MICROFILMED 1994

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University of Illinois Library at

Urbana-Champaign

MASTER NEGATIVE STORAGE NUMBER

94-0283

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AUTHOR: Arroyo de Anda,

Andrés TITLE: El crimen del

herrero PLACE: Guadalajara

DATE: 1898

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University of Illinois at Urbana-Champaign

University Library

Urbana, Illinois 61801

HUMANITIES PRESERVATION PROJECT CATALOG RECORD TARGET

Arroyo de Anda, Andrés.

El crimen del herrero / Andrés Arroyo de Anda, Jr.

Guadalajara : Tip. de J. Cabrera, 1898.

30 p. ; 17 cm.

Edición de "El siglo XX"

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ElCrimen idel Herrero

¿Qué mira en su delirio ese nervudo

pálido obrero de mirada hosca ?

gladiador que arrojó su firme escudo dejó en el polvo la herramienta tosca.

Lacia melena sudorosa cubre su torva frente que crispó el desvelo; y penetra la luz de un sol de octubre que besa al mundo y que despierta al cielo;

ígneo desgarra la pared polvosa, besa el bote en que brilla quieta el agua, y confunde su lumbre esplendorosa con la lumbre de sangre de la fragua.

Afuera, el ruido; el hervoroso oleaje de la ciudad que empieza la batalla, y adentro un corazón que en su coraje con alaridos de volcán estalla!

Afuera, el esplendor del nuevo día que inunda la ciudad, el vocerío que atruena ya la populosa vía, con el rumor de alborotado río.

Los carros que rechinan bajo el peso de las moles de fardos colosales, y alzándose hasta el sol el humo espeso de la alta chimenea, en espirales.

Los ruidos del taller que se despierta y que al obrero en su labor encumbra; que grita al pueblo luchador: alerta! y que le grita al sol: surge y alumbra!

Oh! cómo en otros días, á la aurora, aquel obrero rudo y obstinado, se despertó á la lucha atronadora trente al yunque á ganar el pan honrado!

Sincera el alma, el corazón sencillo, el corazón que se rompió en pedazos golpeaba el hierro con tenaz martillo, el hierro menos fuerte que sus brazos!

Y hoy ante el sol que incendia el horizonte desesperado en su furor se agita,

y siente altivo en su dolor que un monte sobre su alma de titán gravita!

Y arroja airado la herramienta tosca, toma el jornal de la labor eterna,

y sacudiendo sn melena hosca torvo se lanza á la fatal taberna.

En su redor la multitud rebulle, y él camina en su cólera insensata, y del bullicio de la vida huye en la inconsciencia del dolor que mata!

Afuera, el ruido; el horizonte abierto: y en el taller caída la herramienta como en el campo del honor desierto quedan las armas tras la lid violenta.

El sol al penetrar por la rendija finge brillos y esjjejos en el agua: en las paredes sus reflejos fija, hiere los yunques y la ardiente fragua!

II

Dame una copa, Juan, grita el obrero, y en una mesa ruin puesto de codos, desesperado en su dolor artero se confunde en la turba de beodos.

.... I' na águila caudal que se mecía en el sereno azul del firmamento, vio aquel cuadro de vicios y de orgía y libre y rauda se alejó al momento!

8

El hervoroso vino dominaba al rudo obrero en su pasión salvaje; la marea subía y abrazaba aquel peñón que se.airojó al oleaje.

Eran las once, y por la vez primera SQ fuerte puño se aferraba al vaso; su fuerte puño que otra vez se viera sobre las ascuas descargando el mazo I

En aquel albaOal de los suburbios, en aquella taberna en que se hundía, toda su vida ante sus ojos turbios como visión dantesca aparecía.

Sin coordinar sus pensamientos— hojas que agita en sus furores el invierno sentía sus pavores y congojas retorcerse de su alma en el infierno.

En dónde está? su situación le arredra...

ah! por qué lo arrebata el cataclismo ?

. . . .acaso sabe á dónde va la piedra que rauda cae al insondable abismo ?

De pronto por la calle, en la marea que de la vida en el fragor crecía, de un rapaz se oye el grito que vocea estridente un periódico del día.

En sus alas veloz el pensamiento se extiende y arde en la conciencia pública,

y se admiraa su espíritu y su aliento como un fulgor sobre este sol:. República!

Eutra el rapaz á la taberna, y toma el obrero un periódico, y lo mira, y convulso en su banco se desploma j envuelto entre relámpagos de ira I

Tiembla el papel en su crispada mano; ¿qué leyó? no, mentira, adivinaba, y se agitó con cóleras de ocieano de su despecho la rabiosa lava I

Nube siniestra que cruel desgarra terrible el rayo en el airado cielo, se deshizo el papel entre su garra y fué arrojado con furor al suelo!

No lo ignoraba; su fatal Calvario desde la noche que pasó ascendía; y en vergonzoso escándalo, de un diario el párrafo vulgar se lo decía

III

¿Quién? la casta, la buena, la sencilla,

su honra infamaba pisoteando todo ?

¿también. Ja nieve sufrirá mancilla. . . .? ¿nada está, exento del mundano lodo ?

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¿Todo cae y se abisma. . . ? ¿no habrá estrella

que se conserve luminosa y pura ?

ella la casta, la sencilla. . . . ella arrojaba en el fango su hermosura. . . .?

Ah! vil fanjío maldito, si debías haber res])landecido, sí, mismo, al recibirla en tu albafud de orgías como al caer Luzbel radió el abismo!

Sudores y fatigas! todo en vano. . . . ella lo abandonó por un perdido, y, ave sin alas en el negro océano, se arrojó en el bardel envilecido

Y sus hijos. .? acaso la sagrada maternidad augnsta no contiene y no se yergue noble y esforzada aunque la recia tempestad atruene. . . .V

En un sopor horrible aletargado el obrero quedó. . . . sin luz sus ojos y rugiendo en su pecho desgarrado temjiestades de cóleras y enojos

Y de pié sobre el borde del abismo, sangrando acierta su profunda herida, contempló en espantoso paroxismo

el panorama de su obscura vida

Y su dolor con fuerza sobrehumana torvo rompió de la razón el dique;

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en tanto (jue á las doce, la campana rasgaba el aire con triunfa' repique!

IV

Cómo filé? Dios lo sabe! sin apoyo la hoja seca se encontró en el viento: la arrebató furioso el torbellino y la ha estrujado obre el mar revuelto , . . .

Ah! nace, luz! y en el profando abismo vibra tu espada ígnea de reflejos y una ala de relámpagos distiende sobre la frente obscura de los cie'os!

Cómo fué. . . .? Dios lo sabe. . sin apoyo el ave herida remontó su vuelo, y hoy quiere ver la selva en que ha nacido y el árbol mustio que su nido ha envuelto!

Turbión de nubarrones que se chocan, forcejean, se agitan en los cielos, de aquel obrero en la terrible mente pugnan desesperados los recuerdos

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V.

Sns papilas q^^e hoy quema arteía lágrima o como gota de fuego, ^amás vertieron llanto conmovidas en la infinita paz del cementerio

Oh! quién no Hora por los seres idos que viven con la vida del recuerdo, y son mirada en. la pupila triste y son suspiro en el herido pecho .... que nos hablan de encantos y ternuras en los suspiros de apacible viento que estremece los sauces de las .tumbas y lleva mil perfumes y mil ecos ?

La vibración perdida en el espacio al espirar entre el rumor del viento, recuerda el plectro que brotar la hizo,

y al llegar el invierno la hoja que agoniza en la llanura

al azote del cierzo, recuerda que en las noches melancólicas ^ en el fondo del huerto,

otra hoja hermana suya palpitaba á las caricias de amoroso viento, allá en la misma rama suspendida, allá en el bosque que dormía trémulo.

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cuando á la luz muríente de la luoa dormían las rosas y cantaba el céfiro

¡Oh, dorados ensueños del pasado, oh, mundo apasionado del recuerdo que seguís á las almas que se aman, que servís á las almas de consuelo, que cuando muere el sol en el ocaso alumbráis como páüdos luceros, quién no ha vertido al declinar la tarde en el sereno azul del firmamento una lágrima pura por los seres cuya memoria que desgarra el pecho es en los labios oración y queja en la callada vida del recuerdo. . . .?

Y el pobre obrero en su gigante alma sintió caer el peso de un infierno. . . .

¿Qué huracán tempestuoso y maldecido el polen arrastró por el desierto, y qué lluvia ignorada fué la que hizo nacer aislado aquel árbol siniestro ?

Dios lo sabf; sin madre y sin amparo en los oleajes de la mar revueltos, se encontró sin saber de dónde vino ni á dónde dirigir su paso incierto

De taberna en taberna, voceando de la ciudad los diarios; pobre, abyecto, su hogar al aire libre, roto el traje, y en algún pobre umbral desnudo lecho.

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así pasó una parte de su infancia, inmundo harapo de la hez del pueblo, hasta que al fín lo recogió aterido una mujer que lo miró en el suelo y lo golpeaba infame por la noche cuando traía las manos sin dinero; en un jergón pasaba dormitando la noche el desgraciado rapazuelo, para lanzarse á la colmena humana cuando la aurora desgarraba el cielo, para seguir su vida miserable de nave rotí á la merced del viento.

En su barrio feliz y bullicioso cuando sonaba en los gallardos templos el repique triunfal de la mañana bajo el sol que incendiaba el firmamento, con qué inocente júbilo los niños dejaban sus hogares placenteros, y llevando sus libros bajo el brazo y jugando en las calles y liendo, dirigían sus pasos á la escuela para volver en infantil concierto tranquilos á tomar el pan honrado tras los estudios á su hogar contento.

Ah! sólo aquel muchacho miserable los miraba pasar en su despecho, como el águila herida y destrozada ve á sus hermanas remontar el vuelo; él no tenía ni luz para su espíritu ni honrado pan para su débil cuerpo!

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Y vagando cual hoja marchitada pasaba su existencia sin objeto, sintiendo despertarse sus pasiones sin que encontraran límite ni freno; una mañana en riña callejera . sintió la bofetada del desprecio, y bajo sus harapos palpitaron su orgullo y su altivez, y lo encendieron de rabia eL un instante, buscó un arma, no la encontró, pero exaltado y ciego en la riña vulgar rugió de cólera y en sangre se tiñó de un compañero; y sintió luego en su desnuda espalda el golpe de un esbirro que altanero lo arrastró á la prisión monstruo insaciable que se alimenta de inocencia y cieno!

En ese antro profundo, en esa sombra donde fermenta todo el pudridero ñe mil pasiones del brutal instinto como el destino inexorable y ciego, negro escorial adonde arroja airado el oleaje sus despojos yertos, cómo en esa marea, en esa atmósfera se despertaron sus instintos ciegos, flores del mal que entre la sombra nacen vertiendo aromas de letal veneno !

Después, cuando extinguida su condena ante su vista desgarróse el cielo y á su infantil espíritu llegaba

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la libertad con su ardoroso fuegOi cuando de nuevo él deístr02ado esquife volvió al azar del veleidoso piélago, buscar no quiso á la mujer que un día" lo recogió cuando lo vio en el suelo y lo golpeaba infame por la noche cuando traía las manos sin dinero ....

¡Qué vida de desgracia, qué dolores en las heladas nochra del invierno; cuál temblaban sus carnes infantiles al asóte del látigo del cierzo, y cómo en sueños vagos suspiraba por un cariño bienhechor y tierno!

¡Qué anhelo ile ternuras infinitas, qué anhelo de descanso y de silencio allá bajo el sauz dal camposanto, bajo la cruz amiga, en el misterio que no turba el dolor con sus sollozos, que el hambre no turbó con sus lamentos !

Ah! lo recuerda bien; era una noche, la más helada noche de ese invierno; la blanca luna en la indecisa niebla vertía en la ciudad su luz de hielo, y caía una lluvia lenta y triste que penetraba cruel hasta los huesos! Hambriento y solo y fatigado y débil se dirigía á la fonda el rapazuelo á comprar un mendrugo miserable

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con su jornal mezquino, sin aliento sonó una voz de pronto á sus espaldas, rendida voz que parecía un lamento...

Niño, mis hijos que se mueren de hambre,

mi pobre esposa, (|ue transido el pecho,

tal vez con su honra comprará vencida

el pan de la miseria, y en el cieito

al caer prostituida, para siempre

me arrojará á las garras de un infierno...

Cruzó callada las mejillas mustias del rapaz nna lágrima de fuego. y ¡toma! dijo, y arrojó al anciano las mezquinas monedas. . . . ¡hoy no ceno! y se arrojó en el quicio de una puerta para esperar como limosna el sueño !

No, no era tan malo en su desgracia: blanca nube flotaba sül)re el cieno: sobre la noche palpitaba el astrc y sentía y amaba y era bueno, y en sus tormentas presentía el iris, v en sus abismos anhelaba el cielo!

.VI

¡Oh aurora de la vida, resplandece; Ilumina un instante el pensamiento,

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vea á la sombra, el corazsóa te espera, aislado y triste el corazón del huérfenoí

Instante en que despierta la ternura y despierta el amor, y el sentimiento abre sus alas de águila, y ardiente se lanza á lo infinito de su pnhelo!

Tarde de n>ayo en que la luz declina pálida y bella en el divino cielo, y en que surgen cual lirios de la noche trémulos y apacibles los luceros...

Sonaba el bronce augusto, y la plegaria sobre los mundos agitaba el vuelo; Ave María, consuelo de los tristes clamaba en celestial recoffimieuto!

^O'

Las obreras salían de los talleres alegres, con el rostro placentero .... ¡oh ternuras, recuerdos y esperanzas que despertáis la fe y el sentimiento . .

Como una hermosa aparición divina blanca y esbelta con fulgor de cielo, una obrera pasó, cual blanca nube su traje de percal cubría su cuerpo, y reía su inocencia, y centelleaban como fuego de sol sus ojos negros

El cayó de rodillas contemplándola, abstraído quedó sin movimiento,

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cnal Saulo cuando en vividas auroras ante su vista desgarróse el cielo . . . . !

Primera y casta floración de mayo entre las nieves de aterrido invierno fné aquella hermosa aparición celeste, fué aquel fulgor de cele&tial ensueño; tendrá sonrisas para la vida dijo en r9,pto8 de amor y sentimiento; tendrá sonrisas para la aurora y por seré bueno, siempre bueno. . . . la ternura infinita de mi alma á tus plantas pondré, y nunca el tiempo podrá borrar esta afección sublime que es vida y luz y porvepir y ^.Hentol

VII

Y cuánto la quisiste, pobre obrero; en los abismos de tu noche obscura, primera vez tu corazón sincero palpitó de entusiasmo y de ternura!

Transformado de pronto, te sentiste con nueva fe, con juventud ^.rdiente; árbol herido y macilento y triste que arde m el fj^ego del abril ni^piente.

Y que al sentir Iqs nuevos resplandores del almo sol que vivifica y ama,

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ofrenda todo su verdor y ñores

al astro esplendoroso qne lo inflama!

Tu labio sólo conocía la impura nota soez, la frase tabernaria, y aquella noche lleno de ternura sintió el beso de luz de la plegaria!

Y un nuevo y limpidísimo horizonte se'abrió ante tu mirada peregrino que al trasponer el escabroso monte lleno encuentra de rosas su camino!

Cuando por vez primera tu ternura con santo y celestial recogimiento se mostró ante su candida hermosura febril temblando en tu amoroso acento,

rotas sentistes tus pasiones malas y un júbilo radioso te encendía, como á las aves al abrir las alas por vez primera al fulgurar el día!

La viste como mira en sus anhelos el navegante la polar estrella, cuando se abre flamígera en los cielos la cicatriz de luz de la centella!

Y al contemplar su aparición celeste en tus sombras tan candida y sencilla, besar quisiste su radiosa veste

y doblaste, callado, la rodilla!

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Y desde ese momento, ensimismado til espirita miro radiante el cielo,

y de nuevos vigores impulsado quiso tender su poderoso vuelo!

Y tuvo alientos de vivir! La enseña se levantó en el campo del combate,

oh! y cuando el alma se conmueve y sueña forceja y lucha, pero no se abate I

VIII

Después, después al desjiertar sabía entrar sereno á la tarea honrada, que al salir del taller recibiría por premio todo un mundo, .¡uiia mirada!

Y aquella noche de pasión! —¿quién pierde un recuerdo feliz en la existencia. . . . ? La blanca luna en el follaje verde derramaba su tibia refulgencia...

Brillaban los luceros en la altura, y las auras de abril en sus rumores despertaban anhelos de ternura al desmayar entre las frescas flores.

¡Oh, noche, dulce noche, quién se olvida de un instante de amor ? en el oleaje

00

aun más recnerda el nauta sn perdida aldea, al hundirse entre la mar salvaje'.

El y ella, solos... el jardín hermoso. . . cansados del taller, pero risueños, y en su sencillo diálogo amoroso juntos hablando de sus castos sueños ....

No lo recuerdas, no. Luzbel caído; borra los cielos de tu mente obscura, y sepulta por siempre en el olvido tus últimos harapos de ternura !

Guando te dijo adiós, por vez primera sobre su mano un beso le imprimiste, y aquella noche azul de primavera arrodillado de pasión caíste !

Juntos por siempre y en perpetuo lazo marchando hacia la tierra prometida: eterno sol sin nubes, sin ocaso sería el sol de la dicha de su vida

Honrado hogar que para su alma trajo el aliento titánico y propicio, honrado hogar que levantó el trabajo sobre el más puro amor y el sacrificio.

Y siempre así; y al despertai' la aurora en los cielos con mágico embeleso para ir á la tarea abrumadora recibiría su inmaculado beso I

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Para luchar eii la tarea constante y al volver á su ho^ar feliz y honrado, bella encontrar á su adorada amante como no ángel de Inz siempre á sn lado.

Y en intimo cariño, él lacharía mirando acrecentarse sn ventura, mirando acrecentarse sa alegría, el pan honrado y la, conciencia pura!

Allá en el barrio, al traspasar la puerta del dulce hogar, su encantadora esposa á los fulgores de la tarde incierta saldría á recibirlo cariñosa

Oh! feliz, desde entonces, qué liviana, qué fácil la tarea; jamás convulso el ánimo se siente si se afana llevándolo un aliento y xin impulso!

Con más ahínco trabajó en la brega ante sus sueños con ardor fecundo; nuevo Colón que con afán navega al divisar en lontananza un mundo!

Alción perdido en el rugiente oleaje del altanero mar embravecido, que al fin contempla en el natal boscaje bajo el azul primaveral su nido!

¡Cuál circuló la savia enardecida bajo aquel árbol que azotó el enero,

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al palpitar su juventud y vida bajo la blusa honrada del obrero I

Y frente al yunque, vigoroso y rudo, de aquella fragua frente al rojo brillo, su hercúleo brazo en la tarea desnudo cómo alzaba titánico el martillo I

Y en la cruenta labor que al alma eleva jamás logró rendirlo la fatiga,

cual no se rinde el nadador que lleva al náufrago, al fin salvo, á playa amiga!

;0h, cómo entonces su jornal crecía al redoblar su empeño en los trabajos; ya bajo aqu^l taller no i)areoía el rapazuelo que vistió de andrajos I

Y una mañana al fin; feliz mañana! ¡único sol de su existir penoso I qué alegre resonaba la campana en la torre del templo bullicioso!

Al fin se realizaba su ventura, al fin se realizaban sus anhelos, y en explosión primaveral y pura al fin t?e abrían ante su amor los cielos!

En la parroquia humilde dicha inmensa que todas las más santas emociones en un anhelo celestial condensa- se unían ante Dios sus corazones

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La bendición del cielo descendía sobre sus almas en raudal de amores, y palpitaba enamorado el día y palpitaban de pasión las flores!

Y el aura del abril desde los campos en sus alas traía más aromas,

y eran más bellos de la luz lo 3 lampos y más dulces cantaban las palomas!

Que al unirse dos almas en el mundo la tierra toda vibra y se embelesa; y basta parece que en su amor profundo palpita de placer Naturaleza!

Y que el himno sagrado de himeneo en su encantada esplendorosa fiesta, celebran de la aurora el centelleo

y de las aves la triunfal orquesta!

Y el ruido atronador de los torrentes bajo el crespón de matutina bruma,

al correr y saltar por las vertientes y despeñarse en tumultuosa espuma!

¡Qué bien recuerda que una triste tarde al volver á su hogar, torva y sombría una idea le asalto, y tembló cobarde ante ese horror que súbito le hería!

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Si Ko la hallara? mormuró, y confnso al mirarse asomado aate ese abisma, su mano airada sobre el pecho puso y quedó avergonzado de mismo!

¡Oh, no; jamás, que tantas privaciones, tantos trabajos y pasión tan grande, merecen que su amor y bendicioties el cielo siempre sobre ellos mande !

Y él, que ya se sentía redimido con aquel santo amor en so alegría ; él, qoe al ver su beldad había salido

de aquel inmenso fango en que se hundía!

El, que al mirarla tan hermosa y pura, aún en medio de su mismo cieno solamente al soñar tanta ventura aspiró en lo más íntimo á ser bueno!

Y ergoido y firme en la tormenta grave siguió atrevido so ilusión incauta,

y construyó su nido como el ave, y desafió los mares como el nauta;

El, que tanto en el mundo había luchado por realizar su apasionado anhelo, qué hiciera si mirase destrozado, hecho pedazos, sin un sol, su cielo ?

¿Qué hiciera al fin, si su pasión ardiente sus cienos arrojándole á la cara,

y oscureciendo al sol resplandeoieiite contra un ruin desiíbgaño se estrellara.

Y retos ya los lazos de afecciones al estallar en penetrante grito, se sintiera arrojado en sus pasiones cual bólido lanzado al infinito .-.....?

IX

Rompióse al fin de su silencio el nudo y entre sus garras agitólo el duelo, cual agita y destroza el buitre rudo en el abismo al infeliz polluelo!

Y sintió desquiciarse todo un mundo en sus espaldas de titán rendido; precipitado en su dolor profundo rugió de rabia cual león herido!

Y sus sueños, sus ansias, su trabajo, todo en las ganas del cruel ultraje; torvo huracán que arrebató de cuajo

á la alta encina su gentil f rondaje.

Y entre el rojo pavor de las pasiones tan fieras ¡ay! del corazón humano, sintió en todo su ser las convulsiones que bajo el huracán siente el océano!

?

28

Al vei 8u vida de pasión deshecha, de su trágico amor cegó el destello, cóndor herido que traidora ñecha lleva clavada en el robusto cuello,

y que al caer sangriento y abatido quiere convulso desgarrar el suelo, y hasta cegar al sol, porque ya herido hasta él no puede remcntar su vuelo!

La indignación como feroz tormenta que del espacio en el oscuro seno la negra nube con furor revienta precipitando el imponente trueno,

saltó sus vallas y rompió sus lazcs de las pasiones en la enorme guerra; quiso romper colérica en pedazos bajo sus plantas la manchada tierra!

Y empinando la copa que tenía el pobre obrero, en su fatal delirio, debatiéndose torvo en su agonia entre las garras de traidor martirio,

él, que bien pudo en su cariño honrado ser feliz, en su horrible lucha interna al antro se sintió precipitado como Luzbel á su tortura eterna! f

Y sintiendo tn su faz la bofetada cruel de los celos y del vil ultraje

29

se despertó su alma desgarrada llena de ira y de furor salvaje. . . . !

De salvaje furor que rompe y mata cuanto encuentra en terrible cataclismo, con rabia de furiosa catarata, con rabia de centella en el abismo!

Corrió al burdel en que manchando todo su esposa sumergíase en el cieno, y aun en su vil insensatez beodo sollozó por el tiempo en que fué bueno!

Y lloró. . . .lloró mucho antes de abrirse el abismo a sus pies, negro y profundo; y quiso hundirse al fin, también hundirse ■y aun arrastrar en su caída al^íinundo!

Llegó al burde), y de su boca yerta se escapó, blasfemante, un juramento, y de una alcoba derribó la puerta presa de la locura el pensamiento!. ...

¡Oh, infamia, allí, con criminales lazos, con torpe ardor, sin pena ni testigo, se halló á su esposa enloquecida en brazos del que él llamaba su mejor amigo . . I

Raudo sobre ellos se arrojó. . . . cegado quería sangre y más sangre. ... su venganza fué el furor mismo, el tigre encarnizado que hacia su presa sin piedad se lapza . . . . !

30

Cien y cien veces sepulta su daga tn ellos, en horrible paroxismo. . . . . ^ quería, desesperado que naufraga, hundirse oná,s y más en el abismo. . . . !

Hasta que ciego al fín, hórrido grita estalló en sq garganta, penetrante. . . . cual bólido lanzado al infinito se sintió en un instante . . un solo instante,

para caer anonadado y fiero bajo el sol que incendiaba la rendija, roja la vieja blusa del obrero, cárdeno el rostro y la mirada fija!

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