarlo por Ayacucho, en fin.

Enséñanos siquiera la herida que te abruma Pero que hermosa y noble sobre tu pecEo~eitá,

Y dinos que lidiando la hubiste en Ayohuma, O acaso en Yileaípiujio, Torata, o Moqueguá.

YI

¡ Ah, Eosas ! Nada hiciste por el eterno y santo Sublime juramento que Mayo pronunció, Por eso vilipendias y lo abominas tanto, ^

Y hasta en sus tiernos hijos tu maldición cayó !

-/-

S2 JOSÉ mIbmol

Cuando de bayonetas se despeñó un torrente Bordando de victorias el mundo de Colón, Salvaje, dormías tranquilo solamente ' Sin entreabrir tus ojos, al trueno del cañón.

Y cuando tus hermanos al pie del Chimborazo •Sus altaneras sienes vestían de laurel, Al viento la melena, jugando con tu lazo, Por la desierta pampa llevabas tu corcel.

VII

¡Ah! Nada te debemos los argentinos, nada, Sino miseria, sangre, desolación sin fin: Jamás en las batallas se divisó tu espada, Pero mostraste pronto la daga de Caín!

Cuando a tu patria viste debilitado el brazo Dejaste satisfecho la sombra del ombú, Y, al viento la melena, jugando con tu lazo,

Las hordas sublevaste salvajes como . ""

v-

Y tu primer proeza, tu primitivo fallo Fué abrir con tu cuchillo su vii^en corazón, Y a^ar ante tus hordas al pie de tu caballo Sus códigos, sus palmas y el rico pabellón.

VIII

Tan sólo sangre y cráneos tus ojos anhelaríHV

Y sangre, sangre a ríos se derramó doc^uier,

Y de partidos cráneos los campos se cuajaron Donde alcanzó la mano de tu brutal po9S*.

AEMONÍAS 23

¿ Qué sed hay an tu (alma ? j Qué hiél en cada fibra ? i Qué espíritu o demonio su inspiración te da Cuando en tu rudo labio tu pensamiento vibra, Y en pos de la palabra la puñalada va ?

¿Qué fiera en sus entrañas alimentó tu vida utriéndote las venas su ponzoñosa hie^ ^ué atmósfera aspiraste? ¿Qué fuente Para bautismo tuyo te preparó Luzbel?

Nutriéndote las venas su ponzoñosa hiél ? /

¿Qué atmósfera aspiraste? ¿Qué fuente maldecida ^

IX

¿ Qué ser velado tienes que te resguarda el paso, Para poder buscarlo con el puñal en pos ? ¿ Cuál es de las estrellas la que te alumbra, acaso. Para pedir sobre ella la maldición de Dios?

¿ En qué hora sientes miedo dentro tu férreo pecho Para evocar visiones que su pavor te den? I En qué hora te adormeces tranquilo, sobre el lecho, Para llamar los muertos a sacudir tu sien?

Prestadme, tempestades, vuestro rugir violento Cuando revienta el trueno bramando el aquilón; Cascadas y torrentes, prestadme vuestro acento Para arrojarle eterna tremenda maldición. . , !

X

Cuando a los pueblos postra la bárbara inclemen- De un déspota que abriga sangriento frenesí, [cia El corazón rechaza la bíblica indulgencia ; Be tigres nada dijo la voz del Sinaí.

24 JOSÉ MÁRMOL

\

El bueno de los buenos, desde áu trono santo La renegada frente maldijo de Luzbel ; La humanidad entonces, cuando la vejan tanto También tiene derecho de maldecir como él.

¡ Sí, Rosas, te maldigo ! Jamás dentro mis venas La hiél de la venganza mis horas agitó: Como hombre te perdono mi cárcel y cadenas , Pero como argentino las de mi patria, NO.

XI

Por esa Buenos Aires que alzaba y oprimía Sobre su espalda un mundo, bajo su pie un león, Hoy, débil y postrada, no puede en su agonía Ni domeñar siquiera tu bárbara ambición.

Por esa Buenos Aires más crímenes ha visto Que hay vientos en la pampa y arenas en el mar; Pues, de los hombres harto, para ofender a Cristo Tu imagen colocaste sobre el sagrado altar.

Por sus buenos hijos, acongojado el pecho, La frente doblegamos bajo glacial dolor, Y hasta en la tierra extraña que nos ofrece un te- Nos viene persiguiendo, salvaje, tu rencor !... [cho

XII

Mas lay! de la tormenta los enlutados velos Se cambian en celajes de nácar y zafir, Y el sol de los recuerdos nos grita de los cielos. Que en pos de la desgracia nos viene el porvenir.

AKMONÍAS 26

Hay más halíá, es el lema de su divina frente Grabado por la mano purísima de Dios, Y el Chimborazo al verlo lucir en el oriente : Hay más halla., responde «on su gigante voz.

Al expirar los héroes, hay más halla exel'ama- Su acento conmoviendo de América el confín ; [ron, Y, al trueno de los bronces hay más halla gritaron Los campos de Ayacucho, de Maipo y de Junín ! ! !

XIII

Sí, Rosas, vilipendia con tu mirar siniestro El sol de las victorias que iluminando está: Disfruta del presente, que el porvenir es nuestro, Y entonces ni tus huesos la América tendrá.

Sí, Rosas, vendrá un día terrible de venganza Que temblará en el pecho tu espíritu infernal: Cuando tu trono tumben los botes de la lanza, O el corazón te rasgue la punta del puñal.

Como revienta el Etna tremendo de ¡repente. Reventarán los pueblos que oprime tu ambición; Y, cual vomita nubes de su ceniza hirviente, Vomitarán los pueblos el humo del cañón.

XIV

Entonces, sol de Mayo, los días inmortales Sobre mi libre patria recordarán en tí; Y te dirán entonces los cánticos triunfales, Que es esa Buenos Aires la de tu gloria, sí.

26 JOSÉ MÁRMOL

Entonces desde el Plata, sin negra pesadumbre Te mirarán tus hijos latiendo el corazón, Pues opulenta entonices reflejará tu lumbre En códigos y palmas y noble pabellón.

Y al extenderse hermoso tu brillantino manto, Ni esclavos ni tiranos con mengua cubrirá; Que entonces de ese Rosas que te abomina tanto. Ni el polvo de sus huesos la América tendrá.

CANTO DE LOS PROSCRITOS

¡Patria! ¡Patria! ¡palabra divina Que en el cáliz del alma se esconde, Y a los sueños del alma responde Con promesas sublimes de amor! Ese nombre de pjaz y esperanzas Es la dulce oración d'el proscrito: El aprende a llamarle bendito En la escuela que enseña el dolor.

n

Patria hermosa que cuentas tus pen^ A las ondas del río argentino, Algo santo te deja el destino, Al dejamos el llanto por tí. Feliz hija del Gemio y la Gloria; Triste madre de un tiempo de luto ¡ Ay ! recoge ese noble tributo Que refleja tu imagen en sí.

28 JOSÉ MÁRMOL

m

Sobre el árido suelo extranjero Nuestra vida ha ¡perdido sus flores Y, a la luz de los años mejores, Se tocó con la noche su albor. Pero en medio a la recia tormenta Que nos bate y marchita la frente, Bajo puro dulcísimo ambiente Conservamos la flor de tu amor.

IV

Al dejar de un hermano los restos Bajo el suelo extranj-ero, tan mudo, Suspiramos al ver que no pudo N¿ la vida en' su patria perder, Y al nacer nuestros hijos al mundo Mil recuerdos nos hieren prolijos, Al pensar que ni vemos los hijos En la patria del padre nacer.

Fija, eterna, escondida en el alma Vive ¡ oh patria ! tu imaigen hermosa Como gota del alba en la rosa. Como perla en el fondo d'el mar. Tierno, santo, tu nombre a los cielos En suspiro purísimo sube, Como el salmo en la pálida nube Del incienso que exhala el altar.

ARMONÍAS 29

VI

De los miares remotos las ondas Todas saben tu nombre y tus penas ; Del desierto las tibias arenas; Bosque y prados lo saben: también. ¡Ay, si hablasen las lánguidíts nubes Que despiden al sol en la esfera! ¡Ay, si hablase la triste viajera Que oircunda de estrellas su sien!

vii

Toido el orbe se presta a nosotros: En las nubes te van pensaanientos ; El pampero nos da tus alientos; Nuestro llanto en las ondas tomad. i Ay, que en torno a tus puertas andamos Oual amante que vela y ae queja, Con su brazo rozando la reja Que le encierra su virgen beldad!

VIII

Tus recuerdos son culto divino Que te rinde doquier la memoria; Nunca hubieron tus tiempos de gloria Más espléndida aureola de amor. Que entusiasmo que vive en el alma Tras veinte años etem^os de llanto, Tiene mucho de grande y de s^nto Para orlar un recuerdo de honor.

30 JOSÉ MÁRMOL

rx

Preguntad a la aurora de Mayo Por la frente que le alza el proscrito; Preguntad si su rayo bendito No le baña orgulloso la sien. Preguntad a las tumbas que sienten Cuando en hebra fugaz de aquel rayo Les mandajmos recuerdos de Mayo, Y un gemido del alma también;.

¿No miráis esas luces que brillan, Cual destellos de un fuego divino? Son los ojos del Genio Argentino Irritado en tu obscuro confín. ¿No escucháis un confuso ruido. Como de onda de un mar que se avanza ? Son las sombras que claman ¡venganza! De los héroes de Maipo y Junín.

XI

¿No sentís que tu planta resbala Sobre el húmedo suelo que tocas? Es que el suelo y el monte y las rocar Sudan gotas de sangre a tu pie : Es que todo se irrita y* conmueve Al no ver de tus tiempos de gloria, Más virtud ni más santa memoria Que del pobre proscrito la fe.

ARMONÍA» 31

XII

Alza ¡ oh madre ! tu mano sagrada Y bendice tus hijos proscritos; Que de aquellos tus táemipos benditos No te queda más que ellos y Dios. Los que besan el pie del tirano No son dignos de un otro destino; Son ladrones del nombre argentino, Son bastardos sin alma ni voz.

XIII

Somos pocos i oh patria ! y no importa, Pues la gloria de un; pueblo y su iwmibre Suele a veces guardarse en un hombre, Cual las luces del orbe en un sol. Para ver lo que valen los pueblos No se euentan jamás sus esclavos; Son sus hijos virtuosos y bravos Los que dan a la historia el crisol.

XIV

Desterrados y pobres y pocos, En nosotros el alma es un templo Donde .brilla en magnífico ejemp-lo La más pura argentina virtud. Y si en' medio al destierro caemos, Prolongada .tu suerte inclemente, Será siempre padrón elocuente De tu honor nuestro humilde ataúd.

32 JOSÉ MÁRMOL

XV

En la lid y al puñal del tirano Han caído tus hijos mejores; Al puñal o los crudos rigores Del destino caeremos también . Mas no temas; te quedan los niños, Esas verdes promesas de gloria, Cuya voz cantará tu victoria Coronada de palma tu sien.

XVI

¡ Adiós, madre que el alma idolatra ! Dios recoja tu llanto bendito; Y la vida del noble proscrito También halle el amparo de Dios! Eeclinada en las tum.bas de Mayo, Otro tiempo benéfico espera, Y, de él hasta el alba primera. Hija y madre de héroes, ¡ADIÓS!

A MIS AMIGOS DE COLEGIO

¡ Cuan dulce es el recuerdo de los primeros años, Tan libres de dolores y amargos desengaños. Entre amistad sincera, bajo del patrio sol; Cuando la vida se abre purísima y hermosa Su aroma /derramando, como la fresca rosa Cuando a pintar empieza del día el arrebol !

Cuando del alma ingenua la abrillantada suerte Hace dudar ,al niño si hay para el hombre muerte,

Y penas! en el mundo para siu corazón;

Y nuestro ayer se toca con el arrullo tierno

De nuestra cuna de ángel ; y el porvenir, eterno Miramos por el prisma de la imaginación;

Y se cree mentira lo que contar oímos

De humanas liviandades y males que no vimos,

Y amigos que se venden y amores con doblez ;

Y a imaginar pegamos al contemplar los viejos. Que casi es imposible llegar hasta tan lejos,

O que nos faltan siglos para sentir vejez;

Cuando en el pecho, inmenso para hospedar amores, No caben desconfianzas ni ingratos sinsabores. En medio de los sueños música y solaz ; Ni caben en el orbe las pellas profecías Que al alma le diseñan los perfumados días Que vienen sobre el ala de un céfiro de paz ;

34 JOSÉ MÁEMOL

Cuando con fe creemos que nada hay en el mundo Más bello que el paraje 4onde se abrió fecundo Nuestro jardín de vida bajo la luz de Dios; Donde nos dar no pueden, ¡el cielo ni la vida, Placer cual la mirada de la primer querida, Ni música má^ dulce que la fraterna voz;

Cuando la vida ardiente con su ebriedad divina Quiere apurar de nuevo la -copa diamantina

Y su licor recoge del labio maternal:

i Sublimidad del alma ! ¡ purísimo embeleso Que baja de los cielos en el materno beso,

Y desde el labio al alma se escurre celestial ! !

¡ Cuan dulce es el recuerdo feliz de esos instantes, En ;medio de la vista cuando los ve disítantes La ya cansada vida del triste corazón; Y allá de lo pasado los toma la memoria, Como las flores secas de lápida mortuoria Que cubre algunos restos de nuestra adoración!

Mis jóvenes amigos, vosotros los que un día Con mi alma concertasteis la candida íirmonía De vuestras bellas almas en la primer edad; Jamás fué vuestra imagen a mi memoria, ingrata, Y, cuanto más el tiempo mis e^eranzas mata. Más pienso en aquel otro de amor y de amistad.

Con mis primeros sueños; con las primeras flores Que del jardín de mi alma vertieron sus olores, Inmaculado vive vuestro recuerdo en mí. El tiempo es impotente para arrancar tirano Raíces que bordaran el corazón humano, Cuando las toma virgen y las ahonda en sí.

AEMONÍAS 3fr

Mi vida es de recuerdos; yo vivo solamente Cuando hasta lo pasado las alas de mi mente Me llevan y me muestran mi rauda juventud: Allí a mi Buenos Aires; la cuna de mi vida, De mis primeros sueños, de mi primer querida, De mi primera falta, de mi primer virtud.

Y en medio a esos recuerdos bellísimos de mi alma Cuando mis ojos lloran en soledad y calma, Os sabe, como entonces, imi corazón amar; Vosotros que partíais conmigo la alegría, La ciencia y los desvelos, la dulce simpatía. Las verdes esperanzas, la bolsa y el Iw^ar.

En esta vida errante que en mis tempranos años Arrastro con mis penas por medio a los extraños ¿En dónde, en qué momento los míos olvidé! Las tropicales brisas, las ráfagas del polo, Los montes y el desierto, donde be llorado solo. Conocen vuestros nom.bres y mi sincera fe.

Sabedlo, sí, mas nunca me agradezcáis tal cosa: Pensando en la alborada ,de mi existencia, hermosa. Quizá me abruma menos mi noche sepulcral! ¡Ah! ¿recordáis, amigos, lo que era a vuestro lado ■Bajo mi (patrio cielo? pues bien; todo ha cambiado; De lo que yo era entonces no queda ni Señal.

Aquel cabello negro cayendo en una frente Donde brülaba tersa la juventud naciente, ¿No recordáis, amigos, al recordarme a mi? ¿Mis atrevidos ojos, mi estrepitosa risa. Cuando íbamos contentos a respirar la brisa Del Plata, ,no conserva vuestra memoria en ?

36 JOSÉ MÁBMOL

Bien; mis cabellos negros están emblanquecidos;

Mi frente esitá marchita; mis ojos abatidos,

Y si mi labio ríe mi corazón ya no.

Tanto he cambiado, tanto, que si a vosotros fuera,

¡Ay! cierto, al pobre Mármol ninguno conociera,

Si mi alma os ocultaba, que me acercaba yo!

¡Treinta años solamente! ¿mas dónde guarecida Queda una flor siquiera de mi lozana vida. Yermada por el ala de rauda tempestad? ' ¿ Qué idea ha esperanzado mi pensamiento fuerte. Que, al golpe de diamante de mi terrible Buerte, No se haya hecho pedazos en mi temprana edad?

¡ Oh, cuántas veces, cuántas, la sien he sacudido ; Y, cual salvaje potro que vuela perseguido. Sin freno me he lanzado buscando no qué ! ¡ Ay ! ^, lo sé, Olvido : buscando solamente Cualquier Leteo humano donde bañar mi frente, Donde alejar un poco lo que mi vista ve.

Mas, i eh ! yo no he podido jamás con destino : Luchamos brazo a brazo desque en mi busca vino, Pero él es un demonio con nervios .de metal ;

Y por segar tan sólo de mi alma los deseos Me aparta, si los busco, de locos devaneos,

Y soy dos veces bueno sufriendo doble mal.

; ipara en el mundo labrada está una huella ; Venid, corazón mío, marchemos ¡ah! por ella. Mientras mi mano lleva la copa del dolor.

Y mientras vas regando con lágrimas tu historia, Te irá dando en el mundo consuelos mi memoria. Las horas recordando de mi rosado albor.

AKMONÍAS 37

Venid por esa huella, mi vida será corta, Pues que la humana trama las penas no soi)orta Sino hasta cierto linde que determina Dios. Yo que de mi vida la fuente se aniquüa; Yo que lo conozco con ánima tranquila, SÍQ lágrima en los ojos ni quejas en la voz.

Amigos de mi infancia ; mis: tiernos compañeros, Que íniro recordando mis días placenteros, Acaso nunca, nunca me volveréis a ver! Yo que en mi sepulcro no crecerá una rosa Que se abra y se matice bajo la luz hermosa Del sol que sorprendiera mis ojos al nacer.

Pero ¡ ay ! pagadme siempre recuerdo con recuerdo, Y si mis tristes días en suelo extraño pierdo, Los ecos p.0 se pierdan de mi infeliz Laúd. Reconquistad mig versos, en que hallaréis mi historia ; Después... después, acaso, no muera mi memoria... Yo he visto algunas flores nacer de un ataúd !

ADIÓS A MONTEVIDEO

Adiós voluptuosa «oqueta del Plata Que lloras y cantas a orillas del mar; Y el mar eir sus brazos te besa, y retrata Sobre olas azules tu nítida faz !

No en vano quisieron señores de antaño, Robarte de niña, y esclava te hacer, Mas ¡ay! que llegaron al Plata en su daño Los regios piratas que huyeron después!

Yo que no es mucho tu amor a los míos, Vejeces de Artigas, ¡ caprichos no más ! Vendrán otros tiempos de menos desvíos

Y más reflexiva tu amor nos darás.

Un vértigo agita tu joven cabeza,

Y hoy vives «on risas y llanto a la vez; Beldad que en el mundo sus horas empieza. Ingrata por gusto de verse querer.

Dejemos al tiempo . . . por mí, yo te quiero,

Y el alma me duele dieiéndote ¡adiós! De amor y placeres copioso venero ¿Por qué no te llaman: Oriente de amorf

40 JOSÉ MÁBMOL

Si valen tus hombres, ni sé, ni me inquieta; Mas ¡ay! lo que valen tus hijas lo sé; Sus ojos hicieron mi ser de poeta, Jugando con mi alma su fe de mujer.

Mis bellos veinte años su jardín abrieron En medio a tus hijas de talle gentil, ¡ Nací tan sensible ! ¡ tan lindas nacieron ! ¡Qué hacer! de las flores de todo el jardín.

Las vi tan hermosas que la culpa es dellas. Si ,a. todas no he dado recuerdos de amor; Que es poco galante doncel que entre bellas Ofende a las otras con una excepción.

Y ^ólo advirtiendo que mi ofrenda pura No todas querían, ingratas, tomar, Vengúeme de todas, hasta la locura Queriendo una sola de tanta beldad.

Verdad es que sola por todas valía, Que es bien el llamarla belleza oriental; Mas de aquel oriente do Mahoma envía Huríes que sobran al jardín de Alá.

¡Qué noches! ¿recuerdas? la vían mis ojos Más linda que miro la estrella y la flor. Más llena de encantos de amor y sonrojos Que asoma en verano la luz del albor.

Su esbelta figura; sus negros cabellos; Sus ojos más negros; su pálida tez. . . ¡ Por Dios, que pasaron momentos tan bellos ! ¡Por Dios, que no pueden volver otra vez!

ARMONÍAS 41

Adiós voluptuosa coqueta del Plata, De en medio a las ondas te envío mi adiós ; El alma que abrigo jamás será ingrata, Y pues fui dichoso, ¡bendígate Dios!

LAMENTOS (1)

Sólo faltaba a la enemiga suerte, que en duelo y llanto mi existir anida, entre cadenas convertir inerte la primavera de mi triste vida.

Y entre los muros de prisión odiosa, y entre los hierros que forjó el rigor, hasta del aire y de la luz celosa me lanza ingrata a respirar horror.

Cual bestia fiera, en el inmundo suelo tiento mi cuerpo, de dolor pasado; y palpitando reclinar anhelo la sien hirviente sobre el brazo helado.

De infamia ajeno, de maldad exento, hago al descanso de mis penas dueño ; pero ¡ ay ! es breve, que en el alma siento, llanto de fuego que destierra el sueño.

Pasan las horas y tan sólo veo terror y espanto al derredor de . . . ¡Abrid, por Dios, que ponzoñado creo hasta el aliento que respiro aquí!

(1) Estos versos fueron escritos la misma noche que fui condu- cido a Ja cárcel. Estoy bicaí convencido que ellos no merecen ni el nombre de medianos, pero fueron producidos cuando el infortunio acabó de enlazarse a mi destino y es fuerza recordarlos con respeto. José Mármol.

V.

44 JOSÉ MÁBMOL

Pero, ¿ a quién llamo, si tan sólo esconden estas moradas de rigor eterno, pechos de bronce que al dolor responden con risa amarga que dictó el infierno?

Grózate en la obra de tu saña impía destino, o monstruo para naxiido, pero no espere tu tenaz porfía gozarse oyendo mujeril gemido.

Muestra a mis ojos esípantosa muerte, llévame al lado de la tumba helada, letal veneno entre mi sangre vierte, desciende a mi ama y la verás osada!

Muestra a mis ojos espantosa muerte, mis miembros todos en cadenas pon, ¡bárbaro! nunca matarás el alma ni pondrás grillos a mi mente, no!

En la cárcel, atril de 1839.

A BUENOS AIRES

Declarada la intervención anglo - francesa

Otra vez, patria mía, Las nav^ de la Europa sobre el Plata, Hacen la onda gemir y de siis reyes Otra vez por tus playas se dilata El eco de su voz dictando leyes.

Se obscureció aquel día, Radiante luz de tí, sombra de Europa, En que al huir las naves de Inglaterra, Dando a tus playas con pavor la popa,

Dejaban sus pendones De alfombra ensangrenitada de tu tierra,

Y en sus rendidas armas El símbolo primer de tus blasones.

Se obscureció aquel día,

Sin nocbe en tus anales, En que del Plata las gigantes' olas Sorbiéndose las naves españolas,

Lanzaban a tus manos Para adornar tus santas catedrales. La enseña de los héro^ castellanos.

¿Qué ha sido de tus tiempos, patria mía? i Qué ha sido de tus glorias y tus hombres? No eres más que una lápida bordeada De emblemas y de nombres. Sobre cenizas descansando fría. De polvo y de malezas rodeada!

í?^

46 JOSÉ MÁRMOL

¡Buenos Aires! ¿Recuei"das aquel tiempo De libertad, de gloria? Pues el mundo Que, cuando grande, te batió las manos, Desprecio siente o desamor profundo, Cuando esclava te ve de los tiranos.

Y yo, yo que te debo La vida que resipáro, si prolijo

A nombrarte me atrevo, Es porque yo respeto la grandeza

De tus pasados días como al hijo.

En cenagal de vicios degradado,

Le doblamos de paso la cabeza

En homenaje de su padre honrado.

Te insultan ¿y por qué? ¿Lo ignoras? Habla: Pregúntalo al gaucho que consientes Jugar con tus destinos, cual un día Jugaba a degollar los impotentes Toros prendidos al certero lazo

Y en salvaje alegría Mostraba tinto de su sangre el brazo, Cuando allá entre las hordas de la Pampa Era de Satanás alma y estampa.

Ante la luz del siglo en que vivimos. Ante la religión y ante la paz del mundo, La sangre con que empaña nuestro suelo, Y su sed de delitos insaciable. Son un sarcasmo bárbaro, execrable A su siglo, a la paz, al mundo, al cielo.

El linde de los pueblos Ya no marcan sangrientos los aceros;

Ni su poder levanta Cristiano pueblo en cráneos extranjeros, Pisando de otros ipueblos la garganta.

Y Rosas, la primera

ARMONÍAS 47

Eeputación del siglo, iluminada Con las llamas del Tártaro: pigmeo, Gigante en lo atrevido: "dondequiera, Dijo, alcance mi mano ensangrentada,

Soy yo quien lo deseo. Brote sangre la tierra, y sangre y sangre

>>

Y las olas del Plata,

Y el Uruguay salvando sus: legiones.

De un pueblo joven, desgraciado, hermano, Hizo teñir sus campos de escarlata; Borrando con la ley de sus cañones La cara independencia que le dieron Grenerosos los viejos campeones.

Los ecofi del cañón vibrando fueron Por las olas atlánticas a Europa,

Y la Europa escuchó Cansada dijo,

Como jDios a la mar, tu linde fijo,

De aquí no pasarás Y ved la popa

De las guerreras naves de repente Desplegar en el Plata las banderas De la Francia y de Albión

¡ Triste destino Es el tuyo, infeliz pueblo argentino ! Por la ambición de un déspota insolente, Tienes que soportar las extranjeras Penas de justa ley, siendo inocente: Así para extirpar yerba dañina. Si cava el labrador profunda huella En extenso jardín, hiere por ella La raíz de inocente clavellina.

.lía

48 JOSÉ MÁRMOL

El, nada más. Su loco desvarío, Su sed de sangre, su ignorancia terca Labra tu esclavitud, tu yugo impío, Y de ignomia y de baldón te cerca.

¿Te pesa ver el pabellón de Mayo Por la primera vez escarnecido?

Pues sacude el desmayo Pronto del corazón. En el momento Un cadalso levanta, y suspendido

Amanezca el salvaje Con la melena ensangrentada al viento.

Un cadalso, dos, cien o mil cadalsos i Qué importa ? son la cuenta del verdugo Mas por librarse de tamaño ultraje, Si es necesario que sacuda el yugo Al fin un pueblo uncido, mil gargantas, Cortadas por la ley, ya no son tantas ;

Y el pueblo que las corta, con sus manos Se libra de la afrenta y de tiranos.

El, nada más. Astuto y sin coraje. No le acompaña al crimen la osadía,

Y culpa a los proscritos de ese ultraje .

¡Mentira, patria mía! Mentira, como su alma, emponzoñada; Negra como la sangre de su seno; Torpe como su estirpe renegada; Agria como la leche con veneno Que nutrió sus entrañas, cuando al mundo, En vez de madre, le abortó el profundo.

ABMONÍAS 49

¡ Mentira, patria mía ! Argentino y traidor no alumbra el día:

Y tus proscritos! por doquier errantes Sin hogar, y sin pan, y peregrinos, Son desgraciados, sí, pero argentinos.

En campo abierto, con desnuda frente, A los tiranos por doquier buscaron, Y, a par del brazo el corazón valiente, Quebraron lanza donde lanza hallaron:

Y sólo al pie de la bandera nuestra,

Y mandados en lengua de Castilla, Centellearon los pables en su diestra, Para lavar con sangre tu mancilla.

Si a la faz otra vez de las naciones La Francia huye la guerra; Alzando a Dios el alma esperanzada ¡ Oh Rosas ! otra vez te probaremos Que cañones y ejércitos tenemos, Mientras tengamos corazón y tierra.

Mientras haya argentinos Que lleven, .como yo, sobre su frente La libertad y el patriotismo escritos,

Y dentro el corazón la fiebre ardiente Del odio por tu nombre y tus delitos.

Hombres que, como yo, ni desesperan Cuando te halaga la fortuna un día,

Ni la victoria esperan Más que de su tesón y su osadía.

Como yo, que mi credo es la victoria; Mi fe la libertad, y mi esperanza El porvenir, de cuyo sol hermoso Un destello doquier mi mente alcanza.

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50 JOSÉ MÁRMOL

Destello bendecido por mi lira, Hoy bajo el arco tropical radioso Donde el cielo, la luz y el campo inspira ; Ayer sobre las ondas, del océano, Bajo el día sin sol del yerto polo.

Cuando perdido y solo, A las fraguas del rayo alcé la mente Con la lira de bronce entre mi mano ; Y al son de las tormentas y los vientos,

Eugiendo tois acentos, Lancé una maldición sobre tu frente.

A BOUVIA

En 1846

Divina inspiración, genio del canto, Tiende sobre mi sien tus blancas alas, Y de entusiasmo en la pupila el llanto, Suba la mente a las etéreas salas.

Postrada el alma ante el eterno trono Beba las auras que el Señor respira, Y de las arpas de marfil al tono Temple las cuerdas de mi dulce lira.

La luz de Dios, radiante a mi memoria; La voz de Dios, a mi mundano acento; Y en un mar de esperanzas y de gloria Se lance al porvenir mi pensamiento.

grabaste, Señor, Dios de los mundos, En la frente de América una estrella Que al futuro en sus cóncavos profundos Alcanza un rayo de su lumbre bella.

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52 JOSÉ-MÁÉMOL

Yo seguiré ese rayo soberano A sorprender los siglos con mi mente, Como la fe del corazón cristiano La lumbre sigue de tu 'regia frente.

Yo leeré nuestro tiempo con su rayo. Genio del canto, ven, mi nombre imprime En la arena del río Pilcomayo Dándole a mi alma inspiración sublime.

II

Bolivia, tierno seno Del corazón de América mi madre. De amor y vida, y esperanza lleno,

Como la luz del astro Señor del Inca que tu frente dora ; Verde promesa del futuro hermoso, Virgen en cuyas sienes de alabastro La mirada de Dios refleja y brilla; Al levantarse tu radiante aurora. Yo te saludo de la triste orilla Que baña el Plata en su raudal undoso.

En la noche sombría Que el humo del cañón formó en tu cielo.

Quebraste con tu espada De tres centurias la coyunda impía. El león de las Españas, en tu suelo.

Desde la sien nevada Miró al cóndor del Andes boliviano Como flecha de Dios caer a su frente; Y su hercúlea pujanza de repente Con su airado rival luchara en vano.

ARMONÍAS 53

De América el cimiento Se conmovió al estrépito gigante De un torrente de lanzas que violento Invadió por las sierras y los llanos, Quebrando con sus puntas de diamante

La muralla de bronce, Do el pendón de los viejos castellanos

Se desplegaba entonce

Sobre acerada clava. Bajo el cielo de América su esclava.

Y en aqueste torrente Allí la patria de Belgrano estaba, Allí La Paz y Cochabamba alzaron Ceñida de laurel su altiva frente,, Y a los ecos del Plata se mezclaron,

Bajo la luz de Mayo, Los ecos del Bermejo y Pilcomayo.

Allí estaba el desierto;

Y en un mundo sin fin, sin horizonte, Allí la selva y empinado monte.

Allí el mar que Balboa saludara,

Y allí las rocas que Colón pisara.

Todos, todos allí, y allí la patria Del ancho Beni y Potosí opulento,

Quebrando sus cadenas En aquel día de sublime intento; Y con sangre copiosa de sus venas

Bautizando la frente

Del mundo que legaban A la futura americana gente.

JOSÉ mAbmol

Sangre preciosa que Ayacucho viera Del pecho varonil como un rocío De los cielos caer, para que un día Cada gota inmortal un pueblo fuera.

Animad, animad el cuerpo frío De los héroes allí ... La fosa umbría Su polvo esparcirá, y Ellos, la frente Con aureola del mártir alumbrada,

Y el descarnado brazo En los hombros del ángel de la gloria. Subirán a la sien del Chimborazo

Por la huella esplendente Que hizo el carro veloz de la victoria!!

¡Animad, animad! Ellos sus ojos En torno volverán ... las cordilleras Inclinarán sus sienes altaneras :

Callarán sus enojos Las irritadas olas de los mares, Y las Llamas y el Cóndor escondidos, Los vaUes y las selvas y los montes, El sol y los ardientes luminares

Sin ley, sin horizontes. Serán de santa admiración henchidos.

III

Mas tu misión, ¡oh Bolivia! No estaba sólo en tu lanza. Que otra más alta esperanza Reservó Dios para tí: Tus héroes «n los combates No fueran más que tu aurora Que vino a anunciar la hora En que habrá el sol de salir.

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ARMONÍAS 55

Esa misión del acero La llenaron tus campeones, Pero a otras generaciones Legaron otra misión: Tan rica de gloria y nombre Tan orlada de opulencia, Que fué la más bella herencia De su paternal amor.

Tocas y admiras los Andes, ¿No «s verdad? pues tu cabeza Con más poder y grandeza Un día levantarás. Que es América el emblema Del Cóndor entre la nube, Cuando más arriba sube De la ronca tempestad.

Pero la mano del cielo. Entre misterio profundo Pareció robarte al mundo, Huérfana y oculta flor: Y abandonada, perdida. Cual un diamante entre rocas. Lo que hoy tan posible tocas Ayer pareció ilusión.

¡El mar! sublime esperanza De tu ambición más sublime! Es tuyo, Bolivia, imprime Sobre las ondas tu pie: Es tuyo, vuela, te espera La brisa de los océanos, Para mecer soberanos Los laureles de tu sien.

56 JOSÉ MÁKMOL

Es tuyo, que de sus ondas Tu porvenir al oriente, Dora espléndido la frente De tu más bella región,

Y el diamante entre las rocas, La huérfana flor perdida, Sube con él a otra vida Buscando un tiempo mejor.

No son tus minas, Bolivia, La fuente de tu existencia. Ni tu futura opulencia La contiene el Potosí; Los pueblos no se enriquecen Pisando sobre metales : Serán otros los canales De tu hermoso porvenir.

Serán tus ríos, señora, Que de tu seno profundo. Filtrando por todo un mundo, Nacen y buscan el mar. Serán tus bosques, tus llanos, Tus perfumadas praderas,

Y las extensas riberas Del Beni y del Paraguay.

Serán tu manos quebrando Los diques la ignorancia. Para decir con jactancia, "Europa, ven por aquí". Y mirar en cada río, Luchando con su corriente. Llegar su industria, su gente A un mundo rico y feliz.

ARMONÍAS S7

A un mundo donde la Europa Tiene fija su esperanza, Porque en el suyo no alcanza En el tiempo un "más allá": A un mundo donde más tarde En cada empinado monte, Tendrán su luz, su horizonte. El genio y la libertad.

¡ Ve adelante ! los océanos Te esperan con impaciencia, Y del cielo la clemencia Escribe tu "más allá". ¡Ve adelante! tus hermanos Que baña el potente Plata, Te batiremos las manos Al ver tu enseña pasar.

Ese tirano que rudo Easga a tu hermana las venas, Pone, bárbaro, en cadenas Lo que también es de tí; Pero mañana su cuello Será presa del verdugo, Y el Paraná, sin su yugo. Sonreirá al verte feliz.

IV

Feliz en tu grandeza Cual fuiste con tu lanza, Lidiando con la saña Del déspota español:

58 JOSÉ MÁRMOL

Feliz como los pueblos Donde la mar alcanza Dorados con la lumbre De americano sol.

Rasgado tu misterio, Radiante de hermosura, Descubrirás al mundo Tu rostro virginal; Y el mundo entusiasmado. Para la virgen pura. De joyas de la mente Preparará un caudal.

Que por tus ríos llenos De vida y opulencia Te invadirán torrentes De civilización; Y vibrarán los ecos Del arte y de la ciencia Donde antes retumbaron Los truenos del cañón.

En el grandioso Chaco Las fértiles llanuras Sorprenderá la industria Del europeo al fin: Y en cada sol que dore Del Andes las alturas, De tu futuro hermoso Se agrandará el confín.

ABMONÍAS 59

Y como aspiras ámbar De tu jardín de selvas, La atmósfera del genio Respirarás también; Que a do tus manos lleguen, A do tu vista vuelvas, Te bañarás en luces De boliviana sien.

No en vano en lo más alto De América blasonas. Nutriendo de tu seno Dos mares a la par; Gigantes sin rivales, El Plata y Amazonas Que pueden del océano Las ondas desafiar.

No en vano se levanta Sobre metal tu asiento, Bolivia, no hay arcanos A tu destino, no; La suerte de los pueblos, El Dios del firmamento Sobre su suelo mismo Grabada les dejó.

Mañana tus hermanos, Desde el Estrecho al Istmo, A contemplar tu frente Sus ojos alzarán;

Y con tus mismas alas,

Y con tu genio mismo. Tu porvenir al mundo Contigo mostrarán.

60 JOSÉ MÁBMOL

Que a los futuros siglos, Del Andes se divisan Precipitarse raudos Al mundo de Colón, Como al nacer el alba Las luces que se aprisan A iluminar los cielos En fúlgida invasión.

Mañana el europeo Cuando a buscar se lance, De América en la orilla La luz y libertad; Bolivia quizá entonces A comprender alcance Que viertes la más bella Kadiante claridad.

Quién sabe si mañana Conservarás sola Lo que otros al presente Destrozan con el pie: Sobre el Perú y mi patria De sangre hay aureola, Y un iris de bonanza Sobre tu sien se ve . . .

Bendición en la frente de tus hijos Que en el hogar junto a la tierna esposa. Hablan de paz y libertad prolijos. Tejiendo palmas a su patria hermosa.

ARMONÍAS 61

Calma en las sienes de tu jefe, y gloria Para su nombre que ennoblece el tuyo: Sonó ayer ese nombre en la victoria, Y el que hoy repite el mar también es suyo.

Por la tierra vagando sin destino, El sol desmaya ante mi sien su rayo; ¡Ayl si el nombre infeliz del Peregrino Conservara tu rico Pilcomayo!

A LA CONDESA DE WALEWSKI

En 1847

Ya, señora, entre vos y los proscritos Hay algo de común que os simpatiza Lazos cuando más tristes más benditos: Pila donde el mortal se fraterniza:

Unión de que hace el corazón alarde, Pura como el rocío de la aurora; Triste como las sombras de la tarde Fraternidad de lágrimas, señora.

Ni en vos ni en ellos la memoria un día Podrá olvidar a la argentina playa; Ni el alma nunca suspirar podría Sin que un suspiro a Buenos Aires vaya.

Parece que esa patria hubiera sido Por el Genio del mal arrebatada De los brazos del Ángel, descendido A velarla en su cuna inmaculada.

Y que allí do no alcanzan los tiranos. Naturaleza con su brazo alcanza, Y en las obras más puras de sus manos Se cumple alguna mágica venganza!

' , .-"fpir:!;--"

f4 JOSÉ MlEMOr.

"V'os, üeüora, nacida bajo un cielo IJo sifimpre el iris y la aurora víais, Recién alzando el nacarado velo De vuestra juventud, ¿llorar sabíais?

¡Ah! llegasteis allí! y en vuestra suerte Las flores con el llanto descoloran; Que en esa tiera de infortunio y muerte Hasta las pieidra^ insensibles lloraii.

Disteis un ángel a la patria mía; Pero al arrullo del materno anhelo La tempestad del Plata respondía,

Y asustado el querub volóse al cielo.

Llanto de madre vuestros ojos dieron; Y, asida al corazón la suerte ingrata, Lágrimas y gemidos se perdieron Entre las brisas del salvaje Plata.

Ved ¡ay! señora, en vuestro propio llanto El llanto de mil madres argentinas. ¿Dónde sus hijos son? ¡Ah! cómo es santo El duelo de esas almas peregrinas!

Allí donde perdisteis vuestra hija, Allí arrancados de sus brazos fueron;

Y allí donde llorasteis tan prolija, Sobre sangre sus lágrimas corrieron.

Mas vos, al menos lloraréis amores, Libre, en la urna vuestros ojos fijos;

Y ellas no pueden ni tejerles flores. Ellas no pueden ni llorar sus hijos.

-i> -•-■,'«. ^ ^■..

AEMONÍAS 65-

¡Ay, señora! tened en la memoria Qii€ esa patria infeliz que veis en luto, Llorando siempre su perdida gloria, Miró nacer a vuestro tierno fruto.

Que allí, en el labio maternal bebisteis Su primer respirar, su primer grito: Que allí, en el brazo maternal sentisteis .El primer sueño de su ser bendito.

* Que ella en los cielos argentinos mora: Que allí os la diera Dios, y a Dios entonce Por su patria infeliz rogad, señora. . . Súplica de mujer conmueve al bronce.'

Ama una madre hasta la pobre lana Que ha cubierto a sus hijos en la cuna, ¿Cómo no amar la patria donde ufana Les vio nacer, por mal, o por fortuna?

¿Cómo no amarla vos, si sois nacida Brillante flor del Aljpies italianoi Donde esa voz: la patria, es voz de vida Con que abre y late el corazón temprano?

Oh, y no el amarla vuestro pecho sienta;' Porque esa patria que en cadenas llora, Es el diamante que en su sien ostenta Esta virgen América, señora.

Mas, cual murió al nacer la flor preciosa Que hoy llena de dolor vuestra memoria. De esa patria también, en noche umbrosa. Murió al nacer el fruto de su gloria.

66 JOSÉ MÁRMOL

Mas, cual vendrán un día a vuestro seno Consolación y frutos venturosos, A esa patria vendrá, limpio y sereno, Cielo de paz, y tiempos deliciosos.

Rogad, señora, por la patria aquella Do vuestra hija amaneció a la vida; Acaso, un día, cuando os hablen de ella, "Fué su patria" diréis envanecida.

Si hoy todos la abandonan en su duelo. Quédele al menos la plegaria pura De aquellos que conservan en el cielo Angeles que comprenden su amargura.

Ellos a Dios le contarán de hinojos El ¡ay! del mundo que a los cielos llega; Y allí, a la luz de sus benignos ojos. Ya vuestra hija por su patria ruega.

ROSAS

El 25 de Mayo de 1850

¡ Rosas ! i Rosas ! un genio sin segundo Formó a su antojo tu destino extraño: Después de Satanás, nadie en el mundo, Cual tú, hizo menos bien ni tanto daño.

Abortado de un crimen has querido Que se hermanen tus obras con tu origen; Y, jamás del delito arrepentido, Sólo las horas de quietud te afligen.

Con las llamas del Tártaro encendida Una nube de sangre te rodea;

Y en todo el horizonte de tu vida

Sangre ¡bárbaro! y sangre y sangre humea.

Tu mano conmoviera como el rayo Los cimientos de un templo; y, de repente, Desde el altar los ídolos de Mayo Vertieron sangre de su rota frente.

La Justicia se á,cerca religiosa A llamar en la tumba de Belgrano :

Y ese muerto inmortal le abre su losa, Alzando al cielo su impotente mano.

La libertad se escapa con la Gloria A esconderse en las grietas de los Andes; Reclamando a los hielos, la memoria De aquellos tiempos en que fueron grandes.

68 JOSÉ MÁKMOL

Los ídolos y el tiempo desparecen : Se apagan los radiantes luminares; Y en sangre inmaculada se enrojecen Los fragmentos de piras y de altares.

Gloria, nombre, virtud, patria argentina, Todo perece do tu pie se estampa, Todo hacen polvo, en tu ambición de ruina. Bajo el casco los potros de tu pampa.

Y bien, Eosas ¿después? tal es atiende La pregunta de Dios y de la historia : Ese DESPUÉS que acusa o que defiende En la ruina de un pueblo, o en su gloria. '

Ese DESPUÉS fatal a que te reta Sobre el cadáver de la patria mía, En mi voz inspirada de poeta. La voz tremenda del que alumbra el día.

Habla: y, en pos la desitruceión, responde: ¿Dó están las obras que brotó tu mano? ¿Dónde tu creación? ¿las bases dónde De grande idea o pensamiento vano?

i ¿Qué mente hubiste en tu sangriento insomnio ^ Que a tanto crimen te impeliese tanto? i ¡Ajparta, aparta, aborto del demonio I Que haces el mal para gozar del llanto !

La raza humana se horroriza al verte, Hiena del Indo transformada en hombre; "^^ Mas ¡ay de tí! que un día al comprenderte I No te odiará, despreciará tu nombre!

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ABMONÍAS 69

El tiempo sus momentos te ha ofrecido : La fortuna ha rozado tu cabeza; Y, bárbaro y no más, tu no has sabido Ni ganar tiempo, ni ganar grandeza.

Tumbaste una república, y tu frente Con diadema imperial no elevas ledo ; 3Iurió la libertad, y, omnipotente, EsclaTO vives de tu propio miedo.

Quieres ser rey, y temes se convierta En la corona de Milán la tuya; Quieres ser grande, y tu ánima no acierta Cómo elevarte de la esfera suya.

Tu reino es el inferió de la muerte; Tu grandeza el terror por tus delitos,; Y tu ambición, tu libertad, tu suerte Abrir sepulcros y formar proscritos.

Gaucho salvaje de la pampa ruda, Eso no es gloria, ni valor, ni vida; Eso es sólo matar porque desnuda Te dieron una espada 'fratricida.

Y, grande criminal en la memoria Del mundo entero, de «tu crimen lleno, Serás reptil que pisará la historia Con asco de tu forma y tu veneno!

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Nerón da fuego a Roma y lo contempla, Y hay no qué de heroico en tal delito: Mas tú, con alma que el demonio tem|pla, Cuanto haces lleva tu miseria escrito.

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70 JOSÉ MÁBMOL

Ningún Atrida al peligrar vacila,

Y tú, más que ellos para el mal, temblaste; Y, más sangriento que el sangriento Atila, Jamás la sangre de la lid miraste.

En todas esas águilas que asieron •La humanidad y, en fiebre carnicera, Con sus garras metálicas la hirieron, Cupo alguna virtud : valor siquiera .

Pero tu corazón sólo rebosa De miserias y crímenes y vicios. Con una sed estúpida y rabiosa De hacer el mal y de inventar suplicios.

Ni siquiera te debes el destino Con que tu sed de sangre has apagado; Tigre que te encontraste en el camino Un herido león que has devorado.

Espíritu del mal nacido al mundo, No has sido bueno ni contigo mismo ;

Y sólo dejarás un nombre inmundo Al d^cender a tu primer abismo.

Te nombrarán las madres a sus hijos Cuando asustarlos en la cuna quieran; ,Y ellos temblando y en tu imagen fijos Se dormirán soñando que te vieran.

Los trovadores pagarán tributo A los cuentos que invente tu memoria ; Y, execrando tus crímenes sin fruto, Rudo y vulgar te llamará la historia.

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AEMONÍAS '71

¡Ah, que casi tus crímenes bendigo, , Ante el enojo de la patria mía, Porque s;ufras tan bárbaro castigo Mientras alumbre el luminar del día!

Porque mientras el sol brille en el Plata Aquel castigo sufrirás eterno; Nunca a tu nombre la memoria, ingrata : |

Nunca a tu maldición el pecho, tierno ;

Y por último azote de tu suerte, Verás, al expirar, que se levanta Bello y triunfante y poderoso y fuerte El pueblo que ultrajaste con tu planta.

Pues no habrá en él, de tus aleves manos, Más que una mancha sobre el cuello apenas ; \ Que no sabes, vulgo de tiranos, /■

Ni dejar la señal de tus cadenas.

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AL 25 DE MAYO

EN 1841

Wliere Chimboraso, «ver air, earth, waye. Clares, with bis Titán eye and sees no slaT*

Btbok.

Cada generación un día tiene que la deja en los siglos señalada, y con ella también un hombre viene, que le deja su frente coronada.

Mis padres en un Mayo levantaron eterno un monumento a sus anales y los labios de un hombre revelaron sus luchas y slis lauros inmortales.

Un sol se muestra y el cañón retumba; es el sol de aquel día ... El sol de Mayo. Si es preciso cantar su primer rayo levántese Várela de la tumba.

Caliéntese de nuevo el cráneo altivo do su espíritu a Mayo iluminaba, donde inmenso cual es, allí cautivo le estudiaba, veía y le cantaba.

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74 JOSÉ MÁEMOL

Ya su espíritu armónico suspira sobre ftl sol de su Mayo sacrosanto . . . Si alguno intenta preludiar su lira mire ese sol y púlsela con llanto.

Mire ese sol que aparece y al ánima nuestra ofrece letrero que resplandece djciéndonos divinal: ** Hable el alma y calle el labio "que el hablarme es un agravio, "con acento mundanal.

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Soy el astro que previno "se mudase repentino "forma, espíritu y destino "de la vieja humanidad; "y que el futuro ante ella "reflejase cual estrella, "de sublime claridad.

"Soy el astro cuya llama dio la luz al grande drama, "de quien el fin y la trama, "se improvisaba al rodar "tronos y reyes al suelo; "mientras se alzaban al cielo "los pueblos en libertad.

"Y ante dellos cien naciones "de viejos nobles blasones, "inclinaron sus pendones ' ' repitiéndoles ... ¡ Loor ! "Y con iras mal veladas ^

"se sintieron obligadas "a brindar por su valor.

AEMONÍAS ^ 75

"He mirado, en fin, del seno "que brotaba, siempre lleno "agrias raíces de veneno "de una madre sin amor, "separarse el joven puro "condenado al yugo duro "de bendecir su rigor.

"Y esa madre fué la España; "terca, ciega y siempre extraña.

"a lo^ frutos que su entraña "con su sangre alimentó. "Y ese joven es el mundo "que en un día sin segundo "el genio le presentó.

"No hay pueblo, no hay humano, "de los que, en eterno arcano, "brota súbita la mano "de Dios en la inmensidad, "que no tenga su destino, "su existencia y ^ camino, "distinto en la humanidad.

"Y si vi con inclemencia, de la España la insistencia en desoír esa sentencia de la eterna majestad, también la vi prosternarse, cuando el cáliz vi quebrarse de la infinita bondad.

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7& JOSÉ MÁBMOL

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'Eso escribo en los cielos con mi lumbre cuando a Mayo recuerdo en el Oriente; si queréis coronar mi excelsa frente pedid al cielo que la vuestra alumbre.

"Mayo es obra justísima del cielo; cansado, al fin, de la injusticia humana y a inspiración de idea soberana, los hombres la activaron en el suelo.

"Los hombres y las glorias argentinas, que desde el Plata al Chimborazo he visto, no son más que las joyas brillantinas del rozagante traje que revisto.

"De Mayo son sobre sus sienes bellas lo que son en el cielo las estrellas. . . Sus glorias alabad, y en sacra pompa que rueden, sí, por la sonora trompa"

II

¡ Oh ! sí, que mi lira con cuerdas de bronce se siente altanera si a Mayo nombró; si nombra arrogante la gloria que entonce con sólo tres lustros mj gloria alcanzó.

Un grito fué sólo de Mayo el portento; un grito, y mi patria, cual Etna que abrasa, se alzó de sus bases y roto el cimiento lanzóse cual raudo torrente que arrasa.

ARMONÍAS 5Í7

Y eterna^ en rm. día, remonta giierrera del Andes helado la sien de gigante;

y en él reclinada, con mano altanera, le arroja a la España su nítido guante.

Mal plugo España a tu estrella aceptar el desafío; más valiera que en desvío la seña dejaras, ú, pues estaba escrito en ella con lemas enrojecidos que fueran los oprimidos los vencedores de tí.

Pero terca y orgullosa con tus godos y tus moros, tu ambición y tus decoros te hicieron la sangre arder; y al momento poderosa, y mi patria gigantea, sable en mano a la pelea se arrojaron con placer.

Y el ángel de la muerte en negro carro, su rápida carrera reteniendo,

estuvo con placer el duelo viendo en el inmenso mundo de Pizarro.

Sobre Salta comenzaron, y en los suelos tucumanos, los aceros en las manos a blandirse con furor; y allí fué donde empezaron nuestros suelos a lavarse ¡pobre E^aña! al derramarse de tus venas el humor.

78 JOSÉ MÁEMOL

Mas cual tigre, enfurecida, que más brama y más valiente cuando agudo dardo siente que en el pecho se clavó; con la noble y honda herida que te abrió la patria mía, con más saña y más porfía frente a frente te dejó.

Y luchando brazo a brazo ya señora, ya vencida,

ya sin fuerzas y sin vida, ya con fuerza colosal, hasta el pie del Chimborazo fuiste atónita rodando, (pialmo a palmo guerreando con tu indómita rival.

Y el ángel de la muerte en negro carroy su rápida carrera reteniendo, estuvo con placer el duelo viendo en el inmenso mundo de Pizarro.

Y no bien de los guerreros se oye horrísona la lucha, cuando Chile que la escucha arde en bélica inquietud;

y a do estaban los aceros que_templaba el sol de Mayo vuela súbita cual rayo a romper su esclavitud.

Y la rompe, mal tu suerte, cuando al sable de su hermana une altiva y soberana

de sus hijos el valor;

AEMONÍAS 79

a ese sable noble y fuerte de la joven patria mía que a tus ojos relucía cual del ángel vengador.

Y ya entonces todo un mundo que en tres siglos dominaste, |ay España! le miraste despeñarse contra tí;

cual del Andes iracundo ronco y rápido torrente, que arrastra en su corriente cuanto España hubiera en sí.

Y fué en vano que valiente, porque lo eres por mi vida, defendieras aguerrida

tu conquista secular; Chaeabuco dio elocuente la inmortal lección patricia, donde viste la justicia de la América brillar.

Chaeabuco cuya cumbre miró absorta por los llanos, caer tus viejos veteranos cuyo nombre era un blasón. Como el sol cuando su lumbre dore en> Maipo la corriente, verá siempre transparente algún fúnebre padrón.

De ese Maipo que parece te arrojara hecha pedazos a caer entre los brazos de Ayacucho y de Junín;

40 JOS]|^ MÁBMOL

allí donde resplandece el sello de nuestra gloria, y donde fué tu memoria sepulta por siempre al fin.

i j Que el ángel de la muerte en negro carro, su rápida carrera acelerando el cadáver de España fué arrastrando sobre el inmenso mundo de Pizarroü

Así España domeñaron tus esfuerzos sobrehumanos los que tus reyes tiranos por tres siglos engrillaron.

Tanto oprimir criaturas, tanto su industria negarles, tanto el alma sofocarles y hasta sus lágrimas puras;

tanto llenar de mancilla pueblos fuertes y lejanos, porque exótica semilla no prendía entre sus manos;

^anto, en fin, ambicionar oro y sangre de infelices con tus hondas cicatrices lo tuviste que pagar.

Y a tí, tanto lidiar, patria del alma, tanta sangre verter en la palestra, te vale de los cielos una palma que ^za orgullosa tu robusta diestra.

ARMONÍAS X ~ 81

Y al mirar por alfombra de tu ^lla pieles de los Leones de Castilla, un porvenir tan vasto el cielo os cede que apenas en los siglos caber puede.

III

De Mayo la corona está tejida; lo está ya con sus hechos y sus hombres; de los grandes sucesos de la vida, mueren los tiempos pero no los nombres.

Pero Mayo es volcán estrepitoso que agita la gigante cordillera; y a nosotros el cráter ardoroso con su inflamada lava nos cubriera.

Es de un siglo simiente delicada, cuyo fruto es muy tarde recogido; nuestros nietos, apenas que ha prendido la verán, en la tierra preparada.

Nosotros hoy, ambicionar de Mayo el resultado inmenso que (prepara, es querer de la flor recién en tallo aspirar el aroma que encerrara.

Si r.ompimos de España las cadenas y libres elevamos nuestra frente, conservamos, empero, en nuestras venas los restos de la ibérica simiente.

Y la sórdida lucha en que vivimos, sin saber el por qué de los errores, no es más que las tinieblas sacudimos para ver de ese Mayo los albores.

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82 JOSÉ MÁBMOL

Nosotros nos mecemos borrascoso^ sobre el fuerte Titán aun sin asiento; quien quisiere gozar tiempos hermosos transporte al porvenir su pensamiento.

Y en él, sobre la sien del Chimborazo verá un ángel midiendo con su brazo de los remotos mares la distancia,

y al ángel que mira

pregunta: ¿qué aspira? Y el ángel le dirá con arrogancia: *'Me traigo las regiones de la Europa a domeñar su frente en esta roca."

MontevideOf Mayo de 1841.

AL 25 DE MAYO

En 1849

Bajo el sol de este día Siempre se prosternó la ánima mía: Mandé siempre a tu altar ¡patria del alma! Desde extranjera tierra, alguna palma.

La mano de Dios bueno, Cuando formóme a su albedrío santo, La esperanza y la fe puso en mi seno Con la sublime inslpiración del canto.

Y en este mar de sangre donde boga A merced de sus ondas mi barquilla, Siempre en redor de la argentina orilla Sin tocar una vez la ansiada tierra Nunca mi voz la tempestad ahoga,

Y en cada nuevo sol mi pecho encierra Más esperanzas de mayor consuelo, Más fe en el porvenir, más fe en el cielo.

Así, cuando de Dios la santa mano Levantó de su lecho el mar profundo,

Y arrojó con su enojo soberano,

Las aguas del diluvio sobre el mundo;

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84 JOSÉ MÁBMOL

Perdido y solo entre la noche fría, Llevando el alma amurallada al susto, La esperanza y la fe tuvo por guía En la huérfana barca el varón justo !

Por eso mi pecho jamás en desmayo Las luces ha visto del astro de Mayo, Jamás a mi labio faltara una voz: Regalo precioso del ánima mía, \^- Que va entre las perlas de dulce armonía

Buscando aquel tiempo bendito de Dios.

Pues que ese Mayo que alumbra tu historia Con rayos eternos de honor y de gloria, Es todo esperanzas de gloria mayor: Es todo promesas en flor todavía Que esperan ¡ oh patria ! la aurora de un día De paz y justicia, de dichas y amor.

Tu triunfo es el tiempo. ¿Qué mano potente Podría un momento parar el torrente Que impele en el mundo de América el pie? Y en ella ¿quién puede torcer el destino Que en pos de sus glorias, el pueblo argentino Se dio con su genio, su fuerza y su fe?

1

Atrás, las discordias; atrás, los bandidos; Atrás, y en la tumba quedad maldecidos, En tanto que el pueblo se va al porvenir; Caigamos con ellos lidiando prolijos, Atrás, nuestros restos; llegad, nuestros hijos, La patria y el genio no pueden morir!

AEMONÍAS 85

Ven a los libres, ven, dulce esperanza; Y con tu lumbre celestial nos guía, En esta noche frígida y sombría Donde el destino nuestros pasos . lanza. Y, templados al fuego de tu rayo. Clamaremos doquier, de tierra en tierra: A los tiranos, maldición y guerra. Palmas al nombre del eterno Mayo!

Y adelante, adelante en el camino. Si no llegamos hoy, será mañana; Pues no hay al fin de la constancia humana Lindes de bronce ni fatal destino.

Así en el mundo de Colón un día. Los varones de Cristo caminaban

Solitarios, sin guía, Por los desiertos, con el pie desnudo, Y, do hallaban dos hombres, levantaban Su pulpito y su voz; y en' los desiertos, x Nunca a la fe y a la esperanza yertos, Fueron en cada día conquistando Para el redil cristiano el indio rudo.

Así nuestro mayores, Cuando juraron libertad o muerte, Amurallando el alma a los rigores

De la indecisa suerte. Midieron paso a paso un mundo entero

Sin reposar la planta ni el acero; Hasta mirar desde la sien potente De los soberbios Andes, que no había Un pendón español bajo los cielos Que coronan de América la frente; Y que la libertad resplandecía Del Andes mismo en los eternos hielos.

86 JOSÉ MÁEMOL

Nuestra fortuna ingrata Es una gloria más con que ceñimos Las sienes de la patria en que nacimos; Y allá el futuro habitador del Plata Lleno de admiración por nuestro ejemplo, En cada tumba nuestra verá un templo.

Cuando en la patria el despotismo impera. Se quema entonces el hogar paterno, Para que el aire infecto no profane

La morada que oyera Cantos de libertad, que el niño tierno Aprendió un día en el materno brazo; Y, llamando a la puerta de otras tierras; Se pido, con valor y frente alzada. Un poco de aire libre, y un pedazo De humano suelo para tumba honrada.

No a todos nos enerva la agonía De nuestra causa santa. Que sucumba Que sea el día de hoy su último día;

Pero a su suerte fijos, Muchos habrá de tus errantes hijos. De pie, y al lado de su noble tumba.

¡Oh! no! la tiranía, si ha vencido. No ha triunfado en la patria de Belgrano.

La cojiinda de fierro No dobló todo al carro del tirano; El nombre no ha subido hasta el suplicio; Pues cuando no quedase hombre nacido Que en el santo infortunio del destierro Protesta fuese del honor patricio;

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ABMONÍAS 87

Las piedras^ las montañas, Los ríos y los bosques solitarios Vistieran luto por tu infausta suerte; Y, abiertas de la tierra las entrañas, Rasgaran los sudarios

Y huyeran la morada de la muerte,

Las veneradas sombras De aquellos héroes que orgullosa nombras.

Pero aun te queda ¡oh patria! Esa generación joven j pura, Que en medio a tus desgracias amanece,

Como el sol que aparece T'ras la tormenta de la noche oscura.

¡Oh! y aun la sangre en las arterias late De tus honrados hijos, patria mía; Y, mientras vivan ellos, no habrá un día Para el tirano, sin mortal combate.

Ya el infortunio nuestra frente pliega, Ya nos gasta las fuentes de la vida, Pero el alma en nosotros es la roca

Que cuanto más batida Por ruda mar que se avanza ciega. Más a las ondas con desdén provoca.

Patrimonio de tí, día sublime. Que inspiras gloria y patriotismo santo,

Y cuya luz al corazón redime

De largas horas y de amargo llanto; Herencia es tuya nuestra fe sincera. ¡ Gloria 1 sublime sol i nuestra constancia, Será como tu espléndida carrera. Que al terminar sin mancha en el ocaso Deja rastros de luz tras de su paso!

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88^ JOSÉ ma'bmol

Calienta con tu rayo soberano Del patriotismo y del valor la fuente; Y, que al alzar nuestra soberbia frente Bajo tu sacra luz, en nuestro labio Haya una maldición para el tirano,

Y, en medio a nuestro duelo Esperanza en tu luz y fe en el cielo.

AL SOL

¡Por qué pasas ¡oh rey de los astros! De las puertas que te abre el oriente; Por qué deja más tarde tu frente Del ocaso los bordes también!

Dos momentos no más eres bello A los ojos del ánima mía; El momento en que anuncias el día, Y el m.omento en que velas tu sien.

Esa lluvia de llamas que viertes En tu vasta y radiante carrera, Da sublime esplendor a la esfera, Mas no al alma ilusiones de amor,

Al mirarte en el cénit, mi alma Se concentra ofendida y vacila, Como tiembla la herida pupila A tu rojo y ardiente color.

En la luz hay misterios divinos Que no alcanzan las almas de hielo: los tienes, lumbrera del cielo, Foco eterno de vida y de luz.

¡Gloria al bello momento en que asomas Sobre cuna de nácar y rosas! Gloria ¡ oh sol ! cuando débil te embozas Entre velos de leve capuz !

90 JOSÉ MÁBMOL

Desde el cielo a este mísero mundo Todo el orbe respira alegría Cuando pintas las rosas del día De la aurora en la candida tez.

Cual despliegan leis flores su broche, Abre el alma sus cálices, pura, Y en amor y esperanza y ventura Se armoniza y suspira a la vez.

De la aurora las lágrimas brillan; Olas de ámbar y amor se esparraman; Y, a la par de las aves, te aclaman Bosque y prados, montañas y mar.

Allí copias la vida del hombre Cuando empieza sus horas de mundo. Cuando todo es etéreo y fecundo, Cuando es dulce hasta el mismo llorar.

¡ Gloria, gloria, tesoro del cielo. Cuando llegas también al ocaso, Y con lento fatídico paso Vas diciendo a los hombres ¡adiós!

Cuando cerca a tu pálida frente Las estrellas asoman prolijas. Como en tomo a su padre las hijas Cuando su alma se vuela hasta Dios !

Nada muere a los ojos del hombre Sin robar a su pecho un suspiro; Y al bajar de tu espléndido giro Viertes ¡ay! melancólico amor.

¿Quién, mirando tu lumbre postrera. No ha llorado una vez en su vida, Al influjo de pena escondida, Sin poder definir su dolor?

V ARMONÍAS 91

Dios, la patria, destino y amada Son recuerdos constantes del alma, En las horas de paz y de calma En que tocas del cielo el confín.

Y en el alma el amor se dilata Con más dulce verdad en su esencia. Porque toda es amor la existencia, Cuando piensa un momento en su fin.

Y en la tumba de /Ocaso cayendo Tu opulenta magnífica frente, Para luego llegar al oriente

De otra nueva y lejana región.

Eepresentas la vida del hombre Descendiendo a la vida del suelo,

Y a la vez remontando su vuelo Fugitiva a otra nueva mansión,

Gloria ¡oh sol! cuando pintas el alba Con un tenue carmín de tu rayo! Gloria ¡oh. sol! al llegar en desmayo A la tumba de oriente también!

Dos momentos sublime te muestras A los ojos del ánima mía: El momento en que anuncias el día:

Y el momento en que guardas tu sien.

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EL RELOJ

Sonó en la vecina iglesia La campana del reloj, Diciendo: "pasó una hora

Y a la etermidad cayó."

Eco lúgubre del tiempo Que con fatídico son Nos manda que repitamos En cada momento: ¡adiós!

Pero el mundo sólo mira Porvenir en el reloj ;

Da la una y desespera Alguien que espera la>s dos...

Las doce espera del día El pobre trabajador,

Y las doce de la noclié El amante corazón.

Las horas que van- pasando No &e cuentan al reloj, Cuenta el hombre las que faltan, Más nunca la que pasó;

94 JOSÉ MÁRMOL

Así al sonar la campana Suele en secreto decir: "Lias que lia de marcar >espero, "Porque •esperar es vivir."

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Es, pues, entonces en el mundo mío Indiferente para el reloj : Pasen las horas a su antojo, pasen, Tráenme lo mismo que las diez, las doa.

Yo nada espero mi cansada vida Ni llorar puede rd sentir amor Del llanto mío se agotó la fuente. La llama activa del amor murió.

Ya con el mundo los estrechos lazos Mi descontento corazón rasgó; Lo mismo el día de mañana espero Que ayer las horas esperé de hoy.

Activo foco de pasiones mi alma A los incendios del amor cedió,

Y grande placa de cristal mi mente Vida y verdades transparentes vio.

que si escucho de mujer querida Latiendo el alma su amorosa voz, O ella se engaña al pronunciar te amo, O a me miente eon doblez mayor.

que si el seno de los hombres busco

Y por acaso el corazón les doy.

Luego que expriman de mi ser la esencia Con risa amarga me dirán: ¡adiós!

.ABMONÍAS 96

Y que es hoy lo que será mañana El mundo, el hombre, la mujer y el sol; Y pues que todo lo que viene he visto Tráerjne lo mismo que las diez, las dos.

Yo nada espero: ni dolor, ni risa En la indolencia que mi ser cayó Si hoy tengo hastío lo tendré mañana Es mueble inútil para el reloj.

RÁFAGA

Exhala, exhala a tu capricho libre, Corazón mío, tu dolor o risa, Tus temporales, o ligera brisa, Ronco alarido, o melodiosa voz.

No lates, no, para formar el eco De ajenas voces; tu primer acento Sólo fué tuyo, tu postrer aliento. Sin mezcla alguna volará hasta Dios.

Apura, apura, con amarga risa Corazón mío tu letal veneno; Apura, apura, que del cáliz lleno Bebes y miras que rebosa más.

Hoy es un día de los mil que pasas Como las sombras de la tarde triste, Como la flor que el huracán embiste, Y quiebra y yerma en su volar tenaz.

En que la vida con dolor te pasa, En que está fría y sin valor el aliña,

Y una salvaje y desabrida calma Reemplaza el fuego de tu ardor febril.

Que el mundo miras y del mundo ríes, Risa más agria que la hiél que bebes,

Y en otro mundo a palpitar te atreves Que allá te forjas en delirios miL

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98 JOSÉ MÁBMOL

Que vengan ora a prefijarte leyes Esos pigmeos que su voz levantan, Y creen que el arte de temor espantan Dogmas dictando con hinchada voz.

Que del discuten sin saber que el arte No es otra cosa que la misma vida, Que de vigor e inspiración henchida Bompe sus diques y se eleva a Dios.

Diles que vengan y profanos dicten Formas al arte, la misión al vate; Que hablen de leyes y tenaz combate De un arte viejo y el que. joven creen.

Que den preceptos y formulen dogmas, Que abran programas de sonoros temas Bellas escuelas, y a la vez sistemas Que a los poetas su destino den.

Que vengan hoy a prefijarle sendas A lo que sientes palpitar violento,

Y después vayan a decir al viento: "Torced el vuelo y caminad ahí".

Diles que pongan sobre su mano

Y digan luego si cual latieron, Si alguna vez inspiración sintieron, Para ser jueces de la que hay en tí.

Exhala, exhala a tu capricho, libre, Corazón mío, tu dolor, o risa, Tus temporales, o ligera brisa, líonco alarido, o melodiosa voz.

Es tu misión la inspiración que sientas; Tu arte, es tu vida; tu sistema, tu alma, Altiva o mansa, con ardor o calma; Y tus preceptos los que ponga Dios.

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ABMOlirÍAS 99

No temas, no, de la censura, y burla, Corazón mío, su severo juicio. Si no es su fallo para propicio. No menos libre volarás doquier.

Ella se ocupa en levantar murallas Para encerrar el sentimiento en ellas;

Y el corazón en agrandar las huellas Por -donde pueda sin temor correr.

No temas nunca, y como nave osada, Suelta tus velas a merced del viento,

Y cuando sople vendaval violento Las olas rompe del rugiente mar.

Y cuando pliegue sus inmensas alas

Y quede el mar trasparentando al cielo, Entonce suave con tranquilo vuelo, Podrás la linfa sin afán surcar.

¿Quién hoy se atreve a señalarte rumbo Cuando mismo tu destino ignoras? A tí, misterio, que ignorado lloras. Arcano inmenso que formara Dios ! !

Exhala, exhala a tu capricho, libre, Corazón mío, tu dolor, o risa. Tus temporales, o ligera brisa, Ronco alarido, o melodiosa voz.

LA TAEDE

Una tarde de Enero apacible cuando el sol a su ocaso bajaba miré absortx) de gozo y sensible otro sol que en la tierra brillaba.

« En su eléctrico fuego al momento

mi alma toda sintióse abrasar

y este fuego sutil y violento

nunca, nunca, se habrá de apagar.

Del delirio a la calma volvióse mi alma llena de extraño dulzor, y una bella porteña mostróse a mis ojos absortos de amor.

La admiré cual a un ángel divino de esplendores celestes rodeado y confiando a su luz mi destino mi destino dejólo enlutado.

Cada aliento que el alma suspira ser el nombre del ángel se siente y entre nubes de hechizo lo mira cada idea que alberga mi mente.

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102 JOSÉ mIbmol

Entre duda y temor oprimida «ada instante se ve mi existencia y cual flor por el sol abatida va marchita exhalando su esencia.

Uontevideo, diciembre de 1839.

LA NOCHE

Noche, misterio, soledad del alma, j Quién pasea tus ámbitos profundos, Que en hálitos de amor vierte la calma Por los perdidos solitarios mundos?

i Qué ángel en proscripción sus alas tiende^ Cuando oculta su frente el rey del día, Y silencioso los espacios hiende , En nube melancólica y sombría?

i Qué mágica campana el sueño advierte Del Supremo Hacedor que a sus acentos Re apagan como al soplo de la muerte, Las luces y las ondas y los vientos?

¡Noche, magnificencia indefinida! i Qué humano corazón no ha suspirado Sintiendo el peso de la ingrata vida En tu templo sin límites sagrado?

i Quién no ha pensado en Dios cuando derramas Tu balsámica paz sobre los cielos, Y a la conciencia a confesarse llamas Bajo el crespón de tus oscuros velos?

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104 JOSÉ MÁRMOL

i Quién te mintió jamás; qué labio humano No te contó del corazón la historia,

Y algún pesar recóndito y tirano Que vive torcedor de la memoria?

J Quién no ha sentido algún remordimiento Bajo tu imperio, di, noche sombría? i Quién no te hizo un noble juramento. Quién no le ha roto con la luz del día?

Noche ; ¡ consolación ! la vital trama La bañas de un amor puro, sin nombre ¿Por qué en su torpe confusión te llama MADRE DELí CRIMEN la impiedad del hombre . . . ?

no lo inspiras, no ; si acaso alguna Puerza extraña de su alma se lo inspira. No serán tus estrellas ni tu luna, Ni tu sombra sin fin que absorto mira.

Si de sangre infeliz ves una mancha

Y torpes manos que el puñal oprimen ;

¡Ay! que también a una beldad se mancha,

Y lo bello jamás inspira un crimen ! . . .

no lo inspiras, no ; tu sacra sombra Tan sólo el canto y el amor inspira, Que siempre inquieto el corazón te nombra

Y el son escuchas de la blanda lira,

i Qué poeta sus cantos inmortales, Su ardiente inspiración, su tierno acento, No ha debido a tus sombras sepulcrales, Madre del corazón y el pensamiento?

ARMONÍAS 105

¿Qué amante •corazón no ha ¡palpitado Entre los brazos de su bien querido, Por tu silencio bienhechor velado, Por tu sombra benéfica escondido?

Por sorprender a la insondable nada Dijo Dios: "haya luz," y la luz fuera, y midió de una vez con su mirada El lugar de los mundos en la esfera ;

Y por mirar al alma en su misterio "Haya tinieblas" dijo, y de repente Alzó la noche su etemal imperio,

Y vio al alma del hombre transparente . . .

Paz de los mundos; soledad del alma. Yo venero tu oscuro sacro manto Porque siento con él nacer mi calma

Y la sublime inspiración del canto.

En tus velos la historia de mi vida Con sus penas, su llanto y sus amores, Desde mi juventud vive escondida Coronada de espinas y de flores.

No hay un solo recuerdo en mi memoria Que no se enlace con tu nombre luego,

Y a también te deberé la gloria

Si alguna vez a conquistarla llego . . .

Espíritus sin cuerpo, misteriosos. Que respiráis las auras de la noche,

Y bajáis a las flores silenciosos

A desplegar las hojas de su broche;

•■"!

106 JOSÉ MÁBMOIi

Sílfides que tocáis a mis cristales "Vagarosas en mil nubes de niebla,

Y me cantáis en himnos celestiales Los palacios y el Dios de la tiniebla;

Fantasmas sin color ni forma humana Que sorprendéis mis ojos de repente,

Y en diáfana y fugaz sombra liviana Al pasar junto a rozáis mi frente;

Almas en confusión que por las salas Corréis del Éter a la vista mía,

Y el aire que agitáis con vuestras alas El calor tibio de mi rostro enfría;

¡Salud, todos, salud! sois mis hermanos. Mis hijos y mi ser. . . sabéis mi vida Con su ambición, su amor y sus arcanos, En sus dorados sueños sorprendida.

lAy, cuántas veces de improviso os llama Solitaria mi voz, y en tomo mío Relámpago veloz el aire inflama,

Y muere y queda lóbrego el vacío !

¡Y una voz y mil voces se difunden En tristes ayes y cantares bellos,

Y seres impalpables se confunden Revolviendo en mi frente los cabellos!

Y a su tacto se agolpan a mi mente Escuadrones de altivos pensamientos,

Y arde como volcán mi joven frente,

Y ondulan como el mar mis sentimientos,,

ABMONÍAS 107

T, cayendo en raudal celeste riego Sobre mi herida fantasía inquieta, Escribo con febril desasosiego, Y soy bueno, y amar, y soy poeta.

Mañana en otras tierras, peregrino, La yerta tumba extinguirá mi canto, Pero, atraída de tu imán divino, Mi sombra se alzará bajo tu manto.

CRISTÓBAL COLON

Dos hombres han cambiado la existencia De este mundo en los siglos peregrino: El labio de Jesús le dio otra esencia, Y el genio de Colón otro destino.

Comjpletaron de Dios la mente misma A inspiraciones de su amor profundo: Uno del alma iluminando el prisma, Otro haciendo de dos un solo mundo.

Ángel, genio mortal, que no has logrado Legar tu nombre al mundo de tu gloria; Que ni ves en su suelo levantado Un pobre monumento a tu memoria;

¡Ah, bendita la pila do tu fr'ente Se mejora en el agua del bautismo, Y el ala de tu genio amaneciente Se tocara en la unción del cristianismo!

Ángel, genio mortal, yo te saludo Desde el seno de América mi madre;

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110 JOSÉ MÁRMOL

De esta tierna beldad que el mar no pudo Robarla siempre a su sesudo padre.

La hallaste, y levantándola en tu mano Radiante con sus gracias virginales, Empinado en las ondas del océano Se la enseñaste a Dios y a los mortales.

Desipués de Cristo, en el terráqueo asiento» Siglo, generación, ni raza alguna Ha conmovido tanto su cimiento. Como el golpe inmortal de tu fortuna.

A su grandeza un siglo era pequeño; Y en los futuros siglos difundida, Es el eterno Tiempo el solo dueño De tu obra inmensa en su grandiosa vida.

Tú, como Dios al derramar fulgentes Los mundos todos en la oscura nada, Al más allá de las futuras gentes Diste sin fin tu América soñada.

En cada siglo que a la tierra toma. La tierra se columpia, y, paso a paso. Su destino la América trastortia, Y muda el sol su oriente en el ocaso.

Obra es tuya. Colón; la hermosa perla, Que sacaste del fondo de un océano,

ABMONÍAS III

Al través de los siglos puedes verla Sobre la frente del destino humano.

El ángel del futuro rompió el lazo Que a las Columnas de Hércules le ataba, Y saludó en la sien del Chimborazo Los desiertos que América encerraba.

No de la Europa quebrará la frente El rudo potro del sangriento Atila ; Pero ¡ay! el tiempo en su veloz corriente Mina el cimiento donde ya vacila!

El destino del mundo está dormido Al pie del Andes sin soñar su suerte; Falta una voz bendita que a su oído Hable mágico acento y le despierte.

Un hombre que a esta tímida belleza Le quite el azahar de sus cabellos

Y ponga una diadema en su cabeza

Y el manto azul sobre sus hombros bellos.

Si no te han dado monumento humano, Si no hay Colombia en tu brillante historia ¿Qué importa? ¡Eh! tu nombre es el océano, Y el Andes la columna de tu gloria.

i Qué navegante tocará las olas Donde se pierde la polar estrella,

^.^ .: ^---,:í^

V

112 JOSÉ MÁRMOL

Sin divisar en las llanuras solas Tu navio, tus ojos y tu huella ? '

¿Sin ver tu sombra, allí do misterioso El imantado acero se desvía; Y un rayo de tu genio poderoso Que va y se quiebra donde muere el día?

¿Quién, al pisar la tierra de tu gloria, No verá en sus montañas colosales, Monumentos de honor a tu memoria, Como grandes, como inmortales?

¡ Salve, Genio feliz ! mi mente humana Ante tu idea de ángel se arrodilla, Y de mi labio la expresión mundana Ante tu santa inspiración se humilla.

Por un siglo tus alas todavía Plegadas ten en los etéreos velos, De donde miras descender el día Hasta el cristal de los andinos hielos.

Baja después. De la alta cordillera Los ámbitos de América divisa ; Y, como Dios, al conteniplar la esfera, Sentirás de placer dulce sonrisa.

El ángel del futuro a quien sacara De los pilar'es de Hércules tu mano.

ARMONÍAS 113

Te mostrará, 'Colón, tu virgen cara, Feliz y dueña del destino humano.

Vuelve después a tu mansión de gloria A respirar la eternidad de tu alma, Mientras queda en el mundo a tu memoria Sobre el Andes eterno, eterna palma.

RECOGIMIENTO

Volad de mi memoria pensamientos Del mundanal perpetuo desvarío; Sarcasmos de gxaaideza y poderío Que altanera la mente concibió: Fosfóricos destellos que fulminan Relámpagos de luz al pensamiento Para dejar más negro el fingimiento Luego que el brillo de su luz murió.

Volad, y en vuestras alas fugitivas Arrebatad mi perdurable iduda ; Dejad mi alma tenebrosa y muda, Pero al menos dejadla esa verdad. Deshaced en mi ar4iente fantasía Ese que forma brillantino encaje Para ver al través de su celaje Mentida la enlutada realidad.

Hoy no quiero que brillen mis palabras Al resplandor de mi abrasada mente. Ni tampoco que exhale tristemente Un tono melancólico mi voz. Hoy siento que me abruma la existencia, Me pesa el corazón, me duele el alma, Y quiero, sólo, en majestuosa calma Salir del mundo para hablar con Dios ! . .

116 JOSÉ MÁEMOIi

Perdóname, Señor, si tanto elevo Mi orgullo de mortal : hablo contigo Cuando las huellas de tu gloria sigo Remontado en las alas de la fe. Y en ellas, religioso el pensamiento. Volando a las regiones de tu gloria. Mas te veo. Señor, que en la memoria, Me hallo de hinojos a tu mismo pie.

Yo te miro. Señor, sobre tu trono Rayos vertiendo de divina lumbre, Que refleja la vasta muchedumbre De esos globos de fúlgido esplendor. Rayos que parten de tu frente hermosa Para argentar los anchos universos, Discurriendo sutiles y diversos, Cambiando de sendero y de color.

Yo percibo el aliento de tai boca. Para los mundos delicada brisa, Y miro por tu rostro la sonrisa Al ver los mundos respirar en él. Giras tus ojos y los astros giran; Y, a cada paso que tus plantas sellan Los siglos y los siglos se atropellan, Gigantes que te siguen en tropel. I

Veneración ; ] Señor ! el alma mía Se embriaga con los himnos de tu coro. Que en arpas de marfil y liras de oro, Los tonos acompañan de tu voz.

Atónito mi espíritu les oye

Suavísima encantada melodía

Olas leves de mística armonía Cruzan la esfera repitiendo : ¡ Dios !

ARMONÍAS 117

Son, Dios mío, tus ángeles divinos Que suspenden las orlas de tu manto, y e^n redor de tu trono alzan el canto

Que no sube más alto de tu sien

Cantan y vuelan en redor del cielo, Y, con la lumbre que brillante exhalas. Se atomasolan sus pequeñas* alas. Que brillan, se oscurecen y se ven.

Cantan, y las estrellas reverberan Sobre el Éter magníficos colores; iáLbren sus globos las pintadas florea *Y regalan perfumes a su voz; El mar se duerme, y el desierto calma Al vendaval en sus ligeras huellas; Pues desiertos y mar, flores, y estrellas Quedan acordes murmurando: ¡Dios!

Veneración, ¡ Señor !, en todas partes Absorta te contempla el alma mía; La obscura noche y el rosado idía Mirad, me dicen, tu Hacedor, ahí. Las sombras de la tarde misteriosas, Del céfiro apacible los' suspiros. De la aurora las perlas y zafiros, Mirad, me dicen, tu Hacedor, aquí.

Aquí está Dios, me grita revolviendo Sus crines espumosas el océano, Frenético azotando soberano La roca que sus límites le da. ' Aquí está Dios, la roca le responde; Grita en su cima el águila lo mismo, Y el leviatán contesta del abismo: Aquí también el Hacedor está.

118 JOSÉ MÁBMOL

¿Pero dónde, Señor, más te percibo? ¿Dónde más sabio y (poderoso y bueno? Aquí, buen Dios, en mi doliente seno, Cuando llevo mi mano al corazón. Cuando la sangre como llamas siente, Cuando al impulso del dolor palpita, Cuando el influjo de tu fe bendita. Le inspira angelical resignación.

i Qué dolor desconoce el pecho mío? i Qué llanto no ha caído de mis ojos? i Y en qué pena, también, mi alma de hinojos No se postró para elevarse a tí? ¿Y en qué momento le negaste a mi alma Paz y consolación en sus pesares, A la luz de tus pardos luminares ^

En que más bajas silencioso a mí?

Veneración, ¡Señor!, ¿quién en silencio Puede mirar las fúlgidas estrellas. Sin mirarte también en medio a ellas Animando Su célico esplendor? Yo te adoro, mi Dios; yo te comprendo

Y a dirijo mi sentido canto. Porque hoy más ojos necesitan llanto,

Y lloro conversándote, Señor ! ! !

Mi planta marcha herida Del mundo en el camino; Las flores de mi vida Deshoja el ventajal; Las nubes se amontonan En torno a mi destino, ¡Proteja al Peregrino Tu mano celestial !

ABMONÍAS 11®

En mi época de saña Se agosta mi exiáftencia, . Como en arena extraña- La trasplantada flor ; Pero una voz secreta De tu divina esencia Conforte mi conciencia, Me aliente de valor.

Doquier giro mis ojos Me encuentro desvalido; Injusto sus enojos El mundo me lanzó. Mas yo, Señor, su dicha Temblando te la pido; Mi llanto en el olvido Por siempre se quedó.

SUEÑOS

Venid, venid ¡ oh sueños ! a mi abrasada frente ; Cubridme con celajes de púrpura y zafir,

Y siéntame bañado de lumbre refulgente. Soñando que no sueño para mejor fingir.

Venid, dorados sueños, y el plácido murmullo Perciba de la fuente, cual amorosa voz,

Y en 1(^ espesos bosques el inocente arrullo Del céfiro en las íiojas, al discurrir veloz.

Venid, venid ¡ oh sueños ! transparentando cielos De donde lluevan palmas a mi inspirada sien,

Y mire descorridos los azulados velos

En las doradas puertas del suspirado Edén.

Y vaporosas nubes de nítidos colores, Apenas matizadas con oro y arrebol, Desciendan, y, con ellas, envuelto en sus vapores, Me eleve a las regiones bellísimas del sol.

Acaso alguna de ellas me llevará en su seno Del trono hasta las gradad magnífico de Dios; ^ Y pueda allí de hinojos adivinar el trueno Al escuchar mi oído su prepotente voz.

Y pueda allí de hinojos adivinar mi mente Como salió la lumbre del fúnebre ca)puz, Al contemplar absorto sobre su santa frente Raudales destellarse de brillantina luz.

122 JOSÉ MÁKMOL ,

Y aquel eterno, iimieiiso, impenetrable arcano Del soplo que alimenta la vasta creación, Comprenda cuando aspire su aliento soberano. Sintiendo que reanima mi yerto corazón.

Comprenda esa tormenta que aturde los espacios Convulsionando mundos con su potente voz, Al ver su chispeante carroza de topacios Rodando por las nubes con ímpetu veloz.

Y a comprender alcance, cuando sus santas huellas Los límites marcando del universo van,

Como su luz esconden la luna y las estrellas

Y de temor los .cielos relampagueando están.

Y yo, quizá, las orlas del plateado manto Siguiendo, y de su carro la rapidez doquier, Mi corazón bañado de religioso llanto,

A comlprender alcance su misterioso Ser.

Y palpitando henchido de inspiración sublime, Corriendo de su gloria mi corazón en pos, Como la voz del viento cuando en la selva gime. Se exhale melodiosa mi conocida voz.

Y broten pensamientos de mi inspirada mente, Sublimes y abrasados del fuego celestial

Que brilla en los espaciosí ya rojo y esplendente, Ya en azulados mares de líquido cristal.

Venid, venid, ¡oh sueños! y el corazón sereno Con vuestras nubes de oro se envolverá veloz; Que acaso alguna de ellas me llevará en su seno Del trono hasta las gradas magnífico de Dios.

Y olvidaré soñando lo que despierto miro,

Y miraré durmiendo lo que despierto no

Yo vivo solamente cuando febril deliro

Que los terrenos lazos mi corazón rompió.

ARMONÍAS 123

Conozco, SÍ, que gozo, que vivo solamente Si pienso que he dejado la humanidad detrás,

Y que la Inancha roja de su amarilla frente No volverán mis ojos a contemplar jamás.

jQué son ante la vida las^ realidades della Si descorrido el velo de la razón las ve? ¿Qué goce, qué momento, qué sensación aquella Que alguna yerta gota de sinsabor no ?

¿Qué fuera de la vida si le faltara un día De la florida mente la diamantina red Que compasiva tiende sobre la fuente umbría Do el corazón se arroja para apagar su sed?

¿ Qué fuera de mi vida sin la dorada alfombra Que sobre el mundo pone para correr veloz? Venid, hermosos sueños, y a vuestra dulce sombra Me elevaré al alcázar magnífico de Dios !

Venid, y cuando arroje de América la gente Su grito de venganza con fratricida voz, Yo soñaré que escucho la música inocente Del céfiro en las hojas al discurrir veloz.

Venid, porque yo gozo, yo vivo solamente Si pienso que he dejado la humauidad detrás,

Y que la mancha roja de su amarilla frente No volverán mis ojos a contemplar jamás.

Si la ilusión es farsa del alma delirante, Si le quitáis al alma su vaporo tul, También quitad al orbe su velo rutilante, Que es farsa en ese cielo la transparencia azul.

J

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melancolía

Llevad en vuestras alas ¡ Oh brisas de la tarde ! Los huérfanos suspiros De mi secreto amor;

Amor sin esperanza, Pero de que hace alarde Mi coi'azón que sufre Su celestial ardor.

Llevadlos, y piadosas Cuando toquéis la frente De un ángel que ha bajado Con formas de mujer,

Sobre sus blancas sienes Dejadlos dulcemente Cual la única corona Que puédele ofrecer.

Suspiros son que nacen Del seno diamantino Donde se guarda en mi alma La sensibilidad:

Único bien que nunca Me arrebató el destino, Puente serena y pura De mi infelicidad.

126 JOSÉ MÁRMOL

Mi amor no es un delirio De ardiente fantasía : Mi amor está en el alma Con lágrimas y fe:

Placer que se confunde Con la melancolía. Corona de jazmines Con hojas de cipré.

La veo en las estrellas, La veo en la alborada, En las nocturnas sombras, En el radiante sol;

Doquiera van los ojos De mi alma enamorada. Del sol de mis amores Encuentro un arrebol.

Las, flores me deleitan: Su aroma y sus colores Son hoy para mi vida Supremo talismán.

¡Ay, triste del que ignora La magia que las flores Contienen para el alma Que acongojada est^!

Mas, ¡ay! que las estrellas, Las flores y la aurora, Mezclado a mis amores, Contemplan mi dolor,

Pues si la imagen suya Mi corazón adora, Mi corazón la baña Con lágrimas de amor!

ARMONÍAS 127

Amor sin esperanza, Que en mi alma se (alimenta Del fnego solamente Que en mis entrañas hay;

Ningún benigno sotplo Mi corazón alienta; No hay pecho que recoja De mi infortunio el ¡ay!

La adoro y no lo sabe; La adoro, y su pupila Sobre mi triste noche No vierte claridad.

La adoro, y mientras goza Felicidad tranquila. En mi alma se apodera La bárbara ansiedad.

Llevad en vuestras alas ¡Oh brisa pasajera! Mis huérfanos suspiros A mi adorado bien:

No le digáis que la amo; Pero dejad, siquiera, Mis huérfanos suspiros Sobre su blanca sien.

EN UN ÁLBUM

Al pie de una pintara que representa la Melancolía

La imagen enlutada de la Melancolía, De tu álbum, bella amiga, destiérrala, por Dios; Contempla que los cielos al despuntar el día Despiden a la sombra para que brille el sol.

A todas estas hojas adórnalas de flores

Y versos armoniosos como tu dulce voz;

Y deja se deslice, soñando con amores. De tus amenos días el delicado albor.

Pero ¡ ay ! si conocieras que tu existencia un día Es tal, que con lo triste consuelas tu dolor, No busques el retrato de la Melancolía; Su original, si quieres, está en mi corazón.

U

EN LA LAPIDA DE FLORENCIO VÁRELA

Asesinado en la noche del 20 de Marzo de 1848

Muerto a la libertad nació a la historia Y es su sepulcro templo de su gloria.

DESENCANTO

A Carlos

I

I

Al bronco son de súbita tormenta Columpiase el terráqueo i>avimento;

Y el ronco trueno con fragor revienta,

Y estalla el rayo y se desata el viento.

Y, cuando más el huracán da paso Al trueno, al rayo y a la nube errante. El Atlas y los Andes y el Caucaso Tiemblan sobre sus bases de diamante.

•Mas lan^a del cénit luces la frente Del asftro rey que el universo dora,

Y la paz d^e el trono de la aurora Vuelve hasta los confines de occidente.

Pasa la temi)esitad, pasan las olas, Pasan los días del nevoso invierno,

Y renacen jacintos y amapolas Bajo otro sol vivificante y tierno.

Cortamos con afán pasto que enerva, En un sepulcro venerada rosa; Pero pasa el dolor, crece la yerba,

Y el rosal muere en la desierta losa.

134 JOSÉ MÁBMOIi

Todo pasa ¡ Gran Dios ! todo trasmuda Desde el grano de polvo hasta el cometa,

Y solamente su dolor no muda El corazón del que nació poeta ! ! !

El canto del poeta es la armonía Que del cisne la fábula revela: Que comienza su canto en la agonía,

Y del dolor, cantando, se consuela.

Su suerte es cual la suerte de la aroma En su árbol espinoso suspendida, Que solamente con amor se toma Si al pie del árbol se encontró caída.

Su fugitivo brillo es el que inflama Lámpara que desvista la fpupila, Que de la lumbre que su sien derrama Nace la sfombra que a su planta oscila.

Ángel en proscripción sobre la tierra Camina peregrino entre profanos,

Y dentro el corazón recuerdo encierra

De otro ser, de otro amor, de otros hermanos.

Tibias reminiscencias de otra vida Animada de Dios con los alientos, Que antes de ser de lo alto desprendida Vagaba en los celestes pavimentos.

Recuerdo de una dulce melodía Que vibra en sus oídos hechicera; Recuerdo de la luz de un claro día: Recuerdo de una eterna primavera.

AKMONÍAS 138

Por eso Tin mundo su memoria crea, Intimo, santo, espiritual y puro. Donde su mente con valor campea Lejos del bajo lodazal impuro.

Mezcla de sombra y luz, sueña la gloria, ¡Sueña mundos de dichas y de amores, y luego al despertar toca la escoria De este prosaico mundo de dolores.

Mundo estéril en grano de arena Perdido en los desiertos del vacío, 1 que un montón de insectos acolmena, Grandes por su insensato desvarío.

Parodias de poder que alzan las manos

Para medir la mente del poeta

j Sacrilega intención ! , ¡ atrás profanos ! ,

De rodillas caed es el profeta.

Es la palabra del Señor caída: La que oyó el Sinaí sobre su cumbre; La que tocó la sien adormecida De Abraham bajo mísera techumbre:

Es la palabra del Calvario Santo La que en el labio del poeta expira. Cuando en medio a la noche entona el canto Al blando son de la amorosa lira.

Cuando la tempestad bate sus alas Y ge apaga la luz de las estrellas, Oscureciendo en las etéreas salas Del Hacedor las veneradas huellas;

186 JOSÉ MÁKMOL

Cuando la luna pálida desliza Un rayo de su luz sobre las olas, O al través de las hojas sublimiza El ncgifi mármol de las tumbas solas;

Cuando al nacer el sol canta las flores O a mirar la mujer su mente inquieta Canta su corazón y sus amores, De rodillas caed es' el profeta.

Su palabra es de Dios; su amor, profundo. ¡ Silencio ! ¿ Qué ? ¿ la humanidad suspira ?

No es la grita bacanal del mundo

Atrás la inspiración atrás la lira

II

Apaga, mi Carlos, La fúlgida llama Que en tu ánima inflama Aquel que cuida La sangre en la vida. La aroma en la flor. El joven y verde Retoño de pdLma Que crece en tu alma, Sus raíces hundiendo, Y, apenas creciendo. Empaña su Sombra Tu pálida tez, Arráncalo, amigo, De lo hondo del seno, Que son del veneno Sus raíces malditas A par que benditas Las flores que brota Para otros después.

ABMONÍAS 137

III

¡Poeta! ¿aquí? ¿sobre la yerma arena Do la sombra del Andes se dilata? ¡Oh, Carlos, por piedad: aquí no miena, Sino el silbo del plomo que nos mata!

En los bosques de América mi madre No sonará en un siglo el arpa de oro : La lan25a y el cañón y el triste lloro Saludarán del Inca el regio padre.

Más allá de los ríos y la sierra, Más allá de los llanos de la Pampa, Donde en cuajos de sangre el callo estampa El adiestrado potro en torpe guerra;

Más allá de matar, el pensamiento No en la región de América se escucha. Un siglo hay que lidiar; y de la lucha Que conmueve del Andes el cimiento

Otros siglos saldrán. Sobre las olas

Y los montes de América y sus galas El ángel del futuro abre sus alas,

Y en las etéreas cavidades- solas

iLe canta el porvenir. Cuando las pliegue Reposará en la sien del Chimborazo.

Y al mundo de Colón, tendido el brazo, Bendecirá feliz. Entonces llegue

A tus nietos la lira y la esperanza; Que el genio entonces sd a la gloria aspira. Las leves cuerdas de la blanda lira No ícortarán los filos de la lanza.

Í38 JOSÉ MÁBMOL

IV

No cantes, Carlos mío; no cantes y tu mano Desprenda de la lira las cuerdas al vibrar: Por compasión no cantes : ^Yo te amo como hermano

Y al abrazarte quiero tus ojos sin llorar.

Tus primitivos cantos son puros y suaves Como la luz del alba para anunciar el sol: Tus pensamientos, tristes, como las tiernas aves Cuando a morir empieza del día el arrebol.

No cantes, no ; mi acento también era de amores, El trino de las aves, en mi primera edad Pero después mi labio se enmudeció a las flores,

Y hoy canto solamente la ronca tempesítad.

El astro de mi vida, distante del ocaso, Se oscureció entre nubes al irradiar mi sien;

Y en sempiterna noche, mi vida es el yerbazo •Que bate de las ondas el rápido vaivén.

Si hubiera ido con ellos y con la hoz filosa, Cuando a segar las mieses; los labradores van; Tendría alguna patria, tendría alguna choza

Y Tin rato de sosiego ipara comer mi pan.

Oiría de mis padres los candidos consejos, De los prendidos leños a la amarilla luz; Y, cuando ya del mundo se despidieran, viejos, ^ Iría por las tardes a venerar su cruz.

Y el sitio de su lecho, más tarde con mi esposa Del nuestro fuera sitio como heredado bien;

Y el mío ocuparía mi prole cariñosa.

Hasta llevar mis huesos junto a la cruz también,-

--s-?"-*-í.

ABMONÍAS 139

Pero ¡ ay ! la luz del alma tan sólo alimentara, Y vivo cual arista que lleva el aquilón ; Sintiendo, cual sarcasmo de mi fortuna rara, Que si me falta suerte me sobra corazón.

¡Quién sabe si la copa que rebordó temprana Me guarda todavía las heces de la hiél! ¡Quién sabe, sí, quién sabe si llegaré mañana Al pie de tus umbrales para dormir en él ! ! !

Y, en tanto que las playas del extranjero habito, ¿Qué pecho conmovido palpitará por mí? ¿Qué aliento ipor mi frente discurrirá bendito Para apagar acaso mi sufrimiento así?

¿ Cuál voz me ,pertenece ? ¿ Cuál alma me adivina? ¿En qué amoroso seno reclinaré mi sien? ¿ Quién es la que su ro^ro sobre mi rostro inclina Y me habla misteriosa de sus amores; quién?

Ninguna, ¡ay! ¡Quién ama del pobre peregrino Su pálido presente, su oscuro porvenir ! !

Si encuentra alguna rosa perdida en su camino La fiebre de su mano le secará el vivir.

No cantes, caro amigo. De la sensible lira 3^8 fibras se ablandaron ai inspirado spn; Y el hálito del viento que por mi sien suspira Conmueve y estremece mi herido corazón.

■'V

140 JOSÉ MÁRMOL

Más joven que tu amigo no elevarás el canto; No aspirarás más joven el aura populax; , Y al descender los años habrás llorado tanto Que se helará en tus ojos la lágrima al brotar.

Y, tras los desengaños, el frío escepticismo Te filtrará cual fibra la nieve por la flor, Y dejará insensible dentro tu pecho mismo, Como en la flor el ámbar, tu fraternal amor.

Y si ora te enamoras de la insensible piedra, Del ave, de la hormiga, de huérfano alhelí, Mañana de las tumbas arranearás la yedra, Indiferente el muerto y el vivo para tí.

Y un día de ventura, más tarde será vago Recuerdo que los velos del tiempo cubrirán; Como al nadar un cisne por agitado lago Sus huellas poco a poco despareciendo van.

No cantes vulgariza tu sien entre los hombres En medio al laberinto te mirarás feliz Pues con saber tan sólo sus rostros y sus nombres No perderán tan pronto tus flores el matiz.

Mas si tu alma necesita Romper los terrenos lazos, Ven dulce amigo, a mis brazos Y conversemos los dos.

Que unísonos confundiendo Tu corazón con el mío, Cuando el mundo nos hastío. Conversaremos de Dios !

AKMONÍAS 141

Y, al oesar nuestras palabras, te volverás al mundo; Yo me volveré al profundo Arcano del corazón;

De donde arranco, mi Carlos, Pedazos de mi existencia, Al sacar de la conciencia R^ces de la inspiración.

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A DIOS

Señor, no te profana Al hablarte de amor mi voz mundana, Porque yo que con tu mismo aliento El fuego enciendes que en mi pecho siento.

La cristalina gota Del llanto matinal sobre las flores;

El pequeñuelo arbusto Besando el mar desde la peña rota; Al expirar el sol, los mil colores Que huyen la noche con su ceño adusto; De los niños la risa y las congojas; De las palomas el sentido arrullo ; La música del céfiro en las hojas, Y el cristal de una fuente y su murmullo, Fueran siempre. Señor, al alma mía El terso espejo do tu imagen vía, Do mis ojos, Señor, te contemplaran En tu esencia de amor y de pureza, Como el trueno y el sol me revelaran Tu eminente poder y tu grandeza. Pero nunca jamás te hallé más bueno. Ni más sublime en débil criatura.

Que al sentir en mi seno Este mar de inquietudes y ternura. Hoy no vivo por vivo en la ivida

144 JOSÉ MÁBMOL

De una mujer que a revelarme vino La esencia celestial que hay escondida En cuanto es obra de tu ser divino.

Hoy que puede un corazón humano En otro corazón sentir sus penas,

Y en la leve presión que hace una mano Transmitirse la savia de las venas. Hoy que puede la abrasada boca Ceder el agua en medio del desierto; Por evitar un j ay I darse una vida ;

Y adorar cuanto mira y cuanto toca Bella y amante la mujer querida.

Esa tu mente fué, Dios generoso, Cuando ese imán pusiste dentro el seno,

Que arrastra misterioso Un ser hacia otro ser, de encantos lleno.

Y eso es, mi Dios, lo que en mi pecho siento : El calor mismo de tu mismo aliento;

Y no a tu grave Majestad profana Al hablarte de amor mi voz mundana.

Si me has dado lo que siente mi alma. Si me has dado la mujer que adoro.

Haz que yo goce en calma Su dulce amor, mi celestial tesoro.

En plácido sosiego Hazla mía no más solo con ella, » Más te veré. Señor, cuanto más bella La halle a la luz de mi amoroso fuego.

Una cabana en las desiertas islas Del alto Paraná, seráme un E'den, Si allí, en mi seno su cabeza hermosa, Tiernos mis ojos contemplarla nueden.

ASMOKÍ AB . 145

Sentada en mis rodillas

Coronada de flores, En la tarde tranquila y silenciosa,

Del río en las orillas, escucharás, Señor, nuestros amores

En las voces sentidas De dos almas en una confundidas.

Ella no inspira sino amor del cielo, Porque tanto de cielo representa Que a veces creo que remonta el vuelo

Y en ángel o en perfume se me ausenta.

i

Ella no exalta, no, mi fantasía; Ella hiere. Señor, con magio encanto La sensibilidad del alma mía. Como la luna sobre el mar sin olas. Como en el templo el religioso canto, Como en lo espeso de las selvas solas

La música del viento. El quejido de amor de las palomas,

Y el penetrante aliento De las auras besando los aromas.

Ella es la imagen que formó mi mente Allá en mis creaciones de poeta,

Cuando de mi alma ardiente

La inspiración secreta Me hiciera imaginar lo que no vía, En mi ambición de amor y poesía. Ella no siente sino amor del alma,

Y pudorosa y tímida y amante

A mi sensible voz pierde su cakna,

Pero en su virgen seno, De sueños de ángel y suspiros lleno. La flor de su virtud queda fragante.

iéé JOSÉ MÁBICOL

Mujer de corazón, ama y padece,

Y en su mismo sufrir su amor se excita,

Como abre y enrojece La rosa con el sol que la marchita. 1

Mujer en su belleza,

Y ángel en su bondad y en su pureza, Aun no comprendo si en mi amor profundo Me vence el cielo, o si me vence el mundo.

Sólo que contento, Cuando a su lado estoy, más pienso en ella Que en los ardores que en m.i pecho siento. Aun cuando la amo tanto y es tan bella.

Dame dicha, Señor, en mis amores,

Dame paz y sosiego, Que a tanto amor son tantos los rigores Que a levanto mi sentido ruego.

A a quien no profana Al hablarte de amor mi voz mundana. Porque yo que con tu mismo aliento El fuego enciendes que en mi pecho siento.

XJAIITO DEL POETA

En mi barca de poeta Con mi lira y mi querida, Surco alegre de la vida El inmenso y turbio mar.;

Y, la vela desplegada, Y en el imástil mi corona, Si por ninguno abona. Yo por sabré abonar.

Vuela, vuela, Mi barquüla. No hay orilla Que tocar- Que en tu rumbo Tan incier >, Es tu pu rto Todo el laar.

II

Si míe encuentra algún pirata Y a mi rumbo presto vira Yo me río, y en mi lira Suena un canto san afán.

•'■r^-' ■- :*:-^-.r-r:-::^.

148 JOSÉ MÁEMOL

Que ail puñal que me amenaea La alma mía no se inquieta, Pues si matan al poeta, La canción no matarán.

Vuela, y todo Desafía, Barca mía, Sin temer; Que lo humano No se avanza Donde alcanza Tu poder.

III

Cuando recio brama el viento Y la ruda mar se empina, Mi cabeza se reclina En los hombros de mi bien.

Y, al arrullo de las ondas, Yo me duermo en éyi regazo. Mientras forma con su brazo La corona de mi sien.

Corre, barco, Descuidado, Que a tu lado Va el amor: Que este niño, Allí se encanta, Donde canta El trovador.

<

r J^BMONÍAS Í40

IV

Si altas naves al hallarme Alzan fuerte su bandera, "Id con Dios, que es más velera Mi barquilla, digo yo;

"De oro y seda son las vuestras, Mis banderas son de flores; Sois más ricas en honores Pero no más libres, no".

Vuela, vuela. Barca activa, Con altiva Vanidad:

Que en tu humilde Popa airosa Va la hermosa Libertad .

Cuando en medio de laá olas Se deshaga mi barquilla, Mi corona irá a la orilla Mientras yo a la eternidad. ,

Y banderas y altas naves Cuando ya nadie recuerde, Mi corona siempre verde Vivirá en la humanidad.

Sigue, sigue, Barca bella, Yo tu estrella alumbrar. ^

'> „.-•. V ,

190 JOSÉ MÁBMOIi

Yo, que si erea Sumergida, Nueva vida Te he de dar.

VI

En mi banca de poeta Con mi lira y mi querida» Surco alegre de la vida El inmenso y turbio mar.

Vuela, vuela,

Mi barquilla, Que en tu rumbo no hay orilla, Y es tu puerto todo el mar..

;f - :

DEL POETA MÁRMOL AL POETA MTTBS

Eli CANTO DE LA PATEIA

Ya las nubes del Plata al fin se doran tras larga noche de tiniebla umbría, y al alma luz del suspirado día los pueblos cantan, los tiranos lloran.

Ya la patria del genio y las victorias a su trono inmortal radiante sube, envuelta, como en blanca y azul nube, en la bandera de sus viejas glorias.

Madre ardiente de amor, yerta al encono, del Plata al Andes sus miradas gira, y a un solo pueblo envanecida mira, que en su hombro de titán sostiene el trono.

' El destino solícito levanta a sus ojos el velo del futuro, y ella, al través del horizonte obscuro, ve el porvenir y su grandeza canta :

**Allá está iluminada por el divino rayo que brota la mirada dulcísima de Dios, la interminable senda que me enseñara en Mayo cuando sonó a mi oído su omnipotente voz.

,^.f^,^.

ttá JOSÉ MÁRMOL

"Allá está atravesando del tiempo las regiones, srarcada de los siglos por el gigante pie, cubierta con los restos de cien generaciones que vanse trasmitiendo la herencia de mi fe.

"Allá está la corona del genio americano y el libro del destino, bajo región de luz; regalos a la esposa del porvenir humano, a la heredera rica del mundo y de la cruz,

"El porvenir la espera. ¡Allá está y se levanta la lumbre que ilumina de América la faz; marchemos adelante de su atrevida planta; «obre el pasado, ingrato resignación y pazl

"Aquí, dentro mis ríos que riegan las entrañas de un mundo y le difunden la vida y robustez, sobre mis anchos prados, al pie de mis montañas que dora de mis astros la clara brillantez;

"aquí no he respirado después que Sonó ingrata de la vergüenza mía la bárbara señal ; las olas no llevaron mi lágrima en el Plata, ni el viento de la Pampa mi queja maternal.

"Y errante peregrina, viví con el tesoro de los recuerdos bellos de mi rosado albor, cuando se abrió en la historia la página de oro que recibió mi nombre con su inmortal honor.

"En lágrimas bañada y ahogando en mi delirio dentro del pecho mío la dolorida voz, de hinojos he pasado las horas del martirio pidiendo por mis hijos la caridad de Dios.

ARMONÍAS 158

"Mi sed amortiguada en los torrentes fríos que de la sien del Andrés espléndidos caen; y allí los pasos vía de los guerreros míos marchando sempiternos la empedernida sien.

"Mi lecho eran los campos que hubieron por al- ias rotas armaduras del duelo colosal; [fombras y allí me rodeaban las impalpables sombras de los que al caer oyeron mi cántico triunfal.

"Para guardar mi sueño entre mortuoria pompa velaban silenciosos su inmenso panteón; pero soñando oía de la guerrera trompa los vibradores ecos, y el trueno del cañón.

"La noche fué muy larga, pero sonó la hora de la Justicia eterna, y el rayo descendió; iluminó la esfera su llama vengadora y la proterva frente del bárbaro rompió.

' 'Abriéronse los muros del templo maldecido ; los ídolos cayeron de su sangriento altar; pero el espeso polvo por vientos sacudido encegueció a mis pueblos al procurarme hallar.

"Al fin nos encontramos, y cerco diamantino me forman con el alma que les tocara yo; nos vemos a los rayctó del sol de mi destino ; el polvo de ruinas se levantó y cayó.

' 'j Adiós para el pasado ! ¡ Allá está y se levanta la lumbre que ilumina de América la faz, marchemos adelante de su atrevida planta, tras el pasado ingrato fraternidad y ipaz !

154 JOSÉ MÁBHOL

Al porvenir se^idme ! j la luz lleva en su mano, mostrándonos la senda, la hermosa libertad; si halláramos de paso que crece algún tirana, al á^ila en el huevo de paso reventad!"

Octubre 21 de 1860.

AL SOL DE BIEAYO

1847

Al poeta argentino don Juan Cruz Várela

De aquel tiempo bendito no han muerto los recuerdos con la ^om, pues hay, cantando a Mayo, algún proscrito que dedica su canto a tu memoria.

Juan MÁBUob.

Gracias ¡oh Sol de venerando Mayo! astro de vida y esjperanzas lleno; gracias y bendición porque en mi seno calientas la esperanza con tu rayo.

Bajo tu Inz no hay duda ni desmayo, ni ajena libertad, ni pueblo ajeno; sonríe el Ecuador y el mar chileno, el Plata se alza, y brilla el Pilcomayo.

Todos hoy te saludan de rodillas, dios de los Incas, genio de sus hijos, cuando en las puertas del Oriente brillas.

Y en las promesas de tu gloria fijos loa libres sienten, como siento en mi alma, caer con tus rayos esperanza y calma.

156 JOSÉ MÁRMOL

Naciste de las ondas del caudaloso Plata, y al mundo que a la falda del Andes se dilata tocaste con tu rayo la adormecida sien.

Y tras, tu hermosa lumbre se despeñó en su carro, las bases conmoviendo del mundo de Pizarro,

de la argentina patria la libertad también,

Y contemplaste luego la americana guerra; la sangre más hermosa que humedeció la tierra; el duelo más gracioso que vio la humanidad. Dos siglos, dos creencias, dos mundos se retaron ; y en campo de gigantes quince años batallaron, teniendo por testigos la venidera edad.

Que entonces este mundo perdido entre las olaa, dormido entre las sombras de nubes españolas, esclavo a lo pasado y ajeno al porvenir, se levantó rasgando la niebla de su Oriente, mostrando a los tiranos su poderosa frente y osando con el sable la tradición partir.

Entonces cada golpe de sable americano vibraba en los confines del porvenir humano, y en lia cadena regia quebraba un eslabón,

Y cual nacieran mundos de luz inmaculada cuando el divino acento fecundizó la nada, los llanos dieron pueblos al eco del cañón .

Entonces los aceros santificados eran; la sangre era rocío cuya virtud bebieran los árboles en brote para la libertad. Las tumbas eran raíces del mundo que nacía y al héroe que a los botes del español caía, ría mano lo tomaba de la inmortalidad.

ABMONÍAS 157

Entonces como lanzan le» senos de Aconca^a las rocas inflamadas en su profunda fragua, la América lanzaba sus pueblos a lidiar. Desparecieron ríos, montañas y desiertos, y loa nacientes pueblos de la victoria ciertos, cantando la victoria volaban a triunfar.

Poblábanse los templos de cirios y cantares, y vírgenes y ancianos al pie de los altares, rogaban por los Libres al Justiciero Ser. Y las altivas madres lloraban cuando vían, que a sus hermanos hombres, los niños no seguían o que por fruto el cielo les daba una mujer ,

Entonces, Sol de Mayo, la guerra era una vida vaciada por las venas y en ellas difundida, que las entrañas todas de América filtró, de todos el esfuerzo, de todos la victoria; los reyes solamente lloraban nuestra gloria, los reyes la lloraban, pero los pueblos no.

Los pueblos sonreían en triunfo y en derrota, pisando los fragmentos de la cadena rota, y oyendo los aplausos de la pí^teridad; y se cumiplió en tres lustros tu profecía extraña; perdiendo unas Colonias la imprevisora España y amaneciendo un Mundo para la humanidad.

Y la Argentina Patria, ^tu Patria, Sol de Mayo que do clavó tu enseña glorificó tu rayo, por Salta comenzando lo que acabó en Junín, por siempre te bendijo, y en la muralla el bronce, y el órgano en el templo, y el corazón entonce tu rayo victoreaban al verlo en el confín.

158 JOSÉ MÁBMOL

Nada faltó a tu gloria tierra de bendición, Patria del alma; recogiste el laurel de la victoria, y, extinto el odio al terminar la hazaña, velaste con las; bóvedas del templo las rendidas banderas de la España; y buscaste después, por digno ejemplo, de la virtud y del saber la palma.

Nada faltó a tu gloria, ni a tu posteridad, Patria Argentina, bajo manos tan puras y gloriosas. ¡ Echa tu bendición a su memoria ! . . . I Nada falta a tu ruina, bajo la mano bárbara de Rosas!

Este hombre sin raza, que lleva en sus venas veneno del áspid en sangre de hienas, hipérbole ruda del genio del mal, su planta manchando la tierra que toca maldijo, rugiendo de envidia su boca, i Oh sol de mis ipadres, tu luz inmortal !

i Recuerdas los días de gloria y bonanza que en himnos de triunfo, tu luz de esperanza los niños cantaban, tu rayo al nacer? i Recuerdas del viejo las lágrimas tiernaa; contando a sus hijos las glorias eternas y el júbilo puro del Mayo primer ?

ABHOKÍ AS 159

i Recuerdas la orquesta, los órganos santos, el pulpito, el pueblo, la almena y los cantos * cual libres loaban tus glorias ¡ oh sol ! ? i Recuerdas aqueUa tan sabia y guerrera feliz Buenos Aires, que en ciencias creciera después que hizo trizas del yugo español t

¿Recuerdas la mente forjando esperanzas, y el pueblo entusiasta, tirando las lanzas, buscar el arado, la paz y el hogar? i Recuerdas, los sabios dictando las leyes, en vez del capricho de impávidos reyes, al pueblo bisoño, justicia enseñar?

Pues mira si encuentras un vastago apenas de tantos jardines, sobre esas arenas que hoy oyen desiertas del Plata la voz. La mano de Rosas pasara sobre ellas cegando con ríos de sangre sus huellas. . . ¿y no hay algún rayo, justicia de Dios?

Astuto tirano, tu vida es la guerra; la guerra del crimen que mancha la tierra sin dar otro fruto que el fruto del mal . ¿No miras los pueblos volar a encontrarse, y en sangre de hermanos la espada bañarse dejando en la patria clavado el puñal?

i No mira^ sin alas, esclava la ment€, y el pueblo en cadenas saber solamente que el dolo es justicia y el odio virtud? 4 No miras al padre temblar de los hijos, y amigos y hermanos guardarse prolijos, sintiendo en el pecho cobarde inquietud?

.^.,... ,.,^^ ...

160 JOSÉ MÁBSiOIi

¿No miras los pueblos postrarse al embate de tanto sañudo continuo combate, moviendo sin fuerzas el brazo después! Es esa la astucia del gaucho pamjpino: secar las entrañas del Pueblo Argentino y luego sin fuerzas tenderlo a sus pies.

Por él se han perdido tus días de gloria, que odiando de Mayo la sacra memoria, ni libres, ni leyes, ni enseña dejó. Alzó la canalla de la or^a y fango y al sabio, al guerrero, al brillo y al rango, salvaje ignorante, de polvo cubrió.

¡ Eh ! i Qué haces, bandido ? Si el pueblo ya has si son las ciudades sepulcro entreabierto [muerto, que el eco repite del son de tu pie, decreten el fuego tus labios malditos, y el fuego, espantado de tantos delitos, cadáver y tumba devore a la vez.

Sí, bárbaro, a tragos le diste el veneno, y toda esa jyatria ya tiene en el seno por años muy largos el germen del mal. Los hijos de tu hija, vaciarse las venas querrán de vergüenza, mirando las penas, los males que brota tu escuela infernal.

Mas éranle pocos los pueblos que gimen, y quiso más lejos, ese hijo del crimen, llevar los ultrajes al hombre y a Dios. Y dijo: "Pues odio la patria bandera, "que venga a ultrajarla la saña extranjera, "y en odas de sangre que vibre mi voz.

^ AKMONÍAS l«l

''Aá, despertando los patrios enojos, "tan sólo extranjeros verán a sus ojos **8Ín ver, mis esclavos, su jugo servil". Y escujpe miradlo con ruda jactancia', la fuerza y las leyes de Albión y de Francia y el pueblo y el trono del joven Brasil.

¡Ay, cuan triste destino fuera el tuyo, infeliz, pueblo argentino, si hoy no fuesen los reyes y sus pueblos reyes de paz y pueblos mercaderes!

i Cuánta sangre tuvieres, contra tantos vertieras inocente, uncido como estás al férreo yugo

del déspota verdugo, que a tantos a la vez reta insolente !

Mas esa paciencia de Job en los reyes, Á será porque guardas ¡ oh. Sol ! en tus leyes la ley de que el Plata se vengue por sí? Entonces, bendita su estoica paciencia, isu paz de cristianos y toda su ciencia, que arrastran al lazo sus gauchos aquí.

¡ Oh, Sol de mis Padres, de eterna memoria ! Consérvanos, solí», la fuerza y la gloria de alzar un cadalso y a Eosas en él. Y en hecho en los siglos quizá sin segundo, así vengaremos la patria y el mundo, sin ser la balanza desviada en su fiel.

162 ■■ JOSÉ MÁRMOL

Caliente tu rayo la sangre en las venas del pueblo entumido por torpea cadenas, y entonces ¡ay Rosas! su fin llegará. No «abe del pueblo que oprime y ultraja: Berá entre sus manos gigante de paja que a un golpe en el ipoilvo deshecho caerá.

Entonces, ¡oh Mayo! tus días benditos verán en su patria los nobles proscritos volver derramando brillante fulgor; y cuando el rayo primero nos vibres, verás sin recuerdos un pueblo de libres que en sola una tumba guardó su rencor.

Y entonces yo, que tu gloria tantas veces he cantado, sin ser ninguna escuchado de la tierra en que nací; yo, que en el destierro he visto encanecer mis cabellos perdiendo mis años bellos por la tierra en que naci, yo haré vibrar en mi lira cantos eternos al verte, y después. . . después, la muerte en la tierra en que nací.

MONTEVIDEO

A mi amigo Juan Carlos Gómez

Era de noche j la unn, mudo Mleneio reinaba y entre celajes la luna muy débil luz derramaba.

Esa ciudad que en el mundo la llaman Montevideo, dormía en sueño profundo como niña sin deseo.

Besaba el mar su cintura como una fuente serena que tiene en su linfa pura bañándose una sirena.

A poco trecho delante se veía ia negra planta de encaipotado gigante que con su tamaño espanta.

Y como tan alto estaba, bien sabe Dios, parecía que con los vientos hablaba, y a las ¡nubes les decía:

'-.■'"''vÍ'^Ih;

.«.¡Vi!-.;

164 JOSÉ MÁRMOL

Chito, duerme la señora, y estoy yo de centinela. ^Dejadla que goce ahora que harto sufre cuando vela.

Si de batallar con ella vuestra voz la señal da aquí estoy yo a defendella; pugnad, mi pecho aquí está.

Y era verdad, que los vientos muy tímidos se alejaban,

pues eran suaves alientos los ,que en el mar deslizaban.

Brisas que se perfumaron con margaritas y aromas, cuando felices jugaron de San Isidro en las lomas..

Única pobre primicia que le ¿regalan los aires, al que hasta el aire acaricia si ¡pasa por Buenos Aires.

Así la ciudad dormía, sin viento ni xecia ;ma.r, y en sus calles no se veía ni un lampo encendido estar.

Y tan mustia, tan secreta, tan libre de agitación,

se parecía al poeta cuando llega la oración.

ARMONÍAS 165

Hay alguien que está velando. . . Parece un ánima en pena. . . Va por las calles vagando. . . Su leve planta no suena.

Se para, sus ojos gira. . . Anda tal vez ¡ai acaso . . . De cuando en cuando suspira, y vuelve a andar paso a paso.

Parece sombra sin vida, o demonio disfrazado que anda buscando guarida y encuentra todo cerrado.

O espía de los abismos que en medio a la obscuridad viene lleno de embolismos a endemoniar la ciudad.

¿O es ánima con zozobra que deja la cordillera para mirar una obra de la sangre que vertiera?

Bien puede ser, por Dios Santo. Esos esqueletos yertos, de vivos se alzaron tanto ,

que temo se alcen de muertos .

Pero ese ser que camina no es demonio ni soldado; *

bien por su voz se adivina '

que es un hombre y desgraciado.

166 JOSÉ MÁBMOIi

Junto a elevado palacio de tres hermosos balcones se ha parado y al espacio da sentidas exjpresiones :

"Eres muy lind)a ciudad,

en verdad . . . Pimpollo en noche lluviosa que cuando venga el albor

será rosa, llena de vida y olor.

"Veneciana seductora que enamora con su pecho de azucena; y al más tímido mortal

lo enajena con palabras de panal.

**Y por eso te admiraron y robaron, tres piratas que los tres a cuál más quiso tu mano,

y a la vez a cuál más fué tu tirano.

"Mas de todos el primero; que el acero de su viejo guante duro dejó largo y hondo rastro

en tu puro joven seno de alabastro.

ARMONÍAS 167

"Pero viejo era el navio que en desvío te llevaba prisionera. . . Nave nueva lo siguió

y ligera le dio caza y te salvó.

"Así estás libre risueña, y halagüeña como ipaloma en el mar; tus hijos duermen en florea

de azahar y sueñan dichas y amores.

"Y cuando viene la aurora

seductora los ve levantar contentos, cual las ebrias mariposas

que momentos han dormido entre las rosas.

"Que el .alba no tiene tintas

tan distintas para matizar el cielo: como tienes riquezas

de bellezas para engalanar tu suelo.

"Que son tus hijas hermosas

como rosas; y como la flor del aire graciosas, cuando la brisa

con donaire sube a la peña y la riza.

^2f

168 JOSÉ MÁKMOL

"Con el seno en tus celajes

de encajes, y llenos de seda y blondas, se muestran más voluptuosas

que las ondas cuando juegan espumosas.

' ' ¡ Quién tuviese una siquiera

hechicera, para olvidar en sus brazos tantas penas tan amainas:

tantos lazos y horas de vivir tan largas ! . . .

"Tú tienes, ciudad preciosa, más bellezas que un harén, dame siquiera una hermosa (para rechinar mi sien.

"Diamantes entre ellos vi perlas también admiré; dame siquiera un rubí que yo diamante lo haré.

* * Dame . . . pero ¿ qué me importa tus encantos jii tus bellas? ¡ si ya mi alma no soporta ni el contemplarlas a ellas!

"¿Qué me importa si tu mano no puede sin ser delito mostrarme el ángel tirano de mi corazón marchito ? . . .

» c^T

ARMONÍAS 169

"Haz que Dios maldicionee, que el infierno brinde amor, y saldrá de estos balcones un suspiro de favor,

"Y no seré ya un cipré levantado en un jardín, o un esqueleto de pie dentro de alegre festín".

Y huyó repentino siguiendo el camino de extraño lugar ... Tal vez a la muerte quisiera por suerte ligero llegar.

Y era de noche ^y la una, -^ mudo silencio reinaba

y entre celajes la luna muy débil luz derramaba.

Montevideo, Enero de 1842.

ILUSIÓN

Todo eres tú: los cielos sin colores, Tibia la brisa, sin su luz el día, Turbios los ríos, sin olor las flores Donde no encuentro la adorada mía.

Todo eres tú: sin fuerza la memoria, Mi vida es una vida sin pasado, Que no tiene más flores, más historia, Que el solo nombre de mi bien amado.

¿Me amas? ¡oh, soy feliz! Pero, ángel mío, A mi felicidad falta una cosa: Vamos a orillas de .mi patrio río A respirar su brisa deliciosa.

Sin Buenos Aires, a mi labio toca Siempre la miel mezclada con veneno; Ven a mi patria, ven, y mi alma loca Kebose de placer dentro mi seno.

¡Oh, sí, vienes ya! ¡qué hermoso río! Estas son de mi patria las orillas; Míralas con placer, encanto mío; Y... ven ahora... pronto... en mis rodillas.

172 JOSÉ MÁBMOL

Así... tiende a la espalda tus lánguidos cabellos, Inclíname tu rostro teñido de rubor; Tus ojos en los míos para cambiar con ellos Inmaculados rayos del fuego del amor.

Consiente que mis brazos estrechen tu cintura; Eeclina aquí en mis hombros tu alabastrina sien... Al río ha enamorado tu angélica figura,

Y besa con recato tu delicado pie.

El sol acaba ¡ mira ! de sepultar su frente i Qué cielo hay más hermoso que el que nos cubre

[aquí? Mira ese azul tan limpio, tan terso; solamente Kabrá en el alma tuya tranquilidad así!

¿No sientes un aliento purísimo de aromas Que te dilata el alma, que espíritu te da? Son brisas que nos llegan de las floridas lomas

Y las sahumadas islas que baña el Paraná.

Si bajo de estos cielos tan límpidos y hermosos No se alza entre sus nubes el trono del Señor, Bien pueden a lo menos alzarse majestuosos El trono de la gloria y el templo del amor.

Repíteme al oído... ¡despacio! que no sienta El adormido río los ecos de tu voz; Repíteme, alma mía, que tu alma se alimenta Con el amor que puso dentro mi seno Dios.

¡Mi amor! Deja se vuela fugaz hasta las olas El velo que cubría tu pudorosa sien; Las brisas se lo lleven, y que mis manos solas Te cubran y te guarden, mi enamorado bien!

AMOR

Amor, amor la delicada brisa; Amor las flores que brota el pensil ; Amor, amor la nacarada aurora, Amor nos canta el ruiseñor gentil.

Gloria, honores, riqueza, poderío, Son chispas de bellísimo fulgor; Pero hay luto con ellas en el alma, Dolor glacial, cuando nos falta amor.

Amor es el destino de la vida. Vida de la infinita creación, Y creación sublime del Eterno En un rapto de santa inspiración

Venga el dolor si en el dolor se anida Una chispa siquiera de pasión; No hay, no, presente ni futuro al alma Si es un páramo yerto el corazón.

No más que la mujer a quien amamos; No más que sus caricias y su amor, Recuerda con placer el pensamiento En medio a los instantes del dolor.

174 JOSÉ MÁBHOIi

Amor para ser grande es necesario; Para ser bueno y generoso, amor, Y de la gloria la corona es bella Con el aplauso de amorosa voz.

Amor, amor la delicada brisa; Amor las flores que brotó el pensil; Anior, amor la nacarada aurora, Amor nos canta el ruiseñor gentil.

/

CANTO DEL TBOVADOB

Con las sombras de la noche, \ Suspirando el corazón, Llega al pie de tus ventanas A cantar el trovador.

Todo es mudo y misterioso, Todo sombras en redor; Niña hermosa que despiertas ¿Tú no hospedas el amor? Escucha sus cuitas ¡ oh niña, por Dios !

Abre, hermosa, tus ventanas Que aun no brilla el claro sol; Y la luz de tus pupilas Sea el sol del trovador.

Abre, niña, que mañana, ] Palpitando el corazón. Rogarás por que te ruegue En las noches el amor. Escucha sus cuitas ¡ oh niña, por Dios I

LOS TRES INSTANTES

EL 4 DE OCTUBRE

Bella como la imagen de mis sueños ; Pura como la risa de la infancia; Triste como las sombras de la tarde; Libre como la brisa del desierto:

Así encontréla nn día, A la hechicera mía; Así, como reviste Mi mente la hermosura : " Tan bella como triste, " Tan libre como pura. "

EL 4 DE NOVIEMBRE

Sensible cual la blanda mariposa ; Ardiente como el alma del poeta; Tierna como la tórtola en su nido : Mía como del hombre el pensamiento:-

Así la oprimí un día Contra mi seno hirviente ; Así, cual yo tenía La mujer en mi mente ; " Sensible como ardiente. Y tierna como mía. "

178 JOSÉ MÁRMOL

EL 17 DE NOVIEMBRE

Para siempre cual humo en el espacio ; Cual meteoro que pasa fugitivo; Cual idea en delirios inspirada; Cual el alma del cuerpo desprendida;

Así perdíla un día Cuando pensé era mía Hasta la eternidad; Así, para mis ojos No heredar ni despojos De la felicidad.

Negro como la noche misteriosa; , Agrio como las heces del veneno; Frío como el cadáver de la tumba; Mustio como la lumbre del osario:

Así quedó de entonce Marchito y aspirante Mi espírjtu de bronce; Así, que un solo instante Bastó para poseerla, Bastó para perderla.

y

AYER Y HOY

Vía correr las horas destino Como ven los desiertos a la brisa: Que sin hallar escollo en su camino Tranquila, muellemente, se desliza.

Veo pasar mis días, silencioso. Como el hojoso bosque el recio viento; Encontrando y luchando tormentoso Con ramas mil y- tronco corpulento.

Pero si ayer pasaban sin enojos Esos tan dulces días de la calma, Será porque tocaban a mis ojos; Hoy todos al pasar tocan el alma.

1 --ü-'í;'

EN EL ÁLBUM

DE

L. H. DE C.

Mi amiga, ¿lo recuerdas? Yo era niño, y dichoso todavía. Cuando miré la flor de tu hermosura Fragante abrirse con el alba pura Que anunció de tu vida el claro día.

Niños ambos, ¿recuerdas? Las huellas de los dos marcó el destino Fué la tuya de mirtos y azahares,

Y de amargos pesares Sembrado estaba mi infeliz camiao !

Otra vez en el mundo Nos volvemos a ver ; eres la misma ; El tiempo pliega ante tu pie sus alas ; i Y yo? mi juventud perdió sus galas,

Y a mi bella ilusión se rompió el prisma !

Peregrino en la tierra, No llevo una esperanza dentro el alma:

Y si tras de mi pie nombre existe,

No es en un corazón: él queda triste En alta roca o solitaria palma!

I

189 JOSÉ MÁRMOL

t

Mañana de mi testrella « Yo seguiré otra vez el rayo incierto;

Y ¡ quién sabe, Luciana, si en el mundo Nos volvemos a ver ! ¡ Si el mar profundo Habrá de ser mi tumba, o el desierto!

Mas no será en la roca Esta vez, ni en la palma donde deje Las letras de su nombre el peregrino Esta vez es más bello su destino,

Y orgullo sentirá cuando se aleje:

Queda en tu álbum, mi amiga, Bajo la lumbre de tus ojos, bella; Como pobre inscripción en rica losa, Bajo los i*ayos de la luna hermosa, O de la luz benigna de una estrella.

Rosa fragante del Edén caída; Ángel proscrito que perdió sus alas; Perla hermosa del alba desprendida; Hebra de luz de las etéreas galas; Paloma que ha dejado misteriosa Las selvas que habitó en el paraíso; Fantasía de Dios en noche hermosa, De que hizo luego terrenal hechizo;

¿Quién eres, di, beldad fascinadora; Hálito de purísimas esencias Que em^briaga el corazón y lo enamora: Que bajo indefinibles apariencias Al través muestras de encantado velo Entremezclado el mundo con el cielo?

j Quién eres que al poder de tu hermosura Se ata de nuevo al mundo, Y vuelve a sus perdidas ilusiones. Aqueste corazón que la amargura Apuró del dolor'? Que en lo profundo De su ser misterioso sumergido. Dijo ¡adiós! al placer y a las pasiones; Y, de su propia vida desprendido, A la fe y la esperanza estaba muerto, Ajeno al mundo, a los amores yerto?

184 JOSÉ MÁBMOL

i Quién eres que levantas misteriosa De mi alma yerta los oscuros velos, Como el alba las sombras de los cielos Con sus manos de nácar y de rosa?

¡ Y, cómo no admirarte ! ¡ cómo mi alma^ Que sufre las angustias del poeta, No revivir para perder su calma; No reanimar la inspiración secreta, Si hay en más belleza y poesía Que en cuanto dora el esplendor del dial

Corriendo en pos de mi destino incierto^

He surcado los mares, He pisado la sien de las montañas,

He cruzado el d «ierto A la luz de los pardos luminares ;

Solitario he dormido Entre las sombras de la selva hojosa, O entre flexibles y sahumadas cañas, Y he despertado al lánguido quejido Que da de amor la tórtola medrosa; Mi religión, mi libro, mi belleza Fué siempre la gentil naturaleza, Pero hallo en más alta poesía Que en cuanto he visto bajo el claro día.

En una noche lánguida y hermosa,

Sobre una mar tranquila Como el cristal de plácida laguna. He visto levantarse silencio^ En columnas de luz la blanca luna: ¡Panorama magnífico que en vano Pintar querría con mi acento humano! Pero ¡ay! sobre tu frente de alabastro Hay mayor majestad, mayor dulzura

Que en la frente del astr^ Que rasga el velo de la noche oscura.

ABM0NÍA8 185

Yo he cruzado mis brazos fascinado, Al eonteinj>lar la brillantina lumbre Que en el cielo del trópico inflamado,

En bella muchedumbre, Derraman los luceros rutilantes.

Allí se mira en ellos El ópalo, el zafiro y los diamantes, Y, a sus raros y mágicos destellos,

El alma se electriza

Y tiertio el corazón se poetiza. Pero ¡ay! ¡en tus pupilas celestiales Hay más luz que en los astros tropicales ! Espiral de la llama que calienta

Tu tierno corazón; fuego divino Que tu espíritu de ángel alimenta, Y que en dulce destino, Al dar a mi alma agitación suprema, Más la enamora cuanto más la quema.

En medio del desierto, de repente La brida a mi caballo he recogido, Para mirar en el lejano oriente Un trono de topacios suspendido En pedesital de nácar y rubí^;

Y sobre gradas de purpúreas rosas Llegar al trono la naciente aurora. Desatando las cintas carmesíes

A sus cabellos de oro, y las hermosas Perlas que entre sus hebras atesofra; Derramar luego de sus tiernos ojos Los tranquilos destellos del topacio,

Y el rdñejo fugaz de los sonrojos

Que la vista del sol causa en su frente:

Llenar después de esencias el espacio Dando su labio el matinal ambiente:

Y grabar por doquier el sacro sello Que ipone Dios en lo sublime y bello :

V ^ ' !' ' f- X

186 JOSÉ MÁBHOL

Pues bien; en mi admiración divisa Poesía mayor, mayor encanto, Que en esa aurora que revela tanto La existencia del Dios que la improvisa.

i Quién al ver la frescura de las rosas En tu semblante virtual podría Echar de menos las que muestra hermosas El rubio oriente al asomar el día?

Cuando en fugaz agitación sonríes, ¿En qué cambiante de su luz la grana

La radiante mañana Hallará de tus labios los rubíes?

j En cuál nácar del alba tu garganta Y el alabastro de tu ebúrneo seno, Cuando, de vida y de suspiros lleno, Con tu aromado aliento se levanta?

I Con qué cuadros de luz, con qué espirales La hermosa aurora a disputar se atreve Las gracias virginales Que, en movimiento blando. Se deleitan jugando En derredor de tu cintura leve?

i Oh ! si te hubiese visto un solo instante Allá en los tiempos en que el alma mía,

Feliz y delirante, Era todo entusiasmo y poesía. Yo no hubiera pedido prosternado

A la naturaleza. Los misterios sin fin de su belleza Que en mi Lira después se han escuchado!

AEMONÍAS 187

Tu suprema hermosura Mi enamorado labio cantaría.- Y, de tus ojos a la lumbre pura, Divino fuera mi mundano verso,

Y mi verso te haría Divinidad también del universo.

Para adornar tu espléndida cabeza Pediría a la gloria Lauros que eternizaran la memoria De mi amor y tu célica belleza.

Tu corazón que espera,

Cual un arpa eoleana El primer soplo con que amor le hiera Para dar tierno su amoroso acento,

De mi pasión temprana Sentido hubiese mi abrasado aliento.

Yo buscaría en la oculta fibra Que pulsada una vez se agita y vibra,

Y hace que la mujer, sin saber que ama, Arda de amor en la sensible llama.

Entonces ¡ay! bebiendo de tu boca Savia de vida, espíritu de amores, Mi vida fuera un piélago de flores;

Y el alma mía de entusiasmo loca.

Haría caprichosa Del mundo un Edén, y de una Diosa.

Con mis manos tu frente cubriría Para que el sol no ajara tu hermosura,

Y en hálitos de amor perfumaría

El aura que rozase Con su ala fugitiva tu sien pura.

188 JOSÉ MÁBMOL

Yo pondría en tus hombros mi cabeza, Jugaría mi mano con tus rizos,

Y entonces ¡ay! de Laura la belleza Mi amor envidiaría y tus hechizos, Pues más enamorada sonaría

Que la voz del Petrarca la voz mía. -

En supremo embeleso Robaría a tu labio el primer beso,

Y ¡ay! de Leonora la amorosa historia Olvidaría el mundo, y la hermosura Que dióle al Tasso su inmortal diadema! Yo con la luz de mi radiante gloria Diera más brillantez a tu ternura,

Más vasto imperio a tu beldad suprema;

Y en las alas del tiempo y la memoria

Volarían mis cantos, Eternos con tu amor y tus encantos. . .

Delirio celestial, huye de mi alma, ¡Mi pecho es una tumba, y quiero calma!

Allá en el occidente Un astro baja su radiosa frente. Esa es mi juventud . . . esa es mi vida Por el genio del mal tan combatida!

Hasta mis tristes ojos, Llegas tú, criatura indefinible, Cuando ya sólo quedan los despojos De lo que fué mi ser. Mano terrible Puso el dolor en mi temprana vida,

Y, a la hazaña homicida Con que apuró en mi pecho sus rigores,

Se agostaron las flores

Lozanas de mi mente; Los años para se apresuraron,

Y, de mi joven frente. La corona de amor me desataron.

ABMONÍAS 189

Pero no; todavía No soy bien infeliz, pues que en mi seno Queda una fibra que vital palpita, Al talismán de tu sin par belleza;

Oual de un jardín ameno Que el huracán aniquiló en la noche Suele quedar oculta dentro el broche Una flor que levanta su cabeza Luego que el aura matinal la agita.

Aun quedaba en mi Lira una armonía- La postrera quizá sentida, ardiente Flor que robo al jardín del alma mía, Y oso ponerla en tu virgínea frente .

ATI

¿Qué te han hecho las flores Que burlando su aroma y sus colores Vas a humillarlas en su propio trono? jPoi* qué pones al lado de la rosa Tu cintura gentil, tu frente hermosa?

¿ Por qué te acercas para hacerle agravios Al clavel purpurino con tus labios?

¿Por qué a la flor ligera De la leve inocente enredadera

A acariciar te atreves Con tus manos más puras y más leves?

¿Poi' qué la esencia pura Que exhalan ellas de su cáliz lleno, Humilla con sus hálitos tu seno Perfumado de amores y ternura?

Déjalas donde habitan, Donde amanecen y se ostentan bellas, Pues las flores más lindas se marchitan Si estás en el jardín al lado de ellas.

Deja esos brotas pobres de la tierra Que gocen de su corto y fugaz día, Que harto aroma y beldad en se encierra, Brillante flor de hermosa poesía.

^ f

193 JOSÉ mIrmol

Flor que en mis sueños de oro Imaginé en mi seno colocada: Que lu^o a mi ilusión dejó burlada: Y que si más se esquiva más la adoro.

A TERESA

Alma del alma mía, ya en tu labio los hálitos no aspiro del aire de mi frágil existencia, y ya en tus ojos lánguidos no miro la clara luz de mi risueño día.

Mas ¡ ay ! si de la esencia del cáliz de tu alma tu suspiro el nombre lleva de tu triste amante, si tu mano al pasar sobre tu frente la imagen mía en tu memoria siente, qué me importa de tí, llorar distante.

II

TeresíEL, ya el destino nos separó ¿es verdad? pues bien; escucha; Cuando ya no he de hallarte en el camino de mi vida quizá; cuando aun es mucha la juventud que a mi existencia queda; ouando todo el aroma de sus flores arrebaté ambicioso a tus amores, ^

antes, bien mío, que olvidarte pueda la fuerza de olvidar muera conmigo.

Que en supremo embeleso, para ^empre jamás dejé contigo con mi primer amor mi último besa.

1

194 JOSÉ MÁBMOL

III

Sí, Teresa, es verdad, el pecho mío dijo adiós al placer cuando mi mano tocó la tuya por la vez postrera,

mientras el labio se negaba al rigor de la palabra ; y sólo el llanto del dolor tirano que barrer^aba mi alma y ahora labra con agudo puñal tu nombre en ella te dijo adiós para seguir la estrella

sin lumbre, sin destino, que colocó el infierno en mi camino.

IV

Y. si al amor no dije ¡ ay ! otro adiós también, mi tierna amiga, es porque mi alma para siempre elige este amor celestial que por ti abriga.

Vivirá enamorada de tus dulces recuerdos mi memoria;

vivirá iluminada por un rayo de amor, la hermosa historia de mi primer amor y mis placeres, en el fondo del alma que te adora; y entonces ¡ay! ¿qué pueden las mujeres

y las pintadas flores, la blanca luna y la radiante aurora, qué pueden ¡ay! si pienso en tus amores t

ABMONÍAS 198

VI

Oineo de Enero ven; ven a mi mente 7 vive en medio a mis amargas penas,

como la clara fuente del desierto abrasado en las arenas; cual la perla escondida entra las olas '

del irritado mar, cual la esperanza em el obscuro abismo de la vida, coronando de bellas aureolas

e^a cumbre fingida do el inexperto corazón se lanza.

VII

Ven a mi mente, ven; vengan contigo sus encantos, sti amor, sus juramentos, su dulce acento al suspirar conmigo, sus rizos por su sien y la sien mía, su temblor virginal y los alientos abrasados de amor, y los sonrojos en su pálida tez, y los desmayos ' de su abrasada frente, y, como el día , del cielo tropical, aquellos rayos que amor brotaban de sus tiernos ojos.

VIII

Ven a mi mente, ven; vengan contigo ' las palabras aquellas que ninguna ¡ay! ninguna mujer pronunciar pudo: "Hoy, más libre que nunca, tierno amigo, "queda tu corazón; si mi fortuna

19» JOSÉ MÁBMOIi

"te ligó a mi existencia en dulce nudo

"el amor solamente "y no el deber y compasión inspiren "tu beso abrasador sobre mi frente, "cuando mis ojos con placer te miren."

IX

¿Quién fué jamás tan noble y generosa quién más abnegación hizo y más pura

que la que esos acentos revelan tan sencilla y tan hermosa, de la más bella y tierna criatura,

en los mismos momentos de sostener la sien de su querido con vértigo de amor desfallecido? ¡Mas, qué mucho, mi Dios, si todo en ella es la dulce expresión de la más bella

y tierna poesía que inspirada brotó tu fantasía !

Mujer de filigrana que al mirarla parece que los hálitos del aire o los rayos de luz pueden matarla; yo no si a la blanca flor del aire la podré comparar, si al esmaltado tímido picaflor Sobre la rosa,

o la opulenta en galas

sensible mariposa sobre un jazmín su pecho esmaltado, y oro vertiendo sus celestes alas.

ARMONÍAS 197

XI

Llegad, horas tan dulces de la tarde donde se esconden de la historia mía, mi universo, mi Dios, mi poesía,

y la suprema gloria de que hace el corazón altivo alarde.

Llegad a mi memoria, horas en que posaba mi cabeza desmayada de amor sobre aquél seno rebosando de encantos y belleza, vacío de doblez y de amor lleno.

XII

Allí la suavidad de los jazmines

mi r(^tro acariciaba; allí el olor del sándalo embriagaba,

mi sieni que se adormía

y al despertar volvía del tierno corazón a los latidos; y a las auras con hálitos de rosas que en vez de alientos por mi sien corrían y de sus dulces labios encendidos

derramaba mi hermosa, en besos que a mis ansias respondían. Cuando al mirarme tierna, poco a poco su cabeza inclinaba, y con sus rizos cubriéndome el semblante, confundía al fin su ardiente boca con la mía.

Y de deleite loco, y loco con su amor y sus hechizos, mi corazón la sangre que encerraba a mi apagada tez precipitaba.

-'-'"■"Jií'f ;^--

198 JOSÉ HÁBMOL

Así el sol en la tarde a medida que baja su alta frente, va enrojeciendo el pálido occidente hasta que en llamas purpurinas arde.

XIII

i j Embria^ez celestial ! ! ^Llegad tranquilan como la dulce luz de sus pupilas, horas de la oración a mi memoria. Yo he gozado en vosotras todo cuanto puede a un mortal envanecer de gloria, gloria del corazón, placer sin llanto.

XIV

¿Qué caricias me son desconocidas

bajo del piardo velo con que cubrís tan lánguidos el cielo t

¿Qué palabras sentidas no llegaron al fondo de mi alma, puras y religiosas cual la calma en que absorbéis el pálido universo? ¿Qué tierno melancólico srtispiro

no enlutó mi alegría, como en vosotras, al morir el terso rayo del sol en perlas y zafiro, la primer sombra de la noche umbría; cuando con ella conversando a solas hasta el adiós postrer iba la mente, hasta el cruel más allá de lo presente y hasta mi nave en medio de las olasf y ella, dando valor al alma mía con sus mismas palabras más sufría; así una débil lámpara derrama ,

roja luz que deslumhra una pupila, y cuando brilla más, más se aniquila y se consume con su propia llama.

ABMONfAS 199

XV

Sufría, sí, i)orque su rostro bello, su célica hermosura, tienen menos que Dios claro sello que de su alma la candida dulzura. Mujer que amando vive y moriría si a su vida el amor faltara un día.

XVI

¡Misjterios del Eterno! Aquese pecho que guarda sus más: dulces afecciones, •puede sentirse de repente estrecho al raudo temporal de las pasiones; así en el Paraná, linfa del Plata, y entre sus islas de aromadas flores la corriente sus: ímpetus desata, y las ondas estallan sus furores.

XVII

Sí, Teresa, en medio del embate de la vida y el mal en torpe guerra, eras oual blanca flor en yerma y ancha arena de un combate que enrojeció la tierra, sin tener en las hojas ni una mancha, y sin que el ámbar agostarle pueda el vapor de la sangre o la humareda . . . i Oh, y no te olvidaré ! y no el cederte ' siento, mi corazón hasta la muerte; i sabes, sí, lo que siento hasta el exceso ? No haberte dado a ti mi primer beso.

'200 JOSÉ MÁRMOL

XVIII

Mas ¡ay! mi bien, no envidies la fortuna, en mi primera edad de otras mujeres; en los brazos de cien no amé a ninguna,

amaba solamente los placeres:, las fuertes emociones, las romanescas verdes ilusiones. Para mi joven pensamiento loco, era, por Dios, el Universo estrecho, y toda novedad era bien poco a la ambición de mi agitado pecho.

XIX

Seguía por doquiera de mi destino el fallo, y asistir a la cita de una hermosa o domar un indómito caballo fué siempre para la misma cosa. No envidiéis, piues, Teresa, otras mujeres; yo no amé la mujer, los placeres.

XX

Era sólo la fiebre de la mente quemando de mi ser la primer fibra ; era la tempestad que en el oriente de mi vida se alzaba, y que en mi seno estallaba furioso el primer trueno que apenas hoy en mis oídos vibra. Ese tiempo x)asó, vino la calma, vino el amor en su pureza al alma, y te he dado, mujer, en mi embeleso con mi primer amor mi último beso.

Montevideo, Junio de 1846. ,

A TERESA

5 de enero

¡Día eterno a su memorial La primer hoja de gloria En que comienza la historia De su ardiente corazón!

Historia corta, escondida De su pecho en lo profundo, Pero que vale una vida Inefable sobre el mundo, Un siglo en la creación.

Día cuyo sol divino Lanzará siempre al camino Del errante Peregrino Un rayo de claridad.

Recuerdo bello y constante, Que en su memoria incrustado, Cual magnífico diamante Dará luz al desgraciado Recuerdo de su orfandad.

¿Qué importa que el día de oro Le mostrase su tesoro Como rápido meteoro Tu luz en la lobreguez?

20S .JOSÉ MÁEMOIi

Bendito el hombre que diga: Mi alma un recuerdo en el mundo De felicidad abriga, Que robó a un solo segundo En una suprema vez,

Gracias, hermosa señora; El corazón que atesora Tu pura imagen que adora, Gracias rendido te da.

Solo una vez en la vida Fué feliz el Peregrino; Gracias, su bella querida, En tu recuerdo divino Grabado ese tiempo está.

Sus primeras impresiones, Fueron esas afecciones Que sienten los corazones En su primer juventud;

Esas dulces simipatías Tranquilas y fraternales, Que las almas de armonías Gozan casi virginales En su tierna beatitud.

Y el amor de esa María, Que en otro tiempo creía Su entusiasta fantasía El fuego de la pasión.

Era apenas el ambiente Purísimo de su alma. Que agitaba dulcemente, En su primitiva calma Su s;ensible corazón.

ARMONÍAS 208

Era el aiiior a las flores, El amor a los colores Con que pinta los albores El risueño amanecer.

Pero no estaba en su seno La vida de las pasiones, Con su savia y "su veneno, Con sus rudas impresionas, Con su salvaje poder.

Poder que hiere de muerte El pensamiento más fuerte, .Y que no deja otra suerte. Que el suicidio o el amor.

Ay! lo sabes, señora: fuiste quien en su pecho Mareó la primera hora Del temporal que deshecho Batió a la pasión en flor !

No lastima más la frente '

El rayo rojo y ardiente Del sol que brilla inclemente Bajo el arco ecuatorial.

Que tu lánguida pupila. Cuando en un año de penas, Estuvo fija y tranquila, Quemando su alma y sus venas Con su rayo celestial.

Y no ruge una tormenta Del trópico más violenta, Cuando la calma fomenta Del Éter la pesantez,

204 JOSÉ MÁRMOL

Que en los senos de su ^ma Su oculta pasión rugía, Fomentada por la calma Que en tu rostro percibía

Y en tu fingida esquivez.

Mas el náufrago que toca Casi expirando la roca, Donde a sus fuerzas convoca Para alabar al Señor,

No siente, no, la alegría, El puro contentamiento. Que el PEREGRINO aquel día En que bebió de tu aliento El primer soplo de amor.

Tibio el sol de tus rigores, De su alma entonces las flores Volvieron a sus colores

Y a su frescor otra vez; Y al soplo vivificante

El cáliz todas abrieron,

Y de su aliento fragante

En tu atmósfera esparcieron Los hálitos de embriaguez.

¿Recuerdas? ¡Cómo te quiso! ¡Cómo vio hecho un paraíso De oculto mágico hechizo El universo por tí!

¿Recuerdas, Teresa, el lago,

Y la luna y la barquilla? illecuerdas el dulce halago Con que del mar a la orilla, Te hablaba una tarde así ? :

ARMONÍAS aP^

Alma del alma mía, cuan bella es esta hora Sintiéndote a mi lado y a orillas de la mar! ¡Ay! cómo eres hermosa! El ^1 se descolora, i No ves? Se ha enamorado de tu beldad quizá.

Yo que es muy sublime para que dure mucho La dicha que los cielos me han regalado en tí; Mas no pensemos esto. Cuando tu voz escucho, De todos los mortales vo sov el más feliz.

Mi orgullo es el amarte.. Mi lauro de poeta, Poseer para mi lira tu celestial amor; Tener entusiasmado, dentro la ' mente inquieta Los últimos sonidos de tu adorada voz.

j Qué linda es tu cabeza, mi enamorada hermosa. Qué bien una corana vendría en esta sien! ¡ Cuan dulce es tu mirada ! no eres una Diosa, Pero algo eres al menos más bello que mujer.

Con tu amor, entusiasmado. Fué muy feliz a tu lado ; Fué también muy desgraciado, Bien ya todo se acabó ...

Mañana también la historia !

De aquellos dulces momentos. Se acabará en tu memoria. Sin fuerza los juramentos Que de tu labio escuchó.

¡ Oh ! no te ofendas, Teresa ! Todo en la naturaleza Nace y muere con presteza Por una ley etemal!

SK)6 JOSÉ MÁRMOL

Y en el corazón humano, Sólo hay un amor tan fuerte, Que pasa puro y lozano Desde la vida a la muerte, Y es el amor maternal!

Sólo también cuando el seno, Siempre de suspiros lleno. Está tragando el veneno De la orfandad y el dolor;

Queda en la memoria fijo Aquello que antes solía. Como bálsamo prolijo, Curar la melancolía Que nace del desamor.

Mas eres mujer y hermosa, Muy sensible y generosa. Para que pueda ominosa Ser la suerte para tí.

olvidarás al proscrito ^ No importa: gracias, señora. Por aquel tiempo bendito . . . Un mes, un día, una hora, El te lo agradece, sí.

Bajo de cielos extraños El transita ha muchos años Camino de desengaños En su triste juventud,

Para poder en la vida •Sorprenderse con despecho, Al ver que la más querida Mujer de su ardiente pecho Le guardó una ingratitud.

AEMONÍAS 207

Y más que en el mar arenas, En su corazón hay penas Para poder las amenas Horas de amor olvidar. . .

Ya está contento el destino, Ya son horas del pasado. Ya suspira el Peregrino Por el viento acariciado, £n los brazos de ^a mar.

:í*íU-Á---^;.---

YO TE PERDONO

Del PEREGRINO la voluble estrella Vertió en su ocaso repentina luz,

Y niás hermosa que la hermosa aurora Al PEREGRINO te 'mostraste tú.

En los delirios de su ardiente pecho Lleno de fe te consagró su amor,

Y de una vida para amar formada Tiró a tus plantas la temprana flor.

Temblando el alma de esperanza y dudas. Pálido el rostro, se postró a tus pies,

Y allí el volcán que le abrasaba ,el alma Por sus alientos descubierto fué.

Mas tú, i la ingrata !, como el bronce, fría, Ni amor sentiste ni piedad en tí, Cuando a las piedras conmover pudiera

El tierno amor que lo alentaba allí.

En vez de acento compasivo y blando, Rigor y ofensas recibió su amor;

Y con el soplo de glacial desprecio Helar quisiste su abrasada voz.

210 JOSÉ MÁEMOL

TÚ, la que ostenta bondadoso rostro; La que habla siempre de virtud y Dios, no sentiste compasión siquiera Por las angustias de su tierno amor!

Bondad que al rostro le prestara el arte; Virtiid mentida, religión falaz: Donde no hay llanto para el llanto ajeno No hay virtud, no, ni religión jamás.

Mas no es tu culpa si el aroma falta De tu beldad en la brillante flor; Y el PEREGRINO sin enojos dice : Cual te perdono, te perdone Dios.

Hermosa estatua del jardín humano; Obra perfecta del mejor cincel, Si un alma hubiese en tu cuerpo frío Fueras un ángel del soñado Edén.

lie tus desdenes el rigor olvido, Que amar no puede el que le falta amor; Y, pues no quieres lo que no comprendes. Cual te perdono, te perdone Dios.

* I

DESTELLOS DEL DOLOR

Cuando la noche su manto, presagiando negro espanto, sobre la tierra desplega y a la obscuridad entrega aire, cielo, tierra y mar, y va el alto firmamento guardando el rico ornamento de refulgentes estrellas, que suelen sus luces bellas al mismo sol eclipsar;

cuando con aspecto fiero el relámpago ligero cruza el aire, desparece, y más súbito aparece con brillante luz furtiva, y se va viendo la esfera, en instante, como hoguera "símil del infierno mismo, en instantes como abismo de tiniebla aún más esquiva;

cuando mil nubes rodando fugitivas y tronando van siguiendo airado al viento, que hace crujir en su asiento

212 JOSÉ MÁBMOL

al sólido negro mundo;

y roto el preñado seno

de aquellas se siente el trueno

retumbando sordamente,

y aterrador de repente

vomitar rayo iracundo;

cuando, en fin, naturaleza velozmente su belleza cambia, como por encanto, en lúgubre horror y espanto próximo fin anunciando : entonces, ¡ oh, cuál se goza toda mi alma que rebosa en el mar de la alegría : la triste melancolía se va de suspirando !

Los fatales sufrimientos, los crueles presentimientos, el destino que a mi lado siempre en llanto y enlutado me señala ei porvenir, por hechizo desparecen al instante que aparecen sobre el cielo las señales que los tímidos mortales miran pálidos gemir.

A su aspecto ellos sus pechos de temor sienten deshechos, se concentran, se resienten, se conmueven, se arrepienten, todo es luto y confusión, miran sólo en los horrores

ABIIONÍAS 213

al Eterno en sus rigores, y al lucir fugaz el rayo presagiar ven en desmayo la celeste maldición.

No así siéntese mi alma, que embriagada en dulce calma, al crujir los elementos la conmueven sentimientos de simpático dulzor; y mi mente enardecida sin volar al cielo herida, se recrea en su presencia, son, me dice, tu evidencia esos piélagos de horror.

\ Oh, euán cierto ! ¿ Qué es vida sino sombra confundida entre un éter que enlutado lo dejó impropicio el hado al lucir mi juventud? Mis pensamientos, i qué abortan sino chispas que confortan un instante mi ardimiento, y en el caos del sufrimiento pierden luego su virtud?

¿Qué es mi alma sino el seno, do se agolpan cual el trueno mis violentas afecciones, que enlazando mis pasiones con el genio del pesar, las enconan, las alientan, más violentas las presentan, cual los vientos que encontrados mil alientos inflamados lanzan fieros al chocar?

214 JOSÉ MÁKMOL

En la edad en que el destino lleva al hombre por camino donde sólo sus sosiegos ve "turbados por los fuegos del engaño y el amor, ya mi vida, cual un fluido de mil vientos combatido, ha vagado sin ventura por un valle de amargura bajo un cielo de rigor.

Agí sólo cuando el mundo aterrado y gemebundo llora envuelto en los horrores de esos signos destructores, de esa noche enardecida; por oculta simpatía lo venera el alma mía, y de tanto mal rodeado balbuceo enajenado : '*Es el mundo de mi vida".

Montevideo, noviembre de 1848.

A PILAR

El día de siis quince años

Hoj'" el sol de tu vida se levanta; El alba ya pasó. Brilla en tu oriente Magnifica.su luz, de'slumbra, encanta; i Nunca una nube eclipsará su frente?

¡Ah, quién pudiera detener la noche Que los años traen yerta y oscura,

Y bajo eterno sol guardar en broche La delicada flor de tu hermosura!

¡Bendición sobre tí! Sean tus horas Gotas de agua de fuente cristalina,

Y sea de placer si inquieta lloras, Tórtola de mis playas argentinas.

Pura como el perfume de una rosa, De un céfiro de amor duerme en las alas,

Y al hálito de Dios despli€igue hermosa Tu juventud sus virginales galas.

Mor del aire cuajada entre la brisa

Y la luz y los céfiros del Plata, Yo veo algo de patria en tu sonrisa

Que alivia el peso de mi suerte ingrata.

J t!.'*-^'*'?!'/

216 JOSÉ MÁRMOL

Así fué, como tú, la patria mía, Hija de noble y gloriosa cuna. Bella, pura, radiante de alegría Al resplandor de Dios y la fortuna.

¡Pero, ay Pilar, de nuestra patria hermosa Las lágrimas bañaron el semblante, Y de nadie una mano cariñosa Enjugó el llanto en su mortal instante ! ^

Tu suerte es más feliz. Si de tus ojos Cayera alguna vez líquida perla, No el soplo del dolor podrá bebería, Porque el aliento de tu tierno amigo Irá a secarla al suspirar contigo.

EL SUSPIRO

\ Detente, suspiro,

no vueles en vano,

no hay pecho que humano

morada te dé;

detente, que miro

burlar tu amargura,

sonreír la perjura,

que es sorda a tu fe.

No olvides que un día del alma saliste, que amor le pediste brindándole amor; y que ella más fría, más cruda que el hielo, burlaba tu anhelo con fiero rigor.

No olvides que fino de nuevo a su pecho volviste deshecho pidiendo piedad, y allí tu destino miraste sin vida, sintiendo adormida la negra impiedad...

218 JOSK MÁBMOL

Regresa, suspiro, y oculta tu llanto, que en él mi quebranto, mis penas se ven. Regresa y expira contento en mi suerte; más quiero la muerte que frío desdén.

Montevideo, Diciembre de 1839.

UNA TARDE EN EL DACÁ

Aquí el genio se siente libré, y se complace, porque aquf es dúlcela meditación; si él agita, ella calma.

De una ligera barquilla la sutil y leve quilla

presto va, deslizándose en la fina superficie cristalina

del Dacá. No arroyos de aguas serenas sino de sierpes amenas

de cristal, do se mira retratada la bóveda dilatada

celestial. Y en la barca navegando con el alma palpitando

vengo a él, a derramar en el seno de mi esipáritu sereno

dulce miel.

■1?-

220 JOSÉ MÁKMOL

Que esa súbita tormenta de pasiones que se alienta

entre mí, no puede sino cual llama sin el aire que la inflama

ser aquí. Aquí do tanto evidencia se entrevé de la existencia

del Señor; y donde sólo se apura la sutil esencia pura

del amor . . .

II

El sol como globo de pálido fuego apenas destella lejano fulgor, y esconde en topacio y perlas y oro, €u ya transparente marchito claror.

Sus débiles rayosi que leves' penetran ^ual finos encajes los bosques se ven; / llegan al agua dorando su linfa €ual rubios cabellos que sueltos estén.

El suelo y el campo envidia se dan; las nubes son de oro, y allá unas colinas «ual jóvenes novios con trajes bordados -de rica esmeralda coquetas están.

Y así que las nubes se apagan, del sol parecen entonces matices manar; y al céfiro blando que vida les dio ' por premio les dejan el ámbar robar.

ABMONÍAS 221

Las aves que pasan jugando, cantando, besando las flores que embriagan de olor y en círculos varios se van delirantes juntando sus picos al nido de amor.

¡Feliz quien pudiera cambiar su destino, del ídolo amado cambiarlo a la par, y en pos de esas aves volar a los bosques a sólo entre amoresí la vida pasar ! . . .

III

Se ve todavía lucir en la esfera el bello recuerdo del sol que se fué, y aquí de las altas ^ojosas orillas ya negra la sombra cundiendo se ve. . ,

Que Sibila Erítrea pudiera un instante venir inspirada y am.iga al contarme cual cosas pasadas los siglos que vienen, aquestas orillas en ellos mostrarme.

Sin ella a los siglos mi espíritu vuela, diviso los tiempos . . . ¡ Qué bellos y amenos' ! Los hombres diviso . . . j Qué suaves y nuevos ! Se oprimen las manos : se abrazan . . . ¡ Qué buenos t

Y aquestas orillas... ¡oh, ya las contemplo con casas lujosas que el arte alzará, y a vírgenes puras cogiendo las flores de bellos jardines que baña el Dacá!

9M JOSÉ MÁRMOL

Y en hora cuál ésta ya ver me parece surcando ei arroyo barquilla de amor; barquilla que lleva cantando en su popa pareja de humano» que apura dulzor;

que acerca a la orilla la barca veloz ; que un joven rebata purpúrea una flor; que luego en un trono de nieve la pone y un beso por premio le paga el amor.

Que extraños que pasan también por su lado^ en vez de zaherirlos con torpe rigor, sensibles los miran y dicen: "pasemos, "que gocen felices. . . la vida amor."

Tal vez en un tiempo. . . ¡ ah quién lo gozara ! ' feliz fantasía, te tornes verdad . . . Mas si hoy entre eapinas la vida se pasa, que gocen los hombres siquiera esa edad ...

IV

Apenas luz pasajera del crepúsculo quedó; y el dorado de la esfera ya la sombra amarillo.

Sombra vaga y misteriosa que en su lánguido existir nos despierta religiosa los recuerdos del vivir.

A mi barca fugitiva la detengo en su volar; para suave y pensativa quieta el alma suspirar.

ARMONÍAS 323

Y a los mustios arrayanes y a las aguas del Dacá eontemplar cual talismanes en que Dios y amor está.

En que Dios. . ¡y qué verdad! ¿En qué mente de criatura no ha brillado su luz pura, si vagó en la soledad ? . . .

Si admiró por un instante algún prado, una colina, una estrella peregrina, o a la luna vacilante ? . . .

¿Y qué pecho, cual el mío joven presa del dolor, contemplando un manso río no ha pensado en el amor?

¿No ha deseado que en su brazo palpitase su querida j- olvidar en su regazo los tormentos de la vida?

¡Ay! alguno tal vez goce lo que apenas pienso yo. . . que cual de ese sol que huyóse ni un destello nos quedó.

Así he visto que volaba para nunca más volver la lazada que me ataba con el mundo y el placer.

Mercedes, Enero de 1841.

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EL JURAMENTO

No bien asoma en el Oriente el día, cuando una idea por mi mente umbría rueda y me dice:

En igual hora de tu bella Elvira su brazo entre tu brazo se apoyaba, y cuando el sol a columbrar aspira tu patrio Plata vuestro pie regaba; y allí, más puro que la blanda brisa, era en tu pecho tu profundo amor; y allí de Elvira la inocente risa era más bella qu el primer albor.

No bien el sol en el ocaso muere, cuando una voz mi pensamiento hiere que me recuerda:

En igual 4iora de su labio hubiste el primer beso de deleite lleno, y a su inocente conmovido seno veloz latiendo de pudor sentiste, y vuestras almas cual esencias' leves que exhala en olas delicada flor, a vuestros labios asomando breves de un cuerpo al otro las cambió el amor .

-I'r

226 JOSÉ MÁRMOL

Pero fué en aquel instante en que se sepulta el día; hora de melancolía de luz mustia, agonizante, y de mi siierte expirante fué la muda profecía.

No bien la noche por la negra esfera la mitad corre de su fiel carrera cuando escucho otra voz:

En hora igual, encapotado el cielo, temblar hacía el conmovido suelo, y ella en tus brazos de dolor henchida ni era cadáver ni sentía vida. Y hasta su labio que febril latiera llegando el tuyo por la vez postrera, besaste a su alma que vagó en su voz cuando besaste su postrer adiós.

Oye, mi Elvira: Contra he mirado nacer el astro que a los seres cría ; pues que enlutado cual noche umbría, me niegue airado la luz del día, si otra mujer en tu lugar percibes acá en el alma do reinando vives.

He visto contra llegar la hora diosa de mis recuerdos y consuelos ; pues que traidora lleve en su vuelo lo más amado de mi pasado; y ni recuerdo

ARMOKÍAS 227

de dicha al^na desde mi cuna conservo yo, si el corazón donde tu nombre habita de otra mujer por el amor palpita.

He visto a Dios estremecer la esfera al abrazarte por la vez postrera; pues que iracundo me forme un mundo de negro horror, y en él me lance para que alcance sólo rigor, si cuando el ángel de la muerte vea no eres, mi Elvira, mi postrer idea.

Mayo, 1841.

A UNA SEÑORITA

Es presagio enlutado, ofrecerme volver lo que os he dadc

Si fuera en otros tiempos, os diría : "No si es la verdad, pero parece que toda bella flor os pertenece; que el verso y la armonía son vuestra propia voz y poesía; y que si alguien dijera que os da su corazón enamorado, bien podríais decirle que mintiera con ingenio más diestro, pues el pobre cuitado os daba como suyo lo que es vuestro."

Mas de tales colores en mis pinceles iii vestigios restan.

Y os diré en el acento

del fraternal intento, que el corazón, los versos y las horas se dan acaso, pero no se prestan. Y que al ponerlas en las manos bellas

de alguna criatura, se les da lo que en raptos de ternura hizo la Providencia para ellas.

\

BRINDIS

EL 25 DE Mayo de 1852

Contestando a otro del Dr. D. Juan M. Gutiérrez

Recojo de tus labios la inspiración, y brindo, por los amargos días de nuestra juventud: aquellos que perdidos en playas extranjeras pasaban en nosotros sin porvenir ni luz.

Los dos hemos cantado las glorias de la patria; los dos hemos llorado su bárbara opresión; los mares, el desierto y el llanto y las montañas, conocen de nosotros la noble inspiración.

Los dos hemos rondado la^ puertas de la patria, besando los umbrales del suspirado Edén;

%'™^5f-5T!fíí?<ír

'232 JOSÉ MÁKMOL

los dos al fin nos vemos donde nos ver quisimos: en el sagrado templo de nuestra ardiente fe.

En brazos de la patria y en medio de la vida, Gutiérrez, aun tenemos un voto hecho ante Dios : tenemos que ser siempre para la tiranía proscriptos y poetas, tal es nuestra misión.

LA ASOMA

Insensible del alba al tierno lloro y al beso de las auras peregrinas, resplandeces, del sol lágrima de oro, bella y soberbia en tu millón de espinas.

Engreída en tu altísimo palacio, halagar y engañar son tus placeres; te haces mágico dueño del espacio, llamas de lejos y de cerca hieres.

Ingrata y falsa, sin piedad lastimas la mano que te busca sin recelo; y si a cogerte sin temor la animas, es cuando el viento te postró en el suelo.

¡Ay! la que tanto mal lleva consigo, la triste ley de su destino aclama: sin un seno de amor que la abrigo, su destino es morir seca en la rama.

DESPEDIDA

Otra vez por mi suerte inhumana una bella esperanza yo pierdo y en el alma clavado un recuerdo bella virgen me alejo de tí. Sabrá pronto tu nombre y tus gracias de los mares remotos la onda: ■cuando el sol en su ocaso se esconda i ay, Amalia ! ¡ suspira por !

Yo no llevo de dentro el alma ni una dulce palabra siquiera, para un día en la roca extranjera escribirla llorando a su pie. Que es el último instante de vernos el primero también en que digo ¡ay, Amalia! ¡yo dejo contigo la más bella mujer que adoré!

Bío Janeiro, septiemhre de X844.

.'V'-\'

" í

ADIÓS

En unos versos, fuera ¿lo recuerdas? Que te hablé de mi amor el primer día y hoy que está yerta la esperanza mía, recibe en otros mi postrer adiós.

Quede así el desconcierto de dos almas entre dos armonías encerrado, y legando al misterio lo pasado cual te bendigo, te bendiga Dios.

Yo nací para amarte, y recibiendo tan suprema misión con embeleso te he amado criatura hasta el exceso si exceso cabe en mi pasión por tí. Te di mi corazón: lo has desdeñado; i debo culparte ? no ; ¿ qué lazo estrecho puede ligar tu amor al de mi pecho, si en es la dicha y la desgracia en mí*

¿Qué haoer? adiós. El mundo o el Eterno marea de los mortales ©1 destino ; el tuyo es un arroyo cristalino que sobre flores discurriendo está;

238 JOSÉ MÁRMOL

el mo es el reverso sobre el mundo ; nuevo Mazepa mi alma dolorida, amarrada en el potro de la vida, hecha pedazos desangrando va.

A tu pureza angelical responde toda naturaleza con sonrisa, y corre el mundo a derramar aprisa sus flores en redor de tu beldad ; a mí, silencio y soledad me cercan; y opresa el alma de glacial fastidio, por extinguir en mi cabeza lidio, una idea terrible en mi orfandad.

La ,copa del placer rota en mi mano, deshecho el prisma que forjó mi mente, ha mucho tiempo que mi pecho siente calma extraña en mi fuerte corazón. . jEa mucho tiempo que mi frente bañol en el Leteo del placer mundano, como Manfredo procurando en vano, olvido, nada más, en la ilusión.

¿Cómo ligar nuestros destinos, dime? ¿Cómo prender en tan yerma vida tú, blanca rosa del Edén caída, que conservas tu aroma celestial? ^ ¿ Cómo cambiar tu suerte ángel quje juegas en el jardín de tu primera aurora, por el. amor que en mi alma se atesora si en ese amor hay lágrimas quizá?

Dios inspiró tu resistencia, ¡oh virgen! y el llanto que ha caído de mis ojos revelaba de mi alma los enojos, no contra tí, contra mi propio sfer.

ARMONÍAS ^8»

Tul no has hecho en el mundo mi desgracia, porque esta enfermedad de mi destino, antes, mucho antes que mi amor le vino,^ pero i ay ! ¡ pudiste mi ventura hacer !

¡Por siempre adiós! Prosigue tu camino, tórtola de las selvas argentinas, y en agua de las fuentes cristalinas la sed apaga de tu tierno amor. Agite apenas tus endebles alas el soplo de los céfiros ligeros, y duerme entre los verdes naranjeros embriagada en el ámbar de su flor.

Yo seguiré también cóndor salvaje entre la ronca tempestad mi vuelo, y en las vertientes del pedroso hielo mi sangre hirviente refrescar podré; y entre la nube do fermenta el rayo por el trueno y los vientos sacudido, sobre mis propias alas suspendido en medio a las tormentas dormiré.

Olvídame también. Mi amor fué puro como a de tu madre el primer beso ; mas, porque fué tan puro mi embeleso hasta mi nombre olvidaré por tí. no sabes joh virgen! lo que cuesta hallar un corazón sobre este mundo, que siquiera en el giro de un segundo haga por otro abnegación' de sí.

Yo no te olvidaré. Será tu imagen •suando más gire el tiempo más querida; y al terminar mi viaje de la vida en las puertas del cielo diré así :

940 J08É MÁRMOL

"Traigo conmigo mundanal memoria; "pero es tan pura sobre el mundo y bella "que yo pensaba en Dios pensajido en ella "y vengo a Dios eon su recuerdo en mí."

Montevideo, abril de 1847.

índice

Págs.

José Mármol 4

IntrodUiC-ción, per Carlos ^fi^zzio Sáenz-Peña. . 7

A Rosas 19

Canto ide loe proscritos 27

A mis amigos de colegio 33

Adiós a Montevideo 39

Lamentos 43

A Buenos Aires 45

A Bolivia 51

A la condesa de Walewski 63

Rosas 67

Al 25 de Mayo (en 1841) 73

Al 25 de Mayo (en 1849) 83

Al Sol 89

EB reloj 93

Ráfaga 97

La tarde 101

La noche 103

242 ÍNDICE

Págs.

Cristóbal Colón 109

Recogimiento 115

Sueños 121

Melancolía 125

En un álbum 129

En la lápida de Florencio Várela 131

Desencanto 133

A Dios 143

Canto del poeta 147

Del poeta Mármol al poeta Mitre 151

Al sod de Mayo 1.55

Montevideo 163

riusión 171

Amor 173

Canto d'Sil trovador 175

Los tres instantes 177

Ayer y hoy 179

En el álbum de L. H. de C 181

A 183

A 191

A Teresa 193

A Teresa (5 de enero) 201

Yo te perdono 209

Destellos del dolor 211

A Pilar 2lé

EH suspiro 217

Una tarde en el Dacá 219

>■ -J!

ÍNDICE 243

Págs.

El juramento 225

A una señorita 229

Brindis ' 231

La aroma 233

Despedida . 235

Adiós 237

■•t-

Tall. Gráf. L. J. Rosso y Cia. Belgrano 475 Buenos Aires

iail. ürát L. J. Rosso y Cía. íSíMi^ri-u 4j.i - - Buenos Air-js

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"LA CULTURAAROENTINA" / v^

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JOSÉ MÁRMOL

ARMONÍAS

poesías

Ordenadas y con un prólogo de CARLOS MUZZIO SAÉN2-PEÑA

BUENOS AIRE8 «La Cultura Argentina» Avenida de Mayo 646

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CULTURñ - CIENCIñS - EDUCfíCIÓN

Pulilicacién Dinestral ilmü m JOSÉ INGENIEROS

APARECE EN VOLÚMENES DE 150 A 200 PAGINAS

Estudia problemas de cultura superior e ideas generales que excedan los límites de cada especialización científica^ No edita artículos literarios, políticos, históricos ni forenses'.

Desea imprimir unidad expresión al naciente pensa- miento argentino, continuando la orientación cultural de Rivadavia, Echeverría, Alberdi y Sarmiento.

Ha publicado artículos de Florentino Ameghino, José M. Eatnos Mejia, Agustín Alvarez, Joaquín V. González, Bodolfo Bivarola, Ángel Gallardo, Pedro N. Arata, Jorge Duclout, Carlos O. Bange, Francisco de Veyga, J. Alfredo Ferreyra, Víctor Mercante, Julio Méndez, Enrique Martínez Paz, Gregorio Araoz Alfar o. Varios Ameghino, Alvaro Melián Lafinur, Cristóbal M. HicJcen, Lucas Ayarragaray, Bodolfo Senet, Alberto Williams, Carlos Sánchez Viamonte, Aberto E. Gastex, Baquel Camaña, José Oliva, Eduardo Acevedo, Julio Barreda Lynch, Martín Doello Jurado, Salvador Bebenedetti, Juan W. Gez, Bicardo Boj as, Maximio S. Victoria, Alfredo Colmo, Alicia Moreau, Enilio Zuccanni, Augusto Bunge Vicente B. Sierra, Baúl A. Orgaz, Teodoro Becú, Bamón Melgar, Julio Cruz Ghio, Nerio A. Boj as, A. Alberto Palcos, José M. Monner Sans, etc., etc.

Las personas estudiosas que deseen recibir la REVISTA deben remitir el exiguo importe de la suscripción anual, estrictamente reducido a los gastos tipográficos y postales. En esa forma simplificarán la tarea administrativa.

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Reflexiones.

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