Capital VOLUMEN II NATURAL ESTADO DE CONSERVACION Y TENDENCIAS DE CAMBIO DE MEXICO Capital natural deMéxico Volumen II Estado de conservación y tendencias de cambio La Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad es una Comisión Intersecretarial presidida por el titular del Ejecutivo Federal. Volumen II Capital NATURAL DEMÉXICO Coordinador general José Sarukhán Estado de conservación y tendencias de cambio Compiladores Rodolfo Dirzo Renée González Ignacio J. March CONABIO Gobierno FEDERAL Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad MÉXICO, 2009 Nota: /CD\ Los apéndices mencionados y referidos al disco compacto QT ) son archivos de texto y están incluidos al final de esta obra, excepto el 16.3 Variables consideradas para el índice de respuesta, mismo que está disponible en: http://www.biodiversidad.gob.mx/pais/edoConservacion.html Coordinación general José Sarukhán Compilación Coordinación Producción editorial Antonio Alonso Concheiro Georgina García Méndez José Luis Acosta Salvador Anta Patricia Koleff Luz María Bazaldúa Julia Carabias Andrés Lira Noriega Antonio Bolívar Rodolfo Dirzo Marcia Tambutti Sergio Bourguet Exequiel Ezcurra Tania Urquiza Haas Socorro Gutiérrez Renée González Andrea Huerta Gonzalo Halffter Eugenia Huerta Jorge Llorente-Bousquets Asistencia Eliud Monroy Ignacio J. March Juan Carlos López Acosta Javier de la Maza Romeo López Camacho Asistencia Alejandro Mohar Paula Meli Oswaldo Barrera Irene Pisanty Nubia Morales José Sarukhán Ana Lucía Pedroza Portada Jorge Soberón Rafael Pompa Gabriel Martínez Meave Magali Santillán Ramírez Isaías Loaiza Olivia Yáñez Impresión Offset Rebosán, S.A. de C.V. DR © 2009 Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad Liga Periférico-lnsurgentes Sur 4903, Parques del Pedregal, Tlalpan, 14010 México, D.F. www.conabio.gob.mx Obra completa: isbn 978'607'7607'02-1 Volumen II: isbn 978-607'7607'08'3 Impreso en México / Printed in México Forma de citar Conabio. 2009. Capital natural de México, vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio. Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, México Presentación El capital natural que alberga nuestro país es uno de los más diversos del planeta y ofrece a los mexicanos variadas oportunidades para su desarrollo económico y elevar su calidad de vida, a pesar de que a lo largo de mu- chos años ha sido severamente deteriorado en extensas regiones y de que, en términos generales, el desarrollo del país no ha incluido criterios ambientales. Esta obra, dedicada a ese privilegiado capital natural de México, es de gran relevancia no solo por ser resulta- do de un gran esfuerzo colaborativo, sino por el enfoque que ofrece al hacer una evaluación científica de los temas más relevantes relacionados con la biodiversidad, su con- servación y manejo racional y los retos que enfrentamos como sociedad para lograr la sustentabilidad. En ese sen- tido, quiero hacer tres reflexiones a partir de este trabajo colectivo. La primera se refiere a que es gratificante reconocer que tenemos un avance importante en el conocimiento de nuestra diversidad biológica, a diez años de haberse publicado el Estudio de País compilado por la Conabio y con el que México cumplió con uno de los compro- misos del Convenio sobre la Diversidad Biológica. Este nuevo estudio muestra que ahora tenemos ya disponible gran cantidad de información de alta calidad que permi- te tomar decisiones sobre bases científicas. La segunda reflexión es que, a pesar de los indudables avances de los últimos años que ha tenido el país en ma- teria ambiental, también han crecido las amenazas de nu- merosos factores de presión que actúan de forma sinér- gica. Este hecho nos indica claramente que no podemos actuar tibiamente; debemos enfrentar con energía e in- teligencia los enormes retos que se nos presentan, de- bemos continuar los esfuerzos de conservación y multi- plicarlos diversificando el abanico de instrumentos para ello, fortaleciendo las áreas protegidas y los programas de uso sustentable fuera de ellas, si queremos conservar en el largo plazo la megadiversidad de México. La tercera reflexión es que los mexicanos necesitamos mantener una visión crítica respecto al camino hacia la sustentabilidad y aprender de nuestros errores y aciertos, para que el capital natural de las diversas tierras y mares de la nación beneficie a todos sus habitantes en el presen- te y en el futuro, particularmente a los pueblos que han sido sus principales guardianes, dueños, usuarios y gene- radores de conocimiento, y que han forjado la valiosa di- versidad cultural, que también debe resguardarse. Con Capital natural de México damos un paso adelan- te al contar con lo que puede considerarse un segundo estudio de país que nos permite tener una base sólida para tomar decisiones informadas. Así pues, expreso mi mayor reconocimiento a todos los que colaboraron com- partiendo generosamente su experiencia, conocimiento y tiempo para brindarnos esta obra. Juan Rafael Elvira Quesada Secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales [71 Prefacio México se caracteriza por la gran heterogeneidad de su territorio: en él se encuentran paisajes de de- siertos y selvas, tierras frías y calientes, volcanes de negro basalto que forjaron la cultura azteca, blancas calizas en las llanuras mayas, y montañas, llanos, ríos, mares. Ade- más se distingue por sus grandes contrastes sociales. Los mexicanos nos reconocemos en la diversidad de ecosiste- mas, de culturas, de pensamientos; albergamos en nues- tro territorio numerosas especies, muchas de ellas únicas en el mundo, en muy variados ambientes; también nos reconocemos en las innumerables y singulares culturas que habitan el país. Todo eso moldea nuestro carácter y nuestra unidad como nación. La característica más valio- sa de México es la diversidad, tanto la ecológica y la bio- lógica como la cultural. Desde su origen, la especie humana ha dependido para su desarrollo y evolución cultural de la transformación de los ecosistemas y de los diversos servicios que estos le han brindado; de hecho, lo que podría interpretarse como una liberación — al menos parcial — de esa dependencia respecto de los sistemas naturales — como aparentemen- te ocurre con la utilización de fuentes de energía diferen- tes a la solar — no es sino una supeditación “disfrazada” a los servicios paleo-ecosistémicos. Es decir, hoy segui- mos dependiendo de la actividad de los ecosistemas que existieron en el Carbonífero y que dieron lugar a la mate- ria orgánica que ha sido la productora de los combusti- bles fósiles, base del desarrollo económico moderno de la humanidad, la cual, insistimos, sigue estando, por lo me- nos en primera instancia, totalmente subordinada a la existencia de los servicios ecosistémicos (ambientales) y al acceso a los mismos. Un ecosistema es un complejo dinámico de comuni- dades vegetales y animales, y de microorganismos que lo conforman y que actúan como un todo funcional. El agregado de los ecosistemas, las especies que los compo- nen y la variación genética característica de cada especie, los procesos que ocurren en ellos y su funcionamiento constituyen lo que se llama bio diversidad. Los ecosiste- mas no solo son reservorios de dicha diversidad, sino proveedores de servicios y bienes de gran valor: además de aportarnos alimentos y fibras (en aquellos manejados por el hombre), son responsables de la captación de agua pluvial que se infiltra y alimenta manantiales, ríos y lagos; producen y mantienen en su lugar suelos fértiles; cap- turan el bióxido de carbono de la atmósfera; alojan a los polinizadores indispensables para gran parte de la pro- ducción agrícola, así como a los agentes de control bioló- gico de numerosas plagas dañinas para nosotros y nues- tros cultivos, por mencionar algunos de esos servicios. Los ecosistemas y sus servicios constituyen un capital comparable a los capitales financieros y de infraestructu- ra de una nación. Sin embargo, las cuentas nacionales — con la excepción de las de unos cuantos países — no incluyen el deterioro del capital natural ni su costo en el cálculo de la riqueza producida. Estudios hechos por eco- nomistas con una visión que incluye la consideración del valor del capital natural demuestran que la mayoría de los países presentan, cuando se destruye el capital natu- ral, un crecimiento económico negativo. Sin duda, este costo tiene un efecto inmediato o de corto plazo en los sectores menos privilegiados de la sociedad y finalmente, en el largo plazo, para el país mismo. En México ha dominado la idea de que el desarrollo está confrontado con la conservación y el manejo racional de los ecosistemas. Quienes hemos contribuido a la presente obra pensamos que ya es hora de asumir en nuestro país que esta idea está equivocada, que es perversa y que tene- mos que trabajar en un contexto de desarrollo económi- co sostenido con beneficio social permanente, acotado solo por las características ambientales de cada región. El capital natural de México representa un gran poten- cial para el desarrollo y la generación de beneficios para toda la población. A pesar de ello, históricamente hablan- do, las políticas de explotación de los recursos naturales en el país no han favorecido la conservación de ese capi- tal ni su uso sustentable, ni tampoco han mejorado el bienestar social. En el futuro, las políticas de desarrollo que sigan dan- do a la gestión de la biodiversidad una baja prioridad es- tarán ignorando elementos básicos de la seguridad nacio- nal y de las perspectivas del país, como tener una sociedad viable y competitiva que cuente con una base material sustentable. [91 1 0 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Tenemos que asumir la diversidad ecológica, biológica y cultural como parte inherente, consustancial, de nues- tro país. El capital natural es un patrimonio que tenemos que conocer para valorarlo, utilizarlo y conservarlo ade- cuadamente en beneficio de todos los mexicanos. Es un capital que no podríamos “importar” una vez que lo ha- yamos destruido. El conocimiento de ese capital natural debe ser creado en nuestro país, sobre todo por nuestra propia gente; tampoco lo podemos importar de otros países o regiones. Los ecosistemas no son transportables de un lado a otro, como tampoco lo son los servicios que nos proporcionan. Por ello la presente evaluación de los ecosistemas mexi- canos y de otros elementos de la biodiversidad ayudará a transitar de la fase de definición de problemas a la de planteamiento y diseño de soluciones; a pasar de la reac- ción ante los problemas a la anticipación de los mismos. Debemos partir del convencimiento de que los esfuerzos productivos y de mercado, sensatamente conducidos, pue- den ser herramientas de desarrollo al mismo tiempo que de conservación de nuestro capital natural. Pero también estamos convencidos de que para ello es indispensable la rectoría del gobierno, informado de manera pertinente, certera y oportuna con lo mejor de nuestros conocimien- tos acerca de dicho capital natural. Es esto lo que motiva el esfuerzo de la presente obra: poner a disposición de un amplio público, incluyendo el sector gubernamental, la mejor información disponible sobre lo que poseemos en cuanto a capital natural en el país, el estado de conservación del mismo, el potencial de utilizarlo de manera sensata y los escenarios de posibles trayectorias que pudiese tomar ese capital, dadas diver- sas decisiones y acciones políticas gubernamentales o de la sociedad en general, para delinear aquellas opciones que permitan congeniar la aparente tensión entre con- servarlo y utilizarlo con miras al bienestar social. El estudio Capital natural de México se ha enfocado a analizar toda la gama de los ecosistemas del país, desde los más prístinos hasta aquellos que han sido seriamente modificados, ya sean terrestres o marinos. Muchos de los capítulos hacen referencia a los servicios que los ecosis- temas prestan a la sociedad y cómo el estado de salud de los ecosistemas afecta dichos servicios. También se des- criben, desde varias perspectivas, los diversos elementos de la biodiversidad y lo que conocemos de ellos. En ese sentido, cabe destacar que cerca de dos terceras partes de la biodiversidad mundial, medida a partir del número de especies, se localizan en un puñado de países conocidos como megadiversos. México forma parte de ellos y es ade- más uno de los que al contar con un gran número de es- pecies endémicas tiene una alta prioridad y se encuentra entre las cinco naciones con mayor riqueza biológica y cultural. Dentro de sus fronteras existe también una de las más grandes riquezas de ecosistemas terrestres del mun- do, así como una extraordinaria diversidad marina, lo cual se ejemplifica al ser el único país que posee un mar pro- pio, el Mar de Cortés, que destaca por su extraordinaria biodiversidad y por los recursos biológicos que alberga. No se puede dejar de señalar, asimismo, la exuberante agrobiodiversidad, que ha llevado a que México sea re- conocido en el ámbito mundial como uno de los princi- pales centros de domesticación de plantas útiles para la humanidad. Antecedentes El presente estudio surge motivado por la necesidad de realizar una segunda evaluación de la biodiversidad del país. La primera fue elaborada bajo la coordinación de la Conabio y publicada en 1998, con información de fuen- tes bibliográficas en su mayoría anteriores a 1995. Dicho estudio fue un primer esfuerzo por dar a conocer una síntesis descriptiva de la biodiversidad de México, que permitió cumplir con los acuerdos adquiridos al firmar y ratificar el Convenio sobre la Diversidad Biológica. La información compilada entonces fue utilizada para plan- tear la Estrategia Nacional para la Conservación de la Bio- diversidad de México (publicada en 2000) y como base para el diseño o evaluación de algunos proyectos am- bientales y para la difusión de la importancia de la diver- sidad biológica de México y los principales aspectos rela- cionados con su conservación. También ha servido como una guía nacional para que los estados de la República trabajen en sus propios informes. Este segundo estudio arranca de la experiencia del pri- mero, pero tiene un horizonte muy diferente: intenta ha- cer una evaluación de los ecosistemas, tanto terrestres como acuáticos (marinos y epicontinentales) de México; abarca también el concepto de servicios ecosistémicos en la medida que estos han podido ser considerados. Anali- za, además, el estado actual de la biodiversidad desde el nivel genético hasta el de los ecosistemas, los factores que han influido en el cambio de esa biodiversidad y las ten- dencias de dicho cambio, las capacidades nacionales que han permitido o limitado el conocimiento, el uso racional y la conservación de la biodiversidad, así como los esce- narios que podrán presentarse dadas ciertas circunstan- Prefacio 1 1 cías de políticas públicas, inversión en el sector ambien- tal, etc. Se ha hecho uso extensivo de las grandes bases de datos con que cuenta laCoNABio,yse han realizado am- plias consultas a expertos nacionales y extranjeros; se han llevado a cabo análisis novedosos de la información pri- maria disponible, yendo mucho más allá de los análisis de fuentes secundarias que caracterizaron el primer estudio. Hemos usado aquí el concepto de capital natural para referirnos no solo a la biodiversidad representada por es- pecies y comunidades, sino también a los servicios que los ecosistemas proveen a la sociedad en forma de bienes tangibles y valiosos; a otros aspectos como la biodiversi- dad generada por la gente (los cultivos y el conocimiento nativo acerca de ellos), y — aunque de manera más limi- tada— a la misma diversidad cultural como un elemento esencial para entender buena parte de las relaciones en- tre las sociedades y sus recursos a lo largo del tiempo. Se ha querido contribuir a inculcar en la sociedad una cul- tura que promueva la diversidad, que impulse una mayor apreciación del enorme valor de los servicios ambienta- les que nos proporciona la rica naturaleza de México y que aporte elementos determinantes para arraigar la de- cisión de conservar nuestro cada vez más amenazado pa- trimonio natural. Hoy contamos con información más completa y sol- vente y en cantidades mucho mayores que hace 15 años. Ahora es necesario integrarla, analizarla y ponerla a dispo- sición de los sectores interesados, tanto de los diferentes niveles de gobierno como de una sociedad cuya demanda de información confiable y reciente ha crecido de mane- ra notable. Este estudio se distingue en particular por la amplia participación de diversos especialistas, lo que representa un esfuerzo sin precedente para brindar información fun- damentada que proporcione sólidos elementos de juicio para quienes toman decisiones, e intenta sentar las bases de una agenda ambiental de México para los próximos 10 años que sea útil y atractiva para los legisladores, los funcionarios en áreas ejecutivas de diferentes niveles de gobierno, la comunidad académica, las organizaciones ci- viles, la industria, los medios y la sociedad civil. Quisié- ramos que también fuese útil para otros muy importan- tes tomadores de decisiones: los dueños tradicionales de los ecosistemas de nuestro país, pero es claro que en este sentido tenemos que trabajar mucho más, tanto en pro- ducir el tipo de información pertinente como en encon- trar las mejores vías de comunicarlo. En junio de 2006, cuando los capítulos ya tenían bien esbozado su contenido, se publicó un documento sinté- tico ( Capital natural y bienestar social) que reunía las principales ideas y reflexiones incluidas en ellos, con la finalidad de contribuir al debate nacional durante el pro- ceso de cambio de administración pública y destacar la importancia de incorporar la visión ambiental, particu- larmente de la conservación y uso de la biodiversidad, en la planeación del desarrollo nacional para el periodo 2006-2012. Objetivo central Hemos tratado de integrar la fuente más completa de in- formación primaria, actualizada, descriptiva, analizada y sintetizada sobre el estado del conocimiento, la conser- vación y el uso de la diversidad biológica de México, y de los servicios ambientales (o ecosistémicos) que presta. No ha sido el propósito de la obra presentar resultados inéditos provenientes de nueva investigación, sino orga- nizar, evaluar y sintetizar el conocimiento disponible y, como resultado de ello, dar una opinión fundamentada del estado de la situación, de los logros y las limitaciones, los avances y los retrocesos en todo lo que se refiere al manejo sustentable, la conservación y la restauración de nuestro capital natural. En los casos en que ha sido posi- ble, se ha empezado a hacer referencia a las consecuen- cias de este estado de cosas sobre el bienestar social de los habitantes del país, especialmente de quienes viven y dependen de los ecosistemas. Quisiéramos pensar que comenzamos a trazar un camino en lo que se refiere al análisis de la forma en que la calidad y cantidad de los componentes de la biodiversidad, incluyendo los servi- cios ecosistémicos, afectan el bienestar de la población del país. Pensamos que este es un camino que debemos recorrer de manera realmente interdisciplinaria en el fu- turo. Hemos empezado por darle un énfasis especial a los servicios que proporcionan los ecosistemas (resumideros de bióxido de carbono, productores de alimento, captado- res de agua para el mantenimiento de acuíferos, ríos, la- gos, humedales, retensores de suelo y conservadores de la fertilidad del mismo, proveedores de polinizadores, etc.). Con esa misma idea fue elaborado el estudio global del Millennium Ecosystem Assessment (ma) — una evalua- ción sobre el estado de salud de los ecosistemas del pla- neta y su influencia en el bienestar humano — , que ha servido de fuente de inspiración para varios de los enfo- ques del nuestro, y que en los próximos años seguramen- te se irá extendiendo a otros estudios regionales. La con- ciencia acerca de la forma en que la humanidad demanda 1 2 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio crecientemente los servicios ecosistémicos ha crecido a un punto en el que las transacciones entre los diversos servicios que prestan los ecosistemas se empiezan a ana- lizar cada vez más de manera cotidiana y todas las esta- dísticas indican que esa tendencia de análisis aumentará muy notablemente en las siguientes décadas. Por ejem- plo, un país puede incrementar su abasto de alimentos convirtiendo sus ecosistemas naturales en sistemas agrí- colas, pero esto tendrá como resultado una reducción en la cantidad de otros servicios de igual o mayor impor- tancia — y por lo general irreemplazables — , como la pro- visión de agua, la captura de bióxido de carbono de la atmósfera, la regulación de inundaciones y azolves o el control de la desertificación. Existen claros indicios de que tanto a escala mundial como regional y local hay una severa degradación de la capacidad de los ecosistemas para proveer dichos servi- cios, incluidos los de producción de alimentos en am- bientes terrestres y marinos. Los resultados del ma in- dican que la mayor parte de las regiones ecológicas del planeta y de los servicios de los ecosistemas están en franco proceso de degradación. Estos resultados son evi- dentes también, como lo verá el lector de esta obra, en el caso de México. De acuerdo con lo anterior, en el estudio sobre el Ca- pital natural de México intentamos: ♦ Identificar opciones de conservación y manejo susten- table de la diversidad biológica de México contenida en los ecosistemas del país, con ventajas para la pobla- ción, en especial la que habita o usufructúa dichos eco- sistemas de los que derivamos numerosos servicios y beneficios. ♦ Establecer claramente, como parte de la visión general de quienes toman decisiones, que cambiar el uso ac- tual de un ecosistema por otro cualquiera tiene aspec- tos positivos (por ejemplo, la ganancia económica de un cultivo) y negativos (la pérdida y disminución de ser- vicios ambientales como los mencionados), y que to- mar una decisión que afecte un ecosistema debe ser el resultado de un conjunto de políticas multisectoriales de Estado que contemplen los efectos que se produci- rán en cada uno de los sectores económicos y sociales afectados. ♦ Ayudar a identificar las acciones locales de manejo sus- tentable y conservación (que con frecuencia son las más eficaces, pero las más difíciles de planear) y articular- las con las de otros niveles (estatales, nacionales, re- gionales e incluso mundiales). Al comenzar los trabajos para la redacción de esta obra se definió un marco conceptual que se distribuyó a todos los autores y coautores de los capítulos, así como a los re- visores externos de los mismos. Ese marco cuenta con una estructura lógica para evaluar el estado, las tenden- cias y respuestas del conocimiento, la conservación, el uso, las capacidades y los posibles escenarios futuros de la diversidad biológica de México. Hemos procurado realizar una evaluación científica de la información existente y definir así qué componen- tes de lo que conocemos nos ofrecen las bases más firmes para, por un lado, tener una idea lo más realista posible de la situación en que se encuentra la conservación y el manejo sustentable de nuestro capital natural, y por otro sugerir las mejores opciones de acciones y políticas. Los autores han hecho un esfuerzo para que tales evaluacio- nes consideren problemas concretos, sean científicamen- te verosímiles, políticamente imparciales y respondan a las necesidades de quienes toman decisiones, es decir, que sean pertinentes. Una evaluación es creíble si los pares dentro de la comunidad científica avalan que la informa- ción científica y técnica es fidedigna y factible. Por ello numerosos revisores externos — que no tomaron parte en la redacción del capítulo que evaluaron — fueron invi- tados para validar los textos escritos por sus colegas; sus comentarios fueron analizados y atendidos por los auto- res responsables de los capítulos. La pertinencia de la información en los capítulos será juzgada por los usua- rios de la obra. Esperamos su opinión y evaluaremos qué tanto será considerada o utilizada para cambiar decisio- nes políticas. Los autores han procesado la información de la manera más imparcial posible, para que sea del co- nocimiento de las instancias gubernamentales, el sector privado y la sociedad civil. No ha sido propósito del presente documento propor- cionar recomendaciones precisas sobre políticas necesa- rias o correcciones y adiciones a las mismas relacionadas con los diferentes asuntos abordados a lo largo de la obra. Ciertamente, de las evaluaciones hechas en los capítulos, sobre todo en los referentes a lecciones aprendidas, se pueden desprender cursos de acción que se consideren apropiados para reforzar políticas o acciones, innovarlas o corregirlas. Además del material impreso en cada capítulo, la obra incluye abundantes datos básicos en discos compactos adjuntos en algunos volúmenes. Un componente en espe- cial relevante es el (j°) (incluido en el volumen I) que con- tiene el listado de las especies que se conocen y han sido descritas como presentes en nuestro territorio y núes- Prefacio 1 3 tros mares. Es un listado que, como todos los listados del mundo, siempre está cambiando, y su actualización es una tarea en constante proceso y deberá mantenerse en per- manente revisión. Además, la obra estará disponible en línea en la página web de la Conabio. Con esto preten- demos estimular el interés de los expertos para que con su ayuda podamos ampliar este listado, lo cual se hará de for- ma supervisada para asegurar que solamente informa- ción verificada por especialistas sea añadida. Esperamos también que al contar con toda la información de la obra disponible en línea, su difusión sea mayor y se estimule la investigación en temas fundamentales para el país. El tratamiento de los temas en los capítulos se comple- menta donde es pertinente con mapas, figuras y cuadros, muchos de ellos originales, así como con recuadros que contienen estudios de caso, escritos en su mayoría por especialistas del tema. Esto tiene la ventaja adicional de ampliar el abanico de autores, y de enriquecer y hacer más representativo el trabajo de la obra al incorporar nuevos puntos de vista. La obra Capital natural de México, que comenzó a elaborarse en 2005, consta de cinco volúmenes: I. Cono- cimiento actual de la biodiversidad; II. Estado de conser- vación y tendencias de cambio ; III. Políticas públicas y perspectivas de sustentabilidad; IV. Capacidades huma- nas, institucionales y financieras, y V. Escenarios futuros. Cada volumen ha tenido un grupo de compiladores a cargo del desarrollo del mismo; los capítulos cuentan con uno o varios autores responsables que coordinaron a to- dos los coautores y a los autores de los recuadros, en caso de que los haya. De estos cinco volúmenes, los tres pri- meros se publicarán en 2008 y los dos últimos en 2009. Para los tres primeros, el número total de capítulos es de 45, y en ellos participaron 648 autores provenientes de 227 instituciones tanto académicas como gubernamen- tales y de organizaciones civiles de la mayor parte de las entidades de la República, y 96 revisores externos. Agradecimientos Este ha sido un esfuerzo excepcional que constituye un ejemplo de colaboración académica y técnica. La obra se habrá logrado con la participación voluntaria de quienes colaboraron en ella y demuestra el claro deseo de todos ellos de ofrecer lo mejor de su conocimiento para bene- ficio de nuestro país. No hay muchos ejemplos en los que más de 600 académicos y profesionales se hayan unido para hacer el análisis de un tema fundamental para el país, como es el capital natural de México. Esa fue la labor de los compiladores de los cinco volú- menes, de los autores responsables de cada capítulo y sus coautores y de los autores de recuadros o apéndices de los capítulos. También debemos reconocer de modo especial el trabajo de los revisores externos. Los nom- bres de los compiladores de los volúmenes se incluyen al principio de los mismos y, de igual manera, los autores responsables encabezan cada capítulo, seguidos de los coautores del mismo, y se consignan también los nom- bres de los revisores externos. Deseamos expresar nues- tro especial agradecimiento a todas las instituciones a las que pertenecen los participantes y que están men- cionadas en las listas de autores y de revisores de cada volumen. El trabajo de coordinación de toda la obra fue llevado a cabo por un pequeño secretariado en la Conabio, apoyado en un grupo de colaboradores contratados para esta tarea. Debo reconocer aquí la enorme contribución, durante todo el proceso de producción de la obra, de Pa- tricia Koleff, Georgina García Méndez, Marcia Tambutti, Andrés Lira Noriega, Tania Urquiza Haas, Nubia Mora- les, Romeo López Camacho y Magali Santillán, quienes desempeñaron esta tarea sin descanso. Los compiladores de los volúmenes de que consta la obra recibieron el apoyo y la asistencia directa de las si- guientes personas: Olivia Yáñez en el volumen I, Juan Carlos López Acosta en el volumen II y Paula Meli en el volumen III. A todos ellos nuestro agradecimiento acor- de con su participación y ayuda. Es de elemental justicia reconocer aquí también el pro- fesional trabajo de producción y cuidado editorial del grupo que encabeza Antonio Bolívar, quien desde el ini- cio de la redacción de los capítulos participó en la con- cepción editorial y en el establecimiento de las normas para los autores. José Sarukhán Coordinador general Guía de lectura Introducción El desarrollo de las ciencias de la biodiversidad tuvo un parteaguas notable con la publicación del primer com- pendio sobre el tema ( Biodiversity ), editado por Wilson (1988), que atrajo la atención mundial sobre el mismo e incorporó el término en el lenguaje cotidiano de amplios sectores de la sociedad. En 1992 se dio otro hito: la Cum- bre Mundial de Río, donde mandatarios y funcionarios de muchos países se reunieron para discutir la situación am- biental mundial; ahí se establecieron varios compromi- sos y se definieron instrumentos para su atención y segui- miento. México ha estado presente en los compromisos internacionales de atención y seguimiento de la proble- mática ambiental global. Nuestro país participó activa- mente en la Cumbre de Río, que culminó con el Conve- nio sobre la Diversidad Biológica (véase Sarukhán y Dirzo 1992), y ha dado seguimiento a los acuerdos de ahí surgi- dos. Los problemas de la biodiversidad a escala global, recogidos en la obra pionera de Wilson, se reflejan vivi- damente en México: una concentración de biodiversidad por encima de lo esperado para su extensión geográfica, aunada a serios problemas de deterioro de la misma y a una urgente necesidad de ampliar nuestro conocimiento en torno de esos problemas para entenderlos y resolver- los. Afortunadamente, la comunidad científica nacional e incluso el gobierno tuvieron sensibilidad para reaccio- nar a esa situación de urgencia ambiental con una pers- pectiva nacional, con la creación, por ejemplo, de la pri- mera secretaría de Estado dedicada directa y plenamente a los asuntos ambientales en 1994: la Semarnap. El hecho más destacable relacionado con ambos parteaguas es la creación de la Conabio en 1992, institución que ha mar- cado una gran diferencia en cuanto a la organización y fomento del conocimiento y uso de la biodiversidad na- cional. También se creó el Fondo Mexicano para la Con- servación de la Naturaleza, que como institución de in- termediación es el mayor fondo ambiental nacional de Latinoamérica y el Caribe. Junto con estas instituciones, el país ha visto surgir 360 organizaciones civiles y acadé- micas dedicadas a la conservación de la biodiversidad (según el Directorio Mexicano de la Conservación 2008). Además, diversas instituciones académicas e individuos se movilizaron incorporando estudios relacionados con la biología de la conservación en México en sus agendas de trabajo. Si bien falta mucho por hacer, contamos hoy con un contingente destacado de investigadores de reco- nocimiento internacional, con grupos activos y producti- vos en la generación de conocimiento sobre diversos as- pectos de la biología de la conservación en el país, lo cual ha atraído el interés de nuevas generaciones de estudian- tes y sensibilizado al público general. Quince años atrás se publicó el primer análisis que intenta dar cuenta de la enorme biodiversidad de Méxi- co, sus causas probables y sus patrones de distribución (Ramamoorthy et al. 1993), y hace 10 años la Conabio (1998) organizó y publicó un estudio titulado La diversi- dad biológica de México: Estudio de país, el primer com- pendio que resumía la magnitud de la biodiversidad y analizaba el estado de su conservación. La presente obra constituye el segundo estudio de ese tipo, pero se puede apreciar desde el título de la misma, Capital natural de México, un avance conceptual y un apreciable progreso en el uso de nueva y relevante información, buena parte de ella derivada de nuevas tecnologías (analíticas, sateli- tales, moleculares) y del desarrollo de la informática como herramienta de apoyo. Ello nos ha permitido realizar una obra de síntesis, producto de la participación de centena- res de expertos (227 en este volumen), que evalúa nuestro conocimiento actual de la biodiversidad y los ecosiste- mas del país (véase el volumen I), y los retos relacionados con el uso sustentable del capital natural que nuestros ecosistemas representan (véase el volumen III). Este vo- lumen II es un puente que enlaza los otros dos, por me- dio del análisis y la síntesis de nuestro conocimiento so- bre las tendencias de cambio y el estado de conservación de nuestro capital natural, las principales causas que lo transforman, así como una evaluación de las acciones de conservación y los retos que en la materia enfrentamos. Este volumen tiene tres secciones que dan un marco de referencia organizativo: la primera analiza las tendencias de cambio y el estado de la biodiversidad, los ecosistemas y los servicios ecosistémicos; la segunda versa sobre el análisis de las acciones de conservación de la biodiversi- M5l 1 6 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio dad, y la tercera presenta los retos y perspectivas de con- servación y manejo sustentable de los recursos biológi- cos del país. Tendencias de cambio y estado DE LA BIODIVERSIDAD, LOS ECOSISTEMAS Y SUS SERVICIOS El capítulo 1 describe los factores sociales, económicos y políticos (los llamados factores indirectos) que condu- cen a los factores de impacto directo sobre los ecosiste- mas, incluyendo cambios en la cobertura y uso del suelo, sobreexplotación de organismos, introducción de espe- cies exóticas invasoras, cambio climático y adición de contaminantes en el ambiente. Este capítulo se comple- menta con el siguiente, que analiza el estado de los eco- sistemas terrestres. Resulta claro, de ambos capítulos, que el factor de mayor deterioro sobre los ecosistemas es el cambio de uso de la tierra: hacia 1993 la cobertura origi- nal arbórea y arbustiva del país se redujo a 54%, llegando en 2002 a solo 38%; la vegetación de selvas húmedas y secas es la que resintió el mayor impacto y gran parte de la vegetación remanente del país está fragmentada; es inescapable concluir que México es, en gran medida, un país de vegetación secundaria, con remanentes menores de vegetación primaria. Si bien la información sobre los ecosistemas acuáticos es aún muy limitada, los estudios de caso que se presentan permiten concluir que la situa- ción de esos ecosistemas es también alarmante. Por ejem- plo, en la región norcentral de México, al menos 92 ma- nantiales y 2 500 km de ríos se han secado, por lo que 120 de las aproximadamente 200 especies de peces de agua dulce están consideradas como amenazadas de extinción y 15 ya están extintas. Estos dos capítulos abren paso al capítulo 3, que analiza las perturbaciones naturales que han formado parte integral de la dinámica de los ecosis- temas y describe cómo los cambios de uso de suelo y el cambio climático están modificando los regímenes natu- rales de perturbación en México, convirtiéndolos en de- sastres. Como complemento a estos análisis del impacto antropogénico sobre los ecosistemas, el capítulo 4 ilustra la gama de servicios ambientales que los ecosistemas aportan a la sociedad, así como la pérdida de los mismos por la modificación de los ecosistemas para la producción agropecuaria, industrial o con fines de urbanización. Las relaciones entre la sociedad rural y su capital natural han acumulado una enorme riqueza cultural en torno al uso de la biodiversidad, a pesar de lo cual no se reconoce la importancia de este gran patrimonio, ni se asegura su mantenimiento en el largo plazo para beneficio de los campesinos (y dueños en primer lugar) y de toda la po- blación actual y futura del país. En relación con el tema, el capítulo 5 analiza las amenazas directas a las poblacio- nes de flora y fauna silvestres por la extracción de plantas y animales para consumo humano y comercialización, y muestra que la sobreexplotación representa, después de la destrucción del hábitat, el factor de mayor impacto negativo sobre la biodiversidad silvestre y, en el caso de algunos grupos de plantas y animales (p. ej. cactáceas o pericos), por encima de aquél. En complemento, el capí- tulo 6 examina la afectación a la flora y fauna nativas por especies invasoras. Muchas actividades humanas han cau- sado o facilitado la introducción y dispersión de especies exóticas invasoras cuyos efectos son especialmente seve- ros en los ecosistemas insulares y de lagunas continenta- les. Los listados de plantas exóticas invasoras superan las 600 especies y se han registrado más de 50 especies inva- soras de vertebrados: 46 de las 100 especies calificadas como más dañinas en el mundo se encuentran en Méxi- co. Por otra parte, el capítulo 7 revisa el tema de la biose- guridad y los organismos genéticamente modificados como posible factor de impacto sobre la biodiversidad. México es centro de origen, domesticación y diversidad genética de más de 130 especies de plantas, 25 de las cua- les son de gran importancia para la alimentación en nu- merosos países. Mantener esta diversidad depende de conservar las variedades cultivadas y sus parientes silves- tres. El caso del maíz genéticamente modificado es de especial interés en este contexto. El tema de la bioseguri- dad debe abordarse con un compromiso que conlleve inversión tangible y una visión de largo plazo — basados en la premisa de que ese capital genético es un patrimo- nio invaluable para la nación y para el mundo — , y em- prendiendo acciones acordes con dicha premisa. Direc- tamente relacionado con esta conclusión, el capítulo 8 se dedica a la diversidad y conservación de los recursos bio- lógicos para la alimentación y la agricultura, y centra el análisis en cinco grupos de plantas cruciales en México: maíz, frijol, aguacate, nopales y agaves. El proceso de ge- neración de la variación genética bajo domesticación, basado en la intervención y el conocimiento humanos, es tan importante como los productos a los que da lugar y, junto con los parientes silvestres, constituye un funda- mental acervo genético-cultural por conservar. La con- servación de la agrobiodiversidad de México está estre- chamente vinculada al futuro de la población rural y las tradiciones culturales, así como al bienestar de las ere- Guía de lectura 17 cientes poblaciones urbanas, y debe considerar los siste- mas agrícolas que la han constituido y a las personas que los practican. Análisis de las acciones de conservación DE LA BIODIVERSIDAD Ante los retos que plantean las actividades humanas, las áreas protegidas (ap) son el instrumento más consolida- do del país para la conservación de la biodiversidad y los servicios ambientales, como se reseña en el capítulo 9. Las ap terrestres representan actualmente 9.85% de la su- perficie, proporción que está por debajo del promedio mundial (11.5%), pero la cobertura de la superficie mari- na en ap es mucho mayor que la cobertura global de 0.5% en los mares. El apoyo a las ap debe continuar y crecer para abarcar la conservación de su entorno no protegido, que alberga la mayor parte de la biodiversidad de México. Una extensión lógica del análisis de ap es definir las re- giones prioritarias por atender y hacer la planeación ne- cesaria para la conservación a largo plazo. Esta tarea se ha iniciado y coordinado por la Conabio (capítulo 10), en colaboración con otras dependencias gubernamenta- les, el sector académico y organizaciones civiles; los pro- ductos de este trabajo se han convertido en un instru- mento para orientar y optimizar los esfuerzos de estudio, recolecta e investigación, haciendo más eficiente la ca- nalización de recursos económicos públicos y privados, y representa una base importante para la coordinación de esfuerzos de conservación en el país. Un desafío de conservación que implica coordinación en varios niveles de escala espacial se hace también evidente en el caso de las especies migratorias y transfronterizas (analizado en el capítulo 11), debido a que requiere esfuerzos coordina- dos entre estados y con otros países para protegerlas, así como a los hábitats y corredores que utilizan en sus rutas migratorias. A escala nacional, la conservación de estas especies depende de una estrecha coordinación intersec- torial y de la participación de pobladores locales. Un en- foque contrastante con los anteriores es el de la conser- vación de especies en peligro de extinción, su estudio y reproducción ex situ y, finalmente, su reintroducción en los ambientes originales (capítulo 12). En varios casos la conservación ex situ ha sido la única manera de conser- var especies de plantas y animales que se han extinguido en sus ambientes silvestres. Es evidente que, si bien el es- fuerzo de conservación ex situ es hasta ahora modesto, su potencial de conservación y educativo es considera- ble. El tema de la conservación fuera de las áreas prote- gidas es recurrente y en México empieza a desarrollarse o por lo menos a evaluarse más sistemáticamente. Por ejemplo, el capítulo 13 describe la amplia gama de estra- tegias de conservación que se han considerado, fuera del entorno de las ap, así como los motivos subyacentes que pueden incentivarlas. Se hace hincapié en que la conser- vación fuera de las ap puede disminuir la presión sobre ellas, promover la conectividad y mitigar los efectos ad- versos del cambio climático. Complementario a este, el capítulo 14 desarrolla un ejercicio nuevo para definir las zonas críticas y de alto riesgo para la biodiversidad de México, analizando la diversidad biológica, la unicidad y el grado de amenaza local a las especies de diferentes gru- pos de animales. En general, estos y otros capítulos del volumen hacen patente un tema recurrente en el análisis de la conservación del capital natural de México: la im- portancia de la conservación fuera de las ap, promovien- do y asegurando que los pobladores locales — los dueños de los ecosistemas — obtengan ingresos económicos de- rivados del uso sustentable de sus recursos, haciendo compatible la protección al capital natural y la atención a la marginación socioeconómica de esas comunidades (véase Bray et al. 2005 para ejemplos exitosos de aprove- chamiento forestal comunitario). Retos y perspectivas de la conservación en MÉXICO El capítulo 15 examina la conservación de la biodiversi- dad en los territorios de los pueblos indígenas (ti). Se destaca la riqueza en servicios ambientales y en biodiver- sidad que albergan los ti, así como las prácticas que esos pueblos han desarrollado para conservarla, y los servi- cios ecológicos que incluyen, especialmente la captura de agua de lluvia. Estos territorios albergan una gran parte de los ecosistemas de México, así como de los recursos fitogenéticos del país, por lo que el reconocimiento y va- loración de ello es esencial para conservar el capital na- tural. El análisis de la biodiversidad y los servicios am- bientales en terrenos no protegidos tiene relación con el análisis de los vacíos de conservación en México (capítu- lo 16). Este análisis, sin precedente, detecta nuestras omi- siones más importantes de conservación; por ejemplo: 11 de las 96 ecorregiones terrestres no están representa- das en ninguna ap y 50 de ellas tienen 10% o menos de superficie protegida; las zonas ubicadas entre los 400 y 600 m y los 1 000 a 2 600 m están subrepresentadas en las 1 8 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio ap; los tipos de vegetación con menor protección son las selvas secas, el matorral espinoso y los bosques de pino- encino; los sitios terrestres identificados como irrem- plazables abarcan cerca de 16% del territorio continental y tan solo 15% de esta superficie se encuentra dentro de ap. El análisis determinó 105 áreas prioritarias marinas, quedando menos de 20% de esta superficie incluida den- tro de ap, y la representatividad de la biodiversidad de mares profundos es prácticamente nula. Finalmente, el capítulo 17 aborda el reto de la conser- vación de la biodiversidad en zonas urbanas y periurba- nas, ya que en el año 2030 cerca de 71% de la población mexicana habitará en alguna ciudad. A pesar de su peque- ña extensión territorial, las ciudades gravan el ambiente a escala local y regional, afectando tanto la biodiversidad como los servicios ambientales, ya que requieren fuentes externas de energía, agua y materiales, y los costos am- bientales son absorbidos y pagados por otras regiones, productoras de insumos para las ciudades y receptoras de los desechos urbanos. Como trasfondo a los capítulos de esta tercera parte, el capítulo 18 revisa cómo la sociedad mexicana entiende su relación con los sistemas naturales y los problemas re- lacionados con la conservación de la biodiversidad, así como los esfuerzos educativos realizados para promover la toma de conciencia en torno a los problemas ambien- tales, así como los resultados obtenidos de la participa- ción de la sociedad en la transformación de las relaciones sociedad-naturaleza para lograr la construcción de so- ciedades sustentables. El avance logrado en México en una década es notable, pero relativo. La magnitud del impacto antropogénico, de larga data, pero con tasa explosiva en los dos últimos si- glos, y en particular en las últimas décadas, demanda un grado de avance aún no logrado. No obstante, los avan- ces reportados en este volumen nos dan una idea de las trayectorias de cambio y del estado de nuestro capital na- tural, de las principales acciones de conservación em- prendidas y de las lagunas de conocimiento y de gestión. En el capítulo 19 se sintetizan los hallazgos más destaca- dos, que representan los puntos salientes de nuestra eva- luación y aquellos en que debemos poner atención espe- cial en el futuro. Referencias Bray, D.B., L. Merino-Pérez y D. Barry (eds.). 2005. The com- munity forests of México: Managingfor sustainable land- scapes. University of Texas Press, Austin. Conabio. 1998. La diversidad biológica de México: Estudio de país, 1998. Conabio, México. Directorio Mexicano de la Conservación. 2008. Disponible en < www. eambiental. org/index.php ?option = com_ content&task=view&id=28&Itemid=192>. Ramamoorthy, T. P, R. Bye, A. Lot y J. Fa (eds.). 1993. Biological diversity of México: Origins and distribution. Oxford University Press, Nueva York. Sarukhán, J., y R. Dirzo (comps.). 1992. México ante los retos de la biodiversidad. Conabio, México. Wilson, E.O. 1988. Biodiversity. National Academy of Sciences-Smithsonian Institution, Washington, D.C. índice general Presentación 7 Prefacio 9 Guía de lectura 15 Siglas y acrónimos 33 Primera parte. Tendencias de cambio y estado de la biodiversidad, LOS ECOSISTEMAS Y SUS SERVICIOS capítulo 1 Factores de cambio y estado de la biodiversidad 37 1.1 Introducción 38 1.2 Factores implicados en las tendencias de cambio en la biodiversidad 40 1.2.1 Factores de raíz o últimos 40 Demográficos, en particular la tasa de crecimiento y la densidad poblacional, 42; De gobernabilidad o de política social, 42; Económicos, 43; De adopción tecnológica, 43; Culturales, 43 1.2.2 Factores directos o próximos 45 1.3 Factores de cambio y su importancia relativa 45 1.3.1 Cambios en la cobertura y uso del suelo 45 Recuadro 1.1 Red de interacciones de factores de cambio en México 46 Selva húmeda, 49; Selva seca, 50; Bosque mesófilo de montaña, 51; Bosques templados de coniferas y latifoliadas, 51; Ecosistemas áridos y semiáridos, 52 Recuadro 1.2 Fragmentación del hábitat en la región de Los Tuxtlas 54 Humedales, 56; Ecosistemas dulceacuícolas, 56 Recuadro 1.3 La proliferación de luces nocturnas: un indicador de actividad antrópica en México 59 1.3.2 Extracción 62 1.3.3 Especies invasoras exóticas 63 1.3.4 Contaminantes 64 1.3.5 El cambio climático 65 1.3.6 Costos y transacciones 65 1.3.7 Tendencias bidireccionales 66 Referencias 68 capítulo 2 Estado y transformación de los ecosistemas terrestres por causas humanas 75 2.1 Introducción 76 Recuadro 2.1 Cartas de uso del suelo y vegetación del inegi 78 2.2 Estado actual de los ecosistemas y paisajes terrestres del país 80 2.3 Principales alteraciones y transformaciones que han experimentado los ecosistemas y paisajes terrestres en las últimas décadas 92 [19 1 20 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio CAPÍTULO 3 CAPÍTULO 4 2.4 Procesos responsables de las alteraciones y transformaciones que han experimentado los ecosistemas y paisajes terrestres en las últimas décadas 95 2.4.1 Selvas húmedas 95 2.4.2 Selvas subhúmedas 96 2.4.3 Bosques templados 102 2.4.4 Matorrales xerófilos 106 2.4.5 Pastizales 110 2.4.6 Prospectiva 121 2.5 Conclusiones 124 Referencias 128 Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 131 3.1 Introducción 133 3.1.1 Perturbaciones, procesos ecológicos y biodiversidad 134 3.1.2 Perturbaciones naturales versus antropogénicas 135 Recuadro 3.1 Dinámica de regeneración natural de selvas húmedas 136 Recuadro 3.2 Efectos del fuego sobre la biodiversidad en ecosistemas forestales 137 3.1.3 Los desastres 138 Recuadro 3.3 Las “aguas grandes” en la costa de Chiapas: ¿cada cuándo? 140 Recuadro 3.4 Riesgo de inundaciones por efectos de la deforestación en el estado de Veracruz 141 3.2 Impacto de los desastres naturales 143 3.2.1 Diseño del estudio 143 3.2.2 Impacto de las sequías 144 3.2.3 Impacto de los incendios forestales 149 3.2.4 Impacto de los huracanes 155 3.2.5 Impacto de las inundaciones 158 3.2.6 Sinergias y cambio climático 161 Sinergias entre perturbaciones naturales, 161; Cambio climático, 164 Recuadro 3.5 Efecto del cambio climático en la distribución de la diversidad biológica en México 166 Recuadro 3.6 Cambio climático y biodiversidad: avances y retos en México 168 3.3 Conclusiones y recomendaciones 175 Referencias 1 77 Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 185 4.1 Introducción 187 4.1.1 Contexto 187 4.2 Tipos de servicios ecosistémicos 188 4.3 Oferta temporal y espacial de los servicios ecosistémicos en México 191 4.3.1 Servicios de provisión 191 Alimentos derivados de la agricultura, 191 Recuadro 4.1 Servicios de provisión, regulación y culturales que proporcionan los agroecosistemas de México: el caso del maíz en la cuenca del Lago de Pátzcuaro 1 92 índice general 21 CAPÍTULO 5 Alimentos derivados de la ganadería, 194; Alimentos derivados de la pesca, 195; Alimentos derivados de la acuicultura, 198; Madera, 198; Leña, 201; Recursos diversos, 201 Recuadro 4.2 Recursos diversos de México y sus usos potenciales: el caso de plantas medicinales y el desarrollo de medicamentos 203 Agua (cantidad y calidad, que incluye servicios de provisión, regulación y soporte), 205 Recuadro 4.3 Cambios temporales en la capacidad de regulación de la calidad del agua: el caso de la cuenca alta del Río Lerma 211 4.3.2 Servicios de regulación 213 Regulación asociada a la biodiversidad, 213; Regulación de plagas, de vectores de enfermedades y de la polinización, 213 Recuadro 4.4 La regulación biológica de plagas: el caso de la mosca de la fruta 215 Recuadro 4.5 La regulación de la polinización: un servicio ecosistémico para la agricultura y su relación con el mantenimiento de la biodiversidad 216 Regulación de la erosión del suelo, 21 7 Recuadro 4.6 Indicadores de la capacidad de proporcionar servicios ecosistémicos o de impactos severos a esta capacidad: el caso de la regulación del mantenimiento de la fertilidad del suelo 218 Regulación del clima y de la calidad del aire, 221; Regulación de la respuesta a eventos naturales extremos, 222 4.3.3 Servicios culturales 223 Recuadro 4. 7 Valoración de servicios ecosistémicos: el caso de los manglares 225 4.4 Relaciones complejas entre servicios 227 4.5 El papel de las políticas en la capacidad presente y futura de los ecosistemas para proporcionar servicios ecosistémicos 233 4.6 Hacia el mantenimiento de los ecosistemas y sus servicios 235 4.7 Conclusión 236 Referencias 236 Impacto de los factores antropogénicos de afectación directa a las poblaciones silvestres de flora y fauna 247 5.1 Introducción 248 5.2 Extracción de plantas 249 5.2.1 El potencial de manejo sustentable 249 5.2.2 Extracción ilegal 250 5.3 Flora maderable para propósitos comerciales 251 5.4 Flora no maderable 251 Recuadro 5.1 Extracción de madera en la zona maya de Quintana Roo: un análisis de tres ejidos sugiere un manejo forestal sustentable 252 Recuadro 5.2 Extracción de candelilla en el ejido San Lorenzo, municipio de Cuatrociénegas, Coahuila: un ejemplo de extracción sustentable 255 5.5 Tráfico ilegal de especies silvestres 257 5.5.1 Cicadas 259 5.5.2 Orquídeas 260 5.5.3 Cactos 262 5.6 Extracción de animales: cacería 263 5.7 Pesca 266 22 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio CAPÍTULO 6 5.8 Afectación por contaminación 269 5.9 Sinergias entre factores de impacto directo y factores indirectos 271 5.10 Epílogo 271 Referencias 272 Especies exóticas invasoras: impactos sobre las poblaciones de flora y fauna, los procesos ecológicos y la economía 6.1 Introducción 279 6.2 Especies invasoras en ecosistemas terrestres 280 6.2.1 Resumen histórico 281 De los primeros pobladores a los conquistadores, 281; Situación actual, 281 6.3 Impactos de la flora y la fauna introducidas 283 6.3.1 Impacto biológico y ecológico 283 6.3.2 Flora terrestre exótica en México 285 Invertebrados, 285; Vertebrados, 286 6.3.3 Impacto económico y social 286 6.3.4 Prevención, control y erradicación 287 Prevención, 287; ¿Control o erradicación?, 287 Recuadro 6.1 Resumen de la normatividad sobre especies invasoras 288 Técnicas de control y erradicación de plantas exóticas, 289; Técnicas de control y erradicación de mamíferos exóticos, 289 Recuadro 6.2 La fauna exótica en las islas del noroeste 290 6.4 Especies invasoras en ecosistemas acuáticos 296 6.4.1 El virus del síndrome de la mancha blanca 297 Posibles vías de introducción a México, 297; Impacto económico, biológico y social, 297 6.4.2 Virus del oeste del Nilo 297 Posibles vías de introducción a México, 297; Impacto económico, biológico y social, 298 6.4.3 Helmintos parásitos en peces de agua dulce en México 298 Principales vías de introducción, 298; Impacto ecológico, económico y social, 298 6.4.4 Zooplancton epicontinental exótico en México 298 Principales vías de introducción, 298 6.4.5 Plancton marino 301 Impacto económico, biológico y social, 301 6.4.6 Moluscos continentales 302 Posibles vías de introducción a México e impactos, 302 6.4.7 Crustáceos exóticos 303 Especies invasoras actuales y potenciales, 303 6.4.8 Peces de agua dulce 303 Especies en riesgo, 303; Especies exóticas e invasoras en México, 304; Vías de introducción, 304; Especies ícticas de cultivo actual y potencial, 304; Impacto biológico, ecológico, económico y social, 304 6.4.9 Anfibios y reptiles exóticos 304 Vías de introducción e impactos, 305 6.4.10 Macroalgas exóticas 305 Vías de introducción, 305; Especies invasoras presentes en México, 305 277 índice general 23 CAPÍTULO 7 CAPÍTULO 8 Recuadro 6.3 Estudio de caso: la invasión de los peces diablo 306 6.4.11 Malezas acuáticas exóticas 307 Vías de introducción, 307; Impacto económico y ecológico, 307; Prevención, 308; Control, 308; Erradicación, 308 6.5 Marco legal y políticas públicas en México 308 6.6 Actividades estratégicas 309 6.7 Perspectivas 309 6.8 Necesidades de investigación 312 Referencias 312 La bioseguridad en México y los organismos genéticamente modificados: cómo enfrentar un nuevo desafío 7.1 Introducción: el proceso de domesticación y la biodiversidad 320 7.2 La biotecnología y los organismos genéticamente modificados 326 7.3 Nuevas aplicaciones en cultivos transgénicos y el valor de la conservación de variedades 327 Recuadro 7.1 Potencial y riesgo de los cultivos genéticamente modificados 328 Recuadro 7.2 ¿Pueden las pequeñas comunidades rurales beneficiarse de la biotecnología? 330 Recuadro 7.3 Cultivos biofarmacéuticos y su posible riesgo 331 Recuadro 7.4 Reflexiones en torno a los riesgos en relación con los ogm 334 7.4 La bioseguridad 335 7.4.1 El análisis de riesgo 335 Recuadro 7.5 Bioseguridad y sociedad 336 7.4.2 Relación entre los ogm y la biodiversidad 337 7.4.3 Regulación y política 338 7.4.4 La participación pública y la bioseguridad 339 7.5 La bioseguridad en México 339 7.6 Los grandes retos de la bioseguridad 347 7.6.1 Nuevas aplicaciones 347 7.6.2 Instrumentación de la lbogm 347 7.6.3 Lortalecimiento de capacidades 348 Referencias 350 Diversidad y conservación de recursos genéticos en plantas cultivadas 8.1 Introducción 356 8.2 Maíz 357 8.3 Frijol 359 Recuadro 8.1 La diversidad del maíz y el posible impacto de la introducción de transgenes en México 360 8.4 Aguacate 365 8.5 Nopal 368 8.6 Agave 371 8.7 Conclusiones 373 Referencias 376 319 355 24 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Segunda parte. Conservación de la biodiversidad en México capítulo 9 Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México 385 9.1 La función social de las áreas naturales protegidas 387 9.1.1 Población en las áreas naturales protegidas 387 Recuadro 9.1 Proyecto Dominó: estrategias de manejo social del tiburón ballena en el Área de Protección de Flora y Fauna Yum Balam, Yucatán 389 9.1.2 Régimen de propiedad territorial y áreas naturales protegidas 390 9.2 Las áreas naturales protegidas de México 391 Recuadro 9.2 Atención a grupos irregulares en la Selva Lacandona 392 Recuadro 9.3 Efectividad de las áreas naturales protegidas de México 394 9.2.1 El Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas 398 9.2.2 Las áreas naturales protegidas de México en el contexto internacional 399 9.2.3 Áreas naturales protegidas federales 401 Contexto de políticas públicas, 401; Marco institucional, 403; Marco legal, 404; Instrumentos de planeación, 404; Participación pública, 406; Recursos humanos, 407 Recuadro 9.4 Conservación de pastizales en el Área de Protección de Flora y Fauna Maderas del Carmen, Coahuila 408 Recursos financieros, 409 Recuadro 9.5 ¿Funcionan las reservas de la biosfera? La experiencia del Fondo para Áreas Naturales Protegidas 411 Recuadro 9.6 La fábrica de agua: el Parque Nacional Izta-Popo 413 9.2.4 Áreas naturales protegidas de las entidades federativas 415 Contexto de políticas públicas, 415; Marco institucional, 416; Marco legal, 416; Instrumentos de planeación, 417 9.2.5 Áreas naturales protegidas municipales 417 Contexto de políticas públicas y marco institucional, 417; Marco legal, 419; Instrumentos de planeación, 419; Participación pública, 419; Recursos humanos y financieros, 419 9.2.6 Áreas naturales protegidas privadas y sociales 420 Contexto de políticas públicas, 420; Marco institucional, 421; Otros esquemas, 421; Marco legal, 421 Recuadro 9.7 Conservación privada y comunitaria de la naturaleza en México: antecedentes históricos 422 Instrumentos de planeación, 423 Recuadro 9.8 El modelo comunitario de conservación en Oaxaca 424 Recursos financieros, 425 9.2.7 Integración en el paisaje de las áreas naturales protegidas en México 425 Referencias 428 capítulo 10 Regiones prioritarias y planeación para la conservación de la biodiversidad 433 10.1 Instrumentos de planeación para la conservación ecológica 435 10.1.1 Regiones prioritarias 436 Regiones terrestres prioritarias, 436; Regiones marinas prioritarias, 43 7; Regiones hidrológicas prioritarias, 439; Áreas de Importancia para la Conservación de las Aves (aica), 439 10.1.2 Otros esfuerzos desarrollados en el ámbito federal 441 índice general 25 10.2 Representatividad de las diversas regionalizaciones de los ecosistemas del país y áreas naturales protegidas 441 10.2.1 Biomas y tipos de vegetación 441 10.2.2 Áreas naturales protegidas 442 10.2.3 Vacíos y omisiones en las áreas naturales protegidas 444 10.3 Compatibilidad de las regiones prioritarias con otros ejercicios de planeación y estrategias de conservación 444 Recuadro 10.1 Estrategias de planeación y actividades del World Wildlife Fund para la conservación en México 445 10.3.1 Humedales Ramsar 446 10.3.2 Humedales prioritarios de dumac 446 10.3.3 Proyectos de regionalización y conservación transfronterizos 447 Recuadro 10.2 Áreas marinas prioritarias para la conservación: Baja California al Mar de Bering 448 10.4 Influencia de los instrumentos de planeación para la conservación de la biodiversidad en la toma de decisiones 449 Recuadro 10.3 Planeación y gestión ambiental municipal en las regiones prioritarias de México 450 10.4.1 Orientación y optimización de los proyectos de estudio, recolecta e investigación en las regiones prioritarias 450 Recuadro 10.4 Importancia de la regionalización en las convocatorias del Fondo Sectorial de Investigación Ambiental 451 Fondos públicos para investigación, 453; Fondos Sectoriales Semarnat-Conacyt, 453; Fondos privados, 453 Recuadro 10.5 La importancia de las regiones prioritarias para el Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza, A.C. 453 10.5 Perspectivas 454 Referencias 455 capítulo 11 Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas 11.1 Introducción 462 11.2 Tortugas marinas 462 11.2.1 El reto de un ciclo de vida complejo 462 11.2.2 Iniciativas de conservación en ámbitos nacionales e internacionales 463 11.2.3 Estado de conservación de las especies en México 465 Tortuga golfina, 465; Tortuga lora, 466; Tortuga caguama, 468; Tortuga verde o blanca (Atlántico) y prieta (Pacífico), 470; Tortuga carey, 472; Tortuga laúd, 474 11.2.4 Prioridades para el estudio y conservación de las tortugas marinas 475 11.3 Aves acuáticas migratorias 475 11.3.1 Prioridades para el estudio y conservación de las aves migratorias 478 11.3.2 Iniciativas nacionales e internacionales para conservar las aves migratorias 478 11.4 Aves rapaces migratorias 479 11.4.1 Ecología de la migración 479 11.4.2 Factores que limitan a las poblaciones de rapaces durante la migración y la época no reproductiva 481 11.4.3 Proyectos de conservación en México 481 11.4.4 Temas de investigación prioritarios para la conservación 482 459 26 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio 11.5 Colibríes 482 11.5.1 Introducción 482 11.5.2 Valor y usos 482 11.5.3 Riqueza de especies y distribución geográfica 483 11.5.4 Migración 483 11.5.5 Endemismo 483 11.5.6 Requerimientos de hábitat 484 11.5.7 Estado de conservación y tendencias poblacionales 484 11.5.8 Amenazas a la población 485 11.6 Otras aves y sus generalidades 485 11.6.1 Migración 485 11.6.2 Aves terrestres 485 Recuadro 11.1 Iniciativa Trinacional Guacamayas Sin Fronteras: estrategia regional y plan de acción 2001-2005 para la conservación de la guacamaya roja (. Ara macao cyanoptera) en la selva maya de Belice, Guatemala y México 488 11.7 Murciélagos 490 11.8 Mamíferos marinos 495 11.8.1 Estado de conservación 495 11.8.2 Amenazas a la conservación 496 11.8.3 Protección formal de los mamíferos marinos en México 496 11.8.4 Ballena azul 497 Distribución, 497; Migración, 497; Tamaño de la población, 498; Categorías de riesgo, 498 11.8.5 Ballena gris 498 Distribución, 498; Migración, 499; Tamaño de la población, 499; Categorías de riesgo, 499 11.8.6 Ballena jorobada 499 Distribución, 499; Migración y estructura de las poblaciones del Pacífico norte, 500; Tamaño de la población, 500; Categorías de riesgo, 500 11.8.7 Ballena franca del Pacífico norte 500 Distribución, 500; Tamaño de la población, 501; Categorías de riesgo, 501 11.8.8 Cachalote 501 Distribución, 501; Movimientos, 501; Tamaño de la población, 501; Categorías de riesgo, 502 11.8.9 Orea 502 Distribución, 502; Movimientos, 502; Localidades registradas, 502; Categorías de riesgo, 502 11.9 Conclusiones 502 Referencias 504 Apéndice 11.1 Lista de las especies consideradas migratorias por la Neotropical Migratory Bird Conservation Act (j^) capítulo 12 Conservación de especies ex situ 12.1 Introducción 519 Recuadro 12.1 Métodos ex situ de conservación de plantas 520 Recuadro 12.2 Recomendaciones generales para el desarrollo del proceso ex situ de plantas 522 12.2 Conservación ex situ de especies vegetales 523 517 índice general 27 12.2.1 Jardines botánicos 523 Jardines botánicos en el país, 524; Las especies de plantas de los jardines botánicos, 524; Las colecciones nacionales en los jardines botánicos, 526; Consideraciones y recomendaciones, 526 12.2.2 Recursos genéticos forestales y bancos de germoplasma 527 Recuadro 12.3 Metas de la Estrategia Global para la Conservación Vegetal 2003 527 12.2.3 Laboratorios de cultivo de tejidos vegetales 529 12.3 Conservación ex situ de especies animales 529 Recuadro 12.4 Cultivo de tejidos vegetales 530 12.3.1 Zoológicos, criaderos y acuarios 531 La Asociación de Zoológicos, Criaderos y Acuarios de la República Mexicana (azcarm), 531; Apoyo a los programas de conservación de las especies silvestres prioritarias, 532; Investigación, 532; Proyectos de conservación de las colecciones pertenecientes a la azcarm, 532; La infraestructura de los zoológicos, 534; Plan estratégico de colección y registros, 534; Participación en talleres de conservación, análisis y manejo planificado de especies silvestres, 535; Red de Monitoreo del Uso de Animales Silvestres Vivos (Remus), 535; Estrategias de Colaboración para la Recuperación de Especies de la azcarm, 535; Colecciones vivas en la conservación ex situ de peces dulceacuícolas, 535 Recuadro 12.5 Cultivo de Chirostoma estor estor, un pez de importancia tradicional y económica en riesgo 537 12.4 Conservación ex situ de otros organismos 538 12.5 Las colecciones ex situ como herramientas de educación 539 12.6 Consideraciones finales: hacia un inventario nacional 540 12.7 Conclusiones 541 Referencias 542 Apéndice 12.1 Jardines botánicos de México capítulo 13 Planificación y desarrollo de estrategias para la conservación de la biodiversidad 13.1 Introducción y marco conceptual 547 13.2 Estrategias de conservación en México 548 13.2.1 La Estrategia Nacional sobre Biodiversidad 548 13.2.2 Las estrategias estatales de conservación 548 13.2.3 Estrategias regionales, ecosistémicas y para la conservación de especies de interés 550 Estrategias de enfoque geográfico o regional, 550 Recuadro 13.1 Síntesis de los ejercicios de planeación estratégica desarrollados para la conservación y el desarrollo sustentable de la región del Golfo de California 552 Estrategias con enfoque temático, 553 Recuadro 13.2 Hacia una estrategia para la conservación de pastizales del Desierto Chihuahuense 554 Estrategias con enfoque en ecosistemas, 554; Estrategias dirigidas a la conservación de la vida silvestre y sus hábitats, 555; Otras estrategias vinculadas a la conservación, 556 13.2.4 Patrones generales de las estrategias de conservación en México 557 13.3 Perspectivas de conservación 558 13.3.1 Procesos ecológicos y conectividad entre áreas de conservación 558 13.3.2 Diseño e implementación de estrategias de nivel nacional, regional y estatal para la conservación y el uso sustentable del agua 561 545 28 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio 13.3.3 Planeación estratégica en el contexto del cambio climático global 563 13.3.4 Hacia una estrategia para la prevención, el control y la erradicación de especies invasoras de alto impacto a la biodiversidad 566 13.4 Conclusiones 567 Referencias 568 Apéndice 13.1 Principales actividades generales de una estrategia de conservación (^) Apéndice 13.2 Ejercicios de planificación estratégica para la conservación que incluyen a México y que fueron analizados para este trabajo (^) capítulo 14 Zonas críticas y de alto riesgo para la conservación de la biodiversidad de México 14.1 Introducción 576 14.2 Antecedentes 577 14.3 Métodos 579 14.3.1 Sitios cero extinciones 579 14.3.2 Áreas naturales protegidas 581 14.4 Sitios cero extinciones 583 14.4.1 Mamíferos 583 14.4.2 Aves 583 14.4.3 Reptiles 585 14.4.4 Anfibios 588 14.4.5 Peces dulceacuícolas 588 14.5 Áreas naturales protegidas 591 14.5.1 Representatividad de mamíferos 592 14.5.2 Representatividad de aves 593 14.5.3 Representatividad de reptiles 594 14.5.4 Representatividad de anfibios 594 14.6 Conclusiones y recomendaciones 597 Referencias 598 Apéndice 14.1 Sitios cero extinciones en México, de acuerdo con la Alianza Cero Extinciones (^) Apéndice 14.2 Mamíferos de la Estrategia Cero Extinciones (^) Apéndice 14.3 Sitios cero extinciones de aves (j^) Apéndice 14.4 Sitios cero extinciones de reptiles (jy) Apéndice 14.5 Sitios cero extinciones de anfibios (^) Apéndice 14.6 Sitios cero extinciones de peces (j^) 575 Tercera parte. Retos y perspectivas de conservación en México capítulo 15 El reto de la conservación de la biodiversidad en los territorios de los pueblos indígenas 603 15.1 Introducción 604 15.2 Los territorios actuales de los pueblos indígenas 606 15.3 El agua, la diversidad silvestre y la agrobio diversidad en los territorios de los pueblos indígenas 610 15.3.1 Captura del agua, las cuencas y los pueblos indígenas 610 15.3.2 La cubierta vegetal y el uso del suelo en los territorios de los pueblos indígenas 610 índice general 29 15.3.3 La riqueza biológica en los territorios de los pueblos indígenas 615 Los territorios de los pueblos indígenas y las áreas naturales protegidas federales y estatales, 615; Las regiones terrestres prioritarias en diversidad biológica y los territorios de los pueblos indígenas, 620 15.3.4 Los recursos fitogenéticos domesticados y semidomesticados en los territorios de los pueblos indígenas 622 15.4 Las regiones bioculturales prioritarias: una base para la conservación de la biodiversidad y el desarrollo sustentable 632 15.4.1 Construir las regiones bioculturales de conservación y desarrollo 634 La forestería comunitaria sustentable, 640; Producción de café de sombra, 641; Manejo de cuencas, subcuencas y microcuencas como acción colectiva de comunidades indígenas, 642 15.4.2 La defensa de la agrobiodiversidad de los pueblos indígenas en las regiones bioculturales prioritarias 642 15.4.3 Organización comunitaria y manejo sustentable de los recursos naturales 643 Referencias 645 capítulo 16 Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 651 16.1 Introducción 653 16.2 Análisis de ambientes terrestres 656 16.2.1 Antecedentes 656 Estudios a escala global y continental, 656 Recuadro 16.1 Encuesta nacional sobre prioridades de conservación 658 Estudios a escala nacional, 662 16.2.2 Bases de datos geográficas y de biodiversidad 664 16.2.3 Análisis ecorregional 665 Métodos, 665; Ecorregiones prioritarias para la conservación, 665; Vacíos y omisiones de conservación en las ecorregiones, 674 16.2.4 Análisis de optimización con base en la selección de objetos de conservación y amenazas a la biodiversidad terrestre 678 Métodos, 678; Sitios de importancia para la conservación, 684; Vacíos y omisiones en conservación de los sitios prioritarios para la conservación, 688 16.3 Análisis de ambientes marinos 690 16.3.1 Antecedentes 690 16.3.2 Métodos 692 Recuadro 16.2 Análisis preliminar de la conservación de la biodiversidad insular 694 16.3.3 Identificación de sitios marinos de importancia para la conservación 699 16.3.4 Análisis de vacíos y omisiones para la conservación de la biodiversidad marina 702 16.4 Conclusiones 707 Recuadro 16.3 Planeación del metanálisis y perspectivas para la conservación en México (j^) Referencias 711 Apéndice 16.1 Participantes en los análisis de omisiones de áreas importantes para la conservación de la biodiversidad (j|) Apéndice 16.2 Bases de datos geográficas y de biodiversidad consultadas (j^) 30 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.3 Variables usadas para la elaboración de los índices de importancia biológica (iib), de riesgo (iri) y de respuesta (iré) (^) Apéndice 16.4 Lista de los elementos de la biodiversidad incorporados en la detección de sitios prioritarios. Se muestran los criterios de evaluación como filtros finos y las metas de conservación utilizadas en el análisis con el programa Marxan (^) Apéndice 16.5 Lista de elementos focales utilizados en la identificación de sitios de mayor importancia para la conservación de la biodiversidad costera y oceánica de México (j^) capítulo 17 El reto de la conservación de la biodiversidad en zonas urbanas y periurbanas 719 17.1 El crecimiento de las zonas urbanas 720 17.2 Consecuencias ambientales de la urbanización 722 17.3 La urbanización en México 723 17.3.1 Recursos hídricos 727 Recuadro 17.1 Las ciudades costeras 728 Recuadro 17.2 La Cuenca del Río Tijuana: un enfoque binacional para la conservación 732 17.3.2 Residuos sólidos 737 17.4 Un caso paradigmático: la Cuenca de México y su gran ciudad 738 Recuadro 17.3 El zacatuche como la punta del iceberg del proceso de pérdida de la biodiversidad 741 17.5 La población de la Cuenca de México 743 17.5.1 La transformación ambiental 745 Recuadro 1 7.4 Dificultades para la conservación de la biodiversidad en las zonas urbanas: el caso del Parque Ecológico de la Ciudad de México 747 17.6 Conclusión 752 Referencias 753 capítulo 18 Conservación y sociedad 761 18.1 Introducción 763 18.2 Percepciones sociales sobre la naturaleza y la conservación 764 Recuadro 18.1 Aportaciones de las ciencias sociales a la conservación de la biodiversidad y los ecosistemas 765 Recuadro 18.2 La naturaleza como construcción social 766 18.2.1 Percepciones sobre la naturaleza y su conservación en el medio rural 767 Recuadro 18.3 Agua y cultura en Mesoamérica 767 Recuadro 18.4 Visión, conocimiento y uso de la biodiversidad entre los mayas de Yucatán 770 18.2.2 La percepción urbana sobre la relación sociedad-naturaleza y la conservación 773 18.3 La toma de conciencia sobre la problemática ambiental y la importancia de la conservación 774 Recuadro 18.5 Percepciones de mujeres del medio urbano en torno al ambiente 775 18.3.1 La educación ambiental no formal en el ámbito urbano 776 18.3.2 La educación ambiental en el medio rural 777 Recuadro 18.6 Ecoturismo y educación ambiental en la comunidad indígena de Nuevo San Juan Parangaricutiro, Michoacán 777 índice general 31 Recuadro 18.7 Educación ambiental y conservación de murciélagos en México 779 18.3.3 El papel de los medios de comunicación masiva 780 18.3.4 Esfuerzos de la sociedad civil organizada 781 Recuadro 18.8 Programas sobre medio ambiente en el Canal 11 de TV 782 Recuadro 18.9 Experiencia del programa de manejo de desechos limpios y separados en El Grullo y Autlán, Jalisco 783 18.3.5 Esfuerzos del sector público 785 18.4 La participación social en los esfuerzos de conservación 785 Recuadro 18.10 Educación ambiental en el Consejo Nacional de Fomento Educativo 786 Recuadro 18.11 Manejar el agua no significa controlarla: mujeres y agua en comunidades indígenas de Chiapas 787 Recuadro 18.12 Más allá del comanejo en el uso sostenible de los recursos biológicos 788 18.4.1 El papel de las instituciones locales del medio rural en la conservación ecológica 789 Recuadro 18.13 La participación social en el Programa de Ordenamiento Ecológico Territorial de la Costa de Jalisco 792 18.4.2 La participación social en la protección ambiental en el medio urbano 793 Recuadro 18.14 Participación social y gestión de la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán 794 18.5 Construcción de una responsabilidad social en torno a la conservación: conclusiones, criterios y recomendaciones 796 Referencias 797 Cuarta parte. Lecciones aprendidas capítulo 19 Estado de conservación del capital natural de México: retos y perspectivas 19.1 Avances, limitaciones y conclusiones 805 19.2 Necesidades inmediatas de cara al futuro 808 Referencias 809 Autores 811 Revisores 818 Mapa general de México 821 805 Siglas y acrónimos ACE Alianza Cero Extinciones ADVC Áreas destinadas voluntariamente a la conservación AIC A Área de importancia para la conservación de las aves ANP Áreas naturales protegidas APC Áreas prioritarias de conservación APFF Área de protección de flora y fauna APRN Área de protección de recursos naturales AZCARM Asociación de Zoológicos, Criaderos y Acuarios de la República Mexicana CBMM Corredor Biológico Mesoamericano, componente México CCA Comisión para la Cooperación Ambiental de América del Norte CDB Convenio sobre la Diversidad Biológica Cecadesu Centro de Educación y Capacitación para el Desarrollo Sustentable Cenapred Centro Nacional de Prevención de Desastres CEPAL Comisión Económica para América Latina y el Caribe CI Conservation International Cibiogem Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados CIC Y Centro de Investigación Científica de Yucatán, A.C CIMMYT Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo Cinvestav Centro de Investigación y de Estudios Avanzados, ipn Cipamex Sección Mexicana del Consejo Internacional para la Preservación de las Aves Cites Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Flora y Fauna Silvestres CNA Comisión Nacional del Agua, Semarnat Cobi Comunidad y Biodiversidad, S.C. Coinbio Conservación de la Biodiversidad por Comunidades Indígenas Conafor Comisión Nacional Forestal Conanp Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas Conapesca Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca Conapo Consejo Nacional de Población Cop 7 Séptima Conferencia de las Partes, cdb Coplades Comités para la Planeación del Desarrollo DGAERN Dirección General de Aprovechamiento (o dgrn) Ecológico de los Recursos Naturales DGIVS Dirección General de Inspección de Vida Silvestre DGVS Dirección General de Vida Silvestre DUMAC Ducks Unlimited de México, A.C. EBA Endemic Bird Areas FANP Fondo para Áreas Naturales Protegidas FMCN Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza, A.C. Fonatur Fondo Nacional de Fomento al Turismo FSC Forest Stewardship Council GEA Grupo de Estudios Ambientales GEF Global Environmental Facility INE Instituto Nacional de Ecología, Semarnat INEGI Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática INIFAP Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias INP Instituto Nacional de Pesca IPCC Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático IPN Instituto Politécnico Nacional LBOGM Ley de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados LGEEPA Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente MA Millennium Ecosystem Assessment MAB Programa del Hombre y la Biosfera, onu MSC Marine Stewardship Council NOAA National Oceanic and Atmospheric Administration OCT Ordenamientos comunitarios del territorio OEM Ordenamiento ecológico marino OET Ordenamiento ecológico del territorio 34 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio OMS Organización Mundial de la Salud Sectur Secretaría de Turismo OTC Ordenamientos territoriales comunitarios Sedesol Secretaría de Desarrollo Social OVM Organismos vivos modificados Sedue Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología PACE Programas de Acción para la Conservación Seduvi Secretaría de Desarrollo Urbano de Especies y Vivienda, Distrito Federal PMF Programas de manejo forestal Semarnap Secretaría de Medio Ambiente, Recursos PN Parque nacional Naturales y Pesca (1994-2000) PREP Proyectos de Recuperación y Semarnat Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Conservación de Especies Prioritarias Naturales (2000-) Procer Programa de Conservación de Especies Senasica Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad en Riesgo y Calidad Agroalimentaria Procodes Programa de Conservación y Desarrollo SEP Secretaría de Educación Pública Sustentable Sepesca Secretaría de Pesca Procymaf Proyecto para la Conservación y Manejo SHCP Secretaría de Hacienda y Crédito Público Sustentable de Recursos Forestales Sinap Sistema Nacional de Áreas Naturales Prodefor Programa de Desarrollo Forestal Protegidas Proders Programa de Desarrollo Regional SNIB Sistema Nacional de Información sobre Sustentable, Conanp Biodiversidad Profepa Procuraduría Federal de Protección SUMA Sistema de Unidades de Manejo al Ambiente para la Conservación de la Vida Silvestre Pronafor Programa Nacional Forestal TLC Tratado de Fibre Comercio de América Pronare Programa Nacional de Reforestación del Norte PSA Programas de Pagos por Servicios TNC The Nature Conservancy Ambientales UACh Universidad Autónoma Chapingo PSAH Programas de Pagos de Servicios UANL Universidad Autónoma de Nuevo Feón Ambientales Hidrológicos UASLP Universidad Autónoma de San Fuis Potosí Ramsar Convención de Ramsar sobre UICN Unión Internacional para la Conservación los Humedales de la Naturaleza (también Unión Mundial RB Reserva de la biosfera para la Naturaleza) RBP Región biocultural prioritaria UNAM Universidad Nacional Autónoma Remib Red Mundial de Información sobre de México Biodiversidad UNESCO Organización de las Naciones Unidas Remus Red de Monitoreo del Uso de Animales para la Educación, la Ciencia y la Cultura Silvestres Vivos en Fatinoamérica USAID Agencia de Estados Unidos RHP Regiones hidrológicas prioritarias para el Desarrollo Internacional RMP Regiones marinas prioritarias WWF World Wildlife Fund RTP Regiones terrestres prioritarias ZEE Zona económica exclusiva SARH Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos Primera parte Tendencias de cambio y estado de la bíodíversídad, los ecosistemas y sus servicios 1 Factores de cambio y estado de la biodiversidad autores responsables: Antony Challenger • Rodolfo Dirzo autores de recuadros: 1.1, Rodolfo Dirzojuan Carlos López Acosta • 1.2, Eduardo Mendoza, Rodolfo Dirzo • 1.3, Juan Carlos López Acosta, Andrés Lira-Noriega, Isabel Cruz, Rodolfo Dirzo revisores: Arturo Flores Martínez • Mario González Espinosa Contenido 1.1 Introducción / 38 1.2 Factores implicados en las tendencias de cambio en la biodiversidad / 40 1.2.1 Factores de raíz o últimos / 40 • Demográficos, en particular la tasa de crecimiento y la densidad poblacional / 42 • De gobernabilidad o de política social / 42 • Económicos / 43 • De adopción tecnológica / 43 • Culturales 1 42 1.2.2 Factores directos o próximos / 45 1.3 Factores de cambio y su importancia relativa/ 45 1 .3.1 Cambios en la cobertura y uso del suelo / 45 • Selva húmeda 1 43 • Selva seca 150 • Bosque mesófilo de montaña / 51 • Bosques templados de coniferas y latif oliadas / 51 • Ecosistemas áridos y semiáridos / 52 • Humedales / 56 • Ecosistemas dulceacuícolas / 56 1.3.2 Extracción / 62 1 .3.3 Especies i nvasoras exóticas / 63 1.3.4 Contaminantes / 64 1.3.5 El cambio climático/ 65 1 .3.6 Costos y transacciones / 65 1 .3.7 Tendencias bidireccionales / 66 Referencias / 68 Recuadros Recuadro 1.1. Red de interacciones de factores de cambio en México 146 Recuadro 1.2. Fragmentación del hábitat en la región de Los Tuxtlas / 54 Recuadro 1.3. La proliferación de luces nocturnas: un indicador de actividad antrópica en México 1 59 • Challenger, A., R. Dirzo et al. 2009. Factores de cambio y estado de la biodiversidad, en Capital natural de México, vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio. Conabio, México, pp. 37-73. [ 37] 38 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Resumen El estado actual de la biodiversidad y los ecosistemas del país manifiesta un profundo impacto antropogénico, acumulado a lo largo de milenios, pero con un pulso mayor durante los siglos xix y xx, y particularmente agudo a partir de 1950. El estado y las tendencias de cambio de la biodiversidad están anclados en factores sociales, económicos y políticos, los llamados factores de raíz, que conducen a los factores próximos o directos. Estos incluyen cambios en la cobertura y el uso del suelo, la sobreexplotación de organismos, la introducción de especies invasoras exóticas, el cambio climático antropogénico y la adición de productos contaminantes. La evidencia sugiere que el factor de mayor impacto actual es el uso de la tierra. Hacia 1976 la cobertura original total del país se había reducido en 38%, y hacia 1993 solo cubría 54% de su superficie original. La superficie arbolada del país representaba en 2002, como máximo, 38% de su cobertura original; la vegetación asociada a las selvas tropicales es la que ha recibido el mayor impacto. Mucha de la vegetación remanente está fragmentada, y en diferentes estados de conservación, en los que predomina la vegetación secundaria. La información correspondiente a los humedales y ambientes acuáticos es limitada y esporádica, pero la que existe es contundente. Por ejemplo, en los cuerpos de agua dulce de Sonora y la Comarca Lagunera al menos 92 manantiales y 2 500 km de ríos se han secado, las aguas superficiales han disminuido y los mantos freáticos se encuentran a mayor profundidad, con 120 de las aproximadamente 200 especies de peces de agua dulce de esa región consideradas como amenazadas y 15 extintas. Los otros factores directos de cambio ocasionan un impacto que varía con el tipo de ecosistema. De cara al futuro, es previsible que el cambio climático afecte en particular los ecosistemas ubicados en sitios de mayor elevación y aquellos ubicados a mayores latitudes. En contraste, con los impactos antropogénicos negativos sobre los ecosistemas, se observan tendencias en el sentido opuesto, que incluyen nuevos y mejores programas de reforestación, de conservación y restauración de suelos, de plantaciones forestales con especies nativas y de fomento de sistemas agroforestales en zonas abiertas al cultivo, así como programas enfocados al uso más sustentable de los ecosistemas forestales como la conservación y el aprovechamiento de la vida silvestre, el establecimiento de áreas naturales protegidas, las Unidades de Manejo Sustentable, el ecoturismo y programas de pago por servicios ambientales. No obstante, es evidente que el impacto antropogénico sobre los ecosistemas y sus servicios ambientales ha sido considerable, y que las tendencias predominantes apuntan a una continuación de dicho impacto en el futuro. El fomento de los actuales esfuerzos que tienden a detener o aminorar las tendencias de cambio negativo y a promover usos que aporten recursos financieros a los pobladores locales ayudaría a hacer más compatible la conservación de la biodiversidad con el uso de la misma, y así capturar la esencia de capital natural que representan nuestros ecosistemas. 1.1 INTRODUCCIÓN La biodiversidad presente en una región o país es el resul- tado de procesos ecológicos y evolutivos que la han veni- do moldeando a lo largo de millones de años (Dirzo y Raven 2003). Además del efecto de estos factores históri- cos, la biodiversidad es dinámica de cara al futuro, debido al impacto de los factores ambientales que actualmente inciden sobre la misma. Podemos decir que, en términos de la dinámica temporal, en la biodiversidad el cambio es la norma. El cambio se presenta naturalmente en un ámbito es- pacio-temporal muy amplio, que puede ir desde la varia- ción estacional y en la escala de unos cuantos metros, hasta la que ocurre durante millones de años en una es- cala espacial continental. El primer caso se podría ejem- plificar con la dinámica de cambios en la diversidad y composición florística debidos a la caída de árboles del dosel por el viento en las épocas de “nortes” en una selva tropical del sureste del país (Martínez-Ramos 1994). El segundo caso podría ejemplificarse con el movimiento de las masas continentales que han llevado a la configu- ración continental contemporánea en la que se inserta México, y que es responsable en parte de la combinación de especies de plantas y animales de variadas afinidades biogeográficas que se observan en diferentes ecosistemas del país (Ramírez y Cevallos-Ferriz 2000). Estos cambios, provocados por causas naturales, han sido determinan- tes del estado contemporáneo de la biodiversidad de México. Sin embargo, en el país y en muchas partes de la Tierra, a partir de los últimos milenios pero sobre todo durante los siglos xix y xx — y de manera aguda a partir de 1950 — , la presencia humana se ha convertido en un factor de cambio de la biodiversidad y los ecosistemas. De hecho, el Premio Nobel de Química Paul Crutzen (Crutzen 2002) 1 • Factores de cambio y estado de la biodiversidad 39 sugiere que el planeta se encuentra en una era geológica especial, caracterizada por la omnipresencia de la huella humana en los ecosistemas, y que debería llamarse “el Antropoceno”. El cambio antropogénico, si bien tiene al- gunas semejanzas con el cambio natural, tiene diferen- cias importantes. Lo que más distingue este cambio, en la actualidad, no es solamente la magnitud sino la tasa a la que ocurre. Sin duda el planeta ha experimentado an- tes cambios en la concentración de carbono atmosférico, pero al menos en los últimos 10 000 años no a la tasa de acumulación que hoy estamos observando (Solomon etal. 2007). Otra diferencia (cualitativa) importante es el hecho de que el cambio antropogénico se da en interacción, por demás compleja, con el cambio de origen natural. Las tendencias de cambio actual y futuro, por lo tanto, deben verse como un factor de dinamismo yuxtapuesto, siner- gias entre el cambio natural y el antropogénico, así como el resultado de efectos directos e indirectos (Lig. 1.1). Por ejemplo, la incidencia e intensidad de huracanes en el sureste del país seguramente interactúa con la defores- tación antropogénica de la vegetación de manglares y la destrucción de los arrecifes coralinos, lo que lleva a cam- bios en la magnitud y frecuencia de inundaciones de la región, en la probabilidad de ocurrencia de incendios, en la estructura y diversidad de la vegetación, así como afec- ta la seguridad de la población de los asentamientos hu- manos costeros (unep-wcmc 2006). Es en este contexto de dinámica de cambios y sinergias que conviene anali- zar las tendencias de cambio de la biodiversidad de Méxi- co que se describen en este capítulo. Desde los comienzos del comercio internacional con la expansión de los grandes imperios de los siglos xvi al xix, la interacción humana con el medio natural ha lle- vado a la extracción y transformación de los recursos naturales y al cambio del uso del suelo, lo que conduce a la deforestación y fragmentación de vastas superficies de ecosistemas para usos agropecuarios, industriales y ur- banos (Masera et al. 1997; Challenger 1998), con el pro- pósito de obtener riqueza material y atender las deman- das de una población humana en crecimiento, y más recientemente mediante una economía esencialmente de mercado y cada vez más globalizada (wced 1987). Además del uso de la tierra y la extracción de recursos, el impacto humano reciente se distingue por el uso de combustibles para el desarrollo industrial moderno. La energía solar capturada por los organismos fotosinté- ticos, y transformada e incorporada a los tejidos de los seres vivos, representa una especie de “paleoservicio” ecosistémico que ha sido la fuente principal de energía utilizada para las transformaciones de los recursos natu- Figura 1.1 Relación entre los factores determinantes de cambios en la biodiversidad y funciones ecosistémicas: efectos directos e indirectos, sinergias y retroalimentaciones. En este diagrama, uno de los dos factores ¡lustrados podría ser de origen natural y el otro antropogénico (véase el texto para más detalles). 40 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio rales en bienes y servicios, así como para la generación de electricidad, la modificación y control de la temperatura en nuestros espacios de trabajo y habitación, así como para producir combustible para la mayoría de las formas de transporte durante los últimos 150 años, ya sea en for- ma de leña, carbón, carbón mineral, petróleo o gas natu- ral. La quema, durante los últimos 200 años, de estos últimos tres “combustibles fósiles” ha sido responsable de las emisiones de bióxido de carbono y otros gases de efec- to invernadero (así como otros contaminantes) a la atmós- fera. A estas emisiones por el uso de combustibles se unen las generadas por los cambios en el uso de la tierra, aunque la contribución relativa de la primera fuente es unas 4.5 veces mayor que la de la segunda (Solomon et al. 2007). Colectivamente, las emisiones derivadas de ambas fuentes constituyen la causa principal del cambio climá- tico global en curso, cuyas consecuencias pueden ser ex- tremadamente severas para el planeta y para nuestra es- pecie (véanse detalles en Solomon etal. 2007). En el análisis de las tendencias de cambio en la biodiver- sidad por lo general se consideran dos indicadores prin- cipales: la cobertura de la vegetación y la extinción bioló- gica, especialmente en términos de la pérdida de especies (Wilson y Peter 1988; Leaky y Lewin 1996; Conabio 1998; Myers et al. 2000; Myers y Knoll 2001; Kareiva y Marvier 2003). No obstante, existen otros indicadores, en función de las diferentes facetas de la biodiversidad y de los diferentes tipos de ecosistemas (Dirzo y Raven 2003), incluyendo la degradación y fragmentación del hábitat (Halffter y Moreno 2005; Mendoza et al. 2005; Pineda y Halffter 2005), la alteración de la composición de especies y los procesos ecológicos, así como la desvia- ción de la vegetación clímax a una condición transicio- nal, debido a intervenciones antropogénicas como el uso del fuego en la roza, tumba y quema, o aun debido a la supresión de incendios forestales naturales (Peña-Ramí- rez y Bonfil 2003; Martínez et al. 2006; Robbins 2006), y el empobrecimiento genético y poblacional de las especies (Álvarez-Buylla y García-Barrios 1991; Estrada y Coates- Estrada 1996). Estos indicadores son importantes en par- ticular en regiones como México, debido a su multiplici- dad de ecosistemas y de facetas en que se manifiesta la biodiversidad. Sin embargo, la información necesaria para analizar las tendencias de cambio con base en los diferen- tes indicadores es limitada, al punto de que, incluso con parámetros básicos como la tasa de deforestación, son aun motivo de discusión y discrepancias en nuestro país: el intervalo de valores publicados para este indicador a partir de los años ochenta es de un máximo de 1.5 millo- nes de hectáreas por año estimado por Toledo etal. (1989) para los años 1970-1980, a un mínimo de 260 000 hectá- reas por año estimado por la Conafor (2005) para el pe- riodo 2000-2005, con otros valores intermedios diversos (Conafor 2005). Este capítulo evalúa algunas de las principales tenden- cias de cambio de la biodiversidad en nuestro país. Las revisiones globales recientes sobre el estado de la biodi- versidad en general (ma 2005b), incluyendo análisis espe- cíficos de la biodiversidad terrestre (p. ej., Dirzo y Raven 2003) y marina (p. ej., Sala y Knowlton 2006), indican que la actual tendencia de pérdida de la biodiversidad mun- dial es de una magnitud tan severa que justifica la afir- mación de diversos científicos de que estamos frente al desencadenamiento de la sexta ola global de extinciones masivas en la historia geológica del planeta (May et al. 1995; Pimm y Brooks 2000; ma 2005a), una de las mani- festaciones más contundentes del Antropoceno. En el contexto de la introducción de este capítulo, es necesario apuntar, a partir de las revisiones globales disponibles, que las tendencias de cambio de la biodiversidad en México van en concordancia con la acelerada tendencia global de deterioro antropogénico. La descripción de al- gunos de los factores más importantes del cambio y del estado de la biodiversidad de nuestro país constituye el meollo de este capítulo. 1.2 Factores implicados en las tendencias DE CAMBIO EN LA BIODIVERSIDAD En general, los factores de cambio antropogénico se cla- sifican en dos tipos: factores últimos (o factores de raíz) y factores próximos. Los primeros también se conocen como factores indirectos, debido a que ejercen su influen- cia por medio de otros factores o procesos, los factores próximos o directos (Fig. 1.2). 1 .2.1 Factores de raíz o últimos Sin distinción del grado de su desarrollo socioeconómico, la interacción de cualquier sociedad humana con el me- dio ambiente se articula mediante sus sistemas culturales, económicos y tecnológicos. Una manera sucinta de refe- rirse a las consecuencias de esta interacción es mediante la llamada fórmula IPAT (Ehrlich y Holdren 1971; Ehrlich y Ehrlich 1990), expresada por la siguiente ecuación: I = P X A X T 1 • Factores de cambio y estado de la biodiversidad 41 Figura 1.2 Factores de cambio directos (próximos) e indirectos (últimos o de raíz) de la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas. Esta ecuación se refiere a los factores últimos de pre- sión ambiental, de origen antropogénico, implicados en las tendencias de cambio de la biodiversidad: el impacto (I) de la actividad humana sobre el ambiente es el pro- ducto de tres factores: el tamaño de la población (P), su consumo de bienes y recursos — que se define por el tér- mino afluencia (A) — y el desarrollo tecnológico y político- administrativo (T) con que cuenta dicha población para la producción y distribución de los bienes y recursos, así como para el manejo y disposición final de los residuos. A pesar de las múltiples citas de esta ecuación en la literatura sobre ecología humana (Ehrlich y Ehrlich 1990; Fischer-Kowalski y Amann 2001; Tello et al. 2007) y eco- nomía ambiental (Del Río González 2000; Mulder 2006; Tanuro 2007), es evidente que esta es una simplificación que tiende a destacar el papel de la población (Ehrlich y Holdren 1971), a la vez que enmascara la complejidad real de muchos de los procesos últimos conducentes al dete- rioro ambiental, incluyendo el interés propio de un indi- viduo o segmento de la población de sobreexplotar los recursos naturales en beneficio propio y en detrimento de otros (véase, por ejemplo, Boserup 1980; Simón 1981; Dietz y Rosa 1994; Hynes 2006). Debido a estas y otras limitantes, la ecuación IPAT ha sido sujeta a diversas pro- puestas de reestructuración y adecuación para que refle- je de manera más fiel las complejidades reales de las inter- acciones humanas con el medio ambiente (Dietz y Rosa 1994; Waggoner y Ausubel 2002; Gans y Jóst 2005). Por ejemplo, desde la óptica de la economía ambiental, se han sugerido modificaciones conducentes a relativizar el peso de las variables de la ecuación (Gans y Jóst 2005). Otra propuesta (Waggoner y Ausubel 2002) sugiere in- cluir una quinta variable, C, para referirse a la intensidad de uso de un bien por unidad de pib, y modificar la varia- ble T, para que en vez de representar un concepto vago de tecnología, represente la eficiencia ambiental de la tec- nología en términos del impacto ambiental por unidad de demanda y producción de bienes. Esto deriva en una versión modificada de la ecuación original: ImPACT (“im- pacto”). Otra variante más reciente (Cendra Garreta y Stahel 2006) resulta especialmente interesante, ya que los autores han intentado contextualizar la ecuación original IPAT dentro de las dimensiones y los principios de la sus- tentabilidad ambiental, económica y social. En general las tres variables (P, A y T) se definen con base en parámetros asociados al crecimiento de la pobla- ción humana, al consumo de bienes y servicios per cápi- ta y al desarrollo tecnológico en términos de su eficiencia y sustentabilidad ambiental (es decir, los recursos utiliza- dos y los desechos acumulados para la generación de di- chos bienes y servicios). Este último factor, T, también se define con base en instrumentos socioeconómicos que, no obstante, muchas veces resultan ser inapropiados. Por ejemplo, los precios de mercado de varios recursos de origen natural no reflejan los costos ambientales y socia- les reales de su existencia, producción, transformación y disposición, porque la naturaleza no emite señales mer- cantiles sobre el valor intrínseco e irreemplazable de la bio- diversidad y los procesos ecológicos subyacentes al fun- cionamiento de la biosfera (Cendra Garreta y Stahel 2006). Esto señala que el enfoque IPAT requiere ser mejorado y adaptado a nuestro país, entre otras cosas, por medio de medir los costos y beneficios asociados a la biodiversidad 42 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio cuando esta no participa en la economía de mercado (véa- se el capítulo 4 de este volumen). Si bien el concepto de IPAT y las modificaciones propuestas aún no logran po- pularizarse en México, hemos querido referirnos a él con el fin de evidenciar el tipo de factores de raíz que ocasio- nan el cambio en la biodiversidad, y en particular hacer notar que un factor crucial de cambio es el referente al consumo y la distribución tan desigual entre países — y entre regiones dentro de países — respecto al uso de los recursos, incluidos en el elemento A de la ecuación. Esto cobra mucha relevancia en nuestro país, además, dada la enorme desigualdad social reflejada en el gran número de personas que viven en la pobreza. El estado y las tendencias de cambio de la biodiversi- dad están anclados, en última instancia, en estos factores sociales, económicos y políticos; de ahí su nombre “fac- tores de raíz o últimos”. El análisis detallado de estos fac- tores de cambio de los ecosistemas de México se presen- ta en la tercera parte de este volumen. En este capítulo los describimos brevemente como punto de comparación con los factores directos, que son abordados con mayor profundidad en los diferentes capítulos de la primera par- te de este volumen. Demográficos, en particular la tasa de crecimiento y la densidad poblacional Las tendencias de cambio en la biodiversidad se relacio- nan, en buena medida, con el crecimiento de la población. A partir de 1950, cuando la población era de 25.7 millones de habitantes, México observó un crecimiento intenso, de manera que hacia el final de la década de los ochenta al- canzó una población de 81.2 millones. A partir de 1990, la tasa de crecimiento se ubicó por debajo de 2% anual hasta llegar a 0.99% en 2005, con una población estimada de 103.1 millones de personas. El Consejo Nacional de Po- blación (2002) estima una estabilización de la población en alrededor de 125 millones hacia el año 2050. Si bien algunos estudios demuestran que no necesariamente exis- te una relación directa y lineal entre población humana e impacto sobre los ecosistemas (Phifer y Roebuck 2001; Liu etal. 2003; Mikkelson et al. 2007), en otros es eviden- te tal relación, al menos de manera parcial (Bartlett 1994; Harrison y Pearce 2000; Hinrichsen y Robey 2000; unep 2002). Por ejemplo, un estudio sobre la deforestación en la Selva Lacandona señaló una relación positiva entre el tamaño de la población y la deforestación en escala local. La relación, aunque estadísticamente significativa, tuvo un poder predictivo restringido, de apenas entre 15 y 28 por ciento (Mendoza y Dirzo 1999). Esto deja ver que no solo el mayor número de personas, sino otras variables como el incremento en el consumo per cápita, han teni- do y seguirán teniendo un impacto sobre la demanda de recursos y servicios de los ecosistemas. Por otra parte, la población asentada en el territorio nacional ha experimentado cambios muy importantes en su distribución geográfica a lo largo de la historia — me- diante desplazamientos forzosos y migraciones volunta- rias, y la colonización de nuevas regiones — , asociados a acontecimientos y periodos históricos como la conquista y la Colonia, o la Revolución industrial, así como a las políticas de fomento, reforma agraria y colonización que caracterizaron a los gobiernos mexicanos durante la se- gunda mitad del siglo xx (Allmark 1997; Haines y Steckel 2000; McCaa 2000). Los desplazamientos poblacionales se relacionan con cambios en las formas de ocupación y usos del suelo, la introducción de nuevas tecnologías y especies domesticadas para la producción agropecuaria y forestal, y con cambios en las relaciones y los flujos co- merciales y económicos tanto interiores como entre Méxi- co y sus países socios. Estos factores conducen a modifi- caciones en el estado de conservación de los ecosistemas, que en la mayoría de los casos resultaron negativas para la biodiversidad (Gligo y Morello 1980; Challenger 1998). De gobernabilidad o de política social Este factor abarca un abanico amplio, que incluye políticas gubernamentales de seguridad, salud y desarrollo urbano; mala o inexistente planificación del uso del suelo; políticas de reparto agrario, de fomento agropecuario y forestal, de fomento a la colonización (p. ej., del trópico húmedo y de las costas, como el programa “Marcha al Mar”), al desarrollo turístico y a la construcción de infraestructura (de transporte y comunicaciones, portuaria, petrolera, energética e industrial); factores como la corrupción, así como deficiencias en la procuración de justicia, entre otros (Cifuentes-Lemus y Cupul-Magaña 2002; ycelp y ciesin 2008), y en general la falta de un marco legislativo y reglamentario completo para los procesos de produc- ción en todos los sectores de la economía. Para ilustrar esto se podría tomar el caso de la Reforma Agraria. Du- rante el sexenio de Lázaro Cárdenas (1934-1940) se re- partieron casi 18 millones de hectáreas a los campesinos demandantes de tierra. La mayor parte de esta superficie fue expropiada de los latifundios que, aún 20 años des- pués de la Revolución mexicana, seguían prácticamente sin tocarse, y una parte más correspondía a tierras bos- 1 • Factores de cambio y estado de la biodiversidad 43 cosas (Palomares Peña 1991; Morett Sánchez 2003). De estas últimas, inicialmente la entrega de tierras se realizó sobre todo con fines de producción forestal. Después de 1940, sin embargo, las dotaciones de tierra para la forma- ción de nuevos núcleos agrarios se hicieron en su mayor parte a expensas de lo que entonces se llamaban las “tie- rras ociosas”, es decir, los ecosistemas naturales sin trans- formar. Tan solo en los tres sexenios entre 1958 a 1976 se repartieron más de 42 millones de hectáreas para la crea- ción de ejidos y comunidades (más de la quinta parte del territorio nacional), siendo casi toda esta superficie zo- nas conservadas de bosque y selva. Una vez creados los nuevos núcleos agrarios tras la deforestación de una por- ción significativa de estas tierras, la porción parcelada se dedicó a la producción agrícola y a la construcción de viviendas, caminos y demás infraestructura urbana, mien- tras una parte de las tierras comunales se dedicó a la ga- nadería extensiva; así, solamente se conservaron los eco- sistemas forestales originales en ciertas porciones de las tierras comunales restantes, generalmente en barrancas y laderas empinadas (Challenger 1998; Morán y Galletti 2002; Morett Sánchez 2003). Económicos En este grupo se incluye, entre otros factores, la carencia de empleos alternativos rentables en el campo que fomen- ten pautas de producción sustentables; la creciente po- breza en el ámbito rural; la brecha socioeconómica cre- ciente entre ricos y pobres; la subvaloración económica y social de los ecosistemas, los recursos naturales y los ser- vicios ambientales, así como otras fallas de mercado, y el libre comercio sin reglamentación ambiental y social ade- cuada (Morán y Galletti 2002). Angelsen y Kaimovitz (1999), en su análisis comparativo de más de 140 mode- los económicos sobre las causas directas e indirectas de la deforestación, encontraron que hay escasa claridad en términos de la contribución neta a la deforestación de muchas de las causas de tipo económico citadas en los modelos como detonantes de la deforestación, con excep- ción de los impactos negativos, muy claros, del aumento de los precios de garantía de los productos agropecuarios y de la posibilidad de tener acceso a fuentes alternativas de empleo. De adopción tecnológica Este tipo de factores incluye elementos como la intensifi- cación de la producción agrícola (la “Revolución verde”), el aumento de la actividad ganadera, el creciente desa- rrollo industrial y la explotación petrolera y minera, en- tre otros. En México, la adopción del paquete de tecno- logías identificadas con la Revolución verde, incluyendo variedades de cultivos de alto rendimiento, fertilizantes y otros agroquímicos, maquinaria y en especial el riego, son manifestaciones de una adopción tecnológica responsa- ble, en última instancia, de la deforestación de la vegeta- ción natural que hasta la segunda mitad del siglo xx ocu- paba la mayor parte de las 9.24 millones de hectáreas de tierras de riego que existen en el país, sobre todo en valles y planicies interiores y costeras (inegi 2005a). Esta situa- ción se ilustra con detalle en la figura 1.3. Como se espe- raría, esto ha afectado, sobre todo en términos absolutos, los ecosistemas de zonas de climas áridos y semiáridos, como los matorrales xerófilos (3.7 millones de hectáreas), las selvas bajas espinosas y caducifolias (3.4 millones de hectáreas), y los pastizales de bajura (1.2 millones de hec- táreas), destacándose en particular las selvas secas de El Bajío y de las costas de Sinaloa, Sonora y Tamaulipas (Fig. 1.3) (Challenger 1998; inegi 2005a, 2005b). Culturales Entre los factores de este grupo se incluyen la creciente aculturación de los grupos indígenas y la pérdida de su conocimiento técnico tradicional, la cultura materialista del consumismo, la pérdida del sentido de arraigo cultural y geográfico relacionada con los procesos de migración de la población, el desentendimiento y disociación de las poblaciones urbanas del entorno natural, así como la ca- rencia de una educación y conciencia ambientales de la población en general (Leff 1990; Maya y Mazari 1990; Pascual Moncayo y Woldenberg 1994; Allmark 1997; Redclift y Woodgate 1997). Es claro que este es uno de los factores más difíciles de medir en cuanto a su impacto ambiental. Por un lado, no es del todo distinguible de las demás conductas, gustos y razones en las cuales se basan las decisiones cotidianas que se toman al momento de comprar un producto o solicitar un servicio. Por otro lado, no existen estadísticas oficiales u otras series de datos re- cogidos específicamente para medirlo. Sin embargo, de manera general se puede afirmar que una población con mayor acceso a sus satisfactores básicos, educación y con- ciencia ambiental casi siempre tiene una cultura más res- petuosa y preocupada por el ambiente, y está más dis- puesta a dedicar una parte considerable de sus ingresos a la conservación y el uso sustentable de los recursos natu- rales, así como a un consumo más sustentable. Asimismo, 44 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Tipo de vegetación Superficie potencial Superficie con agricultura de riego Hectáreas Hectáreas Porcentaje Matorral xerófílo 66404 097 3 699 399 5.57 Selva espinosa 7 205 653 1 884 918 26.16 Selva caducifolia 25 304 256 1 498103 5.92 Pastizal 18 677 726 1 181 949 6.33 ■ Bosque de encino 22 189 566 321 161 1.45 ■ Vegetación hidróñla 3 570 241 162 580 4.55 Selva perennifolia 17823214 131 582 0.74 Selva subcaducifolia 6 274 376 129129 2.06 Bosque de coniferas 21 766174 121 007 0.56 ■ Otros tipos de vegetación 871 967 99 851 11.45 Bosque mesófilo de montaña 3 088 279 3 004 0.10 Áreas sin vegetación aparente 734919 2123 0.29 Figura 1.3 Distribución de la superficie potencial de cada tipo de vegetación convertida en terrenos con agricultura de riego. Fuente: inegi (2003, 2005b). Nota: los colores del mapa corresponden a los tipos de vegetación que se indican; el cuadro muestra los datos de superficie con riego en hectáreas y porcentaje. 1 • Factores de cambio y estado de la biodiversidad 45 además del acceso a la educación, factores culturales como la religión o la cosmovisión de diversas culturas indígenas mexicanas, desarrollados durante miles de años de inter- acción del ser humano y el medio ambiente, han deriva- do en conductas de respeto hacia la naturaleza, expresa- das de diversas maneras, que incluyen la conservación de ecosistemas y especies, así como pautas de aprovecha- miento de los recursos que permiten su persistencia y reproducción (Nations y Nigh 1980; Alcorn 1984; Toledo et al. 1985; Marten 1986; Altieri et al. 1987; Sponsel y Natadecha-Sponsel 1988). Como se puede apreciar, ninguno de estos factores de raíz afecta directamente la biodiversidad; más bien influ- yen sobre distintos grupos de actores, los que a su vez to- man decisiones que se traducen en las acciones que cons- tituyen los factores directos (o procesos) de cambio. 1 .2.2 Factores directos o próximos Los factores directos se presentan cuando la biodiversi- dad de una región dada es afectada directamente por la población humana mediante actividades diversas de im- pacto inmediato (próximo). Los factores de cambio di- recto incluyen, en general, cinco categorías principales: cambios en la cobertura y uso del suelo (incluyendo la deforestación y sus consecuentes fragmentación y efecto de borde del hábitat, y los incendios forestales no natura- les); la sobreexplotación por la extracción y el consumo de organismos o parte de ellos; la introducción de espe- cies, en particular la creciente colonización de los ecosis- temas por parte de especies invasoras exóticas; el cambio climático antropogénico (calentamiento atmosférico y modificaciones en la precipitación, así como el esperable aumento del nivel del mar y de la incidencia y magnitud de huracanes), y la adición de productos químicos exóge- nos (contaminantes y fertilizantes) al ecosistema. Estos procesos y agentes directos representan los factores próxi- mos causantes del deterioro ambiental, como la pérdida de la biodiversidad en sus diferentes facetas y la pérdida o deterioro de los servicios ambientales, los cuales han sido estudiados por diversos autores, organizaciones, ins- tituciones e instancias de gobierno (p. ej., Toledo y Ordó- ñez 1993; Conabio 1998; Challenger 1998; Semarnap 2000; Semarnat 2003a; pnuma et al. 2004; Semarnat 2005b). En el diagnóstico que sigue se hace énfasis en la biodiversidad en términos de dos de sus manifestaciones más evidentes y conocidas: especies y ecosistemas. Nues- tro análisis deja de lado otra faceta de la biodiversidad, la diversidad genética. La razón es que la información ne- cesaria para evaluar los factores de cambio y el estado de conservación de dicha faceta es penosamente pobre. Ade- más, otras partes de esta obra hacen referencia a la diver- sidad genética y en ellas se incluyen algunos comentarios pertinentes a la conservación de la misma (véanse el ca- pítulo 15 del volumen I y el capítulo 8 de este volumen). Si bien los estudios disponibles apuntan al impacto in- dependiente de cada uno de esos procesos o factores di- rectos, es evidente que los factores de cambio no operan de manera aislada ni de forma lineal, sino como redes complejas de relaciones entre diversas variables (Fig. 1.1). Las interacciones sinérgicas pueden ocurrir entre facto- res naturales y antropogénicos, así como entre dos o más factores de tipo próximo. Además de estas sinergias, y de los factores de impacto directo e indirecto, existen tam- bién procesos de retroalimentación, resultantes de un im- pacto sobre la biodiversidad que interactúa con el impacto inicial, exacerbando o disminuyendo su efecto (retroali- mentación positiva o negativa, respectivamente (recua- dro 1.1 y Fig. 1.1). En el recuadro 1.1 se presentan dos ca- sos, uno hipotético-general y uno específico, que intentan ilustrar este tipo de redes de interacciones. 1.3 Factores de cambio y su importancia RELATIVA El diagnóstico siguiente analiza el impacto de factores próximos, por lo general de manera independiente o ais- lada, pero debe tomarse en cuenta que al ignorar las in- teracciones descritas anteriormente, se presenta una si- tuación conservadora, más que realista. Solo por razones prácticas y por falta de información, enseguida se descri- ben los impactos de los factores próximos de cambio de manera aislada. La figura 1.4 resume, de manera compa- rativa, el posible impacto relativo actual y futuro de los factores próximos de cambio sobre los principales tipos de ecosistemas. 1 .3.1 Cambios en la cobertura y uso del suelo Los ecosistemas naturales de México han sido utilizados por humanos durante milenios; sin embargo, el grado de impacto más notable ha tenido lugar en los últimos 50 a 100 años. Este periodo en particular se caracteriza por una tasa muy alta de cambio en la cobertura de la vegetación y el uso del suelo. La figura 1.4 muestra que entre los factores próximos de cambio de la biodiversidad, la pérdida de cobertura 46 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 1.1 Red de interacciones de factores de cambio en México Rodolfo Dirzo • Juan Carlos López Acosta El estado de nuestro conocimiento actual no permite analizar los detalles de las redes de interacción ilustradas en la figura 1.4, pero los dos casos siguientes ejemplifican el potencial de la complejidad involucrada. Los cinco tipos de factores directos tienen el potencial de actuar sinérgicamente y de crear retroalimentaciones positivas o negativas, y las interacciones pueden ocurrir entre varios de ellos. Los siguientes ejemplos intentan ilustrar cómo se dan las interacciones múltiples. El primero es de naturaleza general, aplicable en potencia a una gama de situaciones en donde la vegetación original sea de tipo arbolado (selva o bosque). La descripción a continuación incluye una serie de números, que corresponden a las relaciones indicadas en la figura, para este ejemplo hipotético. Se sabe que los cambios de uso de la tierra (deforestación, fragmentación, efectos de borde) afectan directamente la abundancia de plantas y animales en los remanentes del hábitat fragmentado (1) (Fig. 1). Además, la configuración espacial del paisaje fragmentado facilita la cacería (2), así como la invasión de especies exóticas (3). El resultado de estos factores es un paisaje fragmentado, incapaz de mantener poblaciones viables de animales (típicamente de los de talla mayor y de la parte superior de la cadena trófica), y con una gran incursión de especies heliófilas, muchas de ellas exóticas (1, 4, 5). Con el tiempo, el ecosistema fragmentado, y expuesto a los efectos de borde (es decir, los efectos de la matriz transformada, como altas temperaturas, mayor desecación o exposición a vientos), genera gradualmente un frente de avance de plantas heliófilas hacia el interior del terreno fragmentado (6). El follaje de estas heliófilas es más apetecible a los vertebrados herbívoros, los cuales, por acercarse a los bordes, se hacen más visibles a los cazadores, retroalimentando así un incremento en la cacería (7). La defaunación por cacería, que puede ser considerable, por ejemplo, de hasta ocho toneladas de carne de mamíferos, aves y reptiles durante un año en la Selva Lacandona, Chiapas (véase el capítulo 5 de este volumen), y en sinergia con la Figura 1 Red de interacciones de los factores próximos de cambio. Efectos directos, indirectos, sinergias (flechas continuas) y retroalimentaciones (flechas punteadas) entre factores directos de cambio de la biodiversidad. Los números corresponden a las relaciones de los ejemplos descritos en el recuadro. 1 • Factores de cambio y estado de la biodiversidad 47 fragmentación, afecta la riqueza y abundancia de vertebrados frugívoros, de los cuales depende la dispersión de propágalos y el éxito reproductivo de algunos árboles de la selva, lo cual puede disminuir el reclutamiento de tales plantas por una serie de impactos en cascada sobre la relaciones tróficas del ecosistema. El segundo ejemplo trata de ilustrar, además de la complejidad de las redes de interacciones tróficas, las repercusiones de los cambios en términos de servicios ambientales, referidos a una localidad real. El uso de la tierra en la parte norte de la Sierra de Los Tuxtlas, Veracruz, ha provocado una tasa de deforestación y una fragmentación considerables. Por ejemplo, en las décadas de los ochenta y noventa la deforestación era del orden de 4% anual (Dirzo y García 1992), mientras que la fragmentación actual es importante (Mendoza et al. 2005). La excepción a este paisaje fragmentado es la Reserva de la unam y el área núcleo de la Reserva de la Biosfera de Los Tuxtlas, ubicado en el Volcán San Martín (que en conjunto suman menos de 10 000 hectáreas), y los remanentes más extensos que se restringen a los sitios de mayor elevación. Tal configuración espacial de la selva determina que la riqueza florística de los fragmentos, aún controlados por el tamaño del sitio muestreado, se vea muy reducida (1), en particular por la ausencia de especies vegetales de la selva primaria y por la proliferación de especies secundarias en los fragmentos (Dirzo et al., en revisión). Además, como se especuló en el ejemplo anterior, la fragmentación facilita la incursión de cazadores (2), por lo que muchas especies de animales ecológicamente estresados por la reducción del hábitat (fundamentalmente los de mayor talla) son más accesibles a la incursión de cazadores, de manera que los pequeños fragmentos de las zonas bajas, además de estar florísticamente empobrecidos, también se encuentran seriamente defaunados (5). El mejor estado de conservación de los sitios de mayor elevación podría facilitar que estos funcionen como refugios para esos animales, pero los modelos de circulación general utilizados para pronosticar los efectos del cambio climático global indican que la vegetación en los sitios de mayor elevación será considerablemente más susceptible a este fenómeno, por lo que su papel potencial de refugios podría no cumplirse (8). Asociado a todo esto, la gran deforestación de la selva, la precipitación elevada (casi 5 000 mm por año) y la accidentada topografía de la zona llevan a la erosión de los terrenos deforestados, incluyendo las laderas y faldas del Volcán San Martín, lo que regularmente provoca el arrastre de tierra y lodo a los asentamientos humanos, como Catemaco (a veces en forma de fuertes deslaves), y la acumulación de sedimentos en el lago del mismo nombre. Si bien la conversión de la selva es sobre todo para el desarrollo de pastizales ganaderos, los terrenos abiertos favorecen (dependiendo de los mercados) el cultivo de especies como el chile, que requiere cantidades considerables de pesticidas (9), mismos que, muy probablemente, llegan disueltos por la lluvia al Lago de Catemaco. Las repercusiones de esto sobre la biodiversidad del lago (10) y sobre las actividades pesqueras y recreativas de Catemaco no parecen haber sido cuantificadas, pero es previsible que la situación no sea alentadora, sobre todo a la luz de las demandas de una población local creciente. Esta reseña ejemplifica la compleja red de efectos directos e indirectos, sinergias y retroalimentaciones positivas y negativas, así como sus repercusiones en términos de servicios ambientales (conservación de la biodiversidad y las materias primas, conservación de suelos, prevención de deslaves, conservación de la calidad del agua, recursos pesqueros y recreativos, etcétera). vegetal (destrucción y transformación del hábitat), segui- da por la sobreexplotación de recursos y la presencia de especies invasoras o de contaminantes han constituido los factores de mayor impacto sobre la mayoría de los ecosistemas terrestres. Dado que el impacto de los patro- nes de uso de la tierra es el factor próximo predominante y se refleja en el cambio de la cobertura de todos los eco- sistemas terrestres, a continuación presentamos una bre- ve descripción de las transformaciones antropogénicas de los ecosistemas de México. Este análisis se basa en los da- tos compilados por el inegi (1968-1986, 2001, 2005a, b), correspondientes a 1976 (serie I), 1993 (serie II) y 2002 (serie III),1 y se ilustra en las figuras 1.5, 1.6 y 1.7. Debido a que estas cartografías y sus estadísticas correspondien- tes se han obtenido con base en diferentes escalas y crite- rios metodológicos (aunque las diferencias entre las se- ries II y III son menores), las comparaciones deben verse con precaución. Lamentablemente, esta importante ta- rea de evaluación de los ecosistemas del país aún no se ha abordado de manera satisfactoria, a pesar de los intentos más recientes en este sentido (p. ej., fao 2005; Semarnat 2005a, 2006b). Sin embargo, las tendencias generales son evidentes. Considerando la vegetación en su conjunto, incluyen- do los ecosistemas forestales (es decir, arbolados) y no fo- restales (los no arbolados) (Fig. 1.5), se observa que hacia 48 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Ecosistema Actividad humana Selva húmeda Selva seca Bosque de coniferas Bosques de latifoliadas Bosque mesófilo Desierto Acuático (dulce) Marino Islas Destrucción del hábitat Sobreexplotación Especies ¡nvasoras Cambio climático Contaminantes Magnitud de cambio: (^) Alto O Intermedio O Bajo Tendencia temporal: Actual Futuro Figura 1.4 Impacto de la actividad humana sobre la biodiversidad de México: magnitud de cambio (impacto), denotada por los círculos de diferente tamaño, y tendencia temporal (actual y a futuro) del cambio en los ecosistemas. Fuente: Conabio (2006). 1976 la extensa cobertura original del país, en lo que se refiere a la vegetación primaria (es decir, la más conser- vada y madura, cuya estructura y composición de espe- cies se asemeja más a las condiciones de la vegetación en ausencia de impacto humano), se había reducido en 38%, y que hacia 1993 se había reducido aún más, para cubrir solo 54% de su superficie original. La tasa de cambio que se calcula para este periodo de 17 años fue considerable: 946 146 hectáreas por año, correspondiente a 0.8% anual (cifras de pérdida neta de la vegetación primaria que no incluyen las superficies de la vegetación secundaria recu- peradas en las parcelas agropecuarias abandonadas du- rante este lapso). Es importante reconocer, sin embargo, que esta cifra se basa en un supuesto año fijo (1976) de inicio del periodo en cuestión, cuando en realidad la se- rie I del inegi se construyó utilizando imágenes de un periodo de casi 20 años, de 1968 a 1986, por lo que el año 1976 representa una fecha “promedio” para la información recopilada (Mas et al. 2004). Por todo ello, esta cifra pro- medio de pérdida anual de vegetación debería ser tomada con cautela, ya que la deforestación anual en el periodo considerado seguramente habría variado, dependiendo Original 1976 1993 2002 Figura 1.5 Tendencias de cambio en la cobertura de la vegetación, incluyendo el total de cobertura (T), la correspondiente a la vegetación arbolada (A) y a la no arbolada (NA) en cada año. 1 • Factores de cambio y estado de la biodiversidad 49 de los años específicos para los cuales la información fue recopilada. Sin menoscabo de las limitaciones antes citadas, la ten- dencia de pérdida de la vegetación primaria fue notoria- mente alta durante el periodo 1976-1993, y ha sido docu- mentada ampliamente en otros estudios (p. ej., Toledo et al. 1989; Gómez-Pompa 1990; Toledo 1990; Tudela 1990; Dirzo 1992; Challenger 1998). Esta tendencia con- tinuó a lo largo de la década siguiente, aunque a una tasa menor, de 523 639 hectáreas por año (0.5% anual), debi- do, por lo menos en parte, a que mucha de la vegetación de regiones selváticas en las tierras bajas del trópico hú- medo ya había sido desmontada. Esto condujo a que en 2002 la vegetación primaria en su conjunto se viera redu- cida a 99.7 millones de hectáreas, lo que implica que el área de cobertura original de los ecosistemas del país se había reducido a casi 50% de la superficie original. Las tendencias de cambio, considerando solamente la vege- tación arbolada (Fig. 1.5), siguen un patrón de caída simi- lar, aunque la tasa relativa de deforestación es mayor, de 1.2% anual entre 1976 y 1993, y de 1% anual entre 1993 y 2002. Esto llevaría a que la cobertura de la vegetación primaria de los ecosistemas arbolados (bosques, selvas, manglares, bosques de galería, etc.) del país incluyesen en 2002, como máximo, 38% de su cobertura original. Esta cifra, sin embargo, debe verse en el contexto de la incertidumbre sobre la magnitud de la cobertura de ve- getación arbolada que se encuentra alterada, en una tra- yectoria de sucesión secundaria, o convertida en otro tipo de vegetación que, aunque aparentemente estable, es re- sultado del impacto antropogénico. Tal sería el caso de los “bosques primarios de coniferas” en varias regiones del país, que resultan de la destrucción de encinares o bos- ques mixtos por prácticas extractivas de baja intensidad (M.G. Espinosa, com. pers.). En general, las tendencias de cambio en la cobertura de la vegetación se reflejan en una pérdida que se observa en los principales ecosistemas terrestres de México, si bien estos exhiben diferencias importantes. La figura 1.6 muestra las tendencias de cambio en esos ecosistemas, contrastando la cobertura original con la remanente en 1976, 1993 y 2002. Selva húmeda A pesar de su explotación para la ganadería de tipo “dehe- sa tropical” (Barrera-Bassols 1995) y para el aprovecha- miento de maderas preciosas (caoba y cedro rojo) para el mercado europeo durante la Colonia, y en especial du- rante el Porfiriato, las selvas húmedas (selvas altas y me- dianas perennifolias y subperennifolias) del trópico mexi- cano sobrevivieron en gran parte con una estructura típica de la selva intacta hasta la década de 1940, cuando las primeras políticas gubernamentales de colonización ■ Original □ 1976 □ 1993 □ 2002 Selva húmeda Selva seca Bosque templado Bosque mesófilo Zonas áridas y semiáridas Figura 1.6 Tendencias de cambio en la cobertura de la vegetación primaria por tipo de ecosistema. 50 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio y fomento a la producción agropecuaria indujeron las pri- meras deforestaciones a gran escala. El transporte masi- vo de personas por ferrocarril, la construcción de presas para el riego de monocultivos (cuyos embalses inunda- ron decenas de miles de hectáreas de selva), así como las políticas de reparto agrario de tierras “ociosas”, coloniza- ción del trópico húmedo y fomento a la ganadería de bo- vinos con créditos y apoyos legales durante las décadas de 1950 a 1980, junto con la exploración y producción petrolera, fueron responsables de la deforestación de la mayor parte de esas selvas, sobre todo en la planicie cos- tera del Golfo de México (Revel-Mouroz 1972; Leff 1986; Challenger 1998). De su extensión original, de aproximadamente 18 mi- llones de hectáreas, hacia el año 2002 solo persistían 3.15 millones (equivalente a 17.5%) de la vegetación primaria (Fig. 1.6). La tasa de deforestación de estas selvas es la más alta en México, correspondiente a una pérdida anual de 2.6% en el periodo 1976-1993, y de 1.3% anual en el periodo 1993-2002. La vegetación considerada como sel- va húmeda conservada representa 33.3% de la vegetación total remanente de este tipo (Fig. 1.7). El restante 65.7%, correspondiente a 6.3 millones de hectáreas, está consti- tuido por vegetación secundaria bajo diferentes grados de perturbación (Fig. 1.7). Esto hace evidente que el tró- pico húmedo de México sea en gran medida un mosaico de vegetación secundaria, solo con algunos remanentes de vegetación primaria. Selva seca Las selvas secas (selvas bajas y medianas caducifolias y subcaducifolias, así como las selvas espinosas) del trópi- co subhúmedo, son el hábitat de los parientes silvestres de varios de los principales cultivos de México (maíz, fri- jol, calabaza; véase el capítulo 8 de este volumen), y han sido transformadas con fines agrícolas desde hace miles de años. La deforestación a gran escala de estas selvas no se disparó sino hasta la década de 1970, cuando el repar- to agrario, la Revolución verde y las políticas públicas de fomento agropecuario provocaron la transformación de millones de hectáreas en distritos de riego, ejidos, comu- nidades, plantaciones (de frutales, hortalizas, cocoteros y otros cultivos, sobre todo con fines de exportación) y tie- rras de agostadero para la ganadería extensiva (Challen- ger 1998; Trejo y Dirzo 2000). El fomento a gran escala del turismo en las costas del Pacífico a partir de 1980, con capital gubernamental y extranjero, ha contribuido a la pérdida de estas selvas, así como de los ecosistemas cos- teros (sobre todo manglares) asociados a ellas (Gutiérrez et al 1983; Molina y Rodríguez 1988). Su cobertura original de 33.9 millones de hectáreas muestra una caída notable, con una tasa de deforestación absoluta considerable en el periodo 1976-1993 (recal- cando la cautela antes señalada en relación con las esta- dísticas de la serie I del inegi para 1976) de 177 000 hec- táreas por año (1.6% anual), la cual se redujo a 44416 ■ Conservada 2002 □ Secundaria 2002 9465 901 23 470 314 1 825 204 32 330 511 50 714 501 Selva húmeda Selva seca Bosque Bosque Zonas áridas mesófilo templado ysemiáridas Figura 1.7 Condición de la vegetación remanente, considerando dos estados de conservación: vegetación primaria (conservada) y secundaria (perturbada). Nota: los números colocados sobre cada barra representan la cobertura total en hectáreas en 2002. 1 • Factores de cambio y estado de la biodiversidad 51 hectáreas por año (0.5% anual) en la década siguiente (Fig. 1.6). Así, en 2002 solo quedaba 26% de la cobertura original (unos 8.9 millones de hectáreas) en buen grado de conservación, con una estructura similar a la de la ve- getación intacta. La vegetación considerada como selva seca conservada representa 38% de la vegetación total remanente de este tipo; el restante 62% es vegetación se- cundaria bajo diferentes grados de perturbación (Fig. 1.7). De nuevo, en este tipo de ecosistema lo que predomina es la vegetación secundaria. Bosque mesófilo de montaña El bosque mesófilo es el único de los principales tipos de ecosistema terrestre de México que no presenta evidencia de asentamientos o centros ceremoniales prehispánicos de gran tamaño. Una posible excepción sería la región alrededor de la actual ciudad de Xalapa, Veracruz, en donde el paisaje (aunque montañoso) presenta condicio- nes más favorables para los asentamientos humanos y las actividades agrícolas que en la mayoría de las regiones del país que ostentan este tipo de vegetación (Williams- Linera 2007). Si la topografía abrupta típica de las re- giones de bosque mesófilo parece haber desalentado el desarrollo de asentamientos prehispánicos, su clima, re- lativamente fresco, muy húmedo y nublado, tampoco ha- bría sido tan favorable, comparado con el clima de las selvas secas y los bosques templados. Esto probablemen- te se explica porque el mecanismo de fotosíntesis del maíz (del llamado tipo C4) requiere altas temperaturas y altos índices de radiación solar (Paliwal 2001). Por todo ello, más allá de un aprovechamiento de tipo extractivo, como la obtención de plumas de los quetzales ( Pharoma - chrus mocinno mocinno) y la resina del árbol de liquidám- bar (Liquidambar styraciflua), usadas en grandes canti- dades como tributo al Imperio azteca (Peterson y Peterson 2002), no existe evidencia de una afectación seria a las áreas de bosque mesófilo de montaña en México durante el periodo prehispánico. Estos factores indican que el fe- nómeno de la deforestación y transformación masiva de los bosques mesófilos es relativamente reciente, empe- zando con el desplazamiento de la población indígena a estas tierras marginales (por su accidentada topografía, humedad excesiva y suelos erosionables) durante la con- quista española, seguido por el cultivo del café con base en plantaciones durante el Porfiriato y, después, con el reparto agrario durante el siglo xx (Challenger 1998). En las últimas tres décadas, la destrucción de los bosques mesófilos ha continuado, contribuyendo a ello la produc- ción de café en modalidades “no tradicionales” (a sol direc- to, sin el dosel del bosque original o sin sembrar árboles frutales para proveer de sombra a los cafetos), producto de las políticas de fomento del ahora extinto Instituto Mexicano del Café (Inmecafé). Otro factor importante de alteración de estos bosques es la tala crónica a pequeña escala, en especial en los bordes de las áreas remanentes del bosque primario. Esta actividad se realiza cada año por comunidades de campesinos cuya producción es esen- cialmente de subsistencia y con una población que sigue en aumento (Rzedowski 1978; Bubb 1991; Cayuela et al. 2006). Además, los bosques mesófilos son afectados por la ganadería extensiva y, en menor medida, por el crecimien- to urbano y el aprovechamiento forestal de productos ma- derables y no maderables (Challenger 1998; Williams- Linera 2007). Este ecosistema ha sido seriamente dañado (Fig. 1.6), con tasas de cambio negativo de gran magnitud, de ma- nera que hacia 1976 su cobertura ya se había reducido a menos de la mitad del área original. Así, su cobertura ini- cial, de por sí limitada a 3.1 millones de hectáreas, se vio reducida a solo 28% de la original (870 000 hectáreas) en 2002. Ese año, la cobertura que se considera como conser- vada apenas representa 47.6% y el resto corresponde a vegetación secundaria (Fig. 1.7). Una vez más, la vegeta- ción secundaria predomina en este ecosistema. Bosques templados de coniferas y latifoliadas Los bosques templados de coniferas y latifoliadas, en los cuales los pinos ( Pinus spp.), oyameles ( Abies spp.), pina- betes ( Picea spp., Pseudotsuga spp.) y encinos ( Quercus spp.) son las especies dominantes en su composición y estructura, predominan en las zonas de clima templado de las principales sierras del país. Debido a la fertilidad de sus suelos y a su clima templado han sido objeto de pro- cesos de transformación con fines agrícolas y energéticos (leña) y por asentamientos humanos a lo largo de mile- nios. Con la conquista española, estos procesos se acen- tuaron: el arado permitió cultivar terrenos antes no aptos, y a ello se agregaron mayores presiones de deforestación para proveer a los beneficios de plata de una fuente de energía. La deforestación también se extendió para crear pastizales para el ganado introducido, para abastecer de materiales de construcción a las nuevas ciudades y, desde el Porfiriato, para proveer durmientes para las vías férreas e insumos para las fábricas de papel (Rzedowski 1978; Crosby 1986). Durante el siglo xx el aprovechamiento forestal no sustentable (incluyendo la tala ilegal), los in- 52 Capital natural de A /léxico • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio cendios forestales, el reparto agrario y las concomitantes políticas de fomento agropecuario, así como la ganadería extensiva y el crecimiento urbano, han sido los factores más importantes en la destrucción de estos bosques y de su biodiversidad (Challenger 1998). Estos bosques tem- plados representan el ecosistema forestal de mayor co- bertura en el país (Fig. 1.6), con una extensión original de casi 44 millones de hectáreas, la cual se redujo a menos de la mitad en el año 2002, con unos 22.2 millones de hec- táreas en relativamente buen estado de conservación, las cuales representan 66% del total remanente (Fig. 1.7). Ecosistemas áridos y semiáridos Eos distintos tipos de matorral xerófilo y los pastizales semidesérticos que típicamente integran la vegetación de las zonas áridas y semiáridas del norte del país no su- frieron graves deterioros en tiempos prehispánicos, ya que la mayoría de sus habitantes fueron nómadas que vivían de la caza y recolección, más que de la agricultura. Con la Colonia y la introducción del ganado empezaron los impactos mayores debido, sobre todo, al pastoreo descontrolado de los primeros rebaños de animales esca- pados del cautiverio. Además, las especies maderables como el mezquite fueron aprovechadas de manera poco racional como una fuente de leña y energía en las hacien- das, las minas y los beneficios de mineral (Ezcurra y Montaña 1988; Ezcurra 1990; Sluyter 1996; Challenger 1998). Durante la Independencia, esta situación empeo- ró notablemente y a ella se agregó la cacería excesiva, sobre todo del berrendo y el borrego cimarrón, cuyas po- blaciones fueron diezmadas. En el Porfiriato, la cría ex- tensiva de bovinos orientada al mercado estadounidense empezó a ocupar grandes extensiones de estos ecosiste- mas, lo que provocó el grave deterioro de la vegetación y el suelo debido al deficiente manejo del ganado, así como de los recursos de vegetación y agua, sin planeación ni control de los regímenes de pastoreo (Ezcurra y Monta- ña 1988). Estos factores continuaron y se agravaron du- rante el siglo xx, con un deterioro concomitante en la vegetación debido a la compactación y erosión del suelo, el sobrepastoreo y aun el subpastoreo, que provoca la muerte de gramíneas perennes al acumularse biomasa vieja no consumida, lo que obstaculiza la llegada de luz a las yemas en crecimiento (Basurto y Hadley 2006). Savory (2006) presenta un análisis detallado de las causas, con- secuencias y posibles soluciones de la degradación de tierras áridas debido a la ganadería extensiva. Aunado a ello, la creación de ejidos y distritos de riego derivados del reparto agrario (p. ej., la Comarca Lagunera), así como los diversos subsidios gubernamentales relacionados con la extracción y uso del agua para el riego, han desecado los escasos cuerpos de agua y ello ha llevado a la sobre- explotación de los mantos acuíferos (Carabias y Landa 2006). Así, la franja de pastizales semiáridos que tenía México desde el norte de Chihuahua hasta Guanajuato (Rzedowski 1978) fue destruida en el siglo xx para dedi- car sus suelos a la agricultura de temporal y, ocasional- mente, de riego (M.G. Espinosa, com. pers.). Por otra parte, el reciente auge de la industria maquila- dora y de las ciudades fronterizas con Estados Unidos, ha redundado en más pérdidas de superficie de los ecosiste- mas de las zonas áridas y semiáridas de México, y en una serie de problemas de contaminación del suelo, agua y aire, pendientes de resolver (Carrillo y Schatan 2005). Este tipo de desarrollo urbano-industrial representa una va- riante del impacto por el uso de la tierra, en la medida en que la expansión urbana e industrial ocurre a expensas de la vegetación natural. Aunado a esto, en muchos munici- pios del norte la basura se lleva a tiraderos a cielo abierto, a veces en pleno desierto. Por último, la construcción del llamado “muro fronterizo” por las autoridades estadouni- denses, con la intención de frenar la migración de indo- cumentados a ese país, también representa un factor de riesgo para la biodiversidad de los ecosistemas comparti- dos de la región, al imposibilitar la migración natural de la fauna y separar poblaciones de especies, con lo que se impide el desarrollo de los procesos naturales de inter- cambio genético (Córdova y De la Parra 2007). De acuerdo con información del inegi, la vegetación de las zonas áridas y semiáridas parecería la menos afec- tada en cuanto a su cobertura (una reducción de 17% de la original, Fig. 1.6), pero esto puede ser reflejo de que su alteración (por ejemplo por sobrepastoreo) no es tan fá- cil de cuantificar, en comparación con la vegetación fo- restal. Por lo mismo, es difícil distinguir el estado de con- servación (vegetación primaria vs. vegetación secundaria) de estos ecosistemas. La alusión repetida a la vegetación secundaria, no solo en lo que se refiere a los ecosistemas de zonas áridas sino para todos los ecosistemas terrestres del país, hace notar que la vegetación perturbada o en distintas fases de re- generación posterior a la transformación de la vegeta- ción primaria, considerando todos los ecosistemas en conjunto, ha venido acusando un incremento notable en las últimas décadas. Al respecto, las estadísticas publica- das por inegi (1968-1986, 2001, 2005a, 2005b) mues- tran una tendencia de cambio positivo, que había llegado 1 • Factores de cambio y estado de la biodiversidad 53 a 32.4 millones de hectáreas en 1976 y se incrementó a 40.5 millones en 1993 y a 42.2 millones en 2002. Además de la vegetación secundaria, omnipresente en el país, destaca el hecho de que la vegetación de todos los ecosistemas en general, incluyendo partes de la que se registra como primaria, presenta una configuración es- pacial consistente en una proliferación de fragmentos de diferente tamaño, con diferente grado de aislamiento, y sujetos a la propagación de los llamados efectos de borde (penetración de los impactos por viento, temperatura, desecación y diversas perturbaciones bióticas, como la incursión de especies exóticas o típicas de sitios pertur- bados). El análisis sistemático de la variación espacial de la fragmentación a escala nacional es una tarea pendien- te, pero a partir de estudios locales podemos extrapolar, o inferir, que la fragmentación se correlaciona negativa- mente con la pendiente del terreno (véase Trejo y Dirzo 2000), la elevación y accesibilidad del terreno (Mendoza et al. 2005) y la pedregosidad superficial, y quizá con pa- trones de migración humana (I. March, com. pers.). Aún más, los ejemplos locales son escasos, pero los disponi- bles sugieren que este tipo de perturbación por uso de la tierra es importante, como se ilustra para un caso parti- cular en el recuadro 1.2. Un análisis de los factores próximos de conversión de los ecosistemas en la década de los ochenta (Masera et al. 1997), cuando México observó su pico de deforestación (cuadro 1.1), muestra que de la conversión total anual, estimada por Masera et al. (1997) en cerca de 800 000 hectáreas, casi la mitad se adjudica a la conversión de terrenos en pastizales para la ganadería; esta es seguida por la deforestación debida a los incendios forestales aso- ciados con las quemas agrícolas (24%) y a la conversión en terrenos agrícolas (17%). Esta jerarquía de los factores de conversión refleja en gran medida la situación de las selvas tropicales húmedas y secas, que acusan la mayor deforestación. Si bien la importancia relativa de la deforestación y la afectación a la biodiversidad debido a los incendios antro- pogénicos adquieren mayor preponderancia en los eco- sistemas arbolados, que representan, en promedio, 19.2% (intervalo 12.9-27.4 por ciento, entre 1996 y 2004) de la superficie afectada anualmente por incendios (Semarnat 2006a), es evidente que la conversión de terrenos a la ga- nadería es alta en todos los ecosistemas (Challenger 1998; Sagarpa 2001; Semarnat 2006a) y ha sido y sigue siendo un factor directo de cambio en los ecosistemas forestales del país. Consistente con esto, una evaluación reciente por parte de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Ali- mentación, Desarrollo Rural y Pesca (Sagarpa) indica que la ganadería extensiva, tipificada por mínimas inversio- nes de capital, baja productividad y baja rentabilidad por hectárea, se ha expandido considerablemente para ocu- par más de 110 millones de hectáreas, equivalentes a 57% del territorio nacional, por lo que continúa siendo el uso dominante de la tierra en el país (Sagarpa 2001). De acuerdo con el inegi (2005b), en 2002 existían en el país 18.8 millones de hectáreas de potreros, integrados por pastizales (cultivados e inducidos) establecidos en tierras originalmente cubiertas por selvas húmedas y subhúme- das, bosques y tierras de cultivo. No obstante, la mayor parte de la superficie dedicada a la ganadería extensiva la integran los pastizales naturales y los matorrales xerófi- los del Altiplano y del norte árido del país, hoy utilizados como tierras de agostadero y sujetos a regímenes de pas- toreo deficientes que sustentan poblaciones de ganado (en especial, bovino) por encima de las máximas permiti- das por los coeficientes de agostadero, lo que contribuye a la degradación y deterioro de estos ecosistemas (Sagar- pa 2001; inegi 2005b; Semarnat 2005a). El uso de madera Cuadro 1.1 Factores próximos de conversión de cuatro ecosistemas arbolados de México en la década de 1980 Actividad de conversión Bosques templados (coniferas) Bosques templados (latifoliadas) Selvas tropicales húmedas Selvas tropicales secas Total Potreros 45.64 (28) 22.96 (28) 139.83 (59) 186.76 (58) 393.96 (49) Agricultura 26.08 (16) 13.94 (17) 23.70 (10) 45.08 (14) 104.52 (13) Extracción 8.15 (5) 4.10 (5) 4.74 (2) 16.10 (5) 32.16 (4) Fuegos 78.24 (48) 38.54 (47) 52.14 (22) 22.54 (7) 192.96 (24) Otras 4.89 (3) 2.46 (3) 16.59 (7) 51.52 (16) 80.40 (10) Total 163 82 237 322 804 Nota: los datos corresponden a miles de hectáreas; entre paréntesis se indica el porcentaje del total. Fuente: Masera et al. 1995. 54 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 1.2 Fragmentación del hábitat en la región de Los Tuxtlas Eduardo Mendoza • Rodolfo Dirzo El factor próximo que impone un mayor desafío para la conservación de la diversidad biológica terrestre, particularmente la tropical, se asocia con las tendencias contemporáneas en el cambio de uso del suelo. El cambio en el uso del suelo trae consigo, además de la reducción en la extensión del hábitat, un cambio marcado en la configuración espacial del paisaje, de manera que la vegetación remanente queda constituida por una serie de fragmentos más o menos aislados, inmersos en una matriz de terrenos antrópicos, lo que se conoce como fragmentación (Fig. 1). La fragmentación implica una mayor exposición a la influencia antrópica, que se manifiesta en cambios en variables físicas (p. ej„ incrementos en la temperatura e incidencia del viento y disminución de la humedad relativa), biológicas (p. ej„ exposición a nuevas especies competidoras o depredadoras) y humanas (p. ej„ aumento en la cacería y extracción de madera, frutos y hojas). Es bien conocido que el impacto del cambio en dichas variables aumenta conforme la conversión del hábitat pro- duce un contraste mayor entre las características del ambiente original y el transformado; además, se sabe que tal impacto diminuye hacia el interior del fragmento de vegetación remanente, constituyendo el llamado efecto de borde. La fragmentación aumenta de manera prácticamente exponencial en el perímetro expuesto a la influencia externa, en comparación con la que se produciría si el hábitat se contrajera manteniéndose como una sola unidad. Por otra parte, según el grado de contraste entre la matriz y el hábitat original es posible que se forme una barrera que impida el flujo de organismos entre distintos fragmentos. Es evidente, entonces, que la fragmentación tiene el potencial de exacerbar el impacto del cambio en el uso del suelo sobre la persistencia de las especies asociadas al hábitat original y por lo tanto sobre la diversidad biológica local. Para ilustrar esta situación este recuadro describe las características de la fragmentación del hábitat en la porción norte de la Sierra de Los Tuxtlas (Mendoza et al. 2005). Los Tuxtlas muestra signos evidentes del cambio en el uso del suelo, los cuales están particularmente bien descritos en una zona de 83 644 hectáreas, que comprende parte de la Reserva de la Biosfera, así como la totalidad de la Estación de Biología Tropical de Los Tuxtlas de la unam. Esta zona, cubierta en su origen por una compleja mezcla de ecosistemas forestales que incluían selva húmeda, manglar, bosque de pino-encino, bosque de niebla y bosque enano (Dirzo 1991), ha experimentado una reducción de más de 80% en su cubierta forestal. Como resultado de esta intensa deforestación, lo que antes era una compleja amalgama de hábitats está actualmente dominada por pastizales y tierras de cultivo. Dentro de esta matriz se encuentra un "archipiélago” constituido por un conjunto de 1 005 fragmentos con un tamaño que oscila entre 9 356 y 0.5 hectáreas (Fig. 1). El fragmento más grande incluye la reserva de la unam y su conexión con la vegetación del Volcán San Martín. Si bien el ámbito de variación en el área de los fragmentos es de cuatro órdenes de magnitud, es notable que 90% de ellos concentren tan solo 10% del área remanente de bosque. Así, el valor de la mediana de la distribución de tamaños de los fragmentos es de apenas 0.89 hectáreas, mientras que el valor promedio es de 1 3.6 (Fig. 1 ). No solo el tamaño de los fragmentos varía, sino también su forma y ubicación. La forma es importante porque influye en el grado de exposición que el interior de un fragmento tiene al efecto de borde (mientras más se aleja de la forma circular es mayor el efecto de borde); la ubicación es crítica, en particular en términos de la distancia respecto a la vegetación no fragmentada. Es evidente que en Los Tuxtlas la mayoría de los fragmentos no tienen una forma circular, aunque esto varía con el tamaño de los mismos (Mendoza et al. 2005). Tomando como base una distancia de efecto de borde de 30 m (distancia en la que la variación en la humedad relativa y la temperatura se estabilizan en fragmentos de Los Tuxtlas) (Ruiz 2003), hicimos una simulación del impacto que tendría en los cálculos del área de los fragmentos incorporar un efecto de borde de esta magnitud. El resultado fue que 41% de los 1 005 fragmentos no mantienen nada de su área libre del efecto de borde y el restante 59% experimentó una reducción considerable (Fig. Ib). Por otra parte, más de 80% de los frag- mentos se encuentran ubicados a más de 500 m de la reserva, la cual resulta la fuente más importante de propágulos (semillas, colonizadores, etc.) que favorecerían el "rescate” o restauración de las poblaciones de las especies más afectadas. Varios estu- dios independientes han encontrado que variables como el tamaño del fragmento y su aislamiento se correlacionan nega- tivamente con la presencia o abundancia de algunas especies de plantas (Dirzo et al., en revisión) y animales en los frag- mentos de Los Tuxtlas (Estrada y Coates-Estrada 1996). Este tipo de hallazgos apoya la necesidad de integrar los estudios de fragmentación a las evaluaciones sobre el impacto del cambio en el uso de suelo como una forma de alcanzar una visión más realista del estado de conservación de la biodiversidad local y general en los ecosistemas de nuestro país. 1 • Factores de cambio y estado de la biodiversidad 55 0 □ Fragmentos Fragmentos - efecto de borde Área (hectáreas) Figura 1 Descripción de la fragmentación del hábitat en la porción norte de la Sierra de Los Tuxtlas, Veracruz: (a) mapa de la fragmentación en Los Tuxtlas obtenido del análisis de una imagen del satélite Landsat del año 2000: el área en negro corresponde a los fragmentos de bosque remanentes; la zona delimitada por el polígono corresponde a la reserva de la unam, y (b) distribución y descripción estadística de los tamaños de los fragmentos tal como son detectados por la imagen de satélite y después de incorporarles, mediante simulación, un efecto de borde de 30 m. 56 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio (en particular de pinos y encinos) de bosques templados para el acopio de leña para las necesidades cotidianas de energía en las regiones más pobladas del país ha sido constante durante siglos. Esta actividad es importante como factor de impacto sobre la biodiversidad; el tema se revisa más adelante y con más detalle en otros capítulos (véanse los capítulos 4 y 5 de este volumen). Además de los ecosistemas terrestres, los humedales y los ambientes acuáticos también han sufrido procesos de transformación muy importantes, como se esboza en- seguida. Humedales Estos ecosistemas de transición entre los ambientes te- rrestres y los acuáticos (tanto dulceacuícolas como sa- lobres) han sido drenados para su conversión a usos agropecuarios y urbanos, y para la construcción de infra- estructura de transporte y de aquella relacionada con las industrias petrolera y turística. Los humedales, que in- cluyen los manglares, experimentan modificaciones en cuanto al aporte de agua y sedimentos desde las partes altas y medianas de las cuencas hidrográficas debido a la deforestación y a la construcción de represas y otras obras de infraestructura hidráulica. Los manglares se defores- tan para obtener leña, para construir hoteles, campos de golf y casas, y para establecer granjas camaronícolas; ade- más, sufren incendios forestales y cambios de uso del sue- lo para su transformación en milpas y potreros. Los cam- bios de cobertura de los manglares son difíciles de evaluar utilizando sistemas de información geográfica debido a su distribución tan estrecha a lo largo de las costas, especial- mente del Golfo de México y del Mar Caribe. La infor- mación disponible sugiere tasas anuales de deforestación muy variables de región a región; en algunas localidades del Caribe mexicano alcanzan hasta 12% de pérdida anual (Núñez-Larfán et al. 1997). La pérdida de cobertura de los manglares de México, en general, ha sido dramática: los 1.45 millones de hectáreas de cobertura potencial ori- ginal se redujeron, hacia 2002, en 41%, quedando sola- mente 859 221 hectáreas ese año (inegi 2005a, b). Ecosistemas dulceacuícolas Los principales ecosistemas dulceacuícolas naturales de México son sus 50 ríos más caudalosos (véase el capítu- lo 4 del volumen I de esta obra), sus 70 lagos y lagunas (sin contar las 137 lagunas costeras) y los demás ríos, tri- butarios, riachuelos y arroyos permanentes e intermiten- tes que existen en el territorio nacional (Arriaga et al. 2002). Satisfacer las muy diversas necesidades de los usua- rios humanos del recurso hídrico, desde el consumo del agua potable, el riego de los cultivos y la producción de bienes por la industria hasta la generación hidroeléctrica, ha llevado a la sobreexplotación del agua de manera di- recta e indirecta y a la construcción de infraestructura hidráulica e hidroeléctrica (incluyendo 4 000 presas y re- presas). Estas actividades alteran los caudales (en su vo- lumen, velocidad y calidad), la conectividad y hasta los cursos mismos de los afluentes. Estos factores, junto con las descargas contaminadas de los asentamientos, indus- trias y zonas agropecuarias han impactado los ecosiste- mas dulceacuícolas y su biodiversidad de tal manera que sus efectos acumulados han sido muy negativos y, en al- gunos casos, catastróficos (Arriaga et al. 2002; Carabias y Landa 2006; cna 2007). La biodiversidad del delta del Río Colorado en Sonora, por ejemplo, incluye varias es- pecies en peligro de extinción (entre ellas diversas espe- cies endémicas) debido, sobre todo, al desvío y consumo de prácticamente todo el volumen de agua del río en las zonas de riego a lo largo de su curso en el vecino país del norte (Zamora- Arroyo et al. 2005). Las “pozas” de Cua- trociénegas, Coahuila, uno de los hábitats de agua dulce únicos en el mundo por sus características fisiográficas y biológicas, se encuentran en serio riesgo de desecación debido, sobre todo, a la extracción de agua del manto acuífero con fines de riego, además de su uso como abre- vaderos para el ganado. Esta conjunción de factores au- menta el riesgo para sus diversas especies endémicas, in- cluyendo nueve especies de peces dentro de categorías de riesgo en la NOM-059-SEMARNAT-2001 (Abell et al. 2000; Semarnat 2002; wwf 2006, 2007). Otros ecosiste- mas dulceacuícolas de México cuya biodiversidad se en- cuentra bajo severas presiones son los ríos y lagos de la Cuenca Lerma-Santiago-Chapala (desde su origen en el Estado de México, pasando por la región del Bajío y el Lago de Chapala, hasta su desembocadura en el estado de Nayarit); los ríos Yaqui y Mayo en Sonora; el Río Nazas en Durango, y el Río Bravo a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos, entre muchos otros (Arriaga et al. 2002). Además de las presiones antes descritas, los ecosiste- mas dulceacuícolas y su biodiversidad también se encuen- tran bajo amenaza por usos extractivos como la recolec- ción, caza y pesca de sus especies de interés comercial (incluyendo crustáceos y avifauna), por la introducción de especies exóticas (véase más adelante) y por las obras de canalización, entubamiento, desvío y drenaje (Arriaga 1 • Factores de cambio y estado de la biodiversidad 57 et al. 2002; Semarnat 2003b; Medellín Milán 2003; Cam- bias y Landa 2006). De todos los grupos taxonómicos cuyas especies se encuentran bajo riesgo en México, los peces de los ecosis- temas dulceacuícolas están especialmente amenazados, y se considera que 11 especies quizá ya se extinguieron en el medio silvestre (Espinoza-Pérez etal. 1998; Arriaga etal. 2002; Semarnat 2002; Conabio 2007). Muchas de estas especies son (o eran) endémicas de México, restrin- gidas a hábitats muy aislados como los lagos a lo largo del Eje Neovolcánico (incluyendo el Lago de Chapala, el Lago de Catemaco, así como los lagos-cráter del Valle de San- tiago), los cenotes y cuevas de la Península de Yucatán, las “pozas” desérticas de Cuatrociénegas, Coahuila, y los oasis de Sonora y de la Península de Baja California. Aso- ciadas a estos cuerpos de agua también existen especies endémicas de anfibios, reptiles, plantas, rotíferos y de otros grupos, muchas de estas también bajo diversas ca- tegorías de riesgo (Arriaga et al. 2002; Aguilar 2003). Un excelente diagnóstico de la situación de los peces en los cuerpos de agua dulce de las zonas áridas del país (Con- treras y Lozano 1993) indica que en Sonora y la Comarca Lagunera, al menos, 92 manantiales y 2 500 km de ríos se han secado, al tiempo que las aguas superficiales han dis- minuido y los mantos freáticos se encuentran a mayor profundidad. Aunado a esto, se conocen aproximadamen- te 200 especies de peces de agua dulce en esa región, de las cuales 120 están amenazadas y 15 extintas debido al impacto antropogénico. Asimismo, la salinización del bajo Río Bravo ha causado un cambio de 32 especies nativas dulceacuícolas o salobres a 54 especies principalmente marinas o de una alta tolerancia a la salinidad, con lo que se observa ahora que diversas especies marinas penetran hasta 400 km aguas arriba. Otro factor importante de conversión de los ecosiste- mas naturales que ha venido incrementándose en las úl- timas décadas es el desarrollo de las zonas urbanas. Se calcula (inegi 2005b) que el área cubierta por este uso del suelo había llegado a 1.11 millones de hectáreas en 1993, y a 1.26 millones en 2002. Estas estadísticas, sin em- bargo, no reflejan el hecho de que los asentamientos ur- banos tienen un impacto extendido con manifestaciones diversas, que van más allá de lo que se insinúa por el área cubierta por las ciudades. Una forma indirecta de hacer patente este efecto de la expansión urbana es mediante la profusión de fuentes de luz artificial nocturna que cre- cientemente cubren el territorio nacional. Los mapas de la figura 1.8 muestran que en el periodo 1993-2003 se desen- cadenó una notable proliferación de luces, representati- vas de la expansión de asentamientos humanos, las cuales se hicieron evidentes en gran parte del territorio nacio- nal. La imagen de 2003 presenta la expansión de luces en particular en el sureste del país (Chiapas), así como en la Península de Yucatán. Además es evidente un incremen- to en la densidad de luces en el Eje Volcánico Transversal, un área reconocida por su importancia en términos de biodiversidad, en particular por la concentración de en- demismos (véase el capítulo 12 del volumen I de esta obra). Un aspecto de este fenómeno que sobresale es que la proliferación de áreas con iluminación artificial noctur- na está ocupando áreas adyacentes a las áreas naturales protegidas del país, así como áreas detectadas como prio- ritarias para la conservación por la Conabio (véase el capítulo 9 de este volumen). El primer análisis cuantitati- vo de esta sobreposición y la trayectoria de cambio de esta contaminación lumínica se muestra en el recuadro 1.3. Un análisis de los factores que amenazan a las especies animales de México (considerando todos los ecosistemas) con base en las listas rojas de la uicn (2004) sugiere que la destrucción del hábitat y la extracción directa son las causas principales de impacto (Lig. 1.9). Por otra parte, se puede ver (Lig. 1.4) que el impacto de estos factores próximos, de gran incidencia en el pasado y hoy día, tam- bién se proyecta como un factor importante hacia el fu- turo en prácticamente todos los ecosistemas. Si bien es evidente que la destrucción del hábitat es un factor directo de pérdida de especies y poblaciones, es di- fícil estimar las tendencias de esta relación de cara al fu- turo. Un enfoque tradicional para acercarse a ese tipo de estimaciones, aunque aún debatido, es por medio de la relación especies (S)-área (A), derivada de la teoría de biogeografía de islas (MacArthur y Wilson 1967): S = cKz donde c es una constante y z es la pendiente de la línea que relaciona A con S. La aplicación de este modelo para inferir cambios en la riqueza de especies en función de la pérdida de área de hábitat requiere conocer 1 ] la tasa de deforestación; 2] el área del hábitat; 3] la cuantía de especies, y 4] el valor del exponente z. La aplicación de este modelo sería factible, al menos para algunos grupos de organismos de los cua- les tenemos buen conocimiento sobre el número de es- pecies existentes. Sin embargo, una de las grandes limi- tantes de este enfoque es que las predicciones de pérdida de especies corresponden a lo que ocurriría en el momen- to de equilibrio de la cantidad de especies que pueden 58 Capital natural de A /léxico • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Figura 1.8 Distribución de luces nocturnas asociadas con asentamientos humanos en México en 1993 (a) y 2003 (b). Fuente: NOAA's National Geophysical Data Center (2006). 1 • Factores de cambio y estado de la biodiversidad 59 caber en el área de hábitat remanente, el cual es difícil de inferir. Esto implica que, a lo mucho, el modelo sugiere el posible número de especies destinadas a la extinción en algún momento ( Le ., de equilibrio). Si bien de alcances limitados, algunos autores valoran el uso del modelo al menos para sugerir la magnitud de extinción esperable. Un ejercicio de este tipo, aplicado a la Selva Lacandona (Mendoza y Dirzo 1999), en el cual se estima la existencia de 4 300 especies de plantas vasculares, con una tasa de deforestación de 1.6% anual y con exponentes z de 0.15 y 0.35 (el ámbito de variación conocido a partir de docenas de estudios) genera escenarios de entre 50 y 90 por cien- to de especies de plantas destinadas a la extinción (en el momento de equilibrio) si el ritmo de deforestación con- tinuase igual hasta el año 2100. Otra manera de medir las tendencias actuales de la bio- diversidad en un nivel específico es mediante la compara- ción de las distribuciones reales conocidas de ciertos gru- pos de animales con las distribuciones pasadas, para así obtener datos y mapas de extinciones locales de pobla- ciones y, potencialmente, de especies. Este ejercicio se ha efectuado a una escala continental para 173 especies de mamíferos y se ha comprobado la extinción local de mu- chas de estas en grandes zonas dentro de sus distribucio- nes originales, a causa del cambio de uso del suelo, la so- brecaza y la urbanización o el crecimiento de la población humana (Ceballos y Ehrlich 2002). Estos datos muestran la extinción local de entre una y seis especies de mamíferos □ Plantas Mamíferos ■ Aves □ Peces Cacería / Destrucción Especies Otras extracción de hábitat exóticas causas Figura 1.9 Factores próximos responsables de la amenaza a especies de plantas y tres grupos de vertebrados de México. del conjunto de cuadrantes de referencia (2X2 grados) en los que se divide México, tendencia que continúa en la me- dida en que los factores causantes siguen vigentes. Algunas de estas extinciones ya rebasaron el ámbito lo- cal o regional: a escala nacional, de 1600 a la fecha se ha Recuadro 1.3 La proliferación de luces nocturnas: un indicador de actividad antrópica en México Juan Carlos López Acosta • Andrés Lira-Noriega • Isabel Cruz • Rodolfo Dirzo El aumento descontrolado de la actividad humana se ha convertido en el principal factor de cambio de los ecosistemas, ocasionando problemas ambientales sin precedentes en el planeta, y México no es la excepción. Factores como el crecimiento de la población humana, el aumento en la actividad económica, el consumo de bienes y servicios per cápita, así como la necesidad de nueva infraestructura para el desarrollo humano han sido catalizadores directos para la degradación de las áreas naturales (Liu et al 2003; Mikkelson et al. 2007). Esta creciente presión sobre los recursos naturales ha promovido la necesidad de desarrollar indicadores que evalúen el impacto humano sobre los ecosistemas. Un parámetro que podemos asociar con la actividad humana es la presencia y proliferación de luces nocturnas, en tanto que estas son un reflejo directo de infraestructura y actividad humana. Este parámetro tiene la ventaja de poder ser detectado de manera económica y periódica, siendo el único indicador de actividad humana que puede ser medido, con buena resolución, desde el espacio (Eldvidge et al. 2007). Se ha argumentado que su análisis puede utilizarse como una herramienta exacta, económica y contundente para determinar la distribución de áreas de desarrollo de la actividad humana (Eldvidge et al. 2007), y puede reflejar una medida de presión antropogénica espacial y temporal sobre las áreas naturales, incluyendo aquellas que se encuentran en algún esquema de protección. Desde 1993 existe un sensor satelital que tiene la capacidad de identificar los puntos de luz nocturna en todo el mundo, 60 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 1.3 [continúa] el U.S. Air Forcé Defense Meteorological Satellite Program (DMSP)'Operational Linescan System (ols), cuyos datos son procesados por el noaa/ngdc (National Oceanic and Atmospheric Administration's National Geophysical Data Center). Este sensor ha sido extensamente utilizado para realizar mapeos de áreas urbanas, y se han encontrado relaciones significativas entre presencia y densidad de luces con factores socioeconómicos como densidad de población y producto interno bruto (Dolí et al. 2000; Sutton et al. 2001; Balk et al. 2004). Estas correlaciones se han encontrado tanto a escala global como regional (p. ej., Sutton et al. 2001; Amaral etal. 2007). En este estudio presentamos un análisis preliminar sobre el cambio espacio-temporal de las áreas influenciadas por las luces en la República mexicana basado en las imágenes dmsp-ols. En particular, nos dedicamos a observar la trayectoria de cambios en la cobertura espacial de luces en todo el territorio mexicano, así como en algunas áreas protegidas (ap) y biomas en tres años (1993, 1998, 2002). Este análisis es complementario de la discusión e ilustración acerca de la proliferación de luces que se presenta en este capítulo (Fig. 1.8). La figura muestra la presencia e influencia de luces nocturnas en una buena parte de la superficie continental de la República mexicana, consecuencia de actividades antrópicas. Para la realización de este ejercicio hicimos cálculos y comparaciones de las áreas con influencia de luces nocturnas en la República mexicana correspondientes a los años 1993, 1997 y 2002, utilizando las coberturas de luces nocturnas estables libres de nubosidad del dmsp-ols y procesadas por el ngdc/noaa (disponibles en ). Las imágenes fueron convertidas a polígonos con una proyección cónica conforme de Lambert para realizar el cálculo de áreas. Todos los cálculos se hicieron considerando exclusivamente la superficie continental del territorio nacional con base en el mapa de las ecorregiones nivel 4 de México (inegi, Conabio e ine 2007), excluyendo las islas y la superficie marina de las ap cuando su delimitación se extiende por fuera de la línea de costa. Para los cálculos de las luces en las ap se utilizó la cobertura de la superficie del ap en cuestión, ensamblada para el análisis de vacíos y omisiones en conservación y especialmente editada para evitar duplicaciones o triplicaciones en la estimación del área protegida debido al sobrelapamiento de las áreas federales, estatales y municipales (véase el capítulo 16 de este volumen). Para determinar el cambio en la presencia de luces en los diferentes ecosistemas se usaron las ecorregiones nivel 1 de la Comisión de Cooperación Ambiental. Figura 1 Cobertura de luces en los años 1993, 1997 y 2002. Nuestro análisis muestra que este indicador de la actividad antrópica ha tenido una trayectoria de crecimiento importante en el periodo analizado, pero este crecimiento es particularmente notable en el periodo 1997-2002. La tendencia temporal mostrada en la figura 1 indica que el área con influencia de luz se ha incrementado desde 1993 a una tasa de 14 787 km2/año (Fig. 1). Esta cobertura de luces es mucho mayor a los 12 700 km2 de área cubierta por zonas pobladas en 2002 (véase el capítulo 2 de este volumen), según la carta de suelo y vegetación del inegi (serie III), lo cual evidencia que las ciudades, a pesar de ocupar relativamente poca superficie, pueden ejercer una influencia desproporcionada en su entorno, detectada por la presencia de luces. Las áreas que son prioritarias para la conservación, como las ap continentales, no están exentas del aumento de la cobertura de luces. Al analizar el curso temporal de la cobertura de luces en las ap de jurisdicción federal, estatal o municipal, encontramos que el área de luces nocturnas se ha incrementado a una tasa de 813.41 km2/año en el periodo 1993-2002, de tal manera que en 2002 14% de estas ap estaba cubierta por luces estables. Dada la diferencia en el incremento del área de luces en el total nacional, comparada con el incremento en las ap (14 787 frente a 813.4 km2/año), este análisis sugiere que la instalación de las ap es un instrumento útil, más no definitivo, en la contención de la actividad antrópica. Sin embargo, existe una gran variación en el registro de luces sobre las ap analizadas. Por ejemplo, si tomamos las 15 ap con mayor superficie en 1 • Factores de cambio y estado de la biodiversidad 61 ■ 1993 □ 1997 □ 2002 03 U c cu =5 U 03 O CL E cu N Figura 2 Cobertura de luces en las 15 anp con mayor superficie en México durante los años 1993, 1997 y 2002. México (Fig. 2), encontramos que existen áreas como la Sierra Gorda que han aumentado más de tres veces su área iluminada; la reserva de Río Grande-San Pedro y la Barranca de Meztitlán han aumentado en más de dos veces. Por el contrario, zonas como las de Arroyo Sila, Zempoala y La Bufa "Otomí-Mexica" prácticamente no han cambiado en cuanto al área cubierta con luces; incluso el área de Cumbres de Monterrey mostró una tendencia a la disminución del área iluminada. Al comparar las coberturas de luces con los mapas de las ecorregiones de nivel I encontramos que hay ecosistemas con mayor presión antrópica; las selvas cálido-secas mostraron un aumento de 1.6 veces en la cubierta por luces al pasar de 2 341.2 km2 en 1992 a 3 700 km2 en 2002, mientras que las selvas cálido-húmedas aumentaron 1.5 veces al pasar de 2 669 a 3 954 km2 en el mismo periodo. Este hallazgo del aumento de cobertura en luces en las selvas de México coincide con los análisis típicos de cambio en cobertura vegetal, utilizando como base de información las tres ediciones de la Carta de uso actual del suelo y vegetación y la Carta de vegetación primaria potencial del inegi, la cual señala que las selvas han sido los ecosistemas terrestres que han sufrido las mayores transformaciones y afectaciones por las actividades humanas (véase el capítulo 2 de este volumen). En este análisis hemos señalado la tendencia en el aumento de la cobertura de luces en México, sin embargo, dada su correlación directa con factores socioeconómicos- ambientales, la potencialidad de esta herramienta es mayor, y puede ayudar a comprender y prevenir los efectos del desarrollo. Realizar el análisis de la cobertura de luces nocturnas nos es útil para tener un marco general de la presencia y el impacto potencial de la actividad humana sobre los ecosistemas. Son necesarios mayores estudios para conocer el comportamiento de los ecosistemas con esta influencia. Con las calibraciones adecuadas, este método nos permitiría detectar cambios a distintas escalas y tener seguimiento de las áreas prioritarias, y podría ser incluido en las acciones que evalúan los esfuerzos para la conservación de nuestro país. 62 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio documentado la extinción de 56 especies (véase el capí- tulo 10 del volumen I). De éstas, al menos 30 especies de vertebrados se extinguieron en México durante el último siglo incluyendo, entre otras, el bisonte (. Bison bison), el oso gris ( Ursos arctos horribilis), el carpintero imperial ( Cam - pephilus imperialis), el cóndor de California ( Gymnogyps californianus; esta especie ha sido reintroducida en Baja California, aunque su permanencia es aún muy precaria), el salmón del Río Colorado ( Ptychocheilus lucius), el za- nate de Lerma ( Quiscalus palustris) y la nutria marina (. Enhydra lutris ), otrora abundante en las costas de Baja California (Conabio 2008). Actualmente, la NOM-059- SEMARNAT-2001 considera 2 583 especies mexicanas bajo alguna categoría de riesgo (Semarnat 2002). Además, la remoción de millones de hectáreas de ve- getación natural ha menguado los procesos ecológicos subyacentes a los servicios ambientales (de los cuales depende la especie humana; capítulo 4 de este volumen), conduciendo a trastornos regionales y locales del clima y del ciclo hidrológico, mayor vulnerabilidad ante los eventos hidrometeorológicos extremos, erosión del sue- lo y contribuciones muy elevadas a las emisiones globales de gases de efecto invernadero (Masera et al. 1997; Se- marnat 2006a), con secuelas de dimensiones incalcula- bles para la biosfera y la sociedad humana (ma 2005b; ipcc 2007). Además de la destrucción del hábitat otros factores tie- nen un papel importante en el cambio de la biodiversi- dad, incluyendo la extracción de organismos, las especies exóticas y los contaminantes. Si bien otros capítulos pre- sentan análisis específicos de estos factores de cambio, aquí incluimos una reseña breve, como parte de nuestra descripción general de los factores próximos responsa- bles de las tendencias de cambio de la biodiversidad. 1.3.2 Extracción La figura 1.4 sugiere que cerca o inmediatamente después de la transformación del hábitat viene la extracción y so- breexplotación directa. Es previsible que en el futuro este factor tenga una proyección menor en algunos casos, en parte debido a que simplemente el recurso habrá llegado a un grado de escasez tal que impida su explotación. Tal podría ser el caso de las pesquerías y de la extracción de maderas preciosas en algunas zonas tropicales del sures- te. Naranjo y Dirzo et al. (en este volumen) presentan un análisis detallado de la magnitud y trayectorias de las ex- tracciones de flora y fauna, por lo que aquí solo aborda- mos algunos aspectos generales. La información disponible sugiere que la extracción di- recta se manifiesta con gran intensidad en sistemas acuá- ticos, principalmente marinos y de agua dulce. México es un país pesquero por tradición, que ha ocupado en los últimos cinco años el lugar 16 en el mundo, con un pro- medio de 1.45 millones de toneladas. No obstante, en la Carta Nacional Pesquera se consigna que de 75 unidades de manejo, 45 (60%) han alcanzado su rendimiento máxi- mo (completamente explotadas) y en 20 (26.6%) se regis- tra sobreexplotación de los recursos pesqueros (Sagarpa 2004). Lo anterior significa que 86.6% de nuestras unida- des pesqueras marinas ya no pueden sufrir ningún incre- mento en su producción y muchas de ellas requieren ac- ciones de manejo y protección para detener su deterioro. La sobrepesca en algunas lagunas costeras ha diezmado poblaciones de camarón, ostión y de otras pesquerías co- merciales de gran importancia económica local y nacio- nal (Olmsted 1993; López Portillo y Ezcurra 2002; Moreno Casasola et al. 2002; Carrera y De la Luente 2003). Para 56 (84%) de los 65 cuerpos de agua dulce de mayor tama- ño de México se desconoce el impacto de la actividad pesquera en las poblaciones naturales de las pesquerías comerciales. Para los nueve restantes se sabe que tres (5%) tienen poblaciones en deterioro, dos (3%) han alcanzado su rendimiento máximo sostenible y solo cuatro (8%) tie- nen potencial para incrementar el esfuerzo pesquero (Semarnat 2005a). La pesca marina es una actividad extractiva que altera la composición de las comunidades en varios aspectos, in- cluyendo los niveles tróficos, grupos funcionales y la di- námica de poblaciones de todas las pesquerías comercia- les, y de todas aquellas especies comúnmente atrapadas de manera accidental en las redes. Esta “captura inciden- tal” incluye las tortugas marinas, los delfines, la vaquita marina, la totoaba y otras especies en alguna categoría de riesgo de acuerdo con la NOM-059-SEMARNAT-2001, en muchos casos llevadas al borde de la extinción local (Semarnap 2000; Semarnat 2002, 2005a; inp 2007). Se consigna que en otros casos, como los tiburones, el mer- lín y los peces espada y vela, la alta presión de las activi- dades pesqueras (sobre todo las deportivas), por encima de lo que puede reponer el crecimiento poblacional de las mismas, las está llevando a la categoría de al borde de la extinción (Conapesca-iNP 2004). En el ámbito terrestre, si bien algunas fuentes señalan un deterioro en la biodiversidad de los ecosistemas te- rrestres debido a la actividad forestal, este efecto se debe más a las pautas poco sustentables de dicha explotación que a los volúmenes de productos forestales extraídos 1 • Factores de cambio y estado de la biodiversidad 63 (Calva 1989; Jardel 1998). De hecho, en el periodo 1990- 2004 se ha extraído anualmente un volumen relativamen- te bajo, en promedio de 7.5 millones de metros cúbicos de madera en rollo (con un ámbito de variación relativa- mente pequeño, que va de 6.5 millones, en 1995, a 9.5 mi- llones, en 2000), cifra que representa, en promedio, solo de 60 a 70 por ciento del volumen anual autorizado me- diante permisos de aprovechamiento (mismo que oscila entre 10 y 15 millones de metros cúbicos), y que repre- senta, además, menos de 25% del incremento anual de biomasa leñosa, estimado en 30.6 millones de metros cú- bicos (Semarnap y uach 1999). No obstante, es preciso señalar que en adición a la extracción comercial, el volu- men de madera extraído mediante la tala ilegal se calcula entre 3 y 5 millones de metros cúbicos según la Semarnat (2006a, p. 124), aunque otras fuentes sugieren que este volumen es subestimado, y se argumenta que es cercano a los 13 millones de metros cúbicos por año (Torres Rojo 2004). Además, el uso de leña para combustible en el ám- bito rural (donde representa la fuente principal de energía doméstica, así como para diversos usos de producción artesanal) se estima en un volumen anual de alrededor de 37 millones de metros cúbicos de madera, aunque una parte muy importante de este volumen es de madera muerta (Semarnap y uach 1999, p. 9). Aun así, es proba- ble que a escala nacional, con excepción de la estimación de Torres Rojo (2004), estas cifras de aprovechamiento no representen una presión desmedida sobre el recurso; por desgracia, estos aprovechamientos tienden a concen- trarse en regiones o en ecosistemas con superficies rela- tivamente circunscritas. Por ejemplo, la mayor parte del volumen de madera aprovechada legalmente proviene de solo cinco estados: Durango, Chihuahua, Michoacán, Oaxaca y Jalisco, que producen casi 75% del total, casi todo a partir de los bosques de pino, de pino y encino, y de oyamel, que representan más de 95% de la superficie aprovechada (Semarnat 2006a). Estos datos indican que la presión de extracción sobre estos ecosistemas, su bio- diversidad y servicios ambientales es considerable (más detalles en el capítulo 5 de este volumen). Por otra parte, una gama de especies silvestres mexica- nas se exportan ilegalmente a países europeos (Austria, Bélgica, Holanda y la República Checa), asiáticos (Japón) y a Estados Unidos. El caso más notable es el de las cac- táceas; actualmente se venden unos 7 a 8 millones de es- pecímenes por año en el mundo, con un valor aproxima- do de hasta 2 000 dólares por ejemplar (véase el capítulo 5 de este volumen). 1 .3.3 Especies invasoras exóticas La figura 1.4 indica que las especies invasoras represen- tan un factor de cambio menor en sistemas de alta diver- sidad, en particular las selvas húmedas (Dirzo y Raven 2003), mientras que en otros, en particular en sistemas acuáticos y sobre todo en las islas, son el factor predomi- nante del cambio, al parecer de mayor importancia incluso que la transformación del hábitat en algunas instancias. La presencia e impacto de especies exóticas es más conspicua en los ecosistemas de las aguas continentales. Por ejemplo, existe un gran número de moluscos invaso- res en el país, algunos de los cuales han causado grandes daños a la agricultura (arroz, café, etc.) y otros que no solo han desplazado a varias especies endémicas de sus hábi- tats naturales, sino que son portadores de tremátodos que matan a los peces al invadir sus branquias, dejan cie- gas a las aves y afectan también a los humanos. En el caso de los peces el panorama es crítico, ya que de las 510 es- pecies de agua dulce, en la NOM-059-SEMARNAT-2001 hay 169 en alguna categoría de riesgo, incluyendo 69 en peligro de extinción, 69 amenazadas y 20 que requieren protección especial. Las causas principales de su estado de amenaza son las alteraciones de hábitat (35%), el aba- timiento de los niveles de agua (34%) y la presencia de especies exóticas/invasivas (31%). La importancia relati- va de las especies introducidas en este caso es entendible al considerar que el número de especies exóticas de peces en México, hasta 2004, era de 115 (Contreras-Balderas et al. 2004). Los efectos económicos de estas invasiones apenas se empiezan a evaluar, pero podrían tener reper- cusiones graves como la pérdida de las cosechas de ca- marón (véanse los capítulos 5 y 6 de este volumen). De la misma manera, los peces diablo (Loricariidae) han perju- dicado la pesca de tilapia en la presa Infiernillo, Michoa- cán, en 80%, causando pérdidas de un monto aproxima- do de 36 millones de pesos anuales, y dejan desempleados a 3 600 pescadores, con lo que se ve afectada una pobla- ción de 46 000 personas (Mendoza et al. 2007). En otros casos, las repercusiones podrían llegar al extremo de provocar un embargo comercial. Si bien el caso de los peces es notable, en muchos otros grupos se han presentado extinciones derivadas de la pre- sencia de organismos exóticos invasores y se considera que esta situación ha ido en aumento, al punto de que ac- tualmente están involucrados en la extirpación de espe- cies nativas en más de 100 localidades dispersas en el país (véase el capítulo 5 de este volumen). Además, el transporte marítimo de carga y de pasaje- 64 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio ros incluye la "contaminación” biótica de ecosistemas ma- rinos con especies de flora y fauna de mares muy distan- tes, introducidas en ecosistemas ajenos por la descarga del agua de lastre. Más de 10 000 millones de toneladas de agua de lastre son transportadas anualmente por los barcos de todo el mundo, llevando consigo cada día alre- dedor de 3 000 especies marinas. La homogeneización biótica de los mares que provoca su descaraga conlleva el riesgo de introducir especies exóticas altamente inva- sivas (imo 1999; Sommer 2006). Estas incluyen el meji- llón cebra ( Dreissena polymorpha), nativo del Mar Negro, un pequeño molusco que llegó a los Grandes Lagos del continente norteamericano a finales de los años ochenta y que fue detectado en los ríos Hudson y Misisipi en los noventa (Sommer 2006), por lo que es probable su pron- ta aparición en aguas salobres mexicanas. Asimismo, el virus del cólera ( Vibrio cholera ), ha sido transportado en agua de lastre desde su nativa Asia hasta las costas de México, y también se encuentran en aguas mexicanas especies de algas unicelulares como los dinoflagelados tóxicos (p. ej., Alexandrium spp., Gymnodium sp.), que amenazan con contaminar los mariscos y enfermar a quienes los comen (imo 1999). Un aspecto relacionado con el tema de las especies in- vasoras es el posible impacto de los organismos genética- mente modificados. La información disponible es aún muy limitada para intentar un diagnóstico, además de que este tema se trata, aunque con otros énfasis, en el capítu- lo 7 de este volumen. 1.3.4 Contaminantes Las consecuencias de la incorporación de sustancias exó- genas, nutrientes y contaminantes parece estar mejor documentada en el caso de los sistemas acuáticos en ge- neral, y en el de los costeros en particular, pero esto más bien podría reflejar falta de conocimiento que una im- portancia menor en el caso de los otros ecosistemas. Por ejemplo, los manglares sufren contaminación orgánica derivada de las industrias de la alimentación y bebidas, la papelera, la textil y la azucarera, así como por aguas resi- duales municipales sin tratamiento adecuado y por agro- químicos y estiércol lixiviados de campos agropecuarios. En consecuencia, muchos humedales están muy afecta- dos por los procesos concomitantes de eutrofización ocasionados por esta contaminación. Otros humedales, sobre todo en el sureste del país, se encuentran contami- nados por metales pesados, solventes e hidrocarburos de- rivados de las actividades petrolera, petroquímica, quí- mica y otras industrias (Carabias y Landa 2006). Por otra parte, el mar hace las veces del mayor cuerpo receptor para los efluvios y contaminantes generados en todos los continentes. Ya existe en el Golfo de México una amplia “zona muerta”, contaminada por una mezcla tóxica de sustancias químicas y agroquímicos, llevada al mar por el Río Misisipi, en Estados Unidos (pnuma 2005). Por otra parte, los arrecifes coralinos, los ecosistemas marinos más exuberantes en términos de biodiversidad (pero entre los menos abundantes, en términos de su su- perficie relativa), aunque son muy importantes en los ciclos de vida de un gran número de especies pesqueras comerciales, han sido afectados por la contaminación derivada del desarrollo de infraestructura hotelera, por- tuaria y costera, mediante la sedimentación, las descar- gas de aguas negras, grasas, solventes, etc., además del acarreo de sedimentos por los ríos (producto de la defo- restación de las cuencas altas) y la contaminación prove- niente de los asentamientos humanos costeros. Todo esto se suma a la destrucción física debida a su uso para el anclaje de embarcaciones, a actividades turísticas no sustentables o sin control adecuado, así como a la pro- ducción de artesanías y aun de materiales para la cons- trucción (unep-wcmc 2006). Los cuerpos de agua naturales siempre han sido utili- zados como una vía para llevar las excretas humanas y las aguas utilizadas en los hogares, las industrias y en la pro- ducción agropecuaria lejos de los asentamientos y demás sitios de producción, no obstante la incompatibilidad de este uso con su otra función principal, la de proveer agua potable para las personas. De acuerdo con la Comisión Nacional del Agua, la mayoría de los ríos y lagos del país padecen algún grado de contaminación (cna 2002). Si bien se han hecho esfuerzos durante los últimos años para aumentar el caudal de aguas tratadas, el volumen sigue siendo solo una fracción mínima del total generado (Semarnat 2006a). Además de la contaminación, que re- duce la calidad del agua para la biodiversidad de los eco- sistemas acuáticos (y para la flora y fauna de los ecosiste- mas terrestres en las riberas de los cuerpos de agua), la extracción para uso humano (sobre todo como agua po- table y para riego) ocurre la mayor parte de las veces a tasas por encima de la de recarga natural, lo que reduce la superficie y el volumen del cuerpo de agua (como en el caso del Lago de Chapala). Por otra parte, la cna infor- ma que 104 de los 653 acuíferos del país se encuentran sobreexplotados, la mayoría de ellos asociados a zonas de riego y centros urbanos importantes en el centro y norte del país (cna 2007). Aunado a estos problemas, la cons- 1 • Factores de cambio y estado de la biodiversidad 65 trucción de infraestructura hidráulica altera los patrones temporales y espaciales del flujo de agua por las cuencas, afectando a diversos organismos acuáticos en su dinámi- ca y desplazamiento poblacional (peces, aves acuáticas, crustáceos, etc.). Asimismo, la deforestación y erosión del suelo provocadas por prácticas no sustentables de usos del suelo aportan abundantes cantidades de sedimentos a los cuerpos de agua, aumentando su contaminación y eutrofización, a la vez que provocan su azolvamiento (Carabias y Landa 2006). La contaminación de origen or- gánico e inorgánico es un importante factor de deterioro para la flora y fauna terrestres y acuáticas. En el caso de la contaminación de origen inorgánico, las concentracio- nes de metales pesados como el plomo y cromo, que se han registrado recientemente en regiones como el Golfo de México, superan hasta en 20 órdenes de magnitud los niveles detectados dos décadas atrás. 1 .3.5 El cambio climático La aplicación de varios modelos de circulación general al territorio de México (véase el capítulo 3 de este volumen; Villers-Ruiz y Trejo-Vázquez 1997) sugiere un impacto diferencial en términos del área propicia para el desarro- llo y mantenimiento de los grandes tipos de vegetación (Fig. 1.4): un marcado efecto negativo en los ecosistemas de afinidad fría y templada (bosques de coniferas de altu- ra, bosques mixtos y bosques mesófilos), y uno probable- mente menor en los de afinidad cálido-húmeda (selvas secas y húmedas). Mientras que en los primeros se pro- nostica una reducción proporcional que va de interme- dia (ca. 50%) a total (p. ej., en los bosques de coniferas de grandes elevaciones), en los últimos se pronostica una ausencia de cambio o incluso un incremento proporcio- nal pequeño (5 a 10 por ciento). Sin embargo, estos datos deben verse con cautela, dada la poca resolución espacial de los modelos de circulación general (gcm) aplicados en una escala correspondiente a la del territorio nacional. Por otra parte, con base en los cambios generales predi- chos en la precipitación (reducción) y temperatura (au- mento) promedio anuales en México, podemos esperar un aumento en la severidad de los incendios forestales y la sequía en muchas partes de la República. Por otra parte, dados los efectos complejos del cambio climático global sobre la frecuencia y severidad de las tormentas, aún no es posible predecir con certidumbre la magnitud de los cambios en los huracanes e inundacio- nes. De cara al futuro, puede preverse que, de seguir la tendencia de cambio climático antropogénico proyecta- da actualmente, el cambio climático podría ser uno de los factores directos de mayor impacto sobre la biodiversi- dad (Fig. 1.4). Con este breve resumen de los factores directos que influyen en la biodiversidad, se hace patente que las pau- tas de desarrollo económico del país han dejado (y siguen dejando) huellas importantes en la existencia y distribu- ción de la biota del país. 1 .3.6 Costos y transacciones México, país abastecedor de materias primas a la España imperial durante tres siglos, y hoy plenamente incorpo- rado a las pautas de desarrollo convencional y al mercado global de recursos naturales, bienes transformados y mano de obra, así como productor y exportador de combusti- bles fósiles, ha experimentado de primera mano práctica- mente todos los procesos de transformación y deterioro del medio ambiente, los recursos naturales, la biodiversi- dad y los servicios ambientales (Fig. 1.4) que han conlle- vado las interacciones y transformaciones económicas hasta ahora implícitas en dicho desarrollo. Estos costos ambientales del desarrollo tampoco han estado acompa- ñados por las mejoras socioeconómicos esperadas, ya que el país ha experimentado resultados muy desiguales en cuanto a la generación y el reparto de la riqueza mate- rial y en los niveles de bienestar, los supuestos motivos de este “desarrollo” (Challenger 1998). Si bien los cambios en la biodiversidad han traído be- neficios económicos y sociales (ganancias personales, producción de alimentos, etc.), estos no han sido equi- tativos entre diferentes geografías y sectores de la so- ciedad, y han incurrido en costos ambientales, pero la cuantificación de estas transacciones en nuestro país es extremadamente pobre. El pago de algunos de esos cos- tos podría ser muy alto: por ejemplo, la restauración de manglares y humedales en general, o la reversión de las 2 583 especies amenazadas a una condición libre de ries- go de extinción. En algunos casos el daño es irreversible, como la extinción conocida de 56 especies mexicanas (véase el capítulo 10 del volumen I). Esto sugiere un cos- to ambiental y de oportunidad considerable. En térmi- nos económicos se ha calculado que en México los cos- tos monetarios del deterioro ambiental (incluyendo los desastres naturales) son sustantivos, con un promedio anual para el periodo 1996-2004 de entre 9.5 y 10.5 por ciento del pib, o alrededor de 500 000 millones de pesos (inegi 2005a). Los cambios en la biodiversidad han significado, ade- 66 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio más, pérdidas o afectación de servicios ambientales (véa- se el capítulo 5 de este volumen). La evidencia disponible sugiere que la capacidad de los ecosistemas mexicanos para proveer estos servicios en muchos casos está dismi- nuyendo. Por ejemplo, en lo que se refiere a los servicios de provisión de los ecosistemas terrestres, se reconoce que las áreas aptas para el establecimiento de nuevas zo- nas agrícolas, si bien existen en el plano teórico, están llegando a su límite, y que lo que se requiere para aumen- tar la producción agrícola son nuevas pautas de produc- ción basadas en la sustentabilidad ambiental, más que en la expansión territorial de la actividad (Jaimes García et al. 2001; Nadal 2002). En el caso de los ecosistemas marinos y costeros de México, la capacidad de expansión de la actividad pesquera también se está acercando a su límite, ya que solo 33% de ellas cuenta con potencial de desarrollo (inp 1998). En términos de disponibilidad de agua, México se en- cuentra en una situación crítica. La calidad del agua apun- ta a situaciones de apuro: 80% de las descargas de centros urbanos y 85% de las descargas industriales se vierten directamente en los cuerpos de agua sin tratamiento previo (cna 2005). Si bien el país realiza esfuerzos para mejorar esta situación, los logros alcanzados, aunque buenos, hasta ahora siguen siendo muy deficientes y son frenados por carencias tecnológicas, presupuéstales y hasta de voluntad política, ya que el tratamiento de las aguas residuales, atribución de los gobiernos municipa- les, en pocas ocasiones se considera como uno de los te- mas más importantes de sus agendas políticas (Semarnat 2006b, 2008). Por otro lado, muchas de las técnicas ac- tuales de producción agropecuaria y forestal están oca- sionando procesos de degradación del suelo. Un estudio reciente encontró que 45% del territorio nacional está afectado por algún grado de degradación del suelo, que se manifiesta en distintas variables, incluyendo la reduc- ción de la fertilidad, la salinización y la erosión hídrica y eólica. Si bien la mayor parte de esta superficie padece un grado ligero (23.2%) o moderado (19.7%) de degradación, 1.4% del territorio presenta una degradación del suelo severo y 0.9% tiene una degradación extrema (Semarnat- Colpos 2003). Aunque se observa un decremento en los niveles de contaminantes atmosféricos en las principales ciudades del país, los niveles son aún elevados, sobre todo en el caso de las micropartículas suspendidas, el ozono (Os), el mo- nóxido de carbono (CO), el bióxido de azufre (S02), el bióxido de nitrógeno (N02) y los compuestos orgánicos volátiles. Dichos niveles no son adecuados para la pro- tección de la salud humana y vegetal (Semarnat 2005a, 2006b). 1.3.7 Tendencias bidireccionales Contrapuestas a los impactos negativos sobre la biodi- versidad, que son los predominantes, hay tendencias en el sentido opuesto, hacia la conservación de la biodiver- sidad, que también tienen causas próximas y de raíz. Dado que en el país estas tendencias son más débiles que las del deterioro (aunque no siempre es el caso en el ám- bito local), no se analizan a detalle en este capítulo, ya que en la segunda parte de este volumen se examinan las estrategias de conservación. Además, otros capítulos de esta parte tocan el tema central del potencial de conser- vación de la biodiversidad fuera de las áreas naturales protegidas, con especial énfasis en los territorios indíge- nas (véanse los capítulos 13 y 15 de este volumen). Asi- mismo, es de destacar la notable tendencia, entre las co- munidades rurales de México, a establecer programas de manejo y explotación forestal sustentable y certificación de sus productos (véase el volumen III de esta obra). Po- demos referirnos a algunas de las acciones prácticas más destacadas en cuanto a revertir o frenar los impactos an- tropogénicos negativos. La reforestación de las zonas deforestadas, sobre todo aquellas en donde existe una producción agropecuaria marginal o con tendencia productiva a la baja, o en las cuencas altas en donde la fuerza de la lluvia podría pro- vocar la erosión del suelo cuesta abajo, es una actividad que ha cobrado una importancia y una efectividad cada vez mayores durante los últimos años, sobre todo en lo que se refiere a los esfuerzos gubernamentales. Después de varios años de intentos esporádicos, mal planeados e in- cluso mal concebidos, la reforestación en México llevada a cabo por el gobierno federal se impulsó de manera con- tundente a partir de 1995, con la creación del Programa Nacional de Reforestación (Pronare), operado por la en- tonces Semarnap (Secretaría de Medio Ambiente, Recur- sos Naturales y Pesca). A partir de la transferencia del Pronare a la Comisión Nacional Forestal (Conafor) se ha observado una mayor producción de plantas nativas, mejores niveles presupuestarios, mejor colaboración in- terinstitucional (p. ej., con la Conabio), así como cam- bios sustantivos en las prácticas de reforestación y en los cuidados posplantación, que han permitido mejores ta- sas de sobrevivencia de los árboles, así como una super- ficie reforestada acumulada entre 1995 y 2005 de más de 1.8 millones de hectáreas (Semarnat 2006a). Tres progra- 1 • Factores de cambio y estado de la biodiversidad 67 mas de la Semarnat y la Conafor dirigidos a restablecer la cobertura de la vegetación en zonas deforestadas inclu- yen acciones para conservar y restaurar suelos, estable- cer plantaciones forestales con especies nativas o fomen- tar sistemas agroforestales en zonas abiertas al cultivo, entre otras. Por otra parte, existen programas enfocados al uso más sustentable de los ecosistemas forestales y de la biodiversidad, que incluyen el aprovechamiento fores- tal sustentable, la conservación y el aprovechamiento de la vida silvestre, el establecimiento de áreas naturales protegidas, las Unidades de Manejo Sustentable, el eco- turismo y programas de pago por servicios ambientales (psa). Por ejemplo, el psa se inició con una superficie in- corporada de 126 818 hectáreas en 2003 y creció a 196 020 hectáreas en 2005 (Semarnat 2006c). La mayoría de estos esfuerzos son orientados hacia la mayor valoración eco- nómica de los ecosistemas, la biodiversidad y los servi- cios ambientales, en aras de hacer de la conservación y el uso sustentable de estos recursos una opción económi- camente viable para la población rural. Si bien estas ten- dencias positivas son muy valiosas, resulta imperativo insistir en la importancia de promover y asegurar que los pobladores locales — los dueños de los ecosistemas — se beneficien de los ingresos económicos derivados del uso sustentable de sus recursos. El caso de las empresas fo- restales comunitarias es un ejemplo por demás notable de la protección del capital natural y la atención a la mar- ginación socioeconómica de esas comunidades. Los re- sultados de estos programas aún no son capaces de con- trarrestar las tendencias negativas predominantes, pero empiezan a arrojar resultados favorables, incluyendo una aparente reducción en la tasa de deforestación (Semarnat 2006c). No obstante, tales tendencias aparentes en el ám- bito nacional tienen que sopesarse con otras situaciones, sobre todo en el ámbito regional. Por ejemplo, en algunas regiones la deforestación parece estar disminuyendo, lo cual se explica simplemente porque la vegetación rema- nente está totalmente deteriorada, al punto de que ya no es deforestable, o porque la vegetación está restringida a áreas del todo inaccesibles (Mendoza et al. 2005). Tal ten- dencia también puede deberse al abandono de las tierras por los emigrantes en algunos lugares, como la Sierra Gorda en Querétaro, aunque en otros esta migración tie- ne como efecto que los terrenos queden abiertos a la tala ilegal, como en el caso de la Reserva de la Biosfera Mari- posa Monarca (R. González, com. pers.). Fuera del ámbito de las acciones gubernamentales, es preciso recordar que el conocimiento tradicional de tipo botánico y ecológico sigue vivo: aún se sigue manipulan- do y aumentando la diversidad genética y el germoplasma de los cultivos, y aun de las poblaciones de plantas silves- tres y semidomesticadas (como los quelites, las calabaci- tas, los xonocostles y las pitayas) en las milpas, huertos y terrenos forestales de los campesinos, en especial de cier- tas comunidades indígenas (Bye 1993; Casas et al. 1997; Lira y Caballero 2002). Además, muchas de estas comu- nidades poseen conocimientos tradicionales sobre la re- lación entre los ecosistemas y la disponibilidad del agua; tienen sistemas tradicionales de creencias religiosas y culturales relacionados con los ecosistemas, la flora y la fauna, o tienen sistemas comunitarios de conservación de los recursos naturales (véase el capítulo 15 de este vo- lumen). Todo ello representa un arraigo cultural que se opone a las tendencias inherentes al modelo de desarro- llo económico convencional que solo mide el valor del medio ambiente y los recursos naturales en el plano es- trictamente material y monetario. Por último, existe una mejor y mayor conciencia pública sobre los temas de la conservación, y en general en relación con los problemas ambientales. Si bien estas tendencias positivas son alentadoras, este capítulo hace evidente que el impacto antropogénico so- bre la biodiversidad, en particular visto desde la perspec- tiva de los ecosistemas y sus servicios ambientales, ha sido considerable, y que las tendencias predominantes apuntan a una continuación de dicho impacto en el futuro. Es de esperarse que aun si los actuales procesos directos de deterioro ambiental cesan o disminuyen, las secuelas bióticas, en el sentido de las pérdidas de la biodiversidad, continuarán durante décadas o tal vez siglos. Este pano- rama se complica con el cambio climático global, que amenaza con cambiar los factores climáticos que en bue- na medida determinan la actual distribución de los eco- sistemas, las especies y poblaciones, con resultados po- tencialmente desastrosos para una fracción importante de la biodiversidad nacional y los servicios ambientales que aporta a la sociedad del país. Es de esperarse, enton- ces, que los actuales esfuerzos incipientes que tienden a detener o aminorar las tendencias de cambio, a usar los recursos de manera sustentable y pretenden restaurar la cobertura vegetal aumenten en extensión e intensidad, en aras de implementar la urgente restauración ecológica del país y de hacer lo más compatible que se pueda la con- servación de nuestra biodiversidad con el uso de la mis- ma, para así capturar la esencia de capital natural que re- presentan nuestros ecosistemas. 68 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Notas 1 La cartografía serie I de uso del suelo y vegetación (inegi 1968-1986) se elaboró con base en la fotointerpretación de imágenes aéreas y en el trabajo de campo. Las fotografías aéreas fueron tomadas entre 1968 y 1986, con un año prome- dio de 1976. La cartografía serie II de uso del suelo y vegeta- ción (inegi 2001) es una actualización de la serie I con base en la interpretación visual de imágenes del satélite Landsat TM de 1993 y en el trabajo de campo. La cartografía serie III (inegi 2005b) se obtuvo a partir del análisis e interpretación de imágenes del satélite Landsat ETM+ del año 2002, susten- tada mediante la verificación en campo realizada entre 2002 y 2003 (Mas et al. 2004; Victoria-Hernández 2005). Referencias Abell, R., D.M. Olson, E. Dinerstein, R Hurley, J.T. Diggs et al. 2000. Freshwater ecoregions ofNorth America: A conserva- tion assessment. Island Press, Washington, D.C. Aguilar, Y. 2003. Aguas continentales y diversidad biológica en México: un recuento actual. Biodiversitas 48 : 1-15. Alcorn, J. 1984. Development policy, forests and peasant farms: Reflections on Huastec-managed forests’ contribu- tions to commercial production and resource conservation. Economic Botany 38 : 389-406. Altieri, M.A., M.K. 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Ahmed Cruz-Leyva • Alejandro Velázquez autores de recuadro: mismos autores responsables revisores: Gerardo Boceo Verdinelli • José Luis Palacio Prieto Contenido 2.1 Introducción / 76 2.2 Estado actual de los ecosistemas y paisajes terrestres del país / 80 2.3 Principales alteraciones y transformaciones que han experimentado los ecosistemas y paisajes terrestres en las últimas décadas / 92 2.4 Procesos responsables de las alteraciones y transformaciones que han experimentado los ecosistemas y paisajes terrestres en las últimas décadas / 95 2.4.1 Selvas húmedas / 95 2.4.2 Selvas subhúmedas / 96 2.4.3 Bosques templados / 702 2.4.4 Matorrales xerófilos / 706 2.4.5 Pastizales / 770 2.4.6 Prospectiva / 727 2.5 Conclusiones/ 724 Referencias / 128 Recuadros Recuadro 2.1. Cartas de uso del suelo y vegetación del inegi / 78 Sánchez Colón, S„ A. Flores Martínez, I.A. Cruz-Leyva y A. Velázquez. 2009. Estado y transformación de los ecosistemas terrestres por causas humanas, en Capital natural de México, vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio. Conabio, México, pp. 75-129. [75] 76 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Resumen Se examinó el estado actual y las principales alteraciones y transformaciones que los ecosistemas terrestres del país han experimentado en las últimas décadas, así como sus posibles factores causales, utilizando como base de información las tres ediciones de la Carta de uso actual del suelo y vegetación y la Carta de vegetación primaria potencial del inegi. En el año 2002, 72.5% del país aún estaba cubierto por comunidades naturales, pero solo 70% de estas eran comuní- dades relativamente poco alteradas. Los matorrales constituían la formación predominante (26.2%), mientras que bosques y selvas ocupaban 33.8%. Las cubiertas antrópicas cubrían 27.5% del territorio nacional siendo el uso agrícola (30.9 millones de hectáreas) y el pecuario (18.7 millones de hectáreas) las más importantes; los asentamientos humanos y áreas urbanas cubrían 1.27 millones de hectáreas. Según la información disponible, hasta el año 2002 habría ocurrido una pérdida neta de hasta 103 289 km2 de selvas húmedas, 94 223 km2 de selvas subhúmedas, 129 000 km2 de bosques templados, 91 000 km2 de matorrales xerófilos y más de 59 000 km2 de pastizales. La mayor parte de estas transforma- ciones ocurrió antes de los años setenta, pero en las últimas décadas se han seguido registrando pérdidas importantes. Las selvas han sido los ecosistemas terrestres que han sufrido las mayores transformaciones y afectaciones por las actividades humanas; en segundo lugar se encuentran los bosques templa- dos y en tercero los matorrales xerófilos. La expansión de las fronteras agrícola y pecuaria ha sido el pro- ceso más importante de transformación de los ecosistemas terrestres del país. La sustitución por pastizales para la actividad ganadera ha predominado en la zona de selvas húmedas, en tanto que la conversión a terrenos agrícolas ha sido más importante en las zonas de selvas subhúmedas, matorrales xerófilos y bosques templados. La creación y expansión de asentamientos humanos y zonas urbanas ha tenido un impacto cuantitativamente mucho menor. La expansión de la frontera agrícola y pecuaria ocurrió mayormente antes de la década de 1970, en tanto que la urbanización y expansión de ciudades ocurrió, sobre todo, de la década de 1970 a 1993. Otros procesos que han producido alteraciones y transformaciones en los ecosistemas terrestres del país son los desastres naturales (e.g., incendios forestales, huracanes, etc.), pero los datos disponibles no permiten evaluar su impacto. De mantenerse constantes los procesos y ritmos de transfor- mación observados durante el periodo 1993 a 2002, la superficie ocupada por los principales ecosistemas terrestres continuaría disminuyendo significativamente, en particular de manera severa en la zona de selvas (húmedas y subhúmedas) y de bosques templados. A pesar de que la información acerca de las alteraciones y transformaciones que experimentan los ecosistemas terrestres del país — y de sus factores causales — es fundamental para la toma de decisiones, el análisis de estos procesos se ha visto limitado por la escasez y las deficiencias de la información disponible. Sin embargo, actualmente existen las condiciones para superar esas limitaciones, mediante el esfuerzo coordinado de las instituciones del país. 2.1 Introducción Durante miles de años, las actividades humanas han ve- nido transformando y modificando la mayor parte de los ecosistemas del planeta. A lo largo de la historia, los cam- bios más importantes se han dado por la apertura de te- rrenos para cultivo y por la extracción de madera para construcción. Esos procesos se han acelerado en los últi- mos 150 años, de manera concomitante con el muy rápi- do crecimiento de la población humana. El estudio más reciente a escala global (ma 2005) concluye que, en los últimos 50 años, la población humana ha modificado los ecosistemas del planeta más rápida y extensivamente que en cualquier otro periodo de la historia para satisfacer la creciente demanda de alimentos, agua, madera, fibras y combustibles. En ese lapso se perdió la mitad de cubierta forestal nativa del planeta, la extensión de las áreas de cultivo alcanzó 30% de la superficie terrestre, 35% de la extensión de manglares fue devastada, 20% de los arreci- fes coralinos han sido perturbados y la demanda de uso de agua se cuadruplicó, entre otros cambios. Aunque la distribución de esos cambios no es homogénea — existen regiones y periodos donde alguno de ellos se concen- tra— , sus consecuencias pueden ser generales (por ejem- plo, el calentamiento global y el adelgazamiento de la capa de ozono estratosférico) y en muchos casos irrever- sibles (como la extinción de especies). México no ha escapado de esas tendencias mundiales. En sus casi dos millones de kilómetros cuadrados de su- perficie terrestre, se observa una gran cantidad de cam- bios que, en general, están por encima de la media mun- dial en cuanto a tasas de deforestación, incremento de las 2 • Estado y transformación de los ecosistemas terrestres por causas humanas 77 áreas de cultivo y pastoreo, expansión urbana entre mu- chos otros problemas (Mas et al. 2004). En el presente capítulo se persiguen dos objetivos generales: en primer lugar, se busca describir la variedad, localización y exten- sión de los ecosistemas terrestres presentes en el país; en segundo, documenta los cambios que estos han experi- mentado a lo largo del tiempo, señalando la ubicación y extensión de esos cambios y, cuando la evidencia lo per- mite, explora las posibles causas que los desencadenaron y sus implicaciones. Durante los últimos 50 años se han desarrollado tres diferentes — y, en su mayor parte, sin relación entre sí — tipos de esfuerzos para examinar el estado de los ecosistemas terrestres de México. Por una parte están los estudios realizados por botánicos para caracterizar la diversidad de tipos de vegetación que cubren el terri- torio nacional. El primer trabajo de este tipo, de carácter nacional, lo realizó A.S. Leopold (1950). A este siguieron, después de varios años, Los tipos de vegetación de México y su clasificación de Miranda y Hernández-Xolocotzi (1963), el Mapa y descripción de los tipos de vegetación de la República Mexicana de Flores Mata et al. (1971), los Tipos de vegetación de México de González Quintero (1974) y la Vegetación de México de Rzedowski (1978), hasta ahora, el trabajo más extenso e integrado del cono- cimiento de la vegetación del país. Finalmente, González Medrano (2003) hizo un amplio esfuerzo de síntesis y recapitulación de los esquemas previos en Las comuni- dades vegetales de México. Propuesta para la unificación de la clasificación y nomenclatura de la vegetación de México. En conjunto, esos trabajos fueron seminales en dos sentidos: por una parte, proporcionaron una visión general de la vegetación del país, de las comunidades ve- getales que la constituyen, las principales especies que las componen, su ubicación ecológica y geográfica e, inclu- so, de algunos procesos antrópicos que les afectan; y por otra, igualmente importante, establecieron un marco de referencia para la ulterior descripción y análisis de las co- munidades vegetales, la vegetación y los ecosistemas te- rrestres del país. En otro orden de iniciativas se ubican los trabajos para evaluar las existencias forestales del país. De acuerdo con la Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable, el In- ventario Nacional Forestal y de Suelos es el instrumento que debe proveer, entre otras cosas, la información rela- tiva a los tipos de vegetación forestal, a la superficie y localización de terrenos forestales, así como a la dinámi- ca de cambio de la vegetación forestal del país que per- mita evaluar las tasas de deforestación. A la fecha, en México se han completado tres inventarios forestales de carácter nacional (el Primer Inventario Nacional Forestal [1961-1985], el Inventario Forestal de Gran Visión [1991] y el Inventario Nacional Forestal Periódico [1992-1994]) y uno más se encuentra en proceso, el cual se espera que- de terminado en 2009; las principales características y resultados de esos inventarios están descritas en Semar- nat (2005). Los primeros tres inventarios difieren sus- tancialmente entre sí en cuanto a la información básica empleada (fotografías aéreas e imágenes de distintos sa- télites, con diferentes niveles de muestreo de campo), las escalas de trabajo (desde 1 : 250 000 a 1 : 1 000 000) y, so- bre todo, la clasificación que utilizan para la vegetación. Mención aparte merece el esfuerzo realizado por la unam como parte del inconcluso Inventario Nacional Forestal 2000. En ese año, la entonces Semarnap comi- sionó al Instituto de Geografía de esta universidad la ela- boración de una carta de vegetación y uso del suelo (es- cala 1 : 250 000) que serviría de base para dicho inventario (Palacio et al. 2000). La carta de vegetación se elaboró con base en imágenes de satélite Landsat etm+ registra- das entre noviembre de 1999 y abril de 2000 y adoptó un sistema de clasificación jerárquico con ocho formaciones de vegetación (bosque templado, bosque tropical, mato- rrales, pastizales, vegetación hidrófila, otros tipos de ve- getación, cultivos y otros tipos de cobertura) subdividi- das en 17 tipos, 47 comunidades y 28 subcomunidades, para un total de 75 categorías. Otro aspecto innovador de esa carta de vegetación fue el diseño e implementación de metodologías para evaluar y corregir errores de eti- quetamiento, de incompatibilidad de polígonos vecinos y, en especial, de confiabilidad de los resultados, los cua- les se evaluaron primero solo en una porción del territo- rio (Mas et al. 2003) y, muy recientemente, de forma más detallada y con métodos más precisos (Couturier 2007). Finalmente, están los trabajos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (inegi) como parte de su programa de cartografía de los recursos na- turales del país. De particular relevancia para el presente estudio son las tres ediciones de la Carta de uso actual del suelo y vegetación (escala 1 : 250 000) y la Carta de vegetación primaria potencial (escala 1 : 1 000 000; véase la descripción de estos materiales en el recuadro 2.1). Como se explica en este recuadro, las cartas de uso del suelo y vegetación del inegi son directamente compara- bles entre sí y permiten examinar, de manera razonable- mente consistente, el estado de los ecosistemas terrestres del país en diferentes momentos (década de 1970, 1993 y 2002). Por estas razones, y con las reservas que imponen 78 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 2.1 Cartas de uso del suelo y vegetación del inegi A lo largo de más de 30 anos, y bajo diferentes denominaciones (primero como Comisión de Estudios del Territorio Nacional y Planeación, Cetenap; luego como Comisión de Estudios del Territorio Nacional, Cetenal; después como Dirección de Estudios del Territorio Nacional, Detenal y actualmente como Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, inegi), la institución federal a cargo de la información geográfica y estadística del país ha elaborado y actualizado la Carta de uso actual del suelo y vegetación en escalas 1 : 50 000, 1 : 250 000 y 1 : 1 000 000. Para elaborar estas cartas se utilizaron los insumos y métodos de análisis más avanzados en su momento (fotografías aéreas e imágenes de satélite, interpretación visual y análisis digital de imágenes, verificación de campo, sistemas de información geográfica, etc.). Utilizando la clasificación basada principalmente en los esquemas de Miranda y Efemández-Xolocotzi (1963) y Rzedowski (1978), las cartas describen la localización y extensión de los diferentes tipos de vegetación y de uso del suelo (agricultura, uso pecuario y forestal, áreas urbanas, etc.), con 12 categorías principales: bosque de coniferas, bosque de encino, bosque mesófilo de montaña, matorral xerófilo, pastizal, selva perennifolia, selva caducifolia, selva subcaducifolia, selva espinosa, vegetación hidrófila, vegetación inducida y otros tipos. Las cartas también identifican las áreas sin vegetación aparente y proveen datos simples relativos al suelo y grado de erosión, prácticas agrícolas y cultivos, aspectos fisonómicos, sucesionales y del uso de las comunidades vegetales, etcétera. La Carta de uso actual del suelo y vegetación en escala 1 :50 000 se elaboró durante la década de 1970, pero por la laboriosidad que exige un trabajo como este, solo se completaron 806 de las 2 300 hojas que se requieren para cubrir la totalidad del territorio nacional. De la Carta de uso actual del suelo y vegetación en escala 1 : 1 000 000 se elaboraron dos ediciones completas: la primera (o Serie I en la notación del inegi) entre 1978 y 1980; y la Serie II se hizo como una generalización de la correspondiente carta escala 1 :250 000 (véase más adelante). El más acabado de estos productos es la Carta de uso actual del suelo y vegetación en escala 1 :250 000 de la que el inegi elaboró tres series, las cuales cubren la totalidad del territorio del país. La Serie I se hizo con base en la interpretación de fotografías aéreas registradas en 1970, la Serie II se elaboró a partir de imágenes de satélite (Landsat etm 5) tomadas en 1993 y la Serie III con imágenes (Landsat etm7+) del año 2002. Aun cuando las tres ediciones de esta carta se hicieron con insumos y tecnologías diferentes, en todas ellas se utiliza esencialmente (con solo algunas diferencias menores entre la Serie I y las posteriores) el mismo esquema de clasificación de la vegetación: 60 categorías de cobertura que describen los tipos de vegetación (naturales o inducidos), cada una en sus diferentes condiciones de conservación de acuerdo con la presencia de especies secundarias y el grado de erosión m situ. Adicionalmente incluyen un número de categorías específicas para designar las coberturas antrópicas (terrenos utilizados con fines agrícolas, pecuarios, forestales, de asentamientos humanos, etc., donde se ha desplazado a las comunidades vegetales originales) o de otro tipo (e.g., cuerpos de agua, zonas desprovistas de vegetación, etc.). Este hecho hace que las Cartas de uso actual del suelo y vegetación se puedan comparar entre sí y permitan examinar, de manera razonablemente consistente, el estado (extensión y distribución geográfica) de los ecosistemas terrestres del país en distintos momentos (1970, 1993 y 2002). Además, a diferencia del mapa de Flores Mata et al. (1971), la escala (1 :250 000) de estas cartas es suficientemente grande para permitir un análisis razonablemente detallado de todo el país y de zonas particulares de éste. Por último, las cartas del inegi describen el estado actual de la cubierta vegetal y el uso del suelo del país, en contraste con los mapas incluidos en los trabajos de Leopold (1950) y Rzedowski (1978), que más bien representan la distribución potencial que tendrían los principales tipos de vegetación sin las transformaciones resultantes de las actividades humanas. A pesar de esas ventajas evidentes, los datos de las cartas de uso actual del suelo y vegetación no siempre son totalmente consistentes entre sí. En algunos casos (e.g., señalados con n/a en el cuadro 2.1) se presentan inconsistencias derivadas de cambios menores en algunos conceptos del sistema de clasificación. En otros casos, sin embargo, parece que se deben más bien a inconsistencias en la aplicación de los conceptos y, probablemente también, a errores en la interpretación (Fig. 1). Problemas adicionales de comparación entre las tres cartas provienen del procedimiento de interpretación visual empleado para su elaboración, que involucra necesariamente algún grado de heterogeneidad entre fotointérpretes en cuanto al etiquetado y nivel de agregación de polígonos (tendencia en la que se consideran varios polígonos separados por áreas pequeñas como un solo polígono de gran tamaño us. tomar a todos los polígonos con tamaño superior a la unidad mínima cartografiable como entidades separadas), como se ¡lustra en la figura 2. Por otra parte, hace poco tiempo el mismo inegi presentó la Carta de vegetación primaria potencial (escala 1 : 1 000 000), 2 • Estado y transformación de los ecosistemas terrestres por causas humanas 79 100° 0' W 99° 45' W 99° 30' W 99° 15' W o 00 o o o 00 LA -ñT o rx Tipos de vegetación (Serie III) Bosque de encino Bosque de encino-pino Bosque y vegetación de galería Bosque de pino Bosque de pino-encino ■ Bosque de táscate ■ Bosque mesófilo de montaña No aplicable Palmar inducido ■ Pastizal inducido ■ Selva baja caducifolia Tular 0 6250 12500 25000 Metros o o 00 en -sr Figura 1 Segmento de la Carta de uso actual del suelo y vegetación, Serle III, que muestra algunas posibles Inconsistencias resultantes del procedimiento de interpretación visual empleado para su elaboración. Ese procedimiento puede dar lugar a Inconsistencias en la Interpretación y etiquetado (e.g., entre los 99° 45' W y los 100° 0' W, porciones de un mismo polígono se han Interpretado como bosque de encino, en tanto que las que se ubican al sur de la línea roja han sido Identificadas como selva baja caducifolia) y en el nivel de agregación de los polígonos (al norte de la línea roja se Identifican y delimitan un mayor número de polígonos más pequeños, en tanto que al sur de la línea parecen haberse agregado en un menor número de polígonos de mayor tamaño). que describe la vegetación que probablemente cubría el territorio nacional antes de que fuera transformado por las actividades humanas. La información de la Carta de vegetación primaria potencial (inegi 2003) provee un marco contextual para las cartas de uso actual del suelo y vegetación, con la cual debería ser posible hacer un seguimiento de los cambios experimentados en cada punto del territorio nacional a partir de su hipotética situación original (como se representa en la Carta de vegetación primaria potencial ) hasta la década de 1970 (como se observaría en la Carta de uso actual del suelo y vegetación, Serie I), a 1993 (en la Serie II) y a 2002 (en la Serie III) y así inferir los procesos que han producido las transformaciones observadas en los ecosistemas terrestres del país. Desafortunadamente, las disparidades entre esas cartas también dificultan este tipo de análisis longitudinal. Por una parte, la diferencia de escalas entre la Carta de vegetación primaria potencial (1 :1 000 000) y las cartas de uso actual del suelo y vegetación (1 : 250 000) complica la comparación, ya que elementos del paisaje que son relativamente pequeños no aparecen representados en la carta 1 : 1 000 000 pero sí en las cartas 1 : 250 000. Así, las diferencias observadas para un 80 Capital natural de A /léxico • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 2.1 [concluye] Figura 2 Comparación entre la Carta de vegetación primaria potencial (imagen superior izquierda) y las Cartas de uso actual del suelo y vegetación, Serie I (superior derecha); Serie II (inferior izquierda) y Serie III (inferior derecha) para la zona de Cancún, Quintana Roo. Nótense las diferencias por las escalas distintas (entre la Carta de vegetación primaria potencial y las otras), por el tipo de información y tecnología empleado (entre la Serie I y las series II y III) y por los cambios en el uso del suelo (en las zonas antrópicas). las dificultades señaladas en el mismo recuadro, decidimos utilizar estas fuentes como la base fundamental de infor- mación para los análisis desarrollados en este capítulo. 2.2 Estado actual de los ecosistemas Y PAISAJES TERRESTRES DEL PAÍS La Carta de uso actual del suelo y vegetación, Serie III (inegi 2005), describe el estado de la cubierta vegetal de México en el año 2002 y constituye la evaluación más reciente disponible (Fig. 2.1). De acuerdo con esta carta, en ese año, 72.5% de la superficie aún estaba cubierta por comunidades naturales en diferentes grados de conser- vación; el restante 27.5% había sido convertido en terre- nos agrícolas, ganaderos, urbanos y otras cubiertas an- trópicas (véase “Otras coberturas” en el cuadro 2.1). El hecho de que casi tres cuartas partes del territorio nacio- nal aún conservaran vegetación natural no significa que permanecieran inalteradas por el hombre. De hecho, 2 • Estado y transformación de los ecosistemas terrestres por causas humanas 81 mismo punto del terreno entre la Carta de vegetación primaria potencial y las otras se deben a una combinación (imposible de discernir) de cambios reales en la composición de la cubierta vegetal y de artificios debidos a la diferencia en escalas (véase ejemplo en la Fig. 2).1 Por otra parte, a pesar de que tienen una escala común, las diferentes fuentes de información y herramientas empleadas para elaborar las diversas ediciones de las cartas de uso actual del suelo y vegetación imponen dificultades adicionales para el análisis. La Serie I fue elaborada con base en la interpretación visual de fotografías aéreas impresas en papel; sobre esas fotografías, que contienen un grado de distorsión geométrica, se trazaron manualmente los polígonos que representan los diferentes ecosistemas, comunidades vegetales o usos del suelo, y finalmente estos se transfirieron por medios mecánicos, y usando procedimientos estándar de restitución, a un mapa topográfico (mapa base). Los polígonos de las cartas de las series II y III se trazaron sobre imágenes de satélite ortorrectificadas, las cuales tienen un alto grado de exactitud geométrica. De hecho, para elaborar la Serie III sencillamente se actualizaron los mismos polígonos de la Serie II. Por esa razón, las diferencias observadas para un mismo punto del terreno entre la carta Serie I y la Serie II (o la Serie III) se deben a una combinación (imposible de discernir) de cambios reales en la composición de la cubierta vegetal y de artificios debidos a la fuente de origen de la Serie I (véase ejemplo en la Fig. 2). Esa distorsión no existe (o es la misma) en las series II y III, así que las diferencias entre estas sí reflejan (descontando posibles errores de interpretación de la imagen o de semántica), cambios en el paisaje ocurridos entre 1993 y 2002 (Fig. 2). 1 El problema de comparación en el uso de las bases de datos de diferentes escalas se resuelve, al menos de manera parcial, utilizando los procesos de generalización conceptual y cartográfica y a partir del reconocimiento de los estándares en las unidades mínimas mapeables para cada escala (Gerardo Boceo, com. pers.). Bosques templados Matorral xerófilo Otras coberturas Otros tipos de vegetación Pastizales Selvas húmedas Selvas subhúmedas Vegetación de galería Vegetación halófila Vegetación hidrófila Figura 2.1 Distribución de las principales formaciones vegetales y tipos de uso del suelo en 2002, de acuerdo con la Carta de uso actual del suelo y vegetación, Serie III (inegi 2005). QJ QJ (N O O 0> (S) en c\ GL Oí Oí en GL IV CN \ O IV CN Oí Oí LO (d +-» ,o 5 ‘ü (d "O c 3 u Oí LO .2 *¡z E ai > ai T3 O a o D. 3 i- O 00 ro vr LO LO vr Csl (VI 00 rv 00 ro (VI m CT\ 00 rv LO LO (VI o O O LO LO LO ^ — ví- LO vr ro O NO ni- T O 00 VO co r— LO ST LO rv LO LO (VI CN CL T — rv (VI LO ro sr ro o ro ro ro ro rx (VI o vr rv LO , — (VI o CL rv sr O T LO t — Osl (VI vr sr ro LO 00 o LO (VI ro ro lo CL LO 00 CL 00 LO 00 ro ro (VI 00 rsi 00 o (VI 00 00 ON t — lo vr ro (VI t — VI- vr LO sr LO OL rv re ’ctT _Q _Q QJ E QJ E QJ E 03 03 re 03 03 03 03 > > > > > > > OJ QJ QJ QJ QJ QJ QJ LO LO oo OO OO OO OO svaawnH svaibs (N vo un un un nj- un (N Nt rv 5 oo o o Ni 00 00 GN -i UN UN UN sr NO 00 (N o st- (N > > > QJ QJ QJ QJ UO UO UO oo svaawrmans SVA13S m rv UN ro SÍ- NO UN O rv m NO m CN NO (N O (N rv o rv (N O sí UN m rv o 00 NO CN rv CN CN (N n N m -i rv m rv (V NO CN (V CN st- rs CN o m oo rv 00 NO rv oo -i rv oo UN CN CN rv UN 00 UN (N re 00 sr CL rv CN LO LTl o \ — LO no sr CL Cs c o no (VI (VI o 00 CN o (VI (VI no CN ro vr vr UO o ro \ — vr C0 ro rv co re O (VI (VI sr 00 NO (VI 00 LO NO 00 Csl c LO 00 (VI NO CL CO no LO no LO vr t — t — no Cs rv (VI O T (VI CO re rv vr rv UO LO 00 CN 00 t — 00 rv co o SÍ- c no no no CL co CL NO LO (VI UO CL co 00 (VI (VI T — co LO T (VI Cs T — UO LO re UO O no LO rv ^ — vr (VI (VI LO oo t — ^ — c o UO UO o o vr CN o (VI rv 00 CN LO vr vr no co (VI t — UO CN ro rv oo re O no O NO CL Csl (VI no no O vr NO c LO rv UO o ro Csl no CTl LO I — vr \ — rv Os LO rv Csl t — v_ Csl re vr ^ rv no CN 00 CN (VI (VI 00 no Os LO SI- c vr UO rv UO o O NO LO (VI rv \ — oo (VI (VI no LO NO LO T rv NO t — U0 NO 00 CL 00 o CO LO O vr no o vr U0 NO ro rs no rv UO 00 LO CO oo (JL U0 (VI vr UO oo ro vr (VI LO rv o vr no t — U0 00 ro v— rv oo O (VJ o 00 o NO LO o \ — t — 00 o oo vr rs UO no (VI no o rv 00 LO oo 00 o vr vr (VI co ro v— 00 o v— '— OO rv o O rs o o no (VI o LO UO Cs CL 00 vr UO UO no Csl O O CTl (VI LO rv oo CL O T — U0 vr Os O (VI t — rv rs (VI LO Cs re no 00 (VI o LO LO LO LO LO LO no T — ro sr c 00 00 vr vr CO 00 sr rv (VI o sr 00 i — no O t — co rv vr no NO ro O O O c i/i o 'u re 4 — * i— "qj c QJ QJ u2 i QJ lo re vC re >s o i— ~o OJ E re >N O C Ó c 4 — > re u UO s-re c o u o re u O Cl 'CL 4 — * QJ * re QJ QJ QJ QJ QJ QJ ~o _Q "O ~o ~o ~o "O ~o re i— QJ QJ QJ QJ QJ QJ QJ =5 =5 =5 =5 =5 O =5 i— o 4 > O" O" O" O" O" cr O" UO UO UO UO UO i/i UO re o O O o O o O en en en en en oo CO soavidwai sanósog Bosque de encino 16 544 438 8 582 984 2 343 847 10 926 831 7 670 979 3 723 712 11 394 691 6 879 472 4 362 799 11 242 271 Bosque de encino-pino 5 644 967 3 510 709 515 729 4 026 438 3 273 611 1 048 474 4 322 085 3 048 470 1 258 021 4 306 491 Bosque mesófilo de montaña 3 088 256 1 188413 650 110 1 838523 1 002038 811 908 1 813946 869507 955698 1 825205 47 043 879 29 396148 5 665 998 35 062147 24 705 689 9 819 595 34 525 284 22 064 454 12 091 261 34155 715 CN Ni" 00 CN VO CO Gv CN CN 03 iñ 03 VO IÑ ro IÑ LO vo 00 iñ LO LO 00 0 00 CN LO VO CO CN VO NT NT iñ IÑ Gv NT 00 CO O VO vo 0 vo 0 CO CO Y LO ro CN t — GV ÑT ñ 0 VO VO GV O C 00 C en LO GV 00 vo IÑ 0 co vo 0 CO CO T — m (Ti o o LO Gv CO LO CO Y 00 IÑ vn GV 00 Gv VO un ÑT Y LO LO Gv vo m vo Y LO LO 00 m vo ñi- VO iñ LO Y ñ Y CN VO VO Gv CN CO CO ÑT GV ÑT IÑ ÑT IÑ £ GV un LO LO ÑT ÑT co CO LO CN m GV GV CO LO GV CN y — y — O CO LO CN CN O (N CN Y CN O O vj" (N O vn JS o iñ CN CO co 0 LO 00 00 LO 03 GV 03 0 VO 0 O Iñ GV CN 0 IÑ 00 Iñ CN o V. vo un ñ o LO VO co 0 Gv VO 0 VO vo 00 CO Y CO 00 CN 0 (N ni "O in co iñ ÑT CO CN VO ÑT ñ VO ÑT 00 T co ÑT C en rv C VO ÑT vo s$- LO LO 0 ÑT en CN CN GV IÑ CN 00 O pv Oí 3 U CN NT un en ñ Gv NT CO LO 00 CN GV CN 0 IÑ GV iñ GV vo vo co ÑT m m T o» LO QJ LO vj- CO m Y ID CN LO Gv VO 00 Y ÑT Iñ 03 00 03 LO IÑ LO LO ñT ÑT o 0 co LO 00 03 un 03 Gv 0 O LO vo iñ Gv Iñ Gv 0 CO ÑT vo .2 iñ O Y CN 00 ÑT VO ÑT GV VO Gv NT VO O LO Y CO CN ro ÑT GV IÑ GV 0 CN 00 ñ CN VO CN 0 GV LO LO C O C 00 O GV GV 00 ñT 00 LO uv ^ ÑT vo O Ñt Í5 c Y CN CO VO Gv CO CO VO iñ Y vo CU 3 CT5 E 0 u_ CU 4—» CU =5 ■a aj a LO 0 03 *C 4H4 V(T3 =5 U U= -O i— "O U 0 03 03 03 03 r~ (Tí 4-1 a* W) QJ > CU b o o i— O (T3 4— > n u 0 _cu —5 U ’lo 03 U 'lo 03 i— QJ LO C O _Q O 1/1 c VCU 4—) 03 03 gz 03 Z5 (T5 U " 4 — > u '4— > c n O U= 'O (T5 u i— U i— U CU ~a 03 _C E c :o cu Q_ ljz: -O -O co U= -O 0 _o U c 4—) 0 ó 6 cu U C5 03 cu 03 Cl 03 0= -a (T5 CO CU "O co CU ~o CL CU co u U U -a 03 IN í— Z5 03 CJ 03 -a _C b 0 _C -O co Cl *00 U= (T3 _C o a (T5 í— U co CU O i— 03 c n 03 LO 03 LO C :° 00 03 =5 _C 4—) 03 c CU ~a 4—» CU 00 c -0 c -0 c -0 C -O 1- 'o 03 i— 03 i— 03 i— 03 i— 03 i— 03 i— 03 03 . t ? 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O NOOV13D3A NOIDV13D3A sr o >u (N O i- ■o C3 3 u O LO 00 O MT o 00 O 00 00 CM ro 00 ro CM sí 00 00 CM CM sí CM Gs ro 00 MT ro US o LO O CM 'sT 00 CM US xr t — 00 LTl ro O CM ssT CM O sí ro r-N LO O CM LO CM Gs id ro LO MO rv CM -ñT sj- Y vsT 00 MT MO Y LO LO 00 ro Csl 00 Y LO CM CM O MT -Mt GS IV CM ro so LO ro CM ro O CM 0% LO |2 r— o 00 (N ro CM 'sT ro r— CM CM ro W sí CM CM v— so CM MO O ro v— v— es US 0) > co 05 O s — CU “O >S C -O j — * co O cu ’u =5 co o u íd •M U co 05 O c 05 c5 v05 vi— 4-> c cu i ~o _C c 05 E O* C u _QJ 05 O ^5 W) o* > =3 ~0 cu c O E ’q_ O i— j > vrd i— _QJ vrd 05 00 cu Q_ 05 C O ~o 05 O ~o 05 O T3 O “O c n o 5 O vu ob 05 _C co 05 =5 00 "O o CL p i— ~o c -o ’u 05 Td i_ 05 _o =5 t S) ~o5 S— C3 _Q =5 co Id i— CU "O 'o 05 00 (U ~o QJ 05 00 (U ~o "O C vO ’u 05 vO ‘u 05 j — * cu 00 > =5 U QJ > 'i— > =5 U 05 MJ =5 ~o _c 05 ‘u =5 ~o _c i— ÍO 05 C C CU 05 £ -§ 05 -> 05 CU ~o co O 05 i—> O 4— > 05 c O j — * 05 c Z3 O 5 > i—> cu Z5 N N 05 co Cl E QJ 00 Cl 05 ro _o ro _o O" co QJ 00 > O" co ’Ü3 c n ’Ü3 c n E 05 CU C 05 CU c í— cu 05 o_ £ _C U § ro OO 5 ro OO O CO cu oo c LO O CO 05 D_ O 5 C_ 05 o_ i— '< X CD CD ~o 03 4— > c CD CJ O D_ E 1993 ■ Pri manas □ Secundarias Extensión acumulada V 04 ro uo VO 04 VO 04 xr 04 uo 00 xr o Tamaño de los polígonos (km2) ro CT\ o 04 xr CTn 03 -a 03 =5 CJ 03 C :9. LO c CD 4— > X CD CD -a _a¿^ 03 4— > c CD U O o_ E 2002 ■ Pri manas □ Secundarias Extensión acumulada VI 00 vo 04 ro uo XD 04 VO 04 xr 04 uo 00 xr o Tamaño de los polígonos (km2) ro CT\ o 04 xr co 03 ~o 03 Z5 U 03 C :o LO C CD 4— > X CD CD “O 03 4— > c CD U O D_ Figura 2.2 Análisis de fragmentación de las selvas húmedas del país. Distribución de frecuencias del tamaño de los polígonos que representan a las selvas húmedas (primarias: barras oscuras; secundarias: barras claras) en las Cartas de uso actual del suelo y vegetación del inegi: (a) Serie I, ca. 1970; (b) Serie II, ca. 1993, y (c) Serie III, 2002 (inegi 1980, 2001, 2005). 2 • Estado y transformación de los ecosistemas terrestres por causas humanas 87 [a] 1970-1979 □ Primarias □ Secundarias Extensión acumulada -i 100 - 80 - 60 - 40 - 20 o V o Csl O sñJ" ro vo rs Csl ro un LO VO X CD CD ~o a¿^ os 4— > c CD U O D_ Tamaño de los polígonos (km2) E 1993 □ Primarias □ Secundarias Extensión acumulada V 00 xo CX ro lo xo 0X vo CX xr CX lo oo xr o Tamaño de los polígonos (km2) rs CX O ex xr CTn 03 ~o 03 =5 U 03 C :9. LO c CD 4— > X CD CD ~o 03 4— > c CD U O D_ [c] 2002 □ Primarias □ Secundarias Extensión acumulada VI CM ro LO VO rx VO ex xr ex LO oo xr o Tamaño de los polígonos (km2) CTn O CX 03 ~o 03 Z5 U 03 C :9. LO c CD 4— > X CD CD ~o 03 4— > c CD U O o_ Figura 2.4 Análisis de fragmentación de los bosques templados del país. Distribución de frecuencias del tamaño de los polígonos que representan a los bosques templados (primarios: barras oscuras; secundarios: barras claras) en las Cartas de uso actual del suelo y vegetación del inegi: (a) Serie I, ca. 1970; (b) Serie II, ca. 1993, y (c) Serie III, 2002 (inegi 1980, 2001, 2005). 2 • Estado y transformación de los ecosistemas terrestres por causas humanas 89 [a] 1970-1979 □ Primarias □ Secundarias Extensión acumulada -i 100 - 80 - 60 - 40 - 20 V 04 ro un vo 04 vo 04 ^r 04 un oo o Tamaño de los polígonos (km2 ro CT\ o 04 ^r GO [b] 1993 □ Primarias □ Secundarias Extensión acumulada -i 100 - 80 - 60 - 40 - 20 V 00 vo 04 ro uo VO 04 VO 04 xr 04 uo 00 o Tamaño de los polígonos (km2) ro CT\ o 04 ^r co 0 2002 □ Primarias □ Secundarias Extensión acumulada o c o vbp "o Cl di X5 0 01 -1 100 - 80 - 60 - 40 - 20 V£> 04 ^r 00 vo 04 ^r 00 vo 04 00 vo 04 ^r 00 VO 04 T — ro vo 04 uo T — 04 ^r co GO 00 VO ro ro xr 00 ro UO p O O o r- 1 os¡ UO o o o r- 1 ro ro uo o r- 1 04 UO r- 1 ro VI ^ — 04 00 vo 04 uo ^ — 04 00 ro ^r ro vo ro V£> 04 CA CTn T — 04 UO o o T — t — 04 Tamaño de los polígonos (km2 Figura 2.5 Análisis de fragmentación de los matorrales xerófilos del país. Distribución de frecuencias del tamaño de los polígonos que representan a los matorrales xerófilos (primarios: barras oscuras; secundarios: barras claras) en las Cartas de uso actual del suelo y vegetación del inegi: (a) Serie I, ca. 1970; (b) Serie II, ca. 1993, y (c) Serie III, 2002 (inegi 1980, 2001, 2005). Porcentaje de extensión acumulada Porcentaje de extensión acumulada Porcentaje de extensión acumulada 90 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio [a] 1970-1979 □ Primarias □ Secundarias Extensión acumulada o c o ~o Cl di T3 O QJ -1 100 - 80 - 60 - 40 - 20 NO CN nt 00 no CN nt 00 no CN NT 00 NO Od NT 00 NO T — ro no Od LO T — CN nt CA CA 00 no ro Os NT 00 On O O o r- 1 CN LO o o O r- 1 ro K LO O r- 1 Od LO V ^ — CN NT 00 NO Od LO ^ — Od NT CO ro NO ro NO Od NT T— Od LO O Tamaño de los polígonos (km2) E 1993 □ Primarias □ Secundarias Extensión acumulada 100 - 80 - 60 - 40 - 20 o V o C\! O sÑf co NO CN co lo lo NO od NO CN Od nt CN lo lo oo nt o Tamaño de los polígonos (km2) [c] 2002 □ Primarias □ Secundarias Extensión acumulada 100 - 80 - 60 - 40 - 20 o VI o C\l o nt co no Od m uo uo no Od no CN od nt CN uo uo 00 nt o Tamaño de los polígonos (km2) Figura 2.6 Análisis de fragmentación de los pastizales del país. Distribución de frecuencias del tamaño de los polígonos que representan a los pastizales (primarios: barras oscuras; secundarios: barras claras) en las Cartas de uso actual del suelo y vegetación del inegi: (a) Serie I, ca. 1970; (b) Serie II, ca. 1993, y (c) Serie III, 2002 (inegi 1980, 2001, 2005). Porcentaje de extensión acumulada Porcentaje de extensión acumulada Porcentaje de extensión acumulada 2 • Estado y transformación de los ecosistemas terrestres por causas humanas 91 de hectáreas y, dado que los pastizales naturales, cultiva- dos e inducidos, solo cubren en conjunto cerca de 29 mi- llones de hectáreas, el resto de la superficie con actividad ganadera debe ubicarse directamente en vegetación na- tural, en la forma de ganadería extensiva, que no implica la eliminación de la cubierta vegetal original y su sustitu- ción por pastizales cultivados o inducidos. El impacto de las actividades humanas sobre los eco- sistemas terrestres no se ha limitado a la explotación de los bosques y selvas, la degradación de la vegetación na- tural, el desmonte y la sustitución por cultivos, potreros o asentamientos humanos. En muchos casos, esos im- pactos directos van seguidos por la aplicación de malas prácticas de manejo forestal o agrícola, incluso sobrepas- toreo, que han producido serios problemas de degrada- ción del suelo. Durante los años 2001 y 2002, como parte del Inventario Nacional Forestal y de Suelos, la Semarnat hizo una evaluación (a escala 1 : 250 000) de la degrada- ción de los suelos inducida por el hombre. Aunque se elaboró mediante métodos visuales semi- cuantitativos, la evaluación de Semarnat-Colpos (2003) muestra (cuadro 2.2) que, para entonces, los suelos afec- tados por algún tipo de degradación representaban alre- dedor de 45% de la superficie total del país; en 5% de la superficie afectada se presentaba un deterioro severo (Le., la productividad de los terrenos, en el caso de pre- Cuadro 2.2 Superficie del país afectada por diferentes tipos y niveles de degradación del suelo inducida por el hombre (hectáreas) Estado de degradación Tipo de degradación Ligero Moderado Severo Extremo Total Con deformación del terreno 74 742 6217 3 548 0 84 507 Erosión eólica Con pérdida de suelo superficial 5 450 374 11 388 543 642 340 12 330 17 493 587 Efectos fuera del sitio 306 674 879 47 907 0 723 092 Total 5 525 422 12 069 639 693 795 12 330 18 301 186 Con deformación del terreno 423 427 1 814 298 395 689 16 991 2 650 405 Erosión hídrica Con pérdida de suelo superficial 12 598 578 7 040 845 378 524 16130 20 034 077 Efectos fuera del sitio 64 330 98 340 9812 744 173 226 Total 13 086 335 8 953483 784 025 33 865 22 857 708 Anegamiento 15 689 1 044 887 1 141 18 761 Compactación 6623 022 1 181 582 44 538 0 7 849 142 Degradación física Disminución de la disponibilidad de agua 3713 414179 37 255 0 455 147 Encostramiento y sellado 151 916 57 030 3 484 1 980 214410 Pérdida de productividad 63 480 713 520 590 826 1 582 948 2 950 774 Total 6 857 820 2 367 355 676 990 1 586 069 11 488 234 Disminución de la fertilidad y del contenido de materia orgánica 17 753 660 13 858 498 400 262 3 314 32 015 734 Degradación química Eutroficación 123 402 71 798 0 0 195 200 Contaminación química 778 836 279 733 130 594 29 561 1 218 724 Salinización/alcalinización 540 749 501 905 52 771 118 1 095 543 Total 19196 647 14 711 934 583 627 32 993 34 525 201 Estable bajo influencia humana 285 106 Degradación Estable bajo condiciones naturales 55 148 056 no detectable Tierras no utilizadas 50 222 546 Total 105 655 708 Fuente: Semarnat-Colpos (2003). 92 Capital natural de A /léxico • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio dios o de granjas, es irrecuperable a menos que se reali- cen proyectos de restauración) o extremo (la productivi- dad es irrecuperable y su restauración materialmente imposible) y en el restante 95% un grado de deterioro de ligero (con alguna reducción apenas perceptible en su productividad) a moderado (con una marcada reducción en la productividad). La tipología de procesos de degra- dación de los suelos son: afectación química (alrededor de 34.5 millones de hectáreas), erosión hídrica (22.7 mi- llones de hectáreas), erosión eólica (18.3 millones de hectáreas) y la degradación física (11.5 millones de hec- táreas). En prácticamente todos los suelos del país que mues- tran degradación química, esta se debe a la reducción de su fertilidad por pérdida de nutrientes. La Península de Yucatán y amplias zonas de las planicies de Sinaloa y Ta- basco muestran de manera importante este tipo de de- gradación (Fig. 2.7). Las zonas afectadas por erosión hí- drica alcanzan 11.7% del territorio, sobre todo en las zonas montañosas. La erosión eólica se presenta princi- palmente en las zonas secas del norte. Por último, la de- gradación física (Le., pérdida de la capacidad del sustrato para absorber y almacenar agua debido a la compacta- ción, endurecimiento o recubrimiento del suelo) no afec- ta grandes extensiones, pero es importante porque es un proceso prácticamente irreversible. 2.3 Principales alteraciones Y TRANSFORMACIONES QUE HAN EXPERIMENTADO LOS ECOSISTEMAS Y PAISAJES TERRESTRES EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS Lambin et al. (2001) enfatizaron la necesidad de estudiar los procesos de cambio en la cobertura del suelo para entender las causas y consecuencias de los procesos de degradación, desertificación, disminución de la biodiver- sidad y, en general, de la pérdida del capital natural y cul- tural. Vitousek et al. (1997) señalaron que el análisis de los patrones y cambios de uso del suelo ofrece un marco de referencia sobre la condición de los ecosistemas. Los diversos esfuerzos que, a lo largo de los últimos 40 años, se han desarrollado para inventariar la vegetación Figura 2.7 Tipos de degradación del suelo causada por el hombre. Fuente: Semarnat-Colpos (2003). 2 • Estado y transformación de los ecosistemas terrestres por causas humanas 93 y el uso del suelo en el país, deberían permitir hacer com- paraciones entre las distintas fechas y conocer las tasas y patrones de modificación de la cubierta vegetal y de uso del suelo. El primer análisis de este tipo en México lo hicieron el Instituto Nacional de Ecología y la unam (Velázquez et al. 2002). Esa investigación se enfocó en comparar las bases de datos entonces disponibles ( Cartas de uso actual del suelo y vegetación del inegi, Serie I, y versión preliminar de la Serie II y Carta de vegetación del Inventario Nacional Forestal 2000) para obtener predic- ciones acerca de la dinámica de la cubierta del suelo y las tasas de pérdida del capital natural. Los detalles metodo- lógicos y la variedad de resultados derivados del estudio se encuentran en Mas et al. (2004). Mediante ese estudio, por primera vez en la historia del país y por iniciativa de dependencias oficiales (inegi, Semarnap e ine), se llevó a cabo un análisis de cambio de uso de suelo basado en información cartográfica confiable, compatible en sus indicadores y comparable en sus escalas. Sin embargo, como se encontró en el estudio del ine y la unam y como se menciona en la sección introductoria de este capítulo, las diferentes fuentes de información, tecnologías y esquemas de clasificación empleados en la elaboración de los inventarios disponibles de la vegeta- ción y el uso del suelo del país hacen que sus resultados no sean entera y directamente comparables entre sí y que su utilidad para examinar los procesos de transforma- ción de la cubierta vegetal se vea limitada. A pesar de que las estimaciones cuantitativas no son tan precisas como sería deseable y deben tomarse con cierta precaución, la información disponible sí permite identificar varias ten- dencias. La Carta de vegetación primaria potencial indica que, potencialmente, los matorrales podrían haber ocupado cerca de la tercera parte (31%) del territorio nacional, se- guidos en extensión por las selvas (26%, casi a partes iguales entre selvas húmedas y subhúmedas), los bosques templados (24%) y los pastizales (8%) (cuadro 2.1). De acuerdo con la Carta de uso actual del suelo y vegetación, Serie I, para la década de 1970 aún se mantenían tres cuartas partes de la superficie originalmente cubierta por bosques, 68% de la extensión original de las selvas y 91% de los matorrales xerófilos; los pastizales naturales se ha- bían reducido a 61% (cuadro 2.1). Dos décadas después (hacia 1993), las existencias se habrían reducido a 73% de la extensión original de bosques templados, 61% de sel- vas húmedas, 67% de las subhúmedas y 86% de matorra- les, y había 64% de pastizales (véase más adelante sobre estos valores). Finalmente, según la Carta de uso actual del suelo y vegetación, Serie III, para 2002 aún se conser- vaba 72.6% de la superficie original de bosques, 59% de las selvas húmedas, 64% de selvas subhúmedas, 85% de los matorrales y solo 63% de los pastizales. De forma tentativa se puede decir que hasta el año 2002 habría ocurrido una pérdida histórica neta de hasta 103 289 km2 de selvas húmedas, 94223 km2 de selvas subhúmedas, 129 000 km2 de bosques templados, 91 000 km2 de matorrales xerófilos y más de 59 000 km2 de pas- tizales. Aun cuando la mayor parte de estas transforma- ciones ocurrieron a lo largo de la historia previa a la dé- cada de 1970 (véase el capítulo 1 de este volumen), en las últimas décadas (1970-2002) se han registrado pérdidas importantes: de 1970 a 2002 se dio una pérdida total de 22 972 km2 de selvas húmedas (a una tasa aproximada de 88 000 hectáreas por año en promedio), 10 622 km2 de selvas subhúmedas (alrededor de 40 800 hectáreas por año), 9 000 km2 de bosques (a una tasa promedio de 34000 hectáreas por año), 34919 km2 de matorrales (unas 134 000 hectáreas por año) y cerca de 3 300 km2 de pastizales (a una tasa promedio de casi 13 000 hectáreas por año). Las cifras de vegetación remanente también incluyen a las comunidades secundarias. Si se considera solo la vegetación primaria, se observan transformaciones aún mayores. Hacia la década de 1970 la extensión remanen- te de selvas húmedas primarias representaba solo 33.4% de su probable extensión original, igual que la posible ex- tensión de selvas subhúmedas se conservaba en 34%; de los bosques templados primarios 62%, de los matorrales xerófilos 84% de la extensión original y solo se conserva 45% de la superficie de pastizales. En las últimas décadas (1970 a 2002) las selvas húmedas primarias se han segui- do perdiendo o transformando hasta llegar a solo 15.7% de su probable extensión original, las selvas subhúmedas a 27.4%, los bosques primarios a 47%, los matorrales a 78% y los pastizales a 39 por ciento. A lo largo del periodo entre 1970 y 1993, bosques, sel- vas, matorrales y pastizales primarios que ocupaban unos 13.8 millones de hectáreas en diferentes partes del país, fueron eliminados para dedicar los terrenos a otros usos o alterados y reemplazados por comunidades se- cundarias, a un ritmo promedio de 810 000 hectáreas por año. Estas transformaciones afectaron particularmente los bosques templados (en promedio 276 000 hectáreas por año) y las selvas húmedas (alrededor de 233 000 hectáreas por año); 1.3 millones de hectáreas de selvas subhúmedas primarias, 2.8 millones de hectáreas de matorrales primarios y 930 000 hectáreas de pastizales 94 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio primarios también fueron sustituidas o degradadas du- rante ese periodo. Hasta hace poco, el ritmo de transformación o altera- ción de la vegetación primaria ha disminuido, aunque sigue siendo muy importante. De 1993 a 2002 un total de 4.4 millones de hectáreas previamente cubiertas por bos- ques, selvas, matorrales xerófilos y pastizales primarios fueron dedicadas a otros usos o reemplazadas por comu- nidades secundarias, a un ritmo promedio de 484000 hectáreas por año. En este lapso los bosques primarios sufrieron las mayores afectaciones (2.6 millones de hec- táreas en total), pues fueron eliminados o alterados a un ritmo de 293 000 hectáreas por año; la extensión total de selvas húmedas primarias dañadas fue de 534000 hectá- reas (59 000 hectáreas por año), la de matorrales xerófi- los de 837 507 hectáreas, la de selvas subhúmedas de 302 307 hectáreas y la de pastizales de 42 638 hectáreas. En la década de 1970 las áreas dedicadas a la agricul- tura sumaban cerca de 26 millones de hectáreas y las ocupadas en la ganadería 14.3 millones de hectáreas (8.5 millones de hectáreas con pastizales cultivados y otros 5.8 millones con pastizales inducidos), en tanto que los que se reconocen como asentamientos humanos y áreas urbanas cubrían solo 200 000 hectáreas. Dos décadas después (hacia 1993), las zonas agrícolas y pecuarias se habrían extendido a un ritmo promedio neto de 376 000 hectáreas por año hasta cubrir, en conjunto, alrededor de 46.7 millones de hectáreas. La superficie dedicada a pue- blos y ciudades habría alcanzado 1.1 millones de hectá- reas; con un crecimiento de casi 54000 hectáreas por año. El ritmo de expansión de la frontera agrícola y pe- cuaria disminuyó ligeramente durante el periodo com- prendido entre 1993 y 2002, cuando estas áreas aumen- taron en unas 327 000 hectáreas por año, para alcanzar un total de 49.7 millones de hectáreas. Los asentamien- tos humanos y zonas urbanas se incrementaron en casi 18 000 hectáreas por año durante ese mismo periodo. En la figura 2.2 se muestran los rasgos generales del proceso de sustitución y fragmentación en las selvas hú- medas del país. En la década de 1970 se reconocía un total de 8 647 fragmentos (polígonos) de este tipo de ve- getación, la mediana de cuyo tamaño era de 280.5 hectá- reas; en esa época, 30% de la extensión de selvas húme- das estaba constituida por fragmentos menores de 80 km2. Para 1993, solo se reconocía un total de 5 967 frag- mentos de selva húmeda, cuya mediana de tamaño era de 431 hectáreas, lo que sugiere que durante ese periodo fueron, sobre todo, fragmentos relativamente pequeños los que se transformaron para otros usos del suelo; para entonces 32% de la extensión remanente de selvas estaba fragmentada (Le., porciones menores de 80 km2). Para 2002, el área fragmentada aumentó a 33% de la extensión remanente, al tiempo que el número de fragmentos au- mentó a 6 066 y la mediana de su tamaño disminuyó a 402 hectáreas. Estos resultados principalmente reflejan el proceso de sustitución de las selvas húmedas a otros usos del suelo durante el periodo comprendido entre la década de 1970 y 1993 (cuando su extensión total dismi- nuyó de 17.4 a 15.6 millones de hectáreas) y, posterior- mente, el proceso de fragmentación ocurrido de 1993 a 2002 (cuando la extensión total solo disminuyó de 15.6 a 15.2 millones de hectáreas). En las selvas subhúmedas (Fig. 2.3) se observa quizá un proceso inverso, primero de fragmentación (entre 1970 y 1993) y luego de sustitución (entre 1993 y 2002). Los 17.5 millones de hectáreas de selvas subhúmedas re- manentes hacia la década de 1970 estaban constituidas por un total de 8 705 fragmentos, cuya mediana de tama- ño era de 311 hectáreas; 33% de esa extensión estaba fragmentada. Para 1993 solo quedaban 7 605 fragmentos, donde la mediana era de 438 hectáreas y, aunque la ex- tensión fragmentada aumentó a 37%, la extensión total todavía era de 17.4 millones de hectáreas. En contraste, para 2002 la extensión total disminuyó a 16.4 millones de hectáreas (38% de las cuales estaban fragmentadas), constituidas por 7 646 fragmentos, con una mediana de 407 hectáreas. Aparentemente, en los bosques templados (Fig. 2.4) el patrón predominante ha sido el de fragmentación con una gradual sustitución. Hacia la década de 1970, había un total de 24 647 fragmentos de bosque templado, con una mediana de 270 hectáreas; 44% de los 35.1 millones de hectáreas totales estaba fragmentado. Para 1993, aun- que solo se reconocían 20 727 fragmentos, la mediana era de 401 hectáreas, la extensión total aún era de 34.5 millones de hectáreas, 49% de las cuales estaban fragmen- tadas. Para 2002, el área fragmentada aumentó a 52% del total de 34.2 millones de hectáreas remanentes, al tiempo que el número de fragmentos y la mediana de su tamaño crecieron a 21 229 y 409 hectáreas, respectivamente. En los matorrales xerófilos (Fig. 2.5), en contraste, el patrón predominante fue el de sustitución. De los 54.4 millones de hectáreas cubiertas por este tipo de vegeta- ción (en forma de 26 259 polígonos con una mediana de 279 hectáreas) en la década de 1970, 32.8% estaba frag- mentado. Para 1993, los matorrales xerófilos se reduje- ron a solo 14 795 fragmentos (mediana del tamaño = 323 hectáreas), que cubrían una extensión total de 51.8 mi- 2 • Estado y transformación de los ecosistemas terrestres por causas humanas 95 llones de hectáreas, 21% de las cuales estaban fragmenta- das. Para 2002, la extensión total se redujo aún más (a 50.9 millones de hectáreas y 14037 fragmentos, cuya mediana era de 334 hectáreas), sin que aumentara la ex- tensión fragmentada (20.6% de la extensión total). Respecto a los pastizales (Fig. 2.6), los datos disponi- bles no permiten identificar un patrón de cambio simple; posiblemente los cambios que el concepto de pastizales ha tenido durante las tres ediciones de las Cartas de uso actual del suelo y vegetación (véase cuadro 2.1) sean par- te de esta dificultad. Hacia la década de 1970 se recono- cían unos 6 668 fragmentos de pastizal, con una mediana de 218 hectáreas y que ocupaban unos 10 millones de hectáreas, 40.6% de las cuales estaban fragmentadas. Para 1993 solo se reconocían 4695 fragmentos de pasti- zal (mediana del tamaño = 327 hectáreas), con una ex- tensión total de 10.4 millones de hectáreas y 36% de frag- mentación. Para 2002 aún se reconocían 4 684 fragmentos de pastizal, con una extensión total de 10.3 millones de hectáreas, con una mediana del tamaño de 335 hectáreas y el mismo grado de fragmentación. En general, las selvas son los ecosistemas terrestres del país que, a lo largo de la historia, han tenido las mayores transformaciones y afectaciones por las actividades hu- manas, tanto en la superficie que se ha dedicado a otros usos del suelo (alrededor de 10.3 millones de hectáreas de selvas húmedas y 9.4 millones de hectáreas de selvas subhúmedas), como en la proporción que esta represen- ta de su probable extensión original (40.4% de las selvas húmedas y 36.3% de las subhúmedas) y en el grado de perturbación que han experimentado: solo 26% de las selvas húmedas y 43.6% de las subhúmedas que existen actualmente son primarias, y 33% de la extensión de sel- vas húmedas y 38% de la de subhúmedas está fragmenta- do en manchones menores de 80 km2. En segundo lugar se encuentran los bosques templados, cuya extensión se ha reducido, potencialmente, en 27% de los cerca de 47 millones de hectáreas que se estima pudieron ocupar ori- ginalmente, a solo 34.2 millones de hectáreas en el año 2002 (incluyendo bosques primarios y secundarios), 52% de las cuales están fragmentadas. Igualmente importan- tes son los daños causados a los matorrales xerófilos, cuya extensión ha disminuido en 15%, de los 60 millones de hectáreas que quizá ocuparon originalmente, a solo 51 millones en la actualidad. Esto es particularmente im- portante ya que las selvas son los ecosistemas que alber- gan la mayor parte de la biodiversidad del país, mientras que los matorrales desérticos concentran una gran canti- dad de especies que son endémicas de México. 2.4 Procesos responsables de las ALTERACIONES Y TRANSFORMACIONES QUE HAN EXPERIMENTADO LOS ECOSISTEMAS Y PAISAJES TERRESTRES EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS Inferir los procesos que han producido las transforma- ciones observadas en los ecosistemas terrestres debería ser posible, en principio, mediante un análisis longitudi- nal de los cambios experimentados en el territorio nacio- nal, desde su hipotética situación original referida en la Carta de vegetación primaria potencial y a lo largo del tiempo, como los describen las tres series de la Carta de uso actual del suelo y vegetación. Desafortunadamente, como se analiza en el recuadro 2.1, las disparidades entre esas cartas dificultan este tipo de análisis. Más importan- te aún, Turner y Meyer (1994) muestran que el análisis del cambio de coberturas y usos del suelo debe conside- rar los aspectos sociales (para entender la dinámica de ocupación y uso del territorio), económicos (para detec- tar fuentes desencadenadoras de los procesos) y cultura- les (para ubicar el contexto de uso en la percepción so- cial) junto con la evaluación biofísica (a partir de bases de datos geoespaciales multitemporales y multiescalares) y sus posibles consecuencias para deducir escenarios so- bre la pérdida de capital natural o biodiversidad, los efec- tos probables del cambio global, planificación de uso del suelo, entre muchas otras aplicaciones. Abordar un estu- dio de esta magnitud, para todo el país, está mucho más allá de las posibilidades de información disponible ac- tualmente y de los alcances del presente trabajo. Teniendo en mente esas limitaciones, sin embargo, el análisis comparativo de las cuatro cartas disponibles sí permite visualizar al menos los principales patrones de cambio ocurridos en las regiones bioclimáticas más im- portantes del país a lo largo del tiempo. 2.4.1 Selvas húmedas En los 25.5 millones de hectáreas que comprende la zona de distribución potencial de las selvas húmedas del país (de acuerdo con la Carta de vegetación primaria poten- cial), para la década de 1970 (según la Carta de uso ac- tual del suelo y vegetación, Serie I) solo se registraba un total de 7.9 millones de hectáreas de selvas húmedas en buen estado de conservación (reconocibles como vege- tación primaria).2 Junto con 1.3 millones de hectáreas de comunidades primarias de otros tipos de vegetación también presentes en esta zona bioclimática (segura- mente por efecto de la diferencia de escalas de las cartas), 96 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio se tenía entonces un total de 9.2 millones de hectáreas de vegetación primaria remanente hacia la década de 1970 en la zona de selvas húmedas del país (Fig. 2.8). Estos ecosistemas poco alterados se conservaban, sobre todo, en la parte sur de la Península de Yucatán, la Sierra Fa- candona y en las zonas limítrofes de los estados de Vera- cruz, Oaxaca y Chiapas (Fig. 2.13). Al mismo tiempo, la cubierta vegetal original de un total de ocho millones de hectáreas — ubicadas principalmente en la porción cen- tral de la Península de Yucatán (Fig. 2.13) — tenía diver- sos grados de perturbación de manera que para la década de 1970 aparecían cubiertas por comunidades secunda- rias (Fig. 2.8). Eos cambios más drásticos habrían ocurri- do en las llanuras de los estados de Veracruz y Tabasco, la sierra del sur de Chiapas y la parte norte del estado de Yucatán (Figs. 2.13 y 2.16), donde casi la totalidad de la vegetación original de selvas húmedas habría sido elimi- nada para dedicar el terreno a la cría de ganado (5.6 mi- llones de hectáreas) o a la agricultura (2.4 millones de hectáreas). Cabe aclarar que en este tipo de bioclimas se practica la agricultura trashumante, misma que, por sus peculiaridades, no se puede analizar adecuadamente con el nivel de resolución de la información disponible para este trabajo. De acuerdo con la Carta de uso actual del suelo y ve- getación, Serie II), para 1993 las comunidades primarias se habrían reducido a solo cinco millones de hectáreas como consecuencia, sobre todo, de la degradación de la vegetación: los procesos de perturbación habrían afecta- do a unos 3.9 millones de hectáreas de comunidades pri- marias, en especial en la parte sur de la Península de Yu- catán, las costas de Quintana Roo y Oaxaca y la Sierra Facandona (Fig. 2.14), para alcanzar un total de 10.7 mi- llones de hectáreas cubiertas por vegetación secundaria (Fig. 2.8). En la carta de la Serie II ya no es posible separar los terrenos agrícolas de los pecuarios pero, en conjunto, estos habrían aumentado a 9.3 millones de hectáreas, a expensas de la sustitución de otros 1.5 millones de hec- táreas de vegetación secundaria y unas 708 000 hectáreas de comunidades primarias, sobre todo en la parte sur del estado de Veracruz, en Tabasco, Campeche y la Sierra Facandona (Fig. 2.14). Aparentemente, algunos procesos de regeneración también ocurrieron durante este perio- do, sobre todo en la parte norte del estado de Veracruz y el norte de Quintana Roo (Figs. 2.14 y 2.16). En esas zo- nas, alrededor de 700 000 hectáreas que en la década de 1970 habían estado dedicadas a la agricultura o la gana- dería, en 1993 aparecían cubiertas de vegetación secun- daria (Fig. 2.8) y otras 106 000 hectáreas incluso mos- traban comunidades en buen estado de conservación (reconocibles como vegetación primaria). Para 2002 (Fig. 2.8), las comunidades primarias se ha- brían reducido a solo 4.4 millones de hectáreas, pero se mantenía la misma extensión total de comunidades se- cundarias como resultado del balance entre los procesos de perturbación (que habrían afectado a unas 865 000 hectáreas de comunidades primarias, sobre todo en Campeche, en la Sierra Facandona y en el límite entre los estados de Veracruz, Oaxaca y Chiapas, véase Fig. 2.15), la sustitución de comunidades secundarias a otros usos del suelo (más de 1.1 millones de hectáreas de vegetación secundaria habrían sido convertidas a terrenos agrícolas o pecuarios en pequeñas porciones en diferentes partes del país) y a la regeneración de la vegetación (unas 509 000 hectáreas que en 1993 aparecían como dedicadas a la agricultura o ganadería aparecían ahora cubiertas por vegetación secundaria). De esa manera, los terrenos agrí- colas y pecuarios habían aumentado aún más hasta al- canzar 10 millones de hectáreas (6.6 dedicadas a la gana- dería y 3.4 a la agricultura). Durante este periodo también se habrían dado procesos de regeneración: cerca de 509 000 hectáreas anteriormente dedicadas a la agricul- tura o la ganadería, para 2002 aparecían cubiertas de ve- getación secundaria y unas 103 000 hectáreas incluso tenían comunidades reconocibles como vegetación pri- maria (Fig. 2.8). 2.4.2 Selvas subhúmedas En los 25.9 millones de hectáreas que comprende la zona de distribución potencial de las selvas subhúmedas del país, para la década de 1970 solo se registraba un total de 7.2 millones de hectáreas reconocibles como vegetación primaria, junto con otros 1.9 millones de hectáreas de comunidades primarias de otros tipos de vegetación también presentes en esta zona bioclimática, lo que da 9.1 millones de hectáreas de vegetación primaria rema- nente en la zona de selvas subhúmedas del país (Fig. 2.9). Estos ecosistemas poco alterados se conservaban, sobre todo, en la Sierra de Fa Faguna (en el estado de Baja Ca- lifornia Sur), en el pie de la Sierra Madre Occidental (en el sur de Sonora y Sinaloa), en las sierras de la costa de Jalisco, en la cordillera costera del sur (en los límites entre Michoacán y Guerrero) y en la porción sur de las sierras orientales y la costa de Oaxaca (Fig. 2.17). Fa cubierta vegetal original de alrededor de 8.3 millones de hectáreas — ubicadas principalmente en la Depresión del Balsas, las sierras y valles y la costa de Guerrero y la porción NW Q¿ *£ ai c/> (N O O m CN CN a¿ ’C cu C/> CN rv G\ \ O rv C\ 2 T rt £ _ 'C « Q- u II o rt ■M cu W) £ o Q- c 'O ‘u =5 =5 uo C :o ’u 03 X5 03 bb cu O c 'O ‘u 03 > C O O Figura 2.8 Cambios en el uso del suelo en la zona bioclimátlca de selvas húmedas desde la década de los setenta en los 25.5 millones de hectáreas de la zona de distribución potencial de las selvas húmedas del país. Q¿ *ü OI <✓> (N O O c o Figura 2.9 Cambios en el uso del suelo en la zona bioclimática de selvas subhúmedas desde la década de los setenta en los 26 millones de hectáreas de la zona de distribución potencial de las selvas subhúmedas del país Q¿ *£ ai c/> (N O O m CN CN a¿ ’C cu C/> CN rv G\ \ O rv C\ .íS T rt £ _ 'C « Q- u II o rt ■M a> W) £ O Q- c 'O ‘u =5 =5 uo c :o ’u 03 03 bb CD O c 'O ‘u 03 > c o U Figura 2.10 Cambios en el uso del suelo en la zona bioclimátlca de bosques templados desde la década de los setenta en los 47 millones de hectáreas de la zona de distribución potencial de los bosques templados del país Q¿ *c ai t/) (N O O (N Q¿ 'Z ai c/i m G\ G\ Q¿ *sZ 0) c/i CN rv o\ \ o rv o\ .2 'Z £ _ 'Z rt Q- u II o o <3 o- cu bO $ C vO 'u =3 =5 un c vO 'u 03 “O 03 bb (V O c 'O ‘u 03 > c o U Figura 2.1 1 Cambios en el uso del suelo en la zona bioclimática de matorrales xerófilos desde la década de los setenta en los 60 millones de hectáreas de la zona de distribución potencial de los matorrales xerófilos del país Vegetación primaria potencial 1970-1979 (Serie I) 1993 (Serie II) 2002 (Serie III) C 'O 'u =5 =5 u o c :o ’u 03 "O 03 bb cu Q c 'O ‘u 03 > C O O Figura 2.12 Cambios en el uso del suelo en la zona bioclimática de pastizales desde la década de los setenta en los 16.3 millones de hectáreas de la zona de distribución potencial de los pastizales del país 1 02 Capital natural de A /léxico • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio de la Península de Yucatán (Fig. 2.17) — habría sufrido diversos grados de perturbación y, para la década de 1970, esas zonas aparecían cubiertas por comunidades secundarias (Fig. 2.9). Un total de 5.5 millones de hectá- reas de selvas subhúmedas habrían sido eliminadas — so- bre todo en la parte baja de la Sierra Madre Occidental y en la costa de Sinaloa, el delta del Río Grande de Santia- go, las sierras y valles guerrerenses, las sierras del sur de Puebla, la Depresión del Balsas, las sierras y valles de Oaxaca, la Depresión Central de Chiapas y la porción NW de la Península de Yucatán — para dedicar el terreno a la agricultura, y otros 2.6 millones de hectáreas habrían sido convertidas en potreros para la ganadería, en parti- cular en la zona limítrofe entre los estados de Tamaulipas y Veracruz (Fig. 2.17). Para 1993 (Fig. 2.9), las comunidades primarias se ha- bían reducido a solo 7.5 millones de hectáreas, como re- sultado de la degradación de 1.2 millones de hectáreas a comunidades secundarias (particularmente en las costas de Jalisco, Colima y Michoacán y en la porción sur de las Sierras Orientales de Oaxaca; véase Fig. 2.18) y la conver- sión de unas 900 000 hectáreas a terrenos agrícolas y pe- cuarios. A pesar de eso, la extensión de comunidades secundarias disminuyó a 7.9 millones de hectáreas, debi- do a su conversión en terrenos agrícolas (más de 1.6 mi- llones hectáreas) o pecuarios (unas 300 000 hectáreas), en especial en el estado de Tamaulipas (Fig. 2.18). De esa manera, las tierras agrícolas y pecuarias habrían alcanza- do, en conjunto, unos 9.9 millones de hectáreas. Tam- bién en este caso, se dieron algunos procesos de regene- ración durante este periodo: unas 810 000 hectáreas que, en la década de 1970 habían estado dedicadas a la agri- cultura o la ganadería, en 1993 tenían cubiertas de vege- tación secundaria (sobre todo en el NW de la Península de Yucatán) y otras 207 000 hectáreas contaban incluso con comunidades reconocibles como vegetación prima- ria (Figs. 2.9 y 2.18). Para 2002 (Fig. 2.9) solo quedaban alrededor de siete millones de hectáreas de selvas subhúmedas primarias, como consecuencia de la degradación (que habría afecta- do a unas 560 000 hectáreas) y la conversión a terrenos agrícolas o pecuarios (cerca de 320 000 hectáreas), sobre todo en Sonora, Sinaloa y las costas de Jalisco, Colima y Michoacán (Fig. 2.19). La extensión de selvas subhúme- das secundarias se había reducido a 7.6 millones de hec- táreas debido a su conversión (unas 900 000 hectáreas) a terrenos agrícolas o pecuarios, en particular en las costas de Guerrero, el estado de Veracruz y la Depresión Cen- tral de Chiapas (Fig. 2.19). De esa manera, los terrenos agrícolas y pecuarios en la zona de selvas subhúmedas habían alcanzado ya más de 10.4 millones de hectáreas (9.2 dedicadas a la agricultura y 1.2 a la ganadería). En algunas partes del país — como el extremo NW de la Pe- nínsula de Yucatán — unas 433 000 hectáreas que en 1993 aparecían dedicadas a la agricultura o la ganadería ahora estaban cubiertas por vegetación secundaria y otras 122 000 hectáreas mostraban incluso comunidades reco- nocibles como vegetación primaria. 2.4.3 Bosques templados En los 47 millones de hectáreas que comprende la zona de distribución potencial de los bosques templados del país, para la década de 1970 solo se registraba un total de 27 millones de hectáreas de bosques reconocibles como primarios, junto con otros 4.2 millones de hectáreas de comunidades primarias de otros tipos de vegetación también presentes en esta zona bioclimática, para un to- tal de 31.2 millones de hectáreas de vegetación primaria remanente hacia la década de 1970 en la zona de bosques templados del país (Fig. 2.10). Esos bosques poco altera- dos se conservaban, sobre todo, en la mayor parte de las sierras Madre Occidental, Madre del Sur y Madre de Chiapas (Fig. 2.20). La cubierta vegetal original de unos siete millones de hectáreas — ubicadas sobre todo en los estados de Chiapas (Sierra Norte y Los Altos) y Oaxaca (Sierras Centrales, Oriental y valles) (Fig. 2.20) — habría sufrido diversos grados de perturbación y, para la década de 1970, esas zonas aparecían cubiertas por bosques se- cundarios (Fig. 2.10). Unos 5.2 millones de hectáreas de bosques habrían sido convertidas (sobre todo en la parte central del Eje Neovolcánico, en la subprovincia de los Lagos y Volcanes del Anáhuac) a tierras agrícolas, y otros 3.2 millones de hectáreas a potreros para la ganadería, particularmente en el Eje Neovolcánico, la Sierra de Los Tuxtlas y otras zonas (Fig. 2.20). Para 1993 (Fig. 2.10), los bosques primarios se habían reducido a 26.1 millones de hectáreas, sobre todo como resultado de la degradación de cerca de cinco millones de hectáreas a comunidades secundarias (principalmente a lo largo de la cordillera costera del sur en los estados de Michoacán, Guerrero y Oaxaca; véase Fig. 2.21). Asimis- mo, poco más de 800 000 hectáreas de bosques secunda- rios habrían sido convertidos a terrenos agrícolas o pe- cuarios en pequeñas zonas dispersas en diferentes partes del país. Como resultado, para 1993 los bosques secun- darios habían alcanzado un total de 11.3 millones de hec- táreas y, en conjunto, los terrenos agrícolas y pecuarios Figura 2.13 Cambios en el uso del suelo hacia la década de 1970 en la zona de distribución potencial de las selvas húmedas. re ' i ce re “O ■ s_ c re =5 E U CU i/i Q_ c c 'O -O ‘u ’ 4— > CU cu b£> ójo cu cu > > cu cu "O "O c c :o :o ’u ’u =3 =3 4-> 4—» 4— > 4— > 1/1 (S) =3 13 i/i LO C C O O U U ii ce * <, ce E to ce u Cl ■q_ -o c :o 4—» c ’u ce ce 4— > t/i cu ce DJD cu cu > -ce cu ~o cu "O c :o c -o ’u ce ‘u ce -a cu ce Cl bb cu "O =5 U CU c c o O U U ii ce ' «, ce -a c =3 u cu ’u c ce ce 4— > i/i cu ce bJO cu cu > -ce cu cu -a -a c c -o -o ‘u ’u ce ce cu cu c Cl cu =5 bJO U cu cu c c o o U U ii Figura 2.14 Cambios en el uso del suelo ocurridos entre la década de 1970 y 1993 en la zona de distribución potencial de las selvas húmedas. Figura 2.15 Cambios en el uso del suelo ocurridos entre 1993 y 2002 en la zona de distribución potencial de las selvas húmedas. 1 06 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Figura 2.1 6 índice de vegetación (ndvi) en (a) la Península de Yucatán, y (b) el extremo norte de la costa del estado de Veracruz en 1978 y 1973, respectivamente, calculado a partir de imágenes Landsat mss; los tonos más intensos de verde denotan mayor cantidad de biomasa vegetal. Las imágenes muestran la amplia extensión de selvas húmedas en buen estado de conservación re- manentes en el sur de la Península de Yucatán y la extensiva sustitución de selvas húmedas por potreros y terrenos de cultivo en el estado de Veracruz hacia la década de 1970. habían aumentado a 9.3 millones de hectáreas (Fig. 2.10). Algunos procesos de regeneración también ocurrieron durante este periodo (por ejemplo, en la Mixteca y las Sierras Centrales de Oaxaca; Fig. 2.21), de manera que unas 658 000 hectáreas antes dedicadas a la agricultura o la ganadería, en 1993 estaban cubiertas por vegetación secundaria y otras 656 000 hectáreas contenían comuni- dades reconocibles como bosques primarios (Fig. 2.10). Para 2002 (Fig. 2.10) quedaban unos 23.5 millones de hectáreas de bosques primarios; los procesos de degra- dación habían dañado otros 2.7 millones de hectáreas y 507 000 hectáreas más habían sido convertidas a terre- nos agrícolas o pecuarios, en especial en las mesetas y cañadas del sur de la Sierra Madre Occidental (en el esta- do de Nayarit), las sierras de Jalisco, las Sierras Orientales y Centrales de Oaxaca y las Sierras del Sur de Chiapas (Fig. 2.22). Otras 651 000 hectáreas de bosques secunda- rios también habían sido sustituidas. Así, la extensión cubierta por bosques secundarios alcanzó 13.3 millones de hectáreas y los terrenos agrícolas y pecuarios en la zona de bosques templados sumaban casi 10 millones de hectáreas (6.1 dedicadas a la agricultura y 3.7 a la gana- dería; Fig. 2.10). 2.4.4 Matorrales xerófi los De los 60 millones de hectáreas que comprende la zona de distribución potencial de los matorrales xerófilos de México, para la década de 1970 solo se registraban 44.9 millones de hectáreas de matorrales reconocibles como primarios, junto con 2.7 millones de hectáreas de comu- nidades primarias de otros tipos de vegetación también presentes en esta área bioclimática, lo que da 47.6 millo- nes de hectáreas de vegetación primaria remanente en el decenio de 1970 en la zona de matorrales xerófilos (Fig. 2.11). Esos matorrales en buen estado de conserva- ción se presentaban, especialmente, en la Península de Baja California, la llanura sonorense, las sierras y llanuras del norte y la Mesa Central (Fig. 2.23). El área de mato- rrales, sobre todo de la porción central de Tamaulipas, del Bolsón de Mapimí y de las llanuras y sierras potosino- zacatecanas (unos 4.1 millones de hectáreas), habría ex- perimentado diversos grados de perturbación y, para la década de 1970, se registraban como matorrales secun- darios (Fig. 2.11). Casi ocho millones de hectáreas de matorrales fueron sustituidas — sobre todo en las llanu- ras costeras y deltas de Sonora y Sinaloa, el Bolsón de Figura 2.17 Cambios en el uso del suelo hacia la década de 1970 en la zona de distribución potencial de las selvas subhúmedas. Figura 2.18 Cambios en el uso del suelo ocurridos entre la década de 1970 y 1993 en la zona de distribución potencial de las selvas subhúmedas. Figura 2.19 Cambios en el uso del suelo ocurridos entre 1993 y 2002 en la zona de distribución potencial de las selvas subhúmedas. 110 Capital natural de A /léxico • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Mapimí, el norte de Tamaulipas, las vertientes norte del Eje Neovolcánico y en las Sierras Centrales de Oaxaca (Fig. 2.23) — por terrenos agrícolas (6.5 millones de hec- táreas) o pecuarios (1.4 millones de hectáreas). Para 1993 (Fig. 2.11), los matorrales primarios se ha- bían reducido a 44.8 millones de hectáreas, por la con- versión de cerca de 2.3 millones de hectáreas a terrenos agrícolas o pecuarios y la degradación de 1.4 millones de hectáreas a comunidades secundarias, en particular en las llanuras de Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo Feón y Tamaulipas (en la frontera con Estados Unidos) y en las vertientes norte del Eje Nevolocánico (Fig. 2.24). Asimismo, alrededor de 582 000 hectáreas de matorrales secundarios habrían sido sustituidos por terrenos agríco- las o pecuarios, sobre todo en las llanuras y sierras poto- sino-zacatecanas (Fig. 2.24). De esa manera, para 1993 un total de 4.6 millones de hectáreas estaban cubiertas por matorrales secundarios y, en conjunto, los terrenos agrícolas y pecuarios habían aumentado a cerca de 9.8 millones de hectáreas (Fig. 2.11). También en este caso se dieron algunos procesos de regeneración durante este periodo, en especial en las llanuras de Sonora, Coahuila y Tamaulipas y el Bolsón de Mapimí (Fig. 2.24). En esas zonas, unas 331 000 hectáreas que en los años setenta estuvieron ocupadas por la agricultura o la ganadería, en 1993 aparecían cubiertas por matorrales secundarios y en otras 479 000 hectáreas incluso se reconocían comu- nidades de matorrales primarios (Fig. 2.11). Para 2002 (Fig. 2.11), los matorrales reconocibles como primarios se habían reducido a unos 44.2 millones de hectáreas, debido principalmente a la conversión de poco más de 607 000 hectáreas a terrenos agrícolas o pecua- rios (en particular en el Bolsón de Mapimí) y la degrada- ción de alrededor de 202 000 hectáreas a matorrales se- cundarios (sobre todo en las llanuras de Chihuahua y Coahuila) (Fig. 2.25). Al mismo tiempo, algo más de 203 000 hectáreas de matorrales secundarios también fueron sustituidos por terrenos agrícolas o pecuarios (Fig. 2.11). Así, la extensión cubierta por matorrales se- cundarios se mantenía en los mismos 4.6 millones de hectáreas pero los terrenos agrícolas y pecuarios en la zona de matorrales xerófilos aumentaron a 10.3 millones de hectáreas (7.4 dedicadas a la agricultura y 2.9 a la ga- nadería; Fig. 2.11). 2.4.5 Pastizales En los 16.3 millones de hectáreas que comprende la zona de distribución potencial de los pastizales del país, para la década de 1970 solo se registraban 5.6 millones de hec- táreas de pastizales reconocibles como primarios, junto con otros 3.7 millones de hectáreas de comunidades pri- marias de otros tipos de vegetación también presentes en esta zona bioclimática, lo que daba un total de 9.3 millo- nes de hectáreas de vegetación primaria aún remanente en la década mencionada en la zona de pastizales (Fig. 2.12). Esos pastizales en buen estado de conserva- ción se presentaban, sobre todo, en las llanuras y méda- nos del norte (en los estados de Sonora y Chihuahua), las llanuras y sierras de Chihuahua, Coahuila y Durango, las sierras y valles zacatecanos, las llanuras de Ojuelos- Aguascalientes y los Altos de Jalisco (Fig. 2.26). Poco más de 2.4 millones de hectáreas estaban cubiertas por pasti- zales secundarios, sobre todo en las sierras y llanuras de Durango (en los límites de Chihuahua y Durango) y las sierras de Zacatecas (Figs. 2.12 y. 2.26). Esencialmente todos los pastizales que existían en las llanuras y sierras de los estados de Querétaro, Hidalgo, Estado de México, Tlaxcala y Puebla, así como extensiones importantes en la Sierra Tarahumara y las sierras de Zacatecas habían sido sustituidos por terrenos agrícolas (cuatro millones de hectáreas) y, en menor grado, por pastizales cultiva- dos o inducidos (418 000 hectáreas) (Figs. 2.12 y 2.26). Para 1993 (Fig. 2.12), los pastizales primarios se habían reducido a 7.9 millones de hectáreas, como resultado so- bre todo de la degradación de 1.2 millones de hectáreas a pastizales secundarios, en particular en las llanuras y mé- danos del norte (norte de Sonora y Chihuahua), las sie- rras y llanuras de Durango (sur de Chihuahua y norte de Durango) y los Altos de Jalisco (Fig. 2.27). Asimismo, unas 267 000 hectáreas de pastizales secundarios fueron sustituidas por terrenos agrícolas o pastizales cultivados, en pequeñas áreas sobre todo en las sierras y llanuras de Durango (Fig. 2.27). De esa manera, para 1993 un total de 3.3 millones de hectáreas estaban cubiertas por pastiza- les secundarios y, en conjunto, los terrenos agrícolas y pastizales cultivados o inducidos habían aumentado a cerca de 4.8 millones de hectáreas (Fig. 2.12). Aparente- mente, algunos procesos de regeneración también ocu- rrieron durante este lapso: algo menos de 186 000 hectá- reas que en la década de 1970 estuvieron dedicadas a la agricultura o la ganadería, en 1993 aparecían cubiertas por pastizales secundarios y otras 165 000 hectáreas te- nían comunidades reconocibles como pastizales prima- rios (Fig. 2.12). Para 2002 (Fig. 2.12), los pastizales reconocibles como primarios se habían reducido a unos 7.8 millones de hec- táreas como consecuencia de que unas 147 000 hectáreas Figura 2.20 Cambios en el uso del suelo hacia la década de 1970 en la zona de distribución potencial de los bosques templados. Figura 2.21 Cambios en el uso del suelo ocurridos entre la década de 1970 y 1993 en la zona de distribución potencial de los bosques templados. Figura 2.22 Cambios en el uso del suelo ocurridos entre 1993 y 2002 en la zona de distribución potencial de los bosques templados. Figura 2.23 Cambios en el uso del suelo hacia la década de 1970 en la zona de distribución potencial de los matorrales xerófilos. Figura 2.24 Cambios en el uso del suelo ocurridos entre la década de 1970 y 1993 en la zona de distribución potencial de los matorrales xerófilos. Figura 2.25 Cambios en el uso del suelo ocurridos entre 1993 y 2002 en la zona de distribución potencial de los matorrales xerófi los. Figura 2.26 Cambios en el uso del suelo hacia la década de 1970 en la zona de distribución potencial de los pastizales. Figura 2.27 Cambios en el uso del suelo ocurridos entre la década de 1970 y 1993 en la zona de distribución potencial de los pastizales. Figura 2.28 Cambios en el uso del suelo ocurridos entre 1993 y 2002 en la zona de distribución potencial de los pastizales. 1 20 Capital natural de A /léxico • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio ahora estaban ocupadas por terrenos agrícolas — sobre todo en las sierras de Zacatecas (Fig. 2.28) — y por la de- gradación de unas 94000 hectáreas transformadas en pastizales secundarios. Al mismo tiempo, casi 86 000 hectáreas de pastizales secundarios también fueron sus- tituidos por terrenos agrícolas o pecuarios (Fig. 2.12). Por lo que la extensión cubierta por pastizales secunda- rios se mantenía en los mismos 3.3 millones de hectáreas, pero los terrenos agrícolas y pecuarios en la zona de pas- tizales habían aumentado a 4.9 millones de hectáreas. Estos análisis por zona bioclimática evidencian que, como ha sucedido en la mayor parte del mundo, la ex- pansión de las fronteras agrícola y pecuaria es, por mu- cho, el proceso más importante de transformación de los ecosistemas y paisajes terrestres del país a lo largo de la historia. Estos procesos, sin embargo, han afectado de manera diferente a cada uno de los ecosistemas. La sus- titución de la vegetación natural por pastizales cultiva- dos o inducidos para la actividad ganadera ha sido predo- minante en la zona de selvas húmedas, en tanto que la conversión a terrenos agrícolas es más importante en el área de selvas subhúmedas, la de matorrales xerófilos y la de bosques templados. En contraste, la creación y expansión de asentamien- tos humanos y zonas urbanas ha tenido, históricamente, un impacto cuantitativamente mucho menor. Para 2002 solo se registraba un poco más de un millón de hectáreas ocupadas por pueblos y ciudades, principalmente en las zonas de matorral xerófilo (397 454 hectáreas), de selvas subhúmedas (244 865 hectáreas), de bosques templados (164013 hectáreas), pastizales (122 803 hectáreas) y sel- vas húmedas (115 743 hectáreas). Mientras que la expan- sión de la frontera agrícola y pecuaria ocurrió mayor- mente antes de la década de 1970 (para entonces ya se registraban más de 40 millones de hectáreas), el proceso de urbanización y expansión de ciudades ocurrió, apa- rentemente, sobre todo en el periodo comprendido entre la década de 1970 (cuando se registraba un total de casi 200 000 hectáreas ocupadas por asentamientos humanos y zonas urbanas) y 1993 (cuando estas alcanzaron 1.1 mi- llones de hectáreas; véase cuadro 2.1). En la última déca- da (Le., 1993 a 2002), la superficie del país ocupada por pueblos y ciudades solo aumentó de 1.11 a 1.27 millones de hectáreas, pero esto ocurrió de manera muy intensa y concentrada en ciertas partes del país, en especial en las llamadas ciudades intermedias (e.g., Querétaro, León, San Luis Potosí, etc.), en aquellas donde ha habido un desarrollo turístico importante (como Playa del Carmen y Cancún, en Quintana Roo; San José del Cabo y Cabo San Lucas, en Baja California Sur, etc.) y en zonas fronte- rizas importantes por el movimiento migratorio hacia Estados Unidos y por la industria (por ejemplo, Tijuana y Ciudad Juárez). De hecho, durante ese periodo la crea- ción y expansión de asentamientos humanos fue el pro- ceso de conversión que registró la mayor tasa de creci- miento en casi todas las zonas bioclimáticas del país (excepto en los bosques templados), alcanzando niveles de entre 1 y 2.1 por ciento anual, muy superiores al au- mento de la frontera agrícola y pecuaria. Este patrón de cambios es resultado no solo del crecimiento de la pobla- ción del país (que pasó de casi 84 millones de habitantes en 1990 a unos 103 millones en 2002), sino también, y muy importante, del muy dinámico y complejo proceso de urbanización y migración interna que la población ha venido experimentando desde la década de 1950 y que, a partir de 1980, cambió de tendencia para centrarse en el crecimiento de ciudades de tamaño medio y una más di- versificada distribución territorial de la población urbana (Conapo 2003). Otros procesos que, indudablemente, han producido alteraciones y transformaciones en los ecosistemas y pai- sajes terrestres del país en las últimas décadas son los desastres naturales, como incendios forestales y huraca- nes. En México, la gran mayoría (99%) de los incendios forestales son provocados por actividades humanas, par- ticularmente prácticas agropecuarias como la roza, tum- ba y quema o la renovación de pastizales por fuego. Aun- que los incendios más comunes (90%) son de tipo superficial y, por tanto, solo producirían un impacto me- nor o transitorio sobre la vegetación, a menudo los sitios incendiados se ocupan inmediatamente para otros usos como el agropecuario o el urbano. El número de incen- dios y la superficie que se estima ha sido afectada varían notablemente año con año (véase Fig. 2.29); parte de esa variabilidad se relaciona con el fenómeno de El Niño (Se- marnat 2005). Desafortunadamente, los datos disponi- bles son demasiado generales como para poder evaluar de manera adecuada el impacto que en efecto han ejerci- do los incendios forestales sobre las comunidades vege- tales. Faltan, sobre todo, estudios longitudinales a poste- riori de las áreas afectadas por incendios. El daño que los huracanes han ocasionado a los ecosis- temas terrestres de México tampoco se ha estudiado bien. En principio, su impacto también debe ser esencial- mente transitorio y, en ausencia de efectos posteriores, la vegetación debería recuperarse por sí misma. Sin embar- go, los estudios sobre este tema son prácticamente inexis- tentes, a pesar de que hay zonas del país (como la Penín- 2 • Estado y transformación de los ecosistemas terrestres por causas humanas 121 Superficie afectada Número de incendios Miles de hectáreas afectadas -i 16 - 14 - 12 - 10 8 Miles de incendios 6 - 4 - 2 Figura 2.29 Incendios forestales en México 1991-2007. Fuente: Semarnat (2008). sula de Yucatán, Chiapas, etc.) que con frecuencia están expuestas a estos meteoros. Algunos cambios que se han observado a lo largo del tiempo en la cobertura vegetal de algunas partes del país pueden, de hecho, obedecer más a este tipo de fenómenos que a daños causados por las actividades humanas. Por ejemplo, en la Isla de Cozumel, para 1993 (poco tiempo después del paso del huracán Gilberto a fines de 1988), la Carta de uso actual del suelo y vegetación, Serie II, reconoce una amplia área de selva mediana secundaria. Para 2002, en la Serie III de esta car- ta se identifica esa misma zona como selva primaria y, de hecho, para 2005 es evidente el buen estado de conserva- ción de la zona, probablemente debido a la regeneración natural de la vegetación. 2.4.6 Prospectiva La dinámica que se produce en el paisaje al cambiar el uso que se da al suelo a lo largo del tiempo, en términos conceptuales se puede ver como un flujo de terrenos que pasan de una cierta cobertura vegetal o forma de uso a otra. Este concepto se ilustra esquemáticamente para los cinco tipos de ecosistemas principales del país (selvas húmedas, selvas subhúmedas, bosques templados, mato- rrales xerófilos y pastizales), en las figuras 2.8 a 2.12, en las que en cada columna se da una idea del estado del paisaje por periodos (en términos de la extensión que, en ese momento, ocupaba cada tipo de cobertura vegetal o forma de uso del suelo); las flechas indican los procesos de cambio que ocurren de un lapso al siguiente (de acuer- do con el tipo de cambios observados en el uso del suelo entre dos periodos) y las cifras sobre las flechas muestran el ritmo en el que ocurre cada uno de esos cambios (en términos de la extensión del terreno transformado de un periodo a otro). Con base en este marco conceptual, es posible explorar cómo evolucionaría y cuál sería el esta- do futuro del paisaje mexicano, en caso de que se mantu- vieran los mismos procesos y ritmos de transformación que se observan hoy. Los resultados de este ejercicio con- ceptual se muestran en la figura 2.30a-e. Como puede verse, si se mantuviesen constantes los procesos y ritmos de transformación observados durante el periodo de 1993 a 2002, las superficies ocupadas por los principales ecosistemas terrestres del país continua- rían disminuyendo hasta llegar a ocupar solo 10% de la extensión que tenían en 2002. Esa reducción sería parti- cularmente severa en la zona de selvas (húmedas y sub- húmedas) y de bosques templados, donde la vegetación natural se reduciría a 2, 4 y 9 por ciento, respectivamente, de la existente en 2002; los matorrales xerófilos se redu- cirían a 12%, y los pastizales a 27%. En contraste, la su- perficie total ocupada por coberturas antrópicas aumen- taría a más del triple, debido sobre todo a la creación y expansión de asentamientos humanos y zonas urbanas en las zonas de selvas húmedas y subhúmedas, de bos- ques templados y de matorrales, y a la expansión de la frontera agropecuaria en las zonas de pastizales. Este análisis también revela las distintas formas en que 1 22 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio XI Selvas húmedas 03 CU u cu c -o c cu Selvas primarias Otras comunidades primarias Selvas secundarias Otras comunidades secundarias Agricultura y ganadería Poblados y ciudades Otras coberturas antrópicas 100 000 000 i- 10 000 000 = 1 000 000 - 100 000 10 000 1 000 Tiempo l~b~l Selvas subhúmedas Selvas primarias Otras comunidades primarias Selvas secundarias Otras comunidades secundarias Agricultura y ganadería Poblados y ciudades Otras coberturas antrópicas |~c~| Bosques templados Bosques primarios Otras comunidades primarias Bosques secundarios Otras comunidades secundarias Agricultura y ganadería Poblados y ciudades Otras coberturas antrópicas Figura 2.30 [Esta página y la siguiente] Proyección de los procesos de cambio en el uso del suelo en las cinco principales zonas bioclimáticas del país. Estas proyecciones parten de la extensión que cada tipo de cobertura o uso del suelo ocupaba en 2002, y se basan en los procesos y tasas observadas durante el periodo de 1993 a 2002 (resumidos en las figuras 2.8 a 2.12), suponiendo que estos se mantienen constantes hasta alcanzar una estructura estable. 2 • Estado y transformación de los ecosistemas terrestres por causas humanas 123 [d~| Matorrales xerófilos Matorrales primarios Otras comunidades primarias Matorrales secundarios Otras comunidades secundarias Agricultura y ganadería Poblados y ciudades Otras coberturas antrópicas e Pastizales Pastizales primarios Otras comunidades primarias Pastizales secundarios Otras comunidades secundarias Agricultura y ganadería Poblados y ciudades Otras coberturas antrópicas Figura 2.30 se darían — siguiendo el patrón observado en el periodo 1993-2002 — los procesos de transformación en las dife- rentes zonas bioclimáticas del país. En las áreas de selvas (húmedas y subhúmedas) y matorrales (véase Fig. 2.30a, b, d) el proceso involucraría la perturbación de las comu- nidades primarias pero, al mismo tiempo, serían sobre todo las comunidades secundarias las que serían elimi- nadas para dedicar el terreno a la agricultura o la ganade- ría. Esto produciría, en primer término, una expansión sustancial de la frontera agropecuaria junto con una drástica reducción de la superficie ocupada por comuni- dades naturales (primarias y secundarias). Sin embargo, como se observa durante este periodo, terrenos que ha- bían sido convertidos para uso agrícola o pecuario, even- tualmente se ocuparían para crear o expandir pueblos y ciudades, lo que conduciría a un muy rápido (debido a las altas tasas de crecimiento de poblados y ciudades obser- [ concluye ]. vadas durante el periodo 1993-2002 en las zonas de sel- vas húmedas, subhúmedas y matorrales: 2.1, 1.9 y 1.4 por ciento anual, respectivamente) incremento en la superfi- cie ocupada para tales usos, en paralelo con una sustan- cial disminución de los terrenos agrícolas y pecuarios. Además, a diferencia de lo que sucede con campos de cultivo y potreros — en una fracción de los cuales puede ocurrir regeneración de vegetación natural — , en los te- rrenos utilizados para pueblos y ciudades, muy rara vez ocurre reconversión a otros usos del suelo y, menos aún, regeneración de vegetación natural. Ello convierte a este tipo de uso del suelo en un estado “casi absorbente” que constituiría, en el largo plazo, el uso del suelo predomi- nante en estas zonas del país, incluso por encima del agrícola o pecuario. En la zona de bosques templados (Fig. 2.30c) el proce- so involucraría primero la perturbación de los bosques 1 24 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio primarios, lo que produciría un incremento inicial (y re- lativamente muy breve) en la extensión de los bosques secundarios. Al igual que en las selvas, las comunidades secundarias serían sustituidas por terrenos agrícolas o pecuarios, lo que después produciría un aumento sus- tancial en la superficie ocupada por este tipo de uso del suelo, junto con una disminución en la extensión de los bosques naturales (primarios y secundarios). También en este caso, terrenos que antes habían sido convertidos a uso agrícola o pecuario, eventualmente serían reempla- zados por la creación o expansión de pueblos y ciudades lo que conduciría, por último, a una importante dismi- nución de los terrenos agrícolas y pecuarios, junto con un rápido incremento en la superficie ocupada por po- blados y ciudades, que se convertiría en el uso del suelo predominante. En la zona de pastizales (Fig. 2.30e) el proceso difiere de manera notable de los casos anteriores. Aunque la creación o expansión de pueblos y ciudades también es el proceso de conversión cuantitativamente más importan- te, este no ocurre a expensas sobre todo de terrenos pre- viamente convertidos a uso agrícola o pecuario, sino por otro tipo de coberturas antrópicas o directamente por la sustitución de pastizales primarios o secundarios. Por esa razón, en la zona de pastizales sucede un proceso re- lativamente simple de sustitución de la vegetación natu- ral (pastizales primarios y secundarios), ya sea a terrenos agrícolas o pecuarios o a zonas urbanas y poblados, pero el uso agropecuario se mantiene como el uso predomi- nante. Las cifras y patrones de evolución descritos en los pá- rrafos anteriores no deben interpretarse como un pro- nóstico de lo que sucederá en el país en el largo plazo sino, más bien, como un ejercicio que busca ilustrar las posibles consecuencias — y la magnitud de estas — que podrían tener las actuales tendencias de uso y transfor- mación de los ecosistemas terrestres del país de mante- nerse indefinidamente. De hecho, el resultado más cons- picuo y frecuente de estas proyecciones — el crecimiento explosivo de la superficie dedicada a poblados y zonas urbanas hasta llegar a ocupar más de la mitad del territo- rio nacional — pone de manifiesto el carácter hipotético y exploratorio de este ejercicio. Ese resultado, un tanto inesperado, se da por la combinación de dos factores: el carácter esencial e inherentemente irreversible de este tipo de transformación del terreno y las altas tasas de crecimiento neto observadas de 1993 a 2002 en la super- ficie ocupada por asentamientos humanos. Durante ese periodo, la superficie ocupada por poblados y ciudades aumentó a una tasa de 2.1, 1.9, 0.9, 1.4 y 1.0 por ciento anual en las zonas de selvas húmedas, subhúmedas, bos- ques templados, matorrales xerófilos y pastizales, res- pectivamente, y excepto en el caso de bosques templa- dos, esas tasas de crecimiento sobrepasaron, por el doble o más, a las de los otros usos del suelo. Si bien se prevé que tanto la población como la urbanización del país se- guirán aumentando en las próximas décadas (de acuerdo con Conapo, 2003, en el año 2030 la población del país ascenderá a 127.2 millones de habitantes, de los cuales 90.2 millones residirán en alguna ciudad), también es cierto que la tasa de crecimiento de la población ha veni- do disminuyendo gradualmente desde la década de 1970 y se espera (Conapo 2003) que para 2040 llegue a cero y sea negativa a partir de entonces. Es decir, otro tipo de proyecciones indica que, en la realidad, es improbable que el factor que influye de manera determinante en nuestras proyecciones mantenga en el futuro los mismos niveles observados en el periodo de 1993 a 2002. 2.5 Conclusiones En este capítulo hemos tratado de examinar el estado ac- tual y las principales alteraciones y transformaciones que los ecosistemas terrestres del país han experimentado a lo largo de las últimas décadas, y hemos intentado inferir — en forma que reconocemos parcial — los posibles fac- tores causales de esas alteraciones y transformaciones, con base en la información actual disponible en todo el país. Como se menciona reiteradamente a lo largo del texto, estos análisis se han visto limitados tanto por la escasez como por algunas deficiencias de la información, que es susceptible de contener errores. Las fuentes co- munes de error son de tres tipos: los relacionados con la calidad de los insumos de donde se deriva la información (resoluciones espacial, temporal y espectral), los que conciernen al sistema de clasificación y nomenclatura de los objetos y los que resultan del procesamiento o inter- pretación. Un revisión detallada de las fuentes de error y sus posibles implicaciones en este tipo de estudios se pre- senta en Mas y Fernández (2003). El análisis de la calidad y, por ende, de la confiabilidad de las bases de datos aquí utilizadas rebasa los objetivos del presente estudio. Sin embargo, pueden señalarse al- gunos puntos importantes a tener en mente. Una prime- ra fuente de error viene de la comparación de bases de datos de escalas diferentes. Para corregir este tipo de error se generalizaron las estadísticas a la escala menor 2 • Estado y transformación de los ecosistemas terrestres por causas humanas 125 {Carta de vegetación primaria potencial, 1 : 1 000 000) en todos los casos que involucran comparaciones con res- pecto a esta. Con base en la unidad mínima cartografía- ble,3 los errores en los datos estadísticos derivados de la Carta de vegetación primaria potencial son del orden de miles de hectáreas, mientras que los errores de las cartas a escala 1 : 250 000 son del orden de cientos de hectáreas. Un ejemplo de esto se observa para la vegetación halófila, ya que la diferencia entre lo que reportan la Carta de vegetación potencial y la Serie III (2002) solo alcanza una superficie de 308 847 hectáreas (Fig. 2.8). Esta diferencia está dentro del margen del error inherente a la escala 1 : 1 000 000 (Mas y Fernández 2003) y por ende el cam- bio reportado puede reflejar más bien un artificio resul- tante de la diferencia en escalas que un cambio real. Otro tipo de error es el que concierne a la compara- ción de sistemas clasificatorios diferentes. El término pastizales, por ejemplo, tiene diferentes connotaciones en las diversas bases de datos utilizadas. Un tercer pro- blema se presenta con tipos de vegetación que son de difícil filiación y, en consecuencia, difíciles de precisar de manera consistente en el mapa. Por ejemplo, el bosque mesófilo de montaña es de filiación templada en el centro y norte del país, pero de filiación tropical en el sur; y en todo el territorio sus patrones de distribución son muy complejos para ser detectados mediante imágenes de mediana resolución. La tendencia a su reducción, no obstante, es incuestionable y está documentada en diver- sos casos de estudio (Challenger 1998). Por estas razones, varios de nuestros resultados y con- clusiones, sobre todo en lo que a cifras se refiere, deben tomarse con cierta cautela y considerarse más bien como indicadores de tendencias generales. No obstante, con- fiamos en haber sido capaces de rescatar al menos los rasgos y tendencias principales. Los análisis muestran que, a lo largo de la historia, el paisaje mexicano se ha transformado de manera extensi- va como resultado de la remoción de los ecosistemas na- turales que originalmente cubrían 27.5% del territorio, para dedicar el suelo a la agricultura, la ganadería y la creación y expansión de pueblos y ciudades. La mayor parte de esas transformaciones ocurrió en las décadas previas a 1970 y se debió sobre todo a la expansión de la frontera agropecuaria; desafortunadamente, no se cuen- ta con información detallada acerca de la secuencia de procesos y de los ecosistemas que estuvieron involucra- dos (véase el capítulo 1 de este volumen). El análisis su- giere que en las últimas décadas se ha mantenido y en algunos casos disminuido el ritmo de transformación del paisaje, ha cambiado su ubicación geográfica y han varia- do sus factores causales. Si bien en términos absolutos el impacto (1.27 millo- nes de hectáreas en 2002) de la creación y expansión de pueblos y ciudades como factor de transformación del paisaje ha sido, históricamente, mucho menor que el de la agricultura y la ganadería (49.7 millones), en las últi- mas décadas ha sido el factor de transformación más di- námico en términos proporcionales. Las casi 200 000 hectáreas que en la Carta de uso actual del suelo y vege- tación, Serie I, aparecen como ocupadas por poblados y ciudades hacia la década de 1970, aumentaron hasta al- canzar 1.27 millones de hectáreas en 2002, a una tasa de 7.4% por año, muy superior a la tasa de expansión de la frontera agropecuaria (0.8% anual) durante el mismo pe- riodo. Más importante aún es considerar que los pobla- dos y ciudades funcionan como focos de concentración de la producción, el consumo y la generación de dese- chos, lo que provoca impactos en sus alrededores como deforestación, degradación del suelo, pérdida de biodi- versidad, contaminación del suelo, agua y aire y la extrac- ción de materiales de construcción. La “huella ecológica” {Le., la superficie de terreno necesaria para proveer los recursos necesarios y absorber los residuos de una co- munidad) de las ciudades siempre es sustancialmente mayor que el área ocupada por ellas (Wackernagel y Rees. 1996; Wackernagel et al. 2006). Además, el proceso mis- mo de urbanización lleva consigo una desarticulación de las estructuras de funcionamiento y gobierno del sector rural. Esto daña de manera significativa a los ecosistemas naturales porque reduce el nivel de umbral de resiliencia social, que en algunos casos se ha identificado como el agente desencadenador de la disminución de los proce- sos de degradación (Conapo 2003; Bray et al. 2007). Igualmente importante es considerar las evidencias que indican que esta tendencia de creciente urbanización continuará en el futuro inmediato, en particular en las ciudades medias y pequeñas (Conapo 2003) y en las zo- nas con potencial turístico [como Baja California Sur, Nayarit, Quintana Roo (Lonatur 2008), entre otras]. Los ecosistemas terrestres que no han sido transfor- mados para dedicar el terreno a usos antrópicos del suelo tampoco han permanecido inalterados. El 30% (en su- perficie) de ellos en realidad son comunidades secunda- rias que habrían experimentado algún tipo de perturba- ción de origen antrópico o natural (por ejemplo, incendios forestales o fenómenos hidrometeorológicos como hura- canes, inundaciones, etc.). Desafortunadamente los da- tos disponibles no permiten distinguir entre las pertur- 1 26 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio baciones naturales — que en muchos casos tienen solo un impacto transitorio sobre los ecosistemas, seguido por la regeneración de la vegetación natural y la recolonización de la fauna — y las de origen antrópico, que con frecuen- cia constituyen la fase previa a la sustitución de los eco- sistemas naturales para dedicar el suelo a otros usos (véanse figuras 2.8 a 2.12). La alteración de los ecosiste- mas terrestres del país también se refleja en el grado de fragmentación de estos, pero la información disponible al respecto es insuficiente para hacer un análisis adecua- do de sus causas y consecuencias. Alteraciones como las que con seguridad se derivan de la ganadería extensiva que se desarrolla en prácticamente todos los estados del país, con frecuencia en comunidades naturales, simple- mente está sin evaluar. Quizá como consecuencia de la falta de información sobre estos temas, a la fecha todavía son muy escasos (e.g.} Toledo y Ordóñez 1993; Conabio 1998; Challen- ger 1998; Semarnat-Colpos 2003) los estudios dirigidos a examinar — y menos aún a evaluar — las consecuencias que los procesos de transformación y alteración experi- mentados por los ecosistemas terrestres del país a lo lar- go de la historia (y, sobre todo en los últimos años) han tenido sobre la biodiversidad y los servicios ecosistémi- cos, así como sus posibles implicaciones futuras. La ma- yoría de los trabajos que tratan este tema distan mucho de ser contundentes, ya que se basan en recopilaciones extensas a partir de las cuales se deducen o infieren posi- bles tendencias. Sin duda este asunto aún queda pen- diente por documentar. La falta de este tipo de información no es un tema me- nor, ni de interés meramente académico. Basta mencio- nar, como ejemplo, la controversia que repetidas veces se ha generado en los últimos años acerca de las muy diver- sas y divergentes estimaciones que, sobre la tasa de defo- restación en México, han obtenido diversos autores con base en información de distintas fuentes y utilizando mé- todos de cálculo diferentes, como lo hemos analizado en otra parte (Semarnat 2005). Más importante que las cifras es que los procesos de transformación y alteración de los ecosistemas y de cambio de uso del suelo constituyen una de las principales amenazas para la biodiversidad, conlle- van la pérdida de numerosos servicios ambientales fun- damentales y contribuyen de manera importante a las emisiones de gases de efecto de invernadero. Es funda- mental contar con información suficiente, adecuada y oportuna acerca de esos procesos y sus efectos, para to- mar decisiones no solo en materia ambiental, sino tam- bién en los aspectos económico y social. Estas deficiencias de información obedecen a diversas causas. Parte de las dificultades proviene de las caracte- rísticas físicas del país (como su gran extensión y lo inac- cesible de algunos sitios, la alta diversidad y heterogenei- dad de ecosistemas presentes, la frecuente presencia de una alta cobertura de nubes en algunas partes, entre otras) que imponen serias limitantes técnicas y metodo- lógicas. Otros inconvenientes provienen de la compleja y rápida dinámica de los ecosistemas donde en algunas áreas se destruye o altera la cubierta vegetal, al mismo tiempo que en otras se regeneran comunidades secunda- rias, a la vez que se hacen campañas de reforestación y se establecen plantaciones forestales, lo que hace difícil in- cluso identificar y delimitar las áreas deforestadas. Final- mente, están los diferentes y divergentes esquemas de clasificación utilizados por distintos autores u organis- mos para describir la vegetación, los ecosistemas terres- tres, el uso del suelo, etc., dependiendo de sus propósitos específicos. Sin embargo, actualmente existen en el país las condi- ciones para superar al menos las mayores de esas limita- ciones. Hoy por hoy, la información básica para este tipo de estudios y evaluaciones se obtiene, sobre todo, de va- rios tipos de imágenes de satélite que están fácil y amplia- mente disponibles (en forma gratuita en algunos casos), con frecuencias de actualización, escalas y nivel de reso- lución (espacial y temporal) adecuados para diferentes casos. Igualmente importante es el acervo de datos de campo y de información fundamental que organismos como el inegi, la Conabio, el ine, la unam, etc., han generado o compilado durante décadas de trabajo y que constituyen valiosa información auxiliar. Asimismo, como se menciona en la introducción de este capítulo, los estudios sobre la flora y vegetación del país a lo largo de los últimos 50 años permiten contar con un marco conceptual de referencia adecuado para describir de ma- nera consistente los ecosistemas terrestres y examinar los cambios y alteraciones que estos experimentan. Es evidente la necesidad de un mayor esfuerzo para integrar, analizar e interpretar los datos disponibles, de forma in- tegral y sistemática, que los convierta en información consistente, confiable, oportuna y relevante para diferen- tes tipos de usuarios. Sería deseable que las instituciones (tanto guberna- mentales como académicas) del país conjuntaran esfuer- zos para corregir, en el corto plazo, estas deficiencias. Un esfuerzo de este tipo demandaría una estrecha colabora- ción entre los organismos gubernamentales a cargo de estos temas (Conafor, Semarnat e inegi, principalmen- 2 • Estado y transformación de los ecosistemas terrestres por causas humanas 127 te) y las instituciones académicas que cuentan con infor- mación directa (y más especializada) de estudios de cam- po en diversas zonas del país. Asimismo, requeriría un trabajo de coordinación a fin de formular y adoptar (con carácter oficial y de aplicación general) un esquema me- todológico unificado para estudiar los ecosistemas te- rrestres y el cambio de uso del suelo. Dicho esquema in- cluiría, entre sus componentes más importantes: ♦ Un esquema de clasificación, con las especificaciones semánticas (diccionarios de datos) pertinentes y basa- do, por supuesto, en las clasificaciones que ya existen de la vegetación de México. A diferencia de hace 30 años (Rzedowski 1978), actualmente existe una enor- me cantidad de información acumulada que, si se so- mete a un análisis riguroso, puede ayudar a derivar un sistema que conjunte la mayoría de las bondades de todos los anteriores pero sin las limitaciones funda- mentales de los mismos. Este sin duda debe incluir niveles de organización jerárquicos, criterios que los definen y bases nomenclaturales para la denominación de cada tipo de vegetación. Dicho esquema serviría como referencia oficial para la descripción de la vege- tación, en forma similar a las clasificaciones naciona- les que se han adoptado en países como Gran Bretaña, Estados Unidos y Canadá. En Europa, por ejemplo, gra- cias a que hace más de un siglo se desarrolló un esque- ma único como base para el estudio de la vegetación, hoy día se cuenta con una estrategia congruente para priorizar sus políticas sobre manejo y conservación de sus recursos naturales en general {). ♦ Especificaciones metodológicas relativas a, por ejem- plo, los datos fundamentales oficiales, parámetros car- tográficos, escalas, etcétera. ♦ Mecanismos de evaluación de la confiabilidad de las bases de datos para ayudar a detectar los errores de sus fuentes y de aquí su posible manejo. La adopción de un esquema unificado como el que aquí se plantea, aseguraría la coherencia de la informa- ción que se genere respecto a los ecosistemas terrestres del país, independientemente de la agencia o investiga- dor que la realice, del objetivo específico que se persiga y de los métodos que se empleen en diferentes estudios. Esa característica permitiría hacer, por separado, estu- dios específicos para atender diferentes cuestiones, a las escalas y niveles de resolución (espacial y temporal) que sean más adecuadas para cada caso. Como se menciona en la parte introductoria de este capítulo, los únicos es- fuerzos que actualmente se realizan, en todo el país, para evaluar este tipo de temas son la Carta de uso actual del suelo y vegetación del inegi y el Inventario Nacional Fo- restal y de Suelos de la Conafor. Por su grado de detalle y escala, inventarios como estos son inherentemente labo- riosos, demandan gran cantidad de recursos, trabajo de campo y de gabinete y, en consecuencia, solo se pueden actualizar cada cinco años. Esa frecuencia de actualización es insuficiente para resolver cuestiones importantes y to- mar decisiones al respecto (como identificar las zonas del país que deben ser atendidas cada año en los programas de reforestación; monitorear la pérdida de cobertura forestal, el incremento de la frontera agropecuaria, el impacto de incendios forestales, entre otros). Este tipo de problemas podrán atenderse por separado utilizando métodos que, siguiendo el enfoque unificado, produzcan resultados a menor escala y detalle pero de manera más expedita. Este enfoque ha sido desarrollado e implementado exitosa- mente (Kintisch 2007) para evaluar, cada año y en forma confiable, la tasa de deforestación y proveer alertas sema- nales (usando datos del satélite estadounidense Terra, los cuales se distribuyen a diario de manera gratuita) sobre aclareos en la Amazonia brasileña, un área más de dos ve- ces la superficie total de México y casi continuamente cu- bierta por nubes (Soares-Filho et al 2006). Notas 1 El tamaño de fragmento de 80 km* 1 2 3 representa un conjunto de 80 unidades mínimas cartografiables a la escala de trabajo (1:250 000). 2 Esta cifra, así como las otras que se dan en este apartado, se refiere a la extensión de cada tipo de vegetación según las cartas a escala 1 : 250 000 (i.e., series I, II y III) comprendida dentro de una región bioclimática particular (definida por la Carta de vegetación primaria potencial, escala 1 : 1 000 000). Por la diferencia en escalas, una parte de las selvas húme- das registradas en las cartas a escala 1 : 250 000 pueden “caer” dentro de otras regiones bioclimáticas. Esto explica las diferencias entre las cifras del cuadro 2.1 y las figuras 2.8 a 2.12. 3 Para la Carta de vegetación primaria potencial (escala 1 : 1 000 000) se consideró como la unidad mínima cartogra- fiable una superficie de 1 600 hectáreas (4X4 milímetros en el mapa). Polígonos inferiores a esta superficie se incluyeron por generalización cartográfica. Para las Cartas de uso actual del suelo y vegetación (1 : 250 000), la unidad mínima carto- grafiable es 100 hectáreas (4X4 milímetros en el mapa). 1 28 Capital natural de A /léxico • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Referencias Aguilar, A.G. 2008. Peri-urbanization, illegal settlements and environmental impact in México City. Cities 25 : 133-145. Benedick, S., K. Hill, N. Mustaffa, V.K. Chey, M. Maryati et al. 2006. 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Manson • Enrique J.Jardel Peláez coautores: Martín Jiménez Espinosa • Carlos A. Escalante Sandoval autores de recuadros: 3.1 , Miguel Martínez Ramos • 3.2, Enrique J.Jardel Peláez, Heidi Asbjornsen, Sarahy Contreras Martínez, Dante A. Rodríguez-Trejo, Eduardo Santana C. • 3.3, Arturo V. Arreóla Muñoz • 3.4, Robert H. Manson • 3.5, Víctor Sánchez-Cordero • 3.6, Víctor Magaña Rueda, Leticia Gómez Mendoza revisores: Octavio Pérez Maqueo • Víctor Magaña Rueda Contenido 3.1 Introducción / 733 3.1.1 Perturbaciones, procesos ecológicos y biodiversidad / 734 3.1.2 Perturbaciones naturales versus antropogénicas / 735 3.1.3 Los desastres / 738 3.2 Impacto de los desastres naturales / 743 3.2.1 Diseño del estudio / 743 3.2.2 Impacto de las sequías / 744 3.2.3 Impacto de los incendios forestales / 749 3.2.4 Impacto de los huracanes / 755 3.2.5 Impacto de las inundaciones / 758 3.2.6 Sinergias y cambio climático / 767 • Sinergias entre perturbaciones naturales / 767 • Cambio climático / 764 3.3 Conclusiones y recomendaciones / 775 Referencias / 777 Recuadros Recuadro 3.1. Dinámica de regeneración natural de selvas húmedas / 736 Recuadro 3.2. Efectos del fuego sobre la biodiversidad en ecosistemas forestales / 737 k Manson, R.H., E.J. Jardel Peláez et al. 2009. Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico, en Capital natural de México, vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio. Conabio, México, pp. 131-184. [ 131 ] 1 32 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 3.3. Las “aguas grandes " en la costa de Chiapas: ¿cada cuándo? / 140 Recuadro 3.4. Riesgo de inundaciones por efectos de la deforestación en el estado de Veracruzl 141 Recuadro 3.5. Efecto del cambio climático en la distribución de la diversidad biológica en México / 166 Recuadro 3.6. Cambio climático y biodiversidad: avances y retos en México / 168 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 1 33 Resumen México está expuesto a fenómenos hidrometeorológicos extremos y a una alta incidencia de incendios forestales que han tenido impactos socioeconómicos significativos en el pasado reciente. Estas perturbaciones forman parte integral de la dinámica de los ecosistemas y son fuerzas selectivas importantes y necesarias para la evolución y el mantenimiento de la biodiversidad. Los fenómenos naturales se convierten en desastres cuando afectan a las poblaciones humanas y sus condiciones de vida, su economía e infraestructura. Los cambios de uso de suelo y el cambio climático están modificando los regímenes naturales de perturbación en México. El conocimiento de las complejas relaciones entre los regímenes de perturbación (naturales o antropogénicos) y la biodiversidad aún es insuficiente, pero constituye un aspecto fundamental para la conservación y manejo sustentable de los ecosistemas. En este capítulo se presenta información histórica actualizada y nuevos datos sobre la incidencia y posible impacto de los fenómenos hidrometeorológicos y de los incendios forestales en las ecorregiones de México. El 35.4% del territorio nacional está expuesto a sequías extensas, siendo las ecorregiones de Baja California, el Desierto Chihuahuense y la Sierra Madre Occidental las zonas potencialmente más afectadas. Los incendios forestales, la mayoría de origen antropogénico, dañaron en promedio 220 986 hectáreas por año entre 1970 y 2007, con más incidencia de probables incendios en la superficie que ocupan la Planicie Occidental Yucateca, los Altos de Chiapas y la Sierra Madre del sur de Jalisco y Michoacán, así como los lomeríos y piedemontes del Pacífico Sur. Nuestros resultados también indican una frecuencia de incendios mayor a la esperada en ecosistemas sensibles al fuego, como las selvas tropicales húmedas. Asimismo encontramos evidencias de que la magnitud y frecuencia de huracanes está aumentando. Entre 1950 y 2004, 25% de la superficie del país fue afectada por 29 huracanes de niveles 3 a 5, siendo las ecorregiones adyacentes a las líneas de costa las más dañadas. A pesar de las enormes inundaciones que provocaron estos huracanes, no hubo suficientes datos para realizar un estudio acerca de sus consecuencias en el ámbito nacional. Nuestros resultados indican que varias de estas perturbaciones podrían interactuar de manera sinérgica entre sí y con el cambio climático, con efectos sobre la biodiversidad y la infraestructura humana más altos que lo esperado con base en análisis individuales de cada tipo de perturbación. En este estudio se recomienda la aplicación de instrumentos como el ordenamiento ecológico del territorio, la cuantificación y valoración de servicios ecosistémicos clave en la regulación de las perturbaciones naturales, así como el monitoreo en todo el país de los impactos antropogénicos sobre los ecosistemas que proporcionan dichos servicios, todo ello como elementos clave de una estrategia nacional para mitigar los riesgos de los desastres que surgen de las perturbaciones aquí estudiadas. 3.1 Introducción Por las características particulares de su geografía, el terri- torio de México está expuesto a una gran variedad de fenó- menos naturales, como huracanes, tormentas tropicales, inundaciones, sequías, incendios forestales, deslizamien- tos de suelos, terremotos y erupciones volcánicas, que lle- gan a convertirse en desastres cuando causan daño a las poblaciones humanas y afectan su economía e infraestruc- tura (Cenapred 2001). Desde el punto de vista de la eco- logía, estos fenómenos y sus interacciones sinérgicas se consideran perturbaciones que han formado parte de la dinámica de los ecosistemas y del ambiente en el cual han evolucionado las diferentes formas de vida (Sousa 1984; Picketty White 1985; Pickett etal. 1997; Turner etal. 1997). Sin embargo, el contexto en el que ocurren estas perturba- ciones naturales está cambiando debido a la influencia del ser humano sobre el ambiente y los ecosistemas (Vitousek et al. 1997). Como consecuencia del cambio climático global, se prevé un aumento en la frecuencia y severidad de fenómenos como ciclones, sequías o incendios, lo cual actuará de manera sinérgica con el deterioro ambiental, la transformación del paisaje y la alteración de los regí- menes de perturbación naturales o históricos causados por las actividades humanas. Esto a su vez afectará la ca- pacidad de los ecosistemas para amortiguar el impacto de las perturbaciones naturales y minimizar el riesgo de que se conviertan en desastres (Myers 1997; Villers-Ruiz y Trejo-Vázquez 1997; Abramovitz 1999; McCarthy etal. 2001; Emanuel 2005; ma 2005). El probable aumento en los desastres causados por fe- nómenos naturales implicará cada vez mayores costos socioeconómicos para México (Charvériat 2000; Bitrán Bitrán 2001). Esto también puede provocar efectos nega- tivos para la conservación biológica en un país megadi- verso (Mittermeier et al. 1997). La naturaleza y la magni- tud de tales efectos es objeto de controversia, sobre todo en cuanto a la toma de decisiones acerca de su manejo, 1 34 Capital natural de A /léxico • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio debido a que aún no se conocen suficientemente las com- plejas relaciones entre la biodiversidad y el funciona- miento de los ecosistemas, y de cómo influyen en estas las perturbaciones a diferentes escalas espaciales y tem- porales (Turner et al. 1997; Romme et al. 1998). En el caso de México hacen falta más estudios sobre los efectos de diferentes tipos de perturbaciones en dis- tintos ecosistemas, para entender mejor sus consecuen- cias. Un punto de partida para entender mejor estas con- secuencias sobre la biodiversidad y los ecosistemas, es contar con información reciente acerca de la incidencia de fenómenos como huracanes, sequías, inundaciones e incendios forestales. El objetivo de este estudio es pro- porcionar información actualizada y nuevos datos de cómo afectan los fenómenos hidrometeorológicos y los incendios forestales a las ecorregiones del país (inegi, Conabio e ine 2007). En el primer apartado se tratan los conceptos teóricos de la ecología que sirven como marco de referencia para entender los efectos de las per- turbaciones en los ecosistemas y sus consecuencias sobre la diversidad de especies; se discuten las posibles impli- caciones de la alteración de los regímenes de perturba- ción natural por las actividades humanas, así como la introducción de nuevos tipos de perturbaciones antro- pogénicas. Asimismo, se analizan las relaciones entre las perturbaciones, consideradas como procesos ecológicos, y los desastres originados por fenómenos naturales, estos últimos entendidos desde una perspectiva social como sucesos que afectan a las poblaciones humanas y sus con- diciones de vida, tanto económicas como de infraestruc- tura. En el segundo apartado se aborda el caso de distintos tipos de perturbaciones, haciendo énfasis en los fenóme- nos hidrometeorológicos (por ejemplo, huracanes, sequías e inundaciones) y los incendios forestales y sus posibles impactos sobre las ecorregiones de México. Las relacio- nes sinérgicas entre los factores señalados se tratan al fi- nal de esta sección, junto con un análisis de las implica- ciones del cambio climático global, fenómeno que podría aumentar la incidencia y los impactos de las perturbacio- nes sobre la estructura y funcionamiento de los ecosiste- mas. Por último, se presentan las conclusiones y algunas recomendaciones generales. 3.1.1 Perturbaciones, procesos ecológicos y biodiversidad Las perturbaciones naturales son eventos que ocurren de manera relativamente discreta en el tiempo y modifican el estado, el ambiente físico o la estructura de un ecosis- tema, comunidad o población, reiniciando procesos de regeneración y sucesión (Pickett y White 1985). 1 Gene- ralmente, el efecto de las perturbaciones en la dinámica de los ecosistemas se ve de forma negativa porque existe una percepción popular, ampliamente difundida pero equivocada, de que los ecosistemas naturales o “bien con- servados” se encuentran en una situación estable que ocasionalmente alteran las perturbaciones, lo que hace necesario poner en práctica medidas de prevención o re- mediación para minimizar los daños que estas causan. Tales ideas se basan en la noción del equilibrio ecológico, fuertemente arraigada en el pensamiento conservacionis- ta (Pickett et al. 1997) e incluso en ordenamientos legales, como la ley ambiental mexicana. Desde esa perspectiva se supone que el estado idóneo de la naturaleza consiste en ecosistemas que a lo largo del tiempo han alcanzado el clímax, esto es, su máximo estado de desarrollo potencial, y que se mantiene en equilibrio con las condiciones am- bientales. Sin embargo, numerosas investigaciones reali- zadas en las últimas décadas rechazan tales ideas, dando lugar a un cambio de paradigma en la ciencia de la ecolo- gía: la concepción actual es que los ecosistemas naturales son dinámicos, se modifican continuamente, presentan cambios complejos, pueden estar en diferentes estados cercanos o no a la estabilidad, y las perturbaciones natu- rales tienen un papel importante en su funcionamiento (Sousa 1984; Pickett y White 1985; Botkin 1990; De Leo y Levin 1997; Pickett et al. 1997; Terradas 2001; Gunderson y Holling 2002). La evidencia científica también muestra que la diversidad biológica es resultado de procesos evo- lutivos en los que las perturbaciones han actuado como fuerzas selectivas y como parte de los procesos ecológicos que mantienen, e incluso generan, patrones de variación espacial y temporal en la diversidad de ecosistemas, espe- cies y poblaciones (Levin y Paine 1974; Connell 1979; Sousa 1984; Pickett y White 1985; Turner et al. 1997; Romme et al. 1998; Póster 2000; Brawn et al. 2001). Históricamente, los ecosistemas han estado sujetos a regímenes de perturbación que se pueden caracterizar por distintos atributos, como su distribución espacial, superficie impactada, frecuencia (número de eventos por unidad de tiempo) y tasa de retorno (media de tiempo entre uno y otro), intensidad (cantidad de energía libera- da por unidad de área y tiempo), naturaleza intrínseca (diferencias cualitativas entre tipos de perturbaciones) y las sinergias que se producen entre las perturbaciones dominantes (Pickett y White 1985; White y Jentsch 2001). Estos regímenes pueden cambiar considerablemente en- tre diferentes ecosistemas, y de hecho determinan en 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorreglones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 135 gran parte algunas de sus características, como la estruc- tura y composición de la vegetación. Por eso, la variación en el régimen histórico de perturbación es un aspecto fundamental que se debe considerar cuando se definen prácticas de conservación biológica y planes de manejo del territorio y los recursos naturales (Hobbs y Huenneke 1992; Pickett et al. 1997; Landres et al. 1999). Entender las consecuencias ecológicas de las pertur- baciones y su influencia en la estructura y dinámica del mosaico de parches en el paisaje es particularmente im- portante para conservar la biodiversidad (Pickett y White 1985; Christensen etal. 1996; Christensen 1997). La con- servación involucra necesariamente una paradoja, ya que se busca preservar sistemas que, de entrada, son dinámi- cos y cambiantes (White y Bratton 1980; Botkin 1990; Ostfeld etal. 1997). Es esencial entonces reconocer la im- portancia de los procesos que regulan el funcionamiento de los ecosistemas y, en lugar de intentar restringir su variación natural, utilizar nuestro conocimiento acerca de ellos para minimizar o controlar ciertos efectos am- bientales “indeseables”. De hecho, varios estudios han demostrado que suprimir las perturbaciones que han formado parte de un ecosistema genera consecuencias negativas. Por ejemplo, modificar los ciclos naturales de inundación y sequía en ríos y humedales ha llevado a la desaparición de hábitats y especies, a cambiar los cauces y a su desbordamiento cuando ocurren precipitaciones y escurrimientos extremos (Brawn etal. 2001; Reice 2001); o bien, en ecosistemas forestales con un régimen históri- co de incendios frecuentes leves, suprimir el fuego pro- voca acumulación de combustibles e incendios severos, destructivos e incontrolables (Agee 2002; Myers 2006), por lo que es más recomendable restaurar el régimen de fuego utilizando quemas prescritas (Agee y Skinner 2005). Las estrategias de manejo de ecosistemas dirigidas a mi- tigar las perturbaciones que los regulan, generalmente los modifican a formas más simplificadas (menos diver- sidad estructural y de especies), aumentando su vulnera- bilidad y disminuyendo su resiliencia2 frente a nuevas perturbaciones (De Leo y Levin 1997; Lolke et al. 2004). Las perturbaciones naturales que mantienen la diver- sidad en los ecosistemas generalmente son de carácter intermedio en términos temporales y espaciales, es decir, frecuentes y pequeñas o infrecuentes y grandes (Connell 1979). Las perturbaciones frecuentes generan en el paisa- je un mosaico de “grano fino”, esto es, mantienen parches de hábitat en distintas etapas de desarrollo sucesional, con una estructura y composición de especies caracterís- tica. Estos parches, que en el caso de los bosques, por ejemplo, incluyen claros recientemente abiertos por la caída de árboles grandes derribados por viento, un in- cendio o el ataque de insectos u hongos patógenos. Los parches ofrecen distintas condiciones de hábitat para es- pecies con requerimientos ecológicos diferentes (véanse los recuadros 3.1 y 3.2). En los ecosistemas acuáticos, las inundaciones cíclicas son esenciales para mantener hábi- tats como humedales y llanuras de inundación de las que dependen numerosas especies de plantas y aves (Brawn etal. 2001; Reice 2001). En este sentido, la heterogeneidad creada por las perturbaciones y los procesos de regene- ración y sucesión subsiguientes es necesaria para el man- tenimiento de la biodiversidad (Bormann y Likens 1979; Romme y Knight 1981; Lorman y Godron 1986; White y Jentsch 2001). En el caso de las perturbaciones infrecuentes, estas afectan, en un solo evento grandes extensiones del orden de cientos o miles de hectáreas; es lo que sucede, por ejemplo, con los huracanes más intensos, las erupciones volcánicas o los grandes incendios de bosques de coniferas septentrionales (Turner et al. 1997; Romme et al. 1998). Este tipo de perturbaciones prácticamente reinicia el de- sarrollo de un ecosistema, y si bien sus efectos al princi- pio parecen devastadores, los intervalos entre los eventos de perturbación son de tal amplitud que proporcionan el tiempo necesario para que los ecosistemas puedan recu- perarse, e incluso eliminar organismos patógenos o pará- sitos que causan enfermedades y plagas, o limpiarse de especies exóticas invasoras que tienden a desplazar a las especies nativas (Sousa 1984; Agee 1993; Turner et al. 1997; Batista y Platt 2003). 3.1.2 Perturbaciones naturales versus antropogénicas Las perturbaciones que influyen en los ecosistemas pue- den ser originadas por causas naturales (como un hura- cán, una sequía o una inundación) o humanas (por ejem- plo, la reconversión de bosques para fines productivos o la contaminación de aguas y suelos por actividades mine- ras), o bien es posible que sean una mezcla de ambas, como en el caso de los incendios forestales que son cau- sados tanto por fuentes de ignición naturales — como los rayos — o antropogénicas, como el fuego escapado de quemas agrícolas. Las perturbaciones naturales y antropogénicas frecuen- temente actúan de manera sinérgica. La transformación del paisaje por la acción humana (deforestación, frag- mentación, explotación de recursos, intervenciones de 136 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 3.1 Dinámica de regeneración natural de selvas húmedas Miguel Martínez Ramos En México, los bosques tropicales perennifolios (selvas húmedas) representan los ecosistemas terrestres más ricos en especies de plantas y animales. En estos bosques la superposición de hojas, ramas y tallos de palmas, lianas y árboles de diferentes tamaños forman una bóveda espesa y cerrada que filtra la energía solar al interior del bosque, limitando fuertemente el crecimiento de la vegetación. De manera recurrente, las lluvias, vientos, huracanes, descargas eléctricas, deslaves y el ataque de animales y enfermedades (que debilitan las raíces y los troncos) provocan la caída de ramas y árboles, abriendo claros en la bóveda forestal. En estos claros aumenta la energía solar, lo que acelera el desarrollo de las plantas. Con frecuencia (uno por hectárea en cinco años o menos) se forman claros pequeños, menores de 50 m2, al caer ramas o toda la copa de un árbol grande. Es menos común (uno por hectárea cada 25 años o más) que se formen claros grandes (> 300 m2) cuando caen varios árboles completos (Martínez-Ramos et al. 1988). Los claros pequeños se cierran de manera rápida con el crecimiento de ramas de árboles cercanos. Aunque el aumento de luz en los claros es esporádico, es suficiente para producir un pulso de crecimiento en las plantas antes inhibidas en la sombra. Los claros grandes se cierran con el crecimiento vertical de los árboles. El suelo queda expuesto a la radiación solar directa y a una mayor temperatura. Estos cambios ambientales activan la germinación de especies "pioneras", árboles heliófílos cuyo ciclo de vida solo ocurre en sitios abiertos (Martínez-Ramos y Álvarez-Buylla 1998). Una maduración rápida, la copiosa producción de semillas pequeñas (< 0.5 cm de largo) y una amplia diseminación de las mismas permiten que las pioneras colonicen claros nuevos. Algunas especies pioneras crecen más de tres metros de altura por año y alcanzan 30 m en menos de 10 años. Su longevidad, sin embargo, es corta y contadas especies sobrepasan los 50 años. Con el tiempo, a los árboles pioneros los sustituyen especies arbóreas que se desarrollaron más lentamente. Estas especies "persistentes" producen semillas que generalmente tienen un tamaño grande (> 1 cm de largo) y baja capacidad de dispersión (Martínez-Ramos et al. 1989). Germinan en la sombra y sobreviven por algún tiempo en la penumbra, pero requieren claros para alcanzar la madurez o reproducirse. Las especies persistentes son las más comunes en las selvas húmedas y varían en su tamaño máximo (unas alcanzan algunos metros de altura y otras hasta 80 m), así como en la velocidad de crecimiento y longevidad: algunas viven poco más de 100 años y otras más de mil (Martínez-Ramos y Álvarez-Buylla 1998). Con el establecimiento de árboles persistentes se cierra un ciclo de regeneración y se reinicia cuando alguno de estos árbo- les se rompe o cae. Se estima que el ciclo dura de 50 a 400 años, tiempo que transcurre entre la formación de dos claros en un mismo sitio del bosque (Martínez-Ramos et al. 1988). El ciclo es más rápido en terrenos inclinados, suelos someros y en áreas con tormentas severas (Clark 1990), también en selvas fragmentadas y en los bordes, pero no así en sitios conservados y al interior del bosque. En las últimas décadas las selvas húmedas han estado sujetas a deforestación y fragmentación intensas. Estas perturbaciones provocadas por los seres humanos crean claros mucho más grandes (de uno a cientos de hectáreas) que los naturales y las actividades (agrícolas, pecuarias o mineras, entre otras) que en ellos se practican generan ambientes que eliminan, impiden o reducen la capacidad de regeneración natural de la selva (Holl y Kappelle 1999). Como resultado de estas actividades se ha producido una extinción masiva de especies y la pérdida profunda de funciones y servicios que proveen las selvas como ecosistemas. La dinámica de regeneración natural de las selvas húmedas depende de mecanismos que evolucionaron durante millones de años, los cuales mantienen la gran biodiversidad de estos ecosistemas. Programas sustentables de manejo de selvas húmedas dependen de que logremos entender los principios ecológicos que rigen la dinámica de regeneración natural de estos extraordinarios y majestuosos bosques. manejo, ocupación del suelo, contaminación, etc.) puede imitar, modificar o amplificar los efectos de eventos natu- rales o alterar regímenes históricos de perturbación en un ecosistema particular, aumentar su vulnerabilidad o intro- ducir nuevos tipos de perturbación (Mooney y Godron 1983; Pickett et al. 1997). En regiones con una larga historia de presencia huma- na, como en México y buena parte de América (Denevan 1992), los ecosistemas han estado sujetos a regímenes históricos de perturbación antropogénica que se han con- vertido en parte de su dinámica o que crean condiciones de hábitat favorables para un importante componente de 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 1 37 Recuadro 3.2 Efectos del fuego sobre la biodiversidad en ecosistemas forestales Enrique J.Jardel Peláez • Heidi Asbjornsen • Sarahy Contreras Martínez • Dante A. Rodríguez-Trejo • Eduardo Santana C. El efecto del fuego en la biodiversidad es un tema complejo y controversial que aún está poco estudiado en México. Existe una idea generalizada de que los incendios forestales son una amenaza para la biodiversidad, pero algunas investigaciones han mostrado que el fuego es parte de la dinámica de muchos ecosistemas terrestres. Al evaluar los efectos del fuego sobre la biodiversidad, se debe tomar en consideración que en el territorio mexicano existe una gran diversidad de ecosistemas forestales que han estado sujetos a diferentes regímenes históricos de incendios y que presentan una amplia variación en cuanto a su sensibilidad y respuesta a los efectos del fuego. Adicionalmente, las especies presentes en una misma área pueden responder de manera diferente a este factor. Los siguientes ejemplos dan una idea de la variación de los efectos del fuego sobre la diversidad de especies de plantas y animales en ditintos tipos de bosques. En bosques de pino las áreas quemadas tienden a presentar mayor riqueza fiorística que aquellas que no se han quemado durante periodos prolongados. En bosques de Pinus hartwegü del Ajusco, Distrito Federal, a 3 650 m de elevación, un año después de haber sufrido un incendio o estar sujetos a quemas prescritas la riqueza de plantas vasculares fue de 21 especies, mientras que en áreas no quemadas solo se encontraron 12 especies (Rodríguez-Trejo etal. 2004). En otro estudio en bosques de Pinus douglasiana y P. herrerae en la Sierra de Manantlán, Jalisco, a elevaciones de 1 930-2 200 m se registró un total de 126 especies de plantas vasculares, de las cuales 56 se encontraron en sitios no quemados, 101 en lugares quemados superficialmente y 37 en claros abiertos por incendios severos; la composición de especies varió marcadamente entre los sitios de acuerdo con la intensidad de la quema y 52 especies se encontraron solo en sitios quemados (Vargas-Jaramillo et al. 2005). En la misma área de estudio Contreras-Martínez y Santana (1995) registraron mayor riqueza de especies de aves (79) en una zona de regeneración de bosque de pino-encino que había sido afectada por un incendio de copa, que en el bosque de pino-encino no quemado (70 especies), pero menor que en un rodal de bosque mesófilo de montaña cercano (87 especies). Observaciones de largo plazo muestran que aun entre especies del mismo gremio trófico, como los colibríes Scelasphorus rufus y Lampornis amethystinus, existen respuestas diferentes al efecto de los incendios: el primero es abundante en los claros abiertos por el fuego y sus poblaciones disminuyen conforme avanza la sucesión y se cierra el bosque, mientras que el segundo sigue un comportamiento opuesto. Estos estudios muestran que la conservación de la diversidad de plantas y aves en el área depende del mosaico del paisaje formado por parches quemados y no quemados en distintas etapas de sucesión. En contraste con los bosques de pino que se mantienen bajo un régimen de incendios frecuentes de baja severidad, los bosques mesófilos de montaña son muy sensibles al fuego. El fuego, que era un evento raro en estos ecosistemas de zonas húmedas, se ha vuelto más frecuente por las actividades humanas y en años secos puede quemar severamente áreas extensas. En 1998 (un año extremadamente seco por efecto de El Niño) se quemaron cerca de 38 000 hectáreas de bosque mesófilo de montaña en Los Chimalapas, Oaxaca. Un estudio realizado cuatro años después del incendio (Asbjornsen y Gallardo-Hernández 2004) mostró la disminución de la riqueza de especies arbóreas en 71% (de 30 a nueve especies) en suelos derivados de rocas metamórficas y en 81% en terrenos cársticos (de 20 a cuatro especies), mientras que en el bosque enano de las partes altas de las montañas (arriba de 1 780 m), se perdió 100% del estrato arbóreo. En el estrato arbustivo del bosque mesófilo sobre terrenos cársticos la riqueza de especies disminuyó 1 1% (de 43 a 38 especies), en tanto que en los terrenos metamórficos la riqueza de arbustos aumentó 6% (de 39 a 41 especies), pero con dominancia de especies oportunistas de etapas tempranas de la sucesión. En la Sierra de Manantlán, donde se encuentra un mosaico de bosques de pino-encino y mesófilo de montaña, se ha encontrado que los incendios favorecen la dominancia de los pinos e impiden su reemplazo por las especies latifoliadas de bosque mesófilo de montaña en la sucesión en sitios húmedos (Jardel et al. 2004). la biodiversidad (Mooney y Godron 1983; McDonnell y Pickett 1993; Foster 2000). Esto se refleja, por ejemplo, en la riqueza fiorística y el alto nivel de endemismo de plan- tas arvenses (asociadas a campos de cultivo) en la vege- tación mexicana (Rzedowski 1991). En cuanto a los in- cendios forestales en muchas partes del mundo, y este es el caso de México, es difícil separar su origen natural o humano, por lo que es preferible hacer referencia a regí- menes históricos de perturbación por fuego (Pyne 1995). Sin embargo, en los últimos dos siglos han aparecido per- 1 38 Capital natural de A /léxico • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio turbaciones antropogénicas completamente nuevas, dis- tintas en sus características y magnitud a cualquier otro factor que en el pasado influyera en los patrones y procesos de los ecosistemas o en la evolución de la biota (McNeill 2000). Hoy día, considerando el grado de influencia huma- na a escala de la biosfera en general (Vitousek et al. 1997; ma 2005), y en México en particular (con solo 33% de la superficie terrestre del país cubierto por vegetación no per- turbada (Palacio-Prieto et al. 2000), es difícil separar los efectos de perturbaciones naturales y antropogénicas. Sin embargo, esta distinción es muy importante en el desa- rrollo de estrategias de conservación o restauración eco- lógica (Richmond 1993; Mclntrye y Hobbs 1999; Chazdon 2003). Los efectos de las perturbaciones antropogénicas se manifiestan a diferentes escalas espaciales, pero son par- ticularmente notables en la escala del paisaje (Turner 1989; Turner et al. 2001). El proceso de transformación a gran escala de la superficie de la Tierra por las activida- des humanas (avance de la frontera agropecuaria, explo- tación forestal, minería, urbanización, etc.) ha dado como resultado paisajes caracterizados por fragmentos de há- bitat original rodeados por matrices de vegetación con estructuras homogéneas y comunidades poco diversas (véase capítulos 1 y 2 en este volumen). Típicamente, las perturbaciones antropogénicas que crean y mantienen estos paisajes, son muy intensas, frecuentes y extensas. Aparte de la pérdida de hábitat original que generan, otros efectos secundarios de estas perturbaciones inclu- yen los llamados efectos de borde y la pérdida adicional de hábitat no perturbado (Ries et al. 2004; Harper et al. 2005). Sus sinergias con perturbaciones naturales produ- cen la degradación acelerada de los fragmentos de hábi- tat original remanente (Laurance et al. 2002) y la reduc- ción del tamaño y movilidad de poblaciones, así como de su diversidad genética, lo cual puede tener efectos en las metapoblaciones3 y provocar la extinción local o regio- nal de especies (Hanski 1998). La pérdida de biodiversidad tiene consecuencias sobre distintas propiedades de los ecosistemas, como su capa- cidad para soportar los efectos de las perturbaciones (re- sistencia) o regenerarse después de un evento de pertur- bación (resiliencia) (Loreau et al. 2002; Hammill et al. 2005; Hooper et al. 2005). Existen umbrales de perturba- ción más allá de los cuales pueden suceder cambios abrup- tos inesperados, tanto cuantitativos como cualitativos, en la estructura y funcionamiento de los ecosistemas que los hacen más vulnerables a perturbaciones futuras o que in- cluso llevan al reemplazo de un tipo de ecosistema por otro (Paine et al. 1998; Gunderson y Holling 2002; Fahrig 2003; Folke et al. 2004; ma 2005; Groffman et al. 2006). Por ejemplo, el aumento de la frecuencia y severidad de incendios en bosques tropicales fragmentados conduce a que se reemplacen por sabanas (Nepstad et al. 2001). Las perturbaciones antropogénicas no solo han aumen- tado en extensión e intensidad en los últimos dos siglos, además han aparecido nuevos tipos de perturbación (McNeill 2000) y la huella humana en la Tierra tiene ahora un alcance mucho mayor que en el pasado (Goudie 2001). Perturbaciones como el uso del fuego para abrir pequeños claros para la agricultura con ciclos largos de barbecho o el apacentamiento de ganado, lo cual simula perturbacio- nes naturales, fueron capaces de mantener gran parte de la diversidad biológica de los ecosistemas utilizados por el ser humano durante siglos o incluso milenios (Harrison y Turner II 1978; Roosevelt 1989; Gómez-Pompae£¿z/. 1993; Foster 2000). Sin embargo, otras perturbaciones como la cacería inmoderada causaron extinciones masivas de la megafauna en muchos continentes (Barnosky et al. 2004), actividad cuyos impactos afectan los ecosistemas hasta la actualidad ( Janzen y Martin 1982; Dirzo y Miranda 1991). Es necesario incorporar información sobre estos efectos en el desarrollo de planes de manejo de recursos natura- les, conservación de espacios silvestres o restauración ecológica, con el fin de evitar la desaparición de hábitat crítico para ciertos componentes de la biodiversidad adap- tados a estas perturbaciones antropogénicas históricas (Foster et al. 2003). 3.1.3 Los desastres De acuerdo con la Estrategia Internacional para la Re- ducción de Desastres de la Organización de las Naciones Unidas (eird 2007), el término “desastre” se refiere a su- cesos que causan considerables pérdidas humanas, mate- riales, económicas o ambientales, alterando el funciona- miento de la comunidad humana afectada y excediendo su capacidad para hacer frente a la situación utilizando sus propios recursos. Whittow (1979) distingue entre amenaza o peligro ( hazard ) y evento catastrófico ( disas - ter ); al primero lo considera un “evento natural advertido que amenaza la vida y la propiedad” y al segundo como la materialización de este peligro. Cuando algún fenóme- no natural, como un huracán o una erupción volcánica, afecta significativamente la infraestructura, la economía y las condiciones de vida de la gente muchas veces se ha- bla de “desastres naturales”. Dichos eventos pueden pro- vocar pérdidas de vidas humanas y costos financieros 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 1 39 considerables, con consecuencias a largo plazo que se manifiestan en problemas de salud pública, escasez de alimentos o pérdida de fuentes de empleo e ingreso (Del- gadillo 1996; Cenapred 2001). Sin embargo, esta designa- ción es inadecuada; por una parte genera la percepción de que todo fenómeno natural extremo es desastroso en sus efectos ecológicos, cosa que no ocurre en todos los casos, como se señaló en la sección anterior, y por otra parece obviar el hecho de que la vulnerabilidad de las comunidades humanas a los desastres en gran parte tiene que ver con factores sociales. Así, el riesgo de desastres provocados por eventos naturales se determina como el producto de la probabilidad de que se presente el fenóme- no (huracán, inundación, sequía), la exposición del siste- ma afectable (la población humana, los bienes y servicios o la infraestructura) y la vulnerabilidad de dicho sistema (propensión de ser afectado) al fenómeno en cuestión (Mileti 1999; Cenapred 2001; Girot 2002).4 Durante el siglo xx, en muchas partes del mundo hubo un aumento dramático de desastres provocados por per- turbaciones naturales (onu y wwap 2003; pnud 2004). Aparte de los cambios climáticos que están incrementan- do la frecuencia y magnitud de muchas de estas pertur- baciones (Semarnat-iNE 2006), el aumento de los desas- tres naturales también se debe a una mayor vulnerabilidad de la población humana que se establece en áreas de ries- go (llanuras de inundación, laderas inestables o zonas de matorrales y bosques susceptibles a incendios) y a la de- gradación de ecosistemas (como los bosques de las cabe- ceras de cuencas, los manglares o los arrecifes de coral) que podrían regular o mitigar el impacto de los fenóme- nos naturales causantes de desastres (Delgadillo 1996; pnud 2004; Ries et al. 2004; eird 2007). Dado que en los países o regiones más desarrolladas existe mayor infraes- tructura, sus pérdidas económicas por desastres son más elevadas en términos absolutos (Mileti 1999). Sin embar- go, debido a que estos países cuentan con más recursos institucionales, humanos y financieros, normalmente re- sisten mejor y se recuperan más rápido después de estos eventos catastróficos. En cambio, en los países en desa- rrollo, o incluso en las regiones o barrios pobres de países o regiones desarrollados, una de las causas principales de que los efectos de las perturbaciones naturales sean ma- yores, es su vulnerabilidad extrema a dichos eventos. El aumento de la vulnerabilidad de los centros de po- blación humana a los desastres provocados por fenóme- nos naturales se debe a un conjunto de factores: la des- igualdad en la distribución de la propiedad de la tierra y la especulación inmobiliaria que lleva a los más pobres a ocupar zonas urbanas marginales de alto riesgo (márge- nes de ríos y zonas costeras, laderas de montaña), el cre- cimiento poblacional acelerado y la emigración rural a las ciudades, la expansión urbana desordenada, la falta de planeación y regulación de uso del suelo, el establecimien- to de fraccionamientos residenciales y sitios de recreación en espacios silvestres, la información deficiente sobre me- didas preventivas y el desconocimiento de las experien- cias locales acerca de cómo enfrentar los fenómenos na- turales más comunes (Dirzo y Miranda 1991; Delgadillo 1996; Hewitt 1997; onu 2002; pnud 2004). Debido a este alto grado de vulnerabilidad, en promedio hubo 13 veces más víctimas y 20 veces más daños económicos (en rela- ción con el pib) en países en desarrollo en comparación con las naciones ricas durante el periodo 1980-2000 (Ce- napred 2001; pnud 2004). En México y otros países de América Latina el enfoque principal frente a estos desastres ha cambiado de un es- quema fundamentalmente reactivo a uno de carácter pre- ventivo, donde se busca entender mejor las amenazas y los factores de riesgo, y el desarrollo de métodos para de- tectarlas, predecirlas y mitigarlas (Cenapred 2001; Girot 2002). Sin embargo, en este paradigma de “amenazas” o eventos puntuales de corto plazo se ignora el deterioro progresivo de las condiciones ambientales, lo cual ha re- sultado en una percepción de los desastres como algo que precisamente resulta de las perturbaciones naturales y que minimiza el papel de los seres humanos como fac- tor de cambio de la frecuencia, severidad e impacto eco- nómico de estos eventos (Abramovitz 1999; Girot 2002) (véanse los recuadros 3.3 y 3.4). Esta percepción es aún más problemática por el hecho de que cada vez hay más evidencia de que los servicios ambientales proporcionados por los ecosistemas ayudan a reducir el riesgo y amortiguan los impactos de los de- sastres naturales (Myers 1997; Hammill et al. 2005; ma 2005). Estos servicios incluyen: la regulación de ciclos de inundaciones y sequías, tasas mínimas de erosión de sue- los y deslaves, y reducción del efecto de los vientos, ma- reas y oleaje (Daily 1997; ma 2005; para más información véase el capítulo 4 de este volumen). Un número crecien- te de estudios documentan el enorme valor económico de los servicios derivados del buen funcionamiento de los ecosistemas naturales y las consecuencias de su re- emplazo o deterioro por actividades humanas (Costanza et al. 1989; Myers y White 1993; Abramovitz 1999; Da- nielsen et al. 2005; Hammill et al. 2005). Los costos de los desastres provocados por perturbacio- nes naturales en México son muy altos, por eso prevenirlos 140 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 3.3 Las "aguas grandes" en la costa de Chiapas: ¿cada cuándo? Arturo V. Arreóla Muñoz Los riesgos derivados de los efectos de la erosión y de los fenómenos hidrometeorológicos en la Sierra Madre y costa de Chiapas son muy altos y cada vez más frecuentes; es posible que se deban principalmente a aumentos en la temperatura del mar, por eso la severidad de algunos huracanes y de eventos como El Niño y La Niña (McCarthy et al. 2001; Sun 2003; Emanuel 2005). Un ejemplo del impacto de estos fenómenos en la costa del Pacífico mexicano son las lluvias que azotaron esta zona en 1998 y 2005. En todos los municipios del área el avance de la frontera agropecuaria ha tenido efectos importantes en los suelos locales frágiles, provocando un deterioro significativo del servicio ambiental de protección contra las amenazas naturales de origen climático, como tormentas tropicales, inundaciones, marejadas, avalanchas, deslizamientos, sequías e incendios. Los orígenes e interacciones de estas amenazas no son constantes. Por ejemplo, en 1998 el fenómeno de El Niño trajo consigo el verano más cálido y seco desde 1950, el cual propició entre abril y junio graves incendios forestales, a los que siguieron lluvias intensas en septiembre cuyo resultado fueron inundaciones y deslaves de escalas impresionantes. Las fuertes precipitaciones de 2005, en cambio, fueron producto de la presencia del huracán Stan. Entre el 7 y el 10 de septiembre de 1998 se presentó un evento de gran magnitud derivado de la formación de una lluvia orogénica con precipitaciones de hasta 300 mm en un día, y acumulada en algunos casos a más de 930 mm. En total, las lluvias de este año atípico provocaron inundaciones fuertes y moderadas que cubrieron 297 000 hectáreas; más de 1 1 5 000 hectáreas afectadas por derrumbes, deslaves, cárcavas y escorrentías difusas. Sin embargo, los mayores daños fueron los derivados de la formación de conos de deyección y A N Escala 1 : 700 000 0 5 10 20 30 km /-'I/' Corriente que desaparece Elementos de procesos geomorfológicos Afectación de baja intensidad | Aluviones I Ampliación de cauce Barra Canal de desagüe Cono de inyección I Cuerpo de agua agrandado I Cárcava I Delta submarino Deslave o derrumbes Escorrentía difusa | Estero Inundación fuerte Inundación moderada Laguna Mancha fluvial I Nuevo cuerpo de agua Sin información Vegetación alta inundada Zona sujeta a inundación Figura 1 Mapa del impacto de fenómeno hidrometeorológico en la costa de Chiapas durante septiembre de 1998 (Idesmac 1999). 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 141 aluviones que afectaron severamente más de 74 000 hectáreas, se derrumbaron casi todos los puentes carreteros entre Pijijiapan y Huixtla, desaparecieron miles de casas e incluso fueron sepultados varios poblados, como Valdivia, que prácticamente desapareció bajo metros de lodo. En conjunto, estos eventos aportaron gran cantidad de materiales de diversos tamaños en planicies, lagunas y esteros, provocando un cambio en la morfología costera con la apertura de barras y la acumulación de sedimentos en la zona marina (Fig. 1, tomada de Idesmac 1999). En total, casi 550 000 hectáreas (300 000 en la región del Soconusco) fueron dañadas por estos eventos hidrometeorológicos. Cálculos de este estudio indican que 65% de la superficie afectada fueron pastizales y solo 3.9% correspondió a bosques mesófilos y selvas altas y medianas. Hubo más de 29 000 personas damnificadas, muchas de las cuales perdieron la vida, vivienda, medios de producción e ingreso, así como su salud y patrimonio histórico. A partir de entonces, y como consecuencia de los programas oficiales de reconstrucción, muchas personas han migrado desde las montañas a las partes bajas, incrementando paradójicamente el número de población en riesgo, lo cual constituyó la situación ideal para un desastre de dimensiones similares al que produjo el huracán Stan en 2005. En este caso las "aguas grandes”, término utilizado localmente para describir estos fenómenos, se presentaron otra vez en la región del Soconusco, afectando a 92 000 personas sobre todo de la ciudad de Tapachula, la segunda en tamaño del estado de Chiapas. Llama la atención que los desastres de octubre fueron producto de una precipitación acumulada entre el 3 y el 6 de octubre de 2005 de 830 mm, es decir, 7.5% menos que la registrada en 1998. Estimaciones realizadas por la Comisión Nacional del Agua indican que alrededor de 307 000 hectáreas fueron afectadas. Recuadro 3.4 Riesgo de inundaciones por efectos de la deforestación en el estado de Veracruz Robert H. Manson En México se ha reconocido que el deterioro de los recursos hídricos, los ecosistemas boscosos y los importantes servicios hidrológicos que nos proporcionan (Myers 1997; Manson 2004), así como la relación agua-bosques son un asunto de seguridad nacional (cna 2001a). Esta relación está particularmente amenazada en el estado de Veracruz, donde la combinación de altas tasas de precipitación (12% del total nacional), escurrimiento pluvial de 28% (cna 2002) y deforestación (pérdida de 36% de 1984 a 2000; datos no publicados) parece ligada a un aumento de ciclos de inundaciones y sequías que han ocasionado miles de millones de pesos en daños y afectado a cientos de miles de personas solo en la última década (Bitrán Bitrán 2001). Se hizo una evaluación del impacto potencial del riesgo de inundaciones por la deforestación en las cuencas de Veracruz, usando un modelo de balance hidrológico sencillo durante la época de lluvias, cuando cae 79% de la precipitación anual. Este modelo se modificó para poder estimar cambios en la cantidad de escurrimiento pluvial en cada cuenca o el riesgo de inundaciones usando un coeficiente de escurrimiento (E-,; valores entre 0 y 1): P - ET = I + E Riesgo = E-, X (P - ET). El modelo incluye estimaciones de la precipitación (P), evapotranspiración (ET), infiltración (I) y escurrimiento pluvial (E) en cada cuenca para el periodo 1984-2000 con base en capas de datos meteorológicos, físicos y socioeconómicos de la cna, así como mapas de vegetación y uso de suelo (1 : 250 000) (inegi 1980; Palacio-Prieto etal. 2000) para la Región Hidrológica X (rhx) de la cna (Fig. 1), cubriendo 85% del estado de Veracruz. Hubo un aumento promedio de 7.24 ± 8.18 por ciento (102 millones de m3) de escurrimiento pluvial en las cuencas de la rhx (Fig. 1), siendo las zonas norte y sur las que tienen mayor riesgo de inundaciones. En general concuerdan las predicciones del modelo hidrológico y la cantidad de damnificados en cada municipio de Veracruz (Fig. 1). Esta información servirá para realizar programas de reforestación, establecer nuevas ap estatales y municipales, y mercados para el pago de los servicios hidrológicos forestales que se espera reducirán el riesgo de ciclos de inundaciones (Manson et al. 2008). Queremos hacer patente nuestro agradecimiento por los apoyos proporcionados por Sigolfo-Conacyt (proyecto 00-06- 002-V) y Conafor-Conacyt (proyecto 2002-C01-5985) a rhm, así como a la Gerencia Regional Golfo Centro de la cna y la Subsecretaría de Protección Civil del estado de Veracruz, los cuales fueron clave para realizar este estudio. 142 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 3.4 [concluye] Número de damnificados (5 años) 0- 400 401 - 1 642 1643 - 3 760 ■ 3761 - 8274 ■ 8275 - 20181 Cambios Vol / Área de 1984 a 2000 (porcentaje) -8.34 - -3.55 ■ -3.54- 0.02 ■ 0.03 - 7.22 ■ 7.23- 12.92 ■ 12.93 - 20.26 Figura 1 Cambio en el escurrimiento pluvial y, en consecuencia, riesgo de inundaciones debido a la deforestación en las cuencas de la rhx (tonos en rojo) predicho por un modelo de balance hidrológico sencillo, así como los municipios más afectados por estos fenómenos hidrometeorológicos en el estado de Veracruz (tonos en verde). y reducir sus efectos debe ser de alta prioridad para quie- nes toman las decisiones. Durante el periodo 1980-1999 causaron un promedio de 500 muertes y cerca de 700 mi- llones de dólares por año en daños (Cenapred 2001). Si consideramos sus efectos directos e indirectos, las cifras actualizadas hasta el 2003 sugieren que estos desastres causaron un total acumulado de pérdidas por 5 950 mi- llones de dólares, visto de otro modo, un promedio de 43.8% de los daños totales sufridos por todo tipo de de- sastres durante dicho periodo Fig. 3.1 (Bitrán Bitrán 2001). Asimismo, estos desastres consumieron más de 70% de los recursos del Fondo Nacional de Desastres (Fonden) desde su creación en 1996 (26 562 millones de pesos gas- tados hasta el 2004; inegi 2005). En América Latina y el Caribe se observó un patrón similar: 70% de las pertur- baciones que resultaron en catástrofes fueron de origen hidrometeorológico (Charvériat 2000). En México los cos- tos económicos del deterioro del medio ambiente (inclui- dos los desastres naturales por sus efectos en agua y suelos) son considerables: representaron en promedio 496 000 mi- 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 143 Figura 3.1 Daños económicos causados por cuatro tipos de desastres provocados por eventos naturales durante el perio- do 1980-2003 en México. Fuente: información tomada de la serie Impacto Socioeconómico de los Desastres en México pu- blicada por el Cenapred. Debido a que existen huecos conside- rables de información en las cifras reportadas, las estimaciones del impacto económico real de estas amenazas son muy con- servadoras. llones de pesos (10.36% del pib) para el periodo 1996-2003 (inegi 2005), mientras que se gastó mucho menos en pro- tección ambiental (un promedio de 0.51% del pib para el mismo lapso). Aunque cada vez se hace más énfasis en pre- venir los desastres naturales en México (Cenapred 2001), el patrón actual de inversión es parecido al de América Latina en general, donde las estrategias de desarrollo y crecimiento económico resultan en el deterioro de los ecosistemas y sus servicios ambientales, lo cual se relacio- na directamente con el aumento de la vulnerabilidad de la población frente a estos eventos extremos (véase el recua- dro 3.3) (Abramovitz 1999; Girot 2002; Hammill et al. 2005; ma 2005). 3.2 Impacto de los desastres naturales 3.2.1 Diseño del estudio Antes mencionamos que en este capítulo se busca docu- mentar los daños potenciales que causan los fenómenos hidrometeorológicos (huracanes, inundaciones y sequías) y los incendios forestales a los ecosistemas del país. Con- sideramos que estas perturbaciones son las que tendrán mayor impacto sobre los ecosistemas en el corto y media- no plazos, debido a su amplia escala espacial, su alta in- tensidad y frecuencia, así como su capacidad de interac- ción sinérgica (Turner et al. 1997; White y Jentsch 2001). Se trata también de los fenómenos más directamente relacionados con los principales desastres en México (Delgadillo 1996; Cenapred 2001). Reconociendo que es- tas perturbaciones han ocurrido a lo largo de una gran parte de la historia de la vida en la Tierra y que, por tanto, forman parte de la dinámica de los ecosistemas y de las fuerzas de selección natural que actúan en la evolución de las especies (Pickett y White 1985), nos enfocamos prin- cipalmente en sucesos sobresalientes que podrían rebasar la capacidad de adaptación de las especies y en las conse- cuencias en la degradación de los ecosistemas y la biodi- versidad que alberguen. Asimismo, decidimos analizar los impactos de este tipo de perturbaciones sobre la biodiversidad de México mediante un enfoque en las ecorregiones. El concepto de ecorregiones se ha utilizado en los ámbitos global y regio- nal para definir las prioridades de conservación que per- miten proteger la mayor cantidad de ecosistemas repre- sentativos, y al mismo tiempo asegurar la persistencia de poblaciones y procesos ecológicos clave (Dinerstein et al. 1995; Hoekstra et al. 2005). El mapa de las ecorregiones de México (escala 1 : 1 000 000) que usamos para nuestros análisis se creó con el apoyo de diversos expertos y es el más actualizado del país (inegi, Conabio e ine 2007). Este se basó en diversos mapas de ecorregiones anidados usando información cada vez más detallada sobre las uni- dades ecológicas de Norteamérica — siete niveles — , cri- terios geomorfológicos — 23 ecorregiones — y finalmente los tipos de vegetación — 39 regiones — (cc a 1997; wwf, Conabio y cca 1997). Este nuevo mapa incluye un aná- lisis aún más objetivo y minucioso de las asociaciones y formaciones vegetales como una medida de la unicidad de los ambientes representados en cada ecorregión (96 regiones). Para lograr que fuera lo más pormenorizado posible sin que sea demasiado complejo, decidimos usar un nivel intermedio de detalle (nivel III, con 39 ecorre- giones) para todos nuestros análisis. En esta sección presentamos los resultados de la eva- luación del impacto potencial de sequías, incendios fores- tales, huracanes e inundaciones considerando sobre todo aquellos eventos que rebasaron niveles normales de in- tensidad, frecuencia y duración sobre las ecorregiones y la biodiversidad de México. Para cada tipo de perturbación presentamos una descripción de los métodos utilizados para evaluar su impacto potencial, seguido de una descrip- ción de nuestros resultados y una discusión de los mismos. También exploramos cómo cambia el efecto predicho de estas perturbaciones cuando actúan en forma aislada o en conjunto, y cómo sus efectos se podrían modificar con las proyecciones de un escenario conservador de posible cambio climático global dentro del territorio mexicano. 144 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio 3.2.2 Impacto de las sequías Existen diferentes tipos de sequía: meteorológica, hidro- lógica, agrícola y social, cada una con diferentes tipos y escalas de impacto, por eso se requieren distintas estrate- gias de mitigación (Escalante y Reyes 2005). Dada la am- plia extensión geográfica de su impacto, aquí decidimos enfocarnos en evaluar los efectos de la sequía meteoroló- gica sobre las ecorregiones de México. El Cenapred (2002) define este tipo de sequía como “un fenómeno que ocurre cuando la precipitación, en un lapso, es menor que el promedio, y cuando esta deficiencia es lo suficientemente grande y prolongada como para dañar las actividades hu- manas”. De 1990 a 2000, 11% de los 2 200 desastres natura- les registrados en todo el mundo fueron sequías, las cuales causaron la muerte de 280 000 personas y pérdidas econó- micas estimadas en cientos de millones de dólares (pnud 2004). Históricamente las sequías son un fenómeno relevante en el territorio mexicano, con importantes consecuencias demográficas (Arenillas 1969; Florescano 1995; Acuña- Soto et al. 2002). Aunque se desconoce el monto total de los daños ocasionados por sequías a lo largo de la historia de México, los efectos económicos pueden ser considerables. Por ejemplo, solo en 1998 se perdieron más de 1.4 millones de hectáreas de cultivos, 435 000 cabezas de ganado y resultaron afectadas 5.2 millones de personas (Cenapred 2002). De 1980 a 2003, los daños económicos directos por sequías en México fueron 479 millones de dólares, aunque se considera una estimación muy conservadora (Fig. 3.1). Diversos factores aumentan la vulnerabilidad de la po- blación mexicana a las sequías, entre otros, los fuertes sesgos en la distribución estacional de las lluvias (con 90% de la precipitación de mayo a octubre). Asimismo, Aguilar (2003) hace notar que la distribución sesgada de los asen- tamientos humanos principales, los centros de cultivo y la industria contribuyen a una vulnerabilidad diferencial a este tipo de desastre, ya que 80% de la precipitación cae por debajo de la cota de los 500 m y solo 5% por arriba de los 2 000 m, donde se encuentra 76% de la población y dos terceras partes de la industria artesanal y las tierras agrícolas y pecuarias. En lo que se refiere a las aguas su- perficiales del país, se presenta la misma situación: 75% de la población y 85% del pib se ubican en la región nor- te-centro del país, donde solo se dispone de 32% del agua. Otros problemas que empeoran la disponibilidad de agua y, por ende, el riesgo de los mexicanos a la sequía son el uso ineficiente de los recursos hídricos y su contamina- ción. Por ejemplo, más de 70% del agua destinada para consumo humano se ocupa para riego, pero entre 40 y 60 por ciento de esta se pierde en fugas subterráneas y eva- poración. Asimismo, se estima que de 14% reservado para uso público en zonas urbanas, de 30 a 40 por ciento se desperdicia en fugas. Por otro lado, la baja calidad del agua en México y el riesgo que esto representa para la salud pública también limita fuertemente sus usos po- tenciales durante temporadas de estiaje, 76% está conta- minada y solo 35% de las aguas residuales municipales son tratadas (cna 2001b, 2002, 2006; Aguilar 2003). Otro factor importante que se debe considerar en la evaluación de la amenaza de sequías en México son los fuertes cambios de uso de suelo y el reemplazo de los ecosistemas por potreros, cultivos y zonas urbanas (véase capítulo 2 de este mismo volumen). Estos cambios pue- den tener impactos importantes en los procesos hidroló- gicos de cuencas y en la disponibilidad de agua para uso humano (Bruijnzeel 2001; DeFries y Eshleman 2004). Li- gado de manera sinérgica a estos procesos se encuentra el deterioro en los ecosistemas y su mayor susceptibilidad a las sequías, lo cual podría resultar en los cambios hi- drológicos y de cobertura vegetal de largo plazo que ca- racterizan la desertificación (Geist y Lambin 2004). A pesar de estas tendencias preocupantes, y del hecho de que existe la tecnología para su monitoreo (Brown et al. 2008), aún no hay estudios que cuantifiquen los posibles efectos de las sequías sobre los ecosistemas y ecorregio- nes de México y la biodiversidad que albergan. Esta au- sencia de información es particularmente preocupante si se considera que 67% de la superficie del país está clasifi- cada como árida o semiárida (Aguilar 2003) y la intensi- dad, duración y el área afectada por la sequía están au- mentando (cna 2001a; Semarnat-iNE 2006). Nuestro análisis del efecto de las sequías sobre las eco- rregiones de México parte de los resultados de un análi- sis histórico de los patrones de precipitación y la severi- dad de la sequía meteorológica que afectaron muchos municipios durante gran parte del siglo xx (Escalante y Reyes 2005). El objetivo de dicho análisis fue elaborar planes de mitigación ante la sequía en el ámbito munici- pal y se basó en mapas de patrones de precipitación ge- nerados con base en los registros históricos de la red de estaciones meteorológicas permanentes de la Comisión Nacional del Agua. Entre otras variables se estudiaron las características estadísticas de la serie de lluvia acumula- da anual resultante del promedio de las series para cada municipio (media, mediana, desviación estándar, coefi- ciente de asimetría, curtosis y coeficiente de variación). Asimismo se calcularon los valores esperados de lluvia 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 145 acumulada anual mínima para diferentes periodos de re- torno, y se generaron los deciles de la serie de lluvia mu- nicipal para poder relacionar su ocurrencia con la pro- ducción agrícola, ganadera y algunas enfermedades de origen hídrico (Escalante y Reyes 2005). A final se calificó en cada municipio la severidad histórica de la sequía con base en dos factores principales: 1 ] el porcentaje de la intensidad del déficit promedio respecto a la precipita- ción media anual y 2] la duración de la sequía promedio en años (cuadro 3.1). Debido a procesos evolutivos, las especies de los ecosis- temas de zonas áridas han desarrollado muchas adapta- ciones a la sequía (Bijlsma y Loeschcke 1997; Schwinning y Ehleringer 2001); Decidimos enfocarnos en la severi- dad promedio de la sequía en cada ecorregión y en la variabilidad de la severidad de las sequías como indica- dor de su impacto potencial sobre la biodiversidad en las ecorregiones de México. Mientras que el estudio de la va- riabilidad en eventos climatológicos como la sequía pue- de ser muy complejo (Krzysztofowicz 1991), aquí decidi- mos usar una metodología sencilla, clara y con relevancia biológica. En particular, modificamos la escala numérica reportada en el cuadro 3.1 con el fin de dar más informa- ción sobre la desviación estándar de la periodicidad y duración de este evento meteorológico en la estimación de qué tan predecible fue. Usamos información sobre el coeficiente de variación (CV reportado como un porcen- taje; desviación estándar/promedio X 100) de la periodi- cidad (P) y duración (D) de los eventos de sequía en cada municipio para crear un estimador de lo predecible (Pred) de estos eventos: Pred = 2 Tomando en cuenta el valor promedio de esta nueva variable (50), ajustamos los valores crudos numéricos asignados a cada una de las ecorregiones del cuadro 3.2 (Impacto) según el grado de variación presente en las se- quías que los afectaron: Impacto + (Pred - 50) ImpactoVar = — Una vez asignado el valor de impacto a cada munici- pio, utilizando el mapa de municipios de México del inegi, los valores de Impacto e Impacto Var se combina- ron con el mapa de las ecorregiones de México (inegi, Conabio e ine 2007) usando el programa ArcView 3.2. Después se generó una tabla dinámica en Microsoft Ex- cel para obtener el impacto promedio que corresponda a cada ecorregión de acuerdo con cada medida del impac- to de la sequía. El estimador (ImpactoVar) aumentó el impacto predi- cho de la sequía en municipios donde la desviación es- tándar rebasó un nivel promedio y tuvo el efecto opuesto Cuadro 3.1 Clasificación cualitativa de la severidad de la sequía meteorológica histórica que ha afectado los municipios de México usando el porcentaje de su intensidad respecto a su media anual (intensidad) y su duración promedio medida en años (duración) Duración (D) Intensidad (1) 1 < D < 2 2 < D < 3 3 < D < 4 0 < % 1 < 10 Normal Moderada Extraordinaria 10 < % 1 < 20 Severa Muy severa Extremadamente severa 20 < % 1 < 30 Vasca Muy vasca Extremadamente vasta 30 < % 1 < 40 Crítica Muy crítica Catastrófica Clasificación numérica i 2 3 1 2 3 4 2 3 4 5 3 4 5 6 4 5 6 7 Noca: con la asignación de valores numéricos a cada nivel de intensidad (1 a 4) y duración (1 a 3) en el cuadro fue posible hacer una suma y convertir la clasificación cualitativa a una numérica para el estudio del impacto potencial de estos eventos en las ecorregiones del país. 146 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 3.2 Jerarquización (J2) de las 39 ecorregiones de México (nivel III, según inegi, Conabio e ine 2007) con el más aleo impacto predicho debido a sequías durante el siglo xx Ecorregión Descripción Impacto J1 Imp + Var J2 Dif J3 Prom. 1 y 3 10.2.2 Desierto Sonorense 4.67 5 4.67 9 0.07 29 17 10.2.3 Desierto de Baja California 4.35 11 4.78 6 9.77 3 7 10.2.4 Desierto Chihuahuense 4.71 4 4.81 5 2.23 16 10 11.1.1 Bosques de encino, chaparral y matorral costero californiano 4.19 16 4.76 7 13.55 1 9 11.1.3 Bosques de pino y encino de las montañas de Baja California y sur de California 4.33 13 4.89 4 12.81 2 8 12.1.1 Archipiélago Madreano 4.34 12 4.45 12 2.42 15 14 12.1.2 Piedemontes y planicies con pastizal, matorral xerófilo y bosques de encino y coniferas 4.16 18 4.3 16 3.43 10 14 12.2.1 Lomeríos y planicies del interior con matorral xerófilo y bosque bajo de mezquite 4.37 10 4.53 11 3.61 9 10 13.2.1 Bosques de coniferas, encinos y mixtos de la Sierra Madre Occidental 3.88 25 4 24 3.01 11 18 13.3.1 Bosques de coniferas, encino y mixtos de la Sierra Madre Oriental 4.56 7 4.68 8 2.64 13 10 13.4.1 Planicies y piedemontes del interior con pastizal y matorral xerófilo 3.63 34 3.56 36 -1.81 36 35 13.4.2 Lomeríos y sierras con bosques de coniferas, encino y mixtos del centro de México 3.65 32 3.64 32 -0.21 31 32 13.5.1 Bosques de coniferas, encino y mixtos de la Sierra Madre del sur de jalisco y Michoacán 3.83 28 3.82 29 -0.24 33 31 13.5.2 Bosques de coniferas, encino y mixtos de la Sierra Madre del sur de Guerrero y Oaxaca 3.92 21 3.91 28 -0.11 30 26 13.6.1 Bosques de coniferas, encino y mixtos de la Sierra 3.9 24 4.06 19 4.06 (C 15 Madre Centroamericana O 13.6.2 Bosque de coniferas, encino y mixtos de Los Altos de Chiapas 3.83 27 4.04 20 5.61 4 16 14.1.1 Planicie costera con selva espinosa 4.45 9 4.44 14 -0.23 32 21 14.1.2 Sierra y lomeríos con selva caducifolia y bosque de encino 4.28 15 4.2 17 -1.85 37 26 14.2.1 Planicie noroccidental de Yucatán con selva caducifolia 3.63 33 3.54 37 -2.48 39 36 14.3.1 Planicie costera sinaloense con selva espinosa 3.78 30 3.82 30 1.08 23 27 Lomeríos de Sonora y Sinaloa y cañones de la Sierra 14.3.2 Madre Occidental con matorral xerófilo y selva caducifolia 3.95 20 4.04 21 2.08 17 19 14.4.1 Depresión del Balsas con selva caducifolia y matorral xerófilo 3.9 22 3.93 27 0.66 25 24 14.4.2 Depresión Central de Chiapas con selva caducifolia 3.6 35 3.62 33 0.65 27 31 14.4.3 Valles y depresiones de Oaxaca y Puebla con selva caducifolia y matorral xerófilo 4.53 8 4.44 13 -1.95 38 23 14.5.1 Cañón y planicie de Tehuantepec con selva caducifolia y selva espinosa 4.61 6 4.64 10 0.65 26 16 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 147 Cuadro 3.2 [concluye] Ecorregión Descripción Impacto J1 Imp 4- Var J2 Dif J3 Prom. 1 y 3 14.5.2 Lomeríos y piedemonres del Pacífico sur mexicano con selva espinosa 3.97 19 4.01 22 1.02 24 22 14.6.1 Planicie y lomeríos de Los Cabos con selva caducifolia y matorral xerófilo 5 3 5.09 2 1.85 19 11 14.6.2 Sierra de La Laguna con bosques de encino y coniferas 5 2 5.09 3 1.8 20 11 15.1.1 Planicie costera del Golfo de México con selva perennifolia 3.41 38 3.42 38 0.22 28 33 15.1.2 Lomeríos con selva perennifolia 3.84 26 3.98 25 3.62 8 17 15.2.1 Planicie occidental yucateca con selva caducifolia 3.74 31 3.8 31 1.5 22 27 15.2.2 Planicie oriental yucateca con selva perennifolia 4.33 14 4.41 15 1.9 18 16 15.2.3 Lomeríos del sur de la península yucateca con selva perennifolia 3.79 29 3.94 26 3.82 7 18 15.3.1 Sierra de Los Tuxtlas con selva perennifolia 3.43 37 3.57 34 4.08 5 21 15.5.1 Planicie costera de Nayarit y Sinaloa con selva espinosa 3.48 36 3.57 35 2.62 14 25 15.5.2 Lomeríos y planicies costeras de Nayarit y Jalisco con selva perennifolia 3.9 23 4 23 2.67 12 18 15.6.1 Planicie y lomeríos costeros del Soconusco con selva perennifolia 3.37 39 3.32 39 -1.48 35 37 9.5.1 Planicie de la costa occidental del Golfo 4.17 17 4.12 18 -1.19 34 26 9.6.1 Planicies del sur de Texas/Planicies y lomeríos interiores con matorral xerófilo y bosque de encino 5.05 1 5.13 1 1.57 21 11 Nota: se tomó en cuenta la variación intrínseca en estos eventos meterológicos (Imp + Var), y se consignan las jerarquías de estas mismas ecorregiones usando los datos crudos (Impacto, J1) de la severidad de las sequías, así como el porcentaje de la diferencia en el impacto estimado para cada ecorregión usan- do estos dos métodos (Dif, J3). Finalmente, se presentan los valores de un índice de impacto para identificar las ecorregiones más afectadas por la sequía usando el promedio de J1 y J3 (Prom. 1 y 3). en municipios con niveles de variabilidad por debajo del promedio. Nuestro supuesto es que a mayor incertidum- bre en la severidad de la sequía que afecta una región, habría menor potencial de adaptación y aclimatación de sus especies, lo que tendrá efectos netos más negativos en la biodiversidad de una ecorregión. Tanto los valores del impacto crudo de la sequía (Impacto; cuadro 3.2) como los del impacto ajustado (ImpactoVar), que incluye información sobre la variabilidad intrínseca de estos even- tos hidrometeorológicos extremos en cada municipio, se combinaron con el mapa de ecorregiones de México y permiten estimar el impacto potencial promedio de la se- quía en cada una de estas regiones y su biodiversidad. Con base en las superficies reportadas por el inegi en 1995 para cada municipio y la clasificación numérica de- rivada del cuadro 3.1, se estimó que 0.27% del país fue afectado por sequías de nivel 2 de intensidad, 17.8% por las de nivel 3, 46.6% por las de nivel 4, 30.9% por las de nivel 5 y 4.5% por sequías de nivel 6 durante el periodo analizado. Cuando estos resultados se transfirieron al mapa de ecorregiones, se observaron diferencias conside- rables en los efectos de la sequía. Las zonas áridas y los bosques de encino, selva baja caducifolia y matorrales del norte y oeste del país fueron las unidades ecológicas más afectadas por las sequías durante el siglo xx (Fig. 3.2a, cuadro 3.2). En contraste, las selvas perennifolias del Gol- fo de México y la costa del estado de Chiapas fueron las ecorregiones menos afectadas por la sequía durante este mismo periodo. Mientras que el impacto predicho de la sequía no cam- bió significativamente en la mayoría de las ecorregiones de México (en el ejercicio con y sin la información sobre la variabilidad intrínseca de este evento meteorológico), en otras ecorregiones los cambios fueron notables (Fig. 3.2b, cuadro 3.2). En general, el aumento del impacto predicho de sequías en las regiones áridas y semiáridas del país fue mínimo, mientras que en las zonas templadas o tropicales el efecto fue más variable. Sin embargo, el desierto de Baja 148 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Figura 3.2 [Esta página y la siguiente.] Estimación del impacto de las sequías en las ecorregiones de México usando: (o) el promedio de los valores crudos de la severidad de las sequías reportados en el cuadro 3.2 (Impacto), y (b) la diferencia (en porcentaje) entre estos mismos valores y los ajustados usando la variación en la periodicidad y duración de las sequías (reportado como Dif en el cuadro 3.2 y como Cambio aquí). California parece tener un clima bastante impredecible, donde la sequía podría tener impactos más negativos so- bre la biodiversidad de esta ecorregión. Esta situación contrasta con los bosques templados de la Sierra Madre del centro y sur de Guerrero y Oaxaca, así como en las selvas bajas espinosas y caducifolias del Golfo de México, donde las sequías son más predecibles. En general hubo un au- mento promedio de 2.13% en el impacto predicho de la sequía en las ecorregiones de México cuando se incluyó información sobre su variabilidad (Fig. 3.2b). Considerando la severidad de las sequías (Fig. 3.2a) y su variabilidad intrínseca como variables complementa- rias, es posible generar índices de su impacto potencial combinado sobre las ecorregiones del país. Por ejemplo, jerarquizando el impacto histórico de las sequías (Jl), así como su variabilidad (J3) y tomando el promedio de estas variables, se sugiere que la mayor parte de las ecorregio- nes de Baja California, el Desierto Chihuahuense y los bosques de coniferas, de encinos y mixtos de la Sierra Ma- dre Oriental son aquellas cuya biodiversidad, probable- mente, sea la más afectada por estos eventos hidrometeo- rológicos (cuadro 3.2). Sin embargo, ya que las respuestas biológicas a la sequía son complejas, e involucran dife- rentes escalas e interacciones cinegéticas, solo estudios de especies particulares y de los procesos ecológicos que estructuran las comunidades que las comprenden podrán determinar los efectos reales de este tipo de perturbación sobre la biodiversidad en una ecorregión (Lavorel y Gar- nier 2002; Chaves et al. 2003; Magoulick y Kobza 2003). Se espera que esta información sea útil, como una pri- mera aproximación, para identificar las ecorregiones con ecosistemas cuya estructura y funcionamiento fueron más amenazados por la sequía durante el siglo xx, y que esto se tome en cuenta en las estrategias para disminuir este factor (Cenapred 2002). Esta información sería particu- larmente relevante combinada con datos acerca de la so- breexplotación de los acuíferos del país (cna 2006) y los escenarios de cambio climático regional o global (Shukla 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 149 Figura 3.2 [concluye]. et al. 1990; Salati y Nobre 1992; McCarthy et al. 2001; Lawton etal. 2001; Semarnat-iNE 2006), donde las activi- dades antropogénicas podrían dar como resultado cam- bios en la disponibilidad de aguas subterráneas o pluvia- les, lo cual en el futuro quizá aumentaría la susceptibilidad de las ecorregiones y sus ecosistemas a este tipo de per- turbación. Asimismo, es necesario reducir la perturba- ción provocada por actividades humanas (como la defo- restación) en las ecorregiones de México ubicadas en zonas que pueden estar sufriendo más el impacto de la sequía e implementar allí estrategias de manejo adecua- do, con el fin de evitar procesos de desertificación que se han observado en otras partes del mundo y que son irre- versibles en el corto y mediano plazos (Darkoh 1998; Nian Feng y Tang 2002; Geist y Lambin 2004). Los daños socioeconómicos que puede provocar la se- quía en el futuro dependerán tanto de factores climatoló- gicos como humanos. Es importante considerar las pro- yecciones de variaciones en los patrones de lluvia y las temperaturas promedio, en diferentes partes del país, de- bidos al cambio climático, el impacto de cambios de cober- tura y uso de suelo sobre el balance hídrico de diferentes regiones por sus efectos sobre las tasas de evapotranspira- ción, el escurrimiento, la infiltración y la recarga de los acuíferos (Semarnat-iNE 2006). También se debe tomar en cuenta que muchos acuíferos importantes se están sobre- explotando para sostener el desarrollo en diferentes partes del país (cna 2006). Es necesario que las comunidades de las regiones susceptibles a la sequía tomen medidas apro- piadas para enfrentarla; esto implica poner en marcha programas de conservación del agua, uso eficiente del líquido en los centros de población y las actividades agro- pecuarias e industriales, mejorar las prácticas de riego, seleccionar cultivos de acuerdo con la disponibilidad de agua y, en general, adoptar estrategias de producción más adecuadas con las condiciones climáticas actuales y con las predichas para el futuro (Escalante y Reyes 2005; Se- marnat-iNE 2006). 3.2.3 Impacto de los incendios forestales En cuanto a superficie afectada, los incendios forestales se encuentran entre las perturbaciones más extendidas en los ecosistemas terrestres del mundo (Rowell y Moore 1999), 150 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio incluido México (Estrada 2006). El fuego ha sido un factor común en muchos ecosistemas, incluso antes de la apari- ción de los seres humanos (Agee 1993). Es posible que el territorio mexicano haya estado sujeto a incendios antro- pogénicos desde el pasado remoto; por ejemplo, existen evidencias etnohistóricas de uso del fuego en la agricultu- ra indígena (Rojas-Rabiela 1991). Estudios dendrocrono- lógicos en bosques de pino de México muestran alta inci- dencia histórica de incendios, con intervalos medios entre uno y otro de tres a nueve años, similares a las reportadas en otras partes de Norteamérica (Dieterich 1983; Jardel 1991; Heyerdahl y Alvarado 2003; Fulé et al. 2005). En México, de acuerdo con las cifras oficiales de la Se- marnat y la Conafor, las medias de la superficie y número de incendios forestales por año fueron 220 986 ± 24 846 hectáreas y 6 790 ± 427, respectivamente, en el periodo de 1970 a 2007. El área quemada anualmente muestra una tendencia en aumento: entre 1970 y 1984 en solo tres años superó la superficie media de 1970 a 2005, mientras que entre 1985 y 1999 ocurrió esto mismo en 10 años. Los años más críticos del periodo fueron 1988 y 1998 con 518 265 y 849 632 hectáreas afectadas, respectivamente. En total, en México hubo daños económicos por incen- dios forestales que superaron los 1 100 millones de dóla- res durante el periodo de 1980 a 2003 (Fig. 3.1). De acuerdo con fuentes oficiales (Estrada 2006), 99% de los incendios forestales durante el periodo 1998-2005 fue- ron de origen antropogénico y las dos principales causas fueron las actividades agropecuarias (quemas de desmon- te, rastrojos y pastizales) con 41%, e incendios intencio- nales muchas veces asociados a conflictos agrarios y acti- vidades ilegales con 32%. Sin embargo, es probable que la incidencia de incendios causados por rayos esté subesti- mada, ya que es difícil detectarlos en áreas remotas; otro problema es que no se han hecho investigaciones riguro- sas de las causas que los originan. Las estadísticas dispo- nibles de incendios son datos aproximados, ya que se de- rivan de estimaciones generales hechas por las brigadas de combate al reportar los incendios, y están sujetas a errores de apreciación. Además, existen discrepancias en cuanto a la cantidad de superficie afectada en un mismo año, incluso cuando la información proviene de la misma fuente. Sin embargo, las cifras oficiales disponibles son útiles para apreciar las tendencias generales. Como indicador de la frecuencia de incendios por eco- rregión, se utilizó la información de puntos de calor regis- trados por la Conabio en imágenes de satélite para los años de 2003 a 2007 y el mapa de ecorregiones (nivel IV, inegi, Conabio e ine 2007, y los valores promedio se expresaron en el nivel III). Los mapas se convirtieron a formato de celdas ( ráster ) y, sobreponiéndolos en un sis- tema de información geográfica, se estimó para cada eco- rregión el número de celdas con puntos de calor. También se calculó la densidad de puntos de calor por ecorregión por medio de la frecuencia de celdas registrada en cada 1 000 km2. Estos datos no indican proporciones de super- ficies quemadas por cada incendio registrado ni su inten- sidad o severidad, sino solamente la frecuencia relativa de celdas donde se registró que probablemente hayan ocu- rrido estas perturbaciones. Además es importante consi- derar que los puntos de calor registrados en imágenes de satélite, si bien constituyen una herramienta complemen- taria para detectar la presencia de incendios con que con- tamos, tienen varias limitantes por las características de las imágenes de satélite que se usan por ejemplo, registro de superficies calientes que no son incendios y que no siempre depuran los métodos de análisis, límites de reso- lución (es posible que algunos frentes de incendios an- gostos y de baja intensidad que se propagan bajo la copa de los árboles no sean registrados) y no se hace una veri- ficación de campo que permita cuantificar rigurosamente el grado de error y la resolución de los métodos de per- cepción remota aplicados en la detección de incendios (Soja 2005). En el cuadro 3.3 se resume la información de la frecuen- cia de puntos de calor identificados en cada una de las ecorregiones de México. Más de la mitad del total de cel- das con puntos de calor (54.7%) se concentró en siete eco- rregiones (Fig. 3.3a): planicie costera del Golfo de México con selva perennifolia y subperennifolia; planicie occiden- tal yucateca con selva caducifolia (cada una con 8.4% del total de celdas con puntos de calor); bosques de coniferas, encinos y mixtos de la Sierra Madre del sur de Guerrero y Oaxaca; depresión del Balsas; lomeríos y piedemontes del Pacífico sur; lomeríos del sur de la Península de Yucatán y los lomeríos con selva perennifolia del Golfo de México (cada ecorregión con entre 7.4 y 7.9 por ciento del total de celdas con puntos de calor). Las ecorregiones con densi- dad más alta de puntos de calor (más de 50 puntos por 1 000 km2 y más de 45% del número de celdas por ecorre- gión con puntos de calor) fueron la planicie occidental yucateca, los bosques de coniferas, de encinos y mixtos de Los Altos de Chiapas y de la Sierra Madre del sur de Jalisco y Michoacán, los lomeríos y piedemontes del Pa- cífico sur, la depresión central de Chiapas y la planicie noroccidental de Yucatán (Fig. 3.3b, cuadro 3.3). Se puede observar que la mayor incidencia de puntos de calor que indican probables incendios forestales y 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 151 Cuadro 3.3 Jerarquización de las 39 ecorregiones de México (nivel III, de inegi, Conabio e ine 2007) de acuerdo con su nivel de impacto por incendios forestales durante el periodo 2003-2007 Ecorregión Descripción % del total J1 Densidad J2 10.2.2 Desierto Sonorense 1.2 22 3.1 32 10.2.3 Desierto de Baja California 0.1 36 0.3 37 10.2.4 Desierto Chihuahuense 0.6 27 0.6 36 11.1.1 Bosques de encino, chaparral y matorral costero californiano 0.9 25 12.4 24 11.1.3 Bosques de pino y encino de las montañas de Baja California y sur de California 0 37 6.5 29 12.1.1 Archipiélago Madreano 0.2 33 2.1 35 12.1.2 Piedemontes y planicies con pastizal, matorral xerófilo y bosques de encino y coniferas 1 24 2.3 33 12.2.1 Lomeríos y planicies del interior con matorral xerófilo y bosque bajo de mezquite 3.2 12 15 21 13.2.1 Bosques de coniferas, encinos y mixtos de la Sierra Madre Occidental 5.5 8 9.7 28 13.3.1 Bosques de coniferas, encino y mixtos de la Sierra Madre Oriental 0.6 29 3.7 31 13.4.1 Planicies y piedemontes del interior con pastizal y matorral xerófilo (Sistema Volcánico Transversal) 0.4 32 11.8 25 13.4.2 Lomeríos y sierras con bosques de coniferas, encino y mixtos del centro de México (SVT) 5.1 9 21.5 18 13.5.1 Bosques de coniferas, encino y mixtos de la Sierra Madre del sur de Jalisco y Michoacán 3.5 10 54 3 13.5.2 Bosques de coniferas, encino y mixtos de la Sierra Madre del sur de Guerrero y Oaxaca 7.9 3 33.4 14 13.6.1 Bosques de coniferas, encino y mixtos de la Sierra Madre Centroamericana 1.6 17 44.8 9 13.6.2 Bosque de coniferas, encino y mixtos de los Altos de Chiapas 3.2 11 58.5 2 14.1.1 Planicie costera con selva espinosa (costa del Golfo de México) 1.2 21 15.2 20 14.1.2 Sierra y lomeríos con selva caducifolia y bosque de encino (Golfo de México) 1.8 16 28.5 17 14.2.1 Planicie noroccidental de Yucatán con selva caducifolia 2 15 50.7 6 14.3.1 Planicie costera sinaloense con selva espinosa 1 23 20.2 19 14.3.2 Lomeríos de Sonora y Sinaloa y cañones de la Sierra Madre Occidental con matorral xerófilo y selva caducifolia 3 13 10.1 27 14.4.1 Depresión del Balsas con selva caducifolia y matorral xerófilo 7.7 4 36.8 13 14.4.2 Depresión central de Chiapas con selva caducifolia 2.2 14 52.1 5 14.4.3 Valles y depresiones de Oaxaca y Puebla con selva caducifolia y matorral xerófilo 0.5 31 13.2 23 14.5.1 Cañón y planicie de Tehuantepec con selva caducifolia y selva espinosa 1.6 18 41 10 14.5.2 Lomeríos y piedemontes del Pacífico sur mexicano con selva espinosa 7.5 5 52.5 4 14.6.1 Planicie y lomeríos de Los Cabos con selva caducifolia y matorral xerófilo 0 38 0 38 14.6.2 Sierra de La Laguna con bosques de encino y coniferas 0 38 0 38 15.1.1 Planicie costera del Golfo de México con selva perennifolia 8.4 1 46.7 8 1 52 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 3.3 [concluye] Ecorregión Descripción % del total J1 Densidad J2 15.1.2 Lomeríos con selva perennifolia (Golfo de México) 7.4 7 31.3 16 15.2.1 Planicie occidental yucateca con selva caducifolia 8.4 2 61.4 1 15.2.2 Planicie oriental yucateca con selva perennifolia 1.3 20 14.2 22 15.2.3 Lomeríos del sur de la península yucateca con selva perennifolia 7.4 6 47.8 7 15.3.1 Sierra de Los Tuxtlas con selva perennifolia 0.5 30 40.5 11 15.5.1 Planicie costera de Nayarit y Sinaloa con selva espinosa 0.1 35 11 26 15.5.2 Lomeríos y planicies costeras de Nayarit y Jalisco con selva perennifolia 0.8 26 32.7 15 15.6.1 Planicie y lomeríos costeros del Soconusco con selva perennifolia 1.3 19 36.8 12 9.5.1 Planicie de la costa occidental del Golfo 0.2 34 4.1 30 9.6.1 Planicies del sur de Texas/planicies y lomeríos interiores con matorral xerófilo y bosque de encino 0.6 27 2.1 34 Nota: se presentan dos jerarquías: J1, medida usando el porcentaje del número total de pixeles con puntos de calor registrados en cada ecorregión, y J2, calculada con base en la densidad de puntos de calor registrada en cada ecorregión (puntos de calor/1 000 km2). Figura 3.3 [Esta página y la siguiente.] (a) Porcentaje del número total de celdas con puntos de calor de Conabio (2008) registrados en cada ecorregión, y (b) densidad de puntos de calor (frecuencia de celdas por 1 000 km2) en las ecorregiones de México de 2003 a 2007. 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 1 53 quemas agrícolas se concentra en la Península de Yuca- tán, Chiapas, Tabasco y el sur de Veracruz, y en las zonas costeras y las sierras del Pacífico sur de México desde Ja- lisco hasta Oaxaca. Estos resultados coinciden con los reportes oficiales de incidencia de fuego por entidad fede- rativa (Estrada 2006). Por otro lado, un análisis de ecosis- temas muestra que las selvas altas y medianas son las que están sufriendo más de lo esperado por este tipo de per- turbación, seguramente con efectos negativos (E. Jardel, datos no publicados). Para evaluar los efectos de los incendios sobre la biodi- versidad es necesario considerar los regímenes de pertur- bación por fuego en distintos tipos de ecosistemas (Agee 1998). La caracterización de los regímenes naturales o históricos de incendios, y cómo se han modificado por la intervención humana, es fundamental para entender el papel ecológico del fuego. En general, un régimen de in- cendios se puede caracterizar por la frecuencia (intervalo medio o más probable entre incendios), la extensión (la moda de la superficie quemada) y la severidad de los efec- tos del fuego sobre la vegetación (estimada en términos de mortalidad de árboles, consumo de biomasa o forma- ción de claros) (Agee 1993; Schmidt et al. 2002). Existen marcadas diferencias en el régimen de incendios entre distintos ecosistemas; tales diferencias se relacionan con su estructura, composición de especies y características del complejo de combustibles (Schmidt et al. 2002), las cuales a su vez están relacionadas con las condiciones del clima (gradientes de temperatura y humedad). Siguiendo los criterios utilizados por Agee (1993) y Hardesty et al. (2005), y con base en una tipología preli- minar para México (Jardel et al. en prensa), a continua- ción se presenta una caracterización general de regíme- nes de incendio para los ecosistemas terrestres de México. Esta caracterización es útil para evaluar las consecuen- cias de los incendios sobre la biodiversidad, en relación con el análisis de incidencia de fuego por ecorregión. Se describen seis tipos o modelos de régimen de incendios, Figura 3.3 [concluye]. 1 54 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio indicando en qué ecosistemas se presentan y las caracte- rísticas del tipo de incendios, frecuencia y severidad. ♦ Tipo I. Pastizales naturales y vegetación sabanoide. In- cendios frecuentes (intervalo medio entre uno y otro o tiempo de retorno menor de 35 años), superficiales y de baja severidad. Los pastos y hierbas se restablecen rápidamente después de los incendios y se inhibe la re- generación de plantas leñosas. Este tipo de ecosistemas se mantiene gracias a la perturbación frecuente por fuego (Rzedowski 1978), de manera que suprimir los incendios favorece que los pastizales naturales se re- emplacen por matorrales, y las formaciones sabanoi- des por bosques o selvas. ♦ Tipo II. Bosques subhúmedos de pinos y encinos. Incen- dios superficiales de intensidad variable, frecuentes (intervalo de retorno menor de 35 años), de severidad baja (definida con base en la relativamente baja morta- lidad de plantas del sotobosque) en ocasiones se for- man claros por la muerte de árboles individuales o grupos de árboles. Las especies arbóreas resisten los incendios superficiales y los claros se regeneran rápi- damente. Los regímenes tipo I y II son característicos de ecosis- temas que dependen del fuego, en los cuales los incendios han formado parte de su dinámica, como es el caso de la mayor parte de los bosques de pino del mundo (Agee 1998) y de muchos encinares (Abrams 1992; Jardel 1986, 1991; Sánchez-Velásquez 1986; Jardel et al. 2006a). Sin embargo, este régimen de incendios se puede alterar por dos situaciones: a] por aumento de la frecuencia de in- cendios antropogénicos que destruyen el renuevo impi- diendo la regeneración, lo que conduce al reemplazo del bosque denso por bosque abierto, matorrales o herbaza- les, o b] por efecto de las prácticas de supresión de incen- dios, que provocan mayores cargas de combustibles con el peligro consecuente de incendios más severos y des- tructivos. En estos casos, acabar con los incendios consti- tuye una alteración que provoca cambios en la composi- ción y estructura de la vegetación (Agee y Skinner 2005). ♦ Tipo III. Bosques húmedos de coniferas (bosques de oyamel, mixtos de pinos y latifoliadas). Incendios de copa o mixtos (superficiales y de copa), de baja fre- cuencia (intervalos de retorno de 35 a 200 años o más), de severidad alta, que causan la formación de claros grandes (de decenas a cientos de hectáreas) y el reem- plazo de los rodales, reiniciando la sucesión. Los incen- dios ocurren en años secos y el fuego actúa en sinergia con otras perturbaciones, como el ataque de insectos. Este régimen de incendios es similar al de muchos bos- ques boreales (Agee 2002; Schmidt et al. 2002). Las especies arbóreas dominantes en este tipo de ecosiste- mas se regeneran bien en los claros y mantienen su do- minancia bajo este régimen de fuego. Sin embargo, el aumento de la frecuencia de incendios provoca el re- emplazo de los oyameles o pinabetes ( Abies spp., Picea chihuahuana, P. engelmanii, Pseudotsuga menziesii ) y las latifoliadas por pinos o bosque abierto, dando lugar al cambio a un régimen de tipo II. Debido a la exten- sión reducida de los bosques húmedos de coniferas de las montañas, agravada por la deforestación y la frag- mentación, así como el aumento de la frecuencia de igniciones, el fuego se convierte en una amenaza para la conservación de estos ecosistemas. ♦ Tipo IV. Chaparrales. Incendios de copa o mixtos, fre- cuentes (intervalos de retorno menores de 35 años), de alta severidad, que producen el reemplazo de rodales, en ecosistemas dominados por especies arbustivas muy inflamables, en clima templado seco. Los chaparrales son ecosistemas mantenidos por el fuego, pero cuando aumenta la frecuencia de este — junto con la invasión de pastos exóticos — puede provocar que se conviertan en pastizales (Keeley y Lotheringham 2003). ♦ Tipo V. Selvas secas estacionales (selvas bajas) y vegeta- ción de zonas áridas y semiáridas. Incendios poco fre- cuentes, superficiales y de baja intensidad. Las condi- ciones de clima seco permiten que se acumule poco material combustible, el cual es poco inflamable y en consecuencia las especies leñosas resisten el fuego o se regeneran por rebrotes vegetativos. Sin embargo, el fuego puede provocar cambios en la composición de especies, al reemplazar a aquellas que son sensibles a esta perturbación, como es el caso de muchas cactá- ceas (Gebowy Halvorson 2005). En el caso de las selvas bajas, los incendios están asociados a quemas de des- monte (Maass 1995; Kauffman et al. 2003). La invasión de pastos exóticos aumenta la carga de combustibles y, junto con la fragmentación, incrementa la vulnerabili- dad a los incendios y el reemplazo de las selvas bajas por matorrales o formaciones sabanoides, y de los ma- torrales xerófilos y crasicaules por pastizales. ♦ Tipo VI. Selvas tropicales húmedas (selvas altas y me- dianas) y bosque mesófilo de montaña. También en este caso los incendios son infrecuentes (intervalos de re- torno de más de 200 años), pero de alta severidad. De- bido al ambiente húmedo, los incendios solamente se 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorreglones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 1 55 propagan en años con condiciones de sequía extrema o después de perturbaciones como huracanes (López- Portillo et al. 1990) que, al formar claros o fragmentar la vegetación, alteran las condiciones del microclima (haciéndolo más seco) y aumentan la carga de com- bustibles por la caída de árboles y hojarasca (Cochrane 2003; Alencar et al. 2004). Dada la baja frecuencia de incendios en condiciones naturales, las especies de plantas de las selvas húmedas y el bosque mesófilo de montaña no están adaptadas a este tipo de perturba- ción; los árboles no son resistentes al fuego ya que tie- nen cortezas delgadas y raíces finas superficiales que se extienden en el mantillo del suelo, y aun incendios de baja intensidad pueden producir daños severos con alta mortalidad de árboles y formación de claros (Nep- stad et al. 1999). En suelos orgánicos derivados de roca caliza, los incendios en años secos se propagan consu- miendo la materia orgánica y ocasionan una fuerte mortalidad de árboles; así, con la pérdida de suelo el proceso de regeneración es muy lento (Asbjornsen y Gallardo-Hernández 2004). El aumento de la fragmen- tación por el avance de la frontera agropecuaria y una mayor frecuencia de igniciones por quemas de des- montes y pastos, provocan un mayor número de in- cendios severos e inducen el reemplazo de la selva por sabanas o matorrales secundarios (Cochrane 2003), o de los bosques mesófilos por pinares (Jardel 1991). Esta clasificación de los regímenes de incendios es de carácter general; sin embargo, sirve para mostrar que en muchos ecosistemas los incendios son un componente de su dinámica, importante para la conservación de es- pecies adaptadas a las condiciones creadas por el fuego, mientras que otros ecosistemas y su biota pueden ser afectados negativamente. La relación entre los incendios y la biodiversidad es compleja (Whelan et al. 2002) y pue- de decirse que la variedad de respuestas de las especies al fuego es muy amplia (recuadro 3.2). Este esquema también permite poner en evidencia el problema de la alteración de los regímenes de incendios naturales o históricos (cambios en la frecuencia y severi- dad de los incendios), lo cual es un factor de cambio en la composición, estructura y funcionamiento de los eco- sistemas (Agee y Skinner 2005; Hardesty et al. 2005). Los resultados de nuestro análisis indican (cuadro 3.3, Fig. 3.3) que las ecorregiones del sur de México que contienen ecosistemas sensibles al fuego, como las selvas húmedas (régimen de incendios tipo VI), presentan una alta fre- cuencia de puntos de calor. Esto indica que los incendios y quemas agrícolas representan una amenaza para la con- servación de dichos ecosistemas que contienen una am- plia diversidad de especies. En las selvas húmedas y los bosques mesófilos de mon- taña la incidencia de fuego está determinada por el clima (años secos) y por fuentes de ignición como las quemas agrícolas. Un estudio realizado en Chiapas muestra un aumento proporcional de la superficie quemada en dichos ecosistemas, respecto a los bosques de pino en la tempo- rada de sequía posterior a eventos de El Niño (Román- Cuesta et al. 2003). En aquellos ecosistemas que se mantienen bajo regí- menes de fuego tipos I, II y III (pastizales del Altiplano, bosques de coniferas y encinares), donde los incendios forestales han formado parte de su dinámica, es conve- niente aplicar prácticas de manejo del fuego, ya que supri- mir este factor puede alterar su composición, estructura y funcionamiento (Agee 2002; Jardel et al. 2006b). Tam- bién es necesario considerar que la incidencia fuerte de incendios, o el uso deliberado del fuego para desmonte, contribuyen a reducir y fragmentar la superficie forestal, degradan la calidad y cantidad de los recursos forestales y causan pérdidas económicas (Fig. 3.1). Otro aspecto que no se debe olvidar es que los incendios forestales contri- buyen de manera importante a las emisiones de contami- nantes atmosféricos y gases con efecto de invernadero. 3.2.4 Impacto de los huracanes Por su extensa línea de costa, la configuración del territo- rio que se estrecha hacia el sur rodeado por aguas oceáni- cas y su ubicación intertropical, México es uno de los paí- ses más afectados por los ciclones tropicales. Por ejemplo, solo durante el periodo 1980-2003 se registraron 31 tor- mentas de este tipo que lograron entrar a territorio nacio- nal, causando daños estimados en casi 2 400 millones de dólares (Fig. 3.1) (Bitrán Bitrán 2001; Rosengaus Moshin- sky et al. 2002). El impacto de los huracanes resulta no solo de la alta velocidad de sus vientos y las lluvias to- rrenciales, sino también de su capacidad para provocar inundaciones, deslizamientos de suelo, y oleajes y mare- jadas sumamente fuertes (Rosengaus Moshinsky et al. 2002), sobre todo en las localidades y ecosistemas costeros (recuadro 3.3). Por esto en México hay cada vez más inte- rés en detectar, dar seguimiento y reducir el efecto de es- tos fenómenos hidrometeorológicos extremos (Cenapred 2001; Rosengaus Moshinsky et al. 2002). Debido en gran parte al aumento de las temperaturas del mar, es posible sugerir que la magnitud, y quizá la 156 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio frecuencia, de estas tormentas se están incrementando (Emanuel 2005; Webster etal. 2005; Semarnat-iNE 2006), lo cual podría provocar daños severos en México. En el año 2005, el número de ciclones registrados fue el más alto en la historia del país. De acuerdo con el Servicio Me- teorológico Nacional, además de que se reportaron más ciclones, también fueron más intensos que en años ante- riores y causaron daños mayores. Los 26 ciclones regis- trados en 2005 rebasaron con cinco la cifra histórica de 1933 y se superó por mucho el número promedio anual de 10.6. También ese año, los siete huracanes que logra- ron entrar a territorio nacional rebasaron los cinco regis- trados en 1999; de los cuales tres de nivel 5 en la escala Safhr-Simpson, superaron el número más alto de tormen- tas de esta magnitud, registrado desde 1961. Finalmente, durante este mismo año se registró el huracán más costo- so en la historia, Katrina, cuyos daños económicos se es- timaron en más de 125 000 millones de dólares, además de causar la muerte de más de 1 200 personas en la región de Nueva Orleans (EUA). Ante la posibilidad de que cada vez habrá más huracanes de magnitudes intensas que entren al territorio mexicano, es importante entender el papel que juegan los ecosistemas costeros en la regulación del viento y del oleaje que generan estos fenómenos (Costanzaeí^/. 1989; Hammill etal. 2005; Pérez-Maqueo etal. 2007; Costanza etal. 2008); esto im- plica que conservar los manglares, los humedales costeros y los arrecifes coralinos se volverá mucho más importante en el futuro. Asimismo, es prioritario entender el efecto de las actividades antropogénicas y de estas mismas tor- mentas sobre los ecosistemas y ecorregiones, con el fin de identificar aquellos que están siendo más afectados e incluir esta información en los planes de conservación y restauración ecológica en todo el país (recuadro 3.3). Para analizar los efectos de los huracanes en las eco- rregiones de México, de una base de datos del Cenapred (Jiménez y Baeza 2005) se obtuvo información sobre la posición diaria, fecha y fuerza (escala Saffir-Simpson, ba- sada en la velocidad máxima sostenida de los vientos) de cada huracán que pasó a menos de 100 km del territorio mexicano en el periodo 1950-2004. Asimismo, se selec- cionaron los 29 huracanes que alcanzaron los niveles de 3 a 5 en la escala Saffir-Simpson (vientos > 154 km/hr) del total de 113 huracanes registrados durante este periodo. Este subgrupo de huracanes afectó 25% de la superficie del país, comparado con 70.6% afectado por todos los hu- racanes registrados. Según la descripción asociada con esta escala internacional, solo los huracanes de esta inten- sidad son capaces de causar daños extensos a la vegeta- ción (Rosengaus Moshinsky et al. 2002), por lo que po- drían tener un impacto sobre la biodiversidad de las eco- rregiones de México. Los datos de la intensidad espacial (vientos promedio dentro de un radio de 100 km de la ruta de cada huracán) y temporal (tiempo de retorno en inter- valos de cinco años) se estandarizaron (1-10: bajo a alto) y después se promediaron para crear un índice estándar del impacto potencial de los huracanes sobre las ecorregiones del país durante la segunda parte del siglo xx (Fig. 3.4a). Nuestro supuesto fue que los ecosistemas de ecorregio- nes donde pasan huracanes más fuertes y con más fre- cuencia tendrían menos tiempo para recuperarse de da- ños más profundos, lo que daría como resultado mayores efectos potenciales sobre la biodiversidad que albergan. Nuestros resultados muestran que la superficie del país severamente afectada (Fig. 3.4a) por huracanes in- tensos (niveles de impacto potencial de 7 a 10, 1.4%) fue muy pequeña, sobre todo en comparación con las áreas que acusaron niveles intermedios (4 a 6, 7.3%) y bajos de daños (0 a 3, 91%). Combinando los mapas de afectación (Fig. 3.4a) y de las ecorregiones de México, fue posible identificar las ecorregiones del país con niveles promedio de impacto por los huracanes relativamente fuertes du- rante el periodo estudiado (Fig. 3.4b, cuadro 3.4). Por la protección contra huracanes que confieren la Sierra Ma- dre Occidental y la Oriental (Rosengaus Moshinsky et al. 2002), una proporción considerable de ecorregiones del centro del país (nueve de 39, o 23%) no sufrieron ningún daño por estos eventos meteorológicos, mientras que las ecorregiones de la zona costera fueron las más afectadas (Fig. 3.4b). De hecho, algunos huracanes pueden tener un impacto benéfico en los altiplanos y valles intermontanos al aumentar la cantidad de lluvia en regiones semiáridas. Las ecorregiones potencialmente más afectadas por es- tos fenómenos durante los últimos 50 años fueron las planicies costeras de la Península de Yucatán, el norte del Golfo de México, la costa del Pacífico y de Los Cabos (cuadro 3.4). Comparando el número total de huracanes por déca- da, también observamos una tendencia de aumento de su frecuencia durante el periodo de estudio (F5 = 6.484, p = 0.063, r2 = 0.6185). Mientras que este patrón podría ser el resultado de sesgos en los datos históricos, en par- ticular la falta de medios tecnológicos que hoy día facili- tan su monitoreo (imágenes de satélite, gps, etc.), los re- sultados de otros estudios (Emanuel 2005; Webster et al. 2005; Semarnat-iNE 2006) apoyan nuestros resultados y sugieren que los efectos de los huracanes sobre las zonas costeras de México seguirá aumentando en el futuro. 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 1 57 Cuadro 3.4 índice de afectación promedia predicha de las ecorregiones de México por los 29 huracanes fuertes (> 3 en la escala Safhr-Simpson) registrados dentro de 100 km del territorio nacional durante el periodo 1950 - 2004 Ecorregión Descripción Impacto promedio 10.2.2 Desierto Sonorense 0.13 10.2.3 Desierto de Baja California 0.04 10.2.4 Desierto Chihuahuense 0.01 11.1.1 Bosques de encino, chaparral y matorral costero californiano 0 11.1.3 Bosques de pino y encino de las montañas de Baja California y sur de California 0 12.1.1 Archipiélago Madreano 0 12.1.2 Piedemontes y planicies con pastizal, matorral xerófilo y bosques de encino y coniferas 0.15 12.2.1 Lomeríos y planicies del interior con matorral xerófilo y bosque bajo de mezquite 0.03 13.2.1 Bosques de coniferas, encinos y mixtos de la Sierra Madre Occidental 0.53 13.3.1 Bosques de coniferas, encino y mixtos de la Sierra Madre Oriental 0.3 13.4.1 Planicies y piedemontes del interior con pastizal y matorral xerófilo 0.05 13.4.2 Lomeríos y sierras con bosques de coniferas, encino y mixtos del centro de México 0.2 13.5.1 Bosques de coniferas, encino y mixtos de la Sierra Madre del sur de Jalisco y Michoacán 1.21 13.5.2 Bosques de coniferas, encino y mixtos de la Sierra Madre del sur de Guerrero y Oaxaca 0.17 13.6.1 Bosques de coniferas, encino y mixtos de la Sierra Madre Centroamericana 0 13.6.2 Bosque de coniferas, encino y mixtos de Los Altos de Chiapas 0 14.1.1 Planicie costera con selva espinosa 5.6 14.1.2 Sierra y lomeríos con selva caducifolia y bosque de encino 4.05 14.2.1 Planicie noroccidental de Yucatán con selva caducifolia 5.86 14.3.1 Planicie costera sinaloense con selva espinosa 0.48 14.3.2 Lomeríos de Sonora y Sinaloa y cañones de la Sierra Madre Occidental con matorral xerófilo y selva caducifolia 0.8 14.4.1 Depresión del Balsas con selva caducifolia y matorral xerófilo 0.15 14.4.2 Depresión central de Chiapas con selva caducifolia 0 14.4.3 Valles y depresiones de Oaxaca y Puebla con selva caducifolia y matorral xerófilo 0.03 14.5.1 Cañón y planicie de Tehuantepec con selva caducifolia y selva espinosa 0.02 14.5.2 Lomeríos y piedemontes del Pacífico sur mexicano con selva espinosa 1.14 14.6.1 Planicie y lomeríos de Los Cabos con selva caducifolia y matorral xerófilo 5.04 14.6.2 Sierra de La Laguna con bosques de encino y coniferas 5.66 15.1.1 Planicie costera del Golfo de México con selva perennifolia 0 15.1.2 Lomeríos con selva perennifolia 0.12 15.2.1 Planicie occidental yucateca con selva caducifolia 3.44 15.2.2 Planicie oriental yucateca con selva perennifolia 4.62 15.2.3 Lomeríos del sur de la península yucateca con selva perennifolia 2.6 15.3.1 Sierra de Los Tuxtlas con selva perennifolia 0 15.5.1 Planicie costera de Nayarit y Sinaloa con selva espinosa 2.31 15.5.2 Lomeríos y planicies costeras de Nayarit y Jalisco con selva perennifolia 1.48 15.6.1 Planicie y lomeríos costeros del Soconusco con selva perennifolia 0 9.5.1 Planicie de la costa occidental del Golfo 5.04 9.6.1 Planicies del sur de Texas/Planicies y lomeríos interiores con matorral xerófilo y bosque de encino 0.66 Nota: el índice de afectación tomó en cuenta la intensidad espacial (velocidad promedio de vientos dentro de un búfer de 100 km de radio del trayecto de cada huracán) y temporal (tiempo de retorno en intervalos de 5 años) de estos eventos. 1 58 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Figura 3.4 [ Esta página y la siguiente.] (a) Zonas de México, y (b) ecorregiones (nivel III, según inegi, Conabio e ine 2007) más afectadas (rojo más oscuro) por los 29 huracanes que alcanzaron niveles 3 a 5 en la escala Saffir-Simpson registrados de 1950 a 2004. Nota: el índice de afectación reportada (1 a 10, de menor a mayor) se creó promediando medidas distintas estandarizadas de la intensidad promedio de los vientos (km/hr) y la frecuencia de retorno (intervalos de cinco años) de estos tipos de huracanes. Los huracanes han formado parte de la dinámica natu- ral de los ecosistemas de las zonas costeras, influyendo en los patrones del paisaje y en la composición y dinámi- ca de la vegetación; por tanto, estos ecosistemas tienen capacidad para resistir sus efectos y regenerarse después de la perturbación (Walker etal. 1991; Boose etal. 1994). Sin embargo, los efectos de la deforestación y la fragmen- tación hacen que estos ecosistemas sean cada vez más vulnerables a los efectos de los huracanes y que se reduz- ca su capacidad para mitigar los impactos que tienen so- bre las poblaciones humanas (Pérez-Maqueo et al. 2007; Costanza etal. 2008). Así, los daños socioeconómicos que estos eventos pueden causar en México en el futuro de- penderán, entre otras cosas, de: 1 ] los patrones demográ- ficos (distribución y nivel de marginación de la población en zonas de riesgo) y las estrategias de mitigación para disminuir el grado de exposición y vulnerabilidad de los asentamientos humanos a estas tormentas y 2] los cam- bios en la cobertura total y la ubicación de los ecosiste- mas en relación con los asentamientos humanos, así como su grado de conservación junto con la capacidad de resis- tir y recuperarse de estas tormentas. Estas consideracio- nes serán particularmente relevantes en zonas de impor- tancia turística como Cancán, Acapulco y Los Cabos. En estas zonas será necesario promover estrategias de desa- rrollo sostenible donde se aprovechen, conserven y res- tauren los ecosistemas costeros como uno de los meca- nismos más eficientes en términos económicos para proteger la infraestructura humana, pero también como una fuente valiosa de otros bienes y servicios ecosistémi- cos (Martínez etal. 2007). 3.2.5 Impacto de las inundaciones Las inundaciones son los eventos hidrometeorológicos de mayores efectos en términos socioeconómicos a esca- la mundial (onu y wwap 2003; pnud 2004). Entre 1990 y 2001 ocurrieron 2 200 desastres en todo el planeta reía- 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 1 59 Figura 3.4 [concluye]. cionados con los recursos hídricos, la mitad de los cuales fueron inundaciones que afectaron a 65% del total de quienes habitan las áreas dañadas por estos tipos de de- sastres. Las inundaciones catastróficas son más frecuen- tes en Asia (35% del total), seguida por África (29%), América Latina (20%) y Europa (13%). Cada año, las inun- daciones alteran el bienestar socioeconómico de alrede- dor de 520 millones de personas, cobrando la vida de unas 25 000 en todo el mundo. Junto con los huracanes, las inundaciones causadas por lluvias intensas y prolongadas son los desastres que más daño han ocasionado a México, cuyo resultado se calcula en más de 1 900 millones de dó- lares en daños solo en los últimos 20 años (Fig. 3.1, recua- dros 3.3 y 3.4). Por ejemplo, las inundaciones de octubre- noviembre de 2007 en la cuenca baja del Río Grijalva afectaron 80% de la superficie del estado de Tabasco y a un millón de personas en la región, incluyendo parte del estado de Chiapas. A pesar de los efectos socioeconómicos que causan estas perturbaciones, no fue posible realizar un análisis de su impacto sobre las ecorregiones del país debido a la falta de datos en general y los fuertes sesgos en la infor- mación con que se cuenta para zonas donde estos eventos generaron daños a la infraestructura humana. De acuerdo con una base de datos que está elaborando el Cenapred (M. Jiménez, datos no publicados), se reportan cuatro niveles de vulnerabilidad a las inundaciones por munici- pio en todo el país: baja (con 4.2% de la población y 2.9% del área del país), media (49 y 48.7 por ciento), alta (30.3 y 13.1 por ciento) y donde aún no hay datos (16.5 y 35.3 por ciento). La falta de estudios sobre los impactos eco- lógicos de estas perturbaciones es notable y urgente, dada su importancia (junto con el alto grado de contamina- ción y la extensa modificación de los patrones de flujo de las aguas superficiales de México), para la conservación de la biodiversidad acuática y ribereña (Alian y Flecker 1993; Lytle y LeRoy Poff 2004; cna 2006)). Como conse- cuencia de las modificaciones en los patrones de precipi- tación provocados por el cambio climático, se espera un aumento en la frecuencia e intensidad de estos eventos dentro del territorio nacional (Semarnat-iNE 2006). Así, es necesario fortalecer programas nacionales de monitoreo 1 60 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio ecológico como la red mex-lter que podrían ayudarnos a entender mejor cómo los ecosistemas reducen el impacto de inundaciones y otros desastres naturales y que estos servicios ecosistémi- cos están siendo afectados por cambios de uso de suelo y el mal manejo de los recursos naturales. Es difícil enfren- tar este reto sin una mayor inversión en ciencia y tecno- logía, ya que el gasto público en este sector en México, como proporción del pib, es uno de los más bajos de América Latina (Martínez et al. 2006). La función de los bosques, humedales y otros ecosiste- mas naturales en la protección de cuencas, la conservación de suelos y la regulación y mitigación de inundaciones y deslaves catastróficos ha sido objeto de mucha investiga- ción y debate (Bruijnzeel 2001; fao 2005). La idea de que los bosques sirven como esponjas gigantes que ayudan a minimizar el escurrimiento pluvial y recargar los mantos acuíferos, manteniendo así un flujo más estable de agua durante épocas de escasez, ha llevado a enfatizar la impor- tancia de la reforestación y el manejo sustentable de bos- ques en las cabeceras de cuencas en muchas partes del mundo (Abramovitz 1999; Hammill etal. 2005). En Méxi- co, donde los problemas de agua son cada vez más serios, esta percepción del papel de los bosques ha sido clave para promover iniciativas importantes, como la Cruzada por el Agua y los Bosques y el Londo Lorestal Mexicano de la Comisión Nacional Lorestal (Manson 2004). Sin embargo, por la complejidad de los factores am- bientales y el alto riesgo que implica, es necesario evitar la tendencia de asignar importancia excesiva a los bosques y depender demasiado de soluciones simples o tecnificadas. Por ejemplo, los estudios científicos disponibles muestran que, para las inundaciones fuertes provocadas por lluvias torrenciales y de larga duración, la función de los bosques o cualquier otro ecosistema puede ser marginal (fao 2005). Por eso es importante tener un conocimiento profundo de la naturaleza cíclica de estos eventos extremos (la fre- cuencia histórica de las inundaciones catastróficas) y de- sarrollar una planeación integral que nos permita en- frentar estos fenómenos con daños socioeconómicos mí- nimos (Changnon y Easterling 2000; Pinter 2005). Otros factores importantes que se deben considerar son: 1 ] el im- pacto de las estrategias de manejo de otros usos de suelo sobre el balance hidrológico de cuencas (Bruijnzeel 2001), 2] la importancia de otros ecosistemas naturales, como los humedales (así como su ubicación, por ejemplo las franjas de vegetación natural en zonas riparias), para re- gular la cantidad y calidad del agua (Naiman y Décamps 1997; Lara-Domínguez et al. 1998), 3] los potenciales conflictos que pueden darse entre los esquemas de pago por servicios ambientales (psa) que se están promovien- do para proteger los servicios hidrológicos (e.g., capta- ción de agua y recarga de acuíferos) y otros servicios eco- sistémicos como la captura de carbono (Jackson et al. 2005), y 4] los patrones de desarrollo en zonas bajas de las cuencas que puedan aumentar el riesgo de inundaciones mediante la reconversión de humedales, la canalización de los ríos y el aumento de grupos marginales o infraes- tructura humana en las zonas susceptibles a estos eventos hidrometeorológicos (recuadros 3.3 y 3.4; fao 2005). El caso de las inundaciones de 2007 en Tabasco mues- tra las consecuencias de la transformación del paisaje y el deterioro ambiental provocados por un modelo de desa- rrollo no sustentable, basado en la expansión agrícola, ganadera y petrolera, la colonización dirigida y la urbani- zación desordenada en una extensa región costera, origi- nalmente cubierta por selvas y humedales, y donde des- emboca el mayor sistema fluvial del país: el de los ríos Grijalva y Usumacinta. Ese modelo de desarrollo, o de “modernización forzada”, cuyas consecuencias ecológi- cas y sociales fueron analizadas en un amplio estudio coordinado por Tudela (1989), creó condiciones de ex- trema vulnerabilidad de los centros de población y los sistemas productivos ante fenómenos naturales, que au- nado a la falta de planeación y, muy posiblemente, a la negligencia y la corrupción, generó las condiciones para el mayor desastre causado por inundaciones que se ha registrado en la historia de México. Como en el caso de otras perturbaciones, las inunda- ciones forman parte de procesos naturales de los que de- pende el mantenimiento de biodiversidad, pero muchas veces esto entra en conflicto con las actividades huma- nas. El control de inundaciones mediante la construcción de presas, por ejemplo, ha afectado la dinámica hidroló- gica de ríos, llanuras de inundación y humedales, elimi- nando o disminuyendo la disponibilidad y la calidad del hábitat y pulsos de nutrientes que mantienen la fertilidad de los suelos, con consecuencias negativas para la biodi- versidad de muchos ecosistemas (Brawn etal. 2001; Reice 2001). Mantener el flujo “ecológico” del agua en los eco- sistemas fluviales (Lytle y LeRoy Poff 2004) representa un reto importante cuando se busca equilibrar los objetivos de conservación o restauración de este tipo de ecosiste- mas con las necesidades de proteger asentamientos hu- manos y zonas de producción agropecuaria, lo cual im- plica diseñar estrategias adecuadas de ordenamiento ecológico del territorio. En este contexto, son prioritarias políticas públicas que promuevan la conservación y res- 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 161 tauración de ecosistemas naturales, junto con un manejo adecuado y sostenible de otros usos de suelo como los mecanismos principales para reducir el riesgo de inun- daciones. 3.2.6 Sinergias y cambio climático Sinergias entre perturbaciones naturales Como se comentó, la función de las perturbaciones en la dinámica de poblaciones, comunidades y ecosistemas de- pende en gran parte de las acciones y sinergias entre ellas (Sousa 1984; Pickett y White 1985; Pickett et al. 1997). Así, es importante no solo evaluar el impacto indivi- dual de estos eventos, sino también sus efectos netos so- bre la biodiversidad y cómo cambian las propiedades de resistencia y resiliencia de los ecosistemas (Loreau et al. 2002). Con el objetivo de evaluar los impactos netos de las perturbaciones descritas en este capítulo, en particular los huracanes, sequías e incendios forestales sobre las ecorregiones de México (por las razones mencionadas no se contó con la información suficiente para hacer el mismo análisis en el caso de las inundaciones), primero fue necesario estandarizar los impactos de cada tipo de perturbación. Se convirtieron los valores reportados en los cuadros 3.2 a 3.4 a una escala común (1 a 10, de me- nor a mayor impacto) usando el valor máximo informa- do para cada cuadro como el denominador de una frac- ción que se multiplicó después por 10. Estos valores nuevos se muestran en el cuadro 3.5, junto con el impac- to promedio generado usando la combinación de los nuevos valores de cada variable. Graficando estos resul- tados, resaltan las ecorregiones de la costa y sur del país como las que presentan los valores promedio de impac- tos más altos considerando sequías, incendios y huraca- nes (Fig. 3.5). Este análisis también indica que las plani- cies occidentales y noroccidentales de Yucatán, así como la planicie costera con selva espinosa, son las que sufren más de los efectos combinados de sequías, incendios y Figura 3.5 Impacto de sequías, incendios forestales y huracanes sobre las ecorregiones de México usando el promedio de una escala relativizada de 1 a 10 para estimar el impacto de cada tipo de perturbación. 1 62 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 3.5 Impacto promedio relativizado (escala 0 a 10, de menor a mayor) de sequías, huracanes e incendios forestales sobre las ecorregiones (nivel III, de inegi, Conabio e ine 2007) de México Ecorregión Descripción Sequías Incendios Huracanes Impacto promedio Cambio climático 10.2.2 Desierto Sonorense 9.1 0.5 0.22 3.28 5.96 10.2.3 Desierto de Baja California 9.32 0.05 0.07 3.14 5.16 10.2.4 Desierto Chihuahuense 9.38 0.1 0.02 3.16 6.53 11.1.1 Bosques de encino, chaparral y matorral costero californiano 9.28 2.02 0 3.77 4.82 11.1.3 Bosques de pino y encino de las montañas de Baja California y sur de California 9.53 1.06 0 3.53 4.84 12.1.1 Archipiélago Madreano 8.67 0.34 0 3.01 6.49 Piedemontes y planicies con pastizal, 12.1.2 matorral xerófilo y bosques de encino y coniferas 8.38 0.37 0.26 3 6.58 Lomeríos y planicies del interior con 12.2.1 matorral xerófilo y bosque bajo de mezquite 8.83 2.44 0.05 3.77 5.6 13.2.1 Bosques de coniferas, encinos y mixtos de la Sierra Madre Occidental 7.8 1.58 0.9 3.43 6.59 13.3.1 Bosques de coniferas, encino y mixtos de la Sierra Madre Oriental 9.12 0.6 0.51 3.41 5.03 13.4.1 Planicies y piedemontes del interior con pastizal y matorral xerófilo 6.94 1.92 0.09 2.98 5.12 13.4.2 Lomeríos y sierras con bosques de coniferas, encino y mixtos del centro de México 7.1 3.5 0.34 3.65 5.49 13.5.1 Bosques de coniferas, encino y mixtos de la Sierra Madre del sur de Jalisco y Michoacán 7.45 8.79 2.06 6.1 6.08 13.5.2 Bosques de coniferas, encino y mixtos de la Sierra Madre del sur de Guerrero y Oaxaca 7.62 5.44 0.29 4.45 4.98 13.6.1 Bosques de coniferas, encino y mixtos de la Sierra Madre Centroamericana 7.91 7.3 0 5.07 3.66 13.6.2 Bosque de coniferas, encino y mixtos de Los Altos de Chiapas 7.88 9.53 0 5.8 4.81 14.1.1 Planicie costera con selva espinosa 8.65 2.48 9.56 6.9 4.63 14.1.2 Sierra y lomeríos con selva caducifolia y bosque de encino 8.19 4.64 6.91 6.58 4.88 14.2.1 Planicie noroccidental de Yucatán con selva caducifolia 6.9 8.26 10 8.39 4.69 14.3.1 Planicie costera sinaloense con selva espinosa 7.45 3.29 0.82 3.85 5.51 Lomeríos de Sonora y Sinaloa y cañones 14.3.2 de la Sierra Madre Occidental con matorral xerófilo y selva caducifolia 7.88 1.64 1.37 3.63 6.37 14.4.1 Depresión del Balsas con selva caducifolia y matorral xerófilo 7.66 5.99 0.26 4.64 6.04 14.4.2 Depresión central de Chiapas con selva caducifolia 7.06 8.49 0 5.18 3.67 14.4.3 Valles y depresiones de Oaxaca y Puebla con selva caducifolia y matorral xerófilo 8.65 2.15 0.05 3.62 5.6 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 163 Cuadro 3.5 [concluye] Ecorregión Descripción Sequías Incendios Huracanes Impacto promedio Cambio climático 14.5.1 Cañón y planicie de Tehuantepec con selva caducifolia y selva espinosa 9.04 6.68 0.03 5.25 3.24 14.5.2 Lomeríos y piedemonces del Pacífico sur mexicano con selva espinosa 7.82 8.55 1.95 6.1 5.02 14.6.1 Planicie y lomeríos de Los Cabos con selva caducifolia y matorral xerófilo 9.92 0 8.6 6.17 4.97 14.6.2 Sierra de La Laguna con bosques de encino y coniferas 9.92 0 9.66 6.53 5.12 15.1.1 Planicie costera del Golfo de México con selva perennifolia 6.67 7.61 0 4.76 4.96 15.1.2 Lomeríos con selva perennifolia 7.76 5.1 0.2 4.35 4.35 15.2.1 Planicie occidental yucateca con selva caducifolia 7.41 10 5.87 7.76 4.58 15.2.2 Planicie oriental yucateca con selva perennifolia 8.6 2.31 7.88 6.26 2.77 15.2.3 Lomeríos del sur de la península yucateca con selva perennifolia 7.68 7.79 4.44 6.63 5.02 15.3.1 Sierra de Los Tuxtlas con selva perennifolia 6.96 6.6 0 4.52 4.78 15.5.1 Planicie costera de Nayarit y Sinaloa con selva espinosa 6.96 1.79 3.94 4.23 6.94 15.5.2 Lomeríos y planicies costeras de Nayarit y Jalisco con selva perennifolia 7.8 5.33 2.53 5.22 6.94 15.6.1 Planicie y lomeríos costeros del Soconusco con selva perennifolia 6.47 — 0 4.16 4.1 9.5.1 Planicie de la costa occidental del Golfo 8.03 0.67 8.6 5.77 5.59 Planicies del sur de Texas/Planicies 9.6.1 y lomeríos interiores con matorral xerófilo y bosque de encino 10 0.34 1.13 3.82 5.94 Nota: los datos utilizados para este análisis son los que figuran en los cuadros 3.2 a 3.4. También se reporta un índice parecido de impacto potencial de cambio climático (basado en la relativización de valores de temperatura y precipitación promedio anual) usando las proyecciones del modelo HadCM3 con el escenario sres A2 para el periodo 2040-2069. huracanes. En contraste, mientras que las extensas zonas áridas del país, el Archipiélago Madreano y los piede- montes y planicies con pastizal y matorral xerófilo tienen niveles relativamente altos de sequía (cuadro 3.2, Fig. 3.2), estas ecorregiones no están afectadas por los otros tipos de perturbación y por eso muestran bajos niveles prome- dios de afectación neta (cuadro 3.5, Fig. 3.5). Se observó una relación negativa importante (r2 = 0.41, F1j37 = 26.4, p < 0.001) entre el impacto de sequías e in- cendios forestales en las ecorregiones de México, lo cual indica que las ecorregiones más afectadas por la sequía, según los datos históricos, no son las que han sufrido más incendios forestales recientemente. Al contrario, los datos derivados de la frecuencia de puntos de calor por ecorregión indican que en los ecosistemas que normal- mente no tienen problemas de escasez de agua, como los bosques mesófilos de montaña, las selvas tropicales hú- medas y los humedales, es donde se presentó una mayor incidencia de fuego durante la última década (E.J. Jardel, datos no publicados). Como estos ecosistemas no están adaptados a este tipo de perturbación (clasificados como sensibles), existe un mayor riesgo de que se deterioren, e incluso, que sean reemplazados por otros ecosistemas más tolerantes o resistentes al fuego. Esta relación nega- tiva entre el impacto de sequías e incendios se explica porque en los ecosistemas de las ecorregiones con condi- ciones semiáridas, las cargas de combustibles (la materia orgánica que puede arder y mantener la propagación del 1 64 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio fuego) son más bajas y tienen menor continuidad que en ecosistemas húmedos con mayor biomasa, como es el caso de las ecorregiones con bosques. En áreas con cu- bierta forestal y condiciones subhúmedas (la mayor parte de los bosques de pino y de encino), los incendios suelen ser frecuentes, superficiales, de baja severidad y pequeña extensión, y es probable que este tipo de incendios se subestimen [Le., no se registran con medios de teledetec- ción; E.J. Jardel, observación personal (Soja 2005)]. En contraste, en ecorregiones con condiciones húmedas, que contienen ecosistemas de selvas tropicales, bosque mesófilo de montaña y humedales [i.e.} ecosistemas sen- sibles al fuego (Myers 2006)], los incendios difícilmente se propagan en años normales, pero llegan a afectar áreas extensas en años con condiciones de sequía extrema. Cambio climático Las proyecciones realizadas hasta la fecha sugieren que México se verá severamente afectado por el cambio cli- mático global, con variaciones importantes en la tempe- ratura y precipitación promedio anual durante este siglo (véanse recuadros 3.5 y 3.6) (McCarthy et al. 2001; Ema- nuel 2005; Semarnat-iNE 2006; Magrin et al. 2007). Se esperan aumentos de temperatura y reducciones genera- les en la precipitación, en combinación con tormentas tropicales y sequías de mayor intensidad (Semarnat-iNE 2006; Magrin et al. 2007). Estos cambios, a su vez, segu- ramente tendrán más efectos en algunos ecosistemas que otros (véanse recuadros 3.5 y 3.6 y el capítulo 1 de este volumen), así como impactos importantes en la distribu- ción y abundancia de muchas especies. En este capítulo no pretendemos realizar otro estudio del impacto del cambio climático sobre la biodiversidad de México, sino ilustrar cómo este cambio podría interactuar con las per- turbaciones y desastres que hemos analizado, con conse- cuencias en las ecorregiones del país y los ecosistemas y biodiversidad que albergan. Para este análisis se escogió uno de los escenarios del modelo EladCM3 (Modelo de clima Hadley, versión 3), en particular el escenario sres A2 con proyecciones de los cambios en la temperatura y precipitación promedio anual esperados para el periodo 2040-2069 (pixeles de 10 X 10 km2). Es necesario aclarar que un solo modelo no refleja el conjunto de escenarios que ha preparado el ipcc AR4 para realizar un análisis de riesgo exhaustivo ante el cambio climático. Sin embargo, dicho ejemplo permite saber cómo utilizar información climática para estimar impactos. En el año 2000, el Panel Interguberna- mental de Cambio Climático (ipcc 2007) proyectó va- rios escenarios (informes especiales sobre escenarios de emisiones o sres) de crecimiento poblacional y desarro- llo económico con el fin de calcular su impacto potencial sobre emisiones y concentraciones de gases de efecto in- vernadero y, finalmente, el cambio climático global. La familia de escenarios A2 supone un mundo que perma- nece heterogéneo en el ámbito regional en cuanto a los ingresos; un crecimiento poblacional continuo y demo- ras en el desarrollo de tecnologías más eficientes. Así, sus proyecciones en cuanto a cambio climático son más dra- máticas que las de otros escenarios, como los de la fami- lia B, pero comprende parte del conjunto de escenarios usados normalmente en la evaluación del impacto poten- cial de cambio climático en México (recuadros 3.5 y 3.6) (Semarnat-iNE 2006) y América Latina en general (Ma- grin et al. 2007). Ya que cada escenario tiene sus propios supuestos y proyecciones de cambio climático, existe un campo activo de investigación sobre cómo generar fun- ciones de distribución de probabilidad que los resuma, de manera que sean útiles para tomar decisiones (Dessai y Hulm 2004; Katz 2002; Schneider y Mastrandrea 2005). Las proyecciones del modelo HadCM3 con el escenario sres A2 sugieren que 33.1% del país tendrá menos preci- pitación (particularmente en el sureste del país), mientras que en 54.6 y 12.3 por ciento de México habrá cambios ligeros o hasta más precipitación disponible, respectiva- mente, durante este mismo periodo (Fig. 3.6a). Esto co- incide cualitativamente con los escenarios más recientes presentados por el ipcc AR4. Por otro lado, de acuerdo con este escenario todo el país enfrentará aumentos en la temperatura promedio: 1.5% con aumentos ligeros (hasta 1.5 °C), en 45.9% serían intermedios (de 1.5 a 2.5 °C) y 55.6% con aumentos fuertes (de 2.5 a 3.2 °C; Fig. 3.6b). Se espera que estos aumentos sean más elevados en la re- gión norte del país (véase Tercera Comunicación Nacio- nal de México ante el Cambio Climático). Para ilustrar cómo este escenario de cambio climático podría afectar las ecorregiones de México, las proyecciones de tempe- ratura y precipitación se convirtieron a una escala relati- vizada (0 a 10, menor a mayor impacto), en donde se consideraron aumentos en la temperatura y reducciones de precipitación potencialmente más impactantes para las ecorregiones de México. Después se combinó el pro- medio del efecto relativizado de temperatura y precipita- ción con el mapa de ecorregiones, con el fin de estimar el impacto potencial del cambio climático sobre cada una de las ecorregiones del país, según el escenario A2. Esta información se presenta en la figura 3.7 y en el cuadro 3.5. 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 165 En este escenario de cambio climático, las ecorregiones del centro y norte son las que se verán más afectadas (condiciones más calientes y secas) para mediados de este siglo. Algunos estudios comparativos sugieren que aun- que los cambios de precipitación proyectados por el mo- delo HadCM3 son consistentes con otros modelos y es- cenarios, los cambios de temperatura serán más extremos (véase Fig. IV3 en Semarnat-iNE 2006). Comparando los resultados de este ejercicio con nues- tras estimaciones del impacto estandarizado esperado de sequías, huracanes e incendios forestales, detectamos una importante relación negativa entre el efecto proyec- tado del cambio climático y el de los incendios forestales (Fi)37 = 7.2, P = 0.011; cuadro 3.5), aunque la regresión no explica mucho de la variación ( R 2 = 0.16). Se espera que, por el aumento de condiciones más calientes y se- cas, algunas ecorregiones que en la actualidad están rela- tivamente libres de incendios forestales, o presentan baja incidencia, pudieran tener un aumento de estos eventos en el futuro cercano. Diversos estudios muestran una relación entre la incidencia de fuegos severos y los ciclos de alta precipitación, en los que se acumula biomasa (Le., com- bustibles), y de sequía extrema, en los que se presentan condiciones para la propagación del fuego (por ejemplo, los ciclos asociados a eventos de El Niño), que pueden ser más frecuentes como consecuencia del cambio cli- mático (Heyerdahl y Alvarado 2003; Román-Cuesta etal. 2003; McKenzie 2004; Westerling et al. 2006). No hubo una relación significativa entre el impacto estandarizado de sequías o huracanes y nuestras estimaciones del im- pacto potencial del cambio climático usando el escenario A2 para las ecorregiones del país. Aun cuando nuestro análisis, basado en tendencias his- tóricas de las sinergias entre el impacto de varias perturba- ciones y el cambio climático global sobre las ecorregiones de México, ha identificado algunos patrones interesantes, hacen falta estudios más completos que integren las pro- yecciones de múltiples escenarios de cambio climático Figura 3.6 [Esta página y la siguiente.] Proyecciones de cambios en los factores que modifican los procesos de desertificación: (a) precipitación promedio anual (mm), y (b) temperatura promedio anual (°C) esperadas en México del modelo HadCM3 con el escenario sres A2 para el periodo 2040-2069. 1 66 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Figura 3.6 [concluye]. Recuadro 3.5 Efecto del cambio climático en la distribución de la diversidad biológica en México Víctor Sánchez-Cordero Es un hecho científicamente comprobado que el clima global está cambiando de manera significativa y que el impacto sobre la biodiversidad puede ser importante. Trabajos recientes muestran desplazamientos en poblaciones de flora y fauna asociados a cambios en la temperatura y precipitación, en regiones templadas y tropicales (Walther et al. 2002). El efecto del cambio climático en la biodiversidad exige una investigación activa, enfocada a evaluar la magnitud de las consecuencias esperadas de dicho impacto en las especies y las comunidades naturales. Algunas aproximaciones han seguido dos líneas de investigación independientes, aunque no excluyentes entre sí: 7 ] el enfoque que considera el efecto del cambio climático sobre la distribución de las especies, basado en modelar el nicho ecológico de estas, y 2] el enfoque que considera el efecto del cambio climático sobre los biomas o comunidades vegetales; ambos han producido resultados reveladores y, quizá, el vínculo del modelado del efecto del cambio climático sobre especies y ecosistemas sea el reto de investigación aún por abordar (Walther et al. 2002). El modelado del nicho ecológico de las especies consiste en combinar información de las localidades donde se recolectó una especie (información proveniente sobre todo de colecciones científicas), capas ambientales de variables abióticas (precipitación, temperatura, topografía, aspecto, etc.) y un sistema de información geográfico. La idea es identificar regiones geográficas adicionales donde se espera la presencia de la especie, en virtud de que presentan condiciones ambientales similares a donde se recolectó. Esta idea simple se basa en el concepto de un nicho ecológico-geográfico; es decir, se modela el nicho ecológico de la especie proyectado como su distribución potencial (Peterson et al. 1999). A su vez, el nicho ecológico se puede proyectar bajo escenarios de 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 167 Figura 3.7 Impacto esperado del cambio climático global sobre las ecorregiones de México durante el periodo 2040-2069. Los valores reportados son el promedio de escalas relativizadas (1 a 10, de menor a mayor impacto) de los cambios esperados en precipitación y temperatura que se muestran en la figura 3.6. cambio climático paisajístico [e.g., HadCM2], que identifican áreas de distribución potencial de la especie después del modelado de los cambios ambientales.1 Uno de los primeros ejemplos desarrollados en México incluyó la predicción del efecto del cambio climático sobre especies de mamíferos, aves y algunas familias de mariposas; los resultados muestran que solo una proporción baja de especies (~3%) podría extinguirse, aunque una proporción alta de ellas (> 40%) sufrirá desplazamientos importantes en su distribución potencial, como en el Altiplano Mexicano, aunque se ha propuesto que aun especies de zonas montañosas son susceptibles al efecto del cambio climático (Peterson et al. 2002; Martínez-Meyer 2005; Parra-Olea et al. 2005). Esto implicaría cambios importantes en estas comunidades faunísticas, con obvios efectos sobre otras comunidades de flora y fauna (Peterson et al. 2002). El segundo enfoque considera que el cambio climático afecta la estructura, función y distribución geográfica de los ecosistemas terrestres (Melillo etal. 1996). Proyecciones actuales de la respuesta de ecosistemas a dichos cambios indican expansiones potenciales acentuadas de los bosques tropicales y de 50 a 90 por ciento de desplazamiento de los biomas extratropicales, lo que tendría un impacto esperado significativo sobre la estructura y función de dichos ecosistemas (Neilson et al. 1992, 1998). Sería interesante investigar el efecto del cambio climático sobre la interacción de especies, como una aproximación que vincule los enfoques generales: efecto del cambio climático en especies individuales y en ecosistemas terrestres (Peterson et al. 2005), así como integrar el impacto de la deforestación sobre la distribución de especies (Sánchez-Cordero et al. 2005). Sin duda, el cambio climático y la deforestación son factores que seguirán impactando simultáneamente la distribución de la diversidad biológica. 1 ; Data Distribution Centre (ddc) of the Intergovernmental Panel on Climate Change (ipcc); . 1 68 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio usando funciones de probabilidad y que utilicen mapas más detallados, tanto climatológicos, como de uso de suelo y vegetación, para reducir la incertidumbre en las proyecciones de impactos de perturbaciones climáticas sobre la biodiversidad de México. Hay muchas otras si- nergias que ocurren a escalas temporales y espaciales más pequeñas que no fue posible detectar y analizar, pero que también son muy importantes para la conser- vación de la biodiversidad en México. En particular, exis- ten relaciones fuertes entre los huracanes y las inunda- ciones debido a las lluvias torrenciales que producen estos eventos hidrometeorológicos. Asimismo, los vien- tos fuertes y las lluvias intensas pueden provocar la caída de una cantidad considerable de árboles, los cuales sirven como fuente importante de combustibles que aumentan el riesgo de incendios forestales en años subsecuentes (López-Portillo et al. 1990). Otros eventos muy impor- tantes para las ecorregiones de México son los ciclos mul- tianuales de El Niño y La Niña, causados por el calenta- miento de las aguas superficiales del Océano Pacífico y sus impactos sobre los vientos marítimos que llevan la hu- medad a zonas terrestres (Kogan 2000; Larkin y Harrison 2002; Semarnat-iNE 2006). La combinación de años con mucho calor y poca lluvia, seguidos por condiciones opuestas han afectado muchas ecorregiones de México mediante la combinación de aumentos de incendios fo- restales y sequías en un año e inundaciones y deslaves en años siguientes (Van der Werf et al. 2004; Semarnat-iNE 2006; Magrin et al. 2007) (recuadro 3.3). Finalmente, es importante resaltar el impacto de la deforestación y transformación del paisaje en los ecosistemas que com- prenden las ecorregiones de México, como otro tipo de perturbación antropogénica que está afectando a estas regiones y a la conservación de la biodiversidad [67% del país ha sido transformado para fines productivos o se en- cuentra en un estado degradado debido a la explotación no sostenible de recursos naturales (Palacio-Prieto et al. 2000)]. Se requieren, de manera urgente, estudios que exploren las posibles interacciones entre la reconversión de los ecosistemas del país y los umbrales en su capaci- dad de resistencia y resiliencia frente a las diferentes per- turbaciones analizadas en este capítulo (Fahrig 2003; Folke et al. 2004; Groffman et al. 2006). Recuadro 3.6 Cambio climático y biodiversidad: avances y retos en México Víctor Magaña Rueda • Leticia Gómez Mendoza Se considera que el cambio climático es la principal amenaza ambiental del presente siglo. El Cuarto Informe de Evaluación del Cambio Climático del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (ipcc) indica que el efecto de las actividades antrópicas en las últimas tres décadas ha influido en los sistemas biológicos y que, a escalas regionales, el cambio de uso de suelo, la contaminación y las especies invasoras son amenazas que se añaden a la del cambio climático (ipcc 2007). Por otra parte, el Millennium Ecosystem Assessment (ma 2005) indica que el cambio climático está entre las causas más importantes de pérdida de la biodiversidad. Los primeros estudios sobre los efectos del cambio climático en los ecosistemas están relacionados con movimientos altitudinales de especies, ampliación y extinción de los ecosistemas y cambios en los patrones fenológicos de las especies. Sin embargo, aún existe incertidumbre del efecto conjunto de los cambios de temperatura y la precipitación sobre la vegetación (ipcc 2007). Se desconoce cuáles son los valores críticos de condiciones extremas de tiempo y clima que pueden rebasar la resistencia y resiliencia de los ecosistemas mexicanos, aunque en varias partes del mundo ya se tienen estimaciones para algunos de ellos (Carpenter y Lathrop 2007). El manejo de ecosistemas basado en la resiliencia es una aproximación novedosa para la cual es necesario incluir nuevas métricas sobre los procesos y dinámica de los ecosistemas. La resiliencia se define como la capacidad de un ecosistema para enfrentar perturbaciones naturales como tormentas, fuego y contaminación, sin cambiar su estado actual. Si la resiliencia es sobrepasada, el sistema se vuelve vulnerable a los efectos de una perturbación (por ejemplo, cambio climático), lo cual limita su capacidad para generar servicios ambientales. Por ello, el mantenimiento de la resiliencia está directamente relacionado con el desarrollo sustentable. Un aspecto central de esta problemática es la generación de escenarios futuros ante el cambio climático. Escenarios de cambio climático Estos escenarios, como cualquier proyección del clima, requieren un tratamiento en términos probabilísticos. Por la sensibilidad de los modelos a la condición inicial, solo se 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 169 generan proyecciones considerando que responden a una condición de frontera. Una condición de frontera en un modelo climático es aquella que persiste por un tiempo largo, comparado con el de la proyección, y que hace que el clima se encuentre con mayor frecuencia alrededor de una condición dada. Así, por ejemplo, las anomalías de la superficie del mar, como las asociadas a El Niño, hacen que el verano en México con más frecuencia tenga déficit de precipitación. El aumento en la concentración de gases de efecto invernadero (gei) constituye una condición de frontera que hace que el clima tienda a condiciones más calurosas. Adicionalmente, los diversos parámetros de procesos de mesoescala en los modelos con los que se proyecta el clima hacen necesario comparar diversos modelos con el fin de ampliar el rango de posibilidades de escenarios. Debe recordarse que a diferencia de los pronósticos estacionales, en materia de cambio climático se trabaja con escenarios, pues la condición del clima futuro dependerá de las emisiones de gei. En su Cuarto Informe de Evaluación del Cambio Climático, el ipcc presentó escenarios del clima por regiones utilizando más de 20 modelos para diversos escenarios de emisiones de gei, y con al menos tres experimentos numéricos que parten de condiciones iniciales ligeramente diferentes por modelos. Bajo tal condición, el ipcc construyó escenarios probables diseñados para la gestión de riesgo ante el cambio climático. Sin embargo, la resolución de los modelos utilizados es relativamente baja como para hacer análisis de impactos a escala de decenas de kilómetros. El reto en años recientes ha sido, por tanto, regionalizar o reducir la escala espacial de las proyecciones mediante técnicas estadísticas o modelos dinámicos de mesoescala (Zermeño 2008). Los escenarios regionalizados de cambio climático para finales del presente siglo indican que los cambios de temperatura en nuestro país serán de entre 2 y 4 °C, con regiones donde tales cambios podrían ser de gran relevancia para los ecosistemas (Fig. 1). Específicamente, en un escenario de altas emisiones de gei (A2) (ipcc 2000), el noroeste de México podría experimentar incrementos del orden de 3.5 °C ± 1.7 °C, mientras que hacia el sur los aumentos serán menores. Esto no implica que menos magnitud de cambio en la temperatura sea una amenaza menor. Los cambios proyectados para la década 2020-2030 en el sur y sureste de México tienen altas probabilidades de rebasar la magnitud de la variabilidad interanual de la temperatura de décadas recientes. En este sentido, los ecosistemas experimentarán, en el futuro cercano, un estrés térmico mayor al conocido hasta ahora. Evidentemente, ante escenarios de menores emisiones de gei, la magnitud de los incrementos de temperatura proyectados es menor y el plazo en el que se pueden dar cambios peligrosos se extiende. Con base en la incertidumbre asociada a los escenarios de emisiones y calentamiento, los cambios a escala país pudieran ser, en un escenario de emisiones bajas (B2), de entre 2 y 3 °C en las áreas más afectadas, pero de hasta 5 °C en algunas regiones en un escenario de emisiones altas (A2). Evidentemente, a mayor dispersión en las proyecciones, se genera más incertidumbre por las diferencias entre modelos climáticos. Con respecto a la precipitación (Fig. 2), la mayor parte de los escenarios (dos de cada tres aproximadamente) indican que la precipitación anual en México disminuirá, aunque hay escenarios que apuntan a regiones de México con mayor precipitación (ipcc 2007). Sin embargo, la magnitud de cambio de precipitación es menor a la variabilidad ¡nteranual, de menos de 15% respecto del valor medio actual hacia finales del siglo xxi. Es claro que la magnitud absoluta de los cambios en la precipitación es mayor en las regiones donde más llueve. En términos porcentuales, los mayores cambios se experimentarán en regiones semiáridas del norte del país, llevando a más estrés hídrico en la región. La combinación de mayores temperaturas y menores precipitaciones corresponde a escenarios de menos disponibilidad de agua y menor humedad en el suelo, así como menores escurrimientos e infiltraciones y más evapotranspiración (Semamat-iNE 2006). Aunque dicha condición es más probable, se reconoce que existen elementos de la dinámica del clima en la región tropical de América que no están representados en los modelos climáticos de baja resolución. Quizá el más importante, y que constituye una fuente de incertidumbre adicional, es la actividad e intensidad de los ciclones tropicales, así como las trayectorias que puedan seguir. Los aumentos de temperatura mayores a 1 °C, combinados con disminuciones en precipitación, generan estrés hídrico en la vegetación al reducirse la humedad del suelo. El estrés hídrico en la vegetación alcanza valores altos, aunque en varios casos las lluvias después del periodo seco disminuyen tal condición y llevan a la vegetación a una situación normal, lo que sugiere una alta resiliencia. Sin embargo, todavía no están claros los límites de dicha resiliencia en diversos ecosistemas, por lo que no se sabe bajo qué magnitud de cambio climático el daño será irreversible. En un escenario de alto estrés hídrico, las actividades humanas pondrán en alto riesgo a muchos ecosistemas. Por ejemplo, los escenarios indican que los meses de primavera serán cuando se presenten más condiciones cálidas y secas, y que combinadas con prácticas de roza, tumba y quema agrícola resulta con frecuencia en incendios forestales. Si se considera que, además, los huracanes serán más intensos y 170 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 3.6 [continúa] 0.0 0.5 1.0 1.5 2.0 2.5 3.0 3.5 4.0 4.5 5.0 Figura 1 Promedio y dispersión de anomalías entre proyecciones con diversos modelos de escenarios de cambios en la temperatura media anual de superficie (°C)para el periodo 2080-2099, respecto del periodo 1970-1999, en cuatro escenarios de emisiones de gases de efecto invernadero: (a) A2; (b) Al B; (c) B2, y (d) Committed. Nota: para el cálculo del valor promedio y dispersión proyectados (ensamble) se utilizaron alrededor de 20 modelos con al menos dos experimentos cada uno (Zermeño 2008). pueden derribar árboles en grandes zonas de bosque, la primavera tendrá mucho material combustible. Esta parece ser la tendencia en el sur de México. Finalmente, es necesario decir que los escenarios de cambio de clima deben contemplar la probabilidad de variación en intensidad y frecuencia de los eventos hidrometeorológicos extremos, como tormentas y huracanes, ondas de calor o de frío, o periodos de sequía severos y prolongados. La tendencia a eventos extremos más intensos en casi todo el país se comienza a documentar (Aguilar et al. 2005) y en algunos casos, incluso, se menciona como parte de la causa de desastres recientes (Landa et al. 2008). Indicadores de la vulnerabilidad ANTE EL CAMBIO CLIMÁTICO En México todavía se conoce muy poco acerca de las repercusiones del cambio climático en la distribución de 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 171 -400 -350 -300 -250 -200 -150 -100 -50 0 50 100 150 200 250 300 350 400 Figura 2 Promedio y dispersión de anomalías entre proyecciones con diversos modelos de escenarios de cambios en la precipitación acumulada anual (mm) para el periodo 2080-2099, respecto al periodo 1970-1999, en cuatro escenarios de emisiones de gases de efecto invernadero: (a) A2; (b) A1B, (c) B2, y (d) Committed. Nota: para el cálculo del valor promedio y dispersión proyectados (ensamble) se utilizaron alrededor de 20 modelos con al menos dos experimentos cada uno (Zermeño 2008). especies y la composición de las comunidades vegetales en su conjunto (O'Brian y Liverman 1996; Villers y Trejo 1998; cuadro 1). Algunos autores apuntan una pérdida de 35% de las selvas y una disminución de 18% de los bosques templados en México hacia mediados del presente siglo (Semarnat-iNE 2006). Dichas aproximaciones son valiosas, ya que evalúan los posibles efectos del cambio climático a escala nacional y en muchos tipos de vegetación. Sin embargo, aún es necesario identificar las consecuencias del cambio climático a una escala geográfica regional y local. La estimación del efecto del cambio climático a distintas escalas puede contribuir a identificar la vulnerabilidad de los tipos de vegetación, de la diversidad de especies o, incluso, la diversidad genética (Conabio 2006). Para lograr esto, la aplicación de los escenarios de cambio climático regionales explicados antes resultan imprescindibles. Identificar la vulnerabilidad de los componentes de la biodiversidad no es tarea fácil, ya que las especies y los ecosistemas tienen cierta capacidad para adaptarse a los cambios naturales del clima. Sin embargo, aún se desconoce si la capacidad de dispersión de plantas y animales puede superar la velocidad con la que el clima cambiará en los 1 72 Capital natural de A /léxico • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 3.6 [continúa] . Cuadro 1 Algunos estudios sobre el efecto del cambio climático en la biodiversidad en México Modelos biológicos Región, especie o ecosistemas Posibles efectos del cambio climático y escenarios climáticos Bioclim como modelo de distribución con base en datos interpolados de Predicción de áreas de Cada escenario implica diferente distribución potencial; en estaciones climatológicas de la zona, distribución de 20 especies de casi todos ellos se indica una reducción drástica del área de y se aplicó un modelo de sensibilidad Cactaceae en el área natural distribución o bien la extinción. En otros casos el área de con valores de cambio en la protegida de Tehuacán-Cuicatlán distribución puede disminuir solo en los bordes del área temperatura y precipitación (Téllez y Dávila 2003). natural protegida. considerando 1 o 2 °C de aumento en la temperatura y —10 y —15% de precipitación. Cambios en la distribución de Se identificaron dos grupos de especies asociadas con climas húmedos y fríos altamente amenazadas por el cambio climático y efectos antropogénicos. Los efectos son drásticos aun considerando escenarios de bajas emisiones de gases de efecto invernadero que provocan cambios en la composición de los bosques nublados en los siguientes 50 años. HadCM3, gcm, echam4 y cgcm2. Se realizó un escalamiento de la especies arbóreas que habitan regiones montañosas de Chiapas (Colicher etal. 2008). temperatura de la zona considerando las capas de información climática de WorldClim y se aplicó un cambio de —20% en la precipitación. Se identificaron los posibles Las áreas de la distribución geográfica de encinos y pinos Modelo regional para México a partir cambios en la distribución de ha decrecido entre 7-48% y 0.2-64%, respectivamente. Las del HadCM2 al año 2050 con datos 34 especies de encinos ( Quercus ) especies más vulnerables de pino son Pinus rudis, climáticos locales y se utilizó garp y pinos ( Pinus ) como efecto del P. chihuahuana, P. oocarpa y P. culminicola, y las especies (Genetic Algorithm for Rule-set cambio climático (Gómez y más vulnerables de encino son Quercus crispipilis, Prediction) como modelo de Arriaga 2007). Q. peduncularis, Q. acutifo/ia y Q. sideroxyla. distribución de nicho. Efectos del cambio climático en la distribución de la familia Cracidae (aves) en México. El estudio consideró la posibilidad de que las especies se dispersaran (Peterson et al. 2001). Los resultados destacan la necesidad de análisis detallados e individuales por especies. Especies endémicas de la familia Cracidae verán disminuida drásticamente su distribución en México, mientras que algunas especies verán modestamente favorecida su distribución. HadCM2 como modelo climático y garp para evaluar la distribución espacial de la familia en México. Modeló los nichos ecológicos de 1 870 especies en México (Peterson et al. 2001). De las especies analizadas pocas están en riesgo de extinción; más de 40% podrían cambiar ligeramente su distribución o aumentarla, lo que sugiere que podrían observarse severas alteraciones ecológicas en el futuro. HadCM2 y garp Cambios en los tipos de vegetación de México con dos modelos de circulación general para 2020 y 2050 (Semarnat-iNE 2006). Los tipos de vegetación más vulnerable serán los pastizales naturales, los matorrales xerófilos y los bosques de encino. gfdl y HadCM2. Distribución de 40 especies endémicas de vertebrados en La región del Altiplano y el norte de México mostraron la mayor área de reducción con escenarios de cambio garp y modelo climático cgcm2 con escenarios a los años 2020, 2050 y 2080. México (Semarnat-iNE 2006). climático. Efectos del cambio climático en la distribución de dos especies de salamandras pletodóntidas: Pseudoerycea cephalica y P. leprosa (Parra et al. 2005). El cambio climático puede representar un riesgo adicional para ambas especies, pero aún más dramático en el caso de P leprosa. Para el año 2050, esta especie perderá alrededor de 75% de su área de distribución, y si consideramos la deforestación, la proyección es todavía más desoladora. garp y HadCM2 para 2050, considerando una dispersión moderada de las especies. 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 173 Cuadro 1 [ concluye ] Región, especie o ecosistemas Posibles efectos del cambio climático Modelos biológicos y escenarios climáticos Evaluación de las variaciones genéticas de poblaciones de Pinus oocarpa mediante gradientes altitudinales en los bosque subtropicales de Michoacán y el efecto de la sustitución de cultivos de aguacate y cambio climático (Sáenz et al. 2006). Se recomienda elaborar guías de restauración y cultivos de aguacate basados en la delimitación de dispersión de semillas lejanas en 200 m. Se evaluó la variación genética en relación con la normal climática actual y con las proyecciones para 2030, 2060 y 2090, con base en el modelo FfadCM3 y gccm2. próximos años. Se sabe que los ecosistemas han respondido a los cambios en el clima en el pasado, pues estos se han dado en escalas temporales de miles o millones de años. Todavía es incierto en qué forma reaccionarán los ecosistemas a cambios rápidos en el clima, ya que no se tienen precedentes en los últimos 10 000 años (Salinger 2005). Adicionalmente, se debe considerar que la migración de las plantas, para encontrar las condiciones óptimas para su desarrollo, dependerá del grado de deforestación y fragmentación de los sistemas naturales, de las barreras físicas (ríos montañas, carreteras y ciudades) y de la competencia entre especies (Maslin 2004; Salinger 2005). En muchas partes del mundo se estudian los posibles efectos del calentamiento global sobre las especies, y aunque algunas (como las malezas e insectos) presentan alta capacidad de dispersión, muchas no podrán sobrevivir ya que solo habitan en lugares montañosos con alta fragmentación de su hábitat (Foster 2001) Por otra parte, es necesario conocer la capacidad adaptativa a cambios ambientales de comunidades y especies a lo largo de varios años y estudios de este corte apenas comienzan en nuestro país (Red mex-lter 2008). A escala mundial, la evaluación de la vulnerabilidad de los ecosistemas al cambio climático se realiza desde diferentes perspectivas. Por ejemplo, los modelos de simulación a escala regional y local aplican de manera experimental incrementos de C02, cambios en la humedad y en la concentración de nutrientes del suelo. También existen los estudios sobre los efectos fenológicos y fisiológicos que analizan los cambios en las fases de crecimiento, desarrollo y funcionamiento. Las simulaciones regionales evalúan la biomasa, composición, riqueza, sucesión y cambios en el uso de suelo. Por otra parte, la dendrocronología investiga los cambios en el grosor de anillos de troncos de especies leñosas y su relación con la variabilidad climática de baja frecuencia. Finalmente, los estudios basados en la percepción remota utilizan indicadores de la salud de la vegetación como el índice Normalizado de la Vegetación (ndvi), para identificar el efecto de la variabilidad climática en la fenología vegetal (Jobbágy et al. 2002; Prasad et al. 2005). En cada caso, el elemento clima está presente pero no se ha representado con el detalle espacial o temporal que permita llegar a conclusiones sobre valores o umbrales críticos en los cuales un ecosistema puede verse amenazado. Importancia de los estudios de cambio climático A ESCALA REGIONAL Una aproximación de la vulnerabilidad de los ecosistemas regionales en México es la caracterización del cambio en la época de crecimiento de sus comunidades, la cual está relacionada con la variabilidad anual e interanual del clima (Salinas-Zavala et al. 2002; GómeZ'Mendoza et al. 2008). Estos análisis permiten identificar el grado de resiliencia de las comunidades vegetales ante eventos extremos de sequías o lluvias intensas. Con ello es posible identificar especies y ecosistemas con menor capacidad de adaptación y, por tanto, más vulnerables. Para desarrollar estos análisis se pueden aprovechar los avances en materia de percepción remota. Una aproximación muy utilizada dentro de la literatura sobre fisiología y cambio climático es la de los grupos funcionales que caracterizan especies cuyas estrategias adaptativas ante una perturbación son similares (Steffen y Cramer 1997). De esta manera se identifican los grupos funcionales más vulnerables a cambios en el clima y aquellos que de acuerdo con sus mecanismos de adaptación son menos vulnerables. Tanto en la Primera como en la Tercera Comunicación Nacional de México sobre el Cambio Climático (Semarnat 2001; SemarnaMNE 2006), se ha trabajado con modelos que evalúan el impacto del cambio climático en la distribución de los tipos de vegetación o de especies de importancia ecológica (Peterson et al. 2002; Dávila y Téllez 2003; Soberón y Peterson 2005; SemarnaMNE 2006; Gómez y Arriaga 2007). Los resultados de estos estudios apuntan a una disminución significativa de la distribución potencial de las especies, sobre todo de aquellas que se encuentran dentro de alguna categoría de protección. 1 74 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 3.6 [ concluye ] Dichas evaluaciones integran los llamados modelos de hábitat, basados en datos de presencia-ausencia para los cuales existen diversos algoritmos (garp, Floramap, Bioclim, Anuclim, Climdex, Domain, Bayesian, Maxent). A estos modelos se aplican las condiciones biofísicas que hacen posible la presencia de cierta especie en escenarios de cambio climático. La desventaja de tales modelos es que solo consideran un escenario de cambio climático, lo cual deja fuera la incertidumbre relacionada con los propios escenarios y con la variedad de modelos usados, limitando así una aproximación real a la adaptación y la gestión del riesgo para el monitoreo y protección de los ecosistemas. Considerando las recomendaciones del ipcc, es importante que en México se hagan estudios que lleven a escenarios probabilísticos, como los que se asocian a los "ensambles” construidos con modelos del clima. Los modelos de distribución potencial son un buen comienzo para determinar modelos simples de la envolvente bioclimática de las especies (factores y componentes del clima) que tienen un papel importante en la distribución actual y en la dinámica de los cambios de distribución de una especie (Pearson y Dawson 2003), y son una buena base para quienes toman decisiones ya que identifican de manera rápida las regiones amenazadas por el cambio climático. Una aproximación más realista de la distribución de las especies debe considerar las relaciones complejas entre los factores que afectan la distribución, por ejemplo, la capacidad de dispersión en ecosistemas fragmentados y la interacción de especies, para lo cual se requieren modelos jerárquicos que resuelvan tanto el clima como la biodiversidad a diversas escalas. Perspectivas y retos Es necesario dirigir la investigación hacia a] estrategias de conservación del hábitat considerando el cambio climático; b ] definir cuáles son las especies más vulnerables de manera que se propongan estrategias de conservación in situ y ex situ, ye] estudios fisiológicos y de comunidades en relación con su tolerancia al estrés hídrico y térmico que lleven a estimar los valores de umbral de riesgo ante el cambio climático. Por otra parte, se requiere un análisis detallado del efecto del cambio de uso de suelo en el clima. Se sabe que la deforestación es una de las causas del incremento de los gases de efecto invernadero, principalmente de C02 y metano. Sin embargo, en México se conoce poco acerca de la influencia de estas alteraciones en el albedo, la humedad del suelo y la rugosidad sobre el clima regional. Entre las recomendaciones de publicaciones y de organismos internacionales, como el Convenio sobre la Diversidad Biológica se mencionan; mecanismos de conservación de los ecosistemas nativos, restauración de hábitats, implementación de corredores biológicos que garanticen la migración de especies, reducir la fragmentación de los ecosistemas, acciones para incrementar la resiliencia en las áreas naturales protegidas, uso de zonas agroforestales que conecten corredores naturales, conservación de zonas ecotonales y protección de especies y grupos funcionales clave, así como el estudio de los cambios de los regímenes de perturbación (tormentas, incendios, sequías, plagas) para entender y predecir cambios rápidos en los ecosistemas y su estabilidad. Un ejemplo parcial de actividades para cubrir varios de estos elementos es el Programa del Corredor Biológico Mesoamericano, coordinado por la Conabio. En México ya se han comenzado algunos trabajos en materia de adaptación al cambio climático, y algunos estudios piloto (Magaña y Neri 2007) parten de una estrategia de manejo participativo de quienes toman decisiones, tal como se hizo en el sector forestal del estado de Tlaxcala. Allí los dueños de predios forestales, los técnicos, los prestadores de servicios, las instituciones municipales y los representantes de las secretarías del ambiente llegaron a la conclusión de que las estrategias de adaptación al cambio climático deben incluir la conservación de áreas protegidas, la restauración de las zonas deforestadas, incendiadas y de los parques nacionales deteriorados. En el ámbito gubernamental, la Estrategia Nacional de Cambio Climático (Semarnat 2007), enumera las acciones que se deben llevar a cabo en materia de mitigación y adaptación. En el capítulo "Vegetación y uso del suelo” se mencionan las medidas concretas en el tema de emisiones de gases de efecto invernadero y oportunidades de mitigación, así como los que se relacionan con biodiversidad y servicios ambientales, donde se mencionan las siguientes líneas de acción y de investigación; a] Sistematización de información sobre afectaciones del cambio climático a los ecosistemas y sus componentes. b] Vulnerabilidad de los ecosistemas al cambio climático. c] Análisis de la capacidad de respuesta y adaptación de especies clave para el funcionamiento de los ecosistemas. d ] Análisis de los daños y el comportamiento de especies invasoras. e] Funcionamiento de corredores biológicos y nuevas delimitaciones. 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 175 3.3 Conclusiones y recomendaciones Perturbaciones como sequías, incendios forestales, hura- canes e inundaciones son parte integral de la dinámica de los ecosistemas y factores de selección natural que for- man parte del ambiente en el cual han evolucionado las especies. Sin embargo, en un contexto de transformacio- nes del paisaje, las alteraciones antropogénicas de los regímenes naturales o históricos de perturbación, el de- terioro ambiental y el cambio climático traen consigo consecuencias que pueden ser negativas para la conser- vación de la biodiversidad, así como para la resistencia y resiliencia de los ecosistemas. Aunado a esto, las pobla- ciones humanas están cada vez más expuestas a los de- sastres naturales, al mismo tiempo que se reduce la capa- cidad de los ecosistemas para mitigar sus efectos. Si bien los desastres son resultado de fenómenos natu- rales cuya frecuencia y magnitud están aumentando de- bido al cambio climático (Magrin etal. 2007), la crecien- te exposición de las poblaciones humanas a sus efectos es consecuencia en gran medida de factores sociales (factores causales indirectos; véase el capítulo 1 de este volumen), entre otros, el crecimiento demográfico, la pobreza y la marginación, la expansión desordenada de los asenta- mientos humanos, el deterioro ambiental causado por el impacto del hombre en el paisaje y los patrones de ocu- pación del territorio y uso del suelo. Considerando estas condiciones, es recomendable la aplicación de instrumen- tos como el ordenamiento ecológico del territorio, toman- do en cuenta la prevención de los riesgos de desastre y la conservación de ecosistemas que desempeñan un papel fundamental para mitigar los efectos de fenómenos natu- rales que dan origen a estos eventos catastróficos, como es el caso, por ejemplo, de los bosques protectores de las cabeceras de cuencas, los humedales y la vegetación ri- bereña y costera, y los arrecifes coralinos. En este sentido es indispensable fomentar el reconocimiento social, la cuantificación y la valoración de las funciones de los eco- sistemas y la biodiversidad en la generación de servicios ecosistémicos (véase el capítulo 4 de este volumen) que ayuden a reducir el impacto de los desastres. Asimismo, es urgente modificar las leyes y las políticas ambientales de México, a fin de que se reconozca que es importante mantener los ecosistemas del país y que se tomen medi- das para minimizar las actividades antropogénicas que actúan de manera sinérgica con ellos y que pueden au- mentar el riesgo de desastres en el futuro. Los resultados de este trabajo enfatizan el hecho de que el territorio mexicano está expuesto a una alta inci- dencia de sequías, incendios forestales, huracanes e inun- daciones. Más de un tercio del territorio nacional (35.4%) está expuesto a sequías fuertes (niveles 5 y 6 de acuerdo con nuestra clasificación), mientras que 64.4% sufre se- quías de intensidad media (niveles 3 y 4). Considerando la severidad de las sequías y su variabilidad, las ecorre- giones del noroeste del país (Península de Baja California, Sierra Madre Occidental y Desierto Chihuahuense) pare- cen ser las más afectadas por la influencia de dicho factor. Debido a que existe una alta probabilidad de que este tipo de perturbación aumente en el futuro por el cambio cli- mático, elaborar estrategias de reducción y adaptación al mismo deben ser consideradas una cuestión de alta prio- ridad nacional, particularmente en los casos de conser- vación de hábitats naturales, manejo de sistemas produc- tivos y gestión de los recursos hídricos en un país cuya superficie está dominada por zonas áridas y semiáridas y, por tanto, amenazada por procesos de desertificación (Semarnat-iNE 2006). Los incendios forestales son uno de los factores de perturbación más extendidos en el territorio mexicano, y tienen la particularidad de que se pueden originar por causas naturales, pero en la mayoría de los casos son an- tropogénicos, lo que implica que, en principio, pueden ser controlados. Ecosistemas como los bosques de pino y encino, y los pastizales, característicos de las ecorregio- nes montañosas y las zonas semiáridas, son resistentes y resilientes al fuego, factor que ha formado parte de su dinámica. Históricamente, en estos ecosistemas los in- cendios han sido frecuentes, pero de baja severidad. Sin embargo, en algunas áreas los regímenes históricos de in- cendios han sido alterados por la supresión del fuego que, paradójicamente, aumenta el peligro de incendios seve- ros por la acumulación de combustibles. En contraste, los resultados presentados en este capítulo resaltan el he- cho de que es en las ecorregiones con ecosistemas sensi- bles al fuego, como las selvas tropicales húmedas o los bosques mesófilos de montaña, e incluso los humedales, donde recientemente se presenta, de manera proporcio- nal, una mayor incidencia de fuegos. Esto puede expli- carse por diversos factores: el cambio climático, una ma- yor fragmentación de dichos ecosistemas y el aumento de los efectos de borde (Wuethrich 2000), un incremento de las fuentes de ignición antropogénicas y efectos sinér- gicos de eventos de sequía (asociados, por ejemplo, a los ciclos de El Niño) o de huracanes que producen acumu- lación de materiales combustibles. Esta situación implica la necesidad de desarrollar y poner en práctica estrate- gias de manejo del fuego basadas en un mejor conoci- 1 76 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio miento de los efectos ecológicos de los incendios en la composición, estructura y dinámica de los ecosistemas. Estas estrategias implican una combinación de medidas que van desde el control de las fuentes de ignición (como las quemas agrícolas) y la supresión de los incendios me- diante la prevención y combate, especialmente en ecosis- temas sensibles al fuego, hasta la aplicación de quemas prescritas y otros tratamientos de combustibles en eco- sistemas donde existen evidencias de un régimen de per- turbación por fuego como parte de su dinámica. Aunado a esto, se deben incluir mecanismos de pronóstico climá- tico o alertas de sequías para ecosistemas. El impacto de los huracanes afecta principalmente a las ecorregiones costeras, cuyos ecosistemas naturales (man- glares, humedales, arrecifes coralinos, bosques y selvas) juegan un papel muy importante en la mitigación de los efectos de estos fenómenos hidrometeorológicos. Entre los efectos probables del cambio climático, se espera una mayor frecuencia e intensidad de los huracanes y un au- mento en el nivel del mar, retos difíciles de superar en los ecosistemas costeros, sobre todo en un país como Méxi- co, dominado por sierras costeras o paisajes transforma- dos significativamente, que impedirán la migración futu- ra de la biota (Hinrichsen 2000; Emanuel 2005). Por eso, y tomando en cuenta los profundos daños socioeconó- micos de estos eventos hidrometeorológicos, el ordena- miento territorial, las estrategias de prevención de desas- tres y la reducción de la vulnerabilidad de las poblaciones humanas, así como la conservación de los ecosistemas por sus funciones protectoras son medidas necesarias y urgentes que no deben ser aplazadas debido a los intere- ses económicos de corto plazo. A pesar de la importancia de las inundaciones, la infor- mación disponible limitó la posibilidad de llevar a cabo un análisis por ecorregiones. Es necesario conocer mejor la función de los bosques, selvas y humedales, así como otros ecosistemas naturales o transformados en la regu- lación del ciclo hidrológico y la protección de las cabece- ras de cuencas. Asimismo, hay que entender mejor el papel de los ciclos de inundación en la dinámica y con- servación de la biodiversidad de ecosistemas fluviales y lacustres, humedales y llanuras de inundación. También es importante considerar el impacto de las formas de uso del suelo, los sistemas de producción y manejo de los re- cursos naturales, y los patrones socioeconómicos de asen- tamiento humano y ocupación del territorio, y los inten- tos de canalización de los ríos en cuanto al aumento de la vulnerabilidad de los ecosistemas y las poblaciones hu- manas a los efectos de las inundaciones. Los fenómenos hidrometeorológicos y los incendios forestales presentan interacciones sinérgicas y son sensi- bles a los efectos del cambio climático, con consecuen- cias importantes para la conservación de los ecosistemas y la biodiversidad, así como para el bienestar socioeco- nómico en México. Tales efectos sinérgicos pueden ser más críticos en el futuro, y aún no se entienden claramen- te. Así, es importante resaltar la necesidad de fomentar la investigación científica que proporcione mayor conoci- miento de los efectos ecológicos y sociales de las pertur- baciones y los desastres, como base para desarrollar y poner en práctica medidas adecuadas de conservación de la biodiversidad y los ecosistemas, un manejo sosteni- ble de los recursos naturales y mejorar las condiciones de vida de las poblaciones humanas, previniendo los desas- tres y desarrollando estrategias de mitigación y adapta- ción frente al cambio climático. Otro aspecto que tam- bién es necesario mejorar son los sistemas de información sobre fenómenos hidrometeorológicos e incendios, para superar las limitaciones y deficiencias que obstaculizan la planificación y la toma de decisiones. Notas 1 Aquí usamos el término perturbación como sinónimo de disturbance en la acepción de Pickett y White, por ser de uso corriente en la literatura ecológica en español, en lugar del término disturbio, que tiene la connotación de “alteración del orden social” (Terradas 2001). 2 El término residencia aquí se utiliza como la capacidad de un sistema para absorber o resistir el efecto de perturbaciones, manteniendo su estructura y funcionamiento básicos (Gun- derson y Holling 2002). 3 Se considera una metapoblación al conjunto de subpobla- ciones locales, abiertas, fragmentadas y discontinuas que ocupan distintos parches con una dinámica independiente, separadas entre sí por distintas distancias y vinculadas por procesos como la migración, la extinción y la colonización (Levins 1969). 4 En el caso de los incendios forestales se considera como ries- go la probabilidad de que se inicie el fuego por causas natu- rales (rayos, tormentas eléctricas) o humanas (quemas agrí- colas) y que este se propague, lo cual se relaciona con las condiciones meteorológicas; como peligro se considera el efecto potencial del incendio sobre la vegetación o su resis- tencia a los esfuerzos de control, lo cual está determinado principalmente por los combustibles forestales y sus propie- dades físicas (tipo, carga, distribución) (Pyne 1995). 3 • Perturbaciones y desastres naturales: impactos sobre las ecorreglones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico 177 Referencias Abramovitz, J.N. 1999. 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Análisis probabilístico de escenarios esca- lados de precipitación y temperatura de cambio climático en México. Tesis de maestría, unam, México. ¿l Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos autoras responsables: Patricia Balvanera • Helena Cotler coautores: Octavio Aburto Oropeza • Abigail Aguilar Contreras • Martha Aguilera Peña • Martín Aluja • Adolfo Andrade Cetto • Inés Arroyo Quiroz • Lorena Ashworth • Marta Astier • Patricia Ávila • Daniel Bitrán Bitrán • Teodiceldo Camargo • Julio Campo • Beatriz Cárdenas González • Alejandro Casas • Francisco Díaz-Fleischer • Jorge D. Etchevers • Adrián Ghillardi • Everardo González-Padilla • Alejandro Guevara • Elena Lazos • Catalina López Sagástegui • Raquel López Sagástegui • Julia Martínez • Omar Masera • Marisa Mazarí • Alejandro Nadal • Diego Pérez-Salicrup • Ramón Pérez-Gil Salcido • Mauricio Quesada • Julieta Ramos-Elorduy • Alejandro Robles González • Hipólito Rodríguez • Juan Rull • Gerardo Suzán • Carlos H. Vergara • Santiago Xolalpa Molina • LuisZambrano • Alba Zarco autores de recuadros: 4.7, Marta Astier • 4.2, Adolfo Andrade Cetto • 4.3, Marisa Mazarí, Alba Zarco • 4.4, Martín Aluja, Juan Rull, Martha Aguilera Peña, Francisco Díaz-Fleischer • 4.5, Alejandro Casas • 4.6, Jorge D. Etchevers, Julio Campo • 4.7, Alejandro Guevara revisores: Bernardus B.H.J. de Jong • Luis E. García Barrios • Carlos Muñoz Contenido 4.1 Introducción / 787 4.1.1 Contexto/ 787 4.2 Tipos de servicios ecosistémicos / 788 4.3 Oferta temporal y espacial de los servicios ecosistémicos en México / 191 4.3.1 Servicios de provisión / 797 • Alimentos derivados de la agricultura / 797 • Alimentos derivados de la ganadería / 794 • Alimentos derivados de la pesca / 795 • Alimentos derivados de la acu icultura / 798 • Madera / 798 • Leña / 207 • Recursos diversos / 207 • Agua (cantidad y calidad, que incluye servicios de provisión, regulación y soporte) / 205 4.3.2 Servicios de regulación / 273 • Regulación asociada a la biodiversidad / 273 • Regulación de plagas, de vectores de enfermedades y de la polinización / 213 • Regulación de la erosión del suelo / 277 • Regulación del clima y de la calidad del aire / 227 • Regulación de la respuesta a eventos naturales extremos / 222 ► Balvanera, P., H. Cotler et al. 2009. Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos, en Capital natural de México, vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio. Conabio, México, pp. 185-245. [ 185 ] 1 86 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio 4.3.3 Servicios culturales/ 223 4.4 Relaciones complejas entre servicios / 227 4.5 El papel de las políticas en la capacidad presente y futura de los ecosistemas para proporcionar servicios ecosistémicos / 233 4.6 Hacia el mantenimiento de los ecosistemas y sus servicios / 235 4.7 Conclusión / 236 Referencias / 236 Recuadros Recuadro 4.1. Servicios de provisión, regulación y culturales que proporcionan los agroecosistemas de México: el caso del maíz en la cuenca del Lago de Pátzcuaro / 192 Recuadro 4.2. Recursos diversos de México y sus usos potenciales: el caso de plantas medicinales y el desarrollo de medicamentos / 203 Recuadro 4.3. Cambios temporales en la capacidad de regulación de la calidad del agua: el caso de la cuenca alta del Río Lerma / 277 Recuadro 4.4. La regulación biológica de plagas: el caso de la mosca de la fruta / 275 Recuadro 4.5. La regulación de la polinización: un servicio ecosistémico para la agricultura y su relación con el mantenimiento de la biodiversidad / 276 Recuadro 4.6. Indicadores de la capacidad de proporcionar servicios ecosistémicos o de impactos severos a esta capacidad: el caso de la regulación del mantenimiento de la fertilidad del suelo / 278 Recuadro 4.7. Valoración de servicios ecosistémicos: el caso de los manglares / 225 4 • Estado y tendencias de ios servicios ecosistémicos 187 Resumen La sociedad mexicana interactúa de forma dinámica con los . ecosistemas que se presentan en nuestro territorio, lo que da lugar a distintos beneficios o servicios ecosistémicos. Estos servicios incluyen los de provisión, también llamados bienes; los de regulación, que modulan las condiciones en las cuales habitamos y realizamos nuestras actividades productivas; los culturales, que pueden ser tangibles o intangibles pero que dependen fuertemente del contexto sociocultural, y los de sustento, que son los procesos ecológicos básicos. En este capítulo se hace una síntesis de la información disponible hasta el momento sobre la capacidad de los ecosistemas mexicanos para proveer los primeros tres tipos de servicios, haciendo hincapié en los patrones temporales (es decir, aumento o disminución de la capacidad de provisión de los servicios) y espaciales (diferencias entre distintas zonas del país en cuanto a la capacidad de provisión). Los servicios de provisión analizados son; alimentos derivados de la agricultura, alimentos derivados de la ganadería, alimentos derivados de la pesca, alimentos derivados de la acuicultura, madera, leña, recursos diversos (con énfasis en productos forestales no maderables, plantas vasculares medicinales, vertebrados silvestres útiles e insectos comestibles y medicinales). Los servicios de regulación incluyen agua (cantidad y calidad), regulación asociada a la biodiversidad (con énfasis en la regulación de plagas, de vectores de enfermedades y de la polinización), regulación de la erosión del suelo, regulación del clima y de la calidad del aire, y regulación de la respuesta a eventos naturales extremos. Analizamos posteriormente las interacciones complejas de servicios. Para ¡lustrar esto mostramos las consecuencias negativas de la expansión de las fronteras agrícola y ganadera, y de la intensificación de la agricultura sobre varios servicios de regulación; analizamos además algunas de las consecuencias del fomento a la provisión de alimentos derivados de la pesca y la agricultura, y de la extracción de productos forestales sobre los servicios de regulación; finalmente mostramos la importancia de los aspectos socioculturales en el manejo de los ecosistemas. Después analizamos cómo las políticas preponderantes han promovido la protección de algunos servicios asociados a la conservación de la biodiversidad, cómo han abordado los aspectos ligados con la regulación climática y la regulación de la respuesta a eventos extremos, pero también cómo han promovido la obtención de servicios de provisión a costa de los servicios de regulación. Concluimos que si bien es necesario cubrir las necesidades básicas de la población, también es fundamental asegurar la sustentabilidad de esta provisión así como el mantenimiento (o recuperación) de los servicios de regulación y culturales. Para lograrlo es necesario contar con mayor información al respecto, establecer políticas de gobierno con una visión transversal que incluya los distintos servicios ecosistémicos y sus interacciones, así como asegurar un diálogo incluyente entre los distintos sectores de la población. 4.1 Introducción 4.1.1 Contexto Los seres humanos obtenemos numerosos beneficios de los sistemas naturales que nos rodean, así como de la bio- diversidad que estos albergan. Hemos transformado al- gunos de ellos en sistemas de producción intensiva de bienes; por ejemplo, bosques, selvas y pastizales natura- les han sido convertidos en sistemas agropecuarios para la producción de alimentos. Estos cambios modifican la capacidad que tienen los ecosistemas para brindarnos otros beneficios de los cuales no siempre nos percata- mos; hemos intercambiado la elevada contribución de los bosques a la regulación del clima o al control de la erosión por la reducida contribución que hacen los siste- mas agropecuarios. Así, en la búsqueda de satisfactores a nuestras necesidades hemos minado la capacidad que tienen los sistemas naturales para mejorar la calidad de nuestras vidas. El balance es complejo: hemos privilegia- do la posibilidad de obtener ciertos tipos de beneficios a costa de otros; hemos favorecido los satisfactores a corto plazo a costa de aquellos a mediano y largo plazo; hemos enfatizado la obtención de bienes en nuestro entorno in- mediato a costa de consecuencias en nuestro alrededor. Esta situación es común en todo el planeta. Sin embargo, en México se presenta un caso particular donde se com- binan, por un lado, la elevada diversidad biológica y cul- tural de nuestro país, y por otro, un profundo deterioro de los sistemas que albergan esta biodiversidad, con con- secuencias negativas para la población humana. Ante esa problemática, en este capítulo pretendemos mostrar la situación actual de nuestro país en cuanto a su capacidad para beneficiar actualmente o en el futuro a las poblaciones humanas. Utilizamos el término servicios ecosistémicos para abarcar todos los beneficios que las 188 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio poblaciones humanas obtenemos de los ecosistemas (Millennium Ecosystem Assessment 2005). El enfoque que utilizamos abarca todo el ecosistema, el cual es la unidad funcional básica de la naturaleza, en donde inter- actúan componentes bióticos (plantas, animales, micro- organismos) y abióticos (energía, agua, suelos, nutrientes, atmósfera). En este capítulo entendemos a las sociedades humanas como sistemas complejos que interactúan de forma dinámica con estos ecosistemas, siendo el ser hu- mano una de las especies que habitan en ellos. En este capítulo ponemos particular énfasis en los aspectos eco- lógicos asociados a la provisión de los distintos servicios; otros capítulos en esta obra abordarán con mayor detalle los aspectos económicos, sociales y políticos asociados al manejo de los ecosistemas mexicanos. Hemos dividido nuestro capítulo en cinco apartados: 1 ] una introducción, que incluye un conjunto de defini- ciones acerca de los servicios ecosistémicos y los compo- nentes de los sistemas naturales involucrados en estos; 2] una perspectiva de las tendencias espaciales y tempo- rales sobre la capacidad de los ecosistemas mexicanos para proveer servicios ecosistémicos; 3] una discusión de las relaciones entre servicios, 4] una discusión sobre el papel de las políticas públicas al promover cambios en la capacidad presente y futura de los ecosistemas mexica- nos para brindar los distintos servicios, y 5] una discu- sión de perspectivas para lograr el mantenimiento futuro de los servicios ecosistémicos en nuestro país. 4.2 Tipos de servicios ecosistémicos Existen varias formas de clasificar los servicios ecosisté- micos. La más común los divide en bienes y servicios, para destacar la diferencia entre lo que consumimos, que es tangible, y aquello que nos beneficia de manera menos tangible. Sin embargo, esta clasificación no permite un vínculo explícito entre la forma en que se proporcionan los servicios y la forma en que la sociedad se ve favoreci- da. En este capítulo utilizamos una tipología que nos per- mite analizar los vínculos entre el bienestar de las pobla- ciones humanas y los ecosistemas. Esta clasificación fue propuesta por el Millennium Ecosystem Assessment, una iniciativa internacional que sintetizó la información disponible acerca de la estrecha relación entre los ecosis- temas y las sociedades humanas (Millennium Ecosystem Assessment 2005). Los servicios ecosistémicos más fácilmente reconoci- bles son los de provisión. Se trata de bienes tangibles, también llamados recursos naturales o bienes; en esta categoría están incluidos los alimentos, el agua, la made- ra, las fibras. Estos servicios proporcionan el sustento básico de la vida humana; los esfuerzos por asegurar su provisión guían las actividades productivas y económi- cas (cuadro 4.1). Otros servicios igualmente fundamentales para el bien- estar humano, aunque mucho menos fáciles de recono- cer, son los de regulación. En este caso se incluyen pro- cesos ecosistémicos complejos mediante los cuales se regulan las condiciones del ambiente en que los seres hu- manos realizan sus actividades productivas. En esta cate- goría se incluyen la regulación climática, la regulación de los vectores de enfermedades y la regulación de la ero- sión de los suelos, entre otros. Los ecosistemas brindan también beneficios que de- penden de las percepciones colectivas de los humanos acerca de los ecosistemas y de sus componentes. En este caso se habla de servicios culturales, los cuales pueden ser materiales o no materiales, tangibles o intangibles. Los beneficios espirituales, recreativos o educacionales que brindan los ecosistemas se consideran en esta cate- goría. Los servicios de sustento son los procesos ecológicos básicos que aseguran el funcionamiento adecuado de los ecosistemas y el flujo de servicios de provisión, de regu- lación y culturales. Entre estos servicios se encuentran la productividad primaria, que es la conversión de energía lumínica en tejido vegetal, y el mantenimiento de la bio- diversidad. La interacción dinámica entre las sociedades humanas y los ecosistemas es determinante del tipo de servicios ecosistémicos que se proporcionan. Las condiciones cul- turales, económicas y políticas de las sociedades deter- minan el tipo de decisiones que se toman para manejar los ecosistemas y así promover o afectar (de forma cons- ciente y premeditada o de forma involuntaria) los distin- tos servicios. A su vez, el flujo de servicios ecosistémicos determina el bienestar humano, y por lo tanto las condi- ciones de las sociedades humanas; la falta, escasez o dis- tribución desigual de estos servicios pueden ocasionar conflictos sociales o políticos (Millennium Ecosystem Assessment 2005). En la presentación de los servicios que proporcionan los ecosistemas mexicanos nos hemos limitado a aque- llos para los cuales existe al menos cierto grado de infor- mación disponible. 4 • Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 189 Cuadro 4.1 Servicios ecosistémicos, beneficios que brindan a las poblaciones humanas y procesos ecosistémicos asociados a estos servicios Servicio Importancia para el bienestar humano Tipo de ecosistema que brinda el servicio Procesos ecosistémicos involucrados en el servicio Actividades humanas involucradas en la obtención del servicio Alimentos derivados de la agricultura Campo agrícola Productividad primaria: transformación de luz solar en tejido vegetal por medio de la fotosíntesis Remoción de la cobertura vegetal, uso de insumos químicos, riego, maquinaria o sustitutos orgánicos, introducción de especies, selección o mejoramiento genético Alimentos derivados de la ganadería Sustento básico y recursos económicos Pastizal, encierros, campo agrícola (complementos alimenticios), matorrales, selvas y bosques Productividad secundaria/ terciaria: transferencia de energía desde los productores primarios (que realizan la fotosíntesis) hacia niveles tróficos superiores Cría de ganado en pastizales, encierros o zonas con cobertura vegetal, suplementación alimenticia, introducción de especies, selección o mejoramiento genético Alimentos derivados de la pesca Océanos, ecosistemas costeros (e.g. lagunas) y ecosistemas acuáticos continentales Extracción de productos marinos silvestres, manejo del ecosistema Alimentos derivados de la acuicultura Cuerpos de agua naturales y artificiales Introducción de especies, construcción de estanques, establecimiento de granjas, suplementación alimenticia Madera Material de construcción y bienestar económico Bosques y selvas Productividad primaria Extracción de individuos de talla y especies comerciales, manejo forestal Leña Fuente de energía Bosques, selvas, matorrales, manglares, desiertos Productividad primaria Extracción Recursos diversos Usos múltiples (e.g. alimentos, medicinas, materiales de construcción), recursos económicos, importancia cultural (presente o futura) Todos los ecosistemas del país Mantenimiento de la biodiversidad y de las poblaciones de especies útiles Extracción, manejo de especies, manejo de ecosistema Agua (cantidad) Sustento básico, actividades productivas (agricultura, industria), funcionamiento de los ecosistemas Ecosistemas terrestres y acuáticos continentales, océanos y atmósfera Interacción entre patrones climáticos, vegetación, suelo y procesos del ciclo hidrológico Construcción de presas, sistema de riego/alcantarillado, manejo de cuencas Agua (calidad) Regulación de concentraciones de contaminantes y organismos nocivos para la salud humana y la del ecosistema Ecosistemas terrestres y acuáticos continentales, océanos y atmósfera Interacciones químicas, físicas y biológicas de ecosistemas acuáticos y terrestres Reducción en la liberación de contaminantes, mantenimiento de ecosistemas y procesos Regulación de la biodiversidad Regulación de casi todos los servicios ecosistémicos Todos los ecosistemas del país Interacciones biológicas entre organismos y con los componentes abióticos de los ecosistemas Mantenimiento de la biodiversidad, manejo de especies individuales, manejo de ecosistemas, introducción de especies 1 90 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 4.1 [concluye] Servicio Importancia para el bienestar humano Tipo de ecosistema que brinda el servicio Procesos ecosistémicos involucrados en el servicio Actividades humanas involucradas en la obtención del servicio Regulación de plagas, de vectores de enfermedades y de la polinización Regulación de los pollnizadores: producción de algunos cultivos comerciales; regulación de plagas y vectores de enfermedades: control biológico de organismos nocivos Todos los ecosistemas del país Interacciones biológicas entre organismos y con los componentes abióticos de los ecosistemas: mutualismo (polinización), competencia, depredación, mantenimiento Mantenimiento de la biodiversidad, manejo de especies individuales, manejo de ecosistemas, introducción de especies Regulación de la erosión Mantenimiento del suelo y sus servicios de moderación del ciclo hidrológico, soporte físico para las plantas, retención y disponibilidad de nutrientes, procesamiento de desechos y materia orgánica muerta, matenimiento de la fertilidad del suelo y regulación de los ciclos de nutrientes Ecosistemas terrestres del país Interacciones entre la vegetación y los macro y microorganismos del suelo, que mantienen a este y sus funciones Mantenimiento de biodiversidad del suelo, de cobertura vegetal y de procesos Regulación del clima Mantenimiento de condiciones climáticas adecuadas para la vida humana, sus actividades productivas y la vida en general Atmósfera y todos los ecosistemas terrestres, acuáticos y marinos Interacciones entre la atmósfera y sus componentes, y con la tierra y su tipo de cobertura Reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y conservación/manejo de cobertura vegetal Regulación de la calidad del aire Regulación de concentraciones de contaminantes nocivos para la salud y para la visibilidad Atmósfera y todos los ecosistemas terrestres, acuáticos y marinos Interacciones entre la atmósfera y sus componentes, la tierra y su tipo de cobertura, y las actividades productivas Reducción de emisiones de contaminantes y manejo de cobertura vegetal Regulación de la respuesta a eventos naturales extremos Regulación de la respuesta de los sistemas naturales al embate de eventos naturales extremos y sus consecuencias sobre la población humana Atmósfera y todos los ecosistemas terrestres Interacciones entre los componentes físicos y bióticos de los ecosistemas y los patrones climáticos Conservación/manejo de ecosistemas terrestres Servidos culturales Seguridad, belleza, espiritualidad, recreación cultural y social para las poblaciones Todos los ecosistemas del país Evolución a lo largo del tiempo y del espacio de la interacción entre los humanos y los ecosistemas Mantenimiento de la biodiversidad y de los ecosistemas del país, mantenimiento del conocimiento y percepciones Fuentes: Balvanera y Prabhu (2004); Beattie et al. (2005); Bravo de Guenni et al. (2005); Bruijnzeel (2004); Buchmann y Nabham (1996); Cassman et al. (2005); Daily et al. (1997); De Groot et al. (2005); Díaz et al. (2005); Falkenmark (2003); Folke et al. (2002); House et al. (2005); iea (2002); Lavelle et al. (2005); Lovelock (1979); Panayatou y Ashton (1992); Pauly et al. (2005); Sampson et al. (2005); Shvidenko et al. (2005); Vorosmarty et al. (2005); Wood et al. (2005). 4 • Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 191 4.3 Oferta temporal y espacial de los SERVICIOS ECOSISTÉMICOS EN MÉXICO Las características propias y la condición actual de los ecosistemas mexicanos son determinantes del tipo, de la cantidad y de la calidad de los servicios que estos pueden proporcionar a las poblaciones humanas. La evaluación de las condiciones actuales de los ecosistemas mexicanos para brindar distintos servicios ecosistémicos, de los cam- bios temporales que se han presentado en estos, así como de los contrastes espaciales en nuestro heterogéneo país es indispensable para la adecuada planeación de las nece- sidades futuras de la población mexicana. A continua- ción presentamos un primer análisis de estos patrones. 4.3.1 Servicios de provisión Alimentos derivados de la agricultura El uso y la transformación de ecosistemas para obtener alimentos ha sido una actividad humana preponderante (cuadro 4.1). La obtención de alimentos derivados de la agricultura depende de la productividad primaria, es de- cir, la transformación de energía lumínica en tejido vege- tal. Además, los ecosistemas naturales se han transfor- mado en campos de cultivo con una o pocas especies; se han domesticado las especies de mayor utilidad, selec- cionándose variedades con distintas características, e incluso modificando genéticamente los organismos para conferirles las características deseadas; además, se han utilizado insumos externos, como fertilizantes y plagui- cidas, así como maquinaria para maximizar la produc- ción (Wood et al. 2005). La elevada diversidad biológica y cultural de México contribuyó a que un gran número de plantas silvestres fueran domesticadas; nuestro país es uno de los princi- pales centros de origen de la agricultura. El maíz fue do- mesticado en México, en la región del Balsas, y hoy día se cuenta todavía con una gran diversidad de parientes sil- vestres y de variedades de maíz (MacNeish y Eubanks 2000). Los sistemas tradicionales de producción de maíz incluyen distintas variedades que se acoplan a diferentes condiciones climáticas, edáficas y de manejo; incluyen además una gran diversidad de especies, como frijoles, chiles y calabazas (recuadro 4.1). Sin embargo, a pesar de esta rica historia y del gran número de plantas nativas cultivadas, solo tres cultivos, maíz, frijol y sorgo (el cual no es nativo de México), cu- bren 49% de la superficie cultivada del país (Siacon 2005). El incremento en la producción agrícola depende tanto de la expansión de la frontera agrícola como del aumento en los rendimientos por unidad de superficie. La exten- sión de la frontera agrícola puede evaluarse por medio de la evolución de la superficie sembrada: en México, esta ha permanecido relativamente estable en los últimos 20 años (alrededor de 23 millones de hectáreas). En cambio, la superficie cultivada per cápita acusó un descenso cer- cano a 29%, al pasar de 0.339 a 0.240 hectáreas por per- sona entre 1980 y 2002 (Siacon 2005). Los aumentos en el rendimiento se deben al tipo de tecnología utilizada (maquinaria, insumos químicos, semillas, irrigación y manejo de recursos genéticos por productores tradicio- nales) y pueden evaluarse a partir del análisis de los ren- dimientos (toneladas por hectárea). Se observa un ligero aumento en la producción (Fig. 4.1), debido al uso de tec- nologías intensivas en insumos y capital en algunas regio- nes del país. Por ello el volumen de los insumos se incre- mentó 22% para los plaguicidas y 21% para el consumo de energía eléctrica empleada en el predio, aunque el con- sumo de fertilizantes a base de fosfatos permaneció cons- tante y el de fertilizantes a base de nitrógeno disminuyó (-5%) (ocde 2008). Este panorama no es homogéneo a lo largo del país. Las grandes unidades de producción co- mercial agropecuaria, principalmente en el norte, requie- ren capital y dependen de la irrigación y de la adquisición de insumos. Las unidades de producción de autosubsis- tencia, que se encuentran principalmente en el centro y sur del país, producen alimentos básicos como maíz y frijol. En la zona sur existen plantaciones y productores de autosubsistencia de café, caña de azúcar y plátano. La producción de maíz aumentó de 12 a 19 millones de toneladas entre 1980 y 2002 (Siacon 2005). La super- ficie sembrada se incrementó en 651 000 hectáreas, mien- tras que los rendimientos aumentaron de 1.6 a 2.3 to- neladas por hectárea. El aumento en la producción se explica fundamentalmente por el incremento en los ren- dimientos durante el periodo 1980-1988, cuando se di- fundió con mayor velocidad la tecnología de la llamada Revolución Verde. En el caso del frijol se observa una situación análoga. La mejoría en los rendimientos es un factor que contri- buyó de manera importante al crecimiento en la produc- ción. Sin embargo, el aumento en los rendimientos fue modesto (se pasó de 475 a 660 kg por hectárea). La su- perficie cultivada se expandió de manera limitada (en tan solo 124 000 hectáreas) (Siacon 2005). En el caso del sorgo, una especie forrajera, se observa una clara expansión de la superficie cultivada (aumentó 1 92 Capital natural de A /léxico • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 4.1 Servicios de provisión, regulación y culturales que proporcionan los agroecosistemas de México: el caso del maíz en la cuenca del Lago de Pátzcuaro Marta Astier Los agroecosistemas campesinos del maíz de la cuenca del Lago de Pátzcuaro son unidades de manejo complejas, compuestas por diversos subsistemas, y son multifuncionales (Fig. 1). Estas unidades cubren, por un lado, el objetivo de asegurar el autoconsumo de maíz y la generación de ingresos de los productores. Por otro, satisfacen también fines gastronómicos, festivos y religiosos. Los más de 3 000 productores de maíz de secano, con bajos insumos, produjeron aproximadamente 19 000 toneladas de maíz en el año 2002, sin contabilizar las ventas de ganado u otros subproductos (Sagar-Sedagro 2002). La diversidad de maíz también representa un servicio de provisión. En un estudio reciente se identificaron siete razas y más de 15 variedades locales reconocidas, sembradas y utilizadas por los agricultores de la región. Este acervo de germoplasma responde a la diversidad agroambiental (o del uso del paisaje), pero también a la diversidad de la demanda de tipos de maíz y de subproductos. Los agricultores trabajan dos, tres y hasta cuatro parcelas ubicadas en parajes diferentes; estos sitios pueden contar con características climáticas y edáficas disímiles y, por lo mismo, los agricultores utilizan en promedio cinco variedades de maíz diferentes (Astier y Barrera-Bassols 2005). Figura 1 Esquema del agroecosistema de maíz en la cuenca del Lago de Pátzcuaro y los servicios ecosistémicos que porporciona. Fuente: elaborada por M. Astier. 4 • Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 193 La diversidad de cultivos y variedades tiene un efecto en la regulación de plagas, enfermedades y condiciones de fertilidad del suelo. En esta región la mayoría de los agricultores cultiva más de tres especies, aunque no es raro encontrar a quienes siembran más de cinco de manera asociada o en rotación; los cultivos más comunes son maíz, frijol, trigo, avena y ebo ( Vicia sativa). Estudios realizados en la región demuestran que el ebo manejado en esquemas de rotación favorece la presencia de macroentomofauna benéfica (Pérez-Agís 2000), la calidad de los suelos (Astier et al. 2006) y la economía de la unidad productiva (Astier y Hollands 2005). Diversificar significa incrementar la oferta de productos cosechados y disminuir el riesgo por pérdidas debido a perturbaciones climáticas o biológicas. A diferencia de los paisajes uniformes de la agricultura más comercializada y moderna, la agricultura de la región de Pátzcuaro comprende un mosaico en donde se intercalan las parcelas cultivadas, las praderas en descanso, los bosques y las huertas frutales. El cultivo del maíz tiene una gran importancia entre los purépechas, no solo como alimento sino como elemento vital de su cultura. Esto se refleja en el gran significado ceremonial- religioso que ha tenido a lo largo del tiempo, y en la enorme variedad de platillos que se preparan con él (Mapes 1987). Existe una cultura culinaria purépecha muy elaborada, ya que cada platillo requiere un tipo específico de maíz y frecuentemente incluye otros cultivos nativos, como la chía ( Chenopodium berlandieri), el tamarindo, el nurite ( Satureja macrosterma), el frijol y los chiles. El maíz de color (elotes occidentales y elote cónico) se utiliza para pozole, chapatas, jahuacatas, ponteduros, iurichustatas, etc.; el maíz amarillo (cónico), para los elotes cocidos, las tortillas, el pinole y el ganado; el maíz blanco (chalqueño, purépecha, cónico), para hacer tortillas, atoles, tokeras, gorditas, corundas (Astier y Barrera-Bassols 2005). Se tienen además las festividades relacionadas con el maíz que provienen del mundo prehispánico, y que hoy se celebran de acuerdo con el santoral; las ceremonias propiciatorias, como la del Domingo de Ramos (que coincide con la fecha de la siembra), cuando se bendicen las semillas; la de san Isidro Labrador, "el santo de los agricultores”, al que se le adorna con mazorcas de maíz de todos los tipos, y la Fiesta de Corpus Christi o "fiesta de las aguas”, en la que se piden lluvias abundantes. También están las ceremonias del maíz nuevo, en las que se ofrecen los primeros frutos, y las de agradecimiento, al finalizar la cosecha (Barrera-Bassols 2003; Mapes 1987). Cada ceremonia religiosa viene acompañada de un platillo típico especial o de una ofrenda con maíz. Por estas razones, los sistemas campesinos relacionados con el maíz ofrecen un legado de germoplasma y conocimientos locales. Este legado, sin embargo, además de no estar valorado en el mercado, se encuentra amenazado; hay un abandono acelerado de los sistemas agrícolas campesinos; las prácticas de manejo beneficiosas se empiezan a perder y existe un creciente aumento de la entrada de maíz híbrido procedente de otras regiones. Se requiere una política que estimule esquemas sustentables para los diferentes "momentos” de este sistema alimenticio: producción, distribución, procesamiento y consumo. En otras palabras, se debe premiar la diversidad genética, la oferta de productos sanos, los servicios de regulación, la gastronomía tradicional y la continuación de una identidad cultural. en más de 358 000 hectáreas); en cambio, los rendimien- tos cayeron de 2.8 a 2.5 toneladas por hectárea (Siacon 2005). Esto puede significar que la expansión de la super- ficie cultivada se hizo en tierras de menor calidad. Puede verse un incremento ligero en la producción y una tendencia al mantenimiento de la superficie cultiva- da para los principales granos y oleaginosas. Cuando se analizan las tendencias per cápita se observa que la pro- ducción de granos básicos por habitante ha permanecido constante en la última década (cepal 2006). El balance entre oferta y demanda de granos básicos es negativo: los ecosistemas mexicanos transformados para la actividad agrícola solo satisfacen alrededor de 65% del consumo, por lo que el resto de la demanda se satisface por medio de la importación. Existen varias alternativas, cada una asociada a costos y beneficios particulares. Para satisfacer el déficit actual, o por lo menos la creciente demanda de alimentos aso- ciada al crecimiento poblacional, la expansión de la fron- tera agrícola solo podrá darse en terrenos no aptos para la agricultura (con bajos rendimientos y elevados costos ambientales), y a pesar de una estabilidad en la superficie agrícola del país se constatan severos deterioros en estos, tanto en zonas montañosas, por efectos de la erosión, como por el uso excesivo de riego y agroquímicos en zo- nas planas (ocde 2008). Los sistemas de producción agrícola intensiva presentan actualmente rendimientos elevados, dependientes de usos intensivos de plaguici- das, fertilizantes y herbicidas. Podrían darse aumentos en la productividad por unidad de superficie mediante la 1 94 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio [~a~| Superficie sembrada (hectáreas) Polinómica [superficie sembrada (hectáreas)] —o— Producción (toneladas) Polinómica [producción (toneladas)] LO 03 ~o 03 (D C 0 4— > (D “O LO CD C _o 1 E Rendimiento (toneladas/hectárea) Polinómica [rendimiento (toneladas/hectárea)] -o- Superficie sembrada (hectáreas) Polinómica [superficie sembrada (hectáreas)] 03 CD U CD CD “O C O Figura 4.1 Tendencias temporales de la producción de alimentos derivados de la agricultura en México entre 1980 y 2006: (a) expansión de la frontera extensiva: superficie sembrada y producción (maíz, frijol y sorgo), así como un resumen de la tendencia polinómica, y (b) expansión de las fronteras extensiva e intensiva: rendimientos y superficie sembrada. Fuente: Siacon (2005). adopción y difusión de tecnologías apropiadas y susten- tadles, que permitan reducir o controlar los impactos ambientales de la intensificación para los productores que trabajan en condiciones adversas (baja calidad de sus tierras, pendientes pronunciadas de sus parcelas, eleva- dos riesgos de sequía, lluvias torrenciales, heladas tem- pranas o plagas). La promoción y el mantenimiento de sistemas diversos de producción, en el contexto de un uso diverso de distintas unidades del paisaje, permitirá diversificar los productos obtenidos mientras se maximi- za el mantenimiento de la biodiversidad, asegurando la sustentabilidad ecológica y social de estos sistemas. Alimentos derivados de la ganadería La producción primaria y su transferencia al siguiente nivel trófico, el de los herbívoros, sustentan la produc- ción de alimentos derivados de la ganadería (cuadro 4.1). Los productos derivados de esta actividad satisfacen las necesidades proteicas de un porcentaje creciente, aun- 4 • Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 195 que limitado, de la población. Su producción depende de la transformación de ecosistemas en pastizales, de la cría de animales en encierros a partir de productos derivados de campos de cultivo o del pastoreo en ecosistemas na- turales, además de la selección de variedades y la mani- pulación genética (Wood et al. 2005). Hoy día los ecosistemas transformados para la pro- ducción ganadera bovina son el uso del suelo más exten- dido en todo el territorio. De hecho, la transformación ganadera es el principal factor asociado al cambio de uso del suelo del país (Semarnat y pnud 2005); cerca de 110 millones de hectáreas, en su mayoría en zonas áridas y semiáridas, se utilizan para ganadería de forma perma- nente o estacional (siAP-Sagarpa 2001). De estas, 107.8 millones de hectáreas corresponden a praderas, pastiza- les y matorrales, y más de 2 millones son superficies agrí- colas para cultivo de forrajes para animales (granos fo- rrajeros como el sorgo, forraje de corte y oleaginosas). En los trópicos se ubica solo 23.4% del total nacional de la superficie ganadera (25.7 millones de hectáreas) (Villegas et al. 2001), sin embargo, contribuyen con 62% de la producción total nacional de la biomasa forrajera. En los trópicos hay un uso reducido de cultivos forrajeros en apoyo a los agostaderos y praderas; en cambio, en el norte y el centro del país se produce 44% de los cultivos forrajeros, que a su vez producen alimentos de alta cali- dad y de alto rendimiento para intensificar los sistemas de producción bovina y en particular de leche (Villegas et al. 2001). La población actual de vacunos en México es cercana a 31 millones de cabezas, lo que representa una proporción aproximada de 0.31 reses por persona; de es- tas, casi 17 millones se localizan en regiones tropicales (siAP-Sagarpa 2001). En la década de los setenta la ganadería mostró un cre- cimiento acelerado; en los ochenta la producción animal se estancó, e incluso se observaron reducciones; en los noventa se reactivó y volvió a crecer la producción de carne y leche de bovino (Fig. 4.2). La superficie ganadera en los trópicos no mostró crecimiento durante la década de los ochenta, y durante los noventa su crecimiento fue por debajo de 0.5% anual; el resto del país mostró una tasa negativa de 1980 a 1994 (Cotecoca 1994), aunque tendió a recuperarse solo después del año 2000. Sin em- bargo, la producción de carne y la de leche (Fig. 4.2b) han aumentado significativamente; esto se debe sobre todo a la intensificación de esta producción mediante el uso de corrales de engorda y suplementos en su alimenta- ción, especialmente en el norte del país. Como resultado, el rendimiento de carne de res en canal por cabeza en promedio se ha incrementado en el país; en el norte el aumento ha sido mayor (E. González-Padilla, com. pers.). En este proceso, los grandes productores y las coopera- tivas con sentido empresarial tuvieron mayor capacidad de intensificación que los pequeños productores fami- liares. Al considerar las tendencias per cápita (inegi 2005b), la producción de leche se mantuvo en alrededor de 250 mi de leche/persona al día entre 1972 y 2000. En cambio, la producción de carne de res osciló en cerca de 40 g de carne/persona al día. Otras actividades ganaderas con- tribuyen con 63 g de carne de pollo/persona al día, 30 g de carne de cerdo y 2.5 g de carne de ovino y de caprino en el ámbito nacional (Siacon 2005; E. González-Padilla, com. pers). Alimentos derivados de la pesca Los océanos y mares proporcionan una gran variedad de servicios ecosistémicos que incluyen el mantenimiento de una elevada biodiversidad, la regulación de los ciclos de nutrientes, del clima y de la calidad del aire, así como bienestar espiritual y esparcimiento (Pauly et al. 2005). En particular, la producción de alimentos derivados de la pesca, tanto para humanos como para el ganado, contri- buye significativamente a la satisfacción de necesidades básicas de las poblaciones, así como a su comercio (Wood et al. 2005). La obtención de estos alimentos se basa en la cosecha de animales silvestres, que dependen de la trans- ferencia de energía entre los distintos niveles tróficos (cuadro 4.1). Los alimentos derivados de la pesca tam- bién pueden provenir de ecosistemas acuáticos conti- nentales, pero este componente está poco documentado y no será abordado aquí. Los ecosistemas marinos mexicanos han proporciona- do entre 1.2 y 1.4 millones de toneladas de productos pesqueros durante las últimas tres décadas (Conapesca 2003). El 76% de los productos pesqueros se utiliza para el consumo humano directo y 23% para consumo huma- no indirecto, y menos de 1% es para uso industrial (Conapesca 2003). La Carta Nacional Pesquera (Conapes- ca 2000) documenta la existencia de 589 especies pes- queras que se comercian en el país, aunque las 12 princi- pales pesquerías se han basado en alrededor de 112 especies (Conapesca 2003). La capacidad de los ecosistemas marinos para pro- veer alimentos derivados de la pesca está disminuyendo (Fig. 4.3). Esta disminución se debe a la sobrepesca, al deterioro en la salud de ecosistemas marinos esenciales 1 96 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio 0 Norte Norte centro y Occidente Centro Pacífico y sur Golfo y Yucatán 0 -o- Norte -o- Norte centro y Occidente -o- Centro -n- Pacífico y sur -n- Golfo y Yucatán Figura 4.2 Tendencias temporales y espaciales de la producción de alimentos derivados de la ganadería en México: (a) inventarios de bovinos, y (b) producción de leche. Fuentes: Sagarpa (2005); siAP-Sagarpa (2001, 2005). para completar el ciclo de vida, a la introducción de es- pecies y probablemente al cambio climático (Nadal 1994; Helfman et al. 1997; Espinoza-Tenorio et al. 2004; Wood et al. 2005; unep 2006). Los ejemplos más claros de co- lapsos de pesquerías o desaparición de especies pesque- ras en México incluyen el agotamiento de las poblaciones de tortugas marinas, totoaba, abulón y mero durante las décadas de los setenta y ochenta (Fig. 4.3). Las pesque- rías de sardina y anchoveta, de importancia comercial fundamental, presentan claros signos de colapso a partir de los años ochenta (Conapesca 2003). Además, lagunas costeras enteras, como la Laguna Chacahua en Oaxaca, se han colapsado por efecto de la pesca, por la saturación del sistema ocasionada por los desechos de la acuicultura y por la alteración de la calidad del agua por desechos de origen urbano, industrial o agrícola (Schoijet 2002; Or- tiz-Lozano et al. 2005). Sin embargo, existen algunos ca- sos de especies cuyas capturas van en aumento, como son los pericos ( Scarus compresas y S. ghobban ) y cochi- tes ( Balistes polylepis ), aunque probablemente estas ten- dencias se deban a un mayor esfuerzo pesquero, mas no a una recuperación de las poblaciones (Sala et al. 2004). Al considerar los datos de producción per cápita (inegi 2005b), la situación es aún más crítica. La pro- ducción de alimentos derivados de la pesca se redujo de 170 g/persona al día en 1970 a 91 g en 2000, con un pico en 1980 (288 g/persona al día). Además, a partir de la década de los ochenta se canaliza 20% de esta produc- ción a la transformación industrial en alimentos balan- ceados para uso avícola y acuícola (Conapesca-Sagarpa 4 • Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 197 E — °— Pelágicos menores — < ■— Túnidos Sierra y peto —o— Lisa y lebrancha —a— Mero Guachinango y pargo -±- Tiburón y cazón Camarón —o— Pulpo —o— Abulón E Región IV Campeche, Yucatán, Quintana Roo 1 181 920 Región III Tamaulipas, Veracruz, Tabasco 2 632 063 Región II Nayarit, Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Chiapas 2 294631 Región I Baja California, Baja California Sur, Sonora, Sinaloa 9 008 009 Figura 4.3 Tendencias temporales y espaciales de la producción de alimentos derivados de la pesca en México: (a) volumen de la producción pesquera en peso vivo por especies principales entre 1970 y 2000, y (b) volumen de producción pesquera en peso desembarcado por región. Fuentes: Conapesca-Sagarpa (2003); Sagarpa (2001). 1 98 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio 2003). Hoy día, solo 15% de las pesquerías cuenta con un desarrollo potencial, 65% se encuentra en su máximo rendimiento sostenible y 20% han sido deterioradas (Conapesca 2003). La productividad pesquera del país se comporta de for- ma distinta en las cuatro regiones pesqueras (Fig. 4.3b): Región I (Baja California, Baja California Sur, Sonora, Si- naloa); Región II (Nayarit, Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Chiapas); Región III (Tamaulipas, Ve- racruz, Tabasco); Región IV (Campeche, Yucatán, Quin- tana Roo) (Nadal 1994; Conapesca-Sagarpa 2003; Cona- pesca 2003). La región del Golfo de California es hoy día la más productiva a pesar de que depende de dos (sardina y anchoveta) de las cuatro especies de importancia para la región (incluyendo al atún y el camarón), que ya pre- sentan signos claros de colapso poblacional. La pesca de camarón es la de mayor valor económico, pero esta sien- do claramente sobreexplotada; el tamaño de los indivi- duos cosechados es cada vez menor, y los viajes de pesca son cada día más duraderos. Además, las redes de arras- tre utilizadas para la pesca de esta especie equivalen a arrancar el fondo marino, lo que trae consigo consecuen- cias negativas severas sobre los ecosistemas marinos. El atún aleta amarilla ( Thunnus albacares) es muy abun- dante en el Pacífico central oriental por las surgencias marinas que hacen confluir nutrientes y por una cadena trófica muy productiva entre Ensenada y Mazatlán. Sin embargo, su estrecha asociación con el delfín ha provo- cado la mortalidad incidental de delfines durante la pesca del atún aleta amarilla. La mayor parte de la pesca de escama (guachinango, robalo, mero, etc.) proviene de la sonda de Campeche, donde también hay evidencia de sobreexplotación. La flota pesquera es muy numerosa, multiespecífica y de difícil regulación; sus efectos sobre fondos rocosos y arrecifes coralinos son difíciles de me- dir (Caso et al. 2003; Rivera Arriaga et al. 2004). Alimentos derivados de la acuicultura La acuicultura se distingue de la pesca porque involucra actividades de manejo para la cosecha de estos alimentos (Wood et al. 2005). El manejo puede incluir la introduc- ción de especies, la modificación física del ecosistema o la creación de estanques u otros ecosistemas para su cría y la suplementación alimenticia con productos agrícolas o derivados de la pesca (cuadro 4.1). La disminución en la disponibilidad de recursos pes- queros, aunada a la creciente demanda de proteína ani- mal por parte de la población en zonas rurales y urbanas, ha incentivado el crecimiento de la acuicultura en Méxi- co en los últimos años. Se ha proyectado un potencial productivo superior a las 800 000 toneladas anuales (Pa- lomo y Arriaga 1993) y se han identificado 136 especies que pueden ser cultivadas, de las cuales se aprovechan 57; se cuenta con dominio tecnológico para 13 especies (incluyendo peces, crustáceos, moluscos, anfibios, repti- les y algas), con las cuales se pueden practicar cultivos de ciclo completo (Palomo y Arriaga 1993). A pesar de la elevada riqueza de especies de peces en los cuerpos de agua del país, la acuicultura se basa funda- mentalmente en dos especies: la carpa (introducida de China) y la tilapia (introducida de África). En los cuerpos de agua más fríos se desarrollan las carpas, mientras que en los más cercanos a las costas prosperan las tilapias (Zambrano et al. 2006). Se cuenta con la tecnología para que su cultivo sea fácil y de bajo costo, lo que las convier- te en ideales para la producción acuícola. De hecho, la producción de estas dos especies aumentó de manera significativa durante los primeros años de la década de los ochenta, pero en los últimos años se ha mantenido igual e incluso ha venido disminuyendo (Lig. 4.4). Sin embargo, las características biológicas de estas especies las hacen agresivas, no solo para las especies nativas sino para el mismo sistema acuático. La tilapia y la carpa con- ducen a la extinción local de especies nativas, muchas de ellas endémicas, como ha sucedido en la Cuenca del Ler- ma (Echelle y Echelle 1984; Miller 1986; Espinosa et al. 1993). Además, contribuyen a disminuir la calidad del agua, a la erosión de los bancos y a un aumento en la turbidez del agua (Tapia y Zambrano 2003). En las lagunas costeras y manglares la especie más co- mún para la acuicultura es el camarón. En años recientes su producción ha venido aumentando de manera significativa (Fig. 4.4) debido a que este organismo es de alto valor co- mercial. Sin embargo, el efecto que puede tener el cultivo de camarón sobre la diversidad de los sistemas costeros en los que se desarrolla puede ser muy grave. La transforma- ción de manglares y lagunas inhibe la reproducción de es- pecies marinas que dependen fundamentalmente de estos hábitats (Helfman etal. 1997; unep 2006). Madera Los bosques y otros ecosistemas dominados por plantas leñosas proporcionan una amplia gama de servicios eco- sistémicos. Estos servicios incluyen la regulación de la erosión, del ciclo hidrológico, del clima, de la respuesta de los ecosistemas a eventos extremos, el mantenimiento 4 • Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 199 —o— Carpa -o- Tilapia -o- Camarón Figura 4.4 Tendencias temporales de la producción de alimentos derivados de la acuicultura en México: producción de tres grupos de organismos en el periodo 1984-2001. Fuente: Conapesca (2003). de la biodiversidad, la provisión de una amplia gama de recursos para la subsistencia de comunidades rurales e indígenas, así como la protección de patrimonios natura- les y culturales, y oportunidades recreativas (Shvidenko et al. 2005). En los bosques la materia orgánica se acumu- la como resultado de la productividad primaria en árbo- les de gran tamaño. Estos árboles son aprovechados por las poblaciones humanas como fuente fundamental de materiales de construcción; su extracción constituye una actividad económica importante. La oferta potencial de recursos maderables en nuestro país es muy elevada. Por un lado, México cuenta con una superficie forestal de 128 millones de hectáreas, de las cuales casi 75% corresponden a coberturas clasificadas como vegetación primaria o secundaria (inegi 2005a), lo que lo ubica en el decimoprimer lugar mundial en tér- minos de superficie forestal. Por otro lado, debido a la enorme diversidad de especies, nuestro país presenta una amplia oferta de especies maderables. Sin embargo, debido a la subutilización de este recurso, México ocupa tan solo el sitio 26 en cuanto a producción de madera (Conafor 2003). Además, esta depende fundamental- mente de la producción de un solo género de árboles {Pi- nas spp.); de los 6.3 a 9.4 millones de m3 de madera en rollo producidos cada año entre 1990 y 2003, este género contribuyó con entre 78 y 85 por ciento (Fig. 4.5a). Las tecnologías para el manejo y procesamiento de otras es- pecies son muy limitadas. Además de que el potencial de los bosques mexicanos para su manejo forestal está siendo subutilizado, se des- perdicia la madera a consecuencia del cambio de uso del suelo. En México se pierden cada año entre 189 000 y 501 000 hectáreas de bosques tropicales y entre 127 000 y 167 000 hectáreas de bosques templados para abrir paso a la agricultura y a la ganadería (Masera et al. 1997). Sin embargo, los árboles talados durante este proceso de transformación no son incorporados a las actividades de extracción y procesamiento de madera. El sector forestal presenta además un estancamiento, o incluso retroceso temporal. En la última década la pro- ducción de madera en México ha permanecido relativa- mente estable, a pesar de los incrementos en la demanda asociados al aumento del tamaño poblacional. El balance entre oferta y demanda es negativo: México importa ma- dera para satisfacer la demanda. En el año 2000, la pro- ducción de madera interna de México tan solo satisfizo 58% de la demanda nacional de productos forestales, por lo que fue necesario importar el restante 42%; se provocó así un déficit de 5 700 millones de dólares, lo que repre- sentó 48% del déficit de la balanza comercial de México (Conafor 2003). Lejos de mejorar, este déficit parece ir en aumento, ya que en el año 2003 México importó 3.3 ve- ces más productos forestales (principalmente madera) de los que exportó; ese año el déficit en la balanza comer- cial en el sector forestal fue de 2 800 millones de dólares (ccmss 2005) (Fig. 4.5b). Un problema adicional del sector forestal es la extrac- ción ilícita de madera. Se estima que el volumen de ex- 200 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio 0 Total Encino Pino Otras latifolíadas Otras coniferas Preciosas tropicales Oyamel Otras CNl CN CM CN 0 Figura 4.5 Tendencias temporales de la producción de madera en México: (a) producción de madera en rollo, 1990-2003, por tipos de árboles, y (b) déficit de la balanza comercial de productos forestales en México. * El déficit para el año 2003 asciende a 3 599 millones de dólares, considerando imposiciones arancelarias. Se incluyó una cifra sin dichas imposiciones arancelarias ya que no se cuenta con ese valor para los años 1998-2002. Fuentes: inegi (2005a); Semarnat (2003). tracción ilícita de madera industrial es de alrededor de 13 millones de m3 por año (Torres-Rojo 2004), equivalente a más del doble de lo producido por medio de esquemas legales de extracción. Además, por venderse en condi- ciones de ilegalidad, estos recursos generan una pérdida de ingresos a ejidos y comunidades de alrededor de 4 000 millones de pesos. La producción forestal del país está muy concentrada espacialmente. Solo cinco entidades federativas (Duran- go, Chihuahua, Michoacán, Oaxaca y Jalisco) contribu- yen con más de 75% de la producción forestal del país (Semarnat 2003). Michoacán y Oaxaca forman parte de los cinco estados con mayor diversidad biológica en el país. Estos estados poseen un elevado potencial forestal a partir de sus bosques nativos; sin embargo, si la explo- tación forestal se basa en la reforestación intensiva de Pinus spp. para reemplazar la vegetación nativa, esto po- dría tener consecuencias graves sobre el mantenimiento de su biodiversidad. Una perspectiva alentadora dentro del sector forestal es que México ocupa el primer lugar en manejo comuni- tario de bosques certificados como sustentables, tanto en zonas templadas como tropicales. A la fecha, 849 000 hectáreas se encuentran en este esquema, produciendo 1.23 millones de m3 al año (rfa 2006), lo que correspon- de a 14% de la producción de madera nacional. Este tipo de manejo asegura el mantenimiento de la integridad del bosque, de su biodiversidad y de los otros servicios que el bosque proporciona. Leña La producción de tejido leñoso en las plantas como re- sultado de la productividad primaria en bosques, selvas, matorrales, manglares y desiertos es aprovechada como fuente de energía (iea 2002; Balvanera y Prabhu 2004; Sampson etal. 2005). Los ecosistemas mexicanos proveen combustibles para satisfacer 11% del total de la demanda energética, 46% de la demanda energética residencial y 80% de la de- manda energética del sector rural (Díaz 2000; Sener 2002). El volumen de biomasa vegetal utilizada como combustible es tres o cuatro veces superior al volumen de la extracción de madera comercial (Semarnat 2002; Masera et al. 2005; Masera et al. 2006). Este recurso es fundamental para la población mexicana, puesto que en nuestro país alrededor de 25 millones de personas coci- nan con leña. Cerca de 17 millones de habitantes dispo- nen únicamente de leña como combustible para cocinar, calentar agua y calentarse; otros 9 millones de personas usan leña en conjunto con gas licuado a presión (inegi 2000; Masera et al. 2005; Masera etal. 2006). La oferta accesible de leña en México proveniente de bosques, selvas, matorrales y otros tipos de vegetación natural se estima entre 58 y 96 millones de toneladas de materia seca al año. Estas cifras varían a lo largo del país debido a diferencias en la productividad y el acceso físico al recurso (Masera 2005) (Fig. 4.6a; no se consideraron limitaciones legales de acceso al recurso). El consumo estimado de leña en México es de alrede- dor de 19 millones de toneladas al año en base húmeda; por lo tanto, en el país no existe déficit entre oferta y demanda (Masera et al. 2006). Se observa, sin embargo, que en los últimos años la demanda total de leña ha au- mentado muy ligeramente; en cambio, la oferta ha tendi- do a disminuir debido a la deforestación y degradación de bosques y selvas. Estos patrones generales presentan una marcada heterogeneidad espacial. En el centro-sur de México (Veracruz, zona de la Huasteca, puntos espe- cíficos de Oaxaca y Chiapas, entre otros) existen zonas en las cuales se ha encontrado una disminución en la ca- pacidad de provisión de leña dada por un incremento rápido en su demanda y una continua degradación de las masas forestales. Por el contrario, en el norte del país se estima que la capacidad de provisión de leña ha aumen- 4 • Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 201 tado (Masera 2005; Masera et al. 2005; Masera et al. 2006) (Fig. 4.6b). Recursos diversos La enorme biodiversidad del planeta, incluyendo plan- tas, animales, hongos, bacterias, tanto terrestres como acuáticos, proporciona gran número de servicios ecosis- témicos que dependen del mantenimiento de tal biodi- versidad. Como ya se dijo, los servicios pueden ser de provisión, satisfaciendo necesidades alimentarias, de sa- lud o como fuente de ingresos. La biodiversidad desem- peña también un papel central en numerosos procesos del ecosistema, y resulta relevante entonces por sus ser- vicios de regulación; por ser un componente central de los ecosistemas, provee además servicios de sustento (Díaz etal. 2005; Balvanera etal. 2006). Algunos recursos pueden estar exentos de usos actuales, pero son la base para el descubrimiento futuro de nuevos productos far- macéuticos o industriales (recuadro 4.2); también pue- den ser acervos de material genético de especies útiles, o fuente de especies con mejor capacidad de adaptación a condiciones climáticas futuras. La biodiversidad, por lo tanto, produce importantes ganancias económicas po- tenciales (Beattie et al. 2005). México ofrece una gran variedad de recursos o servi- cios debido a su elevada diversidad biológica (genes, es- pecies, ecosistemas), así como a su diversidad cultural. Dichos servicios son particularmente importantes para 20% de los mexicanos que viven en poblaciones de me- nos de 15 000 habitantes, es decir, en zonas rurales (inegi 2005a). Los múltiples beneficios derivados de la biodi- versidad se obtienen de la extracción individual de recur- sos, del manejo de productos forestales no maderables o de unidades de manejo de vida silvestre. Dada su ampli- tud, y la gran variedad de esquemas conceptuales y lega- les dentro de los cuales la obtención de estos recursos puede ser incluido, es prácticamente imposible hacer una cobertura completa del tema en este capítulo. Aquí lo abordaremos desde cuatro perspectivas contrastantes: los productos forestales no maderables con importancia económica, las plantas vasculares medicinales, los ver- tebrados silvestres útiles y los insectos comestibles y me- dicinales. Los productos forestales no maderables (pfnm) abar- can una gran variedad de recursos que se extraen de bos- ques, selvas, matorrales o desiertos mediante distintos tipos de manejo. Los pfnm incluyen plantas, animales, hongos, suelo y sus derivados, que pueden ser utilizados 202 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Figura 4.6 Tendencias espaciales de la producción y el consumo de leña en México para el año 2000. Información agregada por ecorregión de nivel I: (a) rangos de producción de leña proveniente de bosques, selvas, matorrales y manglares naturales accesibles desde localidades y carreteras en 2000, y (b) balance entre la oferta y demanda de madera para leña en 2000. La información se desagregó por municipio. Se consideró para el cálculo del balance la oferta de madera para producir energía que proviene de co- berturas naturales (e.g, bosques) y antrópicas (e.g., áreas agrícolas), accesibles desde localidades y carreteras. La oferta se obtuvo para el mapa de ecorregiones de nivel III y la demanda a partir de información de censos basada en municipios. Tg-ms = teragra- mos (o millones de toneladas) de materia seca. Fuentes: Masera (2005); Masera et al. (2006). 4 • Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 203 Recuadro 4.2 Recursos diversos de México y sus usos potenciales: EL CASO DE PLANTAS MEDICINALES Y EL DESARROLLO DE MEDICAMENTOS Adolfo Andrade Cetto La diabetes es un desorden en el metabolismo de los carbohidratos, las grasas y las proteínas, que resulta en una deficiencia en la secreción de insulina, en su acción o ambas (who 1999). Se calcula que en el mundo existen actualmente 180 millones de diabéticos (who 2005), y en México hay más de cinco millones (ssa 2005). El uso de plantas medicinales para tratar diversos padecimientos en nuestro país está ampliamente difundido, y en particular para el tratamiento de la diabetes se ha documentado el uso de 306 especies, de 235 géneros y 93 familias (Andrade-Cetto y Edeinrich 2005). A partir del conocimiento tradicional sobre el uso medicinal de alguna planta es posible administrarla de manera terapéutica cuando se comprenden los mecanismos de acción de la misma, así como los principios activos que producen actividades de efecto terapéutico. Con este conocimiento se pueden proponer distintas alternativas de uso: a] té medicinal, similar al de uso tradicional pero comprobando que los principios activos estén presentes; b] fitomedicamento, con estricto control de calidad para que pueda ser recetado por médicos; c] asilamiento de un compuesto activo nuevo. Entre las 306 especies de plantas útiles para la diabetes destaca Cecropio obtusifolia, debido a su amplia distribución geográfica, su rápida tasa de crecimiento, así como a la amplitud de su uso y popularidad como remedio potencial para controlar la diabetes tipo 2 (Andrade-Cetto y Heinrich 2005). Estudios en animales de laboratorio comprobaron el efecto hipoglucemiante agudo de la planta; los principios activos en el té medicinal han sido aislados (ácido clorogénico e isoorientina (Andrade-Cetto y Wiedenfeld 2001); el mecanismo de acción de la planta se produce debido al bloqueo de la liberación hepática de glucosa en estado de ayuno (Andrade-Cetto y Wiedenfeld 2001). Por lo anterior, Cecropia obtusifolia es un recurso renovable y potencialmente importante en el tratamiento de la diabetes tipo 2, y cuya actividad farmacológica está bien sustentada en sus principios activos. como alimentos, medicinas o tener usos culturales (Pa- nayatou y Ashton 1992; Shvidenko et al. 2005; Wood et al. 2005). Los pfnm se consideran dentro de las esta- dísticas de la producción forestal nacional (Semarnat 2003). La obtención de pfnm presenta una tendencia al alza en México (Fig. 4.7). El pfnm más importante en los úl- timos 10 años es la tierra de monte. Este, sin embargo, no es un recurso renovable, al menos en el contexto de la perspectiva humana: la formación de suelo ha tomado cientos de miles de años, y al ser cosechado provoca cambios irreversibles en los ecosistemas. El Distrito Federal, Michoacán, Morelos, Sonora y Ve- racruz producen 80% de los pfnm del país (Semarnat 2003). El Distrito Federal produce más de 60% de la tierra de monte, y junto con Morelos y Sonora producen 93% de esta. Tamaulipas produce más de 50% de todas las fi- bras. Históricamente, la explotación de pfnm ha sido económicamente más importante que la explotación maderera en algunas regiones del país. Tal es el caso de las selvas del sur de la Península de Yucatán, donde se explotó el látex de Manilkara zapota durante el periodo 1930-1950 (Turner et al. 2001); en los bosques templados de Michoacán, durante las vedas forestales de los cin- cuenta, se extrajo la resina de varias especies del género Pinas (Cedeño-Gilardi 2005). La confluencia de la elevada diversidad vegetal y la gran diversidad cultural del país es patente en la flora me- dicinal de nuestro país. En México, se estima que entre 3 000 y 6 000 especies tiene propiedades medicinales (existen ejemplares de herbario para 2 906 de ellas en el Herbario Medicinal del imss), lo que representan entre 10 y 20 por ciento de la diversidad vegetal del país. El conocimiento de la flora medicinal es más vasto en el bosque tropical perennifolio y en el bosque de pino- encino porque estos ecosistemas presentan elevadas densidades poblacionales, así como largas historias de interacción humano-ecosistema. El bosque mesófilo de montaña, la selva baja caducifolia y los matorrales xeró- filos son los menos conocidos a pesar de que abarcan grandes extensiones del país; sin embargo, la flora medi- cinal de algunas localidades de Sonora, Sinaloa, Chihua- hua y de la región de Tehuacán-Cuicatlán se conoce en detalle (imss 2005). La flora medicinal puede aprovecharse localmente para autosubsistencia, o bien como actividad comercial, 204 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio -o- Total -o- Tierra de monte -o- Otros* -o- Resinas -o- Fibras, gomas, ceras y rizomas 40%) presión hídrica (Ávila 2003; cna 2003). Para el año 2000, las regiones con muy alto grado de presión hídrica eran Península de Baja Califor- nia (87%), Noroeste (76%), Río Bravo (56%), Cuencas Centrales (61%) y Valle de México (126%) (Fig. 4.10a). Si se consideran las mismas tendencias de crecimiento en la demanda de agua de la población, la agricultura y la industria, una disponibilidad constante de agua superfi- cial y subterránea (tomando como referencia el año 2000), y se excluye sobreexplotación de acuíferos y el cambio climático, el panorama del agua en México se torna aún más crítico para el año 2025 (Ávila 2003; Cona- 4 • Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 207 Figura 4.9 Patrones espaciales de la provisión de productos diversos en México: (a) distribución de especies de insectos medicinales, y (b) distribución de especies de insectos comestibles. Fuente: Ramos-Elorduy y Pino (2005). 208 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio po 2003; inegi 2005b). Para entonces, aproximadamen- te 55% del territorio nacional experimentará niveles muy altos de presión hídrica (Fig. 4.10b). En particular desta- can los niveles más altos de presión hídrica en las regio- nes Península de Baja California (100%), Noroeste (85%), Río Bravo (64%), Cuencas Centrales (69%), Valle de México (142%), Pacífico Norte (42%) y Lerma (41%). En menor medida, las regiones Golfo Norte (21%) y Balsas (27%), que representan aproximadamente 20% del terri- torio, tendrán una alta presión hídrica. El resto de las regiones, como Pacífico Sur (5%), Golfo Centro (5%), Frontera Sur (1%) y Península de Yucatán (6%), experi- mentarán un grado bajo de presión hídrica. En lo que se refiere a calidad del agua, la situación del país es poco alentadora. Dos indicadores generales de calidad del agua, la demanda bioquímica de oxígeno (dbo), que refleja contaminación de tipo orgánico, y la demanda química de oxígeno (dqo), que refleja la pre- sencia de compuestos orgánicos e inorgánicos, muestran que más de la mitad del país presenta cuerpos de agua contaminados (Fig. 4.10c, d). La situación es particular- mente crítica en las regiones hidrológicas del Valle de México, en donde 65% de las aguas se clasifican como contaminadas a muy contaminadas de acuerdo con la dbo, y 65% contaminadas de acuerdo con la dqo; en Lerma-Santiago-Pacífico se presentan con 12 y 18 por ciento, respectivamente (recuadro 4.3), y en la Península de Baja California con 13 y 47 por ciento (cna 2005). El 80% de las descargas de centros urbanos y 85% de las descargas industriales se vierten directamente en los cuerpos de agua sin tratamiento previo; otras fuentes de contaminantes incluyen los derivados de la acuicultura Figura 4.10 [Esta página y las siguientes ] Patrones espaciales de la provisión de agua en México: cantidad y calidad: (a) grado de presión hídrica (cociente entre demanda y oferta: a mayor déficit entre oferta y demanda, mayor presión para distintas regiones hidrológicas del país en 2000; (b) proyecciones del grado de presión hídrica para distintas regiones hidrológicas del país para 2025; (c) calidad del agua en términos de la demanda bioquímica de oxígeno (la cual refleja contaminación de tipo orgánico), por región hidrológica administrativa; (d) calidad del agua, en términos de la demanda química de oxígeno (la cual refleja la presencia de compuestos orgánicos e inorgánicos), por región hidrológica administrativa, y (e) volumen de descargas acumuladas no tratadas de distintos orígenes, por región hidrológica administrativa. Fuentes: Allen-Wardell et al. (1998); Ávila (2003); cna (2003, 2004, 2005). 4 • Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 209 Figura 4.10 [continúa]. 210 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Figura 4.10 [concluye]. 4 • Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 211 Recuadro 4.3 Cambios temporales en la capacidad de reculación de la calidad del agua: EL CASO DE LA CUENCA ALTA DEL RÍO LERMA Marisa Mazarí • Alba Zarco La cuenca alta del Río Lerma es un sistema cuyo estudio resulta ideal para analizar las tendencias temporales de la calidad del agua, debido a su cercanía a la ciudad de México, a la heterogeneidad de condiciones que presenta y a los datos disponibles para esa región. Se trata de una cuenca semicerrada que incluye una zona de humedales, las Ciénegas del Lerma, que constituyen no solo un hábitat para la protección de la biodiversidad (al tratarse de un área natural protegida), sino que también son el origen del Río Lerma y un regulador de la calidad del agua (Pérez-Ortiz 2005). El acelerado crecimiento poblacional y el desarrollo industrial de la zona, así como el inadecuado manejo del agua residual han afectado negativamente los sistemas acuáticos (humedales, ríos). Aunado a ello, la construcción de tres presas, Antonio Alzate, Ignacio Ramírez y Tepetitlán, fragmentó el curso natural de los ríos, provocando el deterioro del sistema. Estos efectos pueden observase en la evolución histórica (13 años) de cuatro indicadores de calidad del agua: demanda bioquímica de oxígeno (dbo), demanda química de oxígeno (dqo), oxígeno disuelto y coliformes fecales, como bacterias indicadoras de contaminación (cna 2005). Estos indicadores, salvo el caso del oxígeno disuelto, reflejan contaminación de los cuerpos de agua por desechos de tipo doméstico, agropecuario o industrial (Fig. 1). Se observan dos zonas contrastantes en cuanto al servicio de regulación de la calidad del agua: el humedal representado por el sitio Laguna de Almoloya y el río representado por el sitio carretera México-Toluca. En el humedal persisten las interacciones físicas, químicas y biológicas que permiten el servicio de regulación de calidad del agua, aun cuando han sido alteradas en diferente grado. Por ejemplo, en la última década la dbo no rebasa el límite permisible recomendado para la protección de la vida acuática; a pesar de presentar fluctuaciones con niveles relativamente altos, el sistema aún tiene la capacidad de depuración (Fig. la). Asimismo, la cuantificación de coliformes fecales refleja una disminución en la presencia de bacterias indicadoras a partir de 1995, condición que persiste en 2003 (Fig. Id). Por el contrario, en el caso del Río Lerma (sitio carretera México-Toluca) se ha deteriorado el servicio proporcionado por el sistema acuático. La descarga de aguas residuales de origen urbano e industrial, la carga de materia orgánica que las bacterias pueden degradar (dbo), la carga de contaminantes inorgánicos persistentes (dqo), los bajos niveles de oxígeno (menores de lo necesario para sustentar la vida acuática), así como los altos conteos de coliformes fecales han superado la capacidad del río para depurar la carga, debido a la tasa y el tipo de contaminantes que son vertidos al mismo (Fig. la, b, c, d). 0 □ Carretera México-Toluca ■ Laguna de Almoloya Límite permisible Figura 1 [ Esta página y la siguiente ] Calidad del agua en el Río Lerma: comportamiento histórico (1970-2003) de las variables fisicoquímicas y bacteriológicas del agua en dos estaciones de la Red Nacional de Monitoreo del Agua-CNA: (a) demanda bioquímica de oxígeno; (b) demanda química de oxígeno; (c) oxígeno disuelto, y (d) coliformes fecales. La línea continua en gris representa el límite permisible de acuerdo con la normatividad mexicana actual. Fuente: cna (2004, 2005). 212 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 4.3 [concluye] E □ Carretera México-Toluca □ Laguna de Almoloya Límite permisible 0 n Carretera México-Toluca Laguna de Almoloya Límite permisible 0 □ Carretera México-Toluca □ Laguna de Almoloya Límite permisible Figura 1 [concluye]. Es posible demostrar que el servicio ambiental de regulación de calidad del agua por parte del humedal y del río ha sido sobrepasado en esta región. En el caso del humedal, la carga de compuestos inorgánicos persistentes está sobrepasando la capacidad de depuración del sistema y el consumo de oxígeno indispensable para la sobrevivencia de las especies, al ser ocupado en la degradación de estos compuestos, lo cual implica en el corto plazo la pérdida del servicio en este sistema. En el río ha disminuido considerablemente la capacidad de depuración y recuperación, lo que afecta seriamente las diversas actividades productivas aguas abajo, así como la presencia y abundancia de los organismos acuáticos (Mazari Hiriat y Zarco Arista 2005) (Fig. la, b, c, d). 4 • Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 213 (cna 2005) (Fig. 4.10e). Las regiones con mayores volú- menes de descargas son el Golfo Centro, principalmente afectada por la actividad industrial, y las regiones Alto Noroeste y Bajo Noreste, debido en gran parte a la acui- cultura. Aunado a ello, el uso de aguas residuales para riego agrícola en México es una práctica común (cna 2005) que abarca 180 000 hectáreas; estas cifras han co- locado a México en primer lugar en cuanto a riego con aguas residuales sin tratamiento. Estas regresan parcial- mente a los cuerpos de agua con una carga de nutrientes procedentes de fertilizantes, así como un cierto conteni- do de plaguicidas. Como resultado de lo anterior, 73% de los cuerpos de agua del país presentan cierto grado de contaminación (cna 2005). Por otra parte, la capacidad de dilución y degradación de contaminantes por parte de los sistemas acuáticos en el país se ha visto alterada por la construcción de aproxi- madamente 4000 presas y otras obras hidráulicas (cna 2005) que han fragmentado los sistemas acuáticos y mo- dificado las condiciones fisicoquímicas del agua. Como consecuencia de la falta de tratamiento cuenca arriba de las aguas de los asentamientos humanos, así como de la descarga de aguas residuales directamente al mar, la cali- dad bacteriológica de las playas está siendo afectada; es- tas condiciones se reportan para varios sitios turísticos, siendo crítica la situación en Acapulco, Manzanillo y Ve- racruz (cna 2004). 4.3.2 Servicios de regulación Regulación asociada a la biodiversidad La biodiversidad se refiere al número, la abundancia re- lativa y la composición de genes, especies, comunidades o paisajes. Todos estos atributos de la biodiversidad son determinantes de la tasa, magnitud y dirección de los procesos ecosistémicos, y por lo tanto determinantes de la capacidad de los ecosistemas para brindar servicios a las poblaciones humanas (Díaz et al. 2005; Hooper et al. 2005; Balvanera et al. 2006). En particular, la composi- ción de especies, y en menor medida su número, son muy importantes para la provisión de servicios ecosisté- micos; sin embargo, tanto la composición como el núme- ro de especies pueden verse afectados por actividades antropogénicas. El mantenimiento de las complejas inter- acciones de los distintos componentes de la biodiversi- dad es fundamental para mantener a largo plazo la capa- cidad de los ecosistemas para brindar servicios. La provisión de prácticamente todos los servicios eco- sistémicos es regulada por la biodiversidad (Díaz et al. 2005; Hooper et al. 2005; Balvanera et al. 2006). Esta mo- dula la productividad primaria (asociada a servicios como provisión de alimentos o de madera), el reciclaje de nutrientes y la formación y retención del suelo (asocia- dos a servicios como el mantenimiento de la fertilidad y control de la erosión), o la regulación del ciclo hidrológi- co (asociada a servicios como la provisión de agua y re- gulación de su calidad). La biodiversidad también des- empeña un papel central en la regulación de polinizadores, plagas y vectores de enfermedades, la regulación climáti- ca y la regulación de las respuestas a los eventos naturales extremos. La biodiversidad tiene un papel fundamental en la capacidad de los ecosistemas para proporcionar de forma confiable servicios ecosistémicos (Folke et al. 2002; Díaz et al. 2005). Se ha observado que ecosistemas más diversos tienden a presentar fluctuaciones menos marca- das en cuanto a la magnitud y velocidad de los procesos ecosistémicos; además, tienden a verse menos afectados por disturbios, tanto humanos como naturales, incluyen- do eventos climáticos extremos, y a recuperarse más rápi- do después de estos (Díaz et al. 2005; Hooper et al. 2005). Las tendencias espaciales y temporales de los ecosiste- mas mexicanos para proporcionar servicios ecosistémi- cos dependen, por lo tanto, de qué tanto es posible man- tener la elevada biodiversidad de nuestro país, tanto en número como en tipos de especies. Sin embargo, carece- mos de datos concretos que nos permitan evaluar las con- secuencias actuales de la pérdida de biodiversidad sobre la dotación de servicios ecosistémicos en nuestro país. Regulación de plagas, de vectores de enfermedades y de la polinización El mantenimiento de las relaciones entre los componen- tes de la biodiversidad, o interacciones bióticas, es parti- cularmente importante para la provisión de algunos ser- vicios, como los de regulación de plagas, regulación de vectores de enfermedades, regulación de la polinización o regulación de las especies invasoras (Díaz et al. 2005). Debido a que la información con respecto a este tema es aún muy limitada, en esta sección abordaremos algunos casos, analizando cómo los cambios en la biodiversidad de los ecosistemas, y en particular en sus interacciones bióticas, pueden afectar la provisión de estos servicios en nuestro país. La regulación de plagas agrícolas depende de la diver- sidad de sus enemigos naturales, de la diversidad de es- 214 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio pecies dentro de los ecosistemas, así como de la diversi- dad de la disposición espacial de los tipos de ecosistemas agrícolas en el paisaje (Díaz et al. 2005). La reducción de la biodiversidad en ecosistemas agrícolas, al igual que la homogeneización de los paisajes agropecuarios contri- buyen a una disminución en la capacidad de los ecosiste- mas para regular las poblaciones de plagas. Además, el intercambio de productos agrícolas ha favorecido la in- troducción de plagas a zonas donde no presentan enemi- gos naturales (Díaz et al. 2005). Debido a todo esto, en México se han gastado en los últimos 10 años más de 1 200 millones de pesos en la erradicación, y en su caso manejo, de plagas y enfermedades producidas por espe- cies introducidas, como la mosca del Mediterráneo, la broca del café y el carbón parcial del trigo (Piña y Carrillo 1985; Carrillo 1990; Almeida etal. 1998; dgsv 2006). Re- cientemente han surgido plagas que antes no se conside- raban de importancia económica, como los insectos chu- padores y vectores de virus (p. ej., mosquita blanca, áfidos, trips, psílidos y escamas, entre otros), que son res- ponsables de transmitir enfermedades fulminantes como la tristeza de los cítricos y el amarillamiento letal del co- cotero (Piña y Carrillo 1985; Carrillo 1990; Rocha-Peña et al. 1995; Almeida et al. 1998). La introducción de la palomilla del nopal, Cactoblastis cactorum, registrada por primera vez en agosto de 2006 y que, si bien fue de- clarada erradicada por la Sagarpa en septiembre de 2008 (Conabio 2008), puede tener consecuencias económi- cas muy negativas, así como conducir a la pérdida de la enorme biodiversidad del nopal del país (Soberón et al. 2001; véase el capítulo 6 de este volumen). El combate a las plagas se realiza fundamentalmente mediante el uso de plaguicidas. El consumo estimado de estos en México durante 2002, con base en los 15 ingredientes activos más usados, fue de 24412 toneladas (Mata 2004). La re- gulación de plagas mediante la manipulación de la biodi- versidad de los ecosistemas y paisajes agrícolas, así como la introducción de enemigos naturales para las plagas, incluyendo la cría masiva en o cerca de las localidades donde se usarán, son muy deseables. Por ejemplo, la in- cidencia de la mariposa blanca, Leptophobia aripa, pue- de ser reducida por medio de prácticas de manejo (San- tiago Lastra et al. 2006). La implementación a gran escala de la regulación biológica de plagas (recuadro 4.4) depende de que se establezcan mecanismos adecuados para la comercialización de productos orgánicos. La mayoría de las plantas con flores (angiospermas) en condiciones naturales y más de un tercio de las plantas cultivadas del planeta dependen de su interacción con más de 300 000 especies de animales que transportan el polen de una flor a la otra para la producción de frutos y semillas (Buchmann y Nabham 1996; spgrs 2007). Por lo tanto, cambios en la composición, diversidad de espe- cies y tamaños poblacionales de los polinizadores, y de las especies que con estos interactúan, pueden afectar la producción de cultivos polinizados por animales (Díaz et al. 2005). De hecho en los últimos años se ha registra- do una dramática reducción en las poblaciones de mur- ciélagos, colibríes, mariposas y palomillas nocturnas, abe- jas, avispas, moscas y escarabajos polinizadores, lo que sugiere que nos encontramos en una crisis global por la declinación de los polinizadores (cspna 2007). En México el servicio de polinización es fundamental tanto para la producción agrícola como para el manteni- miento de la biodiversidad (recuadro 4.5). El 88% de las 130 especies de plantas cultivadas en el país depende de polinizadores para su producción. Existe una gran diver- sidad de especies polinizadoras en México; se estima que hay aproximadamente 25 000 especies de mariposas (Llórente y Luis 1988) y 1 589 especies de abejas silves- tres registradas, de las cuales 90% son recolectoras de polen (Ayala et al. 1998). Tan solo para una especie, el aguacate ( Persea americana), al menos 70 especies dife- rentes de insectos visitan sus flores para obtener néctar (Castañeda etal. 1999). En México se siembran más de 5 millones de hectáreas con cultivos agrícolas que dependen de polinizadores, los cuales generan un ingreso de más de 63 000 millones de pesos al año; en cambio, el ingreso proveniente de cultivos que no dependen de polinizadores es de tan solo 35 000 millones de pesos al año (Sagarpa 2002). En el mundo se ha calculado que el valor de la polinización asciende a 200000 millones de dólares anualmente (fao 2005). En cuanto a las consecuencias de los cambios en la regulación de las poblaciones de polinizadores en Méxi- co, las evidencias son contradictorias. Por un lado, se ha propuesto que la introducción a Mesoamérica en 1985 de la abeja africana (Apis mellifera scutellata) puede ha- ber causado desplazamiento de los polinizadores natura- les y contribuido a las aparentes reducciones en los ren- dimientos del café; el rendimiento durante el periodo 1991-2001 fue 2% menor que el del periodo 1961-1980. Por otro lado, la abeja introducida mejoró los rendimien- tos de café en otros países (Roubik 2002). La importancia de los polinizadores nativos ha sido demostrada en el caso de las especies de calabazas ( Cucúrbita spp.) en México. Los polinizadores nativos (abejas solitarias de los géneros Peponapis y Xenoglossa ) de las calabazas son 4 • Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 215 Recuadro 4.4 La reculación biológica de plagas: el caso de la mosca de la fruta Martín Aluja • Juan Rull • Martha Aguilera Peña • Francisco Díaz-Fleischer Las moscas de la fruta (Diptera: Tephritidae) son consideradas una de las 10 plagas agrícolas más dañinas en el mundo (Aluja 1993). En México hay cuatro especies del género Anastrepha (A. ludens, A.fraterculus [morfotipo mexicano], A. obliqua, A. serpentina y A. stñata), una del género Rhagoletis (R. af. pomonella) y otra del género Toxotrypana ( T. curvicauda ) que son consideradas plagas (Aluja 1993). Además, existe la permanente amenaza de la invasión por parte de la mosca del Mediterráneo, Ceratitis capitata, desde Guatemala y cuyo ingreso al país ocasionaría pérdidas multimillonarias (dgsv 2006). El manejo de estas plagas representa un buen ejemplo de cómo avances tecnológicos y en el conocimiento de su biología y comportamiento han permitido romper el círculo vicioso de la aplicación exclusiva de insecticidas para utilizar en cambio métodos biorracionales (Aluja 1996). Tradicionalmente, estas plagas se han controlado mediante la aplicación de un insecticida cebo, que consiste en combinar, por ejemplo, malatión con una proteína hidrolizada (cebo alimenticio). Este esquema, que se sigue usando en muchas partes del país, tiene efectos negativos sobre la entomofauna nativa y sobre la salud humana y ambiental (Aluja 1993). Sin embargo, el gobierno federal, por medio de la Campaña Nacional contra las Moscas de la Fruta (Dirección General de Sanidad Vegetal-Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural y Pesca), ha venido fomentando, en los últimos 20 años, el empleo de alternativas al uso indiscriminado de los insecticidas cebo. Destacan por su importancia la técnica del insecto estéril (su por sus siglas en inglés [Sterile Insect Technique]), el control biológico aumentativo (es decir, la liberación masiva de parasitoides criados en el laboratorio) y la utilización de insecticidas de bajo impacto ambiental (Aluja 1996). Lo anterior, aplicando la estrategia de "manejo regional” (es decir, toda una región de producción de frutales, no de huertos individuales) con el objetivo de lograr "zonas de baja prevalencia" (regiones en las que la plaga ha sido prácticamente erradicada o donde las poblaciones son muy bajas porque las condiciones ambientales no son propicias para su incremento), o "zonas libres” de estas plagas (regiones donde la plaga no se ha podido establecer o de donde ha sido erradicada). En el caso del control biológico, se hacen esfuerzos por utilizar cada vez más parasitoides nativos en vez de especies exóticas (Aluja 1999). Adicionalmente, se han desarrollado alternativas biorracionales como la manipulación del hábitat (Aluja et al. 1997), la intercepción de la plaga mediante cultivos trampa y el desarrollo de trampas y cebos específicos (i.e., que eviten atraer insectos no blanco; Duan y Prokopy 1995). más eficientes que los introducidos (Canto-Aguilar y Parra-Tabla 2000; Mariano-Bonigo 2001; Meléndez et al 2002). Asimismo, la producción de miel al norte de la Reserva de la Biosfera de Calakmul, Campeche, depende de múltiples especies de abejas nativas que visitan más de 100 especies de plantas de la selva (Porter 2003). En general, los reportes recientes indican disminuciones en las poblaciones de polinizadores en distintas partes del mundo, incluyendo México ( Alien- Wardell et al. 1998). Tal es el caso de las colonias de abejas melíferas en Nor- teamérica (Allen-Wardell et al. 1998). En México, el nú- mero de colmenas de abejas melíferas sufrió una consi- derable disminución entre 1983, cuando se contaba con 2.8 millones (Labougle y Zozaya 1986) y 1999, cuando se registraron 1.9 millones (Sagarpa 2005). También es po- sible que se estén reduciendo las poblaciones de maripo- sas en sus sitios de hibernación en México, puesto que en el invierno 2004-2005 alcanzaron el mínimo del periodo 1993-2005 (Brower et al. 2005). Sin embargo, en otros casos, los patrones temporales no son claros. En el caso de las tres especies de murciélagos nectarívoros que po- linizan agaváceas y cactáceas, tanto silvestres como cul- tivadas, los resultados muestran que el tamaño de las congregaciones varía de un año a otro. Si bien no hay evidencias de disminución de las poblaciones de murcié- lagos en la porción norteña de su rango de distribución, la cual incluye gran parte de México (Fleming etal. 2003), estos están siendo amenazados en ambos lados de la frontera entre México y Estados Unidos debido a la des- trucción de las cuevas que habitan (López-Hoffman etal. en prensa). La principal demanda de polinizadores para cultivos a escala industrial se presenta en los estados del norte del país, así como en las zonas citrícolas de Veracruz. En es- tos casos se han introducido polinizadores para suplir el servicio que proporcionan las poblaciones naturales. En 1999 se utilizaron 187 240 colmenas de abejas melíferas parala polinización de 15 cultivos (Lastra-Marín y Peralta- 216 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 4.5 La reculación de la polinización: un servicio ecosistémico para la agricultura Y su relación con el mantenimiento de la biodiversidad Alejandro Casas México es uno de los principales centros de domesticación de plantas en el mundo (Harían 1992; Hawkes 1983). Las culturas del área mesoamencana han sido muy activas en cuanto a introducir y mantener, con diversas formas de manejo (Casas et al. 1997), el cultivo de entre 500 y 600 especies de plantas originalmente silvestres en la región (Caballero et al. 1998; Casas 1998). De esta forma, en las áreas rurales de México las poblaciones de plantas manejadas por los campesinos, que constituyen ecosistemas transformados, comúnmente coexisten con poblaciones de sus parientes silvestres, las cuales forman parte de los ecosistemas naturales contiguos. En algunos casos los procesos de domesticación pueden determinar cambios en los mecanismos reproductivos de las plantas, estableciendo barreras al intercambio de genes de estas y sus parientes silvestres. Sin embargo, es muy común que las poblaciones silvestres y las domesticadas cambien genes entre sí, ya sea por medio de polen o de semillas, ya que generalmente estas poblaciones comparten los mismos mecanismos de polinización y dispersión de semillas. En el caso de las plantas polinizadas por algún vector animal (insectos, aves, murciélagos), sus poblaciones silvestres suelen ser importantes bastiones de recursos (néctar y polen) para los polinizadores: contribuyen en forma decisiva al mantenimiento de las poblaciones de estos últimos y determinan, por lo tanto, un servicio crucial para el sostenimiento de las actividades productivas (Proctor et al. 1993). Algunos de los factores involucrados en la declinación de los polinizadores son: 7 ] la expansión de las áreas de cultivo, lo que incrementa la demanda de polinización y fragmenta y elimina las áreas de hábitat para los polinizadores; 2] el uso excesivo de plaguicidas aplicados para el control de plagas y enfermedades; 3] la ocurrencia y expansión de especies invasoras que "distraen" o diluyen el esfuerzo de los polinizadores remanentes hacia la flora nativa; 4] la presencia de asincronías provocadas por el cambio climático entre la ocurrencia de los periodos de floración y los ciclos reproductivos de los polinizadores; 5 ] las alteraciones en las condiciones y características de los hábitats de los polinizadores por efectos del cambio climático; 6] el desplazamiento de polinizadores nativos por la actividad de abejas domésticas o africanizadas, y 7] el incremento de la distancia entre las áreas de refugio y reproducción de polinizadores y las áreas de cultivo a las que podrían dar servicio (cspna 2007). La disminución de los organismos polinizadores puede tener varias consecuencias sobre el ecosistema. Los grupos más susceptibles a estos cambios son: 7 ] las angiospermas en ecosistemas naturales (árboles, matorrales, herbáceas y epífitas, incluyendo orquídeas); 2] los cultivos agrícolas comerciales, y 3] las especies forestales (en ambientes naturales y plantaciones), así como las plantas útiles usadas en medicina tradicional, para colorantes naturales, extracción de fibras y resinas, y como materiales de construcción (cspna 2007). Además, existen vínculos estrechos entre los cultivos agrícolas y las poblaciones silvestres, los cuales se dan por medio del intercambio de material genético que promueven los polinizadores. En el Valle de TehuacámCuicatlán se han llevado a cabo Arias 2000). Por otro lado, los murciélagos del género Lep- tonycteris tienen un papel central en la polinización del agave azul, Agave tequilana-, si bien gran parte de la pro- ducción industrial se lleva a cabo con plantas reproduci- das asexualmente, la diversidad genética que les confiere la fertilización por medio de estos polinizadores es fun- damental para prevenir devastaciones ocasionadas por agentes patógenos (López-Hoffman et al., en prensa). La regulación de las poblaciones de vectores de enfer- medades, así como la probabilidad de su transmisión en- tre animales o hacia los humanos dependen de la diver- sidad, abundancia relativa y composición de especies de animales (Ostfeld y Keesing 2000; Díaz et al. 2005; Suzan 2005; Peixoto y Abramson 2006). Se están recolectando pruebas que demuestran que a mayor diversidad de ani- males silvestres es menor la probabilidad de transmisión de estas enfermedades a los humanos. En México se han observado brotes epidémicos (que afectan a un gran nú- mero de individuos) y zoonóticos (que afectan a un gran número de especies) de enfermedades como malaria, dengue, leshmaniasis, oncocercosis, lepra, peste bubóni- ca, tripanosomiasis, leptospirosis y diferentes rickettsio- sis transmitidas por ectoparásitos de roedores. Estos brotes se han atribuido al aumento en las densidades de especies invasoras, las cuales son frecuentemente los vectores o reservorios de estas enfermedades (Zavala- 4 • Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 217 diversos estudios (Casas et al. 2006; Oaxaca-Vílla et al. 2006) sobre la polinización y la genética de poblaciones de especies de cactáceas columnares ( Escontria chiotilla, Polaskia chende, P. chichipe y Stenocereus stellatus), cuyas poblaciones silvestres y cultivadas coexisten. Todos estos estudios han demostrado: 7 ] que las poblaciones silvestres y cultivadas comparten todos los polinizadores; 2] que las distancias que separan a ambos tipos de poblaciones son más cortas que aquellas que los polinizadores pueden viajar en un día (para el caso de abejas y colibríes) o en una noche (para el caso de los murciélagos), por lo que es improbable que existan barreras espaciales al intercambio de polen de tales poblaciones; 3 ] que la producción de flores ocurre en tiempos muy similares, por lo que también es improbable que haya barreras temporales a tal intercambio de polen, y 4] que el flujo génico entre poblaciones silvestres y cultivadas es muy elevado y las diferencias genéticas entre estos tipos de poblaciones son muy pequeñas; es decir, las poblaciones silvestres y cultivadas intercambian continuamente información genética entre sí. El hecho de compartir polinizadores y dispersores de semillas puede determinar que los genes de las poblaciones silvestres continuamente se incorporen a las poblaciones cultivadas, enriqueciendo constantemente la variabilidad genética de los cultivos, proceso al que se le conoce como introgresión (Gepts 1993). En el Valle de Tehuacán, los estudios revelan que las poblaciones cultivadas de las cactáceas columnares analizadas poseen niveles altos de diversidad genética. En el caso de Stenocereus stellatus, incluso algunas poblaciones cultivadas poseen mayor diversidad genética que las poblaciones silvestres (Casas et al. 2006). Tan alta diversidad se debe en parte a la labor de selección artificial a favor de diversos atributos de las plantas, así como al continuo recambio de individuos que llevan a cabo los campesinos en sus huertos y solares. También se debe a la continua introducción de genes por medio de polen y semillas provenientes de las poblaciones silvestres. Este proceso constituye otra faceta del servicio de polinización que aportan los ecosistemas naturales a la producción agrícola. Pero el flujo de genes también ocurre en sentido inverso; es decir, desde las poblaciones cultivadas hacia las silvestres. Este flujo puede ser de gran importancia en aquellas especies en las que las poblaciones cultivadas constituyen reservorios de elevada diversidad genética, como en el caso mencionado de Stenocereus stellatus, así como en el caso de Polaskia chichipe. En estas especies las poblaciones cultivadas constituyen colecciones de diversidad genética de distintas áreas de la región, pues los campesinos intercambian propágulos de variantes de estas plantas. El contacto entre las poblaciones cultivadas y silvestres, asegurado por polinizadores y dispersores de semillas, en principio desempeña un papel significativo en el mantenimiento general de la diversidad genética de la especie en cuestión (Casas et al. 2006). No obstante, otros estudios en la Mixteca baja reportan poblaciones silvestres de Stenocereus stellatus muy disminuidas debido a la perturbación de los hábitats naturales, donde coexisten con poblaciones cultivadas de esa especie muy abundantes y diversas (Arias-Cóyotl et al. 2006). En ese caso, los autores encontraron que las poblaciones cultivadas son más atractivas para los polinizadores más eficientes (el murciélago Leptonycteris curasoae ), ya que en ellas se concentra una mayor abundancia de néctar y polen. En estas circunstancias, la frecuencia de visitas de polinizadores y la producción de frutos de los parientes silvestres tuvo una merma significativa (Casas et al. 2006). Se ha sugerido que, para ese caso particular, la restauración de poblaciones silvestres y el manejo de poblaciones en áreas perturbadas intermedias entre las poblaciones cultivadas y silvestres podrían amortiguar este efecto. Velázquez et al. 1999; Sánchez-Tejada et al. 2001; Peter- son et al. 2002). Se prevén consecuencias importantes asociadas a brotes de enfermedades, como el síndrome pulmonar hantavirus, debido a que en México se en- cuentra un gran número de especies potencialmente transmisoras; además, en Estados Unidos se han repor- tado 438 casos con tasas de mortalidad de hasta 60% (Su- zan et al. 2001; Suzan 2005; Peixoto y Abramson 2006). Las altas tasas de pérdida de biodiversidad, la destruc- ción de los ecosistemas naturales, el cambio de uso del suelo, la contaminación del suelo, agua y tierra pueden provocar impactos ecológicos y epidemiológicos impre- decibles. Regulación de la erosión del suelo El suelo proporciona una gran variedad de servicios eco- sistémicos fundamentales para el bienestar de las pobla- ciones humanas (Daily et al. 1997). Los servicios inclu- yen la moderación del ciclo hidrológico, el soporte físico para las plantas, la retención y oferta de nutrientes para las plantas, el procesamiento de desechos y materia orgá- nica muerta, el mantenimiento de la fertilidad del suelo (recuadro 4.6), la regulación de los ciclos del agua y de nutrientes, regulación climática y hábitat para una miría- da de organismos que realizan algunas de estas funciones (cuadro 4.4). Así, por ejemplo, se estima que el contenido 218 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 4.6 Indicadores de la capacidad de proporcionar servicios ecosistémicos o de impactos severos A ESTA capacidad: el caso de la reculación del mantenimiento de la fertilidad del suelo Jorge D. Etchevers • Julio Campo El desarrollo de sistemas de manejo que permitan el mantenimiento de los servicios ecosistémicos se basa en la existencia de indicadores que permitan evaluar la capacidad de los ecosistemas para proveerlos, o en la identificación de grados severos de degradación que impiden su provisión. En el caso de los servicios ecosistémicos asociados al suelo, se han desarrollado múltiples indicadores de la funcionalidad del suelo (Orwin y Wardle 2004; Sumner 2000). Una primera aproximación ha permitido identificar los efectos de la conversión de los bosques, las quemas y la remoción de biomasa vegetal, así como de las diferentes prácticas agrícolas sobre los distintos grupos funcionales que habitan el suelo (cuadro 4.5) (Catovsky et al. 2002; Mikola et al. 2002; Mikola y Setálá 1998). Una herramienta más fina es la identificación de aquellos indicadores que han demostrado ser sensibles a los procesos realizados por la biota del suelo (cuadro 4.6). El propósito de estos indicadores es monitorear la capacidad de la biota subterránea para continuar funcionando y contribuyendo a proporcionar servicios ecosistémicos en condiciones que podrían involucrar cambios por procesos naturales o por disturbios humanos (Wardle et al. 2004). Por último, un tercer grupo de indicadores, igualmente útiles, sirven para identificar condiciones de degradación química y física del suelo asociadas con deficiencias en la capacidad de provisión de servicios ecosistémicos (cuadro 4.6). Cuadro 4.4 Grupos funcionales de organismos del suelo, sus funciones biológicas clave y sus efectos en las prácticas Grupo funcional Función biológica Práctica Efecto Microorganismos, meso y macrofauna Descomposición Quema, barbecho, herbicidas Forrajeo, alcochados Negativo Positivo Biomasa microbiana (principalmente hongos) Secuestro de carbono Roza, tumba y quema, alcochados Forrajeo Negativo Positivo Fijadores de nitrógeno Ingreso de nitrógeno Fertilización Negativo Micorrizas Redistribución de nutrientes y materia orgánica Barbecho, fertilización Negativo Microorganismos y microfauna Dinámica y conservación de nutrientes Irrigación, fertilización, quema Negativo Raíces, hifas, meso y macrofauna Estructura del suelo Quema, irrigación, barbecho Negativo Fuente: Woomer y Swift (1997). de carbono almacenado en el primer metro de suelo es 1.5 veces mayor al acumulado en la biomasa aérea (por encima del suelo), lo que lo convierte en el almacén de carbono más importante entre los sistemas terrestres (Kern y Johnson 1993; Sombroeck et al. 1993). El mantenimiento del suelo, y por lo tanto la regula- ción de su pérdida o erosión, es fundamental para el bienestar de las poblaciones humanas. La capacidad de mantener la provisión del servicio de regulación de la erosión se ve fuertemente modificada por los cambios de uso de suelo y sobre todo por cambios en el tipo de co- bertura vegetal para la creación de ecosistemas destina- dos a la producción agrícola o pecuaria. En particular, prácticas de manejo como el laboreo en el sentido de la pendiente, cultivos espaciados sin protección del suelo, compactación de este por maquinaria o exceso de carga pecuaria aumentan la propensión del suelo a la erosión (Sumner 2000). La pérdida de biodiversidad vegetal y de microorganismos del suelo (cuadro 4.5) está también re- lacionada con reducciones en la biomasa subterránea e incrementos en la susceptibilidad a la erosión (Balvanera et al. 2006). Además, los cambios de uso de suelo alteran sustancialmente los ciclos biogeoquímicos así como el almacenaje de varios elementos en el suelo (cuadro 4.6). Estos atributos son esenciales para mantener el creci- miento y desarrollo de la plantas (Maass et al. 1998), los almacenes de carbono (Lal 2003; Ordóñez et al. 2008), la estructura del suelo (Cotler y Ortega-Larrocea 2006), la 4 • Estado y tendencias de los servidos ecosistémicos 219 Cuadro 4.5 Indicadores de la calidad del servicio ambiental respecto a la función del ecosistema vinculados con la biota del suelo Indicador Calidad del indicador Relación N : P en los residuos Confiable Tasa de descomposición de los residuos Seguro Tasa de liberación de N de los residuos Confiable Tasa de liberación de P de los residuos Confiable Relación N:P en el humus Seguro Respiración basal microbiana en el humus Seguro Respiración inducida en el humus Seguro Biomasa microbiana en el humus Seguro Relación bacterias : hongos Seguro Nota: seguro = indicador que ofrece certeza; confiable = indicador que da esperanza de alcanzar lo que se desea. Cuadro 4.6 Indicadores físicos, químicos y biológicos para monitorear los cambios en el suelo Parámetro Relación con condición y función Valores relevantes FÍSICOS Textura Retención y transporte de agua y compuestos químicos, erosión del suelo Confiable Profundidad del suelo, suelo superficial y raíces Estima la productividad potencial y la erosión Confiable Infiltración y densidad aparente Potencial de lavado, productividad y erosividad Confiable Capacidad de retención de agua Retención de agua, transporte* y erosividad; humedad aprovechable, textura y materia orgánica** * Seguro ** Confiable Químicos Materia orgánica (N y C total) Define la fertilidad del suelo, estabilidad, erosión Seguro PH Define la actividad química y biológica Seguro Conductividad eléctrica Define la actividad vegetal y microbiana Confiable P, N y K extractables Nutrientes disponibles para la planta, pérdida potencial de N; productividad e indicadores de la calidad ambiental Seguro (previamente calibrados) Biológicos C y N de la biomasa microbiana Potencial microbiano catalítico y depósito para C y N, cambios tempranos en los efectos sobre el manejo de la materia orgánica Seguro Respiración, humedad y temperatura Actividad de la biomasa microbiana; pérdida de C contra entrada al reservorio total de C Seguro N mineralizable Productividad del suelo y suministro potencial de N Confiable Fuentes: Doran y Parkin (1994); Larson y Pierce (1991); Seybold etal. (1997). capacidad de regulación del ciclo hidrológico (Bruijnzeel 2004) y la biodiversidad edáfica. En el caso de México, algunas técnicas de manejo es- tán ocasionando severos procesos de degradación del suelo que afectan 45% del territorio nacional (Fig. 4.11a). Los principales problemas son la reducción de la fertili- dad del suelo (18.3%) y la erosión hídrica (11.4%). Actual- mente, 25% del país está siendo afectado por procesos de degradación intensos, en especial a causa de las activida- des agrícolas y el sobrepastoreo (Fig. 4.11b, c). Los esta- dos del suroeste del país presentan mayor impacto por la erosión hídrica, mientras que los estados del norte están siendo más afectados por la erosión eólica. 220 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Figura 4.1 1 [Esta página y la siguiente ] Patrones espaciales de las condiciones de erosión y mantenimiento de fertilidad del suelo en México: (a) tipo de degradación dominante; (b) áreas afectadas (porcentaje del territorio del estado) por erosión hídrica, y (c) áreas afectadas (porcentaje del territorio del estado) por erosión eólica. Fuente: Semamat-Colpos (2003). 4 • Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 221 Erosión eólica Porcentaje de área afectada Muy alta Alta Media Baja Muy baja Figura 4.11 [concluye]. Regulación del clima y de la calidad del aire Las propiedades físicas de los ecosistemas afectan los flujos de calor, agua y partículas entre ecosistemas te- rrestres, ecosistemas acuáticos y la atmósfera. Estas pro- piedades físicas y los flujos asociados tienen influencia sobre el clima (temperatura y precipitación) y la calidad del aire (House et al. 2005). Los ecosistemas terrestres pueden ser fuentes o sumideros de gases de efecto inver- nadero (los cuales afectan la temperatura atmosférica); sus características determinan las tasas de evapotrans- piración y por lo tanto los patrones de precipitación re- gional; además, afectan los patrones de liberación de nutrientes y de partículas a la atmósfera, así como los de depositación (giecc 2000; ipcc 2002; House et al. 2005). El arreglo espacial de los fragmentos de bosque dentro de paisajes agropecuarios, la composición de es- pecies de la vegetación en términos de sus atributos funcionales y el número de especies de plantas afectan la capacidad de los ecosistemas para almacenar carbono (Díaz et al. 2005). En el caso de México, el cambio de uso del suelo y en particular la deforestación tiene efectos importantes so- bre la regulación climática. En particular, en lo que se refiere a la emisión de gases de efecto invernadero, la de- forestación contribuyó con una emisión de 89 millones de toneladas de C02 equivalente entre 1993 y 2002; la principal fuente de emisiones de estos gases proviene de la quema de combustibles fósiles; en total, en 1996 se li- beraron 643 millones de toneladas de C02 equivalente (ine 2006). Por medio de modelos matemáticos, de acuerdo con las proyecciones de emisiones futuras de gases de efecto invernadero, y usando la metodología propuesta por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (Naki- cenovic et al. 2000), se pueden predecir los impactos más significativos de los cambios en el clima. En el caso de México se prevé que los mayores impactos ocurrirán en la zona del Golfo de México y en las zonas templadas (ine 1995; Villers y Trejo-Vázquez 1997; Gay 2000; giecc 2000). El límite latitudinal de los bosques espino- sos se desplazaría hacia el sur, principalmente en la ver- tiente del Pacífico. Se prevé un mayor desplazamiento de elementos con preferencias más cálidas y xéricas; se fa- vorecerían las condiciones para una ampliación en la dis- tribución espacial de comunidades como los bosques 222 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio secos y los bosques tropicales caducifolios (con adapta- ciones a la aridez). La mayoría de las costas del Golfo de México y el Caribe, por ser bajas, arenosas, con extensos humedales adyacentes y con altitudes de menos de un metro, son la fracción del territorio más vulnerable al as- censo del nivel del mar ante escenarios futuros de cam- bio climático. Los impactos incluirán inundaciones de poblados, infiltración de aguas salinas en mantos freáti- cos, inundación de centrales eléctricas costeras (como Tuxpan y Laguna Verde) y la fusión con el mar de lagunas como las de Alvarado y Tamiahua (ine 1995; Gay 2000). Los escenarios de cambio en los patrones climáticos que se proyectan para las décadas futuras exceden la habili- dad de muchas especies vegetales y animales de adaptar- se mediante estrategias como la migración, cambios en el comportamiento o modificaciones genéticas; estos pro- cesos requieren cientos o miles de años para llevarse a cabo, mientras que los cambios climáticos y sus conse- cuencias se prevén en plazos menores a un siglo (Martí- nez y Fernández 2004). Las actividades humanas han conducido a la libera- ción en la atmósfera de partículas con efectos negativos potenciales sobre la salud humana y los ecosistemas na- turales (House et al. 2005). Las principales fuentes de emisiones a la atmósfera son la quema de combustibles fósiles para generación de energía, el funcionamiento de vehículos, así como algunas actividades industriales. Sin embargo, los incendios forestales, la quema de residuos agrícolas y el cambio de uso del suelo pueden también contribuir a estas emisiones. Además, el impacto de con- taminantes en el aire no solo se restringe a las zonas don- de fueron emitidos, ya que pueden ser transportados a grandes distancias, e incluso en su trayecto pueden ser transformados en otro tipo de contaminantes. En México, 25 ciudades y zonas urbanas cuentan con datos continuos sobre niveles de contaminantes (mo- nóxido de carbono, dióxido de azufre, óxidos de nitróge- no, ozono y partículas suspendidas de distintos tamaños) que determinan en conjunto la calidad del aire (ine 2005; Gutiérrez, com. pers.). En estas ciudades se observa en general una reducción en los niveles de monóxido de car- bono debida mayormente a los avances tecnológicos en la flota vehicular. El ozono es el principal problema para la salud humana en la zona metropolitana de Guadalaja- ra (zmg) y en la zona metropolitana de la ciudad de Méxi- co (zmcm) (sma-gdf 2005). Las partículas suspendidas de mayor tamaño PM10 han disminuido en la zmcm y la zmg, pero han aumentado en la zona metropolitana de Monterrey (zmm). Los incendios forestales ocurridos en el año 1998 se consideran como uno de los principales causantes del incremento en los niveles de partículas sus- pendidas en la zmcm (Tanner etal. 2001; Sosa etal. 2004; ine 2005), así como en los altos niveles de iones de nitra- to en lluvia ácida en muestras de la Península de Yucatán (Cerón et al. 2002). Se han reportado efectos negativos de la lluvia ácida en suelos, cuerpos de agua, así como en monumentos históricos y culturales (Bravo et al. 2000; Cerón etal. 2002). Se han detectado contaminantes emi- tidos por la zmcm en regiones contiguas e incluso en la región del Golfo de México (De Foy et al. 2006). Asimis- mo, los altos niveles de dióxido de azufre observados en el Parque Nacional Pico de Orizaba se atribuyen a conta- minantes emitidos en la zmcm, Tlaxcala y Puebla (Már- quez et al. 2005). Los datos para otros contaminantes son escasos. En una región de Chiapas se encontraron niveles altos de plaguicidas organoclorados en el aire ambiente, en la zona de los valles centrales de Chiapas, aunque aún se desco- noce su impacto sobre la biota (Alegría et al. 2006). Los pocos datos sobre mercurio total en el aire muestran ni- veles elevados en zonas no urbanas (Huejutla, Hidalgo, y Puerto Ángel, Oaxaca), y algunos episodios de niveles altos en la zmcm; sin embargo, la información disponi- ble es insuficiente para entender los procesos asociados y sus consecuencias (De la Rosa et al. 2005). Regulación de la respuesta a eventos naturales extremos En la naturaleza se presentan de forma natural eventos extremos que conducen a cambios drásticos en las con- diciones de un sitio o una región dados. Estos eventos incluyen sequías, ciclones, tormentas, erupciones vol- cánicas o inundaciones. Cuando alguno de estos produ- ce cambios que afectan de manera severa los ecosiste- mas y el bienestar de las poblaciones humanas que los habitan, se convierte en un desastre (cepal 2002; Bra- vo de Guenni et al. 2005). Los ecosistemas terrestres y costeros tienen distintas capacidades de respuesta a la incidencia de estos eventos naturales extremos, depen- diendo de sus características físicas y bióticas. Estas ca- racterísticas les permiten o les impiden modular los im- pactos de eventos sobre los ecosistemas mismos, los que los rodean y sobre las poblaciones humanas que ahí ha- bitan. El mantenimiento de condiciones adecuadas del suelo (profundidad, textura y contenido de materia or- gánica), de la cobertura vegetal (tanto en las partes altas de las montañas como a lo largo de los ríos y de las eos- 4 • Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 223 tas), de los humedales y de los lagos es fundamental para regular las inundaciones (Bravo de Guenni et al. 2005). La presencia de manglares, lagunas costeras y arrecifes coralinos modula el impacto de los huracanes en las zo- nas costeras (Bravo de Guenni et al. 2005; Agardy et al. 2006). Además se ha planteado que, en general, sistemas más diversos son más estables, es decir, que hasta cierto grado resisten y se recuperan más rápido del embate de eventos extremos (Bravo de Guenni et al. 2005; Díaz et al. 2006). En México no se cuenta con datos que permitan rela- cionar los cambios en las condiciones físico-bióticas de los ecosistemas terrestres y costeros con incrementos en la vulnerabilidad frente a eventos extremos. Los eventos climatológicos extremos han causado numerosos desas- tres, con daños apreciables para la población y la econo- mía (Bitrán 2001; Cenapred 2005). Se estima que en los últimos 24 años han perdido la vida unas 3 170 personas, lo que equivale a un promedio de casi 132 personas por año. Los daños respectivos han superado los 5 000 millo- nes de dólares, lo que equivale aproximadamente a unos 232 millones de dólares anuales, en promedio, a precios actuales. El aumento en la frecuencia y en las conse- cuencias negativas de eventos hidrometeorológicos ex- tremos parece estar relacionado con el deterioro de los ecosistemas naturales; esto fue particularmente patente en 2005, cuando sufrimos los embates de los huracanes Emily, Stan y Wilma (Eig. 4.12a, b, c). En el caso de Mo- tozintla, Chiapas, por ejemplo, los deslaves fueron más marcados en áreas desprovistas de cobertura vegetal que en aquellas protegidas por la cobertura vegetal boscosa (Conabio 2006). La presencia de condiciones adecuadas de suelo, co- bertura vegetal, humedales, manglares (recuadro 4.7 y cuadro 4.7), lagunas costeras y arrecifes coralinos es par- ticularmente importante para mitigar los impactos de los eventos naturales extremos en el caso de las zonas que están más expuestas a estos fenómenos. Algunas zonas de las costas del Pacífico y del Golfo están expuestas a embates de huracanes (Fig. 4.13). Por otro lado, los esta- dos más afectados por las lluvias torrenciales han sido históricamente los de México, Tlaxcala y Oaxaca (Ce- napred 2005). Los eventos naturales extremos pueden tener además consecuencias secundarias que no son perceptibles en el corto plazo, ni en los alrededores cercanos a los sitios afectados. En particular, la erosión asociada a estos even- tos conlleva costos ambientales y económicos importan- tes (Conabio 2006). 4.3.3 Servicios culturales Los servicios culturales son el resultado de la evolución a lo largo del tiempo y del espacio de la relación entre los seres humanos y la naturaleza que los rodea; como resul- tado, las culturas humanas están muy influenciadas por los ecosistemas que habitan y viceversa. Los servicios culturales abarcan tanto los aspectos materiales (las plantas, los animales, el agua, el suelo) como los aspectos intangibles (seguridad, belleza, espiritualidad, recreación cultural y social para las poblaciones); también abarcan el conocimiento, las percepciones y los sistemas de clasi- ficación de su entorno natural (Balvanera y Prabhu 2004; De Groot et al. 2005; Lazos Chavero 2006). En México, la gran riqueza biológica y cultural está asociada con numerosos servicios. Usos, recursos y sig- nificados se entrelazan dinámicamente en las diversas culturas, lo que conforma un sinnúmero de servicios cul- turales posibles. El significado y la valoración de cada servicio, determinados por la propia cultura donde este se enmarca, son distintos en las diferentes regiones del país. En algunas culturas, el uso del copal será fundamen- tal para la realización de ceremonias y la comunicación con sus antepasados; en otras, la venta de un bejuco será determinante para su economía familiar. Incluso la mis- ma especie puede tener significados y usos distintos en diversas culturas. Así, entre los mestizos de Balzapote, Veracruz, el guayabo ( Psidium guajava) tiene hasta 10 usos (Lazos Chavero y Álvarez-Buylla 1988), mientras que los nahuas de Tatahuicapan, Veracruz, solo le atribu- yen cuatro usos (Godínez y Lazos 2003). Para algunas sociedades conservar un bosque puede ser considerado como un valor fundamental, incluso para lograr la repro- ducción simbólica de dicha sociedad; en cambio, para otras, un bosque significa un obstáculo para el desarrollo de la sociedad (Barrera et al. 1977; Lazos Chavero 1996; Godínez y Lazos 2003). Entre los mayas-yucatecos, el t’olche (vegetación dejada a lo largo de los caminos) debe conservarse siempre pues ahí moran los pequeños due- ños del monte, quienes cuidarán los caminos y las milpas cultivadas; en cambio, los ganaderos nahuas de Pajapan buscan maximizar el terreno agropecuario frente a la escasez de tierras y tumban toda la vegetación de su par- cela, incluso la de los bordes, con el fin de empastar (Rico-Gray et al. 1985; Sanabria 1986; Lazos Chavero y Paré 2000). En el caso de la fauna silvestre, los servicios culturales que proporciona se reflejan en la cosmovisión y esencia misma de numerosas culturas prehispánicas y contemporáneas de 224 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio l~a~l Ciclones tropicales Población afectada por evento Pérdidas económicas por evento CU 03 "O "O cu “O LO cu C O l~b~l Lluvias torrenciales Población afectada por evento Pérdidas económicas por evento CU 03 "O "O cu ~o LO cu C O fc~l Inundaciones Población afectada por evento Pérdidas económicas por evento CU 03 "O "O cu “O LO cu C O Figura 4.12 Patrones temporales de los eventos naturales extremos asociados a desastres en México de acuerdo con el número de habitantes afectados y los costos económicos. Fuente: Cenapred (2005). 4 • Estado y tendencias de los servidos ecosistémicos 225 Recuadro 4.7 Valoración de servicios ecosistémicos: el caso de los manglares Alejandro Guevara La valoración de los servicios ecosistémicos es una herramienta útil para dar a conocer su importancia (Millennium Ecosystem Assessment 2005). Tradicionalmente se conoce el valor económico de aquellos productos que tienen un mercado, que son comerciables, los cuales son fundamentalmente servicios de provisión. Sin embargo, los ecosistemas proporcionan un abanico de servicios de regulación y culturales, que no tienen un precio establecido. Al incorporarlos en un ejercicio de valoración es posible evaluar su importancia relativa. En el caso de los manglares de la costa noroeste del país, estos proporcionan una serie de servicios ecosistémicos que incluyen: 7 ] criaderos para muchas especies de crustáceos, peces y moluscos de interés comercial como el camarón; 2] hábitats de diferentes especies de mamíferos, aves, peces e invertebrados, algunas de las cuales se encuentran amenazadas o en peligro de extinción; 3] regulación de flujos hídricos estacionales al retener el agua y liberarla lentamente; 4] regulación de la calidad del agua al extraer de ella sedimentos, sal, nutrientes y sustancias tóxicas; 5] regulación climática al capturar carbono atmosférico, y 6] belleza escénica, que promueve la actividad ecoturística en la zona (Agardy et al. 2006). El valor económico de los manglares va más allá del valor de mercado de los servicios comerciales que otorgan, es decir, muchos de sus servicios no tienen precio establecido. Las decisiones que determinan el manejo de los bosques de mangle, así como de los otros tipos de capital natural, deben, por tanto, considerar el valor económico total (vet) de los servicios que proporciona. El vet es la suma de dos tipos de valores: los valores de uso activo y los valores de uso pasivo (Azqueta 1994; Azqueta y Pérez 1996; Barbier et al. 1997; Pearce 1993). Los valores de uso activo dependen del empleo real y concreto del recurso natural en cuestión. Los valores de uso pasivo, que incluyen los valores de opción y los valores de existencia, consideran el valor intrínseco de su sola existencia (cuadro 4.7). En general, los manglares representan para muchas familias asentadas en las zonas costeras una fuente de productos e ingresos para su subsistencia. Tal es el caso del ejido de Mexcaltitán, Nayarit. Por medio de la construcción de una matriz de contabilidad social se pudo estimar el valor de uso directo del bosque de mangle para la comunidad (Guevara et al. 2005). Entre los resultados obtenidos se encuentra la composición porcentual del pib ejidal. La aportación por el uso directo del manglar es de 2%, sin embargo, al considerar su aportación indirecta, fundamental para la pesca artesanal, se ve su importancia económica, que representa hasta 56% del incremento anual de la riqueza del pueblo (Fig. 1). Servicios Agricultura sorgo Figura 1 Composición del ingreso ejidal en el ejido de Mexcaltitán, Nayarit, en 2004 y su relación con los servicios ecosistémicos que brinda el manglar. Fuente: Guevara et al. (2005). 226 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 4.7 Valor económico total del manglar: estructura y cifras representativas Usos activos Usos pasivos Usos presentes Usos futuros Directo Indirecto Opción Existencia/herencia • Extractivos Madera, leña y medicamencos. Considerando planes de manejo forestal y precios en patio para los ejidos de San Blas y Mexcaltitán, se calcula una ganancia promedio anual de 0.4 y 1.6 millones de pesos al año, respectivamente, solo por la venta autorizada de madera comercial. • Pesquerías dependientes del manglar El valor del servicio de protección de pesquerías es de 100 dólares por hectárea para Marismas Nacionales, Nayarit. • Filtrado de aguas residuales Para la Laguna de Términos en Campeche, el costo de operación anual de una planta de tratamiento es de 150 dólares por hectárea. • Amortiguamiento de tormentas • Fijación de nitrógeno • Reservorio de recursos genéticos para el desarrollo de nuevos medicamentos. • Valores culturales, religiosos y éticos. • Se deben evitar cambios irreversibles (extinción). • No extractivos Ecoturismo y recreación. Los prestadores de servicios turísticos en San Blas manifiestan una disposición a pagar 72 000 pesos al año por uso y conservación de los canales. • Captura de carbono El contenido promedio de carbono en Mexcaltitán es de 89.8 MgC ha-1. El servicio de captura de carbono ofrecido por los bosques de mangle se podría traducir en una ganancia de 1 000 dólares por hectárea. • Pesca ribereña En Mexcaltitán, los pescadores estarían dispuestos a pagar hasta 1 400 pesos al año para la conservación de una hectárea de manglar. Fuentes: Guevara et al. (2005); Lal (1990); Sanjurjo (2005); Sanjurjo et al. (2005); uia (2005); Valdés y Valdez (2005). nuestro país. La fauna ha sido fuente de inspiración para múltiples expresiones culturales como pintura, danza, cantos, textiles, gastronomía, ritos, mitos, creencias, y hasta la toponimia y los símbolos patrios. En el contexto de los servicios culturales de la fauna silvestre se entre- mezclan además aspectos estéticos, recreativos, educati- vos y económicos (Amacup 1997, 1998; Hernández 1999; Martínez y Salazar 2000; Arroyo-Quiroz 2003; Nabhan 2003; Masera et al 2005). En términos generales, la tendencia al abandono de las actividades agropecuarias por miles de familias campesi- nas lleva aparejada el desarraigo de creencias, costum- bres e instituciones, lo que desestructura la organización comunitaria necesaria para lograr la conservación de los recursos naturales. Los casos son múltiples, desde los na- huas y popolucas de la Sierra de Santa Marta, Veracruz (Lazos Chavero y Paré 2000), hasta los toj olabales y Cho- les migrantes en las selvas en Chiapas (Carabias 2005). Por otro lado, existen comunidades donde a pesar de las elevadas tasas de migración, las creencias, costumbres e instituciones se han fortalecido entre migrantes y resi- dentes en ciclos continuos de vaivenes, y donde la con- servación de los recursos naturales es prioritaria. Hay ejemplos de comunidades que tienden a armonizar con- servación y desarrollo, aun en condiciones de alta vulne- rabilidad, como los ejidos colectivos del sur de Quintana Roo, las comunidades de la Sierra Norte de Juárez en Oaxaca con el manejo de bosques, los ejidos tejedores de palma en Guerrero, las comunidades cafetaleras na- huas de la Sierra Norte de Puebla (Merino y Alatorre 1997). Por tanto, existe una alta variabilidad de situacio- nes para los servicios culturales. Sin embargo, para man- tener estos servicios se debe lograr sostener natural y socioeconómicamente los sistemas campesinos a la par que superar la pobreza y promover su participación so- cial. Es posible encontrar desde poblaciones muy desor- ganizadas con bajos o altos índices de migración y de marginación hasta poblaciones sumamente organizadas con altos índices de migración, o poblaciones organiza- das con bajos índices de migración y altos índices de mar- ginación. En Los Chimalapas, Oaxaca, por ejemplo, exis- ten bajos índices de migración comparados con los de la 4 • Estado y tendencias de ios servicios ecosistémicos 227 Figura 4.13 Patrones espaciales de vulnerabilidad a eventos naturales extremos en México: el caso de las inundaciones. Fuente: Cenapred (2005). Mixteca y, a pesar de múltiples conflictos, las comunida- des han logrado constituir pequeñas reservas comunita- rias. En cambio, en la Mixteca, algunas comunidades, como Intundungia, han logrado conservar su entorno natural a pesar de las altas tasas de migración, mientras que en otras, como Santiago Nuyóo, las comunidades han perdido instituciones locales para lograr consensos con respecto a la conservación de sus bosques (Lazos y Espinosa 2003). 4.4 Relaciones complejas entre servicios El manejo de un ecosistema para promover la obtención de un servicio ecosistémico en particular, o el consumo de este servicio, puede tener consecuencias negativas so- bre la capacidad de provisión de otros servicios (cua- dro 4.8a y b). Estas interacciones pueden estar desfasadas en el tiempo (cuando una acción tiene consecuencias mucho tiempo después) y en el espacio (cuando los efec- tos se observan en regiones alejadas del sitio donde se tomó una decisión en particular) (Rodríguez et al. 2006). En el caso de México, la expansión de las fronteras agrí- cola y ganadera, así como la intensificación de su produc- ción, han sido los principales mecanismos para aumentar la producción de alimentos y satisfacer las necesidades de alimentación de la población; sin embargo, este fenóme- no ha sido también el principal motor de la degradación ambiental (Conabio 2006). La relación entre la promo- ción de las actividades agropecuarias y sus efectos negati- vos sobre varios servicios ecosistémicos ha sido amplia- mente estudiada en México. En general, los programas gubernamentales dirigidos a donar tierras a los campesi- nos desprovistos de estas, así como aquellos dirigidos a fomentar la actividad ganadera, promovieron la defores- tación de los bosques tropicales del país entre 1960 y 1980; en la región de Los Tuxtlas estos programas y la adopción de la ganadería como herramienta para superar la pobre- za contribuyeron a la deforestación de 80% de las selvas húmedas de la región (Durand y Lazos 2004). Durante ese periodo se perdieron hasta 800 000 hectáreas por año: a la fecha solo queda 17% de las selvas húmedas y 26% de las selvas secas del país (véase el capítulo 1 de este volu- men). Esta pérdida de hábitat y su fragmentación están Cuadro 4.8 a Principales interacciones — y su carácter positivo o negativo — de los servicios ecosistémicos identificadas en la literatura global que pueden ser aplicadas al caso de México Servicio causante del efecto En provisión y regulación Agua (cantidad y calidad) □ □ O O O O O O En provisión Recursos diversos < < < 03 C QJ 1 < < < Madera < < < < < < Alimentos derivados de la acuicultura O o o o o Alimentos derivados de la pesca o o o Alimentos derivados de la ganadería O O O o o o O o o o Alimentos derivados de la agricultura O o O o o o o o o o o o Servicio afectado Alimentos derivados de la agricultura Alimentos derivados de la ganadería Alimentos derivados de la pesca Alimentos derivados de la acuicultura Madera 03 C CL» 1 Recursos diversos Agua (cantidad y calidad) Biodiversidad Plagas, vectores de enfermedades y polinización Erosión Clima y calidad del aire Respuesta a eventos naturales extremos En provisión En provisión y regulación En regulación Fuentes: Agardy et al. (2006); Beman et al. (2005); Bravo de Guenni et al. (2005); Cairns et al. (2000); Cassmann et al. (2005); Cenapred (2005); Díaz et al. (2005); Durand y Lazos (2004); Falkenmark (2003); Finlayson et al. (2005); Helfman et al. (1997); House et al. (2005); Kremen et al. (2002); Landa et al. (1997); Lavelle et al. (2005); Maass et al. (2005); Morales et al. (2008); ocde (2008); Riley et al. (2001); Rodríguez et al. (2006); Sala et al. (2005); Sampson et al. (2005); Sánchez-Cordero et al. (2005); Shvidenko et al. (2005); unep (2006); Vdrdsmarty et al. (2005); Woodet al. (2005). Nota: las figuras geométricas indican el carácter de la interacción: □ = positivo, A = moderadamente negativo, O = fuertemente negativo. 4 • Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 229 Cuadro 4.8 b Principales interacciones — y sus efectos — de los servicios ecosistémicos identificadas en la literatura global, que pueden ser aplicadas al caso de México Servicio afectado Efecto Interacción En la provisión de alimentos derivados de la agricultura p Alimentos derivados de la ganadería La siembra de forrajes compite con la agricultura por superficie. Fuertemente negativa Alimentos derivados de la pesca Los fertilizantes conducen al incremento de N en cuerpos de agua y en casos extremos a la muerte de peces. Alimentos derivados de la acuicultura Los fertilizantes conducen al incremento de N en cuerpos de agua y en casos extremos a la muerte de peces. Madera La expansión de la frontera agrícola/ganadera reduce la cobertura de bosques y de los ecosistemas con elementos leñosos. Leña Recursos diversos La expansión de la frontera agrícola conduce a cambios de uso del suelo y pérdida de biodiversidad y de recursos derivados. P-R Agua (cantidad y calidad) El riego consume 70% del agua disponible. El cambio en la cobertura vegetal disminuye la calidad del suelo para regular el ciclo hidrológico. El uso de fertilizantes y plaguicidas reduce la calidad del agua. R Biodiversidad La extensión de la frontera agrícola/ganadera conduce a cambios de uso del suelo y pérdida de biodiversidad. Plagas, vectores de enfermedades y polinización El uso de plaguicidas y herbicidas afecta las poblaciones de polinizadores. La reducción de la biodiversidad en paisajes agrícolas afecta el mantenimiento de enemigos naturales de plagas y vectores de enfermedades. Erosión La remoción o quema de la cobertura vegetal original disminuyen la capacidad del suelo para regular el ciclo hidrológico, promueven la erosión y disminuyen los almacenes y el mantenimiento de la fertilidad. Clima y calidad del aire La expansión de la frontera agrícola provoca la liberación de C02 (gei). El uso de fertilizantes contribuye a la emisión de N20 (gei). Respuesta a eventos naturales extremos Los cambios del uso de suelo provocan disminución de la capacidad de este para regular el ciclo hidrológico, lo que ocasiona inundaciones y el arrastre de sedimentos, y reducciones en la biodiversidad, con lo que disminuye la capacidad para responder a eventos extremos. En la provisión de alimentos derivados de la ganadería p Alimentos derivados de la agricultura La siembra de cultivos compite con la de forrajes por superficie. Fuertemente negativa Madera La expansión de la frontera agrícola/ganadera reduce la cobertura de bosques y de los ecosistemas con elementos leñosos. Leña Recursos diversos La expansión de la frontera agrícola conduce a cambios de uso del suelo y pérdida de biodiversidad y de recursos derivados. P-R Agua (cantidad y calidad) La ganadería consume grandes volúmenes de agua. El cambio en la cobertura vegetal disminuye la calidad del suelo para regular el ciclo hidrológico. R Biodiversidad La extensión de la frontera agrícola/ganadera conduce a cambios de uso del suelo y pérdida de biodiversidad. Plagas, vectores de enfermedades y polinización La reducción de la biodiversidad en paisajes pecuarios afecta el mantenimiento de enemigos naturales de plagas y vectores de enfermedades. Erosión La remoción o quema de la cobertura vegetal original disminuyen la capacidad del suelo para regular el ciclo hidrológico, promueven la erosión y disminuyen los almacenes y el mantenimiento de la fertilidad. Clima y calidad del aire El ganado emite NH4 (gei). La deforestación provoca liberación de C02. Respuesta a eventos naturales extremos Los cambios de uso del suelo provocan disminución de la capacidad de este para regular el ciclo hidrológico, lo que ocasiona inundaciones y el arrastre de sedimentos, y reducciones en la biodiversidad, con lo que disminuye la capacidad para responder a eventos extremos. 230 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 4.8b [continúa] Servicio afectado Efecto Interacción En la provisión de alimentos derivados de la pesca p Alimentos derivados de la pesca La sobreexplotación y el manejo inadecuado de recursos marinos conducen al colapso de las poblaciones de especies útiles y de ecosistemas marinos. Fuertemente negativa Recursos diversos La introducción de especies y la transformación de lagunas costeras y manglares afectan el mantenimiento de la biodiversidad acuática y marina y de recursos asociados. R Biodiversidad La sobreexplotación de recursos pesqueros y la pesca de fondo conducen a pérdida de biodiversidad. En la provisión de alimentos derivados de la acuicultura p Alimentos derivados de la pesca La transformación de lagunas costeras y manglares altera hábitats fundamentales para la reproducción de recursos marinos. Fuertemente negativa Recursos diversos La introducción de especies y la transformación de lagunas costeras y manglares afectan el mantenimiento de la biodiversidad acuática y marina y de recursos asociados. P-R Agua (cantidad y calidad) El uso de antibióticos y de alimentos para peces, así como la introducción de carpas y tilapias reducen la calidad del agua. R Biodiversidad La acuicultura afecta el mantenimiento de la biodiversidad acuática y marina. Respuesta a eventos naturales extremos La transformación de lagunas costeras y manglares disminuye su capacidad para modular respuestas frente a huracanes. En la provisión de madera p Recursos diversos La explotación forestal clandestina, el manejo inadecuado y la sobreexplotación de leña conducen a la pérdida de biodiversidad. Moderadamente negativa P-R Agua (cantidad y calidad) La explotación forestal clandestina o sin manejo adecuado provoca cambios de uso del suelo, que disminuyen la calidad de este para regular el ciclo hidrológico. R Biodiversidad La explotación forestal clandestina, el manejo inadecuado y la sobreexplotación de leña conducen a la pérdida de biodiversidad. Plagas, vectores de enfermedades y polinización La reducción de la biodiversidad en paisajes con explotación forestal clandestina o manejo inadecuado afecta el mantenimiento de enemigos naturales de plagas y vectores de enfermedades. Erosión La explotación forestal clandestina y el manejo inadecuado provocan cambios de uso del suelo que disminuyen la capacidad de este para regular el ciclo hidrológico, promueven la erosión y disminuyen los almacenes y el mantenimiento de la fertilidad. Respuesta a eventos naturales extremos La explotación forestal clandestina y el manejo inadecuado provocan cambios de uso del suelo y la disminución de la capacidad de este para regular el ciclo hidrológico, lo que ocasiona inundaciones y el arrastre de sedimentos, y reducciones en la biodiversidad; todo ello disminuye la capacidad para responder a eventos extremos. En la provisión de leña P Recursos diversos La explotación forestal clandestina, el manejo inadecuado y la sobreexplotación de leña conducen a la pérdida de biodiversidad. Moderadamente negativa R Biodiversidad La explotación forestal clandestina, el manejo inadecuado y la sobreexplotación de leña conducen a la pérdida de biodiversidad. Clima y calidad del aire La quema de leña contribuye a la liberación de partículas dañinas para la salud. En la provisión de recursos diversos P Recursos diversos La sobreexplotación de recursos diversos conduce a la pérdida de biodiversidad y de recursos asociados. La extracción de suelo afecta a todo el ecosistema. Moderadamente negativa R Biodiversidad La sobreexplotación de recursos diversos conduce a pérdida de biodiversidad. Plagas, vectores de enfermedades y polinización La sobreexplotación de recursos diversos conduce a pérdida de biodiversidad y cambios en la regulación de interacciones bióticas. 4 • Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 231 Cuadro 4.8b [concluye] Servicio afectado Efecto Interacción En la provisión y regulación de agua (cantidad y calidad) p Alimentos derivados de la agricultura Riego. Positiva Alimentos derivados de la ganadería Riego. Recursos diversos La construcción de presas, el consumo de agua y las reducciones de la calidad de esta provocan pérdida de biodiversidad acuática, riparia y marina y de recursos asociados. Fuertemente negativa P-R Agua (cantidad y calidad) Usos del agua río arriba y su contaminación disminuyen la cantidad disponible y la calidad río abajo. R Biodiversidad La construcción de presas, el consumo de agua, y las reducciones de la calidad de esta provocan pérdida de biodiversidad acuática, marina y de la vegetación riparia/costera. Erosión La construcción de presas provoca cambios en la capacidad de almacenamiento de agua, su temporalidad y el transporte de sedimentos. Clima y calidad del aire La construcción de presas provoca cambios en la evapotranspiración y modifica los intercambios de energía. El consumo de agua provoca desecación de cuerpos de agua y desertificación, y promueve la liberación de partículas en el aire. Respuesta a eventos naturales extremos La construcción de presas y el consumo de agua provocan cambios en la capacidad del suelo y de los cuerpos de agua para almacenar agua. Fuentes: Agardy etal. (2006); Beman etal. (2005); Bravo de Guenni etal. (2005); Cairns etal. (2000); Cassmann etal. (2005); Cenapred (2005); Díaz etal. (2005); Durand y Lazos (2004); Falkenmark (2003); Finlayson et al. (2005); Helfman et al. (1997); House et al. (2005); Kremen et al. (2002); Landa et al. (1997); Lavelle et al. (2005); Maass et al. (2005); Morales et al. (2008); ocde (2008); Riley et al. (2001); Rodríguez et al. (2006); Sala et al. (2005); Sampson et al. (2005); Sánchez- Cordero et al. (2005); Shvidenko et al. (2005); un ep (2006); Vórósmarty et al. (2005); Wood et al. (2005). gei = gas de efecto invernadero. P = provisión. R = regulación. asociadas a reducciones importantes en el rango de dis- tribución de múltiples especies; se sabe que el área de distribución de algunas especies de mamíferos endémi- cos se redujo hasta en 90% (Sánchez-Cordero etal. 2005). La deforestación, junto con el manejo agropecuario in- adecuado, también conduce a la erosión y la degradación de los suelos; en el caso de la región de la Montaña de Guerrero, la combinación entre la estacionalidad de la escasa precipitación, la topografía accidentada, los sue- los frágiles, la vegetación abierta y de lento crecimiento y la elevada marginación social han contribuido a que 13% de la superficie presente condiciones de degradación se- vera, y otro 36% tenga gran riesgo de presentar dicha de- gradación (Landa et al. 1997). La deforestación en Méxi- co también tiene consecuencias negativas sobre la regulación climática: se liberaron al menos 280 millones de toneladas de carbono entre 1992 y 1997 (Cairns et al. 2000). Otros efectos negativos de la expansión de la fron- tera agropecuaria incluyen reducciones en la recarga de acuíferos, la calidad del agua y la respuesta de los ecosis- temas a eventos naturales extremos, los cuales aún no han sido cuantificados (cuadro 4.8a y b). La intensificación de la actividad agrícola también conlleva importantes consecuencias negativas sobre va- rios servicios ecosistémicos. La agricultura intensiva re- quiere el uso de riego, fertilizantes, plaguicidas y herbici- das, los cuales tienen consecuencias negativas sobre la disponibilidad de agua, el mantenimiento de la biodiver- sidad, la calidad del agua, la regulación climática y la sa- lud humana. La demanda de agua por parte de la agricul- tura en México excede la disponibilidad y el número de acuíferos sobreexplotados en México pasó de 32 en 1975 a 102 en 2005 (ocde 2008). En el país, el superávit de nitrógeno y fósforo es bajo con respecto a otros países miembros de la ocde (cepal 2006), sin embargo, al me- nos 10% del nitrógeno empleado en la agricultura inten- siva en el estado de Sinaloa se lava hacia los cuerpos de agua y el Golfo de California, donde contribuye a aumen- tar la frecuencia de mareas rojas, las cuales afectan la calidad de la pesca y a todo el ecosistema marino (Riley 232 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio et al. 2001; Beman et al. 2005). El uso de plaguicidas se incrementó en 22% entre 1993-1995 y 2001-2003, lo que tiene consecuencias tanto en la pesca y los organismos capturados como en la salud humana, aunque estas no han sido documentadas adecuadamente (ocde 2008). Numerosas plantas y animales pueden vivir donde se realiza una agricultura diversa, en paisajes con múltiples usos (Morales et al. 2008), pero no en áreas con agricul- tura intensiva. La transformación de selvas en pastizales para el gana- do promueve la compactación y erosión del suelo, así como la liberación de gases de efecto invernadero. En el caso de la transformación de la selva seca a pastizales en la región de Chamela-Cuixmala, se sabe que 80% de la biomasa aérea es consumida durante la quema, con lo que se pierde hasta 80% del carbono y del nitrógeno; la erosión aumenta en varios órdenes de magnitud debido a los cambios en la cobertura vegetal, a la pérdida de ma- teria orgánica y de estructura del suelo; el microclima cambia, debido a modificaciones en los flujos de energía, lo que ocasiona a su vez cambios en los balances de ener- gía y agua; la transformación de las selvas secas del país pueden conducir a la liberación de hasta 708 millones de toneladas de carbono (Maass et al. 2005). Otra fuente importante de proteínas para los mexica- nos son los productos derivados de la pesca y de la acui- cultura; sin embargo, la pesca en México se ha llevado a cabo bajo esquemas de extracción que rebasan la capaci- dad de las poblaciones para mantenerlos, y con poco én- fasis en el mantenimiento de todo el ecosistema marino (Nadal 1994; Sala et al. 2004; Ortiz-Lozano et al. 2005). Como consecuencia, esta actividad tiene consecuencias negativas en sí misma, impidiendo su mantenimiento a largo plazo. La opción de producción de proteínas con la acuicultura no es viable, puesto que tiene consecuencias negativas mucho más fuertes sobre los distintos servicios ecosistémicos (Tapia y Zambrano 2003; unep 2006; Zambrano et al. 2006). La introducción de especies, la transformación de hábitats costeros y el uso de antibióti- cos y alimentos para peces necesarios para la acuicultura tienen efectos negativos sobre la pesca, la calidad del agua, el mantenimiento de la biodiversidad acuática y marina, e incluso en la regulación de la respuesta de los ecosistemas a eventos naturales extremos. Es probable que la acuicultura cree más problemas ecológicos y so- ciales que beneficios en términos de fuentes de proteína animal para los habitantes de las zonas rurales. Por ejem- plo, la Delegación Xochimilco ha invertido más de 100 veces en programas de erradicación de carpas y tilapias de sus canales que lo que ganan todos los pescadores jun- tos durante un año por la venta del pescado (Tapia y Zambrano 2003). El manejo de ecosistemas para la explotación forestal, la extracción de leña y la obtención de recursos diversos pueden, en cambio, tener impactos menores sobre los ecosistemas y sus servicios, e incluso ser compatibles con el mantenimiento de la biodiversidad y de los múltiples servicios ecosistémicos. El manejo forestal de un bosque reduce la integridad del ecosistema con respecto a zonas de estricta conservación, pero no implica la conversión del uso del suelo a ecosistemas radicalmente distintos como son los agropecuarios o urbanos (Bawa y Seidler 1998; Struhsaker 1998; Hartshorn y Bynum 1999; Putz et al. 2000; Pérez-Salicrup 2005). Es por lo tanto una ac- tividad productiva con gran potencial en el país y que permite mantener, en gran medida, los ecosistemas fo- restales, su biodiversidad y los servicios que estos ofre- cen; esto es particularmente cierto para los programas de manejo que han sido certificados como sustentables. De la misma manera, la extracción de leña tiene un impacto moderado sobre los ecosistemas; únicamente en zonas de alta extracción de leña se ha detectado la disminución en la oferta de las especies preferidas para la obtención de este energético (Detrinidad 1993; Masera et al. 1997; rwedp 2000; Del Amo Rodríguez 2002), así como defo- restación (Arnold et al. 2003). La leña representa, ade- más, una fuente de energía renovable ampliamente dis- ponible, que no compite con la madera comercial ni con los productos forestales no maderables. Utilizada de ma- nera sustentable, puede tener una contribución impor- tante en la transición hacia el uso de combustibles reno- vables, con impactos positivos en la regulación climática al mitigar las emisiones de C02 por la quema de combus- tibles fósiles; además, tiene efectos positivos en la regu- lación de la respuesta a eventos naturales extremos pues- to que reduce el riesgo de incendios forestales (Masera 2005). El manejo de ecosistemas para la obtención de re- cursos múltiples depende de su mantenimiento, del de las especies que de ellos se extraen, así como del de las especies y componentes de los ecosistemas que interac- túan con ellas; por lo tanto es compatible con el mante- nimiento de los ecosistemas, su biodiversidad y sus ser- vicios (Panayatou y Ashton 1992; Shvidenko et al. 2005; Bennett y Balvanera 2007). Las interacciones de servicios incluyen además los culturales. Las sociedades locales en México están suje- tas a dinámicas de alta vulnerabilidad que al combinarse han llevado a la destrucción de los ecosistemas y a la pér- 4 • Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 233 dida de biodiversidad. Pobreza extrema, marginación política para participar en la definición del desarrollo, migraciones masivas, fisuras y rompimientos de organi- zaciones comunitarias, estructura políticas caciquiles, políticas irracionales y erráticas de fomento rural, y polí- ticas comerciales adversas se conjugan en formas y gra- dos distintos en cada sociedad, lo que provoca situacio- nes de deterioro ambiental y social particulares (Reardon y Vosti 1995; Provencio y Carabias 1997; Alien- Wardell etal. 1998; Paré 1999). En este marco, los servicios cultu- rales que el ecosistema pueda brindar se ven disminuidos a través del cristal de la pobreza, de la necesidad econó- mica y de la subsistencia apremiante, de la desmotiva- ción colectiva y de la desorganización comunitaria. 4.5 El papel de las políticas en la CAPACIDAD PRESENTE Y FUTURA DE LOS ECOSISTEMAS PARA PROPORCIONAR SERVICIOS ECOSISTÉMICOS El mantenimiento de la capacidad de los ecosistemas mexicanos para proveer servicios necesita como premisa fundamental el manejo sustentable de nuestros ecosiste- mas. Esto significa que se puedan sostener tanto natural como socialmente los esquemas de manejo. Para ello, por un lado se deben satisfacer las necesidades básicas de la población mexicana, y por otro asegurar su viabilidad a largo plazo. Se requiere entonces identificar las necesi- dades de los distintos actores, promover su participación, conjuntar políticas intersectoriales que permitan a largo plazo mantener la capacidad de los ecosistemas para brindar servicios, así como el bienestar de los distintos actores. Para lograr este propósito, los gobiernos tienen la posibilidad de diseñar e implementar programas de políticas públicas e instrumentos de planeación vincula- dos con ellos. Durante el sexenio 2000-2006, distintos organismos desconcentrados y descentralizados del sector ambiental elaboraron y ejecutaron distintos programas con esta fi- nalidad. Algunos de estos programas van encaminados al mantenimiento y creación de nuevas áreas naturales pro- tegidas, como las que se establecieron por medio de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Co- nanp-Semarnat), y así asegurar el mantenimiento de la biodiversidad en ciertos ecosistemas críticos, así como el mantenimiento de los servicios que proporcionan. En el sector forestal, se han realizado programas de fomento productivo y de manejo comunitario de bosques con én- fasis en la biodiversidad, como el Programa de Conserva- ción y Manejo Forestal (Procymaf) y el Programa de Conservación Indígena de la Biodiversidad (Coinbio). En el contexto del Programa Nacional Forestal 2001-2006 se han creado programas para pagos por servicios ambien- tales, que abarcan la captura de carbono, los servicios hidrológicos y el mantenimiento de la biodiversidad (Co- nafor 2006). Los aprovechamientos de la fauna silvestre por medio de Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre (uma) permiten aumentar los ingre- sos de ejidatarios, comuneros o individuos, mediante la diversificación de sus actividades productivas, fomenta- do además el mantenimiento de la biodiversidad. La Es- trategia Nacional sobre Biodiversidad (Conabio 2000) busca promover el mantenimiento de la biodiversidad mediante mecanismos políticos y económicos, tanto por su valor actual como por razones éticas y por los servi- cios ecosistémicos que brinda a todos los mexicanos. Sin embargo, la falta de una unidad de planeación co- mún y, por ende, de objetivos consensuados condujo a que las acciones en materia de recursos naturales en ge- neral se realicen de manera independiente, y a veces en- frentadas, entre las diferentes instituciones de gestión ambiental. Además, muchos de los programas actuales tienen un énfasis más productivo que ambiental, ya que abordan prioritariamente los problemas sociales y eco- nómicos del país. Así, por ejemplo, en el contexto de la Ley de Desarrollo Rural Sustentable, que contiene 149 programas distintos, se asignaron 159 815 millones de pesos (Chapela 2005) del presupuesto de egresos de la Federación para el año 2006, de los cuales 51 068 millo- nes (32%) iban dirigidos a programas productivos (Sa- garpa) y solo 8 027 millones de pesos (5%) se dedicaron a la agenda ambiental (Semarnat). La actividad forestal en México recibió 20 veces menos recursos económicos que el sector agropecuario (Chapela 2005), a pesar de que la primera permitiría importantes ingresos y al mismo tiempo el mantenimiento de la biodiversidad (Merino 2001; Klooster 2003; Cedeño-Gilardi y Pérez-Salicrup 2005). Finalmente, los impactos ambientales de los dis- tintos programas con énfasis productivo son rara vez considerados. A continuación detallamos algunas de las consecuencias de las políticas sobre los servicios ecosis- témicos. En el caso de la agricultura, las políticas públicas no han favorecido el desarrollo de una agricultura más efi- ciente y sustentable. El valor real de los pagos de Procam- po sufrió un deterioro de 40% en los primeros ocho años de vida del tlc, anulando así la posible compensación 234 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio frente a la pérdida de ingreso de los productores del cam- po. Además, la apertura comercial en el sector maicero no respetó ni los tiempos ni las modalidades previstas en el sistema arancel-cuota del tlc para este cultivo. Eso provocó una liberalización absoluta desde el 1 de enero de 1994 y truncó el periodo de transición originalmente planteado para 15 años (Nadal 2000). Los subsidios a los fertilizantes recientemente propuestos no harán más que exacerbar la problemática ambiental asociada. La actividad ganadera ha gozado de numerosos apo- yos gubernamentales. Los efectos perversos de varios de estos programas, sobre todo en el contexto de la poten- cial expansión e intensificación de las actividades agríco- las y ganaderas del país para satisfacer la creciente de- manda de alimentos, deben ser considerados y tomados en cuenta para modificar sus reglas de operación en fun- ción de las características ecológicas y de la oferta am- biental (Chapela 2005). En relación con la pesquería, hoy día la Comisión Na- cional de Pesca está rebasada en su capacidad de admi- nistrar los recursos, por lo que resulta fundamental im- plementar políticas que promuevan el control de las pesquerías por medio de instrumentos eficaces de mane- jo pesquero. Es necesario transitar de un sistema de ac- ceso abierto a uno cerrado mediante cuotas de captura, cuotas individuales transferibles y concesiones pesque- ras, entre otras herramientas. Es importante que los sub- sidios que hoy otorgan a la pesca se reorienten de modo que contribuyan a lograr la equidad social, el beneficio ambiental y la sustentabilidad a largo plazo. Por otro lado, en el caso de la acuicultura, es necesario replantear su fomento en el contexto de sus impactos negativos sobre los ecosistemas acuáticos, marinos e incluso terrestres. En los dos últimos sexenios ha habido un esfuerzo del gobierno federal por impulsar la actividad forestal. Sin embargo, la producción de madera en México no ha mostrado una tendencia al aumento. Más aún, no se han logrado modificar algunas tendencias que claramente se- ñalan aspectos limitantes de la producción forestal de México. Existe una baja incorporación de la biodiversi- dad vegetal en la producción de madera, lo cual implica el aprovechamiento de un reducido número de especies. Además, los programas del sexenio 2000-2006 presenta- ban un énfasis en la promoción de plantaciones foresta- les con unas cuantas especies para satisfacer los requeri- mientos de madera (Prodeplan y Pronare). Esta política, lejos de mantener la integridad de los ecosistemas de nuestro país, llevará a la eliminación de extensas zonas hoy cubiertas con vegetación original y a su reemplazo por agricultura de largo plazo (plantaciones forestales). Por otro lado, debido a que en México una gran propor- ción de los recursos forestales del país se encuentra en manos de ejidatarios o comunidades indígenas, es nece- sario fomentar la participación de los dueños de los re- cursos forestales en el desarrollo de esquemas de manejo cada vez más adecuados. Sin embargo, hay claros vacíos en la legislación, como la ausencia de una política pública orientada hacia el aprovechamiento de la madera para producir energía, o de la bioenergía en general (Masera 2005). Este mismo vacío es evidente para el caso de pro- gramas que consideren y apoyen el manejo del recurso vegetal con fines medicinales; no existen los mecanismos suficientes para asegurar el reconocimiento de los dere- chos intelectuales sobre el conocimiento popular en el uso de las plantas medicinales y su pago en el caso del desarrollo biotecnológico de fitofármacos. El país se encuentra en una situación crítica e irrever- sible en torno a la disponibilidad de los recursos hídricos, lo que pone en riesgo el desarrollo humano, la seguridad hídrica y el funcionamiento de los ecosistemas. No obs- tante, los programas gubernamentales no han considera- do de forma integral las consecuencias de la escasez de agua, así como del deterioro en su calidad, en las activi- dades productivas, en el funcionamiento de los ecosiste- mas y por lo tanto en su capacidad de brindar servicios de provisión, regulación, culturales y de soporte (Cam- bias y Landa 2006). Si bien existen ciertos programas que promueven la conservación de la biodiversidad, no hay esquemas lega- les ni políticas que aseguren su mantenimiento fuera de los sistemas con algún esquema de protección y que ase- guren el mantenimiento de los servicios que proporcio- na. Por ejemplo, la legislación actual no promueve ni protege los servicios ecosistémicos brindados por los po- linizadores, o por los enemigos naturales de plagas o de vectores de enfermedades, los cuales habitan en zonas con producción agropecuaria. Tampoco existen políticas y acciones claras y oportunas que regulen la introducción de especies, ya sea consciente o inconscientemente, las cuales pueden tener importantes consecuencias sobre el mantenimiento de la biodiversidad. Así, la introducción no regulada al país de especies exóticas, como los abejo- rros polinizadores de origen euroasiático ( Bombus te- rrestris ) o de otras regiones de Norteamérica (. Bombus impatiens) pone en riesgo potencial a poblaciones nati- vas de abejorros del mismo género; sin embargo, se care- ce de datos que permitan cuantificar esta actividad. De la misma manera, el país carece de programas preventivos 4 • Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos 235 ante los impactos negativos de la pérdida de biodiversidad o la introducción de especies exóticas. En particular, en el tema de salud pública, el mantenimiento de la biodiversi- dad para la prevención de brotes epidémicos o con afecta- ciones en un gran número de especies es indispensable. La grave situación que enfrentan los suelos en cuanto a su degradación y a los efectos indirectos que ello provoca en la economía, en el ambiente y en la salud de la pobla- ción no ha ocupado un lugar central en la agenda de los gobiernos. Actualmente solo hay algunos programas con escasos recursos dentro de la Sagarpa y de la Semarnat; ambas secretarías tienen la visión de mantener solo una de las funciones del suelo: el sostenimiento de plantas. La calidad del aire en México está regulada desde 1992 por normas oficiales mexicanas que determinan los ni- veles máximos permisibles en aire para distintos conta- minantes. Al igual que en la mayoría de los países, estas normas se basan en criterios de protección a la salud hu- mana; no obstante, es necesario el desarrollo de normas o índices basados en criterios para la protección de los ecosistemas, como los que existen en Estados Unidos y la Unión Europea para el ozono y el dióxido de azufre (Grennfelt 2004). En el caso de la regulación climática y la regulación de la respuesta a eventos naturales extremos ha habido es- fuerzos claros en la política nacional que se han enfocado en la conservación de ecosistemas críticos, de su biodi- versidad y de los servicios que proporcionan, y en el de- sarrollo de esquemas de pagos por servicios de almace- namiento de carbono. Entre las iniciativas recientes se incluye, también, la Estrategia Nacional de Acciones ante el Cambio Climático. 4.6 Hacia EL MANTENIMIENTO DE LOS ECOSISTEMAS Y SUS SERVICIOS Nuestro país se encuentra ante una problemática com- pleja y nuestro futuro dependerá de la manera en que se aborden las distintas aristas de esta situación. Es clara, por un lado, la urgencia de cubrir las necesidades básicas de la población en cuanto a alimentación, materiales de construcción, leña, agua; estas acciones tendrán que considerar el combate a la pobreza en la que se encuen- tran importantes sectores de la población. Sin embargo, no es posible asegurar la sustentabilidad en la provisión de estos servicios sin asegurar el mantenimiento de los ecosistemas que los proveen, y de la biodiversidad aso- ciada a ellos. Es entonces igualmente urgente asegurar el mantenimiento de la regulación de la calidad del agua, del control de la erosión, de la respuesta a eventos natu- rales extremos y de la biodiversidad misma. Para lograr esto, es importante considerar una serie de lineamientos generales. Es necesario fomentar las actividades productivas (asociadas a los servicios de provisión) que sean compa- tibles con mantener el funcionamiento adecuado de los ecosistemas, su biodiversidad y la provisión sostenida de una amplia gama de servicios ecosistémicos. Las activi- dades agrícolas, ganaderas, forestales y pesqueras pue- den llevarse a cabo dentro de esquemas de manejo que incorporen a un gran número de especies, que estén es- trechamente asociados al mantenimiento de múltiples servicios y que minimicen los impactos negativos sobre los ecosistemas. Es necesario aún desarrollar muchas de estas alternativas y fomentar la aplicación de las que ya existen. Es necesario hacer mayor énfasis en los servicios de regulación, no solo en los de provisión. La planeación adecuada de las actividades productivas, la prevención de consecuencias negativas, la incorporación de los cos- tos ambientales en la obtención de los servicios, así como el mantenimiento de la integridad de los ecosistemas y su biodiversidad son indispensables para asegurar el mante- nimiento de los servicios de regulación. Estos servicios son de fundamental importancia para el bienestar huma- no pero prácticamente no son considerados dentro de los esquemas de desarrollo. El mantenimiento respetuoso del bagaje cultural de los pueblos de México, así como el de los diversos servicios culturales que estos brindan permitirá una interacción más rica, digna y sustentable de las poblaciones con sus ecosistemas. El severo deterioro de los ecosistemas deberá ser dete- nido, mitigado y aun revertido. Estas acciones permitirán no solo la recuperación de los servicios de provisión en crisis (como los derivados de la pesca), sino también la de los servicios de regulación, lo que a su vez ayudará a mi- tigar los costos de la degradación ambiental y prevenir futuros deterioros. Para lograr todo lo anterior, es indispensable contar con información precisa sobre la situación de los distin- tos servicios ecosistémicos a lo largo del país y del tiem- po. Esto significa que es necesario ampliar la gama de variables a las que se les da seguimiento para incluir in- dicadores de los distintos servicios; se requiere ampliar la frecuencia en las mediciones para poder conocer posi- bles tendencias al alza o a la baja; se necesita ampliar la 236 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio cobertura nacional, regional y local para poder desarro- llar programas específicos para las distintas regiones del país y los distintos actores involucrados. Finalmente, es indispensable tener más información acerca de las inter- acciones de servicios, en particular sobre sus interaccio- nes negativas, evaluando costos y beneficios para los dis- tintos sectores de la sociedad. Es necesario que las políticas de gobierno estén coor- dinadas y abarquen una visión integral de los servicios ecosistémicos y las disyuntivas entre ellos. Los progra- mas de desarrollo económico y social deberán estar ar- monizados con aquellos de mantenimiento de los ecosis- temas, su biodiversidad y sus servicios. Sin embargo, la toma de decisiones, así como la formulación de progra- mas y políticas deben basarse en información y conoci- miento científicos, tanto en el ámbito natural como en el social. Requerimos entonces información más detallada e integral de todos los temas abordados en este capítulo para fortalecer los vínculos entre la investigación cientí- fica y la toma de decisiones. Para lograr todo lo anterior, el diálogo entre los distin- tos sectores de la población, inversionistas privados, po- blaciones rurales, agricultores y ganaderos ricos y pobres, tomadores de decisiones y científicos es fundamental. En este, las necesidades de cada sector pueden balancearse entre ellas, cuidando además el mantenimiento de los ecosistemas, la biodiversidad y los servicios que brindan beneficios comunes. 4.7 Conclusión Los ecosistemas de México y la enorme biodiversidad que estos albergan ofrecen una amplia gama de benefi- cios o servicios a sus pobladores. Sin embargo, la capaci- dad actual de los ecosistemas mexicanos para proporcio- nar estos servicios está deteriorándose. En el caso de los servicios de provisión, como la producción de alimentos derivados de la agricultura o la ganadería, o la produc- ción de madera o leña, la situación es estable en términos absolutos, pero decreciente en términos relativos al nú- mero de habitantes de nuestro país. En el caso de la pro- visión de agua y de alimentos derivados de la pesca la situación es crítica; sin embargo, las acciones tomadas a la fecha para revertir estas tendencias, como la construc- ción de infraestructura en el caso del agua o la promo- ción de la acuicultura en el caso de la pesca, pueden tener consecuencias aún más negativas. En el caso de los ser- vicios de regulación la información es escasa; aun así, las tendencias obtenidas muestran también francos proce- sos de deterioro. En el caso de los servicios culturales se presenta una gran diversidad de respuestas. La falta de entendimiento sobre las relaciones complejas entre ser- vicios ha conducido a la promoción de políticas públicas que enfatizan de forma individual el mantenimiento de algunos de estos servicios, en muchos casos a costa de otros; no obstante, algunos programas desarrollados du- rante el sexenio anterior, así como una visión transversal integral pueden ayudar a revertir las actuales tendencias de deterioro en la capacidad de provisión de servicios. Los ecosistemas mexicanos son particularmente privi- legiados por su enorme biodiversidad, por la enorme ri- queza cultural que se ha acumulado como producto de la interacción de las poblaciones humanas y esta biodiver- sidad, así como por la amplia gama de servicios ecosisté- micos que brindan a la población. Sin embargo, no he- mos enfatizado suficientemente la importancia de este gran patrimonio, ni asegurado su mantenimiento a me- diano y largo plazos. Es urgente por lo tanto tomar accio- nes integrales que permitan maximizar el mantenimien- to de los distintos servicios ecosistémicos que benefician en última instancia a los distintos sectores de la pobla- ción de nuestro país. Referencias Agardy, T., J. Alder, R Dayton, S. Curran, A. Kitchingman et al. 2006. Coastal systems, en R. Hassan, R. Scholes y N. Ash (eds.), Ecosystems and human well-being: Current State and trends, Yol. 1. Findings ofthe Condition and Trends Working Group of the Millennium Ecosystem Assessment. Island Press, Washington, D.C., pp. 515-549. Aguilar, A., y S. Xolalpa. 2002. La herbolaria mexicana en el tratamiento de la diabetes. Ciencia 53 : 24-35. Alarcón, F., R. Ramos y J.L. Flores. 1993. Plantas usadas en el control de la diabetes mellitus. Ciencia 44:363-381. Alegría, H., T.F. Bidelman y M.S. Figueroa. 2006. Organochlorine pesticides in the ambient air of Chiapas, México. Environmental Pollution 140:483-491. Allen-Wardell, G., P. Bernhardt, R. Bitner, A. 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C Impacto de los factores antropogénicos de afectación directa a las poblaciones silvestres de flora y fauna autores responsables: Eduardo J. Naranjo • Rodolfo Dirzo coautores: Juan Carlos López Acosta • Jaime Rendón-von Osten • Adrián Reuter • Óscar Sosa-Nishizaki autores de recuadros: 5.1, Gabriel Gutiérrez-Granados, Rodolfo Dirzo • 5.2, Andrea Martínez Ballesté, María del Carmen Mandujano revisores: Roberto Iglesias Prieto • Héctor Manuel Hernández Macías • Roberto Mendoza Alfaro Contenido 5.1 Introducción / 248 5.2 Extracción de plantas / 249 5.2.1 El potencial de manejo sustentable / 249 5.2.2 Extracción ¡legal / 250 5.3 Flora maderable para propósitos comerciales / 257 5.4 Flora no maderable / 257 5.5 Tráfico ¡legal de especies silvestres / 257 5.5.1 Cicadas/ 259 5.5.2 Orquídeas/ 260 5.5.3 Cactos/ 262 5.6 Extracción de animales: cacería / 263 5.7 Pesca/ 266 5.8 Afectación por contaminación / 269 5.9 Sinergias entre factores de impacto directo y factores indirectos / 277 5.10 Epílogo/ 277 Referencias / 272 Recuadros Recuadro. 5.1. Extracción de madera en la zona maya de Quintana Roo: un análisis de tres ejidos sugiere un manejo forestal sustentable / 252 Recuadro 5.2. Extracción de candelilla en el ejido San Lorenzo, municipio de Cuatrociénegas, Coahuila: un ejemplo de extracción sustentable / 255 Naranjo, E.J., R. Dirzo et al. 2009. Impacto de los factores antropogénicos de afectación directa a las poblaciones silves- tres de flora y fauna, en Capital natural de México, vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio. Conabio, México, pp. 247-276. [247 ] 248 Capital natural de A /léxico • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Resumen La extracción representa un factor de afectación directa de las . poblaciones silvestres de flora y fauna en México. En este capítulo se analiza la magnitud de la extracción de especies vegetales y animales para consumo, para comercialización local y por tráfico ilegal, así como las sinergias entre factores de impacto directo e indirecto. También se incluye un apartado breve sobre los efectos de la contaminación en el deterioro de algunas poblaciones animales en ecosistemas acuáticos. El análisis indica que, fuera de los casos de extracción, principalmente de plantas, en particular cuando involucra un conocimiento tradicional por parte de los pobladores locales, en general esta tiene un impacto negativo importante sobre las poblaciones de varias especies de plantas y animales. Esto se hace evidente sobre todo a partir de la información derivada del estudio de algunas especies de plantas como las cactáceas, las cicadas y las orquídeas, así como de algunas aves, en particular pericos, en el caso de los animales. Asimismo, la información recabada a partir de actividades pesqueras indica un daño profundo sobre las poblaciones de peces. En general los datos apuntan a que la extracción representa, después de la destrucción del hábitat, el segundo factor de más impacto sobre la biodiversidad silvestre, si bien en algunos casos particulares aparece como el factor de mayor afectación. Además del impacto de la extracción directa, este análisis muestra la importancia de las coextinciones resultantes de la extinción colateral de especies que interactúan con las especies dañadas en primera instancia, pero este aspecto se ha estudiado poco en México; lo mismo sucede con la importancia de las sinergias entre la extracción y otros efectos antropogénicos, de los cuales apenas existen algunas investigaciones. Este análisis también muestra que la contaminación de origen orgánico e inorgánico, si bien no es un mecanismo de extracción directa de especies, es un factor importante de deterioro para la flora y fauna terrestres y acuáticas. En general, la información fragmentada que se integró en este capítulo señala una trayectoria de gran impacto antropogénico sobre las poblaciones de flora y fauna del país. Todo esto demanda que se dediquen esfuerzos y atención inmediata para detener, y de ser posible revertir, las proyecciones esbozadas en este análisis. Para alcanzar esta meta es necesario depurar y aplicar los marcos legales vigentes, así como la colaboración entre los sectores gubernamental, académico y social. 5.1 Introducción Desde sus orígenes, la especie humana ha logrado sobre- vivir mediante el uso constante de las especies silvestres encontradas a su alrededor y, en algunos casos, traídas de regiones distantes. De hecho, algunos periodos de pros- peridad de diversas culturas antiguas, a lo largo de la his- toria, se relacionan con el aprovechamiento de una varie- dad de especies de plantas y animales. La utilización de poblaciones de flora y fauna por parte de estos grupos humanos incluye desde la extracción esporádica, la do- mesticación y la explotación sustentable; en tiempos re- cientes se ha llegado a una sobreexplotación que ha lle- vado al deterioro o la desaparición local o global de las especies más vulnerables o más sobreexplotadas. En México, los ejemplos que ilustran estas facetas de uso son: 1 ] numerosas plantas medicinales, ornamentales o ceremoniales (por ejemplo, barbascos, peyote y cuajiotes, entre otras) en el grupo de las especies que se extraen de su hábitat de manera esporádica u oportunista; 2] una am- plia gama de especies domesticadas como el maíz, calaba- zas y frijoles, entre las plantas, así como guajolotes y loros entre los animales; 3] las que se aprovechan de manera sostenida sin evidencia de que su uso afecte a las pobla- ciones naturales, ejemplo de esto son la “palmita” {Bra- hea dulcís ) y los copales ( Bursera glabrifolia), y 4] final- mente, algunas plantas como las cicadas y las cactáceas se han sobreexplotado de tal manera que se han diezma- do sensiblemente sus poblaciones naturales, en algunos casos llevándolas a la erradicación local y en otros a la extinción. La extracción directa se reconoce como un factor de impacto sobre la biodiversidad natural en el ám- bito global. La información disponible sugiere que, de- pendiendo del grupo de organismos analizado, así como de la región de interés y el tipo de ecosistema (por ejem- plo, continental, insular), la extracción se ubica entre el primero y el tercer factor responsables de la extinción lo- cal de plantas o animales, pero en la mayoría de los casos esta representa el segundo factor de impacto (Dirzo y Ra- ven 2003). En el presente capítulo se describe, como preámbulo, el potencial de utilización racional de algunas especies de plantas, pero se centra en casos con datos cuantitativos y en aquellas especies silvestres que se extraen directamen- 5 • Impacto de los factores antropogénicos de afectación directa a las poblaciones silvestres de flora y fauna 249 te de su hábitat natural y cuyo aprovechamiento tiene o puede llegar a tener un impacto poblacional negativo. También se ofrece una síntesis de los factores más rele- vantes de afectación directa a las poblaciones de plantas y animales de México por parte del ser humano y sus actividades actuales, y se analiza la magnitud probable de tales impactos, así como las posibles trayectorias actuales y futuras de los mismos. Si bien nuestro propósito central es describir los impactos que ponen en riesgo de deterio- ro o de pérdida local a las poblaciones silvestres, también es necesario mencionar que dichos deterioros implican una afectación a los servicios ambientales que las espe- cies silvestres proveen a la sociedad, como se analiza en el capítulo 4 de este volumen. Los daños directos a las poblaciones de plantas y ani- males que aquí se analizan tienen su origen en las si- guientes actividades o factores próximos (véanse los ti- pos de factores en el capítulo 1 de este volumen): la extracción de especies vegetales y animales para consu- mo y para comercialización local, el tráfico ilegal y las sinergias entre factores de impacto directos e indirectos. Además incluimos una sección breve sobre los efectos de la contaminación en el deterioro de algunas poblaciones animales. El análisis del impacto antropogénico sobre las especies vegetales domesticadas y sus parientes silvestres se anali- za en otro capítulo de este volumen (capítulo 8), mientras que el caso de los efectos antropogénicos indirectos por la transformación del hábitat que amenazan de extinción local a las poblaciones de plantas y animales se estudia en el capítulo 1 de este volumen. 5.2 Extracción de plantas 5.2.1 El potencial de manejo sustentable La extracción de plantas en poblaciones naturales tiene una historia larga en el país, debido al uso tradicional que se da a numerosas especies con valor medicinal, alimen- ticio, ornamental, ritual, artesanal y para obtener fibra. Aunque no en todos los casos, este tipo de extracción se dirige en buena medida al consumo local y no comercial. Por ejemplo, con propósitos medicinales (Bye 1976) los tarahumaras de Chihuahua utilizan 176 especies de plan- tas de vegetación semiárida que se encuentran en las zo- nas bajas de la región, y la evidencia sugiere que en este y en numerosos casos similares los niveles de extracción observados no han mermado las poblaciones. El guácimo ( Guazuma ulmifolia ) es una planta típica de las selvas tropicales, principalmente de las selvas secas del país, cuyas semillas, producidas en decenas de milla- res por árbol, se muelen y tuestan para producir una be- bida semejante al café en zonas del centro-sur del país, como en la región del Balsas (R. Dirzo, datos no publica- dos) y, también en este caso, no hay evidencia de que este consumo local sea una amenaza para las poblaciones. Otro tipo de planta con manejo tradicional es la palma de guano ( Sabal mexicana), la cual se usa como material de construcción (techos y vigas) en gran parte de su área de distribución, concentrada sobre todo en las vertientes costeras tanto del Pacífico como del Golfo de México y la Península de Yucatán (Pennington y Sarukhán 1998). La explotación de esta palma es particularmente intensa en la Península de Yucatán, donde estudios etnobiológicos muestran que su uso se remonta a más de mil años, pro- porcionando a los mayas de esa región alimento, medici- nas, utensilios, forraje y materiales para construcción (Ca- ballero 1991; Caballero etal. 2001). A pesar de todos estos usos, se ha encontrado que las poblaciones no se ven se- riamente afectadas (Martínez-Ballesté et al. 2001). En contraste, en algunas poblaciones enclavadas en la Selva Lacandona, los hach winik o mayas lacandones de Lacan- já sufren escasez de palma de guano para construir sus viviendas, debido a la sobreexplotación por otros grupos indígenas y mestizos que han emigrado a la selva. Este pro- blema se agudiza por los desmontes para ganadería que afectan la abundancia de este importante recurso (I. March, com. pers., agosto de 2007). Por otro lado, en los alrededo- res de Alvarado, Veracruz, en zonas donde el conocimien- to tradicional ya no existe o no se practica, la extracción de estas palmas pone en riesgo su potencial de regenera- ción (López y Dirzo 2007). En otros casos, las comunidades locales se han dedica- do a la extracción con fines comerciales y existen ejem- plos de que, aun con este enfoque, las poblaciones de plantas utilizadas no necesariamente muestran un im- pacto negativo. Por ejemplo, tienen un buen manejo de la palma Brahea dulcís, que se usa para sombreros o techos de casas; comunidades de la Montaña de Guerrero la ma- nejan bien e incluso la mantienen en densidades elevadas en “manchoneras” y “soyacahuiteras”. También se ha do- cumentado que la extracción sustentable de hojas de esta palma puede modificar los patrones demográficos y la fi- sonomía de los palmares, reduciendo su altura y por ende facilitando la recolecta de las hojas (Illsley et al. 2001; Pa- vón et al. 2006). Otro ejemplo destacado es el copal {Bursera glabrifolia) 250 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio que utilizan comunidades rurales de Oaxaca para elabo- rar alebrijes, ya que algunos estudios ecológicos de las poblaciones, incluyendo matrices de proyección como herramienta demográfica para evaluar el crecimiento de las poblaciones a mediano y largo plazos, sugieren que el ma- nejo de este recurso es sustentable (Hernández- Apolinar et al. 2006). También es notable el caso de los llamados bosques co- munitarios de México, donde se aplica un manejo clara- mente sustentable de los paisajes forestales de varios esta- dos del país, como Oaxaca, Durango y Quintana Roo (Bray et al. 2007). Los alcances y retos de este enfoque de ex- tracción forestal sustentable se analizan en la tercera par- te de este volumen. 5.2.2 Extracción ilegal En contraste, aun cuando es poca la información sobre extracción ilegal con fines comerciales de algunos de los recursos vegetales y animales silvestres, en particular en décadas recientes, esta sugiere que su impacto podría ser considerable. Por ejemplo, los datos de decomisos y ase- guramientos de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) indican que el ritmo de extracción ilegal de madera (volumen decomisado y asegurado en conjunto; Fig. 5.1a) osciló entre 20 000 y 120 000 m3 en el periodo 2001-2005, aunque el curso temporal de tal ex- tracción muestra un descenso a lo largo de este lapso, con un valor en 2005 que corresponde a menos de un quinto del observado en 2001 (Profepa 2006b). Si bien esta varia- ción temporal podría sugerir que la extracción ilegal de madera sigue una trayectoria de disminución considera- ble, no se descarta la posibilidad de que la figura refleje que la disponibilidad de madera susceptible de ser explota- da ilegalmente está en declive, o que la capacidad de detec- ción, aseguramiento y decomiso haya disminuido en este periodo, o una combinación de ambos factores. Desafor- tunadamente, estos datos de extracción ilegal de madera no permiten estimar la cantidad correspondiente de ár- boles cortados ni su procedencia. Más allá de estas limitantes, en general estos datos ofi- ciales seguramente subestiman de manera considerable la seriedad del problema. Por ejemplo, se calcula que el volumen de extracción ilícita de madera para fines comer- ciales e industriales es de alrededor de 13 millones de m3 por año (Torres-Rojo 2004), cifra aproximadamente 21 ve- ces mayor que los 600 000 m3 detectados en un año pico de decomisos y aseguramientos de la Profepa (Fig. 5.1a) (Torres-Rojo 2004). Figura 5.1 Acciones realizadas por la Profepa en materia de decomiso-aseguramiento de recursos naturales extraídos ¡le- galmente, 2001-2005: (a) madera (asegurada -incluye leña-, en escuadría y decomisada); (b) especímenes (incluye flora y fauna), y (c) recursos marinos (producto pesquero decomisa- do y asegurado). Fuente: Profepa (2006b). 5 • Impacto de los factores antropogénicos de afectación directa a las poblaciones silvestres de flora y fauna 251 5.3 Flora maderable para propósitos COMERCIALES El potencial de producción maderera en México es con- siderable si tomamos en cuenta la enorme superficie del país con vocación forestal, unos 128 millones de hectá- reas (inegi 2005). Sin embargo, la producción de made- ra es deficitaria debido en parte a que: 1 ] la producción se basa mayoritariamente en el uso de pinos ( Pinus spp.); 2] las tecnologías para el manejo y procesamiento de otras especies son muy deficientes, y 3] la extracción ilícita de madera referida antes, del orden de 13 millones de m3 por año, es mucho mayor que la que se realiza según esque- mas legales. Suponiendo una situación de extracción ile- gal de árboles de pino con una altura promedio de 20 m y un diámetro promedio de 60 cm, utilizando la fórmula de conversión V = (D2) (L) (0.7854) [donde D = diámetro; L = longitud] (Mancilla-Terrazas 2003), podemos calcu- lar que tal volumen de extracción correspondería a una tasa de 2.3 millones de árboles en el país por año. En el caso de las zonas tropicales la información histó- rica muestra un impacto considerable, en particular res- pecto a maderas preciosas como la caoba y el cedro (véase la reseña histórica en Masera et al. 1997). Recientemente, tal magnitud de extracción ha disminuido debido tanto a la deforestación, que merma los terrenos forestales, como a la dificultad de extracción o falta de rentabilidad, dados los bajos volúmenes de explotación. En contraste, la ten- dencia en los sitios de selva aún extensa, como en la Pe- nínsula de Yucatán, en particular en asociación con el Plan Piloto Forestal de Quintana Roo, es extraer dentro de un marco de sustentabilidad mediante la aplicación de un programa de rotación y diversificación, replantando árboles y manteniendo áreas de reserva que pueden ope- rar como fuente de propágulos que colonizan los sitios de explotación (Flaschenberg y Galletti 1999) (véase recua- dro 5.1). No obstante, fuera de esos sitios la extracción ilegal, por su naturaleza clandestina, no permite tener un panorama claro del impacto antropogénico de esta activi- dad, excepto por la estimación mencionada líneas antes que además, desafortunadamente, es un sesgo que impide analizar el caso de las zonas tropicales por separado. De confirmarse mediante estudios ecológicos detallados que tal programa de extracción de maderas tropicales no tiene repercusiones ambientales de gran impacto, este caso se- ría un ejemplo de sustentabilidad en el uso extractivo de maderas tropicales (véase el recuadro 5.2). 5.4 Flora no maderable Los recursos forestales no maderables son una serie de bienes que incluyen hojas, fibras, raíces, rizomas, corte- zas, ceras, gomas, frutos y en algunos casos plantas vivas (Fig. 5.2) (Semarnat 2005), algunos de los cuales históri- camente se han explotado con fines comerciales. Desde Resinas Fibras Gomas Ceras Otros Rizomas 100 i- 20 — ■ 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 Figura 5.2 Producción forestal no maderable por producto en el periodo 1997-2004. Nota: otros incluye hojas (orégano, palma, laurel, etc.); frutos (corozo o coyol, coquito de aceite, cascalote, nuez, almendra, piñón, pimienta, entre otros); cortezas (mezquite, mauty, guamúchil, timbe, otras especies tropicales); tintes (palo tinte, añil, etc.); esencias y aceites (lináloe, jojoba); pencas de maguey, sotol y plantas completas (cactáceas, orquídeas). Fuente: Semarnat (2005). 252 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro. 5.1 Extracción de madera en la zona maya de Quintana Roo: UN ANÁLISIS DE TRES EJIDOS SUGIERE UN MANEJO FORESTAL SUSTENTABLE Gabriel Gutiérrez-Granados • Rodolfo Dirzo En 1983, en el sur del estado de Quintana Roo se estableció un programa de extracción forestal denominado Plan Piloto Forestal (Galletti 1999). Este programa comenzó con dos premisas: 7] la selva debe constituir un atractivo económico; en caso contrario, corre el riesgo de ser destruida, y 2] los propietarios son los principales actores sociales y los más interesados en conservar la selva (Galletti 1999). Poco tiempo después (1985), el modelo establecido en el sur se implemento en la parte central del estado, región conocida como la zona maya de Quintana Roo (Santos et al. 1998). Se espera que para el año 2010 la gran mayoría de los ejidos forestales de la zona maya y del sur del estado terminen el primero de los tres ciclos de corta propuestos (de 25 años cada uno). A partir del establecimiento del Plan Piloto Forestal en el sur del estado, se promovió el aprovechamiento forestal basado en una serie de conceptos entre los que destacan los siguientes (Flaschenberg y Galletti 1999): 7 ] que sean los propios ejidatarios quienes se hagan cargo del manejo forestal; 2] que los ejidos delimiten parte de su superficie como área forestal permanente, destinada exclusivamente para ese uso, y 3] que se deje de vender el monte en pie, cambiando esta estrategia por la de venta de madera en rollo. Como resultado de lo anterior, algunos ejidos adquirieron el equipo necesario para extraer y transportar la madera y comenzaron a tomar decisiones conjuntas acerca del precio y condiciones de entrega. Estos cambios repercutieron positivamente en los ejidatarios, que fundaron en 1986 la Organización de Ejidos Productores Forestales de la Zona Maya (oepfzm). En la actualidad esta organización está integrada por 23 ejidos que en conjunto repre- sentan una superficie de 330 561 hectáreas, de las cuales aproxb madamente 65% están destinadas al aprovechamiento forestal. A partir de esto, cada ejido definió sus áreas forestales periria- nentes (afp), que serán aprovechadas de acuerdo con un plan de manejo, favoreciendo la creación de algo muy similar a una reserva productiva. Con este esquema, el labrado de durmientes, la extracción de chicle y la venta de madera en rollo son las prin- cipales actividades económicas en los ejidos forestales (ef). Es decir, se promueve un programa más diversificado de uso forestal, combinando el corte de madera con otros tipos de extracción. EL PROGRAMA DE EXTRACCIÓN FORESTAL El programa de manejo forestal establecido en la zona consta de un turno de 75 años, con tres ciclos de corte de 25 años cada uno. En cada rodal se extraen tanto maderas preciosas como tropicales comunes. Para la extracción forestal, previamente se realiza un inventario con un muestreo de aproximadamente 5% del área forestal permanente. Una vez determinadas las existencias se marcan los árboles destinados para la extracción. Con el objetivo de una mejor organización, las maderas preciosas están dentro de lo que se ha definido como el Grupo I, en el cual el diámetro mínimo de corta (dmc) es de 55 cm. En el Grupo II están las denominadas especies tropicales comunes, que se cortan a un dmc de 35 cm. Finalmente, se extraen los árboles y, dependiendo de la capacidad de cada ejido para procesar la madera, esta se vende en rollo o se procesa en aserraderos ejidales y se vende como tablón. Manejo y producción forestal EN TRES EJIDOS REPRESENTATIVOS Los tres ejidos seleccionados para este análisis son Petcacab, Naranjal y X-Maben (Señor), que en conjunto han comercializado consistentemente volúmenes anuales de madera del orden de 600 m3 desde 1997, los cuales representan de 28 a 43 por ciento del total producido por la oepfzm. Por otro lado, Petcacab tiene un programa de manejo a largo plazo con áreas de corte bien definidas hasta 2008, cuando termina el primer ciclo de corta de 25 años. En este ejido se han extraído alrededor de 1 500 m3 por año, volumen que duplica lo que extrajeron en Naranjal y Señor en conjunto, pero en casi el doble de superficie asignada por rodal. Este aprovechamiento se ha dado con un esquema aparentemente sustentable delimitando áreas de corta y áreas de reserva (Fig. 1). En el aspecto cuantitativo, la información analizada muestra una gran heterogeneidad en cuanto al tipo de madera que se extrae (preciosas y tropicales comunes, que a su vez se subdividen en duras y blandas) en los tres ejidos seleccionados (Fig. 2). En promedio la producción forestal en los tres ejidos se ha dirigido al corte de maderas blandas (como Bursera simaruba, Spondias mombin, Pseudobombax ellipticum ) durante los últimos 13 años. Por otro lado, el volumen y la cantidad de árboles de caoba que se extraen por temporada no son constantes, ya que dependen de la distribución de frecuencias de los tamaños (diámetro del tronco) y del volumen de corta autorizado. Por ejemplo, en 1999 en el ejido Señor se cortaron 144 árboles de 5 • Impacto de los factores antropogénicos de afectación directa a las poblaciones silvestres de flora y fauna 253 Volumen de maderas preciosas (m3) Figura 1 Extracción promedio de maderas preciosas en los principales ejidos de la Organización de Ejidos Productores Forestales de la Zona Maya y en Petcacab durante los últimos 10 años (1994-2004) con datos disponibles. ■ Preciosas □ Blandas □ Duras Figura 2 Volumen de extracción por tipo de madera en los ejidos productores forestales de la zona maya. caoba con un diámetro a la altura del pecho de 55 cm o mayor para completar un volumen autorizado, para ese año, de 300 m3, mientras que en Naranjal y Petcacab se necesitaron 182 y 172 árboles, respectivamente, para obtener un volumen similar. En estos ejidos hubo una correlación positiva entre el volumen de madera extraído y el número de árboles de caoba necesarios para cubrir dicho volumen. Si esta tendencia se mantiene a lo largo de todo el ciclo de corta (25 años), el número de árboles que se deberán extraer del ejido Señor será de 4 220 en 40 000 hectáreas (0.1 individuos/hectárea). En Naranjal se extraerán aproximadamente 4 227 árboles en 8 750 hectáreas (0.5 individuos/hectárea), mientras que para Petcacab el estimado de árboles cortados sería de 24 500 en una superficie de 30715 hectáreas (0.8 individuos/hectárea; Fig. 3). Sin embargo, se debe considerar que la densidad de árboles de caoba por rodal no es la misma en todos los sitios, por lo que este dato solo es aproximado. Por ejemplo, en 1996 la densidad de árboles extraídos fue muy similar en los tres ejidos (0.5, 0.3 y 0.3 individuos/hectárea, respectivamente). De manera global, utilizando un valor promedio de 0.5 árboles por m3, podemos estimar que la cantidad de árboles extraídos en toda la oepfzm y en Petcacab es de 1 500 individuos de caoba por año, lo que da una cantidad aproximada de 1 12 500 árboles de caoba extraídos en el turno completo (75 años). El efecto de esta actividad maderera sobre la cobertura forestal aún no se ha evaluado completamente en la zona, pero existe evidencia a partir de imágenes de satélite que apoya la idea de que, al menos, la continuidad de la selva no se ha perdido (Bray et al., 2007). En contraste, estudios recientes basados en imágenes de alta resolución permiten detectar efectos crípticos adjudicables a la extracción forestal. Por ejemplo, se ha encon- trado que en la Amazonia brasileña la extracción intermitente de árboles tiene un impacto que, cuando es agregado, es simi- lar al que causa la conversión de selva en potreros ganaderos (Asner et al. 2005). Son necesarios más estudios que permitan confirmar si en la zona maya no se generan impactos similares. A 20 años de iniciado el proyecto de manejo forestal en la zona maya, este muestra signos de que es un ejercicio exitoso de manejo que ha llevado a tener un sistema de extracción potencialmente sustentable. Sin embargo, se necesita un programa de investigación y monitoreo que permita cuantiñcar, a largo plazo, los impactos ecológicos del manejo forestal en la zona y las posibles medidas de mitigación. Los datos sobre volúmenes y cantidad de árboles extraídos en los tres ejidos analizados se encuentran, por ejemplo, dentro del promedio en un sistema de extracción tradicional en Pará, Brasil, en el cual se comprobaron daños ecológicos importantes, como la pérdida de algunas especies arbóreas (Pereira et al. 2002). 254 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 5.1 [continúa] l~a~l X-Maben | | Árboles extraídos Volumen autorizado o T3 03 N =5 03 C CD O > (N (N (N (N (N (N (N (N l~b~l Naranjal | | Árboles extraídos Volumen autorizado o -a 03 N =5 03 C CD O > (N (N (N (N fc~l Petcacab 03 O 03 U CD “O O v03 CD ~o O CD | | Árboles extraídos Volumen autorizado -i 2 500 1- 2 000 o 1 500 « - 1000 - 500 z¡ 03 C CD O > (N (N (N (N (N (N (N (N Figura 3 Número acumulado de árboles extraídos (barras) y volúmenes anuales autorizados (puntos) de caoba durante un ciclo de corta de 25 años, en los tres ejidos seleccionados. Cifras estimadas a partir de 2007. 5 • Impacto de los factores antropogénlcos de afectación directa a las poblaciones silvestres de flora y fauna 255 El manejo de ecosistemas tropicales es un reto que "experimento” social y ecológico que se está desarrollando requiere un trabajo conjunto entre investigadores, en la zona maya de Quintana Roo, donde el manejo forestal administradores y dueños del recurso, así como los puede llegar a constituir la base para una mejor calidad de encargados de tomar decisiones. De la capacidad de asimilar vida de los habitantes, así como para la conservación de las y aprender de las experiencias depende el éxito del selvas de la región. Recuadro 5.2 Extracción de candelilla en el ejido San Lorenzo, municipio de Cuatrociénecas, Coahuila: UN EJEMPLO DE EXTRACCIÓN SUSTENTABLE Andrea Martínez Ballesté • María del Carmen Mandujano En las regiones áridas de México las condiciones ambientales extremas han limitado el desarrollo de las actividades agrícolas. En su lugar, la recolección de recursos silvestres ha sido una de las formas de subsistencia más importantes para el mantenimiento de muchas poblaciones rurales. La explotación en pequeña escala de diversas especies del desierto se ha mantenido por cientos de años, sin que al parecer haya afectado a las poblaciones naturales. Sin embargo, algunas especies han cobrado gran importancia comercial. A principios del siglo xx la demanda nacional e internacional de candelilla ( Euphorbia antisyphi/itica ) se incrementó por ser un recurso importante para extraer cera vegetal. El texano Ralph Ogden instaló la primera fábrica en México y en 1910 el químico Óscar Pacius diseñó el primer proceso industrial para obtener cera de candelilla. A partir de entonces, los volúmenes de extracción aumentaron en cientos de miles de toneladas de plantas anualmente. La cera de candelilla sigue siendo un producto muy demandado y se utiliza para fabricar pulidores y abrillantadores, para el transporte y almacenaje de productos, así como en diversas industrias como la alimentaria, cosmética, eléctrica, mecánica y productora de plástico (Torres y Román-Domínguez 1980; Tunell 1981; Cervantes-Ramírez 2002; Canales-Gutiérrez et al. 2005). México es el único productor del mundo y Coahuila es el estado que contribuye con la mayor producción (80%), en particular en municipios como Cuatrociénegas y Ocampo. Tras un proceso (que por cierto requiere el manejo de sustancias peligrosas como el ácido sulfúrico) se obtiene la cera que se vende actualmente a los intermediarios a 27 pesos el kilo (^2.1 USD). Después, las grandes industrias dedicadas al procesamiento de la cera exportan el producto en diferentes presentaciones, del que obtienen ganancias 20 veces mayores. La extracción de este recurso implica que de 100 kg de candelilla apenas se obtienen dos o tres kilos de cera. Si bien las actividades de los ejidatarios se han diversificado, se sigue cosechando con diferente intensidad, algunos mes con mes y otros de manera esporádica. No obstante la intensa presión a que están sujetas las poblaciones de candelilla, aquí presentamos un ejemplo que sugiere la posibilidad de mantener la producción a largo plazo. En cinco sitios muestreados del ejido San Lorenzo estimamos densidades de entre 10 000 y 70 000 individuos por hectárea. Aunque 27% de los candelilleros entrevistados cosechan toda la planta, incluyendo la raíz, la mayoría deja algunas ramas y coinciden en que la planta se recupera fácilmente a partir de un tallo subterráneo del cual salen numerosas "raicillas". Asimismo, un estudio cuantitativo en cinco poblaciones, en las que se evaluó el crecimiento de la candelilla después de la cosecha, muestra que las plantas producen, en promedio, 60 ramas nuevas en tres meses, aunque la variación es muy grande. El tiempo transcurrido desde la última cosecha y el tamaño inicial de los individuos de candelilla (medido en número de ramas) son variables sumamente importantes para la producción de flores. Con base en nuestros resultados estimamos una mayor producción de flores en individuos con mayor número de ramas cuando el periodo de descanso entre cosechas es mayor. Esto es muy importante para asegurar la producción de semillas y así promover el posible crecimiento esporádico de nuevos individuos en la población; además, a largo plazo estaríamos asegurando la diversidad genética de las poblaciones. Quizá por ser el ejido con mayor densidad de candelilla de los cuatro estudiados, en San Lorenzo acostumbran descansar de tres a cinco años una población cosechada. Nuestros datos en este ejido muestran que el mejor manejo consiste en dejar algunas ramas en pie y espaciar los periodos entre cosechas por lo menos dos años. Implementar un manejo sustentable de este recurso puede evitar casos como el del ejido La Vega, donde las poblaciones de candelilla se agotaron y los productores tuvieron que rentar terrenos en otros ejidos para seguir cosechando. 256 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio el punto de vista cualitativo (es decir, tipos o variedad de productos explotados), en todo el país se han identificado aproximadamente 5 000 taxa de plantas útiles y 215 espe- cies de hongos (Torres-Rojo 2004), los cuales, aunque no sean elementos de la flora, se pueden considerar como recurso forestal no maderable. Solo en los bosques tem- plados de Chihuahua, Durango, Jalisco, Michoacán, Gue- rrero y Oaxaca se ha documentado el aprovechamiento de 1 293 especies de plantas que pertenecen a 171 fami- lias taxonómicas (Procymaf 2000). Desgraciadamente, buena parte del aprovechamiento de esta riqueza se hace de manera clandestina y muchas veces se restringe a una intensa explotación de unas pocas especies que ya mues- tran los efectos de esta práctica (Semarnat 2005), como se analiza a continuación. Desde el punto de vista cuantitativo, en general la mag- nitud de extracción de los productos forestales no made- rables (pfnm) es considerable, y se estima que entre 1997 y 2004 se explotó un promedio anual de 60 000 toneladas de estos productos, con oscilaciones que van de 42 000 a 90 000 toneladas por año, lo que da un total de cerca de 558 000 toneladas (Fig. 5.2). De manera consistente, el producto con mayor representación son las resinas de pino de especies como Pinus oocarpa, P. leiophylla, P. lawsonii, P. teocote, P. herrerai, P. tenuifolia, P. montezumae, P. pon- derosa, P. pringlei, P. michoacana, P. pseudostrobus y P. douglasiana, cuya distribución natural abarca principal- mente los estados de Colima, Chihuahua, Durango, Gue- rrero, Jalisco, México, Michoacán y Oaxaca. Esta extrac- ción representa de 25 a 50 por ciento del volumen anual, lo cual sugiere que estos pfnm se encuentran entre los más explotados. Muchos procedimientos de extracción de estos recur- sos implican la recolecta de individuos para su comerciali- zación como unidades completas (por ejemplo, bromelias, palmas, yucas, orquídeas, cicadas, candelilla y cactos). En general, este tipo de explotación tiene como fuente prin- cipal poblaciones naturales que se extraen con escasos o improcedentes elementos de regulación. Por ejemplo, solo entre 2004 y 2006 se extrajeron 3 755 yucas o palmitos del desierto ( Yucca thomsoniana ) del Área de Protección de Flora y Fauna Cuatrociénegas (Profepa 2006a), una región donde la extracción ilegal debería estar controlada. Históricamente han existido pfnm que se extraen so- bre todo en forma de partes de la planta (en contraposi- ción con la extracción de plantas enteras), como conse- cuencia de su alta importancia económica. Tal es el caso de las palmas camedor o “xate” ( Chamaedorea spp.), las cuales hacia los años ochenta tenían un valor a precio de mercado en Estados Unidos superior a los 30 millones de dólares al año, lo que generó más de 10 000 empleos (Gon- zález-Pacheco 1984). Solo el mercado norteamericano demandaba 363.2 millones de hojas de palma camedor anualmente. En la actualidad el comercio de estas plantas tiene un mercado bien establecido y constante (cec 2002). Sin embargo, y aunque se han desarrollado técnicas para su cultivo en viveros, la extracción ilegal es un problema persistente. Por ejemplo, en 2004 se aseguraron dos avio- netas que transportaban de forma ilegal 55 512 hojas de palma xate, presumiblemente recolectadas en la Reserva de la Biosfera Montes Azules, Chiapas (Profepa 2004). Desafortunadamente esto no es exclusivo de dicha reser- va en la Selva Lacandona. Por ejemplo, Ramírez (2001) señala que en Tamaulipas los bosques de la Reserva de la Biosfera El Cielo siguen siendo el origen de la mayor par- te del follaje de Chamaedorea radicalis comercializado en ese estado. Lo mismo sucede en la región de la Chinan- tía, Oaxaca, donde alrededor de 50 comunidades extraen follaje y semillas, y 20 de ellas aprovechan alrededor de 1 000 toneladas de hojas por año (Ramírez 2001). Lamen- tablemente, dicho aprovechamiento se lleva a cabo de manera no sustentable y sin contar con un mercado que reditúe de manera justa y digna a los pobladores locales. Otro ejemplo ilustrativo es el de la “pita” (. Aechmea mag- dalenae ), una bromelia terrestre cuyo hábitat son las sel- vas altas perennifolias del sureste de México, que ha sido explotada históricamente por las comunidades indígenas y mestizas comerciantes del sureste del país para extraer su fibra a partir de plantas de las poblaciones silvestres (Edouard 2003, 2006). Las principales áreas de cosecha se ubican en las regiones de la Chinantla de Oaxaca, la Selva Lacandona de Chiapas y en diversas y pequeñas zonas del estado de Veracruz (por ejemplo, Los Tuxtlas). Aunque se trata de un recurso valioso, su rendimiento es intrínseca- mente bajo, pues se calcula que para obtener 1 kg de pita se requiere cortar entre 250 y 350 hojas, y una hectárea de selva puede rendir de 15 a 25 kg de fibra por año (Edouard 2006). Esto hace evidente la necesidad de contar con pro- gramas de cultivo, extracción y comercialización susten- tables que brinden beneficios netos y justos a los pobla- dores locales, dueños del recurso. Actualmente, aunque la demanda de pita se ha estabilizado, e incluso ha dismi- nuido, en algunas regiones se empieza a vislumbrar el desarrollo de procesos de organización de la cadena pro- ductiva y de comercialización (Edouard 2006). La planta Euphorbia antissyphilitica, mejor conocida como “candelilla” es otro buen ejemplo del impacto ne- gativo de la extracción sobre las poblaciones naturales. 5 • Impacto de los factores antropogénlcos de afectación directa a las poblaciones silvestres de flora y fauna 257 Su explotación, dirigida a la producción de cera, es impor- tante en la economía de muchos habitantes de zonas de- sérticas de México, y en algunos casos es su único modo de subsistencia (Canales et al. 2006). A pesar su importancia económica, no hay estadísticas detalladas acerca de la variación histórica de extracción de la cera de candelilla (Hernández 2006). Maldonado (1979) menciona que durante los años setenta alrededor de 8 500 campesinos de 260 ejidos de los estados de Coahuila, Chihuahua, Durango y Zacatecas la explotaban, con una producción media durante ese periodo de 3 000 toneladas de cera al año. Hernández (2006) calcula que dicho nivel de producción corresponde a una extracción de 150 000 to- neladas de biomasa anual de esta especie. Para finales de los años ochenta se estimó una producción anual mayor de 4 000 toneladas anuales de cera, lo cual implica que se destruían 200 000 toneladas de planta viva (Cervantes- Ramírez 2002). Actualmente se estima que hay más de 3 500 pequeños productores de cera de candelilla en 230 ejidos de 33 municipios del noreste rural de México (Ins- tituto de la Candelilla 2008). Se trata, pues, de una planta fuertemente afectada por la extracción directa (Cervan- tes-Ramírez 2002; Hernández 2006). Esta intensa extracción ha ocasionado que, a pesar de la gran capacidad de regeneración de las plantas, muchas poblaciones naturales hayan sido eliminadas como resul- tado de la práctica tradicional de explotación del recurso, que implica la destrucción total de la planta, incluidas las raíces (Maldonado 1979; Del Campo 1986; Canales etal. 2006). Cervantes-Ramírez (2002) señala que muchos pro- ductores locales de cera han agotado las poblaciones na- turales cercanas a sus ejidos, por lo que han tenido que trasladarse a propiedades cuyos dueños les cobran dere- cho de explotación. No obstante, existen evidencias de que es posible implementar programas de manejo racio- nal que pueden mantener las poblaciones naturales, ase- gurando su explotación a futuro, como se reseña en el recuadro 5.2. Si bien estos ejemplos aislados difícilmente represen- tan la situación real de la extracción vegetal en México (el énfasis central del Estudio de país), sirven para exponer los elementos generales de este impacto antropogénico y sus repercusiones por el deficiente aprovechamiento del capital natural que estos recursos suponen. Con base en los ejemplos anteriores, los riesgos de la sobreexplota- ción de estos recursos se pueden resumir en los siguien- tes términos: 1 ] la disminución de las poblaciones silves- tres en las áreas forestales por la sobreexplotación y malas prácticas de manejo; 2] la exacerbación del efecto de extracción por la transformación de los hábitats natu- rales debido a cambios de uso del suelo; 3] el hecho de que la mayor parte de la explotación de estos recursos se lleva a cabo de manera ilegal, a veces incluso dentro de áreas naturales protegidas; 4] los canales de comerciali- zación son inciertos y frecuentemente con desventajas para los productores rurales (véase De los Santos Espino- za et al. 2003 para un análisis detallado del caso de la pal- ma xate). Además de esto, muchas comunidades rurales aún no cuentan con niveles de organización apropiados para poner en práctica estrategias de uso sustentable. Un efecto colateral de la explotación de unos pocos productos forestales no maderables es que las personas que dependen de ellos están en la incertidumbre por las constantes fluctuaciones del precio de los productos en los mercados nacionales e internacionales. Esta situación la han vivido los productores de cera de chicle ( Manilkara zapota ), barbasco ( Dioscorea mexicana, D. composita ) y candelilla (Semarnat 2005). Además de los datos puntuales de explotación de gran magnitud que se han mencionado, poco se sabe de las consecuencias de la extracción de especies no maderables sobre su dinámica poblacional, o de la afectación indirec- ta de otras especies con las que interactúan de manera mutualista (por ejemplo, polinizadores, dispersores, hon- gos micorrízicos) o antagónica (herbívoros, patógenos). Como se ha descrito, la información sobre la extracción ilegal de flora no maderable es sumamente escasa y los mejores datos que existen están dispersos y se enfocan fundamentalmente en algunas plantas de importancia or- namental o bien, en el caso de animales, a especies que se utilizan como mascotas. Este aspecto se analiza en deta- lle en la siguiente sección. 5.5 Tráfico ilegal de especies silvestres Además de la extracción ilícita de madera, el impacto de la extracción comercial ilegal de fauna silvestre se puede inferir, al menos superficialmente, por el número de es- pecímenes asegurados por la Profepa en el periodo 2001- 2005 (Fig. 5.1b), el cual muestra una tendencia irregular, con un pico de casi 207 000 ejemplares extraídos en 2002, mientras que durante el resto del periodo el número os- cila entre ^ 54 000 y ^ 100 000. Finalmente, la extracción de recursos marinos en términos del volumen de produc- tos pesqueros asegurados en este lapso (Fig. 5.1c) mues- tra un patrón errático que va de 47 a 5 476 toneladas por año. Al igual que en el caso de la extracción ilegal de ma- 258 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio dera, estos datos no son confiables del todo, pero sugie- ren que la extracción ilegal de flora y fauna en México es de gran magnitud. Actualmente, el comercio internacional de especies silvestres es un negocio que representa varios miles de millones de dólares cada año (Broad et al. 2002; Roe et al. 2002), y México es un actor importante en este comercio, tanto en el papel de proveedor como en el de consumidor, como lo revela el balance de importación y exportación (Fig. 5.3). Como se indicó, en los últimos años la Profepa ha realizado un número variable, pero en general grande, de aseguramientos y decomisos de vida silvestre (Fig. 5.1). Sin embargo, la magnitud del tráfico de algunas especies animales, igual que en el caso de las plantas, está muy por encima de las capacidades gubernamentales para dete- nerlo. Como ejemplo de ello, se estima que los asegura- mientos de la Profepa representan un promedio de alre- dedor de 2% del tráfico ilegal anual de psitácidos (pericos), de manera que la tasa de aseguramientos parece que se relaciona sobre todo con los niveles de esfuerzo de ins- pección, los cuales generalmente son insuficientes (Cantú Guzmán et al. 2007). En nuestro país existe un marco legal que permite el comercio de algunas especies de acuerdo con esquemas de uso sustentable. No obstante, y a pesar de que hay instrumentos reguladores del comercio internacional, como la Convención Internacional para el Tráfico de Es- pecies de Flora y Fauna Amenazadas (cites), la situa- ción en México es apremiante. Por ejemplo, en el país hay al menos 16 uniones de pajareros (captores y comerciantes de aves canoras y de ornato) que no operan con el esque- ma del suma (Sistema de Unidades de Manejo, Conser- vación y Aprovechamiento Sostenible de Vida Silvestre), sino de acuerdo con el de “uso de subsistencia”, que no requiere planes de manejo ni estudios previos sobre el estatus de las poblaciones silvestres de las aves sujetas a extracción. En el plano internacional, muchas especies silvestres mexicanas se exportan ilegalmente a países europeos (Austria, Bélgica, Holanda y República Checa), asiáticos (Japón) y a Estados Unidos. Un alto porcentaje de las ex- portaciones a Europa y Asia se hacen por el territorio es- tadounidense. Un ejemplo de esta situación es el caso de dos norteamericanos detenidos en su país en 1999 por introducir ilegalmente a Texas 21 000 plantas de ocotillo (. Fouquieria splendens ) procedentes del norte de México (Jordán y Sullivan 2003). El caso de los cactos es ilustra- tivo del tráfico ilegal de plantas en el ámbito global. Se ha documentado que este grupo de plantas, muchas de las cuales se extraen en México, representa un comercio de unos 7 a 8 millones de especímenes por año, con valores que generalmente varían desde unas decenas hasta va- rios cientos de dólares por ejemplar (cca 2005), con ca- sos excepcionales como Mamillaria luethyi, que puede llegar a costar 1 000 dólares (Hernández 2006). Otras es- pecies comúnmente comercializadas en o desde México son las orquídeas, palmas, cicadas, tarántulas y aves ca- noras y de ornato. Importaciones | | Exportaciones Figura 5.3 Importaciones y exportaciones de ejemplares vivos de flora y fauna silvestres en México durante el periodo 2000-2004. Fuente: Reuter y Habel (2004). 5 • Impacto de los factores antropogénicos de afectación directa a las poblaciones silvestres de flora y fauna 259 El comercio inmoderado de flora y fauna silvestres pone en riesgo a numerosas especies no solo por la sobreex- plotación, sino también por la dispersión potencial de enfermedades infectocontagiosas. Al respecto, en el año 2000 el Consejo Consultivo Nacional de Sanidad Animal (Conasa) identificó 203 enfermedades infecciosas en rep- tiles, aves y mamíferos en el país, de las cuales 25 eran exó- ticas y siete de alto riesgo, de acuerdo con la Oficina para las Enfermedades Epizoóticas (cca 2005). La demanda de especies silvestres para ornato entre la población urbana de México y otros países constituye el motor del tráfico ilegal a pesar de sus altos precios. Por ejemplo, una guacamaya roja {Ara macad) puede alcanzar hasta 2 000 dólares en el mercado negro de Estados Unidos o Europa; un loro de nuca amarilla {Amazona ochrocepha- la ) se cotiza hasta en 500 dólares, y ciertas palmas y cica- das las pueden comprar en más de 300 dólares coleccionis- tas o diseñadores de paisaje (Cantú Guzmán et al. 2007). A continuación se presenta la situación de tres grupos de plantas que históricamente han sido amenazadas en México, y de las cuales existe información que ilustra los patrones emergentes de comercio ilegal de plantas: cica- das (Zamiaceae), orquídeas (Orchidaceae) y cactos (fami- lia Cactaceae). Estos grupos son de particular importan- cia porque un número importante de sus especies están protegidas por la norma oficial mexicana NOM-059-2001 (Semarnat 2002), situación que refleja el serio problema que ocasiona o potencia su extracción. 5.5.1 Cicadas Sin duda, las cicadas representan uno de los grupos de plantas que está en mayor riesgo en México y en el mun- do, dado el endemismo y la riqueza de especies de esta familia en nuestro país. De las cerca de 300 especies que componen este grupo, casi 52% están clasificadas por la uicn como amenazadas en su medio natural (Donaldson 2003). Se conoce que en los últimos años el número de especies registradas en el comercio ilegal ha ido en au- mento en todo el mundo. La extracción de cicadas para comercio, en sinergia con la destrucción de su hábitat, ha potenciado el hecho de que estas se encuentren en grave peligro de extinción local o global. En el ámbito global, en los últimos 20 años el número de taxa comercializados ha mostrado un aumento nota- ble, con una trayectoria de cambio de 60 especies comer- cializadas en 1979 a casi 200 especies en 2001. Si bien este aumento se relaciona con la descripción de nuevos taxa, es evidente que su inserción ilegal en los mercados inter- nacionales como plantas de ornato ha aumentado la pre- sión sobre las poblaciones en el medio silvestre, debido a su rareza natural y a que generalmente estas especies es- tán representadas por poblaciones únicas y pequeñas, dis- tribuidas en regiones geográficas restringidas (Carabias et al. 2000). En el país existen 44 especies de cicadas representadas por tres géneros: Ceratozamia, Dioon y Zamia; México es el mayor poseedor de especies en América, y el segun- do mayor en diversidad en todo el planeta, solo superado por Australia (77 especies). Todas las especies mexica- nas están clasificadas como en peligro de extinción en la NOM-059-SEMARNAT-2001 (Semarnat 2002). Además, 56% de las especies de cicadas mexicanas se encuentra en las categorías de “críticamente en peligro” y “en peligro”, según la uicn (iucn 2007). Si bien se podría argumentar que tal concentración de especies de cicadas mexicanas clasificadas como seriamente amenazadas (Fig. 5.4) es simplemente un efecto del alto número de especies que existen en el país, podemos sugerir que este no es el caso. Al graficar la cantidad total de especies contra el número de especies clasificadas como “críticamente en peligro” y “en peligro” en diferentes países (Fig. 5.5), vemos que Méxi- co posee una cifra inusual: 59% de las especies. Este valor se encuentra, estadísticamente hablando, por arriba de lo esperado, lo cual demuestra que, más allá del efecto de la riqueza de especies, hay un efecto de amenaza importan- te sobre las cicadas. Esta magnitud de amenaza es mayor a la que muestra Sudáfrica (49% de las especies), donde la Figura 5.4 Especies de cicadas objeto de comercio por intervalos entre 1977 y 2001. Fuente: NOM-059-SEMARNAT-2001 (Semarnat 2002). 260 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Figura 5.5 Relación entre la riqueza y el número de especies de cicadas seriamente amenazadas en varios países, según la uicn. Fuente: Donaldson (2003). extracción de cicadas es sumamente intensa (Donaldson 2003), y contrasta aún más con Australia, país con una gran riqueza de especies (77) pero con solo ocho (10.3%) de ellas en alguna categoría de amenaza. Por otra parte, hay razones para pensar que esa inusual concentración de especies amenazadas se deba en gran medida a la sobreexplotación. En México, si bien la des- trucción del hábitat supone un riesgo de extinción para poco más de la mitad de las especies que se consideran amenazadas, la sobrerrecolecta representa un riesgo casi comparable (Fig. 5.6), ya que para 45% de dichas especies esto constituye el principal factor de disminución de sus poblaciones naturales. Destacan los casos deDioon sono- rense, D. merolae, D. spinulosum, Ceratozamia norstogii, C. miqueliana y Zamia furfuracea, especies a las que la sobrerrecolecta para el mercado en México ha mermado considerablemente sus poblaciones silvestres (Donaldson 2003; Stevenson et al. 2003), mientras que la extracción de Dioon holmgrenii, Zamia lacondona, Z. purpurea y Z. vasquezi constituye una amenaza para sus poblaciones debido a la demanda del comercio internacional. Cerca de 20% de las especies de cicadas en el mundo son endémicas de México, e incluso algunos autores han considerado a México como el centro de diversidad de este grupo (Stevenson et al. 2003). Esto confiere al país una responsabilidad grande en la conservación de este grupo de plantas, ya que la extracción desmedida de in- dividuos de las especies endémicas pone en riesgo la diversidad global de esta familia. La figura 5.6 muestra que la sobrerrecolecta afecta el total de las especies en- démicas, y que 60% de las especies sobrerrecolectadas son de distribución extremadamente restringida: 25% de distribución puntual y 35% local. El restante 40%, tam- bién sobrerrecolectado, corresponde a especies de distri- bución regional. Por otra parte, el impacto de la extrac- ción puede ser sumamente fuerte dependiendo de las características ecológicas de la especie en cuestión, con mayor vulnerabilidad en el caso de las especies de distri- bución muy restringida y que dependen de otras especies (como sus polinizadores), también vulnerables al impac- to antropogénico. Por ejemplo, en el caso de Zamia inermis, especie de la cual se conoce una sola localidad (un potrero) y que está representada globalmente por unas pocas decenas de individuos, el riesgo de extinción es más serio aún dado que aparentemente ha desapareci- do el insecto polinizador específico, por lo que no exis- ten semillas fértiles ni individuos juveniles que se recluten y renueven la población en condiciones naturales (Vovi- des et al. 1997). 5.5.2 Orquídeas La familia de las orquídeas es uno de los grupos taxonó- micos más diversos morfológicamente y con el mayor número de especies: se estima en alrededor de 25 000 (Dressler 1990). Históricamente, las orquídeas han sufri- do el deterioro de sus poblaciones naturales por la defo- restación, la fragmentación y sobre todo la extracción ma- siva de plantas enteras (Koopowitz 1992; Williams-Linera et al. 1995; Sosa y Platas 1998); la extracción es motivada 5 • Impacto de los factores antropogénicos de afectación directa a las poblaciones silvestres de flora y fauna 261 Figura 5.6 (a) Especies de cicadas afectadas por pérdida de hábitat y sobrerrecolecta en México. (b) Porcentaje de cicadas con diferentes tipos de endemismos amenazadas por la sobrerrecolecta. por su alto valor hortícola y comercial, lo que en general promueve su recolecta ilegal. La flora orquideológica de México comprende más de 1 200 especies y subespecies, distribuidas en 164 géneros (Hágsater etal. 2005). Una de sus características más so- bresalientes es la alta proporción de endemismos, ya que se han registrado 444 especies o subespecies endémicas que corresponden aproximadamente a 40% del total de taxa registrados en el país (Soto-Arenas 1996). De estas, 181 especies se encuentran en alguna categoría de ries- go, de acuerdo con la norma oficial vigente NOM-059- SEMARNAT-2001, y 74 de ellas se consideran amenaza- das o en peligro de extinción. La extracción ilegal es un importante factor de disminución de las poblaciones na- turales. En México, la recolecta y venta de orquídeas silvestres está prohibida. Sin embargo, la extracción para venta lo- cal e internacional es uno de los mayores problemas para la conservación de este grupo. Se estima que el tráfico ilegal de orquídeas entre 1993 y 1996 fue de 9 a 12 millo- nes de plantas, mientras que legalmente solo se comer- cializaron 152 000 de ellas (Flores y Brewster 2002). Ade- más de la extracción de individuos completos, el corte de flores puede tener consecuencias críticas en la produc- ción de semillas de las poblaciones silvestres, incluso en algunos sitios las poblaciones están en declive por el bajo o escaso reclutamiento de nuevos individuos (Hernández 1992). Un ejemplo típico de la extracción de orquídeas es el de Laelia speciosa, la cual produce flores grandes, de 10 a 16 cm de diámetro, y se considera una de las especies más hermosas del género y la orquídea silvestre más am- pliamente recolectada en México por su valor ornamen- tal y cultural (Halbinger 1993; Soto-Arenas 1996). Se es- tima que solo en el estado de Michoacán anualmente se extraen alrededor de 6 000 plantas o segmentos de plan- tas (lo cual en general también tiene consecuencias leta- les para la planta) (Ávila Díaz y Oyama 2002). Se consi- dera que el número de flores con uno o dos pseudobulbos vendidas en la ciudad de México es del orden de miles a cientos de miles cada temporada, ya que, en la época de máxima floración, se estima que se venden alrededor de 1 500 flores diariamente (Ávila Díaz y Oyama 2002). Ade- más de la extracción con fines ornamentales, en Michoa- cán se cortan grandes cantidades de esta planta con fines religiosos y artesanales (Ávila Díaz y Oyama 2002). Otro ejemplo local de la magnitud de la extracción ilegal de orquídeas es el que presentan Flores-Palacios y Valencia- Díaz (2007), quienes durante 85 semanas censaron un punto de venta ilegal de plantas silvestres en Xalapa, Ve- racruz, lo que hizo evidente que las orquídeas fueron el grupo más comercializado, pues representan 81% del to- tal, correspondiente a una oferta de 7 100 ejemplares de 167 especies, dos de ellas endémicas del estado de Vera- cruz. Dicho estudio enfatiza que cada uno de los ejem- plares cuantificados fue extraído ilegalmente de su medio natural y comercializado sin ningún tipo de regulación. Estos casos, si bien puntuales en su ubicación, dejan ver que el impacto de la extracción de orquídeas en el país debe ser de gran magnitud. 262 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio 5.5.3 Cactos México es el país con mayor concentración de especies de cactos en el mundo: se tienen registradas más de 550, de las cuales alrededor de 74% son endémicas (Hernán- dez 2006). Sin embargo, las regiones áridas y semiáridas, pero en particular la zona norte-centro del país, también poseen las concentraciones más altas de cactos amena- zados del mundo (Hernández y Bárcenas 1995, 1996). Actualmente, la NOM-059-SEMARNAT-2001 (Semar- nat 2002) incluye 285 especies de cactos en alguna de sus categorías de protección, de las cuales 58% se considera que ameritan protección especial, 31% están amenazadas y 11% se registran como en peligro de extinción. De las especies que se encuentran en estas categorías, 86% co- rresponde a especies endémicas de México, donde la ex- tracción ilegal es el problema fundamental, responsable del deterioro de numerosas poblaciones naturales de esta familia (Glass 1998). A pesar de que hay una gran cantidad de viveros que propagan cactos para su comercio legal, la extracción y el comercio ilegal de individuos muestran cifras alarmantes. Por ejemplo, entre 1996 y 2000 las autoridades de México y Holanda incautaron más de 8 000 especímenes de cac- tos mexicanos, pues este último país es un importante consumidor de dichas plantas (Robbins 2003). Otros 1 180 cactos se aseguraron en puertos de Estados Unidos, todos ellos presumiblemente extraídos de su hábitat na- tural (Robbins 2003). En 2004 la Profepa hizo un asegu- ramiento de 240 cactos en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, y se determinó que los especí- menes de Aztekium ritterii, Obregonia denegrii y Ario- carpus spp., endémicos de México, aunque protegidos por las leyes mexicanas y el cites, habían sido extraídos ilícitamente de su hábitat natural (Profepa 2004). Dichos cactos, con un valor aproximado de 29 dólares por pieza, tenían como destinos de comercialización Alemania, Austria, Holanda, Bélgica y República Checa. Otras es- pecies que se comercian ilegalmente y que aparecen con frecuencia en aseguramientos son las siguientes: Fero- cactus latispinus, Ariocarpus kotschoubeyanus, Mammi- llaria carmenae, Astrophytum myriostigma y Aztekium hintonii. En el periodo de 1996 a 2000, cinco estados mexicanos reportaron 78% de todos los aseguramientos de cactos llevados a cabo por la Profepa (Fig. 5.7). La ciudad de México lleva la delantera en el número de incautaciones de esas plantas (28% de los aseguramientos), seguida de Morelos, Yucatán, Nuevo León y Puebla. Curiosamente, los Países Bajos constituyen un punto de aseguramiento Bajos Estados de origen de las incautaciones Figura 5.7 Aseguramientos de cactos por entidad federativa en el periodo 1996-2000. Se incluye el caso de los Países Bajos como punto de comparación. Fuente: Robbins (2003). 5 • Impacto de los factores antropogénicos de afectación directa a las poblaciones silvestres de flora y fauna 263 importante de cactos de México, ubicándose en un nivel apenas rebasado por el Distrito Federal, Morelos y Yuca- tán (Robbins 2003). Si bien la información presentada sugiere que en gene- ral el impacto de la extracción de cactos es de grandes pro- porciones en el país, dicho impacto varía entre las especies. Por ejemplo, algunas de ellas son especialmente suscep- tibles a la extracción, como en el caso de Lophophora williamsii, conocido como peyote, que antes se extraía con fines ceremoniales. Esta es una especie para la cual las preocupaciones de conservación están más que justi- ficadas, dado el volumen de plantas aseguradas y la pre- sión persistente y la demanda de poblaciones silvestres. La reputación del peyote como un alucinógeno natural contribuye a la recolección ilegal de plantas silvestres, como es evidente en la incautación de 921 kg en México durante un periodo de cinco años. La cosecha ilegal con- tinua de peyote representa una amenaza para la conser- vación de la especie y para la subsistencia o las necesida- des espirituales de las culturas indígenas que se basan en estas plantas silvestres para uso tradicional. Por otro lado, el Cephalocereus senilis, un cacto columnar de gran belleza, del cual entre 1996 y 2000 se incautaron 580 es- pecímenes de recolección silvestre, es particularmente sensible a la cosecha debido a su biología reproductiva (Robbins 2003). Este cacto, cuyas poblaciones están con- finadas a unos cuantos barrancos de la zona árida de Querétaro e Hidalgo, genera un solo tallo del cual surgen flores para producir frutos y semillas (Robbins 2003). La amputación de este tallo de las plantas sexualmente ma- duras puede impedir la producción de flores y semillas, cuya reducción prolongada puede afectar considerable- mente la capacidad de regeneración de las poblaciones. Por tanto, el resultado de esto no necesariamente sería el aniquilamiento de plantas individuales de sus poblacio- nes naturales, aunque el impacto ecológico o genético de este tipo de extracciones no se ha estudiado. Otra amenaza importante para muchas poblaciones de cactáceas mexicanas es el ingreso reciente al país de la plaga de Cactoblastis cactorum por la Península de Yuca- tán (Zimmermann etal. 2000). Esta plaga ha tenido efec- tos devastadores en numerosas poblaciones de cactáceas de otros países de América Latina (Zimmermann et al. 2000, 2004), por lo que sin duda será importante que las autoridades ambientales mexicanas tomen medidas efec- tivas para evitar la diseminación de esta plaga, utilizando las proyecciones de las rutas de dispersión elaboradas por la Conabio (Zimmermann et al. 2000, 2004). 5.6 Extracción de animales: cacería Desde tiempos precolombinos, los habitantes del conti- nente americano han utilizado una gran variedad de ani- males con múltiples propósitos (Robinson y Redford 1991; Ojastiy Dallmeier 2000; Silvius etal. 2004). En todo México, las comunidades rurales han extraído fauna sil- vestre durante siglos (Leopold 1959; Pérez-Gil etal. 1995). Los aztecas y los mayas, por ejemplo, utilizaban numero- sos vertebrados como proveedores de carne, pieles, plu- mas, huesos, grasa y aceites, pigmentos, productos me- dicinales y otros materiales consumidos localmente o intercambiados por otros bienes (Morley 1977; Lagan 1984). En la actualidad, una parte importante de los ha- bitantes del medio rural mexicano todavía utilizan algu- nos animales silvestres como fuente de alimento y pieles (March 1987; Aranda 1991; Jorgensen 1995; Escamilla etal. 2000; Naranjo et al. 2004). La gran mayoría de los usua- rios de fauna silvestre son pobladores rurales de muy ba- jos ingresos económicos (Pérez-Gil et al. 1995), quienes aprovechan la carne y frecuentemente también la piel y las visceras de sus presas para alimentar a sus familias y en ocasiones para venderlas dentro de sus propias comuni- dades o en poblados cercanos (March 1987; Mandujano y Rico-Gray 1991; Jorgensen 1993; Escamilla etal. 2000; Na- ranjo 2002). No obstante, el impacto del uso de la fauna sobre las poblaciones silvestres apenas comienza a do- cumentarse en México y en el resto de Latinoamérica (Robinson y Bennett 2000; Silvius et al. 2004). Estudios realizados en el sur de México durante la úl- tima década demuestran que en los bosques tropicales de la región se utilizan más de 60 especies de mamíferos, aves y reptiles para obtener carne, pieles, plumas, huesos, aceites, pigmentos, sustancias medicinales y otros mate- riales que se consumen o comercian localmente. Dos muestras de lo anterior se observan en los estudios de Escamilla etal. (2000) y Naranjo etal. (2004) en el sures- te del país. En el primero, los autores encontraron que los habitantes de tres comunidades de la región de Calak- mul, Campeche, extrajeron 7.4 toneladas de biomasa de 18 especies de vertebrados terrestres, principalmente mamíferos, durante un año. En el segundo estudio, reali- zado durante un periodo similar en la Selva Lacandona, Chiapas, se observó que 190 cazadores de cinco comuni- dades indígenas y mestizas extrajeron un total de 782 ani- males (4.1 animales por cazador), la mayoría de ellos te- pezcuintles ( Agouti paca), pero también especies de mayor tamaño como tapires ( Tapirus bairdiv, n = 5) y jaguares ( Panthera onca-, n = 2) entre los mamíferos, así como 264 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio hocofaisanes ( Crax rubra) y pericos (. Amazona spp.) en- tre las aves. Esta magnitud de extracción corresponde a 8.2 toneladas de carne (43.2 kg/cazador) de 32 especies de mamíferos, aves y reptiles durante un año. Sin embar- go, seis especies de mamíferos (tepezcuintle, tapir, pécari de collar, pécari de labios blancos, venado cola blanca y venado temazate) contribuyeron con casi 87% del peso total de fauna aprovechada en las cinco comunidades (Naranjo etal. 2004; Fig. 5.8). Si esta magnitud de extrac- ción y la proporción de cazadores respecto a la población total (12% en promedio) fueran similares en el conjunto de comunidades rurales de la Selva Lacandona, podría- mos esperar una captura de hasta 100 000 animales sil- vestres (más de 1 000 toneladas de carne), utilizados cada año por los aproximadamente 200 000 habitantes y 24 000 cazadores de las mismas comunidades. Estos y otros estudios menos sistemáticos en áreas tro- picales de México han demostrado que entre las especies con mayor presión de caza se encuentran los herbívoros y omnívoros de mayor talla de cada clase de vertebrados, como venados ( Odocoileus virginianus y Mazama spp.), pecaríes ( Tayassu spp.), tapires ( Tapirus bairdii ), tepez- cuintles (. Agouti paca) y armadillos ( Dasypus novemcinc- tus) en cuanto a mamíferos; pavos ( Meleagris spp.), cojo- litas ( Penelope purpurascens), hocofaisanes ( Crax rubra), patos (Anatidae) y tinamúes (Tinamidae) entre las aves; iguanas (. Iguana iguana y Ctenosaura spp.) y tortugas de agua dulce ( Chelonia ) entre los reptiles. Sin embargo, las Figura 5.8 Volumen (kg) y porcentaje de biomasa extraída de vertebrados silvestres en cinco comunidades de la Selva Lacandona, Chiapas, durante un año. Fuente: Naranjo et al. (2004). especies carnívoras grandes también están sujetas a la presión de la cacería, con frecuencia por el daño real o potencial que pueden causar a los animales domésticos y a los habitantes de comunidades rurales. Entre estas últi- mas se encuentran comúnmente los grandes felinos como el jaguar ( Panthera onca), el puma {Puma conco- lor) y el ocelote {Leopardus pardalis); el coatí {Nasua narica), el mapache {Procyon lotor), águilas y halcones (especies de Accipitridae y Falconidae), cocodrilos {Cro- codylus spp.) y caimanes {Caiman crocodylus). Un grupo en particular asediado por la caza es el de los pericos y guacamayas (psitácidos), del cual 20 especies se encuentran oficialmente en alguna categoría de riesgo: seis en peligro de extinción, 10 amenazadas y cuatro bajo protección especial. De acuerdo con Cantú Guzmán etal. (2007), se capturan entre 65 000 y 78 500 pericos cada año, de los cuales más de 75% mueren antes de llegar al consumidor final; es decir, entre 50 000 y 60 000 cada año. Se sabe que entre 86 y 90 por ciento de los pericos mexicanos que se capturan son para comercio interno (Cantú Guzmán et al. 2007). En pocos casos se ha podido analizar en detalle el es- tado de las poblaciones silvestres de algunas especies de vertebrados y, en estos ejemplos, la información apunta a un problema de afectación considerable que guarda simi- litud con el “síndrome del bosque vacío” (Redford 1992), donde la apariencia externa de la vegetación parecería saludable a pesar de que existe un alto grado de defauna- ción ( sensu Dirzo y Miranda 1991). Un estudio ilustrativo de esta situación se desarrolló en la parte norte de la Sie- rra de Los Tuxtlas, donde ocurrió la extinción local de especies como el águila arpía, la guacamaya roja, el ja- guar, el puma, el tapir y el mono araña, así como una drástica disminución de otras especies como el venado cola blanca, el venado temazate y los pecaríes de collar y de labios blancos (Dirzo y Miranda 1991). En el caso de estas últimas cuatro especies, es posible que sus pobla- ciones locales en esa zona ya estén próximas a la extin- ción, dada su bajísima probabilidad de registro por méto- dos como la detección de sus huellas en transectos estandarizados, avistamientos diurnos y nocturnos y ob- servación casual por investigadores y estudiantes. Los trabajos sobre defaunación antes citados sugieren que el fenómeno de afectación en las poblaciones de vertebra- dos, en particular de los mamíferos, no es aleatorio. Toda la evidencia sugiere que el proceso de defaunación es se- lectivo, con un mayor grado de afectación sobre las espe- cies de tamaño mediano a grande, y un impacto menor, o incluso un efecto positivo, sobre muchas de las espe- 5 • Impacto de los factores antropogénicos de afectación directa a las poblaciones silvestres de flora y fauna 265 cíes de talla más pequeña, en particular de pequeños roe- dores (Mendoza y Dirzo 2007). Esta situación de defau- nación selectiva hace evidente que el impacto humano directo tiene un mayor efecto sobre los vertebrados her- bívoros y omnívoros, así como sobre los animales carní- voros y carroñeros que se encuentran en la cúspide de las cadenas tróficas. Otro caso notable de defaunación que, aunque no está cuantificado, salta a la vista en el altiplano central del país es la venta de numerosos ejemplares vivos y muertos de víboras de cascabel ( Crotalus spp.), aves rapaces (por ejem- plo, Buteo spp.), aves canoras y mamíferos carnívoros (zorros y coyotes) en sitios como las inmediaciones de Matehuala, en el estado de San Luis Potosí, sobre la auto- pista federal 57. Es claro que las autoridades ambientales están al tanto de esta situación, pues en dicha región exis- ten avisos que advierten a posibles compradores sobre los riesgos de cometer un delito federal al adquirir animales silvestres. Sin embargo, es necesario que tanto la Semar- nat como la Profepa promuevan a corto plazo acciones más efectivas para controlar el saqueo de fauna en esta región, posiblemente gestionando opciones económicas para las personas dedicadas a esta actividad ilícita y apli- cando las leyes respectivas a los infractores. El impacto selectivo sobre la fauna silvestre lo generan factores extrínsecos e intrínsecos (Dirzo 2001). Entre los primeros se encuentran las preferencias de los cazadores por animales de mayor talla, su valor alimenticio, la faci- lidad para encontrarlos en el campo y la existencia de conflictos entre asentamientos humanos y fauna, como el hecho de que depredadores de talla grande (por ejemplo, jaguares, pumas y ocelotes) incursionen en las poblacio- nes para cazar animales domésticos. Entre los factores intrínsecos se incluyen: tasa de crecimiento poblacional de la fauna, longevidad y edad en la que alcanzan la ma- durez sexual. En estudios acerca de la fauna de Los Tux- tlas y de la Selva Lacandona, estos factores demográficos intrínsecos de los animales de talla mayor se correlacio- nan positivamente con la probabilidad de que las espe- cies sean afectadas por la cacería, y de manera negativa con la de que sean detectadas en su ambiente natural por medio de los métodos típicos de monitoreo de estas especies. Las consecuencias ecológicas de la defaunación han sido poco estudiadas en México. Sin embargo, se puede especular que si hay especies que dependen de estos ver- tebrados para su existencia o mantenimiento, se podrían esperar situaciones de coextinción (local al menos), in- cluyendo la pérdida de especies asociadas, como ectopa- rásitos invertebrados, insectos coprófagos y animales carroñeros, como ha ocurrido en otros sitios afectados por la defaunación (Andresen y Laurance 2007). Por otra parte, en la medida en que algunas de estas especies da- ñadas por la extracción directa desempeñan algún papel importante en la comunidad natural, se puede esperar que en su ausencia algunos aspectos estructurales y fun- cionales de las comunidades naturales también se vean perturbados. Por ejemplo, la cacería de monos, que ac- túan como agentes dispersores de las semillas de algunas especies de plantas, pone en riesgo la capacidad regene- rativa de varias especies de árboles tropicales de disper- sión zoocora. En Los Tuxtlas, por ejemplo, se ha obser- vado una capacidad de reclutamiento limitada con un déficit de hasta 50% de las especies de dispersión zooco- ra en sitios fragmentados donde la incursión de cazado- res es más frecuente, y por consecuencia tales agentes dispersores están ausentes (L. Zenteno y R. Dirzo, datos no publicados). En este mismo sitio, la ausencia de her- bívoros vertebrados medianos y grandes del sotobosque tropical trae consigo efectos indirectos sobre la regenera- ción de la selva, ya que sin estos animales algunas espe- cies vegetales pierden su control natural y logran mono- polizar el espacio en el sotobosque a expensas de otras plantas, lo que conduce a una reducción en la diversidad neta de plantas en el sotobosque tropical de sitios defau- nados (Dirzo y Miranda 1991). Es previsible, incluso, que tal situación de defaunación selectiva tenga repercusio- nes sobre algunos servicios ambientales (véase el capítu- lo 4 de este volumen), como el hecho de que, en ausencia de sus depredadores, ciertas especies (como roedores y algunas serpientes) alcancen niveles y conductas que las vuelvan nocivas al invadir asentamientos humanos y afec- tar bienes de los pobladores locales, o bien al convertirse en vectores de transmisión de enfermedades, como los cuadros generados por los hantavirus y la leptospira. En el altiplano y las serranías del norte y centro de México, a diferencia del sur, la cacería deportiva es una actividad económica importante y se centra en un número reducido de especies nativas e introducidas (n < 20), entre las que destacan el venado cola blanca ( Odoco ileus virgi- nianus), el venado bura ( Odocoileus hemionus), el borrego cimarrón {O vis canadensis ), el pécari de collar ( Tayassu tajacu), el ciervo rojo ( Cervus elaphus), el coyote ( Canis latrans), los conejos ( Sylvilagus spp.), el pavo silvestre (. Meleagris gallopavó), varias especies de palomas (prin- cipalmente la paloma de alas blancas, Zenaida asiático) y diversas especies de patos (Anatidae). En el año 2001 existían poco más de 1 100 clubes de caza registrados le- 266 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio galmente en el país (sobre todo en los estados de la fron- tera norte), y el mismo año la Semarnat autorizó a 9 803 cazadores deportivos nacionales y extranjeros poco más de 35 000 permisos de caza con un valor aproximado de 8.8 millones de pesos (poco más de 800 000 dólares esta- dounidenses; Semarnat 2005). En muchos casos, los pro- pietarios de los predios donde se practica la caza depor- tiva aplican correctamente los planes de manejo de las especies nativas avalados por la Semarnat, lo que les per- mite obtener ingresos económicos importantes sin me- noscabo de las poblaciones de fauna local. No obstante, también se presentan situaciones en las que el aprove- chamiento se centra en especies exóticas liberadas en el medio silvestre, lo que posiblemente esté ocasionando disminuciones importantes en la abundancia de algunas especies de fauna nativa debido a la competencia por es- pacio y alimento. Este es el caso de un número creciente de ranchos cinegéticos en estados del centro y norte del país, donde se ofertan diversas especies de ungulados asiáticos, europeos y africanos (por ejemplo, borrego ber- berisco, cabra montés, jabalí europeo, íbex y antílopes), que compiten con herbívoros locales (venados, pecaríes y liebres, entre otros) y modifican el hábitat natural. El impacto de este tipo de sistemas cinegéticos aún no ha sido evaluado en México. Sin embargo, es de esperarse que las especies introducidas estén causando un grado de deterioro importante en las comunidades naturales del país (véase el capítulo 6 de este volumen). 5.7 Pesca México cuenta con importantes recursos pesqueros: en los últimos cinco años ha ocupado el lugar 16 en el mundo en producción, con un promedio de 1.45 millones de to- neladas, después de que tuvo un crecimiento acelerado entre 1940 y 1980. La producción total en 2003 fue de 1 565 millones de toneladas, con un valor de 18 360 mi- llones de pesos (alrededor de 1 400 millones de dólares) a precio de playa, que incluyen 207 776 toneladas (13.3%) como producto de la acuicultura. Del volumen pescado, 80% se desembarcó en el litoral del Pacífico, 18.1% en el Golfo de México y el Caribe y 1.9% provino de los cuer- pos de agua interiores (Conapesca 2005); sin embargo, datos de aseguramiento y decomiso de recursos pesque- ros y marinos por la Profepa, de 2001 a 2005 (Profepa 2006b), muestran, al menos parcialmente, la problemáti- ca de la extracción ilegal y la sobreexplotación. Es bien conocido que, en todo el mundo, muchas po- blaciones de peces están sobreexplotadas y los ecosiste- mas que las sostienen han sido degradados (fao 2002). Cada vez se reconoce más que las consecuencias de la pesca a gran escala tienen diversos efectos colaterales, como la destrucción del hábitat, la muerte incidental de especies no objetivo, los cambios en la demografía de po- blaciones y en la función y estructura de los ecosistemas (Pikitch et al. 2004), además de la sobreinversión, el es- fuerzo de pesca excesivo y la contaminación multifocal (Arenas y Jiménez 2004). De acuerdo con datos de Myers y Worm (2003), la abundancia de las especies de peces de altos niveles tróficos ha disminuido en más de 90% y la explotación representa más de 30% de la producción ma- rina total. Mediante un análisis de la desaparición local, regional o global de 133 especies acuáticas, Dulvy et al. (2003) encontraron que la causa principal de estas extin- ciones fue la pesca (55%), seguida por la pérdida de hábi- tat (37%), mientras que otras causas de extinción local estuvieron relacionadas con el impacto de especies inva- soras, el cambio climático, la contaminación y las enfer- medades. En suma, el impacto negativo de la sobreexplo- tación pesquera es omnipresente. En México, en particular, se reconoce la explotación pesquera de 589 especies ma- rinas, de las cuales 318 se localizan en el Pacífico y 271 provienen del Golfo de México y del Caribe. Debido a que la gran mayoría de las pesquerías en nuestro país son multiespecíficas, o que algunas especies se distribuyen en varias regiones bien definidas, las 589 especies están agru- padas en 75 unidades de manejo: 43 en el Pacífico y 32 en el Golfo de México y el Caribe (Fig. 5.9) (Sagarpa 2004). No obstante, en la Carta Nacional Pesquera se consigna que de 75 unidades de manejo, 45 (60%) han alcanzado su rendimiento máximo (completamente explotadas) y en 20 (26.7%) se registra sobreexplotación de los recur- sos pesqueros (Fig. 5.9). Lo anterior significa que 86.6% de nuestras unidades pesqueras marinas ya no pueden ser sujetas de ningún incremento de producción, y mu- chas de ellas requieren acciones de manejo y protección para detener su deterioro. Por ejemplo, la pesquería de cazón ley, Rhizoprionodon terraenovae, se encuentra aprovechada al máximo permisible y está en riesgo de disminuir drásticamente si continúa el mismo esquema de explotación, en el que predomina la captura de orga- nismos inmaduros (90% del total) (Arenas y Díaz de León 1999), lo que con seguridad tiene un impacto demográfi- co considerable en las poblaciones de esta especie. De entre los 65 grandes cuerpos de agua dulce de Méxi- co, se desconoce el estado de las poblaciones pesqueras en 56 de ellos (86%). Del resto, cinco mantienen pobla- 5 • Impacto de los factores antropogénicos de afectación directa a las poblaciones silvestres de flora y fauna 267 Número Porcentaje Pacífico Golfo de México Total Pacífico Golfo de México Total Deteriorada 11 9 20 25.5 28.1 26.7 Aprovechada al máximo (sustentable) 26 19 45 60.5 59.4 60.0 Potencial de desarrollo 6 4 10 14.0 12.5 13.3 Total 43 32 75 100.0 100.0 100.0 Figura 5.9 Distribución y estado de explotación de las unidades de manejo pesquero en México. Fuente: Sagarpa (2004). ciones en deterioro o han alcanzado su rendimiento máximo sostenible y solo cuatro tienen potencial para incrementar su producción (Sagarpa 2004). En la Carta Nacional Pesquera (Sagarpa 2004) se incluyen 103 espe- cies, de las cuales 16 (14 peces y dos anfibios) se conside- ran amenazadas en el territorio nacional. La pesca tiene efectos directos, indirectos (pesca inci- dental) y en los ecosistemas (Reynolds et al. 2002). La explotación directa de una especie objetivo ha causado la mayoría de los colapsos de poblaciones de peces que se conocen. En México el ejemplo más claro es el de la to- teaba ( Totoaba macdonaldi), un pez sciánido de gran tamaño, endémico del norte del Golfo de California. En 1942 alcanzó una captura máxima de 2 300 toneladas, para después caer hasta 59 toneladas en 1975. A partir de entonces se prohibió su pesca y quedó sujeta a protec- ción (Cisneros-Mata etal. 1995). No obstante, el deterio- ro de las poblaciones de totoaba se prolongó como resul- tado tanto de su pesca furtiva como de su captura incidental en redes agalleras y de arrastre, destinadas a la extracción de otras especies, a lo que se suma el deterio- ro de su hábitat de crianza y desove en el delta del Río Colorado debido a la construcción de presas río arriba (Cisneros-Mata et al 1995). 268 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Casi todos los tipos de pesca realizan una captura inci- dental. Un ejemplo de ello es el camarón, en cuya pesca en el Golfo de California se extraen casi 10 kg de otras especies de escaso valor comercial (fauna de acompaña- miento) por cada kilo del crustáceo. Además de la captu- ra incidental, el uso de muchas artes de pesca tiene un efecto en las comunidades de peces, su hábitat y otra fau- na béntica. Al operar redes de arrastre camaroneras, las pesadas compuertas que mantienen la red abierta y pega- da al fondo resuspenden el sedimento y lastiman o matan a los invertebrados bénticos, a los cuales posteriormente consumen organismos carroñeros. Esto ha resultado en el decremento de dichos invertebrados y en un impacto negativo de la productividad secundaria del bentos (Rey- nolds et al. 2002). Algunos expertos afirman que las cap- turas pesqueras han alterado las interacciones bióticas en numerosas regiones al modificar gradualmente la compo- sición de las comunidades, originalmente con abundancia de especies de larga vida y niveles tróficos altos, hacia una predominancia de especies de vida corta y niveles tróficos bajos (Pauly et al. 1998). Este impacto sobre la cadena alimentaria aumenta notablemente la probabilidad de que algunas pesquerías se colapsen, por lo que en la ac- tualidad se trata de impulsar un manejo pesquero basado en los ecosistemas y no en una sola especie (Pikitch et al. 2004). Un ejemplo ilustrativo de este fenómeno proviene de la costa de Baja California Sur, donde Sala et al. (2004) observaron que en 30 años la composición de especies de la captura artesanal fue claramente alterada: disminuyó la talla promedio de las especies en 40 cm y se afectó sobre todo a los depredadores de alto nivel trófico, como los tiburones (Figs. 5.10 y 5.11). Entre los factores causantes de un mayor impacto so- bre las poblaciones pesqueras en aguas mexicanas desta- ca el enorme esfuerzo pesquero (número de embarcacio- nes) que se concentra en la zona costera: 94% de la flota nacional y 80% de la pesca total (Hernández y Kempton 2003). Esta estrategia de explotación, estimulada por el Estado mexicano, se reflejó en un marcado crecimiento de la flota artesanal entre 1970 y 1996, de una magnitud de 700%, con lo que se alcanzó en ese último año casi 103 000 pangas. En contraste, la flota industrial mexicana 1970-1979 1980-1989 1990-1999 2000-2009 Tiburón Mero leopardo Mero del Golfo Salmón Jack Chema Mero Goliat Pargo rayado Mero negro Pargo amarillo Pargo perro Cochito Pargo rojo Pez loro Pez pierna Pargo mancha Blanquillo Mero del Atlántico — i — 1 h : — i i i i r — i i — i. -H - — 1 H H lili H 1 i i H P- P 0 Grado de importancia de la pesca: 0 = ausencia de la especie en la captura; 5 = mayor valor (en peso) Figura 5.10 Cambios en distintos decenios de la composición específica de las capturas de la pesca artesanal en aguas cercanas a La Paz, Baja California Sur. Fuente: Sala et al. (2004). 5 • Impacto de los factores antropogénicos de afectación directa a las poblaciones silvestres de flora y fauna 269 apenas se duplicó en dicho periodo, de 1 665 a 3 336 em- barcaciones. Otro factor de impacto importante en aguas mexicanas es la concentración de la producción pesquera (71%) y la planta industrial asociada (60%) en los estados del Pacífico norte (Conapesca 2005). Esta concentración está ocasionando sobreexplotación y deterioro de los re- cursos de la región. Finalmente, las políticas pesqueras nacionales han tenido repercusiones negativas en mu- chas poblaciones sujetas a explotación. Entre las décadas de 1950 y 1980 la pesca cumplió principalmente una fun- ción social y su crecimiento fue estimulado por el Estado (Alcalá 2003; Hernández y Kempton 2003). Este creci- miento desproporcionado se asoció con problemas de sobrecapitalización, monopolio de la comercialización, endeudamiento de los armadores, fallas en el control del esfuerzo de captura, así como envejecimiento de las em- barcaciones y los equipos, lo que ocasionó conflictos so- ciales y ambientales que se reflejaron en una sobreexplo- tación de numerosas especies, hecho reconocido en 1995 por las autoridades del gobierno federal (Hernández y Kempton 2003). Actualmente, los problemas inflaciona- rios de las últimas décadas, la privatización de la indus- tria paraestatal (con el consecuente desempleo), la falta de capital, las deficiencias en el control de acceso al re- curso y la presión social derivada de la pobreza han pro- vocado que el esfuerzo de pesca (legal e ilegal) continúe creciendo. En las últimas décadas el manejo de las pesquerías en México ha sido ineficiente en la mayoría de los casos, en gran medida porque se ha procurado maximizar la cap- tura de una sola especie, ignorando las consecuencias — •- Tamaño máximo -o— Nivel trófico Figura 5.1 1 Cambios en distintos decenios del nivel trófico y del promedio de la talla máxima de la comunidad de peces capturada por la pesca en aguas cercanas a La Paz, Baja California Sur. Fuente: Sala etal. (2004). sobre su hábitat, sus presas y depredadores, y otros com- ponentes e interacciones de los ecosistemas (Pikitch etal. 2004). Por ello, es necesario modificar las estrategias de aprovechamiento con una visión más amplia, enfocada en los ecosistemas (Arreguín-Sánchez et al. 1993, 2004; Morales-Zárate et al. 2004), y tomando en cuenta las di- mensiones social, económica y ambiental de las pesque- rías con miras hacia la sustentabilidad en el uso de estos recursos (Sosa-Nishizaki 2003). 5.8 Afectación por contaminación La contaminación de origen orgánico e inorgánico, si bien no es un mecanismo de extracción directa de las especies, es un importante factor de deterioro para la flora y fauna terrestres y acuáticas. En el caso de los ecosistemas mari- no-costeros, se han detectado evidencias de contamina- ción por hidrocarburos en la biota del Golfo de México, principalmente en nemátodos de vida libre, macrofauna béntica, ostiones y bagres. Por ejemplo, en ostiones ( Cras - sostrea virginica) de la Laguna de Términos, Campeche, se encontraron concentraciones promedio de hidrocar- buros aromáticos policíclicos (hap) de 1900 ng g-1, en tanto que en bagres (. Ariopsis assimilis ) de Chetumal, Quintana Roo, se detectaron hasta 77 000 ng g-1 de estos mismos compuestos (Gold 2004). Además, estos bagres presentaron lesiones histológicas y tumores hepáticos cuya prevalencia se pudo asociar a la concentración de contaminantes orgánicos de hap y plaguicidas en el hí- gado (Noreña-Barroso et al. 2004). Núñez (1996) analizó las concentraciones de metales altamente tóxicos como arsénico, cadmio, mercurio y plomo en dos especies de tiburones, Carcharhinus lim- batus y Rhizoprionodon terraenovae, importantes para las pesquerías a escala nacional. Sus resultados mostra- ron valores por arriba de los parámetros recomendables para el consumo humano. En la especie pesquera comer- cial más importante del Golfo de México, el camarón blanco ( Litopenaeus setiferus), se han encontrado con- centraciones promedio de 11.2 pg g-1 de plomo (peso húmedo), 76.2 pg g-1 de cobre, 13.4 pg g-1 de cadmio y 9.5 pg g-1 de cromo (Vázquez etal. 2001). Botello (1996) realizó un estudio en la Laguna El Yucateco, Tabasco, de metales en distintas especies de peces y reportó que las concentraciones de plomo para la mojarra prieta Cichlaso- ma friedrichsthali fueron las más altas conocidas para peces (15.68 pg g_1), superando por mucho el límite per- misible para consumo humano, que es de 2.5 pg g_1. Este 270 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio mismo estudio muestra que especies como Cichlasoma friedrichsthali (mojarra prieta), C. bifasciatum (castarrica), C. urophthalmus (mojarra), Megalops atlanticus (sábalo) y Callinectes rathburnae (jaiba) presentaron valores de con- centración de Cd, Cr, Pb y Ni por arriba de lo aceptable. De la misma manera, las concentraciones de metales pesados registradas en ostiones ( Crassostrea virginica) en las lagunas de El Llano, La Mancha y Mandinga (Veracruz) llegan hasta 11.6 pgg-1 de Pby 5.1 pgg-1 de Cr, mientras que en las lagunas de Mecoacán, Machona y El Carmen, en Tabasco, dichas cifras alcanzaron 51.8 y 6.5 pg g-1 de Pb y Cr, respectivamente (Vázquez-Botello et al. 2004). Otros casos documentados de la presencia de concentra- ciones importantes de contaminantes de este tipo en la fau- na de aguas mexicanas son los del tiburón de puntas negras ( Carcharhinus limbatus: 3.01 pg g_1 de Hg) en el Golfo de México, la lisa ( Mugil cephalus: hasta 201 pg g_1 de Hg) y las almejas chinas (Chione gnidia: hasta 23.7 pg g-1 de Ni) en la Bahía de Guaymas (Méndez etal. 2002). En esta última zona también se encontraron concentraciones promedio de 37.1 pg g-1 de plomo en plumas de patos (Anatidae) (Rendón-von Osten etal. 2001). En México existen aproximadamente 200 principios activos de plaguicidas que se utilizan legalmente. Entre ellos, los compuestos organoclorados destacan por su relevancia como contaminantes potenciales debido a sus efectos acumulativos en los organismos, incluida la espe- cie humana. Entre los efectos graves de estos compuestos se encuentran las lesiones histológicas en diversos órga- nos, la formación de tumores cancerosos e incluso la muerte (Noreña-Barroso etal. 2004). Algunos ejemplos al respecto provienen de estudios como el de Gardner etal. (2003), quienes encontraron epóxido de heptacloro y y-hexaclorociclohexano en 40 y 31 por ciento, respectiva- mente, de las tortugas verdes ( Chelonia mydas ) analiza- das en las costas de Baja California. Osuna-Flores y Riva (2002) detectaron residuos de dde (hasta 0.03 pg g_1) y endosulfán (hasta 2.0 pg g_1) en camarones del género Litopenaeus en las costas de Sinaloa. En las costas de Chia- pas, Botello et al. (2000) encontraron residuos de plagui- cidas organoclorados en concentraciones de 94 y 21 pg g-1 en pargos ( Lutjanus novemfasciatus ) y camarones blancos ( Penaeus vannamei), respectivamente. Un ejemplo más se observa en la Reserva de la Biosfera La Encrucijada, Chia- pas, donde se encontraron residuos de contaminantes or- gánicos en membranas de huevos de cocodrilo ( Croco - dylus acatas) en concentraciones de hasta 282.3 ng g_1 de E-Aroclor y de hasta 10 880 ng g_1 (base lípidos) de S-ddt (Rendón-von Osten etal. 2003). Lo anterior indi- ca que los compuestos organoclorados se han dispersado prácticamente en todos los ambientes, incluidas las áreas naturales protegidas. Un análisis de algunos estudios realizados sobre conta- minantes orgánicos (Mora 1997) y llevados a cabo en tres regiones con ocho especies de aves, desde piscívoras has- ta granívoras, mostró que en general los residuos de dde variaron de 0.009 a 26 pg g_1. En cada región las concen- traciones de dde fueron mayores en aves piscívoras que en las granívoras, lo cual demuestra que los hábitos alimen- ticios de los organismos son factores críticos que determi- nan la exposición a contaminantes. Las concentraciones de ddt registradas en aves migratorias en el noroeste de México casi se cuadruplicaron entre 1992 y 2005 (Mora 1997). Otro trabajo realizado en la zona arrocera de Pa- lizada, Campeche, permitió analizar la actividad de la acetilcolinesterasa (AChE) como biomarcador de efecto por exposición a plaguicidas en el cerebro del pato pijije ( Dendrocygna autumnalis) y los resultados indican que los patos recolectados durante la temporada de mayor aplicación de agroquímicos presentaban una inhibición de cerca de 30% de su actividad, en comparación con la determinada en patos recolectados en época de menor aplicación, lo cual sugiere que estas aves están expuestas a plaguicidas organofosforados y carbámicos que pueden tener repercusiones importantes en su éxito reproducti- vo (Rendón-von Osten y Memije 2005). Desafortunada- mente no se cuenta con información que permita evaluar el grado de pérdida de individuos de estas especies afec- tados por los contaminantes, pero la incidencia de los mismos en las especies silvestres al menos apunta a que dichos contaminantes representan un factor de afecta- ción de las poblaciones que requiere ser investigado con más detalle. La ausencia de programas efectivos de vigilancia y con- trol de contaminantes del ambiente costero mexicano, la creciente industrialización y urbanización de la zona costera mexicana y sobre todo la falta de aplicación de las normas ambientales han ocasionado, entre otras cosas, que muchos de los ríos y lagunas de México contengan contaminantes de gran impacto, como es el caso de Pb, Cd y Cr, en niveles que se han incrementado hasta en 20 órdenes de magnitud en ríos y lagunas del Golfo de Méxi- co (Vázquez-Botello et al. 2004). Como indican los estu- dios de caso reseñados en este capítulo, el aumento en los niveles de contaminación produce efectos toxicológicos negativos en los organismos que habitan las áreas conta- minadas, con efectos deletéreos en muchas de las pes- querías del país. 5 • Impacto de los factores antropogénicos de afectación directa a las poblaciones silvestres de flora y fauna 271 5.9 Sinergias entre factores de impacto DIRECTO Y FACTORES INDIRECTOS Es indudable que los factores de impacto directo sobre las poblaciones de flora y fauna interactúan de manera mul- tivariada y, con frecuencia, no lineal. Como se mencionó, por ejemplo, la defaunación por cacería excesiva pone en riesgo especies de plantas que dependen de animales fru- gívoros para su dispersión. Si además de eso dichas plan- tas son motivo de explotación y extracción no sostenible, su riesgo de extinción local se incrementa. Tal es el caso de algunas especies zoocoras y de interés maderable, in- cluyendo algunas lauráceas como Nectandra spp. en zonas tropicales del sureste de México. Por otra parte, los efec- tos directos tienen un impacto sinérgico con otros efectos antropogénicos, que conducen a la erradicación local de especies de flora o fauna. Un caso notable es la combina- ción de la cacería con la fragmentación del hábitat. Esta última no solamente reduce el área efectiva disponible para los animales, sino que además hace más accesible la incursión de cazadores y ello aumenta notablemente la probabilidad de extinción local, en particular de anima- les de talla grande e intermedia, con atributos demográ- ficos que confieren vulnerabilidad, como apuntamos an- tes, y con requerimientos de áreas grandes para sobrevivir. La dramática defaunación de Los Tuxtlas (Dirzo y Mi- randa 1991), y probablemente de muchos otros sitios del país y de otros países (por ejemplo, la Amazonia bra- sileña; Peres 2000), se puede adjudicar a estos efectos sinérgicos. 5.10 Epílogo En síntesis, en este capítulo se hace evidente que la infor- mación necesaria para evaluar el impacto de los factores antropogénicos de afectación directa a las poblaciones silvestres de flora y fauna es insuficiente. Sin embargo, la información disponible, con sus limitantes, sugiere que varias especies, en particular de plantas, han sido usadas por largo tiempo sin un deterioro notable o pérdida local de sus poblaciones. Esto es particularmente notorio en el caso de especies que se aprovechan para uso local o in- cluso comercial, pero con esquemas que descansan en un buen conocimiento tradicional. La extracción ilegal, en contraste, muestra impactos negativos considerables, ya que hay evidencia de que la información proveniente de decomisos o aseguramientos es una seria subestima- ción de la magnitud de las extracciones de plantas y ani- males de sus hábitats naturales. Además, la información disponible sobre la posible magnitud de la extracción maderera ilegal supone una merma considerable de este recurso y desentona considerablemente con los incipien- tes pero promisorios casos de manejo comunitario exi- tosos de diferentes recursos forestales (véase Bray et al. 2007). La información analizada sobre la extracción de flora no maderable y de tráfico y cacería de fauna, y la comer- cialización no regulada de las mismas arroja información que refleja un panorama de gran impacto en las poblacio- nes naturales. Esto se hace particularmente evidente en el caso de los organismos de los cuales hay mejor infor- mación, incluidas las orquídeas, las cicadas y los cactos, así como algunas aves, como los pericos. De manera si- milar, la evaluación aquí presentada sobre la defaunación, en particular reflejada por la extracción de mamíferos y aves, permite concluir que la magnitud de este fenómeno podría ser del orden de centenas de miles de vertebrados silvestres extraídos anualmente del país, como lo refleja el caso de la Selva Lacandona que, como se describió, muestra una defaunación estimada en 100 000 vertebra- dos cada año. Una implicación importante de la defaunación es el caso, hasta ahora poco cuantificado en México, de las co- extinciones; es decir, la pérdida colateral de especies inter- actuantes (por ejemplo, de los mutualismos planta-poli- nizador o planta-dispersor) que dependen de la especie que se sobreexplota (y se extingue) en primera instancia. En ecosistemas acuáticos, principalmente marinos, este tipo de efectos en cascada se pueden dar por la disminu- ción o pérdida total de los depredadores de la parte supe- rior de la cadena trófica. Nuevamente, este tipo de efec- tos ocasionados por la defaunación en sistemas acuáticos ha sido poco cuantificado en México. Otro aspecto igualmente importante y que se ha eva- luado poco es el de las sinergias entre la extracción y otros impactos antropogénicos. El caso de las sinergias entre cacería y fragmentación reseñado en este capítulo ejemplifica esta situación en ecosistemas terrestres, aun- que creemos que también ocurre en sistemas acuáticos (por ejemplo, sobreexplotación y contaminación), pero esto requiere más investigación en México. En general, la información fragmentaria que se ha in- tegrado en este capítulo señala una trayectoria de gran impacto antropogénico sobre las poblaciones de flora y fauna del país. Todo esto demanda que México dedique esfuerzos y atención inmediatos para detener y, de ser posible, revertir las trayectorias esbozadas en este análi- 272 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio sis. Para aspirar a alcanzar esta meta se requerirá la de- puración y aplicación de los marcos legales vigentes (Reuter y Habel 2004) y la colaboración entre los sectores gubernamental, académico y social. Referencias Alcalá, G. 2003. Políticas pesqueras en México (1946-2000); contradicciones y aciertos en la planificación de la pesca nacional. El Colegio de México-Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada-El Colegio de Michoacán, México. Andresen, E.,yW. Laurance. 2007. Possible indirect effects of mammal hunting on dung beetle assemblages in Panama. Biotropica 39:141-146. Aranda, J.M. 1991. Wild mammal skin trade in Chiapas, México, en J.G. Robinson y K.H. Redford (eds.), Neotropical wildlife use and conservation. 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Medellín • Edna Naranjo García • María Teresa Olivera Carrasco • Mayra Pérez Sandi • Gabino Rodríguez Almaraz • Guillermo Salgado Maldonado • Araceli Samaniego Herrera • Eduardo Suárez Morales • HeikeVibrans • José Antonio Zertuche González autores de recuadros: 6.7, Virginia Cornett, Porfirio Álvarez • 6.2, Luciana Luna Mendoza, Alfonso Aguirre Muñoz, Araceli Samaniego Herrera, Marlenne Rodríguez Malagón • 6.3, Roberto Mendoza Alfaro, Salvador Contreras-Balderas1 revisores: Fernando Gavito Pérez • Carlos Guadarrama • Óscar M. Ramírez Flores Contenido 6.1 Introducción / 279 6.2 Especies invasoras en ecosistemas terrestres / 280 6.2.1 Resumen histórico / 287 • De los primeros pobladores a los conquistadores / 281 • Situación actual / 287 6.3 Impactos de la flora y la fauna introducidas / 283 6.3.1 Impacto biológico y ecológico / 283 6.3.2 Flora terrestre exótica en México / 285 • Invertebrados / 285 • Vertebrados / 286 633 Impacto económico y social / 286 6.3.4 Prevención, control y erradicación / 287 • Prevención / 287 • ¿Control o erradicación? / 287 • Técnicas de control y erradicación de plantas exóticas / 289 • Técnicas de control y erradicación de mamíferos exóticos / 289 ► Aguirre Muñoz, A., R. Mendoza Alfaro et al. 2009. Especies exóticas invasoras: impactos sobre las poblaciones de flora y fauna, los procesos ecológicos y la economía, en Capital natural de México, vol. \\: Estado de conservación y tendencias de cambio. Conabio, México, pp. 277-318. [ 277 ] 278 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio 6.4 Especies invasoras en ecosistemas acuáticos / 296 6.4.1 El virus del síndrome de la mancha blanca / 297 • Posibles vías de introducción a México / 297 • Impacto económico, biológico y social / 297 6.4.2 Virus del oeste del Ni lo / 297 • Posibles vías de introducción a México / 297 • Impacto económico, biológico y social / 298 6.4.3 Helmintos parásitos en peces de agua dulce en México / 298 • Principales vías de introducción / 298 • Impacto ecológico, económico y social / 298 6.4.4 Zooplancton epicontinental exótico en México / 298 • Principales vías de introducción / 298 6.4.5 Plancton marino / 307 • Impacto económico, biológico y social / 307 6.4.6 Moluscos continentales/ 302 • Posibles vías de introducción a México e impactos / 302 6.4.7 Crustáceos exóticos / 303 • Especies invasoras actuales y potenciales / 303 6.4.8 Peces de agua dulce / 303 • Especies en riesgo / 303 • Especies exóticas e invasoras en México / 304 • Vías de introducción / 304 • Especies ícticas de cultivo actual y potencial / 304 • Impacto biológico, ecológico, económico y social / 304 6.4.9 Anfibios y reptiles exóticos / 304 • Vías de introducción e impactos / 305 6.4.1 0 Macroalgas exóticas / 305 • Vías de introducción / 305 • Especies invasoras presentes en México / 305 6.4.1 1 Malezas acuáticas exóticas / 307 • Vías de introducción / 307 • Impacto económico y ecológico / 307 • Prevención / 308 • Control / 308 • Erradicación / 308 6.5 Marco legal y políticas públicas en México / 308 6.6 Actividades estratégicas / 309 6.7 Perspectivas / 309 6.8 Necesidades de investigación / 372 Referencias/ 372 Recuadros Recuadro 6.1. Resumen de la normatividad sobre especies invasoras / 288 Recuadro 6.2. La fauna exótica en las islas del noroeste / 290 Recuadro 6.3. Estudio de caso: la invasión de los peces diablo / 306 6 • Especies exóticas invasoras: impactos sobre las poblaciones de flora y fauna, los procesos ecológicos y la economía 279 Resumen Actualmente, en el país residen al menos 46 de las 100 especies i invasoras más dañinas del mundo y están afectando los ecosistemas en todo el territorio nacional. Solo la suma de plantas vasculares y vertebrados invasores registrados en México es de 724 especies. Esta cifra sin duda es una subestimación debido a que los esfuerzos dirigidos a enfrentar este problema atienden solo las actividades productivas y no los ecosistemas naturales. En este capítulo se presenta una evaluación del estado actual de la invasión de especies exóticas; se ofrece un marco conceptual general, junto con definiciones básicas, y se hace una breve revisión histórica de los patrones de introducción de las mismas. En particular se analizan las principales consecuencias de la flora y la fauna introducidas en los ecosistemas mexicanos, enlistando varias de las especies más peligrosas presentes en el país. Después se describen las técnicas disponibles para su control y erradicación, y se revisan algunos casos en el país, junto con el análisis del marco legal relacionado con la prevención, manejo y control de las especies invasoras. Finalmente, se analizan las lecciones aprendidas y se señalan las necesidades de investigación, de vinculación y con respecto a las estrategias apropiadas en los ámbitos regional y nacional. 6.1 Introducción Entre las amenazas a la biodiversidad y a la conservación de los ecosistemas y sus servicios ambientales, las inva- siones biológicas, junto con la destrucción del hábitat, representan los factores de riesgo más significativos, más extendidos y de mayor impacto (véase el capítulo 1 de este volumen). Aunque no todas las introducciones resultan viables, el número actual de especies introducidas esta- blecidas sobrepasa por mucho la tasa natural de invasión, entendida como la migración de nuevas especies a las co- munidades locales (Miller et al. 2002). Las especies exó- ticas invasoras que se han establecido son aquellas intro- ducidas en un ecosistema fuera de su área de distribución natural y cuyas características les confieren la capacidad de colonizar, establecerse y seguir causando daños al am- biente. El impacto de las especies exóticas invasoras so- bre los ecosistemas es inmenso. Su repercusión va más allá del daño a la biodiversidad. A menudo las invasiones implican pérdidas económicas cuantiosas y problemas sanitarios severos, por lo que se vuelven una amenaza directa para el bienestar humano. Estas especies, por la frecuencia e intensidad de los disturbios que ocasionan, alteran los ciclos biogeoquímicos, la estructura de los ni- veles tróficos y actúan como competidores, depredado- res, parásitos o patógenos de las especies nativas, condi- cionando su supervivencia (Goldburg y Triplett 1997). Adicionalmente, la degradación de los ecosistemas vuel- ve a las especies nativas y a sus hábitats más vulnerables a los efectos de las especies invasoras. A pesar de su lento despegue, el conocimiento en el campo de las invasiones biológicas ha tenido avances re- levantes en los últimos años en el mundo. En los países más desarrollados, el monto de los proyectos e inversio- nes en este campo se incrementa de manera vertiginosa. Comparativamente, los avances en México son limitados. La Conabio estableció el Programa de Especies Invaso- ras, el cual ha ido creciendo en importancia. Con un en- foque estratégico y orientado al conocimiento para la toma de decisiones, recientemente se ha buscado deter- minar las prioridades nacionales en materia de especies invasoras (Conabio etal. 2006). A pesar de estos avan- ces, las acciones emprendidas hasta el momento, aisladas y muy puntuales, están lejos de configurarse como parte de una estrategia nacional. Las especies exóticas invaso- ras son organismos que causan, o tienen el potencial de causar, daños al ambiente, a la economía o a la salud. Hoy día, están consideradas como uno de los principales agen- tes de cambio ambiental en el planeta (Sala et al. 2000). Estas especies afectan la conservación de los ecosistemas, el crecimiento económico y el desarrollo sustentable del mismo. Es reconocido que en muchos casos las especies invasoras contribuyen a la inestabilidad económica y so- cial. No obstante, la cuantificación de los impactos al am- biente y a la sociedad apenas empieza a ser establecida (véase más adelante el apartado sobre impactos econó- micos y sociales). Las afectaciones causadas por las espe- cies invasoras son múltiples. Van desde el desempleo y la pérdida de productividad en diversas operaciones comer- ciales hasta daños en la infraestructura y cambios impor- tantes en el suministro de agua y luz. Los impactos pasan por la degradación ambiental, pérdida de biodiversidad, contaminación genética, contribución al aumento y seve- ridad de desastres naturales, hasta la enfermedad y muer- te de los organismos nativos. 280 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio 6.2 Especies invasoras en ecosistemas TERRESTRES A lo largo de todo el proceso de evolución, las barreras naturales — océanos, ríos, montañas y desiertos — han desempeñado el papel de factores limitantes de la distri- bución de las especies y los ecosistemas terrestres. Esto se hace evidente en el caso de la insularidad: las porcio- nes emergidas de las islas contienen los ecosistemas te- rrestres más aislados, por lo que en ellas ha evolucionado una biota única, en general aislada de la continental. El ser humano, en unos cuantos siglos, ha trasladado y dis- persado gran cantidad de especies a través de todas las barreras geográficas mayores. Por su historia evolutiva y por su relativo o total aisla- miento, las especies nativas y endémicas coexisten, inte- ractúan y sobreviven junto con las otras especies del mis- mo ecosistema, en equilibrios dinámicos y complejos, procesos evolutivos de muy largo aliento. Esto no es así con especies con las que no han tenido contacto. Las es- pecies introducidas súbitamente pueden encontrarse en una condición de gran ventaja frente a las nativas. Es de- cir, los mecanismos de defensa de las nativas — de com- portamiento, mecánicos o bioquímicos — son limitados o están del todo ausentes para enfrentar a las especies introducidas (Primack 2002). En muy poco tiempo pue- de provocarse una extinción (p. ej., por depredación) o degradarse un hábitat por completo (p. ej., por sobrepas- toreo). Este problema se agrava por la amplitud e inten- sidad del proceso de movilización de especies por parte de los humanos, que no tiene precedente en la escala geo- lógica. Las introducciones, tanto intencionales como accidentales, que ha realizado nuestra civilización son enormes. Los momentos más intensos han ocurrido pri- meramente durante el descubrimiento y la colonización de América y, el más reciente, con la globalización en marcha. El término introducción significa que la especie ha sido transportada por humanos deliberada o acciden- talmente a través de barreras geográficas mayores. Elton (1958) ya se refería a este transporte como una de las mayores conmociones históricas de la flora y fauna mun- diales. Desde fines del siglo xix, cuando los conejos im- portados comenzaron a causar estragos en la vegetación de Australia, quedó claro que las especies introducidas eran potencialmente dañinas (Enserink 1999). Actual- mente, las especies invasoras son tema relevante para la ciencia y el manejo de los recursos naturales. En los ámbitos científico y de política pública hay aún cuestiones básicas por resolver, incluyendo la consisten- cia de terminología y conceptos básicos (Espinosa-García et al. 2004; Sax et al. 2005). Los términos “especies inva- soras”, “introducidas”, “exóticas”, “no nativas” “no indíge- nas”, entre otros, se usan indistintamente con frecuencia. El común denominador es que todos se refieren a espe- cies que se encuentran fuera de su área de distribución natural. En México esta definición se aplica oficialmente para el concepto de especie introducida o exótica (dof 2000). En cuanto al término “especie invasora”, la Semar- nat (2001) la define como “aquella que alcanza un tama- ño poblacional capaz de desplazar o eliminar a otras es- pecies dentro de un hábitat o ecosistema, alterando la estructura, composición y funcionalidad de este. Las es- pecies invasoras pueden ser exóticas o nativas”. De acuer- do con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (uicn) (actualmente Unión Mundial para la Naturaleza), una especie invasora es aquella especie exótica o traslocada que ha sido introducida accidental o intencionalmente fuera de su distribución natural, y que tiene la capacidad de colonizar, invadir y persistir, y su introducción y dispersión amenazan la diversidad bioló- gica, causando daños al ambiente, a la economía y a la sa- lud humana. Las especies invasoras son introducidas por el hombre de manera intencional o accidental en nuevas áreas geográficas. En cada invasión pueden reconocerse tres fases: introducción, establecimiento y expansión. Lue- go de que se establecen, tienen el potencial de proliferar y diseminarse en detrimento de los intereses humanos, los ecosistemas y su biodiversidad. En el ámbito más am- plio de la bibliografía en idioma español no se ha llegado a un consenso respecto al uso de estos términos. Las de- finiciones pueden variar dependiendo del autor. La uicn realizó un análisis detallado de los nombres y calificati- vos usados en inglés y propone una estandarización de conceptos para mejorar los marcos legales relacionados con el manejo y control de estas especies (Shine et al. 2000). Las vías de introducción de las especies invasoras son múltiples y variadas, debido, entre otros factores, a la deficiencia en la vigilancia de los sistemas fronterizos y la falta de medidas de prevención y control en estos. La glo- balización y el incremento en la eficacia del transporte — terrestre, aéreo y acuático — han propiciado la entrada masiva, intencional o accidental, de especies no nativas a los ecosistemas. No se pueden soslayar las vías de disper- sión natural, como el caso de los ríos, cuyo movimiento entre cuencas es libre, o las corrientes marinas que faci- litan el movimiento sin control de miles de especies, y la vía aérea para el caso de las aves. 6 • Especies exóticas invasoras: impactos sobre las poblaciones de flora y fauna, los procesos ecológicos y la economía 281 6.2.1 Resumen histórico De los primeros pobladores a los conquistadores Desde los inicios de la domesticación de especies, la hu- manidad ha acarreado flora y fauna doméstica en cada nueva colonización. Conforme las civilizaciones se disper- san, el número de especies exóticas introducidas crece. Las introducciones intencionales tienen que ver con pro- pósitos de aprovechamiento y ornamentales. Las acci- dentales incluyen semillas, insectos y roedores, transpor- tados con otros productos. A partir del siglo xvi, con el descubrimiento de América, la tasa de introducciones se disparó (Primack 2002). Las plantas introducidas que dan sustento, fibras, medicinas, albergue y solaz a la hu- manidad son proporcionalmente pocas. Sin embargo, han sido introducidas en casi todas las regiones del planeta (Pimentel 2002). Vertebrados pequeños y grandes fueron transportados en barcos con diversos propósitos, desde asegurar carne fresca a los navegantes en tránsito hasta intentos por abastecer la industria textil y otras. Los bar- cos fueron y siguen siendo una de las principales vías de introducción no intencional (O’Connor y Eason 2000). La “aclimatación de las sociedades” en el siglo xix pasó por poblar América y Australia con plantas, aves y mamí- feros europeos (Enserink 1999). De esta manera, la ma- yoría de las especies exóticas de mamíferos arribaron en el periodo posterior a la colonización europea (Shine et al. 2000; Blackburn et al. 2004). Blackburn et al. (2004) mostraron que la extinción de aves endémicas de las islas oceánicas se correlaciona estadísticamente de manera di- recta con el número de especies de mamíferos depredado- res introducidos después de la llegada de los europeos. Situación actual La globalización actual facilita el movimiento y la intro- ducción de especies (Shine et al. 2000). Las travesías aé- reas intercontinentales toman unas horas. Miles de bar- cos inmensos zarpan a diario cruzando los océanos. Así, la aceleración del comercio, el transporte y el turismo in- ternacional incrementan el flujo de especies domésticas y silvestres. Mientras la globalización puede ser el “man- tra” de la nueva economía, para el ambiente puede resul- tar desastroso (Enserink 1999; Perrings et al. 2005). La normatividad que rige las citadas actividades es muy li- mitada. A eso se suma la falta de conocimiento general sobre las consecuencias y una escasa aplicación de las le- yes existentes, lo que provoca frecuentes “escapes” de las áreas donde se planeaba confinar a la especie introduci- da. Al mismo tiempo, numerosas introducciones contro- ladas han estado acompañadas de introducciones acci- dentales, además de enfermedades y parásitos. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (usda) intercepta en las fronteras de ese país alrededor de 3 000 plagas potenciales cada año (Enserink 1999), aun- que es obvio que muchas otras pasan inadvertidas. Un caso extremo es el estado de Florida, donde una de cada tres o cuatro especies de plantas es exótica (Enserink 1999). Y aun con algunas especies exóticas, cuya presen- cia en primera instancia pareciera inocua o hasta útil, la posibilidad de que se vuelvan dañinas a largo plazo debe- ría ser considerada seriamente (Villaseñor y Espinosa- García 2004). En México, tanto la información (p. ej., re- ferente a vías de introducción, listados y distribución) como las acciones realizadas para mitigar los daños de las especies exóticas (prevención, control y erradicación) son insuficientes. Respecto al panorama mundial, al co- tejar con la lista de las “100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo”, compilada por la uicn, al me- nos 46 de las especies de esta lista mundial se encuentran en nuestro país, 36 exóticas y 10 nativas que han sido re- portadas como invasoras en otras partes del mundo (cua- dro 6.1). No solo debe atenderse el caso de las especies traídas de otros continentes. También las especies extraí- das de una región de un país resultarán exóticas (y poten- cialmente invasoras) al llevarse a otra región biogeográ- fica del mismo. En el caso de las invasoras, aunque sean de la misma región pueden llegar a tener efectos tan per- judiciales como las especies importadas desde sitios muy lejanos. Un ejemplo de ello es la boa ( Boa constrictor), especie nativa de la Península de Yucatán y que fue intro- ducida en Isla Cozumel en 1971 para la filmación de una película. Martínez-Morales y Cuarón (1999) indican que actualmente la boa tiene una población abundante y de amplia distribución en la isla, lo que podría estar afectan- do a varias especies de reptiles, aves y mamíferos nativos. Las consecuencias ecológicas de esta introducción aún se desconocen. El problema de las especies exóticas invasoras es tan grave — una de las mayores preocupaciones para la con- servación mundial — que es objeto de esfuerzos de coope- ración internacional como el Programa Mundial sobre Especies Invasoras (gisp por sus siglas en inglés). En Euro- pa, la Convención de Berna llamó a implementar un con- trol estricto y a aplicar programas de erradicación de las especies ya introducidas (Genovesi 2005). En lo que res- pecta a nuestro continente, la Comisión de Cooperación 282 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 6.1 Situación en México respecto a 100 de las especies ¡nvasoras más dañinas del mundo Organismo Especie Organismo Especie Microorganismos Pino resinero Pinus pinaster Cogollo racimoso del banano "Banana bunchy top" ► Salicaria púrpura Lythrum salicaria Malaria aviar P/asmodium relictum Shoebutton ardisia Ardisia elliptica ► Peste bovina Virus ñnderpest ► Siam Chromolaena odorata* Hongos ► Tamarisco Tamarix ramosissima ► Afanomicosis Aphanomyces astac Tojo U/ex europaeus Chanero del castaño Cryphonectria parasítica Tulipán africano Spathodea campanu/ata Grafiosis del olmo Ophiostoma u/mi Wedelia Sphagneticola tri/obata ► Podredumbre de raíz Phytophthora cinnamomi Invertebrados acuáticos ► Quitridiomicosis cutánea Batrachochytrium dendrobatidis Almeja asiática Potamocorbu/a amurensis Plantas acuáticas Cangrejo chino Eriocheir sinensis ► Alga wakame Undaria pinnatifda Cangrejo de mar común Carcinus maenas Caulerpa Caulerpa taxifo/ia Caracol manzana dorado Pomacea cana/iculata Espartina Spartina ang/ica Ctenóforo americano Mnemiopsis leidyi ► Jacinto de agua Eichhornia crassipes Estrella de mar japonesa Asterias amurensis Plantas terrestres Mejillón Mytilus galloprovincialis Acacia negra Acacia mearnsii Mejillón cebra Dreissena polymorpha Acacia pálida Leucaena leucocephala Pulga espinosa de anzuelo Cercopagis pengoi Árbol de la pimienta Schinus terebinthifolius Invertebrados terrestres Árbol de la quinina Cinchona pubescens Áfido del ciprés Cinara cupressi ► Arroyuda Cecropia peltata* Avispa común Vespula vulgaris ► Caña común Arundo donax Caracol gigante africano Achatina fúlica Carpinchera mimosa Mimosa pigra Caracol lobo Euglandina rosea Carrizo marciego Imperata cylindrica Escarabajo asiático de cuerno largo Anop/ophora glabripennis ► Cayeputi australiano Melaleuca quinquenervia Escarabajo de khapra Trogoderma granarium ► Chumbera Opuntia stricta* ► Hormiga argentina Linepithema humile ► Clidemia Clidemia hirta Hormiga icona Pheidole megacephala Edichio Hedychium gardnerianum Hormiga loca Anoplolepis gracilipes ► Falopia japonesa Fa/lopia japónica ► Hormiga roja de fuego Solenopsis invicta Faya My rica faya Oruga peluda Lymantria dispar Frambueso amarillo Rubus ellipticus ► Mosca blanca del tabaco Bemisia tabaci ► Guaco mikania Mikania micrantha* Mosquito de la malaria Anopheles quadrimaculatus Guayabo fresero Psidium cattleianum Mosquito tigre asiático Aedes a/bopictus FHiptage Hiptage benghalensis ► Pequeña hormiga de fuego Wasmannia auropunctata ► Kudzú Pueraria lobato Planaria terrestre P/atydemus manokwari ► Lantana Lantana camara* Termita subterránea de Formosa Coptotermesformosanus shiraki ► Lechetrezna frondosa Euphorbia esula Anfibios Ligustro Ligustrum robustum Coquí común Eleutherodactylus coqui ► Mezquite Prosopis g/andu/osa* ► Rana toro Rana catesbeiana ► Miconia Miconia calvescens* ► Sapo gigante Bufo marinus* 6 • Especies exóticas invasoras: impactos sobre las poblaciones de flora y fauna, los procesos ecológicos y la economía 283 Cuadro 6.1 [concluye] Organismo Especie Peces ► Carpa Cyprinus carpió ► Gambusia Gambusia affinis ► Perca americana Micropterus sa/moides* Perca del Ni lo Lates niloticus Pez garó andador Ciarías batrachus ► Tilapia de Mozambique Oreochromis mossambicus ► Trucha arco iris Oncorhynchus mykiss* ► Trucha común Salmo trutta Aves Bulbul cafre Pycnonotus cajer ► Estornino pinto Sturnus vulgaris Miná común Acridotheres tristis Reptiles Culebra arbórea café Boiga irregularis ► Galápago de Florida Trachemys scripta Fuente: modificado de Lowe et al. (2004.) Ambiental y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (tlc), la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (aspan), la Organización Marítima Internacional (omi) y el Convenio sobre la Diversidad Biológica (cdb), del que México es signatario, han defi- nido el tema de las especies invasoras como prioritario. 6.3 Impactos de la flora y la fauna INTRODUCIDAS 6.3.1 Impacto biológico y ecológico Las especies exóticas perjudican los servicios ambienta- les y por consiguiente el bienestar humano. Se ha demos- trado que las especies exóticas son responsables de un elevadísimo número de extinciones y de muchos otros daños ambientales catastróficos, que se expresan de ma- nera exacerbada en las islas (Wilson et al. 1992; Pimentel 2002; Primack 2002; Veitch y Clout 2002; Bolen y Robin- son 2003; Courchamp et al. 2003; véase el capítulo 10 del volumen I). Aguirre-Muñoz et al. (2008) y Samaniego- Herrera et al. (2008) documentan el caso de las islas de México. Czech y Krausmann (1997) señalan los efectos Organismo Especie Mamíferos ► Ardilla gris americana Sciurus carolinensis Armiño Mustela erminea ► Cabra Copra hircus Ciervo Cervus elaphus ► Coipú Myocastor coypus ► Conejo Oryctolagus cuniculus ► Gato doméstico Felis catus ► Jabalí Sus seroja Macaco cangrejero Macaca fascicularis Mangosta javanesa Herpestes javanicus ► Rata negra Rattus rattus ► Ratón doméstico Mus musculus Zarigüeya australiana Trichosurus vulpécula ► Zorro Vulpes vulpes * Especies de México invasoras en otras partes del mundo. Nota: las especies precedidas del signo ► (46) están presentes en el país. de las especies exóticas invasoras como la causa primor- dial de amenaza para las especies nativas de Estados Uni- dos. En México se han realizado solo algunos análisis de- tallados al respecto, como el de las islas, y a la fecha se ha registrado ya la extinción de 22 especies de vertebrados nativos por depredación o competencia por parte de ma- míferos exóticos invasores (cuadro 6.2). Por otro lado, las plantas exóticas invasoras, por ejem- plo Bromas tectorum (Steward y Hull 1949; Mack 1981), han degradado millones de hectáreas de áreas naturales en todo el mundo. Sin embargo, las autoridades en materia agrícola en general sobrevaloran los beneficios económi- cos de los cultivos importados y minimizan los efectos negativos sobre la biodiversidad y el funcionamiento de los ecosistemas propios. De los análisis realizados por Mooney y Hobbs (2000), Van Driesche y Van Driesche (2000) y Todd (2001) sobre los impactos principales de las especies exóticas a escala global, grosso modo se puede distinguir entre impactos directos e indirectos. Entre los directos se cuentan la de- predación, la competencia, la alteración de hábitats y los daños físicos y químicos al suelo. Por otro lado, los im- pactos indirectos — introducción de semillas, propágu- los, enfermedades, endo y ectoparásitos y desequilibrio 284 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 6.2 Vertebrados terrestres de México extintos por causa de especies exóticas ¡nvasoras Especie Nombre común Estatus taxonómico Referencia Peces Notropis orea Carpa de El Paso Especie endémica de México Ceballos (1993) Reptiles Apalone ater Tortuga de caparazón blando de Cuatrociénegas Especie endémica de Cuatrociénegas, Coahuila Ceballos (1993) Aves Oceanodroma macrodactyla Petrel de Guadalupe Especie endémica de Isla Guadalupe Jehl y Everett (1985) Caracara lutosa Caracara de Guadalupe Subespecie endémica de Isla Guadalupe Jehl y Everett (1985) Zenaida graysoni Paloma de Socorro Especie endémica de Isla Socorro Jehl y Parkes (1983) Micrathene whitneyi graysoni Tecolote enano de Socorro Subespecie endémica de Isla Socorro Jehl y Parkes (1983) Co/aptes auratus rufipileus Carpintero Subespecie endémica de Isla Guadalupe Jehl y Everett (1985) Thryomanes bewickii brevicauda Saltapared de Guadalupe Subespecie endémica de Isla Guadalupe Jehl y Everett (1985) Regulus caléndula obsurus n Subespecie endémica de Isla Reyezuelo sencillo de Guadalupe _ , . Guadalupe Jehl y Everett (1985) Pipilo maculatus consobrinus Toqui pinto de Guadalupe Suebespecie endémica de Isla Guadalupe Jehl y Everett (1985) Aimophila rufeeps sanctorum Zacatonero Subespecie endémica de Isla Todos Santos McChesney y Tershy (1998) Quiscalus palustris Zanate del Lerma Especie endémica de México Ceballos et al. (2002) Carpodacus mexicanus megregori Pinzón mexicano Subespecie endémica de Isla San Benito Boswall (1978) Mamíferos Chaetodipus baileyi jornicatus Ratón de abazones Subespecie endémica de Isla Monserrat Álvarez-Castañeda y Ortega-Rubio (2003) Neotoma anthonyi Rata cambalachera de Todos Santos Especie endémica de Isla Todos Santos Mellink (1992b) Neotoma bunker i Rata de campo de Coronados Especie endémica de las islas Álvarez-Castañeda Coronados y Ortega-Rubio (2003) Neotoma martinensis Rata cambalachera de San Martín Especie endémica de Isla San Martín Mellink (1992a) Neotoma varia Rata de Turner Especie endémica de Isla Turner Álvarez-Castañeda y Ortega-Rubio (2003) Oryzomys nelsoni Rata arrocera de Tres Marías Especie endémica de Isla María Madre Wilson (1991) Peromyscus guardia harbitsoni Ratón de Ángel de la Guarda Subespecie endémica de Isla Granito Álvarez-Castañeda y Ortega-Rubio (2003) Peromyscus guardia mejiae Ratón de Mejía Subespecie endémica de Isla Mejía Álvarez-Castañeda y Ortega-Rubio (2003) Peromyscus maniculatus cineritius Ratón de San Roque Subespecie endémica de Isla San Roque Álvarez-Castañeda y Patton (1999) Peromyscus pembertoni Ratón de San Pedro Nolasco Especie endémica de San Pedro Nolasco Álvarez-Castañeda y Ortega-Rubio (2003) 6 • Especies exóticas invasoras: impactos sobre las poblaciones de flora y fauna, los procesos ecológicos y la economía 285 en las redes tróficas — también ocasionan cambios dra- máticos en las comunidades y en los ecosistemas. 6.3.2 Flora terrestre exótica en México En 2007, la Conabio publicó una lista de 665 especies invasoras en México (imta etal. 2007). De estas, 23 fue- ron identificadas como prioritarias de acuerdo con tres criterios: a] crecen en ambientes naturales, b ] son male- zas ambientales nocivas en otros países y c] es viable su erradicación, contención o mitigación (Conabio et al. 2006). En lo que respecta a plantas fanerógamas, Villase- ñor y Espinosa-García (2004) publicaron una lista de 618 especies exóticas presentes en el país. Señalan que la pro- porción de estas especies (2.7%) es baja si se compara con la gran riqueza de especies nativas (22 968), y en coinci- dencia con escalas espaciales menores (Van Devender etal. 1997). Sin embargo, el listado nacional únicamente incluye registros de plantas exóticas en zonas no pertur- badas, por lo que especies registradas como introducidas o cultivadas, pero sin evidencia de haber escapado a há- bitats naturales, no son consideradas. Esto, aunado a la creciente actividad comercial y turística y a estrategias de prevención inadecuadas, indica que el número de plan- tas exóticas establecidas en los ecosistemas naturales del país crece cada año. En las zonas más pobladas la tasa de introducción es mayor. Espinosa-García et al. (2004) en- contraron una correlación positiva entre el tamaño de la población humana o del disturbio causado por humanos y el número de especies de plantas exóticas. Un caso notable en México es el del pasto buffel (Cen- chrus ciliaris), una especie originaria del sureste de Asia y del este de África que es usada como forraje en muchos países (Sanderson et al. 1999). Durante las décadas de los treinta y cuarenta fue introducido en Estados Unidos y México para mejorar los forrajes de las zonas de pas- toreo. En poco tiempo, los pastos buffel se dispersaron de forma inusitada y ahora cubren más de un millón de hectáreas, tan solo en Sonora (Van Devender et al. 1997; Arriaga et al. 2000). Estos pastizales representan una amenaza para la biodiversidad debido a que son promo- vidos a partir de la remoción de la cubierta vegetal origi- nal y a que invaden y transforman hábitats naturales (Búr- quez et al. 2002; Arriaga et al. 2004). El género Tamarix, que incluye árboles y arbustos in- troducidos del este de Europa (Gaskin y Schaal 2002), se ha usado por décadas para la fijación de dunas, formación de barreras rompevientos y reforestación de hábitats ári- dos y semisalinos. Ampliamente distribuido en las zonas templadas del país, incluyendo áreas naturales, este géne- ro está incrementando la salinidad del suelo debido a que absorbe sales de las capas profundas. Además, tiene efec- tos alelopáticos y tiende al crecimiento malezoide dado que también se propaga vegetativamente a partir de raíces. Además, es capaz de invadir ambientes diversos provo- cando decrementos importantes en la diversidad de los bosques riparios (Zimmerman 1997). Mack etal. (2000), entre otros, señalan una opción a la erradicación llana: una estrategia de manejo del ecosistema a largo plazo. En el mismo sentido, Nagler etal. (2005) sugieren como una opción viable la restauración pasiva ante la invasión de Tamarix, más que la erradicación de esta invasora. En las costas del país, el mal llamado pino de mar o pino salado ( Casuarina spp.) está causando problemas muy serios en los humedales y manglares. El género Casuari- na es originario de Oceanía y Asia. Varias especies de Ca- suarina fueron introducidas con fines de aprovechamien- to, pero el proyecto se abandonó muy pronto. Se encontró que la madera es quebradiza y muy susceptible a las ter- mitas. La pulpa para papel es de baja calidad y por su con- centración de taninos es poco recomendable para forraje (Morton 1980). Actualmente hay poblaciones densas de casuarinas en las costas del Golfo de México y el Mar Ca- ribe, así como en algunos puntos aislados continentales. En la Reserva de la Biosfera de Sian Ka’an se realizó en 1995 un programa de erradicación de casuarinas. Invertebrados Los insectos invasores están afectando no solo la biodi- versidad, sino que ocasionan graves pérdidas de recursos agrícolas y forestales. Algunas de las especies presentes en los bosques de Norteamérica y que constituyen un riesgo para México están enlistadas en las bases de datos del sistema de información de plagas forestales para Nor- teamérica . Agrilus planipen- nis y Sirex noctilio afectan respectivamente a los pinos ( Pinus spp.) y fresnos ( Traxinus spp.) en Estados Unidos, y si han llegado a México representan un importante ries- go económico y ecológico (Conabio et al. 2006). Entre las especies más peligrosas para México — por los efectos desastrosos que han causado en otros paí- ses— están la palomilla del nopal ( Cactoblastis cacto- rum) y el cactófago Hypogeococcus festerianus (imta et al. 2007). La palomilla del nopal es originaria de Suda- mérica y fue utilizada como control biológico de Opun- tia spp. en Australia y Sudáfrica. En México, C. cactorum fue detectada en agosto de 2006 en Isla Mujeres, y en Isla 286 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Contoy, en el Caribe, en mayo de 2007 (Senasica 2008). Evitar su penetración y dispersión al territorio continen- tal debe ser una prioridad nacional, ya que de lo contrario habría un enorme impacto sobre la ecología de las abun- dantes zonas áridas del país, donde el género Opuntia es pieza clave. Se estima que para algunas de las especies de cactus de este género, la invasión de la palomilla podría incluso significar la extinción (Zimmermann et al. 2000; Soberón et al. 2001; Zimmermann et al. 2004; Zimmer- mann y Pérez-Sandi 2006) y afectaría diversas especies de vertebrados e invertebrados que dependen de los nopales. Asimismo, tendría serias consecuencias en toda la eco- nomía nacional que depende del aprovechamiento del nopal y la tuna, además de las consecuencias sobre nues- tras profundas tradiciones culinarias y culturales. Aunque la Sagarpa declaró erradicado el brote en Isla Mujeres en septiembre de 2008 (nappo 2008) y se ha comenzado a tomar medidas preventivas para controlar la infestación de C. cactorum, se requiere implementar un sistema de alerta temprana y de respuesta inmediata en diversos es- tados de la República mexicana. Vertebrados Los impactos más severos ocasionados por vertebrados tienen que ver con los mamíferos exóticos sobre las po- blaciones de aves y mamíferos nativos. Un ejemplo es el trabajo de Atkinson y Atkinson (2000), el cual trata sobre las 14 especies de vertebrados terrestres más dañinas en las islas del Pacífico. De ellas, 12 son mamíferos: cuatro roedores, cuatro carnívoros y cuatro herbívoros de dis- tintos órdenes (las dos restantes son un anfibio y un rep- til). Los mamíferos exóticos representan una de las causas principales de las extirpaciones y extinciones de aves al- rededor del mundo (Blackburn etal. 2004). México tiene un avance notable en restauración de islas por medio de la erradicación de vertebrados introducidos (Samaniego- Herrera et al. 2008). Se han erradicado a la fecha 40 po- blaciones de vertebrados exóticos — gatos ferales, cabras, ratas, cerdos, etc. — de 27 islas del noroeste de México. La información sobre programas de control y erradica- ción de fauna exótica en México es notablemente escasa para un país megadiverso. En 2007 la Conabio reporta- ba 56 especies de vertebrados invasores: 10 especies de anfibios y reptiles, 30 de aves y 16 de mamíferos (Conabio 2007b). Álvarez-Romero et al. (2008) realizaron una re- visión del grupo de los mamíferos exóticos para el país y reportan un total de 58 especies. Entre los impactos ne- gativos de estas especies se cuentan la extirpación de do- cenas de colonias de aves marinas y la extinción de 22 especies de vertebrados nativos (cuadro 6.2). Se puede prever que de no actuar en forma inmediata estas listas seguirán creciendo (cuadro 6.3). 6.3.3 Impacto económico y social Pimentel et al. (2000) y Pimentel et al. (2005) calcularon las pérdidas anuales (en dólares) debidas a especies exó- ticas invasoras en cinco países: Estados Unidos, 120 000 millones — aspecto analizado antes por el Congreso de ese país (Simberloff 1996) — ; Sudáfrica, 7 000 millones; Reino Unido, 12 000 millones; Brasil, 50 millones, e India, 117 000 millones. En Australia, las pérdidas económicas atribuidas a las cabras ferales suman 25 millones de dó- lares al año (Parkes et al. 1996). Simberloff (1996) men- ciona que los costos económicos y el daño a la salud hu- mana por patógenos y parásitos introducidos no se han estimado formalmente, pero deben ser enormes. El mosquito tigre ( Aedes albopictus ), introducido en los años ochenta de Japón a Estados Unidos, ataca más hospederos que ninguna otra especie (incluyendo repti- les, aves y mamíferos), y puede transmitir diversas enfer- medades, entre las que se cuentan la encefalitis, la fiebre amarilla y el dengue. En México no existen estimaciones generales de pérdidas económicas relacionadas con es- pecies exóticas. El costo debe ser significativo a juzgar por las estimaciones de otros países (Espinosa-García 2003). A los costos derivados del efecto y manejo de las especies ya introducidas es necesario sumar los gastos referentes a la prevención, detección y erradicación tem- prana, siempre menores que el control, la mitigación o la erradicación. Cuadro 6.3 Resumen del número de especies nativas y exóticas invasoras presentes en México Especies nativas Especies exóticas en México invasoras Taxa (endémicas) en México Referencia Planeas 22 800 (9 300) 665 Conabio 2007a, b Anfibios 361 (174) 2 Flores-Vi líela y Gerez 1994 Reptiles 804 (368) 8 Flores-Vi líela y Canseco 2004. Aves 1 060 (111) 30 Conabio 2007a, b Mamíferos 522 (157) 16 Conabio 2007a, b; Ceballos 1999 6 • Especies exóticas invasoras: impactos sobre las poblaciones de flora y fauna, los procesos ecológicos y la economía 287 6.3.4 Prevención, control y erradicación Prevención Una de las mejores acciones para enfrentar el grave pro- blema de la introducción de especies es la prevención. Esta acción es más costeable, económica y ambientalmente amigable que cualquier medida de remediación aplicada para combatir una introducción (Shine etal. 2000). Con- siderando la severidad de los daños, se deben crear, pro- mover y aplicar medidas locales e internacionales para prevenir la introducción de nuevas especies, o su reintro- ducción en ciertos casos. Las acciones preventivas son diferentes si se trata de introducciones intencionales o accidentales. Las introducciones intencionales pueden prevenirse mediante prohibiciones totales, parciales o condicionadas. La previsión de introducciones acciden- tales debe identificar los principales vectores y establecer sistemas de revisiones y cuarentenas. Por último, y no menos importante, la educación ambiental de todos los sectores — educación básica, opinión pública, academia, gobiernos y comunidades locales — es un requisito indis- pensable para que cualquier regulación funcione. Esto es particularmente cierto para los países menos desarrolla- dos, como México, donde la normatividad a este respecto es pobre y los recursos para vigilancia son escasos (véase recuadro 6.1). Es indispensable un programa de difusión nacional, para el público en general, que promueva códi- gos de conducta voluntarios orientados a prevenir la in- troducción de especies. ¿Control o erradicación? Dada la crisis por la que atraviesa la biodiversidad actual, las acciones de conservación son indispensables pero, en muchos casos, insuficientes debido al grado de deterioro. La restauración ecológica se ha reconocido como un de- ber de la humanidad, sobre todo en los casos en que los ecosistemas se encuentran sumamente alterados. Entre los diversos instrumentos para la restauración ecológica están el control y la erradicación de especies exóticas. El control implica limitar la abundancia de la población pro- blema, por medio de un esfuerzo constante y sostenido a largo plazo. La erradicación persigue la eliminación total de la población y concentra el esfuerzo en un periodo de- finido. Después de una erradicación es esencial imple- mentar programas permanentes enfocados a prevenir nuevas invasiones. Así, tanto los programas de control como de erradicación deben seguir cuatro fases esencia- les: 1] definición del problema, 2] elaboración del pro- grama, 3] implementación del programa, 4] evaluación y monitoreo. Debido a que muchas especies introducidas suelen dispersarse rápidamente, la erradicación solo re- sulta económica y ecológicamente viable en ciertas situa- ciones, como en el caso de introducciones recientes. El caso de las islas y los oasis representa una excelente opor- tunidad para llevar a cabo en forma eficaz erradicaciones de especies exóticas invasoras y evitar con ello cientos de extinciones de flora y fauna nativas. La opinión pública es cada vez más importante en el desarrollo y éxito de los programas de control y erradica- ción de especies exóticas. Cuando es favorable, contribu- ye al éxito en el largo plazo, ya que el riesgo de reintro- ducciones se minimiza. Por el contrario, la oposición de ciertos grupos radicales ha obstaculizado algunas cam- pañas de erradicación (Donlan y Comendant 2003; Lowe etal. 2004; Genovesi 2005). Tal es el caso de algunos gru- pos de protección de los animales que, contradictoria- mente, prefieren defender la existencia de vertebrados exóticos a pesar de su impacto, muchas veces irreversi- ble, a la fauna y flora nativas, y por ende al capital natural nacional. Se reconoce en todo el mundo que la erradicación de especies exóticas es una herramienta clave para la conser- vación de la biodiversidad, y que mientras menos la uti- licemos mayores serán los efectos negativos irreversibles acumulados (Byers et al. 2002). Las principales barreras que impiden o dificultan una aplicación a gran escala de esta estrategia son: a] la ausencia de medidas oportunas — como complemento inevitable del principio precauto- rio cuando el daño ha sido hecho — por parte de los to- madores de decisiones; b] los marcos legales inadecua- dos; c] La falta de personal especializado en investigación de avanzada y en trabajo aplicado de campo, y d\ la falta de un financiamiento integral. A pesar de las limitacio- nes de todo tipo, el caso de las islas de México es un pro- ceso en marcha de erradicación exitosa de especies intro- ducidas, que destaca en el mundo (Aguirre Muñoz et al. 2005, 2008). De acuerdo con Genovesi y Shine (2003), para prevenir y dar respuestas eficientes, las políticas na- cionales deben: a ] promover la educación ambiental como instrumento que facilite el involucramiento y la partici- pación de las comunidades locales en los proyectos de erradicación; b] revisar la legislación para asegurar que el estatus de las especies exóticas sea compatible con las medidas de mitigación; c] involucrar en la problemática a las diferentes dependencias gubernamentales, para ha- cer más eficientes los procedimientos de autorización y 288 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 6.1 Resumen de la normatividad sobre especies invasoras Virginia Cornett • Porfirio Álvarez Panorama de la regulación La Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) reconoce en la Estrategia nacional sobre biodiversidad de México, publicada en 2000, de acuerdo con el compromiso contraído como signatario del Convenio sobre la Diversidad Biológica (cdb), que es necesario enfrentar el problema de las especies exóticas para proteger y conservar la biodiversidad de México. Las acciones prioritarias propuestas fueron las siguientes: o] desarrollar un inventario de las especies exóticas terrestres y acuáticas presentes en el territorio mexicano; b] establecer un programa nacional de control o erradicación de especies exóticas; c] establecer disposiciones legales, administrativas y políticas que regulen la translocación y el movimiento de especies; d] imponer la obligatoriedad de hacer evaluaciones técnicas y científicas del impacto ambiental, previas a la autorización para la translocación e introducción de especies, y e] crear un comité dictaminador permanente con la responsabilidad específica de resolver los asuntos relativos a las especies exóticas y a la translocación de especies. Hasta la fecha, y a ocho años de la publicación de la Estrategia nacional, solamente existen algunos pasos encaminados a cumplir con los incisos a] y d], por medio de los esfuerzos de la Conabio y la Semarnat con otros órganos, como la Comisión para la Cooperación Ambiental de América del Norte (cca), para desarrollar un inventario de especies invasoras en México, estudiar las vías de introducción de las mismas y definir lincamientos para un análisis de riesgo. Con estos procesos esenciales en marcha, es importante ahora establecer las políticas y reglas para la prevención y el control de la introducción de especies invasoras. En relación con esta segunda etapa, el Tercer Informe Nacional de México a la cdb presentado en 2006 concluye lo siguiente: "Existen pocos avances en la materia, ya que es incipiente el avance en sistemas para prevenir y controlar especies invasoras; lo anterior se debe a una desatención por parte de los sectores involucrados, y es necesario incrementar los recursos financieros, la investigación y tecnología". Normatividad actual En el marco internacional, México es signatario de la mayoría de los instrumentos que contienen alguna aplicación respecto a las especies invasoras. Estos tratados internacionales imponen responsabilidades a sus signatarios. La cdb, por ejemplo, en su artículo 8 inciso h, establece que cada parte contratante "im- pedirá que se introduzcan, controlará o erradicará las especies exóticas que amenacen a ecosistemas, hábitats o especies". En el contexto regional, México es miembro de la Organización Norteamericana para la Protección de las Plantas (nappo), que establece estándares fitosanitarios regionales para la exportación e importación de plantas; de la cca, que está trabajando con la Conabio y la Sagarpa en los aspectos antes mencionados, y de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte, que tiene en su agenda "combatir la propagación de especies invasoras tanto en aguas costeras como en aguas dulces". Con base en lo anterior, se puede ver que México ha suscrito compromisos importantes en relación con la regulación de especies invasoras en el marco internacional y regional. Sin embargo, este marco, en general, establece ciertas guías y estándares que requieren una implementación nacional, y dicha implementación supone un reto más para México. En los últimos años se han llevado a cabo foros binacionales (entre México y Estados Unidos) y nacionales para definir la agenda y la coordinación institucional, pero el gobierno todavía no ha llegado al punto de emitir una estrategia o un plan nacional para especies invasoras, no ha desarrollado la legislación ni asignado responsabilidades. Por otro lado, sí existe en México un marco bien establecido para el manejo de plagas de plantas y animales mediante normas fitosanitarias y zoosanitarias. La Sagarpa, por conducto del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), es la encargada de aplicar estas normas. En general, hay poca atención por parte de dichos órganos a las llamadas especies invasoras, fuera de ciertas plagas, ya identificadas y normadas, de animales y plantas relacionados con la agricultura y la ganadería. Finalmente, la Semarnat, por medio de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) y de la Dirección General de Inspección de Vida Silvestre (dgivs), es la responsable de vigilar el cumplimiento de la normatividad aplicable al manejo y aprovechamiento de la vida silvestre. Para ello, opera un programa de inspección en puertos, aeropuertos internacionales y puntos fronterizos. Asimismo, la Política Ambiental Nacional para el Desarrollo Sustentable de Océanos y Costas, de la Semarnat, en su sección sobre ecosistemas y biodiversidad, propone objetivos estratégicos y tácticos específicos para controlar las especies invasoras. Ello 6 • Especies exóticas invasoras: impactos sobre las poblaciones de flora y fauna, los procesos ecológicos y la economía 289 hace pensar que existe una infraestructura reglamentaria que se puede extender para cubrir un concepto más amplio de especies invasoras, una vez que se establezcan la política y el marco legal, y se implemente la capacitación a funcionarios, no solamente de la Profepa sino también de la Sagarpa, la Secretaría de Economía y la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, entre otros sectores. Se requiere ahora una revisión detallada de la legislación y una delimitación de responsabilidades para encontrar los vacíos regulatorios y desarrollar una estrategia nacional para corregirlos y manejar el problema de las especies invasoras de manera adecuada. El plan de acción de dicha estrategia tendrá que determinar, como primer paso, qué tipo de institución vigilará la política y la aplicación de las leyes, ya sea una nueva autoridad o un órgano de coordinación entre los sectores involucrados, y si se debe crear una nueva ley marco o simplemente complementar las leyes y reglamentos existentes. Finalmente, será esencial desarrollar las normas oficiales mexicanas que regulen en particular las especies invasoras. En el (j^) incluimos un cuadro-resumen de los instrumentos legales y de normatividad existentes en México para atender el problema de las especies invasoras. que se tomen en consideración casos de emergencia don- de las acciones de erradicación sean urgentes; d] estable- cer formas de obtención, análisis y flujo de la información concerniente a especies exóticas, incluyendo claves de identificación por grupos taxonómicos; e\ implementar sistemas de prevención y alerta temprana;/] preparar pla- nes de contingencia específicos por taxa, yg] gestionar el equipo, financiamiento y entrenamiento adecuado para responder tanto a introducciones recientes como a nece- sidades de erradicación postergadas (véase recuadro 6.2). Técnicas de control y erradicación de plantas exóticas Las opciones para el control y la erradicación de plantas exóticas son variadas e incluyen las siguientes: a] remo- ción manual o mecánica, b] facilitación de especies na- tivas competidoras, c] control biológico, d] herbicidas, e\ quemas prescritas y controladas y/] solarización (téc- nica de desinfección del suelo que aprovecha la radiación solar). Cada método tiene ventajas y desventajas. Con fre- cuencia, la estrategia más eficaz es la combinación de diversos métodos y técnicas. Bossard etal. (2000) descri- ben con detalle cada método y hacen recomendaciones específicas sobre las mejores formas de controlar cada una de las 78 especies exóticas invasoras más dañinas en California. Otros trabajos importantes sobre impactos y control de plantas invasoras son los realizados por Weber (2003), Coombs etal. (2004) e Inderjit (2005). En México existen listados regionales (Van Devender et al. 1997), listados nacionales de malezas (Villaseñor y Espinosa- G arcía 1998) y de plantas fanerógamas exóticas (Villase- ñor y Espinosa-García 2004). No obstante, hacen faltan manuales sobre identificación y control. Sin contar las áreas agrícolas, los esfuerzos de control de plantas exóti- cas en el país se limitan a unas pocas remociones locales. La mayor parte de la literatura especializada en malezas de México se ocupa de su control químico, desde una perspectiva netamente agrícola, por lo que otros aspec- tos importantes para su control en áreas naturales (flo- rística, ecología o biología) están poco desarrollados. El Catálogo de las malezas de México (Villaseñor y Espino- sa-García 1998) contiene información sobre el estatus en cada entidad federativa. Recientemente, a partir de la ac- tualización y revisión de estos datos, se ha comenzado a comparar y a analizar los patrones de distribución de las especies nativas y exóticas (Espinosa-García et al. 2004). Técnicas de control y erradicación de mamíferos exóticos Hay especies exóticas invasoras en todos los grupos ta- xonómicos de animales. Los mamíferos atraen interés especial por los severos impactos ocasionados a la biodi- versidad mundial. En cuanto al éxito de su control o erra- dicación, el conocimiento de la biología de la especie pro- blema es fundamental. Se ha enfatizado la importancia del conocimiento acerca del comportamiento social (Mac- Donald et al. 1999) y alimentario (Berdoy y MacDonald 1991). En la mayoría de los países los esfuerzos de inves- tigación y de control aplicados se limitan a la fauna que afecta directamente la agricultura y la ganadería, ignorán- dose en la mayoría de los casos a la vida silvestre, capital natural de incalculable valor para toda nación. En general, aún no se integra como paradigma universal una visión más ecosistémica u holística en cuanto al efecto de las es- pecies introducidas en el funcionamiento y los procesos ecológicos de los ecosistemas, sobre todo en aquellos frá- giles. Es apenas en las últimas décadas que han comenza- do a desarrollarse técnicas para el control y erradicación 290 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 6.2 La fauna exótica en las islas del noroeste Luciana Luna Mendoza • Alfonso Aguirre Muñoz • Araceli Samaniego Herrera • Marlenne Rodríguez Malagón Los ecosistemas insulares son de importancia crítica para la biodiversidad del planeta. Representan no más de 3% de la superficie terrestre, pero albergan de 15 a 20 por ciento del total de plantas, reptiles y aves. Las más de 500 islas principales e islotes de México son el hogar de más de 200 vertebrados endémicos y 110 plantas endémicas. Constituyen el área de reproducción de tortugas, aves y mamíferos marinos. Además, las aguas adyacentes a las islas son también ricas en cuanto a productividad biológica, y de gran valor económico y social para el país. El problema de la fauna exótica en las islas En general, se cree que en los últimos 400 años entre 50 y 75 por ciento de las extinciones en el planeta se ha dado en islas. En el caso de las aves, se estima que 85% de las extinciones en tiempos históricos ha ocurrido en islas. Entre los mamíferos esta cifra es de 58% y en moluscos terrestres de 80%. En México, los mamíferos exóticos, especialmente gatos, ratas y cabras, han causado directa e indirectamente la extinción de decenas de especies de flora y fauna insular, así como la extirpación de numerosas colonias de aves marinas. Además de las 26 islas en las que ya se han erradicado especies exóticas, entre 2003 y 2006 se confirmó la presencia de al menos 16 especies de mamíferos exóticos en 27 islas del noroeste de México. De no actuar inmediatamente y con eficacia, las extinciones aumentarán pronto. Logros a la fecha Hay un consenso científico amplio en cuanto a que la erradicación de especies introducidas es clave para la conservación de la biodiversidad insular. La restauración de los ecosistemas insulares se está logrando en gran parte con base en programas de erradicación. En México, de 1994 a 2006, son ya 26 islas en las cuales se han erradicado 41 poblaciones de mamíferos exóticos (cuadro 6.4). Este esfuerzo ha protegido y facilitado la recuperación de la flora y fauna nativas, especialmente de las especies endémicas. La recuperación de los ecosistemas, validada con protocolos científicos, es crucial, e incluye el "redescubrimiento” de especies que, por presión de las introducidas, se consideraban extintas. Presente y futuro La Isla Guadalupe destaca por su alto grado de endemismos de flora y fauna terrestre y marina. Con la introducción de cabras durante el siglo xix, la cobertura arbórea — pino, ciprés, encino y palma — se redujo de manera dramática: de más de 4 000 hectáreas quedan solo 85. Los gatos domésticos han causado la extinción de dos especies de aves y amenazan a otras poblaciones. La erradicación de cabras, iniciada en 2003, concluyó con éxito en 2007. Gracias a esto el número de plántulas de especies arbóreas pasó de cero en 2003 (que fue la constante en el último siglo) a más de 50 000 en 2007. La erradicación de gatos — que representa un reto mundial — está en fase de planeación. Para mitigar los impactos de los gatos se ha realizado un control puntual en las colonias de aves en los últimos años (véase el recuadro 4.1 1 del volumen III). La experiencia práctica acumulada, aunada al desarrollo de nuevas tecnologías en otras latitudes y al apoyo de la sociedad y del gobierno, permitirá la formulación de un programa integral de erradicación de fauna introducida para las islas del país. Se impone un avance rápido en los aspectos legales y de fínanciamiento — ahora inexistente — hacia un esquema que favorezca la restauración insular en México. Con tales elementos resulta viable la implementación exitosa de acciones de restauración de especies y funciones ecológicas. Costos estimados de las erradicaciones efectuadas • Superficie del territorio insular en la que se han realizado erradicaciones de mamíferos exóticos: 50 500 hectáreas. • Dólares invertidos (en promedio): 188 por hectárea. • Colonias de aves marinas protegidas (35 taxa): 313. • Dólares invertidos por colonia de anidación (en promedio): 17 000. • Especies endémicas protegidas (vertebrados terrestres y marinos): 85. • Dólares invertidos por especie endémica (en promedio): 35 000. Es importante aclarar que estas estimaciones no incluyen el trabajo en Isla Guadalupe debido a que el proyecto está en fase de monitoreo de confirmación posterior a la erradicación de cabras. Al incluir Isla Guadalupe, los valores de superficie y de especies protegidas se incrementarán, mientras que los dólares invertidos disminuirán. 6 • Especies exóticas invasoras: impactos sobre las poblaciones de flora y fauna, los procesos ecológicos y la economía 291 de fauna introducida enfocadas en la restauración ecoló- gica. Atkinson y Atkinson (2000) presentaron una sínte- sis de los métodos de control y erradicación de cada una de las 14 especies de vertebrados terrestres que están da- ñando las islas del Pacífico. Courchamp et al. (2003) des- criben los métodos de control de mamíferos usados en islas y analizan sus ventajas y desventajas. En países como Australia y Nueva Zelandia, pioneros en la creación de agencias gubernamentales dedicadas al control y erradi- cación de especies invasoras, la experiencia de las úl- timas décadas ha llevado a la elaboración de guías na- cionales de control de una serie de especies. La agencia australiana para la conservación de la naturaleza ha pu- blicado guías sobre el manejo de caballos, conejos, zo- rras, cerdos, cabras y roedores exóticos. Las técnicas y los programas de control de mamíferos deben adecuarse no solo a la especie, sino también a las particularidades ambientales y sociales de cada región. Para el control de mamíferos grandes — como cerdos, ca- bras y borregos — existen dos técnicas principales: tram- peo y cacería. El trampeo consiste en la construcción de trampas grandes, tipo encierros, a las que es posible atraer o arrear manadas enteras. La cacería puede llevarse a cabo desde tierra o en helicóptero (esta última es indispensa- ble cuando los animales viven en zonas escarpadas). La cacería con perros entrenados también es muy útil. El pro- yecto de restauración que actualmente se encuentra en marcha en la Isla Guadalupe, y que contempla la erradi- cación de cabras y gatos ferales, representa uno de los proyectos de restauración ecológica más ambiciosos de América Latina y el mundo. La erradicación de las cabras ferales, un total cercano a los 10 000 individuos, se termi- nó en febrero de 2007. Queda pendiente la erradicación de los gatos ferales. El valor de esa acción radica en la propia importancia ecológica de la isla, con gran canti- dad de especies endémicas amenazadas (Aguirre Muñoz et al. 2005). Para mamíferos medianos — conejos, gatos y mangos- tas, entre otros — las técnicas incluyen trampeo, cacería y agentes químicos y biológicos. El trampeo puede reali- zarse con trampas individuales de cepo colocadas en lu- gares estratégicos. La cacería puede combinar el uso de perros y armas. El control químico y biológico se refiere a la utilización de venenos y patógenos específicos, entre los cuales los virus han dado excelentes resultados, lo mis- mo que diversos venenos anticoagulantes de gran efica- cia. El virus Myxoma y el virus hemorrágico (rhdv, por sus siglas en inglés), específicos del conejo europeo, han sido utilizados exitosamente en el control y erradicación de esta especie (Williams et al. 1995; Kerr y Best 1998; Priddel et al. 2000). En México los gatos representan una de las mayores amenazas para la vida silvestre y son res- ponsables de numerosas extinciones. Nogales et al. (2004) revisaron las técnicas utilizadas en la erradicación de ga- tos en 48 islas del mundo, 16 de estas mexicanas. Wood et al. (2002) describen las técnicas aplicadas para la erra- dicación exitosa de gatos en islas de México. Con mamíferos pequeños, como ratas y ratones, la téc- nica que ha resultado eficaz es la aplicación de venenos (Howald et al. 2007). Los rodenticidas se han aplicado en cebaderos especiales (en el suelo o elevados), mediante dispersión manual y dispersión aérea con helicópteros. Es muy importante determinar los riesgos potenciales para las especies nativas u otras que no son el objetivo. Donlan et al. (2003) describen un ejemplo de erradica- ción de ratas en México usando distintos venenos con métodos simples. Por otro lado, se han llevado a cabo las primeras erradicaciones de rata negra en las islas de San Pedro Mártir y Farallón de San Ignacio, en el Golfo de California, con la más moderna tecnología (Samaniego- Herrera et al. 2008). Se hizo por medio de dispersiones aéreas de precisión del rodenticida especial CI-25 de Bell. Se usa una cubeta de tipo agrícola, desarrollada ex profe- so en Nueva Zelandia (Helicopters Otago) para erradica- ciones, que va instalada en un helicóptero equipado con gps diferencial y asistido por un sistema de información geográfica. Se trata de las primeras erradicaciones en su tipo en América Latina. La colaboración interinstitucio- nal — barco de la Semar, y apoyo en gestión de Semarnat, Conanp y Segob — fue clave para el éxito del proyecto. Estas islas tienen enorme importancia como hábitat de aves marinas. En México los programas de erradicación de especies exóticas completados con éxito hasta agosto de 2008 su- man 57 erradicaciones en 32 sitios; seis más se encuen- tran en proceso y 48 aún están pendientes (cuadro 6.4, Fig. 6.1). Todos los programas fueron aplicados en islas y la especie erradicada en todos los casos fue un mamífero. El gato doméstico ( Felis catas ) fue el objetivo en 18 de los casos, lo que representó cerca de la mitad del total mun- dial de islas con gatos erradicados. Al igual que en casi todo el mundo, no se han realizado erradicaciones de in- vertebrados ni de organismos marinos. Un elemento clave para el control y la erradicación de fauna mayor es la cacería a pie y desde helicóptero. Ac- tualmente, la Ley Federal de Armas y Explosivos de la Se- cretaría de la Defensa Nacional (Sedeña 2002) no contem- pla la caza de control o erradicación para la conservación, 292 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Figura 6.1 Especies introducidas y restauración de islas: (a) la gran mayoría de las islas de México están en el NW, que cuenta con más de 600; 383 (61%) a lo largo del Golfo de California y 241 (39%) en el Océano Pacífico (inegi 2005); (b) 51 islas han tenido poblaciones de mamíferos introducidos — gatos, cabras, ratones, ratas, conejos, entre otros — y salvo una introducción reciente de ratón a San Benito Oeste, todas son anteriores a 1994; (c) de 1994 a 2007 se han erradicado 57 poblaciones de mamíferos introducidos en 32 islas, y (d) en 2008 quedaban 24 islas con al menos 50 poblaciones de especies introducidas. En seis de ellas los proyectos de restauración por medio de erradicaciones se encuentran en proceso. Véase el cuadro 6.4. Fuente: Grupo de Ecología y Conservación de Islas (geci). 6 • Especies exóticas ¡nvasoras: impactos sobre las poblaciones de flora y fauna, los procesos ecológicos y la economía 293 Cuadro 6.4 Islas del noroeste de México con especies introducidas y estatus de erradicación (actualizado hasta agosto de 2008) Isla Especie Nombre común Estatus de erradicación Océano Pacífico Coronado Norte Felis catus Gato Finalizada Coronado Medio Felis catus Gato Finalizada Caprn hircus Cabra Finalizada Coronado Sur Equus asinus Burro Finalizada Felis catus Gato Finalizada Mus musculus Ratón doméstico En proceso Sylvilagus sp. Conejo Finalizada Todos Santos Norte Felis catus Gato Finalizada Equus asinus Burro Finalizada Canis lupus familiaris Perro Finalizada Todos Santos Sur Felis catus Gato Finalizada Sylvilagus sp. Conejo Finalizada San Martín Felis catus Gato Finalizada San Jerónimo Felis catus Gato Finalizada Bos taurus Vaca Finalizada Equus asinus Burro Finalizada Sylvilagus sp. Conejo Finalizada Guadalupe Caprn hircus Cabra Finalizada Canis lupus familiaris Perro Finalizada Equus caballus Caballo Finalizada Felis catus Gato En proceso Mus musculus Ratón doméstico Pendiente Sylvilagus sp. Conejo Finalizada San Benito Oeste Capra hircus Cabra Finalizada Equus asinus Burro Finalizada San Benito Medio Sylvilagus sp. Conejo Finalizada San Benito Este Sylvilagus sp. Conejo Finalizada Canis lupus familiaris Perro Pendiente Capra hircus Cabra Pendiente Cedros Felis catus Gato Pendiente Mus musculus Ratón doméstico Pendiente Rattus sp. Rata Pendiente Mustela iriso n Visón Finalizada Canis lupus familiaris Perro Finalizada Natividad O vis a ríes Borrego Finalizada Capra hircus Cabra Finalizada Felis catus Gato Finalizada Orycto/agus cunicu/us Conejo Finalizada 294 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 6.4 [continúa] Isla Especie Nombre común Estatus de erradicación San Roque Felis catus Gato Finalizada Rattus rattus Rata negra Finalizada Asunción Felis catus Gato Finalizada Ammospermophilus leucurus Juancito Pendiente Canis lupus fami/iaris Perro Pendiente Santa Margarita Capra hircus Cabra Pendiente Equus asinus Burro Pendiente Equus caba/lus Caballo Pendiente Felis catus Gato Pendiente Canis lupus familiaris Perro Pendiente Equus asinus Burro Pendiente Magdalena Felis catus Gato Pendiente Mus musculus Ratón doméstico Pendiente Rattus rattus Rata Pendiente Felis catus Gato Finalizada Clarión Sus seroja Cerdo Finalizada Ovis aries Borrego Finalizada Orycto/agus cuniculus Conejo Finalizada Socorro Ovis aries Borrego En proceso Golfo de California Montague Capra hircus Cabra Finalizada San Jorge Oeste Rattus rattus Rata negra Finalizada San Jorge Este Rattus rattus Rata negra Finalizada San Jorge Rattus rattus Rata negra Finalizada Mej ía Felis catus Gato Finalizada Granito Felis catus Gato Pendiente Ángel de la Guarda Felis catus Gato Pendiente Estanque Felis catus Gato Finalizada Rasa Rattus norvegicus Rata café Finalizada Mus musculus Ratón doméstico Finalizada San Pedro Mártir Rattus rattus Rata negra Finalizada San Esteban Canis lupus familiaris Perro Pendiente Rattus norvegicus Rata café Pendiente Canis lupus familiaris Perro Pendiente Tiburón Ovis canadensis mexicana Borrego cimarrón Pendiente Rattus sp. Rata Pendiente Alcatraz Canis lupus familiaris Perro Finalizada Felis catus Gato Finalizada 6 • Especies exóticas ¡nvasoras: impactos sobre las poblaciones de flora y fauna, los procesos ecológicos y la economía 295 Cuadro 6.4 [concluye] Isla Especie Nombre común Estatus de erradicación Pelícano (Alcatraz) Mus musculus Ratón casero Pendiente Coronado (Smith) Caprn hircus Cabra Pendiente Cerralvo Caprn hircus Cabra Pendiente Felis catus Gato Pendiente Coyote (El Pardito) Canis lupus familiaris Perro Pendiente Felis catus Gato Pendiente San Pedro Nolasco Felis catus Gato Pendiente Rattus rattus Rata negra Pendiente San Marcos Capra hircus Cabra Pendiente Felis catus Gato Pendiente Danzante Felis catus Gato Finalizada Coronados Felis catus Gato Finalizada Capra hircus Cabra Pendiente Carmen Felis catus Gato Pendiente Ovis canadiensis mexicana Borrego cimarrón Pendiente Montserrat Felis catus Gato Finalizada Santa Catalina Felis catus Gato Finalizada Farallón de San Ignacio Rattus rattus Rata negra Finalizada Capra hircus Cabra Pendiente San José Equus asinus Burro Pendiente Felis catus Gato Pendiente San Francisquito Capra hircus Cabra Finalizada Felis catus Gato Finalizada Espíritu Santo Capra hircus Cabra En proceso La Partida Felis catus Gato Finalizada Isabel Felis catus Gato Finalizada Rattus rattus Rata negra En proceso Capra hircus Cabra Pendiente María Madre Felis catus Gato En proceso Rattus rattus Rata negra Pendiente Capra hircus Cabra Pendiente María Magdalena Odocoileus virginianus Venado cola blanca Pendiente Rattus rattus Rata negra Pendiente Capra hircus Cabra Pendiente María Cleofas Felis catus Gato Pendiente Rattus rattus Rata negra Pendiente 296 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio aunque esta tiene un gran potencial en nuestro país. Esa actividad se hace actualmente bajo la cobertura de cace- ría deportiva, al amparo de clubes de caza y tiro. Una revisión de esa ley y su reglamento debiera incorporar en forma integral — adquisición, registro, posesión, impor- tación y uso de armas y municiones apropiadas y espe- ciales— , y de manera privilegiada, la cacería de especies introducidas con motivos de conservación, reconociendo como usuarios a dependencias gubernamentales y orga- nizaciones ambientalistas, con el indispensable involu- cramiento de las comunidades locales. La erradicación, como medida drástica para eliminar los efectos de las es- pecies exóticas sobre la flora y fauna nativas, se ha utili- zado como instrumento privilegiado de la conservación en algunos casos. No pueden obviarse las implicaciones ambientales, éticas, sociales y culturales, que son diver- sas. Para que la erradicación resulte una opción válida, es necesario ponderar los costos y beneficios de su aplica- ción. Así, programas de erradicación a gran escala pue- den implicar un alto riesgo para especies no blanco. La utilización de insecticidas de amplio espectro y las con- secuencias sobre insectos nativos y otro tipo de fauna, incluyendo humanos, es polémica y puede tener grandes costos. Por otra parte, la decisión de comenzar un pro- grama de erradicación es en ocasiones evaluada solo bajo consideraciones ecológicas. Sin embargo, en otros casos intervienen decisiones de tipo comercial (p. ej., los pro- gramas de erradicación de la mosca del Mediterráneo). A este respecto, Myers et al. (2000) señalan la necesidad de que los programas de erradicación cubran obligato- riamente seis requisitos para que tengan éxito: 1 ] deben existir suficientes recursos financieros para sostener el programa de erradicación hasta su conclusión; 2] las líneas de autoridad deben quedar claramente estableci- das y deben ser lo suficientemente flexibles para permitir a los individuos o a las agencias llevar a cabo acciones con- cretas; 3] la biología de los organismos que se pretende erradicar debe hacerlos susceptibles a los procedimien- tos de control; 4] se deben evitar a toda costa las reintro- ducciones, ya que el programa estará destinado a fraca- sar en caso de que haya un flujo continuo de individuos, lo que implica monitoreo continuo y aplicación de me- didas preventivas — por ejemplo, los análisis de riesgos y puntos críticos de control haccp (usfws 2008) — y de control al mismo tiempo; 5] la especie invasora deberá ser detectable en densidades relativamente bajas, con el fin de asegurar su detección temprana (o la confirmación de su erradicación); 6] en el caso de erradicaciones que impliquen la remoción de especies clave (p. ej., depre- dadores o herbívoros) se deberá llevar a cabo un progra- ma de restauración inmediata. Linalmente, en ciertas si- tuaciones se impone aceptar acciones alternativas a la erradicación. Pueden considerarse: a] la reducción de las densidades de poblaciones en grandes áreas, con lo que disminuyen los costos del control; b] la reducción de la dispersión, por medio de barreras o zonas de amortigua- miento, y c] el control biológico tradicional. 6.4 Especies invasoras en ecosistemas acuáticos La introducción de especies exóticas acuáticas ha sido identificada como uno de los riesgos ambientales más crí- ticos a los que actualmente se enfrentan las especies, los hábitats acuáticos y la biodiversidad en general (Hopkins 2001). Así, la introducción de especies exóticas ha estado asociada con la extinción en 54% de los casos de la fauna acuática nativa mundial (Harrison y Stiassny 1999), de 70% de los peces de Norteamérica (Lassuy 1995) y 60% de los peces mexicanos (Contreras-Balderas 1999). Las especies exóticas pueden afectar a las especies nativas por medio de diferentes mecanismos, entre los cuales des- tacan: hibridación, competencia por alimento y espacio, depredación, transferencia de patógenos, alteración del hábitat de las especies nativas, desplazamiento de especies nativas, alteración de la estructura de los niveles tróficos, introducción de parásitos y enfermedades (Goldburg y Triplett 1997; Bhaskar y Pederson 2002). Las especies exóticas acuáticas pueden modificar los ciclos de los nu- trientes de tal manera que los miembros nativos de la comunidad se ven afectados indirectamente. Así, pueden ejercer una fuerte presión que se traduce en una dismi- nución en la abundancia de las macrofitas. Por otra parte, al agitar los sedimentos aumenta la turbidez; una vez que se incrementan los sólidos suspendidos, aumenta la con- centración de algas, al no existir ya competencia con las macrofitas. Las plantas superiores también se debilitan ya que varias especies afectan sus raíces. Posteriormente, al morir estas plantas se da un proceso de putrefacción que libera nutrientes en la columna de agua, promovien- do así una retroalimentación en la que el crecimiento de las algas es mayor. De esta manera, las comunidades ben- tónicas se ven afectadas de dos maneras: son depredadas y pierden sitios de anidación una vez que las especies exó- ticas acabaron con las macrofitas (Zambrano y Macías- García 1999), sin contar los efectos de la eutroficación sobre el resto de la comunidad. Igualmente, algunas de 6 • Especies exóticas invasoras: impactos sobre las poblaciones de flora y fauna, los procesos ecológicos y la economía 297 estas especies son causantes de la introducción y disper- sión de enfermedades certificables y notificables. Otras son capaces de hibridación intergenérica (salmónidos), cuyo producto pueden ser híbridos estériles en detri- mento de la población original. Existen algunas especies venenosas y varias son sumamente territoriales, y por ende agresivas, lo que altera la estructura de las comuni- dades al volverse abundantes. A esto se puede añadir que la degradación del hábitat vuelve a las especies y sus eco- sistemas más vulnerables a los efectos de las especies exóticas. A continuación se presentan los efectos causa- dos por la presencia de las principales especies exóticas en las aguas continentales y marinas del país. 6.4.1 El virus del síndrome de la mancha blanca La industria del cultivo de camarón se ha convertido en una actividad de alto riesgo debido a las mortalidades ma- sivas causadas por el virus del síndrome de la mancha blanca (wssv, white spot syndrome virus — Nimaviridae, whispovirus — ). El wssv surgió en China y tuvo efectos devastadores entre 1992 y 1993, dispersándose rápida- mente de Asia a América en 1995. Desde 1999, en Méxi- co causa pérdidas de 80 a 100 por ciento de los cultivos de camarón blanco ( Litopenaeus vannamei), principal especie cultivada en nuestro país (Galaviz-Silva 1999). Aun en los ciclos de cultivo de 2005 y 2006 han surgido epizootias severas, con mortalidades superiores a 80% en las granjas de Sonora y Sinaloa (< www.cosaes.com/ antecedente_feb.htm>), que son los principales estados productores del país. Posibles vías de introducción a México La importación de camarón congelado es un mecanismo de dispersión comprobado de Asia a América (Nunan etal. 1998), pero se han registrado portadores asintomá- ticos como jaibas y camarones silvestres ( Callinectes ar- cuatus y Litopenaeus spp.) que invaden los estanques jun- to con el suministro de agua (Galaviz-Silva et al. 2004). Impacto económico, biológico y social El wssv infecta a más de 40 especies de crustáceos ma- rinos y dulceacuícolas, y el aspecto más grave de la inci- dencia de este virus es su capacidad para matar cualquier crustáceo, lo que significaría que recursos como la jaiba, el camarón de río, especies del género Artemia y otros pudieran desaparecer. En México, el cultivo de camarón representa la fuente de trabajo de miles de familias de las costas de Sonora, Sinaloa, Nayarit y Tamaulipas. El im- pacto social que ha provocado la introducción de virus exóticos en el noroeste de México ha dado lugar al cierre de granjas, con la consecuente pérdida de recursos y em- pleos. En 1999 se registraron pérdidas variables en 6 500 hectáreas de cultivo (Galaviz-Silva et al. 2004). Hasta 2004, 62% de las granjas resultaron positivas a wssv, con los análisis realizados por pcr (Galaviz-Silva etal. 2004), y a la fecha se han registrado índices de mortalidad de entre 48 y 80 por ciento en los cultivos afectados (Peina- do-Guevara y López-Meyer 2006). Tan solo en el estado de Sonora, el Cosaes (Comité de Sanidad Acuícola del Estado de Sonora, A.C.) indica que en 2005 se dejaron de producir 15 000 toneladas, equivalentes a 80 millones de pesos, por causa de la incidencia del virus. 6.4.2 Virus del oeste del Nilo El virus del oeste del Nilo (wnv, West Nile virus ) es un miembro de la familia Flaviviridae (género Flavivirus). Fue aislado por primera vez en 1937 en el distrito West Nile en Uganda, África (Smithburn et al. 1940). Su ciclo natural incluye aves silvestres y domésticas, migratorias y residentes, las cuales tienen el papel de reservorios y aumentan las poblaciones virales. Diversos mosquitos, principalmente del género Culex, se alimentan de estas aves durante su tiempo de sueño; al infectarse son capa- ces, 10 a 12 días después, de transmitir el wnv por pica- duras, tanto a seres humanos como a equinos y algunas aves cercanas. Los síntomas de la enfermedad en seres humanos con infección comprobada de wnv incluyen encefalitis o meningoencefalitis y meningitis, en las que predominan la fiebre y síntomas neurológicos y gastroin- testinales. Se han reportado tasas de mortalidad de 5 a 14 por ciento (Weiss et al. 2001). Posibles vías de introducción a México Su dispersión se asocia al incremento en las migraciones y en los viajes Ínter e intracontinentales. Por otra parte, más de 100 especies de aves con anticuerpos neutrali- zantes del wnv, pertenecientes principalmente a los órdenes Passeriformes, Columbiformes, Galliformes y Anseriformes (Elizondo etal. 2005), han sido reportadas en Estados Unidos. Estas desempeñan un papel muy im- portante en el mantenimiento del virus en la naturaleza, ya que dispersan el virus durante sus ciclos anuales de migración. 298 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Impacto económico, biológico y social A partir de la mitad de los años noventa han ocurrido tres inquietantes tendencias epidemiológicas: a] incre- mentos en la frecuencia de brotes en humanos, b] un aumento aparente en la severidad de la enfermedad en seres humanos y c] alta mortalidad en aves junto con las epidemias en humanos. En otros informes los vertebra- dos infectados con wnv han sido tlacuaches (zarigüe- yas), murciélagos, ardillas y otros vertebrados, aunque en menor cantidad, por lo que su papel en el mantenimiento de esta zoonosis no ha sido aún evaluado. En México, solo han sido reconocidos cuatro casos en seres huma- nos y una cantidad importante en aves de siete órdenes, así como en equinos, de los cuales se ha aislado el virus en Nuevo León (Elizondo et al. 2005). La mortalidad de cuervos, azulejos y gorriones domésticos apareció por primera vez en América, lo que indicaba un potencial de cambio en el genoma del virus o una alta susceptibilidad de estas especies de Norteamérica a la viremia. 6.4.3 Helmintos parásitos en peces de agua dulce en México La invasión por patógenos y parásitos exóticos puede te- ner efectos negativos en la sobrevivencia y fecundidad de las especies nativas, además de influir en la dinámica po- blacional de sus hospederos (Prenter et al. 2004), dismi- nuyendo su capacidad de competencia. En México se han introducido 19 especies de helmin- tos, distribuidas en 13 géneros y siete familias de platel- mintos (tres tremátodos, 13 monogéneosy dos céstodos), y nemátodos (una especie) (Salgado-Maldonado 2006). Principales vías de introducción La introducción de nuevas especies de helmintos parási- tos de peces de agua dulce está asociada con el ingreso y movimiento de especies exóticas de peces para la acua- cultura y el acuarismo, y por el manejo de pequeñas pes- querías artesanales. Así, las políticas oficiales de fomento para la práctica de la acuacultura (Juárez-Palacios y Palo- mo 1987) promovieron la introducción de diferentes es- pecies de helmintos parásitos en los cuerpos de agua epi- continentales de México. La importación y producción en cautiverio de carpas asiáticas (cuadros 6.5 y 6.6), tilapias africanas (cuadros 6.5 y 6.7), así como lobinas y bagres de Estados Unidos son la causa esencial de la presencia de estos parásitos. Centrocestus formosanus, uno de los pa- rásitos más ampliamente distribuidos en México, llegó al país transportado por el caracol Melanoides tuberculata (Scholz y Salgado-Maldonado 2000). Este caracol fue origi- nalmente introducido en el continente por la Organización Mundial de la Salud para el control de la esquistosomia- sis humana. En México, su presencia se ha ligado a la in- troducción de carpas malacófagas (López-Jiménez 1987). Impacto ecológico, económico y social Son numerosos los registros de mortandades de peces en acuarios y estanquerías; se ha documentado también la presencia continua de problemas sanitarios originados por helmintos en granjas piscícolas federales (López-Ji- ménez 1987) y centros de investigación (Vidal-Martínez etal. 2001). El registro actual en México del céstodo asiá- tico Bothriocephalus acheilognathi, que provoca el blo- queo intestinal y la muerte de peces, incluye más de 50 especies de peces, de numerosas familias y órdenes, con elevados valores de prevalencia (porcentaje de peces pa- rasitados) y abundancia (número de helmintos por pez) (Salgado-Maldonado y Pineda-López 2003). La infección de este céstodo en aterínidos amenazados (charales y pescado blanco) del Altiplano es un aspecto relevante. De la misma forma, las metacercarias de Centrocestus formosanus se establecen en las branquias de más de 60 especies de peces de México, con valores muy elevados de prevalencia y abundancia, lo que provoca insuficien- cia respiratoria y contribuye al decremento de las pobla- ciones naturales de peces (Scholz y Salgado-Maldonado 2000; Mendoza 2004). Las familias neotropicales nativas de Cichlidae y Poeciliidae sufren las infecciones más gra- ves por este parásito. 6.4.4 Zooplancton epicontinental exótico en México La detección de especies exóticas de zooplancton epi- continental se ha realizado de manera tardía, ya que solo hasta 1982 se consideró que la distribución de los cladó- ceros no era cosmopolita (Frey 1982). Algo similar ocurrió en el caso de los copépodos, cuando estándares taxonó- micos más estrictos permitieron el reconocimiento de es- pecies morfológicamente cercanas. Principales vías de introducción El cladócero con potencial invasivo Daphnia lumholtzi, originario de África, el sureste de Asia y Australia, fue 6 • Especies exóticas ¡nvasoras: impactos sobre las poblaciones de flora y fauna, los procesos ecológicos y la economía 299 Cuadro 6.5 Micro y macroalgas, plantas superiores acuáticas, invertebrados y vertebrados acuáticos invasores de alta prioridad en México Grupo Familia Género Especie Pr Po I.E. E.D.R. Microalgas dinoflageladas1 Gonyaulacaceae Alexandrium A. catenella, A. cohorticola, A. leei, A. minutu, A. moniatum, A. tamaensea, A. tamiyavanichi • A. acatenella, A. angusitabu/um, A. hiranoi, A. ostenfe/dii • Goniodomataceae Gambierdiscus G. toxicus • Goniodomataceae Pyrodinium P. bahamense var. compressa • • Prorocentraceae Procentrum P. lima, P. rhathymum • • P. concavum, P. cordatum, P. emarginatum, P. hoffmanianum • Dinohysiaceae Dinophysis D. acuminata, D. caudata, D.fortü, D. mitra, D. rotundata, D. sacculus, D. tripos • D. acuta, D. norvegica, D. miles • Gonyaulacaceae Protoceratium P. reticulatum Ostreopsidaceae Ostreopsis 0. lenticulares, 0. siamensis Ostreopsidaceae Coo/ia C. monotis Gymnodiniaceae Amphidinium A. carterae, A. opercu/atum Gymnodiniaceae Cochlodinium C. polykrikoides Gymnodiniaceae Gymnodinium G. catenatum G. pulchellum Gymnodiniaceae Karenia K. brevis, K. mikimotoi K. brevisulcata Gymnodiniaceae Karlodinium K. micrum Peridiniaceae Peridinium P. polonicum Peridiniaceae Heterocapsa H. circularsquama Peridiniaceae Pfestena P. piscicida, P. shumwayae Microalgas diatomeas2 Bacillariaceae Pseudonitzschia P. de/icatissima, P. pungens, P. mu/tiseries, P. subfraudu/enta, P. fraudulenta, P. seriata, P. austra/is, • P. pseudode/icatissima, P. mutiestriata Microalgas rafidofíceas3 Raphidophyceae Heterosigma H. akashiwo • Raphidophyceae Olisthodiscus 0. luteus Raphidophyceae Fibrocapsa F. japónica Raphidophyceae Chatonella C. antiqua, C. marina, C. subsalsa, C. globosa, C. verruculosa Macroalgas Alariaceae Undana U. pinnatifda • Caulerpaceae Caulerpa C. taxifolia • Chontracanthus C. squarru/osus • Plantas4 Salviniaceae Sa/vinia S. molesta • • Salvinia spp. • • Pontederiaceae Eíchhornia E. crassipes • • 300 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 6.5 [concluye] Grupo Familia Género Especie Pr Po I.E. E.D.R. Plantas (cont.) Hydrocharitaceae Hydrilla H. verticillata • Typhaceae Typha Typha spp. • Tamaricaceae Tamarix Tamarix spp. • Poaceae Arundo A. donax • Vibrionaceae Melaleuca A/1, quinquenerva Bacterias Vibrio V. cholerae Tremátodos Heterophyidae Centrocestus C.formosanus • Bothriocephalidae Bothriocephalus B. acheilognathi • Moluscos Dreissenidae Dreissenia Dreissenia spp. • • Thiaridae Thiara T. tuberculata Corbiculidae Corbicula Corbicula spp. Muricaceae Acanthina Acanthina spp. • Hydrobiidae Potamopyrgus P. antipodarum • Crustáceos Parastacidae Cherax Cherax spp. • Cambaridae Procambarus P. c/arki • • Cambaridae Orconectes O. viri/is • Daphniidae Daphnia D. lumho/tzi • Portunidae Carcinus C. maenas • Peces Loricaridae Grupo "plecos" 8 especies aprox. • Cichlidae Grupo "tilapias" (Véase cuadro 6.7) • Clariidae Ciarías C. batrachus • Cyprinidae Grupo "carpas asiáticas" (Véase cuadro 6.6) • • Brachydanio B. rerio • Salmonidae Onchorhynchus O. mykiss • • Scorpaenidae Pterois P. volitans • Channidae Grupo "snakeheads"5 (cabeza de serpiente) • Anfibios Ranidae Rana R. catesbeiana • Abreviaturas: Pr: Ocurrencia presente; Po: Ocurrencia potencial; I.E.: Provoca impacto a nivel de ecosistema; E.D.R.: Afecta a especies con distribución restringida. 1 Hallegraeff et al. (2002); Meave (2006); Okolodkov y Gárate-Lizárraga (2006). 2 Hallegraeff et al. (2002); Meave (2006). 3 Hallegraeff et al. (2002); Hernández-Becerril (2003). 4 Algunas especies de plantas acuáticas invasoras, como es el caso del lirio acuático ( Eichhornia crassipes ) y de la salvinia ( Sahinia molesta), tienen efectos muy graves sobre las condiciones ecológicas en humedales y cuerpos de agua en todas las regiones de invasión. En México, el control biológico de estas dos plantas se realiza con diversos insectos criados de manera masiva (Martínez Jiménez 2005a, b), así como con virus como el WNV y el WSV. 5 El grupo "snakeheads" (familia Channidae) son peces depredadores de agua dulce cuya existencia no ha sido verificada en México y que incluyen dos géneros: Channa, con 26 especies nativas de Asia, Malasia e Indonesia, y Parachanna, con tres especies nativas de África. Se estima que su introducción al país pudiera ser catastrófica para numerosas especies de peces nativos (R. Mendoza, com. pers.). 6 • Especies exóticas invasoras: impactos sobre las poblaciones de flora y fauna, los procesos ecológicos y la economía 301 Cuadro 6.6 Especies incluidas en el grupo de las "carpas asiáticas" Especie Nombre común Cypñnus carpió communis Carpa común Carassius auratus Carpa dorada Cyprinus carpió specuiaris Carpa espejo Cyprinus carpió rubrofuscus Carpa barrigona Ctenopharyngodon idella Carpa herbívora Hypophtaimichthys molitrix Carpa placeada Hypophtaimichthys (Aristhychthys) nobilis Carpa cabezona Mylopharyngodon piceus Carpa negra Megaiobrama amblycephala Carpa brema Fuente: R. Mendoza com. pers. Cuadro 6.7 Especies incluidas en el grupo de las "cilapias” Especie Nombre común Oreochromis aureus Tilapia azul Oreochromis mossambicus Tilapia mozámbica Oreochromis niloticus Tilapia del Nilo Oreochromis urolepis hornorum Tilapia wami Oreochromis urolepis hornorum x 0. mossambicus Tilapia híbrida Tilapia rendalli Tilapia del Congo Fuente: R. Mendoza com. pers. introducido en 1983 en el continente americano (Lago Fairfield, Texas, EUA), junto con otra especie invasora, la perca del Nilo (Havel y Hebert 1993). En México, esta es- pecie se detectó recientemente en Sonora, en la presa La Angostura, cerca de la frontera con Estados Unidos. Su dispersión al parecer está asociada al movimiento de lan- chas recreativas a las que se adhieren los efipios, lo que hasta ahora ha limitado su expansión en el país. Su impac- to se debe a que los alevines de algunas especies de peces evitan ingerirla, pues las espinas largas de D. lumholtzi les impide deglutirla (Kolar y Wahl 1998). Esto trae como consecuencia la reducción de las poblaciones de estas es- pecies y de otras con las que interactúan a nivel trófico. También se ha mencionado que tiene un efecto indirecto en el desplazamiento de las especies nativas de cladóce- ros por copépodos. Otro cladócero de interés esDaphnia spp., uno de los más utilizados por su potencial en estu- dios toxicológicos (Martínez-Jerónimo 1995). En México existe una norma oficial que exige trabajar con esta espe- cie (NMX-AA-087-1995-SCFI), la cual desafortunada- mente es una copia íntegra de la norma desarrollada por la Agencia de Protección del Medio Ambiente (epa) de Estados Unidos sin haber sido adaptada para México. Hasta el momento, esta especie exótica no se ha registra- do en ambientes naturales. Con respecto a los copépodos, recientemente se ha confirmado la presencia de cuatro especies exóticas en México. Todas estas especies perte- necen a la subfamilia Cyclopinae. Thermocyclops crassus, especie común en Eurasia y África, fue introducida al continente americano con el agua de lastre (Reid y Pinto- Coelho 1994), pues se trata de una especie eurihalina. Su presencia ha sido confirmada en México, en el estado de Tabasco. Las otras tres especies de copépodos introduci- dos pertenecen al género Mesocyclops y también son de origen afroasiático. M. aspericornis ha sido registrado en la costa del Pacífico mexicano, cerca de Culiacán, Sina- loa; M. thermocyclopoides, en Tabasco, y M. pehpeiensis, en el sur de Chiapas. Se atribuye la presencia de todas estas especies en el país a actividades relacionadas con la acuacultura. Otras especies afroasiáticas de Mesocyclops, como M. ogunnus, encontrada en Brasil y las Islas Caimán (Suárez-Morales et al. 1999), podrían encontrarse tam- bién en México y Centroamérica. Finalmente, por la difi- cultad que representa su identificación taxonómica se desconocen las repercusiones ecológicas que pudiera te- ner la presencia de estos copépodos en México. 6.4.5 Plancton marino El número de especies no nativas de plancton e inverte- brados, junto con el aumento de invasiones que afectan severamente los ecosistemas marinos y estuarinos, se ha incrementado significativamente debido a las descargas de agua de lastre de los buques cargueros y de los cruceros (Woodruff, en Okolodkov etal. 2003). Debido a su exten- so litoral, México cuenta con 90 puertos, de los cuales 64% reciben tráfico internacional en cantidades impor- tantes, con más de 6 000 arribos por año (ggpm y Coor- dinación General de Puertos y Marina Mercante 1999). Con base en el tamaño de los buques, se ha calculado que alrededor de 530 m3 de agua proveniente de Australia, Filipinas, Medio Oriente y Europa se descargan anualmen- te en costas mexicanas (Okolodkov et al. 2007). Impacto económico, biológico y social Los dinoflagelados son uno de los grupos que han des- pertado mayor interés en estudios de agua de lastre, de- 302 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio bido a que varias especies formadoras de florecimientos tóxicos son capaces de enquistarse y, en ese estado de la- tencia, sobrevivir por periodos prolongados en condicio- nes desfavorables (Hallegraeff y Bolch 1992). Entre estas, las de origen exótico originan un mayor costo económico y de salud humana (Hallegraeff 1998). A pesar de la caren- cia de censos completos e históricos acerca de la flora de dinoflagelados marinos en los litorales mexicanos (cua- dro 6.5), los datos biogeográficos sugieren la introduc- ción, por medio del agua de lastre, de dos especies regis- tradas en las costas de Mazatlán: Gonyaulax ( Amylax ) triacantha y Dinophisis norvegica, no obstante que tales especies están circunscritas a áreas geográficas templa- das y frías limitadas por la isoterma de 15 °C (Okolodkov et al. 2007). Desde 1980 se han reportado mareas rojas de Amylax triacantha en Mazatlán, sin embargo la especie no es tóxica. Por el contrario, Dinophisis norvegica, re- gistrada en el Golfo de California (Garate, en Hernández- Becerril et al. 2003), es una de las principales especies causantes de envenenamiento diarreico por consumo de moluscos en el Mar del Norte (Larsen y Moestrup 1992). Además de su toxicidad, las especies productoras de ma- reas rojas afectan severamente los ecosistemas por cau- sas físico-químicas (p. ej., agotamiento del oxígeno en la columna de agua debido a la elevada respiración prime- ramente de las propias algas y de las bacterias que degra- dan a las algas cuando el florecimiento decae) o bien me- cánicas (p. ej., taponamiento de branquias de peces que mueren por asfixia). Otro dinoflagelado nocivo que tam- bién forma florecimientos en el Pacífico mexicano y que ha causado severas mortandades de peces es Cochlodi- nium catenatum, distribuido desde el Golfo de California, en Mazatlán, hasta las costas de Acapulco, y su presencia es común en la Bahía de Manzanillo y en Bahía de Bande- ras. Esta especie se registró por vez primera en México en 2000 y, debido a que es muy conspicua, desde entonces se ha registrado continuamente su presencia en forma de florecimientos, en una zona que había sido monitoreada durante 22 años continuos (Cortés-Altamirano et al. 2004), por lo que se puede afirmar que es de reciente in- troducción en México (Cortés-Lara et al. 2004) y se sos- pecha que llegó en el agua de lastre descargada en el puer- to de Manzanillo, Colima. 6.4.6 Moluscos continentales Se han registrado 26 especies de moluscos continentales en México (14 familias de las clases Gastropoda y Bivalvia). Posibles vías de introducción a México e impactos Los moluscos han sido trasladados fuera de su área de distribución natural por las actividades humanas, ya que viajan junto con las plantas, el suelo u otros animales, en estadio de huevecillos o como juveniles; salen de una re- gión (en el mismo país algunas veces) o llegan por intro- ducción intencional, causando problemas en la región que invaden. Moluscos dulceacuícolas como Pomacea flagellata (de México) y otras especies de este género devastan arroza- les y otros cultivos, y desplazan especies nativas en más de 23 países. Tarebia granifera y Melanoides tuberculata provienen de Eurasia y África. M. tuberculata ha despla- zado especies nativas en Nuevo León y probablemente en todo el país (Contreras-Arquieta y Contreras-Balderas 1999). Debido a su alto potencial reproductivo (parteno- génicas), sus poblaciones modifican las condiciones del hábitat. Ambas especies portan tremátodos como Clo- norchis sinensis (duela del hígado) y Paragonimus wester- mani (duela del pulmón) que parasitan al ser humano. Philophtalmus sp. parasita aves y mamíferos (causa ce- guera al destruir la membrana nictitante), y Centrocestus formosanus satura las branquias de peces, asfixiándolos (Mendoza 2004). Entre los moluscos terrestres, las babosas Sarasinula plebeia (que provienen de Nueva Zelandia) y S. dubia (de Saint Miomas) son plagas de cultivos agrícolas y han pro- vocado daños en Catemaco, Veracruz, en donde fue ne- cesario cambiar el cultivo de frijol por especies made- rables (Andrews y Dundee 1987). Ceciliodes consobrinus veracruzensis devastó los cafetales en los municipios de Zongolica y Misantla, Veracruz, atacando las raicillas de las plántulas de café en los semilleros (Aranda Delgado 1987). Rumina decollata (del Mediterráneo) es plaga de cultivos de chayóte, cebolla y pepino en Santiago, Nuevo León (Correa Sandoval 1993). Existen plagas de babosas ( Limax flavas , L. maximusy L. marginatus, de Europa) en cultivos y jardines, las cuales posiblemente desplazan mo- luscos nativos, como ocurre en el Desierto de los Leones, Distrito Federal. Helix aspersa (del Mediterráneo; caracol común de jardín) es capaz de devastar huertos, jardines o cultivos agrícolas como el de la col (Apablaza 1984). El bivalvo Corbicula fluminea obstruye tuberías en sis- temas de enfriamiento (Apablaza 1984), lo que impide el flujo de agua en canales de irrigación y abastecimiento, además de que destruye el concreto y desplaza a las alme- jas nativas de la familia Unionidae (Britton y Fuller 1979). Otros moluscos han invadido el continente y representan 6 • Especies exóticas invasoras: impactos sobre las poblaciones de flora y fauna, los procesos ecológicos y la economía 303 actualmente una de las mayores amenazas para la biodi- versidad, en especial para las varias especies de moluscos dulceacuícolas que se encuentran en peligro de extinción en Norteamérica (p. ej., los unionidos). La invasión de los mejillones cebra ( Dreissena polymorpha) y quagga (. Dreissena bugensis) en Canadá y Estados Unidos, así como del mejillón dorado ( Limnopernafortunei ) en Bra- sil y otros países de Sudamérica, ha ocasionado, además de problemas en el ambiente, pérdidas multimillonarias al afectar botes, instalaciones de riego y de generación hi- droeléctrica. Hay un grave riesgo de que invadan México debido a su expansión acelerada. 6.4.7 Crustáceos exóticos En México, como en otros países, se ha documentado la presencia de diferentes especies exóticas y traslocadas de crustáceos, y aunque en el país no son numerosos los re- gistros de otras especies, su impacto actual y potencial pone en riesgo la diversidad de crustáceos nativos. Especies invasoras actuales y potenciales En México se han descrito 16 especies de langostinos Ma- crobrachium (Mejía et al. 2003) y 54 especies de acociles nativos: la mayor parte corresponde al género Procamba- rus (42) (Gutiérrez-Yurrita 2004). A pesar de esta diver- sidad de crustáceos dulceacuícolas, el acocil rojo de Es- tados Unidos, Procambarus clarkii, y la langosta de uña roja australiana, Cherax quadricarinatus, fueron introdu- cidos en el país con el fin de activar un desarrollo acuícola con miras a la producción comercial (Gutiérrez-Yurrita 2004). El acocil rojo ha sido introducido y traslocado múl- tiples veces en distintas regiones del país, lo cual, aunado a su gran capacidad de migración y tolerancia ecológica, le ha permitido tener una amplia dispersión en distintos ambientes acuáticos con consecuencias desastrosas para algunas especies nativas (Campos y Rodríguez- Almaraz 1992), como la reducción de 90% de las poblaciones del acocil endémico Procambarus regiomontanus (Rodríguez- Almaraz y Campos 1994). La langosta australiana Che- rax quadricarinatus, introducida originalmente con fi- nes experimentales, y promovida después por gobiernos estatales (p. ej., Tamaulipas), actualmente se encuentra en al menos cinco estados del país (Sagarpa 2004). Esto re- presenta un enorme riesgo ya que se trata de una especie muy competitiva, con una gran habilidad para escapar y que ha desplazado a numerosas poblaciones de crustáceos en todo el mundo, lo que ha implicado que recientemen- te se prohibiera su cultivo, comercialización y posesión (Romero y Jiménez 2002) en Estados Unidos (Mendoza et al. 2009). Adicionalmente, se ha encontrado que es portadora de numerosas enfermedades bacterianas y vi- rales (Romero y Jiménez 2002). Otra especie exótica en México es el langostino asiático Macrobrachium rosen- bergii (Sagarpa 2004), aunque de esta especie no existen datos sobre su presencia en ambientes silvestres de Méxi- co. Por otra parte, el camarón blanco Litopenaeus vanna- mei, de amplia distribución en las aguas del Pacífico oc- cidental mexicano (Hendrickx 1996), ha sido introducido repetidamente en granjas ubicadas en la vertiente del Golfo de México debido a su importancia acuícola. Has- ta el momento no se ha registrado su presencia en el me- dio silvestre. Sin embargo, Bowles et al. (2000) mencio- nan la presencia de este camarón en las costas de Texas. La trasfaunación de camarones peneidos implica la trans- misión de enfermedades virales importantes (p. ej., wssv). Hasta el momento, la proyección y el auge económico atribuidos a los crustáceos exóticos no han logrado cu- brir las expectativas. Es importante mencionar la duali- dad observada en las instancias gubernamentales que, por un lado, tratan de regular la translocación o introduc- ción de acociles invasivos en nuevas regiones geográfi- cas, y por otro promueven su producción comercial (Gu- tiérrez-Yurrita 2004). 6.4.8 Peces de agua dulce México tiene una fauna de peces de agua dulce consis- tente en aproximadamente 545 especies nativas (de 40 a 50 no han sido descritas) distribuidas en 155 géneros y 48 familias (Miller et al. 2005). Aquí se incluyen los peces primarios, secundarios, migratorios y aquellos periféricos, que son habitantes o visitantes frecuentes de las aguas dulces, más allá de la influencia mareal. Especies en riesgo La NOM-059-SEMARNAT-2001 (Semarnat 2001) enlis- ta un total de 169 especies de peces de agua dulce, de las cuales ocho se consideran extintas (dos de ellas solo extir- padas en México), 68 en peligro de extinción, 74 amenaza- das y 19 bajo protección especial. Las causas principales son las alteraciones de hábitat (86 casos), el abatimiento de los niveles de agua (83), la presencia de especies exóti- cas/invasoras (76), causas esencialmente antropogénicas, junto con circunstancias naturales que implican fragili- dad, como poblaciones reducidas y hábitats/localidades 304 Capital natural de A /léxico • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio pequeños (Contreras-Balderas 1999). Otros casos no fue- ron relacionados con impactos particulares y debe con- siderarse que varias especies son afectadas por causas múltiples. Especies exóticas e invasoras en México El número de especies exóticas de peces registradas en México, hasta 2004, era de 118. Los grupos representa- dos y su número son los siguientes (Contreras-Balderas 2008): clupéidos 2, arapaimidos 1, salmónidos 2, cipríni- dos 20, catostómidos 2, cobítidos 1, carácidos 2, ictalúri- dos 5, loricáridos 1, fundúlidos 1, poecílidos 14, atheri- nópsidos 9, morónidos 2, centrárquidos 13 y cíclidos 15. De estos casos, por lo menos 67 (58.78%) han alcanzado la categoría de invasores (Contreras-Balderas 1999). De las 115 especies introducidas, 66 (57.39%) son extracon- tinentales o estrictamente extranjeras; 49 de ellas, ade- más, han sido transfaunadas. Un total de 22 especies son compartidas con Estados Unidos y dos con Guatemala, mientras que 25 son estrictamente nacionales, pero han sido movidas más allá de sus áreas nativas. Biogeográficamente, por regiones de procedencia 56 son neárticas, 34 neotropicales, nueve paleárticas, siete etiópicas y dos orientales, en tanto que 10 no tienen un origen definido (Contreras-Balderas 1999, 2008). Por otra parte, se conocen otras 765 especies pertene- cientes a 226 géneros y 91 familias de peces típicamente marinos, que son visitantes ocasionales procedentes de la zona costera (Castro-Aguirre et al. 1997). Estas especies a menudo se manifiestan como invasoras, debido a que logran colonizar río arriba, como en el caso del Río Bra- vo, en donde la penetración ha alcanzado hasta 1 280 km (una especie; S. Contreras-Balderas com. pers.). En los últimos años se ha dado una amplia sustitución de comu- nidades de 35 a 40 especies de peces de agua dulce por más de 100 especies eurihalinas en los 200 km inferiores del cauce internacional, y 170 km fuera de la zona de in- fluencia de mareas (Contreras-Balderas et al. 2002a, b). Vías de introducción Las principales vías reconocidas para 101 especies fueron: acuacultura 38, pesca deportiva nueve, forraje 15, orna- mentales 11 y carnada viva cinco; 23 especies fueron in- troducidas accidentalmente, seis para control de plagas, tres con fines de conservación y 11 por causas descono- cidas (Contreras-Arquieta y Contreras-Balderas 1999). En numerosos casos, las introducciones se hicieron por vías múltiples. Del total de 101 especies, 61 han resultado invasoras, es decir que se encuentran en expansión. Estas vías también han sido reconocidas en todo el mundo por Welcomme (1988). Especies ícticas de cultivo actual y potencial Uno de los reportes más recientes sobre el tema (Arre- dondo-Figueroa y Lozano-Gracia 2003) mostró que ac- tualmente son 134 las especies acuáticas que se cultivan en México: 44 son peces, 29 de ellos de agua dulce, y los demás salobres o marinos. La lista de dulceacuícolas con- tiene 13 especies exóticas y 16 nativas transfaunadas. Cabe señalar que, de las 16 nativas, la mayoría han sido sembradas más allá de sus fronteras naturales, lo que en sistemas abiertos las convierte en exóticas, y cuyos im- pactos ya han sido registrados (Contreras-Balderas et al. 1976; Welcomme 1988; Contreras-Arquieta y Contreras- Balderas 1999; Contreras-Balderas 2008). Impacto biológico, ecológico, económico y social Biológicamente, las especies exóticas de peces están in- volucradas en daños que pueden alcanzar incluso la ex- tirpación de especies nativas en más de 100 localidades dispersas en el país, lo que las hace un componente im- portante de los riesgos que amenazan con la extinción a nuestras especies. Ecológicamente, algunas de las espe- cies introducidas pueden provocar cambios ambientales, como la carpa común que remueve el lodo, el cual se de- posita sobre el sustrato particulado y lo cubre. Los “peces diablo” (plecos) al anidar cavan madrigueras en las ribe- ras, debilitándolas y ello aumenta la erosión, y también pueden minar las pequeñas presas y bordos. En los ám- bitos social y económico, varias de estas especies (carpas, tilapias, lobinas, plecos, etc.) han afectado pesquerías importantes, lo que afecta económicamente a poblacio- nes ribereñas, provocando daños a sus equipos de pesca y generando desempleo (véase recuadro 6.3). 6.4.9 Anfibios y reptiles exóticos Aunque en varios países se han registrado numerosos y diversos daños por la presencia de anfibios y reptiles exó- ticos, como competencia, hibridación y transferencia de parásitos, en México no se conocen análisis del panora- ma nacional. 6 • Especies exóticas invasoras: impactos sobre las poblaciones de flora y fauna, los procesos ecológicos y la economía 305 Vías de introducción e impactos Las vías de introducción no son bien conocidas, excepto los escapes de mascotas comerciales, como algunas es- pecies de geckos {Gecko gecko, Eublepharis macularis) y algunas del género Hemidactylus, las cuales, a pesar de es- tar establecidas en el país, han expandido sus áreas de distribución por este mismo mecanismo. Especies como H. mabouia o H. frenatus-, algunas de la familia Vara- nidae, como Varanus exanthematicus y V niloticus; algu- nas serpientes como boas o pitones ( Antaresia childreni, Python morulus y Python reticulatus), y tortugas de los géneros Geochelone y Testudo, como T. elegans, T. graeca y T. sulcata han resultado invasoras. Desafortunadamen- te, no está documentada la cantidad de ejemplares y es- pecies que penetran al país, y es poco común que se re- porte a los que se pierden o escapan. El único reporte de impacto documentado en el país es el de la rana toro {Rana catesbeiana) (Casas et al. 2001). La falta de consumidores domésticos, la fuga de ejempla- res y su expansión libre en el medio natural han propicia- do que la presencia de estas ranas se convierta en una fuente de peligro serio para numerosas especies nativas de ranas, insectos, aves, peces y reptiles de los que se ali- mentan. Se ha señalado que la dispersión de la especie se debe a que en aquellos lugares donde habita originalmen- te y existen actividades de acuacultura, los renacuajos se mezclan con los alevines de peces cultivados y son alimen- tados involuntariamente junto con estos. En el traslado de alevines suelen ir también larvas de ranas toro, que colo- nizan nuevos ríos o estanques. Aun cuando en México la distribución registrada de la rana toro es amplia, se des- conocen, en gran medida, los efectos que está ocasionan- do al ambiente. No obstante, se presume que ha elimina- do otras especies de ranas. Igualmente, se sabe que ejerce un papel de depredador de otras especies de vertebrados, como serpientes del género Thamnophis (Casas y Aguilar 1997a, 1997b; Casas et al. 2001). Otras especies en apariencia fueron introducidas de manera accidental por vía marítima y han colonizado áreas urbanas, tal es el caso de Hemidactylus frenatus y H. mabouia (para registros estatales véase Schmidt et al. 1996). Esta lagartija compite con H. turcicus, otra especie invasora que ya se ha establecido en México, la cual es depredadora de huevos y crías y ha tenido gran capaci- dad de dispersión dentro de zonas tropicales y subtropi- cales. Entre las serpientes, Ramphotyphlops braminus tiene una gran distribución exótica, pero ha sido invisible para mucha gente y se desconoce su secuela en la biota del país; su registro para México fue reportado por Guz- mán y Muñiz-Martínez (1999). Por otra parte, el proceso de expansión se ha venido frenando ya que el precio de las mascotas en México, lega- les o ilegales, duplica el que se alcanza en Estados Unidos. Los anfibios y reptiles exóticos registrados en México son 17, pero se cuenta con poca información acerca de su expansión o de los daños causados por ellos. 6.4.10 Macroalgas exóticas Vías de introducción Las características de muchas macroalgas favorecen la invasión de nuevos ambientes. Estas incluyen: 1 ] su ha- bilidad para crecer sobre las superficies internas y ex- ternas de embarcaciones y sobre conchas de moluscos; 2] su capacidad para sobrevivir en condiciones adversas, ya sea como individuos completos o en pequeños esta- dios crípticos; 3] su facilidad para dispersarse mediante el desprendimiento de pequeños fragmentos o la pro- ducción de grandes cantidades de esporas, y 4] su rápi- do crecimiento en aguas costeras ricas en nutrientes. Los principales vectores para la introducción de algas son: 1 ] el transporte marítimo, ya sea adhiriéndose a la superficie de las embarcaciones o en el agua de lastre; 2] la acuacultura, como especie principal o como flora de acompañamiento; 3] las actividades pesqueras, como bioincrustaciones en redes o el uso de carnada; 4] el co- mercio en acuarios; 5] investigaciones científicas que realizan trasplantes intencionados o presentan escapes accidentales; 6] la apertura de canales o bahías (Ribera y Boudouresque 1995). Especies invasoras presentes en México Sargassum muticum, especie originaria de Asia, fue in- troducida en Norteamérica, en la Columbia Británica, antes de 1941 con la importación del ostión japonés Crassostrea gigas. Después de que comenzó su disper- sión hacia el sur (Scagel 1956), se reportó en México a principios de los setenta. S. muticum se ha vuelto una especie común y abundante a lo largo de la costa occi- dental de la península de Baja California, con plantas que llegan a medir más de siete metros. Actualmente, su distribución llega hasta el sur de Bahía Magdalena (Espi- noza 1990). Aun cuando estudios de otras partes del mundo han demostrado la capacidad de esta especie para inhibir el crecimiento de otras especies locales y afectar 306 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 6.3 Estudio de caso: la invasión de los peces diablo Roberto Mendoza Alfaro • Salvador Contreras-Balderas1- Los peces de la familia Loricariidae, conocidos genéricamente como plecos, constituyen una de las amenazas más serias a los ecosistemas acuáticos del mundo. Las poblaciones de plecos o "peces diablo”, originarios de Centro y Sudamérica, se han venido estableciendo fuera de su rango nativo de manera vertiginosa en los últimos años. Existen registros de poblaciones de estos peces establecidas desde los años ochenta en Hawai; a partir de los noventa en Puerto Rico, Florida y Texas (Río San Antonio); a finales de los noventa y principios del año 2000 en Taiwán, Filipinas y Japón, y en los últimos tres años se han encontrado con abundancia en las aguas continentales del Pacífico y el Atlántico mexicanos. Las tendencias actuales en el mundo de las especies invasoras de peces indican que estas pueden permanecer localizadas (como el caso de los snakeheads), volverse abundantes en ¡nterfiuvios aislados (el caso de las tilapias introducidas) o sufrir una dramática expansión geográfica (como las carpas orientales introducidas). En el caso de los plecos, se presenta esta última tendencia, que se ha caracterizado por una muy rápida expansión geográfica y una significativa proliferación de sus poblaciones. En México, el primer ejemplar se detectó en el Río Mezcala, en la cuenca del Río Balsas, en 1995 (Guzmán y Barragán 1997). En el año 2001 se recolectaron tres ejemplares pertenecientes a dos especies en Tecpatán, Chiapas, cuenca del Río Grijalva. Para 2003 se reportó de manera simultánea la plaga de plecos en varias localidades cercanas a Tabasco, principalmente el Río Usumacinta y sus vertientes, así como en la presa Infiernillo y en el Río Balsas (Escalera com. pers.). Durante los últimos tres años, la invasión de los plecos en estas cuencas y en la mayor parte del país ha sido alarmante (Artigas Azas com. pers.; Wakida- Kusunoki et al. 2007); se ha encontrado una gran cantidad de juveniles en ambos casos (G. Lara com. pers.), lo que demuestra el establecimiento de sus poblaciones. Un ejemplo de los estragos causados por estos peces es la devastación de la otrora pesquería de agua dulce más importante de México, la de tilapia en la presa de Infiernillo, de la cual se llegaron a registrar producciones de cerca de 20 000 toneladas al año. En la actualidad 70 u 80 por ciento de la captura de tilapia ha sido sustituida por plecos de no menos de tres especies y algunos probables híbridos, lo que ha significado pérdidas por un monto aproximado de 36 millones de pesos/año, y un costo social importante al dejar desempleados a 3 600 pescadores, que con sus familias incluyen otras 46 000 personas (Escalera com. pers.). Su potencial invasivo está basado en diversas características biológicas — como una reproducción precoz y una alta tasa de reproducción — , de comportamiento de anidación — que en conjunto con sus hábitos nocturnos los hacen imperceptibles — y cuidado parental, que resulta en una alta supervivencia larval. El desarrollo de escamas con fuertes espinas y placas óseas explica en gran medida la ausencia de depredadores. Son territoriales y pueden ser agresivos. Su crecimiento es rápido y la mayor parte de las especies pueden alcanzar 50 cm, y ocasionalmente hasta 70 cm. Ecológicamente son muy adaptables, ya que algunos son tolerantes a la salinidad o son capaces de respirar aire atmosférico, por lo que pueden resistir la desecación durante varios días, y están adaptados para nadar en corrientes muy rápidas, de más de un metro por segundo. Pueden desplazar a las especies endémicas al ingerir sus huevos o competir por algas y detritus. Por otra parte, sus hábitos alimentarios resultan en la resuspensión del sedimento y en cambios en el tamaño del sustrato. Al desplazarse en grandes cardúmenes dañan o arrancan la vegetación nativa, la cual es utilizada a menudo como fuente de alimento, sitio de anidación o de refugio de especies endémicas. Al anidar en grandes colonias, desplazan enormes cantidades de sedimento ya que cavan galerías de hasta 1.5 m de profundidad, con lo cual perturban la estabilidad de las riberas al aumentar su erosión e incrementan sustancialmente la turbidez, lo que afecta de manera importante la calidad del agua. Los individuos grandes, debido a su inmovilidad, resultan atractivos para algunas aves, pero debido a su reacción defensiva con las espinas dorsales terminan matándolas. Así, se les ha responsabilizado de la muerte masiva de pelícanos e igualmente se han registrado ataques contra manatíes. La invasión de estos peces requiere acciones inmediatas; sin embargo, el problema que representan es muy complejo. Primeramente, porque existen varias especies (dos o más del género Hypostomus; cuatro o más del género Pterygop/ichthys ) y su identificación taxonómica es particularmente confusa (Mendoza et al. 2007). Por otra parte, son múltiples las vías de introducción (escape de importadores comerciales, liberación por acuaristas, dispersión natural de las poblaciones, liberación por recolectores y pescadores), aunque la vía del acuarismo se considera la más importante, ya que los loricáridos representan 5% de los 10 millones de peces que son importados cada año (Ramírez y Mendoza 2005). Finalmente, no se conocen los factores ambientales limitantes para su 6 • Especies exóticas invasoras: impactos sobre las poblaciones de flora y fauna, los procesos ecológicos y la economía 307 supervivencia (aunque se han sugerido las temperaturas invernales y el tipo de sustrato). Al no tener valor económico en su etapa adulta (tamaños mayores a 10 cm) y no ser aceptados como opción alimentaria por los pescadores, se han emprendido esfuerzos para tratar de desarrollar un subproducto con valor agregado, como la harina de pescado. El análisis de riesgo asociado con la introducción, establecimiento y manejo de estos peces es una medida imprescindible para restringir de manera efectiva su expansión y controlar sus poblaciones; sin embargo, aún no se cuenta con instrumentos adecuados para estimar el riesgo que representa este grupo de peces. la estructura comunitaria del intermareal rocoso, en México se desconoce su posible impacto. Undaria pin- natifida, también proveniente de Asia, donde se cultiva en forma extensiva, fue reportada como especie introdu- cida en 2003 (Aguilar-Rosas etal. 2003). A partir de 1971 se reportó en el Mediterráneo con la importación del os- tión japonés. Subsecuentemente, debido a su potencial económico fue introducida de manera deliberada para promover su cultivo. También ha sido reportada como introducida de manera no intencional en cascos de em- barcaciones. Undaria apareció en California en el año 2000 y en Baja California en 2002 (Aguilar-Rosas et al. 2003; Zertuche González et al. 2006). Codium fragüe subsp. tomentosoides es una de las especies más invasivas del mundo, con una amplia distribución interoceánica (Ribera y Boudouresque 1995). En algunos lugares es con- siderada una plaga por su capacidad de adherirse a otros organismos comerciales. En 1977 se encontró en la Bahía de San Francisco y actualmente es común en varios sitios en California. En México, un reporte previo fue confir- mado hace poco como erróneo (Pedroche et al. 2005). Aunque existen informes recientes de especies anterior- mente no reportadas para México, estas no son de carác- ter invasivo y se requiere confirmar su presencia debido a su difícil taxonomía. No hay estudio alguno en nuestro país sobre los posi- bles impactos negativos que especies invasivas de ma- croalgas pudiesen provocar en México desde el punto de vista biológico, ecológico, económico o social; de hecho, es probable que nunca puedan determinarse debido a la falta de estudios anteriores a la invasión de la especie. Sin embargo, ante las experiencias observadas en otros paí- ses, con casos como el de Caulerpa y Undaria, se consi- dera que pudiesen ser considerables (cuadro 6.5). 6.4.11 Malezas acuáticas exóticas La mayoría de las plantas acuáticas que se comportan como malezas no son originarias de los países donde cau- san problemas. Tal es el caso del lirio acuático Eichhornia crassipes o de diversas especies de Salvinia (cuadro 6.5). La alta tasa reproductiva y adaptativa de estas plantas, así como la gran concentración de nutrientes en los cuerpos de agua provenientes de la actividad agrícola, urbana e industrial, y la ausencia de enemigos naturales que pue- dan ejercen un control han tenido como consecuencia un crecimiento explosivo de estas plantas, que llegan a cubrir por completo numerosos cuerpos de agua del país. Vías de introducción Varias especies de Salvinia, Hydrilla, Egeriay Elodea han sido introducidas en México por el comercio de plantas de ornato para acuarios o bien han venido como flora acompañante de peces, también exóticos, importados a nuestro país. El lirio acuático fue introducido como plan- ta de ornato. Impacto económico y ecológico Entre los problemas económicos causados por plantas acuáticas se pueden citar las pérdidas de agua por evapo- transpiración, el azolvamiento prematuro de embalses, la limitación de la actividad pesquera y recreativa, la obs- trucción de canales de riego y de tomas en plantas hidro- eléctricas, así como de la operación de obras hidráulicas (Gopal 1987). Entre los problemas ecológicos, la acumu- lación de grandes cantidades de plantas acuáticas provo- ca el estancamiento del agua, disminuyendo el oxígeno disuelto y por consiguiente ocasiona la muerte de espe- cies acuáticas (Barret y Forno 1982). Entre los problemas de salud, la proliferación de malezas acuáticas constitu- ye el hábitat para el desarrollo de organismos vectores de enfermedades como la malaria, el dengue, la filariasis, etc. (Hernández y Pérez 1995). Recientemente se ha do- cumentado la presencia de cianobacterias tóxicas en manchas de Hydrilla verticillata, las cuales han causado daños significativos en el sur de Estados Unidos, como la 308 Capital natural de A /léxico • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio afectación de patos silvestres y una importante mortan- dad de águila calva (R. Mendoza com. pers.) Prevención Los estragos causados por las especies exóticas invasoras en el medio acuático han dejado claro que, una vez esta- blecidas, su erradicación es en muchos casos práctica- mente imposible (p. ej., mejillón cebra, peces diablo). De ahí la importancia y conveniencia de las medidas de prevención. Con la finalidad de evitar la entrada de especies in- deseables en distintas ecorregiones de Norteamérica, la Conabio, la Semarnat y otras instituciones de Canadá y Estados Unidos, por medio de la Comisión de Coo- peración Ambiental de América del Norte (cca), han colaborado desde hace varios años para establecer linca- mientos para un análisis de riesgo como mecanismo pre- cautorio, aun considerando que los efectos provocados por estas especies pueden ser imprevisibles. Igualmente, se ha aprovechado la cooperación internacional (p. ej., con el Fish and Wildlife Service) para capacitar a los sec- tores gubernamental y académico en los procedimientos de haccp, los que a su vez habrían de capacitar a los sectores productivos. Diferentes universidades públicas y centros de investigación (p. ej., uanl, uabc, Ecosur) han iniciado campañas de difusión sobre especies inva- soras acuáticas. Hoy día, en los posgrados de la unam y la uanl se imparten materias sobre especies invasoras para preparar a las nuevas generaciones de científicos. Algunos miembros de estas universidades han impartido conferencias en diferentes preparatorias con este mismo propósito y han comenzado a preparar material para in- volucrar a los niños, como se hace ya en otros países. El tema y su importancia se han dado a conocer por medio de reportes, artículos científicos y de difusión, radio y prensa nacional e internacional. Se han organizado talle- res para exhortar a los acuicultores y acuaristas a adoptar diversas medidas preventivas. Control Varios organismos (llamados crípticos) pasan inadverti- dos debido a sus hábitos nocturnos, su comportamiento bentónico o porque durante su fase reproductiva cavan galerías para formar sus nidos y permanecen en estos, con lo que se logran dispersar y establecer de manera poco conspicua. Esta situación se agrava debido a la baja frecuencia de monitoreo en el ambiente acuático, lo que provoca que la mayoría de las veces solo se apliquen me- didas de control o contención para mitigar sus efectos negativos, ya que una vez establecidas las especies no se pueden erradicar. En México son pocas las medidas de control utilizadas hasta el momento. Se reducen a la uti- lización de organismos para control biológico (insectos para controlar malezas acuáticas) y la pesca de ejempla- res adultos de moluscos y crustáceos para alimentación (p. ej., tegogolos y langosta de uña roja) y de peces inva- sores (p. ej., pez joya y plecos) para su uso potencial como fertilizantes o en dietas para acuacultura. Sin embargo, aún no se adoptan medidas modernas más complejas e integradas, como algunas ya aplicadas en el ámbito in- ternacional. Tal es el caso de la utilización de barreras eléctricas o de cortinas de burbujas en los ríos para evitar la dispersión de especies invasoras de peces y moluscos. En cuanto al agua de lastre de grandes barcos, puede re- currirse a combinaciones de cavitación, temperatura y filtración. Erradicación En el medio acuático, la mayor parte de las acciones de erradicación han resultado infructuosas. Lo más común es el uso de rotenona (inhibidor de amplio espectro de la cadena respiratoria) y otros químicos nocivos como cloro (p. ej., en el caso de Caulerpa, en la Laguna de Agua Hedionda, en San Diego). 6.5 Marco legal y políticas públicas en MÉXICO Diversos sectores, entre los que destaca el académico, han señalado la necesidad de implementar medidas de prevención y control de especies exóticas. Sin embargo, aún no existe una política nacional transversal para aten- der las cuestiones relacionadas con especies introducidas en hábitats naturales. El marco general actual es más bien restrictivo. El Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), órgano desconcen- trado de la Sagarpa, es la entidad encargada de detectar, controlar y en algunos casos erradicar especies invasoras (véase el recuadro 6.1). Sin embargo, tiene un enfoque de tipo agrícola, concentrándose en plagas y enfermedades que afectan productos agrícolas, pecuarios y forestales. Ello, aun cuando algunas de estas especies pueden exten- derse a otras áreas o afectar a las especies silvestres nati- vas y los servicios ecológicos. El esquema se agrava ante 6 • Especies exóticas invasoras: impactos sobre las poblaciones de flora y fauna, los procesos ecológicos y la economía 309 el proceso de globalización. Los tratados o leyes inter- nacionales que impulsan el comercio causan que las re- gulaciones sobre especies exóticas se consideren como barreras al comercio. La Conabio creó un Sistema de Información sobre Especies Invasoras en México. Este sistema se encuentra en el programa Biótica, con infor- mación taxonómica, curatorial y ecológica procedente de los inventarios biológicos, de la cartografía del Siste- ma Nacional de Información sobre Biodiversidad (snib) y de la literatura sobre el origen, las rutas de introducción y los impactos. Es importante reconocer que el número de especies exóticas siempre estará subestimado, ya que las registradas generalmente están asociadas con me- gainvasiones o son evidentes por los daños ecológicos o económicos que provocan (Conabio 2007a, b). Por su parte, la Comisión de Cooperación Ambiental de Amé- rica del Norte, en su Plan Estratégico de Cooperación para la Conservación de la Biodiversidad de América del Norte (cca 2003), destaca la necesidad de prevenir la introducción de especies invasoras debida al comercio internacional. En una primera instancia, los esfuerzos de la Comisión se enfocan en especies acuáticas y su rela- ción con el comercio ínter e intracontinental desde la perspectiva del tlc. En cuanto a los aspectos productivos, es fundamental que se atienda en forma integral la promoción de cultivos con especies nativas. Es necesario que se cubran todas las fases para la implementación comercial de biotecnolo- gías (investigación y desarrollo, cultivos piloto y aplica- ciones plenamente comerciales). Lo mismo se aplica para el relanzamiento y modernización de tecnologías ya exis- tentes para especies nativas, limitadas por ahora a técni- cas tradicionales. 6.6 Actividades estratégicas Se requiere la participación de diferentes instancias gu- bernamentales y académicas para llevar a cabo acciones estratégicas encaminadas a evitar la entrada de nuevas especies invasoras, prevenir y contener la expansión de aquellas ya presentes en el territorio nacional y erradicar las que afectan la biota y los ecosistemas del país. Es fun- damental que las acciones se lleven a cabo en función de prioridades determinadas por el grado de amenaza a nues- tra biodiversidad y por la viabilidad tanto técnica como financiera (Conabio et al 2006) (cuadro 6.8). 6.7 Perspectivas Históricamente, las investigaciones en el área de la eco- logía se han enfocado a resolver preguntas de carácter teórico o de ciencia básica, más que a cuestiones vincu- ladas con la conservación. Desde su nacimiento hace dos décadas, la biología de la conservación ha ganado adep- tos que promueven y crean enlaces entre la ciencia fun- damental y la solución de los problemas ambientales. La desproporción entre artículos publicados y acciones rea- lizadas aún es abismal. El caso de las especies invasoras y los programas relacionados con la restauración ecológica no es la excepción. En lo referente al control de especies exóticas invasoras, apenas en las últimas décadas se ha aplicado la mayoría de los programas. Ya existe informa- ción técnica suficiente pero aún hay que desarrollar una estrategia integral de largo plazo que incluya a los secto- res gubernamental y académico, y que asegure la entrada de recursos. La formación urgente de recursos humanos de alto nivel en países con mucha más experiencia (p. ej., Australia, Nueva Zelandia y Sudáfrica) es una necesidad imperiosa. Es claro que la solución no recae en la prohi- bición del uso y la erradicación de especies exóticas; de ahí la necesidad de aplicar programas preventivos en los que se haga previamente un análisis de riesgo y de que se empleen herramientas como el haccp para evitar esca- pes accidentales. Es necesario privilegiar el desarrollo y la aplicación de opciones de manejo y biotecnologías alter- nativas que consideren el uso de especies nativas. Al mis- mo tiempo, además de los esfuerzos puntuales de restau- ración aplicada se requiere mej orar el marco de protección legal de las zonas de mayor biodiversidad para que los avances perduren. Es justo reconocer que esta situación en México ha mejorado recientemente, pero estamos ape- nas al inicio de un largo y arduo camino. Más allá de la creación de áreas naturales protegidas, el caso de las islas requiere sin duda el desarrollo de una norma oficial mexi- cana o un instrumento similar para la conservación y el uso sustentable del territorio insular mexicano. Las islas de México son ecosistemas que constituyen un patrimo- nio único y muy valioso para todos los mexicanos. Es ne- cesario armonizar la perspectiva de gobernabilidad — fa- cultad de la Secretaría de Gobernación por conducto de su Subdirección de Administración del Territorio Insu- lar— y la de conservación ambiental en el entorno de la Semarnat, más los usos productivos con sentido susten- table en el ámbito de otras dependencias, como la Sagar- pa y la Comisión Nacional de Pesca. Entre otros asuntos, tal norma debiera incluir los usos aceptables (biológica, Cuadro 6.8 Actividades estratégicas para evitar la entrada de nuevas especies invasoras, prevenir y contener la expansión de aquellas ya presentes en el territorio nacional y erradicar las que han venido ¡mpactando a la biota y los ecosistemas del país vo o o V ü LU (J 03 u (T3 ;g < O Cü < Z O o c (D =3 312 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio ética, social y económicamente viables) de las islas y sus densidades o intensidades, los principios y normas sobre los asentamientos en ellas, los planes de contingencia para catástrofes naturales y los programas rutinarios de cua- rentena. Es indispensable también la estricta regulación del ecoturismo dados los impactos y problemas que pue- de causar a ecosistemas frágiles de México. El desarrollo de instrumentos regulatorios exige investigación inter- disciplinaria para conocer a profundidad los factores que afectan la gobernabilidad de las islas — legales, culturales, económicos, sociales, de nivel macro y micro, y ambien- tales— y aplicar medidas específicas. Institucionalizar este enfoque y los resultados que ya se han conseguido desde la sociedad civil, en colaboración con dependen- cias gubernamentales y comunidades locales, parece una necesidad y una consecuencia lógica. En el caso de las especies exóticas acuáticas se requeriría la adopción de la reglamentación internacional vigente sobre aguas de las- tre, la cual ha sido implementada en varios países. Es im- prescindible la adopción de medidas precautorias, como los análisis de riesgo, para la importación de especies que todavía no se encuentran en territorio nacional, así como para las transfaunaciones. En este mismo contexto, se requiere definir listas negras y blancas basadas en la me- dida de lo posible en las de países cercanos, para que así se proteja toda la región ecológica. Es importante la apli- cación de normas por cuenca y en especial para aquellos cuerpos de agua aledaños a las áreas naturales protegi- das. El país requiere un organismo dedicado exclusiva- mente al problema de las especies invasoras, con perso- nal y presupuesto ad hoc. 6.8 Necesidades de investigación Aunque hace más de una década se hablaba de la urgente necesidad de aplicar programas de erradicación de espe- cies exóticas (Temple 1990), la cantidad de artículos so- bre los efectos de las especies introducidas es mucho mayor que la de los relacionados con la evaluación de los beneficios que conllevan el control o erradicación de las mismas. Se debe considerar como prioritaria la investiga- ción que contribuya al perfeccionamiento de las técnicas de control y de erradicación de especies exóticas, y que facilite a su vez la aplicación de los proyectos (Byers et al. 2002). Como en el caso de muchos otros países, se re- quieren colaboraciones formales entre los investigadores de áreas afines a la conservación y los conservacionistas prácticos, a fin de que: 1 ] se cuantifique y se haga pública la eficacia de los programas de control y erradicación; 2] se evalúen las técnicas existentes; 3] se desarrollen nuevas y mejores técnicas, y 4] se aprovechen los programas de erradicación como experimentos ecológicos a escalas es- paciales cada vez mayores (Donlan y Comendant 2003; Donlan et al. 2003). Al mismo tiempo, y sin negar que la erradicación y el control de las especies invasoras repre- sentan una prioridad, es necesario fomentar la investiga- ción para conocer más de la ecología de las invasiones en los diversos ecosistemas de México y en ambientes frag- mentados. Es indispensable también la investigación in- terdisciplinaria para establecer relaciones entre las di- mensiones humanas y los usos y movimientos de orga- nismos invasores. Referencias Aguilar-Rosas, R., L.E. Aguilar-Rosas, G. Avila-Serrano y R. Marcos-Ramírez. 2004. First record of Undaria pinnati- fida (Harvey) Suringar (Laminariales, Phaeophyta) on the Pacific coast of México. Botánica Marina 47 : 255-258. Aguirre, A., A. Samaniego, C. García, L.M. Luna, M. Rodríguez et al. (eds.). 2005. El control y la erradicación de fauna introducida como instrumento de restauración ambiental: historia, retos y avances en México, ine, Semarnat-US Fish and Wildlife Service-Unidos para la Conservación, México. 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Jofre y Garfias, Jorge Ibarra Rendón, Michelle Chauvet, Dulce María Arias, Baltazar Baltazar • 7.3, María Amanda Gálvez Mariscal, Rosa Luz González • 7.4, Santiago Lorenzo Alonso • 7.5, Michelle Chauvet revisores: Ariel Álvarez Morales • Flavio Aragón Cuevas • Suketoshi Taba Contenido 7.1 Introducción: el proceso de domesticación y la biodiversidad / 320 7.2 La biotecnología y los organismos genéticamente modificados / 326 7.3 Nuevas aplicaciones en cultivos transgénicos y el valor de la conservación de variedades / 327 7.4 La bioseguridad / 335 7.4.1 El análisis de riesgo / 335 7.4.2 Relación entre los ogm y la biodiversidad / 337 7.4.3 Regulación y política / 338 7.4.4 La participación pública y la bioseguridad / 339 7.5 La bioseguridad en México / 339 7.6 Los grandes retos de la bioseguridad / 347 7.6.1 Nuevas aplicaciones / 347 7.6.2 Instrumentación de la lbogm / 347 7.6.3 Fortalecimiento de capacidades / 348 Referencias / 350 Recuadros Recuadro 7.1. Potencial y riesgo de los cultivos genéticamente modificados / 328 Recuadro 7.2. ¿Pueden las pequeñas comunidades rurales beneficiarse de la biotecnología? / 330 Recuadro 7.3. Cultivos biofiarmacéuticos y su posible riesgo / 337 Recuadro 7.4. Reflexiones en torno a los riesgos en relación con los ogm / 334 Recuadro 7.5. Bioseguridad y sociedad / 336 Acevedo Gasman, F, et al. 2009. La bioseguridad en México y los organismos genéticamente modificados: cómo en- frentar un nuevo desafío, en Capital natural de México, vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio. Con abio, México, pp. 319-353. [ 319] 320 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Resumen México es uno de los 12 países megadiversos y centro de origen y diversidad genética de varias especies, entre ellas algunas con gran importancia para la humanidad, en particular para su alimentación, lo que implica una responsabilidad para la conservación de dichas especies y de sus parientes silvestres. Como parte de las estrategias de conservación de la biodiversidad, en el caso particular de la agrobiodiversidad, se debe reconocer que la domesticación de las especies es un proceso continuo y dinámico, por lo que inevitablemente está ligado a procesos de selección y mejoramiento tradicionales, asociados a las prácticas agrícolas y a los procesos evolutivos. Sin embargo, la agricultura se ha visto afectada por otro tipo de mejoras utilizando técnicas de biotecnología moderna, lo que ha resultado en el desarrollo de organismos genéticamente modificados (ogm) con combinaciones de genes, que en muchos casos están por encima de las barreras de la reproducción natural. Algunas transformaciones genéticas podrían significar que estos cultivos ya no sean aptos para consumo humano, ya que fueron expresamente diseñadas para usos diferentes que los alimentarios, por ejemplo, producción de fármacos, plásticos, aceites, entre otros. La biotecnología moderna no se ha utilizado solo para desarrollar ogm agrícolas, también se ha extendido a otros organismos y para diferentes actividades, algunos de ellos se han mantenido de manera confinada y en otros casos se han liberado en un ecosistema donde un organismo con una combinación de genes novedosa podrá interactuar con el resto de las especies que ahí se encuentren. En ese sentido es importante el concepto de bioseguridad relacionado con el uso de los ogm. En este capítulo se analiza lo que actualmente podría representar el desafío al que nos enfrentamos en el tema de bioseguridad, tanto en términos generales como en el caso particular de México por su condición de país megadiverso y centro de origen y diversidad genética. Asimismo se resalta que existen riesgos en todas las actividades en las que se utilizan ogm, y que independientemente de que se analice caso por caso, se deben considerar tres tipos de riesgo: al medio ambiente, a la salud humana y a las actividades socioeconómicas, con el objetivo de prevenir y minimizar cada uno de ellos. También se considera que en este análisis se deben incluir dos aspectos muy importantes: el manejo y la comunicación del riesgo. Cabe aclarar que la posición de nuestro país es que la investigación en biotecnología se debe hacer de manera segura y responsable, lo cual no significa que se detenga o impida el desarrollo de la misma, sino más bien que se incentive que a dicho desarrollo se incorpore la bioseguridad y que esta se asuma desde la concepción de los ogm. En este capítulo se pone de manifiesto que para enfrentar los retos que implica la investigación biotecnológica en todos sus aspectos, se deberá fomentar un mayor conocimiento en todos los niveles y de todos los actores que permita un mejor desarrollo e implementación de la regulación, así como la participación informada de la sociedad. 7.1 Introducción: el proceso DE DOMESTICACIÓN Y LA BIODIVERSIDAD En gran medida, la evolución de las sociedades humanas ha sido determinada por la relación de coadaptación con su entorno natural, relación que, entre otros aspectos, se basa en el desarrollo tecnológico alcanzado por los distin- tos grupos humanos. A lo largo de la historia se recono- cen diversas revoluciones tecnológicas que han sido de- cisivas para cambiar la relación del ser humano con su entorno. La agricultura es una de ellas, pues modificó ra- dicalmente el modo de vida de las sociedades y, por ende, de su cultura. La agricultura, cuyo origen se remonta a 10 000 años (Diamond 1997), surgió de manera independiente en varios lugares que ahora se reconocen como centros de origen de agrobiodiversidad o de domesticación (Vavilov 1926). Las primeras evidencias de actividad agrícola se presentan en el Lertile Crescent del Medio Oriente, en la región andina de Sudamérica, en algunas partes de Áfri- ca y en México, y de estos lugares se dispersó al resto del planeta. La domesticación de plantas y animales mediante la selección de características valiosas de los organismos, transformó de manera notable a las sociedades humanas. Desde sus orígenes, la agricultura es una de las prin- cipales actividades humanas que ha provocado cambios fuertes en el medio ambiente. En décadas recientes la agri- cultura se ha intensificado con un mayor uso de maqui- naria, sistemas de irrigación, fertilizantes sintéticos, her- bicidas y plaguicidas. Esto ha llevado a grandes cambios en la estructura, función, manejo y propósito de los agro- ecosistemas (Matson et al. 1997). Los principales cam- bios asociados a la agricultura de alto insumo implican una reducción significativa en la biodiversidad vegetal, 7 • La bioseguridad en México y los organismos genéticamente modificados: cómo enfrentar un nuevo desafío 321 animal y microbiana, así como un incremento en los efectos de los agroecosistemas sobre ecosistemas veci- nos debido a cambios en la calidad del agua y la presencia de plaguicidas, fertilizantes y otros residuos químicos. México es uno de los ocho principales centros de ori- gen, domesticación y diversidad genética de más de 130 especies de plantas, de las cuales 25 tienen uso comercial en todo el mundo y son la base para la alimentación hu- mana y animal en cientos de países. Entre las especies domesticadas en México, o en Mesoamérica en general, destacan: maíz, calabaza, frijol, papaya, guayaba, camo- te, yuca, jicama, amaranto, huauzontle, algodón, tabaco, cacahuate, cacao y tomate (Hernández -Xolocotzi 1998). Además, México es centro de diversificación secundaria de otros cultivos de importancia económica mundial como la papa, el girasol y la vainilla, e incluso de especies de uso forestal como los pinos (Styles 1993) y los encinos (Nixon 1993). En el cuadro 7.1 se muestra el área sembra- da y el valor productivo en México de algunas especies de las cuales este país es centro de origen y diversidad genética. México tiene muchas y muy variadas condiciones to- pográficas y climáticas que generan una amplia gama de condiciones ecológicas, que dan como resultado la gran diversidad biológica que lo caracteriza. Junto con esta biodiversidad se encuentra una de las mayores riquezas culturales y étnicas de América que actualmente se ex- presa en 61 grupos indígenas (véase capítulo 15 de este mismo volumen) que hablan 291 lenguas, con variantes dialectales (véase capítulo 16 del volumen I). La historia de estos grupos está estrechamente relacionada con su entorno y los recursos naturales, en particular con el uso de las plantas, el cual con el tiempo se ha ampliado. Como un ejemplo de esta diversidad lingüística, en el cuadro 7.2 se muestran los distintos términos asociados al maíz como concepto. Es probable que conforme los grupos humanos reco- nocieron en las plantas y animales algún uso (alimento, factor curativo, como utensilio u otro), comenzó una in- teracción que derivó en un proceso de domesticación. La domesticación se puede definir como una relación mu- tualista entre las poblaciones humanas y las plantas o ani- males, que generalmente resulta en un incremento en la adecuación de los organismos, y cuya consecuencia es una expansión en la distribución de las especies domestica- das. De acuerdo con Zeder (2006), lo que distingue el pro- ceso de domesticación es la intencionalidad, es decir, el papel deliberado y activo que juegan los grupos humanos cuando interactúan con las plantas o animales, adquirien- do una mayor seguridad en el acceso a los recursos que están domesticando. La domesticación es un proceso continuo que sigue operando aun en sus etapas más avanzadas, generando nuevas variedades de acuerdo con las condiciones am- bientales, culturales, espaciales y temporales a las que la sociedad humana somete a las especies, adaptándolas mediante selección artificial y cruzas selectivas, lo que se puede ver como un mejoramiento genético tradicional. Como resultado de esto se han creado muchas razas de distintos animales y cientos de variedades locales para la mayoría de las plantas cultivadas, lo que representa una importante contribución humana a la agrobiodiversidad del planeta y a los recursos fitogenéticos para la alimenta- ción, donde sobre todo los campesinos e indígenas, prin- cipalmente las mujeres, son quienes generan y mantienen este acervo agrodiverso. Es posible encontrar diferentes grados de domesticación que al parecer se relacionan con distintos niveles de intensidad con que opera el proceso o con la antigüedad de este (Casas y Caballero 1996; Ca- sas et al. 1997, 1998, 1999; Hillman y Davies 1990). La velocidad del proceso de domesticación varía de- pendiendo de las características de la planta y de la inten- sidad de la selección. Una limitada propagación vegeta- tiva, polinización cruzada y distribución de poblaciones simpátricas con sus parientes silvestres en las que el flujo génico se mantiene entre ellas, incrementan el tiempo de fijación de los caracteres deseados en una población me- diante la selección artificial (Harris 1972; Zohary 1984). En particular, el maíz cumple con todas estas caracterís- ticas, por lo que su proceso de domesticación ha sido más largo que el de otras plantas; incluso algunos autores con- sideran que este proceso aún se mantiene para esta espe- cie (Turrent y Serratos 2004). El cuadro 7.3 ejemplifica la diversidad que existe en el sistema agroecológico de mil- pa, práctica milenaria de cultivo usada en México. La Revolución verde,1 que comenzó en los años cincuen- ta en muchas regiones del mundo, incluidas Latinoamé- rica y Asia, dio lugar al desarrollo de nuevas caracterís- ticas relevantes en los cultivos y a un mayor rendimiento principalmente de trigo, arroz y maíz, aunque este au- mento de la producción se relacionó con el deterioro am- biental. Una de las consecuencias de la práctica de mejora- miento genético en plantas para uso agrícola es la unifor- midad de los cultivos, ya que dicha mejora se asocia con sistemas de producción altamente tecnificados. Los es- fuerzos dirigidos a buscar y seleccionar características que permitan ampliar la diversidad en el campo agrícola han 322 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 7.1 Especies vegetales cuyo centro de origen (O), domesticación (Do) o diversificación (Di) es México o Mesoamérica Especie Nombre común Centro de origen, domesticación, diversificación Área sembrada (ha)* Valor de la producción (miles de pesos)* Referencia(s) Agave spp. Magueyes O, Do, Di 30 897.44** 19 002.45 2, 5,11,12,15 Amaranthus cruentas Amaranto O, Do NR NR 1,2, 5,12 Amaranthus hypochondriacus Amaranto O, Do 2 004 15 056.06 1,2, 5,12 Capsicum annuum Chile O, Do, Di 18 842.04 1 271 670.56 2, 3, 5, 8,12,15 Cucúrbita argyrosperma subsp. argyrosperma Calabaza O, Do 15 987.6 154 393.42 2, 6, 5,12,15 Cucúrbita moschata Calabaza amarilla o de bola O, Do NR NR 2, 6, 5,12,15 Gossypium hirsutum Algodón O, Do 129 533.43 1 640 527.34 2, 3, 5, 12, 13, 15 Phaseolus vulgaris Frijol común O, Do 151 335.96 1 106 017.34 2, 3, 5, 7, 11, 12, 13, 15 Sechium edule Chayóte O, Do 2154.75 169812.10 2, 5, 6,12 Vani/la p/anifo/ia Vainilla O, Do NR NR 2, 5, 6,12 Zea mays Maíz O, Do, Di 8 400 994.54 34125 996.38 2, 3, 5, 12, 13, 14, 15 Amaranthus leucocarpus Amaranto Do NR NR 1,2 Anacardium occidentale Marañón Do 1 363.75 13 504.48 2,5 Ananas comosus Piña Do 3 777.5 172 530.46 2,5 Annona spp. Chirimoya, anona Do 79 1 829.65 2,5 Arachis hypogaea Cacahuate Do 65 535.3 389 503.41 2,5 Bixa orellana Achiote Do 925.5 8131.60 2, 5,12 Bomarea edulis Coyolxóchitl, zarcilla Do NR NR 2,5 Brosimum alicastrum Ramón Do NR NR 2,5 Byrsonima crassifolia Nanche Do 1 533.7 21 383.25 2, 5,12 Canava/ia ensiformis Haba blanca Do NR NR 2,5 Carica papaya Papaya Do 7 359.5** 537 039.75 2, 5,12 Capsicum frutescens Chile Do NR NR 2,5 Casimiroa edulis Zapote blanco Do NR NR 2,5 Casimiroa sapota Matasano Do NR NR 2,5 Castilla elástica Árbol del hule Do NR NR 2 Chamaedorea tepejilote Tepejilote Do NR NR 2,5 Chamaedorea wendtandiana Pacaya Do NR NR 2,5 Chenopodium ambrosioides Epazote Do 138 3 287.13 2, 5,12 C. berlandieri subsp. nuttalliae Huauzontle Do 208.5 2 931.30 2, 5,12 Cnidoscolus chayamansa Chaya Do NR NR 2, 5,12 Crataegus gracilior Tej ocote Do 690.1 10 220.84 2, 5,12 Crescendo cujete Tecomate Do NR NR 2,5 Crota/aria longirostrata Chipile Do NR NR 2,5 Cucúrbita ficifo/ia Ch i lacayote Do 287 18166.78 2, 5, 6,12,15 Cucúrbita pepo subsp. pepo Calabaza, calabacita Do 7 091.2 285 410.86 2, 5, 6,12,15 7 • La bioseguridad en México y los organismos genéticamente modificados: cómo enfrentar un nuevo desafío 323 Cuadro 7.1 [continúa] Especie Nombre común Centro de origen, domesticación, diversificación Área sembrada (ha)* Valor de la producción (miles de pesos)* Referencia(s) Cyrtocarpa spp. Chupandilla Do NR NR 2,5 Dahlia spp. Dalia Do NR NR 2, 5,12 Datura stramonium Toloache Do NR NR 2 Diospyros digyna Zapote negro Do NR NR 2, 5,12 Dioscorea spp. Barbasco Do NR NR 2,5 Erythrina americana Colorín Do NR NR 2,5 Euphorbia pulcherrima Nochebuena Do 175.21 214 906.00 2, 5,12 Gliricidia sepium Cacahuananche Do NR NR 2,5 Helianthus annuus Girasol Do 149.7 14 675.10 2, 5,12 Hylocereus undatus Pitahaya Do 1 841.6 34 394.74 2, 5,12 Hyptis suaveolens Chía gorda Do 250** 2 280.00 2,5 Indigofera suffruticosa Añil Do NR NR 2,5 tpomoea batatas Camote Do 3 208.32 175 689.85 2, 5,12 Jatropha curcas Piñonci lio Do NR NR 2,5 Lagenaria siceraria Guaje, bule Do 495.3 20 123.30 2, 5,12 Leucaena collinsii Guaje Do NR NR 2,5 Lophophora williamsii Peyote Do NR NR 2 Lycopersicon esculentum var. esculentum Jitomate Do 234.5 79 629.00 2, 5,12 Manihot escalenta Yuca, guacamote Do 1 014.4 30 861.62 2,5 Manilkara zapota Chicozapote Do NR NR 2, 5,12 Maranta arundinacea Sagú Do NR NR 2,5 Mastichodendron spp. Tempisque Do NR NR 2,5 Montanoa spp. Varablanca Do NR NR 2,5 Nicotiana tabacum Tabaco Do 8 661.5 289 613.70 2 Nopa/ea cocheni/lifera Nopal de cochinilla Do NR NR 2,5 Nopa/ea spp. Nopalillo Do NR NR 2,5 Opuntia spp. Nopales-tunas Do 17 280.59 1 517 501.47 2, 5,12 Pachycereus marginatus Órgano Do NR NR 2,5 Pachyrhizus erosus Jicama Do 7 002.05 370 564.53 2, 5,12 Panicum sonorum Sauhui Do NR NR 2,5 Parmentiera edulis Cuajilote Do NR NR 2 Persea americana Aguacate Do 7 063.84 211 434.88 2, 5,12 Persea schiedeana Chinini Do NR NR 2,5 Phaseolus acutijolius Ejotillo, teparí Do NR NR 2,5 Phaseolus coccíneas Ayacote Do NR NR 2, 5,12 Phaseolus dumosus Ibes Do NR NR 2,5 Phaseolus lunatus Patashete Do NR NR 2,5 Physalis philade/phica Tomate de cáscara Do 48 607.67 2 413 769.75 2, 5,12 324 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 7.1 [concluye] Especie Nombre común Centro de origen, domesticación, diversificación Área sembrada (ha)* Valor de la producción (miles de pesos)* Referencia(s) Piper sanctum Hoja santa Do NR NR 2,5 Porophyllum tagetoides Papaloquelite Do 446.9 10 361.62 2,5 Polianthes tuberosa Nardo Do 243.2 25 662.90 2, 5,12 Pouteria campechiana Zapote amarillo Do NR NR 2,5 Pouteria hypog/auca Zapote amarillo Do NR NR 2,5 Pouteria sapota Mamey Do 1 338.2 47 446.01 2, 5,12 Protium copal Copal Do NR NR 2,5 Prunus serótina subsp. capulí Capulín Do 49.2 506.08 2, 5,12 Psidium guajava Guayaba Do 16 165.86 586 309.83 2,5 Psidium sartorianum Arrayán Do NR NR 2,5 Salvia hispánica Chía Do NR NR 2, 5,12 Sambucas mexicana Saúco Do NR NR 2,5 Spondias mombin Ciruela Do NR NR 2,5 Spondias purpurea Jocote Do NR NR 2, 5,12 Tagetes erecta Cempasúchil Do 1 270.8 28 073.74 2, 5,12 Taxodium mucronatum Ahuehuete Do NR NR 2,5 Theobroma angustijolium Cacao Do 62 687.66 649 909.18 2,5 Theobroma bicolor Patashtle Do NR NR 2,5 Theobroma cacao Cacao Do NR NR 2, 5,12 Tigridia pavonia Oceloxóchitl Do NR NR 2,5 Yucca elephantipes Izote espadín Do NR NR 2,5 Zinnia peruviana Gallito Do NR NR 11, 12 Salvia spp. Di NR NR 11, 12 Euphorbia spp. Di NR NR 11, 12 Ipomoea spp. Di NR NR 11, 12 Mammi/laria spp. Di NR NR 11, 12 So/anum spp. Di NR NR 11, 12 Quercus spp. Di NR NR 11, 12 Mimosa spp. Di NR NR 11, 12 Acacia spp. Di NR NR 11, 12 Bursera spp. Di NR NR 11, 12 Pinus spp. Di NR NR 4, 11, 12 + otros 70 géneros Di NR NR 12 NR = No reportado. * Servido de Información Estadística Agroalimentaria y Pesquera (siap). Anuario estadístico de información agrícola. 2005. Sagarpa, consulta 2007. ** Datos de 2004, no hay disponibles para 2005. Referencias: 1. Becerra (2000); 2. Challenger (1998); 3. Vavilov (2005); 4. Contreras-Medina et al. (2001); 5. Hernández-Xolocotzi (1998); 6. Lira-Saade et al. (1995); 7. Parra y Ortiz de Berto relli (1988); 8. Ramírez (1996); 9. Romeu (1995a); 10. Romeu (1995b); 11. Rzedowski (1998); 12. Rzedowski (2005); 13. Vavilov (1951); 14. Wellhausen et al. (1987); 15. Zohary (1970). 7 • La bioseguridad en México y los organismos genéticamente modificados: cómo enfrentar un nuevo desafío 325 sido escasos. Sin embargo, es importante mencionar que desde hace poco tiempo se pone en práctica el concepto de “mejoramiento participativo”, donde los investigado- res han involucrado a quienes mantienen el acervo gené- tico para que respondan adecuadamente a las necesida- des locales (Bellon 2006; Lilja y Bellon 2006). A pesar del enorme valor económico que representa la inmensa re- serva de diversidad genética, gran parte de la misma se encuentra en peligro de perderse, siendo una de las prin- cipales causas la erosión genética de la biodiversidad agrí- cola, resultado de la sustitución de variedades agrícolas tradicionales por variedades de alto rendimiento, así como por la relativa uniformidad genética de los híbridos co- merciales. En el caso de México, la cada vez mayor deman- da de productos agrícolas ha promovido que aumente el volumen de la cosecha, aun a costa de una menor diver- sidad agrícola. Aunque la mayoría de los agricultores de menos recursos siguen optando por sistemas complejos Cuadro 7.2 Un ejemplo de riqueza léxica asociada a la agrodiversidad: las distintas formas en que las lenguas nombran al maíz Lengua Tarahumara (Chihuahua) Sunuko Huave (Oaxaca) Os Zapoceco (Oaxaca) Gecca Choncal (Oaxaca) Golgoxac Zoque (Rayón, Chiapas) Mojk Toconaco (Jicotepec de Juárez, Puebla) Cuxi' Triqui (Chicahuastla, Oaxaca) ' 1 ni Tzeltal (Bachajón, Chiapas) Ixim Zapoteco (Mida, Oaxaca) Xob Zapoceco (Zoogocho, Oaxaca) Xoa' Mayo (Sonora) Bacchi Amuzgo (San Pedro Amuzgos, Oaxaca) Nnan Chinanceco (San Pedro Tlalcepuzco, Oaxaca) CuOi Choncal (Choncal, Tabasco) Ixim Tojolabal (Chiapas) Ixim Tzoczil (Chiapas) Ixim Ch'ol (Tumbalá, Chiapas) Ixim Chichimeco jonaz (Misión de Chichimecas, Gco.) Úzih Náhuacl (Xalicla, Gro.) Tlayóhjli ' Zapoceco (del Icsmo) Xuba' Mazaceco (El Mirador, Oaxaca) Nahmé Toconaco (Olincla, Puebla) Kuxe' Ocomí (Ixmiquilpan, Hidalgo) Dechá Purépecha (Michoacán) Tsiri Mixceco (Pinocepa Nacional, Oaxaca) Núni Mixe (Coaclán, Oaxaca) Mooc Zoque (Francisco León, Oaxaca) Moc Cuicaceco (Cuicaclán, Oaxaca) Ninu Popoluca (Oluca, Puebla) Moje Lengua Popoluca (San Juan Aczingo, Puebla) No:wa Popoluca (Sierra de Veracruz) Moc Náhuacl (norce de Puebla) Tlaoli Seri (Sonora) Hapxól Maya (yucaceco) Ixi'im Chacino (zona alca, Oaxaca) Nskwa' Mazaceco (Chiquihuiclán, Oaxaca) Yujme Pima (Chihuahua bajo) Duuk-húun Huichol (Nayaric) Ikú Tlapaneca (Guerrero) Isi Ixcaceco (Sanca María Ixcaclán, Oaxaca) Nahme Huasreca (San Luis Pocosí) Iziz Tlahuica (Escado de México) Thuhui Mazahua (Escado de México) Chjóó Pame (Sanca Cacarina, S.L.P) Nluá Lacandón (Chiapas) 'Ixim Tepehua (norce de Veracruz) Kux / kuxi Cora (Nayaric) Yuuri Quiché (Chiapas y Guacemala) Ixim Maclaczinca (Escado de México) Ta'cjuwi Kiliwa (Baja California) Ta yiic Yaqui (Sonora) Bachi Guarijío (Chihuahua) Suunú Popoloca (Los Reyes Meczoncla, Puebla) Nuá Popoloca (San Juan Aczingo, Puebla) Noa Popoloca (San Vicence Coyocepec, Puebla) Nuwa' Tepehuano del norce (Chihuahua) Jun Toconaco (Papancla, Veracruz) Cux'i Fuente: Fernando Nava, Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, com. pers. 326 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 7.3 Especies vegetales asociadas a la milpa en México Especie Nombre común Amaranthus cruentas Amaranto Amaranthus hypochondriacus Amaranto Capsicum annuum annuum Chile Capsicum annuum glabriusculum Chile piquín, chiltepín Capsicum frutescens Chile Chenopodium mexicanum Quelite Cucúrbita argyrosperma argyrosperma Calabaza Cucúrbita ficifolia Ch i lacayote Cucúrbita moschata Calabaza amarilla o de bola Cucúrbita pepo pepo Calabaza Lycopersicon esculentum esculentum Jitomate Lycopersicon esculentum leptophyllum Jitomate (cereza) Opuntia f cus-indica Nopal Persea americana Aguacate Phaseolus acutijolius acutifo/ius Frijol Phaseolus coccineus coccineus Frijol Phaseolus dumosus Frijol Phaseolus lunatus Frijol Phaseolus vu/garis Frijol común Portulaca olerácea Verdolaga Sechium edule Chayóte Stenocereus pruinosus P i taya Zea mays mays Maíz Fuentes: Challenger (1998); Gliessman (1990, 1997). y diversos que favorecen una mayor agrodiversidad, sobre todo para enfrentar riesgos climáticos pero también para mantener variedades de usos diversos. Otras causas de pérdida de agrobiodiversidad, en el caso del maíz, son la sustitución de este cultivo por otros más redituables y la emigración de los campesinos en bus- ca de mejores condiciones de vida (Ortega Paczka 1999). Los cambios climáticos adversos, como las sequías re- currentes, contribuyen a una menor producción y rendi- miento de algunos cultivos, así como a la consecuente pérdida de diversidad de estos. En los últimos años, a este escenario de erosión de la agrodiversidad se suma la libe- ración en el ambiente y el incremento de la superficie de siembra de cultivos transgénicos o genéticamente mo- dificados. Estos cultivos, hasta ahora, también presentan homogeneidad genética y con frecuencia provocan prác- ticas agrícolas que no favorecen el mantenimiento de las variedades locales, como el intercambio de semillas que es una práctica fundamental y común del campesino mexicano para mantener y fomentar la agrobiodiversi- dad. De forma adicional, en el desarrollo de los organis- mos genéticamente modificados, hasta ahora, no se han considerado las necesidades prioritarias de los agriculto- res locales, quienes en gran medida mantienen la biodi- versidad en cultivos como el maíz y algunas variedades locales de algodón. 7.2 La biotecnología y los organismos GENÉTICAMENTE MODIFICADOS Entre las revoluciones tecnológicas que han transforma- do la economía, la agricultura, la electricidad y la infor- mática se reconoce como la más reciente y contemporá- nea a la biotecnología. Esta última incide en la esencia del ser humano y su entorno, y va más allá que las revolucio- nes anteriores porque además de que interviene en la cul- tura, también lo hace directamente en las moléculas de la herencia y en la información genética de los organismos, rompiendo las barreras de la reproducción. La manipulación genética de los organismos vivos per- mite que una porción limitada e identificada de la cons- titución genética de un organismo se transfiera a otro de una manera más selectiva que como se hace en el mejo- ramiento genético tradicional; también traspasa las ba- rreras de entrecruzamiento natural entre especies, e inclu- so posibilita la inserción de genes entre organismos de diferentes reinos. Lo que permite este tipo de modifica- ciones se identifica con el término de biotecnología mo- derna.2 Los llamados organismos genéticamente modifi- cados (ogm) producto de la biotecnología moderna, y también conocidos como organismos vivos modificados (ovm) o transgénicos, son organismos vivos que poseen una combinación nueva de material genético. Por los alcances que tiene, la biotecnología moderna ha provocado un clima de discusión y preocupación ge- nuina, sobre todo en el caso de su aplicación en plantas cultivables, las cuales se han promovido comercialmente en el mundo. En palabras de Katz y Bárcena (2004): “en el presente se asiste a la consolidación gradual de un nuevo paradigma científico-tecnológico, institucional y produc- tivo en la agricultura. Ello evoca el concepto de destruc- ción creativa definido por Schumpeter, conforme al cual el cambio tecnológico abre nuevas oportunidades de ne- 7 • La b ¡oseguridad en México y los organismos genéticamente modificados: cómo enfrentar un nuevo desafío 327 gocios, genera cuasi rentas innovadoras y pone en mar- cha un proceso selectivo entre agentes e instituciones, del cual resultan ganadores y perdedores”. Los intereses respecto al uso de estos cultivos son diver- sos y las posturas polarizadas asociadas a ellos van desde el rechazo definitivo hasta la absoluta aceptación. El pro- blema radica en que no hay suficientes elementos de jui- cio fundado para adoptar alguna posición extrema, reco- nociendo que a los actores principales no les interesa que existan posiciones intermedias y quizás más objetivas acerca de este tema. Las herramientas tecnológicas, así como el funciona- miento complejo de la interacción de los genes y la rela- ción de los ogm con el ambiente son relativamente nue- vas, además de que no existen suficientes estudios a largo plazo que permitan esclarecer la problemática real que incluye un componente casuístico indiscutible. En el re- cuadro 7.1 se analiza el potencial y riesgo de los cultivos genéticamente modificados. En el caso particular de la biotecnología moderna apli- cada a la agricultura, el desarrollo de los ogm se ha con- centrado inicialmente en las necesidades identificadas por las grandes empresas transnacionales para responder a mercados cada vez más amplios, aprovechando la tecno- logía a su alcance. Es decir, se hace énfasis en característi- cas monogénicas enfocadas en la búsqueda de herramien- tas para combatir plagas que dañan cosechas producidas con sistemas de alto insumo, pero se dejan de lado carac- terísticas como el aumento en la productividad y el desa- rrollo de tolerancia a diferentes presiones abióticas, en parte porque estas son características regidas por varios genes. Existen nuevas investigaciones que toman en cuen- ta características más complejas, sin embargo, los intere- ses de las grandes desarrolladoras de ogm no necesaria- mente coincidirán con la búsqueda de soluciones para problemas locales, sobre todo de pequeños productores. Es aquí donde el papel del Estado es fundamental para incentivar la investigación nacional que contribuya a re- solver problemas locales con mercados limitados. Una manera de que la agrobiotecnología moderna se desarrolle en un contexto menos polarizado, sería invo- lucrando a los campesinos y agricultores desde la etapa de desarrollo de cultivos genéticamente modificados e in- cluyendo programas que al mismo tiempo contribuyan a resolver problemas locales. Los campesinos son quienes han manejado durante siglos estos recursos, poseen los conocimientos y conocen sus necesidades particulares en función del ambiente, el clima y las plagas a las que se en- frentan de forma cotidiana, para encarar el desafío de la producción de alimentos (Ortiz-Garcíay Huerta-Ocampo 2002). Evidentemente, esta participación tendría que es- tar acompañada de su reflejo en el régimen de propiedad intelectual. En el recuadro 7.2 se presenta un ejercicio que, como una primera aproximación, se acerca a lo que aquí se plantea. 7.3 Nuevas aplicaciones EN CULTIVOS TRANSCÉNICOS Y EL VALOR DE LA CONSERVACIÓN DE VARIEDADES Históricamente a las plantas se les han dado usos diferen- tes, comenzando por el de la alimentación. Con la apli- cación de la biotecnología moderna, en la actualidad los cultivos también se están utilizando, entre otros, en los siguientes aspectos: Medicinal o curativo: no solo se utiliza el extracto de sustancias directamente de las plantas derivado del co- nocimiento tradicional, también se producen fármacos y compuestos activos para aplicaciones a la salud humana, animal, vegetal y del ambiente, este último para la biorre- mediación. Industrial: sobre todo para elaborar grandes cantida- des de productos procesados, de tipo alimentario y re- cientemente de otros, entre ellos plásticos. Bioenergía: producción de insumos para fuentes alter- nas de energía, por ejemplo etanol, con cultivos que in- crementan el contenido de azúcares para su fermenta- ción. El principal desarrollo biotecnológico para ofrecer cultivos con mayor potencial para producir biocombus- tibles se ha dado a partir del maíz y la soya. En parte, los “nuevos usos” de los cultivos implican modificaciones genéticas que pueden significar que estos cultivos ya no sean aptos para consumo humano o ani- mal. En el recuadro 7.3, sobre cultivos biofarmacéuticos, presentamos información más detallada sobre este tema. Independientemente de los nuevos usos que el ser hu- mano le asigne a los cultivos, es importante conservar las especies de uso agrícola y su dinámica evolutiva, al igual que a sus parientes silvestres, incluidas las especies de origen pues representan un reservorio de diversidad ge- nética y, por ende, fuente de información y genes para el mejoramiento. Por tanto, es necesario reconocer el valor intrínseco que poseen las diversas especies, en especial para los humanos. Al asignar un valor a estas especies que reconozca la sociedad en su conjunto, se refuerza el proceso de conservación.3 Es paradójico que las empre- sas que utilizan la riqueza genética como insumo para las 328 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 7.1 Potencial y riesgo de los cultivos genéticamente modificados Agustín López Munguía Canales El cultivo de plantas genéticamente modificadas (cm) es el tema más controversial relacionado con la tecnología surgido de la economía global. Desde la aparición de los primeros productos de la biotecnología agrícola se han generado posturas enfrentadas acerca de sus posibles efectos: por un lado se encuentran quienes ven en estos productos graves riesgos, como el daño a la blodlversldad y a la salud del consumidor, así como la pérdida de soberanía alimentaria y vocación agrícola en los países pobres, y por el otro están quienes consideran que contribuirán a disminuir el deterioro que las prácticas agrícolas — tradicionales y modernas — provocan al medio ambiente, resolviendo además Importantes problemas de producción de alimentos en términos de cantidad y calidad. Posturas análogas se han observado a lo largo de la historia ante procesos que combinan de manera radical los hábitos y quehaceres productivos de la sociedad. Así sucedió cuando se mecanizó el transporte, cuando se aplicó la energía eléctrica — y nuclear — para generar luz, o con la introducción de los antibióticos como agentes químicos terapéuticos, para citar un ejemplo del ámbito blotecnológlco. Sin embargo, el espectacular avance científico y tecnológico experimentado durante el siglo xx ha exacerbado estas posturas, pues aunque se han logrado resultados formidables en términos de satisfactores para la sociedad, el costo que debemos pagar es muy alto. Y es que a medida que avanza el conocimiento que transforma nuestro entorno, este se convierte en una herramienta cada vez más rápida y poderosa, pero también, de mayor riesgo. En el caso específico de la producción de alimentos, se han logrado aminorar las hambrunas y reducir el ritmo de incorporación de bosques y selvas a la agricultura, pero el daño al ambiente y a la salud causado por las técnicas agrícolas y el uso de agroquímicos asociado a la agricultura intensiva no tiene parangón en la historia de la humanidad, lo que hace necesario un cambio urgente de estas prácticas. Sin embargo, este cambio debe darse en un mundo cuya población no deja de crecer y exige el derecho a la alimentación — lo que implica más y mejores alimentos — , pero que también está cada vez más consciente de los efectos negativos que han tenido en su salud las prácticas industriales poco rigurosas y los problemas asociados con una dieta basada en productos procesados. Así han surgido los conceptos natural y orgánico a los que el consumidor promedio ha otorgado un sentido emocional de inocuidad, aunque tenga una opinión y actitud poco informada al respecto. El consumidor promedio ha sido convencido de que las modificaciones genéticas de las plantas son dañinas, ubicando a estos productos como alimentos Frankenstein a los que se identifica emocionalmente como "peligrosos", "chatarra", "no naturales" e incluso "cancerígenos". A lo anterior se agrega la campaña ambientalista desatada en contra de las plantas cm, a las que se relaciona como la causa de una probable catástrofe ambiental derivada de la "contaminación" genética. Por tanto, no es de extrañar que exista mucha desconfianza y temor entre los consumidores poco informados. Los alimentos obtenidos de cultivos cm son, desde el punto de vista de su inocuidad, los productos más exitosos y más vigilados de la historia de la agroindustria mundial: la salud del consumidor lo hace indispensable, las experiencias negativas del pasado lo ameritan y el riesgo de provocar un daño — consciente o inconscientemente — lo justifica. Se trata de una herramienta poderosa que es posible aplicar en el corto o largo plazos en prácticamente cualquier cultivo con diversos fines, como el control de plagas, la composición de la calidad nutricional y, de manera asombrosa, la adaptación a la escasez de agua o a climas extremosos. Así, todo el conocimiento científico y la maquinaria analítica desarrollados para estudiar la química, la fisiología y la genética de los productos agrícolas convencionales para evaluar su riesgo y garantizar su inocuidad también han permitido determinar, con amplio detalle, la inocuidad de los productos cm. Por ello se introdujo el concepto de equivalencia sustancial que permite asegurar si un cultivo cm es tan seguro como su contraparte no modificada y se incluyó en los análisis de inocuidad la posible aparición de "efectos inesperados". Así, después de recibir la opinión favorable de numerosos organismos internacionales, públicos y privados, incluida la Organización Mundial de la Salud (oms), y llegar a un consenso internacional sobre los principios que deben regir la evaluación en materia de inocuidad, en más de 21 países se autorizó para consumo humano maíz, soya, arroz, colza, jitomate, papaya y calabaza cm, entre otras.1 En todas ellas se verificó que solo se hicieran los cambios que la modificación genética implica, y que estos beneficien y no afecten al consumidor. Sin embargo, es importante señalar que no se puede generalizar la inocuidad de los cultivos cm aprobados ni el riesgo de los que no han alcanzado la aprobación. Así, cada nuevo producto debe ser analizado con el mismo rigor con el 7 • La bioseguridad en México y ios organismos genéticamente modificados: cómo enfrentar un nuevo desafío 329 que han procedido hasta ahora las instancias regulatorias, las agencias públicas y las privadas. Todos los países, México en particular por ser centro de origen de diversas especies vegetales, deben incluir la seguridad ambiental en los aspectos a evaluar cuando se analice la viabilidad de un cultivo gm. Quizás el mayor riesgo relacionado con este tipo de cultivos es el de quedar al margen del uso de esta tecnología que, adaptada a las circunstancias particulares de México, puede ser una buena opción para resolver problemas específicos, sean estos de tipo ambiental, agronómico o, en especial, nutricional. La biotecnología moderna no beneficia solo a los productores, también favorece de muy diversas formas directa o indirectamente al consumidor y al medio ambiente2 La disminución en el uso de agroquímicos, los incrementos en rendimiento y la búsqueda de una dieta balanceada — en particular en vitaminas y minerales como se ha demostrado para el caso de la vitamina A y del hierro — se pueden favorecer con modificaciones genéticas adecuadas. Esta práctica tampoco es patrimonio de las grandes empresas del campo: la creciente participación de China y Cuba en el desarrollo de plantas gm o el caso del arroz dorado desarrollado por instituciones públicas suizas son ejemplos de esta situación. En el contexto biotecnológico, el maíz ha recibido una atención especial, ya que junto con el arroz constituyen los dos sistemas vegetales de interés agrícola mejor estudiados en diferentes escalas y, como consecuencia, los más fáciles de modificar genéticamente. Debido a lo anterior y a los múltiples usos que se le ha dado a la planta de maíz en la industria alimentaria — y ahora la energética — , así como las grandes extensiones de tierra dedicadas a su cultivo, sobre todo en países desarrollados, ahora hay un interés particular de las empresas dedicadas a su explotación. En México esta situación adquiere una dimensión particular por la arraigada importancia alimenticia y cultural, y porque el maíz es una planta originaria de México, donde aún persisten variedades nativas silvestres. Así, no es de extrañar que sea en este cultivo en el que se centren las preocupaciones, auténticas o no, de organizaciones ambientalistas y grupos de científicos relacionadas con el consumo, cultivo e importación de maíces modificados, y quienes, en el mejor de los casos, piden una reglamentación particular y rigurosa para su implementación. Es importante mencionar que en México no es posible ni recomendable mantener el cultivo de maíz al margen de los avances de la tecnología, pues es muy probable que tarde o temprano, deseable o no, de manera accidental o voluntaria lleguen variedades modificadas de maíz al campo mexicano. En consecuencia, las dimensiones que el flujo horizontal puede alcanzar deben estudiarse al tiempo que se diseñan políticas que permitan darle valor a una riqueza hasta ahora casi intangible en los mercados: la diversidad genética de nuestros maíces. El uso racional del conocimiento moderno, en el contexto de un plan y una política nacional para el campo y la alimentación que permitan preservar la biodiversidad al mismo tiempo que se potencian los recursos naturales y los procesos tradicionales con el concurso de una sociedad informada, es el reto para el gobierno, la industria y el sector académico nacionales de cara al siglo xxi. 1 Para el caso de México se puede consultar la lista de permisos otorgados por la Sagarpa para los cultivos gm (Senasica 2006). En el ámbito internacional, los cultivos gm están siendo adoptados en países desarrollados y en vías de desarrollo, con un total de 114.3 millones de hectáreas estimadas en 2007, de acuerdo con el reporte de isaaa Brief No. 37 (Clive 2007). En este contexto, México se encuentra en el lugar número 13 de 23 países que están adoptando esta tecnología, con cerca de 100 000 hectáreas sembradas (si se suman las de algodón y soya para 2007) según datos de Clive (2007). 2 Véase también el capítulo 8 de este volumen. transformaciones biotecnológicas, no tengan políticas de conservación de los centros de origen y diversificación de esa riqueza, a la que tienen que recurrir periódicamen- te para desarrollar ogm. En México, particularmente en el caso de las especies originarias de la región o las que se han diversificado en ella, parte de este valor está dado por la función que tie- nen estas especies al ser base de la alimentación de la ma- yoría de la población del país. Se debe hacer hincapié en que estas especies de uso agrícola representan un reser- vorio de genes para toda la humanidad. El reconocimien- to del reservorio de genes de dos especies clave para la alimentación mundial, maíz y trigo, se pone de manifies- to, por ejemplo, mediante el establecimiento del banco de germoplasma del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (cimmyt)4 localizado en Texcoco, Esta- do de México. No es posible determinar a priori el efecto que la apli- cación de la biotecnología moderna pueda tener sobre las prácticas que mantienen y generan la agrobiodiversidad, ya que los elementos implicados en las decisiones para aceptar o rechazar una nueva tecnología son diversos; además de las múltiples posibilidades de aplicación de la misma y la compleja interacción con el medio ambiente. 330 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 7.2 ¿Pueden las pequeñas comunidades rurales beneficiarse de la biotecnología? Ariel Álvarez Morales • Alba E.Jofre y Garfias • Jorge Ibarra Rendón • Mlchelle Chauvet • Dulce María Arias • Baltazar Baltazar Una de las primeras promesas de la biotecnología y de los mayores logros que se debían alcanzar con esta tecnología era aliviar el hambre y la pobreza en los países en desarrollo. Sin embargo, hasta ahora no existe un solo producto en el mercado destinado a cumplir con este objetivo, por lo que todavía está sin respuesta la pregunta de si puede o no la biotecnología contribuir a resolver problemas sociales en países como México. Para abordar este problema se decidió establecer un proyecto multidisciplinario (Jofre-Garfías y Álvarez-Morales 2002), multiinstitucional e incluyente que tratara de dar respuesta, de manera científica y objetiva, a preguntas como las siguientes: ¿cuáles son las características que se pueden conferir al maíz que potencialmente tengan un efecto importante en las comunidades rurales?, ¿aceptarán las comunidades rurales los productos de la nueva tecnología?, ¿las comunidades rurales están dispuestas a evaluar y trabajar con los nuevos materiales?, ¿se podría liberar maíz transgénico en México de manera segura? y ¿qué efecto tendría el flujo de transgenes a los maíces criollos o al teocinte? Para tratar de responder a estas y otras preguntas relevantes se integró un grupo de trabajo multidisciplinario que investigara los aspectos sociales, biotecnológicos, ecológicos, el flujo génico y sus posibles consecuencias. Algunos aspectos sociales que se consideraron son: organi- zación social, prácticas culturales, historia de la comunidad, problemática actual, capacidad para aceptar nuevas tecnolo- gías, interés en establecer colaboraciones, entre otros. Los aspectos relacionados con la biodiversidad abarcaron áreas como: establecimiento de parámetros ecológicos base de las poblaciones de teocinte (banco de semillas, fenología, potencial de colonización, etc.), percepción y manejo del teocinte por parte de la comunidad y determinación de pobla- ciones de insectos en las poblaciones de maíz y teocinte, entre otros. Asimismo se hicieron estudios de la estructura genética del maíz y el teocinte para evaluar hibridación e introgresión. Entre los aspectos biotecnológicos se estudió la posibilidad de transformar genéticamente algunos tipos criollos de maíz, así como evaluar el potencial de genes como el crylF para el control de poblaciones de lepidópteros locales. Todos estos estudios se llevaron a cabo sin que se liberaran materiales modificados al medio ambiente e involucrando a la población en todas las etapas del proyecto. Esta participación comunitaria se reflejó en facilitar espacio en la escuela primaria local para la instalación y cuidado de una estación meteorológica, ayuda continua de un grupo de alumnos de la escuela en la colecta de insectos a lo largo de todo el proyecto, así como apoyo de los campesinos quienes proporcionaron materiales, acceso a sus parcelas y muchas pláticas valiosas indicando sus necesidades y observaciones particulares sobre los objetivos y desarrollo del proyecto. Resultados preliminares Los resultados en el aspecto social mostraron que el problema al que se enfrentan los productores rurales de maíz es multifactorial y complejo, el cual incluye los bajos precios del maíz, la falta de apoyo técnico, la ausencia de subsidios adecuados, cambios en las costumbres y tradiciones, y, de manera sobresaliente, la migración de la población joven hacia Estados Unidos. Si bien la solución de uno de estos factores no cambia el panorama total, no precluye la posibilidad de que se pueda incidir en uno de los factores y que este tenga un efecto importante sobre la problemática. Por tanto, al final de la primera fase de este proyecto, se vio que ofrecer un producto biotecnológico que obedezca a las demandas de los productores les puede traer beneficios sustanciales. La principal demanda de los agricultores fue encontrar un mecanismo que les permita eliminar las malezas de sus campos, ya que debido a la escasez de mano de obra para las labores de deshierbe sus campos se han visto inundados principalmente con teocinte y chayotillo. Esta situación los ha llevado en muchos casos a abandonar sus parcelas o sustituir el cultivo de maíz por avena o papa, dejando el uso de los maíces criollos. Un maíz con tolerancia a herbicidas podría, en principio, ayudar a solucionar el problema. Se plantea un escenario en el cual los productores cuenten con el material mejorado y el herbicida correspondiente por un periodo de dos años para reducir las malezas a un nivel manejable, de forma que, después de este lapso, el agricultor mantenga sus campos libres de maleza con un mínimo de atención continua y sin la necesidad de hacer uso continuo del herbicida. Una característica adicional integrada en el maíz es la resistencia a insectos, la cual proporcionaría una mejora adicional que contribuiría a aumentar los rendimientos. Trabajo futuro En los próximos dos años se planea probar esta estrategia sin hacer uso de materiales transgénicos. Se pretende sustituir 7 • La bioseguridad en México y los organismos genéticamente modificados: cómo enfrentar un nuevo desafío 331 completamente el cultivo de maíz por avena o algún otro cultivo que permita la aplicación de herbicida en toda el área con problemas en dos ciclos seguidos, para después evaluar cuánto se redujeron las poblaciones de teocinte y chayotillo. Si bien los productores dejarán de cultivar maíz, recibirán una compensación adecuada. Asimismo, con los datos obtenidos sobre flujo génico, y la información sobre el comportamiento y ecología del teocinte, se llevarán a cabo los estudios de análisis de riesgo pertinentes que serían aplicables en caso de que se utilicen materiales genéticamente modificados, y que nos permitirán evaluar si un planteamiento de esta naturaleza es viable desde el punto de vista de la bioseguridad. Recuadro 7.3 Cultivos biofarmacéuticos y su posible riesgo María Amanda Gálvez Mariscal • Rosa Luz González Los cultivos biofarmacéuticos son plantas modificadas genéticamente con las que se busca conseguir sustancias con propiedades terapéuticas, como proteínas virales para vacunas, hormonas, anticuerpos o fragmentos de anticuerpos, entre otros (Ellstrand 2003a; Gómez 2001; Ma et al. 2003). Las primeras proteínas farmacéuticas recombinantes derivadas de plantas fueron la hormona humana de crecimiento expresada en el tabaco en 1986 (Barta et al. 1986) y la seroalbúmina humana también en este cultivo y en plantas de papa en 1990 (Ma et al. 2005). Veinte años después se empezaron a comercializar los primeros fármacos producidos con plantas transgénicas. De esta forma se expresan de manera experimental muchas proteínas terapéuticas como: anticuerpos, derivados de sangre, citocinas, factores de crecimiento, hormonas, enzimas recombinantes, así como vacunas humanas y veterinarias (Twyman et al. 2005). Aunque en algunos casos se emplean cultivos celulares — de plantas, insectos, animales o microorganismos — para expresar estas moléculas, en otros se utilizan plantas completas de alfalfa, lechuga, espinaca, tabaco y maíz en cultivos confinados o a campo abierto, este último es el que tiene menores costos. Con el tiempo, la tecnología ha mejorado la expresión y el rendimiento al usar nuevos promotores, al estabilizar la proteína en los diferentes compartimientos celulares y al optimizar el procesamiento down strearn, lo que ha contribuido a mejorar la factibilidad económica de esta aplicación (Ko y Koprowski 2005; Stewart y Knight 2005). Entre todos estos sistemas, la expresión en semillas ha resultado de enorme utilidad para acumular proteínas en un volumen relativamente pequeño, pues no se degradan porque el endospermo conserva las proteínas sin necesidad de bajas temperaturas, lo que da una gran ventaja para la producción, por ejemplo, de vacunas orales (Elan et al. 2006). En el caso de los cereales, el maíz, el arroz y la cebada resultaron ser alternativas interesantes, aunque el maíz tiene el mayor rendimiento anual, un contenido proteínico en la semilla moderadamente alto y su ciclo de cultivo es más corto, lo que en conjunto le da el mayor rendimiento potencial de proteína por hectárea (Stoger et al. 2005). Aunque los desarrolladores reconocen que el maíz tiene la desventaja de que es una planta de polinización cruzada, ningún otro cereal alcanza su rendimiento (Stoger et al. 2005), por lo que es el sistema de expresión más utilizado y ocupa más de 70% de los permisos concedidos por aphis entre 1991 y 2004 (Elbeheri 2005). Hay más de 20 empresas en Estados Unidos principalmente, Canadá y Europa especializadas en estas plataformas de producción (Colorado Institute of Public Policy 2004; Huot 2003) y sus costos son menores que los de sistemas microbianos (Elbeheri 2005). Estos criterios económicos, de factibilidad técnica y la percepción del maíz como materia prima industrial son los que han permitido que este cultivo sea el más utilizado y resulte ventajoso para unos cuantos agricultores, que pueden obtener ganancias mayúsculas de sus campos; pero las desventajas y peligros potenciales no son democráticos porque estas decisiones no consideran los riesgos para los millones de personas que basan su alimentación en el maíz. ¿Cuáles serían esos riesgos? El primero es que los granos que contienen el fármaco pasarán a la cadena de producción de alimentos en operaciones industriales, ya que a simple vista es imposible diferenciarlos y pueden mezclarse inadvertidamente. Debido a que ya sucedió, no se debe descartar un manejo descuidado en el procesamiento industrial: con maíz, caso Starlink en 2000, y con arroz (usda 2006), aunque no son biofarmacéuticos. Esto 332 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 7.3 [concluye] ocurrió en Estados Unidos donde supuestamente están bien establecidas las reglas de bioseguridad, pero no se cumplen de forma adecuada (usda 2005). Lo anterior tiene un efecto potencial en las poblaciones que consumen esos granos: en México el consumo per cápita varía entre 285 y 480 g diarios y llega a constituir la fuente de 40% de las proteínas por su bajo costo (Bourges 2002; fao 2006). El efecto potencial puede ser desastroso si se junta con el segundo gran riesgo: que exista flujo génico. Esto no implica una mezcla física de granos, el peligro es que se libere un transgén farmacéutico y que se herede a los maíces criollos, donde puede perdurar varias generaciones en un sistema abierto de intercambio de semilla, como sucede en México (Cleveland y Soleri 2005). Los peligros potenciales de exposición a fármacos recombinantes por esta vía se darían en prácticamente toda la población mexicana, con un mayor acento en el segmento que produce maíz de subsistencia y semicomercial. Además, pondría en riesgo a México porque dañaría su biodiversidad. Lo anterior no sucedería en un país en el que se compra semilla cada año (Chauvet y Gálvez 2005). Usar maíz para la producción de farmacéuticos y sustancias industriales no comestibles, que también son peligrosos para la salud, responde a una serie de decisiones en las que no estamos participando los mexicanos pero nos afectan: son decisiones que toman empresas, ciudadanos y políticos de países más desarrollados tecnológicamente, donde el cabildeo se dirige a prohibir que estas prácticas se hagan con animales porque la opinión pública — que en estos países a menudo es un impulsor de cambios regulatorios — les considera más parecidos a los humanos, aunque su control sea más fácil (National Research Council 2002) y se hayan usado durante mucho tiempo para la producción de vacunas y sueros, anticuerpos, etc. Lo anterior, entre otras cosas, ha privilegiado en todo el mundo la producción con plantas, que además resulta más barata. Si bien se reconoce que todas las tecnologías acarrean riesgos, los riesgos no son cosas, son construcciones sociales en las que el saber experto, pero también los valores y símbolos culturales desempeñan un papel clave (Beck 2004). En el caso del maíz biofarmacéutico es evidente que la participación pública y los grupos de interés de países menos desarrollados, como México, son ajenos a este proceso de toma de decisiones tecnológicas en el mundo (McMeekin et al. 2004). Los consorcios y sus expertos argumentan que no hay riesgos claros o comprobables en estos cultivos. Sin embargo, el hecho de que las empresas aseguradoras no participen en el negocio de la biotecnología, se debe a que saldrían perdiendo, porque sí existen peligros, y no podrían asegurar estos cultivos con pólizas baratas (Beck 2004). Si se contamina la cadena alimentaria con granos de maíz farmacéutico, se dañaría la alimentación de 100 millones de mexicanos. Si se contamina por flujo génico el maíz en México, no sería fácil eliminarla y afectaría a 60% de las unidades productivas no comerciales y semicomerciales del país, es decir, la producción de autoconsumo en México, que utiliza 33% del área sembrada de maíz y representa 37% de la producción nacional de grano (Brush y Chauvet 2004; Nadal 2000). Esto afectaría directamente la inocuidad de la base alimentaria de millones de mexicanos, sin mencionar el daño a la megadiversidad en un centro de origen. Aunque existen métodos de contención biológica de los transgenes como la transformación de cloroplastos que se hereda por vía materna (Daniell et al. 2005), la inducción de la expresión con sustancias que deban adicionarse al cultivo (Han et al. 2006), así como sistemas de contención genética (Mascia y Llavell 2004), la solución de raíz para esta controversia es que no se utilicen cultivos de alimentos para la expresión de fármacos y sustancias no comestibles (Nature Biotechnology 2004). ¿Qué opinaría la población en Japón o en Estados Unidos si en lugar del maíz se usara arroz o trigo, ya que el pan o el arroz cocinado en sus diferentes formas son productos fundamentales en su dieta? (Kleinman et al. 2005). Los volúmenes de maíz que moviliza la industria alimentaria y el valor agregado de sus productos industrializados son mucho mayores que el mercado de los farmacéuticos; además de que la población afectada en caso de un escape de transgenes farmacéuticos vía la alimentación sería mayor que la beneficiada con un fármaco de bajo precio producido con maíz, siempre y cuando el precio realmente fuera barato. Es bien sabido que una parte del precio de los medicamentos se dedica sobre todo a gastos corporativos, a la recuperación del costo de investigación y desarrollo, así como en publicidad, y patentar implica un derecho de uso exclusivo que permite establecer precios que tienen un amplio margen de ganancia. Por otro lado, los cultivos farmacéuticos no están claramente tipificados en la legislación mexicana, y hoy por hoy no existe una técnica jurídica que prevea este tipo de investigaciones y que logre emparejarse a la velocidad con que se generan nuevas biotecnologías. Redireccionar un campo tecnológico como los cultivos biofarmacéuticos hacia objetivos de mayor beneficio social constituye una tarea urgente que requiere solidaridad global, una política oportuna enmarcada en derechos humanos que no espere a que suceda la primera desgracia en la población mexicana por ser la mayor consumidora de maíz. 7 • La b ¡oseguridad en México y los organismos genéticamente modificados: cómo enfrentar un nuevo desafío 333 Sin embargo, sí se pueden establecer estrategias de elec- ción acerca de las especies que se pretenden modificar y los cambios más convenientes respecto a las ventajas y beneficios claros para el sector agrícola y ambiental, con- siderando los problemas específicos de los países o de la región donde dichos cultivos genéticamente modificados se utilizarán. Asimismo, y dado que son muchos los fac- tores que causan daños a la agrodiversidad, dichas estra- tegias deben incluir paralelamente instrumentos econó- micos cuyo objetivo sea controlar o revertir consecuencias negativas, así como la investigación correspondiente de largo plazo y su financiamiento (véase el recuadro 7.2). En la definición de políticas para impulsar el desarro- llo de la biotecnología, el camino escogido por muchos es el de la cautela ante las potenciales consecuencias de que esta se difunda, con la incertidumbre que implica el des- conocimiento real de la interacción de una nueva inser- ción genética con un organismo vivo, y su evolución en el tiempo. De ahí que se retomen términos como “enfo- que” o “principio precautorio”5 presentes en documen- tos internacionales, que a su vez se han incorporado efec- tivamente a instrumentos legales nacionales. Tanto en el Protocolo de Cartagena sobre Seguridad de la Biotec- nología6 como en la Ley de Bioseguridad de los Organis- mos Genéticamente Modificados (lbogm)7 se reconoce la importancia del principio precautorio, emanado de la Agenda 21 (Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo), en el contexto de las diferentes activida- des relacionadas con los ogm. El principio precautorio establece que en caso de que no haya certeza científica por falta de información y conocimiento suficientes con respecto a los posibles efectos adversos de los ogm, se debe tomar una actitud precavida con el propósito de evi- tar o minimizar los efectos adversos potenciales. Las sociedades modernas consideran el principio pre- cautorio como uno de los criterios fundamentales en la toma de decisiones. La importancia de este enfoque se deriva de diversos accidentes industriales ocurridos alre- dedor del mundo, los cuales disminuyeron la confianza y el optimismo que suscitó el desarrollo tecnológico. El concepto de sociedades del riesgo, impulsado por Giddens (1999) y Beck (1992), se refiere a que las socieda- des se están estructurando para contrarrestar los riesgos a los que son vulnerables, tradicionalmente en respues- ta a los naturales, pero en la actualidad se pone atención especial en aquellos riesgos creados por algunas prácticas del ser humano. En este contexto se difunde la biotecno- logía moderna: las perspectivas de incremento en la pro- ductividad por medio de la agrobiotecnología se enfren- tan a una creciente sensibilidad al riesgo que esta implica (véase el recuadro 7.4). México, con graves problemas de pobreza y deterioro ambiental, y además uno de los países megadiversos y centro de origen y diversificación de importantes culti- vos candidatos a ser transformados genéticamente, tiene la responsabilidad de custodiar la integridad de su biodi- versidad. Por ello es imprescindible aplicar un enfoque precautorio que contribuya a mantener y potenciar ade- cuadamente la riqueza biológica. Aunado a esto, también debe contar con la capacidad de recuperar biodiversidad ante un escenario de pérdida o de introgresión de cons- trucciones genéticas, si estas se llegaran a introducir de una manera no deseada. Así, el “cómo” se manejan los recursos genéticos en el contexto de un país al que le in- teresa el uso de la “biotecnología moderna” cobra una di- mensión importante. Esto con la idea de superar la impe- rante pobreza, que mejore la calidad de vida de todos conservando la biodiversidad y cuidando la salud huma- na ante potenciales riesgos (a corto, mediano y largo pla- zos) derivados de actividades relacionadas con el uso de ogm. Es claro que lo que debe informar y fundamentar las decisiones asociadas a un enfoque precautorio, es tam- bién el conocimiento de las alternativas tecnológicas de producción de alimentos que se utilizan actualmente en nuestro país y cómo estas influyen o no en el deterioro ambiental o en la productividad, además de sus reper- cusiones en la conservación de la diversidad genética de los cultivos. Adicionalmente, para el caso particular del uso de cul- tivos como el maíz, que además tiene un profundo arrai- go social, cultural y hasta religioso en México, se debería demostrar contundentemente que en la modificación genética que se llegue a utilizar en el campo, los bene- ficios superarán claramente los costos y riesgos aso- ciados, y que en ningún caso los efectos negativos serán irreversibles. Para ello es preciso reforzar las iniciativas tomadas por México desde 2007, que para el caso del maíz implica: 1 ] el registro y las colectas de la diversidad de cultivos lo- cales, razas y parientes silvestres domesticados o no; 2] la evaluación del desempeño de instituciones públicas o privadas en los ámbitos local, estatal y federal; 3] la cola- boración entre dichas instituciones y los productores; 4] el fortalecimiento de los bancos de genes, organizados en redes y con información acerca de semillas propágu- los y sus formas de conservación, y 5] la capacitación, en particular en los campos de evolución de cultivos y en la conservación y desarrollo del germoplasma, campo en el 334 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 7.4 Reflexiones en torno a los riesgos en relación con los ogm Santiago Lorenzo Alonso El concepto de construcción social del riesgo se ha generado a partir de dos interpretaciones diferentes, pero complementa' rias, del fenómeno: una percepción fundamentada en la acep- tación social del riesgo y la otra en la de vulnerabilidad. El enfoque basado en la percepción de aceptación social del riesgo define una etapa, la de los "riesgos insoportables", que se refiere a desastres ocasionados por accidentes. En consecuen- cia, el riesgo se distingue entre aceptable y no aceptable. De acuerdo con análisis colectivos de costo-beneficio, el grado de aceptación es diferente en cada sociedad. Cada forma de organización social está dispuesta a aceptar o evitar determinados riesgos, se trata de un "sesgo cultural" que guía nuestra manera de percibir una serie de aspectos (Bestard 1996). El riesgo es una construcción colectiva y cultu- ral; no es un ente material objetivo sino una elaboración, una construcción intelectual que se presta particularmente para llevar a cabo evaluaciones sociales de probabilidades y de valo- res (Douglas 1987). Es un producto conjunto de conocimiento y aceptación, depende de la percepción que de él se tenga. Por otra parte y como complemento de lo anterior, la interpretación que destaca la característica de vulnerabilidad se funda en la creciente evidencia de "que muchos de los desastres tradicionalmente atribuidos a causas naturales han sido generados por prácticas humanas relacionadas con la degradación ambiental, el crecimiento demográfico y los procesos de urbanización [...] vinculados [...] con el crecimiento de las desigualdades socioeconómicas [que resultan en] las crecientes probabilidades de exposición a la ocurrencia de desastres sobre grupos sociales caracterizados por una elevada vulnerabilidad" (García Acosta 2005). En esta interpretación se concibe el riesgo como resultado de un proceso de estructuración social de las circunstancias que posibilitan el evento catastrófico; decisiones y actos que dan origen a mayor vulnerabilidad ante un suceso probable. En el caso que nos atañe, que se liberen al ambiente organismos genéticamente modificados, la única posibilidad de que no ocurra un flujo génico entre transgénicos y domesticados o silvestres es que el transgénico no se siembre en ningún lugar, ni en pruebas piloto. Pero una vez sembrado, el rango de probabilidades se abre a una combinación posiblemente infinita de eventos. Las circunstancias en las que puede ocurrir un flujo génico son amplias y sus características no siempre son permanentes o trascendentes. Que el flujo se convierta en un desastre o no es consecuencia de la combinación de resultados en una cadena de eslabones con rango binario. Pero en el hecho de que esto se refleje en la percepción de la gente como un desastre, interviene la posi- ción que haya construido la subjetividad colectiva. ¿Hasta qué punto la presencia de rasgos transgénicos en un espécimen silvestre es un desastre? Para algunos el simple hecho lo es, para otros, por el contrario, el evento amplía la biodiversidad del espécimen al adicionar genes a los ya existentes en la especie. La demostración de si es un desastre o no, potencial- mente puede durar más de una generación de humanos. Por ello, el evento y la percepción del mismo se relaciona con "la posibilidad de presencia de amenazas y la exposición a ellas en espacios definidos y vinculada con determinadas dimensiones de vulnerabilidad" (García Acosta 2005). La actual batalla conceptual y de definición de políticas públicas frente a la difusión de la biotecnología en la agricultura es producto de las diferentes ideas acerca de la función de la tecnología en general y sus efectos en la conformación de nuestras sociedades. Un cambio tecnológico conlleva situaciones de las que resultan actores sociales mejor y peor posicionados y con diferentes grados de adaptabilidad. De manera que "el riesgo es un producto de conflicto de intereses, bienes y accesos diferenciales, público y privado, público y público." (Herzer 2006). Algunas experiencias relacionadas con la tecnología y el desarrollo económico mundial tienen que ver con el conflicto al que está sujeta la biotecnología, pues la actual inequidad en la distribución de un ingreso varias veces multiplicado por la productividad de la difusión tecnológica hace desconfiar a un segmento amplio de la población sobre los beneficios anunciados en caso de que se desarrollen ogm agrícolas; además de que todavía no se tiene claro qué tan necesarios son y los riesgos son tan inciertos como sus beneficios. La sociedad no está bien informada ni de unos ni de otros, lo cual provoca que el debate derive en prejuicios que dañan un proceso de adquisición de conocimiento sobre una nueva tecnología, sus aplicaciones y sus consecuencias. En este contexto, pese a que la situación económica de nuestro país sugiera que la urgencia de mejoras económicas para la mayoría de la población rural marginada llevaría a permitir la adopción de procesos que incrementen la productividad — supuesto clave para la introducción de los ogm — , la reciente historia de acontecimientos negativos (desastres naturales, crisis políticas y económicas) provoca un clima de desconfianza a la autoridad y, en general, de aversión al riesgo, aspectos que dominan el actual debate. 7 • La b ¡oseguridad en México y los organismos genéticamente modificados: cómo enfrentar un nuevo desafío 335 que reside el futuro de los bancos de genes y de las insti- tuciones públicas. 7.4 La bioseguridad La bioseguridad, como concepto de trabajo, se define aquí como “la aplicación de herramientas para garantizar un uso responsable y seguro de la biotecnología”, y en esto intervienen múltiples disciplinas, enfoques y conceptos que, por definición, trascienden el aspecto técnico y son relevantes desde la perspectiva social (véase el recuadro 7.5). Bioseguridad no significa detener o impedir el desa- rrollo de la biotecnología moderna; en todo caso, incen- tiva las investigaciones biotecnológicas que incorporan la bioseguridad, lo que le da mayor legitimidad al uso de esta tecnología en la sociedad. El concepto de bioseguri- dad debe incluirse en cada desarrollo biotecnológico des- de su concepción, para que lo asuman quienes lo llevan a cabo, los que lo regulan y sus usuarios directos e indirec- tos, de forma que solo los proyectos “bioseguros” sean los que prevalezcan y sean aceptados por la sociedad en su conjunto. Esto está claramente relacionado con el análi- sis de riesgo, que se trata enseguida. 7.4.1 El análisis de riesgo Las actividades derivadas del uso de ogm plantean la ne- cesidad de realizar evaluaciones científicas de riesgo con un enfoque de “caso por caso”, en las que se incluyan los tres tipos de riesgos identificados: para el medio ambien- te, para la salud humana y para las actividades socioeco- nómicas, así como desarrollar la capacidad institucional para llevar a cabo dichas evaluaciones. El análisis de riesgo es una técnica aplicada en diferentes áreas con el propó- sito de prevenir y minimizar efectos adversos, y considera tres etapas que se retroalimentan entre sí: la evaluación, el manejo y la comunicación del riesgo. La evaluación de los riesgos al ambiente, de acuerdo con el Convenio sobre la Diversidad Biológica, debe abar- car los tres aspectos en los que se manifiesta la biodiver- sidad, es decir, el genético, las poblaciones de especies y el ecosistémico. Además, estas evaluaciones, sustentadas en evidencia científica, deben considerar todos los com- ponentes que participan en los ogm: los organismos do- nadores, el organismo receptor, el método de inserción, la composición completa de la construcción genética in- sertada, el sitio del genoma receptor donde se insertó el gen, la estabilidad de la construcción genética insertada (al igual que la expresión de la misma), las condiciones del ambiente donde se quieren liberar y las interacciones de los organismos con su entorno biótico y abiótico. Más aún, para que la evaluación de riesgos tenga un carácter informativo real, debe incluir una comparación con otras alternativas de uso de los organismos convencionales. La complejidad de este enfoque integral es necesaria. Para el caso de México es de crucial importancia con- siderar los potenciales riesgos socioeconómicos que pue- dan surgir de la implementación de determinados paque- tes biotecnológicos (véase el recuadro 7.5), así como la diversidad de los sistemas agrícolas y las distintas prácti- cas utilizadas en el país. En muchos casos, estos sistemas son sumamente contrastantes con las prácticas de exten- sos monocultivos de alto insumo que requieren semillas para cada temporada, aspectos que caracterizan hasta ahora al cultivo de ogm. Un componente importante en este contexto es el hecho de que el desarrollo y la comer- cialización de las semillas, incluidas las genéticamente modificadas, en la actualidad prácticamente todas se en- cuentran en manos de unas cuantas grandes compañías transnacionales. Una tarea fundamental es fomentar la investigación biotecnológica nacional en instituciones que den respues- tas a los problemas que enfrenta la agricultura mexicana. Lo anterior se debe hacer de manera responsable, con las herramientas que proporciona la bioseguridad y con en- foques propios que aprovechen de manera sustentable la biodiversidad como el recurso que es patrimonio con el que México cuenta. Pero eso no es todo; una vez que se cuente con los productos adecuados, diseñados para re- solver problemas nacionales, el Estado debe establecer mecanismos que propicien su desarrollo y eventual co- mercialización. Un problema muy grave para el país es la sequía y la poca disponibilidad de agua para riego, pero a la vez en México existen variedades de maíz seleccionadas tradicio- nalmente que toleran ciertos grados de sequía. Financiar investigaciones biotecnológicas que permitan identificar los genes propios del maíz con esta u otras características útiles posibilitaría el desarrollo de variedades locales adap- tadas, y haría patente el valor intrínseco de la agrobio- diversidad y de su conocimiento. Este es un ejemplo de cómo al mejoramiento genético tradicional puede sumar- se el uso de herramientas moleculares mediante la carac- terización del germoplasma. El mejoramiento genético tradicional sumado a las herramientas moleculares trae- ría un cambio del modelo de desarrollo tradicional ema- nado de las instituciones públicas, hacia mecanismos de 336 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 7.5 Bioseguridad y sociedad Michelle Chauvet La importancia de incluir las consideraciones sociales en los análisis de riesgo en bioseguridad los hace más completos y estos no se limitan solo a los aspectos ambientales. Desde la perspectiva del científico los alcances de la ciencia y la tecnología son unos, sin embargo, al momento de aplicarlos socialmente pueden ser otros más limitados o diferentes, por lo que se deben evaluar en las condiciones reales. Las ciencias sociales tienen mucho que aportar en este terreno porque cumplen dos funciones sustanciales: en el enlace entre las necesidades e intereses de los actores sociales y los desarrollos tecnológicos, y para advertir de los riesgos potenciales que pudieran acarrear. Entre los ámbitos de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología relacionados con la regulación en bioseguridad es importante destacar las relaciones entre el Estado, el mercado y la sociedad. En cuanto al Estado, si bien debe contribuir a la competitivh dad de los productores, esta no puede poner en riesgo los re- cursos naturales. Las políticas económicas, de ciencia y tecnolo- gía y de bioseguridad tienen que articularse a fin de alcanzar objetivos de beneficio social amplio. Al Estado le corresponde crear y fortalecer instituciones dedicadas a la bioseguridad. Con respecto al mercado la tendencia cada vez mayor es hacia empresas socialmente responsables. Esta característica parte de la demanda de los consumidores que exigen productos no solo de calidad, sino que en su proceso no hayan deteriorado el ambiente o que provengan de condiciones laborales injustas. Otro requerimiento que se está imponiendo, sobre todo en el mercado alimentario, es el de trazabilidad, es decir, el rastreo del alimento desde su siembra hasta su distribución y la demanda del etiquetado para los productos genéticamente modificados responde a esa exigencia. Por último, en el aspecto social se enfrentan, en lugar de asociarse, el conocimiento local y el conocimiento científico. La relación de las comunidades indígenas con los recursos naturales es muy especial dada su cosmovisión que le imprime valores intangibles a tales recursos, es decir, más allá de lo que son los reducidos análisis de costo-beneficio. Los valores culturales están íntimamente relacionados con el uso del territorio y por ello hay una coincidencia entre la diversidad biológica y la cultural, como se evidencia en esta obra. Un tema social fundamental es la participación pública en la toma de decisiones, estrechamente vinculada con el respeto a las diversas formas culturales de uso y acceso a los recursos fitogen éticos. Las demandas sociales que tienen que ver con la bioseguridad de los organismos genéticamente modificados son nuevas en relación con otras más convencionales, como las salariales o de servicios, y es justamente este carácter de nove- dad lo que exige también nuevos canales de solución y nego- ciación, distintos a los tradicionales: los partidos políticos y el Estado. En otras palabras, acerca de cómo instrumentar social- mente la participación pública en materia de bioseguridad se está en proceso de aprendizaje y se requiere una gran creativi- dad en este renglón. Es poca la participación ciudadana porque no existen las estructuras y el aprendizaje para realizarla, por lo que se debe hacer un esfuerzo para buscar maneras realistas de lograr la participación significativa de los ciudadanos (Fischer 2002). No basta con disponer de la tecnología, también cuenta la capacidad de procesamiento de esta (González 2004). Una meta a seguir en relación con la participación social es, como sostiene Snow: "alfabetizar en ciencia y tecnología a ciudadanos que sean capaces de tomar decisiones informadas, por una parte, y promover el pensamiento crítico y la independencia intelectual en los expertos al servicio de la sociedad, por otra” (López-Cerezo 1998). Recapitulando, en las consideraciones sociales de los análisis de riesgo en materia de bioseguridad la acción coordinada de los ámbitos estatal, mercantil y social puede llevar a resolver problemas, en lugar de crear nuevos; desafortunadamente, en las condiciones actuales privan más los intereses comerciales sobre los otros. Una metodología que puede contribuir a incorporar los aspectos sociales en los análisis de riesgo de las aplicaciones de la biotecnología moderna es la evaluación del impacto social (sia: social impact assessment), cuyo objetivo es asegurar que en el desarrollo se maximicen los beneficios y se minimicen los costos, sobre todo aquellos que afectan a la comunidad. Como premisas de la evaluación del impacto social se debe poner menos atención en el beneficio individual y maximizar el bene- ficio social; el desarrollo tecnológico debe ser aceptable para la comunidad, equitativo y sustentable y el mejoramiento del bien- estar de la comunidad tiene que ser explícito (Vanclay 2003). Otra iniciativa es el debate científico sobre las nuevas tecno- logías y la búsqueda de procesos de negociación entre las orga- nizaciones de la sociedad civil y los investigadores para encon- trar las dimensiones sociales y políticas de los nuevos desarrollos tecnológicos, con el objetivo de rediseñarlos. Con esta pers- pectiva trabajan los editores del Journal Tailoring Biotechnologies. Estos ejemplos son buenos puntos de partida para aplicar en las decisiones sobre el uso de las nuevas tecnologías. 7 • La bioseguridad en México y los organismos genéticamente modificados: cómo enfrentar un nuevo desafío 337 producción, con tecnología de punta, dirigidos a resolver problemas como control de C02, eficiencia en el uso del agua, seguridad alimentaria, cambio climático y diversos problemas ambientales. Existirán casos en los que no se necesite insertar genes de otras especies para contribuir a resolver problemas que enfrenta un creciente número de agricultores en México. 7.4.2 Relación entre los ogm y la biodiversidad Entre los posibles riesgos potenciales ambientales aso- ciados con la introducción de ogm al medio ambiente, y que es necesario evaluar en el análisis de riesgo, se en- cuentran los siguientes: generación de “supermalezas” o introducción de especies invasoras; posibilidad de flujo génico entre el ogm y el cultivo convencional; posibili- dad de flujo génico entre el ogm y especies silvestres re- lacionadas; posibilidad del ogm de convertirse en una plaga, peste o patógeno; posibilidad de afectar organis- mos no blanco y organismos benéficos; posibilidad de desarrollo de nuevos virus; erosión genética y pérdida de diversidad; sustitución del nicho de la plaga objetivo por otra; evolución de la resistencia en plagas; cambios en las interacciones de la comunidad; modificación de los ciclos ecológicos; desplazamiento competitivo y efectos no es- perados (Conner et al. 2003; Ellstrand 2003b; Rissler y Mellon 1996; Sharma y Ortiz 2000; Snow 2002; Stewart et al. 2003). Algunos de estos riesgos no son exclusivos del uso de cultivos gm, y varios de ellos se relacionan con el flujo génico desde un cultivo genéticamente modificado hacia otros cultivos no modificados genéticamente o hacia pa- rientes silvestres. Sin embargo, el riesgo de flujo génico no necesariamente constituye per se un efecto negativo, pero sí lo puede generar el efecto propio de la transferencia del transgén, por ejemplo, por ventajas en la adecuación de- rivadas del gen. Además puede haber consecuencias eco- nómicas o de percepción para algunos agricultores, par- ticularmente en el caso de la agricultura orgánica, la cual tiene un mercado en crecimiento. Los beneficios de los ogm se pueden catalogar, igual que las objeciones, como intrínsecos y extrínsecos, de- mostrables o debatibles. Con frecuencia se dice que la agrobiotecnología aumenta la productividad agrícola, dis- minuye el uso de plaguicidas y herbicidas y mejora la nu- trición de la población. Sin embargo, esto debe fundamen- tarse casuísticamente, ya que estos beneficios dependen de una serie de variables que no siempre están presentes durante el desarrollo de una cosecha. Actualmente el aumento de la productividad se presu- pone por la introducción de modificaciones genéticas que incrementan la resistencia de una especie ante una plaga o la convierten en tolerante a algunos herbicidas. Estas características pueden contrarrestar las altas pérdidas de cosechas por plagas o por la invasión de otras hierbas, al- canzando un rango de entre 20 y 40 por ciento (Solbrig 2004). Sin embargo, en ausencia de la plaga blanco u ob- jetivo para el que se desarrolló el ogm, o junto con nu- merosas plagas (en el caso de México existe una gran di- versidad de insectos que en ciertas circunstancias se les puede considerar plaga), o sin la presencia de insumos adicionales como fertilizante o riego, los incrementos en productividad esperados podrían no darse, por lo que no se justificaría el costo de adoptar esta tecnología. Independientemente de que en las distintas posturas se reflejen algunas subjetividades, que no se puede decir que sean concluyentes, existen experiencias documenta- das para alimentar tanto el optimismo como el escepti- cismo. Los principales argumentos para desarrollar cul- tivos gm son su mayor productividad, la posibilidad de hacer frente a la creciente necesidad de cosecha de alimen- tos y, el más reciente, producir materia prima para bio- combustibles. Algunos estudios muestran que sí hay un aumento de la productividad, pero otros dicen que esta no se da después de la primera temporada. Ablin y Paz (2004) señalan que “el vertiginoso ritmo de incorporación de la soja genéticamente modificada a la agricultura ar- gentina refleja las considerables ventajas de dichas semi- llas”; los datos disponibles indican hasta 29.5% de margen adicional (aunque, hay que tomar en cuenta que en Ar- gentina no están patentados, por lo que no se paga regalía; esto aumenta el rendimiento económico, que es lo que miden estos estudios). También hay argumentos acerca de que la productividad no aumenta con los ogm. En un estudio exhaustivo y respaldado con cifras, Friends of the Earth (2007) aporta datos sobre el resultado contrario para los campesinos en el caso de la soya en Paraguay y Brasil, y del algodón en México, India, Colombia, Sudá- frica, Australia y Argentina. Con estos cultivos se ha he- cho poco, si acaso, para ayudar a solucionar los grandes problemas que tienen los agricultores en la mayoría de los países. El informe va más allá: asevera que los cultivos gm a menudo se desempeñan peor que sus parientes con- vencionales, incrementando el uso de plaguicidas y sin aumentar los rendimientos. Señala como una causa de ello las condiciones de sequía imperantes en la mayoría de esos países y para lo cual los transgénicos desarrolla- dos son menos aptos que las semillas convencionales (por 338 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio ejemplo, en Paraguay se esperaba un rendimiento de soya RR de 2 200 kg/ha y quedó en únicamente 800 kg/ha). Por la bondad del régimen climático, dan como excepción a Estados Unidos y Argentina en soya.8 En varios estudios de caso citados por Morales y Schaper (2004) se señalan los rendimientos comparativos de va- rios cultivos: Canadá, el rendimiento de la colza conven- cional fue mayor, tanto física como monetariamente, en cerca de 5%: en el caso de la soya en Estados Unidos, otro estudio aporta un caso en Illinois en el que la soya trans- génica da 3.5% más de rendimiento físico entre otros sie- te casos estatales en los que la semilla convencional da entre 3 y 12 por ciento adicional. Por otra parte, en el caso del algodón en Sudáfrica, se- gún Kirsten etal. (2002), los granjeros locales no conside- ran el incremento en la cosecha como argumento princi- pal para adoptar el cultivo gm, sino el gasto que evitan por el uso de plaguicidas, ahorro que se pierde por el cos- to de las semillas transgénicas.9 No habrá duda de los beneficios de la biotecnología cuando se conozca mejor en qué condiciones los cultivos pueden tener un rendimiento óptimo. Aunque también se debe reconocer que los riesgos existen, de eso tampo- co hay duda. Por ello, la decisión de introducir ogm y, en su caso, el fortalecimiento de la bioseguridad, tiene gran importancia en la aplicación de la agrobiotecnología en un país megadiverso como México, en especial porque es centro de origen y diversificación de especies que son bá- sicas en la alimentación no solo de nuestro país sino del mundo, lo que implica una gran responsabilidad (véase el cuadro 7.1). En este contexto, la Ley de Bioseguridad de los Orga- nismos Genéticamente Modificados (lbogm), así como otros instrumentos internacionales relacionados constitu- yen un avance importante en el desarrollo de las diferen- tes actividades que llevan a cabo distintas instituciones, especialmente porque se delimitan en el ámbito nacional las competencias de las autoridades en el tema, y su obje- tivo es prevenir, evitar o reducir los posibles riesgos que las prácticas con ogm pudieran ocasionar a la salud hu- mana, al ambiente y a la diversidad biológica o a la sani- dad animal, vegetal y acuícola. 7.4.3 Regulación y política En el ámbito internacional se ha reconocido, por un lado, que la biotecnología moderna tiene grandes posibilida- des de contribuir al bienestar humano si se desarrolla y utiliza con medidas de seguridad adecuadas para el me- dio ambiente y la salud humana, y por el otro, la necesi- dad de salvaguardar, debido a su crucial importancia para la humanidad, los centros de origen y de diversidad gené- tica. De hecho, el Protocolo de Cartagena sobre Seguri- dad de la Biotecnología es un tratado internacional vin- culante que regula el movimiento transfronterizo de ogm, donde se sustenta un marco normativo internacional y se crea un entorno para aplicar la biotecnología de forma adecuada para el medio ambiente, considerando los ries- gos a la salud humana. El Protocolo de Cartagena pretende contribuir a obte- ner los máximos beneficios del potencial de la biotecno- logía y reducir los riesgos para el medio ambiente y para la salud humana10 mediante la bioseguridad, la cual este instrumento internacional define como la aplicación de lineamientos, medidas y acciones de prevención, control, mitigación y remediación de impactos y repercusiones adversas a la salud y al ambiente asociados al uso y ma- nejo de los ogm producto de la biotecnología moderna. México participó intensamente antes y durante las ne- gociaciones del Protocolo de Cartagena, que entró en vi- gor el 11 de septiembre de 2003, y ahora es uno de los estados parte de este tratado, junto con más de 146 paí- ses.11 Contrario a la percepción generalizada en los sec- tores vinculados al libre comercio, que es común que opine que los acuerdos multilaterales ambientales obsta- culizan el comercio, el Protocolo de Cartagena promue- ve la reducción de los potenciales obstáculos no arance- larios con la creación de unas reglas mínimas, claras y comunes entre los estados parte del protocolo. El obje- tivo es evitar que los movimientos transfronterizos de ogm estén sujetos a una lista diferente de requisitos para su importación en cada país involucrado en su comercio, con los cuales se busca garantizar la bioseguridad. En el ámbito nacional, después de varias iniciativas, di- versas versiones y muchos debates finalmente se aprobó la Ley de Bioseguridad de los ogm y se publicó en 2005. Sin embargo, su instrumentación ha sido muy difícil por diversas razones, entre las que destacan: los intereses con- trastantes alrededor del tema, una ley fraccionada y en algunos casos incoherente debido a los diferentes actores que participan en el análisis y edición de las distintas ver- siones de trabajo de la lbogm. Aunado a esto, la ley es- tablece nuevas atribuciones para el caso particular del sector ambiental que resultan en procesos como resolu- ción de permisos, monitoreo y vigilancia de los ogm en los que este sector no estaba involucrado antes, por lo que el cumplimiento de estas nuevas responsabilidades se ve limitado porque cuentan con un reducido número de per- 7 • La bioseguridad en México y los organismos genéticamente modificados: cómo enfrentar un nuevo desafío 339 sonal capacitado y con recursos escasos. En otros secto- res del gobierno, como salud y agricultura, con amplias competencias para implementar la lbogm, también son todavía escasos el personal capacitado, la infraestructura y los recursos económicos asignados. Estos aspectos de- berían revertirse a la brevedad para que los instrumentos legales con los que se cuenta sean efectivos y eficientes. 7.4.4 La participación pública y la bioseguridad El uso de la agrobiotecnología ha enfrentado diversas ob- jeciones que Solbrig (2004) cataloga como intrínsecas y extrínsecas. Según este autor, la validez de las primeras se puede refutar o demostrar con experimentos y obser- vaciones. En cambio, las segundas son de índole ética o filosófica y se refieren al modo en que se interpreta la naturaleza y el alcance que pueda tener la agrobiotecno- logía. Es decir, las objeciones intrínsecas se refieren a las consecuencias de la inserción de genes de otras especies, virus o bacterias en una especie determinada y su efecto en la salud humana y los ecosistemas. Estos incluyen, por ejemplo, el hecho de que los ogm puedan convertirse en malezas más difíciles de combatir o que, por su adecua- ción incrementada, desplacen aceleradamente a otras va- riedades tradicionales de la misma especie, mermando con esto la variabilidad genética de la misma. Las objecio- nes extrínsecas están ligadas, por un lado, a los aspectos morales y éticos que surgen ante la asimilación de una tecnología que cambia definitivamente la forma que toma la vida en la Tierra y, por otro lado, determina la transfor- mación de la cadena productiva agrícola y su relación con su entorno natural. En el ámbito de percepción pública, la repercusión de los ogm es más compleja, ya que en gran medida no solo depende de la información con que se cuente y cómo se interprete, pues también se relaciona con creencias y tra- diciones arraigadas, y por ello admitir la “modificación genética que rompe con las barreras naturales de la re- producción” no corresponde con los valores o principios que rigen la vida cotidiana en general. Los estudiosos de la comunicación de riesgos han iden- tificado distintos aspectos que influyen directamente en la percepción de los riesgos y, por tanto, en su aceptación o rechazo. Entre estos se encuentran los siguientes: si la exposición a determinado riesgo es voluntaria o impues- ta; si tenemos control o no al asumir determinado riesgo; si es un riesgo natural o “artificial o producido”; si el ries- go nos es familiar o desconocido; el conocimiento que se tiene del riesgo en función de si está o no relacionado con incertidumbres; si la distribución del riesgo es amplia o afecta a grupos vulnerables; o si se trata de un riesgo in- mediato y catastrófico o diferido y no catastrófico. El caso del uso de la tecnología del ácido desoxirribonucleico (adn) recombinante y de los ogm se asocia con algunos aspectos que tienden a incrementar la percepción del riesgo. Se trata de una nueva tecnología que se considera ajena y artificial, que la gran mayoría de la población des- conoce y no tiene control sobre su exposición, y además se relaciona con ciertos niveles de incertidumbre. Algu- nos de estos aspectos podrían manejarse sencillamente con mayor información, mientras que otros son más di- fíciles de controlar. Paradójicamente, actividades que se regulan de manera estricta se perciben como más riesgo- sas; pero una mayor regulación también incrementa la confianza en las instituciones, lo que a su vez puede in- fluir en una percepción de menor riesgo. Se debe buscar la participación pública en el proceso de toma de decisiones, como lo expresa el Protocolo de Cartagena en su artículo 23. Sin embargo, una consulta pública que busca ser participativa y efectiva debe partir de un impulso firme de concienciación, educación inclu- yente y acceso real a la información por parte de todos los sectores. Para México este es uno de los mayores re- tos por sus grandes contrastes, limitaciones y rezagos de una considerable proporción de sus habitantes, prevale- ciente en gran medida en las comunidades indígenas y locales que mantienen con una agricultura de subsisten- cia una enorme diversidad de cultivos. En este sentido el ejercicio de la tolerancia y el respeto es primordial para mantener una sociedad armónica. 7.5 La bioseguridad en México México ha sido pionero en la experimentación con ogm de uso agrícola. Las primeras solicitudes de liberaciones de ogm al ambiente con fines experimentales se presen- taron en 1988, pero apenas en 1991 se liberó el primero: jitomate ( Lycopersicon esculentum) resistente a insectos. Desde entonces y hasta 2006 se han sembrado ogm de 21 cultivos, todos en etapa experimental, con un total de 1 116 liberaciones caso por caso. Como se puede obser- var en la figura 7.1, las liberaciones se han llevado a cabo en distintas zonas del país; destacan el caso del algodón en el norte y de la soya en el sur. En la figura 7.2 se puede observar que la superficie total sembrada de algodón (convencional + gm) en todo el país tuvo una disminución muy severa en el periodo Figura 7.1 Liberaciones de ogm en México permitidas en el periodo 1991-2006. Fuentes: Senasica (2006); siap (2007). Nota: entre paréntesis se indica el número de liberaciones por cultivo. 7 • La bioseguridad en México y los organismos genéticamente modificados: cómo enfrentar un nuevo desafío 341 00 CT\ O s — C\J co M" un V£> Uv OO CX O s — 09 m xr un vo 00 OO CX CX CX G\ CX ex Ox CX CX CX o O O o o o o GX CX ex GX gx GX ex cr\ Gx Gx GX Gx o o O o o o o \ — T — \ — \ — \ — T — \ — \ — \ — \ — \ — T — 09 09 09 09 09 09 09 Figura 7.2 Superficie nacional sembrada de algodón. Fuentes: Senasica (2006); siap (2007). 1992-1993, debido principalmente a las emergencias fi- tosanitarias que se presentaron (Massieu et al. 2000; Traxler y Godoy-Ávila 2004). A partir del año 1995 co- menzó la siembra experimental de algodón gm en varios sitios de la República, y alcanzó la máxima superficie per- mitida por la Sagarpa en 2004, siendo el algodón Bollgard (genéricamente denominado como Bt, que confiere resis- tencia a plagas de lepidópteros) una de las herramientas del programa integral de manejo de plagas algodoneras emprendido por la autoridad sanitaria (Massieu et al. 2000). Desde entonces la superficie sembrada de algodón gm ha aumentado hasta casi coincidir con los totales na- cionales. No obstante estas tendencias, a la fecha los bene- ficios agrícolas concretos no se han analizado de manera integrada y sólida. Desafortunadamente, y en parte porque las liberacio- nes al ambiente de estos cultivos se llevaron a cabo en un régimen legal relativamente limitado y enfocado sobre todo desde el sector agrícola, no se cuenta con informa- ción fundamentada acerca de los efectos del uso de estos cultivos biotecnológicos en el ambiente. Por tal motivo se requiere con urgencia integrar de manera consistente la información relevante sobre el uso de plaguicidas y herbicidas en estos cultivos gm, en comparación con los convencionales. Adicionalmente es necesario generar in- formación de línea base y fomentar la investigación en materia de bioseguridad sobre los efectos de estos culti- vos a organismos “no blanco”, a la diversidad biológica y al medio ambiente, en comparación con otras opciones agrícolas como los cultivos convencionales y sus prácti- cas relacionadas. En México se conformó en 1999 la Comisión Interse- cretarial de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem), la cual busca de manera inclu- yente generar políticas y coordinar acciones sobre el tema entre las dependencias del gobierno federal con compe- tencia en la materia. La Cibiogem, como se establece en la Ley de Bioseguridad, incluye además un consejo con- sultivo científico y un consejo consultivo mixto, lo que debería garantizar una mayor participación pública y una toma de decisiones fundamentada científicamente. Ade- más, México forma parte del Tratado de Libre Comercio con Canadá y Estados Unidos;12 que lo mantiene en un puesto de referencia sobre el tema para muchos otros paí- ses, no sólo de América Latina sino del resto de mundo. En materia de investigación en biotecnología nuestro país cuenta con un grupo de 762 reconocidos biotecnó- logos repartidos en 109 institutos de investigación cientí- fica (Bolívar 2003), quienes desarrollan diversos proyectos de investigación. Para ser congruentes con las caracterís- ticas de nuestro país, sería imperativo que al menos par- te de dicha investigación se vincule a la realidad nacional y dé respuesta a las interrogantes sobre el comportamien- to de los riesgos asociados al uso de estos organismos, con el objetivo primordial de despolarizar el debate alre- dedor de su uso. 342 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio En 1999 la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) empezó a desarro- llar lo que hoy es el Sistema de Información de Organis- mos Vivos Modificados (siovm)13 (Soberón etal. 2002), cuya información es pública y de libre acceso en línea para apoyar los procesos de análisis de riesgo, toma de deci- siones, gestión y comunicación del riesgo. Con el empleo del enfoque caso por caso, la utilización de la informa- ción contenida en el siovm, y siguiendo la metodología de análisis de riesgo14 desarrollada en la Conabio, se han elaborado 1 696 recomendaciones caso por caso desde el año 2000 hasta marzo de 2008; de estas, en 50% de los casos se estimó que existían bajas probabilidades de flujo génico hacia los parientes silvestres. Véanse mapas de algodón y maíz en la figura 7.3a-d. Con el objetivo de contribuir a que se tomen decisiones, con un enfoque ambiental y de conservación de la biodi- versidad, la Conabio y el Instituto Nacional de Ecología (ine) han trabajando de forma conjunta para desarrollar protocolos de evaluación y análisis de riesgos, así como bases de datos con la información necesaria. En el ine, con el apoyo del Subcomité Especializado de Medio Am- biente (sema), se desarrolló el Protocolo de Análisis de Riesgo para la Liberación de Organismos Genéticamente Modificados en el Medio Ambiente (aromma),15 instru- mento que, considerando otras experiencias internacio- nales en análisis de riesgo, es adecuado a las necesidades de México como país megadiverso y centro de origen, y que además puede modificarse en función de los avances biotecnológicos. Este protocolo contiene varios módu- los de análisis, manejo y comunicación del riesgo que incluyen: antecedentes de desarrollo y uso de ogm, bio- logía molecular y el proceso de transformación genética utilizado, análisis de las características reproductivas y las características del posible ambiente de liberación, análisis de características fenotípicas novedosas en los ogm, análisis de medidas de mitigación, control y moni- toreo de ogm, y medidas en casos de contingencia. Me- diante este proceso se ponderan cualitativamente los riesgos identificados y se sustenta de manera científica la toma de decisiones respecto al uso de ogm en el campo mexicano. Una de las necesidades prioritarias del gobierno en ma- teria de bioseguridad, principalmente para los casos de los sectores ambiente, salud y agrícola, donde recaen las actividades reguladas de acuerdo con la propia lbogm, es contar con una estructura en recursos humanos alta- mente capacitados para atender todas las obligaciones le- gales adquiridas, no solo por la entrada en vigor de la ley, sino como país parte del Protocolo de Cartagena y depo- sitario de valiosos recursos genéticos. Entre 2002 y 2005 en nuestro país se desarrolló un pro- yecto de fortalecimiento de capacidades para implemen- tar el Protocolo de Cartagena, otorgado a México por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (Global Envi- ronment Facility, gef) con un presupuesto de más de un millón de dólares. Estos fondos se invirtieron en capaci- tación técnica de recursos humanos en todo el país, tanto para la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Natu- rales (Semarnat) como para la de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa). Ade- más, se equiparon dos laboratorios de detección e iden- tificación de ogm. Uno de ellos es el primer laboratorio en México acreditado para detectar maíz gm y el otro se encuentra en etapas finales de certificación. También se mejoraron bases de datos con información de cultivos ge- néticamente modificados y sus parientes silvestres, entre otras actividades. Desde mayo de 2006 se lleva a cabo un segundo proyec- to, (con financiamiento de 10 millones de pesos con re- cursos del gobierno federal para año y medio) que busca consolidar algunos de los productos elaborados con el proyecto antes descrito. Entre otros objetivos, pretende dejar instalado un laboratorio donde se detecten ogm en alimentos para el sector salud, incluyendo las metodolo- gías y protocolos para el análisis de las muestras. Todavía son pocos los proyectos de investigación en el tema de bioseguridad en México, sin embargo, existen y están aportando datos interesantes. Cabe resaltar el tra- bajo pionero, en todo el mundo, del ine en investigación acerca de la liberación no intencional de maíz genética- mente modificado en México (Ortiz-García et al. 2005), sobre todo con recursos del gobierno federal. Las fuentes de financiamiento para este tipo de proyectos, aunque limitadas, son variadas e incluyen fondos internacionales y ocasionalmente fondos sectoriales nacionales (véase el cuadro 7.4). El gobierno ha invertido recursos públicos mediante fondos sectoriales para financiar investigación que apoye la toma de decisiones y el manejo de riesgos para ogm de uso agrícola. Estos recursos se han asigna- do particularmente para identificar y detectar maíz gm; los resultados de esa inversión aún están por verse y se- rán determinantes para saber si se siguió la ruta correcta o si se debe instrumentar otro mecanismo para generar este tipo de información. En reiteradas ocasiones México ha expresado la im- portancia de establecer un trato diferencial claro para aquellas especies cuyos centros de origen o de diversidad 7 • La bioseguridad en México y los organismos genéricamente modificados: cómo enfrentar un nuevo desafío 343 Figura 7.3 [Esta página y la siguiente ] (a) Distribución de algodón y parientes silvestres en México; (b) liberación de algodón genéticamente modificado en México (hasta 2006); (c) distribución de maíz y parientes silvestres en México, y (d) liberación de maíz genéticamente modificado en México (de 1993 a 1998). Fuentes: Senasica (2006); siap (2007). 344 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Figura 7.3 [concluye]. 7 • La bioseguridad en México y los organismos genéticamente modificados: cómo enfrentar un nuevo desafío 345 genética estén en nuestro país. Lo anterior se ha hecho patente tanto en las negociaciones internacionales16 como en el marco regulatorio nacional. La propia lbogm reco- noce la importancia de priorizar zonas que tengan dicha condición de centros de origen y concentración de agro- biodiversidad.17 En principio, esto se aplica a todas las especies que pertenecen a esta categoría, pero en particular la lbogm establece que el maíz tendrá un régimen de protección especial (artículo 2 fracción XI). Esto responde direc- tamente a la aplicación del principio y enfoque precauto- rios y a reconocer el valor estratégico de este cultivo para México. Aunque todavía existen diversas interpretacio- nes acerca de lo que puede ser e incluir este régimen, cada vez se reconoce más que el maíz y su manejo, incluyendo el uso de maíz gm en México, representan un reto y una enorme responsabilidad para el propio gobierno. Como se mencionó, el maíz es una planta con peculiaridades importantes: es de polinización abierta, al tiempo que es la especie agrícola de mayor variedad genética conocida, Cuadro 7.4 Algunos proyectos de investigación en bioseguridad Proyecto Institución Financiamiento Una propuesta multidisciplinaria para la evaluación de los potenciales riesgos y beneficios asociados con el uso de maíces criollos mejorados por medio de la biotecnología en comunidades rurales de México Fundación Rockefeller1 US$424 900 Semarnat-2002-C01-0538 Impacto de la introducción de variedades transgénicas en la diversidad de maíces criollos y teocintes en México: estado actual, perspectivas y recomendaciones Investigadora responsable: Dra. Elena Álvarez-Buylla, Instituto de Ecología, UN AM Fondos sectoriales Semarnat- Conacyt2 Bioseguridad: implicaciones ecológicas y evolutivas en Cucúrbita. Investigador responsable: Dr. Mauricio Quesada Fondos sectoriales Semarnat- Conacyt Análisis comparativo de técnicas para la detección e identificación de transgenes. Investigadora responsable: Dra. Mari Carmen Quirasco Fondos sectoriales Semarnat- Conacyt. Convocatoria 2004 (vigente 2005-2007)3 $1 162 000 Monitoreos realizados por el Instituto Nacional de Ecología (ine) de manera coordinada con la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) de 2002 a 2006 INE-CONABIO Evaluación de la presencia de transgenes en maíces criollos de Oaxaca y Puebla (duración: 21/09/2001-31/03/2003). Investigadora responsable: Dra. Elena Álvarez-Buylla Conabio4 $333 000 Semarnat-2002-C01-0544 Recursos genéticos de México: manejo in situ y bioseguridad. Investigador responsable: Dr. Alejandro Casas Fernández, Instituto de Ecología, unam Fondos sectoriales Semarnat- Conacyt2 Semarnat-2002-C01-0730 Comunicación ambiental y biodiversidad. Investigadora responsable: Dra. Ana Rosa Barahona Echeverría, Facultad de Ciencias, unam Fondos sectoriales Semarnat- Conacyt2 Semarnat-2002-C01-0304 Recombinación del genoma de virus de RNA en Carica papaya: una medida de análisis de riesgo para la introducción de papaya en un centro de diversidad. Investigadora responsable: Dra. Silvia Rosales, Cinvestav, Unidad Irapuato Fondos sectoriales Semarnat- Conacyt2 dcapa IN505694. Propiedad intelectual y bioseguridad: dos aspectos críticos para el desarrollo y difusión de la biotecnología. Investigadora responsable: Dra. Amanda Gálvez Mariscal. Informe final presentado, julio de 1997 UNAM dc apa-papi it Clave IN218101 Desarrollo e implementación de métodos para el análisis molecular de transgenes y proteínas heterólogas en alimentos derivados de maíz. Investi- gadores responsables: Dr. Javier Plasencia de la Parra y Dra. Maricarmen Quirasco Baruch UNAM $243 232 para el primer año Identificación de secuencias transgénicas en granos y productos de maíz en México Fondos PNUD-Cofepris5 $ 900 000 1 . 2 . 3 . 4 . 5 . 346 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio lo cual permite que se cultive en un amplio rango de am- bientes lo que también se relaciona con prácticas de in- tercambio, selección y almacenamiento de semillas muy extendidas en el territorio. Su valor estratégico lo ilustra el hecho de que es uno de los principales granos de la ali- mentación mundial,18 que en el caso de México se tradu- ce en un consumo promedio de 350 gramos diarios per cápita en 600 presentaciones diferentes (Bourges 2002). Aunque existen casos en la literatura acerca de la libe- ración de ogm en áreas que son centro de origen o cen- tro de diversidad genética de la especie en cuestión, como es el caso del arroz en China (Zi 2005), y del algodón y la papa en México, algunos autores proponen metodolo- gías bioseguras para liberar, y de esta manera avanzar en el conocimiento, como sucedió con la papa en Perú (Celis et al. 2004). También hay quienes han aplicado el prin- cipio o enfoque precautorio desde una perspectiva más extrema. Es el caso de sorgo genéticamente modificado en Sudáfrica,19 de arroz basmati en India (G.K. Garg, com. pers. 2006) y de maíz en México desde 1998, cuando la Sagarpa estableció una moratoria de facto para el cultivo de maíz genéticamente modificado empezando por la ex- perimentación, aunque esta se llevó a cabo entre los años 1995 y 1998. Junto con la toma de decisiones desde la perspectiva del enfoque precautorio en los centros de origen, en al- gunos países se ha decidido, si bien no explícitamente, no cultivar organismos transgénicos por otras razones, so- bre todo económicas asociadas a la percepción pública de algunos grupos de consumidores. Este es el caso para el trigo y la papa en Estados Unidos. México debiera to- mar en cuenta los aspectos socioeconómicos en su aná- lisis y toma de decisiones respecto a cultivos estratégicos como el maíz y el frijol, entre otros. Igualmente impor- tante es que México se apoye en la gente calificada con la que ya cuenta para que, con la “retrospectiva” de lo que ha ocurrido en otros países, haga un análisis prospectivo acerca de los escenarios posibles. Debemos aprender de las experiencias externas, como en el caso de Canadá con el cultivo de cañóla. En este país la cadena productiva de cañóla (desde la semilla fundadora) se mezcló con cañóla transgénica, que llegó a la cadena productiva de mostaza (aun cuando no existe mostaza genéticamente modifica- da) limitando significativamente el comercio de este pro- ducto con Europa (A. Gálvez, com. pers. 2006). Aun con los logros alcanzados en los últimos años, el lento desarrollo de las actividades en bioseguridad en México contrasta con la rapidez con la que está creciendo la superficie de tierra ocupada por cultivos transgénicos, como la soya y el algodón. Para ilustrar este contraste, consideremos el número creciente de solicitudes de libe- ración en México que corresponde a una superficie total solicitada, desde 1988 hasta agosto de 2006, de 863 865 hectáreas.20 Aunque el análisis de riesgo se considera un aspecto crucial para la toma de decisiones respecto al uso, con- sumo y liberación al ambiente de ogm, existen otras cuestiones que deberían tener un peso específico en fun- ción de las necesidades y características de nuestro país, mediante una política pública en materia de bioseguri- dad. De entrada, esta política debe ser congruente con los acuerdos y tratados internacionales de los que Méxi- co es parte. Además, como un principio fundamental se requiere que las políticas de desarrollo biotecnológico o de importación de biotecnología se articulen con las ne- cesidades productivas, de salud pública y ambientales de nuestro país. Aunque el tema de la bioseguridad relacionado con la biotecnología moderna es reciente, queda claro, después de diversas experiencias, que la bioseguridad es un tema complejo, necesario y aún por desarrollar. Esto en parte se debe a lo nuevo y polémico del tema, pero también a las grandes inversiones en recursos monetarios y huma- nos destinados a su desarrollo e investigación, así como las potenciales ganancias derivadas de intereses creados muy fuertes. Además, en general son los países menos de- sarrollados los que tienen la mayor carga en cuanto a desarrollo de biotecnología y de bioseguridad. El mercado de los productos de la biotecnología mo- derna en semillas está muy concentrado. Se estima que en todo el mundo tiene un volumen de ingresos de 21 000 millones de dólares anuales,21 equivalente a 11.73% de los ingresos programados por el gobierno de México22 en 2006, de los cuales, solo 10 empresas concentran 50%. Sin embargo, la red corporativa de estas empresas implica que su tamaño y poder es aún mayor. Por ejemplo, desde 1998 la principal empresa productora de semillas transgé- nicas, Monsanto, tiene una alianza estratégica con Cargill, Inc. (compañía líder en procesamiento y distribución de granos) por medio de la empresa Renessen LLC.23 Así, los insumos de la actividad agrícola los manejan los com- pradores de dicha actividad, es decir, los agricultores tie- nen en el proveedor y el cliente a la misma persona. Es una forma de operación y encadenamiento productivo que cambia totalmente el papel del agricultor en el mercado. Los intereses de estas corporaciones, de los consumido- res y de los agricultores tradicionales y orgánicos procu- ran reflejarse en el marco jurídico de la bioseguridad. 7 • La bioseguridad en México y los organismos genéticamente modificados: cómo enfrentar un nuevo desafío 347 7.6 LOS GRANDES RETOS DE LA BIOSEGURIDAD 7.6.1 Nuevas aplicaciones El cambio de usos de los cultivos es preocupante. Si bien es cierto que es interesante para la especie humana que los cultivos tradicionales tengan el potencial de generar nuevos insumos para otras actividades (más allá de la ali- mentación), esto se hace, aunque en diversos grados, den- tro de los cauces de los mercados tradicionales de alimen- tos, sin diferenciación alguna y, por ende, con riesgos para la salud. Adicionalmente, estos usos alternativos van a competir por la superficie cultivable, de por sí ya escasa, destinada a la alimentación de la humanidad. Las priori- dades que se fijan en la selección de la alternativa a seguir están muy sesgadas por el monto de las ganancias espe- radas y no por las necesidades reales y urgentes de ali- mentación humana. La política comercial de las empresas y sus esfuerzos por impulsar la siembra de ogm en su centro de origen y diversificación no se comprende para un grupo de em- presas que dominan el mercado. Tal vez con esa idea se hizo un acercamiento con la Confederación Nacional Campesina (cnc), con la que Monsanto, la principal em- presa productora de semillas en el mundo, ha hecho un convenio cuyo alcance aún no se hace público, pero que bien pudiese servir para construir el puente de colabora- ción que se necesita en esta materia (Confederación Na- cional Campesina 2007). Independientemente de las distintas aplicaciones, un gran reto para México es el monitoreo y la vigilancia de los ogm en el ambiente. Por la envergadura de la tarea, se deberá recurrir a varios grupos aliados. Por un lado, un monitoreo inclusivo y extenso debe considerar la par- ticipación local de grupos interesados e informados. Por otro, se debe instrumentar una red de laboratorios que fortalezca a los que ya está operando el gobierno. Esto último tampoco es tarea sencilla, ya que muchos labo- ratorios en instituciones públicas que cuentan con la ca- pacidad y la infraestructura para apoyar las tareas de detección, identificación y cuantificación de ogm deben someterse a rigurosos protocolos de acreditación que res- palden sus resultados, esfuerzo que quizá sobrepase sus propios objetivos de investigación y limite rangos de ac- ción. No es lo mismo hacer y desarrollar ogm que crear técnicas para su identificación que cumplan con altos controles de calidad y de la que se desprendan decisiones con significativas implicaciones legales y comerciales. 7.6.2 Instrumentación de la lbogm Uno de los desafíos a los que hay que hacer frente es cum- plir con lo que la lbogm dicta en sus artículos 86, 87 y 88 (véase la nota 17). En estos artículos se establece que la Sagarpa y la Semarnat, mediante acuerdos y de manera conjunta, deben determinar tanto las especies que tienen su centro de origen y de diversidad genética en México, como las áreas donde estas se encuentran, con el fin de que en estas zonas no se lleven a cabo liberaciones al am- biente de los ogm de esa especie. Esta tarea no es sencilla. Por ejemplo, para el caso del maíz, definir las áreas de diversidad genética donde se encuentran actualmente variedades, razas y parientes sil- vestres requiere información de la línea base sobre la dis- tribución tanto de poblaciones silvestres de las distintas especies de teocinte, como de registros actualizados de las numerosas variedades y razas de maíz que se conside- ran un reservorio genético. No contar con esta informa- ción actualizada ni integrada adecuadamente muestra el olvido en el que se tiene al campo mexicano, y cómo de- cisiones acerca de la productividad nacional de maíz se han guiado más por los precios en el mercado de este pro- ducto, influidos por subsidios de la agricultura estado- unidense, que por una visión de soberanía y de autosufi- ciencia para el cultivo con más consumo en México. También hay una serie de preguntas que deben con- testarse cuidadosamente para que el establecimiento de estas áreas cumpla con el objetivo de la ley. Entre las cuestiones prioritarias por resolver está determinar los criterios para integrar la información existente y cómo atender y tomar en cuenta los acuerdos que surjan, la na- turaleza dinámica temporal y espacial de las plantas cul- tivadas, en particular del maíz, así como el desempeño de vigilancia y monitoreo de las autoridades competentes. Se debe considerar lo que ocurrió en Oaxaca y Puebla (Ortiz- García et al. 2005; Quist y Chapela 2001), que puede es- tar sucediendo en Tamaulipas, Michoacán, Chihuahua,24 Sinaloa (Castro et al. 2006), el Distrito Federal (Serratos- Hernández et al. 2007) y en otros estados de la República. A pesar de que se cuenta con el más refinado análisis de riesgo, la posibilidad de que se siembre maíz transgénico fuera de las zonas permitidas es grande, por lo que debe- rá desarrollarse una capacidad de respuesta rápida y efec- tiva. Abordar esto de manera adecuada es un reto enor- me (véanse ejemplos representativos de estos desafíos en y en ). 348 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio 7.6.3 Fortalecimiento de capacidades La cuestión fundamental para alcanzar una bioseguridad efectiva en nuestro país reside en dos aspectos de extre- ma importancia. Por un lado está la necesidad de crear las capacidades necesarias para establecer una normati- vidad con instrumentos eficientes, que se enfrente a las restricciones presupuestarias de un gobierno con obliga- ciones históricas acumuladas y con una coordinación in- suficiente, y por otro, los intereses contrarios dentro del propio gobierno encargado de regular la actividad. Las atribuciones y responsabilidades de las diferentes secre- tarías de Estado aún son dispares y, en este tema en par- ticular, contrapuestas. Por ello no se ha podido alcanzar una política de Estado coherente y reflexionada, lo cual es una necesidad imperante. Esta situación no es un caso exclusivo de México. El uso de la agrobiotecnología, como se ha visto a lo largo de este documento, es tema de con- troversia en todo el mundo. A esta controversia ha contribuido la contrastante rea- lidad. Por un lado, la inversión en investigación y desarro- llo tecnológico o la compra de patentes son actos econó- micos que requieren de recursos financieros y relaciones institucionales muy sólidas, por lo que se concentran en las grandes empresas multinacionales. La biotecnología no es la excepción. Si bien buena parte de la investigación se realiza con recursos públicos, las multinacionales han tenido acceso a este desarrollo y han dado los pasos ne- cesarios para su comercialización. El desarrollo de la biotecnología está impulsado y ace- lerado por las necesidades del mercado. Aun cuando se trata de la tecnología con mayor escrutinio de la historia, las enormes inversiones de las empresas transnacionales, en investigación y desarrollo tecnológico, más las inver- siones en la compra de patentes, no pueden acumularse indefinidamente sin dar los rendimientos esperados por las empresas, lo que las lleva a tomar decisiones que, a la luz del principio precautorio, son precipitadas. En un sec- tor tan dinámico y con tantas fusiones y adquisiciones, la competencia es un asunto de sobrevivencia para la em- presa y sus ejecutivos. La consecuencia de ello es que los protocolos de seguridad más confiables para esta tec- nología no siempre se aplican, y se impulsa un enfoque optimista frente a los riesgos y el principio precautorio se considera excesivo. Las empresas involucradas cotizan en las principales bolsas de valores del mundo y requieren responder a sus accionistas con elevados rendimientos, lo que lleva a una dinámica que, en el caso de una tecno- logía con riesgos, puede ser peligrosa. Por otro lado, existe el riesgo de que la aplicación de la biotecnología en la agricultura, con su potencial impacto en la salud humana y ambiental, podría afectar el tejido social rural y su entorno de sustento. El uso seguro de la biotecnología asociada a la producción de cultivos trans- génicos está en una encrucijada en la que convergen la agricultura, el medio ambiente y el comercio, y es impor- tante que se consideren las características y necesidades propias de nuestro país, para tomar decisiones informa- das, incluyentes y en concordancia con un desarrollo sus- tentable. Una política inteligente sería desarrollar las po- tencialidades que tiene México en esta materia, ya que se cuenta con cuadros de investigadores de primer orden y con una riqueza enorme de recursos genéticos, de mane- ra que se contribuya a resolver los problemas nacionales y que se garantice su uso responsable. Agradecimientos Agradecemos el apoyo brindado por la Coordinación de Análisis de Riesgo y Bioseguridad de la Conabio, tanto en información como en análisis, a cargo de los biólogos Oswaldo Oliveros y Claudia Sánchez, y de la candidata a maestra en ciencias Alejandra Barrios. Notas 1 Visítese y . 2 El artículo 3 del Protocolo de Cartagena, dice que “por bio- tecnología moderna se entiende la aplicación de: a\ técni- cas in vitro de ácido nucleico, incluidos el ácido desoxirri- bonucleico (adn) recombinante y la inyección directa de ácido nucleico en células u orgánulos, o b] la fusión de cé- lulas más allá de la familia taxonómica, que superan las barreras fisiológicas naturales de la reproducción o de la re- combinación y que no son técnicas utilizadas en la repro- ducción y selección tradicional”. 3 El Convenio sobre la Diversidad Biológica incluye en su agenda un programa de trabajo temático de agrodiversidad. El Tratado Internacional de Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura reconoce que cualquier re- curso fitogenético tiene un valor: “se entiende cualquier ma- terial genético de origen vegetal de valor real o potencial para la alimentación y la agricultura” como “recursos fito- genéticos para la alimentación y la agricultura”. También se encuentra el concepto en proyectos de legislación nacional, 7 • La b ¡oseguridad en México y los organismos genéticamente modificados: cómo enfrentar un nuevo desafío 349 como en la Minuta de la Ley Federal de Acceso y Aprove- chamiento de los Recursos Genéticos, dictaminada el 27 de abril de 2005. 4 Visítese . 5 El artículo 15 de la Declaración de Río sobre el Medio Am- biente y el Desarrollo dice: “Con el fin de proteger el medio ambiente, los Estados deberán aplicar ampliamente el cri- terio de precaución conforme a sus capacidades. Cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradación del medio ambiente”. 6 Visítese . 7 Esta ley se puede consultar en o en . 8 Friends of Earth International. 2007. Who benefits from gm crops? An analysis of the global performance of gm crops (1996-2006), foei, Amsterdam. . 9 . 10 Secretaría del Convenio sobre la Diversidad Biológica, 2000. 11 , consultado el 23 de mayo de 2008. 12 Países no Parte, Canadá firmó pero no ha ratificado y Esta- dos Unidos es no signatario del Protocolo de Cartagena. 1 3 Visítese < www. conabio.gob. mx/conocimiento/bioseguridad/ doctos/consulta_SIOVM.html> . 14 Visites e para una descripción de la metodología empleada. Esta se concentra en el tema del flujo de genes hacia parientes silvestres y cultivados, otros aspectos de la evaluación desde la perspectiva ecológica y de medio ambiente se consideran en los comités corres- pondientes de acuerdo con la lbogm. 15 Visítese . 16 El concepto de centros de origen y centros de diversidad ge- nética se encuentra en el preámbulo del protocolo de Car- tagena donde se reconoce “la crucial importancia que tie- nen para la humanidad los centros de origen y los centros de diversidad genética”. El concepto también se utiliza en los anexos I, II y III del mismo Protocolo. En este documen- to no hay una definición de los mismos, pero su importan- cia estratégica para la humanidad queda claramente asen- tada en el preámbulo y es por tanto una afirmación política consensuada por las partes. 17 Artículo 2. Para cumplir su objeto, este ordenamiento tiene como finalidades: Fracción XI. Determinar las bases para el establecimiento caso por caso de áreas geográficas libres de ogm en las que se prohíba y aquellas en las que se restrinja la realización de actividades con determinados or- ganismos genéticamente modificados, así como de cultivos de los cuales México sea centro de origen, en especial del maíz, que mantendrá un régimen de protección especial. Artículo 86. Las especies de las que los Estados Uni- dos Mexicanos sea centro de origen y de diversidad gené- tica así como las áreas geográficas en las que se localicen, serán determinadas conjuntamente mediante acuerdos por la Semarnat y la Sagarpa, con base en la información con la que cuenten en sus archivos o en sus bases de datos, inclu- yendo la que proporcione, entre otros, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, el Instituto Nacio- nal de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, el Instituto Nacional de Ecología, la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad y la Comisión Nacional Forestal, así como los acuerdos y tratados interna- cionales relativos a estas materias. La Semarnat y la Sagar- pa establecerán en los acuerdos que expidan, las medidas necesarias para la protección de dichas especies y áreas geográficas. Artículo 87. Para la determinación de los centros de origen y de diversidad genética se tomarán en cuenta los siguientes criterios: I. Que se consideren centros de diversidad genética, en- tendiendo por estos las regiones que actualmente albergan poblaciones de los parientes silvestres del ogm de que se trate, incluyendo diferentes razas o variedades del mismo, las cuales constituyen una reserva genética del material, y II. En el caso de cultivos, las regiones geográficas en don- de el organismo de que se trate fue domesticado, siempre y cuando estas regiones sean centros de diversidad genética. Artículo 88. En los centros de origen y de diversidad genética de especies animales y vegetales solo se permitirá la realización de liberaciones de ogm cuando se trate de ogm distintos a las especies nativas, siempre que su libera- ción no cause una afectación negativa a la salud humana o a la diversidad biológica. 18 Visítese . 19 gm sorghum stalled in SA. News in Brief. Nature Biotech- nology 24:1048-1049, 2006. 20 Visítese la página (consultada en junio de 2007) y (consultada en junio de 2007). 21 etc Group, Communiqué 90, 2005. 22 De acuerdo con la Ley de Ingresos de la Federación: 179 000 millones de dólares. 23 Monsanto, Annual report, 2005. 24 Casos de contaminación de cultivos de maíz transgénico en México, Greenpeace 2007. Visitar . 350 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Referencias Ablin, E.R., y S. Paz. 2004. Política comercial y organismos genéticamente modificados: el mercado mundial de la soja y el caso Argentina, en A. Bárcena, J. Katz, C. Morales y M. Schaper (eds.), Los transgénicos en América Latina y el Caribe: un debate abierto. Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Naciones Unidas, Santiago de Chile, pp. 123-151. Barta, A., K. Sommergruber, D. Thompson, K. Hartmuth, M.A. Matzke et al. 1986. 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Bellon coautores: Alejandro F. Barruntos-Priego • Patricia Colunga-GarcíaMarín • Hugo Perales • Juan Antonio Reyes Agüero • Rigoberto Rosales Serna • Daniel Zizumbo-Villarreal autores de recuadro: Mauricio R. Bellon • Hugo Perales revisores: Eckart Boege • Rafael Lira Saade • Rafael Ortega Paczka Contenido 8.1 Introducción / 356 8.2 Maíz/ 357 8.3 Frijol/ 359 8.4 Aguacate/ 365 8.5 Nopal/ 368 8.6 Agave/ 377 8.7 Conclusiones / 373 Referencias / 376 Recuadros Recuadro 8.1 La diversidad del maíz y el posible impacto de la introducción de transgenes en México / 360 Bellon, M.R., et al. 2009. Diversidad y conservación de recursos genéticos en plantas cultivadas, en Capital natural de México, vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio. Conabio, México, pp. 355-382. [ 355 ] 356 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Resumen México es un importante centro de domesticación y de diversidad de numerosos cultivos, algunos de gran importancia global. Este capítulo presenta una panorámica de la diversidad de cinco grupos de especies de importancia nacional que se pueden considerar como indicadoras de la situación de los recursos genéticos en el país: maíz, frijol, aguacate, nopales y agaves. Para cada uno se abordan cinco puntos: 7 ] el estado actual del conocimiento de la diversidad, tanto a nivel agromorfológico como molecular; 2] la utilización de esta diversidad por productores y por fítomejoradores; 3] los cambios en el estado de la diversidad en las últimas tres a cinco décadas; 4] los esfuerzos llevados a cabo para la conservación de esta diversidad, tanto a nivel de conservación ex situ como m situ, en los campos, las huertas y plantaciones de los productores de estas especies, y 5] una reflexión sobre el futuro de esta diversidad. En el capítulo se documenta la diversidad tanto agromorfológica como genética en estos grupos, incluyendo a sus parientes silvestres. Los datos moleculares confirman la gran diversidad existente, pero frecuentemente difieren de los análisis agromorfológicos, mostrando gradientes de variación más que grupos discretos. Estos datos también muestran la importancia del flujo génico y la hibridación en los patrones de diversidad. La diversidad no es solo resultado de factores ambientales y biológicos, sino también de procesos humanos de domesticación y diversificación. Los pequeños agricultores del país, en su mayor parte indígenas y campesinos, son quienes continúan manteniendo esta diversidad en sus campos, solares, huertas y plantaciones. Desafortunadamente no existen esfuerzos sistemáticos para dar seguimiento a los cambios que se siguen dando en la diversidad. Hay consenso en que esta ha disminuido y que dicha tendencia continúa. Algunos factores que influyen en esto incluyen la creciente participación en el mercado de todo el sector rural, cambios demográficos y culturales en las poblaciones rurales y urbanas, así como las políticas de apoyo al sector rural. Existen varios esfuerzos de conservación en el país que varían en intensidad e importancia entre los grupos analizados. La conservación ex situ enfrenta dificultades de financiamiento y compromiso institucional, aun cuando existen programas gubernamentales que la apoyan y buscan hacerla más eficiente. La conservación m situ de parientes silvestres es relativamente incipiente y fuertemente afectada por la deforestación y cambios en el uso del suelo. La conservación en finca o en campos de agricultores continúa defacto en los sistemas agrícolas campesinos, pero sin ningún apoyo formal y a pesar de muchos factores en contra. Aunque ha habido algunos proyectos piloto en este rubro, financiados generalmente por donantes extranjeros, faltan esfuerzos sistemáticos al respecto. El futuro de esta diversidad está ligado al futuro de la población rural y al valor cultural y de identidad que continúe teniendo. En general se requiere una política nacional explícita, con financiamiento concreto, que defina claramente una serie de acciones interrelacionadas de conservación m situ y ex situ para la diversidad de especies cultivadas nativas y sus parientes silvestres. 8.1 Introducción México es un centro importante de domesticación y de diversidad de numerosos cultivos, algunos de gran im- portancia global (véase el capítulo 18 del volumen I, en especial el apéndice 18.2). Esta diversidad de especies cul- tivadas no es el resultado solamente de eventos biológi- cos, sino de la interacción, durante cientos de generacio- nes, entre poblaciones humanas y estas especies. Estas poblaciones humanas, a raíz de sus necesidades, intere- ses, prácticas y conocimientos han ido conformando y manteniendo esta diversidad. Los agricultores mexicanos de hoy no son solamente los herederos de esta diversidad, sino que la continúan manteniendo y desarrollando, aun en condiciones cada vez más difíciles. Este capítulo presenta una panorámica de la diversi- dad de algunas especies cultivadas en el país. El número de estas especies es grande y el tratamiento de cada una amerita cierto grado de profundidad, lo cual no es posi- ble en un solo capítulo y requeriría un libro entero, por lo que hemos optado por seleccionar un número limitado pero diverso y representativo de cinco grupos de espe- cies de importancia nacional: maíz, frijol, aguacate, no- pales y agaves. Nos referimos a grupos de especies ya que en varios casos se trata de varias especies cultivadas que generalmente son del mismo género; asimismo, hacemos referencia a parientes silvestres de las especies cultiva- das. Esta lista incluye gramíneas, leguminosas, así como especies hortícolas, frutícolas e industriales. Dichas es- pecies pueden ser vistas como indicadores de la situación de la diversidad de recursos genéticos en el país. Para cada una de estas especies se abordan cinco puntos centrales: 1 ] el estado actual del conocimiento de la diversidad para cada cultivo, tanto a nivel agromorfológico1 como mole- 8 • Diversidad y conservación de recursos genéticos en plantas cultivadas 357 cular; 2] la utilización de esta diversidad tanto por pro- ductores como por fitomej oradores; 3] los cambios que se han dado en el estado de la diversidad en las últimas tres a cinco décadas; 4] los esfuerzos que se llevan a cabo para la conservación de esta diversidad, tanto a nivel de conservación ex situ como in situ, en los campos, las huer- tas y plantaciones de los productores de estas especies, y 5] una reflexión sobre el futuro de esta diversidad. El ca- pítulo concluye con una síntesis de las lecciones comu- nes derivadas de los estudios individuales de estos cinco grupos de especies y con una reflexión sobre su futuro y las acciones que la sociedad mexicana requiere llevar a cabo si considera que mantener esta diversidad es impor- tante para el país. 8.2 Maíz México es el centro de domesticación y uno de los centros de diversidad del maíz (Matsuoka et al. 2002; Doebley 2004). Diversos estudios de la variabilidad del maíz, tanto morfológica como genética, muestran que existe una gran diversidad en las poblaciones mexicanas, además de la existencia del teocinte, el pariente silvestre del que des- ciende el maíz cultivado (Sánchez G. et al. 1998). Para describir la diversidad del maíz en México, el concepto más utilizado ha sido el de raza, término originalmente propuesto como una forma de clasificación “natural”. Una raza se define como “un grupo de individuos relacio- nados con suficientes características en común que per- miten su reconocimiento como un grupo” (Anderson y Cutler 1942). Es un concepto basado en la morfología de la mazorca y de la planta, y en el origen geográfico del maíz. Originalmente fue utilizado por Wellhausen et al. (1952), quienes también presentan una hipótesis sobre el origen de las razas y sus relaciones filogenéticas (Berthaud y Gepts 2004). El trabajo original de Wellhausen et al. (1952) sobre las razas mexicanas de maíz identificó 25 razas, siete no bien definidas entonces, y varias subrazas. Con el tiempo, y debido a incrementos en las recolectas y su análisis, a la fecha se han descrito 59 razas de maíz (Sánchez G. et al. 2000), aunque algunas posiblemente son cuestionables (p. ej., véase Perales et al. 2003 para el caso de la raza motozinteca). Se han llevado a cabo estudios sobre la diversidad ge- nética con el uso de isoenzimas (Goodman y Brown 1988; Sánchez G. et al. 2000) y, más recientemente, con microsatélites (ssr) (Matsuoka et al. 2002; Pressoir y Berthaud 2004a, b; Reif et al. 2006). La mayor parte de estos estudios han analizado muestras de bancos de ger- moplasma representativas de todo el país y han tomado como base para la selección de la muestra la clasificación racial de las muestras utilizadas. Los estudios con isoen- zimas muestran que las razas no se agrupan en comple- jos bien definidos, como sería de esperar por los datos morfológicos, sino que forman un continuo (Doebley etal. 1985; Sánchez G. etal. 2000). Existe una gran varia- bilidad en caracteres morfológicos y moleculares, tanto entre razas como dentro de ellas, aunque ciertas pobla- ciones tienen niveles bajos de diversidad, aparentemente por tratarse de variedades para usos especiales (Sánchez G. etal. 2000). Estudios más recientes con microsatélites confirman una discrepancia entre la estructura poblacio- nal medida con datos morfológicos y la medida con mar- cadores moleculares de una misma muestra de maíces, lo cual ha sido explicado como el resultado de un gran flujo génico entre poblaciones, aunado a una fuerte selección divergente a partir de características morfológicas deter- minadas por parte de los agricultores2 (Pressoir y Ber- thaud 2004a). El estudio más reciente con microsatélites que examinó muestras de 24 razas descritas por Well- hausen (Reif et al. 2006), encontró un mayor número to- tal de alelos por locus (7.84) que en estudios previos he- chos en Estados Unidos (6.5 alelos/locus; Labate et al. 2003) y Europa (5.9 alelos/locus; Reif etal. 2006). Asimis- mo, la diversidad genética entre poblaciones fue mayor (0.61) que en estudios previos (0.53; Reif etal. 2006), con- firmándose de este modo la amplia base genética de las poblaciones de maíz en el país. La distribución de la diversidad genética presenta un patrón de aislamiento por distancia; esto es, poblaciones más cercanas se parecen más entre sí que poblaciones más lejanas (Matsuoka et al. 2002). Aunque el ambiente tiene un papel fundamental en la estructura de la diver- sidad de los maíces, existen también nuevas evidencias del papel que los agricultores han tenido y siguen tenien- do al generar y mantener esta diversidad (Pressoir y Ber- thaud 2004a, b; Perales etal. 2005). Un aspecto de gran importancia para el conocimiento, conservación y uso de la diversidad de maíz en México es la existencia del teocinte, conocido entre la población ru- ral como acece o acecintle, entre otros nombres (Sánchez G. et al. 1998). Bajo este nombre se conocen varias sub- especies clasificadas dentro de la misma especie de maíz (véase también el cuadro 1 del recuadro 18.3 del volu- men I). La más común y presente en varios estados de la República es Zea mays subsp. mexicana, a la que se clasi- fica en tres razas: Chalco, Nobogame y Mesa Central (Sán- 358 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio chez G. et al. 1998). Sin embargo, hasta lo que se conoce hoy día, Z. mays subsp. parviglumis es la más cercana al maíz cultivado; se distribuye en el suroeste de México y se le conoce como teocinte del Balsas (Matsuoka et al. 2002; Doebley 2004). También se conocen dos teocintes perennes en México, Zea perennis y Z. diploperennis (litis et al. 1979), de los cuales el primero está bajo protección formal en la Reserva de Manantlán. En general los teo- cintes son vistos por los agricultores como malezas difí- ciles de erradicar, aun cuando tienen potencial como fo- rraje y como fuente de genes para el mejoramiento del maíz. En campos donde están juntos teocinte y maíz no es raro encontrar híbridos de estos, con granos de carac- terísticas intermedias de los dos. El maíz es el cultivo más importante en el medio rural mexicano: se siembra en una superficie aproximada de 8 millones de hectáreas por alrededor de 2.5 a 3 millones de agricultores anualmente. Su producción se realiza en un sistema dual, con un gran número de pequeños agri- cultores campesinos que lo producen para autoconsumo y venta a pequeña escala, por una parte, y por otra, por un número relativamente pequeño de grandes agriculto- res que lo producen con fines puramente comerciales y pocas veces lo consumen directamente. Los pequeños agricultores campesinos utilizan sobre todo una gran di- versidad de variedades criollas (locales), mientras que los agricultores comerciales comúnmente utilizan híbridos comerciales, producto del fitomejoramiento científico. La diversidad de poblaciones criollas de maíz continúa siendo la base de la agricultura campesina mexicana. Esta diversidad está asociada, por una parte, al uso de diversas partes de la planta del maíz, no solo el grano para hacer tortillas y elaborar bebidas como el pozol. Di- chas partes de la planta incluyen los tallos, las hojas o brácteas que cubren la mazorca — comúnmente llama- das totomoxtle — y que se destinan a diversos usos, como envoltura para tamales y forraje para animales. Además, el maíz se produce desde el nivel del mar hasta los 3 000 m y a todo lo largo y ancho del país. Por otra parte, tal diversidad y adaptabilidad se relaciona con conocimien- tos y prácticas de manejo y cultivo por parte de estos agricultores, como la selección de semillas de la cosecha, el flujo de semillas entre agricultores y la asociación de tipos específicos con ambientes particulares (Hernández 1985; Bellon y Brush 1994; Louette y Smale 2000; Perales et al. 2003; Pressoir y Berthaud 2004a, b). El sistema tra- dicional de uso del maíz es dinámico y se incorporan nuevos tipos mientras que otros se abandonan. Este pro- ceso incluye la incorporación de variedades mejoradas, que son sometidas al mismo manejo que las variedades criollas, lo que da lugar a tipos adaptados localmente que los propios agricultores reconocen como “acriollados” y finalmente como criollos (Bellon y Risopoulos 2001; Be- llon et al. 2006). Desde mediados del siglo pasado ha habido programas de fitomejoramiento científico en el país, sobre todo pú- blicos y más recientemente privados. Instituciones como el inifap (Instituto Nacional de Investigaciones Foresta- les, Agrícolas y Pecuarias) y varias universidades y centros de enseñanza agrícola (entre las que destacan la Universi- dad Autónoma Chapingo, el Colegio de Posgraduados y la Universidad Autónoma Antonio Narro), así como el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (cimmyt) han desempeñado un papel importante en el fitomejoramiento del maíz. Sin embargo, el papel de las instituciones públicas ha ido disminuyendo, mientras que el de las empresas privadas ha aumentado. Grandes compañías transnacionales como Pioneer y Monsanto tienen una participación cada vez más relevante en la producción de variedades mejoradas, en particular híbri- dos. Históricamente, la utilización de la diversidad de maíces en programas de fitomejoramiento públicos se ha concentrado solo en algunas razas, entre las que desta- can tuxpeño y Celaya. Sin embargo, no está claro cuál es el grado de utilización de la diversidad genética mexicana por parte de los programas privados, particularmente de compañías transnacionales, dado que mucha de esta in- formación es de índole privada. En términos de la dinámica de la diversidad del maíz, no existe ningún tipo de seguimiento en México que per- mita conocer exactamente los cambios que se han dado en la diversidad del maíz utilizado por los agricultores mexicanos a lo largo del tiempo. Sin embargo, datos so- bre la utilización de semilla comercial muestran que solo en 20% del área sembrada con maíz se emplea este tipo de semillas (Morris y López-Pereira 1999; Aquino et al. 2001) y varios estudios de caso (Bellon y Brush 1994; Morris y López-Pereira 1999; Van Dusen y Taylor 2005; Bellon et al. 2006) indican que la mayor parte del germo- plasma utilizado en el país, en términos de número de agricultores y área sembrada, corresponde a semilla lo- cal, es decir, variedades criollas o acriolladas. Solo en al- gunas regiones, fundamentalmente en las zonas de agri- cultura comercial, ha habido una sustitución muy fuerte de variedades criollas por variedades mejoradas. Esto no quiere decir que en la agricultura campesina no se hayan abandonado o perdido poblaciones particulares de maíz criollo, dado que este tipo de agricultura es dinámico y 8 • Diversidad y conservación de recursos genéticos en plantas cultivadas 359 está en constante cambio. En las zonas campesinas, los materiales criollos dominan y cuando hay sustitución es por otros materiales criollos o acriollados, con lo que se mantienen las prácticas de selección y flujo de semilla ancestrales, y por ende la selección divergente, el flujo génico y la conservación de recursos genéticos en manos de agricultores. El único lugar donde ha habido recolectas compara- bles a lo largo del tiempo es en el estado de Chiapas, donde se tienen cuatro recolectas extensivas: las prime- ras tres para las décadas de los cuarenta, setenta y no- venta del siglo xx, y la última a principios del siglo xxi (Wellhausen et al. 1952; Ortega-Paczka 1973; Brush y Pe- rales 2007). Aunque las recolectas no son estrictamente comparables, revelan algunos patrones bastante claros que quizá se apliquen al resto del país. En esto resalta que la dinámica de los maíces es distinta entre los ambientes fríos (por arriba de 2 000 m) y semicálidos (1 400 a 2 000 m) con respecto a los cálidos (menos de 900 m) (Ortega P. et al. 1999; Brush y Perales 2007). En los fríos y semicálidos dominan las variedades criollas y hay poca competencia de variedades mejoradas, por lo que es poco probable que haya pérdidas de las primeras en estos ambientes. En los segundos, las variedades mejoradas — híbridos, varie- dades de polinización abierta y aun variedades acriolla- das— son muy competitivas y su frecuencia ha aumenta- do, lo que indica una mayor probabilidad de pérdida de variedades criollas. A partir de los años cuarenta del siglo pasado se ha llevado a cabo un esfuerzo sistemático por recolectar, es- tudiar y conservar la diversidad del maíz en México. Las recolectas de Wellhausen et al. (1952) no solo fueron es- tudiadas, sino que formaron parte del inicio de la conser- vación ex sita del maíz en bancos de germoplasma. En el año 2000 se reportaron seis bancos de germoplasma con colecciones de maíz en el país (Hernández-Casillas 2000), los cuales cuentan en la actualidad con programas de re- colección {) . Una gran parte de las muestras/accesiones están georreferenciadas, con lo que actualmente se tiene una idea de su distribución es- pacial, lo cual puede permitir una evaluación de las bre- chas aún existentes en términos de recolectas, así como un monitoreo de los cambios que se están dando en la diversidad del país. Otro aspecto explorado reciente- mente es la conservación del maíz y otros cultivos in situ. En los últimos 15 años ha habido numerosos proyectos enfocados a promover la conservación in situ del maíz, fundamentalmente en el centro y sur de México (Milpa Project 1999; Chávez-Servia et al. 2002; Bellon et al. 2003). Es un hecho la conservación de facto de esta di- versidad debido al interés y los esfuerzos de millones de pequeños agricultores campesinos; los proyectos han promovido ciertas intervenciones para apoyar a los cam- pesinos que mantienen esta diversidad e incluyen ferias de semillas, mejoramiento participativo de variedades criollas y venta de semillas de diversos tipos de maíz. Sin embargo, estos esfuerzos han sido fundamentalmente proyectos piloto, financiados por donantes extranjeros, con una duración de tres a cinco años y, aunque muchos de ellos han contribuido a la formación de recursos hu- manos en el área, su impacto ha sido local y de corto plazo, por lo que podemos concluir que no ha habido una articulación de estos esfuerzos con la conservación ex situ ni con una estrategia a largo plazo de conservación y uso de los recursos genéticos de maíz en México. Un nuevo aspecto que ha cobrado notoriedad y que tiene implicaciones para la conservación y el uso de la diversi- dad del maíz es la posible introducción de transgenes en maíces criollos y su impacto sobre su diversidad. Este es un tema que ha creado gran controversia en los ámbitos científico, de políticas públicas y mediático (véase el re- cuadro 8.1). El futuro de la diversidad del maíz está indisoluble- mente ligado al futuro de la agricultura campesina. Si bien la conservación ex situ es fundamental y debe ser apoyada y sostenida, no solo son los campesinos mexica- nos, con sus prácticas, conocimientos, ambientes y tec- nologías diversas, los que mantienen esta diversidad, sino quienes están constantemente recreándola. 8.3 Frijol El frijol es originario de América, donde puede encon- trarse diversidad genética amplia en diferentes especies del género Phaseolus (véase el recuadro 18.1 del volu- men I). En el caso del frijol común {Phaseolus vulgaris) es posible encontrar poblaciones silvestres desde el estado de Chihuahua, en México, hasta el norte de Argentina. Los hallazgos arqueológicos y las evidencias científicas de- muestran que existen dos centros primarios de domes- ticación y diversidad genética del frijol común, que son el mesoamericano y el andino (Koenig y P. Gepts 1989; Debouck y Smartt 1995; Payró et al. 2005). Los restos ar- queológicos más antiguos de frijol fueron encontrados en la Cueva de Guitarrero en Perú (8 000 a 10 000 años) y en Tehuacán, Puebla, en México (6 000 años a.p.) (Gepts y Debouck 1991). 360 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 8.1 La diversidad del maíz y el posible impacto de la introducción de transcenes en México Mauricio R. Bellon • Hugo Perales En 2001 se reportó en la revista científica Nature, de gran prestigio, la presencia de transgenes en muestras de maíces criollos de dos comunidades campesinas de Oaxaca (Quist y Chapela 2001). Esto creó una gran controversia nacional e internacional tanto sobre la validez de los datos [Kaplinsky et al. 2002; Metz y Fütterer 2002, y la retractación que Nature hizo del artículo (2002, 416:600)], como por sus implicaciones para México por ser centro de origen y diversidad del maíz, y para los agricultores campesinos que mantienen esta diversidad y que dependen de ella como medio de vida. En particular, se supuso que su presencia en variedades criollas de maíz podría tener un efecto negativo sobre la diversidad genética de este cultivo. Organizaciones civiles y comunidades campesinas hicieron una petición a la Comisión para la Cooperación Ambiental de América del Norte (cca) para que investigara los impactos de la introducción de variedades transgénicas sobre la diversidad del maíz en México. Esta comisión fue creada a raíz del Tratado de Libre Comercio de América del Norte para lidiar con asuntos ambientales entre los tres países signatarios de este acuerdo. La Comisión llevó a cabo un gran estudio sobre el tema, cuya revisión excede el ámbito de esta sección. Vale la pena, sin embargo, indicar que el estudio que resultó de este esfuerzo se enfocó en ...los posibles efectos que el cultivo de variedades comerciales de maíz transgénico — existentes y de próximo desarrollo — puede tener en las razas tradicionales de maíz y los teocintes, así como en el impacto de la posible introgresión de transgenes en esas entidades taxonómicas. Además, a fin de garantizar que el presente documento contribuya a la definición de políticas y la investigación científica, se toman en consideración las probables variedades futuras de maíz transgénico (cec 2004:7-8). El estudio abarcó diversos aspectos e hizo recomendaciones muy puntuales sobre flujo génico, biodiversidad, salud y aspectos culturales. Los resultados pueden ser consultados en . Después de la realización de ese estudio, se han realizado varios otros más y aún existe controversia sobre las metodologías utilizadas y sus implicaciones (p. ej„ Mercer y Wainwright 2008). El estudio más recientes publicado en una revista arbitrada de gran prestigio muestreó 125 campos de maíz de agricultores en 18 localidades de Oaxaca durante 2003 y 2004 en busca de la presencia de transgenes y concluyó que estos están ausentes o, en todo caso, su presencia tendría que ser extremadamente rara en los campos muestreados (Ortiz-García et al. 2005). Sin embargo, la controversia sobre la presencia de transgenes en el maíz mexicano continúa (Cleveland et al. 2005; Serratos-Hernández et al. 2007). Desde la perspectiva de políticas públicas, a partir de 1998 ha existido una moratoria a la siembra comercial y experimentación con variedades de maíz transgénico. Recientemente se ha creado legislación para, de hecho, levantar la moratoria a la experimentación, aunque no específicamente para la siembra comercial de variedades de maíz transgénico. Sin embargo, la controversia alrededor de los riesgos, conveniencia e importancia de utilizar maíces transgénicos en México continúa con intensidad. Existen grupos que tienen gran interés en que variedades de maíz transgénicas se autoricen y comercialicen en el país — particularmente de agricultores comerciales y de las compañías que los producen — y también hay una gran reticencia, e incluso rechazo vehemente, a esta posibilidad por parte de organizaciones campesinas y organizaciones no gubernamentales. México es reconocido como centro primario de do- mesticación y diversidad genética del frijol (Gepts y Debouck 1991). En el país se conoce como frijol a dife- rentes especies del género Phaseolus, entre las cuales las de mayor importancia económica son: Phaseolus vulga- ris (frijol común), P. coccineus (frijol ayocote), P. lunatus (frijol lima) y P. acutifolius (frijol tépari). En el estudio sobre la diversidad genética del frijol común se han iden- tificado cuatro razas, tres del acervo mesoamericano (Durango, Jalisco y Mesoamérica) y una del andino (Nue- va Granada) (Singh et al. 1991a; Rosales et al. 2005). Las razas fueron definidas como poblaciones similares en la morfología de la planta y semilla, adaptación a determi- nadas regiones y presencia de ciertos tipos de faseolina, una proteína del grano de frijol (Singh et al. 1991a, b, c). En la evaluación de la diversidad genética del frijol se han utilizado descriptores morfológicos (Cárdenas 1984, 2000; Singh et al. 1991a; Voysest 2000; Rosales et al. 8 • Diversidad y conservación de recursos genéticos en plantas cultivadas 361 2003) , agronómicos (Rosales et al. 2003, 2005) y de ren- dimiento (Acosta G. et al. 2004), así como marcadores bioquímicos (Singh et al. 1991a, c; Avendaño 2001) y moleculares, tales como rapd (Beebe et al. 2000), rflp (Adam et al. 1994), aflp (Pallottini et al. 2004; Rosales et al. 2005) e issr (Rosales et al. 2003; González et al. 2005), y las secuencias its de genes del núcleo ribosómi- co (Delgado y Bibler 2006). Desde su domesticación, el frijol combinado con el maíz ha formado parte fundamental de la alimentación de los mexicanos (Sánchez R. et al. 2001). En México, la superficie anual sembrada con frijol es de 2.2 millones de hectáreas (Sánchez R. et al. 2001; Acosta et al. 2002). Se considera que cada mexicano consume anualmente en- tre 12.6 y 15 kg de frijol (Shellie-Dessert y Bliss 1991; Sánchez R. et al. 2001), por lo que este cultivo es el se- gundo en importancia en México, con base en la super- ficie sembrada y el volumen consumido. El frijol se siembra en todos los estados de México, en diferentes épocas y con varios sistemas de producción, lo cual favorece la diversidad genética. El consumo del frijol es principalmente de grano seco y ejote (vaina tierna) ver- de. En la Sierra Norte de Puebla se presenta el consumo de flores y grano fresco, principalmente del frijol gordo (. Phaseolus polyanthus) y ayocote ( P. coccíneas) (Martínez et al. 1995). Existen distintas preferencias según el color, la forma y el tamaño del grano de frijol, lo cual combina- do con su versatilidad biológica, las tendencias de merca- do y la recombinación genética ha permitido conservar la diversidad de la especie (Rosales et al. 2005). No solo el grano es valioso, sino que el esquilmo (paja) — un sub- producto del frijol compuesto por tallos, ramas y valvas de las vainas — es también apreciado por su valor forra- jero (Acosta et al. 2002). El inifap ha utilizado la diversidad genética del frijol en la producción de 142 variedades mejoradas (Rosales et al. 2004). En el programa de mejoramiento genético de frijol del inifap se han realizado cruzamientos entre variedades cultivadas y en 1999 se incluyó frijol silvestre (Acosta etal. 1999). Las variedades mejoradas muestran resistencia a enfermedades y rendimiento alto en condi- ciones de manejo favorables (Acosta et al. 2002; Rosales et al. 2006). La calidad del grano de algunas variedades mejoradas de frijol del inifap ha conducido a su reco- nocimiento como clases comerciales nuevas, como el caso de los azufrados y peruanos ( Voysest 2000; Rosales et al. 2004) . No obstante, se considera que la diversidad del frijol se ha subutilizado (Acosta G. et al. 1996 ). Por ejemplo, las variedades criollas que aún se cultivan en algunas áreas rurales de México y que son apreciadas únicamente en mercados locales (parraleño, rebosero, morado, etc.) han sido poco estudiadas y por ende su utilidad en el mejora- miento genético ha sido limitada. La diversidad de poblaciones silvestres del frijol es un recurso importante para el mejoramiento genético ya que muchas de ellas cuentan con genes de tolerancia a factores adversos, los cuales se perdieron por deriva ge- nética durante la domesticación. Las poblaciones silves- tres de frijol están expuestas a factores ambientales ad- versos como frío, sequía, calor, enfermedades y plagas. Las poblaciones que sobrevivieron incrementaron el nú- mero de alelos favorables para su adaptación a esas con- diciones y pueden utilizarse para ampliar la base genética del frijol cultivado mediante mejoramiento genético. Un ejemplo de esto es el caso de la resistencia al ataque de plagas mediante la arcelina (Arc+), una proteína encon- trada en el frijol silvestre que confiere resistencia a los gorgojos Zabrotes subf adatas y Acanthoscelides obtectus (Cardona et al. 1990). Además, en frijoles silvestres se han identificado características sobresalientes en la cali- dad del grano, como el contenido alto de proteínas, hie- rro y zinc y un balance favorable de aminoácidos (Sotelo etal. 1995). Las áreas de siembra de las razas de frijol común se han modificado por la movilización de la semilla, prefe- rencias de consumo y la presión del mercado, lo que ha ocasionado el incremento de la superficie cultivada con las variedades más populares (Rosales etal. 2003). La de- manda de los consumidores, comerciantes y la industria del frijol ha fomentado la uniformidad de las clases co- merciales más importantes en México (Cárdenas 2000). El frijol enfrenta cambios en el hábito de consumo de la sociedad como consecuencia de la urbanización, migra- ción, incursión de más mujeres en el trabajo fuera del hogar (Sánchez R. et al. 2001) y el incremento de los cos- tos de los combustibles para su cocción, lo que ha redu- cido su uso. A pesar de que el frijol es fundamental en la gastronomía mexicana, su cultivo ha sido desplazado en muchos casos a regiones marginales con suelos poco profundos y lluvias escasas y mal distribuidas, lo que ha derivado en pérdidas de diversidad genética, reducción de rendimiento y disminución de competitividad de este cultivo. Además, el frijol ha sido afectado por importacio- nes legales, contrabando y la presión económica del Tra- tado de Libre Comercio de América del Norte (tlc). To- dos estos factores han influido significativamente sobre la diversidad genética del frijol mexicano. 362 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Sin embargo, la dinámica de la diversidad es compleja. En algunas clases comerciales de frijol, como el azufrado y negro opaco, se ha estrechado la base genética debido al uso recurrente de padres con grano típico y la selec- ción basada en el tipo de grano comercial (Rosales et al. 2005). En contraste, en otros casos se ha ampliado la base genética debido a la recombinación entre variedades adaptadas y germoplasma introducido. Por ejemplo, re- sultados obtenidos con marcadores morfológicos y mo- leculares mostraron que el cruzamiento entre padres contrastantes de diferentes razas y acervos amplió la base genética del frijol flor de mayo y pinto. La recombinación genética ocasionó también que estudios con marcadores moleculares mostraran agrupamientos poco claros del germoplasma mejorado de frijol de México (Rosales et al. 2005). La diversidad genética de algunas clases comer- ciales de frijol (bayo, flor de mayo y pinto) se ha preser- vado gracias a la variación en las preferencias de consu- mo y en los sistemas productivos de esta leguminosa. La mecanización agrícola ha reducido la utilización del frijol de hábito de crecimiento indeterminado con guías trepadoras (tipo IV), que anteriormente era sem- brado en asociación con maíz, lo cual ha reducido la va- riabilidad genética (Lépiz 1974; Acosta G. etal. 2004). La reducida utilización de variedades trepadoras ha provo- cado deriva genética y en algunas regiones la pérdida to- tal de la semilla de este tipo de frijol, lo que ha disminui- do el acervo genético de la especie. El uso creciente de herbicidas también ha desempeñado un papel en la pér- dida de diversidad genética (Bye y Qualset 2002). No obstante, en muchas áreas rurales de México aún se cul- tivan variedades criollas de frijol con grano apreciado únicamente en el mercado local, lo que ha favorecido la conservación de la diversidad genética de la especie. Mientras las variedades modernas de frijol han tenido éxito en ambientes con lluvia y manejo favorable, en zo- nas marginales algunas variedades mejoradas muestran una respuesta pobre, por lo que se siguen prefiriendo las variedades criollas. En general, como ha ocurrido con el maíz, la pérdida de diversidad genética es ocasionada por una creciente integración de los productores al mercado, las importa- ciones y la migración (Dyer y Qualset 2000; Van Dusen y Taylor 2005), la competencia entre variedades modernas y tradicionales (Perales etal. 2003), el tipo de tenencia de la tierra (Dyer y Qualset 2000) y el avance de la pobla- ción humana que ha propiciado el deterioro ambiental (Ortega P. et al. 1999). Se considera también que la pér- dida de diversidad genética ocurre in sita y ex sita, aun- que es necesario estimarla de manera objetiva (Ortega P. etal. 1999). Desde la década de 1940 se inició la recolección de variedades criollas de frijol, para comenzar el programa de mejoramiento genético de este cultivo. Como resulta- do de la recolecta, en 1968 se contaba con 4411 accesio- nes de frijol (90% de P. vulgaris, 8% de P. coccíneas y 2% de otras especies) (Cárdenas 1968). Vargas et al. (2006) reportan que el Banco de Germoplasma del inifap, con sede en Chapingo, Estado de México, cuenta con 7 846 accesiones de frijol común. Para asegurar la conserva- ción, se han establecido colecciones de frijol, entre otros sitios, en los campos experimentales de Iguala, Guerrero (cuadro 8.1), y Calera, Zacatecas. Actualmente, se tienen estudios de caracterización morfológica y molecular del germoplasma mejorado (Rosales et al. 2005, 2006) y de la colección núcleo de frijol del inifap (Vargas etal. 2006; Gilí etal. 2007; Var- gas-Vázquez et al. 2007). Los estudios han mostrado que se ha conservado tanto la diversidad genética como la representatividad de la colección núcleo con respecto a la totalidad de recolectas almacenadas en el Banco de Germoplasma de Frijol del inifap (Gilí etal. 2007; Var- gas-Vázquez et al. 2007). También existen estudios para la caracterización morfológica de la totalidad de las reco- lectas del Banco de Germoplasma de Frijol (Cárdenas etal. 1996), los cuales deben ser complementados, docu- mentados y sistematizados para ofrecer un servicio más eficiente a los usuarios. Es necesario también unificar criterios y recursos, y complementar la diversidad gené- tica del frijol entre las instituciones que cuentan con ger- moplasma de esta especie, para evitar duplicidades y la competencia por recursos. Además de la conservación en bancos de germoplas- ma, en el país se han desarrollado proyectos de conserva- ción in sita de la diversidad genética en los sistemas agrí- colas tradicionales. El proyecto Milpa, financiado por la Fundación McKnight (Bye y Qualset 2002), analizó la im- portancia de la conservación de la diversidad genética en variedades criollas de maíz, frijol, calabaza y quelites. En este y otros proyectos existen resultados contradictorios debido a que algunos autores establecen la importancia de este sistema en la conservación y ampliación de la di- versidad genética en algunas especies (Bye y Qualset 2002; Perales et al. 2003; Montes et al. 2005), pero tam- bién muestran evidencias sobre la pérdida de variabili- dad en otras (p. ej. quelites). Como parte de las estrategias de conservación y utili- zación de la diversidad in sita, se ha propuesto el mejora- 8 • Diversidad y conservación de recursos genéricos en plantas cultivadas 363 Cuadro 8.1 Accesiones en conservación ex situ de las especies abordadas en el capítulo, por institución Código de institución Taxón Número total de accesiones Institución Maíz MEX0001 Zea mays 10 500 Estación de Iguala, Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, inifap MEX0002 Zea mays 22137 Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo, cimmyt MEX0002 Zea perennis 162 ídem MEX0006 Zea mays 3125 Banco Nacional de Germoplasma Vegetal, Depto. de Fitotecnia, Universidad Autónoma Chapingo, uach MEX0006 Zea mays subsp. mexicana 855 ídem MEX0008 Zea mays 2 322 Instituto Nacional de investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, INIFAP MEX0008 Zea mexicana 145 ídem MEX0008 Zea spp. 11 600 ídem MEX0022 Zea mays 9 988 Programa de Recursos Genéticos, Centro de Investigaciones Forestales y Agropecuarias, inifap MEX0035 Zea mays ND ídem MEX0125 Zea mays 50 Instituto de Ecología de Alimentos, Universidad Autónoma de Tamaulipas, uat MEX0911 Zea mexicana 2 Ciencias Agropecuarias, Instituto de Ecología Aplicada de Guerrero, Ineagro MEX0915 Zea mays 36 División de Ciencias Agronómicas, Universidad de Guadalajara, u de g Total maíz 60 922 Frijol MEX0001 Phaseolus spp. 10 000 Estación de Iguala, Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas, inifap MEX0006 Phaseolus acutijolius 1 Banco Nacional de Germoplasma Vegetal, Depto. de Fitotecnia, Universidad Autónoma Chapingo, uach MEX0006 Phaseolus coccineus 311 ídem MEX0006 Phaseolus lunatus 48 ídem MEX0006 Phaseolus vulgaris 342 ídem MEX0008 Phaseolus acutijolius 40 Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, INIFAP MEX0008 Phaseolus spp. 10 600 ídem MEX0008 Phaseolus uulgaris 2112 Idem MEX0021 Phaseolus spp. ND Facultad de Agronomía, Universidad Autónoma de Nuevo León, uanl MEX0024 Phaseolus acutijolius 15 Instituto de Recursos Genéticos y Productividad, Colegio de Postgraduados, cp MEX0024 Phaseolus coccineus 15 ídem MEX0024 Phaseolus vulgaris 5210 ídem MEX0911 Phaseolus lunatus 5 Ciencias Agropecuarias, Instituto de Ecología Aplicada de Guerrero, Ineagro MEX0915 Phaseolus vulgaris 70 División de Ciencias Agronómicas, Universidad de Guadalajara, u de g Total frijol 28 769 364 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 8.1 [ concluye ] Código Número total de institución Taxón de accesiones Institución Aguacate MEX0003 Persea americana 163 Unidad de Recursos Genéticos, Centro de Investigación Agrícola Bajío, var. americana INIFAP MEX0003 Persea americana var. drymifo/ia 1 ídem MEX0003 Persea cinerascens 1 ídem MEX0003 Persea indica 1 ídem MEX0003 Persea schiedeana 1 ídem MEX0008 Persea americana 58 Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, INIFAP MEX0008 Persea spp. 144 ídem MEX0009 Persea americana var. americana 163 Centro de Investigaciones Forestales y Agropecuarias, inifap MEX0009 Persea americana var. drymifo/ia 1 ídem MEX0009 Persea cinerascens 1 ídem MEX0009 Persea indica 1 ídem MEX0009 Persea schiedeana 1 ídem MEX0935 Persea spp. ND Fundación Salvador Sánchez Colín, Ictamex Total aguacate 536 Nopal* Opuntia spp. 335 Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, inifap, en San Fuis de la Paz, Gto. Opuntia spp. 142 Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, inifap, en San Fuis Potosí, S.F.P. MEX0008 Opuntia spp. 297 Universidad Autónoma Chapingo en Zacatecas, Zac„ uach Opuntia spp. 201 Centro del Bachillerato Tecnológico Agropecuario 138 de Villa Hidalgo, Zac„ CBTA Opuntia f cus-indica 46 Universidad Autónoma de San Fuis Potosí, uaslp Total de nopal 1 021 Agave MEX0008 Agave spp. 7 Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, INIFAP MEX0911 Agave cupreata 2 Ciencias Agropecuarias, Instituto de Ecología Aplicada de Guerrero, Ineagro Total de agave 9 Datos obtenidos del Directorio de Colecciones de Germoplasma de Bioversity International (antes Instituto Internacional de Recursos Fitogenéticos) [Bio versity Directory of Germplasm Collection], en . * Los datos de nopales provienen de Gallegos et al. 2004. 8 • Diversidad y conservación de recursos genéticos en plantas cultivadas 365 miento participativo como una opción para conservar la diversidad de diferentes especies vegetales (Aragón et al. 2000; Bye y Qualset 2002; Montes et al. 2005). El mejora- miento participativo favorece la adopción de variedades y permite que los agricultores participen en la capacitación sobre técnicas de mejoramiento y conservación de la di- versidad genética (Aragón et al. 2000; Montes et al. 2005). No es suficiente con conservar la diversidad genética de los frijoles domesticados, ya que también es necesario preservar la variabilidad genética en los frijoles silvestres debido a la importancia que tienen para el futuro del fi- tomejoramiento. Los frijoles silvestres corren el riesgo de ser “inundados” por genes de poblaciones domesticadas debido al alto flujo génico que se ha observado entre am- bos tipos de poblaciones en áreas donde ocurren simul- táneamente (Zizumbo-Villarreal et al. 2005; Martínez et al. 2007). Estudios sobre la dinámica evolutiva del fri- jol silvestre y del domesticado sugieren el incremento de la diversidad genética en las poblaciones domesticadas y su reducción en las silvestres (Papa et al. 2005). En las poblaciones de frijol silvestre se ha observado el despla- zamiento de los alelos que confieren adaptación a condi- ciones adversas, derivado de un flujo de genes asimétri- co, tres veces mayor desde las formas domesticadas hacia las silvestres. Lo anterior hace evidente el riesgo de intro- ducción y cultivo de germoplasma domesticado del acer- vo andino y de variedades transgénicas en áreas donde crecen simpátricamente poblaciones silvestres y domes- ticadas (Papa y Gepts 2003; Payró et al. 2005; Zizumbo- Villarreal et al. 2005). Otro problema que enfrentan las poblaciones silvestres es la expansión de las áreas gana- deras, lo que ha provocado la pérdida de poblaciones sil- vestres de especies diversas, entre las que destaca el frijol (Lafón 2002). Aun cuando la diversidad del frijol que existe natural- mente en México, junto con el mejoramiento genético y la variación de los sistemas productivos y los gustos de la población mexicana, ha favorecido la persistencia y am- pliación de su diversidad genética en el país (Rosales et al. 2004, 2005), es necesario continuar los esfuerzos para mantener esta diversidad. Un reto para los científi- cos modernos es la recolección, caracterización y preser- vación de la diversidad genética presente en las formas silvestres y cultivadas del frijol común, la cual es utilizada en el mejoramiento genético de la especie. Por ello, es necesario avanzar en el inventario nacional del germo- plasma silvestre y cultivado del género Phaseolus, que permita establecer el nivel actual de la diversidad genéti- ca del frijol en México. El paso siguiente en la obtención y, en algunos casos, la actualización del inventario nacional de especies del género Phaseolus, consiste en el análisis de la diversidad genética en el frijol cultivado y silvestre de México. En el caso del frijol cultivado se tienen recolectas en varios es- tados de México entre 2001 y 2005, las cuales serán utili- zadas en estudios moleculares para determinar la in- fluencia de las variedades mejoradas en la diversidad genética de la especie. También se debe corroborar el estado actual de conservación de las poblaciones silves- tres de frijol y analizar la diversidad genética remanente, debido a que algunas poblaciones de frijol silvestre han desaparecido por completo y en otras se han reducido significativamente el número de individuos, con la con- secuente deriva genética. Actualmente se está incrementando el número de re- colectas en el Banco de Germoplasma de Frijol del inifap, en especial del tipo silvestre (Vargas et al. 2006). Sin em- bargo, una limitante importante es la escasez de recursos para financiar la caracterización y preservación de la di- versidad genética del frijol, un prerrequisito central para su utilización en forma sistemática y eficiente. Este reto ha obligado a los curadores de los bancos de germoplas- ma a reducir costos y a buscar nuevas fuentes de recursos financieros. Es fundamental contar con un financiamien- to adecuado y de largo plazo para la conservación de esta agrobiodiversidad. 8.4 Aguacate México es uno de los países con amplia diversidad de tipos de aguacate y existen en el país al menos 20 diferen- tes especies emparentadas con el aguacate, Persea ame- ricana (Barrientos-Priego y López-López 2000). El con- cepto de razas ha sido utilizado para clasificar la diversidad del aguacate. En el país se reconocen tres razas: mexica- na, antillana y guatemalteca (Barrientos-Priego y López- López 2000). Estas razas fueron clasificadas por Bergh y Ellstrand (Bergh y Ellstrand 1986) como variedades botá- nicas, quedando como Persea americana var. drymifolia la raza mexicana, P. americana var. americana la raza an- tillana y P. americana var. guatemalensis la raza guate- malteca. Desde la época prehispánica ha sido reconocida esta diversidad: ya en el Códice Florentino se mencionan tres tipos de aguacate: “aoacatl”, “tlacacolaoacatl” y “qui- loaoacatl”, que de acuerdo con sus descripciones podrían corresponder a las tres razas mencionadas, cada una de las cuales presenta características morfológicas distinti- 366 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio vas (Barrientos-Priego y López-López 2000). Sin embar- go, al no existir ninguna barrera genética para su cruza- miento (Bergh y Lahav 1996), existe una gran cantidad de híbridos con características mezcladas de las razas, lo que ocasiona problemas para su ubicación en una raza u otra. Estudios morfológicos con base en taxonomía numé- rica (Rhodes etal. 1971; García e Ichikawa 1979), al igual que con isoenzimas (García y Tsunewaki 1977), mues- tran que existe una relación más estrecha entre las razas antillana y guatemalteca. Con el uso de marcadores rapd se determinó que hay distancias genéticas similares entre las tres razas presentes en México (Fiedler et al. 1998). Utilizando esta misma técnica, se ha encontrado un índi- ce de polimorfismo de 57.14% en la raza mexicana, 16.7% en la guatemalteca y 25% en la antillana (Huanosto et al. 2001). Chao et al. (2003) analizaron germoplasma reco- lectado principalmente en México (42 accesiones de la raza mexicana), proveniente de varios estados, y con el uso de marcadores aflp encontraron gran diversidad aun dentro de la raza mexicana, lo que sugiere divisiones dentro de la misma. Otros estudios han mostrado que las tres razas son equidistantes (Bergh 1975; Bergh y Lahav 1996), lo cual ha sido corroborado con marcadores mo- leculares donde la similitud varió de 52.7 a 58.6 por cien- to entre las tres razas (Fiedler et al. 1998). Al analizar microsatélites, Ashworth y Clegg (2003) encontraron conglomerados generales acordes con las actuales razas, sin embargo, indicaron que debido a la gran variación que se da por la hibridación entre estas, su estudio se dificulta. Sin embargo, los híbridos se pueden separar y diferenciar con rapd (Fiedler et al. 1998), rflp (Clegg et al. 1999) y aflp (T. Chao, com. pers.). Las razas de aguacate están distribuidas de acuerdo con la altitud y la presencia de zonas libres de heladas. Así, tenemos que en general la raza mexicana se encuen- tra por arriba de los 2 000 m de altitud (zona templada), la guatemalteca entre los 1 000 y 2 000 m (zona subtropi- cal) y la antillana por debajo de los 1 000 m (zona tropical) (Bergh y Ellstrand 1986; Barrientos-Priego y López-Ló- pez 2000). En cambio, los híbridos tienen una adaptación intermedia. Un ejemplo de esto último es el aguacate de- nominado Hass, que se considera un híbrido avanzado de las razas guatemalteca y mexicana, el cual se ha esti- mado que tiene entre 10 y 15 por ciento de genes de esta última raza (Bergh y Ellstrand 1986), lo que le confiere una mejor adaptación a zonas más templadas, como en el estado de Michoacán, en donde se puede encontrar des- de los 1 500 hasta los 2 500 m de altitud (Gallegos 1983). El tipo de vegetación donde predomina la raza mexicana es de bosques de pino-encino, mientras que la raza guate- malteca se encuentra en los bosques mesófilos de monta- ña, y la antillana en el bosque tropical perennifolio, aunque solo se han encontrado pocos ejemplares de esta última en este tipo de vegetación natural (Barrientos-Priego etal. 1992). El consumo de aguacate va desde la recolección en las selvas como lo hacen los indígenas lacandones (Kashani- pour y McGee 2004) hasta los productos procesados. El aguacate está arraigado en la dieta del mexicano; se pro- ducen alrededor de 800 000 toneladas anuales y México es el primer productor mundial con poco más de la terce- ra parte del total global (aproximadamente dos millones de toneladas anuales en los últimos años). El cultivo del aguacate es muy importante como fuente de empleos e ingresos en el sector rural, ya que ocupa el séptimo lugar en el valor de la producción agrícola nacional y es estraté- gico para México por su alto impacto socioeconómico en la comunidad rural de 28 entidades productoras. Parte de la diversidad del aguacate sirve para formar huertos familiares, de los cuales se seleccionan semillas para utilizarse en los viveros comerciales. Por ejemplo, en Michoacán son muy apreciadas las semillas de la po- blación de Tingambato, cercana a Uruapan, que asegu- ran una fuente de variabilidad con una buena adaptación general a las condiciones regionales. En parcelas donde se desmonta el bosque en zonas serranas, generalmente los agricultores dejan árboles que les son de utilidad, en- tre estos los de aguacate, que en caso de producir frutos que sean de su agrado, los conservan en la parcela e in- cluso los llegan a comercializar en mercados locales. Esto es muy común en Los Altos de Chiapas, mientras que en otros estados como Michoacán, Puebla y México, es co- mún encontrar árboles de aguacate “criollo” en los bor- des de los linderos o parcelas de cultivo, cuyos frutos son usados para autoconsumo y donde las hojas son muy apreciadas como condimento, ya sea en tamales, sopas, guisos con frijoles y mixiotes, entre otros platillos. Tam- bién es común que algunas familias siembren en sus huer- tos o traspatios semillas de frutos que les gustan, contri- buyendo así a la aparición de nuevas variedades. El uso del aguacate y de Persea schiedeana (chinini) para dar sombra en los cafetales de México es común (Soto-Pinto et al. 2000), aunque también se pueden comer los frutos y utilizar los troncos como madera. Gracias a su diversidad, los programas de mejoramien- to genético se han abocado a dos objetivos principales: obtener nuevas variedades cultivadas y seleccionar por- 8 • Diversidad y conservación de recursos genéticos en plantas cultivadas 367 tainjertos.3 En el país, solamente dos instituciones están realizando mejoramiento genético: el inifap y la Funda- ción Salvador Sánchez Colín-Cictamex, en colaboración con la Universidad Autónoma Chapingo. En Nayarit, el inifap está seleccionando portainjertos tolerantes a la sequía y a una enfermedad denominada “tristeza del aguacatero”, causada por el hongo Phytophthora cinna- momi, para lo cual se ha usado germoplasma de las tres razas de aguacate de diferentes regiones del país. Como resultado de este programa, ya se tienen portainjertos tolerantes a sequía y resistentes a P. cinnamomi. En el caso de Cictamex y la uach se están seleccionando por- tainjertos resistentes a P. cinnamomi y la base genética utilizada principalmente es de germoplasma de la raza mexicana proveniente de todo el país. También se está utilizando germoplasma de las razas mexicana y guate- malteca para hacer cruzamientos, con el fin de buscar variedades cultivadas de mejor calidad y que se produz- can fuera de temporada, así como aguacates para la in- dustria, por ejemplo con mayor contenido de ácido olei- co (ácido graso de alta calidad). Como parte de la colaboración entre el Consejo Na- cional de Productores de Aguacate (Conapa) y la Red de Aguacate del Sistema Nacional de Recursos Fitogenéti- cos para la Alimentación y la Agricultura (Sinarefi), se ha propuesto elegir criollos regionales de aguacate de Mi- choacán para emplearlos como fuente certificada para la producción de plantas de aguacatero; con tal fin se ha llevado a cabo la búsqueda y recolecta de individuos con características adecuadas para viveros. Aun cuando no existe ningún programa institucional de seguimiento a la diversidad del aguacate y especies afines en el país, se pueden señalar algunas tendencias que han venido ocurriendo durante los últimos 30 años en varias zonas con respecto al aguacate criollo. En las zonas productoras más importantes de Michoacán ha disminuido la producción de aguacates criollos, al injer- tarlos con la variedad Hass, la cual es usada en 90% de los huertos en México. Esto ha traído como consecuencia una gran pérdida de germoplasma (aun cuando siempre existe la posibilidad de rescatar el portainjerto criollo con una poda severa). La expansión de la variedad Hass está ocurriendo cada día más en el país debido a su valor co- mercial, aun en zonas “tradicionales” como Chiapas. En zonas productoras como las de Michoacán se están eliminando árboles criollos debido a que son hospederos de barrenadores de “huesos” y ramas. La presencia de estas plagas pone en peligro la certificación fitosanitaria necesaria para exportar a Estados Unidos, por lo que se han emprendido grandes campañas para eliminarlas. Es- tas acciones contribuyen a erosionar el germoplasma de esas zonas, el cual es abundante para la raza mexicana. Otra situación que está mermando las variedades criollas y poblaciones naturales de aguacate es la introducción de P. cinnamomi, ya que el aguacate es muy susceptible a este hongo; por ejemplo, hay regiones que eran famosas por sus criollos, como Atlixco, anteriormente la principal zona productora en el país — donde siempre se ha sabido que existía una gran variación genética (Anderson 1950) — y que sin embargo ha sido devastada por esa en- fermedad. Esta también se ha detectado en relictos de vegetación natural en Huatusco, Veracruz, donde crecen el aguacate y especies afines (Violi et al. 2006). La deforestación es otro factor que ha contribuido a la reducción de la diversidad del aguacate. Este cultivo y varias especies relacionadas crecen en bosques y sel- vas; en el caso de Los Altos de Chiapas se sabe que en los bosques crecen Persea americana var. guatemalensis, P. steyermarkii, P. nubigena y P. schiedeana (Barrientos- Priego etal. 1992); de hecho, el género Persea se conside- ra como indicador del bosque mesófilo de montaña (Ca- yuela etal. 2006). Por ejemplo, se estima que en Los Altos de Chiapas quedan actualmente entre 3 700 y 5 250 hec- táreas de este tipo de bosque, cifras que contrastan con las 40 000 hectáreas obtenidas por el Inventario Forestal Nacional de México del año 2000 (Cayuela etal. 2006). Los factores que contribuyen a la deforestación son la con- versión a pastizales para ganado y la extracción de made- ra (Ramírez-Marcial et al. 2001). Desde los años cincuenta ha habido esfuerzos desti- nados a establecer y mantener bancos de germoplasma, no todos ellos exitosos. En los años setenta se realizaron exploraciones y recolectas por el entonces inia (Institu- to Nacional de Investigaciones Agrícolas, antecesor del inifap) que se depositaron en Celaya, Guanajuato, con lo que se conformó un banco de germoplasma que aún existe (Ireta 1977; García e Ichikawa 1979). En los años noventa, investigadores de Cictamex y la uach realiza- ron recolectas en México y el extranjero, formando lo que es actualmente el banco de germoplasma más diver- so de México (Ben-Ya’acov et al. 1992). El Centro Regio- nal Universitario de Occidente (cruo) de la uach tam- bién realiza recolectas en Veracruz (Escamilla-Prado et al. 1992), mientras que el inifap, a finales de los años noventa, llevó a cabo exploraciones en el país recolec- tando principalmente individuos de la raza mexicana con amplia diversidad y como material de propagación de se- millas en 97% de lo recolectado (Sánchez-Pérez 1999). 368 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Como parte de las acciones de la Red de Aguacate del Sinarefi se decidió crear el Depositario Nacional de Ger- moplasma de Aguacate mediante un acuerdo entre el inifap y la Fundación Salvador Sánchez Colín-Cictamex, el cual albergará un total de 500 accesiones, más las que se lleguen a recolectar, incluyendo no solo Persea ameri- cana, sino muchas especies del género y otras afines. Desafortunadamente, la conservación ex sita de agua- cate ha enfrentado problemas fitosanitarios, técnicos en algunos casos, y de falta de interés institucional, que se han traducido en pérdidas de accesiones. En el cruo, ataques de P. cinnamomi y P. citricota, detectados recien- temente (Violi et al. 2006), han mermado la colección que contaba con 84 accesiones y que actualmente llegan a alrededor de 10. Sin embargo, esto ha dado la oportu- nidad de observar individuos con resistencia a estas en- fermedades, ya que han pasado más de 10 años en esas condiciones. También se ha perdido gran parte de las re- colectas que el inifap hizo en Michoacán en los años noventa debido a que no se conservaron en las condicio- nes adecuadas y por falta de recursos. Un banco de ger- moplasma del Colegio de Posgraduados en Atlixco, que llegó a albergar 76 accesiones, principalmente de por- tainjertos con alta tolerancia a estrés biótico y abiótico, fue cerrado en 1997 por falta de interés institucional (Borys et al. 1993). Afortunadamente se logró rescatar y propagar dicho germoplasma, y hoy día hay 34 accesio- nes en la Universidad Autónoma de Nayarit (Salazar- García et al. 2004). Todos los esfuerzos de conservación de la diversidad, y sobre todo la ex sita, requieren un compromiso institucional y fuentes de financiamiento. Al respecto, en los últimos cuatro años la Sagarpa ha des- tinado, por conducto del Sinarefi y específicamente de la Red de Aguacate, recursos para el mantenimiento parcial de tres bancos de germoplasma; de estos, los dos más ricos en diversidad convinieron en ser los depositarios nacionales del germoplasma de aguacate. De alguna forma, la conservación in sita se está llevan- do a cabo en algunas áreas del país. Existen zonas prote- gidas que albergan especies de Persea, entre ellas la Re- serva de la Biosfera Sierra de Manantlán, donde crece Persea hintonii (Figueroa-Rangel y Olvera-Vargas 2000). Otras reservas, en las que se encuentran también otras especies de Persea, son las de Pico de Orizaba y Los Tux- tlas (Veracruz), Benito Juárez (Oaxaca), El Triunfo, Pa- lenque, Lagunas de Montebello y Lacantún (Chiapas). Sin embargo, Lorea-Hernández (2002) reportó que solo las reservas de Los Tuxtlas y El Triunfo incluyen bosque mesófilo de montaña que alberga a Persea americana, por lo que es importante que se creen otras áreas prote- gidas en el país que incluyan este tipo de vegetación en estados como Oaxaca, Puebla o Guerrero, o se aumente lo existente en Los Altos de Chiapas. Otra opción es pro- mover granjas forestales con diversidad, como lo está haciendo El Colegio de la Frontera Sur en Chiapas (De Jong et al. 2006), donde ya se tienen parcelas de muestra para que los indígenas adopten un modelo conservacio- nista y lo aprovechen. Otra forma de conservación se ve en los cafetales (Moguel y Toledo 1999), que en muchos casos tienen una riqueza amplia que incluye aguacate y Persea schiedeana, y también en huertos familiares. El futuro de la diversidad del aguacate, particularmen- te de tipos criollos regionales con escaso valor comercial, no es promisorio. Estos tipos dominaban la mayoría de las huertas del país hasta mediados de los años sesenta. Actualmente, 90% de la producción comercial se basa en la variedad Hass cultivada, y considerando que más áreas se suman al esquema de certificación con fines de expor- tación, las expectativas que enfrentan los aguacates crio- llos no son alentadoras, ya que poco a poco empezarán a desaparecer, ya sea por eliminación o reemplazo por flu- jo de genes. Por otra parte, los bosques y selvas donde crecen las especies de Persea se han reducido drástica- mente y con ello ha aumentado la erosión genética. Se requiere un esfuerzo coordinado y de inversión para mantener esta diversidad, ya que las colecciones in vivo en bancos de germoplasma en campo son costosas, por lo que se deben llevar a cabo estudios de inventario y de planeación para realizar exploraciones y recolectas con el fin de conservar la diversidad. 8.5 Nopal La diversidad del género Opuntia se estima actualmente en 76 especies (Guzmán et al. 2003). Un análisis coroló- gico de Tamayo (1988), con base en 65 especies de distri- bución restringida a cuatro o menos unidades geográ- ficas, reveló dos patrones de distribución del género: patrón 1, sursureste de México, con tres regiones: Golfo (una especie de Opuntia), sur de México (10 especies) y Chiapas (3); patrón 2, centro-norte de México, con cin- co regiones: Altiplanicies (24), Altiplanicies-Sierras Ma- dre (4), Altiplanicies-Noreste de México (3), Altiplanicie Septentrional-Noroeste de México (6) y Noroeste de México (14). Las regiones con mayor riqueza de ende- mismos son Altiplanicie Meridional (16), Baja California (6), Altiplanicie Septentrional (5) y Planicie Costera No- 8 • Diversidad y conservación de recursos genéticos en plantas cultivadas 369 roccidental (5) (Reyes-Agüero et al. 2005). El hábitat de la mayor parte de las especies silvestres de Opuntia es el de matorrales xerófilos; en algunos de estos matorrales, las especies de nopales son dominantes fisonómicos y constituyen los matorrales crasicaules de Opuntia o no- paleras. En la Altiplanicie Meridional hay nopaleras de O. leucotricha, de O. robusta y de O. streptacantha-, en las cuencas del Papaloapan y del Balsas es posible observar matorrales de O. macdougaliana y de O. huajuapensis (Rzedowski 1978). Además de las especies silvestres, existen los tipos cul- tivados de Opuntia que pertenecen a varias especies. En la Altiplanicie Meridional se registraron 126 y 243 culti- vares, que corresponden a 18 especies (Reyes-Agüero et al. 2005; Reyes-Agüero et al. en prensa). Estas varian- tes carecen de reconocimiento taxonómico como sub- especies o variedades; solo se registran como cultivares (Reyes- Agüero et al. en prensa). Las principales especies con tipos cultivados son O. me- gacantha (33 cultivares), O. albicarpa (22), O. ficus- indica (15) y O. streptacantha (12) (Reyes-Agüero et al. en prensa). La mayor parte de esta riqueza se localiza en los solares de las casas rurales. De esos solares, a partir de la década de los años cincuenta, se obtuvieron los cultivares que ahora cubren unas 66 000 hectáreas de plantaciones comerciales para la producción de tuna en las regiones de Villanueva (Puebla), San Martín de las Pirámides (Estado de México), Actopan (Hidalgo) y Pi- nos (Zacatecas). Los principales cultivares en estas plan- taciones son ‘Reina’, ‘Burrona’, ‘Cristalina’, ‘Esmeralda’ y ‘Gavia’, de O. albicarpa-, ‘Blanca Victoria’, de O. hyptia- cantha-, Amarilla Montesa’, ‘Naranjonaj ‘Pico Chulo’ y ‘Torreoja’ de O. megacantha. También hay unas 1 300 hectáreas de plantaciones para la producción de xoco- nostles; los cultivares utilizados son ‘Xoconostle de Las Pirámides’, ‘Xoconostle Blanco’ y ‘Xoconostle Agrio’, de O. joconostle, y ‘Cuaresmeño’, de O. matudae. Asimismo, solo en Milpa Alta, en el Distrito Federal, se estima que hay más de 25 000 hectáreas de plantaciones para nopa- lito; además, existen miles de pequeñas parcelas con no- palito dispersas en el centro-norte y norte de México. El cultivar más extendido de nopalito es Amarilla de Milpa Alta’, de O. ficus-indica; también hay plantaciones de los cultivares ‘Copena VI’, ‘Copena Fl’ y ‘Atlixco’, de la mis- ma especie; en Valtierrilla, Guanajuato, se cultiva comer- cialmente el híbrido O. undulata X tomentosa, y en la región de Tequila, Jalisco, se cultiva O. undulata, utiliza- das también para la producción de nopalito (Fernández et al. 2000; Cuevas et al. 2001; Gallegos et al. 2003; Her- nández y Flores 2004; Flores 2001). Se estima que hay en México unos 20 000 propietarios de plantaciones comer- ciales de nopal (Méndez y García 2006). Prácticamente en cada casa rural de la Altiplanicie Meridional y de otras regiones del país existe al menos una planta de Opuntia. Esta riqueza de variantes silvestres y cultivadas de nopal se expresa, por ejemplo, en frutos de tonalidades desde verde-amarillo (2.5GY en la escala Munsell) hasta rojo- púrpura (5RP); en frutos con maduración temprana, en abril, y tardía, en diciembre (Gallegos et al. 2003), y con una dulzura de 1.74 a 18.92 °Brix (Reyes-Agüero et al. 2005). En el caso de las cáscaras de xoconostle, su pH va desde 2.9 hasta 4.5 (García-Pedraza et al. 2005). En relación con la caracterización genética del nopal, se han realizado ensayos para la extracción de adn (Mondragón et al. 2000), así como análisis para determi- nar la expresión diferencial de proteínas en pulpa y cás- cara de la tuna en diferentes estadios de maduración, y también sobre ingeniería genética para transferir genes deseables a Opuntia (Silos et al. 2002a, b). En estos tra- bajos se observó un considerable número de proteínas (no se menciona el número preciso) con expresión dife- rencial durante el proceso de maduración. Por otro lado, con el sistema natural de transformación genética me- diante Agrobacterium tumefaciens se obtuvo una meto- dología para la integración de genes al genoma del nopal. Otros autores han amplificado el arn (Esparza et al. 2004) y han estudiado los patrones electroforéticos de arn (Macías et al. 2004); asimismo, se ha explorado el patrón de polimorfismos en adn de diferentes cultivares de nopal (Macías et al. 2004). En relación con el arn amplificado, es muy similar en tamaño entre los cultiva- res de Opuntia que analizaron los autores; del mismo modo, en otros 22 cultivares analizados en los que se re- visaron los polimorfismos de adn, tampoco se encon- traron diferencias significativas entre cultivares, pues la longitud del adn amplificado fue similar. En resumen, el nopal está prácticamente excluido de las plantas de inte- rés para el desarrollo de aplicaciones biotecnológicas por la relativamente escasa importancia económica de sus productos, además de que su manipulación es compleja y su genoma difícilmente se consideraría como modelo, sin embargo, los estudios señalados y varios más son la base para futuros esfuerzos en ese campo (Mondragón 2004). El nopal es una planta utilizada y consumida por los mexicanos desde tiempos inmemoriales. Se sabe de las poblaciones indígenas de origen chichimeca del Gran Tunal, una gran extensión casi continua de nopaleras que cubría porciones de los actuales estados de San Luis Po- 370 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio tosí, Zacatecas, Guanajuato y Jalisco, las cuales cultiva- ban dicho producto. Dichas nopaleras fueron extermi- nadas después de la conquista y colonización de la Altiplanicie Meridional en el siglo xvi, con lo que se per- dió una gran riqueza biológica y cultural. Sin embargo, una parte de esa herencia chichimeca probablemente persistió en los colonizadores mesoamericanos y españo- les, y en los mestizos a los que dieron lugar. Con este mes- tizaje y sedentarización surgieron los solares. En ellos se desarrolló una gran cantidad de tipos cultivados (véase más adelante). Es decir, de la interacción de Homo sapiens y Opuntia se obtuvo una gran riqueza de cultivares. La cultura del nopal y la tuna aún existe y tiene gran importancia económica. Los nopales se aprovechan de diversas maneras, que incluyen la obtención de frutos de pulpa dulce (O. albicarpa, O. cochinera, O. hyptiacantha, O. leucotricha, O. megacantha, O. robusta y O. strepta- cantha ), frutos con cáscara ácida (O. durangensis, O. jo- conostle, O. leucotricha, O. matudae), variantes para recolectar nopalitos (O. ficus-indica, O. fuliginosa, O. hyptiacantha, O. leucotricha, O. robusta, O. strepta- cantha), así como para obtener forraje (O. azurea, O. neochrysacantha, O. cantabrigiensis, O. cochinera, O. guilanchi, O. leucotricha, O. macrocentra, O. macror- hiza, O. microdasys, O. rastrera, O. robusta y O. strepta- cantha). Además, se tienen registros de otros usos: para “humanizar”4 el ambiente del solar, para la elaboración de alimentos y bebidas para humanos (jugo, melcocha, queso de tuna, jarabe, colonche, vino), como pienso para ganado, ornamento, medicina (diurético, antidiabético, buffer, para inmovilizar extremidades fracturadas), colo- rante (betalaninas, cría de la cochinilla para obtener áci- do carmínico) y material para construcción (cercos para corrales, fijador de pintura en muros). Se utiliza asimis- mo para disminuir los efectos de la erosión, en construc- ción de terrazas, en cercos para delimitar propiedades y en barreras rompevientos (Flores y Aguirre 1979; Figue- roa 1984; Puente 2004). La importancia económica que ha adquirido el nopal en México, sus numerosas variantes útiles, su amplia va- riación morfológica y el interés de los fitomej oradores motivó a varios autores (Peralta 1983; Colunga et al. 1986; Mondragón 2002; Reyes-Agüero et al. 2005) a es- tudiar su variación morfológica. Al respecto se tienen buenos avances en la caracterización morfológica de los cultivares, pero aún falta mucho por hacer. Sobre todo, falta normalizar la nomenclatura científica, incluyendo los cultivares. Según Mondragón (2004), existen progra- mas de fitomej oramiento en el Colegio de Posgraduados para la producción de tuna sin semillas y fuera de tempo- rada, y en el inifap para mejorar la calidad de la tuna y ampliar la época de cosecha. No se conocen con precisión los cambios que han ocu- rrido en la diversidad en las últimas décadas y solo se tienen indicios. Algunas especies están en alguna catego- ría de amenaza de extinción biológica, como O. chajfeyi, O. excelsa, O. pachyrrhiza y O. rufida (Hernández y Go- dínez 1994; Hernández y Bárcenas 1996). De acuerdo con Zimmermann et al. (2001), existe un peligro poten- cial para varias poblaciones de nopal por la posible llega- da al país de Cactoblastis cactorum. Esta palomilla sud- americana ha sido usada para controlar biológicamente a Opuntia, pues en varias partes del mundo (Australia, Su- dáfrica, el Caribe) el nopal se considera una plaga. Sobe- rón et al. (2001) indican que las principales áreas de afec- tación potencial por C. cactorum son la zona costera del Golfo de México y el Caribe, y parcialmente la costa del Pacífico, en particular Nayarit y Sinaloa. Así, las pobla- ciones naturales de Opuntia más expuestas a este riesgo potencial en la primera zona serían O. decumbens, O. dillenii, O. engelmanii, O. humifusa, O. macrorhiza, O. pubescens, y en el Pacífico lo serían O. ferocantha, O. hitchcocki, O. rileyi, O. robinsonii, O. spaguei y O. wil- coxii. Pero igual o más preocupante que la extinción bio- lógica es la pérdida de la cultura del nopal. Un análisis más sistemático de la pérdida de esta riqueza requeriría revisar, por ejemplo, los escritos, los especímenes y las rutas de exploradores como David Griffiths, quien reco- rrió la Altiplanicie Meridional recolectando nopales en- tre los siglos xix y xx. Actualmente, la apreciación de la gente del campo es que la riqueza de cultivares disminu- ye; con frecuencia hablan de variantes de nopal que co- nocieron en sus respectivas infancias y que en tiempos recientes ya no han observado. La irregularidad de la no- menclatura común dificulta apreciar la pérdida de rique- za de cultivares. El nombre común para un cultivar suele cambiar, incluso en una misma localidad y, por supuesto, de localidad en localidad; además, son vueltos a nombrar con fines comerciales. Se aprecia en el campo el abando- no de solares debido a la emigración rural. Durante el trabajo de campo de Reyes- Agüero et al. (2005), varios de los solares visitados estaban en casas habitadas por personas mayores de 65 años, cuyos hijos y nietos ya vi- vían en ciudades. Así, al parecer, estamos ante una se- gunda pérdida del acervo cultural. Se han realizado intentos por documentar y preservar la riqueza biológica de Opuntia. Se han conservado ejemplares de cultivares, principalmente en plantaciones 8 • Diversidad y conservación de recursos genéticos en plantas cultivadas 371 experimentales. Las colecciones que ha estado finan- ciando el Servicio Nacional de Inspección y Certificación de Semillas (snics) de la Sagarpa, por medio de la Red de Nopal, son cinco: en el Centro del Bachillerato Tecno- lógico Agropecuario 138 de Villa Hidalgo, Zacatecas (201 accesiones), en las instalaciones de la Universidad Autónoma Chapingo (uach) en la ciudad de Zacatecas (297), en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (uaslp) y en los campos del Instituto Nacional de Inves- tigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (inifap) en San Luis de la Paz, Guanajuato (335) y en la ciudad de San Luis Potosí (142). Otras colecciones de nopal son las de la uach en sus instalaciones de Chapingo, Estado de México, y en Bermejillo, Durango, y la del inifap en sus campos de Calera, Zacatecas; Pabellón, Aguascalientes, y Tecamachalco, Puebla. El número de plantas en cada colección varía de 90 a 240. Existen colecciones de plan- tas vivas en Estados Unidos, Sudáfrica, Italia y Brasil (Ga- llegos et al. 2004; Mondragón 2004). Se han conservado ejemplares de especies silvestres, principalmente enjardi- nes botánicos de instituciones como la unam. También se tienen colecciones de especímenes en los herbarios de la unam (2 610 especímenes), el ipn (577), la Universi- dad de Guadalajara (553), la uaslp (464), el Instituto de Ecología, A.C. (216), y en la uach (99). En tiempos re- cientes, el snics de la Sagarpa, por medio de la Red de Nopal, ha puesto énfasis en la conservación y el registro de la riqueza biológica del nopal. También ha financiado proyectos para exploración botánica, preparación de ca- tálogos, mantenimiento de plantaciones experimentales, estudios moleculares y fitogeográficos y publicaciones; el snics registró ante la International Union for the Protec- tion of New Varieties of Plants los 32 principales cultiva- res de Opuntia (Gallegos et al. 2004). 8.6 Agave El género Agave es endémico de América. En México crecen 150 de sus 200 especies, más 36 taxa infraespecí- ficos (García-Mendoza 2002). Con 75% de las especies del género, México no es solo su centro de mayor rique- za, sino también su centro de domesticación (Gentry 1982). Su historia de diversificación bajo cultivo y selec- ción humana, la cual comenzó hace 9 000 años por lo menos (Callen 1965), puede dividirse en tres grandes pe- riodos de acuerdo con el uso que ha definido, en primera instancia, los criterios de selección de las variedades du- rante cada etapa: 1] alimento, 2] bebidas fermentadas y 3] bebidas destiladas (mezcales). El aprovechamiento de sus fibras ha guiado la selección de variantes específicas a lo largo de los tres periodos (Colunga-GarcíaMarín y Zizumbo-Villarreal 2006). Las variedades cultivadas de forma tradicional o comercial durante los 9 000 años que lleva su aprovechamiento en México no han sido descri- tas académica o legalmente, por lo que las unidades taxo- nómicas más utilizadas para describir la diversidad de estos recursos fitogenéticos en México han sido, hasta ahora, especie, subespecie y variedad botánica. Aunque su diversidad agromorfológica a nivel infraes- pecífico ha sido poco estudiada, existen indicios de que durante su utilización se han generado gran cantidad de variantes.5 En un estudio realizado en las estribaciones de los volcanes de Colima (sur de Jalisco), en el que se analizó la diversidad de agaves cultivados para producir bebidas destiladas (mezcales), se encontraron más de 20 cultivares tradicionales de los cuales hay evidencia de su diferenciación agromorfológica y genética (Colunga- GarcíaMarín y Zizumbo-Villarreal 2006; Vargas-Ponce et al. 2007, 2008). Los resultados de estos estudios indi- can que es posible suponer que los nombres comunes de las variedades tradicionales pueden usarse como un indi- cador de su diversidad agromorfológica. Con base en este supuesto, Colunga-GarcíaMarín et al. (2007) infie- ren que hay alrededor de 832 variedades tradicionales de agaves usadas en México como alimento animal, alimen- to humano, bebidas fermentadas, bebidas destiladas y fibra. Esta inferencia la realizan a partir de los resultados obtenidos en la revisión de 180 fuentes bibliográficas y ocho herbarios, en donde encontraron 832 nombres asignados tradicionalmente a 98 taxa (Gentry 1982). En- tre estos hay 72 especies, 13 subespecies y 13 variedades que reciben estos usos. Es necesario confirmar esta cifra ya que puede representar una estimación errónea de los datos. Estudios regionales a profundidad seguramente incrementarían el número de variedades tradicionales en ciertas regiones. Su revisión taxonómica también podría incrementar el número de taxa en ciertas áreas, y esta- blecer sinonimias que lo disminuirían en otras. Los estudios sobre su diversidad genética también son escasos. Los datos disponibles indican que las variedades cultivadas tradicionalmente mantienen una diversidad genética similar a la encontrada en poblaciones silvestres (Vargas-Ponce et al. 2008). En contraste, en las poblacio- nes manejadas en plantaciones comerciales su diversidad ha disminuido cada vez más, hasta llegar prácticamente a la homogeneidad genética. Esta tendencia ha sido favo- recida por la posibilidad de propagar vegetativamente las 372 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio variedades seleccionadas y, más recientemente, por la utilización de técnicas de propagación clonal. Tal es el caso del henequén (Galindo-Jaimes etal. 2004) y el agave tequilero (Gil- Vega etal. 2006). En México, las especies de agave se distribuyen de ma- nera natural, desde el nivel del mar hasta los 3 000 m, con una marcada abundancia entre los 1 000 y 2 000 m. Se encuentran en todos los estados con excepción de Tabas- co. Crecen en dunas costeras, matorrales xerófilos, selvas bajas caducifolias, bosques de pino-encino e incluso en los bosques mesófilos de montaña. Las regiones de ma- yor riqueza de especies son el Valle de Tehuacán-Cuica- tlán, la Sierra Madre Occidental, la zona árida entre Ta- maulipas y San Luis Potosí, la zona árida hidalguense, el Eje Neovolcánico en los límites de Michoacán y el Estado de México, el centro de Jalisco, las montañas de Oaxaca y Chiapas, y los límites de la Altiplanicie y la Sierra Ma- dre Oriental (García-Mendoza 1995). Las áreas de mayor riqueza en variantes cultivadas están aún por definirse. La mayor parte de la diversidad de los recursos genéti- cos del género es utilizada por los agricultores tradicio- nales, tanto para autoconsumo como para comercializa- ción. Solo unos cuantos agricultores y compañías la utilizan con fines comerciales sin hacer un consumo di- recto de ella. Los agricultores tradicionales generalmente emplean una gran cantidad de variedades locales y man- tienen una amplia base genética de ellas. Las agroindus- trias, en contraste, hacen un uso muy restringido de la diversidad y mantienen una base genética estrecha. En un estudio en el sur de Jalisco, por ejemplo, Colunga- GarcíaMarín y Zizumbo-Villarreal (2006) encontraron que un solo productor mantenía 11 variedades mezcale- ras dentro de su parcela, mientras que en la misma zona, y en toda su área de distribución, la agroindustria del te- quila solo utiliza la variedad azul de A. tequilana. Lo mis- mo ocurre en la agroindustria henequenera, que solo utiliza la variedad tradicional sac ki de A.fourcroydes. El único híbrido conocido, producto de un programa de mejoramiento de cruzas y retrocruzas, es el H11648, cultivado en Tanzania para la producción de sisal en África oriental (Lock 1962). En México, este híbrido no se ha utilizado con éxito, y tampoco se han desarrollado programas de mejoramiento equivalentes. Instituciones como ciatej, cíe y, Cinvestav, la uach, y empresas como Tequila Sauza, están financiando programas de mejoramiento del henequén y el tequila seleccionando líneas elite y propagándolas a escala muy pequeña. Dada la estrecha base genética de estos cultivos, debido a su propagación vegetativa, se está buscando incrementar su diversidad por medio de técnicas biotecnológicas. Estos programas no contemplan la utilización de la diversidad existente en los acervos genéticamente cercanos, como los parientes silvestres y otros cultivares derivados del mismo acervo ancestral. Dado que muy poco del germoplasma disponible en este género ha pasado a un cultivo comercial, es de espe- rarse que sus niveles de diversidad se hayan mantenido altos. Dos estudios ilustran el cambio en los niveles de diversidad cuando los cultivos han pasado del cultivo tra- dicional, con una amplia gama de criterios de selección, al comercial, con criterios estrechos. El cultivo del hene- quén en Yucatán pasó, de principios del siglo xx a los años ochenta, de ocho a tres variantes cultivadas, una de ellas prácticamente extinta y otra con una densidad su- mamente baja (Colunga-GarcíaMarín y May-Pat 1993). De forma similar, el cultivo del agave tequilero en Ama- titán-Tequila, Jalisco, pasó, en ese mismo periodo, de nueve a cinco variantes cultivadas, con el predominio prácticamente exclusivo de la variedad azul (Valenzuela- Zapata 1994). Las acciones de generación y conservación de la diver- sidad han estado a cargo, principalmente, de los agricul- tores tradicionales, quienes la mantienen en sus parcelas mediante la selección continua de germoplasma silves- tre, el manejo de poblaciones del gradiente silvestre-do- mesticado y la conservación de cultivares antiguos, como ha sido documentado para el germoplasma mezcalero en el sur de Jalisco (Colunga-GarcíaMarín y Zizumbo-Villa- rreal 2006). Instituciones como la unam, el cicy, el inifap (Gar- cía-Mendoza 1998; Paz et al. 2002; Colunga-GarcíaMa- rín 2004) y la Universidad de Guanajuato, y empresas como Tequila Sauza, han mantenido desde hace años co- lecciones vivas en sus jardines botánicos o en sus colec- ciones de trabajo. De igual forma, el cicy y la uach han mantenido colecciones in vitro de germoplasma de he- nequén, mezcaleros y tequileros. El Sistema Nacional de Recursos Fitogenéticos (Sinarefi) de la Sagarpa ha inten- tado coordinar y auspiciar estos esfuerzos por medio de la creación de una Red de Agaváceas y el financiamiento de proyectos. Dicha red, en su estrategia 2005-2006 (Pa- rra 2005) estableció la conservación in situ y la ex situ como acciones prioritarias. Estos esfuerzos, sin embar- go, solo han cristalizado parcialmente, debido sobre todo a la falta de recursos económicos. Dada la dinámica de utilización y conservación obser- vada a la fecha, se espera que una parte de los agriculto- res tradicionales continúe favoreciendo y manteniendo 8 • Diversidad y conservación de recursos genéticos en plantas cultivadas 373 una alta diversidad en sus cultivos, mientras que las agroindustrias y las políticas estatales continúen favore- ciendo una reducción de la misma. Los agricultores tra- dicionales que se encuentran bajo una fuerte presión tanto de las agroindustrias como de las políticas estatales pueden perder parte de la diversidad generada. Esto fue lo que ocurrió con el henequén en la Península de Yuca- tán y el agave tequilero en el área de Amatitán-Tequila durante el siglo pasado. La conservación y generación de nuevo germoplasma será relevante para el futuro de las industrias que cobran cada vez más importancia, como la de los mezcales y la del tequila, y que ya han enfrentado problemas fitosani- tarios debido a la homogeneidad genética de los cultivos. Se requiere, sin embargo, un cambio en su enfoque pro- ductivo y legal, que busque la diversificación en lugar de la homogenización. 8.7 Conclusiones Se presenta una serie de temas comunes al revisar la di- versidad de los cinco grupos de especies comentados en este capítulo. Obviamente, hay una gran diversidad tanto agromorfológica como genética en estos grupos, lo cual no es sorprendente dado que nuestro país es centro de domesticación y diversidad para ellos. Esta diversidad ocurre tanto a nivel interespecífico (diferentes especies, generalmente dentro de un mismo género) como infra- específico (distintos tipos o variedades dentro de una especie). Esta diversidad incluye no solo especies domes- ticadas y sus variantes, sino también parientes silvestres que contribuyen al “pool” de germoplasma existente. El concepto de raza es comúnmente utilizado en varios de estos grupos para describir y clasificar la diversidad in- fraespecífica con base en similitudes y diferencias agro- morfológicas (y aun bioquímicas como es el caso del fri- jol), aunque aun dentro de una raza existe gran variación a este respecto. Con el advenimiento de marcadores mo- leculares se ha avanzado en el análisis y la comprensión de la diversidad genética de estas especies en casi todos los grupos estudiados. Los datos moleculares confirman la gran diversidad existente, pero en muchos casos difie- ren de la visión dada por los análisis agromorfológicos, ya que muestran gradientes de variación más que grupos discretos. En general, los datos moleculares muestran pa- trones de aislamiento por distancia, indicando la impor- tancia del flujo génico y la hibridación en los patrones de diversidad, aunque claramente esto depende del sistema reproductivo (p. ej. especies predominantemente alóga- mas como el maíz versus autógamas como el frijol) y de la historia de vida de las especies en cuestión (p. ej. árboles de aguacate versus plantas anuales como el maíz). En ge- neral, los patrones de diversidad están altamente asocia- dos con patrones espaciales, como altitud (maíz y aguaca- te) o distribución de precipitación (nopales y agaves). Aun cuando el ambiente y la biología de estas especies son claves para entender su diversidad, en las especies domesticadas de los grupos estudiados esta no puede ser entendida del todo sin referirse a los seres humanos. Ellos domesticaron estas especies, y gracias a sus intere- ses, preferencias, acciones y creencias culturales han contribuido a diversificarlas, moviéndolas en ambientes distintos, sembrándolas en diversos lugares y dándoles usos distintos. En general, son los pequeños agricultores del país, en su mayor parte indígenas y campesinos, los que continúan manteniendo esta diversidad en sus cam- pos, solares, huertas y plantaciones. Sin embargo, esta diversidad no solo es patrimonio de estos agricultores, sino del pueblo mexicano, ya que está íntimamente aso- ciada con la cultura culinaria del país y sobre todo con la identidad nacional; aunque hay variaciones regionales, ¿quién no aprecia un buen taco de nopalitos con aguaca- te, unos frijoles de olla o una copa de tequila o mezcal? Otro aspecto que resalta es que no existen esfuerzos sistemáticos para dar seguimiento a los cambios que se han y siguen dando en la diversidad de estos grupos y, por ende, de la diversidad de recursos genéticos nativos del país. El consenso es, sin embargo, que la diversidad ha disminuido y esta tendencia continúa hoy día. Varios fac- tores están asociados con esta tendencia e incluyen fun- damentalmente el impacto de la creciente participación en el mercado de todo el sector rural, cambios demográ- ficos y culturales en las poblaciones rurales y urbanas, así como de políticas de apoyo al sector rural. Los mercados generalmente se enfocan en un número limitado de va- riantes — como en el caso de la variedad Hass del agua- cate y el del agave con la especie A. tequilana — o requie- ren estándares fitosanitarios que pueden tener efectos sobre la diversidad, como es el caso del aguacate para el mercado de exportación. Además, en productos como el maíz nuestros pequeños productores, la gran mayoría con siembras de apenas una o pocas hectáreas, se en- cuentran en condiciones desfavorables al competir con los grandes productores internacionales que siembran miles de hectáreas. Los cambios demográficos, en parti- cular la migración y el abandono de la agricultura al con- vertirse en una actividad económica poco rentable, afee- 374 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio tan grandemente la diversidad de muchos de estos cultivos. La reducción en el número de usos de estas es- pecies y sus variantes, asociada con cambios culturales, y la sustitución de muchos de los productos derivados de la diversidad de estos cultivos por otros obtenidos a tra- vés del mercado, contribuyen a disminuir esta diversi- dad. Sin embargo, la cultura continúa desempeñando un papel preponderante en la conservación de mucho de esta diversidad. Por ejemplo, en el caso del maíz se supu- so que la producción local se reduciría considerablemen- te con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (tlc), sin embargo esto no ha sucedido. Los agri- cultores campesinos, con sus múltiples usos, intereses y ambientes, continúan manteniendo una gran diversidad, llevando a cabo una conservación de fado. Las políticas de apoyo al sector rural han cambiado y en la medida que no contribuyen a mantener la viabilidad económica de la agricultura campesina también contribuyen a la pérdida de diversidad. Políticas de comercialización, que pueden tener excelentes intenciones, pueden llevar a pérdidas dramáticas de la diversidad. Tal ha sido el caso con la denominación de origen para el tequila, que al enfocarse en un solo tipo de agave — ignorando la gran riqueza y diversidad de variantes que brindan productos diver- sos— ha contribuido a la erosión de esta diversidad. A nivel de comercialización de cultivos y especies nativas se requiere un cambio de enfoque, tanto productivo como legal, que busque la diversificación en lugar de la homogenización. La globalización de los mercados ofre- ce oportunidades para la diversificación, ya que en el mundo ha crecido el interés por los productos agrícolas que conservan la diversidad biológica y cultural en sus áreas de origen. Sin embargo, aprovechar estas oportuni- dades requiere visión, esfuerzo, investigación y acciones concretas. Hay varios esfuerzos de conservación en el país, aun cuando estos varían en intensidad e importancia en los grupos analizados. Algunos están bien definidos en el área de conservación ex sita, como en los casos del maíz y del frijol, especies que son de fácil conservación en bancos de germoplasma, así como en los de aguacate y agave, pero estos han sido mucho más limitados ya que requieren técnicas de manejo en conservación más difí- ciles. El cuadro 8.1 presenta un resumen del número de accesiones de las especies aquí tratadas en diferentes bancos de germoplasma del país, lo que muestra que el maíz y el frijol son las especies con el mayor número de accesiones (aunque no suficiente) — incluyendo parien- tes silvestres y múltiples especies en el caso del frijol — , lo que no es sorprendente dada la importancia nacional de dichas especies y que su conservación ex sita es rela- tivamente simple. En el caso de las otras tres especies, perennes y de más difícil conservación ex sita, el número de accesiones es mucho menor, lo cual sin embargo pre- ocupa un poco dada la gran diversidad no solo infraespe- cífica sino también interespecífica que existe. Estos datos deben interpretarse con cuidado porque no queda claro el grado de duplicidad que puede existir en estas colec- ciones, así como el hecho de que provienen de una base de datos internacional, con el consecuente retardo en su actualización, y que recientemente ha habido adiciones importantes (véase más adelante y el cuadro 8.2). La conservación ex situ enfrenta dificultades de finan- ciamiento y compromiso institucional, aun cuando hay esfuerzos por mejorar y hacer más eficiente la conserva- ción de recursos genéticos en el país, como el Sinarefi, creado por el gobierno de México. Este sistema tiene como objetivo consolidar las actividades de diferentes actores del sector agrícola relacionadas con la investiga- ción y uso de germoplasma. El sistema fue creado en 2002 y en él participan 21 organizaciones, incluidos la Sociedad Mexicana de Fitogenética (Sometí) y agriculto- res locales. El sector privado está representado por la Unión General Obrera, Campesina y Popular (ugocp) y las Fundaciones Produce.6 El sistema está organizado en 10 redes nacionales que promueven la ejecución de pro- yectos que responden tanto a prioridades nacionales como a compromisos internacionales. Las redes se con- centran en la conservación y la utilización de maíz, frijol, aguacate, nopal ( Opuntia tomentosa), anonáceas, agave (especialmente el agave azul para la producción de tequi- la, Agave tequilana), frutales, plantas ornamentales y hortalizas nativas. También incluye una red de apoyo para los bancos de germoplasma debido a la gran diver- sidad contenida en las colecciones ex situ y su vulnerabi- lidad potencial (Henríquez y Hernández 2004). El cuadro 8.2 presenta una relación de las recolectas realizadas con apoyo de la red entre 2004 y 2006, y muestra un incre- mento importante en el acervo de accesiones, particular- mente para los agaves, el aguacate y los nopales que, de acuerdo con el cuadro 8.1, presentaban un número de accesiones pequeño tomando en cuenta la gran diversi- dad existente en el país. Por otra parte, la conservación in situ de parientes sil- vestres es relativamente incipiente y está muy afectada por la deforestación y los cambios en el uso del suelo. La conservación en fincas o en campos de agricultores con- tinúa de fado, como se dijo antes, en los sistemas agríco- 8 • Diversidad y conservación de recursos genéricos en plantas cultivadas 375 Cuadro 8.2 Recolectas realizadas con el apoyo de Sinarefi (2004-2006) Colecciones vivas Núm. Concepto 320 Individuos CICY 100 Individuos in situ cicy, con productores de Jalisco 110 Accesiones ITA, Jalisco 220 Ejemplares conservados UN AM Agavaceas 55 Recolectas UN AM 568 Accesiones Universidad de Guanajuato 900 Genotipos establecidos Universidad de Guanajuato 200 Genotipos in vitro Universidad de Guanajuato 561 Accesiones BG-Cictamex Aguacate 488 Accesiones BG-iNiFAP-Cebaj 300 Individuos de chirimoya BG-Cictamex Anonáceas 159 Individuos de ¡lama bg-ita 25 de Cd. Altamirano, Gro. 1 000 Plantas en vivero bg-ita 25 de Cd. Altamirano, Gro. Banco de germoplasma 571 Recolectas Jardín Agrobotánico del crupy-uach 54 Recolectas cucBA-Universidad de Guadalajara Frijol 196 Accesiones bg-i n i FAP-Cevamex 100 Accesiones iNiFAP-Cebaj 216 Recolectas en el noroeste inifap-cevy, Nay., Sin. y Cevamex 190 Accesiones UAT Maíz 43 Accesiones Universidad Autónoma A. Narro 529 Muestras de 20 cultivos Bancos comunitarios en Oaxaca 540 Recolectas inifap, Chiapas 335 Accesiones inifap, Guanajuato 142 Accesiones inifap, San Luis Potosí Nopal 297 Accesiones uach, El Orito, Zac. 201 Accesiones cbeta 138, Villa Hidalgo, Zac. 46 Recolectas UASLP Fuente: , consultada en el año 2007. las campesinos, pero sin ningún apoyo formal y a pesar de muchos factores en contra. Aunque ha habido algu- nos proyectos piloto de conservación en fincas, en parti- cular de maíz y frijol, financiados en su mayoría por do- nantes extranjeros, no hay esfuerzos sistemáticos o como parte de una estrategia nacional de conservación. El país ha sufrido grandes cambios desde que en el si- glo pasado se iniciaron los estudios sistemáticos de la diversidad de los cultivos nativos objeto de este capítulo. El país pasó de ser eminentemente rural y con una eco- nomía basada en la agricultura, a uno muy industrializa- do y urbano, inserto en los procesos de globalización. Sin embargo, a pesar de estos cambios dramáticos, todas es- tas especies mantienen un papel importante en la dieta de la población urbana y rural, o se han convertido en cultivos con alto valor comercial, vendidos directamente o como productos derivados en el mercado global. Todas estas especies tienen un gran valor cultural, y de una u otra manera forman parte de lo que define la identidad de millones de mexicanos. En muchos casos estas espe- cies continúan siendo producidas a pesar de que “no son negocio’! La diversidad de estas especies y su dinámica 376 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio están indisolublemente ligadas al futuro de la población rural y al valor cultural y de identidad que sigan teniendo. Sin embargo, no se les puede pedir a los campesinos que continúen sembrando y manteniendo esta diversidad a costa de su bienestar y el de sus familias. La sociedad mexicana debe decidir cuál es el valor de esta diversidad para el país. Si se admite y reconoce su valor social, en- tonces hay que asumir la responsabilidad por ello, ya sea por medio de recolectar, estudiar y guardar la diversidad asociada a estas especies en bancos de germoplasma, adecuadamente equipados y financiados, así como apo- yando a los campesinos que mantienen esta diversidad con intervenciones que disminuyan los costos que en- frentan y premien sus esfuerzos como custodios de la diversidad. Esto a su vez requiere una política nacional explícita, con financiamiento concreto, que defina clara- mente una serie de acciones interrelacionadas de conser- vación in situ y ex situ para la diversidad de especies cul- tivadas nativas y sus parientes silvestres en el país. Notas 1 En varias secciones de este capítulo se hace referencia a dos categorías taxonómicas que vale la pena explicar desde el ini- cio. La primera es la de “raza”, que se puede definir como una subcategoría taxonómica de clasificación de los seres vivos, inferior a la especie, cuyos caracteres diferenciales se perpe- túan por herencia. Es una forma de agrupamiento dentro de una especie según un conjunto de rasgos físicos comunes y hereditarios. La otra es la de “variedad criolla”, que se refiere a poblaciones de plantas domesticadas que tienen un origen histórico y geográfico común, identidad propia, carecen de mejoramiento genético formal, son fenotípica y genotípica- mente heterogéneas, tienen adaptación local y se asocian con los métodos menos intensivos y tradicionales de pro- ducción agrícola (adaptado de Camacho et al. 2005). 2 Estructura se refiere al patrón de agrupamiento de diferentes marcadores en una misma muestra de distintas poblaciones de maíz. En el caso referido de Pressoir y Berthaud se encon- tró que con marcadores morfológicos (características de la mazorca) en las poblaciones muestreadas se detectaba un agrupamiento de acuerdo con las comunidades donde se ob- tuvieron las muestras. Sin embargo, al utilizar marcadores moleculares neutros no se detectó agrupamiento alguno, de ahí la discrepancia. 3 Tipos de aguacate que son valiosos por sus características agronómicas o de adaptación, mas no por las de sus frutos, y que se utilizan para injertarlos en aquellos tipos de aguaca- te que sí lo son por sus frutos. Si se utilizan árboles ya esta- blecidos, se reduce el tiempo en que una variedad deseable produce frutos sin tener que esperar a que el árbol se desa- rrolle desde la semilla. 4 Se refiere, en el caso de los solares, a hacerlos habitables, cómodos, capaces de satisfacer las necesidades humanas, ya que las plantas que se incluyen en el solar cumplen, entre otras, esas funciones. (Véase el capítulo 18 del volumen I). 5 Variante se refiere a cualquier categoría infraespecífica de la cual aún no se ha definido su nivel taxonómico: subespecie, variedad, forma, variedad agrícola. 6 Asociaciones que integran las demandas tecnológicas de los productores y apoyan la investigación y la transferencia de tecnología al sector agropecuario. Referencias Acosta, J.A., T.S. Elerrera, B. Aguilar y P. Gepts. 1999. Seed yield of segregating populations of cultivated x wild Phaseolus vulgaris. Annual Report of the Bean Improvement Cooperative 42 : 93-94. Acosta, J.A., S.H. Guzmán, G. Esquivel y R. Rosales. 2002. El mejoramiento del frijol ( Phaseolus vulgaris ) en México: avances y perspectivas, en J.M. Martínez, F. Rincón y G. Martínez (eds.), El fitomejoramiento ante los avances cien- tíficos y tecnológicos. Memoria del Simposio. XIX Congreso Nacional de Fitogenética, Somefi, México, pp. 20-27. Acosta G., J.A., J.S. Muruaga, F. Cárdenas y M.M. Khairallah. 1996. 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Segunda parce Conservación de la biodiversidad en México O Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México autores responsables: Juan Bezaury-Creel • David Gutiérrez Carbonell autores de recuadros: 9.7, José Francisco Remolina, José Juan Pérez, Jaime González Cano, Norma Betancourt, Montserrat Trigo, José Antele • 9.2, Ricardo Frías, Javier de la Maza • 9.3, Víctor Sánchez-Cordero, Fernanda Figueroa, Patricia llloldi, Miguel Linaje • 9.4, Carlos Alberto Sifuentes • 9.5, Renée González Montagut • 9.6, Horacio Alejandro López López, Alejandro Durán Fernández • 9.7, Roberto G. de la Maza • 9.8, Salvador Anta Fonseca, Gustavo Sánchez revisores: Sergio Graf Montero • Arturo Gómez-Pompa Contenido 9.1 La función social de las áreas naturales protegidas / 387 9.1.1 Población en las áreas naturales protegidas / 387 9.1.2 Régimen de propiedad territorial y áreas naturales protegidas / 390 9.2 Las áreas naturales protegidas de México / 397 9.2.1 El Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas / 398 9.2.2 Las áreas naturales protegidas de México en el contexto internacional / 399 9.2.3 Áreas naturales protegidas federales / 407 • Contexto de políticas públicas / 401 • Marco institucional / 403 • Marco legal / 404 • Instrumentos de planeación / 404 • Participación pública / 406 • Recursos humanos / 407 • Recursos financieros / 409 9.2.4 Áreas naturales protegidas de las entidades federativas / 41 S • Contexto de políticas públicas / 475 • Marco institucional / 416 • Marco legal 1 416 • Instrumentos de planeación / 417 9.2.5 Áreas naturales protegidas municipales / 477 • Contexto de políticas públicas y marco institucional / 417 • Marco legal / 479 • Instrumentos de planeación / 419 • Participación pública 1 419 • Recursos humanos y financieros / 419 9.2.6 Áreas naturales protegidas privadas y sociales / 420 • Contexto de políticas públicas / 420 ^ • Bezaury-Creel J., D. Gutiérrez Carbonell et al. 2009. Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México, en Capital natural de México, vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio. Conabio, México, pp. 385-431. [ 385 ] 386 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio • Marco institucional / 421 • Otros esquemas / 421 • Marco legal / 427 • Instrumentos de planeación / 423 • Recursos financieros / 425 9.2.7 Integración en el paisaje de las áreas naturales protegidas en México / 425 Referencias / 428 Recuadros Recuadro 9.1. Proyecto Dominó: estrategias de manejo social del tiburón ballena en el Área de Protección de Flora y Fauna Yum Balam, Yucatán / 389 Recuadro 9.2. Atención a grupos irregulares en la Selva Lacandona / 392 Recuadro 9.3. Efectividad de las áreas naturales protegidas de México / 394 Recuadro 9.4. Conservación de pastizales en el Área de Protección de Flora y Fauna Maderas del Carmen, Coahuila 1 408 Recuadro 9.5. ¿Funcionan las reservas de la biosfera? La experiencia del Fondo para Áreas Naturales Protegidas / 411 Recuadro 9.6. La fábrica de agua: el Parque Nacional Izta-Popo / 413 Recuadro 9.7. Conservación privada y comunitaria de la naturaleza en México: antecedentes históricos / 422 Recuadro 9.8. Ll modelo comunitario de conservación en Oaxaca / 424 9 • Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México 387 Resumen En este capítulo se examina la función que desempeñan las áreas protegidas tanto en la conservación de la biodiversidad y de los servicios ambientales que proveen a la sociedad, como en el ámbito económico al proporcionar alternativas a sus pobladores para un uso sustentable de los recursos naturales. Aquí se presentan cifras detalladas y se analiza a la población que habita en las áreas protegidas federales, los grados de marginación, los núcleos agrarios y los regímenes de propiedad. Una vez presentados los datos básicos, se abordan aspectos de representatividad ecosistémica y efectividad de manejo atendiendo factores cruciales, como el contexto de políticas públicas, los marcos legal e institucional para su administración, los recursos humanos y financieros, los mecanismos de participación pública (poniendo atención especial en el Consejo Nacional) y los instrumentos de planeación. Asimismo, en los mismos términos se describen primero las áreas naturales protegidas de carácter estatal y municipal, y después las privadas y las sociales. El capítulo concluye con una propuesta para integrar un mosaico de usos diversificados del paisaje como la estrategia más viable para conservar y aprovechar sustentablemente la biodiversidad en México, utilizando la combinación de los diversos instrumentos disponibles para planificar el uso del suelo y de las aguas en un contexto de Integración de esquemas de conservación, restauración y aprovechamiento sustentable de recursos naturales. 9.1 La función social de las áreas NATURALES PROTEGIDAS Aunque paradójicamente la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente (lgeepa) no con- sidera a las áreas naturales protegidas (anp) un instru- mento de política ambiental, actualmente constituyen la mejor herramienta con que cuenta México para conser- var la biodiversidad y los servicios ambientales que esta proporciona a la sociedad. Las prácticas para lograr la conservación efectiva de la excepcional biodiversidad presente en los territorios terrestre y marino del país, se deben plantear mediante un modelo basado en la necesidad de proveer bienes y servicios a su creciente población. En este sentido, aque- llas estrategias de conservación de la biodiversidad me- xicana que no contemplen un uso sustentable de los re- cursos naturales por las poblaciones humanas que han habitado su territorio por décadas, siglos o milenios se- rán, salvo contadas excepciones, estrategias condenadas al fracaso. La mayor parte de las anp mexicanas se han visto como zonas de usos múltiples, en las cuales la magnitud y la forma en que se desarrollan las actividades económi- cas son limitadas porque el uso sustentable de los recur- sos naturales no se hace con una visión de largo plazo. Esto significa que las anp no se encuentran al margen de la economía nacional, sino que el aprovechamiento de sus recursos se debe hacer desde una perspectiva de con- servación. 9.1.1 Población en las áreas naturales protegidas Antes de que la mayor parte de las anp fueran declara- das como tales, en ellas ya existían grupos humanos ha- bitando y utilizando legalmente sus recursos. De acuerdo con el análisis de la información censal del inegi,1 en el territorio de las cerca de 900 anp que cuentan con algún decreto federal, estatal, del Distrito Federal o municipal vigente, así como en las áreas destinadas voluntariamen- te a la conservación certificadas por la Federación y en las anp privadas y comunitarias, 279 de ellas contaban con la presencia de asentamientos humanos (95 federales, 127 estatales, cuatro del D.F., 11 municipales, 20 certificadas y 22 privadas y sociales). La población registrada en las anp en el año 2005 (aproximadamente 3 448 470 habi- tantes) representaba 3.34% de la población total nacio- nal. Una situación que afecta de forma considerable esta cifra es la presencia de un importante componente po- blacional en parques nacionales ubicados en las zonas metropolitanas de la Ciudad de México y de Monterrey: 857 323 habitantes (Vargas-Márquez 1997), cifra que se mantuvo durante el periodo 1990-2005. Excluyendo esta población metropolitana, los habitantes registrados en anp (2 591 147) en el año 2005 representaban 2.5% de la población total del país y 5.7 % de la población rural na- cional (1 376 378 habitantes) (cuadro 9.1). El índice de marginación de quienes habitan las anp es significativo, ya que algo más de la mitad de la pobla- ción se clasifica en: muy alto, alto y mediano, en alrede- dor de 93% de las localidades (cuadro 9.2). Es importante señalar la presencia de comunidades indígenas como un componente de esta situación. 388 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 9.1 Población en las áreas naturales protegidas federales, estatales, municipales, privadas y sociales, 1990-2005 1990 1995 2000 2005 Locali- %A Locali- %A Locali- %A Locali- Población dades pobl. Población dades pobl. Población dades pobl. Población dades Rural (menos de 2 500) 739 227 2212 75.02 1 293 802 5 321 4.46 1 351 480 5 446 1.84 1 376 378 8 724 Rural mixta (2 500 a 15 000) 372 225 77 11.28 414 202 90 25.44 519 577 112 13.15 587 907 123 Urbana (más de 15 000) 441 042 10 27.21 561 045 13 8.74 610 073 13 2.75 626 862 15 Subtotal 1 552 494 2 299 — 2 269 049 5 424 — 2 481 130 5 571 — 2 591 147 8 862 Metropolitana (México, Monterrey) 857 323 2 — s/d 2 — s/d 2 — s/d 2 Total 2 409 817 2 301 — 5 426 — 5 573 — 8 864 Notas: la población urbana en 2005 incluye a Ciudad del Carmen, Camp.; Valle de Bravo, Teoloyucan, Huilango, San Rafael y San Juan Zitlaltepec, Estado de México; Tepoztlán, Mor.; Huauchinango, Pue.; Tlaxcala y Ocotlán, Tlax.; Orizaba, Río Blanco, Cd. Mendoza, Ixtaczoquitlán y Nogales, Ver. Los datos incluyen el conjunto de anp decretadas al 31 de agosto de 2008, aun cuando algunas de ellas no habían sido establecidas en la fecha del censo o conteo corres- pondiente. s/d = sin datos actualizados. Fuente: inegi (1992, 1997, 2002, 2006); Vargas-Márquez (1997). Cuadro 9.2 índice de marginación de la población establecida en las áreas naturales protegidas federales, estatales, municipales, privadas y sociales, 1995-2000 índice de marginación 1995 Incremento de la población (%j 2000 Población total % Localidades % Población ) total % Localidades % Muy bajo 857 880 37.81 235 4.33 -71.56 243 978 9.83 81 1.45 Bajo 169212 7.46 257 4.74 328.59 725 227 29.23 297 5.33 Mediano 385 690 17.00 681 12.56 -6.65 360 044 14.51 569 10.21 Alto 414 495 18.27 1 196 22.05 130.14 953 919 38.45 2 805 50.35 Muy alto 441 772 19.47 3 055 56.32 -55.19 197 962 7.98 1 819 32.65 Total 2 269 049 100 5 424 100 9.35 2481 130 100 5 571 100 Notas: no se toma en cuenta población metropolitana. Los datos incluyen el conjunto de anp decretadas al 31 de agosto de 2008, aun cuando algunas de ellas no habían sido establecidas en la fecha del censo o conteo correspondiente. Fuente: Conapo (s/f y 2001). Sin embargo, estos datos solamente nos ofrecen una visión parcial del número de personas que utilizan el te- rritorio que ocupan las anp terrestres de México. En todo el país, en el año 2000 había 1 562 ejidos y comuni- dades agrarias (5.2% de las 30 305 propiedades sociales en México en 2001) con porciones de su superficie de uso común comprendidas en las anp federales (inegi 2001). Con objeto de establecer un contexto más actual, tomando en cuenta las anp establecidas hasta junio de 2008, de acuerdo con las bases de datos de Obsinter (2007), que cuentan con información actualizada hasta fines de 2004, 1 879 núcleos agrarios se ubicaban total o parcialmente en las anp federales (excluyendo las áreas destinadas de forma voluntaria a la conservación, certi- ficadas por la Conanp), 1 385 en las anp estatales y 95 en las municipales, lo que representa un total de 3 359 núcleos agrarios que equivalen a 10.7% de los 31 480 nú- cleos reportados por el inegi (2007) a fines de 2006. 9 • Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México 389 Recuadro 9.1 Proyecto Dominó: estrategias de manejo social del tiburón ballena en el Área de Protección de Flora y Fauna Yum Balam, Yucatán José Francisco Remolina • José Juan Pérez • Jaime González Cano • Norma Betancourt • Montserrat Trigo • José Antele En el extremo noreste de la Península de Yucatán, donde confluyen las aguas del Mar Caribe y del Golfo de México, se presenta una zona de surgencia de aguas profundas con gran cantidad de nutrientes que favorece una alta productividad de plancton, cuya consecuencia es el aumento de toda la cadena trófica; aquí se encuentran grandes agrupaciones de peces, tortugas marinas, rayas y mantarrayas, peces picudos, delfines y varias especies de tiburones. Es en este sitio donde los pescadores locales tradicionalmente han observado la presencia del tiburón ballena ( Rhincodon typus), conocido como "dominó” por la similitud de sus marcas redondas en la piel con las del juego de mesa. Este tiburón nunca se ha utilizado como carnada ni como producto pesquero. El total de personas que habitan en las comunidades pesqueras de Holbox y Chiquilá es de solo 3 000, pero la gran mayoría participaron activamente en la gestión del decreto de la reserva y de su normatividad. En el año 2002, algunos pescadores de la Isla de Holbox pensaron que a los turistas les podía interesar ver los grupos de delfines y dominós. Llevaron a algunos visitantes y en escasos dos meses la cantidad llegó a 300. Posteriormente se percataron de que la actividad de observación y nado con el dominó podía poner en riesgo a los animales, así que los interesados pidieron apoyo a la dirección del Área de Protección de Flora y Fauna Yum Balam y en mayo de 2003 se realizó un taller con el apoyo financiero del wwf, donde se definieron las estrategias para el manejo y conservación del tiburón ballena en coordinación con autoridades, organizaciones civiles, científicos y actores sociales. Los problemas que se identificaron son: incremento del número de turistas y comportamiento inadecuado de los mismos; aumento de solicitudes de prestadores de servicios para realizar la actividad; inspección y vigilancia inexistente; marco jurídico poco claro; escasa información sobre la historia natural de la especie y su hábitat que contribuyera a la toma de decisiones; riesgos para los turistas y para los tiburones, y conflictos con otros grupos de pescadores. Algunos resultados importantes de ese taller fueron la creación de un código de ética y una ruta crítica en la que participaron las autoridades, los permisionarios y los guías con la finalidad de comenzar la investigación biológica, social y económica, regular la actividad y mejorar la calidad de las visitas. La regularización de las actividades por parte de la Dirección General de Vida Silvestre y la Conanp se basó en el condicionamiento de solicitar permisos por temporada (de junio a agosto) y en el cumplimiento de lo establecido en el código de ética acordado. Tanto quienes solicitaron permisos para embarcaciones como los guías formalizaron su compromiso y participaron en cinco cursos-talleres divididos en tres temas: seguridad, primeros auxilios y salvamento acuático; conocimientos sobre biología y ecología de la especie y su hábitat, y servicio turístico. Después de que tomaron los cursos de capacitación, cada uno de los guías presentó un examen de certificación. Se determinaron las acciones inmediatas a seguir para las regulaciones permanentes, entre las que destacan: a] avanzar Cuadro 1 Resumen de actividades de ecoturismo y su regulación en el apff Yum Balam, 2002-2008 Temporada Permisos de la Conanp Guías comunitarios capacitados Visitantes Ingresos directos3 2002 — — 300 — 2003 — 24 2 000 1 600 000 2004 42 90 6 593 5 280 000 2005 53 84 9 091 7 280 000 2006 74 91 12 900 10 320 000 2007 80 47 14 000 11 200 000 2008 90 oo o cr a Considerando 800 pesos por persona, sin incluir gastos indirectos de hoteles, restaurantes y transporte. b Incluye guías ya certificados en proceso de actualización. 390 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 9.1 [concluye] en el conocimiento de la dinámica poblacional y en la distribución espacio-temporal del tiburón ballena en la zona del Caribe mexicano; b] contribuir al conocimiento del comportamiento del tiburón ballena; c] determinar genéticamente la relación de la población de tiburón ballena en la zona con las poblaciones del Caribe, del resto del Atlántico y de otros lugares del mundo; d] establecer medidas para regular el manejo de la especie, y e] determinar el efecto socioeconómico de la actividad turística en conjunto con las comunidades del apff Yum Balam. Al finalizar cada temporada, los participantes evalúan los resultados de manejo, lo que permite mejorar la actividad. La regularización de la actividad entre 2003 y 2008 representó un aumento en el nivel de vida de las comunidades del Área Natural Protegida (también hay permisionarios fuera del anp, pero no se incluyen en el cuadro 1 porque su actividad no está documentada). Desde el punto de vista de la investigación, la recopilación de datos científicos que los permisionarios registran durante las salidas, junto con la información que aporta el equipo de investigadores del Proyecto Dominó, ha permitido ubicar geográficamente 2 864 individuos de tiburón ballena, lo que nos lleva a pensar que en esta zona se reúne la mayor cantidad de tiburones ballena en el mundo. Otro resultado es una propuesta de la comunidad para recategorizar esta área como Reserva de la Biosfera Yum Balam y ampliarla a una extensión de 313 024 hectáreas. Esta experiencia de conservación de una especie silvestre, en un proceso social en el que los avances se van logrando paulatinamente y los permisionarios y guías toman mayor conciencia de lo excepcional de esta actividad, favorece el cumplimiento de las reglas que se han establecido para conservar la especie en este lugar. Las razones que explican que el proceso esté siendo exitoso son; 7 ] la participación de todos los actores; 2] la generación de conocimientos biológicos y socioeconómicos en conjunto con las comu- nidades para contar con soporte técnico; 3] la recuperación del conocimiento tradicional; 4] se da preferencia a los pobladores locales; 5] se fortalecen los aspectos legales y la vigilancia con la participación de los actores locales, y 6] se cuenta con los elementos para evaluar y dar seguimiento al proyecto en todos los aspectos. 9.1.2 Régimen de propiedad territorial y áreas naturales protegidas Una característica crucial para entender la función social del manejo de las anp en México es el hecho de que, salvo en contados casos, en los decretos que las estable- cen la propiedad de la tierra no es afectada por una ex- propiación. Las anp y su zonificación se establecen por medio de un decreto en el que se definen las “modalida- des” de la propiedad; en el programa de manejo, por su parte, comúnmente se determinan la subzonificación y las reglas administrativas de acuerdo con el contenido de la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente (lgeepa), regulando los usos del suelo y el aprovechamiento de los recursos naturales. Esta situa- ción se deriva de la propia Constitución mexicana, que en su artículo 27 establece que “La propiedad de las tie- rras y aguas comprendidas dentro de los límites del terri- torio nacional corresponde originariamente a la Nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el domi- nio de ellas a los particulares constituyendo la propiedad privada” asimismo indica que “La Nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público, así como el de regular, en beneficio social, el aprovechamiento de los ele- mentos naturales susceptibles de apropiación, con objeto de hacer una distribución equitativa de la riqueza públi- ca, cuidar de su conservación”. También es importante señalar que los límites impuestos por la Constitución so- bre la propiedad de las tierras se refieren exclusivamente a la superficie de los predios, ya que la propiedad del sub- suelo y de los recursos que contiene, así como el de todas las aguas continentales y marinas se considera del domi- nio de la nación. La estimación más reciente con respecto a la situación de la tenencia de la tierra en la superficie terrestre que comprenden las anp federales, indica que 60% corres- ponde a propiedad social, cuando menos 20% a propie- dad pública y alrededor de 12% a propiedad privada (cua- dro 9.3). El 23% de la superficie de las anp federales correspon- de a 4.5 millones de hectáreas de zonas marinas, donde la propiedad de las aguas es indiscutiblemente nacional, aun cuando en esta superficie existen usuarios legales de 9 • Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México 391 Cuadro 9.3 Tipo de propiedad del suelo en la porción terrestre de las áreas naturales protegidas federales Tipo de propiedad Porcentaje Social (ejidos y comunidades) 60.34 Privada 12.01 Pública 20.38 Danos no disponibles (social, privada o pública) 7.27 Total 100 Notas: propiedad social ajustada con datos agrarios de Obsinter (2007). Los datos incluyen el conjunto de áreas naturales protegidas decretadas al 31 de agosto de 2008. Fuentes: programas de manejo de las anp publicados por el ine y la Conanp; estudios previos justificativos para decretar nuevas anp (Conanp); Vargas-Márquez (1997). los recursos pesqueros que realizan actividades extracti- vas y de navegación, entre otras. Finalmente, tomando en cuenta tanto la porción te- rrestre del territorio mexicano como las zonas marinas sobre las cuales la nación ejerce su jurisdicción, la “pro- piedad” territorial de los espacios donde se ubican las anp federales es pública solamente en cuando menos 39% de su superficie, y es propiedad de los ciudadanos en alrededor del 56% restante (cuadro 9.4). Considerando la superficie de las anp hasta junio de 2008 y utilizando las bases de datos de Obsinter (2007), actualizadas hasta fines de 2004, 8 988 104 hectáreas de los núcleos agrarios se ubicaban en anp federales (ex- cluyendo las áreas sujetas a conservación voluntaria), 1 706410 hectáreas en anp estatales y 27 944 hectáreas en municipales, lo que representa un total de 10 722 458 hectáreas en núcleos agrarios o 58% de la superficie te- rrestre de las anp gubernamentales. No obstante que en términos generales imponer mo- dalidades a la propiedad representa la opción más ade- cuada por las condiciones reales que existen en México, es necesario asegurar la tenencia de la tierra por lo me- nos en las subzonas de protección de las zonas núcleo, en las subzonas de preservación de las zonas de amortigua- miento o en sitios críticos de las anp mediante esquemas de compra o de expropiación, los cuales se deben con- siderar como una alternativa para garantizar la conserva- ción. Asimismo, los esquemas de compensación y los pro- gramas específicos de apoyo a las comunidades deberán fortalecerse en las anp para aumentar la probabilidad de garantizar su viabilidad al involucrar a los principales ac- tores en cada sitio. Es significativo que los primeros movimientos sociales Cuadro 9.4 Propiedad del territorio en las áreas naturales protegidas federales Tipo de propiedad Porcentaje Propiedad social y privada terrestre 55.8 Propiedad pública terrestre y de aguas nacionales interiores 15.6 Propiedad pública de aguas nacionales marinas 22.9 Datos no disponibles (social, privada o pública) 5.7 Total 100 Notas: propiedad social ajustada con datos de Obsinter (2007). Los datos incluyen el conjunto de anp decretadas al 31 de agosto de 2008. Fuentes: inegi (2001a); programas de manejo de las anp publicados por el ine y la Conanp; estudios previos justificativos para decretar nuevas anp (Conanp); Vargas-Márquez (1997). que polemizan sobre la imposición de modalidades a la propiedad en las anp, provengan de grupos organizados en los que participan pobladores de áreas ubicadas en si- tios con conflictos agrarios y con fuerte presencia de po- blación rural (Anónimo 2004, 2005), como en la Reserva de la Biosfera Montes Azules en Chiapas, que presentan invasiones de terrenos que pertenecen a la Comunidad Zona Lacandona dentro y fuera de las anp; en Los Tux- tlas, Veracruz, donde las zonas núcleo de anp represen- tan la última expropiación realizada para crear una anp en 1998; en la Sierra de Manantlán, en Jalisco, donde ha- bitantes con intereses madereros se opusieron al decreto, y en Pantanos de Centla, en Tabasco. 9.2 Las áreas naturales protegidas DE MÉXICO No obstante la larga tradición de uso de las anp como instrumento de conservación en México, la mayor parte de estas existieron solamente en el papel hasta la última década del siglo xx, que es cuando verdaderamente se empieza a consolidar la capacidad del Estado mexicano para atenderlas y manejarlas adecuadamente. Es así que se les empieza a dotar de personal para su manejo, esque- mas de participación social, instrumentos de planeación que indican los rumbos a seguir para su protección, re- cursos financieros que permiten instrumentar el conjun- to de acciones para la protección y manejo de las áreas dentro del marco jurídico que establece el propio decre- to, el cual sustenta legalmente su protección. A pesar de los sólidos avances que se han alcanzado hasta la fecha, es importante reconocer que aún queda 392 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 9.2 Atención a grupos irregulares en la Selva Lacandona Ricardo Frías • Javier de la Maza Originalmente la Selva Lacandona cubría una superficie de 1.8 millones de hectáreas; en la actualidad solo queda 30% de esa cobertura. En este remanente se encuentran las reservas de la biosfera Montes Azules y Lacan-Tun, las áreas de protección de flora y fauna Chan-Kin, Nahá y Metzabok y los monumentos naturales Bonampak y Yaxchilán, que en conjunto albergan poco más de la quinta parte de la diversidad biológica del país. Las siete anp de administración federal protegen 419 452 hectáreas. Además constituyen la reserva de agua dulce más grande y de mejor calidad con que cuenta México. El reto más complejo y delicado que enfrenta esta área es la colonización humana. La zona lacandona, como parte de la selva maya, ha estado ocupada al menos durante 10 siglos, como lo demuestran los abundantes restos arqueológicos encontrados en el área. No obstante, el grado de daño que ha sufrido la selva en los últimos 50 años es mucho mayor al infligido en los 500 años previos: una deforestación de 70 por ciento. El grupo legalmente propietario de la mayor parte de los terrenos en la región lacandona está compuesto de tres etnias (mayas lacandones, choles y tzeltales) que conforman la Comunidad Zona Lacandona. Además existen poblados con diversas situaciones jurídicas, algunos de ellos con dotaciones anteriores a la resolución presidencial de 1972. También hay grupos irregulares cuyas acciones agrarias culminaron con sentencias negativas del Tribunal Superior Agrario o con acuerdos de improcedencia. Se trata, por tanto, de una situación jurídica sumamente compleja, que requiere una atención inmediata. La Selva Lacandona ha sido una región sujeta a una constante inmigración. Su tasa de crecimiento poblacional entre 1975 y 1990 se calculó en 6.7% anual. En 1980 la pobla- ción total de la región lacandona era de 1 18 517 habitantes, en 1990 de 265 067 y para el año 2000 se estimó en 493 797. Esta tendencia se acrecentó a finales de los noventa, presumible- mente impulsada por la compleja problemática local (levantamiento zapatista, desplazados por conflictos religiosos, búsqueda de tierras para siembra, entre otros) y porque algunas personas y grupos aprovecharon la coyuntura para crear una verdadera industria de la invasión. En el momento más difícil había 43 grupos irregulares invasores — que tenían en posesión 36 545 hectáreas de terreno en las que habitaban 1 634 familias — , la mayor parte de los cuales no tienen la cultura de uso de los recursos de la selva. También son graves las condiciones de vida para las familias que se ubican ahí, sin caminos y sin acceso a los servicios básicos de salud, alimen- tación y educación, de manera que su permanencia en la zona marcaba un punto grave de rezago en la atención social. Con el propósito de resolver estos problemas se creó el programa de atención a grupos irregulares en la Comunidad Zona Lacandona y en la Reserva de la Biosfera Montes Azules. Junto con la Secretaría de la Reforma Agraria se comenzó a trabajar en un esquema de atención ponderando criterios ambientales y sociales. Participaron diferentes instancias: el gobierno del Estado de Chiapas, la Coordinación para el Diálogo y la Negociación en Chiapas, el Congreso de la Unión — por medio de sus comisiones de Medio Ambiente — y la Semarnat. Es importante señalar el papel que desempeñó la sociedad civil, ya que las ong dedicadas a la conservación de la naturaleza tuvieron una función preponderante y activa durante todo el proceso. Producto de esta coordinación entre instituciones, hasta ahora se han reubicado ocho poblados en completo acuerdo con sus pobladores; cinco poblados más en forma voluntaria desocuparon los terrenos de las reservas Montes Azules y Lacan-Tun, y la situación de dos grupos que afectaban diferentes áreas de las reservas se resolvió mediante convenios ante las autoridades agrarias. Quizá lo más importante de resaltar es que, a la fecha, la parte sur de la Reserva de la Biosfera Montes Azules se encuentra libre de grupos irregulares y que otras regiones de fundamental importancia, como la zona del Río Negro, ya se incluyen en negociaciones con la misma finalidad. Esto representa la recuperación de más de 4 500 hectáreas de terrenos dentro de las anp, principalmente Montes Azules, en un importante grado de recuperación mediante trabajos de campo efectuados por la Comunidad Zona Lacandona para favorecer los procesos de regeneración natural, con la asesoría de grupos académicos y especialistas en el tema. Sin duda alguna, el éxito de estas iniciativas se debe a la coordinación y a la participación comprometida de las instituciones responsables, así como al principio de colectivizar la problemática al resto de la sociedad (incluso el ezln en algún momento se sumó a estas acciones). La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas es la depositaría final de los terrenos recuperados. Las actividades que se realizan en la Selva Lacandona se pueden agrupar de manera resumida en dos categorías: la restauración de los terrenos recuperados y la prevención de nuevos ilícitos mediante la aplicación de proyectos comunitarios y vigilancia. 9 • Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México 393 mucho por hacer para salvaguardar el patrimonio bioló- gico y paisajístico que se encuentra en las anp, logrando el mantenimiento de los servicios ambientales que pro- veen a la sociedad y compensando equitativamente a los dueños de las tierras, quienes al conservar la naturaleza mantienen estos servicios. Las anp federales, estatales, municipales, sociales y privadas abarcan en conjunto 9.85% de la superficie te- rrestre de México (Fig. 9.1). Este porcentaje de superficie es inferior al porcentaje promedio de cobertura de anp en todo el mundo, el cual en 2003 representaba 11.5% de la superficie terrestre del planeta (Chape etal. 2003), y en 2006 abarcaba un total de 1 17 905 áreas protegidas (wdpa Consortium 2006). Las anp marinas de México abarcan un equivalente a 22.7% del mar territorial, 12% de su plataforma continen- tal y 1.5% de la Zona Económica Exclusiva. En el ámbito marino, y debido a los avances alcanzados durante los últimos 15 años, esta cobertura es mayor a la cobertura global (0.5%) de los mares (Chape et al. 2003); aunque hay que tomar en cuenta que no se han establecido ver- daderas anp en aguas internacionales, que correspon- den a la mayor parte de la superficie de aguas marinas del planeta (cuadro 9.5). Debido a la gran diversidad de ecosistemas, especies y poblaciones terrestres, dulceacuícolas y marinas presen- tes en México, la cobertura actual de anp todavía es insu- ficiente para mantener un sistema representativo, comple- mentario, interconectado y con la redundancia suficiente que favorezca la conservación efectiva y a largo plazo, tanto de la biodiversidad como de los servicios ambien- tales que estos espacios brindan a la sociedad. La superficie que abarcan las anp constituye tan solo el indicador de la expresión territorial con cobertura le- gal, pero no de la efectividad en el manejo de dichas áreas. En este sentido, los pocos trabajos que se han realizado en México para evaluar la efectividad del manejo de las anp federales y estatales (véanse recuadros 9.3 y 9.5) in- dican que si bien un buen número de anp ha tenido una función importante en revertir o detener procesos de ■ anp federales anp de las entidades federativas anp municipales Áreas destinadas voluntariamente a la conservación Reservas privadas y sociales Zona Económica Exclusiva v f* 4a ... Figura 9.1 Áreas naturales protegidas para la conservación, el aprovechamiento sustentable y la restauración de recursos naturales. 394 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 9.5 Cobertura territorial de las áreas naturales protegidas (hectáreas) Total Terrestre Porcentaje de superficie terrestre del país Marina anp federales 19815364 15311 323 7.79 4 504 041 anp estatales y del Distrito Federal 3309418 3 071 479 1.56 237 939 anp municipales 124 065 124 065 0.06 0 Áreas destinadas voluntariamente a la conservación (advc)1,2 202 670 202 670 0.10 0 Áreas certificadas por las entidades federativas2 (cifra aproximada) 7 054 7 054 0.00 0 Reservas privadas y sociales2 (cifra aproximada) 637123 637 123 0.32 0 Total 24 095 694 19 353 714 4 741 980 Notas: superficie en sig en hectáreas, con excepción de advc, áreas certificadas por las entidades y reservas privadas y comunitarias; superficie basada en el instrumento que las sustenta. Los datos incluyen el conjunto de anp decretadas al 31 de agosto de 2008. 1 Certificadas por la Conanp (visítese ). 2 No incluidas en anp federales, estatales o municipales. Fuentes: Bezaury-Creel et al. (2007, 2008a, b, d). Recuadro 9.3 Efectividad de las áreas naturales protegidas de México Víctor SáncheZ'Cordero • Fernanda Figueroa • Patricia llloldi • Miguel Linaje En todo el mundo las áreas naturales protegidas se consideran la principal herramienta de conservación de la biodiversidad. Actualmente se reconoce la necesidad de evaluar la capacidad de estas para cumplir sus objetivos y, por ello, se están desarrollando marcos de evaluación sistemáticos y aplicables en diversos contextos (Bruner et al. 2001). Entre los enfoques de evaluación se encuentran los análisis de la integridad de los sistemas naturales, de los que se obtienen indicadores como los cambios en la cobertura vegetal dentro y fuera de las anp (fao, 1996). Para este trabajo evaluamos la capacidad que han tenido algunas anp federales, estatales y municipales terrestres en México para conservar la vegetación primaria y para detener el crecimiento de las superficies transformadas (agricultura, pastizales cultivados, vegetación inducida, plantaciones forestales y asentamientos humanos). Se seleccionaron 44 anp federales, 36 estatales y una municipal: 7] decretadas antes de 1997; 2] con una superficie de > 1 000 hectáreas, y 3 ] con más de 70% de su superficie en una sola ecorregión. Se calculó la tasa de cambio de las coberturas de vegetación primaria (ecuación 1) y de superficie transformada (ecuación 2) entre 1993 y 2002, para cada anp seleccionada, su respectiva área circundante [área construida (ac) en una plataforma de sig, en forma de un cinturón de 10 km a partir del límite del anp] y para las ecorregiones en las que se ubican. De las áreas circundantes se excluyeron zonas cubiertas por mar, por otras anp (incluidas o no en el análisis) y superficies correspondientes a otros países. Las áreas transformadas para las anp seleccionadas, sus áreas circundantes y ecorregiones se obtuvieron de las Cartas de uso actual del suelo y vegetación, series II y III escala 1 : 250 000, elaboradas por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (inegi 2001, 2005; ). Se consideraron como anp efectivas aquellas con una menor tasa de pérdida de vegetación primaria (o menos crecimiento de superficie transformada) respecto a su ac y, como no efectivas, las anp en las que los procesos de pérdida Ecuación 1 Ecuación 2 nr- (s, - s2)/sr TC= N TC = Tasa de cambio TC = Tasa de cambio en la vegetación primaria S-, = Superficie transformada S-, = Superficie cubierta con inicial vegetación primaria en t1 S2 = Superficie transformada S2 = Superficie cubierta con final vegetación primaria en t2 ST = Superficie total t = Número de años N = Años transcurridos transcurridos entre t1 y t2 de vegetación natural o de incremento de superficie transformada fueron mayores que en el ac. Para estas dos categorías se designaron como anp amenazadas aquellas que presentaron una mayor tasa de pérdida de vegetación primaria (o más crecimiento de superficie transformada) que sus respectivas ecorregiones. Finalmente, se consideraron anp 9 • Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México 395 deterioradas aquellas que no mostraron vegetación primaria desde 1993. Se realizó una reclasificación para las áreas en las que el anp o el ac presentaron más de 70% de superficies transformadas o menos de 20% de vegetación primaria, bajo el supuesto de que en ellas una baja tasa de cambio puede derivarse de la ausencia de áreas susceptibles de ser utilizadas en actividades productivas, en cuyo caso podría darse una clasificación errónea. El 56.8% de las anp federales y 57.1% de las estatales tuvieron una menor tasa de pérdida de vegetación primaria respecto a su ac; en algunos casos se trató de una mayor tasa de recuperación de la vegetación primaria que en el exterior (cuadro 1; Figs. 1 y 2). En contraste, 66% de las anp federales, 74.3% de las estatales y la municipal presentaron menores tasas de crecimiento de la superficie transformada (o mayor reducción de ella) respecto a su ac (cuadro 1, Figs. 3 y 4). En 70% de las anp federales y en 51.4% de las estatales se observaron procesos de pérdida de vegetación primaria, mientras que en 57% de las federales y en 66% de las estatales se incrementó la superficie transformada. La diferencia en los porcentajes de anp que tuvieron cambios en la vegetación primaria y en la superficie transformada se debe a que en parte de las anp federales, las superficies ocupadas originalmente por vegetación primaria fueron ocupadas por vegetación secundaria y no por superficie transformada. En el anp municipal, a pesar de la ausencia de vegetación primaria, se observó un proceso de recuperación de superficies transfor- madas a vegetación secundaria. En ambos tipos de análisis, para las anp federales la categoría de manejo con la mayor propor- ción de áreas efectivas fue la de reservas de la biosfera (73%), seguida por la de áreas de protección de flora y fauna (67%). Ambas metodologías son complementarias en la medida en que detectan procesos distintos: la pérdida o recuperación de la vegetación primaria y la dinámica de las superficies en uso. Además, la evaluación a partir de las superficies transformadas, al ser más laxa, permite la clasificación de anp como efectivas, aun cuando tengan una proporción importante de vegetación secundaria, la cual puede ser un factor fundamental en los procesos de regeneración natural de los ecosistemas, el mantenimiento de ciertos servicios ecosistémicos y de poblaciones de ciertos taxa. Las evaluaciones cuantitativas y sistemáticas de ciertos indicadores de la integridad ecológica de las anp son fundamentales para conocer el desempeño de estas áreas, además de que complementan adecuadamente las evaluaciones que se han venido realizando a partir de información cualitativa (las percepciones sociales del personal que labora en las anp y de organizaciones civiles con proyectos en ellas); en este caso, para evitar sesgos en la información, las evaluaciones cualitativas deberían incorporar las percepciones de los múltiples actores sociales que participan en las anp. Además, para que las evaluaciones de efectividad, en general, sean realmente integrales, es necesario incorporar a ellas otros criterios de efectividad, así como los costos sociales asociados a las medidas de conservación, análisis que deberán realizarse a escalas espaciales más detalladas (Figueroa y Sánchez-Cordero, 2008). Este trabajo constituye el primer estudio cuantitativo y sistemático de las anp en México y permitió detectar procesos, en un porcentaje importante de estas áreas, que es necesario abordar para revertir las tendencias de deterioro. Cuadro 1 Porcentaje de anp federales, estatales y municipales según categorías de efectividad y tipo de análisis, con datos de recuperación y pérdida de vegetación primaria Análisis Tipo de anp E EA NE NEA D Total Federal Recuperación 13.6 0.0 9.1 2.3 4.6 29.6 Vegetación primaria Pérdida 29.6 13.6 13.6 13.6 0.0 70.4 Estatal Recuperación 34.3 0.0 5.7 0.0 8.6 48.6 Pérdida 11.4 11.4 14.3 14.3 0.0 51.4 Municipal 100.0 100.0 Federal Incremento 29.5 2.3 6.8 18.2 56.8 Superficies transformadas Reducción 34.1 0.0 9.1 0.0 43.2 Estatal Incremento 20 20 14.3 11.4 65.7 Reducción 34.3 0.0 0.0 0.0 34.3 Municipal Reducción 100 100 e = efectivas; ea = efectivas amenazadas; ne = no efectivas; nea = no efectivas amenazadas; d = deterioradas. 396 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 9.3 [concluye] 9 • Áreas naturales proregidas y desarrollo social en México 397 Figura 4 Evaluación de las áreas naturales protegidas estatales por superficie transformada. 398 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio cambio de uso del suelo, todavía hay un alto porcentaje de anp en las que los procesos de cambio han sido más intensos que en sus respectivos contextos geográficos. Con el objetivo de visualizar, aunque solo sea parcial- mente, lo que se ha logrado alcanzar en México en cuanto al desarrollo de las capacidades necesarias para el ma- nejo de sus áreas naturales protegidas, se describe el de- sarrollo a lo largo del tiempo de algunos de los “factores cruciales” planteados por Carabias et al. (2003), como el contexto de políticas públicas en las que están insertas, el marco legal que las sustenta, el marco institucional para su administración, los recursos humanos y financieros des- tinados a su conservación y manejo, los mecanismos de participación pública establecidos y los instrumentos de planeación utilizados para su conservación y manejo. 9.2.1 El Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas Un sistema de áreas naturales protegidas debe incluir un grupo de áreas seleccionadas en forma lógica y organiza- da, las cuales en conjunto conformen una red en la que los diversos componentes conserven diferentes porciones de la biodiversidad (Glowka et al. 1994). La situación que prevalece en las anp de México, al igual que en la mayor parte de los países, no responde a este postulado, ya que el establecimiento de sus respectivas áreas protegidas ha sido el resultado de esfuerzos casuísticos efectuados a lo largo del tiempo por diversas administraciones guberna- mentales, con diferentes mandatos y orientados a prote- ger una gran diversidad de atributos del medio natural. El Consejo Nacional de Áreas Naturales Protegidas, ór- gano asesor del secretario de Medio Ambiente, planteó en 1996 que se evitara que el Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Sinap) incluyese solamente a las anp federales, tal como estaba previsto a partir de 1988 en la primera versión de la lgeepa. Ahora, la nueva con- cepción legal del Sinap incluye todas aquellas “áreas que por su biodiversidad y características ecológicas sean consideradas de especial relevancia en el país”. Por tanto, la concepción del sistema nacional no necesariamente incluye todas las anp federales y al mismo tiempo no excluye aquellas de interés para los estados, los munici- pios o para los particulares, cuya relevancia justifica su inclusión. Hasta fines de 2008 se habían incorporado al Sinap 57 de las 161 anp federales con un total de 11 980 800 hec- táreas, lo que representa 60.5% de la superficie de estas áreas, así como un anp estatal, la Reserva de la Biosfera El Cielo, con una extensión de 144 530 hectáreas. Así, ac- tualmente un total de 58 anp — con una superficie sig de 12 115 837 hectáreas — integran el Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas de México (cuadro 9.6). En la legislación de 27 de las 32 entidades federativas del país se plantea la creación de sistemas estatales o loca- les de áreas naturales protegidas con diversas modalida- des (cuadro 9.7). De estos 27 estados, solo cinco (Distrito Federal, Guanajuato, Michoacán, San Luis Potosí y Tabas- co) efectivamente han incorporado anp mediante diver- sos instrumentos jurídicos a sus respectivos sistemas. Es importante reconocer que a lo largo del tiempo en México se han establecido muchas anp sin saber real- mente qué es lo que se estaba protegiendo. La investiga- ción para elaborar inventarios de taxa seleccionados es una tarea de enorme importancia. Esto significa que he- mos estado protegiendo intuitivamente o basados en la escasa información existente. La Conabio y los centros de investigación deberán desempeñar una función cada vez más importante en este tema. Es fundamental que la investigación e información científicas sean la base de la planeación para el establecimiento de las futuras anp. En México se han realizado una serie de evaluaciones espaciales preliminares sobre la distribución de la biodi- versidad y las amenazas a su persistencia, en los ámbitos de ecorregiones, regiones y sitios, tanto para los ecosiste- mas terrestres (Ramos 1987; Gómez-Pompay Dirzo 1994; bsp et al. 1995; Dinerstein etal. 1995; Olson y Dinerstein 1998; Mittermeier et al. 1999, 2002; Arriaga-Cabrera et al. 2000; Olson et al. 2000) como los costero-marinos (Afinada- Villela 1992; Olson etal. 1996; Olson y Diners- tein 1998; Arriaga-Cabrera et al. 1998a; Sullivan y Busta- mante 1999) y los dulceacuícolas (Olson y Dinerstein 1998; Olson et al. 1998; Arriaga-Cabrera et al. 1998b; Abell et al. 2000). A partir de 2004, y como resultado de la adop- ción por parte de México del Programa de Trabajo sobre Áreas Protegidas — suscrito en la Séptima Reunión de las Partes (cop-7) del Convenio sobre la Diversidad Bioló- gica, en Kuala Lumpur, Malasia — , se ha reforzado la es- trategia de utilizar un enfoque inclusivo, integral y siste- mático al respecto. En este proyecto han participado ins- tituciones gubernamentales, grupos académicos y ong con el objetivo de identificar los sitios más importantes para la conservación de la biodiversidad, evaluar los re- querimientos para lograr su manejo efectivo y desarrollar una estrategia de financiamiento a largo plazo, para con- seguir “el establecimiento y mantenimiento al 2010 para las zonas terrestres y al 2012 para las zonas marinas de sistemas nacionales y regionales completos, eficazmente 9 • Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México 399 Cuadro 9.6 Tipos de ecosistemas comprendidos en las áreas protegidas que integran el Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas Tipo de ecosistema Superficie total de las anp en el Sinap (hectáreas) Porcentaje de la superficie de las anp en el Sinap Porcentaje del tipo de ecosistema en todo el país Selva perennifolia y subperennifolia 1 264 210 10.43 13.36 Selva subcaducifolia 116 990 0.96 2.47 Selva caducifolia 492 665 4.06 2.9 Selva espinosa 208 346 1.72 10.74 Bosque de coniferas 312 557 2.58 1.86 Bosque de encino 457 067 3.77 2.94 Bosque mesóñlo de montaña 154 392 1.27 8.46 Matorral xerófilo 3 831 088 31.60 6.61 Pastizal 176107 1.45 1.4 Especial (mezquital, palmar natural y vegetación de dunas costeras) 50 981 0.42 10.8 Vegetación hidrófila 887 382 7.32 34.12 Sin vegetación aparente 449 936 3.71 47 Vegetación inducida 123 787 1.02 1.84 Otros usos 786 075 6.48 — Total sig 9 311 583 100 — Ecosistemas terrestres Base de datos Y costeros 9 311 582 — — Ecosistemas marinos 2 677 298 — — Total base de datos 11 988 880 — — Total ajustado (por diferencia base de datos us. sic) 12123 917 — — Fuentes: inegi (2005); Bezaury-Creel et al. (2008d). gestionados y ecológicamente representativos de áreas protegidas” (unep 2004). Los resultados del análisis para identificar los sitios prioritarios terrestres y marinos se presentan en el capítulo 16 de este volumen. 9.2.2 Las áreas naturales protegidas de México en el contexto internacional Las bases legales que sustentan a las anp mexicanas las establece la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, que en su artículo 46 define las categorías de manejo de las anp federales: reserva de la biosfera (rb), parque nacional (pn), monumento natural (mn), área de protección de recursos naturales (aprn), área de protección de flora y fauna (apff), santuario (Sant.) y áreas destinadas voluntariamente a la conserva- ción (advc). En el cuadro 9.8 se indican las equivalencias entre las categorías de manejo mexicanas y las que utiliza la uicn en el ámbito mundial. En este cuadro resalta el tamaño de la superficie comprendida en la categoría VI, que re- presenta 80.4% de la superficie total de anp federales en México, mientras que todas las otras categorías en con- junto representan solo 19.6%. En la categoría VI se inclu- yen las zonas de amortiguamiento (z a) de las reservas de la biosfera, las áreas de protección de flora y fauna y las áreas de protección de recursos naturales. Esta supuesta “disfuncionalidad” del sistema federal (Locke y Dearden 2005) no se debe entender como tal, ya que responde a las condiciones reales de México, tanto en lo que se re- fiere a la estructura de la tenencia de la tierra, como a la población legalmente asentada en las anp en sus propias tierras, y no a un ideal teórico diseñado para aplicarse a realidades de otros países. 400 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 9.7 Sistemas de áreas naturales protegidas estatales Modalidad de sistema estatal/local Entidad federativa Sistema bajo la modalidad de la lgeepa (solo aquellas anp de especial relevancia por su biodiversidad y características ecológicas) Coahuila, Durango, Estado de México y Tabasco (han integrado a la fecha a su sistema estatal todas las áreas decretadas, sin valoración alguna de su importancia) El sistema incluye anp federales, estatales, municipales y privadas y sociales Querétaro y Tamaulipas El sistema incluye anp federales, estatales y municipales Chihuahua, Morelos, Sonora y Tlaxcala El sistema incluye anp estatales y municipales, así como federales administradas por el Estado Oaxaca, Puebla y Quintana Roo El sistema incluye anp estatales o del D.F., municipales y privadas y sociales Distrito Federal y San Luis Potosí El sistema incluye anp estatales y municipales Campeche, Colima, Guerrero, Jalisco, Nayarit, Nuevo León, Sinaloa y Veracruz El sistema incluye solo anp estatales Chiapas, Cuanajuato, Michoacán y Zacatecas La legislación no plantea la integración de un sistema de anp Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Hidalgo y Yucatán Se establece un sistema adicional para las anp privadas y sociales Nayarit y Veracruz Fuente: legislación ambiental de las entidades federativas. Cuadro 9.8 Clasificación de las áreas naturales protegidas federales de México en el sistema de la uicn Categoría Clave anp terrestres anp marinas Superficie total (hectáreas) Reserva natural estricta uicn la zn-rb, Sant. (apff Islas del Golfo de California, excepto Isla Tiburón) zn-rn, Sant. 2516105 Tierras silvestres UICN Ib En proyecto por medio de certificación voluntaria de advc — 0 Parque nacional UICN II pn — 731 195 Monumento natural UICN III mn, PN-arqueológicos — 17 068 Área de manejo de hábitat/especies UICN IV — PN 722 919 Paisajes protegidos UICN V — — 0 Áreas protegidas con manejo de recursos UICN VI za-rb, apff, aprn (apff Isla Tiburón) ZA-RB-APFF 15 938 460 Sin asignación de categoría uicn pn degradados y aprn Las Huertas — 5 929 Total 19 931 676 zn: zona núcleo; rb: reserva de la biosfera; Sant.: santuario; rn: reserva natural; advc: área destinada voluntariamente a la conservación; pn: parque nacio- nal; mn: monumento nacional; za: zona de amortiguamiento; apff: área de protección de flora y fauna, aprn: área de protección de recursos naturales. Nota: se considera la superficie del decreto complementada por superficie del si G en caso de que el decreto no la indique. En este sentido, el uso de categorías de manejo nacio- nales compatibles con la categoría VI de la uicn, conjun- tamente con el desarrollo de programas específicos de apoyo a proyectos para el aprovechamiento sustentable de los recursos naturales presentes en las anp y sus zonas aledañas, como el Programa de Conservación y Desarro- llo Sustentable (Procodes, antes Proders) y el Programa de Empleo Temporal (pet), permiten explorar nuevas fór- mulas para la conservación de la biodiversidad llevadas a cabo por los dueños y usuarios de los terrenos y aguas en donde esta se presenta. El 79.6% de la superficie de las anp federales ha sido reconocida por cuando menos una institución interna- cional, ya que México es parte de la Convención del Pa- trimonio Mundial de la Humanidad y de la Convención Ramsar de Humedales, o bien están incluidas como reser- 9 • Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México 401 vas de la biosfera en el Programa del Hombre y la Biosfe- ra de la unesco. Esta situación es el resultado de impor- tantes proyectos realizados a lo largo de los últimos seis años (cuadro 9.9). 9.2.3 Áreas naturales protegidas federales De acuerdo con las modificaciones hechas a la lgeepa, publicadas en el Diario Oficial de la Federación el 16 de mayo de 2008, las áreas destinadas voluntariamente a la conservación (advc) ahora se consideran anp a cargo de la Federación. Sin embargo, a diferencia de las anp previamente contempladas por la lgeepa que se estable- cieron mediante decreto del Ejecutivo federal, las advc se determinan mediante un certificado que expide la Se- marnat, por medio de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp). Así, al 31 de julio de 2008 hay un registro de 331 anp de competencia de la Federa- ción, 161 establecidas mediante decreto y 170 predios o conjunto de estos clasificados como advc mediante un certificado, los cuales se analizan en el inciso correspon- diente a las anp privadas y sociales. Es importante indi- car que la Conanp adicionalmente maneja tres áreas de protección de recursos naturales, que corresponden a porciones de las cuencas de alimentación de las obras de irrigación de los distritos nacionales de riego, decretadas el 3 de agosto de 1949 y recategorizadas el 7 de noviem- bre de 2002, con una superficie total de 3 123 127 hectá- reas, mismas que hasta fines de 2008 han sido delimita- das aunque no notificadas. Las 161 anp federales con decreto vigente ocupan una superficie total de 19 815 363 hectáreas, equivalente a 7.8% de la superficie terrestre e insular de nuestro país, y en ellas se encuentra una gran variedad de ecosistemas (cuadro 9.10). En cuanto al porcentaje del territorio de las entidades federativas que cuentan con anp de carác- ter federal, destacan Baja California (39%), Baja Califor- nia Sur (32%), Querétaro (31.4%), Campeche (24.5%) y Morelos (23.7%); solo dos estados de la República mexi- cana, Aguascalientes y Nayarit, carecen actualmente de anp federales. Contexto de políticas públicas Aceptando de antemano que resulta aventurado intentar resumir la enorme complejidad que abarca el contexto general en el cual se desarrolla cualquier política pública en particular, y tomando como marco de referencia tem- poral solo los principales picos que se presentan en el establecimiento de las anp en México (cuadro 9.11), in- tentamos contextualizar el fenómeno de acuerdo con las siguientes hipótesis. En el periodo comprendido entre 1934 y 1940 se lleva a cabo una reforma agraria postergada y el Estado mexi- cano comienza un proceso de valoración de los bosques, mismos que se empiezan a ver como un recurso no ne- cesariamente abundante y por ende con límites finitos, lo que genera un primer gran auge en la creación de anp y las bases para formar una conciencia pública de los ser- vicios que estos ecosistemas brindan a la sociedad. Después de un largo letargo de 36 años, entre 1976 y 1982, un Estado petrolizado y próspero, que apenas su- pera una profunda crisis intersexenal, diversifica tanto el número como la orientación de las agencias encargadas de operar y crear anp, intentando resaltar la función so- cial de estas áreas como los espacios necesarios para la recreación de la población urbana, mediante el desarro- llo de infraestructura en un subconjunto limitado de es- tas (Sistema de Parques Nacionales para la Recreación). Durante el periodo 1982-1988 se refleja la inminente necesidad del Estado de responder a la creciente exi- gencia social nacional y a la tendencia internacional de institucionalizar como una política pública de Estado la protección del medio ambiente, creando por ende la Sub- Cuadro 9.9 Áreas naturales de México inscritas en instituciones internacionales (hectáreas) Categoría internacional Dentro de anp Fuera de anp Superficie total Bien inscrito en la lista de Patrimonio Mundial (natural y cultural dentro de anp) 2 940 483 No considerado 2 940 483 Reserva de la biosfera mab 10 460 575 65 995 10 526 570 Humedal incluido en la lista de humedales de importancia internacional de Ramsar 4 677 462 1 880 944 6 558 406 Superficie total (descontando la sobreposición entre instituciones) 15 773157 1 946 939 17 720 096 Notas: actualizado al 31 de agosto de 2008. Se utiliza la superficie consignada en los registros de inscripción correspondientes. Fuentes: unesco-whc (2008); unesco-mab (2008); Ramsar (2008). 402 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 9.10 Tipos de ecosistemas que se encuentran en las áreas naturales protegidas federales Tipo de ecosistema Superficie total de las anp federales en el Sinap (hectáreas) Porcentaje de la superficie de las anp federales en el Sinap Porcentaje del tipo de ecosistema en todo el país Selva perennifolia y subperennifolia 1 363 696 6.88 14.41 Selva subcaducifolia 169100 0.85 3.57 Selva caducifolia 826 513 4.17 4.87 Selva espinosa 240129 1.21 12.38 Bosque de coniferas 1 028 656 5.19 6.13 Bosque de encino 998 589 5.04 6.42 Bosque mesófilo de montaña 188 247 0.95 10.31 Especial (mezquita!, palmar natural y vegetación de dunas costeras) 69 729 0.35 14.78 Matorral xerófilo 6 768178 34.16 11.68 Pastizal 245 544 1.24 1.96 Sin vegetación aparente 488 584 2.47 51.19 Vegetación hidrófila 1 165 034 5.88 44.79 Vegetación inducida 207 532 1.05 3.15 Otros usos 893 097 4.51 — Cuerpos de agua continentales 290 714 1.47 — Total sig 19 447 383 Ecosistemas terrestres Base de datos Y costeros 14 943 342 Ecosistemas marinos 4 504 041 Total base de datos 19 447 383 Total ajustado (por diferencia base de datos vs. sic) 19 815 364 Noca: los datos incluyen el conjunto de anp decretadas al 31 de agosto de 2008. Fuentes: inegi (2005); Bezaury-Creel et al. (2008d). secretaría de Ecología, en el seno de la cual se empieza a gestar una nueva visión de las anp como un componente indispensable para la conservación de la biodiversidad, sin que necesariamente los recursos destinados al mane- jo de las anp se aumenten en el presupuesto federal. Entre 1988 y 1994, el impulso para lograr la apertura de la economía mexicana al ámbito internacional y la ne- cesidad de proyectar en el extranjero un verdadero com- promiso del Estado con la protección del medio ambien- te, provoca el mayor incremento histórico de superficie incorporada al régimen de anp. Es en este periodo cuan- do se fortalece su inserción en una política de Estado, resaltando su función como elemento importante del de- sarrollo social en el ámbito rural. Entre los años 1994 y 2000 las anp finalmente comien- zan a ser atendidas sobre el terreno y dejan de represen- tar meros instrumentos “de papel’! En este periodo se inicia un proceso real de consolidación de la capacidad del Estado nacional para proteger y manejar las anp,2 dotándolas de personal, presupuesto, equipo y una firme base jurídica, así como de participación social; pero es también entonces cuando se empiezan a vislumbrar fu- turos conflictos, como resultado de una presencia institu- cional real en las anp y de la consecuente aplicación de la ley, siendo el proyecto de la Salinera de San Ignacio en la rb El Vizcaíno el icono más relevante de este fenómeno. El periodo 2000 a 2008 refleja la creciente dificultad para crear nuevas anp, que se manifiesta en crecientes conflictos abiertos con los sectores pesquero, turístico, agroindustrial y minero. La “Manifestación de Impacto Regulatorio” (mir) y las modificaciones a la Ley Federal de Procedimientos Administrativos de 1996 y 2000, se 9 • Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México 403 Cuadro 9.1 1 Evolución de la cobertura de las an p federales (hectáreas) Periodo Aumento Disminución Recategorización 1915-1920 1 961 — — 1920-1924 26 277 — — 1924-1928 — — — 1928-1930 — — — 1930-1932 — — — 1932-1934 — — — 1934-1940 1 636 824 4100 — 1940-1946 480 — — 1946-1952 73 092 101 605 — 1952-1958 — 158 — 1958-1964 132195 577 — 1964-1970 — — — 1970-1976 57 695 3 000 — 1976-1982 3 596467 — — 1982-1988 3217511 — — 1988-1994 5 564 807 13 640 — 1994-2000 3 454 273 94 346 3 741 668 2000-2006 1 256 744 356 757 625 2006-2012* 942 869 — 127 423 * Estimación. constituyen como el instrumento de la política de Estado para evitar una regulación desmedida y fomentar el de- sarrollo de la actividad económica en el país, asimismo se convierte en el principal filtro que desacelera la creación de nuevas anp y la regulación de las mismas mediante sus programas de manejo. Este fenómeno, sin embargo, se acompaña de un fortalecimiento real de la capacidad ins- titucional del Estado nacional para manejar adecuada- mente las áreas establecidas por medio de un incremento sustancial en su presupuesto y personal, así como la con- solidación de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas creada en el periodo 1994-2000. Marco institucional La estabilidad institucional a lo largo de los últimos 14 años en la dependencia encargada de las anp de México, ha sido uno de los principales factores que han permitido un notable avance en su conservación y manejo, no obser- vado desde la década de 1930, cuando Miguel Ángel de Quevedo les otorgó su primer impulso. A partir de 1975 se empieza a desarrollar un nuevo mo- delo para las anp en México, con la “Modalidad Mexica- na de Reservas de la Biosfera”, experimentado en las reser- vas de la biosfera Mapimí y La Michilía, en el estado de Durango. Los lineamientos de esta modalidad (Halffter 1984) incluyen: la incorporación de poblaciones e institu- ciones locales en la tarea común de conservación del ger- moplasma; considerar la problemática socioeconómica regional en los trabajos de investigación y desarrollo de la reserva de la biosfera; dar a las reservas independencia administrativa, encargando su gestión a instituciones de investigación que respondan ante las más altas autorida- des del país, y reconocer que las reservas (y también los parques) deben formar parte de una estrategia global. A principios de la década de los ochenta, cinco dife- rentes dependencias del gobierno federal eran simultá- neamente responsables de la conservación de las anp: la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas (sahop), con responsabilidades enmarcadas en una vi- sión utilitaria de las anp como elementos importantes del bienestar urbano desarrollando los “parques naciona- les para la recreación”; la Secretaría de Agricultura y Re- cursos Hidráulicos (sarh), encargada de administrar el resultado de 50 años de abandono de las anp; la Secreta- ría de Pesca (Sepesca), con la responsabilidad de conser- var las áreas marinas protegidas producto del importante esfuerzo realizado apenas una década antes (Bezaury- Creel 2004), por la Secretaría de Industria y Comercio (sic), y ya para entonces prácticamente abandonadas; por último, el entonces Departamento del Distrito Fede- ral (ddf) y la Secretaría de Turismo (Sectur) tenían a su cargo un reducido número de anp federales. Con la creación en 1982 de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología (Sedue), básicamente la administra- ción de las anp quedó a cargo de una sola dependencia. Sin embargo, la sarh mantuvo bajo su tutela, aunque prácticamente sin manejo alguno, las zonas protectoras forestales (a la fecha aún abandonadas) y el Parque Na- cional San Pedro Mártir, en Baja California. Aunque toda- vía estaba muy lejos de consolidarse la capacidad institu- cional de la Subsecretaría de Ecología de la Sedue para el manejo de las anp, a la instancia de esta dependencia res- ponsable del manejo de las anp — la Dirección General de Parques Reservas y Áreas Ecológicas Protegidas — se le sumó la compleja responsabilidad del manejo de la vida silvestre de México, creándose la Dirección General de Conservación Ecológica de los Recursos Naturales. La gestión unificada de las anp federales nuevamen- te se rompe en 1992 cuando las funciones asignadas a la 404 Capital natural de A /léxico • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Sedue se transfieren a la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) y el manejo de los parques nacionales otra vez se devuelve a la sarh. Las funciones de la Subsecretaría de Ecología las asume el Instituto Nacional de Ecología (ine), donde se ubica, con las mismas funciones y una nueva denominación más acorde con la función de desa- rrollo social de la Secretaría, la Dirección General de Aprovechamiento Ecológico de los Recursos Naturales (dgaern). Con la creación de la Secretaría de Medio Am- biente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnap) en 1994, una vez más se unifica el manejo de las anp al regresar a esta dependencia los parques nacionales transferidos ape- nas dos años atrás a la sarh. Sin embargo, las funciones relativas a la gestión de las anp y la vida silvestre todavía permanecen dispersas durante dos años más y no es sino hasta 1996 — cuando se crea la Unidad Coordinadora de Áreas Naturales Protegidas (ucanp), que liberada de la importante pero compleja responsabilidad de adminis- trar la gestión de la flora y fauna silvestre de todo el país — que se logra finalmente elevar sustancialmente el perfil de las anp de México, en los ámbitos político, social y económico. Por último, en el año 2000 se crea la Conanp como un órgano desconcentrado, ahora sectorizado en la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Marco legal Antes de la entrada en vigor de la lgeepa el 28 de enero de 1988, las anp de México se establecieron con base en las leyes relativas al ramo forestal, de pesca y de caza. Pos- teriormente las modificaciones hechas a la lgeepa, del 13 de diciembre de 1996, incluyeron cambios sustancia- les en las bases jurídicas que regulan las anp (véase el capítulo 6 del volumen III), destacando aquellas que se refieren a la creación de los espacios que actualmente per- miten una mayor participación social, tanto para su esta- blecimiento como en su planificación y operación (cua- dro 9.12). A partir de las modificaciones a la lgeepa, el Ejecuti- vo federal emitió el Reglamento de la lgeepa en Materia de Evaluación de Impacto Ambiental, el 30 de mayo de 2000, con importantes previsiones con respecto al uso de este instrumento de la política ambiental en las anp, y el Reglamento de la lgeepa en Materia de Áreas Naturales Protegidas, el 30 de noviembre de 2000. Actualmente, la lgeepa y sus respectivos reglamen- tos constituyen un fundamento bastante sólido para el manejo de las anp, aun cuando las diversas actividades relativas al aprovechamiento de recursos naturales que se realizan en estas siguen siendo reguladas por leyes par- ticulares en las materias respectivas, entre otras: la Ley General de Pesca y Acuacultura Sustentables del 24 de ju- lio de 2007 y el Reglamento de la Ley de Pesca del 29 de septiembre de 1999; la Ley de Aguas Nacionales del 1 de diciembre de 1992, su modificaciones del 29 de abril de 2004 y su Reglamento del 12 de enero de 1994; la Ley Minera del 26 de junio de 1992, modificada el 24 de di- ciembre de 1994 y el 25 de abril del 2005; la Ley General de Vida Silvestre del 3 de julio de 2000, y la Ley General de Desarrollo Lorestal Sustentable del 25 de febrero de 2003. Instrumentos de planeación Con la creación de la Sedue, por primera vez se intenta abordar el tema de las anp de manera integral con una estrategia de diseño de políticas gubernamentales en el contexto de los Loros Nacionales de Consulta Pública, realizados en 1983. El Programa de Medio Ambiente 1995-2000 presenta dos líneas estratégicas relacionadas con las anp: la pri- mera plantea la “Conservación y aprovechamiento sus- tentable de la biodiversidad y áreas naturales protegidas”, y la segunda, la “Recuperación, activación y descentra- lización de parques nacionales”. Para cada una de estas líneas el propio Programa define proyectos y acciones prioritarias (Poder Ejecutivo Lederal 1995). En mayo de 1996 la Semarnat publica el Programa de Áreas Naturales Protegidas de México 1995-2000, que representa la primera versión integral de una visión de Estado que pretende integrar la conservación con el ma- nejo cotidiano de las anp (Semarnap 1996). El Programa de Trabajo de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas 2001-2006 vincula de ma- nera programática las anp con las Regiones Prioritarias para la Conservación, propuestas por la Conabio, y con el uso de los Programas de Desarrollo Regional Susten- table (Proders, ahora Procodes) para intentar una visión de la conservación y desarrollo sustentable del paisaje (Semarnat-Conanp 2007). El Programa Nacional de Áreas Naturales Protegidas 2007-2012 (Semarnat-Conanp 2007) propone un cambio relevante en cuanto a su ámbito de acción, al plantear como su misión “Conservar el patrimonio natural de México mediante las áreas naturales protegidas y otras modalidades de conservación”, y como parte de su visión el que “la Conanp habrá encabezado la articulación de un sistema nacional de áreas protegidas y de diversas moda- lidades de conservación de ecosistemas”; asimismo, que 9 • Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México 405 Cuadro 9.12 Evolución de la legislación federal mexicana en materia de áreas naturales protegidas • Ley del 18 de diciembre de 1909 (Reservas Nacionales Forestales) • Ley Forestal (dof, 08/09/1927) • Acuerdo que declara ¡nafectables en materia de dotaciones y restituciones ejidales los parques nacionales (dof, 07/06/1937) • Reglamento de Parques Nacionales e Internacionales (dof, 29/05/1942) • Reglamento de la Ley Forestal (dof, 15/09/1950) Legislación forestal • Ley Forestal (dof, 30/12/1947) • Ley Forestal (dof, 16/01/1960) • Reglamento de la Ley Forestal (dof, 23/01/1961) • Ley Forestal (dof, 30/05/1986) • Reglamento de la Ley Forestal (dof, 13/07/1988) • Ley Forestal (dof, 22/12/1992) Legislación para la • Ley sobre Protección y Conservación de Monumentos y Bellezas Naturales (dof, 30/01/1930) conservación de bellezas naturales • Ley sobre Protección y Conservación de Monumentos Arqueológicos e Históricos, Poblaciones Típicas y Lugares de Belleza Natural (dof 18/01/1934) Legislación pesquera y marina • Ley de Pesca 1925 • Ley de Pesca 1938 • Ley de Pesca 1 947 • Ley sobre la Zona Exclusiva de Pesca de la Nación (dof, 20/01/1967) • Ley Federal para el Fomento de la Pesca (dof, 25/05/1972) • Reformas a la Ley Federal para el Fomento de la Pesca (zee) (dof, 27/12/1983) • Ley Federal del Mar (parques marinos nacionales) (dof, 08/01/1986) • Ley Federal de Pesca (dof, 26/12/1986) • Ley de Pesca (dof, 25/06/1992) Legislación sobre vida silvestre • Ley Federal de Caza (dof, 05/01/1952) • Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente (dof, 28/01/1988) • Reglamento de la Ley Forestal (dof, 21/02/94) • Reforma a la lgeepa (dof, 13/12/1996) Legislación ambiental • Reglamento de la lgeepa en materia de áreas naturales protegidas (dof, 30/11/2000) • Reformas a la lgeepa: subzonificación y manifestación de impacto ambiental de actividades en anp, dof 23/02/2005; ordenamiento ecológico del territorio, anp marinas, dof 12/02/2007; categorías anp de las entidades federativas y prohibiciones zonas núcleo, dof 05/07/2007, y áreas destinadas voluntariamente a la conservación, dof 16/05/2008) “El sistema incluirá a los tres órdenes de gobierno, la so- ciedad civil y las comunidades rurales e indígenas”. De manera particular, los programas de manejo cons- tituyen la herramienta básica de planeación de las anp, los cuales permiten conjuntar los esfuerzos públicos y privados que facilitan la consecución de los objetivos de conservación para los cuales estas fueron creadas. Una vez elaborada en forma participativa, la propuesta técni- ca de cada programa de manejo se somete a un proceso de consulta pública en el cual participan los diversos ac- tores sociales que influyen en el área, así como las depen- dencias de la administración pública en los ámbitos fede- ral, estatal o del D.F. y municipal, de acuerdo con lo que establece la lgeepa. Los programas de manejo vigentes se concretaron a partir de 1995, aunque desde la década de los ochenta co- menzaron los procesos para su elaboración. La Dirección General de Organización y Obras en Parques Nacionales para la Recreación elaboró ocho programas maestros para anp. En 1987 la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología desarrolló el primer planteamiento de un Plan de Manejo para la Reserva de la Biosfera Sian Ka’an. Con un donativo del Fondo Mundial para el Medio Ambiente {Global Env ir onmental Facility, gef), la Secretaría de De- sarrollo Social elaboró un primer paquete de programas de manejo para las 10 anp incluidas en el programa. Tan- to la Semarnap como la Semarnat han impulsado la elabo- ración de estos programas, y con el apoyo de instituciones 406 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio de investigación y organizaciones conservacionistas ac- tualmente 55 anp federales (más un programa específico para el Complejo Insular Espíritu Santo) cuentan con un programa de manejo congruente con lo que establece la lgeepa, lo cual representa una cobertura de 12 216 156 hectáreas y aproximadamente 62% de la superficie del to- tal de las anp federales con la cobertura de este instru- mento de planeación y regulación. Un instrumento adicional de planeación, dirigido a re- gular el uso del suelo en terrenos de propiedad privada y social dentro de las anp, es el ordenamiento ecológico del territorio (oet). En este sentido, el oet representa el instrumento de la política ambiental mexicana que per- mite la coordinación entre los órdenes federal, estatal o del D.F. y municipal. Esta coordinación resulta de vital importancia para determinar usos no rurales en las anp, ya que de acuerdo con lo que establece el artículo 115 de la Constitución, en los municipios reside la facultad de “autorizar, controlar y vigilar la utilización del suelo, en el ámbito de su competencia, en sus jurisdicciones territo- riales” y “otorgar licencias y permisos para construccio- nes”; en tanto que la facultad de calificar el impacto am- biental que estas actividades puedan causar en las anp y, por tanto, su viabilidad, es facultad de la Federación. Esta contradicción se evidencia de manera más aguda en las anp donde la presión de la urbanización, ya sea debido al crecimiento de ciudades o a los desarrollos turísticos, provoca que la especulación inmobiliaria se convierta en el componente más importante de la dinámica local. Ac- tualmente solo la Reserva de la Biosfera Sian Ka’an cuenta con un oet específicamente elaborado para regular este aspecto dentro de un anp, el cual se utiliza para normar la intensidad del desarrollo turístico en su zona costera. Finalmente, a partir de 2004 se empiezan a elaborar di- versos componentes del Programa de Trabajo sobre Áreas Protegidas, suscrito por México en la Séptima Reunión de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica, el cual brindará un marco de referencia que permitirá orientar tanto la identificación de los espacios y moda- lidades que deberán adoptarse en el país, para lograr un aprovechamiento socialmente sustentable y compatible con la protección de su biodiversidad, como las capacida- des y recursos financieros necesarios para lograrlo. Participación pública Para que las anp puedan convertirse en espacios dentro de los cuales la conservación sea un ejercicio socialmen- te viable, es esencial que estas áreas cuenten con instru- mentos que fomenten una participación pública efectiva. En el ejercicio de creación de estos nuevos espacios de- mocráticos, es fundamental que la autoridad adopte un papel de interlocutor válido y efectivo y, por tanto, aban- done su forma tradicional de interactuar mediante las fór- mulas tradicionales de diálogo con la sociedad, en las que se ubica como una autoridad que actúa por encima de los gobernados, supuestamente para representar sus intere- ses. En este sentido, la lgeepa prevé dos espacios bási- cos que favorecen la participación social para la gestión de las anp: el Consejo Nacional de Áreas Naturales Pro- tegidas y los consejos asesores para cada una de las anp. El Consejo Nacional de Áreas Naturales Protegidas (cnanp) constituye el órgano de consulta del secretario de la Semarnat, cuyo ámbito de acción se ubica en todo el país. El Consejo Nacional fue establecido en 1996 como resultado de varias reuniones preparatorias realizadas a partir de 1995. Actualmente el cnanp se encuentra inte- grado por representantes de instituciones académicas y centros de investigación, por agrupaciones de producto- res y empresarios, por organizaciones no gubernamen- tales, por otros organismos de carácter social o privado, por personas con reconocido prestigio en la materia, así como por diversas unidades de la propia Semarnat y de otras dependencias y entidades de la administración pú- blica federal. El cnanp funge como órgano de consulta y apoyo de la Semarnat en la formulación, ejecución, se- guimiento y evaluación de políticas para el establecimien- to, manejo y vigilancia de las anp de su competencia. Algunos logros importantes del cnanp incluyen: ♦ La definición conceptual para la creación de la Comi- sión Nacional de Áreas Naturales Protegidas. ♦ La reconceptualización de la lgeepa en materia de áreas naturales protegidas, reflejada en las modifica- ciones globales efectuadas en 1996 y en cambios pun- tuales posteriores, así como en su Reglamento en Ma- teria de anp, del año 2000. ♦ El apoyo en la gestión de recursos del gef, en el diseño de proyectos, en la selección de las anp que se incor- poren al esquema de financiamiento y en la creación y participación permanente en el Fondo de Áreas Natu- rales Protegidas (fanp). ♦ El apoyo a la Conanp en la gestión de recursos finan- cieros para las anp ante el Poder Legislativo y de terre- nos nacionales ante el Poder Ejecutivo. ♦ La identificación de los criterios para ordenar y definir las categorías de áreas naturales protegidas mediante el diseño de un esquema general de recategorización 9 • Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México 407 de las mismas, así como para integrar anp específicas al Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Sinap). ♦ El Consejo también ha sido un foro permanentemente abierto a los directores de las anp y a su problemática. Resaltan las aportaciones positivas del mismo en la dis- minución de amenazas en las reservas de la biosfera La Michilía, Durango, y Montes Azules, Chiapas. En cuanto a los consejos asesores como instrumentos de participación pública en el manejo de las anp, el pri- mer antecedente en México se remonta a 1986 cuando se constituyó el Consejo de Representantes de la Reserva de la Biosfera Sian Ka’an. Posteriormente, y como parte del donativo del gef para 10 anp, la Secretaría de Desarrollo Social integró en 1993 los consejos técnicos asesores en estas áreas. A partir de 1996 los consejos asesores se derivan de los principios planteados en la lgeepa, los cuales fueron codificados en el año 2000 en el Reglamento de la lgeepa en Materia de Áreas Naturales Protegidas, el cual esta- blece que para el manejo y administración de estas áreas, la Secretaría podrá constituir consejos asesores cuyo ob- jetivo es asesorar y apoyar a los directores de cada una de las áreas naturales protegidas. La creación de estos espa- cios de participación pública es el resultado del compro- miso de la Semarnap para crear y consolidar estos meca- nismos de participación pública, como elemento básico de la gestión de las anp. Actualmente 64 anp federales cuentan con el apoyo de 55 consejos asesores, lo que representa 72.3% de la superficie total de estas. No obstante, es necesario acla- rar que estos consejos todavía no se consolidan, situación que se evidencia en que en varias de ellas ha habido múl- tiples intentos de instalación. De acuerdo con Rosas- Elernández (2003), la implemen- tación del modelo de los consejos asesores en las anp ha generado algunas experiencias positivas. ♦ En muchos casos los consejos han ayudado a que se dé un diálogo abierto, que antes no había sido posible, en- tre quienes manejan las anp y diversos actores locales. ♦ Se han establecido nuevas coaliciones y alianzas entre los diferentes actores, y las capacidades de los partici- pantes han sido fortalecidas. Sin embargo, y de acuerdo con Rosas-Hernández (2003), algunas circunstancias que limitan el desarrollo de los consejos asesores incluyen: ♦ La falta de capacidades y recursos para el manej o de los procesos participativos, así como las desigualdades es- tructurales entre los diferentes actores y las diferencias en cuanto al poder que estos ejercen, impiden que en muchos de estos consejos se den condiciones favora- bles para una participación incluyente y deliberativa. ♦ La promoción de la participación sin las capacidades y recursos necesarios y sin una verdadera comprensión del contexto sociopolítico y cultural, puede provocar que se creen expectativas falsas y, ocasionalmente, que las personas pierdan interés en participar. Sin una pla- neación adecuada y si no se cuenta con los recursos necesarios, estos espacios tienden a convertirse solo en puestos protocolarios “validatorios” para quienes ma- nejan las anp, con la consecuente insatisfacción y des- ilusión de los actores locales. ♦ Linalmente, para lograr que la participación y delibe- ración en efecto responda a las necesidades locales, la autoridad ambiental deberá estar dispuesta a transferir poder a los habitantes locales, favoreciendo el desarro- llo de sus capacidades para tomar sus propias deci- siones de manejo, y no solo actuar como “asesores” de los responsables de las anp y otras autoridades am- bientales. La consolidación de estos consejos, como de cualquier otro espacio de participación democrática en México, re- querirá procesos minuciosos de construcción social. Sin embargo, los espacios ya existen, y conforme se vayan for- taleciendo a mediano plazo será conveniente definir fun- ciones de manejo compartido que permitan lograr formas más eficientes de conservación de las áreas, que favorez- can la toma de decisiones en el ámbito local consensua- das directamente entre las partes involucradas (Bezaury- Creel 2004). En la medida en que una mayor cantidad de actores sociales organizados estén convencidos como resultado de los procesos de participación social y sus consecuen- tes efectos de concientización y apropiación de los con- sensos, así como de los beneficios que les puede brindar el cumplimiento de la normatividad, estos grupos adqui- rirán un papel cada vez más importante para lograr re- sultados más efectivos (Bezaury-Creel 2004). Recursos humanos De acuerdo con un análisis de 93 anp en todo el mundo, la presencia de personal en el campo es la variable más directamente relacionada con la disminución del cambio 408 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio de uso del suelo (Bruner et al. 2001). El incremento de la inversión que México ha realizado a la fecha para dotar a las anp de personal en el campo ya ha rendido resultados positivos. Sin embargo, es necesario que México conti- núe aumentando su inversión para lograr la seguridad laboral del personal ya contratado e incrementar su nú- mero para que se puedan atender todas estas áreas. La profesionalización de este personal, mediante esquemas de capacitación y la creación de una cultura corporativa propia, permitirá fortalecer su capacidad para cumplir con la compleja responsabilidad de resguardar una parte sustancial del capital natural nacional. Recuadro 9.4 Conservación de pastizales en el área de Protección de Flora y Fauna Maderas del Carmen, Coahuila Carlos Alberto Slfuentes Esta área natural protegida se localiza en el noroeste del estado de Coahuila, colindando con el Parque Nacional Big Bend en Estados Unidos. Cuenta con una superficie de 208 381 hectáreas y tiene ecosistemas representativos del Desierto Chihuahuense los cuales, de acuerdo con el gradiente altitudinal, incluyen: la zona riparia en el Río Bravo, pastizales asociados a matorrales de encinos y yucas, y bosques de encino, pino, Pseudotsuga y oyamel en las partes más altas, entre 2 300 y 3 000 m. La condición de "isla montañosa” rodeada por el Desierto Chihuahuense, conforma un corredor biológico que una gran cantidad de especies utiliza durante sus desplazamientos entre el sur de Estados Unidos y la Sierra Madre Oriental en México. En esta región confluyen diversas especies de distribución neotropical y neártica, por lo que se considera lugar de refugio para especies en riesgo, como el oso negro, el castor, el águila real y el halcón peregrino, además de otros como una subespecie del venado cola blanca ( Odocoileus i /irginianus carmensis) y el venado bura. La zona de pastizales se desarrolla en ambas vertientes de la sierra y generalmente está asociada a matorrales rosetófilos y micrófilos en los lomeríos, y a matorrales de mezquites, yucas y encinos en el pie de monte y bajadas de la sierra, ocupando aproximadamente 40% de la superficie total del área natural protegida. El ecosistema de pastizal representa un recurso importante para la diversidad de especies de aves como go- rriones, mosqueros, verdugos, vencejos, codornices, aves acuá- ticas migratorias, así como para las aves rapaces residentes y migratorias. Una de las principales amenazas en el ecosistema de pastizal es la actividad ganadera, la cual se practica sobre todo en terrenos ejidales y a modo de libre pastoreo de ganado bovino, caprino y equino, sin que haya un sistema organizado de pro- ducción ni se respete la carga animal adecuada para el pastizal. Esta situación, aunada a los erráticos regímenes de lluvia, pro- voca que los terrenos de agostadero se estén deteriorando de manera notable y pierdan su capacidad productiva. Personal de la reserva realizó un diagnóstico para determi- nar las zonas con mayores problemas de erosión, clasificando su grado de deterioro y definiendo los sitios que se deben restaurar. Los proyectos se analizaron en las asambleas de los ejidos de Boquillas del Carmen, San Francisco y Lirios, en las que se informó sobre las acciones más importantes que se llevarían a cabo, incluyendo la necesidad de restringir el paso del ganado en las zonas en restauración, para lo cual se instala- rían cercos. En algunos casos el hecho de cercar los predios se condiciona a la permanencia por un cierto número de años, lo cual queda asentado en las actas de asamblea. En el año 2000 se inició el proyecto denominado "El Ranchito”, ubicado en el ejido de San Francisco, gracias a la asignación del terreno en parcela por iniciativa de tres ejidatarios que toma- ron la decisión de cercar sus predios. Ese mismo año solicitaron la asesoría del personal de la Conanp mediante un acuerdo de colaboración en el que aceptaron las recomendaciones técni- cas, a fin de implementar un plan de manejo pecuario para la conservación de pastizales. Las obras en estos tres predios incluyen la retención de suelo con filtros de piedra acomodada y gaviones, "reforestación” con nopal y el establecimiento de esclusas de estudio para evaluar el mejoramiento en la salud de los pastizales, para después comparar con otras parcelas donde no existe un plan de manejo ganadero. Los resultados obtenidos a la fecha incluyen el aumento del número de espe- cies asociadas al pastizal, y los muéstreos de vegetación en las esclusas han comprobado la aparición de 40 especies de gra- míneas. Asimismo, se han promovido proyectos con organiza- ciones civiles para monitorear aves de pastizales; hasta ahora se han registrado 220 especies de aves residentes y migratorias, algunas de las cuales no existían previamente en la región, como el vireo de cabeza negra y el águila solitaria, además de una mayor frecuencia de avistamiento de otras especies. La experiencia de "El Ranchito” ha servido como ejemplo en el propio ejido y en otras comunidades del anp, por lo que en 2004 cuatro vecinos solicitaron que se les considerara en el programa y cercaron sus parcelas, gracias a la donación de alambre de púas por el dueño de un rancho privado del anp. 9 • Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México 409 De las 161 anp federales, en 107 trabajan 1 586 perso- nas cuyo sueldo se paga con el presupuesto anual de la Conanp. Como indicador, y en promedio, teóricamente cada persona atiende una superficie de 12 495 hectáreas. Un aspecto que es importante resaltar es que el perso- nal de las anp en muchos casos representa la única enti- dad gubernamental con presencia permanente en campo, situación que, por un lado, es una excelente oportunidad para apoyar a las comunidades en su interacción con otras dependencias de gobierno, pero también, por el otro, exis- te el riesgo de que el personal de la Conanp sea respon- sabilizado por la inacción o la falta de efectividad de los programas de otras dependencias gubernamentales. Las principales funciones y actividades del personal asignado a las áreas naturales protegidas se pueden resu- mir en las líneas estratégicas que conforman el quehacer de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Semarnat-Conanp 2007): ♦ Protección de los ecosistemas y su biodiversidad, que incluye acciones de vigilancia, mitigación de la vulne- rabilidad ante fenómenos naturales, protección contra incendios forestales y sanidad forestal. ♦ Manejo de los recursos naturales, que abarca activida- des para la instrumentación de la Estrategia de Conser- vación para el Desarrollo, el manejo y uso sustentable de estos recursos y el desarrollo del turismo en anp. ♦ Restauración, que comprende las acciones para la res- tauración de ecosistemas, la recuperación de especies en riesgo y el mantenimiento o incremento de la conec- tividad ecológica. ♦ Conocimiento, que incluye la integración de informa- ción científica y técnica, apoyo y fomento de la inves- tigación, monitoreo y rescate, así como valoración del conocimiento local. ♦ Cultura, que tiene que ver con el fomento de una cul- tura para la conservación, la identidad institucional, la comunicación, la difusión del valor que representa el patrimonio protegido, la educación para la conserva- ción y la participación social. ♦ Gestión, que abarca las acciones relacionadas con la integración de sistemas de áreas de conservación, el fomento de la transversalidad de políticas públicas, la procuración de recursos, la compensación por servicios ambientales, el desarrollo administrativo, el fortaleci- miento de los marcos legal y jurídico, la regularización de la tenencia de la tierra, la cooperación internacional y la elaboración de los programas de manejo de las áreas naturales protegidas. Recursos financieros Durante la segunda mitad de la década de 1990, la Semar- nap logró que la inversión federal destinada a las anp se incrementara exponencialmente: de 10.9 millones de pe- sos3 en 1995 (Semarnap 1996), a 142.7 millones en el año 2000 (ine 2006). Esta tendencia la consolidó la Semarnat, y con el invaluable apoyo del Poder Legislativo y la Secre- taría de Hacienda y Crédito Público (shcp), el presupues- to fiscal disponible para las anp aumentó a 983.9 millones en 20084 (Fig. 9.2). Durante este periodo, tanto el presu- puesto asignado a la Conanp para el Programa de De- sarrollo Regional Sustentable (Proders, ahora Procodes) y para el Programa de Empleo Temporal (pet), como el que ejerció la Conafor en las anp como parte sus programas — resaltando aquellos destinados al pago por servicios ambientales — han representado una opción económica para los pobladores de las anp y un reconocimiento a la función social que sus tierras aportan a México. A partir de que se transfirieron los primeros parques nacionales de la Secretaría de Agricultura y Ganadería a la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públi- cas — y posteriormente la totalidad de estos a la Secre- taría de Desarrollo Urbano y Ecología — , se dejó de efec- tuar el cobro de derechos federales, que antes se venía realizando en algunos de ellos. Tanto la Sedue como la Sedesol y después la Semarnap exploraron la posibilidad con la Secretaría de Hacienda y Crédito Público para vol- ver a cobrar estos derechos y utilizarlos para el manejo de las áreas. Esta situación tuvo resultados positivos con las gestiones de la Semarnat cuando, en 2002, se modificó la Ley Federal de Derechos autorizando el cobro en áreas protegidas marinas y se estableció el “destino específico de dichos fondos para utilizarse en las propias áreas”. Me- diante este mecanismo, hasta diciembre de 2007 se habían recaudado 197.8 millones de pesos, y 41.5 adicionales a julio de 2008, prácticamente la totalidad de estos recur- sos se reinvirtieron en las anp con el apoyo de la shcp. En 1997 se creó el Fondo para las Áreas Naturales Pro- tegidas (fanp) a partir de un convenio suscrito entre el Banco Mundial, el gobierno de México y el Fondo Mexi- cano para la Conservación de la Naturaleza (fmcn). Este convenio permitió que el gef depositara un capital de 16.5 millones de dólares para que con los intereses se cu- briera la operación básica de 10 anp prioritarias. Los avances en este programa permitieron asegurar un nue- vo donativo del gef, así como la inclusión de nuevos do- nantes, lo que ha permitido cuadruplicar el patrimonio del fanp y triplicar el número de anp apoyadas por este. 41 0 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Financiamiento externo a procesos de expropiación concertada y pagos Fondo Monarca Financiamiento externo Cobro de derechos en las anp Programa de Desarrollo Regional Sustentable (Proders-Procodes) en anp Programa de Empleo Temporal (pet) en anp Programa de anp, sin considerar especies prioritarias, pet, Proders y cobro de derechos 1 200 r nE un xo 00 ex O * — 09 CO NT un NO Ox 00 GX ex CX ex ex ex o O O O O o O O O CX GX ex ex ex ex o o o o O o O o O T — T — T — T — T — T — 09 09 09 09 09 09 09 09 09 Figura 9.2 Origen de la inversión en las áreas naturales protegidas federales, 1994-2008 (cifras actualizadas según la inflación anual, con base en el sat, ). Nota: los fondos fiscales representan el presupuesto modificado, el financiamiento externo y el presupuesto ejercido. El fanp cuenta ahora con un fondo patrimonial de 67.7 millones de dólares con el que ha apoyado la operación de 37 anp federales, las cuales representan 46.5% de la superficie decretada. Como parte del esquema público-privado, el fmcn — que es una institución privada — asegura el manejo fi- nanciero del capital, canaliza los intereses a las anp, su- pervisa la aplicación de los fondos y procura ingresos adicionales por medio del fanp (véase el recuadro 9.5). El personal de la Conanp planea ejercer los recursos de acuerdo con programas operativos anuales, lleva a cabo las actividades en campo con estrategias de largo plazo y reporta los avances de manera periódica con base en in- dicadores. La mayor parte de los recursos que coyuntu- ralmente se utilizaban para el pago de personal comple- mentario, a partir de 2009 serán canalizados al desarrollo de proyectos innovadores en las anp, cuyas característi- cas no permiten o dificultan que sean financiados por me- dio del presupuesto fiscal. Tanto las organizaciones no gubernamentales (ong) como las instituciones académicas y de investigación también representan importantes fuentes de apoyo adi- cional para las anp. No obstante la transferencia directa de recursos humanos y materiales para su operación, esta representa la excepción más que la regla; estas institucio- nes aportan gran parte de los estudios e investigaciones realizados en las anp, y se responsabilizan directamente del desarrollo de una parte de los proyectos que se efec- túan con las comunidades que residen en las áreas y su periferia, lo que representa un valor agregado sumamente importante en la operación de las mismas. Intentar cuan- tificar el monto total de los recursos y apoyos aportados por diversos sectores que participan en las anp sería un ejercicio complejo e inexacto. Pérez Gil-Salcido y Jara- millo-Monroy (1999) compilaron y analizaron la infor- mación relativa a los años 1997 a 1999, en un subconjun- to de 31 anp candidatas a recibir apoyo del fanp II. De dicho trabajo se deduce que el promedio mínimo inver- tido por las ong en estas 31 anp fue de 17.1 millones de pesos anuales, y por las instituciones académicas y de 9 • Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México 41 1 Recuadro 9.5 ¿Funcionan las reservas de la biosfera? La experiencia del Fondo para Áreas Naturales Protegidas Renée González Montagut El Fondo para Áreas Naturales Protegidas (fanp) financia la conservación de este tipo de áreas desde 1998. Este Fondo comenzó con una aportación patrimonial del Banco Mundial. En este proyecto público-privado participan la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) y el Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza (fmcn). Este último es responsable del manejo financiero, la procuración y canalización de recursos y la supervisión de la aplicación de los fondos. La Conanp es responsable de asegurar que los fondos se ejerzan en las actividades prioritarias para lograr la conser- vación del sitio. Catorce de las 19 áreas protegidas financiadas son reservas de la biosfera. Con el objetivo de monitorear la efectividad de las actividades financiadas, en 1999 las institu- ciones participantes desarrollaron un sistema de monitoreo que incluye cuatro indicadores generales sobre el efecto indi- recto de las inversiones en el campo. Dos de estos indicadores son biológicos: la tasa de transformación de hábitat natural y la frecuencia de observación de especies indicadoras. Los otros dos indicadores incluyen la superficie de la zona de amorti- guamiento con uso sustentable y el número de personas que participan en prácticas sustentables. Aun cuando el sistema de monitoreo requiere mayor rigor, los indicadores biológicos muestran incipientes tendencias alentadoras. La Conanp calcula la tasa anual de transformación de hábitat natural mediante el análisis de imágenes de satélite usando la metodología de la fao (López et al. 2001). Los periodos estudiados incluyen imágenes de 11 áreas protegidas correspondientes a tres décadas (1970-1980, 1980-1990 y 1990-2000). En cuatro reservas de la biosfera el análisis incluye la tasa de perturbación en las áreas protegidas, así como en la zona aledaña dentro de la misma microcuenca (Carranza- Sánchez et al. 2003a-d). En la figura 1 se muestran las tasas anuales de transformación en ocho de las reservas de la biosfera. Dos casos adicionales no se incluyeron porque tienen tasas casi nulas (Sian Ka'an y El Pinacate), mientras que en uno de los casos (Montes Azules) la Conanp solo cuenta con imágenes de la última década. La transformación anual en esta última área protegida es baja (0.33%). En siete de los 11 casos la tasa de transformación se mantiene baja o incluso decrece. La tasa de deforestación aumenta en tres reservas. Las causas incluyen desastres naturales (El Triunfo), incendios que preceden el cambio en el uso del suelo (Manantlán) y la tala ilegal en una reserva decretada en el año 2000 (Monarca). En los cuatro casos en que la Conanp comparó la tasa dentro y fuera de las áreas protegidas, esta fue menor dentro. En relación con la frecuencia de observación de especies indicadoras, los datos provienen de investigadores o del perso- nal de la Conanp. Las metodologías varían no solo de acuerdo con la especie, que no siempre indica la salud del ecosistema, sino también con el rigor del muestreo. Por medio de una matriz de correlación Pearson se evaluó la frecuencia de obser- vación en el tiempo para las 69 especies con los datos más confiables. Solo cuatro especies mostraron un coeficiente de correlación Pearson mayor de 0.8. Dos de ellas muestran un incremento, mientras que las otras dos indican un descenso. Esto señala que es necesario que el sistema de monitoreo recabe más datos en el futuro para detectar tendencias o que la mayor parte de las poblaciones se mantiene. Es indispensa- ble contar con estudios de la ecología de cada especie para definir rangos aceptables de variación que permitan la conser- vación de las poblaciones a largo plazo (Parrish et al. 2003). Los datos que el fanp ha recabado a lo largo de 10 años acerca de la superficie del área de amortiguamiento con uso sustentable, así como del número de personas que participan en actividades sustentables no son confiables. Actualmente la Conanp y el fmcn trabajan para estandarizar las metodologías de manera que estos datos permitan analizar las posibles tendencias. Por otro lado, las inversiones han ido en aumento, por lo que su efecto se deberá reflejar a mediano plazo (Fig. 2). Los resultados preliminares del sistema de monitoreo utilizado por el fanp indican que las reservas de la biosfera funcionan. Mientras que las tasas de deforestación son menores dentro que fuera de las áreas protegidas y en la mayoría de los casos tienden a disminuir, la frecuencia de las especies monitoreadas muestra que, al menos, no hay una clara tendencia descendente. Estos resultados coinciden con los trabajos de Sánchez-Cordero y Figueroa (2007) en relación con la efectividad de las áreas protegidas. Falta relacionar estas variables con aspectos socioeconómicos y financieros. México tiene la gran oportunidad de establecer un sistema nacional de monitoreo para conocer el estado de salud de sus áreas protegidas. Cuenta con una comunidad científica preparada (Martínez et al. 2006) e instituciones que pueden impulsar esta iniciativa. La Conanp ha incrementado de manera importante su personal en el campo, el cual puede recabar los datos con el acompañamiento de instituciones académicas que determinen las metodologías, capaciten al 41 2 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 9.5 [concluye] personal y analicen los datos. La Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) cuenta con amplia experiencia para crear bases de datos, mientras que las organizaciones de la sociedad civil pueden sensibilizar a la población sobre el estado de salud de las áreas protegidas. El fmcn puede desarrollar la estrategia para el financiamiento de esta iniciativa en el largo plazo. Es indispensable que los esfuerzos en esta dirección se consoliden. Cada día aumenta la necesidad de rendir cuentas a las organizaciones que invierten recursos en la conservación (Porter y Kramer 1999), así como a las instancias del Legislativo y el Ejecutivo encargadas de supervisar el ejercicio del gasto público. Los beneficios de un sistema nacional de monitoreo de las áreas protegidas incluyen la posibilidad de un manejo basado en sus resultados, un mayor entendimiento de estos complejos sistemas, transparencia en la gestión, así como mayor legitimidad ante el sector público, los donantes y el público en general. Las condiciones existen para que México dé este importante paso en la conservación y rendición de cuentas en sus áreas naturales protegidas. -0- El Triunfo — 0— El Vizcaíno Mariposa Monarca Ría Lagartos -o- Sierra de Manantlán -o- Alto Golfo de California -o- Tehuacán-Cuicatlán -o- La Encrucijada Figura 1 Tasa anual de transformación de hábitat natural en ocho reservas de la biosfera en tres décadas. Fuente: Conanp y fmcn (2007). -o- fanp Fiscal -o- Otros Figura 2 Inversión total (1998-2006) de diferentes fuentes en siete reservas de la biosfera (El Triunfo, Manantlán, Monarca, Montes Azules, Ría Lagartos, Sian Ka'an y Vizcaíno). Fuente: Conanp y fmcn, datos no publicados. 9 • Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México 41 3 investigación de 12.5 millones; sin embargo, los autores reconocen que el monto total muy probablemente co- rresponde a una subestimación. Del cálculo de la inver- sión basada en otro estudio sobre recursos dedicados a la conservación de la naturaleza en México, se deduce una inversión de 67.9 millones de pesos en 2003 y 61.8 millo- nes en 2004, realizada por todas las organizaciones y de- pendencias que aportaron recursos, salvo aquellas que pertenecen al gobierno federal (Pérez Gil-Salcido y Jara- millo-Monroy 1999). No obstante este extraordinario incremento y la diver- sidad de fuentes y programas de donde provienen los re- cursos económicos para atender las anp, es indispensa- ble reconocer que este presupuesto cubre solamente una parte de la operación ideal, y a todas luces se puede con- siderar como inferior al mínimo necesario para proteger las áreas que resguardan buena parte del capital natural de México. Asimismo, la inversión dedicada a los programas de apoyo a las comunidades que habitan en las áreas natu- rales protegidas (Procodes y pet) deberán contar con mayores recursos y llevarse a cabo con base en una ma- yor coordinación entre las diferentes dependencias y ni- veles de gobierno, así como con los demás actores socia- les que destinan recursos para lograr su viabilidad; esto con el objetivo de crear sinergias y orientar a los pobla- dores hacia actividades social y ambientalmente susten- tabas que promuevan el bienestar. Recuadro 9.6 La fábrica de agua: el Parque Nacional Izta-Popo Horado Alejandro López López • Alejandro Durán Fernández El Parque Nacional Iztaccíhuatl-Popocatépetl es un área que genera bienes y servicios ambientales que satisfacen necesidades de la población del centro del país. Los recursos hídricos se originan principalmente por el deshielo de los glaciares y la precipitación pluvial, por encima de los 1 000 mm anuales, y los bosques efectúan los procesos que permiten la recarga de acuíferos y mantos freáticos. Por ello, la preservación de la cubierta vegetal y la contención del sustrato edáfico es fundamental para regular la filtración de agua al subsuelo y la intensidad de los escurrimientos, para así poder seguir suministrando el vital líquido a las nume- rosas comunidades establecidas en las partes bajas de las cuencas, de las que dependen y se benefician millones de habitantes. Uno de los problemas más serios que enfrenta este parque es la disminución de cobertura forestal y la pérdida de su biodiversidad como consecuencia de la tala inmoderada, el pastoreo extensivo de ganado bovino, la incidencia continua de incendios forestales, las plagas y enfermedades, así como la explotación de especies de flora y fauna nativa; esto ha alterado el régimen hídrico de absorción, retención y filtración del agua y la consiguiente recarga de los mantos acuíferos. No menos grave es el avance de las áreas destinadas para uso agrícola y desarrollo urbano e industrial a expensas de los terrenos de bosque. Se estima que en los últimos 20 años, en la región de los volcanes se han deforestado alrededor de 17 000 hectáreas y la superficie erosionada fue de 1 666 hectáreas. Por su importancia estratégica, en el año 2003 el fideicomiso Fondo para el Patrimonio Natural de México conformó una subcuenta para apoyar el proyecto "La Fábrica de Agua Izta-Popo”, el cual se encuentra en el cuarto año de su instrumentación. El proyecto ha sido respaldado económicamente por Fomento Ecológico Banamex, Grupo Bimbo/Reforestamos México, Volkswagen de México y los gobiernos de los estados de México y Puebla. Además participan la Semarnat, la Conanp, la Conafor y la Conabío. Los propósitos de este proyecto son conservar el patrimonio natural y los procesos ecológicos, así como restablecer la cobertura forestal para contener la erosión, recuperar la fertilidad de los suelos e incrementar la captación, retención e infiltración del agua de lluvia que alimenta los mantos acuíferos. El programa de trabajo en materia de restauración hidrológica forestal en el Parque Nacional Izta- Popo se articula en función de siete componentes: 7 ] plantaciones forestales; 2] mantenimiento de la plantación forestal del ciclo anterior inmediato; 3] prevención de incendios forestales; 4] protección y vigilancia de las áreas de trabajo; 5] señalización del parque nacional e información sobre el proyecto; 6] conservación y protección de sitios de refugio o santuarios del teporingo, y 7] conservación y manejo del venado cola blanca. Destaca el modelo de trabajo que implica la sinergia institucional entre el sector ambiental, fundaciones, empresas privadas, organizaciones civiles y comunidades. La participación de las comunidades rurales locales en la ejecución de los trabajos en campo contribuyen a fortalecer la economía familiar, pero sobre todo crea una percepción de 414 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 9.6 [concluye] sensibilización y reconocimiento de los programas que se realizan en el parque nacional a favor de su conservación, donde la derrama de 1 700 000 pesos permitió la contratación temporal de 15 455 jornales. Los logros obtenidos durante el periodo 2003-2005 se pueden resumir en: a] restauración hidrológica forestal de cerca de 5 000 hectáreas mediante técnicas de silvicultura consistentes en la plantación de casi 4 millones de individuos de Pinus hartwegii (85%), P. montezumae (5%), P. ayacahuite (5%) y Abies religiosa (5%); b] conocimiento del estado actual de las poblaciones de teporingo (Romerolagus diazi) y creación de sitios de refugio o santuarios, así como la construcción de un sendero interpretativo con fines de educación ambiental; c] conformación de un criadero de venado cola blanca ( Odocoileus uirginianus mexicanensis) con el propósito de repoblar las áreas potencialmente adecuadas para esta especie; d] liberación y reintroducción de una pareja de halcón cola roja ( Puteo jamaicensis), y e] señalización e imagen mediante letreros informativos colocados en campo y en el albergue de Paso de Cortés, que recibe más de 37 000 visitantes nacionales al año. Cuadro 9.13 Tipos de ecosistemas que se encuentran en las áreas naturales protegidas de las entidades federativas Superficie total de las anp Porcentaje de la superficie estatales y del DF en el Sinap de las anp estatales y del DF Porcentaje del tipo Tipo de ecosistema (hectáreas) en el Sinap de ecosistema en todo el país Selva perennifolia y subperennifolia 401 354 12.13 4.24 Selva subcaducifolia 182 471 5.51 3.86 Selva caducifolia 197163 5.96 1.16 Selva espinosa 162 259 4.90 8.37 Bosque de coniferas 257419 7.78 1.53 Bosque de encino 370 381 11.19 2.38 Bosque mesóñlo de montaña 51 969 1.57 2.85 Especial (mezquital, palmar natural y vegetación de dunas costeras) 1 070 0.03 0.23 Matorral xerófilo 537 487 16.24 0.93 Pastizal 67151 2.03 0.54 Sin vegetación aparente 1 558 0.05 0.16 Vegetación hidrófila 138 901 4.20 5.34 Vegetación inducida 189 267 5.72 2.87 Otros usos 462 941 13.99 — Cuerpos de agua 42 454 1.28 — Total sig 3 063 846 — — Ecosistemas terrestres Base de datos Y costeros 3 063 846 — — Ecosistemas marinos 238 008 — — Total base de datos 3 301 854 — — Total ajustado (por diferencia base de datos us. sic) 3 309 418 — — Nota: los datos incluyen el conjunto de anp decretadas al 31 de agosto de 2008. Fuentes: inegi (2005); Bezaury-Creel et al. (2007). 9 • Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México 41 5 9.2.4 Áreas naturales protegidas de las entidades federativas Las 279 anp de las entidades federativas (incluido el Dis- trito Federal) con decreto vigente, y que no se encuentran sobrepuestas a anp federales, ocupan 3 309 417 hectáreas (superficies determinadas mediante el Sistema de Infor- mación Geográfica, sig). Su cobertura representa 1.56% de la superficie terrestre e insular, la cual comprende casi 14% del total de la superficie de las anp decretadas en México. En cuanto a tamaño y porcentaje del territorio, destacan los siguientes estados:5 México con 629 327 hectáreas (29.4% de su territorio), Campeche con 504 722 (8.9%), San Luis Potosí con 397 716 (6.2%), Quintana Roo con 149 507 (3.8%), Guanajuato con 256 560 (8.3%) y Aguascalientes con 106 030 (20.1%). Actualmente cuatro estados — Baja California, Chihuahua, Colima y Guerre- ro— no cuentan con anp estatales, aun cuando la Sierra de Majalca fue la primera anp decretada en México por un estado, misma que fue establecida en 1926 mediante decreto del Legislativo de Chihuahua, y posteriormente convertida en Parque Nacional. Resulta interesante el he- cho de que cuatro estados del sureste de la República — Campeche, Chiapas, Quintana Roo y Yucatán — aun- que no tienen jurisdicción sobre el mar territorial, han decretado 237 939 hectáreas de superficie marina como parte de sus anp costeras (cuadro 9.13). Contexto de políticas públicas No se pueden generalizar los elementos que caracterizan el contexto en el que se elaboran las políticas públicas que darán paso a la creación de las anp de las entidades fe- derativas, sobre todo porque la situación en cada estado necesariamente responde a situaciones particulares. A partir de 1988, con la expedición de la lgeepa — la cual establece el marco general que regula la participación de las entidades federativas y los municipios en materia am- biental— , en los estados se vio la necesidad de crear leyes locales, mismas que prácticamente son un espejo de la legislación federal. Es mediante estas leyes estatales y del Distrito Federal que finalmente se codificó en toda la Re- pública el marco jurídico que permitió el establecimiento formal de anp (cuadro 9.14) en aquellas entidades fe- derativas que carecían de este, ya que solo el Estado de México había expedido una ley específica al respecto. En términos generales se puede establecer que, en la gran mayoría de las entidades federativas, aún no existe una política de Estado manifiesta con respecto a las anp. En este sentido, prevalece el sello personal impuesto por Cuadro 9.14 Sustento legal y cronología del establecimiento de las áreas naturales protegidas en las entidades federativas Antes de la lgeepa (01/1988) Establecidas por el Legislativo y el Ejecutivo estatales, en cuyo caso se indica el sustento legal utilizado: Chihuahua (1926 Legislativo); Chiapas (1972 Legislativo); Estado de México (1975 Legislativo; 1976 Ejecutivo, Ley de Parques Estatales y Municipales); Veracruz (1976 Legislativo; 1980 Ejecutivo, Ley de Bienes del Estado); Quintana Roo (1983 Ejecutivo, Ley Orgánica del Poder Ejecutivo del Estado); Tamaulipas (1985 Ejecutivo, Ley de Desarrollo Urbano del Estado); Tabasco (1987 Legislativo); Nayarit (1987 Ejecutivo, Ley de Asentamientos Humanos del Estado) Expropiación o compra de predios posteriormente destinados a anp: Durango (1975, La Michilía); Jalisco (1984, Las Joyas); Michoacán (1985, Mariposa Monarca); Puebla (1985, Flor del Bosque, aún no decretada como anp en 2008) Después de la lgeepa (01/1988-1994) Establecidas por el Ejecutivo estatal: Hidalgo (1988, Territorio de Utilidad Pública; 2002, parque estatal); Yucatán (1989); Chiapas (1990); Veracruz (1991); Sinaloa (1991); Estado de México (1992); Tamaulipas (1992); Morelos (1992); Baja California Sur (1993); Michoacán (1993); Tabasco (1993); Aguascalientes (1994); San Luis Potosí (1994); Sonora (1994), y Tlaxcala (1994, Ejecutivo) 1995-1999 Establecidas por el Ejecutivo estatal: Puebla (1995); Quintana Roo (1995, parque urbano; 1996 zsce); Campeche (1996); Coahuila (1996); Guanajuato (1997), y Oaxaca (1997) 2000-2006 Establecidas por el Ejecutivo estatal: Jalisco (2000); Nuevo León (2000); Zacatecas (2001); Querétaro (2003); Nayarit (2003), y Durango (2004) Sin anp estatales Baja California, Chihuahua, Colima y Guerrero Después de la lgeepa (01/1988): Distrito Federal Establecidas por el presidente de la República (1989) Establecidas por el jefe de Gobierno (1999) Nota: en "Después de la lgeepa", en negritas se indican los estados con iniciativas relacionadas con anp antes de la lgeepa. Fuente: legislación ambiental de las entidades federativas. 41 6 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio cada uno de los gobernadores con interés personal o no en el tema, lo que otorga un rasgo distintivo a los esfuer- zos de creación de anp, el cual se manifiesta en forma de impulsos creativos, seguidos de periodos de inactividad en la mayor parte de las iniciativas relacionadas con las anp estatales. Marco institucional Un indicador del grado de importancia que le otorga una entidad gubernamental a un tema en particular es el nivel jerárquico que se le asigna a la dependencia encargada de los asuntos relativos al mismo (cuadro 9.15). En este sen- tido destaca la Comisión Estatal de Parques Naturales y de la Fauna, organismo descentralizado de la Secretaría de Ecología del Estado de México, cuya jerarquía es su- perior que en el resto de las entidades. La consolidación de las iniciativas de los estados para el establecimiento y manejo de sus propias anp deberá ir acompañada de un programa de apoyo por parte del go- bierno federal que permita tanto un intercambio hori- zontal de experiencias y mejores prácticas, como brindar oportunidades de acceso a fondos provenientes del pre- supuesto federal, destinados al manejo directo de las áreas y al desarrollo de las capacidades locales para conservar las anp. En este sentido es preocupante la multiplicación de iniciativas de algunos estados para que sus mejores anp se decreten en el ámbito federal. Un ejemplo positi- vo de este tipo de apoyo federal fue el que otorgó el Pro- grama de Desarrollo Institucional Ambiental (pdia) al estado de Campeche en el año 2001, el cual con una inver- sión federal de 390 000 pesos dio como resultado el de- creto de la Zona Sujeta a Conservación Ecológica Balam- Kú, con más de 400 000 hectáreas. Desafortunadamente el apoyo a las anp de las entidades federativas ya no lo incluyó el pdia a partir de 2002. No obstante la magnitud de la superficie actualmente decretada como anp en los estados, es lamentable que todavía se pueda afirmar que la mayor parte de estas cons- tituyen “parques de papel”, debido a la falta de recursos humanos y financieros disponibles para su conservación y manejo. Marco legal Como se indicó, el sustento legal para el establecimiento y gestión de las anp de las entidades federativas (cuadro 9.16) se consolida a partir de la entrada en vigor de la Cuadro 9.15 Nivel jerárquico de las dependencias encargadas de las agendas de medio ambiente y de las áreas naturales protegidas en las entidades federativas Nivel jerárquico a partir del gobernador Segundo Tercero Cuarto Quinto Sin datos Primera instancia dedicada exclusivamente a aspectos ambientales • Secretaría: Baja California, Campeche, Coahuila, Distrito Federal, Durango, Guerrero, Jalisco, Estado de México, Nayarit, Puebla, San Luis Potosí y Yucatán • Instituto: Guanajuato, Oaxaca y Zacatecas • Agencia: Nuevo León • Coordinación: Tlaxcala • Subsecretaría: Aguascal ¡entes, Chiapas, Morelos, Querétaro, Quintana Roo y Tabasco • Dirección: Chihuahua, Colima, Michoacán y Tamaulipas • Consejo: Hidalgo • Comisión: Sonora • Coordinación: Veracruz • Dirección: Sinaloa • jefatura de Departamento: Baja California Sur Primera instancia dedicada exclusivamente a la atención de las anp • Comisión: Estado de México • jefatura de Departamento: Aguascalientes, Campeche, Michoacán, Tlaxcala, Yucatán y Zacatecas • Coordinación: Baja California • Dirección: Distrito Federal • jefatura de Departamento: Durango, Guerrero, Puebla, Querétaro y Veracruz. Baja California Sur, Chiapas, Chihuahua, Coahuila, Colima, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tabasco y Tamaulipas Fuente: páginas en la red de las entidades federativas. 9 • Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México 417 Cuadro 9.16 Modalidades para el establecimiento de las áreas naturales protegidas en las entidades federativas Modalidad Entidades federativas Establecidas por el Legislativo estatal Durango Establecidas indistintamente por el Ejecutivo o por el Legislativo estatal Chihuahua Chiapas: a partir de 2006; no obstante, en la Ley de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente del estado de Chiapas se faculta al Ejecutivo estatal para expedir las declaratorias Establecidas por el Ejecutivo estatal o del DF Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Coahuila, Colima, Distrito Federal, Guanajuato, Guerrero, EHidalgo, Jalisco, Estado de México, Michoacán, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tabasco Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz, Yucatán y Zacatecas Fuente: legislación ambiental de las entidades federativas. lgeepa en 1988, sin embargo, en 2008 la mayor parte de los estados ya tienen una segunda generación de la ley al respecto, derivada de las sustantivas reformas efectuadas a la propia Ley General en 1996. Una de las principales deficiencias observadas en la mayor parte de las leyes de las entidades federativas en cuanto a anp, es la carencia de bases para crear los es- pacios para la participación pública en la conservación y manejo de las áreas. Esto retrasará enormemente el de- sarrollo de las anp, ya que la situación de la tenencia de la tierra es probablemente aún más crítica porque en la mayor parte de los estados se presenta menos superficie de propiedad pública que la que existe en las áreas de in- terés de la Federación. Instrumentos de planeación Salvo Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Hidalgo y Yucatán, las demás entidades federativas plan- tean la creación de sistemas de áreas naturales protegidas locales (Hidalgo y Yucatán sí lo contemplaban en la pri- mera generación de su legislación ambiental). Aunque la visión integral como sistema constituye la herramienta básica de planeación de las anp en conjunto, solamente los estados de Guanajuato y San Luis Potosí, así como el Distrito Federal han emitido instrumentos de planeación que intentan lograr una visión que supere la de una sim- ple agregación de anp. De un total de 279 anp estatales, solo 18.3% (51 áreas) cuentan con un programa de manejo: el Distrito Federal (5 áreas), Guanajuato (5), Estado de México (10), Michoa- cán (1), Morelos (1), Nuevo León (12), Querétaro (1), Quintana Roo (3), San Luis Potosí (1), Tabasco (1), Tamau- lipas (1), Veracruz (5) y Yucatán (5). 9.2.5 Áreas naturales protegidas municipales Un total de 85 anp municipales con decreto vigente han sido establecidas en 10 de las 32 entidades federativas de México: Campeche, Chiapas, Coahuila, Hidalgo, Jalisco, Estado de México, Querétaro, Tabasco, Tamaulipas y Yucatán. Las 84 anp municipales que no se encuentran sobre- puestas a anp federales o estatales, actualmente abarcan 124065 hectáreas y representan apenas 0.063% de la su- perficie terrestre e insular de nuestro país y 0.052% de la superficie de las anp decretadas en México (cuadro 9.17). La mayor parte de estas áreas son parques urbanos o pe- riurbanos, por ejemplo, 67 de ellas son parques de apro- ximadamente una hectárea en promedio decretados en diversos municipios por el gobierno del estado de Chia- pas entre 1995 y 1996. Los municipios que destacan en cuanto a la importancia de sus anp son: Torreón, Coah., con la Sierra y Cañón de Jimulco (48 649 hectáreas en el municipio); Zapopan, Jal., con la Barranca del Río Santia- go (17 729); Querétaro, Qro., con la Zona Occidental de Microcuencas y Jurica Poniente (12 267); Mérida, Yuc., con Tumben Cuxtal (10 757), y Tampico, Tamps., con La Vega Escondida (2 217). Contexto de políticas públicas y marco institucional El incipiente desarrollo de las anp municipales en este momento impide realizar un análisis efectivo del contex- to político y del marco institucional en los que estas se desarrollan. Sin embargo, el fortalecimiento de las capa- cidades municipales para integrarse efectiva y proactiva- mente a un verdadero esquema federativo, ha sido, por lo menos durante las últimas dos décadas, un importante componente de la política de Estado en todo el país. 418 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 9.17 Tipos de ecosistemas comprendidos en las áreas naturales protegidas municipales Tipo de ecosistema Superficie total de las anp municipales en el Sinap (hectáreas) Porcentaje de la superficie de las anp municipales en el Sinap Porcentaje del tipo de ecosistema en todo el país Selva perennifolia y subperennifolia 1 296 1.06 0.014 Selva subcaducifolia 22 544 18.36 0.476 Selva caducifolia 18 330 14.93 0.108 Selva espinosa 5 079 4.14 0.262 Bosque de coniferas 148 0.12 0.001 Bosque de encino 5517 4.49 0.035 Bosque mesófilo de montaña 4 0.00 0.000 Especial (mezquita!, palmar natural y vegetación de dunas costeras) 0 0.00 0.000 Matorral xerófilo 44 292 36.07 0.076 Pastizal 626 0.51 0.005 Sin vegetación aparente 321 0.26 0.034 Vegetación hidrófila 2 078 1.69 0.080 Vegetación inducida 9 468 7.71 0.144 Otros usos 11 086 9.03 — Cuerpos de agua 2 008 1.64 — Total sig 122 798 — — Total ajustado (por diferencia base de datos vs. sic) 124 065 — — Noca: los datos incluyen el conjunto de anp decretadas al 31 de agosto de 2008. Fuentes: inegi (2005); Bezaury-Creel et al. (2007). En este sentido es importante plantear algunos proble- mas derivados de la confrontación legal entre las faculta- des que otorga el artículo 115 constitucional a los munici- pios para planificar el uso del suelo y expedir las licencias de construcción, con respecto a aquellas que da el artícu- lo 27 constitucional a la Federación para imponer las modalidades sobre la propiedad, fundamento jurídico en última instancia de la facultad de la Federación para es- tablecer anp en el territorio mexicano en función de su utilidad pública. Por lo anterior, resulta paradójico encontrarse con re- soluciones judiciales que ordenan en 2005 al municipio de la Paz, BCS, que revoque un decreto de área natural protegida municipal, la Zona de Conservación Ecológica y de Interés de la Comunidad Estero Balandra, estableci- da en 2004; así como al municipio de Querétaro, Qro., en cuanto al correspondiente a la Zona Sujeta a Conserva- ción Ecológica Peña Colorada, establecida en 2002, y de- clarado nulo el acuerdo de cabildo en 2006. Otras circunstancias confrontan a las anp federales con los municipios, como en el caso del juicio de contro- versia constitucional derivado del Programa de Desarro- llo Urbano del Centro de Población Tulum, que pretende autorizar desarrollos turísticos dentro del Parque Nacio- nal Tulum, en el municipio de Solidaridad (ahora Tulum), Quintana Roo, o la aprobación de un fraccionamiento urbano expedida por un cabildo saliente en el Parque Na- cional Cumbres de Monterrey, en el municipio de Santa Catarina, NL. Asimismo, la gestión de la manifestación de impacto ambiental regional ante las autoridades fede- rales del Plan de Desarrollo Urbano Municipal expedido por el cabildo del municipio de Soto la Marina, Tamps., dentro del apff Laguna Madre y Delta del Río Bravo, también ha provocado desencuentros entre los órdenes de gobierno estatal y municipal con el federal. Es induda- ble que será la Suprema Corte de Justicia la que resolverá finalmente la validez de las facultades federales y las mu- nicipales en el ámbito de las anp. Esta resolución deter- minará en buena medida tanto el futuro de las anp fede- rales, como el de las entidades federativas y municipales en México. 9 • Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México 419 Cuadro 9.18 Modalidades para el establecimiento de las áreas naturales protegidas municipales de acuerdo con la legislación ambiental de las entidades federativas Modalidad Entidades federativas Establecidas por el Legislativo estatal Chihuahua, Durango y Jalisco Establecidas por el Ejecutivo estatal Chiapas, Coahuila, Guerrero, Hidalgo, Tabasco, Tlaxcala y Zacatecas Establecidas por el Ejecutivo estatal o los ayuntamientos Baja California Sur y Oaxaca Establecidas por los ayuntamientos Aguascalientes (Programa de Manejo dictaminado por la Secretaría), Baja California, Campeche, Estado de México (en los Planes Municipales de Desarrollo Urbano), Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí (no específico), Sinaloa, Tamaulipas, Veracruz, Yucatán (dictamen del gobierno del Estado) No contempladas en su legislación ambiental Colima, Distrito Federal (delegacionales), Guanajuato, Michoacán y Sonora Notas: en negritas, aquellas entidades donde ya se han establecido anp de interés para los municipios. En Coahuila, Estado de México e Hidalgo, órdenes de gobierno distintos al especificado han establecido anp municipales. Fuente: legislación ambiental de las entidades federativas. Marco legal La mayor parte de las entidades federativas prevén en su respectiva legislación ambiental el establecimiento de anp de interés para los municipios. Sin embargo, con esta co- bertura legal solamente se han establecido anp municipa- les en 10 estados de la República mexicana (cuadro 9.18). Es importante añadir que independientemente de lo estipulado por las legislaciones estatales, cuando menos los ayuntamientos de Cuautepec de Hinojosa, de Singui- lucan, en Hidalgo, y de Torreón, en Coahuila, han estable- cido sus propias anp. Asimismo, el Ejecutivo estatal del Estado de México ha decretado anp de interés para algu- nos municipios. Una percepción errónea de lo que se debe considerar un anp, observada tanto en la creación de anp munici- pales como en algunas entidades federativas, se deriva de la inclusión en 1988 de los “parques urbanos” en la lgeepa como una categoría de manejo de las anp fede- rales. Es importante que en esta etapa incipiente de desa- rrollo de anp de interés para los municipios, se establezca una categoría legal que permita diferenciar claramente los espacios verdes urbanos como componentes esencia- les de la infraestructura de los centros de población, cuyo mantenimiento es sin duda un servicio público munici- pal, así como el papel que pueden asumir los municipios en la conservación de los espacios naturales que consti- tuyen verdaderas anp. En este sentido, las anp munici- pales brindan servicios ambientales a una porción de la sociedad mexicana mucho más amplia que los habitantes de la propia localidad y, por ende, se les deberían destinar más apoyos presupuestarios estatales o federales que per- mitan garantizar su viabilidad y permanencia. Instrumentos de planeación A la fecha solo dos anp municipales, el Área Municipal de Protección Hidrológica Barranca del Río Santiago en Zapopan y la Zona Sujeta a Conservación Ecológica Re- serva Cuxtal en Mérida, cuentan con sus respectivos pro- gramas de manejo. Adicionalmente, el anp y Reserva Eco- lógica Sierra y Cañón de Jimulco en Torreón cuenta con un Reglamento de la Reserva Ecológica Municipal. Participación pública Actualmente solo la Reserva Ecológica Sierra y Cañón de Jimulco cuenta con un instrumento jurídico específico que sustenta la creación de su consejo asesor, por medio del Reglamento del Consejo Asesor de la Reserva Ecoló- gica Municipal, expedido el mismo día que se estableció la reserva con su reglamento correspondiente. Sin embar- go este espacio, como todos aquellos experimentos inno- vadores de participación pública existentes en México, no ha estado exento de problemas y necesita ser consoli- dado a lo largo del tiempo. Recursos humanos y financieros Finalmente, es importante insistir en que el incipiente desarrollo de las anp municipales en México representa una veta prácticamente inexplorada para la conservación de espacios naturales. Sin embargo, hoy día la capacidad institucional de gestión es muy limitada y no se cuenta con suficientes recursos humanos y financieros en la mayor parte de los municipios del país. En este sentido, es nece- sario que la Federación establezca programas específicos 420 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio de apoyo directo a los municipios que deseen desarrollar dicha capacidad y que cuenten en su territorio con espa- cios naturales importantes para la conservación de la bio- diversidad y la generación de servicios ambientales en el ámbito regional. 9.2.6 Áreas naturales protegidas privadas y sociales No obstante los esfuerzos realizados a la fecha en México para establecer y consolidar las anp gubernamentales, es indispensable reconocer que buena parte de la biodiver- sidad terrestre mexicana se ubica fuera de estas áreas, en terrenos que pertenecen a comunidades, ejidos y peque- ños propietarios y que en muchos de los casos no se deben incluir en un régimen de protección gubernamental. Los esfuerzos individuales o colectivos de ciudadanos en México para proteger espacios naturales no es un fenó- meno nuevo (De la Maza Elvira y De la Maza Elvira 2005). Sin embargo, es solo recientemente que este movimiento empieza a tomar forma e impulso, y por ende a manifes- tarse como un componente que puede desempeñar una función importante en la conservación de la biodiversi- dad mexicana en un futuro cercano (cuadro 9.19). Contexto de políticas públicas La política de “modernización del campo mexicano” y las consecuentes modificaciones a la Constitución y a la Ley Agraria efectuadas en 1992, representan el marco de po- líticas públicas en el cual se encuentran inmersas las di- versas y dispersas iniciativas para la conservación de tie- Cuadro 9.19 Tipos de ecosistemas que se encuentran en las áreas naturales protegidas privadas y comunitarias (hectáreas) Tipo de ecosistema Superficie total de las áreas destinadas voluntariamente a la conservación Superficie total de las reservas privadas y sociales fuera de anp federales, estatales, DFy municipales Superficie total de las anp privadas y sociales Porcentaje de la superficie de las anp privadas y sociales Porcentaje del tipo de ecosistema en todo el país Selva perennifolia y subperennifolia 25 082 13 252 38 333 7.52 0.405 Selva subcaducifolia 2 298 185 2 483 0.49 0.052 Selva caducifolia 31 990 11 259 43 249 8.49 0.255 Selva espinosa 2 2 787 2 789 0.55 0.144 Bosque de coniferas 35 762 15 799 51 561 10.12 0.307 Bosque de encino 11 398 85 625 97 024 19.05 0.624 Bosque mesófílo de montaña 17 446 7132 24 578 4.82 1.347 Especial (mezquital, palmar natural y vegetación de dunas costeras) 5 668 673 0.13 0.143 Matorral xerófilo 46 862 96 642 143 504 28.17 0.248 Pastizal 18014 67217 85 231 16.73 0.679 Sin vegetación aparente 0 3 905 3 905 0.77 0.409 Vegetación hidrófíla 551 3 735 4 286 0.84 0.165 Vegetación inducida 1 136 2417 3 553 0.70 0.054 Otros usos 5152 2 530 7 683 1.51 — Cuerpos de agua 142 421 563 0.11 — Total sig 195 840 313 575 509 416 100 — Total ajustado (por diferencia base 203 233 — — — — de datos sig) Fuentes: inegi (2005); Bezaury-Creel et al. (2008b, c). Nota: los datos incluyen el conjunto de advc certificadas al 31 de julio de 2008 y las reservas privadas y sociales detectadas hasta esa fecha. 9 • Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México 421 rras privadas y sociales en México. Estas modificaciones están generando cada día, a mayor velocidad, profundos cambios cualitativos y cuantitativos, no solo en la es- tructura de la tenencia de la tierra, también en los patro- nes de uso del suelo y, por ende, en los ecosistemas de México. A la fecha la falta de definición de una política de Es- tado al respecto, así como la inexistencia de incentivos fiscales y estímulos económicos específicos, no ha permi- tido que muchas comunidades, ejidos, pequeños propie- tarios y empresas se articulen formalmente en programas para la conservación, restauración y uso sustentable de sus tierras, en un marco coherente que represente un in- sumo importante tanto para apoyar la estrategia nacional para la conservación de los ecosistemas y su biodiversi- dad, como para el mantenimiento de los bienes y servi- cios ambientales que estos espacios proveen a la sociedad en su conjunto. El 16 de mayo de 2008 el Legislativo federal aprobó re- formas y adiciones a diversas disposiciones de la lgeepa, para fortalecer la certificación voluntaria de predios. Me- diante esta reforma se codifican las áreas destinadas vo- luntariamente a la conservación, mismas que se estable- cen mediante un certificado que expide la Semarnat, por medio de la Conanp, y con el cual se reconocen como anp administradas directamente por sus propietarios y que se manejan conforme a la estrategia definida por el propie- tario en el certificado. Marco institucional Dos vertientes permiten definir los marcos de desarrollo institucional en los cuales se han hecho los principales esfuerzos ciudadanos para proteger espacios naturales en México. Por un lado, los trabajos autogestivos comu- nitarios para lograr una reapropiación de sus territorios, utilizarlos sustentablemente y proteger su patrimonio natural, utilizando esquemas de “ordenamiento comuni- tario del territorio” que se comenzaron a desarrollar a par- tir de las últimas décadas del siglo pasado y que han sido facilitados por proyectos como el Plan Piloto Forestal de Quintana Roo, Conservación de la Biodiversidad por Co- munidades Indígenas (Coinbio), el Proyecto de Conser- vación y Manejo Sustentable de Recursos Forestales en México (Procymaf), el Proyecto de Manejo Integrado de Ecosistemas en Tres Ecorregiones Prioritarias (míe) y otros más. Por otro lado, los proyectos privados de conser- vación de tierras impulsados por organizaciones no gu- bernamentales nacionales e internacionales, entre las que destacan las diferentes ong afiliadas a Pronatura, A.C., The Nature Conservancy y muchas otras. Una nueva modalidad mixta en la que participan el sector público, comunidades y ong conservacionistas se establece a partir de 2003 con la expropiación con- certada de las tierras de uso común del ejido Alfredo V. Bonfil, localizado en las islas Espíritu Santo y Partida del Golfo de California, así como la expropiación concertada en 2004 de las ampliaciones forestales de los ejidos de Xcupilcacab, Konchén, Moch-Cohuoh e Ich-Ek en la Re- serva de la Biosfera Calakmul, en Campeche. En estos casos los habitantes de los ejidos accedieron voluntaria- mente a la expropiación, la titularidad de la propiedad recayó directamente en la Conanp y las ong conserva- cionistas aportaron los recursos económicos para dar suficiencia presupuestaria al acto de expropiación. Otros esquemas Un esquema interesante es el que se desarrolló para el Fondo Monarca, en el cual comunidades y particulares con propiedades dentro de la Zona Núcleo de la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca crearon un fideicomiso al que aportaron el uso del suelo de sus terrenos para su conservación; las ong proveen anualmente y a perpe- tuidad recursos provenientes de un fondo patrimonial que permitió al principio compensar a los propietarios por una parte de los volúmenes de extracción de madera autorizados antes del establecimiento de la reserva y no aprovechados, así como por una parte del costo de los servicios de conservación realizados por los propietarios. Sin embargo, para que sea funcional como un instrumen- to económico a largo plazo, se requieren esquemas de gobernabilidad efectivos en la región y un mayor monto de capital que permita compensar adecuadamente tanto el diferencial de los ingresos perdidos por los propieta- rios, como cubrir los costos derivados de la vigilancia y el monitoreo. Solo así se evitará efectivamente la tala ilegal y se podrá considerar como un esquema exitoso de con- servación derivado de un mecanismo económico pú- blico-privado. Marco legal Los proyectos privados y sociales para la conservación, restauración y uso sustentable de tierras en México se desarrollan principalmente en un marco legal que esta- blece límites en cuanto a la magnitud de su superficie, determinados por la Ley Agraria para usos productivos 422 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 9.7 Conservación privada y comunitaria de la naturaleza en México: antecedentes históricos Roberto G. de la Maza La protección de predios privados para garantizar la permanencia de sus servicios ambientales es una práctica añeja en México. Al llegar de España en 1803 las "Ordenanzas para el gobierno de los montes y arbolado”, y cuando algunos hacendados fueron dotados de títulos nobiliarios, pudieron destinar el uso de sus predios para este fin. De esta manera, Pedro Romero de Terreros, conde de Regla, seleccionó dos predios, Real del Monte y Atotonilco el Chico, y los protegió con el nombre de "Bosques Vedados”. Desgraciadamente, después de la Independencia la ley de 1826 expropió estos terrenos. En 1864 Manuel Villada, integrante de la Comisión Científica de Pachuca, hacía notar que el Bosque Vedado de Real del Monte se encontraba prácticamente destruido; mientras que el Bosque Vedado del Chico aún se conservaba en buen estado (Villada 1865). Alrededor de 1824 llegó a México el botánico de origen germano Karl Sartorius y compró la propiedad denominada El Mirador, en las cercanías de Huatusco, Veracruz. En ella cultivó cafetales que le permitieron ganarse la vida y protegió la exuberante vegetación que tanto le fascinaba. El Mirador funcionó como estación biológica internacional a la que acudieron zoólogos y botánicos como Wilhelm Karwinski, Auguste Sallé, Ferdinand Deppe, Theodore Elarwegg y Karl Bartholomeus Heller, quienes describieron nuevos taxa para la ciencia. Estas actividades científicas fueron clave para el conocimiento de la biodiversidad mexicana y tuvieron consecuencias tan relevantes como la primera expedición mexicana que ascendió hasta la cima del Pico de (Drizaba, en 1848 (Heller 1987). Posteriormente, la primera constancia de protección gubernamental de un área boscosa, a instancias de la petición expresa de un particular, ocurrió durante el gobierno de Alvaro Obregón, en 1923, cuando se protegió la Hacienda de San José de los Leones, ubicada en Naucalpan, en el Estado de México: "el señor ingeniero Antonio Díaz Sánchez, propietario de la expresada finca, se ha dado cuenta de la importancia que la vegetación forestal tiene y por ello ha solicitado del Ejecutivo Federal a mi cargo se declare como Zona Protectora Forestal la que constituyen los terrenos forestales de su hacienda” (ine s/f). En este mismo tenor, las autoridades del ayuntamiento de Guadalupe Hidalgo consideraban necesaria la reforestación de la Sierra de Guadalupe y, en 1923, solicitaron que fuera declarada zona protectora forestal. (agrícola, ganadero o forestal), y en su caso por las res- tricciones impuestas en cuanto a la propiedad en las “zo- nas restringidas” especificadas por la Ley de Inversiones Extranjeras. Los códigos civiles y mercantiles de las enti- dades federativas tienen una función preponderante en cuanto a la disponibilidad de instrumentos contractuales y de derechos reales para la conservación de tierras pri- vadas. En este sentido, Pronatura, A.C., logró instrumen- tar en el estado de Veracruz la primera servidumbre con fines de conservación en México y plantear un conjunto de herramientas legales disponibles en México para sus- tentar la conservación de estos espacios. La lgeepa prevé dos casos específicos mediante los cuales se pretende formalizar y articular la participación de estos actores en la conservación de los ecosistemas y la biodiversidad presente en sus predios. En el artículo 59 se indica que los ciudadanos podrán solicitar voluntaria- mente que en sus terrenos se decrete una anp y que ellos mismos serán los responsables del manejo de dicha área. Y en el artículo 77 bis se dice que los ciudadanos po- drán solicitar que los trabajos de conservación realizados en sus terrenos sean certificados por el gobierno como anp, en la categoría de áreas destinadas voluntariamente a la conservación, y manejados conforme a los esquemas propuestos por ellos mismos. Asimismo, en el artículo 64 bis se prevé el establecimiento de incentivos econó- micos y estímulos fiscales específicos para los predios certificados. En el ámbito federal, a la fecha solo se ha declarado un área de acuerdo con los términos previstos en el artículo 59 de la lgeepa, el Parque Nacional Sierra de Órganos, Zacatecas (Semarnap 2000), con una superficie de 1 124 hectáreas. Sin embargo, el gobierno del estado de Hidalgo y dos de sus municipios ya han decretado en forma aná- loga, y conforme con su legislación estatal, cinco áreas naturales protegidas con una superficie de 124 hectáreas. Asimismo, el gobierno del Distrito Federal ya estableció dos anp con esta modalidad, las reserva ecológicas co- 9 • Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México 423 munitarias San Nicolás Totolapan y San Miguel Topilejo. La legislación ambiental de 14 entidades federativas ya considera el reconocimiento de esquemas privados y so- ciales de conservación (cuadro 9.20). De acuerdo con el artículo 77 bis de la lgeepa, a julio de 2008 la Comisión Nacional de Áreas Naturales Prote- gidas ha certificado 170 predios o conjunto de predios con una superficie total de 203 233 hectáreas, de los cua- les la mayor parte corresponde a ejidos y comunidades con 144 871 y 58 362 hectáreas de pequeñas propiedades. En forma análoga, cuando menos 11 predios con una su- perficie de 6 926 hectáreas han sido certificados por el gobierno del estado de Veracruz, de acuerdo con su legis- lación, y una más con ocho hectáreas fue certificada por el gobierno del estado de Hidalgo. El futuro desarrollo de los esquemas de conservación privados y sociales requerirá un mayor fortalecimiento del marco legal en el cual se desarrolla (cuadro 9.21), es- pecialmente en lo referente a los programas de apoyo y estímulos fiscales. Solo así las anp privadas y sociales se podrán multiplicar y consolidar como un elemento im- portante de la estrategia nacional para la conservación de la biodiversidad y el mantenimiento de los servicios am- bientales que los espacios naturales brindan a la sociedad. Instrumentos de planeación El desarrollo de anp privadas y sociales en México es el resultado de múltiples esfuerzos individuales, aislados y dispersos efectuados por una gran diversidad de actores sociales. La carencia de una visión compartida, diversi- ficada y capaz de articular sus diferentes elementos en esta etapa, por un lado permite el despliegue de una gran creatividad para explorar múltiples estrategias novedosas; pero, por otro, impide que se canalice una mayor canti- dad de recursos para acelerar su desarrollo, promover el fortalecimiento del marco legal para favorecer su expan- sión y crear sinergias entre sus diferentes integrantes y componentes. La certificación de la Conanp establece como una de Cuadro 9.20 Esquemas para la protección de tierras privadas y sociales en las entidades federativas, utilizando como referencia los esquemas establecidos en la lgeepa Esquema Entidades federativas Artículos 59 y 77 bis Coahuila (s/p), Guanajuato (s/p), Morelos (s/p), San Luis Potosí (s/p), Hidalgo (s/p) y Nuevo León (s/p), en donde los ayuntamientos también pueden emitir certificados Artículo 59 Colima (s), Distrito Federal (s) y Querétaro (s/p) Artículo 77 bis Estado de México (s/p), Nayarit (s/p), Puebla (s/p), Tamaulipas (s/p) y Veracruz (s/p) Sin normatividad para áreas privadas y sociales Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Chihuahua, Durango, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Oaxaca, Quintana Roo, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala, Yucatán y Zacatecas Incentivos económicos Distrito Federal: programa específico de apoyo a áreas decretadas en primera instancia y obligatoriedad de programar los recursos financieros requeridos por dicho programa estipulado en la ley s: social; p: privada Fuente: legislación ambiental de las entidades federativas. Cuadro 9.21 Superficie protegida mediante esquemas privados y sociales (hectáreas) Propiedad Certificada federal (advc) Certificada entidades federativas No certificada Fuera de anp Dentro de anp Total Privada 58 363 908 340 477* 280 443* 119 304* 399 748* Social 144 880 147 294 883* 356680* 83 229* 439 909* Pública, con apoyo privado (exceptuando superficie certificada) — 6 000 160 253 6 000 160 253 166 253 Total 203 243 7 055 795 613 643123 362 786 1 005 910 * Por lo menos. Fuentes: certificados emitidos por la Conanp al 31 de julio de 2008; Bezaury-Creel et al. (2008b, c). Nota: los datos incluyen el conjunto de advc certificadas al 31 de julio de 2008 y las reservas privadas y sociales detectadas hasta esa fecha. 424 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 9.8 El modelo comunitario de conservación en Oaxaca Salvador Anta Fonseca • Gustavo Sánchez Oaxaca es uno de los estados de la República con mayor biodiversidad y la entidad con mayor diversidad étnica (16 grupos), donde las comunidades indígenas y mestizas son propietarias de 77% del territorio estatal mediante sus bienes comunales y ejidos, y donde se encuentra la mayor parte de esa biodiversidad. Es en estos territorios donde se conservan y manejan los cerca de 5.1 millones de hectáreas de bosques y selvas (Anta y Merino 2003). No obstante, la superficie que se encuentra en régimen de protección formal con la figura de anp es mínima, pues cubre solo 3.3% (316 981 hectáreas) de la superficie del estado (Anta y Merino 2003). Sin embargo, cuando se revisa otro tipo de instrumentos de regulación y manejo de recursos naturales, como los programas de manejo forestal (pmf), las unidades de manejo para la conservación de la vida silvestre (uma), los ordenamientos territoriales comunitarios (otc) y las áreas comunitarias protegidas (acp) encontramos que el área con manejo y protección comunitaria es signifi- cativamente mayor de la que representan las anp, ya que considerando todos estos instrumentos se alcanza una superficie de 1.5 millones de hectáreas (15% del territorio estatal). El interés por definir y establecer áreas comunitarias para la conservación es un proceso histórico que existe en diferentes comunidades y regiones de Oaxaca. Es muy probable que como parte del legado cultural de los pueblos prehispánicos, ligado a su vez a conceptos simbólicos de la naturaleza, se haya heredado el culto y respeto a determinados sitios considerados espacios mágico-religiosos. Ese respeto y esa visión simbólica parecen ser la causa del interés por mantener protegidos y conservados diferentes lugares de Oaxaca, como el Cerro Rabón en la Mazateca, el Zempoaltépetl en la Mixe, el Guiengola en el área Zapoteca del Istmo, o el Cerro Huatulco en la costa, por citar algunos ejemplos. La permanencia de la "comunalidad" (Martínez 2003) o la organización comunitaria es también parte de un proceso que explica el interés y el acuerdo entre muchas comunidades de Oaxaca por mantener áreas naturales libres de aprovechamiento de sus recursos naturales. La defensa del territorio y sus recursos naturales son elementos que han permitido cohesionar a las comunidades y ha generado una identidad definida por la pertenencia a un territorio. Los avances que se fueron consolidando en materia de conservación comunitaria en Oaxaca llamaron la atención de algunas instituciones internacionales de fínanciamiento, como el Fondo Mundial para la Naturaleza (wwf) y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (gef). Así, el wwf incorpora en sus líneas de trabajo el apoyo a las iniciativas de conservación comunitaria de Huatulco, Ixtepeji y Yavesia, mientras que el Banco Mundial, por medio del gef, comienza el fínanciamiento de la organización civil Proyectos de Sierra Norte para elaborar un estudio de las áreas comunitarias en la Sierra de Juárez y evaluar la factibilidad de extender esta propuesta a un mayor número de comunidades. Posteriormente, el Banco Mundial con el apoyo del Procymaf y la Delegación Semarnat en Oaxaca elaboraron una propuesta de solicitud para financiar el establecimiento de áreas comunitarias de conservación, misma que se extendió a los estados de Guerrero y Michoacán. En el año 2001 el gef autorizó un fínanciamiento de 7.5 millones de dólares para ejecutarse en siete años, con el propósito principal de promover y establecer áreas comunitarias de conservación mediante el proyecto denominado Conservación de la Biodiversidad por Comunidades Indígenas (Coinbio) (World Bank 2000). El Coinbio enfocó sus actividades en tres regiones del estado de Oaxaca: la Sierra Norte, la región de Yautepec y la Costa. En los últimos años, en particular a partir de 2003, la Dirección Regional Pacífico Sur de la Conanp comenzó a impulsar el proceso de certificación de iniciativas comunitarias, que es el reconocimiento que expide la Conanp a aquellas comunidades, ejidos o pequeños propietarios que han establecido áreas para su conservación, por medio de un certificado que se basa en el artículo 59 de la lgeepa (Sánchez 2005). Esta nueva iniciativa ha permitido certificar más de 50 000 hectáreas comunitarias en Oaxaca en 18 comunidades y ejidos, como el Cerro de las Flores, el Sistema Comunal de Áreas Protegidas en Santa María Huatulco y una importante extensión de más de 20 000 hectáreas de bosque mesófílo continuo en las comunidades de Santa Cruz Tepetotutla, San Antonio del Barrio, Santiago Tlatepusco y San Pedro Tlatepusco, Cerro Chango en el ejido Nuevo San José Río Manso, así como Cerro Azul en Santa María Chimalapa. 9 • Áreas naturales protegidas y desarrollo social en México 425 las obligaciones de los titulares la elaboración del progra- ma de manejo del área, el cual debe tomar en cuenta lo previsto en el estudio que presentó para obtener el certi- ficado. Asimismo, en los predios adquiridos con el apoyo de The Nature Conservancy se utiliza como instrumento de planeación la metodología denominada “Plan de Con- servación de Sitio”, la cual identifica los valores de con- servación, las amenazas a estos y prevé las medidas ne- cesarias para mitigar dichas amenazas como el principal instrumento para su manejo. Recursos financieros Es interesante el hecho de que ambas vertientes de desa- rrollo de iniciativas relacionadas con la conservación de tierras privadas y sociales cuenten con un componente importante de financiamiento internacional. Las iniciati- vas sociales que han sido apoyadas por proyectos como el Coinbio y el Procymaf, de la Conafor, y el míe, de la Conanp,6 han contado tanto con financiamiento externo, como proveniente de fondos fiscales federales. Es impor- tante aclarar que estas iniciativas contemplan proyectos integrales y que solo una porción de dicho financiamien- to ha dado como resultado la creación de áreas protegi- das comunitarias. En el caso de las iniciativas privadas la principal fuente de financiamiento para la compra de tierras o la adquisi- ción de derechos sobre estas (servidumbres, usufructos, contratos, fideicomisos, etc.) han sido las ong conserva- cionistas internacionales. Sin embargo, el papel que em- piezan a tener tanto las ong conservacionistas naciona- les como algunas empresas mexicanas en este rubro, día a día es más relevante. Los montos dedicados a estas acti- vidades no son fáciles de identificar, aun así, no es aventu- rado estimar una inversión superior a los 25 millones de dólares, sin considerar los fondos requeridos para el ma- nejo cotidiano de estas áreas. En cuanto a financiamien- tos no relacionados con la compra directa de tierras, sino para el desarrollo de proyectos nacionales para el fomen- to de la actividad, destaca el ejecutado por Pronatura, A.C., con un monto total de 1.85 millones de dólares, de los cuales 0.75 fueron aportados por el gef, 0.4 por fun- daciones internacionales y 0.7 por la propia ong. Un componente que cada día adquiere mayor impor- tancia como incentivo para las comunidades, ejidos y pequeños propietarios para el establecimiento de anp privadas y comunitarias, son los programas de pagos por servicios ambientales (hidrológicos-PSAH y carbono y bio- diversidad) operados por la Conafor, cuya continuidad a mediano plazo ahora apoya el proyecto Servicios Am- bientales del Bosque.7 La terminación a corto plazo de los programas Coinbio, Procymaf y míe plantean la necesidad de que se institu- cionalicen como instrumentos de la política forestal o, en su caso, se sustituyan por otros con características simi- lares. Asimismo, es urgente el establecimiento de un pro- grama de apoyo específico manejado directamente por la Conanp, el cual permita canalizar incentivos económicos que compensen a los propietarios tanto de las áreas des- tinadas voluntariamente a la conservación, como de las reservas privadas y comunitarias, por los gastos y costos que implica mantener los servicios que brindan sus pre- dios a la sociedad en general. Asimismo, se requiere trabajar creativamente con el Poder Legislativo y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, con el fin de establecer estímulos fiscales que pro- muevan la certificación y permanencia de las áreas desti- nadas voluntariamente a la conservación, como se prevé en el artículo 64 bis de la lgeepa, entre los que se po- drían enunciar: la acreditación directa del equivalente al impuesto sobre el activo fijo en labores de conservación de predios certificados Conanp; la acreditación de una porción del impuesto sobre la renta a empresas ganade- ras equivalente a las porciones de sus predios certificados Conanp, o a empresas forestales que restrinjan los apro- vechamientos forestales en “bosques con alto valor de con- servación” en cuanto al valor de los volúmenes no apro- vechados y dedicados a proteger los ecosistemas. 9.2.7 Integración en el paisaje de las áreas naturales protegidas en México Es evidente que ningún anp será capaz de conservar por sí sola la totalidad de su biodiversidad, si adicionalmente no se ponen en práctica proyectos integrales que favorez- can el manejo sustentable de otros territorios en su área de influencia y más allá de esta, de los cuales dependen las metapoblaciones de las diferentes especies y se desa- rrollan procesos tanto físicos como biológicos, que son esenciales para mantener la viabilidad funcional del área. Esta realidad ha dado lugar a diversos planteamientos, entre otros: los corredores biológicos, las reservas archi- piélago (Halffter 2005), los instrumentos de planificación territorial ecológica y urbana, la integración de paisajes productivos sustentables y el diseño de sistemas de anp. Dichos sistemas deben estar funcionalmente integrados en cuanto a la conectividad de los flujos espaciales de las poblaciones de flora y fauna, su complementariedad en 426 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio función de la diversidad de hábitats que protegen y, de ser posible, la replicabilidad funcional de todos sus elemen- tos, previendo el caso de la imposibilidad a largo plazo de proteger a todos y cada uno de estos. Actualmente en México se están utilizando diversos instrumentos de política pública y de acción social para planificar y estabilizar el uso del suelo y las aguas, en un contexto de integración de esquemas de conservación y aprovechamiento sustentable de recursos naturales (Fig. 9.3). Entre ellos podemos mencionar: el “ordenamiento ecológico del territorio” (oet); las zonas de restauración; la zonificación forestal; los programas de pagos por ser- vicios ambientales desarrollados por la Conafor y aque- llos derivados de otras iniciativas; las “áreas de refugio para proteger especies acuáticas”; las “unidades de mane- jo para la conservación de la vida silvestre” (uma); los or- denamientos comunitarios del territorio (oct), así como las reservas comunitarias que de estos se derivan; las áreas forestales permanentes de ejidos productores forestales, los aprovechamientos forestales sustentables certificados por el Forest Stewardship Council (fsc) y la atención es- pecial a los bosques de alto valor de conservación (bavc) en bosques certificados por la fsc; los aprovechamientos pesqueros sustentables certificados por el Marine Steward- ship Council (msc), y las reservas privadas. El uso de otros instrumentos ya contemplados por la legislación mexi- cana también ofrece nuevas perspectivas aún no experi- mentadas, como el uso de: el “hábitat crítico para la con- servación de la vida silvestre”; las “reservas de aguas na- cionales” para garantizar el caudal mínimo ecológico en corrientes superficiales, y las zonas restringidas a la rea- lización de actividades con organismos genéticamente modificados, entre otras (cuadro 9.22). La integración en el paisaje de un mosaico de usos di- versificados representará la estrategia más viable para conservar y aprovechar sustentablemente la biodiversi- dad en México, utilizando la combinación de la gama de instrumentos disponibles para planificar el uso del suelo y las aguas en un contexto de integración de esquemas de conservación, restauración y aprovechamiento sustenta- ble de recursos naturales, estableciendo sinergias entre los instrumentos de política pública y de aquellos deriva- dos de la acción social. En este sentido es importante evi- tar el uso de fórmulas preconcebidas o “recetas”, ya que la combinación óptima de los diversos instrumentos debe ser específica para cada una de las regiones del país, en función de sus peculiares condiciones sociales y ecológi- cas, situación que determina al fin y al cabo la viabilidad y efectividad de cada uno de estos instrumentos. Es ne- cesario recalcar que en algunas regiones de México, las anp necesariamente deben desempeñar una función se- cundaria ante la mayor viabilidad que representa el uso de otros instrumentos socialmente más idóneos, para lo- grar la conservación de la biodiversidad en el paisaje. Cuadro 9.22 Cobertura de instrumentos de política pública y acción social para la conservación, el aprovechamiento sustentable y la restauración de recursos naturales Instrumento Superficie (hectáreas) Fuente Ordenamiento Ecológico del Territorio 9 954 748 Semarnat-DGPAiRS (2008), ajustado. Solamente se cuantifican los regionales no estatales y los locales Ordenamiento Comunitario del Territorio 3 021 863 González etal. (2008) Programas de pagos por servicios ambientales Conafor (psah, psa-cabsa) 1 294 103 2003-2006: Bezaury-Creel e Iglesias-G utiérrez (2007); 2007: José Armando Alanís de la Rosa, Conafor, com. pers. Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida silvestre (intensivas y extensivas) 30 420 000 Semarnat-DGVS (2008) Áreas forestales permanentes 643 219 Bezaury-Creel y Ochoa-Ochoa (2008); Smartwood (2008) Aprovechamientos forestales sustentables certificados por el Forest Stewardship Council 629 535 Un total de 897 402 hectáreas han sido certificadas por el fsc en México. La superficie indicada solo incluye los certificados vigentes (Bezaury-Creel et al. 2008a) Aprovechamientos pesqueros sustentables certificados por el Marine Stewardship Council 1 568 944 Bezaury-Creel et al. (2008a) Humedal de importancia internacional Ramsar (fuera de las anp) 1 880 944 Ramsar 2008 Zonas de restauración 1 657 349 Diario Oficial de la Federación y periódicos oficiales de las entidades federativas Nota: existe sobreposición entre los diferentes instrumentos y, por tanto, no es factible realizar una suma directa. ■■■■■■I I Figura 9.3 Áreas naturales protegidas y otros instrumentos de política pública y acción social para la conservación, el aprovechamiento sustentable y la restauración de recursos naturales. 428 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Notas 1 La población se cuantifica cuando el punto que representa el centroide de la localidad se ubica dentro del polígono del ANP. 2 Sergio Graf no concuerda con esta aseveración, ya que se minimiza la importancia del periodo 1994-2000, cuando en realidad este es un verdadero parteaguas en la reforma ins- titucional para atender la política ambiental y los recursos naturales del país, pues es entonces cuando se crea la base institucional presente, por ejemplo, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas. 3 Estas cifras se refieren a recursos fiscales. De 1993 a 1995 el ine contaba con un donativo del gef por 33 millones de dólares para 10 anp, más 15 millones de dólares para cuatro reservas adicionales en la frontera norte como parte de un crédito para el proyecto marco de Frontera Norte, como par- te de las negociaciones del capítulo ambiental del tlc. 4 Comunicación personal con René Macías, Conanp, agosto de 2008. Esta cifra no incluye la inversión realizada por la Conanp en las regiones prioritarias para la conservación y para las especies prioritarias. Todas las cifras se refieren al presupuesto modificado. 5 Se incluye exclusivamente la superficie terrestre decretada. 6 El Coinbio (2001-2007), con un costo total de 18.7 millones de dólares, de los cuales 7.5 fueron aportados por el gef, y el resto fueron préstamos: 2.6 del Banco Interamericano de Re- construcción y Fomento (birf); 6.9 de los gobiernos federal y estatales, y 1.7 de otras fuentes. El Procymaf, con un costo en su primera fase (1997-2003) de 15 millones de dólares pro- venientes de un préstamo del birf y una segunda fase (2004- 2007) de 28.9 millones de dólares, de los cuales 21.3 provie- nen de un préstamo del birf y 7.6 del gobierno de México. El míe (2000-2008), con un costo total de 77.36 millones de dólares, de los cuales 15.65 provienen del gef y 61.71 del gobierno mexicano. 7 Con un monto total de 156.56 millones de dólares, de los cuales 80.66 provienen del gobierno mexicano, 45 de un préstamo del birf, 15.9 de otras fuentes y 15 de un donativo del gef. Referencias Abell, R., D. Olson, E. Dinerstein, P. ITurley, J. Diggs et al. 2000. Freshwater ecoregions ofNorth America: A conserva- ron assessment. World Wildlife Fund-Island Press, Washington, D.C. Almada-Villela, P. 1992. Identificación de las prioridades de conservación de la zona costera y marina de México para el wwf. Documento interno. World Wildlife Fund, Washington, D.C. Anónimo. 2004. 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Project document. gef-wb, Washington, D.C. 10 Regiones prioritarias y planeación para la conservación de la biodiversidad autora responsable: Laura Arriaga Cabrera coautores: Verónica Aguilar • José Manuel Espinoza autores de recuadros: 10.1, Carlos Galindo • 10.2, Hans Herrmann • 10.3, Eduardo Santana C, Sergio Graf Montero • 10.4, Irene Pisanty • 10.5, Lorenzo Rosenzweig revisores: Antony Challenger • César Cantú • Víctor Sánchez-Cordero Contenido 10.1 Instrumentos de planeación para la conservación ecológica / 435 1 0.1 .1 Regiones prioritarias / 436 • Regiones terrestres prioritarias / 436 • Regiones marinas prioritarias / 437 • Regiones hidrológicas prioritarias / 439 • Áreas de Importancia para la Conservación de las Aves (ai c a) / 439 10.1.2 Otros esfuerzos desarrollados en el ámbito federal / 447 10.2 Representatividad de las diversas regionalizaciones de los ecosistemas del país y áreas naturales protegidas / 447 1 0.2.1 Biomas y tipos de vegetación / 447 1 0.2.2 Áreas naturales protegidas / 442 1 0.2.3 Vacíos y omisiones en las áreas naturales protegidas / 444 10.3 Compatibilidad de las regiones prioritarias con otros ejercicios de planeación y estrategias de conservación / 444 10.3.1 Humedales Ramsar/ 446 10.3.2 Humedales prioritarios de dumac / 446 10.3.3 Proyectos de regional ización y conservación transfronterizos / 447 10.4 Influencia de los instrumentos de planeación para la conservación de la biodiversidad en la toma de decisiones / 449 10.4.1 Orientación y optimización de los proyectos de estudio, recolecta e investigación en las regiones prioritarias/ 450 • Fondos públicos para investigación 1 453 • Fondos Sectoriales Semarnat-Conacyt / 453 • Fondos privados 1 453 10.5 Perspectivas / 454 Referencias / 455 ► • Arriaga Cabrera, L„ et al. 2009. Regiones prioritarias y planeación para la conservación de la biodiversidad, en Capital natural de México, vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio. Conabio, México, pp. 433-457. [433 ] 434 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadros Recuadro 10.1. Estrategias de planeación y actividades del World Wildlife Fund para la conservación en México 1445 Recuadro 10.2. Áreas marinas prioritarias para la conservación: Baja California al Mar de Bering ¡448 Recuadro 10.3. Planeación y gestión ambiental municipal en las regiones prioritarias de México / 450 Recuadro 10.4. Importancia de la regionalización en las convocatorias del Fondo Sectorial de Investigación Ambiental / 451 Recuadro 10.5. La importancia de las regiones prioritarias para el Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza, A.CJ 453 10 • Regiones prioritarias y planeación para la conservación de la biodiversidad 435 Resumen En este capítulo se presentan las regiones prioritarias en México, identificadas como resultado de diversas iniciativas auspiciadas por instituciones tanto gubernamentales como no gubernamentales, nacionales e internacionales, como la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), el Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza (fmcn), Pronatura, A.C., la Sección Mexicana del Consejo Internacional para la Preservación de las Aves (Cipamex), la Comisión para la Cooperación Ambiental de América del Norte (cca), la Fundación David y Lucile Packard, el Fondo Mundial para la Naturaleza (wwf), la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (usaid), The Nature Conservancy (tnc) y BirdLife International. Estas iniciativas se presentan como parte de una estrategia para concentrar los esfuerzos de investigación y conservación de la biodiversidad de México y se resaltan las regionalizaciones hechas por la Conabio. Estas últimas comprenden instrumentos de planeación territorial representativos de las regiones biogeográficas descritas para el país, así como sus diversos ecosistemas terrestres y acuáticos. Incluyen 152 regiones terrestres que cubren 515 558 km2, 70 regiones marinas que comprenden una superficie de 1 378 620 km2 de las zonas costeras y oceánicas que forman parte de la zona económica exclusiva, 110 regiones hidrológicas en un área de 777 248 km2 de las principales cuencas hidrográficas del país y 219 áreas de importancia para la conservación de aves con una cobertura de 309 655 km2 Instancias gubernamentales como la Conanp utilizan estas regiones como marco de referencia para aceptar propuestas de nuevas áreas naturales protegidas (anp) en el ámbito federal. Actualmente, 22% de la superficie definida como regiones prioritarias terrestres y 4.8% de las regiones prioritarias marinas están incluidas en el Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Sinap). Las regiones prioritarias también han servido para orientar y optimizar los esfuerzos de estudio, colecta e investigación de la biodiversidad con fondos públicos de instancias como la Conabio y los fondos sectoriales de investigación del Conacyt. De 1997 a 2006, con fondos públicos de estas instituciones, se han destinado alrededor de 332 millones de pesos a la investigación en temas prioritarios identificados por el sector ambiental, estableciendo así vínculos entre los ámbitos académico y gubernamental. Asimismo, diversas instituciones privadas, particularmente el fmcn, han utilizado estos ejercicios de planeación para asignar fondos para la investigación y conservación de la biodiversidad del país. Las regionalizaciones que presentamos aquí son compatibles con diversas iniciativas de conservación definidas por organismos internacionales, como los humedales de importancia internacional derivados de la Convención Ramsar, las ecorregiones prioritarias definidas por el wwf o las áreas de protección de tnc; también son compatibles con los esfuerzos de regionalización y conservación transfronterizos (como el Corredor Biológico Mesoamericano, el Arrecife Mesoamericano y el Plan Estratégico de Cooperación para la Conservación de la Biodiversidad en América del Norte de la cca). Finalmente, en el capítulo se analizan las perspectivas futuras en materia de investigación, financiamiento y gestión pública y administrativa de las regiones prioritarias. Consideramos que estas regiones deben constituir espacios que integren los instrumentos de conservación que tanto las dependencias federales como estatales implementen en cada región en materia ambiental. 10.1 Instrumentos de planeación PARA LA CONSERVACIÓN ECOLÓGICA La conservación de la biodiversidad es una prioridad na- cional ante la crisis ambiental (cambio de uso del suelo, deforestación, degradación ambiental y cambio climáti- co global, entre otros factores) que enfrenta el país, la cual se ha incrementado durante las últimas décadas (Barbier 2002; Gómez-Mendozay Arriaga 2007; Mas etal 2004; Vázquez y Gastón 2006). Para lograr este objetivo, se requieren nuevas metodologías que permitan medir los cambios espaciales y temporales en la integridad de los ecosistemas naturales, lo que implica que se disponga de un marco de referencia para realizar los análisis espa- ciales y temporales de la cobertura, de la diversidad bio- lógica, de la estructura y función de los ecosistemas, así como de su respuesta a distintas intensidades de distur- bio o modificación (Hannah etal. 2002; Lugo 2008; Pretty y Smith 2004; Regan et al 2008). Las escalas de análisis temporales o espaciales de di- versos fenómenos pueden ser muy variables en función de los objetivos de estudio. En cuanto al espacio, la tipifi- cación de unidades homogéneas o regiones suele ser una forma de caracterizar grandes extensiones (Mu 2004). La regionalización, como herramienta de clasificación, inclu- ye el establecimiento de unidades geográficas temáticas (Luccarelli 1995). Las regiones de un país pueden ser de tipos muy diversos, según se les clasifique para determi- 436 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio nados fines, Le. geoeconómicas, geopolíticas, biológicas, entre otras (Foster et al. 2007; Rzedowski 1981; Terlouw 2001). En contraste con las geoeconómicas o geopolíti- cas, las regionalizaciones biológicas y las de vegetación comprenden distintos rasgos del relieve, clima, suelos, hidrografía, vegetación, así como otros recursos natura- les, cuya cuantificación y categorización es más utilizada para la conservación de la biodiversidad. Las regiones na- turales pueden desagregarse en áreas donde lo principal sea la topografía, la conformación geomorfológica, el cli- ma o las cuencas hidrológicas, de acuerdo con la unidad geográfica temática que se quiera abordar (Bassols 1987; Luccarelli 1995). Un ejemplo de regionalización en bio- logía es la biogeográfica, en la cual las provincias bióticas son las unidades básicas de clasificación, constituidas por áreas que concentran altos niveles de especies endé- micas y que comparten factores históricos, fisiográficos, climáticos, edafológicos y rasgos fisonómicos de la vege- tación similares (Brown y Gibson 1983; Cox 2001; Lourie y Vincent 2004; Rzedowski 1981; Whittaker et al. 2005; véase también el capítulo 1 del volumen I). Asimismo, las ecorregiones constituyen otro tipo de regionalización, las cuales se definen como áreas relativamente grandes de tierra o agua que contienen un conjunto geográficamente distintivo de comunidades y ecosistemas que comparten un gran número de especies, condiciones ambientales y dinámicas de sus poblaciones y ecosistemas (Abell et al. 1999; Jepson 2003). Diversos autores, autoridades e instituciones han apli- cado diferentes ejercicios de regionalización con el obje- tivo de planear e invertir fondos para la conservación de la biodiversidad, ya que se considera que cualquiera que sea la unidad geográfica de análisis, esta funciona efectiva- mente como una unidad de conservación (Olson y Diner- stein 1998; Pierce et al. 2005). 1 En particular, la regiona- lización que considera análisis basados en ecorregiones y grandes unidades de paisaje es la que ha tenido como ob- jetivo principal mantener el conjunto de condiciones eco- lógicas que prevalecen en una determinada escala geo- gráfica, hábitat o áreas con funciones ecológicas vitales y que presentan una alta acumulación de especies, espe- cies sensibles o bien procesos ecológicos y servicios am- bientales en general (inegi, Conabio e ine 2007; Myers et al. 2000; Olson y Dinerstein 2002; Olson et al. 2001). 10.1.1 Regiones prioritarias La identificación de regiones prioritarias para la conser- vación de la biodiversidad en México es el resultado de diversas iniciativas auspiciadas por instituciones, guber- namentales y no gubernamentales, nacionales e interna- cionales, como la Conabio, la Conanp, el fmcn, Pro- natura, Cipamex, la cca, la Fundación David y Lucile Packard, elwwF, lausAiD,TNCy BirdLife International. Desde 1997 estas iniciativas concentran los esfuerzos de investigación y conservación de la biodiversidad. En todo el país se han utilizado diversas metodologías para identificar las regiones prioritarias. En este capítulo se estudian sobre todo las regionalizaciones coordinadas o promovidas por la Conabio, las cuales han generado instrumentos de planeación territorial (con mapas a esca- la 1 : 4 000 000) que se basan en el conocimiento de más de 360 especialistas en diversas disciplinas biológicas, geo- gráficas, ecológicas y sociales pertenecientes a 95 institu- ciones nacionales y del extranjero, así como información curatorial de las especies provenientes de las bases de da- tos taxonómicas del Sistema Nacional de Información sobre la Biodiversidad de la Conabio (), además de cartografía temática y bibliografía relevante sobre los distintos grupos biológicos y las con- diciones ecológicas de las diversas regiones del país (Ariz- mendi y Márquez 2000; Arriaga et al. 1998, 2000a, 2000b). Si bien hay coincidencias geográficas en las cuatro re- gionalizaciones descritas, estas no son aditivas ya que los criterios de selección de los polígonos son específicos para cada una de ellas. Las regiones o sitios designados en cada regionalización incluyen una ficha técnica exten- sa sobre sus características físicas y biológicas. Asimis- mo, tanto las fichas técnicas como los mapas se pueden consultar en las fuentes bibliográficas citadas, o bien las actualizaciones más recientes es posible consultarlas en los mapas sensibles asociados a las fichas técnicas en el sitio web de la Conabio. Regiones terrestres prioritarias Esta regionalización incluye la identificación de sitios con un alto valor de biodiversidad en los ambientes terrestres del país, utilizando diversos criterios para su determina- ción, entre los que se encuentran los de tipo biológico que consideran: 1 ] extensión del área; 2] integridad ecológica funcional de la región; 3] importancia como corredor biológico entre regiones; 4] diversidad de ecosistemas; 5] fenómenos naturales extraordinarios (e.g., localidades de hibernación, migración o reproducción); 6] presencia de endemismos; 7] riqueza específica; 8] centros de ori- gen y diversificación natural, y 9] centros de domestica- ción o mantenimiento de especies útiles. También se in- 10 • Regiones prioritarias y planeación para la conservación de la biodiversidad 437 cluyeron criterios de amenaza para el mantenimiento de la biodiversidad, entre otros: 1 ] pérdida de la superficie original; 2] fragmentación de la región; 3] cambios en la densidad de la población; 4] presión sobre especies clave o emblemáticas; 5] concentración de especies en riesgo, y 6] prácticas de manejo inadecuadas. Asimismo, se con- sideraron criterios de oportunidad para su conservación como: 1 ] proporción de áreas bajo algún tipo de manejo inadecuado; 2] importancia de los servicios ambientales, y 3] presencia de grupos organizados. La identificación de las regiones fue producto de dos talleres con 65 exper- tos, pertenecientes a 37 instituciones, realizados en 1996 y 1999, en los que se obtuvieron los polígonos de alta bio- diversidad en función de los criterios antes mencionados con el apoyo de un sistema de información geográfico y cartografía actualizada (para los detalles metodológicos véanse Arriaga etal. 2000b; véase también el capítulo 16), así como mediante una actualización continua en línea. El resultado de este ejercicio de planeación son 152 re- giones terrestres que cubren 515 558 km2 (Fig. 10.1), las cuales están delimitadas espacialmente en función de los criterios mencionados, así como de su correspondencia espacial con rasgos topográficos, cuencas hidrológicas, áreas naturales protegidas, tipos de sustrato y de vegeta- ción. En términos numéricos, la mayor concentración de las regiones terrestres prioritarias (rtp) se presenta en las entidades más extensas del país: Chihuahua, Sonora y Coahuila, que al tener una baja densidad poblacional dis- ponen de grandes espacios relativamente inalterados. Por otro lado destacan Oaxaca y Quintana Roo por la alta proporción de su superficie incluida. En relación con las topoformas dominantes dentro de los límites de las rtp, la mayor parte de estas se encuentran en sistemas mon- tañosos, ya que estos mantienen niveles de integridad ecológica adecuados porque presentan bajas densidades poblacionales y, por lo mismo, poca alteración. Más ade- lante se analiza la representatividad que tienen las rtp de los tipos de vegetación del país (Fig. 10.1). Regiones marinas prioritarias Esta regionalización también se hizo con la participación de expertos de los sectores académico, gubernamental, privado, social y de organizaciones no gubernamentales Figura 10.1 Regiones terrestres prioritarias de México. Los nombres de las regiones e información sobre ellas pueden consultarse en . 438 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio dedicadas a la conservación. La delimitación de las regio- nes marinas prioritarias (rmp) se obtuvo con base en dos talleres multidisciplinarios que se realizaron en 1998, en los que participaron 78 expertos pertenecientes a 42 ins- tituciones nacionales y del extranjero. Para la delimitación de las rmp se utilizaron diversos criterios. Los criterios ambientales (medio biótico y abiótico) fueron práctica- mente los mismos que en la regionalización terrestre, aunque incluyeron algunas variantes: 1 ] integridad eco- lógica funcional; 2] diversidad de hábitat; 3] endemismo; 4] riqueza de especies; 5] especies indicadoras; y dos cri- terios más específicos de los ambientes marinos: 6] zo- nas de migración, crecimiento, reproducción o refugio, y 7] procesos oceánicos relevantes (e.g., transporte de Ek- man, turbulencia, concentración, retención y enriqueci- miento, que se asocian a sitios de reproducción, alimenta- ción, crecimiento, entre otros). Adicionalmente, y debido a que en las regiones marinas convergen grandes sectores con intereses diversos tanto en la zona costera como en la oceánica, se agregó una serie de criterios económicos que incluyeron: 1 ] especies de importancia comercial; 2] zonas pesqueras importantes; 3] tipo de organización pesquera; 4] zonas turísticas importantes; 5] tipo de tu- rismo; 6] importancia económica para otros sectores (e.g., petrolero, industrial, minero, de transporte u otros), y 7] recursos estratégicos (como nodulos de manganeso, cobalto, gas, petróleo u otros). Por tanto se invitó a repre- sentantes de estos sectores a los talleres, para identificar también zonas de conflicto de intereses con la conserva- ción. Los criterios de amenazas que se incluyeron son: 1 ] modificación del entorno (e.g., relleno de áreas inun- dables, fractura de estructuras arrecifales, formación de canales, descargas de agua dulce, entre otras); 2] conta- minación; 3] efectos a distancia (como aporte de sedi- mentos, modificaciones en patrones de infiltración, entre otros); 4] presión sobre especies clave; 5] concentración Figura 10.2 Regiones marinas prioritarias de México. Los nombres de las regiones e información sobre ellas pueden consultarse en . 10 • Regiones prioritarias y planeación para la conservación de la biodiversidad 439 de especies en riesgo; 6] daño al ambiente por embarca- ciones; 7] especies introducidas, y 8] prácticas de manejo inadecuadas. La delimitación espacial de los polígonos la definieron los expertos con base en cartografía obtenida de las siete provincias biogeográficas costeras y de las cin- co oceánicas, de cartas batimétricas, de las anp federales y estatales y de la distribución de los puntos de colecta de di- versos grupos biológicos (para detalles véase Arriaga etal. 1998). El resultado de esta regionalización fue 70 rmp que comprenden una superficie de 1 378 620 km2 de las zonas costeras y oceánicas incluidas en la zona económi- ca exclusiva (Fig. 10.2). Estas regiones se encuentran re- partidas en ambas costas del país de manera diferencial: 43 en el Pacífico y 27 en el Golfo de México-Mar Caribe, debido a que la línea de costa occidental es 2.6 veces más larga que la oriental por lo extenso del litoral que compren- de la península de Baja California, y a que, además, reflejan una diversidad ambiental mayor. Las rmp definidas para el Pacífico equivalen a 39% del total del área de esta re- gión, mientras que las del Atlántico son cerca de 50% de la superficie total, diferencia que se debe a la amplitud de la zona económica exclusiva del lado Pacífico y por la inclu- sión de las islas en esa zona. La región del Pacífico tropi- cal presenta un gran polígono frente a las costas de Jalisco y hasta Chiapas, que corresponde a la Trinchera Meso- americana. Esta gran región no se pudo acotar más debi- do a la falta de estudios físico-biológicos que permitan una mejor zonificación de esta fosa de subducción. Regiones hidrológicas prioritarias Al igual que las regionalizaciones anteriores, esta se hizo con base en dos talleres realizados en 1998 en los que participaron 48 especialistas — provenientes de 38 insti- tuciones— sobre diversos temas. Los criterios, basados en aspectos de biodiversidad, fueron muy similares a los reportados para la regionalización marina en relación con el valor ambiental de recursos bióticos y abióticos, con el valor económico, así como con los riesgos y ame- nazas a los que están sujetas las diversas cuencas hidro- lógicas, aunque estos se adecuaron para los grupos bio- lógicos que se presentan en ambientes limnológicos, a las características físicas y químicas de los cuerpos de agua epicontinentales, así como a los ecosistemas incluidos en toda la cuenca hidrográfica, desde el parteaguas hasta las zonas costeras (Arriaga etal. 2000a). Se delimitaron 110 regiones hidrológicas en un área de 777 248 km2 de las principales cuencas hidrográficas del país (Fig. 10.3). Las áreas con la mayor concentración y extensión geográfica de regiones hidrológicas prioritarias (rhp) se encuen- tran a lo largo de la Sierra Madre Occidental y en las cuencas aluviales del norte del país (Fig. 10.3). En el caso de la Sierra Madre Occidental, las rhp se localizan en las partes altas de la sierra de los estados de Sonora, Chihu- ahua, Sinaloa, Nayarit, Durango, Zacatecas y Jalisco don- de se forman las cabeceras de los ríos que descargan a las planicies costeras del Pacífico, hacia el occidente, y al Al- tiplano mexicano, al oriente. Las cuencas aluviales del norte comprenden las cuencas endorreicas y las interco- nectadas de los estados de Chihuahua, Coahuila y Du- rango, algunas de las cuales descargan hacia el Río Bravo. Los problemas que se identificaron en todo el país en las rhp son la sobreexplotación de las aguas superficiales y subterráneas que ocasiona una notable disminución en la cantidad de agua disponible, intrusión salina, deserti- ficación y deterioro de los sistemas acuáticos; la contami- nación de los acuíferos someros y profundos principal- mente por descargas urbanas, industriales, agrícolas y mineras que provocan una disminución en la calidad del agua y su eutrofización; los procesos de erosión acelerada causados por el cambio de uso del suelo para agricultura, ganadería, silvicultura y crecimiento urbano e industrial mediante actividades que modifican el entorno, como deforestación, alteración de cuencas, construcción de presas y canales, desecación y relleno de áreas inunda- bles; la modificación de la vegetación natural, la pérdida de suelo y los incendios, y, finalmente, la introducción de especies exóticas a los cuerpos de agua con el consiguien- te desplazamiento de especies nativas y la disminución de la diversidad biológica. Áreas de Importancia para la Conservación de las Aves (aica) Esta regionalización, a diferencia de las anteriores, fue convocada por asociaciones científicas de ornitólogos, el Cipamex y BirdLife International, los cuales, por medio del Programa Áreas de Importancia para la Conservación de las Aves establecido en 1996, han promovido la for- mación en todo el mundo de una red de sitios importan- tes para el mantenimiento a largo plazo de poblaciones de aves. La delimitación de las aica se hizo con base en tres talleres participativos que se realizaron durante 1996, 1997 y 1998 con más de 200 especialistas, en su mayoría ornitólogos. Los criterios que se utilizaron se agrupan en cinco categorías que incluyen: 1 ] sitios donde se presen- tan cantidades significativas de especies que se han cata- logado como amenazadas, en peligro de extinción, vul- 440 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Figura 10.3 Regiones hidrológicas prioritarias de México. Los nombres de las regiones e información sobre ellas pueden consultarse en . Figura 10.4 Áreas de Importancia para la Conservación de Aves. Los nombres de las regiones e información sobre ellas pueden consultarse en . 10 • Regiones prioritarias y planeación para la conservación de la biodiversidad 441 nerables o declinando numéricamente; 2] lugares que mantienen poblaciones locales con rangos de distribu- ción restringido; 3] áreas que mantienen conjuntos de especies restringidos a un bioma o hábitat único o ame- nazado; 4] zonas que se caracterizan porque presentan congregaciones grandes de individuos, y 5] sitios impor- tantes para la investigación ornitológica (para detalles metodológicos consúltese Arizmendi y Márquez 2000). El resultado de este ejercicio es la designación de 219 áreas de importancia para la conservación de aves con una co- bertura de 309 655 km2 (Fig. 10.4). Estas áreas se encuen- tran en todos los estados de la República, pero las exten- siones más grandes geográficamente están en la Península de Yucatán, en la confluencia de Yucatán, Quintana Roo y Campeche, así como en los estados de Oaxaca, Tabasco, Veracruz, Chiapas y Sonora. 10.1.2 Otros esfuerzos desarrollados en el ámbito federal En el sector ambiental federal, por medio de la Comisión Nacional Forestal, se han desarrollado otros esfuerzos para priorizar regiones naturales del país {). La Asamblea General de la onu declaró 2002 como Año Internacional de las Montañas, durante el cual se produjeron cambios en las políticas internaciona- les y nacionales para atender las zonas montañosas; para ello se formaron comités nacionales en 78 países para promover el desarrollo de estas por medio de la Alianza Internacional para el Desarrollo Sustentable de las Re- giones de Montaña. En México, la Conafor es la institu- ción responsable de dar seguimiento a este esfuerzo con el Programa Nacional de Manejo Sustentable de Ecosiste- mas de Montaña, impulsando la selección de 60 monta- ñas prioritarias en las cuales se instrumentaron esquemas de manejo integrales con el objeto de integrar la conser- vación y el desarrollo rural mediante una zonificación ba- sada en áreas de conservación, zonas de aprovechamien- to sustentable de bosques y selvas y áreas de desarrollo rural sustentable. Este programa influye en la conserva- ción de las áreas boscosas que protegen las cuencas hi- drográficas, de las que se abastecen más de 33 millones de personas que viven en 99 ciudades principales vincu- ladas con estas montañas. Las 60 montañas prioritarias comprenden una superficie de 7 484 374 hectáreas, las cuales tienen una correspondencia de 100% con un sub- conjunto de las rtp de la Conabio. En estas se regis- tran 1 826 núcleos agrarios y 11 556 predios particulares, 8 337 localidades con un total de 2 433 369 habitantes, que corresponden con 81 cuencas, 294 subcuencas, 40 acuíferos sobreexplotados, 32 ecorregiones y 34 áreas na- turales protegidas {) . Sería desea- ble que la Conafor le diera seguimiento puntual a este programa y que utilizara las 60 montañas prioritarias como criterio de prelación para autorizar sus apoyos (in- cluido el pago por servicios ambientales), en sus Reglas de Operación de ProÁrbol y que, adicionalmente, exten- diera este criterio para incluir las rtp en su conjunto. 10.2 Representatividad de las diversas REGION ALIZ ACION ES DE LOS ECOSISTEMAS DEL PAÍS Y ÁREAS NATURALES PROTEGIDAS Las distintas regionalizaciones definidas anteriormente son representativas de las 19 regiones biogeográficas te- rrestres de consenso obtenidas para México (Conabio 1997) descritas para tres medios: 2] árido subtropical, que abarca siete provincias ubicadas aproximadamente al norte del Trópico de Cáncer (California, Baja Califor- nia, Del Cabo, Sonorense, Tamaulipeca, Altiplano Norte — Chihuahuense — y Altiplano Sur — Zacatecano-Poto- sino) con predominio de climas secos y tipos de vegeta- ción correspondientes a matorral xerófilo, bosque espi- noso y pastizal; 2] tropical húmedo y subhúmedo, que incluye cinco provincias que se extienden por debajo del Trópico de Cáncer (Costa del Pacífico, Depresión del Bal- sas, Golfo de México, Yucatán y Petén) y con predominio de climas húmedos y subhúmedos donde se presentan los bosques tropicales desde caducifolios hasta perenni- folios, y 3 ] medio montano, que incluye los macizos mon- tañosos y pequeños manchones montañosos cuya dis- tribución geográfica es discontinua y que se encuentran distribuidos en todo el país (Sierra Madre Occidental, Sierra Madre Oriental, Eje Volcánico Transversal, Sierra Madre del Sur, Oaxaqueña, Los Altos de Chiapas y Soco- nusco), con excepción de Tabasco y la Península de Yuca- tán, y cuya flora es afín tanto con la Región Neártica como con la Neotropical de acuerdo con Rzedowski (1981). 10.2.1 Biomas y tipos de vegetación Las regionalizaciones aquí presentadas se utilizan como instrumentos de planeación en el ámbito federal por al- gunas instituciones públicas, así como por organizacio- nes no gubernamentales que se dedican a la conserva- ción. La regionalización más utilizada es la de las rtp; la Conanp las usa como marco de referencia en todo el país 442 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio para aceptar nuevas propuestas de declaratoria de áreas naturales protegidas (Enkerlin, com. pers.); por ello con- sideramos importante analizar en esta sección la repre- sentatividad que tienen las rtp de los tipos de vegetación descritos para México. De acuerdo con la Carta de uso actual del suelo y vegetación del inegi (2005), el país tie- ne 52 tipos de vegetación naturales y cuatro categorías de vegetación inducida o cultivada (pastizales, palmares, bosque y vegetación sabanoide), sin incluir las categorías netamente agrícolas. La representatividad de los tipos de vegetación natural en las rtp se analizó considerando esta como la proporción de la superficie del total nacio- nal que presenta cada tipo de vegetación en las rtp (Co- nanp y Conabio 2007); el resultado se muestra en la figura 10.5. En las rtp están representadas las 52 catego- rías con vegetación natural y de las categorías de vegeta- ción inducida solo falta el bosque inducido (Fig. 10.5a). Las dos únicas categorías de vegetación natural que están representadas en una proporción menor a 10% del total de la superficie nacional son la selva baja subperennifolia (6.2%; Fig. 10.5a) y el matorral crasicaule (9.4%; Fig. 10.5b). 10.2.2 Áreas naturales protegidas En el caso de las anp, a pesar de que durante las últimas décadas en el país se han hecho esfuerzos por incremen- tar la superficie de los ecosistemas naturales incluidos en alguna categoría de protección, estos esfuerzos aún son insuficientes para contar con todos los tipos de vegetación del territorio. Los tipos de vegetación (inegi 2005) pro- fa] Bosques y selvas □ Regiones terrestres prioritarias ■ Áreas naturales protegidas c 'O 'u 03 4— > cu ÓD cu > cu "O o Q_ Matorral de coniferas Bosque de cedro Bosque de oyamel Bosque mesófilo de montaña Bosque de ayarín Bosque de pino Bosque de táscate Bosque de galería Bosque de encino-pino Bosque de pino-encino Bosque de encino Bosque inducido Selva baja espinosa subperennifolia Selva alta subperennifolia Selva baja subcaducifolia Selva mediana subperennifolia Selva de galería Selva baja perennifolia Selva mediana perennifolia Selva alta perennifolia Matorral subtropical Selva baja caducifolia Selva mediana subcaducifolia Selva baja espinosa caducifolia Selva mediana caducifolia Selva baja subperennifolia 0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100 Porcentaje de la superficie del total nacional Figura 10.5 [Esta página y la siguiente] Tipos de vegetación incluidos en las regiones terrestres prioritarias y resguardados en áreas naturales protegidas federales: (a) bosques y selvas, y (b) matorrales y otros tipos de vegetación. Fuente: inegi (2005). 10 • Regiones prioritarias y planeador) para la conservación de la biodiversidad 443 tegidos en las anp en relación con la superficie total que cubren en el país también se muestran en la figura 10.5. De acuerdo con el análisis Conanp y Conabio (2007), se observó que 9.3% del territorio nacional está protegido dentro del Sinap y, de este porcentaje, 2.6% incluye áreas desprovistas de vegetación natural y 0.1% de vegetación inducida. A la fecha, 25 de los 52 tipos de vegetación na- turales (inegi 2005) están bien representados en todo el país, con una cobertura que va desde 12.3% para las saba- nas hasta tipos de vegetación cuyas superficies represen- tadas en las anp son mayores a 40% del total nacional, tales son los casos del manglar2 (42.3%), selva mediana perennifolia (44.1%), popal (44.9%), selva alta subperen- nifolia (49.3%), tular (49.4%), matorral sarco-crasicaule (54.5%), vegetación de petén (80.2%) y pradera de alta montaña (97.1%; véase Fig. 10.5). Sin embargo, los 27 ti- pos de vegetación restantes presentan menos de 10% del total de su superficie representada en las anp. De estos, 15 tipos de vegetación tienen menos de 5% de su cober- tura nacional en alguna categoría de protección en el Si- nap (Fig. 10.5a y b) y algunos ni siquiera están represen- tados (e.g., pastizal gipsófilo). Estas clases incluyen tipos de vegetación que son característicos de México, como la selva mediana subcaducifolia (3.5%), selva baja caducifolia (3.4%), selva baja espinosa caducifolia (2.9%), selva media- na caducifolia (0.7%), matorral desértico micrófilo (4.9%) y l~b~l Matorrales y otros tipos de vegetación □ Regiones terrestres prioritarias ■ Áreas naturales protegidas c 'O u ra i— i OI bO cu > QJ ~o o CL Manglar Matorral sarco-crasicaule de neblina Matorral espinoso tamaulipeco Matorral sarcocaule Chaparral Matorral submontano Matorral sarco-crasicaule Matorral rosetófilo costero Matorral desértico rosetófilo Matorral desértico micrófilo Mezquital Matorral crasicaule Pradera de alta montaña Vegetación de petén Pastizal gipsófilo Tular Vegetación de dunas costeras Popal Palmar natural Vegetación de desiertos arenosos Vegetación halófila Vegetación de galería Sabana Pastizal natural Pastizal halófilo Vegetación gipsófila Sin vegetación aparente Palmar inducido Pastizal inducido Sabanoide X i=í 0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100 Porcentaje de la superficie del total nacional Figura 10.5 [concluye]. 444 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio matorral espinoso tamaulipeco (1.1%), o bien son tipos de vegetación que en conjunto representan una alta diversi- dad beta para el país, como los bosques de pino (5.9%), bosques de encino (5.4%), bosques de encino-pino (7.1%), pino-encino (4.6%) y mesófilo de montaña (8.9%). Todos ellos están poco representados en las anp (véase el capí- tulo 16 de este volumen). Por otro lado, existe un sesgo geográfico en cuanto a la representatividad de los ecosistemas en el Sinap, ya que las penínsulas de Baja California y de Yucatán están sobrerre- presentadas. Para el año 2006, el total del área con alguna categoría de protección federal en la Península de Baja Ca- lifornia comprendía 7 275 055 hectáreas ( ), lo que corresponde a 50% de la superficie total de la península y sistemas insulares; mientras que el to- tal del área con alguna categoría de protección federal para la Península de Yucatán era de 3 326 158 hectáreas (< www.conanp.gob.mx >), lo que corresponde a 23.8% de su superficie total. Estas cifras contrastan con los ecosis- temas protegidos en la porción continental del norte de México, tanto de las porciones altitudinales bajas y medias como de las regiones del Altiplano; en estos casos sus eco- sistemas naturales están poco representados en el Sinap. Lo mismo ocurre con dos de los estados con mayor bio- diversidad del país: Guerrero y Oaxaca, ambos tienen una baja representatividad de sus ecosistemas naturales en las anp. En 2006 Guerrero apenas tenía 5 828 hectáreas con alguna categoría de protección federal ( ), lo que representa 0.1% de la superficie estatal; en tanto que Oaxaca tenía 324 033 hectáreas en alguna categoría de protección federal {), es decir, 3.5% de su superficie. Por lo anterior, es necesario tener una mejor representatividad espacial de los ecosis- temas naturales de estas regiones y estados en el Sinap. 1 0.2.3 Vacíos y omisiones en las áreas naturales protegidas Recientemente se hizo un análisis de los vacíos y omisiones en conservación de las anp de México (Conabio et al. 2007a, b). Varias instituciones, encabezadas por la Co- nabio, la Conanp, tnc, Pronatura y la Facultad de Cien- cias Forestales de la Universidad Autónoma de Nuevo León, en colaboración con numerosos especialistas (ca- pítulo 16), elaboraron estos estudios para las anp terres- tres, considerando como base espacial las ecorregiones (inegi, Conabio e ine 2007). Los resultados indican que de 96 ecorregiones terrestres presentes en México, 11 no tienen protección y 50 están subrepresentadas en el conjunto de anp. Se observan algunos sesgos en cuan- to a que se protege en mayor proporción las tierras altas (más de 2 800 m) en comparación con el resto del país. Las tierras de altitud intermedia (entre 1 000 y 2 000 m) están subrepresentadas en los sistemas de anp (Conabio etal. 2007b). Para el caso de los ambientes marinos se hizo un ejer- cicio similar al anterior (Conabio et al. 2007a), en el que se identificaron 105 sitios prioritarios para la conser- vación de la biodiversidad marina y costera de México. El análisis mostró una baja representatividad por superficie en el conjunto de áreas naturales protegidas. Adicional- mente a esta falta de representatividad, destaca el hecho de que muchas anp federales costeras han sido seleccio- nadas por sus ecosistemas terrestres, dejando fuera los cuerpos de agua costeros y la zona litoral con la que co- lindan. El estudio indicó que 78 sitios prioritarios están representados con menos de 20% de cobertura en el sis- tema de áreas naturales protegidas. De estos, 21 sitios costeros y de margen continental y todos los sitios de mar profundo no cuentan con protección alguna (Conabio et al. 2007a). Por lo que aún falta mucho por hacer en materia de conservación marina del país. 10.3 Compatibilidad de las regiones PRIORITARIAS CON OTROS EJERCICIOS DE PLANEACIÓN Y ESTRATEGIAS DE CONSERVACIÓN Las regionalizaciones aquí presentadas son compatibles con otros ejercicios de planeación y estrategias de con- servación definidas por organismos internacionales, como los humedales de importancia internacional deri- vados de la Convención Ramsar, las ecorregiones priori- tarias definidas por el wwf (véase recuadro 10.1) o las áreas de protección de tnc. Asimismo, son compatibles con los esfuerzos de regionalización y conservación transfronterizos (como el Corredor Biológico Mesoame- ricano, el Sistema Arrecifal Mesoamericano y el Plan Es- tratégico de Cooperación para la Conservación de la Bio- diversidad en América del Norte de la cc a), en los cuales se usaron como base las regionalizaciones hechas por la Conabio. En esta sección solamente se hace referencia a algunos de estos ejercicios, ya que en la sección de compromisos internacionales se tratan con mayor am- plitud algunos de estos programas. 10 • Regiones prioritarias y planeación para la conservación de la biodiversidad 445 Recuadro 10.1 Estrategias de planeación y actividades del World Wildlife Fund PARA LA CONSERVACIÓN EN MÉXICO Carlos Galindo El planeta presenta ocho regiones biogeográficas que han sido subdivididas en 825 ecorregiones. De estas, se seleccionaron 238 como ecorregiones biológicamente prioritarias considerando su diversidad de especies y número de endemismos, singularidad taxonómica y de fenómenos ecológicos o evolutivos, rareza global, estado de conservación y representatividad (Olson y Dinerstein 2002). Diez de estas ecorregiones se encuentran en nuestro país: las selvas secas mexicanas, los bosques de pino-encino de las sierras Madre Oriental y Occidental, los bosques mesoamericanos de pino, el chaparral y los bosques de California, el Desierto Sonorense y Baja California, el Desierto Chihuahuense y Tehuacán, los lagos de la altiplanicie mexicana, los ecosistemas dulceacuícolas del Desierto Chihuahuense, el Golfo de California y el Arrecife Mesoamericano (Galindo-Leal 2006). Golfo de California El Golfo de California es biológica y fisiográñcamente megadiverso; alberga al menos 4 853 invertebrados (767 endémicos, 15.8%) y 1 113 vertebrados (Brusca etal. 2005). Estas características lo han convertido en uno de los cinco principales destinos turísticos nacionales y la principal zona pesquera de México (Conapesca 2003). Recientemente wwf terminó su planeación ecorregional 2006-2011, con una metodología basada en el manejo adaptativo (wwf 2006). En los últimos años coordinó esfuerzos para salvar a la vaquita marina ( Phocoena sinus ) de la extinción, promovió el establecimiento de áreas protegidas y pesca sustentable (incluyendo la certificación de pesquerías artesanales) y ha influido en la visión gubernamental del desarrollo productivo regional. En los próximos cinco años wwf trabajará, en coordinación con los diferentes sectores, para reducir la pesca ribereña, disminuir o eliminar la captura incidental de tortugas marinas y de la vaquita, aminorar el efecto de la pesca industrial y de la acuacultura y promover el manejo integral de la cuenca del Río San Pedro Mezquital. Arrecife mesoamericano Es el segundo arrecife más extenso e importante del planeta y se localiza desde Quintana Roo (México) hasta Honduras, con una extensión de casi 1 000 km. Presenta amplias extensiones asociadas de humedales costeros, praderas de pastos marinos, corales (más de 60 especies), lagunas y bosques de manglar, y alberga numerosas especies marinas endémicas y de importancia comercial que son el sustento de centenares de miles de pobladores. Este arrecife constituye una importante defensa natural para las poblaciones humanas contra los huracanes que afectan de manera regular las costas del Mar Caribe. La pérdida del hábitat costero por cambio de uso del suelo y el desarrollo inadecuado, debido principalmente a la expansión desordenada del turismo, las actividades agrícolas, la sedimentación (causada por la deforestación, las aguas residuales municipales) y las prácticas pesqueras no sustentables están amenazando los arrecifes. En el Arrecife Mesoamericano wwf, con sus dos programas en México y Centroamérica, ha llevado a cabo ejercicios de priorización y de planificación ecorregional (Kramer y Richards 2002). Actualmente, el trabajo de wwf en esta ecorregión se concentra en reducir los efectos de las prácticas pesqueras no sustentables y capacitar a los pescadores, en el mejoramiento del sistema de áreas marinas protegidas y en disminuir la contaminación que provoca la agricultura. El Desierto Chihuahuense Y SUS ECOSISTEMAS DULCEACUÍCOLAS El Desierto Chihuahuense es el segundo ecosistema árido más diverso del planeta y se caracteriza por altos niveles de endemismos de flora y fauna terrestre y dulceacuícola. Puesto que la ecorregión terrestre se traslapa con una de agua dulce, cuya tasa de desaparición de especies es la más alta en el ámbito mundial, se ha instrumentado un plan de acción para la conservación de las especies de agua dulce del Río Bravo, que incluye la sección de este río en Estados Unidos y su principal afluente, el Río Conchos, en México (Dinerstein etal. 2000; Pronatura Noreste, tnc y wwf 2002). Desde el año 2001 wwf trabaja en aspectos de política ambiental y ha contribuido a establecer más de 685 000 hectáreas de áreas protegidas y al manejo efectivo de casi un millón de hectáreas en esta ecorregión. Dicha institución promueve un enfoque de manejo integrado de cuencas hidrográficas que combina aspectos ambientales, de conservación y restauración de ecosistemas dulceacuícolas, con componentes sociales y económicos e impulsando la institucionalización del pago por servicios ambientales hidrológicos. En el marco de una alianza entre el wwf y la Fundación Gonzalo Río Arronte, los trabajos 446 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 10.1 [concluye] se concentran en el alto Río Conchos, en la protección y restauración de áreas para mantener procesos ecológicos y en fortalecer el marco legal para la conservación de la biodiversidad. Bosques mexicanos A pesar de que ha perdido casi 40%, México aún mantiene una superficie forestal importante (645 576 km2; Velázquez et al. 2002). Los ecosistemas forestales mexicanos son altamente diversos e incluyen selvas secas y húmedas, bosques mesófílos y templados. El Programa Bosques Mexicanos del wwf tiene cuatro líneas estratégicas: visión y coordinación regional, áreas protegidas, manejo forestal integrado y políticas públicas nacionales e internacionales. En México, el wwf trabaja en cinco regiones prioritarias por su aportación a la biodiversidad: la Sierra Costera (selvas secas mexicanas), la Sierra Norte y la Selva Zoque de Oaxaca (bosques mesoamericanos de pino) (Aparicio 2001; García Mendoza et al. 2004; García Pérez 2000), la región de la mariposa monarca en los estados de México y Michoacán (bosques mesoamericanos de pino) (Rendón et al. 2005) y la Sierra Tarahumara de Chihuahua (bosques de pino-encino de las sierras Madre Oriental y Occidental). Esto lo hace en estrecha colaboración con las comunidades locales, instituciones y autoridades de los tres niveles de gobierno, universidades e institutos de investigación, ong locales, nacionales e internacionales, y con el sector privado, para promover la conservación de los recursos naturales y el bienestar de las comunidades que dependen de ellos. 10.3.1 Humedales Ramsar México, como país miembro de la Convención de Ram- sar desde agosto de 1986, reconoce la importancia de las funciones ecológicas de los humedales y del recurso hí- drico, por lo que planteó la necesidad de integrar, a nivel de cuenca, el manejo de los recursos hídricos y la conser- vación de humedales mediante una serie de acciones para resolver los problemas de escasez y deterioro de la calidad del agua y la consiguiente pérdida de los ecosiste- mas y su diversidad biológica (Ramsar 1971). La Conanp, que funge como punto focal de la Conven- ción en México, tiene inscritos en el Convenio de Ram- sar 82 humedales que cubren alrededor de 5 929 607 ha y comprenden ecosistemas acuáticos costeros como lagu- nas, marismas, playas, deltas, manglares y corales, y aguas epicontinentales como lagos, lagunas, presas, ríos, pan- tanos, ciénegas, charcas y oasis (Ramsar 2008). Entre los humedales prioritarios están el delta del Río Colorado, las lagunas costeras Ojo de Liebre, San Ignacio, Alvarado y Términos, el Cañón del Sumidero, las Lagunas de Monte- bello, Yuriria y Tecocomulco, la Ciénega de Lerma, el Lago de Pátzcuaro, los pantanos de Centla, las Marismas Nacio- nales, Los Petenes, las playas de Tierra Colorada, Cahui- tán y Mexiquillo, así como los arrecifes de Puerto More- los, Xcalak, Cozumely Banco Chinchorro (Lig. 10.6). Estos humedales prioritarios coinciden con las regionalizacio- nes marina e hidrológica presentadas con anterioridad. 10.3.2 Humedales prioritarios de dumac Otro esfuerzo para inventariar y clasificar los humedales relacionados con las aves acuáticas migratorias y residen- tes es el que efectuó Ducks Unlimited de México, A.C. (dumac). El objetivo es obtener un inventario de la ex- tensión y distribución de los humedales prioritarios para la aves acuáticas con un fuerte respaldo de información de percepción remota, y que además sirva como un apo- yo muy útil para quienes planifican y manejan estos si- tios, para la comunidad científica y los grupos sociales interesados en la conservación y en actividades de explo- tación racional de estos ecosistemas y sus recursos (Ca- rrera y De la Luente 2003). Para identificar los humedales prioritarios, dumac analizó los datos sobre la distribución de aves acuáticas durante tres décadas, seleccionando 28 áreas prioritarias que albergan 84% de las aves acuáticas migratorias en México. Estas áreas se distribuyen de la siguiente manera: siete en la Ruta Migratoria del Golfo, 14 en la Ruta Migra- toria del Pacífico y siete en la Ruta Migratoria del Centro, de las cuales cuatro están en humedales de las Tierras Al- tas del Norte (Chihuahua y Durango) y tres en humeda- les de las Tierras Altas del Centro (Jalisco y Michoacán). Es importante mencionar que de los 28 humedales prioritarios identificados, seis albergan más de 40% de las aves acuáticas migratorias invernantes en México, cuyo orden de importancia es el siguiente: Laguna Madre, la- 10 • Regiones prioritarias y planeador) para la conservación de la biodiversidad 447 Figura 10.6 Humedales de importancia internacional Ramsar en México. Fuente: Conanp (2005). Los nombres e Información sobre los humedales Ramsar pueden consultarse en gunas de Tamaulipas, Bahía de Pabellón y Topolobampo en Sinaloa, lagunas de Tabasco, Laguna de Cuitzeo en Mi- choacán y Marismas Nacionales en Nayarit. Asimismo, de estos humedales, 21 coinciden con áreas costeras. 1 0.3.3 Proyectos de regionalización y conservación transfronterizos Estos proyectos son varios y en algunos de ellos también se han establecido prioridades en función de diversos criterios biológicos y de oportunidad para la conserva- ción. En esta sección solo se aborda muy brevemente la compatibilidad de las regiones prioritarias con las de los proyectos ubicados en la frontera sur del país, como el Corredor Biológico Mesoamericano y el Sistema Arreci- fal Mesoamericano, y en el recuadro 10.2 se presentan los trabajos que se han hecho en la frontera noroccidental del país hasta Canadá. El Corredor Biológico Mesoamericano es una iniciati- va de México, Belice, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, financiada por los go- biernos de estos países y por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (gef), entre otros donantes, para la conservación a largo plazo de corredores biológicos or- ganizados mediante un sistema de ordenamiento terri- torial compuesto de anp y áreas de interconexión, que brindan un conjunto de bienes y servicios ambientales, con espacios de concertación social para promover la inversión en la conservación y el desarrollo sustentable {) . Comprende una extensión de 769 000 km2, más de 60 tipos de vegetación, 30 ecorre- giones y una población humana de más de 34 millones de habitantes {) . En México, el proyec- to dirige sus actividades hacia: 1 ] el diseño y monitoreo de corredores biológicos; 2] la integración de criterios de conservación de biodiversidad en programas públicos, y 3 ] el uso sustentable de los recursos naturales de los co- rredores. Estos se ubican en cuatro estados del sur del país y en general coinciden con las rtp; comprenden la Selva Maya Zoque al norte de Chiapas, la Sierra Madre del Sur al sur de Chiapas, Sian Kaan-Calakmul con un corredor en Campeche y otro en Yucatán, así como un quinto corredor en la costa norte de Yucatán (Ramírez 2003). 448 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 10.2 Áreas marinas prioritarias para la conservación: Baja California al Mar de Bering Hans Herrmann La costa occidental de América del Norte alberga singulares e importantes ambientes marinos compartidos, desde el Golfo de California, con sus profundos cañones, afloramientos ricos en nutrientes y alto grado de endemismo, hasta el altamente productivo Mar de Bering, pasando por 20 000 km de bahías, ensenadas y sistemas de drenado interior del Pacífico nororiental. La identificación de áreas prioritarias de conservación (apc) es una de las diversas iniciativas auspiciadas por la cca como parte de su Plan Estratégico de Cooperación para la Conservación de la Biodiversidad en América del Norte (cca 2003). Estas apc revisten particular importancia para los tres países por su relevancia ecológica, su naturaleza amenazada (Fig. 1) y las oportunidades para su conservación, cuya eficaz protección requiere esfuerzos de colaboración bi y trinacional. La metodología para identificar las apc consistió en agregar los conocimientos de expertos en diversas disciplinas ecológicas y sociales de los tres países, en un "sistema comunitario de consensos basado en información geográfica". En total se identificaron 28 áreas prioritarias para la conservación (Fig. 2 en (^) y disponible en ), lo que representa 8% de la Áreas prioritarias para la conservación Región ecológica del Pacífico del sur de California Región ecológica del Golfo de California o "O 03 C O 03 O u u § £ U Z? 03 C U ~a en rS 'c g u 03 <~n Q_ _o3 00 cu T- ~0 _c a .2 C c5 03 £ GO O 03 * . _c G\ 03 t— CG CU Cl 03 ~a 03 Z5 u 03 en O cn en O "O CU O U ‘u 03 03 03 C C CU en bü "75 o c CC ~o bü C GO 03 > —> bJD JZ 03 03 LU 1 CG CN cd cn CN CN 03 o O 4— ' cu 03 _C o rC GO en 03 1 en ’c o ~o 03 O CU ~o O (J CU C c _Q 03 u ~r5 u ”qj ~o ~o O GO CU 03 CG CU en o 1 O CU “O "o en 03 en en CU J= 03 CG 'o3 'c en CU ~a en _CU 03 ~a ~o vo5 J= 03 CG en 03 "O CU u ~o o CU CU 4-J § O U o 4-» < c 03 o "75 u bJD C '< E =5 X c5 >s 03 en 03 en NT i/S vd cu en O K Z oo CN CN CN “O 1 CN >s CN Extracción de recursos no renovables Explotación de recursos renovables Cambios en el uso del suelo costero Contaminación en la costa o el mar Uso recreativo perjudicial Alteración física de la línea costera © m © © il S¡ © © © m © m © n T=)> ;©? mí M (©? ?©? © ®í © m © © © © © © il © ©í M M © m © © © W: ©: M: -m © Intensidad de la amenaza: V Baja □ Moderada □ Alta Tendenda de la amenaza: ® Mejorando © Sin cambio ® Empeorando Figura 1 Matriz de amenazas en áreas prioritarias para la conservación en el noroeste de México 10 • Regiones prioritarias y planeador) para la conservación de la biodiversidad 449 superficie total conformada por las zonas económicas exclusivas (zee) de las tres naciones. Por país, estas áreas representan alrededor de 7% de la región Baja California al Mar de Bering (B2B) en México, 10% del área en la zee del Pacífico de Canadá y 8% de la zee de Estados Unidos (en la región definida como B2B). En función de los criterios utilizados para su identificación, estas 28 apc son sitios esenciales para conservar la diversidad biológica y mantener la integridad de los servicios ambientales de la región B2B. Los tres países están unidos por una red intrincada de crecientes intercambios económicos, sociales y culturales. Nuestra relación, sin embargo, no comienza ni termina con estos intercambios. La naturaleza ha unido este subcontinente por millones de años, ha influido en el desarrollo de nuestras sociedades y ha dado forma a nuestras identidades culturales, creando un complejo mosaico viviente. Que esta creciente relación económica represente una amenaza o una oportunidad para la conservación depende en buena medida del valor que las sociedades de América del Norte confieran al medio ambiente. Este esfuerzo pretende entender mejor la región y difundir la importancia de la cooperación internacional para el mantenimiento y conservación de estos sitios emblemáticos: las áreas prioritarias para la conservación marina de B2B. Por otro lado, el proyecto del Sistema Arrecifal Meso- americano es una iniciativa de Guatemala, Honduras, Be- lice y México, financiada por los gobiernos de estos países y por el gef, para fortalecer y coordinar políticas nacio- nales, reglamentaciones y disposiciones institucionales dirigidas a la conservación y el uso sustentable de este sistema arrecifal (). Con este proyec- to se espera: 1 ] fortalecer las áreas marinas protegidas existentes y establecer otras en zonas transfronterizas; 2] desarrollar un sistema regional de monitoreo e infor- mación ambiental; 3] reducir el manejo no sustentable de los recursos naturales, en particular de los sectores pes- quero y turístico; 4] aumentar las capacidades de personal e infraestructura para el manejo ambiental, y 5] mejorar y coordinar políticas nacionales dirigidas a la conservación y uso sustentable del ecosistema marino. Las regiones que forman parte del Sistema Arrecifal Mesoamericano son compatibles con las rmp e incluyen: Banco Chinchorro, Arrecifes de Sian Ka’an, Arrecifes de Cozumel, Isla Con- toy, Puerto Morelos, Costa Occidental de Isla Mujeres, Punta Nizuc y Xcalak (López-Gálvez 2007). 10.4 Influencia de los instrumentos DE PLANEACIÓN PARA LA CONSERVACIÓN DE LA BIODIVERSIDAD EN LA TOMA DE DECISIONES La rapidez en el cambio de uso del suelo en México (Mas et al. 2004) ha limitado la posibilidad de definir áreas prioritarias, con pleno conocimiento de su biodiversidad donde los inventarios biológicos hayan sido exhaustivos y donde el conocimiento de los procesos ecológicos sea amplio y profundo, para elegir de manera inequívoca aquellas regiones que presenten la mayor acumulación de especies con una alta integridad ecológica funcional en los distintos niveles de análisis de la biodiversidad (gené- tico, poblacional y ecosistémico). Ante la escasez de fi- nanciamiento, de conocimiento y de tiempo para actuar, se espera que todos estos ejercicios de planeación influ- yan como instrumentos de política pública para la ges- tión del territorio, cada uno en su ámbito temático, de manera que induzcan activamente proyectos concretos de conservación de la biodiversidad. En el ámbito del gobierno federal, diversas instancias, en particular las del sector ambiental, han utilizado estas regiones como marco de referencia geográfico para la aplicación de políticas públicas. Instituciones como la Conanp usan las rtp y las rmp para aceptar propuestas de nuevas anp federales (Enkerlin, com. pers.). Actual- mente, 22% de la superficie definida en las rtp y 4.8% de las rmp están incluidas en el Sinap. Las anp federales coinciden con las regiones prioritarias y su conservación constituye uno de los ejes primordiales de apoyo de fon- dos privados como los que manejan el fmcn, Pronatura, tnc, wwf, usaid, Conservation International (ci) y la fundación Packard. Asimismo, el Instituto Nacional de Ecología (ine) y ci han utilizado las rtp y las rmp como base en el ordenamiento ecológico marino de la región del Golfo de California (ine 2000), en tanto que la regiona- lización marina la usó el Instituto Nacional de Pesca (inp) en la Carta Nacional Pesquera (Semarnap 2000), pero no en su actualización de 2004 ya que al pasar el inp de la Semarnat a la Sagarpa también cambió el enfoque de con- servación en las pesquerías. A una resolución más fina, estas regionalizaciones a escala nacional (1 : 4 000 000) han servido a otras instituciones como punto de referencia para detallar o incluir otras áreas en el ámbito local, como las regionalizaciones realizadas por Pronatura (Pronatura 450 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Noreste, tnc y wwf 2002) y Naturalia ( ) para el norte del país, o bien por la Coalición parala Sustentabilidad del Golfo de California (2004), Cobi y tnc (2005) para el Golfo de California. En los ámbitos estatal y municipal existe un ejemplo de vinculación y de gestión ambiental incipiente en el estado de Jalisco (véase el recuadro 10.3). 1 0.4.1 Orientación y optimización de los proyectos de estudio, recolecta e investigación en las regiones prioritarias Las regiones prioritarias han servido para orientar y op- timizar los proyectos de estudio, recolecta e investigación con fondos públicos de instancias como la Conabio y los Fondos Sectoriales de Investigación de Semarnat- Conacyt para el estudio de la biodiversidad en estas regio- nes (véase el recuadro 10.4) y para elaborar programas de gestión de manejo sustentable de montañas prioritarias. De 1997 a 2006, con fondos públicos de estas institucio- nes y mediante 11 convocatorias abiertas, se destinaron 332 millones de pesos a la investigación en temas priori- tarios identificados por el sector ambiental, establecien- do así vínculos entre ambos sectores. Si bien esta cantidad ha sido insuficiente para tener un conocimiento integral de la biodiversidad nacional, se espera que con estos apo- yos a la investigación las decisiones del sector público se basen en el mejor conocimiento disponible y, a su vez, que los estudios se ocupen de las prioridades ambientales del país. Recuadro 10.3 Planeación y gestión ambiental municipal en las regiones PRIORITARIAS DE MÉXICO Eduardo Santana C. • Sergio Graf Montero El NUEVO PAPEL DEL MUNICIPIO EN LA GESTIÓN AMBIENTAL El municipio es el nivel gubernamental que responde de manera más inmediata a las demandas e iniciativas locales, por lo que su fortalecimiento es una línea estratégica para lograr la sustentabilidad en el desarrollo nacional. Si bien los gobiernos federal y estatal han hecho esfuerzos importantes para contener el deterioro ambiental, las políticas públicas instrumentadas por estos niveles de gobierno son insuficientes: es necesario involucrar a los municipios en este tema. En el contexto de la reforma del Estado, las recientes modificaciones al artículo 115 constitucional han transferido atribuciones federales y estatales a los niveles municipales relacionadas con la gestión ambiental, además de las responsabilidades tradicionales sobre abastecimiento y tratamiento de agua, manejo de desechos sólidos y contaminación, les han delegado otras como realizar ordenamientos territoriales, controlar el cambio de uso del suelo, crear y administrar reservas ecológicas, administrar y custodiar las zonas federales, reglamentar el aprovechamiento social de los recursos naturales y cobrar por servicios prestados. De especial relevancia es la capacidad de crear asociaciones intermunicipales para enfrentar en colaboración problemas de desarrollo socioeconómico y requerimientos de servicios de la población. Estas nuevas atribuciones se han fortalecido mediante las resoluciones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación a favor del municipio en controversias constitucionales interpuestas por ayuntamientos contra los congresos de sus respectivos estados. Si bien una mayor autonomía municipal representa un importante avance en la descentralización y democratización en el país, la mayoría de los gobiernos locales tienen limitantes institucionales para asumir sus nuevas funciones. Para que los municipios cumplan sus responsabilidades de manera adecuada y exitosa es necesario que cuenten con la capacidad técnica y de gestión para el diseño e instrumentación de los programas de desarrollo social, gestión ambiental y prestación de servicios públicos; asegurar la participación democrática y efectiva de la ciudadanía en los procesos de toma de decisiones para lograr una corresponsabilidad en la implementación de los programas de gobierno; crear políticas eficientes de planificación y administración pública; impulsar una ética de servicio en la administración pública; y propiciar una mayor desconcentración y captación de recursos financieros a favor del municipio. Con estas nuevas condiciones, los municipios que alcancen mayores niveles de desarrollo serán aquellos que: 1 ] adquieran capacidades técnicas, profesionales y de financiamiento complementarios mediante la incorporación de iniciativas ciudadanas en espacios de participación organizada; 2] se apoyen en las capacidades técnicas y profesionales de la población de su propio municipio, y 3] se vinculen con otras instancias 10 • Regiones prioritarias y planeación para la conservación de la biodiversidad 451 gubernamentales, académicas, profesionales y civiles para llevar a cabo los planes y objetivos de desarrollo trazados. Si se considera que existe una clara relación entre los niveles de marginación social y la biodiversidad municipal (los municipios con mayor diversidad biológica también albergan las poblaciones con mayores niveles de pobreza), entonces estos principios son particularmente relevantes para lograr el desarrollo social como condición preliminar para la conservación biológica en municipios pequeños, marginados y ubicados en zonas rurales. La cuenca como elemento integrador PARA LA GESTIÓN INTERMUNICIPAL DEL TERRITORIO Un elemento que requiere discusión especial es la integración del concepto de cuenca en la gestión municipal. El agua, en el contexto del funcionamiento de una cuenca hidrológica, es el elemento integrador de procesos ecológicos regionales. Los límites fisiográficos de las cuencas constituyen límites ecológicos naturales. Los ciclos biogeoquímicos, el flujo de energía, el transporte y almacenamiento de nutrientes y la dinámica ecológica de poblaciones por medio de gradientes altitudinales y paisajísticos son procesos que vinculan el manejo de bosques en las montañas con los centros urbanos y agrícolas en la planicie y, estos a su vez, con los esteros y demás ecosistemas costeros que son la base de las pesquerías comerciales y de gran parte de la diversidad biológica marina. Los procesos en las partes altas de la cuenca, dado el flujo unidireccional del agua, invariablemente tienen repercusiones en la parte baja, por tanto toda la cuenca se debe administrar como una sola unidad. Los bosques en las cabeceras de las cuencas cubren una importante función reguladora ya que controlan la calidad, cantidad y temporalidad del flujo del agua y también protegen los suelos de ser arrastrados por el agua, con la consecuente sedimentación y degradación de ríos y esteros y la pérdida de fertilidad en las laderas. Los ríos son indicadores ecológicos de la salud e integridad biótica de la cuenca en todo su conjunto. Una visión de cuenca para el manejo del territorio permite integrar los aspectos sociales con los ecológicos, ya que los ríos y los parteaguas también constituyen tradicionalmente fronteras entre países, estados, municipios y hasta predios ejidales y privados. Por estas razones, las cuencas tienen características ecológicas y sociopolíticas que les confieren ventajas, como la unidad geográfica para la planificación del uso del suelo y los recursos naturales. Dado que los procesos ecológicos y sociales rebasan los límites políticos de los municipios, el concepto de cuenca es una forma natural de generar las bases para la integración regional entre municipios para la gestión ambiental. Los municipios que coinciden en una misma cuenca comparten problemas comunes de gestión del territorio porque están vinculados entre sí por procesos ecológicos y socioeconómicos y, por tanto, deben llegar a arreglos intermunicipales para la gestión de la cuenca. Esto se ha desarrollado en el estado de Jalisco con la Iniciativa Intermunicipal para la Gestión Integral de la Cuenca del Río Ayuquila, misma que fue galardonada con el Premio en Gestión y Gobierno Local 2005 del cide, A.C., y la Fundación Ford. Las atribuciones relativas a la gestión ambiental de los municipios están plasmadas de manera más integral que las de los propios estados, así, estos procesos auguran que los municipios se convertirán en espacios de innovación para proyectos de conservación ambiental en el país. Recuadro 10.4 Importancia de la regionalización en las convocatorias del Fondo Sectorial de Investigación Ambiental Irene Pisanty El Fondo Sectorial de Investigación Ambiental surge a la luz de la Ley de Fomento a la Ciencia y la Tecnología, que después se transformó en la Ley de Ciencia y Tecnología vigente a partir del 5 de junio de 2002.1 En los artículos 25 y 26 de esta ley se establecen los lincamientos de los fondos sectoriales y su forma de operar. Los fondos sectoriales permiten diseñar una política científica a corto, mediano y largo plazos orientada por la necesidad de conocimiento de áreas estratégicas para el desarrollo del país, como los recursos naturales y el medio ambiente, sin limitar el desarrollo de la ciencia básica. Permiten además establecer sinergias ente el financiamiento proveniente del propio sector y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Por medio de este mecanismo se puede orientar la investigación hacia temas prioritarios identificados por el sector involucrado, se 452 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 10.4 [concluye] garantiza una evaluación académica y técnica imparcial y de alto nivel, y se establecen vínculos entre los sectores académico y gubernamental. De esta forma, se espera que las decisiones del sector público se basen en el mejor conocimiento disponible y que la investigación se dirija a las prioridades ambientales del país. Así, se abre además la oportunidad para que los investigadores de alto nivel con los que el país cuenta puedan contribuir con sus conocimientos en el diseño de políticas públicas y en la toma de decisiones para identificar, prevenir y resolver los muchos problemas ambientales que México enfrenta. La máxima autoridad de los fondos sectoriales es el Comité Técnico, formado por un presidente designado por el sector, un vocal del Conacyt, un vocal del sector y un vocal que represente al sector académico, todos ellos con un suplente. Además, cuenta con un secretario técnico y uno administrativo. Un grupo de análisis de prioridades revisa en primera instancia la pertinencia de las propuestas recibidas y hace una primera selección. Las propuestas consideradas prioritarias de acuerdo con los términos de cada una de las convocatorias se someten a la Comisión Evaluadora, conformada por expertos sobresalientes en temas ambientales. Esta comisión organiza la evaluación técnica de los proyectos que efectúan expertos reconocidos en cada uno de los temas, miembros del Sistema Nacional de Investigadores. Una vez evaluados los proyectos, la Comisión Evaluadora revisa los resultados y emite una recomendación al Comité Técnico, que toma la decisión final de qué proyectos habrán de ser financiados. El Fondo Sectorial de Investigación Ambiental se constituyó formalmente en 2001, y abrió su primera convocatoria en el año 2002; la segunda fue abierta en 2004 y a fines de 2005, la tercera. En la elaboración de las convocatorias se tomaron en cuenta diversos temas prioritarios de acuerdo con las necesidades de las áreas de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (cuadro 1). En los temas relacionados con el conocimiento, la conservación, la protección y el uso sustentable de los recursos naturales se establecieron criterios que orientaron las investigaciones hacia grupos taxonómicos poco conocidos, a las especies que habitan en zonas reconocidas como prioritarias para la conservación y a aquellas especies que se encuentran en las normas oficiales mexicanas o algún otro tipo de catálogo de riesgo. Igualmente, en un nivel de mayor complejidad, se dio prioridad a los estudios que se enfocaban a las regiones prioritarias como tales. Esta orientación se definió a partir de los términos de referencia de las convocatorias, de modo que desde el inicio del proceso la investigación apoyada con recursos del Fondo se orientó a las regiones prioritarias. Gracias al Fondo Sectorial de Investigación Ambiental, desde el año 2004 se desarrollan proyectos sobre cerca de 30 de ellas. En el sector ambiental la investigación aplicada a la identificación, prevención y resolución de problemas ambientales es una necesidad permanente, tanto por la demanda creciente de conocimientos en los ámbitos local, regional, nacional y global, como por lo complejo y cambiante de las situaciones que se enfrentan en México en particular. Ante este escenario, los fondos sectoriales representaron una oportunidad enorme que ha generado muchas expectativas y ha empezado a dar frutos. 1 Ley de Ciencia y Tecnología. Artículo 25. Las secretarías de Estado y las entidades de la Administración Pública Federal podrán celebrar convenios con el Conacyt, cuyo propósito sea determinar el establecimiento de los fondos sectoriales Conacyt que se destinen a la realización de investigaciones científicas o tecnológicas, formación de recursos humanos especializados, becas, creación, fortalecimiento de grupos o cuerpos académicos de investigación y desarrollo tecnológico, divulgación científica y tecnológica y de la infraestructura que requiera el sector en cada caso. Cuadro 1 Temas prioritarios de las convocatorias de 2002 y 2004 del Fondo Sectorial de Investigación Ambiental 2002 2004 Ordenamiento ecológico y conservación de ecosistemas Conservación de especies y ecosistemas, manejo sustentable y ordenamiento Contaminación y degradación ambiental Contaminación del aire Política y economía y medio ambiente Cambio climático Comunicación y educación ambiental Sustancias tóxicas y residuos peligrosos Campos de frontera y tecnologías de vanguardia Economía y medio ambiente Recursos: 250 millones de pesos Recursos: 57.5 millones de pesos 10 • Regiones prioritarias y planeación para la conservación de la biodiversidad 453 Fondos públicos para investigación Desde su creación, la Conabio ha privilegiado el apoyo federal para emitir convocatorias con el objeto de finan- ciar proyectos para el conocimiento de los recursos bio- lógicos, particularmente sobre inventarios biológicos de diversos grupos. Esto lo ha hecho por medio de cinco con- vocatorias públicas, utilizando como marco de referen- cia geográfico las regiones prioritarias terrestres, marinas o hidrológicas, o bien considerando las especies amenaza- das incluidas en la NOM-ECOL-059-SEMARNAT-2001 (Semarnat 2002). Mediante estos apoyos, de 1997 a 2006 financió poco más de 190 proyectos con un monto aproxi- mado de 24.5 millones de pesos. Si bien este financia- miento ha sido muy bajo, comparativamente con los fon- dos sectoriales que otorga el Conacyt, la Conabio es la única institución que ha desarrollado un sistema de con- sulta sobre gran parte de la información biológica de los proyectos que ha financiado, el cual está disponible en línea en la Red Mundial de Información sobre Biodiver- sidad o bien por medio del sistema de consulta de sus proyectos {) . Sería deseable que otras instituciones como el Conacyt también hicieran públicos de manera directa los resultados de las investi- gaciones que financia. Fondos Sectoriales Semarnat-Conacyt Los fondos sectoriales son fideicomisos que las dependen- cias y las entidades de la administración pública federal conjuntamente con el Conacyt constituyeron en 2001 para destinar recursos a la investigación científica y el desarrollo tecnológico en el ámbito sectorial correspondiente. Para el sector ambiental se crearon tres fondos sectoriales: el de Investigación y Desarrollo sobre el Agua con la cna, el de la Investigación, el Desarrollo y la Innovación Tecnológi- ca Forestal con la Conafor y el de Investigación Ambien- tal con la Semarnat {). Este últi- mo es el que ha estado más vinculado al sector académico y sus demandas se han establecido por medio del ine de manera transversal con las promovidas por la Conabio. Fondos privados Los apoyos para la conservación de la naturaleza y la in- vestigación en materia ambiental no solo se han financia- do con fondos públicos. Hay una serie de organizaciones privadas que operan en México con programas e iniciati- vas de gran valor para la conservación de la biodiversidad del país. Algunas de estas organizaciones son el fmcn (recuadro 10.5), Pronatura, la Fundación David y Lucile Packard, wwf, tnc y ci, entre otras. Recuadro 10.5 La importancia de las regiones prioritarias para el Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza, A.C. Lorenzo Rosenzweig México ha hecho un importante esfuerzo en materia de priorización y regionalización como un primer paso para ordenar los esfuerzos de conservación del país. Los resultados de estos ejercicios sientan las bases para que instituciones de intermediación financiera como el fmcn tengan un papel estratégico. Los proyectos apoyados por el fmcn son acordes con estas prioridades temáticas y geográficas identificadas por grupos de expertos coordinados por el gobierno y las agencias nacionales vinculadas a este. Un ejemplo claro son los tres principales programas del fmcn: sus proyectos apoyados con convocatorias, la conservación de áreas protegidas prioritarias mediante el Fondo para Áreas Naturales Protegidas (fanp) y el apoyo al manejo integral del fuego por medio del Programa de Prevención de Incendios y Restauración Ambiental (ppira). En un principio el fmcn utilizó los intereses de su patrimonio para apoyar proyectos seleccionados de acuerdo con seis convocatorias generales anuales (1996 a 2000 y 2004), las cuales se enfocaron en las regiones terrestres prioritarias identificadas por la Conabio. En las primeras convocatorias el fmcn incluyó la posibilidad de invertir recursos adicionales en proyectos que pudieran detallar y afinar estas prioridades. Esto permitió concentrar los limitados recursos disponibles en las áreas de mayor importancia y representatividad biológica. Las seis convocatorias destinaron un total de 140 millones de pesos a proyectos de conservación, principalmente en las regiones prioritarias del país. Las regiones prioritarias determinadas por la Conabio incluyen las anp federales decretadas a la fecha del estudio. La conservación de estos últimos espacios constituye uno de los ejes primordiales de apoyo del fmcn por medio del fanp. 454 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 10.5 [concluye] Con base en ejercicios participativos de priorización, la Conanp (en su momento la Unidad Coordinadora de Áreas Naturales Protegidas) y el fmcn coordinaron un proyecto que permitió seleccionar en orden de importancia las 34 áreas protegidas prioritarias para ser financiadas con recursos del Fondo para el Medio Ambiente Mundial. En este ejercicio se utilizaron ocho criterios que incluyen aspectos tanto socioeconómicos como biológicos. A la fecha, el fmcn cuenta con recursos patrimoniales que apoyan 21 de estas 34 áreas naturales protegidas prioritarias y ha destinado un total de 120 millones de pesos a las áreas que se han ido incorporando al fanp desde 1998. El ppira siguió un criterio de prioridad geográfica similar al del fanp durante su primera fase de 1998 a 2003. Destinó recursos para prevención de incendios, manejo de fuegos y restauración de nueve áreas naturales protegidas prioritarias y dos áreas estratégicas por su alta biodiversidad (dentro de las regiones terrestres prioritarias de la Conabio) y la importancia del fuego en las mismas. En sus casi 11 años, el fmcn ha variado su enfoque programático con base en una lógica de regionalización y priorización estrechamente vinculada con las necesidades del país. Ahora se centra en cuencas hidrográficas prioritarias, 34 áreas naturales protegidas y tres regiones marinas prioritarias (Golfo de California, Golfo de México y Sistema Arrecifal Mesoamericano). Además destina recursos a temas transversales con un enfoque nacional, como en el caso del Programa de Sustentabilidad Empresarial, Energía y Medio Ambiente, y la Iniciativa Mexicana de Aprendizaje para la Conservación. Floy día más que nunca resulta imprescindible invertir los limitados recursos financieros y el apoyo técnico en la forma más efectiva posible. Los proyectos nacionales de priorización temática y geográfica son, sin duda, la base para encauzar los apoyos de donantes a las necesidades más apremiantes y estratégicas de México. Un importante reto en materia de regionalización de los esfuerzos de investigación y conservación es el conocimiento detallado de los montos y capacidades que se dirigen a las diferentes ecorregiones y áreas prioritarias. No sabemos con certeza si las mayores cantidades de recursos se concentran en las regiones prioritarias y si en estas existe la capacidad humana e institucional para lograr efectos perdurables. En este sentido cabe señalar que los primeros resultados de la sobreposición de las capas de fmanciamiento, capacidad humana y prioridad biológica se presentan en el volumen IV de esta obra. Su constante actualización permitirá enfocar aún más los esfuerzos tanto del sector privado, por medio de las organizaciones de la sociedad civil, como del sector público e internacional en aquellos sitios y regiones prioritarias que cuenten con la adecuada capacidad humana e institucional para ejercer recursos económicos y llevar a cabo acciones estratégicas. También permitirá dirigir apoyos puntuales en materia de capacitación y fortalecimiento institucional a los sitios y regiones de alta prioridad biológica que actualmente carecen de capital humano e institucional. 10.5 Perspectivas Consideramos que las acciones que se deberán promover en el futuro, relacionadas con el establecimiento de prio- ridades y el uso de los actuales instrumentos de planea- ción para la conservación de la biodiversidad, se pueden agrupar en tres ámbitos: investigación, fmanciamiento y gestión pública y administrativa. Desde el punto de vista de la investigación, es necesa- rio determinar el nivel de conocimiento y estado de con- servación de la biodiversidad de las regiones prioritarias completando los inventarios biológicos de los grupos que han sido poco estudiados o de las regiones poco explora- das. También son necesarios los monitoreos ecológicos de las regiones prioritarias, ya que gran parte de los in- ventarios biológicos que se tienen sobre estas áreas son recuentos históricos de la biodiversidad, basados en los especímenes curatoriales depositados en colecciones cien- tíficas y cuya colecta científica no ha sido actualizada. Es imprescindible dar apoyos sustanciales para realizar es- tudios genéticos, poblacionales y ecosistémicos, los cua- les solo se han hecho para unas cuantas especies, para algunas poblaciones locales o bien para ciertos tipos de ecosistemas en regiones muy acotadas geográficamente; los estudios dinámicos espaciales y temporales están muy poco documentados en las regiones prioritarias, así como los procesos ecosistémicos y los servicios ambientales que proporcionan a la sociedad. En cuanto al fmanciamiento, consideramos que es in- dispensable conocer el detalle de los montos que se diri- gen a las diferentes regiones y áreas prioritarias, así como la infraestructura física y humana con que cuentan. Con 10 • Regiones prioritarias y planeación para la conservación de la biodiversidad 455 esta información se podrán enfocar aún más los esfuer- zos de los sectores público y privado, así como de agen- cias internacionales, hacia aquellas regiones prioritarias de alta biodiversidad o poco exploradas que cuenten con grupos académicos que sean capaces de llevar a cabo ac- ciones estratégicas en favor de la conservación de estas regiones y, en caso de que no se cuente con ellos, promo- ver su formación en los ámbitos regional y local, o bien atraer grupos académicos consolidados para que estu- dien estas regiones. En este sentido, es necesario que los fondos públicos como los que otorgan el Conacyt y la Conabio, conjuntamente con los sectoriales (Semar- nat, Conafor y cna), actualicen continuamente las prio- ridades del sector ambiental y se retroalimenten trans- versalmente para evitar duplicidades en la aplicación de los fondos o bien para concurrir en proyectos relevantes. Para no perder la vigencia de estas regionalizaciones es importante actualizarlas mediante la constante retroali- mentación entre el sector académico, las organizaciones no gubernamentales y el gobierno federal. Finalmente, consideramos que para que las regiones prioritarias logren su objetivo principal de inducir la conservación de la biodiversidad, es necesario que a las plataformas de incentivos fiscales se integren subsidios económicos, asesorías técnicas y créditos al desarrollo en aquellos municipios y estados que se encuentren en di- chas regiones y lleven a cabo programas de conservación. Las regiones prioritarias deben constituir espacios de in- tegración de los instrumentos de conservación que las dependencias federales y estatales implementen en estas regiones en materia ambiental. Consideramos que la de- signación de una región prioritaria debe ir acompañada de programas que beneficien de forma directa a las pobla- ciones que en ellas residen y que opten por un modelo de desarrollo social que cuide el ambiente. Esto implica una integración con los mecanismos de gestión del territorio ya existentes como las anp o las áreas prioritarias del Pro- grama de Desarrollo Regional Sustentable de la Conanp. Agradecimientos Los autores queremos agradecer al doctor José Sarukhán su amable invitación para participar en este estudio. A los doctores Rodolfo Dirzo, Renée González e Ignacio March agradecemos su tenacidad en la coordinación de la edición de este volumen y a un revisor anónimo le agradecemos sus comentarios a una versión preliminar de este capítulo. Notas 1 En esta sección se estudian los instrumentos de planeación para la conservación de la biodiversidad empleados por las dependencias federales directamente responsables (Conanp y Conabio). Otras dependencias oficiales del sector am- biental emplean políticas, planes, programas y herramientas que, de manera directa o indirecta, contribuyen a la conser- vación de la biodiversidad. Por citar algunos ejemplos, el Consejo Nacional Forestal con diversos programas (e.g., Pro- grama Nacional de Reforestación, Programa de Conserva- ción y Restauración de Suelos, Pago por Servicios Ambien- tales), la Dirección General de Vida Silvestre de la Semarnat, mediante el Sistema de Unidades de Manejo para la Conser- vación de la Vida Silvestre (suma), los diversos ordenamien- tos ecológicos del territorio —regionales y locales— con que cuenta el país o la promoción del manejo integrado y susten- table del agua en cuencas y acuíferos a cargo de la Comisión Nacional del Agua. Otros programas de la administración pública federal han influido, aunque de forma general y no evaluada, en la conservación de la biodiversidad, pero no se analizan aquí. 2 La estimación —a escala 1 : 50 000— para el caso de los manglares corresponde a 0.39% de la superficie nacional. La superficie de manglares en áreas protegidas (ap) representa 53.84% del total de manglares del país (Conabio 2008). Los datos de popales, tulares y petenes deben tomarse con cautela. Referencias Abell, R., D.M. Olson, E. Dinerstein, W. Eichbaum, S. Walters et al. (eds.). 1999. Freshwater ecoregions ofNorth America. A conservation assessment. Island Press, Washington, D.C. Aparicio, R. (ed.). 2001. Chimalapas: la última oportunidad. World Wildlife Fund-Semarnap, México. Arizmendi, M.C., y L. Márquez. 2000. Áreas de importancia para la conservación de las aves (aica). Cipamex- Conabio-ccn-fmcn, México. Arriaga, L., E. Vázquez, J. González, R. Jiménez, E. Muñoz etal. (coords.). 1998. 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WWF-México, México. 11 Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas autor responsable: Rodrigo A. Medellín coautores: Alberto Abreu-Grobois • María del Coro Arizmendi • EricMellink • Ernesto Ruelas • Eduardo Santana C. • Jorge Urbán autor de recuadro: Eduardo E. íñigo Elias revisores: Laura Sarti • Cristina Goettsch Mittermeier • Diane Gendron Contenido 11.1 Introducción / 462 1 1 .2 Tortugas mari ñas / 462 11.2.1 El reto de un ciclo de vida complejo / 462 1 1.2.2 Iniciativas de conservación en ámbitos nacionales e internacionales / 463 1 1.2.3 Estado de conservación de las especies en México / 465 • Tortuga golf na / 465 • Tortuga lora / 466 • Tortuga caguama / 468 • Tortuga verde o blanca (Atlántico) y prieta (Pacífico) / 470 • Tortuga carey / 472 • Tortuga laúd / 474 1 1.2.4 Prioridades para el estudio y conservación de las tortugas marinas / 475 1 1.3 Aves acuáticas migratorias / 475 1 1.3.1 Prioridades para el estudio y conservación de las aves migratorias / 478 1 1.3.2 Iniciativas nacionales e internacionales para conservar las aves migratorias/ 478 1 1.4 Aves rapaces migratorias / 479 11.4.1 Ecología de la migración / 479 1 1.4.2 Factores que limitan a las poblaciones de rapaces durante la migración y la época no reproductiva / 487 1 1.4.3 Proyectos de conservación en México / 487 1 1.4.4 Temas de investigación prioritarios para la conservación / 482 11.5 Colibríes / 482 11.5.1 Introducción / 482 1 1 .5.2 Valor y usos / 482 1 1.5.3 Riqueza de especies y distribución geográfica / 483 11.5.4 Migración / 483 11.5.5 Endemismo / 483 1 1.5.6 Requerimientos de hábitat / 484 1 1.5.7 Estado de conservación y tendencias poblacionales / 484 ^ • Medellín, R.A., et al. 2009. Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas, en Capital natural de México, vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio. Conabio, México, pp. 459-515. [ 459 ] 460 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio 1 1 .5.8 Amenazas a la población / 485 1 1 .6 Otras aves y sus generalidades / 485 11.6.1 Migración / 485 1 1 .6.2 Aves terrestres / 485 11.7 Murciélagos/ 490 1 1 .8 Mamíferos marinos / 495 1 1 .8.1 Estado de conservación / 495 1 1 .8.2 Amenazas a la conservación / 496 11.8.3 Protección formal de los mamíferos marinos en México / 496 11.8.4 Ballena azul / 497 • Distribución / 497 • Migración / 497 • Tamaño de la población / 498 • Categorías de riesgo / 498 11.8.5 Ballena gris / 498 • Distribución / 498 • Migración /499 • Tamaño de la población / 499 • Categorías de riesgo / 499 11.8.6 Ballena jorobada/ 499 • Distribución / 499 • Migración y estructura de las poblaciones del Pacífico norte / 500 • Tamaño de la población / 500 • Categorías de riesgo / 500 1 1 .8.7 Ballena franca del Pacífico norte / 500 • Distribución / 500 • Tamaño de la población / 507 • Categorías de riesgo / 507 11.8.8 Cachalote / 507 • Distribución / 507 • Movimientos / 507 • Tamaño de la población / 507 • Categorías de riesgo / 502 11.8.9 Orea/ 502 • Distribución / 502 • Movimientos / 502 • Localidades registradas / 502 • Categorías de riesgo / 502 11.9 Conclusiones/ 502 Referencias / 504 Recuadros Recuadro 11.1. Iniciativa Trinacional Guacamayas Sin Fronteras: estrategia regional y plan de acción 2007-2005 para /a conservación de la guacamaya roja (Ara macao cyanoptera) en /d se/uci maya de Be//ce; Guatemala y México / 488 Apéndices Apéndice 11.1. Listo de /as especies consideradas migratorias por la Neotropical Migratory Bird Gonservation Act / (^) 11 • Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas 461 Resumen La migración se define como un movimiento estacional y cíclico . de animales relacionado con los cambios periódicos del clima o la disponibilidad del alimento, o bien para asegurar la reproduc- ción. En casi todos los casos la migración implica movimientos periódicos de un sitio a otro y de regreso al primero. Este fenómeno se observa en un gran número de especies animales, desde algunos insectos — como la mariposa monarca — y cierta fauna marina como salmones, tiburones ballena y tiburo- nes martillo, hasta mamíferos como las ballenas y algunas espe- cies de murciélagos, pasando por reptiles como las tortugas marinas y muchos grupos de aves (por ejemplo, colibríes, aves de presa, canoras y de ornato, playeras y marinas). Las especies migratorias enfrentan retos particulares para su conservación. La gran diversidad de estas especies, su historia natural y ecología, así como sus rutas migratorias hacen que, en la mayoría de los casos, su conservación sea un asunto de coordinación internacional para proteger las zonas de hibernación y las de veraneo, y los corredores que las conectan. Para conservar las especies migrato- rias es necesario tomar acciones en prácticamente todo el país, tanto en la parte terrestre como en las aguas marinas territoriales. Esto implica a muchos sectores sociales y diversos intereses. Los vertebrados superiores (reptiles, aves y mamíferos) cono- cidos en México incluyen seis especies de tortugas marinas entre ambos litorales. Las aves acuáticas migratorias comprenden un variado universo de especies marinas, playeras, anseriformes, zancudas, de marisma, entre otras. Además, hay especies que utilizan el territorio mexicano como corredor, otras que invernan en el país y algunas más que se reproducen en México y pasan el invierno más al sur. Ordenándolas de acuerdo con el uso prin- cipal del hábitat, hay aves de mar abierto, de costas expuestas, de lagunas costeras, de zonas intermareales, de marisma y espe- cies de aguas interiores. Es importante recordar que ninguna de estas clasificaciones constituyen categorías discretas; muchas de ellas usan más de un hábitat y tienen historias de vida complejas y diversas. En México existen 34 especies de aves rapaces diurnas que migran. La mayoría de estas son de tamaño mediano o grande, y su migración tiene que ver (aunque no de manera absoluta) con la presencia de corrientes termales. Las rutas más utilizadas por las aves rapaces pasan por las planicies costeras del Golfo y del Pacífico, el Istmo de Tehuantepec y la Península de Yucatán. La magnitud de la migración de estas aves varía según cada especie, desde unos cientos de kilómetros hasta más de 10 000, de Cana- dá hasta Argentina. Aunque la fragmentación y destrucción de sus hábitats son amenazas patentes sobre estas especies, se han identificado otros factores como determinantes de mortalidad significativa. Estos incluyen colisiones con estructuras (cables, edificios) y vehículos, caza incidental, persecución directa y la contaminación (por plaguicidas, metales pesados y otros facto- res) magnificada por bioacumulación. De las 57 especies de colibríes que existen en nuestro país, por lo menos 13 llevan a cabo migraciones de gran escala, y las pobla- ciones de cinco de ellas abandonan completamente el territorio mexicano durante una parte del año. Una de estas especies reco- rre más de 4 500 km. Muchas otras especies de colibríes realizan migraciones locales o altitudinales. Veinte especies de estas aves están incluidas en la Norma Oficial Mexicana que enlista las especies en riesgo de extinción (NOM-059-SEMARNAT-2001). Hay un muy alto número de otras especies de aves del orden Passeriformes que tienen poblaciones que realizan migraciones de gran alcance, en particular muchas de las familias Tyrannidae (papamoscas) y Parulidae (chipes y reinitas), pero también algunas representantes de muchos otros grupos. Casi 200 especies de paseriformes son migratorias, y muchas de ellas se encuentran en las listas de especies en riesgo de extinción. Además de las ame- nazas generales que afectan a muchos grupos migratorios, las paseriformes enfrentan otros riesgos que las hacen aún más frágiles. En particular, el comercio legal e ilegal de aves canoras y de ornato representa una fuente creciente de preocupación que ya alcanza niveles críticos para muchas especies. En México existen 138 especies de murciélagos, de las cuales por lo menos 19 que pertenecen a tres familias se consideran migratorias. Cinco de estas especies están incluidas en las listas de especies en riesgo de extinción. Muchas de las amenazas que afectan a las aves migratorias también dañan a los murciélagos, aunque hay algunas diferencias importantes. Por ejemplo, en los murciélagos generalmente solo las hembras llevan a cabo migra- ciones de grandes distancias, debido a que la reproducción de los mamíferos les permite aparearse en las zonas de hibernación y parir en las zonas de veraneo. Esto no sucede con las aves, en las que ambos sexos deben migrar porque el apareamiento y la crianza de los polluelos ocurre en el mismo sitio. Además, los murciélagos enfrentan la seria amenaza de la destrucción de sus cuevas como resultado de vandalismo, ignorancia o intentos mal conducidos de control de murciélagos vampiro. En la actualidad existen iniciativas sólidas con resultados claros de recuperación y estabilización de las poblaciones de murciélagos que se deben seguir apoyando para alcanzar el éxito. Aunque hay proyectos de conservación con prioridades y estrategias establecidas para los diferentes tipos de especies migratorias, prácticamente no hay coordinación entre los diferentes grupos que trabajan en proteger a estas especies. Es claro que aún se requiere mucha investigación en numerosas líneas de trabajo, y esto implica que debe reconocerse la necesidad de apoyar estas investigaciones y de conservar dichas especies para beneficio de todos. 462 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio 11.1 Introducción Las especies migratorias representan un reto particular para la conservación porque dependen de más de una región para su supervivencia, como las áreas de veraneo y de hibernación y los corredores migratorios que las co- nectan. Así, la conservación de estas especies se convier- te en un objetivo multifactorial, multisectorial y multi- rregional en el que en ocasiones participan varios estados y países. Además, las especies migratorias incluyen gru- pos taxonómicos muy diversos como tortugas marinas, murciélagos, mamíferos marinos y aves acuáticas mari- nas y playeras, rapaces, canoras paseriformes y colibríes. Por estas razones decidimos presentar esta información desde una perspectiva taxonómica organizada filogené- ticamente, aun cuando dentro de cada grupo se presentan patrones específicos diferenciados respecto a su biología, prácticas de migración y necesidades de conservación que impiden el uso de un formato uniforme para tratar a todos los grupos. 11.2 Tortugas marinas 1 1 .2.1 El reto de un ciclo de vida complejo Muchos reptiles realizan migraciones en las que los re- productores se desplazan desde y hacia los sitios de ani- dación, pero ninguna se compara con las que llevan a cabo las tortugas marinas que se trasladan cientos o mi- les de kilómetros. Básicamente existen dos tipos de mi- graciones en estas especies, relacionadas con cambios ontogenéticos que sufren los organismos. En las prime- ras fases, los neonatos y luego juveniles se incorporan al medio marino y comienzan migraciones pasivas, arras- trados por los grandes sistemas oceánicos que actúan como criadero y favorecen su supervivencia por las ba- jas densidades de sus depredadores (Musick y Limpus 1997). El tiempo de permanencia en esta fase oceánica varía entre especies, aunque es de varios años, y justa- mente estas diferencias definen las distancias de despla- zamiento entre los sitios de nacimiento y los hábitats comúnmente costeros o neríticos a los que llegan en el periodo juvenil tardío. En el caso extremo de la tortuga caguama ( Caretta caretta), la dispersión puede abarcar el traslado de una margen de un océano (Atlántico o Pa- cífico) a la otra, en donde permanece hasta su madura- ción; en el otro extremo, la tortuga carey ( Eretmochelys imbricata) alcanza a menor edad el estadio nerítico y su desplazamiento al parecer no es tan amplio como el de la caguama. Los juveniles tardíos de las tortugas marinas adquie- ren capacidad de desplazamiento independiente y pue- den migrar durante su desarrollo entre varios hábitats intermedios, en aguas costeras para la mayoría de las es- pecies, hasta alcanzar la madurez sexual y emprender la migración a su sitio de reproducción, que es justamente el mismo donde nacieron (conducta de filopatría). Para ello requieren playas de anidación para incubar sus hue- vos, lo que representa su única relación reptiliana con los ambientes terrestres. Así comienzan los ciclos de migra- ciones reproductivas que realizan las tortugas maduras de manera periódica (de uno a cinco años dependiendo de la especie) entre sus sitios de alimentación y de anida- ción (Miller 1997). La distancia y ubicación de los hábi- tats de alimentación con respecto a los de reproducción varían entre especies, pero en buena medida son con- secuencia de los desplazamientos por dispersión en los grandes sistemas de corrientes durante las etapas oceáni- cas, sus desplazamientos entre hábitats intermedios de desarrollo y la fijación a sitios finales de alimentación de la fase adulta, a los que fielmente regresan una vez que termina la anidación (Broderick et al. 2007). Este ciclo de vida, en extremo complejo y ampliamente distribuido, ha conferido a las tortugas marinas la capa- cidad de adaptarse y explotar de manera oportunista há- bitats en amplias extensiones geográficas, aunque típica- mente dentro de regiones tropicales y subtropicales (con excepción de la tortuga laúd, Dermochelys coriáceo). De- safortunadamente, la conformación de agregaciones para la reproducción y corridas por rutas migratorias de ma- nera periódica y predecible, desde la prehistoria las ha expuesto a la sobreexplotación (Frazier 2003), provocan- do el colapso de la mayoría de las poblaciones, por lo que actualmente todas se encuentran incluidas en la Lista roja de especies amenazadas de la iucn (2007). Por las grandes extensiones espaciales del ciclo de vida completo, el prolongado desarrollo característico de las tortugas marinas es un reto difícil de resolver para su con- servación. Se requiere un gran esfuerzo para proteger todos sus hábitats. Al desplazarse a través de múltiples ambientes, muchos de los cuales se localizan en aguas te- rritoriales de varios países y en aguas internacionales, cre- cen los factores de riesgo (naturales y antropogénicos) a los que se exponen a lo largo de su desarrollo. Su lento crecimiento y maduración tardía (entre 10 y 30 años, de- pendiendo de la especie) las hace particularmente vul- nerables, incluida la explotación que se concentra en las 11 fases de inmaduros y adultos (Musick 2001), ya que re- quieren altas tasas de sobrevivencia en las etapas tardías para que alcancen crecimientos poblacionales positivos, o por lo menos estables (Crouse 1999; Heppell etal. 2003). Por otro lado, cada colonia anidadora tiende a compor- tarse como una unidad poblacional reproductivamente independiente, lo que significa que las colonias que sufren merma o colapsos por cualquier causa (natural o antro- pogénica) no pueden recuperarse mediante un recluta- miento natural proveniente de poblaciones externas, por lo menos no dentro de las escalas de tiempo relevantes para fines de manejo (Bowen y Avise 1996; McClenachan et al. 2006). 1 1 .2.2 Iniciativas de conservación en ámbitos nacionales e internacionales A pesar de que se ha avanzado mucho en la conservación de las tortugas marinas, persisten factores de presión que las mantienen catalogadas como especies amenazadas. Los de mayor importancia son: 1 ] la extracción directa (ahora ilegal en casi todos los países), particularmente cuando se relaciona con el tráfico internacional de pro- ductos y subproductos; 2] la captura y mortalidad inci- dental en pesquerías; 3] una prolongada y persistente ex- tracción de huevos y hembras en playas de anidación; 4] la destrucción, contaminación o degradación de sitios de alimentación, y 5] la transformación o destrucción de playas de anidación por desarrollos costeros (National Research Council 1990). Solo recientemente el calenta- miento global es un factor que recibe atención, aunque en el futuro puede afectar la proporción sexual de las crías ya que la temperatura define el sexo en estas especies, además de que acelera la pérdida de playas de anidación, destrucción de arrecifes de coral y otros daños severos a los hábitats marinos de las tortugas y a los procesos ocea- nográficos básicos de los cuales dependen (mtsg 2008). La evidente complejidad de estas especies requiere acciones sistemáticas, de largo plazo, unificadas y coor- dinadas entre los distintos actores (diferentes niveles de gobiernos nacionales, organizaciones y acuerdos multila- terales, académicos, ong, sociedad civil e iniciativa pri- vada) a lo largo del amplio espacio que abarcan las pobla- ciones. Pero también es necesario conocer la ubicación de los hábitats críticos de cada unidad demográfica para implementar monitoreos y protección a largo plazo. Las acciones también deben estar al amparo de una normati- vidad de protección al ambiente y las especies, acorde con las características y necesidades de las tortugas marinas, • Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas 463 con control eficaz y cumplimiento. Localmente se debe hacer conciencia acerca de la problemática de las espe- cies entre la sociedad civil e integrar a las comunidades con actividades relacionadas con las tortugas marinas en programas de protección, manejo e investigación. A México llegan seis de las siete especies de tortuga marina y todas se consideran especies en peligro en la NOM-059-SEMARNAT-2001 (Semarnat 2002), debido a que han sido sobreexplotadas y afectadas por los mis- mos factores en otras regiones de su distribución. En el transcurso de las últimas cuatro décadas, en México las tortugas marinas pasaron de ser un recurso abierto a la explotación industrial a especies en veda temporal y al final permanente como especies prioritarias en régimen de protección. Prácticamente en ese mismo lapso, las po- blaciones en el país se desplomaron y, después de una se- rie de acciones de conservación a lo largo de los últimos 30 años, se comienzan a ver señales de recuperación en algunas, aunque no en todas las especies. Las iniciativas de conservación se han centrado en los puntos mencio- nados antes, no siempre de manera sistemática, pero con especial énfasis en adecuaciones en el marco normativo y su aplicación, así como en acciones de protección a las especies directamente en sus playas de anidación, por parte de diferentes sectores. Entre las primeras acciones en materia normativa para enfrentar la crisis de las poblaciones se encuentran las ve- das parciales y temporales, como las de 1972 y 1973, para todas las especies; la prohibición de explotación de las especies, en particular aquellas en peligro de extinción, como las tortugas lora y carey a finales de esa década, y la eliminación de permisos para pesca de tortuga marina a principios de los ochenta. En 1986 se emitió el decreto que determinó que las 17 playas que entonces se consi- deraban las más críticas para la conservación de las es- pecies, fueran consideradas zonas de reserva y sitio de refugio para la conservación, repoblación, desarrollo y control de tortugas marinas (dof 1986), y 16 de esas pla- yas se consideraron santuarios en 2002 (Semarnat 2002a). Estas ahora son parte de las áreas naturales protegidas de la Conanp en la categoría de “Santuarios”. Como no es po- sible controlar las capturas ni revertir las bajas poblacio- nales, en 1990 se optó por declarar una veda permanente para la explotación y comercio de todas las especies de tortugas marinas, sus productos y subproductos (Secre- taría de Pesca 1990). Por otro lado, a raíz de que la pesca de arrastre camaronero representaba la principal amena- za para algunas de las especies cuyas áreas de alimenta- ción coinciden con las de esta actividad, como las tortu- 464 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio gas lora y caguama (véase el apartado 11.2.3), se decretó el uso obligatorio de dispositivos excluidores de tortugas (det) en los barcos camaroneros (Secretaría de Pesca 1993), con un decreto específico para el Pacífico (Semar- nap 1996). También se han presentado cambios en la le- gislación y se emitieron nuevas normas con apartados y consideraciones para especies como las tortugas mari- nas, en particular cambios en el Código Penal (Art. 420) que adiciona un capítulo de delitos ambientales. Para evi- tar lagunas en el control y cumplimiento de normativas en materia de conservación de las tortugas marinas, en 1993 se creó la Comisión Intersecretarial para la Protec- ción y Conservación de las Tortugas Marinas, junto con su Comité Nacional encargado de asesorar y promover iniciativas en el ámbito nacional. Desafortunadamente, esta comisión ha estado inactiva durante más de 10 años y continúa sin siquiera reunirse. El Programa de Conser- vación de la Vida Silvestre y Diversificación Productiva en el Sector Rural de 1997 contiene una estrategia de conservación y recuperación de especies prioritarias, in- cluidas las tortugas marinas. Estas se clasificaron como especies en peligro en la NOM-059-ECOL-1994, y con- tinuaron así en revisiones subsecuentes. Comúnmente, en los Decretos y Planes de Manejo de las Áreas Protegi- das en las que aparecen estas especies, se incluyen diver- sos apartados sobre su protección. La NOM-029 para la pesca de tiburón contiene importantes consideraciones para garantizar la protección y rescate de tortugas mari- nas afectadas por esta actividad (Sagarpa 2007). Lo ante- rior proporciona un contexto normativo básico que lega- liza la obligatoriedad de proteger a las tortugas marinas y sus hábitats en el territorio nacional. La principales acciones que se aplican en México para proteger a las tortugas marinas se han logrado mediante: 1 ] la identificación de las principales playas de anidación de las distintas especies y 2] el establecimiento de “cam- pamentos tortugueros” durante las épocas de anidación para monitorear y proteger tanto tortugas anidantes como nidadas. En la mayoría de las playas es necesario el patru- llaje para evitar el saqueo (que aún es frecuente) y, en la mayoría de los casos, los huevos se deben trasladar a si- tios protegidos para su incubación. Esta operación tam- bién es necesaria cuando las nidadas se encuentran en sitios expuestos a riesgos naturales de inundación. Asi- mismo, los campamentos se han convertido en una parte importante de los programas de difusión para promover el conocimiento de la problemática de conservación de las tortugas marinas entre los lugareños. Actualmente se tienen registrados alrededor de 200 campamentos en am- bos litorales del país que atienden los principales sitios de anidación de todas las especies. Los programas que fi- nancian y proporcionan recursos humanos a estos pro- gramas provienen de diversos sectores: gubernamental (ahora a cargo de la administración de la Conanp), aso- ciaciones civiles, iniciativa privada (principalmente ho- teles), gobiernos locales, asociaciones comunales y uni- versidades. En el ámbito internacional, México se ha comprome- tido mediante diversos instrumentos legales de impor- tancia a la conservación de las tortugas marinas, de los cuales aquí se incluyen solo los más relevantes y que se aplican en nuestra región. Uno de estos es la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenaza- das de Fauna y Flora Silvestres (Cites), a la que se adhirió México en 1992 y en la que todas las especies de tortugas marinas quedan incluidas en el Apéndice I, especies para las que se prohíbe su comercio internacional. México ges- tionó desde 1994, y posteriormente en 2001 ratificó, su adhesión a la Convención Interamericana para la Con- servación y Protección de las Tortugas Marinas, que pro- mueve entre los países del continente americano la pro- tección, conservación y recuperación de las poblaciones de tortugas marinas y de los hábitats de los cuales depen- den, sobre la base de los datos más fidedignos disponibles y considerando las características ambientales, socioeco- nómicas y culturales de los firmantes. Otras iniciativas de investigación, de asesoría y foros de intercambio científico nacionales e internacionales in- cluyen los programas de investigación y conservación en el ámbito nacional operados por organismos guberna- mentales: el del Instituto Nacional de Pesca creado en 1964 y en operación hasta la transferencia del programa a la Dirección General de Vida Silvestre y posteriormen- te a la Conanp; el de la entonces Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología (Sedue) en los noventa; un convenio de colaboración suscrito en 2003 entre Michoacán, Gue- rrero y Oaxaca para elaborar y establecer medidas con- juntas para la recuperación de la tortuga laúd del Pacífico oriental y de sus hábitats, hasta el Programa para la Re- cuperación de Especies Prioritarias, enfocado a las tortu- gas marinas. También existen programas específicos de colaboración binacional, como el que se lleva a cabo con Estados Unidos para la conservación e investigación de la tortuga lora (desde 1978) y la tortuga laúd (desde el año 1996) (véase el apartado 11.2.3). De manera general, las acciones de conservación reali- zadas en México han logrado avances importantes, como se demuestra en los análisis de las tendencias de las espe- 11 cies en la siguiente sección. Sin embargo, se debe recono- cer que aún persisten prácticas arraigadas de explotación. Una novedosa iniciativa de conservación estrechamen- te ligada con la participación de comunidades de pesca- dores ha surtido efecto en la zona del noroeste, donde persiste la captura ilegal de tortugas en cantidades cerca- nas a 35 000 tortugas/año (Gardner y Nichols 2001). La organización denominada Grupo Tortuguero de las Ca- lifornias utiliza este animal como especie emblemática y sus tres componentes principales son: 1 ] construcción de una red de conservación entre los pescadores tradiciona- les; 2] investigación participativa para adquirir conoci- miento sobre la biología de las especies, y 3 ] uso de comu- nicación y educación estratégicas para promover una ética de conservación del ambiente marino en general (Delga- do y Nichols 2005). Con tal metodología este proyecto ha logrado avances significativos que deberán ser emulados en otras regiones del país, no solo para fomentar la reduc- ción en la explotación de las tortugas marinas, sino tam- bién para acumular información sobre parámetros bási- cos de las poblaciones en hábitats de alimentación que no se habría logrado de otra forma. 1 1 .2.3 Estado de conservación de las especies en México La forma ideal para obtener evaluaciones confiables del estado de las especies requiere información extensa so- bre el tamaño, estructura y cambios en el número de in- dividuos a lo largo del tiempo. Para el caso de tortugas marinas no se cuenta con esa información, sobre todo por su amplia distribución geográfica, la alta movilidad mi- gratoria de los animales y porque la presencia de diferen- tes estadios de las especies es discontinua. Aun así, se han intentado aproximaciones comparando el tamaño de las poblaciones en el pasado cercano por medio de los regis- tros de capturas y, más reciente todavía, a partir de cen- sos del número de nidos que se obtienen en los progra- mas de conservación. En México se cuenta con algunas de las series de tiempo más prolongadas sobre este pará- metro en el mundo y con ellas se pueden calcular cam- bios confiables en el tamaño de las poblaciones, siempre y cuando los trabajos se realicen en periodos de una o más décadas y la cobertura sea más o menos constante. La relación entre estas mediciones y el tamaño absoluto de la población a partir de estos valores es complicado porque: a] con frecuencia los censos no representan to- dos los nidos puestos, solamente los que se protegen; b] cada hembra anida varias veces durante la temporada • Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas 465 de reproducción; c] los ciclos de anidación de las hem- bras típicamente son multianuales y en ocasiones varían, y d] no se obtiene información demográfica sobre los es- tadios de inmaduros, machos adultos y las hembras re- productivamente inactivas. No obstante, el empleo de los censos de nidos como índice de abundancia relativa es el método más utilizado para estimar tendencias poblado- nales y con ello deducir la condición de las especies. El número de nidos depositado anualmente, de todas mane- ras, puede relacionarse con el número de hembras que están anidando si se divide el número promedio de nidos, un dato conocido para cada especie. Tortuga golfina La tortuga golfina, Lepidochelys olivácea, es la especie más abundante y con más sitios de anidación sincrónica y masiva en las llamadas “arribadas”. México contiene más poblaciones de esta especie que cualquier otro país y algunas de las arribadas más numerosas. De acuerdo con datos extraoficiales, entre 1965 y 1975 en México se extrajeron entre 75 000 y 100 000 tortugas al año (Eckert 1993), o entre 1.5 y 2 millones de tortugas en dicho perio- do (Briseño-Dueñas 1998), principalmente reproducto- ras de golfinas. Esto causó la casi total desaparición de las dos colonias que efectuaban arribadas en Jalisco y Gue- rrero (Márquez 1976). Teniendo en cuenta que las migra- ciones de golfinas mexicanas alcanzan aguas de Ecuador, la captura allá fue de 100 000 a 148 000 individuos por año durante la década de 1970 (Green y Ortiz-Crespo 1982), lo cual también debió afectar a las poblaciones de Méxi- co. Al mismo tiempo se desarrolló la explotación y comer- cio a gran escala del huevo de tortuga golfina a lo largo de todo el litoral. A principios de los años ochenta, en Ecuador se prohi- bió la explotación de las tortugas marinas, y por ese en- tonces en México se aplicaron diversas medidas: 1 ] las normas y mecanismos de inspección y vigilancia dirigidos a proteger las especies de tortugas marinas y sus hábi- tats de reproducción, sobre todo la veda total de 1990 (Se- cretaría de Pesca 1990) y el decreto de Zonas de Reserva (dof 1986) que abarca 13 de las playas de anidación de la golfina; 2] el establecimiento del uso obligatorio de dis- positivos excluidores de tortugas (det) en el Pacífico en 1996; 3] la instalación de campamentos de conservación e investigación de las especies en playas de anidación, y 4] los programas nacionales para la conservación e inves- tigación de tortugas marinas. En la actualidad las poblaciones de golfina muestran 466 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio sólidas señales de una recuperación incipiente, con ten- dencias poblacionales estables o incrementos consisten- tes, medidos de acuerdo con el número de nidos por tem- porada en las playas de anidación (Márquez et al. 1998). No obstante la severa explotación que se dio durante los sesenta, en la población que anida en Escobilla, Oaxaca, se observó una recuperación en el número de nidos de menos de 60 000 nidos/año en 1988, a más de un millón de nidos/año en 2000 (Peñaflores-Salazar etal. 2001; véa- se Fig. 11.1a y b), es decir, se regularizaron las arribadas masivas (Peñaflores-Salazar et al. 2001; Márquez et al. 1998). Con estas dimensiones, la población de Escobilla se convierte en una de las colonias de golfinas más gran- des del mundo. Es incuestionable que el estado de conservación de la tortuga golfina ha mejorado. Sin embargo, de las cuatro colonias de arribada, tres de ellas (Tlalcoyunque, Mis- maloya y Chacahua; figura 11.1a) nunca recuperaron los niveles poblacionales históricos, y para colonias de ani- daciones de baja densidad se puede inferir de manera pre- liminar que eran bastante más grandes de lo que ahora se reporta (Fig. 11.1b). Estas son señales de que la condición de la especie en general ha mejorado sustancialmente, mismas que se re- flejan en diversas colonias de arribada en el Pacífico orien- tal, lo cual permitió una reclasificación reciente en la lista roja de la uicn de la categoría de amenazada en 1996 a vulnerable en todo el mundo (Abreu-Grobois y Plotkin 2007). Evidentemente está fuera de peligro inminente de extinción pero su eliminación de las listas de especies en riesgo aún es prematura, pues su condición de incipiente recuperación requiere mantener las actuales medidas de protección. Tortuga lora La tortuga lora ( L . kempii) tiene una distribución reduci- da y es probable que sea la que ha sufrido una de las dis- minuciones poblacionales más dramáticas observadas en cualquier animal. Hasta la década de 1940 esta tortuga era abundante en el Golfo de México. Sin embargo, una prolongada extracción en playa de más de 90% de los hue- vos (Hildebrand 1963; 1981; Márquez 1994), la matanza en playas de anidación y la captura incidental en hábitats marinos por embarcaciones de pesca en aguas tanto na- cionales como de Estados Unidos (Márquez 1976) a fi- nales de los años cuarenta y principios de los cincuenta (usf ws-nmfs 1992) diezmaron la población antes de que se integraran los programas de protección en playa ini- ciados en 1966. Actualmente la pesca incidental es la prin- cipal fuente de mortalidad (Shaver 1995), la cual se estima entre 500 y 5 000 tortugas lora al año en décadas pasadas (National Research Council 1990). El número de hembras anidadoras decreció a menos de 750, más de 98%, entre 1940 y 1990 (usfws-nmfs 1992). Las medidas de pro- tección para la especie comenzaron en 1966 con el esta- blecimiento de un campamento para la conservación en la Playa Rancho Nuevo. En 1973 se publicó el decreto de veda total de explotación de la tortuga lora y en 1977 se declararon 17.5 km de playa como zona de reserva natu- ral en Rancho Nuevo, Tamaulipas, para posteriormente incorporarla al decreto de zonas de reserva y sitio de re- fugio (dof 1986), que además de proteger el hábitat de anidación prohibió la aproximación de barcos arrastre- ros a menos de cuatro millas marinas frente a la playa, lo que redujo considerablemente la captura de reproducto- res durante la temporada de desove. A partir de 1978 se estableció un programa binacional entre el U.S. Fish and Wildlife Service (usf ws) y el Instituto Nacional de Pesca al principio, y ahora con la Conanp, para incrementar la cobertura y extensión geográfica de conservación. Parale- lamente, en Estados Unidos se criaron en condiciones ar- tificiales neonatos de tortuga lora provenientes de Ran- cho Nuevo, para después liberarlos en el medio natural, y se transfirieron crías y huevos de Rancho Nuevo para ser “improntados” en playas de Padre Island, Texas, con la intención de reiniciar una antigua colonia de la especie en ese lugar. Sin embargo, una de las iniciativas más efec- tivas ha sido la implementación de los det. Aun con estas acciones de conservación, la población continuó disminuyendo hasta llegar al número mínimo de anidaciones entre 1985 yl987. Entonces se estabilizó la población y empezó a aumentar (Fig. 11.2). Se supone que los incrementos se debieron a una combinación de: a] protección en playa de huevos y hembras desde 1966; b] prohibiciones de captura de esta especie en ambos países; c] exclusión de arrastres camaroneros frente a la playa durante la época de anidación a partir del decreto de zona de refugio ( dof 1986); d] incrementos en la co- bertura de protección para las playas de anidación a más de 120 km solo en Tamaulipas, y e] identificación de la pesca por arrastre como la mayor amenaza y uso obliga- torio de det en la flota camaronera de Estados Unidos a partir de 1992 y en la mexicana del Golfo de México des- de 1994. Además de los incrementos continuos en todas las playas de anidación de la especie en Tamaulipas (Fig. 11.2) posteriores a 1990, también se regularizaron las arri- badas (Márquez etal. 1998) y aumentaron las anidaciones 11 • Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas 467 0 I | Captura en México Escobilla, Oax. Tlalcoyunque, Gro. Chacahua, Oax. Playón de Mismaloya, Jal. o ¡c 03 O Cl LO O TD ’c (D “O O CU E E El Verde, Sin. Mexiquillo, Mich. Maruata, Mich. La Gloria, Jal. Figura 11.1 Tendencias en series cronológicas prolongadas para poblaciones representativas de colonias de tortuga golfina. (a) Cuatro colonias de arribada (escala logarítmica): Playón de Mismaloya, Jal.; Piedra de Tlalcoyunque, Gro.; Escobilla y Chacahua, Oax. [Montoya (1967, 1969); Márquez et al. (1976); Casas-Andreu (1978); Villa-Guzmán (1980); Briseño-Dueñas y Abreu-Grobois (1994); Márquez et al. (1998); Peñaflores-Salazar et al. (2001); Aguilar-Reyes (2007)], comparando con los niveles de captura comercial para el periodo 1964-1990; las líneas punteadas indican valores históricos [Montoya (1969); Márquez et al. (1976); Casas-Andreu (1978); Villa Guzmán (1980)] del número de hembras y se incluyen para una comparación cualitativa, (b) Cuatro colonias representativas de anidaciones de baja densidad (escala logarítmica): El Verde, Sin.; La Gloria, Jal.; Mexiquillo y Maruata, Mich. [Márquez et al. (1976, 1998); Peñaflores-Salazar et al. (2001); L. Estrada, dgvs, com. pers.; D. Ríos com. pers.; F. Silva-Bátiz y A. Trejo, udg, com. pers.]; las líneas punteadas indican valores históricos del número de hembras/año y se incluyen para una comparación cualitativa. 468 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Equivalente en nidos Inicio de campamento Meta equivalente de número de hembras de protección Establecimiento a 10000 hembras (dato histórico) en Rancho Nuevo de Zona de Refugio det por año Figura 11.2 Tendencias en la anidación de la tortuga lora en Rancho Nuevo, Tams. [datos de usfws-nmfs (1992); Márquez (2001), y Semarnat/DGvs com. pers.], con anotaciones de eventos significativos para la conservación de la especie. La flecha punteada indica proyecciones de modelos poblacionales (Turtle Expert Working Group 2000 y S. Heppell com. pers.). El número de 10 000 hembras anidantes/año ha sido adoptado como una de las metas en el Plan de Recuperación de la Tortuga Lora (usfws-nmfs 1992) que ahora suscriben México y Estados Unidos. en playas secundarias de la especie en los estados de Ta- maulipas, Veracruz y Campeche, así como en la costa de Texas. Según el modelo de crecimiento poblacional de la tortuga lora, y suponiendo que se mantienen las medidas de protección, podría continuar la actual tasa de creci- miento poblacional de 16% anual (Heppell et al. 2005 y com. pers.) y alcanzar una de las principales metas del plan de recuperación (usfws-nmfs 1992): 10 000 hem- bras anidantes al año (figura 11.2). Esto equivale a unos 27 000 nidos/año y se podría lograr alrededor el año 2015 (Turtle Expert Working Group 2000). Si se consigue esto junto con los demás objetivos del plan (lo cual parece fac- tible), permitiría por primera vez la transferencia de una especie de tortuga marina de la categoría críticamente amenazada a amenazada, fruto de los esfuerzos de con- servación binacionales prolongados a lo largo de más de cuatro décadas. Tortuga caguama La población de caguama, Caretta caretta, que anida en la costa oriental de México es solo una de cinco unidades demográficas en el Atlántico identificadas por su cons- titución genética (Encalada etal. 1998). Anida principal- mente en playas de Quintana Roo y la isla de Cozumel; a mediados de la década de los noventa alcanzó entre 1 500 y 2 300 anidaciones por año (Zurita et al. 1993) y proba- blemente poco más de 2 500 anidaciones en esta costa alrededor del pico de abundancia observado en 1995. En la actualidad son escasas en Veracruz (menos de cinco al año; R. Bravo, com.pers.) y en años recientes no se ha registrado ninguna en Campeche y Yucatán (V. Guzmán, E. Cuevas, com. pers.), donde las anidaciones son carac- terísticamente escasas. En total, la población de México se considera de importancia “intermedia” en la región Atlántico-Caribe: entre 1 000 y 5 000 anidaciones/año, es decir, de 3 a 5 por ciento de las anidaciones de la pobla- ción más abundante del Atlántico que desova en el sur de Florida (entre 49 000 y 83 000 nidos/año; Ehrhart et al. 2003). Además de la prolongada extracción de huevos, esta especie fue objeto de una explotación comercial has- ta la década de 1980 por su carne y aceites (Márquez et al. 1976). Es imposible conocer la abundancia histórica de la especie. Sin embargo, en el ámbito nacional se registraron extracciones de 10 y hasta 200 toneladas/año en el perio- do 1961-1973 (Márquez 1976), con valores máximos en el lapso de 1961 a 1964 y un promedio de unas 40 tone- ladas/año equivalentes a más de 500 individuos adultos/ 11 • año. Para 1981, cuando se eliminaron los permisos de pes- ca en el Golfo y Caribe, ya se habían desplomado las po- blaciones por sobreexplotación (Zurita et al. 1992). La declaración e implementación de la Veda Permanente para Tortugas Marinas de 1990 (Secretaría de Pesca 1990) finalmente eliminó la pesca comercial como principal fuente de mortalidad en el país. No obstante, la captura incidental en la pesca por arrastre representa una fuente significativa de muerte. En esta, 89% de las tortugas atra- padas son caguamas (Márquez 2004). Antes del uso obliga- torio de det, por estas actividades se estimó una morta- lidad de entre 5 000 y 50 000 caguamas al año, solamente en Estados Unidos (National Research Council 1990). Los det se implementaron de manera regular en la flota camaronera de Estados Unidos en 1992 y en 1993 en la de México. Si bien nunca se ha podido demostrar cuánto daño han causado las pesquerías de Estados Unidos sobre las po- blaciones mexicanas, los análisis de composición genéti- ca para agregaciones de caguama a lo largo de las costas estadounidenses en el Golfo de México y estados del SE indican una contribución de 6 a 9 por ciento (Bass et al. 2004), lo que parece sugerir que las pesquerías de Esta- dos Unidos han afectado a las poblaciones mexicanas. Esto hace suponer que las abundancias registradas a par- tir de 1987 en Quintana Roo deben ser remanentes de una población fuertemente colapsada en años anteriores, aun- que aún falta evidencia científica sólida para demostrarlo. Actualmente, diferentes sectores participan en acciones Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas 469 de protección a la tortuga caguama en Quintana Roo. Por medio de campamentos de conservación en 62 playas de anidación del estado (Maldonado 2005), se cubre casi la totalidad de los sitios de reproducción, transfiriendo las nidadas a zonas protegidas para su incubación. Sin embargo, aún persiste la captura accidental en pesca (anzuelos y redes), así como la pérdida o transformación de los hábitats de anidación por desarrollos turísticos. Es posible que se hayan logrado incrementos importantes en la abundancia de la especie (Zurita etal. 2003; Fig. 11.3), pero en el periodo 2001-2005 se han observado disminu- ciones (Arenas-Martínez 2005; Fig. 11.3) posiblemente relacionadas con la captura incidental de tortugas de Flo- rida por palangres del Atlántico oriental (Witherington et al. 2009). Si este daño se comprueba, se haría extensi- ble a la población de Quintana Roo, pues estudios gené- ticos en las Azores y Madeira indican una presencia de 10% de estas poblaciones (Bolten etal. 1998). Aún es pre- maturo determinar si las tendencias negativas de la ca- guama continúan, pero quienes están a cargo de los pro- gramas de conservación están atentos a esta posibilidad. Los desarrollos en playas de la costa de Quintana Roo constituyen amenazas que pueden afectar su éxito repro- ductivo. Una buena conservación de la especie requerirá un conjunto de medidas para mantener la calidad del há- bitat de reproducción en las playas de anidación, así como acciones y medidas para reducir la mortalidad du- rante las etapas juveniles en hábitats pelágicos de aguas internacionales y de otros países. Sin ambas acciones, los Figura 11.3 Tendencias positivas en las anidaciones anuales de la población de caguama, de acuerdo con el monitoreo en siete playas índice en la costa central de Quintana Roo, 1986-2001 (Zurita et al. 2003). Las disminuciones registradas en los últimos cuatro años (línea punteada; Herrera 2005) podrían estar ligadas a impactos en hábitats fuera de México. 470 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio resultados de los proyectos en el país podrían verse debi- litados o neutralizados. En la costa occidental, la especie permanece en aguas de la Península de Baja California solamente durante una fase de alimentación y desarrollo de juveniles, previo a la maduración sexual. El origen de estas caguamas, y los há- bitats a donde regresan después de su estancia en aguas mexicanas, son las playas de anidación del Japón (Bowen et al. 1995). No solo esta población de caguama está drásticamente reducida y en declinación (Kamezaki etal. 2003), también en la pesquería del Puerto Adolfo López Mateos, BCS, ocurre una mortalidad por pesca inciden- tal en redes agalleras (particularmente para lenguado) estimada en alrededor de 1800 tortugas caguamas/año (Peckham et al. 2007), lo que constituye un evidente fac- tor de riesgo significativo y obstaculiza cualquier recupe- ración. En la región ya existen iniciativas para reducir la pesca incidental por medio de campañas de concientiza- ción, modificaciones en las redes y cierre de la pesca en tiempos y áreas críticas (Ib id). No obstante, los efectos en México se suman a la modificación de hábitats de ani- dación en el Japón y a la mortalidad por pesca incidental en otras etapas de su ciclo de vida (Kamezaki et al. 2003). Tortuga verde o blanca (Atlántico) y prieta (Pacífico) Atlántico La tortuga verde o tortuga blanca, Chelonia mydas, anida en playas del Atlántico mexicano desde Tamaulipas hasta Quintana Roo, pero las mayores concentraciones ocurren en las costas de Quintana Roo y Yucatán. Recientemente, el total de anidaciones anuales de la especie en el país rebasó 8 500 nidos (equivalente a 2 800 hembras anidan- tes/año), esta cifra se obtuvo con base en la suma de los nidos protegidos en el año 2005 en Veracruz (R. Bravo, com. pers.), Campeche (V. Guzmán, com. pers.), Yucatán (E. Cuevas, com. pers.) y Quintana Roo (A. Arenas, com. pers.), lo cual indica que la población mexicana es la terce- ra en abundancia en todo el Atlántico, después de Costa Rica (104000 nidos/año; Tróeng y Rankin 2005) e Isla Ascensión (entre 33 000 y 45 000 nidos/año; Broderick et al. 2006). Estudios con marcadores genéticos sobre las colonias mexicanas han detectado cuatro unidades de manejo (stocks) que anidan en el Golfo de México (Ta- maulipas-Veracruz, Campeche-Yucatán, Cayo Arcas e Isla Alacranes (Millán-Aguilar 2008) y una en Quintana Roo (Pérez-Ríos 2008). Esta especie sufrió una explotación severa aun antes de 1960 por ribereños que la utilizaron para consumo de subsistencia, venta local y de exportación. Los registros oficiales de capturas comerciales (probablemente muy por debajo de los reales, A. Abreu, obs. pers.) reflejan los ni- veles de presión por pesca en México a partir de finales de la segunda guerra mundial: entre 60 y 500 toneladas de tortuga verde/año extraídas en el periodo 1948-1960 (promedio de 225 ton/año o alrededor de 1 450 tortugas/ año), 130 ton/año en 1961-1973 (aproximadamente 840 tortugas/año) y 49 ton/año (cerca de 315 tortugas/año) desde 1974 hasta el retiro de permisos para captura en 1981 (Márquez 1976, 2004). La captura histórica en otros países también debió afectar a las poblaciones de México, considerando que se han encontrado evidencias de su mi- gración por lo menos hacia Cuba (Moneada et al. 2006), Bahamas (Lahanas etal. 1998), Barbados (Luke etal. 2004) y ambas costas de Florida (Bass y Witzell 2000; Kinzel 2001). A mediados de la década de 1970 se pusieron en marcha programas de vedas nacionales (1972-1973) y controles de permisos, y en 1978 se incluyó esta especie en la Ley de Especies en Peligro de Estados Unidos para disminuir la presión. En 1986 se decretaron como zonas de reserva y sitios de refugio para la protección de las di- versas especies de tortuga marina muchos lugares de ani- dación. Por último, la Veda Permanente de 1990 (Secre- taría de Pesca 1990), la puesta en operación de programas adicionales de conservación por diversos sectores del go- bierno (originalmente el inp y después la Sedesol, la Se- marnat y ahora la Conanp) y las acciones de muchos sec- tores de la población han permitido la conservación en las principales playas de anidación de la tortuga verde. La captura incidental de esta especie es mucho menor que para otras tortugas (Johnson etal. 1999; Márquez 2004). Aunque en menor grado que en décadas pasadas, la ex- tracción furtiva y colecta ilegal de huevos continúa, así como la pérdida de hábitat por desarrollos costeros, par- ticularmente en las costas de Quintana Roo. A pesar del aprovechamiento ilegal, y quizá como re- sultado de las medidas tomadas en México desde fines de los años setenta, la instrumentación de disposiciones si- milares en otros países y la aplicación de acuerdos inter- nacionales que prohíben el comercio de especies en peli- gro (por ejemplo, Cites), las tendencias en anidaciones registradas en México han aumentado sensiblemente (fi- gura 11.4a). También se registran crecimientos para 75% de las poblaciones del Atlántico (Broderick et al. 2006). Este marcado incremento poblacional contrasta con el de la mayoría de las otras tortugas marinas, y sugiere que, en 11 • Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas 471 Totales — Exponenciales E Figura 11.4 (a) Incrementos consistentes en las anidaciones anuales de la tortuga verde registradas por los programas de conservación en Campeche (Guzmán-Hernández, com. pers. y 2006), Yucatán (E. Cuevas/Pronatura Península de Yucatán, A.C., com. pers.) y Quintana Roo (A.Arenas/Flora, Fauna y Cultura de México, A.C., com. pers.). (b) Anidación de la tortuga verde en la playa de Colola, Mich. La línea punteada indica estimaciones de nidos por año a partir de datos históricos de abundancia publicados en Cliffton etal. (1982). gran medida, se han podido controlar las principales ame- nazas para esta especie, lo que le confiere buenos pros- pectos para su recuperación (Broderick et al. 2006). Pacífico La tortuga prieta, sobre la que hay controversia en cuan- to a si pertenece a la especie Chelonia mydas o es una especie distinta, C. agassizii (Pritchardy Mortimer 2000), concentra sus anidaciones en México en varias playas del estado de Michoacán, y de forma secundaria en las Islas Revillagigedo. La abundancia actual de sus anidaciones es menor que la colonia de la misma tortuga que anida en las Islas Galápagos. El primer registro de explotación comercial de esta es- pecie se hizo en el siglo xix por barcos balleneros en Baja California, práctica que creció hasta alcanzar proporcio- nes industriales al ser exportada a Estados Unidos y Gran Bretaña. Posteriormente, la demanda constante de carne de tortuga prieta continuó en aumento en los estados del noroeste de México. En la década de 1950, los seris y otras comunidades costeras la pescaron de manera intensa, y para finales de los años sesenta la extracción estaba fuera de control por la alta demanda del mercado de pieles en 472 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio escalas industriales. La explotación en los sitios de anida- ción comenzó en la década de 1970, cuando se estable- cieron los poblados de Maruata y Colola, Michoacán, lo que desarrolló el tráfico de piel, huevos y carne. A princi- pios de esa misma década, se extraían aproximadamente 70 000 huevos por noche durante la temporada de ani- damiento en Colola, y entre 10 000 y 20 000 de la playa de Maruata, así como de 7 000 a 15 000 tortugas/año para uti- lizar su carne y su piel (Cliffton et al. 1982), lo que pro- vocó el colapso de la población hacia los primeros años de la década de 1980. La medida principal para proteger la especie fue por medio de campamentos tortugueros que han crecido de cinco, a principios de los ochenta en Michoacán, a 22 en la actualidad. Aunque no en todos se protege a la tortuga prieta, sí abarcan muchas playas en las que anida esta es- pecie. Desde 1980 se ha protegido la mayor parte (entre 85 y 95 por ciento) de los nidos de tortuga negra en las playas de Colola y Maruata, las cuales fueron posterior- mente decretadas reservas en 1986 y santuarios en 2002 (Alvarado y Delgado 2005 ). La veda permanente de 1990 también ayudó al prohibir la captura y comercialización de tortugas y huevos. No obstante, persiste la captura de tortuga prieta en aguas de Baja California, con una mor- talidad estimada de 15 000 tortugas al año (Gardner y Nichols 2001). Utilizando los registros de anidación en la playa de Colola como índice y transformando los datos de abun- dancia antes de 1970 de Cliffton et al. (1982) se aprecia una disminución de por lo menos 90% en poco más de 10 años (1965-1978). Poco después de que comenzaran las medidas de protección se registró una reducción de en- tre 5 090 y 6407 nidos/año en 1981-1982 hasta 244-2 350 entre 1983 y 1999. Se han detectado incrementos en la anidación en el periodo 2001-2003, lo cual puede indicar el inicio de una etapa de recuperación. Sin embargo, si se comparan con los valores de los años sesenta (Fig. 11.4b), la recuperación aún está lejos de alcanzarse (Alvarado y Delgado 2005). Tortuga carey En todo el mundo las poblaciones de tortuga carey, Eret- mochelys imbricata, han disminuido en más de 90% en las últimas tres generaciones (Mortimer y Donnelly 2007). En el Caribe, 85% de las poblaciones de carey están dismi- nuyendo o se encuentran sumamente mermadas (Meylan 1999 a,b). La población de México es la más grande del Atlántico (Mortimer y Donnelly 2007) y, por lo menos hasta finales de los 1990, exhibía una tendencia hacia in- crementos poblacionales (Garduño-Andrade etal. 1999; Cites s.f.). Históricamente, la principal amenaza para esta especie ha sido la pesca dirigida. En México, entre 1954 y 1955 se extrajeron hasta 2.8 toneladas de caparazón (lo que equivale a 2 000 individuos al año; Márquez 1976), entre 1964 y 1971 un pico de 1.1 toneladas y un registro para 1973 de 4.87 toneladas, es decir, entre 3 000 y 5 000 individuos (Márquez 1976). Es probable que las capturas reales estuvieran alrededor de esta última cifra. Para me- diados de los setenta la población de carey en el Golfo de México había colapsado y se prohibió su explotación (Márquez 1976). No obstante, la captura furtiva a menor escala y la extracción de huevos continuaba. En 1977 se establecieron los primeros campamentos de protección para la especie en Isla Aguada. En 1979, la protección de playas de carey se extendió a 25 km, principalmente en Campeche, y en 1999 la cobertura de conservación alcan- zó 250 km en Campeche, Yucatán y Quintana Roo (Gar- duño-Andrade etal. 1999). Asimismo, las nuevas instan- cias gubernamentales, como la Sedue, la Semarnat y la Conanp, facilitaron el cumplimiento de las prohibiciones sobre la explotación de carey. Con la Veda Permanente de 1990 (Secretaría de Pesca 1990), la creación de acuer- dos intersecretariales, por medio de la Comisión Interse- cretarial para la Protección y Conservación de las Tortu- gas Marinas (Secretaría de Pesca 1993), y la configura- ción de la Profepa se sistematizó la inspección y vigilancia, lo que propició una disminución sensible en la venta de artículos de carey que proliferaba hasta los años noventa (Garduño etal. 2001). Cuando México se adhirió a la con- vención Cites en 1992, se prohibió la exportación de ma- terial de carey almacenado. De manera paralela creció la participación ciudadana en la protección de esta y otras especies en la Península de Yucatán, alcanzando a esta- blecer anualmente un total de 19 campamentos con una cobertura de 341 km de playa de anidación; participaron agencias gubernamentales, ong, instituciones académi- cas, iniciativa privada y gobiernos locales. Otra medida que benefició a los hábitats de reproducción de la tortuga carey fue que se incluyera en la red de áreas protegidas en la Península de Yucatán una buena parte de los cam- pamentos de protección de esta tortuga. A partir de 1990 y hasta 1999 los datos acerca de la Península de Yucatán (Garduño-Andrade etal. 1999; Cites s.f.) sugerían incre- mentos saludables que implicaban un éxito en los progra- mas de conservación. Como punto máximo de ese au- mento, en 1999 se estimaron 6 400 nidos protegidos, lo cual representaba 43% del total de nidos registrados para 11 • Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas toda la región del Gran Caribe (Abreu-Grobois etal. 2005). Sin embargo, el incremento paulatino hasta niveles ex- traordinarios de anidación se desplomó en los años subse- cuentes hasta alcanzar menos de 2 400 nidos en 2004, una disminución de 63% en apenas cinco años (Fig. 11.5). Este desplome se ha analizado (Abreu-Grobois etal. 2005) sin que se hayan podido identificar las causas de manera con- cluyente. La especie aún no está fuera de peligro y el mo- delo de conservación para tortugas marinas basado en protección de sitios de anidación, si bien es indispensable para salvaguardar la producción de crías (y las acciones de conservación se están realizando en más de 85% de las playas de anidación), no garantiza su supervivencia a me- nos que las fases marinas también se monitoreen y pro- tejan. Es un hecho que ha habido poca capacidad para conservar los hábitats críticos en el mar. Entre las posi- bles causas propuestas se encuentran: 1 ] captura dirigida o furtiva; 2] captura incidental; 3] destrucción, degrada- ción u obstaculización del hábitat de anidación; 4] afec- tación por actividades antropogénicas de hábitats de ali- mentación, lo que propicia menor fecundidad; 5] mo- vimientos sísmicos que causan mortalidad o inhiben la reproducción, y 6] capturas de poblaciones mexicanas en otros países (Abreu-Grobois et al. 2005; Cuevas et al. 2007). El descenso de la población en la Península de Yucatán es un fuerte indicador de que la especie aún no está fuera de peligro, pues todavía es suceptible a colap- sos en un tiempo corto que contrasta con el periodo de más de 30 años de actividades de conservación que fue- ron necesarias para lograr los niveles de abundancia visi- bles en los años noventa. Aunque en la costa del Pacífico las poblaciones de la especie nunca alcanzaron los tamaños de las del Atlánti- co, en relatos históricos se describe una gran abundancia y altos niveles de explotación durante los siglos xix y xx (Cliffton et al. 1982). La captura se hacía principalmente para aprovechar el caparazón y se concentró en La Paz y en Bahía Concepción, en Baja California Sur, y en el Ca- nal del Infiernillo en la costa de Sonora ( Ibid ), y aunque cada vez fue más escasa, la posibilidad de capturar de manera oportunista y almacenar para su venta posterior favoreció el arraigo de la práctica, a pesar de su prohibi- ción. En parte por lo escasa que es la tortuga carey en este litoral, nunca ha sido sujeta de un monitoreo sistemático en sus sitios de anidación que quizá predominen en zo- nas insulares, como las Islas Revillagigedo y las Tres Ma- rías (Márquez 1996), o en algunas playas de la zona con- tinental. Los pocos registros con que se cuenta provienen de campamentos de conservación en el masivo continen- tal, dedicados a otras especies y que de manera colateral Campeche (10 playas) Yucatán (Celestún y El Cuyo) Quintana Roo (Isla Holbox) 1.4 1.2 1.0 0.8 0.6 0.4 0.2 0 05 ~o 03 O Cl E o» o Cl LO O TD ’c cu "O LO _QJ O o cá 03 c 03 4— > c ‘=3 a >V c v05 4—» 03 U =5 >- Figura 1 1.5 Las extraordinarias cifras de anidación para la tortuga carey en playas de la Península de Yucatán se desplomaron en años subsecuentes al máximo observado en 1999, hasta alcanzar menos de 2 400 en 2004, una disminución de 63% en apenas cinco años. Nota: resultados de la Mesa de Tendencias-XIV Taller Regional de Programas de Investigación y Manejo de Tortugas Marinas en la Península de Yucatán, X'Caret, Quintana Roo, 8 a 10 de noviembre de 2006; Campeche: Guzmán-Hernández com. pers. y 2006; Yucatán y Quintana Roo: E. Cuevas/Pronatura Península de Yucatán, A.C., com. pers. 473 474 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio observan y protegen nidos de carey. Aun en estos, el nú- mero de nidos nunca supera de uno a tres por año (Bri- seño y Abreu-Grobois 1994), y en los últimos años se han registrado menos de tres en todo el litoral. Cabe la posibi- lidad de que las colonias en las islas estén en mejor estado. Dado que la información disponible indica la presencia de menos de cinco hembras reproductoras, la situación de esta población es extremadamente precaria. En com- binación con los vacíos en su conocimiento y la falta de seguimiento, esta tortuga se encuentra aún más vulnera- ble a las presiones tradicionales como la captura inciden- tal en pesca para otras especies y la captura furtiva. Su condición es crítica, por lo que el Grupo Especialista de Tortugas Marinas de la uicn (mtsg) considera que la tortuga carey de todo el Pacífico oriental constituye uno de los hot spots de conservación en todo el mundo. Tortuga laúd A causa de la dramática disminución a partir de los años ochenta observada en las poblaciones de tortuga laúd, Dermochelys coriácea, del Pacífico que hasta entonces eran consideradas las más grandes en el ámbito mundial, la especie fue clasificada en la Lista roja 2008 de la uicn (Sarti 2000) en la categoría de máximo riesgo: en peligro crítico. Debido a una falta de aprecio por la piel y la carne de la tortuga laúd, nunca se desarrolló una pesquería comer- cial en gran escala. Sin embargo, siempre existió una de- manda local de huevos y aceite de esta especie, lo que pro- pició el intenso saqueo de nidos en playa, que llegó a ser de hasta 100% (Sarti etal. 2002). Las principales playas de anidación de la laúd se localizaron en la costa del Pacífico en los años setenta (Márquez et al. 1976), y a principios de los ochenta se registraron unos 10 000 nidos/año en Tierra Colorada, Guerrero, 2 000 en Chacahua, Oaxaca, y entre 3 000 y 5 000 en Mexiquillo, Michoacán, por lo que se estima que la población en México era la mayor del mundo y representaba aproximadamente 65% de la cifra mundial (Pritchard, 1982). En 1972 se prohibió la captu- ra, posesión o consumo de carne o piel de tortuga laúd y a mediados de los ochenta se establecieron programas de conservación en los principales sitios de anidación, aunque para entonces las poblaciones estaban drástica- mente reducidas. La abundancia de poblaciones de laúd, no solo en México sino también en el resto del Pacífico oriental, continuó en declinación a lo largo de los ochenta y esta tendencia persiste en la actualidad. La declinación en la playa índice de Mexiquillo desde los años ochenta, cuando solamente se cuantificaban cuatro de los 18 kiló- metros de playa, hasta 1993 cuando se registraron menos de 100 (en toda la playa) indica una reducción de 95% en poco más de una década (Sarti 2004; Fig. 11.6) y una tasa de disminución de más de 22% por año (Sarti etal. 1996). Si se extrapola a la playa completa, se estiman unos 12 000 nidos en los ochenta e implicaría una reducción todavía más drástica pero más realista (Sarti et al. 1996). La si- tuación es crítica, toda vez que el número de hembras anidantes por año en playas del Pacífico mexicano no ha rebasado 400 en los últimos 20 años y una baja propor- ción de “remigrantes” por temporada (hembras que re- tornan a anidar; 22.4% en promedio) indican que persiste una alta mortalidad de los adultos en el ambiente pelági- co (Sarti et al. 2007). Diversas causas tienen que ver con el desplome de la población de tortuga laúd en el Pacífico mexicano. 1 ] El saqueo de huevos y el sacrificio de hem- bras en playas de anidación que, por el tamaño de su po- blación en el pasado, implicó un nulo reclutamiento de crías durante muchos años. En sitios sin protección esta práctica continúa. 2] Como poseen aletas delanteras ma- sivas se enredan o enganchan con facilidad y, por tanto, son particularmente susceptibles a la captura incidental en diversos artes de pesca (James 2001). Como las laúd que anidan en México tienden a migrar hacia el Pacífico suroriental, frente a Chile y Perú (Eckert y Sarti 1997), se han relacionado los fuertes incrementos pesqueros en aguas internacionales de esa región en las últimas déca- das con la declinación de la laúd. Se estima que los au- mentos en Chile en la pesquería del pez espada con pa- langre y redes agalleras en la década de 1980 contribuyó a la disminución de la población anidadora de México (Eckert y Sarti 1997) y que la laúd continúa siendo captu- rada en pesquerías artesanales de Perú (Alfaro-Shigueto et al. 2002). 3] Aunque en menor grado, la laúd también ha sido capturada por su carne para consumo familiar o para carnada durante la pesca del tiburón (Sarti 2004). Los programas de conservación que incluyen campa- ñas de concientización por medio de acciones propias y en combinación con comunidades locales y agencias es- tatales y federales logran proteger 80% de las anidaciones en las playas prioritarias (Sarti et al. 2007). En el ámbito internacional se promueven modificaciones en artes y operaciones de pesca para reducir la interacción con la tortuga laúd (por ejemplo, fao 2005), y por medio de tra- tados binacionales o multilaterales se impulsan progra- mas de monitoreo y desarrollo de tecnología para redu- cir la pesca incidental. No obstante las acciones, y a diferencia de otras espe- 11 • Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas 475 Mexiquillo, Mich. Tierra Colorada, Oax. Cahuitán, Oax. Chacahua, Oax. Barra de la Cruz, Oax. Figura 11.6 Anidación de la tortuga laúd en las principales playas de arribo en la costa del Pacífico. cíes de tortugas marinas en México protegidas durante un periodo similar, no se ha logrado revertir la declina- ción de la laúd en el Pacífico (Fig. 11.6). Este fracaso pro- bablemente refleja una mayor dificultad para identificar y luego mitigar o contrarrestar las amenazas puntuales para la especie, en particular porque estas ocurren prin- cipalmente en grandes extensiones marinas y en aguas (nacionales, internacionales o de otros países) con escasa o nula vigilancia. En las costas del Atlántico mexicano es muy escasa su presencia, por lo que no se conoce con certeza su estado. Sin embargo, se estima que persisten las amenazas por mo- dificaciones en las áreas de anidación y la interacción con pesquerías en aguas mexicanas es baja (Márquez 2004). 1 1 .2.4 Prioridades para el estudio y conservación de las tortugas marinas De lo anterior se desprende que se ha reunido un cono- cimiento suficiente sobre su historia de vida, y en parti- cular acerca de sus derroteros y hábitos migratorios, pues se han aplicado medidas correctivas que han revertido la declinación de algunos tipos de tortuga (golfina y lora en particular) pero no de todas las especies. Para aquellas en las que persiste una condición crítica es urgente llenar va- cíos en el conocimiento que permitan abordar los daños persistentes. Así, es prioritario investigar: ♦ Los patrones migratorios de reproductores de espe- cies en situación crítica (carey en ambas costas, laúd y caguama), para identificar y dimensionar los efectos de las principales amenazas que ocurren en el ámbito completo de su distribución. ♦ Al acumular información sobre los corredores migrato- rios será posible identificar los sitios de alimentación, para entonces enfocar una investigación multidiscipli- naria en esos sitios para, además de esclarecer los fac- tores de presión, realizar monitoreos de dinámica po- blacional en los stocks que allí convergen e identificar zonas que se deben declarar áreas naturales protegidas. ♦ La población de carey en el Pacífico en todos sus aspec- tos, pues su situación es más crítica que la que experi- mentó la tortuga lora en los ochenta o la laúd actual- mente, con consecuencias de endogamia e inhabilidad de los reproductores para encontrar parejas, o inclu- so, incrementos en las frecuencias de hibridación con otras especies. 11.3 Aves acuáticas migratorias Una de las características más notables de muchas aves acuáticas, sobre todo las aves playeras, los patos y los gan- sos, es que migran de sus zonas de reproducción en lati- tudes altas a zonas de estancia invernal en latitudes bajas. 476 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Por ejemplo, casi dos tercios de las especies playeras así lo hacen y en Norteamérica más de 20 millones de indi- viduos de estas aves migran cada año (Morrison 1984; Morrison y Myers 1989). Muchas especies viajan más de 20 000 km en un año, frecuentemente sobre océano abier- to. Algunas vuelan hasta 13 000 km sin descansar, son de las migraciones más espectaculares que existen. Ciertas especies migran a más de 6 000 m de altura sobre el nivel del mar y en otras los juveniles viajan sin la asistencia de adultos. En muchas especies de aves playeras hay diferen- cias intersexo en los patrones de migración (Myers 1983). La migración representa presiones muy fuertes sobre los individuos, y las aves acuáticas no están exentas de ellas. Deben obtener energía para llegar al siguiente sitio de alimentación, por lo que muchos individuos, cuando menos de aves playeras, aparentemente fallecen en el tra- yecto. La presencia de sitios de abastecimiento a lo largo de su ruta migratoria es de suma importancia, la cual va- ría dependiendo de las distancias de vuelo. En algunos de estos sitios los individuos parecen obtener suficiente ali- mento para apenas llegar a la siguiente parada (Larmer y Parent 1997). Los grupos de aves acuáticas migratorias típicas nece- sitan una gran cantidad de alimento en los sitios de abas- tecimiento y, en ocasiones, el número de aves que forra- jean en un área excede la capacidad de sustento, por lo que el recurso se puede “sobreexplotar”. Tradicionalmente las aves acuáticas se agrupan en ma- rinas, playeras, anseriformes, zancudas, de marisma, entre otras. Sin embargo, para fines de conservación se pueden clasificar de acuerdo con sus necesidades de hábitat du- rante la migración o su hábitat de destino, aunque dicha clasificación resulte en categorías no totalmente concre- tas: aves de mar abierto, de costas expuestas, de lagunas costeras, de zonas intermareales, de marisma y especies de aguas interiores. Además están las especies que se re- producen en México y pasan el invierno más al sur. Cada uno de los grupos de aves en estos hábitats tiene requerimientos propios e, incluso, dentro de cada hábitat se encuentran subgrupos. En el caso de las aves marinas, los factores que condicionan sus movimientos durante la época no reproductiva se encuentran en mar abierto y, en buena medida, fuera de nuestro control. Las especies que utilizan cuerpos de agua o marismas dependen de las condiciones ambientales de una manera más o menos es- tática; es decir, no enfrentan fluctuaciones constantes en su capacidad de utilización del hábitat (salvo algunas aves de marisma que con marea baja forrajean en planicies lo- dosas intermareales contiguas a la marisma). En contraste, la mayoría de las aves playeras están su- jetas a cambios continuos, dado que forrajean en una fran- ja angosta de hábitat que está disponible solo una parte del tiempo y cuya extensión varía a lo largo de los ciclos de marea. A continuación se analiza este grupo y se ofrece un panorama de la diversidad de factores que pueden es- tar relacionados con el diseño de mecanismos apropia- dos de conservación. Los factores que afectan a las especies playeras de ma- nera más importante durante su migración se relacionan con el alimento, ya sea por su abundancia o por la dispo- nibilidad y facilidad de captura. La distribución local de las aves playeras está en función de la densidad del alimen- to (Hockey et al. 1992), lo que a su vez resulta en buena medida del sustrato. Sustratos lodosos contienen mucha más infauna que los arenosos. Esta seguramente es una de las razones por las que el delta del Río Colorado y las la- gunas costeras de Sinaloa, pero no así las bahías areno- sas del noreste del Golfo de California, soportan números muy altos de aves playeras durante la migración o el invier- no (Harrington 1993). Esto también puede explicar en parte por qué en Sinaloa se les encuentra en la orilla este de las lagunas, pero no en la oeste (Harrington, 1994). Es posible que la dureza del sustrato afecte la eficiencia de forrajeo de las aves playeras de dos formas: por un lado, disminuye su capacidad de penetrarlo para alimen- tarse; por la otra, afecta el costo energético del desplaza- miento. Por ejemplo, cuesta más trabajo correr sobre lodo fino que sobre arena. A su vez, la dureza del sustrato qui- zá tenga que ver con la temperatura ambiental. Las mareas son uno de los factores más importantes en la ecología de los playeros (Maimone-Celorio y Mellink 2003). Un patrón típico es el de aves que entran a forra- jear cuando la marea está bajando y la zona de mayor ali- mentación es la adyacente a la línea de marea. Cuando un área se encuentra en la fase alta de una marea viva, los pla- yeros descansan o se alimentan en hábitats alternos (ma- risma muy alta, campos agrícolas, instalaciones acuíco- las, estanques de evaporación de salinas, etc.), de manera que la marea puede afectar indirectamente la presencia de estas aves en sitios fuera de la costa. Las razones de este patrón se deben a que con mareas muy altas no hay áreas de alimentación disponibles, y muchos invertebra- dos bénticos se encuentran únicamente, o en sus mayores densidades, por debajo del nivel medio de marea, por lo que están disponibles para las aves solo en la bajamar de las mareas vivas. Muchos invertebrados bentónicos son más activos cuando va bajando la marea que a otras horas. Muchas aves playeras ubican presas por medio de las 11 deyecciones de estas en la playa. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo desde que baja el nivel del agua, la playa se llena tanto de deyecciones que las aves pueden no discernir entre las frescas (cuando el poliqueto está accesible) y las más viejas. Cuando la marea está semi- muerta, posiblemente no limpie bien la playa de deyec- ciones de la exposición anterior, con lo que disminuye la efectividad de las aves para detectar las nuevas. Además de desempeñar la función de limpiar la playa de deyecciones anteriores, el oleaje puede afectar la capa- cidad para alimentarse de las aves playeras en tres mane- ras. En zonas con oleaje intenso, la infauna está más pro- funda, o mejor sujeta a las rocas o en fisuras, con lo que se dificulta el forrajeo. Con un oleaje más severo las aves necesitan correr más, si es que se alimentan en la línea del agua, ya que esta se mueve mucho más. Por otra par- te, las aves que se alimentan en el agua se ven afectadas por el oleaje intenso pues este levanta arena y enturbia el agua, lo que complica la refracción de la luz en la super- ficie del agua. En estos casos, las aves deben cambiar su mecanismo de forrajeo de visual a táctil. Para las aves que detectan a sus presas por sonido, un oleaje con mayor fuerza puede hacerlo más difícil. Aunque a las aves no les daña la salinidad de manera directa, algunas muestran correlaciones con ella debido a que la salinidad afecta a sus presas. La hora del día también tiene que ver con la capacidad de forrajeo, ya que algunos poliquetos intermareales y ma- rinos son más activos de noche y algunos playeros pue- den obtener de ellos más alimento durante ese lapso que en el día. Sin embargo, la efectividad del forrajeo visual se reduce en la noche. Como resultado, muchas especies de aves playeras que forrajean con métodos visuales redu- cen sus cantidades en la noche y forrajean por periodos más cortos, otros hacen corridas más cortas y algunos lo suspenden completamente. Algunas especies cambian su táctica de forrajeo de visual a sondeo cuando se alimen- tan de noche, lo que, sin embargo, puede implicar una disminución de su efectividad (Rojas et al. 1999). Es co- mún que la alimentación nocturna resulte en una menor ganancia energética. Sin embargo, algunas especies que forrajean por métodos visuales en la noche parecen tener capacidad de visión nocturna superior a las especies que forrajean con métodos táctiles, o aquellas que cambian de formas visuales a táctiles en la noche. Como el fotope- riodo se reduce a medida que el año se acerca al solsticio de invierno, el forrajeo nocturno se vuelve más útil (Goss- Custard et al. 1977). Hay especies que en el verano forra- jean solo de día, pero en otoño e invierno lo hacen tam- • Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas 477 bién de noche, lo que sugiere que los días son demasiado cortos para satisfacer sus demandas nutricionales. Como consecuencia de los efectos del nivel de marea y las limitaciones en el forrajeo nocturno, el mayor obs- táculo para las aves playeras que forrajean en el Ínter ma- real son los días en que la fase alta de una marea viva ocu- rre a mediodía. Un factor que pocas veces se considera cuando se ana- liza la ecología de las aves playeras durante su migración o invernada es el efecto de los factores meteorológicos. La suma de estos puede causar un incremento en la mor- talidad de hasta 10 veces en años muy severos, en com- paración con años benignos. Ciertos eventos climáticos, por ejemplo las tormentas, tienen un efecto mayor al de la mera suma de los factores involucrados. En condiciones muy severas puede causar la muerte de muchos playeros. Aunque se ha documentado el efecto de temperaturas ba- jas en latitudes más altas, no se conocen los efectos de la temperatura sobre los playeros migratorios en las condi- ciones de México. Las disminuciones en la temperatura, por debajo de un límite, hacen que muchos organismos que viven en la are- na o en el lodo se entierren más profundamente, o sean menos activos (Pienkowski 1983). Esto podría no ser un problema en los humedales mexicanos porque las tem- peraturas no son tan bajas (en comparación con Europa). Cuando la temperatura disminuye los poliquetos reducen su actividad y salen menos a defecar, alimentarse o irrigar la madriguera (Goss-Custard 1984), que es cuando las aves playeras las pueden obtener o detectar. Aunque en prin- cipio esto afecta más a las aves de pico corto, que usan más la vista, que a las sondeadoras que pueden comer sin guías visuales (como las deyecciones), los sondeadores también resultan afectados cuando baja la temperatura, pues las presas son, con frecuencia, menos activas. Un último efecto de las bajas temperaturas es que por debajo de una zona termoneutral, donde el ave es capaz de ajus- tar las plumas para mantener su temperatura, se requiere más energía para mantener la temperatura corporal. Esto se ha estudiado en aves terrestres, pero se desconocen la temperatura crítica y la tasa de incremento del metabo- lismo basal conforme baja la temperatura en playeros. Por otra parte, con temperaturas elevadas los organis- mos del bentos pueden enterrarse más o cerrar sus valvas más pronto para evitar la desecación. En el caso de zonas rocosas, es posible que los invertebrados busquen un re- fugio más profundo en el agua o debajo de rocas cuando sube la temperatura. Otro factor que afecta a los playeros es el viento (Evans 478 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio 1976). Cuando la marea está baja el viento aumenta la de- secación del sustrato (especialmente cuando es arena), lo que hace que los poliquetos reduzcan su actividad más rápido después de retirarse el agua. Como respuesta, al- gunas aves se alimentan de manera más aglomerada en la línea de marea. Los vientos fuertes pueden aumentar el trabajo de forrajeo (Wishart y Sealy 1980): las especies que se alimentan en la línea de marea pueden sufrir vientos cruzados; las que lo hacen más arriba forrajean caminan- do con la cabeza contra el viento, pero incluso aquí un viento fuerte puede aumentar la energía requerida para mantener la orientación y su posición en relación con otros miembros de la parvada. Las especies que buscan su alimento de manera visual, también pueden ver redu- cida su eficiencia de captura al condicionar la dirección y velocidad de corrida. En ocasiones no es la intensidad la característica que más condiciona el efecto del viento so- bre las aves playeras que forrajean, sino su dirección (de- pendiendo de donde “pegue” más fuerte). Las aves que se alimentan en el agua a veces vuelan para evadir las olas, por lo que cuando hay vientos fuertes aumentan sus cos- tos de alimentación (Feare 1966). Por último, el viento puede acentuar los problemas de visión asociados con el oleaje. También en los casos en que las aves detectan a sus presas por sonido, esto puede hacerlo más difícil. Por otra parte, para algunas especies los vientos de cola pare- cen ser cruciales para la migración exitosa a sus sitios de anidación en el norte (Butler et al. 1997). La lluvia, a menos que sea tormenta, no parece afectar a los playeros de manera directa, pero sí reduce la salini- dad de los sitios, lo que puede dañar a las presas, además de que quizá haga que el bentos se retraiga en sus madri- gueras más de lo normal. Es posible que la lluvia afecte a los cazadores visuales de dos maneras: por un lado, puede enturbiar el agua, lo que hace más difícil el forrajeo, y así las aves no saben si se trata de un chorrito de agua salien- do de una madriguera o es el impacto de la lluvia; por otro, la lluvia puede cambiar la consistencia del sustrato facilitando la penetración de las aves y puede generar hu- medales temporales en zonas más altas con abundancia de invertebrados comestibles para que muchos playeros se beneficien de ello. Por último, un cielo cubierto de nu- bes ayuda al forrajeo porque reduce el reflejo del lodo. 11.3.1 Prioridades para el estudio y conservación de las aves migratorias En la actualidad contamos con un conocimiento relativa- mente bueno de los sitios más importantes para las aves acuáticas migratorias durante su época no reproductiva. Si bien surgen muchos temas posibles de investigación, es prioritario determinar las siguientes cuestiones: ♦ Los factores que determinan el valor de diferentes sitios para las aves acuáticas migratorias, en los distintos ti- pos de hábitat no marinos. ♦ Las variaciones interanuales en el uso de diferentes si- tios por las aves acuáticas migratorias y los factores que promueven dichas variaciones. ♦ La conectividad entre los sitios de parada migratoria o invernada y las áreas de anidación para muchas de las especies. ♦ Los factores de mortalidad o riesgos en los sitios de in- vernada o parada migratoria, tanto aquellos naturales (por ejemplo, eventos enso) como antrópicos (como acumulación de contaminantes peligrosos y pérdida de calidad del hábitat). ♦ Los sitios de hibernación de algunas especies que se re- producen en México (por ejemplo, Sterna antillarum). 1 1 .3.2 Iniciativas nacionales e internacionales para conservar las aves migratorias A lo largo del tiempo se han establecido diversos meca- nismos de conservación de aves acuáticas migratorias. El más antiguo es el tratado entre México y Estados Uni- dos para la conservación de aves migratorias y la regu- lación de la cacería de patos y gansos, complementado con las regulaciones de cacería de aves acuáticas (que in- cluye patos, gansos y algunas especies de aves de maris- ma) en México. Un segundo mecanismo de conservación de estas aves son las áreas naturales protegidas. Sin embargo, esta for- ma de conservación ha favorecido a las aves acuáticas de manera tardía. Actualmente se cuenta con humedales muy importantes para las aves acuáticas migratorias, como las del delta del Río Colorado, el oeste de la Península de Baja California, marismas nacionales (Sinaloa-Nayarit), la Laguna Madre, entre otros. Los cazadores organizados (dumac) han realizado acciones para conservar o incre- mentar la existencia de sitios de calidad para anátidos. Desde el punto de vista internacional hay dos esque- mas de conservación de hábitat que benefician a las aves acuáticas migratorias. Uno de ellos es el que estableció la Convención Ramsar, que representa un reconocimiento gubernamental de humedales considerados importan- tes. El otro es el de la Red Hemisférica de Reservas de Aves Playeras, que agrupa sitios reconocidos y propues- 11 tos por los habitantes y autoridades locales como impor- tantes para las aves playeras. La Red ayuda a dichos habi- tantes con programas de educación ambiental y asistencia técnica. 11.4 Aves rapaces migratorias 11.4.1 Ecología de la migración En México, 34 especies de aves rapaces diurnas (orden Falconiformes, familias Cathartidae, Accipitridae y Fal- conidae) tienen poblaciones migratorias (cuadro 11.1) (Zalles y Bildstein 2000). Las migraciones de aves rapaces y de zopilotes se encuentran entre las más conspicuas de todas las especies de aves porque migran de día, a alturas visibles a simple vista y la mayoría de las especies se agre- ga en parvadas durante el viaje (Ruelas 2005). Todas las especies de rapaces diurnas y zopilotes son de talla mediana a grande y su masa varía entre ~70 y 5 000 g (Dunning 1992). De igual manera, todas tienen alas am- plias que les permiten utilizar el vuelo planeado como su principal estrategia de desplazamiento durante la migra- ción (Hederstrom 1993; Spaar 1997). La forma más común en que estas especies migran es por medio del llamado “vuelo a campo traviesa” ( cross - country flight), que se sirve del mecanismo de circulación de la atmósfera durante el día (Pennycuick 1969, 1975). La parte más baja de la atmósfera que hace contacto con la superficie del suelo se denomina “capa de mezcla”. Al amanecer, cuando las temperaturas son más bajas, la capa de mezcla tiene poco desarrollo vertical, pero una vez que el sol ha calentado la superficie del suelo empie- zan a formarse columnas termales ascendentes que las rapaces utilizan para ganar altura de vuelo (Kerlinger y Moore 1989; Garrat 1992). Durante el vuelo a campo traviesa, una rapaz o un gru- po de ellas localiza una termal y comienza a volar en círcu- los cerrados cerca del centro de ella. Las termales ayudan a las rapaces a remontar mayor altura de vuelo sin nece- sidad de un gasto energético mayor, y una vez que estas ganaron la altura en la que las termales perdieron sufi- ciente fuerza para sustentar el vuelo ascendente, planean en la dirección de vuelo deseada y pierden altura gradual- mente hasta que localizan otra termal y comienzan otra vez el ascenso en círculos (Pennycuick 1975; Kerlinger 1989). Muchas de estas especies comen poco o nada du- rante este trayecto que puede durar varias semanas (Smith et al. 1986). • Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas 479 La distribución de las termales en el paisaje de nuestro país determina la ruta que siguen la mayoría de las espe- cies y los individuos migratorios. Por ejemplo, las terma- les son más abundantes y su presencia es más constante y continua en tierra caliente que en las montañas y en el Altiplano. Las planicies costeras del Golfo y del Pacífico, el Istmo de Tehuantepec y la Península de Yucatán son las áreas con las mejores condiciones para la migración de rapaces y zopilotes, aunque no son las únicas rutas dis- ponibles (Ruelas 2005). La mayoría de las especies e indi- viduos no migran a través de extensiones amplias de aguas abiertas como el Golfo de México (Kerlinger 1989). Sin embargo, no todas las especies se limitan a las ru- tas marcadas por la disponibilidad de termales. En el otro extremo de este gradiente energético de estrategias de vuelo se encuentran varias especies que migran con vue- lo sostenido (fisiológicamente demandante, aleteando de forma constante en sus desplazamientos), como las espe- cies de los géneros Falco yAccipiter (Kerlinger 1989). Hay también especies que oscilan entre una estrategia de vue- lo planeado y vuelo sostenido de manera facultativa (como el milano migratorio Ictinia mississippiensis), dependien- do de las condiciones del clima, aunque tienden a favore- cer el vuelo a campo traviesa que es menos demandante. Las especies que migran con vuelo sostenido y las de vuelo sostenido facultativo son más pequeñas que las pla- neadoras y su sistema de vuelo requiere frecuentes para- das para forrajear (Bildstein y Meyer 2000). Presumible- mente, siguen las rutas de migración de sus presas (que son otras aves), sobre todo en áreas costeras, aunque en general se puede decir que migran en un frente amplio a lo ancho de todo el país. Pese a la relativa simplicidad con que se pueden estu- diar las rapaces migratorias, el mapa de distribución de sus rutas no se conoce bien. En este mapa destaca la ruta de mayor importancia mundial para las rapaces, que se encuentra a lo largo de la planicie costera del Golfo (Rue- las et al. 2000). La disponibilidad de termales a lo ancho de esta planicie concentra los vuelos de especies prove- nientes de Estados Unidos y Canadá. En la migración de otoño (de norte a sur), las especies siguen el curso de esta ruta a través de los estados de Tamaulipas y Veracruz y cruzan el Istmo de Tehuantepec hacia la planicie costera del Pacífico en el estado de Chiapas, antes de continuar su curso por Centroamérica (Bildstein y Zalles 2001). Otra ruta menos conocida es la porción oriental de la Penínsu- la de Yucatán, donde se registran especies que pueden cru- zar grandes extensiones de mar abierto, como águilas pes- cadoras ( Pandion haliaetus) y milanos tijereta ( Elanoides 480 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 1 1.1 Rapaces y zopilotes migratorios en México y algunas características de la ecología de su migración relativas a su conservación Nombre común Tipo de migración Requerimientos de hábitat de forrajeo durante la migración Requerimientos de hábitat durante la época no reproductiva Familia Cathartidae Coragyps atratus Zopilote común T E TP Cathartes aura Zopilote aura T E TP Familia Accipitridae Pandion haliaetus Gavilán pescador T, VSF M VS Chondrohierax unánatus Gavilán pico gancho T, VSF A VS Elanoidesforficatus Milano tijereta T, VSF A VS Elanus leucurus Milano cola blanca T, VSF E TP Ictinia mississippiensis Milano de Misisipi T, VSF M VS, HP Ictinia plúmbea Milano plomizo T, VSF M VS, HP Rosthramus soda bilis Gavilán caracolero T, VSF M VS Haliaetus leucocephalus Águila cabeza blanca T, VSF M VS Circus cyaneus Gavilán rastrero T, VSF M VS Accipiter striatus Gavilán pecho rufo VSF, T M VS Accipiter cooperii Gavilán de Cooper T, VSF A VS Accipiter gentilis Gavilán azor T, VSF A HP Asturina nítida Aguilucho gris* T, VSF E VS, TP Buteogallus anthracinus Aguili la-negra menor T, VSF M VS Buteogallus urubitinga Aguili la-negra mayor T, VSF M VS Busarellus nigricollis Aguili la canela T, VSF A HP Parabuteo unicinctus Aguili la rojinegra T, VSF E VS Buteo lineatus Aguili la pecho rojo T A (?) VS Buteo platypterus Aguili la ala ancha T A HP Buteo brachyurus Aguili la cola corta T, VSF M VS Buteo albicaudatus Aguili la cola blanca T M TP Buteo swainsoni Aguili la de Swainson T M VS Buteo albonotatus Aguili la aura T E TP Buteo jamaicensis Aguili la cola roja T E TP Buteo regalis Aguili la real T E HP (?) Buteo lagopus Aguili la ártica T M (?) HP (?) Aquila chrysaetos Águila real T M (?) VS Familia Falconidae Polyborus planeas Carancho* T, VSF E TP Falco sparverius Cernícalo americano T, VSF E TP Falco columbarius Halcón esmerejón T, VS M VS Falco mexicanus Halcón mexicano T, VS M (?) HP Falco peregrinus Halcón peregrino T, VS E TP Tipo de migración: T = uso de termales; VS = vuelo sostenido; VSF = vuelo sostenido facultativo. Requerimientos de hábitat de forrajeo durante la mi- gración: A = abundante; M = moderado; E = escaso. Requerimientos de hábitat durante la época no reproductiva: HP = hábitats prístinos; VS = vegetación secundaria/hábitats degradados; TP = tolerantes a alta perturbación de hábitat. Nota: los nombres comunes fueron tomados de Escalante Pliego et al. (1996), salvo los marcados con asterisco. 11 forficatus) (K. Meyer, com. pers.). La migración de rapaces y zopilotes en el resto del país ocurre en un frente amplio con una concentración relativamente mayor en las cos- tas, donde las especies que requieren forrajeo frecuente disponen de algunos recursos en mayor abundancia. El conocimiento de las rutas migratorias en primavera (de sur a norte) es aún más fragmentario, pero en general utilizan las mismas rutas, aunque algunos estudios sugie- ren que el frente a través del cual migran estas aves es mu- cho más amplio y está definido menos claramente que en el otoño (Ruelas 2005). Las distancias que recorren las rapaces y zopilotes va- rían entre diferentes especies. Algunas (como el gavilán pico gancho, Chondrohierax uncinatus) tienen poblacio- nes que solo se desplazan algunos cientos de kilómetros desde el norte de México hasta los estados del sur del país (Ruelas et al. 2002), pero otras tienen desplazamientos considerables, como el aguililla de Swainson {Bateo swain- soni) que migra desde sus áreas reproductivas en el occi- dente de Estados Unidos y Canadá, hasta sus zonas de hibernación en Argentina (Fuller et al. 1998). Una gran proporción de las rapaces y zopilotes que migran por estas rutas permanece en el sur de México (Goodrich et al. 1996;England etal. 1997;I) muestra que en las últimas cuatro décadas las detecciones de la especie han disminuido notablemente. Sin embargo, al consultar la misma información en una base de datos más reciente elaborada por el Laboratorio de Ornitología en Cornell (eBird ), los cam- bios en las frecuencias de detección no son significativos (2000-2005). En México no se tiene documentado que al- guna de las especies migratorias esté declinando o tenga alguna amenaza potencial. Figura 11.7 Principales rutas migratorias descritas para las aves de Norteamérica. Fuente: Lincoln et al. (1998). 11 • Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas 487 Cuadro 11.2 Especies del orden Falconiformes en Norteamérica Nombre científico Nombre común Residentes Migratorias NOM-059-SEMARNAT-2001 Declinan Pandion ha/iaetus Gavilán pescador • Elanoldesforficatus Milano tijereta • Pr Ictinia mississippiensis Milano de Misisipi • Pr Circus cyaneus Gavilán rastrero • .1 Accipiter striatus Gavilán pecho rufo • Pr .2 Accipiter cooperii Gavilán de Cooper • Pr Buteoga/lus anthracmus Aguililla-negra menor • Pr Bufeo p/atypterus Aguililla ala ancha • Pr .3,4 Buteo swainsoni Aguililla de Swainson Pr .5 Bufeo jamaicensis Aguililla cola roja • Buteo rega/is Aguililla real Pr Falco sparverlus Cernícalo americano • .6 Falco co/umbarius Halcón esmerejón Falco peregrmus Halcón peregrino • Pr Falco mexicanus Halcón mexicano A Pr = sujeta a protección especial; A = amenazada. Notas: algunas especies presentan poblaciones residentes en México y poblaciones que migran latitudinalmente. Los nombres comunes fueron tomados de Escalante Pliego et al. (1996). Fuentes: 1 Sauer et al. (2004); 2 Temple y Temple (1976); 3 Bednarz et al. (1990); 4 Titus et al. (1990); 5 Steidl et al. (1991); 6 Bednarz et al. (1990). Cuadro 1 1.3 Especies de colibríes completamente migratorias o que tienen poblaciones migratorias Apodiformes Residentes Migratorias NOM-059'SEMARNAT-2001 Declinan Cynanthus latirostris (C. latirostns lawrencel) Colibrí pico ancho Pr Amazilia yucatanensis Colibrí yucateco Colibrí corona violeta Amazilia uioliceps Fampornis clemenciae Colibrí garganta azul Colibrí magnífico Eugenesfu/gens Archilochus co/ubris Colibrí garganta rubí Colibrí barba negra 1,2 Archilochus a/exandri Calypte anna Colibrí cabeza roja Colibrí cabeza violeta Calypte costae Stellula calliope Colibrí garganta rayada Zumbador cola ancha Selasphorus platycercus Selasphorus rujus Selasphorus sasin Zumbador rufo Zumbador de Alien Pr = sujeta a protección especial. Nota: los nombres comunes fueron tomados de Escalante Pliego et al. (1996). Fuentes: 1 Briggs y Criswell (1979); 2 Robbins (1979), Sauer et al. (2004). 488 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 11.1 Iniciativa Trinacional Guacamayas Sin Fronteras: estrategia regional y plan de acción 2001-2005 PARA LA CONSERVACIÓN DE LA GUACAMAYA ROJA (ARA MACAO CYANOPTERA ) EN LA SELVA MAYA DE BELICE, Guatemala y México Eduardo E. íñigo Elias Esta iniciativa surge a partir de los resultados obtenidos en dos talleres trinacionales que se realizaron en Chíapas, en 1998 y 2001, para la conservación de la guacamaya roja, subespecie amenazada que comparten varias naciones en la selva maya. Esta iniciativa la consolidan diversas instituciones y personas a partir de febrero de 2001, después del II taller "Desarrollo de una estrategia regional de conservación para la guacamaya roja (Ara macao cyanoptera ) en la selva maya de Bel ice, Guatemala y México”, en la Estación de Biología Tropical Chajul en la Reserva de la Biosfera Montes Azules. Este proyecto agrupa a personas e instituciones de los tres países que de manera voluntaria desean sumar sus esfuerzos aislados y participar integralmente en la conservación de la especie y sus hábitats en esta parte de la región maya. Como resultado de estos talleres y debido a la fuerte declinación de la población y sus hábitats, como las selvas alta, mediana y riparia en estos países, surgió la necesidad de desarrollar e ¡mplementar una estrategia común para la conservación de la especie. El propósito de esta estrategia fue disponer de un marco de trabajo en la zona y un plan de acción entre 2001-2005 que permitiera la evaluación periódica de la población regional de la guacamaya roja en la selva maya, así como crear un instrumento que sugiera, dirija y mida los esfuerzos de conservación a largo plazo de esta especie en vida silvestre en la zona. Esta estrategia tiene la intención de ser un proyecto abierto a revisiones y actualizaciones sistemáticas conforme evolucione el trabajo de la iniciativa, aumente el conocimiento sobre la biología de la especies y sus requerimientos para coexistir en los ecosistemas de la región, en tanto se identifiquen nuevas amenazas para la especie o sus hábitats y existan más recursos financieros y humanos para ampliar acciones concretas. Se espera que en 10 años la población silvestre de Ara macao cyanoptera de la región de la selva maya en Bel ice, Guatemala y México tenga un tamaño que garantice su viabilidad a largo plazo, además de que su hábitat y los recursos indispensables — principalmente para anidación y alimentación — se encuentren bien protegidos. La inter- conexión y el buen estado de estos bosques permiten conservar los procesos ecológicos que han mantenido a la especie y su hábitat. La sociedad en general participa activa y genuinamente en las acciones de conservación y manejo, por lo que el marco jurídico para la protección de la especie y su hábitat es completo, sólido, fundamentado y se está aplicando adecuadamente. Mediante las acciones de conservación para la guacamaya logramos proteger el ecosistema y su hábitat con muchas otras especies, así como los servicios ambientales que provee a la región, lo cual repercute en beneficio de la humanidad y de la vida en el planeta. En un análisis reciente de la información que se está generando acerca de la distribución y biología de las po- blaciones de colibríes, Arizmendi et al. (2008) sugieren que alrededor de las ciudades las densidades de estos or- ganismos están aumentando, así como el número de es- pecies. Una posible causa es el uso cada vez más frecuen- te de bebederos artificiales para atraer a los colibríes a las casas, lo cual sin duda aumenta la capacidad de carga de los ambientes, que pueden soportar mayores densidades de animales (Arizmendi et al 2006) El efecto de este fe- nómeno sobre las plantas silvestres polinizadas por estos animales es poco conocido, pero un estudio preliminar en el parque ecológico Ajusco Medio mostró que la pro- ducción de semillas de al menos dos especies del género Salvia, baja significativamente si se colocan bebederos cerca de las plantas, comparado con plantas sin beberos en su entorno (Arizmendi et al. 2008). En el orden Passeriformes, que incluye la mayor varie- dad de especies terrestres de aves de México, dos familias se caracterizan porque presentan números altos de espe- cies migratorias: Tyrannidae, que incluye a los papamos- cas y reyezuelos, y Parulidae, que incluye a los chipes y reinitas. Los papamoscas son especies altamente insectívoras en sus sitios de reproducción, pero cuando migran y lle- gan a los trópicos se unen a chipes y vireos y forman ban- das mixtas de forrajeo que buscan principalmente frutos. Estas bandas utilizan hábitats bien conservados y secun- darios (Hutto 1986) (cuadro 11.4). En general los papamoscas que migran en México son 11 • Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas 489 Cuadro 1 1.4 Especies de papamoscas completamente migratorias o que tienen poblaciones migratorias Tyrannidae NOM-059' Nombre común Residentes Migratorias SEMARNAT-2001 Declinan Camptostoma imberbe Mosquero lampiño Contopus cooperi Pibí boreal • •1 Contopus pertinax Pibí tengofrío Contopus sordidu/us Pibí occidental • Contopus virens Pibí oriental • .1,3, 4,5, 6 Empidonax flaviventris Mosquero vientre 7 • • ' amarillo Empidonax virescens Mosquero verdoso • *4-5 Empidonax alnorum Mosquero ailero Empidonax trailla Mosquero saucera Empidonax minimus Mosquero mínimo • .1,7,8,9,10 Empidonax hammondii Mosquero de Hammond Empidonax wrightii Mosquero gris Empidonax oberho/seri Mosquero oscuro • • 1 Empidonax difficilis Mosquero californiano Empidonax occidentalis Mosquero barranqueño Empidonax juWjrons Mosquero pecho leonado Sayornis phoebe Papamoscas fibí Sayornis saya Papamoscas llanero Pyrocephalus rubinus Mosquero cardenal Myiarchus tuberculijer Papamoscas triste Myiarchus cinerascens Papamoscas cenizo Myiarchus crinitus Papamoscas viajero • .4 5,11 Myiarchus tyrannulus Papamoscas tirano Myiodynastes luteiuentris Papamoscas atigrado Tyrannus melancholicus Tirano tropical Tyrannus couchii Tirano silbador Tyrannus vocijerans Tirano gritón Tyrannus crassirostris Tirano pico grueso Tyrannus verticalis Tirano pálido Tyrannus tyrannus Tirano dorso negro • • 1 Tyrannus dominicensis Tirano gris Tyrannus jo rficatus Tirano-tijereta rosado • • 12 Nota: los nombres comunes fueron tomados de Escalante Pliego et al. (1996). Fuentes: 1 en descenso de acuerdo con Sauer et al. (2004); 2 Sharp (1985); 3 Sauer y Droege (1992); 4 Briggs y Criswell (1979); 5 Robbins (1979); 6 Serrao (1985); 7 Hussell et al. (1992); 8 Ambuel y Temple (1982); 9 Holmes y Sherry (1988); 10 Witham y Hunter (1992); 11 Criswell (1975); 12 Titus et al. (1990). 490 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio abundantes y poco se sabe acerca de las variaciones en sus números en los sitios invernales. En sus lugares de re- producción hay evidencias de que al menos 11 especies han disminuido de manera significativa en las últimas décadas. En la ley mexicana ninguna de estas especies se considera amenazada, pero no se tienen datos a mediano o largo plazos acerca de nuestras avifaunas, por lo que es difícil determinar el estatus de estas especies. Seis especies presentan importantes tendencias pobla- cionales negativas en las últimas décadas, según el censo de aves reproductoras de Norteamérica: Contopus cooperi ( — 3.42), C. virens ( — 1.76), C. sordidulus ( — 1.23), Empi- donax oberholseri (—1.23), E. minimus (—1.11) y Tyran- nus tyrannus ( — 0.95). Es recomendable poner atención especial en los estudios de estas especies en los sitios invernales. Los chipes o reinitas son las aves migratorias más es- tudiadas en América. Se han documentado un total de 49 especies de este grupo con poblaciones migratorias, de las cuales 34 son exclusivamente migratorias (cuadro 11.5). En este grupo se han registrado a 35 especies decli- nando, lo que representa 71.4% de todas las especies. Los chipes son insectívoros frugívoros y usan bosques de co- niferas y vegetación riparia para su reproducción y en in- vierno pueden encontrarse en una variedad de hábitats que incluye bordes de hábitats tropicales. Diez especies muestran tendencias poblacionales ne- gativas importantes, según el censo de aves reproductoras de Norteamérica: Dendroica caerulea ( — 3.78), D. dis- color (—1.97), Wilsonia canadensis (—1.68), W. pusilla (—1.33), Protonotaria citrea (—1.32), Vermivora celata ( — 1.18), Oporornis philadelphia (—1.08), Oporornis for- mosus ( —0.99), Dendroica pensylvanica ( — 0.55) y Geothly- pis trichas ( — 0.32). En México no se conoce en detalle el estado de las poblaciones de estas especies, pero dado que en sus sitios de reproducción están declinando, sería re- comendable estudiar su biología poblacional en detalle. De los demás paseriformes solo mencionamos las es- pecies que se ha reportado que están declinando, y de las cuales consideramos que se deben estudiar en México. Para todas estas especies se conoce poco acerca de su bio- logía y ecología en los sitios de invierno. La lista completa de las especies migratorias que se informa que están dis- minuyendo se presenta en el apéndice 11.1 (en el (^)). Entre los vireos, por ejemplo, se sabe que solo seis (Víreo belli, V. griseus, V. solitarias, V.flavifrons, V. gilvas y V oliváceas) de sus 13 especies migratorias se encuen- tran en problemas, y solo en un caso los decrementos son sostenidos y significativos: Víreo belli (—2.42). En el caso de especies que además de tener problemas de conservación por pérdida de hábitat y otros relaciona- dos con esto, tienen amenazas fuertes por el comercio de aves para el mercado de mascotas, podemos mencionar el grupo de las paserinas. En este caso se reconocen cinco especies migratorias de las cuales tres se sabe que están disminuyendo ( Passerina amoena, P. ciris y P. cyanea), dos de ellas (Passerina ciris, —1.88, y P. cyanea —0.58) de manera notable de acuerdo con el bbs. La NOM-059- SEMARANT-2001 no incluye ninguna de estas especies; más aún, algunas de ellas han estado sujetas a aprovecha- miento durante las últimas décadas en México. En el grupo de las calandrias, también utilizadas en el mercado de mascotas, se han registrado 10 especies como migratorias neotropicales, de las cuales tres presentan disminuciones notables: Icterus spurius (—0.77), Icterus bullockii (—0.92) e Icterus gálbula (—0.72). Ninguna de las especies migratorias está considerada en la NOM- 059-SEMARNAT-2001. Por último, las aves que habitan pastizales — como al- gunos gorriones — también presentan en sus hábitats de reproducción tendencias poblacionales negativas, dada la fuerte presión que han experimentado estos sitios en las regiones templadas de América. Tres especies muestran tendencias fuertemente negativas que sería recomenda- ble vigilar en el futuro: Ammodramus savanarum ( — 3.65), Chondestes grammacus (—2.73) y Spizella pallida (—1.17) (Ceballos et al. 2002). 11.7 Murciélagos Los murciélagos representan el segundo grupo más di- verso de mamíferos y México es el quinto país con más especies en el mundo: 140 (Ceballos et al. 2002). Se han identificado por lo menos 29 especies de murciélagos mexicanos que son migratorias (cuadro 11.6). De estas especies, siete se consideran en riesgo de extinción. Cin- co de ellas (Leptonycteris curasoae, Choeronycteris mexi- cana, Leptonycteris nivalis, Euderma maculatum y La- sionycteris noctivagans) están incluidas en la legislación mexicana; las tres primeras como amenazadas y las dos últimas bajo protección especial (Semarnat 2002b). Asi- mismo, la uicn enlista Leptonycteris curasoae como ame- nazada, Choeronycteris mexicana en bajo riesgo y Lep- tonycteris nivalis como en peligro de extinción. También incluye otras dos especies de murciélagos migratorios: Tadarida brasiliensisy Eumops underwoodi como en ries- go bajo de extinción (Hilton-Taylor 2000). 11 • Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas 491 Cuadro 1 1.5 Especies de chipes completamente migratorias o que tienen poblaciones migratorias Parulinae Nombre común Residentes Migratorias NOM-SEMARNAT- 059-2001 Declinan Vermivora pinus Chipe ala azul Vermivora chrysoptera Chipe ala dorada .1 Vermivora peregrina Chipe peregrino . 2,3,4 Vermivora celata Chipe corona naranja .14 Vermivora ruf capilla Chipe de coronilla .4,5 Vermivora virginiae Chipe de Virginia Vermivora crissalis Chipe crisal Pr Vermivora luciae Chipe rabadilla rufa Parala americana Parula norteña • . 2, 6, 7, 8, 9 Dendroica petechia Chipe amarillo • . 6,10 Dendroica pensy/vanica Chipe flanco castaño . 2,4,10,11 Dendroica magnolia Chipe de magnolia . 4,11,12,13 Dendroica tigrina Chipe atigrado . 2,4,9 Dendroica caerulescens Chipe azulnegro .12 Dendroica coronata Chipe coronado • . 4,5,9,10 Dendroica nigrescens Chipe negrogris Dendroica chrysoparia Chipe mejilla dorada A Dendroica virens Chipe dorso verde . 1,2,4,11,12,14 Dendroica townsendi Chipe negroamarillo Dendroica occidentalis Chipe cabeza amarilla Dendroica fusca Chipe garganta naranja . 4,16,17,18 Dendroica dominica Chipe garganta amarilla • Dendroica graciae Chipe ceja amarilla • .1 Dendroica pinus Chipe pinero • .10 Dendroica kirtlandii Gorjeador de Kirtland* Dendroica discolor Chipe de pradera • .2 Dendroica palmarum Chipe playero .4 Dendroica castanea Chipe castaño . 1,2,4 Dendroica striata Chipe gorra negra . 2,4,9 Dendroica cerúlea Chipe cerúleo .1 Mnioti/ta varia Chipe trepador . 6,8,11,14,15,19 Setophaga ruticilla Chipe flameante . 2,5,6,7,8,10,11,15,19,20 Protonotaria citrea Chipe dorado .1 Helmitheros vermivorus Chipe gusanera . 2,5,8 Limnothlypis swainsonii Chipe corona café Pr Seiurus aurocapi/lus Chipe suelero . 2,5,6,7,8,11,12,14,15,19,20 Seiurus noveboracensis Chipe charquera . 4,5,11 Seiurus motacila Chipe arroyero . 6,8 Oporornisformosus Chipe patilludo . 1,2, 6, 7, 8 492 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 11.5 [concluye] Parulinae Nombre común Residentes Migratorias NOM-SEMARNAT- 059-2001 Declinan Oporornis agi/is Reinita ojiani liada* Oporornis philadelphia Chipe enlutado . i Oporornis tolmiei Chipe de Tolmie A .i Geothlypis tachas Mascarita común • . 2,6,9,10,21 Wilsonia citrina Chipe encapuchado . 6,7,8,11,14,15,18,19 Wilsonia pusilla Chipe corona negra . 1,4,5,21 Wilsonia canadensis Chipe de collar . 1,2,4,5,11,12,18 Cardellina rubrifrons Chipe cara roja • Myioborus pictus Chipe ala blanca • Icteria virens Buscabreña • . 2,21 Pr = sujeta a protección especial; A = amenazada. Nota: los nombres comunes fueron tomados de Escalante Pliego et al. (1996), salvo los marcados con asterisco. Fuentes: 1 Sauer et al. (2004); 2 Sauer y Droege (1992); 3 Jones (1986); 4 Stewart (1987); 5 Hussell et al. (1992); 6 Briggs y Criswell (1979); 7 Johnston y Winings (1987); 8 Robbins (1979); 9 Hagan et al. (1992); 10 Witham y Hunter (1992); 11 Litwin y Smith (1992); 12 Baird (1990); 13 Hall (1984a); 14 Askins y Philbrick (1987); 15 Serrao (1985); 16 Hall (1984b); 17 Holmes y Sherry (1988); 18 Wilcove (1983); 19 Leck et al. (1981); 20 Ambuel y Temple (1982); 21 Sharp (1985). Cuadro 1 1.6 Especies mexicanas de murciélagos migratorios, distribución, estado de conservación y tamaño típico de las colonias Nombre científico Nombre común Distribución UICN NOM-059- SEMARNAT-2001 Se refugian en cuevas Tamaño típico de las colonias Euderma maculatum Murciélago pinto EUA al centro de México Protección especial • 1-10 Lasionycteris noctivagans Murciélago pelo plateado EUA al noreste de México Protección especial 1-10 Pipistrellus hesperus Pipistrelo del oeste americano EUA al centro de México • 1-10 Idionycteris phyllotis Murciélago-muía de Alien EUA al sur de México • Decenas Lasiurus ega Murciélago-cola peluda amarillo Texas a Argentina 1-10 Lasiurus intermedius Murciélago-cola peluda norteño EUA a Centroamérica 1-10 Lasiurus xanthinus Murciélago-cola peluda de La Laguna EUA al centro de México 1-10 Promops centralis Murciélago-mastín mayor México a Argentina 1-10 Leptonycteris curasoae Murciélago-hocicudo de Curazao EUA al norte de Sudamérica Vulnerable Amenazado • Miles Choeronycteris mexicana Murciélago trompudo Sur de EUA a Guatemala Riesgo bajo Amenazado • 1-10 Leptonycteris nivalis Murciélago-hocicudo mayor Sur de EUA a Guatemala En peligro Amenazado • Cientos Tadarida brasiliensis Murciélago-cola suelta brasileño EUA a Chile y Argentina Riesgo bajo • Cientos de miles 11 • Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas 493 Cuadro 11.6 [concluye] Nombre científico Nombre común Distribución UICN NOM-059- SEMARNAT-2001 Se refugian en cuevas Tamaño típico de las colonias Eumops underwoodi Murdélago-con bonete de Underwood EUA a Centroamérica Riesgo bajo Decenas Myotis thysanodes Miotis bordado Canadá a México Cientos Myotis volaos Miotis pata larga Alaska al centro de México Cientos Myotis ve/ifer Miotis mexicano EUA a Centroamérica Cientos de miles Nyctinomops femorosaccus Murciélago-cola suelta de bolsa EUA a México Decenas Nyctinomops macrotis Murciélago-cola suelta mayor EUA a Sudamérica Decenas Mormoops megalophylla Murciélago-barba arrugada norteño EUA al norte de Sudamérica Miles Eptesicusfuscus Murciélago-moreno norteamericano Canadá al norte de Sudamérica Miles Myotis californicus Miotis californiano Alaska a Guatemala Miles Myotis ci/io/abrum Miotis cara negra Canadá al centro de México Miles Myotis lucifugus Miotis norteamericano Alaska al centro de México Miles Myotis yumanensis Miotis de Yuma Canadá al centro de México Miles Lasiurus b/ossevi/lii Murciélago-cola peluda de Biossevilli Canadá a Chile y Argentina 1-10 Lasiurus borealis Murciélago-cola peluda rojizo Canadá al norte de México 1-10 Lasiurus cinereus Murciélago-cola peluda canoso EUA a Chile y Argentina 1-10 Eumops g/aucinus Murciélago-con bonete de Wagner México a Argentina Decenas Eumops perotis Murciélago-con bonete mayor EUA a Argentina Decenas Fuente: Tuttle et al. (2000). El caso de los murciélagos migratorios es muy diferen- te respecto a otros grupos de animales migratorios por una razón en particular: en los sitios de hibernación du- rante la época en que no hay reproducción, ambos sexos se reúnen, de la misma manera que muchos otros anima- les. Pero durante el verano, cuando los murciélagos mi- gratorios ocupan la parte más norteña de su distribución en el norte de México y sur de Estados Unidos, la gran mayoría, más de 90% de los individuos, son hembras pre- ñadas que llegan a esas regiones para aprovechar la gran abundancia de alimento y así maximizar las probabilida- des de supervivencia de las crías (McCracken et al. 1994; Russell et al. 2005; Cleveland et al. 2006). Esto abre una posibilidad adaptativa que los murciélagos han utilizado al máximo, pues en general los ciclos fenológicos que de- terminan la disponibilidad de alimento se caracterizan por una ausencia casi total de alimento en las regiones templadas durante el invierno, mientras que en general en las zonas tropicales, aunque la abundancia del alimen- to también fluctúa, está disponible todo el año. Esto po- sibilita que la mayoría de los machos (y también algunas hembras) permanezcan en esas regiones todo el año. El 494 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio segundo aspecto que permite a los murciélagos realizar estas migraciones divididas por sexo es la fecundación in- terna y la gestación. Por esta razón, los murciélagos copu- lan en los refugios de invernada y el proceso de desarrollo del feto se inicia y continúa a lo largo de la migración, para culminar en las regiones del norte de la distribución en el verano, cuando las hembras paren a las crías. El re- sultado: no es necesario que los machos estén con las hembras durante el proceso de nacimiento y crecimiento de la cría. Aun cuando los murciélagos muestran un aparente éxi- to demográfico que parece más evidente al entrar a una cueva con miles o cientos de miles de ellos, este grupo de animales se encuentra entre los más frágiles y cuyos nú- meros han declinado más estrepitosamente en las últimas décadas (Hutson et al. 2001). A principios de los años noventa se documentó una reducción importante en el número de individuos en poblaciones de murciélagos en diversas cuevas, incluso desaparecieron colonias enteras (Anónimo 1991; Moreno, com. pers.). Esto solo corrobo- ró observaciones registradas desde la década anterior y alertó a especialistas de México y Estados Unidos acerca de la necesidad de proteger a los murciélagos y sus eco- sistemas por medio de identificar y contrarrestar los fac- tores negativos que afectan sus poblaciones y determinar y crear instrumentos para sus necesidades de conser- vación. Aunque no existe más evidencia cuantitativa que la citada para mostrar las reducciones poblacionales de murciélagos en México, con frecuencia se han observado cuevas destruidas, daño masivo a murciélagos y vanda- lismo causado por la ignorancia. Las amenazas más importantes identificadas y relacio- nadas con la disminución de poblaciones de murciélagos han sido señaladas y analizadas por Medellín (2003). En- tre las más frecuentes, y con consecuencias más severas, se encuentra la destrucción de cuevas y otros refugios masivos que implica la eliminación de miles, cientos de miles o hasta millones de murciélagos, esto se hace con prácticas relativamente fáciles que pueden ser desde en- cender fuegos dentro de las cuevas hasta dinamitarlas, fumigarlas con gas cianhídrico o incluso tapiarlas por completo. Otra práctica frecuente, resultado de la falta de conocimiento y que debe ser atendida en cuanto se presenta, es la destrucción de refugios de murciélagos como un intento mal informado y peor implementado de controlar colonias de murciélagos hematófagos (Me- dellín 2003). Los murciélagos vampiros (sobre todo Des- moches rotundas) llegan a causar pérdidas económicas importantes porque se alimentan de la sangre de ganado de diversos tipos y ocasionalmente le transmiten el virus rábico, lo que provoca su muerte. Por esa razón, es fre- cuente que los dueños de ganado tomen en sus manos la iniciativa de destruir las colonias de murciélagos vampi- ros, pero debido al desconocimiento de la especie Des- modus rotundas y de sus hábitos, es común que terminen destruyendo grandes colonias de murciélagos insectívo- ros, polinívoros o frugívoros, sin el menor daño a los ver- daderos causantes del problema y, peor aún, los benefi- cian al abrir nuevos refugios potenciales que ya no están habitados por las especies de murciélagos que original- mente las ocupaban. Casi 50% de las especies mexicanas se refugian en cue- vas (Arita 1993) en las que se reúnen las concentraciones más numerosas conocidas de mamíferos (Medellín et al. 1997; Tuttle etal. 2000), lo que hace a este grupo particu- larmente susceptible a la destrucción de estos refugios. Los murciélagos se reúnen en esas cuevas durante el día en densidades mucho mayores que las que forman cuan- do se encuentran forrajeando en el exterior. De esta for- ma, una cueva destruida puede representar la muerte de millones de murciélagos que ejercerían sus interacciones ecológicas a lo largo de cientos o hasta miles de kilóme- tros cuadrados (Cleveland etal. 2006). Una segunda ame- naza es la destrucción de su hábitat. Por su condición migratoria, este daño se torna aún más severo, pues los murciélagos dependen de la conservación de su hábitat de verano en el norte de México y sur de Estados Unidos, del hábitat de invierno en el centro y sur de México y, en su caso, de los corredores que los interconectan. Aunque la ubicación de los corredores migratorios aún no está bien documentada o entendida, y en algunos casos pa- rece que no hay una estructura de corredor, como en el caso de los murciélagos de cola libre Tadarida brasilien- sis (Russell et al. 2005), en otros casos — como el de los murciélagos polinívoros del género Leptonycteris, ambas especies consideradas amenazadas en México y en peli- gro de extinción en Estados Unidos — se ha planteado la existencia de corredores de néctar que siguen las sierras del este y oeste de México (Buchmann y Nabhan 1996; Wilkinson y Fleming 1996). Las estrategias de conservación de murciélagos en México no tienen una historia muy larga. Dada su injusta mala reputación, han sido pocos los esfuerzos por con- servarlos. Sin embargo, en 1994 se estableció el Programa para la Conservación de los Murciélagos de México y Es- tados Unidos (pcmm) (Navarro etal. 1996), una organi- zación binacional y multisectorial que incorporó a inves- tigadores de ambos países con los objetivos de recuperar 11 las poblaciones de murciélagos migratorios y luchar con- tra las amenazas que causaron que diminuyeran de for- ma tan severa, mediante una estrategia de tres vías que incluyen programas de investigación, acciones de conser- vación y ciclos de educación ambiental, medidas que se retroalimentan entre sí para lograr el establecimiento de un círculo virtuoso. Posteriormente el pcmm cambió su enfoque para integrar también otras especies de murcié- lagos, como las especies endémicas y las que incluye la NOM-059-SEMARNAT-2001 en algún grado de amena- za de extinción. Por ello, en la actualidad el programa fundado en 1994 tiene el título de Programa para la Con- servación de los Murciélagos de México y está a cargo del Instituto de Ecología de la unam. El pcmm, formalizado con el auspicio de la ong Biociencia, A.C., cuenta con la colaboración de otras ocho universidades del país, diver- sas instituciones de los tres niveles de gobierno y siete universidades e instituciones de conservación de Estados Unidos. A partir de este proyecto se estableció la North American Bat Conservation Partnership (nabcp), apo- yada por la Bat Conservation Internacional. Aunque esta organización se fundó hace ya casi diez años, no se han logrado acciones ni estrategias para promover la conser- vación de los murciélagos en todo el continente. Poste- riormente, en 2005, en el marco del Comité Trilateral para la Conservación y Manejo de Vida Silvestre y Ecosiste- mas, se propuso crear un grupo de trabajo que se aboca- ra a identificar las prioridades y estrategias para conser- var las especies de murciélagos que comparten los tres países de Norteamérica, muchas de las cuales son mi- gratorias. Esta iniciativa fue acogida con interés por el Comité Trilateral como un esfuerzo conjunto de los go- biernos federales de dichos países. Actualmente se están analizando las diversas estrategias, prioridades y accio- nes que serán implementadas en los próximos años. Por otro lado, en años recientes se ha señalado a los mur- ciélagos como portadores de virus (Cui et al. 2008; Chu et al. 2008). Sin embargo, es evidente que esta alarma se ha exagerado y que en muchos casos esos estudios han desencadenado ataques injustificados contra los murcié- lagos (Fenton et al. 2006). Aunque aún hay mucho trabajo por hacer en diversos estados de México, a partir de los proyectos del pcmm en 18 estados y más de 25 cuevas y refugios se ha logrado demostrar la estabilidad o recuperación de todas las co- lonias de murciélagos monitoreadas por este Programa, mediante acciones de conservación y educación ambien- tal (Medellín 2003). Además se logró una notable me- joría en la imagen y el conocimiento sobre murciélagos • Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas 495 en la población mexicana en general, y en particular en- tre los niños de zonas rurales aledañas a cuevas impor- tantes y en ciudades particulares (Navarro et al. 1996; Medellín 2003; Medellín y Walker 2003; Medellín et al. 2004; Krebbs et al. 2005). 11.8 Mamíferos marinos Tradicionalmente se consideran mamíferos marinos a los órdenes Sirenia (manatíes y dugongos) y Cetácea (delfines y ballenas); a las familias Otariidae (lobos marinos), Phoci- dae (focas), Odobenidae (morsas) en el orden Carnívora; y al oso polar (familia Ursidae) y a la nutria marina (fami- lia Mustelidae), ambos también del orden Carnívora. En México se tienen registros de una especie de sire- nio, 35 de cetáceos, dos de lobos marinos, dos de focas y una de nutria marina. Del total de estas especies, se con- sideran migratorias la ballena azul ( Balaenopetra mus- culus ), la ballena gris ( Eschrichtius robustas ) y la ballena jorobada ( Megaptera novaeangliae), ya que son las úni- cas de las que se conoce un movimiento masivo y cíclico de sus poblaciones. Sin embargo es importante conside- rar otras tres especies que, aunque no presentan migra- ciones, se han documentado desplazamientos de indivi- duos más allá de nuestras fronteras: la ballena franca del Pacífico norte ( Eubalaena japónicas), el cachalote ( Physe - ter macrocephalus) y la orea ( Orcinas orea). 1 1 .8.1 Estado de conservación En la última revisión de la lista de especies amenazadas de cetáceos de la Unión Mundial para la Naturaleza (uicn) se ubica la ballena azul en “bajo riesgo” ( lower risk), la ba- llena gris y la jorobada como “baja preocupación” ( lower concern), el cachalote como “vulnerable”, la ballena fran- ca del Pacífico norte “en peligro” ( endangered ) y la orea como “información deficiente” ( data deficient) (Cetacean update of the 2008 iucn red list of threatened species, ). La Cites incluye todos los cetáceos barbados y el ca- chalote en el Apéndice I (en el que aparecen las especies en mayor peligro en su lista de plantas y animales; su co- mercio internacional está prohibido). La orea se encuen- tra en el Apéndice II, en el que se incluyen especies cuyo tráfico comercial está estrictamente regulado con permi- sos especiales expedidos por las naciones exportadoras. La NOM-59-SEMARNAT-2001 identifica varias espe- 496 Capital natural de México • Vo\. II: Estado de conservación y tendencias de cambio cies y subspecies de flora y fauna del país clasificadas en alguna categoría de riesgo. En esta norma se encuentran todas las especies de cetáceos que habitan aguas mexica- nas (Semarnat 2002b). La ballena franca del Pacífico nor- te está catalogada en peligro de extinción y las otras cua- tro especies como sujetas a protección especial. 1 1 .8.2 Amenazas a la conservación Las principales amenazas para la conservación de las es- pecies consideradas en este trabajo son las siguientes: a] Efectos indirectos de la industria pesquera. Al menos siete casos de encallamiento de ballenas grises se han documentado en el Golfo de California, en cinco de ellos fueron liberadas (Vidal et al. 1994; Urbán et al. 2003). Entre 2002 y 2005 se registró que 12 ballenas jo- robadas se quedaron atrapadas en redes de pesca ar- tesanal, seis fueron liberadas, tres siguieron navegan- do con red y cuatro murieron (Urbán et al. 2007a). b] Colisiones con embarcaciones. Se tienen registros de ballenas azules, jorobadas y grises que presentan cica- trices y mutilaciones presumiblemente debidas a coli- siones con embarcaciones. Es difícil evaluar el efecto de esta amenaza ya que si el accidente es mortal el ani- mal se hunde y no queda evidencia. En enero de 2008 un crucero turístico atracó en la bahía de Cabo San Lu- cas con una ballena gris muerta atorada en su quilla. c] Avistamiento de ballenas. Esta actividad turística se ha desarrollado exponencialmente en las últimas dé- cadas en varias zonas del país y no se cuenta con los mecanismos apropiados para estimar la capacidad de carga turística. Son de interés comercial las ballenas grises en las lagunas costeras de la costa occidental de la Península de Baja California; la ballena azul en las costas desde Loreto hasta la Bahía de La Paz, y la ba- llena jorobada en la Bahía de Banderas y las costas de la región de Los Cabos, en BCS. 1 1 .8.3 Protección formal de los mamíferos marinos en México No existe ningún cuerpo legal que se encargue de mane- ra exclusiva de la protección de los cetáceos en el Golfo. En su lugar hay diferentes leyes relevantes para su con- servación y manejo, las cuales se aplican en todo México. La Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, establecida en 1988, actualmente es responsa- bilidad de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). Los artículos 15 al 19 de la ley es- tipulan una amplia comisión para formular políticas, pla- near iniciativas e implementar acciones de manejo para la protección de los recursos naturales de la nación. La Ley de Pesca autoriza a las agencias gubernamentales re- lacionadas con la pesca para “establecer medidas enca- minadas a la protección de... mamíferos marinos” (dof 1992). En 1991 se agrega al Código Penal Mexicano el artículo 254 bis, donde se prohíbe herir o capturar a cual- quier mamífero marino y tortugas marinas. La pena por violar dicho artículo es de tres a seis años de prisión (Con- greso de los Estados Unidos Mexicanos 1991). La Ley General de Vida Silvestre, bajo la responsabi- lidad de Semarnat, fue aprobada el 27 de abril de 2000 (dof 2000). Esta es la primera ley mexicana pertinente relacionada con la fauna que enfrenta el desafío de equi- librar la protección de la megadiversidad del país con la necesidad del desarrollo socioeconómico. El 10 de enero de 2002 se añadió el artículo 60 bis el cual declara que ningún mamífero marino se puede utilizar para la sub- sistencia o de manera comercial, a excepción de capturas para la investigación científica y objetivos educativos, previa aprobación de las autoridades (Semarnat 2002c). La Norma Oficial del Gobierno mexicano NOM-131- ECOL-1998 proporciona directrices específicas para que las actividades de observación de ballena sean compa- tibles con la conservación de las mismas y su hábitat (Semarnap 2000). Estas directrices son específicas para cada especie y definen las áreas, el periodo, la distancia y la duración de observación de las ballenas, así como el número y tipo de barcos permitidos. Además, en mayo de 2002 México estableció el Refu- gio Ballenero Mexicano que comprende su zona econó- mica exclusiva (aproximadamente tres millones de km2). El decreto estipula que las condiciones ambientales que requieren las ballenas para sus funciones biológicas (por ejemplo, la cría, el parto, el crecimiento, la migración, el estudio y la alimentación) se deben mantener. La espe- cie protegida incluye todos los miembros de las familias Balaenidae, Balaenopteridae, Eschrichtiidae, Physeteri- dae, Kogiidae, y Ziphiidae, además de la orea, el calderón ( Globicephala macrorhynchus), la orea falsa ( Pseudorca crassidens), la orea pigmea ( Feresa attenuata ) y el calde- rón menor ( Peponocephala elektra) de la familia Delphini- dae (Semarnat 2002d). A continuación se presenta una ficha técnica de las especies de cetáceos mencionados donde se actualiza el estado de conservación que guardan. 11 Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas 497 11.8.4 Ballena azul Balaenoptera musculus (Linnaeus, 1758). Subespecie: Ba- laenoptera musculus musculus (Linnaeus, 1758). Nom- bres comunes: ballena azul, rorcual gigante; blue whale. Distribución La ballena azul es una especie cosmopolita y se encuen- tra en todos los océanos. Estudios de variabilidad interes- pecífica han revelado la existencia de tres subespecies: B. musculus musculus en el hemisferio norte; B. muscu- lus intermedia, del Antártico, de mayor tamaño, y B. mus- culus brevicauda (Rice 1977; 1998), también conocida como ballena azul pigmea por su distintiva morfología y menor tamaño, distribuida en la zona subantártica de los océanos índico y Pacífico sur occidental (Ichihara 1966). En el Pacífico norte las ballenas azules se distribuyen muy ampliamente, desde Kamchatka en Rusia, hasta el sur de Japón, en el occidente, y desde el Golfo de Alaska y California hacia el sur, al menos hasta Costa Rica en el oriente. Su distribución comprende ambientes pelági- cos de aguas profundas (Wade y Friedrichsen 1979) y costeros sobre la plataforma continental (Calambokidis et al. 1990; Fiedler et al. 1998). Esta especie parece reali- zar movimientos migratorios estacionales en numerosos lugares. Registros históricos de caza de ballenas y avistamientos recientes sugieren la existencia de al menos cinco sub- poblaciones en el Pacífico norte: 1 ] al sur de Japón, vir- tualmente extinta; 2] al norte de Japón/Islas Kurils/Pe- nínsula de Kamchatka; 3] en las aguas adyacentes a las Islas Aleutianas, probablemente pasan el invierno en aguas profundas al norte de Hawai; 4] en el Golfo de Alaska oriental, y 5] en California-México, quizá relacionadas con la agregación presente todo el año en el Pacífico Orien- tal tropical (nmfs 1998). La Comisión Ballenera Internacional (cbi) reconoce únicamente un stock de manejo para el Pacífico norte (Donovan 1991). En el Pacífico mexicano las ballenas azules se distribuyen en la costa occidental de la Penín- sula de Baja California y en el Golfo de California, prin- cipalmente de diciembre a abril (Rice 1974; Yochem y Leatherwood 1985), aunque algunas pueden permanecer durante todo el año (Leatherwood et al. 1982). La distribución histórica de la ballena azul en aguas mexicanas debe ser muy similar a la actual ya que, aun- que hubo caza comercial, esta se realizó en sus áreas ac- tuales de distribución, lo que indicaría que el efecto de esta actividad ocasionó la disminución del número de animales pero no cambios en su distribución. Las ballenas azules que se distribuyen en México per- tenecen a la población California-México. En general se encuentran en las costas de los estados de Baja Califor- nia, Baja California Sur y Sonora. Se tienen registros pu- blicados en las siguientes localidades: Vidal et al. (1993) identificaron cuatro áreas de con- centración de ballenas azules en el Golfo de California: Islas San José, Santa Cruz y San Francisco; Islas Montse- rrat, Carmen y Coronados; Punta Concepción, BCS, has- ta Isla San Ildefonso, y Canal de Salsipuedes y Canal de Ballenas. Baja California: costa occidental (Rice 1974; Calambo- kidis et al. 1990; Reilly y Thayer 1990; Rice 1992; Wade y Gerrodette 1993; Mangels y Gerrodette 1994). En el Gol- fo de California: en San Felipe, en la Isla San Ildefonso, el Canal de Ballenas y el Canal de Salsipuedes (Sears 1987; 1990; Tershy et al. 1990; Vidal et al. 1993; Zavala 1996). Baja California Sur: en toda la costa del estado, desde Bahía de Ballenas, en la costa occidental, hacia al sur has- ta la zona de Los Cabos, y hacia el norte en el Golfo de California hasta la Bahía de Loreto, donde se concentran de manera particular (Rice 1974; Sears 1987; Calamboki- dis et al. 1990; Gendron 1990; Reilly y Thayer 1990; Sears 1990; Rice 1992; Gendron 1993; Wade y Gerrodette 1993; Mangels y Gerrodette 1994; Zavala 1996; Barlow et al. 1997; Del Ángel 1997; Urbán et al 1997a). Sonora: se conocen avistamientos esporádicos en el Alto Golfo, Guaymas y Yavaros (Gendron 1993; Vidal et al. 1993). Migración Estas ballenas se pueden observar desde finales del otoño hasta la primavera en el Golfo de California (Gendron 2002), y más al sur en aguas oceánicas frente a las costas de Centroamérica. Tershy et al. (1990) informan que las ballenas azules alcanzan su máximo en el Golfo de Ca- lifornia entre mediados de marzo y mediados de abril. De acuerdo con Rice (1974), el pico de abundancia en la costa occidental de la Península de Baja California es de febrero a principios de junio, cuando la mayoría de los animales se dirigen al norte y nuevamente en octubre, cuando se mueven al sur. Observadores de mamíferos marinos han registrado ballenas azules durante todos los meses del año en las costas de Centroamérica, en especial cerca del área de surgencia conocida como el Domo de Costa Rica, aproximadamente en los 9o N, 89° W (Wade 498 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio y Friedrichsen 1979; Reilly y Thayer 1990; Wade y Gerro- dette 1993). Reilly y Thayer (1990) especulan que esta con- gregación consiste en ballenas de la población de Cali- fornia que migran durante el invierno al sur y otras que conforman una población residente y permanecen todo el año en esta zona. Mate et al. (1999) informan sobre la migración de 10 ballenas azules a las que se les colocó un transmisor vía satélite. Su velocidad de desplazamiento en la costa occi- dental de la Península de Baja California varió de 103 a 195 km/día y su ruta se ubicó desde pocos kilómetros hasta 500 km de la costa. Tamaño de la población De una población cercana a los 2 000 individuos, Gendron y Gerrodette (2003) estimaron para el Golfo de Califor- nia una abundancia de 362 ballenas azules. Categorías de riesgo ♦ uicn: riesgo bajo ( lower risk). ♦ Cites: Apéndice I. ♦ cbi: toda la zona del Pacífico norte está en la categoría de stock protegido ( protection stock, ps). ♦ Endangered Species Act (esa), Estados Unidos: en pe- ligro ( endangered ). ♦ Marine Mammal Protection Act (mmpa), Estados Uni- dos: stock de California-México como reducida ( deple - ted) y estratégica ( strategic ). ♦ NOM-059-SEMARNAT-2001: sujeta a protección es- pecial (Pr). 11.8.5 Ballena gris Eschrichtius robustas (Lilljeborg, 1861). Nombres comu- nes: ballena gris; gray whale. Distribución La ballena gris se distribuye en el hemisferio norte. Los últimos registros de esta especie en el Atlántico norte, donde ahora está extinta, corresponden a la costa de Nue- va Inglaterra, Estados Unidos, a principios del siglo xvm (Dudley 1725). En el Pacífico norte sobreviven dos po- blaciones geográficamente separadas. La población occi- dental o “coreana” que se distribuye durante el verano al norte del Mar de Okhotsk (Weller et al. 1999), en el oto- ño migra a través de las aguas costeras de la Península de Corea para pasar el invierno en la región china de Guan- dong (Henderson 1984; Rice 1998). La población del Pa- cífico nororiental o “californiana” se distribuye durante el verano en los mares de Chukchi y Beaufort, en la región noroeste del Mar de Bering y las aguas circundantes a la Isla de St. Lawrence; algunas decenas también pasan el verano en aguas cercanas la Isla Vancouver hacia el sur, hasta California central. En el otoño estas ballenas mi- gran siguiendo la línea de costa hacia el sur hasta la costa occidental de la Península de Baja California y la región sur-occidental del Golfo de California. La migración ha- cia el norte comienza en primavera siguiendo la misma ruta (Rice y Wolman 1971; Wolman 1985). La distribución histórica en aguas mexicanas es muy similar a la actual, con la excepción de la disminución de ballenas que acostumbraban concentrarse en las lagunas de Yavaros-Tohaui, Sonora, y en la Bahía de Santa María (Reforma), Sinaloa. Hasta 1984 las ballenas grises visi- taron regularmente, aunque en muy escasos números, estos lugares. A partir de esta fecha se han registrado es- porádicamente uno o dos individuos. (Gilmore y Ewing 1954; Gilmore 1960; Gilmore et al. 1967; Vidal 1989; Vi- dal et al. 1993). Las zonas de concentración histórica que ya no utilizan las ballenas grises actualmente corresponden a la Bahía de Yavaros-Tohaui, Sonora, en los 26° 43' N; 109° 33' W, y la Bahía de Santa María (Reforma) en los 24°48'N; 108° 04' W. Las ballenas grises que se distribuyen en México per- tenecen a la población oriental, también llamada de cali- fornia o americana. En general se encuentran en las cos- tas de los estados de Baja California, Baja California Sur, Sonora, Sinaloa y Nayarit. Se tienen registros publicados en las siguientes localidades: Baja California: aguas circundantes a Isla Guadalupe, Isla Cedros, Islas San Benito, Isla Todos Santos, Bahía de San Quintín, Laguna Guerrero Negro (Gilmore 1960), Golfo de Santa Clara (Henderson 1984) y Canal de Balle- nas (Tershy y Breese 1991). Baja California Sur: Laguna Ojo de Liebre, Punta Abre- ojos, Laguna San Ignacio, Bahía de Ballenas, Boca de las Ánimas, Bahía de San Juanico, Boca de la Soledad, Canal de San Carlos, Bahía Magdalena, Bahía Almejas (Scammon [1874] 1968; Gilmore 1960; Rice y Wolman 1971; Rice et al. 1981; Norris et al. 1983; Jones y Swartz 1984; Urbán et al 1997a, b), Cabo San Lucas, Canal de San Lorenzo, Bahía de La Paz, Bahía Concepción, Santa Rosalía (Gilmore 1960; Urbán et al. 1990; Vidal et al. 1993; Urbán et al. 1997a, b). 11 Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas 499 Nayarit: Bahía de Banderas (Salinas y Bourillón 1988). Sinaloa: Bahía de Santa María (Reforma) (Gilmore 1960). Sonora: Puerto Peñasco (Vidal et al. 1993), Guaymas (Vidal 1989), Bahía de Yavaros (Gilmore 1960; Gilmore et al. 1967). Migración La población americana realiza migraciones de más de 9 000 km en grupos segregados por sexo y edad, siguien- do la línea de costa desde los mares de Bering, Chukchi y Beaufort, donde se alimenta durante el verano, hasta la costa occidental de la Península de Baja California y el Golfo de California, para llevar a cabo sus actividades reproductoras de diciembre a abril, con un pico de abun- dancia a mediados de febrero. Comienzan su travesía hacia el sur desde finales de oc- tubre hasta principios de febrero. Las ballenas grises rea- lizan la mayor parte de los más de 9 000 km que toma su recorrido a menos de 5 km de distancia de la costa. Na- dan a una velocidad de 5.5 a 7.7 km/h, por tanto viajan cerca de 132-185 km/día, sin diferencia entre sus velocida- des diurnas y nocturnas. Durante la migración se segre- gan temporalmente de acuerdo con su sexo, edad y esta- do reproductivo. Las primeras ballenas en comenzar el viaje hacia el sur son las que están preñadas, seguidas por hembras que ovularon recientemente, machos adultos, hembras inmaduras y al final los machos inmaduros (Rice y Wolman 1971). La mayoría de las ballenas grises de la población ame- ricana permanece durante el invierno en la costa occiden- tal de la Península de Baja California. Las ballenas preña- das se congregan en lagunas y bahías de aguas someras y protegidas por la costa, donde después de una gestación de 418 días nacen los ballenatos desde principios de ene- ro hasta mediados de febrero (Rice et al. 1981). Al nacer, las crías miden de 4 a 4.5 m y pesan de 600 a 800 kg (Rice y Wolman 1971). La migración hacia el norte generalmente empieza a mediados de febrero y continúa hasta principios de mayo. Las primeras ballenas en comenzar la migración hacia el norte son las hembras recién preñadas, seguidas por otras hembras adultas, machos adultos, machos y hem- bras inmaduros y finalmente las hembras con ballenato. Estos serán alimentados por sus madres hasta los ocho meses de edad, tiempo en que se independizan (Rice y Wolman 1971). Tamaño de la población La estimación más reciente del tamaño de la población oriental en la temporada 2006-2007 fue de 20 110 (error estándar: 1 755) individuos (Rugh et al. 2008). Este cálcu- lo es similar al de la temporada 2000-2001 de 19 448 (error estándar: 1 882) individuos, cifra estimada después de una alta mortalidad de ballenas grises a lo largo de su área de distribución durante 1998, 1999 y 2000 (Norman et al. 2000; Moore et al. 2001). Desde luego, en estos años el número de crías fue muy bajo (Brownell et al. 2001; Perryman 2001). Categorías de riesgo ♦ uicn: baja preocupación ( least concern). ♦ Cites: Apéndice I. ♦ c b i : en la región del Pacífico norte, el stock oriental está en la categoría de manejo sostenido ( sustained man- agement stock, sms). ♦ NOM-059-SEMARNAT-2001: en protección especial (Pr). 11.8.6 Ballena jorobada Megaptera novaeangliae (Borowski, 1781). Nombres co- munes: ballena jorobada, rorcual jorobado, yubarta; humpback whale. Distribución La ballena jorobada es una especie cosmopolita, por lo que se encuentra en todos los océanos. En el Pacífico norte se alimenta durante el verano en el Golfo de Alas- ka, en los mares de Bering, de Chukchi y de Okhotsk, y hacia el sur hasta la Isla Honshu en Japón, así como en Punta Concepción, California, Estados Unidos. Durante la época de reproducción en el invierno, suele concen- trarse en tres áreas diferentes: Pacífico noroccidental (Taiwán e Islas Bonin, Ryukyu y Marianas); Pacífico cen- tral (Hawai), y Pacífico nororiental (costa occidental de México y hasta Costa Rica) (Rice 1974; Johnson y Wolman 1984; nmfs 1991; Steiger et al. 1991). En el Golfo de California se han registrado ballenas jo- robadas en la porción norte y alrededor de las grandes islas durante las cuatro estaciones del año, lo cual revela que algunos animales no llevan a cabo la migración típica ha- cia las altas latitudes del Pacífico norte (Urbán y Aguayo 1987). Se tienen registros publicados en estas localidades: 500 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Baja California: aguas circundantes a Isla Cedros e Islas San Benito (Rice 1978; Urbán y Aguayo 1987), y a lo largo de la costa occidental de la península, hacia el ex- tremo sur. Baja California Sur: en toda la costa occidental, hacia el sur hasta la zona de Los Cabos, donde se concentran de manera particular; hacia el norte en el Golfo de Cali- fornia hasta la Bahía de Loreto (Rice 1978; Fleischer etal. 1984; Urbán y Aguayo 1987; Urbán etal. 1997a), yen aguas circundantes a Isla Rasa y en el Canal de Ballenas (Rice 1974; Urbán y Aguayo 1987). En la Bahía de La Paz se le observa con frecuencia durante el invierno y la primave- ra, sobre todo en la región central (Urbán et al. 1997a). Nayarit: se tienen numerosos registros en las costas de este estado, incluyendo las aguas circundantes a las Islas Tres Marías, Isabel y Marietas, así como en la porción nor- te de Bahía de Banderas (Rice 1978; Álvarez 1987; Urbán y Aguayo 1987; Salinas y Bourillón 1988; Álvarez et al. 1990; Ladrón de Guevara 1995; Tuttle et al. 2000). Sinaloa: se tiene registro de avistamientos especialmen- te en la porción sur del estado, en las aguas frente a Ma- zatlán (Urbán y Aguayo 1987). Sonora: se conocen avistamientos esporádicos en las aguas circundantes a Isla Tiburón (Urbán y Aguayo 1987). Migración y estructura de las poblaciones del Pacífico norte La información con que se cuenta acerca de la estructura de las poblaciones de ballenas jorobadas en el Pacífico norte incluyen: 1 ] datos de capturas provenientes de la caza comercial (Townsend 1935; Tomilin 1957); 2] infor- mación sobre movimientos de ballenas utilizando mar- cas tipo “discovery” (Nishiwaki 1966); 3] información so- bre movimientos migratorios con base en ballenas iden- tificadas fotográficamente (Darlingy Jurasz 1983; Darling y McSweeney 1985; Baker et al. 1986; Urbán y Aguayo 1987; Calambokidis et al. 1989, 1996, 2001; Steiger et al. 1991; Darling y Cerchio 1993; Darlingy Mori 1993; Darling et al. 1996); 4] diferencias geográficas en los patrones ge- néticos de la ballenas jorobadas con base en el adn (Me- drano-González 1993; Baker etal. 1998) y en la estructu- ra de los “cantos” (Payne y McVay 1971), y 5] diferencias en las proporciones de ballenas con diferentes patrones de coloración de la cara ventral de la aleta caudal (Pike 1953; Baker et al. 1986; Rosenbaum et al. 1995). Aun con estos estudios, no hay consenso acerca de la estructura poblacional de estas ballenas en el Pacífico nor- te; la Comisión Ballenera Internacional considera, para propósitos de manejo, todas las ballenas jorobadas del Pacífico norte como un stock (Donovan 1991). Por su par- te, Baker et al. (1994) concluyen, con base en evidencia genética, que las ballenas jorobadas en el Pacífico noro- riental podrían dividirse en al menos dos grupos o stocks: uno “central”, donde las ballenas se alimentan en las aguas de Alaska y migran sobre todo a Hawai, y otro “america- no”, donde se alimentan a lo largo de las costas de Cali- fornia y pasan el invierno en aguas del Pacífico mexicano. Angliss et al. (2001) reportan tres stocks para propósitos de manejo: el del Pacífico nororiental (conocido como California-Oregon- Washington stock)-, el del Pacífico nor- te central, y el del Pacífico noroccidental. Tamaño de la población Urbán et al. (1999) estimaron un tamaño de la población para el Pacífico mexicano en 1991 de 1 813 (intervalo de confianza: 918-2505) ballenas para el stock costero (Baja California y Costa Continental) y de 914 (intervalo de con- fianza: 590-1193) para el Archipiélago de Revillagigedo; Calambokidis etal. (2008) calcularon el tamaño de la po- blación de todo el Pacífico mexicano para 2004 de 5 928 ballenas, lo que significaría un incremento anual de 6.9 por ciento. Categorías de riesgo ♦ uicn: baja preocupación ( least concern). ♦ Cites: Apéndice I. ♦ cbi: toda la región del Pacífico norte está en la catego- ría de stock protegido ( protection stock, ps). ♦ NOM-059-SEMARNAT-2001: sujeta a protección es- pecial (Pr). 1 1 .8.7 Ballena franca del Pacífico norte Eubalaena japónica (Lacepede, 1818). Sinónimo: Euba- laena glacialis, Balaena glacialis. Nombres comunes: ba- llena franca; right whale. Distribución La ballena franca del Pacífico norte se distribuía de abril a septiembre sobre todo al norte de los 50° N, según re- gistros de los balleneros estadounidenses del siglo xix, quienes explotaron la especie hasta el borde de la ex- tinción (Townsend 1935). Desde su protección en 1937 11 por la Convención Internacional para la Regulación de la Cacería Ballenera, solamente ocurrieron cinco registros de esta especie, de los cuales uno fue en La Jolla, Califor- nia, en 1955 (Gilmore 1956), y cinco entre Washington y Oregon en 1959 (Fiscus y Niggol, 1965). Rice y Fiscus (1968) reportaron cinco avistamientos en las costas de Washington, Oregon, California y Baja California, entre 1959 y 1967, de los cuales uno corresponde a dos ballenas francas en Punta Abreojos, Baja California, en 1965. De acuerdo con Scarff (1991), esta especie se observa muy raramente en el Pacífico mexicano y solo se informaron algunos avistamientos en el siglo pasado. Actualmente el rango de distribución se ha extendido hacia la porción suroeste de la Península de Baja Califor- nia; se ha informado un nuevo avistamiento, aunque sin confirmación fotográfica, al sur de la punta de la Penín- sula de Baja California Sur (Gendron 2000). Estos avista- mientos se han registrado al este de la Isla Guadalupe (28° 30' N/117°00' W) (Reeves y Leatherwood 1985); al sur de Punta Abreojos (26°39' N/113°40' W) (Rice y Fis- cus 1968); al suroeste de la Península de Baja California (23°02'N/109°30'W) (Gendron et al. 1999); al sur déla punta de la Península de Baja California (23° 54.3' N/ 112° 40.6' W) (Gendron 2000). Tamaño de la población De acuerdo con Kenney (2002), no hay estimaciones de abundancia confiables para el Pacífico norte y es posible que haya menos animales de los 300 calculados reciente- mente para el Atlántico norte occidental (Florida a Nueva Escocia, Canadá). Categorías de riesgo ♦ uicn: en peligro de extinción ( endangered ). ♦ Cites: Apéndice I. ♦ cbi: toda la región del Pacífico norte está en la catego- ría de stock protegido ( protection stock, ps). ♦ NOM-059-SEMARNAT-2001: en peligro de extin- ción (P) 11.8.8 Cachalote Physeter macrocephalus (Linnaeus, 1758). Sinónimos: Physeter catodon (Linnaeus, 1758). Nombres comunes: cachalote; sperm whale. • Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas 501 Distribución El cachalote es el segundo mamífero marino con la dis- tribución más extensa, después de la orea ( Orcinas orea). Abarca todos los océanos profundos del mundo, desde el ecuador hasta los polos, aunque solo los machos madu- ros se desplazan hasta latitudes extremas. El límite lati- tudinal conocido a mediados de invierno abarca los 40° N y 30° S. Los cotos de distribución durante el invierno y los límites de las hembras y jóvenes machos durante el vera- no corresponden aproximadamente con los 15 °C de la isoterma superficial del mar. La distribución geográfica de los cachalotes es continua en todo el mundo, pero las poblaciones del Pacífico, Atlántico y el Océano Indico es- tán parcialmente aisladas unas de otras por las grandes masas continentales. En el Pacífico oriental tropical se conocen más de 180 avistamientos de esta especie, su mayor concentración se ubica entre los 10° N y los 10° S, y entre los 80° N y 100° W. En la costa noroccidental de la Península de Baja Califor- nia se han registrado dos varamientos de un animal cada uno y algunos avistamientos. En el Golfo de California se tienen registros de cinco varamientos masivos y cinco de individuos solitarios, en ambas costas del Golfo y desde San Felipe al norte hasta Los Frailes en el sur. Los nume- rosos avistamientos en el Golfo se distribuyen principal- mente en su región central y el sur. En los últimos años han sido frecuentes en el área comprendida entre Loreto e Isla Cerralvo. En el Golfo de México son abundantes, se conocen re- gistros de 23 varamientos y numerosos avistamientos, en todo el Golfo y durante todo el año, lo que sugiere que al- gunos residen en la región. Se observan en ambos litora- les mexicanos, incluyendo el Golfo de California y el Ca- ribe. En costas mexicanas se conocen dos varamientos, uno en Tecolutla, Veracruz, y otro en Quintana Roo. Movimientos Jaquet et al. (2003) informan que siete hembras de cacha- lote vistas durante 1998 y 1999 en el Golfo de California ya habían sido fotografiados en las Islas Galápagos entre 1987 y 1994. Este descubrimiento indicaría una relación entre estas dos poblaciones cuyo grado se desconoce. Tamaño de la población Antes de la cacería extensiva a la que se vieron sometidos los cachalotes, la población mundial se aproximaba a los 502 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio 3 millones de animales. Desde entonces se redujo aproxi- madamente 31% hasta alcanzar menos de 2 millones. El número de machos ha disminuido alrededor de 45%, mientras que las hembras 17 por ciento. Actualmente la población mundial estimada es de 1 900 000 ejemplares y para el Pacífico norte se calcula en alrededor de 930 000 individuos. En el Golfo de Califor- nia se estima una población de 567 cachalotes (Gerro- dette y Palacios 1996). Categorías de riesgo ♦ u i c n : vulnerable. ♦ Cites: Apéndice I. ♦ Endangered Species Act (esa): en peligro ( endan - gered ). ♦ Marine Mammal Protection Act (mmpa): el stock de California- Washington está en la categoría de reduci- da ( depleted ) y estratégica ( strategic ). ♦ NOM-059-SEMARNAT-2001: sujeta a protección es- pecial (Pr). 11.8.9 Orea Orcinus orea (Linnaeus, 1758). Nombres comunes: orea, ballena asesina, bufeo mascarillo; killer whale. Distribución La orea es el mamífero marino con la distribución más amplia en el mundo (Jefferson et al. 1993; Dahlheim y Heyning 1998). Es una especie cosmopolita que se en- cuentra desde los hielos polares hasta las regiones ecua- toriales (Leatherwood y Reeves 1983; Klinowska 1991), aunque son más abundantes en hábitats costeros y en la- titudes extremas (Dahlheim y Heyning 1998). En el Pacífico no son abundantes, pero tampoco es raro observarlas. Guerrero-Ruiz et al. (1998) han encontrado que la orea está presente en esta cuenca durante todo el año y que existen al menos cuatro comunidades que tem- poralmente habitan en ese mar, las cuales se mueven ha- cia el Pacífico norte, pues algunos individuos han sido observados en aguas de California, Baja California y Baja California Sur. El catálogo fotográfico compilado por Black y colaboradores (1997) incluye 57 oreas identificadas en el noroeste de México. Movimientos De una muestra de 236 oreas identificadas mediante fo- tografía en el Golfo de California, 12 se han observado en las costas de California a la altura de la ciudad de Los Ángeles (Urbán et al. 2007b). Localidades registradas Se les ha visto a lo largo de la costa occidental de Baja Ca- lifornia, especialmente cerca de las islas Cedros, San Be- nito, San Jerónimo y Santa Margarita. Esta distribución coincide con la presencia de colonias de lobos marinos y focas. En el Golfo de California se han registrado en más de 100 ocasiones (Vidal et al. 1993; Mangels y Gerrodette 1994), y en la Bahía de La Paz, BCS, se les ha registrado más de dos veces, sobre todo en aguas cercanas a Los Islo- tes y en la región central de la bahía (Urbán et al. 1997a). Entre los registros publicados se encentran: Costa occidental de Baja California: Bahía de San Se- bastián Vizcaíno (Vidal 1991). Sonora: Faro El Borrascoso, ca. 55 m al sur del Golfo de Santa Clara (Delgado et al. 1994). En el Golfo de California se han registrado en más de 150 ocasiones desde Islas Consag al norte, hasta Cabo San Lucas y Bahía de Banderas al sur (Guerrero-Ruiz 1997). Categorías de riesgo ♦ uicn: insuficientemente conocida ( data deficient). ♦ Cites: Apéndice II. ♦ NOM-059-SEMARNAT-2001: sujeta a protección es- pecial (Pr). 11.9 Conclusiones Como en tantos otros aspectos, México es excepcional- mente rico en especies migratorias, en especial por su configuración, ubicación latitudinal, extensos litorales y compleja topografía. Esto confiere al país un gran bene- ficio en la forma de los servicios ambientales que estas especies proporcionan, y también una seria responsabili- dad y un compromiso formal con la conservación de este sector de la biodiversidad mexicana. Además, muchas es- pecies migratorias se comparten con otros países, lo que hace esta responsabilidad aún mayor. El gran número de especies migratorias mexicanas es una muestra de nuestra muy diversa biota. La capacidad 11 de movimientos estacionales periódicos a gran escala es probablemente la única característica compartida entre todos los grupos, aunque también es muy cierto que mu- chas especies enfrentan amenazas de extinción que en ocasiones son compartidas. La pérdida de hábitat afecta a todas las especies migra- torias, desde las que atraviesan el país, usándolo como corredor, hasta aquellas que se reproducen aquí durante el verano o las que llegan solamente a pasar el invierno. Dada la extraordinaria diversidad de especies migratorias de vertebrados superiores que pueblan México, su impre- sionante variación en historias de vida y requerimientos de hábitat, así como la fragmentación de prácticamente cualquier ecosistema tendrán repercusiones negativas para algún grupo de especies migratorias. Los proyectos de conservación deben alcanzar tanto las áreas de hiberna- ción como las zonas de reproducción, y desde luego no pueden quedarse fuera los corredores migratorios que las conectan. Esto implica no solamente un compromiso serio, de largo plazo e interdisciplinario, sino también una serie de acuerdos de cooperación para el aprovechamien- to sustentable entre México y muchos otros países con los cuales compartimos las poblaciones de especies migrato- rias. Aunque ya existe este tipo de acuerdos entre México y Estados Unidos para grupos como aves, murciélagos, ballenas y tortugas marinas, es fundamental ampliarlos para cooperar en este sentido con los países centro y sud- americanos, del Caribe y otros. También es importante resaltar que ya existe la Convención de Especies Migra- torias, o Convención de Bonn (cms), en el marco del Pro- grama de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (pnuma). Esta convención tiene como objetivo “contri- buir a la conservación de las especies terrestres, marinas y aviarias de animales migratorios a lo largo de toda su área de distribución” ( sic ). La cms entró en vigor en no- viembre de 1983 y en la actualidad forman parte de ella 110 países. México no es país parte de este tratado y jun- to con Estados Unidos son solamente firmantes del Me- morando de Entendimiento. Es necesario que México considere la importancia y la necesidad de convertirse en país firmante de este tratado como parte de los esfuerzos por conservar a las especies migratorias que habitan o pasan por México. Las aves son por mucho el grupo que tiene un mayor número de especies migratorias. Los murciélagos, las ba- llenas y las tortugas marinas complementan el grupo de especies migratorias. Las amenazas que afectan a estas especies las comparten con otras. En primer lugar resalta la fragmentación y destrucción de sus hábitats de hiber- • Conservación de especies migratorias y poblaciones transfronterizas 503 nación para reproducción y los corredores migratorios que los conectan, y en el caso de los murciélagos la des- trucción y perturbación de sus cuevas y otros refugios. Otras amenazas directas son la cacería y la extracción ilegales, que afectan más notablemente a algunos grupos como las tortugas marinas y las aves canoras y de ornato, y que en el pasado causaron reducciones muy severas de especies como las ballenas. Además, la captura inciden- tal — por ejemplo, de tortugas marinas en redes de pes- ca— y las colisiones con infraestructura antropogénica también están causando un alto nivel de mortalidad en muchas especies. Las prioridades para la conservación de las especies migratorias de México se concentran principalmente en la protección de su hábitat en toda su distribución en el país, en particular en las áreas de reproducción; en la re- ducción de riesgos específicos como la colisión con ca- bles, vehículos o turbinas de generación eólica (en el caso de aves y murciélagos); la aplicación efectiva de medidas de mitigación, como la instalación en toda la flota pes- quera de dispositivos de exclusión de tortugas marinas; el diseño, instalación y operación de aerogeneradores cu- yas condiciones causen baja mortalidad, y la aplicación de la ley sin excepción para terminar totalmente con el aprovechamiento y cacería ilegales de especies migrato- rias. Por otro lado, es muy importante planear, buscar e implementar la coordinación entre distintos grupos de trabajo para la conservación de especies migratorias. Es claro que entre las especies marinas, como las tortugas y las ballenas, hay retos comunes que deben enfrentarse de manera integral para optimizar sus efectos positivos y lo- grar consensos amplios a favor de estas especies. De ma- nera similar, las especies voladoras — como aves y mur- ciélagos— se beneficiarían si se incorporan y coordinan los esfuerzos para su conservación, en particular con res- pecto a las acciones que se pueden compartir, como la educación de la población en general, la protección de su hábitat a lo largo de los corredores migratorios y la apli- cación de las leyes para su protección. Notas 1 Phaethornis longuemareus, que se incluye en la NOM-059- SEMARNAT-2001, fue dividida en P. striigularis y P. longue- mareus por la aou en 2002 (BirdLife International 2009). 504 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Referencias Abreu-Grobois, F.A., Y. Guzmán, E. Cuevas y M. Alba Gamio (comps.) 2005. 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Ross revisores: John Fa • Andrew P. Vovides Contenido 12.1 Introducción / 579 1 2.2 Conservación ex situ de especies vegetales / 523 1 2.2.1 Jardines botánicos / 523 • Jardines botánicos en el país / 5 24 • Las especies de plantas de los jardines botánicos / 5 24 • Las colecciones nacionales en los jardines botánicos / 526 • Consideraciones y recomendaciones / 526 1 2.2.2 Recursos genéticos forestales y bancos de germoplasma / 527 1 2.2.3 Laboratorios de cultivo de tejidos vegetales / 529 1 2.3 Conservación ex situ de especies animales / 529 1 2.3.1 Zoológicos, criaderos y acuarios / 537 • La Asociación de Zoológicos, Criaderos y Acuarios de la República Mexicana (azcarm) / 531 • Apoyo a los programas de conservación de las especies silvestres prioritarias / 532 • Investigación / 532 • Proyectos de conservación de las colecciones pertenecientes a la azcarm / 532 • La infraestructura de los zoológicos / 534 • Plan estratégico de colección y registros / 534 • Participación en talleres de conservación, análisis y manejo planificado de especies silvestres / 535 • Red de Monitoreo del Uso de Animales Silvestres Vivos (Remus) / 535 • Estrategias de Colaboración para la Recuperación de Especies de la azcarm / 535 • Colecciones vivas en la conservación ex situ de peces dulceacuícolas / 535 1 2.4 Conservación ex situ de otros organismos / 538 1 2.5 Las colecciones ex situ como herramientas de educación / 539 12.6 Consideraciones finales: hacia un inventario nacional / 540 12.7 Conclusiones/ 547 Referencias / 542 ► • Lascuráin, M„ et al. 2009. Conservación de especies ex situ, en Capital natural de México, vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio. Conabio, México, pp. 517-544. [517] 518 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadros Recuadro 12.1. Métodos ex situ de conservación de plantas / 520 Recuadro 12.2. Recomendaciones generales para el desarrollo del proceso ex situ de plantas / 522 Recuadro 12.3. Metas de la Estrategia Global para la Conservación Vegetal 2003 / 527 Recuadro 12.4. Cultivo de tejidos vegetales / 530 Recuadro 12.5. Cultivo de Chirostoma estor estor, un pez de importancia tradicional y económica en riesgo / 537 Apéndices Apéndice 12.1 .Jardines botánicos de México /(jf) 12 • Conservación de especies ex si tu 519 Resumen En este capítulo se presenta información de los centros donde se desarrolla la conservación ex situ de especies en México, su importancia, tendencias y perspectivas. En cuanto a la flora, se consideran los jardines botánicos, los recursos genéticos forestales y los laboratorios de cultivo de tejidos. Para la fauna, los zoológicos, acuarios y criaderos. Por su biología particular, algunos organismos que se mantienen por su utilidad ecológica, requieren infraestructura y técnicas especializadas; es el caso de levaduras marinas, microalgas, cepas de hongos, dinoflagelados marinos y liqúenes, entre otros. La Asociación Mexicana de Jardines Botánicos, A.C. registra 51 jardines botánicos, de los cuales 37 trabajan activamente. Solo 16 jardines botánicos registrados en 2003 albergan cerca de 37% de los taxa incluidos en la NOM-059-SEMARNAT-2001. En los jardines botánicos mexicanos se trabaja intensamente en la educación ambiental. En cuanto a la conservación de plantas, la labor se dirige sobre todo al cultivo y uso sustentable, y en menor proporción a la investigación. Suponiendo que las 980 especies de plantas mencionadas en la NOM-059'SEMARNAT-2001 necesitaran algún tipo de manejo ex situ, idealmente cada jardín botánico debería integrar en sus colecciones 20 de estas especies. La conservación ex situ de los recursos genéticos forestales se da básicamente mediante semilleros, plantaciones y bancos de semillas como insumos para los sectores forestal, agrícola y comercial. Existen diversas instituciones que cuentan con laboratorios de cultivo de tejidos vegetales. De los 89 zoológicos registrados ante la Dirección General de Vida Silvestre de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), 27 forman parte de la Asociación de Zoológicos, Criaderos y Acuarios de la República Mexicana, A.C. (azcarm). Por otra parte, la Semarnat registra cinco zoológicos con proyectos científicos de investigación con poblaciones. Los proyectos de conservación de especies silvestres de algunos miembros de la azcarm tienen 37 proyectos que favorecen la conservación de por lo menos 50 especies silvestres. De las 935 especies de vertebrados en riesgo de extinción (excluyendo peces), los ungulados, grandes carnívoros y mamíferos marinos tienen grandes requerimientos de espacio, lo cual hace poco factible mantener poblaciones viables en cautiverio en México. La conservación ex situ de peces dulceacuícolas en riesgo se realiza en algunas universidades del país. Los centros de conservación ex situ tienen un importante valor educativo potencial y una responsabilidad, tanto para sensibilizar a la población visitante sobre la importancia de la naturaleza y el valor de la conservación, como para la formación de recursos humanos en los niveles medio y superior, sin embargo, con frecuencia estos han sido poco aprovechados. Ante la urgente necesidad de recuperar un alto número de especies, es preciso contar con un inventario nacional de ejemplares con los que se hagan verdaderos esfuerzos de conservación ex situ, que fortalezca las capacidades regionales, mejore la infraestructura, servicios, capacitación del personal, presupuesto y mantenimiento. Este inventario ayudará a identificar prioridades e impulsar programas integrales de uso sustentable e investigación científica mediante una coordinación interinstitucional para la conservación in situ y ex situ. 12.1 Introducción La conservación tanto de la flora como de la fauna se des- arrolla en dos formas básicas: dentro del hábitat natural o conservación in situ y fuera del mismo, es decir, conser- vación ex situ. La conservación ex situ, en cautiverio o en colecciones, es la aplicación de una amplia variedad de recursos, técnicas e infraestructuras especializadas que contribuyen a la recuperación y sobrevivencia de indivi- duos o poblaciones fuera de su hábitat (recuadro 12.1). Un objetivo central de la conservación ex situ es reducir el riesgo de extinción de especies o poblaciones, en algu- nos casos con el propósito de restablecer poblaciones nuevas en el hábitat natural. La conservación ex situ es valiosa para realizar estu- dios sobre distintos aspectos de la biología o conducta de las especies, el desarrollo de vacunas para prevenir enfer- medades tanto en poblaciones silvestres como en indivi- duos para reintroducirlos al medio silvestre (Wandeler et al. 1988; Williams et al. 1996; Davis y Elzer 2002) y el desarrollo de técnicas de fertilización o reproducción in vitro. Es importante resaltar el hecho de que mantener ejemplares de especies en cautiverio o en colecciones, aunque haya reproducción o investigación, no implica que sea parte de un programa de conservación ex situ. La reintroducción o liberación de ejemplares a la vida sil- vestre es el último paso de la conservación ex situ, por lo que esta forma de conservación contribuye al proceso de restauración ecológica, siempre y cuando exista el há- bitat disponible y las presiones que originaron la reduc- ción de las poblaciones de estas especies hayan desapa- recido. En algunos casos, cuando la totalidad de las poblacio- nes silvestres ha desaparecido o los individuos restantes 520 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 12.1 Métodos ex situ de conservación de plantas1 Criopreservación: semillas, polen o tejidos congelados en nitrógeno líquido, método tradicional para el almacenamiento a largo plazo de taxa agrícolas u hortícolas, usado cada vez más para especies silvestres. Banco de semillas: semillas almacenadas en condiciones de baja humedad y temperatura; usado rutinariamente para semillas de cultivos ortodoxos y especies silvestres. Almacenamiento de cultivos de tejidos: tejidos somáticos y semillas que se propagan in vitro, usados para la proliferación de plantas clónales y producción controlada de semillas. Cultivo en instalaciones dedicadas a la conservación: plantas cultivadas en regímenes hortícolas específicos al taxón, con el objetivo de cultivar y propagar especies amenazadas. Cultivo especializado en ambiente controlado: plantas cultivadas en ambientes artificiales, por ejemplo, especies tropicales dentro de invernaderos con calefacción en regiones templadas. Cultivo en exhibiciones mixtas o colecciones de referencia: plantas cultivadas como parte de una colección de referencia en condiciones ambientales. La mayoría de los ejemplares se encuentra en jardines botánicos y arboreta, mantenidos dentro de colecciones más grandes, donde el enfoque es la representación taxonómica o exhibición hortícola. Banco de genes de campo: extensiva plantación a cielo abierto para mantener la diversidad genética de una especie, usado con frecuencia en especies de importancia maderable. Jardín comunal: cultivos de un grupo comunitario (pueblo o familia) como parte de su agricultura tradicional para producir vegetales útiles, por ejemplo, plantas medicinales. Zoológicos: colecciones vivas de fauna silvestre abiertas al público, donde los ejemplares están confinados en un ambiente controlado y en los que se reproducen algunas especies para su conservación. Acuarios: colecciones vivas de fauna marina o dulceacuícola, abiertas al público, donde los ejemplares están confinados en un ambiente controlado y en los que se reproducen algunas especies para su conservación. Criaderos: centros de reproducción de una o pocas especies con el objetivo de incrementar su número para el comercio o reintroducción al medio silvestre. Colecciones vivas de peces: colecciones de peces y otros animales acuáticos, no abiertas al público, que mantienen peces para investigación o reproducción en cautiverio. Reproducción en cautiverio: consiste en trasladar individuos de una especie a condiciones confinadas y controladas para su reproducción, incrementando el tamaño poblacional de la especie. Reproducción asistida: en la reproducción en cautiverio se puede incrementar el éxito reproductivo mediante la fecundación in vitro, la inseminación artificial o la implantación de embriones. Bancos de genes: espermatozoides, óvulos y embriones se obtienen de individuos vivos o recientemente muertos, para almacenarlos congelados en nitrógeno líquido (criopreservación) para su uso posterior en reproducción asistida. 1 Adaptado de Maunder et al. (2004). fueron extraídos de su hábitat para evitar su total extin- ción, la conservación en cautiverio es una estrategia de último recurso, como en el caso del caballo de Przewals- ki ( Equus przewalskii), especie que formaba parte de dis- tintas colecciones zoológicas cuando desapareció del medio silvestre, lo que permitió crear un programa de recuperación y eventual reintroducción en Mongolia (fao 1986; iucn 2007); o el robin negro de las Islas Cha- tham ( Petroica traversi), cuyos últimos individuos fue- ron sacados de su isla nativa como parte de un programa de recuperación que incluyó la reproducción en cautive- rio, traslocación y reintroducción (Butler y Merton 1992; iucn 2007). En el caso de las plantas, la conservación ex situ también ha demostrado su importancia para evitar la extinción de especies, como en el caso de la cicada Encephalartos woodii, cuya población, derivada del úni- co individuo recolectado, se encuentra en muchas colec- ciones del mundo (Norstog y Nocholls 1997). 12 • Conservación de especies ex situ 521 El Convenio sobre la Diversidad Biológica identifica claramente que la biodiversidad está mejor conservada in situ, y como es lógico, esto significa que ex situ debe aplicarse como apoyo al imperativo de la conservación in situ. Cabe señalar que cuando las amenazas a las especies en su propio hábitat o al hábitat mismo son considera- bles, las posibilidades de que persistan a largo plazo son remotas, de ahí que sea importante evaluar la necesidad de iniciar un programa de conservación ex situ. La determinación del número de especies en estado crítico y cuáles de ellas podrían ser susceptibles de un rescate ex situ requiere estudios de dinámica poblacio- nal, área de distribución, hábitat disponible y su tasa de pérdida. En el capítulo 14 de este volumen se presenta una lista de las especies críticamente amenazadas en función de su distribución microendémica, estados de riesgo, reducción en el número de registros y tiempo sin nuevos registros. El análisis de estos indicadores podría orientar la toma de decisiones para considerar especies candidatas a un programa de conservación ex situ. Algunas organizaciones internacionales, como la Unión Mundial para la Naturaleza (iucn 2002), han sugerido algunas directrices técnicas sobre la gestión de poblacio- nes ex situ para su conservación, en las que se señala que las metas de esta gestión son: 1 ] Aumentar la conciencia pública y política, así como la comprensión de temas de conservación importantes y el significado de la extinción. 2] La gestión coordinada de la población genética y de- mográfica de los taxa amenazados. 3] La reintroducción y apoyo a poblaciones silvestres. 4] La gestión y restauración de hábitat. 5] El mantenimiento a largo plazo de bancos de genes y material biológico. 6] El fortalecimiento institucional y la capacitación pro- fesional. 7] La distribución equitativa de los beneficios. 8] La investigación biológica y ecológica sobre cuestio- nes relevantes para la conservación in situ. 9] La procuración de fondos para apoyar todo lo anterior. En general, los esfuerzos para la conservación ex situ se han desarrollado en dos vertientes independientes en- tre sí: la flora y la fauna. La primera incluye los jardines botánicos, los recursos genéticos forestales (semilleros, plantaciones y bancos de semillas) y recientemente los laboratorios de cultivo de tejidos. La segunda la han de- sarrollado sobre todo zoológicos, acuarios y criaderos, y en menor grado bancos de semen, óvulos y embriones. Por otro lado, existen grupos de organismos que, por su biología particular, requieren un tipo especial de infraes- tructura y técnicas para su conservación. Es el caso de levaduras marinas, microalgas, cepas de hongos, ciano- bacterias, dinoflagelados marinos, liqúenes y briofitas, entre otros. Recientemente se han incrementado colec- ciones ex situ de adn como herramientas para el análisis genético, que al igual que los ejemplares de un museo o de un herbario constituyen valiosos recursos para la in- vestigación, sin fines de propagación o reproducción (véase recuadro 12.1 para una descripción de los méto- dos ex situ de conservación de plantas). Cabe mencionar que la conservación ex situ tiene pro- blemas intrínsecos, como la pérdida de variabilidad ge- nética debida al efecto de fundador que invariablemente se asocia a las poblaciones en cautiverio, al igual que una reducida capacidad de adaptación al medio silvestre con- forme las generaciones permanecen en cautiverio (McPhee y Silverman 2004; Kraaijeveld-Smit et al. 2006). Los híbridos que no se pueden utilizar en los programas de reproducción en cautiverio también son un problema en la conservación ex situ, ya que los individuos híbridos ocupan espacio en las instalaciones y no pueden ser eli- minados de la población cautiva por presión del público, tampoco se pueden liberar y ninguna institución de pres- tigio los acepta (Raloff 1995). Además, el mantenimiento de las especies en cautiverio requiere instalaciones ade- cuadas y mantenimiento especializado; por lo que el con- junto de todo esto hace que la conservación ex situ sea un método costoso, pero en muchos casos indispensable. En México, la localización geográfica de sitios con ex- periencias en el manejo ex situ es heterogénea y las insti- tuciones asociadas son igualmente diversas, aunque es necesario enfatizar que el hecho de mantener e incluso reproducir especies en riesgo no implica conservación ex situ de Jacto, ya que esta solo se da cuando es parte de un programa integral organizado. De hecho, la Dirección General de Vida Silvestre de la Semarnat tiene registra- dos 1 622 criaderos intensivos, 418 viveros, 73 jardines botánicos y 89 zoológicos, como Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre (uma) intensi- vas, repartidas en todos los estados del país, pero no se indica cuáles tienen especies en riesgo o participan en programas de recuperación de especies (Semarnat 2008). Varias de ellas están ligadas a herbarios, universidades, centros de investigación científica, asociaciones civiles y gobiernos federal y estatales. También las hay privadas, particularmente zoológicos, acuarios o colecciones muy 522 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 12.2 Recomendaciones generales para el desarrollo del proceso ex situ de plantas1 Para desarrollar los protocolos de almacenamiento, germinación y propagación se debe utilizar material ex situ disponible. Para especies altamente amenazadas se sugiere comenzar con estudios piloto, usando congéneres relacionados pero menos amenazados. En lo posible, mantener colecciones ex situ como semillas inactivas. Para el almacenamiento de semillas el tamaño de la muestra debe ser limitado, principalmente por los recursos disponibles y la capacidad técnica de almacenar semillas por un periodo largo. Para el desarrollo de protocolos de reintroducción, comenzar con las colecciones más pequeñas y menos valiosas, con el objetivo de plantearse las preguntas de manejo para las reintroducciones experimentales. Para incrementar la probabilidad de alcanzar poblaciones autosostenibles, recolectar muestras de la selección más grande encontrada de "fundadores" adecuados y hasta donde se considere prudente. Para especies con 50 poblaciones o menos, recolectar del mayor número de poblaciones, tantas como lo permitan los recursos, pueden ser hasta 50. Para especies con más de 50 poblaciones, recolectar un número que sea práctico, también puede ser hasta 50, siempre tratando de realizar una cobertura ecológica y geográfica máxima. Para las poblaciones con 50 individuos o menos, recolectar todos los individuos conocidos, y para poblaciones con más de 50 individuos, recolectar hasta 50. Se espera que cosechas frecuentes y menos intensas tengan un efecto más bajo en las poblaciones muestreadas que las cosechas más intensas y poco frecuentes. Siempre que sea posible, distribuir las recolectas a lo largo de uno o dos años, especialmente para poblaciones pequeñas. Para poblaciones de especies con números extremadamente bajos, en particular aquellas que tienen 10 individuos reproductivos o menos y una historia de poco reclutamiento, o que se sabe que tienen un declive pronunciado, recolectar entre 20 y 100 por ciento de las semillas, de acuerdo con lo que considere adecuado. Siempre que sea posible, mantener tamaños poblacionales efectivos grandes. Si una población se debe mantener ex situ por varias generaciones, se deben hacer migraciones periódicas de la población silvestre fuente, de aproximadamente cinco migrantes/generación e incrementar el tamaño de muestra cada generación. Cuando se crea una población ex situ con base en fundadores silvestres o cuando se reintroduce una especie en la naturaleza usando existencias ex situ, es necesario igualar los tamaños de familia, y mantener líneas maternas separadas para permitir el equilibrio de los tamaños de familia en las generaciones futuras. Minimizar las generaciones en cautiverio e investigar opciones criogénicas de almacenamiento. Si es necesario, mantener una colección viva, y hacerlo en condiciones que imiten regímenes naturales de selección. La clave para evitar la depresión endogámica es mantener ex situ tamaños poblacionales efectivos grandes. Esto es especialmente importante en taxa que se cruzan sobre todo con poblaciones naturales. Prevenir el cruzamiento entre plantas de diferentes especies y, en la mayoría de los casos, entre individuos de diferentes poblaciones, a reserva de que exista una razón de peso para hacerlo. Seguir las mejores prácticas de manejo para reducir la probabilidad de diseminación de enfermedades y para documentar la colección. Dar seguimiento a cada individuo en programas de reproducción en cautiverio. 1 Modificado de Guerrant et al. (2004). especializadas, así como orquidarios. En la mayor parte de los casos, los centros de conservación ex situ se en- cuentran dentro o alrededor de las grandes ciudades. Los criaderos, en cambio, con frecuencia están lejos de ciu- dades y pueblos, ya que el objetivo es producir animales para repoblación o cacería, por lo que se busca reducir el contacto con la gente. Ejemplos de esto son el criadero de berrendos ( Antilocapra americana) en la Reserva de la Biosfera del Vizcaíno y el de borrego cimarrón ( Ovis ca- nadensis) en el Área de Protección de Flora y Fauna de Maderas del Carmen. La importancia de la conservación ex situ es trascen- dente. Por ejemplo, en México existen casos en que esta actúa manteniendo la totalidad de la población de algu- nas especies, como sucedió con la paloma de Socorro {Zenaida gr ay soni), la cual fue eliminada de su medio sil- vestre en el Archipiélago de Revillagigedo, pero se man- tienen alrededor de 100 individuos en zoológicos de Ale- mania, Estados Unidos e Inglaterra (Ceballos y Eccardi 2003; waza 2007). Mediante otros proyectos se ha lo- grado reintroducir al medio silvestre especies extirpa- das, como el cóndor de California {Gymnogyps califor- 12 • Conservación de especies ex situ 523 nianus) en la Sierra de San Pedro Mártir, Baja California, y el hurón de patas negras ( Mustela nigripes ) — en colo- nias de perros llaneros — en Janos, Chihuahua (Loc- khart et al. 2003). En el caso de plantas severamente amenazadas o ex- tintas, hay ejemplos en los que mediante la propagación y mantenimiento en cultivo ex situ se protegen especies como el eloxóchitl (. Magnolia dealbata) que se conside- raba extinta hasta que en 1960 se localizó una población en el estado de Hidalgo, y posteriormente en 1977 se encontró otra en Veracruz (Carvajal 1993; Mata-Rosas et al. 2006); o como el caso de Bletia urbana, en peligro de extinción, con pocos individuos y poblaciones esca- sas, cultivada in vitro y reintroducida a su hábitat en la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel (Rubluo et al. 1993), mientras que la “planta de chocolate” ( Cos- mos atrosanguineus) solo se encuentra en colecciones in vitro y en invernaderos (Ortega et al. 1997). 12.2 Conservación ex situ DE ESPECIES VEGETALES Este apartado se conforma por una parte introductoria que describe de manera general las acciones de conser- vación que actualmente se realizan en los jardines botá- nicos del país, todos ellos miembros de la Asociación Mexicana de Jardines Botánicos, A.C. Asimismo se hace una descripción del número de especies de plantas, las principales familias y las colecciones nacionales que alber- gan los jardines botánicos. En la última parte se sugieren algunas recomendaciones que consideramos merecen ser atendidas. Finalmente, se señalan aspectos generales de los recursos genéticos forestales y laboratorios de cul- tivo de tejidos vegetales (recuadro 12.2). 12.2.1 Jardines botánicos Un jardín botánico se define como “una institución que mantiene colecciones documentadas de plantas vivas con el propósito de realizar investigación científica, con- servación, exhibición y educación”. Algunas de las carac- terísticas y funciones propias de un jardín botánico son: “que las plantas estén adecuadamente etiquetadas, que el jardín mantenga comunicación con otros jardines botá- nicos, organizaciones y público en general, que esté abier- to al público y asuma la responsabilidad y compromiso a largo plazo para el mantenimiento de las colecciones de plantas” (Wyse Jackson y Sutherland 2000). Desde 1983 la Asociación Mexicana de Jardines Botá- nicos, A.C. (amjb) agrupó a los jardines botánicos del país con la finalidad de formar profesionales y crear vín- culos de colaboración e intercambio de experiencias aca- démicas y técnicas. Asimismo, promueve programas de conservación, educación y uso de las plantas mexicanas. De acuerdo con la amjb, los jardines botánicos del país se concentran en tres actividades principales: Investigación: se realiza con diferentes orientaciones y en contextos institucionales distintos. Entre las líneas principales están: etnobotánica, sistemática, educación ambiental, ecología, horticultura, florística y propaga- ción in vitro y con métodos tradicionales. Tal es el caso del Jardín Botánico del Instituto de Biología de la unam, reconocido por sus aportaciones a la sistemática, etno- botánica y cultivo de tejidos vegetales. Conservación: las especies de plantas que conforman un jardín botánico y sus propósitos obedecen a criterios de diversa índole (infraestructura física y administrativa, presupuesto y situación geográfica, entre otros), e inclu- so a valores y vocaciones institucionales. Es frecuente que las funciones de conservación estén ligadas a pro- yectos de investigación y a una amplia gama de propósi- tos educativos y de recursos in situ o externos de exhibi- ción. También existen ejemplos destacados de proyectos de conservación in situ que realizan acciones de desarro- llo sustentable en comunidades locales, recuperación de especies en peligro, reintroducción de plantas, como la recuperación y difusión de variedades de maíces criollos en el Jardín Etnobotánico de Oaxaca (Salcedo y De Ávila 2006) y el Jardín Botánico Francisco Javier Clavijero, en Xalapa, Veracruz, que impulsa viveros campesinos sus- tentabas de cicadas (Vovides et al. 2002), entre otros ejemplos. Educación e interpretación ambientales. La mayoría de las colecciones depositadas en los jardines botánicos tie- nen fines de exhibición y educación ambiental. La educa- ción ambiental y la difusión son acciones que se desarro- llan en buena parte de los jardines botánicos del país y cuentan con departamentos o áreas de educación (Gó- mez y Lascuráin 2006). Algunos de ellos tienen un alto nivel de reconocimiento regional, nacional e internacio- nal, como los casos del Jardín Botánico del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de Méxi- co, Ciudad de México; el Jardín Botánico El Charco del Ingenio, San Miguel de Allende, Guanajuato; el Jardín 524 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Botánico Regional de Cadereyta Manuel González de Cosío, del Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Querétaro, entre otros igualmente apreciables. Jardines botánicos en el país La Estrategia de Conservación para los Jardines Botáni- cos Mexicanos 2000 de la amjb (Rodríguez-Acosta 2000) tiene registrados 51 jardines botánicos oficiales, que efectúan programas de investigación, educación, con- servación y que mantienen colecciones documentadas. En realidad son alrededor de 37 los jardines botánicos activos que la amjb registró durante el periodo 2000- 2006 (apéndice 12.1, en el ((f)). La Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca consideraba que “los viveros, como los jardines botánicos, son unidades para la conservación, manejo y aprovechamiento sustentable de la vida silvestre, que mantienen ejemplares de especies y subespecies de flora nacional y exótica, destinadas a su reproducción artificial bajo condiciones controladas como Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre”. En 1999 regis- traba 48 jardines botánicos en el país. Las especies de plantas de los jardines botánicos Coombes et al. (2003) compilaron una lista de las espe- cies de plantas registradas en 16 jardines botánicos en México. Los resultados señalan que estos cuentan con 198 familias y 3 275 especies, lo que representa más de 10% del total de las especies registradas de México, aun- que no todas las especies incluidas en estos jardines son nativas. Estos autores registran 21 familias con más de 20 especies cada una, las cuales suman en total 2 426, siendo las cactáceas, orquidáceas y agaváceas las más destaca- das en cuanto a su número (cuadro 12.1). De un total de 1 588 especies amenazadas en México, según la Unión Mundial para la Naturaleza (Walter y Gi- llet 1998), 417 de ellas, gran parte nativas del país, se en- cuentran en jardines. “La mayoría corresponden a las categorías de raras y vulnerables y en menor grado a es- pecies en peligro o indeterminadas” (Coombes et al. 2003) (cuadro 12.2). Gracias a este estudio se puede determinar que los 16 jardines botánicos registrados en 2003 albergan aproxima- damente 363 especies de los 980 taxa incluidos en la NOM- 059-SEMARNAT-2001 (Semarnat 2002) (cuadro 12.3). Suponiendo que las 980 especies mencionadas necesita- ran algún tipo de manejo ex sita, idealmente cada jardín Cuadro 12.1 Familias y número de especies en los jardines botánicos Familia (con más de 20 especies) Número de especies1 Cactaceae 757 Orchidaceae 370 Agavaceae 225 Arecaceae 145 Fabaceae 127 Crassulaceae 115 Asteraceae 91 Euphorbiaceae 74 Zamiaceae 63 Araceae 62 Poaceae 55 Bromeliaceae 53 Solanaceae 46 Fagaceae 38 Nolinaceae 34 Moraceae 33 Rubiaceae 32 Commelinaceae 28 Apocynaceae 26 Rutaceae 26 Verbenaceae 26 Total 2 426 1 De acuerdo con Coombes et al. (2003). botánico debería integrar en sus colecciones, en prome- dio, 20 de estas especies. Lo anterior significa que en los jardines botánicos se tiene aproximadamente 37% de especies dentro de la NOM-059-SEMARNAT-2001 (Semarnat 2002) y donde las familias Cactaceae, Orchidaceae, Palmae, Zamiaceae, Magnoliaceae, Nolinaceae, Agavaceae y Crassulaceae es- tán representadas en una buena proporción en estos jar- dines. En cambio, Pinaceae, Bromeliaceae, Rubiaceae, Fa- baceae y Cyatheaceae requieren mayores esfuerzos de conservación ex sita en los jardines botánicos, de acuerdo con la NOM-059-SEMARNAT-2001 (Semarnat 2002). La amjb, por medio de su Plan de Acción (que está en revisión), se compromete a tener 40% de las especies y 5% más en programas de recuperación y restauración, to- mando como referencialaNOM-059-SEMARNAT-2001. 12 • Conservación de especies ex situ 525 Cuadro 12.2 Especies amenazadas en México y especies presentes en los jardines botánicos mexicanos Categoría Especies amenazadas en México1 Especies en jardines botánicos2- 3 Vulnerables 443 143 Raras 801 185 Indeterminadas 110 36 En peligro 234 53 Total 1 588 417 1 Según Walter y Garriet (1998). 2 Coombes et al. (2003). 3 Aproximadamente 90% son nativas de México. Cuadro 12.3 Especies incluidas en la NOM'059'SEMARNAT-2001, documentadas en el año 2003 en 16 jardines botánicos Familia Especies en la NOM-059-SEMARNAT-2001 Especies en jardines botánicos Aceraceae 2 2 Agavaceae 39 29 Anacardiaceae 2 1 Bromeliaceae 21 3 Cactaceae 285 188 Chrysobalanaceae 1 1 Combretaceae 2 1 Cornaceae 1 1 Crassulaceae 18 9 Cupressaceae 6 2 Cyatheaceae 13 1 Fabaceae 16 1 Fouquieriaceae 5 2 Fauraceae 1 1 Magnoliaceae 5 4 Marattiaceae 2 1 Nolinaceae 16 11 Nymphaeaceae 5 2 Orchidaceae 181 26 Palmae 64 34 Pinaceae 36 4 Polypodiaceae 6 1 Rhizophoraceae 1 1 Rubiaceae 20 1 Sapotaceae 2 1 Sterculiaceae 1 1 Verbenaceae 1 1 Zamiaceae 43 32 Zygophyllaceae 2 1 Total 797 363 Fuentes: Semamat (2002); Coombes et al. (2003). 526 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Estos proyectos contribuirán al objetivo mundial que marca la Estrategia Global para la Conservación Vegetal (2003) de mantener 60% de las especies en peligro de ex- tinción en cultivo ex situ. Además, entre otros aspectos, la amjb está trabajando intensamente en la definición de criterios curatoriales y de mantenimiento del material que cada jardín botánico debe vigilar. Las colecciones nacionales en los jardines botánicos Estas colecciones son grupos de plantas vivas estableci- das con criterios utilitarios, taxonómicos, geográficos u otros, debidamente documentadas y mantenidas, que contienen el máximo de especies mexicanas del grupo en cuestión. La amjb señala que las colecciones nacionales constituyen recursos para la investigación científica, la educación y la difusión. Estas colecciones se crearon “con los objetivos de opti- mizar los recursos económicos y apoyar eficientemente la política de conservación del país, al mismo tiempo que se abaten los costos de mantenimiento de las colecciones, ya que las plantas están adaptadas a las condiciones cli- máticas de la región” (Asociación Mexicana de Jardines Botánicos 1994). La amjb ha señalado que “las institucio- nes que propongan o alberguen colecciones nacionales deben asegurar la mayor diversidad del grupo, ser las más importantes en su género, concienciar a las autoridades de su importancia para posible consecución de fondos y asegurar su permanencia por tiempo indefinido”. Hasta 2005 la amjb reconoce cinco colecciones nacio- nales: la de Agaváceas y de Crasuláceas, con el total de las especies de México, pertenecientes al Jardín Botánico del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autóno- ma de México en la Ciudad de México; la de Plantas Me- dicinales del Jardín Etnobotánico del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en Morelos; la de bambúes nativos de México y cicadas del Jardín Botánico Francis- co Javier Clavijero, Instituto de Ecología, A.C., en Vera- cruz; las dos colecciones restantes son de índole regional: la de palmas del Jardín Botánico Xíitbal Neeld del Centro de Investigación Científica de Yucatán, en Yucatán, y la de Plantas Acuáticas del Jardín Botánico de la Fundación Xochitla, A.C., en el Estado de México. Consideraciones y recomendaciones Los jardines botánicos de México tienen una valiosa ex- periencia acumulada a partir de su desarrollo en los años cincuenta, principalmente en las regiones centro y sur del país. Sin embargo, todavía se subutilizan como recur- sos para la conservación ex situ y necesitan mayor apoyo, pues pueden cumplir una función cada vez más impor- tante en la generación de fondos y en el apoyo político para la conservación in situ (Maunder et al. 2004). Esto es fundamental porque los jardines botánicos están den- tro de las acciones de la Estrategia Global para la Conser- vación Vegetal (2003), derivada del Convenio sobre la Diversidad Biológica. El elemento más innovador de la Estrategia es la inclusión de 16 metas cuantificables que se pretenden cumplir antes de 2010 (recuadro 12.3). Este sistema de metas proporciona un marco para las accio- nes de conservación de plantas, el uso sostenible, el acce- so y reparto equitativo de beneficios y la capacitación en los ámbitos global, regional, nacional y local. Actualmen- te la amjb está haciendo una valoración del efecto y cumplimiento de estos objetivos. Hasta ahora las tendencias indican que en los jardines botánicos mexicanos se trabaja de manera notable en la educación ambiental. La conservación de plantas se de- sarrolla principalmente en relación con el cultivo y uso sustentables, y en menor proporción se dedican a la in- vestigación. Es conveniente revisar si estos trabajos coin- ciden con la Estrategia de Conservación para los Jardines Botánicos Mexicanos 2000 de la amjb (Rodríguez- Acos- ta 2000), el Plan de Acción de la amjb, la Estrategia Mexi- cana para la Conservación Vegetal (Conabio, Conanp y Semarnat 2008) y otros acuerdos internacionales como la North American Botanic Garden Strategy for Plant Con- servation (2006) celebrado entre Canadá, Estados Unidos y México, la Estrategia Global para la Conservación Vege- tal (2003) y la International Agenda for Botanic Gardens in Conservation (Wyse Jackson y Sutherland 2000). Cabe señalar que las exhibiciones de individuos de es- pecies en riesgo de extinción no constituyen recursos para la conservación ex situ si no están vinculadas a es- tudios interdisciplinarios y a la gestión de acciones para su protección y conservación. Los programas de conser- vación ex situ de los jardines botánicos del país deben contemplar una perspectiva regional y realizar un análi- sis de la representatividad genética, situación fitosanita- ria y prácticas hortícolas de al menos las colecciones o individuos que pueden incorporarse a un programa cien- tífico de recuperación de especies (estudios genéticos y ecológicos, y si es el caso, el manejo y conocimiento tra- dicional de la especie) (Lascuráin et al. 2006; Vovides 2006) con fines de reintroducción y restauración. De ahí que la investigación científica deba ser uno de los traba- jos centrales en los jardines botánicos, considerando las 12 • Conservación de especies ex situ 527 Recuadro 12.3 Metas de la Estrategia Global para la Conservación Vegetal 2003 a] Comprender y fundamentar la diversidad de especies vegetales: 1 ] Elaborar un inventario provisional ampliamente accesible de las especies vegetales conocidas, como paso hacia la realización de una lista completa de la flora mundial. 2] Realización de una evaluación preliminar de la situación de conservación de todas las especies vegetales conocidas en los ámbitos internacional, regional y nacional. 3] Elaboración de modelos con protocolos de conservación y uso sustentable de las especies vegetales con base en la investigación y en la experiencia prácticas. b] Conservar la diversidad vegetal: 4] Conservar con eficacia al menos 10% de las regiones ecológicas del mundo. 5 ] Asegurar la protección de 50% de las zonas más importantes del mundo en diversidad vegetal. 6] Lograr que por lo menos 30% de los terrenos de producción se administren en consonancia con los principios de la conservación de la diversidad vegetal. 7] Conservar in situ 60% de las especies amenazadas del mundo. 8] Lograr que 60% de las especies vegetales amenazadas y que se encuentran en colecciones puedan estar disponibles ex situ, de preferencia en el país de origen, y que 10% de ellas sean objeto de programas de recuperación y regeneración. 9] Conservar 70% de la diversidad genética de cultivos y otras especies vegetales importantes y socioeconómicamente valiosas, así como de los conocimientos locales e indígenas conexos. 70] Establecer planes de gestión para al menos 1 000 de las principales especies exóticas que amenazan a las especies vegetales, las comunidades vegetales y los ecosistemas relacionados. c] Utilizar la diversidad de especies vegetales de modo sostenible: 7 7] No utilizar ninguna especie de la flora silvestre en peligro de extinción para el comercio internacional. 72] Al menos 30% de los productos derivados de especies vegetales deben ser obtenidos de fuentes gestionadas de forma sostenible. 73] Detener la reducción de los recursos de especies vegetales, y de las correspondientes innovaciones y prácticas de las comunidades indígenas y locales, que prestan apoyo a medios de vida sostenibles, seguridad alimentaria y sanidad local. d] Promover la educación y toma de conciencia sobre la diversidad de las especies vegetales: 14] Incorporar en los programas docentes y de concienciación del público la importancia de la diversidad de las especies vegetales y la necesidad de su conservación. e] Crear la capacidad para la conservación de la diversidad de las especies vegetales: 75] Aumentar el número de profesionales que trabajan en instalaciones especializadas en la conservación de especies vegetales, según las necesidades nacionales, para lograr los fines de esta Estrategia. 76] Establecer o fortalecer las redes para actividades de conservación de especies vegetales en los ámbitos internacional, regional y nacional. especies prioritarias para la región que estén incluidas en la NOM-059-SEMARNAT-2001 (Semarnat 2002) u otras herramientas nacionales e internacionales, de preferen- cia ligadas a algún uso económico, social y cultural. Esto contribuirá a generar una garantía real de su recupera- ción. Con una visión contemporánea, las colecciones na- cionales y otros modelos de conservación de plantas vi- vas pueden ser un medio eficiente para la protección integral de plantas del país. Además, es importante con- siderar la oportunidad educativa para promover la con- servación de especies y su hábitat en México, actividad que la mayoría de los jardines botánicos lleva a cabo. 1 2.2.2 Recursos genéticos forestales y bancos de germoplasma La conservación ex situ de los recursos genéticos fores- tales básicamente se hace con semilleros, plantaciones y bancos de semillas (cuadro 12.4). En general, constituyen insumos para los sectores forestal, agrícola y comercial 528 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 12.4 Instituciones que manifestaron llevar a cabo acciones de conservación ex situ relacionadas con recursos genéticos forestales Institución Acción 30 bancos de semillas distribuidos en todo el territorio nacional. Comisión Nacional Forestal Plantaciones de diversas especies en todo el país. Establecimiento de plantaciones denominadas "Nuevos Bosques" Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas Diversas plantaciones en sus campos experimentales. Se incluyen arboreta, y Pecuarias (inifap) ensayos de especies y procedencias. Diversas colecciones como maíz y otros Centro de Genética Forestal, A.C. Establecimiento de 12 ensayos de procedencia, principalmente con especies de coniferas, pero no hubo seguimiento Central America and México Coniferous Forest Resources Trabajos de conservación con ocho especies mexicanas de coniferas, con Cooperative (Camcore) ensayos en Sudáfrica y Sudamérica Instituto de Genética Forestal, Universidad Veracruzana 15 huertos semilleros y ensayos de procedencia/progenie en el estado de Veracruz, sobre todo con especies de coniferas y algunas latifoliadas Un arboretum en su campus con más de 23 especies de pinos mexicanos. Universidad Autónoma Chapingo Un Banco Nacional de Germoplasma y plantaciones en sus centros regionales de 50 razas de maíz. 18 345 colectas vegetales de material diverso Colegio de Postgraduados Cinco huertos semilleros y tres ensayos de procedencia/progenie con coniferas Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro Establecimiento de huertos semilleros y ensayos de procedencia/progenie, sin precisar el número Universidad de Guadalajara Un huerto semillero Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo Trabajos de conservación ex situ con especies de coniferas, sin precisar detalles Universidad de Tlaxcala Conservación ex situ con diversas especies, sin precisar cuáles relacionados con el fitomejoramiento; así, son recursos utilizados en el corto plazo. Recientemente se han desarrollado nuevas iniciativas, como en el caso del Banco de Semillas UNAM-Iztacala, vinculado a programas ¿n situ de la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán. Otro proyecto destacado es el Ban- co Nacional de Germoplasma Vegetal de la Universidad Autónoma Chapingo, en el cual se depositaron semillas de importancia comestible y medicinal de un total de 128 familias, 238 géneros y 352 especies, incluyendo 754 va- riantes infraespecíficas (Universidad Autónoma Chapin- go 2006). En México está la sede del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (cimmyt), que pertene- ce al Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional, el cual desarrolla investigación científica, capacitación y custodia relacionada con bancos de ger- moplasma de maíz y trigo. Por medio de su Centro de Re- cursos Filogenéticos Wellhausen-Anderson, el cimmyt cuenta con una capacitad de almacenaje de 450 000 mues- tras de semilla, tiene aproximadamente 17 000 muestras de maíz y teocinte, 130 000 de Triticeae, así como colec- ciones de cebada, centeno y parientes primitivos silves- tres de trigo. Este centro también mantiene una colec- ción viva de especies de Tripsacum (Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo 2008). A continuación se destacan algunas de las actividades de conservación ex situ surgidas del sector guberna- mental: El Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (inifap) ha establecido plantacio- nes, ensayos de procedencia y huertos semilleros. Tam- bién se han sumado a estos esfuerzos otras instituciones como la Universidad Autónoma Chapingo, el Centro de Genética Forestal, A.C., el Colegio de Postgraduados, el Instituto de Genética Forestal de la Universidad Veracru- zana, la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro y la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. En 1997 la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca creó programas para la recolecta y 12 • Conservación de especies ex situ 529 conservación de semillas y establecimiento de plantacio- nes, incorporando principios de conservación in situ y ex situ, especialmente en el Pronare (Programa Nacional de Reforestación), pero estos programas no tuvieron conti- nuidad en el siguiente sexenio y fueron modificados de acuerdo con los planes y programas de la nueva adminis- tración. En el año 2001 la Conafor (Comisión Nacional Fores- tal) también estructuró un programa con el fin de mane- jar los recursos genéticos forestales adecuadamente. La Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable establece los mecanismos para la recolecta, intercambio y conser- vación de los recursos naturales. En 2004, en una consul- ta con el sector forestal nacional, se estructuró el Progra- ma Nacional para el Manejo de los Recursos Genéticos Forestales (pnmrgf), donde expertos en conservación y manejo de recursos genéticos dieron forma y contenido al documento, que en su capítulo IV hace referencia am- plia a la conservación tanto in situ como ex situ. Por otra parte, en 2005 la Sagarpa (Secretaría de Agri- cultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimenta- ción) documentó los proyectos que se habían realizado en todo el país, así como los que se encontraban sin con- cluir, en especial los dedicados a recursos fitogenéticos de importancia agrícola. La Sometí (Sociedad Mexicana de Fitogenética, A.C.) es la responsable de sistematizar la información en el ámbito nacional. Carnevali Fernández- Concha et al. (2004) mencionan la colección de germo- plasma de Agave spp. y Cocos nucífera, ambos del Centro de Investigación Científica de Yucatán, A.C. en la ciudad de Mérida. 1 2.2.3 Laboratorios de cultivo de tejidos vegetales En nuestro país, estos laboratorios almacenan tejido re- productivo y somático, los cuales contribuyen en menor o mayor medida a la conservación ex situ, debido a que representan recursos de gran relevancia y disponibles para la conservación, la investigación y la formación de recursos humanos. Algunas instituciones de investiga- ción y universidades cuentan con este tipo de laborato- rios, por ejemplo, el Centro de Investigación Científica de Yucatán, en Mérida; la Universidad Autónoma de Morelos; el Centro de Investigación en Biotecnología, en Cuernavaca, Morelos; el Instituto Nacional de Investiga- ciones sobre los Recursos Naturales de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, en Morelia; el Instituto de Ecología, A.C., en Xalapa, Veracruz (recua- dro 12.4); la Universidad Autónoma de Aguascalientes, el Centro de Ciencias Básicas en Aguascalientes; el Jardín Botánico del Instituto de Biología y el Instituto de Quí- mica, pertenecientes a la Universidad Nacional Autóno- ma de México, en la Ciudad de México, entre otros. 12.3 Conservación ex situ DE ESPECIES ANIMALES México ocupa el primer lugar en el mundo en número de especies de reptiles (804), el tercero en mamíferos (535), el cuarto en anfibios (361) y el undécimo en aves (1 096), por lo que el número de especies de vertebrados en ries- go también es muy alto: 230 mamíferos, 329 aves, 96 rep- tiles y 212 anfibios (Ceballos et al. 2000; Flores-Villela y Canseco-Márquez 2004; Ceballos y Oliva 2005; Santos Barrera y García Aguayo 2006; véase el capítulo 11 del volumen I); de ellas, por lo menos cuatro todavía existen gracias a que antes de desaparecer del medio silvestre se formaron grupos reproductivos en cautiverio: la paloma de Socorro desapareció de la Isla Socorro y actualmente solo se le encuentra en aviarios de Estados Unidos y Eu- ropa, aunque hay planes para reintroducirla a su hábitat original (Ceballos y Eccardi 2003); en el año 2001 comen- zó un programa de reintroducción del hurón de patas negras ( Mustela nigripes ) en Janos, Chihuahua, con indi- viduos provenientes de distintos grupos reproductivos en cautiverio en Estados Unidos y Canadá (Lockhart et al. 2003); el cóndor de California ( Gymnogyps califor- nianus) fue reintroducido en México en 2002, en la Sie- rra de San Pedro Mártir en Baja California, con indivi- duos criados en Estados Unidos; y el lobo mexicano ( Canis lupus baileyi ) se reintrodujo en 1998 en Arizona, con animales reproducidos en instalaciones ex situ de México y Estados Unidos (List 2005). La formación de poblaciones reproductivas ex situ de especies en inmi- nente peligro de desaparecer (véase listado de especies en los apéndices del capítulo 14), como la rata canguro de San Quintín (Dipodomys gravipes), la liebre tropical (Le- pus flavigularis) o el gorrión serrano ( Xenospiza baileyi ), manejadas adecuadamente, podrían asegurar su persis- tencia mientras se realizan acciones que recuperen el hábitat o detengan las causas de su desaparición. A continuación se presenta una introducción a las co- lecciones de fauna como centros de conservación ex situ. Se describe la participación de las colecciones vivas per- tenecientes a la Asociación de Zoológicos, Criaderos y Acuarios de la República Mexicana (azcarm) en pro- 530 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 12.4 Cultivo de tejidos vegetales Martín Mata Rosas De manera general, el cultivo de tejidos vegetales (ctv) es un término que se usa para describir diferentes técnicas de cultivo de células, tejidos u órganos en un medio nutritivo en condiciones asépticas y con la capacidad de regenerar individuos completos, los cuales se pueden desarrollar hasta la madurez. Las diferentes técnicas de ctv se han empleado para el estudio y propagación de una gran variedad de especies y en las últimas dos décadas el ctv ha demostrado su gran utilidad para propagar especies en peligro de extinción, ya que ofrece la posibilidad de producir plantas a tasas más altas que las que se obtienen mediante procedimientos tradicionales de cultivo. Por tanto es necesario desarrollar metodologías que provean una propagación eficiente de estas especies, las cuales pueden ser la base para su conservación y uso sustentable. A pesar de que se han establecido las bases generales del cultivo de tejidos, es necesario para cada especie y genotipo determinar los requerimientos específicos para su propagación m uitro, lo cual se logra mediante la experimentación. Así, en el laboratorio de ctv del Instituto de Ecología, A.C., se están empleando las técnicas de cultivo de tejidos para la propagación de especies en alguna categoría de conservación y trabajando preferentemente con especies endémicas y en peligro de extinción. Entre las especies en que se ha logrado establecer protocolos eficientes de propagación se pueden citar diferentes árboles como Magnolia dealbata (Fig. la), Cornus florida y Dyospiros riojae, los cuales se han regenerado por medio de organogénesis directa y embriogénesis somática; se ha conseguido micropropagar diversas especies de orquídeas, entre ellas Lycaste skinneri, Oncidium tigrinum, Mormodes tuxtelensis, Laelia anceps, Cuitlauzina péndula, Stanhopea tigrina, en las que se han establecido protocolos de micropropagación a partir de protocormos. Además, con el laboratorio de ctv del Jardín Botánico del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México se trabaja desde hace más de 10 años en la propagación de diversas especies de la familia Cactaceae, donde se establecieron protocolos de regeneración mediante organogénesis directa e indirecta, así como embriogénesis somática; solo por mencionar algunas especies: Turbinicarpus laui, T. pseudopectinatus, Mammillarla pectinljera (Fig. Ib), Ariocarpus kotchoubeyanus, Pelecyphora aselliformis, P strobilijormis, Leuchtenbergia principis, Astrophytum ornatum. En todos los casos, tanto los brotes como los embriones somáticos se han desarrollado hasta formar plantas completas, que se han establecido con éxito en condiciones ex uitro (invernaderos y viveros). Con el ctv es posible, junto con las acciones tomadas ¡n situ, contribuir significativamente a la conservación de especies en peligro de extinción, ya sea mediante la propagación masiva de individuos de interés comercial, que satisfagan la demanda del mercado, con lo que se podría reducir la presión de colecta de individuos en las poblaciones naturales; por otro lado, combinado con estudios genéticos y ecológicos puede ser la base para reintroducir individuos a sus hábitats originales. Figura 1 (a) Embriogénesis somática en Magnolia dealbata. (b) Brotación múltiple en Mammillarla pectinljera. 12 • Conservación de especies ex situ 531 gramas de recuperación de especies prioritarias, así como la de otros proyectos de conservación, mejora de las ins- talaciones y adopción de sistemas de registro de ejempla- res como un aspecto importante para una participación efectiva en la conservación ex situ. Finalmente, se descri- be la función de las colecciones de peces en la conserva- ción ex situ de peces dulceacuícolas. 12.3.1 Zoológicos, criaderos y acuarios El concepto moderno de zoológico surge en 1959, en la Isla de Jersey, Reino Unido, donde Gerald Durrell creó un zoológico en el que además de exhibir animales silves- tres y educar a los visitantes, consideraba el problema creciente de preservar la vida silvestre de todo el mundo (Durrell y Durrell 1996). Así comenzó la evolución del concepto de zoológico y de las funciones que debería cumplir. Actualmente se cree que para justificar su exis- tencia, un zoológico (aunque esto se aplica a todas las colecciones vivas abiertas al público) debe contribuir de forma directa e indirecta a conservar la diversidad bioló- gica, mediante la educación de los visitantes, actividades de comunicación y difusión, apoyo a la investigación, ca- pacitación, reproducción de especies y fomento de una ética en la relación entre los seres humanos y la naturale- za, lo que lleva a una conservación integrada en las colec- ciones vivas (Cuarón 2004, 2005; Hutchins y Wiese 1995). Los zoológicos están comenzando a participar en el se- guimiento del comercio de especies silvestres, al integrar registros de los animales que llegan a los zoológicos como decomisos por parte de las autoridades o como donacio- nes de particulares, lo cual también influye en la conser- vación de estas especies (Woodroffe 1981; Tudge 1992; Cuarón 2005). La tendencia de los zoológicos en todo el mundo, in- cluyendo muchos de los de México, es aplicar, en la me- dida de sus posibilidades, la Estrategia Mundial de Con- servación en Zoológicos y Acuarios (emcza) publicada a principios del año 2005 por la Organización Mundial de Zoológicos y Acuarios (waza 2005). La emcza inte- gra el papel de los zoológicos y acuarios del mundo en la conservación global. Esta Estrategia fue sumamente im- portante para difundir los objetivos primordiales de los zoológicos y para establecer las bases de entendimiento y dirección unificada de estas instituciones. De acuerdo con la Estrategia, las instituciones zoológicas deben evo- lucionar para constituir centros de conservación donde se concientice a los visitantes acerca de las relaciones sostenibles entre los seres humanos y la naturaleza, in- culcar el valor de los ecosistemas y la necesidad de con- servar la biodiversidad, practicar la ética conservacionis- ta y colaborar con otras instituciones de conservación. De esta forma, los zoológicos, acuarios y jardines botáni- cos tienen la oportunidad de establecerse como modelos de conservación integrada. Esto requiere que quienes trabajan con las colecciones vivas integren a sus tareas actividades de conservación. Los elementos fundamen- tales en que se deben basar son los valores de sustentabi- lidad y conservación, además de la responsabilidad social y ambiental; las principales actividades deben dirigirse a la conservación de las especies amenazadas y el mante- nimiento de un ecosistema sano. Lamentablemente, muchas de las colecciones vivas de fauna abiertas al público en México, no asumen su res- ponsabilidad en la conservación de la biodiversidad ni sus visitantes se llevan un mensaje positivo acerca de la importancia de la naturaleza. Por ejemplo, solamente 5% de los zoológicos tienen programas de evaluación conti- nua de sus actividades educativas dirigidas al visitante, y la mayoría carece de registros del linaje de los individuos que les permita participar en programas de reproduc- ción oficiales. La Asociación de Zoológicos, Criaderos y Acuarios de la República Mexicana (azcarm) De los 88 zoológicos registrados ante la Dirección Gene- ral de Vida Silvestre de la Semarnat, 27 forman parte de la azcarm, organización creada con la finalidad de tra- bajar en colaboración para el desarrollo de los distintos zoológicos, criaderos y acuarios de nuestro país median- te programas de conservación, investigación científica y educación ambiental. Su misión es promover el desarro- llo integral de estos sitios fortaleciendo lazos de coopera- ción nacionales e internacionales, ofreciendo a sus aso- ciados representación, asesoría, capacitación y gestión de recursos que apoyen el cumplimiento de sus objetivos y el aprovechamiento sustentable y conservación de flora y fauna silvestres con una visión de compromiso social y ético. Al estar conformada por zoológicos y acuarios de di- versas regiones de México, la azcarm coadyuva en la conservación de la vida silvestre, terrestre y acuática, tanto in situ como ex situ. Esto lo lleva a cabo con des- arrollo, promoción, coordinación y apoyo de estrategias de trabajo, estudio, investigación, capacitación, manejo, reproducción, educación ambiental e intercambio de ejemplares con fines de conservación y aprovechamiento 532 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio sustentable de las especies silvestres de cada institución, asimismo refuerza el apoyo y colaboración del resto de las instituciones que la conforman para crear proyectos integrales. También, promueve con carácter prioritario la recuperación de especies mexicanas en peligro de ex- tinción o en cualquier otra categoría de riesgo, según la NOM-059-SEMARNAT-2001 (Semarnat 2002), la Con- vención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites) o la Unión Mundial para la Naturaleza (uicn). Como ejem- plo, el Zoológico Africam Safari tiene una oficina de re- presentación del Grupo de Especialistas en Reproducción para la Conservación de la uicn (Conservation Breeding Specialist Group), que lleva a cabo talleres de análisis de viabilidad de poblaciones para especies en riesgo en la región mesoamericana. Apoyo a los programas de conservación de las especies silvestres prioritarias El Programa de Conservación de la Vida Silvestre y Di- versificación Productiva en el Sector Rural 1997-2000, del Instituto Nacional de Ecología, de la entonces Secre- taría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnap), consideró 22 especies como prioritarias, 10 de las cuales son mamíferos o reptiles marinos o acuáti- cos. El resto de las especies incluye seis mamíferos te- rrestres, tres aves y tres reptiles. Aunque no se tienen los datos exactos, muchos zoológicos de México cuentan en su colección con ejemplares de lobo mexicano ( Canis lu- pus baileyi), oso negro ( Ursus americanus), borrego ci- marrón, águila real (. Aquila chrysaetos), jaguar ( Panthera onca), guacamaya verde {Ara militaris), guacamaya es- carlata {Ara macao), cocodrilo de río {Crocodylus aca- tas), cocodrilo de pantano {Crocodylus moreletti), cai- mán {Calman crocodylus) y manatí del Caribe ( Trichechus manatus), todas consideradas prioritarias por la Semar- nat, y desarrollan programas de educación e investiga- ción con muchas de ellas, como el lobo mexicano y el jaguar, por lo que de forma indirecta colaboran en la con- servación de estas especies. Asimismo, el personal de los zoológicos participa en los Subcomités Técnicos Consul- tivos para la Conservación de Especies Prioritarias. El Comité Técnico Consultivo lo creó la Semarnap para re- unir a los expertos en una serie de especies identificadas como prioritarias para la conservación. El Comité está formado por subcomités para cada una de las especies y su función principal es dar asesoría a la Semarnat en las actividades relacionadas con la recuperación de las espe- cies prioritarias, así como elaborar los Programas de Ac- ción para la Conservación de Especies (pace). Actual- mente, por medio del Programa de Conservación de Especies en Riesgo (Procer) de la Conanp-Semarnat, el objetivo general es lograr la recuperación de 25 especies prioritarias en riesgo en el periodo 2007-2012, para lo cual existen 25 Subcomités Técnicos, 21 de los cuales tra- bajan con especies de fauna silvestre (R. Wolf, com. pers.). En el Subcomité Técnico Consultivo para la Recupera- ción del Lobo Gris Mexicano {Canis lupus baileyi) parti- cipan representantes de al menos nueve zoológicos de México que mantienen esta especie como parte de su co- lección (ine 2006). La participación de personal de los zoológicos en los planes de recuperación de especies también se da en otros casos en los que las instituciones mantienen especies prioritarias en sus instalaciones. Investigación Como se mencionó, la investigación es uno de los objeti- vos primordiales de los zoológicos. A partir de datos ob- tenidos de 1998 a 2000 (Gual-Sill y Garza 2001), en Méxi- co se registraron 106 reuniones científicas relacionadas con la fauna silvestre. De los trabajos presentados, 57% provienen de zoológicos, 24% de universidades, 11% de acuarios y 8% de criaderos. Aunque muchas investigacio- nes se llevan a cabo en zoológicos, esto no se publica y por tanto su efecto en la conservación de las especies estudiadas es limitado; estas instituciones constituyen la principal fuente de trabajos en los foros científicos rela- cionados (Fig. 12.1). En todo México, solamente cinco zoológicos se en- cuentran registrados ante la Dirección General de Vida Silvestre (dgvs) de la Semarnat con proyectos científi- cos de investigación con poblaciones silvestres: Africam Safari, Zoológico de Guadalajara, Parque Zoológico de San Luis Potosí (con una especie cada uno), Dirección General de Zoológicos de la Ciudad de México (dos es- pecies) y Zoomat (siete especies) (Sánchez Camacho, com. pers.). Esto no quiere decir que los zoológicos no realicen investigación, sino que los estudios se desarro- llan principalmente con las poblaciones en cautiverio. Proyectos de conservación de las colecciones pertenecientes a la azcarm Los miembros de la azcarm desarrollan algunos pro- yectos de conservación in situ, aunque la mayor parte de los proyectos registrados son ex situ; se considera que 12 • Conservación de especies ex situ 533 |~a~l Estudios por taxón [b] Estudios sobre mamíferos mamíferos fc~l Estudios por especialidad y mercadotecnia Figura 12.1 Porcentaje de trabajos por tema presentados en 106 reuniones científicas en las que participaron zoológicos entre 1998 y 2000. ambas estrategias son complementarias. En un análisis acerca de los proyectos de conservación de especies sil- vestres realizados por algunos miembros de la azcarm (Sigler 2001), de las 29 instituciones que participaron se describieron 37 proyectos que favorecen la conservación de por lo menos 50 especies silvestres, dos proyectos más se concentran en la conservación de ecosistemas (arreci- fes), un proyecto de educación y uno más de comerciali- zación. Los miembros de azcarm que más proyectos de conservación reportaron fueron: Africam Safari con sie- te; la Dirección General de Zoológicos de la Ciudad de México (dgzcm), Xcaret, el criadero Servicios Bre y el Zoológico de León con cuatro cada uno; el Acuario de Veracruz y el Zoológico de Morelia con tres cada uno; el Zoomat y el Acuario de Mazatlán con dos cada uno, y el Zoológico de Guadalajara, el criadero de cocodrilos cuc-Cipactli, el Zoológico de Culiacán y Yumká (Centro de Interpretación y Convivencia con la Naturaleza), con un proyecto registrado por institución. Estos proyectos promovían la conservación de 12 es- pecies de mamíferos, más de nueve especies de aves, ocho de reptiles, una de anfibios y una de peces. Las es- pecies más representadas en estos proyectos de con- servación son: guacamaya verde (3), lobo mexicano (3), tortugas marinas ( Caretta caretta, Chelonia mydas, Der- mochelys coriácea, Eretmochelys imbricata, Lepidochelys kempi, L. olivácea, 3), venado cola blanca ( Odocoileus virginianus, 2), ocelote ( Leopardus pardalis, 2) y coco- drilo de río ( Crocodylus acatas, 2). Entre las especies mexicanas en peligro de extinción atendidas solo por un miembro de la azcarm destaca- ron las siguientes: jaguar, tapir ( Tapirus biardii), borrego cimarrón, águila real, cotorra serrana ( Rhynchopsitta pa- chyrhyncha), loro cabeza amarilla (. Amazona oratrix), guacamaya roja ( Ara macao), flamenco del Caribe ( Phoeni - copterus ruber ), guajolote norteño o silvestre ( Meleagris gallopavo), ajolote de Xochimilco (. Ambystoma mexica- num) y achoque de Pátzcuaro (. Ambystoma damerili). 534 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Solo uno de los proyectos registrados incluyó una espe- cie exótica: el panda gigante ( Ailuropoda melanoleucá)-, el resto de los proyectos se relacionaban con especies mexicanas, por lo que se aprecia el gran interés en la con- servación de especies del país. Al menos dos proyectos son multiinstitucionales: el de Patologías de Felinos Sil- vestres Mexicanos y el del Lobo Mexicano, este último de alcance binacional. Dieciocho de los proyectos de conservación analizados se llevan a cabo ex situ, 10 pro- yectos son in situ y nueve más se realizan de manera con- junta en cautiverio y en vida libre. En un estudio de los proyectos de conservación in situ desarrollados en zoológicos de Latinoamérica y el Caribe (Matamoros-Hidalgo 2004), los proyectos registrados de México incluyeron solamente cuatro instituciones (todas ellas miembros de la azcarm): el Zoológico Miguel Ál- varez del Toro (Zoomat) con cinco proyectos que inclu- yen especies como cocodrilos, tortugas de agua dulce, tapir, ocelote y psitácidos, además de dos proyectos acer- ca del manejo de reservas de la biosfera y estudios del efecto de la fragmentación del hábitat en las aves; la Di- rección General de Zoológicos de la Ciudad de México registró seis proyectos que incluyen las especies lobo mexicano, zacatuche ( Romerolagus diazi), borrego cima- rrón, ocelote, ajolote de Xochimilco y panda gigante; el Yaguar Zoo registró un solo proyecto relacionado con el jaguar; mientras que el Parque Xcaret registró cuatro proyectos relacionados con el flamenco del Caribe, el manatí, la flora para mariposas y dos especies de tortugas marinas ( Caretta caretta y Chelonia mydas). La infraestructura de los zoológicos Los exhibidores constituyen la mejor herramienta de los zoológicos para comunicar a los visitantes el mensaje de la importancia de los animales silvestres (Coe 1996). En México algunos han comenzado a transformarse en zoo- lógicos modernos o centros de conservación. En este proceso se han llevado a cabo remodelaciones totales o parciales de varias colecciones vivas abiertas al público, incluyendo el Zoológico de Chapultepec entre 1992 y 1994 (Gual-Sill y Garza 2001), el de San Juan de Aragón, el de Tamatán, Africam Safari, los zoológicos de Guada- lajara, Morelia, Xcaret, Zoomat, el de León, el Museo del Desierto de Saltillo, el Parque Museo La Venta, Yumká, Bioparque Estrella, el Zoológico de Zacango, el de Neza, Zoofari y El Centenario, todos los cuales cuentan con la infraestructura necesaria para llevar a cabo sus funciones de forma adecuada. La modernización de las instalacio- nes e infraestructura es necesaria para cumplir cabalmen- te con los objetivos de los zoológicos contemporáneos. Plan estratégico de colección y registros En el aspecto del manejo de poblaciones de las diferentes especies silvestres en cautiverio en los zoológicos de México, la azcarm trabaja en la integración de un Plan Estratégico de Colección Común para todos los zoológi- cos, y aunque todavía está en proceso, muchos zoológi- cos ya trabajan con los datos y métodos desarrollados hasta ahora. La azcarm también ha promovido la capa- citación de sus miembros en la utilización del Internatio- nal Species Information System (isis), el cual constituye un sistema de cooperación global para el manejo de co- lecciones vivas que integra información sobre 7 500 es- pecies de animales mantenidas en 550 zoológicos de 54 países. Actualmente solo el Zoológico de Guadalajara, el Zoológico de León y Africam Safari utilizan este sistema. Asimismo, un miembro de la asociación colabora en la creación del nuevo programa que sustituirá al Animal Record Keeping System (ari (consultado en mayo de 2008). cdb. 2003. Estrategia global para la conservación vegetal. Convenio sobre la Diversidad Biológica, Botanic Gardens Conservation International, Londres. Ceballos, G., C. Arizmendi y L. Márquez. 2000. La diversidad y conservación de las aves de México, en G. Ceballos y L. Márquez (eds.), Las aves de México en peligro de extin- ción. CoNABio-UNAM-Fondo de Cultura Económica, México, pp. 21-68. Ceballos, G., y F. Eccardi. 2003. Animales de México en peligro de extinción. Fundación Alejo Peralta, México. Ceballos, G., y G. Oliva (eds.). 2005. Los mamíferos silvestres de México. CoNABio-Fondo de Cultura Económica, México. Ceballos, G., E. Díaz-Pardo y H. Espinosa-Pérez. En prensa. Peces mexicanos de agua dulce en peligro de extinción. Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, México. 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March • María de los Ángeles Carvajal • Rosa María Vidal • Jaime Eivin San Román • Georgita Ruiz autores de recuadros: 73.7, María de los Ángeles Carvajal • 73.2, Carlos Aguirre, Alberto Lafón, Jürgen Hoth revisores: Juan Bezaury-Creel • Arturo Gómez-Pompa • Susana Rojas González de Castilla Contenido 1 3.1 Introducción y marco conceptual / 547 1 3.2 Estrategias de conservación en México / 548 1 3.2.1 La Estrategia Nacional sobre Biodiversidad / 548 1 3.2.2 Las estrategias estatales de conservación / 548 13.2.3 Estrategias regionales, ecosistémicas y para la conservación de especies de interés/ 550 • Estrategias de enfoque geográfico o regional / 550 • Estrategias con enfoque temático / 553 • Estrategias con enfoque en ecosistemas / 554 • Estrategias dirigidas a la conservación de la vida silvestre y sus hábitats / 555 • Otras estrategias vinculadas a la conservación / 556 13.2.4 Patrones generales de las estrategias de conservación en México / 557 1 3.3 Perspectivas de conservación / 558 1 3.3.1 Procesos ecológicos y conectividad entre áreas de conservación / 558 13.3.2 Diseño e implementación de estrategias de nivel nacional, regional y estatal para la conservación y el uso sustentable del agua / 567 1 3.3.3 Planeación estratégica en el contexto del cambio climático global / 563 13.3.4 Hacia una estrategia para la prevención, el control y la erradicación de especies invasoras de alto impacto a la biodiversidad / 566 13.4 Conclusiones/ 567 Referencias / 568 Recuadros Recuadro 13.1. Síntesis de los ejercicios de planeación estratégica desarrollados para la conservación y el desarrollo sustentable de la región del Golfo de California / 552 Recuadro 13.2. Hacia una estrategia para la conservación de pastizales del Desierto Chihuahuense / 554 ► March, I.J., M.A. Carvajal, R.M. Vidal, J.E. San Román, G. Ruiz et al. 2009. Planificación y desarrollo de estrategias para la conservación de la biodiversidad, en Capital natural de México, vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio. Conabio, México, pp. 545-573. [ 545 ] 546 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndices Apéndice 13.1. Principales actividades generales de una estrategia de conservación /(ff) Apéndice 13.2. Ejercicios de planificación estratégica para la conservación que incluyen a México y que fueron analizados para este trabajo / (^) 13 • Planificación y desarrollo de estrategias para la conservación de la biodiversidad 547 Resumen Este capítulo presenta un análisis general de las estrategias que se han utilizado en México para conservar su biodiversidad, con especial énfasis en los entornos de las áreas protegidas. Los autores revisan los antecedentes de la visión estratégica que se requiere para lograr la conservación efectiva de la biodiversidad en contextos de desarrollo complejos y se desglosa un marco conceptual de las estrategias genéricas de conservación. Para la elaboración de este capítulo se analizaron 95 ejercicios de planeación estratégica impulsados en los últimos 15 años para la conservación de la biodiversidad en México. Además, se determinan perspectivas para las nuevas estrategias de conservación que se requieren para hacer más eficiente la protección integral de la biodiversidad del país en contextos relacionados con el cambio climático global y con una mayor presión por el uso de los recursos naturales, incluyendo el agua. Los autores presentan conclusiones para continuar con una visión estratégica de costos y beneficios en los programas de conservación, y subrayan la necesidad de dar seguimiento a las estrategias de conservación en lo que a su implementación e instrumentación se refiere. 13.1 Introducción y marco conceptual México es un país con una gran variedad de ambientes, fisiográfica y de climas, donde la diversidad biológica se encuentra distribuida en el territorio de manera hetero- génea. En el país confluyen regiones biogeográficas, es centro de origen de especies domesticadas, y sitio de hi- bernación y paso para una gran cantidad de especies mi- gratorias. Por otra parte, nuestro país enfrenta procesos de acelerada transformación, debido a las actividades eco- nómicas y sociales. Por tales razones se requiere una am- plia gama de acciones para lograr la conservación de la biodiversidad, adecuadas a los contextos locales y que res- pondan a objetivos claros y metas alcanzables, lo que se ha definido como estrategias de conservación. La planeación estratégica para la conservación ha sido abordada por distintas organizaciones, con el fin de lo- grar la mayor eficiencia en los programas y acciones de conservación (Miller y Lanou 1995). Esta condición im- plica hacer inversiones inteligentes para acciones más fir- mes y oportunas que afronten con eficacia las causas de afectación a la biodiversidad, buscando obtener los máxi- mos resultados con los recursos disponibles que siempre serán limitados (Kristensen y Rader 2001). Es por esta razón que la planeación estratégica en la conservación es un proceso que debe efectuarse de manera periódica y en distintos niveles, ya sea con un enfoque regional, temáti- co o bien sobre ecosistemas y especies de particular inte- rés (Conservation International 2004). Una buena parte de la planeación estratégica para la conservación se realiza para determinar las regiones, áreas o sitios prioritarios para ser conservados, así como la manera más efectiva de poder implementar activida- des clave que se traduzcan en soluciones reales a las muy complejas y dinámicas problemáticas que intervienen en la relación entre desarrollo y conservación. Para lograr la implementación e instrumentación efectivas de las di- versas acciones de una estrategia es fundamental realizar un detallado análisis de actores utilizando diversos enfo- ques como el temático, el geográfico o el sectorial. Dis- tintas organizaciones dedicadas a la conservación de la biodiversidad en México conducen sus acciones con base en planes estratégicos, buscando lograr el mayor impacto posible a favor de la biodiversidad y de los procesos eco- lógicos que la sostienen. Si bien las áreas protegidas aún constituyen la médula espinal de la estrategia global de conservación de la bio- diversidad, estas no lograrán su propósito en el largo pla- zo si no se avanza de manera simultánea en mejorar el manejo de los recursos naturales en el entorno donde se encuentran, así como en generar procesos de consumo y producción más sustentables. Uno de los mayores retos de conservación en México y en el resto del mundo es lograr la aplicación de mejores prácticas y principios sus- tentables de desarrollo en las urbes y poblados, y en las zonas agrícolas, pecuarias, industriales y turísticas, me- diante los cuales se sustenten y promuevan prácticas de uso de recursos de bajo impacto. Para lograrlo, es funda- mental crear condiciones favorables en los entornos po- lítico, social y productivo que influyan sobre las áreas pro- tegidas y sobre los ecosistemas que las interconectan. Tomando como guía el contenido de la estrategia glo- bal para la biodiversidad (wri, uicn y pnuma 1992), se pueden definir los principales componentes de una es- trategia de conservación, sus objetivos y una lista genéri- ca de oportunidades para la conservación de la biodiver- 548 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio sidad que resulta útil para percibir el alcance que debe tener una estrategia de conservación, ya sea nacional, re- gional o incluso temática (apéndice 13.1, en el (^f)). 13.2 Estrategias de conservación en MÉXICO 1 3.2.1 La Estrategia Nacional sobre Biodiversidad Desde el año 2000 y hasta este momento está vigente y en práctica la Estrategia Nacional sobre Biodiversidad de México, impulsada por la Comisión Nacional para el Co- nocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), que fue elaborada mediante el análisis de estudios e inventa- rios, así como talleres de consulta y con base en los resul- tados de proyectos e investigaciones (Conabio 2000). La preparación de la estrategia fue emprendida en res- puesta a los compromisos adquiridos por el gobierno de México como signatario del Convenio sobre la Diversi- dad Biológica (cdb). Esta estrategia define cuatro gran- des líneas que dan lugar a más de 22 grupos de acciones orientadas a la conservación de la biodiversidad del país, y constituye el documento rector de las políticas públicas en esta materia. Por otra parte, por medio de numerosos talleres de expertos y especialistas en biodiversidad, la Conabio generó catálogos de las regiones terrestres, marinas e hi- drológicas que son prioritarias para la biodiversidad mexicana y que sin duda constituyeron una primera apro- ximación para determinar áreas de importancia (Arriaga et al. 1998, 2000a, b). 1 3.2.2 Las estrategias estatales de conservación La implementación paulatina de la estrategia a escala na- cional se ha instrumentado, por un lado, mediante la ge- neración de políticas públicas y programas del gobierno federal principalmente a cargo de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y las instan- Figura 13.1 Entidades federativas que están preparando o cuentan con una estrategia estatal de conservación. Fuente: Conabio (2008). 13 • Planificación y desarrollo de estrategias para la conservación de la biodiversidad 549 1. Cuasimulco 17. Cerro Negro 2. Chimalapas 18. Usila 3. Copalita-Zimatán 19. Yotao 4. La Montaña 20. Cerro Huatulco 5. Cumbres de la Sierra Sur 21. Cañón del Río Salado 6. Cañada de Teotitlán 22. Cerro La Cabeza 7. Cañada de Cuicatlán 23. Cerro del Águila 8. Cañón del Río de las Vueltas 24. Tidaa 9. Sierra Monteflor 25. Cerro Tlacuache 10. Retumbadero 26. Cerro La Tuza 11. Los Pápalos 27. Cerro Tigre 12. San Bernardino 28. Cerro Encantado 13. Cerro Rabón 29. La Muralla 14. Cuenca del Río Tehuantepec 30. La Selva-Cabeza de Tigre 15. Zona Chontal Baja 31. Cerro Guiengola 16. Sierra Veinte Cerros Playa de Escobilla Parque Nacional Huatulco Figura 13.2 Mapa de las áreas naturales prioritarias para la conservación en Oaxaca. Fuente: Instituto Estatal de Ecología de Oaxaca (2004). cias del sector: la Comisión Nacional Forestal (Conafor), el Instituto Nacional de Ecología (ine), la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), la Comi- sión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) y la Conabio, pero también con el diseño de estrategias estatales de biodiversidad en procesos impulsados por la propia Conabio y que involucran a los principales acto- res de la conservación en los estados. Hasta finales de 2008, son 13 las entidades federativas que han publicado sus estrategias para la conservación de la biodiversidad (ceama y Conabio 2003; Cona- bio, suma y Sedagro 2007) o bien las están desarrollan- do con el apoyo de la Conabio 1 y de diversas institucio- nes académicas y organizaciones civiles; actualmente se encuentran en desarrollo las estrategias de Aguascalien- tes, Campeche, Chiapas, Chihuahua, Colima, Estado de México, Jalisco, Puebla, Quintana Roo, Veracruz y Yuca- tán (Fig. 13.1). La estrategia del estado de Morelos ha sido oficial- mente adoptada por acuerdo del Congreso del estado y el documento base ya fue publicado (ceama y Conabio 2003). Por su parte, el gobierno de Michoacán, por medio de la Secretaría de Medio Ambiente y Urbanismo (suma) del estado, con el apoyo de la Conabio desarrolló su Estrategia para el uso y conservación de la biodiversidad en Michoacán (Conabio, suma y Sedagro 2007). La Universidad Autónoma de Querétaro, en colabora- ción con la Semarnat y la Conanp, trabaja actualmente en la Estrategia para la conservación de la biodiversidad en el estado de Querétaro. Las estrategias del Estado de Méxi- co, Coahuila y Quintana Roo igualmente están en proceso de ser terminadas para su implementación. Otros estados, como por ejemplo Oaxaca (Fig. 13.2), han identificado en su interior las áreas que están consi- deradas de la más alta prioridad para ser conservadas (Instituto Estatal de Ecología de Oaxaca 2004). El estado de Michoacán actualmente está planteando un sistema de áreas naturales protegidas estatales utili- 550 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio zando el criterio de las especies indicadoras y especies “paraguas”, como el caso del jaguar. Por su parte, el estado de San Luis Potosí está buscando promover un corredor biológico entre la sierra del estado de Tamaulipas y el área protegida de la Sierra Gorda en Querétaro, con el fin de garantizar un corredor biológico que permita el mo- vimiento de los jaguares entre estas dos regiones. 1 3.2.3 Estrategias regionales, ecosistémicas y para la conservación de especies de interés Adicionalmente a los esfuerzos de conservación orienta- dos a establecer nuevas áreas naturales protegidas (anp) y a mejorar el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (Si- nap), en los últimos años se han diseñado estrategias de conservación que se enfocan sobre regiones con comple- jos paisajes naturales y socioeconómicos, sobre ciertos tipos de ecosistemas o para la conservación de especies críticas o prioritarias. Una de las estrategias más relevantes para la conserva- ción tanto dentro como fuera de las áreas protegidas que ha implementado el gobierno federal, por medio de la Semarnat y la Conanp, son primeramente los Programas de Desarrollo Regional Sustentable (Proders) y ahora los Programas de Conservación para el Desarrollo Sosteni- ble (Procodes). Con ellos se ha buscado promover el des- arrollo con criterios de sustentabilidad y con el fin de contribuir a frenar el deterioro ambiental y de articular las políticas de conservación con las enfocadas a mejorar el nivel de vida de los pobladores. En muchas ocasiones, estos programas han estado dirigidos a las periferias y zonas de influencia de las áreas protegidas (Semarnap 2000). De hecho, actualmente estos programas son im- plementados por la Comisión Nacional de Áreas Natura- les Protegidas para disminuir la presión hacia las reservas, parques nacionales y demás áreas protegidas. En 2005, la Conanp invirtió a través de los Proders 113 millones de pesos que favorecieron labores de conservación den- tro y en la periferia de 30 anp (Conanp y unam 2006). La Semarnat también utiliza el Programa de Empleo Tem- poral (pet) para promover, alrededor de áreas priorita- rias para la conservación y de las propias áreas protegi- das, el desarrollo en las zonas rurales e incrementar esfuerzos de conservación dentro y fuera de las áreas protegidas apoyando labores de reforestación, preven- ción y combate a incendios forestales, rehabilitación de infraestructura, etc. (Semarnat 2004). Actualmente hay un debate importante que surge de varias evaluaciones independientes que incluyen los Proders. Si bien la crítica reconoce que es un subsidio importante y necesario, se- ñala que debe estar basado en criterios de sustentabilidad claros y estrictamente observados, además de crear me- canismos que eviten caer en el clientelismo. Otra importante estrategia es la dirigida al manejo costero integral (Moreno-Casasola et al. 2006), a la cual se le ha dado un enfoque municipal y en la que se inclu- yen todos los aspectos conceptuales, legales, de roles ins- titucionales y de acciones específicas. Estrategias de enfoque geográfico o regional Diversas organizaciones no gubernamentales, grupos del sector civil y de la academia han elaborado múltiples ejercicios de planeación y estrategias orientadas a la con- servación, que sin duda han sido una importante contri- bución y que han permitido inversiones mejor orienta- das, así como información fundamental para conocer el estado y dinámica de la biodiversidad en México. La pla- neación ha ocurrido desde un nivel global, hasta uno lo- cal, pasando por las escalas continental, subcontinental (Morgan et al. 2005), nacional y regional. Cabe mencionar que muchos de estos procesos de pla- neación han sido efectuados con rigurosos métodos científicos siempre que existe la información disponible para ello, y cubriendo estrictos estándares de calidad de la información y de los análisis (Groves et al. 2000); es importante reconocer que cuando la información es es- casa o incompleta, se requiere considerar la opinión de expertos. La gran mayoría de las estrategias y evaluacio- nes ecorregionales involucran a los principales actores que están participando en la conservación de la biodiver- sidad y en el desarrollo en una u otra región, por lo que son completamente participativos. Tal es el caso de los procesos de planificación ecorregional que organizacio- nes como World Wildlife Fund (wwf) y The Nature Conservancy (tnc) han promovido mediante muy di- versas organizaciones de conservación e investigadores en todo el país (Fig. 13.3). En este sentido, actualmente se desarrolla el Plan ecorregional del centro y occidente de México, el cual podría estar terminado a fines de 2008 (Pronatura México y tnc 2007). La mayor parte de los ejercicios de planeación ecorre- gional han estado enfocados en las regiones continentales del país, los menos se han concentrado en las ecorregio- nes marinas, sobresaliendo los ejercicios realizados para la región del Golfo de California, en el noroeste del país. Existen importantes ejercicios de planeación estraté- gica para la conservación de la selva zoque que es com- 13 • Planificación y desarrollo de estrategias para la conservación de la biodiversidad 551 Figura 13.3 Ecorregiones terrestres y marinas con planes en proceso y concluidos. Fuentes: Dinerstein et al. (2000); Cobi y tnc (2005); Marshall et al. (2000, 2004); Secaira et al. (2005); tnc (2002). partida entre los estados de Oaxaca, Chiapas y Veracruz (Pronatura-Chiapas et al. 2004); Marismas Nacionales en Nayarit (fmcn), y la Selva Lacandona (Conservation International 2000) (cuadro 13.1). Algunas regiones han sido sujetas a ejercicios de planeación consecutivos, con- forme se cuenta con más y mejor información. Tal es el caso del Sistema Arrecifal Mesoamericano (Kramer y Kramer 2002), sobre el que ahora se desarrolla un plan ecorregional, o del Golfo de California, que en 2001 fue analizado mediante un sólido ejercicio de priorización (Coalición para la Sustentabilidad del Golfo de California 2001) (recuadro 13.1), que después fue refinado en una evaluación ecorregional (Comunidad y Biodiversidad, A.C. 2005) (Fig. 13.4, en el (g)). Otros planes estratégicos de conservación con expre- sión geográfica han sido los realizados sobre la Península de Baja California (Enríquez-Andrade y Danemann 1998), la costa de Veracruz (Peresbarbosa 2005), la costa norte del Golfo de México (tnc 2002) y toda la zona costera de México (ine 2000a). Los ordenamientos ecológicos terrestres y marinos (oet y oem), que son un importante instrumento de la política ambiental, son promovidos por el gobierno fede- ral en diversas regiones del país y constituyen potencial- mente una excelente plataforma para instrumentar estra- tegias de conservación planificadas con métodos sólidos y con la participación de expertos y conocedores de la región (Semarnat 2008). Los ordenamientos ecológicos debieran ser la herramienta central para implementar los esfuerzos de conservación en los distintos espacios geo- gráficos. Para el Golfo de California ya ha sido publicado el acuerdo que establece su plan de ordenamiento ecoló- gico con el fin de regular las actividades humanas y tratar de conciliar el desarrollo y la conservación (Semarnat 2006); a este plan de ordenamiento se le ha dado un cer- cano seguimiento para su implementación.2 Es aquí im- 552 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 13.1 Fases metodológicas utilizadas en el desarrollo de la Estrategia Conjunta para la Conservación de la Biodiversidad de la Selva Lacandona, Siglo xxi Fase Descripción A Determinación de una visión colectiva sobre la Selva Lacandona B Construcción de escenarios potenciales C Determinación de las principales amenazas y factores de presión para la biodiversidad regional D Identificación de áreas críticas o vulnerables y localidades prioritarias para la conservación E Identificación y análisis de actores y de sus capacidades F Determinación de oportunidades de conservación, alternativas de intervención y perfil de proyectos prioritarios G Definición de proyectos de conservación de alta prioridad H Estrategia de financiamiento de proyectos y obtención de recursos para la conservación Fuente: Conservación International (2000). Recuadro 13.1 Síntesis de los ejercicios de planeación estratégica desarrollados para la conservación Y EL DESARROLLO SUSTENTABLE DE LA REGIÓN DEL GOLFO DE CALIFORNIA María de los Ángeles Carvajal Una de las acciones conjuntas más importantes en la región Golfo de California, para establecer bases científicas sólidas y así identificar prioridades y estrategias de conservación, la desarrolló la Coalición para la Sustentabilidad del Golfo de California mediante un proceso de planeación estratégica y un taller realizados durante 2000 y 2001, respectivamente. En estos participaron 180 especialistas de distintas disciplinas provenientes de 67 instituciones diferentes. Durante el proceso, que fue ampliamente participativo, se buscó integrar la mayor cantidad de información acerca de la biodiversidad, procesos ecológicos y socioeconómicos que ocurren en la región, para lograr identificar las áreas prioritarias para la conservación (Fig. 13.5a), así como sus posibles amenazas y zonas de conflicto potenciales (Coalición para la Sustentabilidad del Golfo de California 2001). La metodología de análisis privilegió el consenso e integración de información proveniente de expertos nacionales e internacionales, al realizar los siguientes pasos: 1 ] trabajo independiente y a la vez coordinado de equipos de trabajo para integrar toda la información disponible por grupos taxonómicos y en aspectos socioeconómicos; 2] un taller de trabajo para identificar las áreas de importancia biológicas en la región, y para analizar espacialmente la presión antropogénica sobre la biodiversidad y el incremento potencial de conflictos, y 3 ] la integración y el análisis espacial de los resultados por medio de un sistema de información geográfica. El análisis estuvo basado en inventarios de más de 12 000 especies registradas para la región (Enríquez-Andrade et al. 2005). Con el fin de ¡lustrar la trascendencia de los trabajos de la coalición, baste señalar que la información generada ha sido una base importante para varios esfuerzos de conservación en el Golfo de California; ejemplos de ello son: la Alianza para la Sustentabilidad del Noroeste Costero Mexicano (Alcosta), que entre otras cosas se basó en esta información para indicar las áreas prioritarias a conservar y acotar en el proyecto regional turístico Escalera Náutica (ahora Mar de Cortés). También ha sido una base relevante para el establecimiento de seis nuevas áreas naturales protegidas (anp), como son los casos del Archipiélago de San Lorenzo, San Pedro Mártir, Islas Marietas, y Bahía de los Ángeles, Marismas Nacionales y Espíritu Santo. Así también, la información fue utilizada para el proceso de Ordenamiento Regional Marino del Golfo de California dirigido por la Semarnat, el cual inició en 1997 con recopilación de información y que a manera de acuerdo ha sido publicado en el Diario Oficial de la Federación (Semarnat 2006), y se espera que derive en un primer marco de políticas generales de ordenamiento. Como un caso de análisis, entre 2004 y 2005 las organizaciones civiles Comunidad y Biodiversidad (Cobi) y The Nature Conservancy (tnc) llevaron a cabo un ejercicio de planeación ecorregional para la conservación marina en el Golfo de California y la costa occidental de Baja California Sur. Este ejercicio procesó nueva información, junto con la 13 • Planificación y desarrollo de estrategias para la conservación de la biodiversidad 553 anteriormente trabajada por la Coalición, conjuntándose una nueva base de datos de más de 45 000 registros geográficos de especies, ecosistemas, procesos biofísicos y de uso humano. Una de las herramientas de análisis utilizadas fue el programa Marxan, con el cual se identificaron 54 sitios prioritarios, los cuales representan 14% de la superficie marina del Golfo de California (Ulloa et al. 2006). Aunque el análisis de la Coalición y el de Cobi-TNC utilizaron diferentes métodos, es fácil apreciar las grandes coincidencias en resultados, pudiéndose decir que se complementan. Los resultados de estos análisis identificaron áreas prioritarias para la conservación muy similares (Fig. 13.5a, b). Al observar ambos mapas, son evidentes dos tendencias importantes. Por un lado, las áreas prioritarias se distribuyen principalmente hacia las zonas costeras, y por otro, las áreas prioritarias conforman subregiones (o c/usters ) que pudieran indicar conectividad entre áreas vecinas. portante señalar los valiosos avances que se han conse- guido en diversos ordenamientos territoriales comunita- rios que han sido promovidos en diversas zonas del país (Anta et al. 2006). Estrategias con enfoque temático La conservación y el manejo de los recursos naturales requiere estrategias diversas con enfoques multidisci- plinarios. Por tal razón diversos grupos de trabajo han elaborado estrategias temáticas que proponen diferentes enfoques y alcances para mejorar su aplicación y sus efectos. Algunas de las estrategias existentes son: la Estrategia Nacional de Ecoturismo para México (Sectur 1994), que establece los lineamientos para la concertación, coordi- nación y planeación de la actividad en México, así como para la construcción y diseño y la integración de conteni- dos educativos en la experiencia ecoturística. La Estrate- gia Nacional de Educación Ambiental (Semarnat y Ceca- desu 2006) fue elaborada a partir de diversos talleres regionales efectuados en distintas partes del país en los últimos 10 años. Durante ese lapso se han elaborado también diversas estrategias de educación ambiental de nivel nacional y regional, así como otras que se han enfocado a importan- tes temas de conservación en el ámbito nacional (Gonzá- lez Gaudiano et al. 1995). Tal es el caso de la Estrategia para el Manejo Ecológico del Fuego, que actualmente la Comisión Nacional Forestal (Conafor), en colaboración con el Fondo Mexicano para la Conservación de la Natu- raleza (fmcn), The Nature Conservancy (tnc) y el Ser- vicio Forestal de Estados Unidos (usfs), desarrollan para avanzar en el manejo del fuego, tanto para regularizar los regímenes naturales de fuego a los que están adaptados diversos ecosistemas, como a la prevención y control efi- ciente de los incendios que afectan a los ecosistemas no adaptados. Esta estrategia contempla el diseño de políti- cas públicas y su instrumentación en reglamentos y nor- mas, la formación de recursos humanos, el desarrollo de trabajos técnicos y la elaboración y aplicación de planes de manejo del fuego. Una estrategia de conservación que influye sobre una actividad productiva es la enfocada a la pesca del cama- rón en el Golfo de California. La riqueza biológica de esta región marino-costera se refleja en las actividades pes- queras que ahí se realizan, las cuales aportan aproxima- damente 50% de las capturas del país (Carvajal et al. 2004). La pesquería más importante por los aportes eco- nómicos y generación de empleo es la de camarón, la cual contribuye con 43% del valor total de las capturas nacionales (Calderón et al. 2006). Desde los años 30 la pesca del camarón ha barrido los fondos arenosos con las redes de arrastre de fondo para la extracción de camarón (Robles y Carvajal 2001), lo cual ha causado la mortali- dad anual de más de 200 000 toneladas de más de 400 especies, muchas de ellas en estadios juveniles, con la consecuente pérdida de especies comerciales. Quizás lo más importante es el profundo cambio en la estructura de la cadena alimentaria en los sitios en que estas redes operan. Conservation International trabajó durante 10 años para definir una estrategia que minimizara los im- pactos negativos de esta pesquería, siendo las partes me- dulares de la misma las siguientes: 1 ] Retirar 50% de las embarcaciones; 2] establecer los mecanismos legales para evitar que el esfuerzo pesquero vuelva a incremen- tarse; 3] incluir en los equipos de pesca las modificacio- nes tecnológicas que disminuyan la captura incidental hasta en 65% y reduzcan los impactos físicos al fondo marino, y 4] establecer zonas de no pesca, para favorecer el fortalecimiento de especies (García y Gómez 2005). 554 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Estrategias con enfoque en ecosistemas Algunas de las estrategias regionales también responden al interés de contribuir a la conservación de ambientes y ecosistemas específicos, tales como la Iniciativa Conjun- ta para el Desierto de Sonora (Sonora Desert Joint Ven- ture) que es una estrategia binacional, o la descrita para la conservación de los pastizales del Desierto Chihua- huense (recuadro 13.2). En este sentido, uno de los eco- sistemas con mayor amenaza en el país son los bosques mesófilos de montaña en condición primaria que se dis- tribuyen de manera aislada, ocupan menos de 0.5% del territorio nacional (véase el capítulo 2 de este volumen) y representan importantes sitios para la captación de agua y regulación local del clima. En 1999, Pronatura Chiapas, el World Conservation Monitoring Centre y la Conabio convocaron al taller nacional para la integra- ción de la Estrategia de Conservación de los Bosques de Niebla de México, a partir de lo cual se estableció una red nacional de intercambio y contactos (wcmc 1999). Otro ejemplo es la integración del Plan de Conserva- ción de los Bosques de Pino-Encino de Centroamérica Recuadro 13.2 Hacia una estrategia para la conservación de pastizales del Desierto Chihuahuense Carlos Aguirre • Alberto Latón • Jürgen Hoth La gran importancia biológica del Desierto Chihuahuense ha sido reconocida por diversas organizaciones (Pronatura Noreste, et al. 2004). Aproximadamente 20% de esta ecorregión está cubierta por pastizales y estimaciones recientes indican que 90% de la superficie de los mismos presentan un deterioro de moderado a extremo, evaluado en términos de estabilidad del suelo, integridad biótica y funcionalidad hidrológica (Alicia Melgoza, com. pers.). Adicionalmente, información sobre el cambio climático global (Houghton et al. 2001) sugiere una alta probabilidad de que la persistente sequía de los últimos 12 años aumente en su severidad en los próximos 50 años resultando en un posible recambio de 40% de la avifauna y mastofauna del Desierto Chihuahuense, una de las regiones más vulnerables a dichos cambios climáticos (Peterson et al. 2002). Lo anterior destaca la importancia de establecer mecanismos que permitan mitigar el impacto de las actividades humanas actuales, así como establecer prácticas modernas que permitan adaptarnos a las nuevas realidades climáticas. La Estrategia para la Conservación de los Pastizales del Desierto Chihuahuense (Ecopad) es una iniciativa de base estatal y multisectorial que busca establecer un mecanismo de cooperación en la región con objeto de enfrentar de manera eficaz los crecientes retos ambientales, sociales y económicos. Además de promover el uso sustentable de los pastizales para el beneficio de las poblaciones humanas, es igualmente fundamental conservar este ecosistema por los servicios ecológicos que presta, como la captación de agua, y por ser el hábitat de numerosas especies silvestres nativas y migratorias compartidas en todo el continente. La interdependencia de los procesos ecológicos con los económicos y sociales, obligan al acuerdo dentro de los estados y entre estos para asegurar el uso sustentable y el cuidado de los recursos de la región. Por ello, en el marco del Tercer Simposio Internacional de Pastizales celebrado en Chihuahua en agosto de 2006 se realizó el primer taller como parte de esta estrategia, con un esquema de comunicación y coordinación entre los estados y entre las diversas organizaciones interesadas del Desierto Chihuahuense. Esta estrategia está diseñada para que en todas sus fases de desarrollo se nutra de un proceso participativo, el cual permitirá identificar acciones prioritarias en los niveles estatal y regional desde el punto de vista legal, social, económico y ambiental para la conservación y uso de la biodiversidad de este ecosistema, así como establecer el papel de las diversas organizaciones interesadas. Con base en diversas reuniones realizadas en México en los últimos cinco años y en experiencias similares en otros países (Gauthier et al. 2003) se consideran como punto de partida los siguientes cinco objetivos principales: 7 ] Mantener los pastizales del Desierto Chihuahuense en condición saludable 2] Mantener la riqueza biológica de los pastizales 3] Cuidar las últimas áreas bien conservadas de los pastizales 4] Promover la diversifícación de las actividades productivas en los pastizales 5] Concientizar sobre la importancia de los pastizales y sus valores Esta estrategia y el plan de acción asociado están siendo desarrollados actualmente bajo la coordinación general de The Nature Conservancy y la Universidad Autónoma de Chihuahua (Aguirre et al. 2007). 13 • Planificación y desarrollo de estrategias para la conservación de la biodiversidad 555 que se realiza de manera conjunta con organizaciones de México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Nica- ragua. Otra de las regiones que ha sido objeto de diversas es- trategias de conservación es la Selva Maya, que integra extensiones de selvas tropicales húmedas, cuyos hábitats son compartidos por México, Belice y Guatemala. Las dinámicas regionales en la Selva Maya, como la migra- ción, los incendios y el tráfico de especies, están obligan- do a que los países y las instituciones compartan sus ca- pacidades para enfrentar los retos compartidos. En los últimos años, México ha dado un impulso im- portante a la identificación de sitios según la Convención Ramsar y a la identificación de humedales prioritarios. La Conanp promovió la formación del Comité Nacional de Humedales, así como la identificación y registro de humedales importantes para la Convención. De esta ma- nera México ocupa el segundo lugar en el mundo con 65 sitios y 5 263 887 hectáreas bajo esta designación (Co- nanp y unam 2006). Estrategias dirigidas a la conservación de la vida silvestre y sus hábitats En el contexto de la Estrategia nacional para la vida sil- vestre (ine 2000b), la Semarnat ha diseñado planes es- tratégicos para diversos grupos de flora y fauna silvestre que no solo contemplan su conservación y manejo en la áreas protegidas sino en el contexto de todo el territorio nacional. Entre los instrumentos desarrollados por el go- bierno mexicano se pueden mencionar los proyectos de recuperación de especies prioritarias conocidos como prep, y las umas o Unidades de Manejo para la Conser- vación de la Vida Silvestre; actualmente la Conanp ma- neja los llamados programas de acción para la conserva- ción de especies en riesgo (pace), enfocados sobre la conservación de las llamadas especies prioritarias. En México se han establecido comités técnicos consultivos de conservación de vida silvestre y prep para los siguien- tes grupos y especies: los psitácidos, los cocodrilos, el águila real, el berrendo, el borrego cimarrón, las cicadas, el lobo mexicano, el manatí, el oso negro y las tortugas marinas (ine 1999a-c, 2000c-h). A la fecha se han cons- tituido 25 subcomités técnico-consultivos para diversas especies o grupos de especies con base en el acuerdo se- cretarial publicado en 1999, y que incluyen a las palmas, zamiaceas, cactáceas, tapir y pécari de labios blancos, palomas de interés cinegético, guajolote silvestre, aves acuáticas, lagomorfos, vaquita marina, iguanas, ajolotes, jaguar, borrego cimarrón, pinnipedos, perrito llanero, cóndor de California, cirio y varias especies de delfines del género Tursiops (véase el capítulo 12 de este mismo volumen). Sin embargo y a pesar de los esfuerzos de planeación estratégica plasmados en los prep que han sido publica- dos, no se han otorgado los financiamientos para ejecu- tar programas de trabajo en coordinación con los grupos de especialistas. Una marcada excepción es el programa nacional de conservación de tortugas marinas que iróni- camente no cuenta en la actualidad con un subcomité técnico consultivo, a pesar de que el programa oficial existe desde mediados de los años sesenta. Otra excep- ción es el programa de palomas de interés cinegético. Las Unidades de Manejo y Aprovechamiento de Vida Silvestre pretenden promover el uso de poblaciones de vida silvestre de manera sustentable, mediante el manejo, reproducción en cautiverio, propagación de plantas y animales que son usados con fines comerciales. Las uma se han desarrollado de mejor manera en el norte del país, donde se aplican a ranchos cinegéticos para ordenar la cacería deportiva; sin embargo, una de las principales de- bilidades es la dificultad de mantener la supervisión, la asistencia técnica y el seguimiento del manejo de las es- pecies para evitar que se comercialicen individuos extraí- dos directamente del medio natural. A partir de los acuerdos de cooperación internacional, se han realizado otras estrategias de conservación dirigi- das a grupos de especies. En este sentido, la Comisión para la Cooperación Ambiental (cca) promovió el esta- blecimiento de la Iniciativa para la Conservación de las Aves de Norteamérica (ican-nabci), que busca la inte- gración de estrategias de colaboración y cooperación en- tre los tres países para la conservación de áreas impor- tantes para las aves y ha establecido un comité trinacional para el seguimiento de la misma. La ican permitirá es- tablecer también estrategias de monitoreo de especies migratorias en el ámbito regional. Asimismo la cca ha apoyado la elaboración de estra- tegias de conservación regional para Norteamérica, para las siguientes especies: perrito de las praderas ( Cynomys ludovicianus), aguililla real ( Buteo regalis), tecolote lla- nero ( Athene cunicularia hypugaea), pardela patirrosa- da ( Puffinus creatopus), tortuga laúd del Pacífico ( Der - mochelys coriáceo) y ballena jorobada ( Megaptera no- vaeangliae). Otros ejercicios de planeación estratégica orientados a la conservación de vida silvestre son los enfocados sobre la guacamaya roja, Ara macao cyanoptera (Carreón et al. 556 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio 2001; Iñigo y Enkerlin 2003; recuadro 11.1 del capítulo 11 de este volumen), las cotorras serranas Rhynchopsitta pachyrhyncha y R. terrisi en el norte de México, los fe- linos de la frontera entre México y Estados Unidos (Wilcox et al. 2005). Para la conservación de las aves en México se han elaborado importantes estrategias de con- servación (Arizmendi 2003; Iñigo y Enkerlin 2003), que definen las áreas de importancia para la conservación de las aves (aica), conocidas en inglés como iba (Impor- tant Bird Areas), integrando esta red de sitios a la Red Mundial de iba. Ejemplos de otras especies endémicas de México — y muchas veces en peligro de extinción — que cuentan con estrategias de conservación o planes de recuperación son el del conejo de los volcanes o teporingo Romerolagus diazi (Fa y Bell 1990) y el de la vaquita marina Phocoena sinus, la marsopa endémica del Alto Golfo de California y en crítico riesgo de extinción (World Wildlife Fund 2001). Este esfuerzo cuenta con un seguimiento por par- te del Comité Internacional para la Recuperación de la Vaquita (Cirva), conformado por investigadores de México y otros países, y cuenta también con la participa- ción activa de pescadores, organizaciones conservacio- nistas y autoridades de los diferentes niveles de gobierno. Ante esa pluralidad participativa, durante 2005 y como parte de la estrategia para evitar la extinción de esta es- pecie, se estableció su refugio y se formalizó el programa de recuperación de la especie, al tiempo que la Semarnat, en asociación con los gobiernos de los estados de Baja California y Sonora, instrumenta un programa para com- pensar a los pescadores afectados por la nueva reglamen- tación. Es necesario reconocer que pese a estos esfuer- zos, la vaquita marina continúa actualmente en un estado verdaderamente crítico. En el continente se elaboran estrategias de conserva- ción que involucran especies que habitan en México y que en general están en grave peligro de extinción. Tal es el caso, por ejemplo, de los esfuerzos enfocados a la re- cuperación de las poblaciones de aguila arpía, Harpía harpyja (Carrillo et al. 2003). También se han diseñado en el ámbito continental importantes estrategias de con- servación para el jaguar, Panthera onca (Sanderson et al. 2002a, b; Medellín et al. 2002), y para el cocodrilo ameri- cano, Crocodylus acatas (Thorbjarnarson et al. 2006). Para el caso de la mariposa monarca, Danaus plexip- pus, se desarrolló una estrategia que promueve el desa- rrollo de la región donde se encuentran ubicadas las zo- nas que utiliza como refugio y sus áreas de influencia (Toledo 1999). Es importante señalar aquí la participación y el impor- tante papel que actualmente desempeñan diversas insti- tuciones que se dedican a la conservación in sita en todo el mundo por medio del Conservation Biology Specialist Group (cbsg) de la Unión Mundial para la Naturaleza (uicn); con dicha iniciativa se facilitan reuniones de pla- neación estratégica para desarrollar programas de con- servación enfocados a especies, y en donde hay una im- portante participación de personas e instituciones que realizan conservación ex sita (p. ej. parques zoológicos, jardines botánicos, etc.). En los programas de conservación de especies que afectan intereses económicos fuera de las áreas protegi- das, por ejemplo de carnívoros como el jaguar o el puma, es esencial el establecimiento de mecanismos de com- pensación por las pérdidas que causan. En distintas par- tes de Latinoamérica se ha documentado el grado de daño causado por el jaguar (Eloogesteijn 2002; Sáenz y Carrillo 2002; Scognamillo et al. 2002), y queda claro que en algunos casos las pérdidas de animales domésticos por ataques de jaguar pueden ser compensadas al tiempo que se progresa en un manejo ganadero preventivo. En el caso de México cada vez es más necesaria la participa- ción de la Confederación Nacional Ganadera y otras agru- paciones del ramo para desarrollar estrategias de conser- vación de estos depredadores para evitar al máximo el conflicto con la producción pecuaria. Otras estrategias vinculadas a la conservación En los últimos años han surgido estrategias con enfoques innovadores que buscan ampliar los esfuerzos de conser- vación hacia el exterior de las áreas protegidas, o por lo menos promover actitudes sociales y prácticas de pro- ducción y desarrollo más compatibles con la biodiversi- dad que existe en el territorio en el que están inmersas las anp, tanto terrestres y costeras como marinas. Por ejem- plo, el llamado “café de conservación” ha resultado ser una estrategia productiva que beneficia los bosques de niebla en la Sierra Madre del Sur de Chiapas y Oaxaca. La certificación de bosques sujetos a prácticas de manejo forestal sustentable son igualmente estrategias que pro- mueven la conservación en extensas superficies fuera de las áreas protegidas y el mantenimiento o restauración de corredores. Son muy diversas las opciones para activar estrategias de tipo económico, fiscal y hacendario, y de ordenamiento que coadyuven a la conservación en paisa- jes agrícolas, urbanos e incluso industriales (Bowles et al. 1998; Conservation Finance Alliance 2001); no obstante, 13 • Planificación y desarrollo de estrategias para la conservación de la biodiversidad 557 estas opciones deben ser adicionales y no sustituyen los esfuerzos de conservación directa de los paisajes con in- tegridad ecológica. Otra de las estrategias de conservación fuera de las áreas protegidas es la enfocada a la preservación de los antecesores silvestres y las variedades domesticadas o razas criollas de los cultivos originados en México o cu- yos centros de diversificación están en territorio nacional (p. ej. maíz, frijol, calabazas, chiles, jitomate, agaves, ca- cao, etc.; véanse los capítulos 7, 8 y 15 de este volumen). Buena parte de esta “biodiversidad domesticada” depen- de de prácticas y sistemas agrícolas tradicionales que por lo general se localizan fuera de reservas, parques nacio- nales y refugios, salvo algunas excepciones como el caso del teocinte {Zea diploperennis) en la Reserva de la Bios- fera Manantlán en Jalisco, el del cacao en Montes Azules y los sistemas agrícolas tradicionales lacandones en Nahá y Metzabok, en Chiapas. Por esta razón es crucial que se mantengan e incrementen los esfuerzos de conservación en regiones indígenas que mantienen esta porción de la biodiversidad de México. En los últimos años, por medio de su programa de recursos biológicos colectivos (Lar- son y Neyra 2004), la Conabio ha desarrollado impor- tantes esfuerzos orientados a conservar la diversidad de numerosas plantas que son utilizadas por comunidades indígenas y campesinas dentro y fuera de diversas áreas protegidas. La conservación de la biodiversidad en tierras priva- das y comunitarias, incluyendo las llamadas servidum- bres ecológicas (Rissman et al. 2007), es sin duda otra de las estrategias que han ido complementando de manera cada vez más importante la conservación por medio de las áreas protegidas de carácter público. No obstante, aunque frecuentemente estas áreas privadas o comunita- rias dedicadas a la conservación protegen sitios que no necesariamente son prioritarios (Newburn et al. 2005), muchas veces dan cubrimiento a paisajes de valor para la biodiversidad, a sitios con presencia de especies endémi- cas o en peligro de extinción o al menos contribuyen de manera importante a la conectividad entre áreas conser- vadas, protegidas o no. Son varios los instrumentos lega- les disponibles en México para ampliar la red de áreas privadas y comunitarias (tnc y bida 2007), así como las guías para que estas sean manejadas de manera eficiente (Chacón 2004, 2005; Asociación Conservación de la Na- turaleza 2007), por lo que se proyecta un crecimiento de este tipo de áreas de conservación en el país; no obstante, será esencial que los expertos en conservación y los cien- tíficos se vayan involucrando cada vez más en la planea- ción de la red de áreas de conservación privadas y comu- nitarias, de tal forma que se dé cubrimiento a sitios cla- ramente prioritarios (Murphy y Noon 2007). 1 3.2.4 Patrones generales de las estrategias de conservación en México Con el fin de tener una clara imagen de las tendencias que han tenido los ejercicios de planeación estratégica en nuestro país, para este trabajo se efectuó una compila- ción exhaustiva y una revisión de los ejercicios de planea- ción y estrategias formales que se han realizado de 1992 a la fecha y que están relacionados con la conservación de la biodiversidad.3 Para este propósito se aprovecharon fuentes de información muy importantes como los tra- bajos de análisis de vacíos y omisiones de conservación en México (capítulo 16 de este volumen), que está siendo coordinado por la Conanp y la Conabio (Conabio etal. 2007a, b) en seguimiento a los compromisos adqui- ridos por México en la COP7 del Convenio sobre la Di- versidad Biológica (cdb), así como la síntesis compilada por Bezaury et al. (2000) entre otras fuentes. Si bien se- guramente existen planes de conservación y estrategias no contempladas en este trabajo, esta compilación es una muestra representativa de los esfuerzos de planeación estratégica con enfoque de conservación y representa 95 ejercicios y estrategias (apéndice 13.2, en el (^)). Los ca- sos analizados incluyen 18 efectuados antes del año 2000 y 74 realizados entre 2000 y 2008.4 Como era de esperarse, las estrategias y planes enfoca- dos a los ambientes continentales, ya sea propiamente terrestres como de aguas continentales predominan so- bre los marino-costeros (Lig. 13.5), si bien sobre estos últimos son el Golfo de California y el Caribe las regiones que mayor atención han recibido. Esto puede explicarse por distintas razones pero en las que seguramente pre- dominan su elevada significancia para la biodiversidad marina mexicana y también su importancia para las pes- querías y el turismo, entre otras. De las 36 estrategias y planes orientados a la conserva- ción de la fauna silvestre y su hábitat, que representan casi 40% del total de casos compilados, la gran mayoría se ha enfocado al grupo de los mamíferos (16%) y al de las aves (13%) (Lig. 13.6). Para muy diversos taxa que inclu- yen especies amenazadas o en peligro de extinción, no se detectaron ejercicios de planeación o estrategias forma- les para su conservación. 558 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Marino-costeras Humedales y agua dulce Terrestres incluyendo aguas continentales Terrestres y acuáticos Fauna silvestre y su hábitat Otros Porcentaje Figura 13.5 Distribución porcentual de los ejercicios y estrategias de conservación revisados. 13.3 Perspectivas de conservación 1 3.3.1 Procesos ecológicos y conectividad entre áreas de conservación Se ha mencionado numerosas veces la alta prioridad que requiere el mantenimiento o restauración de ecosistemas que permitan la conectividad de los sitios y áreas de alta importancia para la biodiversidad; de ahí que para Meso- américa se haya dado un amplio programa para impulsar una conectividad ecológica macrorregional (Miller et al. 2001). Sin esta conectividad, las poblaciones de la mayo- ría de las especies quedarán irremediablemente aisladas y por ello más vulnerables a procesos de extinción por diversos factores. Sin embargo, este principio de la co- nectividad ha continuado como un precepto casi pura- mente teórico que en pocas ocasiones se ha llevado a la práctica mediante el mantenimiento o restauración de microcorredores ecológicos en el paisaje productivo del México rural y urbano. Uno de los esfuerzos más rele- vantes es el del Corredor Biológico Mesoamericano. Por lo anterior, la conectividad entre las áreas de con- servación es una estrategia crucial para conservar la bio- diversidad y para contribuir a la viabilidad de los eco- sistemas y especies en el mediano y largo plazos. El mantenimiento y la restauración de la conectividad de ecosistemas oficialmente protegidos o no, por medio de lo que se ha denominado corredores biológicos o corre- dores de conservación, es una estrategia de ordena- miento regional fundamental. En el ámbito regional, la iniciativa del Corredor Biológico Mesoamericano imple- mentada en los países de Centroamérica y en el sureste Vida silvestre en general 3% Plantas Figura 13.6 Distribución porcentual de los ejercicios y estrategias de conservación del grupo Fauna Silvestre y su Hábitat. de México, ha ido promoviendo el concepto de hacer los distintos usos del suelo más compatibles con la conserva- ción de la biodiversidad; esta iniciativa promueve la con- formación de paisajes productivos que faciliten el flujo de las especies de flora y fauna en diversas escalas. No obstante, el concepto de corredores marinos o acuáticos está aún menos desarrollado y a la fecha apenas comienzan a darse iniciativas formales sobre la conecti- vidad de ecosistemas marinos y de áreas marinas prote- gidas (Sala et al. 2002). 13 • Planificación y desarrollo de estrategias para la conservación de la biodiversidad 559 Los planes de ordenamientos territoriales (terrestres y marinos), la certificación de usos compatibles con la con- servación, las zonas de exclusión y de usos restringidos, son algunos mecanismos a partir de los cuales los corre- dores biológicos pueden comenzar a llevarse a cabo. La conectividad entre áreas protegidas y otras áreas de conservación es fundamental para permitir movimien- tos regulares de la fauna durante sus ciclos diarios de búsqueda de alimento, refugio, etc., movimientos esta- cionales migratorios, vínculos para cubrir ciclos de vida, recolonización y también como respuesta a las presiones en sitios perturbados (Dudley y Rao 2008). Las áreas con vegetación en condición primaria se lo- calizan predominantemente en la porción norte del país (inegi 2005);5 en esta región es en donde numerosos parches de más de 250 000 hectáreas permiten una co- nectividad física de continuidad a los ecosistemas prote- gidos y no protegidos en las sierras Madre Oriental y Occidental así como en la Península de Baja California. Si bien en el sureste de México son escasos los parches de vegetación conservada, sí existen algunos que dan co- nectividad fragmentada a importantes reservas de la biosfera (Fig. 13.7). En contraste, en el centro-norte, no- reste y noroeste aún existen paisajes con vegetación en buen estado de conservación que conforman verdaderos corredores entre muchas de las áreas protegidas (Figs. 13.8 a 13.10). Sin duda la iniciativa del Corredor Biológico Meso- americano (cbm) merece mencionarse en este capítulo por su gran relevancia para la conservación de la biodiver- sidad de Centroamérica y el sur de México. Por medio de diversas estrategias, el cbm ha buscado fomentar prácti- cas de desarrollo sustentable y conservación para conse- guir la conectividad de las áreas protegidas establecidas en toda la región, promoviendo paisajes productivos y diversificados que tengan una mayor compatibilidad con la biodiversidad (Corredor Biológico Mesoamericano 2005a, b, c) (véase Fig. 5.3 del volumen III). Si bien esta iniciativa ha tenido muchas dificultades para ser imple- mentada en el terreno, el concepto es de la mayor impor- tancia y una estrategia de este tipo fuera de las áreas pro- tegidas podría expandirse al resto de México para conseguir o reforzar la conectividad de los ecosistemas ya protegidos o en buen estado de conservación. Otra manera de visualizar el mantenimiento o la res- tauración de los ecosistemas, con la visión de lograr su conectividad, es considerar las poblaciones faunísticas migratorias. Tal es el caso de los humedales costeros en el Golfo de California, los cuales son sitios cruciales de alimentación, anidación y descanso para diversas aves migratorias de América del Norte (Carvajal et al. 2005). Esta serie de humedales constituyen un corredor biológi- co de dimensiones transfronterizas, el cual se encuentra en alto riesgo de perderse por recibir altos impactos ne- gativos por depósito de desechos de localidades huma- nas aledañas, de granjas camaronícolas (90% del total de granjas en el país se encuentran en esta región), plaguici- das y fertilizantes provenientes de campos agrícolas, y por modificaciones significativas para el establecimiento de marinas u hoteles en el ramo turístico. Por otra parte, mantener la conectividad para la per- manencia de procesos ecológicos es crítico. Un ejemplo importante en el ámbito costero-marino, es la conecti- vidad entre las lagunas costeras para la anidación y crianza de muchas especies marinas, y las zonas de fon- dos blandos de la plataforma continental del Golfo de California que es lugar de permanencia de muchas espe- cies de fauna marina adulta. Por ello es de resaltar la importancia de la estrategia elaborada por Conservation International (García y Gómez 2005) y que actualmente está instrumentando la Comisión Nacional de Pesca y Acuacultura (Conapesca), para la reestructuración de la flota industrial de captura de camarón con una inversión aproximada de 64 millones de dólares. Al instrumentar la parte ambiental de dicha estrategia se pretende un cambio de tecnología pesquera que reduzca 65% de la captura incidental, y con el establecimiento de áreas de no pesca para la flota se permitirá una mejor conectivi- dad y permanencia de los procesos ecológicos, repro- ductivos y migratorios entre los hábitats costero-marinos antes mencionados. En los ambientes terrestres, organizaciones civiles como Pronatura Noreste llevan a cabo un programa de restauración de matorrales y pastizales en Chihuahua, Nuevo León y Tamaulipas en el que se utilizan diversas técnicas como el rodillo aerador6 para favorecer la rege- neración de las comunidades bióticas en ranchos priva- dos que quieren contribuir a la conservación. Con esta y otras estrategias se promueve una ganadería mejorada que adicionalmente contribuye a la restauración del há- bitat para muchas especies de la flora y fauna silvestres. En México ya comienzan a utilizarse complejos algo- ritmos que están siendo aprovechados para modelar ni- chos potenciales para las especies de interés, por ejemplo garp7 (Stockwell y Noble 1992), así como algoritmos de optimización (p. ej. Marxan) que permiten determinar las áreas de hábitat más viables para ser conservadas o que resultan más convenientes para dar conectividad Figura 13.7 Distribución en el sureste de México de los parches con vegetación en condición primaria respecto a las anp. Nota: los círculos señalan zonas de importancia para la conectividad y la protección de sitios de alta diversidad biológica. Fuente: inegi (2005). 13 • Planificación y desarrollo de estrategias para la conservación de la biodiversidad 561 Huiricuta Altas Cumbres Reserva El Cielo Guadalcazar Sierra del Abra Tanchipa Reserva de la Biosfera Sierra Gorda Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán Sierra de Lobos Reserva de la Biosfera Manantlán Figura 13.8 Distribución en el centro de México de los parches con vegetación en condición primaria respecto a algunas anp. Fuente: inegi (2005). (p. ej. ResNet; Fuller et al. 2006). El análisis de vacíos y omisiones de conservación coordinado por la Conabio y la Conanp incluyó el uso de este tipo de algoritmos (Conabio etal. 2007a; capítulo 16 de este volumen). Igualmente cabe mencionar que algunos esfuerzos de análisis incluyen el contexto macrorregional que incide en la zona de interés para conservar. Un ejercicio de pla- neación innovador en este sentido es el ejemplificado por el análisis, en distintos escenarios, de la dinámica de las cuencas costeras que inciden en el sistema arrecifal mesoamericano (wri, uicn y pnuma 1992; Miller y La- nou 1995). Este caso demuestra la necesidad fundamen- tal de comenzar a vincular los procesos de planeación del desarrollo y conservación enfocados a las cuencas coste- ras con las áreas marinas aledañas. 1 3.3.2 Diseño e implementación de estrategias de nivel nacional, regional y estatal para la conservación y el uso sustentable del agua En el IV Foro Mundial del Agua realizado en México en 2005, se propuso de manera reiterada la urgente necesi- dad de diseñar e implementar estrategias de diversos ni- veles que conduzcan a un uso inteligente del recurso más indispensable: el agua. Evidentemente, de estas estrate- gias para un manejo adecuado del agua dependen en una gran medida muchas de las acciones de conservación de la biodiversidad, ya que será necesario garantizar el su- ministro de agua para las comunidades de plantas y ani- males, y para los ecosistemas en general. El crecimiento demográfico y económico ha provoca- do una demanda del agua que se está extrayendo de ma- nera anárquica y en gigantescos volúmenes; esto está 562 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio poniendo en riesgo a muchos ecosistemas protegidos (p. ej. Área de Protección de Flora y Fauna Silvestres Va- lle de Cuatrociénegas) y no protegidos, pese a que el agua es claramente un servicio ambiental fundamentalmente aportado por otros ecosistemas (Echavarría 1999; Perrot y Davis 2001). En México se han comenzado a desarrollar los sistemas de pago por servicios ambientales hidrológicos (véase el capítulo 4 de este volumen), pero son menores los esfuer- zos dirigidos a garantizar el suministro para la biodiversi- dad y los ecosistemas como dependientes directos del agua y en general quedan en último lugar de prioridad. Para los ecosistemas que no captan el recurso en las cuencas altas, la disminución del agua disponible se está convirtiendo en una fuente de presión crítica que pone en riesgo su nivel de resiliencia (Richter et al. 2003). Esta presión tiene un efecto sinérgico y no solo aditivo en los impactos adversos del cambio climático global, la deforestación y la contami- nación. Recientemente, el Instituto Nacional de Ecología ha comenzado a evaluar los niveles de alteración de los caudales ecológicos ( e-flows ) en todas las cuencas del te- rritorio nacional y esto podría ser el primer paso para ga- rantizar el flujo de agua en cantidad y calidad adecuadas para el mantenimiento de los ecosistemas. Por todo lo anterior resulta inaplazable que en los pro- gramas de manejo y conservación de las áreas prioritarias para la biodiversidad se incluya un componente orientado a conservar las cuencas y las fuentes de agua de que de- penden y que pueden localizarse en sitios distantes. Las estrategias de conservación deberán considerar el uso de Cañón de Santa Elena Cuatrociénegas Cerro Picachos Cumbres de Monterrey Campo Verde Tutuaca Papigochic Maderas del Carmen Reserva de la Biosfera Mapimí Laguna Madre Golfo de California El Cielo Sierra de Jimulco Figura 13.9 Distribución en el noreste de México de los parches con vegetación en condición primaria respecto a algunas anp. Fuente: inegi (2005). 13 • Planificación y desarrollo de estrategias para la conservación de la biodiversidad 563 las diversas herramientas legales disponibles para la con- servación del agua (Ortiz y Gutiérrez 2004), así como los distintos mecanismos innovadores que se han desarrolla- do (Emerton y Bos 2004; Rosa et al. 2004). 1 3.3.3 Planeación estratégica en el contexto del cambio climático global México cuenta ya con una estrategia formal para enfren- tar el cambio climático global (Comisión Intersecretarial de Cambio Climático 2000, 2007), si bien su completa implementación será probablemente un proceso largo y costoso. Es fundamental señalar que considerando los impac- tos que se esperan del cambio climático global, aun en los escenarios más conservadores, resulta inaplazable im- pulsar actividades enfocadas a conservar y restaurar co- rredores riparios y microcorredores que por un lado promuevan la conectividad entre las áreas naturales pro- tegidas y por otro constituyan una alternativa para los Sierra de los Ajos Bavispe Reserva de la Biosfera Isla Guadalupe Sierra de San Pedro Mártir Reserva de la Biosfera Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado Valle de los Cirios Sierra de La Laguna Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar Reserva de la Biosfera El Vizcaíno Parque Nacional Bahía de Loreto Figura 13.10 Distribución en el noroeste de México de los parches con vegetación en condición primaria respecto a algunas anp. Fuente: inegi (2005). 564 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio ajustes en la distribución de especies a los cambios en las condiciones de hábitat. Este tipo de estrategias fuera de las áreas protegidas contribuirán a “comprar tiempo” para que una parte de la biodiversidad de México tenga más posibilidades de mantenerse a mediano y largo pla- zos (Dudley 2003; Hansen et al. 2003). El cambio climático global (ccg) es un fenómeno in- evitable que está afectando la biodiversidad en nuestro planeta. Se ha comprobado científicamente que los efec- tos del ccg tendrán un impacto aun cuando se detuviera en este momento la emisión de gases de invernadero. El ccg implica una serie de eventos que modificarán, en mayor o menor grado, las condiciones ambientales a lo largo del territorio nacional. Estos cambios aún no han podido ser precisados en su magnitud debido a que se comienza a entender que el mismo sobrecalentamiento del planeta y sus repercusiones están detonando una se- rie de procesos que a su vez retroalimentan el propio ccg. Los efectos del ccg sobre los procesos geofísicos y ecológicos afectan a su vez la capacidad de los ecosis- temas para mitigar el cambio e incluso para capturar carbono. Por ejemplo, un estudio reveló que las altas concentraciones de C02 están conduciendo a una dismi- nución en la captura de carbono en los suelos forestales y en las raíces de árboles (Heath et al. 2005). La superficie de los hielos del Ártico que se han derre- tido entre 1979 y 2003 es mayor a una superficie equiva- lente a la de los estados de Texas, California y Maryland juntos (tnc 2004). El derretimiento de los polos y los glaciares podrían significar un incremento de hasta 80 cm en el nivel medio del mar en los próximos 100 años (Wigley 2005). La modificación de las actuales líneas de costa es ya un hecho y las costas mexicanas también se- rán afectadas por este incremento en el nivel del mar (Ellison 1993; Church etal. 2001; Twilley et al. 2001; Fish et al. 2005; Mariño 2006; Mazria y Kershner 2007). Las sequías inusuales favorecidas por el ccg promue- ven incendios catastróficos en ecosistemas no adaptados al fuego (véase el capítulo 3). Los incendios en selvas hú- medas pueden manifestarse años después; incluso los incendios de sotobosque pueden ser letales. A su vez es- tos incendios causan emisiones de grandes volúmenes de carbono a la atmósfera, por lo que se establece otro cír- culo vicioso. En lo que al fuego se refiere, este es un factor elemental de diversos ecosistemas de México como los bosques de pino y los pastizales, pero que está afectando severamente a los ecosistemas no adaptados como son los distintos ecosistemas tropicales. Este factor también está afectando de forma grave la biodiversidad que se pretende conservar en las áreas protegidas, en las que en algunas ocasiones la ocurrencia de incendios es signifi- cativamente mayor que en el exterior (Román-Cuesta y Martínez 2006). A fines del siglo xx, la temperatura superficial prome- dio mundial aumentó en cerca de 0.8 °C. Este incremen- to se dio a una tasa mayor que la ocurrida en cualquier periodo durante los últimos 1 000 años. La actual tempe- ratura media anual global es 0.6 °C mayor que las del pe- riodo de 1951 a 1980, y el año 2005 ha sido el más calien- te en todo el siglo (nasa 2005). Entre 1957 y 2004, el cinturón de convección del Océa- no Atlántico, que lleva calor a Europa, ha reducido su flujo en 30%. Esto provocará inviernos mucho más seve- ros en Europa y también afectará la dinámica de las llu- vias en Mesoamérica, incluyendo a México (Bryden et al. 2005). El ccg ha provocado un incremento significativo en la intensidad de los huracanes (Emanuel 2005), y por primera vez en la historia ocurrió en 2004 el primer hu- racán en el Atlántico sur (Pezza y Simmonds 2005). En síntesis, el ccg está alterando los ciclos y regíme- nes hidrológicos provocando sequías extremas inusuales e inundaciones anómalas; esto afecta los procesos ecoló- gicos esenciales y todas las actividades humanas, inclu- yendo la producción de alimentos y la provisión de agua para consumo humano (Levin y Pershing 2006). Si bien las especies y los ecosistemas tienen cierta ca- pacidad para ajustarse o adaptarse a un medio cambiante (resiliencia), el ccg está sucediendo en menos tiempo del que naturalmente requieren las especies y los ecosis- temas para adaptarse a las nuevas condiciones. Distintos estudios indican que algunas especies ya han comenzado a migrar fuera de sus sitios históricos a lugares con cli- mas más fríos (McClean et al. 2005; Perry et al. 2005; Wilson et al. 2005). Conforme algunas especies han falla- do en adaptarse a las nuevas condiciones de hábitat, di- versas cadenas tróficas se han alterado dramáticamente (Forcada et al. 2005). Diversos trabajos han identificado muchos de los im- pactos que el ccg está teniendo sobre los ecosistemas, los servicios ecosistémicos y la biodiversidad (Hansen et al. 2003). Entre otros, es posible enlistar a los siguientes: ♦ Simplificación de comunidades naturales y ecosiste- mas: unas especies toleran los cambios más que otras. ♦ Incremento de plagas y enfermedades (p. ej. hongos en anfibios); la inestabilidad climática favorece la intro- ducción y expansión de especies invasoras (p. ej. in- sectos descortezadores). 13 • Planificación y desarrollo de estrategias para la conservación de la biodiversidad 565 ♦ Alteración de los regímenes naturales de fuego (incre- mentos en frecuencia, intensidad y ocurrencia). ♦ Disminución de los niveles de humedad en algunos bosques. Algunos grupos biológicos han sido especialmente vulnerables a los efectos del ccg, que ha provocado, por ejemplo, la acelerada disminución de los arrecifes de co- ral por el llamado emblanquecimiento ( bleaching ). En 1998 ocurrieron las temperaturas marinas más altas ja- más registradas y se estima que pudieron haber elimina- do 10% de los corales (Burke y Sugg 2006). Los anfibios neotropicales es otro de los grupos más severamente afectados por el ccg. De las 50 especies de ranas en el bosque de niebla de Monteverde en Costa Rica, 20 han desaparecido a partir de 1987, coincidiendo con sequías inusuales e incrementos de temperatura causados por ascenso en las temperaturas en el mar. En buena medida esto se ha debido a que estas condiciones han favoreci- do brotes del hongo Batrachochytrium dendrobatidis, que han sido fatales para 60% de 110 especies de las ra- nas “arlequín”, Atelopus spp. (Pounds y Puschendorf 2004; Blaustein y Dobson 2006). Aunque no hay datos disponibles para nuestro país sin duda algunos taxa ya están siendo afectados por el ccg. Dentro de los ecosis- temas con mayor vulnerabilidad en el corto plazo a los efectos del ccg en nuestro país sin duda están los bos- ques mesófilos de montaña, los manglares y humedales costeros, los arrecifes de coral y las playas de anidación de tortugas marinas. Además de a los impactos sobre los ecosistemas y las especies, se esperan severos cambios en los servicios que aportan los ecosistemas a las comunidades humanas, in- cluyendo la producción de alimentos, la captación y re- tención de agua y la productividad de los suelos. Esto provocará aún más presión sobre las áreas conservadas, estén o no oficialmente protegidas. Las estrategias generales que se han implementado como respuesta al ccg se han encaminado a las siguien- tes dos corrientes: I] Disminución de los niveles de gases de invernadero. 1. Por medio de la “captura” de carbono (reforesta- ción, regeneración). 2. Disminución del nivel de emisiones (mejoramiento de procesos, industrias limpias, reconversión ener- gética, etc.). II] Contribución al incremento de la resiliencia y adap- tación de ecosistemas y especies: 1. Protección a los ecosistemas y especies mediante un ajuste geográfico a nuevas condiciones de hábitat. 2. Mantenimiento de refugios climáticos potenciales. 3. Prácticas de manejo especiales para incrementar resiliencia en los hábitats protegidos. Por todo lo anterior, las estrategias de conservación en los próximos años deberán llevar a cabo acciones com- plementarias para enfrentar hasta donde sea posible los efectos del ccg. Estas acciones requerirán una planea- ción basada en análisis científicos y con un enfoque sobre las nuevas dinámicas ecológicas proyectadas en los esce- narios climáticos actuales. Serán necesarios procedimien- tos sistemáticos, financiamientos sólidos y sistemas de monitoreo y evaluación que permitan un manejo adapta- tivo en toda estrategia de conservación dentro y fuera de áreas protegidas. Sin descuidar el manejo y mantenimiento de los eco- sistemas conservados y protegidos, la agenda de restau- ración ecológica en México es inaplazable y requerirá nuevos programas, financiamientos e iniciativas nacio- nales y regionales, investigación y formación de especia- listas. Muchos de los esfuerzos de restauración pueden ser enfocados a áreas que favorezcan la resiliencia de los ecosistemas. El ajuste de especies y ecosistemas a nuevas condicio- nes climáticas e hidrológicas puede verse favorecido por corredores que den conectividad a las actuales áreas de distribución con otras que en el futuro podrían presentar condiciones de hábitat adecuadas. Por ello, resulta clave reforzar las iniciativas orientadas a dar conectividad y promover corredores biológicos. Es decir, el concepto de corredores biológicos o corredores de conservación re- toma un nuevo valor en el contexto del ccg: favorece el establecimiento formal de áreas de restauración ecológi- ca activa y sistemática en gradientes ambientales (altitu- dinales y latitudinales). Por ello, la conservación de los corredores riparios debería ser una estrategia a privile- giar fuera de las áreas protegidas en el presente y en el futuro cercano. Luego de desarrollar una evaluación de vulnerabilidad y un análisis de escenarios de cambio en una región o área, y de acuerdo con Hansen et al. (2003), son diversas las prácticas de manejo activo que las futuras estrategias de conservación deben considerar para enfrentar el ccg: 1] Reducir las amenazas con ocurrencia actual para evitar sinergias adversas. 2] Evitar la fragmentación y proveer conectividad. 566 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio 3] Maximizar la dimensión de las unidades de manejo para la toma de decisiones a una mayor escala bio- geográfica. 4] Proveer zonas de amortiguamiento y dar flexibilidad a los usos del suelo. 5] Representar tipos de ecosistemas mediante gradien- tes ambientales. 6] Proteger rodales maduros de ecosistemas ( pool géni- co; oíd growth forests) . 7] Proteger grupos funcionales y especies clave. 8] Proteger refugios climáticos. 9] Mantener los regímenes naturales del fuego (evitar supresión innecesaria en ecosistemas adaptados). 10] Manejar activamente plagas y especies invasoras. 11] Fomentar técnicas silvícolas para promover la pro- ductividad de los bosques. 12] Prevenir la conversión a plantaciones uniespecíficas y practicar los aprovechamientos forestales de baja intensidad. 13 ] Mantener la diversidad genética y promover la salud de los ecosistemas por medio de la restauración. 14] Dar asistencia a los procesos de migraciones locales de especies haciendo introducciones adecuadas en nuevas áreas. 15] Proteger ex situ las especies en situación más crítica o en peligro. Por lo anterior, la conservación fuera de las áreas pro- tegidas es más importante que nunca y de hecho crucial para el mantenimiento de la biodiversidad del país a me- diano y largo plazos. Las estrategias regionales de con- servación deberán abatir la erosión en áreas susceptibles para la restauración ecológica y propiciar la conectividad en gradientes latitudinales y altitudinales, ya que éstas pueden ser las futuras áreas con condiciones de hábitat adecuadas. En el contexto del ccg, en México ya han comenzado a realizarse estudios de modelación que proyectan las distribuciones potenciales basadas en los nichos ecológi- cos de diversas especies, incluyendo algunas amenazadas o en peligro de extinción (Báez etal. 2003; Ortega-Huer- ta y Peterson 2004; Martínez-Meyer 2005). Asimismo, ya se comienzan a utilizar algoritmos explícitamente espa- ciales con el propósito de poder determinar áreas de co- nectividad que permitan el ajuste de especies y ecosiste- mas a las nuevas condiciones climáticas (Peterson et al. 2002; Williams etal. 2005). Aunque en México es necesario favorecer todo tipo de investigación en torno a los impactos del ccg en la bio- diversidad regional y local, claramente resulta urgente elaborar modelos digitales de elevación (mde) de detalle (submetro) — por ejemplo con tecnología Lidar — 8 para estimar el cambio en las líneas de costa. De ello depende- rá poder diseñar estrategias de conservación y desarrollo en las costas del país en donde el relieve es muy gradual (p. ej. Laguna Madre, Pantanos de Centla, los Petenes de Campeche, costas de Yucatán y Quintana Roo). 1 3.3.4 Hacia una estrategia para la prevención, el control y la erradicación de especies invasoras de alto impacto a la biodiversidad Después de la destrucción del hábitat, el impacto por es- pecies invasoras ha sido identificado como la segunda causa en el ámbito global de la pérdida de biodiversidad (Vitousek et al. 1996; Leung et al. 2002). Esta amenaza a la biodiversidad afecta por igual a las áreas protegidas como a toda la matriz territorial en la que están ubicadas, aunque la integridad ecológica y la historia del uso del suelo pueden incrementar o disminuir su vulnerabilidad. Son numerosos los impactos a la biodiversidad causados por las especies invasoras: desplazan a las especies nati- vas de flora y fauna por competencia directa o por depre- dación, transmiten enfermedades, modifican los hábi- tats, alteran la estructura de los niveles tróficos en los ecosistemas y alteran los regímenes naturales del fuego. Las plantas invasoras acuáticas pueden causar la deseca- ción de los cuerpos de agua, afectando drásticamente la ecología de los paisajes y de los ambientes locales. En ocasiones, las especies invasoras se hibridizan con espe- cies nativas alterándose así el pool génico original de las poblaciones nativas (Mooney y Cleland 2001). Las espe- cies invasoras, además, tienen un elevado potencial para afectar negativamente una serie de acciones de restau- ración ecológica, conservación y aprovechamiento sus- tentable de los recursos naturales fuera de las áreas pro- tegidas (Chorensky et al. 2005). En círculos viciosos probablemente relacionados con las sequías inusuales, muchas especies invasoras adaptadas al fuego contribu- yen a promover la ocurrencia de regímenes anómalos de fuego y de incendios catastróficos que a su vez afectan la biodiversidad (Hiremath y Sundaram 2005; véase el capí- tulo 6 de este volumen). Si bien en México se ha avanzado en la prevención y abatimiento de esta severa amenaza a la biodiversidad, es inaplazable la planeación e implementación de una estra- tegia nacional que de manera eficiente promueva la pre- vención, detección temprana, manejo, control, erradica- 13 • Planificación y desarrollo de estrategias para la conservación de la biodiversidad 567 ción, concientización pública, regulación y legislación, y la investigación sobre especies invasoras (Conabio et al. 2006). 13.4 Conclusiones En nuestro país se han desarrollado importantes ejerci- cios de planeación estratégica que han promovido la unión de esfuerzos entre sectores e instituciones y que han permitido logros muy importantes; sin embargo, es necesario desarrollar actividades complementarias que generen condiciones favorables para que aquellos tengan viabilidad y éxito. Es importante reconocer que muchas de las estrate- gias elaboradas no han continuado con una fase de im- plementación real en los hechos y por ello no han tenido en términos reales el efecto esperado. Sin duda es nece- sario revalorar estos ejercicios de planeación estratégica que pueden potenciar los escasos recursos dedicados a la conservación en México. También es crucial aceptar que son apenas incipientes los esfuerzos del sector conserva- cionista dirigidos a la medición de impacto y éxito de las distintas estrategias que sí llegan a ponerse en práctica. Esto resulta esencial para poder identificar los factores y condiciones que han favorecido la repercusión positiva de estas estrategias en la biodiversidad. En este sentido resulta importante señalar que, sin embargo, algunas es- trategias como la de los Proders sí están siendo evaluadas en lo que a su impacto se refiere (Conanp y unam 2006) y es sin duda un ejemplo relevante que plantea formas concretas para conocer los efectos de las estrategias y planes en su implementación. Otra estrategia que ha sido evaluada es la del manejo del fuego en México. Buena parte de las estrategias para contribuir a la con- servación de la biodiversidad fuera de las áreas protegi- das puede tener cauce por medio de las alianzas que se puedan lograr con los sectores productivos y de desarro- llo de infraestructura. Un ejemplo de esta opción son las alianzas regionales para la conservación y sostenibili- dad que se han creado en el Golfo de California (p. ej. Alcosta, nos, Apescar). Las zonas geográficas del país que probablemente han tenido mayor planeación estratégica para conservar la biodiversidad son, en el territorio continental, la región del Desierto Chihuahuense y Sonora en el norte, y el su- reste de México, particularmente los estados de Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo. Para el centro de México y los estados de Zacatecas, Durango, Colima y Nayarit, la planeación estratégica para la conservación ha sido notablemente escasa. Igualmente escasa ha sido en Guerrero y Sinaloa. En lo que toca a las ecorregiones marinas, por mucho el Golfo de California y el Caribe son en las que más ejercicios de planeación se han efectuado con el fin de hacer más eficaces las actividades e inversio- nes para la conservación. En contraste, otras regiones costero-marinas, particularmente la del Pacífico tropical, han carecido de ejercicios de planeación para la conser- vación de su biodiversidad y servicios ambientales. Los resultados de este estudio sobre la biodiversidad del país darán lugar a nuevos planteamientos que refor- zarán la actual Estrategia Nacional sobre Biodiversidad con una serie de estrategias temáticas y microrregionales enfocadas en la implementación de los lineamientos plan- teados en esta obra. En México urge impulsar programas orientados a la restauración ecológica que cuenten con estrategias re- gionales que aseguren el financiamiento y promuevan la conformación de paisajes más adecuados para la conser- vación fuera de las áreas protegidas y a promover la co- nectividad entre áreas conservadas (protegidas o no) para favorecer el mantenimiento de procesos ecológicos regionales que de otra manera se irán afectando incluso de manera irreversible. Se considera de la mayor importancia fomentar la pla- neación estratégica en los recursos humanos que se van formando para la conservación y el uso sustentable de la biodiversidad; un buen ejemplo de esto es el del Instituto de Ecología en Xalapa, que en su curso sobre biología de la conservación incluye contenidos acerca del desarrollo de estrategias de conservación in sita y ex sita. La forma- ción sólida de recursos humanos orientada a la conserva- ción de la biodiversidad del país es una estrategia que requiere reforzarse; actualmente la Iniciativa Mexicana de Aprendizaje para la Conservación (imac) ha desarro- llado valiosos esfuerzos en este sentido para promover la conservación dentro y en las periferias de las áreas pro- tegidas. Entre sus esfuerzos está la formación de recursos especializados en el manejo integrado del fuego, y en la conservación y uso sustentable del agua. Ante los difíciles panoramas y escenarios que se pro- yectan para los esfuerzos de conservación fuera de las anp en México, la planeación estratégica es una herra- mienta que requiere ser mejorada y adaptada en todos los ámbitos para lograr el máximo beneficio con los re- cursos disponibles. 568 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Notas 1 . 2 . 3 Por la naturaleza de este trabajo, se excluyeron ejercicios di- rigidos a las áreas protegidas incluyendo los programas de manejo y conservación oficiales de las anp. 4 Para dos casos se desconoce su fecha precisa de realización. 5 Esta cartografía fue elaborada con base en la interpretación supervisada de imágenes de alta resolución spot correspon- dientes al periodo 2000-2004. 6 Los rodillos aeradores rompen la costra superficial de suelos sobrepastoreados y con ello se favorece la infiltración del agua de lluvia, la recarga de mantos acuíferos, la germina- ción de especies nativas y el aumento en la productividad ganadera. 7 Genetic Algorithm for Rule-Set Production. 8 Lidar es un acrónimo para Light Detection and Ranging o Láser Imaging Detection and Ranging, y se refiere a una tec- nología que determina la distancia a un objeto o superficie usando pulsos láser. De manera similar a la tecnología de radar, la cual usa ondas de radio en lugar de luz, la distancia a un objeto es determinada midiendo el tiempo que transcu- rre entre la transmisión de un pulso y la detección de la señal reflejada. La tecnología Lidar tiene diversas aplicaciones en geología, sismología, sensores remotos y ciencias de la at- mósfera. Referencias Aguirre, C., J. Hoth y A. Lafón (eds.). 2007. Estrategia para la conservación de pastizales del Desierto Chihuahuense. Ecopad, Chihuahua. Anta, S., A. Arreóla, M.A. González y J. Acosta (eds.). 2006. Ordenamiento territorial comunitario: un debate de la sociedad civil hacia la construcción de políticas públicas. ine, Semarnat- IDESMGAIA-GEA-Methodus Consultora- saed, México. Arizmendi, M.C. 2003. Estableciendo prioridades para la conservación de las aves, en H. Gómez de Silva y A. Oliveras de Ita (eds.), Conservación de aves: experiencias en México. National Lish & Wildlife Poundation-CoNABio- Cipamex, México, pp. 133-149. 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World Resources Institute-Unión Mundial para la Naturaleza-Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. 1 ¿l Zonas críticas y de alto riesgo para la conservación de la biodiversidad de México autor responsable: Gerardo Ceballos coautores: Edmundo Díaz Pardo • Héctor Espinosa • Óscar Flores Villela • Andrés García • Lourdes Martínez • Enrique Martínez Meyer • Adolfo Navarro • Leticia Ochoa • Irma Salazar • Georgina Santos Barrera revisores: Eric Mellink • Pedro Peña Garcillán Contenido 14.1 Introducción / 576 14.2 Antecedentes / 577 14.3 Métodos/ 579 1 4.3.1 Sitios cero extinciones / 579 1 4.3.2 Áreas naturales protegidas / 587 14.4 Sitios cero extinciones / 583 1 4.4.1 Mamíferos / 583 14.4.2 Aves/ 583 14.4.3 Reptiles/ 585 14.4.4 Anfibios/ 588 1 4.4.5 Peces dulceacuícolas / 588 1 4.5 Áreas naturales protegidas / 597 1 4.5.1 Representatividad de mamíferos / 592 1 4.5.2 Representatividad de aves / 593 1 4.5.3 Representatividad de reptiles / 594 1 4.5.4 Representatividad de anfibios / 594 1 4.6 Conclusiones y recomendaciones / 597 Referencias / 598 Apéndices Apéndice 14.1. Sitios cero extinciones en México, de acuerdo con la Alianza Cero Extinciones / (jf) Apéndice 14.2. Mamíferos de la Estrategia Cero Extinciones / (jf) Apéndice 14.3. Sitios cero extinciones de aves /(f) Apéndice 14.4. Sitios cero extinciones de reptiles / (fz) Apéndice 14.5. Sitios cero extinciones de anfbios / (ff) Apéndice 14.6. Sitios cero extinciones de peces /(jf) • Ceballos, G„ et al. 2009. Zonas críticas y de alto riesgo para la conservación de la biodiversidad de México, en Capital natural de México, vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio. Conabio, México, pp. 575-600. [ 575 ] 576 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Resumen Uno de los problemas ambientales globales más severos, producto de las actividades antropogénlcas, es la pérdida de la diversidad biológica por la extinción de especies y poblaciones. La identificación de las especies amenazadas y de los sitios prioritarios para la conservación son los ejes fundamentales en las estrategias enfocadas a evitar la pérdida de la biodiversidad. Al mismo tiempo, permite hacer más eficiente el uso de recursos limitados. En México no se han definido especies y sitios prioritarios para la conservación de todos los vertebrados en conjunto (mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces de agua dulce). Aquí se presenta una estrategia de conservación con ese objetivo, denominada "Zonas críticas y de alto riesgo para la conservación de la biodiversidad de México”. La estrategia se basa en la identificación de los sitios cero extinciones y de las áreas naturales protegidas prioritarias para la conservación. Los sitios cero extinciones son zonas en las que se encuentran especies de distribución restringida, que solo se conocen de una o pocas localidades, en áreas geográficas menores de 10 000 km2. Las áreas naturales protegidas prioritarias para la conservación son las necesarias para representar la diversidad biológica de vertebrados, por su riqueza de especies, unicidad y alto grado de amenaza por actividades antropogénicas. La estrategia ha identificado 415 sitios cero extinciones y 33 áreas naturales protegidas prioritarias, que son fundamentales para evitar la extinción de especies y poblaciones, y para el mantenimiento de la diversidad biológica de México. El 57% de las zonas críticas y de alto riesgo se encuentra incluido en áreas naturales protegidas y reservas privadas; el resto, los sitios cero extinciones, se encuentra fuera de reservas. Estos deben ser una prioridad de conservación y manejo. Con objeto de tener mejor representada la diversidad de especies, en especial de las endémicas de México y en peligro de extinción, es urgente identificar nuevas zonas críticas y de alto riesgo. Como las áreas naturales protegidas son insuficientes para proteger la diversidad biológica, se deben establecer opciones de manejo compatibles con la conservación de las zonas críticas y de alto riesgo que no son susceptibles de ser protegidas en reservas. Entre los esquemas que ya se han instrumentado en México se encuentran las reservas privadas y ejidales, y el pago por servicios ambientales. 14.1 Introducción La pérdida de especies y poblaciones es uno de los proble- mas ambientales más severos que resultan de las activi- dades antropogénicas. Las tasas de extinción de especies se han incrementado rápidamente en las últimas déca- das. Miles de especies y cientos de miles de poblaciones se encuentran amenazadas con desaparecer de no ins- trumentarse estrategias efectivas para su conservación (Ehrlich y Ehrlich 1981; Channell y Lomolino 2000; Ce- ballos y Ehrlich 2002; ma 2005). Prevenir la pérdida de la diversidad biológica es un objetivo fundamental de la conservación en todas las escalas geográficas. Sin embar- go, dadas las limitaciones en recursos humanos y econó- micos, se ha propuesto optimizar el uso de esos recursos y maximizar los esfuerzos para evitar la extinción de es- pecies, mediante la selección de áreas prioritarias para la conservación (Caldecott etal. 1996; Kerr 1997; Margules y Pressey 2000; Kerley et al. 2003). La selección de áreas prioritarias para la conservación se puede basar en su diversidad biológica, definida como la riqueza de especies o la concentración de especies en- démicas, de distribución restringida o en peligro de ex- tinción; en su unicidad, es decir, si son irremplazables porque incluyen especies exclusivas, y en su grado de amenaza, por actividades antropogénicas (Pressey et al. 1993; Sisk etal. 1994; Williams etal. 1996; Ceballos etal. 1998; Van Jaarsveld et al. 1998; Margules y Pressey 2000). Las áreas de mayor prioridad son las que tienen una gran diversidad biológica, son irremplazables y presentan al- tos grados de amenaza (Myers 1988; Ceballos etal. 2005a; Ricketts etal. 2005). Ejemplos notables de priorización de áreas para la con- servación en el ámbito mundial son los hotspots, las áreas de endemismo de aves (Endemic Bird Areas, eba) y los sitios cero extinciones. Los hotspots son sitios que alber- gan por lo menos 1 500 especies de plantas vasculares en- démicas y que han perdido 70% o más de su vegetación original (Myers 1988; Myers etal. 2000). Las eba son áreas que mantienen especies de aves de distribución restringi- da, muchas de ellas amenazadas con la extinción (BirdLife International 2008). Finalmente, los sitios cero extinciones son prioritarios para la conservación por la presencia de especies críticamente amenazadas — de acuerdo con la Unión Mundial para la Naturaleza — y restringidas a una sola o dos localidades (Ricketts etal. 2005). 14 • Zonas críticas y de alto riesgo para ia conservación de la biodiversidad de México 577 En su análisis final, la priorización de áreas para la con- servación tiene como objetivo determinar qué porcenta- je de la diversidad está representada en las áreas natura- les protegidas y qué áreas adicionales se requieren para mejorar la representatividad de especies (Caldecott et al. 1996; Dobson et al 1997; Ceballos et al. 1998; Fairbanks et al. 2001; Rodrigues y Gastón 2002; Faith et al. 2003; véase el capítulo 16, este volumen). En este sentido, una estrategia de conservación a escalas nacional o mundial debe incorporar los sitios que se necesitan para represen- tar el mayor número de especies en sistemas eficientes de reservas o áreas naturales protegidas ( e.g ., Ceballos 2007). Sin embargo, las áreas naturales protegidas se han esta- blecido en general obedeciendo criterios tanto sociales como ambientales, por lo que generalmente se descono- ce su verdadera representatividad de la biota de una re- gión (Rodrigues et al. 2004; Ceballos et al. 2005a). A pesar de que México es uno de los países biológica- mente más diversos, con altos porcentajes de especies endémicas y en peligro de extinción, y con un extenso sistema de áreas protegidas, hasta ahora no se sabe con certeza qué parte de la diversidad biológica del país está representada en ellas (Ceballos 2007; véase el capítulo 16, este volumen). Es poco también lo que se conoce acerca de los sitios prioritarios para la conservación desde el punto de vista de su diversidad biológica, su unicidad y su grado de amenaza. Esto es especialmente crítico dadas las altas tasas de destrucción de los ambientes naturales, el crecimiento de la población humana y el modelo de desarrollo económico, que ponen en riesgo un porcenta- je considerable de la diversidad biológica del país (Cha- llenger 1998). En el presente capítulo se describe el desarrollo de una estrategia para la conservación de los vertebrados de México por medio de la identificación de las zonas críti- cas y de alto riesgo, que son las áreas prioritarias para la conservación por su diversidad biológica, su unicidad y su alto grado de amenaza. Su objetivo fundamental es identificar esas zonas prioritarias, para que en análisis posteriores se puedan determinar mecanismos para su permanencia a largo plazo. La determinación de las zo- nas críticas y de alto riesgo se basa en la identificación de los sitios cero extinciones y de las áreas naturales prote- gidas. Este esquema permite enfocar el problema de la conservación desde el nivel de especie — ya que los sitios cero extinciones se identifican por la presencia de espe- cies altamente amenazadas — hasta el nivel de paisaje, dado que las áreas naturales protegidas abarcan grandes extensiones de terreno. En este sentido es una estrategia novedosa, que integra dos enfoques que no han sido com- binados con anterioridad en una estrategia similar de con- servación en ningún país. 14.2 Antecedentes La selección de áreas prioritarias para la conservación es un tema que se ha promovido en México en las últimas dos décadas, primero por grupos de investigación del ex- tranjero y más recientemente por investigadores nacio- nales (Ceballos et al. 1998; Bojórquez-Tapia et al. 2004; Cantú et al. 2004; Riemann y Ezcurra 2005; Ceballos 2007) . Los avances son muy interesantes, e indican que nuestro país sobresale en el número de localidades de im- portancia para la conservación en el ámbito mundial, lo que podría esperarse por su alta diversidad biológica. Por ejemplo, de los 34 hotspots reconocidos actualmente, tres se localizan total o parcialmente en territorio mexicano (Fig. 14.1a; Myers et al. 2000). De la misma manera, de las 218 eba, 21 se localizan en México (cuadro 14.1), lo que lo coloca como uno de los países con mayor concentra- ción de estos sitios en el mundo (Fig. 14.1b). Finalmente, México es el país que encabeza la lista de sitios cero ex- tinciones, ya que cuenta con 63 (Fig. 14.1c), en donde están representadas 82 especies (apéndice 14.1, en (^)); estos sitios incluyen algunas especies que, además de te- ner distribuciones restringidas, son endémicas y se en- cuentran en riesgo de extinción. Otros países con alta concentración de sitios cero extinciones son Colombia, Brasil, Indonesia y China (Ricketts et al. 2005). En México la principal estrategia para la conservación de la biodiversidad ha sido la creación de áreas naturales protegidas en el ámbito federal, que actualmente alcan- zan la cifra de 164, e incluyen parques nacionales, reser- vas de la biosfera y santuarios de flora y fauna (Conanp 2008) . Sin embargo, es poco lo que se conoce acerca de la efectividad de esas reservas para representar la diversi- dad biológica, es decir, la riqueza de especies del país. Una excepción notable son los análisis de la efectividad de las reservas para representar mamíferos, aves, repti- les, anfibios, algunas plantas y aspectos de la heteroge- neidad ambiental (Ceballos et al. 1998; Ceballos 1999; Ceballos y Márquez 2000; Cantú et al. 2004; Santos-Ba- rrera et al. 2004; Riemann y Ezcurra 2005). Los análisis de vertebrados se han basado en la evaluación de entre 20 y 40 por ciento de las áreas naturales protegidas, ya que solo han incluido las reservas que cuentan con in- ventarios recientes de vertebrados. Los resultados más 578 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Figura 14.1 [ Esta página y la siguiente ] Sitios de México identificados como prioritarios en el ámbito mundial: (a) Hotspots (Myers et al. 2000); (b) algunas áreas de aves endémicas, eba (Bibby et al. 1992); (c) sitios cero extinciones (Ricketts et al. 2005). Nota: se indican con letras y números las eba y sus nombres están en el cuadro 14.1. 14 • Zonas críticas y de alto riesgo para la conservación de la biodiversidad de México 579 interesantes son que en las áreas naturales protegidas está representado un número considerable de las espe- cies de vertebrados de México, y que se han identificado algunas áreas adicionales necesarias para aumentar el número de especies representadas. Por otro lado, recientemente se han evaluado los sitios en los que están representadas todas las especies de rep- tiles y anfibios del país, lo que permite, a su vez, actuali- zar las evaluaciones de los sitios prioritarios para la con- servación (Ochoa-Ochoa y Flores Vállela 2006). 14.3 Métodos 1 4.3. 1 Sitios cero extinciones Los sitios cero extinciones se identificaron de dos mane- ras. En primer lugar, se incluyeron todos los sitios ya identificados en México por la Alianza Cero Extinciones (Ricketts et al. 2005). En segundo lugar, se identificaron sitios adicionales usando criterios similares a los de la estrategia internacional, con algunas modificaciones (cua- dro 14.2). El primer criterio de la Alianza Cero Extincio- nes indica que los sitios seleccionados deben ser los úni- cos sitios en los que se encuentra una o más especies en peligro de extinción o críticamente amenazadas de acuer- do con la clasificación de la Unión Mundial para la Natu- raleza (iucn 2007). Dado que el conocimiento sobre la situación actual de las especies de vertebrados de México es limitado, se optó por modificar este criterio y estable- cer como criterio fundamental la presencia de una o más especies con distribuciones restringidas. Las especies consideradas de distribución restringida se definieron de manera ad hoc para cada grupo de ver- tebrados, pero en todos los casos el límite para ser inclui- das fue un área de distribución geográfica no mayor de 10 000 km2 (cuadro 14.2). Algunos grupos como el de aves migratorias o tortugas marinas se incluyeron si su distribución en la época de reproducción es restringida, a pesar de que tengan en otras fases de su ciclo de vida áreas de distribución amplias; las áreas de distribución se obtuvieron de la literatura respectiva. Los métodos utili- zados para estimar las distribuciones en cada clase fue- ron diferentes: en el caso de los mamíferos la evaluación se basó en primera instancia en el trabajo de Patterson et al. (2003) que incluye mapas georreferenciados de to- 580 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 14.1 Áreas prioritarias para la conservación en México, de acuerdo con tres diferentes enfoques 1. Hotspots Extensión (km2) Especies endémicas y en peligro Bosques de las sierras Madre 461 265 45 Mesoamérica 1 130019 292 Provincia Florística de California 293 804 17 II. eba (áreas de aves endémicas) Extensión (km2) Especies restringidas al área Baja California (A03) 43 000 2 Balsas e interior de Oaxaca 110 000 10 California 180 000 6* Ciénegas del centro de México (A08) 10 000 2 Este de Yucatán (A09) — 1* Isla Clarión (Al 0) — 1 Isla Cozumel (A09) 490 4 Isla Guadalupe (A02) 280 2 Istmo de Tehuantepec 6 700 2 Los Tuxtlas y Uxpanapa 14 000 3 Montañas del norte de Centroamérica 150 000 21* Planicie costera del norte de Centroamérica 30 000 3* Norte de la Sierra Madre Oriental 15 000 2 Noreste de la vertiente del Golfo 100 000 4 Sierra Madre del Sur 12 000 5 Sierra Madre Occidental y Eje Neovolcánico (A04) 230 000 7 Isla Socorro (Al 0) 150 4 Bosques de karst del sur de México — 1 Matorral costero del sur de Veracruz — 1 Sur de la Sierra Madre Oriental 31 000 4 Matorral costero de la Península de Yucatán 3 400 — III. Sitios cero extinciones Número de sitios Especies restringidas Total 595 794 México 63 82 Fuentes: hotspots (Myers 1988; Myers et al. 2000); eba (Bibby et al. 1992); sitios cero extinciones (Ricketts et al. 2005). * Sitios compartidos con otro país. En las eba se indica entre paréntesis la clave con la que se identifican en la figura 14.1. das las especies de América. Esos mapas se integraron en un sistema de información geográfico en ArcView, con el que se determinaron las especies de distribución restrin- gida en México; la lista de especies obtenida se corroboró y actualizó con el trabajo de Ceballos y Oliva (2005). Con esta información se elaboró la lista de las especies de dis- tribución restringida. Finalmente, las localidades pun- tuales donde se ha registrado cada especie se obtuvieron de la base de datos de Arita y Ceballos (1997). Para deter- minar las especies de aves, reptiles y anfibios se siguió un método similar con las siguientes modificaciones: en el caso de las aves, las áreas de distribución restringida se determinaron con base en los mapas de NatureServe edi- tado por Ridgely y colaboradores (2003). La lista obteni- da se corroboró con el trabajo de Howell y Webb (1995). Finalmente, las localidades puntuales donde se ha regis- trado cada especie se obtuvieron de la base de datos de Navarro (1994) y Navarro et al. (2002). En el caso de los reptiles y anfibios, las áreas de distribución se obtuvieron de NatureServe (2003), modificadas con la base de datos de A. García (obs. pers). La taxonomía se modificó de acuerdo con el trabajo de Ochoa-Ochoa y Flores-Villela 14 • Zonas críticas y de alto riesgo para la conservación de la biodiversidad de México 581 Cuadro 14.2 Criterios utilizados por la Alianza Cero Extinciones y por este trabajo para determinar los sitios cero extinciones Alianza Cero Extinciones® Este trabajo • El sitio debe tener una o más especies en peligro o críticamente amenazadas de acuerdo con la clasificación de la Unión Mundial para la Naturaleza.13 • El sitio debe ser el único donde una o más de esas especies existen o debe mantener 95% de la población de una o más de esas especies o ser fundamental en un segmento de la historia de vida de las especies migratorias. • Todos los sitios identificados por la Alianza Cero Extinciones. • Sitios con la presencia de por lo menos una especie de vertebrado de distribución restringida. Se identificó adicionalmente si estas especies son endémicas de México o se encuentran en peligro de extinción. La distribución restringida se definió de acuerdo con la siguiente información: - Mamíferos de distribución restringida: igual o menor a 10 000 km2. - Aves de distribución restringida: igual o menor a 10 000 km2. - Reptiles de distribución restringida: igual o menor a 5 000 km2. - Anfibios de distribución restringida: igual o menor a 5 000 km2. - Peces de distribución restringida: igual o menor a 100 km2. • El sitio debe tener límites bien identificados. • El sitio debe ser el único de donde se conoce una o más de esas especies o debe mantener 95% de la población de una o más de esas especies o ser fundamental en una parte de la historia de vida de las especies migratorias. • El sitio debe tener límites bien identificados. a Ricketts et al. 2005. b (2006) y otras fuentes especializadas (Flores-Villela 1993; Flores- Villela y Canseco-Márquez 2004). Las localidades donde se ha registrado cada especie se obtuvieron de la base de datos y literatura compilada durante la Evalua- ción mundial de reptiles y anfibios y su conservación en México (Santos-Barrera y García 2006). Para cada especie de distribución restringida se deter- minó también si son endémicas o si están catalogadas en riesgo de extinción en las categorías de amenazada o en peligro de extinción, de acuerdo con la NOM-059-SE- MARNAT-2001 (Semarnat 2002) o de acuerdo con la Lista roja de la uicn (2005). Los sitios cero extinciones se determinaron de acuer- do con la presencia de una o más especies de distribución restringida. Con el sistema de información geográfica se mapearon todas las localidades con especies de distribu- ción restringida y se identificaron los sitios cero extincio- nes, que se ubicaron en áreas de 10 000 km2 o menores, y cuyo centroide está representado por las coordenadas geográficas de las especies de distribución restringida. 14.3.2 Áreas naturales protegidas El análisis de las áreas naturales protegidas requirió com- pilar una base de datos de las reservas que cuentan con inventarios recientes (es decir, de 1990 a la fecha) de es- pecies de vertebrados terrestres. La base de datos se compiló de estudios ya publicados o en prensa (Ceballos et al. 1998; Ceballos 1999; Ceballos y Márquez 2000; Santos-Barrera et al. 2004; Ceballos 2007). Esto limitó el análisis dado que existen muchas reservas que no cuen- tan con inventarios de fauna, y los inventarios disponi- bles para diferentes grupos de vertebrados no coinciden entre reservas en muchas ocasiones. En la sección de re- sultados se indica para cada grupo de vertebrados el nú- mero y las reservas que se usaron para los análisis. Es evidente que el número de especies de vertebrados re- presentados en las áreas naturales protegidas es mayor que el que se reporta aquí. Sin embargo, es importante aclarar que en el caso de los mamíferos y aves esto no li- mitó los resultados ya que, dado que se conocen bien las distribuciones geográficas de las especies, se pudo llevar a cabo un análisis adicional para determinar si las espe- cies no representadas en las reservas evaluadas estaban registradas en otras reservas sin inventarios completos. El caso de los reptiles y anfibios es más complicado, ya que su distribución no es bien conocida, por lo que no se pudo llevar a cabo el análisis adicional para determinar si algunas de esas especies están registradas en otras reser- vas. Por lo tanto, los resultados seguramente están subre- presentando el número de especies en las áreas naturales protegidas. Con objeto de jerarquizar la importancia de la conser- vación de las áreas naturales protegidas con base en su riqueza de especies, se utilizó un método de complemen- tariedad, que tiene como propósito maximizar el núme- ro de especies representadas en el menor número de re- servas (Margules y Pressey 2000). El número de especies que aporta cada reserva en el análisis indica su jerarquía para la conservación, y esto se refleja en el orden en que Figura 14.2 Sitios cero extinciones seleccionados por la presencia de mamíferos terrestres, aves, reptiles, anfibios y peces dulceacuícolas de distribución restringida. Nota: las zonas sombreadas indican las áreas naturales protegidas federales. 14 • Zonas críticas y de alto riesgo para la conservación de la biodiversidad de México 583 aparecen en la gráfica de complementariedad. Las reser- vas con una mayor contribución de especies son las de mayor prioridad para la conservación. Una vez determi- nada esta jerarquía se identificaron las reservas con un mayor grado de amenaza, con base en información ya publicada. 14.4 Sitios cero extinciones El número total de sitios cero extinciones identificados, es decir, el conjunto de los identificados para mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces dulceacuícolas, es de 415 (Fig. 14.2). Esto refleja la extraordinaria diversidad bioló- gica de México y su alta endemicidad. Representa tam- bién la enorme complejidad de instrumentar las estrate- gias de conservación adecuadas de estos sitios. 14.4.1 Mamíferos Las especies de mamíferos de distribución restringida se definieron como aquéllas con rangos de distribución de hasta 10 000 km2, lo que equivale a menos de 1% del te- rritorio nacional (Ceballos 2007). El número de mamífe- ros terrestres con distribución restringida fue de 115, lo que representa alrededor de 26% de las 462 especies de mamíferos terrestres para las cuales se compilaron datos (cuadros 14.3 y 14.4; Ceballos 2007). De estas especies, 65 (55%) son endémicas de México y 50 (42%) se encuentran en riesgo de extinción. Ochenta y seis de estas especies (72%) son además endémicas de México o se encuentran en peligro de extinción (véase apéndice 14.2, en (j^)). Estas 115 especies se encuentran distribuidas en 64 localidades de 17 estados (Fig. 14.3; apéndice 14.2, en(^)). Los estados con mayor número de localidades y especies son Chiapas, Oaxaca, Baja California y Baja California Sur, los dos últimos por su fauna insular. El número de especies varía de una a siete por localidad, pero la mayo- ría (95%) de las localidades presentan solo una especie. Las localidades con más especies son Chajul (Chiapas, 7 especies), Janos (Chihuahua, 5), Sierra de Juárez (Oaxa- ca, 5), Isla Cozumel (Quintana Roo, 4) y San Pedro Mártir (Baja California, 1). Es interesante notar que tres de estas localidades (Chajul, Cozumel y San Pedro Mártir) son reservas ya establecidas, y una adicional (Janos) está pro- puesta como reserva de la biosfera. También es intere- sante destacar que 49 especies se encuentran en localida- des que están en áreas naturales protegidas. 14.4.2 Aves Las especies de aves con distribución restringida se defi- nieron también como aquéllas con distribuciones de has- ta 10 000 km2. Para el caso de las aves, en los criterios de Cuadro 14.3 Mamíferos terrestres de México1 y su estatus Especies Orden Total Restringidas Endémicas Extintas En riesgo2 En reservas Didelphimorphia 8 2 0 0 2 8 Xenarthra 4 1 0 0 2 4 Insectívora 24 10 11 0 5 15 Chiroptera 138 10 15 0 5 126 Primates 3 0 0 0 3 3 Carnívora 33 3 3 4 14 27 Perissodactyla 1 0 0 0 1 1 Artiodactyla 10 4 0 1 4 9 Rodentia 227 79 109 6 42 148 Lagomorpha 14 6 7 0 3 12 Total 462 115 145 11 81 353 Fuente: modificado de Ceballos y Oliva (2005) y Ceballos (2007). 1 Para el total de las especies compiladas en la base de datos de 30 áreas protegidas, véanse detalles en el texto. 2 U ICN (2005). Nota: las especies de distribución restringida, usadas para definir los sitios cero extinciones, se indican en la colum- na de "especies restringidas". 584 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 14.4 Mamíferos terrestres de distribución restringida y su estatus Especies Orden Total Restringidas Endémicas En riesgo En reservas Didelphimorphia 8 2 0 1 2 Xenarthra 4 1 0 1 1 Insectívora 24 10 5 3 5 Chiroptera 138 10 4 2 7 Primates 3 0 0 0 0 Carnívora 33 3 1 2 1 Perissodactyla 1 0 0 0 0 Artiodactyla 10 4 0 4 4 Rodentia 227 79 49 29 23 Lagomorpha 14 6 6 4 4 Total 462 115 65 46 47 Notas: la primera columna indica el número total de especies en cada orden compiladas en la base de datos; las siguien- tes columnas se refieren exclusivamente a las especies de distribución restringida (n = 115) e indican el número de las que son endémicas de México, se encuentran catalogadas en riesgo de extinción (uicn 2005) y están representadas en reservas (apéndice 14.2, en (j^))- Figura 14.3 Sitios cero extinciones seleccionados por la presencia de mamíferos terrestres de distribución restringida. Nota: las zonas sombreadas indican las áreas naturales protegidas federales. 14 • Zonas críticas y de alto riesgo para la conservación de la biodiversidad de México 585 riesgo se consideraron además subespecies y otras cate- gorías de la NOM-059-SEMARNAT-2001. El número de aves terrestres clasificadas como prioritarias para la es- trategia de sitios cero extinciones es de 80, lo que repre- senta alrededor de 7.5% del total nacional, ya que en México se han registrado alrededor de 1 076 especies de aves (cuadros 14.5 y 14.6) (Escalante-Pliego et al. 1993; Ceballos y Márquez 2000). De esas 80 especies, 36 (45%) son además endémicas de México y 67 (84%) se encuen- tran en riesgo de extinción (apéndice 14.3, en (j^)). Estas especies están distribuidas en 43 localidades de 20 estados (Fig. 14.4, apéndice 14.3 en (jy))- Los estados con mayor número de localidades y especies son Gua- pas, Oaxaca y Quintana Roo. El número de especies en sitios cero extinciones varía de una a seis por localidad, pero la mayoría (95%) de las localidades presentan solo una especie. Entre las localidades con más especies se en- cuentran las Islas Revillagigedo, la Isla Guadalupe, Chajul y El Triunfo, en Chiapas, y Cozumel. No hemos podido determinar todavía el número de estas especies que se en- cuentran representadas en reservas. 14.4.3 Reptiles De las 804 especies de reptiles de México (Flores-Villela y Canseco-Márquez 2004), 169 especies, alrededor de 21% del total nacional, son prioritarias en esta estrategia de sitios cero extinciones (cuadros 14.7 y 14.8). Todas es- tas especies, con excepción de las tortugas marinas, pre- sentan distribuciones restringidas de hasta 5 000 km2, son Cuadro 14.5 Aves de México y su estatus Especies Orden Total Restringidas Endémicas En riesgo1 En reservas Tinamiformes 4 0 0 1 4 Gavi ¡formes 4 0 0 0 4 Podicipediformes 6 0 0 0 3 Procellariiformes 32 6 2 10 17 Pelecaniformes 17 0 0 3 17 Ciconiiformes 23 1 0 8 23 Phoenicopteriformes 1 1 0 1 1 Anseriformes 40 3 0 10 35 Falconiformes 57 5 0 42 55 Galliformes 27 2 6 11 24 Gruiformes 20 3 0 12 18 Charadriiformes 98 5 2 11 94 Columbiformes 24 2 2 10 22 Psitcaciformes 22 8 5 15 20 Cuculiformes 12 1 0 2 10 Strigiformes 31 3 3 21 27 Caprimulgiformes 16 1 1 2 12 Apodiformes 71 8 17 25 65 Trogon ¡formes 9 1 2 5 9 Coraciiformes 11 0 11 4 9 Piciformes 32 1 4 12 25 Passeriformes 519 29 56 124 501 Total 1 076 80 111 329 995 Fuente: modificado de Ceballos y Márquez (2002). Las especies que se usaron para definir los sitios cero extinciones se indican en la columna de especies restringidas. 1 NOM-059-SEM ARN AT-2001 . 586 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 14.6 Aves de distribución restringida y su estatus Especies Orden Total Restringidas Endémicas En riesgo En reservas Ti nam ¡formes 4 0 0 0 0 Gavi ¡formes 4 0 0 0 0 Podicipediformes 6 0 0 0 0 Procellariiformes 32 6 0 6 5 Pelecaniformes 17 0 0 0 0 Ciconiiformes 23 1 0 1 1 Phoenicopteriformes 1 1 0 0 1 Anseriformes 40 3 0 2 3 Falconiformes 57 5 0 5 4 Galliformes 27 2 0 2 1 Gruiformes 20 3 1 3 2 Charadriiformes 98 5 0 5 5 Columbiformes 24 2 2 2 2 Psittaciformes 22 8 4 8 7 Cucul ¡formes 12 1 0 1 0 Strigiformes 31 3 1 3 3 Caprimulgiformes 16 1 0 1 1 Apodiformes 71 8 6 4 5 Trogon ¡formes 9 1 0 1 1 Corad ¡formes 11 0 0 0 0 Piciformes 32 1 0 1 1 Passeriformes 519 29 22 22 14 Total 1 076 80 36 67 56 Nota: la primera columna indica el número total de especies en cada orden. Las siguientes columnas se refieren exclusivamente a las especies de distribución restringida (n = 80) e indican el número de las que son endémicas de México, se encuentran catalogadas en riesgo de extinción (NOM-059-SEMARNAT-2001) y están representadas en reservas. Cuadro 14.7 Reptiles de México y su estatus Especies Orden Total Restringidas Endémicas En riesgo1 En reservas Amphisbenidae 3 1 3 1 1 Sauria 388 96 249 101 229 Serpentes 363 64 190 69 233 Testudines 47 82 15 5 29 Crocodylia 3 0 0 3 3 Total 804 1692 457 179 495 Fuente: modificado de Santos et al. (en prensa). Nota: las especies que se usaron para definir los sitios cero extinciones se indican en la columna de especies restringidas. 1 NOM-059-SEMARNAT-2001. 2 Incluye las tortugas marinas. 14 • Zonas críticas y de alto riesgo para la conservación de la biodiversidad de México 587 Figura 14.4 Sidos cero extinciones seleccionados por la presencia de especies de aves de distribución restringida. Nota: las zonas sombreadas indican las áreas naturales protegidas federales. Cuadro 14.8 Reptiles de distribución restringida y su estatus Orden Especies Total Restringidas Endémicas En riesgo En reservas Amphisbenidae 3 1 1 1 1 Sauria 388 96 96 57 50 Serpentes 363 64 63 36 28 Testudines 47 8 3 2 2 Crocodylia 3 0 0 0 0 Total 804 169 163 96 81 Nota: la primera columna indica el número total de especies en cada orden; las siguientes se refieren exclusiva- mente a las especies de distribución restringida, incluyendo cinco tortugas marinas (n = 169) e indican el número de las que son endémicas de México, se encuentran catalogadas en riesgo de extinción (NOM-059-SEMAR- NAT-2001) y están representadas en reservas (apéndice 14.4, en endémicas de México y 96 (57%) se encuentran en riesgo de extinción (véase apéndice 14.4, en (j^)). Las cinco es- pecies de tortugas marinas adicionales tienen amplias distribuciones, pero sus áreas de anidación son muy res- tringidas. Estas especies se encuentran distribuidas en 119 loca- lidades de 23 estados (Fig. 14.5; apéndice 14.4, en (^)). Entre los estados con mayor número de localidades y es- pecies se encuentran Oaxaca, Baja California, Baja Cali- fornia Sur, Chiapas, Guerrero y Veracruz. El número de especies varía de una a seis por localidad, pero un por- centaje considerable (70%) de las localidades tiene solo 588 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Figura 14.5 Sitios cero extinciones seleccionados por la presencia de especies de reptiles de distribución restringida. Nota: las zonas sombreadas indican las áreas naturales protegidas federales. una especie. Las localidades con más especies se encuen- tran en los alrededores de Guelatao de Juárez (Oaxaca), Isla Cerralvo e Isla Santa Catalina. En localidades ubica- das en áreas naturales protegidas se encuentra 51% (86) de las especies cero extinciones. Para las tortugas marinas las playas más importantes se encuentran en Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Quin- tana Roo, Yucatán y Tamaulipas (cuadro 14.9). En las pla- yas de Escobilla (Oaxaca) y Rancho Nuevo (Tamaulipas) ocurrieron las últimas arribazones, en algunos casos de cientos de miles de individuos, de tortuga golfina (Lepi- dochelys olivácea) y tortuga lora (. Lepidochelys kempii), respectivamente. Las playas de Cahuitán (Oaxaca) y Tie- rra Colorada (Guerrero), presentan los mejores sitios de anidación de la tortuga laúd (Dermochelys coriácea), que es la más amenazada de las tortugas marinas. 14.4.4 Anfibios De las 360 especies de anfibios de México (Flores-Villela y Canseco-Márquez 2004), 121 son prioritarias en esta estrategia de sitios cero extinciones; esto representa alre- dedor de 33% del total nacional (cuadros 14.10 y 14.11). Todas estas especies presentan distribuciones restringi- das de hasta 5 000 km2, son endémicas de México y 70 de ellas (58%) se encuentran consideradas en riesgo de extin- ción (apéndice 14.5, en(^)). Estas especies se encuentran distribuidas en 92 localidades de 18 estados (Fig. 14.6). Entre los estados con mayor número de localidades y es- pecies se encuentran Guerrero, Oaxaca y Veracruz. El número de especies en sitios cero extinciones varía de una a seis por localidad, pero un porcentaje conside- rable (45%) de las localidades presenta solo una especie. Entre las localidades con más especies están en los alre- dedores de Xico (Veracruz), Atoyac de Álvarez (Guerre- ro) e Ixtlán de Juárez (Oaxaca). 14.4.5 Peces dulceacuícolas Los peces son uno de los grupos de vertebrados con un mayor número de especies de distribución restringida y de mayor vulnerabilidad a la extinción. De hecho, por lo 14 • Zonas críticas y de alto riesgo para la conservación de la biodiversidad de México 589 Cuadro 14.9 Playas más importantes para la anidación de tortugas marinas en México Especie (nombre común) Playa Lepidochelys olivácea (golfina) Escobilla, Michoacán Ixtapil la, Michoacán Morro Ayuta, Oaxaca Dermochelys coriácea (laúd) Tierra Colorada, Guerrero Mexiquillo, Michoacán Cahuitán (Llano Grande), Oaxaca Eretmochelys imbricata (de carey) Punta Xen, Campeche Chenkán, Campeche Isla Aguada, Campeche Las Coloradas, Yucatán El Cuyo, Yucatán Holbox, Yucatán Lepidochelys kempii (lora) Rancho Nuevo, Tamaulipas Tecolutla, Veracruz Caretta caretta (caguama) Xcacel, Quintana Roo Ría Lagartos, Yucatán Chelonia mydas (prieta) Xcacel, Quintana Roo Colula, Michoacán Maruata, Michoacán Islas Revi llagigedo, Nayarit Cuadro 14.10 Anfibios de México y su estatus menos 14 especies se han extinguido en las últimas déca- das (Ceballos y Eccardi 2003). En México se han registra- do 432 especies de peces dulceacuícolas (cuadro 14.12) y 563 especies marinas, vicarias y estuarinas que penetran o viven en ambientes continentales (Myers 1938, 1951; Espinosa et al. 1993; Castro-Aguirre et al. 1999; Miller et al. 2006). De las especies duceacuícolas, 208 presentan distribuciones restringidas, menores de 1 000 km2, de forma natural o como consecuencia de actividades an- tropogénicas, por lo que son la base para definir los sitios cero extinciones (cuadro 14.12). De estas especies, 104 (50%) son endémicas de México y 104 (50%) se encuen- tran en riesgo de extinción (apéndice 14.6, en (^)). Estas especies se encuentran distribuidas en 112 loca- lidades de 23 estados (Fig. 14.7). Entre los estados con mayor número de localidades y especies se encuentran Chihuahua, Oaxaca, Michoacán, Veracruz y Jalisco. El nú- mero de especies en sitios cero extinciones varía de una a ocho por localidad, pero un porcentaje considerable (46%) de las localidades presentan solo una especie. En- tre las localidades con más especies están los lagos de Pátzcuaro (Michoacán) y Chapala (Jalisco), Cuatrociéne- gas (Coahuila), el Río Verde (San Luis Potosí) y la Laguna Chichancanab (Quintana Roo) (apéndice 14.6 en(^f)). Especies Orden Total Restringidas Endémicas En riesgo1 En reservas Anura 231 51 137 54 102 Caudata 128 22 103 59 35 Gymnophiona 1 0 1 1 1 Total 360 121 241 114 138 Fuente: modificado de Santos et al. (en prensa). Nota: las especies que se usaron para definir los sitios cero extinciones se indican en 1 NOM-059-SEMARNAT-2001. la columna de especies restringidas. Cuadro 14.1 1 Anfibios de distribución restringida y su estatus Especies Orden Total Restringidas Endémicas En riesgo En reservas Anura 231 51 51 31 13 Caudata 128 70 70 39 14 Gymnophiona 1 0 0 0 0 Total 360 121 121 70 27 Nota: la primera columna indica el número total de especies en cada orden; las siguientes se refieren exclusivamente a las es- pecies de distribución restringida (n = 121) e indican el número de las que son endémicas de México, se encuentran catalogadas en peligro de extinción (NOM-059-SEMARNAT-2001) y están representadas en reservas (apéndice 14.5, en (^)). 590 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Figura 14.6 Sitios cero extinciones seleccionados por la presencia de especies de anfibios de distribución restringida. Nota: las zonas sombreadas representan las áreas naturales protegidas federales. Figura 14.7 Sitios cero extinciones seleccionados por la presencia de especies de peces dulceacuícolas de distribución restringida. Nota: las zonas sombreadas representan las áreas naturales protegidas federales. 14 • Zonas críticas y de alto riesgo para la conservación de la biodiversidad de México 591 Cuadro 14.12 Peces dulceacuícolas de México y su estatus Especies Orden Total Restringidas Endémicas En riesgo1 En reservas Petromyzontiformes 3 2 2 2 2 Acipenseriformes 2 2 0 2 1 Lepisosteiformes 4 0 0 0 1 Clupeiformes 4 0 0 0 0 Cypriniformes 98 54 64 23 60 Characiformes 9 2 1 0 1 Siluriformes 30 8 13 0 12 Gymnotiformes 1 1 0 0 0 Salmonidae 3 2 2 2 2 Ophidiiformes 1 1 1 0 1 Batrachoidiformes 1 0 1 0 0 Mugiliformes 1 0 0 0 0 Acheriniformes 39 28 33 7 9 Beloniformes 2 0 2 0 0 Cyprinodontiformes 182 95 155 43 69 Gasterosteiformes 2 1 1 1 1 Synbranchiformes 3 0 2 0 1 Scorpaeniformes 1 0 0 0 1 Perciformes 63 16 43 7 16 Total 449 212 320 87 177 Fuente: modificado de Espinosa et al. (1993). 1 uicn 2005. Nota: las especies que se usaron para definir los sitios cero extinciones se indican en la columna especies restringidas (véase apéndice 14.6, en (j^)). 14.5 Áreas naturales protegidas Las áreas naturales protegidas incluyen más de 164 re- servas de la biosfera, parques nacionales, áreas de pro- tección de flora y fauna y santuarios (Conanp 2008). Sin embargo, el número de reservas con inventarios recien- tes y confiables es reducido, lo que subestima tanto el número de especies total como el de distribución restrin- gida representadas en ellas. El número de reservas anali- zadas para los mamíferos representó 18% del total; en el caso de las aves fue de 41%, en el de reptiles de 19% y en el de anfibios de 13%. En este sentido, las conclusiones corresponden a un escenario conservador.1 De los resultados de estos análisis se desprenden reco- mendaciones concretas de conservación, que se descri- ben a continuación: 1 ] Existe una serie de áreas naturales protegidas que des- tacan por su diversidad biológica, su unicidad y su grado de amenaza, por lo que han sido catalogadas como zonas críticas y de alto riesgo para la conserva- ción. Estas reservas deben considerarse de la más alta prioridad para la conservación. 2] Es evidente la necesidad de incrementar el número de áreas naturales protegidas, con objeto de tener mejor representada la riqueza de especies, en especial de las endémicas de México y en riesgo de extinción. Es im- perativo que la selección de las nuevas áreas que pu- dieran incorporarse al Sistema Nacional de Áreas Na- turales Protegidas sea hecha por medio de métodos cuantitativos, para maximizar el número de especies protegidas en el menor número de reservas. 3] Las áreas naturales protegidas son insuficientes para proteger la diversidad biológica de México, sobre todo 592 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio si se considera la enorme riqueza de especies de plan- tas e invertebrados. En ese sentido, es indudable que existen oportunidades de mantener una fracción con- siderable de la diversidad biológica del país en áreas con algún tipo de manejo que sea compatible con la conservación. Esto es posible aun en regiones con una alta deforestación, que pueden tener valor de conser- vación para algunas especies (Daily et al. 2003). Es menester que académicos y conservacionistas eva- lúen el potencial de tales regiones para definir reglas de manejo que permitan optimizar el número de es- pecies nativas en esos paisajes alterados por activida- des antropogénicas. 14.5.1 Representatividad de mamíferos El análisis se basa en 30 reservas (cuadro 14.13) que cuen- tan con inventarios de campo recientes y publicados de mamíferos (Ceballos 2007). En estas reservas hay repre- sentadas 353 especies de mamíferos, lo que significa 76% del total de especies de México (cuadro 14.3). Otras 26 especies se registraron en 11 reservas con inventarios in- completos, lo que incrementa el total de especies a 82% (379 especies). El porcentaje de especies en áreas prote- gidas varía de 100% en órdenes como Primates a 62% en Insectivora. El mayor número de especies representadas en reservas, 148 (42% de los mamíferos incluidos en la base de datos), son roedores. Cada especie fue registrada, en promedio, en cinco reservas, pero hay una gran varia- ción entre especies. Las especies representadas en las reservas incluyen 80 endémicas (55% del total de espe- cies endémicas), 53 (45%) restringidas y 48 (59%) en ries- go de extinción. En relación con la importancia de las reservas por su complementariedad, los resultados más relevantes indi- caron que las cinco reservas más importantes para la con- servación de mamíferos son la Lacandona, Janos, Ma- nantlán, Islas del Golfo y Ajusco (Fig. 14.8). Estas reservas están dispersas a lo largo del territorio nacional y repre- sentan los principales biomas, que incluyen la selva alta perennifolia (reserva de Montes Azules), las selvas secas (Manantlán), los matorrales y pastizales áridos y semiá- ridos (Islas del Golfo y Janos) y los bosques templados (Ajusco). Es decir, el análisis de complementariedad re- flejó estos patrones biogeográficos de distribución de los mamíferos terrestres de México. Con 19 reservas adicionales se logra la representación de las 353 especies de mamíferos protegidos (Fig. 14.8). Es decir que tales reservas son el mínimo necesario para Cuadro 14.1 3 Riqueza de especies, especies en riesgo, endémicas y de distribución restringida de mamíferos terrestres en 30 áreas naturales protegidas de México Especies Reserva Riqueza En riesgo Endémicas Montes Azules1 117 17 2 El Triunfo 112 11 5 Manantlán 104 11 21 Calakmul 95 12 1 El Cielo 92 9 6 Chamela-Cuixmala1 71 10 17 El Ocote1 92 11 3 La Sepultura1 87 9 5 Los Tuxtlas1 85 10 4 Sian Ka'an 85 11 2 La Encrucijada1 72 8 2 Janos1 82 7 1 Maderas del Carmen 72 8 2 Nevado de Colima 57 6 10 Omiltemi1 55 5 4 Ajusco1 46 3 9 Nevado de Toluca1 46 3 9 San Pedro Mártir1 46 8 2 Islas del Golfo1 45 14 20 Vizcaíno 44 5 4 La Laguna 43 3 3 Mapimí 42 4 2 Popo-lzta1 42 2 9 El Pinacate 41 4 0 La Malinche1 40 0 5 Michilía 40 1 5 Zempoala1 37 1 9 Zoquiapan1 37 1 9 Desierto de los Leones 33 0 5 El Chico 33 1 2 Total 3532 195 178 1 Reservas más amenazadas por actividades antropogénicas (véanse de- talles en el texto). 2 Total de las especies en reservas, descontando las compartidas en varias reservas. 14 • Zonas críticas y de alto riesgo para la conservación de la biodiversidad de México 593 C 03 Figura 14.8 Áreas naturales protegidas necesarias para tener representadas 76% de las especies de mamíferos terrestres de México por lo menos una vez. Notas: otras 26 especies que no se muestran se encuentran en 1 1 reservas que no cuentan con inventarios completos. Del resto de las especies no se tiene información suficiente para determinar si se encuentran representadas en reservas federales. tener por lo menos una población protegida de esas es- pecies de mamíferos. El resto de las reservas son necesa- rias, sin embargo, para proteger poblaciones adicionales de las especies menos representadas. Adicionalmente, 11 reservas sin inventarios completos de mamíferos tienen representadas 26 especies adicionales (Ceballos 2007). Los análisis de especies endémicas, restringidas y en riesgo de extinción indicaron que si se usan algunos de estos grupos de especies como criterio principal para de- terminar la complementariedad, se requieren menos re- servas para tener representadas todas las especies. Esto no es sorprendente, ya que el número de especies en tales grupos es menor que el total de especies protegidas. En todos los casos las primeras 10 reservas, es decir las que contribuyeron con un mayor número de especies, fueron muy similares. Las reservas más amenazadas por actividades antro- pogénicas son 16, que incluyen sitios como Los Tuxtlas, que ha perdido la mayor parte de su vegetación natural (Dirzo y García 1992), Montes Azules, que presenta altas tasas de deforestación en la zona de influencia de la re- serva (Mendoza y Dirzo 1999), y Janos y Cuatrociénegas, que están amenazados por la sobreexplotación del agua y el avance de la frontera agrícola (Ceballos et al. 2005b; Souza et al. 2006). 1 4.5.2 Representatividad de aves El análisis se basa en 67 reservas que cuentan con inven- tarios de campo recientes y publicados de aves (G. Ceba- llos, en revisión). En estas reservas hay representadas 995 especies de aves, lo que significa 92% del total de especies de aves de México (cuadro 14.5). El porcentaje de espe- cies protegidas en los diferentes órdenes varía de 100 a 22 por ciento. Cada especie se encuentra, en promedio, en dos reservas, con una variación de una a 17 reservas. Las especies representadas en las reservas incluyen 73 endé- micas (66% del total de especies endémicas) y 322 (98%) en riesgo de extinción (cuadro 14.5). El análisis de complementariedad mostró que con 32 reservas (cuadro 14.14) se logra la representación de las 995 especies de aves protegidas (Fig. 14.9). Las seis reser- vas más importantes para la conservación de las aves son Los Tuxtlas, Sierra de Álamos-Río Cuchujaqui, El Ocote, 594 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 14.14 Riqueza de especies y especies endémicas de aves en 32 áreas naturales protegidas de México Especies Reserva Riqueza Endémicas Los Tuxtlas1 468 13 Sierra de Álamos 320 50 El Ococe1 474 22 El Vizcaíno 171 6 Manantlán1 293 68 Janos1 203 16 Ría Lagartos1 333 19 Paxtal 342 15 Islas Revillagigedo1 92 10 San Pedro Mártir 88 7 Montes Azules1 363 7 Cozumel 198 14 Tehuacán-Cuicatlán 124 29 La Sepultura1 308 16 Tancítaro1 184 40 El Cielo 416 39 Ciénegas del Fuerte 131 4 Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado1 191 6 Islas del Golfo (Rasa)1 48 6 Chamela-Cuixmala1 311 44 Sian Ka'an 356 19 Sierra de La Laguna 104 4 Cumbres de Monterrey 144 22 Isla Guadalupe1 104 5 Tutuaca 105 19 Ciénegas del Lerma 75 5 El Triunfo1 354 14 Lagunas de Montebello 255 12 Omiltemi1 211 46 La Encrucijada1 196 5 Rancho Los Ángeles, Coah. 89 8 Yaxchilán1 272 1 1 Reservas más amenazadas por actividades antropogénicas (véanse de- talles en el texto). El Vizcaíno, Sierra de Manantlán y Janos (Fig. 14.9). Se necesitan otras 35 para representar a las 1 076 especies en reservas. Al igual que con los mamíferos, si se consideran las especies endémicas, restringidas y en peligro de extin- ción como criterio principal para determinar la comple- mentariedad, se requieren menos reservas para tener representada la totalidad de especies. En todos los casos las primeras reservas, es decir las que contribuyeron con un mayor número de especies, fueron similares. De estas reservas, las más amenazadas por actividades antropogénicas son 17, que incluyen sitios como Chame- la-Cuixmala amenazado por la deforestación y los desa- rrollos turísticos (Cebados y García 1995), El Ocote, que es un remanente de selva alta con grandes presiones de deforestación (Castillo etal. 1998; Conanp 2000) y el alto Golfo, que está amenazado por la desaparición del Río Colorado y la posibilidad de quedar sin suministro de agua por el manejo que se hace en Estados Unidos, que incluye acciones como el revestimiento de canales (Glenn etal 1992). 14.5.3 Representatividad de reptiles El análisis se basa en 31 reservas que cuentan con inven- tarios de campo recientes y publicados de reptiles (San- tos-Barrera et al. 2004). En estas reservas hay represen- tadas 495 especies de reptiles que significan 61% del total de especies (cuadro 14.7). El porcentaje de especies pro- tegidas varía de 33 a 100 por ciento. El mayor número de especies no representadas en reservas, 159, son saurios. Cada especie fue registrada, en promedio, en tres reser- vas, pero hay una gran variación entre especies. Las es- pecies representadas en las reservas incluyen 225 endé- micas (49% del total de especies endémicas) y 107 (60%) en riesgo de extinción. Las cinco reservas más importantes para la conserva- ción de reptiles por su complementariedad son Los Tux- tlas, Islas del Golfo de California, Sierra Gorda, Tehua- cán-Cuicatlán y Chamela-Cuixmala (cuadro 14.15 y Fig. 14.10). Se requieren otras 26 reservas para representar las 495 especies de las reservas evaluadas. 1 4.5.4 Representatividad de anfibios El análisis se basa en 22 reservas que cuentan con inven- tarios de campo publicados de anfibios (Santos-Barre- ra et al. 2004). En estas reservas hay representadas 138 especies, lo que significa 38% del total (cuadro 14.10). 14 • Zonas críticas y de aleo riesgo para la conservación de la biodiversidad de México 595 un O < Figura 14.9 Áreas naturales protegidas necesarias para tener representadas 92% de las especies de aves de México por lo menos una vez. Nota: del resto de las especies no se tiene información suficiente para determinar si se encuentran representadas en reservas federales. Cuadro 14.15 Riqueza de especies, especies protegidas de México en riesgo y endémicas de reptiles en 31 áreas naturales Especies Reserva Riqueza En riesgo Endémicas Los Tuxtlas 113 48 17 Islas del Golfo 91 47 52 Sierra Gorda 99 47 42 Tehuacán-Cuicatlán 68 36 44 Chaimela-Cuixmala 65 33 29 Cuatrociénegas 51 28 4 Calakmul 72 31 6 El Triunfo 41 13 4 Parque Omiltemi 29 15 20 El Pinacate 35 18 0 Corredor Biológico Chichinautzin 40 19 28 La Sepultura 48 18 9 Cañón Santa Elena 52 28 1 Mapimí 40 17 3 El Vizcaíno 39 23 7 Sierra de Manantlán 32 22 19 596 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 14.15 [concluye] Reserva Especies Riqueza En riesgo Endémicas El Cielo 56 19 12 El Ocote 50 19 3 Sierra de la Laguna 33 22 15 Ría Lagartos 53 19 5 La Encrucijada 43 20 2 Sierra de Huautla 52 21 27 Archipiélago de Revillagigedo 7 5 3 Sierra de Santa Rosa 20 9 12 Lagunas de Zempoala 10 4 6 Pantanos de Centla 59 29 1 Islas Marías 26 15 10 Montes Azules 43 19 0 La Michi lía 16 10 6 Sian Ka'an 40 19 1 Desierto de los Leones 9 3 9 Figura 14.10 Áreas naturales protegidas necesarias para tener representadas 62% de las especies de reptiles de México por lo menos una vez. Nota: se requieren otras 26 reservas para tener representadas las 495 especies de las reservas evaluadas. 14 • Zonas críticas y de alto riesgo para la conservación de la biodiversidad de México 597 Figura 14.1 1 Áreas naturales protegidas necesarias para tener representadas 38% de las especies de anfibios de México por lo menos una vez. Nota: del resto de las especies no se tiene información suficiente para determinar si se encuentran representadas en reservas federales. El porcentaje de especies protegidas varía de 21 a 100 por ciento. El mayor número de especies no representadas en reservas, 129 (55%), son anuros. Cada especie fue regis- trada, en promedio, en tres reservas, con extremos de una a 17. Las especies representadas en las reservas incluyen 73 endémicas (30% del total de especies endémicas) y 70 (36%) en riesgo de extinción. Las cinco reservas más importantes para la conserva- ción de la riqueza total de anfibios por su complementa- riedad son Los Tuxtlas, Sierra Gorda, Tehuacán-Cuica- tlán, El Triunfo y Chamela-Cuixmala (cuadro 14.16 y Fig. 14.11), por lo que deben recibir mayor atención y recur- sos que otras. Además, se necesitan otras 17 reservas para representar las 138 especies de las reservas evaluadas. 14.6 Conclusiones y recomendaciones La determinación de las zonas críticas y de alto riesgo tiene implicaciones diversas para la conservación en México. La distribución de zonas críticas en todo el país confirma que el problema de la pérdida de la diversidad biológica es severo actualmente, y todo indica que va ser aún más grave en las siguientes décadas. Por otro lado, la identificación precisa de estas zonas es una herramienta útil para orientar las políticas de desarrollo y conserva- ción del país, y para maximizar los efectos de las accio- nes de conservación. Es claro que un eje fundamental en la estrategia nacional de conservación es orientar recur- sos y esfuerzos para proteger las zonas críticas y de alto Cuadro 14.16 Riqueza de especies, especies en riesgo y endémicas de anfibios en 22 áreas naturales protegidas de México Especies Reserva Riqueza En riesgo Endémicas Los Tuxrlas 42 18 13 Sierra Gorda 30 12 16 Tehuacán-Cuicatlán 24 10 18 El Triunfo 18 10 3 Chamela-Cuixmala 19 5 11 Corredor Biológico Chichinautzin 11 9 9 La Sepultura 24 10 5 Omiltemi 8 4 6 Mapimí 5 2 0 Islas del Golfo de California 5 1 1 Ría Lagartos 14 4 1 La Encrucijada 14 7 2 Montes Azules 23 5 1 La Michilía 4 2 3 El Ocote 21 7 5 Desierto de los Leones 7 5 6 Sierra de la Laguna 3 0 0 Izta-Popo 9 7 8 Pedregal de San Ángel 4 2 2 El Cielo 18 8 7 El Pinacate 3 0 0 Cuatrociénegas 7 1 0 598 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio riesgo. Finalmente, es evidente también que herramien- tas para la ordenación de las actividades productivas y de desarrollo, como el ordenamiento territorial y el impacto ambiental, deberían ser reforzados para cumplir cabal- mente con su función de compatibilizar desarrollo y con- servación. Notas 1 Estos porcentajes fueron calculados con base en las anp fe- derales, pero el estudio incluye también áreas de jurisdicción estatal o municipal. Referencias Arita, H.T., y G. Ceballos. 1997. Los mamíferos de México: distribución y estado de conservación. Revista Mexicana de Mastozoología 2 : 33-71. Bibby, C.J., N.J. Collar, M.J. Crosby, M.F. Heath, Ch. Imboden et al. 1992. Putting biodiversity on the map: Priority areas for global conservation. International Council for Bird Preservation, Cambridge, UK. BirdLife International. 2008. Endemic Bird Areas, en < www. birdlife. org/action/science/endemic_bird_areas/ index.html> (consultado en abril de 2008). Bojórquez-Tapia, L.A., H. de la Cueva, S. 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Tercera parte Retos y perspectivas de conservación en México 15 El reto de la conservación de la biodiversidad en los territorios de los pueblos indígenas autor responsable: Eckart Boege revisores: Leticia Merino • Gerardo Boceo Verdinelli Contenido 15.1 Introducción / 604 1 5.2 Los territorios actuales de los pueblos indígenas / 606 15.3 El agua, la diversidad silvestre y la agrobiodiversidad en los territorios de los pueblos indígenas / 610 1 5.3.1 Captura del agua, las cuencas y los pueblos indígenas / 610 15.3.2 La cubierta vegetal y el uso del suelo en los territorios de los pueblos indígenas / 670 1 5.3.3 La riqueza biológica en los territorios de los pueblos indígenas / 675 • Los territorios de los pueblos indígenas y las áreas naturales protegidas federales y estatales / 615 • Las regiones terrestres prioritarias en diversidad biológica y los territorios de los pueblos indígenas / 620 1 5.3.4 Los recursos fitogenéticos domesticados y semidomesticados en los territorios de los pueblos indígenas /622 15.4 Las regiones bioculturales prioritarias: una base para la conservación de la biodiversidad y el desarrollo sustentable / 632 1 5.4.1 Construir las regiones bioculturales de conservación y desarrollo / 634 • Laforestería comunitaria sustentable / 640 • Producción de café de sombra / 647 • Manejo de cuencas, subcuencas y microcuencas como acción colectiva de comunidades indígenas / 642 15.4.2 La defensa de la agrobiodiversidad de los pueblos indígenas en las regiones bioculturales prioritarias / 642 1 5.4.3 Organización comunitaria y manejo sustentable de los recursos naturales / 643 Referencias / 645 • Boege, E. 2009. El reto de la conservación de la biodiversidad en los territorios de los pueblos indígenas, en Capital natural de México, vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio. Conabio, México, pp. 603-649. [ 603 ] 604 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Resumen El Convenio sobre la Diversidad Biológica signado por México en Río de Janeiro en 1992, la Agenda 21 en su capítulo 26 y las subsiguientes Conferencias de las Partes instan a los Estados a que reconozcan y fortalezcan a los pueblos indígenas y las comunidades locales como poblaciones estratégicas para la conservación de la diversidad biológica y la agrobiodiversidad en todo el mundo. En particular, en lo que se refiere a los centros de origen y diversificación de la diversidad natural y domesticada en los territorios actuales de los pueblos indígenas, se propone una serie de medidas específicas para asegurar la conservación de tal agrobiodiversidad. Para resaltar la importancia de la diversidad biológica, incluida la domesticada, en los territorios de los pueblos indígenas, desarrollo aquí el concepto de regiones bioculturales para la conservación y el desarrollo. Para crear tal regionalización analicé la coincidencia geográfica de los territorios con presencia mayoritaria de población indígena* con las regiones de mayor importancia en diversidad biológica del país, incluyendo las regiones terrestres prioritarias, las regiones hidrológicas prioritarias y las áreas de importancia para la conservación de las aves y los territorios indígenas, donde se han recolectado especímenes de maíces nativos y de otros cultivos domesticados en Mesoamérica. Se encontró que las regiones bioculturales para la conservación y el desarrollo concentran una riqueza agrobiológica y social de gran magnitud, además de que aportan una proporción considerable de los servicios ambientales (agua, captura de carbono, protección de suelos, diversidad biológica y cultural, etc.) que disfruta la sociedad mexicana en general. La definición de tales regiones bioculturales servirá de base para definir las políticas territoriales y de conservación de bosques, selvas, matorrales y vegetación hidrófila primarias y secundarias, los corredores biológicos y, en especial, para garantizar la conservación dinámica m situ de la diversidad biológica, incluida la domesticada y la semidomesticada. El presente análisis muestra que en los últimos 30 años se han desarrollado diversas experiencias positivas en el sector social, sobre todo en los territorios que ocupan los pueblos indígenas, los cuales aportan a la nación un nuevo frente de conservación y desarrollo sustentable. * El concepto de "población indígena” se refiere a la suma de los habitantes en cuyos hogares por lo menos uno de los cónyuges o ascendientes habla una lengua indígena (Serrano et al. 2002). 15.1 Introducción Los retos que impone la crisis ambiental se deben enten- der desde diversas aproximaciones teórico-prácticas y un amplio espectro de variables (energéticas, culturales, sociales, económicas, políticas y ecológicas). Por ello, la interacción entre las ciencias sociales y biológicas ad- quiere gran relevancia para encarar el desafío de conser- var la biodiversidad. Cientos de trabajos científicos se han ocupado de do- cumentar el conocimiento ecológico tradicional, mismos que se refieren a tecnologías, conocimientos y experien- cias relacionados con recursos naturales, gobernabilidad campesina y prácticas simbólicas al interactuar con la naturaleza. Un estudio reciente (Maffi 2001) señala la co- rrelación global entre la diversidad de lenguas “endémi- cas” con la megadiversidad biológica: 10 de los países megadiversos forman parte de los 25 países con mayor número de lenguas indígenas. El mismo estudio propone la posibilidad de que fenómenos ecológicos en pequeña escala se deban a esta correlación de la diversidad bioló- gica y lingüística, donde las poblaciones adaptan sus cul- turas a las especificidades ambientales y transforman el ambiente a partir de sus conocimientos. En las últimas décadas, estudiosos de múltiples disci- plinas han insistido en la relación entre la pérdida tanto de especies biológicas como de la funcionalidad de los ecosistemas y la reducción de su capacidad para brindar servicios ambientales básicos tras el deterioro de las cul- turas y la pérdida de los idiomas indígenas. Si bien mu- chos autores se han referido al daño a la diversidad bio- lógica, menos conocida es la relación entre la pérdida de las especies y el deterioro de las lenguas y las culturas del mundo (Harmon 1996). Se estima que actualmente en el planeta existen más de 6 000 lenguas orales. Según el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali 2007), 1 México cuenta con 11 familias lingüísticas, 68 agrupaciones lingüísticas y 364 variantes lingüísticas que deberían denominarse lenguas. Este hecho muestra una riqueza cultural extraordinaria que coloca a nuestro país como una de las 10 naciones con mayor diversidad lingüística del mundo. Varias len- guas pertenecen a comunidades relativamente pequeñas, en riesgo de desaparecer. El caso de México es especial- mente importante para este estudio, ya que todas las len- guas de los pueblos indígenas son “endémicas” porque se localizan solo en regiones geográficas restringidas y re- presentan una filosofía práctica alrededor de territorios, 15 • El reto de la conservación de la biodiversidad en los territorios de los pueblos indígenas 605 ecosistemas y actividades transformadoras (Boege 1988). Muchas son lenguas que no tienen una literatura escrita que las unifique y cuya pérdida es equiparable a la de es- pecies o de ecosistemas. Junto con la desaparición de una lengua, la humanidad pierde para siempre un cúmulo de experiencias que parten del conocimiento cultural de las relaciones humanas, de los saberes ambientales, de las formas de vida y las concepciones del mundo de sus ha- blantes. Mühlháulser (1996) elaboró la noción de “ecolo- gías lingüísticas”, que se definen como relaciones de redes que no solo se refieren al ambiente lingüístico y social, sino a la concepción del mundo que está irrestrictamen- te interrelacionada con el medio físico. Las lenguas son el principal instrumento cultural para desarrollar, mante- ner y transmitir el conocimiento generado en la praxis cotidiana y, en el ámbito ecológico, para usar y transfor- mar los ecosistemas. Las lenguas indígenas se pierden a un ritmo más in- tenso que el de la biodiversidad. Se estima que, en todo el mundo, 90% de las 6 000 lenguas nativas desaparecerán en los siguientes 100 años (Oviedo et al. 2000). Así, es crucial entender la crisis de extinción en el siglo xxi, tan- to de la naturaleza como de la cultura y, con ello, la dis- rupción del complejo entramado de las relaciones entre medio ambiente, cultura y sociedad. Como consecuencia de esta crisis, las adaptaciones locales a los ecosistemas se pierden por el consumo de mercancías producidas en otras latitudes en economías de escala. En este contexto, Chapín (1992) afirma que la adaptación, resistencia y re- novación frente a estas situaciones adversas por parte de las culturas locales y de los pueblos indígenas se da cuan- do estas logran mantener su autonomía y controlar los procesos de cambio. En México, la migración, la coloni- zación y la pérdida de lenguas han sido procesos dinámi- cos desde antes de la Colonia. Se trata de procesos que oscilan entre la desaparición y la sobrevivencia, la auto- nomía y el control colectivo de los recursos y de los po- deres locales. El concepto biodiversidad es muy reciente, no así las prácticas de uso y manejo por parte de los pueblos indí- genas. El manejo de la biodiversidad regional por las co- munidades se ha valido de domesticaciones, pruebas y desarrollo de tecnología para el uso de plantas, hongos y animales como alimento, medicina, vestimenta, vivienda y para la limpieza corporal. Por esta razón, a los pueblos indígenas y a las comunidades campesinas se les ha reco- nocido como sujetos sociales centrales para la conserva- ción y el desarrollo sustentable en el Convenio sobre la Diversidad Biológica (en especial el artículo 8, inciso J) de la Organización de las Naciones Unidas, así como en las respectivas Conferencias de las Partes después de Río de Janeiro, documentos firmados y ratificados por el go- bierno mexicano. Los pueblos indígenas y campesinos con prácticas ori- ginarias de Mesoamérica y Aridoamérica (Kirchhoff 1960) intervienen en las áreas naturales protegidas (anp) y fuera de ellas. Las actividades humanas transforman los espacios naturales de manera que, con ciertas activida- des de larga duración, se crean paisajes manejados. Esto es especialmente importante para la conservación y el desarrollo cuando los agricultores indígenas mantienen una continuidad de actividades alrededor de la diversi- dad biológica tanto “natural” como domesticada. La ex- periencia nos dice que la protección indígena y campesi- na de los recursos naturales, mediante paisaj es manejados, incluso en procesos nuevos de ordenamiento y uso, es relativamente eficiente en ciertas partes del país. Así lo consignan, entre otros, los manejos forestales comuni- tarios en la Sierra de Juárez, Oaxaca, en Quintana Roo, Durango y Michoacán (Anta y Pérez 2004, 2006; Bray y Merino 2004), en los “jardines de café” bajo árboles de los bosques mesófilos (Moguel y Toledo 2004), o bien la for- ma sagrada de conceptualizar los territorios como lo des- criben Luque y Robles (2006) para los comcáak (seris). Este hecho lleva a pensar que los pueblos indígenas po- drían ser parte de una estrategia propia y nacional para la conservación y el desarrollo más allá del Sistema Nacio- nal de Áreas Naturales Protegidas, reconociendo así la importancia de las regiones bioculturales prioritarias para la conservación y el desarrollo sustentable. En este sentido, Halffter (2005) enfatiza el hecho de que las polí- ticas de conservación se han centrado en espacios deter- minados pensando en la elevada riqueza de la diversidad biológica en el ámbito local (diversidad alfa). Sin soslayar la importancia de este enfoque, el autor nos aclara que en México la riqueza biológica se finca en la diversidad beta, misma que se define como el recambio de especies dis- tintas dentro de los mismos ecosistemas debido a la he- terogeneidad ambiental que cambia las condiciones mi- croclimáticas o de suelo en distancias relativamente cortas (Williams-Linera et al. 2007). El recambio de es- pecies puede ser muy alto y la complementariedad entre los tramos del paisaje tiene importancia para la conserva- ción de los bosques y selvas, ya que suponen una riqueza complementaria. La diversidad a una escala de paisaje in- cluye distintos tipos de vegetación natural e intervenida de bosques y selvas, inmersas en una matriz formada por espacios dedicados a usos del suelo agrícola y ganadero 606 Capital natural de México • Vo\. II: Estado de conservación y tendencias de cambio permanente o intermitente, que contribuyen a mantener la biodiversidad regional. Por ello, es muy importante conservar la diversidad biológica en un paisaje determi- nado o a escalas espaciales amplias (diversidad gamma), las cuales contienen las diversidades alfa y beta. Para conservar la diversidad biológica, incluidos los servicios ecosistémicos, en especial en una situación de recambio espacial de las especies por causas naturales y de intervención humana, las reservas comunitarias o las áreas forestales permanentes bajo manejo podrían tener un papel importante. Los pueblos indígenas que han convivido durante milenios con los distintos tipos de ve- getación han interactuado con la naturaleza en un proce- so de intervención constante de recolección, semido- mesticación y domesticación de diversas especies, de esta manera se ha construido la biocultura de lo que Das- man (1964) llama “gente de los ecosistemas’! Así, las co- munidades de los pueblos indígenas conviven con los ecosistemas de manera constante adquiriendo conoci- mientos íntimos para su manejo y utilización. En efecto, los pueblos indígenas han interactuado en escalas de tiempo largas con estos paisajes, modelándolos de mane- ra que esta práctica de conservación ¿n sita coincide con la idea de Halffter (2005) en el sentido de construir siste- mas de conservación en lo que el autor llama las “reser- vas archipiélago”. Es justamente este eje de reflexión el que anima este capítulo. En las siguientes páginas intento documentar la im- portancia de la diversidad biológica, incluyendo la do- mesticada, en los territorios de los pueblos indígenas. Para ello, primero defino los territorios actuales de los pueblos indígenas, a los cuales sobrepuse las capas de los últimos 30 años de las isoyetas de precipitación media anual (García y Conabio 1998), asimismo hago un re- cuento de los distintos tipos de vegetación de acuerdo con la cartografía de uso del suelo y vegetación (inegi 2005). Las regiones bioculturales que describo son resul- tado del análisis cualitativo de la sobreposición de las cartas geográficas de los territorios de los pueblos indí- genas con las áreas naturales protegidas (federales y esta- tales), con los polígonos que la Conabio considera re- giones prioritarias para la conservación de la diversidad biológica, con los puntos de recolecta de los maíces nati- vos, así como con la información de las recolectas que se encuentra en diversas bases de datos, principalmente del Sistema Nacional de Información sobre Biodiversi- dad (snib-Conabio), del Centro Internacional de Me- joramiento de Maíz y Trigo (cimmyt) y del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pe- cuarias (Inifap). De ello resulta una base de datos biocul- tural de dimensiones e importancia nacional. Por último, hago un pequeño recuento de las actividades de conser- vación que realizan las comunidades indígenas en sus territorios. 15.2 LOS TERRITORIOS ACTUALES DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS Con base en el Censo General de Población y Vivienda (inegi 2000), la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (Serrano 2006) plantea la exis- tencia de 25 regiones indígenas con un total de 655 mu- nicipios, donde viven poco más de seis millones de indí- genas. A estas regiones se le agregan 190 municipios que tienen “presencia indígena”, es decir, una población de más de 5 000 habitantes indígenas, que en su conjunto representan 3.2 millones de personas que viven en hoga- res indígenas. La metodología para la delimitación geográfica de es- tos territorios se detalla de manera extensiva en Boege (2008). El Censo General de Población y Vivienda (datos por localidad) para el año 2000 considera 48 196 locali- dades con población indígena que tienen un hablante o más de lengua indígena. Si tomamos en cuenta los hoga- res en donde uno de los cónyuges o sus ascendientes ha- blan lengua indígena, tenemos 23 084 localidades con 40% y más de presencia de población indígena, de acuerdo con Serrano et al. (2002). Los mismos autores mencio- nan que la población indígena total para el año 2000 era de 10 110417 habitantes (cuadro 15.1). Con esta información básica se procedió a configurar los territorios con las siguientes variables: a] Según la contigüidad de las localidades que compar- ten la condición de tener 40% y más de hogares indí- genas, misma que se obtiene con los polígonos de Thiessen o Vernier.2 Este ejercicio permite obtener una primera plataforma espacial que nos da certeza de la presencia indígena en espacios consolidados. b] Estas localidades contiguas con población indígena se ubicaron en las poligonales de los núcleos agrarios que conforman la propiedad social (inegi 2005). Para ello se utilizaron los 12 503 polígonos de núcleos agra- rios (de carácter ejidal y comunal), lo que sumó 21 798 863 hectáreas, esto es, 78% del total de los te- rritorios indígenas. Asimismo, se ubicaron localidades no contiguas que forman ejidos y comunidades con 15 • El reto de la conservación de la biodiversidad en los territorios de los pueblos indígenas 607 Cuadro 15.1 Territorios y población de los pueblos indígenas de México Nombre castellanizado del pueblo indígena y número de variantes o lenguas1 Nombre en la lengua de cada pueblo indígena1 2 Extensión de los territorios indígenas (hectáreas) Población indígena en los territorios Población indígena total (dentro y fuera de los territorios) Aguacateco Qyool — — 15 Ixil: 2 Ixil 14 444 12 15 Kiliwa Ko'lew 27 557 24 24 Motozintleco — — — 67 Cochimi M'Tipa 7 599 123 194 Kikapú Kikapooa 7 040 115 135 Ixcateco Xwja — 19 177 Kumiai Ti'pai m Kamia 7 603 84 190 Cucapá Es'pei o kuapá 155 332 211 280 Paipai Kwáaia, jaspuy pai 68 326 162 383 Kaqchikel Kaqchikel — — 482 K'iche' K'iche' 32 414 572 636 Seri Konkaak o cmiique iitom 212 222 657 666 Maya lacandón Hach winik, jach-t'aan. 490 074 807 809 Pápago Tohono otham 16 660 4 822 Pima: 3 O’oob u otam, tohono o 'otham 53 767 517 1 084 jacalteco: 2 Abuxubal, jakalteko-popti' 3 777 1 016 1 201 Chocholteco: 3 Ru nixa ng/igua, ngiba 11 746 858 1 341 Tlahuica T/ahuia, pjiekakjoo — — 1 549 Matlatzinca Botana, matlalzinka 4 071 1 336 1 553 Kekchi Qeqchi' 3 669 1 425 1 555 Chuj (chuj-kanjobal) Chuj y chuj kanjobal, Koti' 7 776 2118 2 473 Guarijío: 2 Macurawe o varolio, warihó 83 014 1 538 2 567 Chichimeca jonaz Uza 4 396 2 403 2 931 Tacuate — — 3617 3 620 Chontal de Oaxaca: 3 S/ijua/a xanuc 135 933 6173 8 532 Tepehua: 3 Hamasipini,ilhichiwíin 9 027 10 637 11 319 Pame: 2 Xi'úl, xi'iuy 104 479 10 501 12 344 Kanjobal Kanjobal 31 032 11 038 14 553 Huave: 2 Mero ikooc, ombeayiüts 106 879 17 907 18 490 Cuicateco: 3 Y'an yiuacu o náuuáu yu, áuaku 104314 18 335 18891 Cora: 8 Mayen 367 047 16711 19665 Trique: 4 Tinujei o driki 56 290 16 694 20 640 Mame Mam 35 796 3 982 22113 Popoloca: 4 Runixa ngiigua, ngiwa 42 272 20185 22 712 Yaqui Hiak-nooki 449 320 16 986 27 887 Tepehuán: 3 Ódami u o'dam 1 182 536 27 395 36 369 608 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 1 5.1 [ concluye ] Nombre castellanizado Población indígena total del pueblo indígena y número Nombre en la lengua Extensión de los territorios Población indígena (dentro y fuera de variantes o lenguas1 de cada pueblo indígena1 2 indígenas (hectáreas) en los territorios de los territorios) Huichol: 4 Wirraritari o wirrárika 832 951 26 230 43 535 Amuzgo: 4 Tzáñcuc (tzjon non) 156 146 46 733 54125 Tojolabal Tojolwinin'otik, tojo I-aba I 230 634 41 784 54 348 Chatino: 6 Kitse cha'tnio o cha'cña, cha'jna'a 223 077 48 981 55 864 Popoluca Núntaha'yi i 109819 51 826 56 979 Zoque Ode püt 678 665 63 097 78 622 Choncal de Tabasco: 4 Yokot'anob o yokot'an 79406 49 069 79 694 Mayo Yorem-nokki 321 124 57 504 102 709 Tlapaneco: 9 Me'phaa 294 429 104 517 114 325 Tarahumara: 5 Rarámuri, rarómari raicha 2 647 372 66 051 114 426 Mixe: 6 Ayuukjaay, ayuujk 681 045 121 475 130 717 Chinanteco: 11 Tsa ju jmí 651 480 156 614 191 710 Purépecha P'urhépecha 216 044 131 094 197 072 Huasteco: 3 Teenek 250712 178 846 205 972 Chol: 2 Winik o lakty'añ 792 334 189 261 227 945 Mazateco: 1 1 Ha shuta enima, enna 315254 225 265 241 183 Mazahua: 2 Jñatio, jnatrjo 125 891 217 057 270 100 Totonaco: 7 Tachihuiin 313 948 271 194 346178 Tzeltal: 4 Winik a te 1 o k'op 924 774 326 891 346 392 Tzotzil: 7 Batsil inc'otik o batzil k'op 774 323 386 222 429 024 Otomí: 9 Hña hñu o hñáhñü 488 627 343 706 542 831 Mixteco: 81 Ñuu saizi 1 700 796 457 734 663 864 Zapoteco: 62 Benni'za, been'za, bene xon, 1 773 830 485 791 730 465 Maya de Yucatán Maaya t’aan 7 440 854 956 956 1 461 655 Nahua: 31 Macehuale, nahua 2173146 1 594117 3 112 398 Total 28 033 092 6792177 10110417 Fuente: Serrano et al. (2002). 1 Inali (2007). 2 Zoila y Zoila (2004). mayoría indígena. Estos núcleos agrarios representan hoy día la base de la construcción social de los territo- rios, ya que es por medio de sus formas de gobierno (ejidal y comunal) que se ejerce el poder grupal sobre el mismo. c] De acuerdo con las localidades mayoritariamente indí- genas que no presentan propiedad social. Para definir espacialmente esta área se aplicó la metodología de los polígonos de Thiessen, lo que dio como resultado 6 234229 hectáreas o, en algunos casos, núcleos agra- rios en conflicto que todavía no han sido integradas a la base de datos de la propiedad social d] Con esta metodología se definió el núcleo básico con- solidado de territorios que suma 28 033 092 hectáreas, esto es, 14.3% del territorio nacional con 6 792 177 in- dígenas (Fig. 15.1). Si hacemos un recuento de la pre- sencia indígena de todas las localidades de los territo- rios tenemos una concentración de 80.9% de la población indígena. Con la misma metodología se con- tabilizaron 3 318 240 habitantes indígenas que viven Figura 15.1 Territorios actuales de los pueblos indígenas. Fuente: inegi (2005). 610 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio de manera dispersa y en franca minoría alrededor de los territorios, en 27 712 localidades. Quinientos mil indígenas han emprendido la migra- ción de larga distancia hacia otras regiones del país y el extranjero, pero no se cuenta con la información detalla- da de los migrantes que se encuentran en Estados Uni- dos. El estudio de la diversidad biológica, de la agrobiodi- versidady las experiencias alternativas que a continuación se presentan se refiere a los territorios como se definie- ron en las páginas anteriores. En este trabajo utilizo la clasificación del inegi (2000) que reconoce 62 lenguas indígenas en el Censo General de Población y Vivienda 2000 (De la Vega 2001). 15.3 El agua, la diversidad silvestre Y LA AGROBIODIVERSIDAD EN LOS TERRITORIOS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS 1 5.3.1 Captura del agua, las cuencas y los pueblos indígenas En esta parte se presenta un estudio de la captación de agua de los pueblos indígenas en las cuencas (alta, media y baja), recortando los territorios de las cuencas cuyos límites están definidos por los parteaguas (cna 1998). Con esto, y utilizando las isoyetas de precipitación media anual (García y Conabio 1998), se calcularon los volú- menes de captación bruta sobre la superficie, para final- mente realizar el análisis comparativo entre los volúme- nes totales que capta la cuenca y los de los territorios indígenas. En el cuadro 15.2 se representan las cuencas más im- portantes del país, cuyas cabeceras3 las ocupan significa- tivamente (en 49%) los pueblos indígenas. Se puede con- cluir que en los territorios de los pueblos indígenas de México se captan anualmente 364 387.47 Mm3 de agua en promedio anual. Esta cifra, comparada con la capta- ción nacional, que es de 1 566 301.39 Mm3, significa 23.3% del total del agua captada. En el cuadro 15.3 los porcentajes de la última columna se establecieron respecto a los valores nacionales. De es- tos datos se concluye que la mitad de las regiones donde más precipitación ocurre a escala nacional corresponden precisamente a los territorios de los pueblos indígenas. En los territorios mames, choles, zoques, chinantecos, mazatecos, nahuas de Zongolica, de la Sierra Norte de Puebla y de Los Tuxtlas, popolucas y totonacos la preci- pitación rebasa los 4 000 mm de lluvia anual. En el otro extremo tenemos que en 30% de los territorios indígenas la precipitación anual es inferior a 1 000 mm. En estas regiones se captura el agua en un considerable número de presas, varias de las cuales surten a distritos de riego para la agricultura comercial de alto rendimiento, en parte de exportación, además de que abastecen sistemas importantes de generación de electricidad y de control de avenidas e inundaciones, así como el abasto de agua para grandes ciudades cuenca abajo. De manera incipiente, los indígenas que habitan la parte alta de la cuenca son objeto de políticas públicas que contemplan compensaciones para mantener la integridad de los ecosistemas, en tanto que la retribución por servicios ecosistémicos apenas se comienza a experimentar en el país (Paré y Robles 2006; Graf et al. 2006; Manson et al. 2008). De acuerdo con el Instituto Nacional Indigenista (ini 2000) , las sierras y la Península de Yucatán, donde habi- tan los indígenas, con frecuencia son zonas de alto im- pacto de las tormentas tropicales y huracanes. 1 5.3.2 La cubierta vegetal y el uso del suelo en los territorios de los pueblos indígenas Una vez definidos los territorios de los pueblos indígenas y la captación de agua, es posible evaluar, con el uso de la Carta de uso actual del suelo y vegetación, series II (inegi 2001) y III (inegi 2005), la calidad de la cubierta vegetal y observar los cambios en el tiempo. Cabe decir que, en este caso, se trata de un inventario de gran visión a una escala de 1 : 250 000, y los comparativos entre la serie II y la III deben entenderse como aproximaciones (véase el capítulo 1 de este volumen). En este capítulo se utiliza el Sistema de Clasificación para Comunidades Vegetales Primarias de México del inegi, adaptado a partir del sistema de clasificación con- vencional de la Carta de uso actual del suelo y vegetación, serie II, y la versión digital de la serie I. Aquí utilizo sobre todo la serie III, que nos permite evaluar las vegetaciones primaria y secundaria, así como los usos del suelo, en especial en las actividades agrícolas y pecuarias. La vege- tación arbórea primaria comprende los macizos foresta- les y selváticos más conservados, mientras la vegetación secundaria arbórea, arbustiva y herbácea incluye vegeta- ción en diferentes estadios sucesionales, así como sitios con diferente grado de perturbación, principalmente an- trópica. A partir de los datos del cuadro 15.4 podemos con- cluir que en los territorios de los pueblos indígenas (que as a as u as c Oí .2? V-a mC & o id u c a» 3 U ■S JS •5* S o +3 « *¿ C 3 s- OJ M U rt O « >- o. -a o o. ai T3 D. rt u o o. 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Cuadro 15.4 Superficie cubierta por diferentes tipos de vegetación en el territorio nacional y en los territorios indígenas (hectáreas) En territorios En territorios En territorios Tipo de vegetación indígenas indígenas, en anp indígenas, en rtp En todo el país Porcentaje1 Selva mediana caducifolia 788 953 1 120 10 488 1 109638 71.1 Selva alta perennifolia 2 237 902 404 519 1 590 402 3 440 928 63.6 Selva mediana subcaducifolia 2 794 462 35 727 298 882 4 666 560 59.9 Vegetación de petenes 25 356 25 337 24 825 45 005 56.3 Bosque mesófilo de montaña 935 167 22 087 718157 1 823 379 51.3 Selva mediana subperennifolia 2 519 298 170 838 1 436 897 5 775 059 43.6 Palmar inducido 34 584 — 11 253 105 938 32.7 Selva baja espinosa subperennifolia 278 076 39149 210 849 1 035 680 26.9 Selva alta subperennifolia 40 253 13 344 32110 160 883 25 Bosque de pino 1 820 277 9 741 1 030188 7 573 414 24 Bosque de pino-encino 2 362 784 15 873 1 077 747 10375 158 22.8 Sabanoide 28 829 — 779 148 002 19.5 Bosque de encino-pino 768 880 21 049 383 686 4 266 590 18 Bosque de ayarín 3 981 — 3 488 26 387 15.1 Pastizal inducido 916182 16753 241 074 6 347 468 14.4 Sabana 26 795 3 784 15 702 207 253 12.9 Selva baja subcaducifolia 8 267 — — 70 770 11.7 Selva baja caducifolia 1 487 956 48 352 475 074 14 309 266 10.4 Bosque de encino 1 128 492 35191 383 686 11 263 101 10 Bosque de táscate 31 975 1 152 12 849 333 895 9.6 Manglar 81 115 71 091 73 957 854 755 9.5 Selva baja espinosa caducifolia 43 241 39149 212 608 748 376 5.8 Matorral subtropical 77 070 — 40 660 1 440 502 5.4 Tular 46 278 27162 39 903 936 396 4.9 Matorral sarcocaule 246 875 70 751 140911 5410295 4.6 Bosque de oyamel 5 732 427 2 688 142 269 4 614 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 1 5.4 [ concluye ] Tipo de vegetación En territorios indígenas En territorios indígenas, en anp En territorios indígenas, en rtp En todo el país Porcentaje1 Bosque de galería 723 — — 20 849 3.5 Matorral craslcaule 52 144 18391 23 575 1 556 787 3.4 Mezqultal 90 752 675 5 760 2 917 862 3.1 Selva de galería 104 — 1 3 781 2.8 Chaparral 51 457 3114 29451 2 093 854 2.5 Popal 3 040 — 2 807 131 665 2.3 Sin vegetación aparente 21 876 15918 16103 956 340 2.3 Vegetación halófila 58 349 4 825 11 404 2 983 594 2 Selva baja perennlfolia 720 719 719 42 398 1.7 Matorral sarcocrasicaule 30 442 — — 2 320 894 1.3 Vegetación de dunas costeras 2 022 1 399 2 523 155519 1.3 Matorral submontano 21 130 4 433 5 288 2 825 039 0.8 Matorral desértico micrófilo 1 54 664 41 553 46 728 21 720218 0.7 Bosque de cedro 15 — 15 2314 0.7 Pastizal halófilo 10 591 154 2 408 1 816 555 0.6 Matorral desértico rosetófilo 27 234 6 758 11 151 10 642 295 0.3 Vegetación de desiertos arenosos 656 — 656 2 167 071 0.3 Vegetación de galería 313 — 60 141 517 0.2 Pastizal natural 16 336 — 9 578 10 243 943 0.2 Matorral espinoso tamaulipeco 1 541 — 37 2 556 969 0.1 Total 19 282 889 1 170 535 8 637127 147 916433 1 Territorios indígenas respecto al total nacional. Fuente: inegi (2005), datos recortados para los territorios de los pueblos indígenas. representan 14.3 % del territorio nacional) están presen- tes casi la totalidad de los 45 tipos de vegetación que la serie III consigna en su estudio nacional. Más de 50% de todas las selvas medianas caducifolias, altas y medianas perennifolias y subperennifolias, medianas subcaducifo- lias, vegetación de los petenes, así como los bosques mesófilos de montaña se encuentran en estos territorios. Por la extensión de selvas que ocupan, se destacan las comunidades de zoques, mayas, lacandones, chinante- cos, tzeltales, mixes, tzotziles, mazatecos, nahuas y zapo- tecos, cuyos territorios abarcan, cada uno, más de 100 000 hectáreas de selvas alta y mediana perennifolias. De los bosques mesófilos de montaña del país, 51% lo compar- ten 28 pueblos indígenas y los siguientes grupos tienen, en orden de mayor a menor, entre 100 000 y 10 000 hec- táreas: tzeltal, mixe, zapoteco, tzotzil, chinanteco, nahua (de la Sierra Zongolica, norte de Puebla y San Luis Poto- sí, Hidalgo y Veracruz), zoque, toj olabal, mazateco, mix- teco, chatino, cora, chol, cuicateco y totonaca. Los maci- zos forestales de bosque mesófilo menos fragmentados se encuentran en la Sierra de Juárez. De los bosques mesófilos de montaña, 62.6% pertenece al estrato secun- dario en sus modalidades arbórea, arbustiva y herbácea, siendo la primera la que proporciona sombra a los cafe- tales. En el caso de los bosques templados subhúmedos (pino, pino-encino, encino-pino y encino), los valores son menores, sin embargo, por su ubicación en distintos territorios indígenas desde el norte hasta el sureste del país, la diversidad biológica que se encuentra en ellos es alta. Así, se puede concluir que la custodia de las selvas húmedas y los bosques mesófilos, al igual que de los bos- ques templados subhúmedos está principalmente en manos indígenas. Para hacer una síntesis de esta evaluación se agrupa- ron los diversos tipos de vegetación según el estado suce- sional (de acuerdo con la cuasv, serie III) que guardan 15 • El reto de la conservación de la biodiversidad en los territorios de los pueblos indígenas 61 5 Figura 1 5.2 Proporción de tipos de vegetación (primaria, secundaria) y uso del suelo (pecuario y agrícola) en territorios de los pueblos indígenas de México. Fuente: inegi (2005). en territorios indígenas. Así, la vegetación primaria ocu- pa cerca de 32.8%, la vegetación secundaria arbórea 23.1%, la arbustiva 20.7%, la herbácea 0.4%; el área destinada al uso pecuario corresponde a 11.3% y la agrícola a 12.2%. De lo anterior se desprende que en las zonas indígenas predomina una cubierta vegetal natural. Si se considera la presencia de vegetación secundaria herbácea y arbus- tiva como un indicador de perturbación, en los territo- rios indígenas hay un promedio de 27.2% de áreas fuerte- mente afectadas (Fig. 15.2). En ocasiones, en los territorios indígenas se pueden encontrar varios tipos de vegetación en extensiones relativamente pequeñas. Por ejemplo, la superficie en que habita el pueblo otomí (incluyendo los territorios de sus seis variantes lingüísticas) ocupa 406 725 hectáreas en las que hay 15 tipos de vegetación. 1 5.3.3 La riqueza biológica en los territorios de los pueblos indígenas En los últimos 10 años la Conabio, con la ayuda de ex- pertos provenientes de los centros nacionales de investi- gación, desarrolló algunos instrumentos para el diagnós- tico y ubicación de la biodiversidad mexicana, mismos que permiten evaluar la riqueza biológica del país de ma- nera más sistemática y tener criterios más específicos para fijar prioridades para su conservación. Así se deter- minaron las regiones terrestres prioritarias (rtp) (Arria- ga et al. 2000), las regiones hidrológicas prioritarias (rhp) (Arriaga et al. 2002), las áreas de importancia para la conservación de las aves (aica) (Cipamex y Conabio 1999). Usé estos instrumentos de diagnóstico para ubicar lo que denomino regiones bioculturales prioritarias para la conservación y desarrollo sustentable, mediante un re- corte de los territorios indígenas con los primeros tres sistemas de regiones prioritarias mencionados, e inclu- yendo las áreas naturales protegidas (anp) federales. Esta metodología tiene como antecedente inmediato el análisis propuesto por Toledo et al. (2001). En seguida presento la relación entre estos sistemas de conservación y priorizacion regional de la biodiversidad del país y los territorios indígenas. Los territorios de los pueblos indígenas y las áreas naturales protegidas federales y estatales Del análisis de la intersección de la superficie de las áreas naturales protegidas (anp) con los territorios de los pue- blos indígenas se desprende que del total (152) de anp federales (Conanp 2005b), 52 ocupan parte del territorio de pueblos indígenas, es decir, suman 5 578 645 hectá- reas, de las cuales 1 467 034 son de territorios indígenas, lo que representa 26.2% de la superficie total de las mis- mas; entre ellas, 16 tienen una extensión territorial que va de 10 000 a 358 443 hectáreas. Por esta razón las anp tendrían que adoptar en su administración un esquema participativo que involucre a los pueblos indígenas. En esas mismas 52 reservas la población total es de 787 316 personas, de las cuales 147 317 son indígenas, esto es, 18.7% del conjunto de habitantes (véanse ejemplos de al- gunas anp en los cuadros 15.5 y 15.6). Los pueblos indígenas y las comunidades campesinas no solo participan en los instrumentos de conservación federales y estatales con 1 467 034 y 533 264 hectáreas, respectivamente, además, la conservación se está desa- rrollando también mediante distintas iniciativas comu- nitarias. Estas iniciativas obedecen a diversos procesos y experiencias que van desde los ordenamientos forestales de la forestería comunitaria (definición de áreas foresta- les permanentes con superficies exclusivas para aprove- chamiento y otras para conservación) hasta proyectos indígenas y campesinos para la conservación de bosques, selvas y matorrales, con flora y fauna que se consideran de alto valor para la biodiversidad. Es decir, podemos añadir las experiencias de 238 ejidos y comunidades indígenas que suman 1 987 456 hectáreas, de las cuales 507 183 se designaron para conservación y 677 917 para aprovechamiento sustentable (gaia et al. 2006). Cuadro 15.5 Superficie de anp federales y superficie correspondiente a territorio de pueblos indígenas1 (hectáreas) .2 ° o c 60 rt S i U_ Ü_ CÜ z z cü Cü Cü z z LL- LL- aL 2 c_ G¿ Cd Cd C_ C_ Cl < ü_ < co (XI VO (XI CO CX) UO LD t — UO xr T — -vr CM UO ro ro o -vr t — uo t — vo T — T — (XI (XI o CX) (XI ro Csl T — ov VO UO uo ro T (XI UO (XI CO uo vo (XI (XI x — Y (XI T — o ro -vr o (XI o vo vo UO UO vd o CTV (X¡ CX) o o CX) (XÍ K T o T T (XI (XI T ro VO -vr (XI CX) ov ov uo UO -vr vo ro -vr o CTV T — uo co UO Vf) vo (XI T -vr -vr -vr o o uo uo -vr (XI VO UO o -vr Y T — CX) o T — (XI ov -vr xr CX) vo (XI o ro -vr vo ro CTV \ — (XI ro (XI ov CX) uo ov ro uo -vr o CTV CX) \ — (XI ov T — T — -vr (XI o U o_ 03 _U "o c bJD -o c "O o c ^ re 03 QJ _Q CJ 03 D T3 ro — N « ■- ¿ O i® CU Z -a Otomí 03 § _c 03 N 03 § Chol Maya Tzeltal Tzotzil Chol Tzeltal C v03 o o i— QJ 15 ’j— > U c XI < N 03 ■a 03 QJ CO D § E z¡ bJD < CU QJ C¿ UO QJ ~o ■a 03 > CU ~Q J "qj 03 CL _c Z5 ~o ■a 03 U C 03 E 03 u c E C -O C -O ■a 03 (j C co id id en 03 o o 03 03 03 03 CO CO CO u u u u ÜL < C¿ Cl < c¿ Cl < Cl < Cl < Cü cd Cü cd Ü_ < Ü_ < Ü_ < Cü cd QJ c. .> z > < o- '> 01 3 O" c 'O ‘o c « ¡2 o. * i 3 Si e. o z ’Z < o 4-1 •— J2 t TT 01 J O e. 01 -o ro CO LTl CTV oo rsi ro vo ro rv rsi o oo i/i QJ O 2 O c 01 u i_ o e. 01 01 ■a c 01 l/l (6 C 01 60 '-5 c CTV vr CTV O vo vr oo oo vo vr rsi o LTl K o o o rsi vr od ro Ov < QJ -a qj ü VC s- 01 CL 3 60 1/1 O 01 ul (6 C 01 v60 '■ñ c o ro VD rsi ro O rsi O oo ro VT vo OV rv o vr rv vo vr oo oo vr CTV rsi rv rsi o o CTV vr vr rsi oo o ro VD LTl ro vr LTl ro Gv VT VT « 4-1 0 ■w .2 ü vC s- 01 < _2 QJ a. -o 3 60 O ro VD O VT 5- rsi rsi rsi Csl cv o rsi oo o LO rv ro oo O ro VD -vi- ro vr VD oo rsi ro ro rsi rt c 01 60 '-ñ c .o 01 3 C. 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Isidro Fabela Mazahua 887 PE Santuario del Agua y Forestal Presa Villa Victoria Mazahua 15 683 PEL Tehuacán-Zapotitlán (Pol4) Mixteco 1 238 ZSCE Los Peten es Maya 81 800 ZEPFFSA Reserva de Dzilam (2005) Maya 2410 ZCE Reserva de Dzilam (2005) Maya 4 778 ZCE Santuario del Agua y Forestal Subcuenca Tributaria Río San Lorenzo Nahua, otomí 2 423 PE Santuario del Agua y Forestal Subcuenca Tributaria Arroyo Sila Mazahua, otomí 17651 PE Santuario del Agua y Forestal Subcuenca Tributaria Presa Antonio Alzate Otomí 4 399 PE Gertrude Duby Tzotzil 65 RB La Armella Mixteco — ZCE Santuario del Manatí, Bahía de Chetumal Ixil 2 832 ZSCE Santuario del Agua Sistema Hidrológico Presa Huapango Matlatzinca, otomí 2 362 PE Santuario del Agua Presa Dado Otomí 1 400 PE El Oso Bueno Otomí 2 609 PE Sierra de Tabasco Chontal de Tabasco, chol 7150 RE Huitepec-Los Alcanfores Tzotzil 103 ZSCE Total 534119 Fuente: Bezaury-Creel et al. (2007). Categorías de manejo: zsce, zona sujeta a conservación ecológica; anpvehc, área natural protegida de valor escénico, histórico y cultural; anpt, áreas na- turales protegidas típicas; pe, parque estatal; mn, monumento natural; rb, reserva biótica; re, reserva ecológica; pu, parque urbano; pnrp, parque natural para la recreación popular; ssn, sitio sagrado natural; petr, parque estatal turístico recreativo; zepffsa, zona especial de protección de flora y fauna silvestre y acuática; zce, zona de conservación ecológica. Por último, tenemos las formas de conservación de cafe- tales bajo sombra que, por ejemplo, en alrededor de 50 mu- nicipios zapotecos están impulsando la producción de café orgánico y la conservación del bosque mesófilo. La Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo (uciri), una de las organizaciones vinculadas a procesos de comer- cio justo, café bajo sombra y producción orgánica, agluti- na a 2 600 familias, la mayoría indígenas, que abarcan unas 11 000 hectáreas (Bartra 2001; Manson et al. 2008). Las regiones terrestres prioritarias en diversidad biológica y los territorios de los pueblos indígenas Para definir las regiones bioculturales se sobrepusieron los polígonos de las rtp de la Conabio (Arriaga et al. 2000) con los territorios de los pueblos indígenas. Con la metodología y las descripciones que el panel de expertos utilizó para definirlas (con base en calificaciones de 1 a 3), obtuve una valoración de las 17 características rele- vantes de la riqueza biológica. Al sobreponer los territo- rios de los pueblos indígenas con las regiones terrestres prioritarias, se obtuvo un promedio de la suma de los valores otorgados por el panel, lo que produjo un índice de importancia de diversidad biológica, mismo que se muestra en la columna “Valor promedio total” del cuadro 15.7. Este promedio de las calificaciones nos da una je- rarquización relativa de la diversidad biológica en los te- rritorios indígenas. De este modo, Boege (2008) registra por lo menos 36 regiones terrestres prioritarias para la diversidad biológi- Cuadro 15.7 Regiones terrestres prioritarias en territorios de los pueblos indígenas lejoj o¡paiuojd jo|ba CN CN ro CN ro CN NT CN LT) CN VO CN VO CN sopBZjUBSjo sodruS ap Bpuasajj sa|B^uaiqiUB SOpjAJdS JOd BpUB}JC)dlU| CN opBnaapB OÍdUBlU 1103 B3.1B pp UppjodOJd CN CN CN CN opBnaapBin oíauBiu ap sbdudbjcJ oSsau ua sapadsa ap uppB-quaauco CN CN aAB|3 sapadsa ajqos umsajc] |BuopB|qod pBpisuap ua soiqoiB3 c :2 ’ü td > i- QJ in C O u _5 íd V. id CL QJ s- _o £ u9pEjuaiu§E.y ap |3A¡ j\] <~sl rsi |eu¡Suo apyjadns ap epjpjad sa|¡jn sapadsa ap uppeapsauiop ap ojjuaa oluod uppunj rsi rsi |EjnjEU U9pEDy|SJ3A¡p A uaSuo ap ojjuaa oluod uypunj rsi rsi rsi rsi Eaypadsa Ezantyy soiusjiuapua ap Epuasajj rsi rsi rsi SOUEU|pjOEJJX3 sajEjnjEU souaiupuaj OD|§9|Q|q JOp3JJOD oluod uppunj |?uopury ed¡§9|od3 pEpu§aju| xr rsi xr xr xr euELuud uppsjaSaA ap sodji VD xr xr ED|LU3JS|SOD3 pEp|SJ3A|Q soiusjiuapua A sEjuEjd ap psp¡sj3A!p ap ojjua^ d N V X X X X X X tSi QJ i/) L/l 2¡ .2 oí id .-M i/i ’sZ Oí o I 1 60 01 C¿ O co < z O U O u re U 3 re X re _ O (U oo "O re ro T3 O y ¡ y co o3 o3 _i Q_ 03 03 fü rd ^ C 1 03 —p 03 < CO CD X t O ¡3 cu “O “O 03 2 co 03 CU U «¿si Q J Lo 03 X 03 _ O oí oo "O re tu re a- 3 N Q_ 03 CU _> un CU 03 un — i O ~o c 03 U 03 O "O id 03 U 03 X 03 O 03 Q_ 03 u o3 =5 03 =5 u N =5 U 03 ai > 03 CL 03 u N =5 « ro 03 U _ VVJ 03 O ^ O o_ >. 03 ¡e y N o3 ? 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Sin minimizar la importancia de ninguna de las 36 rtp en que se encuentran 66 fracciones de territorios indígenas, por razones de espacio se presentan única- mente las ocho regiones que en todo el país tienen los valores más altos de diversidad biológica, incluyendo la domesticada, ocupadas por los pueblos mazateco, nahua, mixe, cuicateco, mixteco, chinanteco, zapoteco, zoque, tzotzil, chol, tzeltal, tzotzil, toj olabal y maya lacandón. Al sobreponer los territorios indígenas a la superficie de las regiones terrestres prioritarias, las regiones hidro- lógicas y las áreas de importancia para la aves, se observa un traslape de cobertura de 19 675 981 hectáreas, lo que significa que 70% de los territorios indígenas está inclui- do en las prioridades para la conservación de la biodiver- sidad (cuadro 15.8). 1 5.3.4 Los recursos fitogenéticos domesticados y semidomesticados en los territorios de los pueblos indígenas Dice el Popul Vuh: En Paxil y en Cayalá así llaman [a ese lugar], nacieron las mazorcas de maíz amarillo y de maíz blanco. Y he aquí los nombres de los animales que fueron a buscar alimento: yac (gato de monte); utiú (coyote); quel (cotorra o chocoyo) y hoh (cuervo), cuatro animales que dieron noticia de las ma- zorcas de maíz amarillo y de las de maíz blanco, que llegaban a Paxil, y que les mostraron el camino de Paxil. Allí fue don- de obtuvieron al fin los alimentos que entraron en la carne del hombre creado, del hombre formado. Esa [fue] su sangre, que llegó a ser la sangre del hombre; el maíz entró en él por el cuidado de El que Engendra, de El que da el Ser. A conti- nuación entraron en pláticas para hacer y formar a nuestra primera madre y a nuestro primer padre. Solo maíz amarillo y maíz blanco [entraron en] su carne y fueron el único ali- mento de las piernas y de los brazos del hombre. He aquí los nombres de los primeros hombres creados y formados. Este es el primer hombre, Balam-Quitzé. El segundo es Balam- Agab. El tercero, Mahucutah, y el cuarto, Iqi-Balam. Y estos son los nombres de nuestras primeras madres y primeros padres... en los que este alimento [se hizo] su carne. Caballero (1984) señala que en México existen de 5 000 a 7 000 especies de plantas útiles, de las cuales entre 1 000 y 1 500 son comestibles. Destaca que una mayoría abru- madora de estas plantas, aunque estén fuera del interés comercial dominante, son parte de la alimentación de los pueblos indígenas y las comunidades campesinas. Una parte menor de los territorios de los pueblos indígenas se dedica a la agricultura, principalmente de temporal, y a la ganadería extensiva (12.2 y 11.3%, respectivamente). En la serie III del inegi se consignan los usos agropecuarios del suelo en territorio indígena. La mayor parte de la pobla- ción indígena se ubica sobre todo en zonas serranas. En efecto, casi 50% de la agricultura que se practica en terri- torios indígenas consiste en agricultura de ladera, es decir, en pendientes de entre 10 y 45 grados (cuadro 15.9). La naturaleza de la agricultura indígena que se en- cuentra en entornos ecológicos muy diversificados no es ajena a la diversidad biológica que la rodea. Todavía exis- ten indígenas que utilizan variedades silvestres, rudera- les, arvenses, arbustos y árboles semidomesticados (Ca- sas et al. 1994). Asimismo, en mercados regionales se intercambian semillas y cultivares que le imprimen ca- racterísticas de reservorios genéticos a las distintas re- giones indígenas. La milpa, en sus múltiples variantes, es uno de los es- pacios más ricos para examinar las estrategias múltiples para la producción del sistema alimentario mesoameri- cano y abarca distintos agroecosistemas, que van desde la roza, tumba y quema hasta sistemas semipermanentes o permanentes de humedad y de riego, y hasta las chinam- pas (Rojas 1988). La milpa es, asimismo, manejo de la bio- diversidad natural y cultural, de los recursos genéticos y organización del trabajo. Los recursos fitogenéticos que en ella se desarrollan abarcan, según las zonas, agroecosis- temas complejos, con distintos niveles de domesticación de razas y variedades de maíz, frijol, calabaza, chiles, jito- mates, tomates, quelites, quintoniles, huauzontles, epa- zote, acuyo, chayotes, chipile, verdolagas, amaranto, camo- tes, girasoles, chía, agaves, aguacates, tejocotes, capulines, etc. (Hernández-Xolocotzi 1998). El cuadro 15.10 docu- menta la importancia económica de la diversidad bioló- gica domesticada por los pueblos indígenas, ya que varias líneas genéticas originales se encuentran todavía en sus territorios. En la figura 15.3 se señalan las recolectas de maíz nati- vo realizadas en los últimos 60 años en los territorios de los pueblos indígenas; este material se encuentra en ban- cos de germoplasma exsitu, principalmente en el cimmyt (cimmyt 1999). A pesar de que las recolectas no se rea- lizaron sistemáticamente en los territorios de los pueblos indígenas, los sitios donde se hizo suman alrededor de 15 • El reto de la conservación de la biodiversidad en los territorios de los pueblos indígenas 623 Cuadro 15.8 Superficies de los territorios de los pueblos indígenas con protección oficial (anp federales y estatales, regiones hidrológicas prioritarias, regiones terrestres prioritarias y aica) (hectáreas) Pueblo indígena Superficie total Superficie con protección Porcentaje Amuzgo 156 146 35414 23 Chatino 223 077 221 668 99 Chichimeca jonaz 4 396 151 3 Chinanteco 651 480 578 261 89 Chocho 11 746 4 763 41 Chol 792 334 624 022 79 Chontal de Oaxaca 135 933 91 975 68 Chontal de Tabasco 79406 76 665 97 Chuj 7 093 6 891 97 Chuj-kanjobal 683 683 100 Cochimí 7 599 2 000 26 Cora 367 047 361 489 98 Cucapá 155 332 8 520 5 Cuicateco 104314 103 666 99 Guarijío 83 014 83 014 100 Huasteco 250 712 181 257 72 Huichol 832 951 585 963 70 Ixil 14 444 2 832 20 Jacalteco 3 777 1 780 47 Kanjobal 31 032 24 270 78 Kekchi 3 669 3 669 100 Kikapú 7 040 7 040 100 Kiliwa 27 557 19901 72 Kumiai 7 603 440 6 Mame 35 796 18617 52 Matlatzinca 4 071 3 568 88 Maya 7 440 854 4 654 989 63 Maya lacandón 490 074 490 046 100 Mayo 321 124 170196 53 Mazahua 125 891 87 627 70 Mazateco 315254 285 728 91 Mixe 681 045 634 225 93 Mixteco 1 700 796 743 322 44 Náhuatl 3 549 3516 99 Nahua del sur de Veracruz 96 293 71 171 74 Nahua de Durango 36 582 36 582 100 Nahua de Michoacán 76218 76218 100 Nahua de Guerrero, Altiplano, Estado de México y Oaxaca 663 813 152 685 23 Nahua de San Luis Potosí, Sierra Norte de Puebla, norte de Veracruz 947 703 765 633 81 Nahua de Zongolica-Pico de Orizaba 348 988 261 569 75 Otomí 488 627 172 790 35 624 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 15.8 [concluye] Pueblo indígena Superficie total Superficie con protección Porcentaje Paipai 68 326 48 473 71 Pame 104 479 43 661 42 Pima 53 767 53 767 100 Popoloca 42 272 20 758 49 Popoluca 109819 102 386 93 Purépecha 216 044 74 545 35 Quiché 32414 521 2 Seri 212 222 211 967 100 Tarahumara 2 647 372 2 570 240 97 Tepehua 9 027 256 3 Tepehuán 1 182 536 1 038 624 88 Tlapaneco 294 429 211 495 72 Tojolabal 230 634 191 076 83 Totonaca 313 948 194 321 62 Triqui 56 290 37 572 67 Tzeltal 924 774 529 053 57 Tzotzil 774 323 430 322 56 Yaqui 449 320 423 212 94 Zapoteco 1 773 830 1 707 842 96 Zoque 678 665 131 074 19 Total 27 909 554 19 675 981 70 Cuadro 15.9 Uso del suelo en territorios de los pueblos indígenas Uso del suelo Territorios indígenas (hectáreas) Porcentaje del total del territorio indígena Grado de las pendientes Superficie (hectáreas) Pastizal inducido 912181 s.d. 912181 11.3 1-10 grados: suelos ligeramente inclinados 1 652 661 Pastizal cultivado 1 808 742 10-20 grados: suelos medianamente inclinados 148 296 20-45 grados: suelos muy inclinados 7 783 1-10 grados: suelos ligeramente inclinados 300 829 Agrícola de riego 303 116 1.25 10-20 grados: suelos medianamente inclinados 2 248 20-45 grados: suelos muy inclinados 38 1-10 grados: suelos ligeramente inclinados 10 935 Agrícola humedad 12 987 0.05 10-20 grados: suelos medianamente inclinados 1 915 20-45 grados: suelos muy inclinados 136 Agrícola de temporal 1-10 grados: suelos ligeramente inclinados 1 776474 2 547 396 10.5 10-20 grados: suelos medianamente inclinados 670 474 20-45 grados: suelos muy inclinados 100 447 1-10 grados: suelos ligeramente inclinados 12 525 Bosque cultivado 12 527 0.05 10-20 grados: suelos medianamente inclinados s.d. 20-45 grados: suelos muy inclinados s.d Fuente: inegi (2005), datos recortados para los territorios de los pueblos indígenas. 15 • El reto de la conservación de la biodiversidad en los territorios de los pueblos indígenas 625 Cuadro 15.10 Importancia económica de las especies anuales y perennes domesticadas1 (principalmente comestibles) en Mesoamérica por los pueblos indígenas de México Cultivo Nombre científico Superficie cosechada (hectáreas) Producción (ton) Valor de la producción en miles de pesos ANUALES Algodón hueso Gossypium hirsutum 60 634 209 360 1 230 959 Amaranto Amaranthus cruentas 1435 2 321 13 052 Cacahuate Arachis hypogaea 50 222 91 916 428 076 Calabaza 1 Curcubita pepo 30 841 461 967 1 466 394 Calabaza 2 Curcubita pepo 16 992 85 792 335 349 Camote Ipomoea batatas 2 602 61 739 171 168 Cempasúchil (flor) Tagetes erecta 1 999 22 243 38 586 Chayóte Sechium edule 1 532 95 957 172103 Chía Salvia hispánica 300 900 2 430 Ch i lacayote Cucúrbita fcifolia 301 4 706 14 200 Chile seco Capsicum annuum 56173 82 022 2 166 075 Chile verde Capsicum annuum 86 719 1 368 259 5 243 732 Epazote Chenopodium ambrosioides 139 1 230 3 993 Frijol Phaseolus vulgaris 1 904100 1 414 903 7183 875 Frijol en ejote Phaseolus vulgaris 9 664 96 387 336136 Girasol Helianthus annuus 232 203 12 377 Guaje verdura Leucaena leucocephala 30 750 450 Eluauzontle Chenopodium berlandieri 170 2 007 5017 Jicama Pachyrhizus erosus 6175 166 880 314 367 Maíz en elote Zea mays 43 227 503 407 618180 Maíz forrajero verde Zea mays 290419 8 880 267 2 473 668 Maíz grano Zea mays 7 522 055 20 703 161 33 499 849 Nochebuena (plantas) Euphorbia pu/cherrima 13 650 000 19 500 Pápalo Parophil/um macrocepha/um 440 5 362 13 554 Quelite Amaranthus hybridus 71 570 1 324 Romerito Suaeda torreyana 586 5011 24189 Tabaco Nicotiana rustica 12217 22 437 411 164 Tomate verde Physalis ixocarpa 54 044 726 218 2 059 331 Verdolaga Portu/aca olerácea 682 8 352 28 527 Yuca alimenticia Manihot escalenta 991 13 008 28 678 Subtotal anuales 10155005 35 687 335 58 316 303 PERENNES DOMESTICADAS Achiote Bixa orellana 958 667 5 950 Agave mezcal Agave angustijolia 4 720 302 060 955 720 Agave tequilero Agave tequilana 3 943 435 779 3 254 408 Aguacate Hass Persea americana 84 483 831 238 5 020 954 Anona Annona reticu/ata 13 48 38 626 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 1 5.1 0 [ concluye ] Cultivo Nombre científico Superficie cosechada (hectáreas) Producción (ton) Valor de la producción en miles de pesos Arrayán Psidium sartorianum 10 35 105 Cacao Theobroma cacao 80 903 49 965 845 412 Capulín Prunus serótina 78 293 774 Chirimoya Annona cherimola 68 4 433 1 728 Ciruela tropical Spondias purpurea 12 407 56 535 162 058 Guaje Leucaena leucocephala 381 3 947 10714 Guanábana Annona muricata 1 672 11 386 47 868 Henequén Agave fourcroy des 16 461 107106 311 722 Jojoba Simmondsia chinensis 310 279 5 022 Maguey pulquero Agave spp. 2 233 229015 487 907 Mamey Pouteria zapota 742 6670 28 961 Nanche Byrsonima crassifo/ia 1 848 9457 29 301 Nopal forrajero Opuntia spp. 2 244 46 557 15 993 Nopalitos Opuntia fícus-indica 9 579 563 443 1 272 805 Papaya Carica papaya 18 656 729 080 2 093 788 Pitahaya Stenocereus queretaroensis 944 1 680 12 095 Tejocote Crataegus pubescens 655 3 734 8 657 Tomate (jitomate) Licopersicum esculentum 48317 1 498 572 5 917197 Tuna Opuntia f cus-indica 38 365 332 168 458 583 Vainilla Vani/la p/anifo/ia 575 177 21 760 Zapote chicozapote Manilkara zapota 1 547 14 366 30 766 Zapote negro Diospyros digyna 97 588 842 Subtotal perennes 332 209 5 239 278 21 001 128 Total 10487214 40 926613 79 317 431 1 Representan en conjunto 35% del pib agropecuario. Fuente: Servicio de Información y Estadística Agroalimentaria y Pesquera, Sagarpa (Molina y Córdova 2006). 2 100 y muestran una gran diversidad de razas y varie- dades de maíz. En el cuadro 15.11 se incluyeron 16 147 registros de especies que aparecen en las distintas mil- pas y parientes silvestres que corresponden a 61 especies para el género Phaseolus, 16 especies del género Cucúr- bita, siete especies del género Capsicum, siete especies del género Sechium y una especie del género Lycopersi- con (Conabio 2006a). La presencia indígena de larga duración en estos terri- torios determina una gran experiencia en el aprovecha- miento y manejo de esta riqueza de los recursos vegeta- les. Casas et al. (1994) han documentado procesos de domesticación y semidomesticación en donde las cultu- ras indígenas manipulan intencionalmente comunidades y poblaciones silvestres, así como las arvenses, con el fin de aumentar los recursos vegetales. El manejo incluye la tolerancia, la inducción y la protección selectiva de indi- viduos de especies útiles durante perturbaciones inten- cionales de la vegetación. Los mismos autores afirman que Mesoamérica ha sido un laboratorio viviente de do- mesticación. Challenger (1998) hace un recuento de estos “laboratorios” vivientes y describe las principales estrate- gias indígenas productivas por zona ecológica (tropical húmeda, tropical subhúmeda, bosque mesófilo de mon- taña, bosque de pino y encino, la zona árida y semiárida que corresponde al matorral xerófilo y al pastizal semide- sértico). Este tipo de laboratorios vivientes es afín a los “Centros Vavilov”, definidos por el propio Vavilov (1992) Figura 15.3 Recolectas de maíz nativo en territorios de los pueblos indígenas. Fuente: figura 15.1 y cimmyt (2003). Cuadro 1 5.1 1 La agrobiodiversidad mesoamericana en los territorios de los pueblos indígenas Cuadro 1 5.1 1 [ continúa ] Cuadro 1 5.1 1 [ continúa ] Cuadro 1 5.1 1 [ concluye ] C U "O C CU bJD QJ ~o c cu u c o CU Cl 03 U LO CU “O 03 TD ’c =5 05 T3 03 C cu vbp “O c 03 4— > O 03 c c ‘u =3 CU £ LO 03 CT3 U _CU O u cu “O c cu c O u _c LO QJ ‘u cu Cl LO cu LO 03 03 U o 2 Só p C cu ^ 'u LO CT3 ° £ cu > c 'O ‘u 03 U z E X! 03 "O q¿ 03 > c _ QJ 03 CL LO =3 cu -a oo ^ o >. 4-» O .¥2 bJD cd lo 3 >o 3 u S _3 3 03 O CD LO <3 -3 Cl C O u c 03 c o 'u 03 — z: o ^ -3 LO _3 £5 bO CD X 00 ra X c .5^ ^ § O z CU “O O Cl LO O ~a 03 3 <0 JC o5 > ‘u C cu -a c cu u LO cu -a cu c cu Cl <3 O -a >. > 03 C =3 _bp 03 CU U CU 3 -^P 3 IL 632 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio como refugios irremplaz ables de agrobio diversidad y esen- ciales para los sistemas alimentarios humanos. Este autor veía constantes geográficas en estos centros de origen, como las formidables barreras naturales (orográficas, de vegetación y climáticas) para la dispersión de especies, la concentración geográfica de la riqueza en variedades, además de la presencia de pueblos indígenas que por centurias o milenios han cultivado y transformado de manera ininterrumpida estas especies. Por tanto, México y los países de Centroamérica — al pertenecer a la cate- goría de centro de origen primario y secundario de ende- mismos (en algunas zonas ecológicas hasta 70%), así como de pervivencia de procesos de domesticación y di- versificación ininterrumpida de “plantas útiles” — tienen la responsabilidad de desarrollar políticas específicas de conservación y desarrollo que tomen en cuenta a los pueblos indígenas y a las comunidades campesinas. La discusión alrededor de la domesticación y centro de ori- gen ha dejado de ser un asunto netamente académico para convertirse en un tema estratégico para la defensa de la diversidad biológica y la agrobiodiversidad meso- americanas. En este sentido, el informe que presentó el Instituto Nacional de Ecología de la Semarnat, elaborado por Ortiz y Otero (2007), a raíz de la polémica posibili- dad de sembrar maíces transgénicos en México, define la domesticación como un proceso que involucra varias es- calas tanto biológicas como sociales. Citando a Zeder (2006), estos autores señalan que para entender la natu- raleza evolutiva de las relaciones de domesticación es más valioso considerar la totalidad de los procesos en las diferentes escalas involucradas en vez de intentar definir la demarcación exacta entre una población de plantas silvestres y otra de plantas domesticadas. Para el caso del maíz, por ejemplo, se trata de un largo proceso de dis- persión y adaptación continua a condiciones ecológicas diferentes en donde solo en algunas regiones siguió la relación entre el maíz domesticado y las poblaciones silvestres. El estudio de Ortiz y Otero concluye que todo el país sigue siendo centro de origen y diversificación constante y sus acervos pueden considerarse como reser- vas y laboratorios genéticos de larga duración. En cada territorio de los pueblos indígenas encontramos razas de maíz y distintas variedades adaptadas a las condiciones ecológicas específicas. Se considera que esta diferencia- ción morfológica entre distintas razas de maíces se rela- ciona con la variación ecológica (Hernández-Xolocotzi 1998) y con los grupos étnicos. La generación de distin- tas razas es el resultado de una exitosa combinación de procesos naturales y culturales (Benz 1999). La relación íntima entre los paisajes “más naturales” y los agroecosis- temas se puede observar en la milpa manejada mediante roza, tumba y quema en medio de la selva y en la que se pueden encontrar distintos estadios sucesionales de la vegetación natural (Hernández-Xolocotzi y Alanís 1970; Ortega-Paczka 1973). La agricultura que se practica en una gran parte de las parcelas campesinas tiene sus pro- pios mecanismos de fitomejoramiento y el intercambio de semillas se hace dentro de la comunidad o a veces en mercados regionales, lo que explica la producción cons- tante de nuevas variedades en los mismos cultivares. Las tradiciones y el conocimiento de los pueblos indí- genas radican principalmente en la cultura del maíz. La diversidad de las variedades de los maíces indígenas re- fleja las preferencias culturales de las distintas comuni- dades (colores, textura, sabor, usos, resistencia a plagas, clima errático, almacenaje seguro, etc.). El maíz, como cultivo universal emblemático, es uno de los cereales más importantes para la alimentación humana y se considera “el gran regalo de Mesoamérica para el mundo” (Taba 1995). Según datos del Centro Internacional de Mejora- miento de Maíz y Trigo (cimmyt), en México y el resto de América Latina los maíces indígenas se cultivan en 54% de la superficie destinada a este cereal. 15.4 Las regiones bioculturales PRIORITARIAS: UNA BASE PARA LA CONSERVACIÓN DE LA BIODIVERSIDAD Y EL DESARROLLO SUSTENTABLE En este apartado se destaca la importancia de las regio- nes bioculturales prioritarias para la conservación de la biodiversidad en el país. 1. Los territorios actuales de los pueblos indígenas de México se han definido en este trabajo como aquellos es- pacios donde viven mayoritariamente indígenas; estos abarcan 28 033 092 hectáreas del territorio nacional, es decir, 14.3%. En términos generales, estos pueblos se ubi- can en las cabeceras de cuencas y representan 23.3% de la captación nacional según el promedio de precipitación anual de los últimos 30 años. En la medida en que se in- crementa el régimen de lluvias, estas zonas indígenas adquieren mayor importancia. Así, 43.7% de la precipita- ción nacional que abarca de 2 000 a 3 000 mm se efectúa en estos territorios, y si consideramos la isoyeta de más de 4 500 mm llegamos a la cifra de 66.9%. Se trata de re- giones de alto riesgo porque son zonas de choque de las tormentas tropicales y huracanes. 2. En este 14.3% del territorio nacional se encuentra 15 • El reto de la conservación de la biodiversidad en los cerricorios de los pueblos indígenas 633 una concentración extraordinaria de la diversidad bioló- gica de México y en sus zonas ecológicas están presentes casi todos los tipos de vegetación que incluye el inegi en las series I, II, III de la Carta de uso actual del suelo y ve- getación. Así, 71% de todas las selvas medianas caducifo- lias, 63.6% de las selvas altas perennifolias, 59.9% de las selvas medianas subcaducifolias, la mitad de los bosques mesófilos de montaña y la quinta parte de las coniferas corresponden a estos territorios indígenas (Fig. 15.4). Los ensambles de especies presentes en los paisajes don- de se encuentran cada uno de estos bosques son diferen- tes, lo que se va reflejar en el aumento de la riqueza en diversidad biológica. Si hemos de aplicar las estimacio- nes de la presencia de especies de plantas vasculares por zonas ecológicas realizadas por Rzedowski (1998), ten- dríamos que por lo menos la mitad de la totalidad de es- pecies de todo el país se puede encontrar en los territo- rios indígenas. Al aplicar los criterios de la Conabio para definir las regiones terrestres prioritarias en diversidad biológica, la abrumadora mayoría de pueblos indígenas se encuentra en ellas, con más de 10 786 914 hectáreas (Boege 2008). Aplicando esta metodología a las regiones terrestres prioritarias en que se encuentran los territorios indíge- nas, las regiones que más alta calificación obtuvieron, en orden ascendente, son las siguientes: Sierra Sur y costa de Oaxaca, El Triunfo-Encrucijada Palo Blanco, Alta Tarahumara-Barrancas Sierra Los Tuxtlas y Laguna del Ostión, Sierras del Norte de Oaxaca-Mixe, Selva Zoque- La Sepultura y la Selva Lacandona. Si además le agrega- mos la superficie de las regiones hidrológicas prioritarias y las áreas de importancia para la conservación de las aves que no se sobreponen, tendremos que 17 320 890 hectáreas de los territorios de los pueblos indígenas, esto es 61%, son prioritarias para la conservación de la diver- sidad biológica del país. Los indígenas han interactuado en procesos de larga duración con los ecosistemas de muy alta diversidad bio- lógica. Los recursos fitogenéticos de origen mesoameri- cano cuya producción representa 30.2% del pib agrícola de México y 15.4% de las especies del sistema alimentario mundial, se encuentran hoy día, en sus líneas nativas o “criollas”, en gran parte de los territorios indígenas. Mu- chas de ellas interactúan con sus pares silvestres, lo que da lugar a verdaderos laboratorios bioculturales de do- mesticación y diversificación. Concluimos que los terri- Selva mediana caducifolia Selva alta perennifolia Selva mediana subcaducifolia Vegetación de petén Bosque mesófilo de montaña Selva mediana subperennifolia Palmar inducido Selva baja espinosa subperennifolia Selva alta subperennifolia Bosque de pino Bosque de pino-encino Sabanoide Bosque de encino-pino Bosque de ayarín Pastizal inducido Sabana Selva baja subcaducifolia Selva baja caducifolia Bosque de encino Bosque de táscate Manglar Porcentaje Figura 15.4 Porcentaje que ocupan los tipos de vegetación en territorios de los pueblos indígenas de México. Fuente: inegi (2005) 634 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio torios indígenas son parte de los centros de origen y di- versidad genética de varios de los cultivos alimentarios. En el cuadro 15.11 se presenta una primera aproximación a las especies y variedades de la agrobiodiversidad que se obtuvieron de más de 24 000 recolectas que se encuen- tran en los herbarios mexicanos, del inifap, del cimmyt y que son una muestra representativa de los recursos bio- lógicos colectivos de los indígenas contemporáneos. 1 5.4.1 Construir las regiones bioculturales de conservación y desarrollo Los pueblos indígenas participan en el manejo de 2 000 298 hectáreas de sus territorios que se encuentran en áreas naturales protegidas, tanto federales como esta- tales. Esto representa 7% del total de sus áreas y 26.3% de la superficie de anp. Resulta significativo que en 16 de las 50 reservas donde hay indígenas los territorios alcanzan una extensión de entre 10 000 y 358 443 hectáreas por área protegida. No obstante su importancia territorial, estos actores sociales no siempre participan como tales en la elaboración de los planes de manejo u operativos anuales. Los territorios de los pueblos indígenas se tras- lapan significativamente con la superficie de los polígo- nos que la Conabio definió como prioritarios para la biodiversidad; de estos, alrededor de dos millones tienen el estatus de área natural protegida, por lo que se debe considerar la necesidad de aprovechar mejor las expe- riencias de conservación y desarrollo que existen para esta enorme biodiversidad, tanto natural como domesti- cada. A continuación se presenta, dividida en dos rubros, una apretada síntesis del cúmulo de experiencias de con- servación que se han desarrollado en comunidades y eji- dos de los pueblos indígenas (Boege 2008). 1] Mejoramiento de las funciones de los ecosistemas na- turales. Este tema incluye la conservación y restauración de la cubierta vegetal y la conservación de bosques y sel- vas de alto valor biológico. Tal mejoramiento se basa en actividades como el ordenamiento ecológico y territorial, la definición y delimitación de áreas de cultivo, de gana- dería, de manejo forestal y de conservación, el estableci- miento de reglas de acceso a los recursos naturales y el manejo de estos mediante una variedad de acciones que incluyen, entre otras, las siguientes: a] iniciativas de re- servas comunitarias; b] forestería social o comunitaria: manejo forestal sustentable; c] bancos de germoplasma en bosques y selvas de alta diversidad biológica; d] ma- nejo y reproducción de fauna silvestre; e] manejo de no maderables: café bajo sombra, miel, agaves, pita, copal, chicle y recuperación de especies en vía de extinción; /] ecoturismo campesino de bajo impacto ambiental, y g] compensación por servicios ambientales: captura de carbono, mantenimiento de bosques y selvas con alto va- lor de diversidad biológica. Especial mención merecen, dentro de este rubro, el manejo de cuencas; la conservación y restauración de suelos, sobre todo en laderas, para retener el agua; la con- servación de suelos cuenca arriba, y el desarrollo de pe- queños sistemas de riego. 2] Programas para la conservación de la agrobiodiversi- dad in situ y construcción de capital social para el mane- jo sustentable de los recursos naturales. Desde los años ochenta del siglo xx se han ido forjando experiencias de lo que podemos denominar “las nuevas políticas de las comunidades indígenas y campesinas hacia la sustenta- bilidad”. Las experiencias más exitosas para la conserva- ción y desarrollo regional sustentable se refieren a la in- tegración de políticas en tres frentes articulados: el de las comunidades dentro de su territorio agrario, principal- mente en las tierras comunales y de uso común, el de los productores(as) individuales (integrados en cooperativas o asociaciones de tipo productivo cultural u otro) y el frente regional (con organizaciones de segundo nivel). Algunos programas piloto intentan retomar estas ex- periencias planteando un menú de opciones con distin- tos resultados auspiciados por el Global Environment Facility (gef), como el Proyecto de Conservación de la Biodiversidad por Comunidades Indígenas (Coinbio), el Manejo Integrado de Ecosistemas en tres Ecorregiones Prioritarias (mietep), el Corredor Biológico Mesoame- ricano-México (cbm-m), los Programas de Desarrollo Regional Sustentable (Proders-Conanp), el Programa de Conservación y Manejo de Recursos Forestales (Procy- maf), el Programa de Plantaciones Comerciales Foresta- les (Prodeplan), el Programa de Desarrollo Forestal (Pro- defor) y los diferentes sistemas de pagos por servicios ambientales (psa). El ordenamiento del territorio por parte de los pueblos indígenas merece una mención especial porque es un instrumento importante para el desarrollo de proyectos de conservación y desarrollo sustentable. Esto no es nue- vo para las comunidades indígenas o campesinas. El or- denamiento de los territorios ejidales y comunales, a lo largo del tiempo, se ha convertido en parte en una con- quista de los comuneros y ejidatarios y en el reconoci- 15 • El reto de la conservación de la biodiversidad en los territorios de los pueblos indígenas 635 miento de los derechos colectivos de propiedad sobre la tierra y los recursos (Chapela 2006). Tales derechos com- prenden el relativo a la titularidad de la tierra y la defini- ción de socios ejidales y comuneros. La importancia de los derechos colectivos en relación con el ordenamiento territorial es fundamental. En Méxi- co, por los antecedentes históricos de defensa, recupera- ción y confirmación de propiedad de las tierras de los pueblos, es muy difícil concebir la continuidad de los procesos ecológicos básicos (p. ej., ciclos de agua y car- bono, regeneración de la fertilidad de los suelos, entre otros) sin el control de los bienes comunes en ejidos y tierras comunales. Todas las experiencias parten de la planeación territorial que realizan las propias comunida- des con apoyo técnico exterior4 (Chapela y Lara 1996). Planificar el uso de los territorios comunales con una perspectiva de largo plazo implica que la colectividad ha decidido voluntariamente sujetarse a unas autoridades y a un régimen normativo establecido. Así, se plantea, por ejemplo, que regenerar áreas de bosque degradadas obe- dece a una necesidad de formar los “almacenes” de recur- sos forestales del futuro y no se puede explicar la decisión como un estricto requerimiento productivo para los co- muneros que hoy viven ahí; la regeneración forestal sur- ge como un interés colectivo. Una experiencia típica de los ordenamientos territoriales comunitarios como ins- trumentos de planeación sería la que se da en un proceso de intercambio de saberes y de cooperación activa entre gente designada por la asamblea comunitaria y volunta- rios por sectores (mujeres, ancianos, comuneros activos, niños), con capacidad de llegar a consensos entre grupos opuestos y crear un equipo técnico multidisciplinario. En los talleres de planeación participativa se habla por pri- mera vez de manera sistemática de prácticas de aprove- chamiento, de la calidad de los recursos e incluso de for- mas indebidas o ilegales de apropiación de algunos miembros. Uno de los ejes conductores de los talleres es plantearse que los recursos no se acaben, esto es, la nece- sidad de su uso sustentable. Otro punto clave es que se trata de un proceso que tiene que construir confianza para que los acuerdos y las reglas se respeten. Además de la asignación de los terrenos para diferentes usos prácti- cos, existe algo así como el territorio simbólico, donde se plantea la existencia de sitios sagrados, donde hay que llevar a cabo rituales antes de intervenir en ellos — como derribar árboles para sembrar, cazar, etc. — (Barabas y Bartolomé 1973; Boege 1988; Vázquez 2004; Luque y Ro- bles 2006). Así, entre los años 2000 y 2007 se han ordenado, con el apoyo de diversas instituciones, incluida la Conafor y algunas ong,5 218 ejidos y comunidades en territorios de los pueblos indígenas; en total 1 987 456 hectáreas, de las cuales 507 183 se designaron para conservación y 677 917 para aprovechamiento sustentable (gaia et al. 2006). En esta superficie dominan los bienes comunales sobre los ejidos. Destacan en estos ordenamientos las co- munidades zapotecas con 67, las chinantecas con 49, las mixtecas con 22, los mixes con dos, nahuas del Altiplano con 10, los purépechas con nueve, los chontales de Oaxa- ca con nueve, tlapanecas, tzotziles y zoques con cinco, cuicatecas y tzeltales con cuatro, mazatecas con tres, y popolocas, nahuas de Michoacán y triques con uno. Es importante señalar que en estos procesos las áreas de aprovechamiento generalmente tienen un alto grado de sustentabildad, y podemos sumar así a la conservación nacional alrededor de 1 800 000 hectáreas en ejidos y co- munidades indígenas. En general, estas áreas comunita- rias de conservación protegen 16 tipos de vegetación: bosque de encino, encino-pino, pino-encino, pino, oya- mel, táscate, bosque mesófilo de montaña, selva alta pe- rennifolia, selva mediana subperennifolia, selva mediana subcaducifolia, selva mediana caducifolia, tulares, pal- mares inducidos, selva baja espinosa subperennifolia, chaparral y matorral crasicaule. Pardo y Flores (2006) nos presentan la siguiente síntesis sobre los ordenamien- tos territoriales comunitarios que estudiaron. ♦ El ordenamiento del territorio es una herramienta de gran utilidad para la planeación de los recursos comu- nitarios, al combinar técnicas de análisis y modelación geográfica y metodologías de participación comunita- ria. El ordenamiento puede considerarse la plataforma hacia la autonomía en la toma de decisiones acerca del manejo de los recursos y hacia la autogestión comuni- taria. ♦ La integración de ordenamientos comunitarios en los ámbitos de cuenca hidrográfica y región puede consti- tuir la base para una política de ordenamiento regional y desarrollo sustentable construida con un enfoque “ascendente”(que corresponde a la traducción literal del inglés como “de abajo hacia arriba”), que oriente las inversiones productivas del gobierno hacia los progra- mas diseñados por las comunidades. ♦ Para las comunidades, el ordenamiento es un medio para mejorar la organización social y obtener apoyos para proyectos productivos sustentables. ♦ Con el ordenamiento se logra establecer una platafor- ma de negociación interna para fijar las reglas de apro- 636 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio piación del recurso, restricción al acceso abierto y des- ordenado y la recuperación del recurso aprovechado. ♦ Para los tres niveles de gobierno, el ordenamiento otor- ga certidumbre para invertir en programas diseñados en función de la vocación de uso del suelo y con el con- senso comunitario. ♦ Para las organizaciones civiles que promueven los or- denamientos, estos son instrumentos que permiten una planeación a largo plazo del desarrollo de la comu- nidad con base en criterios locales de bienestar. ♦ El principal logro de los ordenamientos es llegar a con- sensos sobre normas de uso del territorio, estatutos comunales o reglamentos que integran el conocimien- to local con criterios técnicos de optimización del aprovechamiento. ♦ Una de las principales limitantes para implementar los ordenamientos ecológicos comunitarios es que no tie- nen vinculación legal, al no estar reconocidos en nin- gún instrumento normativo. Para su validación, deben ser sancionados por las autoridades municipales o, una vez incluidos en reglamentos o estatutos comuni- tarios, validados en el Registro Agrario Nacional. ♦ Los ordenamientos comunitarios deben adaptarse a los tiempos locales y no a los calendarios fiscales. Para que la comunidad se apropie del proceso, se recomien- da realizar el trabajo por fases. Un ejercicio completo puede durar entre uno y dos años. ♦ No existe una propuesta metodológica homogénea entre las diferentes organizaciones que promueven este tipo de estudios. La variedad de técnicas, produc- tos y calidad de los trabajos impide que en la actuali- dad estos puedan homologarse o integrarse hacia la construcción de un ordenamiento regional. ♦ El ordenamiento debe responder a una necesidad de la comunidad de mejorar el manejo de sus recursos na- turales. Se debe incluir en las discusiones a todos los sectores interesados, incluso los que tradicionalmente no tienen derechos de decisión (mujeres, avecindados, etcétera.). ♦ Cuando se comienza un estudio de ordenamiento, se deben prever los mecanismos y el financiamiento ne- cesarios para dar seguimiento a los acuerdos y poner en marcha los programas de trabajo que se deriven de él. Si el equipo no se puede comprometer a dar segui- miento al proyecto, debe plantearse si es oportuno o no comenzar el estudio. ♦ Para llegar a acuerdos sobre el uso colectivo del terri- torio en comunidades o ejidos parcelados, es conve- niente reflexionar sobre problemáticas comunes: la contaminación del agua, la escasez de leña, la produc- tividad agrícola, el mercado, etc. A partir de ahí se debe buscar la concientización sobre la importancia del trabajo en común. ♦ El análisis de las estrategias de producción familiar puede ser útil para realizar propuestas de ordenamien- to parcelario y comunitario desde el punto de vista del productor, quien, en última instancia, toma las deci- siones de manejo de los recursos naturales. ♦ La integración de ordenamientos comunitarios para construir planes de gestión de cuencas hidrológicas debe partir del interés de las comunidades en una es- trategia regional. ♦ La elaboración de acuerdos y reglas comunitarias para el manejo de los recursos debe partir de un análisis profundo del sistema de usos y costumbres locales, pues allí se puede encontrar la clave de gestión respon- sable que ha permitido la conservación de la biodiver- sidad a lo largo de los siglos. Ligadas a los ordenamientos territoriales y ecológicos, por parte de las comunidades tenemos las iniciativas co- munitarias que han designado, en sus respectivas asam- bleas, áreas para la conservación en parte de sus territo- rios, mismas que no tienen registro más que en los propios anales, mientras que otras reflejan acuerdos co- munitarios para la conservación registrados y certifica- dos por la Conanp (Lig. 15.5, cuadro 15.12). La legislación apoya, con base en el artículo 59 de la lgeepa y en el artículo 48 de la Ley General de la Vida Silvestre, este tipo de conservación comunitaria.6 Para el año 2007, con esta modalidad la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) ha certificado alre- dedor de 170 000 hectáreas. Esta forma novedosa de conservación tiene varias ventajas, ya que en las comuni- dades se dan los consensos y en asamblea se acuerdan las reglas que legalizan las instancias del Registro Agrario Nacional (ran). Casi todos los ejidos y comunidades certificados por la Conanp tienen ordenamientos ecoló- gico-territoriales, y con ellos reglas de uso establecidas por las asambleas (Conanp 2005a). Sin embargo, la expe- dición de certificados no significa la certificación inde- pendientemente de un buen manejo. En el mapa de la figura 15.6 se pueden observar corre- dores biológicos (verde) y con alta presencia indígena (morado) que corresponden a las regiones bioculturales mencionadas. Estos corredores se forman con las reser- vas comunitarias y sus áreas de aprovechamiento sus- tentable. Figura 15.5 Regiones bioculturales prioritarias (rbp). Fuente: Boege (2008). Cuadro 15.12 Regiones bioculturales prioritarias para la conservación y el desarrollo sustentable de la diversidad biológica y la agrobiodiversidad a. co C£ VO c q j < u N Q J -Cd =5 qj “O QJ 3 o u 3 ~0 u 03 O U 03 CQ O 3 =5 _o 03 U a j “O a j 03 "O jj “O qj tó o 3 N r- lo =3 QJ O" 5= vo3 O >- -a o Cl vo cC 3 “O 03 U bO -O cd bJD < < LO 03 O o CL) v^d =5 =5 O >n 03 vo OC 03 '< •=T 03 —> 4—1 cr ^ P nj >- .O Q¿ n5 u n3 3 -a o p y o L_ t i QJ =5 u (D Q_ O ’u 03 U "O CL O U 03 O U 03 =5 U N i—» -03 Q_ >S O u X £ QJ “O QJ 3 03 =5 U 03 U =3 QJ “O O _ ~o 2 o3 t > QJ QJ u a j ~o =5 03 =S X C V ~a QJ 3 QJ J— i _o ’q_ o N 3 “O 03 U QJ CL -QJ i— > 03 U O Cl O Cl 03 _9 3 u 03 03 U O > 03 =5 QJ ~0 QJ 3 n (d u '5b -o Q. 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La forestería comunitaria sustentable En México los bosques y selvas,7 en las modalidades de primarias, secundarias, arbóreas, arbustivas y herbáceas, suman 67 035 733 hectáreas. De estas, 39 926 719 son de propiedad social (60%) y 27 109 014 (40%) son predios privados8 (Boege 2008). Igualmente, el régimen de pro- piedad ejidal y comunal domina en territorios de los pue- blos indígenas con 18 404 677 hectáreas, esto es, 46% de toda la propiedad social; a esta cifra hay que agregar 1 307 112 hectáreas en propiedad privada. Desde la pers- pectiva de la “administración de la conservación de la bio- diversidad” y el cuidado de los bosques y selvas primarias y secundarias, estos datos son muy importantes, ya que los ecosistemas forestales de México (bosque templado y sel- vas altas y medianas húmedas y subhúmedas) son un re- curso de enorme valor global y nacional. El análisis de la distribución de la diversidad biológica por propiedad de la tierra nos lleva a la conclusión de que el sector social es imprescindible en las estrategias de conservación y uso de la biodiversidad, en especial los indígenas. La forestería comunitaria actual tiene sus an- tecedentes en los movimientos sociales en contra de las concesiones de grandes empresas estatales y privadas a lo largo y ancho del país. Entre estos antecedentes desta- can el Plan Piloto Forestal en los años ochenta del siglo xx, así como los ejidos y comunidades de la Sierra Norte de Oaxaca que lograron un fallo favorable de la Suprema Corte de Justicia en contra de la Presidencia de la Repú- blica, que intentaba renovar las concesiones a las grandes empresas forestales privadas y estatales. A partir de estos movimientos y la instalación de la forestería social, en solo tres décadas México ha logrado grandes avances en el desarrollo del manejo forestal co- munitario, de manera que se le ha reconocido como el país con el sector forestal comunitario más destacado del mundo (Bray y Merino 2004). El proceso de proteger los recursos forestales y aprovecharlos sustentablemen- te surge de la movilización de las comunidades contra 15 • El reto de la conservación de la biodiversidad en los territorios de los pueblos indígenas 641 las concesiones estatales a empresas madereras paraes- tatales y privadas que destruyeron y “descremaron” principalmente los bosques y selvas primarias. El valor “conservacionista” de la silvicultura comunitaria susten- table está en la gobernanza del territorio y en el uso sus- tentable de los recursos naturales, que exige un ordena- miento territorial, delimitación de áreas de conservación y cuidado de las fuentes de agua, manejo de las selvas y bosques naturales, de la restauración de áreas degrada- das, así como el aumento y cuidado de la superficie ar- bolada. Las áreas de uso común presentan manchones de selva y bosques no fragmentados que permiten, des- de el punto de vista técnico, su mejor manejo. Así, don- de hay algún ordenamiento de los aprovechamientos forestales, como en las zonas selváticas de Quintana Roo, al igual que en la Sierra Norte de Oaxaca, se mues- tra una recuperación importante de selvas y bosques (Bray y Merino 2004). De los 2 300 núcleos agrarios mexicanos que tienen permisos de aprovechamiento maderable, 600 cuentan con una empresa forestal propia, de las cuales 38, con más de 680 000 hectáreas, han logrado la certificación con estándares internacionales (Forest Stewardship Council) por su buen manejo. Como ejemplo específico mencionamos al estado de Oaxaca, donde 150 comuni- dades forestales practican la silvicultura comunitaria del bosque y cuentan con programas de manejo, abarcando 650 000 hectáreas, en donde se generan alrededor de 22 000 empleos; 30 de ellas cuentan con empresas fores- tales comunales de aserrado y algunas tienen una fábrica de muebles. Además, varias comunidades se organizan en actividades de segundo nivel para compartir los servi- cios forestales, frentes de comercialización y diseño de políticas forestales comunes. De toda la superficie fores- tal con permisos de aprovechamiento, 15% se encuentra certificada (Anta y Pérez 2004). Asimismo, alrededor de 500 000 hectáreas de las selvas de Quintana Roo tienen un estatus de forestería comunitaria (Boege y González 1996), y por lo menos cinco ejidos forestales (aproxima- damente 200 000 hectáreas) están certificados por su buen manejo (Anta y Pérez 2006). En la literatura poco se ha señalado el hecho de que en varias de estas empre- sas comunitarias indígenas y campesinas se han designa- do áreas de manejo forestal permanente (Boege y Gon- zález 1996), y de ellas se han segregado voluntariamente algunas áreas para la conservación y bancos de germo- plasma, así como para producción de semillas de árboles aprovechables comercialmente. De estas comunidades depende la custodia del germoplasma original de los ár- boles maderables. La silvicultura comunitaria no se re- fiere únicamente al manejo forestal de los productos maderables. También son notables las nuevas incursio- nes de las empresas forestales comunitarias en la venta de agua embotellada, servicios ecoturísticos, secado de hongos silvestres, producción de chicle, copal, chiate, miel, etcétera. Producción de café de sombra Otra gran experiencia productiva de los pueblos indíge- nas y de las comunidades campesinas, que por sus carac- terísticas de cultivo conservan de alguna manera la di- versidad biológica local y los servicios ambientales, es la producción de café orgánico de sombra, mismo que inte- gra a miles de productores indígenas. En México se cul- tiva café en 690 000 hectáreas, en 12 estados y 400 muni- cipios que producen alrededor de cinco millones de sacos de 60 kg cada uno. De los 280 000 productores, 92% tie- nen menos de cinco hectáreas y casi 200 000 tienen dos o menos, de las cuales 60% pertenecen a comunidades de pueblos indígenas. Justamente estos muy pequeños pro- ductores siembran según las modalidades que en ocasio- nes aparecen en las etiquetas como “café de sombra be- néfico a las aves” “café benéfico al medio ambiente” o bien “café orgánico en el sistema de comercio justo”. De mane- ra alternativa a las organizaciones oficiales, unos 66 000 pequeños agricultores — la mayoría indígenas — se agru- pan en la Coordinadora Nacional de Organizaciones Ca- fetaleras (cnoc). Es en Oaxaca, Chiapas y Puebla donde se va desarrollando el manejo orgánico de café bajo som- bra y comercio justo (Bartra 2001; Manson et al. 2008; Trujillo 2008). Estos pequeños productores cultivan café en lo que podemos clasificar como jardines de café diver- sificados, o huertos de café, que albergan hasta 200 espe- cies distintas de plantas, entre árboles, arbustos, hierbas y epifitas (Moguel y Toledo 2004). En el marco de los ordenamientos territoriales comu- nitarios, de la creación de reservas comunitarias y de la reconstrucción de suelos y rescate de la diversidad bioló- gica, organizaciones de campesinos-indígenas, como la organización Grupo de Estudios Ambientales (ge a 2007), impulsaron la reproducción y cosecha sustentable de re- cursos como Brahea dulcís (palma cuya hoja se usa para tejer sombreros, entre otros productos) y el agave papa- lote ( Agave cupreata) y su procesamiento artesanal para elaborar mezcal como recurso biológico colectivo (Lar- son y Neyra 2004). 642 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Manejo de cuencas, subcuencas y microcuencas como acción colectiva de comunidades indígenas En las cabeceras de cuencas de los territorios de los pue- blos indígenas se capta la quinta parte de todas las aguas nacionales (Boege 2008). Por lo mismo, el tema de los territorios de los pueblos indígenas, los bosques y selvas en las cabeceras de cuenca y en las laderas reviste gran importancia para todo el país. Por el acceso al agua que se encuentra en esos territorios ha habido varios conflic- tos importantes entre la población indígena y el Estado. La construcción de enormes represas como método del control de avenidas en eventos metereológicos extraor- dinarios, la generación de electricidad y el almacena- miento de agua para los sistemas de riego han provocado pérdidas de tierras importantes, desplazamientos y relo- calizaciones masivas, y pérdida de lugares donde yacen ancestros y sitios sagrados (Barabas y Bartolomé 1973; Boege 1988; cpnabac 1996). Asimismo, en varios terri- torios de los pueblos indígenas se captura el agua para muchas represas que forman los distritos de riego de la agricultura de alto rendimiento y de sistemas importan- tes para la generación de electricidad fuera de su territo- rio. De la integridad de los ecosistemas en las cabeceras de cuenca depende la calidad de la captación de agua, esto es, la precipitación horizontal, la velocidad de vacia- miento de la cuenca, la infiltración y la evapotranspira- ción. Llama la atención que las políticas públicas poco hacen para mantener la salud de los bosques primarios y secundarios, y en general de los ecosistemas de estas ca- beceras de cuenca que en su mayoría están perdiendo suelo, con efectos sobre las presas que se están azolvando y sobre la generación de electricidad que, a largo plazo, está en entredicho por la pérdida de capacidad de alma- cenamiento. En términos de manejo de microcuencas tenemos varios ejemplos, a veces con apoyos estatales o de ong, como la construcción de jagüeyes, microrrepre- sas y estructuras sencillas para retener suelo y agua, que han servido de base para detener la erosión y revivir ma- nantiales desaparecidos (Hernández y Herrerías 2002). Con un enfoque integral, y como culminación de un proceso de varios años de recreación y adaptación de tecnología ad hoc para la zona, se lleva a cabo un proyec- to piloto para el manejo de la subcuenca de los ríos Co- palita-Zimatán-Huatulco, mismo que abastece de agua al desarrollo del complejo turístico Bahías de Huatulco (González et al. 2007). Esta subcuenca forma parte de la rtp Sierra Sur y Costa de Oaxaca, donde dominan los pueblos indígenas zapoteco del sur y chatino. Lo impor- tante de la gestión de la cuenca es que promueve la inte- gración de diversas acciones de conservación de suelos y uso sustentable de la vegetación natural de muchas co- munidades que, a su vez, abarcan varios ecosistemas como bosques templados, bosques mesófilos de monta- ña, selvas alta y mediana subperennifolia y, en la parte baja de la cuenca, las selvas secas caducifolias (González y Miranda 1994). En los territorios mixtéeos y popolocas y en las comu- nidades campesinas situadas en la colindancia de la mix- teca poblana con la mixteca oaxaqueña se desarrolla una de las experiencias más completas para el manejo del agua de laderas, de subcuencas y microcuencas. Estas experiencias están ligadas a la recuperación de suelos, agua, maíces nativos y amaranto, y a la reforestación (Hernández y Herrerías 2002; Martínez 2006). La gestión del agua como acción colectiva en los territorios indíge- nas tiene varias modalidades, que van desde acuerdos comunitarios para mantener forestadas las inmediacio- nes de tal o cual manantial, incorporarse colectivamente a la reforestación o combate de incendios y comités de riego, hasta la introducción y mantenimiento del agua para uso doméstico. En los últimos años se han imple- mentado políticas de pago o compensación por servicios ambientales (psa) que han involucrado comunidades de los pueblos indígenas con las ciudades usuarias, como es el caso de la subcuenca del Texizapa-Huazuntlán de la Sierra de Santa Marta, que abastece a las ciudades de Coatzacoalcos y Minatitlán (Paré y Robles 2006) o la de la Cuenca del Río Ayuquilla en Jalisco-Manantlán (Graf et al 2006). 1 5.4.2 La defensa de la agrobiodiversidad de los pueblos indígenas en las regiones bioculturales prioritarias Como centro de origen de 15.4% de las especies utiliza- das en el sistema alimentario mundial (Conabio 2006b), México tiene la posibilidad de construir con los pueblos indígenas y con las comunidades indígenas un sistema de conservación y protección del germoplasma nativo. Como cultivo universal tenemos el maíz, uno de los ce- reales más importantes para la alimentación humana (Taba 1995). Gran parte del germoplasma se encuentra todavía en territorios de los pueblos indígenas y, en gene- ral, en unidades de producción campesina menores a cinco hectáreas. La presencia de gran diversidad genética en estos centros de origen es fundamental para conser- var y mejorar la productividad de los cultivos agrícolas 15 • El reto de la conservación de la biodiversidad en los territorios de los pueblos indígenas 643 en nuestro país. Dicho germoplasma ha sido adaptado a los diversos microhábitats, preferencias y necesidades culturales. Las múltiples experiencias de fitomej oradores indíge- nas y campesinos en comunidades como las de Vicente Guerrero, Tlax. (Ramos 1998), Pichátaro, Mich. (Aguile- ra 2006) y otras de la Península de Yucatán (Solís y Van Heerwaarden 2003), así como de la Montaña de Guerre- ro (Grupo de Estudios Ambientales, A.C. 2006), del Cen- tro de Desarrollo Integral Campesino de la Mixteca, A.C. (Cedicam), de la Mixteca Alta (Martínez 2006), de los Valles Centrales de Oaxaca (Bellon et al. 2003), etc., son algunos ejemplos que nos señalan que se pueden desa- rrollar políticas de protección del germoplasma local en el ámbito regional, al vincular el mejoramiento de los agroecosistemas tradicionales con varias prácticas agro- ecológicas y agroforestales, como el manejo y restaura- ción de suelos, zanjas y bordos en contornos de laderas para la retención y cosecha del agua, selección de semi- llas y reforestación, con la formación de técnicos locales en agroecología incluyendo fitomej oradores locales (Mar- tínez 2006). Las organizaciones también han impulsado bancos de semillas y ferias del maíz, que tienen el objeti- vo de proteger en las regiones los acervos genéticos en caso de desastres como sequías intermitentes, tormentas o huracanes. Las ferias tienen la finalidad de intercambiar las mejores semillas nativas de la región, el fortalecimien- to de la cultura culinaria regional, el registro de recursos locales y el “cultivo” de los conocimientos colectivos. Se trata de una auténtica administración regional de recur- sos biológicos colectivos con la transmisión de los cono- cimientos en un esquema de extensionismo de campesi- no a campesino. 1 5.4.3 Organización comunitaria y manejo sustentable de los recursos naturales Casi todas las iniciativas del buen manejo de los recursos naturales están basadas en una especie de economía po- lítica indígena o campesina de los bienes comunes. Si se compara el uso del suelo parcelado o de uso común en los ejidos y comunidades observaremos que la vegetación natural permanece en mayores extensiones en el segun- do caso (Semarnat 2002). Parte de los recursos que se en- cuentran en las áreas de uso común, y que conservan una gran porción de la vegetación primaria y secundaria na- tural, se utiliza para la recolección, autoconsumo o pas- toreo por toda la comunidad sin distingo de si se es socio comunero o ejidatario. Los pobladores de estas áreas pue- den tener acceso colectivo mediante reglas acordadas por las comunidades agrarias o bien dichas áreas pueden pasar a ser propiedad de poderosos locales o quedar abandonadas por no ser tierras aptas para la agricultura. Asimismo, las asambleas de los miembros de tierras co- munales pueden hacer valer el acceso a la tierra y a los recursos naturales para todos los que han cumplido 16 años, cosa impensable para los ejidos. Las tierras de uso común pueden mantenerse como tal formalmente; sin embargo, las asambleas pueden acordar el acceso priva- do por parte de sus socios. El buen gobierno de los bienes comunes (Ostrom 2000) como construcción del capital social es clave y es- tratégico para el manejo sustentable de los recursos na- turales y la conservación de la diversidad biológica en México, puesto que millones de hectáreas de bosques, selvas y vegetación desértica y semidesértica se encuen- tran en ejidos y comunidades. Al respecto, la discusión teórica sobre bases empíricas que se ha impulsado en todo el mundo se centra en el control de los recursos mediante el gobierno de los bie- nes comunes cuando las tierras de uso común tienen esta característica específica (Ostrom 2000). En efecto, en el ámbito mundial 370 millones de hectáreas están en ma- nos de las comunidades campesinas e indígenas maneja- das como bien común (White y Martín 2002). La acción común incluye los sitios sagrados, apenas reconocidos por el Estado mexicano. La evidencia empírica en los territorios de los pueblos indígenas nos muestra una gama de situaciones que van desde la deforestación y pérdida de recursos hasta los aprovechamientos sostenibles. Todas las experiencias tienen como tema central la gobernanza de los bienes comunes. Así, tenemos situaciones de éxitos y sustenta- bilidad a partir del manejo de los recursos naturales; otras donde hay posibilidades para llegar a la sustentabi- lidad, y un tercer escenario en el que claramente domi- nan la desorganización social, los intereses ajenos y pri- vados en los bienes comunes tanto de afuera como en el interior de la comunidad indígena (Gerez 1999). Para el gobierno de los recursos naturales en general, las comunidades indígenas han tenido reglas comunita- rias de larga tradición, pero también han ido incorporan- do modificaciones y adaptaciones con el tiempo. Las nuevas formas del gobierno de los bienes comunes que se fueron configurando a partir de los años ochenta permi- ten las siguientes lecciones para otras formas de gobier- no del bien común (que no necesariamente se refieren solo al manejo forestal). 644 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio En primer lugar, desde el punto de vista social, la recu- peración colectiva de los recursos naturales va creando nuevas instituciones o ramificaciones de las que ya exis- ten. El territorio de las comunidades se reorganiza en función de reglas aprobadas por la asamblea ejidal o co- munal para el aprovechamiento sustentable del bosque natural y las selvas. Es decir, se desarrolla el ordenamien- to del territorio para el manejo en mosaicos de “áreas forestales permanentes”, incluyendo zonas de aprovecha- miento, regeneración y crecimiento, de conservación de la diversidad biológica y áreas de desarrollo agroforestal y agropecuario. Merino y Robinson (2005) presentan algunos princi- pios básicos para analizar la evolución de las experiencias empíricas del buen gobierno de los bienes comunes: a] El ordenamiento territorial y ecológico para el buen manejo de los recursos naturales. Lo que genera la go- bernabilidad sobre los bienes comunes son estas re- glas fijadas tanto desde dentro de la comunidad como desde fuera, promovidas por las autoridades agrarias, forestales y ambientales. Es importante señalar que en los lugares donde hay ordenamiento, manejo y acuer- dos sobre el acceso, las masas forestales han aumenta- do en superficie y en calidad (Anta y Pérez 2004) b] Delimitación de los usuarios y del territorio para el manejo. Para lograr el buen gobierno de los bienes co- munes tiene que haber una delimitación clara de quié- nes tienen derecho sobre los recursos naturales y qué superficie territorial está en juego. Se trata de la socie- dad de una comunidad agraria que ha decidido mane- jar mejor sus recursos naturales, ya sean bosques, sel- vas, fauna, etc. Así, cada ejidatario o comunero tiene derecho a participar de los beneficios que resultan de la gestión del bosque. c] La regulación de la cantidad de recursos y la frecuen- cia de su apropiación. Por la naturaleza del aprovecha- miento, la regulación y frecuencia de la apropiación tienen un respaldo técnico y legal. Es importante se- ñalar que ciertas comunidades tradicionales tienen regulaciones para distintos recursos (agua, fauna, leña, madera para construcción, etc.), incluso algunos anclados en códigos míticos y de castigo para quienes rompan las reglas. Un ejemplo de reglas específicas sobre el uso adecuado de los recursos son las que im- pone la asamblea tradicional o bien las que no están escritas pero entendidas por todos. Aguilar et al. (2003a) describen las normas y reglas internas de tres comunidades indígenas para el manejo del territorio, y en específico de la hoja de palma. En este trabajo muestran los mecanismos exteriores e interiores de las comunidades para quienes no cumplan estos acuer- dos escritos y no escritos. d\ Organización social consensuada y legitimada por to- dos los participantes. Al respecto presento aquí por lo menos tres situaciones distintas: 1 ] la que se refiere a las situaciones en que la asamblea ha perdido el con- trol sobre los recursos y, si bien no existe un escenario de acceso abierto al exterior, grupos internos se apro- pian ilegítimamente del recurso (Merino et al. 2000); 2] la asamblea controla a sus autoridades y al recurso, y 3] las empresas forestales hacen más complejo su quehacer y desarrollan estrategias empresariales a me- diano y largo plazos, creando instancias intermedias de toma de decisión. El desempeño de la organización social es clave para la reapropiación de los bienes comunes tanto de recursos maderables como no maderables. Es aquí donde se deba- te acerca del acceso abierto a los recursos, el acceso de unos cuantos o si los miembros del ejido o comunidad controlan los recursos y sus beneficios. No se aplica aquí el paradigma de la tragedia de los comunes (Hardin 1968), cuyo marco simplista, abstracto y generalizante solo toca una de las distintas posibilidades del manejo y economía del bien común. Para su buen desempeño es necesario que se fijen reglas de acceso y uso claras, mismas que son avaladas por la asamblea de socios pero también desde el punto de vista de la racionalidad del manejo sustentable del bosque natural (Ostrom 2000). Gran parte de la di- versidad biológica de los pueblos indígenas se encuentra en las tierras de uso común, por lo que los acuerdos y reglas de acceso de los ejidatarios y comuneros son una condición necesaria para evitar la “tragedia de los comu- nes” y la ingobernabilidad regional impuesta por los tala- dores y los narcotraficantes. Sin embargo, esta amenaza o tragedia sí se aplica en múltiples comunidades y regio- nes cuando no existen organización, reglas claras de ac- ceso y, en resumen, un buen gobierno de los comunes. Notas 1 Esta clasificación de las lenguas indígenas tiene un reconoci- miento oficial: se encuentran referidas en el Catálogo de Len- guas Indígenas Nacionales, publicado el 14 de enero de 2008 en el Diario Oficial de la Federación (Inali 2007). 15 • El reto de la conservación de la biodiversidad en los territorios de los pueblos indígenas 645 2 Los polígonos de Thiessen son una construcción geométrica que permite trazar una partición del plano euclidiano. Los polígonos se crean al unir los puntos entre sí, trazando las mediatrices de los segmentos de la unión. Las intersecciones de estas mediatrices determinan una serie de polígonos que designan el área de influencia de las localidades, en este caso con mayoría de población indígena, que no tienen una deli- mitación por la propiedad social. 3 En los territorios indígenas dominan las corrientes de agua con categorías 1, 2 y 3 de siete, de la clasificación Strahler Horton (García-Puga e Hinojosa-Corona 2001). Las ramifi- caciones más alejadas de la corriente principal reciben la ca- tegoría 1; la conjunción de dos “dendritas” de categoría 1 forman la ramificación 2; la unión de las categorías 2 generan la 3 y así sucesivamente. En el manual de la ciudad de Nueva York para mejorar la captación y formación de los acuíferos, así como la de mitigación de los efectos de tormentas extre- mas, esta clasificación es muy útil ya que allí se proponen procedimientos claros para cada categoría (Boege 2008). 4 Estudios Rurales y Asesoría, A.C. (era), asociación pionera en la promoción de la planeación comunitaria del manejo del territorio, metodología enfocada hacia el ordenamiento de comunidades forestales en Oaxaca. Grupo de Estudios Ambientales, A.C. (ge a), en varias partes del país, principal- mente en Campeche, Guerrero, Michoacán. Grupo Autóno- mo para la Investigación Ambiental, A.C. (g ai a), organiza- ción con amplia experiencia en la gestión participativa de recursos naturales en la costa de Oaxaca y que en el año 2000 realizó el ordenamiento para el manejo de las subcuencas del Río Copalita. Methodus, S.C., organismo civil profesional experto en sistemas agroforestales, fortalecimiento del capi- tal social y creación de empresas comunitarias. Capacitación y Planeación Comunitaria, A.C., en la Chinantla Alta, con amplia capacidad técnica para la elaboración cartográfica, el trabajo comunitario y la educación ambiental. Programa de Aprovechamiento Integral de los Recursos Naturales, pair, A.C., con más de 15 años de trabajo en ordenamientos y de- sarrollo comunitario, sobre todo en el estado de Guerrero. Asimismo, los trabajos que Procymaf y Coinbio, entre otras, han realizado con las comunidades forestales de Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Quintana Roo, Durango, y Jalisco. 5 Procymaf, Coinbio, era, gaia, Conanp, cbmm, míe, wwf y Fundación Ford. 6 El 16 mayo de 2008 se promulgan nuevas disposiciones en la lgeepa para ampliar el capítulo I, que se refiere a las áreas naturales protegidas, el cual se denomina “Establecimiento, administración y manejo de áreas destinadas voluntariamen- te a la conservación” En esta adenda a la ley la autoridad expide certificados de conservación del predio en cuestión y se le incorpora al Sistema Nacional de Áreas Naturales Pro- tegidas. 7 Según la serie III, en este análisis se incluyen los siguientes tipos de vegetación. Selvas húmedas y subhúmedas: media- na caducifolia, alta perennifolia, mediana subcaducifolia, mediana subperennifolia, baja espinosa caducifolia, alta sub- perennifolia, baja perennifolia, baja caducifolia, baja subpe- rennifolia, baja subcaducifolia y matorral subtropical. Bos- ques templados húmedos y subhúmedos: mesófilo de mon- taña, de encino-pino, de pino, de pino-encino, de ayarín, de encino, de táscate, de galería, de oyamel y de cedro. No se incluyen los matorrales xerófilos y la vegetación hidrófila. 8 Esta cifra aumentará en la medida que se regularicen los pre- dios en conflicto y que no están incluidos en nuestra base de datos (inegi 2005) del ran. Referencias Aguilar, J., T. Gómez, C. Illsley, J. Flores, E. Quintanar et al. 2003a. Normas comunitarias indígenas y campesinas para el acceso y uso de los recursos naturales, g ai a-ge a, A.C.- Proyecto Sierra de Santa Marta, A.C.-Methodus Consultora, S.C., México. Aguilar, J., C. Illsley y C. Marielle. 2003b. 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March • Rocío Esquivel • César Cantú • Andrés Lira-Noriega coautores: Verónica Aguilar • Jesús Alarcón • Juan Bezaury-Creel • Segundo Blanco • Gerardo Ceballos • Antony Challenger • Javier Colín • Ernesto Enkerlin • Óscar Flores Villela • Gabriela García-Rubio • Diana EJernández • Melanie Kolb • Pedro DíazMaeda • Enrique Martínez Meyer • Elizabeth Moreno • Norma Moreno • Mariana Munguía • Miguel Murguía • Adolfo Navarro • Daniel Ocaña • Leticia Ochoa • Víctor Sánchez-Cordero • Jorge Soberón • Juan Francisco Torres • Raúl Ulloa • Tañía Urquiza-Haas autores de recuadros: 76. 7, Mariana Munguía, Elizabeth Moreno, Verónica Aguilar, Diana Hernández, Melanie Kolb, Gabriela García-Rubio, Andrés Lira-Noriega, Marcia Tambutti, Patricia Koleff, Ignacio J. March, Rocío Esquivel • 76.2, Diana Hernández, Gabriela García-Rubio, Melanie Kolb, Verónica Aguilar, Norma Moreno, Patricia Koleff • 76.3, Patricia Koleff, Marcia Tambutti, Ignacio J. March, Rocío Esquivel, Andrés Lira-Noriega, César Cantú, Jorge Soberón, Víctor Sánchez-Cordero, Gerardo Ceballos, Ernesto Enkerlin, Antony Challenger revisores: Pablo Marquet • Rodrigo A. Medellín • Ana Rodrigues Contenido 16.1 Introducción / 653 16.2 Análisis de ambientes terrestres / 656 16.2.1 Antecedentes / 656 • Estudios a escala global y continental / 656 • Estudios a escala nacional / 662 1 6.2.2 Bases de datos geográficas y de biodiversidad / 664 16.2.3 Análisis ecorregional / 665 • Métodos / 665 • Ecorregiones prioritarias para la conservación / 665 • Vacíos y omisiones de conservación en las ecorregiones / 674 16.2.4 Análisis de optimización con base en la selección de objetos de conservación y amenazas a la biodiversidad terrestre / 678 • Métodos / 678 • Sitios de importancia para la conservación / 684 > Koleff, P., M. Tambutti, I.J. March, R. Esquivel, C. Cantú, A. Lira-Noriega et al. 2009. Identificación de prioridades y análi- sis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México, en Capital natural de México, vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio. Conabio, México, pp. 651-718. [ 651 ] 652 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio • Vacíos y omisiones en conservación de los sitios prioritarios para la conservación / 688 16.3 Análisis de ambientes marinos / 690 1 6.3.1 Antecedentes / 690 16.3.2 Métodos/ 692 16.3.3 Identificación de sitios marinos de importancia para la conservación / 699 16.3.4 Análisis de vacíos y omisiones para la conservación de la biodiversidad marina / 702 16.4 Conclusiones / 707 Referencias / 777 Recuadros Recuadro 16.1. Encuesta nacional sobre prioridades de conservación / 658 Recuadro 16.2. Análisis preliminar de la conservación de la biodiversidad insular / 694 Recuadro 16.3. Planeación del metanálisis y perspectivas para la conservación en México /(^) Apéndices Apéndice 16.1. Participantes en los análisis de omisiones de áreas importantes para la conservación de la biodiversidad /(ff) Apéndice 16.2. Bases de datos geográficas y de biodiversidad consultadas / (f^) Apéndice 16.3. Variables usadas para la elaboración de los índices de importancia biológica ( ii b ), de riesgo (iRi)y de respuesta (ire)/(^) Apéndice 16.4. Lista de los elementos de la biodiversidad incorporados en la detección de sitios prioritarios. Se muestran los criterios de evaluación como filtros finos y las metas de conservación utilizadas en el análisis con el programa Marxan /(ff) Apéndice 16.5. Lista de elementos focales utilizados en la identificación de sitios de mayor importancia para la conservación de la biodiversidad costera y oceánica de México /(ff) 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 653 Resumen La excepcional biodiversidad que alberga México obliga a una . planeación a diferentes escalas para conservar una porción significativa de ella. A raíz del compromiso establecido en la Séptima Conferencia de las Partes (Cop 7) del cdb, en el Programa de Trabajo de Áreas Protegidas se identificaron sitios prioritarios para diferentes elementos de la diversidad biológica y se practicaron análisis de vacíos y omisiones en conservación. Los análisis a escala ecorregional mostraron 11 de 96 ecorre- giones terrestres sin áreas protegidas (ap) y 50 subrepresentadas en el sistema de áreas protegidas con diferentes niveles (0.003% a 10.1% de superficie protegida, que está por debajo de la proporción del territorio cubierto por ap, que actualmente equivale a ca. 12% de la superficie). Existen sesgos al proteger en mayor proporción las tierras altas (a más de 2 800 msnm) en comparación con el resto del país. Considerando los tipos de vegetación, los niveles de protección más bajos se presentan en las selvas secas, el matorral espinoso tamaulipeco y los bosques de pino-encino. Se generaron tres índices que valoran las ecorregiones por su importancia biológica, riesgos y respuestas a la conservación, que nos permiten contar con un marco general para la planeación de la conservación a escala regional. Por otra parte, se identificaron los sitios prioritarios para la conservación basados en información de presencia registrada o estimada de especies de vertebrados terrestres, géneros de angiospermas, algunas familias de plantas, tipos de vegetación y un conjunto de las principales amenazas (i.e., cambio de uso del suelo, asentamientos humanos, frecuencia de incendios, entre otras) utilizando el programa Marxan. En términos de área, los sitios identificados como los de más alta prioridad representan 16.6% de la extensión territorial continental, pero solo 15.93% del área de estas unidades están en alguna ap. Para seleccionar los objetos de conservación se consideraron las especies de distribución restringida, endémicas y amenazadas, los sitios con mayor concentración de riqueza de especies y con vegetación en condición primaria. En los ambientes marinos se identificaron 105 sitios prioritarios (costas, océanos y elementos insulares). Solo 18.33% de la superficie de estos sitios prioritarios está decretada como ap, por lo que es fundamental consolidar esfuerzos para conservar y manejar de forma sustentable estos sitios de alta prioridad. Por primera vez se identificaron y documentaron 29 sitios de mar profundo que prácticamente no tienen protección y cuya identificación es fundamental para dirigir esfuerzos de conservación. Asimismo, se analizó la información de una encuesta nacional, diseñada explícitamente para compilar la mayor información sobre sitios de importancia para la conservación de la biodiversidad. Los datos a escalas más finas permiten ubicar de forma más precisa algunos sitios. Concluimos que la identificación de sitios de importancia para la conservación de la biodiversidad del país es una herramienta básica para facilitar la selección, armonización y creación de sinergias entre los diversos instrumentos complementarios requeridos para lograr conservar y usar de manera sustentable nuestro patrimonio natural. 16.1 Introducción La magnitud de la diversidad biológica de México se dis- tingue por los altos niveles de endemismo y microende- mismo para la mayoría de los grupos de organismos y por los complejos patrones espaciales en la distribución de su flora y fauna que forman un mosaico de paisajes, ecosis- temas y comunidades terrestres (Conabio 2006a; capí- tulos 3, 11 y 12 del volumen I). Un componente esencial de la megadiversidad del país son los ambientes marinos (Arriaga et al. 1998; Contreras y Castañeda 2004; capítu- los 4 y 5 del volumen I). El hecho de que México tenga vertiente a los océanos Atlántico y Pacífico, así como dos importantes golfos, el de California y el de México, y com- parta el segundo arrecife más grande del mundo en el Mar Caribe, le confiere niveles de riqueza, diversidad y ende- mismos marinos comparables con los de la biota conti- nental (Salazar Vallejo y González 1993). A pesar de los esfuerzos realizados en la última década, la superficie protegida resulta insuficiente para un país tan megadiverso como México. Difícilmente podremos con- servar adecuadamente una porción representativa y via- ble de tal biodiversidad con las actuales áreas protegidas.1 Más aún, varias de las ap (principalmente las decretadas a fines del siglo xix y los primeros setenta años del si- glo xx) fueron establecidas por su belleza escénica, de forma oportunista, o por otros valores no necesariamen- te prioritarios; no fue sino hasta mediados de la década de los noventa cuando se consolidó una visión integral de las ap como un sistema que debe representar lo mejor posible la diversidad biológica del país (capítulo 9 de este volumen). Además, en las últimas décadas se han incre- 654 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio mentado las ap comunales y privadas. Si bien la creación de ap es una estrategia central para conservar la biodi- versidad con un marco legal sólido y cada vez con mayor aceptación y demanda social, es fundamental fortalecer este sistema, así como un conjunto diversificado y com- plementario de otros instrumentos de conservación para asegurar la permanencia y el funcionamiento de los eco- sistemas, sus servicios y la mayoría de sus especies. Es indispensable determinar los sitios en los que deben apli- carse estos instrumentos de conservación, con la conco- mitante evaluación y diagnóstico de los existentes. Es apremiante identificar sitios prioritarios por su ex- cepcional biodiversidad y diseñar diagnósticos y estrate- gias para su conservación. El aumento de las presiones antropogénicas sobre la biodiversidad, particularmente causado por la alta tasa de cambio de uso del suelo y la sobreexplotación de los recursos naturales está condu- ciendo a una pérdida irreversible de especies y deterioro de los ecosistemas (Woodroffe 2001, en Rodrigues et al. 2003). La identificación de prioridades para la conserva- ción es un tema estratégico por la estrecha dependencia de la sociedad respecto de los servicios ambientales que le brindan los ecosistemas. Además, es primordial iden- tificar los sitios más amenazados que albergan una ex- traordinaria biodiversidad a fin de conservar aquella par- te de la historia evolutiva plasmada en los organismos vivos más vulnerables (Sechrest et al. 2002). La planificación, conservación y manejo sustentable de los ecosistemas terrestres y marinos (incluyendo costas, océanos e islas),2 su biodiversidad y los recursos natura- les que albergan requiere que algunas áreas se mantengan en su estado natural o lo menos perturbadas posible. Por ejemplo, resulta necesaria la protección y restauración de la biodiversidad de los ambientes costeros críticos para mantener la producción pesquera, la conservación de los recursos genéticos y el resguardo de áreas de interés es- cénico y recreativo (Salm etal. 2000). El éxito de las áreas dedicadas a la conservación depende de la existencia de un marco legal apropiado que se aplique, de la aceptación de las comunidades locales y de un sistema de manejo integral efectivo. El reto de evaluar las ap no es exclusivo de México, sino de todos los países del mundo. Durante la Séptima Conferencia de las Partes (Cop 7) 3 del Convenio sobre la Diversidad Biológica (cdb) del que México forma parte, se emitió una resolución para establecer un Programa de Trabajo sobre Áreas Protegidas,4 enfocado a que los paí- ses evalúen la efectividad de sus sistemas de áreas pro- tegidas y lleven a cabo análisis de vacíos y omisiones de conservación (convencionalmente conocidos como gap analysis, en inglés), con criterios técnicos sólidos que sir- van de guía para incrementar la superficie con decretos de protección (pnuma/cdb/Cop 7/L.32; Dudley et al. 2005), así como llevar a cabo una evaluación de las capa- cidades para el manejo de las ap y de los recursos finan- cieros dedicados a la conservación (Fig. 16.1). Este capítulo trata sobre la identificación de los sitios prioritarios de importancia biológica; explora una prime- ra evaluación de su conservación, considerando la super- ficie bajo protección dentro de ap federales, estatales y municipales y las omisiones en su cobertura al considerar diferentes elementos de la diversidad biológica (Burley 1988; Scott etal. 1993; Csuti 1994; Jennings 2000), y pro- pone pasos a seguir en la evaluación de las ap y estrate- gias de conservación que permitan solucionar los vacíos detectados. La planeación sistemática de la conservación se empe- zó a desarrollar en la década de los setenta, con los apor- tes de diversos criterios de selección, tales como área mí- nima, rareza, endemicidad, diversidad, representatividad, irremplazabilidad, fragilidad, conectividad, integridad y vulnerabilidad (Margules y Pressey 2000; Fandiño-Loza- no y Van Wyngaarden 2005 y referencias que incluyen). Estas ideas se fueron refinando, considerando que los re- cursos disponibles para la protección de la biodiversidad son usualmente escasos, por lo que es necesario optimi- zarlos. De hecho, estos análisis han sido un marco de re- ferencia para definir estrategias de financiamiento para la conservación a distintas escalas (Vane-Wright etal. 1991; Pressey etal. 1993; Murray etal. 1996; World Bank 2002; Wilson et al. 2007). Uno de los principales objetivos de estos análisis es identificar las prioridades para lograr la protección de una porción viable y representativa de la biodiversidad con el área mínima posible o por medio de una red ópti- ma de sitios (Arango et al. 2003; Dudley et al. 2005). Los análisis de vacíos y omisiones se han extendido a diversos enfoques metodológicos (Kiester et al. 1996; González- Rebeles y Jennings 2001; Dudley y Parish 2006) y se han aplicado incluso con un enfoque hacia la conservación de recursos genéticos (Lipow et al. 2004), de comunidades de animales o plantas (Strittholt y Boerner 1995), de uni- dades evolutivas filogenéticas (Humphries et al. 1995; Mace et al. 2003; Maiorano et al. 2006) e incluso para grupos ecológicos funcionales (Buchmann et al. 1999). Debido a los inevitables sesgos en la información, porque prácticamente en ningún sitio se conoce la biodiversidad por completo (Grand et al. 2007), y además, esta puede 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 655 Figura 16.1 Diagrama de la visión estratégica que guíe las acciones para fortalecer el sistema de áreas protegidas, mediante la sinergia de dependencias de gobierno, instituciones académicas y organizaciones civiles, y ayude a fortalecer los sistemas actuales de ap, de acuerdo con los tres componentes del Programa de Trabajo del cdb adoptado en 2004. Este capítulo se enfoca solo al componente de la evaluación de vacíos y omisiones en conservación. variar en determinados lapsos, la metodología de esos estudios ha sido mediante la utilización de “sustitutos” o “indicadores” (“ surrogates ”, en inglés) de importancia bio- lógica para identificar sitios prioritarios (Sarkar et al. 2005; Rodrigues y Brooks 2007). Los indicadores son necesa- rios, aunque para todos ellos, aun los más usados, se han documentado algunas limitaciones en su aplicación (An- delman y Fagan 2000; Williams et al. 2000). Por ejemplo, en muchos casos es difícil acordar cuáles son las mejores especies indicadoras, ya que la distribución de la riqueza y endemismos de diferentes grupos biológicos muchas veces no es coincidente; las “especies clave” son difíciles de identificar (Simberloff 1998; Gaines 2007), y las “uni- dades del paisaje” “comunidades naturales” o “clases de uso del suelo”, que contienen una diversidad de elemen- tos impiden puntualizar acciones de conservación que se 656 Capital natural de México • Vo\. II: Estado de conservación y tendencias de cambio requieren a escala local (Lombard et al. 2003). Por ello, cada vez hay más consenso en que se debe considerar el mayor número de elementos de la biodiversidad posible. La selección de los sitios prioritarios se fundamenta en alguno de los siguientes criterios: 1 ] que constituya el me- jor ejemplo de un ecosistema o tipo de hábitat importan- te o único; 2] que sea necesario para la sustentabilidad de las actividades productivas; 3] que posea alta diversidad de paisajes, comunidades o especies; 4] que sea una lo- calidad con procesos ecológicos clave; 5] que proporcio- ne un hábitat específico para una o más especies; 6] que ofrezca un servicio ambiental relevante; 7 ] que tenga va- lores culturales importantes (históricos, religiosos o re- creativos); 8] que propicie la investigación básica (Salm et al. 2000); 9] que contribuya a la conectividad de hábi- tats, y 10] que conserve más de una población de cada especie (Ceballos et al. 2005). La biodiversidad abarca la complejidad de los ecosiste- mas, especies, sus poblaciones y su variabilidad genética, y sus interacciones. Por lo tanto, difícilmente podría exis- tir una medida universal e inconfundible para identificar los sitios de mayor biodiversidad o los más relevantes para la conservación que considere la totalidad de los ele- mentos del sistema. Por esta razón se requieren estudios con diferentes enfoques y escalas aplicados a los diversos elementos de la biodiversidad considerados “objetos de conservación” con el fin de tener el mayor número de cri- terios y atributos disponibles para identificar las áreas y los sitios prioritarios para la conservación. En 2004, Méxi- co decidió iniciar el desarrollo de una serie de análisis de omisiones de las áreas importantes para la conservación de la biodiversidad a escala nacional, considerando diver- sas metodologías y la mayor cantidad de información ac- tualizada, los cuales fueron realizados por especialistas de la academia, el gobierno y diversas organizaciones civiles (apéndice 16.1, en(^f)). Este capítulo es un estudio inédito para México por la visión de integrar diversos análisis; abarca ecorregiones, diversos grupos taxonómicos y sitios puntuales. Se consi- deró la importancia de conducir por separado los análisis terrestres de los marinos (Fig. 16.2), usar las ecorregiones como unidades básicas de análisis y llevar a cabo análisis a escalas más finas. Asimismo, en un futuro se desea valo- rar un conjunto de instrumentos estratégicos de políticas públicas, para consolidar una visión integral en la conser- vación, tanto en ap como en el entorno en que están in- mersas, mediante talleres regionales y otros mecanismos de participación social que permitan ampliar los consen- sos alcanzados. Aun cuando la información recabada has- ta ahora y los diversos análisis que se han desarrollado son un avance serio y significativo en la determinación de prioridades para la protección de nuestro patrimonio bio- lógico, resulta prioritario continuar con los trabajos que permitan contar con todos los elementos de juicio técni- co para evaluar los sitios propuestos y concretar así una visión compartida, completa y consensuada para la con- servación de la biodiversidad en nuestro país (Fig. 16.1). Uno de los elementos clave del proceso ha sido la am- plia participación de investigadores y especialistas en bio- diversidad de todo el país, por lo que con el fin de com- pilar la mayor información posible se diseñó y aplicó una encuesta nacional para detectar sitios de elevada im- portancia para la conservación de la biodiversidad que se encuentran sujetos a diversas amenazas (véase el recua- dro 16.1). 16.2 Análisis de ambientes terrestres 16.2.1 Antecedentes A continuación se presenta una síntesis de los trabajos más importantes enfocados a la planeación para la iden- tificación de sitios prioritarios de la última década, con- siderando primero los estudios a escala global en los que está incluido México y después los esfuerzos nacionales y regionales. Estudios a escala global y continental A escala global destaca el hecho de que México forme parte de un pequeño grupo de países denominados me- gadiversos (Mittermeier et al. 1997) y que sea reconocido por su alta proporción de endemismos, como uno de los centros de diversidad de plantas (wwf e iucn 1997), de áreas de endemismo de aves (Stattersfield et al. 1998) y de áreas de alta diversidad silvestre (Mittermeier et al. 2002; 2003; véase también el volumen I de esta obra). De hecho, tres grandes regiones que cubren una gran exten- sión del territorio mexicano han sido identificadas a esca- la mundial como hotspots, es decir, como lugares que al- bergan una extraordinaria biodiversidad biológica (como una gran concentración de endemismos) y que están se- riamente amenazados, con un nivel insuficiente de pro- tección en relación con la biodiversidad que albergan. De acuerdo con Mittermeier et al. (2004) estos hotspots serían la Provincia Florística de California (que se extiende hasta la parte más norteña de la Península de Baja California), 16 Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 657 Insumos • Cartografía (ap federales, estatales y municipales; ecorregiones, islas) • Bases de datos de registros de biodiversidad • Talleres de expertos • Literatura • Encuesta nacional sobre sitios prioritarios para la biodiversidad Ambientes terrestres Enfoque ecorregional • Representatividad • Vegetación/AP/ecorregión • Altitud/AP/ecorregión Sitios terrestres prioritarios Metas de conservación (i.e. riqueza, endemismo, rareza, listas rojas) y principales amenazas (i.e. cambio de uso del suelo, fragmentación, incremento de la población) Eficiencia de las anp para la conservación de la vegetación (Véase recuadro 10.5, capítulo 10 de este volumen) Especies prioritarias (Véanse los capítulos 11 y 18 de este volumen) • Agrodiversidad • Conectividad y resiliencia • Especies migratorias • Escenarios del cambio climático ->! Ambientes acuáticos epicontinentales Ambientes marinos Identificación de sitios prioritarios para la conservación de la biodiversidad \ / Evaluación cap \ / Metanálisis Enfoque ecorregional • Representatividad de ambientes costeros y de mar profundo • Biodiversidad y principales amenazas Biodiversidad insular • Análisis de algunos grupos taxonómicos • Conectividad en el mar profundo/montes submarinos • Especies migratorias • Escenarios del cambio climático Figura 16.2 Diagrama de los procesos llevados a cabo para identificar los sitios prioritarios por su biodiversidad y los vacíos y las omisiones en conservación (evaluación gap) para los distintos ambientes. Los procesos que se muestran con líneas punteadas no se han concluido o se llevarán a cabo posteriormente. 658 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 16.1 Encuesta nacional sobre prioridades de conservación Mariana Munguía • Elizabeth Moreno • Verónica Aguilar • Diana Hernández • MelanieKolb • Gabriela García-Rubio • Andrés Lira-Noriega • Marcia Tambutti • Patricia Koleff • Ignacio J. March • Rocío Esquivel Con el fin de tener una visión más amplia en los análisis de vacíos y omisiones en conservación de la biodiversidad, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), Pronatura, A.C., The Nature Conservancy-Programa México (tnc), el Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza (fmcn) y el Instituto Nacional de Ecología (ine) desarrollaron esta Encuesta nacional sobre prioridades de conservación para detectar sitios prioritarios para la conservación de la biodiversidad en México. La Encuesta recopiló información de especialistas, investigadores y conservacionistas de todo el país; participaron organizaciones civiles, gobiernos federal y estatales y universidades. Los objetivos de esta encuesta fueron: 7 ] integrar un grupo de personas interesadas en la conservación y que con base en su experiencia aportaran argumentos justificados sobre los sitios que consideren como prioritarios, y 2] detectar ejercicios de identificación, priorización y evaluación de sitios importantes para la conservación ya realizados. Método De agosto de 2005 a mayo de 2006 se invitó a más de 800 personas a responder la encuesta. El diseño de la misma fue realizado en conjunto por la Conanp, la Conabio, tnc y Pronatura con el propósito de que fuera ágil y fácil de contestar para obtener la mayor cantidad de respuestas posible. La primera sección recopiló información de los ejercicios de priorización de sitios existentes en nuestro país en los que el encuestado hubiera participado. En la segunda se solicitó proponer sitios como ecosistemas o hábitats que probablemente no habían sido considerados en ejercicios formales de priorización, pero que por la experiencia en campo del autor merecían ser considerados como prioritarios y con qué argumentos se proponían como tales. Se creó una base de datos con los resultados obtenidos y posteriormente se validaron y delimitaron los sitios propuestos. La validación se llevó a cabo con cartografía de estados (Conabio 2003) y municipios (inegi 2006), así como con el Atlas estatal (sct 2002) y el sistema para georreferenciar lugares por nombre, geo (Alarcón Guerrero 2002). Los argumentos y descripciones dadas por los encuestados representaron la base para la definición de los sitios, que fue complementada con información extraída de cartografía temática [uso del suelo y vegetación (inegi 2005a), regiones terrestres prioritarias (rtp) (Arriaga et al. 2000a, actualizado en Conabio hasta 2004), regiones hidrológicas prioritarias (rhp) (Arriaga et al. 2002), regiones marinas prioritarias (rmp) (Arriaga et al. 1998), áreas de importancia para la conservación de las aves (Cipamex y Conabio 1999) y áreas protegidas (Conanp y Conabio 2007a)]. Resultados Más de 60% de los encuestados participaron en algún ejercicio de priorización de sitios, en su mayoría a escala nacional (Fig. 1). Se recibieron 228 propuestas, de las cuales 220 presentaban argumentos para crear un sitio georreferen- ciado. Para el resto del análisis de vacíos y omisiones se dividieron los sitios en ambientes terrestres y costeros- marinos. A los ambientes terrestres corresponde la mayoría, con 126 sitios, seguido por 56 en ambientes costeros, dejando 36 sitios relacionados con aguas epicontinentales. A conti- nuación se presentan los resultados para los sitios terrestres y costeros. De los sitios propuestos, 58 (32% del total) coinciden con ap federales y estatales decretadas en nuestro país (Fig. 2; cuadro 1). Estos incluyen 75% de los sitios costeros pero solamente 13% de los terrestres. Setenta y cuatro por ciento de las propuestas de la encuesta están considerados en algún sitio prioritario (Fig. 3), resultado del análisis de vacíos y omisiones en conservación de biodiversidad terrestre y marina (Conabio et al. 2007a, c). Nuevamente, las propuestas costeras están mejor representadas (95%) que las terrestres (46%). Sin embargo, algunas de las propuestas no se pueden diferenciar rigurosamente en ambientes terrestres o costeros, lo que se refleja en el hecho de que algunos de los sitios terrestres se encuentran en algunas rmp y algunos sitios costeros en rtp. Cincuenta y un sitios propuestos (41%) para ambientes terrestres que se encuentran en alguna región prioritaria no están incluidos en ninguna ap, mientras en los ambientes costeros son 16 las propuestas (29%), que representan en su conjunto 44%. Cabe destacar que la misma cantidad de sitios derivados de la encuesta (44%) no están representados en ninguna ap y tampoco coinciden con ninguna región prioritaria para la conservación; la diferencia entre ambientes terrestres y costeros es todavía mayor, con 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 659 48% de los sitios terrestres que se encuentren en esta categoría contra solo 1 1% de los sitios marinos. Conclusiones Esta Encuesta representa el conocimiento generado por diferentes sectores y cubren las diferentes regiones del país respecto a sitios que contienen ecosistemas o poblaciones de especies importantes para conservar por su valor ecológico, por presentar especies endémicas o raras, por sufrir serias amenazas o por ser de valor cultural. Asimismo, se iden- tificaron los diversos ejercicios de planeación y priorización efectuados durante los últimos 10 años en México, mismos que arrojan información adicional y documentada sobre áreas de importancia para la conservación. La Encuesta aporta información importante sobre sitios específicos de alto valor para la conservación, como muestra la cantidad considerable de sitios que no están representados en ap ni contemplados en los resultados del análisis de vacíos y omisiones en conservación, en especial en el caso de las propuestas para sitios terrestres. Figura 1 Ejercicios de priorización recabados por la Encues- ta nacional en diferentes niveles. Nacional: en todo México; regional: una o varias regiones del país que pueden incluir varios estados; transfronterizo: ejercicios realizados compar- tidos en Centroamérica o Norteamérica; estatal: realizados en un solo estado; multiescalar: ejercicios realizados en más de un nivel de los anteriores. Figura 2 Sitios propuestos en la Encuesta nacional y áreas protegidas federales, estatales y municipales (Conanp y Conabio 2007b). 660 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 16.1 [concluye] Cuadro 1 Relación de sitios terrestres y costeros de la Encuesta, por regiones de importancia para la biodiversidad Terrestres % Marinos % Total Sitios de encuesta 126 69.23 56 37.09 182 En ap federal 12 25.00 36 75.00 48 En ap estatal 4 40.00 6 60.00 10 En rtp 58 72.50 22 27.50 80 En rmp 2 3.64 53 96.36 55 No en rtp pero en ap 51 100.00 51 No en rtp ni en ap 60 100.00 60 No en rmp pero en ap 16 100.00 16 No en rmp ni en ap 5 100.00 5 En rtp 53 63.10 31 36.90 84 En rhp 48 59.26 33 40.74 81 En rmp 5 9.80 46 90.20 51 En aica 38 50.00 38 50.00 76 Figura 3 Sitios de la Encuesta nacional y sitios prioritarios para la conservación de la biodiversidad marina y terrestre (Conabio et al. 2007a-d). 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 661 los bosques de pino-encino (que cubren prácticamente to- das las cordilleras, sierras y el Eje Neovolcánico) y Meso- américa (que abarca toda la parte centro-sur de México). Estas regiones se identificaron principalmente con base en la riqueza de especies, en especial de una alta concen- tración de endemismos, lo que muchas veces resulta no ser lo más adecuado para poder establecer prioridades en conservación. Sin duda, el desarrollo de los sistemas de información geográfica (sig) abrió nuevas perspectivas para llevar a cabo la planeación sistemática de la conservación, consi- derando los ecosistemas como unidad de análisis (Scott et al. 1993). Para la utilización de estas herramientas de análisis, y poder identificar los vacíos y omisiones de representa- ción de la biodiversidad, resulta fundamental tener datos relativamente completos a la escala adecuada o utilizar una clasificación de ecosistemas que integre las carac- terísticas ambientales que determinan la existencia de la biodiversidad en sus diferentes escalas. Las clasificacio- nes ecológicas han evolucionado de manera considerable en los pasados tres decenios. Los trabajos pioneros en América del Norte surgieron de la clasificación de bos- ques en muchos casos relacionados con variables climá- ticas (por ejemplo, Hills 1961; cca 1997). Las clasificacio- nes regionales fueron el siguiente paso, e integraron una gama completa de características biofísicas para explicar los aspectos dinámicos de los ecosistemas, como patro- nes climáticos cambiantes, especies migratorias, proce- sos químicos del suelo, etc., que son esenciales para enten- der los ecosistemas (cca 1997; Josse et al. 2003). Uno de los trabajos más importantes enfocados a eva- luar el nivel de protección de los ecosistemas en las redes de ap ha sido realizado a escala global por Chape y cola- boradores (2005), quienes concluyen que los gobiernos de los países requieren adoptar la agenda propuesta en 2004 en la reunión de la Cop 7, a fin de establecer regíme- nes de protección efectivos para conservar la biodiversi- dad remanente. Las unidades ecorregionales5 han sido utilizadas en los últimos años para definir las prioridades de conservación a escala global y regional para proteger la mayor cantidad de áreas representativas, con elementos especiales y que aseguren la persistencia de poblaciones y procesos eco- lógicos (Dinerstein et al. 1995; Olson et al. 2001; Olson y Dinerstein 2002; Loucks et al. 2003; Balmford et al. 2005; Hoekstra et al. 2005; Burgess et al. 2006). Loucks y colaboradores (2003) clasificaron la impor- tancia biológica de cada ecorregión basados en la distri- bución de especies, riqueza y endemismos, fenómenos ecológicos o evolutivos, como migraciones o adaptación a radiaciones extraordinarias y rareza global del tipo de hábitat, y concluyeron que más de 20% de las áreas aisla- das (sin vías de comunicación) están localizadas dentro de las ecorregiones clasificadas globalmente como ex- cepcionales. En una priorización ecorregional, Dinerstein y colabo- radores (1995) identificaron, con base en la biodiversidad y el grado de amenaza de 191 ecorregiones de Latinoamé- rica y el Caribe, 51 como las de más alta prioridad para la conservación, 14 de las cuales se encuentran en México. Posteriormente, Olson y Dinerstein (2002) selecciona- ron 200 de 867 ecorregiones terrestres en el mundo como prioritarias. En ese estudio, sobresale México entre los países de América con mayor superficie prioritaria para la conservación, destacando las ecorregiones de las sierras Madre Oriental y Occidental, el Eje Neovolcánico y los matorrales xerófilos de la Península de Baja California. Destacan en el ámbito mundial los análisis de vacíos y omisiones de Rodrigues y colaboradores (2003, 2004a, b), quienes usaron datos de especies para investigar la repre- sentatividad de la red mundial de áreas protegidas y en- contraron que esta es incompleta. La mayoría de los sitios identificados como prioridades urgentes para la conser- vación se encuentran en las zonas tropicales (por arriba de 85% del área de prioridad para la protección, aunque corresponden solamente a 39% de la superficie continen- tal mundial), especialmente en los bosques húmedos tro- picales y subtropicales (65% del área de prioridad, com- parado con el 14% del área total de la Tierra). También están situados de manera no proporcional en las islas (31%, comparado con el 5% del área total del planeta). La con- clusión principal de estos análisis es que la cobertura de ap de 12% es aún insuficiente. Las mayores prioridades para el establecimiento de ap son regiones irremplaza- bles que enfrentan grandes presiones antropogénicas, en- tre las que destaca el sur de México. No obstante, a la escala de este estudio y en el contexto global, esta informa- ción es poco útil en la práctica para establecer una agen- da nacional. El análisis global usando los mamíferos como taxón representativo o emblemático, realizado por Ceballos y colaboradores (2005), mostró que la combinación de ra- reza, impactos antropogénicos y endemismo geopolítico (en especial en países en desarrollo, por falta de legisla- ción y recursos dedicados a la conservación) ha puesto a una cuarta parte de los mamíferos terrestres y a una frac- ción aun mayor de sus poblaciones en riesgo de extinción. 662 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Un análisis de complementariedad con una base de datos exhaustiva mostró que alrededor de 11% de la superficie del mundo debería estar dedicada de forma estratégica a conservar al menos 10% de las áreas de distribución de los mamíferos. La Alianza Cero Extinciones (ace) publicó en 2005 un listado de localidades de especies altamente amenazadas, denominadas de inminente extinción, de las cuales dos terceras partes no se encontraban protegidas, lo que in- dica claramente vacíos de conservación. En dicho estudio se señala a México como el país con mayor número de sitios ace, con 63 (Ricketts etal. 2005; capítulo 14 de este volumen). A la fecha se han realizado relativamente pocos estu- dios para determinar los sitios o áreas requeridas para sos- tener los procesos ecológicos que mantienen a los ecosis- temas o poblaciones viables de especies nativas (Odum 1970; Soulé y Sanjayan 1988; Noss 1993; Cox et al. 1994; Fandiño-Lozano y Van Wyngaarden 2005), por lo que aún existe controversia sobre la superficie mínima que se debe dedicar a la protección de la naturaleza. Si bien la red mundial de ap ha crecido sustancialmente en déca- das recientes, y a la fecha cubre 12.2% de la superficie del planeta, su crecimiento no se ha dirigido estratégicamen- te a maximizar la protección de la biodiversidad (Chape et al. 2005). Poco se sabe del grado en que esta red global de ap cubre las necesidades de protección de especies y ecosistemas. Esta información es necesaria para orientar la expansión estratégica de la red y la asignación eficaz de los recursos a lugares con escasa conservación para maxi- mizar la persistencia de la biodiversidad mundial. Las cifras de 10 y 12% han sido ampliamente citadas como los porcentajes mínimos de superficie que un país (o cada tipo de ecosistema) debe tener en reservas ecoló- gicas (Bruntland 1987; Noss 1996; Rodrigues etal. 2004b). Sin embargo, no existe suficiente evidencia que pudiera justificar científicamente dichas cifras propuestas. De he- cho, los pocos estudios disponibles para determinar las áreas requeridas para sostener los procesos ecológicos o mantener poblaciones viables de especies nativas indican que la superficie dedicada a la conservación debería in- crementarse de dos a seis veces (Soulé y Sanjayan 1988; Noss 1993; Dietz y Czech 2005). Los estudios enfocados a determinar el nivel de cober- tura que los sistemas de ap confieren a los diversos eco- sistemas y para algunos grupos de especies de flora y fauna (por ejemplo, Hunter y Yonzon 1993; Caicco et al. 1995; Pressey 1995; DellaSalaef al. 2001; Scott etal. 2001; Chape et al. 2003, 2005; Rodrigues et al. 2003, 2004b; Vreugdenhil et al. 2003; Brandon et al. 2005; Koleff y Moreno 2005; Cantú etal. 2007; Tognelli etal. 2008) han demostrado que las actuales redes de ap son insuficien- tes para proteger la biodiversidad, ya que están sesgadas hacia ciertos tipos de ecosistemas, frecuentemente hacia aquéllos con menor valor económico, dejando a otros des- protegidos o protegidos de forma parcial (Cantú et al. 2001, 2003, 2004; Rodrigues et al. 2004b). Los análisis de vacíos han estado enfocados principalmente a la biodiver- sidad terrestre (como los estudios antes citados); sin em- bargo, en los últimos años se han realizado trabajos sobre ambientes de aguas epicontinentales (Meixler etal. 1996; Meixler y Bain 1998; Pérez-Arteaga et al. 2005) y mari- nos (Gleason et al. 2006; Terán et al. 2006). En América Latina, países como Colombia, Ecuador, Belice, Guatemala, Bolivia, Costa Rica y Chile han llevado a cabo análisis de vacíos y omisiones a nivel ecorregional (Arango et al. 2003; Fandiño-Lozano y Van Wyngaarden 2005; Terán etal. 2006; Jolon-Morales 2007; Sinac-Minae 2007a, b; Tognelli etal. 2005, 2008). Para el caso de Méxi- co, durante la última década se han realizado estudios a diversas escalas para identificar áreas de importancia para la conservación, usando diferentes criterios y enfoques. Algunos de estos trabajos han mejorado conforme se va generando mayor y mejor información, así como con el avance tecnológico de herramientas para identificar y priorizar sitios para la conservación (Fuller et al. 2006, 2007; Escalante etal. 2007a, b). Estudios a escala nacional Una referencia a nivel nacional para la conservación han sido los ejercicios coordinados por la Conabio (Arriaga et al. 1998, 2000a, b; capítulo 10 de este volumen) para la identificación de regiones terrestres prioritarias (rtp), marinas (rmp) e hidrológicas (rhp). Estos trabajos han sido un marco importante para la planeación y el destino de recursos para la conservación en estas áreas a pesar de no ser un instrumento oficial. Asimismo, la Conabio colaboró con Cipamex para la determinación de las áreas de importancia para la conservación de las aves (aica), otra regionalización prioritaria no oficial, pero respal- dada por ornitólogos expertos en la avifauna del país y extranjeros, que incluye 96.3% del total de especies para México y la casi totalidad de aquellas consideradas en riesgo de extinción en diferentes listados nacionales e in- ternacionales. Es importante considerar que al unir las rtp y las rhp con las aica (Arizmendi y Márquez Valdelamar 2000), 16 • Idencificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 663 la superficie total considerada como prioritaria del país suma 60% del territorio continental. Por supuesto, este resultado refleja que la priorización no ha sido óptima, que es importante relacionar las regiones prioritarias en- tre sí y destaca la necesidad de precisar prioridades para la conservación en la menor área posible, para asegurar su factibilidad y el uso eficiente de recursos. Otros estudios han analizado la protección mediante ap decretadas en los ecosistemas, considerando zonas topográficas o tipos de vegetación. Con este enfoque, los estudios de Cantú y colaboradores (2001, 2004) conclu- yen que solamente en las zonas por arriba de los 3 000 msnm se cumple con la meta de proteger al menos 12% de su superficie. Estos resultados son consistentes con otro estudio a escala regional en el noreste del país, en donde existe una subrepresentación de planicies de poca elevación, en particular con matorrales xerófilos (Cantú et al. 2003). Es importante resaltar que no basta con alcanzar de- terminadas metas expresadas en porcentaje de superficie a escala nacional o regional, sino que es necesario cono- cer si la porción protegida es representativa de la variabi- lidad biológica que albergan los ecosistemas. Por ejemplo, 10% de la superficie de los bosques de pino-encino po- dría estar decretada como ap, pero la protección de mu- chas especies no se lograría si estas ap no representan las diversas asociaciones vegetales, ya que la composición de las especies de estos bosques cambia radicalmente en las distintas regiones del país. Para poder realizar lo que podríamos denominar “la se- lección perfecta” de los sitios de importancia para la con- servación biológica sería necesario disponer de informa- ción detallada de todas las especies y los requerimientos para su viabilidad en el largo plazo (Fandiño-Lozano y Van Wyngaarden 2005). Sin embargo, la mayoría de las espe- cies que habitan la Tierra aún no se han descrito formal- mente (hecho denominado “el impedimento linneano”), y para la mayoría de las especies descritas no se conoce con exactitud su distribución geográfica, que usualmente contiene muchos vacíos de información (hecho conocido como “el impedimento wallaceano”; Brown y Lomolino 1998; Lomolino 2004). Así, para evaluar el nivel de repre- sentación de las especies en las ap se han utilizado datos de los grupos de organismos mejor conocidos, bajo dife- rentes enfoques, metodologías y escalas cartográficas. En los estudios llevados a cabo a escala nacional, des- tacan en número aquellos que han usado datos de verte- brados terrestres como indicadores de biodiversidad, par- ticularmente los mamíferos y las aves, y en menor medida aquéllos con datos de reptiles y anfibios (por ejemplo, Ceballos et al. 1998; Sánchez-Cordero et al. 2005a, b). A continuación presentamos una síntesis de los resulta- dos más relevantes. Ceballos (1999) indica que 23 a 25% de los mamíferos endémicos no están representados en las ap, mientras que Vázquez (2005) afirma que la cifra es más alta, 33% (que equivale a una diferencia de 12 especies), y que la mayor parte de las especies de mamíferos no protegidas en ap se encuentran en el norte de la Península de Baja Califor- nia, en la porción oeste del Eje Neovolcánico Transversal y en la Sierra Madre Occidental. De las especies endémi- cas, las mayores concentraciones de mamíferos no pro- tegidos se encuentran en el norte de la Península de Baja California, en la Sierra Madre Occidental y en las tierras bajas de los estados de Jalisco, Colima, Michoacán y Oaxaca (Vázquez 2005). En una publicación más recien- te, Ceballos (2007) indica que 82% de los mamíferos te- rrestres de México están representados en una superficie pequeña del país (3.8%), pero que a pesar de estos valores la red de ap de México debería incrementarse conside- rando las tasas de destrucción de la cobertura vegetal. Para las aves residentes también se han reportado altos niveles de protección, de 96 a 98 por ciento del total de las especies residentes representadas en las ap (Ceballos 1999; Ceballos et al. 2002), mientras que para las aves migratorias hay vacíos en la conservación de los hume- dales (Pérez-Arteaga et al. 2005). En el caso de la herpe- tofauna, únicamente 29% de los anfibios endémicos y 46% de los reptiles endémicos están protegidos por las ap (Santos-Barrera et al. 2004). Estos resultados indican que hay una relación directa entre el porcentaje de especies representadas en las ap y el promedio del área de distribución de cada taxón, es decir, la protección de los grupos de alta diversidad como los reptiles y los anfibios, que tienen áreas de distribu- ción restringidas, presenta mayores retos para alcanzar metas de conservación representativas en pocos sitios (capítulo 12 del volumen I). Una excepción a este patrón se observa en el Eje Neo- volcánico, donde las ap incluyen una elevada proporción de los mamíferos de la región (90%), con altos niveles de endemismo y con áreas de distribución restringidas. En efecto, la gran mayoría de las áreas protegidas se encuen- tra en zonas montañosas, precisamente porque esta ubi- cación las hace relativamente más propensas a ser decre- tadas como tales (Munguía 2006). Otros trabajos con vertebrados terrestres se han enfo- cado a determinar las ap más importantes para conser- 664 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio var una proporción representativa de especies (Ortega- Huerta y Peterson 2004; Santos-Barrera etal. 2004; Fuller et al. 2006, 2007). En estudios llevados a cabo con plantas, Villaseñor y colaboradores (1998) analizaron la distribución estatal de 371 géneros nativos de la familia Asteraceae, cuyo centro de diversificación se encuentra en la República mexica- na, y se encontró que los tres estados más importantes para la biodiversidad de plantas de esta familia son Baja California, Chiapas y Coahuila, donde se encuentran re- presentados 81.9% de todos los géneros y 38.8% de los endémicos. Por otra parte, en el análisis de vacíos realizado por Riemann y Ezcurra (2005) para las plantas endémicas de la Península de Baja California, se encontró que solo 76.4% de los taxa estaban presentes en las ap y que al menos 175 especies endémicas y cuatro géneros endémi- cos estaban completamente ausentes en ellas. Otros es- tudios que analizaron las leguminosas en la Península de Baja California (Garcillán et al. 2003) indican que los hotspots florísticos están en la región de Los Cabos y a lo largo de la Sierra de la Giganta en el sur de la costa del Golfo, en donde se concentra 77% del total de la flora de leguminosas de la Península, y no están protegidos ade- cuadamente. 1 6.2.2 Bases de datos geográficas y de biodiversidad Para llevar a cabo los análisis de los ambientes terrestres se integró información de dos tipos: 1 ] cartográfica del medio físico y variables sociales, y 2] bases de datos con registros biológicos georreferenciados. Se decidió llevar a cabo el análisis de vacíos y omisio- nes considerando además de las ap federales, las estata- les y municipales y, en lo posible, hacer análisis con otros mecanismos de conservación tales como áreas privadas y comunales de conservación. Debido a la inexistencia de coberturas georreferencia- das completas a nivel nacional de ap estatales, más las del Distrito Federal y de los municipios, las coberturas corres- pondientes tuvieron que ser compiladas para efectuar el análisis de vacíos y omisiones en conservación (Bezaury- Creel et al. 2007). La cartografía de las áreas sociales protegidas está sien- do compilada y actualizada, por lo que aún no es posible llevar a cabo análisis con estas ap y se tuvo que desechar la idea de trabajar con las Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre (uma) debido a lo in- completo y disparejo de la cartografía existente y a que no existe consenso en que todas las uma se clasifiquen como zonas de conservación. En materia de la cartografía de las ap, debido a que algunos decretos se traslapan entre sí en algunos casos y con ap de diferentes niveles de gobierno, se adaptaron funcionalmente tanto la cobertura de las ap federales (Conanp y Conabio 2007a, b) como la de ap estatales y del Distrito Federal (Bezaury-Creel et al. 2007), y se re- solvieron las redundancias eliminando funcionalmente los traslapes, no obstante que la mayor parte de ellos se encuentran vigentes desde un punto de vista legal. Se dio prioridad al decreto más reciente y a las ap federales so- bre las estatales y del Distrito Federal y estas últimas so- bre las municipales. Como primera aproximación se decidió analizar los va- cíos y omisiones a escala 1 : 1 000 000.6 Para esto se elabo- ró un mapa de ecorregiones terrestres a esa escala con el apoyo de diversos expertos (inegi et al. 2007) que con- sideraron como base los mapas a escala 1 : 4 000 000 de las regiones ecológicas de Norteamérica (cca 1997) y de México (cca 1997; wwf etal. 1997). Este nuevo mapa corresponde al nivel IV (NIV) de la cartografía de ecorre- giones terrestres anidada para Norteamérica. Sobre las bases de datos biológicos, uno de los mayo- res retos es superar los sesgos que existen en la informa- ción básica sobre su distribución. Si bien se han desarro- llado numerosas técnicas para estimar qué tan completo es un inventario de una región (Colwell y Coddington 1994), es fundamental conocer las áreas de distribución de las especies que son parte del análisis de priorización. Por estas razones se reunieron datos de la distribución de distintos grupos taxonómicos de acuerdo con la disponi- bilidad de la información hasta la fecha, asegurando con- tar con información de calidad. Se utilizaron datos de los vertebrados terrestres (ma- míferos, aves, reptiles y anfibios), cuya estimación de sus áreas de distribución es suficientemente confiable y co- nocida por los especialistas. Para los vertebrados terres- tres se utilizaron mapas generados a partir de modelos de distribución potencial, basados en el concepto de nicho ecológico para mamíferos (Ceballos, 2008), aves (Nava- rro Singüenza y Peterson 2007) y reptiles y anfibios (Flo- res-'Villela 2008), con el software garp (Stockwell y Pe- ters 1999) y con una resolución aproximada de 1 km2, los cuales fueron editados con diversos criterios por los es- pecialistas en cada grupo y con base en la literatura per- tinente. De la misma manera, y debido a la importancia que tienen como objetos de conservación las especies en 16 • Idencificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 665 riesgo, se construyeron modelos de distribución poten- cial de las especies de plantas enlistadas en la NOM-059- SEMARNAT-2001 (Conabio, datos sin publicar). Ade- más, para los grupos representativos de la flora fanero- gámica del país se usaron registros puntuales de las bases de datos albergadas en el snib y la Remib para algunas familias y géneros de importancia en México. Se utiliza- ron los géneros considerando que son un indicador del número de especies (Soberón etal. 2007). En el apéndice 16.2 ((j^)) se detalla la información compilada y los pro- cesos para llevar a cabo los análisis. 16.2.3 Análisis ecorregional Métodos El primer objetivo fue determinar los niveles de represen- tatividad7 de las ecorregiones NIV, los tipos de vegeta- ción natural primaria y secundaria, y los pisos altitudina- les en las ap de México. El segundo objetivo consistió en desarrollar tres índices para caracterizar y priorizar las ecorregiones con base en variables físicas, biológicas y sociales (apéndice 16.3, en el (^)). Para el primero se siguió la metodología desarrollada en el programa de análisis de vacíos y omisiones de con- servación (Scott et al. 1993) que consiste en determinar en qué proporción de superficie las ap representan la di- versidad biológica, considerando como indicadores las ecorregiones, los tipos de vegetación y la variación altitu- dinal (indicador de diversidad de ecosistemas y gradien- tes ecológicos). Para ello se seleccionaron aquellas ap con más de 100 hectáreas de superficie (382 ap, cuya exten- sión comprende 22 492 197.6 hectáreas, 123 de jurisdic- ción federal, 247 estatal y 12 municipal; estas cubren 9.67, 1.76 y 0.049 por ciento de la República mexicana, respec- tivamente) (apéndice 16.2, en el (^)), ecorregiones NIV (inegi et al. 2007), tipos de vegetación presentes en la serie III (inegi 2005a) de uso del suelo y vegetación, y los pisos altitudinales (29 pisos con intervalos de 200 m) generados a partir del modelo digital de elevación en for- mato reticulado de 1 km2 de resolución. Todas las cober- turas digitales fueron combinadas y analizadas con el pro- grama ArcView versión 3.2. Para la caracterización y priorización de las ecorregio- nes NIV se desarrollaron tres índices: el de importancia biológica (iib), el de riesgo (iri) y el de respuesta (iré), los cuales incluyeron 39, 18 y 9 variables, respectivamen- te (cuadro 16.1). Las variables se seleccionaron en los talleres realizados en 2005 y 2006 considerando además la disponibilidad de información a la escala del estudio (Conabio etal. 2007c). Para la valoración de las ecorregiones para cada índice se tabularon los datos en cuyos renglones se ordenaron las ecorregiones (ji^ n) y en las columnas las variables ( x¿ ). Cada celda incluye el valor de la variable para cada ecorregión. Los valores originales (xi}) de cada variable para cada ecorregión fueron normalizados (x7), median- te la siguiente ecuación: Posteriormente, los valores normalizados de las varia- bles para cada ecorregión (x'N fueron ponderados (x"d asignándoles valores en escala geométrica (en particular, uno de tres posibles valores: 2, 4 y 8) en orden ascenden- te basado en la opinión de expertos participantes en los talleres organizados por la Conabio, usando la siguien- te fórmula: x"í, = x'¡¡ + p donde P = valor de ponderación. Tras la ponderación de los valores de las variables am- bientales, se calcularon los tres índices iib, iri e iré me- diante la siguiente ecuación (de acuerdo con las variables indicadas en el cuadro 16.1): índice = — (10) N donde N = número de variables. Finalmente, se construyó un índice de prioridades (ipi) que relaciona el iib y el iri, mediante la siguiente ecua- ción: iib X IRI ipi = 100 Ecorregiones prioritarias para la conservación Se identificaron 96 ecorregiones NIV, cuya proporción de superficie varía de 0.002% a 9.1%, respecto a la super- ficie continental.8 Las tres ecorregiones más extensas se ubican en la zona centro-noroeste del país, en la Sierra Madre Occidental y en el Altiplano mexicano. Por el con- trario, son 69 las ecorregiones cuya cobertura individual es menor de 1% del territorio nacional, es decir, microam- bientes regionales con un alto número de especies endé- micas (cuadro 16.2; véase Conabio et al. 2007c, d). La clasificación de la vegetación y uso del suelo de inegi (2005a) incluye 47 tipos de vegetación natural primaria. 666 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 16.1 Ponderación de las variables utilizadas en los índices de importancia biológica (iib), de riesgo (iri) y de respuesta (iré) en el análisis de representatividad de las ecorregiones terrestres índice Variables Ponderación Tipos de vegetación 4 Porcentaje de vegetación total 4 Tipos de vegetación primaria 8 Porcentaje de vegetación primaria 8 Pisos de elevación 8 Géneros de plantas 8 Géneros de plantas exclusivos de una ecorregión 8 Plantas amenazadas (NOM-059) 2 Plantas en peligro de extinción (NOM-059) 4 Plantas amenazadas (NOM-059) 8 Anfibios amenazados (NOM-059) 2 Anfibios probablemente extintos en medio silvestre (NOM-059) 8 Anfibios en peligro de extinción (NOM-059) 4 Anfibios endémicos 8 Anfibios restringidos* 8 Anfibios total 8 Anfibios exclusivos de una ecorregión 8 Aves residentes amenazadas (NOM-059) 2 Aves residentes en peligro de extinción (NOM-059) 4 DE IMPORTANCIA BIOLÓGICA Aves residentes endémicas 8 Aves residentes restringidas 8 Aves residentes total 8 Reptiles amenazados (NOM-059) 2 Reptiles en peligro de extinción (NOM-059) 4 Reptiles endémicos 8 Reptiles restringidos 8 Reptiles total 8 Reptiles exclusivos de una ecorregión 8 Mamíferos amenazados (NOM-059) 2 Mamíferos probablemente extintos en medio silvestre (NOM-059) 8 Mamíferos en peligro de extinción (NOM-059) 4 Mamíferos endémicos 8 Mamíferos restringidos 8 Mamíferos total 8 Mamíferos exclusivos de una ecorregión 8 Porcentaje de rtp fuera de ap 4 rtp fuera de ap 4 Porcentaje de aica fuera de ap 4 aica fuera de ap 4 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 667 Cuadro 16.1 [concluye] índice Variables Ponderación Porcentaje de la media de puntos de calor 1999-2006 8 Frecuencia de la media de puntos de calor 1999-2006 8 Media fragmentación vegetación Serie ll-Serie III 8 Fragmentación densidad de parches ponderada 8 Fragmentación área por parche ponderada 8 Fragmentación agregación de parches ponderada 8 Vegetación secundaria 8 Porcentaje de vegetación secundaria 8 DE RIESGO Población total con marginación social, 2000 4 Media marginación social, 2000 4 Población humana total, 1995 2 Población humana total, 2000 4 Tasa de crecimiento poblacional, 1995-2000 8 Densidad poblacional, 1995 2 Densidad poblacional, 2000 4 Longitud de caminos, km 4 Densidad de carreteras, km / km2 8 Poblados aislados (> 5 km) 2 Áreas protegidas Ramsar 2 Porcentaje Ramsar fuera de áreas protegidas 4 Áreas protegidas mab 2 Porcentaje mab fuera de áreas protegidas 4 DE RESPUESTA Porcentaje áreas protegidas Patrimonio Mundial 4 Superficie (hectáreas) áreas protegidas Patrimonio Mundial 2 Superficie (hectáreas) áreas protegidas (federales, estatales y municipales) 8 Porcentaje áreas protegidas (federales, estatales y municipales) 8 Áreas protegidas (federales, estatales y municipales) 4 Nota: véanse detalles en el texto y en el apéndice 16.3, en el (j£). * En todos los casos, el término "restringido" se refiere a las especies del último cuartil de la curva del tamaño de las áreas de distribución para cada grupo. Las ecorregiones con mayor superficie tienden a tener más tipos de vegetación primaria (véase Conabio et al. 2007c, d); no obstante, la ecorregión 13.3.1.1 en la Sierra Madre Oriental, que abarca cerca de 4796 070 hectáreas (ubicada en el lugar 13 por su tamaño), es la que presen- ta una combinación de mayor número de tipos de vege- tación natural (24). Por el contrario, la ecorregión 11.1.1.2, sierras y lomeríos con bosques de coniferas, encinos y mixtos en la Península de Baja California, con 6 050 hec- táreas, registra un solo tipo de vegetación primaria (apén- dice 16.3, en el (^)). Los vacíos y omisiones en conservación respecto a la cobertura de la vegetación natural primaria mostraron las 26 ecorregiones con menos de 0.05% de cobertura de ve- getación primaria, situadas principalmente en Veracruz y el centro y sureste de la República. En contraste, dos eco- rregiones, sierra con bosques de encinos, coniferas y mix- tos (13.2.1.1) y planicies del centro del Desierto Chihua- huense con vegetación xerófilamicrófilo-halófila (10.2.4.1) en la Sierra Madre Occidental y el Altiplano mexicano, cuentan con una cobertura de vegetación primaria supe- rior a 9.5% (apéndice 16.3, en el (^)). Las ecorregiones de 668 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 16.2 Cobertura de las áreas protegidas (federales, estatales y municipales) en las ecorregiones de NIV % de superficie Clave de la respecto % de ap por ecorregión Superficie al territorio AP vegetación ecorregión de NIV Nombre de la ecorregión de nivel IV (hectáreas) de México (hectáreas) en ap de nivel IV 10.2.2.2 Humedales costeros del oriente del Mar de Cortés 67 916 0.04 0 0 0 10.2.23 Humedales costeros del poniente del Mar de Cortés 11 288 0.01 0 0 0 10.2.2.5 Islas del Desierto Sonorense con matorral xerófilo micrófilO'Sarcocaule 3 169 0.002 0 0 0 10.2.4.3 Planicie aluvial de la cuenca del Río Bravo-La Cochina con vegetación xerólíla 355 865 0.2 0 0 0 11.1.1.2 Sierras y lomeríos con bosques de coniferas, encinos y mixtos 6 050 0.00 0 0 0 13.5.2.3 Bosque mesófilo de montaña de las sierras del sur de Oaxaca 308 304 0.2 0 0 0 13.5.2.4 Bosque mesófilo de montaña de las sierras de Guerrero 231 924 0.1 0 0 0 14.1.2.4 Lomeríos y planicies con selva baja caducifolia (del sureste de Xalapa) 345 350 0.2 0 0 0 14.5.1.1 Planicie costera del Istmo con selva baja espinosa 317 481 0.2 0 0 0 15.5.1.1 Humedales de la planicie aluvial del Río Grande de Santiago 235 633 0.1 0 0 0 15.5.1.2 Planicie con selva espinosa 164 537 0.09 0 0 0 14.3.1.2 Planicie costera sinaloense con selva baja espinosa 1 168 154 0.6 40 0.003 2 10.2.2.8 Planicies aluviales de los ríos Yaqui, Mayo y Fuerte con matorral y mezquital xerófilos 1 651 087 0.9 280 0.02 1 10.2.3.5 Sistema de sierras del corredor de La Giganta con vegetación xerófila y subtropical 1 131 361 0.6 966 0.09 1 15.1.2.2 Lomeríos del norte de Veracruz con selva mediana subperennifolia 1 351 005 0.7 1 592 0.1 4 13.5.1.1 Bosques de coniferas, encinos y mixtos de la Sierra Madre del Sur de Michoacán 900 822 0.5 1 690 0.2 3 14.4.3.3 Valles Centrales de Oaxaca con mezquital, selva baja caducifolia y bosque de encino 379 831 0.2 1 075 0.3 1 14.5.1.2 Cañón y lomeríos de Tehuantepec con selva baja caducifolia 858 476 0.4 3 086 0.4 1 10.2.2.4 Humedales de las desembocaduras de los ríos Mayo y Yaqui 181 272 0.09 857 0.5 4 15.5.2.1 Humedales de la costa de Vallaría 4 394 0.002 22 0.5 1 15.1.1.2 Selva alta perennifolia de la planicie costera del Golfo 3 778 309 2.0 30 981 0.8 24 12.1.2.1 Piedemontes y planicies con pastizal, matorral xerófilo y bosques de encinos y coniferas 12 918 662 6.7 108 891 0.8 10 10.2.2.7 Desierto Central Sonorense 3 063 275 1.6 28 266 0.9 2 13.6.2.1 Bosques de coniferas, encinos y mixtos de Los Altos 1 050 832 0.5 10 516 1.0 c de Chiapas _> 14.5.2.3 Planicie costera y lomeríos del Pacífico sur con selva baja caducifolia 3 426 973 1.8 37 654 1.1 12 14.3.1.1 Humedales de Sinaloa 307 414 0.2 3 771 1.2 6 13.5.2.2 Bosque mesófilo de montaña del norte de Oaxaca 640 105 0.3 8 463 1.3 i 14.5.2.4 Lomeríos con selva mediana caducifolia del sur de Oaxaca 886 735 0.5 11 736 1.3 2 15.2.1.1 Planicie central yucateca con selva mediana subcaducifolia 4 234 030 2.2 62 307 1.5 8 12.2.1.1 Planicie interior con mezquital 988 150 0.5 14 988 1.5 13 9.6.1. 1 Planicie interior tamaulipeca con matorral xerófilo 6 590 056 3.4 107 840 1.6 8 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 669 Cuadro 16.2 [continúa] % de superficie Clave de la respecto % de ap por ecorregión Superficie al territorio AP vegetación ecorregión de NIV Nombre de la ecorregión de nivel IV (hectáreas) de México (hectáreas) en ap de nivel IV 15.1.2.3 Lomeríos del norte de Veracruz con selva mediana y alta perenn ifolia 1 404 211 0.7 27 323 1.9 8 14.1.2.2 Selva baja caducifolia y bosque de encino de la Sierra de Dientes de Moreno 639 767 0.3 12 717 2.0 1 13.4.1.2 Planicies interiores y piedemontes con pastizal, matorral xerófilo y selvas bajas 699 930 0.4 15 843 2.3 34 14.1.1.1 Humedales del Pánuco 162 181 0.08 3 776 2.3 3 14.3.2.1 Lomeríos con matorral xerófilo y selva baja caducifolia de Sinaloa y Sonora 7 820 327 4.0 194 532 2.5 8 14.1.1.2 Planicie costera con selva baja espinosa 2 331 759 1.2 59 061 2.5 4 11.1.3.1 Sierras y lomeríos con bosques de coniferas, encinos y mixtos (de Juárez) 113798 0.06 3 079 2.7 1 10.2.4.7 Planicies del Altiplano Zacatecano-Potosino con matorral xerófilo micrófilo'crasicaule 7 369 474 3.8 204 857 2.8 23 13.5.2.1 Sierras con bosques de coniferas, encinos y mixtos 6 152 681 3.2 179 395 2.9 Q de Guerrero y Oaxaca D 13.6.2.2 Bosque mesófilo de montaña de Los Altos de Chiapas 637 073 0.3 2 125 3.3 4 14.1.2.1 Sierra Martínez con selva mediana caducifolia 127 275 0.07 4 234 3.3 1 10.2.4.1 Planicies del centro del Desierto Chihuahuense con vegetación xerófíla micrófílo-halófi la 15 767 680 8.2 545 469 3.5 8 14.4.2.1 Depresión de Chiapas con selva baja caducifolia y mediana subcaducifolia 1 338 125 0.7 47 199 3.5 13 14.4.1.1 Depresión del Balsas con selva baja caducifolia y matorral xerófilo 6 501 855 3.4 253 581 3.9 23 10.2.4.6 Lomeríos y sierras bajas del Desierto Chihuahuense sur con matorral xerófilo micrófilo-rosetófilo 2 639 999 1.4 105 113 4.0 7 12.1.1.1 Lomeríos y planicies con matorral xerófilo, pastizal y elevaciones aisladas con bosques de encinos y coniferas 3 206 424 1.7 146 549 4.6 6 9.5.1. 2 Planicie costera tamaulipeca con vegetación xeróñla o sin vegetación aparente 1 173 783 0.6 54 131 4.6 2 14.2.1.2 Planicie noroccidental con selva baja caducifolia 869 517 0.4 40 186 4.6 6 15.2.2.2 Planicie con selva mediana y alta subperennifolia 2 085 281 1.1 104 078 5.0 8 12.2.1.2 Lomeríos y planicies del Altiplano con matorral xerófilo y pastizal 5 528 202 2.9 296 370 5.4 44 14.5.2.1 Humedales del Pacífico sur mexicano 118557 0.06 6 701 5.7 3 13.5.1.2 Valles y piedemonte con selvas bajas, mezquitales y bosques de encino 20 300 0.01 1 203 5.9 1 13.4.1.1 Humedales lacustres del interior 228 383 0.1 13 827 6.1 26 13.3.1.2 Sierra con bosque mesófilo de montaña 393 596 0.2 25 288 6.4 2 14.1.2.3 Lomeríos y planicies con selva baja caducifolia (de la Sierra de Cucharas) 828 415 0.4 53 717 6.5 4 11.1.1.3 Lomeríos y planicies con matorral xerófilo y chaparral 2 277 045 1.2 153 237 6.7 3 13.4.2.1 Planicies interiores y piedemontes con pastizal, matorral xerófilo y selvas bajas 406 204 0.2 33 000 8.1 5 670 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 16.2 [continúa] % de superficie Clave de la respecto % de ap por ecorregión Superficie al territorio AP vegetación ecorregión de NIV Nombre de la ecorregión de nivel IV (hectáreas) de México (hectáreas) en ap de nivel IV 15.1.2.1 Humedales del norte de Veracruz 46 400 0.02 3 981 8.6 1 13.2.1.1 Sierra con bosques de coniferas, encinos y mixtos 17 535 234 9.1 1 603 907 9.1 24 14.6.1.1 Planicie y lomeríos con selva baja caducifolia y matorral xerófilo 742 731 0.4 74 911 10.1 4 10.2.4.2 Lomeríos y sierras bajas del Desierto Chihuahuense norte con matorral xerófilo micrófilo-rosetófilo 6 652 432 3.4 762 905 11.5 12 15.1.2.4 Selva alta perennifolia de la vertiente del Golfo de la Sierra Madre del Sur 4 499 237 2.3 545 805 12.1 16 13.4.2.4 Sierra con bosque mesófilo de montaña 361 883 0.2 44 908 12.4 18 9.6.1 .2 Lomeríos y sierras con matorral xerófilo y bosques de encino 2 549 871 1.3 343 818 13.5 13 15.6.1.2 Planicie costera y lomeríos con selva alta perennifolia 912 300 0.5 129162 14.2 16 Desiertos del Alto Golfo (Altar, El Pinacate, corredor 10.2.2.6 Mexicali-San Felipe, cuencas de Asunción, Sonoyta y San IgnacioAñbaipa) 6 465 017 3.3 931 117 14.4 4 13.6.1.1 Sierra Madre Centroamericana con bosques de coniferas, encinos y mixtos 802 945 0.4 130816 16.3 10 13.4.2.2 Lomeríos y sierras con bosques de coniferas, encinos y mixtos 6 548 161 3.4 1 075 994 16.4 172 Elevaciones aisladas y plegamientos del Altiplano 10.2.4.8 Zacatecano-Potosino con vegetación xeróñla, bosques de coniferas, de encino y mixtos 186 019 0.1 32 798 17.6 2 15.5.2.2 Planicie y lomeríos con selva mediana subperennifolia del occidente 760 006 0.4 148 773 19.6 3 14.3.2.2 Cañones con selva baja caducifolia de la Sierra Madre Occidental 1 364 605 0.7 278 687 20.4 10 13.5.1.3 Sierras del occidente de Jalisco con bosques de coniferas, encinos y mixtos 890 120 0.5 187 706 21.1 2 13.3.1.1 Sierra con bosques de encinos, coniferas y mixtos 4 796 070 2.5 1 190 439 24.8 27 15.2.3.1 Lomeríos del sur de Yucatán con selva alta y mediana subperennifolia 4 791 389 2.5 1 329 778 27.8 6 14.4.3.2 Valle de Tehuacán con matorral xerófilo 497 136 0.3 157 807 31.7 i 10.2.3.2 Planicies y lomeríos costeros bajacalifornianos del Mar de Cortés con matorral xerófilo sarco-sarcocrasicaule 1 124 780 0.6 390 373 34.7 3 14.3.1.3 Lomeríos de la planicie de Sinaloa con selva baja caducifolia 47 769 0.02 16 747 35.1 1 15.1.1.1 Humedales del sur del Golfo de México 1 824 256 0.9 679 838 37.3 6 15.3.1.1 Sierra de Los Tuxtlas con selva alta perennifolia 407 503 0.2 156 408 38.4 2 13.5.1.4 Sierras del occidente de Jalisco con bosque mesófilo de montaña 216 317 0.1 84 812 39.2 2 10.2.4.5 Valles endorreicos de Cuatrociénegas con vegetación xerófila micrófilo-halófila-gipsófila 328 854 0.2 132 167 40.2 2 Planicies y lomeríos de los desiertos de El Vizcaíno 10.2.3.3 y Magdalena con vegetación xerófila sarco-sarcocrasicaule y halófila 3 742 402 1.9 1 564 033 41.8 5 15.6.1.1 Humedales del Soconusco 205 869 0.1 89 754 43.6 3 13.6.1.2 Sierra Madre Centroamericana con bosque mesófilo de montaña 297 042 0.2 153 720 51.8 8 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 671 Cuadro 16.2 [concluye] % de superficie Clave de la respecto % de ap por ecorregión Superficie al territorio AP vegetación ecorregión de NIV Nombre de la ecorregión de nivel IV (hectáreas) de México (hectáreas) en ap de nivel IV 10.2.4.4 Elevaciones mayores del Desierto Chihuahuense con vegetación xerófila, bosques de coniferas, de encinos y mixtos 1 220 104 0.6 636 320 52.2 5 10.2.2.1 Humedales del delta del Río Colorado 391 673 0.2 231 506 59.1 1 11.1.3.2 Sierras y lomeríos con bosques de coniferas, encinos y mixtos (de San Pedro Mártir) 72 152 0.04 47 900 66.4 1 14.4.3.1 Depresión de La Cañada con selva baja caducifolia y matorral xerófilo 234 667 0.1 159 064 67.8 1 9.5.1. 1 Humedales de la Laguna Madre 346 597 0.2 237 771 68.6 1 14.2.1.1 Humedales del norte de Yucatán 345 698 0.2 238 475 69.0 5 14.6.2.1 Sierra con bosques de encino y coniferas 53 390 0.03 37 182 69.6 1 15.2.2.1 Humedales del Caribe mexicano 778 137 0.4 572 381 73.6 12 10.2.3.4 Humedales costeros del Pacífico bajacaliforniano 552 864 0.3 446 314 80.7 5 10.2.3.1 Planicies y sierras del Desierto Central Bajacaliforniano con matorral xerófilo sarcocrasicaule y rosetófilo 2 417 542 1.2 2 082 476 86.1 2 13.4.2.3 Sierras con pradera de alta montaña y sin vegetación aparente 27 411 0.01 25 783 94.1 6 Total 193 436 885 100 19 996 948 10.3 menor tamaño tienen una menor superficie proporcional de vegetación primaria, en relación con las ecorregiones más grandes, lo que tiene importantes consecuencias para lograr la representatividad de hábitats y paisajes de las mismas, enbuen estado de conservación (véase Conabio et al. 2007c, d). La ecorregión 13.4.2.2, sierras y lomeríos con bosques de coniferas, encinos y mixtos en el Eje Neovolcánico Transversal, que cubre 3.4% del territorio nacional, tiene el mayor gradiente de elevación del país con 4 800 me- tros, es decir, incluye 24 de los 29 pisos altitudinales de México. Por el contrario, son 12 las ecorregiones con un solo piso altitudinal, cuya extensión representa 2% del territorio nacional, y están situadas en el sureste del país (Conabio et al. 2007c, d). En cuanto a la representatividad de las ecorregiones en las ap (cuadro 16.2 y Fig. 16.3), 34 de las 96 ecorregiones NIV de México, cuya extensión equivale a 25.04% del país, están protegidas por ap en proporciones que reba- san el umbral de 12% (que es el porcentaje de la superficie nacional protegida). En cuanto a los vacíos en conservación hay 11 ecorre- giones, cuya extensión suma ca. de 1% del territorio nacio- nal, que no están representadas en la red de ap; mientras que 50 ecorregiones, que cubren 68.7% del territorio na- cional, son omisiones de conservación con diferentes ni- veles de subrepresentación que varían de 0.00345 a 10.85 por ciento. De estas, 12 representan omisiones de muy alta prioridad (<1% de su superficie protegida), 17 son de alta prioridad (>1% a <3%), 11 son de prioridad media alta (>3% a <5.5%), seis de baja prioridad (>5.5 a <8%) y cuatro de muy baja prioridad (>8 a <11%), una casi al límite del umbral de 12% (11.46%). La figura 16.3b mues- tra que no hay tendencia que relacione el tamaño de la eco- rregión con la proporción de superficie protegida por ap. Respecto a los pisos altitudinales de México y su cober- tura con ap, las categorías de elevación cuya cobertura en ap está por encima del porcentaje de 12% del territo- rio protegido, cubren 86 235 703 hectáreas, lo que equi- vale a 44.5% del territorio de México. Por otra parte, 10 pisos entre los intervalos altitudinales de — 49 a 0 m, 400 a 600 m y 1 000 a 2 600 m (que suman 107 629 496 hectá- reas de superficie, es decir, 55.5% del territorio nacional), son omisiones de conservación con diferentes niveles de subrepresentación, entre 0.3 y 11 por ciento. Las zonas localizadas por encima de 2 600 m están protegidas más allá del umbral de 12%, mientras que la superficie a ele- vaciones mayores a 4000 m (16 504 hectáreas, 0.009% del país), están comprendidas en su totalidad dentro de ap (Conabio etal. 2007c, d). 672 Capital natural de México • Vol.ll : Estado de conservación y tendencias de cambio 200 r 160 - 120 - 80 - 40 - o o *£><& l°o 5 10 15 Ecorregiones de nivel IV (millones de hectáreas) Promedio del área bajo protección en todo el país i Q<& 0 5 10 15 Ecorregiones de nivel IV (millones de hectáreas) Número de áreas protegidas por ecorregión de NIV Áreas protegidas Vacíos Omisiones: muy alta prioridad Omisiones: alta prioridad Omisiones: prioridad media Omisiones: baja prioridad Omisiones: muy baja prioridad Omisiones: próximas al límite de la meta de protección continental Cubiertas al menos en el límite de la meta de protección continental Áreas protegidas Federales Estatales Municipales Federales Estatales Municipales Figura 16.3 Clasificación de las ecorregiones de nivel IV con base en (a) el numero de ap; los tonos rojos más oscuros indican ecorregiones con bajo número de ap mientras que los más claros indican un mayor número de ap por ecorregión, y (b) proporción de territorio con ap, respecto a la superficie nacional continental; los tonos rojos más oscuros indican vacíos y omisiones de la mayor prioridad (coberturas menores de 1% de la superficie de la ecorregión); los tonos más claros representan distintos niveles de prioridad, con base en la proporción protegida de cada ecorregión. Los tonos verdes y azul indican las ecorregiones con niveles de protección por encima de 12% (véanse detalles en el texto y en el apéndice 16.3, en el (^)). 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 673 El iib arrojó valores de 63.3 a 102.4 para las 96 ecorre- giones del país. Las 10 ecorregiones con los valores más altos del iib representan 32.6% del territorio nacional y se ubican principalmente en las cadenas montañosas de todo el país (Conabio et al. 2007c, d), así como en las planicies del centro del Desierto Chihuahuense con ve- getación xerófila micrófilo-halófila (10.2.4.1); en la De- presión del Balsas con selva baja caducifolia y matorrales xerófilos (14.4.1.1), y en la selva alta perennifolia de la vertiente del Golfo de la Sierra Madre del Sur (15.1.2.4). Por otro lado, las 10 ecorregiones con los valores más bajos del iib para este índice, son pequeñas ecorregiones que cubren menos de 1% de la superficie del país y se si- túan principalmente en la Península de Baja California (Fig. 16.4; apéndice 16.3, en el (^)), lo cual nos indica el sesgo existente en las variables utilizadas, ya que es cono- cida la alta proporción de plantas endémicas en la región (Garcillán et al. 2003; Riemann y Ezcurra 2005). La figura 16.4a muestra que las ecorregiones más gran- des tienden a tener valores del iib más altos, lo cual a pesar de la normalización de los valores de las variables, se ve afectado por el conocido patrón de la relación ri- queza de especies-área (sar, por sus siglas en inglés). La categorización de las ecorregiones con el iri mues- 0 0 Figura 16.4 Relación del área de la ecorregión con los valores (a) del índice de importancia biológica (iib) y (b) del índice de riesgo (iri) (véanse detalles en Conabio et al. 2007c, d). 674 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio tra una mayor variación y no está relacionada con el ta- maño de la misma (Fig. 16.4b; apéndice 16.3, en el (^)). Las 10 ecorregiones con mayores valores del iri repre- sentan 34.2% del territorio nacional y se ubican princi- palmente sobre la Sierra Madre Occidental, la porción central norte del Altiplano mexicano, el Eje Neovolcá- nico, en particular los humedales lacustres del interior (13.4.4.1), y la Depresión del Balsas (14.4.1.1). Por otra parte, las 10 ecorregiones con menores valo- res del iri se ubican principalmente en la Península de Baja California, al norte de Coahuila y en la Laguna Ma- dre en Tamaulipas, y representan apenas 1% del terri- torio nacional (Conabio et al. 2007c, d; apéndice 16.3, El ipi, que relaciona la importancia biológica y el ries- go, mostró valores de 39 a 105.8. Las 10 ecorregiones más importantes para este índice cubren 37.4% del territorio nacional: lomeríos y sierras con bosques de coniferas, en- cinos y mixtos (13.4.2.2) y los humedales lacustres del interior (13.4.1.1) dentro del Eje Neovolcánico Transver- sal, así como los lomeríos y planicies del Altiplano con matorral xerófilo y pastizal (12.2.1.2). Las planicies inte- riores y piedemontes con pastizal, matorral xerófilo y sel- vas bajas (13.4.2.1) del centro y poniente del país, no obs- tante que no figuran entre las 10 más importantes desde el punto de vista biológico, por su alto nivel de riesgo, tie- nen algunos de los valores más altos del ipi (figura 16.5; apéndice 16.3, en el (^f)). Vacíos y omisiones de conservación en las ecorregiones La ecorregión lomeríos y sierras con bosques de conife- ras, encinos y mixtos (13.4.2.2.) del Eje Neovolcánico Transversal, cuya extensión ocupa 3.4% del país, tiene el mayor número de áreas protegidas (172), mientras que 64 ecorregiones cuya extensión total corresponde a 52% del territorio nacional tienen, cada una, menos de 10 ap. Figura 16.5 Clasificación de las ecorregiones de nivel IV con base en el índice de prioridades [ipi = (iib X iri) / 100]. Los tonos más oscuros indican mayor prioridad relacionando la importancia biológica con relación a las amenazas que enfrenta el sitio. Véanse detalles de variables y su ponderación en el apéndice 16.3 ((^)). (Se presenta una versión actualizada del publicado en Conabio et al. 2007c, d). 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 675 Las 10 ecorregiones sin protección en ap, representan 1% del territorio del país (cuadro 16.3; Conabio et al. 2007c, d). El iré categoriza las ecorregiones con base en las po- líticas de conservación que han sido implementadas {Le., número y superficie de ap), así como el reconocimiento de sitios de gran relevancia {Le., reservas mab, sitios Ramsar, entre otros). Las 10 ecorregiones que mostraron los ma- yores valores para este índice cubren 28 014459 hectá- reas, es decir 14.3% del país, y se localizan principalmen- te en la Península de Baja California, el Eje Neovolcánico, las costas de los estados de Quintana Roo y Yucatán, así como la Sierra Madre Oriental. En contraste, las 10 eco- rregiones con los valores más bajos del índice de respues- ta corresponden principalmente a humedales costeros, selvas bajas caducifolias y bosques mesófilos de monta- ña, los cuales suman 4 160 366 hectáreas, equivalente a 2.1% del territorio nacional (Fig. 16.6 y apéndice 16.3, en el (j^)). Estos ecosistemas han sido ampliamente recono- cidos como vacíos de conservación. Cabe aclarar que si bien se observan valores altos del iré en el Eje Neovolcá- nico, esta región destaca también por los altos valores del iri, lo que sugiere que existen importantes retos para la conservación en esta región. Los análisis muestran que para algunas ecorregiones el nivel de respuesta no corresponde a su importancia bio- lógica o grado de riesgo (apéndice 16.3, en el (^)); tal es el caso de los humedales del Caribe mexicano (15.2.2.1) en el estado de Quintana Roo y los humedales costeros del Pacífico de Baja California, de las desembocaduras de los ríos Mayo y Yaqui en Sonora. Los índices propuestos para México son comparables con los propuestos por Burgess y colaboradores (2006), quienes determinaron las prioridades de conservación para las 119 ecorregiones del continente africano. Para esto identificaron los niveles de representatividad de los biomas por ecorregión y desarrollaron dos índices: uno de distintividad, basado en los niveles de riqueza de espe- cies, grado de endemismos, condición de las ecorregiones y sus atributos según la opinión de expertos. El segundo, sobre el estado de conservación, se usó para evaluar para cada ecorregión sus características de pérdida de hábitat, hábitat remanente y grado de protección legal, es decir, superficie en ap. índice de respuesta Menor 05 S 150 cu a. 130 CU ~a T3 £= -o* M'S* 0 5 10 15 Ecorregiones de nivel IV (millones de hectáreas) Figura 16.6 Clasificación de las ecorregiones del nivel IV con base en el índice de respuesta (iré). En este caso, los valores más bajos se presentan en tonos más claros, y son las ecorregiones que requieren mayor atención para su protección. 676 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 16.3 Cobertura de las áreas protegidas (federales, estatales y municipales) en los tipos de vegetación Tipo de vegetación Superficie del territorio de México (hectáreas) AP (hectáreas) Porcentaje de cobertura en ap AP Bosque de galería secundario 719 0 0 0 Matorral de coniferas primario 649 0 0 0 Matorral rosetófilo costero secundario 23 994 0 0 0 Matorral sarcocrasicaule de neblina secundario 3198 0 0 0 Matorral sarcocrasicaule secundario 21 101 0 0 0 Pastizal gipsófilo secundario 88 0 0 0 Sabanoide nd. 144 084 0 0 0 Selva de galería secundaria 1 159 0 0 0 Selva mediana perennifolia secundaria 351 0 0 0 Vegetación de desiertos arenosos secundaria 1 465 0 0 0 Matorral desértico rosetófilo secundario 344 595 2 463 0.7 3 Matorral subtropical primario 996 637 8 488 0.9 1 Vegetación halófila secundaria 188 246 1 702 0.9 3 Selva mediana caducifolia secundaria 971 106 13168 1.4 8 Mezquital primario 2 515 086 36150 1.4 23 Selva baja espinosa caducifolia secundaria 505 663 7 543 1.5 3 Pastizal natural secundario 3 974 559 70194 1.8 14 Matorral espinoso tamaulipeco secundario 856 553 16221 1.9 4 Matorral desértico micrófilo secundario 1 979 148 40 798 2.1 19 Mezquital secundario 423 750 10180 2.4 7 Selva baja perennifolia secundaria 4 376 133 3.0 1 Matorral sarcocrasicaule de neblina primario 564 535 20 270 3.6 1 Pastizal natural primario 6 323 708 227 280 3.6 32 Matorral espinoso tamaulipeco primario 2 554 278 95 789 3.8 9 Selva baja subcaducifolia secundaria 30 000 1 229 4.1 3 Matorral subtropical secundario 336 955 14 788 4.4 1 Bosque inducido nd. 4 825 228 4.7 1 Palmar inducido n.d. 105 082 5129 4.9 5 Matorral crasicaule secundario 354 745 18410 5.2 10 Bosque de pino-encino secundario 3 075 555 165 085 5.4 55 Pastizal halófilo primario 1 823 229 97 904 5.4 16 Selva baja espinosa caducifolia primaria 238 772 13 836 5.8 5 Bosque mesófilo de montaña secundario 955 613 56 233 5.9 24 Bosque de táscate primario 158 683 9519 6.0 10 Matorral desértico micrófilo primario 19 537 090 1 190 502 6.1 34 Bosque de galería primario 20 624 1 316 6.4 6 Selva mediana subcaducifolia secundaria 4 237 799 271 530 6.4 24 Selva baja caducifolia secundaria 7 849 396 504 945 6.4 87 Vegetación gipsófila primaria 46 034 3 096 6.7 1 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 677 Cuadro 16.3 [continúa] Tipo de vegetación Superficie del territorio de México (hectáreas) AP (hectáreas) Porcentaje de cobertura en ap AP Selva baja subperennifolia secundaria 11 456 803 7.0 1 Pastizal halóñlo secundario 148 924 11 334 7.6 2 Bosque de pino secundario 2 233 185 174 905 7.8 57 Bosque de pino primario 5 219404 409176 7.8 82 Pastizal inducido n.d. 6 334 485 502 948 7.9 183 Chaparral secundario 288 353 25 444 8.8 4 Selva baja caducifolia primaria 6643 847 594 297 8.9 37 Selva alta perennifolia secundaria 2 021 792 188 503 9.3 24 Manglar secundario 64 447 6 061 9.4 9 Bosque de cedro primario 2148 213 9.9 1 Matorral crasicaule primario 1 205 357 123 941 10.3 36 Selva mediana caducifolia primaria 138 244 15 844 11.5 3 Bosque de encino-pino secundario 1 257 981 154 654 12.3 37 Sabana primaria 207 525 25 585 12.3 7 Bosque de encino primario 6 879 257 858612 12.5 118 Bosque de pino-encino primario 5 733 148 716 590 12.5 93 Palmar natural primario 11 449 1 518 13.3 2 Matorral desértico rosetófilo primario 10 209 732 1 381 924 13.5 32 Chaparral n.d. 1 802 081 246 501 13.7 12 Bosque de ayarín primario 26 386 3 624 13.7 4 Selva mediana subperennifolia secundaria 4160 333 571 695 13.7 29 Bosque de encino secundario 4 362 597 599654 13.7 104 Pastizal gipsófilo primario 45 229 6 628 14.7 1 Matorral submontano secundario 437 236 64 543 14.8 12 Bosque de ayarín secundario 13621 2117 15.5 1 Bosque de encino-pino primario 3 048 387 484 281 15.9 80 Bosque mesófilo de montaña primario 869419 157 838 18.2 32 Matorral sarcocaule secundario 98 049 18 325 18.7 3 Bosque de táscate secundario 174 884 33157 19.0 7 Vegetación de galería primaria 136639 29 096 21.3 7 Selva baja perennifolia primaria 42 396 9 347 22.0 3 Matorral submontano primario 2 389 509 538 548 22.5 26 Selva baja espinosa subperennifolia secundaria 584 789 132 977 22.7 11 Matorral sarcocaule primario 5 033 235 1 230 780 24.5 13 Selva alta perennifolia primaria 1 417 340 396 077 27.9 18 Selva mediana subcaducifolia primaria 408 909 116156 28.4 15 Selva alta subperennifolia secundaria 100013 30 004 30.0 2 Selva mediana subperennifolia primaria 1 593 656 498 809 31.3 22 Matorral rosetófilo costero primario 407 805 139419 34.2 1 678 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 16.3 [concluye] Tipo de vegetación Superficie del territorio de México (hectáreas) AP (hectáreas) Porcentaje de cobertura en ap AP Vegetación halófila primaria 2 743 543 994 380 36.2 29 Selva de galería primaria 3 781 1 415 37.4 4 Vegetación de desiertos arenosos primaria 2 158 605 827 802 38.3 6 Vegetación de dunas costeras primaria 108136 41 904 38.8 15 Selva baja subcaducifolia primaria 40 756 18 248 44.8 6 Popal n.d. 131 656 59 388 45.1 4 Selva baja espinosa subperennifolia primaria 438 048 234 741 53.6 11 Manglar primario 784 393 420 955 53.7 35 Matorral sarcocrasicaule primario 2 197 661 1 181 002 53.7 6 Palmar natural secundario 1 567 845 53.9 1 Tular n.d. 932 826 518162 55.5 36 Bosque de oyamel secundario 16 882 9412 55.8 12 Bosque de oyamel primario 125 382 74 839 59.7 36 Selva alta subperennifolia primaria 60 864 56 297 92.5 2 Vegetación de petén primaria 40 920 38 492 94.1 6 Pradera de alta montaña primaria 16 583 16 241 97.9 10 Selva mediana perennifolia primaria 285 280 98.3 1 Matorral de coniferas secundario 326 325 99.6 2 Vegetación de petén secundaria 4 036 4 034 99.9 1 Total para la superficie continental de México 146 742 947 17904819 12.2 Fuente: inegi (2005a). n.d.: estado de la vegetación no determinado. 16.2.4 Análisis de optimización con base en la selección de objetos de conservación y amenazas a la biodiversidad terrestre Se decidió identificar los sitios prioritarios primero y des- pués evaluar el grado en que las ap los cubren o no, para tener una visión nacional independiente de la declarato- ria de las ap, que como en todos los países ha sido casuís- tica y sin considerar lo que ya estaba presente en otras ap (no sistemática). Por otra parte, tener una priorización con un método repetible basado en información actuali- zada fue considerado como un resultado fundamental que pueda guiar otras políticas ambientales independien- tes de las ap. El compromiso de evaluar la protección y viabilidad de la biodiversidad está pensado para ser lleva- do a cabo de manera adaptativa y el paso siguiente será desarrollar los análisis de vacíos y omisiones en conser- vación usando las ap como “sitios semilla”, es decir, selec- cionadas previamente como sitios de interés para optimi- zar la complementariedad al diseñar nuevas ap o apoyar las existentes. Métodos Se llevaron a cabo cinco talleres de especialistas durante 2005 y 2006 en los cuales se discutieron los siguientes pun- tos para el proceso del análisis (Conabio et al. 2007c, d): Escala y algoritmo de optimización Se llevaron a cabo los análisis con el programa Marxan, versión 1.8 (Ball 2000; Ball y Possingham 2000), utilizan- do el algoritmo llamado templado simulado9 con una re- jilla de 8 045 hexágonos de 256 km2, que permitió tener unidades homogéneas para el muestreo y la planeación. La resolución de la retícula se decidió de acuerdo con la 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 679 factibilidad de los análisis y calidad cartográfica de las va- riables utilizadas a dicha escala para tener una visión a escala nacional. Con el algoritmo del programa Marxan se buscó opti- mizar la identificación de sitios prioritarios, mediante la selección de las unidades muéstrales que por sus atribu- tos hacen posible alcanzar las metas de conservación es- tablecidas, a la vez que considera la presión que impone la intensidad de los factores de amenaza. A su vez, Marxan permite determinar un sistema de áreas compacto y co- herente que busca la mayor viabilidad para lograr la con- servación que se desea alcanzar. Es importante aclarar que del conjunto total de sitios, el programa permite la selección a priori de las ap; sin em- bargo, se decidió no hacerlo con el fin de valorar la distri- bución de los resultados de manera independiente.10 Objetos y metas de conservación En los talleres antes mencionados se discutieron los cri- terios para analizar la información compilada de los dife- rentes elementos de la biodiversidad, seleccionar los ob- jetos de conservación y establecer metas para cada uno de ellos (cuadro 16.4; véanse detalles en el apéndice 16.4, en el (^)). Las metas de conservación se definieron con base en los valores establecidos para los criterios (cuadro 16.5) y se expresan en proporción del área geográfica de distribución del elemento en cuestión (e.g., un taxón o un tipo de vegetación). Cabe aclarar que con valores muy ele- vados en las metas (cercanos a 100%), el algoritmo selec- ciona prácticamente la totalidad de los sitios donde se encuentran tales objetos de conservación, por lo que en todos los casos se optó por tener valores de meta entre 5 y 99 por ciento (cuadros 16.5 y 16.6). Se consideraron “filtros finos” aquellos objetos de con- servación que ocupan áreas relativamente pequeñas res- pecto a la extensión del estudio (la superficie continental del territorio nacional), y son los que tienen los valores de metas más altas de conservación. Los vertebrados terres- tres se seleccionaron con base en criterios de endemismo (de distribución exclusiva en México), rareza (definida como área de distribución restringida),11 estado de ries- go (Semarnat 2002; iucn 2007) y presión por comercio internacional (Cites) (cuadro 16.5). Los tipos de vegeta- ción primaria y secundaria que se incluyeron como filtros finos se analizaron de acuerdo con su superficie de co- bertura respecto a la extensión del territorio nacional de la serie III (inegi 2005a). Se identificó como vegetación Cuadro 16.4 Total de coberturas por grupo taxonómico que se analizaron antes de llevar a cabo los análisis con el algoritmo de optimización Marxan Grupo taxonómico (coberturas totales) Tipo original de dato Coberturas incluidas en el análisis Tipos de vegetación críticos (68) Polígono 68 Familias de plantas (12) Puntos, procesados para representar la distribución de acuerdo con la resolución de la retícula 12 Plantas amenazadas NOM-059 (185) Modelos de nicho ecológico editados (endémicos y no endémicos) 152 Especies de árboles amenazadas NOM-059 (58) Modelos de nicho ecológico editados 39 Agave spp. amenazadas NOM-059 (24) Modelos de nicho ecológico editados 23 Opuntia spp. amenazadas NOM-059 (68) Modelos de nicho ecológico editados 1* Aves residentes (659) Modelos de nicho ecológico editados 273 Reptiles (698) Modelos de nicho ecológico editados 424 Anfibios (305) Modelos de nicho ecológico editados 208 Mamíferos (469) Modelos de nicho ecológico editados 242 Capas de riqueza de especies por grupos de vertebrados 8 Total: 2 546 1 450 * Área del mapa de riquezas. Noca: véanse los cuadros 16.5 y 16.6. c 'O 'u u _CU cu LO cu ~o | LO '05 c 03 ID 03 4— o5 Q- 5o C U= O cu ■a c 'O 'u o5 > 4— CU LO C O u cu ■a o 4—1 24 liD O LO O ■a o5 4— CU TD LO C O u LO O U 'O c o X o5 4 — > LO O Q- =3 bb LO _o cu ■a LO o5 4—1 CU E LO _o5 CU ■a c 'O 'u o3 4— CU ■a c o Q- CU ■a LO CU 4— _o o5 > >l cu 4—1 ' i— U ir» so ■o 3 u c o5 X 4— 03 o5 E o3 bb O 4— Q- 1D o § .y u LO O ' i— 03 O ' i— Q- LO O 'lj LO CU ■a rt 4-1 ,0 U1 ai 4-1 'O u D 3 > u o o CM é Z < LO \ CS un o O 03 C a j OO 03 4— » C 03 OO 03 >s OO QJ LT) QJ i_ QJ 4—» CO O ~o 03 i— _Q QJ 4— > i_ QJ > c S) _o 03 03 CL CO .o * i_ QJ u rs un VD CN if) O » o c. < e. c 'O 'G u ul ai c¿ >. (N fO Nf v — ' Nf c o OI ^ O rO 3 c. ■5 10 > c. 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Los “filtros gruesos” incluyen las comunidades o con- juntos de especies y sistemas ecológicos generalmente de escala regional. Los objetos de conservación incluidos en los filtros gruesos fueron de dos tipos: 1 ] áreas de alta ri- queza de taxones (número total de especies) y áreas de concentración de especies endémicas, y 2] tipos de ve- getación con proporciones de superficie mayores a las consideradas filtros finos, en general mayores de 1% del territorio (véase cuadro 16.6). En todos los casos, los va- lores de las metas de conservación deseadas fueron ex- presados en porcentaje de superficie del objeto de con- servación respecto a la extensión del territorio nacional. En el cuadro 16.7 se indican las coberturas geográficas seleccionadas como filtro grueso para los grupos taxonó- micos, y en el cuadro 16.5 se indican las de los tipos de vegetación (apéndice 16.4, en el (^)). En total se analizaron los criterios de 2 546 coberturas de importancia biológica para ser seleccionadas como filtros finos o gruesos, de las cuales 1 450 fueron seleccio- nados con los criterios que se indican en el cuadro 16.6, para usarlas en el análisis de la identificación de sitios prioritarios con el programa Marxan. Por otra parte, es importante hacer notar que el total de las metas de con- servación de la vegetación del país equivale a 27.3% de la misma y representa 13.3% de la superficie del país. Amenazas y costos En los talleres realizados se seleccionaron diversos fac- tores, principalmente antropogénicos, que constituyen una presión o amenaza tanto a los sistemas ecológicos y comunidades como a las especies de flora y fauna. Las amenazas afectan en forma negativa el ambiente, directa o indirectamente, y fueron seleccionadas por ser factores que afectan la integridad de los sistemas ecológicos, res- paldado por información disponible sobre sus impactos y porque fueran cartografiables a escala nacional. Poste- riormente, las amenazas se jerarquizaron en un gradien- te de importancia, asignándoles un valor de “costos”12 conforme a sus impactos sobre los ecosistemas (véase el cuadro 16.8). Parámetros utilizados Una vez seleccionados los objetos de conservación y sus metas, así como las amenazas y sus costos, se llevaron a cabo 10 000 corridas con 1 000 000 de iteraciones cada una usando el esquema de templado adaptable ( adaptive annealing schedule) con mejoramiento normal iterativo (. normal iterative improvement ) (Game y Grantham 2008). Se usó un factor de borde de 0.0001, y a los objetos de conservación se les asignó un factor de penalidad de 1 000, un número relativamente alto que garantiza que se cum- plan las metas de todos los objetos de conservación se- leccionados. Con este programa se busca optimizar la Cuadro 16.6 Valores utilizados para ponderar las metas de los tipos de vegetación de la cobertura de uso de suelo y vegetación (serie III) del inegi, para el análisis de selección de sitios prioritarios con el programa Marxan 16.6a Criterios y valores de meta para los polígonos de tipo de vegetación primaria (véase el cuadro 16.6c)1 Área respecto a la extensión territorial de la República mexicana Meta de conservación (%) < 0.75 99 0.75-1.0 70 1.0 -2.0 40 2.1-5 20 > 5 5 1 Para vegetación exclusivamente primaria o secundaria para la cual ya no hay vegetación primaria. 16.6b Criterios y valores1 de meta para los polígonos de tipo de vegetación secundaria (véase el cuadro 16.6d)2 Área respecto a la extensión territorial Meta de conservación de la República mexicana (%) < 1.1 90 1 .0-1.4 60 1.5 -2.5 30 > 2.6 10 1 Excepto chaparral secundario, selva mediana subcaducifolia secundaria, selva mediana subperennifolia secundaria y matorral submontano secunda- rio, cuyos valores fueron fijados en los talleres de expertos. 2 Valor de la vegetación secundaria al que, cuando se suma con la vege- tación primaria un porcentaje de área en el intervalo señalado respecto a la extensión territorial del país, se le asignó el valor de meta señalado. 682 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 16.6 [continúa] 16.6c Metas para cada tipo de vegetación primaria de la cobertura de uso de suelo y vegetación Tipo de vegetación primaria Total (ha) Porcentaje del país Meta (%) Selva mediana perennifolia primaria 285 0.0001 99 Matorral de coniferas primario 649 0.0003 99 Bosque de cedro primario 2148 0.0011 99 Pradera de alta montaña primario 16 583 0.0086 99 Bosque de ayarín primario 26 386 0.0136 99 Selva baja subcaducifolia primaria 40 756 0.0210 99 Pastizal gipsófilo primario 45 229 0.0234 99 Vegetación gipsófila primaria 46 034 0.0238 99 Selva alta subperennifolia primaria 60 864 0.0314 99 Bosque de oyamel primario 125 382 0.0647 99 Selva mediana caducifolia primaria 138 244 0.0714 99 Bosque de táscate primario 158 683 0.0819 99 Selva baja espinosa caducifolia primaria 238 772 0.1233 99 Matorral rosetófilo costero primario 407 805 0.2105 99 Selva mediana subcaducifolia primaria 408 909 0.2111 99 Selva baja espinosa subperennifolia primaria 438 048 0.2261 99 Matorral sarcocrasicaule de neblina primario 564 536 0.2915 99 Bosque mesófilo de montaña primario 869419 0.4489 99 Matorral subtropical primario 996637 0.5145 99 Matorral crasicaule primario 1 205 357 0.6223 99 Selva alta perennifolia primaria 1 417 340 0.7317 99 Selva mediana subperennifolia primaria 1 593 656 0.8227 70 Pastizal halófilo primario 1 823 229 0.9413 70 Vegetación de desiertos arenosos primaria 2 158 606 1.1144 40 Matorral sarcocrasicaule primario 2 197 662 1.1346 40 Matorral submontano primario 2 389 509 1.2336 40 Mezquital primario 2 515 086 1.2985 40 Matorral espinoso tamaulipeco primario 2 554 278 1.3187 40 Vegetación halófila primaria 2 743 548 1.4164 40 Bosque de encino-pino primario 3 048 387 1.5738 40 Matorral sarcocaule primario 5 033 238 2.5985 20 Bosque de pino primario 5 219404 2.6946 20 Bosque de pino-encino primario 5 733 148 2.9598 20 Pastizal natural primario 6 323 708 3.2647 20 Selva baja caducifolia primaria 6643 847 3.4300 20 Bosque de encino primario 6 879 257 3.5515 20 Matorral desértico rosetófilo primario 10 209 733 5.2709 5 Matorral desértico micrófilo primario 19 537 093 10.0863 5 Fuente: inegi (2005a). Nota: el área de cada uno de los tipos de vegetación indica solo la superficie continental. 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 683 Cuadro 16.6 [concluye] 16.6d Metas para cada tipo de vegetación secundaria de la cobertura de uso de suelo y vegetación Tipo de vegetación secundaria Total (ha) Porcentaje del país (secundaria) Porcentaje del país (secundaria + primaria) Meta (%) Selva baja subperennifolia secundaria 11 456 0.0059 0.0059 99 Matorral de coniferas secundario 326 0.0002 0.0005 90 Bosque de ayarín secundario 13621 0.0070 0.0207 90 Selva baja subcaducifolia secundaria 30 000 0.0155 0.0365 90 Bosque de oyamel secundario 16 882 0.0087 0.0734 90 Selva alta subperennifolia secundaria 98 470 0.0508 0.0823 90 Bosque de táscate secundario 173 294 0.0895 0.1714 90 Selva baja espinosa caducifolia secundaria 505 119 0.2608 0.3840 90 Selva baja espinosa subperennifolia secundaria 583 323 0.3011 0.5273 90 Selva mediana caducifolia secundaria 960 428 0.4958 0.5672 90 Bosque mesófilo de montaña secundario 945 499 0.4881 0.9370 90 Chaparral secundario 288 353 0.1489 1.0792 90 Selva mediana subcaducifolia secundaria 4225210 2.1813 2.3924 90 Matorral subtropical secundario 336 955 0.1740 0.6885 60 Matorral crasicaule secundario 351 381 0.1814 0.8037 60 Pastizal halófilo secundario 148 924 0.0769 1.0182 60 Selva mediana subperennifolia secundaria 4133491 2.1340 2.9567 60 Matorral submontano secundario 437 236 0.2257 1.4594 30 Vegetación halófila secundaria 188 246 0.0972 1.5136 30 Mezquital secundario 423 750 0.2188 1.5172 30 Selva alta perennifolia secundaria 1 967100 1.0155 1.7473 30 Matorral espinoso tamaulipeco secundario 856112 0.4420 1.7607 30 Bosque de encino-pino secundario 1 252 508 0.6466 2.2204 30 Matorral sarcocaule secundario 98 049 0.0506 2.6491 10 Bosque de pino secundario 2 226 397 1.1494 3.8440 10 Bosque de pino-encino secundario 3 055 081 1.5772 4.5371 10 Pastizal natural secundario 3 974 559 2.0519 5.3166 10 Bosque de encino secundario 4332616 2.2368 5.7883 10 Selva baja caducifolia secundaria 7 836152 4.0455 7.4755 10 Fuente: inegi (2005a). Nota: para vegetación leñosa el cálculo del área de vegetación secundaria incluye solo fases arbóreas y arbustivas. 684 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 16.7 Criterios y valores de selección de metas de conservación para las coberturas de filtro grueso Grupo Criterio: riqueza de especies endémicas Meta (%) Criterio: riqueza total de especies Meta (%) Mamíferos Se seleccionaron los pixeles que tuvieran los valores de mayor riqueza (^ de la mitad, respecto a los ma- míferos). Después se obtuvo la proporción de dichos pixeles con respecto al área de presencia de especies del grupo, y dicha proporción se fijó como meta. 10 A partir del último cuartil, se obtuvo la proporción con respecto al área de presencia de especies del grupo, y dicha proporción se fijó como meta. 5 Aves Se seleccionaron los pixeles que tuvieran los valores de mayor riqueza (^ de la mitad). Después se obtuvo la proporción de dichos pixeles con respecto al área de presencia de especies del grupo, y dicha proporción se fijó como meta. 13 A partir del último cuartil, se obtuvo la proporción con respecto al área de presencia de especies del grupo, y dicha proporción se fijó como meta. 5 Anfibios* Selección de hexágonos con 50% de riqueza de endémicas total 50 Selección de pixeles con 50% de riqueza total 50 Reptiles* Selección de hexágonos con 50% de riqueza de endémicas total 50 Selección de pixeles con 50% de riqueza total 50 Especies de Opuntia Para la elaboración de este mapa se realizó una suma de 69 modelos de distribución potencial; de ellos solo se encontraron 28 áreas de coincidencia geográfica, superficie que se consideró como 10% de la meta para este grupo. 10 Árboles tropicales Se sumaron los mapas de distribución de 183 especies de árboles tropicales importantes para México y se utilizó como filtro grueso el valor de presencia (1) a partir de la mitad de mayor riqueza, asignándole un valor de 10% de la meta. 10 * En el caso de anfibios y reptiles no se siguió el mismo criterio que con aves y mamíferos debido a que su área de distribución es mucho menor. selección en la que se logren las metas al menor costo posible (Ball 2000; Ball y Possingham 2000). Sitios de importancia para la conservación Sin duda, un requerimiento clave en la planeación de sis- temas de reservas es la identificación de zonas de alta importancia que requieren ser preservadas, ya sea por albergar especies de interés (usualmente en riesgo de ex- tinción o amenazadas), por albergar una biodiversidad extraordinaria o por contener especies que permiten ma- ximizar la biodiversidad que habita en la red de ap (com- plementariedad). Básicamente, todos los algoritmos que se han desarrollado consideran al menos uno de estos elementos. La selección de sitios utilizando Marxan con- sidera además la penalización de los sitios de acuerdo con los costos asignados por la intensidad de las amena- zas (Ball 2000). Se generó un mapa que da un panorama general de los sitios donde se concentran los objetos de conservación, tanto en número como considerando los valores de las metas de conservación (véanse figuras en Conabio etal. 2007c, d); este mapa muestra que los sitios con mayor concentración de objetos de conservación coinciden, de manera general, con los patrones de riqueza de los ver- tebrados terrestres de México, es decir, con valores más altos hacia el sureste del país, en particular en el Istmo de Tehuantepec, las zonas montañosas de la Sierra Madre del Sur y la costa del Océano Pacífico, así como con los patrones de endemismo, que tienen una gran concentra- ción en el Eje Neovolcánico, la Sierra Madre del Sur y la Sierra Madre Occidental. En el norte de país destacan la Sierra de San Pedro Mártir y la Sierra del Carmen. Es importante notar que el patrón de agrupamiento de los sitios con mayor número de objetos de conservación coincide en general con los sitios que suman los mayores valores de las metas de conservación (r = 0.97, P < 0.05, n = 8 045); sin embargo, estos sitios no necesariamente contienen los grupos taxonómicos o comunidades de ma- yor prioridad de conservación. El sitio con mayor núme- ro de objetos de conservación (343) y con el mayor valor considerando las metas de conservación se encuentra en Cuadro 16.8 Selección de coberturas indicadoras de impactos a la biodiversidad (amenazas) y "costo" asignado siguiendo el protocolo para el programa Marxan Cuadro 16.8 [ concluye ] Nota: véanse detalles en el texto. La cartografía inegi 1990, 1995, 2002 y 2005c fue editada por la Conabio. 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 687 el estado de Guerrero al oeste de Chilpancingo y de la Sierra Madre del Sur, en las proximidades del Parque Na- tural de Guerrero. Si se consideran los hexágonos con mayores valores de metas de conservación (n = 925, 12% de la superficie continental), resulta que solo 9.25, 3.05 y 0.001% de su superficie están protegidos por ap federales, estatales y municipales, respectivamente; es decir, únicamente 12.3% de la superficie con la mayor importancia ha sido decre- tada en algún sistema de ap. Esto se traduce en que la protección de las zonas de relevancia extraordinaria por las metas de conservación están subrepresentadas con niveles extremadamente bajos (1.49% de la superficie na- cional continental). Para comparar y contextualizar la distribución espa- cial de las áreas donde se concentran la mayor cantidad de objetos y metas de conservación respecto a la superfi- cie del territorio actualmente cubierta por las ap (ca. de 12% del territorio continental, considerándolo como el umbral de los recursos que el país invierte actualmente en áreas para la protección) analizamos cuál es la ubica- ción de los hexágonos equivalente a dicha superficie pro- tegida (925) que, como se ha descrito, se han etiquetado como sitios biológicamente importantes con base en las coberturas de las distribuciones de especies y otros obje- tos utilizados en este análisis. Las áreas con mayor nú- mero de objetos de conservación se distribuyen en agru- paciones relativamente continuas al sur y sureste de la República mexicana (Conabio et al. 2007c). Las agru- paciones principales se ubican en las regiones 1 ] del Ne- vado de Colima y zonas bajas aledañas, hacia la costa del Pacífico; 2] la región oeste de la Sierra Madre del Sur; 3] el sur del Eje Neovolcánico en las zonas altas al límite con la Cuenca del Río Balsas, y 4] una agrupación mayor que se extiende desde el sur de la Sierra Madre Oriental pasando por Oaxaca, el Istmo de Tehuantepec en la re- gión del Soconusco y parte de la costa del Océano Pací- fico hasta Los Altos de Chiapas. Si seleccionamos la mis- ma proporción esperada del territorio que podría ser conservada (12%) considerando los hexágonos con ma- yores sumas de metas de conservación, destacan otras zonas hacia el norte por las cordilleras de la Sierra Madre Oriental y Occidental y algunos puntos aislados, como desplazamientos hacia el norte respecto a las áreas más importantes de acuerdo con el número de objetos de conservación. Una de las nuevas zonas se ubica hacia el norte de la Sierra Madre Oriental y la otra hacia el norte de la región del Nevado de Colima, entre la costa del Pa- cífico y la Sierra Madre Occidental; un conjunto de hexá- gonos se encuentra en las proximidades de la reserva estatal El Cielo, en el estado de Tamaulipas; otro traslapa parcialmente con la reserva federal de Cumbres de Mon- terrey; otros hexágonos se encuentran próximos al Dis- trito de Riego 4, Don Martín, subcuencas de los ríos en Nuevo León, y otro hexágono coincide con la reserva fe- deral de Sierra de San Pedro Mártir en el estado de Baja California. En cuanto a las amenazas a la biodiversidad estimadas para cada unidad de planificación, todas tienen al menos una. El mayor número de amenazas registrado en un solo hexágono es de 17. Si consideramos únicamente el nú- mero de las coberturas de amenaza, se observa que tie- nen una distribución relativamente homogénea en todo el país. No obstante, al considerar los costos asignados a cada amenaza, destacan regiones con valores contras- tantes (Conabio et al. 2007d). Las zonas con mayores costos se ubican en la vertiente del Golfo de México, el centro del país, y especialmente en las megaciudades, con valores extremadamente altos por el inherente grado de transformación del ambiente natural, que conlleva un fuerte impacto negativo en los servicios ambientales que brindan los ecosistemas. El número de capas de ame- nazas que concurren en un hexágono no refleja forzosa- mente los costos (r = 0.14, P < 0.05, n = 8 045), debido a que las variables relacionadas con el cambio de uso de suelo, que es reconocida como la causa principal de pér- dida de biodiversidad, tienen un mayor peso. La frecuencia de los valores de la suma de las metas de los objetos de conservación tiene una distribución normal con un ligero sesgo a la izquierda, mientras que la suma de costos, también con distribución normal, está sesgada a la derecha. Estas frecuencias de distribución implican que una amplia proporción de los sitios tiene valores in- termedios, lo que supone implicaciones de mayores retos para la identificación de los sitios prioritarios, ya que los objetos de conservación no se concentran en unos pocos sitios, por la elevada diversidad beta, como hemos men- cionado antes (capítulo 12 del volumen I). Las metas de conservación no mostraron una corre- lación significativa con los costos (r = 0.05, P < 0.05, n = 8 045). Por otro lado, se aprecia que las zonas con valores más altos de metas de conservación correspon- den a aquellas zonas con metas relativamente altas y cos- tos relativamente bajos, pero como se verá más adelante, no forzosamente son las que se seleccionan como priori- tarias por el algoritmo de Marxan. 688 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Vacíos y omisiones en conservación de los sitios prioritarios para la conservación En la figura 16.7 se muestran los resultados del análisis realizado con Marxan. Es importante notar que aquellos sitios que no fueron seleccionadas en ninguna corrida (11.3% de la superficie) coinciden en muy baja propor- ción con las ap (2.4%). El resultado de la priorización de los sitios por el algo- ritmo de optimización mostró que aquéllos con metas más altas tienden a ser seleccionados con mayor frecuen- cia, y también aquéllos con valores intermedios de costos resultaron ser sitios de alta prioridad. Los sitios que al- bergan elementos de importancia de la bio diversidad, en los que a su vez es necesario aplicar recursos para lograr su conservación, y que tienen un grado intermedio de amenaza, fueron identificados como prioritarios, a dife- rencia de los sitios donde las amenazas son de gran mag- nitud. En estos resultaría muy costoso invertir en su con- servación efectiva, por ejemplo en un ambiente total- mente transformado, como sería el caso de una ciudad de gran tamaño. Consideramos que los sitios de mayor prioridad a esca- la nacional están representados por aquellos que fueron seleccionados 100% de las veces por la herramienta de priorización Marxan y que corresponden a sitios irrem- plazables. Estos sitios irremplazables (n = 1 320) com- prenden 16.40% del total de unidades muéstrales (n = 8 045) que conforman el territorio continental nacional. Este alto valor es un resultado del elevado nivel de ende- mismo de la biota de México. Sin embargo, solo 7.58% (n = 610) se encuentran bajo protección parcial o total por las ap. Si se consideran solo aquellos hexágonos que se superponen con las ap en más de 25% de la superficie de la unidad {ca. 64 km2), el porcentaje disminuye a 3.23% (n = 263) y a 2.26% para aquellas (n = 182) que se tras- lapan con ap en más de 50% de su superficie. Considerando la cobertura de las ap separadas en fe- derales, estatales y municipales, 2.44% (n = 196) de las unidades muéstrales de mayor prioridad se superponen con las ap federales en más de 25% del área de la unidad, mientras que solo 0.81% {n = 65) y 0.03% (n = 2) se super- pone con ap estatales y municipales, respectivamente. En términos de área, los sitios de mayor prioridad cu- bren 325 817 km2 y representan 16.59% de la superficie nacional, pero solo 15.93% del área de estas unidades se encuentra bajo protección de ap y representa apenas 2.64% de la superficie continental. En cuanto a la inclusión de los objetos de conservación seleccionados para el análisis (n = 1 451, véanse métodos y apéndice 16.4 en el (^)), los sitios de mayor prioridad contienen 95.24% de los objetos de conservación selec- cionados, y el conjunto de unidades que se traslapan total o parcialmente con las ap representan 80.27% (1 164) del conjunto total de objetos de conservación incluidos. Si se consideran aquellas unidades cuyo traslape es de 25 y 50 por ciento de su superficie con alguna ap, las especies re- presentadas corresponden a 71.1% (1 032) y 67.58% (980), respectivamente. Del total de objetos de conservación incluidos (1 450) en el análisis con el algoritmo de optimización, la repre- sentatividad actual del conjunto de áreas protegidas es de 80.27% (1 164). La representatividad de los objetos de conservación incluidos en el análisis, distinguiendo entre ap federales, estatales y municipales, es 81.17% (1 177), 75.37% (1 093) y 32.34% (469), respectivamente. Hay que considerar que debido a la heterogeneidad del país, si se deseara cubrir todas las metas para los objetos de observación considerados en este estudio (best subset), se requeriría proteger 43% de la superficie nacional (véan- se detalles en Urquiza-Haas et al. 2008). Es interesante notar que muchos de los sitios de mayor prioridad rodean a las ap (Fig. 16.7b), lo cual es preocu- pante sabiendo que la tasa de cambio de uso de suelo es mayor fuera de algunas de ellas (recuadro 9.3, capítulo 9 de este volumen); esto refuerza la importancia de las ap como un instrumento sólido y de la mayor relevancia en la conservación. Independientemente de que sea necesa- rio revisar cada caso particular, este hecho plantea una gran oportunidad de conservación debido a que proba- blemente sea más fácil ampliar las fronteras de los progra- mas de conservación y uso sustentable y de las ap exis- tentes que crear nuevas ap, proceso complejo pero factible sobre todo en aquellas que han incorporado exitosamen- te a los actores locales en la búsqueda de objetivos de de- sarrollo sostenible y toma de decisiones. Por ello, es prio- ritario analizar la posibilidad de concretar programas de manejo sustentable o la ampliación de las ap, ya sea como corredores o zonas de conectividad de otro tipo, junto con los habitantes de las localidades. Como se indicó en el apartado 16.2.1, los grupos mejor representados en las ap son los mamíferos (82% de las especies) y las aves (96 a 98 por ciento); no obstante, en los estudios específicos para estos grupos se ha indicado que se requiere extender la red de ap para lograr la con- servación del grupo, incluso hasta 20% de la superficie del país, en el caso de las aves (Conabio etal. 2007c). Un aspecto a resaltar sería considerar corredores migratorios, 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 689 Figura 16.7 Resultados del algoritmo de optimización del programa Marxan (véanse detalles en el texto): (a) comparación de frecuencia de selección de todas las celdas, y (b) sitios seleccionados (100% de las iteraciones, sitios ¡rremplazables). 690 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio que son de gran importancia para los mamíferos volado- res y las aves migratorias. Respecto a la herpetofauna, considerando los datos de distribución potencial, las ap protegen 82% de las espe- cies de reptiles y 74% de las de anfibios. Sin embargo, se requieren cuando menos 51 sitios adicionales para tener representados al menos una vez a los reptiles y de cuando menos 19 sitios adicionales para los anfibios (Ochoa- Ochoa et al. en prensa). Por otra parte, a pesar de que este no es un análisis lle- vado a cabo con una resolución que permita distinguir el estado y viabilidad de las poblaciones en su medio natu- ral, es claro que un punto fundamental en las propuestas de conservación debe considerar los corredores bioló- gicos y las estrategias de incrementar la superficie prote- gida, en particular la que incorpore el uso de los recursos a escala local y de paisajes o las “reservas archipiélago”, cuya función es conectar metapoblaciones, dada la difi- cultad de decretar áreas grandes y contiguas (Halffter 2005; Fuller et al. 2006), lo cual debe estar asociado al for- talecimiento de los programas de manejo sustentable en estas áreas. Los resultados mostrados en este capítulo no son ex- haustivos ya que son parte de un proceso de análisis más amplio que se está realizando a distintas escalas, utilizan- do diferentes criterios y supuestos (algoritmos) de selec- ción de los sitios prioritarios, que llevará a la obtención de otros resultados para complementar la identificación de sitios importantes para la biodiversidad. La importan- cia de considerar otros grupos taxonómicos o indicado- res se ejemplifica con la región de Cuatrociénegas; esta podría no ser considerada de alta prioridad de acuerdo con el método que se utilizó en este análisis a escala na- cional, pero cuenta con un conjunto de atributos que la hacen un sitio único por la diversidad de su microbiota y la coexistencia de estromatolitos, peces y reptiles endé- micos y otros grupos (Souza et al. 2006). A pesar de que existe un sesgo por los objetos de con- servación seleccionados, los resultados podrán afinarse al incluir grupos que no han podido ser analizados aún, así como al afinar la escala del estudio. En este sentido es importante tratar de conservar más de una población de cada especie, por lo menos cuando se tenga la informa- ción. Los análisis realizados con el algoritmo de optimi- zación muestran que si bien las ap cubren una importante proporción de elementos de la biodiversidad de particu- lar interés, existen otras prioridades que atender. Al comparar los resultados del enfoque ecorregional con los sitios de mayor prioridad obtenidos con el Marxan, y los sitios de la encuesta nacional (véase recuadro 16.1), podemos ver la importancia de integrar los resultados con diferentes enfoques y escalas (este análisis deberá con- siderar posteriormente los resultados del capítulo 14 de este volumen). En la figura 16.8 se muestra que los sitios de la encuesta nacional y los sitios irremplazables para la conservación permiten ubicar prioridades con más deta- lle en las distintas ecorregiones. 16.3 Análisis de ambientes marinos 16.3.1 Antecedentes El Programa de Trabajo sobre Áreas Protegidas del cdb, reconoce explícitamente que los hábitats y ecosistemas marinos están severamente subrepresentados en la red global de ap, y que es prioritario abatir esta subrepresen- tación para poder conservar porciones viables y repre- sentativas de la biodiversidad marina (Dudley etal. 2005). En este sentido, y de acuerdo con Bezaury-Creel (2005), las ap marinas de México son resultado de iniciativas in- dependientes tomadas en los últimos 75 años y no han sido establecidas de manera sistemática. Existen muy pocos análisis de planeación en ambien- tes marinos, entre los que destacan el de Sullivan y Busta- mante (1999) para América Latina que identifica el Golfo de California y el Mar Caribe, en toda su extensión, como dos de las siete ecorregiones marinas de mayor prioridad para la conservación. En Norteamérica la iniciativa Baja California al Mar de Bering incluye para México el Golfo de California y la costa occidental de la Península de Baja California (Morgan et al. 2005). También incluye la pla- neación para la ecorregión del Golfo de California (Ulloa etal. 2006), los estudios para las aguas costeras del estado de California (Gleason et al. 2006), el Mar Mediterráneo (wwf 2004), el de Ecuador (Terán etal. 2006), el de Chile (Tognelli etal. 2008), así como de los países insulares del Caribe como Granada, San Vincente y Granadinas (Byrne 2006a, b), y para Hawai (Puniwai 2006). En algunos de estos análisis de vacíos se determinaron metas de conservación para los diversos objetos de la bio- diversidad, estableciendo porcentajes estimados con base en la unicidad e importancia de los mismos ( e.g ., Golfo de California, países insulares del Caribe, Ecuador). En otros estudios se modelaron los impactos de los factores que amenazan a la biodiversidad marina y con ello se realizó la priorización de sitios estratificados en unidades ecoló- gicas marinas, como en el caso de la planeación del Golfo sP LTl un cu "O i— O c cu re ~o 'bJO cu i—i O i_ CL re CU i— '03 T3 re ya ‘ ¡— o ‘ i— Cl í_ O >s re C O cu LO CU c o 'ojo cu s— s— o cu cu LO _rC C re s— i—i LO CU a cu Z5 a~ LO CU s— J — * LO CU s— s— CU 1—1 LO ]uo 'rC c re LO _o cu "O LO O -a re t—i =¡ LO CU i— LO _o cu T3 i— re C CU i— Cl c 'O u re ob cu 00 vo res S_ 3 00 LO O ~a re i—i C CU E =5 u o T3 LO _cu re 1—1 c cu c I c o u LO o LO LO _o E2 VD op i_L cu LO re 'CU c 'O 'u re .y ' i— o ' i— Cl cu T3 O E o _op re “cü c O cu LO O T3 re u LC ' I— I c cu ya "O re ya * i— o ‘ i— Cl í— O >-. re E cu ~a LO o 't— ) LO LO _o C O cu vd" VD op i_L cu LO re 'CU > en la Encuesta nacional de prioridades (véase recuadro 16.2). 692 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio de California y de Ecuador. Debido a la frecuente escasez de datos y de información sobre los ecosistemas y la bio- diversidad en los ambientes marino-costeros, en muchos casos se utilizan como sustitutos o indicadores de biodi- versidad factores físicos como la complejidad de los fon- dos marinos o bien la presencia de especies sensibles a la perturbación. Dorfman (2006) considera apropiado utilizar para un análisis de vacíos tanto objetos de conservación de “filtro grueso” — ecosistemas como bancos de algas, praderas de pastos marinos, arrecifes de coral, entre otros — , como de “filtro fino” — especies amenazadas, endémicas, clave para el funcionamiento de un ecosistema, entre otras. Sin embargo, reconoce que la información puede ser muy es- casa y que por ello es necesario utilizar objetos focales sustitutos, como sistemas intermareales y humedales cos- teros, tipos de sustrato, complejidad de fondos y hasta modelos de distribución de recursos pelágicos. Los ejercicios que se han realizado en México para planificar las acciones y estrategias de conservación de la biodiversidad marina y costera son escasos, con enfo- ques en distintas regiones y escalas; a escala nacional solo se ha realizado uno (Arriaga et al. 1998; capítulo 10 de este volumen). El resto se han realizado a escala regional: uno en el Caribe (Kramer y Kramer 2002; Arrivillaga y Windevoxhel 2008), cuatro en el Golfo de California y Pa- cífico norte (Enríquez-Andrade y Danemann 1998; csgc 2001; Morgan et al. 2005; Ulloa et al. 2006) y uno en la costa de Veracruz (Peresbarbosa 2005). 16.3.2 Métodos La información sobre la biodiversidad y los ecosistemas de los ambientes marinos es claramente insuficiente para el caso de México, haciendo imposible utilizar los mis- mos métodos y algoritmos que en el análisis terrestre. La modelación de los factores de presión sobre la biodiver- sidad y de las distribuciones potenciales de las especies no es factible debido a que no se tienen suficientes cober- turas ambientales básicas para obtener aproximaciones aceptables, por lo que el análisis de vacíos y omisiones solo incluye hasta ahora el enfoque ecorregional. El proceso comenzó con la compilación de las bases geográficas digitales existentes y los ejercicios previos de planeación para la conservación marina mencionados en los antecedentes. Estos fueron insumos para la realiza- ción de un taller nacional que contó con la participación de 45 especialistas con amplia experiencia en el tema, pertenecientes a 33 instituciones académicas, organiza- ciones civiles y sector público (Conabio et al. 2005), en el cual se usaron como marco de referencia del análisis las ecorregiones marinas de la cca (Wilkinson et al. en prensa). Los expertos identificaron los sitios prioritarios para la conservación de la biodiversidad marina de México uti- lizando cartografía temática digital (Semar y sg 1998), bases de datos georreferenciados de registros de especies de flora y fauna marinas y una lista de elementos de la biodiversidad de importancia para la conservación (apén- dice 16.5, en el (^)). Los datos de la biodiversidad marina del snib corresponden a 153 242 registros que represen- tan 9 253 especies y 1 036 infraespecies, de las cuales 197 está incluidas en alguna categoría de protección y 75 son endémicas (en el cuadro 16.9 se resume la información utilizada). En una primera aproximación se delimitaron los sitios prioritarios por grupos taxonómicos en función del cono- cimiento y experiencia de los especialistas participantes, así como de las características generales físicas, quími- cas, biológicas y geológicas de cada sitio. Posteriormente, los sitios delineados se superpusieron para detectar coin- cidencias y se redefinieron y denominaron con base en una revisión detallada según el conocimiento de expertos por regiones. Posteriormente se afinó la delimitación de los sitios, para lo cual fue esencial la validación por los participan- tes del taller, la cual se llevó a cabo por medio del sitio “wiki”, un portal electrónico que permitió el intercambio de información y la interacción de los participantes. Para la delimitación más precisa de cada sitio se usó cartogra- fía temática digital sobre batimetría, cuerpos de agua cos- teros y tipos de vegetación, entre otros atributos espacia- les. Los límites de los sitios costeros tierra adentro fueron restringidos a una altitud máxima de 50 m y a la perma- nencia de vegetación costera. Paralelamente a la validación y depuración de los sitios se elaboró una ficha técnica por cada sitio, que incluye información sobre las características biológicas, ecológi- cas, ambientales y de riesgo más relevantes, de acuerdo con la opinión de los expertos. Estas fichas fueron com- plementadas con información bibliográfica. Adicionalmente, y con base en diversos trabajos, se identificaron y caracterizaron 20 zonas importantes por sus procesos oceanógraficos (Griffiths 1963; Warsh et al. 1973; Müller-Karger et al. 1991; Merino 1992; Haury et al. 1993; Meló etal. 1995; Cerdeira etal. 1998, 2000; Agui- rre 2002; Santamaría del Ángel et al. 2002; Candela Pérez etal. 2003; Márquez García etal. 2003; Romero-Centeno 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 693 Cuadro 16.9 Número de especies por grupo taxonómico consultadas en el snib Grupo taxonómico Proyectos incluidos1 Registros Especies Infraespecies Especies en la NOM2 Categorías de la NOM Endemismos de la NOM Macroalgas 14 9 782 808 51 0 — — Anélidos 15 11 611 1 069 11 0 — — Picnogónidos 1 14 9 0 0 — — Aves 12 21 398 580 581 115 ERA, Pr 40 Braquiópodos 1 4 3 0 0 — — Quecognatos 4 163 30 0 0 — — Asídeas, cefalocordados, caliáceos 5 158 44 2 0 — — Cnidarios 5 2 209 91 0 0 — — Crustáceos 22 23 589 1 852 41 1 P — Ctenóforos 1 3 2 0 0 — — Equinodermos 9 2 428 395 13 1 Pr — Equiuros 1 3 3 0 0 — — Diatomeas y dinoflagelados 8 25 658 792 221 0 — — Mamíferos 19 4 542 188 58 60 P, A, Pr 15 Manglares 31 2 306 5 0 3 Pr 1 Moluscos 16 7019 1 454 22 9 Pr 2 Nemertinos 2 29 8 0 0 — — Pastos marinos 14 258 10 0 0 — — Peces 21 34 471 1 540 19 8 RA 17 Pogonóforos 1 1 1 0 0 — — Esponjas 8 1 649 200 1 0 — — Radiolarios 1 5 924 161 14 0 — — Sipuncúlidos 1 23 8 2 0 — — 1 Véase apéndice 16.2. 2 Las columnas con el encabezado NOM hacen referencia a las especies incluidas en la NOM-059-SEMARNAT-2001. Abreviaturas: E = probablemente extinta en el medio silvestre, P = en peligro de extinción, A = amenazada, Pr = sujeta a protección especial. et al. 2003; Salmerón García y Aguirre Gómez 2003; Zavala-Hidalgo et al. 2003; Lavín et al. 2003; Buenrostro 2004; Espinosa 2004; Rodríguez-Sobreyra et al. 2004; Viacheslav 2004; Zavala-Hidalgo y Fernández-Eguiarte 2006). Entre los procesos más importantes identificados se pueden mencionar las surgencias, los frentes, la mez- cla vertical, el oleaje, las mareas, las corrientes y contra- corrientes, las descargas de ríos, los giros y remolinos. Con esta información se hizo una primera categoriza- ción de acuerdo con su importancia para la conservación de la biodiversidad marina. Una vez concluida la identificación de los sitios docu- mentados se llevó a cabo una segunda validación con los especialistas que participaron en el taller y otros que no habían participado mediante el sitio wiki. En esta revi- sión los especialistas brindaron información detallada para identificar los sitios de importancia para la con- servación. Posteriormente se hizo el análisis espacial de los sitios seleccionados para detectar los vacíos y omisiones en las áreas protegidas, y caracterizar a grandes rasgos la situa- ción de cada ecorregión, así como una comparación con las rmp (Conabio 1998). Por otra parte, se elaboró una base de datos que inten- ta integrar el conocimiento actual de la biodiversidad in- sular mexicana y se realizó un análisis preliminar de los vacíos y omisiones en conservación de las mismas (véase recuadro 16.2). 694 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 16.2 Análisis preliminar de la conservación de la biodiversidad insular Diana Hernández • Gabriela García Rubio • Melanie Kolb • Verónica Aguilar • Norma Moreno • Patricia Koleff La biodiversidad insular En nuestro país existen más de 3 000 elementos geomorfoló- gicos entre cayos, islas, arrecifes, islotes, bajos y bancos (inegi 1994), a los que nos referiremos en general como cuerpos insulares. En términos jurídicos, y sustentado en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, dichos elementos son parte integrante del territorio nacional, como las aguas que los rodean, el mar territorial, las aguas marinas interiores, la zona contigua, la zona económica exclusiva, la plataforma continental y las plataformas insulares. Los cuerpos insulares constituyen ecosistemas de importancia crítica para la conservación de la biodiversidad ya que en ellos se distribuye una gran cantidad de especies endémicas y son sitios importantes de reproducción, anidación, descanso y alimentación de la fauna marina y aves migratorias. No obstante la importancia de estos cuerpos, es notoria la escasez de información tanto espacial como biológica que caracterice este vasto territorio. Ante esta situación se planeó un primer esfuerzo hacia la sistematización del conocimiento sobre la biodiversidad del territorio insular. El conocimiento actual sobre la biodiversidad insular se encuentra muy disperso, es escaso y sesgado principalmente a las islas del Golfo de California. Entre los estudios regionales y nacionales dedicados a islas se pueden mencionar el de la Secretaría de Marina junto con la Secretaría de Gobernación (Semar y sg 1998), quienes hicieron un estudio somero sobre el régimen jurídico del territorio insular, así como un catálogo de islas basado en algunas cartas náuticas y derroteros. Flores (1992) realizó un estudio de la flora de las islas de la Península de Yucatán, determinando los principales tipos de vegetación y composición florística. Un avance importante en el reconocimiento de la importancia de las islas se marcó con el decreto del Área Natural Protegida Islas del Golfo de California en 1978. El programa de manejo de las áreas naturales protegidas (Semarnap 2000) señala las políticas generales de conservación del área, en particular las estrategias encaminadas a regular las actividades humanas en las islas. No obstante la existencia de dichos estudios, hasta la fecha no existía una fuente que reuniera la información de todos los cuerpos insulares de México, o al menos de alguno de ellos, por lo que la recopilación de esta y su sistematización en una base datos constituye un avance para cubrir un vacío de información que sirve para fortalecer la conservación de la biodiversidad insular. Dicha situación impulsó el interés por conocer la diversidad biológica y su estado de conservación en los cuerpos insulares de México, en particular en relación con su importancia por su endemismo y el grado de amenazas, a fin de planear estrategias de mejora en el conocimiento, protección y conservación de las mismas. Base de datos sobre biodiversidad insular La base de datos reúne distintos aspectos importantes de las islas y su biodiversidad. Uno de los insumos para la elaboración de esta base de datos es la cartografía de islas (formato digital) que corresponde a la cartografía del territorio insular de México que el inegi elaboró a partir de la recopilación de información de varias instituciones (inegi 2005b), la cual consta de 1 365 polígonos que corresponden a los siguientes elementos insulares: islas (1 218), arrecifes y bajos (75), islotes (31), cayos (17), rocas (12), barras (8), morros (3) y banco (1). En la figura 1 se puede apreciar la distribución espacial de los elementos insulares, así como el número de islas por ecorregión. La base de datos reúne además información de característh cas geomorfológicas, físicas, biológicas, amenazas a especies, presencia de endemismos, programas de manejo, impactos antropogénicos y amenazas ambientales, obtenida a partir de diversas fuentes, entre las que destacan el snib de la Conabio, fichas técnicas de diversos ejercicios de regionalización como áreas de importancia para la conservación de las aves (aica) y regiones marinas prioritarias (rmp), decretos y programas de manejo de las ap, así como de artículos científicos y publica- ciones arbitradas (cuadro 1). Riqueza de especies y superficie insular protegida Con relación al número de especies, se han recopilado hasta la fecha datos de 2 520 especies marinas y 2 348 terrestres registradas en 244 cuerpos insulares (principalmente islas). El análisis del número de especies registradas mostró que los cuerpos insulares con mayor riqueza de especies marinas son Arrecife Alacranes (714), isla Clarión (685), Banco Chinchorro (580), isla Cozumel (497) e isla Espíritu Santo (443). En cuanto a la riqueza de especies terrestres: Tiburón (574), Espíritu Santo (487), Cozumel (454), isla San José (429) e isla Cerralvo (354). En la figura 2 se presentan las 20 islas con mayor número de especies (terrestres y marinas) registradas en la base de datos. 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 695 Figura 1 Distribución de los elementos insulares en el territorio nacional. Se muestra el número de islas por cada ecorregión marina. Cuadro 1 Fuentes de información de la base de datos Institución Información CONABIO • Registros de especies del Sistema Nacional de Información Biológica (snib) • Islas que tienen algún área de importancia para la conservación de aves (aica) o que se encuentran dentro de alguna región marina prioritaria (rmp) INECI • Cartografía que incluye la última versión (2005) de inegi de las islas de México Conanp • Programas de manejo de islas decretadas como ap • Cobertura geográfica de las islas del Golfo de California TNC • Documentos y artículos sobre islas Los estudios de biogeografía de islas han demostrado ampliamente la relación positiva entre la superficie de las islas y su riqueza de especies (MacArthur y Wilson 1967; Wilson 1989). La información recopilada en la base de datos mostró una tendencia general que coincide con lo propuesto anteriormente (Fig. 3). Sin embargo, aún se observan grandes vacíos de información en islas como Tiburón y Ángel de la Guarda, en las que se esperaría una riqueza de especies mayor por su tamaño. En contraparte destacan los casos de las islas Contoy, Espíritu Santo y Clarión, así como del Banco Chinchorro, donde la riqueza de especies es relativamente elevada a pesar del tamaño reducido del cuerpo insular. Se conoce que, además de la extensión de una isla, el nú- mero de especies está determinado en buena medida por su cercanía al continente, lo que facilita la migración de especies desde este. Sin embargo, no es el caso de Isla Clarión, ya que no se ubica cerca del continente. La mayor riqueza a la espera- da en Contoy, Espíritu Santo y Clarión se debe, seguramente, a mayor investigación, gracias a que estas islas han tenido finan- ciamiento público y privado que ha permitido tener presencia 696 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 16.2 [continúa] a Especies marinas fb~| Especies terestres Figura 2 Islas con mayor número de especies (a) marinas y (b) terrestres registradas en la base de datos. y estudios. Estos resultados pueden usarse como base para detectar vacíos en la información disponible hasta el momen- to, así como para revelar posibles centros de endemismo. Las condiciones de aislamiento, origen y procesos evolutivos propios de las islas han originando un elevado números de endemismos; sin embargo, la detección de estos no es una tarea fácil de realizar, pues a pesar de que se conocen casos muy particulares para algunas islas, con frecuencia no se cuenta con los estudios suficientes para asegurar el endemismo estricto (de una sola isla) o compartido (entre varias islas) de especies insulares o con la ecorregión terrestre a la que se asocia dicho cuerpo insular. Dicha situación es aún más compleja cuando se habla de endemismo en las especies de ambientes marinos. No obstante, durante la recopilación de información, se registraron 175 especies (132 terrestres y 43 marinas) y 55 subespecies terrestres endémicas estrictas asociadas a 42 islas, siendo Guadalupe, Cerralvo, Tiburón, Espíritu Santo, Santa Catalina, Ángel de la Guarda, San Esteban y Socorro las que tienen verificados hasta la fecha un mayor número de endemismos estrictos, con más de diez especies cada una de ellas (Fig. 4). En cuanto al endemismo compartido, existen 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 697 Área (hectáreas) Figura 3 Relación del área insular con el número de especies registradas en la base de datos. Más de 90% de los cuerpos insulares tienen un área menor de 10 000 hectáreas. La línea muestra la tendencia de la correlación entre ambas variables. Figura 4 Endemismos estrictos en islas del noroeste de México. 698 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 16.2 [concluye] registros de 189 especies (139 terrestres y 50 marinas) y 49 sub- especies (45 terrestres y 4 marinas) asociados a 79 islas. Las de valores mayores fueron Espíritu Santo (42 especies), Clarión (35), Ángel de la Guarda (22), Guadalupe (19), San Esteban (18), San José (18), Partida (16), Cerralvo (16), Santa Cruz (14), María Cleofas (13), Salsipuedes (13) San Lorenzo y Tiburón (Fig. 5). Las islas Espíritu Santo y Guadalupe han registrado el mayor número de endemismos insulares hasta la fecha. Sin embargo, aún queda mucho que investigar referente al conocimiento de la biodiversidad insular, así como de sus endemismos. Estudios de dicha índole contribuirán en mayor grado al conocimiento de las amenazas presentes y poten- ciales de la biodiversidad insular. A pesar del escaso conocimiento que se tiene de la biodi- versidad insular, las islas han sido consideradas en la declaración de ap, así como en ejercicios de regionalización y detección de sitios para la conservación. Los cuadros 2 y 3 presentan un resumen del análisis de la representatividad de los cuerpos insu- lares en el que se observa que más de 50% de los mismos han sido incluidos en dichas áreas, regiones y sitios. Cabe destacar que pese a la diferencia en los objetivos de creación de cada uno de estos ejercicios, siempre se han considerado los cuerpos insulares, principalmente por la importancia de su diversidad biológica, así como por su elevado número de endemismos. La elaboración de la base de datos sobre la biodiversidad insular a escala nacional es un proceso incipiente que necesita el trabajo conjunto de instituciones gubernamentales y acadé- micas, así como la participación activa de especialistas que validen y actualicen la información existente y que desarrollen nuevas investigaciones. Se espera que este trabajo sea una plataforma para la compilación de información relacionada con los cuerpos insulares de México y para realizar otros análi- sis encaminados a la toma de decisiones en materia de conser- vación, restauración, manejo sustentable e investigación. Figura 5 Endemismos compartidos en islas del noroeste de México. 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 699 Cuadro 2 Porcentaje de traslape de los cuerpos insulares con las ap federales costeras, los sitios prioritarios para la conservación, las rmp y las aica Área total Área de traslape Área de traslape Área de traslape Área de traslape Número (hectáreas) con ap (%) con sitios prioritarios (%) con RMP (%) con AICA (%) Cuerpos Insulares 1 365 739 85076 68.3 90.2 96.4 80.3 Cuadro 3 Porcentaje de traslape de las ap federales costeras, los sitios prioritarios para la conservación, las rmp y las aica con los cuerpos insulares Área total (hectáreas) Sitios Sitios con islas Área traslapada con islas (%) AP 12 443 615.20 58 34 4.1 Sitios prioritarios para la conservación 34 230 500.30 105 58 1.9 RMP 137 861 985.39 70 50 0.5 aica 30 965 520.26 218 56 1.9 16.3.3 Identificación de sitios marinos de importancia para la conservación Se identificaron 105 sitios marinos prioritarios, que re- presentan aproximadamente 34 millones de hectáreas, de los cuales 79 (84.14%) corresponden a los sitios coste- ros y de margen continental (se), que incluyen diversos elementos insulares, y 26 (13.86%) a los sitios de mar pro- fundo (smp) (cuadro 16.10, Fig. 16.9; véanse detalles en Conabio et al. 2007a, b). La Laguna Makax representa el área más pequeña, con 5.15% de la superficie costera total, mientras que el Archipiélago de Revillagigedo tiene el área más extensa, con 13.88%. Los smp están represen- tados en su área más pequeña por la Cuenca de Las Áni- mas con tan solo 0.03% respecto a la superficie total de mar profundo y en su área más grande por la Dorsal de Tehuantepec con 29.78 por ciento. Cuadro 16.10 Resumen de los sitios prioritarios para la conservación de la biodiversidad marina Sitio Área (hectáreas) Porcentaje Sitios Porcentaje Costeros 29486 879.95 86.14 79 75.24 De mar profundo 4 743 620.35 13.86 26 24.76 Total 34 230 500.30 100 105 100 Los se abarcan un gran número de rasgos morfológi- cos interconectados o aislados — lagunas costeras, esteros y planicies de inundación, bahías, deltas — que albergan una gran variedad de hábitats entre los que sobresalen los manglares, marismas, praderas de pastos marinos, du- nas costeras, arrecifes de coral, costas rocosas y playas. Algunos de ellos representan áreas de crecimiento, repro- ducción y refugio de un gran número de especies residen- tes y migratorias y de colonización, de algas incrustantes, moluscos y crustáceos. También están incorporados otros rasgos geomorfológicos importantes como el insular y el arrecifal rocoso y coralino, los cuales forman barreras asociadas directa o indirectamente con la línea de costa terrestre y son habitados por una gran diversidad de flora y fauna, mucha de ella endémica y de importancia comer- cial. Además de esta complejidad de origen y evolución geológica, se incluyen factores como aportes fluviales continentales y variabilidad climática, los cuales ejercen un efecto diversificador sobre los ecosistemas costeros, especialmente en las especies endémicas de importancia ecológica y pesquera. Por último, se identificaron varios procesos oceanográficos relevantes a escala ecorregional (Conabio et al. 2007a). Los procesos oceanográficos representan dinámicas propias de los sitios marinos, por lo que su identificación nos permite entender el valor de los mismos como siste- mas altamente dinámicos y complejos. La incorporación de dichos procesos debe tomarse en cuenta para la iden- Figura 16.9 Sitios prioritarios para la conservación de la biodiversidad marina en México. Los colores indican las ecorregiones marinas en las que se ubican los sitios. 702 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio tificación de los sitios prioritarios, así como para el esta- blecimiento de normas o planes de manejo de las áreas en cuestión (Conabio et al. 2007a, b). La escala a la que ocurren los procesos a los que hace- mos referencia en este texto es ecorregional, es decir, son macroescalares. Sin embargo, debemos tener en cuenta que estos afectan a una gran variedad de procesos meso y microescalares de los que dependen la mayoría de las dinámicas que constituyen los sistemas marinos. 1 6.3.4 Análisis de vacíos y omisiones para la conservación de la biodiversidad marina Para evaluar el nivel de representatividad de los 105 sitios prioritarios se analizó su distribución y cobertura respec- to a las ecorregiones marinas para Norteamérica de nivel I (NI) definidas por la cca (Wilkinson et al. en prensa). De las ocho ecorregiones que comprende el mar terri- torial de México sobresalen, por su magnitud en cober- tura de la zona económica exclusiva (zee), la del Pacífico Transicional Mexicano con 33.06% y la del Pacífico Sud- californiano con 25.57% (cuadro 16.11) (Conabio et al. 2007a, b). En la ecorregión del Golfo de California se identificó la mayor proporción de superficie de se (29.60%). Esto se debe a que el Golfo de California ha sido una de las regio- nes marinas mejor estudiadas y donde se han llevado a cabo diferentes ejercicios con miras a la conservación; in- cluso es la única que cuenta con un ordenamiento ecoló- gico marino (Semarnat 2006b). En la ecorregión Golfo de México Sur la superficie de los se suma 23.93%, mientras que los smp representan 10.57% del total. Por el contra- rio, en la ecorregión Pacífico Transicional Mexicano, los smp representan 43.16% de la superficie total y los se solo 16.02%. Estas diferencias en la superficie de los sitios identificados como prioritarios reflejan el grado de cono- cimiento que existe para las ecorregiones, así como la di- versidad de los ambientes que presentan o que al menos se han podido estimar. Cabe mencionar que en la ecorre- gión Pacífico Transicional de Monterey no se identificó ningún sitio prioritario, debido a que ocupa solo una pe- queña parte de la zona oceánica y ninguna isla (véase el cuadro 16.12). Con relación al número de sitios prioritarios por eco- rregión, las mayores diferencias se observan entre el Gol- fo de California y el resto de las ecorregiones, así como al comparar el número de se con los smp. La ecorregión con mayor número de sitios costeros y de mar profundo es la del Golfo de California, que representa 28.75% de su superficie (Fig. 16.10). Le siguen en orden descendente la ecorregión del Golfo de México Sur con 22.08% de su su- perficie, la del Pacífico Transicional Mexicano con 19.78%, la del Pacífico Sudcaliforniano con 12.73% y la del Mar Caribe con 3.84%. Es necesario indicar que existe una fuerte diferencia entre el número de smp de la ecorregión del Golfo de California con 28.75% y el del resto de las ecorregiones, siendo la más cercana la del Pacífico Tran- sicional Mexicano con 19.78% de los sitios. Estas diferen- cias pueden deberse a que la selección de sitios del Golfo de California fue efectuada con base en dos ejercicios pre- vios de planeación y quizá también a que se tiene mayor información que en el caso del resto (cuadro 16.13). Cuadro 16.1 1 Ecorregiones marinas de la cca de nivel I por área y porcentaje de superficie que ocupan en la zona económica exclusiva Ecorregión (er) Área er (hectáreas) Porcentaje de superficie de la er en la zee Pacífico Transicional de Monterey 6 491 070.00 2.07 Golfo de México Norte 7 354 814.56 2.35 Mar Caribe 9 326 041.26 2.97 Pacífico Centroamericano 15 026 800.00 4.79 Golfo de California 26 258 884.28 8.37 Golfo de México Sur 65 254 707.59 20.81 Pacífico Sudcaliforniano 80175 720.64 25.57 Pacífico Transicional Mexicano 103 668 322.65 33.06 Total 313 556 360.98 100 Fuente: Wilkinson et al. (en prensa). 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 703 Cuadro 16.12 Proporción de área que ocupan los sitios prioritarios costeros y de margen continental (se) y de mar profundo (smp) para cada ecorregión marina Ecorregión Área se (hectáreas) Superficie se (%) Área smp (hectáreas) Superficie smp (%) Área se + smp (hectáreas) Superficie se + smp (%) Pacífico Transicional de Monterey 0 0 0 0 0 0 Mar Caribe 1 238 341.15 4.20 76 215.31 1.61 1 314 556.46 3.84 Pacífico Centroamericano 953 704.03 3.23 979 842.78 20.65 1 933 546.81 5.65 Golfo de México Norte 2 455 673.88 8.33 0 0 2 455 673.88 7.17 Pacífico Sudcaliforniano 4 332 997.91 14.69 25 286.25 0.53 4 358 284.16 12.73 Pacífico Transicional Mexicano 4 722 717.51 16.02 2 047 560.74 43.16 6 770 278.25 19.78 Golfo de México Sur 7 056 512.04 23.93 501 594.45 10.57 7 558106.49 22.08 Golfo de California 8 726 933.43 29.60 1 113120.82 23.46 9 840 054.25 28.75 Total 29 486 879.95 100 4 743 620.35 100 34 230 500.30 100 Figura 16.10 Fisiografía de los sitios prioritarios del Golfo de California. 704 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 16.13 Número de sitios costeros y de margen continental (se) y de mar profundo (smp) para cada ecorregión marina Ecorregión se SMP SC + SMP se + smp (%) Pacífico Transicional de Monterey 0 0 0 0 Golfo de México Norte 1 0 2 0.91 Pacífico Centroamericano 3 2 5 4.55 Pacífico Transicional Mexicano 13 6 19 18.18 Mar Caribe 11 4 15 14.55 Pacífico Sudcaliforniano 15 1 16 15.45 Golfo de México Sur 16 5 21 19.09 Golfo de California 21 9 30 27.27 Nota: el número total de se es 79 y de smp 26. Los se Humedales Costeros y Plataforma Continental de Cabo Catoche están compartidos por las ecorregiones Mar Caribe y Golfo de México Sur; el se Cabo San Lucas está compartido por las ecorregiones Pa- cífico Sudcaliforniano y Golfo de California. El smp Dorsal de Tehuantepec está compartido por las ecorregiones Pacífico Transicional Mexicano y Pacífico Centroamericano. Actualmente existen por lo menos 58 ap federales ma- rinas con objetos de conservación marinos, que incluyen playas de anidación de tortugas, lagunas costeras, arreci- fes de coral e islas, entre otros. Las áreas protegidas ma- rinas de México abarcan actualmente 4 336 513 hectá- reas, superficie que equivale a 20.85% del mar territorial, 11.04% de su plataforma continental y 1.38% de la zee (capítulo 9 de este volumen). La representatividad del número de ap marinas res- pecto a los sitios prioritarios para la conservación de la biodiversidad marina se traslapa en 98.28%; esto corres- ponde a 57 ap que coinciden con 57 se y un smp. La su- perficie total de traslape de los se y smp con las ap es de 21.28 y 0.01 por ciento, respectivamente, lo que indica una falta pronunciada de representatividad de los ecosiste- mas de mar profundo en el sistema de ap del país. Por otra parte, las 58 ap marinas coinciden en superficie en un 50.43% con los sitios prioritarios, lo que es un indicador de que las ap se ubican en sitios prioritarios para la conser- vación de la biodiversidad marina, pero que es necesario incrementar los esfuerzos de conservación. En este sen- tido, la identificación de los sitios prioritarios para la con- servación resulta ser de gran utilidad como referencia para la creación de nuevas áreas (cuadro 16.14, Fig. 16.11). El ejercicio de sobreponer los sitios prioritarios para la conservación de la biodiversidad marina con las rmp permite identificar el avance realizado en cuanto al cono- cimiento de los ecosistemas marinos costeros y de mar profundo. En cuanto a la superficie de traslape, los sitios prioritarios comprenden cerca de 17% de la superficie total de las rmp (cuadro 16.15) (Conabio etal. 2007a, b). Esto hace posible confirmar que los sitios prioritarios per- miten una mayor resolución para proponer áreas de con- servación debido a importantes avances en la informa- ción disponible sobre los objetos de conservación. En este ejercicio se hizo una delimitación más detalla- da y de mayor resolución de los sitios costeros y oceáni- cos en comparación con las regiones prioritarias marinas Cuadro 16.14 Análisis de vacíos y omisiones de los sitios prioritarios para la conservación de la biodiversidad marina, costeros y de margen continental (se) y de mar profundo (smp) y las áreas federales protegidas (ap) Sitio Área total (hectáreas) Sitios Área traslapada (%) Sitios traslapados Sitios traslapados (%) ap federales 12 443 615.20 58 50.43 57 98.28 se 29 486 879.95 79 21.28 57 72.15 SMP 4 743 620.35 26 0.01 1 3.85 SC + SMP 34 230 500.30 105 18.33 58 55.24 Figura 16.11a Vacíos y omisiones de la biodiversidad marina: los sitios marinos prioritarios y las 58 ap marinas. 706 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Figura 16.11b Vacíos y omisiones de la biodiversidad marina: acercamiento a las ecorregiones Golfo de México y Caribe Mexicano. que son áreas generalizadas. Con relación al número de sitios, seis smp se traslapan con siete rmp oceánicas, lo que en términos de superficie total representa cerca de 2% del área total de las regiones marinas prioritarias oceá- nicas. Este porcentaje tan bajo refleja una reducción con- siderable del tamaño de las áreas, resultado del enorme esfuerzo que se ha hecho en los últimos años relacionado con el conocimiento científico de los ecosistemas bentó- nicos de mar profundo, ya que en la mayoría de los sitios seleccionados se han realizado estudios y se cuenta con in- formación detallada de los mismos. Con respecto al tras- lape de los se con las rmp costeras es notable que a pesar de que prácticamente todos los sitios coinciden con una rmp, solo abarcan 34% de la superficie total de las rmp (cuadro 16.15). En los ambientes marinos, la identificación de 105 si- tios prioritarios para la conservación de la biodiversidad marina representa un importante avance en la detección de sitios potenciales para ampliar la cobertura de las ap, aunque de manera paralela enfatiza la necesidad de im- plementar otros mecanismos e instrumentos de conser- vación complementarios que permitan su conservación mediante un uso sustentable de los recursos naturales. Posiblemente, en la ecorregión del Golfo de California es donde se tienen las mejores oportunidades de conser- vación por existir un mayor cúmulo de información, así como instrumentos de política pública que permitirán la solución de problemas ambientales, con la apertura de espacios, vías y mecanismos que garanticen la participa- ción responsable de todos los sectores interesados en el desarrollo económico y social, sin menoscabo de la pro- tección del ambiente. Por otra parte, resulta fundamental desarrollar estudios e investigaciones enfocados a lograr un mayor conoci- miento de la biodiversidad en el resto de las ecorregiones marinas, particularmente del Pacífico Centroamericano. Esto permitirá proteger aquellos ambientes originales que no han sido alterados de manera significativa por la acti- vidad del ser humano y que por sus características o va- lor necesitan ser preservados o restaurados. 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 707 Cuadro 16.15 Porcentaje de traslape de los sitios prioritarios costeros y de margen continental (se) y de mar profundo (smp) con las regiones marinas prioritarias (rmp) Sitio Área total (hectáreas) Sitios Área traslapada (%) Sitios traslapados Sitios traslapados (%) se 29486 879.95 79 75.12 73 92.41 rmp costeras 62 093 002.21 62 34.68 59 95.16 SMP 4 743 620.35 26 36.68 6 23.08 rmp oceánicas 75 768 983.18 8 2.30 7 87.50 SC + SMP 34 230 500.30 105 69.78 81 77.14 RMP 137 861 985.39 70 17.33 68 97.14 Es aún bajo el nivel de representatividad de los sitios prioritarios en ap existentes y particularmente la biodi- versidad de mar profundo no cuenta con protección en lo que respecta a este instrumento de conservación. En este sentido, la identificación y delimitación de los 29 smp prioritarios para la conservación de la biodiversidad ma- rina resultan ser un herramienta valiosa y útil para dirigir los esfuerzos de conservación, rehabilitación y manejo sustentable. Cabe señalar que el nivel de detalle con el que se deter- minaron los sitios prioritarios permitirá acciones de con- servación mejor dirigidas y más efectivas. Esto favorece- rá la implementación de instrumentos como la política ambiental nacional para el desarrollo sustentable de los océanos y costas (Semarnat 2006a), en la que se estable- cen estrategias y lineamientos de política pública para fortalecer la gestión ambiental de las zonas costeras y oceánicas de manera integral. Será necesario lograr una coordinación interinstitucional efectiva y una amplia par- ticipación social, para garantizar el acceso efectivo a la justicia en materia ambiental. También es fundamental aplicar el enfoque de manejo integral de cuencas y de zo- nas costeras, valorar económica y socialmente los recur- sos naturales y los servicios ambientales que estos brin- dan, en un marco de desarrollo económico y con base en el mejor conocimiento científico de nuestros océanos y costas. Los ordenamientos territoriales son otro de los instru- mentos fundamentales para el cual los resultados de este estudio serán de gran interés. Ejemplos de estos ordena- mientos son el Programa de ordenamiento ecológico ma- rino del Golfo de California, que permitirá establecer los lineamientos y previsiones a que deberá sujetarse la pre- servación, restauración, protección y aprovechamiento sustentable de los recursos naturales existentes en esta región (Semarnat 2006b). 16.4 Conclusiones Los análisis de la representatividad de las ecorregiones te- rrestres (NIV) mostraron que cerca de 10% de la superfi- cie continental del país son vacíos en conservación, mien- tras que 65% de la superficie del país tiene ecorregiones con diferentes niveles de omisiones que varían de 0.00345 a 11.46% de protección, y solo 25% están representadas en los sistemas de ap por arriba de 12% de su área. Estas cifras, junto con los índices de importancia bio- lógica, riesgo y respuesta (acciones implementadas para la conservación), son un instrumento cuantitativo útil para jerarquizar las ecorregiones de acuerdo con valores de priorización, e indican que a pesar de que México ha alcanzado la cifra de 12% de su área continental, aún es necesario incrementar los esfuerzos de conservación in situ, con especial atención en aquellas porciones de sis- temas naturales escasa o nulamente representadas en la actualidad en nuestro sistema de ap. Los análisis de la diversidad terrestre a escalas más fi- nas, mediante la incorporación de numerosos objetos de conservación (n = 1 451) seleccionados de acuerdo con diversos criterios como el riesgo de extinción, rareza, etc., y el impacto que ejercen algunas de las principales ame- nazas, permiten contar con un panorama nacional ne- cesario para dirigir las acciones hacia la conservación y manejo sustentable, así como tener una mejor represen- tación de la diversidad de los sistemas ecológicos del país en la red actual de ap. No obstante, dada la baja represen- tatividad de los sitios prioritarios para la conservación, aun cuando pudiéramos incrementar la superficie prote- gida hasta 16.9% de la superficie del país (que correspon- de a la superficie que estos sitios ocupan), no lograríamos conservar todos los objetos de conservación de interés ni frenar las amenazas que enfrentan ni tal vez tener áreas representativas capaces de sustentar las poblaciones, por 708 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio lo que otras estrategias e instrumentos son fundamenta- les para mantener la biodiversidad fuera de las ap. Por otra parte, una de las seis ecorregiones marinas (NI) tiene vacíos tanto en conservación como en identi- ficación de sitios de importancia para la conservación. Fue posible acotar 105 sitios prioritarios con la informa- ción sobre su biodiversidad y amenazas, con el propósito de fortalecer los sistemas de ap. Especialmente en el caso de los sitios oceánicos, se logró por primera vez identifi- car 26 sitios prioritarios de ambientes de mar profundo explícitamente, de los cuales ninguno está representado en las ap. Las diferencias en las prioridades detectadas en cada ecorregión marina reflejan en cierta medida diferencias importantes en el conocimiento de la biodiversidad. To- davía hay regiones con importantes vacíos de informa- ción, como por ejemplo el Pacífico Tropical, por lo cual no fue posible identificar más sitios prioritarios y por ende representar toda la diversidad en esta zona, lo que resalta la importancia de mantener continuamente actualizado el proceso. El país se enfrenta a un enorme reto para cubrir los vacíos y omisiones de conservación que se han identifi- cado en estos análisis, que incluyen múltiples áreas y si- tios dispersos por todo el territorio nacional. Por ello, el desarrollo de estrategias ordenadas y estructuradas será esencial para avanzar en la protección de nuevos sitios prioritarios que consideren una secuencia congruente con las oportunidades y la urgencia de conservación que cada sitio implica. Además, considerar la conectividad de estas áreas es un elemento clave en la planeación de to- dos los sistemas de ap, lo cual puede procurarse por me- dio de corredores biológicos. Es trascendental en el futuro inmediato desarrollar es- trategias ecorregionales y particulares adecuadas para cada sitio prioritario. Para lograr una planeación integral de los esfuerzos de conservación es necesaria una sínte- sis cuantitativa de los análisis de diferentes escalas y, a su vez, considerar los análisis marinos y de cuerpos de agua epicontinentales, para lo cual se llevará a cabo el metaná- lisis (véase recuadro 16.3, en el (^)). Es fundamental con- siderar que los vacíos y omisiones pueden tener opciones diferentes para la conservación y requerir protección con diferentes niveles de urgencia. Para esto, los análisis de factibilidad, costos y financiamiento nos darán criterios para llevar a cabo las acciones de implementación nece- sarias. Asimismo, será necesario tener criterios consen- suados para evaluar la contribución a la conservación de las ap privadas, las uma, las servidumbres de pagos de servicios ambientales y el papel de empresas particulares que llevan a cabo acciones para la conservación, como es el caso de Cemex. Otro aspecto a considerar seriamente es que los análisis necesitan realizarse y actualizarse pe- riódicamente, tomando en cuenta escenarios de cambio climático, uso y degradación del suelo. Consideramos que fue crucial hacer una priorización en primer lugar, para después evaluar aquellos sitios con las ap y tener un diagnóstico serio, objetivo e indepen- diente del sistema de ap que no se construyó de modo sistémico ni sistemático, sino casuístico. También consi- deramos importante que los análisis se hicieran de una manera integral, por ello decidimos integrar diferentes elementos de la biodiversidad y no verlos por separado. Debido al destacado papel que desempeña la actual red de ap es necesario conducir los análisis que faltan, de modo que consideren criterios como la complementariedad y, sobre todo, tratando de que haya — cuando se cuente con esa información — varias poblaciones representadas (o al menos un par de hábitats) por especie. La fortaleza de estos resultados, al haber identificado las prioridades in- dependientemente de las ap, es que sirven de guía no solo para el Sistema Nacional de Áreas Protegidas, sino para otras formas de conservación, y para identificar zonas donde hay que potenciar investigación y desarrollo sus- tentable. Concluimos que en este caso se ha dado un paso muy grande con respecto a lo que había antes. No obs- tante, el proceso está aún en desarrollo; falta concluir los análisis de ecosistemas acuáticos epicontinentales e inte- grar los resultados por medio de un metanálisis, además de que es necesario incluir elementos de gran importan- cia: la agrobiodiversidad y los escenarios de cambio cli- mático (Peterson et al. 2002; Hannah et al. 2007). En síntesis, los análisis de vacíos y omisiones de con- servación de México deben culminar necesariamente en la definición de una serie de estrategias que contribuyan a la conservación de una porción representativa y viable de la biodiversidad nacional en el largo plazo, por lo que la adopción de los resultados obtenidos en este análisis deberá reflejarse en programas de conservación que invo- lucren a todos los sectores que contribuyen con este fin. Con la instrumentación de nuevas políticas y la puesta en práctica de acciones de conservación sobre el terreno, derivadas de los resultados del análisis, se podrá justificar la inversión de tiempo y recursos económicos, humanos y técnicos que ha requerido este análisis. Es evidente que el reto de proteger la biodiversidad en México es de enormes dimensiones y no podrá ser resuel- to únicamente con el establecimiento de nuevas ap, sino 16 • Identificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 709 con la implementación de otras herramientas y estrate- gias que se puedan diseñar para complementar exitosa- mente las acciones de conservación, como los ordena- mientos ecológicos y los programas de manej o integrados de costas y mares, particularmente los orientados a las actividades productivas sustentables y los desarrollos tu- rísticos ordenados (Semarnap 2000; Díaz de León et al. 2004; Bezaury-Creel 2005; Semarnat 2006a, b). Asimis- mo, es primordial efectuar en el corto plazo la prioriza- ción jerárquica de las áreas y sitios identificados, e inte- grar los resultados, ya que la conservación de muchos de los sitios marinos prioritarios va a depender de la conser- vación de ecosistemas costeros y terrestres, particular- mente de la conservación de cuencas hidrológicas, que tienen una influencia determinante en varios procesos marinos y están relacionados con la biología de nume- rosas especies (e.g., manglares y praderas de pastos mari- nos). Por ello, la agenda de las acciones en este sentido deberá considerar la conservación y el uso sustentable de los recursos con enfoques tierra-mar con una perspecti- va integral de paisajes en los que las áreas marinas y te- rrestres protegidas por distintos mecanismos conformen una red que permita la conectividad funcional de los eco- sistemas (Iacobelli et al. 2006). Paralelamente, deberán considerarse las capacidades en recursos humanos, infraestructura y financieros con los que México cuenta, y para que las estrategias sean exi- tosas será crucial que se fortalezca la corresponsabilidad entre todos los niveles de gobierno y la sociedad civil; que se promueva una serie de condiciones favorables que con- tribuyan a conservar las prioridades detectadas, incluyen- do el impulso de una nueva actitud de la sociedad y los sectores productivos hacia la biodiversidad; que se fomen- ten la adopción de una cultura ambiental y un cambio en los actuales patrones de consumo de los mexicanos. El diseño e implementación de acciones que favorez- can la conectividad entre sitios prioritarios, mediante los paisajes dentro y fuera de las ap, con corredores biológi- cos o uma, pueden ser algunas de las opciones y los me- canismos de conservación que deben perseguir la conso- lidación y fortalecimiento de las redes de ap. Sin embargo, dado el elevado número de sitios y áreas que son actual- mente vacíos y omisiones de conservación, el diseño e ins- trumentación de nuevas políticas públicas de Estado que promuevan la transversalidad y la concurrencia de esfuer- zos hacia la sustentabilidad de estos sitios, será fundamen- tal. Estas políticas deberán enfocarse al mantenimiento de los procesos ecológicos esenciales que mantengan los paisajes. El combate intensivo a los factores de amenaza que ac- tualmente actúan sobre los sitios identificados relaciona- dos con las actividades humanas, como la modificación de la cubierta natural por el crecimiento de la frontera agropecuaria, el crecimiento urbano y actividades turís- ticas no controladas, así como el incremento de la con- taminación y la introducción de especies invasoras que causan graves daños a la biodiversidad (capítulo 6 de este volumen), los regímenes de fuego inadecuados, el tráfico ilegal de especies, la tala masiva ilegal, entre otros, deben ser atendidos de manera urgente; de otra forma, algunos ecosistemas podrían deteriorarse a tal punto que la in- versión en su restauración para revertir los daños será de varios órdenes de magnitud mayor a lo que actualmente se requiere para mantenerlos. Posponer la conservación ha mostrado tener graves consecuencias, en términos de pérdida de hábitat y capacidades para proteger las espe- cies (Fuller et al. 2006). Entre los mecanismos más viables para la consolida- ción de mecanismos podría considerarse la ampliación de la red de ap y de los corredores biológicos. Como mues- tran estos análisis, numerosos sitios prioritarios identifi- cados rodean a las ap, lo cual puede ser una oportunidad para su conservación ya que la influencia ambiental y so- cial del ap vecina aportaría elementos benéficos. Creemos que, en muchos casos, es en estos sitios donde se debe actuar en el corto plazo promoviendo planes de manejo y uso sustentable que fortalezcan acciones de conserva- ción en el área de influencia de las ap. Adicionalmente, se puede considerar la retribución económica por servi- cios ecosistémicos de áreas prioritarias o que faciliten la conectividad entre estas y las ap. La restauración ecológi- ca de áreas para la conectividad a diversas escalas reque- rirá activarse en todo el territorio nacional; para ello, las lecciones aprendidas a partir de iniciativas como la del Corredor Biológico Mesoamericano serán de gran valor. La proyección de escenarios en el contexto del cambio climático global, las redes actuales de ap y los vacíos y omisiones de conservación son el siguiente paso para de- terminar los sitios prioritarios que podrían ser mayor- mente afectados, en especial en regiones costeras. Por último, los análisis deberán actualizarse en la me- dida en que se valore nueva información, particularmen- te sobre la resiliencia de los ecosistemas, distribución de las especies y estado de conservación de las poblaciones más vulnerables y las tendencias de las presiones actuales y potenciales para la biodiversidad, entre otras. De hecho, en varios países los análisis de vacíos y omisiones son efec- tuados periódicamente para redefinir prioridades a la luz 710 Capital natural de México • Vol. II \ Estado de conservación y tendencias de cambio de nuevos datos. Esto será clave para el caso de México, en particular si se considera el todavía relativamente es- caso conocimiento en torno a la biodiversidad marina, en especial sobre la carencia de información relacionada con la distribución de numerosos grupos taxonómicos a escalas más finas para todo el país, así como la magnitud y velocidad de los cambios en los factores que amenazan a la biodiversidad, como las tasas de deforestación, la frag- mentación de hábitats, el impacto de especies invasoras y la ganadería, para lo cual se requiere información digi- tal, así como modelos de escenarios climáticos más só- lidos, de manera que podamos conservar el patrimonio natural de México para las generaciones futuras. Agradecimientos A los directivos de nuestras instituciones por confiarnos la conducción de estos análisis, sobre todo a Ana Luisa Guzmán y Rosario Álvarez. Queremos expresar un agra- decimiento muy especial a Romeo López por su colabo- ración en el desarrollo del sitio wikigap, que ha sido fun- damental en el proceso, a Antonio Moreno por su apoyo en los análisis ecorregionales, y a Michael Scott, por com- partir sus ideas y sugerencias en el desarrollo de los aná- lisis ecorregionales. A quienes nos han apoyado con to- das las tareas logísticas para el desarrollo de los talleres, en particular a Nubia Morales, Gloria Espinosa y Magali Santillán, quien además nos brindó su apoyo en los aná- lisis marinos y de islas. A todos los investigadores que han documentado la biodiversidad de México y han contri- buido a generar el Sistema Nacional de Información so- bre Biodiversidad y al personal de la Dirección Técnica de Análisis y Prioridades de la Conabio, que ha integra- do la información básica que ha sido fundamental para el análisis, especialmente a Eduardo Morales, Juan Ma- nuel Martínez, Cecilia Fernández, Susana Ocegueda, Ro- cío Villalón y Ariadna Marín. También agradecemos, de la Dirección General de Bioinformática, a Raúl Jiménez, Rainer Ressel y Enrique Muñoz por facilitar el trabajo del personal de la Subdirección de Sistemas de Información Geográfica, así como a Abraham Alvarado por su apoyo para recibir las respuestas de la encuesta nacional. A to- dos los participantes de los diferentes grupos de trabajo y los talleres técnicos que se realizaron durante este pro- ceso: a Jordán Golubov, Humberto Berlanga, José Manuel Espinoza, Constantino González, Paola Mosig y Hesiquio Benítez. Nuestro agradecimiento también a Ana Ortiz Monasterio, quien nos hizo valiosas sugerencias para ha- cer el análisis de qué tipo de instrumentos tienen partici- pación ciudadana y cuál podría ser una secuencia lógica para incrementar las áreas bajo protección. Para la realización del taller marino contamos con el apoyo del Early Action Grant Fund de tnc y de la Ofici- na de Desarrollo Regional Sostenible, División de Amé- rica Latina y el Caribe, de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional y de The Nature Conser- vancy, dentro del Programa Parques en Peligro. Notas 1 Nos referimos a las a p federales, estatales, municipales, comunales y privadas. 2 A lo largo del capítulo se hace referencia a los ambientes ma- rinos, que incluyen costas, océanos e islas, en sentido am- plio (véase el recuadro 2). 3 La Cop 7 fue celebrada en 2004 en Kuala Lumpur, Malasia. 4 Un elemento clave en la visión estratégica de México para atender el Programa de trabajo fue la suma de esfuerzos de diversas instituciones. Cabe destacar que al término de la Cop 7, las organizaciones civiles tnc, wwf y ci firmaron una carta compromiso con el secretario de la Semarnat para sumarse a los esfuerzos encabezados por el gobierno, por medio de la Conabio y la Conanp, al que posterior- mente se sumaron más organizaciones y especialistas. 5 Las ecorregiones fueron originalmente propuestas por el wwf para definir áreas extensas de tierra o agua que con- tiene un conjunto geográficamente distintivo de comunida- des naturales que comparten la gran mayoría de sus espe- cies y dinámicas ecológicas, así como condiciones medio- ambientales similares e interactúan ecológicamente de ma- nera determinante para su subsistencia a largo plazo. Este término ha sido adoptado por otras organizaciones civiles, con el propósito de definir prioridades. Sin embargo, varias organizaciones civiles internacionales han identificado ele- mentos que permiten definir sus prioridades para invertir en la conservación. 6 Dada esta escala, todas las áreas con superficie menor de 100 hectáreas se eliminaron de la cobertura, ya que resul- tan imperceptibles por ser menores que la superficie míni- ma cartografiable. No obstante, estas áreas se considerarán posteriormente en el metaanálisis que incluirá todos los elementos del análisis de todas las escalas. 7 Hacemos notar que, por convención, los porcentajes de co- bertura y representatividad hacen referencia a la superficie plana estimada en un sig, pero es fundamental considerar el volumen, tanto en los ambientes terrestres (superficies con orografía más accidentada tienen mayores áreas) como en los marinos (profundidad de la columna de agua). 16 • Idencificación de prioridades y análisis de vacíos y omisiones en la conservación de la biodiversidad de México 711 8 Los porcentajes pueden variar una o dos décimas porcen- tuales dependiendo de la fuente de información utilizada respecto a la superficie continental. 9 El nombre del algoritmo templado simulado ( simulated annealing ) se basa en la analogía con el proceso físico de enfriamiento de un sólido, en el que se van reorganizando sus partículas hasta conseguir llegar a estados de máxima estabilidad (Kirkpatriclc et al. 1983). 10 Los autores queremos destacar que se decidió realizar la priorización de sitios como un primer paso previo a los aná- lisis de vacíos y omisiones en conservación per se, de ma- nera que permitirá evaluar si efectivamente las ap cubren porciones representativas de la diversidad de ambientes del país, además de que se considera la posibilidad de eva- luar otros instrumentos que contribuyen a la conservación in situ. 11 La rareza tiene como características niveles poblacionales bajos, especialización del hábitat y áreas de distribución restringida. En este capítulo solo se considera este último criterio. 12 Los costos no se refieren al valor económico de la tierra ni a conflictos sociales. En nuestro caso, se refieren al grado de deterioro ambiental y a actividades antropogénicas que implicarían mayores recursos para lograr la conservación efectiva. Referencias Aguirre, R. 2002. Los mares mexicanos a través de la percep- ción remota III. Instituto de Geografía, UNAM-Editorial Plaza y Valdés, México. Alarcón Guerrero, J. 2002. Programa de georreferencia asistida GEO (v4.0). Conabio, México. Andelman S.J., y W.F. Fagan. 2000. Umbrellas and flagships: Efficient conservation surrogates or expensive mistakes? Proceedings ofthe National Academy of Sciences ofthe United States of America 97 : 5954-5959. Arango, N., D. Armenteras, M. Castro, T. Gottsmann, O. Eíernández et al. 2003. 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Visión temática de la regionalización. ine, Semarnat, México, pp. 21-32. 17 El reto de la conservación de la biodiversidad en zonas urbanas y periurbanas autores responsables: Irene Pisanty • Marisa Mazarí • Exequiel Ezcurra autores de recuadros: 77.7, Patricia MorenoCasasola • 77.2, LinaOjeda Revah • 77.3, Alejandro Velázquez, Francisco Romero Malpica • 77.4, Consuelo Bonft I revisores: Griselda Benítez Badillo • Patricia MorenoCasasola* • Javier Laborde * Excepto del recuadro 17.1 Contenido 1 7.1 El crecimiento de las zonas urbanas / 720 17.2 Consecuencias ambientales de la urbanización / 722 17.3 La urbanización en México / 723 17.3.1 Recursos hídricos / 727 17.3.2 Residuos sólidos/ 737 17.4 Un caso paradigmático: la Cuenca de México y su gran ciudad / 738 17.5 La población de la Cuenca de México / 743 17.5.1 La transformación ambiental / 745 17.6 Conclusión / 752 Referencias / 753 Recuadros Recuadro 17.1. Las ciudades costeras / 728 Recuadro 17.2. La Cuenca del Río Tijuana: un enfoque binacional para la conservación / 732 Recuadro 17.3. El zacatuche como la punta del iceberg del proceso de pérdida de la biodiversidad / 747 Recuadro 17.4. Dificultades para la conservación de la biodiversidad en las zonas urbanas: el caso del Parque Ecológico de la Ciudad de México / 747 • Pisanty, L, M. Mazarí, E. Ezcurra et al. 2009. El reto de la conservación de la biodiversidad en zonas urbanas y periurbanas, en Capital natural de México, vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio. Conabio, México, pp. 719-759. [ 719 ] 720 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Resumen En todo el mundo, la urbanización es un proceso continuo que presenta variantes regionales y nacionales. Como parte de este proceso se han conformado las llamadas megalópolis, que son centros urbanos con más de 10 millones de habitantes. Las megalópolis son un fenómeno más común en los países menos desarrollados, aunque también se encuentra en algunos países con economías más consolidadas, como es el caso de Nueva York en Estados Unidos y de Tokio en Japón. A pesar de que las altas tasas de crecimiento fueron una característica distintiva de las megalópolis, actualmente es común que las ciudades de menor tamaño tengan tasas de crecimiento mayores que las grandes ciudades. Dadas las tendencias actuales, se espera que en los primeros 30 años del siglo xxi prácticamente todo el crecimiento de la población mundial se dé en los conglomerados urbanos a pesar de que solo ocupan 2% de la superficie del planeta. El establecimiento y crecimiento de centros urbanos tiene consecuencias ambientales profundas, tanto en el sitio en donde se desarrollan como en otros lugares, algunos circundantes y otros más lejanos. Las ciudades tienen una huella ecológica que con frecuencia rebasa sus límites. La concentración de la población ejerce una fuerte presión sobre los bienes y servicios que brindan los ecosistemas de los que depende, pero también puede optimizar su uso cuando la planificación del desarrollo es adecuada. El cambio de uso del suelo que subyace al desarrollo urbano compromete muchos servicios ambientales, incluyendo la biodiversidad. Hoy día, mantener la mayor representación de la riqueza biótica y preservar los servicios ambientales que ello implica es un reto fundamental de las ciudades que aspiran a un desarrollo urbano sustentable. La emblemática Ciudad de México es una de las tres megalópolis más grandes del mundo. Está ubicada en una cuenca endorreica caracterizada por una gran riqueza biótica que se debe a su topografía, clima, diversidad de suelos y su ubicación en el límite de las dos grandes provincias bióticas de América, entre otros factores. Poblada por alrededor de 20 millones de habitantes, esta inmensa zona metropolitana enfrenta severos problemas ambientales, como la contaminación atmosférica, del agua y de los suelos; la sobreexplotación de sus antaño cuantiosos recursos hídricos; la modificación irreversible de su estructura hídrica, y la desaparición de varios de los ecosistemas y tipos de vegetación que la caracterizaban. Originalmente muy rica en especies, entre las que abundaban las endémicas, esta cuenca enfrenta hoy el reto de conservar lo que queda de esta diversidad a fin de preservar sus aspectos ecológicos, ambientales y culturales. 17.1 EL CRECIMIENTO DE LAS ZONAS URBANAS En el ámbito mundial, la concentración de la población en asentamientos urbanos es un proceso irreversible de grandes alcances sociales, económicos y ambientales. Actualmente, las ciudades tienen un impacto crítico sin precedentes en el ambiente global (Rodrigues et al. 2007). El crecimiento de las ciudades y la tasa de crecimiento de la población urbana en el mundo entero muestran una tendencia creciente y se espera que prácticamente todo el crecimiento poblacional ocurra en las ciudades duran- te los primeros 30 años del siglo xxi (wri 1994; unpd 2002). Esto no es una excepción en el caso de México (Fig. 17.1). La disponibilidad de servicios y el acceso a los mismos es diferente en las zonas rurales y en las urbanas, así como entre estas últimas. En los países económicamente más desarrollados, las pequeñas ciudades en general cuentan con todos los servicios necesarios para garanti- zar un buen nivel de vida, y con ello contribuyen a un grado de equidad que no es común en los asentamientos de tamaño equivalente de los países en desarrollo o con economías emergentes. En estos últimos, los servicios y las oportunidades disponibles en las ciudades grandes y consolidadas contrastan con lo que se ofrece en pobla- dos menores y menos atendidos. De esta forma, el creci- miento urbano en los países industrializados se da con más frecuencia a partir de numerosas ciudades medias, mientras que en los países en desarrollo ha sido más co- mún el surgimiento de un fenómeno desconocido antes del siglo xx: las llamadas megaciudades o megalópolis. Una ciudad es considerada una megalópolis a partir del momento en que alcanza los 10 millones de habitantes, además de considerarse otros criterios como recursos financieros, estructura industrial/comercial, aspectos políticos, facilidades educativas y personal científico, así como su posición económica y política en el mundo (Fuchs 1999). Generalmente, una megalópolis se conforma al agluti- narse diferentes asentamientos urbanos — relativamente pequeños — en zonas conurbadas (Bazant 2001; Garza 17 • El reto de la conservación de la biodiversidad en zonas urbanas y periurbanas 721 □ Rurales □ Semiurbanos ■ Urbanos Figura 17.1 Porcentaje de habitantes rurales, semiurbanos y urbanos en México (1910-2000). Fuente: elaborada con datos tomados de . 2002; unpd 2002). Si bien las megalópolis son mucho más frecuentes en los países con economías en desarro- llo, no les son exclusivas, como lo demuestran Nueva York, Los Ángeles, Tokio y Osaka, megalópolis en econo- mías extremadamente importantes a escala mundial. Como sería de esperarse, definir precisamente las di- mensiones de una megalópolis es complicado debido a las altas tasas de crecimiento poblacional y de ocupación del espacio, la incorporación constante de nuevas juris- dicciones a las zonas metropolitanas, la informalidad de los asentamientos y la inmigración de personas de otras regiones (Aguilar 2000; Negrete 2000; Calvo y Ortiz 2006; Ezcurra et al. 2006). Aunque las causas específicas de la inmigración hacia las ciudades son diversas (incluyendo conflictos arma- dos) y difíciles de acotar, pareciera que la población hu- mana va básicamente tras los sitios donde se ofrecen empleos y servicios (Mendoza 2003), además de seguri- dad. Aun así, es muy importante considerar que la dispo- nibilidad de empleo en las grandes urbes es limitada y que los índices de marginación son altos en muchas me- galópolis, al grado de que, por ejemplo, en México cerca de 40% de los habitantes de las ciudades con las mayores tasas de crecimiento vive en condiciones de extrema marginación (Conapo 2005). Los países menos desarro- llados presentan tasas de crecimiento poblacional más altas (3% en promedio, entre 1995 y 2000) que los más desarrollados (0.5% en el mismo periodo), y todo parece indicar que a escala mundial la población urbana pronto será equivalente numéricamente a la rural, hecho que no será reversible (unpd 2002). El porcentaje de urbanización en América Latina y el Caribe es alto (72%) y rebasa los de África (38%), Asia y el Pacífico (51% en promedio) (cca 2002; Geo Data Por- tal 2003). En América del Norte y Europa la urbanización es también considerable (81y 72 por ciento, respectiva- mente), sin embargo, las tasas de crecimiento de las ciu- dades canadienses y estadounidenses tienden a estabili- zarse más que las mexicanas (Fig. 17.2) (cca 2002; Geo Data Portal 2003). Con el crecimiento de las zonas urbanas hacia entida- des políticas y administrativas diferentes a aquéllas en las que empezó su desarrollo se inicia la “metropolización”, con todas las características concomitantes de un proce- so en el que progresivamente se ven envueltas diferentes entidades federativas. Los aspectos administrativos, po- líticos y de prestación de servicios, así como las conse- cuencias ambientales que se derivan de un proceso como este involucran a instituciones y ciudadanos de diferen- tes estados y municipios. La toma de decisiones, la parti- cipación ciudadana y la gobernabilidad misma adquieren dimensiones totalmente novedosas. Sin importar que se trate de urbes muy modernas y relativamente eficientes, como Nueva York o Tokio, o de ciudades en que las con- diciones económicas y sociales son más precarias, en todos los casos los asentamientos urbanos de la magni- tud de las megalópolis plantean problemas y retos inédi- tos hasta mediados del siglo xx. Entre ellos destacan los ambientales, que a pesar de ser fundamentales para el bienestar de los habitantes de las grandes ciudades y de las zonas de las que dependen, fueron prácticamente ig- norados en el mundo entero hasta hace poco tiempo. Hoy día, a pesar de que solo ocupan alrededor de 2% de la superficie terrestre, las ciudades son elementos que in- fluyen en el ambiente a escalas global, regional y local (Rodrigues et al. 2007). 722 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio México -o- Asia occidental -A- América del Norte -0- América Latina y el Caribe -o- Europa -o- Asia-Pacífico -o- África Figura 17.2 Porcentaje de urbanización mundial por regiones y en México (1960-2000). Umbral de urbanización = 50% de la población en ciudades. Las regiones corresponden a las definidas en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Fuentes: Geo Data Portal (2003); Celade (1999). 17.2 Consecuencias ambientales DE LA URBANIZACIÓN Los efectos de las grandes ciudades sobre las zonas en las que se desarrollan son profundos e incluso dramáticos pues implican la alteración y, frecuentemente, la desapa- rición total y definitiva de una gran cantidad de caracte- rísticas físicas y biológicas originales de la región. Las aglomeraciones urbanas sustituyen a los ecosistemas na- turales modificando la flora y fauna originales, alteran- do el suelo de forma irreversible y afectando el flujo de agua y la calidad de los cuerpos de agua superficiales y subterráneos (acuíferos). En las ciudades se ubican zonas industriales que forman conglomerados urbano-indus- triales, lo que implica un aporte de diversas sustancias, organismos y formas de energía ajenos al sistema, que provocan la degradación y contaminación de suelos, cuerpos de agua superficiales y sistemas de agua subte- rránea. Desde hace poco, se ha alterado severamente la calidad del aire al emitir a la atmósfera altas concentra- ciones de sustancias contaminantes generadas por las industrias y los vehículos automotores. Las características de los ecosistemas urbanos son di- ferentes a las de los ecosistemas naturales en muchos sentidos, pues no se autorregulan y requieren fuentes ex- ternas para el suministro de materia y energía, por lo que se les considera sistemas abiertos no equilibrados. Los efectos ambientales de los asentamientos urbanos reba- san los límites de la ciudad propiamente dicha, y algunos de estos efectos son directos mientras que otros son in- directos. La huella ecológica, entendida como la cantidad de tierra productiva y de agua que requiere un individuo, una población o una actividad para producir los recursos que consume y absorber sus desechos, varía de ciudad en ciudad. Sin embargo, la huella ecológica de las ciudades es siempre considerable, sobre todo porque no se trata de sistemas cerrados. Si bien no se ha calculado específica- mente la huella ecológica para las ciudades, México pasó de usar un tercio de su biocapacidad a 1.5 veces más de su capacidad tan solo entre 1961 y 2002 (Semarnat 2007). Las grandes ciudades ejercen una fuerte presión sobre zonas circunvecinas e incluso sobre zonas distantes y re- giones completas que alimentan las necesidades de las megalópolis (Ezcurra y Sarukhán 1990; Ezcurra 1995). A diferencia de los ecosistemas naturales, los urbanos no presentan ciclos biogeoquímicos cerrados. A las ciuda- des hay que hacer llegar alimentos, materiales de cons- trucción, combustibles de diferentes tipos, energía eléc- trica que generalmente se produce en sitios muy distantes y, de manera cada vez más apremiante, elementos bási- cos para la vida, como el agua. Las emisiones a la atmós- fera se desplazan incluso a grandes distancias y a lo an- 17 • El reto de la conservación de la biodiversidad en zonas urbanas y periurbanas 723 cho de las diferentes capas atmosféricas, además de afectar otros sitios y contribuir con fenómenos contem- poráneos como el calentamiento global y el adelgaza- miento de la capa de ozono. Las aguas residuales (aguas negras) son transportadas por corrientes fluviales o lle- gan a lagos que pueden estar a muchos kilómetros de distancia, y afectan la calidad del agua y con ello el hábi- tat, la flora, la fauna y, en general, alteran la calidad de los ecosistemas que las reciben. El agua proveniente de los asentamientos urbanos llega a estas zonas cargada de de- sechos orgánicos e inorgánicos, y con mucha frecuencia de contaminantes peligrosos. Finalmente, estas sustancias acaban siendo descargadas al mar, junto con otras prove- nientes de las regiones agrícolas y ganaderas, ocasionan- do grandes alteraciones en las zonas costeras en las que desembocan los ríos. De esta forma, quienes no disfrutan las facilidades que ofrecen las ciudades frecuentemente sufren los efectos negativos de los procesos que se llevan a cabo en los sistemas urbanos no controlados. De manera global se sabe que las áreas densamente po- bladas representan una enorme carga sobre los recursos naturales de una región, entre los cuales el más notable es el agua (Ezcurra y Sarukhán 1990; Ezcurra 1995; Howard y Gelo 2003). El agua ha llegado a un punto extremo de explotación intensiva en muchos sitios y esto llevará a muchas megalópolis — e incluso a ciudades de menor ta- maño— a situaciones críticas y a verdaderas guerras re- gionales por este recurso (Perló y González 2006). El manejo de la basura es uno de los mayores retos que enfrentan las ciudades. El fenómeno de la llamada juris- dicción fragmentada, es decir, la superposición, coexis- tencia y concurrencia de los tres órdenes de gobierno en un mismo espacio metropolitano, es un severo proble- ma. Estas concentraciones urbanas se dan en ámbitos geográficos continuos, uniéndose a la aglomeración ur- bana, y presentan problemas en relación con el abasto de agua, la gestión del medio ambiente, la seguridad públi- ca, el manejo de desechos sólidos y la vialidad, entre otros (Bernache et al 1998). Los costos ambientales son absorbidos y pagados por las regiones afectadas, por ser tanto productoras de insu- mos para el consumo creciente de las ciudades como por ser receptoras de los desechos urbanos. Así, resulta ob- vio que las ciudades distan de ser sistemas autosuficien- tes, y su huella ecológica se expande mucho más allá de sus límites geográficos. Una incógnita que plantean las megaciudades es cuán- to puede crecer una urbe antes de llegar a un punto de colapso irreversible. Esta interrogante se puede plantear de manera más concreta con solo preguntarnos si estos grandes conglomerados urbanos pueden ser sustentables o no (Mazari-Hirirat y Bellon 1995; Ezcurra y Mazari- Hiriart 1996; Mazari 1996a, b). Las posibles respuestas a esta pregunta deben ajustarse a las diferentes escalas tan- to de las ciudades como de los efectos que tiene su desa- rrollo. 17.3 La URBANIZACIÓN EN MÉXICO El proceso de urbanización en México se intensificó de manera importante durante el siglo xx. En este periodo las ciudades aumentaron de tamaño y su densidad pobla- cional también se incrementó notablemente. Por un lado, la oferta urbana de oportunidades de empleo, educación, atención médica y acceso a servicios y, por otro, la falta de oportunidades, el deterioro y la consecuente depau- peración de las zonas rurales contribuyeron a que un gran número de migrantes provenientes del campo se instalara en las ciudades. La Revolución mexicana en particular fue un detonan- te para la emigración de las zonas rurales a la capital. México no fue ajeno al desarrollo industrial característico del siglo xx y dado que las ciudades ofrecían grandes in- centivos económicos, como tarifas especiales para la ener- gía eléctrica y el agua, muchas industrias se instalaron en ellas, especialmente en la Ciudad de México. El des- arrollo industrial conllevó la creación de empleos que, a pesar de que frecuentemente ofrecían condiciones labo- rales desventajosas, representaban el atractivo de un in- greso fijo con el que no se contaba en las zonas rurales. Garza (2002) reconoce tres etapas de urbanización en México: 1 ] moderada-baja, entre 1900 y 1940; 2] acelera- da-media, de 1940 a 1980, y 3] baja-acelerada, de 1980 a 2000. Durante el primer periodo, México era un país esencialmente rural, cuyo grado de urbanización apenas alcanzaba 10.6%. En el segundo, correspondiente a una época de crecimiento y estabilización económica, la po- blación mexicana se volvió predominantemente urbana, aparecieron varias ciudades nuevas y las existentes cre- cieron a ritmos acelerados. El tercer periodo se caracte- riza por la consolidación del perfil urbano del país, aun cuando la década entre 1980 y 1990 estuvo marcada por una inestabilidad económica que desde luego afectó el crecimiento de las ciudades, influyó sobre los patrones migratorios hacia las ciudades del país y contribuyó al incremento de la migración hacia Estados Unidos. Actualmente, el Sistema Nacional de Ciudades incluye 724 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio nueve ciudades grandes, 71 ciudades medias y 284 ciuda- des pequeñas (cuadro 17.1), con ritmos diferentes de cre- cimiento a lo largo del tiempo (Conapo 2007). Las prime- ras corresponden, en orden decreciente, a las zonas metropolitanas de la Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Puebla, Toluca, Tijuana, Ciudad Juárez, León y Torreón. En México, una parte importante de la población ur- bana se ha concentrado históricamente en lo que hoy es la capital del país, donde se produce 32% del pib nacional (Conapo 2004a). Sin embargo, el crecimiento de otras ciudades no debe soslayarse, pues es parte de la consoli- dación del perfil urbano de México, característico de las sociedades contemporáneas (Fig. 17.1). Monterrey, Gua- dalajara y Puebla son zonas metropolitanas importantes por el número de habitantes, las actividades productivas y de servicios que en ellas se desarrollan, y también por- que atraen población. La tasa de crecimiento de estas ciu- dades tiende a moderarse y actualmente es de 1.9% anual en promedio (Conapo 2004a). Algunas ciudades más pe- queñas muestran tasas de crecimiento elevadas, y las ciu- dades de Toluca, Tijuana, Ciudad Juárez, León y Torreón (cuadro 17.1) rebasan ya el millón de habitantes. Hoy día, las ciudades medias rebasan la media de cre- cimiento de la población urbana nacional, que es de 2.3% anual, pues su tasa promedio de crecimiento anual es de 3% (Conapo 2007). Además, se incorporan nuevas ciuda- des al rebasarse el límite de 15 000 habitantes — criterio utilizado en México para considerar un asentamiento como ciudad — en diferentes poblados de manera casi continua (Conapo 2007). En general, las tasas de crecimiento de las ciudades fronterizas del norte también son altas (cuadro 17.1) y rebasan la media nacional, debido a las altas tasas de in- migración que las han caracterizado por su cercanía con Estados Unidos y por la oferta de trabajo de la industria Cuadro 17.1 Dinámica poblacional (1990-2000) en las ciudades de México Población Tasa de crecimiento anual (%) Ciudad Entidad 1990 1995 2000 1990-1995 1995-2000 1990-2000 Ciudades grandes ZM Ciudad de México D.F. -México 15 278 291 16 959 090 18010877 1.86 1.42 1.67 ZM Guadalajara Jalisco 2 987194 3461 819 3 677 531 2.64 1.42 2.12 ZM Monterrey Nuevo León 2 613 227 3 038193 3 299 302 2.7 1.95 2.38 ZM Puebla Puebla-Tlaxcala 1 458 099 1 702 720 1 885 321 2.78 2.41 2.62 ZM Toluca México 968 916 1 161 949 1 344 575 3.27 3.47 3.36 ZM Tijuana2 Baja California 747 381 1 038188 1 274 240 5.99 4.91 5.52 Ciudad Juárez2 Chihuahua 792 498 1 005173 1 206 824 4.3 4.37 4.33 León Guanajuato 760 703 946 523 1 027 466 3.94 1.94 3.07 ZM Torreón Coahuila-Durango 878 289 958 886 1 007 291 1.57 1.16 1.39 Subtotal 9 ciudades 26484 598 30 272 541 32 733 427 2.39 1.85 2.16 Ciudades medianas ZM San Luis Potosí San Luis Potosí 658 712 781 964 850 828 3.08 1.99 2.61 ZM Mérida1 Yucatán 620 646 728 753 793 391 2.88 2.01 2.5 ZM Cuernavaca1* Morelos 572 037 724 912 793 300 4.28 2.13 3.35 ZM Querétaro1* Querétaro 555 491 679 757 787 341 3.64 3.5 3.58 ZM Aguascalientes Aguascalientes 547 366 637 303 707 516 2.73 2.47 2.62 ZM Tampico Tamaulipas- Veracruz 567 334 620 012 664 692 1.58 1.64 1.61 Chihuahua Chihuahua 516153 613 722 657 876 3.11 1.64 2.47 Acapulco Guerrero 515 374 592 528 620 656 2.5 1.09 1.89 ZM Saltillo Coahuila 469 1 66 564 419 617 899 3.33 2.14 2.81 ZM Villahermosa1 Tabasco 437 567 533 598 600 580 3.57 2.8 3.24 17 • El reto de la conservación de la biodiversidad en zonas urbanas y periurbanas 725 Cuadro 17.1 [continúa] Ciudad Entidad Población Tasa de crecimiento anual (%) 1990 1995 2000 1990-1995 1995-2000 1990-2000 ZM Veracruz Veracruz 473 156 560 200 593 181 3.03 1.35 2.3 Morelia Michoacán 435 924 522 750 561 375 3.27 1.68 2.58 Mexicali2 Baja California 438 377 505 016 549 873 2.54 2.01 2.31 Hermosillo Sonora 406417 504 009 545 928 3.88 1.89 3.02 Culiacán Sinaloa 415 046 505 518 540 823 3.55 1.59 2.7 ZM Tuxtla Gutiérrez1 Chiapas 340 751 444 960 494 763 4.84 2.51 3.83 ZM Oaxaca1 Oaxaca 331 247 404 371 460 350 3.59 3.08 3.37 ZM Xalapa1 Veracruz 333 376 397 580 436 874 3.17 2.23 2.76 Durango Durango 348 036 397 687 427135 2.39 1.68 2.08 Reynosa2 Tamaulipas 265 663 320 458 403 718 3.37 5.55 4.31 Cancán3 Quintana Roo 167 730 297183 397191 10.65 7.02 9.07 Matamoros2 Tamaulipas 266 055 323 794 376 279 3.54 3.58 3.55 ZM Orizaba Veracruz 299 462 328 727 346 068 1.66 1.21 1.47 ZM Tepic Nayarit 268185 327 375 342 840 3.59 1.09 2.5 Mazatlán Sinaloa 262 705 302 808 327 989 2.55 1.89 2.26 ZM Minatitlán Veracruz 311 407 341 906 323 389 1.67 -1.29 0.38 Irapuato Cuanajuato 265 042 299604 319148 2.19 1.49 1.89 Nuevo Laredo2 Tamaulipas 218413 273 797 308 828 4.08 2.86 3.55 ZM Coatzacoalcos Veracruz 271 825 300 025 307 724 1.76 0.59 1.26 ZM Pachuca1* Hidalgo 214493 262 376 300 316 3.63 3.21 3.45 ZM Poza Rica Veracruz 276114 290 874 292 493 0.93 0.13 0.58 ZM Monclova Coahuila 261 412 275 509 282 853 0.93 0.62 0.8 Celaya Guanajuato 214 856 251 724 277 750 2.84 2.33 2.62 ZM Tlaxcala1* Tlaxcala 192 823 236713 262 277 3.7 2.43 3.15 ZM Córdoba Veracruz 221 005 247 969 260164 2.06 1.13 1.66 ZM Cuautla1* Morelos 200 316 240 845 259 292 3.31 1.74 2.63 Ciudad Obregón Sonora 219 980 244 028 250 790 1.85 0.64 1.33 Ciudad Victoria Tamaulipas 194 996 230 304 249 029 2.99 1.84 2.49 Ensenada3 Baja California 175 601 199 828 234183 2.31 3.78 2.94 ZM Zacatecas Zacatecas 191 326 226 265 232 965 3.01 0.68 2 Uruapan Michoacán 190 768 219315 229 819 2.5 1.1 1.89 ZM Zamora Michoacán 185 445 214938 216 048 2.65 0.12 1.55 ZM Colima Colima 154 347 187 081 210 766 3.46 2.83 3.19 Tehuacán1* Puebla 139450 172510 204 598 3.84 4.07 3.94 Los Mochis Sinaloa 162 659 188 349 200 906 2.63 1.52 2.15 ZM Tulancingo1* Guerrero 147137 176 784 193 638 3.3 2.15 2.8 Campeche1 Campeche 150518 178160 190813 3.03 1.62 2.42 ZM Guaymas Sonora 175109 183 232 180316 0.81 -0.37 0.3 Tapachula Chiapas 138 858 163 253 179 839 2.91 2.29 2.64 726 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuadro 17.1 [concluye] Población Tasa de crecimiento anual (%) Ciudad Entidad 1990 1995 2000 1990-1995 1995-2000 1990-2000 La Paz Baja California Sur 137 641 154314 162 954 2.04 1.28 1.72 Puerto Vallarta3 Jalisco 97 032 126714 157 379 4.84 5.2 4.99 Nogales2 Sonora 105 873 131 578 156 854 3.92 4.19 4.04 ZM Piedras Negras2 Coahuila 115100 136650 151 149 3.08 2.39 2.78 ZM San Francisco-Purísima Guanajuato 114 034 132 048 145017 2.63 2.21 2.45 ZM San Martín Texmelucan1* Puebla 112451 132812 143 720 2.99 1.86 2.5 Chilpancingo1 Guerrero 97165 123 475 142 746 4.33 3.45 3.95 San Luis Río Colorado2 Sonora 95 461 115 596 126 645 3.44 2.16 2.89 Ciudad del Carmen Campeche 83 806 114 360 126 024 5.65 2.3 4.2 ZM Ocotlán Jalisco 101 905 115021 125 027 2.17 1.97 2.08 ZM Apizaco1* Tlaxcala 93 727 110621 124 532 2.98 2.81 2.9 Chetumal1 Quintana Roo 94158 115152 121 602 3.63 1.28 2.61 San Cristóbal de Las Casas Chiapas 73 388 99 254 112 442 5.49 2.96 4.39 Ciudad Acuña2 Coahuila 52 983 79 221 108159 7.38 7.55 7.45 Ciudad Valles San Luis Potosí 91 402 102 226 105 721 2 0.79 1.48 Iguala Guerrero 83412 98 276 104 759 2.94 1.51 2.32 ZM Acayucan Veracruz 91 323 104 662 102 992 2.44 -0.38 1.22 Tecomán-Armería Colima 86189 94 909 100 457 1.72 1.34 1.56 ZM Moroleón-Uñangato Guanajuato 94 901 96 545 100 063 0.3 0.84 0.53 Subtotal 71 ciudades 17 546 982 20 783 572 22 677 415 3.04 2.06 2.62 Ciudades pequeñas demográficamente relevantes San Juan del Río1* Querétaro 61 652 84 532 99483 5.74 3.88 4.94 Manzanillo3 Colima 67 697 80 568 94 893 3.13 3.9 3.46 Agua Prieta2 Sonora 37 664 54 681 60 420 6.82 2.36 4.88 Cozumel3 Quintana Roo 33 884 47 841 59 225 6.29 5.12 5.79 Zihuatanejo3 Guerrero 37 328 54 537 56 853 6.94 0.98 4.33 Tecate2 Baja California 40 240 47 005 52 394 2.79 2.57 2.69 Playa del Carmen3 Quintana Roo 3 098 17621 43613 36.02 23.6 30.52 Cabo San Lucas3 Baja California Sur 16 059 28 483 37 984 10.67 6.96 9.06 San José del Cabo3 Baja California Sur 14 892 21 737 31 102 6.92 8.74 7.7 Puerto Escondido-Zicatela3 Oaxaca 12 857 21 101 26100 9.16 5.1 7.39 Subtotal 284 ciudades 7 834 328 8 904 332 9 532 672 2.29 1.61 2 Total urbano 364 ciudades 51 865 908 59 960 445 64 943 514 2.6 1.89 2.29 Total República mexicana 81 249 645 91 158 290 97 483 412 2.06 1.58 1.85 Fuente: Conapo (s.fi). ZM = zona metropolitana. * Crecimiento atribuible a la cercanía de la Ciudad de México y a la desconcentración de actividades económicas en la misma. 1 Ciudades dinámicas (ciudades medianas, con altas tasas de crecimiento poblacional y actividad económica intensa). 2 Ciudades fronterizas. 3 Ciudades del Caribe y del Pacífico. 17 • El reto de la conservación de la biodiversidad en zonas urbanas y perlurbanas 727 maquiladora. En esta zona, la especialización manufac- turera ha tenido un papel determinante en la definición de los patrones migratorios, a pesar de ser muy inestable por estar sujeta a un mercado de mano de obra cambian- te (Mendoza 2003). Como prueba de su importancia, baste mencionar que en 1999 existían 3 338 plantas ma- quiladoras, que empleaban a 1.2 millones de trabajado- res, mientras que en 1970 solo había 120 plantas con 20 000 trabajadores (Garza 2002). Muchas de las ciuda- des reflejan hoy día un cambio de tendencias en el creci- miento poblacional, pues entre 1990 y 2000 las tasas más altas de incremento correspondieron a las ciudades me- dias (cuadro 17.1). Dada la creciente importancia econó- mica del turismo, las ciudades orientadas a este tipo de actividad, como las costeras del Caribe y del Pacífico, también presentan tasas considerables de crecimiento (cuadro 17.1). Cabe resaltar que Cancón, Cabo San Lu- cas y Puerto Escondido tienen tasas de crecimiento supe- riores a 9% como consecuencia del desarrollo turístico que las caracteriza. Este es un patrón común en las zonas costeras turísticas, en las que la regulación del creci- miento urbano es compleja e ineficiente. El crecimiento de las ciudades costeras se hace a costa de ecosistemas muy frágiles, como se detalla en el recuadro 17.1. Por su parte, Tijuana muestra un crecimiento anual de 5.5% por su carácter de ciudad fronteriza y sitio frecuen- te de cruce de indocumentados. El turismo transfronte- rizo hacia Tijuana también ha generado crecimiento por la actividad económica. En ciudades como esta, la pobla- ción flotante hace difícil la cuantificación precisa del nú- mero de habitantes. En el recuadro 17.2 se mencionan las principales características del crecimiento de Tijuana, ciudad que resume muchos de los problemas del creci- miento urbano en México. Estos patrones cambiantes corresponden a la transformación de un sistema mono- céntrico a uno policéntrico, en el que la dominancia de una sola ciudad, la capital, se está distribuyendo entre las nueve ciudades que tienen más de un millón de habitan- tes (Garza y Ruiz Chiapetto 2000; Bazant 2001; Garza 2002), e incluso entre algunas de las ciudades medias con altas tasas de crecimiento. El Consejo Nacional de Población (Conapo 2004b) prevé que para el año 2030 cerca de 71% de la población mexicana habitará alguna ciudad, y ciudades que hoy son relativamente pequeñas, como Cuernavaca, Querétaro, Mérida, Aguascalientes, San Luis Potosí y Mexicali, ha- brán rebasado el millón de habitantes (Garza 2002; Conapo 2004a). Una consecuencia relevante de este as- pecto del crecimiento de la población mexicana es que la mayoría de los jóvenes ya no trabaja en el campo, pues más de 70% de este sector de la población habita y se em- plea en algún tipo de centro urbano (Cabannes y Mougeot 1999; Jordán y Simioni 2002; Santandreu et al. 2002). Como se puede observar en el cuadro 17.1 y en la figu- ra 17.3, muchas de estas ciudades crecen a ritmos acele- rados como consecuencia de su cercanía con las ciudades grandes, con las que pueden quedar conurbadas. El efec- to de la Ciudad de México es, hoy día, el de mayor alcan- ce y afecta a Cuernavaca, Cuautla, Pachuca, Toluca, Tlax- cala, Apizaco y Tulancingo. Querétaro ejerce este tipo de influencia sobre San Juan del Río, y además ambas ciuda- des se ven afectadas por la ciudad capital. En los asentamientos urbanos la carencia de servicios se subsana a lo largo del tiempo al consolidarse la infra- estructura urbana y mientras tanto se compensa, con mu- chas dificultades, recurriendo a zonas vecinas. En conse- cuencia, las grandes ciudades han atraído población, pero también se da el proceso de emigración de las me- galópolis a otras ciudades. Debido a que la sobrepobla- ción es un proceso reciente, sus efectos y alcances aún no se conocen del todo, pero ya se hacen evidentes. 17.3.1 Recursos hídricos Al crecer las ciudades se extiende su impacto ambiental, que afecta muchos aspectos. Uno de importancia medu- lar está relacionado con el uso del agua, que es además un reflejo de la estratificación social de nuestro país. En la República mexicana el consumo global de agua, estima- do con base en lo reportado por el Registro Público de Derechos del Agua (Repda), fue de 76.5 km3 en el año 2005, pero esta cifra implica una subestimación porque se basa solo en el agua concesionada de acuerdo con da- tos oficiales. De este consumo, 14% se destina al abaste- cimiento público urbano y doméstico, así como a la parte de la industria que está conectada a la red de suministro, mientras que 9% se destina a uso industrial (Conagua 2008), más que el porcentaje mundial reportado en 2.3% para uso urbano y 4% para uso industrial (Shiklomanov 1993). El 64% del agua proviene de cuerpos de agua su- perficiales y 36% de sistemas subterráneos. Cabe men- cionar que en México se reporta oficialmente que existen 635 acuíferos, de los cuales 104 se reconocen como so- breexplotados (Conagua 2008) . La información está dis- ponible de manera global, lo que dificulta su estimación por ciudad. La distribución del recurso hídrico es muy heterogénea en el país, debido a la variación climática y a la diversidad de regiones ecológicas e hidrológicas que 728 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 17.1 Las ciudades costeras Patricia MorenoCasasola Las costas de México constituyen un espacio natural con gran riqueza de ecosistemas, como playas con dunas y humedales, que incluyen tanto manglares como humedales de agua dulce. La mayoría de los humedales del país se localiza en las planicies costeras (Olmsted 1993), y en amplias extensiones del Golfo, el Caribe y el Pacífico hay grandes sistemas de dunas (Moreno-Casasola etal. 1998). La urbanización de esta delgada franja ha ocurrido de manera relativamente tardía. El surgimiento de localidades urbanas se dio desde la época colonial, aunque su crecimiento demográfico y multiplicación ocurrió a partir de mediados del siglo xx. Durante toda la época colonial, las costas fueron consideradas lugares insalubres y peligrosos, pero la necesidad de contar con puertos de enlace con la metrópoli obligó a las autoridades coloniales a construir asentamientos en las costas. Con Porfirio Díaz estas recibieron inversiones importantes en infraestructura, lo que permitió un aumento demográfico (Rodríguez 2006). En el siglo xx, las regiones del Golfo y el Caribe se incorporaron al mercado mundial y se inició su crecimiento económico. Rodríguez (2006) plantea que son cinco los procesos básicos de carácter económico que modelan la urbanización en la zona: servicios portuarios, pesquerías, plantaciones tropicales, petróleo y turismo. La expansión de las áreas urbanas es fruto tanto del crecimiento natural de su población como de la migración, también conocida como crecimiento social. En las zonas costeras, el Estado desempeñó un papel importante en la redistribución de la población, mediante políticas como la "Marcha hacia el mar", programa auspiciado por el presidente Ruiz Cortines a mediados de los años cincuenta del siglo xx (Moreno-Casasola et al. 2006). Tuvo consecuencias importantes en el entorno de la cuenca del Río Papaloapan (Rodríguez 2006). En la región costera del Golfo y el Caribe, las localidades de más de 100 000 habitantes, de los años setenta a noventa, crecieron a una tasa media anual de 4.92%, mientras que las de menor tamaño lo hicieron a una de 2.18%. Ello produjo una corriente migratoria de las localidades menores a las mayores dentro de la misma región. Este autor descarta que los pobladores de las localidades de menor tamaño hayan migrado al territorio no costero de sus propios estados litorales, ya que su población creció a una tasa aún menor (2.05%). Así, la población de las localidades de más de 100 000 habitantes está creciendo, en promedio, cerca de tres veces más que la de las localidades de menos de 100 000 habitantes, fundamentalmente alimentadas por su propia población regional. Hasta 1990, las ciudades más atractivas, donde la inmigración acumulada fluctuaba entre 133 000 y 191 000 personas, fueron tres: zona metropolitana (zm) de Tampico, zm de Coatzacoalcos y Cancán. En ellas se concentraban 451 000 inmigrantes, 35% del total de los inmigrantes en estas costas (Gutiérrez y González 1999; Rodríguez 2006). En la década de los noventa, la economía del país transitó hacia un nuevo modelo de desarrollo. Ya desde mediados de los años ochenta habían empezado a introducirse medidas tendientes a liberalizar el comercio y a reducir la presencia del Estado en la economía. La exportación de hidrocarburos, sin dejar de ser importante, pasó a un segundo término y aparecieron otras actividades con mayor dinamismo exportador. La industria maquiladora, el turismo y los puertos se configuraron como los sectores que más empleo proporcionan. La generación de energía eléctrica también surgió como una industria costera importante en el Golfo de México. Los servicios empezaron a desempeñar un papel fundamental en el desarrollo económico. Cozumel y sobre todo Cancán destacan como zonas turísticas muy dinámicas (Moreno-Casasola et al. 2006; Rodríguez 2006). El turismo es una de las actividades económicas más importantes y de mayor envergadura en nuestros tiempos. Se ha constituido como una necesidad humana, una herramienta económica y un fenómeno social. Su crecimiento y expansión han brindado beneficios económicos, sociales y culturales, al igual que han ocasionado grandes impactos en la naturaleza y la sociedad. El turismo en México es la tercera actividad económica en captación de divisas, solo después del petróleo y de las manufacturas. Gran parte de este turismo se ha enfocado en la costa. La Organización Mundial del Turismo sitúa a México en el lugar número ocho como destino turístico y en el 12 como captador de divisas (omt 2002). En lugares como las Bahamas o las Islas Caimán, 40% de la población económicamente activa trabaja en actividades relacionadas con el turismo (Carré y Séguin 1998). Esta actividad se desarrolla y promueve en México tanto en el ámbito nacional como en el internacional, enfocada en los polos turísticos costeros con una oferta de turismo masivo. En México, el turismo ha sido un motor de "litoralización" en estados como Quintana Roo y Baja California. La industria hotelera se ha desarrollado de manera más puntual en estados como Veracruz, Tamaulipas y Oaxaca. Las costas del Caribe 17 • El reto de la conservación de la biodiversidad en zonas urbanas y periurbanas 729 son un ejemplo de ello: 96.45% de la población de Quintana Roo vive en municipios costeros; 71.32% de la de Campeche, y, como excepción, en Yucatán solamente 6.59% se concentra en las costas (inegi 2001). Actualmente, en México el desarrollo turístico en zonas costeras se ha llevado a cabo por medio de tres mecanismos (Amador y Moreno-Casasola 2006): 1 ] Crecimiento de sitios turísticos con base en ciudades ya establecidas, en las cuales se hacen nuevas inversiones y se transforman las pautas de desarrollo. Son poblados rurales, pequeñas urbanizaciones o ciudades que cambian drásticamente su actividad (o bien la complementan como en el caso de los puertos) y en las que los pobladores se incorporan a las actividades de servicio a los turistas. Se les llama "destinos de playa tradicionales" e incluyen en el Pacífico a Acapulco, La Paz, Guaymas, Manzanillo, Mazatlán, Puerto Escondido y Puerto Vallarta, así como Cozumel en el Caribe. Con frecuencia se da un crecimiento desorganizado, ya que carecen de un plan urbano concertado con los diferentes actores y una planificación de actividades a mediano y largo plazos con una visión de conjunto. El crecimiento depende de inversionistas privados y aunque cada proyecto requiere por ley un estudio de impacto ambiental autorizado previamente por las autoridades ambientales, este no siempre es suficiente para mitigar los impactos al ambiente y procurar un desarrollo sustentable. En muchos casos no hay un trabajo de ordenamiento previo, de mayor alcance territorial y de planificación más integral en el que ecosistemas frágiles hayan sido protegidos. Hay fuertes problemas ambientales, como drenajes que vierten al mar sin tratamiento previo, problemas de disposición de basura y crecimiento desordenado en ecosistemas frágiles cuya diversidad se ve tan afectada como los servicios ambientales que prestan. Los casos se analizan uno por uno y las soluciones no han tomado en cuenta los impactos vecinales como, por ejemplo, la construcción de muelles y el acceso al mar. En 1998 estos centros recibieron 6 624 000 turistas y ofrecieron 46 153 cuartos de hotel, siendo el destino preferido de los turistas nacionales (Amador y Moreno-Casasola 2006) El Puerto de Veracruz es un ejemplo del crecimiento desordenado de una ciudad en ecosistemas costeros. Debido a la orientación de su litoral recibe gran cantidad de sedimentos que formaron lagunas ¡nterdunarias y humedales ya reconocidos en documentos históricos (Siemens et al. 2006). Hoy día la ciudad ha crecido sepultando con arena más de 50 lagunas (Fig. 1); en 2005 se logró proteger las 20 que aún quedaban y que hoy se agrupan en el sitio Ramsar Lagunas Interdunarias de Veracruz. 2] Creación de "polos de desarrollo turístico integrado", para los que se escoge un sitio de gran atractivo natural y se planea la infraestructura necesaria. Se da énfasis a las instalaciones turísticas y a su alrededor se va desarrollando una nueva ciudad donde vive el sector que proporciona los servicios. Existen cuatro de estos sitios: Cancán, Ixtapa- Zihuatanejo, Loreto-Los Cabos y Bahías de Huatulco. En el primer caso el crecimiento de la ciudad alrededor del centro turístico rebasó lo planeado, en tanto que en el último caso se decidió mantener la ciudad alejada unos cuantos kilómetros del desarrollo turístico propiamente dicho. Estas zonas costeras, que tenían muy poca población en el momento en que el desarrollo tuvo lugar, fueron sometidas a un ordenamiento territorial y a estudios de impacto ambiental. La operación de los sitios está controlada, hay plantas de tratamiento para aguas negras, actividades ambientales de restauración, reforestación y programas de educación ambiental para los pobladores locales. En 1998 recibieron 3 715 000 turistas para una oferta de 33 048 cuartos. Solamente Cancán tenía 26 000 cuartos en 2003, poco más de la mitad de lo que tiene la Ciudad de México (Amador y Moreno-Casasola 2006). El turismo internacional es el más frecuente en estos sitios. Estas áreas siguen presentando problemas en su desarrollo, ya sea porque han rebasado los proyectos iniciales (como Cancán) o porque se ha planificado un mayor número de cuartos de lo que el ambiente tiene posibilidades de sostener (Huatulco). 3] Pobladores locales, principalmente de zonas urbanas, que construyen una segunda casa en la costa. Todos buscan una vista al mar y acceso inmediato a la playa. Las casas se multiplican en una línea paralela a la costa, cortando flujos e interconexiones entre ecosistemas. Hay poca o nula planificación urbana y los estados — y el propio país — aún no cuentan con instrumentos y reglamentos para lidiar con cuestiones como el acceso a la playa, servicios al visitante, protección de las dunas, manejo de basura, etc. Este tipo de desarrollo se está dando en estados como Baja California (corredor Tijuana-Ensenada), Yucatán (Telchac) y Veracruz (Costa Esmeralda, Villa Rica), entre otros muchos. En cuanto los hoteles comienzan a ocupar los espacios, el paisaje cambia drásticamente. El país no ha logrado instrumentar una política costera. El documento Política ambiental nacional para el desarrollo sustentable de océanos y costas de México: estrategias para su conservación y uso sustentable, producido por la Semarnat 730 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 17.1 [concluye] A i i J D ,^ll .“-I -■!/> i -. AL.; -^ri: Figura 1 Límites aproximados de crecimiento de la ciudad de Veracruz, a partir del primer asentamiento amurallado de la época colonial. Puede verse un conjunto de cuerpos de agua alargados que constituyen lagunas interdunarias, así como la zona de humedales de agua dulce y de manglares de Arroyo Moreno. Los esquemas de la parte inferior muestran perfiles topográficos en varias etapas, durante las cuales la ciudad ha ¡do creciendo sobre el sistema de dunas y las lagunas interdunarias. El primer perfil muestra el sistema de playas y dunas con un poblado de pescadores; el segundo muestra la fundación sobre la playa y las dunas de la ciudad amurallada durante la Colonia; el tercero muestra la situación alrededor de 1950, y el último perfil es la situación actual. Fuente: Siemens et al. (2006). 17 • El reto de la conservación de la biodiversidad en zonas urbanas y periurbanas 731 en 2006, aparece tardíamente y aún no cuenta con mecanismos para instrumentar un manejo integral de la zona costera. Las ciudades costeras siguen funcionando y creciendo de la misma manera que las del interior del país, y la apropiación de la línea de costa es más privada que pública. Lo más que se logra es un bulevar costero. Este proceso tiene, además de graves consecuencias ambientales, profundos efectos sociales que no se atienden adecuadamente y que contribuyen, de una forma u otra, a incrementar los costos del desarrollo desordenado, planeado únicamente en términos de ganancias inmediatas. El desarrollo urbano de las costas requiere atención urgente. Entre los muchos riesgos que se presentan en las zonas donde estas ciudades se encuentran está la desaparición de su atractivo turístico por las consecuencias ambientales de esta forma desordenada de crecimiento. Como muestra baste mencionar la destrucción de las playas de Cancún a consecuencia del huracán Wilma (2006) y el profundo daño que los arrecifes coralinos presentan en el Caribe, donde son una parte determinante del atractivo turístico de la zona. Adicionalmente, estas ciudades deben abocarse a tomar medidas que les permitan mitigar los riesgos que representa para ellas el cambio climático, al que han quedado más expuestas justamente por la forma en la que crecen y por la destrucción de ecosistemas costeros — playas y dunas — que prestan justamente los servicios ambientales de protección contra huracanes y marejadas. Figura 17.3 Crecimiento poblacional de zonas urbanas, 1950-2000. Fuentes: Negrete y Salazar (1986). Elaboró M.A. Ramírez Beltrán (Instituto de Geografía, unam), según datos tomados de . El diámetro de los círculos no representa la escala. 732 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 17.2 La Cuenca del Río Tijuana: un enfoque binacional para la conservación Una Ojeda Revah La Cuenca del Río Tijuana alberga dos de las principales ciudades y economías de la frontera entre México y Estados Unidos (Tijuana y parte de San Diego). En consecuencia es administrada por dos países. Se localiza en la Provincia Florística de California, considerada como una región megadiversa, con ecosistemas únicos. La cuenca abarca 4 430 km2, de los cuales tres cuartas partes pertenecen a México. Es un área semiárida y montañosa cubierta por diversos ecosistemas: bosques de pino, matorral de junípero, chaparral, matorral costero, vegetación riparia y pequeñas lagunas estacionales. Con el tiempo, gran parte de estas comunidades han sido deforestadas y fragmentadas, provocando pérdida de biodiversidad, modificando los ciclos naturales y originando problemas ambientales que han terminado por dañar a la población, a sus propiedades e incluso han ocasionado conflictos internacionales. Con una población que creció a un ritmo de 4.8% anual en Tijuana (inegi 1990) y 2.9% en San Diego (sandag 1999) entre 1980 y 1990, la demanda de espacio urbano siguió siendo la principal causa de cambio del uso del suelo en la cuenca. Entre 1970 y 1994 el uso del suelo urbano se extendió a un ritmo de 9.22 km2 por año (6.88 en México y 2.14 en Estados Unidos) (véase Fig. 1). Las desiguales formas de ocupación del territorio, las políticas de desarrollo dispares y las asimétricas capacidades de aplicación de las leyes han provocado que a cada lado de la frontera haya riesgos ambientales muy diferentes. En el lado mexicano la planificación territorial es regional, estatal, municipal (o para áreas específicas). Baja California es uno de los estados con un programa de desarrollo con enfoque ecológico decretado (Gobierno del Estado de Baja California 1995). Sin embargo, el acelerado aumento de la población, así como la histórica falta de control sobre los procesos de crecimiento y su consecuente rezago en la construcción de infraestructura urbana han elevado de forma alarmante los niveles de erosión y han aumentado los riesgos por deslaves, derrumbes e inundaciones a los que está expuesta la población. En Estados Unidos la planeación del uso del suelo tiene mayor peso local y se enfoca en la solución de problemas I I Delegaciones Crecimiento histórico Hasta 1972 1973-1986 1987-1994 1995-2000 Figura 1 Crecimiento de la ciudad de Tijuana. 17 • El reto de la conservación de la biodiversidad en zonas urbanas y periurbanas 733 particulares, como el uso del agua, la contaminación del aire o el transporte, pero ignora el riesgo de amenazas múltiples (Jensen et al. 1993). Las normas de zonilícación de la propiedad han sido uno de los principales instrumentos para proteger a los propietarios de daños económicos, sociales o ambientales causados por usos del suelo adyacentes. La defensa de la autonomía local ha restringido la coordinación entre las políticas y las acciones estatales y federales, provocando la toma decisiones parciales (Turner y Rylander 2000). En ambos países las políticas públicas están orientadas hacia sus principales necesidades sociales. En California la urbanización demanda más espacio y crece más fragmentada que en Baja California. Con un elevado nivel de vida, California aplica estrategias de conservación fuertes; en Baja California, la protección del medio natural no es una prioridad para una sociedad cuyas preocupaciones están enfocadas en crear empleos o mejorar los estándares de vida (Sánchez 1999). Los contrastantes manejos y patrones de uso del suelo han creado diferentes regímenes de incendios a cada lado de la frontera. Mientras que en México estos son pequeños, numerosos y frecuentes, una larga historia sobre cómo controlarlos en California los ha hecho decrecer en número y frecuencia, pero aumentar en tamaño e intensidad (Minnich y Bahre 1995). En California el crecimiento de los suburbios rodeados de vegetación natural ha creado un perímetro urbano grande y por lo tanto la necesidad de controlar los incendios para proteger vidas. En México — en parte por la necesidad de estar cerca de los servicios — las zonas urbanas crecen de forma más continua y no conservan los hábitats naturales que colindan con ellas, reduciendo inconscientemente el riesgo por incendios. Asimismo, la forma de crecimiento urbano ha ocasionado mayor fragmentación del espacio natural en California que en Baja California. Se sabe que en el matorral costero y el chaparral los remanentes de hasta 1 km2 no logran mantener especies de vertebrados por más de una década (Soulé etal. 1992). Para 1994, 72% del área urbana dentro de la cuenca se encontraba del lado mexicano, pero 56% de sus fragmentos se localizaban en el lado de Estados Unidos. Esta forma de crecimiento disperso también comienza a desarrollarse en Baja California, especialmente en el área de El Hongo (véanse Figs. 2a, b). La planificación territorial en ambos países no reconoce que las comunidades naturales de la Cuenca del Río Tijuana trascienden las fronteras políticas. Aunque los planes pretenden ser integrales, en ambos casos se detienen en la frontera. En la zona del Río Tijuana, una visión de paisaje en el contexto de una cuenca hidrográfica sería más adecuada para la planificación, reconciliando dos grandes instituciones de política pública en una sola visión. Desde el punto de vista de la conservación, mantener grandes fragmentos de vegetación natural podría proteger los acuíferos y las redes de arroyos; también podría proveer un hábitat para las especies que requieren grandes territorios y permitir la existencia de regímenes de disturbios naturales. Estos fragmentos podrían seleccionarse con base en subcuencas y en el control del riesgo a la erosión (tipo de suelo y pendiente). La conectividad de los ecosistemas puede lograrse diseñando áreas de amortiguamiento en las zonas riparias, controlando al ganado con mejores prácticas de manejo y con un mayor control de la aplicación de la ley. Algunos ecosistemas en particular podrían ser añadidos como conexiones entre los fragmentos grandes, como las pequeñas lagunas estacionales localizadas en el Valle de las Palmas, por lo general no consideradas en los proyectos por ser pequeñas y efímeras; las poblaciones de álamos y sauces ( Populus f remonta y Salix spp.) a lo largo de los tributarios del Río las Palmas; las comunidades de Arctostaphylos boloensis de los cerros Bola y Gordo; las poblaciones de Washingtonia filifera de la ladera norte y los cañones del Cerro Bola (Oberbauer 1991), y las poblaciones del ciprés de Tecate que se encuentran dispersas en algunas partes de la cuenca (Minnich y Franco 1998). Otro ecosistema que debe ser considerado es el matorral de junípero, actualmente bajo presión por su uso como combustible doméstico. Un esfuerzo por conservar lo que queda del matorral costero en el sur de California es el Múltiple Species Conservation Program (mscp). Incluye 15 540 km2 de cinco condados. En los ámbitos estatal y federal se coordinan para el manejo del desarrollo regional mientras protegen especies amenazadas (como la tacuarita de California, Polioptila californica). El programa del condado de San Diego fue aprobado en 1997 y conserva 200 km2, de los cuales 50% son de matorral costero (Natural Community Conservation Planning Program 1997). Debido a los distintos sistemas políticos de ambos países, resulta difícil establecer en el corto plazo una autoridad ejecutiva binacional que implemente algunas de las medidas propuestas (u otras análogas). Hay algunos esfuerzos por parte del U.S.-Mexico Border Environmental Program (epa 2007), y específicamente del grupo de trabajo de California/ Baja California dentro del proyecto Frontera 2012. Tal vez este primer paso pueda ayudar a formar una instancia específica de manejo binacional de la cuenca dentro de la International Boundary and Water Commission (ibwc). Si este fuera el caso, hay la posibilidad a mediano plazo de articular una política pública y la participación social de una forma integral y binacional. 734 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 17.2 [concluye] Agricultura de riego Agricultura de temporal Bosque mixto de coniferas Bosque de juníperos Bosque de pino Jeffrey Chaparral Matorral costero Pradera de alta montaña Pastizales Presas y estero Desarrollo urbano Vegetación riparia 30 km i Estados Unidos Océano Pacífico [b] 1994 Océano Pacífico Estados Unidos México Figura 2 Cuenca del Río Tijuana. Tipos de vegetación y uso del suelo. 17 • El reto de la conservación de la biodiversidad en zonas urbanas y periurbanas 735 caracteriza el territorio nacional. El prolongado manejo centralizado de este vital recurso ha generado políticas públicas que no siempre han reconocido esta heteroge- neidad y que han tenido efectos ambientales indeseables (Pineda Pablos 2002). Como en muchas otras partes del mundo, la preocu- pación por una estrategia de manejo del agua adecuada surgió cuando ya se presentaban severos problemas por la sobreexplotación de los acuíferos, causados por la in- trusión salina en zonas costeras y, en general, por la inefi- ciencia en su distribución y su uso. De esta manera, la acelerada tasa de explotación ha transformado el agua en un recurso no renovable, pues a pesar de que en condi- ciones naturales los recursos hídricos sí lo son, en la práctica resultan limitados y agotables (Gleick 1993; Ca- mbias y Landa 2005). Uno de los problemas más graves que se enfrentan en las zonas urbano-industriales es la insuficiencia del trata- miento del agua residual, misma que pudiera ser vertida a cuerpos de agua sin alterarlos de manera tan severa como se hace actualmente. Este inadecuado manejo im- pide reutilizarla de manera segura para el riego agrícola o bien para la recarga de acuíferos en zonas urbanas. De acuerdo con la NOM-OOl-ECOL-1996, publicada en el Diario Oficial de la Federación (Segob 1997), todas las ciudades con más de 50 000 habitantes están obligadas a tratar sus aguas residuales a partir del año 2000. Sin em- bargo, la construcción de las plantas de tratamiento de aguas residuales no se ha llevado a cabo completamente, y las plantas que operan lo hacen con una baja eficiencia (menor a 50%). Como se menciona en el capítulo 4 de este volumen (recuadro 4.3) sobre calidad del agua, en 2003 solo 80% del total del agua residual de los centros urbanos (255 m3/s) se recolectó en el sistema de alcanta- rillado y de esta solo 23.5% recibió tratamiento (Conagua 2008). Una tendencia similar presentan las descargas no municipales, que incluyen, además del uso doméstico, el de escuelas, hospitales, mercados y oficinas, e incluso, en algunos casos, industrias intercaladas en las zonas urba- nas a causa de una planeación insuficiente. Actualmente solo se trata 15% con remoción de la carga orgánica de un total de 171 m3/s (Conagua 2008). Esto significa que aproximadamente 80% de las descargas de los centros ur- banos y 85% de las descargas industriales se vierten direc- tamente en los cuerpos de agua sin tratamiento previo. En la frontera norte, 48% de la población no cuenta con tratamiento de aguas residuales, a pesar de la consi- derable contaminación que se sufre como consecuencia de la actividad de la industria maquiladora, especialmen- te en ciudades como Tijuana, Mexicali y Torreón. Cabe mencionar que los desechos de estas industrias vierten al medio contaminantes orgánicos sintéticos que pueden tener serios efectos en la salud pública y que no han sido considerados ni evaluados por las autoridades de salud ni ambientales. Ha habido iniciativas binacionales para el tratamiento de aguas residuales, pero los logros son aún insuficientes. Como ejemplo de las grandes dificul- tades que plantea el manejo del agua en esta zona, baste mencionar que solo alrededor de 65% de las poblacio- nes fronterizas mexicanas cuentan con drenaje (Cohén 2005). En el país hay una capacidad instalada para tratar aguas residuales de cerca de 96 000 litros por segundo, pero solo se tratan alrededor de 70 000 1/s, es decir, se utiliza menos de 75% de la infraestructura destinada a este fin. De acuerdo con el Inventario de Plantas Municipales de Tratamiento de Agua (Conagua 2008), se cuenta con 1 433 plantas de tratamiento de aguas residuales, de las cuales 41.3% son lagunas de estabilización, 23.3% opera con lodos activados y el resto está conformado principal- mente por fosas sépticas. Como ejemplo podemos men- cionar que en el estado de Durango se cuenta con 123 plantas de tratamiento, 100 en Chihuahua, 70 en el Esta- do de México, 97 en Aguascalientes, 30 en el Distrito Fe- deral, 12 en Yucatán, 11 en Coahuila y en Yucatán, 10 en Campeche y ocho en Hidalgo. La cantidad de agua trata- da en los centros urbano-industriales es aún insuficiente y se requiere voluntad política y apoyo económico para modernizar la infraestructura existente, así como inver- sión para la construcción de nueva infraestructura hi- dráulica. En México, como en otros países en desarrollo, el cre- cimiento poblacional precede el desarrollo de infraes- tructura para manejar agua residual, lo que permite la dispersión de la contaminación por residuos domésticos e industriales (Foster etal. 1998). La rápida urbanización ha afectado de manera negativa los servicios urbanos, incluyendo el abastecimiento de agua y la recolección de agua residual y de desechos sólidos para tratamiento o disposición segura (Cheema 1999). Generalmente, el im- pacto de las ciudades es en dos sentidos: por un lado, se transfieren recursos hídricos de zonas relativamente dis- tantes a los asentamientos urbanos y, por otro, se depo- sitan aguas residuales con diferentes grados de contami- nación en zonas aledañas a estos centros urbanos. En general, las aguas residuales de origen municipal se utili- zan en regiones vecinas con poca disponibilidad de agua, lo que casi siempre se hace sin tratamiento previo, sin 736 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio planeación y sin un control adecuado de la calidad del agua (Arreguín et al. 2004). Por ejemplo, el Valle del Mezquital, con una extensión de 80 000 hectáreas, es ac- tualmente la mayor región del mundo regada con aguas residuales. De hecho, las aguas residuales de la Ciudad de México empezaron a transferirse hacia esa región, apor- tando agua para los distritos de riego 088 y 03, desde 1789 por el Tajo de Nochistongo (construido de 1607 a 1608); el Gran Canal, constituido por los dos túneles de Tequixquiac (construido de 1888 a 1900 el primero y de 1937 a 1947 el segundo), así como el Interceptor y Emisor del Poniente (1960) (Perló y González 2005). Esta agua representó un cierto alivio para las condiciones de aridez características del Valle del Mezquital, además de que hoy día se utiliza también para la generación de energía eléctrica en la presa de Zimapán, Hidalgo. La calidad del agua fue deficiente desde el inicio y empeoró a partir de que, en la década de los setenta, se emplearon también las aguas descargadas por el drenaje profundo de la Ciu- dad de México, lo que ha perjudicado severamente la salud de los habitantes del Mezquital. Esto afecta tam- bién la calidad del agua subterránea que se ha recargado a los acuíferos, así como la de las presas de la región, en particular la de Endhó (Jiménez-Cisneros etal. 2004). En este sitio, donde se vierten las aguas del emisor central del drenaje profundo de la Ciudad de México, la flora y fauna acuáticas han sido severamente afectadas. De he- cho, en 1975, cuando llegó la primera emisión, murieron prácticamente todos los peces del embalse. Este proceso ha tenido además efectos negativos en la calidad de los productos agrícolas de la región, destinados en su mayo- ría a la Ciudad de México. Los productores, paradójica- mente, no tienen interés en recibir aguas tratadas, pues se han visto beneficiados por la disponibilidad de agua contaminada con residuos orgánicos que permiten el uso agrícola de suelos que, de otra forma, son improductivos. Sin embargo, junto con los nutrientes orgánicos van gran- des cantidades de bacterias patógenas y, además, metales pesados como el cadmio y el plomo, que llegan a acumu- larse en los seres vivos a lo largo de la cadena trófica. Entre los múltiples problemas que presenta el manejo del agua en las zonas urbanas se encuentra su conserva- ción y la de los procesos ecológicos que lo garanticen. Además de la constante sobreexplotación de los acuífe- ros, la transformación de las áreas naturales que permi- ten su recarga es un problema frecuente y persistente que enfrentan todas las ciudades mexicanas, caracterizadas por la falta de planeación. Las respuestas a este problema habitualmente son tardías, insuficientes y erráticas, pero la gravedad de los problemas que ya enfrentan otras ciu- dades ha llevado a la búsqueda de soluciones alternativas en algunos sitios. Como ejemplo vale la pena citar los esfuerzos recientes en Saltillo a fin de preservar la Sierra de Zapalinamé, ubicada en la zona de transición entre el Desierto Chihuahuense y la Sierra Madre Oriental. Esta fue decretada como Zona Sujeta a Conservación Ecoló- gica el 4 de febrero de 1997 por el gobierno de Coahuila ( Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Coahuila 1997), con el objetivo central de proteger la biodiversi- dad y garantizar la recarga de los acuíferos de la zona, de donde se surte de agua la población de Saltillo. La orga- nización civil Profauna se encargó de implementar el programa de manejo y lo hizo con el lema “El agua no viene de la llave, sale de Zapalinamé” (). Por su parte, la Universidad Agraria Antonio Narro fue seleccionada para elaborar un plan general de manejo (Aparicio 2008). En 2007, la zona fue declarada por el gobierno de Coahuila como Zona de Restauración. La Sierra de Zapalinamé presenta una gran variedad de microhábitats que albergan una gran riqueza de especies y de tipos de vegetación, entre los que destacan por su importancia los encinares de las laderas y cañadas, ade- más de pinares y matorrales de diferentes tipos (Encina- Domínguez etal. 2007). A partir de 2002, ante los proble- mas de deterioro por causas antropogénicas que ponen en riesgo al acuífero de la zona, se inició la campaña “Por una razón de peso”, que invitaba a la población a aportar un peso adicional al pagar los servicios de agua. Los ob- jetivos de esta campaña fueron concientizar a la pobla- ción sobre los riesgos que corre la fuente para el suminis- tro de este vital líquido a causa de la desaparición de la cubierta vegetal y recaudar fondos, etiquetados de ante- mano, para aplicarlos en el desarrollo de proyectos prio- ritarios para la conservación y restauración de la Sierra de Zapalinamé. A pesar de que actualmente solo 11% de los contribuyentes participa en el programa de donación voluntaria, la interacción entre la ciudadanía, las organi- zaciones civiles y las dependencias gubernamentales ha provocado una actividad colectiva de protección a la bio- diversidad y a otros servicios ambientales. Este tipo de iniciativas se llevan a cabo en otros sitios, como Coate- pec, Veracruz, y es importante evaluar qué tan exitosas resultan a mediano y largo plazos. En otra línea de acción, vale la pena mencionar a la ciudad de Aguascalientes, donde se han instalado 18 plantas de saneamiento, nueve de las cuales datan de los últimos dos años. Paralelamente se estableció un progra- ma de monitoreo y un sistema de administración que 17 • El reto de la conservación de la biodiversidad en zonas urbanas y perlurbanas 737 siguen normas internacionales. Junto con otras medidas, esto ha permitido que, de acuerdo con datos oficiales, 97.8% de la población cuente con agua potable, que su desinfección sea total y que el saneamiento del agua sea de 94.7% (Gobierno del Estado de Aguascalientes 2008). 17.3.2 Residuos sólidos El proceso de manejo de los residuos sólidos se encuen- tra estrechamente relacionado con diferentes etapas que van desde la producción y el consumo de artículos hasta la disposición final de los mismos. El manejo de residuos sólidos está asociado con el tamaño de la población, el uso del suelo, el nivel de ingreso y los patrones de consu- mo, y su impacto en el entorno urbano depende del pro- pio manejo que se les dé (Cruz-Jiménez 1995). Las ciuda- des mexicanas presentan sistemas incipientes de tratamiento de residuos sólidos. En la actualidad preva- lecen formas manuales de selección de subproductos y hay algunas plantas para la producción de composta, que en su mayoría operan con baja eficiencia. Se cuenta con poco acceso a la tecnología y hay insuficiencia de recur- sos financieros y escaso desarrollo de mercados para bie- nes y servicios derivados del tratamiento de residuos sólidos (Cruz-Jiménez 1995), como lo denota el hecho de que solo hay cuatro plantas de composteo en el Distrito Federal. Sin embargo, en los planes de manejo que se han desarrollado recientemente (gdf 1997) se enfatiza la im- portancia de fortalecer este tipo de transformación. En la década de los ochenta, en la República mexicana se pro- ducían diariamente 32 000 toneladas de basura munici- pal domiciliaria y 50 toneladas de desechos industriales, de los cuales 7 500 kg eran residuos peligrosos (Ortiz Monasterio etal. 1987). Hacia 1996, en el país se genera- ban cerca de 87 560 toneladas de residuos municipales diariamente, y en un año se acumularon casi 32 millones de toneladas. El promedio actual de residuos per cápita se informa que es de 917 gramos diarios, mientras que en 1992 era de 766 gramos. En zonas urbanas densamente pobladas, como es el caso de México, Monterrey y Gua- dalajara, la cantidad de desechos se ha incrementado y diversificado, por lo que su manejo se ha complicado. Actualmente los residuos municipales se contabilizan en miles de toneladas diarias. El sistema vigente de manejo de residuos en el país carece de un enfoque sistemático para evaluar la magnitud de los desechos sólidos urbanos y los efectos ambientales que provocan. Salvo en el esta- do de Nuevo León, no hay instalaciones adecuadas para el reciclaje y la disposición final de residuos, así como personal capacitado en diversas áreas que asegure su ma- nejo correcto (Bernache 2006). Los residuos sólidos municipales se definen como el cúmulo de basura, desechos, restos y sobrantes que pro- ducen los habitantes y las actividades productivas que desarrollan en el territorio correspondiente a una juris- dicción municipal. Se componen de desechos de vivien- das, comercios, edificios públicos, escuelas, universida- des, oficinas, mercados, tianguis, plazas comerciales, vías públicas, parques y otros más (Bernache 2006). Se supo- ne que no incluyen residuos industriales ni hospitalarios, pero no se conoce exactamente cómo es el manejo de muchos de estos residuos. La generación, el manejo y la disposición final de la gran cantidad y diversidad de residuos sólidos de origen urbano, que incluyen basura municipal domiciliaria y re- siduos peligrosos (Restrepo et al. 1991), representan un serio riesgo ambiental y de salud pública, ya que los sitios de disposición final mal diseñados se convierten en fuen- tes potenciales de contaminación de los sistemas de agua superficial y subterránea, en los que se combinan e inte- ractúan gran diversidad de compuestos químicos y mi- croorganismos. Las diferentes zonas enfrentan retos dis- tintos dependiendo de sus características físicas, del tipo de asentamiento del que se trate y de las actividades que se desarrollan en ellas. Por ejemplo, en la parte de la Ciu- dad de México correspondiente al Distrito Federal se concentra casi 40% de la producción de residuos sólidos peligrosos de todo el país, lo que crea grandes necesida- des de desarrollo de estrategias para su adecuada reco- lecta y disposición (Jiménez-Cisneros 2001). En general, se dispone de los residuos sólidos ente- rrándolos, con un tratamiento mínimo en el mejor de los casos, en predios cercanos a la periferia de la ciudad. El riesgo para la población se incrementa, ya que muchos sitios construidos en las afueras de las ciudades hace al- gunas décadas han sido alcanzados por la mancha urba- na (Bernache 2006). La composición de los desechos se caracteriza por altos porcentajes de residuos orgánicos, que van de 41% en la zona desértica de Hermosillo a 57% en Tepic, zona con alta precipitación. El promedio de re- siduos orgánicos en los desechos de nueve ciudades (Ciu- dad de México, Mexicali, Hermosillo, Tuxtla Gutiérrez, Chetumal, Morelia, Guadalajara, Tepic) es de 50%. Con la aplicación de tecnologías sencillas, estos desechos, así como el papel, el cartón y los plásticos, podrían reapro- vecharse. Con ello, aproximadamente 70% de los resi- duos podrían reutilizarse en vez de ser enterrados en los sitios de disposición final (Bernache 2006). Este es un 738 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio tema urgente que también requiere voluntad política y un cambio profundo de visión de la sociedad en su con- junto, así como la aplicación de nuevas tecnologías para reciclar y reutilizar materiales. 17.4 Un caso paradigmático: la Cuenca de México y su gran ciudad Como venía sucediendo históricamente, aun desde antes de la conquista española, en México el poder político también se concentró en las ciudades, muy especialmen- te en la ciudad capital ubicada en la Cuenca de México. La Ciudad de México, con su inmensa riqueza histórica, su gran peso político, su constante crecimiento y su in- tensa actividad económica, política y social es un para- digma del desarrollo urbano y es hoy uno de los labora- torios más importantes para el estudio de este y de la sustentabilidad de las megalópolis en todo el mundo. Dado que muchas ciudades mexicanas crecen con un pa- trón similar al de la Ciudad de México, este es, sin duda, un caso que merece ser analizado desde muchos puntos de vista, entre los cuales el ambiental ocupa un lugar re- levante. De hecho, este es un aspecto medular y debe ser un criterio rector para orientar el desarrollo de otras zo- nas urbanas que, hasta hoy, parecen esmerarse en repetir a corto plazo los errores que han llevado a la Cuenca de México al punto crítico en el que se encuentra actual- mente (Aguilar et al. 1995; Ezcurra et al. 2006). La Cuenca de México es una formación hidrológica endorreica de aproximadamente 9 600 km2 de extensión, ubicada entre los 98° 28' y 99° 32' de longitud oeste, y los 19° 02' y 20° 12' de latitud norte. Se encuentra en la zona intertropical, a una gran altitud; su parte más baja corres- ponde a la planicie lacustre, a 2 250 m, y las cumbres más altas, el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, alcanzan alturas de 5 465 y 5 230 m respectivamente. La compleja topo- grafía, los gradientes altitudinales y climáticos, la estruc- tura lacustre y la ubicación geográfica de la cuenca en la transición misma entre dos provincias biogeográficas — la Neártica, al norte del Eje Neovolcánico Transversal, y la Neotropical, al sur del mismo — (Fig. 17.4) hacen de la Cuenca de México un sitio naturalmente rico en diver- sidad biológica. Convergen en ella especies de filiación templada y tropical, adaptadas a las variaciones microcli- máticas, edáficas y bióticas que caracterizan las diferen- tes regiones, y además se encuentran endemismos re- lativamente numerosos, sobre todo si se considera la extensión de la cuenca (Halffter y Reyes Castillo 1975; Ceballos y Galindo 1984; Jáuregui 1987; Mooser 1987; Rzedowski y Rzedowski 2001). Rzedowski (1975) realizó uno de los estudios más im- portantes sobre la flora de la Cuenca de México e identi- ficó 10 tipos principales de vegetación. La cuenca debe concebirse como un mosaico de tipos de vegetación (Rzedowski 1975; Sanders 1976a, b; Sanders et al. 1979; Niederberger 1987a) que incluye: bosques de abetos (en laderas montañosas entre 2 700 y 3 500 m), escasos bos- ques mesófilos (en las laderas y cañadas de 2 500 a 3 000 m), bosques de pinos (en las pendientes de entre 2 350 y 4 000 m), de encinos (entre 2 350 y 3 100 m) y de juníperos (2 400 a 2 800 m); matorrales de encino en la zona semiárida del noreste; diversos tipos de pastizales en diferentes ambientes, que van desde la parte superior inmediata al límite arbolado de los grandes volcanes has- ta la parte baja y árida del norte; matorrales xerófilos en las partes más áridas con altitudes de 2 250 a 2 700 m, en áreas donde la precipitación anual es menor a 700 mm; vegetación halófita, sobre todo en los lechos de los anti- guos lagos, y vegetación acuática y subacuática asociada con los cuerpos lacustres. La apertura de milpas en los terrenos planos y en las laderas montañosas se expandió conforme la chinampe- ría, sistema agrícola de alta eficiencia (Coe 1964; Areni- llas 1971; Sanders 1976b; Whitmore y Turner II 1992), perdió su papel predominante en la agricultura de la cuenca, y esto ha propiciado la presencia de cerca de 160 especies de plantas arvenses (Villegas y de Gante 1979; Espinosa-García y Sarukhán 1997). Algunas de ellas son conocidas como malezas o malas hierbas, pues invaden los campos de cultivo y deben ser eliminadas y desecha- das por los agricultores, pero otras desempeñan un papel importante en la dieta humana desde la época prehispá- nica, como los quintoniles, el pápalo, el epazote y los que- lites. En particular, en la cuenca se consumen quelites pertenecientes a 11 familias vegetales (Niederberger 1987a). Conforme la cuenca se fue poblando, los tipos de vegetación se vieron afectados tanto por el uso directo de las especies como por el cambio en el uso del suelo aso- ciado con los diferentes estilos de desarrollo de las socie- dades prehispánica, colonial y moderna. Actualmente, todos los tipos de vegetación han sido afectados, en ma- yor o menor medida, por el crecimiento de la población y la expansión urbana concomitante (Rzedowski 1975; Ezcurra 1995; Rzedowski y Rzedowski 2001; Ezcurra et al. 2006). A la riqueza florística de la cuenca corresponde tam- bién una notable riqueza faunística, que incluye órdenes o o o O ("Ni Figura 17.4 Fisiografía y cuerpos de agua de la Cuenca de México. Elaboró M.A. Ramírez Beltrán (Instituto de Geografía, unam). 740 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio como marsupiales, insectívoros, quirópteros, edentados, lagomorfos, roedores, carnívoros y artiodáctilos (Halffter y Reyes Castillo 1975; Cebados y Galindo 1984; Monroy- Vilchis et al. 1999). Los roedores y los murciélagos están bien representados en esta cuenca, con 35 y 26 especies respectivamente. Las aves son un componente muy im- portante de la fauna de la Cuenca de México, que incluye algunas Áreas de Importancia para la Conservación de las Aves (aica). Entre ellas, se encuentran sitios como Xochimilco y el Parque Ecológico de la Ciudad de Méxi- co. Cerca de 300 especies de aves subsisten en la zona metropolitana de la Ciudad de México a pesar de las con- diciones ambientales y algunos sitios han vuelto a ser há- bitats de aves residentes y migratorias, como es el caso del Lago de Texcoco (Halffter y Reyes Castillo 1975; Rojas Rabiela 1985; Niederberger 1987a, b). Las actividades hu- manas en la cuenca llevaron a la extinción local de mamí- feros como el venado cola blanca ( Odocoileus virginianus), el pécari {Pecar y tajacu ) y el gato montés (Lynx rufas), que abundaban en los bosques de la cuenca, al igual que de algunas aves como el guajolote silvestre {Meleagris ga- llopavo). Entre los animales extintos se encuentra tam- bién el ajolote Ambystoma velasco (Conabio 2008). Especial mención merecen las aves migratorias, que encontraban en los lagos de la cuenca un sitio extraordi- nario después de cruzar las zonas áridas del Altiplano Mexicano. Este grupo de aves acuáticas incluía 22 espe- cies de patos, gansos y cisnes, tres de pelícanos y cormo- ranes, 10 de garcetas, avetoros y garzas, cuatro de zam- bullidores (también conocidos como colimbos), 19 de aves playeras (chorlitos y agachadizas) y nueve de grullas, rascones de agua y gallaretas. Los patos silvestres o can- auhtli {Anas spp., con ocho especies en la cuenca) y el ganso silvestre o concanauhtli {Anser albifrons) eran los animales más apreciados y buscados por los cazadores (Rojas Rabiela 1985). Dos especies de aves acuáticas en- démicas de la Cuenca de México, el pato mexicano {Anas diazi ) y la gallina de agua {Fúlica americana) se extin- guieron durante el largo proceso de transformación que sufrió su hábitat. Debido a las modificaciones ambienta- les de la cuenca, se calcula que localmente han desapare- cido alrededor de 20 especies animales, la mayoría de ellas aves acuáticas, cuya presencia se reporta en diferen- tes registros históricos de la zona (Alcántara et al. 2001). A su vez, Cabrera-García y Meléndez-Herrada (1999) registran 16 especies de aves de la región montañosa del sur de la cuenca con algún nivel de riesgo. Estos animales representaron importantes fuentes de proteínas (Nieder- berger 1987b; Serra Puche 1988), y la presión sobre estos recursos fue intensa desde épocas prehispánicas debido en gran parte a la falta de herbívoros domesticados como los que alimentaban a las sociedades europeas. Los efectos de los cambios en el uso del suelo tanto por actividades agrícolas como por las extractivas y de urba- nización llevaron a una severa reducción y fragmenta- ción del hábitat de la fauna silvestre y, con frecuencia, a su destrucción irreversible. Baste recordar que hace aún poco tiempo, en el transcurso del siglo xx, la desecación de los lagos provocó lo que la caza no había logrado en varios siglos: las poblaciones animales asociadas a los cuerpos de agua comenzaron a desaparecer rápidamente como resultado de la degradación de su hábitat debido a la pérdida de agua y al aporte de diversos contaminantes a los cuerpos de agua remanentes. La fauna acuática in- cluía no solo las aves migratorias ya mencionadas, sino también una gran diversidad de peces, como el pez blan- co {Chirostoma sp.); anfibios, entre los que destacan los ajolotes {Ambystoma lacustris,A. carolinae, A. tigrinum, y Siredon edule), e insectos, muchos de ellos comestibles, como las chinches de agua {Ahuautlea mexicana), cuyos huevos (llamados ahuautli) y formas adultas eran muy apreciados entre los habitantes prehispánicos. Esta fauna desapareció junto con la degradación y desecación de los cuerpos de agua que alguna vez fueron la característica distintiva de la cuenca (Halffter y Reyes Castillo 1975; Rojas Rabiela 1985; Niederberger 1987a, b). Las especies endémicas terrestres también se han visto severamente amenazadas por la fragmentación y destrucción de los hábitats, y su conservación representa un reto de gran magnitud, como se detalla en el recuadro 17.3, en el que se analiza la situación del teporingo o conejo de los vol- canes {Romerolagus diazi). Las transformaciones ambientales de la Cuenca de México han abierto hábitats favorables para diversas es- pecies nocivas para los humanos, así como para muchas invasoras. Si bien estas especies contribuyen a la riqueza en términos estrictos, y son consideradas cuando se re- porta el número de especies que habitan esta región, es importante recalcar que no contribuyen a los servicios ambientales y que, de hecho, con frecuencia tienen un importante papel en el detrimento de los mismos. A pe- sar de que desde sus orígenes la Ciudad de México se desarrolló en un sistema lacustre, el agua es uno de los problemas más severos en la cuenca en general, y en el área metropolitana en particular. De hecho, el manejo hídrico en la Cuenca de México es un ejemplo de insus- tentabilidad. En ella se utilizan 72.5 m3/s de agua, de los cuales 69% proviene del acuífero regional de la Cuenca 17 • El reto de la conservación de la biodiversidad en zonas urbanas y periurbanas 741 Recuadro 17.3 El zacatuche como la punta del iceberg del proceso de pérdida de la biodiversidad Alejandro Velázquez, Francisco Romero Malpica Existen diversas denominaciones para denotar la importancia de una especie. Entre ellas se encuentran las de especie paraguas ( umbrella o representativa de una complejidad mayor que engloba otras especies de diferente jerarquía ecológica), clave (key o relevante para la integridad funcional de su ecosistema) y emblemáticas (flagship o banner, precursoras de un símbolo o identidad, por su glamour o por la respuesta sensorial de los humanos a ellas). Estos términos son algunos de los más usados en la literatura científica y conservacionista. Entre las especies emblemáticas se incluye el zacatuche (del náhuatl zacatl = zacate o macollo, y tochtli = conejo pequeño), teporingo o conejo de los volcanes ( Romerolagus diazi). El teporingo pesa aproximadamente 500 g en su etapa adulta; es de color pardo-cobrizo, con orejas pequeñas y redondeadas, patas cortas y cola no visible (Cervantes et al. 1990; Velázquez y Heil 1996). Su peculiar expresión facial frecuentemente provoca una sensación de ternura y simpatía a primera vista. Este mamífero ha sobrevivido diversas etapas críticas durante su historia. Es una especie pancrónica (o primitiva), endémica (o restringida a un área de distribución) y ha sido catalogada como en peligro de extinción durante las últimas tres décadas. Pertenece a la subfamilia Paleolaginae, de la que solo persisten tres géneros, todos en vías de extinción. Su carácter primitivo se denota por sus características craneales, dentales y genéticas, así como por sus relaciones parasitarias, tamaño corporal, formas de comunicación, estrategia reproductiva y rango de distribución. Deriva de Nekrolagus, género ya extinto, y estuvo asociado a las liebres durante el Plioceno tardío (Chapman y Flux 1990). Su distribución geográfica fue restringida durante el Pleistoceno como respuesta a los procesos de expansión y retroceso de frentes de enfriamiento y la subsecuente ocupación de su área original de distribución por géneros oportunistas y ecológicamente más versátiles (eurioicos). Esta historia biogeográfica determinó la restricción en la distribución del zacatuche a la zona central del Eje Neovolcánico, entre los 2 800 y los 4 250 m. Es endémico de los pinares de la región que presentan un sotobosque con gramíneas o zacatones ( Festuca amp/issimo, F. rose!, Muh/embergia macroura, Stipa ichu ) de los que se alimenta (Corredor Biológico Chichinautzin 2007). El teporingo prefiere sitios altos con hierbas grandes y abundantes, y tiende a evitar zonas abiertas, por lo que la perturbación de la vegetación restringe directamente su hábitat (Fa et al. 1992; Velázquez 1994). Este animal es uno de los cuatro mamíferos representativos del Eje Neovolcánico que han hecho que se considere como un área crítica para la conservación (Arita et al. 1997). La inclusión del zacatuche en los libros rojos obedece a diferentes razones. Durante los años setenta del siglo xx era muy poco lo que se sabía de esta especie, y la poca o casi nula información llevó a enlistarlo como especie indeterminada en riesgo de extinción. Durante la década de los ochenta se inició una nueva etapa de conocimiento que permitió ahondar en las peculiaridades biogeográfícas, reproductivas y genéticas de esta especie, que entonces fue catalogada como en peligro de extinción (Thornback y Jenkings 1984; Chapman y Flux 1990). Actualmente, el teporingo pertenece a uno de cinco géneros endémicos monotípicos que están en riesgo de extinción en México (Ceballos et al. 1998). Su área total de ocupación fue definida, por primera vez, y se vio que no cubría más de 1 000 km2. Se descubrió que su tasa de reproducción se encuentra por debajo de la media de todos los mamíferos, considerando el tamaño de camada (1.5 gazapos en promedio), la periodicidad reproductiva (una vez al año) y un éxito reproductivo bajo en términos de los gazapos que alcanzan la etapa de madurez sexual (alrededor de 1.5 de cada tres parejas). Aun en condiciones de semicautiverio y de laboratorio, el éxito reproductivo fue limitado, a pesar de su "condición de conejo” (Velázquez et al. 1996; Corredor Biológico Chichinautzin 2007). A principios de los años noventa se documentaron en detalle los aspectos ecológicos y geográficos característicos del zacatuche, mientras que a finales de esa misma década se reconoció la frágil condición de su hábitat y la exacerbada pérdida de opciones para su conservación. Es en esta década cundo salen a la luz múltiples trabajos describiendo en detalle su taxonomía, filogenia, reproducción, comportamiento y ecología. Dado que el mismo grupo de trabajo que elaboró esta información evidenció el proceso de deterioro del hábitat, se recurrió a nuevas aproximaciones científicas para intentar comprender y eventualmente revertir el proceso de extinción inminente (Velázquez y Heil 1996). Entre las aproximaciones nuevas destacaron la "paisajista” y la "participativa”; la primera originada en el ámbito de las ciencias de la Tierra y la segunda en el de las ciencias sociales. Con la primera se lograron modelar las tendencias del hábitat y comprender la gran relevancia biológica, geográfica y cultural que caracterizan al zacatuche. El legado biológico supera las predicciones que originalmente se hicieron, ya que 742 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 17.3 [concluye] la biodiversidad característica del hábitat del zacatuche (diversidad slmpátrlca, p. ej„ del mismo hábitat) es casi 2% de la actualmente reportada para el mundo. Cabe resaltar que las estimaciones recientes señalan que una de cada cinco especies de la región es autóctona, tres de cada 10 son endémicas, dos de cada 10 están en alguna categoría de riesgo y una de cada 10 tiene algún valor de uso directo e indirecto por comunidades humanas oriundas de la zona. Como ejemplo baste mencionar que la mayoría de los reptiles y anfibios de la región son endémicos. Además, aves, mamíferos, peces, insectos y un sinnúmero de plantas vasculares conforman la lista de la diversidad del hábitat del zacatuche, con un alto porcentaje en alguna categoría de riesgo. La responsabilidad de la acción humana fue acotada a tres sectores. El primero competió al gobierno en sus diversos ámbitos (federal, estatal y municipal). En él se incurrió en dictar políticas con poco o nulo conocimiento de causa, derivadas de acuerdos sin la base científica necesaria, siempre regidas más por criterios políticos ajenos a los ambientales o por datos concretos. En este sentido, las estrategias de conservación del zacatuche no fueron ajenas a las prácticas predominantes en el país en diferentes momentos. Por ejemplo, los datos recopilados en dependencias oficiales como Corena informaban sobre esfuerzos de reforestación con más de 4.5 millones de plantas (85% de estas exóticas, predominantemente de Pinus radiata ) en un periodo sexenal. Las evidencias de campo, por el contrario, mostraban un acelerado proceso de expansión urbana sobre las áreas agrícolas fértiles que durante más de 300 años fueron proveedoras de forraje, hortalizas y cereales, así como sobre los fragmentos de bosques remanentes. Los datos oficiales generalmente distaban mucho de la realidad y a finales de los años noventa se agotó el potencial productivo para reemplazar áreas forestales por agrícolas. Los bosques remanentes cubren depósitos de lava recientes, lo que los hace inapropiados para la agricultura y en buena medida para la ganadería. Los sistemas productivos tradicionales (nopaleras, forrajes, hortalizas y hongos, entre otros) habían sido en buena medida sustituidos por otros de mayor rendimiento pero de menor durabilidad. Durante los últimos años el zacatuche ha sufrido las consecuencias de las actividades humanas en sus diversas expresiones. En el mundo, los cambios en el régimen hídrico- térmico han fomentado un aislamiento aún más conspicuo en las poblaciones actuales de esta especie. En el ámbito regional se observan drásticos procesos de cambio de uso del suelo y la resultante fragmentación, deterioro y disminución del históricamente aislado y pequeño hábitat (Fa et al. 1992; Velázquez 1994; Arita et al. 1997). La situación recién descrita deriva directamente del desmesurado crecimiento urbano. Cabe destacar que la zona metropolitana de la Ciudad de México es la de mayor crecimiento anárquico del mundo, con las mayores tasas de expansión, con enormes descargas de contaminantes y, como consecuencia, con un deterioro severo de las poblaciones de especies oriundas del entorno "natural". La expansión desordenada y no regulada de las zonas urbanas de Toluca, Puebla y la Ciudad de México ha contribuido sustantivamente al riesgo que enfrenta el hábitat del zacatuche. La tendencia hacia el cambio de uso del suelo motiva que el valor de uso, expresado en su potencial de producción rural y de provisión de servicios ambientales, sea mucho menor que el valor de venta. Los propietarios, en su mayoría ejidatarios en condiciones marginales, tradicionalmente percibían su parcela como una entidad natural productiva funcional, y por ende la protegían de procesos de degradación como la deforestación, la erosión y la desertificación, entre otros. La urbanización fomenta que el valor (en especial el intangible) de la parcela se cambie por un valor económico del espacio sin importar su carácter productivo funcional. En estas condiciones deja de ser relevante proteger la funcionalidad de la parcela y se vuelve necesario asegurar su pertenencia para su venta, generalmente a bajo precio, y eventual urbanización. La única alternativa contra este proceso está en las manos de los ejidatarios y comuneros, quienes han adoptado una nueva actitud, organizándose y logrando recuperar parte de la gobernabilidad que les corresponde. Sin embargo, bajo presión y sin incentivos claros les es muy difícil evitar la venta de sus terrenos y la total pérdida de su patrimonio productivo funcional. Hoy día, pese a los múltiples esfuerzos de conservación, todos los indicadores sugieren que el zacatuche seguirá encabezando los listados de especies en vías de extinción. Ante esto, ni su glamour, su relevancia ecológica, la calidez de su expresión o la pasión desbocada de unos cuantos serán suficientes para asegurar la permanencia del Rorrero/agus diazi si no se contempla una estrategia de urbanización sustentable respaldada por un adecuado ordenamiento ecológico que salvaguarde su entorno y los múltiples servicios que este le ofrece, sin los cuales su futuro a mediano y largo plazos es incierto. 17 • El reto de la conservación de la biodiversidad en zonas urbanas y periurbanas 743 de México, 2% de escurrimiento superficiales de la pro- pia cuenca, 9% de agua subterránea del Sistema Lerma y 20% proviene del agua superficial del Sistema Cutzamala, estos últimos ubicados en el Estado de México y Mi- choacán, respectivamente. De este caudal, aproximada- mente 12% se trata y se recicla, lo que implica el aporte de aguas residuales sin tratamiento previo al Sistema Tula-Moctezuma-Pánuco, que cruza los estados de México e Hidalgo, donde el agua es usada para riego (Ji- ménez-Cisneros et al. 2004; Ezcurra et al. 2006). El mal manejo del recurso hídrico en la Cuenca de México ha llevado de la autosuficiencia a la dependencia de fuentes externas que complementan al agua que se extrae de los acuíferos a pesar de que provoca otros serios problemas como son los hundimientos diferenciales del terreno y la vulnerabilidad del sistema de agua subterránea de la cual depende en gran medida el abasto de agua de la megaló- polis (Mazari y Alberro 1990). 17.5 La POBLACIÓN de la Cuenca de México La ocupación de la Cuenca de México data de periodos previos al de los aztecas, quienes de hecho fueron forza- dos a ocupar las partes consideradas más insalubres e inhóspitas de la cuenca por los ocupantes que los antece- dieron. En estas zonas floreció la chinampería, sistema agrícola de alta eficiencia sobre el que descansó el creci- miento del poderío azteca y el desarrollo de su sociedad, aun cuando fue necesario complementarlo a partir del pago de tributos — que incluían alimentos, fibras y mate- riales diversos — cuando el imperio azteca se consolidó (Coe 1964; Arenillas 1971; Sanders 1976b; Whitmore y Turner II 1992). La transformación ambiental de la cuenca se inició con el establecimiento y el desarrollo de los primeros asentamientos urbanos y ceremoniales de la región. Tras la adopción de la agricultura, los primeros asentamientos se dieron en la parte baja; así, se suman cerca de 4000 años de actividades humanas y de transformaciones al ambiente que son difíciles de reconstruir por la gran in- tensidad que han tenido durante este prolongado perio- do. Cinco siglos de desarrollo urbano caracterizado por una alta densidad de población han tenido un efecto transformador de gran magnitud y han modificado com- pletamente el ambiente físico (Sanders 1976b). Si bien la Cuenca de México era quizá la parte más densamente poblada del hemisferio occidental cuando los españoles la ocuparon, cabe recalcar que es a partir del siglo xx que su tasa de crecimiento se dispara, al pun- to de que a mediados de este siglo la Ciudad de México desborda los límites del Distrito Federal e inicia su creci- miento hacia el Estado de México, comenzando así su metropolización (Zentella Gómez 2005). A diferencia de estas otras zonas, la densidad de la población ha sido siempre alta en esta región, y comparativamente aún lo es. Tokio y Caracas tienen una densidad poblacional lige- ramente menor a la de la Ciudad de México, pero esta duplica las densidades de otras megalópolis como Nueva York, Sao Paulo y Buenos Aires. En relación con otras ciudades que no rebasan los 10 millones de habitantes, la Ciudad de México triplica la densidad poblacional de Pa- rís y cuadruplica la de Londres, y de hecho su densidad solo es superada por algunas ciudades como Bombay, Calcuta y Hong Kong (Ezcurra y Mazari-Hiriart 1996). El cuadro 17.2 muestra el crecimiento poblacional de la cuenca y de la Ciudad de México, y la figura 17.5, el cre- cimiento de la mancha urbana de la zona metropolitana de la Cuenca de México. El proceso de metropolización, que puede permitir la integración de proyectos de desarrollo e infraestructura a mediano y largo plazos para un gran número de perso- nas, se presenta actualmente en 46 zonas metropolita- nas, que albergan a alrededor del 70% de la población. Destaca en ciudades como Guadalajara y Monterrey, así como en ciudades de menor tamaño como Xalapa y Tam- pico (Zentella Gómez 2005), pero es notable sobre todo en la zona centro del país, de clima benigno, donde el crecimiento de las ciudades de México, Toluca, Cuerna- vaca, Cuautla, Puebla, Pachuca y Querétaro ha creado un conglomerado urbano que en el año 2000 aglutinaba ya a 23 millones de personas (24% de la población de México) y producía 42% del pib nacional (pnuma 2003). Cuadro 17.2 Población en la Cuenca de México, 1940-2000* Año Cuenca de México Ciudad de México 1940 2 200 000 2 000 000 1950 3 700 000 3 000 000 1960 5 800 000 5 000 000 1970 9 500 000 9 000 000 1980 14 700 000 14 000 000 1990 15 900 000 15 000 000 2000 18 600 000 18 200 000 * Cifras redondeadas. Fuente: Porras (2000); Ezcurra et al. (2006) c 'O bJD CU _Q S o o 5 o bJD o5 i_ o5 N cu ~o c O vf\5 p 8 o- c ^ ai .n u << < < 8 si S'I |s 8 U C ^ N Qj _C < CO U _o O 2 a3 == o ~o c E u í? o3 S- =5 n C O £ 8 '3 "5 p as £ u E u ° _c _c o O u u u u 03 ^ o. E E 7^ 'cu X? j_i j_i :=^ =3 =5 05 05 05 =5 =3 =5 u u u c "O <; a! § '§ &S 05 s « 2 o ^ ™ cu i- X 05 i -a tu OXC 0-0-5 - 2 O ai 'o' E c c U o 05 =5 05 fr8fri*lHÍ aiSl®^ J X N N ^ C 03 U U o5 Z5 X O « ^ B •- 8 8 c '05 O O N U o 8 CL X .CU .CU c u 3 ?! 8 Q_ CU .fr! '03 03 03 — j — j C 05 s_ s_ 03 u 0 O o c _y so « F c 1 > i- 05 CL E =3 1/5 .— =3 _C c u O) O > X N (Nro'cr^^xcoaNO (Nro^mvoxooa\o^fNm\ru?voxcoaNO^rMmxrLn\oxco^o^(Noi cNcNcNcNcNcNrMcNcNcNmmmmmmrommmxrxrxrxr N ,0 o0Z N ,oe o6l £ o m o 00 Cj'n £ O o CTn On £ O m o ex CA N ,0 o0Z N ,0£ 06l Figura 17.5 Crecimiento urbano de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (1950-2000). Elaboró M.A. Ramírez Beltrán (Instituto de Geografía, unam). 17 • El reto de la conservación de la biodiversidad en zonas urbanas y perlurbanas 745 La metropolización de la Ciudad de México represen- ta una gran dificultad para su delimitación desde la déca- da de 1940, por lo que fue necesario establecer criterios estandarizados de conurbación. Aun así, una vez deter- minados estos criterios, se incluyeron 18 municipios adi- cionales que no cumplían con las características esti- puladas pero que son cruciales para el ordenamiento territorial (Partida-Bush y Anzaldo-Gómez 2003). 17.5.1 La transformación ambiental A pesar de haber sido una cuenca de alta biodiversidad, con suelos fértiles y rica en recursos hídricos, actualmen- te la ciudad de México (también denominada Zona Me- tropolitana de la Ciudad de México) ha perdido estas características y dista de ser autosuficiente desde cual- quier ángulo: se importan grandes cantidades de agua, alimentos y energía para sus habitantes, y se tienen que hacer enormes esfuerzos económicos y sociales, con fuertes consecuencias ambientales, para disponer de los desechos que en ella se producen. Como en todas las ciu- dades, el crecimiento de la Zona Metropolitana de la Ciu- dad de México y su mantenimiento han sido a expensas de los ecosistemas naturales, al punto de que actualmen- te no hay un solo tipo de vegetación natural que no haya sido alterado en mayor o menor medida (Rzedowski y Rzedowski 2001). Esto implica que, al comparar con el entorno que tenían los habitantes de Tenochtitlan a la llegada de los conquistadores españoles, el paisaje y los servicios ecosistémicos de la cuenca, así como los recur- sos naturales se han modificado y disminuido, o incluso desparecido irreversiblemente. Algunos ejemplos espe- cíficos de estas transformaciones del ecosistema pueden ayudarnos a entender sus alcances. Los bosques de coniferas y de encinos que caracteriza- ron las elevaciones montañosas de la Cuenca de México han sido una importante fuente de madera y combustible en todas las etapas de ocupación de la cuenca, pero se han reducido a menos de 15% de su extensión original (Bazant 2001). Estos bosques ya eran usados continua- mente en la época prehispánica, pero la llegada de los españoles implicó una intensificación en la tasa de ex- tracción de madera por el tipo de casas que se construían y por la demanda intensa de combustible que sus hábitos culinarios impusieron. Se calcula que en la época colo- nial se cortaban aproximadamente 25 000 árboles cada año de las partes bajas del piedemonte y de las laderas de las montañas de la cuenca (Ezcurra et al. 2006). A partir de la primera mitad del siglo xx la fabricación de papel se hizo a expensas de estos bosques, que fueron concesionados fundamentalmente a tres empresas pape- leras particulares. La demanda de madera para papel lle- vó incluso a la autorización de manejos intensivos de bosques que se encontraban dentro de áreas naturales protegidas durante los años cincuenta y sesenta. En los remanentes de estos tipos de vegetación se observan, además, daños causados por la contaminación del aire (De Bauer 1981; De Bauer et al. 1985; Hernández Tejeda et al. 1985; Fenn et al. 2002; De Bauer y Krupa 1990). La transformación progresiva de Chapultepec, que era sitio de recreo para las clases altas de la sociedad az- teca, implicó la desecación de sus manantiales y una im- portante pérdida de la cobertura vegetal y de la superfi- cie de recarga de los acuíferos. Esta situación se agravó exponencialmente a partir del desarrollo de zonas resi- denciales a expensas del suelo forestal, como Lomas de Chapultepec (Garza y Schteingart 1978), en donde se es- tablecieron primero algunos de los hacendados que ha- bían huido de la inestabilidad que predominó en el cam- po durante el periodo revolucionario. El paisaje actual del Bosque de Chapultepec abarca 230 hectáreas, que representan alrededor de la mitad de la extensión origi- nal del bosque natural. El paisaje del bosque ya no es do- minado por las especies nativas, sino por especies in- troducidas como los eucaliptos ( Eucalyptus spp.) y los truenos ( Ligustrum spp.), originarias de Australia y Asia, respectivamente (Martínez González y Chacalo Hilú 1994; Pisanty 2000). El desarrollo urbano de esta zona marcó el inicio de la ocupación de las zonas fuera de lo que hoy conocemos como Centro Histórico, a expensas de uno de los bosques más importantes y emblemáticos de la cuenca. Los bosques mesófilos, de por sí escasos (Rzedowski 1969), se han reducido de una manera tan dramática que las revisiones recientes, como la de Meló y Alfaro Garza (2000), ya no los mencionan como parte de los tipos de vegetación significativos de la cuenca. Los pastizales de la cuenca pueden ser halófilos, indu- cidos o zacatonales de altura (Meló y Alfaro Garza 2000). Los pastizales halófilos, presentes en las zonas donde se encontraban antiguamente los lechos de los lagos que han sido desecados, son indicativos de este tipo de per- turbación. Por su parte, los pastizales inducidos son ca- racterísticos de las zonas perturbadas del piedemonte y han colonizado las partes bajas de las montañas, en don- de antaño había vegetación boscosa. En ambos casos se trata de pastizales secundarios que se presentan en eco- sistemas muy alterados. Actualmente, los únicos pastiza- 746 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio les naturales son los alpinos (zacatonales de altura), que no han sido afectados debido a la altura a la que se pre- sentan. Entre los ecosistemas recientemente alterados se encuentran los matorrales xerófilos que se desarrollaron sobre los depósitos de lava resultantes de la actividad del Xitle, volcán ubicado al suroeste de la cuenca, cuya erup- ción hace alrededor de 2 000 años llevó a su fin a la cul- tura de Cuicuilco y sustituyó los suelos fértiles de la zona por una gran extensión de roca basáltica. La ocupación posterior de esta zona de vegetación única (Rzedowski 1954) fue tardía, porque se le consideraba como particu- larmente inhóspita. La roca basáltica no retiene el agua, sino que permite que se infiltre rápidamente, creando así condiciones de aridez a pesar de que el Pedregal de San Ángel está en una de las zonas de la cuenca con mayor precipitación pluvial. Además, la presencia de animales como víboras de cascabel y arácnidos atemorizaba a la gente, de modo que en el Pedregal de San Ángel se aden- traban solo personas de muy escasos recursos que busca- ban capturar algunos animales comestibles como aves o conejos, o recolectar productos vegetales, como la escasa leña producida por las plantas que han ido colonizando este ecosistema. Sin embargo, a partir de la década de los cincuenta, la visión arquitectónica que incorporó el pe- dregal a la estética de las construcciones derivó en el de- sarrollo de una zona residencial. Además, en el Pedregal se edificó la Ciudad Universitaria de la Universidad Na- cional Autónoma de México (unam), recientemente de- clarada Patrimonio de la Humanidad por la unesco, que habría de contribuir a acelerar la ocupación de zonas cercanas, como los pueblos de San Ángel y Tlalpan, hoy ya incorporados del todo a la mancha urbana (Rojo 1994; Carrillo-Trueba 1995). Actualmente, una de las partes bajas del Pedregal, ubicada dentro de Ciudad Universita- ria, es protegida como una pequeña reserva, y en la parte media del Ajusco se protege una de las partes más eleva- das (Bonfil et al. 1997; Cano-Santana et al. 2006). Estas reservas protegen una parte de este ecosistema único y, al mismo tiempo, una de las zonas de recarga del acuífero que la cuenca aún conserva. Lamentablemente, a pesar de las acciones tomadas, las invasiones siguen siendo un riesgo permanente, al igual que en otras áreas bajo pro- tección, como el suelo de conservación del Distrito Lede- ral. En el recuadro 17.4 se hace un recuento de las dificul- tades que se enfrentaron para la protección de una de las zonas de lo que hoy es el suelo de conservación. Este fe- nómeno ha llevado a la pérdida casi completa de áreas naturales protegidas y parques como El Tepeyac (conser- va menos de 20% de la vegetación original), Fuentes Bro- tantes (16%), Molino de Belén (17%) y el Cerro de la Es- trella (7%) (Bazant 2001). Las áreas de relevancia para la conservación de la biodiversidad específica o ecosistémi- ca se muestran en la figura 17.6. Las grandes ciudades ejercen una fuerte presión sobre zonas circunvecinas e incluso zonas distantes y regiones completas, cuyas cuencas alimentan las necesidades de las megalópolis (Ezcurra y Sarukhán 1990; Ezcurra 1995). A diferencia de los ecosistemas naturales, los urbanos no presentan ciclos biogeoquímicos cerrados. A las ciuda- des hay que hacer llegar alimentos, materiales de cons- trucción, combustibles de diferentes tipos, energía eléc- trica que generalmente se produce desde sitios muy distantes y, de manera cada vez más apremiante, elemen- tos básicos para la vida, como el agua. El área lacustre se ha transformado radicalmente. Des- de épocas prehispánicas se construyeron las primeras obras hidráulicas para dar salida al agua y evitar las inun- daciones (Palerm 1973). La conquista de México implicó un cambio profundo en la concepción urbanística, pues los españoles no renunciaron al sistema de calles y ca- rruajes de que disfrutaban en Europa, gracias a la domes- ticación de animales de tiro y al uso habitual de la rueda. Así, los canales que permitían a los habitantes de Tenoch- titlan desplazarse fueron percibidos como un inconve- niente y se inició la desecación de la cuenca, cuyas con- secuencias ambientales, como la falta de agua, hoy sufren los habitantes de esta región. Como hemos mencionado, la desaparición de los lagos conllevó la pérdida local, y en ocasiones la extinción, de especies tanto residentes como migratorias. Además tuvo, junto con la extracción del agua, efectos sobre la urbe misma, pues el subsuelo desecado no es firme y pro- voca hundimientos diferenciales del terreno como los que sufren el Centro Histórico (Mazari y Alberro 1990; Mazari et al. 1992) y otras áreas de la zona metropolita- na, como Chalco, Xochimilco o la zona del ex Lago de Texcoco, así como la apertura de riesgosas grietas en di- ferentes partes de la ciudad, como Xochimilco e Iztapa- lapa. Actualmente persiste una mínima parte de la exten- sión lacustre que caracterizaba la cuenca y los cuerpos remanentes son sistemas acuáticos manejados artificial- mente (p. ej., zona de canales de Xochimilco, Lago Nabor Carrillo, presa de Zumpango), también se ha perdido la conectividad entre sus diferentes partes (Ezcurra 1995; Ezcurra et al. 2006) y, con ello, la integridad del sistema lacustre. Las zonas rurales y agrícolas que desde la época pre- hispánica se entretejían con la trama urbana, por ejem- 17 • El reto de la conservación de la biodiversidad en zonas urbanas y periurbanas 747 Recuadro 17.4 Dificultades para la conservación de la biodiversidad en las zonas urbanas: EL CASO DEL PARQUE ECOLÓGICO DE LA ClUDAD DE MÉXICO Consuelo Boníil En 1989 se creó una nueva área natural protegida en el sur del Distrito Federal, en la delegación Tlalpan. Con la expropiación de 727 hectáreas en la parte media de la serranía del Ajusco se estableció el Parque Ecológico de la Ciudad de México (pecm), la tercera zona sujeta a conservación ecológica más importante del Distrito Federal. La creación de este parque respondió a la necesidad real de proteger de la urbanización y el creciente deterioro, un territorio que forma parte de la zona más importante de recarga de los acuíferos de la Cuenca de México: las montañas del sur y el suroeste, en particular la Serranía del Chichinautzin, cuyo sustrato basáltico, muy permeable, permite la infiltración de alrededor de 40% del agua de lluvia que recibe (dgcoh 1986). Mantener la cobertura vegetal, además de proteger la biodiversidad tan mermada de la Cuenca de México, permite conservar importantes servicios ecosistémicos, entre los que destacan, además del abastecimiento de agua, la regulación local del clima, la protección contra la erosión y el mantenimiento de paisajes con valor cultural y de esparcimiento para los estresados habitantes de la Ciudad de México. Aunque Tlalpan es la delegación con mayor superficie del Distrito Federal (30 500 hectáreas), 80% de la cual corresponde a suelo de conservación, es también una de las que ha enfrentado un mayor crecimiento urbano. Como muestra de ello, baste mencionar que su población pasó de alrededor de 33 000 a más de 350 000 habitantes en tan solo 30 años (1950- 1980). La mayor tasa de crecimiento se registró entre 1970 y 1980, lo que se reflejó directamente en el incremento de la deforestación en el Ajusco medio. Mientras que durante 30 años esta región perdió solamente 2.9% de su cobertura vegetal, con una tasa de pérdida anual de 0.15%, en los siguientes 10 perdió 25% del área con vegetación, lo que representa una tasa de 2.86%. Esta deforestación se debió directamente a la urbanización, que tuvo una tasa de incremento anual de alrededor de 4% en el mismo periodo (Aragón-Durand 1993). En el área del parque se conservan algunos de los ecosistemas más representativos de la Cuenca de México: en la parte alta (~2 750 m) hay bosque de pino-encino, mientras que en las porciones media y baja (por debajo de 2 650 m) se encuentran parches de bosque de encino que alternan con superficies cubiertas por matorral. La fisonomía de este también cambia con la altura, ya que el maguey Agave salmiana domina en la parte más alta, pero es reemplazado a menor altitud por el palo loco ( Senecio praecox), especie que confiere su aspecto característico al matorral xerófilo que antes se extendía de manera continua hasta el Pedregal de San Ángel, y que fue descrito por Rzedowski (1954). Algunos encinos (sobre todo Quercus rugosa y Q. castanea ) han invadido porciones importantes del matorral, dándole un aspecto de matorral con arbolado disperso. En los parches perturbados de bosque de encinos o matorral xerófilo domina una crasulácea, Sedum oxypeta/um, que llega a formar parches densos (González-Hidalgo et al. 2001). Para establecer el área protegida fue necesario expropiar predios que se habían ocupado de diferentes maneras. Algunos años antes de la expropiación, la zona había sido invadida por construcciones de diverso tipo. En la porción oriente se construyeron varias mansiones de lujo, rodeadas de bosque de encinos, y en el poniente un grupo de colonos estableció un asentamiento irregular, conocido como Lomas del Seminario. Estos colonos fueron desalojados a finales de 1988, y el decreto expropiatorio de junio de 1989 supuso la desocupación de todos los inmuebles y el cese de las construcciones en marcha, con excepción de un seminario perteneciente a una agrupación religiosa, que funciona regularmente hasta la fecha. Poco después de la expropiación, el Departamento del Distrito Federal (hoy transformado en Gobierno del Distrito Federal), por medio de la Coordinación General de Reordenación Urbana y Protección Ecológica (cgrupe), firmó un convenio con la unam, con el fin de que se iniciaran los trabajos conducentes a la restauración ecológica de las zonas perturbadas del parque y se realizaran inventarios y valoraciones del estado de las comunidades naturales. Los estudios mostraron que en la zona hay una alta biodiversidad que incluye alrededor de 20% de las especies de flora de la Cuenca de México, 30% de las especies de aves y más de 50% de las mariposas diurnas (Bonfil et al. 1997). El matorral xerófilo sustenta muy diversas formas de vida y es el tipo de vegetación con mayor número de especies, algunas de ellas con distribución limitada a la Cuenca de México, como la cactácea Mammil/aria sanangelensis y la orquídea B/etia punctata (González-Hidalgo et al. 2001). Su conservación reviste gran importancia, debido a que solo existen pedregales con una vegetación semejante en otros cuatro estados del país (Tlaxcala, Puebla, Oaxaca e Hidalgo). 748 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 17.4 [concluye] Otras investigaciones permitieron profundizar en el conocimiento de la regeneración y la dinámica poblacional de algunas de las especies vegetales más conspicuas del Ajusco medio, incluyendo árboles como encinos y tepozanes ( Buddleia cordata, muy abundante en zonas perturbadas), arbustos como el palo loco y la siempreviva Sedum oxypeta/um, así como una gran diversidad de herbáceas, entre muchas otras. Los resultados de varias de estas investigaciones fueron empleados para la propagación y reintroducción de especies con fines de restauración en las zonas más perturbadas del parque. El personal de la unam también puso en marcha un programa de educación ambiental, para lo cual se instaló un sendero ecológico en el que se mostraban los diferentes tipos de vegetación de la zona y algunos elementos de la fauna. Durante varios años un grupo de estudiantes de biología ofreció visitas guiadas a niños de escuelas oficiales y privadas de la Delegación Tlalpan y otras colonias del sur de la Ciudad de México. Hoy día estas actividades se mantienen bajo la coordinación de una organización civil. Simultáneamente, se organizó en las escuelas públicas de la delegación un concurso anual de recolección de bellotas que, además de permitir la obtención de semillas para propagar los encinos en los viveros locales, fungió como un eficaz método para hacer conciencia entre los niños sobre la importancia del bosque y su conservación. La gestión del pecm pronto pasó de la cgrupe a la Delegación Tlalpan, donde se designó un secretario técnico que se reunía con el consejo directivo, el cual establecía las acciones a realizar para mantener y desarrollar el parque. El consejo directivo funcionó durante un periodo aproximado de seis años y en él participaban, además del personal de la delegación, representantes de la unam, del Consejo Nacional de la Fauna (que instaló un criadero de venado en la parte alta del parque), de la Comisión de Recursos Naturales del D.F. (Corena, antes Comisión Coordinadora del Desarrollo Rural) y de la Seduvi (Secretaría de Desarrollo Urbano y Vialidad, antes cgrupe). La capacidad de acción de este consejo estaba, sin embargo, seriamente limitada. Por un lado, había restricciones fuertes debidas a los múltiples problemas asociados con la expropiación misma, pues el gobierno emitió el decreto sin contar con los fondos necesarios para pagar a todos los propietarios y muchos de ellos se inconformaron e interpusieron amparos. A su vez, con frecuencia la tenencia de la tierra y los límites de los terrenos no resultaban claros, además de que los lotes con más de un propietario no eran raros. Esta situación devino en un marasmo legal que tuvo algunas consecuencias importantes para el parque, como la pérdida de una superficie de más de 100 hectáreas, debida al fallo favorable al amparo interpuesto por los propietarios de tierras en la parte más baja del pecm. Esta indefinición legal impide tomar decisiones encaminadas a dotar de infraestructura al parque o poner en marcha un programa serio de desarrollo, para lo cual es necesario contar con seguridad jurídica. Sin embargo, las limitaciones más fuertes probablemente son resultado de la falta de apoyo real para las acciones de conservación. Como es común, prevalecieron visiones irreales sobre los costos de la conservación y sobre la magnitud del esfuerzo que esta representa. Las visiones fallidas en este sentido se tradujeron, como suele suceder, en una voluntad política insuficiente. En este caso, como en tantos otros, la protección de la naturaleza no resulta prioritaria en los hechos, aunque forme parte del discurso oficial. Así, el parque no contó con presupuesto propio ni con personal para implementar programas importantes, y ni siquiera para realizar una vigilancia adecuada. El personal de la unam o del Consejo Mexicano de la Fauna frecuentemente tuvo que buscar recursos externos para llevar a cabo su trabajo. Así, durante estos años las labores en el parque consistieron en: a] vigilancia, pues con cierta frecuencia se presentaban amenazas o invasiones reales que debían ser detenidas, o aparecían tiraderos de basura o cascajo clandestinos; b] campañas de reforestación anuales, en las que participaban el personal de la unam y trabajadores eventuales contratados por la Corena, o incluso el ejército; c] mantenimiento, como reparación de mallas perimetrales, establecimiento de brechas para prevenir incendios, reparación de algunas instalaciones y mantenimiento de dos viveros locales, en los que se producían las plantas para los programas de reforestación, y d] relaciones con grupos, empresas o dependencias vinculadas con el parque. En este último aspecto destacan dos episodios ilustrativos de los problemas que enfrentan las áreas protegidas de la Cuenca de México. El primero fue el proyecto de construcción de la carretera perimetral La Venta-Colegio Militar, que atravesaría varias áreas naturales del Ajusco, incluyendo el pecm. El trazo de la carretera estuvo sujeto a un intenso proceso de negociación, llevado a cabo fundamentalmente entre el personal de la empresa constructora (Tribasa) y el de la unam, que conocía muy bien el terreno y el valor de conservación del mismo. Al final, se lograron modificar los planos originales de forma que la carretera cortara 17 • El reto de la conservación de la biodiversidad en zonas urbanas y periurbanas 749 tangendalmente el parque, entrando solo en una parte ya muy perturbada y protegiendo áreas bien conservadas que resultaban afectadas en el plano original. Finalmente, esta carretera no llegó a construirse por causas diferentes a la conservación. El segundo episodio fue la construcción de un gran depósito de agua en los terrenos del parque, a cargo de la Comisión Nacional del Agua. El poder mostrado por esta y su falta de atención a los objetivos y necesidades del parque resultan muy esclarecedores de la forma de actuar de muchas dependencias del Estado mexicano, tanto en esas fechas como en otras más recientes. Las autoridades de la Delegación, probablemente atrapadas entre la necesidad de abastecer de agua a los numerosos asentamientos humanos establecidos irregularmente en el suelo de conservación y su obligación de proteger el parque, optaron por no enfrentarse a la Conagua. Paradójicamente, no se dotó al parque ni siquiera de una toma de agua para atender las necesidades de los viveros y el personal del mismo. Los esfuerzos de la unam para que Conagua realizara labores de rehabilitación en las zonas en que causó serias perturbaciones también resultaron inútiles. La reparación de los daños causados por la construcción nunca fue considerada por esta Comisión. Algo similar sucedió con otras obras, como el tendido de cableado eléctrico o la posterior construcción del túnel profundo del acuaférico, que corre por el subsuelo del parque. En estas situaciones se evidenció de nuevo la desarticulación de las diferentes partes y órdenes de gobierno, y la falta de transversalidad de los temas ambientales. Hoy día la situación del parque sigue siendo muy precaria. El crecimiento de asentamientos irregulares en las partes media y alta del Ajusco — en terrenos que deben ser conservados por el bien de todos los habitantes de la cuenca — no se ha detenido (Schteingart y Salazar 2005; Ruiz- Gómez 2006), a pesar de esfuerzos importantes de planificación del crecimiento urbano, que lamentablemente cambian con frecuencia y no representan una visión real de ordenamiento a largo plazo. El resultado es que el parque ha quedado cada vez más atrapado por un cinturón de asentamientos urbanos que incrementan su potencial valor económico como terrenos urbanizables, debilitan su valor de conservación y disminuyen los servicios ecosistémicos, al mismo tiempo que incrementan su vulnerabilidad a invasiones y usos inadecuados. La falta de infraestructura y de seguridad jurídica, y las carencias derivadas de la falta de un plan de manejo oficialmente aprobado y de un presupuesto propio han resultado en el estancamiento, que dura ya más de 15 años, de esta importante zona natural, a pesar de los evidentes beneficios asociados a su recuperación y de su uso constante como centro de educación ambiental, de recreación y de investigación. Las dificultades para establecer y mantener el Parque Ecológico de la Ciudad de México son solo una pequeña muestra de un fenómeno que se repite a lo largo y ancho del país. Los intereses encontrados de los diferentes sectores gubernamentales y sociales subyacen a estos problemas, pero el problema de fondo es que los criterios ambientales, y en particular el enfoque ecosistémico, están ausentes de los programas de todos los sectores diferentes al estrictamente ambiental. En este escenario, la acción de la sociedad civil como motor de acciones locales con impacto regional y eventualmente global se vuelve muy relevante, como lo muestran el establecimiento del pecm y su permanencia, aunque dificultosa, durante más de una década. pío en la región chinampera, se mantuvieron durante muchos años en las partes circundantes a la zona urbana y con el paso del tiempo quedaron literalmente entreve- radas con grandes manchones urbanizados. Algunas zo- nas que hoy día se encuentran densamente pobladas eran al principio haciendas productivas que, después, fueron fraccionadas y vendidas como predios urbanos por los propietarios (p. ej., las colonias Escandón y Tacubaya) (Garza y Schteingart 1978). Las milpas y los establos de Coapa persistieron como parte predominante del paisaje del sureste de la cuenca, como espacios sub y periurba- nos, hasta mediados de los años setenta. Actualmente, las zonas de uso forestal, agrícola y pecuario se concentran en el Estado de México, aunque en el Distrito Federal des- taca la importancia del cultivo de nopal y la actividad ga- nadera de la Delegación Milpa Alta (Romero et al. 1999). La rápida incorporación de municipios mexiquenses a la zona metropolitana ha hecho que sitios que hasta hace poco tiempo eran rurales y distantes, como Chalco, Tlá- huac, Los Reyes la Paz e Ixtapaluca, tengan hoy una ace- lerada urbanización y unas de las tasas de crecimiento poblacional más altas del país (Aguilar 2000). Adicional- mente, en el poniente de la ciudad, grandes construccio- nes extremadamente lujosas se desarrollan en medio de poblados tradicionales, de ingresos mucho menores, in- vadiendo zonas sin vocación urbana como cañadas y la- deras. Las obras de infraestructura de zonas como Santa Fe en el Distrito Federal e Interlomas en Huixquilucan 99° 30' W 99° 0' W O u X -cu (D ~o ~o 05 ~o =5 d < 05 05 "O bJD CU cu “O 05 C 05 4— > “o Cl O cu 05 C O o u ¿ « £ s P3 C O u QJ ^ z -a « £ o O % D N '-> U 8 ‘C cu vO -a 4—» .^2 O cu cr5 05 C U “¡i; CU 05 4— > — < N O Cl u qj ,c u u • h- cd O u >s o bJD .Q 05 cü “O O ~a cu =5 bJD 4— 1 —— LÜ ±! U S (Mr0^i/lVOhCOG\0 (N ro xr c :o *u rd > s- 0) LO c o u _íd id s- id O. id *0 c id +■> ir ^ _N a» ^ cu LO > id ^ 05 l< "O < cü Ü tí N,0£o6l N /O 06l Figura 17.6 Áreas importantes para la conservación de la biodiversidad en la Cuenca de México. Elaboró M.A. Ramírez Beltrán (Instituto de Geografía, unam). 17 • El reto de la conservación de la biodiversidad en zonas urbanas y periurbanas 751 (Estado de México) son de alto impacto ambiental, entre otras cosas por encontrarse en regiones de alta vulnera- bilidad del manto freático, como las cañadas que caracte- rizan esta parte de la cuenca (Mazari-Hirirat etal. 2006). Las edificaciones son verdaderos enclaves fortificados que permiten a las élites que tienen acceso a ellos vivir prácticamente enclaustradas. En estas zonas se desarro- llan actividades relacionadas con la producción de la ciu- dad globalizada, y cuentan con infraestructura adecuada para ello (Parnreiter 2002; Calvo y Ortiz 2006). Sin em- bargo, la construcción se hace en una topografía poco favorable para los grandes asentamientos, con lo que no solo se afectan servicios ambientales como la biodiversi- dad y la captura del agua, sino que se expone a grandes riesgos a la población. Particularmente vulnerables re- sultan los asentamientos irregulares tanto en las zonas lujosas como en las menos ostentosas en las delegaciones Alvaro Obregón, Magdalena Contreras y Cuajimalpa (G. Benítez, com. pers.), en las que se concentra la mayo- ría de las 96 barrancas de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México. Año con año, las partes bajas de las elevaciones montañosas de la ciudad se ven afectadas por deslaves e inundaciones que causan pérdidas mate- riales e incluso humanas. Uno de los aspectos ambientales relevantes es la pre- sencia de contaminantes en el agua, los suelos y el aire, que han contribuido al deterioro de los ecosistemas de la Cuenca de México. Este es un problema severo cuyos efectos han ido tomando por sorpresa a la sociedad, aun cuando existen desde hace tiempo suficientes estudios sobre los efectos nocivos que tienen sobre la salud huma- na para que sean considerados como problemas priorita- rios. La contaminación atmosférica es una de las percep- ciones inmediatas que definen a la Ciudad de México, una de las urbes más contaminadas del mundo. Los proble- mas de salud pública, salud ambiental y calidad de vida que conlleva la contaminación atmosférica son extrema- damente serios, pero también es necesario reconocer que en este ámbito ha habido resultados relevantes y exi- tosos, como la reducción del contenido de plomo y una mejora paulatina, aún insuficiente pero no por ello me- nos importante, de las condiciones del aire metropolita- no (Bravo 1986, 1987; Molina et al 2002; Molina 2006; Provencio 2006). Finalmente, cabe mencionar que las áreas verdes de la ciudad, tanto las protegidas de manera formal como los parques y jardines, tienden a desaparecer y sobre todo no son consideradas como parte integral en el desarrollo de los nuevos asentamientos. La Ciudad de México hoy día presenta una superficie verde per cápita muy por debajo de lo recomendado por la unesco, que es de 9 m2 por persona, y sobre todo una proporción decreciente de áreas de este tipo, que son esenciales para la salud urbana. Las delegaciones del Distrito Federal tienen porcenta- jes muy variables de áreas recreativas (cuadro 17.3). Las áreas verdes pueden ser superficies urbanas recreativas o bien extensiones no urbanizadas. La Delegación Azcapo- tzalco, por ejemplo, carece de áreas no urbanas y tiene apenas alrededor de 2 m2 de áreas verdes por habitante. Por su parte, Milpa Alta carece de áreas verdes recreati- vas pero cuenta con la mayor superficie no urbanizada de todas las delegaciones en el Distrito Federal. Las delega- ciones del sur cuentan con superficies abiertas protegi- das como parques nacionales y reservas, o bien como componentes del suelo de conservación (Fig. 17.6). Los municipios conurbados del Estado de México presentan extensiones insuficientes de áreas verdes. La Paz, Chalco, Cuadro 17.3 Porcentaje de la superficie urbana delegacional dedicada a la recreación* Delegación Porcentaje de áreas urbanas de recreación Alvaro Obregón1 29 Azcapotzalco2 4 Benito Juárez3 2 Coyoacán4 11 Cuajimalpa de Morelos5 4 Cuauhtémoc6 3 Gustavo A. Madero7 9 Iztacalco8 11 Iztapalapa9 9 Magdalena Contreras10 1 Miguel Hidalgo11 12 Milpa Alta12 0 Tláhuac13 15 Tlalpan14 10 Venustiano Carranza15 5 Xochimilco16 2 * No incluye áreas de conservación. Fuentes: 1 Preciat Lámbarri y Hernández-Esquivel (2000); 2Connolly (2000a); 3 Preciat Lámbarri y Hernández-Hernández (2000);4Morelos (2000); 5 Preciat Lámbarri y Contreras Prado (2000); 6Ziccardi (2000a); 7 Vidrio Ca- rrasco y Garcés Cracida (2000); 8 Sobrino (2000); 9Ziccard¡ (2000b); 10 Garza (2000); ^Connolly (2000b); 12 Vidrio Carrasco y Patiño (2000); 13 1 barra (2000a); 14lbarra (2000b); 15Ziccard¡ (2000c); 16 Vidrio Carrasco y Ávila (2000). 752 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Cuautitlán y Tepotzotlán han perdido superficies rurales y semirrurales a un ritmo acelerado, sin que previamente hubieran incorporado áreas verdes como parte de un plan de desarrollo o de un ordenamiento ecológico. El resultado es que carecen de superficies significativas para la recreación, así como de espacios abiertos, zonas agro- pecuarias, de preservación o no urbanizables, con altos costos sociales y ambientales (Lavín 1983; gdf 1997; gem 1997; Pisanty 2000; Bazant 2001; Ezcurra et al. 2006). Algunas delegaciones que cuentan con áreas de protección carecen de áreas urbanas recreativas como parques y jardines, lo cual incrementa la presión sobre las áreas protegidas. Las áreas verdes no se distribuyen ho- mogéneamente en la mancha urbana, de modo que hay zonas como Tlalpan, Milpa Alta y Cuajimalpa que sí cuentan con grandes extensiones de este tipo, mientras que otras partes, como algunos municipios conurbados del Estado de México, carecen completamente de cual- quier tipo de área verde. Los esfuerzos recientes por proteger lo que se conoce como suelo de conservación (Fig. 17.6) merecen una mención especial. Con este enfoque, se pretende detener el crecimiento irregular del área urbana, proteger los ser- vicios ecosistémicos e incluso revertir la pérdida de algu- nos de estos en el sur del Distrito Federal. El suelo de conservación abarca 88 000 hectáreas, lo que equivale a 11% de la superficie de la Cuenca de México. El 93% de la superficie se encuentra en las serranías del sur de la cuenca, y 7%, es decir, 6 216 hectáreas, corresponde a áreas naturales protegidas. El Parque Ecológico de la Ciudad de México (véase el recuadro 17.3), la Sierra de Santa Catarina, la Sierra de Guadalupe, los ejidos de Xo- chimilco y San Gregorio, el Cerro de la Estrella, el del Tepeyac y el Parque Insurgente Miguel Hidalgo y Costilla son las áreas naturales incluidas en el suelo de conserva- ción, con diferentes niveles de deterioro. En la superficie del suelo de conservación hay cuatro grandes tipos de vegetación: bosques de encino, bosques de pino-encino y bosques de oyamel, así como matorral xerófilo. Además, esta zona es muy importante desde el punto de vista faunístico, pues alberga un total de 273 especies (pertenecientes a 60 familias y 23 órdenes), que incluyen dos endémicas: el gorrión de Bailey ( Xenospiza baileyi) y el teporingo o conejo de los volcanes ( Romero - lagus diazi ) (recuadro 17.3). El resto de la superficie co- rresponde a una zona periurbana semirrural, con una densidad relativamente baja de población, en la que aún hay actividades agrícolas y ganaderas. La reglamentación para esta superficie prohíbe el cambio de uso del suelo y vale la pena insistir en que se encuentra permanente- mente con el riesgo de invasiones, lo que demanda una supervisión continua. En la figura 17.6 es posible apre- ciar la superposición de la zona urbana con el suelo de conservación, lo que constituye otro ejemplo de que se requiere voluntad política para frenar el crecimiento ur- bano hacia la zona de conservación. La protección de esta zona es relevante por los servicios ecosistémicos que todavía presta y por los que aún se puedan recuperar. La captación de agua en las zonas boscosas para la re- carga de los acuíferos es particularmente importante, así como la protección de las especies nativas, tanto vegeta- les como animales, presentes en la zona. Las zonas periurbanas, con suelos y vegetación natu- rales, en mayor o menor medida, prestan servicios im- prescindibles a las ciudades porque propician el funcio- namiento integral de los ecosistemas al permitir la recarga de los acuíferos y de cuerpos de agua superficia- les, la conservación de la biodiversidad, la regulación cli- mática, la retención de algunos contaminantes y son, además, zonas recreativas de gran valor educativo. Por ello, es importante que el suelo de conservación se pro- teja y que se contemplen zonas equivalentes en todas las ciudades. 17.6 Conclusión Todo parece indicar que la urbanización no se detendrá. Dado el impacto que las ciudades tienen sobre la biodi- versidad y sobre los servicios ambientales, es de funda- mental importancia que se elaboren estrategias eficaces que deriven en acciones locales que permitan un desa- rrollo sustentable. Si bien hay quienes reconocen que los estratos menos favorecidos de la sociedad dependen de manera más estrecha e inmediata de la biodiversidad y de los recursos naturales (cbd 2007), no cabe duda de que todos los sectores de la sociedad se ven afectados por lo que pase con estos. En México el proceso de urbanización previsiblemen- te continuará por muchos años, y dado que en el país se encuentra uno de los laboratorios urbanos de mayor in- terés en le mundo, resulta muy importante que se anali- cen los diversos aspectos del crecimiento de la Ciudad de México, con el fin de evitar que las ciudades medias y pequeñas, en las que actualmente se concentra el creci- miento urbano más acelerado, repitan los severos pro- blemas que han llevado a considerar a la capital del país como un ejemplo de insustentabilidad urbana. 17 • El reto de la conservación de la biodiversidad en zonas urbanas y periurbanas 753 El tipo de desarrollo carente de planeación a mediano y largo plazos, sin una población consciente de los ries- gos que conlleva el mal manejo ambiental, sin opciones para cambiar sus patrones de consumo y de comporta- miento en general, que además no cuenta con suficientes regulaciones ambientales tendientes a conservar los re- cursos y servicios ecosistémicos de las zonas circundan- tes, han llevado a la Ciudad de México a ser considerada como una zona en estado ambiental crítico y a que sea usada como ejemplo de un patrón profundamente equi- vocado de crecimiento. Este patrón — y la falta de infor- mación, planificación y regulación que lo impulsan — se repite en numerosas ciudades mexicanas, y lamentable- mente es de esperar que a lo largo del siglo xxi muchos conglomerados urbanos del país enfrenten problemas similares a los que la capital no ha podido resolver, a pe- sar de muchos esfuerzos tanto gubernamentales como sociales. Existen iniciativas que permiten concebir ciu- dades sustentables, que ofrecen una calidad de vida más alta que la que en general se asocia a sitios densamente poblados, y que si bien no son por sí solas una solución definitiva, merecen ser consideradas muy seriamente. In- cluso el análisis de la sobrevivencia de las megalópolis per- mite ver que aun cuando los costos económicos, sociales y ambientales puedan ser altos, ha sido posible mejorar algunos aspectos cruciales con iniciativas de fondo como, por ejemplo, la inversión en el transporte público, el trata- miento de aguas residuales y su reuso, así como la preser- vación de zonas ecológicas con fines de conservación de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, entre otras. Sin duda, el ordenamiento ecológico de las zonas metro- politanas y de las áreas vecinas, que involucre a todas las entidades que las conforman, permitiría reducir de mane- ra importante la huella ecológica de las ciudades. Los grandes conglomerados urbanos representan un nuevo reto en el que son necesarias nuevas visiones in- terdisciplinarias y no simplemente la aplicación de tec- nologías modernas a gran escala. Se requieren la acción y las propuestas de tecnólogos y científicos naturales y sociales, además de una profunda y continua interacción con la sociedad civil en general. Las acciones no susten- tables que han caracterizado el crecimiento urbano re- presentan un riesgo muy severo para la biodiversidad y, en consecuencia, para los habitantes de las ciudades e incluso para los de zonas no urbanas. Aun así, las ciuda- des pueden convertirse en administradoras de la bio- diversidad, dado que su aprovisionamiento y funciona- miento dependen en mucho de ella y de los servicios ambientales relacionados (cbd 2007). Este es un momento en el desarrollo urbano de México que demanda una profunda reflexión, serios estudios de caso y la elaboración de una política de desarrollo urbano consecuente que considere la necesidad de mantener un cierto nivel de sustentabilidad ambiental que, como meta a corto, mediano y largo plazos, conserve la biodiversi- dad aún existente y proteja los servicios ecosistémicos para garantizar la viabilidad de las ciudades y de los eco- sistemas circundantes en aras del bienestar de sus habi- tantes. Las ciudades son sitios privilegiados para el desa- rrollo de estrategias de conservación y de uso sustentable de la biodiversidad, pues en ellas es posible implementar acciones locales que tengan efectos profundos a escala global y a largo plazo. Referencias Aguilar, A.G., E. Ezcurra, T. García, M. Mazarí Hiriart e I. Pisanty. 1995. The Basin of México, en J.X. Kasperson, R.E. Kasperson y B.L. Turner II (eds.), Regions at risk: Comparison of threatened environments. 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Medellín • 18.8, Edgar González Gaudiano • 18.9, Salvador García Ruvalcaba • 18.10, Rosalinda Morales Garza • 18.11, Denise Soares • 78.72, Yolanda Lara • 78.73, Anna Pujadas • 78.74, Sergio Graf Montero, Enrique J.Jardel Peláez, Eduardo Santana C. revisores: Elena Lazos* • Jorge Rickards Guevara • Miguel Ángel Sánchez Vásquez * Excepto del recuadro 18.1 Contenido 18.1 Introducción / 763 18.2 Percepciones sociales sobre la naturaleza y la conservación / 764 18.2.1 Percepciones sobre la naturaleza y su conservación en el medio rural / 767 18.2.2 La percepción urbana sobre la relación sociedad-naturaleza y la conservación / 773 18.3 La toma de conciencia sobre la problemática ambiental y la importancia de la conservación / 774 18.3.1 La educación ambiental no formal en el ámbito urbano / 776 18.3.2 La educación ambiental en el medio rural / 777 18.3.3 El papel de los medios de comunicación masiva / 780 18.3.4 Esfuerzos de la sociedad civil organizada / 781 18.3.5 Esfuerzos del sector público / 785 18.4 La participación social en los esfuerzos de conservación / 785 18.4.1 El papel de las instituciones locales del medio rural en la conservación ecológica / 789 18.4.2 La participación social en la protección ambiental en el medio urbano / 793 18.5 Construcción de una responsabilidad social en torno a la conservación: conclusiones, criterios y recomendaciones / 796 Referencias / 797 ► • Castillo, A., etal. 2009. Conservación y sociedad, en Capital natural de México, vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio. Conabio, México, pp. 761-801. [ 761 ] 762 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadros Recuadro 18.1 .Aportaciones de las ciencias sociales a la conservación de la biodiversidad y los ecosistemas / 765 Recuadro 18.2. La naturaleza como construcción social / 766 Recuadro 18.3. Agua y cultura en Mesoamérica / 767 Recuadro 18.4. Visión, conocimiento y uso de la biodiversidad entre los mayas de Yucatán / 770 Recuadro 18.5. Percepciones de mujeres del medio urbano en torno al ambiente / 775 Recuadro 18.6. Ecoturismo y educación ambiental en la comunidad indígena de Nuevo San Juan Parangaricutiro, Michoacán / 777 Recuadro 18.7. Educación ambiental y conservación de murciélagos en México / 779 Recuadro 18.8. Programas sobre medio ambiente en el Canal 11 de TV / 782 Recuadro 18.9. Experiencia del programa de manejo de desechos limpios y separados en El Grullo y Autlán, Jalisco / 783 Recuadro 18.10. Educación ambiental en el Consejo Nacional de Fomento Educativo / 786 Recuadro 18.11. Manejar el agua no significa controlarla: mujeres y agua en comunidades indígenas de Chiapas / 787 Recuadro 18.12. Más allá del comanejo en el uso sosten ¡ble de los recursos biológicos / 788 Recuadro 18.13. La participación social en el Programa de Ordenamiento Ecológico Territorial de la Costa de Jalisco / 792 Recuadro 18.14. Participación social y gestión de la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán / 794 18 • Conservación y sociedad 763 Resumen El objetivo central del presente capítulo es examinar algunos aspectos vinculados a la forma en que la sociedad mexicana entiende su relación con los sistemas naturales y los problemas relacionados con la conservación de la biodiversidad. Las preguntas que el capítulo pretende responder incluyen: ¿Cómo entienden los diferentes sectores sociales la relación sociedad-naturaleza? ¿Cómo se conciben los ecosistemas, la biodiversidad y los problemas ambientales? ¿Qué se ha hecho en nuestro país para difundir mensajes ambientales y promover la toma de conciencia por la sociedad? ¿Qué tanto conocen los distintos sectores sociales sobre los esfuerzos de conservación que se realizan en México? ¿Qué se entiende por participación social en la conservación, por qué es importante y qué resultados se tienen? El capítulo parte de una revisión de los trabajos existentes sobre las percepciones que sectores sociales de los ámbitos rural y urbano tienen sobre el ambiente, la relación sociedad-naturaleza y la conservación de ecosistemas. En la siguiente sección, se aborda lo realizado en materia de educación ambiental no formal, considerando los contextos urbano y rural. Se revisa, asimismo, el papel desempeñado por los medios masivos de comunicación en cuanto a la difusión de información ambiental y se examinan los esfuerzos realizados por la sociedad civil organizada y por el sector gubernamental. Más adelante se revisa el tema de la participación social en la búsqueda de soluciones a la problemática ambiental y la conservación ecológica mediante el análisis de casos del medio rural y del urbano. Finalmente, el capítulo propone una serie de criterios y recomendaciones para apoyar la construcción de una responsabilidad social que promueva la conservación y el uso sustentable de los ecosistemas del país. Entre las propuestas destaca la necesidad de que los esfuerzos sociales para la conservación de ecosistemas estén enmarcados en la construcción de opciones hacia la sustentabilidad. Para ello es necesario mejorar leyes, fortalecer instituciones, ejercer una planeación democrática y contar con un sistema de información especializado en el tema de la conservación. Son necesarios esfuerzos de sistematización o recuperación crítica de las prácticas de conservación de ecosistemas, sobre todo en los ámbitos locales. Se debe profundizar, asimismo, en el análisis integrado de los sistemas socioecológicos, los cuales deben contener estudios sobre las percepciones ambientales de la sociedad en toda su amplitud y complejidad, con la finalidad de mejorar los programas de educación ambiental y divulgación científica que apunten hacia la generación de capacidades sociales para la gestión del territorio. Se destaca la necesidad esencial de integrar la perspectiva de los habitantes locales en los programas de conservación de ecosistemas, para lo que cual deben construirse mecanismos de participación social que aseguren condiciones equitativas en el ejercicio del poder y la negociación abierta entre los actores involucrados en la conservación de ecosistemas. 18.1 Introducción Durante décadas, la conservación de los ecosistemas ha sido un tema abordado principalmente por comunida- des de científicos dedicados a la biología y la ecología. Buena parte de la información derivada de los estudios de este gremio científico ha servido de base para imple- mentar importantes políticas y acciones ambientales, como el establecimiento de áreas naturales protegidas (Guevara y Halffter 2007). La relevancia de contar con información de calidad sobre los aspectos biofísicos de los ambientes naturales es esencial para la toma de deci- siones (Ehrlich 1997). No obstante, el manejo de los eco- sistemas gracias a procesos e instrumentos de planea- ción como el ordenamiento territorial, las decisiones sobre cómo aprovechar los bienes y servicios brindados por los ecosistemas, así como la identificación y pro- puesta de acciones de restauración ambiental y la misma administración de áreas naturales protegidas, requieren no solo contar con información biológica y ecológica, sino integrar la dimensión humana en los análisis sobre los ecosistemas. Esto se ha reconocido como indispensa- ble por ecólogos como O’Neill (2001), quien ha sugerido que nuestra especie debe dejar de verse como un agente externo de disturbio y entenderse como una pieza clave en la dinámica del ecosistema, para así analizar las impli- caciones de sus acciones en la historia evolutiva del pla- neta y en la propia supervivencia humana. Diversas ini- ciativas internacionales, asimismo, han insistido en la necesidad de realizar análisis que integren los compo- nentes social y biológico, lo que actualmente se deno- minan sistemas socioecológicos o sistemas acoplados humano-ambientales (Lubchenco et al. 1991; Berkes y Folke 2000; Berkes et al. 2003; igbp e ihdp 2004; Palmer et al. 2004). Incluir la dimensión humana en la investigación sobre la problemática ambiental permite superar la visión de considerar la actividad humana únicamente como cau- 764 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio sante de exterminio de especies y destructora de ambien- tes. Nos ayuda a entender su papel en los cambios que producen sus acciones sobre el funcionamiento de los procesos naturales de la biosfera, a reconocer la comple- jidad de los fenómenos ambientales, a legitimar manejos de recursos naturales comunitarios y sustentables y, en última instancia, a encontrar nuevos caminos hacia la construcción de sociedades sustentables capaces de ase- gurar para las generaciones presentes y futuras un bien- estar humano razonable (véase el recuadro 18.1). Adentrarse en la complejidad de los sistemas socioeco- lógicos requiere enfoques de investigación y de acción diferentes a los que hasta ahora se han utilizado. Como señala Toledo (2005a), la conservación de la biodiversidad se ha examinado primordialmente desde una óptica que reduce los problemas a los relacionados con el manteni- miento de genes, especies y ecosistemas, a su entendimien- to biológico-ecológico y a su aislamiento en reservas para su protección. La adopción de visiones más amplias que toman en cuenta tanto los elementos biofísicos como los aspectos sociales, ha abierto camino para la propuesta y puesta en práctica de proyectos de investigación y desa- rrollo que permiten abordar la problemática ambiental de forma interdisciplinaria (Bridgewater 2002; Price 2002). Entre los objetivos de estas propuestas está entender los cambios que ocurren en los sistemas socioecológicos (económicos, sociales, ecológicos y evolutivos) e identi- ficar los espacios para la intervención social y la cons- trucción de futuros sustentables. Los seres humanos somos animales con la peculiar ca- racterística de dar significado a nuestra existencia y al universo que nos rodea. Mediante el uso de símbolos, del lenguaje y de la comunicación, nuestra especie inventa y reinventa un “orden de cosas” para después actuar en consecuencia (Westley et al. 2002). Los significados que damos a nuestra presencia y a la del resto de los seres vivos, así como a las relaciones que establecemos entre nosotros como sociedades, son la base sobre la cual to- mamos decisiones. Cada grupo humano le asigna distin- tos significados a sus acciones e interpreta, asimismo, las acciones de otros. Además, los humanos tenemos la capa- cidad de reflexionar, es decir, de procesar las experiencias y la información que de ellas se derivan, lo cual también nos permite encontrar maneras de enfrentar distintas si- tuaciones (Long 1992). Como seres pensantes, podemos comprender, comentar y organizar nuestra conducta de acuerdo con las representaciones que construyamos so- bre la realidad (O'Brien y Kollock 2001). Y como seres que continuamente nos comunicamos con otros, las re- presentaciones y explicaciones que construimos pueden variar y modificar las decisiones que tomamos (Berger y Luckman 1991). La transformación de nuestro entorno, consecuentemente, se torna posible gracias a la negocia- ción y el establecimiento de acuerdos comunes y de for- mas de respetarlos (véase el recuadro 18.2). El objetivo central del presente capítulo es revisar al- gunos aspectos respecto a cómo la sociedad mexicana entiende su relación con los sistemas naturales y los pro- blemas inherentes a la conservación de la biodiversidad, así como los esfuerzos educativos que han realizado dis- tintos sectores para promover la toma de conciencia en torno a los problemas y los resultados que se han obteni- do por la participación social en la transformación de las relaciones con la naturaleza para lograr la construcción de sociedades sustentables. Algunas de las preguntas es- pecíficas del capítulo son: ¿Cómo entienden los diferen- tes sectores sociales la relación sociedad-naturaleza en nuestro país? ¿Cómo se perciben los ecosistemas, la bio- diversidad y los problemas ambientales? ¿Qué se ha he- cho en nuestro país para difundir mensajes ambientales y promover la toma de conciencia por la sociedad? ¿Qué tanto conocen los distintos sectores sociales sobre los es- fuerzos de conservación que se realizan en México? ¿Qué se entiende por “participación social” en la conservación, por qué es importante y qué resultados se tienen? El capítulo reseña varios trabajos de diagnóstico que representan la variedad de casos encontrados en el país. No obstante, como se verá, si bien en los distintos temas frecuentemente se pone de manifiesto la falta de estudios y conocimientos puntuales sobre las relaciones entre los grupos de la sociedad mexicana y los sistemas naturales, nos parece que esta revisión puede ser de utilidad en los procesos de toma de decisiones sobre el ambiente. Se in- cluyen además varios casos particulares de conservación en México. 18.2 Percepciones sociales sobre LA NATURALEZA Y LA CONSERVACIÓN Entender cómo los grupos humanos construyen imáge- nes sobre el ambiente que les rodea y cómo le dan signi- ficado a su relación con los ecosistemas constituye la principal preocupación del estudio de las percepciones ambientales (Ingold 2002). De acuerdo con Arizpe et al. (1993), a partir de un problema se genera un proceso social de percepción, conocimiento y comprensión que se va construyendo utilizando, asimismo, información 18 • Conservación y sociedad 765 Recuadro 18.1 Aportaciones de las ciencias sociales a la conservación DE LA BIODIVERSIDAD Y LOS ECOSISTEMAS Elena Lazos Las ciencias sociales, entendidas como aquellas disciplinas que se abocan a la comprensión de las actividades humanas desde distintas perspectivas, han tenido desde sus orígenes la preocupación por esclarecer las relaciones sociedad- naturaleza. La filosofía, la historia, la antropología, la sociología, la economía, la demografía, las ciencias políticas, por citar solo algunas, con sus diversas escuelas y con una gran riqueza de conceptos, han inundado el pensamiento humano y lo que se ha escrito al respecto comprende muchos volúmenes. En relación con la conservación de la biodiversidad y los ecosistemas, algunas escuelas antropológicas y sociológicas han brindado conceptos teóricos y aportaciones importantes. Desde sus orígenes, los precursores de la antropología se interesaron por explicar la distribución y las transformaciones culturales de las diversas poblaciones étnicas en distintos ambientes. Había dos posiciones encontradas con múltiples defensores: una, la que postulaba el determinismo geográfico — el entorno define el hecho cultural — ; la otra, que podemos denominar como posibilismo cultural, aducía que aunque aceptaba el hecho limitante del medio, este no determinaba el hecho cultural. Desde la década de 1950, se desarrolló la escuela de la ecología cultural, cuando Julián Steward, al estar interesado en explicar las transformaciones culturales, define el medio ambiente como la causa de dichas transformaciones y la cultura como su efecto adaptativo, estableciendo que las adaptaciones ambientales dependerán del nivel cultural. A partir de entonces se expusieron varias teorías para explicar tres procesos fundamentales en la relación sociedad- naturaleza: 7 ] la relación entre tecnología y medio ambiente. Se da importancia al estudio de la cultura material y al estudio de su utilización; 2] las relaciones sociales de producción, donde se estudian las pautas de conducta asociadas a la explotación del medio, y 3 ] La influencia de las pautas culturales y simbólicas implicadas en la explotación del medio. A partir de estas reflexiones y de otras escuelas antropológicas, conceptos como organización familiar, organización comunitaria, acceso a los recursos naturales, relación entre recurso y organización colectiva nutrieron la discusión y se constituyeron como los pilares para entender la estructura y la dinámica de los grupos sociales posibles en el medio rural y urbano para lograr o no una conservación de la biodiversidad y de los ecosistemas. También se estudiaron diversos grupos étnicos para entender sus relaciones y transformaciones con el medio ambiente. Con base en estos estudios y los retos de las décadas de 1960 y 1970 para lograr un desarrollo rural con la conservación de los recursos naturales, agrónomos y biólogos se unieron a estas inquietudes con el fin de analizar conjuntamente cómo las sociedades entienden, perciben, se apropian y utilizan su entorno natural. Algunos estudios se centran en el acceso legal a la tierra, otros en los procesos desiguales económicos en la producción agrícola, otros más en la organización familiar y comunitaria para la distribución y acceso a la tierra, en los conocimientos agrícolas y botánicos de las familias campesinas, en los procesos de decisión de las familias productoras o en los aspectos políticos del manejo de los recursos. Pero todas estas investigaciones, a pesar de que ponderan unos aspectos más que otros y a pesar de partir de distintas teorías, nos dan cuenta de la compleja realidad para lograr la conservación de la biodiversidad y de los ecosistemas. Actualmente, la discusión se enfoca más en cómo lograr una participación social de los actores involucrados en la conservación y cómo llegar a negociaciones duraderas para tal efecto. ¿Bajo qué condiciones un grupo de personas puede organizarse a largo plazo para lograr un bien común, como un sistema de irrigación o la conservación de una laguna o de los bosques? Existen nuevamente distintos teóricos para explicar la acción colectiva. Los pesimistas señalan los conflictos entre los intereses individuales y los intereses colectivos, la inclinación a tomar ventaja de los demás (“free riding ") y los altos costos de transacción como los obstáculos para la participación. Por el contrario, en los años cincuenta, los optimistas que tenían sus orígenes en las ciencias políticas, afirmaban que la existencia de un interés colectivo era suficiente motivo para una acción conjunta. Pero, ¿cómo se perciben los problemas ambientales? ¿Cómo se priorizan y se comunican los problemas en una comunidad? ¿Cómo se define una comunidad en torno a un interés común, cuando sabemos que las comunidades son altamente heterogéneas? ¿Cuál es el papel de mujeres y hombres en la construcción del desarrollo sustentable? Nuevamente, los conceptos de la dinámica familiar en el nuevo medio rural sujeta a fluctuantes y masivas migraciones, el marco legal en territorios conflictivos para establecer acceso a los recursos naturales, la etnicidad y las relaciones de género como marcadores específicos de las relaciones sociedad- naturaleza son conceptos que se reformulan constantemente por las teorías sociológicas y antropológicas con el fin de entender el contexto político, social, económico y cultural de las sociedades rurales y urbanas del México actual. 766 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 18.2 La naturaleza como construcción social Leticia Durand Comúnmente definimos lo natural como todo aquello que no proviene de la actividad o la intervención humana, y en general aceptamos esta definición sin cuestionar su veracidad u origen. Sin embargo, nuestra visión de la naturaleza es, al igual que buena parte de otros componentes de la realidad, resultado de diversos procesos históricos y sociales y, por lo tanto, no puede considerarse como única y universal. En este sentido, siempre que hablamos de naturaleza es importante preguntarse a qué modelo o concepción cultural de la naturaleza nos referimos. La visión dominante de naturaleza es la gestada en el imaginario de Occidente, que además de definir lo natural en oposición a lo humano, se caracteriza también por comprender la naturaleza como una entidad objetiva cuya existencia es independiente de la presencia y la comprensión humanas. Esto quiere decir que la naturaleza tiene una existencia real y representa o significa lo mismo para todas las personas. Desde esta perspectiva, la razón y el método científico son las herramientas adecuadas para conocer lo natural, pues son capaces de develarnos las leyes y constantes bajo las que opera lo vivo. Esta capacidad del ser humano para conocer los detalles del funcionamiento de la naturaleza la transforma en una entidad poco poderosa y sujeta a la voluntad humana. Así, podemos afirmar que en nuestra sociedad impera una dicotomía entre sociedad y naturaleza que explica muchas otras dicotomías fundamentales para nuestra comprensión de la realidad. Podemos mencionar, por ejemplo, la separación que se establece entre lo femenino y lo masculino, entre lo racional y lo emotivo, entre lo salvaje y lo civilizado o entre mente y cuerpo por citar tan solo algunas. ¿Por qué concebimos a la naturaleza de esta manera y cuáles son sus consecuencias en relación con nuestro esfuerzo de conservar la biodiversidad? Para responder a estas preguntas es necesario echar mano de la historia. En la Europa medieval no existía una separación tajante entre sociedad y naturaleza, el hombre se consideraba a sí mismo como una parte integral del cosmos y observaba la naturaleza como un conjunto al que pertenecía. Esta similitud entre lo humano y lo natural provenía de la preponderancia de la religión como eje rector de la vida en esa época. Para la religión católica Dios era responsable de la creación del mundo y el hombre era producto de esa creación, al igual que los animales, las plantas o los paisajes. Lo humano era parte de lo natural al ser también una creación divina. La fragmentación de lo humano y lo natural es producto del Renacimiento, del advenimiento de la razón o el conocimiento como forma de comprender el mundo en sustitución de las ¡deas religiosas. El rasgo humano por excelencia es la capacidad de pensamiento y reflexión, y la ciencia se establece como la expresión más pura de la razón, como un instrumento para alcanzar la verdad. Se escinden, entonces, el sujeto y el objeto del conocimiento, y la naturaleza se transforma en algo externo al hombre, alejado de lo social. En poco tiempo la naturaleza pasó de ser un lugar encantado a un universo cuantifícable y apropiado por los humanos. Sin embargo, si miramos más allá de los referentes de la sociedad occidental encontramos que otros tipos de sociedades humanas tienen formas distintas de interacción y comprensión de lo no humano. Así, para algunos grupos sociales los elementos no humanos del entorno están ligados a las personas por lazos de parentesco, e incluso hay sociedades en las que la misma idea de naturaleza no existe como tal, dada la imposibilidad de distinguir discontinuidades entre los dominios de lo social y lo natural. Lo anterior indica que la idea de naturaleza a la que estamos acostumbrados es relativa, es decir, no es verdadera ni tiene un solo significado para todos lo grupos humanos y varía aun dentro de un mismo grupo social. Si la comprensión y valoración de la naturaleza es cambiante, entonces aquello que se entiende por conservación también está sujeto a variación. No todos los grupos sociales tienen las mismas opiniones y percepciones sobre lo que hay que conservar, sobre por qué y cómo conservarlo, justamente porque no existe una sola naturaleza sino construcciones sociales o modelos culturales de ella. Los esfuerzos por conservar la biodiversidad se favorecen cuando reconocen la relatividad de sus conceptos y acciones y se disponen a considerar la validez de otras interpretaciones, construyendo lo que puede llamarse naturalezas consensuadas. proveniente de otros individuos y por distintos medios. Dependiendo de los contextos culturales particulares en los que en este proceso se construyen distintas percep- ciones sobre las relaciones entre las sociedades y los eco- sistemas, se adoptan determinadas posiciones, se desa- rrollan estrategias y se realizan acciones. Por medio de las percepciones podemos acercarnos a conocer lo que los grupos sociales piensan sobre los problemas ambientales, cómo comprenden y valoran el mundo natural y cómo visualizan su responsabilidad y la de otros actores al tra- 18 • Conservación y sociedad 767 tar de resolver un problema o negociar un acuerdo. De- bido a la continua relación entre los humanos y una na- turaleza que es también cambiante, las percepciones deben verse como imágenes en movimiento (Lazos y Paré 2000). Su análisis y evaluación nos permite contar con información valiosa para la formulación de estrategias alternativas de manejo de ecosistemas y facilitar proce- sos de participación social en la toma de decisiones. En este sentido y en el contexto de la compleja diversidad cultural, ideológica y de situaciones socioeconómicas de nuestro país, la formulación de políticas públicas debiera partir de reconocer la diversidad de formas de pensar y de perspectivas en relación con la problemática ambiental. 1 8.2. 1 Percepciones sobre la naturaleza y su conservación en el medio rural En nuestro país comienzan a tener auge los estudios de percepciones sociales de los habitantes del medio rural sobre las cuestiones ambientales. La causa principal es el reconocer a estos habitantes como los principales usua- rios y propietarios de los ambientes naturales. Se estima que unas 30 000 comunidades rurales manejan alrededor de 100 millones de hectáreas, que corresponden a 60% de las tierras agrícolas productivas, y que entre 7 000 y 9 000 comunidades manejan alrededor de 70% de los bosques mexicanos (Bray 1995). Las comunidades rurales, por lo tanto, constituyen un sector fundamental en la toma de decisiones sobre los bienes y servicios brindados por los ecosistemas. Sus visiones en torno a la naturaleza, la re- lación de los grupos humanos con ella y sus ideas sobre la conservación ambiental y el propio desarrollo rural constituyen temas centrales de investigaciones encami- nadas a promover formas de manejo de ecosistemas que al mismo tiempo que mantengan su salud, procuren el bienestar de los grupos humanos (véase el capítulo 15 de este mismo volumen y el recuadro 18.3). Un estudio pionero en nuestro país enfocado a las per- cepciones del ambiente en el medio rural es el de Arizpe et al. (1993), quienes documentaron los entendimientos y el sentir de los pobladores de la región conocida como Selva Lacandona sobre el problema de la deforestación. Su interés al indagar en las ideas y expectativas de los habitantes de esta región es contribuir a la construcción de prácticas culturales, éticas y políticas que permitan un tránsito hacia modelos de desarrollo sustentable. Los re- sultados obtenidos resaltan en primer lugar que la con- cepción acerca de la naturaleza se relaciona con las creen- cias religiosas. Con una concepción de origen divino, los Recuadro 18.3 Agua y cultura en Mesoamérica Patricia Ávila Para los mesoamericanos, el agua era como un regalo y merecimiento de los dioses, con la cual habrían de vivir y fortalecerse; su naturaleza divina le confería cualidades para hacer milagros y ayudaba a limpiar y resplandecer el corazón de la gente. La disponibilidad de agua en el territorio contribuyó al surgimiento de comunidades y pueblos, ya que se ubicaron siguiendo el patrón monte- agua, es decir, al pie de los cerros donde afloraban los manantiales y se formaban los ríos y lagos; la conservación y adecuado manejo del agua y los bosques posibilitó el desarrollo de las comunidades y sociedades hidráulicas. El agua era considerada un bien común, de acceso libre y gratuito para los pobladores o miembros de la comunidad; la adopción de regulaciones sociales, tecnologías y prácticas colectivas eran necesarias para garantizar un adecuado aprovechamiento. La gratuidad del agua estaba asociada con su naturaleza divina, al ser un regalo de los dioses. De manera particular, en el valle de México, el agua desempeñó un papel esencial en la cosmovisión mexica, ya que se expresaba en todos los planos de la vida material y espiritual. Sin agua, el maíz, tomate, calabaza, frijol y demás sustentos no podían germinar; la vida de los seres humanos, las plantas y animales, se acabaría. Así, la importancia sociocultural del agua va más allá de ser un elemento vital, ya que sus significados y representaciones muestran una concepción mítica sobre el origen del mundo y la naturaleza humana. Y si bien tal percepción se ha ido recreando y transformando con el pasar del tiempo, se encuentra aún arraigada en los pueblos indígenas del México contemporáneo y "profundo”. Para ejemplificarlo tenemos el caso de la Meseta Purépecha, una región indígena del occidente de México donde el recurso agua es muy limitado. Desde la cosmovisión purépecha, el agua tiene un origen sagrado y divino que se expresa en una diversidad de mitos, rituales y fiestas, así como de prácticas de uso y manejo eficiente, múltiple y diversificado del recurso. La comunidad e instituciones asociadas con la gestión del territorio son quienes definen las regulaciones sociales para garantizar un acceso equitativo del agua entre la población, ya que es reconocida como un bien social que es patrimonio de la colectividad. 768 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio campesinos indígenas y mestizos utilizan los términos “tierra”, “mundo” o “todo” para nombrar el entorno natu- ral del que forman parte. El uso de los términos natura- leza o medio ambiente se asocia más con la escolaridad. Al preguntar a una mujer campesina por el significado del término naturaleza, su respuesta fue “Yo no sé qué cosa es eso, yo no estudié” (p. 96). Respecto a las formas de utilización de los recursos naturales, los resultados de ese estudio señalan la existencia de tres grupos entre aquellos que aceptan un origen religioso del mundo. Pri- mero están los que expresan que la naturaleza fue creada para su utilización por los humanos; después hay quienes justifican su destrucción debido a las necesidades econó- micas de los pobladores, y un tercer grupo, menor que los anteriores, que reconoce la importancia de conservar los sistemas naturales. En el sector urbano, entre habi- tantes de Palenque, las autoras encontraron concepcio- nes no religiosas en las cuales se reconoce la dependencia de los humanos respecto a los recursos naturales y se muestra preocupación por las consecuencias del uso no racional, atribuyendo esto a la falta de conciencia de los ciudadanos. Otro resultado interesante son las diferen- cias entre indígenas y mestizos en cuanto a las prácticas que realizan. Se menciona también que en los poblados indígenas los habitantes conservan en mayor grado árbo- les y vegetación en general, y utilizan más plantas medi- cinales y frutos naturales de la selva. En contraste, en los ejidos con población mestiza que han migrado de otras regiones del país, la vegetación ha sido arrasada y los ha- bitantes expresan el deseo de urbanizar lo más pronto posible. Finalmente, y en relación con el problema de la deforestación, se reporta que entre los peligros que la gente expresa, solo 7% de los 432 entrevistados recono- ció la deforestación. Otras causas son citadas como más importantes: la guerra (24%), la pobreza (14%), la conta- minación (8%), las actitudes de la gente (8%) y las enfer- medades (8%). Cabe señalar que la encuesta se llevó a cabo a finales de 1990, cuando la guerra en el Medio Oriente era inminente. Resalta la preocupación por la pobreza en relación con la falta de tierras, de trabajo y de apoyos gubernamentales. Respecto a la contaminación, se habla principalmente de contaminación del aire y las autoras señalan la gran influencia que tiene la información difun- dida por la televisión sobre la contaminación en la Ciu- dad de México. Solo en dos comunidades, Pico de Oro y Reforma Agraria, reconocidas entre las primeras de las migraciones a la región lacandona durante la década de 1980, se encontró que para sus habitantes la deforesta- ción era un problema prioritario. En estas comunidades se reconoció que mediante programas gubernamentales, los habitantes cuentan con mayor información y han ad- quirido conciencia sobre las implicaciones tanto de ca- rácter ecológico (falta de lluvia, ausencia de poblaciones animales) como sociales (peligros para los campesinos, falta de opciones productivas) de este fenómeno. Otro trabajo importante en este tema es el realizado por Lazos y Paré (2000) sobre las percepciones de los in- dígenas nahuas del sur de Veracruz sobre el deterioro ambiental de la Sierra de Santa Marta. Partiendo de que para planear e implementar políticas y acciones tendien- tes a solucionar los problemas ambientales es necesario conocer cómo los grupos sociales perciben las transfor- maciones en un territorio particular, este trabajo recoge las perspectivas de indígenas habitantes de los municipios de Pajapan, Tatahuicapan y Mecayapan. Con una meto- dología de investigación cualitativa, las autoras intentan comprender los significados que los habitantes indígenas dan al deterioro ambiental. Realizaron 156 entrevistas (70 campesinos y campesinas; 30 productores que fungen como pastores de distintas denominaciones religiosas; 29 autoridades en las tres cabeceras municipales; 14 maes- tros de primaria y secundaria, y 13 estudiantes). Respecto al deterioro ambiental, en el estudio se registran percep- ciones que no son homogéneas: por un lado, los ancianos cuentan que en el pasado “todo era monte” y después la selva se fue alejando y las milpas quedaron cerca, “la mon- taña quedaba siempre más lejos” (p. 103). La transforma- ción en parcelas de manera desordenada, en función de los intereses económicos de actores externos a las comu- nidades indígenas, se reconoce como causa importante que llevó a la severa transformación de grandes porcio- nes de selva. Para los campesinos adultos, no obstante, esta transformación se ve como necesaria para la subsis- tencia y progreso de los pueblos. El reconocimiento del deterioro como tal se expresa más que nada en la pérdida de recursos y la existencia de un paisaje triste y una tierra cansada y agotada. Se distinguieron tres grupos respecto a sus percepciones sobre el deterioro; un primer grupo está compuesto principalmente de personas mayores y mujeres jóvenes que no reconocen el deterioro como tal. La explicación de los ancianos es que las plantas y los animales que antes cubrían la mayor parte del territorio, ahora se han refugiado en los cerros. Piensan que el pro- ceso es reversible y que se dará cuando los humanos aprendan a respetar el monte. El caso de las mujeres jó- venes se explica por su desconocimiento de la selva; nin- guna de las entrevistadas expresó haber visitado la selva. En un segundo grupo se encuentran hombres y mujeres 18 • Conservación y sociedad 769 adultos, así como una porción de ancianos, ancianas y jóvenes de ambos sexos; aunque este grupo reconoce un proceso de deterioro, considera que la selva tiene sus propios procesos de regeneración natural. Como parte de su práctica campesina, son testigos del establecimien- to de milpas y del resurgimiento de la vegetación durante los ciclos de descanso. Un tercer grupo, formado en su mayoría por hombres y mujeres adultos y una buena pro- porción de jóvenes, reconoce con más detalle problemas de deterioro como la contaminación y la disminución del caudal de los ríos, la pérdida de la fertilidad del suelo, la erosión, los cambios en las lluvias y la pérdida de fauna. Relacionan estos efectos con la acción humana y encuen- tran en las actividades de otros las causas de sus propias pérdidas. Por ejemplo, los pescadores reconocen mayor- mente la contaminación de los ríos y la atribuyen a que los ganaderos y los milperos vierten los residuos de los plaguicidas en los cuerpos de agua. Los milperos, a su vez, culpan a los motosierristas de la deforestación. Entre los resultados de este trabajo destaca también la identifi- cación de mecanismos de regulación del aprovechamien- to de los recursos obtenidos de la selva mediante lo que se denomina “el imaginario colectivo”. Esto es, son los dioses de la tierra, de las aguas y de los montes, los res- ponsables de velar por el buen uso de los recursos. Lo que reconocen los indígenas es que mientras ellos respe- ten ciertas reglas, los dioses les seguirán procurando fau- na y flora para su sustento. Existen varios trabajos en relación con la conservación y los esfuerzos que, desde distintos ámbitos, se hacen para proteger áreas naturales. Para la misma Sierra de Santa Marta, que forma parte de la Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas, Durand (2002) analizó las perspectivas de los ha- bitantes de una comunidad en cuanto a su valoración de la selva, los beneficios obtenidos de la conservación y de la propia reserva, y sobre los proyectos de conservación y desarrollo impulsados por distintos organismos. Sobre la selva, los resultados indican que en la actualidad los mitos indígenas, la religión, los discursos ambientalistas y las experiencias personales se mezclan y forman con- cepciones diversas. Se identifica al hombre como más poderoso que la naturaleza por actividades como la cace- ría, y se encuentra subordinado a ella cuando alguien se enferma. La selva se reconoce también como fuente de importantes recursos como leña, madera, plantas y ani- males. Respecto a la presencia de la reserva de la biosfera, los 19 ejidatarios entrevistados sabían de su existencia aunque no pudieron explicar sus objetivos. Finalmente, respecto a los proyectos de conservación y desarrollo que se han impulsado en la región, se encontró que los pobladores con más años viviendo en la región y aquellos con mayor número de dependientes económicos son más participativos. Otro estudio sobre las percepciones en materia de conservación es el realizado por Kaus (1993), que examina el caso de la Reserva de la Biosfera de Ma- pimí en Durango. Esta autora recoge las distintas per- cepciones de los diferentes actores relacionados con el área, e incluye, por ejemplo, las dificultades para comu- nicarse entre los científicos que realizan investigación en el área quienes describen el paisaje de manera diferente (p. ej., unidades con base en características geomorfológi- cos y de comunidades de plantas) y los campesinos locales (que dividen el paisaje de acuerdo con parcelas producti- vas y fuentes de abastecimiento de agua, por ejemplo). Estudios similares son los realizados en la zona aledaña a la Reserva de la Biosfera Chamela-Cuixmala, ubicada en la costa de Jalisco (Castillo etal. 2005). Aunque dentro de esta reserva no se encuentran asentamientos humanos, en su zona aledaña existen comunidades ejidales (70% del territorio municipal son ejidos) y de avecindados, así como pequeñas propiedades y una industria turística para visitantes de alto nivel económico. Con base en el reconocimiento de los ejidatarios como uno de los prin- cipales grupos que toman decisiones en esta región, se han realizado trabajos encaminados a conocer sus ideas sobre la selva tropical seca, su transformación para llevar a cabo actividades agropecuarias y su conservación. Los resultados que se presentan se basan en alrededor de 180 entrevistas realizadas con habitantes rurales; resalta que para los productores rurales, las tierras que el gobierno les repartió al crearse los ejidos durante los años sesenta y setenta se conciben para la producción agropecuaria y la idea de dejar terrenos sin transformar (con fines de conservación) se ve como una decisión ajena a los intere- ses de los campesinos: “la gente no tiene recursos para abrirse camino que no sea otro más que empastar,1 el que lo conserva es por gusto o por flojera, la idea de ser ejida- tario es tumbar y empastar” (Magaña 2003). La presencia de la reserva de la biosfera, cuyas tierras son propiedad de la unam (Estación de Biología Chamela) y de una or- ganización de carácter privado (Fundación Ecológica de Cuixmala), no se ve como algo que brinde beneficios a las poblaciones locales. Se acepta que si los dueños pueden “darse el lujo” de no desmontar, es decisión de ellos. La misión de la reserva no se entiende con claridad y sobre los trabajos de investigación que se realizan [el sitio se identifica como uno de los más estudiados de la región tropical americana (Noguera etal. 2002)], la gente expre- 770 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio sa que a los científicos solo les interesa “sacar informa- ción para ellos, para sus trabajos” y que “no hay interés de hacer estudios aplicados” o “cosas que sean útiles” (Puja- das 2003). No obstante, los ejidatarios y sus esposas reco- nocen que la presencia de vegetación y áreas naturales brinda a los grupos humanos satisfactores como sombra y un clima fresco; espacios de recreación a la orilla de ríos y esteros, o el acceso a productos como leña, plantas me- dicinales, animales para caza o materiales de construc- ción como hojas de palmas para techos. La apreciación escénica es también importante para los pobladores lo- cales: “se ve bonito cuando uno va al cerro y ve los paja- ritos que están cantando y para alegrar” (Martínez 2003). A pesar de que los pobladores detectan procesos que se pueden asociar al deterioro ecológico como la disminu- ción en los “animales del cerro”, la disponibilidad de ma- teriales para construcción y leña o la presencia de enfer- medades para el ganado, los pobladores no expresan una necesidad de restaurar los sitios degradados y restablecer la provisión de servicios ecosistémicos. En esta región del trópico seco en donde existe una gran variabilidad inte- ranual en la precipitación, la falta de lluvia se identifica como el principal factor que explica problemas como la reducción en la productividad de los pastos para la cría de ganado y la disminución en la oferta de productos del monte como la leña o los animales para cacería (Cordero 2005). En relación con el turismo, los administradores de establecimientos turísticos (22 unidades) dicen conocer de la existencia de la reserva y la estación de investiga- ción, por los letreros que se encuentran a la orilla de la carretera. Aunque se identifica su función en cuanto a la protección de la vida silvestre y se reconoce un potencial para el desarrollo de actividades de ecoturismo, se critica el aislamiento de estas instituciones y la casi nula interac- ción con el sector turístico (Godínez 2003). Finalmente, en un estudio sobre las actitudes y percepciones de niños y niñas de 12 comunidades aledañas a la reserva de la bios- fera se encontró que estos conocen más sobre la fauna que sobre la flora del bosque tropical seco y, o descono- cen en general la existencia de la reserva o la distancia de las comunidades a la reserva no influye en estos conoci- mientos (Amante 2006). Con una perspectiva similar de documentar las distin- tas concepciones existentes en torno a un área protegida, Fraga (2006) analizó, con un enfoque etnográfico, las re- laciones entre los discursos de los administradores de la Reserva de la Biosfera Ría Lagartos en Yucatán, y los de los habitantes locales. Reconoció que a pesar de que esta reserva tiene más de 20 años de existir, ha sido solo du- rante los últimos seis años cuando se ha intentado inte- grar a las poblaciones locales en su conservación. Resal- tó, asimismo, que existe una oposición entre el “concepto moderno de conservación” (vinculado con la ciencia oc- cidental) y la “conservación tradicional”, como una acción de habitantes locales (pescadores), que han establecido reservas marinas como áreas reservadas para “los malos tiempos” para lidiar con la disminución en la captura de peces. La importancia de estos trabajos radica en la ilustra- ción de las diferentes perspectivas que en torno a los pro- blemas ambientales y la conservación tienen distintos grupos sociales. Se evidencia que los habitantes del me- dio rural, principalmente los indígenas, como usuarios directos de los servicios ecosistémicos, valoran significa- tivamente los sistemas naturales y tienen percepciones favorables a la conservación y el manejo sustentable de los recursos naturales (véase el recuadro 18.4). Asimis- mo, resaltan las diferencias entre los sectores sociales en cuanto al entendimiento de los problemas y la identifica- ción de responsabilidades. Recuadro 18.4 Visión, conocimiento y uso de la biodiversidad entre los mayas de Yucatán Víctor M. Toledo • Narciso Barrera-Bassols La población de las culturas indígenas del mundo, se estima en cerca de 700 millones. Los pueblos indígenas de Yucatán, uno de los laboratorios bioculturales más fascinantes del mundo, en virtud de sus particulares porciones de mayor biodiversidad del planeta, mantienen una relación sagrada con el mundo de la naturaleza (Toledo 2001). Esta relación se encuentra íntimamente ligada tanto con sus formas de conocimiento como con sus prácticas, usos y manejos. Durante las últimas décadas ha habido una proliferación de estudios sobre este tema en Mesoamérica. Uno de los ejemplos mejor documentados es el de los mayas que habitan la Península con sus condiciones biológicas, geológicas, físicas y meteorológicas y de la muy antigua existencia de una cultura que ha sabido reconocer y aprovechar la biodiversidad 18 • Conservación y sociedad 771 regional y de coexistir con ella. Cuatro rasgos distinguen a esa región donde han ocurrido y siguen ocurriendo procesos socioambientales de gran trascendencia: a] su topografía plana, carente de elevaciones, sin recursos de agua superficiales en su porción norte, y con abundancia de humedales en su porción central y sur, cubierta por diferentes tipos de selvas tropicales, con una marcada estacionalidad en la precipitación y suelos calizos, delgados y pedregosos; b] la enorme antigüedad de la presencia humana, estimada en más de 5 000 años; c] la existencia de un proceso civilizatorio de muy larga duración representado por el devenir de la cultura maya, cuyo más antiguo registro se remonta 3 000 años atrás, además de procesos más particulares como son la domesticación o el uso de especies domesticadas fuera de la región desde hace unos 5 400 años, y d] los altos niveles de heterogeneidad ambiental o paisajística, que se expresa en la vigencia de una moderada diversidad biológica, no obstante ser un territorio habitado durante miles de años, en ocasiones bajo patrones de alta densidad de población humana. Estas características ecológicas y culturales han dado lugar a innumerables controversias en torno a la larga permanencia de la cultura maya en un entorno ambiental pleno de dificultades y restricciones, pues a los suelos poco aptos para la producción agrícola y las limitadas ofertas de agua deben agregarse dos factores más que incrementan el riesgo: los incendios forestales recurrentes, especialmente en su porción caribeña, y la alta frecuencia de huracanes. El "misterio maya", expresado en la pregunta ¿cómo una cultura de 3 000 años de antigüedad ha logrado permanecer en condiciones geofísicas y climáticas tan poco favorables?, ha motivado centenas de artículos y decenas de libros escritos desde la arqueología, la paleoecología, la geografía física y cultural, la etnohistoria y la ecología humana (Toledo 2005b). Si algo puede derivarse de esta secuencia de contribuciones, es que una posible explicación recae en la habilidad de la cultura maya para conocer, utilizar y manejar la biodiversidad local y regional, y para crear espacios productivos marcados por mosaicos diversificados de paisajes. Esta idea, que fue originalmente postulada en un artículo pionero por Barrera, Gómez-Pompa y Vázquez-Yanes (1977), ha venido confirmándose tanto por estudios sobre el pasado maya como por investigaciones sobre las comunidades actuales. El análisis de los mayas yucatecos contemporáneos, realizado por los autores desde una perspectiva etnoecológica, encuentra en dos rasgos de la cultura maya dos mecanismos esenciales de resiliencia socioambiental: el concepto sagrado de salud (o de equilibrio), sobre el que descansa buena parte de su cosmovisión, aplicado transescalarmente desde el propio cuerpo humano y la casa, hasta el huerto, la parcela y el mundo entero (Fig. 1), y la estrategia maya de uso múltiple que privilegia a escala del hogar el aprovechamiento de toda una gama de recursos naturales (variedades, especies, vegetaciones y paisajes), tanto para fines de subsistencia como para su intercambio económico (Fig. 2). En ambos casos, emerge un panorama donde cultura y biodiversidad coexisten como dos entidades interdependientes. En el primer caso porque la visión sagrada de la naturaleza y de las especies, que deifica y reconoce en plantas, animales y hongos conjuntos de Figura 1 Cosmovisión de los mayas yucatecos. 772 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 18.4 [concluye] f Shuhuy k'aax (bosque maduro) Kan’anal k'aax >100 años Hubche'< V Kelenche’ 1 5-30 años Kan'anal hubche' 10-15 años \ Kambal hub-chu' o Tarrikelen-hubchu' <10 años Kuch orTankab (huerto familiar) i^T1 Ka'anché (semillero) Ch’aake’en í primer año Kool (milpa) 5* segundo año m V tercer ano Pet-kot Tol-ché (corredor forestal) hortalizas Pach-pakal (policultivo) Figura 2 Estrategia de uso múltiple de los mayas yucatecos. deidades con las cuales hay que dialogar durante el acto de apropiación (intercambio simbólico), les dota de una cierta "racionalidad” conservacionista, que explica en parte la permanencia de la biodiversidad no obstante la larga ocupación humana. En el segundo caso porque revela tanto la importancia de los detallados conocimientos tradicionales o locales sobre el universo natural como el armazón de resistencia que significa sobrevivir a partir de innumerables especies. La variedad en la vegetación explica la riqueza florística: de 2 400 a 3 000 especies de plantas en la totalidad de la Península, de las cuales unas 2 200-2 400 se restringen a la porción mexicana; y esta diversidad florística de la región se ve reflejada en el detallado conocimiento maya de las plantas. Estudios etnobotánicos a nivel de comunidad reportan conocimientos locales para 920 (Cobá) y 826 (Chunhuhub) taxa o "morfoespecies" (Anderson 2005). Un diccionario regional etnobotánico elaborado por Arellano-Rodríguez et al. (1992) documentó nombres y usos mayas para una lista de 2 166 especies, y S. Flores reportó nombres locales para 88% de las 260 especies de leguminosas, que es la familia mejor representada en la Península. Una investigación realizada por Ramírez-Barajas et al. (2001), a escala comunitaria (Petcacab, Quintana Roo), develó el uso de 383 especies de animales y plantas, en tanto que el detallado estudio de una milpa maya realizado por Terán et al. (1998) arrojó un total de casi 50 especies y variedades además del maíz. Cifras igualmente elevadas se observan en los huertos familiares (200 a 400 especies útiles) y en las actividades de recolección y extracción forestal. 18 • Conservación y sociedad 773 1 8.2.2 La percepción urbana sobre la relación sociedad-naturaleza y la conservación En esta sección se hace una breve descripción de algunos resultados de investigación referidos a las percepciones acerca de la relación entre los seres humanos y la natura- leza, así como sobre las preferencias por la diversidad biofísica y social del entorno en el que viven algunos mexicanos de zonas urbanas. Nos referimos, asimismo, a otros tipos de percepciones ambientales que afectan la conducta de estas personas. En el ámbito mundial, la relación ser humano-natura- leza ha pasado de ser concebida desde una perspectiva eminentemente ecológica, como en las sociedades pre- agrícolas, a una de corte antropocéntrico que fue, hasta hace poco tiempo, característica de las sociedades occi- dentales industrializadas. La visión antropocéntrica con- cibe a los humanos como seres excepcionales, no sujetos a las leyes biológicas que rigen los ecosistemas naturales. También los asume como seres capaces de modificar el entorno a su libre albedrío con el fin de obtener provecho de los recursos que este les brinda, aunque con esto se incurra en la sobreexplotación de esos recursos, los cuales se contemplan como ilimitados (Dunlap et al. 2000). De manera alternativa, la visión ecocéntrica (más enfocada en el valor de los ecosistemas) concibe al ser humano como un componente más de la naturaleza, sujeto a sus leyes; le otorga valor intrínseco a todas las especies vivas y a los constituyentes inertes de la naturaleza, y reclama un control de las actividades humanas con el fin de evitar una disrupción en los ecosistemas del planeta. Para me- dir estas dos visiones del mundo se desarrolló en Estados Unidos una escala denominada Nuevo Paradigma Am- biental (Dunlap y Van Liere 1978), la cual se ha aplicado de manera intensiva en diferentes lugares del mundo. Este instrumento consiste en una serie de enunciados es- critos (una parte de ellos ecocéntricos y el resto antropo- céntricos) ante los cuales las personas manifiestan su gra- do de acuerdo. Al aplicar esta escala en México, algunos estudios en poblaciones urbanas han encontrado niveles de acuerdo con la visión ecocéntrica, que sobrepasan a los de la visión antropocéntrica (Le., Corral-Verdugo et al. 1997; Corral- Verdugo y Armendáriz 2000), lo cual pare- ce indicar que entre la población mexicana se acepta más una visión ecológica que una de predominio humano so- bre la naturaleza. Al comparar estos resultados con los de países como Estados Unidos, Japón, y Perú, se han obte- nido puntajes mayores de aceptación de la visión ecocén- trica en las muestras mexicanas, aunque las diferencias en puntajes entre los cuatro países no son muy grandes (Bechtel et al. 2006). En donde sí se han encontrado notorias diferencias es en la manera de relacionar las creencias ecocéntricas con las antropocéntricas. En las sociedades industrializadas de Norteamérica y Europa se tiende a hacer antagónicas estas dos visiones, es decir la población se adscribe a la percepción antropocéntrica o acepta la ecocéntrica, pero no las dos de manera simultánea (Bechtel etal. 1999). Sin embargo, en investigaciones tanto con muestras de estu- diantes como de la población general de ciudades del norte de México (Hermosillo y Ciudad Obregón), se ha reportado que las personas no ven una contradicción en- tre aceptar el ecocentrismo y el antropocentrismo a la vez (Corral- Verdugo y Armendáriz 2000; Bechtel etal. 2006). Aunque las personas son capaces de distinguir entre am- bas visiones, y encontrarlas con identidad propia, aparen- temente no perciben un conflicto entre el reconocimiento del valor intrínseco de la naturaleza, mostrar preocupa- ción por su deterioro y, a la vez, reconocer la excepciona- lidad del ser humano y su derecho de hacer uso de los recursos naturales. De acuerdo con Corral-Verdugo y Ar- mendáriz (2000), esta forma de percibir las relaciones ser humano-naturaleza responde a su carácter holístico (con- traria al pensamiento dualista de las sociedades occiden- tales), caracteriza a las comunidades tradicionales no in- dustrializadas, y se acerca más a una visión de búsqueda por un desarrollo sustentable. Este tipo de desarrollo im- plica un estilo de vida que, siendo responsable con los sistemas naturales (reflejo del ecocentrismo), busca re- solver las necesidades humanas actuales y futuras (reflejo del antropocentrismo). En este sentido, cabe preguntarse si una mayor exposición al tratamiento de los temas am- bientales de los mexicanos de ciudades del norte del país se traduce en acciones de protección del ambiente. En los estudios mencionados, las correlaciones entre las creen- cias ecocéntricas y el número de acciones de cuidado ambiental resultan ser de moderadas a leves (Corral- Ver- dugo y Armendáriz 2000; Corral-Verdugo et al. 2003), lo cual implica que se requiere algo más que cambiar la es- tructura de las percepciones ambientales para procurar una acción de carácter sustentable. Otra área de estudio que se ha iniciado recientemente tiene que ver con la afinidad que muestran las personas respecto a la diversidad física, biológica y social de su entorno. Esta afinidad se define como una preferencia por la existencia de diferencias en el entorno sociofísico, y se manifiesta en el gusto por diferentes climas, geogra- fías y paisajes, así como por la diversidad de especies ani- 774 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio males y vegetales, en la parte fisicobiológica. En la parte social, se manifiesta también como una aceptación por la diversidad de religiones, orientaciones políticas, edades, géneros y orientaciones sexuales, entre otros. Una investi- gación realizada con una muestra representativa de la po- blación general en la ciudad de Hermosillo (Corral- Verdugo et al. 2006) reveló que, en términos de aprecio por la di- versidad social, las personas investigadas aprecian más la diversidad racial y socioeconómica, y menos las diferen- cias en orientaciones políticas, religiosas o sexuales. Con respecto a la diversidad física y biológica en el entorno, las preferencias mayores se manifestaron por la variedad en flora y fauna, y menos por la diversidad climática y de hábitats para vivir. El estudio también reveló que las per- sonas con mayor afinidad hacia la diversidad tienden moderadamente a ser más cuidadosas con los recursos naturales. También tienden a ser menos intolerantes con las ideas, características personales y prácticas culturales de otros individuos. Otros tipos de percepciones ambientales tienen, asi- mismo, un efecto significativo en la conducta ambiental de habitantes en ciudades mexicanas. Si las personas en zonas urbanas se dan cuenta de que otros desperdician recursos naturales como el agua, disminuyen su motiva- ción por ahorrar este recurso y, consecuentemente, tien- den también a desperdiciarlo (Corral-Verdugo etal. 2002). Las creencias en la obligación de cuidar el agua, así como la percepción sobre los riesgos para la salud que implica el no cuidar este recurso (falta de higiene, deshidrata- ción, enfermedades en general), fueron situaciones que predijeron el cuidado del agua en una investigación con habitantes de la Ciudad de México (Bustos etal. 2004). En otro estudio, desarrollado en dos ciudades del estado de Sonora, se encontró que el creer en la necesidad de cas- tigar prácticas antiambientales afecta positivamente el esfuerzo de conservación ambiental. Lo anterior se ma- nifestó como actitudes favorables a la necesidad de apli- car sanciones por parte de las autoridades, a las personas que desperdician recursos naturales. Además, mientras más acentuada fue esta actitud, mayor fue el compromi- so personal que los participantes en el estudio manifesta- ron para cuidar estos recursos (Corral- Verdugo y Frías- Armenta 2006) . Cabe señalar, finalmente, que se requieren muchos más estudios a nivel regional o del país, para ase- gurar la representatividad de las muestras y de los resul- tados obtenidos. Hasta ahora solo es posible caracterizar las muestras estudiadas como grupos con mayor orienta- ción ecocéntrica que antropocéntrica. Los mexicanos investigados tienden a mostrar visiones holísticas del en- torno natural, de acuerdo con las cuales la preocupación por el ambiente no está reñida con el deseo de disfrutar los recursos naturales. Su afinidad por la diversidad los lleva a cuidar el entorno físico y social, quizá porque la diversidad es una condición esencial de cualquier sistema ecológico; además, sus creencias y percepciones orientan de manera significativa su comportamiento. Las creencias ambientales, sean eco o antropocéntricas, así como las percepciones acerca de la conducta anti o proambiental de otros y las preferencias por la diversidad se constituyen en influencias directas de las conductas proecológicas de los ciudadanos estudiados (véase el recuadro 18.5). Se debe resaltar la importancia de llevar a cabo más estudios sobre las percepciones de otros grupos sociales en nuestro país. Sectores como los funcionarios públicos de distintas ramas, incluida la ambiental, los grupos em- presariales, el sector obrero e incluso grupos como los militares podrían ser sujetos de gran interés para la in- vestigación sobre percepciones ambientales. 18.3 La TOMA DE CONCIENCIA SOBRE LA PROBLEMÁTICA AMBIENTAL Y LA IMPORTANCIA DE LA CONSERVACIÓN La comprensión que tenemos del papel que desempeñan las sociedades humanas en el funcionamiento de la bios- fera y la problemática ambiental modela en gran medida nuestra relación con la naturaleza. Ante la gravedad de la crisis ambiental en sus dimensiones local, regional y glo- bal, desde hace más de tres décadas han cobrado fuerza movimientos sociales encaminados a la toma de concien- cia sobre la situación tanto de los sistemas que sustentan el fenómeno de la vida sobre el planeta, como sobre los problemas que enfrentamos los seres humanos, toda vez que nuestro bienestar depende en gran medida de los bie- nes y servicios brindados por los ecosistemas. Del mismo modo, la educación ambiental se ha constituido en un campo de acción que ha sido reconocido como provee- dor de información y capacitación para la adquisición de capacidades, a la vez que como promotor de valores, ac- titudes y conductas favorables hacia el entorno natural y social de los grupos humanos (González 1996). La constitución de los rasgos dominantes de la educa- ción ambiental en el mundo puede localizarse en los en- foques y propuestas realizadas desde los países industria- lizados, que a su vez fueron promovidos por organismos multinacionales como la unesco. No obstante, en Méxi- co y en otras partes de América Latina, debido a su tardía 18 • Conservación y sociedad 775 Recuadro 18.5 Percepciones de mujeres del medio urbano en torno al ambiente Haydea Izazola La Ciudad de México representa un ejemplo emblemático de la crisis ambiental urbana de la actualidad, aunque desde su fundación los asentamientos humanos impusieron severas cargas al ecosistema (Ezcurra 1992, 2000). La transformación del sistema de lagos, a lo largo de 400 años, en una mancha urbana de una superficie similar (1 500 km2) es uno de los cambios ambientales más radicales registrados en la historia del país, y quizá del planeta. A partir de la década de 1970 empiezan a manifestarse los efectos ambientales de la urbanización e industrialización aceleradas, y a mediados de 1980 se inicia la medición y el monitoreo de la calidad del aire de manera sistemática. Desde 1990 se comienzan a diseñar programas para enfrentar el problema de la contaminación atmosférica que alcanza niveles alarmantes en 1991 y 1992. Si bien estos programas han contribuido a superar las contingencias ambientales pasadas, han resultado ser insuficientes dada la magnitud del problema (Molina y Molina 2005). En 1992, se celebra la Conferencia de Naciones Unidas para el Desarrollo y el Medio Ambiente (Cumbre de Río); su amplia difusión en los medios masivos de comunicación contribuyó a una mayor toma de conciencia sobre la crisis ambiental en la capital de nuestro país. Por otro lado, el censo de población de 1990 registró por primera vez en la historia reciente un saldo neto migratorio negativo en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, es decir emigró de ella más población que la que inmigró. Diversas razones explicaban este cambio en la dinámica migratoria; quizá la más novedosa — sustentada en los resultados de la Encuesta Nacional de Migración en Áreas Urbanas de 1986 — atribuía la creciente emigración a las malas condiciones ambientales. De acuerdo con esta encuesta, una tercera parte de los habitantes de esa zona manifestó su deseo de cambiar de residencia, dando como razones la vida agitada en la capital, la contaminación ambiental y la falta de seguridad pública (Partida 1994; Izazola y Marquette 1999). Frente a estos hallazgos y a la preocupación generalizada por las condiciones ambientales de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, se llevó a cabo una investigación de corte cualitativo entre mujeres emigrantes de la capital en cinco ciudades medias del centro del país (Cuernavaca, Querétaro, Pachuca, Toluca y San Luis Potosí), quienes habían cambiado de residencia precisamente por esas malas condiciones ambientales. Las técnicas de investigación utilizadas fueron los grupos de enfoque y las entrevistas biográficas (Izazola y Marquette 1999). La principal pregunta que guió la investigación fue; ante una situación de deterioro ambiental tan grave como la registrada a finales de los ochenta y principios de los noventa en la capital del país, ¿cuáles son los factores que hacen que algunos miembros de la población tomen la decisión de emigrar mientras otros permanecen en la ciudad? Las participantes en la investigación fueron contactadas por medio de la técnica de la bola de nieve y en su mayoría se trataba de mujeres pertenecientes a familias en fases iniciales del ciclo vital familiar — recién casadas o con hijos pequeños. Contaban con una escolaridad universitaria, sus ingresos familiares eran muy superiores a la media nacional, y habían sido las iniciadoras del proceso de toma de decisión de emigrar de la capital. A partir de las discusiones individuales y grupales, pudimos interpretar que su decisión migratoria estuvo definida por sus percepciones ambientales de la Ciudad de México, vinculadas con determinaciones de género. Entre los factores que las llevaron a tomar la decisión de cambiar su lugar de residencia, se encuentran; 7 ] Demográficos; al encontrarse en fases iniciales del ciclo vital familiar fueron más sensibles a la influencia de la mala calidad del aire en la salud de los miembros más vulnerables (niños pequeños y mujeres embarazadas). 2] Socioculturales; la escolaridad avanzada las hizo más sensibles a la información que se transmitía en los principales medios de comunicación sobre la mala calidad del aire y la relación con los episodios de enfermedad de sus hijos. Dadas sus relaciones de pareja equitativas promovieron y convencieron a sus cónyuges de la conveniencia de emigrar. 3] Económicos; su pertenencia a familias de clase media alta les facilitaba tomar una decisión como la emigración, pues contaban con los recursos suficientes para realizar el cambio de residencia. Sus cónyuges pudieron insertarse en el mercado laboral en las ciudades de destino con relativa facilidad, y la mayoría de ellas retomaron papeles tradicionales de género, a pesar de haber sido profesionistas exitosas antes de emigrar. El caso presentado es solo uno entre la gran multiplicidad de situaciones. La mayor parte de la población de la Ciudad de México carece de los medios necesarios para solucionar la exposición al deterioro ambiental mediante la emigración, y muy probablemente no se cuestione la adversidad ambiental, frente a las oportunidades económicas y culturales que ofrece la capital para los diversos grupos demográficos y socioeconómicos. 776 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio aparición y precaria institucionalización, la educación ambiental se ha desarrollado con un enfoque más político sustentado en las grandes diferencias socioeconómicas entre países, así como entre los distintos grupos de la so- ciedad mexicana, vinculándose por ello a tradiciones edu- cativas de corte liberal o emancipador (Gadotti y Torres 1993; Esteva 1997; González Gaudiano 1999). Un educa- dor cuya influencia ha sido esencial en la región es, sin lugar a dudas, Paulo Freire. Su planteamiento central ha sido cuestionar el modelo dominante de desarrollo e iden- tificar los espacios mediante los cuales la educación am- biental puede contribuir a promover una transformación social que, a la vez que permita el mantenimiento de los sistemas ecológicos, atienda los problemas asociados con la pobreza y asegure una mejor calidad de vida para la mayoría de la población (Puiggrós 1993). 1 8.3.1 La educación ambiental no formal en el ámbito urbano La educación ambiental en las áreas urbanas representó, desde principios de la década de los años ochenta, el es- pacio de actuación más visible en nuestro país. Quizá debido a la mayor facilidad de cobertura de los medios de comunicación, la población comenzó a desarrollar — de- rivada principalmente de los ingentes problemas de con- taminación atmosférica, del volumen de generación de residuos sólidos, así como por la disposición y distribu- ción del agua en las grandes ciudades — una sensibilidad a los temas ambientales, con lo que la educación ambien- tal encontró un espacio más propicio para desarrollarse, aunque no había el apoyo institucional y financiero para ello. La mayor parte de las organizaciones de la sociedad civil que surgieron en esta década fueron precisamente de adscripción urbana, formadas por personas de clase media con estudios universitarios que comenzaron a or- ganizarse para intervenir en las cuestiones de degrada- ción de su calidad de vida. A partir de la década de los años noventa, el tema se encuentra progresivamente mejor posicionado gracias al interés y acciones realizadas por los grupos civiles y, en los últimos años, también por los gobiernos locales, clu- bes sociales, instituciones educativas, grupos empresa- riales, comunidades eclesiásticas y, en menor medida, por los partidos políticos. Hay una mayor frecuencia de men- sajes en los medios sobre los problemas ambientales, se han diversificado los agentes promotores y numerosas instituciones de cultura y recreación, como museos, zoo- lógicos, acuarios, parques y centros recreativos, jardines botánicos y planetarios que ofrecen actividades de edu- cación ambiental como parte de sus servicios (Cecadesu 2000). Destacan en estas tareas el Papalote Museo del Niño y el Universum Museo de las Ciencias de la unam, en el Distrito Federal; el Museo Descubre y Los Alamitos de Aguascalientes; el Museo del Desierto en Saltillo, Coahui- la; el Zoológico de Zacango, Estado de México y el Acua- rio de Mazatlán, Sinaloa, entre muchos otros. Es relativamente reciente la aparición de espacios para realizar actividades de ecoturismo de carácter ejidal y co- munal que han incorporado un fuerte componente de educación ambiental (como el Parque Ejidal San Nicolás Totolapan, km 11.5, carretera panorámica Picacho-Ajus- co), así como el surgimiento de centros específicamente dedicados a la educación ambiental que atienden solici- tudes de escuelas públicas y privadas interesadas en estas temáticas (Fundación El Manantial, I.A.P.). Todo ello ha contribuido a posicionar la educación como una valiosa herramienta en la construcción de re- laciones más armónicas entre las sociedades humanas y su ambiente natural y “construido”, legitimando el campo de lo que hoy se reconoce como educación ambiental. La diversidad de proyectos que se desarrollan, los variados ámbitos en los que se lleva a cabo algún tipo de actividad, la proliferación de materiales y medios educativos, así como la multiplicidad de actores que la realizan e inter- vienen, convierten a la educación ambiental en un cam- po polifacético y multivariado que no es fácil de caracte- rizar. Sin embargo, los problemas más recurrentes son: /] procesos educativos circunscritos a temas ecológicos, en detrimento de un enfoque integral (Charles 1996); ¿i] enfoques que acentúan las soluciones prácticas o téc- nicas, sobre todo de carácter individual y aislado, empo- breciendo el análisis de las causalidades múltiples y glo- bales, y restándole peso a las soluciones por la vía de la organización social y en el marco de las políticas públicas (Luke 1997); iii ] desarrollo de proyectos con un enfoque homogéneo sin relevantes novedades metodológicas y sin una visión estratégica que considere las responsabili- dades diferenciadas en los problemas ambientales y los distintos perfiles culturales y económicos de los actores urbanos a los que se dirigen las acciones educativas (González Gaudiano 1998), y iv] escasa exploración de nuevas perspectivas pedagógicas que nutran el cuerpo conceptual y metodológico de la educación ambiental. Usualmente las medidas recomendadas son asumidas como acciones aisladas, puntuales, que se presumen como de responsabilidad individual y que, por lo mismo, aun- que se lleven a cabo de manera masiva pero dispersa, no 18 • Conservación y sociedad 777 logran afectar las causas y manifestaciones de los proble- mas en cuya mitigación y prevención se pretende influir. 1 8.3.2 La educación ambiental en el medio rural En el medio rural la situación de la educación ambiental no formal es cualitativamente diferente a lo que ocurre en el medio urbano. En este, como decíamos, la temática am- biental se maneja de manera puntual e incluso indepen- diente de otros asuntos de naturaleza social y económica. En aquel, los proyectos de educación ambiental se en- cuentran integrados a otros programas de mayor alcance, no solo en los de conservación, sino también en los de desarrollo comunitario (social, productivo, cultural, etc.). Esta situación conlleva mayores posibilidades no solo de dar continuidad a las acciones, sino de obtener mejores efectos en la modificación de hábitos y costumbres cultu- rales y patrones productivos (véase el recuadro 18.6). Un área especial dentro del campo de la educación ambiental en el medio rural es la relacionada con las ac- tividades de manejo de los bienes y servicios brindados por los ecosistemas, es decir, con actividades como el or- denamiento territorial, el aprovechamiento de recursos naturales, la conservación y la restauración de ecosiste- mas (plantaciones forestales, recuperación de suelo, di- versificación productiva, etc.). También hay proyectos de educación ambiental para la conservación de especies amenazadas o en peligro en las que, por su número, des- tacan los que se orientan a la protección de las tortugas marinas (Alba 2001), aunque también se abordan sobre algunas aves (Meléndez-Herrada et al. 1995; Mesa et al. 1997) y mamíferos (Navarro 2005; recuadro 18.7). De par- ticular importancia son las intervenciones de educación ambiental dirigidas a promover un manejo sustentable de los ecosistemas (Dorado et al. 2002; García Campos et al. 2002). Desde las organizaciones civiles y las instituciones académicas, así como mediante programas gubernamen- tales, existen experiencias valiosas de grupos que traba- jan en distintos ambientes naturales y en estrecha rela- ción con los dueños y usuarios directos de los ecosistemas (Noriega 1996; García Campos 2002). Algunas experiencias destacadas son las del Grupo Sie- rra Gorda, en Querétaro; el grupo Sendas en la Sierra de Santa Marta en Veracruz; los trabajos impulsados en la Sierra de Manantlán, Jalisco (Graf et al. 1995; Castillo et al. 2002); los de la Cuenca del Lago de Pátzcuaro, Mi- choacán, a cargo del Centro de Estudios Sociales y Eco- lógicos (cese); los de Profauna, A.C., que realizan trabajo en la zona norte del país; los del Centro de Educación Am- biental e Investigación Sierra de Huatla, Morelos (Cea- mish), y los promovidos por Pronatura Chiapas. Aunque hemos mencionado importantes programas en áreas naturales protegidas (anp), habría que decir también que la educación ambiental en estos espacios aún debe fortalecerse. No se cuenta todavía con una po- lítica firme sobre educación y comunicación en las anp del país, por lo que las cosas suceden sin mucho orden y sin aprovechar el enorme potencial que poseen para estas acciones, pese a que una de las principales recomenda- ciones del V Congreso Mundial de Parques fue asumir el compromiso de utilizar la comunicación y la educación para mejorar y ampliar el apoyo a las áreas protegidas. En algunas áreas naturales se han realizado proyectos interesantes con las escuelas de educación básica aleda- ñas (Mapimí y Pantanos de Centla); otras tienen buenos programas hacia los visitantes (Izta-Popo y Monarca), Recuadro 18.6 Ecoturismo y educación ambiental en la comunidad indígena de Nuevo San Juan Parangaricutiro, Michoacán Faustino Velásquez La comunidad indígena de Nuevo San Juan Parangaricutiro ha logrado por más de 22 años un manejo forestal exitoso de sus más de 18 000 hectáreas de bosques. La comunidad proporciona más de 900 empleos permanentes a sus comuneros; en 1984 recibió el Premio al Mérito Forestal y en 1988 adquirió el derecho a administrar y regular el manejo de sus bosques. En 1994 inició un programa de colaboración con un grupo de investigadores del entonces Centro de Ecología de la un am (hoy parte del Centro de Investigaciones en Ecosistemas), con la finalidad de realizar proyectos conjuntos orientados a diseñar un plan de desarrollo sustentable. A solicitud de la comunidad se comenzó a trabajar en un proyecto de turismo ecológico que estuviera dentro del esquema de diversificación productiva comunal apoyado en los principios e intereses de la comunidad, que fuera manejado por los propios comuneros, y que promoviera la 778 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 18.6 [concluye] conservación de la naturaleza. Una vez que la propuesta fue aprobada en 1997 por la asamblea general de comuneros, que es la máxima autoridad en nuestra comunidad, se procedió a realizar varias acciones. Inicialmente se invitó a los comuneros y a sus hijos a capacitarse como guías de turistas de la comunidad. Acudieron 38 personas, con las que se programó un curso básico de dos años, cuya coordinación estuvo a cargo del M. en C. Alejandro Torres García. La capacitación se dio sin ningún contratiempo y la concluyeron 12 personas, aunque solo dos se integraron de tiempo completo a trabajar en el proyecto, quedando a la fecha solo una mujer. En cuanto a infraestructura, se construyeron con recursos propios de la comunidad una primera cabaña familiar en 1992 y una segunda para grupos en 1999. Con apoyo del Fondo de América del Norte para la Cooperación Ambiental, en 2000 se construyó un módulo de letrinas secas y un sendero ecológico interpretativo. Entre 2002 y 2004, con el apoyo de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas y del Programa para el Desarrollo Forestal, se construyeron un salón de usos múltiples, tres cabañas familiares y el equipamiento del área de campismo. Para dar a conocer el proyecto de ecoturismo se editaron trípticos alusivos a los servicios que se brindan, se ha participado en congresos y exposiciones nacionales e internacionales y se han publicado algunos artículos en revistas del ramo ecoturístico. Lo que se ofrece a los visitantes es conocer el trabajo forestal comunitario, así como los atractivos naturales como el Volcán Paricutín y las ruinas del antiguo pueblo de Parangaricutiro. A poco más de seis años de operación se ha podido atender a 623 grupos organizados provenientes de diferentes partes del país, grupos que hemos clasificado en cuatro tipos de visitantes: Institucionales (escuelas, dependencias), 81 grupos (13%); Intercambio de experiencias (comunidades y ejidos), 299 grupos (48%); Ecoturistas (personas responsables y amantes de la naturaleza), seis grupos (1%), y Turistas generales (familias, amigos y público en general), 237 grupos (38%). Como se ve, 48 % de visitantes provienen de comunidades y ejidos, de tal manera que parte del éxito de nuestro proyecto radica en el intercambio de experiencias con otros grupos afines. Los beneficios que este proyecto ha traído a la comunidad son; • En lo social; se tienen siete empleos directos (tres de ellos ocupados por mujeres) y se ha consolidado un centro ecoturístico para presentar el trabajo que realiza la comunidad. Al ser un proyecto comunal ha servido como guía a otras comunidades indígenas del país y creemos que se ha fomentado una buena relación con diferentes instituciones. • En lo ecológico: el proyecto ha apoyado el rescate y la conservación del venado cola blanca como parte del programa de aprovechamiento integral de los recursos, ya que al ser otra alternativa de trabajo, se disminuye la presión hacia los recursos maderables, que es la principal actividad de la comunidad. • En lo cultural: se está impulsando el rescate de la cultura ancestral de Parangaricutiro y promoviendo aprovechar atractivos turísticos como el antiguo pueblo de Parangaricutiro, Pantzingo y la zona arqueológica de La Alberca. También se ha implementado un programa de educación ambiental para difundir la apreciación por la naturaleza y el buen cuidado y manejo de los bosques. • En lo económico: en un inicio los ingresos fueron reducidos, pero durante los años 2003 y 2004 los ingresos aumentaron considerablemente aunque todavía no hubo utilidad. Consideraciones finales: los proyectos de ecoturismo en las comunidades indígenas representan una muy buena alternativa para el desarrollo de estas, pero así como puede ser una oportunidad se puede convertir en una amenaza para las propias comunidades si no se tiene la información clara y la asesoría necesaria en todos sentidos. Es decir, el éxito de los proyectos radica principalmente en que estén basados en los principios de las comunidades y que los comuneros estén muy conscientes de la enorme responsabilidad que esto conlleva. Un aspecto importante a considerar es respetar las formas de organización que existen en las comunidades indígenas y sobre todo respetar las costumbres y tradiciones con que cuentan y ver de qué manera se puedan integrar a un proyecto. También se debe dejar bien claro que este tipo de proyectos se deben plantear como una alternativa a los trabajos que cotidianamente realiza una comunidad, ya que el turismo es muy variable y siempre se debe tener otra opción cuando los ingresos por el turismo disminuyan. En cuanto a la recuperación económica de estos proyectos, se debe entender que se logrará a mediano y largo plazos. Por último, siempre se habla de proyectos sustentables, pero a las comunidades se les debe explicar este término, ya que para lograr esto se requiere que los proyectos sean ecológicamente sostenibles, económicamente viables y socialmente equitativos; si se cumplen estos tres conceptos habremos logrado el verdadero desarrollo sustentable. 18 • Conservación y sociedad 779 Recuadro 18.7 Educación ambiental y conservación DE MURCIÉLAGOS EN MÉXICO Laura Navarro • Rodrigo A. Medellín El Programa para la Conservación de los Murciélagos de México (pcmm) se constituyó hace 10 años como un esfuerzo internacional, intersectorial e interinstitucional cuyo objetivo es recuperar y conservar las poblaciones de murciélagos mediante la identificación, el análisis y el combate a las causas de destrucción que las han afectado. Para lograr esto, el programa está estructurado en tres áreas de trabajo: investigación, conservación y comunicación, educación ambiental y trabajo comunitario. Trabajamos actualmente en nueve cuevas prioritarias: Cueva de La Boca, Santiago, NL; Cueva del Infierno, Santiago, NL; Grutas de Quintero, Ciudad Mante, Tamps.; Cueva Xoxafi, El Palmar, Santiago de Anaya, Hgo.; Cueva Calakmul, Hopelchén, Calakmul, Camp.; Grutas Tziranda, Ciudad Hidalgo, Mich.; Cueva del Diablo, Tepoztlán, Mor.; Cueva Los Laguitos, Tuxtla Gutiérrez, Chis.; Cueva San Francisco, La Trinitaria, Chis. Los criterios para seleccionarlas fueron: aquellas que tienen una gran cantidad de individuos de especies prioritarias (migratorias); las que tienen una gran diversidad de especies, y las que están siendo afectadas por actividades humanas, visitas, quemas, basura, grafñti, etcétera. El área de educación ambiental tiene dentro de sus objetivos la elaboración de planes de manejo, así como la capacitación de guías y administradores de visitas a las cuevas. La idea es que las cuevas sean manejadas por las propias comunidades, de tal manera que se generen ingresos económicos, al mismo tiempo que contribuyen a la conservación de los murciélagos. Para ello se tiene un proceso permanente de educación en las comunidades cercanas a las cuevas identificadas como prioritarias. Dado que somos un proyecto de corte académico hemos elegido a las escuelas como centro de convergencia que nos permite interactuar con los diferentes grupos de una comunidad. Hemos utilizado diferentes estrategias educativas de acuerdo con las características socioambientales de las comunidades con las que trabajamos. Inicialmente se difunde información sobre la historia natural de las diferentes especies de murciélagos y se crean vínculos afectivos diferentes a los que normalmente se establecen con estos animales comúnmente asociados al vampirismo, la oscuridad y el mal. Hemos diseñado una serie de materiales educativos de acuerdo con cada tipo de alimentación de los murciélagos, lo que nos permite tratar temas como los servicios ambientales brindados por las distintas especies. Los paquetes de materiales contienen un cuento, un libro de actividades para maestros y otro para niños, con información científica básica, actividades para realizar al aire libre o en el salón de clases, y otras actividades de continuidad y participación. Actualmente contamos con los siguientes paquetes: "Marcelo, el murciélago insectívoro migratorio”, "Valentín, el murciélago vampiro", "Don Sabino, el murciélago de la ciudad”, "Lucía, la murciélaga polinívora", "Bárbara, la murciélaga frugívora", y el paquete con la información general de todos los tipos de alimentación llamado "Un tesoro inesperado”. Las actividades del área de comunicación ambiental están dirigidas al público en general, con el propósito de que las personas conozcan la historia natural de estos animales. Contamos actualmente con dos exposiciones itinerantes, "Los murciélagos, un mito en nuestra cultura" y "Los amos de la noche, la verdadera historia de los murciélagos”. Una serie de cápsulas de radio "Aventuras al vuelo” y una campaña permanente de difusión de la información científica que genera el programa en los medios masivos de comunicación. La demanda de información, formación y capacitación es enorme, por lo que hemos diseñado actividades específicas para otros tipos de grupos sociales que se relacionan directamente con problemas asociados a los murciélagos. Entre estos están ganaderos, agricultores, productores de pitaya, así como empresas de la industria tequilera e instituciones como la Sagarpa y la Secretaría de Salud. Desde hace cinco años tenemos también un convenio de colaboración con la Escuela Nacional de Maestros, para la capacitación de los futuros maestros, así como con el Universum y con el Museo del Desierto en Saltillo, Coahuila. Impartimos una gran cantidad de conferencias para diferentes grupos de personas que van desde expertos en el tema y científicos hasta grupos de mujeres, autoridades, estudiantes y maestros de secundaria, donadores de recursos, entre otros. Es muy importante señalar que durante todos estos años se ha realizado un gran esfuerzo por evaluar y dar seguimiento a nuestros trabajos en todas las áreas. Tenemos datos que reportan que en varias de las cuevas se han estabilizado las colonias de murciélagos y que en otras, como es el caso de la cueva de La Boca, se han recuperado considerablemente las poblaciones. Además, la metodología del pcmm se ha adoptado y se utiliza en varios países de Latinoamérica como Bolivia, Venezuela, Costa Rica y Guatemala. 780 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio pero son muy pocas las que cuentan con programas in- tegrados. La mayoría de las que están interesadas en este tema han hecho algunas alianzas con organizaciones ci- viles locales, que son las que finalmente deciden qué ha- cer en función de sus propias concepciones y enfoques. Es muy reciente la integración de la red de educadores ambientales de la Conanp, compuesta por alrededor de 70 personas, y se impulsó durante 2005-2006 un proceso, por medio de talleres regionales y encuentros nacionales, para definir lineamientos estratégicos de educación y co- municación ambientales, cuyos resultados fueron publica- dos mediante un cartel en el año 2006. Para 2007 se esta- ban elaborando, en colaboración con el Cecadesu (Centro de Educación y Capacitación para el Desarrollo Sustenta- ble), bajo un esquema de participación directa de los edu- cadores ambientales de las anp, los programas regionales y el Programa Nacional de Educación para la Conserva- ción de la Conanp. Con lo anterior se busca el fortaleci- miento del campo educativo en las citadas áreas, la siner- gia de esfuerzos con otros actores sociales y modalidades de la educación, y la articulación de las acciones formati- vas con otras dimensiones de la conservación ecológica y la sustentabilidad. La parte más visible de este proceso en las anp son las “campañas por el orgullo” (Proyecto rare), que han cen- trado su atención en una especie emblemática de cada sitio. Es el caso del quetzal en El Triunfo; la coa o pájaro bandera en Manantlán; el flamenco en Ría Lagartos y Ría Celestún; la tortuga en Bahía Magdalena; el loro en Nahá- Metzabóc; el águila en El Ocote; el tucán en Sian Ka’an; el cactus viejito en la Barranca de Nochistlán; la mariposa monarca en el Santuario de la Monarca y el perrito llane- ro en los llanos de Chihuahua y Saltillo. El problema con esta estrategia es que no queda claro si más allá de la campaña de comunicación y difusión se están impulsan- do metas propiamente educativas; es decir, de cambio de valores, actitudes y comportamientos en relación con el ambiente, con las áreas en su conjunto y con esas espe- cies, en lo particular. La idea de las especies emblemáti- cas, sin ser mala, ha respondido más bien a un interés de mercadotecnia, sensibilizando a la población sobre la im- portancia de conservar especies carismáticas, pero no se traduce en políticas educativas y de comunicación que integre, en el proceso, a la población aledaña e incluso a la propia institución. En síntesis, en materia de educación ambiental en el medio rural es posible encontrar proyectos sugerentes en el terreno de la innovación metodológica y se puede apreciar un incremento en el número y calidad de la ofer- ta de formación. Sin embargo, permanece una generali- zada debilidad institucional entre quienes realizan tales esfuerzos, además de que el impacto es muy reducido por la atomización de los proyectos, con predominio de una visión conservacionista que se niega a enfoques más integrales y complejos, con escasa investigación educati- va, una profesionalización de los educadores insuficiente y con débiles vínculos con la educación formal. 1 8.3.3 El papel de los medios de comunicación masiva No existen datos confiables sobre el papel de los medios en las estrategias de comunicación y educación en mate- ria de medio ambiente y biodiversidad, por no haberse emprendido estudios completos (ni siquiera de carácter cualitativo), deficiencia que es bastante frecuente en Amé- rica Latina (Tréllez-Solís y Quiroz 1992). Solamente po- demos contar con meras impresiones y con algunas ten- dencias a partir de datos dados a conocer por los medios impresos. Un único estudio sobre la cobertura de medios de los temas ambientales es el realizado en 2001 por la Iniciati- va de Acceso México, la cual revisó tres periódicos im- presos {Reforma, El Sol de México y La Jornada ), así como el Canal 2 de televisión, encontrando que los tres perió- dicos incluyen diariamente noticias que informan sobre el tema ambiental, con información completa pero sin un análisis profundo de los temas. En cuanto al Canal 2, este no presenta programas dedicados exclusivamente al tema ambiental salvo en los noticieros que informan sobre el estado del tiempo u otras cuestiones similares. Las con- clusiones del estudio resaltan la importancia de hacer una investigación más completa de la cantidad y la cali- dad de la información ambiental que los medios de co- municación ofrecen y, sobre todo, de promover que asu- man su responsabilidad en el tema (E. Limón Berlanga, com. pers.; véase también González Gaudiano 2002). Los pocos suplementos y secciones fijas que existían en los periódicos de circulación nacional han ido desapa- reciendo. Por ejemplo, el suplemento Dosmiluno del pe- riódico Unomásuno, dejó de publicarse hace varios años, y La Crónica tenía una sección de medio ambiente y eco- logía que se transformó en una de ciencia y tecnología. El único que persiste es el suplemento mensual de La Jorna- da llamado La Jornada Ecológica. En el caso de la televisión, continúan transmitiéndose en horarios de baja afluencia series viejas sobre temas ambientales como los programas de Jacques Cousteau y 18 • Conservación y sociedad 781 Ramón Bravo y si bien la televisión por cable tiene una atractiva oferta en este sentido {Animal Planet, Discovery Channel y National Geographic como los principales), apenas un porcentaje muy pequeño de la población tiene acceso a la misma. Solo el Canal 11 de televisión del Ins- tituto Politécnico Nacional presenta una clara propuesta sobre este tema, a partir de una programación casi total- mente basada en la modalidad de documental. En cuanto a revistas especializadas se conocen Tópicos en Educación Ambiental, revista arbitrada publicada por el Cecadesu de la Semarnat y la Universidad de Guadala- jara; ProNatura, publicada por la ong del mismo nombre y la revista Especies, publicada por Naturalia, A.C. Re- cientemente desapareció la denominada Agua y Desarro- llo Sustentable, publicada por la Secretaría de Ecología del Gobierno del Estado de México, y aparecieron solo dos números de Mundo Sustentable, publicada por la fundación del mismo nombre. Otras revistas de divulga- ción con un carácter más institucional se encuentran en circulación, como Vertientes, a cargo de la Comisión Na- cional del Agua, Impulso Ambiental, a cargo del Ceca- desu, y la revista electrónica Entorno, un enlace de comu- nicación a cargo de la Conanp. El Boletín IMAC del Fon- do Mexicano de Conservación de la Naturaleza ha sido un excelente medio informativo en versión electrónica, con temas sobre agua, fuego y áreas naturales organizados en forma de comunidades de aprendizaje. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (pnuma) publica desde hace muchos años el boletín Formación Ambiental que es un órgano de intercambio y difusión de información que ha servido para promover actividades de la región latinoamericana y del Caribe, pero que ha tenido bajo impacto en el subsistema de educación supe- rior en México. Se puede afirmar, en este contexto, que los medios de comunicación masiva han venido avanzando como agen- tes de vigilancia y denuncia sobre lo que sucede en materia ambiental en el país, aunque su influencia en la formación de una opinión pública informada y de una cultura am- biental todavía está por debajo de lo esperado, porque han prevalecido puntos de vista fragmentados y parciales, con frecuencia de corte reactivo y amarillista y, con una esca- sa visión política en el mejor de los casos, se asumen po- siciones contestatarias (Andelman 2001; Callaghan 2003). Quizá el mayor problema en este campo es que dado que tales medios son los vehículos centrales en la difusión de la “cultura del consumo” se relativizan mucho sus posibles contribuciones a la construcción de una perspectiva cul- tural distinta (González Gaudiano 2006; recuadro 18.8). 1 8.3.4 Esfuerzos de la sociedad civil organizada La sociedad ha mantenido una participación constante en los temas ambientales y de conservación en los últi- mos diez años. El directorio publicado por el Cecadesu en 2000, que lamentablemente no se continuó alimentan- do en su versión electrónica, consigna 1 337 grupos, orga- nizaciones e instituciones en todo el país, de los cuales 39.6% (530) afirma estar vinculado con algún tipo de ac- tividades de educación, comunicación y capacitación (Se- marnap 2000); se cuenta con otros directorios especiali- zados que aportan cifras equivalentes (fmcn 2004). Existen casos de participación sobresaliente de grupos de la sociedad civil e instituciones académicas, como Es- pacios Naturales y Desarrollo Sustentable, A.C., que apo- ya con personal para el desarrollo de programas de con- servación como el del berrendo en el Desierto del Vizcaíno y el Centro de Interpretación Ambiental de Pantanos de Centla. De igual manera, el Grupo Sierra Gorda apoya a la reserva del mismo nombre, y la Universidad Autóno- ma del Estado de Morelos administra el Centro de Edu- cación Ambiental y la Reserva de la Sierra de Huautla en ese estado, con apoyo de la Conanp. De igual forma, la Universidad de Guadalajara interviene en la administra- ción del Parque La Primavera y apoya en la conservación de la Sierra de Manantlán (véase el recuadro 18.9). No obstante el potencial que representa la colabora- ción de la sociedad civil organizada y las instituciones de educación superior con las instituciones gubernamenta- les en los asuntos de educación ambiental y capacitación para la adquisición de competencias básicas de manejo de recursos naturales y de prevención de riesgos, se requiere una mayor intervención institucional dirigida a estable- cer bases mínimas de actuación en estos campos, bases que eviten la discrecionalidad de las acciones y la puesta en marcha de paquetes tecnológicos importados que fue- ron diseñados para realidades cualitativamente distintas. Cabe destacar que la participación social se ve dificul- tada por la existencia de relaciones políticas asimétricas que desarrollan carencias estructurales en los actores ci- viles, en este caso los interesados en intervenir en la pro- tección ambiental. Y aunada a tal inequidad, existe una dinámica de confrontación-acuerdo entre los actores so- ciales, en cuyo ejercicio de poder se van dando acomo- dos que no terminan por construir una relación marcada por la democracia y la participación local. Desde luego, la referida dinámica no se da de mane- ra lineal y mecánica, pues existe un juego de intereses 782 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 18.8 Programas sobre medio ambiente en el Canal 11 de TV Edgar González Gaudiano Reciclados (Productor, Carlos Guerrero) El propósito de la serie "Reciclados" es demostrar lo divertido y económico que resulta intervenir los espacios habitacionales con la ayuda del diseño y de la imaginación. En 13 episodios de 30 minutos de duración se despliega un concepto original imaginado por y para jóvenes. "Reciclados" muestra la poderosa inventiva de reconocidos diseñadores a partir del reciclaje de muebles desusados y elementos de desecho; busca redimensionar los espacios y los accesorios necesarios en la vida cotidiana. El reto consiste en la creación de espacios y objetos provenientes de los depósitos de basura, muebles arrinconados, materiales económicos y de fácil acceso. Sobrevivientes del siglo xx ( Productor ; Fabricio Feduchy) Bajo un novedoso formato denominado "Docudrama de la vida salvaje", que incluye relatos de ficción sobre animales en la voz de grandes actores, esta nueva serie aborda los momentos más dramáticos que han tenido que enfrentar a lo largo del siglo xx especies de animales espectaculares como el lobo mexicano, el jaguar o el flamenco rosa. En busca de bichos ( Productor ; Fabricio Feduchy) La serie "En busca de bichos" es protagonizada literalmente por la naturaleza. Roberto Rojo, joven biólogo entomólogo, recorre sitios insospechados y se mete a las madrigueras más escondidas de nuestro país para mostrarnos un universo impresionante y poco explorado. Zaboomafoo Un simpático lémur en Animalandia recibe toda clase de animales y da a conocer todo sobre ellos. Misión salvaje ( Productor ; Fabricio Feduchy) Con la ayuda de cámaras y procesos de postproducción digitales, esta dinámica serie de naturaleza documenta la forma de vida de diversos animales y su fascinante lucha por la sobrevivencia. Los últimos santuarios I ( Productor ; Fabricio Feduchy) México es uno de los países más ricos del mundo en especies de animales y plantas. Esta serie, grabada en espectaculares escenarios naturales, presenta importantes ejemplos de conservación y desarrollo sustentable. Los últimos santuarios II ( Productor ; Fabricio Feduchy) Una serie que nos lleva a rincones espectaculares de Norteamérica, entre los que destacan las áreas naturales de México. La cámara recoge imágenes de algunas de las especies más importantes, emblemáticas, raras y exclusivas de estas regiones, muchas de ellas en peligro de extinción. MÉXICO AZUL ( Productor ; Fabricio Feduchy) Una inmersión en los paisajes submarinos más impresionantes de México, desde el exuberante Mar de Cortés hasta el mundo azul turquesa del Caribe. Esta serie nos propone un recorrido por más de 11 000 kilómetros de costas, lagunas, manglares, islas y cascadas submarinas. Relatos de la vida salvaje ( Productor ; Fabricio Feduchy) Cocodrilos acorazados en el tiempo; Elizabeth y los ríos en el cielo; Jaguar, con estrellas en la piel; Tunich Ha, las piedras del agua; La vida en las cañadas. Los espíritus del desierto ( Productor ; Fabricio Feduchy) Estos documentales, grabados en los desiertos mexicanos de El Vizcaíno, Altar, Mapimí y Cuatrociénegas, dan cuenta de las extraordinarias adaptaciones de los animales a las condiciones más adversas del planeta. Un acercamiento a los espíritus que habitan estos enigmáticos paisajes de arena. 18 • Conservación y sociedad 783 Los ESPÍRITUS DEL BOSQUE TEMPLADO (Productor, Fabricio Feduchy) Este programa, que junto con la trilogía Los espíritus del desierto conforma la serie "Los espíritus de la naturaleza", lleva al televidente a descubrir animales únicos de este ecosistema, que aparecen en su estado natural o como parte de importantes proyectos de conservación. Así, el lobo mexicano escapa de la extinción en un programa que pretende reintroducirlo en los bosques de México. De igual forma, diversas aves son capturadas con redes para anillar sus patas y descifrar sus rutas migratorias, o bien los bosques de Michoacán se coronan de millones de mariposas monarca, e intensas nevadas pintan la sierra de San Pedro Mártir, en Baja California, mientras los coyotes recorren este mágico paisaje donde el agua y la nieve determinan la vida y la riqueza de los bosques. El mundo marino de Ramón Bravo ( Productor ; Fabricio Feduchy) Una invitación a explorar la vida marina en compañía de Ramón Bravo, un pionero de la cinematografía de los océanos que ha unido sus esfuerzos a los de personalidades como Jacques Cousteau y Bruno Vailati en un intento por proteger y documentar la riqueza de los mares del mundo. Estos documentales, lejos de perder vigencia, continúan siendo una mirada apasionada a un mundo del que todavía nos falta mucho por descubrir: Tiburones dormidos; El hombre y la orea; Ataque de tiburón; Ataque de oso; Barcos hundidos; Golfo de California: gema de mar. Las grandes migraciones (Productor, Fabricio Feduchy) Todos los años, en las mismas fechas, llegan a nuestro país cientos, miles de animales que provienen de distintas latitudes y ecosistemas. Algunos pesan unos cuantos gramos; otros, varias toneladas. Por aire, tierra y mar se produce un espectáculo natural en el que la vida en nuestro planeta se muestra en todo su esplendor: las grandes migraciones. Esta serie comprende tres programas: Mariposa Monarca, Aves migratorias y Ballenas. Agradecimientos Se agradece la información aportada por Lourdes Guerrero, del Centro de Información y Comunicación Ambiental de Norteamérica, A.C. Recuadro 18.9 Experiencia del programa de manejo de desechos limpios y separados en El Grullo y Autlán, Jalisco Salvador García Ruvalcaba Controlar y reducir la basura no solo depende de un gobierno municipal; la basura es un problema socioambiental y su solución depende en gran medida de contar con una sociedad informada y consciente de las dimensiones del problema. La basura se hace al tirar los desechos revueltos y sucios, todos la generamos y a todos nos afecta. Un ejemplo de que el problema de la basura tiene solución es la experiencia en El Grullo, Jalisco, una comunidad en la zona aledaña a la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán. En esta localidad, los habitantes aprendieron paulatinamente a no generar basura al tirar sus desechos revueltos, al tiempo que se prestaba el servicio de recolección de desechos limpios y separados por parte del gobierno municipal. Desde marzo de 1996 se mantiene este exitoso Programa de Separación de Desechos Limpios en este municipio. El trabajo de sensibilización y toma de conciencia para que la sociedad participara ha estado a cargo de los educadores ambientales asociados a los trabajos de la reserva de la biosfera, quienes han motivado a que la separación de desechos limpios sea desde el hogar, donde se recolecta plástico, metal, vidrio, cartón y papel para su reciclaje; así como la recolecta de materia orgánica (desechos de cocina y de jardinería) para su composteo. Con estas acciones se ha logrado reducir la basura que se producía en las viviendas de El Grullo, de 20 a ocho toneladas al día. Por medio de decenas de charlas vecinales, exposiciones, obras de teatro guiñol, videos, demostraciones, visitas guiadas a una casa-modelo, artículos en la prensa, entrevistas en radio y televisión se logró que este programa se 784 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 18.9 [concluye] implantara fuertemente en la vida cotidiana de la población y no sufriera problemas por los cambio en la administración institucional, sino más bien que se fortaleciera en cada una. Este programa de El Grullo sirvió como modelo para que el municipio contiguo de Autlán iniciara en 1998 un programa similar. En 2002 se consolidaron aún más estos programas al llevar a cabo la "Campaña del Orgullo” que utilizó el ave martín pescador ( Ceryle alcyon ) como mensajero ambiental, difundiendo el lema: "Limpio El Grullo con orgullo” por medio de una serie de productos educativos y de difusión como: disfraz del martín pescador, canciones ambientales, botones, carteles, obras de teatro, folletos, elaboración de letreros en madera, pinta de bardas, artículos en prensa, entrevistas de radio y televisión. Dicha "Campaña del Orgullo” se basó en la metodología ¡mplementada por la organización rare (del Center for Tropical Conservation) que cuenta con una experiencia de más de 25 años en trabajos de educación ambiental. En 2003 las experiencias de El Grullo y Autlán fueron claves para que se iniciara un Programa Intermunicipal de Educación Ambiental que se encontraría enmarcado en la recién creada Iniciativa Intermunicipal para la Gestión Integral de la Cuenca del Río Ayuquila (que atraviesa parte de la reserva de la biosfera), en donde además de El Grullo y Autlán se sumaron seis municipios: El Limón, Tolimán, Tonaya, Tuxcacuesco, Unión de Tula y Zapotitlán de Vadillo. En 2005 dos nuevos municipios: Ejutla y San Gabriel se incorporan a esta iniciativa intermunicipal y con ello tienen el beneficio de contar con el Programa Intermunicipal de Educación Ambiental ejecutado por el Instituto Manantlán de Ecología y Conservación de la Biodiversidad, de la Universidad de Guadalajara, el cual es financiado con recursos de la misma universidad, además de recursos municipales, estatales y federales. La meta de dicho programa es lograr el involucramiento de la sociedad como soporte de las políticas públicas municipales tendientes a mejorar la salud humana y del ambiente. A la fecha, el programa se encuentra en distintas fases dependiendo del municipio: promover la separación de desechos limpios desde el hogar; asesoría en la construcción de centros de acopio; comercialización de desechos inorgánicos limpios y separados (plásticos, metal, vidrio, etc.); asesoría en la producción de composta a escala doméstica y municipal, lombricomposta y agricultura orgánica doméstica. Entre los logros más importantes cabe señalar los siguientes: 7 ] La instalación de un Programa Intermunicipal de Educación Ambiental para el Manejo Integral de Desechos Sólidos (pieamids) que responde a las necesidades y características de cada municipio, en el que se vincula fuertemente al gobierno, las instituciones y la sociedad. 2] Contar con recursos humanos y financieros compartidos para la implementación del programa, además del apoyo ciudadano y de los medios regionales de prensa, radio y TV. 3] La remoción de los basureros de Unión de Tula y El Grullo que afectaban negativamente la calidad del agua del Río Ayuquila, además de la salud humana y del ganado en las zonas ribereñas de los municipios de Tuxcacuesco y Tolimán, que son de los más marginados y que se encuentran dentro de la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán. 4] La creación, operación y comercialización de los desechos limpios y separados en cinco centros de acopio: El Grullo, Autlán, Unión de Tula, Ejutla y El Limón. 5] La construcción o adecuación de centros de acopio en los municipios de Tonaya, Tuxcacuesco, Tolimán, Zapotitlán de Vadillo y por empezar en San Gabriel. En nuestra experiencia podemos decir que para contribuir a resolver el problema de basura que afecta centros urbanos y rurales, carreteras, ríos, playas y sitios recreativos urbanos y naturales, el primer paso es la educación y predicar con el ejemplo. Desde hace 14 años empezamos a separar desechos limpios y producir composta para agricultura orgánica en el hogar. Como educador ambiental he trabajado con miles de niños y jóvenes, y con decenas de maestros en la región aledaña a la Reseva de la Biosfera Sierra de Manantlán y es en ellos donde se ha dejado una buena semilla en un proceso continuo y permanente de educación ambiental. Como maestro desde hace más de diez años en el Centro Universitario de la Costa Sur de la Universidad de Guadalajara de diversas materias (turismo sustentable, ecoturismo, recursos naturales y desarrollo social, educación ambiental y ecología) he tenido la oportunidad de enseñar en teoría y práctica sobre el tema a cientos de alumnos universitarios. De aquí han salido los nuevos educadores ambientales de nuestra región y expertos en el tema que colaboran en el programa. De la clase de ecología y educación ambiental que imparto en el Seminario Diocesano de Autlán de la Grana desde hace 13 años han salido decenas de seminaristas, muchos de ellos ahora sacerdotes de nuestra región, que se han convertido en un pilar importante de apoyo para seguir promoviendo la participación social en pro de la salud del ambiente y de la gente. 18 • Conservación y sociedad 785 diferenciados entre actores sociales (principalmente ins- titucionales), que representan la perspectiva predomi- nante del desarrollo, y aquellos que defienden una postura de carácter local (especialmente las comunidades rurales). En el debate social que este juego implica puede ubicarse el predominio de la visión nacional, pues el aparato insti- tucional en sus tres niveles de gobierno responde a una propuesta de modernización que canaliza todas sus de- cisiones políticas y programáticas para imponerse y que, en la mayoría de los programas de desarrollo regional, menosprecia o relativiza en la práctica la importancia de las posturas locales. La reducida capacidad de maniobra en lo local; las di- ficultades para formar y mantener cuadros técnicos de reconocida capacidad; la débil definición de competen- cias y funciones entre los distintos niveles de gobierno; la errática coordinación interinstitucional; los pocos esfuer- zos serios de corresponsabilidad entre gobierno y socie- dad, y la pobreza en las prácticas de sistematización y evaluación de los proyectos de desarrollo han dificultado que se dé la “ecologización estructural”.2 1 8.3.5 Esfuerzos del sector público El sector público ha impulsado la educación ambiental desde la creación de la Subsecretaría de Ecología en 1982. La oficina correspondiente que durante varios sexenios tuvo el nivel de dirección de área, en 1995 fue promovida al nivel de dirección general al crearse el Cecadesu en el marco de la Semarnap. Esta situación fortaleció conside- rablemente los proyectos en esta área e impulsó el estable- cimiento de las bases de coordinación SEP-Semarnap que fueron refrendadas en 2001 y nuevamente en 2006. Ello ha permitido, desde el principio, recomendar e incluso participar en la renovación de libros de texto gratuito, en la actualización docente y en la formulación de los nuevos programas de estudio, particularmente en la reforma de la educación secundaria y de la educación tecnológica. Otras instancias del sector público han estado intere- sadas en promover actividades de educación ambiental. A modo de ejemplo está la convocatoria conjunta entre la sep y el Instituto Nacional de Ecología para el Taller Na- cional de Educación para la Biodiversidad (marzo de 2004), así como numerosas convocatorias para otras acciones de este tipo durante la última década, coordinadas por instituciones académicas y organizaciones sociales que se han sumado a estos esfuerzos, de los cuales sobresalen como los más importantes: el II Congreso Iberoamerica- no de Educación Ambiental (1997), el I Foro Nacional de Educación Ambiental (1999), el II Foro Nacional de Edu- cación Ambiental para un Desarrollo Sustentable (2002), el I Foro Nacional sobre la Incorporación de la Perspectiva Ambiental en la Formación Técnica y Profesional (2003), el Primer Encuentro Nacional de Ética para la Sustentabi- lidad (2003), el Encuentro Nacional “Conservemos el agua viva” (2004), el Primer Simposio Nacional sobre Educa- ción para la Biodiversidad (2004) y el Encuentro Nacio- nal de Educación Ambiental “Diez años para cambiar el mundo” (2005). En el bienio 2005-2006 se trabajó en la formulación de una estrategia de educación ambiental para la sustenta- bilidad en México, proceso que impulsó el Cecadesu y que fue conducido por un grupo de académicos adscritos a la maestría en educación ambiental de la Universidad de Guadalajara. Hubo un amplio ejercicio de discusión y de participación en el país y se cuenta ahora con un ins- trumento de planeación que define rutas de actuación para contribuir mejor en el fortalecimiento de la educa- ción ambiental en México. En cuanto al sector rural, se ha impulsado, por parte de una coordinación intersectorial creada por la Ley de De- sarrollo Rural Sustentable, el Sistema Nacional de Capa- citación y Asistencia Técnica Rural Integral, que debe atender a la población campesina y sus organizaciones a partir de necesidades locales precisas, incluyendo la par- ticipación de los productores de los sectores privado y social. No obstante, se requiere fortalecer la coordinación institucional y empresarial y el diagnóstico de necesidades en materia de formación ambiental para la conservación, así como el desarrollo de estrategias de fortalecimiento de formas de organización y conocimiento tradicional en el manejo de recursos naturales y en la prevención de ries- gos y vulnerabilidad. Cabe señalar que el Programa Na- cional Forestal (Pronafor), el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (inea) y el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) han venido realizando acciones específicas de educación ambiental, especial- mente en comunidades rurales (véase el recuadro 18.10). 18.4 La PARTICIPACIÓN SOCIAL EN LOS ESFUERZOS DE CONSERVACIÓN Desde finales de los años setenta la política de conserva- ción en México adoptó la propuesta del programa de la unesco El Hombre y la Biosfera, que sugería que la con- servación de los ecosistemas estuviera vinculada a los objetivos del desarrollo regional, y para ello la población 786 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 18.10 Educación ambiental en el Consejo Nacional de Fomento Educativo Rosalinda Morales Garza Ningún educador podría negar la relevancia de integrar a los curricula temas transversales que apunten a la construcción de la ciudadanía y la democracia, la perspectiva de equidad de género o la educación ambiental. Incluso algunos estamos convencidos de que habría que hacer más trabajo específico para tal efecto y contar con materiales didácticos que apoyen la incorporación de asuntos tan importantes para el desarrollo humano y la edificación de valores para la convivencia. En el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) se tiene una historia editorial que data de los años setenta, cuando se inició la producción de textos derivados de investigación en campo, precisamente desarrollada en las pequeñas comunidades rurales y aisladas de nuestro país. Ahí, donde instructoras e instructores comunitarios ofrecen su servicio social a favor de la educación básica, fue posible recuperar y registrar tradiciones, leyendas, concepciones, aprendizajes y creencias de los integrantes de las comunidades, algunas de ellas indígenas. El contar con información tan rica para el entendimiento de las diversas formas de concebir el mundo y la oportunidad de poder compartirlo en las escuelas de todo el país, derivó en más de 100 títulos con enfoque didáctico y perspectiva intercultural. Al principio, las series Pocas Letras, Gran Formato y Lee un Cuento, fueron el punto de partida para trabajar con los pequeños; luego se asumió el reto de abordar temas que aportaran — de una manera lúdica — conocimientos de geografía, biología, zoología, medio ambiente y ecología para el alumnado de los grados superiores. La serie Educación Ambiental, iniciada a principios de 1980, ha generado por más de 10 años un conjunto importante de textos para la niñez. Teniendo como eje temático un animal como El jaguar, un paisaje como El desierto o un asunto del medio ambiente como Qué hacemos con la basura, en los textos, junto con bellas ilustraciones, se despliegan conceptos, análisis, datos relevantes y reflexiones en un lenguaje amigable y divertido. La serie busca ofrecer herramientas para que la niñez y quienes lean estos textos, disfruten la lectura por sí misma; alienten su curiosidad infantil; desarrollen su capacidad de sorprenderse con nuevos aprendizajes; puedan revalorar el medio ambiente mediante nuevos descubrimientos y reconozcan el impacto de sus acciones en la naturaleza en su conjunto, fortaleciendo con ello los contenidos académicos de la geografía, la historia y la ecología, para ser aplicados en el análisis crítico del entorno. La característica que comparten los textos es, por una parte, el énfasis en la ecología y el medio ambiente como componentes básicos de una convivencia de calidad para todas las especies y, por otra, el papel determinante que los seres humanos tenemos en la conservación de un medio ambiente seguro, sano y limpio, y en el reconocimiento de los beneficios que ello trae consigo. Dado que la serie fue elaborada en un trabajo conjunto con las delegaciones y las comunidades Conafe en cada entidad, también se refleja en los textos la relación entre las creencias de la gente y las predicciones derivadas de las rutinas y reacciones observadas en los animales; por ejemplo, sobre la espera de alguna temporada de sequía o de lluvias. De esta manera, las cuestiones ambientales adquieren relevancia para las personas y les permite analizar los beneficios de ayudar a mantener sanos los sistemas naturales. Cada cerro tiene su tigre alude a las condiciones geográficas en las que se encuentra esta especie. Cómo no adentrarse en el texto El manatí, si ahí encontramos, además de coloridas ilustraciones y mapas explicativos, cuentos, leyendas, costumbres, ciclos reproductivos y referencias de los ambientes que habita el manatí, hacamichin, chiilbek, el mato, el magnífico como lo llama en la leyenda el cacique Caramatex, a la par que se advierte sobre las acciones humanas perniciosas que perjudican su bienestar y disminuyen sus posibilidades de sobrevivencia. Leer la serie Educación Ambiental del Conafe nos permite ponderar positivamente el uso de materiales y recursos didácticos a favor de una educación integral, basada en la confianza sobre la capacidad de la niñez para incorporar nuevos aprendizajes y aplicarlos durante toda su vida, vislumbrando así una ciudadanía más respetuosa del medio ambiente y más consciente de las repercusiones de su actuar. Títulos de la serie; Animales mexicanos; El manatí; El berrendo; El mar y la costa; El bosque; Nuestro medio; El desierto; ¿Qué hacer con la basura?; Los delfines; El quetzal; El huerto tradicional; La selva; El jaguar; Las tortugas de mar; El lobo marino; La ballena gris; El lobo mexicano; La iguana; El águila real, y La vaquita. 18 • Conservación y sociedad 787 local debía involucrarse activamente en un papel dual: como responsable y como beneficiarla (Halffter 1984a, b, c; Jardel 1993). El binomio conservación y participación quedó así establecido y, a partir de entonces, tanto los decretos de áreas naturales protegidas, en sus diferentes categorías, como la propia política de conservación en los cuales se sustentan, lo consideran parte de su estrate- gia de manejo y aplicación. La implementación de esta propuesta no ha estado, sin embargo, exenta de conflic- tos, lo que en gran medida se ha debido a la definición del propio concepto de participación y a las formas como se le impulsa o se le limita. ¿Qué significa impulsar la parti- cipación social en la conservación de los ecosistemas y la biodiversidad? ¿Es acaso una prerrogativa del Estado o la sociedad desempeña en ello un papel igualmente impor- tante? Sin lugar a dudas, el concepto de participación es hoy por hoy uno de los más difundidos en la agenda po- lítica ambiental nacional (la propia Ley General del Equi- librio Ecológico y la Protección al Ambiente, en su artícu- lo 157, eleva la participación social en materia ambiental a rango de derecho ciudadano), así como en la interna- cional (Agenda XXI). No obstante, ello no significa que exista consenso respecto a sus contenidos y alcances. Desde algunos ámbitos, la participación significa que las poblaciones locales deben acatar en sus prácticas, las normatividades de acceso, uso y manejo de los recursos diseñadas por las instancias de gobierno o por los orga- nismos internacionales. Desde otros, participar implica que diversos actores, con intereses no siempre comunes, se involucren bajo condiciones equitativas de poder, en procesos de negociación y construcción de acuerdos para la toma de decisiones que conciernen al manejo y la con- servación de los recursos naturales, en distintos ámbitos de influencia (local, regional y nacional). Esta última ma- nera de entender la participación la define, entonces, como una práctica tanto social como política y no solo como un acto de obediencia ante la imposición de normas diseña- das extralocalmente. Dicho en otras palabras, la partici- pación se define aquí como aquella acción colectiva en torno al manejo y conservación de los recursos naturales que surge de un proceso de negociación de intereses, de- finición de reglas y construcción de compromisos entre diversos actores sociales, a partir de sus derechos y obli- gaciones. A esta definición será a la que haremos referen- cia en este apartado, pues las experiencias en México nos hablan de la participación tanto en procesos que se diri- men entre actores locales, como de otros en los que se observa cooperación entre las comunidades, los organis- mos civiles nacionales e internacionales, las universida- des y las instancias de gobierno locales, estatales y nacio- nales (véanse los recuadros 18.11 y 18.12). Recuadro 18.1 1 Manejar el agua no significa controlarla: MUJERES Y AGUA EN COMUNIDADES INDÍGENAS DE CHIAPAS Denise Soares Durante los años 2004 y 2005, el imta, con el apoyo de Pronatura Chlapas, A.C., y gradas al financiamiento del Conacyt, se desarrolló un proceso de investigación participativa en las comunidades indígenas de Pozuelos y El Pinar, pertenecientes a los municipios de Chamula y San Cristóbal de las Casas, respectivamente, ubicados en Los Altos de Chiapas. El objetivo de la investigación fue entender la lógica de las estrategias de articulación de familias marginadas con el agua para consumo doméstico, a partir del análisis de sus formas de abasto y manejo de los recursos hídricos, con el fin de ubicar la problemática específica de las mujeres en su relación con el agua y reflexionar sobre opciones dirigidas a mejorar sus condiciones de vida. Los resultados encontrados en la investigación señalan que las mujeres en ambas comunidades desempeñan un papel determinante en el manejo del agua en el ámbito doméstico. Son ellas las principales responsables de garantizar el abastecimiento de agua a la unidad familiar, ocupando largas jornadas en su acarreo. Asimismo las mujeres se encargan del manejo del recurso hídrico en las unidades domésticas, determinando las estrategias para su almacenamiento e higiene; todo ello les ha proporcionado un profundo conocimiento sobre este recurso. A pesar de que las mujeres son las responsables tanto del abasto como del manejo del agua en el núcleo doméstico, no participan en la toma de decisiones acerca de las estrategias de gestión del agua en las comunidades, pues son los hombres quienes están en el "patronato del agua" — estructura organizativa comunal que se origina en los lineamientos de la política federal, para incentivar la participación de los habitantes de las zonas rurales en el mantenimiento de sus 788 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 18.11 [concluye] sistemas de agua. Esta ausencia de las mujeres en la organización que gestiona y decide el manejo del agua en las comunidades impide que sus voces y demandas sean escuchadas. En principio todos los habitantes de las comunidades, sean hombres o mujeres, pueden acceder al agua, aunque el control y las decisiones relativas a la gestión del recurso hídrico sean tomadas por los hombres del patronato del agua de cada localidad. La existencia de una organización que regula el acceso al agua para uso doméstico, con representantes exclusivamente del sexo masculino, en comunidades en donde tanto el abasto como el manejo del agua en las unidades domésticas es responsabilidad principalmente de las mujeres, refleja que son los valores sociales y estereotipos culturales los que están guiando las prácticas comunitarias de organización y gestión de los recursos. De hecho la situación de exclusión de las mujeres de los espacios de toma de decisión con relación al agua para uso doméstico, no es exclusiva de Pozuelos o El Pinar, dado que la presencia de mujeres en los comités de agua del estado se reduce a 1%, es decir, solamente 10 comités cuentan con presencia femenina, de un total de 1 000 existentes en la entidad. En estos términos, son las mujeres quienes conocen, más que nadie, las demandas reales de las unidades domésticas en lo tocante al agua, por la sencilla razón de que son ellas las responsables de manejar el agua dentro del hogar, ya sea utilizándola en el lavado de ropa, preparación de alimentos, aseo de la vivienda, entre otras actividades demandantes de dicho recurso. Sin embargo, son los hombres quienes determinan las prioridades para la utilización del agua en las unidades domésticas y también son ellos quienes establecen las sanciones por un uso inadecuado del agua. Es decir, son los hombres quienes tienen el poder de decisión, incluso en aspectos relacionados con las actividades eminentemente femeninas. Es necesario que las decisiones en materia de gestión, manejo y mantenimiento del sistema de agua en Pozuelos y El Pinar, así como en otras localidades del estado y del país, se sometan a una valoración previa de sus impactos en los diferentes grupos de las comunidades, en especial las mujeres, quienes son las principales responsables de un uso eficiente del agua dentro de la unidad doméstica, así como del abasto de dicho recurso al hogar. Asimismo la adquisición de poder por parte de las mujeres debe pasar por una modernización de los espacios de toma de decisión en relación con el agua en las comunidades. Es el caso del patronato de agua, que con la presencia decidida y con derecho a voto de las mujeres (de preferencia mediante el establecimiento de cuotas de participación, pudiendo empezarse con un 30% de mujeres), podría lograr que tales espacios se vuelvan más fuertes y capaces de responder a las necesidades sociales y ambientales de toda la comunidad. Para ello es importante que agencias reguladoras en los ámbitos local y regional hagan cumplir las nuevas orientaciones. De esa manera, manejar el agua puede significar también controlarla. Recuadro 18.12 Más allá del comanejo en el uso sostenible de los recursos biológicos Yolanda Lara En la práctica, los enfoques participativos, más que ser una forma consistente de abordar las relaciones entre las comunidades humanas y el medio natural, son en realidad un conjunto heterogéneo de métodos, que van desde los programas de "concientización social” o "consulta social”, encaminados a reducir las tensiones, por ejemplo, entre la dirección de un área natural protegida y las poblaciones locales, hasta los proyectos autónomos de uso sostenible de los recursos biológicos. Entre un extremo y otro se ubican los enfoques de autogestión, de manejo conjunto y el comanejo. En la mayoría de los casos, se trata de esquemas cooperativos de manejo en los que una dependencia con jurisdicción sobre un área (normalmente una dependencia del Estado) establece un acuerdo de colaboración con actores interesados relevantes (residentes locales y usuarios de los recursos) en el que se especifican y garantizan sus respectivas funciones, derechos y responsabilidades respecto al área (BorrinbFeyerabend 1996). Sin embargo, la experiencia de Estudios Rurales y Asesoría, A.C. (era) ha sido muy distinta. En 1979, una comisión de representantes de 35 comunidades de la Sierra Norte de Oaxaca recorrió los centros de educación superior de la Ciudad de México, con una encomienda poco usual: reclutar 18 • Conservación y sociedad 789 un grupo de profesionistas que estuviera dispuesto a trabajar para la Organización para la Defensa de los Recursos Naturales y Desarrollo Social de la Sierra Norte de Oaxaca (Odrenasij). Solicitaban asesoría técnica para integrar una propuesta de las comunidades de la Sierra Norte que fuera defendible frente a las instancias del gobierno. Por esas fechas estaba egresando de varias universidades la primera generación numerosa de profesionistas de origen indígena. Antes ya habían existido abogados, médicos e ingenieros provenientes de comunidades indígenas, pero eran casos aislados. Estos nuevos profesionistas constituían un grupo más numeroso y compacto, que no estaba dispuesto a aceptar de manera pasiva las decisiones de los funcionarios del gobierno. En particular, no consideraban justo que se hubieran otorgado concesiones para el aprovechamientos de los bosques que eran propiedad de las comunidades indígenas a empresas paraestatales y privadas. Plantearon a sus comunidades la importancia de recuperar el control de los bosques, tierras y agua y lograron que estas se organizaran para evitar una nueva concesión. Estudios Rurales y Asesoría nació a raíz de esta experiencia como una asociación de profesionistas recién egresados, que se planteó poner sus capacidades técnicas al servicio de comunidades indígenas y campesinas. Así, de manera intermitente, desde inicios de la década de los ochenta, esta asociación ha proporcionado apoyo técnico y asesoría a comunidades principalmente de Oaxaca y Veracruz, pero también ha prestado servicios profesionales a comunidades de Puebla, Michoacán y Guerrero. Algunas veces, era ha conseguido apoyo de fundaciones privadas para pagar sus servicios. Otras veces, las comunidades han aportado de sus propios fondos y, sobre todo en los últimos años, las comunidades han recibido apoyos del gobierno para contratar servicios profesionales. De manera semejante a quien indica a un arquitecto las características y especificaciones que quiere para su propia casa en construcción, la interacción de profesionistas y comunidades ha permitido que estas últimas configuren planes de uso del suelo, proyectos productivos y programas de manejo a la medida de sus intereses, visión y objetivos. Más aún, el método de era ha consistido en acoplar procesos de formación de cuadros técnicos de las propias comunidades u organizaciones a los procesos de consultoría y asesoría que le requieren las comunidades. De esta manera, era se retira dejando normalmente un equipo técnico de la propia comunidad a cargo del manejo de los recursos naturales y biológicos. Así ha sucedido con la Unión de Comunidades Zapoteca-Chínanteca, la Unión de Comunidades de Ixtlán y Etla de Oaxaca, y Servicios Ambientales de Oaxaca, A.C. Una herramienta que ha resultado clave en estos logros ha sido el empleo de un esquema metodológico desarrollado en la práctica que inicialmente llamamos Planeación Comunitaria para el Manejo del Territorio y que se ha difundido más con el nombre de Ordenamiento Comunitario del Territorio. El estado de Oaxaca, reconocido por tener la mayor diversidad biológica de México, tiene 275 047 hectáreas bajo algún estatus de protección oficial (reserva de la biosfera, parque nacional, monumento natural o santuario). La acción colectiva que era ha promovido, sumada a la de otras ong como el Grupo Autónomo para la Investigación Ambiental, junto con comunidades indígenas y campesinas en Oaxaca, ha puesto bajo resguardo efectivo hasta ahora 164 850 hectáreas con sistemas de producción sostenible certificada, y 55 450 hectáreas destinadas a la conservación de flora y fauna silvestre. Esto hace pensar en que el tipo de acuerdos que ha desarrollado era para aportar capacitación y asesoría puede ser una manera muy efectiva y poco costosa de conservar la diversidad biológica. Cinco asociaciones semejantes podrían tener un efecto de conservación equiparable en tamaño al de todas las formas gubernamentales de conservación en el estado de Oaxaca, pero incomparablemente más barato y efectivo. Si como definen Borrini-Feyerabend (1996) o Luna (1999) el comanejo se da típicamente cuando una dependencia de gobierno celebra un convenio para que los residentes locales participen en el manejo de una anp, la experiencia de una veintena de organizaciones y comunidades que gestionan sus propios planes de manejo y conservación, no es solo de comanejo. Va más a fondo en el proceso de involucrar a la población local. Se trata de casos de manejo autónomo, en donde es la acción colectiva y no la coerción gubernamental, lo que garantiza la conservación de la dinámica del paisaje, las poblaciones y el flujo genético; es decir, de la diversidad biológica. 1 8.4.1 El papel de las instituciones locales del medio rural en la conservación ecológica Si bien hoy se reconoce de manera oficial la necesidad de incorporar en los esfuerzos de conservación impulsados desde el Estado a las poblaciones que detentan los recur- sos naturales, lo cierto es que estas no han sido ajenas a dichas prácticas. Diversos estudios (Argueta 1993; Toledo y Argueta 1993; Garibay y Boceo 2000; Lazos y Paré 2000; Merino etal. 2000; Chapela 2002; De Anta 2004; Paz 2005) muestran cómo históricamente algunas comunidades asentadas en distintos ecosistemas han construido desde 790 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio su organización social y política, así como desde su siste- ma de valores y creencias, instituciones locales que nor- man sus prácticas colectivas de acceso y uso de los recur- sos, permitiendo con ello tanto su aprovechamiento como su conservación. Así tenemos, por ejemplo, casos de comunidades o eji- dos forestales en los que el aprovechamiento de los bosques o selvas está ligado a la existencia de empresas forestales comunitarias que operan con sistemas de autorregulación (Bray y Merino 2004). Son estos los que norman y censu- ran las prácticas de manejo, aprovechamiento y conserva- ción de los recursos a partir de reglas elaboradas y sancio- nadas colectivamente (San Juan Nuevo, Michoacán; Sierra Norte y Sur de Oaxaca, Plan Piloto de Quintana Roo, entre otras). Cuando estas iniciativas locales son reconocidas y respaldadas por el Estado, por medio de sus instituciones de gobierno, existen más probabilidades de éxito en los objetivos de conservación, pues permite vincular los inte- reses de las colectividades con los del interés público. Tal fue el caso en la Sierra de Oaxaca, en donde la delegación de la Semarnat de la entidad, reconociendo el proceso so- cial de control territorial iniciado por las comunidades de la zona en los años ochenta tras el fin de las concesiones forestales, impulsó la creación de comités regionales de recursos naturales como instancias de intercambio co- munitario, para que las comunidades usuarias y adminis- tradoras de los bosques analizaran y se apropiaran de las políticas forestales nacionales (Conanp 2005). Otros ejemplos locales de manejo y conservación nos remiten a experiencias en las que el aprovechamiento co- mercial no está en el centro de las prácticas y, sin embar- go, las comunidades o ejidos, a partir de sus derechos de tenencia, mantienen normas que regulan el uso de los re- cursos con fines domésticos, así como formas organizati- vas que generan prácticas de cuidado y conservación de los mismos. Estas incluyen, por ejemplo, limpieza de bos- ques, combate de incendios, prevención con brechas cor- tafuego, reforestación, manejo de cultivos de sombra, etc., como sucede en Tepoztlán, donde los grupos cívicos fo- restales se organizan siguiendo la tradición de “cuatequitl” o tequio (Paz 2005). Lo que nos interesa resaltar en ambos casos es que las prácticas de conservación sustentadas por las comunidades están respaldadas por instituciones locales, las que a su vez han sido generadas y sancionadas colectivamente, ya que representan el interés común. Cuando las instituciones locales que norman el uso y el acceso a los recursos son fuertes; cuando las reglas que se establecen en su seno son compartidas y respetadas por todos, porque surgen desde y en respuesta a los inte- reses colectivos; cuando, finalmente, existe un gobierno de los recursos comunes, es cuando encontramos mayor probabilidad de participación interna para el manejo adecuado y la conservación de los ecosistemas y la bio- diversidad (Ostrom 1999, 2000). Por el contrario, cuando estas instituciones se encuentran fracturadas, cuando las bases de confianza comunitaria se han erosionado por la corrupción, y las instancias de gobierno local están con- troladas por grupos de poder (locales o extralocales) que imponen sus intereses particulares, las prácticas colecti- vas en torno a los recursos son menores y tienen incluso el riesgo de desaparecer, pues no hay un proyecto común que les dé sentido y las articule, ni instituciones que las respalden y orienten. La participación social en los esfuerzos de conserva- ción de los ecosistemas y la biodiversidad que se observa en las comunidades campesinas (indígenas o mestizas) no es entonces un conjunto de prácticas dispersas y des- articuladas, sino que cuando se presenta (sustentada, como se mencionaba arriba, en una base social fuerte), está cla- ramente normada y responde a la dinámica social y cul- tural en que las comunidades se encuentran insertas. Por ello, cualquier intervención externa — ya venga esta de las instituciones oficiales, de organizaciones de la socie- dad civil o de la academia — que pretenda impulsar pro- cesos colectivos de conservación y manejo sustentable de los recursos naturales deberá tomar en seria considera- ción las experiencias y propuestas que provienen de los ámbitos locales, y valorar asimismo el estado de sus ins- tituciones normativas. Al respecto, vale rescatar la expe- riencia del Grupo de Estudios Ambientales, A.C. (ge a), que en el proyecto de manejo campesino de recursos na- turales en la Sierra de Guerrero, prioriza dos aspectos fundamentales en su metodología para incentivar la par- ticipación comunitaria: 1 ] considerar la normatividad local como un factor esencial para lograr un buen desarrollo de los proyectos, y 2] establecer relaciones de colabora- ción entre organizaciones de la sociedad civil (ose) y orga- nizaciones campesinas, basadas en la confianza y el res- peto mutuos, la clarificación de los ámbitos de influencia de cada uno y el diálogo de saberes. Enfoques de este tipo permiten evitar conflictos mayores como procesos de frag- mentación territorial, de faccionalismo político o de de- terioro ambiental severos, especialmente en el caso de las áreas naturales protegidas. Como en otros países, muchas de las anp en México han sido decretadas en espacios poblados, bien sea por colonización relativamente reciente, como sucede en el sureste del país, o bien en territorios históricamente ha- 18 • Conservación y sociedad 791 hitados por poblaciones indígenas. Normalmente estas zonas se encuentran bajo regímenes de tenencia colecti- va de la tierra, ya sea ejidal o comunal, y quienes en ellas habitan han sido poseedores, por derecho, tanto de terri- torios como de recursos, y bajo esa premisa han hecho uso de ellos. En el capítulo 15 de este volumen se indica que en 52 de las 152 áreas naturales protegidas declara- das en el país hay población indígena. Estas 52 áreas pro- tegidas suman una extensión territorial de 5 578 645 hec- táreas, de las cuales 1 467 034, que representan 26.4% de la superficie de las mismas, corresponden a los territorios de los pueblos indígenas. El decreto de reservas en estos territorios, sin consulta previa con la población y sin la integración de las experiencias comunitarias, ha alimen- tado el descontento. Es necesario, por tanto, revertir es- tas intervenciones que atenían contra derechos agrarios preestablecidos, reconociendo las iniciativas locales de conservación y aprovechamiento sustentable cuando las hay, o promoviéndolas cuando no existen. Esto implica construir un esquema de corresponsabilidad entre el Es- tado y las comunidades que no se resuelve solo con el discurso de la participación, sino que requiere decidida voluntad política para impulsarla y, también, crear condi- ciones concretas para su puesta en práctica en el marco de la democracia (véase el recuadro 18.13). Desde los años noventa, acatando las directrices de la Agenda XXI y siguiendo las recomendaciones del Banco Mundial planteadas tanto en la directriz operativa 4.2, como por medio del Fondo para el Medio Ambiente Mun- dial (véase gef), la política ambiental mexicana ha im- pulsado la instalación de consejos técnicos asesores (cta) en las anp, como espacios de participación para la ges- tión de las mismas. Así, en poco más de 10 años, de 1993 a 2003, se instalaron 50 cta en 48 anp (imac 2005). Los cta están conformados por representantes de los tres niveles de gobierno, la sociedad civil organizada, el sector social, el académico y el empresarial. Su función principal es la de ser un órgano de asesoría, consulta y apoyo a la dirección de un área para el mejor manejo de la misma. Aunque es cierto que en muchos casos los cta no han cumplido con sus fines porque o bien carecen de repre- sentatividad, o bien no logran tener una vida institucio- nal que canalice las múltiples energías e iniciativas loca- les, es importante reconocer que hay algunas historias de éxito. Tales son los casos de las reservas de la biosfera Sierra de Manantlán, Banco Chinchorro, El Vizcaíno, Los Tuxtlas y el parque nacional Bahía de Loreto, en las que se ha logrado que no solo los derechohabientes partici- pen, sino también otras instancias públicas y privadas, lo cual permite coordinar las inversiones en un área. Por otro lado, estos foros de participación son una pri- mera y muy importante ventana para la rendición de cuen- tas. Hay pocas dependencias como la Conanp que están obligadas a informar de sus acciones a los pobladores lo- cales, lo cual es un importante avance en nuestro país. Vale la pena recordar aquí que los cta no son los úni- cos ámbitos de participación para el manejo, uso o con- servación de los recursos naturales del país. La Ley Ge- neral del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente, la de Aguas Nacionales, la de Planeación y la de Desarrollo Rural Sustentable contemplan asimismo instancias tales como el Consejo Nacional de anp, los Consejos de Cuen- ca, los Comités para la Planeación del Desarrollo (Copla- des) y los Comuders, o Consejos Municipales de Desa- rrollo Rural Sustentable. Desafortunadamente, en la mayoría de los casos estos consejos no han logrado aún desarrollar una vida institu- cional real y democrática que garantice la participación de todos los sectores. En un estudio sobre políticas públicas en la Reserva de la Biosfera de Los Tuxtlas, Paré y Fuentes (2007) señalan al respecto: “En la región, estos consejos por lo general son instalados de manera formal, se reúnen en ocasiones, pero en ellos no suelen participar los repre- sentantes de las instituciones y a veces de los municipios”. Muchos críticos mexicanos que forman parte de ose juzgan que estos consejos o comités son espacios que se usan solo para legitimar una política ya decidida y que no se ajusta a las opiniones expresadas por estos consejos. O bien que estos espacios son dominados por actores pode- rosos, generalmente dependencias gubernamentales que condicionan y estructuran eficazmente las reuniones de manera que la sociedad civil no tenga una voz efectiva. Otros ven en estos espacios una oportunidad — aunque limitada en su impacto transformador — para desarrollar un mejor entendimiento entre los actores contendientes y las estructuras de conocimiento. Se reconocen útiles, por lo tanto, para que la elaboración y el resultado de las po- líticas sean influenciados crucialmente por las delibera- ciones y las presiones que tienen lugar en estos espacios (Blauert et al. 2006). Indudablemente, en los últimos 20 años han sido con- siderables los avances en política de conservación en nuestro país, y ha sido importante también el reconoci- miento oficial a las prácticas de conservación que se ges- tan desde los ámbitos comunitarios, y no solo aquellas referidas a las áreas protegidas oficiales. Hoy la Conanp registra entre estas a: 1 ] las empresas comunales de apro- 792 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 18.13 La participación social en el Programa de Ordenamiento Ecológico Territorial de la Costa de Jalisco Anna Pujadas El ordenamiento ecológico territorial es un instrumento normativo que apoya la planificación del desarrollo orientando el manejo de los recursos naturales y busca el Incremento del nivel de vida de la población. Se concibe con la visión de la planeadón partid pativa y considera fundamental que los diferentes actores sociales se involucren en las distintas fases de su gestión. En Jalisco, en 1999 se decretó el Ordenamiento Ecológico Territorial de la Costa de Jalisco (oetcj) (Semades 1999). Es el primer ordenamiento ecológico territorial de carácter regional que se formula en el país bajo el enfoque participativo. El oetcj reglamenta una extensión de 1 451 457 hectáreas, la cual comprende 10 municipios, cinco serranos y cinco costeros, que cubren el total de la vertiente pacífica del estado. Es una zona que permaneció muy aislada hasta la década de 1950. En la actualidad se encuentra poblada con densidades bajas y está socioeconómicamente caracterizada por un nivel de bienestar social bajo y por marginación. Ecológicamente es una zona muy valorada por su alta biodiversidad, el elevado número de endemismos que alberga y el estado de relativa conservación que presenta. Esta riqueza se encuentra amenazada por la presión que ejercen las actividades económicas, especialmente las relacionadas con la producción agropecuaria. Dado el enorme potencial turístico que presenta la zona, desde su colonización el gobierno estatal ha sembrado los antecedentes para que se formule el oetcj. En 1991 el gobierno federal decidió elaborar el oetcj, que tiene por objeto impulsar el turismo en la región, procurando la conservación ecológica y la mejora de la calidad de vida de la población. Después de la elaboración de los estudios técnicos, en 1995 se retomó el proyecto y se sometió la propuesta a un proceso de concertación social para enriquecerla y buscar la apropiación de la población antes de proceder a decretarla. El trabajo que se presenta (Pujadas 2003) buscó entender el proceso de participación social en el oetcj a partir de examinar las perspectivas de los distintos actores involucrados en su formulación, aplicación, seguimiento y evaluación. El principal método de investigación utilizado fue la entrevista semiestructurada y se entrevistó a los actores involucrados en la gestión del oetcj: los responsables de la iniciativa, la formulación y el funcionamiento del programa tanto del gobierno federal como del estatal, así como a las autoridades del gobierno del municipio de La Huerta y a la población del ejido San Mateo, como ejemplo de una población dedicada a la actividad agropecuaria que participó en el proceso de consulta del instrumento y que tiene gran responsabilidad en su ejecución. Todas las entrevistas se grabaron, se transcribieron y se analizaron mediante el programa de cómputo Atlas.ti (versión 4.2), de análisis cualitativo. Los resultados indican que las instituciones responsables del oetcj realizaron un gran esfuerzo para que los diferentes actores sociales implicados, y especialmente la población local, se involucraran en la formulación del instrumento y con ello en su aplicación. Sin embargo, existieron obstáculos importantes para la incorporación de los distintos actores en estos procesos. Durante el proceso de consulta, el sector gubernamental no mostró tener las capacidades necesarias para crear canales efectivos de comunicación entre los actores. Los actores que habitan la región en su mayoría no compartieron el interés público de la conservación y el desarrollo que persigue el oetcj, sino que hicieron prevalecer sus intereses particulares. El gobierno municipal y la población de San Mateo no participaron de forma activa en el proceso por no sentir que realmente se les pudiera tomar en cuenta. Desde el inicio percibieron el proyecto como una imposición del gobierno, el cual apoyando la actividad turística y la conservación, favorecía a los empresarios de la región y perjudicaba a los productores rurales. En el proceso de concertación no se logró que todos los actores aceptaran el ordenamiento ni se obtuvo un consenso sobre cómo resolver esta situación. No obstante, el oetcj se decretó. A pesar del decreto, la fuerte oposición del municipio y la población al programa ha derivado en que, hasta la fecha, el primero no lo haga respetar y la segunda siga desempeñando actividades diferentes y hasta contrarias a las que se reglamentaron. El análisis realizado sugiere la necesidad de incorporar a los actores desde que surge la iniciativa de realizar un ordenamiento territorial. Asimismo, propone la necesidad de que exista una visión integral del instrumento y la elaboración de un plan de acción coordinado y consensuado entre los actores, orientado al desarrollo regional. Se propone la práctica de métodos participativos para ir construyendo visiones y planes de ejecución acordes con las necesidades y objetivos de los involucrados. El establecimiento y consolidación de un órgano institucionalizado en el cual interactúen de forma permanente los diferentes actores involucrados en la toma regional de decisiones, se vislumbra como un espacio apropiado para lograr la corresponsabilidad colectiva en el instrumento y con ello su funcionamiento efectivo. 18 • Conservación y sociedad 793 vechamiento forestal; 2] las reservas comunitarias; 3] las áreas simbólicas, que designan aquellas superficies don- de, por acuerdo comunitario, se encuentran restringidas las actividades productivas y con ello se permite la con- servación del ecosistema localmente; 4] las reservas ce- lulares, que se refieren al intento de conservar áreas de vegetación secundaria, propiedad de ejidatarios, peque- ños propietarios y comuneros, con el fin de contar con zonas de extracción de recursos florísticos y faunísticos con métodos racionales de aprovechamiento y que bus- can, asimismo, establecer algunos corredores biológicos; 5] la conservación bajo cafetales; 6] el ecoturismo; 7] áreas con proyectos productivos sustentables, y 8] áreas que ejercen el cobro de los servicios ambientales locales. En- tre las comunidades que poseen áreas naturales de carác- ter comunitario y simbólico destacan el Cerro Rabón en la región mazateca, con amplias superficies de selvas hú- medas y bosques mesófilos (11 500 hectáreas); el de Guiengola, en la región zapoteca del Istmo, con áreas im- portantes de selvas bajas y medianas caducifolias, y el Cerro de Huatulco, con 2 700 hectáreas de bosques con- servados (De Anta 2004). El reconocimiento oficial de estas prácticas que tienen efectos positivos en el manejo sustentable y la conserva- ción de los recursos es de suyo importante, pues amplía los márgenes de acción en la materia. El paso siguiente es reconocer a los actores involucrados en ellas (las comu- nidades, las organizaciones campesinas, las ose, la aca- demia, los propietarios particulares), como agentes polí- ticos que, por medio de sus prácticas, conocimientos y valores, pueden influir en políticas públicas. ¿Qué impide o qué alienta la participación social en la conservación de los ecosistemas y la biodiversidad? ¿A qué desafíos se enfrenta la propuesta de la conservación bajo un esquema de participación? Sin lugar a dudas, para que la participación se consolide y mantenga, se re- quiere contar, en primera instancia, con comunidades fuertes y organizadas en torno a sus recursos, con nor- mas internas claras y colectivamente establecidas y res- petadas, así como con instituciones legítimas. El Estado deberá reconocer esta fortaleza y condición de poder de las comunidades, y apoyarlas cuando sea necesario. Por otro lado, la participación implica la apertura de espacios de negociación y la construcción, implementación y se- guimiento de acuerdos entre los diferentes actores socia- les, tanto en el seno de las comunidades como en la rela- ción que estas establecen con el gobierno central. Existe el problema de la confianza y la legitimidad en- tre autoridades y ciudadanos, lo que indudablemente es uno de los principales obstáculos que enfrenta la coope- ración entre actores. No obstante, tanto la confianza como la legitimidad son susceptibles de construirse, y si la participación es considerada como la principal estrate- gia propuesta por el Estado para alcanzar el interés públi- co, será necesario que este actúe con voluntad política para crear las condiciones propicias. No hay soluciones únicas y permanentes; la participa- ción es un proceso que implica abrir, ganar espacios, man- tenerlos y reformarlos con el tiempo. El manejo de los recursos naturales, debido a la diversidad de intereses que intervienen, requiere ser continuamente negociado a par- tir de las propuestas de los diferentes actores, de sus cono- cimientos, sus objetivos, sus valores y sus experiencias. El gran desafío de la propuesta de participación no es el ma- nejo sustentable de los recursos en abstracto, sino la cons- trucción de plataformas de negociación social y política que permitan tener acceso a él (véase el recuadro 18.14). 18.4.2 La participación social en la protección ambiental en el medio urbano En esta sección comentaremos algunas experiencias de participación social en la Ciudad de México referidas a la protección ambiental. Sin embargo, es importante prime- ro hacer referencia a algunos aspectos generales acerca de la participación ciudadana y de los movimientos sociales que han existido en el medio urbano en los últimos años. La movilización ciudadana por cuestiones ambienta- les, así como la participación de la ciudadanía para frenar procesos que producen resultados negativos en el medio ambiente, comenzó en la Ciudad de México en la década de 1980, como consecuencia, entre otros factores, de la crisis económica que sufrió el país en esa época y de va- rias catástrofes que ocurrieron en la ciudad, sobre todo en 1984 y 1985 (Diez 2004). Han existido algunas evalua- ciones de esos movimientos que mostraron la presencia de diferentes tipos de organizaciones y protestas ciuda- danas (Quadri 2001; Sandoval 2001). Sin embargo, des- pués de un periodo de gran actividad en los años ochenta, esos movimientos fueron declinando aunque es induda- ble que tuvieron un impacto importante en las políticas ambientales de fines de esa década y la siguiente. Los ejemplos para la Ciudad de México, que conside- ramos bastante reveladores, han surgido de dos investi- gaciones realizadas en distintos momentos y muestran cómo la participación de organizaciones ciudadanas o populares son capaces de revertir medidas negativas del gobierno que afectan a sectores urbanos pobres; por otra 794 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 18.14 Participación social y gestión de la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán Sergio Graf Montero • Enrique J.Jardel Peláez • Eduardo Santana C. La Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán (rbsm), ubicada en los estados de Jalisco y Colima en el occidente de México, protege 139 570 hectáreas de bosques subtropicales de montaña y sistemas de producción agropecuaria y forestal, con más de 2 900 especies de plantas vasculares y 580 especies de vertebrados (ine 2000). La reserva desempeña un importante papel en la protección de las cuencas hidrográficas de su región de influencia. Como es el caso generalizado en las montañas de México, la Sierra de Manantlán es un espacio poblado, donde predominan condiciones de marginación y pobreza. El territorio de la reserva pertenece a 32 comunidades agrarias y cerca de 70 predios particulares, y su población asciende a unos 32 000 habitantes. El decreto del área protegida no modificó formalmente la tenencia de la tierra, pero impuso normas especiales de manejo del territorio y los recursos, así como limitaciones de dominio a sus dueños o poseedores, en bien del interés público. En un área poblada, con una larga historia de ocupación humana, donde persisten conflictos agrarios y presiones por el uso de los recursos naturales que son la base de la precaria economía local, la gestión de un área protegida presenta características especiales y requiere una estrategia de manejo basada en las comunidades. Partiendo del enfoque de reservas de la biosfera de MAB-UNESCO, la estrategia para la conservación de la rbsm se diseñó a partir de la integración de objetivos de conservación de ecosistemas y biodiversidad, restauración de áreas degradadas, desarrollo rural basado en el aprovechamiento sustentable de los recursos naturales, investigación y monitoreo, enseñanza y fortalecimiento de capacidades locales (Jardel 1992). Esta estrategia parte del reconocimiento de que el manejo comunitario es una oportunidad para la puesta en práctica de medidas de conservación, restauración y aprovechamiento sustentable que generen beneficios sociales colectivos. Las comunidades agrarias, dueñas de las tierras y bosques, deben ser los beneficiarios directos de la conservación, al mismo tiempo que tienen la responsabilidad social de conservar los ecosistemas, aprovechar adecuadamente su potencial productivo y mantener las funciones que generen servicios ecosistémicos para los habitantes de la región. Estos últimos, como beneficiarios de la conservación, deben compartir los costos y responsabilidades de la protección de la reserva y compensar a los dueños de la tierra por los costos increméntales de un buen manejo y las limitaciones de dominio impuestas por el decreto. El Programa de Manejo de la rbsm establece el marco conceptual, las normas y las líneas de acción prioritarias dirigidas a cumplir los objetivos del área protegida (ine 2000). Este programa constituye el marco de referencia para la planificación participativa del manejo en las unidades territoriales correspondientes a los predios de los ejidos y comunidades indígenas, y para los planes de manejo específicos dirigidos a ordenar acciones como el aprovechamiento forestal. La gestión participativa de la rbsm se basa en arreglos institucionales de largo plazo, por medio de dos consejos, uno en Jalisco y otro en Colima. Los consejos están formados por las autoridades municipales de los siete municipios en los que se ubica la rbsm, los representantes de las comunidades agrarias, organizaciones sociales locales vinculadas al manejo de la tierra y los recursos naturales, y las universidades estatales; cuentan con un presidente ejecutivo elegido entre sus miembros, una presidencia honoraria que recae en el gobierno estatal, y una secretaría técnica que corresponde a la dirección del área protegida, dependencia de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp). Las instituciones y dependencias de los gobiernos federal y estatal participan como invitadas con voz pero sin voto. Los consejos son un importante espacio para la planificación y evaluación de la gestión de la rbsm, donde se establece la comunicación entre los distintos actores involucrados y se establecen compromisos para tareas comunes, se resuelven positivamente los conflictos, se conciertan acciones y se negocian acuerdos (Graf et al. 2003). Los consejos facilitan en la práctica la aplicación de la estrategia de conservación de la rbsm, abren la posibilidad para una gestión verdaderamente participativa, justa y equitativa, en el marco de las transformaciones nacionales hacia un régimen democrático de gobierno, y responden a la evolución de los sistemas de gobernanza y comanejo de las áreas protegidas que se está desarrollando en muchas partes del mundo. La experiencia de trabajo en la rbsm muestra la importancia de la integración entre la conservación de la naturaleza y el aprovechamiento sustentable de los recursos naturales, y de la participación social efectiva basada en arreglos institucionales duraderos, para la construcción de modelos alternativos de gestión de áreas protegidas y de desarrollo orientado hacia la sustentabilidad. 18 • Conservación y sociedad 795 parte, las movilizaciones de grupos de estratos populares han podido impedir la aprobación de desarrollos inmo- biliarios para sectores de mayores ingresos en zonas pe- riféricas de protección ambiental. Es necesario aclarar que, mientras en el primer ejemplo el movimiento tuvo fuertes apoyos exteriores por darse en un momento de florecimiento de los grupos ecologistas, en el caso más reciente, debido a la mencionada declinación de esos grupos, las acciones de las organizaciones que luchaban por un ambiente mejor no estuvieron vinculadas a movi- mientos mayores. Un primer caso se refiere a los asentamientos irregula- res del Ajusco. Esta zona ubicada al sur del Distrito Fede- ral, es muy importante desde el punto de vista ecológico, y en una parte de este territorio fue surgiendo un núme- ro considerable de asentamientos irregulares durante la década de 1970. En un estudio llevado a cabo a mediados de los ochenta (Schteingart 1987), se pudo comprobar la existencia de organizaciones de vecinos que emprendie- ron importantes luchas para permanecer en su asenta- miento y para defenderse de los ataques de los ejidata- rios, ex hacendados de la zona y sobre todo de algunas instancias gubernamentales que los acusaban de conta- minar el área, con el fin de desalojarlos a pesar de que tenían muchos años ocupando el lugar. Pero fue sobre todo a partir de los programas de reordenación urbana y protección ecológica, que se propusieron hacia media- dos de 1980, cuando el gobierno local quiso eliminar es- tos asentamientos para proteger una zona de interés am- biental, cuando al mismo tiempo la delegación Tlalpan permitía una serie de situaciones mucho más contami- nantes. De hecho, las propuestas y planes mencionados sirvieron de base a las autoridades del Distrito Federal para intentar el desalojo de la población de esas colonias, a principios de los años ochenta, por medio de actos de violencia y represión, intentos de negociación y ofertas de reubicación. Las colonias más combativas como Bos- ques, 2 de Octubre y Belvedere, lucharon por mantener- se en el lugar e incluso mejorar sus condiciones de vida. Comenzaron a aplicar planes de reforestación, huertos familiares y uso de sistemas alternativos para el trata- miento y reciclaje de desechos orgánicos no contaminan- tes, contando con el apoyo de biólogos de la unam y gru- pos ecologistas. Sin duda, las movilizaciones y apoyos de esos grupos provocaron un cambio de actitud de la ad- ministración y, por primera vez, en 1984, las autoridades aceptaron que no habría desalojo masivo de pobladores, anunciándose asimismo la regularización de la tenencia de la tierra, pero fijando condiciones para la urbaniza- ción que no significaran el deterioro del ambiente. Fue en la colonia Bosques donde se avanzó más en la elabora- ción de un proyecto ecológico integrado (la propuesta de “Colonia ecológica productiva”). Ninguna dependencia gubernamental quiso apoyar el proyecto que a pesar de sus muy interesantes y originales propuestas, no pudo apli- carse de manera prolongada y completa. Esta propuesta surgió de la comunidad organizada y de la participación de un grupo técnico independiente que trabajaba con esa comunidad. El segundo caso a comentar es el desarrollo Bana- mex-Pachuquilla en la Delegación Cuajimalpa del Distri- to Federal. Este caso muestra como aun los desarrollos habitacionales que se tratan de promover por el sector inmobiliario formal no cumplen con lo establecido por la ley y pueden estar invadiendo terrenos que los planes ur- banos y ambientales han decretado como de interés am- biental, y por lo tanto no pueden urbanizarse (Schteingart y Salazar 2005). El terreno en cuestión se ubica en el poblado de San Mateo Tlaltenango, junto al Parque Nacional Desierto de los Leones, y colinda con otros poblados sobre los que existe una gran presión urbana. Es propiedad de Bana- mex, institución que había conseguido en 1997 las licen- cias para la realización de un desarrollo habitacional de viviendas de lujo para sus principales accionistas y un cen- tro de adiestramiento para su personal. De acuerdo con la investigación de Schteingart y Salazar (2005), cuando los vecinos observaron que en 1999 estaban por iniciarse las obras en el citado predio decidieron que estas no po- dían llevarse a cabo porque existían en el terreno ojos de agua naturales y en él se recolectaban diferentes tipos de hongos, además de que servía para el esparcimiento de la comunidad. Esta población, representada por la Asocia- ción de Vecinos Unidos en Defensa del Pueblo de Cuaji- malpa, A.C., comenzó a hacer las investigaciones perti- nentes mediante oficios y cartas dirigidos a las autoridades para averiguar si los dueños contaban o no con las licen- cias necesarias, y recurrieron al marco legal que le per- mite a cualquier ciudadano el derecho de petición. Por medio de un juez exigieron que la autoridad correspon- diente, es decir la Delegación, contestara su petición de información. También se apoyaron en otras figuras jurí- dicas como la acción pública establecida por la Ley de Desarrollo Urbano, y la denuncia popular establecida en la Ley Ambiental del D.F., que sirven para denunciar cual- quier intento de modificación de uso del suelo que con- travenga disposiciones legales en determinados proyec- tos urbanos. Con esto, lograron saber que los dueños del 796 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio predio contaban con las licencias de construcción y las resoluciones de impacto ambiental favorables de acuer- do con lo dispuesto en el Programa Delegacional de 1987, que ya no estaba vigente, por lo cual estas licencias y reso- luciones ya habían vencido y los dueños del terreno no se habían amparado a tiempo. Cuando decidieron buscar un amparo a su favor para lograr la renovación de sus licen- cias y comenzar a construir, ya era tarde. En ese momento el desarrollo estaba violando lo establecido en el Progra- ma Delegacional de 1997, que era mucho más estricto y prohibía los desarrollos habitacionales en la zona. Por otra parte, la organización social recurrió al Registro Público de la Propiedad y encontró que el predio había pertenecido a la comunidad agraria de San Mateo y había sido vendido por los comuneros de manera ilegal. Los ejidatarios del mismo nombre comenzaron asimismo una serie de proce- dimientos para obtener la nulidad jurídica de esa compra- venta. Como parte de ese litigio se extendió una orden del juez que prohibió cualquier construcción en los terrenos. En este contexto, la movilización social desalentó al banco a seguir adelante con los trabajos de preparación de las obras. No obstante, en sucesivas reuniones entre los representantes del proyecto y la asociación de vecinos, los primeros trataron de negociar con los segundos un cam- bio del proyecto o algunas compensaciones a la comuni- dad, con tal de poder realizar su proyecto. Estos ofreci- mientos no fueron aceptados y ante el aumento de las movilizaciones en la zona por parte de otras organizacio- nes, Banamex ya no insistió en su intento de construir. Esto nos muestra que la movilización popular en de- fensa de los recursos naturales del área se realizó también en un contexto de mayor cumplimiento de la legislación existente. Por ejemplo, la primera licencia de construc- ción y uso del suelo se había otorgado justo en los días en que se aprobó el Programa Delegacional de 1997, que era más estricto en cuanto a la cuestión ambiental, pero que tampoco cumplía totalmente con lo establecido para esa zona por el Programa Delegacional de 1987, lo que mos- tró, en cierta medida, cómo se otorgaban anteriormente las licencias y la falta de cumplimiento de la ley. Por otro lado, se pudo detener un desarrollo inmobiliario promo- vido por un actor social poderoso en una zona como Cuajimalpa de Morelos, que brinda importantes servi- cios ambientales para la ciudad. Es decir, se dio un con- junto de factores, que se sumaron a la movilización po- pular, para impedir la urbanización. Sin embargo, sin la movilización no hubiera quedado al descubierto toda la información que llevó a las autoridades a proceder posi- tivamente en beneficio del ambiente. A partir de los dos ejemplos presentados se puede no- tar el aumento de los mecanismos mediante los cuales los grupos que se movilizan pueden hacer escuchar su voz e influir sobre las medidas que pueden tomar las au- toridades. Por supuesto que los avances en materia de legislación y gestión más transparente de los asuntos pú- blicos de la ciudad no son independientes del desarrollo de los movimientos y organizaciones de la sociedad civil, ni del avance de las distintas formas de participación ciu- dadana (Sánchez-Mej orada y Álvarez 2002). En el caso del Ajusco, en un momento en que todavía no se habían dado los mencionados avances, fue aun más importante el apoyo de los movimientos ecologistas para detener una acción pública contra grupos tradicionalmente des- protegidos, a los que frecuentemente se les ha acusado (Sánchez-Mejorada y Álvarez 2002) de contaminar el am- biente, sin darles ninguna opción para que puedan dejar de hacerlo, mientras se toleraban situaciones y procesos mucho más graves para el ambiente, como la existencia de tiraderos de basura a cielo abierto. 18.5 Construcción de una RESPONSABILIDAD SOCIAL EN TORNO A LA CONSERVACIÓN: CONCLUSIONES, CRITERIOS Y RECOMENDACIONES 1 ] Los esfuerzos sociales para la conservación de ecosis- temas deben estar enmarcados en la construcción de alternativas hacia la sustentabilidad. Es decir, no deben ser esfuerzos aislados, sino ensamblados a procesos más amplios como, por ejemplo, los que se realizan para incorporar la dimensión ambiental al desarrollo nacional o para crear políticas públicas ambientales en materia de economía, energía, consumo, etc. Esto serviría para construir una administración descentra- lizada y democrática y para fortalecer las organizacio- nes de la sociedad civil en su participación social, entre otras cosas. Así, en la medida en que los actores socia- les que realizan proyectos de conservación de ecosis- temas fortalezcan una visión estratégica de articulación e integración con otros campos temáticos y sectores, se podrá construir una propuesta transversal de la con- servación, y garantizar así un mayor impacto de sus objetivos ecológicos y sociales y, de manera relevante, contribuir a la lucha conjunta para que lo ambiental sea una prioridad en el escenario nacional. Los traba- jos para la conservación de ecosistemas requieren ex- plorar y recomendar políticas públicas nacionales al 18 • Conservación y sociedad 797 respecto, lo que implica mejorar leyes, fortalecer insti- tuciones, ejercer la planeación democrática y con pers- pectiva estratégica, contar con un sistema de informa- ción especializado en el campo, y disponer de recursos financieros y humanos significativos. 2] Frente a lo anterior, cobra sentido y relevancia el pro- fundizar los esfuerzos para elaborar análisis integra- dos de los sistemas socioecológicos. Esto implica el acercamiento y el trabajo conjunto entre distintas dis- ciplinas del conocimiento y conduce hacia la cons- trucción compartida de capacidades técnicas y socia- les para enfrentar la crisis ambiental que sufre el país. Los referidos análisis integrados, en la medida de lo posible, conviene que partan de estudios sobre las per- cepciones ambientales de la sociedad en toda su am- plitud y complejidad, pues el conocimiento de ellas permitirá mejorar los mecanismos de participación social y los programas de educación ambiental y di- vulgación científica. 3] Los análisis integrados de los sistemas socioecológi- cos y los estudios de percepción permiten integrar la perspectiva de los habitantes locales en los programas de conservación de ecosistemas, pero ello es insufi- ciente si en la toma de decisiones y en la ejecución de las acciones no se despliegan mecanismos de partici- pación social. Estos últimos deben considerar, como ya se dijo, la existencia de condiciones equitativas en el ejercicio del poder que permitan una negociación abierta entre los actores involucrados en la conserva- ción de ecosistemas, como los propios habitantes (que no son homogéneos, sino que tienen distintos intere- ses a partir del tipo de propiedad, cultura, posiciones de poder, etc.), las autoridades locales, los funcionarios ambientales, los científicos, las organizaciones civiles, entre otros. 4] Las recomendaciones que se expresan en los puntos anteriores no enfrentan la desventaja de empezar des- de cero, pues existen en el país capacidades construi- das y proyectos que ya tienen camino recorrido, pero son necesarios esfuerzos de sistematización o recupe- ración crítica de las prácticas de conservación de eco- sistemas que les han impulsado, sobre todo en los ám- bitos locales. Especialmente importantes son aquellos que han aprovechado adecuadamente las condicio- nes, las facultades y los saberes locales; han estimula- do el diálogo y la coordinación entre actores, y han empleado el conocimiento científico para alcanzar re- sultados significativos. Entre estos casos cabe desta- car algunos de los ya señalados aquí (ubicados en Sie- rra de Huautla, Mor.; Sierra Santa Marta, Ver.; Sierra Gorda, Qro.; San Juan Nuevo, Mich.; Sierra de Ma- nantlán, Jal.; Sierra Norte y Sur de Oaxaca, Plan Piloto de Quintana Roo), pero existen, desde luego, otros en los que se consignan éxitos importantes o bien pro- puestas sugerentes para la construcción de la susten- tabilidad, como algunos de los registrados por Bray y Merino (2004) y por el Citro (Centro de Investigacio- nes Tropicales) de la Universidad Veracruzana en la página . 5] Finalmente, cabe destacar que las políticas públicas en materia de conservación de ecosistemas, la investi- gación científica, la participación social y la sistemati- zación crítica de lo aprendido, tendrán débiles ci- mientos si paralelamente no están acompañados de la generación de capacidades sociales para la gestión del territorio. En tal sentido, los procesos de divulgación científica y de educación y comunicación ambientales son elementos indispensables para contar, tanto en el ámbito nacional como local, con una ciudadanía críti- ca, propositiva y dispuesta al compromiso activo con la impostergable conservación de ecosistemas. Notas 1 Se refiere a inducir pastos para ganadería. 2 Este término podría definirse como una cultura de protec- ción al ambiente, de acuerdo con la cual se le otorgue una alta prioridad a: /] las políticas públicas en esta materia; ii] la creación y fortalecimiento de una institucionalidad que las impulse, y iii ] el compromiso de incorporar la racionalidad ambiental a todo el ciclo orgánico de la administración. Referencias Alba, M. 2001. Sistematización de un proyecto de educación ambiental sobre la conservación de las tortugas marinas en Quintana Roo. Facultad de Filosofía y Letras, unam, México. Amante, C.M. 2006. 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March A la luz de los hallazgos más importantes del análi- sis y síntesis del conocimiento que poseemos de las tendencias de cambio y el estado de conservación de nuestro capital natural, de las principales causas que lo transforman y de la evaluación de las accio- nes de conservación y los retos que en la materia enfrentamos, sintetizamos aquí los avances y limi- taciones detectadas en los capítulos de este volu- men y destacamos los aspectos más sobresalientes en los que debemos poner atención especial en el futuro. 19.1 Avances, limitaciones Y CONCLUSIONES Nuestro país ha logrado avances palpables en cuan- to a entender la problemática de la conservación de la biodiversidad en México. El avance se hace evi- dente de varias formas; por ejemplo, comparando el Estudio de país (Conabio 1998) y la presente obra. Por una parte, resaltamos el avance conceptual, evi- dente desde el título mismo de Capital natural de México, que trata de capturar el valor de la biodiver- sidad desde una perspectiva social. Ahora se pro- pone concebir los problemas de conservación de la biodiversidad en términos de la erosión o pérdida de los productos de la evolución orgánica expresa- da en las poblaciones, cultivares, especies y ecosis- temas de México, y del deterioro antropogénico de la funcionalidad de los ecosistemas, misma que se tra- duce en pérdida de los servicios ambientales, de los cuales depende a su vez, en última instancia, el bien- estar social. No obstante, los esfuerzos hechos has- ta ahora en la cuantificación de los procesos ecosis- témicos y de relacionar adecuadamente los servicios ecosistémicos con el bienestar social se encuentran en su infancia en México y en todo el mundo, y re- presentan una avenida de investigación no solo de importancia académica, sino de gran necesidad, en especial en un país megadiverso y con problemas de conservación tan agudos como el nuestro. Más rudimentaria aún es la meta de inculcar en la socie- dad la percepción de que la conservación ecosisté- mica y de sus servicios es de interés central para el bienestar nacional. Otra prueba importante de tales avances se refie- re a la creciente comunidad de expertos en las cien- cias de la biodiversidad. La síntesis plasmada en esta parte del estudio, que ahora permite aproximarnos a una mejor evaluación del estado de conservación de los ecosistemas y sus servicios, así como de las acciones emprendidas para atender este problema de interés nacional y los retos futuros para la con- servación, no hubiera ocurrido sin la movilización amplia y desinteresada de la comunidad mexicana especializada en esos temas. Dicha comunidad ha realizado este análisis, a partir del creciente conoci- miento disponible sobre nuestro país (por ejemplo, los autores de este volumen han citado aproxima- damente 2 223 fuentes bibliográficas), así como de los avances tecnológicos que permiten ilustrar, cuan- titativa y cartográficamente, las trayectorias y mag- nitudes de cambio de nuestros ecosistemas como nunca antes había sido posible. De manera similar, este volumen de Capital natural de México recoge los logros en materia de gestión y estrategias de conservación de la biodiversidad, en particular des- de la perspectiva de las áreas naturales protegidas, con avances tangibles como la creación, primero del Consejo Nacional de Áreas Naturales Protegidas en 1996, y de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas en 2000. Los primeros intentos de analizar las áreas protegi- das (ap) del país (Flores-Villela y Gerez 1994; Gó- mez-Pompa y Dirzo 1995), contrastan mucho con 1 805 1 806 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio la evaluación de las ap de México que ahora se presenta (capítulo 10), en cuanto al nivel de información, funda- mentos conceptuales y cartografía, así como al análisis de acciones y estrategias concretas en conservación. Tam- bién, en contraste con la visión de una conservación exclu- yente de la presencia humana, predominante hasta hace poco tiempo, ahora se insiste en que las estrategias de con- servación requieren considerarse en el contexto de pai- sajes que combinan remanentes de vegetación conserva- da, con vegetación secundaria y con sistemas diversos de producción manejados por los habitantes locales (los due- ños de los recursos), así como de asentamientos humanos, incorporando una multiplicidad de estrategias de con- servación derivadas de motivaciones igualmente multi- facéticas. Los resultados dejan ver que al menos una fa- ceta de la biodiversidad, la riqueza de especies, puede mantenerse en niveles importantes fuera de las ap, como es el caso de la diversidad de especies vegetales en la zona de Los Tuxtlas (Dirzo etal. en prensa). Es de esperar que, con el tiempo, otros estudios comuniquen hallazgos si- milares, y que otros más se aboquen a analizar el poten- cial de conservación no sólo de taxa, sino de procesos ecosistémicos y servicios ambientales fuera de las áreas protegidas. Relacionado con esto, una importante lec- ción aprendida es que los territorios indígenas y rurales en general resguardan una porción significativa de la bio- diversidad nacional y de sus servicios ecosistémicos aso- ciados. Por ejemplo, la mitad o más de los bosques mesó- filos y las selvas tropicales húmedas y semihúmedas del país están ubicados en territorios indígenas/rurales, en los cuales, además, se encuentran 49% de las cabeceras de las cuencas hidrológicas más importantes del país. Esta lección, sin embargo, apenas vislumbra una apreciación inicial, aunque creciente, de la necesidad de valorar el aporte de dichas comunidades al capital natural y bienes- tar nacional y de la oportunidad de reproducir o adaptar en esos ecosistemas algunos de los proyectos producti- vos y exitosos que ya existen en México y que han sido instituidos fundamentalmente por las comunidades mis- mas, como es el caso, entre otros, de las empresas fores- tales comunitarias (véase Bray et al. 2005). Asimismo, la información, tecnologías y capacidad intelectual dispo- nibles ahora en nuestro país permiten un análisis de va- cíos para la conservación que no tiene precedentes y que es difícil superar por esfuerzos de ese estilo llevados a cabo en otros países. Si bien la evaluación del estado de los principales eco- sistemas del país descansa en avances analíticos y carto- gráficos sustanciales, los cuales resaltan el profundo de- terioro ocurrido en los mismos, es importante reconocer las limitaciones existentes en este aspecto. Así, esta eva- luación del estado de los ecosistemas ha tenido que em- prenderse con una notable ausencia de información sis- tematizada, consistente y de largo historial. Es de notar, como se indica en los capítulos 1 a 3, que la evaluación de las tendencias de cambio en la cobertura de la vegetación del país se ve limitada por la ausencia de series cronológicas estrictamente comparables. Los tres inventarios foresta- les disponibles que han sido usados para esta evaluación difieren en cuanto a la información empleada (fotogra- fías aéreas e imágenes de diferentes satélites, con diver- sos niveles de muestreo de campo), las escalas de trabajo y, sobre todo, la clasificación de la vegetación adoptada. Es lamentable reconocer que incluso la inconsistencia en cuanto a la clasificación de la vegetación aún representa una limitante importante. Igualmente lamentable es que un indicador del estado de nuestros ecosistemas tan básico como es la tasa de deforestación por bioma y ecorregión, no haya sido un proyecto de monitoreo nacional integrado, confiable y sostenido; por lo tanto, no es de sorprenderse que se tenga información inconsistente y poco confiable. Es imprescindible poner fin a esta limitante. Además, si bien se ha hecho evidente que la magnitud de cambio en la cobertura de nuestros ecosistemas es considerable, la información cuantitativa de la fragmentación de los há- bitats remanentes es muy pobre, y aunque en esta parte del estudio se presenta un primer intento de cuantificar esa fragmentación, se ha hecho en una escala de poca resolución. Es de esperar que los numerosos estudios lo- cales de deforestación que empiezan a realizarse en di- versas partes del país sean acompañados de evaluaciones de la magnitud y patrones de la fragmentación (véase Mendoza et al. 2005). Finalmente, carecemos de estudios cuantitativos de la dinámica producida en el paisaje al cambiar el uso que se da al terreno lo largo del tiempo; es decir, el flujo de te- rrenos que pasan de una cierta cobertura vegetal a otra (o que permanecen en la misma condición) y que permi- tan explorar (por ejemplo, mediante modelos matricia- les) el estado futuro del paisaje mexicano. En esta parte de la obra solamente se presenta una aproximación con- ceptual de este aspecto, lo cual claramente representa una laguna crítica en nuestro conocimiento. No obstan- te, la evaluación hace patente que México acusa pérdidas de cobertura vegetal que, en general, están por encima de la media mundial en cuanto a tasas de deforestación, in- cremento de las áreas de cultivo y pastoreo, expansión urbana, y magnitud de la sobreexplotación, entre otros. 19 • Estado de conservación del capital natural de México: retos y perspectivas 807 Esto hace patente que la era actual de impacto antropogé- nico global — lo que Crutzen (2002) llama el Antropo- ceno — tiene una clara manifestación en nuestro país. No obstante la tasa de pérdida de cobertura de nuestros ecosistemas, no encontramos evidencia de la desaparición de ninguno de ellos en el país, por lo que el análisis del potencial de la vegetación remanente como inoculo bio- lógico de repoblación y restauración de los sitios deterio- rados es una tarea pendiente en cuanto a avances de co- nocimiento y formación de cuadros técnicos, y representa una laguna crítica en nuestros planes de conservación. Por otra parte, si bien resulta difícil definir inequívoca- mente las tasas de extinción de especies de México, esta evaluación reporta la desaparición de varios vertebrados, principalmente de peces dulceacuícolas. Sin embargo, las agudas tasas de deforestación y fragmentación registra- das dejan ver una faceta de extinción que lamentable- mente no hemos analizado ni de manera incipiente: la tasa de extinción de poblaciones. Se ha argumentado que la pérdida de poblaciones representa el pulso de extin- ción biológica de mayor envergadura en el mundo (Dirzo y Raven 2003) y seguramente México no es la excepción, pero no tenemos los datos que lo documenten: otra gran tarea pendiente. La extinción de poblaciones tiene con- notaciones de gran importancia para la conservación. Por una parte, dado que algunas poblaciones representan unidades evolutivas tan distintas como lo son las especies mismas, su pérdida representa un problema ético inelu- dible; por otra parte, para las comunidades que a nivel local, o incluso regional, dependen de esas poblaciones y sus servicios ecosistémicos, la pérdida de esos compo- nentes de la biodiversidad es de gran importancia, inde- pendientemente de que la especie a la que pertenecen esas poblaciones persista en alguna otra localidad y no tenga un lugar en los registros de extinciones. Consistente con lo encontrado en el análisis más im- portante realizado hasta la fecha sobre los ecosistemas a nivel global, el Millennium Ecosystem Assessment (2005), el presente estudio hace evidente que la destrucción y alteración de los hábitats naturales representan el factor de cambio más importante para la biodiversidad en ge- neral, pero también muestra que, dependiendo de los ecosistemas, otros factores son igualmente críticos o in- cluso más importantes. El impacto de las especies exóti- cas en los sistemas insulares es un ejemplo representati- vo. Por otra parte, existen impactos antropogénicos que no son fáciles de detectar, y por tanto su cuantificación se dificulta. Por ejemplo, la extracción de individuos de las poblaciones, que resulta en la defaunación de especies de talla media y grande, es difícil de evaluar y sus conse- cuencias son crípticas, a no ser por que se cuente con trabajo de campo de largo plazo y por la aplicación de manipulaciones experimentales (Dirzo et al. 2007). Si- milarmente, los estudios del efecto del cambio climático sobre el funcionamiento de los ecosistemas han sido po- bremente desarrollados en el país, si bien ya se vislum- bra una agenda de trabajo importante para ese fin (cicc 2007). No obstante, el mayor hueco que se detecta en este tenor es el escaso conocimiento de las relaciones entre factores de cambio. Mención especial merece el caso del cambio climático, consistentemente citado como un fac- tor importante de cambio de la biodiversidad en sí mis- mo, pero muy poco se logró documentar en cuanto a sus efectos en conjunción con otros factores, como la defo- restación, la fragmentación, la invasión de especies exó- ticas y los contaminantes. Se ha documentado que dichas interacciones son de importancia en estudios de carácter global (véase Sala et al. 2000; Millennium Ecosystem As- sessment 2005), pero esto queda por investigarse en el ámbito nacional de México. De manera similar a lo encontrado en las evaluaciones globales (p. ej. Millennium Ecosystem Assessment 2005), y consistente con la muy limitada información sobre la biodiversidad en grupos tales como los microorganis- mos, hongos y aquellos que viven por debajo del suelo (la biodiversidad propia de los suelos), el conocimiento del estado de conservación de los mismos representa otra gran laguna en nuestro conocimiento, fuera de algunos estudios aislados (Souza et al. 2006). Una lección similar corresponde al caso de los ecosistemas de agua dulce y también marinos, si bien la esporádica información dis- ponible hace evidente tendencias de deterioro considera- bles. Asimismo, el efecto de nuevas tecnologías, como los organismos genéticamente modificados, sobre los culti- vos que hacen de México un importante centro de origen de agrobiodiversidad, ha sido pobremente examinado. Aun no está clara la posición gubernamental acerca de si estos materiales genéticos representan o no un patrimo- nio invaluable de los mexicanos y del mundo, por lo que, en consecuencia con esa posición, habría que tomar las medidas necesarias para proteger la agrobiodiversidad y los procesos de domesticación que la crearon. Nueva- mente, es necesario multiplicar esfuerzos para obtener financiamiento, formación de capital humano y fortale- cer las instituciones que puedan abordar estas carencias. En el ámbito de las acciones de conservación los avan- ces pueden reflejarse en el hecho de que ahora se tienen claras bases de priorización, un crecimiento notable de 808 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio una estrategia económicamente sustentada de conserva- ción efectiva por medio de las ap, avances en iniciativas de conservación fuera de las ap (corredores biológicos, esfuerzos de conservación ex situ y pagos por servicios ambientales), así como un sólido avance en la identifica- ción de los vacíos de conocimiento y de priorización. Sin embargo, la información emanada de este volumen cues- tiona si el firme avance en acciones de conservación por sí mismo será suficiente para detener o revertir las ten- dencias de deterioro de nuestro capital natural que aquí se documentan. 19.2 Necesidades inmediatas DE CARA AL FUTURO Si bien hemos enumerado ya algunas de las lagunas y necesidades importantes por atender, fundamentalmen- te en el plano técnico, concluimos con tres puntos que representan un complemento importante, propios del plano organizativo, que sería importante considerar en el futuro inmediato, si México aspira a solidificar las bases que permitan conservar su capital natural para las si- guientes generaciones. 1 ] Trabajo interinstitucional y multidisciplinar io. Por una parte, se requiere desarrollar una mayor capacidad para el trabajo interinstitucional y multidisciplinario (no solo entre las ciencias naturales sino con las cien- cias sociales) tanto para la generación de información como para las acciones de conservación y formación de capital humano. Como se resume en esta parte de la obra, los problemas de conservación y las acciones necesarias para encararlos no pueden ser abordados ni ser responsabilidad exclusiva de un solo sector, como el académico, ni de una sola especialidad dentro del mismo. En particular es necesario el trabajo multi- disciplinario entre expertos de las ciencias naturales y sociales, así como entre sectores de diferentes tipos de instituciones, incluyendo el gubernamental, con mi- ras a que la transversalización del tema ambiental pase de ser una necesidad evidente y una intención discursiva, a una práctica cotidiana. De la misma ma- nera, las instituciones de enseñanza superior deben hacer esfuerzos serios para desarrollar nuevos esque- mas educativos que contemplen y atiendan efectiva- mente tal necesidad de trabajo y adiestramiento mul- tidisciplinario. El relativamente reciente programa de Maestría en Restauración Ecológica de la unam es un primer intento. Es de esperar que las instituciones educativas promuevan la creación de este tipo de pro- gramas en muchas otras partes del país. 2] Programas de seguimiento y de alerta temprana de amenazas a la bio diversidad. Precisamos un monito- reo nacional de largo plazo sobre el estado de los eco- sistemas de México, basado en algunos indicadores esenciales, acompañado de protocolos de alerta tem- prana ante diversas problemáticas ambientales, como se menciona en los capítulos de desastres naturales, de especies invasoras y de trayectorias de cambio de los ecosistemas. Esta es una necesidad imperiosa, so- bre todo frente a los previsibles impactos del cambio climático y sus ramificaciones, como el incremento en la ocurrencia de huracanes, incendios forestales, inun- daciones e invasiones de especies exóticas. El trabajo de la Conabio durante una década en lo referente a la detección de incendios forestales ha sido un paso im- portante en esa dirección. Asimismo, un seguimiento constante y estandarizado del estado de las poblacio- nes de especies amenazadas y de las áreas protegidas permitirá saber si los esfuerzos de conservación reali- zados son los adecuados. Ante estas tareas, contamos con muchas de las herramientas técnicas necesarias para afrontarlas; lo que hace falta ahora, con urgencia, es mayor coordinación interinstitucional y mayor ca- pacidad humana. 3] Participación de la ciudadanía. Se requiere incorpo- rar a la ciudadanía en tareas de captura e incluso pro- cesamiento básico de información importante acerca de la biodiversidad en diferentes localidades del país, como por ejemplo registros de avistamientos de aves, conteos de organismos de especies de interés especial, el seguimiento de la fenología de ciertas plantas y los polinizadores de las mismas, de manera similar a lo que se viene haciendo en otros países (véase, por ejem- plo, el programa nacional de seguimiento de la feno- logía de Estados Unidos: ) . Esto es particularmente relevante frente al cambio cli- mático y por sus repercusiones sobre servicios ecológi- cos importantes, como la polinización de plantas silves- tres y cultivadas. Como antecedente digno de mención, el país ya cuenta con el sistema A ver Aves de la Co- nabio, en el que los interesados en el conocimiento de estos organismos pueden registrar sus observacio- nes y conocer las de los demás participantes; ahora es importante promoverlo y ampliarlo a otras especies o grupos de especies. Sin embargo, como ya apunta- mos, más allá del seguimiento de especies con base en 19 • Estado de conservación del capital natural de México: retos y perspectivas 809 la participación ciudadana, enfatizamos la urgente necesidad de “socializar” el seguimiento de procesos ecológicos y de los servicios ambientales que aportan nuestros ecosistemas. El caso del seguimiento del rit- mo fenológico de las plantas y sus polinizadores, co- rrelacionándolos con mediciones de variables climáti- cas en puntos específicamente seleccionados del país sería un buen principio. Se necesita, en suma, lograr que la apreciación del valor de la conservación de nuestro capital natural se vuelva un tema de interés omnipresente, aceptado e incluso de- mandado en todos los sectores de la sociedad. La sensi- bilidad social es esencial para enfrentar el cambio am- biental global más importante de todos — debido a su carácter irreversible — : la extinción biológica (Dirzo y Raven 2003). Hay varias razones para ello: por las impli- caciones éticas que ello conlleva; porque la conservación de la biodiversidad nos mantiene abierta la oportunidad de estudiar y entender cómo funciona el mundo natural, en tanto producto de 3 500 millones de años de evolu- ción orgánica planetaria, la cual se manifiesta de manera privilegiada en México; porque nuestra gran diversidad cultural ha marchado aparejada con la biodiversidad, y ambas afrontan problemas formidables de conservación y su futuro está inexorablemente relacionado; y, final- mente, porque entender y valorar nuestra biodiversidad es esencial para conservar y utilizar de manera inteligen- te la fuente de generación de los servicios ambientales que constituyen el Capital natural de México. Referencias Bray, D.B., L. Merino-Pérez y D. Barry (eds). 2005. The community forests of México: Managingfor sustainable landscapes. University of Texas Press, Austin. Conabio. 1998. 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Autores Abreu-Grobois, Alberto Arias, Dulce María Instituto de Ciencias del Mar y Limnología, unam uaem Aburto Oropeza, Octavio Universidad Autónoma de Baja California Sur Acevedo Gasman, Francisca Conabio facevedo@xolo. conabio.gob. mx Aguilar, Verónica Dirección Técnica de Análisis y Prioridades, Conabio Aguilar Contreras, Abigail Herbario Medicinal, imss Aguilera Peña, Martha Consejo Nacional Consultivo Fitosanitario, Colegio de Postgraduados Aguirre, Carlos Universidad Autónoma de Chiapas Aguirre Muñoz, Alfonso Grupo de Ecología y Conservación de Islas, A.C. alfonso.aguirre@conservaciondeislas.org Alarcón, Jesús Conabio Aluja, Martín Unidad de Entomología Aplicada, Instituto de Ecología, A.C. Álvarez, Porfirio Subsecretaría de Planeación y Política Ambiental, Semarnat Álvarez Morales, Ariel Secretaría Ejecutiva, Comisión Intersecretarial de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados Andrade Cetto, Adolfo Facultad de Ciencias, unam Anta Fonseca, Salvador Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible, A.C. Antele, José Conanp Arizmendi, María del Coro Facultad de Estudios Superiores de Iztacala, unam Arredondo Ponce Bernal, Hugo Sagarpa, Colima Arreóla Muñoz, Arturo V. Instituto para el Desarrollo Sustentable en Mesoamérica, A.C. Arriaga Cabrera, Laura Cibnor, S.C. Iarriaga04@cibnor.mx Arroyo Quiroz, Inés FAUNAM, A.C. Asbjornsen, Heidi Departamento de Ecología y Manejo de Recursos Naturales, Iowa State University, EUA Ashworth, Lorena Centro de Investigaciones en Ecosistemas, unam Astier, Marta Grupo Interdisciplinario de Tecnología Rural Apropiada, A.C. Ávila, Patricia Centro de Investigaciones en Ecosistemas, unam Baltazar, Baltazar Monsanto Company Balvanera, Patricia Centro de Investigaciones en Ecosistemas, unam pbalvane@oicos.unam.mx Barraza, Laura Faculty of Arts and Education, Deakin University, Burwood Campus, Victoria, Australia Barrera-Bassols, Narciso Instituto de Geografía, unam Barrientos-Priego, Alejandro F. Departamento de Fitotecnia, Universidad Autónoma Chapingo [ 811 ] 812 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Bellon, Mauricio R. Diversity of Livelihoods Programme, Bioversity International, Italia m. bellon@cgiar. org Betancourt, Norma Conanp Bezaury-Creel, Juan The Nature Conservancy, Programa México jbezaury@tnc. org Bitrán Bitrán, Daniel Centro Nacional de Prevención de Desastres, Segob Blanco, Segundo Instituto de Ecología, unam Boege, Eckart INAH eboege@prodigy. net. mx eboege@infosel. net. mx Bonfil, Consuelo Facultad de Ciencias, unam Camargo, Teodiceldo Instituto de Biología, unam Campo, Julio Instituto de Ecología, unam Campos González, Ernesto Instituto de Investigaciones Oceanógraficas, uabc Campos Mendoza, Antonio Coordinación de la Investigación Científica, Universidad Michoacana de San Nicolás de Elidalgo Cantó, César Facultad de Ciencias Forestales, uanl Cárdenas González, Beatriz Instituto Nacional de Ecología, Semarnat Carvajal, María de los Ángeles SuMar, Voces por la Naturaleza, A.C. Casas, Alejandro Centro de Investigaciones en Ecosistemas, unam Castillo, Alicia Centro de Investigaciones en Ecosistemas, unam castillo @oikos.unam.mx Ceballos, Gerardo Instituto de Ecología, unam gceballos@ecologia. unam. mx Challenger, Antony Subsecretaría de Planeación y Política Ambiental, Semarnat achallenger@semarnat.gob. mx Chauvet, Michelle ua m - Azcapotzalco Colín, Javier CONABIO Colunga-GarcíaMarín, Patricia Unidad de Recursos Naturales, cicy Contreras-Balderas, Salvador1 Bioconservación, A.C. CONTRERAS MARTÍNEZ, SARAHY Instituto Manantlán de Ecología y Conservación de la Biodiversidad, Universidad de Guadalajara-cucsuR Cornett, Virginia The Nature Conservancy, Programa México Corral Verdugo, Víctor Universidad de Sonora COTLER, FIeLENA Instituto Nacional de Ecología, Semarnat Cruz, Isabel CONABIO Cruz-Leyva, I. Ahmed Instituto de Recursos Naturales, Colegio de Postgraduados De la Maza, Javier Natura Mexicana, A.C. De la Maza, Roberto G. Conanp Díaz-Fleischer, Francisco Laboratorio de Biotecnología y Ecología Aplicada, uv Díaz Maeda, Pedro CONABIO Díaz Pardo, Edmundo Facultad de Ciencias Naturales-Biología, Universidad Autónoma de Querétaro Autores 813 Dirzo, Rodolfo unam; Department of Biological Sciences, Stanford University, EUA Dorantes, Jesús Centro de Genética Forestal, uv Durán Fernández, Alejandro Conanp Durand, Feticia Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, UNAM Elías Gutiérrez, Manuel Ecosur. Unidad Chetumal Enkerlin, Ernesto Conanp Escalante Sandoval, Carlos A. Facultad de Ingeniería, unam Espinosa, Héctor Instituto de Biología, unam Espinosa García, Francisco J. Cibnor, S.C. Espinoza, José Manuel Coordinación de la Carrera de Geografía, Facultad de Filosofía, unam Esquivel, Rocío Conanp Etchevers, Jorge D. Colegio de Postgraduados Ezcurra, Exequiel UC MEXUS Universitywide Headquarters, University of California, Riverside, EUA Fernández Salas, Idelfonso Facultad de Ciencias Biológicas, uanl Figueroa, Fernanda Facultad de Ciencias, unam Flores Martínez, Arturo Subsecretaría de Planeación y Política Ambiental, Semarnat Flores Villela, Óscar Museo de Zoología, Facultad de Ciencias, unam Frías, Ricardo Conanp Galaviz Silva, Fucio Facultad de Ciencias Biológicas, uanl Galindo, Carlos CONABIO Gálvez Mariscal, María Amanda Departamento de Alimentos y Biotecnología, Facultad de Química, unam García, Andrés Instituto de Biología, unam García de Feón, Francisco J. Cibnor, S.C. García-Rubio, Gabriela Pronatura, A.C. García Ruvalcaba, Salvador Instituto Manantlán de Ecología y Conservación de la Biodiversidad; Centro Universitario de la Costa Sur; Universidad de Guadalajara Ghillardi, Adrián Centro de Investigaciones en Ecosistemas, unam Gómez Mendoza, Feticia Centro de Ciencias de la Atmósfera, unam González, Rosa Fuz UAM-Azcapotzalco González Cano, Jaime Conanp González-Gaudiano, Edgar Instituto de Investigaciones Sociales, uanl; Academia Nacional de Educación Ambiental González Montagut, Renée Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza, A.C. González-Padilla, Everardo Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, unam Graf Montero, Sergio Instituto Manantlán de Ecología y Conservación de la Biodiversidad, Universidad de Guadalajara-cucsuR Gual Sill, Fernando Departamento de Etología, Fauna Silvestre y Animales de Faboratorio, Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, UNAM 814 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Guevara, Alejandro Universidad Iberoamericana, Ciudad de México Gutiérrez Carbonell, David Conanp Gutiérrez-Granados, Gabriel Laboratorio de Interacción Planta- Animal, Instituto de Ecología, unam Hernández, Diana CONABIO Herrmann, Hans Comisión para la Cooperación Ambiental de América del Norte, Canadá Hoth, Jürgen The Nature Conservancy Huerta Ocampo, Elleli Semarnat Ibarra Rendón, Jorge Cinvestav Irapuato Illoldi, Patricia Departamento de Zoología, Instituto de Biología, unam Iñigo Elías, Eduardo E. Cornell Lab of Ornithology, Ithaca, EUA IZAZOLA, HAYDEA ua m -Xochimilco Jardel Peláez, Enrique J. Instituto Manantlán de Ecología y Conservación de la Biodiversidad, Universidad de Guadalajara-cucsuR Jiménez Espinosa, Martín Subdirección de Riesgos Hidrometeorológicos, Centro Nacional de Prevención de Desastres Jofre y Garfias, Alba E. Cinvestav Irapuato Kolb, Melanie CONABIO Koleff, Patricia CONABIO patricia.koleff@conabio.gob.mx Lafón, Alberto Universidad Autónoma de Chiapas Lara, Yolanda Estudios Rurales y Asesoría, A.C. Lascuráin, Maite Unidad de Recursos Forestales, Instituto de Ecología, A.C maite. lascurain@inecol. edu. mx Lazcano Villarreal, David Facultad de Ciencias Biológicas, uanl Lazos, Elena Instituto de Investigaciones Sociales, unam Linaje, Miguel Departamento de Zoología, Instituto de Biología, unam Lira-Noriega, Andrés CONABIO List, Rurik Laboratorio de Ecología y Conservación de Fauna Silvestre, Instituto de Ecología, unam López Acosta, Juan Carlos Centro de Investigaciones Tropicales, uv López López, Horacio Alejandro Conanp López Munguía Canales, Agustín Instituto de Biotecnología, unam López Sagástegui, Catalina Universidad Autónoma de Baja California Sur López Sagástegui, Raquel Universidad Autónoma de Baja California Sur Lorenzo Alonso, Santiago Semarnat Luna, Víctor E. Jardín Botánico “Francisco Javier Clavijero” Instituto de Ecología, A.C. Luna Mendoza, Luciana Grupo de Ecología y Conservación de Islas, A.C. Magaña Rueda, Víctor Centro de Ciencias de la Atmósfera, unam Mandujano, María del Carmen Departamento de Ecología de la Diversidad, Instituto de Ecología, unam Autores 815 Manson, Robert H. Instituto de Ecología, A.C. robert. manson@inecol. edu. mx manson@ecologia. edu. mx March, Ignacio J. The Nature Conservancy, Programa México imarch@tnc. org Martínez, Julia Instituto Nacional de Ecología, Semarnat Martínez, Lourdes Instituto de Ecología, unam Martínez Ballesté, Andrea Departamento de Ecología de la Diversidad, Instituto de Ecología, unam Martínez Jiménez, Maricela Instituto Mexicano de Tecnología del Agua Martínez Meyer, Enrique Instituto de Biología, unam Martínez Palacios, Carlos Antonio Coordinación de la Investigación Científica, Universidad Michoacana de San Nicolás de Elidalgo Martínez Ramos, Miguel Centro de Investigaciones en Ecosistemas, unam Masera, Omar Centro de Investigaciones en Ecosistemas, unam Mata Rosas, Martín Unidad de Recursos Forestales, Instituto de Ecología, A.C. Maunder, Mike Fairchild Tropical Botanic Garden/Species Survival Commission, Unión Mundial para la Naturaleza Mazarí, Marisa Instituto de Ecología, unam Meave del Castillo, María Esther UAM-Iztapalapa Medellín, Rodrigo A. Instituto de Ecología, unam medellin@miranda.ecologia.unam.mx Mellink, Eric Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada Mendoza, Eduardo Department of Biological Sciences, Stanford University, EUA Mendoza Alfaro, Roberto Facultad de Ciencias Biológicas, uanl Morales Garza, Rosalinda Educación Comunitaria, Conafe Moreno, Elizabeth CONABIO Moreno, Norma CONABIO Moreno-Casasola, Patricia Instituto de Ecología, A.C. Munguía, Mariana Pronatura, A.C.; Instituto de Biología, unam Murguía, Miguel Ubipro, Facultad de Estudios Superiores Iztacala, unam Nadal, Alejandro El Colegio de México Naranjo, Eduardo J. Ecosur-San Cristóbal de Las Casas enaranjo@sclc. eco sur. mx Naranjo García, Edna Instituto de Biología, unam Navarro, Adolfo Museo de Zoología, Facultad de Ciencias, unam Navarro, Laura Instituto de Ecología, unam Ocaña, Daniel CONABIO Ochoa, Leticia Museo de Zoología, Facultad de Ciencias, unam Ojeda Revah, Lina El Colegio de la Frontera Norte Olivera Carrasco, María Teresa INAH Ortiz García, Sol Secretaría Ejecutiva, Comisión Intersecretarial de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados 816 Capital natural de México • Vol. II : Estado de conservación y tendencias de cambio Paré, Luisa Instituto de Investigaciones Sociales, unam Paz, María Fernanda Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinaras, UNAM Perales, Hugo Departamento de Agroecología, Ecosur-San Cristóbal de las Casas Pérez, José Juan Conanp Pérez-Gil Salcido, Ramón FAUNAM, A.C. Pérez-Salicrup, Diego Centro de Investigaciones en Ecosistemas, unam PÉREZ SANDI, MAYRA Aridamérica, A.C. Pisanty, Irene Facultad de Ciencias, unam ipisanty@servidor. unam. mx Ponce Bernal, Hugo Arredondo Sagarpa, Colima Pujadas, Anna Centro de Investigaciones en Ecosistemas, unam Quesada, Mauricio Centro de Investigaciones en Ecosistemas, unam Ramos-Elorduy, Julieta Instituto de Biología, unam Remolina, José Francisco Conanp Rendón-von Osten, Jaime Universidad Autónoma de Campeche Reuter, Adrián TRAFFIC-MéxÍCO Reyes, Javier Centro de Estudios Sociales y Ecológicos, Universidad de Guadalajara Reyes Agüero, Juan Antonio Instituto de Investigación de Zonas Desérticas, Universidad Autónoma de San Luis Potosí Robles González, Alejandro Noroeste Sustentable Rodríguez, Hipólito Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Golfo Rodríguez Almaraz, Gabino Facultad de Ciencias Biológicas, uanl Rodríguez Malagón, Marlenne Grupo de Ecología y Conservación de Islas, A.C. Rodríguez-Trejo, Dante A. Departamento de Bosques, Universidad Autónoma Chapingo Romero Malpica, Francisco ua m -Xochimilco Rosales Serna, Rigoberto Programa de Frijol, Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias Rosenzweig, Lorenzo Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza, A.C. Ross, Lindsay G. Institute of Aquaculture, University of Stirling, RU Ruelas, Ernesto Pronatura Yeracruz Ruiz, Georgita Conanp Rull, Juan Unidad de Entomología Aplicada, Instituto de Ecología, A. Salazar, Irma Instituto de Ecología, unam Salgado Maldonado, Guillermo Instituto de Biología, unam Samaniego Herrera, Araceli Grupo de Ecología y Conservación de Islas, A.C. San Román, Jaime Eivin Gund Institute for Ecological Economics, University of Vermont, EUA Sánchez, Gustavo Conanp Autores 817 Sánchez Colón, Salvador Subsecretaría de Planeación y Política Ambiental, Semarnat salvadorsanchezcolon@prodigy. net. mx SÁNCHEZ-CORDERO, VÍCTOR Instituto de Biología, unam Santana C., Eduardo Instituto Manantlán de Ecología y Conservación de la Biodiversidad, Universidad de Guadalajara-cucsuR Santos Barrera, Georgina Facultad de Ciencias, unam SCHTEINGART, MARTHA El Colegio de México Sifuentes, Carlos Alberto Conanp Soares, Denise Instituto Mexicano de Tecnología del Agua Soberón, Jorge Natural Elistory Museum and Biodiversity Research Center, University of Kansas, EUA Sosa-Nishizaki, Óscar Departamento de Oceanología Biológica y Pesquera, cicese Suárez Morales, Eduardo Ecosur, Unidad Chetumal Suzán, Gerardo Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, unam Tambutti, Marcia CONABIO Toledo, Víctor M. Centro de Investigaciones en Ecosistemas, unam Torres, Juan Francisco Ubipro, Facultad de Estudios Superiores Iztacala, unam Trigo, Montserrat Conanp Ulloa, Raúl Cibnor, Unidad Guaymas, Sonora Urbán, Jorge Universidad de Baja California Sur, La Paz Urquiza-EIaas, Tañía CONABIO Velásquez, Faustino Comunero, comunidad indígena Nuevo San Juan Parangaricutiro Velázquez, Alejandro Instituto de Geografía, unam Vergara, Carlos H. Departamento de Ciencias Químico-Biológicas, Universidad de las Américas, Puebla VlBRANS, FÍEIKE Colegio de Postgraduados Vidal, Rosa María Pronatura-Chiapas Xolalpa Molina, Santiago Elerbario Medicinal, imss Zambrano, Luis Instituto de Biología, unam Zarco, Alba Instituto de Ecología, unam Zertuche González, José Antonio Instituto de Investigaciones Oceanógraficas, uabc ZlZUMBO-VlLL ARREAL, DANIEL Unidad de Recursos Naturales, cicy Revisores Álvarez Morales, Ariel Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados Aragón Cuevas, Flavio Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias-Oaxaca Benítez Badillo, Griselda Instituto de Ecología, A.C. Bezaury-Creel, Juan The Nature Conservancy, México Boceo Verdinelli, Gerardo Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental, unam Boege, Eckart INAH Cantó, César Facultad de Ciencias Forestales, uanl Challenger, Antony Subsecretaría de Planeación y Política Ambiental, Semarnat De Jong, Bernardus B.FI.J. Ecosur-Villahermosa Fa, John Durrell Wildlife Conservation, RU Flores Martínez, Arturo Dirección General de Estadística e Información Ambiental, Semarnat García Barrios, Euis E. Ecosur-San Cristóbal de Las Casas Gavito Pérez, Fernando Dirección de Especies Prioritarias para la Conservación, Conanp Gendron, Diane Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas, ipn Goettsch Mittermeier, Cristina Conservation International Gómez-Pompa, Arturo Centro de Investigaciones Tropicales, uv González Espinosa, Mario Ecosur Graf Montero, Sergio Instituto Manantlán de Ecología y Conservación de la Biodiversidad, Universidad de Guadalajara-cucsuR Guadarrama, Carlos Centro Regional Universitario Oriente, UACh FIernández Macías, FIéctor Manuel Instituto de Biología, unam Iglesias Prieto, Roberto Instituto de Ciencias del Mar y Limnología, unam Laborde, Javier Instituto de Ecología, A.C. Lazos, Elena Instituto de Investigaciones Sociales, unam Lira Saade, Rafael Facultad de Estudios Superiores Iztacala, unam Magaña Rueda, Víctor Centro de Ciencias de la Atmósfera, unam Marquet, Pablo Center for Advanced Studies in Ecology and Biodiversity; Institute of Ecology and Biodiversity; Facultad de Ciencias Biológicas, Pontificia Universidad Católica de Chile Medellín, Rodrigo A. Instituto de Ecología, unam Mellink, Eric CICESE Mendoza Alfaro, Roberto Facultad de Ciencias Biológicas, uanl Merino, Leticia Instituto de Investigaciones Sociales, unam [ 818 1 Revisores 819 Moreno-Casasola, Patricia Instituto de Ecología, A.C. Muñoz, Carlos Instituto Nacional de Ecología, Semarnat Ortega Paczka, Rafael Dirección de Centros Regionales, UACh Palacio Prieto, José Luis Instituto de Geografía, unam Peña Garcillán, Pedro CICESE Pérez Maqueo, Octavio Instituto de Ecología, A.C. Ramírez Flores, Óscar M. Dirección de Especies Prioritarias para la Conservación, Conanp Rickards Guevara, Jorge Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Ambiental Rodrigues, Ana Department of Zoology, University of Cambridge, EUA Rojas González de Castilla, Susana Consultora independiente SÁNCHEZ-CORDERO, VÍCTOR Instituto de Biología, unam SÁNCHEZ VÁSQUEZ, MIGUEL ÁNGEL Ecosur Sarti, Laura Conanp Taba, Suketoshi International Maize and Wheat Improvement Center (cimmyt International) Vovides, Andrew P. Instituto de Ecología, A.C. Recuadro 6.1 Cuadro-resumen de los instrumentos legales y de normatividad relacionados con la atención de las especies invasoras en México I. Régimen internacional y regional* Normatividad Entrada en vigor Contenidos Conservación Convenio sobre la Diversidad Biológica Artículo 8. Conservación in situ Cada parte contratante, en la medida de lo posible y según proceda: h] Impedirá que se introduzcan, controlará o erradicará las especies exóticas que amenacen a ecosistemas, hábitats o especies; Principios rectores provisionales para la prevención, introducción y mitigación de impactos de especias exóticas (decisión V/8 del cop) Mayo de 2000 Principio rector 7: Enfoque de precaución. Puesto que no pueden predecirse los impactos en la diversidad biológica de las especies exóticas, los esfuerzos para identificar e impedir introducciones involuntarias, así como las decisiones relativas a introducciones deliberadas deberían basarse en el enfoque de precaución [...]. Principio rector 2: Enfoque jerárquico en tres etapas. En general la prevención es, con mucho, de mejor relación de costo a eficacia y preferible desde el punto de vista del medio ambiente a la adopción de medidas después de la introducción de una especie exótica invasiva [...]. Principio rector 3: Enfoque por ecosistemas. Cualquier medida para enfrentarse a las especies exóticas invasivas debería basarse en el enfoque por ecosistemas [...]. Principio rector 4: Responsabilidad del Estado. Los Estados deben reconocer el riesgo que pueden plantear a otros Estados si son la fuente posible de especies exóticas invasivas y deberían adoptar las medidas adecuadas para reducir a un mínimo tal riesgo [...]. Principio rector 5: Investigación y supervisión. Para elaborar una base adecuada de conocimientos que atiendan al problema, los Estados deben emprender la investigación adecuada y supervisar las especies exóticas invasivas [...]. Principio rector 6: Educación y conciencia pública. Los Estados deberían facilitar la educación y la sensibilización del público acerca de los riesgos correspondientes a la introducción de especies exóticas [...]. Principio rector 7: Control de fronteras y medidas de cuarentena 7. Los Estados deberían aplicar medidas de control de fronteras y de cuarentena para asegurarse de que: a] Las introducciones deliberadas están sujetas a una autorización apropiada (principio 10); b] Las introducciones involuntarias o no autorizadas de especies exóticas se reducen a un mínimo. 2. Estas medidas deberían basarse en una evaluación de los riesgos que plantean las especies exóticas y de sus posibles trayectos de entrada. Deben intensificarse y ampliarse, en la medida necesaria, los actuales organismos gubernamentales competentes o autoridades, y el personal debería estar adecuadamente entrenado para aplicar estas medidas [...]. Principio rector 8: Intercambio de información. Los Estados deben prestar apoyo a la elaboración de bases de datos tales como la que está actualmente elaborando el Programa Mundial sobre Especies Invasivas, a fin de recopilar y divulgar la información sobre especies exóticas que amenazan a los ecosistemas, a los hábitats y a las especies, las cuales habrían de utilizarse en el contexto de todas las actividades de prevención, introducción y mitigación [...]. Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 6.1 Normatividad Entrada en vigor Contenidos Convenio sobre la Diversidad Biológica [ cont .] Mayo de 2000 Principios rectores provisionales [concluye] • Principio rector 9: Cooperación, incluida la creación de capacidad. En función de la situación, la respuesta de un Estado pudiera ser meramente interna (dentro del país), o pudiera requerir la cooperación entre dos o más países [...]. • Principio rector 70: Introducción deliberada. No debería haber ninguna introducción deliberada sin una adecuada autorización de la autoridad u organismo nacional pertinentes. Debería realizarse una evaluación de riesgos, incluida una evaluación de impactos en el medio ambiente como parte del proceso de evaluación antes de llegar a una decisión de si ha de autorizarse o no una introducción propuesta. Los Estados solamente deberían autorizar la introducción de aquellas especies exóticas que en base a esta evaluación previa no es probable que causen daños inaceptables en los ecosistemas, hábitats o especies, tanto dentro del Estado como en los Estados vecinos [...]. • Principio rector 7 7: Introducciones involuntarias 7. Todos los Estados deberían promulgar disposiciones relativas a las introducciones involuntarias (o introducciones deliberadas que ya se han establecido y han pasado a ser invasivas). Entre estas disposiciones se incluyen medidas legales y reglamentarias, instituciones y organismos con las responsabilidades correspondientes y los recursos operacionales requeridos para una intervención rápida y eficaz. 2. Han de señalarse los trayectos comunes que llevan a introducciones involuntarias y han de promulgarse disposiciones adecuadas para reducir a un mínimo tales introducciones. Las actividades sectoriales, tales como pesquerías, agricultura, silvicultura, horticultura, transporte marítimo (incluida la descarga de aguas de lastre), transporte de superficie y aéreo, proyectos de construcción, ordenación de paisajes, acuacultura para ornamentos, turismo y cotos de caza son frecuentemente trayectos por los que se realizan introducciones involuntarias. En la legislación que exija una evaluación de los impactos medioambientales de tales actividades debe también incluirse la evaluación de los riesgos correspondientes a introducciones involuntarias de especies exóticas invasivas. • Principio rector 72: Mitigación de impactos. Una vez detectado el establecimiento de una especie exótica invasiva, los Estados deben adoptar medidas tales como la erradicación, retención y control para mitigar los efectos perjudiciales [...]. • Principio rector 73: Erradicación. Cuando la erradicación sea posible y de buena relación de costo a eficacia, debe recibir prioridad ante cualesquiera otras medidas para atender a especies exóticas invasivas ya establecidas [...]. • Principio rector 74: Retención. Cuando la erradicación no sea apropiada, limitar la propagación (retención) constituye una estrategia apropiada solamente cuando sea limitada la zona en la que se han establecido las especies invasivas y cuando sea posible la retención dentro de límites determinados [...]. • Principio rector 75: Control. Las medidas de control deben concentrarse en reducir los daños causados más que en reducir meramente el número de las especies exóticas invasivas [...]. Convención de Ramsar sobre los Humedales 1971 Resolución Vil. 14 del cop sobre humedales y especies invasoras 78. Insta a las partes contratantes a: a] preparar, en el ámbito de sus jurisdicciones, un inventario de especies exóticas en los humedales y a evaluarlas para identificar y dar prioridad a las que representen una amenaza para los humedales y las especies de los humedales ("evaluación del riesgo"), y a las que se puedan controlar o erradicar adecuadamente; b] crear programas para identificar especies invasoras prioritarias con miras a su control o erradicación; c] abordar en sus acciones, siempre que sea posible, el impacto ambiental, económico y social del movimiento y el transporte de especies exóticas en la propagación de las especies invasoras de humedales a nivel mundial; d] revisar las disposiciones legislativas e institucionales vigentes de acuerdo con la Resolución VII.7, y, cuando sea necesario, adoptar J leyes y programas a fin de impedir la introducción en una jurisdicción de especies exóticas nuevas y peligrosas para el medio ambiente y el movimiento o comercio de tales especies dentro de una jurisdicción; [2] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 6.1 Normatividad Entrada en vigor Contenidos Convención de Ramsar sobre los Humedales [ cont .] 1971 Resolución Vil. 14 [ concluye ] e] desarrollar la capacidad necesaria a fin de identificar las especies exóticas nuevas y peligrosas para el medio ambiente (con inclusión de las que son objeto de ensayos con vistas a su uso en la agricultura y la horticultura) y que promuevan y velen por la aplicación de la legislación y de prácticas óptimas de gestión; /] propiciar la sensibilización respecto del tema de las especies exóticas nuevas y peligrosas para el medio ambiente y faciliten los recursos necesarios para su identificación y control; y g] colaborar con otras partes contratantes para intercambiar información y experiencia, ampliar la capacidad general para abordar el problema de las especies invasoras de humedales y promover la coordinación regional de programas de lucha contra tales especies. Cites (Convención sobre el Comercio Internacional de Especias Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres) 1 de julio de 1975 Resolución Conf. 13.10: Comercio de especies exóticas invasoras Considerando que las especies exóticas pueden representar una importante amenaza para la diversidad biológica y que es probable que las especies de fauna y flora comercializadas sean introducidas en un nuevo hábitat como resultado del comercio internacional; Recordando las decisiones 10.54, 10.76 y 10.86, adoptadas por la Conferencia de las Partes en su 10a reunión (Harare, 1997); La Conferencia de las Partes en la Convención recomienda a las partes que: a] tengan en cuenta los problemas de las especies invasoras al redactar leyes y reglamentos nacionales sobre el comercio de especímenes vivos de animales o plantas; b] consulten con la autoridad administrativa del país importador propuesto, siempre que sea posible y cuando proceda, al examinar las exportaciones de especies potencialmente invasoras, a fin de determinar si existen medidas internas para reglamentar esas importaciones; Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar 10 de diciembre de 1982 Artículo 196. Utilización de tecnologías o introducción de especies extrañas o nuevas 7. Los Estados tomarán todas las medidas necesarias para prevenir, reducir y controlar la contaminación del medio marino causada por la utilización de tecnologías bajo su jurisdicción o control, o la introducción intencional o accidental en un sector determinado del medio marino de especies extrañas o nuevas que puedan causar en él cambios considerables y perjudiciales. Convenio internacional para el Control y la Gestión del Agua de Fastre y los Sedimentos de los Buques Se adoptó el 1 3 de febrero de 2004 Los representantes de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales en conjunto con la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, Secretaría de Marina, Secretaría de Hacienda y Crédito Público y Secretaría de Relaciones Exteriores han acordado gestionar ante la Secretaría de Relaciones Exteriores la firma de México para su adhesión al "Convenio Internacional para el Control y la Gestión del Agua de Lastre y los Sedimentos de los Buques". La Secretaría de Comunicaciones y Transportes promoverá ante la omi la participación de México en el nuevo proyecto que desarrolla el Programa Global para la Gestión de Agua de Lastre (GloBallast) gef/pnud/omi, que tiene como objetivo asistir a países para que reduzcan la transferencia de organismos acuáticos patógenos y especies invasoras en naves, lleven a cabo los esquemas de la omi y preparen la puesta en práctica de la nueva Convención del Agua de Lastre. Dicho proyecto será implementado en el periodo 2006-2007. fao, Código de Conducta para la Pesca Responsable 1995 9.7.2. Los Estados deberían promover el desarrollo y la ordenación responsable de la acuicultura, incluyendo una evaluación previa, disponible, de los efectos del desarrollo de la acuicultura sobre la diversidad genética y la integridad del ecosistema basada en la información científica más fidedigna. [3] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 6.1 Normatividad Entrada en vigor Contenidos Organismos vivos modificados Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad 29 de enero de 2000; entró en vigor en septiembre de 2003 Protocolo del cdb que regula la transferencia, manipulación y utilización de los organismos vivos modificados (ovm). Por lo menos dos aspectos de los ovm los relacionan con especies exóticas invasoras: los ovm pueden convertirse en un especie exótica invasora y muchos de los procedimientos para evitar daños al ambiente por los ovm se podrían aplicar a las especies exóticas invasoras. Medidas sanitarias y fitosanitarias Convención Internacional de Protección Fitosanitaria (cipf/ippc) 1997 Artículo 1.1. Con el propósito de actuar eficaz y conjuntamente para prevenir la difusión e introducción de plagas de las plantas y productos vegetales, y promover las medidas para combatirlas, las partes contratantes se comprometen a adoptar las medidas legislativas, técnicas y administrativas que se especifican en esta Convención o en los acuerdos suplementarios que se concluyan de conformidad con el Artículo III. Establece normas internacionales para medidas fitosanitarias (nimf) Se está estudiando la inclusión de especias invasoras y su impacto ecológico de acuerdo con el alcance de esta Convención. Organización Norteamericana de Protección a las Plantas (nappo) 1976 Organismo regional de protección fitosanitaria afiliado a la fao y a la Convención internacional de Protección Fitosanitaria. Emite normas fitosanitarias regionales (nrmf) que funcionen como recomendaciones o directrices para la coordinación regional a fin de prevenir la introducción o dispersión de plagas. Actualmente no existe ninguna nrmf aplicable directamente a las especies invasoras, pero un panel sobre especies invasoras está en el proceso de estudiar el alcance de la cobertura que deben tener las especies invasoras según cipf/nappo. Acuerdos relacionados con el comercio omc, Acuerdo sobre la aplicación de medidas sanitarias y fitosanitarias (msf/sps) 1 de enero de 1995 Los países pueden establecer requisitos que restringen el comercio relativos a medidas sanitarias y fitosanitarias, pero deben utilizar normas internacionales (Codex Alimentarius, Office International des Epizooties/Organización Internacional de Salud Animal y cipf), o en caso de emplear medidas diferentes, que estén justificadas tecnológicamente y basadas en la evaluación de riesgos. tlcan/cca (Comisión sobre Cooperación Ambiental de América del Norte) 1993 La Comisión sobre Cooperación Ambiental (cca/cec) puede desarrollar recomendaciones en relación con la introducción de especies exóticas [Art. 10(2)(h)] Proyecto: Cierre de las rutas de las especies acuáticas invasoras en América del Norte Guías técnicas para el transporte internacional Organización Marítima Internacional (omi) 27 de noviembre de 1997 Directrices para el control y la gestión del agua de lastre de los buques a fin de reducir al mínimo la transferencia de organismos acuáticos perjudiciales y agentes patógenos [Anexo a Resolución A.868(20), Asamblea 20]. * La categorización de las normas se tomó de Shine, Williams y Gündling (2000). Guía para la elaboración de marcos jurídicos e institucionales relativos a las especies exóticas invasoras, Unión Mundial para la Natu- raleza, Cambridge. [4] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 6.1 II. Régimen nacional Normatividad Entrada en vigor Contenidos Leyes ambientales Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente (lgeepa) 13 de diciembre de 1996 Sirve como marco regulatorio de toda autorización en materia de los impactos ambientales por la realización de obras o actividades que generen o puedan generar efectos significativos sobre el ambiente o los recursos naturales. Capítulo II. De las obras o actividades que requieren autorización en materia de impacto ambiental Y DE LAS EXCEPCIONES Artículo 5. Quienes pretendan llevar a cabo alguna de las siguientes obras o actividades, requerirán previamente la autorización de la Secretaría en materia de impacto ambiental: Ñ] Plantaciones forestales: I. Plantaciones forestales con fines comerciales en predios cuya superficie sea mayor a 20 hectáreas, las de especies exóticas a un ecosistema determinado y las que tengan como objetivo la producción de celulosa, con excepción de la forestación con fines comerciales con especies nativas del ecosistema de que se trate en terrenos preferentemente forestales, y II. Reforestación o instalación de viveros con especies exóticas, híbridos o variedades transgénicas. U] Actividades acuíco/as que puedan poner en peligro la preservación de una o más especies o causar daños a los ecosistemas: NI. Siembra de especies exóticas, híbridos y variedades transgénicas en ecosistemas acuáticos, en unidades de producción instaladas en cuerpos de agua, o en infraestructura acuícola situada en tierra. Título Cuarto. Del establecimiento de áreas naturales protegidas Capítulo II. De las declaratorias para el establecimiento de áreas naturales protegidas Artículo 67. Las subzonas de recuperación tendrán por objeto detener la degradación de los recursos y establecer acciones orientadas hacia la restauración del área. Estas subzonas se establecerán en aquellas superficies donde se ha llevado a cabo una alteración, modificación sustancial o desaparición de los ecosistemas originales debido a actividades humanas o fenómenos naturales, caracterizándose por presentar algunos de los siguientes aspectos: [...] IV. Introducción de especies exóticas. Título Sexto. De los usos, aprovechamientos y autorizaciones Capítulo I. De los usos y aprovechamientos permitidos y de las prohibiciones Artículo 87. En las áreas naturales protegidas solo podrán realizar aprovechamientos de recursos naturales que generen beneficios a los pobladores que ahí habiten y que sean acordes con los esquemas de desarrollo sustentable, la declaratoria respectiva, su programa de manejo, los programas de ordenamiento ecológico, las normas oficiales mexicanas y demás disposiciones legales aplicables. Reglamento de la lgeepa en materia de áreas naturales protegidas 30 de noviembre de 2000 Reglamento de la lgeepa en materia de evaluación de impacto ambiental 30 de mayo de 2000 [5] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 6.1 Normatividad Entrada en vigor Contenidos Reglamento de la lgeepa en materia de áreas naturales protegidas [cont.] 30 de noviembre de 2000 Capítulo 1. [concluye] Los aprovechamientos deberán llevarse a cabo para: [...] II. Desarrollo de actividades y proyectos de manejo y aprovechamiento sustentable de la vida silvestre, así como agrícolas, ganaderos, agroforestales, pesqueros, acuícolas o mineros siempre y cuando: a] No se introduzcan especies silvestres exóticas diferentes a las ya existentes o transgénicas; Artículo 87. De acuerdo con la declaratoria podrán establecerse las siguientes prohibiciones, salvo que se cuente con la autorización respectiva: [...] IX. Introducir ejemplares o poblaciones silvestres exóticas. Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable 25 de febrero de 2003 Título Cuarto. Del manejo y aprovechamiento sustentable de los recursos forestales Capítulo II. Del aprovechamiento y uso de los recursos forestales Sección 2. De las plantaciones forestales comerciales Artículo 85. Queda prohibido el establecimiento de plantaciones forestales comerciales en sustitución de la vegetación primaria nativa actual de los terrenos forestales, salvo en los siguientes casos: [...] La Secretaría expedirá la norma oficial mexicana que establezca las especies de vegetación forestal exótica que pongan en riesgo la biodiversidad. Título Quinto. De las medidas de conservación forestal Capítulo V. De la reforestación y forestación confines de conservación y restauración Artículo 731. [...] Los tres órdenes de gobierno impulsarán la reforestación con especies forestales autóctonas o nativas. La norma oficial mexicana definirá las especies de vegetación forestal exótica que por sus características biológicas afecten los procesos o patrones de distribución de la vegetación forestal nativa en terrenos forestales y preferentemente forestales, cuya autorización esté prohibida. Reglamento de la Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable 21 de febrero de 2005 Título Tercero. Del manejo y aprovechamiento sustentable de los recursos forestales Capítulo Segundo. Del aprovechamiento de los recursos forestales Sección Segunda. De las plantaciones forestales comerciales Artículo 46. El programa de manejo de plantación forestal comercial simplificado previsto en el artículo 87, fracción V de la Ley contendrá la información siguiente: [...] Vil. En caso de que las especies a plantar sean exóticas, las actividades para evitar su propagación no controlada en las áreas con vegetación forestal; Artículo 48. La solicitud de autorización a que se refiere el artículo anterior deberá presentarse con los anexos siguientes: [...] IV. Programa de manejo de plantación forestal comercial que contenga lo siguiente: h] En caso de que las especies a plantar sean exóticas, las actividades para evitar su propagación no controlada en las áreas con vegetación forestal. [6] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 6.1 Normatividad Entrada en vigor Contenidos Ley General de Vida Silvestre 3 de julio de 2000 Titulo V. Disposiciones comunes para la conservación y el aprovechamiento sustentable de la vida silvestre Capítulo V. Ejemplares y poblaciones exóticos Artículo 27. El manejo de ejemplares y poblaciones exóticas solo se podrá llevar a cabo en condiciones de confinamiento, de acuerdo con un plan de manejo que deberá ser previamente aprobado por la Secretaría y en el que se establecerán las condiciones de seguridad y de contingencia, para evitar los efectos negativos que los ejemplares y poblaciones exóticas pudieran tener para la conservación de los ejemplares y poblaciones nativas de la vida silvestre y su hábitat. Artículo 28. El establecimiento de confinamientos solo se podrá realizar de conformidad con lo establecido en las disposiciones aplicables, con la finalidad de prevenir y minimizar los efectos negativos sobre los procesos biológicos y ecológicos, así como la sustitución o desplazamiento de poblaciones de especies nativas que se distribuyan de manera natural en el sitio. Título VIII. Medidas de control y de seguridad, infracciones y sanciones Capítulo V. Infracciones y sanciones administrativas Artículo 122. Son infracciones a lo establecido en esta Ley: [...] VI. Manejar ejemplares de especies exóticas fuera de confinamiento controlado o sin respetar los términos del plan de manejo aprobado. Ley de Pesca 25 de junio de 1992 Es el marco regulatorio de la pesca y acuacultura nacionales; se orienta hacia el desarrollo pleno y sostenido de la actividad pesquera y acuícola y da certidumbre a aquellos que participan a lo largo de toda la cadena productiva. Reglamento de la Ley de Pesca 29 de septiembre de 1999 Título tercero. De la acuacultura Capítulo V. De la introducción de especies vivas en cuerpos de agua de jurisdicción federal Artículo 125. Los interesados en obtener la autorización para introducir especies vivas en cuerpos de agua de jurisdicción federal, deberán cumplir con los requisitos siguientes: [...] IV. En el caso de especies que no existan en forma natural en aguas nacionales, además de la información establecida en la fracción 1 y de los documentos señalados en la fracción II de este artículo, se deberá presentar el estudio técnico con bibliografía referente a la biología y hábitos de la especie a introducir, y V. En el caso de que se pretenda introducir especies exóticas, además de la información establecida en la fracción 1 y de los documentos señalados en la fracción II de este artículo, se deberá presentar la descripción del posible efecto que causaría la introducción de la especie sobre la flora y fauna nativas, y particularmente la de las especies sujetas a algún régimen de protección especial, de conformidad con las normas y demás disposiciones legales aplicables. Dicha autorización estará sujeta a las disposiciones contenidas en las normas que expida la Secretaría. Artículo 126. La introducción de especies vivas que no existan de forma natural en el cuerpo de agua de jurisdicción federal receptor, la Secretaría, considerando la opinión del Instituto Nacional de la Pesca y observando el periodo de cuarentena previo, resolverá sobre la procedencia de la misma. Para tal efecto, el solicitante deberá cumplir con los requisitos previstos en las normas que para tal efecto expida la Secretaría. [7] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 6.1 Normatividad Entrada en vigor Contenidos La Ley de Pesca confiere a la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación la facultad para elaborar, publicar y mantener actualizada la Carta Nacional Pesquera, previa su sanción por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. La Carta Nacional Pesquera deberá contener: Carta Nacional Pesquera 7. Inventario de los recursos pesqueros en aguas de jurisdicción federal susceptibles de aprovechamiento. 2. La determinación del esfuerzo pesquero susceptible de aplicarse por especie o grupo de especies en un área determinada. 3. Lincamientos, estrategias y demás previsiones para preservar, proteger, restaurar y aprovechar los recursos acuáticos y para realizar actividades productivas y demás obras sin afectar los ecosistemas respectivos. La cnp contiene un inventario de la ictiofauna dulceacuícola distribuida en México, en donde se puede observar la gran cantidad de especies introducidas, exóticas y nativas nacionales translocadas, es decir, trasladadas de sus lugares de origen hacia otras regiones del propio país convirtiéndolas en especies exóticas. Lo anterior puede considerarse como un indicador de presión que afecta seriamente la vida silvestre, en particular porque la mayor parte de estas introducciones se han realizado vía actividades acuícolas y acuaculturales. Leyes sanitarias Ley Federal de Sanidad Vegetal y su reglamento 5 de enero de 1994 Título Primero. Disposiciones generales Capítulo II. Conceptos Artículo 5. Para los efectos de la ley se entiende por: Cuarentenas: restricciones a la movilización de mercancías que se establecen en normas oficiales, con el propósito de prevenir o retardar la introducción de plagas en áreas donde no se sabe que existan. Por sus objetivos podrán ser exteriores, si previenen la introducción y presencia de plagas exóticas, o interiores, si retardan la propagación, controlan o erradican cualquier plaga que se haya introducido; Plaga exótica: la que es originaria de otro país; Título Segundo. De la protección fitosanitaria Capítulo V. Del Dispositivo Nacional de Emergencia de Sanidad Vegetal Artículo 47. La Secretaría podrá acordar y convenir con los gobiernos de los estados, organismos auxiliares y particulares interesados, la creación de uno o varios fondos de contingencia para afrontar inmediatamente las emergencias fitosanitarias que surjan por la presencia de plagas exóticas o existentes en el territorio nacional, que pongan en peligro el patrimonio agrícola o forestal del país. Ley Federal de Sanidad 18 de junio Título Primero. Disposiciones generales Capítulo II. Conceptos Artículo 2. Para los efectos de esta ley, se entiende por: Enfermedad o plaga exótica: la que es extraña en el territorio nacional o en una región del mismo; Animal de 1993 Capítulo Vil. Del Dispositivo Nacional de Emergencia de Sanidad Animal Artículo 35. La Secretaría en los términos del reglamento de esta Ley integrará y operará el Dispositivo Nacional de Emergencia de Sanidad Animal y expedirá las normas oficiales que establezcan las medidas de seguridad que deberán aplicarse al caso particular en el que se diagnostique la presencia de una enfermedad o plaga exótica de los animales. [8] Capital natural de A /léxico • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 6.1 Normatividad Entrada en vigor Contenidos Normas y acuerdos Semarnac 6 de marzo de 2002 Norma oficial mexicana NOM-059-SEMARNAT-2001, Protección Ambiental - Especies Nativas de México de Flora y Fauna Silvestres - Categorías de Riesgo y Especificaciones para su Inclusión, Exclusión o Cambio - Lista de Especies en Riesgo. 26 de marzo de 2002 Acuerdo que establece la clasificación y codificación de mercancías cuya importación está sujeta a regulación por parte de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación. Publicado en el dof el 26 de marzo de 2002 y las dos reformas del mismo de fechas 12 de febrero de 2003 y 24 de diciembre de 2003. 26 de febrero de 1996 Norma oficial mexicana NOM-006-FITO-1995, por la que se establecen los requisitos mínimos aplicables a situaciones generales que deberán cumplir los vegetales, sus productos y subproductos que se pretendan importar cuando estos no estén establecidos en una norma oficial específica. 30 de noviembre de 1998 Norma oficial mexicana NOM-007-FITO-1995, por la que se establecen los requisitos fitosanitarios y especificaciones para la importación de material vegetal propagativo. 16 de enero de 1997 Norma oficial mexicana NOM-035-FITO-1995, por la que se establecen los requisitos y especificaciones fitosanitarias para la aprobación de personas físicas como unidades de verificación. Sagarpa 30 de septiembre de 1996 Norma oficial mexicana NOM-036'FITO-1995, por la que se establecen los criterios para la aprobación de personas morales interesadas en fungir como laboratorios de diagnóstico fitosanitario y análisis de plaguicidas. 1 de marzo de 2000 Norma oficial mexicana NOM-043-FITO-1999, especificaciones para prevenir la introducción de malezas cuarentenarias a México. 16 de enero de 1998 Norma oficial mexicana NOM-062-FITO-1995, por la que se establecen los requisitos y especificaciones fitosanitarios para la importación de vegetales, sus productos y subproductos por medio de correo o servicios de mensajería. 16 de agosto de 1994 Norma oficial mexicana NOM-010-PESG1993, que establece los requisitos sanitarios para la importación de organismos acuáticos vivos en cualesquiera de sus fases de desarrollo, destinados a la acuacultura u ornato, en el territorio nacional. 16 de agosto de 1994 Norma oficial mexicana NOM-011-PESG1993, para regular la aplicación de cuarentenas, a efecto de prevenir la introducción y dispersión de enfermedades certificables y notificabas, en la importación de organismos acuáticos vivos en cualesquiera de sus fases de desarrollo, destinados a la acuacultura y ornato en los Estados Unidos Mexicanos. [9] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 6.1 Normatividad Entrada en vigor Convención Internacional de Protección Fitosanitaria (cipf) NIMF 1: NIMF 2: NIMF 3: NIMF 4: NIMF 5: NIMF 6: NIMF 7: NIMF 8: NIMF 9: NIMF 10 NIMF 11 NIMF 12 NIMF 13 NIMF 14 NIMF 15 NIMF 16 NIMF 17 NIMF 18 NIMF 19 NIMF 20 NIMF 21 Convención Internacional de Protección Fitosanitaria (cipf) NIMF 1: NIMF 2: NIMF 4: NIMF 5: NIMF 6: NIMF 7: NIMF 8: NIMF 9: NIMF 12 NIMF 14 NIMF 22 NIMF 23: NIMF 24: Contenidos Principios de cuarentena fitosanitaria en relación con el comercio internacional Directrices para el análisis del riesgo de plagas Código de conducta para la importación y liberación de agentes exóticos de control biológico Requisitos para el establecimiento de áreas libres de plagas Glosario de términos fitosanitarios Directrices para la vigilancia Sistema de certificación para la exportación Determinación de la situación de una plaga en un área Directrices para los programas de erradicación de plagas Requisitos para el establecimiento de lugares de producción libres de plagas y sitios de producción libres de plagas Análisis de riesgo de plagas para plagas cuarentenarias Directrices para los certificados fitosanitarios Directrices para la notificación de incumplimiento y acción de emergencia Medidas integradas para el manejo del riesgo de plagas (sistemas integrados) Directrices para reglamentar material para embalaje de madera utilizado en el transporte de productos básicos Plagas no cuarentenarias reglamentadas: concepto y aplicación Presentación de informes de plagas Directrices para utilizar la irradiación como medida fitosanitaria Directrices sobre las listas de plagas reglamentadas Directrices sobre un sistema fitosanitario de reglamentación de importaciones Análisis de riesgo de plagas para plagas no cuarentenarias reglamentadas. Norma de la nappo para áreas libres de plagas Directrices para los programas de verificación en origen Normas de irradiación de la nappo: directrices para el uso de la irradiación como tratamiento fitosanitario Glosario de términos fitosanitarios de la nappo Directrices para la elaboración y enmienda de las normas de la nappo sobre medidas fitosanitarias Directrices sobre la petición para la liberación de agentes entomófagos exóticos para el control biológico de plagas Acreditación de personas para firmar certificados fitosanitarios federales Acreditación de laboratorios de análisis fitosanitarios Directrices sobre la petición para la liberación de agentes fitófagos exóticos para el control biológico de malezas Importación y liberación en el medio ambiente de plantas transgénicas en los países miembros de la nappo Directrices para la construcción y operación de una instalación de contención para insectos y ácaros que se utilizan como agentes de control biológico Directrices para los envíos en tránsito Medidas integradas de manejo del riesgo de plagas para la importación de plantas para plantar en los países miembros de la nappo. [10] Recuadro 10.2 (figura 2) Áreas marinas prioritarias para la conservación: Baja California al Mar de Bering Izembeck NWR Becharof NWR NERR -National Estuarine Research Reserve Reserva nacional de investigación de estuarios Réserve de recherche estuarienne natlonal National Wildlife Refu ge Refugio nacional de vida silvestre Refuge national de faune Parks Canada/Parcs Cañada Canadian Wildlife Service/Service canadien du la faune Fisheries and Oceans Canada/Péches et Océans Cañada British Columbia Ministry of Water, Land and Air Protection British Columbia Ministry of Sustainable Resource Management Migratory Bird Sanctuary Santuario de aves migratorias Santuaire d'oiseau migrateurs A blueprint for conservaron from Baja California to the Bering Sea National Park Reserve Parque reserva nacional Réserve de pare national NOAA/National Marine Protected Areas Center Un plano para la conservación de Baja California a Bering National Atlas of the United States® Bowie Seamount A MPA NOAA/National Marine Sanctuaries NOAA/National Estuarine Research Reserve System Marine Protected Areas Áreas protegidas marinas Zones de protection marinas Un plan dlrecteur pour la conservation de la réglon Baja-Béring US National Park Service Gwall Haanas NMCR Byere/Conrc Sinnett Islar US Fish and Wildlife Service Biosphere Resen/e Reserva de la biosfera Réserve de la biosphére National Park Parque nacional Pare national Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática Instituto Nacional de Ecología Comisión Nacional para el Uso y el Conocimiento de la Biodiversidad Wildlife Protection Area Área de protección de flora y fauna Zone de protection de la faune Sanctuary Santuario Sanctuaire Hydrothermal ts MPA A Protected Area Área protegida Aire protection uto Usadle. NVW- Olympic CoastNMS Scale / Escala / Echelle 1 : 10 000 000 Olympic NP Lambert Azimuthal Equal Area Projection, centered at 45°N 100°W. Proyección Lambert de Azimut y área constante, centrado en 45°N 100°0. Projection équivalente de Lambert, centrée á 45°N 100°0. Russla Rusia Russle Aleutian Archipelago Redwood NP Priority Conservation Areas Áreas prioritarias de conservación Aires de conservation priorítaires 1. Pribilof Islands 2. Bristol Bay 3. Western Aleutian Islands/Bowers Bank 4. Unimak Pass/Aleutian Islands 5. Western Kodiak Island/Shelikof Strait 6. Lower Cook Inlet/Eastem Kodiak Island 7. Prince William Sound/Copper River 8. Patton Seamounts 9. Glacier Bay/Sitka Sound/Frederick Sound 1 0. Dixon Entrance/Langara Island/Forester Island 11. Northern Queen Charlotte Sound/Hecate Strait/Gwaii Haanas 12. Scott Islands/Queen Charlotte Strait 13. Southern Strait of Georgia/San Juan Islands 14. Barkley Sound/Pacific Coastal Washington 15. Central Oregon/Cape Mendocino 16. Central California 17. Upper California Bight/Channel Islands/San Nicolás Island 18. Lower Bight of the Califomias/lslas Coronados 19. Bahía San Quintín/Bahía El Rosario 20. Isla Guadalupe 21. Vizcaino/lslas Cedros 22. Laguna San Ignacio 23. Bahía Magdalena 24. Corredor Los Cabos/Loreto 25. Alto Golfo de California 26. Grandes Islas del Golfo de California/Bahía de Los Angeles 27. Humedales de Sonora, Sinaloa y Nayarit/Bahía de Banderas 28. Islas Marías Alaskan/Fjordland Pacific Salinas River NWR Pacific Ocean Cañada Canadá Tijuana Slough NWR Tljuana River NERR Océano Pacífico Columbian Pacific Isla Guadalupe AP Islas del Golfo de California APFF United States of America El Vizcaíno RB Estados Unidos de América Montereyan Pacific Transition LEYENDA Áreas prioritarias de conservación LEGEND LEGENDE Aires de conservation priorítaires Priority Conservation Areas Bahía de Loreto PN Océan Pacifique Islas del Golfo de California APFF Marine Protected Areas Zones de protection marines Áreas protegidas marinas Boundaries Límites Internacional Frontiéres Frontiére internationale International Provi nce, State, Territory Hydrography Bathymetric Tints (metres) 0 (Sea Level) Southern Callfomlan Pacific Provincia, estado, territorio Hidrografía Tintas batimétricas (metros) 0 (Nivel del mar) provi nce, état, territoire Hydrographie Teintes bathymétriques (métres) 0 (niveau de la mer) 200 Guif of California Marine Ecoregions Regiones ecológicas marinas Écorégions marines 2 500 and below Mapa de las áreas prioritarias para la conservación en América del Norte, que incluye importantes áreas marinas protegidas. Mapa interno, muestra las ecorregiones marinas de nivel I. Apéndice 11.1 Lista de las especies consideradas migratorias por la Neotropical Migratory Bird Conservation Act (2000).1 Se indica las que se enlistan en la NOM-059-SEMARNAT-2001 (Semarnat 2002) y que están registradas como declinando de manera significativa. Especie Nombre común en español2 Nombre común en inglés NOM-059- SEMARNAT-2001 3 La especie declina según Sauer et al. (2004) Rappole (1995) Orden Podicipediformes Podilymbus podiceps Zambullidor pico grueso Pied-billed Grebe Podiceps nigricollis Zambullidor orejudo Eared Grebe Aechmophorus occidentalis Achichilique pico amarillo Western Grebe Aechmophorus clarkii Achichilique pico naranja Clark's Grebe Orden Pelecaniformes Pelecanus erythrorhynchos Pelícano blanco American White Pelican Pelecanus occidentalis Pelícano pardo Brown Pelican Phalacrocorax brasilianus Cormorán oliváceo Neotropic Cormorant Phalacrocorax auritus Cormorán orejudo Double-crested Cormorant Anhinga anhinga Anhinga americana Anhinga Orden Ciconiiformes Botaurus lentiginosus Avetoro norteño American Bittern Ixobrychus exilis Avetoro mínimo Least Bittern Ardea herodias Garza morena Great Blue Heron Ardea alba Garza blanca Great Egret Egretta thula Garceta pie-dorado Snowy Egret Egretta caerulea Garceta azul Little Blue Heron Egretta tricolor Garceta tricolor Tricolored Heron Egretta rujescens Garceta rojiza Reddish Egret Pr Bubulcus ibis Garza ganadera Cattle Egret Butorides virescens Garceta verde Green Heron Nycticorax nycticorax Pedrete corona negra Black-crowned Night-Heron Nyctanassa violácea • N. violácea gravirostris Pedrete corona clara Yellow-crowned Night-Heron A Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 11.1 Especie Nombre común en español2 Nombre común en inglés NOM-059- SEMARNAT-2001 3 La especie declina según Sauer et al. (2004) Rappole (1995) Eudocimus albus Ibis blanco White Ibis Plegadisfalcinellus Ibis cara oscura Glossy Ibis Plegadis chihi Ibis cara blanca White-faced Ibis Ajaia ajaja Espátula rosada Roseate Spoonbill Mycteria americana Cigüeña americana Wood Stork Coragyps atratus Zopilote común Black Vulture Cathartes aura Zopilote aura Turkey Vulture Orden Anseriformes Dendrocygna autumnalis Pij ¡je ala blanca Black-bellied Whistling-Duck Dendrocygna bicolor Pij ¡je canelo Fulvous Whistling-Duck Anser albifrons Ganso careto mayor Greater White-fronted Goose Chen caerulescens Ganso blanco Snow Goose Aix sponsa Pato arcoiris Wood Duck Anas strepera Pato friso Gadwall Anas americana Pato chalcuan American Wigeon Anas platyrhynchos • A. platyrhynchos diazi Pato de collar Mallard A Anas discors Cerceta ala azul Blue-winged Teal Anas cyanoptera Cerceta canela Cinnamon Teal Anas clypeata Pato cucharon norteño Northern Shoveler Anas acuta Pato golondrino Northern Pintail Anas crecca Cerceta ala verde Green-winged Teal Aythya valisineria Pato coacoxtle Canvasback Aythya americana Pato cabeza roja Redhead Aythya collaris Pato pico anillado Ring-necked Duck Aythya affinis Pato boludo-menor Lesser Scaup Lophodytes cucullatus Mergo cresta blanca Hooded Merganser Mergus serrator Mergo copetón Red-breasted Merganser Oxyura jamaicensis Pato tepalcate Ruddy Duck [2] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 11.1 Especie Nombre común en español2 Nombre común en inglés NOM-059- SEMARNAT-2001 3 La especie declina según Sauer et al. (2004) Rappole (1995) Orden Falconiformes Pandion haliaetus Gavilán pescador Osprey Elanoidesjorficatus Milano cijereca Swallow-tailed Kite Pr Ictinia mississippiensis Milano de Misisipi Mississippi Kite Pr Circus cyaneus Gavilán rastrero Northern Harrier Accipiter striatus Gavilán pecho rufo Sharp-shinned Hawk Pr • Accipiter cooperii Gavilán de Cooper Cooper's Hawk Pr Buteogallus anthracinus Aguililla-negra menor Common Black-Hawk Pr Buteo platypterus Aguililla ala ancha Broad-winged Hawk Pr • Buteo swainsoni Aguililla de Swainson Swainson's Hawk Pr • Buteo jamaicensis Aguililla cola roja Red-tailed Hawk • B. jamaicensis fumosus Pr • 8. jamaicensis socorroensis P Buteo regalis Aguililla real Ferruginous Hawk Pr Falco sparverius Cernícalo americano American Kestrel • Falco columbarius Halcón esmerejón Merlin Falco peregrinas Halcón peregrino Peregrine Falcon Pr Falco mexicanas Halcón mexicano Prairie Falcon A Orden Gruiformes Laterallus jamaicensis Polluela negra Black Rail • L. jamaicensis coturniculus P Rallus elegans Rascón real King Rail Pr • R. elegans tenuirostris P Rallus limicola Rascón limicola Virginia Rail Pr Porzana Carolina Polluela sora Sora Porphyrula martinico Gallineta morada Purple Gallinule Gallínula chloropus Gallineta frente roja Common Moorhen Fúlica americana Gallareta americana American Coot G rus canadensis Grulla gris Sandhill Crane Pr [3] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 11.1 Especie Nombre común en español2 Nombre común en inglés NOM-059- SEMARNAT-2001 3 La especie declina según Sauer et al. (2004) Rappole (1995) Orden Charadriiformes Pluvialis squatarola Chorlo gris Black-bellied Plover Pluvialis dominica Chorlo dominico American Golden-Plover Charadrius alexandrinus Chorlo nevado Snowy Plover Charadrius wilsonia Chorlo pico grueso Wilson's Plover Charadrius semipalmatus Chorlo semipalmeado Semipalmated Plover Charadrius melodus Chorlo chiflador Piping Plover P Charadrius vociferus Chorlo cildio Killdeer Charadrius montanas Chorlo llanero Mountain Plover A Haematopus palliatus Ostrero americano American Oystercatcher Himantopus mexicanus Candelera americano Black-necked Stilt Recumrostra americana Avoceta americana American Avocet Tringa melanoleuca Patamarilla mayor Greater Yellowlegs Tringa flavipes Patamarilla menor Lesser Yellowlegs Tringa solitaria Playero solitario Solitary Sandpiper Catoptrophorus semipalmatus Playero pihuihui Willet Heteroscelus incanus Playero vagabundo Wandering Tattler Actitis macularia Playero alzacolita Spotted Sandpiper Bartramia longicauda Zarapito ganga Upland Sandpiper • Numenius borealis Zarapito boreal Eskimo Curlew P Numenius phaeopus Zarapito minador Whimbrel • Numenius americanus Zarapito pico largo Long-billed Curlew • Limosa haemastica Picopando ornamentado Hudsonian Godwit Limosa fedoa Pocipando canelo Marbled Godwit Arenaria interpres Vuelvepiedras rojizo Ruddy Turnstone Aphriza virgata Playero roquero Surfbird Calidris canutas Playero canuto Red Knot Calidris alba Playero blanco Sanderling • Calidris pusilla Playero semipalmeado Semipalmated Sandpiper [4] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 11.1 Especie Nombre común en español2 Nombre común en inglés NOM-059- SEMARNAT-2001 3 La especie declina según Sauer et al. (2004) Rappole (1995) Calidris mauri Playero occidental Western Sandpiper Calidris minutilla Playero chichicuilote Least Sandpiper Calidris fuscicollis Playero rabadilla blanca White-rumped Sandpiper Calidris bairdii Playero de Baird Baird's Sandpiper Calidris melanotos Playero pectoral Pectoral Sandpiper Calidris himantopus Playero zancón Stilt Sandpiper Tryngites subruficollis Playero leonado BufF-breasted Sandpiper Limnodromus griseus Costurero pico corto Short-billed Dowitcher • Limnodromus scolopaceus Costurero pico largo Long-billed Dowitcher Gallinago gallinago Agachona común Common Snipe Phalaropus tricolor Falaropo cuello largo Wilson's Phalarope Phalaropus lobatus Falaropo cuello rojo Red-necked Phalarope Phalaropus fulicaria Falaropo pico grueso Red Phalarope Larus atricilla Gaviota reidora Laughing Gull Larus pipixcan Gaviota de Franklin Franklin's Gull • Larus philadelphia Gaviota de Bonaparte Bonaparte's Gull Larus delataren sis Gaviota pico anillado Ring-billed Gull Larus californicus Gaviota californiana California Gull Larus argentatus Gaviota plateada Herring Gull Larus occidentalis Gaviota occidental Western Gull Larus glaucescens Gaviota ala glauca Glaucous-winged Gull Xema sabini Gaviota cola hendida Sabine's Gull Sterna nilotica Charrán pico grueso Gull-billed Tern Eterna caspia Charrán caspia Caspian Tern Sterna maxima Charrán real Royal Tern Sterna elegans Charrán elegante Elegant Tern Pr Sterna sandvicensis Charrán de Sandwich Sandwich Tern Sterna dougallii Charrán rosado Roseate Tern Pr Sterna h ¡rundo Charrán común Common Tern [5] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 11.1 Especie Nombre común en español2 Nombre común en inglés NOM-059- SEMARNAT-2001 3 La especie declina según Sauer et al. (2004) Rappole (1995) Sterna forsteri Charrán de Forscer Forster's Tern Eterna antillarum • S. antillarum browni Charrán mínimo Least Tern Pr P Sterna fuscata Charrán sombrío Sooty Tern Chlidonias niger Charrán negro Black Tern Rynchops niger Rayador americano Black Skimmer Columbiformes Columba leucocephala Paloma corona blanca White-crowned Pigeon A Columba flavirostris Paloma morada Red-billed Pigeon Columba fasci ata • C.fasciata vioscae Paloma de collar Band-tailed Pigeon Pr • Zenaida asiatica Paloma ala blanca White-winged Dove Zenaida macroura Paloma huiloca Mourning Dove Orden Cuculiformes Coccyzus erythropthalmus Cuclillo pico negro Black-bi lled Cuckoo • • Coccyzus americanus Cuclillo pico amarillo Yellow-billed Cuckoo • • Coccyzus minor Cuclillo manglero Mangrove Cuckoo Orden Strigiformes Micrathene whitneyi • A/1. M /hitneyi graysoni Tecolote enano ElfOwl E Athene cunicularia • A. cunicularia rostrata Tecolote llanero Burrowing Owl P Asioflammeus Búho cuerno corto Short-eared Owl • Orden Caprimulgiformes Chordeiles acutipennis Chotacabras menor Lesser Nighthawk Chordeiles minor Chotacabras zumbón Common Nighthawk • Phalaenoptilus nuttallii Tapacamino tevii Common Poorwill Caprimulgus carolinensis Tapacamino de Carolina Chuck-will's-widow • Caprimulgus vociferus Tapacamino cuerporruin-norteño Whip-poor-will • • [6] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 11.1 Especie Nombre común en español2 Nombre común en inglés NOM-059- SEMARNAT-2001 3 La especie declina según Sauer et al. (2004) Rappole (1995) Orden Apodiformes Cypseloides niger Vencejo negro Black Swift Chaetura pelágica Vencejo de chimenea Chimney Swift • Chaetura vauxi Vencejo de Vaux Vaux's Swift Aeronautes saxatalis Vencejo pecho blanco White-throated Swift Cynanthus latirostris • C. latirostris lawrencei Colibrí pico ancho Broad-billed Hummingbird Pr Amazilia yucatanensis Colibrí yucaceco Buff-bellied Hummingbird Amazilia violiceps Colibrí corona violera Violet-crowned Hummingbird Lampornis clemenciae Colibrí garganta azul Blue-throated Hummingbird Eugenesjulgens Colibrí magnifico Magnificent Hummingbird Archilochus colabas Colibrí garganta rubí Ruby-throated Hummingbird • Archilochus alexandri Colibrí barba negra Black-chinned Hummingbird Calypte anna Colibrí cabeza roja Anna's Hummingbird Calypte costae Colibrí cabeza violeta Costa's Hummingbird Stellula calliope Colibrí garganta rayada Calliope Hummingbird Selasphorus platy cercas Zumbador cola ancha Broad-tailed Hummingbird Selasphorus rujus Zumbador rufo Rufous Hummingbird • Selasphorus sasin Zumbador de Alien Allen's Hummingbird Orden Trogoniformes Trogon elegans Tragón elegante Elegant Trogon Orden Coraciiformes Ceryle alcyon Martin-pescador norteño Belted Kingfisher Orden Piciformes Sphyrapicus vanas Chupasavia maculado Yellow-bellied Sapsucker Sphyrapicus nuchalis Chupasavia nuca roja Red-naped Sapsucker Sphyrapicus ruber Chupasavia cabeza roja Red-breasted Sapsucker Orden Passeriformes Camptostoma imberbe Mosquero lampiño Northern Beardless-Tyrannulet Contopus cooperi Pibí boreal Olive-sided Flycatcher • [7] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 11.1 Especie Nombre común en español2 Nombre común en inglés NOM-059- SEMARNAT-2001 3 La especie declina según Sauer et al. (2004) Rappole (1995) Contopus pertinax Pibí tengofrio Greater Pewee Contopus sordidulus • C. sordidulus peninsulae Pibí occidental Western Wood-Pewee Pr • • Contopus virens Pibí oriental Eastern Wood-Pewee • • Empidonax flaviventris Mosquero vientre amarillo Yellow-bellied Flycatcher • Empidonax virescens Mosquero verdoso Acadian Flycatcher • Empidonax alnorum Mosquero ailero Alder Flycatcher Empidonax traillii Mosquero saucera Willow Flycatcher Empidonax minimus Mosquero mínimo Feast Flycatcher • • Empidonax hammondii Mosquero de Hammond Hammond's Flycatcher Empidonax wrightii Mosquero gris Gray Flycatcher Empidonax oberholseri Mosquero oscuro Dusky Flycatcher Empidonax diffcilis • E. difficilis cineritius Mosquero californiano Pacific-slope Flycatcher Pr Empidonax occidentalis Mosquero barranqueño Cordilleran Flycatcher Empidonax fulvifrons Mosquero pecho leonado BufF-breasted Flycatcher Sayornis phoebe Papamosca fibi Eastern Phoebe Sayornis saya Papamoscas llanero Say's Phoebe Pyrocephalus rubinus Mosquero cardenal Vermilion Flycatcher Myiarchus tuberculifer Papamoscas triste Dusky-capped Flycatcher • Myiarchus cinerascens Papamoscas cenizo Ash-throated Flycatcher Myiarchus crinitus Papamoscas viajero Great Crested Flycatcher • Myiarchus tyrannulus Papamoscas tirano Brown-crested Flycatcher Myiodynastes luteiventris Papamoscas atigrado Sulphur-bellied Flycatcher Tyrannus melancholicus Tirano tropical Tropical Kingbird Tyrannus couchii Tirano silbador Couch's Kingbird Tyrannus vociferans Tirano gritón Cassin's Kingbird Tyrannus crassirostris Tirano pico grueso Thick-billed Kingbird Tyrannus verticalis Tirano pálido Western Kingbird [8] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 11.1 Especie Nombre común en español2 Nombre común en inglés NOM-059- SEMARNAT-2001 3 La especie declina según Sauer et al. (2004) Rappole (1995) Tyrannus tyrannus Tirano dorso negro Eastern Kingbird • Tyrannus dominicensis Tirano gris Gray Kingbird Tyrannus forfcatus Tirano-cijereca rosado Scissor-tailed Flycatcher • Lanius ludovicianus Alcaudón verdugo Loggerhead Shrike Víreo griseus • Víreo griseus perquisitor Vireo ojo blanco White-eyed Vireo A • Víreo bellii Vireo de Bell Bell’s Vireo • Víreo atricapillus Vireo gorra negra Black-capped Vireo P Víreo vicinior Vireo gris Gray Vireo Víreo flavífrons Vireo garganta amarilla Yellow-throated Vireo • Víreo plumbeus Vireo plomizo Plumbeous Vireo Víreo cassinii Vireo de Cassin Cassin's Vireo Víreo solitarius • V.solitarius lucasanus Vireo anteojillo Blue-headed Vireo Pr • Víreo gilvus • V gilvus víctoríae Vireo gorjeador Warbling Vireo Pr • Víreo phíladelphícus Vireo de Filadelfia Philadelphia Vireo Víreo olívaceus Vireo ojo rojo Red-eyed Vireo • Víreo flavovírídís Vireo verdeamarillo Yellow-green Vireo Víreo altiloquus Vireo bigotudo Black-whiskered Vireo Progne subís Golondrina azulnegra Purple Martin Tachycíneta bicolor Golondrina bicolor Tree Swallow Tachycíneta thalassina Golondrina verdemar Violet-green Swallow Stelgídopteryx serrípennís Golondrina ala aserrada Northern Rough-winged Swallow Riparia riparia Golondrina ribereña Bank Swallow Petrochelídon pyrrhonota Golondrina risquera ClifF Swallow Petrochelídon fulva Golondrina pueblera Cave Swallow Hírundo rustica Golondrina tijereta Barn Swallow • • Troglodytes aedon • T. aedon beaní Chivirín saltapared House Wren Pr [9] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 11.1 Especie Nombre común en español2 Nombre común en inglés NOM-059- SEMARNAT-2001 3 La especie declina según Sauer et al. (2004) Rappole (1995) Cistothorus platensis Chivirín sabanero Sedge Wren • Cistothorus palustris Chivirín pantanero Marsh Wren Regulus caléndula • R. caléndula obscurus Reyezuelo de rojo Ruby-crowned Kinglet P Polioptila caerulea Perlita azulgris Blue-gray Gnatcatcher • Sialia sialis Azulejo garganta canela Eastern Bluebird Sialia mexicana Azulejo garganta azul Western Bluebird Sialia currucoides Azulejo pálido Mountain Bluebird Myadestes townsendi Clarín norteño Townsend's Solitaire Catharusfuscescens Zorzal rojizo Veery • • Catharus minimus Zorzal cara gris Gray-cheeked Thrush • Catharus bicknelli Zorzal de Bicknell Bicknell's Thrush Catharus ustulatus Zorzal de Swainson Swainson's Thrush • • Catharus guttatus Zorzal cola rufa Hermit Thrush Hylocichla mustelina Zorzal maculado Wood Thrush • • Turdus migratorius • T. migratorius confnis Mirlo primavera American Robin Pr Dumetella carolinensis Maullador gris Gray Catbird • Oreoscoptes montanas Cuitlacoche de chías Sage Thrasher Anthus rubescens Bisbita de agua American Pipit Anthus spragueii Bisbita llanera Sprague's Pipit Bombycilla cedrorum Ampelis chinito Cedar Waxwing • Vermivora pinus Chipe ala azul Blue-winged Warbler Vermivora chrysoptera Chipe ala dorada Golden-winged Warbler • Vermivora peregrina Chipe peregrino Tennessee Warbler • Vermivora ce! ata Chipe corona naranja Orange-crowned Warbler • • Vermivora ruf capilla Chipe de coronilla Nashville Warbler • Vermivora virginiae Chipe de Virginia Virginia's Warbler Vermivora crissalis Chipe crisal Colima Warbler Pr [10] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 11.1 Especie Nombre común en español2 Nombre común en inglés NOM-059- SEMARNAT-2001 3 La especie declina según Sauer et al. (2004) Rappole (1995) Vermivora luciae Chipe rabadilla rufa Lucy's Warbler Parala americana Párula norteña Northern Parula Dendroica petechia Chipe amarillo Yellow Warbler Dendroica pensylvanica Chipe flanco castaño Chestnut-sided Warbler • Dendroica magnolia Chipe de magnolia Magnolia Warbler Dendroica tigrina Chipe atigrado Cape May Warbler Dendroica caerulescens Chipe azulnegro Black-throated Blue Warbler Dendroica coronata • D. coronata goldmani Chipe coronado Yellow-rumped Warbler A Dendroica nigrescens Chipe negrogris Black-throated Gray Warbler Dendroica chrysoparia Chipe mejilla dorada Golden-cheeked Warbler A Dendroica virens Chipe dorso verde Black-throated Green Warbler • Dendroica townsendi Chipe negromarillo Townsend's Warbler Dendroica occidentalis Chipe cabeza amarilla Hermit Warbler Dendroica fusca Chipe garganta naranja Blackburnian Warbler • Dendroica dominica Chipe garganta amarilla Yellow-throated Warbler Dendroica graciae Chipe ceja amarilla Grace's Warbler Dendroica pinus Chipe pinero Pine Warbler • Dendroica kirtlandii Chipe de Kirtland Kirtland's Warbler Dendroica discolor Chipe de pradera Prairie Warbler • • Dendroica palmarum Chipe playero Palm Warbler • Dendroica castanea Chipe castaño Bay-breasted Warbler Dendroica striata Chipe gorra negra Blackpoll Warbler • Dendroica cerúlea Chipe cerúleo Cerulean Warbler • Mniotilta varia Chipe trepador Black-and-white Warbler • Setophaga ruticilla Chipe flameante American Redstart • Protonotaria citrea Chipe dorado Prothonotary Warbler • Helmitheros vermivorus Chipe gusanera Worm-eating Warbler • Limnothlypis swainsonii Chipe corona café Swainson's Warbler Pr [11] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 11.1 Especie Nombre común en español2 Nombre común en inglés NOM-059- SEMARNAT-2001 3 La especie declina según Sauer et al. (2004) Rappole (1995) Seiurus aurocapillus Chipe suelero Ovenbird • Seiurus noveboracensis Chipe charquera Northern Waterthrush • Seiurus motacilla Chipe arroyero Louisiana Waterthrush • Oporornis formosus Chipe patilludo Kentucky Warbler • • Oporornis agilis Chipe de Connecticut Connecticut Warbler Oporornis philadelphia Chipe enlutado Mourning Warbler • Oporornis tolmiei Chipe de Tolmie MacGillivray's Warbler A Geothlypis tachas Mascarita común Common Yellowthroat • • Wilsonia citrina Chipe encapuchado Hooded Warbler • Wilsonia pusilla Chipe corona negra Wilson's Warbler • • Wilsonia canadensis Chipe de collar Cañada Warbler • • Cardellina rubrifrons Chipe cara roja Red-faced Warbler Myioborus pictus Chipe ala blanca Painted Redstart Icteria virens Buscabreña Yellow-breasted Chat • Piranga flava Tangara encinera Hepatic Tanager Piranga rubra Tangara roja Summer Tanager Piranga olivácea Tangara escarlata Scarlet Tanager • Piranga ludoviciana Tangara capucha roja Western Tanager Pipilo chlorurus Toqui cola verde Green-tailed Towhee Pipilo maculatus Toqui pinto Spotted Towhee Aimophila carpalis Zacatonero ala rufa Rufous-winged Sparrow Aimophila botterii Zacatonero de Botteri Botteri's Sparrow Aimophila rufceps • A. rufceps sanctorum Zacatonero corona rufa Rufous-crowned Sparrow E Spizella passerina Gorrión ceja blanca Chipping Sparrow • Spizella pallida Gorrión pálido Clay-colored Sparrow • Spizella breweri Gorrión de Brewer Brewer's Sparrow • Spizella atrogularis Gorrión barba negra Black-chinned Sparrow Pooecetes gramineus Gorrión cola blanca Vesper Sparrow [12] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 11.1 Especie Nombre común en español2 Nombre común en inglés NOM-059- SEMARNAT-2001 3 La especie declina según Sauer et al. (2004) Rappole (1995) Chondestes grammacus Gorrión arlequín Lark Sparrow • Calamospiza melanocorys Gorrión ala blanca Lark Bunting • Passerculus sandwichensis Gorrión sabanero Savannah Sparrow • P. sandwichensis beldingi A • P. sandwichensis rostratus Pr • P. sandwichensis sanctorum A Ammodramus savannarum Gorrión chapulín Grasshopper Sparrow • Melospiza lincolnii Gorrión de Lincoln Lincoln's Sparrow Melospiza georgiana Gorrión pantanero Swamp Sparrow Zonotrichia leucophrys Gorrión corona blanca White-crowned Sparrow Pheucticus ludovicianus Picogordo pecho rosa Rose-breasted Grosbeak • Pheucticus melanocephalus Picogordo tigrillo Black-headed Grosbeak Passerina caerulea Picogordo azul Blue Grosbeak Passerina amoena Colorín lazuli Lazuli Bunting Passerina cyanea Colorín azul Indigo Bunting • Passerina versicolor Colorín morado Varied Bunting Passerina ciris Colorín siete colores Painted Bunting • Spiza americana Arrocero americano Dickcissel • Dolichonyx oryzivorus Tordo arrocero Bobolink • Agelaius phoeniceus Tordo sargento Red-winged Blackbird Sturnella magna Pradera tortilla-con-chile Eastern Meadowlark Sturnella neglecta Pradera occidental Western Meadowlark Xanthocephalus xanthocephalus Tordo cabeza amarilla Yellow-headed Blackbird Euphagus cyanocephalus Tordo ojo amarillo Brewer's Blackbird Molothrus aeneus Tordo ojo rojo Bronzed Cowbird Molothrus ater Tordo cabeza café Brown-headed Cowbird Icterus spurius Bolsero castaño Orchard Oriole • • • 1. spurius fuertesi Pr Icterus cucullatus Bolsero encapuchado Hooded Oriole Icterus graduacauda Bolsero cabeza negra Audubon's Oriole [13] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 11.1 Especie Nombre común en español2 Nombre común en inglés NOM-059- SEMARNAT-2001 3 La especie declina según Sauer et al. (2004) Rappole (1995) Icterus gálbula Bolsero de Baltimore Baltimore Oriole • • Icterus bullockii Bolsero calandria Bullock's Oriole • • Icterus parisorum Bolsero tunero Scott's Oriole Carduelis psaltria Jilguero dominico Lesser Goldfinch Carduelis tristis Jilguero canario American Goldfinch 1 Neotropical Migratory Bird Conservation Act. Congress of the United States, Public Law 1 06-247-J uly 20, 2000. 2 Escalante Pliego, P, A.M. Sada y J. Robles Gil. 1996. Listado de nombres comunes de las aves de México. Agrupación Sierra Madre, S.C. México (excepto zorzal de Bicknell, chipe de Kirtland y chipe de Connecticut). 3 E: probablemente extinta en el medio silvestre; P: en peligro de extinción; A: amenazada; Pr: sujeta a protección especial. [14] Apéndice 12.1 Jardines botánicos de México Nombre Ciudad Énfasis en sus colecciones Actividades principales Jardín Botánico de la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán, unam Cuautitlán Izcalli, Méx. Cactáceas Educación, horticultura Jardín Botánico del instituto de Biología, UNAM México, D.F. Colecciones nacionales de Agaváceas y Crasuláceas. Flora de la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel Educación, investigación, conservación, difusión Jardín Botánico de la Fundación Xochitla, A.C. Tepotzotlán, Méx. Colección regional de plantas acuáticas Educación, conservación, difusión Jardín Botánico "Jorge Víctor Eller T." uag Guadalajara, Jal. Orquídeas y cactáceas Educación, conservación Jardín Botánico "Dr. Alfredo Barrera Marín", El Colegio de la Frontera Sur Puerto Morelos, Q. Roo Flora nativa, orquídeas, heléchos, plantas útiles Educación, conservación, difusión Jardín Botánico "Jerzy Rzedowski Rotter", uaaan, Unidad Laguna Torreón, Coah. Árboles nativos Educación Jardín Botánico "Dr. Faustino Miranda", Instituto de Historia Natural y Ecología Tuxtla Gutiérrez, Chis. Flora nativa Educación, investigación, conservación, difusión Jardín Etnobotánico, inah Cuernavaca, Mor. Colección nacional de plantas medicinales Educación, difusión Jardín Botánico "Francisco Javier Clavijero", Instituto de Ecología, A.C. Xa lapa, Ver. Colección nacional de bambúes, cicadas, flora nativa Educación, investigación, conservación, difusión Jardín Botánico "Ignacio Rodríguez Alconedo", buap Puebla, Pue. Encinos Educación, investigación, conservación, difusión Jardín Botánico "Louise Wardle de Camacho", Africana Safari, S.A. Puebla, Pue. Encinos, flora nativa Educación, investigación, conservación, difusión Jardín Botánico Regional Xíitbal neek', cicy Mérida, Yuc. Flora nativa, colección regional de palmas Educación, investigación, conservación, difusión Jardín Botánico Regional "Cassiano Conzatti", ciidir, ipn, Unidad Oaxaca Oaxaca, Oax. Flora nativa, cactáceas Educación, investigación, conservación, difusión Jardín Botánico Regional de Cadereyta "Ing. Manuel González de Cossío", Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Querétaro Querétaro, Qro. Cactáceas Educación, investigación, conservación, difusión Jardín Etnobotánico de Oaxaca Oaxaca, Oax. Etnobotánica del estado de Oaxaca Educación, conservación, difusión Jardín Botánico "Rey Netzahualcóyotl", uaa Aguascalientes, Ags. Flora del estado de Aguascalientes Educación Jardín Botánico de Tizatlán, Gobierno del estado de Tlaxcala Tlaxcala, Tlax. Plantas medicinales Educación, difusión Jardín Botánico Regional del Carmen, A.C., Universidad Autónoma del Carmen Ciudad del Carmen, Camp. Palmas Educación, difusión Jardín Botánico Regional Integral de Los Reyes Iztacala, enep Iztacala, unam Iztacala, Méx. No hay registro Educación, difusión Jardín Botánico Culiacán, Sociedad Botánica y Zoológica, iap Culiacán, Sin. Flora ornamental exótica y nativa Educación, difusión Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 12.1 Nombre Ciudad Énfasis en sus colecciones Actividades principales Jardín Etnobotánico "Francisco Peláez R." San Andrés Cholula, Pue. Plantas útiles nativas y exóticas Educación, investigación, difusión Jardín Botánico Xcaret Playa del Carmen, Q. Roo Flora nativa y exótica Educación, difusión Jardín Botánico "Biól. Glafiro Alanís Flores" UANL San Nicolás de los Garza, NL No hay registro Educación Jardín Botánico Regional "El Soconusco" El Colegio de la Frontera Sur Tapachula, Chis. Orquídeas del Soconusco Educación, investigación, difusión Jardín Botánico Regional del Instituto de Silvicultura e Industria de la Madera, ujed Durango, Dgo. No hay registro Educación Jardín Botánico del Centro de Información y Comunicación Ambiental de Norteamérica, A.C. México, D.F. Flora urbana Educación, difusión Jardín Botánico del Fideicomiso Parque Fundidora Monterrey, NL Flora arbórea Educación, difusión Jardín Botánico de Acapulco "Esther Pliego de Salinas", Primer Club de Jardinería de Acapulco Acapulco, Gro. Flora nativa y exótica Educación, difusión Jardín Botánico del Inifap, Campo Experimental Todos Santos La Paz, BCS Flora nativa, cactáceas Educación, difusión, conservación Jardín Botánico El Charco del Ingenio San Miguel de Allende, Gto. Flora nativa, cactáceas Educación, difusión, conservación Jardín Botánico de la Unidad de Evaluación y Monitoreo de la Biodiversidad de Hampolol, uac Campeche, Camp. Flora nativa Educación, difusión, conservación Jardín Botánico de Cactáceas "Dra. Helia Bravo-Hollis" México, D.F. Cactáceas Educación, difusión Jardín Botánico del Instituto de Investigaciones Científicas de la uag Chilpancingo, Gro. Flora nativa Educación, difusión Jardín Botánico Ollintépetl, Consejo Estatal de Ecología del Gobierno del Estado de Hidalgo Pachuca, Hgo. Flora nativa Educación, difusión Jardín Botánico de la Escuela Superior de Biología, ujed Gómez Palacio, Dgo. Flora nativa Educación, difusión Jardín Botánico de Bermejillo, Unidad Regional de Zonas Áridas, UAch Bermejillo, Dgo. Cactáceas Educación, difusión Jardín Botánico Tzapoteca San Pedro Cholula, Pue. Flora nativa Educación, difusión Fuente: Asociación Mexicana de Jardines Botánicos (2006). [2] Apéndice 13.1 Principales actividades generales de una estrategia de conservación1 I. Inserción de la estrategia de conservación de la biodiversidad en los planes de desarrollo Objetivos ♦ Catalizar la estrategia de conservación de una manera transectorial. Actividades y oportunidades ♦ Generar una estrategia conjunta de conservación in- tersectorial, consensuada a nivel de entidades nacio- nales, estatales y locales, e incluyendo a los diversos sectores. ♦ Establecer un panel multisectorial y de carácter nacio- nal sobre la conservación, para brindar orientación sobre prioridades de protección, uso sostenible y equi- tativo de la biodiversidad. ♦ Integrar la conservación de la biodiversidad en los procesos de planeación estatales y federales de planifi- cación regional. II. Establecimiento de un marco de política a favor de la conservación de la biodiversidad Objetivos ♦ Estimular la reforma de la política pública vigente cuando promueve el derroche o el uso inadecuado de la biodiversidad. ♦ Adoptar nuevas políticas y métodos para la rendición de cuentas de las acciones públicas que promuevan la conservación y el uso equitativo de la biodiversidad. ♦ Reducir la demanda de recursos biológicos. Actividades y oportunidades ♦ Revocar las políticas agropecuarias que promueven una excesiva uniformidad de los cultivos y de las varie- dades de los mismos, o que promueven el uso excesivo de fertilizantes y plaguicidas químicos. ♦ Difundir la normatividad existente sobre el uso de agroquímicos y los efectos y consecuencias de estas sustancias sobre el ambiente y la salud humana, pro- moviendo paralelamente el fomento de la agricultura orgánica. ♦ Reducir la presión sobre los ecosistemas y las áreas sil- vestres frágiles usando tierras que ya se están cultivan- do de manera más eficiente e intensiva, y restaurar tierras degradadas de modo de promover su producti- vidad y biodiversidad. ♦ Promover prácticas agrícolas que promuevan la biodi- versidad. ♦ Fomentar la intensificación de las actividades produc- tivas. ♦ Aumentar los incentivos a un buen manejo local de las tierras y las aguas públicas. ♦ Abandonar las políticas forestales que promueven la degradación de los recursos y la conversión de los eco- sistemas forestales hacia otros usos menos valiosos, fomentando una cultura forestal entre los habitantes de la región. ♦ Facilitar el reacomodo o la indemnización a asenta- mientos que por su localización contravengan la con- servación de las áreas prioritarias de conservación. ♦ Establecer nuevas áreas naturales protegidas y crear nuevas categorías de manejo que diversifiquen las al- ternativas de protección. ♦ Desalentar la apertura de nuevas vías de comunica- ción en las áreas prioritarias de conservación y optimi- zar las ya existentes. ♦ Cancelar proyectos de embalses hidroeléctricos que pudieran afectar las áreas prioritarias de conservación. ♦ Implementar políticas y medidas que fomenten la re- concentración poblacional y la creación de polos de desarrollo equilibrados. ♦ Elaborar y ejecutar planes de ordenamiento urbano y de manejo de residuos en localidades críticas con ma- yor concentración poblacional. 1 Fuente: wri, uicn y pnuma (1992). Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 13.1 ♦ Apoyar el desarrollo de planes de ordenamiento a di- versas escalas. ♦ Fomentar el cumplimiento y la observancia de la nor- matividad relacionada a los recursos naturales y la bio- diversidad. ♦ Garantizar el flujo de información sobre la normativi- dad ambiental a todos los niveles de los sectores pro- ductivos. ♦ Diseñar y activar medidas de desarrollo económico que transfiera población dedicada al sector primario, al secundario y terciario para lograr economías regio- nales más equilibradas. ♦ Reforzar las políticas y regulaciones que abaten el de- terioro de la biodiversidad en los ecosistemas de agua dulce y la contaminación del aire. ♦ Promover e incentivar el establecimiento de industrias limpias, desarrollando y fomentando códigos de bue- nas prácticas en todos los sistemas industriales. ♦ Evitar inversiones de recursos públicos o privados en asentamientos irregulares que impactan áreas protegi- das o áreas prioritarias para la conservación. III. Creación de un entorno de política internacional que respalde la conservación de la biodiversidad Objetivos ♦ Insertar la conservación de la biodiversidad en la polí- tica económica internacional. ♦ Reforzar el marco jurídico internacional de conserva- ción para complementar el Convenio sobre la Diversi- dad Biológica. ♦ Hacer de la asistencia para el desarrollo un factor que promueva la conservación de la biodiversidad. ♦ Aumentar el financiamiento para la conservación de la biodiversidad y elaborar mecanismos innovadores, descentralizados y de responsabilidad para captar fon- dos y ejercerlos eficazmente. Actividades y oportunidades ♦ Disminuir las emisiones de gases de invernadero y fo- mentar los sistemas de más alta eficiencia para la cap- tura de carbono. ♦ Implementar acuerdos binacionales o regionales para el manejo adecuado cuencas y recursos compartidos. ♦ Impulsar la conservación de los corredores biológicos transfronterizos. ♦ Promover la cooperación internacional para el manejo de las áreas protegidas que contribuyen a la conserva- ción de especies migratorias y ecosistemas de impor- tancia regional. IV. Creación de condiciones e incentivos para la conservación local de la biodiversidad Objetivos ♦ Corregir desequilibrios en el uso de la tierra y los re- cursos que provocan el deterioro de la biodiversidad y elaborar nuevas asociaciones de manejo de los recur- sos entre el gobierno y las comunidades locales. ♦ Ampliar y promover el uso sostenible de productos y servicios de las áreas silvestres. Actividades y oportunidades ♦ Incrementar los beneficios a las poblaciones locales del turismo sustentable basado en los recursos natura- les y hacer que el desarrollo turístico no provoque de- terioro de la biodiversidad ni del patrimonio cultural. ♦ Reforzar la capacidad local de mantener y beneficiarse de los atractivos naturales y turísticos. ♦ Desarrollar o incrementar los atractivos turísticos fue- ra de áreas de conservación estricta o áreas de alta fra- gilidad ambiental. ♦ Desarrollar e instrumentar un plan de incentivos econó- micos que promueva la conservación de la biodiversidad. ♦ Habilitar mecanismos de retribución económica para la conservación de los servicios ambientales (secues- tro de carbono, agua, etc.). ♦ Fomentar el establecimiento de fideicomisos y otros mecanismos de financiamiento para la conservación. ♦ Reactivar los canjes de “deuda por naturaleza”. ♦ Brindar acceso a los servicios de planificación familiar y para mejorar la salud reproductiva en la población, incrementando el financiamiento para respaldar su puesta en práctica. ♦ Asegurarse que la asistencia para el desarrollo refuerce el papel de la mujer en el uso sostenible de los recursos biológicos. ♦ Procurar que las comunidades locales puedan confor- mar un mayor sector del mercado para los productos obtenidos bajo sistemas sustentables, y diseñar e im- plementar sistemas y medidas de comercialización que las beneficien. [21 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 13.1 ♦ Promover la suma de inversiones entre el sector gu- bernamental y el sector privado en la investigación para el uso sustentable de los recursos naturales. ♦ Garantizar el abasto sustentable de recursos naturales a la población local. ♦ Promover el desarrollo y adopción de tecnologías apropiadas para conservar y usar en forma sostenible los recursos naturales. ♦ Fomentar y consolidar empresas de conservación. ♦ Fomentar e instrumentar el ordenamiento ecológico y agrario en las áreas de mayor importancia para la con- servación del patrimonio biológico del país. ♦ Reforzar la eficacia de las convenciones y tratados in- ternacionales existentes sobre conservación de la bio- diversidad. ♦ Abatir la demanda del público por adquirir especies silvestres amenazadas o en peligro de extinción, así como de productos derivados de éstas. ♦ Mejorar y ampliar los mecanismos jurídicos de pro- tección de las especies amenazadas y en peligro de ex- tinción. ♦ Promover la aplicación del conocimiento académico por parte de los manejadores de los ecosistemas y las especies. ♦ Reforzar una cultura de conservación entre los dueños y propietarios de la tierra. V. Promover condiciones favorables para la cooperación ¡ntersectorial en la conservación de la biodiversidad Objetivos ♦ Crear las condiciones institucionales para la conserva- ción y el desarrollo regional sustentable. ♦ Respaldar planes de conservación de la biodiversidad en el sector privado. ♦ Incorporar la conservación de la biodiversidad en la gestión de todos los recursos biológicos bajo utiliza- ción. ♦ Promover el compromiso del desarrollo sustentable y la conservación de los recursos naturales entre los to- madores de decisiones intersectoriales. Actividades y oportunidades ♦ Elaborar nuevos métodos y mecanismos para el diálogo y la planificación interinstitucional, la resolución de conflictos relacionados con conservación y la vigilancia del uso de los recursos públicos para la conservación. ♦ Fomentar la adopción de buenas prácticas ambienta- les y de uso de la biodiversidad entre los sectores pro- ductivos, industriales, sociales y económicos. VI. Fortalecer y consolidar las áreas protegidas Objetivos ♦ Identificar prioridades regionales para reforzar las áreas protegidas elevando su papel en la conservación de la biodiversidad y el desarrollo nacional. ♦ Asegurar la sostenibilidad financiera para el manejo de las áreas protegidas y garantizar su aporte a la conser- vación de la biodiversidad a mediano y largo plazo. ♦ Abatir de manera planificada y sistemática las amena- zas de distintas escalas que ponen en riesgo a las áreas protegidas. ♦ Demostrar con hechos las ventajas de un desarrollo sustentable a los habitantes de las áreas protegidas. Actividades y oportunidades ♦ Consolidar la participación de las comunidades locales en el manejo de las áreas protegidas, incluyendo su par- ticipación en el monitoreo y seguimiento de los indica- dores de la conservación de los ecosistemas en las anp. ♦ Brindar incentivos para el establecimiento de áreas protegidas privadas y comunitarias que complemen- ten a los sistemas nacionales y estatales, y promover el registro de los predios privados certificados con fines de conservación de los recursos naturales. ♦ Establecer mecanismos eficientes para la instrumenta- ción y el seguimiento de los programas de manejo y operación de las áreas protegidas. ♦ Proponer e implementar medidas inmediatas y a largo plazo para establecer la conectividad entre las áreas de conservación, a través de corredores ecológicos, y para mantener procesos ecológicos regionales. ♦ Privilegiar la restauración de zonas degradadas dentro de las áreas de conservación y en sus áreas de influencia. ♦ Establecer sistemas de “alerta temprana / respuesta in- mediata para afrontar oportunamente amenazas po- tenciales a la biodiversidad de las áreas protegidas (p. ej. especies invasoras de alto impacto, incendios, contin- gencias por derrame de contaminantes, etc.). ♦ Mejorar el marco jurídico en beneficio del manejo [31 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 13.1 adaptativo y para que la instancia a cargo de las áreas protegidas pueda aplicarlo. Vil. La conservación efectiva de especies, poblaciones y la diversidad genética Objetivos ♦ Fortalecer la capacidad para conservar la diversidad de especies, poblaciones y diversidad genética en su hábi- tat natural. ♦ Reforzar la capacidad de las instalaciones de conserva- ción ex situ e in situ para conservar la biodiversidad. ♦ Educar a la población para contribuir a la protección de la biodiversidad amenazada. Actividades y oportunidades ♦ Reglamentar estrictamente la transferencia de espe- cies y recursos genéticos y su liberación en el medio natural. ♦ Reforzar la colaboración de las instituciones de con- servación ex situ e in situ, para eficientizar y ampliar los esfuerzos de conservación en materia de reintro- ducción y rehabilitación de especies silvestres y para la restauración de su hábitat. ♦ Evaluar con precisión el impacto causado por especies invasoras e implementar los programas de control y erradicación efectivos, sobre todo en áreas de alto sig- nificado para la conservación, y buscar la contribución ciudadana para evitar la introducción y dispersión de especies exóticas de riesgo. ♦ Implementar sistemas y prácticas preventivas para el control de daño por vertebrados silvestres que entran en conflicto con las actividades productivas. ♦ Establecer centros de información para respaldar la toma de decisiones y dar seguimiento a las acciones de conservación. ♦ Promover la evaluación sistemática y periódica de la situación de la biodiversidad. ♦ Promover la realización de inventarios biológicos de grupos taxonómicos poco conocidos, así como en re- giones y áreas sobre las que se tiene información insu- ficiente sobre su biodiversidad. ♦ Evaluar y difundir sistemáticamente las prioridades de investigación sobre el uso y conocimiento de la biodi- versidad. VIII. Incremento de capacidades para conservar la biodiversidad Objetivos ♦ Aumentar el reconocimiento y el interés en los valores y la importancia de la biodiversidad. ♦ Ayudar a las instituciones a generar y difundir la infor- mación necesaria para conservar la biodiversidad y movilizar sus beneficios. ♦ Promover la investigación básica y aplicada sobre con- servación de la biodiversidad. ♦ Desarrollar la capacidad de los recursos humanos en materia de conservación de la biodiversidad. ♦ Crear un movimiento social a favor de la conservación de la biodiversidad de tal manera que sea la sociedad y las comunidades quienes exijan conservación. Actividades y oportunidades ♦ Establecer en las instituciones educativas, diplomados y postgrados sobre Biología de la Conservación y dis- ciplinas relacionadas con la conservación de la biodi- versidad. ♦ Establecer fondos especiales a nivel nacional, estatal o regional, para el financiamiento de acciones dirigidas a la conservación. ♦ Fortalecer la investigación en ciencias sociales sobre las conexiones entre los procesos biológicos y los so- ciales. ♦ Evaluar y difundir el costo ambiental de las actividades productivas y del sustento de la población local ♦ Crear interés en la importancia y los valores de la bio- diversidad en el seno de la cultura popular y efectuar una campaña de medios que difunda la importancia de conservarla. ♦ Usar el sistema de educación formal para incrementar el interés sobre la biodiversidad y la necesidad de su conservación. ♦ Reforzar la infraestructura y equipamiento para la conservación en las áreas protegidas y de importancia para la conservación. ♦ Consolidar y profesionalizar los cuerpos de protección y vigilancia de la biodiversidad. [41 Apéndice 13.2 Ejercicios de planeación estratégica para la conservación que incluyen a México y que fueron analizados para este trabajo Estrategia o ejercicio de planeación Año Región o alcance Referencias Biodiversidad COSTERA Y MARINA Identificación de las prioridades de conservación de la zona costera y marina de México para el wwf 1992 Entorno nacional Almada-Villela, P. 1992. Identificación de las prioridades de conservación de la zona costera y marina de México para el wwf. Documento interno, wwf, Washington, D.C. Taller de determinación de las áreas vulnerables de la costa sur de Quintana Roo 1996 Sureste de México Universidad de Quintana Roo. Taller de regionalización de áreas prioritarias marinas y costeras de México 1998 Entorno nacional Arriaga-Cabrera, E„ etal. (coords.). 1998. Regiones prioritarias marinas de México. Conabio, México. Setting geographic priorities for marine conservation in Latin America and the Caribbean 1999 Entorno continental Sullivan, K„ y G. Bustamante. 1999. Setting geographic priorities for marine conservation in Latin America and the Caribbean. Biodiversity Support Program, Washington, D.C. Estrategia ambiental para la gestión integrada de la zona costera de México 2000 Costas de México Instituto Nacional de Ecología. 2000. Estrategia ambiental para la gestión integrada de la zona costera de México. Instituto Nacional de Ecología, Semarnap, México. Prioridades de conservación para la región del Golfo de California, México 2001 Golfo de California Coalición para la Sustentabilidad del Golfo de California. 2001. Prioridades de conservación para la región del Golfo de California. Mazatlán. Prioridades de conservación para el Golfo de California 2001 Península de Baja California Barrera, J.C., et al. 2004. Prioridades para la conservación del Golfo de California, wwf, México. Estrategia de conservación y desarrollo sustentable para la recuperación de la vaquita marina y su hábitat 2001 Golfo de California World Wildlife Fund. 2001. Estrategia de conservación y desarrollo sustentable para la recuperación de la vaquita marina y su hábitat, wwf, México. Planeación para la conservación ecorregional del Sistema Arrecifal Mesoamericano 2002 Sureste de México Kramer, P„ y P. Richards Kramer. 2002. Ecorregional conservation planningfor the Mesoamerican Caribbean Reef. wwf, Washington, D.C. Planeación para la conservación de la zona costera de Veracruz 2005 Veracruz Peresbarbosa Rojas, E. (ed.). 2005. Planeación para la conservación de la costa de Veracruz. Pronatura Veracruz y tnc, Xalapa, México. Análisis conjunto para el establecimiento de prioridades de conservación en el Golfo de California 2005 Golfo de California A common analysis to set priorities for conservation targets in the Gulfof California. A collaborative effort by ci, tnc and WWF. Evaluación ecorregional del Golfo de California 2005 Golfo de California Cobi y tnc (comps.) 2005. Evaluación ecorregional del Golfo de California. Comunidad y Biodiversidad, A.C.- tnc. Áreas prioritarias marinas para la conservación: Baja California al Mar de Bering 2005 Noroeste de México Morgan, L„ S. Maxwell, F. Tsao, T.A.C. Wilkinson y P. Etnoyer. 2005. Áreas prioritarias marinas para la conservación: Baja California al Mar de Bering. CCA-Marine Conservation Biology Institute, Montreal. Taller para la determinación de sitios prioritarios marinos y costeros para la conservación 2005 Entorno nacional Conabio, Conanp, tnc y Pronatura. 2007. Vacíos y omisiones en conservación de la biodiversidad marina de México: océanos, costas e islas. México. Estrategia nacional para el ordenamiento ecológico del territorio en mares y costas 2008 Entorno nacional Semarnat. 2008. Estrategia nacional para el ordenamiento ecológico del territorio en mares y costas. México. Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 13.2 Estrategia o ejercicio de planeación Año Región o alcance Referencias Estrategia para el manejo costero integral 2006 Entorno nacional Moreno-Casasola, P„ E. Peresbarbosa y A.C. Travieso. 2006. Estrategia para el manejo costero integral, instituto de Ecología A.C.-Conanp-Gobierno del Estado de Veracruz, Xalapa. Biodiversidad de agua dulce Humedales de México, tipos de vegetación, humedales prioritarios y áreas protegidas 1992 Entorno nacional Conservation International. 1992. Humedales de México, tipos de vegetación, humedales prioritarios y áreas protegidas. North American Wetlands Conservation Council-Sedesol-usFWS (mapa). A conservation assesment of mangrove ecosystems of Latin America and the Caribbean 1996 Entorno continental Olson, D., G. Dinerstein y P. Cintrón (eds.). 1996. A conservation assesment of mangrove ecosystems of Latin America and the Caribbean. Workshop report, wwf, Washington, D.C. Taller de regionalización de cuencas hidrográficas y biodiversidad de México 1998 Entorno nacional Arriaga L., V. Aguilar y J. Alcocer. 2000. Aguas continentales y diversidad biológica de México. Conabio, México. Humedales del Golfo de California: prioridades de conservación 2005 Península de Baja California Richard Brusca. Arizona-Sonora Desert Museum Biodiversidad terrestre y de agua dulce Regiones terrestres prioritarias de México 2000 Entorno nacional Arriaga, L„ et al. 2000. Regiones terrestres prioritarias de México. Conabio, México. A regional analysis of geographic priorities for biodiversity conservation in Latin America and the Caribbean 1995 Entorno continental Biodiversity Support Program, Conservation International, TTie Nature Conservancy y Wildlife Conservation Society. 1995. A regional analysis of geographic priorities for biodiversity conservation in Latin America and the Caribbean. Biodiversity Support Program, Washington, D.C. Valoración ecorregional para la conservación del Desierto Chihuahuense 2000 Desierto Chihuahuense Dinerstein, E„ et al. (eds.). 2000. Ecoregion based conservation in the Chihuahuan Desert : A biológica 1 assessment. wwf- CoNABio-TNC-Pronatura Noreste-iTESM. Evaluación de áreas naturales de la biorregión de Valle de Bravo 2000 Centro de México Biocenosis, A.C., Gobierno del Estado de México y Centro de Información Ambiental Valle de Bravo. Análisis ecológico de las prioridades de conservación en la ecorregión del Desierto Sonorense 2000 Norte de México Marshall, R.M., et al. 2000. Análisis ecológico de las prioridades de conservación en la ecorregión del Desierto Sonorense. tnc, Capítulo Arizona-Sonoran Institute-iMADES. Taller para la identificación de amenazas y prioridades para la conservación de las selvas secas del Pacífico mexicano 2001 Occidente de México Ceballos, G„ M. Maass, J. Bezaury y E. Espinoza (eds.). En prensa. Diversidad, amenazas y regiones prioritarias para la conservación de las selvas secas del Pacífico de México. CoNABio-Conanp- UNAM-WWF, México. Plan de conservación ecorregional para las praderas costeras del norte del Golfo de México 2002 Noreste de México The Nature Conservancy. 2002. The GulfCoast Prairies and Marshes Ecoregional Conservation Plan, tnc, San Antonio. Análisis de prioridades en los bosques de pino-encino mexicanos 2002 Entorno nacional Gerardo Ceballos, unam. Análisis de prioridades en la ecorregión de bosques de pino-encino mesoamericanos 2003 Mesoamérica wwf. Objetos de conservación de la ecorregión Petenes-Celestún-Palmar 2003 Península de Yucatán Pronatura Península de Yucatán. Estrategia estatal sobre biodiversidad de Morelos 2003 Estatal ceama y Conabio. 2003. Estrategia estatal sobre biodiversidad de Morelos. Documento base. Comisión Estatal de Agua y Medio Ambiente-CoNABio, México. Taller de planeación para la conservación de El Zapotal y alrededores 2004 Península de Yucatán Pronatura Península de Yucatán. 2004. Protection of an important bird and wildlife habitat in the northern Yucatán Península. Informe final a nawca. [2] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 13.2 Estrategia o ejercicio de planeación Año Región o alcance Referencias Identificación y priorización de zonas potenciales para la conservación de la biodiversidad en el estado de Chiapas 2004 Sureste de México Instituto de Historia Natural y Ecología, Gobierno del Estado de Chiapas. Análisis ecológico de las prioridades de conservación en la ecorregión de las tierras altas apaches 2004 Norte de México Marshall, R.M., et al. 2004. An ecológica 1 ana/ysis of con servad o n priorities in the Apache highlands ecoregion. tnc Arizona- Instituto del Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable del Estado de Sonora. Plan regional para la conservación de la selva zoque 2004 Sureste de México Pronatura-Chiapas, iNHyE, Conabio, Conanp, serbo y ciesas. 2004. Plan regional para la conservación de la selva zoque. San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Áreas prioritarias para la conservación de la biodiversidad en Chiapas, México 2004 Sureste de México González Domínguez, P. 2004. Áreas prioritarias para la conservación de la biodiversidad en Chiapas, México. Tesis de maestría. El Colegio de la Frontera Sur, San Cristóbal de las Casas. Plan para la conservación de sitios de la cuenca media y baja del Río Coatzacoalcos 2005 Veracruz The Nature Conservancy, usaid y Pronatura Veracruz. Evaluación ecorregional de las selvas maya, zoque y olmeca 2005 Selva maya Secaira, F„ et al. (2005). Plan ecorregional de las selvas maya, zoque y olmeca. Pronatura Península de Yucatán-TNC, Programme for Belize-Ecosur-Wildlife Conservation Society- Conservation International-Amigos de Sian Ka'an-Propetén. Selva Lacandona Siglo XXI: estrategia conjunta para la conservación de la biodiversidad 2000 Selva Lacandona Conservation International. 2000. Selva Lacandona Siglo XXI: estrategia conjunta para la conservación de la biodiversidad. usaid, Tuxtla Gutiérrez. Planeación para la conservación de Calakmul-Balam Kin-Balam Ku 2005 Península de Yucatán Pronatura Península de Yucatán y tnc (comps.). 2005. Plan de conservación para Calakmul-Balam Kin-Balam Ku, Campeche, México. Campeche. Plan de conservación para la Reserva de la Biosfera Pantanos de Centla y el Área de Protección de Flora y Fauna Laguna de Términos 2005 Sureste de México Pronatura Península de Yucatán, tnc y usaid (comps.). 2005. Plan de conservación para la Reserva de la Biosfera Pantanos de Centla y el Área de Protección de Flora y Fauna Laguna de Términos. Programa de manejo sustentable de ecosistemas de montaña ("60 Montañas Prioritarias") 2005 Entorno nacional Conafor-Semarnat. 2005. Programa de manejo sustentable de ecosistemas de montaña ("60 Montañas Prioritarias"). Estrategia operativa del Corredor Biológico Mesoamericano 2005 Sureste de México Estrategia operativa del Corredor Biológico Mesoamericano- México. Plan ecorregional de las selvas maya, zoque y olmeca 2005 Sureste de México Alianza para la conservación de las selvas maya, zoque y olmeca. 2005. Estrategias para la conservación de las selvas maya, zoque y olmeca. Evaluación ecorregional de las selvas maya, zoque y olmeca. Pronatura Penísula de Yucatán-TNC, México. Estrategia regional para la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad en Mesoamérica 2005 Sur de México y Centroamérica Sistema de la Integración Centroamericana-Comisión Centroamericana de Ambiente y Desarrollo, 2003. Estrategia regional para la conservación y uso sostenible de la biodiversidad en Mesoamérica. Planeación para la conservación del matorral espinoso tamaulipeco 2006 Noreste de México Pronatura Noreste, A.C. y The Nature Conservancy. Plan para la conservación de los pastizales del Altiplano mexicano 2006 Norte de México Pronatura Noreste, A.C. Estrategia estatal sobre biodiversidad del estado de Querétaro 2006 Estatal Universidad Autónoma de Querétaro. En preparación. Estrategia para la conservación de la biodiversidad en el estado de Querétaro. [3] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 13.2 Estrategia o ejercicio de planeación Año Región o alcance Referencias Estrategia estatal sobre biodiversidad del estado de Michoacán 2006 Estatal suma. 2006. Estrategia para el uso y conservación de la biodiversidad en Michoacán (Eucobim). Secretaría de Urbanismo y Medio Ambiente, Morelia. Estrategia estatal sobre biodiversidad del estado de Coahuila 2006 Estatal En preparación. Estrategia estatal sobre biodiversidad de Quintana Roo 2006 Estatal En preparación. Áreas propuestas para la conservación ecológica en Tamaulipas n.d. Noreste de México César Cantó, Martín González y Mario Hernández (com. pers.). Biodiversidad terrestre, acuática y marina Estrategia Nacional sobre Biodiversidad de México 2000 Entorno nacional Conabio. 2000. Estrategia nacional sobre biodiversidad de México. México. Estrategia general de conservación de Marismas Nacionales, Nayarit 2002 Occidente de México Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza, wwf y Gobierno del Estado de Nayarit. Estrategia General de Conservación de Marismas Nacionales, Nayarit. Identificación y establecimiento de prioridades para las acciones de conservación y oportunidades de uso sustentable de los recursos marinos y costeros de la Península de Baja California 1998 Península de Baja California Enríquez-Andrade, R. y C. Danemann. 1998. Identificación y establecimiento de prioridades para las acciones de conservación y oportunidades de uso sustentable de los recursos marinos y costeros de la Península de Baja California. Reporte técnico de proyecto. Pronatura Península de Baja California. México. Taller de prioridades de conservación para la Península de Baja California 2002 Península de Baja California ciCESE-Cibnor. Bases para la conformación del Sistema de Áreas de Conservación del Estado de Michoacán 2005 Centro de México Velázquez, M.J.A., et al. 2005. Bases para la conformación del Sistema de Áreas de Conservación del Estado de Michoacán. Secretaría de Urbanismo y Medio Ambiente, Gobierno del Estado de Michoacán y Unidad Académica. Cambio climático global Estrategia nacional de acción climática 2000 Entorno nacional Comisión Intersecretarial de Cambio Climático. 2000. Estrategia nacional de acción climática. Instituto Nacional de Ecología, Semarnap, México. Estrategia nacional de cambio climático 2007 Entorno nacional Comisión Intersecretarial de Cambio Climático, 2007. Estrategia nacional de cambio climático. Semarnat, México. Fauna silvestre y su hábitat Áreas de importancia para la conservación de las aves (aica) 1996 Entorno nacional Cipamex y Conabio (1999) Áreas de importancia para la conservación de las aves. Escala 1 :250 000. Consejo Internacional para la Preservación de las Aves-CoNABio, México. Assesing conservation prioirities in megadiverse México: Mammalian diversity, endemicity, and endangerment 1998 Entorno nacional Ceballos, G.P. y R. Medellín, 1998. Assesing conservation prioirities in megadiverse México: Mammalian diversity, endemicity, and endangerment. Ecológica 1 Applications 8:8-17. Endemic bird areas of the world: Priorities for biodiversity conservation 1998 Entorno global Statersfield, A.J., et al. 1998. Endemic bird areas ofthe world: Priorities for biodiversity conservation. BirdLife International, Cambridge, RU. Estrategia integral para el desarrollo sustentable de la región de la mariposa monarca 1999 Centro de México Toledo, C„ 1999. Estrategia integral para el desarrollo sustentable de la región de la mariposa monarca, en J. Hoth et al. (comps.), Reunión de América del Norte sobre la mariposa monarca, 1997. Comisión de Cooperación Ambiental, Montreal. Priorización de las aica para México 1999 Entorno nacional Priorización de las aica para México. 1999. Cipamex-ccA- CONABIO-FMCN. Protección, conservación y recuperación del águila real 1999 Norte de México Instituto Nacional de Ecología. 1999. Protección, conservación y recuperación del águila real, ine, Semarnap, México. [4] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 13.2 Estrategia o ejercicio de planeación Año Región o alcance Referencias Proyecto de recuperación del lobo mexicano ( Canis lupus bai/eyi ) 1999 Norte de México Instituto Nacional de Ecología. 1999. Proyecto de recuperación del lobo mexicano (Canis lupus baileyi). ine, Semarnap, México. Proyecto para la conservación y manejo del oso negro ( Ursus americanus ) en México 1999 Norte de México Instituto Nacional de Ecología. 1999. Proyecto para la conservación y manejo del oso negro (Ursus americanus) en México, ine, Semarnap, México. Conservation priority setting for birds in Latin America 1999 Entorno continental TTie Nature Conservancy. 1999. Conservation priority setting for birds in Latin America. Wings of the Americas Program, tnc, Arlington. Estrategia nacional para la vida silvestre 2000 Entorno nacional Instituto Nacional de Ecología. 2000. Estrategia nacional para la vida silvestre, ine, Semarnap, México. Proyecto para la conservación, manejo y aprovechamiento sustentable de los psitácidos en México 2000 Entorno nacional Instituto Nacional de Ecología. 2000. Proyecto para la conservación, manejo y aprovechamiento sustentable de los psitácidos en México, ine, Semarnap, México. Proyecto para la conservación, manejo y aprovechamiento sustentable de los Crocodylia en México 2000 Entorno nacional Instituto Nacional de Ecología. 2000. Proyecto para la conservación, manejo y aprovechamiento sustentable de los Crocodylia en México, ine, Semarnap, México. Proyecto para la conservación, manejo y aprovechamiento sustentable de los pinnipedos en México 2000 Pacífico Instituto Nacional de Ecología. 2000. Proyecto para la conservación, manejo y aprovechamiento sustentable de los pinnipedos en México, ine, Semarnap, México. Proyecto para la conservación, manejo y aprovechamiento sustentable del borrego cimarrón ( Ovis canadensis ) en México 2000 Norte de México Instituto Nacional de Ecología. 2000. Proyecto para la conservación, manejo y aprovechamiento Sustentable del borrego cimarrón (Ovis canadensis) en México, ine, Semarnap, México. Proyecto para la protección conservación, investigación y manejo de las tortugas marinas 2000 Entorno nacional Instituto Nacional de Ecología. 2000. Proyecto para la protección conservación, investigación y manejo de las tortugas marinas, ine, Semarnap, México. Proyecto parta la protección, conservación y recuperación de la familia Zamiaceae (Cycadales) de México 2000 Entorno nacional Instituto Nacional de Ecología. 2000. Proyecto para la protección, conservación y recuperación de la familia Zamiaceae (Cycadales) de México, ine, Semarnap, México. Protección, conservación y recuperación del berrendo ( Anti/ocapra americana ) en México 2000 Norte de México Instituto Nacional de Ecología. 2000. Protección, conservación y recuperación del berrendo (Antilocapra americana) en México. ine, Semarnap, México. Taller trinacional para la conservación y recuperación de la guacamaya escarlata (Ara macao ) en la selva maya 2001 Selva Maya Carreón, G„ et al. 2001. Desarrollo de una estrategia regional de conservación para la guacamaya roja (Ara macao) en la selva maya de Be/ice, Guatemala y México. usAiD-Conservation International, México. Representatividad mastofaunística en áreas naturales protegidas y regiones terrestres prioritaria en el Eje Neovolcánico: un modelo de conservación 2003 Centro de México Munguía Carrara, M. 2004. Representatividad mastofaunística en anp y rtp en el Eje Neovolcánico: un modelo de conservación. Tesis de licenciatura, unam. Evaluación de áreas potenciales para la reintroducción del lobo mexicano ( Canis lupus bai/eyi ) 2003 Norte de México cbsc - iucn, ssc, Subcomité del Lobo (stcrlm). Taller de conservación de la águila arpía en México 2003 Sureste de México Conservation Breeding Specialist Group (cbsg - iucn), Instituto de Historia Natural y Ecología, y Naturalia, A.C. 2003. Taller de conservación de la águila arpía. Zoológico Miguel Álvarez del Toro. Tuxtla Gutiérrez, 27 a 30 de agosto de 2003. Definición de prioridades de conservación para los carnívoros mexicanos y los carnívoros de Norteamérica y Centroamérica 2004 Entorno nacional Valenzuela, D„ y L.B. Vázquez. 2007. Consideraciones para priorizar la conservación de los carnívoros mexicanos, en G. Sánchez-Rojas y A.E. Rojas-Martínez (eds.), Tópicos en sistemática, biogeografía, ecología y conservación de mamíferos. Centro de Investigaciones Biológicas, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, Pachuca. [5] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 13.2 Estrategia o ejercicio de planeación Año Región o alcance Referencias Sitios prioritarios para las aves playeras en México 2004 Entorno nacional Proyecto nacional para la conservación de las aves playeras y su hábitat en México (prep aves playeras). En revisión. Subcomité técnico consultivo para la conservación de las aves playeras en México. Deforestation and extant distributions of Mexican endemic mammals 2004 Entorno nacional Sánchez-Cordero, et al. 2005. Deforestation and extant distributions of Mexican endemic mammals. Biological Conservaron 126:465-473. Plan de recuperación del berrendo peninsular 2005 Península de Baja California Cancino, j„ P. Miller, J.B. Stoopen y J. Lewis (eds.). 1995. Population and habitat viability assessment for the peninsular pronghorn ( Anti/ocapra americana peninsularis). iucn-ssc Conservation Breeding Specialist Group, Apple Valley. Grupo de trabajo sobre felinos fronterizos: protegiendo los felinos neotropicales en la frontera entre EUA y México 2005 Norte de México Wilcox, S., M.M. Crigione y K. Menke. 2005. The Bordercats Working Group: Protecting neotropical cats in the U.S./ México borderlands. Póster presentation. Fifth Meeting on the Border Environment, Rosarito, Baja California, mayo de 2005. El jaguar en el nuevo milenio 2005 Entorno continental Sanderson, E.W., et al. 2002. Prioridades geográficas para la conservación del jaguar, en R. Medellín et al. (eds.), El jaguar en el nuevo milenio. Fondo de Cultura Económica-UNAM-wcs, México, pp. 601-627. Plan de acción de América del Norte para la conservación del perrito de las praderas (■ Cynomys ludovicianus ) 2005 Entorno nacional cca. 2005. Plan de acción de América del Norte para la conservación del perrito de las praderas ( Cynomys ludovicianus). Comisión de Cooperación Ambiental, Montreal. Plan de acción de América del Norte para la conservación del aguililla real ( Buteo regalis ) 2005 Entorno nacional cca. 2005. Plan de acción de América del Norte para la conservación del aguililla real ( Buteo regalis). Comisión de Cooperación Ambiental, Montreal. Plan de acción de América del Norte para la conservación del tecolote llanero ( Athene cunicularia hypugaea ) 2005 Entorno nacional cca. 2005. Plan de acción de América del Norte para la conservación del tecolote llanero ( Athene cunicularia hypugaea ). Comisión de Cooperación Ambiental, Montreal. Plan de acción de América del Norte para la conservación de la pardela pata rosada ( Puffmus creatopus ) 2005 Entorno nacional cca. 2005. Plan de acción de América del Norte para la conservación de la pardela pata rosada ( Puffmus creatopus ). Comisión de Cooperación Ambiental, Montreal. Plan de acción de América del Norte para la conservación de la tortuga laúd del Pacífico ( Dermochelys coriácea ) 2005 Entorno nacional cca. 2005. Plan de acción de América del Norte para la conservación de la tortuga laúd del Pacífico (Dermochelys coriáceo). Comisión de Cooperación Ambiental, Montreal. Plan de acción de América del Norte para la conservación de la ballena jorobada ( Megaptera novaeanglcae ) 2005 Entorno nacional cca. 2005. Plan de acción de América del Norte para la conservación de la ballena jorobada (Megaptera novaeangliae). Comisión de Cooperación Ambiental, Montreal. Plan de conservación de sitio en los pastizales asociados a perrito llanero en el Altiplano de México 2006 Norte de México Pronatura Noreste y The Nature Conservancy. Prioridades regionales para la conservación del hábitat del cocodrilo ( Crocodylus acutus ) 2006 Mesoamérica y Sudamérica Thorbjarnarson, J„ etal. 2006. Regional habitat conservation priorities for the American crocodile. Biological Conservation 128:25-36. Estrategia para la conservación de las cotorras serranas Rhynchopsitta pachyrhyncha y R. terrisi en el norte de México n.d. Norte de México Estrategia para la conservación de las cotorras serranas Rhynchopsitta pochyrhyncha y R. terrisi en el norte de México. Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. [6] Figura 1 3.4 Áreas prioritarias para la conservación de la biodiversidad en el Golfo de California Terrestrial a reas 3 4 1 5 I 6 Conservaron priorities for the Gulf of California (S) Coalición mba la su stlntab i lujad del Golfo de California Marine priority areas Deph in meters 2 0 600000 1200000 1400000 1600000 Estados Unidos de América 1000000 800000 600000 800000 1000000 1200000 1400000 1600000 (a) Coalición para la Sustentabilidad del Golfo de California, Mazaclán, 2001; (b) Plan Ecorregional del Golfo de California. Fuente: Cobi (2005). 2400000 2600000 2800000 3000000 3200000 3400000 3600000 Apéndice 14.1 Sitios cero extinciones de México, de acuerdo con la Alianza Cero Extinciones Categoría en Lista Coordenadas Altitud Altitud Tamaño de parche Localidad Estado Municipio Especie ace roja uicn 2004 Latitud N Longitud W mínima máxima Ubicación en anp de vegetación primaria Amphibia Cerros de San Cristóbal de las Casas Chiapas Chamula Eleutherodactylus glaucus CR 16.80000 92.68333 2100 2 400 Reserva Pronatura Cerro Huitepec Cerros de San Cristóbal de las Casas Chiapas Chamula P/ectrohy/a pycnochila CR 16.80000 92.68333 2100 2 400 Cercanías Reserva Pronatura Cerro Huitepec Corredor Laguna Bélgica-Sierra Limón-Cañón del Sumidero Chiapas Ocozocoautla de Espinosa Eleutherodactylus pozo CR 16.96667 93.50000 760 1 200 Reserva de la Biosfera Selva El Ocote Corredor Laguna Bélgica-Sierra Limón-Cañón del Sumidero Chiapas Ocozocoautla de Espinosa Ixa/otriton niger CR 16.96667 93.50000 760 1 200 Reserva de la Biosfera Selva El Ocote Pedregal de San Ángel Distrito Federal Xochimilco Eleutherodactylus grandis CR 19.23330 99.15000 0 0 Reserva unam del Pedregal Agua del Obispo Guerrero Chilpancingo de los Bravo Eleutherodactylus guerreroensis CR 17.41000 99.86000 0 0 Fuera Cerro Teocepec Guerrero Atoyac de Álvarez Hyla trux CR 17.47000 100.21670 1 700 3 000 Fuera 50 000 a 100 000 ha Cerro Teocepec Guerrero Atoyac de Álvarez Thorius grandis EN 17.47000 100.21670 1 700 3 000 Fuera 50 000 a 100 000 ha Omiltemi Guerrero Chilpancingo de los Bravo Eleutherodactylus dixoni CR 17.55000 99.66667 0 0 Fuera 1 000 a 5 000 ha Sierra de Acoyac Guerrero Atoyac de Álvarez Thorius inferna/is CR 17.25000 100.33330 700 1 800 Fuera Durango (pueblo) Hidalgo Zimapán Chiropterotriton mosaueri CR 20.76190 99.32610 2160 2 160 Fuera <1 000 ha Tlanchinol Hidalgo Tlanchinol Rana johni EN 21.00000 98.66667 0 0 Tlanchinol 10 000 a 25 000 ha San Martín México Chapa de Mota Ambystoma bombypellum CR 19.86670 99.50000 2 500 2 500 Fuera Toluca México Jiquipilco Ambystoma granulosum CR 19.65000 99.65000 3 000 3 000 Fuera Volcanes Iztaccíhuatl-Popocacépetl México Chalco Ambystoma leorae CR 19.26670 98.70000 3 000 3 000 50 000 a 100 000 ha Coalcomán-Pómaro Michoacán Aquila Eleutherodactylus rufescens CR 18.50000 103.25000 0 0 Fuera Pátzcuaro Michoacán Pátzcuaro Ambystoma dumerilii CR 19.58333 101.65000 1 920 1 920 Fuera Lago de Zacapu Michoacán Charapan Ambystoma andersoni CR 19.75000 102.20000 2 000 2 000 Fuera 10 000 a 25 000 ha Chimalapas Oaxaca Santa María Chimalapa Ixa/otriton parva CR 16.80000 94.33333 1 600 1 600 Fuera 250 000 a 500 000 ha Santo Tomás Tecpan Oaxaca Santa María Ecatepec Thorius minutissimus EN 16.30000 95.88330 2 500 2 500 Fuera Sierra Norte Oaxaca Santiago Comaltepec Eleutherodactylus polymniae CR 17.62500 96.33335 1 500 3 000 Fuera 10 000 a 25 000 ha Sierra Norte Oaxaca Santiago Comaltepec Hyla ca/vico/lina CR 17.62500 96.33335 1 500 3 000 Fuera 10 000 a 25 000 ha Sierra Norte Oaxaca Santiago Comaltepec Hyla ca/thu/a EN 17.62500 96.33335 1 500 3 000 Fuera 10 000 a 25 000 ha [i] Capital natural de A /léxico • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.1 Categoría en Lista Coordenadas Altitud Altitud Tamaño de parche Localidad Estado Municipio Especie ace roja uicn 2004 Latitud N Longitud W mínima máxima Ubicación en anp de vegetación primaria Sierra Norre Oaxaca Santiago Comaltepec Hy/a psarosema EN 17.62500 96.33335 1 500 3 000 Fuera 10 000 a 25 000 ha Sierra Norre Oaxaca Santiago Comaltepec Hy/a echinata CR 17.62500 96.33335 1 500 3 000 Fuera 10 000 a 25 000 ha Sierra Norte Oaxaca Santiago Comaltepec Hyla mixe CR 17.62500 96.33335 1 500 3 000 Fuera 10 000 a 25 000 ha Sierra Norte Oaxaca Santiago Comaltepec Hy/a sobrina EN 17.62500 96.33335 1 500 3 000 Fuera 10 000 a 25 000 ha Sierra Norte Oaxaca Santiago Comaltepec Hyla celata CR 17.62500 96.33335 1 500 3 000 Fuera 10 000 a 25 000 ha Sierra Norte Oaxaca Santiago Comaltepec Lineatriton orchileucos EN 17.62500 96.33335 1 500 3 000 Fuera 10 000 a 25 000 ha Sierra Norte Oaxaca Santiago Comaltepec Pseudoeurycea mystax EN 17.62500 96.33335 1 500 3 000 Fuera 10 000 a 25 000 ha Sierra Norte Oaxaca Santiago Comaltepec Pseudoeurycea aquatica CR 17.62500 96.33335 1 500 3 000 Fuera 10 000 a 25 000 ha Sierra Norte Oaxaca Santiago Comaltepec Pseudoeurycea sa/tator EN 17.62500 96.33335 1 500 3 000 Fuera 10 000 a 25 000 ha Sierra Norte Oaxaca Santiago Comaltepec Thorius aureus CR 17.62500 96.33335 1 500 3 000 Fuera 10 000 a 25 000 ha Sierra Norte Oaxaca Santiago Comaltepec Thorius papaloae EN 17.62500 96.33335 1 500 3 000 Fuera 10 000 a 25 000 ha Sierra Norte Oaxaca Santiago Comaltepec Thorius arboreus EN 17.62500 96.33335 1 500 3 000 Fuera 10 000 a 25 000 ha Zanatepec Oaxaca San Miguel Chimalapa Eleutherodactylus silvícola EN 16.66670 94.36670 1 450 1 450 Fuera 5 000 a 10 000 ha Huauchinango Puebla Camocuautla Rana pueblae EN 20.05000 97.75000 0 0 Fuera Laguna Alchichica Puebla Tepeyahualco Ambystoma taylori CR 19.36670 97.48330 2 290 2 290 Fuera Antiguo Morelos Tamaulipas Nuevo Morelos Eleutherodactylus dennisi EN 22.58190 99.19390 0 0 Fuera 100 000 a 250 000 ha El Cielo Tamaulipas Gómez Farías Chiropterotriton cracens EN 23.05000 99.15000 0 0 Reserva de la Biosfera El Cielo Acultzingo Veracruz Acultzingo Thorius magnipes CR 18.66670 97.28330 2 450 2 800 Cercanías del Parque Nacional Cañón del Río Blanco Centro de Veracruz Veracruz Emiliano Zapata Hyla siopela CR 19.40000 96.75000 2 550 2 550 Fuera Hacienda El Potrero Veracruz Amatlán de los Reyes Pseudoeurycea praecellens CR 18.83330 96.91670 0 0 Fuera Lago de Las Minas Veracruz Perote Rana chichicuahut/a CR 19.40000 97.35000 2 324 2 324 Fuera Los Tuxtlas Veracruz Catemaco Eleutherodactylus megalotympanum CR 18.46000 95.00000 350 1 500 Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas (zona de amortiguamiento) Los Tuxtlas Veracruz Catemaco Eleutherodactylus vulcani EN 18.46000 95.00000 350 1 500 Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas (zona de amortiguamiento) Los Tuxtlas Veracruz Catemaco Lineatriton orchimelas EN 18.46000 95.00000 350 1 500 Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas (zona de amortiguamiento) Los Tuxtlas Veracruz Catemaco Thorius narismagnus CR 18.46000 95.00000 350 1 500 Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas (zona de amortiguamiento) Pan de Olla Veracruz Jalacingo Hyla pachyderma CR 19.86670 97.28330 1 600 1 600 Fuera 1 000 a 5 000 ha Río Metlac Veracruz Coscomatepec Thorius lunaris EN 19.03333 97.16667 2 800 3 200 Cercanías Parque Nacional Pico de Orizaba [2] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.1 Categoría en Lista Coordenadas Altitud Altitud Tamaño de parche Localidad Estado Municipio Especie ace roja uicn 2004 Latitud N Longitud W mínima máxima Ubicación en anp de vegetación primaria Aves isla Guadalupe Baja California n/a Junco insularis CR 29.00000 118.33330 0 1 295 Reserva de la Biosfera Isla Guadalupe Isla Guadalupe Baja California n/a Oceanodroma macrodactyla CR 29.00000 118.33330 0 1 295 Reserva de la Biosfera Isla Guadalupe Isla Socorro Colima n/a Aratinga brevipes EN 18.75000 110.96670 0 1 130 Reserva de la Biosfera Archipiélago de Revillagigedo 5 000 a 10 000 ha Isla Socorro Colima n/a Mimodes graysoni CR 18.75000 110.96670 0 1 130 Reserva de la Biosfera Archipiélago de Revillagigedo 5 000 a 10 000 ha Isla Socorro Colima n/a Puffinus auricularis CR 18.75000 110.96670 0 1 130 Reserva de la Biosfera Archipiélago de Revillagigedo 5 000 a 10 000 ha Isla Socorro Colima n/a Zenaida graysoni EW 18.75000 110.96670 0 1 130 Reserva de la Biosfera Archipiélago de Revillagigedo 5 000 a 10 000 ha Sierra de Aroyac Guerrero Atoyac de Álvarez Lophornis brachylopha CR 17.25000 100.33330 700 1 800 Fuera El Capulín-La Cima México Huixquilucan Xenospiza baileyi EN 19.33330 99.36670 2 800 3 000 Parque Estatal Zempoala-La Bufa Otomí-Mexica Pradera de Tokio Nuevo León Galeana Spize/la wortheni EN 24.68330 100.30000 1 200 2 450 Fuera 250 000 a 500 000 ha Isla Cozumel Quintana Roo n/a Toxostoma guttatum CR 20.50000 86.95000 0 30 Fuera Los Tuxtlas Veracruz Catemaco Geotrygon carrikeri EN 18.46000 95.00000 350 1 500 Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas (zona de amortiguamiento) Mammalia Isla San Lorenzo Sur Baja California n/a Peromyscus interparietalis EN 28.63420 112.83360 0 533 Parque Nacional Archipiélago de San Lorenzo 1 000 a 5 000 ha Isla San Lorenzo Sur Baja California n/a Peromyscus interparietalis EN 28.63420 112.83360 0 533 Área de Protección de Flora y Fauna Silvestres Islas del Golfo de California 1 000 a 5 000 ha Isla San Martín Baja California n/a Neotoma martinensis EN 30.48580 116.11670 70 0 Fuera Isla Todos Santos Baja California n/a Neotoma anthonyi EN 31.81080 116.80390 0 180 Fuera Archipiélago San José Baja California Sur La Paz Dipodomys insularis CR 24.98640 110.62640 0 633 Área de Protección de Flora y Fauna Silvestres Islas del Golfo de California 10 000 a 25 000 ha Isla Cedros Baja California Sur n/a Neotoma bryanti EN 28.20610 115.25830 0 1 205 Fuera Isla Coronados Baja California Sur n/a Neotoma bunkeri EN 26.12140 111.27170 0 283 Parque Marino Nacional Bahía de Loreto <1 000 ha Isla Coronados Baja California Sur n/a Peromyscus pseudocrinitus CR 26.12140 111.27170 0 283 Parque Marino Nacional Bahía de Loreto <1 000 ha Isla Santa Catalina Baja California Sur n/a Peromyscus slevini CR 25.64295 110.81330 0 470 Parque Marino Nacional Bahía de Loreto [3] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.1 Categoría en Lista Coordenadas Altitud Altitud Tamaño de parche Localidad Estado Municipio Especie ace roja uicn 2004 Latitud N Longitud W mínima máxima Ubicación en anp de vegetación primaria Isla Sanca Margarita Baja California Sur n/a Dipodomys margaritae CR 24.41670 111.79110 0 567 Fuera 10 000 a 25 000 ha Isla Tortuga Baja California Sur n/a Peromyscus dickeyi EN 27.44167 111.99167 0 310 Área de Protección de Flora y Fauna Silvestres Islas del Golfo de California Sur del Valle de México Distrito Federal Tlalpan Romerolagus diazi EN 19.13333 99.20000 0 0 Fuera Sierra Madre del Sur Guerrero Acoyac de Álvarez Sylvilagus insonus CR 17.41670 100.21670 700 1 800 Fuera <1 000 ha Alrededores de la Laguna Inferior Oaxaca San Francisco del Mar Lepusflavigularis EN 16.34000 94.59000 0 0 Fuera Isla Cozumel Quintana Roo n/a Nasua nelsoni EN 20.50000 86.95000 0 30 Fuera Isla Cozumel Quintana Roo n/a Procyon pygmaeus EN 20.50000 86.95000 0 30 Fuera Isla Cozumel Quintana Roo n/a Reithrodontomys spectabilis EN 20.50000 86.95000 0 30 Fuera Isla San Esteban Sonora n/a Peromyscus stephani EN 28.70060 112.58000 0 540 Área de Protección de Flora y Fauna Silvestres Islas del Golfo de California 1 000 a 5 000 ha Isla Turner Sonora n/a Neotoma varia EN 28.81234 28.81234 0 364 Área de Protección de Flora y Fauna Silvestres Islas del Golfo de California 50 000 a 100 000 ha Reptilia Cuacrociénegas Coahuila Cuacrociénegas Apalone ater CR 27.00000 102.00000 0 0 Fuera 1 000 a 5 000 ha Cuatrociénegas Coahuila Cuacrociénegas Terrapene coahuila EN 27.00000 102.00000 0 0 Fuera 1 000 a 5 000 ha [4] Apéndice 14.2 Sitios cero extinciones de mamíferos Familia Especie Endémica En riesgo Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Área protegida Latitud N Longitud W Orden Didelphimorphia Didelphidae Chironectes minimus 1 1 Chajul Ocosingo Chiapas 16°6'31" 90° 56' 13" Reserva de la Biosfera Montes Azules Metachirus nudicaudatus 1 Chajul Ocosingo Chiapas 16°6'31" 90° 56' 13" Reserva de la Biosfera Montes Azules Orden Xenarthra Dasypodidae Cabassous centralis 1 1 Chajul Ocosingo Chiapas 16°6'31" 90° 56' 13" Reserva de la Biosfera Montes Azules Orden Insectívora Soricidae Cryptotis magna 1 Zempoalcépecl Totontepec Oaxaca 17° 15' 30" 96°1'37" Fuera de reserva Cryptotis nelsoni 1 1 Los Tuxclas Catemaco Veracruz 18.46000 95.00000 Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas Cryptotis phillipsii 1 Sierra Miahuaclán Oaxaca Notiosorex villai 1 1 El Cielo Gómez Farías Tamaulipas 23° 18' 8" 99° 32' 54" Reserva de la Biosfera El Cielo Sorex arizonae 1 Tomóchic Guerrero Chihuahua 27° 2' 0" 109° 26' 0" Fuera de reserva Sorex sclateri 1 1 San Antonio Buena Vista Chiapas Fuera de reserva Tumbalá Chiapas 17°16'40" 92° 19'0" Fuera de reserva Sorex stizodon 1 1 San Cristóbal de las Casas Chamula Chiapas 16.80000 92.68333 Reserva Ecológica de Huitepec Talpidae Scalopus aquaticus 1 1 Maderas del Carmen Ocampo Coahuila 29° 11 '42" 102° 56' 28" Área de Protección de Flora y Fauna Maderas del Carmen Scapanus latimanus 1 1 Sierra de Juárez Ensenada Baja California 30°49'0" 11 4o 42' 4" Scapanus anthony 1 1 1 Sierra San Pedro Mártir Mexicali Baja California 31.29888 116.25361 Parque Nacional San Pedro Mártir Orden Chiroptera Noccilionidae Noctilio albiventris 1 La Encrucijada Chiapas Reserva de la Biosfera La Encrucijada Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.2 Familia Especie Endémica En riesgo Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Área protegida Latitud N Longitud W Phyllostomidae Micronycteris schmidtorum 1 1 Isla Cozumel ND Quintana Roo 20° 1'48" 87° 28' 39" Fuera de reserva Trinycteris nicefori 1 Bonampak Chiapas Monumento Natural Lichonycteris obscura 1 Chajul Ocosingo Chiapas 16°6'31" 90° 56' 13" Reserva de la Biosfera Montes Azules Vespertilionidae Lasionyceris noctivagans 1 Sierra San Carlos Tamaulipas Fuera de reserva Myotis findleyi 1 1 Isla María Madre Nayarit Reserva de la Biosfera Islas Marías Myotis peninsularis 1 1 Sierra de la Laguna Baja California Sur Reserva de la Biosfera Sierra la Faguna Myotis planiceps 1 1 1 Coahuila Rhogeessa mira 1 1 Infernillo Michoacán Reserva de la Biosfera Zicuirán-lnfiernillo Molossidae Eumops hansae 1 Chajul Ocosingo Chiapas 16°6'31" 90° 56' 13" Reserva de la Biosfera Montes Azules Orden Carnívora Mustelidae Lontra canadensis 1 Río Bravo Tamaulipas Fuera de reserva Procyonidae Nasua nelsoni 1 1 Isla Cozumel ND Quintana Roo 20.50000 86.95000 Fuera de reserva Procyon pygmaeus 1 1 1 Isla Cozumel ND Quintana Roo 20.50000 86.95000 Fuera de reserva Orden Arctiodactyla Antilocapridae Antilocapra americana 1 1 Guerrero Negro Baja California Sur Reserva de la Biosfera El Vizcaíno El Pinacate Sonora Reserva de la Biosfera El Pinacate Janos Chihuahua Propuesta de Reserva de la Biosfera Janos Bovidae Bison bison 1 1 Janos Janos Chihuahua Propuesta de Reserva de la Biosfera Janos Cervidae Cervus elaphus 1 1 Maderas del Carmen Coahuila Área de Protección de Flora y Fauna Maderas del Carmen [2] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.2 Familia Especie Endémica En riesgo Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Área protegida Latitud N Longitud W Tayassuidae Tayassu pécari 1 1 Calakmul Campeche Reserva de la Biosfera Calakmul Chajul Ocosingo Chiapas 16°6'31" 90° 56' 13" Reserva de la Biosfera Montes Azules Orden Rodentia Ammospermophilus insularis 1 Isla Espíritu Santo La Paz Baja California Sur Parque Natural Cynomys ludovicianus 1 1 Janos Janos Chihuahua Propuesta de Reserva de la Biosfera Janos Vanegas Vanegas San Luis Potosí 25° 6' 55" 101° 1' 55" Fuera de reserva Cynomys mexicanus 1 1 1 Coahuila Nuevo León Sciurus a rizón en sis 1 1 Janos Janos Chihuahua Propuesta de Reserva de la Biosfera Janos Sciuridae Sciurus griseus 1 1 Sierra de Juárez Baja Califronia Sur Spermophilus perotensis 1 1 1 Valle del Oriental Puebla Fuera de reserva Neotamias bullen 1 1 Neotamias merriami 1 Valle de Nachoguero Baja California Parque Nacional San Pedro Mártir Neotamias obscurus 1 Sierra San Pedro Mártir Mexicali Baja California 31.29888 116.25361 Parque Nacional San Pedro Mártir Tamiasciurus mearnsi 1 1 1 Sierra San Pedro Mártir Mexicali Baja California 31.29888 116.25361 Parque Nacional San Pedro Mártir Castoridae Castor canadensis 1 1 Los Fresnos Sonora Area Protegida Privada. Naturalia Cratogeomys neglectus 1 1 Piñal de Amóles Querétaro Reserva de la Biosfera Sierra Gorda Geomyidae Crateogemys planiceps 1 Nevado deToluca Estado de México Parque Nacional Nevado de Toluca Ceomys personatus 1 1 Playa Washington Tampico Tamaulipas 25° 30' 27" 97° 12' 46" Fuera de reservas Ceomys tropicalis 1 1 1 Altamira Altamira Tamaulipas 22° 35' 00" 97° 56' 29" Fuera de reservas [3] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.2 Familia Especie Endémica En riesgo Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Área protegida Latitud N Longitud W Geomyidae (conc.) Orthogeomys cuniculus 1 1 Orthogeomys lanius 1 1 1 Zygogeomys trichopus 1 1 1 Pátzcuaro Michoacán Fuera de reserva Tancícaro Michoacán Parque Nacional Tancítaro Heteromyidae Dipodomys compactus 1 Dipodomys insularis 1 Archipiélago San José La Paz Baja California Sur 24.98640 110.62640 Área de Protección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California Dipodomys gravipes 1 1 1 Valle San Quintín Ensenada Baja California 30°29'0" 11 5° 56' 36" Fuera de reserva Heteromys nelsoni 1 1 Liomys spectabilis 1 1 Chaetodipus anthony 1 Isla Cedros ND Baja California Fuera de reserva Chaetodipus dalquesti 1 1 Chaetodipus lineatus 1 1 Perognathus amplus 1 El Pinacate Sonora Reserva de la Biosfera El Pinacate Perognathus flavescens 1 Janos Janos Chihuahua Propuesta de Reserva de la Biosfera Janos Cricecidae Microtus californicus 1 1 San Pedro Mártir Baja California Parque Nacional San Pedro Mártir Microtus guatemalensis 1 1 San Cristóbal de las Casas Chamula Chiapas 16.80000 92.68333 Reserva Ecológica Huitepec Microtus oaxacensis 1 1 1 Sierra de Juárez Oaxaca Fuera de reserva Microtus pennsylvanicus Exc 1 Extinto Microtus umbrosus 1 1 Zempoaltépetl Totontepec Oaxaca 17° 15' 30" 96° 1' 37" Fuera de reserva Ondatra zibethicus 1 1 Ciénegas de Santa Clara Sonora Habromys chinanteco 1 1 Cerro Pelón, Sierra Juárez Oaxaca 17° 35' 08" 96°30'41" Fuera de reserva Habromys delicatulus 1 Dexcani Jilotepec Estado de México 19° 56' 0" 99°30'0" Fuera de reserva [4] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.2 Familia Especie Endémica En riesgo Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Área protegida Latitud N Longitud W Cricecidae (conc.) Habromys ixtlani 1 Sierra de Juárez Ixclán Oaxaca 17° 35' 08" 96°30'41" Fuera de reserva Habromys lepturus 1 1 Sierra Zempoalcépecl Tlahuicolcepec Oaxaca 17°09'0" 96°0'0" Fuera de reserva Habromys lophurus 1 El Triunfo Chiapas Reserva de la Biosfera El Triunfo Habromys schmidly 1 Sierra de Taxco Taxco Guerrero 18° 36' 99° 45' Fuera de reserva Habromys simulatus 1 1 Xico Veracruz Puerco la Soledad Tociclán Oaxaca 18° 09' 07" 95°59'0" Fuera de reserva Megadontomys cryophilus 1 1 Sierra de Juárez Ixclan Oaxaca 17° 35' 08" 96°30'41" Fuera de reserva Megadontomys thomasi 1 1 Omilcemi Acoyac de Álvarez Guerrero 17.41670 100.21670 Parque Escacal Omilcemi Neotoma angustapalata 1 1 Neotoma anthonyi 1 Exc 1 Isla Todos los Sancos ND Baja California 31.81080 116.80390 Fuera de reserva Neotoma bryanti 1 1 1 Isla Cedros ND Baja California 28.20610 115.25830 Fuera de reserva Neotoma bunkeri 1 Exc 1 Isla Coronados Baja California Sur 26.12140 111.27170 Parque Marino Nacional Bahía de Poreco Neotoma devia 1 El Pinacace Sonora Reserva de la Biosfera El Pinacace Neotoma martinensis 1 1 1 Isla San Marcín Baja California 30.48580 116.11670 Fuera de reserva Neotoma nelsoni 1 1 Valle El Oriencal Neotoma palatina 1 1 Neotoma varia 1 1 1 Isla Turner Sonora 28.81234 28.81234 Fuera de reserva Ondatra zibethicus 1 Ciénegas de Sanca Clara Sonora Reserva de la Biosfera Aleo Golfo de California Peromyscus bullatus 1 1 Valle Oriencal Veracruz Fuera de reserva Peromyscus caniceps 1 1 Isla Monserrac Peromyscus dickeyi 1 Isla Torcuga 27.44167 111.99167 Peromyscus guardia 1 1 1 Isla Ángel de la Guarda Isla Mejía [5] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.2 Familia Especie Endémica En riesgo Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Área protegida Latitud N Longitud W Peromyscus gymnotis 1 Peromyscus interparietalis 1 1 Salsipuedes, Las Ánimas y San Lorenzo Peromyscus madrensis 1 Exc 1 Excinco Peromyscus mekisturus 1 1 1 Ciudad Serdán Puebla Peromyscus melanocarpus 1 1 Sierra de Juárez Ixclán Oaxaca 17° 35' 08" 96° 30' 41" Fuera de reserva Peromyscus ochraventer 1 1 El Cielo Gómez Farías Tamaulipas 23° 18' 8" 99° 32' 54" Reserva de la Biosfera El Cielo Peromyscus pembertoni 1 Exc 1 Excinco Peromyscus pseudocrinitus 1 1 1 Isla Coronados ND Baja California Sur 26.12140 111.27170 Peromyscus sagax 1 1 Los Reyes Peromyscus sejugis 1 1 1 Isla Sanca Cruz, Isla San Diego Cricecidae (conc.) Peromyscus slevini 1 1 1 Isla Sanca Cacalina Baja California Sur 25.64295 110.81330 Peromyscus stephani 1 1 1 Isla San Esceban ND Sonora 28.70060 112.58000 Peromyscus winkelmanni 1 1 Dos Aguas Agulilla Michoacán 18° 48' 20" 102° 55' 30" Reithrodontomys bakeri 1 Filo de Caballo Fuera de reserva Reithrodontomys hirsutus 1 1 Fuera de reserva Reithrodontomys spectabilis 1 1 1 Isla Cozumel ND Quincana Roo 20.50000 86.95000 Reithrodontomys tenuirostris 1 San Criscóbal de las Casas Chamula Chiapas 16.80000 92.68333 Rheomys mexicanus 1 1 Guelacao Oaxaca Rheomys thomasi 1 El Triunfo Chiapas Tylomys bullaris 1 1 1 Tuxcla Guciérrez Chiapas Tylomys tumbalensis 1 1 Tumbalá Chiapas Xenomys nelsoni 1 1 1 Chamela- Cuixmala La Huerca Jalisco Reserva de la Bisofera Chamela-Cuixmala [6] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.2 Familia Especie Endémica En riesgo Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Área protegida Latitud N Longitud W Orden Lagomorpha Leporidae Lepusflavigularis 1 1 1 San Maceo del Mar San Maceo del Mar Oaxaca 16° 12' 32" 36° 94' 58" Fuera de reserva Sanca Efigenia Oaxaca 17° 32' 44" 96° 2' 50" Fuera de reserva Lepus insularis 1 1 Isla Espíricu Sanco La Paz Baja California Sur Parque Nacural Romerolagus diazi 1 1 1 Popo-lzca Chalco México 19.26670 98.70000 Parque Nacional Popo-lzca Nevado deToluca México 19° 8' 27" 100° 38' 8" Parque Nacional Nevado de Toluca Volcán Pelado Tlalpan Discrico Federal 19° 06' 45" 99° 15' 45" Fuera de reserva Sylvilagus graysoni 1 1 1 Isla María Madre Nayaric Reserva de la Biosfera Islas Marías Isla Juanico Nayaric Reserva de la Biosfera Islas Marías Sylvilagus insonus 1 1 1 Omilcemi Acoyac de Álvarez Guerrero 17.4167 100.21670 Parque Escacal Omilcemi Sylvilagus mansuetas 1 1 [7] Apéndice 14.3 Sitios cero extinciones de aves Familia-Subfamilia Especie BirdLife 2000 NOM-59 Endémica Restringida Localidad Estado Reserva Orden Procellarifomes Diomedeidae Diomedea immutabilis P 1 Isla Guadalupe Reserva de la Biosfera Isla Guadalupe Procellaridae Puffinus opisthomelas P 1 Isla Guadalupe Reserva de la Biosfera Isla Guadalupe Puffinus aunculans CR P 1 Isla Socorro Colima Reserva de la Biosfera Archipiélago Revillagigedo Oceanodroma homochroa NT A 1 Islas Coronado Oceanodroma leucorhoa RA 1 Isla Guadalupe Reserva de la Biosfera Isla Guadalupe Oceanodroma microsoma A 1 Isla Partida Espíritu Santo Isla San Benito Orden Ciconiiformes Ciconiidae Jabirú mycteria 1 Pantanos de Centla Campeche Reserva de la Biosfera Pantanos de Centla Orden Phoenicopteriformes Phoenicopceridae Phoenicopterus ruber A 1 Ría Lagartos Yucatán Reserva de la Biosfera Ría Lagartos Orden Anseriformes Anacidae Anasfulvigula A 1 Laguna Madre Tamaulipas apff Laguna Madre y Delta del Río Bravo Cygnus columbianus 1 Janos Chihuahua Reserva de la Biosfera Janos Branta bernicla A 1 Ojo de Liebre, Laguna San Ignacio Baja California rb Complejo Lagunar Ojo de Liebre Bahía Magdalena Baja California Sur Orden Falconiformes Accipicridae Haliaeetus leucocephalus P 1 Río Yaqui Sonora Fuera de reserva Harpía harpyja NT P 1 Chajul Chiapas Reserva de la Biosfera Montes Azules Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 143 Familia-Subfamilia Especie BirdLife 2000 NOM-59 Endémica Restringida Localidad Estado Reserva Cathartidae G ymnogyps californianus E 1 San Pedro Márcir Baja California Parque Nacional San Pedro Mártir Falconidae Daptrius americanus E 1 El Triunfo Chiapas Reserva de la Biosfera El Triunfo Morphnus guianensis P 1 Chajul Reserva de la Biosfera Montes Azules Orden Galliformes Cracidae Oreophasis derbianus EN P 1 El Triunfo Chiapas Reserva de la Biosfera El Triunfo Phasianidae Colinus virginianus ridwadgi P 1 Benjamín Hill Sonora Fuera de reserva Orden Gruiformes Rallidae Corturnicops nobevoracensis goldmani P 1 1 Ciénegas de Lerma Estado de México apff Ciénegas del Lerma Laterallus jamaicensis NT P 1 Baja California Fuera de reserva Helioniichidae Eurypyga Helias P 1 Chajul Chiapas Reserva de la Biosfera Montes Azules Orden Charadriiformes Alcidae Synthliboramphus hypoleucus VU P 1 Isla Guadalupe Reserva de la Biosfera Isla Guadalupe Islas San Benico Charadriidae Charadrius melodus NT P 1 Ría Lagartos Yucatán Reserva de la Biosfera Ría Lagartos Charadrius montanas NT A 1 Janos Chihuahua Reserva de la Biosfera Janos Laridae Larus heermanni NT Pr 1 Isla Rasa apff Islas del Golfo de California Eterna elegans NT Pr 1 Isla Rasa apff Islas del Golfo de California Orden Columbiformes Columbidae Geotrygon carrikeri EN P 1 1 Los Tuxtlas Veracruz Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas Zenaida graysoni EW E 1 1 Islas Revillagigedo rb Archipiélago Revillagigedo [2] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 143 Familia-Subfamilia Especie BirdLife 2000 NOM-59 Endémica Restringida Localidad Estado Reserva Orden Psittaciformes Psiccacidae Amazona oratrix tresmariae A 1 Islas Marías Nayaric Reserva de la Biosfera Islas Marías Amazona viridigenalis EN P 1 1 Tamaulipas Reserva de la Biosfera Janos Ara macao P 1 Chajul Chiapas Reserva de la Biosfera Montes Azules Aratinga brevipes EN A 1 1 Isla Socorro Colima rb Archipiélago Revillagigedo Aratinga strenua A 1 La Encrucijada Chiapas Reserva de la Biosfera La Encrucijada Brotogeris jugularis A 1 La Encrucijada Chiapas Reserva de la Biosfera La Encrucijada Rhynchopsitta pachyrhyncha EN P 1 Mesa de Las Guacamayas (Janos) Chiuahua Reserva de la Biosfera Janos Rhynchopsitta terrisi VU A 1 1 El Taray Coahuila APFF Orden Cuculiformes Cuculidae Crotophaga ani A 1 Cozumel Quintana Roo Fuera de reserva Orden Strigiformes Scrigiidae Aegolius ridgwayi A 1 Tacana Chiapas Reserva de la Biosfeara Volcán Tacaná Micrathene whitneyi graysoni E 1 1 Isla Socorro Colima rb Archipiélago Revillagigedo Otus barbaras NT A 1 Chiapas Reserva Huitepec Orden Caprimulgiformes Apocidae Nyctibius grandis A 1 Chajul Chiapas Reserva de la Biosfera Montes Azules Orden Apodiformes Apodidae Cypseloides storeri DD Pr 1 1 Acoyac Guerrero Fuera de reserva Trochilidae Amazilia cyanura 1 Chiapas Fuera de reserva Campylopterus excellens NT Pr 1 1 Los Tuxclas Veracruz Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas [3] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 143 Familia-Subfamilia Especie BirdLife 2000 NOM-59 Endémica Restringida Localidad Estado Reserva Calothorax eliza 1 1 Ría Lagartos Yucatán Reserva de la Biosfera Ría Lagartos Trochilidae Chlorostibon salvini 1 Chiapas (conc.) Chlorostilbon forfcatus 1 1 Cozumel Quintana Roo Fuera de reserva Lophornis brachylopha CR P 1 1 Atoyac Guerrero Fuera de reserva Eupherusa cyanophrys EN A 1 1 Sierra Miahuatlán Oaxaca Fuera de reserva Orden Trogoniformes Trogonidae Pharomachrus mocinno P 1 El Triunfo Chiapas Reserva de la Biosfera El Triunfo Orden Piciformes Bucconidae Malacoptila panamensis A 1 Yaxchilán Chiapas Parque Nacional Yaxchilán Orden Passeriformes Tyrannidae Xenotriccus callizonus NT A 1 El Sumidero Chiapas Parque Nacional Cañón del Sumidero Corvidae Cyanocorax dickeyi NT P 1 1 Palmito Durango Fuera de reserva Nucifraga columbiana P 1 Cerro Potosí Nuevo León Fuera de reserva Campylorhynchus chiapensis Pr 1 1 La Encrucijada Chiapas Reserva de la Biosfera La Encrucijada Campylorhynchus yucatanicus P 1 1 Celestún Yucatán Reserva de la Biosfera Ría Celestún Hylorchilus navai VU P 1 1 Troglodytidae Hylorchilus sumichrasti NT A 1 1 Thryomanes sissonii NT P 1 1 Isla Socorro rb Archipiélago Revillagigedo Troglodytes baeni 1 1 Isla Cozumel Quintana Roo Fuera de reserva Troglodytes tanneri VU P 1 1 Isla Clarión rb Archipiélago Revillagigedo Sylviidae Regulus caléndula P 1 Isla Guadalupe Reserva de la Biosfera Isla Guadalupe Mimidae Mimodes graysoni CR P 1 1 Isla Socorro Colima rb Archipiélago Revillagigedo Toxostoma guttatum CR P 1 1 Cozumel Quintana Roo Fuera de reserva [4] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 143 Familia-Subfamilia Especie BirdLife 2000 NOM-59 Endémica Restringida Localidad Estado Reserva Vireonidae Vireo bairdi 1 1 Cozumel Fuera de reserva Bassileuterus delattrii 1 Chiapas Emberizidae-Parulinae Geothlypis beldingi CR P 1 1 Los Cabos Baja California Reserva de la Biosfera Los Cabos Geothlypis flavovelata VU A 1 1 Altamira Tamaulipas Fuera de reserva Geothlypis speciosa EN P 1 1 Lerma Estado de México apff Ciénegas del Lerma Emberizidae-Thraupinae Tangara cabanisi EN P 1 El Triunfo Chiapas Reserva de la Biosfera El Triunfo Spindalis zena 1 Cozumel Quintana Roo Fuera de reserva Emberizidae-Cardenalinae Passerina rositae NT A 1 1 Nizanda Oaxaca Fuera de reserva Aimophila notosticta NT Pr 1 1 Oaxaca Fuera de reserva Aimophila sumichrasti NT P 1 1 Nizanda Oaxaca Fuera de reserva Junco bairdi 1 1 Sierra de la Laguna Baja California Sur Reserva de la Biosfera La Laguna Emberizidae-Emberizinae Junco insularis CR P 1 1 Isla Guadalupe Reserva de la Biosfera Isla Guadalupe Pipilo aberti Río Colorado Baja California, Sonora Reserva de la Biosfera Alto Golfo de California Sporophila schistacea 1 Oaxaca Fuera de reserva Spizella wortheni EN A 1 1 Rancho Los Ángeles Coahuila Reserva universitaria Xenospiza baileyi EN P 1 1 La Cima Morelos Fuera de reserva Durango Fuera de reserva CR: critically endangered; NT: near threatened; EN: endangered; VU: vulnerable; EW: extinct in the wild; DD: data deficient. P: sujeta a protección especial; A: amenazada; Pr: en peligro de extinción; E: probablemente extinta en el medio silvestre. [5] Apéndice 14.4 Sitios cero extinciones de reptiles Familia Especie Endémica En riesgo1 Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Área protegida Latitud N Longitud W Orden Serpentes Colubridae Adelophisfoxi 1 Pr 1 La Escondida Pueblo Nuevo Durango 23.45396 105.33709 Luera de reservas Adelphicos latijasciatum 1 Pr 1 El Palmar San Miguel Chimalapa Oaxaca 16.77994 94.45498 Reserva de la Biosfera La Sepultura Chilomeniscus savagei 1 Pr 1 Isla Cerralvo La Paz Baja California Sur 24.22696 109.87681 Área de Protección de Llora y Launa Islas del Golfo de California Coniophanes lateritius 1 1 Tololinga Izúcar de Matamoros Puebla 18.57441 98.49282 Corredor Biológico Ajusco-Chichinautzin Coniophanes same 1 1 Tepalcacepec Tepalcatepec Michoacán 19.18943 102.84434 Luera de reservas Conophis morni 1 1 Remolino de Pavan-San Basilio Tlacotalpan y Amatitlán Veracruz 18.45547 95.66025 Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas Conopsis amphistica 1 1 San Juan Mecalcepec-Los Palmares San Juan Metaltepec y Santiago Zacatepec Oaxaca 17.17210 95.92600 Luera de reservas Conopsis mega/odon 1 1 Guelatao de Juárez Guelatao de Juárez Oaxaca 17.31807 96.50313 Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán Enu/ius oligostrichus 1 Pr 1 Chacalilla San Blas Nayarit 21.61984 105.21963 Luera de reservas Ficimia hardyi 1 1 El Banco San Agustín Mezquititlán Hidalgo 20.56965 98.61870 Luera de reservas Ficimia mmirezi 1 Pr 1 Río Grande San Miguel Chimalapa Oaxaca 16.72718 94.62835 Luera de reservas Ficimia ruspator 1 Pr 1 Colonia Aguiyuco Chilpancingo de los Bravo Guerrero 17.56871 99.47662 Luera de reservas G ehyrn m útil ata 1 Pr 1 Tierra Colorada, Tuxcla Gutiérrez Tuxtla Gutiérrez Chiapas 16.80270 93.13686 Parque Nacional Cañón del Sumidero Geophis blanchardi 1 Pr 1 Acultzingo Acultzingo Veracruz 18.72438 97.29470 Parque Nacional Cañón del Río Blanco Geophis duellmani 1 Pr 1 San Cristóbal La Vega-Montebello San Juan Bautista Valle Nacional Oaxaca 17.74872 96.22786 Luera de reservas Geophis isthmicus 1 Pr 1 El Arenal San Miguel Tenango Oaxaca 16.22214 95.61582 Luera de reservas Geophis juliai 1 1 Calería Alta-Avescoma San Andrés Tuxtla Veracruz 18.47288 95.17971 Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas Geophis laticollaris 1 1 Constancia del Rosario Constancia del Rosario Oaxaca 17.03648 97.93731 Reserva de la Biosfera Sierra Gorda Geophis latijrontalis 1 Pr 1 Las Playas Lagos de Moreno Jalisco 21.58961 101.91602 Luera de reservas Geophis maculijerus 1 Pr 1 La Chatancicua Tzitzio Michoacán 19.30752 100.91447 Luera de reservas Geophis nigrocinctus 1 Pr 1 Palo Malo-Puentecillas Coalcoman Michoacán 18.79226 102.94935 Luera de reservas Geophis omiltemanus 1 Pr 1 La Piñuela-Chipiar Chilpancingo de los Bravos Guerrero 17.43000 99.77210 Parque Ecológico Estatal Omiltemi Geophis pyburni 1 Pr 1 Las Ánimas Aguililla Michoacán 18.97405 102.67850 Luera de reservas Geophis rostralis 1 1 El Pedimento Santa Catarina Juquila Oaxaca 16.24574 97.23103 Luera de reservas Geophis russatus 1 Pr 1 Santiago Amate Colorado-Hidalgo Putla Villa de Guerrero Oaxaca 16.97528 97.85072 Luera de reservas [i] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.4 Familia Especie Endémica En riesgo1 Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Área protegida Latitud N Longitud W G eophis sa/laei 1 Pr 1 Sanca Catarina Xanaguia San Juan Ozolotepec Oaxaca 16.09022 96.24524 Luera de reservas Ceophis tarascae 1 Pr 1 Uruapan Uruapan Michoacán 19.42936 102.06013 Luera de reservas Hypsiglena gularis 1 1 Isla Rasa Ensenada Baja California Norte 28.88545 113.04283 Luera de reservas Lampropeltis catalinensis 1 1 Isla Santa Cacalina Loreto Baja California Sur 25.63970 110.77918 Parque Nacional Bahía de Loreto Lampropeltis herrerae 1 1 Isla Todos Los Santos Ensenada Baja California Norte 31.81365 116.80902 Luera de reservas Lampropeltis ruthveni 1 A 1 El Durazno-Las Trojes Páczcuaro Michoacán 19.53990 101.55747 Luera de reservas Masticophis anthonyi 1 A 1 Isla Clarión Manzanillo Colima 19.07598 111.77236 Reserva de la Biosfera Archipiélago de Revillagigedo Masticophis barbouri 1 A 1 Isla Partida La Paz Baja California Sur 24.48980 110.34129 Área de Protección de Llora y Launa Islas del Golfo de California Masticophis slevini 1 1 Isla San Esteban Hermosillo Sonora 28.69709 112.58052 Área de Protección de Llora y Launa Islas del Golfo de California Pituophis insularis 1 1 Isla Cedros Ensenada Baja California Norte 28.18008 115.21791 Área de Protección de Llora y Launa Islas del Golfo de California Pliocercus wilmarai 1 1 La Mina (Guillermo Castro Cervantes) Mecayapan Veracruz 18.50613 94.85072 Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas Colubridae Rhadinaea bogertorum 1 Pr 1 Guelatao de Juárez Guelatao de Juárez Oaxaca 17.31807 96.50313 Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán (conc.) Rhadinaea macdougalli 1 Pr 1 El Palmar San Miguel Chimalapa Oaxaca 16.77994 94.45498 Luera de reservas Rhadinaea marcellae 1 Pr 1 Las Vallas-EI Carnicero Landa de Matamoros Querécaro 21.22001 99.23804 Reserva de la Biosfera Sierra Gorda Rhinocheilus etheridgei 1 1 Isla Cerralvo La Paz Baja California Sur 24.22696 109.87681 Área de Protección de Llora y Launa Islas del Golfo de California Sibon linearis 1 1 Lázaro Cárdenas San Andrés Tuxtla Veracruz 18.59658 95.09571 Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas Sonora aemula 1 Pr 1 El Brasilar-La Ciénega Concordia Sinaloa 23.52741 105.77229 Luera de reservas Tanti/la cascadae 1 A 1 San Gabriel Ajuchitlán del Progreso Guerrero 18.17932 100.46973 Luera de reservas Tanti/la coronado! 1 Pr 1 Colonia Aguiyuco Chilpancingo de los Bravo Guerrero 17.56871 99.47662 Luera de reservas Tanti/la johnsoni 1 1 Los Aguacates Bejucal de Ocampo Chiapas 15.49850 92.19737 Luera de reservas Tanti/la robusta 1 1 San Rafael Axololtla-Zoatecpan Nauzoncla y Xochiclán de Vicente Suárez Puebla 19.94080 97.61488 Luera de reservas Tanti/la sertula 1 1 Parata Quemada José Azueca Guerrero 17.81777 101.60058 Luera de reservas Tanti/la slavensi 1 Pr 1 Calería Alta-Avescoma San Andrés Tuxtla Veracruz 18.47288 95.17971 Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas Tanti/la tayrae 1 Pr 1 Salanueva Motozincla Chiapas 15.31382 92.34059 Luera de reservas Thamnophis rossmani 1 1 San Andrés Tepic Nayarit 21.60136 104.91114 Luera de reservas Thamnophis va/idus 1 1 La Lortuna-El Refugito Los Cabos Baja California Sur 23.40966 109.62560 Luera de reservas [2] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.4 Familia Especie Endémica En riesgo1 Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Área protegida Latitud N Longitud W Elapidae Micrurus nebularis 1 Pr 1 Guelacao de Juárez Guelacao de Juárez Oaxaca 17.31807 96.50313 Fuera de reservas Micrurus pachecogili 1 1 San Maceo Tlalcoxcalco San José Miahuaclán Puebla 18.27229 97.34729 Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicaclán Leptotyphlopidae Leptotyphlops bressoni 1 Pr 1 El Durazno-Las Trojes Páczcuaro Michoacán 19.53990 101.55747 Fuera de reservas Viperidae Cerrophidion petlalcalensis 1 1 Tlilcalco-Tepeyolulco Xoxococla Veracruz 18.63726 97.14375 Fuera de reservas Cr otal us ángel en sis 1 1 Isla Ángel de la Guardia Ensenada Baja California Norce 29.19612 113.28929 Área de Procección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California Crota/us catalinensis 1 A 1 Isla Sanca Cacalina Loreco Baja California Sur 25.63970 110.77918 Parque Nacional Bahía de Loreco Crota/us estebanensis 1 1 Isla San Esceban Hermosillo Sonora 28.69709 112.58052 Área de Procección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California Crota/us exsul 1 A 1 Isla Cedros Ensenada Baja California Norce 28.18008 115.21791 Reserva de la Biosfera El Vizcaíno Crota/us lannomi 1 A 1 Puerco Los Mazos Casimiro Cascillo Jalisco 19.58701 104.46778 Reserva de la Biosfera Sierra de Mananclán Crota/us muertensis 1 1 Isla El Muerco Ensenada Baja California Norce 30.13035 114.62604 Área de Procección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California Crota/us tortugensis 1 Pr 1 Isla Torcuga Mulegé Baja California Sur 27.44274 111.88375 Área de Procección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California Porthidium hespere 1 Pr 1 Cofradía de Hidalgo Tecomán Colima 18.89700 103.77537 Fuera de reservas Orden Amphisbenia Bipedidae Bipes tridactylus 1 Pr 1 Huercas La Ciénega-Pie del Barandillo Acoyac de Álvarez y Tlalchapa Guerrero 17.41361 100.47943 Fuera de reservas Orden Sauria Anguidae Abroma bogerti 1 Pr 1 El Palmar San Miguel Chimalapa Oaxaca 16.77994 94.45498 Fuera de reservas Abroniafusco/abialis 1 Pr 1 Sanca María Tilcepec-El Vergel Toconcepec Villa de Morelos y Mixclán de la Reforma Oaxaca 17.20230 96.09390 Fuera de reservas Abroma leurolepis 1 1 El Carmen Yalchez Comicán de Domínguez Chiapas 16.43320 92.15591 Fuera de reservas Abroma mitchelli 1 Pr 1 Sanciago Comalcepec-Nopalera del Rosario Sanciago Comalcepec - San Juan Baucisca Valle Nacional Oaxaca 17.58329 96.51179 Fuera de reservas Abroma ochoterenai 1 Pr 1 El Carmen Yalchez Comicán de Domínguez Chiapas 16.43320 92.15591 Fuera de reservas Abroma órnelas i 1 Pr 1 Guscavo Díaz Ordaz Cincalapa Chiapas 16.68138 94.14009 Fuera de reservas Anguis incomptus 1 Pr 1 La Jarrilla Tamuín San Luis Pocosí 22.02895 98.80427 Fuera de reservas Barisia rudicollis 1 Pr 1 Pueblo Nuevo Amanalco Escado de México 19.28193 100.02970 Parque Nacional Bosencheve Celestus legnotus 1 1 Xochiclaxco Tepeczincla Puebla 19.94653 97.86970 Fuera de reservas [3] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.4 Familia Especie Endémica En riesgo1 Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Área protegida Latitud N Longitud W Anguidae (conc.) E/garia nana 1 1 Islas Coronado Loreto Baja California Sur 26.12105 111.27056 Parque Nacional Bahía de Loreto E/garia parva 1 Pr 1 Los Sabinos Montemorelos Nuevo León 24.96311 99.90439 Luera de reservas E/garia usafa 1 1 San José-Orisivo Maguarichi Chihuahua 27.79814 108.05874 Luera de reservas Mesaspis antauges 1 Pr 1 Macuilacacl Grande- Rincón Grande Atzacan Veracruz 18.94958 97.11112 Parque Nacional Cañón del Río Blanco Mesaspis juarezi 1 Pr 1 Santiago Comaltepec- Nopalera del Rosario Santiago Comaltepec-San Juan Bautista Valle Nacional Oaxaca 17.58329 96.51179 Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán Mesaspis viridiflava 1 Pr 1 Guelatao de Juárez Guelatao de Juárez Oaxaca 17.31807 96.50313 Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán Anniellidae Anniella geronimensis 1 Pr 1 Lomas del Valle Ensenada Baja California Norte 30.27374 115.74829 Luera de reservas Crotaphytidae Crotaphytus antiquus 1 1 San Juan de Villanueva Viesca Coahuila 25.54754 103.08649 Luera de reservas Crotaphytus grismeri 1 1 Campo Sonora Mexicali Baja California Norte 32.09495 115.37111 Reserva de la Biosfera Alto Golfo de California Crotaphytus insularis 1 1 Isla Ángel de la Guardia Ensenada Baja California Norte 29.19612 113.28929 Área de Protección de Llora y Launa Islas del Golfo de California Ctenosaura aljredschmidti 1 1 Concepción Champotón Campeche 18.57340 90.10356 Luera de reservas Eublepharidae Coleonyx gypsicolus 1 1 Isla San Marcos Mulegé Baja California Sur 27.22321 112.07366 Área de Protección de Llora y Launa Islas del Golfo de California Gekkonidae Phyllodactylus ángel en sis 1 Pr 1 Isla Ángel de la Guardia Ensenada Baja California Norte 29.19612 113.28929 Área de Protección de Llora y Launa Islas del Golfo de California Phy/lodacty/us apricus 1 Pr 1 Isla Las Ánimas Ensenada Baja California Norte 28.69435 112.91521 Área de Protección de Llora y Launa Islas del Golfo de California Phyllodactylus bugastrolepis 1 Pr 1 Isla Santa Catalina Loreto Baja California Sur 25.63970 110.77918 Parque Nacional Bahía de Loreto Phy/lodacty/us duellmani 1 Pr 1 Los Pozos Arteaga Michoacán 18.43403 102.22319 Luera de reservas Phy/lodacty/us homolepidurus 1 Pr 1 Isla San Pedro Nolasco Guaymas Sonora 27.96962 111.37986 Área de Protección de Llora y Launa Islas del Golfo de California Phy/lodacty/us partidus 1 Pr 1 Isla Rasa Ensenada Baja California Norte 28.88545 113.04283 Área de Protección de Llora y Launa Islas del Golfo de California Phyllodactylus paucituberculatus 1 Pr 1 Palito Verde Gabriel Zamora Michoacán 19.19641 102.07495 Área de Protección de Llora y Launa Islas del Golfo de California Phy/lodacty/us santacruzensis 1 Pr 1 Isla Santa Cruz La Paz Baja California Sur 25.28203 110.71901 Área de Protección de Llora y Launa Islas del Golfo de California Phy/lodacty/us tinklei 1 Pr 1 Isla Salsipuedes Ensenada Baja California Norte 28.82270 112.97933 Luera de reservas [4] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.4 Familia Especie Endémica En riesgo1 Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Área protegida Latitud N Longitud W Ctenosaura clarki 1 A 1 La Ordeñica Tepalcatepec Michoacán 19.16041 102.77380 Fuera de reservas Ctenosaura conspicuosa 1 1 Isla San Esteban Hermosillo Sonora 28.69709 112.58052 Área de Protección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California Iguanidae Ctenosaura macrolopha 1 1 Isla Cerralvo La Paz Baja California Sur 24.22696 109.87681 Área de Protección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California Ctenosaura nolascencis 1 1 Isla San Pedro Nolasco Guaymas Sonora 27.96962 111.37986 Área de Protección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California Ctenosaura oaxacana 1 A 1 Río Ostura Santo Domingo Zanatepec Oaxaca 16.51612 94.43991 Fuera de reservas Petrosaurus slevini 1 1 Isla Ángel de la Guardia Ensenada Baja California Norte 29.19612 113.28929 Área de Protección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California Phrynosoma cerroense 1 A 1 Isla Cedros Ensenada Baja California Norte 28.18008 115.21791 Fuera de reservas Sceloporus angustus 1 Pr 1 Isla San Francisco La Paz Baja California Sur 24.83064 110.57599 Área de Protección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California Sceloporus cryptus 1 Pr 1 Guelatao de Juárez Guelatao de Juárez Oaxaca 17.31807 96.50313 Fuera de reservas Sceloporus cyanostictus 1 1 San Juan de Villanueva Viesca Coahuila 25.54754 103.08649 Fuera de reservas Sceloporus exul 1 Pr 1 Puerto Hondo Piñal de Amóles Queretaro 21.07555 99.58440 Reserva de la Biosfera Sierra Gorda Sceloporus goldmani 1 1 San Jerónimo Parras Coahuila 25.02007 101.49855 Fuera de reservas Sceloporus grandaevus 1 Pr 1 Isla Cerralvo La Paz Baja California Sur 24.22696 109.87681 Área de Protección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California Sceloporus halli 1 1 Dviongo San Luis Amatlán Oaxaca 16.47089 96.53922 Fuera de reservas Phrynosomatidae Sceloporus lineatulus 1 Pr 1 Isla Santa Catalina Loreto Baja California Sur 25.63970 110.77918 Parque Nacional Bahía de Loreto Sceloporus oberon 1 1 Las Cuevas Arteaga Coahuila 25.24285 100.25235 Fuera de reservas Sceloporus salvini 1 Pr 1 San Juan Yalahui San Idelfonso Villa Alta Oaxaca 17.43574 96.11710 Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas Sceloporus subpictus 1 Pr 1 La Providencia Santiago Tilantongo Oaxaca 17.29763 97.32166 Fuera de reservas Sceloporus sugillatus 1 1 Atlixtac-Tetecuintla Huitzilac Morelos 19.02364 99.24096 Corredor Biológico Ajusco-Chichinautzin Sceloporus tanneri 1 Pr 1 La Ciénega Santa Cruz Zenzontepec Oaxaca 16.43697 97.44754 Fuera de reservas Sceloporus vanderburgianus 1 1 Observatorio San Pedro Mártir Ensenada Baja California Norte 30.87403 115.38668 Parque Nacional Sierra de San Pedro Mártir Urna paraphygas 1 P 1 Niños Héroes de México Nazas Durango 25.31201 104.12019 Reserva de la Biosfera Mapimí Urosaurus auricu/atus 1 1 Isla Socorro Manzanillo Colima 18.79259 110.97716 Fuera de reservas Urosaurus clarionensis 1 1 Isla Socorro Manzanillo Colima 18.79259 110.97716 Reserva de la Biosfera Archipiélago de Revillagigedo [5] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.4 Familia Especie Endémica En riesgo1 Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Área protegida Latitud N Longitud W Phrynosomacidae (cont.) Urosaurus lahtelai 1 A 1 Rancho Chapala Ensenada Baja California Norte 29.30461 114.35968 Reserva de la Biosfera Archipiélago de Revillagigedo Uta concinna 1 A 1 Isla Cedros Ensenada Baja California Norte 28.18008 115.21791 Fuera de reservas Uta encantadae 1 1 Isla Encantada Ensenada Baja California Norte 30.01842 114.47502 Área de Protección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California Uta lowei 1 1 Isla El Muerco Ensenada Baja California Norte 30.05100 114.48837 Fuera de reservas Uta nolascensis 1 A 1 Isla San Pedro Nolasco Guaymas Sonora 27.96962 111.37986 Área de Protección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California Uta palmen 1 A 1 Isla San Pedro Mártir Ensenada Baja California Norte 28.38161 112.30647 Área de Protección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California Uta squamata 1 Pr 1 Isla Santa Catalina Loreto Baja California Sur 25.63970 110.77918 Parque Nacional Bahía de Loreto Uta tumidarostra 1 1 Isla El Muerto Ensenada Baja California Norte 30.13035 114.62604 Fuera de reservas Polychrotidae Anolis alvarezdeltoroi 1 1 San Fernando-Mauricio Martínez San Fernando Chiapas 16.87100 93.20516 Reserva de la Biosfera El Ocote Anolis breedlovei 1 1 Gustavo Díaz Ordaz Cintalapa Chiapas 16.68138 94.14009 Fuera de reservas Anolis forbesi 1 Pr 1 Rancho Los Martínez Tehuitzingo Puebla 18.39188 98.24735 Fuera de reservas Anolis gadovi 1 Pr 1 Dos Arroyos Acapulco de Juárez Guerrero 17.02262 99.66096 Fuera de reservas Anolis macrinii 1 Pr 1 San Pedro Cafetitlán-Los Silva San Mateo Piñas Oaxaca 15.93905 96.37353 Fuera de reservas Anolis taylori 1 Pr 1 El Carabalí Acapulco de Juárez Guerrero 16.89128 99.87755 Parque Nacional El Veladero Anolis utowanae 1 Pr 1 El Vainillo Mazatlán Sinaloa 23.21843 106.26611 Fuera de reservas Scincidae Mesoscincus a/tamirani 1 Pr 1 El Columpio Mágica Michoacán 19.00370 102.16813 Fuera de reservas Plestiodon colimensis 1 Pr 1 Buena Vista Cuauhtémoc Colima 19.22314 103.61834 Parque Nacional Nevado de Colima Teüdae Aspidocelis alpinus 1 1 Soto (Tepeyahualco)- San Vicente Jalapasquillo Tepeyahualco Puebla 19.38908 97.50801 Fuera de reservas Aspidocelis bacatus 1 Pr 1 Isla San Pedro Nolasco Guaymas Sonora 27.96962 111.37986 Área de Protección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California Aspidocelis carmensis 1 1 Isla El Carmen Loreto Baja California Sur 26.01743 111.13351 Parque Nacional Bahía de Loreto Aspidocelis catalinensis 1 Pr 1 Isla Santa Catalina Loreto Baja California Sur 25.63970 110.77918 Parque Nacional Bahía de Loreto Aspidocelis celeripes 1 Pr 1 Isla San José La Paz Baja California Sur 24.98787 110.62207 Área de Protección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California Aspidocelis ceralbensis 1 Pr 1 Isla Cerralvo La Paz Baja California Sur 24.22696 109.87681 Área de Protección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California Aspidocelis cozumela 1 1 Cozumel Cozumel Quintana Roo 20.44940 86.90892 Reserva de la Biosfera de Sian Ka'an Aspidocelis danheimae 1 1 Isla San José La Paz Baja California Sur 24.98787 110.62207 Área de Protección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California [6] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.4 Familia Especie Endémica En riesgo1 Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Área protegida Latitud N Longitud W Aspidocelis espiritensis 1 1 Isla Cerralvo La Paz Baja California Sur 24.22696 109.87681 Área de Protección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California Aspidocelis franciscensis 1 1 Isla Partida La Paz Baja California Sur 24.48980 110.34129 Área de Protección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California Teiidae Aspidocelis martyris 1 Pr 1 Isla San Pedro Mártir Ensenada Baja California Norte 28.38161 112.30647 Área de Protección de Flora y Fauna Islas del Golfo de California (conc.) Aspidocelis opatae 1 1 San Pedro de la Cueva San Pedro de la Cueva Sonora 29.28981 109.68127 Fuera de reservas Aspidocelis parvisocius 1 Pr 1 San Mateo Tlalcoxcalco San José Miahuatlán Puebla 18.27229 97.34729 Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán Aspidocelis pictus 1 1 Isla Montserrat Loreto Baja California Sur 25.67647 111.03657 Parque Nacional Bahía de Loreto Aspidocelis rodecki 1 Pr 1 Isla Mujeres Isla Mujeres Quintana Roo 21.31943 86.88173 Fuera de reservas Lepidophyma chicoasensis 1 Pr 1 La Represa Chicoasén Chiapas 17.01362 93.16600 Fuera de reservas Lepidophyma dontomasi 1 Pr 1 Soledad Agua Blanca Nejapa de Madero Oaxaca 16.65934 95.75904 Fuera de reservas Lepidophyma lipetzi 1 Pr 1 San Jorge Ocozocoautla de Espinosa Chiapas 17.05885 93.73134 Fuera de reservas Xantusiidae Lepidophyma lowei 1 1 Arroyo Camarón-San Francisco La Cascada Santiago Choapam y San Juan Comaltepec Oaxaca 17.35591 95.93842 Fuera de reservas Lepidophyma radu/a 1 Pr 1 La Chepin San Carlos Yautepec Oaxaca 16.53496 96.17363 Fuera de reservas Xantusia newmanorum 1 Pr 1 La Brecha Aquismón San Luis Potosí 21.64350 99.08347 Reserva de la Biosfera El Cielo Xantusia sanchezi 1 1 San Francisco Tesistán-La Huizachera Zapopan Jalisco 20.80830 103.47430 Zona de Protección Forestal y Refugio de la Fauna Silvestre La Primavera Xenosaurus penai 1 1 Poza Verde-Terreno Venado Tlacoachistlahuaca Guerrero 16.96247 98.31826 Fuera de reservas Xenosauridae Xenosaurus phalaroanthereon 1 1 Buenos Aires Santo Domingo Tehuantepec Oaxaca 16.37666 95.52537 Fuera de reservas Xenosaurus rectocollaris 1 1 Llano Grande Ixtapa Cañada Morelos Puebla 1 8.66667 97.41203 Parque Nacional Cañón del Río Blanco Orden Testudines Emydidae Terrapene coahui/a 1 1 Tirol Espuma Cuatrociénegas Coahuila 26.97379 102.07895 Área de Protección de Flora y Fauna Cuatrociénegas Kinosternon oaxacae 1 Pr 1 Piedra Ancha San Pedro Pochutla Oaxaca 15.87824 96.47727 Fuera de reservas Kinosternidae Apalone ater 1 Pr 1 Tirol Espuma Cuatrociénegas Coahuila 26.97379 102.07895 Área de Protección de Flora y Fauna Cuatrociénegas 1 NOM-059-SEMARNAT-2001 (Semarnat 2002). [7] Apéndice 14.5 Sitios cero extinciones de anfibios Familia Especie Endémica En riesgo Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Área protegida Latitud N Longitud W Orden Anura Bufonidae Ollotis cavfrons 1 Pr 1 Remolino de Paván-San Basilio Tlacotalpan y Amatitlán Veracruz 18.45547 95.66025 Reserva de la Biosfera Los Tuxclas Ollotis gemmifer 1 Pr 1 La Hinojosa-Las Minas Coyuca de Benítez Guerrero 17.03125 100.08119 Parque Nacional El Veladero Ollotis perplexus 1 1 Tlanipacla-San Miguel Tecuixapan Chilpancingo de los Bravo Guerrero 17.88275 99.43068 Fuera de reserva Ollotis pisinnus 1 1 San Marcín-El Crucero Apatzingán Michoacán 19.08266 102.29037 Fuera de reserva Hylidae Duellmanohyla chamulae 1 Pr 1 El Chorro-Dolores Tapilula y Rayón Chiapas 17.23659 93.01309 Fuera de reserva Ecnomiohyla echinata 1 Pr 1 San Miguel Tilcepec-Trucha Ixtlán de Juárez y Santiago Comalcepec Oaxaca 17.54488 96.32707 Fuera de reserva Exerodonta abdivita 1 1 Lomas del Naranjo-Piedra Ancha San Felipe Jalapa de Díaz y San Pedro Teucila Oaxaca 18.04950 96.59803 Fuera de reserva Exerodonta chimalapa 1 1 Monee Sinaí ll-Las Nuevas Maravillas Cintalapa Chiapas 16.69341 94.04305 Fuera de reserva Exerodonta pinorum 1 Pr 1 San Francisco del Tibor- Arroyo Grande Acoyac de Álvarez Guerrero 17.25176 100.24713 Fuera de reserva Hyla arbórea 1 1 La Carricera-Amaciclán Eduardo Neri Guerrero 17.83058 99.79160 Parque Ecológico Estatal Omilcemi Megastomatohyla nubicola 1 Pr 1 Colonia Francisco 1 Madero- Tenejapa Huatusco Veracruz 19.12338 96.99392 Parque Nacional Cañón del Río Blanco Plectrohyla ameibothalame 1 1 Yucudahuico-Yusacoco Sanco Domingo Yanhuitlán y Sanca María Chachoapam Oaxaca 17.54343 97.30997 Fuera de reserva Plectrohyla calthula 1 1 San Juan Mecalcepec-Los Palmares San Juan Metaltepec y Santiago Zacatepec Oaxaca 17.17210 95.92600 Fuera de reserva Plectrohyla calvicollina 1 1 Santiago Comaltepec- Nopalera del Rosario Santiago Comalcepec-San Juan Bautista Valle Nacional Oaxaca 17.58329 96.51179 Fuera de reserva Plectrohyla chryses 1 Pr 1 La Carricera-Amatitlán Eduardo Neri Guerrero 17.83058 99.79160 Parque Ecológico Estatal Omilcemi Plectrohyla cyanomma 1 A 1 La 1000-San Juan Tepanzacoalco San Juan Acepec y San Juan Tepanzacoalco Oaxaca 17.41720 96.44457 Fuera de reserva Plectrohyla ephemera 1 1 Lachidola-Chayotepec Santiago Lachiguiri y Sanca María Guinagaci Oaxaca 16.75587 95.48160 Fuera de reserva Plectrohyla labedactyla 1 1 El Cerezal-Río Blanco Zimaclán de Álvarez Oaxaca 16.78016 96.94372 Fuera de reserva Plectrohyla pachyderma 1 Pr 1 San Felipe-Cuauhtémoc Alconga y Aczalán Veracruz 19.77265 97.20701 Fuera de reserva [i] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.5 Familia Especie Endémica En riesgo Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Área protegida Latitud N Longitud W Plectrohyla psarosema 1 1 Sanca María Tiltepec-EI Vergel Totontepec Villa de Morelos y Mixclán de la Reforma Oaxaca 17.20230 96.09390 Luera de reserva Plectrohyla pycnochila 1 A 1 Tzajal-Chen Jilocol Chiapas 17.03383 92.73075 Luera de reserva Hylidae (cont.) Plectrohyla sobrina 1 A 1 San Miguel Tiltepec-Trucha Ixtlán de Juárez y Santiago Comaltepec Oaxaca 17.54488 96.32707 Luera de reserva Plectrohyla siopela 1 1 Cuartelillo-Las Carabinas Xico Veracruz 19.50362 97.10313 Parque Nacional Cofre de Perote Plectrohyla thorectes 1 Pr 1 El Pedimento-El Pedimento Santa Catarina Juquila Oaxaca 16.24574 97.23103 Luera de reserva Smilisca dentata 1 A 1 Las Cardonas-San Nicolás Lagos de Moreno Jalisco 21.47468 101.66193 Luera de reserva Craugastor glaucus 1 Pr 1 Dos Lagunas-Agua Escondida San Cristóbal de las Casas y Teopisca Chiapas 16.64787 92.52665 Luera de reserva Craugastor guerreroensis 1 Pr 1 Agua de Obispo Chilpancingo de los Bravo Guerrero 17.31778 99.46778 Luera de reserva Craugastor megalotympanum 1 Pr 1 Sierra de Los Tuxclas San Andrés Tuxtla Veracruz 18.47288 95.17971 Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas Craugastor omiltemanus 1 Pr 1 La Carricera-Amatitlán Eduardo Neri Guerrero 17.83058 99.79160 Parque Ecológico Estatal Omiltemi Craugastor pozo 1 1 Cintalapa-Berriozábal Cintalapa-Berriozábal Chiapas 16.73336 93.52404 Reserva Especial de la Biosfera El Ocote Craugastor sartori 1 Pr 1 Magnolia-Rosarito Acacoyagua y Escuincla Chiapas 15.39559 92.62228 Reserva de la Biosfera El Triunfo Craugastor si/vico/a 1 Pr 1 Paso Otate Santo Domingo Zanatepec Oaxaca 16.67519 94.37092 Luera de reserva Craugastor taylori 1 Pr 1 Arroyo Seco-Blanca Rosa Tapalapa Chiapas 17.23659 93.12490 Luera de reserva Eleutherodactylus batrachylus 1 Pr 1 Villa de Bustamante- Lelipe Ángeles Bustamante Tamaulipas 23.41881 99.73711 Reserva de la Biosfera Sierra Gorda Leptodactylidae Eleutherodactylus dennisi 1 Pr 1 Colina Verde-El Cerrico Nuevo Morelos y Antiguo Morelos Tamaulipas 22.55114 99.16796 Luera de reserva Eleutherodactylus dilatus 1 1 La Carricera-Amatitlán Eduardo Neri Guerrero 17.83058 99.79160 Parque Ecológico Estatal Omiltemi Eleutherodactylus dixoni 1 Pr 1 El Pazclar-lyotla Leonardo Bravo Guerrero 17.60933 99.78811 Luera de reserva Eleutherodactylus grandis 1 Pr 1 Camino Real del Ajusco-Xicalco Tlalpan Distrito Lederal 19.23921 99.16137 Luera de reserva Eleutherodactylus nmcohmae 1 Pr 1 Volcán de Colima Tonilá Jalisco 19.50954 103.60983 Parque Nacional Nevado de Colima Eleutherodactylus pal/idus 1 Pr 1 Tepecilte-La Libertad Tepic Nayarit 21.50665 105.02986 Luera de reserva Eleutherodactylus rufescens 1 Pr 1 Palo Malo-Puentecillas Coalcomán Michoacán 18.79226 102.94935 Luera de reserva Eleutherodactylus saxaltilis 1 1 El Brasilar-La Ciénega Concordia Sinaloa 23.52741 105.77229 Luera de reserva Eleutherodactylus syristes 1 Pr 1 San Pedro Cafeticlán-Los Silva San Mateo Piñas Oaxaca 15.93905 96.37353 Luera de reserva Eleutherodactylus teretistes 1 1 La Ladrillera-El Higueral Concordia Sinaloa 23.45112 106.11017 Luera de reserva [2] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.5 Familia Especie Endémica En riesgo Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Área protegida Latitud N Longitud W Ranidae Rana chichicuahutla 1 1 San Isidro Labrador-Xalcepec Peroce Veracruz 19.38109 97.34552 Fuera de reserva Rana johni 1 Pr 1 Olocla-Apanclazol Tlalchinol Hidalgo 20.97201 98.57175 Fuera de reserva Rana lemosespinali 1 1 Raborachi-G llague Urique y Guachochi Chihuahua 27.43592 107.67273 Fuera de reserva Rana omiltemana 1 P 1 La Piñuela-Chipilar Chilpancingo de los Bravo Guerrero 17.43000 99.77210 Parque Ecológico Escacal Omilcemi Rana pueblae 1 P 1 Litkocna-La Cruz Camocuaucla Puebla 20.06033 97.74507 Fuera de reserva Orden Caudata Ambystomatidae Ambystoma amblycephalum 1 Pr 1 Capula-Tacícuaro Morelia Michoacán 19.66382 101.37515 Fuera de reserva Ambystoma andersoni 1 Pr 1 Laguna Zacapu Zacapu Michoacán 19.82432 101.78763 Fuera de reserva Ambystoma bombypellum 1 Pr 1 San Marcín Villa del Carbón Escado de México 19.70389 99.43333 Fuera de reserva Ambystoma dumerili 1 Pr 1 Lago de Páczcuaro Páczcuaro Michoacán 19.58296 101.64756 Fuera de reserva Ambystoma flavipiperantum 1 Pr 1 Sanca Cruz Sayula Jalisco 19.91806 106.60917 Fuera de reserva Ambystoma granulosum 1 Pr 1 Ciénegas del Lerma Lerma Escado de México 19.10806 99.51472 Fuera de reserva Ambystoma leorae 1 A 1 Río Frío Ixcapaluca Escado de México 19.35250 98.66972 Parque Nacional Izcaccíhuacl Popocacépecl Ambystoma lermaense 1 Pr 1 Laguna del Lerma Almoloya del Río Escado de México 19.24217 99.50748 Fuera de reserva Ambystoma mexicanum 1 Pr 1 Xochimilco Xochimilco Discrico Federal 19.27500 99.13889 Fuera de reserva Ambystoma ordinarium 1 Pr 1 Puerco El Palmar-EI Huarache Hidalgo Michoacán 19.43003 100.74373 Fuera de reserva Ambystoma rivulare 1 A 1 Taxco-Tepicac Taxco Guerrero 18.59861 99.61083 Fuera de reserva Ambystoma silvensis 1 1 Llano Grande- El Alamico Durango Durango 23.84349 105.20553 Fuera de reserva Ambystoma taylori 1 Pr 1 Laguna de Alchichica Tepeyahualco Puebla 19.40750 97.39472 Fuera de reserva Plethodontidae Bolitoglossa hermosa 1 Pr 1 Puerco de Gallo General Heliodoro Cascillo Guerrero 17.47556 100.17694 Fuera de reserva Bo/itog/ossa oaxacensis 1 1 Sola de Vega Villa Sola de Vega Oaxaca 16.47420 97.03074 Fuera de reserva Bolitoglossa zapoteca 1 1 Sanca María Ecacepec Sanca María Ecacepec Oaxaca 16.45500 95.88833 Fuera de reserva Chiropterotriton arbóreas 1 Pr 1 Tianguiscengo Tianguiscengo Hidalgo 19.93156 99.33177 Fuera de reserva Chiropterotriton chiropterus 1 Pr 1 Huacusco Huacusco Veracruz 19.21709 96.97168 Fuera de reserva Chiropterotriton cracens 1 1 Reserva de la Biosfera El Cielo Gómez Farías Tamaulipas 23.11021 97.29673 Reserva la Biosfera El Cielo Chiropterotriton dimidiatus 1 Pr 1 Parque Nacional El Chico, Hidalgo Mineral del Chico Hidalgo 20.21296 98.76664 Parque Nacional El Chico, Hidalgo Chiropterotriton lavae 1 Pr 1 La Joya Las Vigas de Ramírez Veracruz 19.62680 97.05725 Fuera de reserva [3] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.5 Familia Especie Endémica En riesgo Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Área protegida Latitud N Longitud W Chiropterotriton magnipes 1 1 Ahuacaclán Xilitla San Luis Potosí 21.32056 99.05028 Reserva de la Biosfera Sierra Gorda Chiropterotriton mosaueri 1 Pr 1 Ciudad Durango Zimapán Hidalgo 20.89472 99.23250 Fuera de reserva Chiropterotriton priscus 1 Pr 1 Cerro Potosí-Galeana Galeana Nuevo León 24.82129 100.06323 Fuera de reserva Chiropterotriton terrestris 1 1 Sanca Mónica-Coatitlamixtla Tianguiscengo y Xochicoaclán Hidalgo 20.73138 98.66712 Fuera de reserva Dendrotriton megarhinus 1 Pr 1 Monee Sinaí II- Las Nuevas Maravillas Cincalapa Chiapas 16.69341 94.04305 Reserva de la Biosfera La Sepultura Dendrotriton xo/oca/cae 1 Pr 1 Magnolia-Rosarito Acacoyagua y Escuincla Chiapas 15.39559 92.62228 Reserva de la Biosfera El Triunfo Ixalotriton niger 1 P 1 San Fernando-Mauricio Martínez San Fernando Chiapas 16.87100 93.20516 Fuera de reserva Ixalotriton parva 1 A 1 Dr. Rodulfo Figueroa-Montebello Cincalapa Chiapas 16.57956 94.15234 Fuera de reserva Lineatriton lineolus 1 Pr 1 Colonia Francisco 1 Madero- Tenejapa Huatusco Veracruz 19.12338 96.99392 Parque Nacional Cañón del Río Blanco Lineatriton orchileucus 1 1 Arroyo Camarón- San Francisco La Cascada Santiago Choapam y San Juan Comalcepec Oaxaca 17.35591 95.93842 Fuera de reserva Pseudoeurycea ahuitzotl 1 1 El Molote Acoyac de Álvarez Guerrero 17.44281 100.16598 Fuera de reserva Plethodontidae Pseudoeurycea a/tamontana 1 Pr 1 Camino Real del Ajusco-Xicalco Tlalpan Distrito Federal 19.23921 99.16137 Parque Nacional Cumbres del Ajusco (conc.) Pseudoeurycea amuzga 1 1 Poza Verde-Terreno Venado Tlacoachisclahuaca Guerrero 16.96247 98.31826 Fuera de reserva Pseudoeurycea anitae 1 A 1 Sainz Domínguez Mexicali Baja California Norte 16.69900 97.16786 Fuera de reserva Pseudoeurycea aquatica 1 1 San Juan Metaltepec- Los Palmares San Juan Metaltepec y Santiago Zacatepec Oaxaca 17.17210 95.92600 Fuera de reserva Pseudoeurycea aurantia 1 1 Lomas de Nazareno- Tlalixtac Viejo Nazareno Etla y Santa María Tlalixtac Oaxaca 17.86194 96.79774 Fuera de reserva Pseudoeurycea firscheini 1 Pr 1 Tlilcalco-Tepeyolulco Xoxococla Veracruz 18.63726 97.14375 Parque Nacional Cañón del Río Blanco Pseudoeurycea gadovi 1 Pr 1 Macuilacacl Grande- Rincón Grande Atzacán Veracruz 18.94958 97.11112 Parque Nacional Pico de Orizaba Pseudoeurycea longicauda 1 Pr 1 Llano Cuatro- San Miguel del Centro El Oro y San Felipe del Progreso Estado de México 19.72759 100.11902 Fuera de reserva Pseudoeurycea lynchi 1 1 El Cofrecillo Chiconquiaco Veracruz 19.71405 96.81811 Fuera de reserva Pseudoeurycea melanomolga 1 Pr 1 Cuartelillo-Las Carabinas Xico Veracruz 19.50362 97.10313 Fuera de reserva Pseudoeurycea mixcoatl 1 1 La Piñuela-Chipilar Chilpancingo de los Bravos Guerrero 17.43000 99.77210 Fuera de reserva Pseudoeurycea mystax 1 A 1 Sanca María Tiltepec-EI Vergel Totontepec Villa de Morelos y Mixclán de la Reforma Oaxaca 17.20230 96.09390 Fuera de reserva [4] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.5 Familia Especie Endémica En riesgo Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Área protegida Latitud N Longitud W Pseudoeurycea naucampatepetl 1 1 Cuartelillo-Las Carabinas Xico Veracruz 19.50362 97.10313 Fuera de reserva Pseudoeurycea nigromaculata 1 Pr 1 Tlecuaxco-EI Campanario- Rancho Nuevo Tequila Veracruz 18.76845 96.99125 Parque Nacional Cañón del Río Blanco Pseudoeurycea obesa 1 1 Texmolan-San Martín Santa María Teopoxco y San Lucas Zoquiapam Oaxaca 18.13102 96.96313 Fuera de reserva Pseudoeurycea praecellens 1 A 1 El Rosario-Palo Mocho- La Totonquera Yanga Veracruz 18.80041 96.80480 Fuera de reserva Pseudoeurycea quetzalanensis 1 1 Texayacatitán Ciudad de Cuetzalán Puebla 20.03369 97.55329 Fuera de reserva Pseudoeurycea robertsi 1 A 1 Hoyos de Vázquez-La Laguna Temascaltepec Estado de México 19.09979 99.88063 Parque Nacional Nevado de Toluca Pseudoeurycea ruf cauda 1 1 Texmolan-San Martín Santa María Teopoxco y San Lucas Zoquiapam Oaxaca 18.13102 96.96313 Fuera de reserva Pseudoeurycea sa/tator 1 A 1 San Miguel Tiltepec-Trucha Ixtlán de Juárez y Santiago Comaltepec Oaxaca 17.54488 96.32707 Fuera de reserva Pseudoeurycea scandens 1 Pr 1 José María Morelos-La Unión Jaumave Tamaulipas 23.49970 99.40244 Reserva la Biosfera El Cielo Plethodontidae (conc.) Pseudoeurycea tenchalli 1 1 El Molote Atoyac de Álvarez Guerrero 17.44281 100.16598 Fuera de reserva Pseudoeurycea teotepec 1 1 El Molote Atoyac de Álvarez Guerrero 17.44281 100.16598 Fuera de reserva Pseudoeurycea tlahcuiloh 1 1 El Molote Atoyac de Álvarez Guerrero 17.44281 100.16598 Fuera de reserva Thorius aureus 1 1 San Miguel Tiltepec-Trucha Ixtlán de Juárez y Santiago Comaltepec Oaxaca 17.54488 96.32707 Fuera de reserva Thorius dubitus 1 Pr 1 El Potrero-Femando López Arias Acultzingo Veracruz 18.66190 97.25496 Parque Nacional Cañón del Río Blanco Thorius grandis 1 1 El Molote Atoyac de Álvarez Guerrero 17.44281 100.16598 Fuera de reserva Thorius inferna/is 1 1 Río Chuquito-EI Cacaco Atoyac de Álvarez Guerrero 17.34034 100.33250 Fuera de reserva Thorius insperatus 1 1 La Palma-La Chachalaca Ixtlán de Juárez y Santiago Camotlán Oaxaca 17.60701 96.20138 Fuera de reserva Thorius lu naris 1 1 Macuilacatl Grande- Rincón Grande Atzacán Veracruz 18.94958 97.11112 Parque Nacional Cañón del Río Blanco Thorius magnipes 1 1 El Potrero-Femando López Arias Acultzingo Veracruz 18.66190 97.25496 Parque Nacional Cañón del Río Blanco Thorius minutissimus 1 Pr 1 El Pedimento-El Pedimento Santa Catarina Juquila Oaxaca 16.24574 97.23103 Fuera de reserva Thorius minydemus 1 1 El Cofrecillo Chiconquiaco Veracruz 19.71405 96.81811 Fuera de reserva Thorius munifcus 1 1 Cuartelillo-Las Carabinas Xico Veracruz 19.50362 97.10313 Fuera de reserva [5] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.5 Familia Especie Endémica En riesgo Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Área protegida Latitud N Longitud W Thorius omiltemi 1 1 El Pazclar-lyotla Leonardo Bravo Guerrero 17.60933 99.78811 Luera de reserva Thorius papaloae 1 1 San Juan Tepeuxila- Santa María Pápalo San Juan Tepeuxila- Santa María Pápalo Oaxaca 17.75634 96.82690 Luera de reserva Plethodontidae (cont.) Thorius schmidti 1 Pr 1 Xaltepec-Aticpac Zoquitlán Puebla 18.34728 96.93457 Luera de reserva Thorius smithi 1 1 La Palma-La Chachalaca Ixtlán de Juárez y Santiago Camotlán Oaxaca 17.60701 96.20138 Luera de reserva Thorius spilogaster 1 1 Macuilacatl Grande- Rincón Grande Atzacán Veracruz 18.94958 97.11112 Luera de reserva Thorius troglodytes 1 Pr 1 Tlilcalco-Tepeyolulco Xoxocotla Veracruz 18.63726 97.14375 Luera de reserva P: sujeta a protección especial; A: amenazada; Pr: en peligro de extinción. [6] Apéndice 14.6 Sitios cero extinciones de peces Familia Especie Endémica En riesgo* Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Latitud N Longitud W Petromyzontidae Tetrapleurodon geminis 1 1 1 Río Grande de Morelia Zamora Michoacán 19° 53' 32" 102° 09' 18" Tetrapleurodon spadiceus 1 1 1 Lago de Chapala Jalisco-Michoacán Acipenseridae Acipenser oxyrhynchus 1 Río Bravo (práccicamence excinco) Acuña Coahuila 29° 29' 05" 101° 10' 55" Scaphyrinchus platorynchus 1 Río Bravo (excinco) Cyprinidae Agosia chrysogaster 1 1 1 Río Colorado Puerco Peñasco Sonora 31° 56' 99" 11 3o 07' 99" Algansea aphanea 1 1 1 Río Coahuayana Jalisco 19° 40' 103° 22' Algansea avia 1 1 1 Tribucario del Río Grande de Sanciago, 42 km al SE de Tepic Nayaric Algansea barbota 1 1 1 Tiacaque Tiacaque Estado de México 19° 20' 99° 30' Algansea lacustris 1 Lago de Páczcuaro Páczcuaro Michoacán 19°45' 101°35' Algansea popoche 1 1 1 Lago de Chapala Chapala Jalisco 20° 18' 103° 12' Aztecula sallaei Río Tula y Río Acepiczingo Hidalgo-Puebla Cyprinella alvarezdelvillari 1 1 1 Arroyo del Peñón de Covadonga Peñón Blanco Durango 24° 44' 35" 104° 05' 02" Cyprinella bocagrande 1 1 1 Ojo Solo, Ejido Rancho Nuevo Chihuahua Cyprinella panarcys 1 1 1 Aleo Río Conchos Ojinaga Chihuahua- Durango Cyprinella proserpina 1 1 Río San Carlos Ciudad Acuña Coahuila Cyprinella venusta 1 Río Bravo Ciudad Acuña Coahuila 28° 40' 100° 35' Cyprinella xanthicara 1 1 1 Cuacrociénegas Cuacrociénegas Coahuila 26° 52' 99" 102° 09' 99" Dionda catostomops 1 Río Ojo Lrío Tamasopo San Luis Potosí 21°58' 99° 30' Dionda diaboli 1 1 1 Río San Carlos Ciudad Acuña Coahuila 28° 40' 100° 35' Dionda dichroma 1 1 1 Río Verde Río Verde San Luis Potosí 21°58' 99° 58' Dionda episcopa 1 1 1 Arroyo Nogol Cuacrociénegas Coahuila 26° 52' 99" 102° 09' 99" Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.6 Familia Especie Endémica En riesgo* Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Latitud N Longitud W Dionda mandibularis 1 1 1 Río Verde Río Verde San Luis Pocosí 21°58' 99° 58' Dionda melanops 1 1 Río San Juan Sabinas Coahuila 28° 08' 101°45' Dionda rasconis 1 Río Ojo Frío Tamasopo San Luis Pocosí 21°58' 99° 30' Evarra bustamantei 1 Excinco Evarra eigenmanni 1 Excinco Evarra tlahuacensis 1 Excinco Cila brevicauda 1 Cascada de Basaseachic Chihuahua Ci/a ditaenia 1 1 Río de la Concepción Nogales Sonora 31°08'31" 111° 09' 09" Ci/a elegans 1 1 Excirpada Ci/a intermedia 1 1 Ciénega Los Fresnos San Pedro Sonora O o CO 110° 08 Cila modesta 1 1 1 Río Salinas, Coahuila Salcillo Coahuila 25° 35' 100° 58' Gila purpurea 1 1 Río San Bernardino Arizpe Sonora 30° 41 '99" 11 0o 17' 99" Gi/a robusta 1 1 Excirpada ? Sahuaripa Sonora 29° 01 '99" 108° 45' 30" Cyprinidae (conc.) Hybognathus ama rus 1 1 Excinco Meda fulgida 1 1 Río San Pedro Notropis amecae Parce alca del Río Ameca Teuchiclán Jalisco 20° 38' 103° 45' Notropis aulidion 1 Excinca Mezquical Durango 24° 02' 104° 22' Notropis cumingii Río Acoyac Notropis moralesi Río Tepelneme San Marcos Arceaga Oaxaca 17° 59 '05" 97° 49 '06" Notropis orea 1 1 1 Excinco Ciudad Juárez Chihuahua 31°45' 106° 35' Notropis saladonis 1 1 1 Excinco Anáhuac Nuevo León 27° 12' 100° 05' Notropis simus 1 1 Excinco Ciudad Juárez Chihuahua 31°45' 106° 35' Pimephales promelas Río San Pedro Cananea Sonora 31° 04' 99" 11 0o 07' 99" Pimephales vigi/ax Río Salado y Río San Juan China Nuevo León 25° 42' 99° 15' Ptychocheilus lucius 1 1 Excinco Tiaroga cobitis 1 1 Río San Pedro San Pedro Sonora O o CO 11 0o 08' Rhinichthys osculus 1 1 1 Río Sanca Cruz Magdalena Sonora Stypodon signifer 1 1 1 Valle de Parras (excinco) Parras Coahuila 25° 35' 102° 15' Yuriria chapalae 1 Lago de Chapala Chapala Jalisco-Michoacán 20° 15' 58" 103° 05' 32" [2] Capital natural de A /léxico • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.6 Familia Especie Endémica En riesgo* Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Latitud N Longitud W Catostomidae Catostomus clarkii 1 Río San Pedro Santa Cruz Sonora 31° 10' 99" 110° 36' 99" Catostomus insignis 1 1 Río Magdalena Magdalena Sonora O o oo 11 0o 08' Catostomus leopoldi 1 1 1 Río Casas Grandes Casas Grandes Chihuahua 29° 32' 108° 28' Catostomus wigginsi 1 1 1 Río Yaqui Arizpe Sonora 30° 23' 99" 11 0o 09' 99" Cycleptus e/ongatus 1 Río Conchos Chihuahua 29° 50' 102° 18' Ictiobus labiosus 1 Ciudad Valles Ciudad Valles San Luis Potosí 22° 08' 99° 08' Xyrauchen texanus 1 1 1 Río Colorado Baja California- Sonora Characidae Bramocharax caballero i 1 Lago de Catemaco Catemaco Veracruz 18° 09' 99" 95° 40' 99" Ictaluridae Ameiurus melas 1 Nuevo Laredo Nuevo Laredo Tamaulipas 27° 29' 28" 99°30'01" Icta/urus mexicanus 1 1 1 Río Tamasopo Tamazunchale San Luis Potosí OO O Csl 98° 50' Icta/urus ochoterenai Chapala Jalisco 20° 18' 103° 12' Prietella lundbergi 1 1 Cueva de Río Frío El Manee Tamaulipas 22° 40' 15" 98° 50' 05" Heptapceridae Rhamdia macuspanensis 1 1 1 Macuspana Macuspana Tabasco 17° 37' 15.5" 92° 28' 22.6" Rhamdia reddelli 1 1 1 Río San Antonio San Anconio Nanahuatipam Oaxaca 18° 04' 99" 97° 06' 99" Rhamdia zongolicensis Cueva del Ostoc Zongolica Veracruz 18° 39' 96° 59' Lacantuniidae Lacantunia enigmática 1 1 Río Lacantún Ixcán Chiapas 16° 08' 90° 55' Gymnotidae Gymnotus macu/osus 1 Río San Nicolás Tapachula Chiapas 15° 05' 92° 25' Salmonidae Oncorhynchus chrysogaster 1 1 1 Río Fuerce Sinaloa 26.3 106.48 Oncorhynchus mykiss 1 1 1 Rancho San Anconio Baja California 30.82 115.63 Bychicidae Typh/iasina pearsei Chichén Iczá Yucatán 20° 16' 25" 87° 29' Acherinopsidae Atherinella ammophila 1 Río La Palma, Soncecomapan Playa Escondida Veracruz 18° 35' 99" 95° 08' 99" Atherinella ca/lida 1 Río Tonco Veracruz Atherinella elegans Río Fuerce 26° 28' 99" 108° 38' 99" Atherinella lisa 1 Río Tonto Papaloapan Veracruz 18° 35' 99" 96° 40' 99" Atherinella marvelae 1 Salto de Eyipancla Papaloapan Veracruz 18° 20' 99" 95° 12' 99" Atherinella pellosemion Membras martinico Laguna de Términos Ciudad del Carmen Campeche 18° 42' 99" 91°50'99" [3] Capital natural de A /léxico • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.6 Familia Especie Endémica En riesgo* Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Latitud N Longitud W Menidia aculeatum 1 Excinca Manuel Doblado Guanajuato 20°45' O o Ln O Poblana alchichica 1 1 1 Laguna de Alchichica Alchichica Puebla 19° 25' 97° 25' Menidia attenuatum 1 Lago de Páczcuaro y Lago Zirahuén Páczcuaro Michoacán 19° 30' 101° 40' Menidia bartoni 1 1 1 La Alberca Guanajuato Menidia beryllina Laguna de Tamiahua Estero Cucharas 21° 30' 99" 99° 42' 99" Menidia chapalae 1 Lago de Chapala Chapala Jalisco 20° 18' 103° 12' Menidia charari 1 1 1 Excinco Menidia contrerasi 1 Lago de Chapala Tecomatlán Jalisco-Michoacán 20° 22' 03" 103° 08' Menidia estor 1 Lago de Páczcuaro y Lago Zirahuén Páczcuaro Michoacán 19° 25' 99" 101° 45' 99" Acherinopsidae (conc.) Menidia ferdebueni 1 1 1 Laguna Chignahuapan Zacaclán Puebla 19° 55' 99" 98° 05' 99" Menidia grandocule 1 Lago de Cuiczeo y Lago de Páczcuaro Páczcuaro Michoacán 19° 40' 101° 40' Menidia humboldtianum Laguna de Zacapu Xochimilco Distrito Lederal Poblana letholepis Laguna La Preciosa Alchichica Puebla 19° 20' 97° 20' Menidia lucius 1 Lago de Chapala Chapala Jalisco 20° 18' 103° 18' Menidia melanoccus 1 Lago de San Juanico Zamora Michoacán 19° 55' 102° 48' Menidia mezquital 1 Río del Tunal Durango Durango 24° 10' 104° 38' Menidia Pátzcuaro 1 Lago de Páczcuaro Páczcuaro Michoacán 19° 30' 101° 40' Menidia prometas 1 1 1 El Saleo de Juanacaclán Chapala Jalisco 20° 18' 103° 12' Menidia riojai 1 1 1 Río Lerma Lerma Estado de México 19° 20' 99° 30' Menidia sphyraena 1 El Salto de Juanacaclán Chapala Jalisco 20° 18' 103° 18' Poblana squamata 1 1 1 Laguna de Alchichica Alchichica Puebla 19° 20' 97° 20' Cambusia a/varezi Ojo San Gregorio Parras Coahuila 25° 35' 102° 15' Cambusia otrora 1 Río Axcla Axcla San Luis Potosí 21°25' 98° 50' Poeciliidae Cambusia eurystoma 1 1 1 Arroyo del Azufre Teapa Tabasco 17° 33' 09" 92° 59' 49" Cambusia hurtadoi 1 1 1 Ojo de Hacienda Dolores Jiménez Chihuahua 27° io' 104° 52' Gambusia krumholzi 1 Río de Nava Allende Coahuila 28° 18' 100° 35' Gambusia longispinis 1 1 1 Cuacrociénegas Cuacrociénegas Coahuila 26° 56' 99" 102° 06' 99" [4] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.6 Familia Especie Endémica En riesgo* Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Latitud N Longitud W Poeciliidae (conc.) Gambusia /urna Gambusia panuco Tamiahua Veracruz 21° 42' 99" 97° 41 '99" Poecilia catemaconis 1 Lago de Catemaco Catemaco Veracruz 18° 09' 99" 95° 40' 99" Poecilia chica 1 Río Cuitzmala La Huerta Jalisco 19° 24' 99" 104° 40' 99" Poecilia latipunctata 1 1 1 Río Mante El Mante Tamaulipas 22°45' 98° 52' Poecilia sulphuraria 1 1 1 Arroyo del Azufre Teapa Tabasco 17° 33' 09" 92° 59' 49" Poeciliopsis catemaco 1 Lago de Catemaco Catemaco Veracruz 18° 09' 99" 95° 40' 99" Poeciliopsis lutzi San José Chiltepec Oaxaca 18° 05' 18" 96° 08' 18" Poeciliopsis sonoriensis Río San Bernardino y Río Cajón Bonito Poeciliopsis scarlli 1 Arroyo El Fresno Cihuatlán Jalisco 19° 15' 104° 35' Poeciliopsis turnen 1 Río Purificación La Huerta Jalisco 19° 24' 99" 104° 40' 99" Priapella bonita 1 1 1 Extinto Priapella chamulae 1 1 Priapella olmecae 1 1 1 Río de la Palma, Sontecomapan Santiago Tuxtla Veracruz 18° 34' 99" 95° 02' 99" Xiphophorus andersi 1 Río Atoyac Atoyac Veracruz 19° 00' 00" 96° 48' 99" Xiphophorus continens 1 Río Ojo Frío Rascón San Luis Potosí Xiphophorus couchianus 1 1 1 Ojo de Agua Apodaca Apodaca Nuevo León 25° 42' 100° 05' Xiphophorus evelynae 1 Río Xaltepuztla Huauchinango Puebla Xiphophorus gordoni 1 1 1 Cuatrociénegas Cuatrociénegas Coahuila 26° 47' 99" 102° 00' 00" Xiphophorus malinche 1 Río Claro Tlazintla Hidalgo Xiphophorus meyeri 1 1 1 Río Salado Múzquiz Coahuila 27° 51' 99" 101° 32' 99" Xiphophorus milleri 1 1 1 Lago de Catemaco Catemaco Veracruz 18° 09' 99" 95° 40' 99" Xiphophorus mixei Ríos de Oaxaca Xiphophorus montezumae 1 Cascada de Tamul Tamasopo San Luis Potosí 21°58' 99° 30' Xiphophorus monticolus Ríos de Oaxaca Xiphophorus multilineatus 1 Río Choy Ciudad Valles San Luis Potosí 21° 48' 99" 98° 54' 99" Xiphophorus nigrensis 1 Río Choy Ciudad Valles San Luis Potosí 21° 48' 99" 98° 54' 99" Xiphophorus pygmaeus 1 Río Axtla Ciudad Valles San Luis Potosí 21°27'00" 98° 58' 00" [5] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.6 Familia Especie Endémica En riesgo* Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Latitud N Longitud W Allodontichthys hubbsi 1 1 Río Coahuayana Coahuayana Jalisco 19° 30' 103° 25' Allodontichthys polylepis 1 1 Río Ameca Ameca Jalisco 20° 40' 104° 30' Allodontichthys tamazu/ae 1 1 Río Coahuayana Tuxpan Jalisco 19° 30' 103° 25' Allodontichthys zonistius 1 Río Coahuayana Manantlán Jalisco 19° 39' 10" 104° 09' A/lotoca catarinae 1 1 Río Sanca Catarina Uruapan Michoacán 19° 25' 102° 02' A/lotoca diazi 1 1 1 Lago de Pátzcuaro Tlangatepec Tlaxcala 1 9° 1 V 99" 98° 12' 99" A/lotoca goslinei 1 1 Río Ameca, Jalisco Acenguillo Jalisco 20° 35' 104° 02' A/lotoca maculata 1 1 Lago de Magdalena Guadalajara Jalisco 21°05' 104° 05' A/lotoca meeki 1 1 Lago de Zirahuén Zirahuén Michoacán 19° 25' 101°45' A/lotoca regalis 1 1 Los Reyes Tocumbo Michoacán 19° 50' 102° 40' A/lotoca zacapuensis 1 1 Lago de Zacapu Zacapu Michoacán 19° 49' 23" 101° 47' 15" Ameca splendens 1 1 1 Río Ameca Ameca Jalisco 20° 38' 103° 45' Ataeniobius toweri 1 1 1 Río Verde Río Verde San Luis Potosí 21°58' 99° 58' Goodeidae Chapalichthys pardalis 1 1 Tocumbo Tocumbo Michoacán 19° 42' 102° 38' Chapa/ichthys peraticus Presa San Juanico Zamora Michoacán Characodon audax 1 1 1 El Ojo de Agua de las Mujeres El Toboso Durango 24° 16' 35" 104° 34' Characodon garmani 1 1 Extinto Parras Coahuila Characodon lateralis 1 1 1 Río Mezquical Mezquical Durango 24° 05' 104° 30' Girardinichthys viviparus 1 1 1 Lago de Zumpango Texcoco Estado de México 19° 27' 99" 99° 00' 99" G oodea luitpoldii Lago de Pátzcuaro Pátzcuaro Michoacán 20° 15' 58" 103° 05' 32" Hubbsina turnen 1 1 1 Lago de Zacapu Zacapu Michoacán 19° 49' 23" 101° 47' 15" llyodon xantusi Río Armería Colima Colima 19° 15' 103° 48' Skiffia bilineata 1 1 Río Grande de Morelia Zamora Michoacán 20° 15' 58" 103° 05' 32" Skiffia francesae 1 1 1 Extinto Skiffia lermae 1 1 1 Lago de Pátzcuaro y Lago Zirahuén Pátzcuaro Michoacán 19° 35' 99" 101° 40' 99" Zoogoneticus tequila 1 1 1 Extinto [6] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.6 Familia Especie Endémica En riesgo* Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Latitud N Longitud W Cua/ac tesse/latus 1 1 1 Río Verde Río Verde San Luis Potosí 21°52' 100° 02' Cyprinodon albivelis 1 Río Papigóchic Guerrero Chihuahua- Sonora 28° 29' 36" 107° 28' 23" Cyprinodon alvarezi 1 1 1 Extinto Nuevo León 24° 50' 100° 20' Cyprinodon atrorus 1 1 1 Cuatrociénegas Cuatrociénegas Coahuila 26° 55' 99" 102° 07' 99" Cyprinodon beltrani 1 1 1 Laguna Chichancanab Othón P. Blanco Quintana Roo 19° 52' 40" 88° 46' 14" Cyprinodon bifasciatus 1 1 1 Cuatrociénegas Cuatrociénegas Coahuila 26° 52' 08" 102° 04' 36" Cyprinodon bobmilleri 1 1 1 Manantial Baño de San Ignacio Nuevo León Cyprinodon ceciliae 1 1 1 Bolsón de la Sandía (extinto) Aramberri Nuevo León 24° 11' 99" 100° 04' 99" Cyprinodon eremus 1 Río Sonoyta Sonoyta Sonora Cyprinodon esconditus 1 Laguna Chichancanab Othón P. Blanco Quintana Roo 19° 52' 40" 88° 46' 14" Cyprinodon fontina/is 1 1 1 Bolsón de los Muertos Villa Ahumada Chihuahua 30° 35' 106° 50' Cyprinodon inmemoriam 1 1 Extinto Cyprinodoncidae Cyprinodon labiosus 1 1 1 Laguna Chichancanab Othón P. Blanco Quintana Roo 19° 52' 40" 88° 46' 14" Cyprinodon latifasciatus 1 1 Extinto Parras Coahuila 25° 38' 102°25' Cyprinodon longidorsalis 1 1 1 Extinto Aramberri Coahuila 24° 11' 99" 100° 04' 99" Cyprinodon macrolepis 1 1 1 El Ojo de Hacienda Dolores Jiménez Chihuahua 27° io' 104° 52' Cyprinodon macúlanos 1 1 1 Río Gila San Luis Río Colorado Sonora 31° 54' 99" 11 4o 43' 00" Cyprinodon maya 1 1 1 Laguna Chichancanab Othón P. Blanco Quintana Roo 19° 52' 40" 88° 46' 14" Cyprinodon meeki 1 1 1 Río Mezquital Othón P. Blanco Quintana Roo 19° 52' 40" 88° 46' 14" Cyprinodon pachycephalus 1 1 1 San Diego de Alcalá Bordello Chihuahua 28° 42' 105° 48' Cyprinodon salvadori 1 1 Río Santa Rosa San Juanito Chihuahua 27° 55' 35" 107° 1 1 ' 0 1 " Cyprinodon simus 1 1 1 Laguna Chichancanab Othón P. Blanco Quintana Roo 19° 52' 40" 88° 46' 14" Cyprinodon suavium 1 Laguna Chichancanab Othón P. Blanco Quintana Roo 19° 52' 40" 88° 46' 14" Cyprinodon verecundos 1 1 1 Laguna Chichancanab Othón P. Blanco Quintana Roo 19° 52' 40" 88° 46' 14" Cyprinodon veronicae 1 1 1 Bolsón de la Sandía (extinto) Aramberri Nuevo León 24° 09' 99" 100° 03' 99" Fundulus perisimilis 1 Ría Lagartos Ría Lagartos Yucatán 21°35' 88° 05' Fundu/us pulvereus [7] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 14.6 Familia Especie Endémica En riesgo* Restringida Localidad Municipio Estado Coordenadas Latitud N Longitud W Cyprinodontidae (conc.) Lucarna interioris 1 1 1 Cuatrociénegas Cuatrociénegas Coahuila 26° 55' 99" 102° 07' 99" Megupsilon aporus 1 El Potosí (extirpado) El Potosí Nuevo León 24° 50' 100° 20' Profundulus canda/arius 1 Río Grande de Comitán Comitán Chiapas Profundu/us hildebrandi 1 1 1 San Cristóbal de las Casas San Cristóbal de las Casas Chiapas 16° 52' 92° 42' Profundulus oaxacae 1 Río Mitla Mitla Oaxaca 17° 00' 96° 50' Gasterosteidae Casterosteus acu/eatus 1 1 1 Arroyo El Rosario El Rosario Baja California 32° 18' 116° 52' Percidae Etheostoma lugo i 1 1 1 Cuatrociénegas Cuatrociénegas Coahuila 27° 00' 00" 102° 05' 99" Etheostoma segrex 1 Río Salado de los Nadadores Cuatrociénegas Coahuila 27° 00' 99" 101° 48' 99" Percina macrolepida 1 1 1 Río San Carlos Acuña Coahuila 29° 03' 40" 100° 55' 34" Cichlidae Amphilophus nourissati 1 Río Usumacinta Ocosingo Chiapas 16° 24' 04" 46° 23' "Cich/asoma" steindachneri 1 1 Río Tamasopo Tamasopo San Luis Potosí 21°58' 99° 30' Herichthys bartoni 1 1 1 Río Verde Río Verde San Luis Potosí 21°52' 100° 02' Herichthys deppii 1 Río Santa Ana Veracruz 19° 06' 39" 96° 07' 09" Herichthys labridens 1 1 1 Río Verde Río Verde San Luis Potosí 21°52' 100° 02' Herichthys minckleyi 1 1 1 Cuatrociénegas Cuatrociénegas Coahuila 27° 00' 00" 102° 05' 99" Herichthys tomasopoensis 1 Río Gallinas Gallinas San Luis Potosí 22° 02' 44" 100° 16' 59" Theraps gibbiceps 1 Río Teapa Teapa Tabasco 17° 33' 09" 92° 59' 49" Theraps rheophilus 1 Río Nututún Palenque Chiapas 17° 28' 23" 92° 03' 30" Thorichthys affinis 1 Río Hondo Río Hondo Quintana Roo 18° 17' 26" 88° 36' 17" Thorichthys callolepis 1 Santo Domingo, partes altas del Río Coatzacoalcos Oaxaca 16° 46' 99" 93° 08' 99" Vieja breidohri 1 Presa La Angostura La Angostura Chiapas 16° 24' 50" 92°45'32" Vieja regañí 1 1 Río Coatzacoalcos Coatzacoalcos Veracruz 16° 50' 95° 00' Gobiesocidae G obiesox juniperoserrai 1 1 1 Arroyo Las Pocitas La Paz Baja California Sur 24° 23' 99" 111° 06' 99" * uicn (2005). [8] Apéndice 16.1 Participantes en los análisis de omisiones de áreas importantes para la conservación de la biodiversidad Nombre Institución Grupo ejecutivo Grupo técnico Análisis terrestres Análisis marino-costero Cartografía Islas Encuesta nacional Metanálisis Grupo coordinador y de análisis Aguilar, Verónica CONABIO • • • Aguirre, Alfonso GECI, A.C. • Alarcón, Jesús CONABIO • • • Alcántara Carbajal, José Luis Colpos • Alcocer Durand, Javier ICML-UN AM • Aldana Aranda, Dalia Cinvestav • Álvarez, Rosario TNC • Álvarez Torres, Porfirio dgpairs, Semarnat • Arenas, Virgilio Centro de Ecología y Pesquerías, uv • Arizmendi, María del Coro FES-Iztacala, unam • Ávila Foucat, Sophie Universidad de York, RU • De Badts, Erik CONABIO • Banda Valdez, Alfonso Pronatura-Noroeste • Barrera, Juan Carlos Pronatura-Noroeste • Berlanga, Humberto CONABIO • • Besseau, Peter Red Internacional de Bosques Modelo • Bezaury, Juan TNC • • • • Blanco, Segundo IE-UNAM • Boceo, Gerardo INE • • Brusca, Richard ASDM • Bustamante, Ivonne Conanp • Bustamante del Valle, José Luis Instituto Estatal de Ecología, Oaxaca • Cabello Pasini, Alejandro IIO'UABC • Cabral Perdomo, Hernando TNC • Cachón, Vladimir Conanp • Calderón, Rafael TNC • Cancino Hernández, Jorge de Jesús CIB • [i] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.1 Nombre Institución Grupo ejecutivo Grupo técnico Análisis terrestres Análisis marino-costero Cartografía Islas Encuesta nacional Metanálisis Grupo coordinador y de análisis Candelaria Silva, Carlos FC-UNAM • Cancú, César FCF-UANL • • • • Cancú Díaz, Antonio Isla, A.C. • Carranza, Jorge Conanp • Carranza Edwards, Arturo ICML-UN AM • Carrera Eduardo DUMAC • Carvajal, Ma. De los Angeles ci-Golfo de California • Carvajal Villarreal, Sasha Pronatura-Noroeste • Castellanos Villegas, Alejandro E. Unisón • Ceballos, Gerardo IE-UNAM • • Cerdeira, Sergio CONABIO • Cervantes, Mauricio Cl • • Challenger, Antony Semarnat • • • Chapa Vargas, Leonardo IPICYT • Cházaro, Flavio Conanp • Colín, Javier Conabio • • • Contreras, Francisco UAM-Iztapalapa • Córdova y Vázquez, Ana INE • Corzo, Ibán Parque Ecoturístico Cañón del Sumidero • Correa, María Eugenia FC-UNAM • De la Cruz Hernández, José Antonio Biocenosis, A.C. • Cruz, Miguel Pronatura • Cruz López, María Isabel Conabio • Cuevas, Ana INE • Cuevas, Gabriela INE • Dávila Paulín, José Antonio Conanp • Díaz de León Corral, Antonio DGPAiRS-Semarnat • Dreckmann, Kurt UAM-Iztapalapa • Duncan, Charles Manomet Center for Conservation Sciences • Ellis, Cameron TPF • En kerlin Hoeflich, Ernesto Conanp • • [2] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.1 Nombre Institución Grupo ejecutivo Grupo técnico Análisis terrestres Análisis marino-costero Cartografía Islas Encuesta nacional Metanálisis Grupo coordinador y de análisis Escobar, Mariana CONABIO • Escobar Briones, Elva ICML-UN AM • Escobar Solís, Rocío Conanp • Espinosa, Héctor IB-UNAM • Espinoza, José Manuel CONABIO • • Esquivel, Rocío Conanp • • • • • • Estrada, Aurea DUMAC • • Ezcurra, Exequiel ine/sd, EUA • • Faller Menéndez, Juan Carlos Javier Pronatura-Yucatán • Figueroa, Fernanda IIB-UNAM • Flores Coto, César ICML-UN AM • Flores, Francisco icml-un am, Mazatlán • Flores Villela, Óscar FC-UNAM • Foster, Matt CI-CABS • Franco Gordo, Carmen UDG • Galindo, Carlos WWF • Gallegos, Margarita UAM-Iztapalapa • Gallina Tessaro, María Pía Conanp • Galván Piña, Víctor Hugo UDG • Garcés Medina, Alma Rosa ATCO, A.C. • García Contreras, Gerardo Pronatura • García Núñez, Norma Eréndira Semarnat • García Rubio, Gabriela Pronatura • • • • García-Caudillo, Juan Manuel Terra Peninsular, Ensenada • García Sánchez, Patricia Conanp • García Serrano, Eligió Biocenosis, A.C. • Gasea Serrano, Rebeca Ecosur • Gímate Legua, Jorge INEGI • Golubov, Jordán UAM-Xochimilco • Godínez-Domínguez, Enrique UDG • Gondor, Anne TNC • [3] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.1 Nombre Institución Grupo ejecutivo Grupo técnico Análisis terrestres Análisis marino-costero Cartografía Islas Encuesta nacional Metanálisis Grupo coordinador y de análisis González, Constantino IB-UNAM • González, Gaspar UDG • González Domínguez, Patricia Pronatura-Chiapas • González Cano, Jaime Manuel Conanp • Gutiérrez, Martín Pronatura • Gutiérrez Carbonell, David Conanp • • Hernández Flores, Alvaro WWF • Hernández Robles, Diana CONABIO • • • • Hernández Vázquez, Salvador UDG • Hernández Yáñez, Alejandro TNC • Herrera Silveira, Jorge Alfredo Cinvestav-Mérida • • Horta Puga, Guillermo ENEP-Iztacala, unam • Horváth, Anna Ecosur • Iglesias, Leonel Conafor • llloldi, Patricia IB-UNAM • Jiménez Camacho, Armando Pronatura-Noroeste • Jiménez Cruz, Ruth Cl • Jiménez Rosenberg, Raúl Conabio • Kolb, Melanie CONABIO • • • • • KolefF, Patricia Conabio • • • • • • • Landa Jaime, Víctor UDG De la Lanza, Guadalupe UNAM Leyte Morales, Gerardo E. Umar, Puerto Ángel Ucea, Sergio ICML-UN AM Lira Noriega, Andrés Conabio • • • • • • • Lucano Ramírez, Gabriela unam Llórente, Jorge UNAM • Maeda, Pedro Conabio • • • • Mandujano, María del Carmen IE-UNAM • Manríquez, Rogelio Pronatura • Manterola, Carlos Cl • [4] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.1 Nombre Institución Grupo ejecutivo Grupo técnico Análisis terrestres Análisis marino-costero Cartografía Islas Encuesta nacional Metanálisis Grupo coordinador y de análisis March Mifsut, Ignacio José TNC • • • • • • • Marín Casero, Marco Antonio icuap • Márquez Huitzil, Roberto INE • Martínez, Armando Luis FC-UNAM • Martínez Meyer, Enrique IB-UNAM • De la Maza, Roberto Conanp • Medrano, Luis FC-UNAM • Meléndez Torres, María Cristina CEDES • Montaña, Carlos IE, A.C. • Mora Corro, Sandra INEGI • Morales Vela, Banjamín Ecosur • Moreno Díaz, Norma CONABIO • • • Moreno Gutiérrez, Elizabeth CONABIO • Morfín, Emilio Michel UDG • Morzaria Luna, Hem Nalini CEDO, A.C. • Mosig, Paola CONABIO • Munguía Carrara, Mariana Pronatura • • • Muñoz L„ Enrique CONABIO Murguía, Miguel FES-Iztacala, unam Navarro Sigüenza, Adolfo Gerardo FC-UNAM • Ocaña, Daniel CONABIO • Ochoa Ochoa, Leticia FC-UNAM Ojeda Mestre, Ramón Propaem • Ortega Huerca, Miguel ib-unam, Colima • Padrón, Francisco IMAC-FMCN • Paiz Merino, Marie Claire TNC • Pedraza Ruiz, Roberto GESGIAP • Pereira Corona, Alberto Universidad de Quintana Roo • Peresbarbosa, Elisa Pronatura-Veracruz • Peña, Arturo Conanp • Pérez-Cirera, Vanessa WWF • • [5] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.1 Nombre Institución Grupo ejecutivo Grupo técnico Análisis terrestres Análisis marino-costero Cartografía Islas Encuesta nacional Metanálisis Grupo coordinador y de análisis Peters, Eduardo INE • Pecerson, Townsend Universidad de Kansas, EUA • Porcales Becancourc, Gloria Luz INE • • Porcilla, Enrique uv • Prado, Blanca • Prol Ledesma, Rosa María IG-UNAM • Ramírez Flores, Óscar DGVS-Semarnac • Ramírez Sanciago, Guscavo Conabio • Rendón, Eduardo WWF • Reséndiz Infance, Cynchia Gabriela Pronacura-Noroesce • Reyes Bonilla, Héccor fb-uabcs, La Paz • • Reyes Gómez, Humberco Gabriel • Rodarce, Humberco C. Conanp • Rodiles Hernández, Rocío Ecosur • Rodríguez Ávalos, José Alberco INEGI • Rodríguez Badillo, Lourdes Marea Azul, A.C. • Rodríguez Rodríguez, Mario Alberco Conanp • Rodríguez Zahar, Fuensanca Conanp • Rojas Bracho, Lorenzo INE • Rojas González, Susana Pronacura • • • Rojo, Ariel Vida Si Ivescre, A.C. • Rojo Vázquez, Jorge Arcuro UDG • Rosenzweig, Lorenzo fmcn • Ruiz Rodríguez, Salvador UDG • Rzedowski Roccer, Jerzy Inecol, A.C. • Salmerón, Olivia IG-UNAM • Rodríguez Colón, Salvador Semarnac • Sánchez-Cordero, Víccor IB-UNAM • • • Sánchez Morales, Nahúm E. UANL • [6] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.1 Nombre Institución Grupo ejecutivo Grupo técnico Análisis terrestres Análisis marino-costero Cartografía Islas Encuesta nacional Metanálisis Grupo coordinador y de análisis Sánchez-Navarro Russell, Paul CEA • Sarti, Laura Conanp • • Saco, Ichiro JICA • Schmiccer Soco, Juan Jacobo Ecosur-Chetumal • • Secaira Fajardo, Viccor Fernando TNC • • Soberón, Jorge CoNABio/Universidad de Kansas, EUA • • • Solís, Francisco ICML-UN AM • Solís, Vivianne ICML-UN AM • Sosa, Neyra SüMA-Michoacán • Silva, Flor FCF-UANL • Silva, Francisco de Asís UDG • Takaki, Francisco INEGI • • Tambucci, Marcia CONABIO • • • • • • • • Tapia García, Margarico UAM-Izcapalapa • Toro Ben ico, Jorge Segob • Torres Huerca, Ana María Umar, Puerco Ángel • Torres Origel, Juan Francisco Pronatura • • • • • Tovilla Hernández, Criscian Ecosur • Trujano, Marisol UN AM Ulloa, Raúl Consultor independiente • • Urquiza Haas, Tania Conabio • • Valdez, Vicence INE • Valenzuela Galván, David Ceamish • Vargas, Yalma Luisa Inscicuco de Derecho Ambiental, A.C. • Vázquez Bocello, Alfonso ICML-UN AM • Vega Moro, Alfonso Pronatura-Yucatán • Vidal, Rosa María Pronacura-Chiapas • Vilec Compeán, Josep Acuario Nacional de los Peces Mexicanos • Yerman, David Universidad de Arizona, EUA • [7] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.1 Nombre Institución Grupo ejecutivo Grupo técnico Análisis terrestres Análisis marino-costero Cartografía Islas Encuesta nacional Metanálisis Grupo coordinador y de análisis Zavala, Alfredo Conanp • Zavala, Jorge Ciencias de la Atmósfera, unam • Zermeño Benítez, Carlos E. inegi • • Zertuche, José iio-UABC, Ensenada • Grupo ejecutivo: directivos y personal asignado por las instituciones para dar seguimiento a los avances de los diversos análisis en seguimiento a acuerdos de la Cop 7 (se incluyen a todas las personas que han sido parte del grupo). Grupo técnico: reuniones técnicas de seguimiento de los acuerdos Cop 7 (principalmente primeras reuniones 2004-2005) o que asistieron a algún taller, para acordar compartir información, pero no llevaron a cabo análisis). Análisis terrestre: grupo de personas que asistieron a diversos talleres y participaron en la definición de criterios o colaboraron en la realización de diversos análisis. Análisis marino-costero: asistentes del taller y quienes enviaron comentarios. Cartografía: definición de cartografía de ecorregiones de nivel IV (NIV) 1:1 000 000; participaron en la edición de la cartografía de ap para el análisis de vacíos y omisiones en conservación, entre otras que se generaron y utilizaron en los análisis. Islas: diseño base de datos. Encuesta Nacional: personas que respondieron la encuesta. Metanálisis: grupo de planificación de los análisis requeridos para lograr la visión global, y desarrollar las herra- mientas necesarias para armonizar e integrar los análisis. Grupo coordinador y de análisis: coordinación de análisis, documentación de procesos, diseño de base de datos de islas y de la encuesta nacional o desarrollo de análisis y llevar a cabo los procesos [8] Apéndice 16.2 Bases de datos geográficas y de biodiversidad consultadas A. Cartografía base Nombre Fuente o sitio web Modificaciones especiales Este mapa presenta las áreas protegidas federales de México (ap). La fuente original son decretos expresados en el Diario Oficial de la Federación, habiendo sido ajustados los límites de los polígonos a escala 1 : 1 000 000 explícitamente para Capital natural de México y en particular para el análisis de vacíos y omisiones en conservación. Áreas protegidas federales de México Conanp-CoNABio (2007a) El mapa consiste en una superposición cartográfica escala 1 : 1 000 000, resultado de una compilación cartográfica, eliminando aquellos polígonos menores a 100 hectáreas. Asimismo se corrigieron los límites que no estaban definidos ocupando para este caso los decretos más recientes hasta 1999 para asegurar mayor rigor en el trazo de los polígonos, y por último se dejaron polígonos que no presentan dato, con la etiqueta 'No dato' y que corresponden a las áreas que no tienen aún definida a cuál ap corresponden. Áreas protegidas estatales y municipales Bezaury-Creel et al. (2007) La información para las ap estatales y municipales estaba desactualizada, dispersa o no disponible en formato impreso o digital, por lo que se hizo una intensa labor para compilar el máximo de información posible durante 2004 y 2005. Para el caso de las redundancias, se dio prioridad a un polígono federal sobre uno estatal y a uno estatal sobre uno municipal. Áreas protegidas para el análisis Conanp-CoNABio (2007b) Se sobrepusieron las coberturas de ap federales, estatales y municipales dando prioridad bajo la siguiente regla: ap federal > ap estatal > ap municipal. En el caso de las ap estatales y municipales no se eliminaron los polígonos menores a 100 hectáreas. Como resultado de la sobreposición, se eliminaron los siguientes polígonos: un polígono de un área municipal dentro de una estatal (Nahuatlaca- Matlazinca); 34 polígonos de áreas estatales que estaban contenidos dentro de áreas federales. En total la cobertura contiene 740 polígonos, de los cuales 314 son menores a 100 hectáreas, de estos 295 son estatales (180 corresponden a ap y el resto a huecos), siete son municipales y 12 son huecos resultado del análisis de complementación de las tres coberturas de ap. El resultado es un mapa especialmente hecho para éstos análisis, en el que se muestra la complementación de superficie protegida bajo los tres niveles de protección (federal, estatal y municipal), estén o no decretadas las áreas pero sí contenidas en la cartografía oficial de cada una. Este análisis puede ser útil para la redelimitación de las áreas cuando así se pueda señalar. Ecorregiones terrestres INEGI, CONABIO e INE (2007) Se generó un mapa de ecorregiones terrestres escala 1 : 1 000 000 para México con el apoyo de diversos expertos que consideraron como base los mapas a escala 1 :4 000 000 de las regiones ecológicas de Norteamérica (cca 1997) y de México (wwf, Conabio y cca 1997). La Comisión de Cooperación Ambiental para América del Norte (cca) concertó el grado de detalle que debe tener el nivel III (Nlll) de los mapas de ecorregiones para Norteamérica. El grado de detalle que se usó para definir un siguiente nivel de las ecorregiones a escala 1 : 1 000 000 equivale al nivel IV (NIV), cuya validez oficial es exclusiva para México. Este mapa está anidado con los niveles 1, II y ahora III de la cca. El mapa equivalente a NIV tiene 96 ecorregiones. La versión actualizada del mapa de ecorregiones terrestres de México, escala 1 : 1 000 000, contiene la revisión de los límites de las ecorregiones así como de la nomenclatura correspondiente. Unas de las ecorregiones a las que tuvieron mayores cambios se encuentran en el Desierto Sonorense y la Península de Baja California, así como en el Desierto Chihuahuense. Los análisis de ambientes terrestres no consideraron las islas. [i] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.2 Nombre Fuente o sitio web Modificaciones especiales Ecorregiones marinas Wilkinson etal. (en prensa) Ecorregiones de la zee para México de la cca. Las ecorregiones marinas fueron desarrolladas para facilitar la cooperación trinacional hacia la conservación. Se conforman de tres niveles anidados. El nivel 1 captura diferencias entre ecosistemas marinos que ocurren a la escala de los macroprocesos presentes en las cuencas oceánicas. Ocho de las 21 regiones del nivel 1 quedan comprendidas total o parcialmente en la zee. El nivel II refleja la distribución de los ambientes bentónicos y captura las diferencias entre los ambientes bentónico-nerítico y los bentónicos- oceánicos en donde la geomorfología a gran escala es utilizada para caracterizar al fondo marino como un determinante de las comunidades de la biota béntica, supliendo así el desconocimiento prevaleciente sobre la vida y los procesos ecológicos que se desarrollan a gran profundidad. En este nivel los fondos de los mares mexicanos quedan comprendidos en 32 regiones. Finalmente en el nivel III se logra un acercamiento más ñno del ambiente nerítico, capturando variaciones localmente significativas para cada una de las 25 regiones en que fue subdividida la plataforma continental mexicana y los ambientes estuarinos adyacentes. Cobertura y uso de suelo inegi (2005a) En la Carta de uso actual del suelo y vegetación se representa la localización y extensión de los diferentes tipos de vegetación y agricultura, así como de la erosión. Incluye también símbolos que indican actividades de uso pecuario y forestal, y códigos de cultivos y diversas especies vegetales. La carta involucra también información de campo acerca de prácticas agrícolas y cultivos, así como estructura, composición, uso y dinámica de la vegetación, sin embargo, esta información formará parte del componente alfanumérico de la bdg. Este mapa fue usado para diferentes secciones y pasos del análisis. Es la base para toda la información acerca de tipos de vegetación y uso del suelo. Mapa de islas inegi (2005b) Uno de los componentes importantes en la información digital actual del territorio insular de México es la cartografía que se elaboró a partir de la recopilación de diferentes fuentes de información. Esta cartografía maneja tanto islas continentales como oceánicas, adscritas a una entidad federativa. El mapa es resultado de una compilación cartográfica, los límites están basados en la información que manejan inegi, Conanp, Conabio y Sedesol, y los nombres de las islas en la información de la Secretaría de Marina. Dicha compilación se realizó en Conabio con fines de validación de información, sin embargo, es utilizada ampliamente debido a su completitud. Límite del país Conabio (2007) El mapa límite de la República mexicana se generó con base en el mapa de ecorregiones terrestres para evitar inconsistencias por diferencias en los diferentes mapas. Puntos de calor Conabio (2006b) Los daños provocados por los incendios forestales en el año de 1998 tuvieron grandes repercusiones en las zonas naturales de México, en respuesta a esta problemática la Conabio realizó el estudio denominado "Los incendios en México una análisis de su amenaza a la biodiversidad". Con base a esta experiencia a partir del año 1999 se implemento el programa denominado "Programa de detección de puntos de calor mediante técnicas de percepción remota", este programa se ha llevado a cabo desde 1999. Se mantiene actualizado diariamente. Retícula de muestreo (resolución ~256 km2) Conabio (2006c) Utilizando la extensión de Are View SPOT, se trazó una retícula de hexágonos con una resolución de 256 km2. Se hizo una retícula de hexágonos para realizar el muestreo. La retícula tiene una resolución de 256 km2 con un total de 8 045 hexágonos sin islas ni vacíos. En el proceso de muestreo de las coberturas de importancia biológica y de amenazas a la biodiversidad, a cada hexágono (unidad de muestreo) se le asignó el área que cubre cada una de esas coberturas. [2] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.2 B. 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Proyectos consultados para los análisis marino-coste- ros (la información de los proyectos puede consultarse en < www.conabio.gob.mx/proyectos > ) A003, A026, AA001, AA004, AA013, AS018, B007, B010, B012, B015, B019, B021, B022, B027, B040, B041, B047, B054, B057, B072, B084, B086, B094, B113, B114, B123, B128, B131, B142, B201, B214, BA004, BA007, BC005, BE013, C004, E002, E009, E018, F019, G001, G002, G008, G010, G035, G036, H007, H011, H016, H022, H028, H031, H035, H040, H061, H068, H136, H142, H146, H170, H176, H181, H191, H233, H258, H259, H315, H324, J001, J010, J084, J121, J123, I<004, I<056, L047, L057, L070, L136, L138, L179, L222, L245, L255, L289, L313, M038, M039, M040, M068, M135, P007, P011, P015, P017, P020, P025, P028, P044, P052, P060, P085, P092, P103, P104, P105, P110, P112, P127, P130, P132, P140, P143, Q017, Q028, R196, S039, S063, S067, S074, S079, S087, S088, S097, S102, S109, S110, S124, S131, S141, S147, S151, S166, T004, T022, T023, T028, U004, V005, V006, V049, W006, Y008. Apéndice 16.4 Lista de los elementos de la biodiversidad incorporados en la detección de sitios prioritarios. Se muestran los criterios de evaluación como filtros finos y las metas de conservación utilizadas en el análisis con el programa Marxan Filtros finos ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 Agaves NOM-059 1002 Agave nizandensis Sí 4 P 40 1001 Agave dasylirioides Sí 3 A 30 1013 Beaucarnea recurvata Sí 2 A 30 1016 Furcraea macdougallii Sí E 30 1003 Agave chiapensis Sí 1 Pr 10 1005 Agave peacockii Sí 3 Pr 10 1006 Agave polianthiflora Sí A 10 1010 Beaucarnea goldmanii Sí A 10 1011 Beaucarnea gracilis Sí A 10 1012 Beaucarnea pliabilis Sí A 10 1014 Beaucarnea stricta Sí A 10 1017 Manfreda brunnea Sí A 10 1004 Agave ornithobroma Sí Pr 5 1009 Beschorneria calcicola Sí Pr 5 1008 Beschorneria tubifíora No 4 Pr 5 1015 Beschorneria wrightii Sí Pr 5 1018 Polianthes densifíora Sí Pr 5 1019 Polianthes howardii Sí Pr 5 1020 Polianthes longifíora Sí Pr 5 1021 Polianthes palustris Sí Pr 5 1022 Polianthes platyphylla Sí Pr 5 1023 Yucca lacandonica No A 5 1007 Beschorneria albifíora No Pr 0 Plantas NOM-059 7029 Ceratozamia norstogii Sí 4 P CR 40 7009 Astrophytum myriostigma Sí 2 A II 30 7023 Barkeria skinneri Sí 4 Pr II 30 7045 Chamaedorea tenella Sí 2 P 30 7050 Dioon spinulosum Sí P vu 30 7068 Fouquieria fasciculata Sí A 1 30 7079 Hydrangea nebulicola Sí 3 P 30 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM UICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 7085 Louteridium parayi No 4 P 30 7094 Mammillaria solisioides Sí 2 A II 30 7116 Oncidium incurvum Sí 2 A II 30 7112 Oncidium stramineum Sí 2 A II 30 7115 Opuntia bravoana Sí 4 Pr II 30 7133 Rossioglossum grande No 4 P II 30 7162 Tillandsia pueblensis Sí 1 A 30 7166 lamia fscheri Sí A EN 30 7169 Zea diploperennis Sí 1 A 30 7173 Zea perennis Sí P 30 7001 Albizia plurijuga No A EN 10 7008 Aljama mexicana Sí 1 Pr VU 10 7014 Amoreuxia wrightii No P 10 7011 Anthurium podophyllum No 2 A 10 7003 Aporocactusflagelliformis Sí Pr II 10 7010 Astrophytum ornatum Sí A II 10 7020 Brahea berlandieri Sí 2 Pr 10 3005 Brahea edulis Sí Pr EN 10 7027 Cattleya skinneri No A 1 10 7028 Ceratozamia mexicana Sí A VU 10 3020 Coccothrinax readii Sí A 10 7042 Chamaedorea klotzschiana Sí 4 Pr 10 7030 Chamaedorea oreophila Sí A 10 3019 Chamaedorea pochutlensis Sí A 10 7032 Chamaedorea schiedeana Sí A 10 7049 Dioon edule Sí A NT 10 7061 Echinocereus lindsayi No 1 P II 10 7058 Eichhornia azurea No P 10 7057 Encyclia adenocaula Sí A II 10 7059 Epidendrum cnemidophorum No 3 A II 10 7070 Ferocactus chrysacanthus Sí A II 10 7072 Ferocactus johnstonianus Sí Pr II 10 7074 Ferocactus viridescens Sí A II 10 7067 Fosteria oaxacana No 1 A 10 3032 G aussia maya No 4 A VU 10 3033 Ceonoma oxycarpa No 1 A 10 7080 Flampea montebellensis No 3 A EN 10 7077 Heteranthera mexicana No P 10 7086 Laelia speciosa Sí Pr II 10 [2] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 7087 Magnolia dealbata No P EN 10 7088 Mammillaria albicans Sí 1 Pr II 10 7099 Mammillaria blossfeldiana Sí Pr II 10 7100 Mammillaria dixanthocentron Sí Pr II 10 7101 Mammillaria evermanniana Sí Pr II 10 7102 Mammillaria gaumeri Sí 3 Pr II 10 7098 Mortoniodendron guatemalense No P 10 7109 Nymphaea gracilis Sí A 10 7110 Olmeca recta No 3 P 10 7111 Omiltemia longipes Sí 3 Pr 10 7121 Oncidium tigrinum Sí A II 10 7113 Ormosia isthmensis No P 10 7118 Ormosia macrocalyx No P 10 7130 Populus guzmanantlensis Sí Pr EN 10 3053 Pseudophoenix sargenta No 4 A 10 7146 Sabal uresana Sí Pr VU 10 7134 Sagittaria macrophylla Sí A 10 7142 Salvia manantlanensis Sí 4 Pr 10 7144 Selaginella porphyrospora No P 10 7137 Stanhopea tigrina Sí A II 10 7138 Stenocereus eruca Sí A II 10 7143 Stenocereus martinezii Sí Pr II 10 7149 Tigridia bicolor Sí 2 Pr 10 7151 Tilia mexicana No P 10 7159 Tillandsia lampropoda No 2 A 10 7165 Vanilla planifolia Sí Pr II 10 7167 Zamiafurfuracea Sí A VU 10 7012 Alsophila salvinii No 4 Pr 5 7005 Ariocarpus retusus No 1 Pr II 5 7006 Asplenium auritum No A 5 7013 Asplenium serratum No A 5 7015 Bouvardia capitata No 3 Pr 5 7022 Bouvardia erecta No A 5 7016 Bouvardia loesneriana No 4 Pr 5 3008 Brahea aculeata No VU 5 7017 Brahea moorei Sí Pr 5 7018 Brahea nítida No Pr VU 5 7024 Calophyllum brasiliense rekoi No A 5 7044 Campyloneurum phyllitides No A 5 [3] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 7043 Castillejo mcvaughii No 3 Pr 5 7034 Coryphantha delicata Sí Pr 5 7035 Coryphantha melleospina No 3 II 5 7046 Croton wilburi No 3 Pr 5 7037 Crusea hispida grandiflora No 1 Pr 5 3010 Cryosophila argéntea No A 5 3022 Cryosophila nana No A LR 5 7041 Cypripedium irapeanum No A II 5 3013 Chamaedorea elatior No A 5 3014 Chamaedorea ernesti-augusti No A 5 3018 Chamaedorea pinnatifrons No A 5 7031 Chamaedorea sartorii No A 5 7047 Dahlia scapigera Sí Pr 5 7052 Dendrosida breedlovei No A 5 7048 Dieffenbachia seguine No A 5 7053 Digitaria paniculata No 2 Pr 5 7051 Dipsacozamia mexicana Sí 5 7063 Echinocactus platyacanthus No Pr II 5 7062 Echinodorus nymphaeifolius No A 5 7065 Echinodorus tenellus No A 5 7064 Enterolobium schomburgkii No A 5 7055 Epidendrum cerinum No 3 Pr II 5 7060 Epidendrum incomptoides Sí Pr 5 7056 Epithelantha micromeris No Pr II 5 7066 Ferocactus acanthodes No II 5 7071 Ferocactus histrix No Pr II 5 7073 Ferocactus pilosus No Pr II 5 7069 Fouquieria shrevei Sí Pr 5 7075 Cuatteria anómala No A LR 5 7082 Licania arbórea No A 5 7083 Lophocereus schottii No Pr II 5 7103 Magnolia grandiflora No A 5 7089 Mammillaria angelensis No Pr II 5 7090 Mammillaria brandegeei No 3 II 5 7091 Mammillaria dioica No II 5 7092 Mammillaria haageana No II 5 7093 Mammillaria rhodantha No 2 II 5 7105 Monstera tuberculata No A 5 7106 Nelumbo lútea No A 5 [4] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM UICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 7107 Nuphar luteum No A 5 7108 Nymphaea mexicana No A 5 7117 Oncidium leucochilum No A II 5 7122 Oncidium unguiculatum No A II 5 7119 Opuntia rosarica No 2 Pr II 5 7114 Oserya coulteriana Sí Pr 5 7127 Pleurothallis endotrachys No Pr II 5 7131 Polypodium triseriale No A 5 7132 Prosthechea vitellina No 4 Pr 5 7125 Psilotum complanatum No A 5 7128 Pterocereus gaumeri Sí Pr 5 3070 Sabal pumos No Pr vu 5 7135 Schizaea elegans No A 5 7140 Sessilanthera heliantha Sí Pr 5 7136 Stanhopea oculata No A II 5 7147 Tetrorchidium rotundatum No A 5 7148 Thelocactus bicolor No A II 5 3074 Thrinax radiata No A 5 7156 Tigridia huajuapanensis Sí Pr 5 7161 Tigridia orthantha No 1 Pr 5 7153 Tillandsia concolor No A 5 7157 Tillandsia imperialis No A 5 7163 Tillandsia seleriana No A 5 7164 Tillandsia tricolor No A 5 7160 Triglochin mexicanum No A 5 7152 Tripsacum zopilotense Sí Pr 5 7172 lamia loddigesii No A NT 5 7171 Zinnia violácea No A 5 7002 Alsophila firma No Pr 0 7004 Arbutus occidentalis No Pr 0 7007 Asclepias mcvaughii No Pr 0 7019 Bactris balanoidea No Pr 0 7021 Bursera bonetii No Pr 0 7025 Calochortus nigrescens No Pr 0 7026 Catopsis berteroniana No Pr 0 7033 Cnemidaria decurrens No Pr 0 7036 Crusea coronata No Pr 0 7039 Cyathea bicrenata No Pr 0 7038 Cyathea divergens No Pr 0 [5] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 7040 Cyathea ful va No Pr 0 7054 Dahlia tenuicaulis No Pr 0 7076 Centiana spathacea No Pr 0 7081 Hamelia rovirosae No Pr 0 7078 Hoffmannia chiapensis No Pr 0 7084 Louteridium mexicanum No Pr 0 7095 Marattia laxa No Pr 0 7096 Marattia weinmanniijolia No Pr 0 7097 Mayaca fluviatilis No Pr 0 7104 Muhlenbergia jalisca na No Pr 0 7120 Olneya tesota No Pr 0 7129 Pedicularis glabra No Pr 0 7126 Períptera ctenotricha No Pr 0 7123 Períptera macrostelis No Pr 0 7124 Podocarpus matudai No Pr 0 3068 Reinhardtia gracilis No Pr 0 7145 Sloanea terniflora No Pr 0 7141 Sphaeropteris hórrida No Pr 0 7139 Symplocos coccínea No Pr 0 7155 Taxus globosa No Pr 0 7154 Tillandsiafestucoides No Pr 0 7170 Zigadenus virescens No 0 Árboles NOM-059 3061 Pinus maximartinezii Sí 3 P EN 40 3023 Cupressus guadalupensis Sí P VU 30 3057 Pinus culminicola Sí 2 Pr EN 30 3064 Pinus rzedowskii Sí 3 Pr EN 30 3003 Abies guatemalensis No P VU 10 3007 Beaucarnea pliabilis Sí A 10 3009 Bursera arbórea Sí A 10 3011 Calocedrus decurrens No 2 A 10 3026 Cyathea costaricensis No P 10 3017 Chiranthodendron pentadactylon No 1 A 10 3028 Dalbergia congestiflora No P 10 3029 Dalbergia granadillo No P 10 3030 Diospyros riojae No P EN 10 3042 Litsea glaucescens No P 10 3045 Magnolia iltisiana No 3 A VU 10 3044 Magnolia schiedeana No A EN 10 [6] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM UICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 3046 Opuntia excelsa Sí Pr II 10 3056 Pinus catarinae Sí 4 Pr 10 3060 Pinus johannis Sí 2 Pr 10 3052 Pinus muricata No 1 P LR 10 3062 Pinus nelsonii Sí Pr VU 10 3050 Platymiscium lasiocarpum No P 10 3001 Abies concolor No 2 Pr 5 3002 Acer negundo mexicanum Sí Pr 5 3006 Balmea stormae No Pr 1 5 3027 Cyathea hórrida No 3 5 3031 Erythrina coralloides No A 5 3034 Cuaiacum sanctum No Pr EN II 5 3035 Hibiscus spiralis No A 5 3036 Juglans major No A 5 3037 Juglans pyriformis No A 5 3040 Juniperus montícola compacta No 4 Pr 5 3041 Juniperus montícola montícola No 4 Pr 5 3043 Mastichodendron capiri No A 5 3063 Pinus pinceana Sí Pr LR 5 3067 Pseudotsuga macrolepis No 4 Pr 5 3071 Sapium macrocarpum No A 5 3072 Spondias radlkoferi No A 5 3073 Tabebuia palmen No A 5 3004 Bursera coyucensis No Pr 0 3021 Cedrela dugesii No Pr 0 3012 Comarostaphylis discolor No Pr 0 3015 Cupressus lusitanica benthamii No Pr LR 0 3024 Cupressus lusitanica lindleyi No Pr 0 3025 Cupressus lusitanica lusitanica No Pr 0 3016 Cupressus montana No Pr 0 3038 Juniperus californica No Pr 0 3039 Juniperus montícola No Pr 0 3047 Ostrya virginiana No Pr 0 3055 Phymosia rosea No Pr 0 3048 Pinus attenuata No Pr 0 3049 Pinus contorta murrayana No Pr 0 3058 Pinus jaliscana No Pr LR 0 3059 Pinus jeffreyi No Pr 0 3051 Pinus monophylla No Pr 0 [7] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 Endemismo Restricción NOM UICN Cites Cuartil 4, 3, 2, 1 E, P, A, Pr CR/EN/VU l/ll Meta ID Marxan Especie Sí/No 20/16/13/10 25/25/15/— 15/10/5 10/5 (%) 3065 Pinus quadrifolia No Pr 0 3066 Populus simaroa No Pr 0 3069 Saurauia serrata No Pr 0 Filtros gruesos ID Marxan índice de riqueza o áreas de distribución Meta (%) 10201 Asteraceae, índice de riqueza y áreas de distribución 25 10101 Cactaceae, índice de riqueza y áreas de distribución 25 10102 Cactaceae, riqueza de endemismos 25 10401 Euphorbiaceae, índice de riqueza y áreas de distribución 25 10402 Euphorbiaceae, riqueza de endemismos 25 10501 Pinus, índice de riqueza y áreas de distribución 25 10301 Poaceae, índice de riqueza y áreas de distribución 25 10302 Poaceae, riqueza de endemismos 25 10601 Quercus, índice de riqueza y áreas de distribución 25 10602 Quercus, riqueza de endemismos 25 10103 Opuntia, riqueza de especies 10 10901 Géneros de angiospermas, índice de riqueza y áreas de distribución 10 10902 Géneros de angiospermas, riqueza de endemismos 10 1024 Riqueza de agaves NOM 10 ID Marxan Tipos de vegetación Meta (%) 11001 Bosque de ayarín primario 99 11003 Bosque de cedro primario 99 11010 Bosque de oyamel primario 99 11016 Bosque de táscate primario 99 11019 Bosque mesofilo de montana primario 99 11100 Chaparral primario 99 11025 Matorral crasicaule primario 99 11027 Matorral de coniferas primario 99 11035 Matorral rosetófilo costero primario 99 11037 Matorral sarco-crasicaule de neblina primario 99 11045 Matorral subtropical primario 99 11053 Pastizal gipsófilo primario 99 11061 Pradera de alta montaña primario 99 11064 Selva alta perennifolia primario 99 1 1066 Selva alta subperennifolia primario 99 11070 Selva baja espinosa caducifolia primario 99 [8] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Tipos de vegetación Meta (%) 11072 Selva baja espinosa subperennifolia primario 99 11076 Selva baja subcaducifolia primario 99 11078 Selva baja subperennifolia secundario 99 11081 Selva mediana caducifolia primario 99 11083 Selva mediana perennifolia primario 99 11085 Selva mediana subcaducifolia primario 99 11097 Vegetación gipsófila primario 99 11002 Bosque de ayarín secundario 90 11011 Bosque de oyamel secundario 90 11017 Bosque de táscate secundario 90 11020 Bosque mesófilo de montaña secundario 90 11022 Chaparral secundario 90 11028 Matorral de coniferas secundario 90 11067 Selva alta subperennifolia secundario 90 11071 Selva baja espinosa caducifolia secundario 90 11073 Selva baja espinosa subperennifolia secundario 90 11077 Selva baja subcaducifolia secundario 90 11082 Selva mediana caducifolia secundario 90 11086 Selva mediana subcaducifolia secundario 90 11055 Pastizal halófilo primario 70 11087 Selva mediana subperennifolia primario 70 11026 Matorral crasicaule secundario 60 11046 Matorral subtropical secundario 60 11056 Pastizal halófilo secundario 60 11088 Selva mediana subperennifolia secundario 60 11004 Bosque de encino-pino primario 40 11033 Matorral espinoso tamaulipeco primario 40 11039 Matorral sarco-crasicaule primario 40 11043 Matorral submontano primario 40 11047 Mezquital primario 40 11091 Vegetación de desiertos arenosos primario 40 11098 Vegetación halófila primario 40 11005 Bosque de encino-pino secundario 30 11034 Matorral espinoso tamaulipeco secundario 30 11044 Matorral submontano secundario 30 11048 Mezquital secundario 30 11065 Selva alta perennifolia secundario 30 11099 Vegetación halófila secundario 30 11006 Bosque de encino primario 20 11014 Bosque de pino primario 20 11012 Bosque de pino-encino primario 20 [9] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Tipos de vegetación Meta (%) 11041 Matorral sarcocaule primario 20 11058 Pastizal natural primario 20 11068 Selva baja caducifolia primario 20 11007 Bosque de encino secundario 10 11015 Bosque de pino secundario 10 11013 Bosque de pino-encino secundario 10 11042 Matorral sarcocaule secundario 10 11059 Pastizal natural secundario 10 11069 Selva baja caducifolia secundario 10 11029 Matorral desértico micrófilo primario 5 11031 Matorral desértico rosetófilo primario 5 Filtros finos ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/M 10/5 Anfibios 2009 Ambystoma leorae S 4 P 40 2019 Ambystoma velasci s 4 E 40 2171 Ixalotriton niger s 4 P 40 2267 Rana omiltemana s 4 P 40 2269 Rana pueblae s 4 P 40 2274 Rana tlaloci s 4 E EX 40 2001 Ambystoma altamirani s P 30 2003 Ambystoma andersoni s 4 A 30 2006 Ambystoma dumerili s P 30 2007 Ambystoma flavipiperatum s 4 A 30 2010 Ambystoma lermaensis s P CR 30 2011 Ambystoma mexicanum s P vu II 30 2014 Ambystoma rivularis s P 30 2107 Eleutherodactylus grandis s 4 A 30 2198 Plectrohyla cembra s 4 A 30 2205 Plectrohyla cyanomma s 4 A 30 2229 Plectrohyla mykter s 4 A 30 2241 Plectrohyla sobrina s 4 A 30 2188 Pseudoeurycea anitae s 4 A 30 2233 Pseudoeurycea praecellens s 4 A 30 2261 Rana johni s P 30 2002 Ambystoma amblycephalum s A 10 2008 Ambystoma granulosum s A 10 [io] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 2013 Ambystoma ordinarium Sí A 10 2065 Bolitoglossa veracrucis Sí 4 Pr 10 2068 Cryptotriton adelos Sí 4 10 2069 Cryptotriton alvarezdeltoroi Sí 4 10 2083 Charadrahyla trux Sí 4 10 2070 Chiropterotriton arbóreas Sí 4 Pr 10 2072 Chiropterotriton chiropterus Sí 4 10 2073 Chiropterotriton chondrostega Sí 4 Pr 10 2075 Chiropterotriton lavae Sí 4 Pr 10 2076 Chiropterotriton magnipes Sí 4 Pr 10 2077 Chiropterotriton mosaueri Sí 4 Pr 10 2087 Dendrotriton megarhinus Sí 4 Pr 10 2105 Ecnomiohyla echinata Sí 4 10 2104 Eleutherodactylus dixoni Sí 4 Pr 10 2106 Eleutherodactylus galacticorhinus Sí 4 10 2109 Eleutherodactylus guerreroensis Sí 4 Pr 10 2119 Eleutherodactylus maurus Sí 4 Pr 10 2126 Eleutherodactylus nivicolimae Sí 4 Pr 10 2130 Eleutherodactylus pelorus Sí 4 10 2141 Eleutherodactylus saxatilis Sí 4 10 2142 Eleutherodactylus silvícola Sí 4 Pr 10 2147 Eleutherodactylus syristes Sí 4 Pr 10 2149 Eleutherodactylus taylori Sí 4 Pr 10 2153 Eleutherodactylus verruculatus Sí 4 Pr 10 2131 Exerodonta pinorum Sí 4 10 2160 Hyla arboricola Sí 4 10 2166 Hyla plicata Sí A 10 2172 Ixalotriton parvus Sí A 10 2176 Megastomatohyla mixe Sí 4 10 2179 Megastomatohyla pellita Sí 4 10 2180 Notophthalmus meridionalis No P 10 2196 Plectrohyla calthula Sí 4 10 2197 Plectrohyla celata Sí 4 10 2200 Plectrohyla charadricola Sí A 10 2201 Plectrohyla chryses Sí 4 10 2231 Plectrohyla pachyderma Sí 4 10 2235 Plectrohyla pycnochila Sí A 10 2239 Plectrohyla robertsorum Sí A 10 2247 Plectrohyla thorectes Sí 4 10 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM UICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 2187 Pseudoeurycea amuzga Sí 4 10 2199 Pseudoeurycea cephalica Sí A 10 2203 Pseudoeurycea cochranae Sí A 10 2210 Pseudoeurycea firscheini Sí 4 Pr 10 2212 Pseudoeurycea galeanae Sí A 10 2214 Pseudoeurycea goebeli No 4 A 10 2219 Pseudoeurycea juarezi Sí A 10 2222 Pseudoeurycea leprosa Sí A 10 2223 Pseudoeurycea longicauda Sí 4 Pr 10 2224 Pseudoeurycea lynchi Sí 4 10 2238 Pseudoeurycea robertsi Sí A 10 2240 Pseudoeurycea ruficauda Sí 4 10 2243 Pseudoeurycea scandens Sí 4 Pr 10 2245 Pseudoeurycea smithi Sí A 10 2246 Pseudoeurycea teotepec Sí 4 10 2248 Pseudoeurycea tlahcuiloh Sí 4 10 2250 Pseudoeurycea unguidentis Sí A 10 2184 Ptychohyla acrochorda Sí 4 10 2208 Ptychohyla erythromma Sí 4 10 2259 Rana dunni Sí A 10 2266 Rana neovolcanica Sí A 10 2288 Thorius dubitus Sí 4 Pr 10 2290 Thorius grandis Sí 4 10 2292 Thorius lunaris Sí 4 10 2295 Thorius minutissimus Sí 4 Pr 10 2296 Thorius munificus Sí 4 10 2303 Thorius schmidti Sí 4 Pr 10 2306 Thorius spilogaster Sí 4 10 2015 Ambystoma rosaceum Sí Pr 5 2043 Batrachoseps major salam No 4 5 2033 Bolitoglossa engelhardti No 4 Pr 5 2041 Bolitoglossa macrinii Sí Pr 5 2049 Bolitoglossa mullen No 4 5 2054 Bolitoglossa platydactyla Sí Pr 5 2057 Bolitoglossa riletti Sí Pr 5 2062 Bolitoglossa stuarti No A 5 2067 Bolitoglossa yucatana Sí Pr 5 2023 Bromeliohyla bromeliacea No 4 5 2032 Bromeliohyla dendroscarta Sí 5 [12] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM UICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 2020 Bufo al vari us 4 5 2022 Bufo bóreas No EN 5 2024 Bufo californicus 4 5 2028 Bufo compactilis Sí 5 2029 Bufo cri status Sí Pr 5 2037 Bufo gemmifer Sí Pr 5 2039 Bufo kelloggi Sí 5 2045 Bufo marmoreus Sí 5 2046 Bufo mazatlanensis Sí 5 2048 Bufo mexicanus Sí 5 2052 Bufo perplexus Sí 5 2061 Bufo spiculatus Sí 5 2063 Bufo tutelar i us No 4 5 2071 Charadrahyla chaneque Sí 5 2079 Charadrahyla nephila Sí 5 2082 Charadrahyla taeniopus Sí 5 2074 Chiropterotriton dimidiatus Sí Pr 5 2078 Chiropterotriton multidentatus Sí Pr 5 2080 Chiropterotriton orculus Sí 5 2081 Chiropterotriton priscus Sí Pr 5 2092 Dendropsophus sartori Sí 5 2094 Dendrotriton xolocalcae Sí Pr 5 2090 Dermophis oaxacae Sí Pr 5 2084 Duellmanohyla chamulae Sí Pr 5 2086 Duellmanohyla ignicolor Sí Pr 5 2093 Duellmanohyla schmidtorum Sí Pr 5 2123 Ecnomiohyla miotympanum Sí 5 2151 Ecnomiohyla valancifer Sí 5 2097 Eleutherodactylus angustidigitorum Sí Pr 5 2099 Eleutherodactylus berkenbuschi Sí Pr 5 2101 Eleutherodactylus decoratus Sí Pr 5 2102 Eleutherodactylus dennisi Sí Pr 5 2103 Eleutherodactylus dilatus Sí 5 2111 Eleutherodactylus hobartsmithi Sí 5 2117 Eleutherodactylus longipes Sí 5 2120 Eleutherodactylus megalotympanum Sí Pr 5 2122 Eleutherodactylus mexicanus Sí 5 2124 Eleutherodactylus modestus Sí Pr 5 [13] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 Endemismo Restricción NOM UICN Cites Cuartil 4, 3, 2, 1 E, P, A, Pr CR/EN/VU l/ll Meta ID Marxan Especie Sí/No 20/16/13/10 25/25/15/— 15/10/5 10/5 (%) 2125 Eleutherodactylus nitidus Sí 5 2127 Eleutherodactylus occidentalis Sí 5 2128 Eleutherodactylus omiltemanus Sí Pr 5 2129 Eleutherodactylus pallidus Sí Pr 5 2133 Eleutherodactylus planirostris No 4 5 2135 Eleutherodactylus rhodopis Sí 5 2137 Eleutherodactylus rujescens Sí Pr 5 2138 Eleutherodactylus rugulosus Sí 5 2140 Eleutherodactylus sartori Sí Pr 5 2144 Eleutherodactylus spatulatus Sí Pr 5 2148 Eleutherodactylus tarahumaraensis Sí Pr 5 2150 Eleutherodactylus teretistes Sí Pr 5 2152 Eleutherodactylus verrucipes Sí Pr 5 2154 Eleutherodactylus vocalis Sí 5 2155 Eleutherodactylus vulcani Sí 5 2112 Exerodonta juanitae Sí 5 2121 Exerodonta melanomma Sí 5 2143 Exerodonta smaragdina Sí 5 2146 Exerodonta sumichrasti Sí 5 2156 Exerodonta xera Sí 5 2164 Hyla eximia Sí 5 2175 Lineatriton orchimelas Sí 5 2177 Megastomatohyla mixomaculata Sí 5 2178 Megastomatohyla nubicola Sí 5 2181 Nyctanolis pernix No 4 Pr 5 2207 Pachymedusa dacnicolor Sí 5 2249 Parvimolge townsendi No A 5 2183 Plectrohyla acanthodes Sí Pr 5 2186 Plectrohyla ameibothalame Sí 5 2189 Plectrohyla arborescandens Sí 5 2192 Plectrohyla bistincta Sí 5 2204 Plectrohyla crassa Sí Pr 5 2206 Plectrohyla cyclada Sí 5 2217 Plectrohyla hazelae Sí 5 2220 Plectrohyla lacertosa Sí Pr 5 2232 Plectrohyla pentheter Sí 5 2244 Plectrohyla siopela Sí 5 2202 Pseudacris clarkii No 4 5 [14] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 2185 Pseudoeurycea altamontana Sí Pr 5 2191 Pseudoeurycea belli Sí 5 2211 Pseudoeurycea gadovi Sí Pr 5 2213 Pseudoeurycea gigantea Sí 5 2228 Pseudoeurycea melanomolga Sí Pr 5 2230 Pseudoeurycea nigromaculata Sí Pr 5 2237 Pseudoeurycea rex No 4 Pr 5 2251 Pseudoeurycea werleri Sí Pr 5 2209 Ptychohyla euthysanota No A 5 2221 Ptychohyla leonhardschultzei Sí Pr 5 2252 Ptychohyla zophodes Sí 5 2255 Rana brownorum Sí 5 2257 Rana chiricahuensis No A 5 2263 Rana magnaocularis Sí 5 2264 Rana megapoda Sí Pr 5 2265 Rana montezumae Sí Pr 5 2268 Rana psilonota Sí 5 2270 Rana pustulosa Sí Pr 5 2271 Rana sierramadrensis Sí Pr 5 2272 Rana spectabilis Sí 5 2277 Rana zweijeli Sí 5 2285 Siren intermedia No A 5 2282 Smilisca dentata Sí 5 2284 Spea hammondi No 4 5 2293 Thorius macdougalli Sí Pr 5 2297 Thorius narisovalis Sí Pr 5 2298 Thorius omiltemi Sí 5 2299 Thorius pennatulus Sí Pr 5 2302 Thorius pulmonaris Sí Pr 5 2304 Tlalocohyla smithii Sí 5 2305 Triprion spatulatus Sí 5 Reptiles 6018 Anguis ceroni Sí 4 P 40 6044 Anguis incomptus Sí 4 P 40 6004 Apalone ater Sí 4 P CR 1 40 6228 Dermochelys coriácea No 4 P CR 1 40 6237 Eretmochelys imbricata No 4 P CR 1 40 6683 Urna paraphygas Sí 4 P 40 6075 Atropoides olmec Sí 4 A 30 [15] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM UICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 6153 Caiman crocodylus No 4 P 30 6146 Caretta caretta No P EN 1 30 6212 Crotalus stejnegeri Sí 4 A 30 6217 Crotalus transversas Sí P 30 6166 Cryophis hallbergi Sí 4 A 30 6186 Chelonia mydas No P EN 1 30 6242 Eridiphas slevini Sí 4 A 30 6241 Exiliboa placata Sí 4 Pr II 30 6270 Gerrhonotus lugoi Sí P 30 6263 Gopherusflavomarginatus Sí A VU 1 30 6307 Kinosternon herrerai Sí P 30 6311 Kinosternon oaxacae Sí 4 A LR 30 6532 Sauromalus hispidus Sí 4 A 30 6612 Terrapene coahuila Sí 4 Pr EN 1 30 6639 Terrapene nelsoni Sí 4 Pr DD II 30 6634 Thamnophis mendax Sí 4 A 30 6653 Thamnophis scaliger Sí 4 A 30 6687 Xantusia bolsonae Sí 4 A 30 6697 Xantusia sanchezi Sí 4 A 30 6691 Xenosaurus newmanorum Sí 4 A 30 6692 Xenosaurus penai Sí 4 A 30 6693 Xenosaurus phalaroanthereon Sí 4 A 30 6694 Xenosaurus platyceps Sí 4 A 30 6696 Xenosaurus rectocollaris Sí 4 A 30 6008 Abroma bogerti Sí 4 Pr 10 6052 Abroma leurolepis Sí 4 10 6058 Abroma martindelcampoi Sí 4 10 6074 Abroma ochoterenai Sí 4 Pr 10 6088 Abroma ramirezi Sí 4 10 6089 Abroma reidi Sí 4 Pr 10 6021 Adelophis copei Sí 4 Pr 10 6035 Adelophisfoxi Sí 4 Pr 10 6050 Adelphicos latifasciatum Sí 4 Pr 10 6071 Adelphicos nigrilatum Sí 4 Pr 10 6006 Agkistrodon bilineatus taylori Sí A 10 6038 Anniella geronimensis Sí 4 Pr 10 6001 Anolis alvarezdeltoroi Sí 4 10 6009 Anolis breedlovei Sí 4 10 6025 Anolis cuprinus Sí 4 Pr 10 [16] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 6026 Anolis cymbops Sí 4 Pr 10 6036 Anolis gadovi Sí 4 Pr 10 6042 Anolis hobartsmithi Sí 4 10 6056 Anolis macrinii Sí 4 Pr 10 6061 Anolis megapholidotus Sí 4 10 6064 Anolis microlepidotus Sí 4 Pr 10 6076 Anolis omiltemanus Sí 4 Pr 10 6079 Anolis parvicirculatus Sí 4 Pr 10 6095 Anolis schiedei Sí 4 Pr 10 6100 Anolis simmonsi Sí 4 Pr 10 6113 Anolis utowanae Sí 4 Pr 10 6103 Apalone spinifera No P 10 6090 Aspidoscelis rodecki Sí 4 Pr 10 6121 Barisia herrerae Sí 4 10 6123 Barisia jonesi Sí 4 10 6120 Boa constrictor No A 1 10 6170 Celestus ingridae Sí 4 10 6174 Celestus legnotus Sí 4 10 6141 Cerrophidion barbouri Sí 4 Pr 10 6194 Cerrophidion petlalcalensis Sí 4 10 6220 Cerrophidion tzotzilorum Sí 4 Pr 10 6138 Claudius angustatus No P LR 10 6135 Coniophanes alvarezi Sí 4 10 6173 Coniophanes lateritius Sí 4 10 6181 Coniophanes meridanus Sí 4 10 6184 Conophis morai Sí 4 10 61 36 Conopsis amphisticha Sí 4 10 6144 Conopsis biserialis Sí A 10 6134 Crocodylus acutus No P VU II 10 6185 Crocodylus moreleti No P LR 10 6159 Cr otal us enyo Sí A 10 6160 Crotalus exsul Sí A 10 6172 Crotalus intermedius Sí A 10 6200 Crotalus pusillus Sí A 10 6155 Crotaphytus dickersonae Sí 4 10 6149 Ctenosaura clarki Sí A 10 6154 Ctenosaura defensor Sí A 10 6193 Ctenosaura pectinata Sí A 10 6209 Chelydra serpentina No P 10 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 6176 Chersodromus liebmani Sí 4 Pr 10 6232 Dermatemys mawii No P EN II 10 6235 Elgaria cedrosensis S 4 10 6244 Ficimia hardyi S 4 10 6247 Ficimia ramirezi S 4 Pr 10 6248 Ficimia ruspator S 4 Pr 10 6253 Geophis anocularis S 4 Pr 10 6256 Geophis blanchardi S 4 Pr 10 6259 Geophis chalybeus S 4 Pr 10 6260 Geophis dubius S 4 Pr 10 6261 Geophis duellmani S 4 Pr 10 6264 Geophis incomptus S 4 Pr 10 6266 Geophis juliai S 4 10 6271 Geophis maculiferus S 4 Pr 10 6275 Geophis nigrocinctus S 4 Pr 10 6276 Geophis omiltemanus S 4 Pr 10 6278 Geophis petersi s 4 Pr 10 6279 Geophis pyburni s 4 Pr 10 6283 Geophis russatus s 4 Pr 10 6284 Geophis sallaei s 4 Pr 10 6287 Geophis tarascae s 4 Pr 10 6291 Fleloderma horridum No A VU II 10 6296 Fleloderma suspectum No A VU II 10 6301 Iguana iguana No P II 10 6303 Kinosternon acutum No P LR 10 6346 Lampropeltis ruthveni Sí 4 10 6328 Lepidochelys kempii No CR 1 10 6318 Lepidophyma chicoasence Sí 4 10 6320 Lepidophyma dontomasi Sí 4 10 6329 Lepidophyma lipetzi Sí 4 10 6331 Lepidophyma lowei Sí 4 10 6340 Lepidophyma occulor Sí 4 10 6345 Lepidophyma radula Sí 4 10 6352 Lepidophyma tarascae Sí 4 10 6357 Mesaspis antauges Sí 4 10 6360 Micrurus bernadi Sí 4 10 6367 Micrurus ephippijer Sí 4 10 6376 Micrurus limbatus Sí 4 10 6381 Micrurus pachecogili Sí 4 10 [18] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 6396 Ophryacus melanurus S 4 10 6453 Petrosaurus slevini s 4 10 6458 Petrosaurus thalassinus s 4 10 6404 Phrynosoma braconnieri s 4 10 6415 Phyllodactylus delcampoi s 4 10 6417 Phyllodactylus duellmani s 4 10 6446 Phyllodactylus paucituberculatus s 4 10 6427 Porthidium despere s 4 10 6461 Pseudoleptodeira uribei s 4 10 6465 Rhadinaea bogertorum s 4 Pr 10 6467 Rhadinaea cuneata s 4 Pr 10 6474 Rhadinaea kanalchutchan s 4 Pr 10 6479 Rhadinaea marcellae s 4 Pr 10 6481 Rhadinaea myersi s 4 Pr 10 6484 Rhinoclemmys rubida s Pr vu 10 6496 Sauromalus ater s A 10 6511 Sceloporus cryptus s 4 Pr 10 6518 Sceloporus edwardtaylori s 4 10 6519 Sceloporus exsul s 4 Pr 10 6536 Sceloporus insignis s 4 Pr 10 6550 Sceloporus macdougalli s 4 Pr 10 6565 Sceloporus oberon s 4 10 6571 Sceloporus palaciosi s 4 10 6586 Sceloporus smithi s 4 10 6591 Sceloporus subpictus s 4 Pr 10 6546 Sibon linearis s 4 10 6489 Sonora aemula s 4 Pr 10 6618 Tantalophis discolor s A 10 6608 Tantilla briggsi s 4 10 6614 Tantilla coronado i s 4 Pr 10 6617 Tantilla deppei s 4 10 6625 Tantilla flavilineata s 4 10 6656 Tantilla sertula s 4 10 6657 Tantilla shawi s 4 Pr 10 6662 Tantilla tayrae s 4 Pr 10 6664 Tantilla triseriata s 4 10 6611 Thamnophis chrysocephalus s A 10 6619 Thamnophis elegans No 4 A 10 6622 Thamnophis exsul Sí A 10 [19] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM UICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 6628 Thamnophis godmani Sí A 10 6629 Thamnophis hammondii No 4 A DD 10 6633 Thamnophis melanogaster Sí A 10 6652 Thamnophis scalaris Sí A 10 6659 Thamnophis sumichrasti Sí A 10 6638 Trachemys nebulosa Sí 4 10 6675 Ungaliophis continentalis No 4 Pr II 10 6680 Urosaurus nigricaudus Sí A 10 6027 Abroma deppei Sí Pr 5 6039 Abroma gramínea Sí 5 6055 Abroma lythrochila Sí Pr 5 6060 Abroma matudai No 4 Pr 5 6066 Abroma mixteca Sí Pr 5 6073 Abroma oaxacae Sí Pr 5 6101 Abroma smithi Sí 5 6105 Abroma taeniata Sí 5 6057 Actinoclemmys marmorata No 4 5 6106 Agkistrodon taylori Sí 5 6034 Ameiva festiva No 4 5 6078 Anelytropsis papillosus Sí Pr 5 6003 Anolis anisolepis Sí Pr 5 6005 Anolis barkeri Sí Pr 5 6020 Anolis compressicaudus Sí 5 6030 Anolis duellmani Sí Pr 5 6031 Anolis dunni Sí Pr 5 6046 Anolis isthmicus Sí Pr 5 6054 Anolis liogaster Sí Pr 5 6065 Anolis milleri Sí Pr 5 6068 Anolis naufragas Sí Pr 5 6069 Anolis nebuloides Sí 5 6070 Anolis nebulosas Sí 5 6085 Anolis pygmaeus Sí Pr 5 6087 Anolis quercorum Sí 5 6096 Anolis schmidti Sí 5 6098 Anolis serrano i No 4 5 6104 Anolis subocularis Sí Pr 5 6037 Aristelliger georgeensis No 4 Pr 5 6011 Aspidoscelis calidipes Sí Pr 5 6019 Aspidoscelis communis Sí Pr 5 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM UICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 6022 Aspidoscelis costata Sí 5 6041 Aspidoscelis guttata Sí 5 6043 Aspidoscelis hyperythra beldingi No A 5 6047 Aspidoscelis labialis Sí Pr 5 6049 Aspidoscelis laredoensis No 4 5 6053 Aspidoscelis lineattissima Sí Pr 5 6062 Aspidoscelis mexicana Sí Pr 5 6077 Aspidoscelis opatae Sí 5 6080 Aspidoscelis parvisocia Sí Pr 5 6092 Aspidoscelis sacki Sí 5 6072 Atropoides nummijer No A 5 6119 Barisia ciliaris Sí 5 6122 Barisia imbricata Sí Pr 5 6124 Barisia levicollis Sí Pr 5 6125 Barisia planifrons Sí 5 6128 Barisia rudicollis Sí Pr 5 6117 Bipes biporus Sí Pr 5 6118 Bipes canaliculatus Sí Pr 5 6115 Bothriechis aurijer No A 5 6116 Bothriechis bicolor No A 5 6127 Bothriechis rowleyi Sí Pr 5 6129 Bothriechis schlegeli No 4 5 61 56 Callisaurus draconoides No A 5 6158 Celestus enneagrammus Sí Pr 5 6163 Cerrophidion godmani No 4 5 6157 Coleonyx elegans No A 5 6161 Coleonyxfasciatus Sí 5 6203 Coleonyx reticulatus No 4 Pr 5 6151 Coluber constrictor No A 5 6199 Conophis pulcher No 4 5 6224 Conophis vittatus Sí 5 6177 Conopsis lineata Sí 5 6180 Conopsis megalodon Sí 5 6187 Conopsis nasus Sí 5 6214 Cophosaurus texanus No A 5 6137 Cr otal us ángel en sis Sí 5 6139 Crotalus aquilus Sí Pr 5 6142 Crotalus basiliscus Sí Pr 5 6197 Crotalus polystictus Sí Pr 5 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 6202 Crotalus ravus Sí Pr 5 6218 Cr otal us triseriatus Sí 5 6150 Crotaphytus collaris No A 5 6164 Crotaphytus grismeri Sí 5 6171 Crotaphytus insularis No 4 5 6132 Ctenosaura acanthura Sí Pr 5 6167 Ctenosaura hemilopha Sí Pr 5 6179 Ctenosaura macrolopha Sí 5 6189 Ctenosaura oaxacana Sí 5 6210 Ctenosaura similis No A 5 6213 Chilomeniscus stramineus Sí Pr 5 6230 Dipsas gaigeae Sí 5 6239 Elgaria multicarinata Sí Pr 5 6240 Elgaria paucicarinata Sí Pr 5 6243 Elgaria velazquezi Sí 5 6245 Ficimia olivácea Sí 5 6250 Ficimia variegata Sí 5 6281 Ceagras redimitus Sí Pr 5 6255 Geophis bicolor Sí Pr 5 6258 Geophis carinosus No 4 5 6262 Geophis dugesi Sí 5 6267 Geophis laticinctus Sí Pr 5 6268 Geophis latifrontalis Sí Pr 5 6273 Geophis mutitorques Sí Pr 5 6282 Geophis rostralis No 4 5 6285 Geophis semidoliatus Sí 5 6269 Gerrhonotus liocephalus Sí Pr 5 6277 Gerrhonotus ophiurus Sí 5 6251 Gopherus agassizi No A vu 5 6254 Gopherus berlandieri No A II 5 6294 Flemidactylus mabouia No 4 5 6302 Imantodes tenuissimus Sí 5 6304 Kinosternon creasen Sí LR 5 6305 Kinosternon durangoense Sí 5 6309 Kinosternon integrum Sí 5 6313 Kinosternon sonoriense No VU 5 6315 Lampropeltis alterna No 4 5 6334 Lampropeltis mexicana Sí 5 6355 Lampropeltis zonata No 4 5 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM UICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 6341 Lepidochelys olivácea No EN 1 5 6324 Lepidophyma gaigeae Sí 5 6336 Lepidophyma micropholis Sí 5 6342 Lepidophyma pajapanense Sí 5 6351 Lepidophyma sylvaticum Sí 5 6354 Lepidophyma tuxtlae Sí 5 6332 Leptodeira maculata Sí 5 6343 Leptodeira punctata Sí 5 6350 Leptodeira splendida Sí 5 6319 Leptophis diplotropis Sí 5 6337 Leptophis modestas No 4 5 6333 Leptotyphlops maximus Sí 5 6317 Loxocemus bicolor No II 5 6382 Manolepis putnami Sí 5 6370 Mesaspis gadovii Sí 5 6372 A/1 esaspis juarezi Sí 5 6388 Mesaspis viridiflava Sí 5 6356 Mesoscincus altamirani Sí 5 6365 Micrurus distans Sí 5 6374 Micrurus laticollaris Sí 5 6398 Ophryacus undulatus Sí 5 6451 Petrosaurus repens Sí 5 6412 Phrynosoma coronatum No II 5 6434 Phrynosoma m'calli No 4 5 6443 Phrynosoma orbiculare S 5 6456 Phrynosoma taurus S 5 6403 Phyllodactylus bordai S 5 6413 Phyllodactylus davisi S 5 6428 Phyllodactylus homolepidurus S 5 6430 Phyllodactylus lanei S 5 6439 Phyllodactylus muralis S 5 6460 Phyllodactylus unctus S 5 6462 Phyllodactylus xanti S 5 6416 Pituophis deppei S 5 6405 Plestiodon brevirostris S 5 6409 Plestiodon colimensis S 5 6410 Plestiodon copei S 5 6418 Plestiodon dugesi S 5 6429 Plestiodon lagunensis S 5 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM UICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 6433 Plestiodon lynxe Sí 5 6438 Plestiodon multilineatus Sí 5 6442 Plestiodon ochoterenae Sí 5 6444 Plestiodon parviauriculatus Sí 5 6445 Plestiodon párvulos Sí 5 6399 Pliocercus andrewsi Sí 5 6402 Pliocercus bicolor Sí 5 6419 Porthidium dunni Sí 5 6440 Porthidium nasutum No 4 5 6463 Porthidium yucatanicum Sí 5 6447 Pseudelaphe phaescens Sí 5 6423 Pseudofcimia frontalis Sí 5 6431 Pseudoleptodeira latifasciata Sí 5 6469 Rhadinaea forbesi Sí Pr 5 6470 Rhadinaeafulvivittis Sí 5 6471 Rhadinaea gaigeae Sí 5 6472 Rhadinaea godmani No 4 5 6473 Rhadinaea hesperia Sí Pr 5 6476 Rhadinaea laureata Sí 5 6478 Rhadinaea macdougalli Sí Pr 5 6480 Rhadinaea montana Sí Pr 5 6485 Rhadinaea schistosa Sí Pr 5 6486 Rhadinaea taeniata Sí 5 6464 Rhinoclemmys areolata No A 5 6483 Rhinoclemmys pulcherrima No A 5 6497 Salvadora bairdi Sí Pr 5 6537 Salvadora intermedia Sí Pr 5 6543 Salvadora lemniscata Sí Pr 5 6558 Salvadora mexicana Sí Pr 5 6488 Sceloporus adleri Sí Pr 5 6490 Sceloporus aeneus Sí 5 6491 Sceloporus anahuacus Sí 5 6494 Sceloporus asper Sí Pr 5 6498 Sceloporus bicanthalis Sí 5 6499 Sceloporus bullen Sí 5 6503 Sceloporus cautos Sí 5 6510 Sceloporus cozumelae Sí Pr 5 6512 Sceloporus cyanostictus Sí 5 6504 Sceloporus chaneyi Sí 5 [24] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM UICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 6517 Sceloporus dugesi Sí 5 6520 Sceloporus formosus Sí 5 6522 Sceloporus gadoviae Sí 5 6525 Sceloporus goldmani Sí 5 6529 Sceloporus heterolepis Sí 5 6533 Sceloporus horridus Sí 5 6534 Sceloporus hunsakeri Sí Pr 5 6538 Sceloporus internasalis Sí 5 6539 Sceloporus jalapae Sí 5 6545 Sceloporus licki Sí Pr 5 6551 Sceloporus maculosus Sí Pr 5 6555 Sceloporus megalepidurus Sí Pr 5 6561 Sceloporus minor Sí 5 6562 Sceloporus mucronatus Sí 5 6564 Sceloporus nelsoni Sí 5 6567 Sceloporus ochoterenae Sí 5 6570 Sceloporus ornatus Sí Pr 5 6572 Sceloporus parvus Sí 5 6575 Sceloporus pyrocephalus Sí 5 6576 Sceloporus salvini Sí Pr 5 6577 Sceloporus samcolemani Sí 5 6584 Sceloporus slevini Sí 5 6587 Sceloporus spinosus Sí 5 6589 Sceloporus stejnegeri Sí Pr 5 6593 Sceloporus torquatus Sí 5 6597 Sceloporus utiformis Sí 5 6602 Sceloporus zosteromus Sí Pr 5 6523 Scincella gemmingeri forbesorum Sí Pr 5 6582 Scincella silvícola Sí Pr 5 6501 Sistrurus catenatus No 4 Pr 5 6559 Sonora michoacanensis Sí 5 6590 Storeria storerioides Sí 5 6544 Symphimus leucostomus Sí Pr 5 6554 Symphimus mayae Sí Pr 5 6548 Sympholis lippiens Sí 5 6606 Tantilla bocourti Sí 5 6609 Tantilla calamarina Sí Pr 5 6645 Tantilla planiceps No 4 5 6654 Tantilla schistosa No 4 5 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 6607 Tantillita brevissima No 4 Pr 5 6631 Tantillita lintoni No 4 Pr 5 6643 Terrapene ornato No Pr LR II 5 6613 Thamnophis conanti No 4 5 6616 Thamnophis cyrtopsis No A 5 6620 Thamnophis eques No A 5 6621 Thamnophis errans Sí 5 6626 Thamnophis fulvus No 4 5 6632 Thamnophis marcianus No A 5 6642 Thamnophis nigronuchalis Sí Pr 5 6646 Thamnophis proximus No A 5 6647 Thamnophis pulchrilatus Sí 5 6658 Thamnophis sirtalis No 4 Pr 5 6665 Thamnophis validus Sí 5 6627 Trachemys gaigeae No VU 5 6661 Trachemys taylori Sí 5 6660 Trimorphodon tau Sí 5 6667 Trimorphodon vilkinsonii No 4 5 6603 Tropidodipsas annulijera Sí Pr 5 6623 Tropidodipsas fasciata Sí 5 6644 Tropidodipsas philippi Sí Pr 5 6676 Urna exsul Sí Pr 5 6681 Urna notata No A 5 6672 Urosaurus bicarinatus Sí 5 6677 Urosaurus gadovi Sí 5 6688 Xantusia extorris Sí 5 6689 Xenosaurus grandis No A 5 Aves 4033 Amazona viridigenalis Sí P EN 1 40 4121 Campephilus imperialis Sí E CR 1 40 4231 Doricha eliza Sí 3 P II 40 4641 Eupherusa cyanophrys Sí 4 A EN II 40 4276 Ceothlypis speciosa Sí 3 P EN 40 4271 Geotrygon carrikeri Sí 4 P EN 40 4287 Gymnogyps californianus No 3 E CR 1 40 4307 Hylorchilus navai Sí 4 P VU 40 4351 Lophornis brachylopha Sí 4 P CR II 40 4508 Rhynchopsitta pachyrhyncha Sí P EN 1 40 4609 Xenospiza baileyi Sí 3 P EN 40 [26] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 Endemismo Restricción NOM UICN Cites Cuartil 4, 3, 2, 1 E, P, A, Pr CR/EN/VU l/ll Meta ID Marxan Especie Sí/No 20/16/13/10 25/25/15/— 15/10/5 10/5 (%) 4021 Aimophila sumichrasti Sí 3 P LR 30 4029 Amazona finschi Sí A 1 30 4030 Amazona oratrix tresmariae Sí A EN 30 4126 Campylorhynchus yucatanicus Sí 4 A 30 4182 Coturnicops noveboracensis goldmani No 4 P 30 4190 Cyanocorax dickeyi Sí 3 P LR 30 4191 Cyanolyca mirabilis Sí P VU 30 4193 Cyanolyca nana Sí P vu 30 4222 Dendrortyx barbatus Sí P VU 30 4246 Ergaticus versicolor No 3 P vu 30 4256 Eupherusa poliocerca Sí 3 A vu II 30 4270 Geothlypis beldingi Sí P CR 30 4282 Glaucidium sanchezi Sí 3 P 30 4295 Harpía harpyja No 3 P LR 1 30 4309 Hylorchilus sumichrasti Sí 4 A LR 30 4311 Ibycter americanas No 4 E 30 4401 Nucifraga columbiana No 4 P 30 4411 Oreophasis derbianus No 3 P EN 1 30 4430 Passenna rositae Sí 3 A LR 30 4509 Rhynchopsitta terrisi Sí A VU 1 30 4531 Spizella wortheni Sí A EN 30 4548 Tangara cabanisi No 4 P EN 30 4553 Thalurania ridgwayi Sí 3 Pr VU II 30 4010 Aegolius ridgwayi No 4 Pr II 10 4018 Aimophila notosticta Sí 3 Pr LR 10 4621 Amazilia viridifrons Sí A 10 4023 Amazona auropalliata No 3 P 10 4049 Aphelocoma unicolor No 3 P 10 4002 Ara macao No P 1 10 4003 Ara militaris No P VU 1 10 4058 Aratinga strenua No 3 A 10 4065 Aspatha gularis No 3 A 10 4069 Atthis ellioti No 3 A II 10 4070 Atthis heloisa Sí II 10 4087 Brotogeris jugularis No 3 A II 10 4099 8 uteogallus subtilis No 4 A III 10 4103 Cairina moschata No P III 10 4107 Calothorax pulcher Sí II 10 4116 Campylopterus excellens Sí 3 Pr LR 10 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Cuartil 4, 3, 2, 1 E, P, A, Pr CR/EN/VU l/ll Meta ID Marxan Especie Sí/No 20/16/13/10 25/25/15/— 15/10/5 10/5 (%) 4115 Campylorhynchus chiapensis Sí 4 Pr 10 4134 Caracara planeas lutosus No E 10 4140 Carpodacus mexicanus megregori No E 10 4164 Colaptes auratus rufipileus No E 10 4168 Colinus virginianus ridgwayi No P 1 10 4004 Crotophaga ani No 4 A 10 4184 Crotophaga sulcirostris pallidula No E 10 4188 Cyanocorax beecheii Sí A 10 4624 Cyrtonyx ocellatus No 3 A LR 10 4227 Dendrocolaptos picumnus No 3 A 10 4226 Dendrortyx leucophrys No 4 A 10 4241 Electron carinatum No P VU 10 4257 Euptilotis neoxenus Sí A LR 10 4264 Forpus cyanopygius Sí Pr II 10 4272 Ceothlypis flavovelata Sí A VU 10 4296 Harpyhaliaetus solitarius No P III 10 4297 Heliothryx barroti No 4 Pr II 10 4323 Jabirú myeteria No P 1 10 4337 Laterallus jamaicensis coturniculus No P LR 10 4355 Malacoptila panamensis No 4 A 10 4357 Megascops barbaras No 3 A 10 4649 Melospiza melodía coronatorum No P 10 4410 Onychorhynchus coronatus No P 10 4433 Patagioenas leucocephala No 4 A 10 4448 Pharomachrus mocinno No P LR 1 10 4451 Phoenicopterus ruber No 4 A II 10 4513 Salpinctes obsoletus exsul No E 10 4517 Sarcoramphus papa No P III 10 4529 Spizaetus ornatus No P II 10 4530 Spizaetus tyrannus No P III 10 4528 Spizastur melanoleucus No P II 10 4650 Spizastur melanoleucus No P II 10 4558 Thryomanes bewickii brevicauda No E 10 4615 Xiphocolaptes promeropirhynchus omiltemensis No P 10 4005 Abeillia abeillei No Pr II 5 4006 Accipiter bicolor No A III 5 4007 Accipiter gentilis No A II 5 4009 Aegolius acadicus No II 5 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 4013 Agelaius tricolor No 3 5 4016 Aimophila humeralis Sí 5 4017 Aimophila mystacalis Sí 5 4019 Aimophila quinquestriata Sí 5 4656 Amaurolimnas concolor No A 5 4634 Amazilia cyanura No 4 5 4031 Amazilia rutila graysoni No Pr II 5 4032 Amazilia tzacatl No II 5 4035 Amazilia yucatanensis No II 5 4022 Amazona albifrons No II 5 4024 Amazona autumnalis No II 5 4028 Amazona farinosa No A II 5 4034 Amazona xantholora No Pr II 5 4046 Anthus spragueii No vu 5 4051 Aquila chrysaetos No A II 5 4055 Aratinga canicularis No Pr II 5 4056 Aratinga holochlora brevipes No A II 5 4057 Aratinga nana No II 5 4063 Asioflammeus No Pr II 5 4064 Asió stygius No Pr II 5 4067 Atlapetes albinucha Sí 5 4068 Atlapetes pileatus Sí 5 4072 Aulacorhynchus prasinus No A 5 4080 Baeolophus inornatus No 3 5 4085 Bolborhynchus lineóla No A II 5 4089 Buarremon virenticeps Sí 5 4090 Bubo virginianus mayensis No II 5 4094 Buteo albicaudatus No II 5 4096 Buteo brachyurus No II 5 4097 Buteo jamaicensis No II 5 4095 Buteogallus anthracinus No II 5 4100 Buteogallus urubitinga No II 5 4102 Cacicus melanicterus Sí 5 4104 Calocitta colliei Sí 5 4653 Calothorax eliza No 3 5 4106 Calothorax lucifer No II 5 4108 Calypte anna No II 5 4109 Calypte costae No II 5 4111 Callipepla douglasii Sí 5 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 4635 Campylopterus curvipennis No II 5 4119 Campylopterus hemileucurus No II 5 4125 Campylopterus rujus No 3 Pr II 5 4118 Campylorhynchus gularis Sí 5 4122 Campylorhynchus jocosus Sí 5 4123 Campylorhynchus megalopterus Sí 5 4133 Caprimulgus salvini Sí 5 4135 Carduelis atnceps No 4 Pr 5 4144 Catharus dryas No A 5 4145 Catharus frantzii No A 5 4148 Catharus occidentalis Sí 5 4154 Ciccaba nigrolineata No A 5 4157 Claravis mondetoura No A 5 4167 Colibrí thalassinus No II 5 4172 Columbina passenna socorroensis No A 5 4179 Corvus imparatus Sí 5 4180 Corvus sinaloae Sí 5 4181 Cotinga amabilis No A 5 4183 Crax rubra No A LR III 5 4638 Cyanerpes lucidus No 4 Pr 5 4196 Cyanocorax sanblasianus Sí 5 4189 Cyanolyca cucullata No A 5 4195 Cyanolyca pumilo No A 5 4201 Cypseloides storeri Sí Pr DD 5 4206 Chiroxiphia linearis No 3 Pr 5 4210 Chlorostilbon aunceps Sí 5 4219 Deltarhynchus flammulatus Sí Pr 5 4640 Dendrortyx macroura Sí Pr 5 4232 Doricha enicura No Pr II 5 4235 Dysithamnus mentalis No 3 Pr 5 4239 Elaenia martinico No 4 5 4242 Empidonax affinis Sí 5 4245 Ergaticus ruber Sí 5 4249 Eugenes fulgens No II 5 4253 Eupherusa eximia No II 5 4259 Falco femoralis septentrionalis No Pr II 5 4260 Falco mexicanas No A II 5 4261 Falco ruf gularis No II 5 4262 Florisuga mellivora No II 5 [ 30 ] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM UICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 4267 G albulo ruficauda No A 5 4274 Geothlypis nelsoni Sí 5 4642 Geotrygon albifacies No A 5 4277 Geranospiza caerulescens No A II 5 4278 Glaucidium brasilianum No II 5 4279 Glaucidium gnomo hoskinsii No Pr II 5 4281 Glaucidium palmarum Sí 5 4284 G rallaría guatimalensis No A 5 4286 GranateWus venustas jrancescae Sí Pr 5 4288 Gymnorhinus cyanocephalus No 4 5 4291 Haematopus bachmani No 4 5 4293 Haplospiza rustica No 3 Pr 5 4298 Heliomaster constantii No II 5 4300 Heliomaster longirostris No Pr II 5 4301 Herpetotheres cachinnans No II 5 4304 Hylocharis eliciae No II 5 4310 Hylocharis xantusii Sí 5 4306 Hylomanes momotula No A 5 4312 Icterus abeillei Sí 5 4313 Icterus auratus Sí 5 4326 Lampornis amethystinus No II 5 4327 Lampornis clemenciae No II 5 4329 Lampornis viridipallens No II 5 4328 Lamprolaima rhami No II 5 4331 Laniocera rujescens No 3 Pr 5 4341 Lepidocolaptes leucogaster Sí 5 4345 Leptodon cayanensis No Pr II 5 4344 Leptotila cassinii No 4 5 4349 Leucopternis albicollis No Pr II 5 4353 Lophornis helenae No Pr II 5 4352 Lophostrix cristata No A II 5 4360 Megascops seductus Sí Pr 5 4647 Melanerpes chrysogenys Sí 5 4366 Melanerpes hypopolius Sí 5 4363 Melanotis caerulescens longirostris Sí Pr 5 4655 Melanotis hypoleucus No 3 5 4370 Meleagris ocellata No A LR 5 4372 Melozone kieneri Sí 5 4373 Melozone leucotis No 3 Pr 5 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 4376 Micrastur ruficollis No Pr II 5 4377 Micrastur semitorquatus No Pr II 5 4374 Mi ero cer cu! us philomela No 3 5 4388 Myadestes unicolor No A 5 4397 Myrmotherula schisticolor No 4 Pr 5 4398 Nomonyx dominicus No A 5 4399 Notharchus macrorhynchos No A 5 4400 Notiochelidon pileata No 3 Pr 5 4406 Nyctanassa violácea gravirostris No A 5 4404 Nyctiphrynus meleodii Sí Pr 5 4412 Oreortyx pictus No 3 5 4413 Oriturus superciliosus Sí 5 4415 Ortalis leucogastra No 4 Pr 5 4416 Ortalis poliocephala Sí 5 4418 Ortalis wagleri Sí 5 4425 Parabuteo unicinctus No Pr II 5 4429 Passerina leclancherii Sí 5 4438 Penelope purpurascens No A III 5 4437 Penelopina nigra No A LR III 5 4441 Phaeochroa cuvierii No 4 5 4442 Phaethornis longirostris No II 5 4443 Phaethornis striigularis No II 5 4450 Philortyxfasciatus Sí 5 4456 Picoides stricklandi Sí Pr 5 4460 Pionopsitta haematotis No A II 5 4461 Pionus senilis No A II 5 4462 Pipilo aberti No 4 5 4463 Pipilo albicollis Sí 5 4467 Pipilo ocai Sí 5 4470 Piranga erythrocephala Sí 5 4473 Piranga roseogularis Sí 5 4479 Podiceps auritus No 3 5 4480 Poecile gambeli No 4 5 4484 Polioptila californica atwoodi No A 5 4486 Polioptila nigriceps Sí 5 4493 Pseudoscops clamator No A 5 4496 Pulsatrix perspicillata No A II 5 4497 Pygochelidon cyanoleuca No 4 5 4504 Ramphastos sulfuratus No A II 5 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 4506 Rhodothraupis celaeno Sí 5 4511 Kidgwayia pinícola Sí Pr 5 4538 Streptoprocne semicollaris Sí Pr 5 4540 Strix julvescens No A II 5 4541 Strix occidentalis No A LR II 5 4542 Strix varia No Pr II 5 4552 Terenotriccus erythrurus No 4 Pr 5 4559 Thryothorus felix lawrencei Sí Pr 5 4563 Thryothorus rufalbus No 3 5 4564 Thryothorus sinaloa Sí 5 4566 Tigrisoma lineatum No 4 5 4568 Tilmatura dupontii No A II 5 4575 Toxostoma cinereum Sí 5 4580 Toxostoma longirostre Sí 5 4628 Toxostoma ocellatum Sí 5 4582 Trogon citreolus Sí 5 4585 Trogon massena No A 5 4592 Turdus infuscatus No A 5 4593 Turdus plebejus No 4 Pr 5 4594 Turdus rufopalliatus graysoni Sí Pr 5 4598 Tyto alba No II 5 4630 Vireo brevipennis Sí 5 4602 Vireo hypochryseus Sí 5 4604 Vireo magister No 3 5 4606 Vireo nelsoni Sí Pr 5 4610 Xenotriccus callizonus No A LR 5 4611 Xenotriccus mexicanas Sí Pr LR 5 4613 Xiphorhynchus erythropygius No A 5 4616 Zenaida aurita No 4 Pr 5 4618 Zonotrichia atricapilla No 4 5 Mamíferos 5464 Cynomys mexicanas Sí P EN 1 40 5158 Lepusflavigularis Sí 1 P EN 40 5219 Myotis vi ves i Sí 3 P VU 40 5232 Neotoma bunkeri Sí 4 E EN 40 5370 Romerolagus diazi Sí 1 P EN 1 40 5427 Sylvilagus insonus Sí 2 P CR 40 5443 Tylomys bullaris Sí 4 A CR 40 5456 Zygogeomys trichopus Sí 1 P EN 40 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 5010 Alouatta pigra No P EN 1 30 5103 Dipodomys gravipes Sí P EN 30 5127 Geomys tropicalis Sí 1 A VU 30 5137 Habromys simulatus Sí 2 EN 30 5141 Heteromys nelsoni Sí 3 Pr CR 30 5177 Megadontomys cryophilus Sí 1 A LR 30 5179 Megadontomys nelsoni Sí 4 A 30 5188 Microtus oaxacensis Sí 1 A LR 30 5202 Musonycteris harrisoni Sí P VU 30 5216 Myotis planiceps Sí P CR 30 5244 Neotoma nelsoni Sí 3 EN 30 5006 Rhogeessa mira Sí 2 Pr EN 30 5374 Scalopus aquaticus No 4 P 30 5373 Scapanus anthonyi Sí 2 P 30 5396 Sorex arizonae No 4 P VU 30 5404 Sorex sclateri Sí 4 Pr EN 30 5405 Sorex stizodon Sí 4 Pr EN 30 5414 Spermophilus perotensis Sí 2 A LR 30 5431 Tamiasciurus mearnsi Sí 3 A 30 5433 Tapirus bairdii No P EN 1 30 5445 Tylomys tumbalensis Sí 2 Pr CR 30 5455 Xenomys nelsoni Sí 1 A LR 30 5009 Alouatta palliata No P 1 10 5016 Antilocapra americana No P 1 10 5018 Artibeus hirsutus Sí VU 10 5022 Ateles geoffroyi No P II 10 5029 Bison bison bison No 3 P 10 5033 Canis lupus baileyi No E 10 5070 Cratogeomys fumosus Sí A 10 5081 Cryptotis nelsoni Sí 4 10 5084 Cryptotis peregrina Sí 1 10 5085 Cryptotis phillipsii Sí 1 10 5086 Cyclopes didactylus No P 10 5042 Chaetodipus arenarius albulus Sí A 10 5045 Chaetodipus dalquesti Sí 4 Pr 10 5058 Chironectes minimus No P LR 10 5111 Eira barbara No P III 10 5116 Erethizon dorsatum No P 10 5126 Geomys personatus No 3 A LR 10 [34] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM UICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 5134 Habromys chinanteco Sí 2 10 5135 Habromys lepturus Sí 2 LR 10 5152 Leopardus pardalis No P 1 10 5153 Leopardus wiedii No P 1 10 5160 Leptonycteris nivalis No A EN 10 5165 Liomys spectabilis Sí 3 Pr LR 10 5168 Lontra longicaudis No A DD 1 10 5169 Lophostoma brasiliense No 2 A 10 5173 Macrophyllum macrophyllum No 3 A 10 5178 Megasorex gigas Sí A 10 5191 Micronycteris schmidtorum No 2 A 10 5184 Microtus californicus No 1 P 10 5185 Microtus guatemalensis No 2 A 10 5189 Microtus pennsylvanicus No 3 P 10 5192 Microtus umbrosus Sí 1 Pr 10 5194 Mimon crenulatum No 3 A 10 5215 Myotis peninsularis Sí VU 10 5224 Nelsonia goldmani Sí 1 Pr 10 5228 Neotoma angustapalata Sí 1 10 5239 Neotoma macrotis Sí 2 10 5254 Notiosorex villai Sí 3 10 5264 Ondatra zibethicus No 2 A 10 5268 Orthogeomys cuniculus Sí 1 10 5271 Orthogeomys lanius Sí 3 10 5276 Oryzomys palustris peninsulae No 4 A 10 5005 Panthera onca No P NT 1 10 5003 Peromyscus eva carmeni Sí A 10 5289 Peromyscus bullatus Sí 1 10 5315 Peromyscus mekisturus Sí 2 10 5460 Peromyscus melanurus Sí 1 10 5324 Peromyscus pseudocrinitus Sí 4 10 5325 Peromyscus sagax Sí 3 10 5328 Peromyscus slevini Sí 4 10 5332 Peromyscus winkelmanni Sí 1 10 5337 Phylloderma stenops No 3 A 10 5362 Rheomys mexicanus Sí 2 Pr LR 10 5363 Rheomys thomasi No 3 A 10 5365 Rhogeessa alleni Sí EN 10 5366 Rhogeessa genowaysi Sí 3 Pr VU 10 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 5375 Scapanus latimanus No 4 A 10 5378 Sciurus arizonensis No 2 A LR 10 5382 Sciurus griseus No 4 A 10 5398 Sorex macrodon Sí 1 Pr LR 10 5399 Sorex milleri Sí Pr VU 10 5410 Spermophilus atricapillus Sí 2 10 5419 Spilogale pygmaea Sí A 10 5441 Tonada saurophila No 3 A 10 5449 Ursus americanus eremicus No P 10 5450 Ursus arctos horribilis No E 10 5452 Vampyrum spectrum No 2 P LR 10 5026 Bassariscus astutus saxícola No A 5 5030 Cabassous centralis No 1 5 5031 Caluromys derbianus No Pr VU 5 5038 Centronycteris centralis No 3 5 5040 Cervus canadensis No 4 5 5064 Coendú mexicanus No A 5 5067 Corynorhinus mexicanus Sí 5 5071 Cratogeomys goldmani Sí 5 5072 Cratogeomys merriami Sí 5 5073 Cryptotis alticola Sí 5 5074 Cryptotis goldmani alticola Sí Pr 5 5075 Cryptotis goodwini No 2 5 5076 Cryptotis griseoventris No 1 5 5077 Cryptotis magna Sí Pr 5 5079 Cryptotis merriami No 3 5 5080 Cryptotis mexicana peregrina Sí Pr 5 5082 Cryptotis obscura Sí 5 5087 Cynomys ludovicianus No A LR 5 5043 Chaetodipus artus Sí 5 5457 Chaetodipus californicus No 4 5 5048 Chaetodipus formosus No 4 5 5049 Chaetodipus goldmani Sí 5 5051 Chaetodipus intermedius minimus No A 5 5052 Chaetodipus lineatus Sí 5 5054 Chaetodipus penicillatus sen No A 5 5055 Chaetodipus pernix Sí 5 5057 Chaetodipus spinatus evermanni No A 5 5062 Choeronycteris mexicana No A LR 5 [36] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM UICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 5063 Chrotopterus auritus No A 5 5089 Dasyprocta mexicana Sí LR 5 5458 Dipodomys compactus No 4 5 5105 Dipodomys merriami mitchelli No A 5 5106 Dipodomys nelsoni Sí 5 5108 Dipodomys phillipsii Sí Pr LR 5 5117 Euderma maculatum No 2 Pr 5 5118 Eumops auripendulus No 2 5 5121 Eumops hansae No 3 5 5124 G alictis vittata No A III 5 5125 Ceomys arénanos No 1 LR 5 5128 Claucomys volans No A 5 5131 G lossophaga morenoi Sí LR 5 5136 Habromys lophurus No 2 5 5142 Hodomys alleni Sí LR 5 5145 Lampronycteris brachyotis No A 5 5150 Lasionycteris noctivagans No 4 Pr 5 5157 Leptonycteris curasoae No A VU 5 5161 Lichonycteris obscura No 4 5 5164 Liomys salvini No 1 5 5166 Lonchorhina aurita No A 5 5167 Lontra canadensis No II 5 5170 Lophostoma evotis No A 5 5171 Lynx rufus No II 5 5172 Macrotus californicus No vu 5 5180 Megadontomys thomasi Sí Pr 5 5183 Metachirus nudicaudatus No 3 5 5186 Microtus mexicanus No VU 5 5190 Microtus quasiater Sí Pr 5 5193 Mimon cozumelae No A 5 5196 Molossus coibensis No 2 LR 5 5203 Myotis albescens No 2 Pr 5 5206 Myotis cartea Sí 5 5222 Nasua nanea nelsoni No A III 5 5225 Nelsonia neotomodon Sí Pr 5 5231 Neotamias bullen Sí 5 5235 Neotamias durangae Sí 5 5241 Neotamias merriami No 3 Pr 5 5245 Neotamias obscurus No 1 5 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 5226 Neotoma albigula sen No A 5 5233 Neotoma devia No 3 5 5236 Neotoma goldmani Sí 5 5237 Neotoma lepida vicina No A 5 5246 Neotoma palatina Sí LR 5 5247 Neotoma phenax Sí Pr 5 5227 Neotomodon alstoni Sí 5 5249 Noctilio albiventris minor No 3 Pr 5 5251 Notiosorex cockrumi No 2 5 5253 Notiosorex evoti Sí 5 5261 Odocoileus hemionus sheldoni No A 5 5273 Oryzomys chapmani Sí 5 5275 Oryzomys melanotis Sí DD 5 5277 Oryzomys rhabdops No 3 5 5279 Oryzomys saturador No 3 5 5280 Osgoodomys banderanus Sí 5 5281 Otonyctomys hatti No A 5 5283 Ovis canadensis No Pr LR II 5 5284 Pappogeomys bullen Sí 5 5285 Perognathus amplus rotundus No 3 Pr 5 5287 Peromyscus beatae Sí 5 5290 Peromyscus californicus No 1 5 5292 Peromyscus crinitus pallidisimus No 1 5 5294 Peromyscus difficilis Sí 5 5299 Peromyscus furvus Sí 5 5302 Peromyscus guatemalensis No 1 5 5303 Peromyscus gymnotis No 1 5 5304 Peromyscus hooperi Sí 5 5305 Peromyscus hylocetes Sí 5 5309 Peromyscus levipes Sí 5 5313 Peromyscus maniculatus cineritius No A 5 5314 Peromyscus megalops Sí 5 5316 Peromyscus melanocarpus Sí 5 5465 Peromyscus melanophrys Sí 5 5466 Peromyscus melanotis Sí 5 5319 Peromyscus nasutus No 3 5 5320 Peromyscus ochraventer Sí 5 5461 Peromyscus perfulvus Sí 5 5323 Peromyscus polius Sí 5 [ 38 ] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 ID Marxan Especie Endemismo Restricción NOM U ICN Cites Meta (%) Sí/No Cuartil 4, 3, 2, 1 20/16/13/10 E, P, A, Pr 25/25/15/— CR/EN/VU 15/10/5 l/ll 10/5 5327 Peromyscus simulus Sí 5 5329 Peromyscus spicilegus Sí 5 5334 Peromyscus zarhynchus Sí 5 5462 Puma concolor No NT II 5 5349 Reithrodontomys burti Sí 5 5350 Reithrodontomys chrysopsis Sí 5 5352 Reithrodontomys gracilis insularis No A 5 5353 Reithrodontomys hirsutus Sí LR 5 5356 Reithrodontomys microdon No A LR 5 5360 Reithrodontomys tenuirostris No 4 5 5361 Reithrodontomys zacatecae Sí LR 5 5364 Rhogeessa aeneus Sí 5 5367 Rhogeessa gracilis Sí LR 5 5368 Rhogeessa párvula Sí LR 5 5372 Saccopteryx leptura No 2 Pr 5 5377 Sciurus alleni Sí 5 5380 Sciurus colliaei Sí 5 5385 Sciurus oculatus Sí Pr 5 5386 Sciurus variegatoides No 2 Pr 5 5388 Scotinomys teguina teguina No 2 Pr 5 5389 Sigmodon alleni Sí 5 5393 Sigmodon leucotis Sí 5 5394 Sigmodon mascotensis Sí 5 5397 Sorex emarginatus Sí 5 5401 Sorex oreopolus Sí LR 5 5402 Sorex ornatus ornatus No 1 Pr 5 5406 Sorex ventralis Sí 5 5408 Spermophilus adocetus Sí 5 5409 Spermophilus annulatus Sí 5 5412 Spermophilus madrensis Sí Pr LR 5 5424 Sylvilagus cunicularius Sí LR 5 5429 Sylvilagus robustus No 4 5 5432 Tamandúa mexicana No A III 5 5434 Taxidea taxus No A 5 5435 Tayassu pécari No II 5 5440 Tlacuatzin canescens Sí 5 5442 Trachops cirrhosus No A 5 5463 Trinycteris nicefori No 4 5 5454 Vulpes macrotis No A 5 Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Apéndice 16.4 Filtros gruesos ID Marxan Riqueza de especies Meta (%) 2308 Anfibios, riqueza cocal de especies 50 2309 Anfibios, riqueza de especies endémicas 50 6699 Repciles, riqueza cocal de especies 50 6700 Repciles, riqueza de especies endémicas 50 4660 Aves, riqueza cocal de especies 5 4661 Aves, riqueza de especies endémicas 13 5468 Mamíferos, riqueza cocal de especies 5 5469 Mamíferos, riqueza de especies endémicas 10 [40] Apéndice 16.5 Elementos focales utilizados en la identificación de sitios de mayor importancia para la conservación de la biodiversidad costera y oceánica de México Margen continental ♦ Humedales costeros (lagunas costeras, esteros, maris- mas, pantanos, ciénegas, manglares, petenes, palma- res inundables) ♦ Desembocaduras de ríos, arroyos y canales ♦ Ríos subterráneos ♦ Costas rocosas en zonas de amplia variabilidad de ma- reas ♦ Costas fangosas o lodosas ♦ Costas arenosas con playas de poca pendiente en zo- nas de amplia variabilidad de mareas ♦ Barras de arena ♦ Caletas y pequeñas bahías ♦ Bahías ♦ Playas de anidación de tortugas marinas ♦ Áreas de refugio, reproducción, crecimiento y alimenta- ción de moluscos, crustáceos, peces, aves costeras mi- gratorias y residentes, y mamíferos marinos ♦ Dunas costeras Plataforma continental ♦ Arrecifes y comunidades coralinas ♦ Zonas de agregaciones reproductivas de peces ♦ Islas continentales ♦ Bajos ♦ Bancos de rodolitos ♦ Cañones submarinos ♦ Sitios de reproducción y concentración de mamíferos marinos ♦ Praderas de pastos marinos ♦ Camas de macroalgas (kelp forests) ♦ Deltas ♦ Zonas de surgencias Zona oceánica ♦ Montañas submarinas ♦ Montes o colinas submarinas ♦ Domos salinos ♦ Cañones submarinos ♦ Escarpes ♦ Trincheras o dorsales ♦ Talud continental ♦ Planicie abisal ♦ Fosas submarinas o zonas de subducción ♦ Islas o archipiélagos oceánicos ♦ Fondos hádales y abisales ♦ Comunidades bentónicas: a] Comunidades de chimeneas hidrotermales b] Infiltraciones de metano c] Infiltraciones de hidrocarburos d ] Corales de profundidad y bancos de esponjas e] Comunidades de chapopoteras submarinas /] Tapetes de bacterias g] Estructuras de barita ♦ Zonas con alta frecuencia de frentes oceánicos ♦ Zonas con alta complejidad de fondos ♦ Sedimentos laminados de diatomeas ♦ Zonas de oxígeno mínimo ♦ Zonas con concentraciones de depredadores de alto nivel trófico Recuadro 16.3 Planeación del metanálisis y perspectivas para la conservación en México Patricia Koleff • Marcia Tambutti • Ignacio J. March • Rocío Esquivel • Andrés Lira-Noriega • César Cantú • Jorge Soberón • Víctor Sánchez-Cordero • Gerardo Ceballos • Ernesto Enkerlin • Antony Challenger ¿Por qué un metanálisis? Las revisiones sistemáticas son necesarias para integrar eficientemente toda la información que ha sido evaluada y analizada, y proporcionar una base relevante y confiable para la toma decisiones (Globimed Thematic NetWork 2005). Para ello es necesario desarrollar un metanálisis, es decir, un análisis estadístico de los resultados de los diferentes estudios conducidos independientemente que nos permita tener una síntesis cuantitativa y cualitativa de todos los estudios disponibles (Avilés Merens et al. 2004; Avilés Merens y Sao Avilés 1995; Carrolli y Lede 2004). El metanálisis tiene la propiedad de extraer del conjunto de estudios algunas tendencias que, en ocasiones, no han podido revelarse por separado, resaltar los puntos coincidentes así como las diferencias, y reducir la probabilidad de que los sesgos de un único estudio conduzcan a conclusiones limitadas. El metanálisis permitirá diseñar e integrar esfuerzos de conservación de diversa índole que vinculen los resultados de los vacíos y omisiones de conservación en ecosistemas terrestres, marinos y dulceacuícolas, cuya conservación depende de mantener sus interacciones ecológicas. Un metanálisis debe permitirnos comparar e integrar las principales prioridades de conservación definidas a escalas diferentes, para dar respuestas integrales que respondan a mantener la interrelación de los sistemas ecológicos de distintos ambientes. El metanálisis, como un modelo de integración de resultados sobre la priorización y estrategias de conservación, es parte de un proceso más amplio que se explica a continuación y se muestra en la figura 1; el tercer paso constituye propiamente el metanálisis y el modelo en su conjunto comprende los cinco pasos siguientes (el capítulo solo abarca los dos primeros para los ambientes terrestres y marinos, pero falta considerar los epicontinentales); 7 ] Determinar aquellas ecorregiones críticas para la conservación, con un enfoque de representatividad en los sistemas de áreas protegidas (ap) e identificar los sitios de alta prioridad para la conservación a escalas de mayor resolución. 2] Llevar a cabo diversos análisis de vacíos y omisiones de sitios de importancia para la conservación en los sistemas de ap, los cuales deben ampliarse para incorporar otros mecanismos de conservación, como los detallados en la figura 2. 3] Desarrollar los métodos estadísticos para integrar los resultados de las prioridades de los ambientes terrestres, de aguas epicontinentales y marinos, para proponer una agenda nacional de sitios prioritarios para la conservación, que debe ser validada por un mayor número de instituciones y expertos. 4] Implementar acciones y medidas de manejo sustentable para cubrir los vacíos y omisiones de las áreas de mayor prioridad de conservación de acuerdo con la agenda nacional planteada a partir del metanálisis, así como diseñar e implementar acciones que favorezcan la conectividad entre sitios prioritarios, dentro y fuera de las AP. 5] Continuar el desarrollo de análisis para otros objetivos de conservación de importancia a escalas más finas para detectar áreas de importancia para la conectividad de los ecosistemas y la resiliencia de los mismos, en particular para escenarios de cambio climático global, considerando un mayor número de expertos, grupos biológicos y análisis de efectividad de los instrumentos existentes. ¿Qué esperamos de un metanálisis? Los resultados de los análisis de vacíos y omisiones solamente proveen los elementos técnicos para definir prioridades para la conservación de hábitats y ecosistemas. Estos resultados deben ser relacionados con aquellos de los análisis de capacidades y mecanismos de financiamiento para diseñar e implementar las estrategias de protección en los sitios de más alta importancia (Figs. 1 y 2). Como resultado del metanálisis, se identificaron algunos pasos a seguir; • Realizar las gestiones necesarias para frenar o disminuir de manera urgente las tasas de deforestación y fragmentación en los ecosistemas terrestres, el establecimiento de especies invasoras, la concurrencia de regímenes de fuego inadecuados, el tráfico ilegal de especies y la extracción ilegal de especies, entre otros. • Promover el reconocimiento de los sitios y áreas identificadas como vacíos y omisiones mediante la difusión de los resultados por diversos mecanismos para que sean Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 1 63 □ 0 Coberturas para llevar a cabo el metanálisis • Vacíos y omisiones de ecorregiones marinas • Vacíos y omisiones de ecosistemas epicontinentales • Vacíos y omisiones de ecorregiones terrestres • Vacíos y omisiones de sitios prioritarios (optimización) • Sitios Encuesta Nacional • Vacíos y omisiones de sitios ace Síntesis cuantitativa — > • Sitios prioritarios • Vacíos • Omisiones /s l~3~| Metanálisis Criterios de atención requerida para la efectiva conservación (urgentes, muy importantes e importantes) Agenda nacional propuesta de sitios prioritarios para la conservación a Retroalimentación de escenarios Continuar el desarrollo de análisis: • Cambio de resolución de análisis • Selección de variables ad hoc para la escala de análisis • Incluir mayor participación de expertos, sobre todo regionales y de grupos biológicos menos estudiados • Evaluación detallada de las estrategias más efectivas en la conservación de cobertura vegetal (identificación de factores de éxito y fracaso en diferentes instrumentos y áreas considerando también aspectos socioeconómicos) • Incremento de datos/conocimiento • Tendencias y factores de presión (e.g. cambio climático) 0 Criterios para mejorar la toma de decisiones respecto a los análisis de sitios prioritarios, vacíos y omisiones Acciones de ¡mplementación: • Opciones con instrumentos actuales (ap, uma, bosques certificados, normas, estímulos fiscales, etc.) • Nivel de urgencia • Factibilidad y costos Figura 1 Contexto de inserción del metanálisis en la definición de una agenda nacional de prioridades de conservación. considerados en los procesos de planeación por las dependencias del gobierno federal y del sector civil organizado. • Los resultados de la identificación de los sitios prioritarios para la conservación deberán ser utilizados como información base para la creación de nuevas áreas complementarias, sobre todo en sitios considerados ¡rremplazables por su unicidad (área mínima, rareza, endemismos, diversidad, representatividad, irremplazabilidad, fragilidad, conectividad, integridad y vulnerabilidad). • Considerar como elemento clave en la planeación de los sistemas de ap la conectividad de estas áreas, por medio de los paisajes dentro y fuera de las ap y por corredores biológicos. • Analizar el contexto de los déficit de conservación en el contexto de la conectividad ecológica de las áreas de conservación y de los impactos del cambio climático global sobre los ecosistemas y las especies, así como sobre su resiliencia. • Incrementar la superficie protegida mediante las ap y un conjunto diversificado y complementario de otros instrumentos de conservación para alcanzar, al menos, la meta de representatividad mundial de 12% en diversos ecosistemas. La selección de instrumentos deberá fundamentarse en criterios de eficiencia y factibilidad. Para aquellos ecosistemas en los que no es posible alcanzar esta meta, porque su extensión original ha sido reducida drásticamente por debajo de dicho porcentaje, será fundamental promover procesos intensivos de restauración. [2] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 163 Análisis de vacíos y omisiones en conservación Establecimiento de nuevas áreas protegidas • Federales • Estatales • Municipales • Privadas y comunitarias \/ Otros mecanismos de conservación w Con sustento jurídico en la legislación mexicana actual (lgeepa, reglamentos. Ley General de Vida Silvestre, etc.) • uma, Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre • Zonificación forestal • Mecanismos de retribución por servicios ecosistémicos • Áreas de refugio para proteger especies acuáticas • Hábitats críticos para la conservación de la vida silvestre • Ordenamientos ecológicos territoriales: Unidades de gestión ambiental • Reserva de aguas nacionales • Sitios Ramsar • Mecanismos preventivos: impacto ambiental, vedas, NOM-059, cites, etc. Otros procedimientos y mecanismos desarrollados por el sector civil • Servidumbres ecológicas • Acuerdos y reservas comunitarias • Compra de tierras • Pago de derechos de uso y compensaciones • Incentivos, certificados y mercados verdes Figura 2 Instrumentos disponibles para atender la conservación de los sitios de mayor importancia en los diversos análisis de vacíos y omisiones de conservación. • En las estrategias de conservación, insertar desde la estrategia nacional y las estatales sobre biodiversidad, y el ordenamiento ecológico del territorio, hasta los programas desarrollados por las de las propias organizaciones civiles; el análisis de los regímenes de tenencia de la tierra en los sitios con los vacíos de conservación será determinante en los tipos de mecanismos y estrategias a ¡mplementar para su protección efectiva. • Fortalecer los sistemas actuales de ap con otros mecanismos de conservación en nuevas áreas, mediante la protección de poblaciones de vida silvestre viables. • Optimizar la evaluación de la efectividad de los sistemas actuales de ap. • Contar con un marco legal apropiado que sea aceptado por las comunidades locales y otros sectores, para un sistema de manejo integral efectivo y una clara delimitación de las áreas. • Generar los análisis pendientes para determinar los vacíos de conservación de la biodiversidad en ambientes acuáticos epicontinentales, así como de la agrobiodiversidad, por el interés que supone la conservación del germoplasma de importancia para la seguridad alimentaria. • Valorar un conjunto de instrumentos estratégicos de políticas públicas (ordenamientos ecológicos del territorio, uma, bosques certificados, corredores biológicos, etc.) para consolidar una visión integral en la conservación tanto en ap como en las zonas de influencia. • Mantener actualizados los análisis de vacíos y omisiones mediante la incorporación de otros objetos de conservación para los que actualmente no se tiene información suficiente a escalas más finas. • Fortalecer las capacidades del país en recursos humanos, de infraestructura, financieros y de marco legal existentes, y generar los faltantes para conservar los sitios y áreas de [3] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 16.3 alta prioridad que han sido identificados en el presente estudio. • Promover la corresponsabilidad entre todos los niveles del gobierno y conjuntamente con la sociedad civil para que contribuyan a conservar las prioridades detectadas, incluyendo el fomento de una nueva actitud de la sociedad y los sectores productivos hacia la biodiversidad, la adopción amplia de una cultura ambiental y un cambio en los actuales patrones de consumo de los mexicanos. • Diseñar e instrumentar nuevas políticas públicas de Estado que promuevan la transversal idad y la concurrencia de esfuerzos hacia la conservación de los sitios prioritarios identificados en estos análisis. Estas políticas deberán enfocarse al mantenimiento de los procesos ecológicos esenciales por medio de los paisajes. • Impulsar los mecanismos de retribución económica de los servicios ecosistémicos prestados por áreas prioritarias o que provean de conectividad entre estas. La restauración ecológica de áreas para la conectividad a diversas escalas será probablemente una corriente de conservación que requerirá activarse en todo el territorio nacional. • Diseñar nuevos esfuerzos conjuntos y coordinados de conservación con otros países con los que se comparten especies migratorias. Los esfuerzos de trabajo en distintas instituciones dedicadas a la detección de prioridades o la incorporación de estrategias como la que desglosamos deben reconocer la corresponsa- bilidad gobierno-sociedad para que haya cambios de actitud hacia la adopción de una cultura ambiental y cambios en los patrones de consumo. Esta visión tiene que formar parte de una agenda transversal de las instituciones de gobierno, academia y sociedades civiles dedicadas al monitoreo del estado y conservación de la biodiversidad para lograr la sustentabilidad de nuestro patrimonio natural. ¿Qué criterios afectan las conclusiones DEL METANÁLISIS? Los resultados y la posibilidad de integración de la información como la que plantea un metanálisis dependen básicamente de armonizar diversas escalas de análisis, la efectividad de las ap y la actualidad del impacto de las amenazas sobre la biodiversidad. Hemos visto en el recuadro 9.3 del capítulo 9 de este volumen, que las ap son una herramienta de conservación in situ con un cambio de uso de suelo mayor al deseable. Sin embargo, la conservación de la vegetación es mucho mayor dentro que fuera de las ap, por lo que claramente son un instrumento relevante para lograr la conservación. El decreto de establecimiento de nuevas ap es un proceso lento, debido a que se ha hecho realidad el requerimiento legal de la participación de los actores locales (R. de la Maza, com. pers.). Lo anterior nos lleva a tres puntos centrales: • Las ap son una herramienta que puede ser efectiva a largo plazo. • Los sistemas de ap pueden ser reforzados con otros instrumentos. • Para las áreas prioritarias cuya conservación requiera acciones urgentes se deberían considerar las ap como una estrategia a mediano y largo plazos e implementar instrumentos como las áreas de refugio para proteger especies acuáticas y los hábitats críticos. Todos los instrumentos mencionados en la segunda y tercera columnas de la figura 2 pueden tener lugar dentro de un ap y fortalecerla. Lo óptimo es buscar sinergias entre instrumentos. Las áreas de refugio para proteger especies acuáticas hasta ahora solo se han utilizado para ballenas y la vaquita marina. En este último caso, ha servido incluso para fortalecer un ap. Si bien estos dos casos están enfocados en una especie o grupo particular, esta figura legal puede utilizarse para proteger un sitio en particular. En el caso de los hábitats críticos, cabe resaltar que son un instrumento que a pesar de estar previsto en la legislación (lgvs), aún no han sido utilizados. Es importante reflexionar que tanto las áreas de refugio como los hábitats críticos son instrumentos de conservación in situ que, dados sus requisitos administrativos, podrían establecerse más fácilmente que un ap y podrían incluso llegar a ser un paso previo, si se incentivara su aplicación. Por lo que respecta a las uma, existe un amplio debate acerca de su papel en la conservación; consideramos que no se contraponen a las ap, sino que son instrumentos complementarios. Hace falta una evaluación de la efectividad que distinga entre los distintos tipos de uma de manejo en vida libre (tanto de cobertura vegetal como de tamaño de poblaciones, incluso de variabilidad genética por la selección artificial llevada a cabo en muchas uma extractivas). Dicha evaluación deberá considerar lo que ocurre dentro, en el área circundante y en el área contexto, para obtener resultados integrales. Por otro lado, es importante considerar que en el caso de las uma, en comparación con las ap, el gasto del gobierno es mínimo y que el papel de los pobladores locales en la conservación es muy distinto. En este sentido, es necesario [4] Capital natural de México • Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio Recuadro 163 evaluar qué hacer para facilitar la adopción por parte de las comunidades locales de esta herramienta y otras no centradas principalmente en el gobierno, como predios sujetos a manejo forestal y pago por servicios ambientales. Cabe destacar que México es uno de los países con mayor número de casos con certificación forestal en el mundo (véase el capítulo 3 del volumen III), y que dicho manejo puede resultar bastante compatible con la conservación de la biodiversidad. Un país con los patrones de diversidad biológica, demográfica y económica como los que tiene México debe fortalecer aquellas figuras centrada en la sociedad civil que la gente en diferentes zonas puede implementar o impulsar para abrir posibilidades de desarrollo local sustentable y que con ello se cumplen objetivos de conservación. En este punto es importante el apoyo técnico, financiero y de organización que las organizaciones civiles y la academia pueden proveer. El ordenamiento ecológico del territorio, aunque teóricamente es la herramienta más integral in situ, debido a que considera la vocación del territorio y las expectativas de sus habitantes a largo plazo, en general no ha obtenido resultados significativos en México, por lo complejo de su implementación a gran escala. Sin embargo, al nivel comunitario (oct) es una herramienta poderosa y más viable para la participación y el control de los actores involucrados, además de ser un requisito para muchos tipos de manejo sustentable certificado. Este es un instrumento que debe impulsarse de modo prioritario y que es sinérgico con todos los otros instrumentos. [5] Mapa gener< ESTAD' Sonora ^€H¡ífuafiua\ , CóamÜilc SinaloS Durango vAgUaS'V, ,, calientes f- Nayátíit , I/jr'»' ** ravigno^ SSolirh'a- Conabio. 2003. México: Imagen desde el espacio. Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, México. Mosaico 2002 de imágenes modis sin nubes del satélite Terra, bandas 1,4,3 (RGB), resolución espacial 250 metros, sobre un modelo digital de terreno. Trópico de Cáncer 9 - L i > 30° N 25° N 15° N 115° W 110° W 105° W AL DE MÉXICO Nuevo León Tamaulipas^ SaniLuisÜkotQ'sí Yucatán Hidalgo; ¡jguintana Roo de Mex:\ í¡á¿ Mm m Campeche i m A/lorelos Puebla \ Tabascó BELICE- Cuentero [Oaxaga mapas mmmÉimm HONDURAS * Z"* EL SALVADOR 100° w 95° W 90° W — fsv; M ¿ : • ! , ' mWmmi m ■ *> - OS UNIDOS DE AMERICA i '*¡?i . . ;&§ ■ -• í " 'P '• • vL: V- 85° W 100° W 95° W 90° W Capital natural de México En febrero de 1992 un selecto grupo de científicos mexicanos y extranjeros, invitados por el Presidente de México a iniciativa de José Sarukhán y Rodolfo Dirzo, participó en la Reunión Internacional sobre la Problemática del Conocimiento y Conservación de la Biodiversidad. Al concluir la reunión, y atendiendo la recomendación de los asistentes, quienes reconocieron el considerable avance que ya existía en el país sobre el tema, se publicó el acuerdo presidencial de creación de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, en marzo del mismo año. Su misión es promover, coordinar, apoyar y realizar actividades dirigidas al conocimiento de la diversidad biológica y a su conservación y uso sustentable para beneficio de la sociedad, así como servir de puente entre la comunidad científica y quienes toman decisiones desde la esfera gubernamental. La institución comenzó sus labores hace casi 17 años con Jorge Soberón como secretario ejecutivo y un grupo de investigadores con espíritu académico, creatividad científica y certera visión, que le imprimieron a la Conabio un sello que perdura a la fecha. El trabajo de la Conabio ha contribuido significativamente al avance y difusión del conocimiento de la biodiversidad de México hasta llegar a su estado actual; la labor se ha llevado a cabo con la estrecha colaboración de diversos sectores de la sociedad, principalmente de la comunidad científica mexicana, sin cuya participación la solidez de los resultados obtenidos no habría sido posible. Hoy es una institución reconocida y respetada internacionalmente por la calidad de su trabajo y por los logros alcanzados en la materia. En 2004 la Conabio decidió emprender un ambicioso esfuerzo para evaluar el estado de la biodiversidad del país que incluyera el análisis de lo ocurrido en el pasado reciente respecto a nuestro capital natural y los posibles escenarios en el futuro. Comenzó por hacer una extensa convocatoria a especialistas en aspectos relacionados con la diversidad biológica y cultural de México, con el fin de reunir a un grupo amplio de colaboradores que aportara distintos enfoques, conocimientos y experiencias. El estudio desarrollado por este grupo de más de 600 autores provenientes de muy diversas instituciones y organizaciones, se ha visto enriquecido y alimentado, en muchos aspectos, con la información y el conocimiento compilado o generado por la Conabio. En este sentido, podemos afirmar que la obra Capital natural de México, que aparece ahora como culminación de ese estudio, es resultado del trabajo de los investigadores que participaron, así como de quienes han formado parte de esta Comisión Nacional. Ha sido muy satisfactorio para la Conabio contar con la colaboración desinteresada de este amplio y valioso grupo, al que agradecemos profundamente su generoso esfuerzo y dedicación para llevarlo a cabo, y es un orgullo para quienes trabajamos en esta institución haber contribuido con los autores a que México disponga de una obra de esta magnitud que estamos seguros será de gran trascendencia para nuestra nación. Ana Luisa Guzmán Secretaria ejecutiva de la Conabio Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad Gobierno | CONABIO ISBN 978-607-7607-08-3 | ©2009 Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad | México