Le e. EAS "> e a E ¿ “e cl A "a y” y AS, Li ANA eS 4 NEIRA eS O 0 hi Ñ ñ IS AN iA SA! ANA DEN ; DAN ISS AN 0 (As y Lt q Ali ale 07 2 Mer abr EN Sr AGA as dol e sd) A [e AIR nl AAN YA DO) hi A y MITOS dl a A o? ' ! : : A 7] vee nas Su Mm j hada da A e A s ¿yde tl k Ñ 34 % ¡RI PR | FA NALES mi be Lo ACADEMIA DE CIENCIAS MÉDICAS, FISICAS Y NATURALES - DE LA HABANA. REVISTA CIENTIFICA. o OS DIRECTORES: -DD. D. ANTONIO MESTRE Y PD, FELIPE F, RODRIGUEZ, ENTREGA 225. TOMO XIX. > ABEL 13, Todo lo que concierna 4 la Administracion debe dirigirse al Dr.D. Gabriel García, Perseverancia n* 38; y las comunicaciones, memorias, periódicos, libros é, al Dr. D. Antonio Mestre, Secretario general de la Academia, calle de Jesus María número 26. HABANA, 2 EMES: “LA ANTILLA” DE N, CACHO-NEGRETE, : : CALLE DE CUBA NUMERO DÉ: 1883 NO ANALES DE LA REAL AGADEMIA DE CIENCIAS MEDICAS, FISICAS Y NATURALES : DE LA HABANA. REVISTA CIENTIFICA. LIBRARY NEW YORK BOTANICAL A N A E E S GARDEN DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS MEDICAS, FISICAS Y NATURALES DE LA HABANA. REVISTA CIENTIFICA. DIRECTORES: DD. D. ANTONIO MESTRE Y 1, FELIPE F. RODRIGUEZ. TOMO XIX. HABANA. IMP. “LA ANTILLA” DE N, CACHO-NEGRETE, CALLE DE CUBA NUMERO 51. 18852 ANALES REAL ACADEMIA DE CIENCIAS MEDICAS, FISICAS Y NATURALES DE LA HABANA. REVISTA CIENTIFICA. JUNIO DE 1882. REAL ACADEMIA DE CIENCIAS. SESION SOLEMNE DEL 19 DE MAYO DE 1882. En la ciudad de la Habana, á las ocho de la noche del dia ántes expresado y en el salon de sesiones de la Real Acade- mia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales, reunidos bajo la Presidencia del Excmo. Sr. General Segundo Cabo PD. José Chinchilla, ocupando su derecha el //mo. Sr. Dr. D. Nicolás J. Gutiérrez, Presidente titular de la Corporación, socio fun- dador, numerario y de mérito de la misma, y su izquierda el Excmo. Sr. Comandante General de Marina D. Juan Bautista Topete, tuvo lugar la sesion solemne conmemorativa de su fun- dacion, hallándose presentes los Sres. Socios de Mérito Lxemo. Sr. D. Francisco de Albear y Lara y Dres. D. Ambrosio Conza- lez del Valle y D. José de la Luz Hernandez; los de número PD. Tomás Mateo Govantes, D. Joaquin F. Lastres, D. Juan M. Babé, D. Luis María Cowley, D. Felipe F. Rodriguez, D. Ma-- nuel de Várgas Machuca, D. Gabriel María García, D. Kta- 6 fael Cowley, D. Cárlos Finlay, D. José Rocamora, D. Juan Santos Fernández, D. Tomás Plasencia, D. José de J. Ko- vira, D. Pantaleon Machado. D. Cárlos Donoso, D. José Ft. Montalvo, Don Manuel 5. Castellanos, Don José Eduardo Ramos, D. Juan Vilaró, D. Francisco Torrálbas, D. Juan Orús, D. Adolfo Saenz y D. Antonio Mestre; perso- nas distinguidas y en representacion de corporaciones científicas y literarias, del profesorado y del periodismo, ta- les como los señores 1/Imo. Dr. D. Antonio Ambrosio Kcay y Ldo. D. José Valdés Fauli, por la Excma. Junta Superior de Instruccion Pública; Dr. D. Teófilo Martinez, por la Real Uni- versidad; Dr. D. Fernando J. Reinoso y Ldo. D. Segundo ¡San- chez Villarejo, por el Instituto Provincial de Segunda Ense- ñanza; D. José Lopez Trigo, por la Escuela Profesional; Excmo. Sr. D, Miguel A. de Herrera, por el Consejo de Ad- ministracion; Excmo. Sr. D. Juan B. Cantero, por la Direc- cion Genera! de Hacienda; Excmo. Sr. Ldo. D. Pedro Gonza: ¿ez Llorente y Dr. D. Federico Mora, por el Círculo de Aboga- dos; Sres. Ldo. D. Natalio Eligio y D. Francisco Rodriguez Ecay, por el Colegio de Abogados; D. Alvaro Lopez de Carrizo- sa, D. Gustavo Quesada y D. Francisco Aragon, por la Real So- ciedad Económica de Amigos del País; D. Enrique J. Varona, por la Sociedad Antropológica; Ldo. D. Claudio Delgado, por la Sociedad de Estudios Clínicos; los RR. PP. 7. Ipiña y P. Osoro, por el Real Colegio de Belen; D. Antonio Ariza, por la Junta Provincial de Sanidad; Zdo. D. Eligio Villavicencio, por el Colegio de Farmacéuticos; D. Rafael Arango y Molina, aventajado malacologista; distinguidos representantes del Cuerpo de Sanidad Militar, y otras personas notables, que constituían junto con el público una escogida concurrencia. Al principiar Ja sesion, leyó el Secretario Dr. D. Antonio Mestre: un oficio del Ilmo. Sr. Secretario del Gobierno Gene- ral, comunicando 4 la Real Academia que, no permitiéndole el estado de su salud presidir la sesion solemne del dia 19, el Excmo. Sr. Gobernador General había tenido por conve- niente delegar en el Excmo. Sr. General Segundo Cabo la / atribucion que le concede el artículo 59 del Reglamento de la Academia;—otro oficio del Zxc mo. Sr. General Segundo Cabo, D. José Chinchilla, participando á la Academia que, como con- secuencia de la delegacion hecha en él por $. E., tendría el honor de presidir dicha sesion solemne;—y por último, un oficio del socio fundador y de mérito Sr. D. Felipe Poey, ma- nifestando que, detenido forzosamente por una indisposicion reumática, perdía la satisfaccion de asistir á la mencionada solemnidad. En seguida dió lectura el //mo. Sr. Dr. D. Nicolás J. Gu- tierrez, Presidente titular de la Corporacion, al discurso inau- gural ó de apertura de sus sesiones para el año académico de 1882 4 1883, en el que, despues de congratularse en la cele- bracion del vigésimo primer aniversario por los progresos que ha hecho aquélla, por el estado floreciente de su Biblio- teca y Museo, aunque se conduela de la influencia del medio en que á menudo se realizan los más nobles esfuerzos, hirién- dolos la indiferencia al salir de este recinto, rinde un tri- buto de sentimiento á la memoria de cinco académicos corres- pondientes y dos numerarios, cuya desaparicion priva á la Academia de sus valiosos servicios, si bien la senda del amor desinteresado á la ciencia, de laboriosidad y de dignidad profesional que ellos trazaron, será con provecho seguida por todos los que, consagrados á la noble causa del saber, as- piran al recuerdo imperecedero que han dejado en los que su- pieron apreciar sus virtudes. Terminado dicho discurso, leyó el Secretario general Dr. D. Ántomo Mestre el resúmen razonado de las tareas en que se ha ocupado la Real Academia durante el último año, segun lo prescribe el artículo 38 de su Reglamento: hizo la reseña de todos los trabajos llevados á cabo por la Corporacion, de las discusiones más importantes habidas en su seno, de los infor: mes ministrados por sus diversas Comisiones, relativos á Hi- giene Pública, Medicina Legal y Toxicología, Remedios nue- vos y secretos, Terapéutica indígena, Aguas y baños minerales, Patología humana y vegetal, Cirugía, Química etc.; de las co- 8 municaciones y memorias presentadas por sus socios y por otros facultativos distinguidos; y concluyó hablando de los nuevos nombramientos y elecciones, del resultado del último concur- so y del programa de los premios para el certámen de 1882 á 83. Hizo por último uso de la palabra el Excmo. Sr. Presiden- te Delegado del Gobierno General, General Segundo Cabo D, José Chinchilla, para manifestar que había oido con la ma- yor complacencia y satisfaccion el discurso del sabio Presiden- te de la Real Academia, así como el importante resúmen leido por el Sr. Secretario general, en el que se veían bienp atentes los útiles trabajos emprendidos ó realizados por la Corpora- cion; que quedaba plenamente reconocido al Excmo. Sr. Go- bernador. General por la delegacion con que le había honrado, dando las gracias más cumplidas á la Real Academia por sus nobles esfuerzos y á todas las personas que con su presencia habían contribuido á realzar aquella solemnidad; y declaró inaugurado el nuevo año académico, siendo ya las diez ménos cuarto de la noche. Discurso DEL Dr. D. Nicolás J. Gutiérrez, Presipente De La Rear ACADEMIA DE CIENCIAS DE LA HABANA. Excmo. Sr.—Snes, : Una vez más nos marca el tiempo, en la eterna serie de sus evoluciones, el momento solemne de reunirnos para conme- morar la fundacion de este santuario de la Ciencia. Pero las inteligencias aquí congregadas hoy, no vienen como el pere- grino á descansar de las fatigas de una penosa jornada, niá ampararse del oásis que le proteja en la tormenta que le ame- naza: nó, ni cansados ni satisfechos; acuden para darse mu- tua cuenta de la parte que han realizado en la comun tarea del progreso y en la aplicacion de las nociones científicas 4 las necesidades de la vida, objetivo de todos los esfuerzos del espiritu humano y móvil á la vez detoda actividad indivi- dual ó colectiva: acuden, en fin, para continuar vigorizados con las provechosas lecciones de la experiencia, la tarea hace hoy veintiun años iniciada. Este dia, grande para la Institu- cion, porque reproduce la inolvidable festividad de ayer, por- que señala 4 sus miembros la hora de la meditacion sobre las labores cumplidas, es más solemne aún, si cabe, porque en él este docto cuerpo viene á exhibir, ante el jurado público que lo atiende, el progreso de sus actos en el año transcurrido, página que su laboriosidad ha trazado para trasmitir al juicio severo de la Historia. El momento no puede ser, por tanto, más solemne ni más trascendental: nacida esta Academia en la oportunidad que nuestra cultura señalaba; organizada bajo la feliz egida del ilustrado Gobierno que la autorizó; ligada con indisoluble compromiso á la sociedad que la constituyó con el poderoso concurso de su sufragio, —venimos á demostrar si hemos perse- verado en el noble propósito que encierra el pensamiento de su fundacion. Muy pronto oiréis á nuestro ilustrado y querido Secretario general, que expondrá fielmente los hechos con - que los Sres. Académicos acreditan que esu perseverancia no ha decaido y que, conscientes del compromiso que aquellas consideraciones les imponen, disfrutan con merecimiento la houra del puesto que ocupan. Mas sin embargo, Excmo. Sr. y Sres., estamos aún distantes de alcanzar la medida de nuestras aspiraciones, que son la aplicacion de la ciencia á la solucion práctica de los proble- mas que surgen de nuestras condiciones de existencia y la conquista de nuevos principios, para cooperar á la definitiva constitucion de esa misma ciencia, ángel redentor de la Hu- manidad que lucha por alcanzar su completo triunfo sobre la Naturaleza que la encadena. Si es verdad,—y pronto ten- dréis sobrada prueba de ello, —que este cuerpo ha consultado á las autoridades que le han pedido su concurso en el esclare- cimiento de múltiples cuestiones que atañen á la administra- cion pública y judicial, prestando tales servicios con la rec- : T. xIx,—2 10 titud que le dan su conciencia y su saber; tambien lo es, que los beneficios alcanzados son pálidos, si se les compara con la infinidad de fenómenos, todavía mal conocidos y que esperan la exploracion inteligente para revelar las leyes que los ri: gen y las útiles verdades que sin duda encierran. Y no se piense que expresamos un descontento, ni que denunciamos una inercia que no ha existido; nó, es que, para abrazar to- dos esos hechos, son ciertamente ménos que un instante los veintiun años de existencia que cuenta hoy este Instituto: muchos más y nuevas generaciones son menester para adqui- rir su completo conocimiento y sacar de ellos las deducciones positivas que el espíritu moderno exige de toda nocion para que sea declarada útil. Por otra parte, los cuerpos científicos, como toda obra hu- mana, no obstante la independencia que les crea su carácter y á pesar tambien de la seguridad del triunfo que el porveuir reserva á su causa, están subordinados á las vicisitudes del medio en que viven. Por esto repercuten en ellos los dolores y las alegrías de la sociedad que los rodea; por esto les sirve de rémora la indiferencia por el saber ó los impulsan el amor y el entusiasmo por los estudios científicos; por esto, en fin, las mismas instituciones sociales son su elemento fecundante cuando les prestan la expansion de que tienen necesidad, aniquilan sus fuerzas si no favorecen su desarrollo. Bajo este último punto de vista complácese esta Academia en recono- cer, que su porvenir descansa hoy sobre esperanzas de más sólida base, que le aseguran un mañana halagiieño. No está inerte, repito, y abona mi juicio entre otros traba— jos de indisputable originalidad y mérito, los que viene pu- blicando con los Anales nuestro sabio académico de mérito el Dr, D. Juan Gundlach y en la actualidad su contribucion al estudio de las mariposas cubanas y la gran paciente obra del infatigable D. Felipe Poey, nuestro académico de mérito tambien, relativa 4 los peces de los mares de esta Isla; y ahí están, por último, los estudios que nuestro compañero el Dr. Ramos viene practicando en busca de la causa que devasta 11 nuestros cocoteros, amenazando de muerte las industrias sos- tenidas por esa útil planta. Pero, aunque amargura haya en confesarlo, la influencia del medio en que estos esfuerzos se realizan, pruébase con la indiferencia que los hiere al salir de este recinto: aquella obra, monumento de ciencia, de abne- gacion y de ejemplar constancia, yace reducida á un manus- crito y como buscando en el tiempo el olvido de la noble re- pugnancia de su autor en cederla á la lícita ambicion de los extranjeros que la solicitan; aquellos trabajos y esos estudios apénas si encuentran el eco que reclama su importancia. Sin embargo, Excmo. Sr. y Sres., aunque de modestas pro: porciones, la tarea realizada es bastante para justificar el no- ble regocijo que engendra el trabajo útil y generoso y la pro- teccion del Gobierno de S. M., que esta Academia espera no sólo que continúe como hasta ahora, sino creciente y en rela- cion con las necesidades y fines para que fué creada. Para este instituto no pueden ser indiferentes en este mo- mento los signos de reaccion favorable á sus miras que desde que se fundara se observan entre nuestras inteligencias; si ayer, en su nacimiento, pudo temerse que su peusamiento se desvaneciera, que quedase abandonada; hoy, con el tiempo transcurrido, complácese en ver que no está sola en su cruza da y que cuerpos análogos lo han seguido: cada año tiene que nombrar alguno, y hoy le es satisfactorio citar al que en esta ciudad acaba de inaugurar sus tareas en este mismo local, con el título de Colegio de Farmacéuticos, de cuya coopera— cion mucho espera esta Academia por su objeto científico y moralizador. Fuera de esta ciudad, en la de Cienfuegos, so- ciedad análoga ha surgido á impulsos de iguales elevadas miras. Por donde quiera se ven, pues, los preparativos para acometer el estudio práctico de este terreno, bajo muchas faces todavía velado; preparativos en que se ha pagado justo tributo á los méritos que la ciencia moderna señala como de provechosos resultados, donde por fortuna no figura ya la estéril especulacion que anula las fuerzas gastadas en los pu- gilatos históricos de la dialéctica y del idealismo. 12 La Academia se ha visto favorecida con la solicitud. de va- rios profesores de Europa y América que deseaban contarse en el número de nuestros asociados con el carácter de co- rrespondientes. Desde luégo la Academia hubiérales acorda- do la pretension, siendo bastante conocidos por su ilustra- cion y actividad; pero tuvo ántes que cumplir con lo que de- mandan nuestros estatutos, y como los informes de las comi- siones, á las que se pasaron las memorias que presentaron, fue- ron asaz satisfactorios, fuéles acordado el nombramiento por unanimidad. La Corporacion se regocija por el concurso de estos distinguidos compañeros, que proporcionarán dias de brillo con su laboriosidad y su saber. Complácese igualmente en participar, que sus relaciones con otras sociedades científicas son cada dia más estrechas y extensas, adquiriendo de este modo más vigor, por la mayor cantidad de fuerza moral y científica que le proporcione el comercio con cuerpos reconocidamente sabios. Esta vez, como siempre, tiene que dar cuenta esta Asocia- cion del auxilio lento, pero continuo, que recibe de sociedades y de particulares, que contribuyen con sus donaciones al en- riquecimiento de su Biblioteca. El catálogo de las obras hoy existentes en ella es nutrido al par que variado, y puede por tanto figurar al lado de las pocas otras que en esta capital prestan útil y provechoso servicio. Ojalá pudiéramos decir otro tanto del Museo de Historia Natural que viene formando la Academia; pero, segunha es- crito nuestro académico de mérito el sabio naturalista Dr. Gundlach, ““el año pasado ha sido el más pobre en insectos que he conocido, pues de especies comunes en otros años no he visto un solo ejemplar; el cultivo y el desmonte hacen da- fio al naturalista, que necesita observar y colectar en terrenos virgenes”. Sin embargo, cuenta el Museo con algunas espe- cies nuevas y variedades de otras ya conocidas en el ramo de Malacología, debidas 4 la generosidad del entendido naturalis- ta D, Rafael Arango y resultado de su último viaje al inte- rior de la Isla. 13 Un esfuerzo más y tanta actividad, todavía contenida en los límites 4 que la obligan los elementos materiales de que disponemos, se traducirá en sazonados frutos en pro de la Humanidad para honra y prestigio de esta Corporacion. Yo no puedo terminar sin cumplir ántes con un triste de- ber: el de consagrar un homenaje de dolor á la memoria de los distinguidos compañeros últimamente fallecidos. Nuestras pérdidas, Excmo. Sr. y Sres., se multiplican de algunos años acá, se aproximan y toman cada vez un carácter más descon— solador; y si estas desgracias siguen así repitiéndose, los re- cuerdos de cada uno de nosotros, pronto no serán más que los de tristes y numerosas sepulturas. Apénas empezáramos á consolarnos de una desgracia, cuando una nueva vino á au- mentar el sufrimiento, tanto más intenso por cuanto obraban sobre corazones ya lacerados, y tanto más lamentables cuanto han sido de colegas 4los que la Academia debió muestras de leal y fructuoso concurso en sus penosas tareas. Siete pérdi. das en solo un año, y fueron éstas, las de dos académicos nu- merarios, los Dres. D. Félix Giralt y D. Fernando Páez, y de cinco correspondientes, los Dres. D. Juan Guillermo Draper, D. José de Argumosa, D. Federico Prats Grau, D. Manuel Ruiz de Salazar y D. Domingo Rosaín. —El Dr. D. Félix Giralt, miembro fundador de esta Acade- mia y Catedrático de nuestra Universidad Literaria, en la que tuvo á su cargo el desempeño de varias asignaturas, fué pri- mero mi discípulo, luégo mi buen compañero y el amigo de siempre. De clara inteligencia, de ilustracion no desmentida, se señaló en el magisterio por ese don especial del cielo y que en manera alguna se adquiere con la educacion; el de desper- tar en sus discípulos el entusiasmo, la noble emulacion y el amor al arte, sin el cual, como dice Hipócrates, no puede amarse á los hombres. Estuvo al frente de un periódico de medicina en el que vieron la luz muchos artículos suyos de provechosa práctica y nutridos de buena doctrina. La muer- te le sorprendió aún en edad temprana, cuando precis:mente por el nombramiento que le hiciera el Supremo Gobierno de 14 catedrático propietario, se había aumentado, si cabe, su entu- slasmo por la enseñanza. —El Dr. D. Fernando Páez y Gonzalez, académico funda- dor y ex-numerario de la Seccion de Farmacia, fué de luces claras, y sus conocimientos vastos y profundos se conocieron bien en el desempeño de las asignaturas que tuvo á su cargo por largo tiempo en nuestra Universidad; y la notable reputa- cion de honradez que conquistara, débesela 4 la escrupulosi— dad y atencion que prestara en la confeccion de las prepara- ciones farmacéuticas que se le encargaban. —El Dr.D. Juan Guillermo Draper, profesor en la Uni- versidad de Nueva-York, era uno de nuestros más antiguos académicos correspondientes. Inteligencia gigante, dió abun- dantes pruebas de su vasta y sólida instruccion en los variados y múltiples trabajos que empezó á publicar desde su juven: tud, siendo entre ellos los más notables, un texto de Fisiolo- gía humana; la Histovia de la guerra civil en América, la del desarrollo intelectual de Europa, muchas veces relmpresa y traducida á casi todos los idiomas europeos; la Historia de los conflictos entre la ciencia y la religion, y muchas otras memorias sobre ciencias físicas y naturales, cuyos estudios, como él mismo dice en una de sus obras, fueron siempre el objeto predilecto de su atencion. La muerte del Dr. Draper deja un vacío difícil de llenar, no sólo en la Universidad de Nueva-York y en esta Academia, sino tambien en el número de los sabios contemporáneos. —De lamentar es tambien y mucho la pérdida que hemos tenido con el fallecimiento del Dr. D. José de Argumosa (pa- dre) Profesor ilustrado y de claro ingenio, ejerció la medici- na con entusiasmo, asíen los campos de esta Isla, donde al- canzó celebridad por su saber y por más de un acto de des- prendimiento, como en esta capital, donde sus consejos eran oidos con respeto, como emanados de una larga y provecho- sa experiencia. Activo y laborioso dedicaba el tiempo que el dejara su numerosa clientela, ya al estudio, ya á la pintura al óleo de que era más que mediano aficionado, ya tambien á la 15 investigacion de medios para evitar ó minorar los males endé— micos que nos afligen y alejan de la isla 4 muchas notabili: dades científicas y nos quitan brazos para la agricultura y la industria, únicas esperanzas de bien estar futuro. Si sus pro- yectos no realizaban sus aspiraciones, serán siempre testimonio de la noble intencion que los creara. —Al Dr. D. Federico Prats Grau, muerto en Barcelona en Noviembre del año próximo pasado, lo contábamos en el nú- mero de nuestros apreciables correspondientes, por su laborio- sidad, inteligencia é instruccion reveladas en varios y muúlti- ples trabajos que publicó; entre otros, un Manual de falsifica- ciones bajo el punto de vista farmacéutico, un estudio sobre los medicamentos galénicos bajo el punto de vista de la uni- formidad de su composicion, sí que tambien como director y fundador del periódico “El Laboratorio” y del Tratado de Farmacia operatoria de Fors y Cornet: su muerte sin duda ha sido para la ciencia, para la profesion farmacéutica y para las corporaciones á que pertenecía, una pérdida irreparable. —Con verdadero pesar recibió la Academia la noticia del allecimiento del Dr. en Medicina y Cirugía D. Manuel Ruiz de Salazar, su socio correspondiente, ocurrida en 30 del próximo pasado Marzo en la villa y Córte de Madrid, Húbole acorda— do por unanimidad este nombramiento, no solamente por la reputacion que disfrutaba ya entre los hombres de ciencia en esta Isla, sino por la monografía de los baños de Ontaneda y Alceda que acompañaba á la solicitud del ingreso, segun lo disponen nuestros Estatutos; trabajo, que á juicio de la co- mision encargada de estudiarlo, estaba dotado de un incom- parable mérito cientifico, Era miembro de varias corporacio- nes, autor de algunas obras literarias, desempeñando tambien, con general aplauso, cargos, servicios públicos y comisiones científicas. —+El Ldo. Rosaín, en fin, nuestro académico correspondiente, fué hasta los últimos instantes de su vida investigador incan- sable. Sus males físicos y morales no lograron abatir un mo- mento la actividad de su espíritu, ni amenguar su laboriosidad 1%, A IN AAN 16 Al recordar la Academia con leal sentimiento á estos dis- tinguidos miembros cuya desaparicion la priva de sus valiosos servicios, espera que la senda del amor desinteresado á la ciencia, de laboriosidad y de dignidad profesional, que ellos trazaron, será con provecho seguida por todos los que, consa- grados á la noble causa del saber, aspiran al recuerdo impere- cedero que han dejado en la memoria de los que supieron apreciar sus virtudes, RESUMEN DE LAS TAREAS EN QUE SE HA OCUPADO LA (CORPORACION DURANTE EL AÑO ACADEMICO DE 1881 A 82; porsu Secretario ge- neral Dr. D. Antonio Mestre. Excmo. Sr.—ÑREs. Una vez más, en la serie de años para mi transcurridos en el ejercicio de este honroso cargo, voy á tener que moles- tar vuestra atencion con el resúmen de las tareas en que se ha ocupado la Real Academia, como un deber reglamentario prescrito por el art. 38 de nuestros vigentes Estatutos.— Difí- cil es hacerse oir siu cansancio 4 quien no le es dado embelle- cer las cosas, sino exponerlas con un estilo monótono y des- provisto de aquellos adornos que 4 menudo las agrandan á los ojos de todos, aunque miradas de cerca no hayan cambiado de tamaño, ni sean por eso más o ménos importantes. Pero la verdad científica no ha menester de esos disfraces, sino de ser expresada con la mayor sencillez y claridad posibles; y los trabajos de esta Corporacion, que tienen por norma y objeto la investigacion de esa verdad, tampoco necesitan del lengua- je de la epopeya para que desde luéxo se comprenda la utili- dad que reportan en las distintas situaciones de nuestra vida social. —Debemos, pues, considerar solamente si en todo ó en parte se ajustan al principio formulado por uno de los más grandes filósofos de nuestros tiempos: “La Ciencia es el saber más útil.” 17 La cuestion más importante que en el transcurso de es- te último año ha ocupado la atencion de la Academia es la relativa ála enfermedad de los cocoteros, y no sólo por estar ligada íntimamente á nuestra produccion agrícola é industrial, sino por el interés que han sabido comunicarle en animados debates nuestros distinguidos compañeros de la Seccion de Ciencias Físicas y Naturales. Nombrada en el año anterior una Comision que investigase la causa del mal y señalase su remedio más oportuno, ha llenado su encargo de una manera bastante satisfactoria con el informe presentado por el Dr. Ramos. Débese, segun éste, la enfermedad y muerte de los coco- teros de la Isla de Cuba ála presencia, en su yema terminal, de un hongo microscópico, que por el hecho de situarse en el centro vital de la planta, empieza por destruir las sustancias orgánicas que constituyen la parte más importante de su Ór- gano más delicado, apropiándose sus elementos nutritivos; Operacion que lleva á cabo en poco tiempo, vista la procrea- cion por millares de los esporos de dicho hongo, que en bre- ve se convierten en otros tantos fungi completos y, como consecuencia precisa, en otros tantos chupadores que aniqui- lan la planta y llegan á matarla por consuncion, apareciendo en ella, inmediatamente despues, una fermentacion debida á bacterias especiales que apresuran la descomposicion pútrida, con la fetidez caracterísca que la acompaña.—El remedio pro- puesto contra el Uredo cocivoro, nombre que ha puesto el Dr. Ramos al parásito mencionado, el único tratamiento, es tron- char por su cima los individuos muertos ó sospechosos y que- mar el trozo para que no se propague el mal. Ante el parasitismo vegetal, que en estas cuestiones etio- lógicas señala el rumbo de la ciencia y 4 que se inclinan los Sres. Poey, Gundlach, Vilaró y Orús, no es extraño que se al- zara reclamando sus fueros el parasitismo animal, que ha en- contrado en el Dr. Gálvez un elocuente defensor: atribuye en efecto todos los estragos á un insecto hemíptero, del mismo género que la guagua destructora del naranjo, con la diferen— T. XIX.—3 18 cia que ésta es oblonga y muy prolongada, miéntras que es elíptica y casi redonda la del coccus cocívoro vandálico, deno: minacion con que el Dr. Gálvez distingue al voraz parásito, porque se alimenta del coco y lo destruye, 4 la manera que los vándalos, en pasados siglos, se desbordaron por las nacio— nes meridionales de Europa para aniquilarlas: el insecto rom- pe con su dardo la tierna epidérmis del tronco; deposita allí el jugo ó humor segregado por la glándula que existe al pié de dicho dardo, jugo 4 humor, probablemente de naturaleza acre, que produce una inflamacion ulcerosa, cuya secreción alterada sirve de alimento á las muy numerosas y pequeñas larvas del insecto; y el inmenso número de esas ulceraciones, y 8u repeticion en la parte libre del tronco, debajo de cada peciolo, es lo que al fin acaba por determinar la destruccion completa del cocotero invadido. Divídese el tratamiento en curativo y profiláctico, siendo este último mucho más impor- tante para atajar de una vez la propagacion del mal que con tanta rapidez como extension se viene efectuando: la limpieza escrupulosa del vegetal enfermo de todas sus partes secas, la aplicacion ó irrigacion desustancias parasiticidas, y por último, cuando todo el bulbo esté atacado, cortar la mata y quemar aquél, porque alli puede haber algunas crisálidas que irán á llevar sus gérmenes destructores á otros individuos sanos. A favor del parasitismo vegetal, y despues de hablarnos del cocotero en Ceilán, cuyo peor y más nocivo enemigo es el escarabajo rojo, que en estado de larva devora la mejor sus- tancia de la planta, siendo en muchos casos la caida de su co- pa la primera señal de la presencia de aquél, daño contra el cual no hay otra medida salvadora que arrancar y quemar los árboles invadidos hasta reducirlos á cenizas, —el Sr. Orús ha reforzado los argumentos que apoyan dicha causa patogené- sica, haciendo ver que la putrefacción de la yema terminal de los cocoteros enfermos es anterior á la aparicion de las lar- vas de los insectos, y que la fermentacion pútrida presenta dos etapas: la primera consiste en la aparicion de bacterias y mucedíneas, que desprovistas de clorofila absorben el oxige- AA e 19 no dle las sustancias que van á fermentar; y la segunda, en la presencia de infasorios del órden de los vibriones, que son los que provocan la citada descomposicion. Además, los hongos son vegetales desprovistos de esa clorofila 4 expensas de la cual respiran, tomando sobre las plantas en que viven uno de los elementos de su respiracion, y de aquí la coloracion ama- rilla de las hojas, mucho más fácil de explicar por la accion de un uredo que da lugar en ellas al aspecto de la herrum- bre. Colocándose el Sr. Montejo en un punto de vista más extenso y complicado, necesita nuevos datos sobre el asunto, hasta que se determinen las causas que presiden al desequili- brio orgánico en la planta y son las que concurren á la forma- cion y presencia de ese fatal organismo vegetal ó animal; re: cordando que, en un centro donde predominan los nitratos orgánicos, bajo favorables condiciones físicas, suelen desarro- llarse parásitos vegetales, y que, bajo de ciertas fermentacio- nes pútridas con desprendimientos amoniacales, suelen apa- recer las bacterias y las mónades. No considerando el problema como definitivamente re. suelto, echa de ménos en él el Dr, Finlay Ja comprobacion experimental, —y á esta exigencia se ha asociado el voto del Dr. Montalvo, —ya para cerciorarse de que en los cocoteros sanos, fuera de la zona invadida por la epidemia, jamás se en- cuentran uredos de la especie observada, ya practicando con ellos inoculaciones, ingertos 6 trasplantaciones, para averiguar si su desarrollo en los individuos al estado de salud reprodu. ce la misma enfermedad, si bien esa demostracion experimen- tal va envuelta en las más graves dificultades, corriéndose el riesgo de llevar la enfermedad á donde no existe, sin estar seguros de poder contrarestar á voluntad su marcha invasora. He ahí rápidamente trazada la historia de una discusion sin duda memorable en los anales de la Academia. Es verdad que la cuestion no está resuelta, pero está cientificamente for- mulada, lo que es un gran paso para alcanzar el resultado que se desea. Es verdad tambien que hay diversidad de parece- 20 res tocante á los medios que deben aplicarse para combatir el daño; pero todos están de acuerdo en la importancia etioló- gica de los parásitos, particularmente de orígen vegetal; al- gunos piensan que la existencia de esos hongos puede depen” der del empobrecimiento de la vegetacion por faltas del cul: tivo; y otros, con el Dr, Rodríguez, reclaman el estudio del medio en que vive el enemigo, porque modificado convenien- temente, sucumbirá aquél pronto, y cada animal muerto pro- pagará sucesivamente su estado molecular á todos los demás; y todos creen que si en ciertos casos es posible evitar el mal, abonando y mejorando los terrenos hasta ponerlos en condi- ciones propicias al lozano desarrollo de la planta, que si en ejemplos leves y aislados será útil el empleo de sustancias parasiticidas capaces de destruir los uredos, pot ahora, dada la gravedad del suceso, lo más acertado es la aplicacion gin demora del hacha y del fuego á cuantos estén invadidos del mal, del mismo modo que tuvieron los rusos que destruir y quemar los pueblos diezmados por la peste, para evitar la propagacion de este azote, no siendo aún conocida con toda certeza la materia del contagio ni su modo de trasmision. Al Dr. Ramos ha merecido tambien la Academia unos apuntes botánicos sobre el vegetal africano Cola, Sterculia 0 Cola acuminata, cuyas semillas estiman en mucho los natura les de Guinea por sus propiedades tónicas, permitiendo su análisis químico colocarlo al lado del café, pues contiene un alcaloide cristalizable, como la teína ó la cafeína, á que puede atribuirse el insomnio provocado por el decocto de las simien- tes, que por otra parte, á diferencia del Coffea arabica, no encierran tanino. Aclimatada en las islas de Trinidad y Ja- maica, podría introducirse y naturalizarse en esta Isla, en don- de tal vez se le encuentren propiedades terapéuticas superio— res á las de sus congéneres, lo que sin duda despierta en el ánimo la necesidad de un centro de aclimatacion para el cul- tivo de plantas exóticas útiles á las artes, á laindustria y con especialidad 4 la medicina, sobre todo si se recuerda que las tres cuartas partes de esos vegetales provechogos que crecen 21 da en nuestra Isla, como la caña, el tabaco, el arroz, el café, el: maíz $c,, son exóticos; y ya que nuestra Flora médica está todavía por estudiar, debiéramos imitar á la previsora Albion en el cultivo en grande escala de las quinas, ipecacuanas y otras plantas medicinales, que entónces lograríamos frescas y 4 precios cómodos. La comunicacion que acabamos de citar fué apoyada por el Dr. Rocamora, aduciendo que del mismo modo que en el cafó, existe en el Cola un aceite fijo que contribuye al desen- volvimiento de los principios excitantes preformados en los tejidos de la planta. Si hace un instante hemos hablado de los estragos que los pequeños organismos vegetales determinan en las plantas, asociándose á ellos otros organismos correspondientes al reino animal, acaso no parezca transicion demasiado violenta el detenernos ahora á considerar las consecuencias de los pará— sitos en el interior del hombre. En un sujeto atacado de he- mato-quiluria pudo el Dr, Rodríguez, examinando su sangre, descubrir dos ejemplares vivos de la filaria; así como en una enferma en que le acompañó el Ldo. Coronado, repetidas ob- servaciones le permitieron hallar los caractéres de un cuerpo elíptico, muy parecido al óvulo del tricocéfalo, descubierto en la orina, y en los coágulos de la sangre un entozoario dis- tinto de la filaria, con tres centimetros de largo, notándose cierta periodicidad y alternativa en los fenómenos de la circu- lacion capilar periférica, relacionados con el desarrollo de la filaria, que pudieran servir para el tratamiento, de tal modo, que cuando hay óvulos no hay lombrices y vice-versa, y sien- do de importancia terapéutica fijar las fechas en que se veri- fica el desove. En las consideraciones acerca de algunos casos de filariósis observados en la Habana, por el Dr. Finlay, fácil ha sido ver que no siempre constituye una verdadera enfermedad, pues persiste durante varios años con un estado aparente de salud satisfactoria, sino más bien una oportunidad morbosa, de tal suerte que todas las afecciones producidas por su influencia, e 22 que es puramente mecánica, pudieran presentarse con inde- pendencia de la filaria, á la cual se asocian la quiluria, la hema- turia, la anemia, la tuberculósis, la elenfantiásis duc., y su estu— dio proporcionará nuevas interpretaciones de otras condiciones morbosas, como por ejemplo la embolia y trombósis, sin que por esto deba aceptarse la inocuidad directa del parásito cuan- do la filaria adulta invade el corazon y los vasos sanguíneos, Pero no son solamente los parásitos interiores los que en gran peligro ponen la vida del hombre, que muchas veces vie- nen á posarse sobre él insectos que con sus picadas infiltran en su sangre la enfermedad y la muerte. Figura entre éstos, para el Dr. Finlay, nuestro mosquito, cuya hembra es acusa- da esta vez de trasmitir la fiebre amarilla: la disposicion de sus lancetas se adapta muy bien para que retengan partículas suspendidas en los líquidos que el insecto ingiere y por lo tanto el vírus contenido en una sangre enferma, con el cual inocula despues á las personas en quienes haga en lo sucesivo penetrar su trompa. La experimentacion directa se ha redu- cido á cinco tentativas de inoculacion con una sola picada, las cuales dieron por resultado: un caso de fiebre amarilla benigna, pero perfectamente caracterizada con albuminuria é ictero; dos casos calificados de fiebre amarilla abortiva por los facultativos de asistencia, y dos de fiebres efímeras ligeras, sin carácter definido. Js evidente que, como lo advierte el mismo autor de los experimentos, débese aplazar el juicio respecto á la eficacia de esa inoculacion por medio del mosqui- to para cuando sea posible practicar los ensayos en circuns. tancias absolutamente decisivas, esto es, fuera de la zona epidémica; entre tanto, lo único que corresponde es tomar no— ta de unas observaciones que cuando ménos demuestran el in- terés con que enla Academia se han mirado, desde el princi- pio de su fundacion, todas las cuestiones relativas 4 la más importante de nuestras enfermedades endémicas ó sea la fiebre amarilla. _Y una prueba más de ese interés y de esa importancia la encontramos en el trabajo del Dr. Santos Fernández acerca A PAS 23 de la pérdida de la vision en dicha dolencia: es ósta una de las pocas en que no se haya aplicado el oftalmoscopio, en lo cual estriba cabalmente el mérito de los tres casos observados por el mencionado académico, sin que se acusara en ninguno de ellos alteracion alguna en el interior del ojo; en todos pre— cedió la anuria á la amaurósis, que se considera como uno de los síntomas prodrómicos de la uremia, y ála que es natural preguntarse si será debida la pérdida dela vista;—casos que se hacen todavía más instructivos sise les confronta con las alteraciones que en los capilares ocurren en el atacado de fie- bre amarilla, ó bien en aquellos otros de hemorragias múlti- ples de la retina y placas blanquecinas cerca de los vasos en- contradas en las afecciones sépticas, —y recordados muy oportunamente los primeros por el Dr. Finlay, y los segun- dos por el Dr. Montalvo. En materia de Cirugía se ha dado lectura en dos de nues- tras sesiones á una Memoria del Dr. D. Joaquin Zayas y á dos observaciones del Dr. D. Ignacio Plasencia, que, aunque actualmente no se cuentan en el número de nuestros socios, han favorecido á la Academia con sus trabajos. El primero de éstos se refiere 4 la uretrotomía externa. Traza el Dr. Zayas, con algunas observaciones por él recogidas, en un in- teresante paralelo las vicisitudes por que han pasado los dos procedimientos quirúrgicos recomendados por Reybard en Francia y Syme en Inglaterra: al porvenir estaba reservado condenar la práctica del operador francés y demostrar las ventajas y la inocencia de la del práctico de Edimburgo: he- morragias terribles, extensas infiltraciones de orina, acompa— ñan ó siguen á las grandes incisiones hechas de dentro á fuera, miéntras que nada semejante tiene lugar con las que se prac- tican de afuera á dentro. La observacion del Sr. Plasencia, relativa áun sarcoma mie- loideo, es la historia de una reseccion completa del maxilar superior derecho, en que se empleó el procedimiento opera- torio de Maisonneuve y Bauchet. El otro caso es de ingerto epidérmico y dermo-epidérmico en 24 un jóven que ofrecía en la pierna izquierda una úlcera exca- vada en su centro, de bordes irregulares y salientes, con una supuracion abundante y que databa de cinco meses. Ll re- sultado fuó tan brillante, que no puede ménos de aconsejarse para circunstancias análogas un procedimiento que constituye seguramente uno de los grandes progresos de la cirugía mo- derna. En órden á la Higiene Pública, y además de los valiosos servicios prestados por ja Comision permanente de vacuna» que con tanta decision sirven los Sres. Govántes y Machado, García y Beato, Valdés y Riva, vacunándose este último año á4 454 individuos y distribuyéndose 136 tubos con vírus,—nos concierne señalar ántes que todo el Reglamento presentado por el Dr. J. Torrálbas, 4 nombre de la Comision respectiva, para cumplir con el encargo hecho á la Academia por el Gobier- no General: está destinado á establecer en la Habana un Cen- tro general de Vacuna, en relacion con sub-centros fundados en cada una de las otras provincias, tomando por punto de partida el que rige en la Península y haciéndolo aplicable á las peculiares condiciones del país. Despues de la discusion á que diera lugar semejante documento, inclinóse el ánimo de los más, á que, de acuerdo con lo quese verifica en Madrid» fuese la Comision de Vacuna de esta Real Academia el centro general y oficial del Cuerpo de Vacunadores de la Isla, aun- que sin hacerse cargo de la inspeccion de los centros particu: lares que llegáran 4 establecerse. En la última sesion nos entretuvo el Dr, L. Cowley con un asunto que no podía ménos de despertar la contradiccion en otros señores Académicos: los Cementerios ante la Higiene contemporánea. Los trabajos de Bouchardat, Depaul y Martin, basados en nociones y hechos suministrados por las ciencias experimentales, han venido á modificar algo los prejuicios formulados contra las emanaciones nocivas de los cemente— rios: hay medios de evitar la alteracion del aire por los gases 6 los miasmas, y que se corrompan los gases que pasan por su suelo, difundiéndose por una parte aquéllos con la mayor ra- h 47 pa e pidez, transformándose otras veces en productos inofensivos, y no habiéndose observado tampoco de una manera perento- ria que los cementerios sirvan de sitio de predileccion á esos gérmenes morbosos, que por el contrario en el suelo se fijan y mueren; y la putrefaccion, léjos de prestarles mayor activi- dad, los segmenta y los destruye, cual sucede con la priva- cion del oxígeno. Por otro lado, miéntras las materias per- manecen suspendidas en la superficie del terreno, clarificada ya el agua á beneficio de una primera filtracion mecánica por los mil canales de aquél, oxídanse allí las sustancias orgánicas y pasando especialmente algunas al estado mineral y al de azoa- tos, bajo esta nueva forma en sí misma inofensiva se transfor= man en un elemento precioso de fertilidad; y al penetrar más adentro, se purifican y salen desprovistas de todos los gérme- nes fermenticibles, depuración que suministra una agua abso- lutamente sana; corroborándose este aserto con los análisis verificados en aguas extraídas de los cementerios y que han acusado exiguas rautidades de materia orgánica. La propo- —sicion terminal del Dr, L. Cowley,—-que las ciudades de los vivos con sus hospitales y sus cloacas, con sus inmundicias y eus lepras, sus miserias, sus excesos y sus vicios son, sin con- tradiccion, incomparablemente más repugnantes, más perni- ciosas y más mortíferas que las ciudades de los muertos, — á pesar de sus apariencias paradójicas—se halla amparada por la autoridad de higienistas contemporáneos. Hemos dicho que semejantes opiniones no podían ménos de despertar un juicio contradictorio, y al frente de los que abo- gan porque la enseñanza y las adquisiciones del pasado no han de ser letra muerta en los tiempos presentes, se encuen- tra el Dr. Ambrosio González del Valle, quien asevera que el problema es muy complicado, figurando de un lado las con- diciones del terreno, que se alejan más 6 ménos del tipo ape- tecido para las inhumaciones, del otro las cualidades del agua, subterráneas ó llovedizas, y más allá los fenómenos mismos de la putrefaccion en sus grados más Ó ménos nume- rosos y avanzados, —elementos que bien estudiados inducen T. XIX.—4 A 26 siempre la necesidad de situar los muertos 4 distancia de los vivos y para el mayor beneficio de éstos. Ni ha dejado la Academia de preocuparse con la aparicion de la gangrena hospitalaria en el establecimiento de San Fe- lipe y Santiago: los datos estadísticos suministrados por el Dr. Ambrosio González del Valle y las noticias sugeridas por los Sres. Plasencia, Castro, L. Cowley y Gutierrez, han dejado hasta ahora la convicción de que si la mortalidad por el men- cionado accidente es muy reducida, en cambio son bastante numerosos los casos en que se han malogrado las operaciones practicadas por los entendidos cirujanos de aquel hospicio, y han puesto una vez utás en evidencia las malas condiciones higiénicas de ese albergue de la clase trabajadora, que no só- lo ha menester de la vida, sino del expedito ejercicio de sus manos para sustentarla. Como trabajos dedicados á la Terapéutica, ó sea á los recur- sos que se emplean para asistir ó curar las enfermedades, figu- ran: una memoria del Dr. Oxamendi sobre las propiedades fármaco-dinámicas de la resina de guaguasí; un informe del Dr. Beato sobre las aguas minero-medicinales de la Isla de Cuba; otro sobre un Reglamento para el régimen facultativo - y administrativo de las aguas de Madruga, porel Dr. Díaz Albertini; otro de los Sres. Donoso y Benasach, relativo á unos cigarros pectorales de hierro; un informe del Dr. R. Cowley referente á un especifico profiláctico y curativo de la fiebre amarilla; y por último, las indicaciones del Dr. Ramos para el tratamiento de la hematoquiluria. El primero de dichos trabajos contribuye en cierto modo á completar la série de los que en años anteriores comenzó so- bre terapéutica indigena el socio 4ntes mencionado.—Emplea- da como un purgante enérgico por nuestros campesinos, el Dr. Oxamendi ha experimentado la resina del Laetia longifo- lia en pequeñas dósis, sirviéndose para esto de un elíxir y de una emulsion, y comparando sus efectos con los de la jalapa: comparte con otros drásticos la singular propiedad de no ma— nifestar gu accion purgante en algunos individuos, miéntras 27 que en otros es excesiva; y nuestro comprofesor la ha usado en casos leves, como catarros de las vías respiratorias y digesti- vas, ha precisado las dósis á que debe administrarse y la for- ma farmacéutica preferible, presentando algunos modelos de recetas, en una de las cuales se da la preferencia al jarabe de semillas de maní seco, Sirupus seminis Arachidis hypogew stc- catus, algo más estable que el de almendras dulces, áun cuan- do, para evitar que se descomponga, puede obtenérsele de mo- mento, sometiéndolo á la preparacion del Pulvis emulsivus del Dr. Enders. A consecuencia de una R. O. de 26 de Abril de 1881, p1- diendo noticias de todo género respecto á las aguas mínero- medicinales de la Isla de Cuba, ministró la Comision res- pectiva el informe á que en segundo lugar hicimos referencia. Por más que trabajos de esta índole exijan los esfuerzos reuni- dos de diversos profesores, médicos, químicos y naturalistas- con recursos disponibles para practicar los análisis, investiga, ciones y estudios necesarios en cada localidad y en los innu- merables manantiales; y en la imposibilidad de llenar debida- mente su cometido, contestando cada una de las preguntas formuladas por el Ministerio de Ultramar, —la Comision ba tenido que limitarse á dar una noticia, no muy exigua por cierto, de las aguas que más se conocen, gracias á los análisis de quimicos entendidos y á las observaciones recogidas por médicos ilustrados; suministrando además el Dr. Beato algu- nas indicaciones sobre la aplicacion y efectos curativos de las mismas, aunque Jamente el descuido en que yace nuestra Hi- drología médica, muy distante del alto lugar que en la cien— cia le corresponde. Redactado un Reglamento para el régimen facultativo y administrativo de las aguas de Madruga, por su actual Direc- tor, y en camplimiento de una R, O. de 7 de Junio, fué so- metido por el Gobierno General á informe de esta Real Aca- demia ántes de su remision al Ministerio de Ultramar. Aun- que por el dictámen del Dr. Díaz Albertini se le estimase ajus- tado á la necesidad de organizar la aplicacion de ese elemento 28 terapéutico y creyese la Comision que en él está previsto todo cuanto en semejante servicio pueda ocurrir, la Academia ha creido tambien, oido el parecer del Dr. V. B. Valdés, que di- cho documento debe inspirarse en el Reglamento general que rige en la Península, de modo que correspondan sólo al fa- cultativo la direccion médica y la percepcion de honorarios, no la explotacion y lucro de las aguas; que fuera de la tempo- rada oficial puedan éstas usarse bajo ciertas condiciones ra- cionales; y que además del médico Director, tengan facultad de dar consultas á los bañistas y de autorizarlos para usar de los baños de Madruga todos los profesores médicos del térmi- no municipal en que radican, definiéndose y limitándose la intervencion de los Directores con respecto á los que prefie- ran consultar ú otros. Hechas en el citado REN amento las modificaciones pres- critas, y dirigido de nuevo á esta Academia, veremos en una de sus próximas sesiones, por el informe encomendado al Dr. Castellanos, si en él se asocian debidamente las necesidades de la ciencia, los intereses de la profesion y los de la huma- nidad. A la Comision de Remedios Nuevos y Secretos se deben los dos últimos informes ya citados.—Consultada la Real So- ciedad Económica sobre el papel preparado por los Sres. Ló- pez Bahamonde y Gil para la confeccion de unos cigarros pectorales de hierro, por los que piden privilegio, quiso se oyera el voto de la Real Academia, á fin de averiguar si dicho papel, así preparado, puede ser nocivo 4 Ja salud; pero los ensayos hechos para acusar la presencia de aquel metal no han dado el menor resultado, ni quemados algunos fragmentos se ha desprendido» ningun olor aromático que revelase uno de los principios que se dice sirven para la preparacion; y co- mo por otra parte la Memoria no expresa las proporciones en que entran las distintas sustancias que constituyen el baño que se da al papel, y omite además la manera de operar, la Aca- demia ha estado de acuerdo en que si el análisis químico no ha revelado sustancias nocivas ú la salud, tampoco gozan los Ko 9 llamados cigarros pectorales de propiedades curativas, no sien- do en este concepto más útiles que los que habitualmente se emplean. El bálsamo-tintura Tonati-ya-capan, que segun el anuncio impreso que le acompaña, es un remedio seguro para la cura- cion de la fiebre amarilla, pulmonías, calenturas de todas cla- ses, inflamaciones de la sangre, cólera—-morbo, reumatismos, ataques nerviosos y epilépticos, contusiones graves, congestio- nes, etc., ha merecido la proteccion de una distinguida artis- ta, quien deseosa de hacer extensiva la accion benéfica de un remedio con el cual la salvaron de la fiebre amarilla los in- dios de Centro América, ha creido que el Ministerio de Ultra- mar debía influir con las personas competentes de esta Isla para que se le hiciera un pedido, asegurando que todo militar que lo emplee como preservativo, se verá libre de la fiebre amarilla y perniciosa. Pero los antecedentes en que se basa la solicitud carecen de todo valor cientifico, y tampoco se in- cluyen en ellos la fórmula del bálsamo, el modus preparand: _nilas observaciones que se hubiesen recogido y sirvan de punto de partida para la recomendacion del específico. Si en el origen de algunos descubrimientos aparece la casualidad como causa y fuente de la terapéutica, las condiciones en que esa casualidad se presenta van siendo mejor estudiadas con los progresos de la ciencia, y 4 medida que ésta avanza, se hacen ménos frecuentes los inventos atribuidos 4 aquélla por la ignorancia. Por otra parte, los asertos de que la fiebre ama- rilla y la perniciosa dependen de unos insectos que se intro- ducen por los poros, que en las localidades infestadas el sol aparece medio velado para extinguirlos, y que el Tonati-ya- capan es el único remedio contra tales enfermedades, porque introduciéndose tambien por los poros como el terrible insec- to, lo mata y destruye á la vez sus crias, que deposita en el tejido capilar, y desemponzoña la sangre, asertos son que no merecen ser discutidos seriamente; y la Academia, de confor- midad con el dictámen de la Comision de Remedios Nuevos y Secretos, formulado por el Dr, R, Cowley, ha creido que la AA, 30 autorizacion demandada no era de atenderse por hallarse en contraposicion con lo que dispone la legislacion vigente, ó sea la Ley de Sanidad del Reino. Al lado de esas visionarias cuanto interesadas tendencias, sirve de consuelo recordar los buenos resultados obtenidos por el Dr. Ramos en el tratamiento de la hematoquiluria por el Capsicum anuum L., vulgarmente conocido con el nombre de “ají guaguao,” ya en pildoras, ya en tintura, explicándose su Ac: cion por la propiedad que tiene, como el cornezuelo de cente- no, de obrar sobre las fibras musculares no estriadas de los vasos, directamente Ó por medio del sistema vaso-motor; con la inmensa ventaja de que esta solánea es mucho mejor sopor- tada por el estómago, actuando á la vez como un estimulante de las funciones digestivas y con una accion especial sobre los órganos más provistos de vasos sanguíneos. De los 21 informes ministrados por la benemérita Comision de Medicina legal, 8 corresponden á Jesiones corporales, 2 violaciones, 1 á infanticidio, 4 4 envenenamientos, 4 á enaje- nacion mental, 1 á honorarios facultativos, y 14 dignidad profesional. Abrió la marcha en la série de esos trabajos el Dr. Lebredo con el caso de un militar herido, en quien se presentaron ac— cesos de fiebre perniciosa, á consecuencia de los cuales falle- ció, insistiendo con este motivo el Dr. Montalvo en las rela- ciones que existen entre el traumatismo y la diátesis palúdi- ca, hasta el punto de ser el primero una ocasion parta que aparezcan las manifestaciones de la segunda.—En una herida penetrante de pecho, interesando el pulmon derecho, informó el Dr. Aguilera (hijo) que la muerte había sido consecuencia de una neumonía consecutiva y que tales lesiones son morta- les en la mayoría de los casos.—Verificada la autopsia de cierto individuo, que recibió una fuerte contusion en el crá- neo y en el cual atribuyeron los peritos el término fatal 4 una apoplegía cerebral, opinó el Dr. Riva que los coágulos hallados en el corazon y el derrame del pericardio fueron la consecuencia de una agonía lenta y que la muerte reconocía 31 por causa los golpes inferidos. —Efectuada la diseccion de las equímosis que ofrecía en la parte posterior de la cabeza y cuello el cadáver de una esclava, extraído de un rio, los ca- ractéres de dichas equimosis y la ausencia de los signos de la muerte por sumersion permitieron deducir al Dr. Mestre, contestendo al Juzgado, que el número y situacion de aqué- llas y de las contusiones no se prestaban á la sospecha de fic- cion.—Los síntomas observados en un sujeto herido en la frente, el tratamiento empleado y la terminacion por asfixia hicieron concluir al Dr. Fálvez que había existido un tétano traumático, como accidente posible de la herida y como cau- sa más inmediata de la muerte.—-En vista de las heridas si- tuadas del lado izquierdo de la cabeza en el agredido y en el dorso de la mano derecha del agresor, oido el parecer de los Sres. Vilaró y Torrálbas, estableció la Comision de Medicina Legal que el 1.2 no debió haberse hecho las lesiones por su propia mano, y que el 2. tuvo probablemente que abando- nar el arma durante la lucha, al asestarle su contrario aquellos golpes sobre el órgano que la sujetaba.—En un caso de con- tusion del cráneo y de suspension, faltaban los caractéres dis- tintivos de la muerte por este procedimiento, segun nos infor— mó el Dr. Núñez, ínterin el estado de la masa cerebral y la putrefaccion parcial del cuero cabelludo hacían sospechar que la extremidad cefálica fuera asiento de lesiones durante Ja vida.—Atribuida la muerte á una infeccion purulenta, de- mostró el Dr. Babé que las quemaduras que la precedieron eran graves, que el aniquilamiento producido por una abun- dante supuracion y la hipersecrecion intestinal explica la muerte en muchos casos de quemaduras, y que era gratuito aseverar la existencia de una infeccion no demostrada.—El mismo distinguido Académico, encargado de apreciar el tiem" po que tardó en curarse una mordedura del dedo medio de la mano derecha, hizo notar que casi desconocidos por com- pleto los caractéres de la lesion, las ' influencias diatésicas á que pudo estar sometida y las circunstancias en que se halló colocada, no era posible precisar, ni áun aproximada: 32 mente, el tiempo que le cupiera invertir para su curacion.-— En causa por violacion durante el sueño provocado por el cloroformo, dejó consignado el Dr. Torrálbas que sólo puede admitirse como un hecho excepcional que las inhalaciones del anestésico hayan podido determinar una congestion pulmonar tan persistente como la de la jóven estuprada; reforzando es” te parecer el Dr. S. Fernández con su práctica, pues habién- dolo administrado en más de-600 personas, nunca observó nada en los pulmones, y sí del lado del aparato diges- tivo. —Deseando saber el Juzgado de Guadalupe si el estado menstrual es un obstáculo para el reconocimiento de una mu- jer en la cual se trata de comprobar un estupro reciente, con- testó el Dr. Mestre que eminentes médico-legistas se pronun- ciaban en contra de ese exámen en semejantes circunstancias, que los rastros de aquel hecho pueden desaparecer ántes de los 12 dias, y que se debe ser muy reservado y prudente al interpretar los flujos más ó ménos purulentos de que son asiento los órganos de la mujer, toda vez que 4 menudo en las grandes ciudades ocurren litigios de ese género úvicamen- te dictados por.cálculos de interes y culpables especulaciones. - —A consecuencia de un infanticidio, varias fueron las pre- guntas enderezadas á esta Real Academia, concernientes á la realidad del parto, á la viabilidad del feto y al tiempo del em- barazo, contestándolas el Dr. Rodríguez en sentido de que el infanticidio no estaba probado, aunque existia alguna relacion entre el estado de la madre y los anexos del feto encontrado, que dejaba soshgchar, pero sólo sospechar, la existencia de un parto. AS En vista de las alteraciones orgánicas reveladas por la ne- cropsia y del análisis de las vísceras efectuado por los peritos químicos, llegóse á sospechar la existencia de un envenena- miento debido á una materia hipostenizante; pero los Sres: Rovira y García encontraron deficientes sus informes, porque en ellos no se consignan el órden de las operaciones llevadas á - cabo, los reactivos aplicados, los efectos producidos en aqué- llas y por éstos, y por último todos los antecedentes relativos á 29 Ue los trabajos practicados, no siendo por lo tanto posible respon- der á la cuestion propuesta acerca de si la muerte fué causada por alguna sustancia tóxica.—No ménos escasos de datos se hallaban los documentos relativos á un envenenamiento por el opio, ó sospechado de tal, por haberse encontrado un pomo conteniéndolo al lado del cadáver de un asiático. Advierte la Comision queá menudo es ésa una astucia de los criminales para alejar la idea de un homicidio y fijarla más bien en el sui- cidio, y concluye el Dr. GFórdon que la Academia debe abste- nerse de abrir opinion firme en semejante caso, por no tener para ello los antecedentes que $e necesitan. —Suscitanse. las sospechas de que cierto individuo haya sido victima de las sustancias tóxicas propinadas por su médico; pero oido el in- forme del Dr. Castellanos, todo concurre é favor de la idea de que aquél falleció á consecuencia de una fiebre biliosa, con fenómenos cerebrales y torácicos; y el análisis químico, con todas sus reacciones negativas, aleja tambien y enteramente los indicios de un envenenamiento.—Tres asiáticos comen de una “picuda manglanera”: uno de ellos failece, y en los otros dos se desarrollan los síntomas de la ciguatera; pero la autop- sia del primero revela alieraciones correspondientes á una tuberculósis pulmonar avanzada, y el Dr. R. Cowley conclu- ye que el pez toxífero contribuyó á que fuese más pronta la muerte, en razon de ser un hecho comprobado que cualquie- ra causa de agotamiento puede precipitarla en la tísis tuber- culosa. Pasemos abora 4 las cuestiones anexas al estado mental.— . Admitida la locura intermitente en un procesado por hurto, fué de parecer el Dr. Riva que aquélla no estaba fundada en los antecedentes del sujeto, que su aparicion tenía mucho de inesperada, y que para resolver el caso se requería una obser: vacion más prolongada, ya por nuevos peritos, ya en un asilo especial, —Los testimonios de varios lugares en una causa por rapto, aunque aseverando la enajenacion mental, no fueron considerados como suficientes por el Dr. Núñez para aceptar- la incontinenti; porque, ó eran de admitirse en un todo los 1) XIX,—Ó a o E e A A A A =S DAS O AN «e DE 3d atestados facultativos, y eutónces, partiendo de ellos, habría que aceptar la existencia de una vesania, é inútil sería el jui- cio de la Academia; ó no deben admitirse como únicos datos para el dictámen que se solicita, y en este caso, que es el que únicamente puede adoptarse, se hacen necesarias la obser— vacion detenida del procesado y la hoja clínica llevada con. toda escrupulosidad y esmero, —En atencion ¿ la historia médica de cierto individuo, pudo el Dr. Mestre concluir sin reservas de ningun género que aquél era un demente con síntomas de parálisis, que sd demencia era la consecuencia de una afeccion orgánica del cerebro, y que, en el grado á que había llegado, el que la padece está de hecho incapacitado para la direccion y gerencia de sus negocios.—Al investigar— se si un homicidio fué perpetrado bajo la influencia de la enajenacion mental, atendiendo á la falta de encadenamiento entre el acto y la manía instintiva diagnosticada por los peri- tos, al hecho estudiado en sí mismo y á las declaraciones del procesado, infirió el Dr. Valdés que habia existido un móvil, ciertas relaciones amorosas que despertaron la animadversion entre dos personas, exaltándose Ja una hasta el punto de cau- sar la mnerte á la otra, lo que no co"stituye sino un ejemplo más en la historia de las pasiones, que A frecuencia AS tran á los actos más violentos é inmorales; 1,90, Pues, una hdr que a experiencia de todos los dias reconoce 2% SN cd fciente para explicar la agresion.—Este informe dig Ju % un interesante debate, en el cual el Dr. Plasencia disertó so- bre las dificultades á veces insuperables para marcar los lími- tes que separan la razon y la locura; y el Dr. Montalvo sobre las alteraciones del encéfalo y las diferencias de cráneos que se observan en los criminales congénitos y consuetudinarios. La moderna psiquiatria tiende á apartarse cada vez más de sl AO eE a al estado absoluto de a : estos d menudo son responsables, con una responsabilidad relativa se entiende, de muchos actos que cometen y son penados por las leyes; ;y sien un tiempo los tribunales miraban con cierto recelo el dictámen de los 30 médicos, acusados de declarar siempre locos á no pocos crimi- nales, cuando en realidad salvaban á no pocos locos tenidos exclusivamente como tales delincuentes, en el punto de vista en que trata de colocarse la Medicina moderna respecto á enajenacion mental, todo recelo tiene que desaparecer por fuerza, en atencion á esa responsabilidad relativa que en cier- tos locos se acepta. Por último, en un informe del Dr. Machado referente á ho- norarios, tuvimos la satisfaccion de ver que se calificaban de verdaderamente módicos los reclamados por un profesor que había prestado servicios médicos y quirúrgicos á alguna dis- tancia del lugar de su residencia;—y en otro trabajo del Dr. Donoso, sobre honorabilidad profesional, resistiéndose cierto farmacéutico á preparar las fórmulas de un facultativo en un caso de fiebre perniciosa y cuando en la localidad no había otro que prestara su asistencia, se deduce que es preciso san- cionar como principio que los farmacéuticos en el ejercicio de su profesion están obligados 4 despachar las recetas de los profesores de Medicina y Cirugía, reconocidos como tales, siempre que las fórmulas se encuentren en las dósis y combi- naciones recomendadas por la ciencia. A consecuencia del ingreso de algunos socios, ya en la ca- tegoria de numerarios, ya en la de corresponsales, tienen que ocupar muy distinguido lugar en nuestro resúmen sus dis- cursos inaugurales y obras presentadas con ese objeto, del mismo modo que las respuestas é informes á que dieron lu- gar. Ocupóse el señor licenciado D. Francisco Torrálbas en el estudio de los diversos desinfectantes, concluyendo por ma- nifestar que los que gozan de propiedades más enérgicas sue- len ser perjudiciales á la economía animal, y es necesario por lo tanto emplear cuerpos ó medios que destruyan los produc- tos infectos con prontitud, pero sin causar perturbacion algu- na en los órganos respiratorios; y llamando la atencion el Dr. Zamora, en su respuesta á nombre de la Academia, hácia un nuevo desinfectante que le parece destinado á sustituir á to- dos los conocidos, á ser cierto los ensayos que con él se han 36 practicado: su olor suave y agradable, su completa inocuidad y la facilidad de obtenerlo claro, son ventajas que dicen muy en favor del éter nitroso y de la necesidad de llevar sus apli caciones al terreno de la práctica. En la obra de Termometría médica, remitida á la Real Academia por el Dr. D. Nicolás es y Abaytua, resl- dente en Madrid, con opcion al título de socio corresponsal,. segun el informe redactado por el Sr. Franca Mazorra, encon- tramos allí expuestos con claridad y sencillez de lenguaje los problemas más árduos referentes á un medio de investigacion que ha venido á enriquecer los datos de la Clínica con precio- sos elementos sobre cl diagnóstico, pronóstico y tratamiento de las enfermedades, llenaudo además el vacío existente en nuestra literatura médica contemporánea. El tratado de Higiene Naval que ha abierto las puertas de esta Academia, tambien en el rango de los corresponsales, al Dr. D. Angel Fernández Caro y Nouvila, no es un libro ba- nal, sino instructivo y de agradable lectura; una exposicion bastante completa de los medios más adecuados de conservar una tripulacion sana y vigorosa en medio del vasto océano, léjos de la familia y con la amenaza acaso de una enfermedad, de la que no es posible evadirse y que arrebata cada dia nue- vas víctimas. Fué obra del Dr. L. Cowley el informe que acer- ca de dicho libro hubo de presentar la Comision respectiva. Los trabajos del Sr. Conde de Lubawsky sobre muchos ca- sos de homicidio cometidos por sujetos que padecían de distintas formas de locura, sobre la produccion del hierro en el Inperio Ruso y sobre el tipo del gato doméstico, merecieron ser informados favorablemente por el Dr. Landeta. Anunciemos ahora en este capítulo que durante el próximo año académico tocará á los ilustrados socios numerarios, aún de reciente ingreso en la Seccion de Ciencias Físicas y Natu- rales, Sres. Orús y Sáenz Yáñez, presentar sus discursos inaugurales, y no dejarán sin duda sino plenamente satisfechas nuestras esperanzas. Citaremos, en fin, algunos otros estudios, que auncue tain- AI a a ca dád sd E a ME: q sol 1 JS > A e e Ñ' ¡ k ha ¿He de AS CN O” A e qa 08 HL A e A ad io A bas EE y : E TUN , E A + 4 Cd] Y A E TAS RD es y a p PARA la A > PA OR A MON A Ey MS dr ps A de MA PEDIA 37 bien de mucha importancia y comunicados á la Academia, no han sido leidos ni discutidos en su seno.—En el ramo de Es- tadística, los datos referentes 4 la mortalidad de la Habana en las diversas estaciones del pasado año de 1881, por nuestro socio de mérito el Dr. A. González del Valle;—el estado de- mostrativo del movimiento ocurrido en el Hospital de San Felipe y Santiago de esta ciudad durante dicho año, por su digno Director y nuestro socio numerario Dr. D. Emiliano Nuñez; —la Memoria del Dr. Ernst, miembro correspoausal en Venezuela, sobre el embarbascar, ó sea la pesca por medio de plantas venenosas;—el cómputo de las autopsias efectuadas por el Sr. Director del Necrocomio Municipal, Ldo. Obregon y Mayol;—las Consideraciones lexiológicas con motivo de algunos términos técnicos, por el Dr. Mestre;—y el Ensayo sobre la fiebre de borras en los niños, por nuestro socio co- rresponsal Dr. A, W. Reyes, que puede servir como núcleo é las investigaciones que en lo adelante se emprendan entre nosotros sobre la fiebre amarilla de los criollos: esta nocion encuentra necesariamente formidables adversarios; pero ella se va abriendo paso y la clínica se enriquece cada dia con nuevos hechos que vienen á corroborarla y á suministrar un conocimiento más exacto y positivo de la terrible endemia. La carencia lamentable de memorias con opcion á los pre- mios fundados por la Academia, —hecho que, si es de sentirse, se halla justificado por la dificultad de emprender trabajos científicos y de utilidad práctica, que no sólo resplandezcan por sus méritos literarios y su carácter exclusivamente críti- co, —nos exime de dar cuenta de ellos. —Concluyamos, pues, con la lectura del Programa de dichos premios para el próxi- mo concurso. PROGRAMA DE LOS PREMIOS PARA EL CONCURSO DE 1882 A 1883. Deseosa la Corporacion de facilitar en el mayor grado po- sible la presentacion de trabajos que opten á los premios anuales, y comprendiendo la necesidad que existe, sobre todo nadie A A RN o 38 entre nosotros, de dar la más grande amplitud para su des: empeño á los Sres. concurrentes, ha determinado dejar á la libre eleccion de éstos los asuntos que hayan de servirles de temas Ó proposiciones para las memorias; en el concepto de que se asignará el premio á aquella que sea considerada como superior á las otras por la importancia de su objeto y el modo de realizarlo, dándose siempre la preferencia á las que se dis- tingan por su carácter práctico ó sus aplicaciones á este país. 1. Premios de la Academia.—Habrá un premio para cada uno de los ramos siguientes: Antropología, Medicina, Cirugía Farmacia, Medicina Veterinaria, Fisica y Química, y Ciencias Naturales. No pudiendo la Academia recompensar dignamente los trabajos que promueve, cada premio consistirá en la cantidad - de cien pesos como un simple estímulo á aquellos; siendo, por otra parte, un buen antecedente para aspirar á las plazas va- cantes el haber sido laureado por la Academia. 2. Premio Zayas —Destinado al autor de la mejor memo- ria que desenvuelva la proposicion siguiente: ¿Es la fiebre amarilla una enfermedad que ha sido importada y que se ha hecho endémica en el país?—En sesion celebrada por la Aca- demia el 25 de Abril de 1869, acordó distinguir dicho pre- mio, que constará esta vez de doscientos pesos, en oro, con el nombre de su fundador el Dr. D. Juan Bruno Zayas, en prueba de la gratitud que le es debida por su generoso des- prendimiento. 3. Premio del Dr. Gutierrez.—En su sesion de 12 de Mar- zo de 1872, dispuso esta Corporacion anunciar al público la generosa oferta que hizo su Presidente el Dr. D. Nicolás J. Gutierrez, de la suma de ciento cincuenta pesos para premiar la mejor memoria que se presente y que en este concurso ha de versar sobre la Topografía médica de una localidad importante de la Isla de Cuba. 4. Premio del Sr. Goyri y Adot—Ha sido donada á la Academia por el Eucmo. Sr. D. Francisco Goyri y Adot la cantidad de un mil pesos para fundar cuatro premios de dos- 39 cientos cincuenta pesos, cada uno de los cuales se asignará anualmente á la mejor memoria que se escriba sobre enferme= dades de los países cálidos y con preferencia sobre la diarrea crónica. Sino hubiese concurrentes en el primero ó prime- ros años, en el concurso que siga se agregarán las sumas de los concursos anteriores al que tenga lugar. En sesion de gobierno celebrada el 11 de Mayo de 1874, acordó la Acade- mia hacer público este rasgo de generosidad; —y en el certá- men de 1874 4 75 fué acordado el primer premio al entendi- do profesor Dr. D. Enrique Dumont por su “Ensayo de Pa- tología médico-quirúrgica de Puerto-Rico.” 5. Premio del Dr. D. Ambrosio González del Valle. (1878) — Será de cincuenta pesos, en oro, con la publicacion del trabajo queen el concurso obtuviere la sancion académica, oido el voto de la Comision de Higiene Pública, desarrollando este tema: — Dada la mortalidad de los dos últimos quinqguenios en la Haba- na, determinar las causas probables de la diferencia que entre ámbos quinguenios resultase. 6. Premio Cowley. (1881).—Instituido por los Dres. D. - Luis María y D. Hafael A. Cowley, en homenaje á su señor padre el Dr. D. Angel J. Cowley, que entre nosotros se-signi- ficó de una manera tan marcada en la enseñanza de la Tera- péutica y en la Farmacología indígena; constará de cien pesos oro, y será discernido al mejor estudio sobre los efectos fisio- lógicos del Curamagúey prieto, Forsteronia corymbosa Mey. 7. Premio del Dr. D. Antonio María de Fórdon. (1881). —Será de cincuenta pesos oro, y los trabajos que opten á él versarán sobre la proposicion siguiente: “Influencia del plexo solar y gran esplénico en los quiliferos y linfáticos.” Podrá haber, además de cada premio, un accésit y menciones honoríficas. ns que aspiren á dichos premios se servirán dirigir sus Al "»mpañadas de un pliego cerrado que contenga el memorlas, au. ''sve escrito el lema que las distinga, al nombre del autor y 1. “oracion hasta el 1.2 de Abril Secretario general de la Corp. de 1883. 40 CONSIDERACIONES ACERCA DE ALGUNOS CASOS DE FILARIOBIS OBSER- vanos Es La Hañana, por el Dr. D. Cárlos Finlay. (Sesion DeL 26 marzo DÉ 1882.— V. pág. 470.) Sr. Presidente.—Sres. Académicos.—£Sres.:—La observacion de vérmes en el corazon y en los vasos sanguineos del hom: bre, aunque posterior al descubrimiento de la América, no es de fecha reciente; ofrecería, pues, algun interes averiguar si las razas primitivas del Nuevo Mundo tuvieron noticia de ese tenómeno. A falta de más sólidos argumentos que abonen esta conjetura, séame permitido señalar á más competentes investi- gadores la posible relacion entre remotas epidemias de filariósis cardíaca y la figura mitológica del célebre Tetzahuitl, cuyo nom- bre significaba espanto. Su estatua gigantesca sentada sobre un banco azul, de cuyos ángulos salían grandes serpientes, re- presentaba un hombre que llevaba en el cuello una garganti- lla de diez corazones humanos y alrededor de su cuerpo una gran serpiente salpicada de muchas figurillas de animales. A este dios se sacrificaban el mayor número de víctimas hu- manas, consistiendo el bárbaro sacrificio en abrirles el pecho con un cuchillo de piedra y arrancarles el corazon; para cuya operacion afirmaban la cabeza de la victima con un instru- mento en figura de slerpe enroscada. (Clavigero). En Europa, desde principios del siglo XVII hasta imedia- dos del XVIII, se consignan numerosas observaciones de vér- mes encontrados en las venas al practicarse sangrías, en los vasos mayores al hacerse las autopsias y en el mismo corazon. Veinte casos de la primera categoría, seis de la segunda y do- ce de la última, ha reunido Davaine en su Tratado de afeccio- nes verminosas; si bien es verdad que este autor, vbedeciendo á la general tendencia de rechazar todo lo que discrepa de nuestra experiencia personal, no titubea en calificar de vérmes ficticios los numerosos ejemplos que cita, 4 pesar de venir és- tos autorizados por médicos conocidos, que, muchos de ellos, aseguran haber presenciado los movimientos activos de esos vérmes y en un caso, el de Chaussat, declara el observador les 41 haber conservado vivo durante tres dias el entozoario que vió salir por la cisura de una sangría. El mismo Davaine, despues de manifestar que esas observaciones se refieren, sin duda, á concreciones sanguíneas que la credulidad y la igno- rancia han debido transformar en vérmes de la sangre, agre- ga que algunos de los hechos pueden, sin embargo, dejar du- das en nuestro ánimo, y quizás algun dia la adquisicion de nuevos datos permita considerarlos como verdaderos. Ese dia parece haber llegado ya, toda vez que se ha comprobado de- finitivamente la presencia frecuente en la sangre humana de hematozoarios vivos, cuyas formas adultas ó intermedias en algunas fases de su desarrollo bien podrían explicar los diver- sos vérmes sanguíneos descritos por aquellos autores de siglos pasados. ¿Será, pues, que la Europa, despues del descubrimiento de América, atravesaría sin saberlo una epidemia de filariósis? Por el año de 1868 un médico aleman establecido en el Brasil, el Dr. Wucherer de Bahía, descubrió en varias mues- tras de orina quilosa un helminto microscópico no descrito án- tes; en 1872 el Dr. Lewis de Calcuta encontró el mismo pa- rásito en la sangre de los que padecen la quiluria ó hemato: quiluria y tambien en otras enfermedades tropicales. En 1876 el Dr. Bancroft de Australia descubrió una filaria adulta ex- traida de un absceso linfítico y que remitió al eminente hel- mintólogo inglés J. Spencer Cobbold, quien la describió mi- nuciosamente en “The Lancet” (Oct. 6, 1877). Las formas microscópicas señaladas por Wucherer y por Lewis se consl- deran hoy como formas embrionarias ó larvales de la Filaria adulta descubierta por Bancroft y luégo encontrada por otros observadores en distintos países. En fin, el Dr. Manson de Amoy, en China, tras largas y bien dirigidas investigaciones, ha reunido una sórie muy extensa de observaciones de filaria humana y tambien de la canina. La frecuencia de ámbas fila - rias en China proporcionó al médico inglés numerosas oportu- nidades para sus estudios; él fué el que descubrió la periodi- cidad de la aparicion de la filaria en la circulacion capilar T, xIx,—6 42 cutánea, dando así la explicacion de muchos resultados con- tradictorios, y á él tambien se debe una teoría ingeniosa, por la cual el citado observador considera como una fase necesa: ria para la evolucion de la filaria, el tránsito de las larvas por el cuerpo del mosquito despues que éste ha chupado la san— gre en que se agitan aquéllas. Tengo motivos para no aceptar la teoría del Dr. Manson, motivos fundados, entre otras razo- nes, en el hecho de que las filarias observadas en la sangre de una de mis enfermas, habían adquirido un desarrollo que, se- gun la teoria en cuestion, sólo habrían de alcanzar en el vien- tre del mosquito. No puedo ménos que protestar, sin embat- go, contra la ligereza de ciertos autores, quienes, sin expe- riencia propia, califican de novela la teoria del Dr. Manson. Ienoraban siu duda que al helmintólogo Cobbold y á otros naturalistas esa explicacion parecía tanto más plausible cuan— to que ya respecto de otra filaria humana, la Filaria Medi- nense 0 Dracunculus, se considera demostrado que la larva en una de las fases de su desarrollo tiene que pasar por un pe: queño crustáceo, el cyclops, ántes de alcanzar las formas sexua- les necesarias para la reproduccion. A los nombres de Wucherer, Lewis, Bancroft, Cobbold, Manson, han venido á agregarse los de Salisbury, Sousino, Fayrer, Crevaux, Corre, Silva Lima, O'Neill, Araujo, etc., contribuyendo con su respectivo testimonio á corroborar los hechos señalados por los primeros descubridores y demostran- do la distribucion geográfica de la Filaria sanguinis hominis en la zona intertropical delas Américas, de la India, de la Australia y del Africa. Varios son los apelativos propuestos para designar el refe- rido parásito; séame, pues, permitido emplear el de “Filariósis linfo-sanguínea” para expresar la presencia en el cuerpo hu- mano de un helminto nematode, del género Filaria, cuya hembra alojada en algun punto del sistema linfático ó san- guineo, vierte sus embriones ó sus huevos en la linfa ó en la sangre para ser arrastrados álos vasos respectivos. No he dicho que la filariósis constituya una enfermedad, porque, en 43 efecto, no es el ménos sorprendente de los hechos averiguados respecto de la filaria linfo-sanguinea, el que su persistencia durante varios años pueda coincidir con un estado de salud, al parecer, completamente satisfactorio en el individuo que aloja y mantiene tal enjambre (1) parasitario. La opinion actual de los más competentes observadores parece considerar la fi- lariósis tan sólo como una oportunidad morbosa, si puedo ex- presarme así, que fácilmente da lugar á trastornos de la cir- culacion linfática ó sanguínea con el "consiguiente cortejo de fenómenos patológicos, propios del órgano ú órganos más di- rectamente afectados. Si esto es'cierto, deberá resultar que todas las afecciones producidas por la filariósis, ya que su ac- cion es puramente mecánica, podrán igualmente presentarse independientemente de la existencia de la filaria; si bien es probable que, aparte de la comprobacion directa del parásito en la sangre ó en las secreciones, no faltarán caractéres clíni- cos que permitan algun dia distinguir las dos categorías de CASOS. Este es, Sres. Académicos, uno de los puntos más esencia—- les sobre el cual deseo llamar vuestra atencion, porque mis seis ejemplos de filariósis, al compararse con otros casos de análogas enfermedades, en cuya sangre no he podido encon- trar la filaria, conducen á esa misma conclusion. He aquí el catálogo de enfermedades que cita el Dr. Fayrer en su intere- sante trabajo sobre la relacion de la Filaria Sanguinis Homi- nis con las enfermedades endémicas de la India, las mismas que ese autor y tambien Bancroft, Lewis, Manson, M. Leod, etc., consideran como probablemente asociadas ú la presencia de la Filaria: Quiluria, hematuria, anemia, tuberculósis, hidrocele con líquido lechoso, varicocele, tumores elásticos de la axila y de (1) La palabra “enjambre” ocurre naturalmente al contemplar esa" comunidad de filarias microscópicas tan numerosas, cuya incesante actividad entre los glóbulos san guíneos, sus formas asexuales y el número relativamente muy reducido de individuos adultos, sexuados, que las acompaña, involuntariamente recuerdan las comunidades de abejas con sus miles de trabajadores, sms machos en corto número y su hembra fecun= da única, en cada colmena. a EXTASTS ET REE INT al ] ; 44 la íngle, vejiguillas linfáticas que revientan en el escroto y abdómen, afecciones cutáneas (craw-craw), orquítis aguda, linfangitis febril, linfangítis erisipelatosa seguida de hipertro- fia cutánea (fiebre elefantoidea), elefantiásis del escroto y de la pierna, contraccion de los troncos linfáticos con dolores neurálgicos, absceso del escroto, de las glándulas del cuello (como en la escrófula), de los linfáticos del brazo y del mus- lo, abscesos intrapelvianos, ciertos esteatomas especiales de la cara, várices venosas, absceso cerebral y otras lesiones cerebrales. Larga lista, agrega el autor, que sugiere impedi- mentos al libre paso de los líquidos nutricios. Citanse ade- más la elefantiásis nevoides y simple, y varias otras afecciones del sistema linfático. Fayrer opina que el estudio de la filaria proporcionará nue- vas interpretaciones en otras condiciones morbosas, cita la caquexia tropical, la paraplegia y otros desórdenes nerviosos. La inflamacion de las serosas y mucosas gastro-intestinales, ciertas formas de diarrea y de disentería, el Beri-beri, la ana: sarca, la hidropesía, la albuminuria y la hematuria, dice, qui- zás como la quiluria reciban nuevas explicaciones. Los pa- decimientos vagos de forma crónica que suelen persistir en antiguos residentes de climas tropicales Ó sub-tropicales, qui- zás algunas veces dependan de la presencia actual ó pasada de esos hematozoarios. Señala, al concluir, ciertas formas de hi- drocele, epididimitis é inflamacion del cordon espermático y de sus dependencias, propias de los paises tropicales, cuya etiología mucho le han dado que pensar y que hoy parecen más fáciles de explicar, La tendencia de la sangre á formar coágulos fibrinosos durante su permanencia en los vasos vivos y en el corazon; los casos de embolia, de trombósis y de obs- truciones cardíacas y pulmonares; las obstruciones arteriales, venosas y capilares que determinan la muerte; casos de apnea, gangrena, reblandecimiento, ulceracion. La particular ten- dencia de la sangre en ciertos climas palúdeos, especialmente en Bengala, á formar coágulos fibrinosos en el corazon y en la arteria pulmonar, las más veces mortales, podrán hasta cierto 45 punto atribuirse á la misma causa, —por supuesto, no siempre, pero quizás en algunos casos. Esto no pasa de una indicacion que merece ser tomada en consideracion. ' En China, el Dr. Manson examinó la sangre de 670 indi- viduos, entre los cuales 195 estaban al parecer en buena salud, de cuyo exámen resultó 53 veces (11 p.S) la presencia de la filaria asociada con algun estado morboso, y 9 veces (43 p.S ) coincidió la filariósis con la apariencia de una salud completa. En la Habana no parece que se haya observado la Filaria Sanguinis Hominis de Lewis hasta los primeros dias del pre- senteaño, debiéndose atribuir esta tardanza, en gran parte, á nuestra ignorancia de la emigracion periódica del hematozoa- rio y de 8u ausencia de la circulacion periférica durante el dia, precisamente en los casos de quiluria y hematoquiluria en que primero se le había buscado. Excusaré, sin embargo, reproducir aquí las descripciones de la Filaria de Wucherer, Filaria Sanguinis Hominis y Filaria Bancroft, que ya figuran en todos los tratados recientes de Patología tropical, recomen- dando tan sólo á los que desean enterarse por completo del asunto, recurran directamente á la fuente y consulten los in- teresantes artículos que durante el último decenio se han publicado en “The Lancet” de Lóndres. En el mes de Diciembre de 1881, el Dr. D. Miguel Gordi- Mo, 4 cuya amabilidad debo el mayor número de mis obser vaciones de Filariósis, dirigió á mi consulta un caso de hema- toquiluria, cuya historia es la siguiente: el paciente, de raza blanca, natural de la Habana, de unos 35 años de edad y ca- sado desde un par de años, refiere, como recuerdo de su infancia, que entre Jos 7ú 8 años de edad, habiéndole su madre inyectado en la oreja izquierda agua caliente para ali- viarle de los dolores de oido que con frecuencia padecía, le salieron de dicha oreja unos 10 ó 12 gusanitos, cuyo tamaño describe como de 6 ó 7 milímetros de largo por 1 de grueso. Ha quedado un poco sordo y suele padecer aún dolores de oido y apostemillas, mas no ha vuelto á echar gusanos. Hay cinco años que viene padeciendo de hematoquiluria, Ñ de . E 3 % e 46 en la forma usual, La orina es generalmente clara por Ja ma— ñana y durante las horas de descanso, manifestándose la qui- luria Ó hematoquiluria cuando hace ejercicio. Nunca ha ex- perimentado impedimento en la emision. Los periodos de la hematoquiluria suelen durarle de unoá 3 6 4 meses, pasando luégo intervalos de varios meses y áun más, de un año, sin padecer dicho síntoma. Este enfermo sólo se presentó una vez á mi consulta duran- te el mes de Diciembre.—La sangre, examinada 4 las dos de la tarde, no contenía filarias vivas. La orina, recogida direc- tamente en un tubo de ensayo préviamente purificado con ácido sulfúrico concentrado y alcohol absoluto, 4 las pocas horas presentaba bacill: animados de movimientos espontá- neos y muchos vibriones que parecian atacar Jas hematias. Algunos parecían provistos de una cola. El paciente no vol- vió hasta el dia 9 de Enero de 1882; había entónces como 20 dias que la hematoquiluria había desaparecido, con agravacio- nes de los síntomas dispépticos que aún suele padecer en los intervalos. Le entregué dos placas y cubre-objetos, para que me trajera muestras de su sangre recogidas respectivamente á las 10 de la noche y 6 de la mañana, y en ámbas encontré, el dia siguiente, varias filarias microscópicas vivas, muy pare- cidas á las que ántes había observado en un perro y que tuve ocasion de presentar 4 VV. SS.—Desde esa fecha, cada dia pude observar en este enfermo la “flaria sanguinis” en la sangre recogida á las horas señaladas, y tambien he podido comprobar la periodicidad descubierta por Manson.—Al efecto obtuve del paciente que recogiera muestras de su pro- pia sangre cada tres horas desde las 6 de la mañana hasta las 9 de la noche, los dias 24 y 25 del mismo mes. Nunca han faltado las filarias vivas en la sangre de las 9 de la noche y 6 de la mañana, ni la he encontrado jamás en este caso entre las 9 de la noche y las 5 de la mañana. Con una ampliacion de 1,300 diámetros he encontrado en algunos ejemplares una estriacion transversal muy evidente, que parecía corresponder á la estructura muscular de la capa 47 externa. La boca de la filaria me ha parecido en este caso consistir en una ventosa retráctil, con la cual la he visto coger las hematias. Por el modo de moverse los glóbulos alrededor del cuerpo y rodar á veces delante de la boca, he inferido que deben existir filamentos 6 tentacula en la parte anterior del cuerpo. He visto en un ejemplar una abertura ovalada cerca del nacimiento de la cola,—supongo que sería la abertura anal; tambien he distinguido en algun ejemplar un tubo in- testiual lleno de materia granulosa, además de las granulacio- nes brillantes que siempre aparecen en el cuerpo de la filaria. Otro caso de hematoquiluria ligada con la Filariósis tuve ocasión de observar el mes de Febrero último en el Hospital Civil, sala de San José, á cargo de nuestro apreciable com- profesor el Dr. D. Cárlos Scull; mas la repugnancia de este enfermo á dejarse reconocer la sangre álas horas debidas, no me permitió comprobar directamente la filaria en la san- gre, sl bien es de inferirse, toda vez que encontré una filaria viva ón la única muestra de su orina que tuve ocasion de exa- minar. Este enfermo llevaba ya varios años de hematoqui- luria, con los intervalos usuales de meses ó años en que la ori- na vuelve á presentarse normal. El tercer caso de Filariósis asociada á la hematoquiluria que yo haya observado, fué en una morena que me dirigió el Dr. Nuñez Rossié. Esta enferma empezó á observarse la he- matoquiluria dos meses ántes de venir á mi consulta. Un mes antes había sentido dolores de cintura, sin fiebre. Dos placas preparadas con su sangre esa misma tarde, no presentaron filarias; pero sí las encontré vivas en dos placas que me trajo el dia siguiente, una de ellas correspondía á las 10 de la noche y la otra á las 6 de la mañana. Al otro dia por la mañana le tomé yo mismo la sangre y volvi á encontrar en ella filarias vivas. Por el mismo tiempo reconocí muestras de sangre tomadas á distintas horas del dia y de la noche en cuatro mujeres (una blanca y tres de color), que todas padecían de quiluria, he- maturia ó hematoquiluria, sin que hasta ahora haya yo podi: a il A 48 do encontrar la filaria en su sangre. Hay que advertir, sin embargo, que en una la orina presenta epitelio renal, tubos re- nales y leucocitos, lo cual parece indicar una nefritis crónica; otra padece la quiluria cada vez quese halla embarazada, desde el segundo mes hasta despues del parto; en la tercera y la cuarta la quiluria v hematoquiluria, que respectivamente presentan, son de fecha reciente. En vista de lo cual pudiera sospecharse que la quiluria y la hematoquiluria, suelen tam- bien ser simplemente sintomáticas de una nefrítis comun, ya primitiva, ya dependiente de la gestacion, y la observacion ulterior nos dirá si la filaria puede no manifestarse en la san- gre de los que padecen un primer acceso de quiluria, sino despues que haya trascurrido un tiempo determinado. Ninguno de los otros cuatro casos de Filariósis que tengo en observacion han padecido jamás de quiluria ni de hemato- quiluria, y sí ofrecen la particularidad de que dos de ellos co- rresponden á una madre y á su hija, y los otros dos á marido y mujer. Todas cuatro son personas de color. Todas además han experimentado manifestaciones objetivas Ó subjetivas en la piel. Una acusa picazon y siente como que le salen una infinidad de animalitos por los poros de la piel, sin erupcion visible; la hija de esta enferma presenta una úlcera linfática con edema en una pierna, y acusa una sensacion de hormigueo casl constante en la espalda; otro caso ofrece una erupcion papulosa muy evidente en todo el cuerpo, unas veces indolente y Otras acompañadas de mucha picazon y escozor, tiene ade- más en la pared posterior de la retro-boca unas granulaciones papulosas que ocasionan bastante incomodidad y fueron las que motiváron la presentacion de la enferma á mi consulta. En fin, el marido de la mujer objeto de esta observacion tiene igualmente la “filaria sanguinis” y presenta en las manos, brazos, piés y piernas un aspecto blanquecino, como si la piel estuviese polvoreada con cal, pero que en realidad proviene de que las escamas epiteliales se hallan levantadas y torcidas. Padece tambien accesos de fiebre intermitente, que fácilmente ceden á la quinina. 49 Tres de estos casos, á pesar de la presencia de la Filaria en su sangre, atienden á su respectivas ocupaciones, que suelen exigirles esfuerzos musculares bastante pronunciados; en cuanto á la otra, octogenaria y atormentada física y moral- mente por las sensaciones que la persiguen, no es facil des- lindar la parte de sus síntomas que corresponde á la filarió- sis, de aquella que deba atribuirse al efecto de alteraciones seniles. Porese motivo he acudido álas luces de nuestros distinguidos colegas los Dres. D. Joaquin G. Lebredo y D. Antonio Díaz Albertini para esclarecer este asunto. El resul- tado de nuestro exámen consta en un documento oficial que nuestro dignísimo Secretario general leyó al abrirse esta se- sion; en él declaramos insuficientes los datos hasta ahora ob- tenidos para resolver la cuestion, y tal es, en efecto, la única conclusion científica admisible en el caso (1). Debo, sin em- bargo, señalar algunos caractéres en el modo de manifestarse la filaria en la sangre de esta enferma, que merecen fijar nues- tra atencion. En ella no hay periodicidad en la aparicion del hematozoario, pues á todas horas, de dia ó de noche, que le he reconocido la sangre, he encontrado siempre filarias vivas, más numerosas y, generalmente, más desarrolladas que en los otros casos que he observado; las he encontrado en diversas fases de su desarrollo, ya con el forro hialino descrito por Lewis, ya con doble contorno y estrías musculares en el te- gumento externo; alguna he visto con un doble labio, uno más largo y el otro más corto y angosto con movimiento inde- pendiente; una vez he visto una abertura á corta distancia de la boca en un punto correspondiente á la situacion de la vul- va en la filaria adulta; tambien he creido distinguir dos fila- mentos, uno de cada lado de la boca, un tubo intestinal (?) y una abertura anal (7). Circunstancias todas que parecen in- dicar que en el caso de esta enferma los hematozoarios se ha- llan establecidos en una parte del sistema linfático-sanguíneo más directamente relacionada con la circulacion capilar cu- (1) Véase Anales, tomo XVIII, página 469. | T. X1x,—7 a E dd AA: *3 50 tánea, que nó en los casos de quiluria y otros que presentan el fenómeno de la emigracion periódica. Este bosquejo incompleto de mis seis primeros casos de Filariósis no debe ciertamente considerarse como un estudio clínico, para el cual sería necesario traer muchos detalles que no me ha parecido oportuno presentar aquí. Mi objeto ha sido demostrar prácticamente la verdadera importancia que ofrece el estudio de la filariósis, sus numerosas aplicaciones á la cli- nica médica de nuestro pais y la imperiosa necesidad en que dentro de breve plazo todos nos veremos, de contar con ese elemento para resolver ciertos problemas relativos al diagnós- tico, pronóstico y tratamiento de las enfermedades. Hoy por hoy estimo que, coeteris paribus, entre dos en- fermedades análogas producidas una por la filariósis y la otra por causas orgánicas de distinta naturaleza, deberá con- siderarse más benigna, aunque quizás de más larga duracion, la que reconoce por causa la presencia del parásito linfo-san- guíneo. El Dr. Manson cree que tanto la filaria adulta aloja- da en el sistema linfático, como las formas microscópicas que circulan en los vasos, se adaptan tan fácilmente á las funcio- nes del organismo humano, que pocos trastornos, quizás nin- guno, deberán ocasionar con su mera presencia en el cuerpo del anfitrion; inclinándose á creer que los huevos retenidos en los ganglios linfáticos, cuando la hembra vivípara acciden- talmente aborta, son la causa más frecuente de los fenómenos patológicos intercurrentes, casi siempre promovidos por obs- trucciones linfáticas. El citado observador dos veces ha ex- traido tales huevos de los linfáticos obstruidos y recuerda que Cobbold ha encontrado en la orina huevos muy parecidos á los de la Filaria. La opinion del Dr. Manson podrá ser ad- misible miéntras la filaria adulta del hombre no invada el co- razon ni los vasos sanguíneos; pero si este último caso llegara á presentarse, como parece que hubo de suceder en los siglos pasados en Europa y cual acontece aún con frecuencia en el perro, no podría tenerse por tan inocua la presencia del pará- sito, ya desarrollado, en el aparato circulatorio del hombre. 51 Aún están en estudio los medios curativos más apropiados para combatir la filariósis. La extirpacion del parásito adulto cuando esto sea hacedero, la dieta láctea, las aplicaciones eléctricas, el cambio de clima, el yoduro de potasio ú otras preparaciones yodadas y los antihelmínticos figuran entre los recursos más plausibles, si bien no es posible pronunciarse todavía respecto de su valor absoluto ni siquiera del relativo. La posibilidad de la curacion radical queda, sin embargo, empíricamente comprobada por la observacion de algunos casos en que, despues de haberse encontrado la filaria micros- cópica en la sangre, dejaron de presentarse estos hematozoa- rios, desapareciendo al propio tiempo los fenómenos patológi- cos concomitantes. No concluiré sin manifestar mi agradecimiento á los dignos compañeros que me han auxiliado. Los Sres, Dres. D. An- tonio Díaz Albertini, Lebredo, Delgado, Gordillo, V. Benito Valdés, Nuñez de Villavicencio, Nuñez Rossié, Adolfo Lan- deta, Casuso, Jorge Díaz Albertini, Carlos Scull, Jover, Ko- driguez Ecay...... todos han contribuido á facilitarme la realizacion de estos estudios sobre la Filariósis, permitiéndo- me llevarlos de frente con mis ordinarias ocupaciones. Re- ciban todos las gracias. SESION PUBLICA ORDINARIA DEL 23 DE ABRIL DE 1882. Sres. ACADEMICOS CONCURRENTES.— Gutiérrez, Presidente, 4. (7. del Valle, Fovántes, L. Cowley, J. Torrálbas, Beato, Monte- jo, R. Cowley, RE. de Castro, T. Plasencia, Mestre, Secretario. Lectura y aprobacion del acta de la sesion/anterior. CorresPONDENCIA.—Leyéronse en seguida por el Secretario general las siguientes comunicaciones: —1.9 un oficio del Gobierno General, acompañando un testimonio de varios Ju- gares relativos á la causa que en el Juzgado del Monserrate se sigue contra D. José Jacinto V.... por lesiones á D. Fer- nando Becerra; cuyo asunto pasó á informe de la Comision de e 52 Medicina Legal; —2. “ otro oficio del Sr. Juez de 1.% Ins- tancia del Distrito del Monserrate, recordando el informe pe- dido á la Real Academia á consecuencia de exhorto del Juz: gado de Gútines y causa por homicidio del niño D. Rafael Hoyo; de quese dió traslado á la citada Comision;—3.9 otro idem del Sr. Director del Instituto de Segunda Enseñanza de esta capital, invitando al Sr. Presidente de la Real Academia para el entierro del Dr. D. Paulino Alvarez Aguíñiga, Cate- drático y Secretario de dicho Instituto; —4.9 otro idem del “socio de mérito R. P. Viñes, participando su próximo viaje á Europa para asuntos relativos al Observatorio de su direccion y ofreciéndose á la Academia en cuanto pueda servirle; agra- decióse su atencion y se hicieron votos por el logro de su ob- jeto;—5. 2 dos esquelas del Sr. Secretario del Club de Ma- tánzas, remitiendo las bases de los Juegos Florales que han de celebrarse el dia 4 de Noviembre y suplicando su colocacion en sitio visible y su insercion en loz “Anales” de la Ácade- mia; cosas que se acordaron de conformidad;—6.“ un oficio del Sr. Presidente de la Sociedad de Socorros Mutuos de Giiines “La Caridad ,” nombrando socio de mérito al Director de los “Anales” de la Real Academia por remitir un número grátis de este periódico para el salon de lectura de la citada Institucion; —7. % otro idem del socio numerario Dr. Nuñez, Director del Hospital Civil de San Felipe y Santiago, acom- pañando la “Estadística General” del movimiento ocurrido en dicho hospital durante el año de 1881; acordándose darle muy atentas gracias y publicar el trabajo en los “Anales”;— 8. “ la relacion de las autopsias practicadas en el “Necroco- mio Municipal” durante el mes de Marzo, remitida por su Director el Sr. Ldo. Obregon y Mayol; acordándose las gra- cias; —y 9. una comunicacion de la Redaccion del “Botanis- ches Central-blatt,” invitando á la Academia para que le re- mita sus publicaciones, con objeto de darlas 4 conocer en su periódico, y con preferencia las relativas ála Botánica; acor- dándose de conformidad. Musko.—Quedó tambien enterada la Academia de un oficio HO do del distinguido naturalista S”. D. Rafael Arango y Molina, quien participa haber remitido para el Museo algunas nuevas especies de Moluscos, desconocidas las unas y variedades las otras en cuanto á la localidad, el color, etc.; correspondiendo al Chondropoma deceptor Áraugo nm. sp.,—egregium Grundl.,— latilabris? Orb. ,—latilabris Orb.,—Shuttleworth, Pfr. ,-Choa. nopoma Blaini Gundl,,—Megalomastoma apertum Poey,— Alcadia dissimulans Poey,—Trochatella regina, Mor.,—Helix Parraiana Orb., —Cilindrella atropurpurea Arango,—C. Hidal- goi Arango.—La Academia acordó dar las gracias más aten- tas al Sr. Arango por su estimable presente. BreLioreca.—Hallándose ausente el Dr. Finlay, Secretario de la Correspondencia nacional y extranjera, presentó el de ac- tas las siguientes publicaciones recibidas desde la última se- sion: —Observaciones físico-meteorológicas de la Escuela Pro- fesional, del 23 al 31 de Marzo, del 1.9 de Abril al 4, del 7 al 9, del 11 al 15, del 17 al 20;—Revista de Cuba, número 3 del tomo 11;—KRepertorio de Farmacia, número 4;—El Bom- bero, 14 á 17;—Boletin Oficial de los Voluntarios, 261 á 264;—La Esponja, número 1;—Boletin Comercial, del 69 al 90;—Avisador Comercial, del 71 al 92:—Guía Oficial de la Exposicion de Matánzas, por D. Domingo Figarola y Cane- da, 1881;—El Eco Médico de Puertu Rico, 8 y 9;—La Inde- pendencia Médica de Méjico, 29 al 32;—La Gaceta de Sanidad Militar de Madrid, 172;—Revista de Ciencias Médicas de Barcelona, 4;—Crónica Oftalmológica de Cádiz, 12;—Estadís- tica Demográfico-Sanitaria de la Península é Islas adyacentes durante el segundo semestre de 1881, con mapas;—La llus- tracion Militar, 17 y 18;—Boletin de la Junta Nacional de Sanidad de Washington, 38, 39 y 40;—Estadística Sanitaria de Bóston en el mes de Marzo de 1882;—Prospecto del Anua- rio del Comercio, Industria, etc., de España, Isla de Cuba, etc., por Bailli-Bailliere, 1882. Osrro.—Terminada la correspondencia dió cuenta el Dr. Mestre del fallecimiento del Zdo. D. Domingo Rosaín y Lu- bian, cuyos apellidos recuerdan á dos facultativos que se dia- Ñ . É h> s j E EE 54 tinguieron en nuestro suelo en el arte obstétrico. En los principios de su carrera no dejó tambien de distinguirse en él nuestro compañero, logrando una clientela bastante numerosa en el barrio de su residencia; pero sus dolencias y desgracias de fortuna le obligaron á establecerse fuera de la Habana, y desde esa época datan sus Apuntes históricos sobre la intro- duccion y propagacion de la Vacuna en esta Isla, que mere- cieron publicarse en los “Anales,” y. una Memoria sobre la epidemia de fiebres intermitentes de Canasí, que, favorable- mente informada por nuestro colega el Dr. Govántes, le con- quistó el título de socio corresponsal de la Academia, á cuyas sesiones asistió despues con mucha constancia, miéntras se lo permitieron sus repetidos padecimientos. De vuelta á esta ciudad, incansable rebuscador y apuntador de toda clase de noticias, publicó el primer volúmen de la Necrópolis de la Habana, que contribuyó á popularizar su nombre; colaboró en varios periódicos científicos y literarios, suministrándoles á menudo numerosos é interesantes datos biográficos; y ha muerto sin fortuna, por no decir más, dejando muy adelanta- do el segundo tomo de aquella obra, y reunidos los materiales de una Historia de los curatos y conventos de esta Isla, sin soltar la pluma hasta tres dias ántes de su muerte. No es este el instante, termina diciendo el Dr. Mestre, de trazar el elogio del Ldo. Rosaín, sino de consignar su sensible pérdida y de rendir un breve aunque sincero tributo á su memoria, á la memoria de un espíritu tan laborioso como amante de las cogas de su país. GANGRENA HOSPITALARIA. —Haciendo uso de la palabra el >. A. E. del Valle, manifestó que las noticias propaladas re- cientemente sobre la gangrena hospitalaria, revestían un ca—- rácter demasiado alarmante y que no estaban de acuerdo con la estadística basada en los partes de defunciones dirigidos á los párrocos, pues en esa estadística sólo figura un caso de fa- llecimiento en el mes de Febrero, contándose seis durante el año pasado y pudiendo agregarse á ellos dos casos más, no bien especificados, ocurridos en la poblacion. Es por lo tanto 59 una alarma infundada; y es digno de recordarse que siempre hubo en los hospitales gangrena y tétano, y que la primera no debe aceptarse como epidemia, sino como un accidente de las operaciones, favorecida su aparicion por un invierno Seco y prolongado. El Dr. T. Plasencia contesta que son muchos los casos de esa complicacion que han ocurrido en el hospital civil en toda clase de operaciones, para que no estén justificadas las medidas sanitarias que debieran tomarse, y para que no sea oportuna la intervencion de la Academia en elasunto; pues no es la mortandad el elemento que sólo debe considerarse, sino los estragos que la gangrena ha hecho en gran número de ope- rados, á pesar de los inteligentes esfuerzos de los cirujanos. Replica el Dr. Valle que el caso por él formulado no puede ser más concreto, fijando los hechos en el punto de vista de la mortandad, para aseverar que no hay verdadera malignidad en ellos, sino que se trata de una constitucion médica reinante, tambien comprobada por otro caso de erisipela terminada por gangrena y la muerte en un niño del Dr. Machado, pero que en la generalidad son gangrenas que se curan. Segun el Dr. Plasencia, aunque no sobrevenga la muerte, no dejan de ser desgraciados los casos en que se malogran las operaciones, en que á consecuencia de dicha complicacion sa- len invalidados los individuos que se operaron; y esto ocurre, no en la ciudad en general, pero sí en un lugar de ella 4 donde acude la clase trabajadora, hasta el punto de hacerse necesaria la instalacion de hospitales provisionales. El Dr. R. de Castro, que tiene una sala de medicina en el mencionado hospital, cree que como en todos los estableci- mientos de ese género, siempre ha habido casos de aquella complicacion; pero de algun tiempo acá se ha ido haciendo cada vez más frecuente, á pesar de las precauciones y de la cura de Lister adoptadas por los cirujanos, de modo que, desde hace dos meses, no se practican ya sino las operaciones de urgencia, para evitar la gangrena, que aparece por la más insignificante de ellas y hasta espontáneamente en los bubo- MA AAA 56 nes. El cuerpo de profesores ha tenido que reunirse y emitir informe en el particular, informe que sería conveniente tener á la vista para no equivocarse en el juicio. Por otra parte, no todas las epidemias se llevan de encuentro á las personas in- vadidas; pero en las actuales circunstancias, no sólo los opera: dos, sino los heridos procedentes del exterior, han contraído la gangrena. El Dr. Valle insiste en que á pesar de la certidumbre de esos datos y aunque se presentasen por miles los casos, la gra- vedad no es tal que justifique la alarma, pues la razon de sa- nidad de una poblacion no es otra que la mortandad. El Dr. Castro responde que hay dos especies de alarma, una para los médicos y otra para los cirujanos; los primeros no se preocupan sino de las defunciones; miéntras que los se- gundos tienen además que fijar su atencion en los malos resul- tados de las operaciones, cuestion de suma importancia sobre todo para cuantos libran su subsistencia al trabajo de sus ma- nos. El Dr. Cowley sostiene que la gangrena es endémica hoy en el hospital de San Felipe y Santiago, por las malas condicio- nes higiénicas que allí se reunen; y es natural que los médi- cos hagan comprender al Gobierno lo necesario de un Esta- blecimiento que llene mejor los reclamos de la salud pública, El Dr. Gutiérrez agrega que tanto en el Hospital Militar como en Factoría, jamás vió la gangrena hospitalaria con carácter epidémico; pero ahora, no es sólo en el hospital, sino en la misma poblacion en donde se presenta tan terrible acci- dente, el que no puede ménos de infundir alarma y de tener el carácter epidémico por el número de los invadidos y los estragos que en ellos causa, aunque el resultado final no sea la muerte sino en muy raras ocasiones. Mubicixa Lecar.—Invitado por la Presidencia, leyó el Dr. Plasencia el informe médico legal remitido por el Dr. Vilaro, ponente de turno en la Comision respectiva. De los antece- dentes que se consignan en el testimonio que ha enviado 4 la Academia el Juzgado de Primera Instancia del Distrito de cs 57 Monserrate y es referente á la causa formada contra D. José Jacinto V ...... por lesiones 4 D, Fernando Becerra, consta haberse encontrado en éste una herida incisa, de doce centí- metros de largo, en la region parietal izquierda, interesando los tegumentos hasta el plano óseo, y dando lugar 4 una he- morragia bastante intensa, por haber sido dividida una rama colateral de la arteria temporal; dos heridas incisas, como de ocho centimetros de extension, en la misma region parietal é interesando los tegumentos; otra herida incisa, como de cinco centímetros, en el arco superciliar izquierdo, é interesando los tegumentos; otra herida incisa, como de diez centímetros, que empieza en el ángulo externo del ojo izquierdo, y siguiendo una direccion oblicua, termina en la parte media del labio su- perior, interesando los tegumentos y dividiendo el ala de la nariz del lado izquierdo; y otra herida incisa, como de seis centímetros de longitud, en el tercio inferior del ante-brazo, interesando los tegumentos. El médico de la Casa de Socorro que auxilió al herido fué de parecer que habían sido efectua- das con instrumento cortante y que su pronóstico era grave. Reconocido V.....por otro facultativo, encontró una contusion de segundo grado en la cara posterior y tercio superior del an. tebrazo izquierdo; otra contusion en la cara posterior del ante- brazo derecho; otra en la cara dorsal de la mano derecha; y desgarraduras epidérmicas en el dedo índice de la misma, ca— lificándose dichas lesiones de pronóstico leve, salvo accidente, y que no necesitan asistencia facultativa si no sobreviene al- guno: todas estas lesiones fueron halladas en el agresor de Becerra.—Dos dias despues del suceso, informa el médico de asistencia que la herida de Becerra se encuentra en supura- cion, siendo favorable su estado general; á los quince se halla en período de cicatrizacion, y ú los veintitres lo reconocen dos profesores y declaran que está completamente curado y que esta curacion ha podido realizarse en un período de veinte á veinticinco dias.—El Juzgado pregunta: 1. % Si Becerra, dada la situacion de las heridas, pudo inferírselas.—2. Si, dadas las contusiones que experimentó V....,, en el antebrazo y T. xIx,—8 3 RAI AI, TS A A ES o E E E TS A ÉS o e ii A + HS 58 mano derecha, tuvo ó nó forzosamente que abandonar la na- vaja.—3. % Si dada la gravedad de las heridas, su profundi- dad, situacion y dimensiones, eran ó nó mortales por necesi. dad ó sólo por accidente.—4.9% Si dadas las circunstancias anteriores, puede determinarse su completa sanidad en un período de 20 4 25 dias.—Estudiados debidamente los ante- cedentes que se acaban de consignar; y, excusando toda diser- tacion, que sin duda holgaría, dada la naturaleza é indole de las preguntas que han de absolverge en el caso presente, y da- da, tambien y más, seguramente, la ilustracion de la Academia, cree la Comision que debe proponer y se estima honrada en proponerle, se absuelvan las preguntas formuladas en estos términos: A la 1*: Que, dada la situacion de las heridas, pudo infe- rírselas el mismo individuo que las presenta. A la 2*%: Que las contusiones del V.,... pudieron haber sido producidas ántes ó despues de su agresion; toda vez que las heridas del Becerra no le impedían el uso de sus manos. A la 3%: Que las heridas presentadas por D. F. Becerra no eran mortales, ni por necesidad ni por accidente. A la 4”: Que conocidas las dimensiones de las heridas y los tejidos que interesáran, han podido curarse completamente en el período que se indica. Discustox.—Concluida la lectura de dicho informe, manifes- tó el Dr. J. Torrálbas que las conclusiones guardaban sin du- da perfecta relacion con las preguntas formuladas por el Juz- gado, pero que en el cuerpo del informe faltaba la discusion de los hechos, 6 sean los fundamentos de dichas conclusiones, parte de que no puede prescindirse en esa clase de docu- mentos médico -legales. De acuerdo con estas observaciones, expuso el Dr. Plasen- cia que esa falta era tanto más de advertirse cuanto que se trata de indagar si las heridas que se advierten en el cráneo de determinada persona se las infirió ésta ó las recibió de ma- no ajena. El Dr. Mestre explicó que el carácter dubitativo de las cues- 59 tiones propuestas permitia, sin duda alguna, una extensa dis- quisicion sobre los diversos particulares que abraza la consul- ta, pero sin que al fin se llegase á otra cosa que á una respuesta tambien dubitativa; que por esta razon había prescindido la Comision de un trabajo que le pareció inútil, refiriéndose en todo á los datos que figuran en el expediente, y 4 los cuales puede darse lectura. El Dr. R. Cowley expone que si volviese á la Comision el informe, como parecen desearlo los Sres. Torrálbas y Plasen— cia, tendría esto el inconveniente de la pérdida de tiempo, haciéndose esperar demasiado al Juzgado, miéntras que á la simple lectura del testimonio, propuesta por el Dr, Mestre, se vería si las conclusiones están ajustadas á la verdad científica. La forma es lo que sorprende, aunque debe considerarse que se trata de un hecho de tan poca importancia, que ocurre la enracion de las heridas á los veinte ó veinticinco dias y no amerita un estudio más detenido que el que se ha hecho. El Dr. Torrálbas insiste en que no basta esa lectura, por útil que sea, sino que es preciso seguir la jurisprudencia esta- blecida y no sentar otra que léjos de llevar luz á los tribuna- les, aumentaría la oscuridad del problema; no debiendo olvi- darse tampoco que esos fundamentos y ese juicio razonado que - se echan de ménos en el informe, no se escriben seguramente para la Academia, sino para los jueces que quieren ilustrar con la ciencia sus decisiones. Por último, el Dr. Plasencia no comprende que en la terce- ra conclusion del informe haya podido asegurarse que las he- ridas “no eran mortales ni por necesidad ni por accidente.” A esta observacion contestó el Dr. Mestre que semejante aserto no ha podido seguramente hacerse sino á posteriori, es decir, despues de obtenida la curacion de aquéllas, habiéndose visto que si por un lado no ofrecían ninguno de los caractéres de las heridas necesariamente mortales, tampoco se presentó ninguno de esos accidentes graves que pueden acarrear la muerte. Sometido á votacion si se remitía de nuevo el asunto á la 60 Comision de Medicina Legal, para llenar el vacío señalado, se acordó hacerlo, por ocho votos contra dos, absteniéndose de votar el Sr. Montejo. , Hiareng NavaL.—Presentó en seguida el Dr. L. M. Cowley, á nombre de la Comision de Higiene Pública, el informe sobre la obra de Higiene Naval enviada á la Academia con opcion al tí: tulo de socio corresponsal por el Dr. D. Angel Fernández Caro y Nouvila. Despues de ocuparse de la introduccion del libro, en que campean un elegante estilo, la instruccion más vasta y la erudicion más completa, la Comision se detiene á dar una idea de sus diversos capitulos, cuyo principal objeto esá menudo conservar una tripulacion sana y vigorosa en medio del exten- so océano, léjos de la familia y con la amenaza acaso de una enfermedad, de la que no es posible evadirse, y que arrebata cada dia nuevas víctimas: los diferentes sistemas de recluta- miento para el servicio de los buques, dándose la preferencia al voluntario; la aptitud física que se requiere para la profesion del marinero; los casos de exencion que pueden ocurrir; las condiciones higiénicas del buque y las que corresponden al personal de éste; la bromatología náutica y el uso de las aguas potables; las clases de trabajos que se ejercen á bordo; la in- fluencia del medio marítimo y del náutico sobre la economía humana, explicándose el mareo por una excitación anormal del gran simpático, determinada por los movimientos del bu- que, los diversos olores, la movilidad de los objetos, el temor y otras causas,—esos y otros asuntos demuestran que no se trata de un tratado banal, sino de un libro interesante, ins- tructivo y agradable, de una exposicion bastante completa de materia tan interesante; concluyendo la Comision por propo- ner á la Academia que distinga á su autor con el título de socio corresponsal, domiciliado actualmente en esta Isla. Ergccion.—Tomado en consideracion dicho informe, mani- festó el Sr. Presidente que la Academia quedaba constituida en sesion de gobierno para su discusion y la votacion consi- ; AO cuyo resultado fué unánimemente favorable al can- ato, 61 Los Cemesrertos ANTE La HIGIENE CONTEMPORANEA; porel Dr. Luis María Cowley. (SESION PUBLICA ORDINARIA DEL 14 DE MAYO DE 1882). Sr. Presidente.—Sres.:—El célebre Fourcroy se lamentaba, con justificado motivo, del abuso que existía desde su época respecto á los descubrimientos de la física y de la química, para robustecer y multiplicar los temores que se proclamaban contra el aire de los Cementerios y los terribles perjuicios que acarreaba la vecindad de estos asilos mortuorios; pero, Sres., hoy que la ciencia de la salud y bienestar de los pueblos ro- tura con tanto afan el vasto y fértil terreno de sus dominios, obteniendo cada un dia nuevas conquistas, que han llegado hasta asombrar á sus mismos cultivadores, no es posible que ella permita por más tiempo que se continúe aceptando como un cánon inviolable, que las necrópolis son verdaderos focos de infeccion, elementos engendradores de las más graves en- fermedades, que se continúe por más tiempo inspirando al público los más exagerados temores, al dictado de frases sono- ras, bajo la impresion de hechos más ó ménos inexactos, á me- nudo inverosímiles, revestidos algunas ocasiones con el falso ropaje de un milagro y extractados de autores antiguos ó co- piados de observadores medianos. No es mi propósito, al venir hoy á esta tribuna, defender el tema que sirve de epígrafe ú este trabajo, con el lujoso y nu- meroso bagaje que pudieran facilitarnos las inolvidables y concienzudas investigaciones de los célebres higienistas Wa- ren y Parent-du-Chatelet, no solamente porque tan oportunas opiniones son de todos VSS. conocidas, sino porque hoy nos suministran las sábias publicaciones del profesor Bouchardat, Depeaul, Martin y otros autores, nuevas y poderosas armas para sostener nuestras opiniones sobre el particular enuncia- do, que creemos tanto más certeras cuanto que las hemos ido á buscar al arsenal de las ciencias físico-químicas, parapetán- donos sobre el firme terreno de la observacion y la experi- 62 mentacion, que son y serán siempre el único criterio que en las ciencias biológicas nos conducirá á la apetecible adquisicion de la verdad. Nosotros conocemos el proceso formado acerca de los per- juicios creados por las emanaciones nocivas de los cemente: rios; sabemos hasta qué punto, impresionados los higienistas por los temores de que se infeccionen las aguas que atravie- san sus terrenos, recomiendan que los lugares destinados al descanso eterno se releguen de todo depósito ó manantial des- tinado al consumo público; no desconociendo á la vez las dis. posiciones que generalmente se proponen, con el objeto de cerrar los cementerios cada vez y cuando, ya cansadas sus tierras por reiteradas inhumaciones, lleguen á saturarse, con virtiendo los cadáveres allí inhumados en verdaderos jabones y retardándose por esta saponificacion los fenómenos de la pu- trefaccion cadavérica; pero, Sres., no ignoramos ú la vez, que si bien se examinan con detencion tan graves cargos de culpa recaidos sobre los peligros é inconvenientes de los cemente— rios, los encontramos, como dice Martin, en su excelente tra- tado sobre la materia y en cuyas páginas nos hemos inspirado para emprender este trabajo, desprovistos del irrecusable tes- timonio de las pruebas, ó lo que es más grave, más de una vez en chocante contradiccion con la verdad que se pretende demostrar. De dos graves peligros se ha hecho responsables á los ce- menterios: 1.9 de alterar el aire por gases Ó por miasmas; 2, de corromper las aguas que atraviesan por su suelo.— Examinemos la primera: los gases engendrados durante la descomposicion cadavérica, son, como VSS. saben, el CO ?, el amoniaco, el hidrógeno sulfurado y fosforado, carburos de hidrógeno, éteres, aceites grasos y otros productos volátiles no bien conocidos. El ácido carbónico, indudablemente se desprende de los cementerios; pero ¿hasta qué grado puede ser peligroso para la salud pública? A tan importante pregunta no podemos mé- ños que responder con el Dr. Martin, manifestando que acu- o AA 63 mulado en las criptas mortuorias, pudiera mecánicamente causar accidentes algunas veces mortales, principalmente ins- pirado por obreros y sepultureros negligentes ó temerarios; pero que bastaría para hacerle perder sus propiedades irres- pirables, el desalojar este gas de antemano: por otra parte, segun las investigaciones recientes y delicadas de M. Reinet el aire atmosférico contiene, por término medio, 3% de ácido carbónico, áun en aquellos puntos donde el desprendimiento se efectúa con más frecuencia, —tal es lo rápido é instantáneo de su difusion, —á lo que se agrega la facilidad con que trabajan los mineros en esas atmósferas confinadas que contienen hasta 4% de ácido carbónico, habiendo demostrado las experiencias de Segueinn que este gas no es incómodo, sino cuando la pro- porcion se eleva 4 10%, comenzando los sintomas de asfixia cuando hay un 20%. Cálculos exactos hechos por el Dr: Ro- binet han demostrado, señores, que el gas del alumbrado que se consume en París en un año, produce una cantidad de ácido carbónico 35,000 veces más poderosa, bajo el punto de vista de su peso, que el que puede ser producido por todos los muer- tos enterrados durante cinco años en los cementerios parisien- ses, tendiendo esta relacion á llegar hasta cero, si se tuviesen en cuenta los torrentes del gas aludido que vierten diariamen- te en el aire los fogones de las cocinas y la respiracion de los hombres y de los animales. Ante tan desfavorables condiciones y pruebas tan precisas, no es de extrañarse que el Dr. Martin haya manifestado con tal motivo, que los sitios de reunion, cafés, teatros, salas de estudio, etc., etc., sean bajo este punto de vista mil veces más insalubres que los cementerios mal emplazados y ménos ven- tilados, en los cuales, por otra parte, la excelente precaucion de las siembras de árboles les hace sustraer durante el dia el exceso de ácido carbónico que se acumula por la noche. El amoniaco, señores, que se desprende durante la fermen- tacion pútrida y que se encuentra en los ataudes de plomo, lo retiene el suelo fácilmente, no habiéndose demostrado su pre- sencia fuera de las fosas sepulcrales á pesar del empleo de los 84 reactivos más sensibles; combinándose, por otra parte, desde que llega al aire, y existiendo en tan pequeño volúmen que se despoja de sus propiedades nocivas, desprendiéndose con más abundancia de las letrinas, cloacas, depósitos de inmun- dicias, etc. etc. El hidrógeno sulfurado, 6 sea el ácido sulfhídrico, muy tó- xico á cierta dósis, posee un olor tan característico que basta una milésima parte para evidenciar su existencia en el aire, no habiéndose podido demostrar su presencia ni por el olfato ni por los reactivos, en los cementerios, ni áun en los ataudes de plomo, en los cuales dice Waller que no ha encontrado la menor traza de sulfuro de plomo; haciendo constar á su vez el Dr. Martinno haber encontrado el desprendimiento de este gas en los ataudes descubiertos en su presencia, nien la tierra que los rodeaba. El hidrógeno fosforado, cuya existencia en los gases de la putrefaccion no está generalmente admitida, pudiera por su olor aliáceo característico haberse notado, estando contextes varios autores en aseverar que nadie ha demostrado su presen- cia en los cementerios; pero dada la posibilidad de encontrar- se al desprenderse éste en el aire, se transformaría inmediata- mente á expensas del oxizeno en ácido fosfórico y vapor de agua, productos completamente inofensivos. En este gas espontáneamente inflamable está mezclado el fosfuro de hidrógeno líquido, al que se atribuía en otra época la fosforescencia que se manifiesta al principio de la putrefac- cion, y los fuegos fatuos de los cementerios, fenómenos que atribuye el Dr. Lefors, aunque sin pruebas convincentes, al fosfuro de azufre. Esos fuegos fatuos, como dice el Dr. Martin, apoyándose en los datos suministrados por el portero del cementerio de los ““Ayes,” no aparecen sino sobre las tumbas recientes, y en con: diciones particulares, despues de las lluvias ligeras, los dias tempestuosos y los tiempos pesados; son sin duda debidos á desprendimientos gaseosos, los cuales queman el aire á través de los intersticios y las grietas del terreno. DL Es A: : 65 El ácido butírico, valérico, propiónico, caproico etc., con- tribuyen en gran parte 4 formar ese olor complexo de exha- laciones, que algunas veces se percibe alrededor de los sepulcros, al lado de las fosas comunes imperfectamente relle— nas y más que todo durante los grandes calores; pero esas emanaciones son más desagradables que peligrosas, no igno- rándose á la vez con qué facilidad se impide Ó enmascara su produccion con un poco de cal ó con algunas paletadas de tierra, En tiempos normales, ante las fosas recientemente ocupadas y bañadas por los rayos del sol, el olfato más exquisito no siente en el seno de los cementerios el menor mal olor. Los vecinos de la iglesia de San Severino, dicen algunos autores de Higiene, se lamentaban de percibir en los dias hú- medos un vapor espeso y nauseabundo que se elevaba del si- tio que había servido durante aleunos siglos para las inhuma- ciones, obligándolos tan desaoradable circunstancia á mante- ner cerradas sus ventanas; asegurando con tal motivo el profesor Bouchardat, haberse trasladado más de una vezá ese sitio apestado sin haber sentido nada de lo que se decía. El célebre profesor, cuyo voto en Higiene tiene hoy el mis- mo asentimiento que el que tenia Caton en el Senado Romano, nombrado una vez por el Consejo de Higiene de París para informar acerca de las quejas producidas por los vecinos de Montparnasse con motivo de las emanaciones infectas que de ese cementerio se desprendían, se trasladó al punto indicado, y, en efecto, percibió al instante el mal olor cuya existencia se acusaba; pero notando que éste era más intenso eu una de las extremidades de la Necrópolis aludida, no tardó el sagaz hi- gienista eu descubrir que el foco de las emanaciones que se percibían era dependiente de un establecimiento vecino, en el cual se recibían las cataplasmas de los hospitales para ex- traer el aceite de linaza y convertirlo en abono; habiendo ce- sado las quejas desde el momento en 0 se suprimió esta extraña industria. Basta, Sres., hojear las actas de los Consejos de Salubridad T. xIx,—9 DP is Se A A TN E Re A RO ASA E CIA AS AA o EA A e lA ERAN Y 66 de los distintos departamentos de Francia, para convencerse de la frecuencia de lo infundado de las quejas de los vecinos. de los cementerios, respecto á las pestilencias de que suelen acusar á esos lugares del reposo eterno. No hace mucho tiempo que, por órden del Gobernador Ci- vil de la Provincia, fuimos nombrados para trasladarnos al Cementerio de Colon en averiguacion del grado de verdad que podían tener las quejas dadas por los vecinos del Vedado, respecto á los malos olores que se desprendían de nuestra nueva Necrópolis; y despues de recorrer toda su vasta exten-' sion y colocarnos al lado de las sepulturas donde se habían efectuado las inhumaciones más recientes, no percibió nuestro olfato, por más esfuerzo que hizo, olor alguno que le impre- sionase desagradablemente, habiendo descubierto 4 una dis- tancia no muy lejana del cementerio los restos de un animal con cuyos asquerosos residuos se saboreaban las auras, y que, por la situacion en que estaban, bien explicaban que las favo-' rables corrientes de los vientos llevaban hasta el Vedado las emanaciones de esos restos alterados, Pero, Sres., trasladémonos por un momento á los bordes de la fosa comun, que con razon califican todos los higienistas como el foco perenne de emanaciones perniciosas, descansan. do en que la tierra del pudridero no siempre está en relacion con el número de cuerpos que ha de descomponer; coloqué:- monos al lado de esa fosa tan humillante para el pobre como* sensible para todo corazon humano, en que por economizar terreno se sobreponen los cadáveres gualdrapeados; y veamos si en ella, rodeada como está de tan desfavorables condiciones, hay motivo poderoso para que tengan razon de ser las exagera- das pretensiones de los higienistas respecto al mefitismo de los cementerios. El profesor Bouchardat, al cual cito constan- temente porque sé lo que para vosotros valen sus autorizadas opiniones en el terreno de la Higiene, comisionado despues del sitio de Paris y los funestos acontecimientos de la Co- muna, en union de varios médicos, para examinar el estado de las fosas de todos los cementerios de París y principalmente 67 del Pére-Lachaise, y en las cuales se efectuaron las inhuma- ciones con bastante precipitacion, no observaron en su cerca- nía mal olor alguno. 7 En los años ales de 1870 á 1871 fué tan excesiva la mor- tandad en París, que los cementerios estaban hacinados de cadáveres; áun más, Sres,, la necesidad fué tal, que se tuvieron que hacer inhumaciones en campos de batalla cercanos de esa capital, en el seno de la misma ciudad, no habiéndose no- tado despues de estas forzosas operaciones la existencia de la fiebre tifoidea ni de la viruela, cuya trasmision del cadáver al hombre, por lo que á esta última se refiere, parece á veces demostrada, y habiéndose observado por el contrario la ausen- cia de esta enfermedad y la disminucion notable en la morta- lidad de la fiebre tifoidea. Hecho el análisis de los distintos gases engendrados duran— te la descomposicion cadavérica, y reconocido el poco valor de que gozan las exageradas opiniones acerca de sus nocivas emanaciones en el seno de los cementerios, veamos si los miasmas, esos seres desconocidos, impalpables, incoloros é in- visibles venenos viajeros del poeta, aceptados hoy como mi- cro-organismos ú hongos inferiores, son los responsables de la manifestacion de las fiebres malignas y terribles enfermeda- des que generalmente se les inculpa. Nadie es capaz de negar hoy, Sres., que esos micro-gérme- nes, que esos seres infinitamente pequeños estén despojados de una accion nociva, ni mucho ménos, que tanto en el seno de los hospitales como en ciertos lugares, en medio de las ciuda- des, sean los importadores obligados de multitud de males, en virtud de que la etiología parasitaria multiplica cada dia que pasa sus pruebas, y que dados los elementos que se reunen y disipadas las nebulosas que tienen que existir en estudios tan recientes, parece que nos acercamos á la más satisfactoria so- lucion de ese importante problema, sobre tan ingeniosa doc— trina, á pesar del extenso campo que le falta por recorrer en el árido terreno de los detalles. Sin embargo, Sres., lo que no está probado, lo que resta A A ESO p pS O 2 A A MS na , AAN AE a de Ss, E ; . 6S por demostrar, es que los cementerios sirvan de cuna ó refu- gio de predileccion á esos seres miasmáticos, no habiéndose observado en ninguno de ellos una sola enfermedad que de una manera especial haya podido atacar á los individuos so- metidos á la accion de esos gérmenes, y no habiéndose jamás oido decir, como dice muy bien el profesor Bouchardat, que los sepultureros ó guardianes de los cementerios mueran en más proporcion que la generalidad de los hombres. Esos miasmas que se aceptan, la presencia del Septum meuma, descubierto por un higienista contemporáneo en la atmósfera cementerial, los absorbe el suelo; áun más, Sres., allí se fijan, allí mueren; y como si tales garantías no fuesen bastantes para alejar de nuestro espíritu el más ligero temor que pudiera inspirarnos el mefitismo animal de los cemente- rios, viene todavía la ciencia en nuestro auxilio, y con la con—- viccion que la verdad inspira, nos demuestra con el dato irre- cusable de la observacion, que la putrefaccion, léjos de prestar á esos micro-gérmenes mayor actividad, por el contrario los segmenta, los destruye, como sucede con la privacion del oxígeno, tal cual lo demuestra el terrible bacterio del carbun- co, respecto del cual se sabía, mucho ántes que apareciesen en la ciencia las recientes y brillantes investigaciones de Da- vaine y Pasteur, que los animales muertos todavía calientes ofrecían peligros considerables, pudiendo ser manejados im- punemente aquellos en que la putrefaccion era muy avan- zada. Las numerosas investigaciones de Mr. Miqueel han demos- trado que los micro-organismos, recogidos en los cementerios, no son más numerosos ni distintos de los quese encuentran en todas partes; habiendo manifestado este sabio micrógrafo, en una reciente comunicacion hecha á la Academia de Ciencias, cuán dispuesto está á probar, en contra de la opinion de muchos autores, que el vapor de agua que se desprende del suelo, los efluvios de los pantanos y las masas de aire procedentes de de- pósitos en plena putrefaccion, es siempre micrográficamente pura; que los gases que provienen de las materias enterradas da ms 69 en via de descomposicion están exentos de bacterios; que áun el mismo aire que se dirige al través de las carnes en putre: faccion, léjos de apoderarse de los microbios, se purifica ente- ramente bajo la sola condicion que el filtro infecto y pútrido, por donde él atraviesa, esté en un estado de humedad compa- rable al de la tierra, tomada á 0m.,330 de la superficie del suelo; indicando en tan importante trabajo algunos procede- res de fácil aplicacion, por medio de los cuales espera inmo- vilizar esos gérmenes acusados de ser los importadores, 4 dis- tancias lejanas, de las enfermededes más terribles; terminando por reconocer que en las numerosas especies que ha aislado é inoculado á los animales vivos, no se han presentado trastor- nos patológicos dignos de ser mencionados, Hemos llegado á la segunda parte de nuestro trabajo, ó sea al estudio de la alteración de las aguas en los cementerios. Si los asilos del descanso eterno se encuentran establecidos bajo las prescripciones de la ley, bajo la egida de la higiene más elemental, su suelo no estará infiltrado sino por las aguas provenientes de las lluvias, únicas á las cuales pudieran conta- minar: ahora, pues, resulta, de experiencias oficiales, que el espesor de agua que cae anualmente en Francia puede esti- marse en 60 centímetros por unidad de superficie, resultando de las numerosas investigaciones de Delacroix y Danton que los dos tercios por lo ménos corren por la superficie, ó son sustraidas por la evaporacion, deduciéndose de lo expuesto que el volúmen de agua que atraviesa los terrenos removidos para las necesidades de las inhumaciones, tendría cuando más una altura de 20 centímetros sobre la misma unidad de super- ficie. Veinte centimetros hemos dicho, cantidad bien mezquina, como dicen muy bien Lacassagne y Doubuoison, para penetrar en una tierra ávida de humedad é irá ponerse en contacto con una superficie de agua que existe lo más á menudo á la profundidad de 20, 30 y 40 metros debajo del suelo; no pu- diendo creer, á no ser que se aceptase cual un milagro, como esas gotas de agua no pueden ser absorbidas ántes de haber os PA IA. E A EAT *.. A SA e E id A ind qa: E RATA ER Ta RN A Le e A osado RR PA EA AN O E A A SAN AAA RS 70 franqueado tan grande espacio, y son capaces de resistir 4 las constantes solicitudes que irremediablemente tienen que en- contrar en su camino; dejándonos por otra parte bien edifica- dos tan exiguas cantidades acerca de los injustificados temo- res que pudieran abrigarse respecto á la posibilidad de que ellas pudieran envenenar los rios, como se ha supuesto más de una vez. Pero, Sres., como no es en este terreno en el que los alarmis- tas nos quisieran ver colocados, veamos qué grado de razon les asiste al acusar, como acusan, 4 la vecindad de los cemen- terios de alterar las aguas de los pozos que están contiguos. Tres son las clases de sustancias que pueden, en el concep- to de que nos ocupamos, alterar las aguas de los pozos: 1.9 materias orgánicas, 2.9% las sales minerales azoadas, y 3.9 las combinaciones sulfurosas. Un caso de contaminacion de las aguas á expensas de las materias orgánicas, ha sido recientemente observado por Le- bert en el pozo de un presbiterio, situado 4 cincuenta metros de un cementerio. El agua del pozo, dice este observador, en el momento en que fué extraida no tenía mal olor alguno, gozando de un ligero sabor soso que no tienen generalmente las aguas co- rrientes ú las de fuente. Diez litros de esta agua, sometidos á laevaporacion hasta la saciedad, dieron lugar á un resíduo moreno oscuro, de un olor un poco desagradable, de color mo- reno negruzco cuando se le calentaba progresivamente, espat- ciendo al mismo tiempo un olor ligeramente emplreumático. Una parte de este residuo, calentada á 100 grados y tratada por el ácido clorhídrico diluido ó desprovisto de ácido carbó- nico, adquirió un ligero olor parecido 4 una disolucion con- centrada de cola fuerte Ó de ¿cido butírico; en fin, una tercera porcion de esta materia mezclada con hidrato de cal evidenció la preseucia de una sal amoniacal en cantidad notable. Como acabais de escuchar, el Dr. Lefort le encontró al agua que examinaba un ligero sabor soso que no tienen las aguas corrientes, que no poseen las aguas de fuente, lo cual no debe 0 71 extrañarse en virtud de que los pozos que suministran aguas agradables, 4un más, potables, constituyen el “rara avis” del poeta; apelando, por lo que al análisis químico se refiere, al voto muy competente por cierto de los entendidos químicos que nos escuchan, con el objeto de preguntarles si es bajo la influencia de una observacion tan poco detallada, tan poco precisa, que ha podido tener razon el Dr. Lefort para conde- nar los cementerios y declarar la necesidad de revivir el de- creto de 1808, en virtud de no parecerle la distancia de 100 metros, á que se relegan actualmente los cementerios de la ciudad, una garantía suficiente para preservarse de sus ema- naciones insalubres. Nosotros hubiéramos querido, como garantía indispensable de la observacion que hemos enunciado, que se nos hubiera dicho, ántes de acusar al cementerio en cuestion, si no había alrededor del pozo, ó cerza de él, algun depósito de aguas es- tancadas, una letrina mal construida, un establo descuidado ú otro depósito de inmundicias ó detrítus orgánicos, á quienes con más justificado derecho pudiéramos hacer responsables de la alteracion del depósito del agua del pozo de que se trata. Las irrigaciones de Gennebillers nos suministran más de una prueba que demuestran que es al suelo y á la vegetacion á los que se dehe el gran poder de una verdadera depuracion, cuan- do esas aguas repartidas sobre su superficie recorren unos centenares de metros bajo la tierra, manifestando con tal mo- tivo el Dr. Belgrant, que miéntras las materias suspendidas permanecen en la superficie del terreno, el agua ya clarifica- da á expensas de esta primera filtracion mecánica al través de los mil canales del suelo y oxidándose allí las sustancias orgánicas y principalmente las albuminoideas, pasan al esta— do mineral y al de azoato, bajo cuya nueva forma inofensiva se transforman en un elemento precioso de fertilidad que el suelo retiene para brindárselas á las raicillas de las plantas. Al penetrar las aguas en el suelo, ha dicho recientemente Alphand, se purifican y salen desprovistas de todos los gér- menes fermentecibles, depuracion que da una agua absoluta- e. as: *g E SA AS IS A A di 12 mente sana, siendo un error el decir que esa misma agua de Gennebillers es mala, demostrando el análisis que cada dia se hace, que la cantidad de ázoe que se encuentra es talmente débil que es imposible determinarla. La recomendable Comision Inglesa de las aguas reconoció en 1877 que este líquido proveniente del drenage de un ce: menterio, hacinado y cerrado despues de poco tiempo, estaba muy poco cargado de materias orgánicas. Los célebres análisis de Feleck, hechos ton 21 muestras de agua extraidas de los cementerios de Dresde, han probado que la descomposicion de los cadáveres se hace tan lentamente, que una letrina ó un canal mal coustruidos suministran en el espacio de un año más materias orgánicas al agua del subsue- lo que el cementerio más saturado; habiendo encontrado todas las aguas ligeramente cargadas de nitratos, cloruros, sulfatos etc., productos del último grado de oxidacion de las materias animales y que no tienen ninguna influencia perniciosa. Investigaciones personales del Dr. Martin sobre las tierras del cementerio de Loyasse, impropiamente llamadas satura- das, le han dado un líquido con el mismo grado hidrotimé- trico que el agua de Rona. ¿Pudieran inspirarnos temor las sales minerales azoadas, crea- das á expensas de la influencia de la fermentacion pútrida y que vienen generalmente acompañadas con la presencia del amonia: co? No lo creemos, pues miéntras que el amoniaco es el indicio de la existencia en el agua de materias orgánicas, simplemen- te descompuestas, indican por el contrario las sales azoadas que las materias nocivas han sido completamente quemadas y mineralizadas. Por lo que al amoniaco se refiere, debemos manifestar que el agua de lluvia es todavía más amoniacal que la de los rios Ó de los pozos, y nadie ha podido pretender, por lo ménos, que ella ejerza alguna influencia nociva bajo es— te concepto. Siete pozos de París han sido estudiados bajo el punto de vista de la composicion de las aguas que contie— nen, y los más lejanos de los cementerios han sido los más ricos en cantidades extraordinarias de amoniaco, miéntras que SN ADA AR e MOE IAS 13 esos mismos depósitos, cerca de las zonas que se suponían peligrosas, contenían una cantidad verdaderamente inapre- clable. ¿La presencia de las sales azoadas que se encuentran en las aguas vecinas de los cementeríos pueden ser atribuidas á és- tos? Lo creemos por lo ménos dudoso: opinando por nuestra parte con el Dr. Martin, que los terraplenes autorizados de ciertos terrenos con los materiales y los yesos de las demoli- ciones, á los cuales se mezclan olores de toda especie, tal cual sucede con la naturaleza de ciertos terrenos, v. g. con la creta de Meudón que contiene 23 gramos de nitro por wm. C. y otras condiciones, son más responsables de la alteración del agua bajo el punto de vista de la existencia de las sales de que nos ocupamos, que la descomposición debida á los ce- menterios. No nos parece justificada la opinión que acepta la existen— cia de las fuentes sulfurosas como debida á la acción de los detritus orgánicos sobre las aguas selenitosas, en virtud de que, como dice muy bien el profesor Depaul, para que esta doctrina pudiese ser admitida era necesario que los pozos es- tuviesen en nu espacio bastante grande, transformándose en aguas cargadas de ácido sulfhídrico, siendo de fácil aplica- ción la fuente sulfurosa de otros pozos lejanos de los cemen- terios; necesitándose, para sacar de estas observaciones con— clusiones rigurosas, análisis hechos de distancia en distancia y justificados por investigaciones locales sobre la naturaleza de los terrenos; explicándose más fácilmente la presencia de las aguas sulfurosas en ciertos lugares por las emanaciones del gas del alumbrado, las cuales tienen infiltrado constantemen- te el suelo de nuestras ciudades. Despues de lo expuesto, no hay ninguna de las causales acusadas, en las que no se descubra un origen ajeno á la ac: ción mefítica de los cementerios. Hemos visto que el agua lluvia contenía más amoniaco que el agua de muchos rios y de muchos pozos; y, sin embargo, nadie ha pretendido que el agua de éstos estuviese envene- | —, x1x,—10 A te ES AAN TG TO E cr > A ra E E E Te O a A NS sa lo : 07 ño 74 nada, no atreviéndose, por otra parte, á sostener que las sales azoadas, á la dósis en que se encuentran ordinariamente, sean capaces de inspirarnos el menor temor, cuando nosotros todos ordenamos diariamente la sal de nitro como diurética á la dó- sis de 1 4 8 gramos por litro; debiendo hacer constar respecto á los manantiales sulfurosos, que esa putrefacción líquida, co- mo la llaman algunos autores, es tan poco peligrosa, que 88 recomiendan generalmente al público como saludables. Hemos terminado, Sres., y creemos haber puesto de mani- fiesto que la ciencia de hoy, abandonando las prevenciones del pasado, ha dicho su última palabra respecto á la inocuidad de los cementerios; estando autorizados para proclamar en este recinto científico, bajo la poderosa egida de los higienistas contemporáneos más competentes en la materia, que las ciu— dades de los vivos con sus hospitales y sus cloacas, con sus inmundicias y sus lepras, sus miserias, sus excesos y sus vi cios, son sin contradicción incomparablemente más repuguan- tes, más perniciosas y más mortíferas que las ciudades de los muertos, O SESION PUBLICA ORDINARIA DEL 14 pk MAYO DE 1882. Srgs. ACADEMICOS CONCURRENTES.— Gutierrez, Presidente, Á. tz. del Valle, Grovantes, Babe, Castellanos, J. Torralbas, Vargas Machuca, L. M? Cowley, Lastres, Beato, S. Fernández, V. B. Valdés, Orús, Mestre, Secretario. Lectura y aprobación del acta de la sesión anterior. CORRESPONDENCIA.—Leyéronse en seguida por el Secretario general: 1.2 Un oficio del Gobierno General, remitiendo un nuevo Proyecto de Reglamento para el uso de las aguas de Madruga y otro para el régimen interior de sus baños; los que pasaron á informe de la Comision permanente de Aguas y Ba- ños Minerales; —2. 2 otro idem de la misma procedencia, con el expediente relativo á la solicitud de D. Antonio del Rio para que se le conceda privilegio de invención por un papel 75 higiénico para cigarros; de que se dió traslado, para el infor- me respectivo, á la Comision de Remedios Nuevos y Secretos; —3.% otro idem de idéntico orígen, recordando el informe pedido por el Juzgado de Primera Instancia del Monserrate en causa contra D. J....... V....... por heridas; del que se dará cuenta en la sesion actual: —4. otro idem del Juzgado de Primera Instancia de Jesús María remitiendo, por exhorto del de Jaruco, un testimonio concerniente ú las lesiones inferidas 4 D. Juan Bautista Salas, con objeto de precisar los dias en que obtuvo su curación; de cuyo asunto se dará también cuenta en la sesión del dia;—5.% otro idem del Juzgado de Primera Instancia del Distrito del Cerro acom- pañando, por exhorto del de la ciudad de Cárdenas, varios testimonios librados en causa para averiguar el orígen de la muerte del negro Luis Reyes; del que se dió traslado á la Comisión respectiva; —6. una invitación de la Excma. Di- putación Provincial para inaugurar solemnemente la Escuela Preparatoria de Artes y Oficios creada bajo sus auspicios; — 7.2 otra del Colegio de Farmacénticos para la sesión inaugu- ral de dicha Corporación;—8. * otra del Excmo. Sr. Director del Hospital Militar para la Comunión Pascual; —9. * un ofi- cio del Dr. Raimundo de Castro, suplicando se le expida un atestado de sus servicios académicos; habiendo decretado de conformidad el Sr. Presidente;—10. 9 otro del Sr. Ldo. D. Antonio Bachiller y Morales, acompañando algunos ejempla- res de su “Disquisición Crítico-Histórica sobre el aje y las batatas de Cuba,” que pasó á informe de la Comisión de His- toria Natural, de acuerdo con los deseos manifestados por su autor;—11.% la Relacion de las autopsias practicadas en el Necrocomio Municipal, durante el mes de Abril, por el Sr. Obregon y Mayol; acordándose las gracias; —12. una co: municación de los Sres. D. José María y D. Emilio Ruíz de Salazar, participando el fallecimiento de su Sr. padre el Dr. D. Manuel Ruíz de Salazar y Fernández, acaecido el 30 de Marzo último: socio corresponsal de esta Real Academia, el Secretario recordó sus méritos científicos, acordando la Aca- 76 demia manifestar 4 la familia del finado sa sentimiento por tan grande pérdida. Bienroreca.—Por ausencia del Dr. Pínlay, Secretario de la correspondencia nacional y extranjera, presentó el de actas: —las Observaciones físico-meteorológicas de la Escuela Pro- fesional, del 21 al 27 de Abril; 29 y 30 del mismo mes; 1.9 á 3 de Mayo, 5 4 11 del mismo; —El Progreso Dental, núme- ro 4;—Revista de Cuba, 4;—Anales de la Sociedad Odonto- lógica, número 1 del año IV, 2 y 3;—Repertorio de Farma- cia, 5;—Crónica Médico-Quirúrgica, 4;—Boletín Comercial, 100 á 117;—Avisador Comercial, 93 4 110;—Boletín Oficial de los Voluntarios, 265;—El Bombero, 18, 19 y 20;—La In- dependencia Médica de Barcelona, 18;--Anales de la Sociedad Española de Hidrología Médica, 18;—Lecciones de Clínica Terapéutica, de Dujardin-Beaumetz, entregas 1.% y 2.9% ;— Diccionario de Medicina y Cirugía de Bouchut y Despres, 1; —Las Novedades, 1,022 y 6;—Boletín de la Junta Nacional de Sanidad de Washington, 41 4 44; Estadística Vital de New York, Febrero, Marzo y Abril de 1882;—The City Record, 2,692;—The Medical Record, 593 4 600;—Harper's Weekly, 1,318 4 1,392. Mrnicisa Lrecar.— Duración de una herida. —Terminada la correspondencia, leyó el Dr. Babé, á nombre de la Comisión de Medicina Legal, un informe relativo á-la duración de una he: rida de la última falange de un dedo en D. Juan B. Salas. Despues de consignar los antecedentes del caso, segun obran en la copia testimonial enviada á la Academia, y de los cuales se deduce que, calificada en los primeros momentos de simple y susceptible de fácil curación, sin necesidad de auxi- ljo médico, aún subsistía la herida cinco meses y medio des- pués, —para formular un juicio verdaderamente científico, se- ría menester el conocimiento previo de las condiciones en que se hallaba colocada y de las influencias á que estuvo someti- da; de la extensión de la herida, su profundidad, la naturale- za de los tejidos interesados, el temperamento, la constitu- cion, la idiocincracia, el estado sano ó morboso del sujeto; las mr” V4 condiciones fisiológicas, patológicas é higiénicas, en medio de las cuales marcha el herido hácia su curación, del papel que las diátesis juegan en los traumatismos, influyendo principal- mente en la duración del mal. Se habla de una herida en la extremidad del dedo medio, seguida de supuración y des- prendimiento de la uña; pero se ignora si éste fuó consecuen cia de un derrame sanguíneo subungueal, ó de la presión so- bre la porción libre de la uña. Ignórase la causa que sostenía la sgupuración y la clase de operación que fué practicada, así como si después de la inflamación sobrevinieron la cáries ó la necrósis de la falangeta. La Comisión cree, por tanto, debe contestarse al Sr Juez de Primera Instancia de Ja- ruco: que no existen en los documentos remitidos datos pa- ra apreciar, ni áun aproximadamente, el tiempo que pudiera emplear para su curación D. Juan B. Salas, áun suponiendo que hubiese estado sometido á un tratamiento conveniente. Calificación de heridas. —Aprobado por unanimidad y sin discusión el anterior informe, leyó otro el Dr. .J. Torralbas á nombre de la misma Comisión de Medicina Legal, como con- secuencia del que en la anterior sesión remitió el Dr, Vilaró. Dados los antecedentes relativos á las heridas que se infirie- ron mutuamente Becerra y Valdés, y en vista de las pregun- tas hechas por el Sr. Jaez actuante, procura la Comisión re- solverlas 4 la luz de la crítica científica. Situadas las heridas de Becerra en el lado izquierdo de la cabeza, dirigidas de arriba á abajo y de fuera á dentro, no hay ningun “inconve- niente para que su mano derecha dirigiera el cuerpo vulneran- te; pero no se comprende la idea que pudo abrigar, toda vez que hubo lucha entre ambos, y cuando el lugar de las lesiones no es el generalmente elegido por los que atentan contra su vida, sirviéndose de armas cortantes, y cuando esa misma si- tuación y su dirección se observan con más frecuencia en los individuos lesionados por mano extraña.—Las contusiones que recibió Valdés, particularmente sobre la mano derecha, en su cara dorsal, parecen indicar que si hubo lucha, los gol- pes del contrario se dirigieron á la citada mano, que empuña- LS ds ES A NS e id 9 O 4 ia 5 0, ño, A d Y E 78 ba una navaja, lo que se explica tambien por la tendencia por parte del uno á desarmar al agresor, asestando golpes al ór- gano que esgrimia el arma ofensiva. Por otra parte, la es- tructura anatómica de la región lesionada la hace sumamente sensible, de modo que el individuo que tenía agarrada la na- vaja, debió dejarla escapar al recibir el golpe sobre el dorso de su mano; mas esto no puede sustentarse de una manera ab- soluta, ya que no es posible valorar las múltiples y variadas pe- ripecias de una lucha, ni calcularse la resistencia del indivi- duo al dolor, ni medirse la intensidad del golpe inferido.—En virtud de haberse restablecido Becerra de sus heridas, no hay necesidad de fijar los caractéres que corresponden á las mor- tales por necesidad: el único accidente que sobrevino fué una hemorragia de un ramo de la arteria temporal, cohibida opor: tunamente; y aunque dichas lesiones no interesasen órganos ni tejidos de primera importancia, la mencionada hemorragia, la seccion del cartílago nasal y de la mucosa bucal deben ha- ber influido en la marcha lenta de la cicatriz, y durando este proceso más de quince dias, hay que colocar las lesiones en la clase de las graves, —pudiendo curarse completamente en el término de veinte á veinticinco dias, si las heridas de Becerra son de la clase y carácter que ha aceptado la Comisión. HicieNE pPuBLica.— Emanaciones é infiltraciones de los cemen- terios.— Aprobado por unanimidad y sin discusión el anterior informe, hizo uso de la palabra el Dr. L. M* Cowley para ha- blar de los cementerios ante la Higiene contemporánea. Los trabajos de Bouchardat, Depaul y Martin, basados en nociones y hechos suministrados por las ciencias experimentales, han venido á modificar algo los prejuicios formulados contra las emanaciones nocivas de los cementerios: hay medios de evitar la alteración del aire porlos gases ó los miasmas y que se co- rrompan los primeros al pasar por su suelo, difundiéndose por una parte con la mayor rapidez, transformándose otras veces en productos inofensivos, y no habiéndose observado tampoco, de una manera perentoria, que los cementerios sirviesen de sitio de predilección 4 esos gérmenes morbosos; que por el 79 contrario en el suelo se fijan y mueren; pues la putrefacción, léjos de prestarles mayor actividad, los segmenta y los destru- ye, cual sucede con la privación del oxígeno. Por otro lado, miéntras las materias permanecen suspendidas en la superficie del terreno, clarificada ya el agua á beneficio de una primera filtracion mecánica por los mil canales de aquél, oxídanse allí las sustancias orgánicas, y pasando especialmente algunas al estado mineral y al de azoatos, bajo esta nueva forma, en sl misma inofensiva, se trausforman en un elemento precioso de fertilidad; y al penetrar más adentro, se purifican y salen des- provistas de todos los gérmenes fermentecibles, depuracion * que suministra una agua absolutamente sana; corroborándose este aserto con los análisis veriticados en aguas extraidas de los cementerios y que han acusado exíguas cantidades de materia orgánica. El Dr. Cowley termina con esta proposicion: que las ciudades de los vivos con sus hospitales y sus cloacas, con sus inmundicias y sus lepras, sus miserias, sus excesos y Sus vicios, son, sin contradicción, incomparablemente más repugnantes, más perniciosas y más mortiferas que las ciudades de los muer- tos. —(V. pág. 61). Discusión.—El Dr. Fovántes manifiesta que si el trabajo lei- do por el Dr. L. M? Cowley es la última palabra de la ciencia, no se comprende que al mismo tiempo acepte la existencia de * otros principios volátiles de “naturaleza desconocida” y que pudieran no tener la inocuidad que se desea. El Dr. Cowley responde que, segun se desprende de su con- clusión, no asienta que las emanaciones de los cementerios sean absolutamente inocentes, sino que no son nocivas al gra- do exagerado que se ha sostenido hasta ahora, y lo son mucho ménos que las ciudades de los muertos. Además, esos mias- mas que se aceptan y el septum pneuma, descubierto por un hi- gienista contemporáneo en la atmósfera cementerial, los ab- sorbe el suelo, en donde se fijan y mueren; y las recientes y brillantes investigaciones de Davaine y Pasteur sobre la bac- teria del carbunco han demostrado que si los animales muer- tos, todavía calientes, ofrecen peligros considerables, pueden s0 ser por el contrario manejados impunemente aquéllos en que la putrefacción está muy adelantada. El Dr. A. GF. del Valle opina que con la palabra ““inocui- dad” se pretende decir más de lo que realmente existe. La cuestion es ésta: ¿son ofensivas 6 inofensivas las emanaciones que se desprenden de los cementerios? Y, desde luégo, la conclusión del trabajo leido encierra un ataque á la ley, que aconseja su alejamiento. Mas para resolver el problema, de suyo complicado, es menester tener en cuenta la calidad del terreno, la naturaleza de las aguas, subterráneas ó llovedizas, y los cambios que ocurren en el cadáver. ¿En dónde están los terrenos tipos para las inhumaciones, lo que constituye una condición indispensable? Se dirá que en el Egipto se con- servan los cadáveres y quelo mismo sucede en el Monte de San Bernardo; pero ésas son condiciones de conservación, y no de destrucción rápida y completa, que es lo que debe bus- carse para evitar el daño de las emanaciones. Y después, la putrefacción cadavérica requiere ser definida en cuanto al medio en que se efectúa, en cuanto á sus diversos grados y á los cambios que los caracterizan, con relación al daño que sea capaz de ocasionar, puesto que hay micro-organismos que se forman y viven á costa de los otros, y los hay que no mueren, como resulta con el del tifus, y hay también los alcaloides ca- davéricos, de que no ha hablado el Dr. Cowley. La Higiene pública por un lado y el culto social por otro, han venido co- locando siempre á los muertos distantes de los vivos, para beneficio de éstos. Siente el Dr. L. M? Cowley que el Dr. Valle no se haya dete- nido en los pormenores de su trabajo: esas ptomaínas se oxidan en contacto con el alre atmosférico y pierden su acción noci— va; y la putrefacción destruye esos micro-organismos tan te- rribles. Para tratar la cuestión científicamente, es preciso partir de los hechos fisico-químicos 4 que él ha hecho refe- rencia. Pero el Dr. Cowley no aboga por la proximidad de las sepulturas; ántes al contrario, quiere que estén á distan- cia, para que sean eternas, y considera nocivas las mondas; PRE oy : A | 2 h se 81 esos gases, deletéreos en espacios confinados, no tienen la mis- ; ma influencia en espacios amplios y bien ventilados. El Dr. A. E. del Valle opina que la perpetuidad de las se- | pulturas y la cuestion de las mondas obedecen á otras consi- h deraciones tambien importantes: la remocion de los terrenos está ocasionada á inferir daños evidentes á las poblaciones; pero al cabo de algún tiempo es preciso buscar otros terrenos, es preciso rehabilitarlos para que reporten todo el beneficio que de ellos debe sacarse, y de aquí la necesidad de la monda, eS que es una ayuda que la Ciencia presta á la Naturaleza. A. los trabajos de Robinet y de Pasteur, segun el Dr. J. A Torralbas, pueden oponerse otros que les son contradictorios: al aserto de Miquel, de que la carne podrida pudiera emplearse para filtrar el aire, puede objetarse, entre otras cosas, que si las ptomaínas se desdoblan, es sin duda á costa del vehículo at- mosférico, que permanece entónces viciado; y á la considera- ción de que el aire cargado de ácido carbónico es mortífero solamente cuando está confinado como en la Gruta del Perro, puede contestarse con el Valle de la Muerte, cuyas circuns— tancias son opuestas. 3 El Dr. L. Cowley responde que no ha tomado por base de 3 sus trabajos los de Robinet, sino los de Bouchardat; que tan- j to en la Gruta del Perro como en el Valle de la Muerte pue- de considerarse que el aire está confinado, colocándose por su mayor peso en las capas inferiores el ácido carbónico, del que por otra parte pueden los mineros resistir hasta el cuarenta 3 por ciento (40 pS ). Cree el Dr. Torralbus que no sería difícil demostrar las contradicciones en que ha incurrido Robinet; y no acepta la E paridad de condiciones en la Gruta del Perro y en el Valle de ke la Muerte; aquélla es un espacio verdaderamente confinado, y éste á cielo abierto. No admite el Sr. Orús que la putrefacción sea inofensiva, porque sea una oxidación que destruya los gérmenes. Es ca- balmente lo contrario: los gérmenes respiran á expensas del - oxígeno, no del aire, sino del contenido en las sustancias Or- T. x1x,—11 AA ” y 44 de AA RO A O A o A AGAR s2 gánicas en descomposición; log micrófitos absorben el oxíge- no del aire, y después comienzan los gérmenes de la putrefac- ción, miéntras que, en cuanto á los vibriones, se necesita que el oxígeno del aire no esté en contacto con ellos. Porlo que hace á las epidemias que han podido desarrollarse por las emanaciones de sustancias que habían sido enterradas, abrién- dose despues las sepulturas, explicase el hecho por la incorn- pleta putrefacción de aquéllas, y al removerlas sobrevienen las bacterias con los fenómenos nocivos consiguientes. Insiste el Dr. Valle en que se precisen las cualidades del terreno; en que se distingan los cadáveres de individuos que han muerto por enfermedad infecciosa de los otros; y en que se le dé la prueba de la segmentación de esos organismos, á que no da gran crédito. Recordando las palabras de Baglivio, dice el Dr. £. Cowley que ha venido á hablar 4 favor de la ciencia constituyente, mas nó á atacar las leyes constituidas; que importa poco la cualidad del organismo en presencia de la descomposición pú: trida; y que esos micro-organismos especificos no producen muchas veces las enfermedades. Replica el Dr. Valle preguntando si de los cadáveres de los atacados de viruela, fiebre puerperal, etc., no se desprenden gérmenes productores de enfermedades, y si se pierden todos esos gérmenes en el terreno? El Dr. Cowley contesta que, eludiendo toda exageración, la estadística no arroja una mayor mortalidad en la vecindad de los cementerios; que del de los Inocentes pudiera hacerse has- ta una apología; y que las exhalaciones de mal olor dependen en gran parte de los ácidos butírico, valérico, caproico etc., más desagradables que peligrosos, impidiéndose ó enmásca- rándose fácilmente su producción con un poco de cal 6 algunas paletadas de tierra. Recuerda el Sr. Orús que el cementerió de Barcelona, que no, despide el menor olor desagradable, en circunstancias especia- les lo ofrece muy manifiesto, atribuyéndose esto á filtraciones de principios yodados y salinos por la proximidad del mar; 83 y sostiene que si la Gruta del Perro es un depósito cerrado, no lo es ménos el Valle de la Muerte, que, aunque al descu- bierto, se halla rodeado de montañas que no permiten las co- rrientes de aire en la parte baja, en donde se acumula el gas ácido carbónico. Explica el Dr. J, Torralbas haber empleado la palabra “con- finado” en el sentido de “cerrado,” que le corresponde entón— ces á la gruta y no al valle mencionado. Cree el Dr. Vargas Machuca que es un error bastante co- mún todavía en las obras de texto, asegurar que en la citada gruta las capas más inferiores se encuentran formadas por el gas ácido carbónico como más pesado, en tanto que las supe- riores lo están por el aire atmosférico. Segun la ley de difu- sión de los gases, hay mezcla de éstos y no verdadera separa- ción, y en las corrientes que se establecen de arriba abajo y vice-versa, puede situarse en la parte superior el más denso, áun cuando sea el otro el hidrógeno, que es mucho más ligero que el aire; y silos animales de pequeña talla mueren en aquella gruta, es porque á causa de su tamaño ofrecen mé- nos resistencia que el hombre. El Dr. Gutierrez refiere haber visitado, hace ya muchos años, la Gruta del Perro y visto morir en ella á. estos anima- les, lográndose el experimento con tanta mayor facilidad cuan- to más pequeños eran. La diversa situación que respectivamente ocupan los gases según su naturaleza y peso consiguiente, explica para el Dr. L. María Cowley la necesidad de hacer aberturas en los hospi- tales y otros aposentos, no sólo en la parte alta, sino tambien en la baja de los mismos. El Sr. Orús manifiesta que esa cuestión está ligada á la mecánica del calor, á la calefacción de los locales, porque por la rarefacción el aire interior tiende 4 subir y es reemplazado inferiormente por el aire exterior que penetra entónces más fácilmente. En vista de lo avanzado de la hora, manifestó el Sr. Presi- dente que quedaba terminada la sesión y 4 disposición de los 84 Sres. Académicos el trabajo del Dr. Cowley para los que qui- sieran continuar el debate en la siguiente. SOBRE LA SATURACION DE LAS TIERRAS DE LOS CEMENTERIOS; por el Dr. Luis María Cowley. (SesioN DEL 28 DE MAYO DE 1882). Sr. Presidente.—Estimados colegas: —En la última sesión ce- lebrada por esta respetable Corporación, tuve el honor de llamar Ja ilustrada atención de VSS, hácia los exagerados te- mores con que, al dictado de frases sonoras y despojadas de pruebas sin acepciones, se venía acusando á las emanaciones de los cementerios, considerándolos como focos de infección capaces de desenvolver el gérmen de las enfermedades más graves; y aceptamos nosotros, descansando en el testimonio irrecusable de los hechos, que las ciudades de los vivos con sus hospitales y sus cloacas, sus lepras, sus miserias y sus vicios, eran sin contradicción alguna mucho más repugnantes, 6 lo que es más grave, mucho más perniciosas y mortales que las ciu- dades de los muertos. Las ideas que expusimos entónces y las que nos promete- mos desenvolver actualmente, no solamente nos han sido ins- piradas por la lectura de autores modernos, sino por la de es- critores clásicos, entre los cuales merece especial mención el profesor Bouchardat, ante cuya respetable personalidad, su- pongo, no veréis al novel defensor de una de esas ideas en chocante contradicción con la ciencia constituida, y las cuales suelen patrocinarse con el deseo de adquirir, á expensas de su paternidad, un nombre que de otra manera quedaría oscure- cido, sino la aseveración de una verdad conquistada 4 expen— sas de los años en el estudio, basada en la observación y la experiencia, Pero, Sres., como si tal fuente y otras muy parecidas por su importancia no fuesen bastantes para robustecer la opinión SAA 85 que hemos venido á defender, llegó por fortuna á nuestras manos, en los momentos críticos de dar lectura al trabajo de antemano presentado, un número del “Journal d'Hygiéne”, fe- cha 13 de Abril del presente año, en el cual se consigna la importante y oportuna discusión habida recientemente en el pabellón de “Flora” del Consejo Municipal de París sobre los cementerios, y en obsequio de cuya relación me concede- réis unos breves instantes de atención, deseoso de daros un ligero bosquejo sobre las opiniones admitidas y aceptadas por los autorizados miembros de tan respetable Asamblea, con motivo de la cuestión de los cementerios periféricos, en vir tud de la facilidad con que ellas se amoldan á las ideas que venimos sustentando. La autorizada voz de Mr. Georges Martin se hizo oir en el Cuerpo Capitular de París para aseverar lo inútil que era ac- tualmente el preocuparse de las consideraciones relativas á la Higiene Pública respecto á los cementerios en cuestión, por haber sido refutados todos los argumentos contrarios por los estudios de la Comisión de Saneamiento de los Cementerios; demostrando estar hoy averiguado que el aire, el suelo y las aguas de esos lugares del descanso eterno no ofrecen ninguna traza sensible de la putrefacción de los cadáveres allí inhu- mados. El Dr. Robinet, que con la más grande imparcialidad ha hecho profundos estudios sobre el particular aludido, mani- festó poseer la convicción más profunda y razonada acerca de la inocuidad de los cementerios actualmente establecidos, no existiendo para él un solo hecho preciso que pueda servir de base para justificar acusación alguna contra los cementerios parisienses; creyendo en tal concepto que el aire de las Ne- crópolis no contiene gérmenes nocivos en cantidad más gran- de ó de naturaleza distinta de los que se encuentran en el aire de París, y que la creación de los cementerios próximos á la capital es la solución lógica que reclaman actualmente las poblaciones. El Dr. Maillart protestó contra el alejamiento de los ce- 36 menterios, situados á 26 kilómetros de la capital, en virtud de haber abandonado la Ciencia actual las prevenciones del pasado y haberse dicho la última palabra sobre la inocuidad de esos asilos mortuorios por los hombres más competentes. Mr. Schutzenberger, que despues de multitud de experiencias declaró que en los cementerios no hay emanaciones, recono- ció sin embargo la existencia de un olor insoportable, á lo cual pudiéramos contestar que esas emanaciones, más desagra- dables que nocivas, son dependientes de los ácidos butírico, valérico, propiónico y caproico, los cuales pueden impedirse fácilmente con un poco de cal ó algunas paletadas de tierra. Mr. Miquel comprobó que cuando el tiempo está bueno y se- co, la atmósfera de los cementerios es más pobre en bacterios que el aire de las calles de París, Después de una larga discusión sobre el particular aludido, se aceptaron los acuerdos siguientes: 1.2 Ensanchar los cementerios de Batignolles y de la Chapelle por la anexión de nuevos terrenos. 2. Necesidad de buscar en la periferia de París terrenos que ofrezcan cualidades específicas bajo el punto de vista de las inhumaciones. Como acaban VSS. de oir, la gran batalla dada en el Con- sistorio de París sobre los cementerios periféricos, aceptando de hecho la inocuidad de las emanaciones de esos asilos de los que dejaron de ser, ha sido gloriosa; y tanto Mr. Martin como los demás miembros de la Comisión del Saneamiento de los Cementerios, pueden ya triunfantes subir al Capitolio para dar gracias á los dioses inmortales. En nuestro anterior trabajo hemos relatado los diversos análisis hechos en las tierras de los cementerios, el aire que los rodea y las aguas que atraviesan el subsuelo de esas man- slones eternas, esforzándonos cuanto nos fué dable en demos- trar que las opiniones de la mayor parte de los autores están fundadas en apreciaciones insuficientes, de tal manera que el insistir esta vez sobre este particular sería ocioso, abusando á la vez del precioso tiempo que me habéis concedido para tra- 87 tar del asunto especial que motiva esta segunda parte de la cuestión en litigio; sin embargo, Sres., hay en el seno de esta Corporación un forzado atleta, con el cual sabíamos de ante- mano que íbamos á luchar cuerpo á cuerpo, vistos los espe- ciales estudios que sobre los cementerios tiene realizados con el más completo éxito; y como quiera que, por más que hemos consultado el vigor de nuestros músculos como hacían los an- tiguos gladiadores, no es posible que el combate sea favorable para nosotros, vistas la reconocida energía y las robustas fuer. zas intelectuales de mi ilustrado contradictor, permitasenos en obsequio de tan desventajosa contienda un momento de tre- gua, con el laudable objeto de ver si logramos, si no vencerlo, por lo ménos convencerlo con un argumento relacionado con sus importantísimos trabajos de Higiene Pública que en más de una oportuna ocasión nos ha leido; valiosa prueba que tiene para nosotros tanto más mérito, cuanto que vamos á extbraerla de uno de sus escritos más notables y que con justificados mo- tivos sirvió para abrirle gustosos las puertas de esta Corpora- ción con general contento de todos sus miembros. El Dr. D. Ambrosio G. del Valle, ilustrado y apreciable colega á quien hemos aludido anteriormente, al consagrarle en su excelente informe sobre el proyecto de un Lazareto defini— tivo en la Isla, las más interesantes páginas á Jas medidas sa- nitarias precautorias usadas en el puerto de Trieste y que se denomina Spoglio, encomia por sus ventajas, muy de acuerdo con todos los higienistas, la eficaz desinfección obtenida á ex- pensas de las duchas de fuego inventadas por Mr. Laparant, cuya provechosa influencia puede llevarse hasta los puntos más reconditos de la cala del buque, destruyendo todo gérmen insalubre, y á cuya ventaja pudiéramos nosotros agregar la formación de productos pirogenados que á su vez atacan á los miasmas. Pues bien, Sres., en el interior de la tierra cemente. rial se efectúa un fenómeno parecido, el cual, á pesar de ser muy lento y estar despojado de todo signo exterior y de no ser tan violento y visible como el fuego, no deja por eso de constituir una combustión que transforma toda impureza or- 88 gánica en ácido carbónico, agua y ázoe; áun más, Sres,, su efi- cacia es mayor, en virtud de que ella efectúa lo que el fuego, lo que las duchas de M. Laparant tan garantizadas por su po- derosa accion desinfectante no realizan, quemando el ázoe por su poderosa acción oxidante. Pero, Sres., tiempo es ya más que sobrado para que nos ocu- pemos del particular á que se refiere la órden del dia; y recla- mando como siempre vuestra benévola atención, pasamos á realizar nuestro propósito. Cuando en el terreno de un cementerio se ha acumulado un gran número de cadáveres, dejan de verificarse con regulari- dad los fenómenos químicos que constituyen la putrefacción ordinaria en la tierra, y ocurre en los restos humanos lo que se llama la saponificación, ó sea la combinación de los ácidos grasos del organismo con los álcalis térreos del campo-santo. Cuando esto sucede, se dice que el cementerio está saturado, y desde entónces el terreno de éste deja de servir para los usos á que está destinado, por lo cual se hace indispensable buscar otro sitio para las inhumaciones. He aquí, Sres., el lenguaje unánime, las opiniones contex- tes con que se han expresado hasta ahora todos los autores en el interesante capítulo que á la Higiene cementerial le consa- gran; pero la Ciencia actual, que á pesar de su incesante labo - reo y constantes conquistas realizadas en los senderos más des- conocidos, no se extravía jamás, dirigida como está constan temente por la segura brújula que le facilitan la observación y la experimentación, acaba de condenar la manera de ver antes ex puesta sobre la saturación de los cementerios, como un error manifiesto, declarando con el auxilio de pruebas muy numerosas, que no devorando generalmente el suelo de los ce- menterios los cadáveres, como hasta ahora se ha venido acep- tando, mal podrían aquéllos saturarse. Trasladémonos al terreno de los hechos para ver si seme- jantes aprehensiones están justificadas, y en tal concepto, ve- nid con nosotros por un momento al borde de las tumbas y os desengañaréis bien pronto de que las diversas fases de la pu- 89 trefacción se efectúan por lo común en vasos cerrados (ataudes), que dura infinitamente más que ellos, no siendo modificada la tierra por esos productos solubles Ó gaseosos, bien los emita, los conserve ó se los asimile, no existiendo ni pudiendo exis- tir en tal concepto la supuesta saturación. Entrad con nosotros en un cementerio constituido por te— rrenos impregnados de una humedad excesiva, compactos y tríos, y en los cuales la putrefacción se efectúa no solamente de una manera intermitente, sino lenta, incompleta ó bastar— da, y observaréis por el contrario el fenómeno de la saturación de que nos venimos ocupando, tanto en la primera como en la última inhumación efectuada. Pero nosotros vamos más allá, y variando completamente el argumento, creemos por el contrario con Martin y otros autores de gran mérito, que, áun en un suelo defectuoso, una fosa sepulcral será tanto más preferible, se encontrará en me- jores condiciones para su objeto cuanto más enterramientos se hayan efectuado en su seno. Y en efecto, Señores, miéntras más se remueve la tierra de una hoya cementerial, más se desunirán, se desagregarán sus diferentes capas, oxidándose á la vez más favorablemente durante cada remoción, dividién- dose al mismo tiempo, adquiriendo más ligereza, y lo que es más importante, Sres., más permeabilidad á expensas de las partículas de los huesos, arena, pequeños fragmentos de pie- dra y restos metálicos y terrosos procedentes de multitud de objetos funerarios. Estas mismas condiciones, como no podrá sin duda ocultarse á la reconocida ilustración de VSS,, facili- tan á la vez de una manera eficaz la entrada de los rayos calo- ríficos, abriéndose paso con más comodidad el oxígeno libre 6 disuelto de abajo hácia arriba, oponiéndose en fin como una barrera insuperable á los productos volátiles que deben alejar— se, so pena de ahogar sin su influencia los mismos fermentos que provocan, á lo que se agrega la circunstancia favorable de que ese mismo terreno, enriquecido por culturas reiteradas, produce mayor reserva de microbios, prestos siempre á cumplir su útil misión, sin el más lejano temor de peligro para los vivos. T. xIx,—12 a A TE AAA 90 Si pretendéis que os exponga la narración sucinta que acredite las ideas especiales que venimos defendiendo acerca de la saturación de los cementerios, estamos dispuestos á ex— ponerla con todos sus detalles; creyendo que bastaría, hoy por. hoy, el manifestaros cuanto tiene consignado la ciencia como resúmen más completo acerca del particular aludido. “La naturaleza química del terreno de los cementerios posee una influencia muy escasa y secundaria sobre la descomposi- ción cadavérica, siendo su permeabilidad la única que juega un papel importante y decisivo.” La humedad excesiva no impide la descomposición en los terrenos porosos, á ménos que éstos no estén completamente infiltrados de agua; habiéndose observado que la fermentación muy poco ó nada se detiene en un ataud lleno del líquido in- dicado, en tanto que el oxígeno y los productos volátiles de la descomposición puedan circular libremente entre la tapa y el nivel del líquido en cuestión. Los terrenos ligeros donde hay un exceso de arena son los que, en el sentir de las experiencias enunciadas, mejor con- vienen para el establecimiento de los cementerios; debiendo hacer constar que, á expensas de una pendiente rápida de un clima demasiado seco, pueden experimentar una desecación profunda y favorecer la falta de lluvias ulterior, aunque muy raramente, momificaciones parciales. Como en las condiciones habituales, y en la gran mayoría de casos, la tierra no está jamás en contacto con el cadáver; y co- mo por otra parte el último resíduo de los tejidos blandos, que se encuentra en el fondo de los ataudes, existe en tan mínima cantidad que no es capaz de comunicarle á la tierra que lo recibe ningun propiedad antifermentecible, ésta no podrá bajo este punto de vista saturarse, ni dejar de actuar sobre el cadá- ver, ejerciendo á la vez una influencia aceleradora sobre la putrefacción el fosfato de cal de que ella se enriquece. Por lo que se refiere á los productos volátiles de la descom- posición, que se esparcen en los terrenos, éstos, como todos VS$- saben, pueden reducirse bajo el punto de vista que nos ocupa, 91 á dos. El ácido carbónico, que se unirá al amoniaco, disolverá los fosfatos y la sílice, y cambiará los carbonatos en bicarbona- tos Ó se desprenderá poco á poco en el aire libre. El amoniaco, que se combinará con los ácidos para transformarse en ácido nítrico ó será absorbido por las plantas; deduciéndose de lo expuesto, que todos estos productos favorecerán la vegetación, pero no podrán oponerse á la descomposición, retardándola ó impidiéndola. Hemos terminado, Sres., y creemos al concluir estar situados en el más firme terreno de nuestras convicciones científicas al proclamar en esta respetable tribuna, como proclamamos: Que dado el espacio de cinco años, que con justificados mo- tivos concede hoy la ciencia como término seguro para obtener la desaparición de la materia orgánica, y dadas las condiciones actuales de las exhumaciones, las tierras permeables de los cementerios no se saturan jamás. SESION PUBLICA ORDINARIA DEL 28 DE MAYO DE 1882. Sres. ACADEMICOS CONCURRENTES.— Gutierrez, Presidente, Go- vantes, A. (. del Valle, Melero, CFarcía, Montalvo, Luís M. Cowley, Machado, R. Cowley, Rovira, J. Torralbas, Mestre, Se- cretario. Abierta la sesión á4 la hora de costumbre y con la asistencia de los Sres. Académicos que arriba se expresan, dió lectura el Secretario general al acta de la pública anterior y 4 la de la sesión solemne (V. pág. 5), que fueron aprobadas. CorrEsPoNDENCIA.—Leyéronse en seguida por el Secretario general las siguientes comunicaciones: —1? dos oficios, del 15 y 23 de Mayo, en los que el Juzgado de 1? Instancia del Ce- rro recuerda el informe pedido á la Real Academia para ave- riguar la muerte del negro Luís Reyes; habiéndose dado traslado de dichas comunicaciones á la Comisión de Medicina Legal y á su ponente de turno, para que se sirvan presentar ED e O e a 92 el informe reclamado, el domingo 11 de Junio; —2.” otro idem del Juzgado del Monserrate, acompañando un testimonio de varios lugares referentes á una causa que se sigue en San Cristóbal, una caja cerrada y lacrada, conteniendo las vísceras de los negritos Lázaro y Regina, y un paquete de medicamen- tos; habiéndose devuelto todo al Sr. Juez exhortado, por no corresponder á la Real Academia el análisis químico que se le encomienda, sino á los farmacéuticos de turno señalados por la Subdelegación respectiva;—3.% otro idem del Dr. Govan- tes, Presidente de la Sub-comisión de Vacuna, remitiendo la relacion de los individuos de ambos sexos y distintas razas vacunados en la Academia desde el mes de Mayo de 1881, y de los tubos de vacuna repartidos á los que los han solicita- do; acordándose su publicación en los Anales;—4* otro idem del Sr. Orús, socio numerario, pidiendo se le expida certifica- ción de sus antecedentes académicos; habiéndose efectuado asi en virtud de un decreto del Sr, Presidente de la Corporación; —5. % otro idem del socio numerario Dr. Castellanos, partici- pando que, por encontrarse enfermo con fiebre, no ha podido terminar el trabajo que sobre el Reglamento para los baños de Madruga le fué confiado por la Comisión respectiva; acordán- dose aplazar su lectura para la siguiente sesión, y deseando todos el pronto restablecimiento del apreciable compañero; — 6.2 otro idem del Sr. D. Víctor C. Songel, Director de las Escuelas de la Real Casa de Beneficencia y Maternidad, remi- tiendo á la Academia, por invitación de su Secretario general, un ejemplar de sus publicaciones concernientes 4 la Instruc—- ción Primaria, de Gramática castellana, Aritmética y Geogra- fía; acordándosele las más atentas gracias por su estimable presente. BieLroreca.—Por ausencia del Dr. Finlay, Secretario de la Correspondencia nacional y extranjera, presentó el de actas:-— Observaciones fisico-meteorológicas de la Escuela Profesio- nal, correspondientes á los dias 12 y 13, 15 y 17, 18, 20, 21 y 22 de Mayo; —Crónica Médico-Quirúrgica, número 5;—El Progreso Dental, 5;—Nomolectografía castellana, Compendio a a 7 A PU yn tb E e y ME A o . ' ea 4 a e sn qe o" PAS > (a RR métrico decimal, Resúmen de las operaciones decimales, Arit- mética teórica de las operaciones de enteros, Elementos de Geografía nacional, Nomenclatura general y Geografía de la Isla de Cuba, Geografía de España y sus posesiones, y Resú- men geográfico de las cinco partes del mundo, por Don Víc- | tor Songel y Llobregat;—Avisador Comercial, 111 4121;— 3 Boletín Comercial, 118 4 128;—El Bombero, 21 y 22;—Bole. y tín Oficial de los Voluntarios, 268;—Anales de la Sociedad Española de Hidrología Médica, 19;—Gaceta de Sanidad E Militar, 175;—Crónica Oftalmológica de Cadiz, año XII, número 1;—El Sentido Católico en las Ciencias Médicas, año IV, número 16;—Revista Minera de Madrid, 321;—Crónica Médica de Valencia, 111;—Boletín del Ateneo Médico de Barcelona, 2 y 3;—La Independencia Médica, año XVII, 21;—Exposición al Senado por los médicos directores de aguas y baños medicinales de España;—El Eco Médico-Far- macéutico de Puerto Rico, 12;—La Independencia Médica de Méjico, 45, 46 y 47;—La Tribuna Médica de París, 715 y 716;—Boletin de la Junta Nacional de Sanidad de Washing- ton, 45, y 46;—Estadística de la mortalidad de la ciudad de Bóston en Abril del presente año, con la enumeración de sus causas principales y observaciones meteorológicas; —La Co- rrespondencia Americana, colección diplomática, 211;—Ana- les de la Sociedad Odontológica de la Habana, 3;—Lecciones de Clínica Terapeútica, por Dujardin-Beaumetz, entrega 39; —Diccionario de Medicina y de Terapéutica, por Bouchut y Després, cuaderno 2.%;—The Medical Record, 585, 601 y 602;—Harper's Weekly, 1323 á 1326;—distribuyéndose por último numerosos ejemplares de la Memoria del Dr. Ramos E sobre la enfermedad de los cocoteros. | HiotenE Pusica.—Saturación de los Cementertos.—En el uso de la palabra el Dr. Luís María Cowley para continuar la discu- sión relativa á los cementerios, dió cuenta primeramente de los acuerdos tomados en París por la Comisión para el saneamien- to de los mismos, de ensanchar dos de ellos mediante la ane- xión de nuevos terrenos, y de buscar, en la periferia de dicha e e > SS % ve A A A A SA A A e NL AA PI A A A A AA A e LI A E 0 pa ld AN 4, a AE 94 capital, terrenos que ofrezcan cualidades específica bajo el pun- to de vista de las inhumaciones. Pasando despues al asunto principal de su disertación, es decir, á la saturación de las tie rras cementeriales, manifiesta el Dr. Cowley que, cuando en ellas se ha acumulado un gran número de cadáveres, no se ve- rifican con regularidad los fenómenos químicos de la putrefac- ción, ocurre la saponificación ó sea la combinación de los áci- dos grasos del organismo con álcalis térreos; y entónces se dice que el terreno está saturado, siendo necesario buscar otro pa- ra las inhumaciones. La ciencia moderna, sin embargo, no acepta la teoría de la saturación, sino como un error manifies- to, pues no destruyendo generalmente el suelo á los cadáve- res, mal podrían aquéllos saturarse. Las diversas fases de la putrefacción se efectúan por lo comun en ataudes, ó sean va— sos cerrados, y la tierra no es modificada con los productos solubles ó gaseosos que 4 consecuencia de aquélla se despren- den. En los terrenos impregnados de una humedad excesiva, compactos y frios, en los cuales la putrefacción se verifica de un modo interrumpido, lento é incompleto, se observa la sa— turación tanto en los primeros como en los últimos restos 1n- humados; y una fosa sepulcral se encontrará en condiciones tanto mejores para su objeto, cuantos más enterramientos se hayan efectuado en su seno: en efecto, miéntras más se remue- ve la tierra más se desagregarán sus diferentes capas, más fá— cil será su oxidación, adquirirán más ligereza y permeabilidad por la interposición de multitud de objetos funerarios, pene- trarán más fácilmente los rayos caloríficos, y abriéndose paso el oxígeno libre ó disuelto, de abajo hácia arriba, se opondrá como una barrera insuperable á los productos volátiles, que deben alejarse, so pena de ahogar sin su influencia los mis- mos fermentos que provocan; á lo que se agrega que ese mismo terreno, enriquecido por cultivos reiterados, produce mayor reserva de microbios, prestos á cumplir su útil misión sin pe- ligro para los vivos. La permeabilidad de los terrenos es la única cualidad de éstos que influya de un modo notable en la descomposición cadavérica; los terrenos ligeros, con un ex- ER ey “y 95 ceso de arena, son los que más convienen á los cementerios; y como en la mayoría de los casos el último resíduo de los te- jidos blandos que queda en los ataudes es muy exigua, la tie— rra no podrá saturarse ni dejar de actuar sobre el cadáver, acelerando además la putrefacción el fosfato de cal que la en- riquece y favoreciendo la vegetación los productos volátiles que se esparcen en ella, sin que puedan retardarla ni impedir- la. Termina el Dr. Cowley sosteniendo, que con el espacio de cinco años señalado para la destrucción de los cadáveres, y dadas las condiciones actuales de las exhumaciones, las tie- rras permeables de los cementerios no se saturan jamás. —( V. pág. 91). Discusión. —Insiste el Dr. A. E. del Valle en que miéntras en la cuestión de los cementerios no se tengan en cuenta á la vez las condiciones del terreno y las del cadáver, no se dará una base científica al debate; respecto á las cualidades espe— cíficas de aquél, á que se ha referido el Dr. Cowley, se sabe que Ó bien sus emanaciones matan excepcionalmente, ó bien enferman por lo general; y no debió decirse que las opiniones allí sustentadas lo eran por la Higiene contemporánea, sino sólo por algunos higienistas, porque detrás de esa proposición, tan majestuosamente expresada, no se encuentran las pruebas que la abonan. El Dr. L. M? Cowley responde que esas cualidades especÍ- cas del terreno no corresponden al órden químico, sino sim- plemente al físico; se basan sobre todo en la permeabilidad de las tierras, segun lo dejó perfectamente consignado el Pabe- llon de Flora;—que él ha traido al debate, no los documentos pasados, sino los actuales, los estudios más modernos en la materia, apoyándose en la gran autoridad del profesor Bou- chardat, que es el primero que ha roto con el pasado;—y por último, que si en las siembras influyen los terrenos móviles, lo contrario sucede en las sepulturas, las que son mejores mién- trás más usadas. El Dr. Valle replica que la expresión “contemporánea” abraza un espacio mayor de tiempo del que se considera: que A o EA ¡EAT 96 las ideas expuestas por el Dr. Cowley no constituyen hoy la enseñanza clásica, aunque lleguen á serlo mañana; que debajo del suelo de París, tomado como tipo, existe toda clase de ele- mentos morbosos, debiendo buscarse el terreno virgen para punto de comparacion; que Lefort ha probado las malas con- secuencias de las filtraciones de aguas en conexión con los cementerios; que segun Petenkofer esas filtraciones dependen de las alturas; que Bouchardat enseña la verdad, á pesar de las apreciaciones erróneas en él basadas, segun se encarga de demostrarlo el Dr. Valle con el texto en la mano; que es ne- cesario comparar los excreta de las ciudades de los vivos con los que proceden de las diferentes necrópolis, seguir recomen- dando el mayor cuidado respecto á ciertas exhumaciones y presentar las pruebas de asertos que no pueden ménos de pa= recer aventurados. Recuerda el Dr. Montalvo que en cierto barrio de Londres se presentaron casos de fiebre tifoidea que fueron atribuidos á la leche, porque las vasijas que la contenían se lavaban con agua de un pozo á donde llegaban por filtración materias ex- crementicias. Pues bien: la putrefacción cadavérica da naci- miento á alcaloides tóxicos, á ptomaínas, que pueden filtrar al través de los terrenos y formar parte de las aguas que se beben, determinando así daños más ó ménos considerables. Contesta el Dr. Cowley que en su primer trabajo sobre los cementerios se ocupó de esos alcaloides cadavéricos, cuyas propiedades se refieren principalmente á las de algunos alca- loides vegetales; sustancias volátiles que se destruyen por la acción del oxígeno, merced á cambios especiales. Esas frases de ““oxidaciones especiales”, “terrenos especia— les” d; son para el Dr. Montalvo muy vagas y no contribuyen á ilustrar la cuestión; pero, además, si las ptomaínas son unas veces volátiles, otras no, y en este último caso pueden ser con- ducidas al través del terreno, á más ó ménos distancia, provo- cando los efectos venenosos de los álcalis vegetales, por ejem- plo, lo que no es poco decir. El Dr. Cowley explica que ya anteriormente ha dicho lo 97 que debe entenderse por “terrenos especiales”; son los que es- tán provistos de estas dos cualidades cardinales desde el pun- to de vista de los cementerios: la porosidad y la permeabilidad. En cuanto á las “oxidaciones especiales”, son aquéllas que permiten el desdoblamiento de las ptomaínas, desposeyéndolas de muchas de las propiedades que tenían; pero el Dr. Cow- ley se ha limitado á hablar de ellas como elementos volátiles, no como elementos fijos en los terrenos, porque la ciencia no está todavía bastante adelantada en este particular. No satisfecho el Dr. Montalvo con semejante respuesta, ad- vierte que la inducción está sobre la deducción y que si ele- mentos no solubles, como los microbios, pueden pasar por fil- tración, con más motivos los alcaloides cadavéricos, que son solubles en el agua y se hallan por lo tanto en mejores condi- ciones para ser nocivos. El Dr. L. M? Cowley establece esta distinción: las bacterias no se infiltran en los terrenos, sino que se fijan; no se sabe que eso suceda con las ptomainas. El Dr. Montalvo contesta que el hecho de la filtración es innegable, como lo demuestran los casos recogidos por Gué- neau de Mussy y otros muchos observadores, de epidemias de fiebre tifoidea propagadas, no por la respiración, sino por la contaminación de los liquidos, siendo natural preguntarse si no es fundado el peligro respecto de las ptomaínas. Replica el Dr. Cowley que los micro-organismos de las ma- terias fecales no son iguales á los de la putrefacción: las pto- maínas no se fijan, sino salen al aire. Pregunta el Dr. Valle si un terreno cansado y saturado de materia mantecosa es el tipo del terreno cementerial, cuando se ha aseverado por otros, con más visos de fundamento, que lo es el calcáreo y algo ferruginoso: en aquél es eterno el tra— bajo, jamás se termina, por la formación iterativa de los gér- menes, de las ptomaínas, y todo en virtud de la porosidad del terreno; olvidándose que los cementerios deben estar en rela- ción directa de las poblaciones y que deben llenarse los requi- sitos legales. Recuerda asimismo los análisis de Lefort, que T. x1x.—13 is Ae ed + 98 demuestran que las aguas que corren á cierta distancia de los cementerios pueden hallarse contaminadas. El Dr. Cowley contesta que de eso se ocupó en su primer trabajo, en el que sostuvo que á menudo se atribuye á los ce- menterios una contaminación que depende de distintas cau- sas, como letrinas, cloacas, sumideros y otros depósitos de materias en descomposición. El Dr. Rovira expone que las ptomaínas y todas las sus- tancias amoniacales, fosftoradas y azufradas no pueden hacer daño al difundirse en la atmósfera, porque en ella se oxidan; que no sucede lo mismo con las soluciones, pues las corrientes subterráneas pueden en ciertos casos ser nocivas; y que la dis- tancia á que deben colocarse los cementerios es cosa ya fija— da por la ciencia, del mismo modo que está ya marcado el tiempo á propósito para las inhumaciones y exhumaciones. El Dr». J. Torralbas está de acuerdo con el Dr. Rovira: las ptomainas, siendo solubles, pueden formar sales y ser arras- tradas á más ó menos distancia; pero las que se desprenden de la putrefacción son tambien nocivas, aunque lentamente; de lo cual se ocupará cuando juzgue en pormenor las opinio- nes sustentadas por el Dr. Cowley en sus trabajos. El Dr. Cowley alega de nuevo que tanto de las ptomaínas oxidadas, como de los gases que se desprenden de las tierras cementeriales, se ha ocupado en su primera comunicación á la Academia. No habiendo otra cosa de que tratar, y despues de acorda- da la remisión al Dr. Torralbas de las comunicaciones del Dr. L. Cowley, declaró el Sr. Presidente terminada la sesión. Los CEMENTERIOS CONSIDERADOS DESDE EL PUNTO DE VISTA HIGIENICO. Discusión; por el Dr. J. Torralbas. (SESION PUBLICA ORDINARIA DEL 28 De Mayo Dn 1882). Sr. Presidente.—Sres. Académicos.—Señores:—Hace pocos dias presentó 4 esta ilustrada Corporación el Sr. Dr. D. Luis SA Ea 99 M? Cowley un importante estudio que tituló “Los Cemente- rios ante la Higiene contemporánea.” Nutrido de excelentes datos científicos, perfectamente ordenado, y escrito con esa elegancia y fluidez de estilo que le son naturales al digno Académico, constituye esta Memoria una sintesis del estado actual de la cuestión que, hábilmente tratada y á pesar de los elementos tan complexos que contiene, nos lleva á con— clusiones que, si bien en el órden lógico corresponden con las premisas establecidas por el autor, en el órden científico mere- cen un serio exámen, porque esas mismas premisas descansan en hechos, que pueden ser interpretados de diversas maneras, y en apreciaciones muy discutibles. El estudio de esos hechos y de la interpretación que se les ha dado, serán el objeto de estos renglones; y para proceder ordenadamente, antes dejaremos establecidos algunos puntos cientificos que á nuestro modo de ver deben constituir la ba- sede estas consideraciones, pues ellos dan las fórmulas y es- tablecen los limites dentro de los cuales debe girar cada uno de nuestros argumentos. Así pues, empezaremos dando á conocer las ideas que pro— fesamos respecto de la fermentación pútrida y las razones por qué las hemos adoptado. Una multitud de experiencias puestas en práctica por Salis- bury, Tyndall, Davaine y otros autorizados observadores, han dejado establecido de una manera evidente que la putrefac- ción consiste en una serie de fenómenos químicos del órden de las fermentaciones, que se van sucediendo en los cuerpos orgánicos, cuyos principios inmediatos se van sucesivamente desdoblando hasta que, separados unos de otros sus primiti- vos elementos, vuelven á formar parte del mundo inorgánico del cual proceden. La forma en que tienen lugar estas evo- luciones, el órden en que se verifican y las condiciones que las aceleran ó detienen han sido objeto, desde hace mucho tiempo, de la atención de Jos sabios; y todos los señores Acadé- micos conocen las peripecias por que ha pasado la teoría de la fermentación desde Liebig hasta la época presente, por cuya a e A A A, lr de E AA ARES: A ES > ÉS A nt mn O A A A e a ' É A re o eb Ji 100 razón nos creemos excusados de cansar la atención de los que tienen la bondad de oirnos, refiriendo la conocida historia de tan debatida cuestión: así es que, prescindiendo de cuanto an- teriormente se ha dicho, vamos á tomar como punto de parti- da los observaciones y deducciones de Pasteur, quien en 1865 consiguió dar una forma á nuestro modo de ver más aceptba- ble que las que le dieran Stahl y Willis á la teoría que nos ocupa. Un exámen tan serio como detenido de los hechos, una ob- servación paciente y sabiamente practicada, pusieron al exni- nente micrógrafo en posesión del más importante secreto de la génesis de la putrefacción; pues pudo demostrar que los fe- nómenos que la constituyen corresponden á dos órdenes de reacciones que, variando el medio ambiente de los organismos inferiores que en estos casos se desarrollan, contribuyen al- ternativamente á la multiplicación, ya de los de una clase, ya de los de la otra. Cuando se observa, dice Pasteur, un líquido putrescente, caldo, agua de carne 4, despues de algunos dias de deposita— do en un vaso de vidrio, se nota que empieza por perder su transparencia por la formación de los gérmenes conocidos con los nombres de bacterias, mucors y mucedíneas: estos seres rudimentarios han consumido, al formarse, todo el oxígeno contenido en el líquido, y se dirigen á la superficie, donde forman una nata impenetrable que corta toda comunicación entre el líquido que se halla debajo, el cual se ve privado de su oxígeno y no puede apropiarse el del ambiente, no sólo por no hallarse en contacto con él, sino porque los microbios que cubren su superficie lo consumen antes; en este estado las cosas, y cuando en el interior del vaso se puede decir que no queda un átomo de oxígeno, empiezan á formarse nuevos seres, cuya existencia es incompatible con la presencia de este gas; estos nuevos organismos llamados ““vibriones” son, segun Pasteur, los agentes principales de la putrefacción, pues una vez formados, el fenómeno acelera sus evoluciones, como si es- te agente vivo de la fermentación comunicara á las moléculas 101 del líquido nuevas actividades; en efecto: es entónces que apa- recen esos compuestos tan definidos en la apariencia, pero tan complexos en realidad, que se conocen con el nombre de pro- ductos de la putrefacción, cuyos términos más constantes son, segun Pasteur, Schwan, Schutzenberger y otros autores: la leucina, la tirosina, los ácidos volátiles de la série C* H** 03 6 sean el ácido fórmico, acético, propiónico, butírico, valérico, ca- proico de; el amoniaco y algunos de sus compuestos, tales como la etilamina y la trimetilamina; el ácido carbónico y el hidrógeno sulfurado. Todos estos compuestos han sido considerados co- mo inestables, sin atender 3, su composición ni á las condicio- nes en que pueden encontrarse en determinados casos; pero, andando el tiempo, se han ido separando algunos de entre ellos, que son estables por sí mismos, y otros que sólo lo son en ciertas condiciones. Antes de Pasteur y de Apert se creía generalmente que to- do cuerpo orgánico que quedaba fuera de la influencia de la vida, único agente capaz de impedir su disociación, entraba por sí mismo en descomposición, produciendo diversos princi- pios y entre ellos algunos de olor fuerte y nauseabundo. Pero las investigaciones de los citados profesores y las experiencias -_ de Schwan, Helmontz, Ure y otros, y sobre todo las de Tyn- dall, prueban que los agentes de la fermentación pútrida se encuentran en el aire y que la presencia de este medio am- biente es una de las condiciones sine qua non es posible que se verifique el fenómeno. Este aire ambiente, factor obli. gado de la operación, puede obrar de dos maneras, ya inician- do una série de reacciones que por sí solas pueden continuar, ya actuando de una manera constante sobre el cuerpo en des- composición y suministrando algunos de sus elementos á los nuevos compuestos que se van originando. Lo que acabamos de decir respecto del aire, así como todo cuanto pudiéramos recordar respecto de las condiciones que lo hacen más apro- piado para el desarrollo de la fermentación pútrida, está com- probado por una multitud de experimentos hábilmente prac- ticados por los hombres más notables que figuran en la Ciencia NDA 102 contemporánea; cuyas sabias y bien dirigidas investigaciones nos vienen enseñando los límites inferior y superior de tem- peratura en que los fenómenos pútridos se desarrollan, las al- turas de las capas atmosféricas en que, por razón de la pureza del aire y otras causas, no puede aquella tener lugar, y otros muchos detalles interesantísimos que á la cuestión se refieren. El estudio del aire analizado química y físicamente, exa— minado al microscopio, trasladado de Lonáres á los Alpes, de París 4 diversas alturas, en tubos cerrados á la lámpara, pues- to en contacto con sustancias putrescentes, purificado por me- dios físicos y químicos, comparado el de unos sitios con el de los otros y, en fin, sometido á esa infinidad de experiencias que todo el mundo conoce, vino á revelarnos el misterio de la fer- mentación pútrida, dejando establecido de una manera incon— testable que flotan en nuestra atmósfera gérmenes de fermentos que, puestos en contacto con las sustancias orgánicas que se encuentran en ciertas condiciones, determinan su descompo- sición . Por último: investigaciones más recientes aún, puesto que son de actualidad, han venido á agregar nuevos elementos á la metamórfosis que sufren los cuerpos orgánicos antes de Je- gar á su extremasimplificación, ó sea á la disociación de sus primitivos elementos: quiero hablar de las píomaínas, esos nuevos alcaloides descubiertos hace poco y á los que se atribu- ye una acción sobre el organismo, semejante á la que ejercen esos otros alcaloides conocidos con el nombre de “principios activos de las sustancias orgánicas”, entre los que se cuentan algunos cuya administración determina fenómenos de la ma- yor gravedad y á veces la muerte. Sabido es cómo el Dr. Selmi de Bolonia, con motivo de una indagación médico-legal, encontró un alcaloide cadavérico formado en el cuerpo humano, que tenía grandes semejanzas con los alcaloides de los vegetales; que repitiendo sus obser- vaciones, volvió 4 encontrar otros cuerpos semejantes en otros cadáveres, pudiéndose citar entre otros casos el de un proce: so que tuvo lugar en Brescia á propósito de un supuesto en- ¿A > 103 “venenamiento por la morfina; ocasión en que el profesor Selmi dejó demostrado hasta la evidencia, ante el tribunal que co- nocía del asunto, que la sustancia que otro experto había creido morfina, no era sino una plomaína. Segun el profesor italiano, estos productos de la putrefac- ción cadavérica son, unos fijos y otros volátiles; siendo los fijos, que para él constituyen las verdaderas ptomainas, fácil- mente oxidables; y se les caracteriza porque toman al contacto del aire un aspecto pardusco y despiden un olor repugnante en el momento de su descomposición. Los animales á quienes se han hecho tomar estas sustancias han presentado como sintomas los siguientes: dilatación de la pupila, seguida inmediatamente de contracción; detención é irregularidad en los movimientos cardíacos, convulsiones, y post mortem corazón vacío y contraido. Las experiencias de Selmi han sido comprobadas por las de los profesores Loussaux, Albertoni, Félix y sobre todo por el conocido profesor Gauthier, quien, en su carta dirigida al redactor en jefe del Journal d'Hygiéne, reclama la prioridad del descubrimiento. De suerte que podemos dejar sentado que las ptomainas existen y que pueden ocasionar trastornos de consideración en el organismo en que sean ingeridas. Más adelante volve- remos á ocuparnos de esos alcaloides. Tratada ya la cuestión de la fermentación pútrida en abs- tracto, réstanos ahora aplicarla al caso concreto que motiva estas líneas, el cual, como dijimos al principio, es el erudito trabajo del Dr. D. Luis María Cowley. Segun el apreciable colega, dos son los graves peligros de que se ha hecho responsables á los cementerios: “1. 9 de alte- terar el aire por gases ó por miasmas; 2,9 de corromper las aguas que atraviesan por su suelo.” Despues de señalar estos dos puntos de partida, pasa á examinar el primero, ó sea el que se refiere al aire, y dice: los gases engendrados durante la des- composición cadavérica son el ácido carbónico, el amoniaco, el hidrógeno fosforado, el hidrógeno sulfurado, carburos de ht: a SE DO A 104 drógeno, éteres, aceites, grasas y otros productos volátiles no bien conocidos: aquí probablemente se quiere hacer referencia á los cinco ácidos volátiles que antes señalamos como corres- pondientes á la serie C* HH?” 0%; pero pasemos á otro órden de hechos. Acepta como verdad demostrada que del suelo de los ce- menterios se desprende ácido carbónico; pero cree con el Dr. Martin que sólo el ácido carbónico confinado en las fosas mortuorias pudiera ocasionar accidentes mortales, por su ac- ción mecánica, á algun obrero ó sepulturero incauto que im- prudentemente se expusiera á su acción, peligro que se po- dría evitar desalojándolo de antemano. Apdyase tambien en las investigaciones de Reinet, quien nos dice que el aire at- mosférico contiene un 3p.3 de ácido carbónico áun en aquellos sitios en que el desprendimiento se efectúa con más frecuencia (suponemos que querrá decir con más abundancia): tal es la facilidad con que se verifica su difusión casi instan- tánea. Invócase en seguida la facilidad con que trabajan los mine- ros en atmósferas confinadas, que contienen, segun Seguein hasta un 4 p.S de ácido carbónico, de lo que deduce d cree deducir el citado observador, que este gas sólo es incómodo cuando su proporción en el aire alcanza la cifra de 10 p.S. Cita además los cálculos del Dr. Robinet, que tienden 4 probar que el gas del alumbrado, el carbón de las cocinas, estufas dy de París, vierten en el aire una cantidad de ácido carbónico incomparablemente mayor que la que pudieran ex- halar todos los cementerios de la misma ciudad en un perío- do de tiempo cinco veces más largo. A lo primero, ó sea á lo del ácido carbónico confinado, se podría contestar al Dr. Martín que, si bien es cierto que la acción de este gas en esas condiciones es eminentemente mortal, tambien lo es que en otras proporciones, áun cuando no esté confinado, se hace intolerable; díganlo, si no, los indivi- duos que intentan permanecer al lado de las fuentes de aguas carbónicas, de las cuales se desprende este gas, no en cantidad 105 suficiente para producir la asfixia, pero sí para hacer la respi- ración dificultosa y molesta, Respecto de la facilidad con que trabajan los mineros en esas atmósferas saturadas en que, segun Seguein, se encuen- tra hasta el 4 p.S de ácido carbónico; debemos objetar, que, ni las cosas pasan tan felizmente en todas las ocasiones, pues léjos de esto, los trabajadores tienen que estarse reemplazando á veces en muy cortos intervalos, porque la permanencia en esos sitios se hace imposible; ni la razón por que en determi— nadas ocasiones se hace respirable una de esas atmósferas sub- terráneas, consiste en que el aire que contenga más del 10pS de ácido carbónico sea inofensivo y perfectamente respirable como cree el profesor que nos ocupa. La presión atmosférica contribuye muy directamente á hacer más Ó ménos respira— ble un ambiente saturado de ácido carbónico, y las experien- clas de Regnault y de Reisset nos enseñan que á medida que disminuye la presión atmosférica, el aire saturado de este gas se hace más y más soportable; estas observaciones, ampliadas por Bert, le han llevado á demostrar que á la presión media de 0'76 m. los efectos tóxicos del gas asfixiante no se presen— tan sino á condición de que exista en proporción de 24p 2; pero no es esto todo, para que una atmósfera sea asfixiante se necesita no solamente que aumente su cantidad de ácido carbónico, es necesario que disminuya simultáneamente y en cierta proporción el oxigeno; este hecho es el que nos da la explicación de como pueden los mineros permanecer en algu- : nos sitios donde abunda el ácido carbónico, si no gozando de un agradable bienestar como pretende Seguein, sin asfixiarse al ménos., En las minas de Poullaonen en Bretaña los mineros perma- necen un tiempo relativamente largo en el interior de las ga— lerías, cuya atmósfera contiene el 4 y á veces el 5 p.S de ácido carbónico, miéntras que en las minas de Huelgoat, donde la proporción de ácido carbónico es menor (de 2 44 pS ), se hace muy dificultosa la permanencia en ellos, y en ocasiones, por des- gracia muy frecuentes, los trabajadores no pueden soportar su T. x1Ix, —14 O ES DS e A de A A o ds ny 106 atmósfera sino algunos instantes: esto deja de ser extraño cuando se recuerda que en las primeras de estas minas abun- da el ácido carbónico, pero tambien el oxígeno; por el con- trario, en la segunda la cantidad del gas irrespirable es muy pequeña, pero la profusión de piritas que en ella existe roba oxígeno al aire, y reduciendo su proporción sólo al 10 p.S, lo hace irrespirable. En cuanto al Sr. Robinet, no podemos seguirlo en sus deduc- ciones: ya en otra época nos ocupamos de uno de sus trabajos, en que daba este autor á conocer las mismas cifras que hoy cita el apreciable Dr. Cowley (D. Luís), y entónces como aho. ra prescindimos de impugnar los cálculos que al ácido carbó- nico de la atmósfera parisiense se refieren, ya porque no sabe- mos los medios por los cuales estima en tanto ó más cuanto la cantidad de ácido carbónico que exhalan los cementerios de aquella ciudad, y sin esos detalles no podemos juzgar; ya porque á continuación nos dice el mismo señor que la atmós- fera de los campos no es más pura que la de la gran capital, hecho que además de no creer aceptable, nos parece contra- dictorio con lo que el mismo autor establece primero. Examina despues el ilustrado colega el amoniaco, y cuanto de él dice como producto volátil lo aceptamos desde luego. No sucede lo mismo con el hidrógeno sulfurado, del que di- ce que, administrado á cierta dósis, es muy tóxico y que basta una milésima parte de él para que acuse su presencia el fuer- te olor que le caracteriza, no habiéndose podido, continúa diciendo, demostrar su presencia en el aire de los cementerios ni por el olfato ni por los reactivos. A primera vista se nota que hay una evidente contradicción entre esta aseveración y la opinión de los autores que unáni- memente enumeran entre los productos de la putrefacción el hidrógeno sulfurado y los compuestos que con ¿l se forman: es más; en uno de los párrafos anteriores el distinguido Aca- démico nombra este producto, lo acepta, le da el tercer lugar y lo presenta, no como uno de los términos de la fermentación pútrida en general, sino que lo coloca en la lista de los cuerpos 107 volátiles que se forman en el caso concreto de la descompost- ción cadavérica. Me he fijado en este punto, señores Académicos, no por marcar una pequeña discrepancia del excelente trabajo que nos viene Oocupando, sino porque se trata precisamente de uno de los agentes tóxicos de más importancia: aquí no se trata ya, como en el caso del ácido carbónico, de si está Ó no acumula- do, ó de si guarda proporción con el oxigeno ambiente, ó de si su acción es simplemente mecánica ó no. Recientes observaciones, todavía en publicación, tienden á probar la acción tóxica de los gases llamados mefíticos, y como hasta ahora sólo ha llegado 4 nuestras manos la parte que se refiere al hidrógeno sulfurado, á ella nos contraemos al mani- festar que el señor Monzón y otros profesores con quienes se ha asociado para esta investigación, han inyectado con la ma- yor precaución, en las venas de animales vivos, pequeñas can- tidades de hidrógeno sulfurado; y después de repetidos ensayos que detalladamente describen, han dejado demostrado que este gas pasa del sistema venoso al arterial y vice-versa, ya á través del parénquima pulmonar, ya á través de otros tejidos orgánicos: que su acción es rápida y ocasiona la muerte obran- do sobre el bulbo raquídeo y particularmente sobre los sitios nombrados centros respiratorios, que dan nacimiento al nervio vago, en cuyos lugares han observado constantemente una alteración de la red capilar que los baña: han visto además por medio del espectroscopio las rayas caracteristicas de esta sustancia en la hemoglobina; porque, como dice Hope-Seyler, este principio de la sangre sufre notable alteración al contac- to del hidrógeno sulfurado, sobre todo si este contacto tiene lugar en presencia del oxígeno. En cuanto á los fuegos fatuos, ya sean formados por el hi- drógeno fosforado como hasta hace poco se decía, 6 ya depen— dan de la combustión del fosfuro de azufre, como pretende el Dr. Lefort, son una prueba evidente de que las emanacio- nes pútridas volátiles se abren paso hasta la atmósfera, sin que baste á impedirlo la tierra que cubre los cadáveres. 108 Pasa en seguida nuestro digno colega 4 examinar la cuestión de los miasmas, y aunque las ideas que sobre el particular emite no coinciden enteramente con las nuestras, prescindire - mos de estos detalles para no dar 4 estos apuntes una exten- sión inconveniente; y sólo nos fijaremos en lo que dice de la manera de conducirse los miasmas en la atmósfera de los ce- menterios: “esos miasmas que se aceptan, dice, la presencia del Septum pneuma descubierto por un higienista contemporá- neo en la atmósfera cementerial, los absorbe el suelo; aún más, Señores, allí se fijan, allí mueren.” Y bien, Señores, decimos á nuestra vez, para que el suelo de los cementerios absorba los miasmas que exhalan los cuer- pos en putrefacción, es necesario que posea esa propiedad es- pecial, pues bien se ve que no pasa lo mismo con otros focos de la misma clase que dan los mismos productos. Además, la segmentación de los microbios tiene un valor distinto del que ha querido dársele. Todo el mundo sabe que esos orga- nismos inferiores no son heteromorfos, sino por el contrario homogéneos asi en su composición como en su forma; razón por la cual al dividirse no perecen, pues cada una de sus pat- tes es apta para vivir y reproducirse de la misma manera que el todo: así es que el término segmentación, cuando se trata de microorganismos, significa multiplicación y no destrucción. Todavía una palabra sobre los aires. Mr. Miquel, en una reciente comunicación á la Academia de Medicina de París, y contra las opiniones más autorizadas, asegura que el vapor de agua que se desprende del suelo, los efluvios de los pantanos, las masas de aire procedentes de fo- cos de putrefacción, son siempre puros: que los gases que pro- ceden de materias en descomposición enterrados están exentos de bacterias; que el aire tamizado por un pedazo de carne en putrefacción, léjos de apoderarse de los microbios que encuen- tra á su paso, se purifica con tal que el filtro esté en el esta- do higrométrico en que se halla la tierra á 0,30 m. de la su- perficie, es decir, 4 13 pulgadas escasas de profundidad; y después de formular estas aseveraciones, propone los medios 109 de purificar ese aire inmaculado, de destruir esos microorga: nismos que segun él brillan por su ausencia, y de ¿nmovilizar esos gérmenes poco menos que inertes, Vamos á tratar ahora la segunda parte de la cuestión, ó mejor dicho, el segundo de los dos peligros de que se hace responsable á los cementerios. Si hasta aquí nos hemos contraido á los productos volátiles dela putrefacción, porque se trataba del aire de esa clase de establecimientos, ahora nos ocuparemos de los principios fijos que durante tan complicado fenómeno se forman, porque nos vamos á ocupar de las aguas. Antes de pasar adelante, debemos impugnar dos afirmacio- nes que contiene la memoria que nos ocupa. Es la primera la que nos dice que las únicas aguas que atraviesan la tierra de los cementerios bien construidos es la de las lluvias: aquí de- bemos recordar que para estos lugares del eterno reposo se buscan terrenos que tengan cierto grado de humedad, con el objeto de que la fermentación pútrida se termine más pronto y para que los gases que se desprenden salgan con más difi- cultad. La segunda se refiere á la profundidad 4 que se en- cuentran las aguas subterráneas. Las corrientes que surcan las capas inferiores al suelo no están sujetas á ninguna medida, y lo mismo pueden encon trarse ¿los 30 6 40 m. que les señala el autor, que 4 mayor ó menor profundidad, pues ésta depende de dos causas que no están sujetas á medida: la altura de su punto de partida y las ondulaciones de las capas impermeables que forman su lecho. La presencia de materias orgánicas producidas por la pu- trefacción, las sales minerales azoadas y las combinaciones -son los productos que pueden alterar las aguas, haciéndolas impropias para el consumo del hombre y hasta peligrosas pa: ra su salud. Entre esas materias podríamos señalar muchas, solubles en- agua las unas como las adipociras 6 jabones cadavéricos; mé- nos solubles las otras, como las combinaciones que forman algunos de los ácidos que antes mencionamos con los mine- 110 rales que los rodean, las del amoniaco, los uratos, los sulfidra- tos, y sobre todo las ptomaínas, esos alcaloides cad avéricos que ya llevamos mencionados y de los que, segun anunciamos, te- nemos que volvernos á ocupar. Hase tratado primero de negar la existencia de esos cuer— pos, y cuando por fin se ha tenido que aceptar como hecho incontestable, se ha recurrido á su volatilidad, ó mejor dicho á4 su instabilidad física y química, para declararlos inofensivos. Al desprenderse del suelo de los cementerios, han dicho unos, estos compuestos se evaporan y reparten en la atmósfera. En presencia del oxígeno del aire estos compuestos se desdoblan y concluyen por la disociación de sus elementos. Pues bien, una y otra afirmación son exageradas. Desde sus primeras observaciones nos viene diciendo Selmi que ha encontrado dos clases de ptomaínas: volátiles é instables, y fijas ó estables; es más, ha podido distinguir entre ellas algunas cuya acción es tóxica y otras que producen los mismos fenó— menos fisiológicos que determinados alcaloides vegetales; pero como es muy posible que no baste para algunos el testimonio de Selmi y de Gautier, citaremos los recientes experimentos de Brouardel y de Boutmy practicados en Reims. Primera experiencia. Analizados los órganos de un indivi- duo asfixiado por el ácido carbónico, algunas horas después de su muerte no se encontraron vestigios del veneno. Exami- nadas esas mismas vísceras ocho dias después, se encontró en ellas una base orgánica sólida, que presentaba los caracteres generales de los alcaloides: administrada á pequeñas dosis 4 los curieles y las ranas, les ocasionó la muerte. Segunda experiencia. Ptomaína venenosa perteneciente á la clase de las fijas, encontrada en las vísceras de un individuo envenenado por el ácido arsenioso. Tercera experiencia. Doce personas comieron de un ganso que se encontraba en estado de putrefacción: once de estos in- dividuos estuvieron gravemente enfermos, y uno de ellos mu- rió; examinado el resto del ganso, se encontró una piomaina análoga á la contcina. 111 Otras varias experiencias de los mismos señores podrían ci- tarse, pero no debo abusar de la atención de S5S., por lo que volveremos á concretar la cuestión á si las aguas, que se filtran á través de las tierras de los cementerios, son nocivas ó no. La enumeración de las sustancias que pueden acarrear esas aguas les da condiciones manifiestas que las colocan entre las insalubres; de suerte que sólo nos quedan por tratar dos pun- tos: la posibilidad de su traslación en las capas subterráneas como cuestión general, y las deducciones que del exámen de determinadas aguas formula el autor. No es tan fácil, como 4 primera vista aparece, determinar la dirección, orígen, situación dz, de una corriente subterránea: esto lo sabemos por los tratados de Geología; y si por ellos no lo supiéramos, lo veríamos prácticamente, pues las necesidades de la agricultura demandan constantemente los servicios de la Ciencia en este sentido. Obras voluminosas que enseñan al ingeniero á estudiar concienzudamente la región hidrográfica que va á explorar, la mineralogía y geología del terreno, sus relaciones con las regiones inmediatas, su orografía y demás modos de ser, dan los datos que se necesitan para determinar, no sé con qué grado de certeza, cualquiera de los accidentes que á esas aguas se refieren y que dejamos mencionados. Así, no puede dejar de llamarnos la atención que se nos di- ga con cierta ligereza y como si se tratara de hechos compro" bados, que las aguas del pozo no se impregnan de sustancias orgánicas en el suelo del cementerio tal, que está más ó ménos inmediato, sino del depósito de materias en putrefacción que tambien se encuentra próximo. ¿Y por qué? Ni siquiera se nos dan las razones en que se funda este aserto. Pues bien, señores Académicos, nosotros creemos deficiente ese informe que tiene por objeto las aguas del pozo de un con- vento, hecho por Lebert, porque en cuanto se refiere á la pro- cedencia y dirección de esas aguas no nos da una explicación razonada que nos pruebe que ellas no pasan por el subsuelo del cementerio en cuestión. Lo mismo podemos decir de las irrigaciones de Gennevillers. : 112 Tampoco aceptamos el dicho de Mr. Alphand, quien cree que las aguas al caer sobre la tierra se filtran, dejando en ella los gérmenes de la fermentación y volviendo á ser puras á unas cuantas pulgadas. Contra este aserto están los hechos; y para no tener que ir á buscarlos muy léjos, recordemos las filtracio- nes de sumideros y letrinas que á cada paso se observan en la Habana, y las construcciones hidráulicas que se tienen que ha- cer para evitarlas. En fin, señores, tiempo es yá de no molestar más la atención del auditorio, y por ello no entraremos en el análisis detallado de cada una de las citas que á favor de la inocuidad de los ce- menterios se nos han hecho; pero no creemos deber cerrar es- tos párrafos sin llamar la atención sobre una cualidad que comprende la mayor parte ellas. Esta cualidad consiste en cierta manera dudosa de establecer conclusiones; así, por ejem- plo, tal profesor dice que el aire de los cementerios no es más infeccioso que el de otras partes; tal otro que tales aguas no contienen mayor cantidad extraordinaria de amoniaco; la re- comendable Comisión inglesa, que el líquido estaba muy poco cargado de sustancias Orgánicas. Todo esto significa que en la mente de esos observadores imparciales y serios la luz no se ha hecho paso aún, y las ob- servaciones y experimentos que han practicado no han sido suficientemente concluyentes para que se puedan formar jui- cios de carácter positivo. De suerte que, si la última teoría de la fermentación pútrida reconoce como hecho demostrado el desprendimiento de gases nocivos durante su proceso; si nadie ha podido negar la presen- cia de esos gases y emanaciones en la atmósfera de los cemen- terios; si recientes experiencias nos demuestran que algunos de ellos son tóxicos, —tendremos que convenir en que el aire de esos lugares es mal sano; y si las materias de un foco cual- quiera de putrefacción, y entre ellas las ptomaínas, pueden co- mo se vé, ser acarreadas por las aguas é infiltradas á distancia; si de los análisis que se citan no resulta clara y evidentemen- te la limpidez y pureza de esas aguas, no podremos menos que 113 decir que las aguas procedentes de cementerios, ó que se cree pasan á través de su suelo ó muy próximas á él, son de uso peligroso. Por cuyas razones y otras no ménos atendibles, tales como las remociones de tierra siempre ocasionadas á exhalaciones telúricas; los malos olores, por más que muchos los crean so- lamente desagradables; la posibilidad de que se trasmitan á los habitantes de las inmediaciones algunas enfermedades contagiosas; y por último, el espectáculo nada edificante de la muerte, —hacen de las necrópolis unos establecimientos 2ncó- modos y peligrosos, que siempre los alejarán de las ciudades de los vivos. SESION PUBLIGA ORDINARIA DEL 11 pe Junio pe 1882. > Sres. ÁCADEMICOS CONCURRENTES.— Gutiérrez, Presidente, Y. L. Hernández, Govantes, A. Q. del Valle, Beato, Castellanos, Fto- camora, Plasencia, Machado, Finlay, S. Fernández, Mestre, Se- cretario. Lectura y aprobación del acta de la sesión anterior. Asiste á la sesión el Sr. Académico de mérito Dr. D. José de la Luz Hernández. CorrespPoNDENCIa.—Leyéronse en seguida por el Secrelario general:—1. una comunicación del Gobierno General, trans- cribiendo la R. O. trasmitida por el Ministerio de Ultramar y referente al informe de la Comisión de Codificación sobre re- presión del uso y expendio excesivo de las bebidas alcohóli- cas en esta Isla; por lo cual se dieron al Gobierno muy atentas gracias; —2. otra comunicación del Gobierno General, dan- do cuenta de un telegrama en que el Ministerio de Ultramar participa que el Colegio de Farmacéuticos celebrará en Ma- drid el 21 de Noviembre próximo una Exposición Científic: profesional; habiéndose invitado á concurrir á dicho certámen á todos los Sres. farmacéuticos de la Corporacion;—3.“ un oficio de la Comisión Central para la Exposición de Amster— T. x1x.—15 A E LE A A A DI AG 114 dan, citando al Sr. Presidente de la Real Academia para la se- sión del dia 10;—4. % otro idem del Juzgado de 1* Instancia del Cerro, recordando el informe pedido á la Real Academia en causa por muerte del negro Luís Reyes; informe que será presentado en la sesión del dia;—5.% otro idem del Dr. D. Angel Caro y Nouvilas, dando las gracias por el nombramien- to en él recaido de socio corresponsal, y manifestando su ardiente deseo de hacerse digno de la distinción con que la Academia se ha servido honrarlo;—6.“ la relacion de las autopsias practicadas en el Necrocomio Municipal durante el mes de Mayo último, por su Director el Sr. Obregón y Ma- yol; acordándosele las gracias. Bienioreca.—El Dr. Finlay, Secretario de la corresponden— cia nacional y extranjera, presentó:—Observaciones físico- meteorológicas de la Escuela Profesional, del 23 al 31 de Ma- yo, y del 1? al 6 de Junio;—Anales de la Sociedad Odonto- lógica de la Habana, números 3 y 4;—Boletín Comercial, 129 á 139;—Avisador Comercial, 122 4 132;—El Bombero, 23 y 24;—Boletín de los Voluntarios, 269 y 270;—El Eco Médico- Farmacéutico de Puerto-Rico, 14;—(Graceta de Sanidad Mili- tar, 177;—La Independencia Médica de Barcelona, 22 y 23; —El Sentido Católico en las Ciencias Médicas, 18 y 19;— —Crónica Oftalmológica de Cádiz, año XII, número 2;—La Oftalmología práctica, número 2;—Gaceta Médica Veterina— ria, 189 y 190;—Revista de las Antillas, 1;—La Ilustración Militar, 19 y 20;—Boletín de la Junta de Sanidad de Wash- ington, 47 y 48;—Estadística vital de New York en Febrero y Marzo de 1882;—Estadistica de la mortalidad de Bóston en Mayo de 1882;—Harper's Weekly, 1,328;—La Corresponden- cia Americana, 213 y 214;—La Tribuna Médica de París, 717;—Ttinerario del Ferro-carril Urbano y Omnibus de la Habana;—Estudio sobre los vicios de conformación de la ure— tra en la mujer; tésis para el doctorado en Medicina de la Facultad de Paris, por el Dr. Julio E. Nuñez. (Gracias). TerapeuTICA.—.Remedios nuevos y secretos.—Terminada la correspondencia, leyó el Dr. Beato, 4 nombre de la Comisión 115 de Remedios Nuevos y Secretos, un informe relativo 4 las so— licitudes de D, Antonio del Rio y la Sociedad González y C*, pidiendo privilegio de invención por cinco y diez años, á fa- vor de un papel preparado para la elaboración de los cigarros especiales á sus respectivas fábricas. Después de consignar los antecedentes de cada expediente y de recordar la acción irritante de los productos empireumáticos cuando se quema el papel y que lo más esencial sería suprimir éste, empleando otras sustancias incapaces por su combustión de dar lugar á aceites esenciales, advierte que el procedimiento empleado, ya para confeccionar el “papel esencial de tabaco,” ya para pre- parar los ““cigarros pectorales de café,” es el que han seguido todos los industriales, mojando el papel en una infusión de cualquiera de las dos sustancias y secándolo después óÓ po- niéndolo en el baño—maría; procedimiento que no tiene nin- guna importancia científica, ni merecería siquiera la atención de la Academia, á no ser consultada por el Gobierno General. Y, por lo tanto, la Comisión es de parecer que debe contestár- sele: que el papel preparado por D. Antonio del Rio y el de la Sociedad González y Compañía, por los cuales se pide pri- vilegio de invención, no tienen la menor importancia desde el punto de vista higiénico ni terapéutico. Aguas y Baños Minerales.—Aprobado sin discusión el in- forme anterior, leyó otro el Dr. Castellanos, á nombre de la Comisión de Baños y Aguas Minerales, sobre los Pro- yectos de Reglamentos para el uso y régimen interior de los de Madruga, presentados por su actual Director el Dr. Simó, después de haber introducido en ellos las modificaciones acon- sejadas por la Academia. Segun la legislación vigente en el ramo de Sanidad, compete á dicho Director la redacción de los citados Reglamentos; y la Comisión analiza los artículos de que se compone cada uno de ellos, comparándolos con las disposiciones que rigen en la Península.—El Reglamento pa- ra el uso de las aguas de Madruga se compone de 49 artícu: los y está dividido en 5 eapítulos, tratando el 1.9 de las dis: posiciones generales, el 2. 2 de las atribuciones del Remata- AU Lai O a 116 dor, el 3.92 de las del Director, el 4. 2 de las de los Bañistas, y el 5.9% de las de los Profesores libres.—La Comisión no encuentra reparos que hacer sino en los artículos 8, 18 y 19, pues pide que se publiquen con la debida anticipación, no sólo en los periódicos oficiales, sino en los diarios de la capi- tal, las disposiciones referentes al público; que en caso de in- fracción del Reglamento interno por alguno de los bañistas, ántes de dar la queja el dueño ó rematador al Alcalde Muni- cipal, debe hacerlo al médico Director, para que éste resuelva el caso, 6 acuda á dicha Autoridad, si no le fuere posible con- seguirlo; que se suprima el artículo 19, por no incumbir ver— daderamente al dueño ó rematador, sino al médico Director, llevar un registro de los que se bañaren.—El Proyecto de Re- glamento para el régimen interior de los mencionados baños consta de un solo capítulo distribuido en diez y seis artículos; y la Comisión opina que deben suprimirse los artículos 11, 12, 13 y 14, porque siendo propietario de los baños el pueblo y en su representación el Alcalde Municipal, es á éste á quien corresponde hacer concesiones y fijar la tarifa que debe regir para el uso de dichas aguas, siendo los demás artículos de policía sanitaria y pertenecientes á las atribuciones del médi— co Director.—La Comisión termina proponiendo que se con= teste al Gobierno General, que es de apoyarse el Proyecto de Reglamento para el uso de las aguas de Madruga, asi como el destinado al régimen interior de sus baños, con las modifica- clones y supresiones señaladas en el cuerpo del informe. Discusión.—En el uso de la palabra el Dr. J. L. Hernán- dez, manifestó que en el informe debió hacerse constar la ne- cesidad de que en toda estación balnearia hubiese habitacio- nes suficientes y adecuadas para alojar á los concurrentes: conviene, en efecto, no olvidarse de la indispensable correla— cion entre los lugares y las aguas con un fin higiénico, porque si aquéllas no ofrecen las condiciones que se necesitan y si esas condiciones son malas, no se obtendrán los resultados que se buscan. Por otra parte, el médico tiene que ser la única autoridad competente en materia de Higiene y Policía Sani- E de e 117 taria; él es el que posee el conocimiento pericial de las cosas en ese sentido, el único que puede aconsejar respecto á las habitaciones y á las circunstancias que deben ofrecer, el que ha de fijar las horas que deben aprovecharse para la virtud de las aguas, el que en ciertas enfermedades debe vigilar con su- mo cuidado á los enfermos para evitar los malos resultados que se obtuviesen por culpa de ellos mismos: no basta mandar allí los enfermos, es preciso colocarlos en condiciones tales, que no pueda ménos de alcanzarse los efectos deseados. El Dr. Castellanos responde que, por justas y oportunas que pareciesen las observaciones hechas por el Sr. Dr. Hernández, se dirigen más bien al Gobierno ó al Ayuntamiento, que no al Director, quien no interviene sino para los baños y no pa= ra los alojamientos. Nadie es capaz de poner hoy en duda las ventajas y hasta la necesidad de tales Reglamentos, los cuales existen en los establecimientos balnearios de todos los países civilizados; y los casos malos que se hayan observado, apoyan la necesidad de esos Reglamentos, por cuanto han sucedido las más veces por falta de ellos: los redactados por el Dr. Simó se hallan calcados sobre los de la Península, y las objeciones del Dr. Hernández no combaten ninguno de sus artículos. El Dr. Castellanos cree, por otra parte, que en San Diego de los Baños existe un establecimiento que hace honor al país y puede servir de modelo, sin que le falten ho- teles buenos y próximos para comodidad de los enfermos. En el uso de la palabra el Dr. 4. G. del Valle, manifestó: que no le parecía propio aplicar 4 los baños de que se trata un período de tiempo para tomarlos—como en la Península —con el nombre de temporada oficial, sino más bien tempora— da habitual del pueblo de Madruga, hasta tanto no examine y estudie bien el Director de los baños aquellas aguas en todas las estaciones y todos los dias y hasta en distintas horas, pa- ra saber sus diferencias, y entónces señalar, si cabe, una Ó dos temporadas en cada un año y horas de tomarlos, si así convi- niese para las dolencias que los requieran, pues cree, sin em- bargo, que podrían utilizarse, como los de San Diego y Santa r cs Pl só a YE $ Je O ER Ac A 118 Fe de Isla de Pinos, en cualquier tiempo, según la enferme- dad y urgencia de los casos.—Lo demás sería reglamentar el tiempo sin fundamento científico para ello. Agregó después: que el artículo del Reglamento interior en que se agracia á la familia de O'Farrill, eximiéndola de los honorarios facultativos, no debe aparecer en dicho Regla- mento, sino más bien que se dirija comunicacion por quien corresponda á la familia agraciada, para que pueda gozar de ese beneficio como dueños de la region por donde brotan los manantiales. El Dr. Castellanos contesta que la temporada para los baños de Madruga ha sido fijada de Marzo á Setiembre por la cos- tumbre establecida en el pueblo, siendo esa la época en que la temperatura puede permitir á los enfermos que hagan uso de los baños fríos; pero tanto en el artículo 10 del Proyecto de Reglamento para el uso de dichas aguas, como en el 22 de la obra de Abella para la Península y en los comentarios de la Comisión informante, se acepta la posibilidad de un cam- bio en la época de esas temporadas, de un año para otro, se- gún lo aconsejen la experiencia y conocimiento de la localidad y previo informe de personas peritas en el ramo. En cuanto á los artículos del Reglamento interior, en que se conceden á ciertas y determinadas personas el uso gratuíto de aquellas aguas, no aceptándolos la Comisión, ha pedido que se supri- man en el informe que acaba de leer. El Dr. Santos Fernández estima como una cuestión de pala- bras las consideraciones en que ha entrado el Dr. Valle res- pecto al término “oficial”; primeramente este carácter lo tiene hoy después de establecida la costumbre por el mismo pueblo, y áun cuando se cambiase la época de la temporada, no deja ría por eso de ser oficial desde el momento en que el nombra- miento del médico Director se ha efectuado con intervención del Gobierno, en que el Reglamento que la fija haya merecido su aprobación, y en que es del todo conveniente la fijación de esa época para la mayoría de los casos, sin hacer omisión de aquellos otros excepcionales en que deban usarse dichas aguas ATA ato y eS 119 fuera de la temporada oficial, según está previsto en el ar- tículo 12 del mencionado Reglamento. Critica el Dr. Finlay que en los artículos 26 y 38, al refe- rirse á los honorarios que debe percibir el Director por cada consulta, se consigue “la cantidad que tenga por conveniente” el enfermo, lo quae es verdaderamente vergonzoso, porque si es cierto que debe fijarse un mínimum, no es necesario com- prometer á los unos para que paguen más, ni establecer para los otros diferencias que nada justifica. Contesta el Dr. Castellanos que esa expresión censurada por el Dr. Finlay se encuentra en el artículo 48, capítulo 4.2 de la Colección de Abella, á quien esta vez, como casi siempre, no ha hecho más que copiar el Dr. Simó, ajustándose textual- mente á lo preceptuado en la Península. El Dr. Finlay replica que no se trata seguramente de re- producir en todo el Reglamento de la Península, porque para eso sin duda que no se ha consultado á la Academia, sino pa- ra que, tomándolo por base, se redacte uno apropiado á nuestras condiciones y necesidades. El Dr. Rocamora acepta la contestación dada por el Sr. Castellanos al Dr. Hernández; y sostiene tambien, con el Dr. Finlay, que debe señalarse un mínimum para los honorarios del médico Director, sin asignar un máximum variable para los que quieran satisfacerlo. Esta opinión fué por fia compartida por el Dr. Castellanos. El Dr. Gutiérrez, de acuerdo con el Dr. Hernández en cuanto se refiere á la influencia de las habitaciones, pues se— gún ha tenido ocasion de observar en el campo, en terrenos colocados á corta distancia se encuentran especies de caracoles situadas de un lado, muy diferentes de las que se notan en el otro, comprende sin embargo que no se trata ahora de inau- gurar ningun establecimiento de baños, sino de reglamentar el uso de los que ya existen; y adimite las temporadas oficiales por las razones que expuso el Sr, Santos Fernández, teniendo además en cuenta que existen en todas partes, El Dr. Hernández protesta contra todo lo quese ha dicho : 120 en oposición á las ideas por él emitidas y apoyadas en la Hi- giene pública. El Dr. Beato protesta tambien contra esos Reglamentos pa- ra el uso de unos baños y de un establecimiento balneario que absolutamente existe en Madruga; así como contra la paridad que se ha querido establecer, con respecto á las temporadas, entre las aguas de Madruga y las de otros puntos: éstas son termales y aquéllas no. Municiva LucaL.—Muerte por contusión del cráneo.—Termi- nada la discusión, y aprobado el iuforme de la Comisión de Baños y Aguas Minerales, con la supresión que propuso el Dr. Finlay, por mayoría de votos (diez); leyó el Dr. Mestre, en nombre de la Comisión de Medicina Legal, el informe pedido por el Juzgado de Primera Instancia de la ciudad de Cárde- nas en averiguación de la muerte del negro Luís Reyes, quien falleció 4 los pocos dias de haber recibido una herida en el lado derecho del cráneo, acusando los facultativos que practi- caron la autopsia á las congestiones y hemorragias del cerebro y pulmones, á las degeneraciones del higado y estómago, que atribuyen al alcoholismo. Estudiadas las piezas del testimo- nio remitido á la Academia, encuentra la Comisión que si Reyes murió á consecuencia de un alcoholismo agudo, no pu- do ser un ebrio consuetudinario, porque en esas circunstan- cias no se presentan semejantes ataques; y si por el contrario su autopsia demostró la presencia de alteraciones debidas al alcoholismo crónico, no pudo ser que éste diese lugar al gé- nero de muerte que se le consigna. No hay ningun docu- mento que nos ofrezca la “hoja clínica” de los padecimientos de Luís Reyes hasta el momento de su muerte; pero tampoco hay la menor prueba de que estuviese enfermo ántes del gol- pe, sino después de éste hasta morir dentro de los límites de una complicación traumática del cerebro al estado agudo. La Comisión discute todos los particulares relacionados:con la consulta, y concluye: 1% que no está probado que los signos post-mortem hallados en el hígado, en el estómago 6 en el tubo intestinal, hayan sido producidos por el uso prolongado de be- AS A a | , 3 | EA 121 bidas espirituosas; 22 que la congestión pulmonar no provoca por simpatía una congestión cerebral con derrame considera ble de serosidad sanguinolenta en los ventrículos laterales y medio; y 32 que la congestión cerebral pudo presentarse pri- mero quela pulmonar: no hay datos para aceptar que la muerte de Luis Reyes fué producida por las lesiones del hí- gado y del estómago; pero hay algunos para presumir que lo fuese porla herida que presentaba en la parte lateral del cráneo. Aprobado sin discusion y por unanimidad el informe de la Comisión de Medicina Legal, declaró el Sr. Presidente termi- nada la sesión. La Ciruela En PompPeYa. En uno de los últimos números de la “Revue Médicale” de Monsieur Jouin, se han publicado unos interesantes dibujos de varios instrumentos quirúrgicos encontrados en las excava- ciones de Pompeya, y que hoy se hallan en el Museo Real de Nápoles, clasificados como instrumentos para “Cirugía y Obs- tetricia”. Entre ellos hay un par de fórceps, que no purecen aplicables á la Obstetricia: sus hojas tienen 21 centímetros de largo, se entrecruzan y están articuladas en el centro por me- dio de un pivote ó pasador; los mangos son curvos, asemeján— dose mucho 4 los instrumentos usados hoy para sacar el “se- cuestro.” Hay un tubo, que sin duda se usaba para inyecciones vaginales; es de 12 centímetros de largo, y en uno de sus ex- tremos se ve una rosca como para colocar una jeringa, y el otro está lleno de agujeros, uno de ellos central y los demás formando cerco todo alrededor, para que los líquidos se divi- dan y repartan bien, como en los instrumentos análogos que se usan hoy. También se ve en esa colección un ingenioso speculum tri- valvo, empleado seguramente para la vagina; y hecho de tal modo que sus tres hojas pueden abrirse ó cerrarse simultánea- T. x1x,—16 MI is de O E ¿de E e E ASE MEA TIA A A E pe PRA le SA 122 mente. Hay otro speculum recto, de 15 centimetros de largo, formado de dos hojas, las que se abren y cierran por medio de un pivote central, muy parecido á los de hoy dia. Se ven tam- bién algalias rectas, de plata, para mujeres; un instrumento muy curioso hecho con una varilla de hierro, á cuya extre- midad se encuentra unida una pequeña plancha rectangular, igualmente de hierro, de 2 centímetros de largo y 3 centíme- tros de ancho, en ángulo de 135 grados; está clasificado como cauterizador de heridas, creyendo los médicos italianos que seguramante se usaba para cauterizar heridas profundas en la faringe Ó en el útero, Su gran semejanza con los espejos para la faringe, usados hoy, hace creerá Mr. Jouin que para el propio objeto se usaba dicho instrumento. Se encuentran igual. mente algalias para hombres, de 27 centímetros de largo, y con una curva muy peculiar como la de una S bien prolon- gada; Mr. Jouin dice, queesa forma tan original prueba el conocimiento poco exacto que se tenía, en aquella época, de las verdaderas curvas de la uretra; pero en lo general, ésa casi es la forma del canal de la uretra, y aunque la introduccion de tal instrumento no dejaría de presentar dificultades, no por eso vaciaría más ó ménos bien la vejiga. Además hay otros instrumentos, como trocarés metálicos en dos piezas, iguales á los que hoy se usan; bisturíes, lancetas muy anchas, estiletes de formas variadas, rectos y curvos, al- gunos de los cuales parece se usaban para el exámen y cura- ción de las caries en las muelas; espútulas, fórceps pequeños, agujas y ganchos de formas mil. Por fin, se encuentran varlos estuches de cirugía con instrumentos, y cajitas para pildoras y ungientos dz d:. Todos esos objetos fueron encontrados en una casa, y por su gran número se cree que fuese la de un ciruja- no ó practicante de ciudad de provincia. (Traducido del “Lancet,” de Lóndres, periódico médico). 123 Mortalidad de la Habana, en la primavera de 1882; por el Dr. D. Ambrosio G. del Valle. a ds . |. MORTALIDAD CIVIL. dal | CAUSAS DE DEFUNCIÓN. | s 33 ' | sos ll | 1882. l Blancos. | De color. | 3 35103 ' ! | ¡l 3 E=r | Y 4 Suma Y | H [Suma 21 ¡Es l a ASA PA A e O il ra A it BINARIO 2 tos aaa ! 2 1 SUS. 1| ln 4! E 12 1 38 3 1 a alla... | 19 O A ST EA NO AA OA TA | ala NARRA E ' EAIBIMTA y ClOTÓSIS 200 aaa os RA SO AID Pond ol e! 1 4 ¡Antrax Es RA! ANA OS E EUA SALE 2] ¡Apoplegía y congest. “cerebral...---. Il 15| 15| 30. 13| 19| 32) al 64] ¡Apoplegía y congest, pulmonar...... 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No era posible que se diera lectura en esta sesión pública á un trabajo de semejante naturaleza, árido por su lectura, aunque más árido todavía el haberlo emprendido, pues ciertamente se necesitaba de una paciencia germánica para llevarlo á cabo, y mucho más repugnándome la tal tarea; porque á pesar de que en esta Introducción no uso expresiones descompasadas, bien se echa de ver que, aunque no sea del gusto de los tra- ductores, he creido un deber de conciencia poner de manifiesto los errores en que abundan una y otra traducción sobre la Anatomía y la Farmacología, dedicadas nada ménos que á la juventud inexperta. 1.—Empecemos por la de la Anatomía. Nadie ignora que, hace poco más de un cuarto de siglo, la segunda edición de la Anatomía Humana, que escribió en francés Mr. Ph. Sappey y que han vertido al castellano dos respetables catedráticos de la Corte, han servido casi, por decirlo así, de único libro en que la juventud estudiosa bebía las fuentes de sus conoci- mientos anatómicos. Me llamaba la atención que esta traduc- ción española, en cuatro volúmenes bastante gruesos, no viniese acompañada de su correspondiente fe de erratas. ¿Habrá sido tan esmerada esta traducción, me decía, para el sagrado objeto á que se destina, que haya salido de manos de los traducctores y de la tipografía española sine labe concepta, sirviéndome de esta expresión católica? Emprendi la penosa tarea de cotejar los cuatro volúmenes de la traducción con los -atros cuatro originales franceses, ocho volúmenes en suma; y ti E 125 bien pronto me desevgañé de que no era tan buena la versión que estuviera limpia de erratas. Los errores en esta traducción se refieren sobre todo á los siguientes puntos: muchas veces hay fechas numéricas equi- vocadas, nombres propios también equivocados, como en el tomo primero, página 36, línea 20, en que se dice Baudin (mé- dico francés del otro dia,) en lugar de .Buuhin (anatómico an- tiguo); otras veces debió decir superior, y dice inferior; en al- gunos puntos, sobre todo en el tomo 4.9, página 677, entre las líneas 26 y 27 faltan como quince renglones ds .—Como el idioma francés es familiar á la mayoría de los médicos que hablan el español en ambos hemisferios, desearía que muchos de ellos cotejasen como yo el original y la traducción, y qui- zás este cotejo haría ver otros errores que hayan escapado á la minuciosa Investigación de este cotejador. Dejando depositada esta “Revisión y Corrección” de la tra- ducción española de la Anatomía Descriptiva de Ph. Sappey en los anaqueles de la biblioteca de esta Real Academia, creo que los alumnos de Medicina que no estudian dicha obra en francés, harán bien en corregir las faltas que tengo insertadas en este opúsculo. 11. —Pasemos á la segunda “Revista” del libro que, con el título de Manual de Materia médica y de Terapéutica de, por el Dr. Teodoro Husemann «, ha traducido del aleman al cas- tellano D José Camó y Montobbio, en 3 tomos, Madrid 1877. Sin embargo de ser esta obra muchísimo ménos voluminosa que la de Sappey, de que ya hemos dado cuenta, basta echar una mirada sobre la adjunta “Revista” de dicha traducción, para que se vea que ocupa nada ménos que 52 páginas de 13 pliegos de papel español, escritos con falsilla de renglones muy aproximados. En efecto: grandes son las dificultades que debieron haberse presentado al traductor al verter al castella- no del alemán, un idioma tan poco parecido al nuestro; y además, la necesidad que ha tenido también de verter al cas- tellano las recetas latinas intercaladas en el texto, ha debido acrecentar esa dificultad, 126 He aquí algunas objeciones que muy someramente hacemos á esta traducción. Debióse haber traducido Farmacología y no Materia Mé- dica, pues para este término dicen en alemán Meilmittellehre, y para aquél Arzneimittellehre, que es el que trae el original, siendo más lata la expresión Materia Médica que la de Far- macología; y tan es así, que en ese idioma han escrito por ejemplo Oesterlen una “Heilmittellehre,” y Clarus y Schroff una “Arzneimittellehre;” error que, sea dicho de paso, ha come- tido el traductor portugués de Nothnagel, no obstante la coo- peración que en su trabajo tuvo el eminente Dr. Pedro Fran. cisco Alvarenga, honra de la medicina lusitana. Si se hubiese provisto el traductor de diccionarios espe- ciales, como existen en alemán para cada ciencia en particu- lar, hubiera visto que -Begriffsbestimmung, palabra para la cual no hallamos otra traducción (Nota del Traductor) y que denomina “Demarcación del asunto,” se traduce por Defin?- ción, como lu trae Heyse en su Diccionario de las palabras extranjeras que se han introducido en el alemán. Si hubiese consultado el Diccionario alemán-latino de Medicina de Grinmberg, hubiera visto que Kribbelnkrankheit se traduce por Ergotismo convulsivo 6 Mirmeciásis, y no por el equivalente literal de Enfermedad de hormigueo. Muchos nombres de autores alemanes están, como dirían los franceses, meconnaissables. Lo más sensible de esta traducción es que hay algunas fórmulas que están equivocadas en las dósis, unas en más y otras en ménos delo que dice el original; de modo que, si el médico novel se deja guiar por esa equivocación y cae en botica sin boticario, podrá costarle caro al enfermo. Hay muchos medicamentos, ó sus preparaciones, equivoca- dos en la traducción; ya especies botánicas confundidas ó, me- jor dicho, tomadas unas por otras, como por ejemplo: Spiritus Lavandule (Espíritu de espliego), que ha ' sido traducido por Espíritu de tomillo; Syrupus Rubi Idaer (Jarabe de frambue- sa) por Jarabe de espino cerval; y otras por este estilo. 127 Antes que el libro de Nothnagel y Rossbach se hubiese traducido al francés y de éste al castellano, teníamos en es- pañol una obra farmacológica de que carecían los franceses. ¡Lástima que tan bella producción tenga tantos lunares! He contribuido por mi parte, en cuanto me lo han permitido mis escasos conocimientos farmacológicos y mi constante estudio de la lengua alemana, á remendar dicha traducción, depositan- do nuestro manuscrito en el seno de esta respetable Corpo- - ración y aconsejando á los que se sirvieren de sus Recetas, que traten de confrontar las dósis que he corregido, coteján- dolas con el original; que es todo á Jo que aspira el que ha sacrificado algunas vigilias 4 un trabajo que no cree sea in- fructuoso. SESION PUBLICA ORDINARIA DEL 25 De Junio pe 1882. Sres. ACADEMICOS CONCURRENTES.— Qutiérrez, Presidente, Y. L. Hernández, Fovantes, A. E. del Valle, S. Fernández, J. Torrál- bas, Montalvo, Castellanos, Beato, Horstmann, Montejo, Mestre, Secretario. Lectura y aprobación del acta de la sesión anterior. Asiste á la sesión el socio de mérito Dr. D. José de la .Lue Hernández. CorresPoNDENCIA.—Leyéronse en seguida por el Secretario géneral:—1 2 una invitación de la Junta Parroquial de Maria- nao para la inauguración de las obras de la Iglesia de dicho pueblo, distribuyéndose las papeletas á los Sres. Presidente, Oxamendi, Donoso, Beato y Finlay; y 22 un oficio del Sr. D. Miguel Melero, remitiendo un medallón moldeado en ye- so que representa el retrato de nuestro ilustre naturalista Sr. D. Felipe Poey; acordándose dar las más atentas gracias al Sr. Melero por su delicado presente y colocar aquél en el salón de sesiones de la Real Academia. Quedó enterada la Corporación, por su Secretario general, de que el laborioso y entendido Secretario de la Sub-comisión de vacuna, Sr. D. Pantaleón Machado, le habia encargado 128 participara á la Academia su viaje á los Estados Unidos, en donde permanecería unos pocos meses, ofreciéndole sus servi: cios en cuanto juzgue conveniente el aprovecharlos. ENFERMEDAD DE Los cocoreros.—Dió cuenta después el Dr. Mestre de una carta del socio de mérito Sr. Cundlach, en que expone dicho naturalista su opinión sobre la Memoria del Dr. Ramos referente á los cocoteros. Con su habitual modestia confiesa su insuficiencia en el asunto, por no haberse dedicado al estudio de la Botánica tan al pormenor: si desde el princi. pio y cuando el Dr. Vilaró echaba la culpa á las larvas de las moscas, dijo que era de buscarse la causa de la enfermedad an minimis, inclinándose así á la opinión del Dr. Ramos, per= maneció sin embargo todavía en la duda de si no se trataría de algun animalito microscópico. Habiendo recibido después un pedacito de hoja que le remitió el Sr. D. Felipe Poey con los puntos negros, registró entónces sus cocoteros, encuntran- do también en ellos esos puntos hasta en las pencas du los de un año, es decir, en sus primeras hojas; y aunque los señores Poey y Ramos le profetizan una muerte pronta de sus cocote- ros, el Dr. Gundlach lo pone en duda, pues cree más bien, sin poder probarlo, que cuando los puntos son aislados y están situados á distancias iguales, no son parásitos, porque éstos deberían formar á veces manchas con los átomos más aglo- merados.—“Como tengo cocoteros de varias edades, aún bien verdes, tendré cuidado de observar si los puntos negros aumen- tan en número, y acaso viviré todavía algunos años para po= der saber si esos puntos han matado á mis cocoteros.”—Has- ta ahora no ha visto el Dr. Gundlach más que las manchitas, y ningún Coccus ó guagua; y vió la enfermedad por primera vez en un cocal grande, en 1857, en Manzanillo. Respecto á la utilidad del cocotero, advierte que se come el cogollo de la palma real, así como se usa el tronco de la misma para tablas, canales 4, mas no el tronco del cocotero. Tampoco sirven las hojas de éste para techos, pues son sencillas y las hojuelas —MUY separadas; las que se usan son las hojas de la palma real y cana. 129 BigLroreca.—No habiendo concurrido el Dr. Finlay, Secre— tario de la correspondencia nacional y extranjera, presentó el de actas las publicaciones recibidas desde la última sesion: —Revista de Cuba, número 5;—Crónica Médico-Quirúr— gica, 6; —Avisador Comercial, 133, 134, 137 4 144:—Boletín Comercial, 1404 151;—Boletín de los Voluntarios, 272 y 273;—El Bombero, 25 y 26;—Observaciones Físico-Meteoro- lógicas de la Escuela Profesional, del 7 al 20 de Junio; —Re- vista de las Antillas, 2 y 3;—Revista Minera de Madrid, 325; —Anales de la Sociedad Española de Hidrología Médica, 21; —Gaceta Médico- Veterinaria, 191 y 192;—La Independencia Médica de Barcelona, 24;—El Sentido Católico en las Ciencias Médicas, 20;—De la Fecundación artificial humana, por el Dr. P. Manaut, un folleto;-—Aguas termales de Urberuaga en Viz- caya, un folleto; —Boletín de la Junta Nacional de Sanidad _de Washington, números 49 y 50;—Suplemento núm. 19;— Estadística vital de la ciudad de Nueva York en Abril y Ma- yo de 1882;—Estadística de defunciones en San Francisco de California en Mayo de 1882;—La Correspondencia Americana, número 216;—La Tribuna Médica de París, 720. HiarngE Pusrica.—Mmanaciones de los Cementerios. —Termi- nada la correspondencia leyó el socio numerario Dr. J. Torrál- bas un trabajo referente al importante estudio que acerca de los cementerios ante la Higiene contemporánea presentó el Dr. L. Cowley: comienza dando á conocer las ideas que profesa respecto á la fermentación pútrida, la cual consiste, segun los más acreditados autores, en una serie de fenómenos químicos del órden de las fermentaciones que se suceden en los cuerpos orgánicos, cuyos principios inmediatos se van desdoblando su- cesivamente, hasta que separados sus primitivos elementos, vuelven á formar parte del mundo inorgánico de que proceden; y Pasteur ha podido demostrar que los fenómenos que consti- tuyen la putrefaccion corresponden á dos órdenes de reaccio— nes que, variando el medio ambiente de los organismos infe- riores que en este caso se desarrollan, contribuyen alternati- vamente á la multiplicación de los de una clase ó de los de la 7. x1x,—17 A iS E 3 130 otra. Los agentes de la fermentación pútrida se encuentran en el aire, y sin la presencia de este medio ambiente es imposible que se verifique el fenómeno, con arreglo á ciertas condiciones que lo hacen más apropiado para tal objeto: flotan en la atmósfera gérmenes de fermentos, que puestos en contacto con las sustancias orgánicas, determinan su descomposicion en ciertas circuntancias; y las más recientes investigaciones han venido á agregar nuevos elementos á la metamórfosis que su- fren los citados cuerpos antes de llegar á su extrema simpli- ficacion, ó sea 4 la disociacion de sus primitivos elementos: es decir, las ptomaínas 6 alcaloides cadavéricos que determinan fenómenos de la mayor gravedad y hasta letales, bastante pa- recidos á los que registra la química orgánica; de ellos, confor- me lo ha precisado Selmi, unos son fijos y los otros volátiles, siendo los primeros las verdaderas ptomainas, fácilmente Oxida- bles. —Pasando después á los graves peligros atribuidos á los cementerios, se detiene 4 considerar la accion del ácido carbó- nico, que, áun cuando no esté confinado, se hace intolerable, hasta volver difícil y molesta la respiracion, ya que no hasta producir la asfixia; que los obreros en las atmósferas saturadas de dicho agente tienen que reemplazarse á cada instante, y la presión atmosférica lo hace más y más soportable á medida que disminuye; pues para determinarse la asfixia, se necesita no solamente que aumente la cantidad de ácido carbónico, si- no que disminuya simultáneamente el oxígeno.—Respecto al hidrógeno sulfurado, los experimentos que se han hecho han demostrado que este gas pasa del sistema venoso al arterial y vice-versa, que su accion es rápida y determina la muerte, obrando en el bulbo raquídeo y particularmente sobre los centros respiratorios. Los “fuegos fatuos” son una prueba evil- dente de que las emanaciones pútridas volátiles se abren paso hasta la atmósfera, sin que baste ¿impedirlo la tierra que cu- bre los cadáveres. —En cuanto ú los miasmas, la segmentación de los microbios tiene un valor distinto del que ha querido dársele, pues siendo homogéneos en su composición y forma, no parecen al dividirse sino que cada una de sus partes es 131 apta para vivir y para reproducirse,de modo que, cuando se trata de micro-organismos “segmentación” vale tanto como “multiplicación.” De los principios fijos que se forman y son arrastrados por las aguas, hay que decir que las corrientes que surcan las capas inferiores al suelo no están sujetas á ninguna medida, dependiendo su profundidad de la altura de su punto de partida y de las ondulaciones de las capas impermeables que forman su lecho. Entre los productos que pueden alterar las aguas ocupan muy importante lugar los alcaloides cadavéricos, que no deben considerarse tan inofensivos, conforme lo demues- tran recientes experimentos. La sustancias que pueden aca- rrear las aguas que filtran á través de las tierras de los cemen- terios, las convierten en insalubres, y no pueden aceptarse li- geramente los informes que atribuyen á otro origen la insalu- bridad de dichas aguas, por falta de estudios suficientes respec- to á su procedencia y dirección. Ni tampoco es de admitirse que esas aguas se filtren, perdiendo los gérmenes de la fermen- tación, para hacerse puras á pocas pulgadas de profundidad; y pruébanlo las filtraciones de sumideros y letrinas que á cada paso se observan en la Habana. Por último, para los observa: dores imparciales y serios, los resultados no son todavía con=" cluyentes; de suerte que, si hav desprendimientos de gases nocivos durante la fermentación pútrida, si esos gases y ema- naciones existen en la atmósfera de los cementerios, si algunos de ellos son tóxicos, si las ptomainas pueden ser acarreadas á cierta distancia, tendremos que convenir en que el aire de esos lugares es mal sano y en que las aguas de ellos procedentes son de un uso peligroso; y no podremos ménos de reconocer que las necrópolis son unos establecimientos incómodos y nocivos, que deben alejarse siempre de las ciudades de los vivos. Efectos nocivos del abuso del tabaco.—Después de haber manifestado el Sr. Presidente que el trabajo del Dr. Torrálbas quedaría sobre la mesa á disposición del Dr. L. Cowley y de los otros Sres. académicos que quisieran enterarse con todo detenimiento de su contenido y tomar parte en el actual de- bate,-leyó el Dr. Mestre una comunicación referente á la in- ORIENT IN IT e de GA EII 132 fluencia nociva del abuso «del tabaco, tomando por punto de partida el informe ministrado por la Academia de Medicina de París respecto á los méritos contraidos por la Sociedad des: de hace pocos años constituida allí contra dicho abuso, para que se la reconociese como un establecimiento de pública utilidad.—Si el uso moderado del tabaco no determina accl- dentes morbosos sino excepcionalmente, su abuso no deja de producirlos con bastante frecuencia, entre ellos las dispepsias, las anginas de pecho, las alteraciones de la memoria y de la vista. Cree por lo tanto el Dr. Mestre que conviene no echarlo en olvido para el más acertado tratamiento de esos efectos, con la supresión de una causa tóxica á todas luces evidente. Discusión. —El Dr. Santos Fernández manifestó que desde hacía siete años había presentado una memoria sobre los tras- tornos visuales debidos á la nicotina; que de entónces acá solo habría visto unos siete casos en esta Isla, en donde ocurren con mucha ménos frecuencia que en Madrid y Paris, á dife- rencia de las bebidas alcohólicas, cuyo abuso es tan comun acá como allá: esto debe depender de la calidad del tabaco ó del modo de fumar, pues miéntras en este país se le fuma puro, allí se usa de mala calidad y en pipa, lo que quiere decir, en mayor abundancia y por más largo tiempo. De esos trastornos visuales, unos son debidos á la acción externa é irritante del tabaco, y otros á sus efectos en toda la economía; á los pri- meros corresponden las conjuntivitis, y 4 los segundos las as- tenopias acomodativas. El Dr. Qutiérrez expone que los efectos perjudiciales del tabaco son mucho más marcados y frecuentes fuera de esta Is- la que dentro de ella, lo que depende de varias circunstancias: aquí, desde que se nace, se está oliendo y respirando el taba- co, sobre todo en el campo, por manera que se establece más fácilmente el hábito; -aquí se prepara pintándolo con una es - pecie de betún, y se cree que atravesando el mar aumenta su fortaleza, miéntras que en España el olor que acompaña al que fuma llama la atención y atrae á los demás; y tanto en Francia como en los Estados Unidos ese olor se adhiere á las A j 133 paredes. Además, el tabaco de Virginia y el de Manila, que á menudo pasan por “habano,” parecen contener mayor canti— dad de nicotina. El Dr. Horstmann expresa que, segun el antiguo catedrá— tico de Terapéutica Dr. D. Angel J. Cowley, la bondad del “habano” está en ser un mal tabaco, por tener poca nicotina, al contrario de lo que se observa con los tabacos extranjeros, que dicho profesor aconsejaba emplear en lavativas contra el tétano, como más enérgicos. El Dr. Horstmaun jamás ha vis- to, en esta Isla ni fuera de ella, una sola afección que se haya demostrado haber sido la consecuencia indudable del uso 6 del abuso del tabaco; es preciso convenir en que ha habido no poca exageración en las apreciaciones, olvidándose á me- nudo que el café mismo, cuya ingestión es tan frecuente en el país, da lugar á fenómenos nerviosos, y que en todos los ca- sos debe investigarse si hay alguna diátesis adquirida ó here- dada que explique esas manifestaciones. El Dr. Montalvo advierte que si la ambliopía alcohólica es mucho más frecuente que la nicotínica, la existencia de esta última es sin embargo indudable: á veces las dos causas se reu- nen, pero no es posible hoy negar la influencia nociva del tabaco en los fenómenos de la visión, pues hay casos en que se halla perfectamente comprobada, y de ellos cita uno obser- vado en un vicioso consuetudinario, quese curó con la su— presión del vicio y que pudieron ver los Sres. Cervera en Ma- drid, Finlay y Montalvo en la Habana; así como otros cuatro ó cinco que ha podido examinar en sus consultas y que no tomaban bebida ninguna, ni podía atribuirse la falta de la vista á otra causa que no fuese la accion del tabaco. Cree el Dr. Mestre que la importancia del informe minis- trado por la Academia de Medicina de París estriba cabal- mente en que no se exageran los hechos, pues distinguiendo el uso del abuso, establece que cuando el primero es modera- do no determina sino excepcionalmente accidentes morbosos, y entre los efectos atribuidos al abuso del tabaco acepta que - gl algunos son algo frecuentes y en general bastante recono= PTS 7 A a A Pa Sn 4 5 So a DS A EA a pri 154 cidos, hay otros más raros y no suficientemente demostrados. Las observaciones no se basan por otro lado sino en casos en que la enfermedad ha disminuido ó desaparecido, ó bien se ha acrecentado ó reaparecido, ya por la disminución Ó supresión, ya por el aumento ó retorno en el abuso del tabaco. Recuer— da tres casos en que ha intervenido directa ó indirectamente; uno de dispepsia, otro de intermitencias cardiacas y otro de vértigos, los cuales se han mejorado ú ha cesado la dolencia con la disminución ó supresión del mal hábito. El Dr. Horstmana opina que las dispepsias se deben siempre á la accion local de la nicotina en individuos que tragan la saliva al fumar ó que mascan tabaco, y aún se las puede evi- tar tomando antes un poco de azúcar-caudi ó cualquier otro alimento; que las intermitencias cardiacas han podido existir sin la intervención del tabaco, y atribuírsele 4 éste indebida- mente esa acción; que es necesario distinguir los vértigos á stomacho loso, que pueden existir juntos con el hábito de fu- mar; y por último, que en el campo se fuma constantemente sin que jamás se observen tales efectos. El Dr. Santos Fernández indica que como las perturbacio- nes de la vista por el tabaco son escasas y á veces coinciden con la influencia de los alcohólicos, y se prefiere por los en- fermos atribuirlas á aquél, conviene recordar para el diagnós- tico diferencial que en la ambliopía alcohólica la degeneración del nervio es más rápida, y en la nicotínica cede más fácil-— mente: en su principio una y otra son del todo iguales; pero el tiempo sirve para establecer la distinción, porque suprimi- do el uso del tabaco, no tarda la segunda en desaparecer. Después de dicha discusión y en vista de lo avanzado de la hora, declaró el Sr. Presidente terminada la sesión. SOBRE LA INFLUENCIA NOCIVA DEL ABUSO DEL TABACO.—ÍNFORME DE LA Acabemla pe Menicina DE Paris; por el Dr. Antonio Mestre. (SESION DEL 25 DE Junio DE 1882). Desde el instante en que la Academia de Ciencias de la Ha. 135 bana empezó á ocuparse en el estudio de las funestas conse— cuencias 4 que da lugar el abuso de las bebidas alcohólicas, de las grandes cantidades que en nuestro país se consumen de ellas y de los medios más á propósito para prevenir su desas- trosa influencia en el organismo individual y en el colectivo; desde ese momento no pudo ménos de fijar nuestra atención otro estudio no ménos interesante en el concepto de la Higie- ne y en el de la Patología médica, cual es la acción perniciosa que en los individuos ejerce el abuso del tabaco en las diver- sas formas de su empleo. Es cierto que no pueden, sino den- tro de ciertos límites, equipararse las malas consecuencias de la intoxicación alcohólica y de la nicótica; pero no lo es mé- nos que las observaciones recogidas y las estadísticas forma- das constituyen hoy pruebas evidentes de los accidentes mor- bosos que con bastante frecuencia produce el abuso del taba- co en el aparato digestivo, en el circulatorio, en el sistema nervioso y en la función de la vista, sin contar con otros mu— cho ménos comunes y no suficientemente demostrados en cuanto 4 su procedencia causal. Numerosos trabajos publica- dos en Alemania, Francia y otras naciones han venido á dejar esta verdad fuera de toda duda; y aunque estimulados, desde hace algun tiempo, por el buen ejemplo que nos dieron en este suelo y aún en esta Academia dos distinguidos miembros de ella, los Dres. J. J. Muñoz y J. S. Fernández, tratando el primero de los talleres para la manufactura del tabaco con rela- ción á la higiene de los operarios (1), y el segundo de los tras- tornos visuales (2), no dejaba de ofrecer alguna dificultad el formar una memoria de conjunto en que, apreciando impar— cialmente los datos reunidos en esos trabajos y observaciones, (1) Algunas reflexiones acerca de los males de pecho en los obreros que se dedican á la elaboracion del tabaco; sus causas, y sobre los medios que pueden emplearse para combatirlos y evitar su desarrollo, porel Dr. J. Joaquin Muñoz;—publicadas en los “¿Anales y Memorias de la Real Junta de Fomento y de la Real Sociedad Económica,” Serie IV, t. 2%. pág. 210, 1859,—-Considera como una de las principales causas de esos padecimientos la posición imperfecta y forzada en que se colocan los obreros. (2) Consideraciones sobre las enfermedades de los ojos observadas en la Isla de Cuba durante el año de 1875; por el Dr. J. Santos Fernández,—en los “Anales” de la Academia de Ciencias, t. XIII, pág. 46, 1876, “y e ¡ E í %, a A A dede A e A A A AN A A e, E E MA A a EE e e 136 pudiera llegarse á formular un juicio bastante exacto sobre la influencia que en la economía humana ejerce el hábito de fu- mar. Afortunadamente, hállase hoy nuestra tarea completa- mente desempeñada, y 4 satisfacción debemos agregar, por quienes asumen una competencia y una autoridad científicas dignas del mayor crédito. Existe en Francia una Socieded desde hace pocos años constituida contra el abuso del tabaco; y esa Sociedad ha sido reconocida como un establecimiento de utilidad pública á consecuencia del informe pedido por el Ministerio del Interior 4 la Academia de Medicina de París, informe redactado por el Dr. Gustavo Lagueau y cuyas con- clusiones fueron todas adoptadas por la sábia Corporación. La traducción de ese informe es la que tenemos ahora la hon- ra de presentar á la Academia de Ciencias de la Habana por dos razones principales: es la primera que hay realmente un interés de higiene pública en dar 4 conocer la accion nociva del tabaco, demostrada completamente por la ciencia; y la se- gunda, que, si tenemos en cuenta que el uso moderado del ta- baco no determina sino excepcionalmente trastornos patológi- cos, no podrá verse jamás en nuestra empresa ningun ataque á una de las industrias más importantes de esta Ísla y por la cual desplegaron tanto celo en esta Corporacion los Sres. Arantave y Montejo (1). El tabaco contiene, segun su procedencia, de 2.29 á 7.96 pS . de nicotina, principio que, despues de haber sido descu- bierto por Vauquelin, ha sido objeto del estudio de numero: sos químicos, Posselt, Reimann, Bvutron—Charlard, O. Henry, Barral y Schlesing. Los experimentos toxicológicos de los señores Stas, Orfila, CJ. Bernard, Blatin, Julien y Vulpian han demostrado que la nicotina es un veneno por extremo enérgico. “Este alcaloide, dice Cl. Bernard, es uno de los venenos (1) Del tabaco como producción y como industria y de los derechos de exportación; por el Sr. D. Enrique de Arantave.—Informe sobre una moción relativa á la industria del tabaco; porel Sr. D, Manuel Montejo,—en los “Anales” de la Real Academia de Ciencias, t. XVI, págs. 131 y 246, 1879. 137 más enérgicos que se conocen; algunas gotas que caigan sobre la córnea de un animal lo matan casi instantánea— me nte.” La nicotina, por la apariencia sintomática de sus efectos y por su actividad, se acerca mucho al ácido prúsico. El enve— nenamiento de Gustavo Fougnies, en casa del conde Bocarmeé, y el suicidio del alférez observado por los Sres. Fonssagrives y Besnou atestiguan la potencia tóxica de la nicotina. Por fortuna para las personas que hacen uso del tabaco, la fermentación le hace perder una notable proporción de nico- tina. Sin embargo, el humo del tabaco contiene todavía una gran cantidad de ella, segun Melsens y M. Heubel; y segun M. G. Le Bon, “la proporción susceptible de ser absorbida por los fumadores....no baja mucho de 50 centígramos por 100 gramos de tabaco quemado; siendo casi la misma la cantidad de amoniaco absorbido en igual tiempo.” El tabaco y su humo contienen además varios otros principios, aunque en ménos proporción ó de menor actividad: en el humo, los Sres. Krau- se, Richardson y Le Bon encontraron proporciones considera— bles de óxido de carbono y de ácido carbónico; y en los expe" rimentos de los Sres. Imbert-Goubeyre, Gréhant y Luciano Périgord, los animales ahumados por el tabaco han muerto rá- pidamente, presentando sobre todo los sintomas del envene- namiento por el óxido de carbono... Quizás parezca superfluo recordar aquí la nocuidad del ta- baco empleado de una manera imprudente como medicamen- to: no obstante, Murray refiere la observacion de tres niños atacados de tiña y que presentaron vómitos, vértigos, sudores y convulsiones después de haberles frotado la cabeza con una preparación de tabaco. Mélier ha recordado que las lociones de tabaco, en otro tiempo empleadas contra la sarna en el hospital de San Luís, determinaban á veces vértigos, dolores de cabeza y cólicos; —y numerosos observadores, entre ellos Ollivier d' Angers, Augusto West, J. B. Chevalier, los Dres. Giraud, Eade, Tardieu, A. Bertherand, Decroix, Secrétan y Valsah han referido ejemplos de intoxicaciones graves, á oca” T. x1x.—18 138 siones mortales, á consecuencia de lavativas de tabaco prepa— radas con algunos gramos de las hojas (1). Sabiéndose que el poeta Santeuil murió con sufrimientos atroces por haber bebido un vaso de vino en que se había puesto tabaco de España; sabiéndose que el Sr. Morgan ha observado igualmente un caso de muerte en un niño que ha- bía ingerido agua en la cual se había puesto á macerar taba- co, —no deben sorprender los cólicos violentos ni los acciden- tes graves que algunas veces han ocurrido en personas que, mascando tabaco, lo han tragado accidentalmente, conforme se relata en muchas observaciones. Sin detenernos en algunos accidentes determinados por el tabaco en rapé, ya del lado de las fosas nasales más ó ménos inflamadas, ya excepcionalmente por parte de la faringe y del orificio de las trompas de Eustaquio, quedando alterada la audición; sin detenernos en algunas anginas, en algunas ru- bicundeces, eritemas de la mucosa palatina y faríngea, atri- buidas al humo del tabaco por los Sres. Dr. Richardson, Ca- milo Ricque y Ramon de Sevilla; sin detenernos en las estoma- titis, aftas, ulceraciones ligeras, placas blancas epiteliales de la lengua, callosidades, psoriásis, Zylosís linguae, lesiones li geras descritas en los fumadores, por los Sres. Ullmann, Bu- zenet, Mauriac y Bodros; en fin, sin detenernos en ciertas granulaciones de la mucosa y en ciertas alteraciones de la voz, de las que, asi como Miguel Lévy, ha observado Mr. De- croix casos curados por la cesación del uso del tabaco, es ne- cesario insistir más en una lesión mucho más grave, en el epi. telioma ó cancroide del labio inferior á menudo señalado en los fumadores, principalmente por Mr. Bouisson, pero obser- vado por la mayor parte de los cirujanos. Si en la etiología de esa grave degeneración, no obra el tabaco por sí mismo co- mo agente tóxico, obra por el uso de la pipa: sobre todo cuando es corta, como la llamada vulgarmente brúle.queule (quema-garganta), provocando una irritacion constante en el (1) En este país, en que esas lavativas se ham empleado profusamente contra el tétano, no han debido escasear tales ejemplos: 139 labio inferior, ya directamente por el calor del tubo, ya indi- rectamente al usar los dientes, cuyas irregularidades hieren la mucosa labial, la pipa es considerada como causa frecuente del desarrollo del cancroide epitelial del labio. Dos vias de absorción, por los órganos digestivos y por los respiratorios, permiten sobre todo que los principios tóxico del tabaco penetren en el organismo humano. Los órganos digestivos los absorben disueltos en la salivas ora provengan de la masticación directa del tabaco, ora de la condensación de su humo. Los órganos respiratorios los absorben transportados por el humo con el aire inspirado. Por estas dos vias de absorción penetran igualmente las par- tículas, los productos volátiles y odoríferos que se desprenden con abundancia de las masas considerables de tabaco encerra- das en las salas de las manufacturas, cuyos obreros han llama- do en diversas épocas la atención de Pointe, de Parent-Du- -chatelet, de Ruef, de Hurteaux, de Mélier, de M. Kostial, de M. Igonin y de M. M. Delaunay y Jacquemart. Sobre las vias digestivas el tabaco fumado no parece algu- nas veces sino activar las funciones; pero á menudo las per- turba profundamente; 4 dósis débil, en las personas acostum- bradas de larga fecha al uso del tabaco, el humo estimula al- gunas veces la digestión, y Claudio Bernard explicaba esta, acción saludable por la estrecha simpatía que existe entre las diversas secreciones del tubo digestivo: “la excitación de la secreción salival determina una mayor actividad de la secre- ción gástrica.” Pero demasiado á menudo no se ven más que pobres jóve- nes, que, queriendo imitar á sus mayores, despues de sus pri- meros tabacos Óó pipas experimentan náuseas, vómitos, cefa- lalgia, vértigos €. Semejantes accidentes, inapetencia, náu- seas, diarrea, cefalalgia, se mostrarian igualmente segun Me- lier en los obreros que comienzan á trabajar en las manufac— turas de tabacos. Una accion más nociva y permanente del tabaco se mani- fiesta en muchas personas habituadas á fumar. A o A IS oo dE E L; A 3 e h a ye Es: 3 ía E q : se ms E ¡pe Y ol a » dió 140 “El tabaco obra sobre el estómago, dice Mr. Peter, provo- ca sucesivamente la anorexia, la dispepsia flatulenta, por pa- résis de la sensibilidad muscular”. “El uso del tabaco, dice Mr. Potain, llega á ser una fuente de dispepsia para algunos fumadores....” El Dr. Druhen de Besancon, el profesor Vulpian, los Dres. V. Revillout, Josephson y A. Bodros, así como muchos otros colegas, han referido casos de esas gastral- gias, de esas dispepsias con náuseas, eructaciones, calor, dolor y tensión epigástrica, manifestándose en fumadores de largo tiempo habituados al uso del tabaco y curándose más ó ménos rápidamente después de la cesación de ese uso, para reapare- cer y desaparecer otra vez, según que se repitiera ó6 abando- nase la costumbre. En las vias respiratorias obra el tabaco con no ménos po- tencia que en las digestivas. “El tabaco, dice el profesor Pe- ter, es un verdadero veneno para los neumogástricos, obra á la vez sobre los pulmones, el corazón y el estómago: primera— mente sobre los pulmones interesados, ó mejor, sobre los file— tes nerviosos de la membrana mucosa de las vias aéreas (de la laringe á los ramillos brónquicos), produce así desde la simple tos hasta el asma tabáquico....El tabaco obra igualmente sobre el corazón, —quiero decir, sobre sus nervios, —y deter- mina....intermitencias del pulso, palpitaciones....” El Dr. Emilio Decaisne ha comprobado que de 88 obreros fumadores, una proporción considerable, 21, presentaban in— termitencias del pulso, independientemente de toda lesión or- - gánica del corazón. Más recientemente, de 43 mujeres que tenían el hábito de fumar, Mr. Decaisne ha reconocido igual- mente que 8 presentaban intermitencias y otros trastornos de la circulación. Desde 1862 comunicaba Beau á la Academia de Ciencias de París sus investigaciones sobre el humo del tabaco considera- do como una causa de la angina de pecho, trabajo basado en ocho observaciones, tres de las cuales recogidas en médicos, más que nadie en aptitud de observarse; en esos ocho casos, además de las perturbaciones digestivas, habíanse manifesta- A A ss A A A e 141 do intermitencias del pulso, palpitaciones, constricción toráci. ca, angustia, sofocación y dolor cardiaco irradiándose á los hombros. En algunos de esos enfermos, dichos accidentes, que por la suspensión del uso del tabaco habían desaparecido, volvieron 4 mostrarse varias ocasiones como consecuencia de un retorno pasajero á la misma costumbre..... - El Sr. Peter ha recordado la singular epidemia de angínas de pecho observada por Mr. Gélineau 4 bordo del navío La Emboscada: “todos los enfermos, dice, fumaban con encarniza- miento y rabia; el más jóven de todos los que fueron atacados tenía siempre el cigarro en la boca; ocho ó nueve agregaban el uso del tabaco de mascar.” Los Dres. Rochefort, Zoloto. vitz, Aumignon, Depierris, Bodros y muchos otros colegas han relatado observaciones de palpitaciones, opresiones, dolores cardíacos, anginas de pecho, dejando á menudo de manifes- tarse cuando cesaba el uso del tabaco, para reaparecer cuando se volvía 4 fumarlo. Muy recientemente era consultado Mr. Peter por un escogedor de la manufactura de los tabacos de Charenton, en quien, obrando la intoxicación tabáquica á la vez sobre el plexo nervioso gástrico, pulmonar y cardíaco, de terminaba violentos dolores precordiales y preaórticos. Ha- biendo “encontrado muy frecuentemente dolor á la presión en el ter cer espacio intercostal izquierdo, cerca- del esternón, en los tabáquicos que fuman desde hace mucho tiempo y se acer- can á los 40 años ó han pasado de ellos,” este profesor se inclina 4 “atribuir á un estado enfermizo, y por impregnación ta- báquica del ganglio de Remak, ese dolor que la presión deter: mina en un punto tan limitado.” Aunque la suspensión del ta- baco sea la mejor medicación en semejante caso, sublata causá tollitur effectus, se comprende que esa angina tabáquica pue- da terminarse por la muerte, como en ciertos casos referidos por Beau y por Mr. Peter, sea que el fumador no haya podi- do renunciar á una costumbre inveterada, sea que las lesiones determinadas por los principios nocivos del tabaco no hayan podido ser enrayadas por la cesación demasiado tardía de su uso, En efecto, los trastornos cardíacos debidos primitiva- 27 " ú É y Ea e e Ae > ON y 142 mente ála acción tóxica del tabaco sobre las terminaciones del nervio neumo-gástrico son al principio completamente in- dependientes de toda lesión orgánica demostrable; pero, á la larga, la intoxicación, segun dicho profesor, determina la se- nilidad prematura y “las lesiones de este estado, el ateroma aórtico, la insuficiencia de las válvulas sigmoideas, los dolores retro-esternales de la neurítis del plexo cardíaco, y finalmente la muerte rápida.” La nocuidad del tabaco no se limita á manifestarse en los órganos de la circulación, se muestra igualmente sobre el sis- tema nervioso y los órganos de los sentidos. “La intoxicación por el tabaco, el tabaguismo, dice Mr. Peter, lleva sobre todo sus maléficos efectos á todo el sistema nervioso......” El abuso del tabaco, que algunas veces determina temblo- res en los miembros, como en los militares observados por Mr. Bodros, 4 ocasiones no se limita á producir vértigos, sino que determina una especie de delirium tremens, como lo había notado Benj. Brodie; acarrea la pérdida del conocimiento, convulsiones, accidentes epileptiformes, diversos síntomas que, en un enfermo del Dr. Bigelow, desaparecieron con la supre- y sión del uso de los tabacos, y tres veces recidivaron cuando el | . A es E A a y Y hi al e 3 convaleciente quiso recobrar su antigua costumbre. Jolly ha ¡ referido el caso muy grave de epilepsia observado por Ch. | Hastings en un jóven fumador curado por la interdicción del tabaco. z El abuso del tabaco, segun Mr. Sandras, puede traer “una especie de hebetud, de estupidez, una divagación interior, algo deanálogo á las parálisis generales de la demencia.” Tal es la afección á que Jolly asigna el nombre de parálisis nicólica. Sin ocasionar trastornos cerebrales tan graves, aunque por | fortuna muy excepcionales, bastante á menudo el abuso del | tabaco parece haber atacado 4 la memoria. Tissot, el abate Moigno, Mr. Decroix, Mr. Meunier, los Dres. Stugoski, Euge- nio Robert y muchos otros han señalado el ataque álas fa— cultades intelectuales, y particularmente á la memoria, por- , el uso del tabaco. MR DA A 143 Impresionado por la influencia nociva del tabaco en la ap- -titud á los trabajos de la inteligencia, el Sr. Bertillon tuvo la idea de investigar cuál era, en el punto de vista de su clasifi- cación por rango de mérito, la proporción de los fumadores y los no fumadores entre los alumnos de la Escuela Politécnica del año de 1855 4 1856. Análogas investigaciones estadísti- cas se han hecho después por Mr. G. Doré y el Dr, Elías Grou- bert respecto á los alumnos de esa misma Escuela de la pro- moción de 1874 á 75, y por el Dr. Coustan en los de la pro- moción de 1878, en los alumnos de la Escuela de Puentes y Calzadas, de la Escuela Normal Superior, de la Escuela Na- val de Brest, de la Escuela de Veterinarios de Saumur, y en muchos otros de las clases superiores de Liceos ó Escuelas di- versas. Del conjunto de esas indagaciones estadisticas muy extensas, parece resultar que, en esas distintas escuelas, los alumnos que se encuentran mejor colocados en la clasificación por órden de mérito, son fumadores y sobre todo grandes fu- madores en proporción mucho menor que los ménos bien co- locados. Aunque esos alumnos no puedan fumar durante las clases, ¿debe verse en esa clasificación ménos buena de los alumnos fumadores la influencia dañina del tabaco en las fa- cultades intelectuales, ó simplemente la consecuencia de una tendencia más grande á distreerse, á perder el tiempo y á tra- bajar ménos? En cuanto á la ambliopía, á la debilitación de la vista, pa- rece ser con bastante frecuencia el resultado del uso excesivo del tabaco. Mackensie,—como Laugier y Mélier lo recorda- ban á la Academia, —la habia señalado ya. Muchos amauró- ticos, segun el Dr. Hutchinson, serían grandes fumadores. La parálisis, las degeneraciones de la retina y la atrofia par— cial del nervio óptico, segun el Dr. Woodsworth, serían á me- nudo la consecuencia del uso excesivo del tabaco. Así tam- bien estas lesiones serían mucho más frecuentes en el hom- bre que en la mujer ...... Segun Mr. Sichel, pocas personas pueden fumar más de 20 gramos por dia, sin que se debiliten su visión y á menudo su ACI A AN « E ¡ES Er E AS AAA de" 144 memoria. No concediendo á la etiología tabáquica sino un erédito limitado, aunque indicase como condición anatómica de esa especie de afección una atrofia del nervio óptico con— secutiva á una congestión de la papila de este nervio, Follin sin embargo decía “haber visto dos casos en los cuales la amaurósis podía referirse evidentemente á una intoxicación por el tabaco: uno de los enfermos fumaba 40 gramos de ta- baco al dia; el otro no soltaba la pipa ó el tabaco sino para beber y comer, y por la noche, en los momentos en que des- pertaba, fumaba tambien”. Uno de ellos curó “después de la cesación completa y rápida del fumar.” Mrs. Ségalas, Béhier, Martin-Damourette, Cordier, Jacque- mart y Bodros han observado casos de notable frigidez en fu- madores que no recobraron su virilidad sino absteniéndose del uso del tabaco. Segun Mrs. Hurteaux y Mélier, las obreras empleadas en las manufacturas de tabacos tienen reglas abundantes y aproxi- madas, frecuentes metrorragias, lo que tal vez explicaría su predisposición á los abortos, señalada por Mrs. los Dres. Kos- tial, Delaunay, Goyard, Decaisne y Jacquemart. Las obser vaciones y los documentos estadísticos, en que se apoyan estos colegas para atribuir al tabaco una acción abortiva, carecen tal vez de punto de comparación, como lo ha hecho observar Mr. Brouardel, porque se conoce mal la frecuencia, sin duda considerable, de los abortos en las obreras de las ciudades y de las manufacturas en general; no obstante, como lo ha he- cho observar muy oportunamente el Dr. Thévenot, que, tam- bien él, con el Dr. Napias, ha tratado de hacer una indaga— ción en este asunto, la acción nociva del tabaco en esas muje- res y en sus hijos pequeños merece ser estudiada de nuevo. Bueno es, por otra parte, observar que si, para explicar esa nocuidad del tabaco en el producto de la concepción, en vano se ha analizado á menudo el líquido amniótico, sin embargo á veces la presencia de la nicotina ha sido en él comprobada, como en los casos de los Sres. Stoltz, Ruef y Jacquemart. La mortalidad de los niños de las tabaqueras sería considerable, ARA A dl / > 145 segun Mrs. Kostial, Delaunay y Goyard. El tinte terroso, sus miembros delgados permiten á las directoras delas cunas (créches) reconocer fácilmente esos desgraciados niños, que principalmente sucumbirían á afecciones de los centros ner- v1OSOs. Se ha creido poder atribuir al uso excesivo del tabaco la débil natalidad de la Francia y la pretendida degeneración de los franceses. Estas deducciones son inexactas. Si el uso del tabaco está muy esparcido en Francia, por fortuna el abu- so es allí, si no excepcional, á lo ménos poco frecuente y, por consiguiente, no ataca de un modo notable la natalidad ni la estatura média de sus habitantes. Es verdad que en ese país la natalidad es poco considerable y por consiguiente el creci- miento de su población es menor que el de la mayor parte de las grandes naciones; pero esa débil natalidad no proviene de ninguna manera de una inaptitud genésica que deba atribuir- se al abuso del tabaco, porque los alemanes del Norte, aunque usen y abusen del tabaco tanto como los franceses, tienen una natalidad y un aumento de población mucho más considera- bles. De que la estatura mínima para la admisión al servicio mi- litar haya sido disminuida de 156 á 1,”54, se ha inferido que la población de Francia degeneraba, y algunos médicos han creido que debía atribuirse esa pretendida degeneración al abuso del tabaco. Boudin y el malogrado Vice-Presiden— te de la Sociedad fundada contra ese abuso, Broca, han mos- trado que esa degeneración no es real, porque la talla media y la aptitud militar de los jóvenes franceses, léjos de dismi- nuir, tienden más bien á acrecentarse. Si la talla minima pa- ra la admisión ha bajado, es porque los hombres de pequeña estatura y de perímetro torácico bien desarrollado ofrecen á menudo más fuerza de resistencia que los hombres de estatu— ra elevada y de perímetro torácico proporcionalmente ménos considerable. El uso moderado del tabaco no determina accidentes mor- bosos, sino excepcionalmente. T. x1x,—19 a E E Y a e E E 146 De los atribuidos al abuso del tabaco, la precedente exposi- ión muestra que los unos son relativamente frecuentes y bas- tante generalmente reconocidos, como las dispepsias, las an— ginas de pecho, las alteraciones de la memoria y de la vista; y que los otros son más excepcionales, ó están insuficientemen- te demostrados desde el punto de vista etiológico, sin embar- go de que merezcan ser tambien estudiados. Dar á conocer las enfermedades, los accidentes que deben atribuirse al uso del tabaco, y proponer las medidas higiéni- cas propias para evitarlos ó combatirlos, tal es el doble obje- to que persigue la Sociedad contra el abuso del tabaco, la que pidió al Sr. Ministro del Interior en Francia que se la reconociera de utilidad pública. Y puesto que la Academia de Medicina de París fué con- sultada para saber si esa petición estaba justificada por un gran interés de Higiene pública y si las consideraciones de ór- den médico invocadas por los miembros de dicha Sociedad descansaban en un conjunto de hechos y de inducciones, adqui- ridos desde este momento para la ciencia, la Comisión propuso ála Academia que respondiese al Sr. Ministro: 192 Que hay un interés de Higiene pública en dar áconocer la acción noci- va que puede tener el tabaco empleado de una manera excesi- va; y 22 que esa acción nociva está demostrada por un con- junto de hechos y de inducciones desde ahora adquiridos á la ciencia: conclusiones que fueron adoptadas por la Academia de Medicina de Paris. | Finalizada nuestra tarea, y á reserva de ampliarla, si cabe, con nuevos datos, sólo nos resta desear que ella pueda prestar alguna utilidad, ya abriendo los ojos 4 muchas personas, que en nuestro país sufren continuamente, sin tener otra causa de sus padecimientos que el abuso del cigarro ó del tabaco, y aleján- dolos de lo que en moral se considera como un vicio y en me: dicina como un mal hábito, productor de enfermedades, ya ilus- trando sobre todo el criterio del facultativo, al despertar en su ánimo el mejor consejo y el más acertado tratamiento con la A 147 supresión de una causa de envenenamiento á todas luces descu- bierta. SESION PUBLIGA ORDINARIA DEL 9 DE JuLio DE 1882, Sres. ACADEMICOS CONCURRENTES.—Cubiérrez, Presidente, .. L. Hernández, Govantes, Oramendi, S. Fernández, Castellanos, Orús, Beato, Farcía, Várgas Machuca, L. M. Cowley y Mestre, Secretario. Lectura y aprobación del acta de la sesión anterior. Asiste á la sesión el socio de mérito Sr. Dr. D. José de la Luz Hernández. CorresPonDENcIa.—Leyéronse en seguida por el Secretario general: 1.2 un oficio del Sr. Presidente del Colegio de Far- macéuticos de la Habana, participando á la Real Academia la inauguración de éste, expresando el deseo de establecer re- laciones entre ambos institutos y ofreciendo su concurso en todo cuanto se relacione con el carácter del naciente Colegio. Acordóse contestar atentamente y de acuerdo con la referida comunicación;--2.% una invitación del Sr. D. Miguel Melero, Director de la Escuela de Pintura y Escultura de San Alejan- dro, para que los socios que lo deseen pasen á examinar los trabajos de los alumnos, expuestos al público. El Sr. Presiden- te de la Real Academia manifestó que había tenido el gusto de asistir 4 dicha exposición y de celebrar el estímulo que por las bellas artes se iba despertando en la juventud, y par— ticularmente en las personas del bello sexo;—3.% una nota del socio corresponsal Dr. Oxamendi, indicando se le ponga á la órden del dia con dos trabajos sobre revisión y corrección de las traducciones al castellano de dos obras importantes de Medicina; lo que en efecto se verificó;—4. 9 la relación de las autopsias practicadas en el Necrocomio Municipal, durante el mes de Junio, por su Director el Sr, Obregón y Mayol; acordándose las gracias;—5.% un oficio del Juzgado de 1* Instancia del Distrito de la Catedral remitiendo, por exhorto del de Cienfuegos, testimonio de varios lugares referentes al 148 estado mental del pardo José Lucio González encausado por homicidio frustrado; acordándose remitir la consulta con el testimonio á la Comisión de Medicina Legal para el informe respectivo; —6.% otro idem del mismo Juzgado, en causa contra el asiático José Piqué por homicidio; cuyo asunto pa— sará á informe de la mencionada Comisión. BisLioreca.—Por ausencia del Dr. Finlay, Secretario de la correspondencia nacional y extranjera, presentó el de actas las publicaciones recibidas desde la última sesión: —Observa- ciones físico-meteorológicas de la Escuela Profesional, del 21 al 30 de Junio y del 1.2 al 5 de Julio; —Anales de la Sociedad Odontológica, números 5 y 6;—El Progreso Dental, 6;—Re- pertorio de Farmacia, 7;—Revista de las Antillas, 4 4 7;— Avisador Comercial, 145 4 155;—Boletín Comercial, 146 4 155;—El Eco Médico-Farmacéutico de Puerto-Rico, 15 y 16; —El Bombero, 27 y 28;—La Gaceta de Sanidad Militar, 178 y 179;—La Independencia Médica, 25 y 26;—Gaceta Médico- Veterinaria, 193;—El Sentido Católico en las Ciencias Médi- cas, 21, 22 y 23;—Boletín Oficial de Voluntarios, 274 y 275, —La Hustración Militar, 21;—Boletín de la Junta Nacional de Sanidad de Washington, 51 y 52;—Estadística Vital de Nueva York en Mayo y Junio de 1882;—Estadística de de- funciones en San Francisco de California en Junio del co- rriente año;—La Correspondencia Americana, 218;—La Tri- buna Médica, 717;—La Esquella de la Torratxa, núm. 131;— Noticia sobre el uso terapéutico del deutoyoduro de mercurio por el Dr. Gibert;—Compendio de la Historia Militar de Es- paña y Portugal, por D. Pedro Hernández Raimundo, tomo 2. ;—Cuadro lógico de la Respetable Logia Luz y Verdad, número 98, en Santiago de Cuba;—La Ilustración Catalana, núm. 59;—The Medical Record, 603 4 609;—The Harper's Weekly, 1.327, 1328 4 1332. Ontro.—El Secretario general llamó la atención hácia el mú- mero de “La Ilustración Catalana” que estaba sobre la mesa, en el cual se leía un artículo biográfico referente al Dr. LD. Joaquín Fuarro y Serra, médico catalán sumamente ilustrado, 149 que después de haber hecho sus estudios en Mompeller y en París y revalidado su título en la Universidad Central, vino á establecerse en la Habana en 1831, permaneciendo aquí unos veintidos años, durante los cuales se dió á conocer por sus ta- lentos y saber, así como por la eficacia de su asistencia, habien- do sido nombrado catedrático de Obstetricia y Patología es- pecial de la mujer y de la infancia, en cuyas especialidades alcanzó gran nombradía, no ménos que en las numerosas y difíciles operaciones quirúrgicas que llevó á cabo. Vuelto á su provincia en 1854, continuó dedicado á la práctica de su no- ble ministerio con tanta actividad como buen éxito, hasta que en 1877 comenzó á sentir los primeros indicios de la lenta é insidiosa enfermedad de que fué víctima el 8 de Enero del presente año.—El Dr. Mestre agrega que, al contemplar el re- trato del Dr. Guarro y al leer su necrología, no ha podido mé:- nos de rendir este modesto tributo á sa memoria; porque la Academia lo rinde gustosa, no sólo á sus socios beneméritos, sino á los que, fuera de ella, han servido como el Dr. Guarro al adelanto científico del país. El Sr. Presidente se asocia en todo á las palabras vertidas por el Secretario general: compañero por bastante tiempo del Dr. Guarro, fué testigo de sus conocimientos y de su habili- dad operatoria; y estima muy merecidos los elogios que se le tributan. El Dr Santos Fernández manifiesta que si fuera posible ob- tener el clisé que ha servido para la Ilustración Catalana, publicaría con el mayor gusto los datos biográficos que en ella se insertan junto con el retrato de tan ilustre médico. MuskEo.—Presentó después el mismo Secretario, conservados en alcohol, dos camarones regalados por el Dr. Fovantes y que, segun acuerdo de la Academia, serán remitidos al Museo. Hicrese.—£E! tabaco y sus efectos en la vista.—Terminados los anteriores particulares, leyó el Dr. Santos Fernández un trabajo acerca de las perturbaciones oculares producidas por el tabaco, -segun lo que ha podido observar en nuestro país durante siete años. Después de algunas consideraciones gene- E AE ES v A A A A e a A o 156 rales sobre las propiedades tóxicas de dicha planta, deja sen- tado que el francés y americano contienen hasta 8 y 9 p.S de nicotina, miéntras que el turco y el habano arrojan sólo de un 2 á un 3 p.S; pero todos los tabacos sufren grandes modifica- ciones al ser manufacturados, hasta el punto de que la hoja preparada contenga ménos nicotina que la seca. Los trastornos visuales se notan, ya en las personas que se dedican á la ela- boración de la planta, ya en las que la consumen de diversas maneras. En los escogedores se observa la astenopia ó cansan- cio de la vista y las irritaciones de los ojos, debidas á la in- fuencia de las emanaciones sobre la salud en general, presen- tándose el mayor número de casos en jóvenes anémicos y pe- ninsulares los más. En esta Isla las fábricas de tabaco no se hallan en las malas condiciones higiénicas que en otras partes: los picadores y encargados del tamizado en polvo están más expuestos que los otros á irritaciones brónquicasy oculares, sucediendo lo mismo á los empleados en el envasamiento. La debilidad general que al fin padecen los que están siempre en una atmósfera impregnada por las emanaciones del tabaco, se deja sentir en los procesos ciliares y el músculo de la acomo- dación: el aparato sensorial del ojo no ha sido afectado, sino sus elementos contráctiles; y el tratamiento tónico y reconsti- tuyente sería casi inútil si permanecen expuestos á la misma causa, aunque muchos pueden trabajar por más tiempo, ayu: dados con unos anteojos convexos débiles, costumbre que á menudo hace que sean indebidamente despedidos de la fábrica los operarios que la adquieren, cuando en realidad no hacen entónces más que colocarse en condiciones bastante próximas á las del estado fisiológico. Tanto la temperatura como el pul- so de los fumadores aumentan con relación al estado normal, y sus perturbaciones visuales se manifiestan bajo la forma de la ambliopía, siendo muy parecida á la alcohólica, con la cual se confunde de tal manera que se necesita mucha cautela para diferenciarlas entre sí: la ambliopía nicótica es más rara en la mujer que en el hombre; desaparece con la suspensión de la causa, lo cual constituye un signo diagnóstico de inmenso 151 valor para la práctica; y á pesar de su escaso número en Euro- pa con respecto á otras enfermedades, todavía es menor ese número entre nosotros. El tabaco masticado es el más nocivo, pero su uso está casi reservado al negro africano; la costumbre de sorberlo no-la tienen sino pocas personas; y el mayor con- sumo se efectúa en puros y cigarros: el abuso exagerado de los primeros, puede atacar la vista, miéntras que el de los segundos acarrea otros males.—En resúmen: Jos síntomas vi- -—guales observados en los tabaqueros dependen, unos de la ac- ción local irritante del tabaco, y otros del empobrecimiento dela sangre; la manera de evitar estos males se reduce á no | Consagrarse á ese género de trabajo, si no se disfruta de buena naturaleza, abandonándolo si se inician tales trastornos, y so- metiéndose entónces á un plan tónico y reconstituyente, y la ambliopía nicótica, á pesar de lo mucho que se fuma en nues— tro pais, es áun ménos frecuente que en Europa, diferencia que puede atribuirse á la calidad del tabaco y á la manera de —fumarlo.—( V. pág. 152). -FiLonocia.—Leyó en seguida el Dr. Oxamend: la introduc- ción de dos memorias relativas á la revisión y corrección de la traducción al castellano de la Anatomía Descriptiva de Sappey, segunda edición francesa, y del Manual de Materia + Médica escrita en alemán por el Dr. Husemann. Confrontando en ambos idiomas los cuatro gruesos volúmenes de la primera de dichas obras, llama la atención bácia los errores que se han escapado á los traductores, ya respecto á fechas numéricas y á nombres propios que aparecen equivocados, ya á sustitucio- nes de unas palabras por otras que significan cosas muy dis- tintas, ya á la supresión de renglones que, una vez, llegan al número de quince; y como desde hace algunos años es ése uno de los libros de Anatomía más leidos por médicos y estu— diantez, de aquí la necesidad de hacer las enmiendas necesa— rias antes de fiarse en la exactitud de la versión.—En cuanto á la obra alemana, aungue mucho ménos voluminosa que la anterior, abunda también en su traducción erratas y errores numerosísimos: advierte el Dr. Oxamendi que, segun el térmi- FIA. TE “ 152 no empleado en aquella lengua, se trata de un manual de Far- macología y no de Materia médica, no hallándose tampoco bien vertidos al castellano los vocablos que en alemán corres— ponden 4 “Definición” y “Ergotismo convulsivo;” pero lo más sensible es que algunas fórmulas están equivocadas en cuanto á las dósis, en cuanto á los medicamentos que las forman, en cuanto á las especies botánicas que se hallan confundidas, de modo que las personas que se sirvieren de las recetas de la mencionada traducción, deberán antes cotejar las dósis con el original, Ó corregirlos errores señalados en la memoria del Dr. Oxamendi. Ausencia. —Después de manifestar el Sr. Presidente que de- bían darse las gracias al Dr. Oxamendi por el trabajo de be- nedictino que había llevado á cabo, participó á la Academia que dentro de muy breves dias marcharia á los Estados Uni- dos con motivo de su quebrantada salud, ofreciéndose allí. para cuanto se le juzgase útil). El Sr. Orús contestó en nombre de todos, dando las gracias al Dr. Gutiérrez por sus ofrecimientos y deseándole que, á su retorno, pudiera decirse que su salud se hallaba completamen- te restablecida. Después de lo cual, declaró el Sr. Presidente terminada la sesión. De Las PERTURBACIONES DE LA VISTA PRODUCIDAS POR EL TABACO; por el Dr. Juan Santos Fernández.—( V. pág. 149). (SESION DEL DIA Y DE JuLio DE 1882). : En la última sesión de esta Real Academia, nuestro 1lus- trado Secretario General puso sobre el tapete el importante tema de Higiene relativo al abuso del tabaco y á las pertur— baciones que éste ocasiona en nuestra economía. Tan con— cienzudo trabajo ningún punto omitía de cuantos debieran fijar la atención del higienista; mas como el tema abrazaba la Higiene en general, tomamos la palabra para ocuparnos de 153 su Importancia bajo el punto especial de la Higiene de la vista, y girando en este círculo, dijimos lo que á la ligera y en breve improvisación creíamos oportuno acerca de nuestras particula- res observaciones en el campo de la Clínica oftalmológica, único en que nos hubiéramos permitido intervenir. Después que abandonamos el local pensamos en revisar nuestras notas, y así lo hicimos; los renglones que siguen son la expresión de lo que venimos observando en nuestro país, durante siete años, acerca de los trastornos oculares producidos en el órga- no de la visión, por una de las plantas que constituyen la riqueza más segura y duradera de nuestra amenazada produc- ción agrícola. El tabaco pertenece á la clase de las plantas soláneas virosas, y á pesar de esto los sintomas que produce difieren completa- mente de los que se advierten en la intoxicación de la bella- dona, beleño dc. Esta diferencia se atribuye al principio acre y virulento que contiene el tabaco, principio narcótico pode- rosisimo que tiene además una fuerza corrosiva sin igual. El tabaco debe sus propiedades tóxicas á su alcaloide, la nicotina; ésta constituye un líquido oleaginoso incoloro, pero que se vuelve rápidamente amarillo y después pardo, al contacto del aire. Las hojas de la planta son las que contienen la nicotina; pero su proporción varía segun la calidad de aquélla. El ta— baco francés y americano contienen hasta 8 y 9 por ciento de nicotina, miéntras que el de Turquia y el nuestro sólo arrojan de un 2 4 3 por ciento. Todos los tabacos, sin embargo, su— fren grandes modificaciones al ser manufacturados y pierden gran cantidad de nicotina en las diferentes manipulaciones ¿ que se les somete. Tardieu asegura que á pesar del fuerte olor que despide el tabaco preparado, contiene ménos.nicoti- na que las hojas secas. Tal vez esto explique lo que hemos observado en nosotros mismos, y es que cuando fumamos ta— baco elaborado en las mismas vegas, áun cuando sean las me- jores de la Vuelta-Abajo, nos sentimos mal, lo cual no nos ocurre cuando fumamos ese mismo tabaco manipulado en las fábricas de nuestra capital. T. x1x,—20 A IA A AA y AA a a AA qe AR A E ii AR ARA e RES, z AS = A Y e 154 Las perturbaciones producidas por el tabaco en el órgano de la visión, pueden dividirse en dos clases: unas que se ob- servan en las personas que se dedican á la elaboración de la planta, y otras que tienen lugar en aquéllos que la consumen de diversas maneras. Las primeras son enfermedades creadas por la necesidad; las segundas, exigencias de los placeres sen suales. Ocupándonos de las primeras y de su manera de pre: venirlas, decíamos en nuestra Higiene de la vista: Las diversas operaciones á que se somete el tabaco inme- diatamente ántes de dar principio á su elaboración y que pueden ofender el aparato visual, son: entresacar óÓ separar una de otra las hojas que vienen pegadas en los paquetes ó tercios; escoger Ó distribuirlas en distintos grupos segun su Ca- lidad; despaltllar ¿ separar las ramas y nervios gruesos, y rociar ó mojarlas para hacerlas más flexibles. Con frecuencia hemos tenido ocasión de observar entre los escogedores, decíamos entónces (1), la astenopia 0 cansancio de la vista y las irritaciones de los ojos; esto depende de la influencia de las emanaciones del tabaco sobre la salud en ge- neral, tanto más cuanto que la mayor parte de los casos cita— dos se refieren á jóvenes anémicos, siendo mayor proporcio— nalmente el número de peninsulares, los cuales sufren un cambio mayor en sus costumbres y en su vida al venirá la Isla y dedicarse á esa profesión. En más de una ocasión al ver estos jóvenes, pálidos unos, de color terroso otros, les hemos preguntado si siempre habían tenido ese color, y nos han contestado: “cuando llegamos de España estábamos gruesos, saludables y de buen color”; y al enterarnos del tiempo que hacía se dedicaban á la elaboración del tabaco, hemos averiguado que ocho años los unos, catorce los otros. En un minucioso trabajo publicado por el Dr. Van Has- sel (2) sobre la intoxicación por la manipulución del tabaco, se- fala entre otras perturbaciones observadas la anemia, y Cita (1) Loc. cit., año IV, núm. 96, 28 de Junio de 1880. (2) La Presse Médical Belge, Nov. 2 de 1879. 155 la opinión de M. Heurteux, que encontró disminuida la fibri- na de la sangre. La hiperemia conjuntival y la blefarítis que hemos observa- do, así como la astenopia dependiente de la anemia, sospecho sean de los primeros síntomas con que se manifiesta un enve- nenamiento que puede terminar, según ha observado Mr. Van Hassel, por enfermedades tan graves como la angina de pecho. Por fortuna, entre nosotros (Isla de Cuba) las fábricas de tabaco, y muy especialmente aquéllas que por su clase con tienen gran número de obreros, no se hallan en las malas Condiciones de que nos habla Mr. Hassel cuando dice: “He visitado un taller y era una buhardilla que tenía cuatro me- tros de ancho por seis de largo, y estaba ventilada por un sistema completamente primitivo, es decir, por una ventani- lla abierta casi siempre, en buen tiempo se entiende, y por las rendijas de las planchas que sirven de techo y que no es- tán unidas por cemento alguno. Todas las malas condiciones, pues, estaban allí reunidas, condiciones de trabajo y condi- ciones de lugar para producir una intoxicación rápida y fre: cuentemente repetida.” Más adelante añade: “Las fábricas del Estado cumplen con las exigencias de la Higiene,” y nosotros podemos decir lo mismo de las que visitamos en la Península. Por otra parte, en la Isla la elaboracion del tabaco se reduce á la fabricación de puros y cigarrillos; y aunque los que pican el tabaco para confeccionar éstos, están expuestos á irritacio- nes por el polvo que en dicha operación se produce, no sucede lo mismo en la preparación del rapé, que en la Isla es escasa. El tamizado del tabaco en polvo es muy delicado, y si no se hace con las precauciones necesarias, se producen, segun Mé- lier, irritaciones brónquicas y oculares, habiendo nosotros te- nido ocasión de observar estas últimas. El envasamiento en las cajas es todavía más penoso. Cuan- do se renueva con una pala el polvo del tabaco, quedan los obreros envueltoslen una nube espesa que irrita la pituitaria, oprime la garganta y pica en los ojos, dando lugar á verda- deras oftalmías, IT 156 Desde que estos accidentes se manifiestan, debe suspender- se en absoluto el trabajo, cambiar, si es posible, de domicilio y de ocupación, y sufrir el tratamiento adecuado según el grado de inflamación. Los individuos que permanecen constantemente en una at- músfera impregnada por las emanaciones del tabaco, realizan una hematósis imperfecta, pierden el apetito, languidecen, y bien pronto son presa de la anemia, el hombre; de la clorósis, le mujer; las pupilas enormemente dilatadas y la palidez del rostro se acompañan de la imposibilidad de fijar la vista sin que se le borren los objetos, y es que la debilidad general se ha dejado sentir en los procesos ciliares y en el músculo que rige la acomodación. Estos síntomas son el preludio de males mayores de que hemos hecho mención. Como se vé, el apa- rato sensorial del ojo no ha sido afectado, pues si devolvemos al músculo acomodador del ojo su fuerza contráctil, ya por un eran esfuerzo que hagamos, ya por medio de un miósico si aquello no es posible, encontramos que el paciente disfruta de vista perfecta, pudiendo distinguir los objetos más pe- queños. : Es poco ménos que inútil someterlos 4 un plan tónico y reconstituyente, miéntras permanecen expuestos 4 las emana— naciones del tabaco. Mas si logramos 'que abandonen el local, si quiera sea por un mes, cesan los sufrimientos, para volver con más intensidad así que vuelvan á colocarse en las malas condiciones que anteriormente. Aun más, con frecuencia nos refieren que los lúnes trabajan cómodamente sin fatigárseles la vista ni aguárseles los ojos, y es porque el domingo han permanecido sustraído del medio en que viven y han des- cansado sus ojos. Igualmente les admira poder trabajar me- jor desde la mañana hasta las dos de la tarde, y de esta hora en adelante serles imposible continuar, y es fácil comprender que debilitada de antemano la acomodación del ojo, carece de fuerza para funcionar durante todo el dia. Muchos de estos individuos han podido continuar el trabajo hasta el anoche- cer, disponiéndoles unos anteojos convexos débiles, y reco- 157 - mendándoles los usasen desde que empezaban á trabajar por la mañana. De este modo hemos podido prevenir la asteno- pia inevitable que su estado determinaba. Los miósicos, como la eserina, la pilocarpina dvc., no nos han dado resultado en estos casos, pues determinan una exagerada contraccion del músculo acomodador, que entre otros inconvenientes tiene el de perturbarles la visión luégo que abandonan el trabajo y marchan á sus casas. Al llegar á este punto, no podemos ménos de mencionar la costumbre observada en nuestras fábricas, y que no habla muy en favor de la ilustración de sus dueños ó encargados. Basta que un operario use anteojos para que sea despedido ó no sea admitido, muy especialmente en el destino de escoge- dor; este mismo operario, si no lleva anteojos, continuará en su puesto sin llamar la atención: nadie puede dejar de com- prender que la corrección del estado fisiológico ó patológico de su aparato óptico le colocaría, si no en las condiciones de un individuo de vista perfecta, al ménos en las más próximas á este estado, y que, por consiguiente, desempeñaría mejor su cometido. No hay, pues, que confundir los trastornos visuales obser- vados en los que elaboran el tabaco con los que sobrevienen 4 los que lo consumen fumándolo, aspirándolo ó masticándo- lo. Los unos y los otros son efectos de una intoxicación len- ta, exceptuando aquéllos que dependen de la acción local y que son idénticos á los producidos por cualquier otro irrí- tante. La intoxicación que se produce en los que abusan del taba- co no ataca rudamente la economía en primer lugar, para más tarde afectar la vista, sino que sin perturbación general del organismo, muchas veces sorprende al fumador, poniendo delante de sus ojos una nebulosidad tal, que le impide dis- ¿inguir las facciones de una persona á seisú ocho metros de distancia, y con dificultad leer los caractéres ordinarios de ¡mprenta, Rara vez los individuos son tan apegados á sus costumbres, que al verse amenazados de una pérdida total de e ADA TS 158 la vista perseveren en el abuso del tabaco. Si así fuese, po- drían, tal vez, observarse trastornos generales en mayores proporciones, á juzgar por las observaciones llevadas á efecto por Troitski (1) en la temperatura y el pulso de losindividuos que fuman. En las personas de mediana constitución, dice, la temperatura media de las veinte y cuatro horas era de 36% 76 y el pulso 72 por minuto cuando no fumaban; pero sumando estas cifras, elevábanse 4 3702 y 89,9 respectiva- mente; es decir, que el fumar les producía un aumento de 0* 26 en la temperatura y de 17 pulsaciones en el movimiento cardíaco. En los fumadores débiles el aumento era de 0,430 y de 11,9 pulsaciones; miéntras para los robustos era solamente 0,22 y de 10,6 pulsaciones. Tomando el término medio de todas las observaciones, resulta que el fumar aumenta la temperatu- ra del cuerpo por 0,29 y la acción cardíaca por 12,7 pulsacio- nes. Reduciendo estos números á cifras comparables, resulta que si la temperatura de los no fumadores se expresa por 1000, la de los fumadores moderados es de 1008, y que en el tiempo que el pulso de los primeros late mil veces, el de los segundos da 1180 pulsaciones. Esta última circunstancia es la que constituye para Troitski el efecto perjudicial del ta- baco. Las perturbaciones de la vista que se observan en los que fuman, se presentan bajo la forma de ambliopía, y guarda un parecido tal con la alcohólica, que autores tan competentes como Galezowski creen que muchos de los casos publicados por Hutchinson por ambliopías nicóticas no eran tales, sino producidas por el alcohol. Teniendo esto en cuenta, hemos si— do tan cautos en formular el diagnóstico de ambliopía nicóti— ca, que en más de once mil enfermos de los ojos no llegan á seis las veces en que lo hemos consignado. Y no en todos he. mos obtenido la sanción de la vuelta á la salud completa, sus- pendiendo la causa, que por sí sola tiene un inmenso valor. Se señala como un hecho en extremo raro el encontrar estos (1) Urach 188 número 7, Revista de Medicina y C. P. P. 535, año 1882, 159 trastornos visuales en la mujer, y nosotros podemos consignar que el ejemplar en que pudimos reunir la mayor certidumbre sobre la etiología pertenecía al sexo femenino. A pesar del escaso número de ambliopías nicóticas que se - observan en Europa, relativamente á otras enfermedades, en- tre nosotros es 4un más reducido aquél, porque puede casi decirse que nuestro tabaco no produce alteraciones en la vis- ta. Este satisfactorio convencimiento lo hemos adquirido du- rante el espacio de siete años, pues al comienzo de nuestra práctica en la Habana nos inclinábamos á pensar lo contrario. De tres maneras se hace uso del tabaco en la Isla de Cuba: en polvos para aspirarlo por la nariz; en pequeñas tabletas, co- nocidas vulgarmente con el nombre de andullo, para masticar- las, y están elaboradas con tabaco extranjero; y por último, torcido en forma de lo que acostumbramos llamar tabacos 6 puros, y envueltos con papel, cigarros ó cigarrillos. El tabaco masticado es el que positivamente más efecto tóxi- co produce, siendo una suerte que su consumo sea cada vez más escaso y haya sido por lo general reservado al negro africano. La costumbre de sorberlo en polvo está limitado á pocas personas. El mayor consumo se hace en puros y ciga- rros. Cuando se ha abusado de los primeros hasta el punto de fumar constantemente y en cantidad de quince á veinte dia- rios (de 50 4100 gramos), la vista se ha resentido; mas puede “asegurarse que nuestros cigarrillos de papel acarrean otros males, pero nó la perturbación de la vista. Resumiremos para terminar, diciendo: —Primero, que los síntomas visuales observados en los tabaqueros son de dos clases: unos dependientes de la acción irritante sobre la con- juntiva y demás membranas externas del ojo, y otros debidos al empobrecimiento de la sangre que se hace sentir en el músculo acomodador del ojo. Que la manera de evitar estos males se reduce á no consagrarse á este género de trabajo si no se disfruta de buena naturaleza, ó abandonarlo una vez emprendido si se inician estos trastornos, y léjos de la causa que los engendra someterse á un plan tónico y reconstituyen- a 160 te, Segundo, que la ambliopía nicótica, á pesar de lo mucho que se fuma en este país, es áun ménos frecuente que en Eu- ropa, y esta diferencia puede atribuirse á la calidad de nues- tro tabaco y á la manera de fumarlo. PATOGENIA DE LA FIEBRE AMARILLA; por el Dr. Cárlos Finlay. (SESION DEL DIA 27 DÍ Ácosto DE 1882). 1.—Consideraciones preliminares.—S1 en la fiebre amarilla pudiéramos demostrar la existencia constante de una lesión evidentemente relacionada con las fases sucesivas de la enfer— medad, cual sucede en el desenvolvimiento de la erupción cutánea de las fiebres eruptivas y en el de las alteraciones olandulares de la mucosa intestinal en la fiebre tifoidea, cree- mos que ningun facultativo que haya observado detenida- mente la fiebre amarilla en la Habana, dejaría de incluir esta enfermedad en la misma agrupación nosológica de las zimóti- cas, con las cuales acabamos de compararlas. En la fiebre amarilla, como en esas enfermedades, está am. pliamente demostrada la trasmisibilidad, sin que hasta ahora haya podido comprobarse su ocurrencia espontánea primitiva. Un primer ataque, en ambos casos confiere igual inmunidad. Hay además la circunstancia notable de que el niño nacido en la Habana, con el hecho de haber verificado su existencia ¿n- irauterína en esta ciudad (donde la enfermedad es endémica y constante), adquiere la misma inmunidad que si hubiese sufri- do un ataque preservativo extra-uterino. Algo parecido suele observarse, aunque con ménos frecuencia, en la viruela, toda vez que una madre preservada contra esta enfermedad puede trasmitirla al feto que lleva en su vientre, sin experimentar ella misma ningún indicio de infección, (Jaccoud, Pathol. int: v. TI, p. 690); y acaban de publicarse dos casos auténticos de niños refractarios á la vacuna, habiendo las madres sufrido 3 A 161 ataques de viruela modificada durante su embarazo (The Lan- cet, Julio 15 de 1882). La fiebre amarilla tiene un periodo de incubación, que si bien varía de uno á quince dias, no difiere en esto del de las fie- bres eruptivas, cuya incubación suele tambien variar dentro de límites bastante extensos, sujetos, quizás, á la susceptibili- «dad individual, á la cantidad de vírus trasmitida 6 á la misma intensidad virulenta de la materia morbígena. Tenemos en la fiebre amarilla un período de invasión fe- bril con caracteres tan análogos á los de las fiebres eruptivas, que muchos autores señalan esa semejanza, ocasionada aJgunas veces á errores de diagnóstico, resultando una de estas enfer— medades cuando se esperaba la otra. En el segundo dia de la fiebre amarilla ocurre, generalmente, una remisión que recuerda la del período eruptivo de algunas zimóticas, por ser independiente de la medicación empleada y muchas veces de carácter insidioso, no germitiendo prejuzgar la gravedad ulterior del caso. En fin, los casos completos de fiebre amarilla tienen un ter- cer periodo, el cual, lo mismo que el de maduración de la vi- ruela, el de estado y de descamación en el sarampión y en la escarlatina, ó el de ulceración en la tifoidea, suele acompañarse de complicaciones ó localizaciones secundarias: gástricas, in- testinales, renales, hepáticas, cefálicas etc., de las que depende muchas veces el pronóstico definitivo, tanto y más que de la intoxicación general originada por el vírus. Si todo esto se nos concede, claro está que deberemos enca- minar nuestros esfuerzos á demostrar la existencia en la fiebre amarilla de una lesión constante, con los caractéres ántes ex- plicados, para llevar al ánimo de V. SS. el convencimiento que abrigamos de que la enfermedad en cuestión pudiera cla- sificarse en el grupo de las fiebres eruptivas zimóticas. Ya el año próximo pasado al exponer nuestra hipótesis so— bre la inoculación de la fiebre amarilla por las lancetas de aquellos mosquitos que antes hubiesen picado 4 individuos atacados de esa enfermedad, manifestamos la creencia de que T. xIX,—21 162 la lesión esencial de la fiebre amarilla se halla localizada en el endotelio vascular. A dos clases de pruebas nos proponemos someter aqui esa conjetura: : 1.2 A la comparación de los resultados de la anatomía pa- tológica aplicada á la fiebre amarilla por competentes inves= tigadores. 9.2 Al cotejo de los síntomas de la enfermedad con las consecuencias supuestas ó comprobadas de la lesión endotelial. Atendiendo á lo poco que hasta estos últimos tiempos se han estudiado las lesiones patológicas del endotelio y á las dificultades que ese estudio ofrece, séanos permitido reprodu- cir aquí la siguiente descripción hecha por Erberth, traducién- dola del tomo I de la Histología de Stricker: “En los vertebrados adultos la parte esencial de 10s vasos sanguíneos consta de un sistema tubular formado de una capa única de células planas ó de una membrana nucleada suma. mente fina, llamada endotelio por His, tubo peritelval por Auer- bach y membrana celular por Remak. Se encuentra este tubo así en los vasos sanguíneos más delgados como en los mayores troncos y en las porciones ensanchadas del sistema vascular (corazon y senos), cualesquiera que sean las variaciones sufri- das por las demás partes constituyentes de la pared del vaso... “Los capilares y las pequeñas venas están exclusivamente formados por ese tubo, cuyos elementos constituyentes son unas Células planas, muy sutiles, más ó ménos fusiformes ó polígonas, compuestas de un núcleo rodeado de protoplasma y dispuestas, las más veces, paralelamente al eje longitudinal del vaso. “En el corazon, en las arterias y en la generalidad de las venas, este tubo celular se halla revestido de tejido conjun- tivo y de elementos elásticos y musculares.” Para demostrar la estructura celular de la membrana en- dotelial tanto Erberth como los demás histólogos han tenido que recurrir al nitrato de plata, cuya sal, áun en soluciones muy diluidas, manifiesta una afinidad especial para el cimiento 1653 que une entre sí las distintas células endoteliales, coloreándolo de un tinte oscuro, con lo cual se forma un contorno muy yi- sible al rededor de cada célula. Tambien en otras membranas celulares del mismo tipo se ha comprobado esa reducción del nitrato de plata por el cimiento intercelular. El endotelio de los' capilares es contráctil hasta el extremo de no permitir, á veces, el paso de una sola hilera de hematias» y en sus condiciones Dto aunque no presente poros ver. daderos, es sin embargo per sana dejándose atravesar por los ocios . Este fenómeno de biratócia ó emigración de los alóbulos blancos de la sangre al través de las paredes endote- tiales, tan minuciosamante estudiado por los fisiólogos alema- nes, parece depender de una acción simultánea de las paredes del vaso capilar y de la sustancia misma del leucocito, dotada de movimientos amiboideos; mas esa emigración no se yerl- fica, habitualmente, con respecto á las bas sino en cir- eunstancias especiales. Terminada esta reseña preliminar, pasemos á la ll ca- tesoría de pruebas. H.— Comparación de los resultados de la anatomía patológica aplicada ú la fiebre amarilla.—A falta de trabajos propios so- bre este particular, tendremos que recurrir á los datos recien- tes que nos suministran autores de reconocida competencia; entre estos datos merecen particular atención las “Notas sobre la Histología de la fiebré amarilla,” del Dr. Crevaux (Arch. de Méd. Nav. 1877, t. II p. 125—), de donde extractamos los si- guientes p: Árrafos: da Aparato respiratorio. —Señalaremos dos clases de lesiones: la congestión y la apoplegía pulmonares. En la primera los vasos que serpentean por las paredes de los alvéolos están repletos de sangre, mas no presentan roturas. Los alvéolos quedan permeables. En la segunda se produce una rotura en los vasos dilatados, y la sangre se derrama libremente en los alvéolos y en las úl- timas ramificaciones bronquiales. La parte ea se hace necesariamente más densa que el agua. ) DT O A E ES A e ió e A PP A A q - PE A A NA A E MAS SE li A A 164 Estos focos apoplécticos, á veces, adquieren el volumen de un huevo de gallina, y representan histológicamente lo que Louis designó con el nombre de carnificación del tejido pul- monar. Aparato circulatorio.—En dos tercios de los casos se notó la existencia de puntitos hemorrágicos en la base del corazón, á lo largo de los vasos coronarios y sobre la cara externa de los vasos gruesos, cerca de su nacimiento. No se observó, en las fibras musculares del corazon, la degeneración grasienta señalada por otros autores. Aparato digestivo.—El examen del estómago proporcionó dos hechos muy importantes, en los cuales insiste, con razon, el autor; son: 1.9 La degeneración grasienta de los vasos capilares. 9.0 La degeneración grasienta de las células que revisten las glándulas estomacales. Agrega, en una nota, que la primera de esas lesiones fué descubierta por él en Cayena, en un enfermo del Dr. Martialis, y que fué comprobada por este profesor, por el Dr. Danguil- lecourt y por varios otros colegas de marina. Pero justo es recordar que si bien el Dr. Crevaux será el primero que seña- 16 la lesion histológica (degeneracion grasienta) de los capila- res de la mucosa gástrica, ya 30 años hace que Blair anunció la presencia de fragmentos de vasos capilares en el vómito de borras observado por él en Demerara en 1852-53, y este he- cho presupone una lesión de los capilares del estómago. En el hígado, indica Crevaux el estancamiento de la sangre en los capilares de la vena porta que rodean cada lóbulo; y, en el caso de un enfermo que murió muy rápidamente, se obser- vó que la congestión venía acompañada de edema en el tejido celular interlobular. Habiendo el autor notado que la conges- tión se observa particularmente en los casos de muerte rápida, pregunta si no le es lícito pensar que la degeneración grasienta no se verifica primitivamente (d'emblée), sino que viene prece- dida por la congestión del d¿rgano. En el riñón, señala los equímosis que se encuentran debajo 4 e 4 BS Ñ "7 165 de la cápsula, en la sustancia cortical, en las paredes externas de los cálices y sobre la mucosa de los cálices y de los bacinetes. Hay pues, dice Crevaux, en los riñones, como en el estó- mago y en el hígado, un primer estado de congestión, que puede ser seguido de apoplegias en diferentes puntos de esos órganos, pero particularmente en el interior de los elomérulos de Malpigio. El segundo período consiste en la degeneración grasienta de las células que forman el parénquima renal..........“No podemos pronunciarnos de un modo definitivo, dice Crevaux, acerca del estado de los vasos capilares; una sola vez tuvimos tiempo de examinarlos en órganos frescos. Estaban un tanto nudosos á la altura de las células de sus paredes y estas pare- cian fusiformes y con sus núcleos hipertrofiados. En una palabra, estaban absolutamente como en la infla— mación. “Esta alteración no es más que el primer grado de la lesión - que hemos encontrado en el estómago, la degeneración gra- sienta de las paredes capilares.” Otro autor de reconocida competencia, el Dr. Gama Lobo, citado por M. Rey (Arch. Med. Nav. 1877), y por Nielly (Path. Exotique), dice lo siguiente: “Las membranas del cerebro presentan un color rojo encar nado; los senos están llenos de sangre coagulada y de coágulos fibrinosos. Estas señales de meningítis se encuentran princi- palmente en la forma atáxica de la fiebre amarilla. El estudio microscópico de los capilares cerebrales dió por resultado: la degeneración grasienta en sus diversos períodos. Las vesículas grasosas estaban distribuidas, ora en las paredes laterales del vaso, ora en estrías centrales, sin que nada se viera en los bor- des. Otras veces, y éste era el caso más frecuente en la sus- tancia grís del cerebro, todo el vaso presentaba la degeneración grasienta en su último período. El inismo fenómeno ocurría en la médula. En fin, en la memoria más reciente que ha llegado á mis manos sobre este particular, titulada “Etiología” y profilaxia ñe a 4 166 del "Tifo amarillo, por el Dr. A. Corre, este autor, ya bien co- nocido en cuestiones de Patología tropical, menciona entre los caracteres esenciales de la fiebre amarilla: “la degeneración grasienta de los pequeños vasos y de los parénquimas.” Hemos insistido tanto en demostrar esas lesiones de los capi- lares, esto es de la membrana endotelial, apoyados en el testi- monio de Crevaux, Gama Lobo y Corre, porque la corta dura: ción de la enfermedad nos obliga á considerarlas como primi- tivas y su frecuencia nos permite atribuir las hemorragias pasivas y las infiltraciones sanguíneas de la fiebre amarilla á una lesión de las paredes vasculares y no, como parece resultar en el escorbuto, en la púrpura y en la hemofilia, á una altera- ción de la misma sangre sin lesión demostrable en las paredes de los vasos. Más adelante veremos, en efecto, que el estado de la sangre que precede y acompaña al período hemorrágico de la fiebre amarilla difiere completamente del que se observa en las enfermedades que acabamos de nombrar. Verdad es que el endotelio vascular, así como los demás endotelios, procede del mesoblasto embrionario, y por lo tanto tiene un orígen morfológico distinto del de los epitelios de la piel y de las mucosas procedentes del epiblasto y del hipoblas- to; y tambien es cierto que las lesiones características de las fíebres zimóticas antes citadas (eruptivas v tifoidea) han sido observadas todas en los tejidos de la segunda procedencia. Pero si se reflexiona en que estas enfermedades tienen, entre otros caracteres comunes, el de no conocérseles con certeza ningun otro orígen más que la trasmisión, esto es, probable- mente, la traslación material de partículas virulentas del teji- do lesionado al correspondiente tejido de un individuo sano, se comprenderá que esto se realice más facilmente respecto de la epidermis y del epitelio de las mucosas, que se hallan en comunicación directa con el ambiente, que no respecto de los endotelios, puesto que todos éstos ocupan una situación más ó menos profunda por debajo del tegumento externo ó interno. Aparte, pues, de la dificultad de poder observar en vida las le- siones de estas membranas interiores, no deberá extrañarse el HA - 167 que sean ¡menos numerosas, Ó quizás ménos conocidas las afecciones zimóticas de las membranas endoteliales que las de la piel y las de las mucosas, sin que por eso hayan de consi- derarse las primeras exentas de esa clase de afecciones. Una de las dificultades consiste en darse cuenta de como las partí- culas infectantes pudieran trasmitirse, en tales casos, de un in- dividuo á otro, y ésa fué la consideración que nos indujo á buscar un agente de trasmisión que salvar pudiera la dificul- tad, haciéndonos fijar con preferencia, como sabeis, en el Mos- guito, El tiempo dirá si hemos acertado ó no al hacer esta elec- ción; pero de todos modos creemos haber demostrado con nuestra hipótesis la posibilidad de la trasmisión dentro de las condiciones en que ésta se realiza en la fiebre amarilla y admi. tiendo, al propio tiempo, la localización de su lesión esencial en el endotelio vascular. Corroborada, pues, la existencia de una lesión endotelial vascular en la fiebre amarilla, por el exámen histológico port mortem aplicado á territorios tan distantes como son los capilares del estómago, los del riñón, los del hígado, los del cerebro y los de la médula, pasemos á la segunda clase de prue- bas que hemos anunciado. . TIL.—Cotejo de los sintomas de la enfermedad con las conse- cuéncias supuestas 6 comprobudas de una lesión del endotelio vascular. | , A pesar de las dificultades que ofrece la determinación po: sitiva de las funciones fisiológicas del endotelio vascular, desde luego se le puede asignar una doble función: 1. % como medio contentivo que ha de mantener dentro de los vasos sanguíneos el estado de dilución que normalmente corresponde á la sangre, con la debida proporción de elementos sólidos figurados y de plasma liquido; 2. como regulador directo 6 indirecto de la nutrición íntima de los tejidos, toda vez que al través de esa membrana endotelial se verifica el canje de materiales repa- radores de la sangre arterial contra los productos excretorios destinados á la corriente venosa. Si admitimos, pues, la existencia de una lesión constante en 168 el endotelio vascular de los que sucumben á consecuencia de la fiebre amarilla, la analogía de esta enfermedad con las fie- bres eruptivas y la terminación eventual de esa lesión por la degeneración orasienta y rotura de los capilares en determina- das regiones, no parece muy aventurado admitir tambien, en esa membrana, la existencia previa de una inflamación espe— cifica con proliferación de los núcleos y separación ó desca—- mación de las células caducas; máxime cuando, en un caso, esa inflamación del endotelio fué, por decirlo así, sorprendida por Crevaux en el momento de su desarrollo, en el riñon de un sujeto muerto á consecuencia de la fiebre amarilla. Si pro- seguimos la analogía, comparando los fenómenos ocultos de esa enfermedad con lo que pasa á nuestra vista en las fiebres eruptivas, natural parece que la renovación patológica del en— dotelio haya de dejar, por cierto tiempo, las funciones fisiológi- cas de esa membrana confiadas á una capa de células menos resistentes que las normales y que no podrán, de momento, lle- nar su cometido con toda perfección. (Véase Cornil y Ranvier Histologie Path., t. L, p. 122.) De esta imperfección deberán resultar dos clases de fenó- menos patológicos: 1. 2 una filtración exagerada de las partes más fluidas de la sangre y tambien, quizás, de sus leucocitos; 2.2 modificaciones más ó ménos acentuadas en los órganos 6 tejidos que más directamente dependen del sistema capilar. Veamos, pues, si los fenómenos clínicos de la fiebre amarilla concuerdan con este resultado teórico de la lesión que consi- deramos característica de la enfermedad. Piltración exagerada de la parte fluida de la sangre.—Hasta estos últimos años la comprobación directa de este fenómeno sólo hubiera podido hacerse mediante el análisis de cantidades considerables de sangre, lo cual hubiera ciertamente limitado nuestros medios de investigación, dada la reacción algo exage- rada que aún subsiste por parte de muchos médicos y tambien del público en contra del abuso de las sangrías que en otro tiempo prevaleció. Debemos, pues, congratularnos de que los adelantos realizados por Malassez y Hayem en el conteo de los 3 NS 169 glóbulos sanguíneos nos hayan proporcionado la prueba que necesitábamos, con solo una picada insignificante, apenas per- cibida por el enfermo, Resulta, en efecto, al cabo de unos seis años que se viene aplicando la numeración globular al estudio clínico de las enfermedades, que ese procedimiento arroja un aumento, ú veces exorbitante (hasta la cifra de 73 millones de hematias por milímetro cúbico de sangre) en aquellas enferme- dades que vienen acompañadas de pérdidas serosas considera- bles, como en el cólera, en las diarreas abundantes, de cualquier clase que sean, y tambien en los sudores excesivos, espontáneos ó provocados; de manera que segun el Dr. H. Danlos, autor del importante artículo “Sang” del tomo 32 del Diccionario - de Jaccoud, el aumento de glóbulos rojos en cualquiera enfer- medad no debe considerarse como indicio de una producción aumentada de estos elementos, sino de la concentración de la sangre y disminución de la masa sanguínea total, debidas á una eliminación exagerada de su parte líquida. Esta interpre. tación muy lógica, comprobada en algunas enfermedades por los análisis químicos de E. Smith, de Chalvet y de Quinquauad, ha venido muy oportunamente á disipar la extrañeza y perple- jidad que á nuestro apreciable colega el Dr. Delgado, y á nos- otros, venía causando desde hace más de un año un hecho clínico, cien veces comprobado. Nos referimos al de que en la fiebre amarilla la proporción de glóbulos rojos se encuentra aumentada desde el dia 2? de la enfermedad, subiendo pro- gresivamente hasta el 52 ó el 62, para volver á las cifras nor- males y Juego bajar de allí después de iniciada la convales- cencia. Lo inesperado de estos resultados nos obligó á no admitirlos sino después de una comprobación sistemática, y, al efecto, hicimos los conteos en los dias sucesivos de la enfermedad, cotejando las cifras obtenidas con las de conteos practicados en individuos sanos, recien venidos á la Isla. Las raras excepcio- nes que se nos. presentaron debieron atribuirse, dos veces, á la circunstancia de no haberse podido practicar el conteo has- ta el último período de la enfermedad, cuando ya se habían T. Z1Ix,—22 E ds 0 A 170 declarado hemorragias pasivas de excepcional abundancia y que fueron comprobadas en vida ó después de la muerte. Tambien se ocupó el Dr. Delgado de aplicar el mismo método de conteo en diversas otras afecciones piréticas y apiréticas, sin haber encontrado ninguna que presentase el aumento pro- gresivo de la cifra globular ni los tipos elevados observados por nosotros en la fiebre amarilla. Para alejar, en fin, todas las causas de error que se nos ocutrieron, convenimos con el Dr. Delgado hacer los conteos unas veces reunidos, otras veces ais- ladamente; los practicamos en distintos hospitales, en enfermos sometidos á planes curativos enteramente diferentes y tambien en otros que no habían recibido ninguna medicación interna. Omitimos dar aquí los detalles de los conteos verificados y cuyos comprobantes se hallan en poder de la Comision de fiebre amarilla de la Sociedad de Estudios Clínicos; limi- tándonos por ahora, á presentar las siguientes cifras de prome- dios, máximas y mínimas fisiológicas y las correspondientes á los dias sucesivos de la enfermedad desde el primero hasta el sétimo. Los datos fisiológicos se obtuvieron en 17 indivi- duos, Peninsulares, sanos, cuya residencia en la Isla no pasaba de algunos meses y que no habían tenido la fiebre amarilla. Los resultados patológicos fueron deducidos de 121 conteos verificados en 38 enfermos, cuya enfermedad fué debidamente comprobada, presentando todos log casos la albuminuria, del 3” dia en adelante. Fallecieron 15 de los 38 casos observados. Cifras fisiologicas: Promedio 4 millones de hematias por milimebro cúbico. de sangre. Máxima 53 .,, > A e Minima 4 3) ” ” ” Cifras correspondientes á los dias sucesivos á la fiebre amarilla: Promedio. Máxima. Mínima. e o 1* dia de la enfermedad 4.550 4.740 4.430 2 E 4.560 5.950 3.940 ANA Y 4.800 6.010 3,480 q le 4.740 6.200 3.600 po A 5.580 6.510 4.340 6, A 5010... 6070. 3 ad0 EE o 5.080 6.200 4.260 E ETT De los 38 enfermos 33 presentaron en el curso de la enfer- medad cifras superiores á la media fisiológica (de 43 millones) y 17 pasaron de la máxima fisiológica (53 millones). Es, pues, un hecho innegable el aumento de'la cifra globu—- lar en la fiere amarilla. En cuanto á su interpretación, debe. mos deducirla de las siguientes consideraciones: Como quiera que el mayor aumento en la proporción de hematias se observa, en la fiebre amarilla, al cabo de 465 dias de fiebre contínua, de un tratamiento, ¿ veces antiflogís- tico con depleciones sanguíneas, y de haberse, por lo regular, sometido el enfermo á una dieta absoluta, es inadmisible el que, en tales circunstancias, la producción de hematias se haya acrecentado. Debe pues inferirse que las cifras exageradas que se observan son debidas ú una concentración progresiva de la sangre. Por otro lado, no presentándose en la enfermedad en cues- tión ninguna eliminación acuosa visible que pueda explicar, como en el cólera, en las diarreas y en los sudores excesivos, la concentración sanguínea, preciso es suponer que, en el ca- so de la fiebre amarilla, es distinto el mecanismo que conduce á ese resultado y que deberá atribuirse, no á una sustracción acuosa por hipersecreción glandular, sino 4 una modificación de las paredes vasculares que favorece la exosmósis de la parte acuosa de la sangre, determinándose, quizás, la eliminación del líquido tiltrado mediante la transpiración insensible (cutá- nea y pulmonar). La sed tan intensa de los enfermos de fiebre amarilla viene bien con estalinterpretación. Debemos advertir que miéntras tuvimos á nuestra disposi- ción un hematocromómetro de Malassez, pudimos comprobar un aumento de la coloración que guardaba proporción con el de la cifra globular. Ninguna alteración observamos en las dimensiones ni en la forma de las hematias, que pudiese atri- buirse á la enfermedad. Tampoco hemos encontrado ninguna alteración ni anomalía en las hematias ni en los leucocitos pro- cedentes de hemorragias gingivales, en los períodos avanzados de la enfermedad. | 172 En un caso (A. B. y N., número 107, Garcini) del Dr. Gor- dillo, observamos una cifra globular excesiva (7 millones) el noveno dia, El paciente estaba despejado, aunque había vo- mitado borras la víspera, no presentaba delirio ni fenómenos urémicos notables, pero hacia 36 horas que no orinaba, Al dia siguiente, continuando la anuria, sobrevinieron sintomas tíficos (urémicos?) y, sin hemorragia visible ni vómitos, bajó la cifra globular de los 7 millones de la víspera á la de 5.36 Este resultado concuerda con los experimentos de Mentagazza acerca de la disolución de las hematias en presencia de un exceso de urea. Habiéndonos fijado en el corto número de leucocitos que figuraban en nuestros conteos de hematías, tuvimos algunas dudas acerca de la acción que sobre aquellos pudiera ejercer el suero biclorurado de Hayem que siempre hemos empleado. Desistimos, pues, de hacer el conteo especial de esos elemen- tos; pero hoy nos inclinamos á atribuir la escasez observada. en todos los conteos que hemos verificado en enfermos de fie— bre amarilla; á la misma lesión endotelial que así como pro- mueve la filtración exagerada de las partes líquidas de la san- gre, habrá de activar la diapedesis 6 tendencia natural de los leucocitos á salirse de los vasos, atravesando las paredes de los capilares. (Véase Cornil y Ranvier, loc. cit., p. 122). Modificaciones en los órganos ó tejidos que más directamente de- penden del sistema capilar. Un síntoma importante, quizás el más característico, en los primeros dias de la fiebre amarilla, esla albuminuria que suele manifestarse como á las 48 horas de la invasión. Cualquiera que sea la teoría que se adopte para explicar este sintoma, ya sea la filtración mecánica de la albúmina al través de los ca- pilares de los glomérulos, ya la lesión del epitelio de los ¿ubule contorti 6 del laberinto, ó, en fin, el principio formulado por Charcot, de que la albuminuria sobreviene siempre que por cualquier motivo la circulación renal se halla retardada, no po- drá negarse que la lesión endotelial que hemos señalado en la fiebre amarilla, con la siguiente concentración y el espesamien- 173 to de la sangre, disminución de la masa sanguínea y retracción de los capilares periféricos, forman un conjunto de circunstan- cias que explican satisfactoriamente la albuminuria de la fie- bre amarilla. Mas, por si estas consideraciones pareciesen de- masiado teóricas, bueno será recordar que otras enfermedades en que se observan la concentración y el espesamiento de la sangre, con retardo de la circulación capilar y retracción de los vasos capilares periféricos, vienen acompañadas de la mis- ma forma de albuminuria, cual sucede en el cólera asiático, en el cólera nostras y en las diarreas coleriformes infantiles, como oportunamente lo señala Charcot. (Albuminurie, p. 49). La palidez absoluta ó relativa que generalmente se obser- va, á veces como sintoma precursor del íctero, del tercero al cuarto dia de la enfermedad, en momentos en que la sangre contiene mayor proporción de hematias y presenta una colo- ración más subida, sólo podemos explicárnosla por la retrac- ción de los vasos capilares á consecuencia de la disminución de la masa sanguínea total. Respecto de las lesiones de nutrición, no es fácil discernir las que deben referirse á la intoxicación general y que son co- munesá todas las afecciones zimóticas, de aquellas que resultan por efecto de una lesión endotelial. La mayor frecuencia, sin embargo, de las degeneraciones grasientas de los parénqui- mas en la fiebre amarilla, quizás sea debida á la reunión de ambas causas en esta última enfermedad. En fin, los dos síntomas más importantes del último perío- do de la fiebre amarilla grave—las hemorragias pasivas y el vómito negro—encuentran en la lesión endotelial seguida de la concentración de la sangre y de la obstrucción capilar, una explicación más racional, á nuestro juicio, que la que puede ofrecer ninguna otra teoría existente. La lesión endotelial, 4 más de debilitar las paredes de los vasos capilares, promueve, en efecto, todas las condiciones que favorecen el estancamien- to de la sangre en esos vasos, y de ahí á las trombosis capila- res y necrosis de esos pequeños vasos no hay más que un paso, Los autores del artículo “Embolie” del tomo 12 del Dic- SA AMI ETA A 174 cionario de Jaccoud (Hirtz y Strauss) dicen: “Las alteraciones de las paredes vasculares se traducen siempre, ya por un estre- chamiento ó estenosis, ya por la dilatación del tubo; dos con diciones que ambas determinan el retardo de la circulación, y de ahí resulta la precipitación de la fibrina. Se ve, pues, que las causas tan diversas que determinan la coagulación, pueden rigurosamente incluirse bajo un encabezamiento único, que es el retardo local de la corriente sanguínea” (T. 12, p. 617). Pero el mecanismo que atribuimos á estas trombósis capi lares difiere del de las trombosis de orígen inflamatorio con distensión previa de los vasos capilares; aquí, por el contra- rio, está disminuida la masa sanguínea y se hallan contraidos los capilares; de manera que la coagulación deberá verificarse ya en la porción arterial de los capilares, y difícilmente resul- rarán embolias subsecuentes, ni tampoco se hallará muy com- prometida la nutrición general del tejido, miéntras el número de ramas capilares obstruidas no llegue al extremo de ocasio— nar una isquemia considerable. No nos atreveríamos, sin embargo, á4 distraer por tanto tiempo la atención de V. $5., tratándose de este mecanismo de las hemorragias pasivas y del vómito negro, si no pudiéramos sustanciarlo con algunos hechos clínicos é histológicos suscep- tibles de comprobación. El más significativo es, sin duda, la presencia de ramas capilares en el sedimento del vómito ne- gro. Este hecho, anunciado como positivo por uno de los me- jores observadores que han escrito sobre el asunto, el Doctor Blair, en Ja Guayana Inglesa, ha sido si no negado, al ménos puesto en duda por Alvarenga (Anatomie Pathologique de la fievre jaune, 1861, p. 136) en el párrafo siguiente: “Algunos filamentos reticulados, como los nervios de una hoja, fueron evidentes en un solo caso, sin que jamás los haya podido no- tar de nuevo en el gran número de observaciones que se hi- cieron con ese objeto. ¿No serán éstos los capilares sauguineos que el Dr. Blair dice haber encontrado en todas las materias vomitadas, en las orinas y en las materias fecales? Pero léjos de ser tan frecuentes como él dice, fueron tan raros en nuestros 175 casos, que bien podemos considerarlos como fenómenos ac- cidentales y no constantes, segun lo admite ese observador.” Por nuestra parte podemos corroborrar el aserto de Blair en cuanto á Ja presencia de fragmentos de vasos capilares en el vómito negro, pues en 12 muestras cuyo sedimento observa- mos con el microscopio, pudimos siempre comprobarlos. Prescindiendo de aquellos filamentos cuyos caractéres pudie- ron parecer dudosos, los que calificamos de capilares sangui- neos se han presentado bajo cuatro formas distintas: 12 Tubos vacíos é incoloros, cuya naturaleza se juzgaba por la disposición de sus ramificaciones, por la preseucia de algunas hematias más ó ménos alteradas en su cavidad, ó por la presencia de núcleos y trazas de células en sus paredes. 2, Tubos más cortos quelos anteriores, generalmente ra- mificados, y cuya cara interna se presentaba teñida como si estuviese infiltrada por la materia colorante de la sangre. 3. Tubos rectos ó reticulados, opacos, de aspecto rígido y quebradizo, de color negro. 4. Tubos sembrados de numerosas granulaciones negras muy finas, cuya disposición en las paredes del tubo parecía in- dicar un periodo inicial de desintegración necrobiótica. Conservamos en nuestro poder preparaciones de todas estas variedades y tendremos mucho gusto en enseñarlas á los que deseen verlas. Hemos observado otros elementos tubulares más frecuentes aún que los fragmentos de vasos capilares, porque su presencia no ocurre exclusivamente en los vómitos negros ó pardos, sí que tambien en los de aspecto carnoso que suelen preceder al vó- mito negro característico. Su pronóstico es por consiguiente menos funesto, aunque tambien hemos visto curarse algun en- fermo que presentara los fragmentos de capilares. Los tubos á que nos referimos son anchos, de aspecto hialino, con doble contorno y cerrados en punta por una extremidad; á veces no es un tubo simple sino bifurcado, correspondiendo en ambos ca- sos su aspecto general y sus dimensiones (de 15 4 35 micro-mi- límetros de ancho) con los del forro hialino de los tubos glan- 176 dulares de la mucosa gástrica. Hemos observado además una reacción del vómito de borras, que demuestra no ser éste el pro- ducto de una mera alteración de la sangre, y sí indica consistir el sedimento que contiene en elementos anatómicos afectados de degeneración grasienta. Esa reacción se obtiene agitando la - sustancia del vómito con éter sulfúrico; 4 los pocos momentos se aclara la parte líquida, miéntras que lo que antes constituía el sedimento asciende á la superficie, formando allí una capa grasienta rojiza, parda, color de chocolate Ó negra, segun la cantidad de materia colorante que contiene. Al cabo de 126 24 horas los elementos anatómicos ya privados de grasa vuel- ven á caer hacia el fondo del frasco. A consecuencia de estas observaciones estimamos que, por regla general, el tercer período de la fiebre amarilla, al menos en los casos graves, viene acompañado de una gastritis glandu- lar, análoga á la que se observa en el curso de la escarlatina, del sarampión y de otras fiebres eruptivas, y que en la enfer- medad que nos ocupa la gastroadenitis reviste la forma hemo- rrágica cuando las trombosis invaden la red capilar tan espe- cial de la mucosa gástrica. Eu este caso los esfuerzos del vó- mito y la dificultad de llevar tópicos hemostáticos á las fuentes de la hemorragia bastarían para hacer ésta mucho más temible que las que ocurren en otros puntos; pero es más complejo el caso. La isquemia de la mucosa acrecienta la acidez del con- tenido del estómago, privando de sangre alcalina esa membra- na (Virchow.—Dict. Jaccoud, t. 12, p. 627), expuesta así á los efectos de la autopepsia, las células dejan de reponerse en el interior de las glándulas gástricas, los forros hialinos de éstas se desprenden y se mezclan á las secreciones del estómago, los capilares se obstruyen por trombosis, algunos se rompen sim- plemente y vierten la sangre, mientras que otros sufren la ne- crosis de sus paredes, desprendiéndose, en consecuencia, frag- mentos más ó menos extensos de ramas capilares; éstas se unen á los núcleos libres de las células pépticas, 4 las hema- tias descoloridas y í una sustancia granulosa, que parece con- sistir en hematina ácida precipitada, para componer con canti- 177 dades variables de células epiteliales, de leucocitos y de mucina, el sedimento del vómito negro característico de la fiebre amarilla. El mismo mecanismo de trombosis capilar, seguida de ne- crobiosis ó gangrena seca de las paredes vasculares, explica la facilidad con que el roce y los movimientos exagerados de- terminan la rotura de esos pequeños vasos, originándose asi hemorragias cuya persistencia se debe, sin duda, 4 la esca- sa contractilidad que conservan las aberturas capilares por donde mana la sangre. La muerte en muchos casos parece ser consecuencia directa de las pérdidas de sangre; pero en otros hay que atribuirla á las complicaciones renales (nefritis, uremia), hepáticas (ictero grave, retención de principios biliares en la sangre), pulmo- nares (asfixia por infarto, obstrucción capilar, apoplegías, car- nificación), cerebrales 4 medulares (meningitis, encefalitis, mielitis), ó en fin á complicaciones cardíacas (degeneración grasienta, impotencia del corazon para vencer la resistencia de los capilares obstruidos.) Tal es el desarrollo patogénico de las fases sucesivas de la fiebre amarilla, arreglado á las consideraciones histológicas y clínicas que hemos señalado, pues creemos no haber violenta- do la lógica natural en ninguna de nuestras deducciones. He aquí ahora las conclusiones que, en nuestro entender, se des-- prenden de los razonamientos que expuestos llevamos. CoxcLusioNes.—12 La fiebre amarilla es una afección zimó- tica, cuyo virus se localiza en el endotelio vascular. 22 La consecuencia más inmediata de esta localización pa- rece consistir en una resistencia disminuida del lado del en- dotelio capilar y en la filtración exagerada consiguiente de la parte líquida de la sangre al través de las paredes de los capi- lares. 32 Los efectos patológicos son: la concentración y el espe- samiento de la sangre, disminución de la masa sanguínea que circula dentro de los vasos, contracción de los capilares para T. xIX,—23 mk 178 ajustarse al volúmen de su contenido, isquemia de los parén- quimas, retardo, y luégo, en los casos graves, estancamiento de la sangre en los capilares, seguido de trombosis en los capila- res arteriales, de rotura, por efectos mecánicos ó por necrobio- sis de las ramas obstruidas, de hemorragias pasivas y de lesio- nes de nutrición 6 funcionales en los diversos órganos. 4 Las circunstancias que justifican esa interpretación de los fenómenos señalados, son, en el órden elínico: el aumento de la cifra globular desde el segundo hasta el quinto ó sexto dia de - la enfermedad, la depresión progresiva del pulso, la albuminu- ria, la palidez periférica, el ictero hemafeico, las hemorragias pasivas y la facilidad con que el roce mecánico las determina en las encías, en las cisuras de sanguijuelas, en la superficie de los cáusticos etc.; las complicaciones renales, hepáticas, pul- monares ó cerebrales, sobre todo las gástricas, del último pe- ríodo, y en fin las gangrenas parciales y erupciones foruncula- res, á veces de carácter hemorrágico, que suelen observarse en el curso de la convalecencia. En el órden anátomo-pato- lógico la inflamación y degeneración grasienta de las paredes de los capilares, comprobadas por Crevaux, Gama Lobo y Co- rre, así como también el retardo de la circulación, las trombo- gis y roturas apopléticas observadas en los capilares del estómago, de los pulmones, del hígado y de los riñones; en fin, la presencia positiva de fragmentos de vasos capilares en el sedimento del vómito negro, con señales evidentes de haberse deteuido la sangre algún tiempo en su interior (trombosis) y otras veces con la apariencia de haber sido eliminado el frag- mento capilar por necrobiosis de sus paredes. SESION PUBLICA ORDINARIA DEL 13 pe .ÁcostTo De 1882. Reunidos en el salón de sesiones los Sres. Académicos Dres. Govantes, A. E. del Valle, Finlay y Mestre; ausente el Sr. Pre- sidente en los Estados Unidos, enfermo el Sr. Vice- Presidente, 179 y siendo ya la una de la tarde, se estuvo de acuerdo en que, no habiendo guorum, debía celebrarse una conferencia cientí— fica en atención al público asistente. Ocupó la Presidencia el Dr. GFovantes por ser el más antiguo de los Académicos presentes, con exclusión del Secretario. Quedaron enterados los concurrentes de que la sesión públi: ca ordinaria correspondiente al 23 de Julio último no pudo ce- lebrarse por las mismas causas que dificultaban la presente, la ausencia de los trabajos oficiales y la falte de quorum, debida á lo rigoroso de la estación. CorresponDeENCcIa.—No pudo leerse por el Secretario general el acta de la pública anterior, por no ser posible impartirle aprobación; pero se dió lectura á las siguientes comunicacio- nes:—1 2 una invitación del Gobierno General para córte en Palacio con motivo de los dias de S. M. la Reina (q. D. g.); asistiendo la Comisión respectiva;-—2 2 un oficio del Gobierno General, con el expediente relativo al establecimiento de una Clínica de Cirugía Dental en el Hospital Civil de San Felipe y Santiago; de que se dió traslado á la Comisión de Patología Quirúrgica para el informe respectivo; —32 un oficio de la Comisión de Medicina Legal, manifestando que, para que sea fructuosa la observación del pardo González, es conveniente su traslación al manicomio de Ferro, donde las condiciones de lugar y personal facultativo permitirán observar mejor al pre- sunto loco; lo que se comunicó oportunamente al Juzgado de la Catedral;—4 2 otro oficio de la misma Comisión de Medi- cina Legal, haciendo presente que, hallándose el asiático José Piqué en la sala de presos del Hospital de San Felipe y San- tiago, no pueden ser peores las condiciones en que se encuen- tra para apreciar su estado mental, y por lo tanto debe remi. tirse el procesado al Asilo General de Enajenados, que reune las circunstancias más adecuadas de aislamiento, asistentes prácticos y profesores que pueden llevar una observación mi- nuciosa y prolongada, ya que el caso la requiere por lo menos de seis meses; lo que se comunicó al Juzgado respectivo;—5% otra idem del Sr. Juez de Primera Instancia del Distrito de o A E e rl A Me 180 la Catedral, participando 4 la Real Academia haber dispuesto la traslación del pardo González al manicomio de Ferro;—6? otro idem del mismo Juez, participando que ha dispuesto la remisión al Asilo General de Enajenados del asiático Piqué “para su observación por la Comisión designada por la Real Academia;”—7* otro idem del citado Juez, pidiendo se le de- _vuelvan los testimonios referentes á uno y otro procesados, ú fin de que pueda llevarse su observación en el Asilo respectivo y por los profesores del mismo, segun advirtió la Academia que debía hacerse en el oficio que se contesta; —8* una comu- nicación del socio de mérito Sr. D. Felipe Poey, noticiando que tiene á la disposición de la Academia varios libros rémiti- dos por el Instituto Smithsoniano de Washington;—9.* un oficio del socio numerario Dr. L. M. Cowley participando, por encargo de su hermano el Dr. D. Rafael, la partida de éste para la Península, en donde permanecerá algunos meses y ofre- ce sus servicios; —10, otro idem del socio numerario Dr. Le- bredo, participando la traslación de su domicilio; —11, un ofi- cio del Dr. D, Alfredo Valdés Gallol, invitando al entierro de su Sr. padre; á cuyo acto concurrieron los Sres. A. G. del Va- lle, Vargas Machuca, Beato, Donoso, L. M. Cowley, Santos Fernández, Mestre y otros Sres. académicos; —12, otro id. del Sr. Presidente del Centro de Instrucción y Recreo de Artesa— nos de Guanajay, invitando para su inauguración y manifes- tando el deseo de que se le remitan grátis las entregas de los Anales; al que se contestó de conformidad;—13, la relación : de las autopsias practicadas en el Necrocomio Municipal du- - rante el mes de Julio último, por la que se darán las gracias. Bisrioreca.——Terminada la correspondencia oficial, presentó el Dr. Finlay, como Secretario de la nacional y extranjera, las publicaciones recibidas después «le la última sesión: — Observaciones físico-meteorológicas de la Escuela Profesional, desde el 6 de Julio al 31 del propio mes, y del 1.” al 8 de Agosto; —Revista de Cuba, número 6;—El Progreso Dental, 7 y 8;—Anales de la Sociedad Odontológica, 7;—Repertorio de Farmacia, 8;—Crónica Médico-Quirúrgica, 7;-—Proyecto - 181 para utilizar el local de la Exposición de Matánzas, por el Sr. Coronel D. Eduardo Martín y Pérez;—Boletín oficial de los Voluntarios, 276 á 280;—El Bombero, 29 á 33;—Boletín Co- mercial, 153 4 181;—Avisador Comercial, 156 á 184;—Revista de las Antillas, 8 4 12;—Revista de Medicina y Cirugía prác: ticas de Madrid, 144;—La Independencia Médica de Barcelona, 29;—Revista Minera, 329;—El Sentido Católico en las Cien— cias Médicas, 26;—La Ilustración Militar, 22;—La Consulta Médica de Cádiz, 2;—La Crónica Médica de Valencia, 115;— Gaceta Médico-V eterinaria de Madrid, 194 4 198;—Gaceta de Sanidad Militar, 180;—El Eco Médico-Farmacéutico de Puer- to Rico, 17;—Discusión Parlamentaria sobre la organización del ejército español, en Junio de 1882;—El Turista Hispano- Americano, 2;—La Correspondencia Americana, 219 y 222;— Anales del Museo Nacional de Méjico, tom. 2,” ent. 6*;=—La Tribuna Médica de París, 723 y 726;—Diccionario de Medi- cina y de Terapéutica, por Bouchut y Després, ent. 111;—Bo- letín de la Junta Nacional de Sanidad de Washington, núm. 1, t. IV.;—Estadística Vital de la ciudad de Nueva York en Junio y Julio de 1882;—Estadística Sanitaria de Bóston en Junio de 1882;—Estadística de mortalidad en San Francisco de California, en Junio de 1882;—Harper's Weekly, 1,333 y 1.334;—Informe anual del Instituto Smithsoniano para 1880; —Lista de los corresponsales extranjeros de dicho Instituto, 1882;—Congressional Directory for 1882;—Décimotercio in- forme anual de la Junta de los Comisionados para los Indios; -—Enumeratio insectorum norvegicorum, Christiana, 1880;— Memoria sobre las bolsas mucosas, por Afhandling y Sgunest- vedt, Cristianía, 1869;—Monografía sobre los crustáceos, Cris- tianía, 1879, —Geografía Botánica, por Schibeler, 1879;— Anales de la Sociedad Española de Historia Natural, t, XI, cuaderno 1. 2 Onrro.—Rindió después el Secretario general un sentido tri- buto á la memoria del Dr. Y. José Atanasio Valdés, recordan- do sus antecedentes y méritos científicos como socio fundador, primeramente numerario y despues honorario de la Real Aca- pad 4 182 demia; como catedrático suplente de Terapéutica y Materia Médica en la Real Universidad; como Consejero de Administra- cion; como diextro cirujano y eminente partero. La enfermedad mental que desde hacía largos años le aquejaba, si bien no le permitió en los últimos tiempos sostener una extensa clientela, no era óbice bastante para que á cada paso dejaran de rebelar- se sus buenos conocimientos en las ciencias médicas y su tacto y pericia en la práctica. Y alejados hoy de la época en que alcanzara más esplendor la vida profesional del Dr. Valdés, se hace tanto más oportuna y hasta necesaria la recordación de sus méritos. ToxrcoLocía.—Dió en seguida cuenta el mismo Dr. Mestre de que, por encargo del Dr. Oxamendi (a) Deriberry, tenía la honra de presentar á la Corporación el número 5, año II, de la Uniio Médica, en que se consigna la interesante lección de Terapéutica experimental, que sobre el permanganato de po- tasa hizo el 4 de Mayo último ante la Facultad de Medicina de Rio Janeiro el profesor Albino de Alvarenga. Después de recordar los experimentos practicados por el Dr. Lacerda con dicho medicamento, obteniéndose resultados completos y admirables contra las picaduras de las serpientes venenosas, y ascendiendo á más de cincuenta las observaciones de indi- viduos mordidos por ellas y salvados gracias á Jas inyecciones de permanganato, cuando ya eran muy acentuados los sínto= mas de la terrible intoxicación, hizo el mencionado profesor un doble experimento en presencia de su auditorio. Descu- bierta la vena safena en la pierna izquierda de dos perros, se inyectó en el uno un centímetro cúbico de agua destilada conteniendo el veneno en disolución: medio minuto después sobrevinieron disnea, cada vez más profunda, «abundantes deyecciones, convulsiones violentas, extraordinaria dilatación en las pupilas, latidos cardíacos irregulares y frecuentes, mu- cosa bucal de color viuláceo, estomatorragia y por último la muerte á los tres minutos.—Una dósis rigurosamente igual de la misma solución fué inyectada en la safena del otro perro, más pequeño, y algunos segundos después se efectuó por la 188 misma cánula una inyección del permanganato, sin que el ani- mal hubiese sufrido el menor mal estar. El Sr. Alvarenga no cree que deba aceptarse una acción fisiológica antagonística, sino una acción química de la gal sobre el veneno ofidio, al que destruye Ó modifica tan profundamente, que ya no puede desorganizar los tejidos. El Dr. Mestre agregó que, á pesar del carácter experimental de semejantes pruebas, no todos aceptaban como resuelta la cuestión de ese antagonismo, pues unos, como Vulpian, consi- deran que el permanganato de potasa produce en el organis. mo humano una debilidad y una postración extremas, muy vecinas de la muerte; y otros, como Couty, creen que la acción se limita únicamente al sitio en que se ha efectuado la inyección, pero no existe una vez que ha penetrado en los ¿r- gAanos. El Dr. Finlay, después de recordar los experimentos hechos por Lacerda con el licor de potasa, considera de suma impor- tancia semejantes investigaciones y se coloca del lado de los que admiten un antagonismo químico más bien que fisiológico: El Dr. A. G. del Valle estima como necesaria otra clase de experimentos: coger el vírus venenoso, mezclarlo con el per- manganato y hacer despues la inyección, con objeto de ver por el resultado si la acción del primero queda neutralizada con la del segundo; del mismo modo que, en otro tiempo, se practicó con el vírus sifilítico y el mercurio. ZooLocia.—Participó también el Dr. Mestre 4 la Corpora- ción que nuestro socio de mérito el Dr. Fundlach, despues de cuarenta años de pesquisas, acababa de hacer un hallazgo, des- cubriendo una nueva especie de murciélago, correspondiente al género Atalapha, r1ucho mayor que la Atalapha Pfeifferi, de otro color y distinto pelaje, midiendo de la punta de una ala á la dela otra 450 milím., y siendo, por lo tanto, la especie más grande de esta Isla después del Voctilio leporinus, y la vigési- ma especie conocida. El Dr. Gundlach ha remitido un ejem- plar al Dr. Peters, en Berlin, y una vez confirmado que no se trata de ninguna especie ya descubierta en otras islas ó tie- 184 rras, remitirá un artículo suplementario á sus Quirópteros para ser publicado en los Anales de la Academia. Los Sres. académicos presentes no pudieron menos de cele- brar el descubrimiento de nuestro eminente socio, y recomen- daron al Dr. Mestre le diese la enhorabuena. Revista mebica.—Leyó en seguida el mismo Dr. Mestre siguiendo, según dijo, las huellas trazadas por el Sr. Sauvalle, cuando ocupaba el puesto de Secretario de la Corresponden= cla nacional y extranjera, una “Revista Científica” relativa á la influencia nociva del tabaco en la faringe y al diagnóstico diferencial de la ambliopía nicótica, á la caquexia intertropi- cal de orígen parasitario, 4 los caracteres diferenciales del cólico hepático y nefrítico, á la existencia de las bacterias en la lepra, y al tratamiento de las fiebres intermitentes por el yodo, la aracnidina y la resorcina; abrigando la esperanza de que dicha comunicación mereciese la atención de los pre- sentes. El Dr. Finlay, refiriéndose á lo en dicha Revista consigna- do acerca de la lepra, manifiesta que, gracias 4 algunos traba- jos recientes, la opinion se va pronunciando cada vez más en favor del contagio en dicha enfermedad, contagio que fué el Dr. Finlay uno de los primeros en sostener con motivo de la discusión académica sobre el mismo asunto. El Dr. Valle recuerda que á favor de ese contagio presentó entonces observaciones recogidas en Noruega, la India y la Guayana inglesa; y haciendo despues alusión á lo consig- nado en la citada “Revista” sobre el tratamiento de las fiebres intermitentes por medio de la aracnidina, recordó que desde muy jóven se habian aconsejado en el “Boletin de Terapéu- tica” las píldoras de telarafñíia contra las referidas fiebres» aceptando, por otra parte, la aplicación de ése y otros recur- sos allí donde se carezca por completo de la quinina y sus preparados. El Dr. Finlay agregó que en la expedición de Santo Do- mingo los militares las habían empleado con buen éxito. El Dr. Govantes cree que en vista de lo interesante de la A A É comunicación que acababa de leerse, seria útil su publicación. Y no habiendo otro asunto de que tratar, se dió por termi- nado el acto. 185 SESION DEL 27 DE ÁGosTO DE 1882. SRES. CONCURRENTES:—Dres. Govantes Presidente eventual, A. G. del Valle, L. M. Cowley, S. Fernández, Castellanos, Pin- lay, Beato, J. Torralbas, García, Vargas Machuca, Mestre Se- cretario. Abierta la sesión á la hora de costumbre y con la asisten- cia de los Sres, Académicos que arriba se expresan, ocupando la Presidencia el Dr. Fovantes por ausencia en el extranjero del Sr. Presidente y enfermedad del Sr. Vice-Presidente, leyó el Secretario general el acta de la sesión pública anterior y la de la última conferencia cientifica, las cuales fueron apro- badas, CorrEsPONDENCIA. —Leyéronse en seguida por el Secretario ge- neral las siguientes comunicaciones:--1. 2 un oficio del Juzgado de Primera Instancia del Distrito de la Catedral, acompañando testimonio de varios lugares relativos á la causa seguida contra D. José Maria F...., para justificar el mérito científico de los dictámenes periciales emitidos acerca de la enfermedad del procesado: de que se dió traslado á la Comisión de Medicina Legal para el informe respectivo; —2. 9 otro oficio del Juzga— do de Primera Instancia del Distrito del Cerro, remitiendo testimonio de la autopsia practicada en el cadáver de D. Jo- sé González Rodríguez, con objeto de averiguar la verdadera causa de la muerte instantánea del citado individuo: asunto que pasó á la mencionada Comisión;—3. 2 otro idem del socio numerario Dr. D. Tomás I. Plasencia, poniendo en conoci- miento de la Corporación su partida á Europa y ofreciendo allí sus servicios; —4.9 otro idem del socio numerario Dr. Horstmann, comunicando á la Academia que una súbita in— disposición le impedía asistir á la sesión del dia, y ofreciendo To. xIx,—24 4 A 7 O - PR ER A 186 que para la próxima leerá su informe pendiente;—5.% otro del Sr. Secretario del Colegio Dental “El Progreso”, acompa- ñando una circular del mismo plantel, cuyo fin principal es cooperar al engrandecimiento y regularización de la profesión dental, y en consecuencia al adelanto del pais; acordándose darle las gracias por su atención y desearle la consecución de tan elevados propósitos. BisLioreca.—Hallándose presente el Dr. Finlay, Secretario de la correspondencia nacional y extranjera, dió cuenta de las publicaciones recibidas desde la última reunión: —Observacio- nes Fisico-Meteorológicas de la Escuela Profesional, del 11 al 24 de Agosto; —Revista de Cuba, t. XII, núm. 1%;—Crónica Médico-Quirúrgica, núm. 8;—Memorias de la Real Sociedad Económica, t. III de la última serie, núms. 1 á 4;—El Profeso- rado de Cuba, 2;—El Ateneo, 23;— Avisador Comercial, 185 4 195;—Boletin Comercial, 182 á 192;—El Bombero, 34 y 35; —Boletín de los Voluntarios, 281;—kRevista de las Antillas, 14 y 15;—El Eco Médico de Puerto Rico, 18;—(Gaceta Médi- co=Veterinaria de Madrid, 199 y 200;—Revista de Medicina y Cirugia prácticas, 145;—La Independencia Médica de Bar- celona, 30;—El Sentido Católico en las Ciencias Médicas, 28; —La Crónica Médica de Valencia, 117;—La Crónica Oftalmo- logica de Cádiz, 4;—La Tribuna Médica de París, 729 y 730; —Lecciones de Terapéutica de Dujardin-Beaumetz, ent. 4*— Diccionario de Medicina y Terapéutica, de Bouchut y Des- pres, cuaderno 4%;—Exposición Internacional de Amsterdan, un cuaderno;—Semanario de Harper, 1335 á 1338;—Estadis- tica mortuoria de San Francisco de California, en Julio del presente año. Esrano santrario.— Oólera.—Terminada la correspondencia, tomó la palabra el Or. Ambrosio González del Valle para ma- nifestar que en la mortalidad de la primera quincena del mes de Agosto se registra el dia 3 un caso de cólera esporádico, que asistió el Dr. Porto en la casa número 17 de la calle de la Fundición, ocurrido en el negro Manuel Jiménez Fuerte, na- tural de esta ciudad, de 48 años de edad, de estado casado y a. id 187 feligrés de la parroquial del Espíritu Santo.—Agregó el Dr. Valle que en otros años había sucedido lo mismo, pero que ahora debía fijar más la atención ese caso por el hecho de exis- tir el cólera en Filipinas, haciendo grandes estragos sobre todo en Manila; pues siendo bastante frecuentes las corresponden cias, no tendría nada de extraño que nos sorprendiese la epi: demia. Las primeras invasiones del cólera en la Habana hau tenido lugar, según las diversas épocas, en el barrio de San Lazáro, en el Hospital Militar y en Casa Blanca, sin embargo de que todos los años por este tiempo se han presentado en la población desates de diarrea, que se atribuyen ya á las frutas y al agua, ya á otras causas. Por último, manifestó el Dr. Va. lle que sería muy conveniente obtener la hoja clínica del caso, trazada por el Dr. Porto, ya que es bastante rara la muerte en la forma esporádica de la enfermedad. - El Dr. L. M. Cowley expuso que, en virtud de los fundados temores á que había obedecido la comunicación del Dr. Va- lle, la Junta Municipal de Sanidad había recomendado á los médicos del puerto las reglas de prevención y vigilancia que deben tomarse en semejantes casos. El Dr. Fiínlay opina que las comunicaciones más temibles para nosotros son las que tienen lugar por los Estados Uni- dos, vía de San Francisco California en ocho dias, pues pasan- do de cierto término la travesía, no es tan fácil la propagación. ParoLocía méDica. —Despues de dicho particular, leyó el Dr. Finlay una memoria sobre la “patogenia de la fiebre amarilla,” dividida en tres partes, la primera de las cuales está dedicada 4 consideraciones preliminares, la segunda á la comparación de los resultados de la anatomía patológica aplicada á la fiebre amarilla, y la tercera al cotejo de los síntomas de la enferme- dad con las consecuencias supuestas ó comprobadas de una lesión endotelial. He aqui las conclusiones que sededucen de los razonamientos expuestos en dicha memoria: ¿1,2 . La fiebre amarilla es una afección zimótica, cuyo vírus se localiza en el endotelio vascular. 2, La consecuencia más inmediata de esta localización A E EH. DE Mi o 188 parece consistir en una resistencia disminuida del lado del endotelio capilar y en la filtración exagerada consiguiente de la parte líquida de la sangre, al través de las paredes de los capilares. 3.2 Los efectos patológicos son: la concentración y el espesamiento de la sangre, disminución de la masa sanguínea que circula dentro de los vasos, contracción de los capilares para ajustarse al volúmen de su contenido, isquemia de los parénquimas , retardo, y luego, en los casos graves, estanca- miento de la sangre en los capilares, seguidos de trombosis en los capilares arteriales, de rotura, por efectos mecánicos Ó por necrobiosis, de las ramas obstruidas, de hemorragias pasivas y de lesiones de nutrición ó funcionales en los diversos Órganos. 4.2 Las circunstancias que justifican esa interpretación de los fenómenos señalados, son, en el orden clínico: el au- mento de la cifra globular desde el 3” hasta el 5 ó 6” día de la enfermedad, la depresión del pulso, la albuminuria, la pa- lidez periférica, el íctero hemafeico, las hemorragias pasivas y la facilidad con que el roce mecánico las determina en las encías, en las cisuras de sanguijuelas, en la superficie de los cáusticos etc.; las complicaciones renales, hepáticas, pulmona= les ó cerebrales, sobre todo las gástricas, del último período, y en fin las gangrenas parciales y erupciones forunculares, á veces, de carácter hemorrágico, que pueden observarse en el curso de la convalecencia. En el órden anátomo-patológico, la inflamación y degeneración grasienta de las paredes de los capilares, comprobadas por Crevaux, Gama Lobo y Corre, así como también el retardo de la circulación, las trombosis y y roturas apopléticas observadas en los capilares del estóma- go, de los pulmones, del hígado y de los riñones; en fin, la presencia positiva de fragmentos de vasos capilares en el sedi- mento del vómito negro, son señales evidentes de haberse de tenido la sangre algun tiempo en su interior (trombosis), y otras veces con la apariencia de haber sido eliminado el frag- mento capilar por una necrobiosis de sus paredes. Terminada la lectura del Dr. Finlay, y no haciendo uso de 189 la palabra ninguno de los Sres. socios presentes, manifestó el Sr. Presidente eventual que por su mérito y originalidad me- recía publicarse dicha memoria en los Anales de la Corpora- ción; y asi lo acordó ésta. Microrros.—Presentó en seguida el Dr. Mestre un cuadro de clasificación de los microbios, con objeto de contribuir al mejor conocimiento entre nosotros de esos micro-organismos de la fermentación y de la enfermedad, y sobre todo con el de preci- sar la significación de ciertos términos que 4 menudo se apli- can confusamente. Tomando por base el “Glosario” de Mr. W. Hamlet, señala primero un carácter genérico y más compren- sivo que los otros, cual es el estado de aislamiento ó aglome— ración de los citados seres; indica después otro carácter mé-— nos general, que puede servir á su turno para la clasificación, cual es la ausencia 6 no del movimiento; se detiene en segul- da en otro carácter más especifico, que corresponde ú la forma; y menciona por último las especies más notables al frente de los grupos de clasificación á que corresponden: las mónadas, monera ó micrococcz, log bacteridios y bacille 4 que pertenece el Bacillus anthracis; las bacterias propiamente dichas, á que co- rresponde el Bacterium termo de la putrefacción, que es el más común de todos; el Spirilla spirochetce, cuya presencia en la sangre humana se halla relacionada con la fiebre intermi- tente; y el Bacterium capitatum.—Y además, entre los micro- bios aglomerados, los z009lwa, los mycoderma, leptothriz y toru- la; incluyéndose en cada una de esas divisiones gran número de especies y no habiendo medios de distinguir por la vista un bacterium morbigeno de otro innocuo.—El Dr. Mestre termi: nó su exposición, manifestando que su trabajo no era más que un ensayo que sometía desde Inego al examen y estudio de la Sección de Ciencias Físicas y Naturales; para que introdujera en él las enmiendas necesarias á la consecución del fin pro- puesto, y lo entregó desde luego al Dr. Finlay, Secretario de la referida Sección. Discusión. —Este Sr. Académico, al aceptar el encargo, ex- puso que no dejaba de ofrecer dificultades por cuanto era un PEA ESA TT 190 asunto en que no todos los autores estaban de acuerdo; pero que por lo pronto se le ocurrían dos observaciones: la primera, que el microbio denominado Spirilla spirocheto era caracteristi- co de la fiebre recurrente y no de la intermitente; y la segunda, que para establecer los caracteres de clasificación, debían tam- bién tenerse en cuenta las reacciones que se observan en los microbios sometidos á la influencia de los agentes colorantes. El D,. Valle llamó la atención hácia el hecho de que, admi- tida ya por la ciencia la separación de los organismos micros- cópicos, según su origen, en vegetales y animales, micrófitos y microzoarios, éste era un gran paso que parece inoportuno desandar, reuniendo á unos y otros en los microbios. Cree el Dr. L. Cowley, de acuerdo con lo que ha oido decir al Sr. D, Felipe Poey, que dicha denominación viene á suplir la más antigua de microzoarlos. El Dr. Valle insiste en que tenemos de todos modos que aceptar la diferencia por él ántes indicada: así el muguet y la malaria (Zalmella) son de orígen vegetal, como la fiebre ama- rilla ha sido considerada de orígen animal; y tenemos que aceptarla para las útiles prescripciones de la Higiene: hay, en efecto, miasmas vegetales y animales, efluvios del primer gru- po que producen la malaria, del mismo modo que enfermeda— des como el carbunco y el ántrax correspondientes al segundo erupo, y conviene la diferencia, porque el terreno puede ha- cer germinar los unos y destruir los otros, conforme á la teoría de Petenkofer respecto al cólera y á otras enfermedades: las contagiosas son producidas por la humanidad, y las infeccio- ciosas fuera de ella. El Dr. Finlay advierte que si la clasificación de micrófitos y microzoarios es muy buena teóricamente hablando, en la práctica presenta grandes dificultades: todas esas bacterias, á pesar de sus movimientos, —y éste es un carácter atribuido á la animalidad,—están colocadas entre los vegetales. Además, el terreno puede ser uno, pero es preciso llevar á él, al hom: bre, la causa de la infección, pues por sí mismo no es capaz de desarrollarla, AS AI de e y . ) 191 El Dr. Mestre, respondiendo á las observaciones que hizo primeramente el Dr. Finlay, manifestó que, aunque al tomar por base de su trabajo el Glosario de Hamlet echase de ver la divergencia señalada por el Dr. Finlay tocante al microbio de la fiebre intermitente ó de la recurrente, no se decidió sin embargo á separarse de dicha obra; y en cuanto á los caracte- res de clasificación que pueden deducirse de los diversos tintes que toman los microbios bajo la acción de ciertas materias colorantes, reconoce que es una indicación muy digna de aprovecharse con aquel objeto. Por lo que toca á las ideas sustentadas por el Dr. Valle, recuerda que en el órden histo- rico figuró primero el reinado de los microzoarios, después el de los micrófitos, y últimamente ha empezado el de los micró- bios: este término tiene la ventaja, no sólo de aceptar como agente causal un micro-organismo dotado de vida, sino de eludir una cuestión á menudo muy difícil, por no decir impo- sible de resolver, cual es la naturaleza animal ó vegetal de esos seres. Por otra parte, la Historia Natural es la única lla- mada á resolver la cuestión, y ella reconoce que los orígenes de ambos reinos no pueden establecerse fácilmente; pero esto no quiere decir que el Dr. Valle deje de colocarse en un pun- to de vista eminentemente práctico, higiénico en una palabra, á fin de prevenir el desarrollo de enfermedades esencialmente diferentes, poniendo en práctica recursos también diferentes. Cree el Dr. L. Cowley que el Sr. Valle permanece en el pa- sado respecto al micrófito productor de las fiebres intermiten- tes, cuando hoy está admitido que es un bacillus el que las produce; y agrega que á veces la especificidad ó la inoculación es lo único que sirve para clasificar esos micro- organismos, lo que no deja de ser un punto interesante de higiene. El Dr. J. Torrálbas cree que se extravía la cuestión, pues el trabajo del Dr. Mestre no lleva otro objeto que trazar las ba- ses del estudio y clasificación de los microbios, clasificación que corresponde de lleno á la Historia Natural. Si en el mun- do macroscópico es tan difícil la separación de los seres vege: tales y animales, tomando por punto de partida los caracteres 192 deducidos de la locomoción y sensibilidad, ¿qué no será en el mundo microscópico, con esos seres infinitamente pequeños? Es conveniente, pues, dejar á un lado esa cuestión, buena para la época de Ehrenberg, y aunque sería también muy conve. niente alcanzar lo que quiere el Dr. Valle, desgraciadamente la ciencia no puede tanto, y en muchos casos debe contentat- se con una denominación como la de “microbios,” que simple- mente se refiere á seres microscópicos. Opina tambien el Dr. PFinlay, que la cuestión sale de su verdadero punto de vista, si no se la considera como referente á una clasificación bibliográfica. En este concepto, y quedando encargado el Dr. Finlay del trabajo, á súplica del Dr. Mestre, —declaró el Sr. Presidente eventual terminada la sesión de dicho dia, ">, Noras ACERCA DE ALGUNAS ENFERMEDADES QUE SE PADECEN Ó PUF- DEN PADECER EN LOS CLIMAS CALIDOS, Y DE SU TRATAMIENTO.— Revista Científica, —por el Dr. Antonio Mestre. (Sesion DEL 13 pe Ácosro ne 1882.) Cuando, hace ya algunos años, ocupó nuestro malogrado socio de mérito el Sr. Sauvalle el puesto de Secretario de la Correspondencia Nacional y Extranjera, comprendiendo sin duda que una de las preocupaciones de este instituto debiera ser el propender á la vulgarización de los conocimientos úti- les, trató más de una vez de realizar esta idea, leyéndonos interesantisimas Revistas Científicas, muchas de las cuales fueron publicadas en los “Anales” de la Academia. Algo más tarde, echando de ménos nosotros el gran tributo de nociones que el benemérito socio nos aportaba, quisimos seguir sus huellas, aunque á larga distancia, —longe vestigia sequere,—y contribuimos á nuestro turno con algunas Revistas concreta— das á los nuevos datos que en el terreno de la Ciencia Médica iban dándose á conocer sobre las enfermedades propias de nuestro clima. Esta es la tarea que ahora proseguimos, ya 193 que los trabajos de la Corporación, encontrando un momento de descanso, por la estación rigorosa que atravesamos y la ausencia de informes oficiales, nos permiten hacerlo sin infli- gir lesión alguna á otros más importantes y debidos á plumas más originales y meritorias. | Comencemos por enlazar el asunto con alguno de los ante- riormente tratados en la Academia. I.—No ha muchas sesiones que, con motivo de tratarse en esta Real Academia de los efectos nocivos del tabaco, se sus- citó entre los distinguidos oculistas que forman parte de ella una interesante discusión sobre la influencia de la nicotina en el órgano de la vista y sobre el “diagnóstico” de la afec ción á que á menudo daba lugar esa influencia. Vamos ahora á extendernos algo más acerca de este último particular. a. Los síntomas de esa variedad de ambliopía debida al abu- so del tabaco dependen, segun el Dr. Nettleslip, de que la re- gión central del campo visual esla primera invadida y la más fuertemente afectada, miéntras que la periferia permanece normal. Así los enfermos tienen el aspecto de los individuos que padecen amaurosis, como cuando hay atrofia progresiva de los nervios ópticos: en esta última afección, en efecto, la estrechez periférica del campo visual es la que abre la escena. Estos sujetos ven relativamente mejor en la oscuridad que á una luz fuerte, como los afectados de catarata central inci- piente y por una razón análoga: así casi siempre tienen ciet- to grado de midriasis. El estado del campo visual suministra también indicacio- nes diagnósticas. En la ambliopía nicotínica el trastorno fun- cional máximo ocupa una región oblonga ú oval que se extiende desde la mancha amarilla hasta el punctum cecum. Este escótoma central no es nunca completo: la vista se en— cuentra disminuida, no abolida; frecuentemente los enfermos no se dan cuenta bastante de este fenómeno, y tratan de leer acercando á la vista los caracteres que encuentran demasiado finos. T. XIX, —29 194 El escótoma central nicotínico, descrito sobre todo después de Graefe por Forster é Hirschberg, es muy evidente para el color blanco: el verde y el rojo se distinguen mal; el primero parece gris, el segundo pardo sucio. La importancia del tras- torno funcional depende de la extensión del escótoma y tam- bién de su intensidad, porque bajo este punto de vista no son comparables todos los escótomas de la misma dimensión, La ceguera de los colores es ordinariamente más completa que la falta de perfección de la forma de los objetos. El escótoma nicotínico es invariablemente simétrico en los dos ojos: se extiende de ordinario hacia afuera. El autor opina que se trata de una modificación en la parte orbitaria de los nervios ópticos y no de lesiones centrales. (1) Esta forma de intoxicación nicotínica desaparece cuando los enfermos dejan de fumar, y la visión vuelve al estado que antes tenía: asi lo han observado tambien, entre nosotros, nuestros coacadémicos los Dres. Santos Fernández y Montalvo. b. Las alteraciones y perturbaciones provocadas por el abuso del tabaco son cada dia mejor estudiadas en sus pormenores: atribuidas á menudo á otras causas, no han sido examinadas con relación al agente irritante y tóxico que las produce; pero al fin, fijada la atención en sus verdaderas condiciones etioló- gicas, han podido clasificarse y agruparse de un modo cientí- fico. Veamos el siguiente ejemplo. El Dr. Sota y Lastra presentó, al Congreso internacional de Laringología, un trabajo acerca de la acción patológica del tabaco en la garganta, cuyo resúmen tomamos de la Revista de Medicina y Cirugía prácticas. A tres reduce el autor las afecciones que el tabaco puede producir en la garganta, y que son: la angina eritematosa, la vesiculosa y la granulosa. Se encuentra la primera en aquellos individuos que fuman con exceso, Ó en los que respiran constantemente un alre cargado de humo de tabaco, y se caracteriza por color rojo subido de la mucosa del paladar, de los pilares, de las amígdalas, de la EAS (1) Revue des Sciences médicales. 195 pared posterior y de la bóveda faríngea, coloración que no es nniforme, sino que forma placas de contorno irregular y dife- rente diámetro. Tiene como caracteres desaparecer á la pre- sión, no ir acompañada de tumefacción, granulaciones ni vasos dilatados: no produce escozor, ni ardor, ni dificulta la deglución ni la fonación, y tan sólo ocasiona sequedad en las fauces, que se manifiesta especialmente al despertar. La segunda, ó vesiculosa, se observa en los que fuman pu- ro y lo mascan al mismo tiempo. Tiene por asiento la muco- sa paladar, y por caracteres, coloración roja brillante, sobre la que existen vesículas miliares y trasparentes que contienen un líquido claro y mucilaginoso, que se vierte al romperse aquéllas, dejando en su lugar excoriaciones. Determina en un principio calor y ardor en la parte afecta, qne se convierte en escozor, cuando las excoriaciones sustituyen á las vesículas. Suele coincidir con esta forma de angina el herpes de los la- bios, de las encías de las tonsilas ó de la lengua, y encontrarse ésta cubierta de una capa amarillenta, con sus bordes y pun- ta muy rojos, y las papilas muy erectas. La tercera forma, 6 granulosa, la más grave y rebelde de todas, se observa en los individuos que no separan el cigarro de su boca desde que despiertan hasta que se duermen, y en los operarios de las fábricas de tabacos. Son propias de ésta forma la rubefacción intensa de la cámara posterior de la boca, la prolongación de la úvula, la relajación de los pilares, la tumefacción de las amígdalas, la dilatación de los vasos veno- sos que serpean por estos órganos, y la presencia de granula. ciones que, pequeñas y puntiagudas en el velo del paladar, son gruesas y ovoideas en la )ase de la úvula, los pilares y la faringe. En estos enfermos hay sensaciones de sequedad, pinchazos, dz, más ó ménos graduados y que refieren á su gar- ganta 0 á la laringe, que tambien suele encontrarse afectada. La base del tratamiento de estas anginas consiste en suprimir la causa que las determina y hacer uso de colutorios ó de to- ques con disoluciones más ó ménos astringentes ó cáusticas. 11.—Hablemos ahora de una enfermedad, sobre la cual ha A di 196 recibido la Academia en otra ocasión dos interesantes trabajos. Todo el mundo conoce en la actualidad el terrible parásito descubierto por Griesinger en la clorósis de Egipto y cuya acción determina sobre el organismo, al que anemia por suc- ción de la sangre en el intestino, los estados conocidos en otro tiempo con el nombre de “caquexia intertropical”. (1) Es sabido que en los obreros empleados en el túnel del San Gotardo se ha observado una especie de epidemia de anqui- lóstomos. El profesor Perroncito ha presentado á la Academia de Me- dicina de Turin gran número de ejemplares de anquilóstomo duodenal y de anguilula stercoralis, obtenidos por el cultivo de las larvas contenidas en los excrementos de un obrero afec- tado de anemia. Al mismo tiempo expuso los resultados que ha conseguido contra estos parásitos por medio del extracto etéreo de helecho macho. El anquilóstomo es tenaz y de expulsión difícil. Griesin— ger, durante su permanencia en Egipto, recomendaba tratar la clorósis y la hematuria de los paises cálidos por los calome- lanos y la esencia de trementina. Kuchenmeister preconiza la trementina unida al aceite de ricino, la santonina y el san- tonato de sosa. Pero estos medicamentos, así como el kousso, la coralina y el kámala son muy infieles. El Dr. Parona ha obtenido excelentes resultados con el extracto etéreo del he- lecho macho, que prescribe en cantidad de 10 gramos en 100 de hidrolato de hinojo y un poco de goma arábiga. Adminis: tra esta pocion en una dósis si el sujeto es vigoroso; y en dos Ó tres veces, con algunas horas de intervalo, cuando le parece débil. Conviene purgar al enfermo y tenerle á dieta un dia antes. Una ó dos horas después de la administración del re medio se producen muchas deposiciones diarreicas seguidas de una abundante evacuacion de mucosidades. Los anqui- lóstomos se encuentran ya en la primera, si se ha limpiado suficientemente el intestino de su contenido ántes de comen (1) Journal de Thérapeutique.—Revue de Thérapeutique. 9 z 3 e 3 y zar la cura. La mayor parte de los enfermos toman sin re- pugnancia esta poción, que generalmente no produce más que algunas náuseas ó trastornos gástricos de corta duración. AÁ veces suelen advertir una sensación de calor en el momento de la micción, y en dos casos ha podido comprobar el doctor Parona una pequeña cantidad de albúmina en las orinas. Se repite la misma dósis de 10 gramos los dias siguientes, y aún se puede aumentar si el enfermo la soporta bien. El doctor Moncorvo, en una nota dirigida á la Academia de Medicina de París, ha dado á conocer un medio que se emplea desde hace largo tiempo en el Brasil con extraordina- rio éxito contra la /2pohemia intertropical, que no es más que la anquilostomia duodenal según nos lo comunicó el Ldo. Rol- dan en una memoria que fué informada por nuestro malogra- do compañero el Dr. Giralt. Este tratamiento consiste en el uso interno del jugo del fícus dolearia ó fícus gamellaria. De tiempo inmemorial empleaban este remedio los habitantes del interior del Brasil contra una enfermedad endémica, cuya identidad con la auquilostomia había sido ya reconocida por Dubini y Griesinger y confirmada después por el doctor Wu- cherer, médico de marina á quien corresponde el mérito de haber utilizado esta noción etiológica, consagrando oficial- mente, si así puede decirse, el uso hasta entónces empírico, en el tratamiento de la anquilostomia, del jugo de la dolearia ó gamellaria, cuyas propiedades vermífugas habían sido ya anunciadas en 1866 por un médico brasileño. Hl doctor Moncorvo, que ha estudiado 4 su vez los caracteres farmaco- lógicos del ficus dolearia, atribuye las propiedades drásticas y vermífugas del jugo de esta planta 4 la presencia de una pepsina vegetal, la dolearina, semejante, si no idéntica, al fer- mento digestivo del carica papaya. El doetor Bozzolo preconiza tambien la dolearina en canti- dad de 3 cucharadas de las de café al dia, y el ácido tímico en la de diez gramos. La aparición de esta enfermedad parasitaria en el centro de Europa y la incertidumbre que reina acerca de los medios más 197 198 4 propósito para combatirla, nos han movido á consignar estos hechos, á fin de llamar la atención de los prácticos de nuestro país, en donde sin duda alguna se encontrarán casos de anemia grave debidos al mismo orígen, tan pronto como se les busque con atención y esmero. TIT.—Aunque al parecer no ofrezca dificultad el diagnóstico diferencial de las afecciones del hígado y del riñón, y en pat- ticular de los cólicos determinados por las litiásis biliar y úri- ca, no dejan de presentarse en la práctica casos más ó ménos oscuros y que requieren el más prolijo exámen de todos los signos para llegar á establecer sobre bases sólidas aquel diag- nóstico. Y de aquí la importancia de los datos que vamos á reunir con ese objeto. a. En un trabajo publicado por el Dr. Cornillon en el Pro- grés Medical de París, establece que en un cólico hepático el dolor puede localizarse en cinco sitios diferentes: 1% Punto cístico.—Corresponde á la unión de la vejiga de la bílis con el conducto cístico. Es casi constante y da lugar á sensaciones variadas como forma y como intensidad. Se en— cuentra por debajo y á la derecha del apéndice jifoides, á dos centímetros de este hueso. Se acompaña siempre de una dis— nea ligera ó bastante molesta. Anuncia la aparición próxima de un cólico, algunas veces le precede con una antelación de veinte y cuatro horas. Puede persistir después de la crísis, é indica entónces, ya la reproducción del cólico en breve pla— zo, ya la existencia de una colecistitis. 22 Punto epigástrico.—Es constante y aparece desde el principio de los accidentes morbosos, produce las sensaciones más variadas y se fija exactamente en la línea media á uno ú dos traveses de dedo por debajo del apéndice jifoides. Des- pués que ha cesado el cólico, es frecuente que se reproduzca la cardialgia con la ingestión de los alimentos. 3.2 Punto dorsal.—Ha sido indicado por el Dr. Vidal, que lo colocó sobre la apófisis espinosa de la cuarta vértebra dor- sal. Se le encuentra generalmente entre la séptima y la déci- ma vértebras dorsales, correspondiendo exactamente al punto 0 a ne 199 epigástrico. El dolor es espontáneo, pero se exagera por la presión. | 4.2 Punto escapular.—Sólo existe en la quinta parte de los casos: tiene su asiento en el ángulo inferior del omóplato de-- recho y se acompaña á veces de trastornos de la sensibilidad en la epitroclea y en los dedos de la mano derecha. 52 Punto del hipocondrio ¡zquierdo.—Es excepcional: se ma- nifiesta debajo del reborde de las costillas falsas izquierdas á 12 centímetros próximamente del apéndice jifoides: el autor no le ha observado más que en dos casos en que estaba con- gestionado el bazo. 6. En el cólico nefrítico indica el Dr. Cornillon cuatro pun- tos dolorosos: 1? Punto lumbar.—Es constante y tiene su asiento un po- co por fuera de las apófisis espinosas de la segunda y tercera vértebras lumbares; tiene un carácter pungitivo y, se exagera por la presión de la masa muscular sacrolumbar. 2.” Punto renal.—Es también constante y no se le puede localizar exactamente más que al principio del cólico; se le encuentra entonces en una línea que fuese del reborde: de las costillas falsas á la espina ilíaca anterior y superior. Poco á poco se extiende hasta el hipogastrio, el ombligo, de, 32 Punto inguinal.—En losaccesos violentos toda la región ilíaca está dolorosa: cuando tienen ménos intensidad, se en- cuentra frecuentemente un punto doloroso fijo: al nivel del orificio externo del conducto inguinal, 4 2 Ó tres centímetros por fuera de la espina: del pubis. 4.2 Punto doloroso del testículo y: del labio mayor.—En. el primer caso el sufrimiento se traduce por la: retracción del órgano que sube'hasta el nivel del orificio interno. del con- ducto inguinal; rapidisimamente todo el testículo aumenta de peso, se»pone caliente, y rubicundo el escroto; á veces se des— arrolla una-verdadera orquítis. En la mujer, el punto corresponde al segmento superior del labio mayor; 4:veces todo este repliegue cutáneo mucoso está sensible, rojo y. tumefacto. AA ss AA O 4 + A? Jj ¿ % UN ES > iS Y y n 4 200 Todos estos puntos son directos. Una vez que las concreciones han caído en la vejiga, pue- den algunas veces provocar un verdadero punto doloroso en el meato urinario con acompañamiento de rubicundez y dolor; desaparece cuando se expulsan por completo los calculitos. Como conclusión puede decirse que no existe la menor se- mejanza entre los puntos dolorosos del cólico hepático y los del nefrítico. Los primeros son mucho ménos penosos; tienen su asiento en la base del tórax y más arriba; los otros ocupan el segmento inferior del cuerpo. IV.—La diversidad de opiniones relativas al contagio de la lepra, que sin duda resaltó en la discusión hace pocos años promovida en el seno de esta Corporación, parece un parti- cular más próximo á resolverse desde el momento en que se ha colocado en el punto de vista de la inoculación y de los gérmenes productores de dicha enfermedad.—En este con- cepto tienen sumo interés las investigaciones de Mr. V. Cor- nil sobre el asiento de las bacterias en la lepra, publicadas en la Union Médicale de Paris: establece que las vísceras ab- dominales por él examinadas estaban llenas de bacterias, y tan desintegradas que la estructura anatómica peculiar 4 ca- da órgano no podia ya ser reconocida. Hallábanse presen- tes los micrófitos en varios estadios de desarrollo, tales como esporos, delgadas varillas, otras de éstas más largas encerran- do una materia granular, y otras unidas por sus extremos á modo de cadenas. Las bacterias han producido dos clases de lesiones. Una de ellas consiste en óvulos óú infiltraciones compuestas de grandes células que encierran bacterias muy pequeñas; y en los órganos blandos, como el hígado, llegaban estos organismos á tener un gran tamaño, y los vasos capila- res estaban obstruidos por zooglcea. En la otra variedad de lesiones, encontrada principalmente en los tejidos fibrosos, afectaban las bacterias formas alargadas entre las fibras. Las células de tejido conectivo permanecieron intactas, excepto en los casos atacados por la esclerosis de los tejidos afectos. Dada, pues, la existencia de esas bacterias, no es difícil 201 aceptar la posibilidad de su trasmisión de un individuo á otro con los cambios de tejidos y alteraciones de todo género que las acompañan; y del mismo modo que la inoculación ha servi- do para demostrar el contagio de la sífilis secundaria, ella probará asímismo el de la lepra, negado por muchos sabios en la época contemporánea. V.—Pasemos ahora á otro órden de cosas, deteniéndonos á considerar algunos recursos recientemente aconsejados contra las fiebres hoy llamadas telúricas. a. Segun el Dr. Grinnell, el yodo produce efectos tan seguros como la quinina en las fiebres palúdicas, si se le administra valientemente en dósis de 10 á 12 gotas de la tintura en medio vaso de agua azucarada cada ocho horas. El autor recurrió á este medio despues de haber agotado toda su provisión de quinina y ser difícil reponerla por residir en una localidad muy distante de grandes poblaciones y en la que son frecuen— tes las fiebres palúdicas. Lleva tratados de este modo 135 en- fermos de fiebre intermitente, 74 hombres y 61 mujeres; en este número había algunos niños. La mayor parte de las fiebres eran cotidianas ó tercianas. Hizo uso del mismo medio en cua- tro casos de diarrea y ocho de neuralgia, todos de origen pa- lúdico, añadiendo sólo los opiados y los astringentes. Los re- sultados obtenidos por el yodo en estos 147 casos fueron exac- tamente los mismos que los que produce el su Jfato de quinina Ordinariam ente no se repetía el acceso después de la adminis- tración del medicamento; pero, á pesar de esto, se continuaba - su uso uno ó dos dias después de la cesación de la fiebre. Cuando el bazo estaba aumentado de volúmen, disminuía con mucha más rapidez bajo la influencia del yodo que con la quinina. El autor, que ejerce en el Canadá, ha empleado este medicamento en blancos, indios y negros, consiguiendo en to- dos resultados evidentemente beneficiosos. (1) hb. De tiempo inmemorial viene recomendándose la tela de araña para el tratamiento de las fiebres intermitentes, y de vez (1) The Practitloner. T. xIx,— 26 202 el en cuando suelen publicarse algunos hechos favorables á la eficacia de esta sustancia, que, sin embargo, no ha logrado entrar en la práctica comun. En un artículo publicado en la Gaceta Médica de Sevilla, ha dado á conocer el Sr. Oliva tres observaciones de las 26 de in- termitentes de tipo tercianario ó cuartanario que ha tratado con la tintura de aracnidina. Movióle á hacer estos ensayos la lectura de 93 casos publicados por la Correspondencia Médica, y en la mayoría de los cuales se consiguió un resultado satis- factorio. El corto precio del medicamento y lo fácil de su ad- ministración por la carencia de sabor, eran motivos que aconsejaban su uso, tratándose de localidades como en la que ejerce el Sr. Oliva, donde la mayoría delos habitantes no poseen otros bienes que el producto de su trabajo. Emplea el nombre de “aracnidina” conforme propone la Redacción de la Correspondencia Médica, por más que tanto éste como el de anarjdina, de que se sirve el Sr. Silvestre, no le parezcan los más adecuados por no tratarse de un alcaloide. El medio que el Sr. Oliva emplea para preparar esta sus- tancia, consiste en recoger con el cuidado posible la telaraña, sacudirla lo bastante para que pierda la cantidad de polvo terroso que contiene, lavarla, secarla al sol y pulverizarla. De estas sencillísimas operaciones resulta un polvo de color ceni- ciento oscuro, inodoro é insípido, insoluble en el agua y muy poco soluble en el alcohol: con este polvo y el alcohol hizo la preparación de la tintura, tomando por tipo la de quina, en razon á la afinidad de resultados en el tratamiento de la malaria. En los casos observados por el Sr. Oliva, tomó como tipo la dósis de 2 gramos para los adultos y la mitad para los niños, habiendo llegado en uno de once añosá los 30 gramos, sin que se notase fenómeno alguno que se pudiera atribuir al medicamento, el cual no ha empleado en ningun cuartanario, en los que el Sr. Silvestre no ha obtenido resultado. Segun el Sr. Delgado y Ramos, la dósis de 3 gramos ha producido fe- nómenos de intolerancia gástrica, fuerte cefalalgia y ligera as- tricción de vientre. 203 Generalmente no basta una sola dósis para concluir con la enfermedad, pero de ordinario se logra á4 la segunda. En resumen, concluye el autor, 4119 asciende el número de observaciones publicadas y del exámen de las mismas pue- den sacarse las conclusiones siguientes: 1% Que la aracnidina es un agente capaz de curar las fiebres de malaria, siempre que sean de tipo cuotidiano ó terciano. 2? Que administrada á la dósis de 2 gramos en los adultos y ála de 1 en los niños, concluye generalmente con la enfer- medad al segundo acceso. 3” Que su acción es ménos pronta que la del sulfato de qui- nina; por cuya razon, hasta tener más datos sobre el medica- mento, no deberá emplearse en las intermitentes perniciosas. 4? Que, 4 consecuencia de su carencia de sabor, es más fácil de administrar que la quinina, particularmente en los niños, y 57 Que su uso expone menos á las recidivas. c. El Dr. Kahler ha ensayado, en el hospital de Praga, la re- sorcina como febrífugo en los casos de fiebre intermitente y de tifus abdominal. La sustancia de que se ha servido, prepa- rada por Merck, de Daunstadt, consiste en un polvo cristalino, débilmente rojizo, de olor fenicado y sabor un poco cáustico. Empleó este medicamento en forma de polvo envuelto en hos- tia ó suspendido en una pequeña cantidad de agua. Todos los enfermos le tomaron sin repugnancia, áun cuando se les admi. nistrase por bastante tiempo. El autor refiere tres observaciones de fiebre intermitente curada por la administración de 34 4gramos diarios de re— sorcina en 150 de agua. La acción de esta sustancia sería igual á la de la quinina, y según se dice, disminuye tambien el volúmen del bazo. Parece cierto que una débil dósis de resorcina tomada al principio de un acceso, le atenúa notablemente. Esta propie— dad, ya indicada por Luhtheim, depende probablemente de su gran solubilidad y de lo fácil de su absorción: como la eleva- ción térmica es menor, todos los síntomas concomitantes tienen menos intensidad; el frio cesa pronto, el termómetro no se RS Ra: a SA A o A RÓS ts o A E 204 eleva á más de 38% á 399, el estadio del sudor es menos peno- so. Esta propiedad no la tiene la quinina. La administración intra-rectal es preferible á las inyecciones hipodérmicas de quinina, obra más pronto y más seguramente, y es menos do- lorosa. Los fenómenos consecutivos á su uso no son más desa- gradables que los que produce el alcaloide de la quina, y el coste total del tratamiento es ménos elevado. (1) Debemos recordar que esta sustancia es un oxifenol que en otros tiempos se extraía de ciertas raices y de las labiadas, como el gálbano, sagapeno y la asafétida, pero que en la ac- tualidad se prepara por vía de síntesis, haciendo obrar la po- tasa sobre el ácido clorofenilsulfuroso. Sus soluciones, segun Dujardin-Beaumetz, son poderosos antifermentescibles, Sus efectos fisiológicos son, entre otros, vértigos, zumbido de oidos, inyección de la cara, aceleración de los movimientos respirato- rios, frecuencia é irregularidad del pulso, abundante diaforesis, á la que sigue una rápida defervescencia, 4 veces delirio lo— cuaz, alucinaciones, movimientos convulsivos y letargo. Al concluir este punto, nos cumple hacer una advertencia. Aun cuando el arte médico esté provisto de un recurso po- deroso contra el paludismo en la quinina y sus preparados, son muy atendibles las nuevas indicaciones de otras sustan— cias que ofrezcan una acción siquiera análoga y cuyos efectos terapéuticos puedan aprovecharse allí donde aquélla escasea ó hace falta. Por eso es que no nos ha parecido ajeno de nuestro propósito el particular enunciado, y abrigamos la esperanza de que, junto con los datos relativos á la influencia nociva del tabaco en la faringe y al diagnóstico de la amblio- pía nicótica, á la caquexia intertropical de orígen parasitario, á los caracteres diferenciales del cólico hepático y nefrítico, y á las bacterias en la lepra, el tratamiento de las fiebres inter: mitentes por el yodo, la aracnidina y la resorcina merezca tambien la atención de este sabio instituto. (2) (1) Paris médical.—Bulletin de Thérapeutique. (2) Debemos advertir que en la presente “Revista” nos hemos servido 4 menudo del excelente “Anuario de Medicina y Cirugía Prácticas” para 1882, t. XIX, del Dr. Sanchez Ocaña. 205 SESION PUBLICA ORDINARIA DEL 10 DE SETIEMBRE DE 1882. SEÑORES ACADEMICOS CONCURRENTES.—Horsímunn Presidente eventual, S. Fernández, Castellanos, Orús, Rovira, García, Var- gas Machuca, L. M. Cowley, Finlay, Beato, Mestre Secretario. Abierta la sesión 4 la hora de costumbre, con la asistencia de los Sres. Académicos que arriba se expresan, y ocupando el sillón presidencial el Dr. Horstmann por hallarse enfermos los Sres. Presidente y Vice-Presidente, leyó el Secretario ge- neral el acta de la sesión pública anterior, que fué aprobada. CorREsPONDENCIA.——Leyó en seguida dicho Secretario las co- municaciones recibidas desde la última sesión hasta el día de la fecha: —1P un oficio del Juzgado de Primera Instancia del Distrito de la Catedral, recordando el resultado de la con. sulta dirigida á la Academia con motivo del estado mental del procesado D. Andrés María Foxá; del que se dió traslado á la Comisión de Medicina Legal, recomendándole la brevedad en el despacho;—2. % otro idem del Juzgado de Primera Ins- tancia del Distrito del Pilar, consultando á la Real Academia sobre las relaciones existentes entre el mal de San Lázaro y la locura, en la causa que instruye contra D. Celestino F"..... V.......... por homicidio de D* Rosalía Valdés; de que se dió traslado á la mencionada Comisión;—3. Y otro idem del Juzgado de Primera Instancia de Jesús María, acompa- ñando un testimonio procedente del Juzgado de Jaruco y re- lativo al homicidio del moreno Santiago Cerra; asunto que fué remitido á la misma Comisión; —4. otro idem del socio numerario Dr. Lebredo, ponente de turno de la Comisión de Medicina Legal en la causa seguida contra D. A... M.... F...., disculpándose de no poder presentar su informe en la sesión que le fué señalada, no sólo por sus múltiples ocupa- ciones, sino por tratarse de una cuestión por su naturaleza delicada y que exige análisis prolijos, por existir divergencias entre los pareceres periciales; habiendo creido oportuno el Sr, Vice—-Presidente aplazar la presentación del informe solicitado 206 para el domingo 24 de los corrientes, atendiendo á que, si por una parte sería de desear que pudieran satisfacerse los deseos del Juzgado con la mayor prontitud, lo que sobre todo debe exigirse á la Comisión de Medicina Legal es que sus informes ofrezcan todas las garantías de serio y meditado estudio, que se encuentran en los trabajos de su citado ponente;—5. 2 otro idem de la Comisión de Medicina Legal, transcribiendo el que le fué dirigido por el Dr. Górdon, académico numerario y po- nente de turno de dicha Comisión, manifestando que para po- der informar al Sr. Juez de Primera Instancia del Distrito del Cerro acerca de si la herida recibida en la cabeza de D. José González Rodríguez fué la que le produjo la muerte, ó el haberle pasado el tren por encima de todo el cuerpo, es in- dispensable que el Sr. Juez se digne indicar á cuál de las sie- te heridas de la cabeza, según arroja el instrumento de la autopsia, se refiere; ó si se trata de todas ellas y que, por omi- sión del que escribiera el oficio de consulta, aparece en singu- lar lo que debiera ser en plural;—6. 9 otro idem del Bachiller D. Rafael Cowley y Odero, solicitando por encargo de su Sr. padre el Dr. D. Rafael A. Cowley, socio numerario ausente en la Península, un atestado de los servicios prestados por dicho Sr. Académico; acordándose de conformidad;—7.9 la rela- ción de las autopsias practicadas en el Necrocomio Municipal, durante el mes de Agosto último, por su Director el Sr. Obre- gón y Mayol; acordándosele las gracias. BrsLroreca.—Terminada la corresponden.cia oficial, presentó el Dr. Finlay, Secretario de la nacional y extranjera, las pu- blicaciones remitidas 4 la Academia después de la última sesión: —Observaciones Fisico-Meteorológicas de la Escuela Profesional, del 26 de Agosto al 6 de Setiembre; —Repertorio de Farmacia, núm. 9;—El Profesorado de Cuba, 4;—Avisador Comercial, 196 á 201, 203 4 207;—Boletin Comercial, 193 á 204; —El Bombero, 36 y 37;—El Tábano, 1 y 2;—Boletín de los Voluntarios, 283 y 284;—El Eco Médico-Farmacéutico de Puerto Rico, 19 y 20;—Revista de las Antillas, 16 4 19— Gaceta de Sanidad Militar, 182 y 183;—Cr'ónica Oftalmológica, mo > d HEN 207 5;—Revista de Medicina y Cirugía Prácticas, 147;—El Sentido Católico en las Ciencias Médicas, 29, 30 y 31;—La Ilustración Militar, 23;—Estadística vital de la ciudad de Nueva York en / Julio y Agosto del presente año;—Estadística mortuoria de ] San Francisco de California en dicho mes; —Harper's Weekly, E 1329 á 1342;—The Medical Record, 610 á 617. ; ParoLocia quirurcica.—Olínica Dental.—Leyó en seguida el 3 Dr. Horstmanm, como ponente de turno de la Comisión de Patología Quirúrgica, ocupando entonces el Dr. Rovira el á asiento de la Presidencia, un informe pedido por el Gobierno General y relativo al establecimiento de una Clínica de Ciru- da gía Dental en el Hospital Civil de San Felipe y Santiago.—En vista de la solicitud hecha por el Director de la Academia de Cirugía Dental de esta ciudad, y del informe con que la acom” paña el Director del mencionado Hospital, considera la Comi- sión como grata y satisfactoria la tarea que le ha sido enco- mendada, en virbud de que dicha pretensión va encaminada al alivio de la humanidad. A nadie puede oscurecerse, en efecto, el valioso beneficio que reporta la creación de una Clí- nica Dental, fundada á semejanza de las que existen en las grandes poblaciones de la vecina Unión Americana, tales como New-York y Filadelfia, 4 cuyas instituciones debe la Cirugía Dental de esa nación el primer puesto que ocupa en el mundo civilizado. Tratándose de un ramo práctico de la ciencia de curar, no es concebible que pueda adquirirse la habilidad ne- cesaria para proceder en el arte sin el constante y asíduo há- bito que exige toda aplicación manual, mucho más cuand esta aplicación es decisiva, y tiene que intervenir de consi guiente tras un estudio clínico amplio y perseverante, que sólo podrá alcanzarse sin dispendio alguno en un asilo que, como el solicitado para la instalación de la Clínica Dental, reune las condiciones necesarias al caso. No por lo reducido del campo operatorio, es fácil ni rápida la ejecución del trata- miento quirúrgico de las afecciones dentales; su misma reduc- ción y otras circunstancias no ignoradas hacen penosa y difícil la Cirugía Dental y exigen conocimientos patológicos precisos 208 y habilidad especial, obtenida generalmente tan sólo por los dentistas que han verificado sus estudios en los Estados Uni- dos, á cuyo país se veía obligada nuestra juventud á pagar un forzoso tributo. El establecimiento de la Clínica Dental la eximirá de esa tributación; y los pobres asilados en el Hospi. tal de Caridad no podrán ménos que regocijarse de su instala. ción, librándose así de las pocas veces peritas manos de un flebotomiano, que, como fundadamente dice el digno Director del Hospital Civil, “limitado en sus auxilios á extraer molares, no puede tener, ni aún siquiera para esta pequeña operación, los suficientes recursos que brinda la enseñanza ordenada.”— Y por todas estas razones opina la Comisión de Patología Quirúrgica que no tan sólo debe accederse á la solicitud del Director de la Academia Dental de la Habana, sino que debe alentársele en su propósito, humanitario en el fondo y fecun- do en resultados para la enseñanza de la Cirugía Dental. Aprobado sin discusión y por unanimidad el informe men— cionado, declaró el Sr. Presidente eventual, vuelto 4 su pues- to, terminada la sesión. SESION PUBLICA ORDINARIA DEL 28 DE SETIEMBRE DE 1882. Sres. ACADEMICOS CONCURRENTES.— Gutiérrez Presidente, .Le- bredo, Govantes, L. M. Cowley, García, Rocamora, Beato, Caste- llanos, Finlay, Vargas Machuca, Mestre Secretario. Lectura y aprobación del acta de la sesión anterior. CorrEsPONDENCIA.—Leyéronse en seguida por el Secretario general las comunicaciones recibidas desde la última sesión: —12 Una invitación del Gobierno (General para Corte en Palacio con motivo de los dias de S. A. R.la Srma. Sra. Princesa de Asturias; para cuyo acto, que no llegó á verifi- carse, pero que hizo postergar la sesión del dia 24, se nombró una Comisión que representase á la Academia; —2 2 un oficio del Juzgado de Primera Instancia del Distrito del Cerro, en causa por homicidio de D. José González Rodríguez, expli- A 209 cando que en su primera comunicación quiso referirse, no á una sola, sino á todas las heridas que en la cabeza de aquél se en- contraron; habiéndose indicado así 4 la Comisión de Medicina Legal; —3? otro id. del Juzgado de 1* Instancia del distrito del Pilar, remitiendo un testimonio procedente del Juzgado de Sagua la Grande y relativo á la muerte del moreno Federico Conejo; de que se dió traslado á la Comisión mencionada;—4." otro id. del Juzgado de 1* Instancia del Distrito de Jesus Ma- ría recordando á la Academia el informe pedido en causa por homicidio del moreno Santiago Cerra; de que se dió traslado á dicha Comisión, recomendándole la brevedad en el despacho; —5.* otro id. del Juzgado de 1” Instancia del Distrito del Pi- lar, recordando á la Academia el informe que le fué pedido en causa por homicidio de la parda Rosalía Valdés; del que se dió traslado á la referida Comisión, excitando su celo para el pron- to despacho del asunto;—6. % otro id. del Juzgado de Primera Instancia del Distrito de Guadalupe, acompañando un testi- monio y dos bultos procedentes del Juzgado de Guanajay, en causa por homicidio de D. Fernando López Fernández y D- José Torres Cuervo Arango; testimonio y bultos que fueron devueltos, por no corresponder á esta Academia, sino á los farmacéuticos de turno designados por su respectivo Subde. legado, el reconocimiento y análisis de las manchas que ofre- cen las armas y ropas enviadas; —7. 9 otro id. del Juzgado de Primera Instancia del Distrito de la Catedral, recordando de nuevo el informe pedido á la Academia sobre el estado mental de D. Andrés María Foxá; de que se dará cuenta en la sesión actual; —8. 9 otro id. de la Comisión de Medicina Legal, trans- cribiendo el de su ponente de turno Dr. M. A. Aguilera, en que este socio se disculpa de su ausencia, prometiendo presen- tar en la siguiente sesión el informe que le está encomendado; —9. 2 otro id. del Sr. Secretario de la Comisión Central para la Exposición de Amsterdan, citando al Ilmo. Sr. Presidente de esta Real Academia para la junta que debía celebrarse el día 15 y á la cual no le fué posible asistir por el estado de su salud. T. XIX,—27 210 Bienroreca.—Presentó en seguida el Dr. Finlay las siguientes publicaciones: —Observaciones físico-meteorológicas de la Es—- cuela Profesional, del 9 al 23 de Setiembre;—Crónica Médico- Quirúrgica, n.” 9¿—Memorias de la Sección de Procedimientos del Círculo de Abogados, entregas 6 y 7;—El Bombero, 38 y 39;—El Profesorado de Cuba, números 5 y 6;—Boletín Oficial de los Voluntarios, 285;—El Ateneo, 25;—El Tábano, 4;— Avisador Comercial, del 208 al 222;—Boletín Comercial, 205 al 219;—Revista de las Antillas, número 21;—El Sentido Ca- tólico, de Barcelona, número 32. Mebnicisa LecaL.— Consulta sobre juicios periciales acerca del estado mental.—Terminada la correspondencia, leyó el Dr. Le- bredo, como ponente de turno de la Comisión de Medicina Legal, una consulta relativa á las opiniones facultativas emiti- das respecto al estado mental de D. Andrés María Foxá, acep- tándose ya un principio de reblandecimiento cerebral, ya una arterio-esclerosis medular, ya una parálisis general progresiva. Preguntando el Juzeado de la Catedral cuál de dichas opinio- nes está más ajustada á los principios de la ciencia, la Comi- sion examina uno por uno los documentos que se le han en— viado y los analiza detenidamente á la luz de las nociones que se poseen en Patología mental, deduciéndose de su estudio: que si las primeras declaraciones han podido ser censuradas por su laconismo, por su deficiencia, por la falta de compro— bación y por la vaguedad en los diagnósticos; que si la certifi- cación del facultativo de asistencia, con el señalamiento de la arterio-esclerosis, refería una circunstancia probable, pero que por sí sola no podía explicar todos los fenómenos patológicos; que si la declaración de este mismo profesor es tambien digna de censura por no precisar la afección de que se trata; en cam. bio, el último de los documentos examinados no sólo encierra la fórmula satisfactoria de ese diagnóstico, afirmando que la enfermedad que sufre el procesado es una “parálisis general progresiva,” sino que, apoyada y justificada esta conclusión por la exposición que en él se hace de los elementos sintomatoló- gicos por el enfermo presentados, recibe aún más complemen- 211 taria confirmación con el hecho de conducir en general 4 idén- tica deducción y revelarla elocuentemente todo el cuadro en la anterior declaración desarrollado, sin que haya nada en las primeras que tienda á anularlo, sino más bien á ratificarlo; y por lo tanto, como síntesis definitiva de tan extenso como me- ditado estudio, propone la Comisión se conteste al Sr. Juez de 1* Instancia del Distrito de la Catedral, diciendo: Que des— pués de analizados severa y minuciosamente los datos á la consulta dirigidos, resulta que se asocian sin esfuerzo para re- velar la existencia en el procesado de una parálisis general progresiva, y que, en tal concepto y atendiendo á la lógica relación establecida entre los hechos referidos y la conse- cuencia deducida en la última de las declaraciones, es ésta la que más ajustada á los principios de la ciencia aparece. Relaciones entre la lepra, los celos y la locura.—Aprobada por unanimidad y sin discusión la consulta presentada por el Dr. Lebredo, dió cuenta el Dr. Farcía, como ponente de tur- no de la misma Comisión, de otro informe en que se contestan las preguntas formuladas por la defensa y divigidas por el Juz- gado de Primera Instancia del Distrito del Pilar en la causa que instruye contra D.C... .. F...... Is por homi- cidio de D” Rosalia Valdés.——Deseando saber la defensa del procesado: 1.9 Si la enfermedad conocida con el nombre de “elefantiásis de los griegos” puede determinar, por los padeci- mientos que trae consigo, un estado de verdadera locura mo- mentánea; y 2.9. Si dado un individuo lazarino que estuviese viviendo con una mujer maridablemente por espacio de más de diez años; si estando excitado por la pasión de los celos; si siendo repulsado por la compañera de tantos años; si después de una noche de insomnio, temiendo se consumase el acto de infidelidad que sospechaba, si pudo al subsecuente dia, en momentos acalorados y por la reunión de todas las circunstan- cias referidas, tener una locura momentánea que lo precipitara á herir á la indicada compañera,”-empieza la Comisión echan- do de ménos todos los datos que deben constar en el proceso respecto 4 cómo se trató de llevar 4 cabo aquella decisión, á 212 las circunstancias que precedieron y acompañaron el hecho, á si fué la expresión de una violenta resolución ó el resultado de un plan premeditado;—sigue despues con algu nas considera- ciones sobre las relaciones existentes entre la lepra y la locura: los padecimientos que se observan en la primera, los cambios profundos que ocurren en la fisonomía de los enfermos y la repulsión de que son objeto dan lugar en ellos á un delirio melancólico acompañado de insomnio, durante el cual pueden cometer actos deplorables de suicidio y de homicidio, domi- nados por las alucinaciones que los atormentan ;—continúa es- tableciendo que la pasión de los celos llega á veces á constituir un verdadero estado de enajenación mental, bajo cuya influen- cia acaba el hombre muy á menudo por herir y matar;—uno y otro estado se relacionan con la locura, y nada más probable que en las condiciones patológicas de V.... la intercurrencia de los celos determinára en él la explosión de la vesania, que pudo ser brusca como lenta y progresiva.—Tal es lo que se desprende en tésis general, que es como ha colocado la cues- tión la defensa del procesado; pero cuestión que, siendo por el contrario concreta, cual todas las de Medicina Legal, debió proponerse con todos sus detalles en obsequio de la mejor administración de justicia; porque, áun cuando en V.... se encuentran á la vez la lepra y los celos como coadyuvando al desarrollo de un ataque de locura, es preciso no olvidar que tanto aquélla como éstos pueden existir juntos y separados sin tener por consecuencia indispensable la locura; y que toda pasión llevada á cierto grado, como la ira, los celos etc., puede dar lugar á actos punibles y castigados por las leyes, sin que sea necesario acudir para su explicación á una verdadera ve- sania. Por otra parte: la locura transitoria, momentánea como dice la defensa, es un problema muy difícil de resolver de una manera terminante, siendo necesaria una gran reserva para pro- nunciarse acerca de él; y no estando admitida de una manera general por los autores, para aceptarla tanto en este hecho co- mo en otros sería preciso haber reunido cierto número de an- tecedentes y de circunstancias, que en el caso actual se igno- 213 ran por completo.— De todo lo cual deduce la Comisión que: 1.2 La Elefantiásis de los Griegos, como enfermedad de los Centros nerviosos, puede determinar, por los padecimientos que trae consigo, un estado de verdadera locura; 2. Un indivi- duo lazarino, excitado por la pasión de los celos y repulsado por la compañera de muchos años, después de una noche de insomnio, temiendo se consumase el acto de infidelidad que sospechaba, pudo al subsecuente dia en momentos de exalta— ción mental herir á la indicada compañera; y 3. 2 No existen en la consulta hecha por el Juzgado datos que prueben de una manera positiva que haya existido un estado de verdadera “o- sentado por el Dr. García, declaró el Sr. Presidente terminada la sesión. INFORME RELATIVO AL “Trarano De Termomerría Ménica” del Dr. D. Nicolás Rodríguez Abaytua; por el Dr. Miguel Franca Maezorra. (SESION DEL 21 DE DICIEMBRE DE 1881.—V. Anales, t. XVIII págs. 304 y 381.) Señores: Pocas cuestiones hay en la ciencia médica que des- pierten la curiosidad como el estudio de las modificaciones del calórico en los diversos estados patológicos. En los trópicos, como en las regiones polares, una diferencia de temperatura de 40? centígrados hace variar apénas de 1 la del hombre, mientras que la más ligera perturbación en la salud, un ligero acceso de fiebre hacen más que las poderosas influencias atmosféricas, siendo esta fuerza misteriosa de la enfermedad la que ha preocupado á los observadores desde los primeros tiempos, sobre todo desde Sanctorius (1614) que descubrió el termómetro clínico, construyéndolo y apli- cándole por primera vez á la determinación de la temperatura humana, á fin de que sirviera de punto de partida para el estu- dio de las variaciones 6 modificaciones del organismo; siguiendo E Sr ENS > A e E > A TO A A A 214 á éste el período en que de Haen fundó de una manera nota- ble la termometría patológica, ensanchando considerablemen- te los entonces estrechos limites de los conocimientos termos- cópicos, para llegar 4 estos últimos cuarenta años en que debido al conjunto de observaciones, recogidas en crecido número, ha venido á metodizarse y precisarse de tal modo el uso del termómetro y á ser tan necesario su empleo, que no es admisible formar un diagnóstico exacto, en la mayoría de los casos, sin el previo exámen de la temperatura; “si bien no se debe olvidar que el valor de los signos aportados por ésta, debe reforzarse con el estudio de todos los demás elementos de la enfermedad.-—Hirtz.” A esta época corresponde el estudio de lo que podríamos llamar patotermometría especial; es decir, el estudio de la tem- peratura patológica en los niños (Roger-—1844) y en los an cianos (Charcot—1863); siendo de notar, dice Roger, la casi identidad de las leyes del calórico en las enfermedades de los dos extremos de la vida. “Cuando se ven tantos triunfos conseguidos por el solo re- curso de un poco de mercurio encerrado en un tubo de vidrio y cuando se medita que un fragmento de hierro suspendido de un eje ha contribuido al descubrimiento del Nuevo Mundo, se concibe, en verdad, que nada que pueda agrandar y perfec- cionar los sentidos del hombre, debe ser tomado en ligera consideración.” Efectivamente, muchos son los que, como Biot, han pensado y contribuido á la generalización del uso del termómetro, ya con la publicación de sus observaciones comparadas, ora con escritos, siempre importantes y revela- dores de nuevos progresos, bien reuniendo las opiniones es- parcidas en libros, monografías, memorias y periódicos, pre- sentándolas reunidas y clasificadas, contribuyendo así de un modo activo 4 vulgarizar ese método de observación clínica, que después de muchas peripecias ha venido á ocupar su ver- dadero é importante lugar en los estudios clínicos. A este último género de trabajos pertenece el “Tratado de Termometría Médica” que ha remitido á esta Corporación su RN TEA ind y d E, Y 1 NG ñ E 215 autor el Dr. D. Nicolás Rodríguez y Abaytua, solicitando su admisión como miem)ro correspondiente de la misma; y de cuya obra, importante por más de un concepto, daremos un corto informe, puesto que motivos ajenos á nuestra voluntad nos impiden dedicar á este trabajo todo el tiempo que hubié- ramos deseado. Con el fin de que este libro corresponda al sucesivo progre- so de la Termometria Médica, cuya importancia, dice el autor, “no es, por lo general, debidamente apreciada en nuestra pa— tria”, lo divide en dos distintas partes que denomina Termofi- siología y Termopatología la una; Termosemeyología y Terma- cología, la otra; ocupándose en la primera parte, que divide en seis capítulos, de la narración cronológica de las vicisitudes por que ha atravesado la aplicación clínica del termómetro desde su introducción en la patología hasta nuestros dias; y hagamos notar que aquí, como en muchas obras que de auto— res peninsulares hemos leido, encontramos señalado el puesto que España ha ocupado en la Ciencia Médica en diversos tiempos, siendo este dato histórico importante, puesto que da á conocer lo que en ningun tratado encontramos, salvo cuan— do de la sifílis se trata. Así pues, nos da á conocer el Dr. Rodriguez que en el pá- rrafo 5.9 , página 27 del capitulo VI de las Ordenanzas que 5. M. manda observar para la enseñanza de la medicina práctica, en las cátedras nuevamente establecidas en el Hospital general de Madrid, con la denominación de Estudio real de medicina prác- tica, publicadas en Madrid por la Imprenta Real, en 1795, se lee lo siguiente: “Será obligación de los que estén de guardia (médicos), escribir cada uno en su cuaderno las mutaciones que adviertan en el aire cada seis horas; esto es, á las seis de la mañana, doce del dia, seis de la tarde y doce de la noche, reconociendo á este fin todos los instrumentos meteorológicos que estarán colocados en el anfiteatro; y pulsarán á los enfer- mos en las mismas horas con el pulsilogio, midiendo con los ter- mómetros los grados de calor en las enfermedades febriles, que anotarán en su cuaderno.” En el párrafo 6.2 se añade: 216 “Sacarán todos los dias dos copias de sus apuntaciones, para entregar á cada catedrático las que pertenezcan á su enfer- mería.” Se vé, pues, que en la Peninsula en aquella época había recibido carta de naturaleza la patotermometría. Sigue el autor ocupándose de la variedad de termómetros existentes, sus ventajas é inconvenientes y su manual opera- torio, aceptando con Wunderlich y Lorain que ni la memoria más fiel, nila descripción más brillante y detallada, podrán jamás bosquejar un cuadro más perfecto de la enfermedad, que la simple curva termométrica; habiendo demostrado la experiencia que las enfermedades afectan en su marcha una figura casi constante y que las especies mórbidas se acusan cla- ramente por su forma, tanto que, si se coge al azar un gran número de trazados y se comparan entre sí, se advierte, des— de luego, que pueden ser clasificados en grupos naturales, formados precisamente por colecciones de observaciones per- tenecientes á una misma enfermedad. El estudio de la producción y deperdición del calor animal es objeto de un extenso examen, pasando en revista las diver- sas teorías y experimentos llevados á cabo hasta el dia; así como se detiene en la temperatura fisiológica, para estudiar su grado, topografía, distribución, fluctuación cuotidiana y modi- ficaciones que experimenta bajo la influencia de diversas CAUsas. Bien nos hubiéramos alegrado de encontrar alguna nueva idea que tendiese á poner en claro la discutida cuestión de la mayor ó menor influencia que en la regulación del calor tiene el sistema nervioso; mas piensa el autor, con los modernos autores, que del conjunto de experimentos por demás delica- dos y difíciles de interpretar, resulta que la parte del sistema nervioso encargada de regularizar el calor en el aparato vaso- motor, no tiene influencia directa más que sobre la circu— lación; pero por el intermedio de ésta se marca perfectamente la acción que desempeña sobre los fenómenos de composición y descomposición nutritiva, y por lo tanto sobre el calor. La 217 dilatación y la constricción de los capilares sanguíneos están supeditadas á los nervios vaso-motores y su estado de relaja- ción ó de estrechamiento modifica la circulación periférica— cutánea y pulmonar,—la cual regula las pérdidas térmicas y por consiguiente el calor central resultante del equilibrio en- tre la producción y la deperdición. Además, ¿las metamorfó- “sis químicas, por la mayor ó menor abundancia de sangre que baña los tejidos, influyen eu algo sobre el aumento ó dismi- nución del calor? Cierto es que con los conocimentos fisioló- gicos actuales sería aventurado formular una contestación. La temperatura patológica y la patogenia del calor patoló- gico son Objeto de un minucioso exámen en los capítulos 52 y 6.9, exponiendo los límites, división y oscilaciones diarias del calor morboso, los tipos y estadios de la fiebre, la tempe- ratura post-mortem y las lesiones histológicas producidas por el calor pirético. Para entrar en la compleja y oscura cuestión de lo que esencialmente constituye la fiebre, emplea la manera más ra- cional, que consiste seguramente en abordar el problema por el lado etiológico, recorriendo todas las influencias capaces . de suscitar el fenómeno y estudiando el mecanismo productor de este proceso bajo su triple modalidad etiológica; es decir, como resultado de acciones del sistema nervioso, como de— pendiente de la inflamación y como producido por las modi- ficaciones generales de la sangre, conocidas con el nombre genérico de “infección,” sirviendo este estudio como de intro ducción á la segunda parte de la obra, que es puramente de aplicación. En esta segunda parte, no menos interesante que la ante— rior, se estudian los estados morbosos que inducen alteración en la temperatura, subdividiéndola en tres secciones que comprenden las enfermedades Impertérmicas, ó sean las fiebres é inflamaciones, y las neurosis convulsivo-estáticas, que cons— tituyen de por sí un grupo natural. Destina la segunda para las enfermedades Ihipotérmicas, siguiendo para su estudio, no el conjunto artificial de toda clasificación, por natural que T. x1x,—28 A E ñ ; ¡ Pa : , Ñ IS o A E 5 218 parezca, sino un orden anátomo-fisiológico; es decir, empe- zanáo por describir las afecciones por aparatos, para pasar á las enfermedades sin localización preponderante. En la tercera sección se incluyen las enfermedades con hipo é hipertermia; estudiando detalladamente el ciclo termico de cada una de las enfermedades con aplicación al diagnóstico y al pronóstico, y terminando en muchas de ellas con algunas consideraciones referentes al tratamiento que reclaman, bajo el punto de vista de la temperatura. Salta á la vista la importancia del Tratado de Termometría Médica, en donde encontramos expuestos con claridad de len- guaje y sencillez los problemas más arduos, dando á cada uno la solución que se adapta más á los resultados de la experi- mentación y observaciones clínicas. Concede á la bibliografía su merecida importancia, multi- plicando las citas, dando con eso mayor interés á su escrito, que reposa sobre sólidas bases, y facilitando además al lector el acudir á su origen en los asuntos que quiera profundizar. El Tratado del Dr. Rodriguez llena el vacío existente en nuestra literatura médica y con tanto mayor mérito, cuanto “tan mezquinos y exíguos son los elementos con que el hom- bre amante del saber cuenta allí para fomentar y trasportar cualquiera idea al terreno de la práctica, cualquier pensa- miento cuyo objeto se encamine á difundir y propagar los co- nocimientos médicos,” segun palabras del Dr. D. M. Salazar y Alegret, autor del Prólogo que brillantemente presenta al lector la obra que nos ocupa. Teniendo en cuenta, Sres. Académicos, las consideraciones que rápidamente acabo de enumerar, me cabe la satisfacción de proponeros sea aceptado entre nosotros, como socio co- rresponsal, el ex-Secretario de la Sección de Medicina de la Academia Medicu-Quirúrgica Española, Dr. D. Nicolás Rodri- gaez y Abaytua, salvo vuestro mejor parecer. to 219 ENSAYO SOBRE EL VOMITO DE LOS CRIOLLOS, Ó FIEBRE DE BORRAS DE LOS NIÑOS, Y SU TRATAMIENTO; por el Dr. 4. W. Leyes, (1). El trabajo que hoy damos á luz se refiere única y exclusi- vamente á una cuestión de patología intertropical, cuestión de grandísima actualidad, si se recuerda que apenas hace dos años su solución nos preocupaba de un modo principal, y ponía 4 ruda prueba nuestra escasa actividad científica y la infatigable perseverancia y espíritu progresivo de nuestros vecinos los Americanos. Todos debemos recordar con suma placer la presencia en nuestro pais de la Comisión presidido por el Dr. Chaillé para el estudio de la fiebre amarilla; por- que nosotros hubiéramos sido los primeros beneficiados, si los resultados obtenidos hubieran estado en relación con el afan y diligencia con que se buscaron; pero á todos ha quedado la satisfacción de haber propendido al fin, y aunque poco, algo se ha logrado; por lo ménos, despertar nuestro interés y nues- tra curiosidad adormecidos, aletargados, por mil y una causas que sería obvio enumerar. El Dr. Chaillé pedía datos, é in- quiría nuestra opinión, sobre la inmunidad de los criollos para la fiebre amarilla.—En la serie de capítulos que dió á luz de su informe, publicados en nuestros periódicos científi- cos, hay uno dedicado exclusivamente á tratar la cuestión de la inmunidad de los criollos para la fiebre amarilla, y apoyán- dose en opiniones de autores de distinta procedencia, conclu- ye, con documentos poco abundantes y de escaso valor cien- tífico, (y no por culpa suya, sino porque no se le pudieron suministrar otros), por no estar abonados por observaciones completas, detalladas, sino más bien en opiniones más Ó mé- nos autorizadas, que esa inmunidad, ó no existe, ó es muy relativa. Colocados por el azar en un terreno favorable á la obser vación, y en el que podíamos reunir datos que tal vez contri- buyeran á la mejor interpretación de ese y de otros problemas (1) Sesión del 21 de Diciembre de 1881, (V. “Anales,” t. XVIII, pág, 381). 220 enlazados con la patología intertropical, desde qne nos encon- tramos en ese terreno, fué por decirlo así nuestra idea domi- nante la de recoger cuantas observaciones exactas, detalladas, se nos presentaran, alentados por la creencia de que ésa había de ser la única vía que podía conducirnos á la verdad, cual- quiera que fuera. No se deduce, de lo dicho, que hayamos re- suelto el problema; muy léjos estamos de pretenderlo; lo que sí creemos es, que con esas observaciones detalladas, y tan exactas como lo permitían nuestros recursos y las circunstan— cias, salíamos del terreno movedizo é inestable de las opinio— nes, por autorizadas ó respetables que fueran, para colocarnos una vez por todas en el terreno verdadero, firme y seguro de la observación cientifica. Si bien no es nueva la afección de que se trata, su estudio es de fecha tan reciente como entidad morbosa, que aún no se sabe de un modo positivo el lugar que le corresponde en el cuadro nosológico. En las condiciones en que nos encontramos, ni se nos pue- de exigir ni pretendemos que el resúmen histórico que de ella ofrecemos no se preste á discusión; ni se atienda que al citar los autores, de vosotros conocidos, que de ella se han ocupado, queremos despojar á nadie del derecho de prio- ridad: sólo nos guia la intención de dar á conocer las opinio- nes más importantes sobre su clasificación. En el capitulo del informe del Dr. Stanford E. Chaillé so- bre aclimatación 6 inmunidad de los criollos para la fiebre amarilla, traducidos por nosotros para la “Gaceta Médica,” dice este autor que desde 1851 ya aseguraba Blair, al estu- diar la epidemia de la Guayana, que los primeros casos se desarrollaron en niños de corta edad: ignoramos si Blair trae observaciones que demuestren que ya conocía la fiebre de bo- rras, y que esto era lo que llamaba vómito. Segun el Dr. Chaillé, él y Warren Stone, su convertido, fueron los primeros en aceptar que tambien á los criollos de Nueva-Orleans les daba el vómito: hoy, dice Chaillé, todos los médicos caracte- rizados en Nueva-Orleans, excepto Faget y Armand Mercier, b. 4 ñ > A 3 221 que sostienen todavía la antigua opinión, creen que tambien los criollos son susceptibles de contraer la fiebre amarilla; pero en todo esto no se citan más que opiniones, y no obser— vaciones completas, detalladas, con el estudio del pulso y de la temperatura, como hoy se hace. Las primeras observacio- nes que hemos leido, y que se refieren punto por punto á las que incluimos en este trabajo, son las dos que intercala O. Saint-Vel entre las fiebres perniciosas, en las páginas 83 y 84 de su tratado de enfermedades intertropicales:—para Saint- Vel, la fiebre de borras entra, pues, en el cuadro de las per- niciosas. Rufz de Lavison desde 1853 y 1844 aseguraba que el vó- mito negro era la misma afección que en ciertas épocas ataca— ba á los niños en la Martinica. Ballot describe bien la afección en uno de sus Informes; pero no acepta que el vómito y la fiebre de borras de los ni- ños sean una misma afección: en primer lugar, segun Ballot, porque sólo atacaba á una parte pequeña de la población, á los niños de 2 á 9 años; y en fin, “diferencia clinica muy im- portante, porque la albúmina, que en tanta abundancia se encuentra en la orina durante el segundo período de la fie- bre amarilla, no se ha encontrado, ni una sola vez, en los en- fermos atacados por esta fiebre.” En 1870 publicó el Dr. Lota en los Archivos de Medicina Naval un estudio sobre dicha afección; trabajo que no hemos podido conseguir, y en el que defiende el autor con calor la opinión de que la fiebre de borras y el vómito son una misma cosa. Por último, Beranger Féraud, en su tratado de “La Fie- bre Biliosa inflamatoria,” al hablar de esta enfermedad, se apoya, para clasificarla, en algunas observaciones de Lota: — distingue cuatro formas, tres de las cuales son completamen- te idénticas á los grados ligerus de su fiebre biliosa inflama- toria, que en su opinión no es más que el primer grado de la fiebre amarilla. Pero cuando se trata de la verdadera fiebre de borras, de esos casos tan graves y tan rápidos en su curso a AE a A E E AR A e e ii A a A A al E A ETE E AR A A A E E Ts A BEA e A a de E PR A es ( E > 222 de que luego hablaremos, se detiene embarazado y confuso, y dice: “Nos queda, despues de esto, un cuarto grado de Jíebre ma- la, grado en el que hemos visto el vómito negro y la albúmina en los orines; ¿4 qué enfermedad la asimilaremos? Contieso que me encuentro muy perplejo, y que si tuviera el valor de rom- per con vacilaciones impuestas por muchas consideraciones extrañas, concluiría por aceptar la identidad de ese cuarto grado y la fiebre amarilla.” Nosotros debemos preguntar- nos, si concluye en los grados ligeros, ¿por qué no lo hará en los intensos, en que debe ser mayor la analogía? En Cuba se ha observado tambien esa fiebre mala en va- rias poblaciones y en distintas épocas; ha habido años en que la mortandad ha sido grande entre los niños, y la enfermedad era clasificada como tifus; pero no conocemos ni sabemos que se haya publicado sobre ella ninguna observación clínica completa. En el informe del Dr. Chaillé no hay más que op1- niones contradictorias sobre la naturaleza de la afección, y como lo expresa dicho autor, la mayoría de los médicos de Cuba rechazan con energía, pero sin pruebas, la identidad de esa fiebre y del vómito. Se necesitaban por lo tanto obser vaciones, ántes que todo, para que tuviera una base sólida la discusión: las hemos traido, aunque bien escasas y deficien= tes; otros completarán la obra. Condiciones en que se desarrolló la epidemta.—Pero antes de someter al juicio público las observaciones tan detalladas como nos ha sido posible de la afección que nos ocupa, debe- mos entrar en ligeras consideraciones, porque ni el tiempo n1 las circunstancias nos permiten otra cosa, sobre la localidad en que observamos la enfermedad, estudiando de un modo sumario sus condiciones higiénicas, topográficas y climatoló- gicas, no sólo generales, sino tambien las especialisimas del año de 1880 en su segundo semestre, y del primer semestre de 1881. La villa de Sagua la Grande tiene una población de 12 Á 15,000 habitantes, y está situada, en su casi totalidad, en la 223 márgen izquierda del rio de su nombre, y de 6 á 7 leguas por el rio del puerto de la Isabela, su embarcadero. Su reputa- ción de insalubridad es antigua y merecida, pero debemos de- cir, en justicia, que de veinte años á esta fecha han mejorado mucho sus condiciciones higiénicas, por muchos motivos: en primer lugar, porque habiendo aumentado en población y en superficie tres veces más de las que entónces tenia, con la composición de sus principales calles, que se crearon, por de- cirlo así, rellenando de piedras los pantanos que ántes existían, se han suprimido esos focos pestilentes en los puntos más céntricos de la población; con la costumbre de tomar agua de aljibes, que tanto se ha generalizado, en lugar de la cenagosa y turbia del rio, en la época de las lluvias; con la creación de un sistema de cloacas, que aunque descuidadas muchas veces, mal concebidas y deficientes, no por eso dejan de contribuir al desagiie de la población, y con otras mejoras, que aunque lentas, mezquinas é incompletas, carácter general de todo lo que entre nosotros atañe á la higiene, ornato y entretenimien— to de las poblaciones, han aminorado bastante las condiciones de insalubridad de un pueblo que, por su existencia moderna, por ser relativamente rico y próspero, más debia haber pro- gresado en el sentido de la verdadera higiene. Hoy todavía, muchas son las causas que contribuyen á su insalubridad; entre las cuales la primera la debe á la natura— leza de su suelo, bajo, pantanoso, con una capa delgadísima de mantillo por encima, otra inmediata y más espesa de terreno arcilloso, y poco permeable, y más profundamente una capa arenosa: en semejante terreno, la producción vege— tal es pobre y escasa, sólo hay algunas gramíneas, tales como el cañamazo (Gramen Cañamazo), el espartillo (Aristida Ame- ricana) muy abundante, la guayaba cotorrera (Psidium pyri- ferum) y el guamá (Lonchocarpus sericeus). En este terreno, y teniendo en cuenta la capa arcillosa que lo reviste, las aguas, si no encuentran suficiente declive, ó desahogos artifi— ciales, se estancan necesariamente; como, por otra parte, el terreno es poco sólido, la cantidad de piedras para afian- 4 A as e 294 papa zarlo y los gastos que eso origina por consiguiente, han de ser considerables; de ahí que sea de preferente aten- ción y sólo se componga lo que necesita la población á medida de su desarrollo; así es, que en la época de las llu- vias, y por donde quiera que se dirija el caminante, ó trafi- quen los habitantes, la llegada ó la salida del pueblo es su- mamente difícil: los animales cargados caen en hondos panta- nos, de que sólo á duras penas es posible desentrañarlos; las carretas, atascadas hasta el eje, torturan á los bueyes infeli- ces, que en vano luchan y se esfuerzan por vencer tan insu- perables obstáculos, y los carreteros enfangados y jurando como tales, descargando sendos golpes sobre los pacientes animales, dan lugar á escenas lamentables, no sólo por la im- presión moral que nos causan, sino porque sabemos tambien que esos pantanos removidos y agitados continuamente, bajo un sol abrasador, lanzan constantemente en la atmósfera nubes de emanaciones infectas y mortiferas, de las cuales no todas han de perderse en el espacio (1). Agréguese á todo eso una laguna de dos á tres cuadras de extensión, situada al S. E. de la población, en el mismo perimetro de ésta, y que casi se termina en el cementerio por una de sus extremidades:— esta laguna no es más que un depósito de aguas llovedizas, que en años de una seca prolongada y ardiente, como la de 1881, va secándose poco á poco, hasta extinguirse; que allí existen mi- llones de animales de diferentes géneros y centenares de mi- les de vegetales, (entre las plantas que allí viven, la más im- portante por su tamaño y por su abundancia, citaremos la lechuguilla, Pistia commuttata Schleid, 6 Salvinia hispida Kuth), que al morir, por faltarles el elemento líquido, espar— cen en el seno mismo de la población, sobre todo de noche en el verano, en que el viento que predomina viene de esa dirección, la inmensa cantidad de restos orgánicos, ya propios, ya de los nuevos organismos que su misma descomposición originan, y eso que no hemos podido averiguar, aunque es (1) Es justo decir, que de poco tiempo á esta parte, desde la creación del ferro-ca- rril de vía estrecha, esos espectáculos son cada dia ménos frecuentes. % A : » 225 muy probable por la gran proximidad, si no hay arrastres ó filtraciones del cementerio para la laguna;—además, el rio, en sus grandes crecientes, siempre deja abundantísima cantidad de restos orgánicos en sus orillas. En tales condiciones, si la escasez de lluvias en tiempo oportuno pone á descubierto tán inmensa superficie miasmá- tica, como la de la totalidad de los pantanos, toda ó parte de la laguna y aún del mismo rio, los resultados han de ser de- sastrosos, como en este año (1). Como todos sabemos, el se- gundo semestre del año 80 fué sumamente seco; no llovió en Octubre, como siempre sucede en Cuba; la seca se prolongó, con escasos aguaceros, hasta mediados de Mayo de 1881. A fines de año tuvimos muchos casos de crup; la viruela, que em- pezó tambien á fines del 80, fué tomando cada dia mayores proporciones, hasta que degeneró en una grave epidemia, á tal punto, que áun hoy, Noviembre de 1881, se sienten toda- vía sus efectos. La temperatura se conservó fresca hasta casi mediados de Mayo, aún llegó á soplar el N.; pero de media— dos de Mayo en adelante empiezan casi de repente calores muy intensos, con vientos frecuentes del $, E. y S. y algunos aguaceros, pero tan salteados y con tanto intervalo entre sí, que los pantanos se secaron, y que la laguna fué poco á poco disminuyendo hasta secarse tambien por completo; el nivel del rio era cada vez más bajo, como nunca lo habíamos visto. Entónces empezó el vómito por algunos soldados del bata- llon de San Quintín, que era el que guarnecía la villa, y tam- bien en la población civil: tanto unos casos como otros, en Mayo, Junio y principios de Julio, fueron mortales: tambien empezaron las fiebres palúdicas de mal carácter; hubo alguna angina lardácea; y predominó de un modo, que á todos nos llamó la atención, la constitución médica biliosa; muchos ca- sos de fiebres palúdicas iban acompañados de ictericia. La epidemia de vómito se calmó algo á fines de Junio; los casos no fueron ya tan repetidos, aunque siguieron siendo graves. (1) No hay que olvidar, por su grandísima influencia, la monomanía incurable de criar cerdos en los patios más céntricos de la población. T. xIx,—29 226 Como á mediados de Junio ocurrió el hecho siguiente, que será nuestra primera observación. Observación 1.—El niño J. L., de ocho meses de edad, de ra- za blanca, y que vivía á larga distancia del hospital militar, de buena salud anterior y de excelente constitución, estuvo indis- puesto algunos dias; pero su indisposición parecía tan ligera, sin embargo de tener fiebre, que se le dieron pocos medica— mentos, entre ellos fricciones de quinina, pero con poca cons— tancia y sin mayor diligencia; sin embargo, un dia no encon- trándolo la madre como de costumbre, alarmada llamó á su médico: éste parece que le halló fiebre alta, porque recetó unos papelillos de quinina; cuando los trajeron y fueron á darle el primero, hizo el niño un gran vómito de borras, y murió poco después. A los cuatro ó seis dias murió otro niño, como de siete años, R, P., de raza blanca, de una buena constitución, y sano po- cos dias antes, después de cuatro Ó cinco dias de fiebre, con vómitos semejantes á borras de café. A los pocos dias se vé atacada la niña M. B.: no la ví sino al tercer dia de enfermedad; cuando la ví su mismo padre, el Dr. B., le habia inyectado un gramo de bisulfato de quinina con la jeringa de Pravaz; seguí viéndola repetidas veces al dia, con otros comprofesores, hasta su muerte; he aquí su historia. Observación 11.—PFiébre bilosa grave, por el Dr. Jaime Bo- net.—Niña M. B. de 9 años, de raza blanca, de buena consti: tución y excelente salud, se sintió indispuesta en la tarde del 27 de Junio del presente año (1381). Al oscurecer se le desarrolló la fiebre, sin vómitos ni escalofríos; poco después le atacó una violenta cefalalgia que le arrancaba 4 intervalos agudos gritos de dolor y que no mejoró con los pediluvios, compresas de oxícrato, ni el bromuro de potasio al interior. Se le administró un purgante de citrato de magnesia. Ha pa- sado una noche intranquila. Dia 28—Por la mañana marca el termómetro 103% Fahren- heit, de cuya cifra no baja sensiblemente en todo el dia; el pulso late de 110 á 120 veces por minuto y se encuentra lleno 227 y resistente; la respiración es suave y profunda, casi natural; lengua ancha y saburrosa. Hay sensibilidad epigástrica, que siente como comprimida, y sobre la región hepática. Hace tres deposiciones abundantes, de color verdoso, espesas y car gadas de mucosidades intestinales. La orina parece natural, la piel está seca y ardiente: los labios encendidos y los ojos inyectados y lacrimosos; es verdad que el dolor de cabeza le hace derramar lágrimas con frecuencia. Por la noche se pre- senta un delirio tranquilo; pero duerme á ratos solamente. Se le administra de hora en hora una poción con bromuro de potasio, acónito y acetato de amoniaco. Dia 29.—Tiene la misma temperatura, pulso y respiración. En la mañana empieza á vomitar los líquidos que se le admi- nistran y que pide con avidez; á medio dia, ó sea antes de las 48 horas de enfermarse, hace el primer vómito de borras, que se repiten á intervalos hasta las 7 de la tarde, Examina- dos éstos al microscopio, revelan componerse de bílis y glóbu- los de sangre alterados, con abundancia de mucosidades del estómago. Desde que empezaron los vómitos se queja ménos de la cabeza; pero está más abatida. Los bordes de la lengua se enrojecen y la sed es más viva. La sensibilidad epigástrica se acentúa y se encuentra el hígado aumentado de volúmen, pero suave al tacto. La orina continúa segregándose en can- tidad normal y ha subido de color: su análisis y examen no re- velan nada anormal. Según avanza la noche se aumenta la in- quietud y el delirio. Temiendo una remitente hemorrágica, tan grave y frecuente entre nosotros, se le inyecta un gramo de bisulfato de quinina disuelto en doce gramos de agua destila- da. Se le dan bebidas frias aciduladas y á cortas dosis para evitar los vómitos. Se le administra leche fria por alimento. Tambien se trata de darle un laxante salino, pero su estómago no le tolera. Dia 30.—La temperatura es de 102% por la mañana y 1042 de medio dia en adelante. El pulso llega á 130 y continúa fuerte, lleno y resistente, La respiración se conserva igual. La esclerótica, la piel de la frente, cuello y garganta, toman 228 un tinte ictérico marcado. Las encías están más encendidas y sangran con facilidad. A las once del dia hace dos vómi- tos seguidos de borras y se le humedece momentáneamente la piel. Los demás síntomas continúan en el mismo estado. Como se niega á tomar las medicinas que se propinan y las que toma á la fuerza las devuelve inmediatamente, se recu: rre á las lociones frias aromatizadas y á las lavativas purgan- tes. Tambien se le inyectan 50 centígramos de bisulfato de quinina, más con el objeto de hacer bajar la temperatura que con el de combatir la enfermedad. Dia 1.2 de Juliv.—La temperatura baja 4 103% y se conset- va así todo el dia; el pulso baja tambien á 120, sin perder ninguna de sus demás cualidades; la respiración igual. La ictericia se ha extendido por todo el cuerpo. Parece más tranquila y tiene ratos en que descansa verdaderamente; pero apenas reconoce ya á sus padres, á quienes llama de con- tínuo con los nombres más tiernos que puede usar una hija cariñosa: su cerebro necesita ya de un estímulo, como el del dolor, para darse cuenta de lo que sucede. A medio dia tie- ne ina ligera epístaxis, que se contiene por sí sola. La len- gua continúa humeda; pero más limpia y enrojecida. Las dia- rreas que provocan las lavativas son de un color pálido, que revela la ausencia de bilis en ellos.—La orina contiene algu— na albúmina; pero tambien contiene glóbulos de sangre alte- rados en su forma. Varias de las primeras inyecciones hipo- dérmicas presentan un color violado oscuro, que acusan una extravasación sanguinea en el tejido celular. Continúa ne- gándose rebeldemente á tomar medicamentos y se sigue el tratamiento anterior. Dia 2.—Amanece con 102% de temperatura y con el pulso á 120, siempre lleno y resistente; pero 4 medio dia se le en- frían las extremidades, se cubre de mador la frente, y des- pués aumenta la temperatura 4 105% El pulso sube á 130 y la respiración se acelera. Las encías le sangran á menudo. Vuelve la intranquilidad anterior, y no habla sino para pedir de beber ó para que lo levanten á evacuar. Se le inyectan E 229 30 centígrados de quinina y se continúa con las lociones frias, las lavativas y las mismas bebidas. Dia 3.—La temperatura es de 101% por la mañana; pero aumenta á 103 por la tarde, después de enfriársele de nue- vo las extremidades. Las encías le siguen sangrando y se le cubren los dientes de fuliginosidad. El pulso, la respiración y demás signos continúan iguales. Se sigue el mismo trata- miento. Dia 4.—Ha pasado la noche en una inquietud cruel, no ha tenido un momento de reposo verdadero. Por la mañana marca el termómetro de Fahrenh. 101%; y el pulso, ménos lle - no y resistente, late 140 veces por minuto. La respiración e3 aún suave, pero más acelerada: se han llegado á contar hasta 30 inspiraciones por minuto. La piel continúa seca, la lengua menos húmeda; las encías siguen sangrando á ratos. Se le administran lavativas antiespasmódicas, que la tranqui- lizan por momentos, y se suspenden los purgantes. Hácia la tarde se le enfrían tanto las extremidades que se hace necesa- rio recurrir al calor artificial para devolverle su temperatura; el termómetro sube entónces á 105” y el pulso se desarrolla un tanto. Se le inyectan 20 centígramos de la misma sal de quinina y se recurre á los baños templados. La orina, que había estado retenida en parte, vuelve á emitirse con ellos; no ha vuelto 4 presentar albúmina. Siguen las mismas diarreas. Dia 5.—(8? y último de enfermedad.) La noche ha sido ménos penosa que la anterior; pero ha dormido poco. Se ha quejado con frecuencia de dolores de vientre. Parece que entiende mejor lo que se le dice y que expresa sus sensaciones con ménos dificultad. El vientre está retraido: no ha aumentado ni disminuido el volúmen del higado; no se nota alteración en el del bazo; la vejiga contiene algunos orines. La temperatura es de 101* por la mañana; el pulso está 4 130 y bastante débil; la respiración es suave y profunda; la lengua está más roja y más seca; las encías dejan de sangrarle. Hace varias diarreas espesas de color debrea, que se juzgan características de la fiebre biliosa: 230 - compónense de bilis alterada con abundancia de glóbulos san- guíneos en igual estado y mucosidades intestinales teñidas de negro. Después de las diarreas, que fueron en número de 5, le vuelve la agitación con más fuerza, se acentúa el delirio y no se le entiende lo que habla, á no ser cuando pide agua ó llama á su madre. Desde las 4 de la tarde se hace el pulso más débil y frecuente; pero aún conserva la fuerza muscular. Se usan los excitantes en lavativas é inyecciones hipodérmi- cas, sin resultado alguno. A las seis se marca la frialdad de las extremidades, al par que sube la del tronco, y á despecho de cuanto se ensaya deja de existir tranquilamente, sin una convulsión siquiera, 4 las 8 ménos cuarto de la noche. Observación [I, por el Dr. Jaime Bonet—Niño A. G. de 9 años, blanco, sano y robusto, amaneció con calentura el dia 18 de Agosto del presente año (1881). Su temperatura por la mañana es de 102” Fahrenheit, que sube luego á 103. Pulso á 120, bien desarrollado; respiración natural; lengua húmeda, poco ancha y llena de saburras en el centro. Se queja de un fuerte dolor de cabeza, que se extiende desde la frente hasta la parte posterior del cuello. No ha tenido vómitos, ni sabe decir si ha sentido escalofríos durante la noche. La sed es viva; pero muchas veces no pide de beber por no moverse, porque entón— ces se le aumenta la cefalalgia. La piel está seca y ardiente. Tie- ne los ojos inyectados y se halla soñoliento. No habla si no se le pregunta algo, y aún entónces lo hace brevemente y de ma- la gana. Se le ordenan pediluvios, bebidas diaforéticas y un purgante de citrato de magnesia. Dia 19.—La temperatura ha aumentado medio a duran- te la noche y se conserva casi igual todo el dia (103 ¿ Fahren- heit). El pulso y la respiración no varían. Se nota el hígado algo aumentado de volúmen y suave y sensible al tacto; el bazo parece natural. Continúa la misma sed, el mismo dolor de cabeza, y se queja de opresión en la región epigástrica. La poción diaforética le produce náuseas, El purgante ha determinado dos deposiciones abundantes de materias fecales y gran cantidad de bilis, después de lo cual se siente aliviado 231 y baja la temperatura á 102” Fahrenheit. Con esta tempera- tura se humedece la piel ligeramente, y se le administran 60 centígramos de bisulfato de quinina y una poción diurética, en lugar de la anterior. Dia 20—La temperatura por la mañana es de 103" Fahren- heit; el pulso está 4 110 y la respiración sigue natural. La lengua se limpia en sus bordes, que aparecen rojos. Se le dan 80 centígramos de sulfato de quinina. Por la tarde sube la temperatura á 104? y el pulso á 130; la respiración tam- bién se acelera. Hace dos vómitos biliosos que le dejan in- quieto y desfallecido. La cefalalgia y la sed aumentan. - La poción diurética se hace insoportable por las náuseas que le producen. Se le prescribe en su lugar el crémor tártaro solu: ble bien diluido. Desde el primer dia se le dan todas las be- bidas frias, así como la leche. Dia 21.—Amanece en 1032" de calor, el pulso 4 120 y la respiración ménos acelerada. Ha delirado toda la noche y se encuentra inquieto y quejumbroso. La lengua y encías se enrojecen. Las conjuntivas y la piel presentan un tinte icté- rico marcado; esta ictericia ha sobrevenido casi de repente: La orina, que se emite con dificultad, no da vestigios de al- búmina. Hace varios vómitos biliosos durante el dia, que le aumentan la postración, la sed y la cefalalgia. Su estómago no ha tolerado el crémor que se le dispuso anoche; y se recu— rre á las limonadas frias y á las lavativas purgantes y anti- espasmódicas, Dia 22.—Amanece en el mismo estado, quejándose mucho del estómago y la cabeza. La ictericia se extiende por todo el cuerpo. A las 9 de la mañana, ó sea al cuarto dia de en- fermedad, hace un vómito de borras que le deja más inquieto todavía. Su composición es la misma que en los del caso an- terior. Las diarreas que provocan las lavativas son de igual naturaleza y bastante abundantes. Por la tarde sube la tem- peratura á 104%. La lengua empieza á secarse y las encías le sangran. A las seis se queda tranquilo, como si estuviera dormido, y pierde el uso de la palabra; se acelera y debilita 232 el pulso, y su suave respiración se vuelve suspirosa. Como hay retención de orina, se practica el cateterismo y se extraen unos 150 gramos de un liquido de aspecto natural. Se orde- nan revulsivos á las extremidades y lavativas excitantes y antiespasmódicas, porque no es posible hacerle tragar medi- camento alguno. Dia 23.—(52 y último de la enfermedad). Ha pasado ñ noche en el estado de postración descrito ayer: .apenas ha to- mado algunos tragos de agua ó leche. La temperatura em- pieza á bajar lentamente por la madrugada; el pulso está más vivo é inapreciable; la respiración continúa suspirosa. El vientre está retraido y suave al tacto, y deja apreciar el au- mento de volúmen del hígado, que sobresale algunos centí- metros del reborde de las costillas. No obstante las circuns: tancias favorables para la palpación, no se nota cambio alguno en las dimensiones del bazo. La lengua está seca, las encias violadas, y los dientes cubiertos de sangre coagulada. A las seis de la mañana marca el termómetro 102? Fahrenheit, y ca- si con esta misma temperatura en la axila, pero con las extre- midades frias, sin contracciones ni convulsión alguna, deja de latir el pulso súbitamente, y muere á las ocho de la mañana de este dia. Debemos consignar aqui lo que el Dr. Bonet ha olvidado en sus observaciones: primero, que la niña M. B. había tenido sus fiebrecillas como tres semanas antes, aunque ligeras y dos ó tres dias solamente; segundo, que el niño A. G., la vispera de su enfermedad, había recibido una gran insolación en el rio, 4 donde había ido á bañarse, después de haber andado á caballo. Observación I11.—(Personal).—La niña Rita María G...., de raza blanca, que vivía calle de la Cruz 28, de 4 años de edad, de muy buena constitución, morena, de muy buena sa— lud anterior, estuvo perfectamente hasta el 7 de Agosto de 1881; ese dia, comió al medio dia unos pedazos de piña, tra- gando el zumo y el bagazo, al poco rato tuvo vómitos, arro- jando algo de lo que tomó. Por la madrugada se apercibió la madre de que tenía fiebre, por el calor de la piel, y que hablaba dormida. El 8 por la mañana la vió el Dr. Manaut, la encuentra con fiebre alta, 40%, pulso 4 120, duro, desarrollado, lengua muy saburral, ancha, muy encendida en los bordes; encías suma- mente congestionadas, y los labios parecían hasta abultados; piel muy seca, ardiente, ojos algo inyectados; ninguna trans— piración; orines muy encendidos y abundantes. Prescribió un vomitivo de ipecacuana, y una poción con acónito y acetato de amoniaco; caldo ó leche, por alimento. Con el vomitivo tuvo algunos vómitos y diarreas biliosas; por la tarde igual estado, citrato de magnesia. Al dia si- guiente (9 de Agosto) se halla en el mismo estado, sin varia- ción ni del pulso ni de la temperatura. Al medio dia la veo en consulta con los Dres. Manaut é Iglesias; su estado era el mismo de la víspera, y al examinar los órganos, noté que el hígado sobresalía como dos dedos por debajo de las costillas, que estaba adolorido, y daba al tacto una sensación algo pas- tosa y suave, nada en el bazo. Prescribimos otro vomitivo de ipecacuana, la misma poción y enemas de bisulfato de qui- nina, de 20: centigramos, cada hora y media ó dos horas. A las siete de la noche, cuando volvimos á verla, no había cam- biado su estado; había tenido sus raticos de delirio; había in— quietud, estaba en movimiento de un lado para otro en la cama, la temperatura había oscilado entre 399,9 y 40,1 y el calor de la piel idéntico, es decir, seca, ardiente, encendida; no dormía desde el principio; por momentos parecía dormida, pero cualquier causa la agitalha de nuevo; la respiración em- pezaba á ser suspirosa. No había tomado del vomitivo más que una cantidad insignificante; le suministramos lo que queda- ba, hizo dos ó tres vómitos flemosos, y luego diarreas verdo- sas, pero no unidas, consistentes, sino una especie de diarrea grumosa, verde-oscura. Los enemas de quinina tampoco ha- bían sido utilizados, se le pusieron dos ó tres y los devolvió en seguida. Pasó la noche bastante mal, con su poco de deli- rio por momentos; la piel siempre seca, y excesivamente Ca: T. xIx,—30 233 234 liente y encendida; el pulso con todos los caracteres anterio- res; temperatura 409,1; respiración áun más suspirosa: orines más escasos, por lo ménos más contenidos; insomnio casi com- pleto, con la agitación y la inquietud de siempre; los sínto- mas se exacerban como á las dos de la madrugada, es decir que aumentan el delirio, el calor de la piel, la respiración se vuelve jadeante, el pulso más duro sin ser más frecuente, hay inspiraciones frecuentes, ruidosas y repetidas, y luego un pro- fundo suspiro, seguido de algun tiempo de calma. Por la mañana, á las 7 del dia 10, la temperatura es de 399,9 y el pulso de 120: tinte subictérico de la piel muy marcado, ojos cada vez más inyectados, los demás síntomas idénticos. Doce granos de calomelanos, la poción de acónito y acetato de amoniaco y papelillos de quinina, alternando con el calo- melano, todo en papelillos de veinte centigramos cada dos horas. A las 12 del mismo dia, temperatura 409,1; el mismo pulso, 120, el mismo estado general, salvo que á esa hora parece que los sintomas son más intensos. Al tomar el segundo papelillo de quinina lo vomitó, pero no los de calomelano, de los que tomó dos. Entónces nos decidimos á administrar la quinina en inyeccion hipodérmica; se le inyectaron 0.40 centígramos de bisulfato, y nos llamó la atención la poca sensibilidad que reveló al hacer las inyecciones; como á las dos tuvo un vómi- to de borras: alimentos frios, poción de acónito. A las siete de la noche, el mismo pulso, temperatura 39,9; piel más fresca al tacto, pero muy seca; el mismo insomnio y la misma agitación, con movimiento de rotación sobre el ráquis, de iz- quierda á derecha y de derecha á izquierda, la inyección de los ojos cada vez más intensa, como con reflejos violáceos de la esclerótica, el delirio parecia haberse calmado algo, y está como más despejada; á las 2 de la madrugada temperatura 409,1; pulso algo más duro, piel de un calor urente; síntomas más acusados; la respiración, sobre todo, es característica; ha- ce cinco ó seis inspiraciones cortas, rápidas, ruidosas, jadean- tes, suspiro profundo, y calma después: orines escasos, Ó mejor 235 dicho, es difícil saber si no orina al evacuar; la sed más pro- nunciada y las extremidades con tendencias al enfriamiento, deposiciones biliosas, verde-oscuras, grumosas, semi-líquidas: meteorismo, pero no tanto como á prima noche, en que no ce- dió sino con lavativas. Untura de aceite de manzanilla alcan- forado y fomentos emolientes; inyección de 0.30 centígramos de bisulfato, y un papelillo de veinte centígramos por la vía estomacal; siente más la inyección, porque se resiste y llora. Como á las cinco y media de la mañana, baja la temperatura 4 38,8, se enfrían las extremidades, la cara toma un tinte cia— nótico; el pulso, sin disminuir de frecuencia, se hace más blan- do y más depresible; ninguna traspiración. Entónces se le da caldo con un poquito de vino de Jerez; botellas de agua ca- liente en las extremidades; á los pocos momentos, la tempera- tura volvió á 400. El 11 por la mañana, nos decidimos á darle una tisana de tamarindo con crémor para sostener la libertad del vientre, y baños de agua y vinagre de diez minutos á la temperatura de 20 grados poco más 6 menos, envolviéndola después en una frazada; pasaba algunos momentos tranquila, muy cortos, pero sin dormir, la piel siempre fresca, de un amarillo oscuro, co- mo verdoso y algo jaspeada: ni el pulso ni la temperatura ce- dían en lo más mínimo. Viendo que se negaba á tomar los medicamentos, nos concretamos á darle agua fresca, con hielo, leche ó caldo. Durante una parte del dia se repitió el baño otra vez, sin gran resultado, pues si bien mejoró algo la respi- ración, cesaron los vómitos y parecía algo despejada, en na— da cedieron ni el pulso ni la temperatura. Como á las dos de la tarde, ligera crisis otra vez, delirio y respiración jadeante, la lengua tenía en la boca un movimiento contínuo de una comisura á otra, se pasaba la mano por la cara como querien— do asir un objeto que la molestara, como un hilo ó algo aná- logo; la agitación y el insomnio lo mismo, los labios, la len— gua, las encías, de un rojo carmín oscuro, como si fuera 4 sal- tar la sangre: se pasaba constantemente la mano por la boca y la nariz, como si algo la molestara, hecho que hemos visto 236 repetirse en la niña de la observación número II, como si hu- biese una alteración de la sensibilidad de los nervios de esos lugares; todo eso en silencio, sin un grito ni un quejido. A las ocho de la noche del mismo dia once, los síntomas, so- bre todo el pulso, la temperatura, el calor de la piel, no habían variado; el pulso, cuando más, era un poco más pequeño y más depresible, pero la frecuencia era exactamente la misma. (Como que la niña se orinaba en la cama, cuando orinaba no había lugar á examinar los orines). La inyección de los ojos, cada vez mayor; el aspecto de éstos, de un violado ó azul os- curo; la lengua se pone seca, áspera y algo contraida, pero se la hace beber algo, y desaparece; las deposiciones fueron com- pletamente biliosas, orinó con tal abundancia después de habérsele aplicado un sinapismo en los riñones, que se com- prendió que no había anuria, sino detención en la micción, retención; orines bastante claros y manchando de amarillo la ropa de la cama; fué necesario cambiar ésta dos veces, por su abundancia. Temiendo el cambio, la crísis de madrugada, y teniendo en cuenta que la víspera pareció haber disminuido algo la tem- peratura á esa hora, aunque por muy corto tiempo, inyecta- mos 0,30 centígramos de bisulfato de quinina por la vía hi- podérmica, y administramos un papelillo de veinte centígra- mos por la boca, como á las doce de la noche. Como á4 las dos de la madrugada, hizo con cortos intervalos dos Óó tres vómitos de borras abundantes, algunas borras también en las deposiciones biliosas; la temperatura sube á 409,6, el delirio y la agitación aumentan, la respiración es cada vez más ja- deante, empieza la contracción muscular, la cara se pone vio- lácea, los ojos se inyectan á tal punto, que parecía que había un doble quémosis, la pupila se contrae, queda inmóvil, em- pieza la respiración estertorosa, hay una perspiración ligera, se enfrían las extremidades y muere como á las dos y media, haciendo antes una diarrea muy abundante en la cama, borro- sa y sanguinolenta. Observación 1 V,—(Personal.)—El niño Guillermo C......, ra- a PES 237 za blanca, dé 4 años, de buena constitución, habita en un alto, frente al rio Sagua; hacía algunos dias que estaba algo desga- nado y se había atrasado un poco, pero no gran cosa. Eljuéves 19 de Agosto por la noche, su madre se apercibió de que estaba caliente, le hizo remedios caseros y por la ma- ñana llama al Dr. Bonet: éste lo encuentra con 399,8; pulso 4 132, duro, desarrollado, lengua ancha, muy saburral, con una costra blanca espesa y bordes encendidos; piel seca y ca- liente, muy encendida en la cara y busto; encías inyectadas, rojas, lo mismo que los labios, que estaban tan congestiona- dos, que, según la madre, estaban hinchados; ojos poco inyec- tados, sed, sin delirio ni vómitos, pero inquieto y durmiendo sólo en apariencia, porque estaba amodorrado, despertando por el menor ruido, y se echaba de un lado de la cama á otro. El Dr, Bonet prescribe pulpa de tamarindo con crémor, poción de acónito y acetato de amoniaco, y doce granos de quinina para un enema, que devuelve poco después. Así pa- só todo el dia 20. 21.—Amaneció lo mismo, y continuó sin ninguna variación en todo el dia: —lo vemos Bonet y yo á las 7 de la noche del 21 en el mismo estado ya descrito, sin el menor cambio; noté que el hígado sobresalía como dedo y medio y que estaba al- go adolorido:—convinimos en dar aquella noche dos baños de piés con mostaza, y seguir con el mismo tratamiento. Agosto 22. Por la mañana, pulso 123, temperatura 39,8. Buena respiración, no hay ictericia, sigue el insomnio y al- guna inquietud, la piel tan seca como al principio, sin que el termómetro indique ningun descenso en la temperatura; el mismo tratamiento: 4 las dos de la tarde, ningun cambio, in- tolerancia del estómago, vomita el agua y cuanto toma, dia- rrea muy biliosa, orines siempre abundantes y claros, sin la menor traza de albúmina; prescribimos un baño de esponja de agua fria y vinagre, mitad y mitad, cada dos horas. A las siete de la noche, no han cambiado ni el pulso ni la tempera- tura, no ha sudado, pero duerme un rato cada vez que se le da la fricción, que le produce un efecto agradable, segun dice 238 la madre;—estado general bueno, pero el estómago intolerante. Dejamos la vía estomacal para alimento frio cuando pueda tomarlo; prescribimos, además de la fricción, ayudas de agua fria de cuatro á cinco cucharadas, con una cucharadita de vinagre. Pasa la noche durmiendo bien sus buenos ratos, y esta mañana, á las 7, no tenía más que 38%, pulso 120, piel más fresca, aunque seca, lengua algo más limpia y estado ge- neral más satisfactorio, sin coloración ictérica de la piel, ni respiración suspirosa:—seguimos con el mismo método. Pasa el resto del día bastante tranquilo, durmió tres cuartos de hora, por lo ménos dos ó tres veces, pero cuando tomaba el medica- mento, alimento y hasta el agua, los vomitaba en seguida: aban- donamos la vía estomacal y se le dieron enemas de caldo y su fricción fría por todo tratamiento; á las siete de la noche, tem- peratura á 38,8; pulso blando, desarrollado, 4 108, estado ge- neral mejor, piel fresca, pero seca; seguimos con el mismo sistema. 24 de Agosto.—7 de la mañana: pulso blando, desarrollado, regular, á 108; temperatura 3891; durmió bien toda la noche, —tomó leche tres veces en la mañana sin vomitarla. Al po- nerle el termómetro se resistió un poco y sudó ligeramente; las demás funciones bien,—lengua bastante saburral todavía. Agosto 25. Se sostuvo la temperatura de 38,20 4 38,30 to- da la mañana, pulso de 98 á 100. Por la tarde bajó á 38%, volvió 4 subir á4 38,30, pulso igual. Le sangran las encías. Dientes manchados, lengua más limpia. Dos deposiciones naturales. Sudor parcial del cuello, frente y brazos. Dia 26. Se sostuvo la temperatura de 37,60 4 37,90, pulso de 98% 4 100%, todos los demás sintomas como el dia anterior. Dia 27. Temperatura de 37,30 á 38,90, pulso 92 á 108, alguna sed. Todos los demás síntomas iguales. Dia 28. Temperatura de 37,20 á 39,10, pulso de 96 á 106- Lo demás igual. Dia 29. Temperatura 37 á 37,50, normal. Encías con 2u- cha sangre. Aparecen manchas moradas en el cuerpo. Dia 30. Temperatura normal. Los mismos síntomas. Dia- E 239 rreas borrosas, abundantes, que le han durado hasta el dia 3 de Setiembre. Hasta esa fecha fueron en aumento las manchas en el cuerpo, especialmente donde había a Hoy todo ha desaparecido, (Se finalizará). INFORME ACERCA DE LOS “ELEmemTOS DE HrcreNE Nava” del Dr. D. Angel Fernández-Caro; por el Dr. D. Luís M*. Cowley. (SESION DEL 23 DE ABRIL DE 1882.—V, Anales t. XIX. pág. 60). Ilmo. Sr. Presidente.—Estimados colegas: —Un gran filósofo de la antigiiedad dividía los libros en tres categorías: unos, que basta sálo probar; otros, que es necesario devorar; otros, en fin, en muy pequeño número, que es preciso mascar y di- gerir. A este privilegiado género pertenece el que ha publi- cado sobre la Higiene Naval el Dr. D. Angel Fernández-Caro y Nouvilas, libro que desde las primeras hasta las últimas de sus páginas sustenta el valor científico al nivel de su mérito literario; y á expensas de esos valiosos precedentes, viene so— lícito á impetrar de esta ilustrada Corporación el honroso su- fragio de sus dignos miembros, en justa demanda del envi- diable título de socio corresponsal de tan . docta agrupación. Una bella introducción precede á los diversos capítulos en que ha dividido su obra el Dr. Fernández-Caro, y en la cual campean el dictado del más elegante estilo, la instrucción más vasta y la erudición más completa. En ese preámbulo describe el autor las diferentes etapas por las cuales ha pasado la Higiene desde sus primeros albo- res hasta el presente, haciendo constar con acopio de valiosas pruebas, que desde los preceptos proclamados en la cumbre del Sinaí, más luego por los sacerdotes de la India, los mitos de los Escandinavos y los Persas, y más adelante por Maho- ma en medio de las abrasadoras arenas de la Arabia, y pues- tos como preceptos divinos á unos pueblos cuya ilustración no bastaba para conocer sus ventajas; y que desde los céle— 240 bres juegos olímpicos, las imperecederas leyes de Solón y de Licurgo, las sabias instituciones de Pitágoras, los inmortales escritos de Hipócrates, las máximas de Platón y de Plutarco, los famosos torneos de los emperadores romanos, de, dy, hasta los interesantes adelantos realizados por la Higiene contem- poránea, no ha habido progreso que no le reporte utilidad, no dando el hombre un paso en el camino de la civilización, sin que el horizonte de su vida se dilate, sin que las condiciones de su existencia se mejoren. Los progresos é importancia de la Higiene Naval se dejan trasparentar, de una manera clara, en las páginas que á tan interesante asunto dedica el Dr. Fernández-Caro, demostran— do que este ramo no constituyó hasta hace poco más de un siglo un estudio especial; teniéndose en muy poco en los bu- ques el bienestar de las tripulaciones, necesitándose los afa- nes y estudios de los Lind, Morogues, Duhamel, Poissonniére, para establecer los primeros fundamentos de una ciencia tan importante, y que había de cambiar, como cambió, el modo de ser de la profesión naval; tocándole en el siglo XIX á la Francia la gloria de preceder á todas las naciones en los ade- lantos realizados en el terreno cientifico y práctico de la Hi- giene Naval, cultivado hoy por multitud de médicos, cuyos nombres conoceis vosotros, y entre los cuales merece honrosa mención el inolvidable Fonssagrives. Para revelarnos la importancia del interesante ramo de la Higiene, de que nos venimos ocupando, nos conduce el Dr. Fernández-Caro al interior de un buque, en cuyo seno, no so- lamente se aglomeran como en ninguna otra parte más causas productoras de enfermedades, sino que es mayor la dificultad de desterrarlas, cuando no se ha tenido el cuidado de impedir- las; observándose generalmente, que mientras la Higiene Pú- blica expone leyes generales á las que todo puede y debe do- blegarse, la Higiene Naval tiene que sujetar sus prescripciones á circunstancias particulares, teniendo que limitar, más de una vez, sus exigencias á la índole especial de las condiciones, ba- jo la influencia de Jas cuales desarrolla su acción; tropezando 241 á cada paso con los obstáculos que le proporcionan, para ser eficaces sus preceptos, la aglomeración inevitable de individuos en un espacio relativamente pequeño, los lugares poco apro- piados para la conservación de los alimentos, la poca variedad de éstos, los rapidísimos cambios atmosféricos; condiciones que no pueden removerse, y á que la Higiene Naval tiene que subordinarse. Conservar una tripulación sana y vigorosa en medio de un vasto océano, lejos de la familia y con la amenaza de una en— fermedad, de la que no es posible evadirse, y que arrebata “cada dia nuevas víctimas, es, como dice muy bien el Dr. Fer- nandez-Caro, una de las más aflictivas penalidades que pueden sobrevenir en un buque, y que son muy frecuentes cuando los preceptos de la Higiene no son atendidos, siendo éstos de un interés tal, que sin ellos no es posible llevar á feliz término cualquiera empresa, ni tener buen éxito ninguna expedición naval; citando con tal motivo elDr. Fernández-Caro, como prueba de los beneficios de la Higiene sobre la mortalidad en las guerras y naufragios, la opinión del gran Federico, quien decia que la fiebre le arrebataba más soldados, que siete ba- tallas campales; evidenciándose hoy por medio de la estadís- tica, que siempre que se ha cometido una sensible omisión hi- giénica por necesidad ó por descuido, se han desarrollado un cúmulo de enfermedades; fúnebre cortejo de las guerras que han diezmado los ejércitos con ménos ruido, pero con más seguridad que las balas de los enemigos. Los diferentes sistemas de reclutamiento para el servicio de los buques del Estado constituyen, en la excelente obra del Dr. Fernández-Caro, uno de los capítulos más interesantes; fundándose en que el servicio en los buques de la marina de guerra, sies verdad que constituye una noble profesión, es por otra parte difícil de ejercer, porque requiere en el indivi- duo determinadas condiciones, de las cuales no es posible prescindir, y que son el fundamento de una buena organiza- ción naval; haciendo constar á la vez, que si tres meses de ejercicio y la vista del enemigo bastan, como decia Napoleon, T. xIx.—31 242 para hacer un soldado, las leyes que rigen para la organiza- ción de los ejércitos no son en manera alguna aplicables á la constitución de un buen plantel de marinería; verdad incon- testable, sobre la cual están de acuerdo todos los que á la Hi- giene Naval han consagrado sus estudios, haciendo constar que la profesión de marinero requiere cierto hábito, ciertas condiciones de instrucción y de experiencia, que dificilmente se adquieren si no han comenzado desde la cuna. Después de indicar el Dr. Fernández-Caro los inconvenien- tes y ventajas de los distintos reclutamientos navales, prefiere como el más aceptable, en el concepto higiénico, bajo todos los puntos de vista, el servicio voluntario; pero que no siendo esto posible, al ménos por ahora, y teniendo que elegir entre los voluntarios ó el sorteo, se inclina á los primeros, por lle— nar este cuerpo todas las condiciones de la antigua matrícula, siendo á la vez los individuos que vienen á las listas de ins- cripción gentes del litoral ya acostumbradas á la mar. Sensible es que el reducido tiempo de que nos es dable disponer, nos prive de la grata tarea de daros cuenta detallada del segundo capítulo de la obra del Dr. Fernández-Caro, con- sagrado á la aptitud física qu erequiere la profesión del mari- nero, la cual por su índole no puede ser comprendida sino por el hombre que se halle dotado en alto grado de las mejo- res garantías de resistencia orgánica.—La edad, la talla, la conformación constituyen, en la obra de que hablamos, im- portantísimas páginas sembradas de consideraciones oportunas y de útiles deducciones, encaminadas á dilucidar el importante asunto que sirve de tema á este capítulo. Las exenciones físicas llaman con sobrada razón la aten- ción del Dr. Fernández-Caro, haciendo coustar con tal mo- tivo, que el reglamento actual sobre el particular, calcado en un todo sobre el modelo del destinado al ejército, si bien no puede ser desechado en su totalidad, deja mucho que desear por bastantes conceptos; y permitiéndose hacer, después de ex- presar las exenciones que ese Reglamento determina, las opor- tunas modificaciones que debía sufrir en su concepto, y las UY 243 cuales son de aplaudirse calurosamente por su importancia y trascendencia. La segunda parte de la interesante obra del Dr. Fernández- Caro, dividida en dos capítulos, se refiere 4 la Higiene aplica- da á la navegación, abrazando dos puntos de vista: el buque y el personal, y dividiendo los particulares que á este importante asunto se refieren en doce artículos que comprenden la habita- ción náutica, —materiales de construcción, —compartimiento de los buques, —atmósfera náutica, —medio de destruir el me- fitismo en los buques,—luz, ventilación, desinfección, limplie- za, higiene de los buques epidemiados; comprendiendo en la higiene del personal, el vestuario de la marinería y el aseo de la persona; asuntos todos que ha sabido el autor tratar con mano maestra, y que por su extensión y oportuna contribu- ción de datos, más parecen capítulos de la Higiene general que no apéndices obligados del exclusivo estudio de la Higio- tecnia naval, En el capitulo tercero de la obra del Dr. Fernández-Caro y Nouvilas, se ocupa de la bromatología náutica, parte intere- sante de la Higiene Naval, plenamente justificada por el des- envolvimiento con que la ha tratado el autor, en cuyas pági- nas hace constar, después de algunas ideas generales sobre la alimentación, las sustancias más utilizables para la marinería; deteniéndose en la exposición de los alimentos procedentes. del reino animal, vegetal y mineral, en los condimentos y: bebidas utilizables, y sobre cuyo último particular examina; como no podía ménos de suceder, el importantísimo capí- tulo del agua, consagrando, á tan interesante materia la extensión que ella merece, en virtud, Sres., de que gracias á Dios no siente hoy el navegante, en medio de las lejanas olas, los horrores de una sed inextingible, verdadero su- plicio de Tántalo, que en más de un drama marítimo ha revelado la historia; merced al descubrimiento de la destila- ción del agua del mar, previsto hace largo siglo, pero prac- ticamente realizado en estos dias; descubrimiento que debe colocarse en la misma altura que el de los cloruros desin- 244 fectantes, la sustitución del blanco de zinc por el blanco de plomo, el empleo de la lámpara de Davy y otros muchos que constituyen uno de los más brillantes florones de esa coro— na inmortal de invenciones fllantrópicas, que el genio huma - no, inspirado por la beneficencia, ha colocado sobre la frente del presente siglo. La ración naútica es para el Dr. Fernández-Caro el objeto de un interesante artículo, reclamando en su obsequio, como bases que deben servir de fundamento á un buen régimen alimenticio, la calidad, cantidad y variedad. El alimento es el agente que da vigor al organismo, y cuantos esfuerzos se hiciesen para mantener sanos y robustos á los individuos, se- rían nulos sin una alimentación suficientemente abundante. La calidad de los alimentos es la primera condición que debe exigir la bromatolugía, no teniendo necesidad de hacer presen- te, que la falta de variedad es, como dice muy oportunamen- te el Dr. Fernández Caro, uno de los más graves inconvenien- nientes de la ración náutica, en virtud de que, como todos VSS. saben, la repetición de los mismos alimentos, por buena que sea su calidad, fatiga el estómago, cansa el apetito y es una causa predisponente de enfermedades. Variedad más que can: tidad es, como dice Fonssagrives, el verdadero secreto de una buena alimentación; verdad incontestable sobre la cual se ha estrellado la Higiene, que cou razón ha mirado siempre con justificada prevención esa uniformidad sistemática que en todo parece ser el carácter inherente de las profesiones mili- tares, y que le sirve de justo pretexto al Dr. Fernández Caro, para abogar con justificados motivos á favor de dos clases de raciones, una para puerto y otra para la mar, compuesta la primera de carne fresca, pan, vegetales y legumbres frescas; la otra de carne conservada, legumbres prensadas ó patatas desecadas, café, pan y vino; considerando á la vez de mucha necesidad la modificación del régimen alimenticio en Ultra mar, en virtud de las modificaciones que el apetito y la diges- tión experimentan en los climas cálidos, comparados con los frios. ei 245 Nosotros no tenemos necesidad de hacer constar, que el autor de la obra que analizamos termina sus interesantes pá- ginas, sobre la ración náutica, por las útiles ventajas de la buena preparación de los alimentos, la inspección del rancho, la limpieza de los utensilios de cocina, la oportunidad de las horas reglamentarias para la distribución de los alimentos; en virtud de que estos particulares no podían pasar des- apercibidos por su importancia, ante la reconocida compe- tencia del Dr. Fernández-Caro en la materia. La profesión marítima es una en su clase; pero las especia- lidades que abraza son muy diversas, exigiendo la Higiene de cada una de ellas precepto3 particulares; motivo muy podero- so por cierto, que ha servido de tema al Dr, Fernández Caro para dedicar en su obra ei capítulo cuarto á las profesiones y trabajos, en el cual después de establecer, conforme á la mayor parte de los autores de Higiene, la división en tres gru - pos de las profesiones que se ejercen 4 bordo, dedica á ca- da uno de ellos las más interesantes apreciaciones, suminis- trando los consejos y precauciones más en armonía con su indole, y ajustados á los progresos incesantes de la ciencia de la salud individual. La tercera y última parte del recomendable tratado de Hi- giene Naval del Dr. Fernández-Caro está dedicada al intere sante asunto de la vida del mar, describiéndonos en varios capítulos las influencias del medio marítimo y del náutico, sirviéndole el particular que á la influencia de los movimien— tos del buque se refiere bajo el punto de vista de su acción sobre la economía, para ocuparse con la atención que se me- rece del importante asunto del mareo, en el cual después de hacer constar que ninguna teoría explica completamente su naturaleza, por más que en cierto modo todas responden á los fenómenos que observamos en él, emite la opinión de que la singular naopatía de que nos venimos ocupando, es producida por una excitación anormal del gran simpático, determinada por los movimientos del buque, los diversos olores, la movili- dad de los objetos, el temor y las otras varias causas que influ- Si 246 yen en el que navega; sirviéndole el capítulo que á esta im- portante cuestión se refiere, para desenvolver en conceptos elevados los más interesantes problemas. Las influencias dependientes del medio climatológico, de la navegación, la higiene moral, las distracciones, los castigos, la higiene del marinero enfermo, enfermería, material sanita— rio, constituyen los más interesantes artículos de los variados capítulos en que ha dividido su obra el autor á que venimos haciendo referencia. El tiempo que hemos consagrado al análisis de este trabajo es ya demasiado largo para que sigamos molestando vuestra ilustrada atención, y nos detengamos en hacer nuevas citas acerca de su reconocido mérito; creyendo por nuestra parte, que la obra que hemos analizado no es un tratado banal de Higiene Naval, sino que por el contrario tiene su personalidad propia, y estando convencido de que el lector, que revise sus pá- ginas, al cerrarlo dirá: éste es un libro interesante, instructivo y agradable. En tal concepto, el que tiene la honra de dirigiros la palabra, se permite recomendar 4 vuestra ilustrada aprecia- ción el Tratado de Higiene escrito por el Dr. D. Angel Fer- nández-Caro y Nouvilas, y presentado á esta respetable Cor—- poración para optar al honroso titulo de miembro corresponsal de ella, como el más valioso precedente en que podeis descan- sar para otorgarle á su autor el muy meritorio título á que aspira; no vacilando en asegurar, que en nuestro concepto es el complemento de todo lo que pueda exponerse en materia tan interesante, Los EXPERIMENTOS DE PASTEUR Y EL CoyGrESO DE GUNEBRA. Una de las comunicaciones más notables del Congreso In- ternacional de Higiene, en Ginebra, ha sido la de Mr. Pas- teur acerca de la atenuación de los virus, refiriéndose par- ticularmente al rábico.—Hace como un año que inoculó cierto número de conejos con la saliva de un niño que murió 247 de rabia, y los animales contrajeron la enfermedad, encon- grándose siempre en su sangre un microbio que, inoculado, produjo la rabia en otros; pero el cultivo de dicho organismo no llegó á ser atenuado, sinoque se mostró tan virulento como siempre, cualquiera que fuese la distancia de su orígen, descu- briendo Pasteur que la saliva humana puede ser fatal á los conejos, aunque no contenga ninguno de los microbios espe- cíficos de la rabia: en este caso, débese la muerte á un veneno séptico que reside en otro microbio; éste ha podido ser culti. vado por Pasteur y Thullier, y llevado su cultivo hasta la 80 > generacion. Inyectado entónces en los conejos, los mata con la misma rapidez, determinando en ellos una fiebre séptica, Respecto á la atenuación del virus, los experimentadores some- tieron los cultivos á la acción del oxígeno, como en el caso del cólera de las gallinas; mas estos cultivos fueron practicados en un líquido especial compuesto de dos partes de caldo de ter- nera y una de sangre de conejo, porque, segun parece, esos organismos salivales son algo delicados en sus gustos y pere- cen en mixturas más simples; sin embargo, así alimentados viven los microbios, expuestos á la acción del oxígeno, duran- te 40 6 50 dias, debilitándose gradualmente su virulencia, de modo que, si se cogen en los diez últimos dias y se inoculan á los conejos, éstos no mueren, sino que por el contrario perma- cen inmunes á otras inoculaciones de virus activo.—Las se- creciones nasales de los caballos atacados de fiebre tifoidea reproducen una enfermedad igual en los conejos á que se ha inoculado; pero atenuada su acción de la manera expresada, se llega á asegurar la inmunidad de los conejos; y quizás esté reservado al porvenir el establecer la vacuna tifoidea, si se recuerda que 400.000 carneros y 40.000 novillos fueron vacu- nados contra el ántrax, reduciéndose la mortalidad 4 1 por 300 en los primeros y á 1 por 2.000 en los segundos.—No to- dos los experimentadores han obtenido resultados idénticos á los de Pasteur, pues la atenuación de los virus, que en el labo- ratorio es fácil de demostrar, encuentra serias dificultades en la práctica. 1% dea 1% a 9 63 e She £ paa loo] ]lo. 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Sintomas, marcha, duración, d:.—Ahora bien, señores, el conjunto de estas observaciones nos ofrece el cuadro de síntomas siguiente: un curso rápido y violento; la afección va á su fin, por decirlo así, de un tirón; la generalidad de los en- fermos muere en cuatro ó cinco dias, sin que la afección pre- sente grandes oscilaciones en su curso; las variaciones del pulso, como las de la temperatura, son insignificantes, siem- pre se conservan sostenidos y amenazadores; la cefalalgia, inyección de los ojos, lagrimeo y dolores contusivos de los miembros, cuando existen, pueden ser muy intensos; la con- gestión, tanto de las mucosas como la de la piel, es un hecho general; los labios y las encías aparecen tumefactos, de un ro- jo subido de cereza, la lengua ancha, húmeda, saburral y muy encendida en la punta y bordes: la reacción es, pues, formida- ble; la intolerancia del estómago principia muy temprano, y los vómitos son característicos; no hemos visto las diarreas es- pontáneas; el eretismo nervioso es considerable, la respiración llega á tomar un carácter especial por lo entrecortada y sus- pirosa, y hasta jadeante, y eso constituye un síntoma de ma- lísima significación pronóstica; las secreciones, si bien parecen ménos activas, no por eso se suprimen, la expulsión es la pe- rezosa, están como detenidas, pero no suprimidas:—en un momento dado, los orines, cuya secreción parecía nula, son expelidos con abundancia, como en la niña Rita María G.; al niño M. G.. hubo que sondearlo, porque no orinaba, á pesar de que la vejiga formaba un tumor considerable, de forma carac- terística: hasta hubo que dejar la sonda puesta, tan incom- pleta era la micción. El aspecto de los orines, en general, es casi normal, no muy cargados; —la cantidad de albúmina que en ellos se ha encontrado, no está en relación con la genera- lidad de los casos de vómito de igual intensidad. Hay secre- ción biliar exagerada, y en nuestras observaciones, siempre T. XIX,—35 274 hemos encontrado el higado algo voluminoso, adolorido y blando;—nada en el bazo. La ictericia es visible desde el tercero Ó cuarto dia; más 0 menos intensa en la esclerótica y en la piel; ésta da la man- cha meningítica más clara, más rápida y más intensa que el vómito, —no deja los dedos tan marcados como el vómito;—hay tendencia á la hemorragia, sangran las encías, pero nunca he- mos visto una verdadera hemorragia. Diagnóstico diferencial.—¿Qué afección es ésta que ataca al elemento criollo con tanta violencia, áun en aquellos lugares en que el vómito reina endémicamente; y que unas veces lo precede, otras lo acompaña, y otras parece que se desarrolla por sí misma, puesto que ha habido años en que ella ha sido una causa importante de defunción, sin que la fiebre amarilla tuviera una gravedad correlativa, como parece haber sucedido á veces en la Isla? O. Saint Vel, en la edición de su obra de 1868, la coloca entre las fiebres perniciosas, y en las páginas 85, 84 y 85 de su tratado de enfermedades intertropicales, cita dos observa- ciones exactamente comparables á las nuestras, por su vio= lencia y letalidad: ambos enfermos sucumbieron sin que la quinina modificara para nada el curso de la afección. Difícil nos parece el aceptar que éstas sean fiebres perni- ciosas, tales como las comprenden Colin, Bacceli, Bastianelli, á, no obstante las ligeras diferencias que los separan. Según el autor francés, en su obra tan conocida sobre las fiebres in- termitentes, en que no hace más que sujetarse á la clasifica ción de Torti, porque dice que la han confirmado las obser- vaciones recogidas en casi todos los puntos del globo, las fiebres perniciosas se dividen en dos clases principales: 192 Las comitantes, caracterizadas por la aparición de un sínto- ma grave é insólito; 22 Las solitarias (nuestras subcontínuas y perniciosas de hoy), que no tienen ellas de grave, más que la tendencia del movimiento febril á hacerse agudo y contínuo. No colocamos nuestras observaciones en la primera categoría, porque en ellas no hay ningún síntoma insólito; el estado ge- A 275 neral solo es el grave, Ni tampoco en la segunda, porque no hay acceso que dure cinco y hasta ocho dias, como en la niña M. B.; si aceptáramos lo último, también el vómito sería una fiebre perniciosa. ¿Podríamos suponer siquiera que es una hepatitis, teniendo en cuenta el aumento del higado, su sensibilidad y la impre- sión que da al tacto, hecho constante en nuestras o bservacio- nes? Ni por un momento nos parece que debemos detenernos en semejante suposición: el curso tan rápido de la afección está en contradicción con lo que sabemos de la hepatitis; ade- más, los síntomas son los de una enfermedad general de toda la sustoncia, y no se inicia como las enfermedades locales. Muchos autores, mejor dicho, la generalidad de ellos la ha colocado entre las fiebres biliosas, Ó la han dejado subsistir entre estas fiebres, faltos de elementos para distinguirla, - ca— yendo así en el error, é iucurriendo en el reproche que les hace Féraud á propósito de su fiebre biliosa inflamatoria: se- gún este autor eminente, la denominacion de fiebre biliosa no es más que el caput mortuum de la piretologia de los países cálidos; alli va á parar todo lo incomprensible, lo dudoso, lo no estudiado. M. Féraud, queriendo despejar el terreno, si se me permite la expresión, ha tratado de clasificar, de distinguir cada una de las especies morbosas que podían estar incluidas en lo que se llamaba fiebre remitente biliosa, y las ha dividido del si- guiente modo: A. Embarazo gástrico febril de los países cálidos, palúdi- cos, que no es, propiamente hablando, más que el primer re- sultado de la impaludación en esos parajes. B, Fenómenos biliosos ligeros, complicando la fiebre palú- dica ordinaria, en ciertos países cálidos. O. Fenómenos biliosos graves, complicando esta fiebre palúdica, hasta el punto de constituir, en un momento dado, un verdadero acceso. D. La fiebre biliosa melanúrica. E, La fiebre biliosa hematúrica, o , A SR e AS OS 276 F, La fiebre de recaídas. G. La fiebre llamada tifoidea biliosa. H. La hepatitis febril de los países cálidos. I. Lo que se ha llamado fiebre remitente biliosa propia- mente dicha, con sus diversos grados ligeros ó graves, sus for- mas intermitente, remitente, subintrante, semicontínua «. J. La fiebre llamada biliosa inflamatoria de las Antillas. He transcrito esta clasificación, para que haciéndoos cargo del estado actual de la clasificación, no os sorprenda que pa- se por alto todas esas especies morbosas, para detenerme en la que nos interesa para nuestro diagnóstico diferencial; las otras están caracterizadas por los calificativos que las acom- pañan. Ahora bien: como que los autores, al ocuparse de la fiehre de borras, la han incluido en general en la remitente biliosa, como todavía lo hace nuestro compañero el Dr. Bonet, vamos á resumir los principales caractéres de esta remitente, tales como los describe Féraud, como el más competente de los au- tores recientes quese han ocupado de esa entidad morbosa. La fiebre remitente biliosa, segun Féraud, no se presenta ge- neralmente más que en individuos, que no sólo tienen cierto tiempo de permanencia en la colonia, sino que han tenido siempre accesos de fiebre más ó ménos numerosos, más ó mé- nos graves, bastante rabeldes siempre, aunque perfectamente obedientes, en el momento, á la quinina. Si se interroga con cuidado al enfermo, siempre hay indicios de paludismo. Lo más á menudo el ataque actual ha principiado casi siempre por accesos francamente intermitentes, en que los tres esta- dios, escalofrío, calor, sudor, y la periodicidad diaria, estaban marcados con mucha regularidad. —Desde el principio los ori- nes son puramente febriles, ó contienen bilis; no contienen al- búmina, á ménos que haya tendencia á la melanuria.—La fie— bre remitente tiene una marcha fácil de reconocer por sus accesos, que se siguen de muy cerca; pero separados por in- termedios apreciables, —Estos accesos duran á menudo seis, ocho, diez, doce dias; reaparecen, despues de haber 277 desaparecido, para persistir Ó volver algunas veces toda- vía. Salvo en los casos en que sobrevenga una intermitente, en tiempo de una epidemia de fiebre inflamatoria, no hay ca- pa en las encías.-—Ni tampoco eritema escrotal. Cuando aparece la ictericia, y aún sin ese fenómeno, el hií- gado, lo más á menudo, está algo hiperemiado, aumentado de volúmen, sensible á la presión. La quinina es soberana en la inmensa mayoría de los casos.—Puede absorberse á veces en dósis considerables, sin producir fenómenos de saturación. Evita la vuelta de los accesos, y produce generalmente un ali- vio de buen carácter. Tales son, señores, los principales caracteres de la fiebre bi- liosa remitente.—La fiebre de borras no se parece á ella, ni por los antecedentes, ni por su curso, ni por sus vómitos ca— racterísticos, ni por su duracion, y las observaciones nos han demostrado que en nada influye en su curso la quinina, que su administración es por lo ménos inútil, cuando no dañosa, Que tiene parentesco muy cercano, sino una identidad com- pleta, con la fiebre biliosa descrita por Féraud, nos lo de- muestra la observación del niño Guillermo C.,....cuya afec cion, sino tan grave como las de los otros enfermos, tuvo los mismos síntomas; esa observación indica que la afección pre- senta formas más ó ménos graves, sin perder por eso su uni- dad.—Estas tres entidades morbosas, vómito-negro, fiebre de borras de los niños y fiebre biliosa inflamatoria, ¿son tres séres distintos Ó una sola y única afección, cuyos caracteres son al- go variables según las condiciones etiológicas, topográficas, de? Difícil, si no imposible, es dar, hoy por hoy, una respuesta concluyente á esa pregunta; nada se parece más al vómito que la fiebre biliosa inflamatoria, ni nada tampoco se asemeja á ambas más que la fiebre de borras de los niños. El conjunto general de los síntomas es de una semejanza sorprendente; las diferencias, en cambio, cuando existen, ó las que existen, no son tan grandes ni tan constantes, que no se imponga siempre. la creencia de que todo eso puede muy bien no ser más que una sola y única entidad morbosa.—Así, al examinar en con- cel a dl E E Y 278 junto los síntomas de la fiebre de borras, indicamos que la constancia de la elevación de la temperatuaa y del pulso, la escasez Ó falta de albúmina en los orines, la no existencia de la anuria, por lo ménos de una manera apreciable, la dificul- tad con que aparece la mancha meningítica, la ausencia de la inquietud de las piernas, aunque haya dolores contusivos, to- do eso, en fin, no constituye carácter diferencial absoluto.-Por- que si bien es verdad que en general hay remisión en el se- gundo período del vómito, ésta puede faltar, como lo consig- na Jaccoud en su apéndice, pág. 197, al tratar del período de localización de los síntomas en la fiebre amarilla. “Es impor- tante agregar, dice el eminente profesor, que la remisión del tercero Ó cuarto dia, aunque frecuente, puede faltar sin em- bargo, de suerte que la mejoría subjetiva del enfermo es, á decir verdad, el signo más positivo y más constante del prin— cipio del segundo período.”—La escasez ó falta de albúmina en los orines es más digna de llamar la atención; pero aún en esto hay sus dudas, porque si nos atenemos á las observaciones que de Lota toma Féraud, la albúmina no es ni rara, aún en los casos de mediana intensidad; nos parece, sin embargo, que Lota ha encontrado demasiadaalbúmina, pues ya conocemos la opinion de Ballot, observador eminente que tiene Féraud en grande estima, y que niega rotundamente su existencia; nos llama la atención que en casos mortales v tan rápidos co- mo los nuestros, la albúmina no haya sido muy abundante. Esos casos entran casi todos en la forma fulminante del vó- mito, de que habla Jaccoud; lástima que éste no haya insisti- do en la producción de la albúmina en esos casos, establecien- do la relación que puede haber entre la gravedad del caso y la mayor ó menor producción de albúmina: haremos observar que en la niña M. B., que murió al entrar en el noveno dia, y de paso llamaremos la atención sobre la muerte de casi todos nuestros enfermos, del cuarto al quinto dia, como en la forma fulminante del vómito, en dicha niña, repetimos, encontramos un poco de albúmina. —En el vómito, dice Jaccoud, la regla es que el higado esté ligeramente aumentado de volúmen, 279 En cuanto á los vómitos negros, cuyo aspecto en nada difiere de los de la fiebre amarilla, de los análisis de M. Porte, cita- dos por entero en la obra sobre Fiebre Biliosa Inflamatoria de Féraud, resulta que están constituidos, como las diarreas, por sangre, bilis y productos del tubo digestivo, como en el vómito. Pero por mínimas que sean esas diferencias, ó por más que la imaginación las atenúe, ¿dejarán por eso de existir? Es evi- dente que no. La cuestión está en que esas diferencias no sean tan características, que nos obliguen á aceptar otra enti- dad morbosa, distinta del vómito. Si la fiebre biliosa infía- matoria, estudiada por Féraud, llega á confundirse con el vó- mito hasta tal punto, que nos veamos obligados á aceptar la identidad de ambas formas patológicas, con tanto ó mayor motivo tenemos que aceptar que también la fiebre de borras es idéntica á la fiebre amarilla, porque los vómitos caracte- rísticos, raros ó escasos en la fiebre inflamatoria biliosa, cons- tituyen un carácter primordial de los de borras, tanto, que provisionalmente nos hemos permitido darle ese nombre. En casi todos nuestros enfermos, ha existido la ictericia más Ó ménos temprano, con mayor ó menor intensidad, y en todos se ha pronunciado mucho más después de la muerte. Los varones han sido más atacados que las hembras: de los casos - que hemos citado, todos los atacados eran niños robustos, sa= nos generalmente, de muy buena constitución, y entre los muertos hubo un niño de ocho meses.—Asistimos otros varios casos, hoy tenemos esa convicción, que se terminaron feliz- mente al principio de la epidemia. En la Isabela, el puerto que corresponde á Sagua, y que se halla á 3 leguas de esta villa por el ferro-carril, hubo también dos casos mortales en la misma época; no me he ocupado de ellos por no haberlos visto; y las condiciones de insalubridad son tantas ó mayores que en Sagua. Todos los datos anterio- res concuerdan perfectamente con lo que sabemos del carác- ter del vómito, —Así es, que si en un principio creíamos y has- ta lo hemos impreso, basándonos en los datos que entónces OI NR ALIAS Y ER: EOS 280 teníamos, que las dos afecciones eran distintas, hoy nos vemos forzados á confundirlas en una sola, y á no considerarlas más que como modalidades ó formas de una misma entidad mor- bosa, la fiebre amarilla. Tratamiento.—Tiempo hacía que habíamos tenido lu- gar de observar, en nuestra práctica, que las fiebres del país parecían obedecer á dos influencias distintas, ó á dos sistemas terapéuticos: las unas se dejaban impresionar fácilmente por el remedio soberano, por las sales de quinina; en ellas, la qui- nina tenía toda su eficacia, gus efectos eran casl siempre segu— ros, y si no siempre curaban, constantemente se apercibía uno de su benéfica influencia. En las otras, su acción era nula, en nada modificaba el estado general de los enfermos, y cita- remos un caso, en prueba de que afirmamos lo que hemos vis- to, y no otra cosa. Recordamos haber asistido con los muy distinguidos Dres. D. Gabriel M. García y D. Domingo Fer- nández Cubas, en la calle de San Rafael, frente á la Botica Francesa, 4 un jóven Reyes, como de catorce años, que había tenido fiebres intermitentes en el campo, y que se vió ataca— do en la Habana de una calentura que calificamos de biliosa, y á pesar de las dósis considerables de quinina que tomó, en nada cambió su estado; la fiebre biliosa no fué más que el vómito de los criollos, que entónces no habiamos estudiado aún; eljóven tuvo vómitos de borras muy abundantes, muy frecuentes y muy repetidos, y además existió la albúmina en los orines en bastante cantidad: en otras circunstancias había- mos fijado nuestra atencion en el mismo hecho. Pero en nin- guna parte como en Sagua tuvimos ocasión de precisar nues- tras observaciones: allí desde el primer momento, bien por ser el campo más limitado y abarcarse con más facilidad el con- junto, bien porque las condiciones locales sean más favora- bles para el desarrollo de las especies morbosas, lo cierto es que ya estábamos sobre aviso cuando estalló la epidemia de fiebre de borras que hemos descrito, y que nos bastaron las primeras observaciones para convencernos de que habíamos visto bien; desgraciadamente, no lo vimos tan pronto como lo 281 hubiéramos deseado, porque entónces no hubiéramos admi- nistrado la quinina en la dosis que lo hicimos con la niña R. M. G., ni á ninguna dosis, 4 ménos de indicaciones muy claras y muy precisas. Hoy nuestra convicción es inquebrantable por muchos motivos: el primero, porque los golpes enseñan, según un adagio vulgar; el segundo, porque si bien creemos haber sido en Cuba el primero que haya llamado la atención sobre ese asunto, los conocimientos adquiridos más tarde, y aseguro que han sido posteriores á nuestras observaciones, nos han revelado que lo que nosotros ignorábamos por completo, era opinión admitida por muchos de los observadores eminen- tes, de los que tanto lauro han proporcionado á la medicina en las Colonias francesas, Rufz de Lavison; Ballot, Lota, Be- ranger Féraud, d., los cuales aseguraban, hacía tiempo, que en las llamadas fiebres malas la quinina era inútil, hasta daño- sa, y nótese que Ballot separa el vómito de la fiebre de borras. Entre nosotros predominaba aún la idea vulgar, empírica y anticientífica, de que siendo Cuba un país de paludismo, ha- bía que dar de cualquier modo, y á dósis más macizas y for- midables, mientras más desconocíamos la naturaleza de la afección, las sales de quinina. ¡Que se nos demuestre que no es verdad lo que decimos! Y lo decimos, para que se oiga y se repita, porque hay tantos y tantos todavía, que tienen ojos y no quieren ver, oidos y no quieren oir, que bueno es tocar á la puerta de su conciencia, y decirles que si no cambian de opinión, fatal ha de ser en muchos casos su obcecación. Esto nos conduce á generalizar la contraindicación de la quinina: me explico. Ya hemos visto que existen tres afeccio- nes, la fiebre amarilla, la. de borras y la inflamatoria biliosa de Féraud, en que la administración de la quinina es por lo ménos Inútil. Si esas tres afecciones no constituyen más que una sola y misma enfermedad, se comprende la contraindi. cación de la quinina: su inutilidad y hasta su perniciosa in- fluencia en la fiebre amarilla, es un hecho aceptado hoy por los observadores más eminentes. Si son tres afecciones distintas, entónces es un carácter de familia, y aceptaremos la división T, XIX,—36 propuesta por Beranger Féraud, y ántes que por él, por Rufz de Lavison, Cátel, v Amic d. 4. En las Antillas, según esos observadores, hay dos grupos de fiebres cuya época de des— arrollo, carácter, tratamiento 4. son completamente distintos Y aceptamos esa opinión, primero porque hay que tener siempre muy en cuenta lo que dicen los buenos observadores que han existido ó estudiado ántes que nosotros, y luego, por que también nosotros, y pedimos mil perdones por colocarnos después de tan eminentes ilustraciones, hemos tratado de y comprender y hemos visto que hay dos grupos de fiebres, las E que se curan con quinina, y las que la rechazan; las prime- E ras han recibido el nombre de amarillas, por sus relaciones y analogías con el vómito; las segundas son esencialmente pa= lúdicas. Y también hemos podido comprobar un hecho va obser- vado por los mismos autores, que esas categorías de fiebres, corresponden á dos épocas distintas del año, á- constitucio- nes médicas diferentes, —la influencia catarral,—la influencia Es amarilla: “Esta, dice Féraud, aunque menos familiar á los E lectores, hasta ahora es tan evidente, tan palpable como la ; otra, una vez que el espíritu se ha fijado bien en sus atribu- E tos y en sus particularidades....Sigue una gama bien deter- minada. Esa gama va del embarazo gástrico más ligero hasta la fiebre amarilla más grave, pasando por grados insensibles que son el embarazo gástrico ó bilioso, la fiebre efímera, la fie- bre inflamatoria ligera, media, intensa, franca ó insidiosa, sim- ple ó complicada de elementos biliosos, la fiebre amarilla espo- 7 rádica, y finalmente el verdadero tifus amarillo con su te - rrible gravedad.” : Rufz de Lavison, después de haber eliminado con gran cuidado la fiebre amarilla de las palúdicas, dice: “Las consti- | tuciones médicas de la Martinica pueden distinguirse en dos principales. Una favorable á la fiebre amarilla, la otra favo- : rable á los flujos intestinales, y especifica bien su opinión, ho agregando: noes que deba deducirse de ahí antagonismo Be: verdadero entre ambas clases de enfermedades, sino que cuan-. 282 283 do reina una de ellas, los casos de las otras son mucho ménos frecuentes.” Beranger Féraud establece, á ese respecto, la clasificación siguiente: A.— Los ataques amarillos están en mayoría más 4 ménos grande: entónces son raras las afecciones catarrales (respira- torias, instestinales, hepáticas). B.—La mayoría más ó ménos grande de los ataques es catarral: entónces son ménos las amarillas. C.—Los ataques amarillos y catarrales tienen la misma fre- cuencia, poco más ó ménos, “Y nótese, agrega Féraud, que, lo más 4 menudo, los ataques más frecuentes son al mismo tiempo los más intensos; pero no olvidemos que esta última ley no es absoluta, y sufre muchas excepciones.” “Vemos, dice Féraud, despues de citar un pasaje inte- resante de Cátel, en que establece relación entre las estacio- nes y las enfermedades, que desde fines de Octubre, es decir, 4 medida que el promedio de la temperatura disminuye y las variaciones nicteméricas se elevan bajo la influencia de los alíseos, la disentería y las afecciones respiratorias predomi- nan; luego, 4 medida que el promedio termométrico de los dias sube y que las oscilaciones nicteméricas son más débiles, predomina la influencia amarilla, y así sucesivamente. Si agregamos ú eso las variaciones de actividad de la malaria, en ciertas localidades, según el calor, la humedad, los trabajos de la tierra dz. dí., variaciones que no tienen nada de especial respecto 4 la Martinica, sino que, al contrario, son aquí lo que son habitualmente en las zonas tropicales, tenemos el balance, permiítasenos la expresion, de la patologia marti- niqueña toda entera.” “Si el clima antillano fuera absoluta mente regular, siempre análogo de un año para otro en todos puntos, es probable que el ciclo morboso ya citado se obser- varía con una regularidad absoluta, no sólo bajo el punto de vista de la naturaleza, sino también de la intensidad de los ataques.” “Pero el clima de las Antillas dista mucho de ser regular, muy al contrario, tiene oscilaciones imprevistas ó PU LIA IIED 284 inexplicadas hasta ahora, que hacen que las diferencias anua- les y hasta mensuales son casi infinitas, de suerte que las dife- rencias en la naturaleza, como en la intensidad de las afeccio- nes, son muy numerosas.” La opinión de estos autores, sobre todo por lo que hace á las variaciones en el clima, tiene más aplicacion en Cuba que en ninguna otra de las Antillas, como lo ha consignado Humboldt en su “Exámen político de la Isia de Cuba.” El clima de la Habana, dice el autor del Cosmos, es el que corresponde al límite extremo de la zona tórrida; es un cli- ma tropical en que una distribución muy desigual del calor en las diferentes estaciones del año, presagia ya el paso á los climas de la zona templada. ¡Los cambios, en ella, por lo tanto, deben ser mayores que en las Antillas; y así sucede en efecto: ¿4 quién no le ha llamado la atención los de estos últimos años, es decir, después del ciclon del 76? ¿RAsi pues, por las observaciones presentadas, como por la distribución estacional de las especies patológicas, se demues- tra que la quinina es por lo ménos inútil en las afecciones amarillas; de nuestras observaciones resulta, que en aquellas en que se ha empleado la quinina en dósis bastante fuertes para dejar más que satisfechos á los partidarios más acé- Yrimos del panguinismo, permitasenos tan bárbara como favo- recida expresión, en nada ha modificado dicha sal la marcha fatalmente letal de la fiebre de borras, —y en el único caso en que no la administramos, no hubo inconveniente ninguno en no usarla. Pero no sólo creemos que es inútil la quinina, sino dañosa: es la persuasión íntima que sacamos al recordar los detalles de nuestras observaciones; siempre nos pareció que los síntomas como que se exacerbaban después de su inges- tión. Nunca hubo la detente general que se nota en las fiebres verdaderamente palúdicas, áun en aquellas en que más con- tínuo parece el movimiento febril. Si hemos de renunciar 4un agente tan poderoso como la quinina, ¿qué recursos nos quedarán para combatir á un enemigo tan violento en sus ataques, y de un ensañamiento 285 tan terrible como loes la fiebre de borra? En dos palabras, diremos, que sobre todo nos auxiliaremos con el método evacuante, en particular con los purgantes ácidos, como el citrato, el crémor á dósis refractas, Ó cortas, á fin de no pro- vocar la intolerancia estomacal, que tan temprano se produce á veces, sobre todo cuando se tratan con violencia las prime- ras vias; algún vomitivo al principio, de ipecacuana, y favo- recer las secreciones ya renales, ya cutáneas, —el método eli- minador, en una palabra, como en el vómito. Ya hemos visto que la quinina no tiene acción ninguna aparente hipo- térmica, y sin embargo, es necesario aprontar algún medio que en algo modifique la temperatura; los baños de esponja frios, mitad agua y mitad vinagre, no sólo parecen influir en algo en la temperatura, sino que siempre hemos visto que el enfermo experimentaba un bienestar considerable durante y después de él; generalmente quedan algunos momentos tran— quilos; no los hemos empleado generales frios y cortos, pero otros autores, Lota y Féraud, los han recomendado mucho, y á juzgar por la acción de los de esponja, deben ser útiles, y nos proponemos emplearlos en la primera ocasión. Hemos empleado el acónito y el acetato de amoniaco al interior, sin resultado bien marcado, en los casos graves. Por último, los revulsivos en las extremidades, los enemas pueden ser útiles en determinadas 'circunstancias. Las botellas de agua caliente y bebidas estimulantes, en los casos en que los enfermos ex- perimentan cierto grado de enfriamiento, cuando hay tenden- cia á la algidez. Los alimentos, caldo ó leche, frios en general, cuando se pueda, pues á menudo la intolerancia del estómago es tal, que áun el agua fria es devuelta en seguida que se to- ma. Entónces hemos empleado enemas de caldo, con un poco de vino, y la leche. Tal es nuestro tratamiento curativo. Pero ¿deberemos contentarnos con esos recursos, y no in- ventaremos nada en lo futuro? Esperemos que no; primero, que aún hoy no son tan limitados ni tan ineficaces nuestros medicamentos, y luego, que los horizontes de la ciencia se ensanchan de tal manera; sus descubrimientos son tan gran- 286 des y tan repetidos, sus medios de acción empiezan á ser tan generales y de tan inmensa trascendencia, que nuestro ánimo recupera la confianza, la esperanza alimenta nuestros esfuerzos, y quizás en un porvenir no lejano descubriráse el medio po- deroso y universal que ha de librarnos para siempre de los azotes temibles que tan rudos golpes asestan á los contrista- dos habitantes de la más hermosa tierra que jamás vieron los humanos ojos! Quizás se realice la predicción, que M. Féraud, por una especie de adivinación, ha consignado en su impor- tante libro sobre la fiebre biliosa inflamatoria en el párrafo siguiente: “Durante los dos años de mi permanencia en la Martinica, tuve cien veces el deseo de recoger un poco de se- rosidad de las vesículas que se encuentran en el escroto de los individuos atacados de fiebre inflamatoria intensa, pensando que tal vez se podría, por una inoculación análoga á la de la viruela, reproducir la enfermedad en mejores condiciones para la cura; varias circunstancias me impidieron siempre ejecutar- lo, y lo siento muchísimo hoy. Señalo ese punto á mis suce- sores, quizás obtendrán algún resultado; y si por casualidad se encontrara así una especie de vacuna, ¡qué importancia tan inmensa no tendría ese descubrimiento! La inteligencia se ' detiene sorprendida ante la idea de una inoculación preserva- dora contra la fiebre amarilla, como lo hace la vacuna con la viruela; pero tan dichoso resultado ¿podrá conseguirse?” No lo sabemos; pero, ¿quién que esté al corriente de esas cuestiones, que haya leido el discurso tan sorprendente de M,. Pasteur ante el Congreso Internacional de Lóndres, de este año, y el no ménos trascendental y profundo de M. Bouley en la sesión pública anual de las cinco academias que constituyen el Instituto de Francia, se atreverá nunca á pronunciar la fatí- dica y desconsoladora palabra: JAMAS? Sagua la Grande 25 de Noviembre de 1881, SESION PUBLICA ORDINARIA DEL 22 pe OctuBRE DE 1889. SRES, ACADEMICOS CONCURRENTES,— Gutiérrez Presidente, Fer- 287 nando E, del Valle, M. A. Aguilera, V. B. Valdés, S. Fernán- dez, J, Torrálbas, Fovántes, Francisco Torrálbas, Rocamora, Rovira, Orús, Várgas Machuca y Mestre Secretario. Lectura y aprobación del acta de la sesión anterior. El Sr. Presidente participa á la Corporación que se halla presente el socio fundador y de mérito Dr. D. Fernando Gon- aúlez del Valle, Rector de la Universidad de la Habana. Quorux.—El Secretario general hace constar que, con motivo de uno de los últimos ciclones que azotaron la Isla, no pudo tener lugar la sesión correspondiente al dia 6, no habiendo concurrido á la Academia más que los Sres. Gutiérrez, M. A. Aguilera y Mestre. CorrrsPoNDENCIA.—Leyéronse en seguida por el mismo Se- cretario las siguientes comunicaciones: —12 Una instancia del Gobierno General para Córte en Palacio con motivo del cum- pleaños de la Augusta Madre de S. M. (q. D. g.) D? Isabel Il; habiéndose nombrado en comisión á los Sres. Albear, Melero y Castellanos; —2? un oficio del citado Gobierno, pidiendo una relación nominal del personal de la Academia, para su inclusión en la Guía de Forasteros del próximo año de 1883; la que se remitió oportunamente;—82 una invitación de la Escuela Profesional para la apertura del curso académico de 1882 á 1883, la cual se recibió demasiado tarde para que pu- diera asistir una Comisión 4d hoc nombrada;—4 2 otra idem de la Sociedad Antropológica para la sesión solemne conme- morativa de su fundación, á la que asistieron los Sres. Mon- talvo, Orús, S. Fernández, Mestre y otros; —5 2 un oficio del Juzgado de Primera Instancia del distrito del Cerro, recor- dando 4 la Academia el informe que le fué pedido sobre la causa de la muerte de D. José González, del que se dará cuenta en la sesión actual; —6 2 otro idem del Juzgado de Primera Instancia del Distrito de Jesús María, recordando el informe que á la Academia fué pedido en causa por homicidio del moreno Santiago Cerra; del que tambien se dará cuenta en la sesión del dia;—7 2 otro idem del Juzgado de Primera 288 Instancia del Distrito del Pilar, recordando á la Corporación el informe reclamado por el de Sagua la Grande y referente á la muerte del moreno Federico Conejo; acordándose activar su despacho en la Comisión de Medicina Legal;—829 una comunicación del Sr. D. Federico Bordallo, Juez de Primera Instancia del Distrito del Prado, participando la constitución de dicho Juzgado según la Ley de Presupuestos vigente;— 92 un oficio del socio númerario Dr. Finlay, remitiendo para su lectura, ya que no le era posible asistir, un trabajo sobre la dosificación de la hemoglobina por medio de un espectro- fotómetro; lectura que se efectuará en su oportunidad;— 102 una carta del académico de número Sr. D. Adolfo Sáenz Yáñez, excusando su inasistencia con la falta de salud, de que adolece;—112 la relación de las autopsias practicadas en el Necrocomio Municipal, durante el mes de Setiembre, por su Director el Sr. Obregón y Mayol; acordándosele atentas gra- cias; —12 2 dos cartas del Sr. D. M. Díaz de la Quintana á los Sres. Presidente y Secretario de la Real Academia de Ciencias, acompañándoles prospectos del periódico “'Las Noticias de Cuba” y recomendándoles dicha publicación; — 132 una instancia dela Comisión de Festejos para el tercer centenario de Sta. Teresa de Jesús y con motivo de los que debían verificarse en la Ioglesia de San Agustín; encomen— dándose la representación de la Academia á los Sres, devotos de la misma; —14 2 otra id. de la Real Cofradía del Glorioso Arcángel San Rafael para los cultos que se tributan á su excelso Patrón; haciéndose idéntica recomendación. BisLioreca—Por ausencia del Sr. Secretario de la correspon- dencia nacional y extranjera, presentó el de actas las publi- casiones recibidas desde la última sesión: —Revista de Cuba, número 2;—Crónica Médico-Quirúrgica, 10;—Repertorio de Farmacia, 10;—El Progreso Dental, 10;—Oración inaugural y Anuario de la Real Universidad de la Habana para el cur- so de 1882 4 1883;—El Profesorado de Cuha, Y y 8;—Revis- ta Enciclopédica, 1;—Observaciones Físico-Meteorológicas de la Escuela Profesional, del 27 al 29 de Setiembre, del 2 Be dis? d al 15 y 17 de Octubre;—El Tábano, 6;—Boletín Oficial de los Voluntarios, 287, 288 y 290;—Avisador Comercial, del 223 al 235, 237 y 238, 241 al 243;—Boletín Comercial, del 220 al 240;—El Bombero, 42 y 43;—El Eco Médico-Farma- “cóutico de Puerto Rico, 21 y 22;—Revista de las Antillas, 22 4 27;—Boletín de Ciencias Médicas de Guadalajara (Méjico), 5;—La Gaceta de Sanidad Militar de Madrid, 184 y 185; —Revista de Medicina y Cirugía Prácticas, 149;—El Sentido Católico en las Ciencias Médicas, 34;—Crónica Oftal: -mológica de Cádiz, 6;—Diccionario de Medicina y Terapéu- tica de Bouchut y Després, cuaderno 5;— Revista Comercial de Nueva York, 13;—La Ilustración Militar, 24 y 25;—Com- pendio de Historia Militar, por Pedro Hernández Raymundo, tom. 39; Harpers Weekly, 1,343 4 1,349;— The Medical Record, 618 á 623. Donativo. Dió cuenta tambien el Secretario de las siguien” tes Obras remitidas para la Biblioteca porel socio numerario y de mérito Dr. D. Ambrosio González del Valle: Bastiat (F). Sofismas económicos. Traducidos por Roberto Robert. Madrid 1859. Un tomo. Bescherelle. Dictionnaire National. París 1853. 2 tomos. Billroth. Pathologie chirurgicale. Paris 1868. Un tomo. Blandin. Anatomie Descriptive. París 1838. 2 tomos. Cadet. Hygiene, inhumation, crémation. París. Ooze eb Feltz. Recherches sur les maladies infectieuses. Pa- ris 1872. Un tomo. Figuier (L). La Terre avant le déluge. Paris 1864. Un tomo. Figuier La Terre et les mers. Paris 1864. Un tomo. Foissac (B). De la Metéorologie. París 1854. 2 tomos. Fontarce (Trumet de). Médecine Clinique. París 1857. Dos tomos. Prerichs (Th). Traité des maladies du foie. Paris 1862. Un tomo. Gefe de Ville (D. José). Manual de curiosidades. Madrid 1832. Un tomo, T. X1X,—37 290 Gannal (E). Mort réelle et mort apparente. París 1868. Un tomo. Girardin. Chimie elementaire. Paris 1860. 2 tomos. Guillemin (Amédée). Le Ciel, Notions d' Astronomie. París 1868. Un tomo. Lévy (M). Traité d' Hygiéne, París 1862. 2 tomos. Luys(J). Recherches sur le systéme nerveux cérébro-spinal. París 1865. 2 tomos. Marie Davy. Météorologie. París 1866. Un tomo. Macedo Pinto. Hygiéne. París 1862. Un tomo. Niemeyer. Pathologie interne. Paris 1865. 2 tomos. Richet. Anatomie médico-chirurgicale. París 1857. Un tomo Report U. S. marine Hospital service. Los años 1873, 75, 76 y 77. 3 tomos. Revue d'Hygiene, premiere année 1879. Un vol. Idem, el año 1881 por entregas, y 9 del año 1880. Recueil des travaux du Comité consultatif d? Hygiéne pu- blique de France. París, 1872. 2 tomos. Sanchez de Ocaña. Anuario de Medicina y Cirugía. Madrid 1867 y 68. 2 tomos. Trebuchet. Code administratif des établissemens insalubres. París 1832. Un tomo. Thevenin. Hygiéne publique. París 1863. Un tomo. Materias de Medicina. Un volúmen conteniendo los siguien tes trabajos: . Alonso y Rubio. Mi profesión de fé de médico. z Acto solemne de la distribución de premios y apertura del nuevo curso académico de la Real Universidad Literaria de la Habana, porel Ldo. L. Fernandez de Cuevas (Secretario);-- Discurso del Sr. Rector;—Discurso del Sr. D. Domingo de Leon y Mora.—Discurso del Sr. Dr. D. Ramón Zambrana. Caro (Antonio). Nuevo método de conservación de los cadá- veres, 1859. Philadelphia. Havá (J). Consideraciones dirigidas á la Sociedad de Emu- lación Médica de París sobre la Medicina en la Habana. París 1860, 291 Lebredo (Joaquín Gr). Aplicaciones que permite hacer á la Fisiología y á la Terapéutica el estado actual de la Química orgánica. Madrid 1881. Medidas de policía sanitaria urbana para el caso de una epidemia. Habana 1865. Prats y Bosch. La prostitución y la sífilis. Barcelona 1861. Dichas obras forman un conjunto de más de 40 volúmenes, por los cuales acordó la Academia dar al Dr. Valle las más expresivas gracias y publicar en los Anales tan rico donativo, Mzbniciva LecaL.—/ndagución sobre la causa de la muerte.— Leyó en seguida el Dr. Fórdon, como ponente de turno de la Comisión de Medicina Legal, un informe relativo á la muerte de D. José González Rodríguez.—Preguntando el Sr. Juez de Primera Instancia del Distrito del Cerro si las heridas de lu cabeza han sido las que han producido la muerte instantánea, ó ha sido ésta consecuencia de la trituración por efecto de pa- sarle el tren por encima de todo el cuerpo; en vista del cer- tificado de autopsia, y estudiadas con detenimiento todas las lesiones para precisar su valor pronóstico, se encuentra que las situadas en la cabeza, por la multiplicidad de las mismas y clase á que pertenecen, pueden considerarse como mortales; que las de las costillas y vértebras corresponden tambien al mismo grupo, por su influencia en la respiración y en la mé-— dula; y en tal concepto, después de lamentar la ausencia de otros documentos al caso pertinentes, y necesarios para escla- recer el problema, deduce la Comisión: 129 que las fracturas que aparecen en la cabeza, según el testimonio de la autopsia, son desde luego suficientes para explicar la muerte de Gonzá- lez Rodríguez; y 29 que las otras lesiones que presentaba el cadáver son también bastantes para hacer fallecer 4 un indi- viduo. Muerte por tétano traumático.—Aprobado por unanimidad y sin discusión el anterior informe, leyó otro el Dr. M. A. ÁAgutlera, ponente de turno de la citada Comisión, para con- testar al Juzgado de 1% Instancia de Jaruco sobre la causa á que debe atribuirse la muerte del moreno Santiago Cerra. 292 Hecho el análisis de todos los ducumentos comprendidos en el testimonio enviado á la Academia, observa la Comisión que se trata de una herida de la cabeza producida por un instrumento contundente, presentándose 4 los doce dias todos los signos de un tétano traumático, y habiendo sido efectuada su Curación por una persona imperita; y como, por otra par— te, la herida aquella no ofreció ninguno de los caracteres que corresponden á las graves, de modo que el paciente pudo dedicarse á sus habituales ocupaciones hasta que se desarro llaron los sintomas de la mencionada neurósis, deduce la Comisión: 19 que el moreno Santiago Cerra sufrió una he- rida contusa en la cabeza; 22 que á consecuencia de esta herida contrajo la afección “tétano traumático”; y 32 que el tétano fué la causa de su muerte. Unánimemente y sin discusión aprobado dicho informe, declaró el Sr. Presidente terminada la sesión. SESIÓN PÚBLICA OBDINARIA DEL 1% De NoviempreE DE 1889. Sres. ACADÉMICOS CONCURRENTES.— Gutierrez, Presidente, Co- vantes, Castellanos, Montalvo, Machado, Finlay, Várgas Machu- ca, J. Torrálbas, Donoso, Beato, Mestre, Secretario. Lectura y aprobación del acta de la sesión anterior. CorRrESPONDENCIA.—Leyó en seguida el Secretario general las siguientes comunicaciones recibidas desde la última sesión: — 1* Un oficio del Illmo. Sr. Secretario del Gobierno (General, remitiendo á informe de la Real Academia un pequeño apara— to denominado “Pioscopio”, que sirve para el reconocimiento de la leche; cuyo exámen se encomendó á la Comisión de Fi- sica y Química; —2* Otro oficio de la Comisión Central para la Exposición de Amsterdam, invitando para una de sus sesio- nes al Sr. Presidente dela Academia; acordándose designar al Dr. Finlay, socio numerario y Secretario de la Sección de Ciencias Físicas y Naturales, para que como Delegado del Y k ; q , E E E 293 mismo la represente, ya que elestado de salud de nuestro Presidente no le permite asistir á dichas reuniones; —3? Otro idem del Juzgado de Primera Instancia del Distrito del Pilar señalando, por exhorto del de Sagua, el plazo de cinco dias para la remisión del informe sobre la causa de la muerte en el moreno Federico Conejo; acordándose contestarle que, por enfermedad del Sr. ponente de la Comisión de Medicina Le- gal, no habia podido presentarse todavía dicho informe, lo que se efectuaría en la siguiente sesión, aunque debiera tener— se en cuenta que no se había llenado el requisito exigido en el artículo 24 del Reglamento por que se rige esta Institu— ción; —4* Una instancia del Sr. Presidente del Liceo de Ma- tánzas, para los Juegos Florales de dicho Instituto; habiéndo- se recibido demasiado tarde para que la Academia estuviese representada en semejanté solemnidad;—5? Un oficio del Sr, Director del Instituto de Segunda Enseñanza de Santa Clara. participando la solemne apertura del mencionado estableci- miento; suceso que celebró la Corporación, acordando hacer lo así presente; —6* Otro idem del Sr, Director del Necroco- mio Municipal, remitiendo la relación de las autopsias practi- cadas durante el mes de Octubre último y la fotografía de un caso teratológico; acordándosele muy atentas gracias por una y otra interesante comunicación. BisLioreca.—Presentó después el Dr. Finlay, Secretario de la Correspondencia nacional y extranjera, las publicaciones re- mitidas últimamente á la Academia: —Observaciones físico- meteorológicas de la Escuela Profesional, del 18 al 24 de Oc- tubre;—Repertorio de Farmacia, núm. 11;—El Profesorado de Cuba, 9 y 10;—El Bombero, 44, 45 y 46;—Boletín Oficial de los nas 291, 292 y 293; A pisadór Comercial, 244 4 260;—Boletín Comercial, 2414 257;—E] Eco médico- farmacéutico de Puerto-Rico, 24;—Revista de las Antillas, 28, 29 y 30;—Gráfico general de los nacimientos y defuncio- nes en la Península é Islas adyacentes desde el 1 2 de Setiem- bre de 1879 hasta el 31 de Diciembre de 1881; Gráfico del movimiento sanitario de Julio 4 Diciembre; Boletines mengua—- E o Ad Wa. E CA AAA YE + A Y A z 294 les de Marzo, Abril y Mayo de 1882;—(Gaceta de Sanidad Mili- tar, 186;-Revista de Medicina y Cirugía prácticas, 150 y 151; La Independencia médica, 36;—El Sentido Católico en las ciencias médicas, 38 y 39—La Consulta, 5;—Diccionario de Medicina y de Terapéutica, por Bouchut y Després, cuader- no 59 ¡—Lecciones de Clínica y Terapéutica, por Dujardin= Beaumetz, entrega 5“ ;—Y, por último, las siguientes obras remitidas para la Biblioteca por el Dr. D. Ambrosio (Honzalez del Valle, socio de mérito, á quien se acordó dar muy expre- sivas gracias por su valioso regalo, publicándose en los “Ana. les” la lista de los libros. Anglada. Traité de la contagion. París 1853. 2 tomos. Anuario del Real Observatorio de Madrid, los años 1865 y 1868; además, desde el 1 % de Diciembre 1867 al 30 de No- viembre de 1868. 3 volúmenes. Almanach de Gotha, 1865 y 1870. 2 tomos. Ameller. Compendio de Flebotomía. Cádiz 1856. Un tomo á la rústica. Anales de Química tomo 1 2, año 1867, Madrid. A. EH. del Valle. Higiene y Mortalidad de la Habana. Un tomo. Auber. Philosophie de la Médecine. París 1865. Albear y Lara (Francisco de). Memoria sobre el proyec- to de conducción á la Habana de las aguas de Vento. Haba- na 1856. Un tomo á la rústica. Address on state medicine and medical organisation. Un cuaderno. 1879. Artículos de policía urbana, recortes de periódicos. 1870; idem 1866,—idem 1865,—1866, Atlas Habanero, unos planos. Ámussat. Memoires sur Pentérotomie du gros intestin. Pa ris 1856. Un tomo á la rústica. ÁAmussal. Des sondes 4 demeure et du conducteur en ba- leine. Un cuaderno. Angulo. El Pensamiento español, periódico neo-católico de Madrid. Un folleto. Madrid 1865. 295 Alvarado y Bauzd. La cremación, memoria. Habana 1877. Bouchardat (A.) Progres de ' Hygiéne. Paris 1867. Un to- mo. Béclard. Anatomie genérale et histologie. París 1865. Un tomo. Beecher Stowe. La Cabaña del tio Tom. París 1852. Un to- mo. Racle. Diasnóstico médico. Madrid 1865. Un tomo. Becquerel. Hygiene. París 1864. Un tomo. Baudrimont. Formation du globe terrestre. Bordeaux 1867. Un tomo. Boille. Del bismuto albuminado. París 1876. Un cuaderno. Blanco Herrero. Isla de Cuba. Su situación actual y refor- mas que reclama. Madrid 1876. Un cuaderno. Bergeret de Saint-Leger. Sciences cosmologiques. París 1866. Un tomo. Brochard. De Vallaitement maternel. Paris 1868. Un tomo a la rústica. Brest. Etude des causes de la mortalité excessive des en- fants. Paris 1872. Un tomo á la rústica. Boletin de la Sociedad de Ciencias de Caracas. 7 cuadernos. Bachiller y Morales. Antigúedades americanas. Habana 1845. Un cuaderno. Caballero. Reseña geográfico estadística de España. Madrid 1868. Un cuaderno. Castro (M.) Caña y azúcar. Manual práctico. Habana 1878. Un cuaderno. Carbonell. Oración inaugural. Habana 1876. Un cuaderno. Calcagno. Poetas de color. Habana 1878. Un cuaderno. Caro (M.) Del Instituto de investigaciones químicas de la Habana. Su orígen y creación. Habana 1865. Un cuaderno. Campuzano. Diccionario. Madrid 1866. Un tomo. Catarata. Partos. Higiene. Un tomo. Castelar. Su discurso de recepción en la Academia. Calendario Católico de 1870. Madrid 1869. Un tomo á la rústica. A A A A a A 296 Calendario piadoso. Madrid 1869, dos cuadernos. Casaseca (L). El propagador de conocimientos útiles. Ma- drid 1831. 2 tomos. Chailly. Accouchements. París 1845. Un tomo. Chaillé. The american mountain sanitarium for consump- tion. Un cuaderno. Cazin (A). La Chaleur. Paris 1867, Un tomo. Chauffard. De la spontanéité et de la spécificitó dans les maladies. París 1867. Un tomo. Códice diplomático americano de Cristóbal Colon. Habana 1867. Un tomo á la rústica. Colon en Quisqueya, colección de documentos. Sto. Domingo 1877. Un cuaderno. Congreso médico Español, el año 1864. Un tomo. Madrid 1865. Cornilliac. La fiévre jaune á la Martinique. Fort-de-Fran- ce 1864, Un tomo. Conclusions of the Board of experts. Uu cuaderno. Corral y Oña. La Homeopatía. Madrid 1850. Un tomo rústica. Cowley (Angel J.) Memoria sobre el tratamiento empleado en la Isla de Cuba para combatir la fiebre amarilla. París 1860. Un cuaderno. Cuba y el libre cambio. Matánzas 1879. Un cuaderno. Davenne. Secours publics en France. París 1865. 2 “Tomos Delaunay. Mecánica. Madrid 1864. Un tomo. Dilinberger. Libro terapeútico de bolsillo. Habana 1877. Un tomo á la rústica, Durand. Las aguas minerales y las enfermedades crónicas. Alcalá de Henares 1876. Un cuaderno. Dueñas (J. A. de). Explicación del sistema métrico decimal. Habana 1864, Un tomo. Dubrisay. Maladies de Penfance. París 1876. Un cuaderno. Engelmann La terre ou le feu. Un cuaderno. El cultivo del algodon llamado de Nueva-Orleans. 1861. Un cuaderno, 297 Kaponda. La mulata. Estudio fisiológico, social y jurídico. Madrid 1878. Un cuaderno. El Siglo médico, tomo 19, año 1872. Madrid. Idem el tomo 20, 1873, á je rústica. Evans. Hygiéne et thérap. militaire des Etats Unis. Pa- rís 1865. Un tomo. El Eco de París, periódico; el tomo primero 1859. Paris. Y. G.del Valle. Tablas de Anatomía arregladas para el uso de los discípulos de la Real Universidad de la Habana. 1839. Un tomo. Ferrer (V. L.) El propagador de la vacuna. 1871. Habana. Un cuaderno. First annual report of the United- States Entomological Commission for the year 1877, Washington 1878. Un tomo. Formulaire des Hópitaux. París 1842. Un tomo. Foy. Mémoire de Thérapeutique. París 1862. 2 tomos á la rústica. : Fontanillas. Compendio de la Historia de España. Habana 1879. Un tomo ála rústica, Flores. Tone, drama lírico. Méjico 1865. Un cuaderno. Flores del siglo. Galería de hombres útiles. El Obispo Espada con su retrato. Habana 1846. Un cuaderno. Pleiz y Solans. Carta pastoral. Habana 1859. Un cuaderno. Gallardo (Serafin). Oración inaugural. Habana 1377. Un cuaderno. Gallardo (Serafin). Los derechos de la verdad: refutación. Habana 1878. Un cuaderno. Gannal. Inhumation et crémation. Paris 1876. Un cua - derno. García (R. L.) La esclavitud y el pauperimo en el siglo XIX. Las Palmas 1863. Un tomo á la rústica. GQarófalo. Memoria de las aguas minero-medicinales de Asturias. Madrid 1862. Un tomo á la rústica. Gendrin. De Vinfluence des áges sur les maladies. París 1840. Un cuaderno. Gréhant Physique medicale. París 1869, Un tomo. T, XIX,—38 298 Gauneau. Education physique et morale des nouveau-—nés. París 1867. Un cuaderno. Girard (C). Accouchements. París 1873. Un tomo. Guérin (A). Chirurgie Opératoire. París 1858. Un tomo. HHager. Vademecum terapéutico de enfermedades de los ni- ños. Hábana 1864. Un tomo. Hardy (E). Príncipes de Chimie Biologique. París 1871. Un tomo. Halliday. Tic dolorose. París 1832. Un tomo. Herpin (Ch). Acide Carbonique. París 1864. Un tomo. Heuzé (G). Les matiéres fertilisantes. París 1862. Un tomo. Hurtado. De la calentura amarilla. Huesca. Un tomo. Huchard. Etude sur les causes de la mort dans la variole. París 1872. Un cuaderno. Hernandez Poggio. Tratamiento de las heridas por armas de fuego. Madrid 1872. Isnard. Aide-memoire de Y opérateur. París 1849. Un to- mo. | Jourdan (G). Legislation sur les logements insalubres. Pa- ris 1879. Jonnes. Statistique, París 1856. Un tomo; Journal des connaissances médico- chirurgicales. 1833. Un tomo. Labra (M. de). La libertad de los negros de Puerto Rico. Madrid 18753. Un cuaderno. La cremación de los cadáveres. Barcelona 1877. Un cua- derno. Laséque (Ch). Traité des angines: París 1868. Un tomo. Lamothe (L). Etudes sur la legislation charitable. París 1850. Un tomo. Lamartre, De Y Acide phénique, París 1865, Un tomo. La reforma política. Colección de artículos publicados en El Triunfo. Habana 1879. La Gota. Enfermedades del estómago é Higiene. Un tomo. París 1864. Lechartier. Cours de chimie agricole. Un cuaderno. 299 Lastres (E). Jurisprudencia popular. 7 tomos á la rústica. Madrid. Tomos 19 Testamento y la herencia 1876. 22 La patria potestad 1876. 32 El Préstamo 1877. 42 La compra venta y la permuta. 52 El arrendamiento y el desahucio 1876. 62 La tutela y la curatela 1876. 72 El matrimonio 1877, Almanaque mercantil. Los años 1863 4 1881. 19 to- mos. Habana. : Lepelletier. Des Hémorroides. París 1934. Un tomo. - Litarditre. Etude sur les avantages matériels de Pallaite- ment maternel. París 1873. Un cuaderno. | López Prieto. Los restos de Colon. Habana 1876. Un cua- derno. Lorente. Catecismo de higiene. París 1867. Un cuaderno. Longet. Du Systéme nerveux. 2 tomos. París 1842, Magitot (E). Carie dentaire. París 1860. 3 tomos. Marcos. Yl para-rayos. Un cuaderno. Madrid 1875. Manual del Ciudadano Español. Madrid 1847. 2 tomos en un volúmen. | Martel (A) Manuel de la salubrité. París 1859. Un tomo. Macleod. (J.) Tratado del diagnóstico quirúrgico. Cádiz 1874. Un tomo á la rústica. Mestre (J. Manuel). Curso de física experimental. Habana 1850. Un tomo á la rústica. Michelena (G.) Nueva teoría sobre el mecanismo del parto. New-York 1869. Un cuaderno. Monlau (Felipe). Higiene industrial, Memoria. Madrid 1856. Un cuaderno. ! Morin (A). Etudes sur la ventilation. París 1863. 2 tomos. Monreal. Curso elemental de Geografía. Madrid 1866. Un tomo á la rústica. Montejo. Saneamiento de la Habana y aprovechamiento de sus residuos. Habana 1876, Un cuaderno. Naegelé. Manuel d* Accouchements. París 1853. Un tomo á la rústica, Ofrenda de Gratitud á la memoria de la Sra. Doña Nicolasa Pedroso y Bonachea. Villaclara 1867. Un cuaderno. 300 Omnibus ó libro de memoria para el año de 1866. Un tomo. Oración fúnebre del 3 de Julio de 1874. Parísel. Annuaire Pharmaceutique. París 1866. Un tomo. Piorry (A.). La mort apparente. París 1866. Un tomo. Pitet. Melanges. París 1867. Pioger (El abate). La vida después de la muerte. Barce- lona 1875. Un tomo á la rústica. Péclet (E). Traité de la Chaleur. París 1860. 3 tomos. Pidoux. Etudes générales et pratiques sur la Phthisie. París 1873. Un tomo. Proudhon. Teoría de la contribución. Madrid 1862. Un tomo. Proyecto de impuesto único para la Isla de Cuba. Habana 1868. Un cuaderno. | Pennetier. Origine de la vie. París 1868. Un tomo. Phillips. Opérations qui se pratiquen sur les organes gé- nito-uninaires. Atlas. París 1849. Un cuaderno. Rayo. Geografía Universal. París 1861. Un tomo. Rambosson. La Science populaire. París 1867. Un tomo. Rambosson. Colonies Francaises. París 1868. Un tomo. Robin. Lecciones sobre la sustancia organizada. Habana 1871. Un cuaderno. Robin. Anatomie microscopique. París 1869. Un tomo á la rústica. Riche (M). Chimie médicale. París 1870. Un tomo. Renilliod. Etude sur la variole. París 1872. Rézard de Wouves. Causes de Yabandon et de la mortalité des nouveau-nés. París 1870. Un cuaderno. Revista de Sanidad Militar. Un cuaderno. Rules and reculations of north, central € south Laurel Hill Cemetery. Philadelphia 1872. Un cuaderno. Revista Católica, 47 entregas. Rodriguez (Felipe). Curso de urología. Habana 1877, Un - cuaderno. Rodriguez Ferrer. Los nuevos peligros de Cuba. Madrid 1862. 301 Salcedo y Cinestal, Discurso sobre la cremación cadavérica. Un cuaderno. Valencia 1876. Salgado. Monografía de las aguas termales de Caldas de Oviedo. Madrid 1850, Un cuaderno. Saint- Vel. Hygiéne des Européens. París 1872. Un tomo á la rústica. Sellen, Estudios políticos. Habana 1863. Un tomo. Sellen, Cuatro poemas de Lord Byron. Un cuaderno. New- York 1877. Serrano. Estudio físico del glóbulo sanguíneo. Un tomo á la rústica. Madrid 1877. Scelles de Montdésert (Octave). Essai de Philosophie, médi- cale. Paris 1859, Un tomo. . A Simon. Ortología médica. Madrid 1852. Un tomo. Tamin Despallees. Phthisie pulmonaire. París 1864, Un tom. The-Charter. Un cuaderno. 1868. The Wood-Lawn Cemetery. New-York. Un cuaderno. Trapani. Dictionnaire Francais-Espagnol et Espagnol-Fran- gais. París 1843. Un tomo. Tumouze. Les spectres Vabsorption du sang. París 1871. Un cuaderno. . | | Tumouze. These de Pharmacie. París 1867. Un cuaderno, Triquet. Maladies de 1 oreille, París 1863. 2 tomos. Un Sermon manuscrito. Vargas Machuca (M. de). Memoria sobre los alcoholes leída ante el Claustro de la Universidad Central. Madrid 1865. Valdes Dominguez. Los antiguos diputados de Cuba. Ha- bana 1876. Un tomo á la rústica. Valdes Dománguez. Idea del derecho individual y social. Habana 1876. Un tomo á la rústica. Vafflard. Notice sur les champs de sépultures anciens et modernes de la ville de París. París 1867. Un cuaderno. Willard. Historia de los Estados-Unidos. New-York 1852 Un tomo. : Zaragoza (J), Insurrecciones de Cuba. Madrid 1872, 2 to- mos, uno á la rústica. 302 Osrro.—Volvió á hacer uso de la palabra el Secretario gene- ral para manifestar que si en otras ocasiones le había cabido el triste deber de rendir un tributo á los académicos fallecidos, ahora le tocaba dar cuenta de uma pérdida, por cierto muy sensible, que acababa de sufrir la Corporación, la del Bedel de la misma D. Antonio Canuto Valdés: al servicio de la Aca- demia desde hacía largos años, se había identificado por com- pleto con ella, demostrando siempre el más vivo interés por su fomento y progreso, prestándole toda clase de servicios merced á sus múltiples disposiciones y aptitudes, y mante- niendo constantemente con todos sus miembros las relaciones más respetuosas y correctas; fué un modelo ejemplar en el cumplimiento de sus deberes y un hombre verdaderamente me- ritorjo por su constancia en el trabajo y por la honradez de sus actos.—El Dr. Mestre no cree extralimitarse de sus aten- ciones oficiales al rendir este justo tributo á aquel útil y buen amigo de la Academia; pues no sólo en los grandes, sí que tambien en los al parecer pequeños obreros, estriban el soste- nimiento y auge de las sociedades. HisroLocía.—Después de dicho particular, presentó el Dr. Finlay algunas consideraciones acerca de los estudios sobre la hemoglobina y su medición con un espectro-fotómetro por los Sres. Quinquaud y Brany, en los términos siguientes: Entre los importantes artículos que traen los periódicos ex- tranjeros últimamente recibidos en esta Secretaría, deseo llamar la atención sobre el que, con el título que acabo de leer, en- cabeza la entrega del mes de Agosto de los Archivos Grenera- les de Medicina de París. El procedimiento fotométrico empleado por esos autores - consiste en polarizar en ángulo recto, con un prisma de Wol. laston, la luz procedente de cada mitad de una ranura vertical, de manera que la imagen polarizada inferior de la mitad su- perior venga á continuar la imagen superior de la otra mitad. Un prisma de Nicol permite entonces, por su rotacion, gra- duar la intensidad luminosa de una de estas imágenes hasta igualarla exactamente con la de la otra mitad, cuando ésta se 303 halla oscurecida por un cuerpo absorbente; y como quiera que la desaparición de la línea divisoria entre las dos imágenés da -á conocer el momento en que la igualdad se ha obtenido, la graduación viene á ser muy exacta. Adaptado este aparato fotométrico á un espectróscopo, se puede apreciar con preci- sión el grado de absorción correspondiente á cada una de las bandas oscuras del espectro de una solución graduada de he- moglobina; de tal manera que, habiéndose leterminado una vez el tanto por ciento á que equivalen los grados de rotación que han debido darse al prisma de Nicol para obtener la igualdad, se deduce una fórmula matemática, con la cual se determina fácilmente la cantidad de hemoglobina que pueda contener una preparación de sangre diluida y colocada delante de una mitad de la ranura del instrumento. | Los autores del artículo no se han propuesto inventar un procedimiento aplicable á la clínica médica, para cuyos efec- tos muchas veces conviene sacrificar alguna parte de la exac— titud absoluta en beneficio de la brevedad y de la facilidad de la manipulación. En este concepto espero, en breve, pre- sentar á la apreciación de V. SS. un método que he ideado para la medición clínica de la hemoglobina contenida en una pequeña cantidad (v. g. 5 mum. cúbicos) de sangre humana. -—Elaparato y las manipulaciones de los Sres. Quinquaud y Brany son de los que sólo pueden emplearse en los laborato- rios y por manos adiextradas en tales operaciones; pero con él han alcanzado una precisión hasta ahora desconocida en la medición de la hemoglobina. La utilidad del procedimiento para los estudios biológicos se revela en los resultados ines— perados que han obtenido al determinar las variaciones que, tanto esa sustancia como las materias sólidas de la sangre, experimentan, después de inyectar agua en las venas de un animal. He aquí los términos en que esos Sres. consignan el .resultado de cinco experimentos que practicaron en los meses de Abril y de Junio del corriente año, “Después de inyectar agua en la sangre, se produce una dilución que dura apenas algunas horas: la proporción de agua 304 aumenta, la de materias sólidas disminuye y también la de la hemoglobina. A esta acción puramente fisica se vé suceder un fenómeno de concentración (no creemos que se ¿rate de una - regeneración): el agua disminuye, las materizs sólidas aumen- tan y también la hemoglobina, para alcanzar y, á veces, pasar la cifra observada antes de la inyección; en “in sobreviene la tercera fase, quince Ú veinte horas más ta:de, volviendo á disminuir las materias sólidas y la hemoglobina, que perma- necen inferiores á la cifra normal. Se producen, pues, en la constitución de la sangre, ciertas oscilaciones Ó variaciones que eran difíciles de prever. Los riñones hacen un papel importante en estos fenómenos. Se manifiessan además algu- nos trastornos en la nutrición.” Estos datos, Sres. Académicos, vendrán á tener una aplica- ción práctica muy importante si se confirman los resultados halagieños obtenidos en algunos casos, con las inyecciones intravenosas en el cólera asiático, para combatir la excesiva concentración de la sangre que caracteriza esta enfermedad y para restablecer las funciones renales. Esta última conside- ración quizás justifique algun dia el empleo de ese recurso (hoy notablemente simplificado en su aplica ción) para hacer frente á la terrible anuria del último período de la fiebre amarilla, cuyo fatal pronóstico todos conocemos, Ya en una sesión anterior he tenido la honra de exponer mis ideas acerca del orígen de ese síntoma de la fiebre ama- villa. Su tenacidad ha burlado hasta ahora todos los esfuer- zos de la terapéutica. Pero, aparte de esas consideraciones teóricas, los resultados obtenidos por el Dr. Egerton Jennings, en casos de hemorragias graves, con sus inyecciones intrave- nosas, justificarian, á mi juicio, su empleo en ciertos casos de fiebre amarilla. El Dr. Jennings emplea un líquido preparado con cloruro de sodio, cincuenta granos (ingleses); cloruro de potasio, tres granos; sulfato y carbonato de sosa, de cada uno dos y medio granos; fosfato de sosa (Nag P 0,) dos granos, disueltos en 20 onzas de agua á 100% F, y adicionada con dos dracmas de alcohol absoluto. 305 El aparato ideado por el Dr. Jennings, y que consiste en un sifón con su cánula apropiada, facilita notablemente la opera- ción (The Lancet, Sept. 16 € 23, 1882). TeraroLocta.—Leyó en seguida el Dr. Mestre la nota remiti. da por el Dr. Obregón y Mayol, Director del Necrocomio Mu- nicipal de la Habana;.nota que dice lo siguiente: Caso teratológico.—El dia ocho de Octubre, á las once de la mañana, remitió el Alcalde de barrio de Santa Teresa al Ne. crocomio Municipal los cadáveres de dos fetos, para que, por la Dirección de dicho establecimiento, se trasladaran de cari- dad al cementerio de Colón. De los dos fetos, el uno, cuya fotografía se acompaña, que- dó en el Necrocomio para figurar en el Museo, conforme á lo que dispone el artículo 29 de su Reglamento, como objeto que presta utilidad al estudio de las monstruosidades huma- manas; el otro feto, quer nada de particular presentaba, fué remitido al cementerio para su nliiccitón: Los antecedentes que han podido adquirirse para ilustrar el caso, son los siguientes:” La morena P..,.. Mo,...., natural de la Habana, de buena constitución y cabal salud, como de treinta años de edad, de oficio lavandera, y que vive marida— blemente con una persona blanca, ha tenido diez hijos, sin contar estos dos últimos, habiendo todos nacido de término y bien conformados. A los siete meses de embarazo ha dado á luz en un solo parto dichos dos fetos; el uno nació á las once de la noche del dia siete; el otro, á las seis de la mañana del ocho. El primero, ó sea el monstruo, dicen la morena madre y los asistentes, vivió como un cuarto de hora; el otro, á su nacimiento era cadáver. La madre expone, como causa del fenómeno teratológico, la presión constante que ejercía sobre el útero grávido, apoyándose en la región infra-umbilical la ba- tea, al vaciar el contenido de la misma (causa física). El tamaño del monstruo es de treinta y cuatro centímetros de longitud; del sexo femenino y bien conformado en lo res- tante de su cuerpo. El ojo, que, como se vé, ocupa la línea media y tercio superior del rostro, está contenido en una sola T. XIx,—39 306 órbita central; encima de este Órgano, y por lo tanto, en me- dio de la frente, se le observa un apéndice piriforme, pedicu- lado, que indudablente representa la nariz (Rinocefalia). Clasificación: —Primer órden de Breschet: Agéneses.— Pri- mer órden del Dr. Mata: Incompletos.—Primer género: Mo- nópsico.—Orden: Fhinocéphale—Género Cyclocephaliens.— Geoffroy Saint-Hilaire.—Monstruo por trastorno de parte.— Tercera clase.—Buftón.—(Cyclope, Monopse, Monóculo). Terminada la lectura de dicha comunicación, declaró el S». Presidente cerrada la sesión, después de haber manifestado que en el Museo de la Universidad existía otro ejemplar de “mons- truo cíclope,” así como en el de la Academia, donado este último por el Sr. Marqués de Casa Calderón. He aquí sus pa - la) ras: “Desempeñando por el año de 1846 la plaza de Cirujano Mayor del Hospital Militar, á la que era anexa la enseñanza de la Anatomía descriptiva, me cedieron un feto cíclope como de siete meses, que había parido una negra africana. Y como al llevarlo á casa para ponerlo en alcohol, entrase á ver un enfermo en la de un amigo que cultivaba el arte de pintar, quiso hacer de él un retrato al óleo, llevándolo á cabo y rega- lándomelo después. Este y el pomo que contenía el feto fue- ron donados por mí al Museo de Anatomía que existía en el Hospital y trasladado luego á la Real Universidad Literaria.” El monstruo monóculo remitido por el Sr. Marqués de Casa Calderón en 14 de Enero de 1879, nació en el cafetal San Andrés (Alquízar) en Julio ó Agosto de 1827; hija de la morena Monserrate conga, vivió media hora próximamen- te; parto de término; tres abortos anteriores al embarazo que lo produjo. Y con esto terminó el acto. SESION PUBLICA ORDINARIA DEL 26 DE NOVIEMBRE DE 1882. SRES. ACADEMICOS CONCURRENTES—D)r. Gutiérrez, Presidente, 307 Lastres, Finlay, Várgas Machuca, Babé, Montejo, Castellanos, Rocamora, S. Fernández, Benasach, Orús, Mestre, Secretario. Lectura y aprobación del acta de la sesión anterior. CorrEsPONDENCIA.—Leyéronse en seguida por el Secretario general: —1 2 Un oficio de invitación del Gobierno General para el Te Deum y Córte que tuvieron lugar con motivo del ' alumbramiento de S. M. la Reina (q. D. g.), habiéndose parti- cipado á la Comisión respectiva;—2 9 otra invitación del Go— bierno General para Córte en Palacio por el cumpleaños de S. M. el Rey (q. D. g.), designándose también la Comisión que había de asistir á dicho acto; —32 un oficio del Iltmo. Sr. Secretario del Gobierno General, con el testimonio remiti- do por el Juzgado de 1? Instancia del distrito del Monserrate y concerniente al estado mental del procesado D. José Abreu González; de que se dió traslado á la Comisión de Medicina Legal para el informe quese pide;—4?2 otro idem de la mis- ma procedencia, pidiendo á la Real Academia los datos para el anti-presupuesto en la parte que le es atingente; acordán- dose informara el Sr. Tesorero;—5 2 oficio del Sr. Juez de 1? Instancia del distrito del Cerro, enviando, por exhorto del de Cárdenas, una copia referente 4 los honorarios del Dr. D, Pe- dro Francisco Oxamendi en autos promovidos contra D. Juan Hernández Piloto, de que se dió traslado á la referida Comi- sión;—6 2 una comunicación del socio numerario Dr, D. Ra- fael A. Cowley, enviando desde la capital del Reino, con opción al título de socio corresponsal, una memoria sobre el “Diagnóstico de las estrecheces de la uretra,” escrita en fran- cés porel Dr. D. Manuel García Lavín, y acompañada de los antecedentes científicos del autor, los que se remitieron, con la Memoria, á la Comisión de Patología Quirúrgica;—7 2 una carta del socio numerario Dr. Rocamora, acompañando un ofi- cio del Sr. Director médico de las aguas de Madruga con dos cuadros que resumen la clínica y estado atmosférico de aque- Ma localidad durante la temporada oficial que terminó en 30 de Octubre último; acordándose dar al Dr. D. Baldomero Si- 308 mó las más atentas gracias por su interesante comunicación, y publicarla en los Anales de la Academia, en prueba del in—- terés que ésta siente por esa clase de trabajos, y como estímu- lo á otros del mismo género. BisLioreca.—Terminada la correspondencia oficial, presentó el Dr. Pinlay, Secretario de la nacional y extranjera, las pu- blicaciones recibidas desde la última sesión:—kRevista de Cuba, núm. 3;—Crónica Medico-Quirúrgica, 11;—El Progreso Dental, 11;—Memorias de la Sección de Procedimientos del Círculo de Abogados, 8, 9 y 10;—Boletín de los Voluntarios, 294;—El Profesorado de Cuba, 11 y 12;—El Bombero, 48;— Avisador Comercial, 261 á 271;— Boletín Comercial, 258 4 268;—Revista de las Antillas, 31 y 32;—Anales de de Socie - dad Española de Historia Natural, 2¿—La Higiene, 1 y 2;— Crónica Oftalmológica, 7;— Revista de Medicina y Cirugía Prácticas, 152;—Boletín de Ciencias Médicas, 6;—Journal de la Santé publique, 12—La Tribune Médicale, 730, 733 y 738;—The Medical Record, 624 á 628;—-Harper's Weekly, 1350 á 1352;—y las siguientes obras donadas á la Biblioteca por el Dr, Mestre: Broussais, Histoire des phlegmasies chro= niques, París 1826, tres tomos; Pinel, La Médecine Clinique, París 1804, un tomo; Corvisart, Essai sur les maladies et les lésions organiques du coeur et des gros vaisseaux, París 1806, un tomo. Doxarivo.—Dió cuenta en seguida el Dr. Mestre, Presidente de la Comisión de Higiene Pública, de que el S”. D. Joaquín Alfonso había regalado, como lo había hecho otras veces, algunos tubos de vacuna inglesa; y por este beneficio se acor- dó darle muy atentas gracias, y poner aquella 4 disposición de la Subcomisión de Vacuna. Orro.—Participó después el Secretario general el falleci- miento, ocurrido en la Península, del Sr. D. Enrique de Aran— tave, socio numerario de la Sección de Ciencias físicas y natu- rales: recordó sus méritos, ya como Inspector general de 'Te- légrafos en esta Isla, ya en el periodismo contribuyendo : eficazmente para la “Revista de Comunicaciones”, ya en el 309 seno de la Real Academia con su Memoria sobre la Electrici- dad, con su informe sobre la industria del tabaco en relación con los derechos de exportación, industria por la que demos- _tró siempre el más vivo interés, y con su último trabajo sobre el establecimiento de un servicio de pararayos en Santiago de Cuba, exponiendo algunos proyectos originales 4 él anexos y la necesidad de redactar unas “Instrucciones” para la implan- tación de los mismos, iustrucciones que quedan desde luego á cargo de la Sección respectiva. La Corporación no puede ménos de sentir la pérdida de un socio tan entendido como laborioso y de un hombre de progreso; y visto el tiempo ya transcurrido desde su fallecimiento, propone el Secretario la declaratoria de la vacante, lo que acordó la Real Academia. Exposición DÉ Ausrerpam.—En el uso de la palabra el D». Finlay, Delegado por el Sr. Presidente para asistir á las jun— tas de la Subcomisión de Amsterdam, presentó los programas y las circulares de la Exposición Internacional que en dicha ciudad ha de celebrarse y se expresó en los términos siguientes: “Tengo el gusto de presentaros los programas y las circula- "res de la lxposición Colonial Internacional que ha de cele- brarse en Amsterdam desde Mayo hasta Octubre del año próximo (1883). Debo manifestar á V. SS. que el juéves pa- sado tuve la honra de representar á la Academia en la junta celebrada por la Sub-comisión habanera de esa Exposición, y creo útil señalar á la atención de V. SS. la importancia ex- cepcional que para esta Isla ofrece la proyectada Exposición. Distínguese ésta de las otras internacionales que la han pre- cedido por el carácter colonial que se le ha de dar, permitien- do así que las colonias ó posesiones ultramarinas de todas las naciones del mundo compitan unas con otras en todo la rela- tivo 4 colonización, agricultura colonial, comercio, tráfico, industria, historia natural, ciencias y artes de cada localidad. A nadie se ocultará la importancia de esta distinción con res- pecto 4 la Isla de Cuba; porque si bien en un concurso de naciones soberanas habríamos de conformarnos con hacer un papel bastante modesto y secundario, la riqueza agrícola, el » 310 comercio y las industrias de Cuba, como posesión española, así como su desarrollo científico, literario y artístico parecen autorizar más elevadas aspiraciones y la esperanza de que esta Isla figure entre las principales posesiones coloniales en la Exposición de Amsterdam. e “De sentirse es que las instrucciones relativas á la Isla de Cuba no hayan llegado hasta estos últimos dias, pues sólo quedan dos meses útiles para remitir los objetos, debiendo sa- lir todos.los bultos destinados á la Exposición antes del 1? de Febrero de 1883. “Espero, sin embargo, que la Academia tendrá tiempo su- ficiente para alistarse, ya preparando una colección de sus Anales y otras publicaciones cientificas que ha dado á luz hasta ahora, ya de cualquier otro modo que estime conducen: te al mayor realce de nuestra representación en Amsterdam. “Las circunstancias excepcionales que he señalado me pare: ce que deben ser tomadas en consideración por la Academia y me atrevo á proponer al Sr. Presidente que se haga algún esfuerzo para no limitar nuestra contribución al mero envío de publicaciones anteriores, sino que se excite á los Sres. Acadé— micos que deseen y puedan concurrir personalmente á la x- posición d enviar algún trabajo científica nuevo, que lo hagan por conducto de la Academia y como miembros acreditados de la misma. “Y en virtud de las consideraciones precedentes, tengo el honor de someter á la aprobación de V. SS. las siguientes me- didas, que me parecen útiles para asegurar la digna represen- tación de la Real Academia de Ciencias de la Habana en la Exposición de Amsterdam (Mayo á Octubre de 1883). 12 Que se preparen los impresos, catálogos del Museo y de la Biblioteca, colección de los Anales 4, que la Academia re- suelva enviar á Amsterdam, de manera que puedan remitirse dentro del plazo oficialmente señalado (antes del 1% de Febrero de 1883). 22 Que se invite 4 los miembros de la Academia que de- seen enviar á esa Exposición algún trabajo original ó noticia 311 de inventos útiles relacionados con las atribuciones de la Real Academia, á que lo manifiesten al Sr. Secretario general de la misma. d 32 Que se inviteá algún académico de número á que redacte una Memoria sobre los trabajos realizados por la Real Academia desde su fundación. 49 (Que se invite á los Académicos de número que deseen concurrir personalmente á Amsterdam con el carácter de De- legados de la Academia, á que lo manifiesten antes del 19 de Enero de 1883. “Esta representación se hace tanto más deseable cuanto que la quinta división de la Exposición estará consagrada á Con- ferencias y reuniones científicas sobre la enseñanza, las ar- tes, las ciencias, la higiene etc., en las cuales podría figurar muy dignamente la Academia de Ciencias de la Habana, en vista de los grandes intereses internacionales y comerciales relacionados con nuestra higiene insular, y de la competencia que en estos asuntos han manifestado algunos de nuestros colegas.” Menicina LecaL.— Muerte por contusiones 6 á consecuencia de disentería.—-Aceptada por completo la moción del Dr. Finlay, leyó en seguida el Dr. Babe, como ponente de turno de la Co- misión de Medicina Legal, un informe referente á la muerte del moreno Federico congo, preguntando el Juzgado de 1 % Instancia del Distrito del Pilar, por exhorto del de Sagua la Grande, si de los testimonios que remite se deduce que falleció de disentería ó 4 consecuencia de golpes que se le hubiesen inferido, y si éstos pudieron ocasionar aquélla.—Segun los do— cumentos periciales comprendidos en dichos testimonios y en vista del exámen que de ellos se hace, así como de las pre- guntas formuladas por el Sr. Juez actuante, ilustrando la Comisión el asunto con las nociones adquiridas á la Ciencia Médica, vese que Federico recibió golpes con un cuero y su mango, y arrojado á tierra, varios puntapiés en el vientre; que conducido después al cepo, se le saca de él algunos dias más tarde para llevarle á la enfermería, donde dice á todo el 312 que le pregunta, que los golpes que le habían dado en el vientre serían la causa de su muerte; su cuerpo no es exami- nado en los primeros dias de su enfermedad para comprobar la existencia de signos exteriores de castigo, y cuando poco ántes de su fallecimiento, sele inspecciona con tal objeto, el resultado es negativo, pues sólo se encuentran las lesiones propias de la disentería, cuya existencia no basta seguramente para excluir la posibilidad de otras que, consecutivamente á golpes, vinieran: 4 complicarla y aún á producir la muerte.— La Comisión, después del estudio detenido de los hechos, concluye que: 1% -.No existen, en los testimonios remitidos, datos para determinar si el moreno Federico congo falleció de disentería, pudiendo sólo aseverarse que su muerte ocu: rrió en el curso de esta enfermedad;--2% Tampoco exis: ten datos para afirmar ni negar que el expresado moreno su= cumbió á4 consecuencia de los golpes que se le infitieron;—y 32 las contusiones de la cavidad abdominal pueden indirec= tamente ser causa de la disentería. - Terapzutica.—ÁAguas de Madruga.—Aprobado por unanimi- dad y sin discusión el auterior informe, leyó entónces el Se- cretario general los dos cuadros estadísticos remitidos por el Sr. Director de las Aguas de Madruga Dr. D. Baldomero St- mo y de que se dió cuenta en la correspondencia: uno de ellos se refiere á las enfermedades tratadas durante la temporada de 1882; y.el obro á los grados termométricos y barométricos, á las oscilaciones correspondientes, á la dirección de los vien- tos reinautes, 4 la lluvia y otros fenómenos, al número de ba- ños prescritos de cada manantial, al de los concurrentes clasi- ficados según la raza y al de los facultativos que formularon. Y terminada dicha lectura, dió el Sr. Presidente por con- cluido el acto. - SESIÓN PUBLICA ORDINARIA DEL 10 pe DicieEmbBRE DE 1889. / Sres. ACADÉMICOS CONCURRENTES.— Cubierrez, Presidente, Cas- tellanos, ER. Castro, Ramos, V. B. Valdés, S. Fernández, Ma- 313 chado, Zamora, J. Torrálbas, Oxamendi, L. M*? Cowley, Ktovi- ra, Rodriguez, Beato, V. Machuca, Montalvo, Fiínlay, Orús, Montejo, Mestre, Secretario. Lectura y aprobación del acta de la anterior sesión. CorreEsPONDENCIA.—Leyéronse en seguida por el Secretario general: —1% tres comunicaciones del Gobierno General, re- mitiendo para la Biblioteca de la Corporación 32 cuadernos de la “Revista de España” y 4 ejemplares de la “Legislación Ultramarina” de D. Joaquin Rodríguez San Pedro, por enyo valioso presente se dieron las más atentas gracias; —2“ un oficio del mismo Gobierno General, transcribiendo el que le dirigió el Juzgado de Primera Instancia del Distrito del Mon- serrate con objeto de recordar á esta Real Academia el infor— me que le fué pedido sobre el estado mental del procesado D. José Abreu González; habiéndose contestado que dicho informe sería presentado en la sesión correspondiente al dia 10, ó sea la actual; —3 2 otro" idem del Sr. Juez de Primera Instancia del distrito del Pilar remitiendo, por exhorto del de Remedios, un testimonio sobre ciertos lugares referentes al estado mental del procesado D. Salustiano Hernández; y de esto se dió traslado á la Comisión de Medicina Legal para el informe respectivo; —4% otro idem del Sr. Presidente del Centro Médico-Farmacéutico de Cienfuegos, invitando á la Real Academia para la sesión solemne inaugural del año de 1882 4 1883; habiendo sido designado, para asistir á dicho acto, el Dr. Santos Fernández en representación de este Cuer- - po Científico; —5 2 la relación de las autopsias practicadas en el Necrocomio Municipal, durante el mes de Noviembre, por su Director el Sr. Obregón y Mayol; acordáudosele muy aten- tas gracias, —y 6 una invitación del Sr. Coronel Director de la Academia de Alumnos de Infantería para la fiesta dedi- cada á su Patrona, á la que no pudo asistir el Sr. Presidente por el estado de su salud. BrgLioreca.—Terminada la correspondencia oficial, presentó el de la nacional y extranjera Dr. Finlay las publicaciones T, xIx.,—40 314 recibidas desde la última sesión:—Revista de Cuba, 4;—El Profesorado de Cuba, 13;—Boletín Oficial de los Voluntarios, 295 y 296;—El Bombero, 49 y 50;—Boletin Comercial, 269 á 279;-——Avisador Comercial, 272 4 282;—Revista de las An- tillas, 33 4 36;—Escuela de Sanidad Militar, 188;—Revista de Medicina y Cirugía Prácticas, 153;—El Sentido Católico en las Ciencias Médicas, 41;—Enciclopedia Médico-Farma- céutica, 45;—La Consulta, 6;—Boletín mensual de Estadística demográfico-sanitaria de la Península é Islas adyacentes, Ju- lio 1882;—La Revista de España y la Legislación Ultrama- rina consignadas ya en la correspondencia oficial; —Harper's Weekly, 1373-4-5;—The Medical Record, 629, 630 y 631. Convocarorra.—Acto seguido manifestó el Secretario general que en la Gaceta de la Habana, periódico oficial del Gobierno, correspondiente al 6 de Diciembre, se había publicado la “Con- vocatoria” para las tres plazas de socios numerarlos vacantes en la actualidad, una de ellas perteneciente á la Sección de Ciencias Físicas y Naturales y dosá la clase de Medicina Vete- rinaria; y debiendo proveerse por elección en profesores domi- ciliados en esta ciudad, según el artículo 9? del Reglamento vigente, á este fin se dirigirán al Secretario general, durante los quince dias siguientes al anuncio oficial, las propuestas que para Académicos se presenten por los miembros de la Corporación, 6 las solicitudes documentadas de los aspirantes. Orción.—Leyó después el mismo Secretario un oficio del socio fundador y numerario Dr. Lebredo, concebido en estos términos: “Con motivo de la propuesta á que más adelante me con- traigo, suplico á V. $. se sirva poner á disposición de la Aca- démia la colección, que acompaño, de los trabajos más impor- tantes dados á luz por el Dr. D. José Grancher, á cuya benevolencia debo la delicada atención de habérmela dirigido. Bien conocido es entre nosotros el nombre de tan notable facultativo. Profesor agregado de la Escuela de París, á cuyo elevado y difícilmente accesible puesto le abrió las puertas con merecido aplauso é inmediato éxito su preciosa tésis 315 sobre la “Medicación Tónica”;—histólogo hábilmente revela- do y experimentadamente comprobado en sus valiosas inves- tigaciones sobre la “Unidad de la Tísis” y más especialmente sobre la “Tuberculosis pulmonal”, minucioso trabajo desarro- llado en el laboratorio histológico de Clamart, del que fué por largo tiempo celoso y entusiasta Jefe;—cerebro ampliamente nutrido con la repercusión incesante del trascendental movi- miento que en el propio y en extraños paises realiza la Me- dicina, y perfectamente organizado para interpretar,—tras un análisis inteligente, laborioso y concienzudo,—el valor y significación de los fenómenos, para descubrir el lazo que los asocia y para condensar magistralmente en una sola fórmula la sistematizada concepción en que finalmente y sin esfuerzo aquéllos se resuelven, como lo demuéstran sus interesantes estudios sobre el “Escrofuloma” y en general sobre la “Escro- fulosis” y sus relaciones con la “Puberculosis”;—ardieute y convencido sectario y propagador de ese generoso espíritu que fecunda é incuba los modernos procederes de exploración, buscando el secreto del diagnóstico, no ya exclusivamente en el desorden funcional, en el cuadro sintomatológico, sino en la correlatividad también de la expresión del mal durante la vida con la lesión encontrada después de la muerte, en la asociación, 4 la altura que sea posible, de ambos elementos en todos los momentos de la evolución y,—lo que es más todavía, —en la fructífera necesidad de explicarse la razón del proceso, haciendo en fin la Clínica con la Anatomía y la Fisiología en la mano, como altamente se proclama en su bri- Mante “lección de apertura del curso auxiliar de Patología Interna” que profesó en el -semestre de verano de 1881;— respetuoso admirador de las verdades clásicas á la vez que obrero entusiasta y decidido de ese importantísimo método que lleva á la Clínica las conquistas de la Anatomía Com- parada y de la Anatomía Médica, de la Embriogenia y de la Histología, de la Fisiología y de la misma Patología, como fácilmente se revela en la mencionada lección y en otras pro- ducciones;—clínico experimentado y creador en fin dentro de e 316 aquel elevado orden de ideas, como lo confirman su opúsculo sobre la “Neumonía Masiva”, sus “Relaciones del timpanismo subclavicular con los otros signos físicos bajo el punto de vis- ta del pronóstico de los derrames pleuríticos,” su artículo so- bre la “Cianásis” del Diccionario enciclopédico de Ciencias Médicas y su Técnica de la Percusión, —el distinguido médico del hospital Necker ha sabido elevarse á considerable altura y alcanzar, joven todavía, merecida y universal reputación. “Apoyado en tan valiosos como reconocidos antecedentes, y confiado en la legítima satisfacción que nuestro cuerpo aca- démico experimentará al inscribir entre los nombres de sus más esclarecidos miembros el del ya justamente célebre Dr. D. José Grancher, me tomo la libertad de proponer á dicho Profesor para socio corresponsal de nuestra modesta institu- ción, con tanto más motivo cuanto que, siendo muy probable y próxima la presencia entre nosotros de tan distinguido hués- ped, resulta oportunisima la ocasión en que una vez más ofrez- ca indiscutible prueba la Academia de que sabe honrar á la Ciencia y al verdadero mérito, tributando á sus representan- tes el más sincero homenage de aplauso, simpatías y confra- ternidad >” En atención á tratarse de un profesor tan conocido como meritorio, y á que la comunicación del Dr. Lebredo era no sólo un oficio de presentación, sino un informe sobre los anteceden- tes del candidato, manifestó el Sr. Presidente que, según la cos- tumbre establecida, se discutiría en sesión de gobierno el mencionado informe, procediéndose después á la votación, pa- ra llenar los requisitos prescritos en el artíenlo 17 de nuestro Reglamento. : Meniciva LecaL.— Estado mental de un procesado.—Presentó en seguida el Dr. V. B. Valdés, á nombre de la Comisión de Medicina Legal, el informe que por conducto del Gobierno General, pidió el Juzgado de Primera Instancia del Distrito del Monserrate sobre el estado mental del procesado D. José Abreu González ó D. José Armenteros, á fin de que en vista de los antecedentes que ahora se suministran, manifieste la 317 Real Academia si insiste en su dictámen de 20 de Octubre de 1881, relativo á la no demencia de aquél cuando cometió el he- cho que se le imputa, ó lo modifica en algún concepto.—Des- pués de recordar el primer fallo de la Corporación, al declarar que Abreu no se hallaba bajo la influencia de un trastorno men- tal cuando dió muerte á D. Antonio Rodríguez Curbelo, y de exponer los fundamentos de tal parecer, la Comisión consigna los nuevos datos que se han remitido para llenar los vacios señalados en su primer informe: esos datos confirman que Abreu es un loco y que su locura data de época anterior al hecho que motivó su actual prisión, como la observación clí- nica llevada en el Asilo de Enajenados vino 4 demostrar que estuvo loco después del suceso; pero la Comisión no encuentra motivos para modificar su anterior dictámen, toda vez que la locura de doble forma comprobada en aquellos antecedentes ofrece las alternativas de desorden mental y de perfecta luci- dez que se descubren en el procesado; y que el homicidio per- petrado por éste tuvo lugar en el uso de su razón, lo demues— tra la imposibilidad de que estuviera en cualquiera de los otros períodos que marcan la crísis cerebral: ni en el acto de su agresión ni inmediatamente después revelaron sus acclo- nes y pensamientos la incoherencia que caracteriza ese perío— do; por otra parte, en el de depresión que le sucede, es tal el estado de abatimiento, de melancolía, de Inercia física y mo- ral, que entónces se hace imposible de concebir el acto ejecu- tado; y además, en la hipótesis de que éste se efectuara duran- te la exaltación maniaca, el estudio de los documentos que sirvieron para el primer informe no prueba que Abreu cayese en un estado depresivo de la locura circular. Cuando este su- jeto cometió el homicidio, se encontraba en el período de lu- cidez que marca la intermitencia, el reposo de los paroxismos de la vesania mencionada, y por eso los primeros fenómenos que llamaron la atención después del suceso, fueron los corres- pondientes á la exaltación maniaca, los cuales tal vez inicia- ron nuevo paroxismo, el mismo que acreditan los profesores del manicomio, Y como consecuencia de estas consideracio- 318 nes, la Comisión de Medicina Legal propone: que á la consul- ta dirigida por el Sr. Juez de Primera Instancia del Distrito del Monserrate, —para que esta Academia manifieste “si in- siste en su dictámen de fecha 20 de Octubre del año anterior, ó lo modifica en algunos de sus conceptos”,—se conteste á Su Sría. que ratifica su dictámen de la fecha expresada, y no mo- difica ninguno de los conceptos en él contenidos. Hoxorartos meDICOS.—Aprobado por unanimidad y sin dis- cusión el anterior informe, leyó otro el Dr. Rodríguez, como ponente de turno de la citada Comisión de Medicina Legal, para responder á la consulta del Sr. Juez de 1? Instancia de Cárdenas sobre la importancia de los honorarios médicos del Dr. D. Pedro Francisco Oxamendi, en autos promovidos con- tra D. Juan Hernández y Piloto. En vista de los antecedentes que contiene el testimonio remitido á la Academia, conside- rando la Comisión que el servicio prestado por el Dr. Oxa-= mendi ha sido extraordinario, y por consiguiente no sujeto á regulación, sino de un carácter estimativo: atendiendo, por otra parte, á que la prolongada permanencia de dicho Dr. al lado de un enfermo durante tres dias, lo distraín de su clien- tela, haciendo además dos visitas por la noche á legua y media de su residencia, por caminos intransitables y frecuentados de bandoleros, y que si bien podía estar seguro de lo que creyera ganar, no sabía cuanto perdía ahuyentando aquella, que temía la propagación del mal; considerando, además, lo repugnante que es la permanencia al lado de un virolento, que el Sr. Piloto es una persona acomodada, pues sólo éstas se permiten el lujo de hacer consultas en el campo con cuatro médicos, y mantener permanentemente, por espacio de tres ó más dias, í uno ó más facultativos; y atendiendo también á que el Dr. Oxamendi disfruta de una buena reputación y á las otras circunstancias que concurrieron en el caso que se ventila, la Comisión de Medicina Legal é Higiene Pública en- tiende que deben abonarse al Dr. Oramendi los dos mil seiscien- tos un pesos en oro, que reclama al Sr. Piloto, Física apticapa.—£1 Pionoscopio.—Unánimemente aproba—- 319 do dicho informe, leyó el Dr. Rovira, á nombre de la Comi- sión de Fisica y Química, otro informe hecho en colaboración con el Dr. Várgas Machuca acerca del “Pioskop” y de las condiciones que reune este pequeño aparato importado de Alemania por D. Enrique Sarrapiñana y Vázquez y destinado al reconocimiento de la leche, esto es, á apreciar la mayor ó menor cantidad de agua que pueda contener; y en este senti- do, consultada la Academia por el Gobierno General para ex- poner cuanto se le ofrezca y parezca, opina la Comisión que puede aceptársele, porque en las diversas ocasiones que lo ha ensayado, siempre los resultados han sido relativamente sa- tisfactorios. Los experimentos han sido hechos con cinco. le- ches de las mejores de esta ciudad, ya adicionadas de agua en proporción de un 50, 100, 150 y 200 por 100, ofreciendo en el primer caso la coloración de la zona rotulada Créme, y en los otros sucesivamente las de tres riche, normal, moins riche y por último tres maigre, siendo ésta la única que presen- tó un color bien determinado. Efectuados otros ensayos con distintas mezclas de féculas y especialmente con harina, no- tóse la sola diferencia de la acentuación del color, es decir, que se hace un poco más intenso el que corresponde á la zona á que pertenezca por su calidad la leche. En vista de lo cual, la Comisión cree de su deber concluir: 1%que el “Pioskop” sólo puede admitirse como medio aproximado de reconoci- miento de la leche, en virtud de estar su manejo al alcance de todas las inteligencias, cuando simplemente se trate de sa- ber si esta secreción tiene ó no gran cantidad de agua, pues las pequeñas porciones no las acusa con regularidad ni exac- titud; y 22 que, á pesar de lo manifestado en la instrucción, las observaciones no deben practicarse sino momentos después de colocado el disco de vidrio sobre la placa de goma que contiene la gota de leche. Anuncios. —Después de aprobado por unanimidad y- sin discusión el anterior informe, recordó el Secretario general el acuerdo celebrado por la Academia en la sesión del 12 de Marzo de 1876 (Anales, t. XII, pág. 421) con motivo de unos 320 “Polvos dentífricos;” según el cual había de agregarse, en ese caso y todos los análogos, que “el permiso para el expendio no implica autorización para usar del nombre de esta Acade- mia en los anuncios quese hagan ni en ninguna otra clase de publicaciones,” á fin de evitar que se abuse del nombre de la Corporación, poniéndola en ridículo en los reclamos que sue- len repartir los industriales para dar fácil salida á sus pro- ductos. El Dr. Rovira contestó que no aceptaba dicha enmienda, pues los casos no eran los mismos, tratándose en el primero de unos polvos “equivalentes” á los ya conocidos, y en el segun- do de un pequeño aparato que puede prestar alguna utilidad en su manejo. Explicó el Secretario que no se trataba de una eumienda, y por eso había hecho aquella observación después de aprobado el informe, sino de un acuerdo que puede cumplirse al remitir el informe á la Superioridad, en el oficio que lo acompañe; y, además, sl los casos no son enteramente los mismos, no dejan de ser análogos para el fin que procura evitarse. El Dr. Rodríguez apoya el parecer del Sr. Ponente de la Co- misión y agrega que no debe la Academia dejarse arrastrar de un exagerado celo, pues al lado del desprestigio que quiere evitarse, a el prestigio que necesariamente ha de aumentar si fisura su nombre al frente de cosas que lo merezcan por sus útiles aplicaciones; aconteciendo lo mismo en otros cuer- pos científicos de gran nombradía. El D». Finlay expuso que en el fondo tenían todos que es- tar de acuerdo respecto á que no se abusase del nombre de la Academia; pero esto podía lograrse exigiendo á los intere— sados que, al usar de aquel ba publiquen el informe en su totalidad y no cercenado. El Secretario general explica que no se ha propuesto soste- ner aquel acuerdo, aunque lo considere muy justo y aplicable al caso actual, sina llamar la atención de la Academia hacia un peligro con que ya otras veces se ha tropezado y aún se ha tratado de eludir. 321 El Dr. Rodríguez, que acepta más bien la opinión del Dr. Fin. lay,opina que pudiera prevenirse ese peligro, exigiendo que nin- guno de esos anuncios se publique sin el V? B? de la Academia. El Secretario responde que en la sesión á que antes ha alu- dido, indirectamente interpelado el Sr. Subdelegado de Far- macia por el Dr. Rodríguez, manifestó que esa censura le estaba confiada, pero que el interés del periodismo hacía que no se la tuviese en cuenta y que sin ella se insertaran dichos anuncios; agregando que toda la eficacia del Censor quedaba muchas veces sin el menor resultado, á pesar de participarlo opor tunamente á la Autoridad respectiva y de una disposi- ción inserta en la Gaceta Oficial, del Sr. Zulueta, entónces Gobernador Político de la Habana. Advierte el Dr. Rodríguez que lo mismo sucedería con el acuerdo á que ha hecho referencia el Sr. Secretario, sobre to- do hoy que existe libertad de imprenta. Niega el Secretario general que llegase á suceder lo mismo, pues la experiencia se ha encargado de demostrar todo lo con- trario, porque, áun suponiendo. que se hayan publicado tales anuncios, no ha figurado en ellos desde entonces el nombre de la Academia. , En el órden cronológico considera el Dr. Oxamend: que de- ben citarse primeramente, para la cuestión que se ventila, cier- tos anuncios repetidas veces publicados en periódicos de esta ciudad, acerca de unas píldoras de yodoformo sobre las cua- les hubo de informar la Academia. Haciendo historia, recuerda el Secretario general que acerca de esas píldoras informó, en efecto, una Comisión de la Aca- «demia en el punto de vista farmacológico, quedando nombra- da otra Comisión para efectuarlo en el concepto terapéutico; de modo que los anuncios aludidos no encierran sino una par- te de la verdad, y ahi está la falta en que incurriera el inte- resado y uno de los motivos para el citado acuerdo. El Pr. Finlay hace observar que, con lo que él propuso, se hubiera evitado seguramente ese resultado, ya que la Acade- mia no cuenta con medios coer citivos para llegar á él. T, xIx.—41 322 El Dr. Vargas Machuca cree ociosa toda discusión, desde el momento en que ya existe un acuerdo. El Dr. Zamora piensa del mismo modo y se inclinaria á exa- minar de nuevo el informe, si fuera posible hacerlo, porque de un lado faltan las verdaderas circunstancias de la consulta hecha 4 la Academia, y del otro los antecedentes científicos del pequeño aparato que le sirve de objeto, pues hay lactosco- pios que han precedido al actual en cuanto al procedimiento. Contesta el Dr. Rovira que si no estuviese ya aprobado el informe, daría cumplida respuesta á las observaciones del Dr, Zamora; pero agrega que la Comisión no ha aprobado el apa- rato, sino que ha expresado el resultado de los ensayos que con él ha hecho, y pide que se exija á los interesados que pu- bliquen, al mencionar la Academia, no todo el informe, lo que sería muy largo, sino sus conclusiones. El Dr. J. Torralbas estaba en la creencia de que en el infor: me de la Comisión se aprobaba dicho aparato, cuando el Dr, Rovira, ponente de la misma, ha venido á sacarlo de ese error, declarando lo contrario; pero, si no hubiera sido así, no habría más que ver el aparato para saber á qué atenerse acerca de su importancia. El Dr. Santos Fernández, refiriéndose á lo expuesto por el Dr. Finlay respecto á que la Academia no cuenta con medios coercitivos para evitar el abuso que se denuncia, disiente por completo de esa opinión, pues si cualquiera puede hacerlo en caso de necesidad por medio de los Tribunales, con más motivo sería atendida la Academia. ' El Secretario hace observar que la cuestión es más bien de forma que de fondo, porque en éste todos están de acuerdo res- pecto á custodiar el prestigio de la Corporación, si bien es di- verso el parecer tocante al modo de verificarlo; indicando él la fórmula antes adoptada por la Academia para todos los ca- sos análogos; reclamando el Dr. Finlay la publicación, en los anuncios que se hicieren por los interesados, de todo el infor- me académico; inclinándose á este parecer el Dr. Rodriguez, y pidiendo el Dr. Rovira que solamente se exija la inserción 323 de las conclusiones del informe. El Secretario cree que en el caso de que se trata puede salvarse la dificultad del modo in- dicado por el Dr. Rovira, atendiendo á que las citadas conclu- siones reducen á su justo valor el mérito del pequeño aparato. Pregunta el Dr. /tovira si una vez admitida su proposi. ción, se deberá aplicar el mismo procedimiento á todos los casos que en lo adelante ocurrieren. Contesta el Secretario general que dicho procedimiento es sólo aplicable á este caso, no pudiendo asegurarse con anti- cipación que eu algunos otros no tenga la Academia que echar mano de su fórmula anterior, ó aplicar el procedimiento propuesto por el Dr. Finlay. La experiencia acaba de acreditar, una vez más, que no se debe promulgar una regla absoluta. Suficientemente discutido el particular, y vista la homo- geneidad de los sentimientos y aspiraciones de todos, deter- minó el Sr. Presidente, despues de consultada la Corporación, que se votara la moción del Dr. Rovira; quedando resuelto por unanimidad que, para el caso presente, al remitirse al Gobierno General el informe de la Comisión de Física y Quí- mica, se le manifestase al mismo tiempo la conveniencia de que los interesados no puedan usar en sus anuncios del nombre de la Real Academia, sino publicando integras las conclusiones del referido informe. Despues de lo cual, declaró el Sr. Presidente terminada la sesión pública y constituida la Academia en otra de Go- bierno para tratar del nombramiento de un socio corresponsal extranjero. OPOSICIONES EN LA UnivERSIDAD CENTRAL. De una interesante “Revista Científica” publicada por el Dr. García y Calderón en “La Tribuna”, periódico de Madrid, correspondiente al 8 de Diciembre del pasado año de 1882, tomamos los siguientes párrafos en que se da cuenta de las oposiciones que para la cátedra de Terapéutica y Materia Mé- dica, vacante en la Universidad de la Habana, tuvieron lugar 324 en la sala tercera del Colegio de San Carlos, desde el 4 al 15 de Noviembre.—Alegrémonos del brillante resultado obtenido por el Dr. D. Rafael A. Cowley, así como del que alcanzó aquí su hermano el Dr. D. Luis, catedrático de Higiene Pú- blica y Privada, ambos socios numerarios de nuestra Acade— mia de Ciencias y que, durante algunos años, venian desem - peñiando con acierto, en nuestra Universidad, las asignaturas para que tan justamente han sido nombrados. Difícilmente podrá componerse un Jurado ni más com- petente, ni más imparcial, ni unas oposiciones más claras, ni un veredicto más justo, que estaba ya previsto y en la con— ciencia de todos los que asistimos á aquel brillante certámen, á aquella lucha espiritual en el palenque de la inteligencia, en la que el nuevo Catedrático rayó á tal altura, que dejó bien sentado el buen nombre del suelo que le vió nacer y de la naciente pero ilustradísima Universidad, que le proporcionó la savia de su robustez científica. Componían el Jurado los Doctores Calvo Martín (Presi- dente), Montero Rios, Castro (Catedrático de la asignatura en la Central), Candela, Cortezo, Santero, Auber, todos com- petentes y la mayor parte autores de trabajos de terapéutica muy estimables. Los ejercicios fueron brillantísimos y el resultado de la lucha el que el Jurado colocase en terna por este órden á los Sres. Cowley, Pinos y Espada. No haremos leña del árbol caido; pero sí diremos sincera y francamente que el Sr. Espada no podía en realidad aspirar otro puesto. Muy superiores fueron los ejercicios del Sr. Pinos, el cual, si no posee las dotes magistrales del Dr. Cowley, ni el desenfado, por decirlo así, del que marcha con paso seguro por un terreno que conoce á fondo, ha demostrado tener una vasta instrucción, y aunque lento en el decir, su palabra es bastante fácil y comprensible. En cuanto al Sr. Cowley, no podríamos decir nada mejor 325 que lo que ha dicho un maestro que presenció sus actos. Sen- tóse catedrático y se levantó enseñando. La profundidad de sus conocimientos y su galanura al expresarse atraía la atención hasta del Jurado, que con razón se fastidia y se distrae á veces cuando oye las sandeces de ciertos opositores, más osados que inteligentes. Se le escu— chaba con interés, y en la-lección sobre el aceite de hígado de bacalao, que le tocó en suerte explicar, empleó frases felicísi- mas, como la de llamar á ese producto el riego del pulmón y la fornalla de la vida. El carácter que dió á aquella lección £ué tan práctico, que uno de nuestros más distinguidos médicos aseguraba no haber oido ni poder dar.nadie una lección sobre aquel asunto, ni con más lujo de erudición, ni con más claridad, ni más metódica. Por nuestra parte, podemos decir que habíamos oido dos lecciones anteriormente sobre el mismo tema, una á Gubler, otra á Martin-Damourette, y ninguna de ellas hizo en nuestro ánimo la impresión que produjo la magistral lección hecha por el Dr. Cowley, que, por decirlo así, poetizó el aceite de hígado de bacalao para hacérnoslo más aceptable y grato al paladar, y aprovechó el momento en que cautivaba nuestra atención para descoyuntarlo en el gran laboratorio químico de la economía, después de su ingestión, y enviando cada uno de sus componentes á un reservorio distinto del organismo á que iban destinados, encomió la importancia de sus ácidos. Durante toda esta lección, el presidente y el profesor Castro no cesaban de asentir con movimientos de cabeza. No sería, por cierto, por falta de independencia del Dr. Cowley, que fué parco en tributar elogios á ese distingul- do autor, contrariamente á otro contrincante; ántes al contra- rio, en uno de sus ejercicios lanzó un dardo, en el terreno científico, al plan de estudios, así como también hizo en su programa una crítica razonada sobre la mejor .manera, á su modo de ver, de enseñar la Terapéutica; y aunque el nuevo catedrático haya hecho el elogio de muchísimos trabajos ex- tranjeros en sus brillantes disertaciones, concluyó adhiriéndo- 326 se al método español, á nuestro juicio también preferible al francés, según el cual el profesor de Terapéutica, en vez de enseñarla en conjunto á sus alumnos, se detiene en hacer una magnífica monografía, es decir, que sobre un capítulo dado, pongamos por ejemplo los arsenicales, emplea todo un semes— tre, con perjuicio del resto de las demás materias. No era del caso hacer referencia á ello; pero el Dr. Cow- ley hubiera tal vez podido indicar que la Facultad de Me- dicina de París es quizás la única que pudiéramos llamar de altos estudios, donde se trata, si pudiéramos expresarnos así, de la filosofía de la Medicina, siesa palabra filosofía no qui- siese á veces decir mucho y si otras veces no fuese más que una voz hueca que sirve de ropaje á descarnadas desnudeces. De modo que al gran anfiteatro de la Escuela de París lleva el Profesor todas las ideas nuevas, todos los últimos descubrimientos científicos para discutirlos allí en presencia, no ya de alumnos primerizos (no encuentro epíteto más grá- fico), sino de médicos ya formados que se preparan para las grandes lides del profesorado, y se les da carta de naturaleza en la ciencia ó se les rechaza. Es, en suma, una Escuela de Ampliación. 7 Pero al lado de esa Escuela Superior, está lo que pudié- ramos llamar la Escuela General, desempeñada por una mul- titud de agregados. Están la Escuela Práctica, Clamart, todas las Clínicas y servicios de hospitales y la enseñanza libre en multitud de Clínicas y anfiteatros especiales. Aquel sistema verdaderamente libre cambista en el terreno de la Medicina, no existe más que en París, y el sabio catedrático de Tera- péutica de la Universidad de la Habana, que fué también discípulo de aquella célebre Escuela y que, como nosotros, ha viajado por Austria, Alemania, Italia é Inglaterra, visitando sus Universidades, donde los extranjeros tenemos que com- prar la instrucción á peso de oro, sabe muy bién que en París, en la gran República, abierta siempre á todas las ideas gran- des y generosas, la enseñanza es tan libre, que el alumno no está obligado á asistirá ningún curso, á ninguna cátedra y 327 va recogiendo el fruto allí donde más rica le parece la si- miente á él ó á los que le aconsejan. París es, en definitiva, la única Escuela del mundo, donde sin autorización previa del catedrático de una asignatura, puede un extranjero asistir libremente á ella. Las puertas de la Universidad, del Cole- gio de Francia, de los Hospitales y Museos, están de par en par abiertas. Estánlo igualmente las salas de Conferencias y los Ateneos científicos y literarios; y todo, en fin, lo que atañe á la instrucción, es del dominio público. Perdónenos el lector esta pequeña digresión, que no nos ' parece en vano traida, y que quizás pueda servir, siquiera sea para atraer la atención del Sr. Cánovas del Castillo, diguo sucesor del ilustre Moreno Nieto en la Dirección del Ateneo de Madrid, para que las conferencias todas, y sin excepción, de dicho centro, sean completamente públicas, pues no ignora el Sr. Cánovas que el reducido espacio reservado al público no es jamás ocupado por los socios, hallándose en recinto aparte. Y créanos el Sr. Cánovas. Muchos jóvenes que de— sean ilustrarse, que aman la dialéctica y que desean oir á los maestros en el arte, y que no pueden hacerse socios por lo crecido de la cuota, se lo agradecerían é irían gustosos á ocu- par aquellos escaños que tan tristes y vacíos quedan las no- ches de preteccionismo. Volviendo á las oposiciones de "Terapéutica, diremos que el cuarto ejercicio, que suele constituir un verdadero escollo, fué el broche de oro con que el Dr. Cowley cerró sus actos, realizándolo de una manera tan científica, que el público y hasta el Jurado revelaron la sorpresa que les causaba el mo- do magistral con que lo verificaba. Seis sustancias colocadas en un muestrario fueron examinadas sucesivamente por sus contrincantes, que tuvieron la poca fortuna de desconocerlas. Tocó el turno al Dr. Cowley, que las fué tomando una por una é indicando el reino, órden, clase, familia, tribu, género, especie y variedad á que pertenecían, con tal acopio de datos, que revelaban lo familiar que le eran los conocimientos de la botánica, zoología, química, fisiología, etc. De tal modo, que 328 al conclnir el acto, el nombre del nuevo catedrático, que des- de el segundo ejercicio se imponía al auditorio, pasó de la mente á los labios, y fué proclamado. El Jurado debe estar satisfecho de su juicio, que fué unánime, y la Universidad de la Habana dichosa de contar en su seno el que hasta ayer fué su hijo adoptivo y hoy le ha legitimado la Universidad Central, pues el Sr. Cowley hace años que venía desempeñando como auxiliar la cátedra de Terapéutica, que parece ser el patrimonio de su apellido. En efecto, su padre fué durante muchos años catedrático de dicha asignatura en aquella Universidad, y aunque las tradiciones científicas rara vez pasan de padres á hijos, por esta vez la tra- dición gloriosa de los Cowley seguirá en la cátedra habanera. ResoLucióN DEL GOBIERNO SUPREMO SOBRE REPRESIÓN DEL ABUSO Y EXPENDIO EXCESIVO DE BEBIDAS ALCOHÓLICAS EN LA ÍSLA DE CuBa. (V. Anales, t. XVII, pág. 228). Gobierno General de la Isla de Cuba.—Secretaría.— Sección de Administración. —Suntdad. Iltmo. Sr. —Por el Ministerio de Ultramar se comunica con fecha 20 de Marzo último á este Gobierno General la Real Orden siguiente: “Excmo. Sr.—Pasado á informe de la Comisión de Codifi- cación de las Provincias de Ultramar el expediente instruido en ese Gobierno General sobre represión del uso y expendio excesivo de las bebidas alcohólicas, ha emitido el siguiente dictamen”: “Excmo. Sr.—La Comisión de Códigos ha estudia- “do con detención el expediente que V. E, se ha servido re- mitirle, formado á virtud del excesivo consumo que en la Isla de Cuba se hace de las bebidas alcohólicas.—De aquél aparece que en 30 de Junio de 1870 se dirigió la Real Acade- mia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana al Gohernador General de Cuba, manifestando, en vista del abuso en la Isla de dichas bebidas, que sin embargo de care- 329 cer la Academia de iniciativa necesaria para proponer las medidas oportunas sin previa consulta del Gobierno, no creía que debía permanecer indiferente «ante un asunto de tamaña importancia, El Gobernador General, de acuerdo con la Jun- ta Superior de Sanidad, pidió dictámen á dicha Real Acade- mia; y ésta, en un extenso y razonado informe, con presencia de datos estadísticos y enumerando las fatales consecuencias que en el individuo, en la familia y en la sociedad producen, á su juicio, el abuso de las bebidas alcohólicas, indicó dos clases de medidas para combatirlo; de cuyas medidas, habían de ser unas de órden económico, consistentes en imponer de- rechos elevados de introducción sobre los liquidos espirituosos y en particular sobre la ginebra y demás análogos licores, co- mo el ajenjo, el coñac, el vermouth, el anisete, el chartreuse y el curazao; y otras de órden admiinistrativo, relativas en su principal parte á la adopción y aplicación de un Reglamento de carácter represivo. Trazó con este motivo la citada KReal Corporación un proyecto de Reglamento, tomando por modelo la Legislación francesa, desarrollado en trece artículos y au- mentado sobre la idea de castigar 4 todas las personas que se encontrasen en estado de embriaguez en las calles, plazas, ca— minos ú otros sitios públicos, á los taberneros y demás expen- dedores de bebidas que las diesen á los ebrios, recibieran á éstos en sus establecimientos ó sirvieran licores alcohólicos á individuos menores de diez años, y á cualquiera que hubiese hecho beber hasta embriagarse á uno de estos menores; ó lo que es igual, el castigo no sólo de la persona embriagada sino también, en muchos casos, el de Jos comerciantes que expen— den artículos capaces de producir embriaguez. Las penas propuestas por la Academia eran la multa y la de arresto con pérdida de derechos políticos durante cierto tiempo en caso de reincidencia; pero dejando mucho en la aplicación de es- tas penas al criterio de los Tribunales. Devuelto el expedien. te á la Junta Superior de Sanidad de la Isla, encontró acep- table el informe de la Academia, si bien le ocurrieron dudas acerca del planteamiento de las relacionadas bases; y oida la T, XIX.—42 330 Dirección General de Hacienda de Cuba, entendió del asunto el Consejo de Administración de la misma, tributando cum- plidos elogios 4 la Real Academia mencionada y proponiendo - que se elevasen los antecedentes al Gobierno de $S. M, para su resolución. Pedido dictámen, ya en la Península al Real Con- sejo de Sanidad, lo evacuó éste, abundando en atinadas y discretas observaciones tanto respecto de las consecuencias de la bebida del alcohol y de los medios propuestos para atajar el-abuso denunciado, cuanto de la verdadera importancia del mismo abuso, con cuyo último objeto observó que no todos los licores importados ó existentes en la Isla de Cuba se des— tinan al consumo individual, sino que se aplican en cantidad considerable 4 la medicina ó la industria, ó son exportados, y que antes se bebía en la Provincia Ultramarina más por el estado excepcional de la guerra. Ebutendió, resumiendo el Consejo de Sanidad, que la Memoria de la Academia de la Habana es un trabajo de verdadero mérito, por más que no aparezcan aceptables las medidas represivas propuestas, y que siendo evidentes las desastrosas consecuencias del alcoholismo, convenía oir á la Comisión de Códigos que hoy tiene la hon- ra de dirigirse 4 V. E.—Reconociendo desde luego esta Co- misión la certeza de los perjuicios que la embriaguez produce en el organismo humano y en la vida social, aunque creyen- do con el Consejo de Sanidad que el abuso de que se trata no reviste las alarmantes proporciones, aunque éstas sean gran- des, que se deducen de los datos expuestos por la Academia de la Habana, y complaciéndose en consignar que es digno de elogio el trabajo de ésta, cual lo es igualmente el precedente informe del Consejo de Sanidad, aprecia, sin embargo, de distinto modo que esos Centros la cuestión que se ventila, y considera que la solución puede encontrarse fácilmente me- diante el recuerdo de las disposiciones vigentes en materia penal. No estima oportuno esta Comisión imponer derechos elevados de introducción sobre los liquidos espiribuosos, porque, además de envolver semejante acuerdo una cuestión de dere— cho internacional, conforme se ha indicado yá en el expedien- 331 te, produciría la alteración de los ingresos con que cuenta el Tesoro para atender á sus necesidades, sin que pueda decirse que á mayores derechos de entrada corresponden mayores recursos al Estado, porque sabido es que no puede sostenerse dicha teoría en buenos principios de recaudación; y por cima de esto, no sólo perjudicaría al consumidor, sino también al exportador, lo cuál en ningún caso se debe aceptar, porque tratándose de un comercio lícito, carecen de razón los obs- táculos que se opusieran á su libre ejercicio. Descartadas las medidas de órden económico, tampoco cabe, á juicio de esta Comisión, modificar actualmente á virtud de un Real Decre- to el Código Penal que rige en Cuba, ni establecer disposicio- nes especiales para perseguir el abuso de las bebidas alcohóli-. cas; porque si bien el Gobierno de $. M. se halla facultado con arreglo al artículo 89 de la Monarquía para llevar á las Pro- vincias Ultramarinas Jas leyes vigentes en la Península con las reformas necesarias, no lo está para contrariar por sí estas mismas disposiciones, cual sería pretender que se considerara hecho punible el uso de licores que hasta ahora no lo es, y antes por el contrario, constituye en ocasiones una circuns— tancia atenuante según dispone el artículo 9% de dicho Código Penal de Cuba. Para estabuir, por consiguiente, reglas no sólo distintas, sino contrarias á las actuales, había que solici- tar el concurso de las Córtes; pero noes preciso acudir á “este medio, en concepto de la Comisión, porque dentro del derecho escrito se encuentra la solución que cree más acerta- da., El ejercicio de las industrias ó comercios lícitos no per- mite que se le sujete con cadenas de que la fuerza natural de las cosas le habría de librar bien pronto; y así las penas que en el proyecto de Reglamento se establecen para los ex- pendedores aparecen tan poco justas, que el mismo artículo 9? lo revela cuando deja el aminorarlas al amplio arbitrio de los Tribunales; y lo mismo puede decirse de los castigos que se consignan para el consumidor, en quien no es posible, por la diferente naturaleza de las personas, fijar cuanta cantidad de líquido necesita para embriagarse, ni aunque se supiera, sería 332 conforme á la justicia penal el exceso de bebida, siempre que este exceso no se manifieste por actos contrarios al ménos al órden social. Esto supuesto, no encuentra la Comisión que debe corregirse al expendedor, sino cuando vende sus artícu- los adulterados Ó nocivos á la salud, ó sin guardar las reglas establecidas para la venta en las condiciones debidas; ni al consumidor más que cuando las consecuencias de la embria- guez, saliendo fuera del individuo que la sufre, atacan al órden público; y para tales casos tiene sanción adecuada el Código Penal de Cuba en sus artículos 603 núm. 22 y 597 núm. 32 que disponen sin perjuicio de las mayores penas que corres- ponden cuando el abuso del expendedor llega á constituir delito, ó el ebrio realiza actos comprendidos en otras disposi= ciones penales. La Comisión, por lo expuesto, entiende que no es necesario acordar medidas especiales de represión para el abuso de las bebidas alcohólicas de Cuba, en razón á que los artículos 597, caso 32, y 603 núm. 2% del Código Penal allí vigente, castigan con reprensión y multa las faltas que se cometan con ocasión de dicho abuso, pudiendo recordarse las citadas disposiciones á las Autoridades de Cuba, con objeto de que no dejen de ser cumplidas en cuantas circunstancias proceda su aplicación. V.E., no obstante, resolverá lo que estime más acertado”.—Dios guarde á V. E. muchos años.— Madrid 10 de Diciembre de 1881.—El Presidente, José María Fernández de la Hoz.—El Secretario, Federico Pons.—Excmo. Sr. Ministro de Ultramar.—“Y habiéndose conformado S. M. el Rey (q. D. g.) con el preinserto dictámen, se ha servido resolver como en el mismo se propone.—De Real Orden lo digo á V. E. para su conocimiento y demás efectos.” Y habiendo dispuesto el Excmo. Sr. Gobernador General con fecha 17 de Abril ppdo., el cumplimiento de la preinserta soberana resolución, de su órden la traslado á V. $, L para su conocimiento.—Dios guarde á V.S. L muchos años.—Habana Mayo 1% de 1882.—M. Díaz de la Quintana.—Iltmo. Sr. Presi- dente de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Na- turales de la Habana.—(V. t. xvi, p. 228; y “Trabajos de la Comisión de Medicina Legal é Higiene Pública”, t, TL p. 243). 335 Mortalidad de la Habana, en el verano de 1882; por el Dr. D. Ambrosio G. del Valle. o ALA 22 —————— venenoso 1882---1556--idem id, 1226. Idem ÁK_—_—_—_—_—__—__—_——_____—_—______AAAAKKH-IAA A —K28| 43 1 o9| 89 1d. del hígado........... A AN A 7 11 59 Fiebre y caquexia palúdica......-=-- 29| 14| a43ll 10 31l| 21 3 ol 69 Fiebre bili082......-......> a 3 ] A a tol lalo MEE! 4 Fiebre amarilla........oooo===... 116 05930 14371338 Fiebre tifoidea...... .ooooo.....=--- 16| 10| 26 5 SISI A 21 41] GANDgredA co oorccnnnn rn 5 ] 6 2 1 3 Mile 10 Intoxicación tebaiCa......oooommo... IS A AR AED 4 MeningitiS....ooooooormmmmmm coo...” 31| 38| 69 10 6 16 11. 86 Muermo y ÍarCiM0.onooo+ooooomonsos]lors- 1 Pl A e |] ES ] Neumonía y bronquítiS....o.-..... MZA) CIS TOO ESO Ne O iaa soleil 20 as 5 9) ANTAS 4 1 91 J4 Oclusion intestinal. .......----=+..- 4 1 Ale ] O INN 6 [Parto y accidentes puerperales....... e SS 4 AN ES 7 PERDI aa dose 1 1 SEAN UOC CUBE Ed LE 2 Pleuresia......oo==-----=- Lantern... a (EL IE 1 1 2 al. 4 Reblandecimiento cerebral.........- 3 J 4 5 A | 17 RADA acia tele es as ls E A e A E IS ReumatismO........---- Soror ] 1 2 1 O A 4 SarampióL..oooocoror rr. 1 ME le o lA RE Tétano en adult0S..oooo..oo..... 5 9 7 2 3 5 AS Tétano infantiles... oncjalas 37| 25| 62| 21 Bi E) DIS idae vs IIA O A 1271 88| 2151 27+ 63| 90| 25 11| 341 os feriDa cons naa ore als sa oojalaraleoo Ea MAA e [he il VA OOOO | ODO LA A SAO A O A A ela leia ae a E E ROTA E TON DEA ola Muerte repentida.....oooooo.ooocn..». Las 1 JS 4 Casos de longevidad......ooooom=omo-ll=-.. OO ae O E A 4 Otras Causas ...ooooooo..oo..- SAA 34| 19| 53 19| 16| 28 3 s| 92 Sin eXpresarSe ...ooomoomomc oo coo. 181 /5/- 28[+ 18] 6] 24] 9l.uo.| 56 SUMAS cooooocrrenccca renos” 7001 35511055|| 186! 241] 427| 74!l 17011726 Mortalidad civil en 1881..........o...o.. 1.910 | Población civil segun el censo de 1879--126.831 Idem idem.en 1882....ommommrcnsmmocnonr. 1.556 | Mortalidad en 1881--.1-910.--Proporción p. 1000--15'05. Do. IMÉNOB....cococonnsasoponessonsoroso 354 A A A A — ___ _—u— — — — 334 DAros BIBLIOGRÁFICOS RELATIVOS Á LOS EFECTOS FISIOLÓGICOS Y TÓXICOS DEL TABACO. (V. Anales, t. XIX, págs. 131 y 134). VavqueLtx, Analyse du tabac (Journal de pharmacie, t. 1, p. 510). Bourrox-Chararo eb O. Hesry, Journal de pharmacie, 1836. BarraL, Sur la nicotine ou alcali du tabac (Comptes-rendus de ” Académie des sciences, 31 janvier 1842). ScnLorsisc, Annales de chimie et de physique, t. 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La 2” expondrá la organización médica existente. 340 La 3* manifestará la asistencia que reciben los enfermos y los heridos y los medios empleados para su transporte, así co- mo los tratamientos en uso en los indígenas. El prospecto advierte además que el objeto de esta Exposi- ción Médica es de carácter exclusivamente científico: por lo tanto, no quedarán excluidas las contribuciones que hayan dejado de mencionarse en el programa; antes al contrario, se recibirá con gratitud todo lo que pueda propender al fin pro- puesto. | ( Los objetos destinados á esta Sección se admitirán en Ams- terdam hasta el 1? de Abril. Con motivo de esta Exposición se reunirá en Setiembre de 1883 un Congreso Internacional de médicos de las colonias, cuyo programa no tardará en publicarse. (V. pág. 309). IL—A continuación transcribimos del “Diario de Sesiones' el discurso pronunciado recientemente en el Senado por el Sr. Giiell y Renté, quien por su interés y entusiasmo á favor de nuestra Universidad, se hace cada vez más digno de la re—- presentación que recibió de nuestro primer Cuerpo docente: Sres. Senadores: En nombre de la Universidad de la Haba- na, que tan modestamente represento, tengo el deber de dar las gracias al dignísimo presidente y señores de la Comisión que firmaron el proyecto de ley para la edificación de la nue- va Universidad de la Habana. ; Doy las gracias también al Sr. Ministro de Ultramar, que | con tanta bondad é interés aceptó el pensamiento de la Co- misión, y al ilustre Senado que lo votó con tanta sabiduría y patriotismo. Este proyecto, reproducido hoy en el Congreso por un dig- nísimo Diputado, espero sea muy pronto votado. Y antes de cuatro años la madre Patria tendrá una magní- fica Universidad en la Habana, que será el firmísimo monu- mento del saber, de la conciliación y de la paz, y el medio más seguro de traer 4 Cuba una gran población. Y ya que estoy de pié, voy á hacer un ruego al Sr. Ministro de Ultramar, mi respetado y querido amigo. ) 311 Reunidos todos los señores catedráticos de la Universidad de la Habana, por unanimidad me han dado el encargo de presentar una exposición al Gobierno, pidiendo que se declare la de la Habana Universidad de Distrito, como son todas las de la Península. Yo he cumplido ya con este deseo; y yo le ruego al Sr. Mi- nistro que en lugar de mandará informe esta exposición á la isla de Cuba, pues allí quien la ha de informar es un oficial tercero del Gobierno,. que ya ha informado que no se debe hacer ninguna variación en la Universidad, la pase, si necesita informes, al Consejo ó al Director de Instrucción * pública, porque de otro modo jamás se resolverá esta cuestión. Ll ex- pediente quedará enterrado en las oficinas de la Habana. La Universidad de la Habana está hoy asímilada con las de la Península en su plan de estudios y en la forma de entrar en ella los catedráticos por oposición allí y en la Península; así, es justo que sus sabios profesores gocen de las categorías y entren en el escalafón del profesorado de la Península; y que no sea la Universidad de Cuba una pobre escuela relega- da á la indiferencia, sino una parte integrante del gran cuerpo de Instrucción pública de la Península. Yo le ruego al Sr. Ministro que declare Universidad de Distrito la de la Habana; que se le dé á aquel respetable Rec- tor y á sus profesores, tan sabios como leales patricios, toda la autoridad que merecen y que tienen los rectores en la Pe- ninsula. Yo no quiero romper la unidad de acción en el Gobierno de Ultramar: pido solamente lo que el Claustro de aquella Universidad reclama con tanta justicia; lo que es necesario y lógico, si quiere el Gobierno que la Universidad de la Habana sea un gran centro de instrucción tan necesario para bien de la Patria. | Esto mismo bajo otra forma lo pidió en este augusto recin- to el Marqués de San Gregorio, desde ese asiento cubierto de luto, cuando en la legislatura pasada se ocupó en el presu- - puesto de las Universidades de España; entónces pidió para 342 la de Cuba las mismas ventajas que para los catedráticos de la Península. Este digno representante de la Universidad de Madrid, que ahora vendría en mi ayuda, ha cerrado ayer los ojos á la luz de la tierra para abrirlos en la gloria de los justos. La Universidad de Madrid está de luto; el Senado ha per- dido un varón justo y prudente; la Universidad un sabio; su familia el conjunto de todas las virtudes, y la Patria una de sus glorias. Su nombre vivirá eternamente y sus escritos los estudiará la posteridad. Yo espero que sus pensamientos y su sombra aún me a yu- deu á conseguir del Gobierno y del bondadoso Ministro de Ultramar, mi querido amigo, que sea declarada de Distrito la Dd de la Habana. T1.— Gobierno Civil de la Provincia de la Habana. na to.— Instrucción Pública.—Por el Gobierno General se me co- munica, con fecha 2 del actual, lo que sigue: “Excmo. Sr.—En vista del oficio de V. E. del 6 del mes próximo pasado, elevando para su resolución la consulta que hace el Sr. Subdelegado de Medicina y Cirugía de esta capital, relativa 4 los siguientes particulares: —1%. Si los Cirujanos Dentistas por la Universidad de la Habana tienen el derecho de firmarse y anunciarse como Doctores.—2%. Si los antiguos Dentistas están obligados á limitarse al nombre de Dentistas en sus planchas y anuncios.—3%. Si el título de Doctor con- cedido por Triviño en Madrid debe considerarse válido por esta Universidad.—4? Si los títulos de Doctores de Universi- dades ó Colegios americanos que no se hayan revalidado en este país, son válidos. —Y 5%. Si el pertenecer al Claustro de Cirujanos Dentistas es suficiente para que se firmen y anun- cien como Doctores;—el Excmo. Sr. Gobernador General, por acuerdo de 28 del mismo mes, se ha servido dispouer que los particulares objetos de esta consulta se resuelvan de la siguiente manera: —1%. Que nadie puede firmarse ni anunciar- se como Doctor.—2“ Que se limite sólo al nombre de Den- tista en sus planchas y anuncios.—3 Que no se reconozca 343 el título de Doctor concedido por Triviño, por no ser acadé-— mico.—4S Que ínterin los profesores extranjeros no hayan cumplido con los requisitos que previenen los artículos 119, 120 y 121 del Plan de Estudios, no pueden ejercer ni son vá- lidos para nada sus títulos. —Y 5% Que los que pertenecen al Claustro de Cirujanos Dentistas no pueden firmarse ni anun- ciarse como Doctores, excepto aquellos que poseen título aca— démico de tal.—Lo que de órden de S.- E. tengo el honor de comunicar 4 V. E, para su conocimiento, el del Sr. Subdele- gadado de Medicina y Cirugía de esta ciudad y efectos corres- pondientes. —Lo que traslado 4 V. S. como resolución á la consulta que se sirvió hacer á este Gobierno.—Dios guarde á V. S. muchos años.—Habana y Enero 8 de 1883.— Tomás de Reyna.—Sr. ano Principal de Medicina y Cirugía de esta capital.” IV.—He aquí los términos en que se expresa la “Revista Comercial” del 16 de Setiembre de 1882, que se publica en Nueva York bajo la dirección del entendido literato Sr. L. Lameda Diaz, al dar cuenta de dos obras que considera co- mo importantes y valiosas: La primera es un curioso estudio de Piscicultura, traducido del inglés por el Sr. Dr. D. Nicolás J. Futiérrez. No existe en castellano ningún otro trabajo de este género, y los ingle— ses mismos, que tanto interés muestran en la materia, apenas han podido reunir, en la obra de que nos ocupamos, los datos y observaciones que existen diseminados en producciones esen”- cialmente científicas ó en panfletos y lecturas. La obra, pues, en sí misma es de excesivo mérito, especial. mente para las personas de genio observador, que se deleitan con el estudio de la naturaleza, y le pagan tributo de admira- ción en sus secretos y en los inocentes eutretenimientos que proporciona. Pero realza notablemente tan able mérito, la cir- cunstancia de ser esta traducción obra exclusiva del Sr. Dr- Gutiérrez, quien nos da con ella un ejemplo admirable de amor á las ciencias y al trabajo, ratificando más, si cabe, el 344 concepto de sabio en que ceneralmente se le tiene. Se pue- de calcular cuánto habrá estudiado y cuánto trabajado el Sr. Gutiérrez, cuánto habrá amado la sabiduría y con cuánto te— són se habrá consagrado á ella, al ver que en el extremo in- vierno de su vida, cuando para él han pasado ya los ochenta años, todavía sacrifica al estudio y al trabajo la quietud y comodidades que su edad reclama; y se puede calcular tam- bien cuánto se habrán fortificado sus admirables facultades in— telectuales en el continuo ejercicio de toda su vida, al ver que todavía se mantienen expeditas y perfectamente organizadas, sin que los rigores del tiempo hayan hecho mella en ellas. La obra en cuestión será vista como un tesoro en la Isla de Cuba, donde el Sr. Gutiérrez es unánimemente amado, y por todos, con justicia, considerado como gloria patria de inapre- ciable mérito. ACERCA DE ALGUNAS ENFERMEDADES DE LOS 0JO8 EN LOS ANIMALES; POR EL Dr. D. Juan Santos Fernández. (Sesión DeL 14 ne Exero DE 1883.) Señores: —Es bien sabido que el estudio del arte de curar los irracionales ha sido mirado con cierto desdén por la ma- yoría, y su ejercicio confiado las más de las veces á personas desprovistas de todo género de conocimientos. En algunos países la Veterinaria ha ocupado el lugar que se merece, y es patente prueba de ello la Escuela de Alfort, y otras del Ex: tranjero; pero mientras ésta tenga por exclusivo fin conser var la salud del animal por lo que vale como objeto útil para las necesidades de la vida simplemente, censervará la condi- ción de bastarda, que para el vulgo tiene. Por fortuna el estudio de Jas: enfommadades de los animales tiende á otro fin más elevado aún que el de conservar un ob- jeto por la utilidad que nos preste. El hombre, con razón lla. mado el rey de la creación, quiere hacer propias algunas de las enfermedades que padecen los animales, y de aquí que si 345 ayer lo que se designaba con el nombre de Veterinaria inspiraba por lo ménos desdén, hoy al llamársele Patología comparada, v, s., inspire respeto, ocupe la atención de médicos de reconocido crédito cientifico y despierte la esperanza de combatir con acierto muchos males en el hombre, después de estudiar su naturaleza en los"animales. Buena prueba de lo que acabo de indicar es Ja aparicion -en Alemania de una Revista de Oftalmología comparada (1) bajo la direccion de los Dres. Berlin, de Stuttgert, y O'Ever— busch, de Munich, profesores cuya competencia científica raya á gran altura. ¿Quién ignora el tiempo que se pierde en investigaciones anátomopatológicas llevadas 4 efecto en ojos extraidos á los cadáveres y por consiguiente ya en estado de descomposición? Llegaríamos indudablemente á resultados más tangibles si pu- diésemos reconocer determinadas afecciones en los animales del mismo modo que en el hombre, porque la experimenta— ción se practicaría ¿n anima vil, ¿Cuán útil no sería llegar á hacer el exámen anatómico minucioso y completo de un caso de oftalmía simpática en el perro ó en el caballo? No estamos seguramente muy léjos de obtener este desideratum, si recordamos que Wardrop, autor que no es de nuestros dias, había observado que los chalanes ingleses tenían por cierta la pérdida de un ojo en el caballo si el otro había sido afectado por determinado mal, y en este éaso aconsejaban la destrucción del primitivamente dañado si se quería conservar la vista en el animal. Esta observación ha sido el punto de partida del” solo tratamiento eficaz que puede en la actualidad oponerse 4 la oftalmía simpática en el hombre. Ahora bien, si no es la oftalmía simpática la sola enferme- dad cuya patología y tratamiento puede ser esclarecido en los animales, está fuera de duda la importancia que debemos dar á esta clase de estudios, y es lo que me ha movido á dar cuen- ta de estas observaciones incompletas en su mayoría, y que desde algunos años vengo recogiendo con el mayor interés. : T. XIX,—44 346 Onservación 12 Un pollo jóven, de tres meses próxima-- mente, estaba con Otros en una jaula, y como notásemos que picaba inútilmente un plato de maíz, sospechamos desde luego que estaba ciego. En efecto, el cristalino estaba opaco, y examinado cuidadosamente diagnosticamos: catarata blanda en ambos ojos. Enel derecho se observaba sobre la cápsula una pequeñísima opacidad como un punto. Las pupilas se contraían fisiológicamente. Resolvimos operar las cataratas y para ello nos valimos de otros instrumentos que los de nuestras cajas de operaciones; era indispensable que fuesen más pequeños y por eso hicimos uso de una aguja de coser del número seis, que nos sirvió para practicar la discision, y de un alfiler común convertido engancho para evitar que la membrana nictitante ó semi- lunar cubriese la córnea. Así que fué perforada la cápsula con la aguja, su contenido liquido se esparció en la cámara anterior y apareció negro en el campo pupilar. ] Los movimientos del ave, al operar el derecho, no permi- tieron proceder con el orden que el izquierdo y el ojo se inflamó. | La vista se restableció en el ojo izquierdo y el pollo per- maneció algunos dias en la casa desenjaulado, hasta que hubo de desaparecer. | Onservación 22 Un caballo alazán,' de 7 4 8 años de edad, de seis y media cuartas de alzada próximamente, fué castra- do el dia 12 de Julio de 1881. La operación, según los infor- mes recogidos, se practicó haciendo una incisión crucial en las cubiertas de los testículos hasta ponerlos á descubierto; para separarlos por completo, se dividió el cordón de cada uno de ellos, no por simple incisión Ó sección, sino raspándo— los con el fin de evitar la hemorragia que pudiera sobrevenir. A pesar de esta precaución la hemorragia tuvo lugar; le duró dos dias, en los que perdió doce libras de sangre aproxima- damente, y quedó muy anémico. La tumefacción de las bolsas, consecutiva al traumatismo operatorio, se prolongó hasta el octavo dia; estuvo febril, con 347 110 pulsaciones por minuto y temperatura ligeramente eleva. da; estreñimiento. Al noveno dia de operado, la persona que lo cuidaba advir- tió, por su aspecto y manera de pisar, que el caballo estaba ciego, notando entónces que tenía las pupilas azulosas y la mirada triste. El 17 de Agosto de 1882, cuando le reconocí por primera vez, seguía todavía ciego. Para.examinarle al oftalmoscopio, pues á simple vista sólo se advertía la pupila algo dilatada, hubo necesidad de tumbarle en el suelo; en esta posición . comprobamos la trasparencia perfecta de los medios del ojo, y en el fondo encontramos la papila sin vasos propios y de color blanco sucio. Como la pupila no se contraía en presen- cia de la luz, ni el animal daba señales de recelarse por los gestos que se hicieran delante de él, sospechamos la ausencia- completa de Ja percepción. Su estado general era bueno, no había parálisis ni flojedad ó debilidad en las extremidades, y á no estar ciego, diríase que el caballo no estaba enfermo. Observación 32 En Noviembre de 1877, me mostró mi amigo el Sr. Valerio una perra que tenía en gran estima por ser excelente cazadora de venados. La perra era de mediana estatura, de color blanco y de 6 á 8 años próximamente de edad. Me refiere su dueño, que de seis meses á la fecha ha notado que el animal veía cada vez ménos hasta el punto de tropezar con los objetos y lastimarse. Asegura que no ha tenido los ojos inflamados, ni ha visto señales de traumatismo en ellos. | En efecto, al exterior nose observaba ninguna alteración en los ojos, pero á simple vista se percibía opaco el cristalino. Instilada una gota de atropina y haciendo uso del oftalmos- copio, comprobé la presencia de catarata en ambos ojos y determiné practicar la operación. : Antes de llevarla á efecto, discutí conmigo mismo el méto- do que debía emplear, y dada la disposición de los ojos en los | perros y la poca tranquilidad que había de guardar después 348 dela operación, determiné dar la preferencia al abatimiento (queratonixis) sobre la extracción. Anestesiado el animal convenientemente, previa instilacion del cloroformo, coloqué el oftalmostato en el ojo derecho, y sirviéndome de una aguja ad hoc, atravesé la córnea algo hácia afuera del centro, me dirigí por la pupila sobre el cristalino y, ejerciendo moderada presión sobre su cara an— terior, logré dislocarlo y hacerlo desaparecer en el interior del ojo. . Prolongando la anestesia, hice lo mismo en el ojo izquierdo Pasada la acción del cloroformo, el animal se llevaba las pa. tas álos ojos en señal probable de sufrimiento. - Al tercer dia observamos la conjuntiva bulbar del ojo izquierdo muy inyectada y gran fotofobia, con manifestación de dolor. El ojo derecho estaba casi normal. Habían trans- currido dos meses próximamente cuando volví á ver el ani- mal. Enel ojo izquierdo la pupila estaba atresiada por una írido-coroiditis probable. En el derecho lu pupila permane- cla libre y la visión de este ojo le permitía marchar de un lado á otro. Otros casos. —Terminaré dando cuenta de otros animales .que he visto enfermos de los ojos y en los cuales no he podido hacer otra cosa que señalar la enfermedad. Comprendo el poco valor de esta simple reseña; pero tratándose de un tema á que se ha concedido por lo general escasa importancia, he creido conveniente ño omitir ningun detalle por insignificante que sea. La simple designación de la enfermedad constituye en las actuales circunstancias un dato para la constitución de los mo- dernos estudios de Oftalmología comparada, He aquí el cuadro: : : En el caballo.—Un caso de hidroftalmía del ojo izquierdo y atrofia del derecho. | En el perro.—Seis de queratitis intersticial, uno de ciclitis traumática y otro de hidroftalmía doble. : En el gato.—Dos de retino-coroiditis. 349 ] OS En el raton.—Uno de anquilobléfaron congénito. En el oso.—Uno de catarata doble. . En el conejo.—Uno de catarata traumática y otro de con- juntivitis. En las aves.—Uno de albugo de la córnea; un desprendi- miento de la retina y una atrofia del nervio óptico por trau- matismo, en gallos de pelea. Uno de colóboma congénito del iris. Uno de catarata doble en una gallina. Uno de iritis en otra gallina. Un loro con cataratas. Y finalmente: En los peces.—Uno con leucoma, observado en un acuario. SESION PUBLICA ORDINARIA DEL 14 DE.ExeERO DE 1883. SRES. CONCURRENTES.—Dres. Gutierrez, Presidente, Beauvil- le, Montané, Núñez, Vilaróo, Sáenz Yáñez, Beato, Orús, Mon. talvo, Chia Zamora, Melero, 8. Fernández, Machado, o- vantes, Finlay, R. a Mestre, Secretario. Lectura y aprobacion del acta de la sesion anterior. Quorum.—La sesion pública ordinaria correspondiente al 24 de Diciembre último no tuvo lugar por falta de quorum, asistiendo solamente los Sres. Presidente, Núñez, Stos. Fer- nández y Secretario, y excusándose por medio de un oficio el Dr. L. M. Cowley. ( CorresponDeNCcIa.—Dió cuenta en seguida el Secreta-- rio fgeneral le las siguientes comunicaciones: —1. 9 Tres del Gobierno General remitiendo las entregas 353-4-5 de la “Revista de España” los “Cuentos fantástico-morales” de Jorreto y el “Principado de Asturias” de Pérez de Guzmán, para la Biblioteca de la Academia; por los cuales se dieron oportunamente las más atentas gracias;—2.% un oficio del Sr. Juez de Primera Instancia del Distrito del Pilar, recordan- - do el informe pedido por exhorto del de San Juan de los Re. medios sobre el estado mental de D. Salustiano Hernández; informe que será presentado en la sesión actual; —3 9 oficio del 350 socio numerario Dr. Finlay, proponiendo para la plaza vacan— te en la Seccion de Ciencias físicas y naturales al Sr. Ldo. D. Claudio Delgado, socio fundador y primer Secretario general de la Sociedad de Estudios Clínicos de esta capital, socios fundador de la Sociedad Antropológica de esta Isla, socio | fundador y primer Secretario de la de Socorros Mutuos para médicos de esta Provincia, autor de un interesante traba- jo de Física aplicada, sobre Hematimetría miscroscó pica etc.; de que se dió traslado á la Seccion respectiva;—4.“ una invitación del Sr. Secretario general de la Exposi- ción de Matanzas para la distribución de los premios obteni- dos por los Sres. Expositores; delegando el Sr. Presidente en el socio numerario Dr. Santos Fernández la representación académica en dicha 'solemnidad;—5.9% una circular del. Excmo. Sr. Vice-Presidente de la Subcomisión de Cuba para la Exposición de Amsterdam, acompañando el Programa ge- neral, el Reglamento general, el sistema de clasificación y las instrucciones para la remisión de los objetos; acordándose darle las más atentas gracias y poner en su conocimiento la participación de la Real Academia en dicho certamen; —6. 9 una comunicación del Instituto Smithsoniano de Washington, acusando recibo de las entregas de los “Anales” 210-219 y de la “Historia del Uredo cocívoro”;—7.9% un oficio del socio corresponsal doctor La Gruardia, avisando su ac- tual permanencia en la Habana y las señas. de su mo- rada;—8,9 una carta de la familia del Sr. de Arantave participando su fallecimiento en Granada; de cuyo lamentable suceso se dió cuenta anteriormente;—9.% la Relación de las autopsias practicadas en el Necrocomio Municipal durante el mes de Diciembre último, por el Director del establecimien- to Sr. Obregón y Mayol; acordándosele las gracias; —10. 9 la mócion del Dr. Finlay presentada en la sesión del 26 del No- viembre y concerniente á la Exposición de Amsterdam, de la que se repartieron numerosos ejemplares á todos los-Sres. Aca- démicos y demás concurrentes; —y 11. % las tarjetas de feli- citación por el nuevo año de 1883, del Excmo. Sr. Goberna- ' 301 dor General é Iltmo. Sr. Secretario del mismo; Excmo, Sr. Obispo de la Habana é Iltmo. Sr. Secretario del Obispado, Excmo. Sr. Presidente de la Real Audiencia; Sr. Intendente Militar, Jefes y Oficiales del Cuerpo Administrativo del Ejér- cito; el General Comandante general Subinspector de Artille— ría, Jefes y Oficiales del Cuerpo del Departamento de la Isla de Cuba; el Coronel Director, Profesores y Alumnos de las Con- ferencias de Oficiales de la Isla de Cuba; el Coronel Director, Comandante 2.9 Jefe, Profesores y Alumnos de la Academia Militar de esta Isla; el Jefe y funcionarios del Cuerpo de Poli. cía de la Provincia de la Habana; los Jefes y Oficiales del Cuerpo del Orden Público; los Jefes y Ayudantes del Cuer- po de Policía Municipal; Excmo. Sr. Comandante General de Marina; el Mayor General del Apostadero; el Secretario, Je- -fes, Oficiales y empleados de la Secretaría de la Comandancia General de Marina; la Excma. Diputacion Provincial, Presi- dente, Secretario, demás Jefes, Oficiales y Subalternos de la misma; la Comisión Provincial y su Vice-Presidente; el Cen- tro de Vacuna de la Excma. Diputación Provincial; el Direc- tor del Instituto de Segunda Enseñanza de la Habana; el Director y Cuerpo de Profesores de la Escuela Profesional de la Isla de Cuba; el Presidente y Miembros. de la Sociedad de Estudios Clínicos; el Presidente de la Sociedad Protectora - de Animales y Plantas; el Director y Catedráticos del Instituto Provincial de Sta. Clara; la Directiva del Liceo de Matanzas; el Director del Necrocomio Municipal; el Director de la Ga- ceta de la Habana; el Director del Boletín Oficial de los Vo” luntarios; el Director y Redactores de El Demócrata; el Di- rector y Redactores de El Amigo del Pueblo; el Director y Redactores del Boletín Comercial; el Director y Redactores de la Correspondencia de Cuba; el Director y Redactores de la Discusión; Sres. Jueces de Primera Instancia del Cerro y del distrito del Prado; Sr. Decano del Colegio de Abogados; Dres. D. José de la Luz Hernández, D. Federico Horstmann, D. Alberto Díaz de la Quintana y Sanchez Remón, D. Luís Mon- tané, D. Juan Vilaró y D. Gabriel María García, 392 BieLroreca.—Dió cuenta en seguida el Dr. Finlay, Secre- tario de la Correspondencia nacional y extranjera, de las pu- blicaciones recibidas desde la última sesión: —Revista de Cu— ba, n. 5; Crónica médico-quirúrgica, 12; Anales de la Sociedad Odontológica, 7 4 10; el Progreso Dental, 12; el Profesorado de Cuba, 14, 15 y 16; el Liceo de Matanzas, 5; Reglamento de la Sociedad Cubana Protectora de Animales y Plantas; Dia de Moda, 1 y 2; el Bombero, 51, 52 y 53 del año Il, 1 del año HI; Boletín Oficial de los Voluntarios, 297 á 301; Avisador Comercial, 283 4 299, de 1882, 1 410 del 83; Boletín Co- mercial, 280 4296, del año 1882, 1 4 10 del 83; Revista de las Antillas, 37 4 41, Gaceta de Sanidad Militar, de Madrid, 189; Revista de Medicina y Cirugía Prácticas, 154 y 155; Crónica Oftalmológica, de Cádiz, 8; el Sentido Católico de las Ciencias . Médicas, 47; Gaceta médico-veterinaria 215 y 216; Tribune Médicale, de París, 742; Medical Record, 632, 633 y 634; Harper's Weekly, 1356 á 1359; y las obras ya enumeradas en la correspondencia oficial. Socio pIstINGUIDO.—Conslgnó el Secretario general que, en sesión de gobierno celebrada el dia 10 de Diciembre, habia Sido nombrado por unanimidad socio corresponsal extranjero el Dr. Grancher, cuyos brillantes antecedentes eran de todos conocidos y constan en el informe del Dr. Lebredo, leido en la pública anterior (V. pág. 314.) Hallándose presente en la Academia el Dr. Grancher, á quien acompañaba el Dr. Montalvo, manifestó éste que la Comisión designada por la Corporación (Lebredo, Finlay y Montalvo) había llenado aquella mañana su cometido. Pusiéronse de pié entónces tanto ,el Sr. Presidente como los Sres. Académicos, y el primero se expresó en estos términos: “Grande fué el contento y grande la satisfacción que ex- perimentó la Academia cuando uno de sus miembros, el Dr. D. Joaquín G. Lebredo, llevado de su amor á la institución y 4 las ciencias, presentó 4 V. S. para que se le nombrase Aca- démico corresponsal. “La impresión agradable que tan valiosa presentación ./ 353 causara, fué tan grande y tan general, que, á no ser por la seve- ridad con que la Academia cumple con las leyes quela rigen, hubiera sido V. S, nombrado por aclamación, no por votación, “Y no podía ser otra cosa, pues no se trataba de agregar - un obrero más con que compartir los trabajos de esta modesta Institución: se trataba de un sabio maestro, de un eminente profesor, que, por su enseñanza y sus trabajos, había sabido conquistarse en ambos mundos justa fama y un distinguido puesto entre las celebridades que hoy se dedican al cultivo de las ciencias médicas. “Sírvase V, S. aceptar la expresión de amistad y respeto, que de buena voluntad y por mi conducto le ofrece la Academia.” Hizo uso entónces de la palabra el Dr. GCPrancher para contestar al Sr. Presidente, manifestando que aquel mismo dia había tenido la grata sorpresa de recibir á la Comisión designada por la Academia para saludarle en su arribo á esta Isla y participarlesu nombramiento «de socio corresponsal, y había querido asistir en persona para mostrarlesu agradeci- miento por tan señalada distinción; que él no era un sabio maestro, como benévolamente había dicho el Sr. Presidente» sino simplemente un trabajador, que se regocijaba de ver que sus modestos trabajos eran conocidos entre nosotros. Bien sabía que, en virtud de los antecedentes y circunstancias del país, ho éramos grandes productores, pero en cambio éramos grandes consumidores, puesto que estábamos al tanto de los progresos realizados en las ciencias para sus aplicaciones áÁ la práctica; que además de complacerse porque sus estudios no fuesen ignorados, tenía que observar que en el seno de nues- tra Academia figurabañ no sólo algunos amigos suyos, sino rm E “hasta algunos de sus discípulos; y recientemente desposado con una hija de Cuba, era éste un nuevo vínculo que le per- mitía considerarse, no como un extranjero, sino como un franco-cubano. El Dr. Grancher concluyó dando de nuevo las gracias más cumplidas y ofreciendo cooperar en lo adelan- te, con la remisión de sus trabajos, á los utiles fines de la institución. T. XIX.—40 204 Volvió á4tomar la palabra el Sr. Presidente para decirle: “Sr. Doctor: es de los sabios el ser moderados, mas la Aca- démia se atiene á la opinion que se ha formado de V. $. y que me ha cabido la honra de manifestar.” AcaADÉmicos CATEDRÁTICOS. —Terminado este particular, feli- citó también el Sr. Presidente á los socios numerarios Sres, Vilaróo, Orús, Cowley (D. Luis y D. Rafael) por haberse lleva— do por oposición, en nuestra Universidad y en la Central, lás cátedras de Historia Natural, Mecánica Racional, Higiene pú- blica y privada, Terapéutica y Materia Médica respectivamen. te: la Academia, agregó, no puede menos de ver con regoci- Jo los lauros alcanzados por algunos de sus miembros en esas justas del saber y de la inteligencia.” Los Sres. Orús y Vilaró, que se hallaban presentes, dieron las gracias al Sr. Presidente por sus bondosas frases, en las cuales miraban un estimulo más pata sus esfuerzos, así como en él habían tenido siempre tan buen modelo que imitar. Mepiciva LecaL.—£stado mental.—Leyó después el Dr. Núñez, como ponente de turno de la Comisión de Medicina Legal, un informe pedido por el Juzvado de 1? Instancia de Remedios en averiguación de si D, Salustiano Hernández es- taba loco el dia en que cometió el asesinato de su cuñado 1). Antonio Eguí. Empieza la Comisión dando cuenta de log datos remitidos á la Academia para la solución del problema, uncs de carácter facultativo y otros que son declaraciones de personas extrañas á la ciencia; en los primeros se consignáa categóricamente que Hernández no sufre de enajenación mental, pero esos reconocimientos se refieren á una época más ó menos lejana del dia y hora,en que ocurrió el suceso; y las segundas, Ó son de niños y parientes del procesado, ó ' no favorecen en nada la idea de la locura; y por último, en la misma declaración del procesado se echa de ver que, si no se acuerda del nombre de su madre, ni del de su mujer é hijos, puede manifestar sin embargo que se halla trastornado, que hace algunos meses lo está, que su enfermedad depende de debilidad en los nervios, que pierde el juicio, y hasta recuer— 355 da que fué á verle un médico, cuando su hermana asevera no haber estado semetido á niuguna asistencia facultativa. Mas el modo de verificarse el hecho, sin que hubiese jamás existido el menor motivo de discordia entre el agresor y su victima, es suficiente para despertar vehementes sospechas. en efecto, después de haber almorzado tranquilamente la familia de D. Antonio Eguí, pasó éste al monte á cortar un palo, acompañado de su vecino D. Rufino Pérez, que llevaba el hacha, y agregándoseles don Salustiano y los hijos del pri- mero; ya en el monte, tomando Hernández el arma de ma- nos del otro para emprender la faena, acometió á los pocos momentos á su hermano político por varias veces, diciendo especialmente á los sobrinos que huyesen, porque iba á ma- tarlos también. Aquí no se descubre ningun móvil que guie la mano homicida, y pudiera creerse que Hernández obiba bajo la influencia de un trastorno cualquiera, estable ó tran- sitorio, del que hubiese 6 no tenido manifestaciones anterio- res: la ciencia reconoce casos semejantes, y entre ellos los de ocura epiléptica, en una de cuyas formas, no existiendo el síndromo característico del gran mal, acaece sin embargo que el paciente pierde momentáneamente la posesion de sí mismo y por completo la conciencia de los actos que entonces éjecu- ta. Pero como el dictámen facultativo no puede partir de su- posiciones, sino que necesita datos que no dejen lugar á la duda, hechos que comprueben sus asertos, y en el caso de re— ferencia no hay antecedentes patológicos que autoricen á co- locar al hechor en la categoría de los pacientes que acabamos - de mencionar, la Comisión de Medicina Legal juzga, en con clusión, que procede prolongar la observación del procesado, en virtud de que los datos que arroja la causa no permiten deducir si estaba ó no loco el mencionado Hernández cuando cometió el crimen que se le imputa. OFrTALMOLOGIA COMPARADA. —Aprobado sin discusión y por unanimidad el anterior informe, leyó el Dr. Santos Fernández una comunicación acerca de as enfermedades de los ojos en los animales. Después de manifestar que el arte de curar 356 jos irracionales ha sido mirado con cierto desdén por los más y confiado su ejercicio á personas desprovistas de conouci= mientos, y que, áun cuando en algunos países haya ocupado la Veterinaria el lugar que se merece, miéntras tenga por exclusivo fin conservar el animal por lo que vale para las necesidades de la vida, se mantendrá en la condición bastar— da que para el vulgo tiene, agrega que hoy, con el nombre de Patología comparada, inspira respeto, ocupa la atención de médicos de reconocido mérito y despierta la esperanza de combatir con acierto muchos males en el hombre, después de estudiar su naturaleza en los animales. Las investigacio- nes anátomo-patológicas hechas en los ojos extraidos de ca- dáveres, ganarían seguramente si se ampliara su estudio en los animales sacrificados con ese objeto, y el de la oftalmía' simpática por ejemplo recibiría adelantos que viniesen á co- rroborar el solo tratamiento eficaz que pueda en la actualidad. oponérsele.—El Dr. Santos Fernandez refiere, despues de esas consideraciones generales, tres observaciones: la primera, de dos cataratas blandas en un pollo operadas por discisión, restableciéndose la vista en el ojo izquierdo; la segunda, de ausencia completa de percepción visual en un caballo recien temente castrado; y la tercera, de catarata doble en una pe- rra, Operada por abatimiento, recobrándose la vista del lado derecho, y quedando en el ojo izquierdo la atresia pupilar por una íridocoroiditis probable.—El académico mencionado ter mina expresando que la simple designación de la enfermedad constituye en las actuales circunstancias un dato para los modernos estudios de Oftalmología comparada; y en conse- cuencia señala otros animales en que solamente ha podido comprobar las afecciones que designa. Discusion.—Concluida la lectura del Sr. Santos Fernandez expuso al Dr. Montalvo: que en manera alguna podía dudarse de los servicios que el estudio de los animales había prestado á los progresos de la Oftalmología, y hoy se estudian mucho Jas afecciones oculares, poniendo á contribución la patología experimental en aquéllos, segun lo demuestran los trabajos 357 ' de Schwalbe sobre los espacios linfoideos, los referentes á la absorción de los medicamentos y los de Smith acerca de la neuritis Óptica y de la queratitis, de modo que no está tan restringido el campo como parece deducirse de algunas pala— bras vertidas por el Sr. Académico citado: provócanse eufer— medades en los animales para estudiarlas mejor. Pero de las observaciones que acaban de relatarse no es posible sacar ninguna conclusión: otra cosa hubiera sido, sacrificando los sujetos de ellas para hacer después la autopsia y el examen microscópico. En la Revista de Hayem se registran numero- sos ensayos de patología experimental ocular, y es preciso que los trabajos que entre nosotros se emprendan sigan las corrientes del dia: despues del análisis la síntesis; pero para ésta se requiere reunir muchos hechos bien observados. El Dr. Santos Fernández responde que. en su trabajo ha dicho que en algunos países la Veterinaria ha ocupado el lugar que se merece, siendo patente prueba de ello la Escuela de Alfort y otras del extranjero, pero que hoy ha progresado ese estudio mucho más, gracias á las investigaciones de pato- logía comparada, hasta el punto de existir en Alemania una “Revista de Oftalmología comparada.” En los “Archivos” de Gráfe, se sirvió este cólebre oculista de los animales, mas el establecimiento de las clínicas es un recurso más directo; el juicio formulado por el Sr. Santos Fernández resulta ser el mismo que se ha enunciado en los Archivos de Oftalmología desde el punto de vista de los estudios comparativos; y el Sr. Santos Fernández no podía desconocer esa importancia desde el momento en que él ha recogido algunas observaciones so- bre la acción de la quinina en los ojos de los perros, así como de los efectos provocados por el traumatismo, comunicándo- los en otra ocasión á la Academia. El Dr. Finlay celebra -la idea, nueva entre nosotros, de hacer esa clase de trabajos, aunque lamenta que el experi- mentador se haya detenido, no practicando la enucleación para estudiar las consecuencias de la operación. Es una prueba más de la generalidad de las cataratas en la serie 398 animal, sin que él conozca ningun otro ejemplo de discisión en las aves, y á pesar de que se atribuya el orígen de ese pro- cedimiento operatorio 4 las cabras. Esto no quita, por otra parte, la importancia que siempre tienen las preparaciones anátomo-patológicas. | El Sr. Orús da las gracias al Dr. Montalvo por la discusión que ha promovido, pues la discusión es la vida de las socie- dades; pero no está de acuerdo en que los hechos no deban acumularse sin sacar deducciones inmediatas de ellos: no porque se acumulen sin sintesis se deja de cultivar la ciencia; unos aglomeran las observaciones y otros sintetizan después, el orígen de las tres leyes célebres de Keplero está en la in- finidad de hechos recogidos por Copérnico; y además, las observaciones clínicas comunicadas por el Dr. Santos Fernán- dez no'son. tan incompletas como se ha dicho y merecen aceptarse con gusto y agrado. El Dr. Montalvo no ha dicho que no sea cultivar la ciencia el reunir el mayor número de hechos posibles; pero niega que el caso de Copérnico pueda aplicarse á estos tiempos. No se ha señalado la temperatura del estado febril en las observaciones del Sr. Santos Fernández; ni encuentra qué deducción ni qué aplicación pueda hacerse de ellas: era preciso que fueran más exactas, más completas, más comparadas, para que concurrie- sen á resolver alguna cuestión, por insignificante que fuese. El Sr. Orús replica que la Meteorología no ha llegado al período de la síntesis sino de veinte años á esta parte: acu- mulando números y sacando los términos medios es como se ha logrado formular las leyes de los ciclones, de Jas mareas ds, y sólo de ese modo hubiera podido llegarse á fijar la pre- sion barométrica de la Habana á las seis de la mañana: la síntesis no la hacen los simples obreros de la ciencia, sino las inteligencias superiores que saben aprovechar esos trabajos asíduos. El Dr. Montalvo responde que si es verdad que la presión barométrica es diferente en la Habana, la patología es la mis ma por todas partes. 359 El Dr. Santos Fernández da las gracias 4'los Sres. Finlay y Orús por las palabras con que han alentado sus trabajos, y promete aprovechar las nuevas ocasiones que se le presenten para completarlos en el órden señalado por el primero y el Dr. Montalvo, cosa que no le ha sido posible hasta ahora, por ser ajenos los animales en que operaba, perteneciendo á per- sonas que los estimaban demasiado para permitir tal sacrifi— cio, y por la ocurrencia referida en su primera observación. Despues de lo cual, declaró el Sr. Presidente terminada la sesión. | ASA SESIÓN PUBLICA ORDINARIA DEL 28 De ENERO pe 1883. Sres. AcaDÉMICOS CONCURRENTES.— Gutiérrez, Presidente, Cas: tellanos, La Guardia, Delgado, S. Fernández, Fovantes, Bea” to, García, V. Machuca, Montejo, R. Cowley, Mestre, Secretario- Abierta la sesión á la hora y en el local de costumbre, con la asistencia de los Sres. Académicos que arriba se expresan, leyó el Secretario general el acta de la pública anterior, que fué aprobada. CorrresponDExcIA.—Leyéronse en seguida por el Secretario general:12 Una invitación del Gobierno (General para Córte en Palacio con motivo de los dias de S. M. el Rey (q. D. g.); habiendo sido nombrados para asistir á dicho acto los Sres. Presidente, Castellanos, Cerero y F. Torrálbas;—2% un oficio del Sr. Juez de Primera Instancia del Distrito Nor- te de Matanzas, remitiendo un testimonio alusivo á la herida del pardo Felipe Pérez, del que se dió traslado á la Comision de Medicina Legal para el informe respectivo; —39 oficio del Juzgado de 1% Instancia del Distrito de Monserrate, quien por exhorto del de S. Cristóbal, acompaña la cuenta del Dr. D. Francisco Carreras y Sains de Rosas contra D. Benito Be- cerra en cobro de honorarios médicos; de .cuvo asunto da— rá cuenta la mencionada Comisión en sesión de gobierno;— 360 4, otro oficio del Juzgado de Monserrate, á consecuencia de exhorto del de $. Cristóbal, reclamando unos machetes que en Octubre del año último se remitieron 4 la Academia para practicar un análisis químico, en causa contra los morenos Chirino y Valiente por homicidio;—habiéndose contestado que en la Corporación no se han recibido dichas armas, ni le corresponde efectuar esos análisis, segun las disposiciones vi- gentes, sino á los farmacéuticos a turno;—5. otro idem del socio numerario Dr. Santos Fernández, Delegado por .la Real Academia en la Exposición de Matanzas, remitiendo la medalla de oro con que “fué agraciada la Corporación y el diploma respectivo, y manifestando al mismo tiempo que el representante de la Academia fué objeto de señalada distin- ción por parte de los Sres. Presidente y miembros de aquella ' Junta Directiva, el primero de los cuales le encargó hiciera presente cuán satisfactorio le era el concurso prestado al acto por la primera institución científica del país; —6. “ otro idem del socio numerario Dr. Castellanos, pidiendo se le expidiera un atestado de los trabajos que sobre las aguas minero-medi- cinales de esta. Isla ha presentado 4 la Academia desde el año de 1875, en que fué nombrado por el Superior Gobierno mé- dico Director de los Baños de San Diego; certificación que le fué librada por órden del Sr, Presidente;—7.9 otro id. del Dr. D. Claudio Delgado, expresando su gratitud por la distin- ción con que le ha anda la Academia al nombrarle socio numerario de la misma, y ofreciendo tomar una parte activa en las importantes labores científicas encomendadas á la Cor- poración, cuyo encumbramiento desea como el más fervoroso de sus adeptos; —8. una invitación del Círculo de Aboga- dos para la sesión conmemoratoria de su constitución y distri- bución de los premios alcanzados en los últimos certámenes; á cuyo solemne acto asistieron los Sres. Presidente Gutiérrez, Vice-Presidente Albear, Govantes, Luis M. Cowley y Secretario Mestre; —9.*9 otra invitación del Sr. Presidente del Casino Js- -pañol para el haile que se celebró en la noche del 23 de Enero en los salones del instituto; quedando agradecido el nuestro á > 361 - esa atención;—10. salutación de la Dirección de “El Li- ceo de Matanzas,” Revista de Literatura, Ciencias y Bellas Artes y órgano del Instituto de su nombre, suplicando á la de los “Anales” de nuestra Academia de Ciencias se sirva aceptar el cange y ordenar, si le fuere posible, el envío de su colección; acordándose de conformidad y con el ma- yor agrado. BisniotE04.—No hallándose presente el Dr. Finlay, Secre— tario de la correspondencia nacional y extranjera, presentó el de la oficial las siguientes publicaciones: —Revista de Cuba, núm. 6;—Crónica Médico- Quirúrgica, núm. 1 del año 9.“ ;— El Profesorado de Cuba, 2 y 3;—Boletín oficial de los Volun- tarios, 302 y 303:—Boletín Comercial, 11 4 21;—Avisador Comercial, 11 422, y Tablas de los tipos de oro y libras ester. linas en 1882:—El Liceo de Matanzas, año 5. núm. 1;—La Gaceta de Sanidad Militar, 190;—Anales de la Sociedad Es- pañola de Hidrología médica, 24;—KRevista de Medicina y - Cirugía Prácticas, 156;--La Independencia Médica de Barce- lona, 9:—Revista de Ciencias Médicas, 24;—El Sentido Ca- tólico en las Ciencias Médicas, 48;—Boletín del Ateneo de alumnos internos, 3;—La Crónica Oftalmológica, 9;—La Cró- nica Médica, 127;—Diccionario de Medicina de Bouchut y Després, cuadernos 7 y 8;—The Medical Record, 635-6-7;— Harpers Weekly, 1360-1;—Prontuario de Agricultura Gene- ral con aplicación á la Isla de Cuba, por el Sr. D. Antonio Ba— chiller y Morales; —El Jardinero Cubano, por Mr. Jules La- chaume;—Treinta y una veladas: principios elementales sobre el cultivo cubano, por el mismo; acordándose darles las más expresivas gracias. Premio A La ACADEMIA. EP eactaldis á la Academia la me- dalla de oro y el diploma que obtuvo en la Exposición de Ma- tanzas por las publicaciones con que acudió al certámen por ésta promovido, dió el Sr. Presidente las gracias al Dr. Santos - Fernández, que los había traído, después de asistir, como Dele- gado de la Corporación, al acto solemne de la distribución de los premios. (V. págs. 350 y 360). T. xXIxX,—46 362 Nurvo Acapémico.—Indicó después el Sr. Presidente, que en. tre los Académicos concurrentes se hallaba el Dr. D. Claudio * Delgado, que en sesión de gobierno del 20 de Enero había sido nombrado por unanimidad socio numerario, para cubrir la plaza vacante en la Sección de Ciencias Físicas y Naturales, por fallecimiento del Sr. Arantave, y de cuyos buenos antece— dentes se había dado cuenta en la correspondencia oficial, así como de sus loables propósitos á favor de la institución. (V. págs. 350 y 360). El Dr. Delgado contestó ratificando los buenos deseos por él expresados en el oficio á que, pocos momentos antes, diera lectura el Secretario general. ParoLocía quirUrcica.— Diagnóstico de las estrecheces uretra— les.—Terminada la correspondencia y los otros particulares que acabamos de consignar, leyó el Dr. Castellanos 4 nombre del Dr. Diaz Albertínz, á quien un cuidado de familia retenía en el hogar doméstico, un informe ministrado por la Comisión de Patología Quirúrgica y concebido en estos términos: Señores: —V uestra Comisión de Patología Quirúrgica viene hoy á daros cuenta del exámen de la memoria, que, como tesis para el doctorado en la Facultad de Medicina de París, presen. 6 D. Manuel G. Lavin el año próximo pasado, y que nuestro colega el Dr. D. Rafael A. Cowley ha enviado desde Madrid con opción al título de socio corresponsal de esta Academia á favor de su autor. La frecuencia con que se presentaban en la sala del profe- sor Guyon, sucesor de Civiale en el Hospital de Necker, en- fermos que traían ya el diagnóstico de estrechez uretral, sin que fuera dable evidenciar por la exploración dicho juicio, despertó en el ánimo del autor del trabajo que va 4 ocuparnos la idea de elegir por tema de su tesis inaugural el diagnóstico de las estrecheces de la uretra. Da principio á su trabajo, encarcciendo la importancia del accidente que se propone estudiar, mirado bajo el punto de vis- ta clínico y en lo que se refiere ála oportunidad con que de- 363 . ben aplicarse los medios de combatirlo. Adopta la defini- ción y clasificación del profesor Guyon, que considera las estre- checes uretrales como un “accidente continuo y. progresivo del canal con lesión patológica permanente,” y que las divide en verdaderas y falsas, subdividiendo las primeras en blenorrá- gicas, traumáticas y cicatriciales, y mencionando sólo las se- gundas, en atención 4 que no entran en el cuadro que se ha tra- Zado. Once páginas comprende la descripción de los accidentes uretrales que arrancan de una blenorragia anterior: la época en que aparecen; el lugar que ocupan en la extensión de la uretra, en que nunca traspasan los límites del bulbo; los pri- meros signos racionales de su manifestación, minuciosamente descritos y clínicamente interpretados; la modificación orgáni- ca que la blenorragia imprime al tejido uretral; los trastornos funcionales de la micción y de la secreción urinaria, y los or- gánicos que, propagándose, llegan á la vejiga y al riñón, for- man el objeto de esta primera parte, en la cual no ha olvidado el autor incluir, como medio indispensable de diagnóstico, la descripción de los diferentes métodos de exploración uretral, entre los cuales se decide por el que adopta el profesor Guyon, y que consiste en emplear sondas olivares, empezando por las de mayor calibre, para ir disminuyendo hasta dar con la que mida la luz de la estrechez, su forma y extensión; y en usar después las sondas finas, torcidas, en punta de bayoneta y en espiral, según lo requiera el caso, dadas las condiciones de re- sistencia Ó de excesiva coartación de la uretra. También des. cribe gráficamente las diversas sensaciones que el operador experimenta durante la exploración; y debemos consignar aquí que el autor de la memoria no ha olvidado el menor detalle. fijindose en cada uno de los inconvenientes que pueden pre, sentarse al explorar la uretra ¿indicando de paso los medios de vencerlos: en todo lo cual aparece el trabajo con un interés clínico extraordinario. Llega el turno á las estrecheces traumáticas consideradas desde el punto de vista de sus causas y del sitio: las estudia en 364 la región peniana, debidas á la ruptura uretral, en los casos de retracción inflamatoria, en la uretritis, en los de maniobras violentas del coito, y en la torción del pene; en la reyión peri- neo-bulbar y en la membranosa, señala las causas traumáti- cas de las estrecheces y los fenómenos que las caracterizan- Pasa en seguida á las estrecheces cicatriciales que emanan del chancro simple, del sifilítico y de los accidentes terciarios, que, aunque raros, suelen presentarse en la uretra; fija la atención en el chancro del meato, cuya estrechez consecutiva es un ac- cidente grave y muy á menudo dificil de evitar. Menciona - como por recuerdo las ulceraciones herpéticas y tuberculosas de la uretra, dando orígen á estrecheces cicatriciales, sin que el autor haya podido encontrar en la ciencia nada concreto sobre este particular; y termina esta parte sin olvidar que la gangrena, invadiendo las porciones profundas de la uretra, ha producido á veces la estrechez. Llegamos al punto más importante del trabajo del Dr. La- vín, aquél en que después de explorar metódicamente la ure- tra, describiendo los signos físicos de las estrecheces, señala las causas de error que pueden inducirlo 4 confundir éstas con otras afecciones que suelen presentar signos fisicos y raciona- les semejantes. Antes de establecer el diagnóstico diferencial entre éstas y las verdaderas estrecheces, deteniéndose minu- ciosamente en cada una de las afecciones que compara, el au- tor, siguiendo el consejo práctico del profesor Guyon y sin sa- Jir de la esfera patogénica, establece que si el paciente no ha tenido gonorreas, si no ha experimentado alguna violencia ex- terior, contusión enérgica ó golpe sobre la uretra ó sobre el perineo, dando lugar á la hematuria; si ésta no se ha efectuado después del coito y si no ha habido úlceras sifilíticas del meato, puede el cirujano asegurar á ciencia cierta que no se trata de una estrechez. Entre los accidentes que pueden confundirse con ésta, figu- ra en primer término el espasmo de la uretra con su cortejo obligado de síntomas, por ser el que más 4 menudo se presen- ta en la práctica; siguen las uretritis acompañadas también de 365 espasmo, la atresia congénita del meato, los cálculos uretrales la cowperitis, la hipertrofia dela próstata, la prostatitis, las válvulas del cuello, la cistitis del mismo, simple ó tuberculo- sa, el cáncer de la vejiga y las afecciones renales. No es nuestro ánimo, ni cabe en los límites de nuestro infor- me, seguir al autor en el minucioso estudio que hace de cada uno de los referidos accidentes, comparándolos entre sí, para diferenciarlos de la verdadera estrechez. Nos basta lo apun- tado para comprender que la tesis del Dr. Lavin, aunque no encierra novedad alguna porque no trae á la ciencia ningun des- cubrimiento, interesa bajo el punto de vista del órden y méto- do que en ella se sigue, al amparo de los cuales logra el autor dar á conocer una vez más las ideas del profesor Gruyon, de quien es entusiasta admirador, reuniendo multitud de consejos eminentemente prácticos y de diaria aplicación. Réstanos, para terminar, que señalemos los antecedentes científicos de nuestro postulante. Desde 1871 4 1882, obtu- vo los puestos de externo"é interno de los Hospitales de París, agregado á los servicios de los profesores Wolmier, Alfonso Guérin, Barthez, Richet, Brouardel, Hayem, Bouchut, Lorain, Desormeaux, Guyon, Falret, Bouchard, Ferrier, Oulmont, De- bove, Le Dentu, Damaschino, ha sido premiado con medalla de bronce de la Asistencia pública, y en 1882 nombrado miembro corresponsal de las Sociedades Clinica y Anatómica de París. Además del mérito intrínseco de la memoria que acabamos de examinar, el Dr. Lavín, como se vé porlos antecedentes que señalamos, ostenta una brillante carrera científica, durante la cual y en el espacio de once años ha ocupado los puestos. de externo é interno de los Hospitales de París bajo la direc- ción de los más eminentes profesores de aquella Escuela. Es. te antecedente, que por sí solo vale mucho, porque nos consta que 4 esos puestos no se llega sino á fuerza de pruebas severísi- mas, sería la mejor credencial del Dr. Lavín, si no supiéramos por otros conductos, y vista la extensión que ha dado á sus estudios, que es un médico ilustrado, digno de ocupar el pues- to que pretende y que no dudamos le será acordado, 366 Tomado en consideración el informe anterior, manifestó el Sr. Presidente que se discutiría y se procedería á la votación en sesión de gobierno, segun las prácticas establecidas por la Academia en semejantes casos. , OrrarmoLoGIa.—Ziriasis palpebral.—Leyó en seguida el D». Santos Fernández varias observaciones clínicas de tiriásis pal- pebral. Aunque de muy atrás descrita esta enfermedad, no deja de ser rara cuando Hirschberg no la ha encontrado sino 3 veces en 40.000 enfermos, y una sola en la clínica del pro- fesor von Graefe: se la ha observado casi exclusivamente en los niños, mientras que el pediculus pubis no se encuentra más que en los adultos; y después de citar á otros autores, para demostrar que el asunto no carece de novedad, por lo exiguo de las observaciones hasta ahora recogidas, da cuenta el Dr. Santos Fernández de 11 casos que figuran en los 13.000 enfermos de su clínica de enfermedades de los ojos en la Ha- bana, y que fueron tratados con buen éxito mediante los pre- parados de hidrargirio. A esos casos referidos por el Dr. Santos Fernández, agrega 'el Dr. Beato otro de una niña de 5 años, que se le presentó con una afección ocular análoga á la blefaritis ciliar y debida á los pedículi, la cual fué tratada con aplicaciones del licor de Van Swieten, quedando enteramente curada á los seis dias. En prueba e la rareza de dicha enfermedad, expone el Dr. Mestre que, en los numerosos casos de oftalmías que por algunos años tuvo ocasión de asistir en los diversos departa- mentos de la Real Casa de Beneficencia y Maternidad, han sido muy contados los de tiriásis palpebral, que trató siem- pre por las pomadas mercuriales, El Dr. Santos Fernández agregó que lo que más le había movido á comunicar sns observaciones á la Academia era la publicación del reciente trabajo del Dr. Fenny, citando la estadística de Hirschberg, que sólo había encontrado 3 veces la afección pedicular en 40.000 enfermos, ínterin el académico mencionado ha podido reunir 11 casos en 13.000 de su clínica oftalmológica. 367 Después de dicho particular, declaró el Sr. Presidente ter—- minada la sesión pública, y constituida la Academia en otra de gobierno para la elección de un socio corresponsal. La corteza DÉ La Yapa.—MEMORIA INAUGURAL DEL Dx. D. Juan L. Zamora. (SESIÓN DEL 8 DE OCTUBRE DE 1876.—V. ANALES, T. XIII PAG. 400). Sr. Presidente, Sres.:—Sólo el deseo ilimitado de instruir= me, colocándome al lado de modelos á quienes imitar, ha po- dido hacerme olvidar por un momento las escasas fuerzas que poseo, para pretender ocupar un lugar en medio de esta ilus- tre asamblea, donde las ciencias se encuentran reunidas y dignamente representadas en cada uno de los que aquí por primera vez contemplo, á los que dirijo la palabra y tengo la alta honra de saludar con el respeto y admiración que siempre me han infundido la virtud y el saber. Mas, al enterarme de los requisitos reglamentarios para poder ocupar un lugar entre V. $5. 5., no he podido ménos que exclamar: quien nada po- see que le sea propio ¿qué puede presentar que sea hacedero en el plazo de quince dias que señala el Reglamento? Nada, que pueda tener el sello de verdad que caracteriza las palabras pronunciadas en esta Real Academia; mucho, que carezca de este requisito;--pues para llenar la primera, que podríamos de- cir única circunstancia, es indispensable repetir de distintos modos los experimentos hasta estar seguros de obtener siem- pre los mismos resultados, sin que pueda tasarse el tiempo que haya de emplearse en estas pruebas, á fin de evitar la preci: pitación que en el mayor número de los casos trae consigo. Sin embargo; ancho campo presenta la Farmacia, y tal vez recordando algo de la Historia de esta moderna ciencia, en- contremos algún vacío que llenar, en armonía con el tiempo de que al efecto se dispone. 368 Hubo un tiempo en que el ejercicio de la Facultad de Far- macia se encerraba en el conocimiento de la elección, prepara- ción y mezcla de los medicamentos, bastando para conferir el. título correspondiente un exámen ante un jurado médico: fá- cil es comprender el poco apoyo que tales profesores podían prestar al arte de curar y muy escasas las noticias que sumi- nistrarían á los médicos respecto á la naturaleza de los mate- riales empleados en la curación de las enfermedades; de aquí nacía que éstos eran los que tenían que dedicar una parte de su tiempo -á4 adquirir noticias y ensayar á ciegas nuevos pro— ductos, que venían á agregar á la multitud que ya poseían pa- ra aliviar las dolencias de la humanidad; lograban con esto aumentar el catálogo de las sustancias, sin que pueda decirse que aumentaba proporcionalmente el conocimiento de la na- turaleza de las mismas. Esta falta de conocimiento traía consigo la incertidumbre, y de ésta procedía la asociación más ó ménos variada, sin dis- - cernimiento, como, al azar y generalmente numerosa de las sustancias que entraban 4 formar parte de los medicamentos compuestos. Vino más tarde la Química á enseñarnos el modo de anali- zar las sustancias medicamentosas, y desde entonces mereció la Farmacia figurar en el alto puesto que ocupa entre las ciencias que más utilidad prestan á la humanidad. Este cam- bio puede decirse que data del principio del siglo XVII: al farmacéutico se le facilitó por medio de la Química el some- ter al análisis las sustancias medicamentosas, dando á conocer cuales eran las verdaderamente activas, y se redujo la compo- sición de los medicamentos á una forma más simple y segura en su acción. El análisis de las sustancias naturales y las descripciones de las mismas marcharon de consuno, conociéndose por este medio el origen de algunas que lo tuvieron por mucho tiem- po encubierto bajo el veló del misterio. Como consecuencia de estos conocimientos vino la separación de la Materia Farma- céutica de gran número de productos naturales que se creye- : 369 ron inútiles en el arte de curar, lo cual puede suceder que se haya llevado 4 cabo con extremada ligereza, procediendo en algunos casos sólo por capricho y sin haberlas sometido antes á maduras y detenidas experimentaciones. Necesario sería volver la vista hacia las sustancias desechadas, para proporcio- nar las formas farmacóuticas de que son susceptibles, á fin de poderse ensayar de nuevo, desprovistos de toda preocupación. Hay además otra serie de sustancias que el vulgo emplea sin cesar, procediendo en la mayor parte de los casos á ciegas ó por meras tradiciones incompletas, cuya práctica ocasiona á menudo fatales consecuencias. Tómese al azar cualquiera de estas sustancias, dando la preferencia á las indígenas y sobre todo á alguna de aquellas que, habiendo sido llevadas 4 Euro- pa, no han sido allí caracterizadas con la precisión debida, dan. do lugar 4 diferentes descripciones, que, si bien ge acercan á la realidad, dejan entrever la duda. Esto observamos en la - Corteza DÉ YABA.—Procede esta corteza de la Andira iner- mis Kunth., Geofroza inermis Swart: árbol perteneciente á la familia de las Leguminosas, subfamilia Papilionaceas, tribu Geofreas. Ha sido descrita por diferentes naturalistas, 8l bien difieren notablemente entre sí en el modo de caracteri- zarla, haciendo presumir que algunos han tenido á la vista otra corteza, que han tomado como corteza de yaba, Ó sea Geo- frea de Jamaica, que es el nombre con que también se conoce. No puede atribuirse 4 una misma corteza los caracteres tan diferentes de que se han valido para describirla Murray, Chamberlain y otros. Murray menciona dos cortezas de Geo- frea de Jamaica, una de color pálido y sabor poco marcado, y la otra más oscura y comparable á la Cassia lignea: continúa después la descripción, diciendo “que se presenta en pedazos “convexos, del largo de un pié y diámetro variable, á veces “con más de una línea de espesor; algunos de ellos son ente- “ramente grises ó de color de hierro por ambos lados; pero ““otros son rojizos exteriormente y hasta más ó menos profun- “didad por su interior; su textura es fibrosa, medianamente te- ““naz, el sabor mucilaginoso 6 insípido, el olor desagradable y T, XIX,—47 370 “nauseoso.” “Otro ejemplar, que poseía M. Pareira, tenía 50 centímetros de largo, dos milímetros de espesor y cubierto de un peridermo negro muy delgado y adherente, con placas liquenoideas de color gris blanquecino; el líber es gris com- pacto, compuesto totalmente de láminas ú hojas fibrosas den- sas y apretadas, que no se pueden romper doblándolas al través; su olor es débil, persistente y terebintaceo; su sabor astringen- te, pero en general poco marcado.” Difícil sería reconocer por estos caracteres nuestra corteza de yaba, aún suponiendo que procediera de las ramas más jóvenes, circunstancia que además debe evitarse, si se han de observar las reglas de cuna buena recolección. Más precisa que las anteriores es la descripción que hacen Guibourt y Richard: “se presenta, dicen, en pedazos de 35 centimetros de largo próximamente, abarquillados ó semiarro- llados, de 0203 á 0% 05 de espesor, cubiertos de un peridermo delgado, gris, liso ó con ligeras grietas en las cortezas más jó- venes; grueso, fungoso y casi blanco en las de más edad. A ve. ces, y como consecuencia de una alteración, tiene la corteza * color negro en su interior; pero cuando está sana, presenta de- bajo del peridermo un color de herrumbre bastante vivo: la superficie interna es siempre algo negruzca, la textura bastan- te loja y gruesa, más granujienta que fibrosa hácia la parte ex- terior, más fibrosa por su interior. Se parte fácilmente entre los dedos y mucho más aún masticándola; es inodora y, casi insípida,” En un país donde fuese preciso recurrir al co- mercio para la adquisición de la: corteza de yaba, nos vería- mos perplejos para elegirla con todos los caracteres que aca—- bamos de exponer, y siempre creeríamos ver sustituciones, aunque en realidad no existiesen. A éstas debemos atribuir la causa principal de las diferencias que se notan en algunas des- cripciones de ciertos productos naturales, y también á la ac- ción que sobre ellos ejercen el tiempo y los agentes exteriores, haciéndoles cambiar alguna de sus propiedades. Para evitar- las ó por lo ménos subsanarlas, debemos aprovechar la oportu- nidad, cuando se presenta, de estudiarlas en la misma localidad 371 donde se producen naturalmente; sistema que permite además conocerlas en su estado fresco, así como tambien juzgar de los cambios que experimentan durante ó después de su desecación, En la corteza que nos ocupa no sólo tienen lugar estas al. teraciónes en sus caracteres físicos, sino que alcanzan además á sus propiedades químicas. Para la exposición de sus carac— teres reducirémos la epidermis, envoltura suberosa, mesoder- mis, envoltura herbacea, el líber y la endodermis, de que consta la corteza, á tres partes que son: epifleo, mesofleo y en- dofleo, por ser también tres las zonas que fácilmente pueden distinguirse por su color en la corteza de yaba. El epifleo es rugoso, con hendiduras en sentido de su longitud interrumpi- das, tanto más grueso y fungoso cuanto más vieja es la parte del vegetal de donde procede; su color es gris oscuro, sembra: do de manchas blanquecinas que penetran en su masa; se se. para fácilmente si la desecacion ha sido descuidada, y en las ramas tiernas, al separarse, lo hace con el mesofleo; es inodoro 6 insípido y se deshace en forma de granos cuando se frota con - los dedos ó mastica. Por separación de esta primera cubierta se descubre el mesofleo, cuya superficie es de color herrumbro- so, el que disminuye 4 medida que se profundiza en las corte- zas ántes de su desecación hasta tomar un color blanco ligeramente rosado; pero verificada ésta, es herrumbroso en toda su masa 6 por lo ménos más uniforme; aunque más compacta que la cubierta anterior, es su textura más granu- jienta que fibrosa; rara vez se presenta negro en toda su exten- sión, pues cuando tiene este color, siempre conserva algo del rojizo en alguna de sus partes. El endofleo es de textura fibrosa, color rosado antes de la desecación, más Ó menos negruzco despues de verificada ésta, comenzando por adquirir dicho color en los bordes hasta concluir por invadirlo con bastante uniformidad al fin de la desecación. Esta corteza se presenta en el comercio de un largo variable; tanto más acanalada cuanto menor sea el grueso que presen- te, variable con la parte del vegetal de donde se ha tomado: la procedente del tronco ó ramas de cierta edad tiene de 0,2 05 872 4 0.107, al paso que en las ramas jóvenes apenas alcanza á 0.m 003; en el comercio las que más circulan son las primeras, al paso que las descritas por Murray, á ser de yaba, sólo podían pertenecer á ramas muy jóvenes, como se deduce del grueso, de la semejanza que establece con la Cassia lignea y del sabor mucilaginoso que dice que posee: se rompe con dificultad, al contrario de lo que expone Guibourt, que dice partirse fácil- mente entre los dedos; es inodora, y su sabor amargo, con— servándolo, aunque no tan pronunciado, lo ménos un año, que es la época que tiene el fragmento sobre que se ensaya. Doscientos cincuenta gramos de la corteza fresca se han redu- cido por la desecación á 112,50, de modo que pierde un 45 por ciento de su peso en esta operación: macerada en agua, comu- nica á este liquido un color rojizo y precipita en blauco por el oxalato y carbonato de amoniaco, en negro verdoso por el sul- fato de hierro, indicando así la presencia de sales de cal y tani- no, por lo que precipita también la gelatina; al ser precipitado por el sulfato de hierro, tomó el líquido un color verdoso. Cien gramos de corteza seca y groseramente pulverizada han suministrado, como término medio de cuatro operaciones distintas, diez gramos cinco centígramos de un extracto de consistencia pilular, negro visto en masas y algo rojizo en capas delgadas, muy soluble en agua, á la que comunica un color rojo oscuro, un sabor amargo y olor poco pronunciado. Ni á fuego directo, ni por los demás medios empleados en la evaporación de los extractos en que deba intervenir el fuego, es convenien- te llevar la del que nos ocupa hasta completa sequedad sin pro- ceder con la mayor prudencia, á fin de evitar que quemándose se desprendan nuevos productos que ejercen una acción perju- dicial en el Órgano de la vista; digo que son los nuevos produc- tos que se forman, porque no he podido obtener ese resultado con el extracto disuelto, y aplicado por instilación al paso que sus vapores, Ó sea esos nuevos productos que se forman, han determinado la pérdida parcial de la vista; debiendo advertir, (como de paso, y para contradecir la opinión que he oido emitir á algunos sobre la acción que tiene sobre la pupila), que 373 el globo del ojo conservó, siquiera sea aparentemente, su for- ma'natural, sin que la pupila sufriera alteración. El alcoholado de corteza de yaba presenta diferencias no sólo en el color, sino tambien en la naturaleza de los principios que disuelve según que se prepare con la corteza fresca, aunq ue seca, ó con aquella sobre que ha pasado ya cierto tiempo; la primera, que es roja con viso verdoso, y la segunda, que sólo presenta un color rojo oscuro. Sometiendo doscientos gramos de tintura de corteza recien-- te á la evaporación, han dejado como residuo cuatro gramos ochenta centígramos, cuyo residuo ha cedido al agua dos gramos sesenta centígramos; la parte no disuelta por el agua se trató por el alcohol á 90% c., que sólo disolvió un gramo cuarenta centígramos: al evaporar la disolución alcohólica, se ha ido precipitando una sustancia resinoidea de color verde que nose redisolvió en alcohol á 90 c., pero sí lo hizo en el alcohol absoluto: la parte no disuelta por el agua y tratada por alcohol dejó tambien un residuo semejante al que Berze- lius designa con el nombre de “apotema” y otros con el de “ tractivo oxigenado.” Igual cantidad de alcoholado preparado con cortezas viejas ha dejado mayor cantidad de resíduo por evaporación, con la notable diferencia de contener menor cantidad de materia ex- tractiva soluble en agua, de ser mayor la proporción de mate- ria resinosa negra soluble en alcohol, de faltar por completo la materia resinoidea de color verde, y por último, de no ha- berse formado más que una pequeña cantidad del resíduo insoluble en agua y en alcohol y que hemos comparado á la apotema, representados del modo siguiente: cinco gramos de resíduo, de los que se disolvieron en agua dos gramos diez centígramos, en alcohol á 90. c. dos gramos cincuenta cen—- tígramos, quedando sin disolver en ninguno de estos vehículos cuarenta centígramos. Es evidente la alteración que sufren los principios consti- tuyentes de esta corteza, por lo que es conveniente emplearla lo más reciente posible, 374 Segun Murray produce efectos violentos, tales como deyec- ciones fluidas, dolores cólicos, nauseas, desfallecimientos dzc.; pero debe entenderse cuando la dosis es algo elevada, y de aquí algunos accidentes desgraciados que se han producido entre nosotros, por lo. que debe administrarse en pequeñas dó- sis para obtener los efectos que se desean cuando se haya de emplear como antihelmíntica, fijindose la del polvo en cinco decígramos á un gramo; el extracto acuoso, de cinco á diez centígramos. (1) Resulta del examen ligeramente llevado á cabo, que esta corteza contiene: 1. Materia extractiva, 2. Una mate- ria resinosa de color negro, 3.9 Cuando reciente, una sus— tancia resinoidea de color verde, 4. 'Tanino que precipita en negro-verdoso las sales de hierro, 5. % Goma y Sales. A éstos podríamos agregar un principio cristalizable citado por algunos autores; mas la circunstancia de ser poco soluble en alcohol y éter, sólo ha permitido separarlo en tan pequeña cantidad que no era posible estudiar sus propiedades, reser- vándome el hacerlo tan pronto como lo obtenga en tal propor- ción que baste para ese objeto, y dando entonces cuenta de los resultados obtenidos. é Es lo que hoy tiene la honra el que suscribe de someter al juicio de la Academia, llamando particularmente la atención, si lo juzga conveniente, sobre lo importante que sería estudiar detenidamente la acción que esta sustancia ejerce sobre el órga- no de la vista; tanto más cuanto que acaba de recibir en su seno á dos célebres oculistas. (1) El entendido médico y literato sur-americano Dr, D. José Fernández de Madrid publicó en el núm, 18 (Octubre 14 de 1820) de “El Argos”, periódico político, científi- co y literario que dirigía en esta capital, un artículo dedicado á las propiedades medici nales de la yaba y de la pica-pica, “que innumerables hechos le autorizan á considerar como específicos contra las lombrices”, siendo la acción de ésta puramente mecánica, y la de aquélla química, es decir, que la yaba constituye un verdadero veneno para los vermes intestinales; y “se puede administrar en un cocimiento mucilaginoso ó en un lamedor que se confinge poniendo dos onzas de dicha corteza en dos botellas de agua, y agregándole, para templar su acción, algunas sustancias mucilaginosas y frescas. Este lamedor se da en cantidad de una, dos ó tres cucharadas segun la edad, por la mañana en ayunas.—Cuando la cantidad de la yaba es excesiva, produce los efectos de los nar» cóticos; pero nada malo hay que temer cuando se administra con inteligencia,” 375 A La REAL ACADEMIA DE CIENCIAS MÉDICAS, FÍSICAS Y NATURALES DE-La HABANA. lltmo. Sr. Presidente, Sres. Académicos: —Admitido en el seno de esa ilustrada Corporación, cumple á mi deber ofrecer á VV.SS. un testimonio, no de mis méritos, sino de mi grati- tud. Dígnense VV. SS, couceder su atención á mi modesto trabajo y acogerlo con la indulgencia propia de su reconocido talento y esclarecido criterio. ESTUDIOS ANTROPOLOGICOS. La humanidad es cosmopolita, el hombre no. No bien aparece el hombre en el terreno plioceno, un deseo, un sentimiento empieza á revelarse en él, sentimiento que después ha de ser condición indispensable de su existencia: la emigración. Pero, no una emigración inconsciente como la del animal, que obedece á leyes instintivas que lo conducen á buscar climas más bonancibles ó mejores pastos, no; la emigración en el hombre es voluntaria, es dependiente de su condición social. A donde quiera que dirijamos nuestra vista, en cualquier paralelo que recorramos, desde el Ecuador á las más ignotas regiones del polo, allí encontramos estampada la huella del hombre, cual el sello del dominio, que sobre la naturaleza toda le concediera el Hacedor del universo. Pero, ¿posee verdaderamente el hombre condiciones de habitabilidad en todos los parajes del globo? ¿puede el hom- bre, ese ser delicado, conjunto de nervios dotados de la impre- sionabilidad más exquisita, sujeto á mayor número de enfer- medades que cualquier otro animal, susceptible hasta un gra- do sumo á todas las influencias del medio que lo rodea, ¿puede el hombre, repetimos, soportar esas transiciones bruscas que lo llevan desde el calor de los trópicos á las nieves de las regio— nes árticas, desde la altura de las montañas á la profundidad de los valles? en una palabra, ¿es el hombre cosmopolita?, puede aclimatarse en todas las regiones del globo? 376 Hay una ciencia, cuyo estudio exclusivo es el hombre; cien- cia nacida ayer, grande hoy, la Antropología. Estudiar al hombre en sus relaciones consigo mismo y con el medio en que se agita; analizar este medio en la multiplicidad de sus acciones y modalidades; penetrar en las profundidades de los tiempos para hallar el orígen de la humanidad, la formación de las razas, sus caracteres físicos y morales, su modo de vivir en todos los climas y paises, bajo los ardores de los trópicos 6 en las nieves del círculo polar; hacer de todos estos disper— sos elementos un conjunto, una ciencia de aplicación y utili- dad social,.... he aquí el objeto de la Antropología. Véase si su estudio es digno del hombre de saber, y no sólo del mé- dico, sino del jurisconsulto, del político y de todo el que aspire algún día á regir los destinos de ua pueblo ó de una nación. El estudio del hombre no puede ser un capítulo de una cien- cia general. El hombre, por su inteligencia, por su lenguaje, por su vida social y política, por su dominio sobre la natu- raleza, difiere de tal modo de los demás entes animados, que ni el naturalista puede contenerlo dentro de una clasificación zoológica, ni el anatómico ni el fisiólogo pueden completarlo con la observación minuciosa de sus aparatos ó de sus funcio- nes, Si el hombre por su organización se eslabona con los animales que le siguen en el orden gradual de los seres, se separa totalmente de ellos por ese poder semicreador, que él solo posee, y con el cual conquista y subyuga á la naturale— za entera: el pensamiento. El estudio del hombre no es una ciencia puramente descriptiva, es un conjunto de todas las ciencias biológicas con el concurso de la historia, de la lingiís- tica, de la arqueología, que contribuyen á explicarnos su ori- gen y su evolución á través de los siglos. Una de las mayores dificultades con que lucha nuestro jui- cio para resolver cualquier cuestión que nos ocupa, es la idea preconcebida. Y tan es así, que con frecuencia cuando cre- emos emitir una opinión que consideramos propia, no hace" mos más que aplicar una deduccion ó una inferencia, que pre" de Ñ 317 cedió en nuestra inteligencia al exámen del hecho, que de buena fé pensamos juzgar. Es esto una consecuencia de nuestro modo defectuoso de educación. Desde niños se Ima- ta nuestro raciocinio; se nos acostumbra, no á pensar, sinoá repetir el pensamiento de los otros; y así, cuando debemos deliberar sobre un asunto, no podemos prescindir de la im- presión, que quedó formada en nuestra mente en los tiempos en que la inteligencia, ávida de saber, gastó su poderosa Savia en aprender de memoria los juicios de los demás. ¡Cuán- to estudio, cuánto trabajo de observación y de análisis nece- sita el hombre para recobrar el dominio, la autonomía, díga' moslo así, de su inteligencia! La idea del cosmopolitismo humano está tan arraigada en la mayor parte de nosotros, que parece cuestión baladí discu— tir tan trivial asunto. Admitida á priori la unidad de la es- pecie humana, ¿qué recurso queda más que admitir la facultad de acomodarse el hombre á todos los climas? Pero, en el te- rreno científico no podemos, si queremos ser lógicos, admitir como puntos de partida premisas, que no tienen la sanción de la experiencia. Bueno es esto, si ventilásemos cuestiones de fé; pero, como hombres de ciencia, no podemos apoyarnos sino en lo que la misma ciencia comprueba. Además, el lenguaje de la ciencia debe ser universal, lo mismo para el asiático que para el europeo. Cuando decimos que la potencial de la luz solares trescientas mil veces mayor que la de la luz de la luna, asentamos un hecho, que es igual en cualquier parte donde se estudie; cuando exponemos algún prin- cipio fundamental de geometría, venimos á parar siempre á un mismo resultado, igual é invariable, por más “que cam- bien la marcha de las demostraciones ó la serie de los razona— mientos. Esto acontece, porque las ciencias matemáticas son independientes de toda condición física; no resultan ni de la observación ni de la experiencia, ni se apoyan en el testimonio erróneo de los sentidos, y por lo tanto no pueden conducir 4 los resultados contradictorios, que son tan frecuentes en los demás ramos del saber humano; pero, si para afirmar un he- T, XIX,—A8 1 378 cho no tenemos otro apoyo que el de la Religión, este hecho dejará de ser admisible donde quiera que exista otra religión distinta de la nuestra. El monogenismo, que se nos viene im- poniendo desde que nuestros ojos se abren á la luz, trae en pos de sí como consecuencia indiscutible la facultad de habitar el hombre impunemente en todos los paises del globo. Para el monogenista las razas, los tipos, todas las variedades de la especie humana no son otra cosa que modificaciones, que ha ido ejerciendo el medio durante el trascurso de los siglos. Opuesto á esta teoría, el poligenista establece la aparición simultánea de la especie humana en diversos parajes de la tierra; y, como conclusión, establece tambien la persistencia del tipo fundamental, niega la influencia del medio y como última consecuencia el cosmopolitismo del hombre. Cada raza para cada suelo. Si, afirmados en cualquiera de estas hipótesis, entramos 4 discutir las influencias que los climas ejercen en el hombre, la mayor Ó menor idoneidad de los individuos para acomo- darse á las condiciones de determinadas latitudes, ¿podremos llegar á establecer sobre bases de útil aplicación el estudio de que vamos á ocuparnos? No; y lejos de servir nuestro trabajo de provechosa enseñanza, sólo conseguirá aumentar el infinito número de divagaciones, como las que por desgracia abundan tanto en el dédalo de la ciencia. No entraremos, por lo tanto, á discutir si el hombre proce- de de un solo origen ó si simultáneamente aparecieron diver sas parejas humanas en distintos parajes del globo. Ni, llenos de orgullo, iremos á buscar un reino hominal donde colocar al hombre lejos de los demás séres animados, ni buscaremos en la anatomía comparada del mono el árbol genealógico de nuestros abuelos. Cuestiones son éstas que, aunque muy per- tinentes al asunto, nos alejarían bastante del objeto que nos proponemos. Las investigaciones sobre el orígen del hombre, cuando se llevan más allá de los hechos observados 6 de los que nos son revelados por medio de la inducción, no pasan de ser teorías, que nunca tendrán un valor decisivo en el terre: 379 no de la ciencia. Ni hay nada, á parte de toda cuestión de fé que aquí no tocamos, que compruebe el origen único del hombre, ni tampoco, la persistencia de los tipos es suficiente para sustentar la teoría del poligenismo. Si en los animales se pueden modificar las razas y los tipos dentro de una mis- ma especie, mediante los cruzamientos y las uniones inteli- gentes de los individuos, en el hombre jamás podrá aplicarse esa selección, que es contraria á la moral y 4 la libertad de que goza. La teoría de Darwin, quizás la más atrevida que se ha lanzado á la palestra cientifica, llega á una meta que ja- más podrá franquear la ciencia, la evolución de la primera mónada, el paso de la materia inórganica 4 la materia orgá- nica; pues el decir que el no ser se convierte en ser, cuando halla condiciones abonadas para su evolución, es salvar de un salto un abismo, es romper el nudo gordiano, pero no es re- “solver la cuestión, y, si bien esto puede satisfacer la imagina- ción, no es bastante lógico para erigirse en principio científico. Ni por un momento entraremos á discutir la idea de la degeneración de la especie humana tán opuesta á la razón y á la ciencia, delirio de teólogos miopes, que se desvanece ante la grandeza de la Creación. En efecto, cuanto más con- templamos la naturaleza más nos admira el armonioso conjun- to del Universo. Una idea constante preside en todos los actos de la Creación, y sus manifestaciones todas siguen una correlación, que jamás se ve desmentida. La vida vegetal se produce con idénticos fenómenos que la vida animal,» y el conjunto de los seres vivientes ostenta una gradación insen— sible-desde lo más alto hasta lo más bajo de la escala, desde el bimano, el homo sapiens, hasta la acotiledonea ó criptóga- ma, la última y más elemental entre las plantas. Nunca el orden de los seres ha sido turbado, y nunca tampoco el azar ó el capricho ha intervenido en esta ley serial, que parece ser la palabra de la Creación. Todas las ciencias atestíguan con palpables hechos que en la naturaleza no existe la perfección originaria, sino la perfec- tibilidad progresiva; la decadencia de la especie humana es 380. una proposición gratuita é insostenible. Removed un poco las capas terrestres, y vereis lo que era el hombre primitivo, el hombre de esa edad de oro, que la geología llama edad de pie- dra; recorred los pueblos salvajes, esas islas del Océano Paci- fico ó los pueblos del Continente Africano, y vereis lo que eran nuestros padres. ¡Triste ascendencia la del hombre que pretende ser la personificación del mismo Dios! Pero, sea cual fuere el principio del hombre, sea procedente de uno ó de múltiples orígenes, siempre venimos en último resultado á negar su facultad innata de aclimatación. Si, co- mo monogenistas, pretendemos que proviene de un solo ori - gen, claro es que una fué la raza primitiva y todos los tipos humanos no son más que sub-razas producidas por las modifi- caciones del medio; y ¿es admisible que posea condiciones de aptitud climatológica el individuo que ha necesitado sufrir transformaciones tan profundas como las de la raza blanca respecto á la negra ó amarilla, y recíprocamente de éstas con aquélla? Además, nosotros tenemos que tomar el asunto en el estado que se nos presenta en el día: ¿qué nos importa que el hombre haya procedido de un origen único, si hoy se muestra bajo los distintos aspectos que ofrecen las diversas razas? Porque una pareja única haya engendrado toda la es- pecie humana, ¿será menos cierto que el blanco tenga condi- ciones de inteligencia, de que carece el negro, así como cada raza presenta ciertas aptitudes de que están privadas otras? El medio que tal acción produjo ¿pudo nunca acoger indife— rente, al individuo á él trasportado? ¿quién será capaz de contar cuantos siglos se necesitaron para determinar caracteres étnicos tan diversos y de una persistencia tal, que las más remotas investigaciones nos muestran ya las razas humanas perfectamente deslindadas en las más antiguas capas geológi- cas? No nos oponemos á la acción poderosa del medio, cuya inmensa influencia estudiaremos muy luego; pero esto mismo nos demuestra que el hombre no pudo espontáneamente acli- matarse, siuo después de haber sufrido las transformaciones, que exigió el nuevo clima, 381 Por otra parte, si suponiéndonos poligenistas, admitimos que varias parejas humanas, aparecidas en diferentes puntos del globo, dieron origen á la humanidad actual; si las razas fueron ya desde el principio lo que son hoy, en razon de la ley armónica que rige en todo el universo, es evidente que al ser, como son, fué porque así lo exigió el medio en que hu- bieron de vivir, y que, por lo tanto, otro cualquier individuo de distintas condiciones tuvo necesidad de sufrir un combate grande con el medio para acomodarse á él; luego el hombre no fué per se aclimatable, sino condicionalmente y experimentan- do las modificaciones que le impusiera el nuevo medio. No sabemos si hemos podido explicar con bastante claridad nuestro pensamiento; pero diremos en resumen, que sin pre- juzgar la hipótesis de la unidad ó de la pluralidad de la espe- cie humana, creemos que la cuestión de la aclimatación no se opone á ninguna de estas teorías. Vamos, pues, á concretat- nos á lo que en nuestro concepto debe constituir los elemen- tos de este problema. Dos elementos dominan la existencia de todo ser, desde su aparición en estado de óvulo hasta su disolución final: la he- rencia y el medio. El germen hereditario obra de un modo fatal, sin que nada pueda oponerse á sus manifestaciones; el individuo lo lleva en sí, es un hecho juzgado, y su acción du- ra lo que dura la vida. No se elige el padre; y las leyes hu- manas, que hicieron por derecho propio al hijo heredero del padre, copiaron la ley natural que trasmite al hijo las condi- ciones originarias de su ascendiente. No es menos poderoso, aunque sí menos absoluto, el domi- nio del medio. Entidad compleja, conjunto de factores representados por la alimentación, el aire, los vestidos, el suelo, el clima, todo cuanto rodea al ser en el orden físico y cuanto se desenvuelve en su espíritu en el orden moral, el medio es lo que la sombra al cuerpo, lo que 4 los colores la luz. ln el padre y en el medio se condensa toda la etio- logía de las enfermedades. Aptitudes morbosas, inmunidades especiales de ciertas razas, facilidad para aclimatarse en unos 382 países, imposibilidad de habitar en otros, todas estas impor- tantes cuéstiones biológicas encuentran su explicación en esta influencia combinada de la herencia y del medio, única clave de este difícil problema. 2 En las evoluciones orgánicas, que se verifican en el tiempo y el espacio, estas dos tendencias, herencia y medio, dan co- mo resultante una forma que es perfectamente transitoria. La herencia produce la atracción hacia el tipo primitivo, la vuelta á la forma pasada, lo que se conoce en la ciencia con el nombre de atavismo, fenómeno especial de mucha impor- tancia y de acción tan poderosa, que resiste su influencia á las más enérgicas modificaciones del tiempo y del arte. La tendencia representada por el medio origina, en cambio, la varlabilidad de las especies; pero, cuando estas variaciones son útiles al individuo, aseguran su superioridad sobre sus semejantes y se confirman por la selección natural. El atavis- mo lucha contra la formación de razas nuevas; el medio tiende siempre á la mejora de los individuos, produciendo modalidades que les acomodan á las condiciones en que han de pasar su existencia. E : Esta acción combinada nos explica hasta cierto punto la formación de las razas y la persistencia de los tipos, conci- liando la teoría de la unidad de la especie .con la diversidad etnólogica. En efecto, por más que rehusemos admitir como principio el monogenismo de la especie humana, no se opone á la razón la idea de una raza primitiva, y los partidarios de la acción de los medios tienen poderosísimos hechos que mi- litan en su favor. Consideremos las-diversas épocas de la Creación; los grandes cataclismos que ha experimentado el globo; la aparición y desaparición sucesiva de diversas espe- cies de animales y plantas; al hombre mismo luchando con la acción del suelo y del clima, combatiendo por la vida, buscando el alimento para él y su prole, atravesando los ex- tremos del período terciario hasta los tiempos históricos: ten— gamos en cuenta las trasformaciones que nuestro planeta ha sufrido en esta miriada de siglos, y no vacilará nuestra ima- 383 ginación en admitir que es muy sobrada la acción prolonga- da del medio para producir la diversidad de las razas. ¿Sería - lógico suponer que ante circunstancias tan mutables, no ex- perimentase cambio alguno el organismo humano? Si bastan . algunas generaciones para producir modificaciones notables en las razas ya formadas, ¿cómo negar el poder del medio en el trascurso de los tiempos? Si los defensores de los tipos primitivos nos presentan, en- tre otros ejemplos, al egipcio actual con los mismos caracte— res étnicos que el egipcio de los jeroglíficos y de las tumbas de los Faraones; si el adorador de Buda no ha variado nada desde los tiempos legendarios de Fo-hf y de Confucio, ¿qué prueba eso? ¿ha cambiado el medio, es distinto el clima, es otra la civilización? Ll fellah de hoy es el fellah de los Pto- lomeos; iguales sus costumbres, iguales sus ideas, iguales su género de vida y los lugares que habita. Eu la China persis- ten las mismas leyes, la misma religión, la misma división de castas. Si nada ha cambiado, si el medio moral y material es el mismo ¿como no ha de ser innrutable el tipo? . Pero, veamos nada más que lo que nos euseña la experien. cia de unos cuantos siglos, desde que los grandes navegantes, mostrándonos nuevos continentes, nos han puesto en relación con nuevas razas de gentes; desde que los cruzamientos de unas razas con otras nos han enseñado hasta qué punto po- drían cambiarse y modificarse los tipos, si la selección pudie-, ra presidir á esas uniones fortuitas, si pudieran elegirse. los tipos en su relación gradual, y si fuera fácil destruir los fe- nómenos de atavisimo, como lo verificamos cuando nos pro- ponemos formar una casta de animales escogidos. Veamos, pues, cual es la acción del medio y su influencia en los fenómenos de la vida. Todo en la naturaleza es vida. Vive el mineral que lenta—- mente crece por agrupación de moléculas, y se mezcla Ó com- bina por afinidades químicas con los cuerpos que lo rodean; : vive el vegetal que del suelo y del aire aspira los elementos de su existencia; vive el animal que se apropia los elementos 384 de la tierra transformados por el vegetal en alimentos. Todo es vida hasta la misma muerte. ¿Qué es la muerte, sino otra forma de la vida? Sí: la vida no es más que una serle sucesiva de trasformaciones, en las que la muerte, por paradójica que parezca la idea, no constituye sino un nuevo modo de ser de la materia. De la célula que muere brota la célula que nace; la muerte no es más que la continuación de la vida: muerte y vida son dos cosas que se completan, que se explican la una por la otra, hasta el punto que nos sería imposible compren— der la muerte sin la vida, ni concebiríamos la vida sin la muerte. La ley de vida es la ley de muerte: las plantas sir- ven de pasto al animal herbívoro; éste, á su vez, nutre al carnicero, y el hombre lo devora todo, y, forzoso es confesar— lo, se devora á sí mismo. El fuerte sobre el débil es el prin- cipio de la justicia humana, es el orígen del derecho y la ra=- zón de las naciones. El hombre disputó desde el principio de su vida palmo 4 palmo á las bestias feroces el terreno que pisaba: constituido después en hordas salvajes y más tarde- en pueblos cultos, agrandó segun las necesidades sus domi- nios. Ciego de ambición, luchó con sus semejantes y la vic: toria quedó por el más fuerte, y á eso se le llamó conquista. El tiempo, que todo lo sanciona, da la razón al vencedor y teje coronas para el guerrero. El we victis! de los Romanos ha:sido y será siempre la razón social del teatro de la vida. El hombre, como todo organismo, como toda manifestación de fuerzas, actúa sobre un medio que á su vez reacciona so- bre él. Entre el ser y el medio se establecen relaciones, que, cuando son recíprocas, producen entre ambos una concor- dancia, un equilibrio, cuyo resultado es la conservación del individuo. Existe en la naturaleza una gran ley, un princi- pio fundamental, que preside á toda manifestación viviente: la armonía del ser y el medio. Todos los seres están con- formados segun su residencia, y todo cuanto existe á su alrededor está en relación con sus necesidades, con su orga- nización y con su género de vida. De aquí la variedad que se observa en la fauna y en la flora de las diversas regiones 385 del globo, segun las latitudes, la climatología, la isotermía, el estado atmosférico, la naturaleza del terreno, las líneas isoquímicas y todas las demás circunstancias que. modifican á los seres en su organismo, en sus carácteres físicos y en su modo de existencia. En -esta armonía entre el ser y el medio que le rodea, en esta solidaridad que impera en todos los actos de la naturale— za, y que hace que todo cuanto existe concurre á un fin. de- terminado, vemos una unidad de acción, que permanece ' siempre constante desde las masas inorgánicas hasta la crea— ción más perfecta, Así; pues, es indudable que las modifi- caciones hechas 4 las condiciones de la existencia obran sobre el organismo de los individuos y sobre la generación de las especies. Produzcamos una transformación lenta y progresi- va en nuestras funciones vitales, y veremos operarse igual transformación en nuestro aparato orgánico. Este es un he- cho tan comprobado, que sin dificultad podemos afirmarlo con multitud de ejemplos. Hemos conocido una familia española con el tipo perfecto de la raza blanca, cuyos hijos nacidos en Filipinas ofrecían los caracteres especiales de la raza malaya, sin que nada autori- zase á conjeturas sobre la conducta de los padres. Cuanto influye, no sólo el medio físico, sino el medio moral, lo prue- ba el sello particular que imprimen las profesiones Ó los há- bitos continuados. El militar, el sacerdote, el letrado, ofrecen variedades en su aspecto, que difícilmente pueden pa- sar desapercibidas á un mediano observador, Donde más se advierte la modificación, ejercida por el medio, es en los in- dividuos que por afición Ó necesidad permanecen algún tiem- po eu país extranjero. En la historia de nuestras conquistas leemos que Francisco de Aguilar, el intérprete de Cortés, después de ocho años de esclavitud entre los yukatecos, cu— yas costumbres y traje había adoptado, no podía distinguirse - de los mismos indígenas. Marineros, que á causa de' algún naufragio ú otro accidente se han visto abandonados en islas salvajes, han adquirido con el tiempo los caracteres típicos de '. XIX,—49 / 386 los pueblos con quienes han vivido. Langdorf dice haber encontrado en Noukahiva un marinero inglés, que no pudo reconocer entre los polinesios- de esta isla, donde llevaba muchos años de residencia. Muchos ilustres viajeros con- temporáneos han llegado á adquirir con el trato de los ex- tranjeros su aspecto y hasta sus caracteres fisiognomónicos. Muy recientemente hemos perdido un notable compatricio, que hubiera podido sin trabajo pasar por hijo del Oriente, en donde sus aficiones y sus estudios le hicieron permanecer la mayor parte de su vida. Si el hombre pudiera emplear en sí mismo la selección, como se emplea en los animales, sin difi- cultad y sin que transcurrieran muchas generacioues se obten- difan sensibles modificaciones en los tipos. La moral y la liber- tad individual serán siempre un impedimento para que esto se realice; pero para el objeto de la ciencia sobran ejemplos que comprueben esta afirmación. A causa de una deformi- dad congénita en la configuración de la mano, hubo una familia española que, según el Dr. Van-Derbach, contaba multitud de individuos con el mismo defecto: la repulsión, que su anomalía causaba á los demás, les había obligado á contraer enlaces eonsanguineos, y de aquí una especie de se- lección inconsciente, que dió por resultado la perpetuación de la deformidad. Todos conocen como formó Federico de Persia una población de gigantes cerca de Postdam: uniendo á4 los hombres de más estatura de su guardia con las mujeres más altas de su reino, pronto obtuvo una generación, cuya talla sobrepujó en muchas pulgadas á la medida ordinaria, Hay casas, en que el pequeño número de elementos y el aislamiento, han contribuido á formar en muy breve tiempo una nueva raza con caracteres - propios muy determinados. Tales son los Cafusos en el Brasil en los bosques de Tarau- ca, raza producida por la mezcla de los indígenas y los negros escapados del yugo de los blancos. Tenemos otro ejemplo de nuestros dias en los amotinados del buque inglés la “Bounty”: refugiados en Pitcairn, en Oceanía, han formado con los po- linesios de Tahiti una población mestiza, que da muestras de 387 una notable inteligencia. Podríamos acumular más ejemplos, citando á los Colburn, familia de polidáctilos, que, á pesar de enlaces con individuos de sangre normal, trasmitieron la misma deformidad á cuatro generaciones sucesivas, y después continuaba aún tan enérgico el atavismo, que de cada ocho individuos cuatro ostentaban el sello especial de su origen. Los Lumbert, llamados puercos espines por el desarrollo par- ticular de su sistema piloso, conservaron durante tres gene— raciones el distintivo de su extraña piel, no obstante el cuida- do que pusieron en mezclar con sangre normal su sangre he- mitérica. Para no establecer confusiones, debemos advertir que hay * ciertas modificaciones del medio que se limitan sólo al indi- viduo: el color de la piel, producido por la acción de la luz solar, no es trasmisible á los hijos. El hijo del trabajador del campo nace tan blanco como el del hombre de la ciudad, así como el que por un accidente es mutilado de un brazo ó de una pierna engendra hijos perfectamente proporcionados. Tampoco debemos circunscribirnos 4 casos particulares ni á épocas determinadas. La acción del medio no puede estu— diarse en un cierto número de individuos. Eucerrar estudio tan importante en tan estrechos límites es renunciar á toda investigación. Hay muchas causas que, sin oponerse entera— mente á la acción del medio, lo modifican ó lo detienen. En su lucha por la vida, el hombre combate todas las influencias que le son contrarias: si habita en un clima extremado, pro- cura atenuar con los recursos de la industria y de la ciencia los rigores del calor ó del frio; si viaja, lleva por todas partes sus costumbres y sus hábitos, y arrostra el calor del Senegal ó las nieves de Siberia, haciéndose hasta cierto punto dueño del medio que lo rodea. Pero este dominio no es duradero, y la acción del clima no tarda en manifestarse, como lo demues- tran las razas emigradas. Muy cerca de nosotros tenemos un ejemplo bien palpable, el yankee. El anglo-sajón americano empezó ayer; es un pueblo nuevo, un pueblo que apenastiene edad en la vida de las naciones, y, sin embargo, bajo la sola 388 acción del medio, ha formado un tipo tan característico, que es imposible confundirle con ningun otro. La influencia del medio empieza á ejercerse tan luego como el individuo cambia las condiciones que -lo rodean. Razas nuevas se forman sin más modificaciones que las del medio geográfico, ¿cómo? ¿por qué?....no lo sabemos; pero los he- chos lo evidencian muy terminantemente. El criollo de las Antillas, producto inmediato de individuos de una misma ra- za pero extraños al suelo tropical, constituye una subraza con caracteres físicos muy variados y,lo que es aún más notable, con inmunidades morbosas especiales. Aunque su tipo no se aparta del originario, ciertos detalles, su color, la propor- ción de las extremidades, la conformación de los piés y de las manos, ofrecen diferencias muy perceptibles; peró, donde el hecho es más sobresaliente y envuelve consecuencias más im- portantes, es en la inmunidad que el criollo, por el solo acto de haber nacido en las Antillas, tiene para la fiebre amarilla. Y, fijémonos bien en este punto, pues tendremos que apelar á él más adelante, cuando expongamos nuestras ideas sobre las llamadas enfermedades de aclimatación. Pero, antes de pro- seguir, diremos algunas palabras sobre un detalle muy im- portante bajo el punto de vista que nos ocupa. Además de los caracteres étnicos que esencialmente dife rencian entre sí las razas, hay otro distintivo especial, que influye de un modo poderoso en su idoneidad climatológica: queremos hablar de lo que en la ciencia se conoce con el nombre de aptitudes 6 inmunidades patológicas. No enten- demos por esto la predisposición que existe en cada individuo 4 contraer tal 9 cual enfermedad con preferencia á otra, ui tampoco la variable susceptibilidad á las influencias que le rodean; esto no es más que una proclividad morbosa, una simple idiosincracia, dependiente del género de vida, de los hábitos ó de las condiciones orgánicas especiales de cada uno. Tampoco hacemos referencia á las enfermedades endémicas de ciertos países, cuya causa reside en los países mismos, y que deja de tener acción fuera de la zona á donde se extien- 389 de su radio, tales como la plica en Polonia, el beriberi en el Malabar, la pelagra en Asturias, la verruga en los valles del Perú etc. Por aptitudes é inmunidades patológicas entende- mos el grado de receptibidad ó de antagonismo innato y peculiar de cada raza para contraer ó ser refractaria ás deter- minadas enfermedades. Por más que hasta aquí no tenga la ciencia una razón satisfactoria que dar á este misterio fi- siológico, el hecho es cierto, y la observación lo ha compro- bado con irrecusables testimonios. Así vemos que el cólera y el tifus hacen estragos mucho más horribles en la raza negra que en la blanca; que ciertas enfermedades, como la hincha- zón (1) y la enfermedad del sueño (2), atacan exclusivamen- te al negro y jamás al blanco; en cambio el negro no padece, ni por rareza, la fiebre amarilla ni el escorbuto. Kn los tiem- pos en que existía el vil comercio de la trata, venían los buques negreros con la bodega atestada de infelices aglome- rados unos sobre otros, sin luz ni aire, cubiertos por sus pro— pias inmundicias, reposando á veces sobre un compañero muerto de miseria, y mientras el escorbuto se cebaba en la tripulación, el negro no experimentaba el menor síntoma de esta enfermedad, que diezmaba á sus opresores. En la ex- ploración del Zambesis el Dr. Livingstone dice que los be- chuanas y bakuinos, con quienes vivió más de dos años, eran refractarios á las afecciones calculosas y á los cánceres, com- partiendo con los animales el privilegio de no ser atacados por la sífilis; rava excepción que desaparecía en los mestizos, siendo la intensidad de la virulencia proporcionada á la can- tidad de sangre extraña que corría por sus venas. Pero, si hay alguna raza á la que pueda concederse casi en absoluto la facultad de aclimatarse en todos los países del mundo, es la raza semítica. Eljudío en todas partes vive, se reproduce y se multiplica; desde los tiempos bíblicos lo vemos inspirando por su excesivo incremento recelos á los (1) Especie de adenopatía epidémica subaguda apirética, con hidroemia y anasarca, que termina por la muerte en la mitad de los casos. (2) Afección cerebral comatosa, de forma irregular, que origina fatalmente al cabo de cierto tiempo una hidropesía encefálica y la muerte, -390 Faraones; sufre las penalidades del desierto; se constituye en nación poderosa bajo los Reyes; es sojuzgado por divet- sas naciones; es destruido por el imperio de los Césares; es aniquilado por el fanatismo de la Edad media; es rechazado por todas las religiones y sectas; y vencido, humillado, degra- dado, pervertido, por todas partes aparece el judío con el. sello inmutable de su raza, con sus mismas costumbres, con su mismo ropaje, cual si el tiempo, que todo lo borra, que pasa por cima de todo, hubiera detenido para él el curso de las horas. El judio, en cualquier condición social, ofrece un contingente de mortalidad menor que las demás razas, se ha- lla menos sujeto á las enfermedades todas, no sufre ni el bocio ni el crup, que diezma á los niños de las razas indo-europeas, y en cualquier edad de su vida presenta una robustez pro- porcional mayor, y alcanza una lougevidad á que no llega ninguna otra. Esa diferente aptitud climatológica prueba cuan condicio- nal es el cosmopolitismo del hombre y cuan falsas las bases de los que, para defender la unidad de la especie, sostienen la facultad innata de la humanidad á acomodarse á todos los países del globo. Nosotros, que simpatizamos mucho con la idea de esa unidad, pues nunca atacamos por sistema, ni atendemos sino á razones, no podemos admitir el cosmopoli- tismo del hombre, como hijo de su organización. El hombre es cosmopolita por efecto de su inteligencia y plegándose á las condiciones que la naturaleza le impone. Pudiéramos re- sumir en una sola frase nuestro pensamiento: la humanidad es cosmopolita, el hombre no. Negar que sea cosmopolita, no es negar que sea aclimatable, es decir, susceptible de modifi- carse á las condiciones especiales de los climas. Este hecho lo vemos comprobado al contemplar la humanidad esparcida por todo el globo terrestre; pero bueno es que al propio tiempo que celebramos la victoria, contemos el número de las víctimas. Hagamos una ligera digresión, y echemos una rápida ojea- la sobre una de las fases de la historia de la humanidad. Hemos visto que todo cuanto existe se halla en relación con 391 el medio que lo rodea. Sies un cuerpo inerte, sus relacio- nes son simplemente químicas; se aumenta Ó disminuye ó se transforma, segun las diversas reacciones que van determinan- do el tiempo y las causas que sobre él actúan. ies un cuer- po organizado, estas relaciones son más complicadas, y lo son tanto más cuanto mayores las manifestaciones vitales. Si las relaciones entre el ser y el medio son armónicas, la existencia transcurre sin fenómenos ostensibles; pero, si no hay compati— bilidad entre uno y otro, se establece una lucha hasta produ- cir la acomodación ó la destrucción del individuo. En el reino vegetal, así como en la mayor parte de los ani- . males, las relaciones entre el ser y el medio apenas varían, Cada país tiene su flora y su fauna especial; y, con ligeras excepciones, la planta y la bestia mueren en el lugar en que nacen; pero, en el hombre, en razón de su carácter y por sus mismas necesidades sociales, esta armonía se interrumpe á ca- da paso y su existencia transcurre en un medio físico tan mutable como su medio moral. La multiplicación de la es- pecie, las exigencias sociales, el deseo de saber, el espíritu de investigación, casi un instinto, impelen al hombre á dejar su país y recorrer los límites del mundo: la historia del hombre es una emigración constante, y desde su aparición en la su- perficie del globo hasta los tiempos modernos, la humanidad no ha hecho otra:cosa que continuar ese movimiento vertigi- noso é incesante de Oriente á Occidente y desde el Ecuador al círculo polar. ñ Ese movimiento emigratorio, de que la humanidad se halla poseida, se ha verificado de dos modos: uno lento, insensi- ble, por periodos seculares, especie de expansión centrifuga, durante la cual los climas, las costumbres, el lenguaje y hasta los caracteres étnicos se han modificado gradualmente apenas sin conciencia de los indivíduos; emigración civilizadora, trán- sito del hombre salvaje al hombre social, cuyas consecuencias han sido llevar la vida y extender la especie humana por todos los ámbitos de la tierra. El hombre, en estas condiciones, ha podi- do aclimatarse sin fenómenos aparentes y atravesar vastas re- 392 giones sin que las influencias del medio hayan ejercido sobre él ninguna acción perturbadora. Así se verificó la primera emigración, de que hallamos vestigios, remontándonos al origen de las edades. Una raza noble, privilegiada, el Aria, que ocupa en su principio las inmensas mesetas del Asia central, en la vertiente septentrio- nal del Cáucaso índico, empieza á esparcirse por los valles de Cachemira, y ocupa sucesivamente el Afubanistán y los terrenos que se extienden por las dilatadas riberas del Indo y del Ganges. Otra rama de este mismo pueblo penetra en Europa, y despues de mil vicisitudes y á través de mil obs- táculos, va formando las diversas nacionalidades, que ocuparon el continente con los nombres de Celtas, PUlasaO Helenos, Eslavos, Godos y Germanos. ¿Porqué transiciones pasaron, qué países recorrieron, cuántos siglos necesitaron para llevar á cabo tan colosal emigración? Nada se sabe; se conoce el punto de salida, se conoce el punto de llegada; se encuentran las trazas de las religiones, de las costumbres, las analogías de un lenguaje que, uno en su principio, formó después el Zendo, el Sanscrito, el Céltico, el Lituanio, las lenguas gre- co-latinas, el aiemán y otros idiomas modernos: todo lo de- más se ignora. Jósta fué la gran invasión indo-europea, la emigración de la raza de Jafet de los libros bíblicos, que po- bló la Europa entera: La rama ariana, que se extendió por el Sur, se conserva todavía inmóvil, á pesar de tantos siglos, en las vastas regiones del Indo, en el país de los siete rios, el : Pendjab actual. En esta emisración de la especie humana, á través de tan lejanos países, á distancias cuyo valor no e3 fácil calcular hoy que poseemos grandes medios de comunicación, pero que era ilimitada en aquellas remotas épocas, la aclimatación delos individuos fué casi paralela á la transformación de los caracteres étnicos, y puede decirse que se formaron nuevas razas á medida que fueron acomodándose en nuevos climas; no hubo lo que llamamos hoy gran aclimatación, y sólo se veri- ficó esa acomodación gradual que se conoce con el nombre de 393 pequeña aclimatación. Los autores, que se han ocupado de la aclimatación de la especie humana en los diversos países del globo, han hecho una distinción, que consideramos muy Opor- tuna y que resuelve la diversidad de opiniones que se tienen sobre este punto, unos sosteniendo la no aclimatación y otros la aclimatación en todas circunstancias y condiciones. Dan el nombre de pequeña aclimatación cuando el tránsito de una región á otra va verificándose lenta y progresivamente, por largos intervalos y en dilatados períodos, tanto que, aun cuando el punto de partida y el de llegada estén separados por una porcion de grados de latitud y por condiciones cli- 'matológicas muy diferentes, el hecho se ha producido de un modo tan gradual é insensible, que el organismo no ha podi- _do ser sorprendido por el cambio. Quizás se han necesitado siglos para un grado de latitud. Tampoco son muy percep- tibles las modificaciones climatológicas, por más que la dis- tancia en longitud sea muy grande, cuando se recorren países situados en una misma línea isotérmica, y hay que advertir además que es un principio casi axiomático en materia de aclimatación, que la especie humana encuentra gran facilidad en acomodarse á los climas, siempre que se dirige hacia el norte, en tanto que las dificultades están en razón directa de la proximidad al sur. | , Esto ocurrió precisamente en la emigración indo-europea. Aquellas razas, que prosperaron y se multiplicaron de un modo fabuloso, extendiéndose por las regiones septentrionales de la Europa, sucumbieron cuando quisieron establecerse en los países del Mediodía. De esto tenemos un grande ejemplo en la incursión de los bárbaros en el imperio romano y en la historia de los diversos pueblos, que se repartieron los restos del gangrenado Coloso. La misma Roma, la conquista- dora del mundo, se vió -avasallada por el clima, cuando quiso trasponer las orillas del Mediterraneo para dominar el disputado suelo de los Numidas y Cartagineszes. En cambio, cuando el trascurso es rápido y brusco [desde - paises situados en zonas diferentes y habitados porjrazas de T. xIx,—50 394 origen distinto, dicese grande aclimatación. Y grande, en efecto, necesita ser la resistencia orgánica, para soportar transiciones tan violentas, y que fácilmente podrá apreciar en todo su valor el que se fije en la diversidad que ofrece la patología de un mismo país durante los varios cambios esta- cionales. En todo tiempo la humanidad ha luchado con se- rias dificultades, sin que á veces hayan bastado ni el poder ni la constancia.del hombre á dominar la acción de un clima contrario á las condiciones de su organismo. Sigamos á la misma raza indo-europea, que nos ha servido de ejemplo, en su incursión por los países meridionales. | El pueblo romano, ese pueblo omnipotente, que llevó sus águilas victoriosas por toda la extensión de la tierra, que en todas partes dejó huellas de su colosal grandeza; ese pueblo que subsiste todavía, á pesar de los siglos, de las revoluciones y de los cambios de civilizaciones é ideas, por que la huma- nidad ha pasado; ese pueblo, que vive en nuestra sangre, en nuestro lenguaje, en nuestra fisonomía, y que todavía nos deja pasmados ante las soberbias ruinas de su gloria, nunca ' pudo dominar en el suelo africano. Vencedor de Cartago, lle vó por el Africa sus legiones, sojuzgó 4 los hombres, arrasó los pueblos, borró del suelo las naciones; mas nunca pudo dominar el clima, y de la raza latina no quedó en el Africa apenas la memoria. ¡Lucha terrible del medio y del hombre, lucha sin tregua y sin cuartel, en la que el hombre sucumbió! La his- toria y leves ruinas son el único testimonio del paso del Pueblo- Rey por el territorio africano. Ni religión, ni lenguaje, ni cos— tumbres,.... nada recuerda al hijo de Rómulo en la patria de Aníbal; y, sin embargo, siete siglos consecutivos permaneció el Africa bajo el yugo romano. Lo que no pudieron hacer las ar- mas, lo hizo el clima; y aquel suelo, que brindó prosperidad y riqueza á sus primitivos pobladores, que tuvo hermosas y flore- cientes ciudades como Cartago, Utica, Hipona, se mostró siem- pre adusto é implacable para el dominador del mundo. ¿Qué razón hubo para ello? una sola: el romano era la representación de la raza indo-europea, el cartaginés de la raza semítica. / 395 ¿Qué queda de aquellas hordas de bárbaros, que cual des- bordado torrente, invadieron el vacilante imperio de los Cé- sares? Por el norte se esparcieron los normandos, los sajones, los francos, los germanos; aún podemos ver su poderosa des— cendencia, aún subsiste su lenguaje, á pesar de los siglos y de las vicisitudes de la historia. Pero, ¿qué fué de los godos que se repartieron la Italia, los visigodos de España y los vándalos del Africa?.... Poco. más de un siglo bastó para destruir el imperio de Teodorico, y el valiente godo, que, lleno de energía y de talento, hijo privilegiado de una raza superior, parecía llamado 4 difundir una nueva civilización, sucumbió bajo el ardiente sol del Mediodía. ¡Un solo siglo pasó y no quedó un godo en toda Italia! Se posesiona el fe- roz vándalo del territorio Africano, y allí desfallece, se de- bilita, se afemina y muere cobardemente bajo la espada de Belisario, sin dejar rastro ni huella. El visigodo domina en España, y orgulloso de su raza, prohibe con severo rigor la unión del vencedor con el vencido; pero no transcurren muchos años sin que la ley se quebrante, y Recaredo da el ejemplo, tomando por esposa mujer española, Se escribe el fuero-juzgo, que aún se conserva en las modernas leyes, y quedan para siempre abolidos castas y privilegios. Vencidos y vencedores se fusionan, y en breve una nueva raza, que conserva la hermosura y la arrogancia del vencedor, pero que rinde culto á la religión y habla el lenguaje del vencido, sustituye al descendiente de Ataulfo. ¡Sólo bajo una condi- ción pueden subsistir las nuevas razas en los nuevos climas, el cruzamiento! ¡En cuántos sucesos importantes, en cuántos grandes acontecimientos históricos ha sido el clima el Deus .ex machina que ha producido la solución! En todos los casos en que una raza ha conquistado un país, el clima ha decidido siempre la victoria: si la raza dominadora encontró en él eondiciones climatológicas en relación con sus aptitudes físi- cas, ha prosperado, se ha multiplicado, y el pueblo aborígene ha desaparecido bajo el férreo yugo del vencedor; pero, si el medio climatológico no es idóneo para él, si las circuns- 396 tancias del nuevo clima no le son favorables, el puebla vencido acaba por sobreponerse, y el vencedor sucumbe, olvidando su primitivo orígen y adoptando las leyes, el len- guaje y hasta la civilización del vencido. Y la historia de ayer es la historia de hoy. ¿Quereis saber lo que han obtenido los ingleses en el cabo de Buena-Espe- ranza? ¿quereis saber lo que prosperan en sus colonias de las Indias? Pues recorred estas cifras de mortalidad. En Bom- bay sucumbe el 55 por 1000; en Ceylan el 57,2; en Bengala el 63; en la Guayana el 85; en Jamaica el 143; en Bahama el 200; en Sierra Leona el 483; en cabo Coast, el 668! En la metrópoli las pérdidas del ejército inglés no pasan del 15 por 1000. Poco menos acontece á los franceses: en la Guayana la pro- porción de mortalidad es el 25.3 por 1000; en la Reunión el 30,5; en el Senegal el 61,7; en la Argelia el 77,8; en Gua- dalupe el 89; en la Martinica el 90,1. En la metrópoli no pasa del 19 por 1000. ) Lo mismo que hizo el pueblo romano siglos atrás, lo mis- mo hacen hoy dia los ingleses y los franceses para conservar sus colonias: sostener una emigración constante y sustituir con nuevos individuos los que el clima va destruyendo. Es muy conocida la célebre frase del general Duvivier, en un escrito al gobierno francés sobre el estado de la Argelia: “las únicas colonias que aquí prosperan son los cementerios”. Durarán las colonias europeas lo que dure la emigración: cuando la metrópoli deje de enviar nuevos individuos, la ra- za europea desaparecerá sin.dejar más vestigios que dejó el pueblo romano en sus posesiones del Norte de Africa. Esos climas necesitan otras razas. j Existe, sin embargo, una excepción en favor de la raza es- pañola, lo cual sería una contradicción á lo que acabamos de exponer, si no hubiera razones que justificasen esa mayor facilidad de acomodación al clima tropical. En efecto, de to- das las naciones europeas la España es la que con más pron- titud se desarrolla y multiplica en los países de baja latitud. . / 397 < Segun M. Bertillon y D. Ramón'de la Sagra, á pesar de los estragos que produce la fiebre amarilla, el número de naci- mientos de los españoles en las Antillas supera en más de un tercio á las defunciones, proporción que va decreciendo en otras nacionalidades hasta el punto de exceder en los ale- manes la mortalidad á los nacimientos en un número con- siderable. ¿Por qué el español se aclimata más fácilmente que otro cualquiera en las Antillas? Aquí hallamos, como-en todo cuanto se refiere á aptitud climatológica, la razón de raza. Aunque indo-europea por su origen, la sangre española ha sufrido diversas fusiones con la sangre africana. Siro-árabes fueron los fenicios y cartagineses, primeros colonizadores de -las costas meridionales de España, Portugal y de Sicilia; moros procedentes del Africa dominaron ocho siglos toda la península ibérica, y hasta los lusitanos y cántabros, raza primitiva y autóctona en el suelo de la península proceden, segun afirma el filólogo G. Eichhoff apoyándose en las. afini- dades del lenguaje, de la Caldea, es decir, del Africa. La sangre indo-europea, que con las razas céltica, romana y vi- sigoda se esparció por España, hubo de modificarse forzosa- mente con esta triple fusión, favorecida por el trascurso de los siglos y los multiplicados cruzamientos. El español actual es más siro-árabe que indo-europeo, y el meridional, el ha- bitante de esa Andalucía, que fué el emporio del poder de los moros, donde-el hijo de Mahoma floreció en todo su esplen- dor y grandeza, ostenta todavía rasgos de carácter y de fiso- nomía, que prueban muy claramente que en sus venas circula laardiente sangre del Arabe africano. Vemos, por lo que dejamos expuesto, que las razas no son producto de un conjunto de individuos, sino la resultante de una serie de generaciones; que, bien hayan existido los di- versos tipos humanos desde el principio de las edades, bien se hayan ido formando por la influencia del medio, el grado de aptitud climatolológica es variable en cada uno de ellos; que las costumbres, el clima ó el conjunto de los modificado 398 tes de la vida han determinado aptitudes para ciertas enfer= medades é inmunidades para otras, que se oponen ó favore— cen la acomodación de ciertas razas á determinados países; y, por último, que sólo la fusión de unas razas con otras - puede permitir la aclimatación en regiones situadas bajo latitudes de isotermas muy desiguales, De aquí se sigue, que la aclimatación es siempre fácil cuando se verifica de un -modo lento y paulatino; dificil siempre, cuando el tránsito es brusco y la diferencia del me- dio climatológico, grande. Bajo este último punto de vista es como nos interesa hoy la cuestión. En las sociedades modernas no caben ya esas invasiones de las edades antiguas, ni son posibles las con- quistas de naciones; pero, en cambio, la facilidad de las comunicaciones, la rapidez de los trasportes y los intereses sociales han abolido las distancias y han destruido los límites. En el trascurso de breves dias atravesamos de una á otra zona; y los climas y los lugares y los países se suceden, como las figuras de un kaleidoscopio, y pasamos de Europa á Amé. rica, del Africa 4 la India con Ja facilidad con que pudié- ramos emprender un viaje de recreo. ¿El organismo soporta impunemente estos cambios? ¿nuestro modo de ser no se afecta por estas transiciones? Es indudable que si, pues lu- chamos con las dificultades de lo que hemos llamado gran aclimatación. De aquí esa horrible mortalidad, que se ob- serva en la raza europea trasportada á las regiones del Africa y de la América; mortalidad de que las estadísticas no dan sino una imperfecta idea. Acontece con la mortalidad, que originan los climas, una cosa análoga á lo que pasa en las batallas: sólo se cuentan los que caen á consecuencia de las balas. Los que van sucumbiendo en los hospitales por el tifus, la disentería, las fiebres y demás cortejo de la guerra nunca entran en el número de las víctimas, por más que ese número exceda en mucho al de los primeros. En los climas pasa lo mismo, sólo se tiene en cuenta la enfermedad predo- minante. En las Antillas, por ejemplo, el enemigo, que más 399 temor causa, es la fiebre amarilla; fuera de eso nada preocu— cupa; y, sin embargo, la fiebre amarilla no es el único baluarte que defiende la entrada del clima tropical. La fiebre amarilla es, en verdad, la criba por donde pasa el europeo; es, digámos- lo asi, el primer elemento de selección que ejerce el clima; pe- ro aún quedan otros enemigoz con que tiene que luchar el europeo antes de obtener carta de naturaleza en el país, que trata de habitar; y la disentería y las afecciones de las vias digestivas y las alteraciones del aparato respiratorio y todas las diversas manifestaciones del paludismo, verdadero azote de los climas tropicales, le ofrecen rudo combate, del que pocas veces sale ileso. Si se contasen los que mueren á causa de estas afecciones; si se contasen los que por este motivo anticipan en muchos años el término de sus dias, veríase lo ilasorio de nuestra aptitud climatológica, y rebajaría mucho sus pretensiones el ser que en su orgullo se da á si propio el dictado de Rey de la Creación! Pero, si el hombre no tiene la facultad innata de habitar indistintamente en todos los parajes del globo, posee los me- dios de hacerse aclimatable. Con los inmensos recursos, que le brinda la ciencia, puede hacerse dueño del medio y modifi- carlo hasta ponerlo en relación con su propia existencia. En aquellos países, en que los rigores de la temperatura son los únicos obstáculos con que hay que combatir, la aclimatación puede siempre obtenerse, teniendo siempre en cuenta, no el individuo, sino la raza. El secreto de la aclimatación está en la aptitud trasmitida - por la herencia ú obtenida por el cruzamiento de las razas ex- trañas con las aborígenes Ó indigenas; por lo tanto la aclima- tación nunca es individual. Aclimatarse á un país no es poder vivir más ó menos tiempo en él; sino prosperar, repro- ducirse y soportar impunemente las influencias del clima. En el hombre acontece lo que en las plantas exóticas: casi todas las plantas traldas de Europa se dan perfectamente en las Antillas, á condición de que se siembren en terreno idóneo y en época conveniente. La primera generación es á veces 400 hasta más exuberante que en Europa; pero no intenteis sembrar de nuevo la semilla: la planta perece antes de dar nuevo fruto, ú lo produce raquítico y degenerado. Así sucede en los países tropicales con ciertas razas de individuos: aquellos, que pasan á través de la terrible criba de las enfer- medades endémicas, arrastran una vida lánguida y pocos cuentan entre sus ascendientes una ó dos generaciones. “Aquí nadie, decia el general Duvivier hablando de la Argelia, aquí nadie ha conocido á su bisabuelo.” En esto ha consistido el grande error de todos los que han querido aclimatar razas nuevas á países extraños, en conside- rar sólo el individuo y no la generación. * Para que una colo- nia dé resultado, es menester ante todo enviar á ella individuos cuya raza no difiera de un modo profando de la raza indígena y procurar favorecer la mezcla de razas. ¡Los primeros colo- nos experimentarán á su llegada la selección del clima, que desecha á todo el que no reune cierto grado de aptitud; los que sobrevivan no se aclimatarán, pero darán origen á una raza aclimatable, observándose que en todo' cruzamiento de razas hay una notable tendencia á mejorar y á fundirse la ra- za inferior en la superior. En. efecto, vemos en las uniones de razas distintas que el producto de ellas, el mestizo, desdeña descender á su origen. En las Antillas, por ejemplo, la mulata, mestiza de negra y blanco, se une con dificultad al negro y la cuarterona mucho más, hasta el punto de ocultar cuidadosamente su parentezco con la raza de color. Esta especie de orgullo es muy favorable al mejoramiento y contribuye, como hemos dicho, á que en toda mezcla, la fusión se verifique en beneficio de la raza su- perior. Esto es muy frecuente en especial en la raza españo. la, porque el hombre es muy poco escrupuloso en sus relaciones con las mujeres de razas inferiores. No ha faltado quien haya querido ver en esto el efecto del catolicismo del español, que le hace mirar como iguales y hermanos sin dis- tinción de colores á sus semejantes. Es cuanto puede dar de si el concepto religioso, y creemos que nada hacen ganar al 401 catolicismo los partidarios de tan singular propósito. Somos españoles, y no debemos hablar de este asunto; pero no olvi- demos que, á pesar de nuestro catolicismo, aún subsiste en las Antillas la esclavitud. | Hemos repetido varias veces en este artículo la palabra clima. "Veamos lo que por clima entendemos en el lenguaje médico. En este sentido, el clima es un modificador com- plejo de la vida, en que intervienen como factores el aire, la luz, el calórico, la electricidad, las condiciones del suelo, todo el conjunto, que constituye el medio físico en que el ser se en- cuentra colocado. Esta concepción particular del biólogo no puede ser aceptada de un modo tan lato por el geógrafo ni por el naturalista. , El globo terraqueo puede considerarse como una gran esfe- ra dividida en dos partes iguales por un círcnlo máximo, que es el ecuador. Trazando sobre este globo dos líneas parale- las, situadas una en cada hemisferio 4 239%, 28” de latitud, se marcan otros dos círculos, entre los cuales en ciertas épocas “ del año (solsticio de verano y solsticio de invierno) se ve pa- sar el sol por el zenit. Estos círculos son los trópicos, y la zona, comprendida entre ellos, es la zona tórrida ó intertro— pical, en la que se hallan situados los países más cálidos del . globo. Si, á contar desde los trópicos, se trazan otros dos círculos á los.23 28”, ó lo que es lo mismo, á los 6632 de latitud, se marcan los puntos bajo los cuales el sol puede per- manecer algunos dias y sobre los cuales alcanza el mínimo de su elevación. Estos son los círculos polares, y desígnanse con el nombre de zonas templadas las regiones comprendidas en- tre ambas latitudes. Por encima de los círculos polares se encuentran las zonas glaciales, sobre las cuales el sol apenas se eleva unos cuantos grados, y su calor se pierde ¡sobre unas nieves eternas y silenciosas. Siendo el sol el único manantial de calor para la tierra, la temperatura de ésta depende de la mayor Ó6 menor inclina- ción con que caigan los rayos solares sobre su superficie; de modo que, siendo casi verticales eu el ecuador y en las zonas T. xIx.—01l 402 intertropicales y cada vez más oblicuos desde este punto has. ta el círculo polar, la temperatura va también decreciendo desde el ecuador hasta los polos. Resulta de aqui que la la- titud, es decir, el ángulo que forman los rayos del sol con la superficie de la tierra, es la causa de la sucesión de los climas desde el ecuador á los polos. Admitido sin más aclaración este principio, resultaría que la temperatura de la tierra esta- ría en su máximo en el ecuador é iría disminuyendo gradual- mente hasta los polos, de modo que cada latitud tendría su coeficiente de temperatura; pero dista mucho de suceder así» y muy sujeto á errores se verla quien, para calcular la tem" peratura de un paraje cualquiera, no tuviera obra norma que la distancia del ecuador. La tierra no es un globo homogéneo. El movimiento de rotación, que constantemente la agita, ha aplanado sus polos y rebajado sus continentes: toda su superficie se halla dividida por tierra y agua, y surcada de montes, valles y llanuras. Su atmósfera, siempre agitada; los vientos generales, que periódi- camente recorren todos sus diferentes puntos; la gran corrien- te marina ó Gulfstream, que atraviesa los océanos, y obras diversas causas contribuyen á modificar la temperatura del globo, y se oponen á esa regularidad de los climas. En la difi- cultad de relacionar los grados de latitud con los grados de tem- peratura, el sabio Humboldt tuvo la ingeniosa idea de dividir la superficie de la tierra por curvas imaginarias, que llamó ?soter- mas, marcando de este modo todos aquellos puntos de tempera- turas iguales. Las isotermas nos demuestran como, indepen dientemente de la latitud, pueden existir iguales temperaturas en zonas muy diversas. Tomando por ejemplo la línea de 10", vemos por una parte que toca al grado 40 de latitud al S. O. de Nueva York y por otra se eleva hasta el grado 55, al acer- carse á Inglaterra, de modo que Londres y Dublin tienen igual temperatura que Nueva York. La misma isoterma desciende luego hacia el S., y penetrando en el continente toca en Viena, Astrakan y Peckin, pasando un poco por debajo del 40 paralelo, 403 Por regla general las isotermas se separan tanto más del paralelo correspondiente cuanto más distan de la tierra ecua— torial. La isoterma de + 28”, que se designa con el nombre de ecuador térmico, y que abraza todas las regiones de una media anual de temperatura más elevada, se extiende casi exclusivamente por el hemisfério Norte, atraviesa el Africa al S. del lago Tschad, pasa por debajo del mar Rojo, toca en Ceylan y la punta de la península de Malaca; allí cruza el ecuador terrestre, se desliza al S. de Borneo, y, después de una breve excursión por el hemisferio S., vuelve á subir al N. del ecuador, al nivel de la punta septentrional de Nueva Guinea, toca de nuevo en el hemisferio austral, y sube por úl. timo otra vez en el hemisferio Norte á la altura de las Mar- quesas, volviendo al punto de partida después de haber atravesado el continente americano á la altura de Panamá, Vemos, pues, que la desviación del ecuador termal no llega apenas á cinco grados del ecuador terrestre, mientras que en la isoterma de + 107 la desviación llega 4 12% ó 13? de latitud recorriendo localidades separadas por distancias de más de 500 leguas. En las isotermas se observa también una incli- nación muy marcada hácia el E., debida á la influencia que ejerce la longitud sobre los puntos geográficos situados sobre un mismo paralelo. ¿Las isotermas, que para el geógrafo marcan la igualdad de temperatura en la diferencia de latitud, tienen igual significación para el biólogo? No. Para el natu- ralista, subir á la cúspide de una elevada montaña es subir desde el ecuador á los polos. En efecto, tomando como ejem. plo la ascensión al Monte Blanco, vemos la sucesión de los climas establecerse en ese viaje de un dia, cual si nos trasla- dásemos de la Suiza al Spitzberg, recorriendo 35 grados de latitud. En las laderas del Monte Blanco se vé que, hallán— dose la línea de 0” 4 2000 metros, la isoterma de—5” pasa á 2850 metros; la de—10% á 3600; la de—15% 4 4400; la de —20* á la altura de 5200: de manera, que siendo la tempera- tura media del año al nivel del mar en esta latitud de 11, se observa que el clima varía desde 4 11% 4--17” 6—28" en 4800 404 metros, pues cada 137 metros de elevación corresponden á un grado de latitud, y la temperatura decrece por término medio 1? centígrado porcada 1606 240 metros de altura, según la altitud relativa del suelo, el punto y la estación. Esta relación climatológica tiene igual correspondencia en la vida vegetal, hasta tal punto que pudiéramos considerar en este concepto el globo terraqueo como dos pirámides opuestas por una base común, el ecuador, y terminada por dos vér— tices semejantes, los polos. Recorriendo de la base hasta la cúspide las montañas más elevadas de la tierra, vemos pre- sentarse á nuestra vista un variado muestrario de la flora de todo el globo, desde la robusta y elegante palmera de las zo- nas tropicales hasta las pálidas algas y raquíticos líquenes del nevado suelo de la Laponia. Pero, 4 pesar de esta corres- pondencia del clima y de la temperatura, la atmósfera de las regiones polares es muy diferente á la atmósfera de las grandes alturas: el aire en los polos es denso, pesado y carga- do de vapores; en las montañas es seco y ligero; y la lúz y las condiciones eléctricas y ozonométricas de las montañas elevadas no pueden modificar las funciones vitales de igual modo que las brumas saturadas de vapores de las regiones árticas. Si, así como Humboldt tuvo la idea de distribuir sus cur vas isotérmicas por toda la superficie del globo, quisiéramos nosotros trazar otras líneas semejantes, comprendiendo todos los parajes en que reina una misma patología, veríamos diferencias tan grandes que nos harían retroceder ante difi- cultades insuperables, El clima del geógrafo noes el clima del biólogo; y, si bien el calor es el factor más importante que entra en su estudio, no constituye para el médico sino uno de tantos elementos, que contribuyen á modificar la existencia de los seres. Al estudiar los climas, el médico no puede prescindir de las condiciones del suelo, su composi- ción, su sistema orográfico é hidrográfico, y por más que esto complique muy mucho la cuestión, no puede desconocerse que todas estas circunstancias constituyen especialidades muy 405 valiosas dentro de un mismo clima, y diferencias esenciales en la patogenia predominante de cada país y de .cada loca- lidad. La zona intertropical atraviesa una porción de la India y otra porción de la América; y, sin embargo, ¿por qué la fiebre amarilla que nace en el seno Mejicano no se conoce en las regiones de la India? ¿por qué en estos países es en- démico el cólera, que sólo, como epidémico, ataca á las Antillas? Además, en una misma zona térmica teuemos regiones saludables y otras insalubres, habitables las unas, inhabita— bles las otras. Es el mismo clima, es la misma temperatura, pero no són las mismas las condiciones del suelo. Veinte leguas separan apenas á Roma de las lagunas Pontinas: la «una es una ciudad llena de vida; alrededor de las otras sólo se pasea la muerte. La fiebre amarilla únicamente se conoce en el litoral de las Antillas; algunas leguas adentro la fiebre amarilla es una enfermedad extraña. La disposición de ciertos terrenos facilita ó impide el acceso á las corrientes aereas, Ó bien modifica la dirección de ciertos vientos, y todos conocemos lo que el predominio de los vientos y su proceden- cia influencian las condiciones de una localidad y su patolo- gía. Sin la agitación de las corrientes aereas el interior de los continentes secía un páramo desierto, nose gozaría del beneficio de las lluvias, y estaría condenado á una espantosa esterilidad. Los vientos remueven el aire viciado de las ciu- dades, y mezclan hasta un grado de dilución, que los hace inofensivos, los miasmas telúricos é industriales; suavizan los climas del Norte, llevándoles las brisas templadas del medio- día, ó bien dulcifican con su frescura los rigores térmicos de una temperatura excesiva. Pero ese mismo alre, que fecun— diza al vegetal, llevándole en sus brisas el polen de las flores; ese aire, que lleva al hombre: el oxígeno vivificante y que purifica nuestros hogares infectos con nuestras propias ema- naciones, es tam)ién á veces seguro vehículo de la muerte. Los vientos, que soplan de lugares insalubres, trasportan los miasmas maléficos con velocidad sorprendente, y esparcen el 406 principio morboso por todos los lugares que recorren en una inmensa zona. HRoma recibe con frecuencia los miasmas de- letereos, que de veinte leguas de distancia le envian las lagunas Pontinas. En las Antillas es un hecho comprobado por muchos observadores el recrudecimiento de la fiebre ama- rilla, cuando soplan los vientos húmedos del sur, del sursu— deste y el sudoeste. M. Payeu, padre, notó en el cabo de Buena Esperanza la coincidencia de la hemeralopia ó ceguera nocturna con la aparición de los vientos del norte: ¿pero, á qué aglomerar más ejemplos para apoyar hechos que cual. quiera puede comprobar con su observación propia? Todas estas conclusiones nos llevan á establecer la necesidad de fomentar entre nosotros el cultivo de una ciencia, que ahora empieza, la Geografía médica, y que con el tiempo. está lUa- mada á disipar muchos errores y á resolver la confusión en que se halla envuelta la génesis de las enfermedades infec- ciosas, asunto de tanta trascendencia é interés social. | No puede ponerse en: duda la influencia de los climas en la vida. Basta considerar la acción de los cambios estaciona- les, que no son mas que modalidades dentro de un mismo clima, para comprender loque son esos cambios profundos en las condiciones habituales de la existencia. Si el hombre habita todas las regiones del globo, también es un hecho, que cada país ofrece caracteres distintos, tipos diversos, razas especiales, con diferentes costumbres, con diferentes aptitu: des y con naturalezas y temperamentos en armonía con el medio que los rodea. En un mismo país vemos cuánto difiere el carácter del habitante de la montaña y el de la llanura, del ciudadano y del campesino; y, si buscáramos en la his- toria de los pueblos la causa de su desarrollo intelectual, religioso y político, veríamos la influencia que el suelo y el clima han ejercido en la humanidad. Consúltense las esta- dísticas, y se verá de un modo manifiesto la influencia de las estaciones en los matrimonios, en los nacimientos, en las de- fanciones, en las enfermedades y en todo cuanto se relaciona con el físico y la moral del hombre. Los suicidios; las ena- 407 jenaciones mentales, los crímenes, los disturbios y hasta las revoluciones obedecen á ciertos estados atmosféricos, cuyo estudio se presta á importantes consideraciones. Sin entrar en reflexiones sobre la unión del físico y la moral, asunto que ha sido tratado por muchos filósofos y que Buckle ha desarrollado magistralmente en su magnífica “introducción á la historia de la civilización de Inglaterra,” indicaremos brevemente las modificaciones orgánicas, que los climas ejercen en los individuos sometidos á ellos. En todo cuanto va á ocuparnos sólo será objeto de nuestro estudio la acción de los climas extremos. Los climas templa- dos, habitables para todas las razas, no ofrecen al biólogo más que una importancia mediana, y el tratar de ellos, á más de difuso, nos alejaría de nuestro objeto, | La temperatura, cuando es muy baja, empieza excitando la actividad vital de nuestros tejidos; el apetito se aumenta, la respiración se acelera y la cantidad de ácido carbónico exhalado crece. Todo el organismo se reacciona y da mayor impulso á sus combustiones intersticiales para conservar en nuestro medio interior la temperatura necesaria para el ejercicio de la vida. Pero, sila temperatura sigue decrecien. do; si llega á un grado, en que por mucho que exagere su energía el organismo, no puede compensar la falta de equi- librio entre el medio externo y el interno, tócale entonces sucumbir al individuo: las fuerzas decrecen; los centros ner- viosos, careciendo del estímulo que les presta una sangre caliente y abundante, se entorpecen; y el cansancio, la laxi- tud, el sueño, ese sueño terrible, precursor infalible de la muerte si el individuo no logra sustraerse á él, se van apo- derando de todo el organismo; y la congelación no tarda en desorganizar unos tejidos, en los que ya no existe la actividad vital. La aclimatación representa en los países de baja tempera- tura el más valioso elemento de vida. No bastan las pieles, ni las casas, ni el fuego; es necesario aumentar el foco de producción de calórico; se necesita que el organismo queme tf 403 la mayor cantidad de principios comburentes; la lámpara necesita mucho aceite para que la luz no se apague, y sólo las carnes, las grasas, los alimentos, dichos respiratorios, pueden sostener la actividad sobrexcitada del organismo. El hígado funciona poco, en cambio el pulmón trabaja mu- cho. La caja torácica demuestra bien en sus exageradas proporciones la actividad de las funciones de los órganos de la respiración y de la circulación. El pecho del lapón y del groenlandés tiene una amplitud que no guarda relación con el resto de sus proporciones, pero que es muy necesaria para el sostenimiento de su vida. La aclimatación en esas altísimas latitudes es casi imposible, y sólo una curiosidad científica, un amor desmedido al estudio pueden impulsar al hombre por un camino, que han inmortalizado los Francklin, los Ross, los Perry y otros heroes de la ciencia. Algunas míseras tribus de salvajes comparten con los osos y las focas el poco envidia- ble placer de habitar el país de las nieves eternas. Estas ra— zas están llamadas á desaparecer por sí mismas, porque no puede haber vida allí donde no hay calor, que es el primer elemento de la existencia. | Veamos la exageración climatológica en el sentido contra- rio, en el de elevación de temperatura. Cuando el -medio am- briente alcanza un calor casi semejante á la temperatura inter— na de un animal de sangre roja y caliente, si esta acción es continua y prolongada, perturba profundamente los actos del organismo. El apetito se pierde, la sed se aumenta, y tras de una sobrexcitación pasajera sobreviene una indolencia invencible. Esta inercia funcional invade los órganos diges. tivos, entorpece el cerebro, embota el sistema nervioso, quita la energía á todo el organismo, y prónto se caería en un estupor profundo, si por los medios adecuados no tratásemos de prod ucir una fuerte reacción de la economía vital. A quí el alimento no obra como elemento comburente, el animal no necesita producir calórico, y así, después que el organismo se apropia los principios que necesita para la nu- trición de los tejidos y para sostener la actividad del corazón, 409 de los centros nerviosos y especialmente del cerebro, rechaza los elementos comburentes contenidos en la sustancia alimen- ticia. Estos principios, que el habitante de las regiones cir- cumpolares consume en su respiración, el hombre de los trópicos los expele como excrementicios en su secreción biliar. De aquí un trabajo excesivo de las funciones del hígado, un aumento considerable de este órgamo y una disminución consiguiente del parénquima pulmonal. En el septentrio- nal mucho pecho, poco hígado, gran energía en las funciones circulatorias, notable desarrollo del sistema capilar cutáneo, que se traduce por la coloración rojiza de su piel. En el meridional pulmón atrofiado, hígado voluminoso, bazo, pan- creas, riñones y demás vísceras abdominales notablemente desenvueltas, el corazón pequeño, la circulación lenta, el sis- tema capilar cutáneo rudimentario, la coloración de la piel nula, Es anemia en el uno todo lo que en el otro es plétora, Véase de este estudio comparativo de la acción climatológica el inmenso partido que pudiera sacarse en materia de acli- matación. p A. pesar de esto, la acomodación á los climas de baja lati- tud no ofrecería serias dificultades, si otro agente, la hume= dad, combinándose con el calor, no viniera á aumentar el número de las afecciones, que cierran el acceso á los puíses tropicales. La humedad es una consecuencia forzosa del calor excesivo; la evaporación es más rápida y abundante, y la atmósfera en las horas de sol disuelve una gran cantidad de ' vapor acuoso, que luego se condensa cuando baja la tempe- ratura durante la noche, y se deposita en la tierra edo la forma de rocío. El rocío es abundantísimo durante esas noches tranquilas y serenas tan frecuentes en los paises tropicales. En estas regiones el higrómetro marca constantemente el grado de saturación, y á una temperatura de 27% que es Ja media anual, la atmósfera contiene en disolución 25,1 gramos de vapor acuoso por metro cúbico. Por las noches esta tempe- ratura desciende á 20* como entónces sólo puede contener , Y, p T. XIX, —92 410 en disolución 17,1 gramos, resulta que los ocho gramos, que quedan de exceso por metro cúbico, se condensan y forman los copiosos rocíos de las noches tropicales. M. Boussingault, queriendo medir la cantidad de rocío, tuvo cuidado de recoger con una esponja la humedad, que se depositó durante varias noches serenas sobre la yerba de las praderas de Saiier (bajo Rhin) en una superficie de cuatro metros cuadrados, pesando después el agua recogida. Hubo veces en que este peso excedió de un lena Júzguese cuanto más grande será esta cantidad en las regiones tropica- les, donde es bastante mayor que en los paises templados la amplitud de las oscilaciones termométricas durante el dia y la noche. De la acción combinada del calor y la humedad, unida á una gran tensión eléctrica, propia de la atmósfera de los países cálidos, resulta una vegetación exuberante: plantas sin número crecen, se desarrollan y mueren en un suelo, donde ni la luz ni el aire penetran; miriadas de insectos pululan y se multiplican en medio de ese mundo vegetal, y los detritus de las plantas, juntos con los cadáveres de esos animales, abonan profusamente una tierra, de donde brotan luego esos terri- bles miasmas, origen de las fiebres palúdicas, el azote de los climas tropicales. En los puntos del litoral las infiltraciones del agua del mar producen ciénagas inmensas, donde el germen febril adquiere aun más intensidad, y donde por consiguiente es aun más terrible la infección. Las fiebres típicas de formas diversas, la disentería y quizás la fiebre amarilla son las afecciones consiguientes á esta infección . miasmática, tan general en la zona tórrida. Es preciso considerar de muy diversa manera la Acad ción á los climas, según la naturaleza de éstos: va hemos visto que, aun bajo una misma latitud, es muy distinta la: adaptación climatológica. En los lugares donde sólo hay que luchar con las diferencias de latitud la aclimatación es posi- ble, sino de un modo rápido, produciendo lentamente la armonía del nuevo individuo con el nuevo medio; pero en 411 los parajes donde imperan el paludismo Ó las afecciones miasmáticas, conocidas con el nombre de endemias de los países cálidos, la armonía rara vez se establece, y para cier- tas razas es casi siempre imposible. Por más que sea prolongar este escrito algo más de lo debido, no podemos dispensarnos, al llegar á este punto, de decir algunas palabras acerca de las enfermedades llamadas de aclimatación. La costumbre, más que la ciencia, ha es- tablecido la relación de ciertas enfermedades con la adapta- ción fisiológica á los climas; así es que el paludismo, la ' anemia, la fiebre amarilla son consideradas como fenómenos morbosos casi necesarios para producir el tránsito de la na- turaleza del europeo á la constitución del habitante de la zona tropical. : Es indudable que las constituciones robustas, que los tem-— peramentos poderosos, ricos de sangre roja y llenos de vigor y de fuerza son poco idóneos para los países cálidos, y la ob- servación demuestra cada dia que estos individuos sucumben generalmente al poco tiempo de su llegada, ó bien se aco- modan difícilmente á las condiciones del medio climatológico. Siendo las afecciones expresadas de un carácter hipostenizante y ocasionando con rapidez la Gebilitación de las fuerzas y la conversión de los glóbulos rojos en glóbulos blancos, se ha venido á establecer la conclusión de que por medio de- estas afecciones se adquiría la aptitud climatológica. Fundados en esta idea, Aubert-Roche y Rufz, prácticos que ejercieron largo tiempo en las Antillas, propusieron la transformación artificial de los temperamentos por medio de las evacuaciones sangui- neas, los purgantes y un sistema de alimentación poco reparadora. Muy recientemente un distinguido médico de Canarias, amigo nuestro, el Dr. Pérez publicó un folleto tratando este misimo asunto y proponiendo al Gobierno so- meter á los soldados enviados á Cubaá4 un tratamiento preventivo, cuya base es el arsénico, las inhalaciones fenica- das y ciertas condiciones de vida, que originando una hema- tosis incompleta, dan por resultado ese estado anémico, que 412 parece serla fórmula fisiológica del temperamento tropical. Eu un artículo que publicamos hace unos años en un perió. dico científico de que somos colaborador, expusimos nuestro juicio y detenidas reflexiones en apoyo de él; no nos es po- sible trascribirlo, pero aunque ligeramente, emitiremos nues- tra opinión adquirida en diez y siete años de práctica y la mayor parte de ellos en países tropicales. Fijémonos sólo en las dos afecciones que por excelencia se consideran como el signo predominante de la adaptación climatológica: la fiebre amarilla y la anemia. ¿Qué es la fiebre amarilla bajo el punto de vista fisioló- gico? ¿No es la expresión más patente de la falta de concor- dancia del individuo con el clima? ¿Quiénes son los que con más facilidad la padecen, quiénes los que en mayor número sucumbeu? En primer lugar los recien llegados, es decir, los más extraños al nuevo medio climatológico; en segundo los procedentes de paises de latitud muy diferente y aquéllos de raza más contraria á la que habita en la zona de endemi- cidad de esta fiebre. ¿Debemos creer que aquéllos, que por su temperamento, por su idiosincracia, por su raza, difieren más de los habitantes del nuevo país son, por el solo hecho de la fiebre amarilla, los que luego ofrecen más aptitud cli- matológica? No: la consecuencia lógica es suponer que son los menos idoneos para habitar y perpetuarse en el país. De todas las nacionalidades europeas la española es la que menos expuesta se halla á la fiebre amarilla; de todos los españoles los del Mediodía son los que menos contingente de atacados ofrecen: ¿deduciremos de esto que el español que no es atacado de la fiebre amarilla tiene menos condi- ciones para aclimatarse en las Antillas que el inglés ó el alemán que sobrevive á esta enfermedad? ¿Es, acaso, la fie- bre amarilla la única afección que se padece en las Américas? ¿La acción patogénica del clima tropical no subsiste en los puntos situados fuera de la zona de endemicidad del tífus 1cterodes? : En nuestra opinión, aquél que á su llegada no padece la 413 fiebre amarilla, y pasa uno y. otro año sin ser acometido de esta temible afección, demuestra mayor grado de aptitud cli- matológica que el que ha sido invadido al experimentar los primeros fenómenos del clima. Este último, si su organización - le permite vencer la enfermedad, queda desde luego para Siempre preservado de ella, pero no por eso está menos ex- puesto á la acción del ra La fiebre amarilla preserva de la fiebre amarilla, pero no deja al individuo libre del paludis- mo, ni de la disentería, ni de las afecciones del aparato biliar, tan comunes en el europeo que permanece algunos años en los países tropicales. No hablemos de antagonismo entre el tífus icterodes y las fiebres intermitentes: la ciencia no puede admitir ya ese error, como tampoco existe la pretendida incompatibilidad entre el paludismo y la tísis. Por desgracia son afecciones que se armonizan tan perfectamente que mu-- chas veces hemos visto la una como consecuencia de la otra. No afirmaremos que el paludismo pueda ocasionar la tuber— - culosis, pero no ponemos en duda que contribuya á acelerar la evolución del tubérculo, congestionando los pulmones ó comprimiéndolos con los frecuentes infartos, que determina en el hígado y en el bazo. Y, ¿qué diremos de la anemia como fórmula del A mento tropical? ¿no vemos ahí una confusión lastimosa de un afecto morboso con una expresión fisiológica? ¿la anemia puede ser nunca un temperamento? El habitante de los trópi- cos tiene una idiosincracia gastro-hepática; pero la idiosin- cracia no significa enfermedad, sino supremacía, predominio del hígado sobre el resto del organismo, más no por eso da á entender que el hígado esté por ningun concepto afectado. Asímismo, el temperamento linfático-nervioso del tropical lo hará más inclinado á las afecciones debilitantes, lo hará más susceptible 4 padecer la clorosis ó la anemia; pero no quiere decir esto que la anemia sea un modo de ser habitual, y me- nos una condición necesaria para contemporizar con el clima. Tan es al contrario, que no hay país en el mundo donde se consuman más preparaciones ferruginosas, ni donde más se 414 prodigue todo género de tónicos, á fin de combatir ese estado de pobreza constitucional, que no es compatible con ningún clima; y cuando, á pesar de todo, la anemia toma. proporcio- nes y se hace rebelde á la acción de los medicamentos, es tan funesta la permanencia en los países tropicales, que no queda otro recurso que huir á otras regiones para recobrar la energía vital, que se perdiera en aquellos. Pasaríamos en silencio otra enfermedad, que se considera por la generalidad de una acción muy valiosa para conjurar el clima, si no viéramos á muchos médicos aceptar, como Cier- ta, su influencia. Queremos hablar de la llamada fiebre de aclimatación. Pero, ¿qué fiebre es esa?....¿cuáles sou Sus síntomas? .... ¿cuál su naturaleza?.... ¿cómo admitir en se- rio que una fiebre sin carácter definido, sin síntomas especia- les, sin gravedad alguna, que se cura por sí sola, que dura 36 ó 48 horas, deja al individuo ménos idóneo en aptitud de ha- bitar el clima más contrario á su temperamento y ásu natu- raleza? Apresurémonos á desvanecer esa grata llusión, que puede convertirse en funesto error, si el individuo, creyóndo- se escudado contra el clima, se entrega á los excesos tan comunes en los primeros años de la juventud. La fiebre de aclimatación no es otra cosa que un simple estado febril, pro- vocado por algún exceso ó por la misma acción del clima, pero sin influencia ninguna ulterior y sin más importancia que una fiebre catarral 6 inflamatoria. No hay ninguna enfermedad, que ejerza acción preservado- ra, ni la aclimatación es la consecuencia de trastornos funcio- nales. Antes al contrario, el individuo posee tanta más aptitud climatológica cuanta ménos conciencia tiene de las modifica- ciones que sobre él ejerce el cambio de clima. Hay fenómenos de aclimatación, es cierto; pero en el momento en que estos fenómenos llegan á producir perturbaciones sensibles al orga- nismo, lejos de significar esto que se verifica la acomodación al clima, manifiesta por el contrario que existe una falta de armonía entre el nuevo ser y el nuevo medio. ¡Ay del indivi- duo, si desde el principio es atacado de las fiebres intermiten- 415 tes, Ó si su constitución se debilita al empezar la lucha! El resultado no será la aclimatación, sino la caquexia palúdica 6 la. anemia tropical, “afecciones que le llevarán fatalmente al sepulcro, si no renuncia al suelo que tan iuhospitalario le acoge, y busca en los aires patrios la salud y la vida. El estu- dio de la aclimatación no se ha hecho; los datos que posee- mos son falsos; los ¡juicios que formamos, erróneos, y sentamos condiciones cuando necesitamos premisas. Ya lo hemos dicho repetidas veces: aclimatarse á un país es algo más que viviren él. El problema de la aclimatación es muy distinto, según se trate de habitar un país-ó colonizarlo. La cuestión varía mu- cho, aunque parece idéntica, Una colonia no puede formarse sino con el trascurso del tiempo y después de connaturaliza- dos los individuos. Las posesiones de los ingleses en la In— dia, las de los franceses en el Senegal ó en la Argelia, las nuestras en el go!fo de Guinea no son colonias, son simples factorías ó estaciones compuestas de una población flotante, cuya permanencia es limitada. Empleados, militares, áven— tureros en busca de fortuna, comerciantes que van á enrique- cerse, ésos son los representantes de la metrópoli. No consti- tuyen familia, no radican en el país, y al cabo de algún tiempo, unos cumplidos, otros relevados, éstos enriquecidos, aquéllos más miserables que fueron, regresan á la metrópoli sin dejar en aquel suelo, que momentáneamente fué su patria, ningún recuerdo de su paso. Al llegar, el clima parece como que escoge á sus nuevos huéspedes; desecha al uno, perdona al otro: hay algunos en quienes apenas se fija, otros que, sin experimentar enferme- dades determinadas, nunca llegan á armonizar con el nuevo medio; pero ninguno adquiere el verdadero sello de la aclima- tación, que difícilmente puede encontrarse sino después de una segunda Ó tercera generación. Las colonias no son fáciles de formar, bien es verdad que la colonización de un país nunca ha sido por obedecer una idea social, ni se ha consultado para ello al biólogo ni al natura- 416 lista. Un punto estratégico, un pais explotable por sus rique- zas naturales ó el interés de una nación han sido por lo gene- ral los móviles que han producido la emigración de un cierto número de individuos á una tierra extraña. En estas condi- ciones el forastero vive, -pero no coloniza, y cuando con el trascurso del tiempo y “venciendo las dificultades del clima llega á connaturalizarse en el nuevo país y establecer en él su descendencia, cuando puede decirse que el individuo se ha- lla verdaderamente aclimatado, vemos que la raza primitiva ha desaparecido, siendo sustituida por una sub-raza con distintos caracteres y diversas modalidades. Sus costumbres, sus gustos, sus opiniones no son ya las que trajo de su patria, sino las que ido adquiriendo en el nuevo país; y siguiendo una dura condición de la humanidad, desconoce el primitivo orígen y trata de buscar la independencia. Es el hijo adulto que olvida los sacrificios del padre que le dió vida y se eman- cipa al constituir nueva familia. Este esel progreso de las sociedades: el hombre salvaje emigra; el hombre culto colo- niza: la emigración de los pueblos bárbaros no dejó en pos de si más que ruinas, la colonización funda nuevos países. Así es como se aclimata la humanidad. Involuntariamente hemos dado á estos desaliñados estudios _más extensión de la que pensábamos al emprender nuestro trabajo, extensión que sólo ha servido para hacernos ver cuanto puede aún decirse sobre la importante cuestión, que hemos elegido como asunto; pero necesitamos terminar este escrito, y vamos á hacerlo con un breve resumen. Hemos demostrado que la facultad cosmopolita no puede concederse u priori á la humanidad. Esa flexibilidad, esa fícil acomodación de la especie humana á todas las latitudes y á todos los países no nace de su constitución orgánica. Al contrario, anatómica y fisiológicamente considerado, el hom- bre es inferior á la mayor parte de los animales. No hay ninguno que exija cuidados más prolijos; no hay ninguno que tenga una infancia más prolongada; ningun otro posee un sis- tema nervioso más complicado; ningun otro está dotado de 417 . menos defensas contra la acción de los medios que lo circundan, ¿Qué es, pues, lo que ha dado al hombre ese poder, esa fuer— za, ese dominio que lo sobrepone á todos los demás seres? El cerebro, ó lo que es lo mismo, la inteligencia. Ese ser, cuyo cutis desnudo no puede soportar los rigores del sol ni del aire, arranca sus fibras al vegetal,.al auimal sus pieles y se forma vestidos que lo protejan; empieza horadando la roca para construir una habitación que lo cobije, y concluye la- brando ostentoso palacio; extrae de las entrañas de la tierra frutos que le den alimento y metales que le procuren defensa; busca el oro y las piedras preciosas, por más que se escondan en el fondo de las tierras ó de los mares. Roba á la natu- raleza sus secretos, burla sus obstáculos, rompe sus diques, y él, pobre, desnudo, sin fuerzas, sin poder propio, sin más armas que su inteligencia, esclaviza las fuerzas de la natura— leza y las somete á su servicio. Aquí perfora una montaña, «allá construye un canal y pone en comunicación los mares; atraviesa en frágil madero millares de leguas; comunica su pensamiento, sin reparar en distancias, con la misma rapidez con que lo concibe; y con el ¿af de su palabra la noche se alumbra con claridad que desafía á la del mismo astro solar, fija la luz, fija el sonido y la palabra, y hace obedecer, cual dóciles juguetes, á las nubes y al rayo. El imposible no tiene para la inteligencia del hombre más que un valor condicio- nal, y tantas veces el imposible de hoy ha sido un hecho mañana, que no es ya lícito dudar de nada. Mientras el hombre no hace uso sino de la fuerza bruta, su poder se ve encerrado en un círculo muy reducido; euando pone en jue- go los resortes de su inteligencia, su poder no reconoce límites. Si el cosmopolitismo no existe como cualidad inhe- rente al hombre, es un hecho respecto á la humanidad: lo que el organismono puede conseguir lo alcanza la inteligen- cia. El hombre nace aclimatado á todos los países, pero la humanidad puede aclimatarse en todas partes. Dr. Angel Fernández- Caro y Nountlas, Socio Corresponsal. 1 XIX.—93 418 Cuínica y Esrano MereoroLócicO DE MADRUGA DURANTE LA TEM- PORADA DE 1882.-—( V. pág. 312). Dirección Médica de las aguas de Madruga.—Sin pretensión alguna por mi parte, pues sólo se trata de un trabajo de. estadística, me tomo la libertad de ofrecer 4 esa respetable Corporación los dos adjuntos cuadros que resumen la Clínica y estado atmosférico de esta localidad durante la temporada oficial que ha terminado en 30 de Octubre último. No se me ocultan ciertamente las lagunas Ó vacíos que en ellos se notun, siendo el que más resalta, 10dudablemente, la falta de apreciación del efecto obtenido con el uso de es- tas aguas en el tratamiento de las distintas dolencias que se han presentado; pero esta importantísima omisión no podrá subsanarse, mientras no posea esta Dirección el Reglamento, que está en tramitación todavía, (V. pág. 115), en virtud del cual se impone á los bañistas la obligación de dar cuenta al Director del resultado que hayan obtenido con el uso de la medicación hídrica. Entonces, sí, la estadística anual. podrá ser provechosa pues se podrá deducir de ella los beneficios obtenidos, Sin embargo, toda imposición es desagradable, y conduciría 4 más seguros resultados el consejo del facultativo * de cabecera á sus enfermos, al enviarlos aquí, previniéndoles cumplieran el precepto consignado. La iniciativa, en este particular, de los distinguidos miembros que constituyen esa Academia, sería más eflcaz que todos los Reglamentos, y unos y otros saldríamos gananciosos con que así se hiciera. Por lo pronto la rama Balnearia, hoy desconocida entre nosotros, adquiriría la importancia á que es acreedora por la abundan- cia y bondad de las aguas minerales que posee esta Isla. Mayores consideraciones se me ocurren, mas no son de este lugar. Termino suplicando á V. $. se digne aceptar benévolamen- te este humilde trabajo, que no encierra más mérito que el deseo de poderlo ofrecer más digno de esa Ilustre Corporación. Dios guarde 4 V.S. muchos años. —Madruga, Noviembre 419 17 de 1882.—El Director médico, Baldomero Simo.—Iltmo. Sr. Presidente de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana. eS a e da EE 1 o O j taba coorccrrnc rc. .... Fiebre intermitente. 4 | ( Trasmisibles sólo por inoculación 4 SiífiliS.....o.o.mo....] 27 S f Reumatismo ...... ..1 143 o | DI AA E Anemia.....o..oo--| 201 La CONSTITUCIONALES ¿ iaa E S ] E 2 COMIC pod cena E pa | Taberculosas. A AA $ Escrófula...... ... 29 = , En =) (Coreano jes 1 2 [ | Epilepsia ......... 2 Ad ada a g | Del sistema nervi0S0-.......-..- ca Y ARE : qn | | Neura!gia ... ......| 110 — UBA an aia 16 a o Hebillas iq 1 a Del aparato circulatorio... ...- Aneurisma ... ..... 2 ES Hemorragias... . 8 ES : Bronquilise eos 26 3 Del aparato respiratorio ..-- C( ngestión pulmonar L = Laringitis ¿ 5 = ( Estomatitis. 1 2 Aras coplas 1 E Dispepsia...... 10 a! Del aparato digestivo ..: ..-. < GastritisSican...... 3 To) : ¡ Enteritis A a 0 S Hepablis o =lals 14 pe A ES o == LOCALES.. ..... 4 [| (N trítis = Ln 2 S | Del aparato urinari0-.--..-.---- q e SA E = , ¿Fístula nretral. -... 1 Y! £ Del aparato generador ! O Ra s al o ACA MAI is 2 ES CAMISA aa 3 S | o OSTIAS en 2 3 | Del aparato locomotor ..... ...< Fraciura... ... .. 1 o , Carles... qe 1 $ | Periostíti< -... 1 E | Retracción muscular| 1 Bl Mio bo dro Re 2n8 A | Eczema ra 17 A TegumenlariaS..--.+..omo......- q el pe A E | Elefanviasis .. .... 2 l LUlceras atónicas.... 4 420 18 Té TI 201 -E [DUO] onb son -8) NIT A OT6 '"SOPrye1Y 90808 ““soytosald soy rg ¡ —— SOHIJ9JuH SG €£698 9€I 684S cg [9€l |[c3Z [86986848 PELOL 6 8 08 1v6 [SSL | 5 L LG 1586 [916 ¡0TZ A Gl [0%1 ¡0861 !PPSl 4 ST |86 (FET ¡08F1 ÉS v vs ¡081 ¡Gral do GLI [68 |08T [0641/06 e GT |€3 |0pI |0213|698 ¡9786 3 | loe |oeb [zp1 [evo S91(0q |'10]09 7 “94311 |+opejd| "ela 9d | -urg | -no *S9J09.10900/) "503119 -S9Id SOUVQ 9P *WUNN | "U9[9LO "SIP OT “etanTT “U9]91) "SB¡p pI ejanpT 'Selp pr “eran]T “seIp TG “erLanI] [as] 'OZUCIP 'SPIP EL eran] *0Z108 1%) “SeIp GT 'tran[T "Sep OT “trIan—T 'SVIU VA SINOIOVATISAO '¿881— BSNIPEAL 9p Ppe1oduro) Y] op 1e1ou9S o1peno S9JUV OJO. 80J1914 “81191qé U9198]1qe q uo “N [e sozsondxo soyuamnysur $0[ ¿"E “OLMoJ9uL ap Á opeu4puao “oa Quo “eZ “IÍ9IIVO ULS “0.1JOWIQUILA] Á OXJ9UIQIBA * go *[—"SEJON ee Laa LA ea A o “98 01] X 7 UL 8300/98 195) | *“S8Jpo ur supuso y, o%6 08-095 0S-.L8 06% A oF% (9.92 £ 1,92 o9% 09-093 09-.28 09% Le 09 Le 09% LOLA 00€ £ oz |1.9, £ 09) 00% olé 09-024 09% LEO OLa 09% ol? 0SL3 oT£ L£ 093 (8,94 £ 20 09% ok 0S-oL% 098 obo 09.8 09% Le 0513 08€ 4 093 |8,94 £ <01] 0% oLG 090% 09% OLE 09-0L8 08037 oLo 09-L%8 08€ £ ová [8.94 £ S.92 | 09088 LE 092% 09% oL% a 0% ¿69% oLú 08€ £ ová 11.92 £ 02) 0% 09% e » c36 09% oLó ova 04% 09% 08€ 4 08% [4.91 £ €£.92 ovZ 033 09% oH% 02% 093 or 097 9% 08€ £ 08% [2.94 4 092) ov% 0% 093 oPz 09% 093 “911980 *011980) oi hiso 0 OIJQUIOUII9], | 01j9wmO1eg | "e1m]e.10d m9, “soyeyueae AN O NADO 0 DON TN DIO 0 BONN LIO 0 AO a o — “=*="91qnpO =- +9 1QUII1OS «===:94503 y o LU “-<=»* Qun P 0. =<<-oLe pg 0.0.-=*-111qy *-****0zZIEN '"SHUSHIA 421 OBSERVACIONES CLINICAS ACERCA DE LA 'TIRIASIS PALPEBRAL, por el Dr. D. Juan Santos Fernández, (Sesión DEL 28 De Enero pe 1883.— V. pág. 366.) La observación de parásitos en las pestañas no es un hecho nuevo, y así lo manifiesta el Dr. Magee Fenny (The Dublin journal of medical science, Mars 1882) en un reciente trabajo. Si bien el hecho es conocido desde época remota, puesto que hace 2000 años ha sido descrita esta enfermedad por Cheli- ses (1), no deja de ser rara cuando Hirschberg sólo la ha encontrado tres veces en 40,000 enfermos suyos, y una sola siendo asistente á la clínica del profesor Von Graefe. El Dr. Balkeley, de New-York, no ha visto más que dos casos (Arch. of dermatology, vol. VII, p. 309). El Dr. Stelwagon, de Fi- ladelfia, refiere una observación de este género (ibid. p. 301) y menciona dos casos observados por el Dr. Morton. Llama la atención que hasta aquí esta enfermedad haya sido observada en los niños casiexclusivamente, miéntras que según opina Tilbury Fox (Skin Diseases, p. 411) “los pediculus pubis no se encuentran más que en los adultos.” El Dr. Steffan (Klin. Monatsblatf, 1867) describe un caso del citado mal y añade que le sorprendía no encontrar nin- gún dato sobre este particular en la literatura oftalmológica. El Dr.G. C., redactor de los Anales d'oculistique (2), de don- de tomamos este extracto, recuerda haber observado esta afección parasitaria de las pestañas en una niña de 16 años. Esta observación la hizo en 1878 en la clínica del profesor Van Arlt, de Viena, y asegura que es el solo caso que ha te— nido ocasión de observar. Tratándose, pues, de un asunto que - como vemos más arriba, aunque conocido de antiguo, reviste cierta novedad por lo exiguo de las observaciones hasta aho- ra recogidas, he creido oportuno dar cuenta de los once casos (1) De pediculis palpebrarum, Genus quoque vitiiest, qui inter pilos palpebra- rum pediculi nascuntur, id phtheiriasis graeci nominant. (De medicina lib, VI, cap. 6-15). 422 observados en los 13,000 enfermos de mi clínica de enferme- dades de los ojos en la Habana. Observación 1?—El niño Federico E., de la Habana, de ocho años de edad, fué traido á la consulta el 22 de Octubre de 1875, está sano y robusto; refiere la persona que lo acom—- paña quede irá la escuela con otros niños contrajo gran picazón en las pestañas, y que uva criada de la casa le sacaba de ellos unos bichitos, valiéndose de un alfiler. Examiné aten- tamente el borde libre de ambos párpados superiores, y des- cubrí la existencia de pedículus de una manera evidente. Le dispuse una pomada de precipitado amarillo, para que se la untara en el borde libre de los párpados, y no volví 4 verlo más. A Observación 22—S. LEl., mulato, natural de Cienfuegos, de 7 años de edad, huérfano; la Sra. que lo ha recogido lo trajo á la consulta el 14 de Diciembre de 1875; pretende que el niño vé de nocbe, pero de dia no. Del exámen que practl: camos resultó que el niño veía bien; la ligera hipermetropia que comprobamos no le dificultaba en nada la visión. Mien— tras le examinaba observé algo en el borde libre de los párpados, y mirando atentamente descubrí la existencia de pedículus en el nacimiento de las pestañas: á la vez que tóni- cos reconstituyentes le ordené una pomada de óxido amarillo de hidrargirio para que se la untase en el nacimiento de las pestañas. No le he vuelto á ver más. Observación 3?—El joven D. Antonio F. se presentó em la consulta el dia 27 de Mayo de 1875; natural de Asturias, de 36 años de edad, y con dos de residencia en la Habana. Ma- nifiesta no haber padecido nunca de los ojos, pero que desde hace unos diás se le irritan y siente gran incomodidad en el borde de los párpados. A la simple inspección no descu- brimos nada en éstos; pero así que le llevé junto 4 una ven- tana y le examiné con una lente, pude percibir al pié de cada pestaña el parásito que escoge como región preferente los pelos del pubis. En presencia de una afección perasitaria de este género le ordené se untase en el borde libre del párpado 423 una pomada de óxido amarillo de hidrargirio. El joven no volvió á la consulta. | Observación 4* —Rufina C., de la Habana, de 30 años de edad, vino á la consulta el 6 de Diciembre de 1876. Nos re- fiere que hace año y medio empezó á sentir picazón en los párpados, y sele formó una caspita en las pestañas, que le obligó á consultar un facultativo. Aunque se alivió con lo dispuesto ¡or éste, nunca dejó de sentir la picazón citada, y en tal virtud resolvió venir a la eonsulta. Situada donde ha- bía bastante luz, fácilmente pude distinamr á simple vista que se trataba de pedículus implantados en el nacimiento de las pestañas, Ordenéle una disolución de bicloruro de hidrar- girio para humedecer el borde libre de los párpados, y no he vuelto á ver la enferma. : Observación 52—Alfredo B., de dos años de edud, vecino de la Habana, fué traido por su madre á la consulta el 15 de Julio de 1877. Aquélla ignora el orígen del mal que aqueja á su niño; pero asegura que hace seis ó siete dias que le nota en las pestañas nos animalitos, de los cuales le ha sacado cuatro. Advirtió la existencia de éstos, porque el niño mani- festaba sentir mucha picazón y se rascaba con frecuencia los párpados. El diagnóstico estaba hecho por la madre y me li- mité 4 ordenarle una pomada de precipitado amarillo, No he vuelto á tener noticias de este niño. Observación 6”—Félix D., vecino de la Habana, de siete años de edad; fué traido á la consulta el'2 de Mayo de 1878. Hace diez dias, dice la que lo trae, que se queja de picazón en las párpados y que se rasca fuertemente hasta irritarse los ojos. Examinado atentamente, á simple vista y con una lente comprobamos á raíz de las pestañas la existencia de pedí- culus en un todo semejantes á los que: se agarran á los pelos del pubis. Le dispuse una pomada de precipitado amarillo para que se la untasen en el nacimiento de las pestañas. Este niño no ha vuelto á la consulta. Observación T?*—La negrita Paulina, de diez años de edad, 424 se encontraba al servicio de la familia de mi amigo y colega el Dr. V.; un dia mostráronsela á éste porque se quejaba de los ojos. El Dr., sin examinarla apenas, mas presumiendo que se tratase de una blefaritis, ordenó que la trajesen 4 mi consulta. El dia 8 de Diciembre de 1878 fué inscrita en el registro clínico. Del exámen practicado resulta que sus ojos están sanos; sólo se observa en el borde libre de ambos pár- pados superiores y en el nacimiento de las pestañas algo semejante á la caspa Ó pitiriasis del cabello; esto le produce picor y le obliga á rascarse. Al examen con una lente de tres pulgadas se vé claramente que en el nacimiento de las pestañas existen parásitos del todo semejantes á los que ob- servamos en la región pubiana. El diagnóstico, pues, estaba hecho, y el tratamiento consistió en toques en el borde libre de los párpados con un pincel empapado en una disolución de quince centígramos de bicloruro de hidragirio en diez gramos de agua alcoholizada. Al cuarto dia de usar el líquido insecticida los pedículus habían desaparecido y el nacimiento de las pestañas estaba limpio. Observación 8*—María A., de año y medio de edad, fué traida por su madre á la consulta el 29 de Mayo de 1879, á la sazón que curaba á una hermanita de una oftalmía puru— lenta de los recien nacidos. La madre me informa de que hace dos meses que su hija María tiene los ojos irritados de tanto frotárselos, porque parece que Je pican los párpados. Sin grandes esfuerzos pude distinguir en el nacimiento de las pestañas un sin número de pedículus, que explicaban el mal estar que sentía la niña. Aplicósele con un pincelito una disolución de bicloruro de hidrargirio en el borde de los pár- pados, y 4 los pocos dias habían desaparecido los parásitos. Observación 9%—Enrique C., vecino de la Habana, de 20 años de edad, y hermano del Dr. C., presentóse con una tar— jeta de éste en mi consulta el dia 4 de Junio de 1879. “Hace como tres meses, me dijo, que me pican los párpados del ojo izquierdo, y seis ú ocho dias que siento lo mismo en el dere- AS 425 cho.” A la simple inspección no se percibía nada en el borde de los párpados; pero examinados éstos atentamente, y aun mejor con el auxilio de una lente, pude descubrir la existen- cia de pedículus en,la raíz de las pestañas. Hice presente al joven la naturaleza de su enfermedad, y éste no se explicaba como había podido adquirirla, Una pomada de óxido amarillo de hidrargirio y vaselina para untarse en el borde de los párpados constituyó el tra— tamiento aconsejado. Observación 10%— Juana P., vecina de la Habana y de cuatro años de edad, fué traida á la consulta por una tia suya, enferma desde mucho tiempo atrás de granulaciones pal. pebrales. El desaseo de la tia me hizo desde luego sospechar la enfermedad de que adolecía la sobrina, al decirme aquélla que ésta se quejaba de picazón en los párpados y que se le habían notado unos bichitos en las pestañas, que no se podían desprender. El diagnóstico no fué difícil, y confirmada la exis- tencia de los parásitos, le ordenamos una disolución de bi- cloruro para bañar el borde de los. párpados; algunos dias después, cuando volví á verle los párpados habían desapare— cido los parásitos. Observación 11*—La niña Rosario V., de 10 años de edad, vecina de la Habana é hija de un empleado del foro, fué traida á la consulta por su padre el 14 de Setiembre de 1881. La niña, así como el padre, me hacen una larga relación de sintomas de poca importancia referentes al estado de la vi- sión de aquélla, que es perfecta; en nada aluden á lo que desde luego descubrí en el nacimiento de las pestañas, pla— gadas de pediculus. Una de aquéllas algo desviada, que arranqué, me permitió comprobar al microscopio los verda— deros caracteres del pedículus pubis. Además del tratamiento tónico reconstituyente que necesitaba la niña, le dispuse una disolución de bicloruro de hidrargirio para humedecer el borde libre de los párpados. T. xIx.—D4, 426 SesióN PÚBLICA ORDINARIA DEL 11 DE FEBRERO DE 1883. Sres. ACADÉMICOS CONCURRENTES.— Gutiérrez, Presidente, Go- vantes, Gálvez, S. Fernández, J. Torralbas, Franca Mazorra, Montejo, Montalvo, Delgado, Plasencia, R. Cowley, Machado, Fr. Castro, Beato, Orús y Mestre, Secretario. Lectura y aprobación del acta de la sesión anterior. CorresPONDENCIA.—Leyéronse en seguida por el Secretario general las siguientes comunicaciones: —1?2 un oficio del Go- bierno General, acompañando el expediente promovido por D. José López Bances en solicitud de privilegio por un papel yodo-ferrado para cigarros; y se acordó que pasara á informe de la Comisión de Remedios Nuevos y Secretos;—2.9 dos comunicaciones del mismo Gobierno General, remitiendo las entregas 356 y 357 de la Revista de España para la Biblio- teca de la Corporación, por las que se dieron las gracias;— 3. 2 oficio del Sr. Escribano de Cámara D. Antonio María del Rio, incluyendo la certificación librada en causa contra D. Se- bastián Fernández por lesiones; de la que se dió traslado 4 la Comisión de Medicina Legal para los efectos del auto acorda- do por la Sala de lo Criminal de la Real Audiencia é inserto en la referida certificación; —4. 2 otro idem del Juzgado de 1? Instancia del Distrito Norte de Matauzas, recordando el informe pedido á la Academia en causa por lesiones al pardo Felipe Pérez; del que se dará cuenta en la sesión actual; —5. 9 * una carta del socio numerario Dr. Lebredo, anunciando de parte del Dr. Grancher, que éste hará su comunicación á la Academia el 4. 2 domingo de Febrero y se excusa de no ha: cerlo antes; excusas que fueron desde luego aceptadas por la Academia, complacida ésta con la noticia que acababa de re- cibir y que fué ratificada por el Dr. Montalvo; —6. 2 otro id. del socio corresponsal Dr. D. Angel Fernández-Caro y Nouvi- las, acompañando una Memoria sobre “Estudios Antropológi- cos,” á la que se dará lectura en su oportunidad; —7.9 la relación de las autopsias practicadas en el Necrocomio Muni- 497 cipal durante el mes de Enero, por su Director el Sr. Obregón y Mayol; por la que se acordaron las gracias;—8. 9 una car. ta del Dr. Latteux, fechada en París, quien manifiesta que por el Dr. Plasencia había sabido su nombramiento de socio corresponsal de nuestra Academia, efectuado dos años antes; mas no habiendo recibido la comunicación en que se le par- ticipaba, é ignorando por consiguiente hasta ahora aquella distinción, suplica á la Academia acepte sus excusas, á la vez que sus gracias por la honra que se le ha dispensado, y un ejemplar de la segunda edición de su tratado de Técnica Microscópica. Acordó la Corporación aceptar dichas excusas, enviar al citado socio corresponsal extranjero un duplicado de la comunicación en quese le anunciaba su nombramiento, y darle las más cumplidas gracias por la obra que le ha remitido; y hecha por el Dr. Montalvo una pregunta alusiva á los socios corresponsales, le fué contestado por el Sr. Presidente, que incumbiendo el asunto á una sesión de gobierno, se sirviera proponer la cuestión en la primera que se celebrase;—9. 9 oficio del Sr. L. Hidalgo, agente en esta Isla de ““El Repertorio Médico,” periódico que ha empezado á publicarse en castellano en la ciudad de Nueva York, bajo la direccion del Dr. D. Abe- lardo Bellido de Luna; adjuntos envía dicho Sr. agente dos ejemplares de la primera entrega, con destino á4 la Biblioteca de la Real Academia, acordando ésta darle las más atentas gracias, elogiar una empresa cuya necesidad, como dijo el Secretario, se hacía sentir para poner á los pueblos hispano. americanos al corriente de los progresos médicos realizados en la gran República, y corresponder además con las entregas de los “Anales;”—10. 2 uña carta del Sr. editor del periódico que con el nombre de “Science” va á publicarse en Cambridge, acompañando un prospecto del mismo y suplicando la coope: ración de este cuerpo cientifico, que acordó de conformidad. BiLroreca.—No hallándose presente el Dr. Fimlay, Secre- tario de la correspondencia nacional y extranjera, presentó el dela oficial las publicaciones recibidas desde la última sesión.—Anales de la Sociedad Odontológica, :n* 11;—Bo- 428 letín de la Sociedad Cubana protectora de animales y plantas, 1, 2 y 3;—el Profesorado de Cuba, 4 y 5;—Dia de moda, 5 y 6;-Boletín Oficial de los Voluntarios, 304 y 305;- El Bombero, 4 y 5;—El Ateneo, 2;—Cuba Industrial, 1;— Revista de las Antillas, 43 y 44;—Avisador Comercial, 2314 33;—Boletín Comercial, 22 á 32;—La Librería, 6 y 7;—Re- vista de España, 355-6-7;—La Independencia Médica, 11;— Revista Minera, 945;—Revista de Medicina y Cirugía Prác- ticas, 157;—La Crónica Médica, 128;—El Escrutador de la Higiene, 1;—El Repertorio Médico de New-York, 1;—Ma- nual de Técnica Microscópica por el Dr. Latteux;—The Me- dical Record, 638 y 639;---Harper's Weekly, 1362 y 1363. Musro.—Presentó tambien el Secretario general tres con- chas fósiles de distintos géneros de moluscos, univalvos y bivalvos, en piedras halladas al hacerse una excavación, á tres metros de profundidad, en el batey del ingenio Nuestra Señora del Carmen, finca que está situada en Macuriges, entre los paraderos de Navajas y Pedroso, á cuatro Ú cinco leguas de la costa del Sur, y perteneciente-al Sr. D. Antonio Estalella y Véínageras, quien las regala ála Academia por conducto del Dr. Mestre; 'acordándose darle muy atentas gracias y remitirlas al Museo. Exrosición.—Quedó asimismo enterada la Corporación de que, por conducto del .Dr. Finlay, Delegado de la misma en la Subcomisión Cubana para la Exposición de Amsterdam, se habían enviado á ésta 26 volúmenes de las obras por la Academia publicadas, clasificados del modo siguiente: 1% Anales de la Academia.—18 tomos.—PFalta el 4% por estar agotado. 22 Medicina Legal é Higiene Pública.—3 tomos. 32 Fauna Cubana.—2 tomos. 4? Flora Cubana.—1 tomo. 52 Antigiiedades y Patología médico-quirúrgica de Puer- to-Rico.—1 tomo. 62 Oculística.—1 tomo, 7.2 Asuntos varjos.—1 tomo, 429 NomBramento.—También quedó instruida la Academia de que, en sesión de gobierno celebrada el 28 de Enero, fué nom- brado por unanimidad socio corresponsal residente en el ex- traujero el Dr. D. Manuel García Lavín, cuyos méritos y an- tecedentes constan en el informe ministrado por la Comisión de Patología Quirúrgica. (V. pág. 362.) | Mebiciva LecaL.—Duración de una herida.—Terminada la correspondencia, con los otros particulares que anteceden, le- yóel Dr. Gálvez, como ponente de turno de la Comisión de Medicina Legal, un informe relativo á la causa seguida contra D.R... V... por lesiones al pardo Felipe Pérez, en el Juz- gado de 1* Instancia del Distrito Norte de Matánzas, quien consulta á la Real Academia “con vista del testimonio que acompaña y dadas las dimensiones de la herida, el pronósti- co que de ella se hizo en el primer reconocimiento médico, su situación y demás circunstancias, el tiempo probable que tardaron en sanar dichas lesiones, por haber contradicciones entre lo manifestado por los facultativos en sus diversas decla- raciones y los testigos vecinos del lesionado, respecto á la du- ración de dichas lesiones, que éstos últimos fijan en cuarenta dias y aquéllos de cinco á siete.” —Según consta en los docu- mentos que forman el citado testimonio, se trata de una herida contusa, situada en la parte anterior de la cabeza, de diez centímetros de extensión y que sólo interesaba el expesor del cuero cabelludo, sin presentar complicación de ninguna clase; y la cuestión se reduce 4 determinar si ha podido cu- rar en cinco ó slete dias, á pesar de haber sido considerada grave en su primer momento, ya que los vecinos del herido contradicen el parecer de los facultativos respecto á la dura- ción de aquélla. —La Comisión opina que, en tesis general, puede y debe responderse desde Juego afirmativamente, pues las heridas simples de la piel, cualquiera que sea su ex- tensión, y principalmente las del cuero cabelludo á causa de su gran Vascularidad, con tal que no interesen más que este elemento y que sus bordes puedan ponerse en inmediato contacto, cicatrizau por regla general en nuestro clima por 430 primera intención; pero recuerda que también sucede muchas veces que heridas muy simples de la piel, —debido esto á condiciones especiales del individuo ó á circunstancias no siempre posibles de apreciar,—se niegan á curar de esa ma- nera, dando lugar á supuraciones más ó menos abundantes, que las convierten en verdaderas úlceras, y á otra multitud de accidentes, como erisipelas, gangrenas etc., no fáciles de prever en el primer momento. En el caso concreto de la heri- da del pardo Felipe Pérez, que motiva la consulta hecha .á la Academia, desaparece el conflicto que aparentemente existe entre el pronóstico que de la herida hicieron los facultativos de asistencia y la marcha rápida que luego siguió en su cica- trización, que está dentro de lo natural, de lo que general- mente se observa en la mayoría de los casos; y por lo tanto, la Comisión de Medicina Legal propone que se responda al Sr. Juezactuante: “que debe darse entero crédito á los facul- _tativos que han practicado los diversos reconocimientos, tan— to por la fé pública que merecen en su carrera profesional al emitir sus juicios periciales, cuanto que los manifestados en este caso no solamente son ajustados á lo que la ciencia y la experiencia enseñan, sino porque son al mismo tiempo com- pletamente desinteresados, mientras que el de los otros tes- tigos, vecinos del lesionado, pudiera quizás estar influen- ciado por consideraciones de otra naturaleza.” Discusión.—Tomado en consideración el informe médico- legal leido por el Dr. Gálvez, manifestó el Dr. Montulvo que en dicho trabajo se hablaba de ciertas heridas que supuran más Ó menos tiempo, que resisten á la cicatrización y se trans- forman en úlceras, aconteciendo esto por causas que se consideran desconocidas, cuando en realidad no lo son, pues desde los trabajos de Verneuil en Francia y de Paget en Inglaterra se conoce perfectamente la influencia de las pro- patías, de los estados diatésicos anteriores, en los traumatíis- mos, los cuales á su vez son la Ocasión para que se despierte la diátesis por medio de alguna de sus expresiones. Contestó el Dr. Galvez que esa influencia á que se refería 431 el Dr. Montalvo se hallaba comprendida en la frase “condi- ciones especiales del individuo” empleada en el informe. El Dr. Montalvo opina que esa frase no dice lo bastante, que es oscura. : El Dr. Galvez explica que no siempre es indispensable hablar en términos técnicos, sino que á menudo conviene ha- cerlo de un modo que esté al alcance de todos, como sucede en el caso presente, en que la Academia se dirige, no á médi- cos, sino al Juez que la ha consultado. Y por otra parte, la Comisión no ha podido prescindir de otras condiciones, exte- riores al individuo, que pueden engendrar erisipelas, gangre- nas etc., no siempre fáciles de prever ó de apreciar. El Dr. Montalvo replica que en la Academia se redactan trabajos científicos, sin preocuparse de lo que sepa el Juez, y explicando en caso necesario, dentro de un paréntesis, aque- llo que merezca una suscinta explicación. Tampoco se ha referido dicho Sr. Académico á gangrenas ni' erisipelas, sino al hecho de un ligero traumatismo con manifestaciones dia- tésicas, Ó en que se prolonga la supuración y se hace esperar largamente la cicatrización. El Dr. Gálvez insiste en que se trata de una cuestión de palabras, pues él se ha valido de una frase genérica que le exi- mía de entrar en extensas consideraciones generales solre un punto que no es el principal, toda vez que en el caso presente la herida curó rápidamente, en unos pocos dias, según los juicios periciales, sin presentar complicación de ninguna clase. AwrroroLoGía.—Aprobado por unanimidad el anterior in- forme, leyó el Secretario general una parte de la memoria, que con el título “Estudios Antropológicos” remitió á la Aca- demia el Dr. Fernández-Oaro y Nouvilas, socio corresponsal residente en Nuevitas.—Empieza dicho trabajo emitiendo al- gunas ideas concernientes á la emigración, que en el hombre es voluntaria y dependiente de su condición social; y des- pués de encarecer la importancia de la Antropología y de se- ñalar y combatir las dificultades que á nuestro juicio oponen 432 las ideas preconcebidas, entre las que figura la del cosmospo- litismo humano, cuyo arraigo se debe á la admisión a priori de la unidad de la especie humana, sostiene que en el terreno científico no podemos tomar como puntos de partida premisas que no tienen la sanción de la experiencia, y que, si afirma— dos en el monogenismo ó en el poligenismo, tratamos de dis- cutir las influencias que los climas ejercen en el hombre, la mayor ó menor idoneidad de los individuos para acomodarse á determinadas latitudes, no llegaria 4 establecerse sobre ba= ses de útil aplicación el estudio que se va 4 emprender, por- que no hay nada que compruebe el orígen único del hombre, ni tampoco la persistencia de los tipos es suficiente para susten— tar la pluralidad de ese origen;--la teoría de la degeneración de la especie humana es tan opuesta á la razón como á la ciencia: en la naturaleza no existe la perfección originaria, sino la perfectibilidad progresiva;—mas, sea cual fuere ese principio, uno ó múltiple, en último resultado venimos á ne— gar en el hombre su facultad innata de aclimatación.— Pasa luego el autor 4 hablar de las dos grandes influencias que do— minan la existencia de todo ser, la herencia y el medio, exa- minándolas en sus principales rasgos, y aceptando para las evoluciones orgánicas una forma resultante, que es transitoria: la acción prolongada del medio es muy sobrada para produ - cir la diversidad de las razas, y la conservación de los tipos primitivos del egipcio, el índou y el chino se explican perfec- tamente, porque para ellos nada ha cambiado, el medio moral - y material es el mismo. Existe en la naturaleza una gran ley, que es la armonía del ser y el medio; de modo que todos los seres están conformados según su residencia, y todo cuan- to existe ásu alrededor se halla en relación con sus necesi- dades, con su organización y su género de vida, de donde la variedad que se observa en la fauna y en la flora de las di- versas regiones del globo; y una transformación lenta y pro- gresiva en las funciones vitales es seguida de igual transfor- mación en el aparato orgánico: los hábitos continuados y las profesiones, la permanencia de los individuos en país extran- 433 jero, suministran numerosos ejemplos de esa influencia y de esa modificación ejercidas por el medio, hasta el punto de adquirirse con el tiempo los caracteres típicos de los pueblos con quienes se ha vivido: los rasgos de la fisonomía, las de— formidades del organismo llegan 4 trasmitirse también, aun- que muchas causas, sin oponerse enteramente á la acción del medio, la modifican ó detienen. Cita el autor en prueba de ello al anglo-sajón americano, al yankee, que, á pesar de ser un pueblo nuevo, constituye ya un tipo tan caracterís- tico, que es imposible confundirle con ningún otro; y al criollo de las Antillas que forma una sub-raza con caracteres físicos - muy variados y, lo que es aún más notabie, con inmunidades morbosas especiales. Señala después algunos ejemplos de esas aptitudes ó inmunidades patológicas, ó sea el grado de receptividad ó de antagonismo innato y peculiar de cada ra- za para contraer ciertas enfermedades ó ser refractaria á ellas; y se detiene en la raza semítica, á la cual puede concederse casi en absoluto la facultad de aclimatarse en todos los países del mundo. Su pensamiento se resume en esta frase: la hu- manidad es cosmopolita, el hombre no; lo que no es negar que sea aclimatable, es decir, susceptible de modificarse á las condiciones especiales de los climas; pero al contemplar la humanidad esparcida por todo el globo terrestre, bueno es que al propio tiempo que celebramos la victoria, contemos el número de las víctimas.—8Si en el reino vegetal y en la mayor parte de los animales, apenas varían las relaciones entre el ser y el medio, mil circunstancias impelen al. hombre á recorrer los límites del mundo, verificándose ese movimiento emigra- torio de dos modos, uno lento y otro rápido: en esa acomoda— ción gradual de la primera clase se encuentra la gran invasión indo—-europea, que tuvo facilidad para acomodarse á4 los climas del N., prosperando y multiplicánudose de un modo fabuloso, pero que sucumbió cuando quiso establecerse en los países del Mediodía; mas si el transcurso es rápido y brusco, grande necesita ser la resistencia orgánica para sopor- tar transiciones tan violentas, y por eso el pueblo romano T- xIx.—00 434 nunca pudo dominar en el suelo del Africa, y nada queda hoy tampoco de aquellas hordas de bárbaros que invadieron el vacilante imperio de los Césares.—( V. pág. 375). En vista de lo avanzado de la hora se aplazó la terminación de dicha lectura para otra sesión; y después-de algunas ob- servaciones del Dr, Montalvo, y á propuesta del Sr. Presiden- te acordó la Academia: dedicar la siguiente reunión ála comunicación anunciada del Sr. Grancher; dar al Dr. Fernán. dez-Caro las más atentas gracias por su interesante memoria; publicarla en los Anales, y reservar la palabra al Dr. Montal- vo, para presentar, así que se concluya su lectura, algunas consideraciones acerca de ciertos particulares tratados en di- cha memoria.—Con lo cual se dió por terminado el acto. Una PÁGINA PARA LA HISTORIA DE La Orrucía EN La ÍsLa DE Cu- BA; por el Dr. Antonio Mestre. (SESIÓN DEL 8 DE SETIEMBRE DE 1872.) (V. Anales, t. 1X, pág. 180.) Una historia completa de la Cirugía en nuestro país abrazaría necesariamente dos partes: la primera, relativa á la enseñanza oficial Universitaria y á los progresos por ella realizados des-. de los primeros tiempos de su fundación hasta la época pre= sente, ora bajo el punto de vista teórico, ora bajo el práctico; y la segunda, teniendo por objeto los adelantos cumplidos fuera de dicha influencia, al impulso y por la iniciativa de los hom- bres de ciencia, nacionales y extranjeros, que con su saber y buen ejemplo han contribuido grandemente á la difusión de las Juces en un ramo tan interesante para la humanidad. En el pequeño y modesto trabajo que hoy emprendemos sólo nos hemos propuesto redactar una página, siquiera im- perfecta, de esa historiaen cuanto se relaciona con la ins- trucción pública y con un suceso en ella ocurrido hace más. de cuarenta años en beneficio de los que al estudio de la 435 Cirugía se dedicaban, con entero aplauso de cuantos asistían á esa reforma y han sabido después apreciarla en su justo valor, y para gloria sin duda del que apoyado en sus méritos y anteriores servicios, logró por su constancia llevarla á cabo y fijar una época en la evolución de las ideas generales sobre el arte quirúrgico: —nos referimos á la fundación de la Cáte- dra de Cirugía en la Universidad de la Habana, Por el mes de Junio de 1824, el ya Bachiller en Filosofía y Medicina, Profesor público de ésta y de Cirugía, médico-ciru— jano del Batallon de Milicias de Pardos y Catedrático público de Cirugía médica aprobado por la Real Sociedad Patriótica, miembro de la misma, iniciaba las diligencias para que en la Real y Pontificia Universidad se adoptase la Cátedra expresada, asistido por su hermano el entónces Ldo. en Leyes D. Manuel González del Valle.—“ Deseando, decía, que esta Real y Pontificia Universidad sea la cuna de donde nazca la ilustración pública, en todos los ramos científicos que nece- sita nuestra Patria, me presento ante V. S. Reverendísima (dirigiéndose al Rector de aquélla), animado de la bella es- peranza de que acogerá con benignidad la solicitud que hago, de que se adopte la Cátedra de Cirugía médica que he servido y sirvo gratuitamente desde su fundación, en mérito de su utilidad y para fomentar el honor literario. ; “La Cirugía, aprendida en secreto, sin luz preparatoria que hiciese apreciable su estudio, antes de ahora se ha limitado á la elemental, Ó mejor dicho, 4 la mezquina lectura de la car: tilla de Martín Martínez que hoy no puede ser maestro, á virtud de los rápidos progresos que se han hecho, y de que pueden ser pruebas los Bell, Richerand, B:ichat, y otros no ménos famosos autores, á quienes la humanidad adolorida, con labios de consuelo, desde el lecho parece bendecir sus nom- bres. : “En efecto: yo no debo ocultar á V, S. Reverendísima el abandono lastimoso de la Cirugía, porque á la verdad no ha habido estudios; ¿y qué garantía pueden ofrecer á los enfer- mos los instrumentos quirúrgicos en manos de personas inhá- 436 biles? ¿cuáles los resultados? Dejo á su consideración los abultados males que la experiencia nos ha enseñado, á pesar de que no ha habido hombres que por singularidad han lo- grado el justo título de cirujanos, y que aún viven por fortuna. “Sin embargo, dejar ála discreción de los aspirantes el lo- gro del título sin documentos útiles y oportunos estudios, pasa de confianza, y de una confianza siempre peligrosa, aten- dida la trascendencia de la Facultad, ya que en todas las cien- cias hay plan de enseñanza, estatutos, actos, exámenes y otros ejercicios, que á la vez que son indispensables, tomentan el honor académico, é inspiran á la sociedad el consuelo de- licioso, de verse remediada en los casos á que sus individuos están expuestos. ““Estas reflexiones poderosas me obligaron, hace: tres años, á fundar por mí mismo, á costa de no pocas penas y otros sa- erificios, la Cátedra de Cirugía médica, que continúo sitvien- do. No quise buscar Mecenas hasta que no le ofreciese algún fruto de las plantas que ya había sembrado con trabajo; y en efecto, tuve la satisfacción de presentar á la Real Sociedad Patriótica las primicias que recibió con agrado, como se puede probar por su asistencia á los exámenes que le ofrecí por el Elenco que presento, donde presenció la Comisión compues- ta de los Sres. D. Juan Montalvo, Teniente Coronel y Director de la Real Sociedad Patriótica, y los Dres. D. Francisco San doval y D. Juan Pérez Carrillo, los esfuerzos que hice para la enseñanza é instrucción de los alumnos presentados. “Acuerdos existen en las actas de la Corporación á que me refiero sobre el particular, de que puede informar si ne- cesario fuese el Sr. Director Montalvo: por todos estos mo- tivos y por ver el Tribunal del Protomedicato los adelantos de mis discipulos en los exámenes que les hicieron después, para ser cirujanos latinos, tuvo á bien mandar, y manda á algunos aspirantes que salen réprobos, al estudio en mi dicha Cátedra, en prueba sin duda de su necesidad, como es fácil que el mismo Tribunal lo informe. “No me dilato más tiempo en acreditar lo útil y necesario 437 del estudio de la Cirugía, porque basta lo indicado, y por otra parte la ilustración de V. S. Reverendísima, como la del Claustro, me excusa de ulterior explanación en el asunto. “Me faltaba ya decir algo sobre la erección de esta cátedra por los Estatutos de esta Real y Pontificia Universidad; y á la verdad que en ellos encuentro apoyo, porque tratando de Provisiones de Cátedras, dice que en la de Cirugía se abrirán puntos por Avicena: lo que prueba que por ellos mismos se exige la cátedra que he fundado, he servido, continúo y desempeño diaria y gratuitamente. “Si merecen, pues, algunas consideraciones mis desvelos, como los méritos contraidos por la fundación y servicio gra- tuito de la cátedra que desempeño con utilidad pública, pretendo que, ya. que el Estatuto habla sobre ella, se me conceda la boria en Medicina con la condición de que, desde la fecha en que se me confiera el grado de Doctor, la he de servir seis años; y cumplidos, si no pudiere desempeñarla, se proceda al juicio de su provisión por oposición, aunque creo que por-los Estatutos se concedió á los fundadores de cáte- dras el carácter de perpetuidad si querían, sobre lo cual á su tiempo espero declaratoria de V. S, Reverendísima.”.... - Acompañan á dicha representación, cuya importancia es visible: un ejemplar del Elenco para los “Exámenes de Cirugía teórico--prácticos, que han de sufrir los alumnos Bachilleres D. José de Jesús Castillo, D. Evaristo Toledo, D. José de la Luz Hernández (hoy socio de mérito de esta Academia), D. Manuel Menéndez San-Pedro y D. José Ro- dríguez Bisma'el dia 6 de Setiembre; y para el 7 D. Francisco González del Valle, D. Carlos Villodres, D. José Del-Monte, D. Manuel Blanco, D. Ramón Chois y D. Leon Arzuru; una certificación del sabio anatómico D. José Tasso, laudatoria de la aplicación y aprovechamiento del candidato, quién, en el exámen que tuvo en el Hospital Nacional Mi- litar de S. Ambrosio, alcanzó el primer premio de Anatomía práctica entre los seis alumnos que se presentaron; y otros certificados de sus méritos y servicios. 438 Haciéndose cargo el Dr. Fiscal de la solicitud que hemos re- producido, y conociendo el beneficio que había resultado á la juventud con la fundación y servicio de la cátedra de Cirugía médica, aprobada por la Real Sociedad Patriótica, opinó en 18 de Junio de 1824 que si la Ilustre Academia la «lo ptala había de servirle de auge y honor. Reunido el Claustro universitario en 30 de Junio de 1824, participó el Reverendísimo Rector á los concurrentes, que mi- rando al lustre de aquélla y al bien público de sus escolares había despachado el dia anterior auto” mandando se fijasen edictos para la provisión de las cátedras. Acudió á dicho concurso el Sr. D. Fernando González del Valle, como era de esperarse, disertando sobre varios puntos de los libros hipo- cráticos, en el idioma latino, no habiéndose presentado otro candidato y presidiendo como jueces del acto el Dr, D. Simón Vicente de Hevia, á nombre del Excmo. Sr. Vice Real Patro- no D, Francisco Dionisio Vives, el Dr. D. Lorenzo Hernández, como Decano de la Facultad, y los Dres. D. Antonio Viera, D. Francisco Sandoval, D. Agustín Encinoso de Abreu y D. Ce- ferino de los Reyes. En 5 de Agosto de 1824 el Reverendisimo Sr. Rector y Can- celario Regente Fray Manuel de Casaverde, Maestro en Artes, Doctor Teólogo, estando en el Claustro general de la Universi- dad con el objeto de sentenciar la cátedra de Cirugía en con— sorcio de los Sres. Dres. Jueces de la oposición, más arriba mencionados, se procedió á la lectura de méritos presentados por el único opositor Bachiller D. Fernando G. del Valle; y ve- rificada la elección de catedrático por votos secretos, se halló en el escrutinio electo con todos los sufragios, y en seguida fué confirmado Catedrático de Cirugía por el Jefe de la institución, tomando posesión del cargo á los tres dias de aquel acto: re- cibió entónces la Licenciatura en Medicina ante el Dr. D. Lo- renzo Hernández, Proto-médico Regente y Decano de la Fa- cultad; y con estos antecedentes pudo optar á la Borla del: Doctor. Seis años después, próxima á vacar la cátedra que había 439 establecido, con motivo de la reforma en el Plan de los Estu- dios universitarios, promovió oportunamente la declaratoria de su perpetuidad. Por espacio de otros cuatro, antes de su incorporación entre las otras de aquel centro, la sirvió asl- duamente y sin recompensa en el Hospital de “San Juan ds Dios”: continuó luego con la misma perseverancia y prove- cho para los escolares; y era lógica la demanda, toda vez que el Estatuto apuntó el premio que merecen los regentes funda- dores de cátedras.—El Sr. Fiscal Dr. D. Gregorio Morán, en efecto, reconoció desde luego la necesidad de distinguir á un catedrático faudador de los que obtienen sus puestos por los medios sucesivos de oposición, atendiendo á que el Real Esta- tuto, en el artículo 52 del título 4 y en el siguiente, graduaba la “diferencia de los que cesan en los sexenios sin tener tan eminente merito”. “En-cireuntancias, agrega, de haber habi do consulta constituida en el expediente originario de la, fundación, de esperarse de un momento á otro el Plan de Es- tudios, y de que la juventud debe alegrarse en la continua ción de un catedrático celoso, asistente y constante é insbcul- - do como el fundador G. del Valle, opina el Fiscal que no se proceda á la declaratoria de vacante ínterin con toda la aten- ción y examen del asunto no se resuelva el punto que se ofre- ce á la consideración justificada” de la Universidad.—De jgual parecer se mostró el Sr. Asesor originario Ldo. D. Luís - Hidalgo Gato, quien en 3 de Setiembre de 1830 opinó que no se hiciera novedad por entonces sobre la provisión de dicha cátedra, “sino que se sirva interinamente por el mismo cate- drático mientras llega el Plan de Estudios que se espera Así podrá continuar 'su mérito, y no entibiarse el fervor de los escolares interrumpiéndose su estudio, y el nuevo estable- cimiento será susceptible de cualesquiera reformas que le com- prehendan en el Plan ganeral”;—á cuyo dictámen se asoció en un todo, HAoddarS se le diese exacto cumplimiento, el antes citado Rector. j Treinta años más tarde, por Real Orden de 28 de Abril de 1860, y después de haber continuado el Dr. G, del Valle 440 en el desempeño como propietario de la cátedra de Patología y Clínica quirúrgicas á consecuencia de la reforma de 1842, era nombrado catedrático de término, á la sazón que asumía el honroso cargo de Decano en la Facultad de Medicina. Tales son, Sres. Académicos, los datos que referentes 4 la creación de la Cátedra de Cirugía he recogido en vista de los documentos originales, y que he creido deber ofreceros como un pequeño tributo á la Historia de la Medicina entre noso= tros. De ellos resalta el papel que por aquellos tiempos hacía la Sociedad Patriótica de la Habana, amparando y promovien- do sin descanso el progreso en la instrucción pública y exten- diendo su influencia á la enseñanza de la Cirugía, cuando to— davía no existia ésta en la Real y Pontificia Universidad; así como la parte que corresponde en esa benéfica cruzada á nuestro compañero en esta Academia, el Dr. D. Fernando González del Valle, que, muy joven todavía, realizaba un verdadero adelanto en dicho ramo, sustituyendo 4 Avicena y Martín Martínez por Richerand; al célebre médico y filósofo persa, que todavía en el siglo XVII servía de base en no pocas universidades de Europa, por ejemplo en la de Mom- peller, y á la incompleta y compendiosa Cartilla, con el ilustre cirujano francés, profesor de Patología externa en la Escuela de París, en 1807, y quién puso á contribución los trabajos de Desault, Sabatier, Boyer y otros, y cuyo mayor mérito fué el de propagar los conocimientos útiles, atacando en una obra notable los “errores populares relativos á la Medicina.”— En el Elenco de 1823 no puede pasar inadvertida la tendencia filosófica, á la par que práctica, de no separar la Medicina de la Cirugía. “No podremos menos que lamentarnos, (consig- na el Dr. Valle en la proposición 4), del poco tino de los an- tiguos cuando establecieron la separación de la Medicina y Cirugía, pues está demostrado que es solamente una parte de aquélla.”-“De esta separación, (expone en la 5?,) nació Ja absurda diferencia de la Patología en médica y quirúrgica.”— La vasta amplitud de los conocimientos y la necesidad de fa— 441 2 cilitar los estudios médicos han conservado esa distinción, que no debe considerarse sino como puramente formal, como un recurso de clasificación que alumbra el camino escabroso de la ciencia y abrevia la marcha, aunque sean siempre idénticos el punto de partida y el de arribada. Confundidas estuvieron por largo tiempo, con respecto á la didáctica, la Patología, la Clínica y la Medicina Operatoria desde el año de 1734, en que fueron aprobados los Estatutos para el régimen Universitario; y en el Elenco á que acabamos de referirnos, después de presentarse algunas consideraciones acerca de la Cirugía en general, de detenerse algo en las le- siones físicas, orgánicas y vitales, según el órden de Riche- rand, la última parte está dedicada á las operaciones, con tanta ó mayor extensión que los demás capítulos reunidos, pero con la sana doctrina de que no deben aquéllas ponerse en práctica, “sino después de agotados los socorros que se sa- can de la dieta y medicamentos,” que sino en todas ocasio- nes es aplicable, lo es seguramente en una gran generalidad de casos, que permiten proclamarla como un principio ó sen— tencia en el ejercicio de la profesión del cirujano.—Así sub- sistió la confusión aún después del año de 1842, en que se reformó la enseñanza bajo el Gobierno del Excmo. Sr. D. Jerónimo Valdés, hasta que porel decreto de 15 de Julio de 1863 se estableció un nuevo Plan de Estudios en esta Isla, con tres cátedras para la Patología Quirúrgica, la Clínica Ex- terna y la Medicina Operatoria, regenteadas por diferentes profesores. Al cabo de más de un siglo de fundada la Uni- versidad, hemos visto avanzar paso á paso la instrucción qui- rúrgica, distribuyéndose la tarea de las tres asignaturas importantes que le atañen; y casi no se comprende ahora otro progreso que el de los medios materiales á su servicio, el per- feccionamiento de la Clínica respectiva, la abundancia de cadáveres y de instrumentos para las operaciones; mejoras que, dicho sea de paso, dejan mucho que desear. Y no se haga mención de la enseñanza de la Obstetricia, que, si bajo el punto. de vista de la teoría cuenta con una cá- T. xIx.—96 442 tedra especial, tratándose de un ramo esencialmente práctico, de un verdadero arte, se da todavía la anómala y vetusta si- tuación de que no sele haya aún asociado la clínica corres- pondiente.—Al cabo de cincuenta años, próximamente, ha podido asistir el Dr. D. Fernando González del Valle al tránsi- to de la sintesis á la análisis Ó desintegración didáctica: el que por tanto tiempo instruyó á la juventud en todos los ramos de la Cirugia, solamente la inicia hoy en una de sus partes, la Patologia, que ya constituye de suyo una extensa ciencia enco. mendada, allende los mares, á la explicación de dos ó más catedráticos; y como ella es en suma la parte primera y esen= cial de semejantes estudios, —de aquí que todavía en nuestros dias podamos complacernos en ver al Dr. Valle sentado en la misma cátedra que fundó. ¡Ejemplo digno de loor, y sobre todo digno de imitación! (1) (1) Algunos años después de escrita esta “Página”, es decir, el 2 de Diciembre de 1880, se inauguraba en esta capital la anhelada Clí- nica de Partos, gracias sobre todo á la iniciativa del Dr. D. Nrico- LAS J. GUTIERREZ, Rector entónces de nuestra Real Universidad, quien con un celo incansable había gestionado constantemente cerca de las Autoridades Civil y Eclesiástica para la concesión del pequeño y mo- desto local que hoy ocupa la citada Clínica, así como para la pronta conclusión de sus obras, á fin de que no se perjudicara por más tiempo la enseñanza, ni por más tiempo se defraudaran las esperanzas de los que se interesan por los adelantos de la Facultad de Medicina. (V. Ga- ceta Médica de la Habana, año TIL, páginas 53 y 79).—Pero el nombre del Dr. Gutiérrez no está únicamente ligado á esa útil fundación, pues en el año de 1839 abrió un curso de grandes Operaciones de Cirugía en el Hospital Militar, hechas en el cadáver, curso que fué el prime- ro que se dió-en esta ciudad; abrió por la misma época otro de Clínica Quirúrgica, también el primero que aquí se dió; y en ese mismo año, dos veces á la semana y por las noches, en el Museo del referido Hos. pital, explicó un curso de Obstetricia. Las lecciones del curso de Operaciones Quirúrgicas fueron recogidas y publicadas por el Dr. D. José Atanasio Valdés (*).—Marzo 15 de 1883. (*) Breve Manual de Medicina Operatoria, dispuesto en 34 lecciones para el curso de 1839; por Nicolás José Gutiérrez, Doctor en Medicina, profesor de Patología Médica en la Real y Pontificia Universidad, Cirujano Mayor y profesor de Anatomía Descripti- va y Medicina Operatoria en el Real Hospital Militar de esta plaza %.—Habana.— Im- prenta Literaria, calle de Cuba, bajo el convento de S. Agustin,—1839.—1 volúmen de 270 páginas. 443 De LAs INYECCIONES SUBCUTANEAS DE QUININA EN EL TRATAMIENTO 'DE LAS FIEBRES INTERMITENTES Y DEL REUMATISMO.—Discurso inau- gural del Dr. Miguel Franca y Mazorra. (Sesión DEL 26 DE AsriL DÉ 1874.—V. Anales, t. X. pág. 430). £r. Presidente, —Sres. Académicos, —Señores:—Lleno de júbilo está mi corazón por la honrosa distinción que me habeis otorgado al elegirme para ocupar un puesto entre vosotros. Apenas estaban entreabiertas para mí las puer- tas del camino de la práctica, cuando para alejarme los justos temores que me asediaban, encontré esta mano amiga que admitiéndome en su seno parecía decirme: Ven á parti- cipar del banquete de la Ciencia, del Progreso, y si la duda te asalta algun dia, nuestros fraternales y científicos consejos de ella te alejarán. Al penetrar pues en este Instituto, que habeis sabido ele- var en poco tiempo á tan grande altura, he aceptado el lema que constituye su alma, su vida, su todo, y que se resume en estas dos elocuentes y significativas palabras: Trabajo y Fraternidad. Mis primeros momentos de justo orgullo y regocijo pasa- dos, veo con temor los insuficientes conocimientos científicos que poseo para ocupar dignamente tan distinguido puesto entre mis sabios compañeros; pero, señores, mi grande volun- tad y buenos deseos, ayudados por vuestra benevolencia, suplirán lo que á mi ciencia falte. Obedeciendo á uno de los artículos de los Estatutos que rigen esta Academia, me presento hoy ante V. $. S., no á da- ros uná muestra de una elocuencia que no poseo, pero sí á " someteros el débil fruto de mis trabajos. Al elegir como tema de este estudio el empleo de las inyec- ciones subcutaneas de quinina en el tratamiento de las fie- bres intermitentes y del reumatismo, nos hemos preocupado únicamente de la utilidad que en el terreno de la práctica traería la generalización de este sistema, en un país en el que, casi se puede decir, hay salud porque se da quinina. 444 Os lo repito, Sres., vuestra indulgencia y vuestras luces me son necesarias para suplir las imperfecciones que encontrareis en esta incompleta reseña de una cuestión que, todos sabe- mos, está aún sujeta á la experimentación. Hay en la terapéutica una cuestión capital, que, 4 pesar de los estudios que su grande importancia ha reclamado, está aún envuelta en los misterios de la ciencia; quiero hablar de la absorción de los medicamentos. Aunque el médico no ha podido todavía analizar ni juzgar todas las causas que influyen Y contribuyen á la íntima pe- netración de las materias medicamentosas en la economía, ha tenido sin embargo que buscar la via más rápida y segura para introducirlas en el organismo. Todos conocemos el método hipodérmico, con el cual se pro- pone el médico obtener rápidamente los efectos terapéuticos, inyectando en el tejido laminoso subcutáneo una corta dósis de ciertos medicamentos solubles, muy activos, substrayéndo- los, por este medio, á influencias múltiples y obteniendo resultados terapéuticos con un rigor y una precisión hasta entónces desconocidos. La mayor parte de los medicamentos administrados -por el tubo digestivo producen efectos variables, según el estado más ó ménos favorable de las vias absorbentes. A menudo vemos la eliminación de una cantidad considerable del medicamento administrado; y concretándonos al sulfato de quinina, sabido es, de una manera positiva, que á veces este agente atraviesa el tubo digestivo sin producir otro efecto que el de una irri- tación más Ó menos intensa. Cuando la quinina no ha podido administrarse por la via *gástrica, el médico ha tenido un recurso en el empleo de las lavativas; pero en muchos casos la irritación local producida por el medicamento es tal que el paciente no puede conser- varlas el tiempo necesario para su completa absorción y la devuelve, arrojando así la quinina que el médico se proponía hacer penetrar en el torrente circulatorio. Los otros medios que se han empleado para provocar la 445 absorción de la quinina son: las fricciones, el contacto pro- longado de este medicamento con la piel, empleando para ello varios métodos; pero estos medios son insuficientes, pues la absorción que así se quiere obtener es lenta é imperfecta y nula á veces. | Mrs. Briquet, Lambert, Trousseau y Pidoux han levantado la epidermis por medio de un vejigatorio, aplicando en segui- da una pomada con quinina. De este modo han logrado la absorción del medicamento y obtenido buenos resultados. Pero entre los inconvenientes que presenta este sistema, en- contramos que produce ulceraciones, casl siempre, aún cuando se aplique la-quinina en solución. Estos eran, en una palabra, los modos de administración del sulfato de quinina; pero el trabajo, que conduce al pro- greso en todas cosas, descubrió otra via de absorción para este medicamento, empleando las inyecciones subcutaneas. El descubrimiento de este nuevo método de administración de la quinina data ya de algunos años; pero caido y aban— donado en el olvido, vuelve hoy á ser el objeto de serios estudios y de nuevas experiencias. Los profesores Schachaud, de Esmirna, J. W. Moore, de Bombay, y Erlenmeyer dicen haber obtenido buenos resul- tados con el empleo dle las inyecciones subcutáneas de sul- fato de quinina en varios casos de fiebres intermitentes. El Doctor Desvignes asegura haber curado en Toscana, por este medio, muchos centenares de obreros que padecían de la fiebre paludea (Trousseau y Pidoux). Somann, afirma que, en un caso, obtuvo la desaparición de unas tercianas con sólo dos inyecciones, conteniendo cada una diez centígramos (0 gr. 10) de sulfato de quinina; y hace notar que un gramo (1 gramo), administrado por la via gás- trica, no produjo ningun resultado. También han empleado este método Rosenthal, Zuelzer, de Berlín, Paul y Jarotzky, de Breslau, Do con eañados satisfactorios. Debemos señalar, sin embargo, las opiniones de Pletzer, 446 Fronmiiller, Gualla, de Brescia, que declaran no haber obte- nido las mismas ventajas. | En Francia, gracias á la iniciativa del Dr. Bourdon, empie- zan á generalizarse las inyecciones hipodérmicas de sulfato de quinina para todos aquellos casos en que se tiene que hacer uso del medicamento. El ha sido el primero que las haya empleado en el reumatismo articular agudo y con OS resultados. En el curso de nuestros estudios, y bajo la sabia dirección del Dr. Bourdon, tuvimos ocasión de experimentar este nue- vo método, y, como se verá por las observaciones de los casos siguientes, obtuvimos un completo éxito. Caso L[—En un primer caso se trataba de nna enferma de 27 años de edad y de fuerte constitución, que entra en el hos- pital de “la Charité” (París).el 2 de Mayo de 1873. Nos refiere la enferma estar con fiebre hacía ya diez dias; pero con la particularidad de que ésta no le daba sino cada dos dias: en uua palabra, nos pintó un cuadro de sintomas que no permitía la duda en el diagnóstico. La enferma tenía una fiebre intermitente de forma tercianaria. La paciente vomitaba con facilidad y tevía los signos de un embarazo gástrico, por lo que creimos deber administra el sulfato de quinina por medio de las inyecciones subcuta- neas. | Al siguiente dia de la entrada de la enferma en el hos- pital, le administramos dos inyecciones, conteniendo 0,20 cen- tígramos de sulfato de quinina cada uua. La enferma pasó el día sin novedad. Pulso: 78. A la media hora de inyectada la primera dósis, encontra mos en las orinas, tratadas por el biyoduro de potasio, los signos de la absorción del medicamento. Al segundo dia de tratamiento (dia 4) tiene la accesión, que aparece á las 9 de la mañana. El pulso acusa 96 pulsaciones por minuto. Se le administran 0,50 centígramos de sulfato de quinina en dos inyecciones. Por la tarde el pulso marca 80. 447 El tercer dia no hay fiebre. Se aumenta de 0,10 centigra- mos la dosis de quinina. El cuarto dia (dia 6) se le pusieron dos inyecciones de 0,30 centígramos cada una. Pulso: 80 por la mañana y por la tarde. ; La enferma acusó los fenómenos quínicos, y á partir de ese dia la fiebre no se volvió á manifestar. El bazo disminuyó de volúmen; saliendo la enferma en convalecencia á los ocho dias de su entrada en el hospital. Debemos agregar que las inyecciones fueron disminuyén— dose progresivamente después de desaparecido el paroxismo, y que las picadas de la cánula no ocasionaron el menor acci- dente. Aquí, como se ve, el éxito fué completo. En este otro_caso, que vamos á transcribir, el triunfo fué más completo,“como se ver. Caso II—8e trataba de un enfermo (Mr. A. Gadois, Vibraye) de 42 años de edad, herrero de oficio, que pade- cia: de fiebres intermitentes, tercianarias, hacía ya dos meses. Durante este tiempo había tomado sulfato de qui- nina á dosis elevadas, sin obtener ninguna modificación en la fiebre. En este estado se hallaba el enfermo cuando nos hici- mos cargo de asistirlo. Empieamos el arsénico combinado con el sulfato de quinina; y como pasaron algunos dias sin que la fiebre desapareciese, nos decidimos á emplear las inyee- ciones subcutaneas. No estará de más señalar que el paciente no cambió siquiera de habitación, á pesar de haber sido nues- tra primera indicación, encontrándose por lo tanto en las mis- mas condiciones cuando se empezó el nuevo modo de admi- nistración de la quinina. El dia 10 de Julio de 1373 le admiuistramos, por la piel, 0,50 centígramos de sulfato de quinina, en dos inyecciones; la primera, hora y media antes del paroxismo; la segunda- al fin.. ? ; Al siguiente dia no hubo fiebre. La dosis de quinina se aumentó de 0,10 centígramos, y así sucesivamente hasta lle- 448 gar á inyectarle un gramo diario y durante dos dias. La fie- bre se había modificado favorablemente desde el tercer dia de tratamiento, para desaparecer por completo al sexto. Las dosis de quinina se le fueron disminuyendo progresi- vamente. Volvió'el apetito y la salud, y al mes y dias tuvi- mos el gusto de ver á nuestro enfermo entregado de nuevo á sus ocupaciones. Los fenómenos quínicos aparecieron varias veces, y en esos casos la segunda dosis del medicamento fué retardada de algunas horas. También tuvimos uno de los ligeros inconvenientes de las inyecciones hipodérmicas, y fué la formación de una escara, pero que pronto desapareció. Hasta aquí vemos la utilidad de este método empleado en la fiebre intermitente; pero ya. hemos dicho que en todos los casos en que haya que administrarse la quinina, se puede usar de él con grandes ventajas. k Caso III.—Yn la “Charité” (París. Servicio de Mr. Bour- don) hemos observado una joven, de 16 años de edad, que entró en el hospital por dolores reumáticos que decía sufrir hacía ya algunos dias. La articulación coxo-femoral izquierda era el sitio de los padecimientos, así como las articulaciones témoro-tibial y húmero-cubital del mismo lado. Antes de venir al hospital ya le habían puesto vejigatorios y ventosas en el miembro inferior, sin obtener ningún resultado, La debilidad de la enferma era grande; tenía fiebre y su- fría mucho. En este estado se encontraba cuando le adminis- tramos 0,20 centígramos de sulfato de quinina en una inyec- ción. (20 de Mayo 1873). Los dolores continuaron siendo los mismos al siguiente dia; pero hubo una modificación en el pulso, que latiendo 91 pul- saciones por minuto la víspera, habían ya disminuido de 6. Se le aumentó la dosis de sulfato de quinina de 0,10 centígramos. Al tercer dia de tratamiento la enferma acusa dolores en 449 todas las articulaciones; habiéndosele también notado, á la auscultación de la región precordial, los signos de una ligera pericarditis. Pulso: 78. Este dia se le administran 0,40 centígramos de sulfato de quinina en dos inyecciones; y en los dos siguientes esta dosis se aumenta de 0,10 centigramos por dia, sin que se note me- joría en la paciente. Como la enferma presentaba ya los signos de la intoxica— ción quínica, la dosis de sulfato de quinina se le siguió admi- nistrando, disminuyéndola progresivamente hasta el noveno día de tratamiento, que cesó por completo, pues la enferma no acusaba dolor alguno. La fiebre había desaparecido, así como los sudores profusos que se notan en el reumatismo. Esta emferma tuvo dos abcesos ocasionados por la irrita- ción local que producen á veces las inyecciones; pero éstos se abrieron y cicatrizaron fácilmente. “Al mes vimos 4 esta joven, que nos dijo no haber vuelto á tener la menor novedad. Algunas otras observaciones podriamos citar; pero hemos querido limitarnos á señalar las que nos son propias, hacien— do abstracción en ellas de todos aquellos detalles que no con- tribuyen á hacer apreciar el empleo de las inyecciones hipo- dérmicas de sulfato de quinina, que es el objeto á que tienden nuestros esfuerzos. La absorción y eliminación del sulfato de quinina, introdu- cido por la piel, se hace con mucha regularidad, y, podemos decir, con más precisión que por los otros métodos. - Sus efectos se notan regularmente á los tres cuartos de ho- ra, después de la administración del medicamento, algunas veces antes; pero nunca tarda más del tiempo que fijamos. En ese momento los riñones eliminan una cantidad notable del medicamento. En cuanto á la dosis que se deba de emplear nada podemos señalar de fijo, pues ésta varía según los efectos que el médi- co se propone obtener y según la naturaleza del enfermo y de la enfermedad; sin embargo, hay que tener en cuenta que T. xIx.—57 450 mientras más elevada es la cantidad de quinina administrada, más rápida es la absorción y más tarda la eliminación en efectuarse. Mr. Bourdon dice (Lecciones orales) haber observado la acción del sulfato de quinina, dado á la dosis de 0,40 centí- - gramos en una inyección, á los veinte minutos. La elimina- ción se ha completado á las veinte y cuatro horas. En los casos en que se han dado sólo 0, 20 centígramos, la acción fisiológica y terapéutica del sulfato de quinina ha tardado mucho en presentarse, habiéndose completado la eliminación del medicamento á las nueve horas. Nada de particular tenemos que señalar sobre la acción fi- glológica del sulfato de quinina introducido por la piel, pues no difiere de los fenómenos observados cuando se adwinistra el medicamento por otra vía. Dijimos que no se podía señalar una dosis; pero teniendo en cuenta la rapidez de acción del medicamento inyectado, fácil es administrar la cantidad que se desea según el caso, calcu- lando con Pihan-Dufeillay, que debe de inyectarse una dosis igual á la mitad de la que corresponda por la vía gástrica. La preparación que hemos empleado es la misma que sirve á las experiencias del Dr. Bourdon: Agua destilada ae diez gramos. Sulfato de quinina bibásico.... un gramo. 'ACIdO LALLLICO ==. ei . . Cincuenta centígramos. M. s. a. Se pone el ácido tártrico en vez del ácido sulfúrico, si- guiendo la indicación de Claudio Bernard, que dice que el organismo tolera mejor los ácidos vegetales que los minerales. De lo expuesto creemos poder deducir: 1.2 Que la rapidez y la seguridad de acción del sulfato de quinina inyectado, es una gran ventaja que hace este mé- todo superior á los otros conocidos y que en nuestro clima será un precioso recurso contra la perniciosidad paludea y más en 451 aquellos casos especiales en quela vía gastro-intestinal se encuentra inerte á los afanes del médico y de la asistencia que rodea al enfermo. 2.2 Otra ventaja presenta, y es la de dejar intacta la vía gástrica, lo que favorece notablemente la convalecencia del enfermo. : Al finalizar, permitidme, señores, hacer votos por el progre- so de esta Academia y expresar mi admiración y respeto há— cia los que tuvieron la gloriosa idea defundar una Institución que tan altamente nos honra.—He dicho. ContesTAaCIÓN AL Disourso INAucuraL DEL Dr. Franca Y Mazo- RRA; por el Dr. Gabriel M* Qarcía. (Sesión DEL 26 DE ABRIL Da 1874). (V. Anales, t. X. pág. 431; y XIX, pág. 443). Sr. Presidente,—Sres. Académicos:—La Academia de Cien- cias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana cuenta desde hoy entre sus miembros numerarios al distinguido joven pro- fesor D, Miguel Franca y Mazorra. Alumno externo que fué de los hospitales de París é interno provisional en el servicio de Mr. Bourdon durante el sitio y la Comuna, no es extraño que el Dr. de las Facultades de París y Barcelona dirigiera sus estudios hácia el empleo del hidrato de cloral en los partos y en la eclampsia, estudios que se hacían entonces con el fin de regularizar el trabajo en presencia de partos difíciles y demasiado largos. Reunir y analizar los diferentes artículos que sobre la materia se publicaban, tanto en Francia por Mr. Bourdon como en Inglaterra por Mr. Lambert, fué desde lue- go su proyecto de tesis para el Doctorado, de la que ha hecho homenaje á la Academia; memoria abundante en he- chos prácticos y fecunda en conclusiones, Como lo acabais de oir, el nuevo académico ha elegido por tema de su discurso inaugural las inyecciones hipodérmicas 452 del sulfato de guinina para todos aquellos casos en que se tiene que hacer uso del medicamento. “Abandonado, dice, este método al olvido, vuelve á ser hoy el objeto de serias consideraciones y de nuevas experiencias.” No nos sería difícil hacer una revista histórica de las alter- nativas que ha sufrido este método, que puede decirse es tan antiguo como la Medicina, porque desde que se intentó com- batir una afección local con tópicos resolutivos ó destructores se realizó esa idea. Los antiguos ignoraban la existencia de la absorción y de la circulación: el medicamento llegaba al si- tio del mal por imbibición, sin sospechar que, por superficial que fuese un tumor por ejemplo, el medicamento, antes de legar á él, debía atravesar una capa vascular que lo arrastra- ría primero al torrente circulatorio; pero, por defectuoso que fuese este principio, fué fecundo en invenciones terapéuticas, y el método de-la yatralepsis quedó constituido en un gran método á fines del siglo pasado y principios del presente. Interesante sería, penetrando en el pasado, referir las mo- dificaciones que ha sufrido este método y sus numerosas apli- caciones desde Hipócrates hasta los trabajos de Pravaz en 1853. Los líquidos más diversos han servido sucesivamente para las inyecciones, y puede decirse que ninguna serosa, nin- guna cavidad cerrada ha escapado, en caso de derrame, á este género de tratamiento: —artículos interesantes surgen de to- das partes, abriendo al método nuevos horizontes; pero esta narración nos llevaría muy lejos en su desenvolvimiento. Después de estudiar el Dr. Franca los efectos variables de los medicamentos administrados por el tubo digestivo y en especial el sulfato de quinina, la vía gástrica y la intestinal le han parecido defectuosas, puesto que el agente, dice, en mu- chos casos atraviesa el tubo digestivo sin producir otro efecto que el de una irritación más ó menos intensa. Hace relación de los otros medios que se han empleado para provocar la absorción de la quinina, como las fricciones, el contacto prolon- gado de este medicamento, empleando para ello diversos méto- dos, pero todos de absorción lenta, imperfecta y nula á veces. 453 Narrador de los hechos que ha observado bajo la dirección de Mr. Bourdon, iniciador éste y propagador en Francia del nuevo método, obtuvo en todos los casos un éxito completo, no sólo en las fiebres sino tambien en el reumatismo. De es- tos hechos, de estas observaciones y experimentos pasa á la absorción, eliminación y dosis del medicamento, estableciendo por último la superioridad del método á los otros conocidos; que será un precioso recurso en nuestro clima contra la perni- ciosidad paludea, y más en aquellos casos especiales en que la vía gastro-intestinal se encuentra inerte; y, finalmente, la integridad de la vía gástrica, lo que favorece notablemente la convalecencia del enfermo. Tales son las conclusiones de su trabajo, que, como se ve, no tiene otro objeto que darnos á conocer los experimentos que ha podido practicar en Francia sobre las inyecciones subcutaneas del sulfato de quinina aplicado á las fiebres. Y en Verdad que un método que generalizase entre nosotros ese modo de administración de la quinina, sería de la mayor im- portancia en un país como el nuestro, en que la forma perni- ciosa de las fiebres paludeas domina á veces la patología cu- bañar 4 Aquí terminaría, Sres. Académicos, dándole la más cordial bienvenida y felicitando á la Academia, que tiene ya en su se- no á tan digno é ilustrado compañero, si no se nos ocurrieran algunas reflexiones nacidas de nuestra corta experiencia en el pais que habitamos. En efecto, desde que las inyecciones hipodérmicas están en boga, los operadores han tenido el cui- dado de estudiar las complicaciones inflamatorias que suelen tener lugar en la picadura de la piel. Si bien es verdad que estos accidentes raras veces son graves y que hechos excep- cionales no deben servir para condenarlas, sobre todo en los países frios, sin embargo, nos preguntamos si dadas las con- diciones de este suelo las inyecciones hipodérmicas serían tan inofensivas como en Europa. "Todos sabemos que el tétano, el traumático sobre todo, es peculiar á los países cálidos. En la India Inglesa, asegura un cirujano militar, O”Devaine, ha- 454 berse presentado este mal como accidente consecutivo á la inyección subcutánea del sulfato de quinina. Refiere tres casos de estas inyecciones, en los que se declaró el tétano á las 24 horas, terminando todos por la muerte. En una comunicación hecha á la Sociedad de Medicina y Cirugía de Turín por el Dr. Basso-Arnoux, los accidentes pri- mitivos de las inyecciones hipodérmicas del sulfato de quinina se han limitado al dolor, á la formación de una ámpula, á la hemorragia superficial y á la salida del líquido; los secunda-, rios han sido el enquistamiento del líquido, la equímosis, la inflamación del tejido celular, la induración consecutiva, el abceso y escara más Ó menos profunda; y los medios propues- tos para remediar estos inconvenientes han sido: la anestesia local con un pulverizador antes de proceder á la operación; levantar la piel é introducir la aguja en ángulo recto con la base; calentar el líquido á la temperatura del cuerpo; hacer una presión sobre el líquido inyectado, y aplicar una capa de colodión sobre la picada, que debe hacerse sobre un plano resistente como la región temporal. Despréndese de todo lo expuesto, que las inyecciones hi- podérmicas, sean de la naturaleza que fuesen, no son tan ino- fensivas, pues todos los operadores toman sus precauciones para evitar los peligros. Entre nosotros, la admivistración del opio bajo esta forma ha dado resultados satisfactorios; pero, á no dudarlo, los casos pueden ser funestos cuando no se conoce de antemano la tolerancia del enfermo por este medicamento. Cítase una mujer de 50 años, que sufriendo de una ciática, fué víctima de una falta de esta precaución indispensable: medio grano de morfina, ó sean 32 milígramos, fueron inyectados en el punto más doloroso; y esta mujer se puso rápidamente in- sensible y sucumbió con todos los síntomas del envenena- miento. En Alemania, sobre 30 casos de neuralgia, en los que las inyecciones hipodérmicas habían sido empleadas, se ob- servaron accidentes congestivos y aún de forma paralítica. Ahora bien: sin que pretendamos imponer nuestras creen cias, pensamos que la vía gastrointestinal será siempre la 455 natural y preferible en la mayoría de los casos para la intro— ducción de los medicamentos. La más facil para la administra- ción de la quinina es la de la boca. Verdad es que hay casos, en que es preciso abandonarla: ciertos enfermos no pueden tragar la quinina, otros la vomitan al momento de ingerida; los niños pequeños se resisten á ella; y en los casos de gastritis Ó de gastralgia violenta es preciso desechar este proceder y ocurrir á las lavativas. En los casos de fiebres perniciosas, cardiálgica y colérica, en que los vómitos repetidos y las diarreas caracterizan la enfermedad, lo mismo que en la co- matosa, en estos casos llena una indicación soberana el méto- do hipodérmico. Haec scripsimus sub sole- cubano. Al dar la enhorabuena á nuestro nuevo compañero de Academia, nos halaga la esperanza de que, por su asiduidad y buena disposición en favor del instituto, no podrá menos de dejar bien demostrada la justicia y oportunidad de su elec ción. Nuevos DATOS ACERCA DE LA RELACIÓN ENTRE LA FIEBRE AMARILLA Y EL Mosquito; por el Dr. Cárlos Finlay. (SESION DEL 24 DE MARZO DE 1883). Sr. Presidente, Sres:—En una Revista crítica que trae la entrega de Enero de los Archivos de Medicina Naval de Paris, el distinguido autor de la “Etiología y Profilaxia del Tirus amarillo,” Dr. Corre, analiza y en términos muy corteses cri- tica mis dos folletos sobre el Mosquito y sobre Patogenia de la fiebre amarilla, que ya he tenido la honra de presentar á V. V. S. S.—Consecuente con principios que aquí mismo he defendido, me considero obligado á comunicaros las objeciones presentadas por tan competente colega, y aprovecharé esta ocasión para replicar con más extensión de la que los límites . de una simple correspondencia al Director de esos Archivos me lo han permitido. Ocupándose del segundo folleto y después de resumir en 456 un breve extracto los puntos más esenciales de mi teoría pato-. génica, opina el Dr. Corre que no deben admitirse sin alguna reserva los hechos que he presentado, alegando tres conside- raciones que traduciré textualmente. La primera dice asl: “Esos hechos suponen, en primer lugar, la existencia de una lesión rigorosamente científica en la fiebre amarilla: la dege— neración grasienta de los pequeños vasos y de los parénqui- mas. La esteatosis es, sin duda, bastante notable en esta enfermedad para ser tomada en seria consideración, y, tanto por su constancia ordinaria como por el alto grado de su de- sarrollo habitual, adquiere el valor de un signo patoguomó- nico. Pero también se encuentra esa degeneración en las otras pirexias graves y, en la fiebre amarilla, la gravedad de los casos dista mucho de guardar siempre relación con el es- tado grasiento de los capilares y de los órganos. Suele verse algún enfermo, quien apenas presenta ligeras trazas de granu - laciones grasientas en los capilares de la mucosa gástrica y en las celdillas del hígado y de los riñones, como: muy re— cientemente lo hemos podido comprobar en excelentes pre- paraciones hechas en la Guayana por nuestro colega el Dr. Hache. Si la lesión principal algunas veces falta, ó si ella per- manece poco apreciable, esto significa sin duda, que no ha de ser la expresión inmediata ó necesaria de la infección mis- ma, y se hace difícil subordinarle, de una manera demasiado exclusiva, el conjunto de las lesiones secundarias y de los sintomas que de ella dependen.” Convencido de mi propia insuficiencia, no pretenderé Sd tir el punto histológico; pero sí debo cs observar que el Dr. Corre inconcientemente ha sustituido la expresión “dege- neración grasienta” 4 la de “lesión endotelial” con que yo había designado la localización del virus de la fiebre amarilla en las paredes vasculares. Aún cuando la técnica histológi- ca, hoy tan adelantada, no permitiese reconocer directamente alteraciones del endotelio anteriores 4 la manifestación de vesículas grasientas en las paredes de un vaso capilar, creo' que según la fisiología normal y patológica no cabe dudar 457 que alguna lesión trófica ha debido preceder siempre, crono- lógicamente, á la aparición de la grasa en las células endotelia- les; siendo esto así, y si admitimos que la sustitución de la grasa al protoplasma ó álos núcleos de esas células no es sino la expresión final de alguna lesión previa, difícil Ó, quizás, imposible de comprobar en su origen, ¿ao será lógico suponer que alguna vez esas lesiones del endotelio vascular habrán podido ocurrir y aún dar lugar 4los trastornos circulatorios que he señalado en la fiebre amarilla, sin quela degeneración grasienta haya llegado 4 pronunciarse? Advierte el autor de la Revista que también en otras pire— xlas graves se observa la tendencia á las degeneraciones gra- sientas; pero hay esta diferencia: que en ellas la observación clínica no nos conduce como en la fiebre amarilla, con la irre= sistible fuerza de la sana lógica, á buscar en las paredes de los vasos capilares una resistencia disminuida que explique, ya la tendencia general á romperse que esos vasos manifiestan en el último período de la enfermedad, ya la incapacidad de la membrana endotelial para impedir la salida de las hematias, cuya integridad no parece haberse alterado. La inconstante relación entre la gravedad de los casos y el grado de degeneración grasienta de los capilares encontrado en las autopsias, tampoco debe extrañarse, puesto que la mis— na inconstancia.se observa respecto de la intensidad de la lesión cutánea óintestinal en las fiebres eruptivas ó tifoi— dea. Jaccoud dice al hablar de esta última: “si de una mane” ra general puede admitirse una relación entre la multiplici- dad de las lesiones y la gravedad del mal, esta proposición no es, sin embargo, absoluta y suelen sucumbir algunos indivi- duos cuya autopsia no revela sino dos ó tres placas invadidas.” No creo que el ilustre profesor deje por.esta circunstancia de considerar las lesiones de las placas de Peyer y de los folículos solitarios como localizaciones morbosas específicas, así como tampoco la objeción del Dr. Corre excluye la localización que defiendo del virus de la fiebre amarilla eun el endotelio vascular. T. xIx.—58 458 La segunda objeción dice así: “Fl estado de concentración de la sangre encontrado por los doctores Finlay y Delgado está en completa oposición con los resultados obtenidos por la inmensa mayoría de observadores. La sangre, según Jaccoud, no presenta ninguna alteración primitiva apreciable; al cabo de pocos dias, en el segundo período de la enfermedad, pre- senta los caracteres de sangre disuelta, no se coagúla, no se enrojece al aire; los glóbulos rojos están alterados en su forma y en su volumen, muchos están destruidos; el suero está coloreado por la hematina disuelta; y las observaciones he- chas en Barcelona, en 1870, han demostrado un grau núme- ro de gránulos de grasa y de pigmento oscuro. Este estado de la sangre varía en su grado según la precocidad y la abun— dancia de las hemorragias, y esto quizás explique la falta de acuerdo entre los observadores relativamente á las alteracio- nes microscópicas de este líquido,” Después de esta cita con- tinúa diciendo: “El aumento progresivo del número de gló- bulos desde el segundo hasta el sétimo dia de la enfermedad, relegaría de un modo general el máximum de la cifra globu- lar al período en que se manifiestan las hemorragias, lo cual, unido al no haberse alterado la coloración, la forma ni las dimensiones de las hematias, está en oposición con los ex- perimentos de Hayem. Sabido es que este fisiólogo ka de— mostrado que las pérdidas sanguineas siempre producen una disminución en el número de los glóbulos, disminución gra- dual que lentamente llega á su máximum y guarda relación con alteraciones más 4 menos aparentes en la forma, en el diá- metro y en el color de esos elementos.” A esta objeción contestaré recordando las minuciosas pre- cauciones que hemos tomado, el Dr. Delgado y yo, para evitar causas de error, y que excuso repetir porque están consigna- das en la interesante Reseña de nuestro apreciable colabora- dor y en mi Memoria. Esas precauciones no consta que las hayan tomado los otros observadores, cuyos resultados acerca de la cifra globular en la fiebre amarilla he visto hasta aho- ra publicados. No es, empero, tan general como parece indi- 459 carlo ebautor de la Revista, la oposición de nuestros resulta dos con los de otros observadores cuanto á la concentración de la sangre en el segundo período de la fiebre amarilla. El Dr. Laroche (On Yellow Fever, II, 170), después de aducir pruebas de la disminución de la fibrina en la sangre de los que padecen esa enfermedad, agrega: “mientras que estas al- teraciones ocurren en la fibrina, la cantidad de glóbulos rojos se halla aumentada de una manera absoluta Ó en proporción más alta relativamente á la fibrina, queen estado de salud; además la cantidad de materias sólidas se halla con frecuencia mayor que en la sangre normal.” Luego refiere el mismo autor los resultados de análisis practicados por el profesor Rogers de Filadelfia, el año de 1855, en sangre de enfermos de fiebre amarilla tomada en vida, durante el segundo período de la enfermedad. Admitiendo que la sangre normal con- tiene 790 partes de agua y 910 de materias sólidas, la mues- tra tomada en vida del eufermo presentó 785 partes de agua y 215 de materias sólidas. Otra muestra de sangre tomada después de la muerte presentó, por el contrario, 815 partes de agua y 185 de materias sólidas. Es digno de notarse que la misma deficieucia de los tabiques vasculares, á que atribu— yo la filtración exagerada y la concentración de la sangre mientras la presión sanguinea sigue comprimiendo ese líquido contra las paredes de los vasos, explica también la dilución encontrada por el profesor Rogers después de la muerte, cuan- do habiendo cesado el movimiento circulatorio, los líquidos perivasculares sólo obedecen á las leyes físicas de la endos- mosis y, en virtud de su menor densidad, penetran más rá- pidamente hácia el interior de los vasos cuanto ménos resistencia presenten sus paredes. En lo referente á la deformación y disolución de las hema- tias durante el segundo período de la fiebre amarilla, hace muchos años ya que el profesor Leidy de Filadelfia demostró no ser por lo menos generales esas alteraciones; pero, sin re- montarnos tan lejos, tenemos á mano las excelentes fotografías de nuestro distinguido miembro corresponsal el Dr. Stern- 460 bero, de la Comisión Norte-Americana de la fiebre amarilla, que demuestran de una manera palmaria la integridad de los glóbulos rojos en todos los períodos de la enfermedad. Tampoco observó el Dr. Sternberg en sus 98 preparaciones, sacadas de 51 casos de fiebre amarilla, que las hematias- presentasen más tendencia á almenarse que en estado de sa- lud. Si mal no recuerdo, ese concienzudo y sagaz observador me manifestó que en sus primeras preparaciones él tambien solía encontrar muchas hematias rotas y deformadas; pero pronto pudo convencerse de que esto provenía de un método de preparación defectuoso, no habiéndose presentado esas alteraciones después que logró evitar la compresión de las hematias por el cubre- objeto. La diminución del número de glóbulos por efecto de las pérdidas de sangre, lejos de haberla negado, la he aducido para explicar los casos excepcionales que habíamos encontra- do. En la pág. 10 de mi Memoria decía así: “Las raras ex— cepciones que se nos presentaron debieron atribuirse, dos veces, á la circunstancia de no haberse podido practicar el conteo hasta el último período de la enfermedad, cuando ya se habían declarado hemorragias pasivas de excepcional abundancia”.... Luego nv he negado los resultados experi- mentales de Hayem. Mas esto no impedirá el que, aún en esos casos, la cifra globular resulte superior ó inferior á la normal, según el grado de concentración sanguinea que haya precedi- do álas hemorragias y según la mayor ó menor abundancia de éstas. Por lo demás es evidente que no he pretendido que en cada caso Ja cifra globular deba precisamente ofrecer un aumento progresivo desde el 2% hasta el 7% dia, sino que éste es el orden que presentan los promedios de nuestros con- teos en los dias sucesivos de la enfermedad. La tercera objeción se funda en que “la conservación de las hematias en su Integridad parece poco conciliahle con la producción del íctero hemafeico; pues la materia colorante no puede aumentar en el suero de manera que llegue á pro- ducirse ese fenómeno, sin que un gran número de los glóbulos 461 rojos hayan sido destruidos dentro de las vias circulatorias.” He recurrido ya 4 las fotografías de la Comisión Norte- Americana para demostrar que la conservación de la integri— dad de las hematias en el segundo período de la fiebre amarilla no es una hipótesis, sino un hecho real y verdadero. ¿ame permitido presentar ahora otra fotografía del mismo Dr. Sternberg, en la que se ven fotografiadas las hematias, más Ó menos privadas - de su materia colorante, y cuya pre- sencia en el sedimento del vómito negro está generalmente admitida. En la fotografía se ven esas hematias con sus con— tornos normales y la depresión discuidea característica; que— dando así comprobado quae los glóbulos rojos pueden “perder su materia colorante sin que su peréuquima haya sido des- truido, y, como quiera que yo no he pretendido determinar si la coloración de la sangre en la fiebre amarilla reside en los glóbulos Ó en el suero, resulta que este argumento en nada puede invalidar las observaciones que sobre la cifra globular en esa enfermedad hemos presentado. Aquí termina la parte de la crítica que se refiere á mi Patogenia de la fiebre amarilla, y acepto gustoso el calificati- vo de Teoría patogénica, como la desiena el Dr. Corre, porque expresa, en efecto, mejor la índole de mi trabajo y también la intención que me impulsó á redactarlo. Tres objeciones presenta igualmente el autor de la: Revista á mi hipótesis de que pueda ser el mosquito el agente de propagación de la infección amarilla. “No creemos, dice, en el carácter parasitario de la fiebre amarilla, y confesamos que nos parece difícil de admitir que una materia infecciosa de carácter químico pueda ser recogida de esa manera y llevada en cantidad suficiente para determinar una inoculación fruc- tuosa en los individuos predispuestos.” Esta apreciación puramente teórica, como lo reconoce su autor, no parece que pueda sostenerse en vista de los consa- bidos experimentos de Panum y de Hiller, quienes, inoculan- do los productos de descomposición de carnes y de líquidos animales en que no figuraba ningún organismo microscópico 462 visible, observaron que la virulencia no tan sólo se reproducía sino que iba adquiriendo mayor actividad en las inoculacio- nes sucesivas, de tal manera que en la décima bastó 1,120 de gota para causar la muerte de un conejo en el término de 52 horas. Además, conviene tener presente que en ún foco -epidémico donde á un mismo tiempo abunden enfermos de fiebre amarilla, sujetos en aptitud de contraer esta enfermedad y mosquitos de la clase que puedan llevar la infección, no será precisamente uno solo de estos dípteros infestantes, sino varios y quizás muchos los que podrán inocular al recién venido que se encuentre á proximidad de un caso de esa en- fermedad; pudiéndose, quizás, atribuir á esta circunstancia la gravedad mucho mayor que revisten los casos interio- res de fiebre amarilla, originados dentro de los mismos hospitales durante las epidemias. Por otro lado, á los que admiten la naturaleza parasitaria de la materia morbígena transmisible de la fiebre amarilla, puedo presentar un caso práctico que demuestra la aptitud de las lancetas del mosquito para retener gérmenes vegetales y permitir su crecimiento y desarrollo dentro de su misma ca- _vidad. El dia 4 de este mes, queriendo averiguar el efecto de los reactivos colorantes en las lancetas del mosquito, saqué de un frasco tapado con algodón un C. mosquito de variedad pequeña, que yo couservaba desde 20 meses, por ser el que había picado el 16 de Julio de 1881 4 un enfermo de fiebre amarilla en la casa de salud de Grarcini y luego sirvió para mi segunda inoculación, referida en la pág. 22 de mi «folleto sobre el Mosquito. Separé la cabeza del mosquito, recibién - dola en una gota de violado de metilanilina, sobre uu porba- objeto bien limpio; la dejé empaparse algunos instantes, y ha- biendo desenvainado parcialmente las lancetas con dos agujas, cubrí la preparación con una campana de vidrio para que se secasen al abrigo del polvo. Alcabo de una hora traté la preparación varias veces con esencia de clavo, para disolver ei exceso de metilanilina y dar transparencia á la pieza. Una vez escurrida la esencia, calenté una gota de bálsamo de 463 Canadá en un cubre-objeto, que vertí sobre la preparación, - quedando ésta definitivamente fijada. Pues bien: en esta pie- za se ve admirablemente delineado, por haberse fijado en él la materia colorante azul, el micelio delicadísimo de un hon- go que se extiende desde la misma punta de la lanceta prin- cipal hacia el botón terminal de la vaina, recorre el interior de ésta, envía alguna rama sobre las escamas laterales de una de las mandíbulas y se reune con otros dos filamentos más gruesos hácia el tercio superior de la lanceta principal, for mando en el punto de cruzamiento una masa globular, órga- no de fructificación del hongo; llegadas las ramas superiores del micelio 4 la raíz de la trompa, unas se dirigen hacia uno de los palpos, en cuya extremidad se destaca, muy visible, otra masa globular que parece llena de esporos ó de espori- dios, miéntras que los demás filamentos azules, después de for- mar una redecilla azul en la base de la trompa y sobre el último artículo de una antena, terminan también allí en una masa globular azul que parece ser un esporavgio algo menos desarrollado que los dos anteriores. Debo advertir que nues- tro ilustrado colega el Dr. Ramos, 4 quien enseñé esta prepa- ración, se manifestó muy satisfecho y opina que aún sería posible clasificar el parásito en vista de los caracteres bien de- finidos que presenta. Según los Sres. Cooke y Berkely los hongos parásitos que se han encontrado en las avispas, en las moscas, en las hormigas y en otros insectos, se desarrollan generalmente durante la vida de éstos, siendo opinión de la mayoría de los entomólogos que esos parásitos suelen causar la muerte del insecto. Estamos pues autorizados para deducir que si existiese un microbio, bacteria ú hongo propio de la fiebre amarilla, éste encontraría en la lanceta del mosquito lugar donde alojarse y espacio suficiente para crecer y fructifi- car mientras durase la vida del díptero, el cual, mientras tan- to, después de haber picado á un enfermo de fiebre amarilla, quedaría en aptitud de comunicar la enfermedad en cada pi- cada que luego infiriese á individuos en condición de con- traerla. 464 La segunda objeción estaba ya prevista en mi Memoria: es la impugnación inevitable por haberse practicado los experi- mentos de inoculación dentro de la zona epidémica. El au- tor reconoce, sin embargo, que los resultados parecen favorecer mi teoría. es Llegamos, en fin, á la tercera objeción, que sería un argu- mento capital si resultasen ciertas las previsiones del autor de la Revista; dice así: “Mas ana objeción que desde luego se presenta contra la teoría es la existencia de varias epidemias en mar y en tierra, en latitudes y estaciones incompatibles con las condi- ciones de existencia de los mosquitos. - La fiebre amarilla ha sido observada en el litoral de los EstadosUnidos, en Filadel- fia, en Nueva York, etc.; ha podido alcanzar, después de lar- gas travesías, puertos de la Mancha y del Atlántico Oriental, como Southampton, Brest, Saiat-Nazaire, bajo influencias cli- matéricas demasiado rigorosas para la conservación y la re- producción de seres tan delicados. Es poco probable, pues, que estos insectos hagan un papel tan considerable en la transmisión del tífus amarillo.” Trátase de una cuestión de hechos y sólo con hechos po- dré replicar. El primer ejemplo que se cita como de imcom- patibilidad climatérica entre la fiebre amarilla y las condi. ciones de existencia de los mosquitos, es el de la ciudad de Filadelfia, cuyo caso concreto se halla prácticamente resuelto en la siguiente cita de la obra de Laroche (loc. cit. 1 p. 320), en que se refiere á la epidemia de fiebre amarilla que azotó esa ciudad el año de 1797: “los mosquitos dentro de la ciu- dad eran casi tan molestos como la misma enfermedad; y sin que nada en las condiciones atmosféricas sensibles pudiera explicar tal fenómeno, resultó que en la memoria de los más viejos habitantes no constaba que jamás hubiese ocurrido an- tes semejante abundancia de esos insectos.” Difícil y enojoso sería examinar una por una todas las lo- calidades donde hayan ocurrido epidemias de fiebre amarilla, sobre todo tratándose de comprobar la existencia de un in- 465 secto que, á pesar de hacerse molesto y notable cuando es muy abundante, suele las más veces pasar desapercibido en el caso contrario. : He procurado, pues, resolver el problema de una manera más general, abarcando todos los extremos, para demostrar la completa compatibilidad de la existencia del C. mosquito de Cuba con todas las condiciones climatéricas en que la fiebre amarilla hasta ahora se ha presentado. Ese diptero, en efec- to, resiste todas las temperaturas comprendidas entre 0% y 407 C., si bien sólo puede picar entre los límites de 15* C, has- ta 3776 38% La influencia de la rarefacción artificial del ai- re por medio de un aspirador conectado con un barómetro aneroide, ha demostrado que á pesar de manifestarse el mos- quito ya muy molesto bajo la rarefacción equivalente 4 2,000 hasta 4,000 piés de elevación, esto no siempre le priva de poder picar después que se le ha restituidoá la presión baro- métrica primitiva. Estos experimentos de rarefacción no tie- nen empero el valor absoluto que se obtendría, v. g., en México, donde pudiera llevarse un mosquito cogido en la costa, para observar si pierde Ó no la facultad de picar al lle- gar á las grandes alturas, —Jalapa, Orizaba, México. He aquí el cuadro comparativo que he redactado: Temperatura con la cual ha coin-|- Temperatura en la cual el C. mos cidido la cesación de la fiebre ama- ¡quito queda entorpecido por el frio rilla epidémica en Nueva Orleans, (Siete experimentos). desde 1817 hasta 1851+.— Informe del Dr. Barton en 1854, p. XIII Mínima 15% C, Modia 189 75, Minima 15% C, Media 18%. Máxi- ma 19". Grado de frio con el cual no logró| Grado de frio que puede resistir evitarse la reaparición de la fiebrelel mosquito, en estado de muerte amarilla en el vapor Plymouth/aparente, sin perder la facultad de en 1879. revivir bajo la influencia del calor. (Cuatro experimentos). 0* C. 09 C. Grado de frio eficaz para detener| Grado de frio que impide la definitivamente la propagación delreviviscencia del C. mosquito. la fiebre amarilla (Laroche II, 295).| (Dos experimentos). Fuertes heladas, —1* €, y--4” bajo.cero C. T, XIX.—5)9 466 Calor artificial demostrado eficaz] Grados de calor-que paralizan para detener definitivamente lallos movimientos del C. mosquito: propagación de la fiebre amarilla: [Máxima 59%. Mínima 27*. Media 38*. Estufas colocadas en la bodega| Grados de calorque impiden la re. del buque infectado “Regalía” (ci-viviscencia del O, mosquito. tado por liaroche 11,140). Máxima 43%5 C. Mínima 39*. Me- dia 419 C, Alturas en que excepcionalmen—, Rarefacción artificial queno siem- te han ocurrido epidemias de fiebre|pre paraliza definitivamente la fa- amarilla: 2000 piés (Madrid 1879) y cultad de picar en el C. mosquito. 4000 (Newcastle, Jamaica). 2000, 3000, 4000 hasta 6000 piés. Alturas incompatibles con la pro- pagación de la fiebre amarilla: más de 4000 piés. Por este cuadro se ve claramente demostrado que, dentro de las condiciones climatéricas de la fiebre amarilla, caben todas las de existencia del C. mosquito de Cuba. No terminaré sin dar las gracias al distinguido autor de la Revista francesa por el concienzudo exámen que ha hecho de mis trabajos y por las frases benévolas y lisonjeras que me de- dica; convencido, como estoy, de que una misma idea es la que á ambos nos anima á proseguir el ingrato estudio de la Etio- logía del tifus amarillo: la esperanza de desenmascarar á este secular enemigo de la prosperidad y del progreso, que' desde el descubrimiento viene hostigando las más ricas Comarcas de la América tropical. SESIÓN PÚBLICA ORDINARIA DEL 24 pe Marzo DE 1883. Sres. ACADÉMICOS CONCURRENTES:—Dres. Lastres Presidente, Donoso, Friva, Montejo, Govantes, Finlay, Machado, L. Cowley, J. Torralbas, Vargas Machuca, Mestre Secretario. Abierta la sesión á la hora de costumbre, con la asistencia de los Sres. Académicos que al margen se expresan, dió lec- tura el Secretario general al acta de la pública anterior, que fué aprobada. Peesipencia,—Por enfermedad de los Sres. Presidente y 467 Vice-Presidente, ocupa su puesto el Dr. Lastres, socio fun- dador numerario y Director de la Sección de Farmacia. Quoruu.—El Secretario general manifiesta que, con motivo del temporal ocurrido el 11 de Marzo, no pudo celebrarse la sesión pública ordinaria correspondiente á dicho dia, en el cual no acudieron á la Academia sino los Sres. Finlay, Riva, Delgado y Mestre; y que la presente se efectuaba en sábado, y no el domingo 25, por ser éste el de Resurrección y respe- tando la costumbre establecida. CorrEsPoNDENCIA.—Leyéronse en seguida por dicho Secreta- rio:—1.% tres comunicaciones del Gobierno General, remi- tiendo para la Biblivteca de la Corporación las entregas 358 y 359 de la “Revista de España;” la “Cartilla Razonada de Agricultura Española” por D. Luis Moreno; el “Tratado teó- rico-práctico para el conocimiento de las monedas españolas” por D. Antonio Grarcía González; dos ejemplares del “Método simultaneo de lectura, escritura y ortografía práctica” por D. Aureliano Áres de Parga; y el “Imperio de Marruecos y su. eonstitución;” por cuyas obras se dieron muy atentas gra- cias; —2. un oficio de la misma procedencia, acompañando dos ejemplares de la Gaceta Oficial del 11 y 13 de Febrero, á los efectos que previenen los artículos 27 y 28 de las Or- denanzas de Farmacia allí insertas; y de este asunto se dió traslado á la Sección respectiva;—3. 9 otro id. de igual orí- gen, remitiendo copias de las comunicaciones del Gobierno Civil de Santa Clara, para que la Real Academia se sirva informar acerca de las medidas contrarias al desarrollo y propagación de las enfermedades que diezman el ganado en aquella provincia; habiendo pasado á informe de las Comi- siones de Medicina Veterinaria é Higiene Pública; —4. 9 otro id. del Gobierno General, acompañando dos ejemplares ma- nuscritos del Reglamento para el uso de las aguas mínero-me- dicinales de S. Diego; el que pasó á informe de la Comisión académica de Aguas y Baños Minerales;—5.9 un B. L. M. del Iltmo. Sr. Secretario del Gobierno General, remitiendo al Sr. Presidente de la Real Academia la Credencial de Caba- 468 lero Gran Cruz de la Real Orden de Isabel la Católica, con que se ha servido agraciarlo S. M. el Rey (q. D. g.), y por cuya atención se dieron cumplidas gracias;—6% una felicitación del Profesorado de Cuba por dicha distinción;—7. un ofi- cio del Juzgado de Primera Instancia del Distrito del Prado, acompañando por exhorto del de Bejucal un testimonio de varios particulares concernientes á los honorarios médicos reclamados por el Dr. D. José de la L. Hernández á D. Julian Hernández y Campos; testimonio que fué enviado 4 informe de la Comisión de Medicina Legal;—8.*“ otro id. de esta Comisión, expresando que considera necesario tener á la vista el resultado de la citación contraria, á que se alude en el testimonio remitido á la Academia, á fin de cono- cer los fundamentos del cobro que hace el citado facultativo y de dar mejor cumplimiento á la consulta mencionada; lo que se acordó transcribir al Sr. Juez exhortado;—9. “ otro id. del Sr. Juez de Primera Instancia del Distrito de Belén, remitiendo á la Academia, por exhorto del de Pinar del Kio, un testimonio de varios lugares referentes á la causa por ho- micidio de D? Joaquina Berdesia de Haces; el que fué en- viado á informe de la Comisión de Medicina Legal;—10. ? otro id. del Juzgado de Primera Instancia del distrito del Pilar, acompañando un testimonio relativo al estado mental de D. Salustiano Hernández; el que pasó á la Comisión res- . pectiva, al efecto señalado en dicho oficio; —11.9 otro id. de la Comisión de Medicina Legal, manifestando que no es po- sible que la Academia emita nuevo dictamen acerca del esta- do mental de D. Salustiano Hernández, porque la observación ha sido ampliada durante muy corto tiempo (15 dias), siendo de necesidad, en el caso de que se trata, prolongarla hasta unos sels meses; lo que se acordó oficiar al Juzgado del Pi- lar, para que lo hiciera con su exhortante el de Remedios;— 12.9 otro id. del Juzgado de Primera Instancia del Distrito de Monserrate, remitiendo un machete, por exhorto del de San Cristóbal, para que se practique el análisis químico y se determine la clase de manchas que ofrece; habiéndose devuel- 469 to dicha arma, por no corresponder á la Academia seme- jantes investigaciones, sino á los farmacéuticos de turno, según las disposiciones vigentes; —13.% una invitación de la Real Sociedad Económica de Amigos del País para la sesión solemne, expositiva de sus tareas; acto al cual asistieron los Sres. «Lastres, Horstmaun y Mestre; —14. 9 otra de la Real Universidad, para el Elogio del Dr. Sanchez Bustamante, que se circuló á los Sres. Académicos; —15. 9 otra id. de la Real Casa de Beneficencia para la bendición del Asilo de Mendi- gos, enterándose del mismo modo los Sres. socios;—16. 9 ofi- cio de la Sociedad Odontológica, suplicando se le permita celebrar sus reuniones los sábados 1% y 32 de cada mes en el local de la Real Academia; acordándose de conformidad con la respuesta favorable del Sr. Presidente;—17.“ oficio del socio numerario Sr. D. Adolfo Sáenz Yáñez, disculpándose . por no poder asistir á la sesión en que el Dr. Grancher debía dar su conferencia, y participando á la Academia que ya está autorizada la Subcomisión de Amsterdam para adquirir con fondos del Estado la obra de Ictiología Cubana redactada por el Sr. Poey; autorización debida á la moción presentada por ' el Sr. Sáenz, á la intervención de la Sociedad Económica, al apoyo del Gobierno General y al elevado concepto que ha merecido dicho trabajo. La Academia oyó con el mayor gus- to semejante comunicación;-—18.% oficio del socio corres ponsal Dr. Fernández Caro, expresando su agradecimiento por la buena acogida dada á sus Estudios Antropológicos;— 19. “ otro id. de la Sociedad de Socorros Mutuos “La Caridad” de Gitines, reclamando algunas entregas de los “Anales” que no le han sido remitidas; acordándose dar traslado al Sr. admi. nistrador de los mismos;—26.9 la relación de las autopsias practicadas en el Necrocomio Municipal durante el mes de Febrero último; por la que se dan las gracias á su Director el Sr. Obregón y Mayol;—21. 9 oficio del Dr. D. T. Luis Oliveres, remitiendo desde Badajoz, con opción al título de socio corresponsal, una memoria sobre el Glaucoma; la que pasó á informe de una Comisión ad hoc, 470 BisLtoreca.—Presentó en seguida el Dr. Finlay, Secretario de la Correspondencia nacional y extranjera: —la Crónica Mé- dico-quirúrgica, 3¿—El Progreso Dental, 2;—Boletín de la Sociedad Cubana Protectora de Animales y Plantas, 5 y 7;— El Profesorado de Cuba, 9, 10 y 11;—Memorias de la Sección de Procedimientos del Círculo de Abogados, 10 y 11;--El Bom- bero, 10 y 11;—Boletín Oficial de los Voluntarios, 310;— Avisador Comercial, 58 4 67;—Boletin Comercial, 57 á 66;— Cuba Industrial, 6 y 7;—Régimen Politico de las Antillas Españolas, por D. Francisco de Armas y Céspedes (Gracias);- Revista de las Antillas, 6;—El Repertorio Médico, 2;—La Electricidad, 1;—Revista de España, 359—Revista Minera, de Madrid, 950 y 951;—Boletín de Estadistica demográfico sanitaria de la Península é Islas adyacentes, Noviembre 1882;- Crónica Oftalmológica, de Cádiz, 11—Crónica Científica, de Barcelona, 122 y 123;—El Sentido Católico en las Ciencias Médicas, de id., 2; —La Crónica Médica, de Valencia, 131;— La Oficina de Farmacia Española, 22 Suplemento de la 2% parte;—Vital Statistics de la ciudad de New York, Diciembre 1832 y Enero 1883;—Estadística de natalidad y mortalidad de Baltimore, Febrero de 1883;—Suicidios en la ciudad de New York, por el Dr. Nagle;-Harper's Weekly, 1364 á 1570;- The Medical Record, 640 y 641. Además presentó dicho Sr. Secretario, llamando la atención, por merecerlo así: las “Lecciones de Historia Natural Elemen- tal” que ha publicado recientemente nuestro socio numerario el Dr. Torrálbas (D. José), para vulgarizar esta clase de co- nocimientos y facilitar su estudio á los que cursan la segunda enseñanza; —la “Memoria y Observacioñes Clínicas acerca de las aguas minero-medicinales de San Diego de los Baños” por el Dr. D. Manuel $. Castellanos, socio de número de la Real Academia, que en el seno de ésta había leido ya muchos de sus capítulos; de la que se distribuyeron ejemplares á los Sres. socios; —El Annual Report of the National Board of Health, de 1880, en donde se consignan Jos importantes tra- bajos de la Comisión Americana que estuvo en la Habana 471 para estudiar la fiebre amarilla, volúmen remitido 4 la Aca- demia por nuestro socio corresponsal en los Estados Unidos Dr. Chaillé;—la primera entrega del útil Diccionario Tecno- lógico inglés-español y español-inglés, por D. Néstor Ponce de Leon;—y dos ejemplares de una memoria sobre la salu- bridad de la Isla de Pinos, en inglés, por nuestro socio de - mérito el Dr. D. José dela Luz Hernández.—La Academia acordó gracias muy cumplidas á los Sres. remitentes. Farmacia.—Ordenanzas — Terminada la correspondencia, le- yó el Secretario general los artículos 27, 28, 29, 30, 31 y 34 de las Ordenanzas de Farmacia remitidas por el Gobierno General; y en seguida un oficio del Dr. J. F. Lastres, Direc- tor de la Sección de Farmacia, manifestando que en junta, celebrada el 14: de Marzo se había acordado significar á la Academia la conveniencia de proponer al Gobierno Greneral á los Dres. D. Rafael A. Cowley, D. José E. Ramos, D. Juan C. Oxamendi y D. José Torralbas como individuos de la Co- misión que ha de redactar el Petitorio, la Farmacopea y Tarifa farmacéutica, en concepto de los cuatro vocales mé- dicos elegidos por la Corporación con arreglo á lo prescrito en el artículo 28 de las citadas Ordenanzas. —La Academia aceptó dicha propuesta y acordó elevarla al Gobierno. He aquí los artículos de referencia: Artículo 27.—Será incumbencia de la Academia de Medi- cina de la Habana cuidar de la formación, relación, impresión y venta del Petitorio, Farmacopea y Tarifa con arreglo á lo que se prescribe en los artículos siguientes. Art. 28.—Redactará dichas tres obras oficiales una comi- sión de cuatro Médicos académicos de número y cuatro Far- macéuticos con botica abierta en la misma capital. Los cuatro vocales médicos serán elegidos por la Academia y los cuatro Farmacéuticos nombrados por el Gobernador General á propuesta por la Junta Superior de Sanidad. Será Presi- dente de la Comisión el mismo que lo sea de la Academia de Ciencias Médicas, Física y Naturales, y Secretario el Vocal de menor edad. 472 Art. 29.—Los trabajos de esta Comisión serán examinados y discutidos por la Academia. A las sesiones en que se exa- minen ó discutan estos trabajos tendrán derecho de asistir, con voz deliberativa, los vocales de la Comisión que no fue- ren académicos. Art, 30.—Aprobados por la Academia el Petitorio, la Farmacopea y la Tarifa, pasarán á la Junta Superior de Sa- nidad, la cual dará su dictamen, y en su vista resolverá el Ministerio de Ultramar. Art. 31.—Aprobadas dichas obras por el Ministerio de Ul- tramar, se pasarán á.la Real Academia de Medicina de la Habana para que proceda á su impresión y expendición. . Art. 34.—Cubiertos los gastos de redacción, los de impre- sión y demás materiales, quedarán á favor de la Real Acade— mia de Medicina de la Habana las utilidades, que invertirá en la adjudicación de premios, Ó en otros objetos propios desu instituto, dando cuenta justificada de todo al Gobierno Ge- neral de la Isla. | Mebiciva LeaaL.— Calificación de heridas.—En el uso de la palabra el Dr. Riva, ponente de turno de la Comisión de Medicina Legal, presentó un informe pedido por la Sala de lo Criminal de la Real Audiencia en la causa seguida contra D.S..... .. F........ por lesiones á D. Lorenzo Salgado, para que en vista de los documentos -periciales diga la Aca- demia si dichas lesiones fueron leves Ó menos graves.—Cons- tando en el testimonio enviado á la Corporación que se trata de heridas y contusiones superficiales, con desgarradura de la piel Ó de la mucosa labial, y cuya curación se obtuvo en trece dias, sin complicación ni impedimento ó defecto conse- cutivo; y considerando que, según la clasificación de Mata, son leves de primer orden las que tardan en curarse de uno á siete dias, y de segundo las que invierten de uno á quince, —cree la Comisión que el juicio formulado por el médico de la Casa de Socorro se halla ajustado á los preceptos que la ciencia señala para estos casos, y deduce por-lo tanto que las 473 lesiones que sufrió D. Lorenzo Salgado deben considerarse leves de segundo orden, salvo accidente. TerarÉurica.—Oigarros yodo-ferrados.—Aprobado sin dis- -cusión y por unanimidad el informe del Dr. Riva, leyó otro el Dr. Donoso, á nombre de la Comisión de Remedios Nuevos y Secretos, sobre el privilegio ó patente de invención que del Gobierno General ha solicitado D. José López Bances por una preparación que emplea en los cigarros de papel “yodo-ferra- - dos”. —Fijando su atención en las sustaucias empleadas, y aunque sospechase que por el tiempo transcurrido no podría encontrarse el yódo, por ser una. sustancia volátil, hizo la Co- misión los ensayos necesarios para demostrar la existencia del metaloide al estado libre y en el de combinación, así como la del hierro,sin que lograse la del primero, y descubriendo sólo indicios del segundo. Y vistas la inocencia del papel con res- pecto al yodo y la poca importancia del sulfato de hierro, que, como sustancia fija, quedará en las cenizas al quemarse aquél, la Comisión estima que los papeles examinados no ofrecen ventaja alguna sobre los que comunmente se usan en esa fa: bricación, aunque tampoco presente más inconvenientes su empleo; en cuanto á las certificaciones, que se acompañan, de dos médicos de esta capital, no ameritan nada en su favor por no estar basadas en hechos bien observados de las enfer= medades para las cuales se recomiendan dichos cigarros (laringitis, bronquitis, escrófulas y tuberculosis); y no consi- dera que éstos contengan sustancias dotadas de aplicación terapéutica, porque en tal caso tendría que invocar las Orde— nanzas de Farmacia, que prohiben preparar sustancias me- dicamentosas 4 los que no sean farmacéuticos. La Comisión, finalmente, concluye: —1. Y que los papeles de cigarros pre- parados por D. José López Bances son iguales á los que se emplean comunmente en esta industria, y que las sustancias que dice usar en su preparación no les comunican virtudes medicinales ni propiedalles nocivas; y 2.2 que la solicitud del privilegio que pretende, no siendo del dominio de la Academia, debe dejarse á la consideración de la Real Socie T. xIx.—60 474 dad Económica de Amigos del País, á quien corresponde decidir en este asunbo. Parotocla.—Piebre amarilla.—Aprobado sin discusión y por unanimidad el informe anterior, leyó el Dr. Fénlay un traba- jo de critica en que consigna “Nuevos datos acerca de la relación entre la fiebre amarilla y el mosquito,” á consecuen- cia del juicio formulado por el Dr. Corre, en los Archivos ds Medicina Naval, de París, respecto á las dos memorias pre sentadas á la Academia por nuestro socio numerario sobre. el mosquito como agente propagador de la fiebre amarilla y sobre la patogenia de esta enfermedad. Las objeciones de tan competente juez se refieren: 1.2 4 que la esteatosls vius- cular y parenquimatosa se encuentra también en otras pi- rexlas graves, y en la fiebre amarilla no guarda sienpre relación con la gravedad de los casos; á lo cual contesta el Dr. Finlay que él no ha usado la expresión “degeneración grasienta,” sino la de “lesión endotelial” que debe precederla; que en ninguna otra pirexia es tan indispensable, como en la fiebre amarilla, buscar en la alteración de los capilares la causa de las hemorragias por ruptura ó diapedesis; y que la falta de relación entre la gravedad de los casos y el grado de degeneración grasienta para la fiebre amarilla, es la que también se observa para la tifoidea tocante á las lesiones in testinales, que no por eso dejan de ser localizaciones especi- ficas; —2. “ á que el estado de concentración de la sangre está en completa oposición con los resultados obtenidos por la inmensa mayoría de los observadores; á lo cual responde el Dr. Finlay que en sus experimentos ha tratado de ponerse en guardia contra las causas de-error; y además de que la oposición en los resultados no es tau general como se asegura, pues se hallan de acuerdo con lo observado por Laroche y Ko- gers, también encuentran apoyo en los trabajos de Leidy y de Sternberg;—3. 9 la integridad de las hematias no es con- ciliable con el íctero hemafeico; á lo que replica el Dr. Fin- lay que esa integridad es un hecho y no una hipótesis en el segundo período de la fiebre amarilla, basándose en las 475 . fotografías sacadas por el último profesor citado;—4,% to- cante al agente de propagación, no es admisible que una materia infecciosa do carácter químico sea recogida por el mosquito é inoculada fructuosamente en los individuos pre- dispuestos; á lo que responde el Dr. Finlay con los experi- mentos de Panam y Hiller, según los” cuales la virulencia se va haciendo más activa en las Inocnlaciones sucesivas; que en todo foco epidémico abundan enfermos, sujetos aptos á contraer la afección, é insectos que la propaguen; y en una pieza cuyos dibujos presenta á la Academia, se ven esporan- gios en el interior de la lanceta del mosquito, que les brinda lugar donde alojarse, crecer y fructificar mientras dure la vida del diptero:—5.9 los experimentos de inoculación: se han practicado dentro de la zona epidémica; pero el distin- guido crítico reconece que los resultados parecen favorecer la teoría del Dr. Finlay;—6. 2 la incompatibilidad de las epidemias de dicha enfermedad, en latitudes y estaciones, con las condiciones de existencia de los mosquitos; á lo que res- ponde el Dr. Finlay con una cita de Luroche, que no demues- tra esa incompatibilidad en Filadelfia, siuo lo contrario, y con-un cuadro comparativo destinado á comprobar que, dentro de las condiciones climatéricas de la fiebre amarilla, caben todas las de existencia del C. mosquito de Cuba. Concluida la lectura del Dr. Finlay, manifestó el Sr. Pre- sidente eventual que, en atención al mérito, importancia y originalidad de dicho trabajo, debía acordarse su publicación en los “Anales”. : El Dr. Pinlay expuso que había querido hacer públicas las observaciones que se habían hecho á sus otros trabajos en el extranjero, para que fuese despejada su situación, tratándose de un asunto no bien estuliado y que se prestaba hasta el ridículo. El Secretario general agregó que él había influido mucho en el ánimo del Dr. Finlay para que hiciera á la Academia semejante comunicación, y por ella le daba las gracias. Complacida la Academia, acordó la publicación. 476 AxrroroLocla.—Leyó en seguida el Dr. Mestre la última parte de los “Estudios Antropológicos” de nuestro socio co: rresponsal el Dr. Fernández-Caro.—Sólo bajo una condición pueden subsistir las nuevas razas en los nuevos climas, el cruzamiento; lo que hizo el pueblo romano siglos atrás, hacen los ingleses y franceses para conservar sus colonias: sostener una emigración constante y sustituir con nuevos individuos los que el clima va destruyendo; pero de todas las naciones europeas es España la que con más prontitud se desarrolla y multiplica en los países de baja latitud, hallándose aquí, co= mo en todo cuanto se refiere á aptitud climatológica, la razón de raza: aunque indo-europea por su orígen, la sangre espa: ñola ha sufrido diversas fusiones con la sangre africana, y el español actual es más siro-árabe que indo-europeo.—La aclimatación es fácil cuando se verifica de un modo lento y paulatino; difícil cuando el tránsito es brusco y grande la di- ferencia del medio climatológico. El secreto de la aclimata— ción está en la aptitud trasmitida por la herencia, ú obtenida por el cruzamiento de las razas extrañas con las aborígenes ó indígenas; pues aclimatarse á un país noes poder vivir más ó menos tiempo en él, sino prosperar, reproducirse y soportar impunemente las influencias del clima. El autor formula algunas reglas para la aclimatación; define el “clima” en su acepción biológica, que no puede ser aceptada de un modo tan lato por el geógrafo ni por el naturalista; aboga por el fomento de la Geografía Médica, estudia el inflajo de los cli- mas en la vida, y se detiene en los climas extremos, en las dificultades de la acomodación á ellos y en las enfermedades llamadas de aclimatación, considerando el paludismo, la ane- mia y la fiebre amarilla, fenómenos morbosos casi necesarios para producir el tránsito de la naturaleza del europzo á la constitución del habitante de la zona tropical. Hay fenóme- nos de aclimatación, es cierto; pero desde el momento en que éstos llegan á producir perturbaciones sensibles al organismo, es una prueba de la falta de armonía entre el nuevo ser y el nuevo medio. Las colonias no son fáciles de formar, pues 477. son el resultado del transcurso del tiempo y sólo se logran venciendo las dificultades del clima para connaturalizarse en el nuevo país y establecer en él su descendencia; y en este ca- so vemos que la raza primitiva ha desaparecido y ha sido sustituida por una sub-raza con distintos caracteres y diversas modalidades, Después de terminada la lectura de dichos “Estudios”, que la Academia escuehó con el mayor agrado, declaró el Sr. Pre- sidente eventual cerrada la sesión. SESION EXTRAORDINARIA DEL 2% pe FesreRO De 1883. - Empezó la sesión á las doce y media del dia, ocupando la Presidencia, por enfermedad de los Sres. Gutiérrez y Albear, Presidente y Vice-Presidente de la Corporación, el socio fun- dador y de mérito Dr. D. Fernando CFonzález del Valle, Rector de la Real Universidad; teniendo á su izquierda al Dr. Mestre, socio de mérito y numerario, Secretario general de la Real Academia, y 4 su derecha al Dr. Finlay, Secretario de la co- rrespondencia nacional y extranjera; hallándose presentes los señores socios fundadores 4. Díaz Albertini, Oramendr, Las- tres, Horstimann, Gálvez; de número, Carcía, (CFovantes, Luís M. Cowley, Vargas Machuca, Rodríguez, KR. Cowley, Castella— nos, T. Plasencia, Machado, Kiva, Cerero, Franca Mazorra, Beato, Montané, Ramos, Santos Fernández, Núñez, Montalvo, KR. Castro, J. Torralbas, Landeta, Orús, IP. Torralbas y Delgado; ex-numerarios André y Bruzón; y corresponsales La Guardia y Desvernine, asistiendo además el Sr. Coppinger, Secretario de la Junta Superior de Instrucción Pública, los Sres. Jover, Ar—- teaga, Castañeda y Núñez Lrossié catedráticos de la Facultad de Medicina, algunos del Instituto de Segunda Enseñanza, de la Sociedad Antropológica, de la de Estudios Clínicos, de la Asociación de los Médicos de esta Provincia, y un crecido número de profesores de Medicina, otras personas notables y multitud de alumnos de Ja referida Facultad, 478 Al abrir la sesión, manifestó el S». Presidente, que, aunque se había citado para la sesión pública ordinaria correspon- diente al dia de la fecha, en atención á la naturaleza misma de la que iba á celebrarse y á que, por deferencia y vista la mucha concurrencia de personas distinguidas, había sido pre- ciso brindarles asiento entre los Sres. Académicos, quedaba constituida la Corporación eu sesión extraordinaria destinada exclusivamente al Dr. J. Grancher, profesor agregado de la Escuela de París y médico del Hospital Neckeer. á quien Invi- tó 4 tomar la palabra. Ocupó entonces la tribuna el entendido profesor, y habló en los términos siguientes acerca DeL DIAGNOSTICO PRECOZ DE DIVERSAS FORMAS DE LA TISIS PULMOMAR. Sreñores.—En la imposibilidad de tratar de un modo com—= pleto todos los particulares relativos á un asunto tan vasto como la tuberculosis, y de dilucidar ante vosotros los proble= mas tan complejos como variados que se refieren á su estudio, escogeré y haré pasar solamente á vuestra vista lo que diga relación al diagnóstico precóz de diversas formas de la tisís pulmonar, que creo tanto más interesante darlas á conocer bien, cuanto que el buen éxito puede coronar los esfuerzos de una terapéutica prudente y vigorosamente aplicada en ese período de la enfermedad. Pero, antes de entrar en el lado práctico de la cuestión, voy á desenvolver algunas considera— ciones generales, que, aunque parezcan de pura doctrina, su conocimiento es muy útil para la terapéutic: Ya los médicos antiguos, cuando veían algún enfermo en estado caquéctico durante uno ó dos años, decían que había caído en consunción; pero sólo desde Laennec (1820) se cono- ce la relación exacta entre ese estado y la lesión pulmonar: él fué quien nos enseñó que el tubérculo sigue cierbo curso, haciendo su evolución en tres períodos distintos, á que corres- ponden otros tantos períodos clínicos; y nos ha enseñado, ade- más, que el tubérculo tiene formas anatómicas variables, sin 479 perder por eso sus caracteres fundamentales: en otros térmi- nos, él ha fundado la doctrina de la unidad de la tuberculosis. Un poco más tarde, hacia el año de 1855, es cierto que Reimhardt, Virchow y Niemeyer, de la Escuela Alemana, trataron de desprender de la tubecculósis la neumonía caseo- sa; pero los esfuerzos recientes de la Escuela Francesa han logrado proclamar, como una verdad 1udiscutible, la unidad del tubérculo á pesar de sus diversos aspectos. En 1868 reviste la cuestión una nueva faz. Villemin, pro- fesor en Val-de-Gráce, luce saber 4 la Academia de Medicina de París que de sus experimentos resulta la noción de que el tubérculo, como materia virulenta, es susceptible de ser ino- culado á un individuo sano, y capaz de reproducir en él la enfermedad de que ha salido, propiedad debida á la presencia de un microbio; y la idea del parasitismo, aplicada á la tu- berculosis, aprrece de nuevo en la ciencia, justificando hasta cierto punto las medidas dictadas en algunos paises contra el contagio, en épocas más ó menos lejanas de la nuestra. De los trabajos de patología experimental acumulados des- de el descubrimiento de Villemin, podemos deducir las si- guientes proposiciones: 1.? el tubérculo es virulento; 2.9 esta virulencia es debida á un microbio que ha sido visto, destilado y cultivado; 3.2 lo3 animales no tienen todos la misma susceptibilidad-para con este agente morboso; y en este respecto, puede establecerse una escala que va de la rata, el más apto para contraec la tuberculosis, hasta el perro que es el más refractario, pasaudo por el curiel, el conejo, la vaca y el mono. El hombre está coloca lo, en esa escala de recepti- vidad, entre el mono y el parro; varlando por otra parte mu- cho de lugar, según el estado de su salud: caando no se halla bueno, es fácilmente contagiable. En vista de todo esto, nos sentimos naturalmente llevados á considerar la tubarculosis com» una enfermedad virulenta propiamente dicha, (hallándose conteuido en el tubérculo todo el germen morboso), y á aproximarla por consiguiente, en sus manifestaciones, á otras enfermedades de la misma espe- 480 cie. Cierto es que hay notables semejanzas; pero es preciso no olvidar que hay también diferencias no menos importan- tes. Comparemos la tuberculosis y la viruela, por ejemplo. Si esta última enfermedad llega á cebarse en un país en que jamás haya aparecido, vereis sin duda que es atacada la ma: yor parte de los individuos de dicha comarca, sin que podais descubrir diferencias fisiológicas predisponentes. La tuber- culosis hace sus estragos de otra manera: su germen da pasos menos violentos, más suaves, y sobre todo no ataca indistinta- mente; necesita de un terreno propicio en donde crecer y desarrollarse, y lo encuentra en esas naturalezas que son vícbi- mas de la miseria fisiológica, no importa cuales sean las condi- ciones que le hayan servido de punto de partida. Y es tan cierto este dato, que el estudio de las condiciones en que esos individuos se hallan, os hará fácilmente descubrir aquéllas en que la tuberculosis puede germinar, y hasta podreis hacer tuberculosos si lograis realizarlas en un caso dado. Por esto es que Pidoux decía, con sobrada razón, que la tuberculosis no es una enfermedad que comienza, sino el terminus, el límite común de todos los estados orgánicos pobres, agotados é incapaces de desempeñar de una manera completa la totalidad de las funciones necesarias al manteni- miento de la vida norimal; y modificando este terreno, ha- ciéndolo impropio para dejar que se desarrolle el germen morbífico, podemos impedir que la tuberculosis ejerza sus estragos. Con la introducción en el organismo del microbio- germen, cuyo cultivo habrá atenuado su potencia morbigena, se conseguirá tal vez algún dia hacer refractario ese organis- mo á los ataques de la enfermedad; pero no nos alimentemos demasiado con ésta esperanza, porque si los trabajos recien tes, que son la honra de la medicina contemporánca, permi ten esperarlo así, no debemos sin einbargo olvidar que la potencia de la vacuna de la tuberculosis va á chocar contra una de las leyes más fuertés de la evolución; pues la tubercu- losis es el patrimonio casi exclusivo de las naturalezas débi-. les, incompletamente'dótadas, “incapaces de formar un tronco 481 de generaciones sanas y vigorosas, y destinadas á desaparecer en la lucha por la vida: enfermedad de raza ¿no pudiera con- siderársela como una depuración, como una especie de selec- ción inevitable? Más bien que resolver la cuestión, la vacuna la haría cambiar de lugar; pero, de todos modos, ésa será la defensa de mañana, ya que hoy tenemos que disputar la presa al enemigo con las armas de que podemos disponer, para lo cual es preciso sorprenderlo en un momento en que, aunque incompletamente desarrollado, es ya accesible á nuestros medios de observación. Mas antes de llegar á este punto, y como preliminares de una utilidad evidente para el más amplio conocimiento de la materia, hagamos una incursión por los dominios de la ana— tomía patológica, que, en estos últimos quince años, nos ha hecho adelantar á pasos de gigante en una cuestión tan con- trovertida, y cuyos datos, hoy perfectamente concordantes con los suministrados por la clínica, revisten todas las apariencias de la certidumbre; pues si el acuerdo entre ellas no es per— fecto, se puede estar seguro de que una de las dos está en el error, ó de que falla la otra. La anatomía patológica nos enseña que el tubérculo se pre— senta bajo cuatro formas principales: 1* miliar, 2? gigante, 3% con la apariencia de una granulación gris, trasparente y dura, y 4% en la forma fibrosa, inmóvil, Ó de evolución muy lenta. A estas cuatro formas anatómicas corresponden otras tantas for— mas clínicas: á la primera, la tisis común; á la segunda, la neu- monía caseosa; á la tercera, lo que se ha llamado la granulia; y á la cuarta, la tisis fibrosa crónica. Todos vosotros sabeis cuánto difieren entre sí esas formas, á tal punto que la Escue- la Alemana por una parte y Empis por otra quisieron separar de dicho grupo la neumonía caseosa y la granulia, para hacer de ellas otras tantas entidades morbosas; pero también sabeis que esa tentativa ha fracasado en presencia de los trabajos de la anatomía patológica y de la Escuela Francesa, que han llegado á conservar inquebrantable la doctrina de la unidad, cuya prez, no lo ignorais, pertenece al gran médico francés Laennec. Y. x1x.—61l 482 Otro punto importante, adquirido por la enseñanza de la anatomia patológica, es el de la curabilidad del tubérculo: No es éste, como lo pretendía la Escuela Alemana, una neoplasia destinada fatalmente á la muerte: lejos de ello, contiene en sí mismo los elementos cuyo desarrollo traen consigo su curación; el tejido celular de la periferia puede hacerse exuberante, llegar á un estado fibroso, y, enquistando la parte central, permitir que el tubérculo permanezca 1m- punemente en medio de nuestros tejidos; de modo. que, «si queremos no salir de la verdad, debemos llamar al tubérculo una neoplasia fibro-caseosa, indicando asi los dos términos po- sibles de su evolución. Y esa idea de la curabilidad del tubérculo nos la muestra la práctica á cada paso realizada: no es raro ver que recobran la salud individuos que tenían todas las apariencias de una tuberculosis en su principio, como si el organismo hubiera sido bastante poderoso para resistir al choque y desembara- zarse de la enfermedad; las autopsias nos confirman, por otra parte, semejante suposición, porque con frecuencia se ven tu- bérculos en los pulmones de personas que han muerto de cualquiera otra enfermedad; y Mr. Brouardel, á quien las exigencias de su cátedra de Medicina Legal en la Facultad de París obligan Áá practicar autopsias tan numerosas como variadas, asegura que es bastante raro no encontrar tubércu- los en los pulmones de sujetos que han fallecido después de los veinte y cinco años de edad. Es, pues, un hecho indiscutible la curabilidad espontánea del tubérculo; y esta noción, tan fecunda en toda clase de beneficios, quisiera yo verla grábada en todas las inteligencias; porque podemos obtener los mismos resultados, si llegamos á descubrir el mal en un momento en que fácilmente puedan dar cuenta de él nuestros recursos terapéuticos. Mostrándonos la histología patológica de qué manera hace su evolución el tubérculo, nos enseña al mismo tiempo que puede ser fácil contenerlo en su marcha. Antes de constituir esas grandes masas que están al alcance de la observación 483 diaria, el microscopio nos hace asistir á'su germinación en forina de un montón de células: son los folículos tuberculosos ó tubérculos embrionarios, que, reunidos entre «sí más tarde, dan lugar al tubérculo común, si no son muy numerosos, ó al tubérculo gigánte si su número es muy considerable y rápida su evolución. Hay, pues, en la evólución del tubérculo dos períodos, el segundo de los cuales, designado con el nombre de aglomeración, es algunas veces muy lento en producirse y relativamente fácil de impedir su aparición. La misma histología patológica nos ha mostrado, en las lesiones de ordinario conocidas von el nombre de eserutalo- sas, la presencia del tubérculo embrionario $ adulto; y la patología experimental confirma este descubrimiento, encon- trando en la materia caseosa de las adenitis y osteitis escrotu- losas, la sustancia más propia para desarrollar en los animales, por inoculación, las diversas formas de la tisis. Veis, pues, que si la escrófula y la tuberculosis son dos enfermedades de la misma familia, ésta se vuelve, de hecho, mucho más frecuen- te de lo que se piensa, porque el número de los individuos atacados de escrófulas es tan considerable, que si se intentase suprimir los que la sufren, se correría el riesgo de suprimir una gran parte del género humano. Pero ya'es tiempo de que saquemos partido de esas leccio- nes de la anatomía patológica y de la patología experimental, que no nos harían adelantar gran cosa, si no pudiésemos des- cubrir en el vivo los signos de la germinación del tubérculo, es decir, de aquel momento en que, no habiéndose reunido todavía las granulaciones, podemos impedir sa unión y por este medio detener, de un golpe, los progresos de la tubercu- losis: es deciros que no me ocuparé de aquellos casos en que la tísis es ya evidente, en que el diagnóstico es fácil y que todos conoceis. St, por ejemplo, se preséñta 4 vuestro exámen un enfermo, quejadilas de un agudo dolor de costado que ha sobrevenido después de un escalofrío violento y que coincide con tos, es- putos de cierto color y una fiebre cuya elevación térmica há ? 484 sido súbitamente considerable; si percibís, por la auscaltación, estertores subcrepitantes y soplo; si vels que ese estado ter- mina con la formación de cavernas y que vuestro enfermo muere tísico al cabo de cuatro ó seis semanas, no vacilareis sin duda y estareis persuadidos de que habeis tenido que ha- cer con un caso de isis neumónica 6 neumonla caseosa. Pero, en medio de hallarse bajo la dependencia de la mis— ma causa, pueden suceder las cosas de un modo diferente, y esos casos, en que el error es posible, son los que voy á ofre— cer á vuestra consideración. Algunas veces encontrareis individuos que han gozado has- ta entonces de una salud perfecta, y cuya apariencia es robus-- ta, —escojo de preferencia ejemplos tomados en esa categoría de sujetos, porque entonces son más considerables las proba- bilidades de error, —individuos en las condiciones enunciadas, digo, que han sido atacados de escalofrío, con dolor de cos- tado y fiebre de mediana intensidad, y en los cuales revela la auscultación los signos de una neumonía: ésta se presenta, pues, con pasos menas vivos, su aparato sintomático es menos solemne que enel caso anterior; pero, 4 pesar de todo esto, creeis en una neumonía. Al cabo de ocho 6 diez dias sin em- bargo, tiene lugar una defervecencia incompleta, aunque los síntomas locales persisten y se prolongan todavía durante una semana. Nose trata ciertamente de una neumonía franca, porque las cosas no pasan de esta suerte en esa enfermedad; os negais á admitir una neumonía supurada, porque vuestro enfermo vive aún, después de quince ó veinte dias de haber principiado los accidentes, y en medio de vuestras perplejida- des, veis que la convalecencia se va dibujando y hace pro- gresos, que el enfermo recobra la salud, se cree curado, se de- dica á sus ocupaciones y vive como una persona sana. Mas transcurren algunos meses ó un año, y de nuevo se os presen: ta pálido, demacrado, tosiendo y suplicándoos que otra vez le acordeis vuestros auxilios; y entonces os es fácil descubrir los signos de una tuberculosis pulmonar unilateral, que su- frirá sio duda la influencia de vuestra terapéutica, pero que 485 invadirá probablemente el lado opuesto, y conducirá el en- fermo al sepulcro, después de uno ó dos años de sufrimientos. Pues bien: puedo aseguraros, sin temor de ser desmentido, que ese individuo era ya presa de la tuberculosis durante su neumonía, y que la primera ha continuado su evolución du- rante todo el período en que la salud ha sido perfecta en apa— riencia: no son dos enfermedades, una de las cuales ha sobre- venido en seguida de la otra; es una sola y misma enfermedad de tres períodos, que propongo llamar espleno-neumonía tuber— culosa, porque estos términos nos muestran por un lado los caracteres de la neumonía que depende más de la epitelial que de la francamente fibrinosa, y por otro nos revelan la naturaleza y la evolución de la enfermedad. Esta cae perfectamente bajo el dominio de una vigorosa in- tervención terapéutica, sobre todo en el período que llamaré antermedio, aquél en que es completa la apariencia de la salud. Pero, para que podais sacar provecho de estas nociones, es preciso que esteis prevenidos, y para esto, os comprometo fuertemente á auscultar los ápices en todas las neumonías anómalas, y 4 desconfiar mucho de las que ocurran en indi- viduos robustos, pero rendidos de fatiga. Pasemos ahora á otra forma clínica susceptible, como la precedente, de inducir en error. Un hombre robusto es atacado de un escalofrío no muy violento, de un dolor difuso de costado, de tos (en otros casos poca ó ninguna), con fiebre moderada. Auscultais, y descu= brís en los primeros dias, en medio de estertores diversos, un roce y algo más tarde los signos de un derrame. Pasan algu— nos dias, éste desaparece, el roce vuelve, y todo entra en el órden más perfecto durante algunos meses, al cabo de los cuales aparecen en el vértice ciertos signos de tuberculosis. En este caso, como en el de ahora un momento, existía ya la tuberculosis durante el período que parecia pertenecer á una enfermedad francamente inflamatoria. Si hubieseis percu- tido el vértice del pecho en vuestro enfermo, habríais encon— trado sin duda un aumento notable del sonido (skodismo); si 486 lo hubieseis auscultado, habríais advertido una disminución, una debilitación, ó tal vez casi una supresión del murmullo vesicular; v á la palpación hubierais notado una exageración de las vibraciones torácicas. El conjunto de estos signos físi- cos puede expresarse con el esquema siguiente: Sonido al Vibraciones + Respiración — lístos signos puedo dároslos como característicos de la con- gestión pulmonar que con frecuencia acompaña á las pleure- stas de los tuberculosos, porque difieren en un punto, tan importante como significativo, de los que se encuentran en las' pleuresías francas; me refiero á la respiración, que en éstas se halla notablemente aumentada, á la inversa de lo que sucede en las tuberculosas, como acabamos de verlo. Cuando, en el curso de una pleuresía de mediana abundancia, el examen del ápice del pulmón, del lado de la pleuresía, da el esquema si- guiente: Sonido a Vibraciones + Respiración + puede deducirse que hay una normalidad del parénquima pulmonar. Este diagnóstico diferencial ha sido objeto de una memo- ria que presenté á la Sociedad Médica de los Hospitales, y puedo aseguraros que, desde que se ha despertado la atención de mis colegas respecto de este punto, comienzan á multipli- carse los hechos que confirman mis investigaciones. Es menester, no obstante, que 0s ponga en guardia contra una equivocación posible. Sabed que no es uno ú otro de los signos cuya enumeración acabo de haceros, el que pueda tener la pretensión de revelar la tuberculosis: la reunión de los tres es la que adquiere un valor considerable; el sindromo, en una palabra, debe tenerse en cuenta sobre todo; y por eso es que el resultado de mis investigaciones en nada ha sido desvirtuado por las observaciones consignadas en la tesis de Mr. Serrant, 487 discípulo del profesor Potain, cuya competencia y habilidad cuando se trata del diagnóstico son universalmente reconoci- das. Según la historia de los enfermos de dicha tesis, la con- gestión pulmonar de la pleuresía no ha sido estudiada en el vértice, sino detrás del derrame; y las alteraciones del sonido, de las vibraciones y de la: respiración, no han sido investi- gadas de una manera regular en las regiones del pulmón que sobrenadan al derrame y que por esto mismo son accesibles al dedo y ul oido. | Los signos de que hemos hablado persisten durante el pe- riodo intermedio, aquél en que todas las apariencias de la salud se encuentran reunidas, aunque con cierta modificación que os daré á conocer, diciéndoos que, una vez que ha des- aparecido el derrame, ha sido reemplazado el skodismo por la submacicez. | Esta pleuroneumonta tuberculosa es, pues, una enfermedad tan completa y de la misma naturaleza que la espleno-neumo- nía que 0s hemos enseñado á conocer hace un instante: como ésta, es susceptible de curación, si sabemos actuar con vigor durante el periodo intermedio; porque pueden distinguirse tres fases en la marcha de la enfermedad: en la primera, la pleuresía domina y parece ocupar toda la escena patológica; en la segunda, la pleuresía está curada y el enfermo, que pa. rece haber vuelto ya á la salud, ha continuado otra vez sus trabajos; y en la tercera, en fin, la tuberculosis se desarrolla en el ápice del pulmón del lado de la pleuresía. Asi no se establece el diagnóstico sino al cabo de algunos meses y demasiado tarde, porque, durante el curso de la pleuresía, se ha desconocido la lesión pulmonar concomitante. Quédame aún que hablaros de los signos que os permitirán diaguosticar la tisis común en su priacipio; y á pesar de la hora avanzada, me concedereis que dedique algunos instantes 4 este asunto. Todos vosotros sabeis que la tisis común ha sido dividida en tres períodos, que son clásicos, y no ignorais tampoco que el primero ha sido caracterizado desde Laennec por la pre- 488 sencia de la broncofonía, la expiración prolongada ó en forma de soplo, y la rudeza de la respiración. Los médicos de nues- tros dias han agregado al diagnóstico la submacicez á la per- cusión y los crugidos percibidos á la auscuitación. Cuando se encuentra semejante sintomatología en una persona que tose y que ofrece al mismo tiempo ciertas alteraciones en su estado general, por lo regular se dice que existe una tuber— culosis incipiente. Pues bien: en todos los casos análogos pue- do deciros que ése es “el principio del fin” de la tuberculosis; cuando aparecen los signos que acabamos de mencionar, está ya el tubérculo en el segundo período de su evolución: las granulaciones ya se han reunido, y hay conglomeración en masa. Sin duda recordais lo que os he dicho: que antes de ese periodo había otro en que las granúlaciones se mostraban ais. ladas, esparcidas, discretamente diseminadas. Eu ese momen. te es cuando no reaccionan sobre el estado general, ni dan tampoco lugar á grandes modificaciones en los ruidos pulmo. nares, que es preciso saber descubrir; y esta idea no había es- capado á los médicos antiguos, pues antes del descubrimiento de la auscultación preocupábase ya Bayle de lo que él llama- ba la tisis oculta, es decir, del período que en dicha enferme- dad precede á aquél en que los enfermos caen en consunción- El mismo Laennec hace alusión á esta noción de Bayle; pero, áun cuando le consagra un párrafo especial, declara que la auscultación no le ha revelado ningún signo capaz de permi- tir el diagnóstico en ese periodo: estudia, pues, inmediata- mente los signos de la tísis en el período de conglomeración, ó para emplear sus expresiones, de acumulación, periodo que los sucesores de Laennec han designado con menos propiedad bajo el nombre de “primer período” ó “primer grado.” Creo que en muchos casos podemos hacer algo mejor; que podemos descubrir los tubérculos cuando están diseminados en forma de granulaciones; y creo que debemos hacerlo, por- que entonces es cuando podemos dominarlos. Mas no creais, como os lo decía hace un momento, que la 489 presencia del tubérculo durante su germinación se revele por signos que la percusión os consienta descubrir, ni por ester— tores ó alteraciones profundas de la respiración que os deje sorprender la auscultación. No: modificaciones mínimas, pero perceptibles en la función respiratoria, he aquí todo lo que puede conduciros al diagnóstico. Y ved en esto por qué se necesita conocer de un modo completo la sensación que da al oido el ruído respiratorio nor- mal; porque así pueden percibirse los ligeros cambios que le hace experimentar el tubérculo en su período de germinación. Pero entre los médicos ¿cuántos hay que conozcan, como se debe, los caracteres de la respiración fisiológica? Por mi parte, os puedo decir,—y la confesión es tan humillante como sincera, —que ya había conquistado todos mis grados científi- cos y empezado á entregarme con ardor á mis investigaciones sobre la tisis, cuando eché de ver que desconocía enteramen- te la respiración normal: hábitos escolares inveterados y una manera viciosa de practicar el examen de los enfermos expli- can demasiado este vacío en nuestros conocimientos profesio— nales; cuando se estudia la Medicina, no se ejercita uno en la respiración normal; una vez médico, no ausculta uno á su en- fermo sino en el caso de que la atención se haya fijado en el pecho; y si se efectúa en los otros, es realmente muy á la 1li- _gera y como para descargo de la conciencia. Todo esto es tan cierto, que yo he visto, —y creo poder contároslo sin cometer ninguna indiscreción, —á un médico muy distinguido de los hospitales y de quien hago gran caso, asegurarme que se trataba de una verdadera respiración fisiológica en un en- fermo en el cual ya yo notaba una alteración muy sensible del ruido respiratorio normal; y ha sido menester que le bus- cara y descubriera en las salas otro enfermo que dejase per- cibir una respiración completamente fisiológica, para que mi colega se rindiese á la evidencia. Volvieudo á nuestro asunto, debo deciros que no es cosa fácil aprender lo que es la respiración normal: en primer lugar, hallareis pocos individuos de más de treinta años de edad, ; T. XxIx.—62 490 que no hayan sufrido bronquitis, Ó que no hayan sido ataca- dos de alguna neumonía ó de alguna pleuresía; y es preciso que tengals siempre presente que todas las enfermedades al- go graves de los bronquios y del pulmon dejan tras sí, de una manera permanente, modificaciones en el ruido respiratorio; y esto no solamente en los lugares en que han tenido su asiento, sino tambien á distancia: unas veces es la exageración supletoria la que encontrareis, interin otras la debilitación por estorbo ú obstáculo. Por: otra parte, y como nueva fuente de dificultades, halla- reis las modificaciones que al ruido respiratorio hace experl- mentar la mala manera de respirar de las personas que se someten á vuestro examen: no hay función en que sea más evidente la irregularidad, tan luego como la atención le hace perder su carácter inconsciente; á menudo os ocurrirá encon- trar individuos que fuerzan su respiración hasta el punto de hacerla estrepitosa por inspiraciones violentas ó desordena- das; otros, por el contrario, inmovilizan el pecho ó hacen ins- piraciones tan débiles, que os dan una idea de todo punto erronea acerca del ruido de la respiración normal; y es preci- so, por lo tanto, acostumbrar vuestros enfermos á respirar normalmente; pero una vez enseñados, aunque muy fastidioso, no ofrece este aprendizaje dificultades relativamente grandes, pudiendo aseguraros que, al cabo de uno ó dos meses de ejer- cicio, tienen mis alumnos tan bien grabada en sus oidos la sensación que da la respiración normal, que perciben, tan fá. cilmente como yo, sus más ligeras.desviaciones. Es necesario, sin embargo, para llegar fácil y seguramente á este resultado, habituarse 4 conocer bien, aisladamente, ca: da uno de los tiempos de la respiración: por medio de un procedimiento intelectual muy sencillo, y con ayuda de la voluntad, puede cada cual abstraerse durante uno de los tiempos, y no escuchar el otro sino cuando la sensación que hace experimentar el primero es perfectamente percibida y retenida por el oído. No debe uno contentarse con la aus- cultación de un solo lado, sino practicarla también en el otro. 491 Si seguís estas reglas, llegareis 4 distinguir los caracteres de la respiración normal; y vereis que la inspiración se mo- difica mucho menos que la expiración, que es dulce, suave y blanda, ni muy fuerte ni muy débil, igual de ambos lados y de una tonalidad que corresponde á la del re en una cuerda de violín. | Pero, desde el momento en que el tubérculo germina en el ápice de uno de los dos pulmones, cambian sus caracteres; encontrareis la respiración ruda y baja; solamente que, para ofrecer estos signos el valor que tengo el derecho de asig- narles, es preciso que estén localizados y fijos; es menester que los halleis en el ápice, y con preferencia debajo de la clavícu- la izquierda; que no sean trastornados por la tos ni por otra causa; y que los percibais con su fijeza significativa, cada vez que ausculteis á vuestro enfermo. Pudiera citaros muchos hechos bastante probatorios para infundiros esta convicción; pero me limitaré á contaros lo que me dijo mi colega y amigo el Dr. Rigal: Estábamos á fines de las últimas vacaciones, y me prepara— ba yo á seguir de nuevo mi servicio en el hospital Necker, cuando acercándoseme Mr. Rigal, muy satisfecho, me dijo que había tenido ocasión de probar el valor de la inspiración ru- da, como signo diagnóstico precoz de la tuberculosis: refirió me entonces que, cuatro Ó cinco meses antes, había ido á consultarle un joven que estaba para casarse y que tosía un poco; lo examinó con cuidado y descubrió debajo de una de las clavículas la rudeza de la inspiración; y, aunque su salud no dejaba por otra parte nada que desear, le aconsejó un tra tamiento, suplicáindole que dejase su matrimonio para más tarde. Naturalmente descontento de este consejo, fuese aquel sujeto á consultar á otro médico de los hospitales, que no da gran importancia al citado signo, y sin hacerle caso, permitió al enfermo que contrajese la unión que deseaba. Hoy, me decía Mr. Rigal, este joven está francamete tuberculoso, y se ha visto obhBaad á buscar alivio 4 sus sufrimientos en” el cli. ma más suave de Niza. 492 Así veis que, por simples modificaciones de la respiración, podreis predecir el brote de la tuberculosis. Os invito á no olvidar ese examen en todos los casos en que dicha enferme- dad pueda desarrollarse 4 vuestra vista. Auscultad siempre los ápices de los cloróticos, de los anémicos y dispépticos, que oigais toser, y en general de todos aquellos en quienes el descaecimiento orgánico pudiera daros que pensar en su lí- mite común, y no vacileis entonces en actuar pronta y vigo- rosamente. A vuestra disposición teneis, para influir en esos organismos deteriorados que dejan germinar los tubérculos, los grandes modificadores naturales, la higiene, la aerotera— pia, la hidroterapia-etc. Emplead, si lo juzeais oportuno y útil, los agentes fármaco-dinámicos; pero sólo como tratamiento accesorio, y teniendo buen cuidado de no perturbar las funcio- nes estomacales. Estoy perfectamente persuadido de que tendreis más de una vez ocasión de felicitaros, sintiendo la satisfacción de haber arrancado una víctima á la muerte. Ahora sólo me queda daros las gracias por la benovolencia que me habeis demostrado, siguiendo paso á paso el curso de mis explicaciones. Los espontaneos y nutridos aplausos con que el ilustrado auditorio de la Academia respondió á las últimas palabras del profesor Francher, después de la respetuosa atención con que éste fué constantemente escuchado, son la mejor prueba de la complacencia de todos, al reconocer y celebrar en él la claridad, método y lógica que descuellan en sus explicacio- nes, al mismo tiempo que la originalidad de sus trabajos. El Sr. Presidente le dió en nombre de la Academia, que con- servará de esta sesión, verdaderamente extraordinaria, muy gratos recuerdos, las más cumplidas gracias por la interesante conferencia que acababa de hacer, la que en breve aparecería en los “Anales,” y cuya importancia, según dijo, es tanto ma- yor para nosotros, cuanto que“la estadística viene acusando una gran mortalidad á consecuencia de la tisis pulmonaz.—Con lo cual dió por terminado el acto. 403 Debemos consignar aquí, que si hemos podido publicar de una manera tan exacta la conferencia del Dr. Grancher, débe- se 4 que fué recogida y redactada en francés por nuestro com- pañero y amigo el Dr, D. Antonio Bruzón, y sometida después al examen de aquel ilustrado profesor, quien nos manifestó haber quedado muy satisfecho de dicho trabajo. Deseamos que la traducción, ahora publicada en los “Anales”, no des- merezca de tan honrosos antecedentes; y para esto nos hemos esforzado por ajustarnos estrictamente al original que nos fué entregado. SEsióÓN PÚBLICA ORDINARIA DEL $ ABRIL DE 1883. Sres. AcADÉMICOS CONCURRENTES.— Cuttérrez, Presidente, Fin- lay, Castellanos, Delgado, Plasencia, Franca Mazorra, Montejo, V. Bb. Valdés, Montané, Bearnille, Machado, Fovantes, Horst- mann, Orús, Mestre, Secretario. Lectura y aprobación Gel acta de la sesión anterior. CorRESPONDENCIA.—Leyéronse en seguida por el Secretario general:—1. dos comunicaciones del Gobierno General re- mitiendo para la Biblioteca de la Corporación el número 360 de la Revista de España; los doce libros de Agricultura, de Columela; el Anuario de la Judicatura etc., y los Animales Trabajadores; por cuyos presentes se dieron múy atentas gra— cias; —2? un oficio del Juzgado de Primera Instancia del Pilar acompañando, por exhorto del de Sagua, un testimonio rela- tivo á la causa por muerte de la parda Micaela; de que se dió traslado 4 la Comisión de Medicina Legal, la cual dará cuen. ta de su cometido en la sesión del dia;—3.% otro idem del Juzgado de Primera Instancia del Distrito de Belén, acompa- nando por exhorto del de Pinar del Rio un testimonio refe- rente á la duración de las heridas observadas en el procesado D. Rafael Molina y Granados; asunto que pasó á informe de la mencionada Comisión;—4.% otro id. del Juzgado de Pri- 494 mera Instancia del Distrito del Cerro acompañando, por ex- horto del de igual clase del Distrito Sur de Matanzas, un testimonio pertinente á la consolidación de una fractura, en causa contra D. Juan G...., D. Manuel Z.... y D. Fran- cisco D....; el que se remitió á informe de la Comisión preci- tada; —5. otro id. del Sr. Juez de Primera Instancia del Distrito de Belén, remitiendo copia testimonial de los lugares concernientes 4 la herida y, estado general de Doña Isabel M...., para determinar la duración de dicha herida y la in- fluencia que en ella pudo tener la diátesis sifilítica; de que se dió traslado á la Comisión respectiva;—6. un oficio del Dr. Santos Fernández, socio numerario, participando que no po- drá concurrir á la actual sesión por estar ausente de la Haba-' na; —7.9 otro id. del Dr. D. José de J. Gutiérrez, poniendo en conocimiento de la Academia la muerte de su hijo político el Dr. D. Juan Manuel Babé, socio numerario de la misma, é invitándola para su enterramiento; al que asistieron los Sres. Académicos V. B. Valdés, Lastres, Riva, T. Plasencia, KR. Castro, Montané, Delgado, Machado, Montalvo y Mestre; — 8.2 la relación de las autopsias practicadas en el Necrocomio Municipal, durante el mes de Marzo, por su Director el Sr. Obregón y Mayol; acordándosele las graeias. BisLioreca.—Presentó en seguida el Dr. Finlay, Secretario de la correspondencia nacional y extranjera: —La Revista de Cuba, núm. 3;—Memoria de los trabajos de la Excma. Dipu- tación Provincial de la Habana, al inaugurarse el primer periodo semestral de 1883;—El Profesorado de Cuba, núm. 12;—Cuba Industrial, 9¿—El Bombero, 12;—Boletín Oficial de los Voluntarios, 312 y 313;—Avisador Comercial, 68 4 79; —Boletin Comercial, 67 4 78;—Revista de las Antillas, 49;— La América, de New-York, 12;—La Ilustración Militar, 3;— Revista de España, 360;—Anuario de la Judicatura, para 1883;—Los Animales Trabajadores, por D? Matilde del Real; —Los doce libros de Agricultura, por Columela, 2 tomos; — Discurso inaugural del Dr. Zamora, sobre la corteza de la yaba, del que se repartieron numerosos ejemplares á todos los 495 concurrentes; —The Medical Record, 642 4 647 a Weekly, 1371 y 1372. Deruxcióx. —Terminada la correspondencia, tomó la bUTADA : el Secretario general de la Academia para rendir un triste. aunque sagrado tributo á la memoria del socio numerario Dr. D. Juan Manuel Babé, de cuyo sensible fallecimiento acababa de darse cuenta á la Corporación. Además de los serviciós muy meritorios que fuera de ella ha prestado en la Junta Su- perior de Instrucción Pública, en la Real Universidad y en el ramo de Beneficencia, óptimos son los recuerdos que ha de- jado en el seno de nuestra Academia, ya con motivo de asuntos concernientes á la Cirugía, ya contribuyendo á la organización de nuestro Museo de Historia Natural y á la formación de sus catálogos, ora tomando parte en a importantes y referentes á la Higiene Pública, ora y sobre todo con sus infor- mes y consultas en el seno de la Comisión de Medicina Legal, á la que estuvo consagrado hasta pocos dias antes de su falle- cimiento, y la que en él ha perdido á uno de sus vocales más inteligentes, más entendidos y más correctos en la redacción de sus trabajos.—El Dr. Mestre se complace en rendirle este justo tributo, no sólo como Secretario de la Academia, sí que tambien como Presidente de la mencionada Comisión. Rerscorroración. —Enterada la Academia de un oficio del Dr. Montané, soció corresponsal de la misma en esta Isla, en que manifiesta que, de retorno á esta ciudad y definitivamen- te establecido en ella, desea ocupar la primera plaza vacante de socio numerario que ocurriere en la Sección de Medicina y Cirugia; después de expresar el Secretario general que el Dr. Montanó se hallaba en efecto comprendido en el artículo 15 del Reglamento, puesto que había sido primero académico de número, y, ausente más tarde de la Habana, había pasado á la categoría de corresponsal, teniendo á su regreso el dere— cho á pedir nueva incorporación, —la Academia acordó de conformidad. Pase Á CorresponsaL.—Instruyóse asímismo la Corporación de una carta del 5). Ldo. D. Guillermo Benasach, socio de 496 número de la misma, haciendo presente que, en vista de en- contrarse muchas veces impedido de asistir 4 las sesiones por el mal estado de su salud, y habiendo tenido actualmente, por “el mismo motivo, la necesidad de trasladar su.domicilio fuera de esta capital, desearía, si no hubiese inconveniente para ello, que se le declarase miembro honorario en cambio de su condición de socio de número, pues de este modo podría per— tenecer mientras viviera á una Corporación á la cual le ligan tantos lazos de cariño. Leído por el Secretario general el artículo 16 del Reglamen— to, que se refiere á los socios honorarios; y hechas por el Dr». V. B. Valdés algunas consideraciones respecto 4 dicha categoría de socio, comparada con la de numerarios y superior á ella hasta cierto punto, y á que el Sr. Benasach constituía en la actualidad un caso comprendido en el artículo 15 concernien— te á los académicos de número que se ausentan de la Haba- na; discutido el particular por los Sres. Castellanos y Mestre, acordó la Academia por unanimidad que pasase el Sr. Bena- sach á la categoría de socio corresponsal, en la esperanza de que el estado de su salud le permitirá elgun dia pedir nueva incorporación como numerario, y en el deseo de no prescindir de la anuencia que como corresponsal puede seguirle prestan- do el citado socio según el artículo 18 del Reglamento vigente. Hallándose pues vacantes dos plazas de socio numerario en la Sección de Medicina y Cirugía,—una por fallecimiento del Dr. Babé, y otra por pase á corresponsal del Dr. Bena- sach;—y encontrándose actualmente en la Habana dos socios numerarios, (Dres. Oxamendi y Montané), que después de ha: ber pasado 4 corresponsales, pidieron al regresar su rein— corporación en la primera de las clases indicadas, —acordo la Academia que ocupasen uno y otro, en el orden indicado, las plazas que aquellós dejaron vacantes. HiareNg PúsLica.—La manteca de cerdo.—Enteróse también la Corporación de que por el Gobierno General se le había remitido un pomo con manteca de cerdo de la que con las marcas “Corona,” “Irving,” “El Pavo: Real” y “Rosedal,” * 497 se importa en esta Isla para el consumo público, á fin de que con toda urgencia se practicase un escrupuloso análisis y se informara detalladamente acerca de las condiciones de salu- bridad que reune, y si es no conveniente su consumo;—que . habiendo pasado á la Comisión de Higiene Pública, manifes= taron los peritos químicos de ella, que no podían aceptar tan honrosa comisión, porque dos de los mismos (Sres. Vargas Ma- chuca y Hovira) habían sido nombrados anteriormente por parte interesada paraidénticos trabajos, y porque, según expu- so el tercero (Dr. Donoso), careciendo la Academia de labora- torio donde practicar tan delicadas pesquisas, se ve jgualmente la Comisión en la imposibilidad de desempeñar semejante en- “cargo: loque se comunicó al Gobierno General por ser confor: me á la verdad de los hechos, y obtuvo la aprobación de la Academia. Parorocía Ménica.—Fiebre amarilla.—En el uso de la pa- labra él Dr, Finlay, manifestó lo siguiente: “A más de las objeciones hasta ahora citadas contra algunos detalles de mi teoría patogénica, paréceme justo Insertar aquí el fallo emitido por el ilustrado profesor Grancher, cuya com. petencia como histólogo es de todos conocida y á quien, en tal concepto, quise do dsiiline durante su demasiado corta visita, mostrándole algunas de mis preparaciones del sedi- mento del vómito negro en la fiebre amarilla. “Enterado del método empleado en la preparación, decla- ró el distinanido maestro no poderse afirmar que los tubos entrelazados que tenia á la vista fuesen vasos capilares san- guineos, 4 pesar de las anastomosis que presentan; manifes: tándome que el único criterio histológico que en la actualidad se admite para diferenciar esos vasos de otros tubos ó fila— mentos, es el que se obtiene con los reactivos colorantes que ponen en evidencia los nucleos de las células endoteliales, siempre que se trata de tales capilares. “Respecto de los otros tubos que he llamado “tubos hiali- nos,” se inclina á creer que sean de naturaleza vegetal, quizás partes del micelio de algún hongo. L, X1Xx.—69 TA 498 “En vista de lo expuesto, me reservo aplicar al exámen del vómito negro las valiosas indicaciones del complaciente y sa— bio profesor, cuyo fallo no puedo menos de acatar y agradecer, dejando en suspenso mis propias conclusiones entre tanto vuelva á reanudarse ese estudio.” HitcresE PusLica,— Medidas contra las epizootias.— A conse- cuencia de dos comunicaciones del Gobierno Civil de Santa Clara, relativas á las providencias tomadas para evitar el desa- rrollo de una enfermedad que diezma al ganado en general de aquella provincia, pidió á la Real Academia el Gobierno Ge- neral de esta Isla que informara “cuanto le sugiera su ilustrado criterio en favor de la industria pecuaria de aquella comarca.” Pasados los antecedentes á la Comisión de Higiene Pública, el Sr. Beauville, como ponente de la misma en asuntos de Me- dicina Veterinaria, ha venido á llenar su cometido. Tratándo- se de una enfermedad del ganado vacuno conocida con el nom- - bre de “Bacera,” cuyo principal motivo parece sér la poca vigl- lancia que se ejerce en la introducción del que procede del extranjero, estúdianse las causas con referencia al alre respira- do en los entrepuentes de los buques en que se importa el ga- nado, á la temperatura, humedad y aglomeración, así-como al mal trato, á los verdaderos tormentos que sufren los animales durante la travesia. La bacera 6 tifus carbuncoso está ligada á una alteración profunda de la sangre con tendencia á la des- composición séptica; es una enfermedad contagiosa no sólo pa- ra los otros animales, sino para el mismo hombre; y la Comisión se detiene á formular algunas medidas de policía sanitaria que impidan su desarrollo y propagación, y á recomendar la decla- ración inmediata de los menores sintomas que la acusen, el aislamiento de los animales enfermos Ó sospechosos, la visita y empadronamiento de todos, la destrucción de los reconocidos como atacados del tifus, la cremación y enterramiento de los cadáveres. Siendo una enfermedad incurable, no hay que per- der el tiempo con cualquier tratamiento, sino ir derecho al enemigo, estrecharlo y ahogarlo: en una palabra, preservar el ' mayor número posible de animales, sacrificando el más corto, 499 Concluida la lectura del Sr. Beauville, agregó el Dr. Pla- sencia que sería muy. oportuno, como medida favorable á la salud pública, que se prohibiera sacar tierra de los lugares en que se hubiesen sepultado “animales muertos ó sacrificados 4 consecuencia de las enfermedades mencionadas, así como el cultivo de dichos lugares por cinco Ó diez años. Parécele también conveniente el aislamiento de los enfermos mientras no se sepa verdaderamente cuál sea su enfermedad. El Sr. Beauville considera sumamente difícil el aplicar las medidas propuestas por el Dr. Plasencia. El Dr. Machado sostiene que debe evitarse la conservación de los enfermos y de sus restos, que debe por el contrario sacrificarse el menor.caso sospechoso, dando la preferencia al procedimiento de la incineración, que en realidad es el más ficil de aplicar, tal como se efectúa en nuestros campos. El Sr. Orús expone que el animal enfermo, de una afección incurable, no necesita establo, el que se convertiría en un fo- co de infección y de contagio: algunos han aconsejado, den- tro de los preceptos de la higiene cementerial, que debe enterrarse la res allí donde se encuentre muerta; pero hay que pensar en la duración de los microbios y en que, aún á los dos metros de profundidad, al ser removido el terreno al cabo de algún tiempo, pueden los microbios persistentes tras- mitir de nuevo la enfermedad; y para prevenir. sus efectos, es útil aconsejar que, siempre que no sea posible quemar la res enferma, se proceda á enterrarla con mucha cal viva para destruir los microbios. El D”, Fínlay manifiesta que, tratándose de animales sos- pechosos é ignorándose la enfermedad que en realidad pade- cen, puede convenir la medida propuesta por el Dr. Plasencia; y en cuanto á los microbios, las observaciones de Pasteur se refieren á su reproducción, no á la duración de unos mismos. El Dr. Plasencia explica que no está por las enfermerías, y se ha referido únicamente al lugar á que nuestros campe- sinos llevan los animales, pero haciendo esto sin confusión de los unos con los otros. 500 El Dr. Gutiérrez advierte que la aplicación de la cal podrá hacerse cuando se trate de pocos animales solamente; pero no es aceptable de un modo general en el caso de muchos, por la dificultad de tenerla en cantidad suficiente. | El Sr. Montejo aboga por la cremación, como la más” eficaz de las medidas. Habiendo preguntado el Dr. Castellanos qué entendía el Sr. Beauville cuando en su informe había hablado de la “se cuestración” de los potreros, contestó este último que se había referido al “aislamiento” de ellos, de modo que de allí no se sacaran animales ni allí se llevaran otros. Menicixa LecaLn.—Disparo con municiones.—Aprobado por unanimidad el informe anterior, y hallándose enfermo el Dr, Vilaro, ponente de turno de la Comisión de Medicina Legal, “leyó en su nombre el Dr. Delgado un informe pedido por el Juzgado de Primera Instancia de Sagua en la causa seguida contra el moreno VW... M3 .. por homicidio de la parda Micaela Armenteros. Según los antecedentes que obran en la copia testimonial, el cadáver de la parda citada. fué halla- do en el suelo en posición supina, con bastante cantidad de sangre coagulada por los lados de la cabeza, con hemorragia por el oido izquierdo y por las narices; en correspondencia con la región occipital izquierda, una herida lácereo-contusa que penetraba en la cavidad craneal, de forma circular y co- mo de un centímetro de diámetro, encontrándose quemado el pelo alrededor de la misma herida, algunos fragmentos de la sustancia cerebral esparcidos por la cabeza, una contusión en forma de depresión en la región supra-orbitaria derecha, de an centímetro de largo y medio centímetro de ancho, con insignificante derrame debajo de la piel. Hecha la autopsia, se comprobó la fractura conminuta del hueso temporal, ex- tendiéndose á su porción interna y parte del esfenoides del mismo lado; que la herida en su curso siguió una dirección ascendente y oblicua, de atrás hacia delante, destruyendo las membranas, la masa cerebral del hemisferio derecho, no in- teresando el cerebelo, y llegando hasta la extremidad anterior 501 E del mencionado hemisferio en correspondencia del seno fren- tal, en donde se encontraron muchas municiones, un cuerpo que al parecer era el taco, y algunas esquirlas oseas aquí y allá en la masa cerebral destruida. Dedujeron los peritos que dicha herida, que produjo la conmoción instantánea unida al esfacelo 6 desmoronamiento de la masa cerebral, con destruc- ción de venas y arterias, fué producida por arma de fuego y que el acto se realizó muy cerca de la persona contra quien fué dirigida. Reconocida el arma (una escopeta) por los pe- ritos ppal hallaron en muy buen estado los puntos de seguro, y por lo tanto no creen que se haya disparado al solo toque de una persona al pasar cou su cuerpo al lado de dicha arma.—-Después de algunas consideraciones acerca de la fuer- za impulsiva de la pólvora, de la distancia como factor prin- cipal y de la naturaleza del proyectil, recuerda la Comisión las circunstancias de la herida para deducir, en consonancia con las preguntas formuladas por el Juzgado, las conclusiones siguientes: 1.9% Por lo que arrojan los datos suministrados por la autopsia, y especialmente por la forma, tamaño y di- rección de la herida, no puede creerse que fuera producida por el disparo de una escopeta cargadacon municiones, al caer al suelo desde cualquiera altura; 2.“ Jl hueso tempo- ral puede ser fracturado por municiones, sin necesidad de que el cañón del arma se aplique inmediatamente á él, sobre todo siendo la parte vulnerada la escama ó porción ascendente de dicho hueso, que no fué lesionada en el presente caso; y 3.“ No puede admitirse que el disparo de las municiones, ó mejor dicho su penetración en la cavidad craneal, fuese la causa directa de la contusión del ojo derecho, toda la vez que esta lesión se halla bien precisada en la autopsia, sin 1 que se acuse: perforación del hueso frontal. Asfixia por estrangulación.— Aprobado por unanimidad y sin discusión el anterior informe, leyó otro el Dr. Castellanos, á nombre de la misma Comisión, para resolver las cuestiones propuestas por el Juzvado de Primera Instancia de Pinar del . Rio en la causa que se sigué por muerte de D? Joaquina Ber- 502 desia, respecto de cuyo origen existen divergencias entre los facultativos consultados, atribuyéndola todos á la asfixia por estrangulación, pero disintiendo algo en sus explicaciones. Seis preguntas dirige el Juzgado á la Real Academia, y para contestarlas, entra la Comisión en varias consideraciones que se apoyan por un lado en los datos suministrados por el reco- nocimiento y autopsia del cadáver, y por otro en los preceptos de la ciencia y en los hechos recogidos por la misma, hasta llegar 4 concluir que:—1 No puede asegurarse, de una mane- ra cierta y sin que deje la más pequeña duda, la clase de muer- te á que sucumbió D* Joaquina Berdesia; 2% El haberse encontrado exangiie el corazón y el no notarse en el cerebro fenómeno alguno extraño, no son hechos bastantes para que sea imposible la muerte por asfixia por estrangulación; 3% No es posible fijar de una manera apsoluta cuánto tiempo nece sita un cadáver para enfriarse; 4% Los signos exteriores que se notaron en el cadáver no son bastantes á determinar el gé- nero de muerte que sufriera D* Juaquina; 5% Por los signos consignados en la certificación de reconocimiento, no es posi- ble determinar si hubo lucha entre agresor y agredida; y 6" Por la constitución, temperamento y estatura de D,_S....... H...., es admisible que pudiera llevar á cabo el atentado ó hecho que se le imputa. Aprobado dicho iiforme sin discusión y por unanimidad, en vista de lo avanzado de la hora declaró el Sr. Presidente terminada la sesión. EpizoorIa EN LA ProvixcIa DE Santa COLara.—Mepipas De Po- LICÍA SANITARIA; —por el Sr. 9. Pascual Beauville. (Sesión del 8 de Abril de 1883.—V. pág. 498). Con fecha 2 de Marzo último recibió la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana, del Iltmo. Sr. Secretario del Gobierno General, dos copias de 503 otras tantas comunicaciones del Gobierno Civil de Santa Clara, relativas á las providencias ó medios tomados para evitar el desarrollo de una enfermedad que diezma el ganado en gene- ral de aquella provincia, á fin de que en su vista se sirva in- formar esta Corporación “cuanto le sugiera su ilustrado criterio en favor de la industria pecuaria” de la antedicha comarca. Antecedentes.—La primera de las citadas comunicaciones del Gobierno de la Provincia de Santa Clara dice lo siguiente: “Conocedor este Gobierno de que, al igual de lo ocurrido el año próximo pasado, vienen presentándose en distintos pun— tos de esta provincia casos de la enfermedad llamada de la Bacera, que ataca al ganado vacuno, como también las cono- cidas por el muermo y lamparones al caballar y mular, ha acordado, de conformidad con lo propuesto por la Junta Pro- vincial de Agricultura, Industria y Comercio, el que se adopten las medidas que á continuación se determinan, enca- minadas á evitar, en cuanto sea posible, males tan funestos á los intereses materiales de los pueblos, como peligros á la sa— lubridad pública.—1.% Se nombrará en esta capital una Comisión de profesores veterinarios y demás personas compe- tentes, para que en unión de los que componen la Sección de Ganadería de la Junta de Agricultura, Industria y Comercio, proceda á un detenido estudio sobre el origen y causas de las expresadas enfermedades, y de los medios más eficaces para conseguir y evitar el contagio.—2. Se formarán igualmente Comisiones en todos los términos Municipales de la Provincia compuestas de Veterinarios y personas de reconocida idonei— dad, para que, con análogas atribuciones, verifiquen igual es- tudio, y deu cuenta quincenalmente de ellos 4 la Provincial. —3.9 De dichas comisiones formarán parte dos vocales de los que constituyen en cada término la Junta de Sanidad.— -4.2 Todo propietario de animales 6 los administradores 6 encargados estarán en el deber de dar conocimiento, bajo su más estrecha responsabilidad, á la Autoridad local más inme- diata, para que ésta á su vez lo haga á la Comisión respectiva, de cualquier enfermedad contagiosa que en dichos animales 504 notaren.—5. % Se hallarán igualmente obligados á dar igual parte los veterinarios y albéitares que en el ejercicio de sus funciones fuesen llamados para curar las enfermedades conta- giosas, pudiéndolo también verificar cualesquiera personas que de ello tuviesen conocimiento.—6. 9 Todo animal que se en- cuentre atacado de enfermedad contagiosa, será inmediata—- mente aislado en la finca donde se halle y en punto donde no tenga contacto con los demás animales.—7. % Si la enfer medad fuese declarada incurable y de carácter epizoótico, pro- cederá acto seguido su dueño á sacrificar la res y quemarla sin que quede rastro de ella. —8. 2 En caso de negativa ó resis- tencia á lo expresado en el número anterior, dispondrá la Autoridad local, previos los requisitos indispensables legales, el sacrificio y quema de la res atacada, siendo por cuenta del interesado los gastos que se originen.—9. 2 Interin no se ha- cen otros estudios más completos sobre las aludidas enferme- des, se recomienda á las Autoridades locales y á los dueños de fincas, que se observen como medidas de precaución las de sacar el ganado de los grandes guineales y ponerlos en cuar- tones acotados, sombríos y con poca yerba, hasta que su ex- cesiva sangre ó gordura haya disminuido algún tanto; usen la sal á razón de quince gramos diarios por cabeza; sangren á las reses más gordas, sacando 4 cada una de 10 á 12 libras; cuiden de que las aguas no contengan fango ni impureza alguna que puedan descomponerlas, y de quemar las que mue- ran.—Y 10.2 Que, aunque algunas de dichas enfermedades no están consideradas como contagiosas, debe sin embargo ais- larse todo animal atacado, no dándose reglas de curación por considerarse hoy que, después de ello, es incurable.—Lo que se publica en el Boletín Oficial para general conocimiento y cumplimiento por parte de las Autoridades llamadas á venrifi- carlo,”—(Setiembre 19 de 1882). La segunda comunicación, 4 que antes se ha hecho referen- cia y dirigida á las Juntas Municipales de Sanidad, expresa lo que á continuación se inserta: “Las noticias adquiridas por este Gobierno acusan la exis: 505 tencia de una enfermedad del ganado, cuyo principal motivo parece ser la poca vigilancia que se ejerce en la introducción del que procede del extranjero; y en la necesidad absoluta é imprescindible no sólo de prevenir conflictos, sí que también de extirpar el mal, con esta fecha he tenido por conveniente disponer: —Que se ejerza la mayor vigilancia en la introduc- ción de ganados, no permitiéndose la entrada sino después de un minucioso examen, llevado á cabo por peritos y bajo la resporsabilidad de éstos.—Que las procedencias de puertos infestados se examinen aún más escrupulosamente que ningu- nas otras; y en el caso de la más mínima duda, ó que durante la navegación hayan ocurrido casos de enfermedad ó muerte en las reses, se sujete todo el cargamento á observación, ais- lándolo por completo del ganado que se encuentre en el país. —(Que, declarada la enfermedad en cualquiera clase de gana- do, se aísle éste por completo del resto del que se halle en el término, no perdonando medios, por más dolorosos que sean 4 la propiedad particular, para evitar la propagación del mal. —(Que en los mataderos se ejerza la más estricta vigilancia, procediéndose al examen de cada una de las reses que se des- tinen al consumo público, antes y después de muertas y bajo la responsabilidad del perito que la reconozca; y las reses que hayan de sacrificarse fuera de pobiado, esto es, en los ingenios y caseríos, doude para el consumo de la finca, fincas adyacentes ó vecinas suele matarse periódicamente, alguna vez, se exija al matador toda la responsabilidad que las cir- cunstancias y el Código Penal imponen en este caso.—Este Gobierno no puede menos que insistir en su circular de tres del corriente y en todo lo que antes de esa fecha y en esta circular se previene. Dispuesto como se haya á exigir el cum- plimiento de todo lo prevenido, encarece á V.S. la mayor vi- gilancia, la mayor adquisición de medios para evitar la plaga - que amenaza, el más exquisito examen de toda clase de gana— do, fuere la que fuere su procedencia, y por último, un constan- te desvelo en pro de este servicio de urgentísimo y preferente carácter, La más estrecha responsabilidad que habrá de exi- | 7. xIx.—61 506 girse será sólo el cumplimiento de un deber; y en este caso, la esfera en que la Autoridad gira no ha de ser sólo en los lími: tes que su gestión le marca, ¡na de llegar hasta más allá aún, cuanto que el verdadero patriotismo y el interés general obli- gan á tomar medidas rápidas, extremas y enérgicas, que no pueden preverse más queen el momento y que no han de ser objeto de duda en estas circunstancias. —Haga V. S. pre- sente á esa Junta de su presidencia los deseos de este Gobier- no, el cual verá con gusto la actitud que se adopte le exima de exigir responsabilidades á todos aquellos á quienes les re- sulten, sean quienes fueren.—Del recibo de la presente, asi como de las medidas adoptadas por esa Junta, se servirá V.S. darme cuenta oportunamente.”—(Febrero 11 de 1883). Hecha la relación de los antecedentes enviados á la Real Academia, con objeto de que ella ““se sirva informar cuanto le sugiera su ilustrado criterio en favor de la industria pecua— ria de aquella comarca,”—la Comisión de Higiene Pública, auxiliada eficazmente por la de Veterinaria, viene á llenar su cometido, examinando primero las condiciones que desarro— llan enfermedades en los animales importados, para exponer después las medidas de Policía Sanitaria que deben adoptarse en el caso que se consulta. Los datos adquiridos por el Gobierno Civil de Santa Clara acusan la existencia de una enfermedad del ganado vacuno conocida con el nombre de “Bacera,” cuyo principal motivo parece ser la poca vigilancia que se ejerce en la introducción del que procede del extranjero y la necesidad absoluta é im- prescindible no sólo de prevenir conflictos, si que también de extirpar dicha enfermedad, tanto por la relación que tiene con los intereses que representan nuestra agricultura y ganadería, cuanto por la influencia que puede tener en la salubridad pú- blica. T.—Causas.—Muchas son las causas á que están expuestos los animales que son importados y por lo tanto sujetos á afecciones durante la travesía. La primera es la infuencia de la respiración. 507 Nadie ignora que la composición del aire atmosférico, en cuanto ásus elementos esenciales en peso, es de 23,013 de oxígeno, 76, 87 de ázce. Se encuentra casi siempre de 0,0003 4 0,0006 de ácido carbónico y cierta cantidad de vapor de agua, como también algunos indicios de amoniaco y yodo. Se sabe asimismo que la del aire expirado está representada, más Ó menos, por ázoe 75.20, oxígeno 17, ácido carbónico 5,9 y vapor de agua 19. En el acto de la respiración el aire pierde una parte de su oxigeno y de su ázoe, recoge cierta cantidad de vapor de agua, pero más de ácido carbónico. Comparandó estos números, es fácil comprender que la at- mósfera de un espacio marcado, como el entrepuente de un buque, en el cual respira un gran número de animales, bien pronto se descompone y algunas veces no puede respirarse; y por eso una enérgica ventilación es indispensable á bordo de dichos buques. La temperatura es una segunda causa: la atmósfera de los entrepuentes posee siempre una temperatura más elevada que el aire exterior; un calor tan continuo provoca la expansión de los fluidos, la dilatación y el relajamiento de los sólidos; y en tales circunstancias la perspiración cutánea es tan abun- dante, que el descanso mismo está acompañado de un sudor general. La perspiración es más frecuente cuando el aire dila- tado y húmedo contiene, relativamente á su volúmen, menos oxigeno; las inspiraciones son más rápidas; y el cuerpo de los animales, asi empapados de sudor, se halla predispuesto á res- friados que engendran enfermedades del pecho. La humedad es otra de las causas de la perturbación de la salud á bordo de los buques: el aire caliente y húmedo del entrepuente pierde de su peso; los efectos que ejerce sobre la economía animal dependen de la acción combinada del ca- lor, del vapor de agua y de Ja rarefacción del aire, condicio nes que son debilitantes y relajantes; los Órganos, desprovistos de energía, ejecutan sus funciones con lentitud; todos los te— jidos adquieren una flojedad notable, su acción disminuye; 508 todo el cuerpo ofrece un estado de hinchazón, debido á la fuerza expansiva del calor y á la acción del vapor de agua: un sudor abundante, resultado de esta doble causa, inunda todo el cuerpo, y el apetito es casi nulo. La aglomeración es la más importante y la más terrible de las causas de insalubridad, pues engendra principalmente enfermedades infecciosas. La aglomeración tiene dos conse— cuencias inevitables: la disminución del aire y el mefitismo, - las cuales determinan, sea una asfixia, sea un envenenamiento. El aire atmosférico es como el regulador de la salud de los animales 4 bordo; cada animal está envuelto de emanacio- nes vaporosas y gaseosas, formadas por la expulsión fuera del ofvanismo de algunos materiales impropios para la nu- trición. Si la renovación del aire es continua y la aglomeración no es considerable, esos miasmas no alcanzan una proporción peli: grosa; en el caso contrario si, y puede manifestarse su influjo: de una manera violenta. | En resúmen: mientras más se aglomeran los animales en un buque, más disminuye la cantidad de aire que pertenece á cada animal y más se expone éste, por consiguiente, á las enfermedades. Admitida en las reses importadas una exaltación de las pro- piedades vitales en el momento de embarcarlas, ligera irrita— ción, fugaz, pasajera, debida á los tormentos que se les hace - pasar, unidos á las contusiones, golpes y demás cansas men— cionadas, son más que suficientes para producir alteración eu el ejercicio de sus funciones; á todo lo cual hay que añadir la privación casi completa de alimentos tanto sólidos como líqui- dos, los inmediatos y continuos tormentos á que están some- tidos durante la travesía, y la poca cantidad de aire, ese ele— mento capital de la vida. La Bacera, 6 mejor dicho, el tifus carbuncoso es una en fermedad cuya naturaleza está fundada en una alteración profunda de la sangre, con tendencia á la descomposición séptica. Jl tifus carbuncoso es una enfermedad contagiosa; 509 - la sangre, la piel, en una palabra, todas las partes de un ani- mal enfermo ó de un cadáver trasmiten el padecimiento, no sólo á los animales de su misma especie, sino á los que la tengan diferente y aún al mismo hombre. La afección que el virus provoca presenta el mismo daño que la que lo origina. l.— Medidas de Policia Sanitaria.—El tifus carbuncoso es una enfermedad que puede considerarse «como extraña á es- tas provincias; que nunca se declara espontáneamente; y cuando ella aparece, es casl siempre por las vias del conta- gio: el problema de la preservación contra ese formidable azote consiste exclusivamente en emplear medidas sanitarias para prevenir su invasión. La mayor vigilancia debe ejercerse en la introducción de _ganados, no permitiéndose la entrada sino después de un examen minucioso, y en caso de la más mínima duda, ó que durante la navegación hayan ocurrido casos de enfermedad ó muerte en las reses, se sujete todo el cargamento á observa- ción, aislándolo por completo del ganado que se encuentra en el país: á una cuarentena de diez dias se someterán los anima— les en que se sospeche algún indicio de enfermedad, no conce- diéndose su admisión ínterin no lleguen ú presentar todos los signos de la salud. Declarada la enfermedad en el territorio, las prescripcio- nes esenciales son las siguientes: “1,2 Todo propietario de un animal que presente síntomas del tifus, 9 motivos para sospecharlo, debe con la mayor bre- vedad hacer su declaración ante la Autoridad local. 2. > Esta debe trasmitir esa declaración inmediatamente á la Autoridad superior inmediata, y ordenar con urgencia: a.. El aislamiento del local infestado. b. La interdicción del potrero para los animales enfermos. c. Probibición de trasladar ningún animal fuera del pun- * to sospechoso. Al mismo tiempo los habitantes del pueblo deberán estar prevenidos de la epizootia, á fin de poder evitar su propaga- ción, ] - 510 3.2 En el caso de no haber más que sospechas de la enfer- medad en un animal vivo ó muerto, la Autoridad local podrá ordenar el sacrificio del vivo y proceder á las autopsias. Si la inspección cadavérica deja algunas dudas, los cadá- veres deberán ser enterrados con sus cueros y demás restos. 4.2 Si la invasión del tifus está oficialmente justificada, en el acto deberá recurrirse á las medidas siguientes: a. Elsacrificio de todo animal reconocido como enfermo. D. Destruir sobre todo por el fuego, ó enterrar á diez piés de profundidad los animales muertos. c. Aislamiento del potrero en que se encuentran animales enfermos ó sospechosos. d. Prohibición de entrar y de salir, mientras no se baya efectuado la desinfeeción. En suma, las prescripciones legales á que es necesario re— currir y que deberían ejecutarse estrictamente, nOs parecen ser las siguientes, con las cuales estará uno suficientemente ar- mado contra el mal: | 1.2 La declaración inmediata, hecha á la Autoridad local por el propietario de animales susceptibles de contraer el tifus, de todas las manifestaciones Ó sintomas que: puedan hacer sos- pechar la existencia de esa enfermedad, Esta prescripción es de la más urgente necesidad, puesto que por ella, prevenida á tiempo la Autoridad local, se halla en circunstancias de pres- cribir inmediatamente adas las medidas necesarias para res guardar el interés público, opens á4 que, del primer foco de infección contagioso denunciado, los elementos del: conta= gio se extiendan y propaguen el mal á distancia. 2.2 Atislamiento.—Todo propietario, que cumple con el deber de hacer la declaración, está obligado al mismo tiempo á tener encerrados los animales considerados por él como sos- pechosos 6 enfermos. ls necesario que los animales perma- nezcan en Jos mismos lugares en que la enfermedad los ha sorprendido, y que por ningún motivo sean extraídos de allí. 3.2 Visita y Empadronamiento.——Con el objeto de que la medida del aislamiento sea lo más eficaz posible, y que los 511 propietarios se encuentren en la imposibilidad de sacar anima- les de los potreros sospechosos, la Autoridad debe ordenar el empadronamiento de los que contienen, de una manera exac= ta, para. poderse asegurar, en cada visita, de la presencia de todos ellos. 4,2 Destrucción. —En presencia de urna enfermedad tan formidable como el tifus, en que las propiedades contagiosas son tan enérgicas y las vias de propagación tan numerosas, la única resolación que se ha de tomar, sin vacilación y sin demora, es sacrificar todos los animales enfermos del tifus. El sacrificio inmediato de todos los animales reconocidos como atacados del tifus, es una medida excelente, de utilidad pública y que garantiza todos los intereses. La Autoridad no debe nunca vacilar en hacerla ejecutar sin ninguna remisión; es necesario que se muestre firme, decidida y pronta á la acción, Y que no reconozca otra divisa que el Salus populr, suprema lez. 5.2 Enterramiento.—La destrucción completa de los cadá- veres por el fuego es uno de los medios mejores pará evitar la propagación de los miasmas contagiosos; pero, á falta de dicha operación, el enterramiento de los cadáveres de animales muertos ó sacrificados es la que debería emplearse, echando sobre los restos suficiente cantidad de ca), siempre que sea posible. Hay que considerar que los gérmenes contagiosos perma- necen cierto tiempo en posesión de toda su actividad en el cuerpo del animal muerto, quedando así un foco de contagio. Es necesario que los cadáveres sean enterrados profunda- mente y á distancias bastante grandes de las habitaciones para no temer sus emanaciones. ¿a en La profundidad de los fosos debe ser de dos metros; está prevenido que antes que los cuerpos sean echados en tierra, es preciso acuchillar los cueros, á fin de evitar que nadie des— entierre los cadáveres para aprovechar aquéllos. El tifas carbuncoso debe estar colocado en la categoría de las enfermedades incurables. Inútil es insistir en el trata— 512 miento que conviene aplicarle, además de que la cuestión del tratamiento tiene que ser secundaria, visto que, cuando nos encontramos en presencia de ese formidable azote, la única precaución que hay que tener es hacerla desaparecer en el tiempo más corto posible: á este resultado debe uno dirigirse exclusivamente, siempre y en todas las circunstancias, y no perder el tiempo con tentativas de tratamiento más ó menos inútiles y á veces peligrosas. Cuando el tifus se declara en un territorio, hay una sola cosa que hacer: Preservar el mayor número posible de animales, sacrificando el más corto. Tales son las prescripciones esenciales que conviene obser- var; y estamos convencidos de que, ocurriendo á tiempo y sabiendo hacerlas ejecutar con decisión, es casi seguro que dominaremos la epizootia. : Todo consiste, para el buen éxito, en la prontitud con que uno se decida y actúe: ir derecho al enemigo, estrecharlo y ahogarlo; he aquí, en pocas palabras, toda Ja regla de con- ducta. | HistorIA DE LAS CIENCIAS Y DE LOS SABIOS EN ESTE Y EN LOS DOS ULTIMOS SIGLOS, SEGUN ALPH. DecawDoLLE;—por el Sr. D, Fran- cisco A. Suuvalle. (Sesión del 8 de Marzo de 1874.—V. Anales, t. X; pág. 416.) Con el título de Historia de las Ciencias y de los sabios en éste y en los dos últimos siglos, ha publicado el año pasado el célebre botánizo de Ginebra Alphonse DecandoJle una obra muy Interesante, que ha sido aplaudida por muchos, criticada por algunos, Daré hoy una ligera reseña de algunos de los puntos de que se trata en la primera parte de este libro, reserváíndome continuar mis extractos en otras subsecuentes sesiones. Eu primer lugar consigna el Sr. Decandolle que el rasgo característico de la ciencia, desde la mitad del siglo XIX, es 513 la investigación minuciosa del encadenamiento de los hechos. En lo general se ha admitido el aforismo “no hay efecto sin causa;” pero no se ha tratado con suficiente empeño de inves- - tigar las causas inmediatas Ó próximas. La tendencia de nuestros dias es buscar la continuidad de los fenómenos y á esto se debe el descubrimiento, en casi todos los ramos de las ciencias, de evoluciones que antes no se sospechaban, y se ex- plican hoy una infinidad de cosas que parecian inexplicables. La Geología ha contribuido poderosamente á hacernos com- prender la inmensidad de los tiempos, la Astronomía la in- mensidad del espacio. Ningún astrónomo supone ya que los fenómenos pueden limitarse á los que distingue con sus más potentes telescopios. Falta aún que los naturalistas se con- venzan de que lo infinitamente pequeño es una realidad, como lo es lo infinitamente grande: éstos son tal vez los únicos hoim- bres de ciencia en que la idea de la evolución hasta lo infinito y de la continuidad sin interrupción no ha penetrado todavía de una manera completa. | La apreciación de probabilidades hace suponer que los se— res organizados están ligados unos con otros por una inmensa cadena de formas que se desarrollan y se modifican. El princi- pio ya antiguo omne ovum ex ovo pudiera, dice el Sr. Decando- lle, no ser una verdad absoluta; y, mientras no se demuestre que es un imposible, no se puede afirmar que la materia in- orgánica no se cambia algunas veces en materia organizada, por más que hasta ahora se haya visto qúe un ser organizado ha procedido siempre de otro ser organizado. Puede no ha- ber habido tales cambios en los tres ó cuatro mil años de nuestra época; pero ¡cuán corto es este periodo si se toma en cuenta la antigiiedad que se atribuye hoy v. g. 4 la Europa, y si se trata de apreciar una ó más de las épocas antehistóricas en las que muchas circunstancias se reunen para hacernos creer que los seres organizados han tenido formas diferentes en la serie de los tiempos! De aquí la opinión de la trasfor— mación de los seres organizados, que tiende á preponderar hoy en las ciencias. Algunos naturalistas creen en cambios brus— Tr. xIx.—65 514 - cos y raros; otros en trasformaciones lentas y frecuentes; no pocos están dispuestos á admitir ambos modos; y efectivamen- te éstos no son incompatibles: por ejemplo, sabemos hoy que los plutonistas y los neptunistas, tanto unos como otros, tenían razón. La noción ya acreditada en cuanto 4 cambios climatológi- cos y á la configuración geográfica en el hemisferio boreal con anterioridad á los primeros datos históricos y posteriores á la época llamada terciaria, es que se han efectuado emigraciones en masa de floras y de faunas, determinadas en parte por la invasión gradual del frio, que se fué extendiendo desde las re- giones setentrionales, y por las grandes avalanchas que roda- ron de las altas montañas y cubrieron las llanuras adyacentes; invasión cuyas fases cuentan cada una de ellas millares de años. Por este motivo las especies de las plantas que hoy ve- getan en el vértice de los Alpes y en las regiones árticas no podían haberse hallado en estos parajes cuando la tempera— tura de la Europa central era la que hoy tienen la isla de Madera y los trópicos, y que los Alpes no habían alcanzado aún su elevación actual. En la época terciaria mediana nues- tras especies ártico-alpinas, ó las formas de donde provienen, debieron germinar muy cerca del polo, puesto que entre los fósiles que se han descubierto en el Spitzberg se han encon- trado selvas enteras del abeto común (Pinus abies L.) y otras muchas plantas que habitan hoy exclusivamente las regiones templadas ó las tórridas. Llegando al objeto primordial de su obra, el Sr. Decandolle expone que, para juzgar á los hombres que se han distinguido en las ciencias en estos dos últimos siglos, no ha consultado á los autores, ni ha descansado en su propia opinión, nula, se- gún él, salvo en una sola ciencia, la botánica. Se ha guiado, dice, por el juicio que formaron de ellos las principales cor- poraciones científicas de Europa á que han pertenecido. Ds año en año nombran éstas sus socios de número y correspon- sales; escogen entre los subios de todos los países y en todos los ramos, los hom)jres cuyas publicaciones han tenido más 515 influencia en el progteso científico, y, siendo muy limitado el número de socios en cada categoría, resulta necesariamente un escrutinio muy severo y detenido. Los electores son todos hombres científicos de reconocido mérito, cuya imparcialidad debe ser admitida, mucho más cuando se trata de sabios ex- tranjeros, á quienes juzgan por sus escritos, Sino premiaron á todos los hombres que se distinguieron en una época, han debido á lo ménos señalar un gran número de ellos. En seguida el Sr. Decandolle hace una reseña de las Aca. demias más importantes de Europa. La Academia de Ciencias de París desde hace dos dor ha reservado siempre en su seno ocho plazas que han de ser ocu- padas exclusivamente por extranjeros. Este número, muy corto para el conjunto de todas las naciones v todas las cien- cias, es tan limitado y dificulta de tal modo la elección, que sólo puede recaer ésta en hombres verdaderamente eminentes. La Academia nombra además socios corresponsales que pue- den ser escogidos indiferentemente entre nacionales y extran- jeros. En un tiempo su número era indefinido: en el siglo actual se fijó una cierta proporción para cada ciencia, y han sido generalmente de 40 á 70, según las épocas. La Real Sociedad de Lóndres nombra 50 miembros ex- tranjeros escogidos con imparcialidad y criterio entre todos los ramos de las ciencias. El Consejo de la Sociedad, com- puesto de sabios de todas las diversas categorías, tiene gran influencia en esas elecciones y hasta ahora han cuidado que todas las ciencias estuviesen siempre representadas. La Real Academia de Berlín se componía al principio en gran parte de extranjeros, á tal punto que el elemento alemán no estaba suficientemente representado. Sin embargo, los nombramientos diferían poco de los de París y Londres. En general estos tres grandes cuerpos científicos han hecho bue- nas elecciones. Sialguna que otra vez, en casos excepciona— les, han sido tachados de favoritismo ó de prevenciones, no pudieron éstas influir sino momentáneamente, pues atañían á individuos y no á grupos, ni á las ciencias en general, y al 516 premiar el mérito, nunca se han ocupado de las nacionalidades. En medio de la encarnizada guerra del primer imperio contra Inglaterra, la Francia deeretó un primer premio al químico inglés Davy y la Real Sociedad de Londres no dejó de aso- ciarse los sabios franceses en clase de miembros extranjeros. Además las muy contadas excepciones que se citan pueden haber sido á veces hasta favorables á las ciencias. Las causas de simpatía ó antipatía que han influido en los nombramien- tos que por rareza no han tenido un orígen cientifico, no ha- brán sido tan perjudiciales al progreso de las ciencias como pudiera suponerse. Incurriría en merecida censura un aca- démico que cerrara los ojos sobre el mérito de un candidato por divergencias de opiniones políticas ó religiosas, y, á la verdad, esto raras veces ha sucedido; pero hay otras conside— raciones que pudieran hasta cierto punto autorizar estas pre— ferencias, El adelanto de las ciencias exige que los que se dedican á ellas tengan entre sí relaciones convenientes y dignas; que se guarden mutuamente respeto y consideracio— nes; y en esto deben los académicos ejercer una intervención beneficiosa é indispensable. Entre los hombres de saber puede haber habido individuos de carácter agresivo y díscolo; si éstos, al presentarse como candidatos, han sido rechazados por alguna academia, por grande que sea su mérito científico, las ciencias no se perjudicaron; puesto que, si lo contrario sucediese, las relaciones de los socios entre sí llegarían á ser sumamente desagradables y no tardarían en alejarse de esas corporaciones un gran número de personas distinguidas que pudieran ser útiles á la propagación de las luces. Por otro lado, si en al- gunos pocos casos los cuerpos cientificos han acogido con preferencia individuos que se prestan con entusiasmo á coad- yuvar con sus colegas en sus tareas; si se inclinaron las aca- demias hacia otros que, aprovechándose de su posición social, protegen las ciencias, no debemos extrañar estas parcialida- des, ni lamentarlas; pues lejos de ser perjudiciales, contribuyen más bien al adelanto de las ciencias. El Sr. Decandolle presenta en su obra un gran número de 517 estados interesantes; entre éstos hay algunos que dan los nombres, nacionalidad, biografía ete. de cada uno de los mien- bros extranjeros y de los socios corresponsales que han perte—- necido á las tres academias de París, Londres y Berlín desde el año de 1666. En esta estadística llama la atención el gran número de eclesiásticos que figuraron en la Academia de Paris en los siglos 17 y 18, sobre todo cuando se compara con el escaso número de los que han formado parte de ella en los últimos 70 años; pues el abate Haiy al- principio de este siglo, y el P. Secchi de la Compañía de Jesús en la actualidad, son los únicos sacerdotes católicos de eminencia científica que perte- necieron Ó pertenecen á esta ilustre corporación. Esto sólo puede explicarse por la condición especial de los eclesiásticos que se hicieron célebres en aquella época. Al examinar las listas que presenta el Sr. Decandolle, se ve que entre ellos po- cos son los obispos ó curas, casi todos fueron abades ó miem- bros de algunas de las Órdenes que se dedicaban al estudio de las ciencias, como por ejemplo los de la Compañía de Je- sús y los Mínimos. La revolución suprimió las órdenes reli- giosas y al mismo tiempo las abadías y los beneficios. Los únicos eclesiásticos católicos que se conservaron fueron los clérigos efectivos ó seglares, cuyo tiempo está casi exclusiva- mente dedicado á las altas funciones de su ministerio, 92 socios extranjeros son los que fueron admitidos en la Academia de París desde 1666, año de su fundación; de éstos 37 Ó sea el 41 p.S eran de familias aristocráticas Ó ricas; 47, igual al 52 p.S, de la clase media; 6, ó sea el 7 p.S, de la clase de operarios, cultivadores, etc; y 2 cuyo origen se desconoce. Huygens, Cassini, Newton, Cavendish, Volta y Humboldt eran nobles ó ricos; Leibnitz, los Bernouilli, La— grange, Berzelius, Herschel y Roberto Brown de la clase me- dia; Davy, Franklin, Faraday, Gauss de padres pobres. Algunos de estos sabios deben la vida 6 la educación 4 pastores protestantes, como por ejemplo Boerhaave, Wargen- - tin, Hartsoecker, Euler, Campe, Linneo, Blumenbach, Olbers, 518 Wollaston, Jenner, Mitscherlich, Roberto Brown, Berzelius, Agassiz, John Wallis, Fabricius, Arturo Young, Enke, Heer, Studer y Clausius. Clasificando los 92 socios extranjeros de la Academia de Ciencias de París, resulta que, de los que pertenecían á las grandes naciones de Europa, es decir, de las de más de 18 mi- llones de habitantes: _32 fueron alemanes;—1 ruso;—27 ingleses; —15 italianos. De las naciones de J] 4 30 millones: 2 de los Estados Unidos. De las de 12 4 14 millones: — - España 0;—Hungría 0;—Turquía 0;—América Española y Brasil 0;—Polonia 1. Naciones con menos de 4 millones de habitantes: Portugal 0;—Bélgica 0;—Suecia 4;—Holanda 6;—Sui- za 13;—Dinamarca 1;—Noruega 0. Si la España no ha sido representada en el número de los socios extranjeros de la Academia de Paris será tal vez que, siempre en guerra con la Francia, nadie se haya presentado como candidato, Ó acaso en represalia porque los Estatutos ó ¡Reglamentos de casi todas las academias españolas exclulan entonces á los extranjeros de un modo absoluto. Sin embar- go, sabios muy distinguidos de esta nación han figurado en el número de los socios corresponsales de la Academia de París en los siglos 17 y 18: entre ellos Jacobé, médico de Sevilla; Ulloa, célebre químico de Madrid; Alvarez de la Vega, de Santa Fé de Bogotá; Jorge Juan, matemático, de Madrid; To- fino, astrónomo, de Cádiz; Valera, de Cádiz; Ortega, botánico eminente, de Madrid. En la Real Sociedad de Londres fue-— ron tambien elegidos socios corresponsales: Bernardo de Beli- dor, de Cataluña; Antonio Ulloa, almirante, astrónomo y quimico; Ortega y Felipe Bauzá, geógrafo, de Madrid. A la Academia de Berlín pertenecían asimismo como corresponsa— les los Sres. Antonio Ulloa y Bernardo de Belidor. | El Sr. Decandolle, tomando siempre por baseslas elecciones de socios extranjeros Ú corresponsales en las Academias de 519 París, Londres, Berlín y San Petersburgo, y teniendo en cuen- ta la población de cada una de las naciones europeas y el número de académicos electos en ellas, determina el órden en que según su importancia científica deben ser clasificadas. Año 1750. 1789. 1829. 1869. Suiza. Suiza, Suiza. Suiza. Holanda. Holanda. Suecia, Noruega Francia. Suecia, Noruega Suecia, Noruega| y Dinamarca. |Alemania. y Dinamarca. y Dinamarca. | Francia. Inglaterra. Francia. Francia. Alemania. Suecia, Noruega Inglaterra, España y Portu-| Inglaterra. y Dinamarca. Alemania. gal. Holanda. ¡Bélgica. España y Portu—|Italia. Italia, Rolanda, gal. Bélgica. Bélgica. Italia. Rusia. Inglaterra. Hungría. Rusia y Polonia, Alemania. España y Portu- Rusia y Polonia.| gal. Hungría, Rusia y Polonia, Por la clasificación que antecede se ve que la Suiza ha ocu- pado siempre y ocupa aún el primer rango científico entre las naciones; es decir, la que más sabios ha contado relativa- mente al número de sus habitantes; en materias científicas ha sabido mantener una hegemonía constante; y esto lo atribuye el Sr. Decandolle á que en Suiza está perfectamente organiZza- da la educación primaria; que la euseñanza secundaria y la superior están dirigidas con inteligencia, esmero y previsión; que nose hallan bajo la influencia de partidos políticos ó reli- giosos: se debe atribuir también á las numerosas bibliotecas, á los observatorios, laboratorios, museos, jardines botánicos y á los auxilios materiales é intelectuales al alcance de todos; pero principalmente á la libertad de que disfruta cada uno de publicar y profesar sus opiniones referentes á puntos científi- cos; pues la ciencia requiere una libertad de acción completa, y una vez dado el primer impulso “vires acquirit eundo.” Caso CURIOSO DE APLASIA LAMINOSA PROGRESIVA; —por el /)r. Ra- fael A. Cowley. (Sesión del 23 de Marzo de 1873.—V. Anales, t. IX, pág. 450). D. A, G., de 37 años de edad, natural de Palmillas, labra- 520 dor, de color trigueño, bastante oscurecido por la acción de los rayos solares, de temperamento nervioso, de constitución más bien fuerte que débil, casado, con dos hijos, sin antece—= dentes hereditarios; su madre vive, gozando buena salud, y su padre murió de la epidemia de fiebre amarilla de Islas Cana- rias; en su juventud padeció ataques epilépticos que le dura- ron mientras estuvo entregado al onanismo; sus dos hijos son varones, de buena salud y no recuerdan que hayan padecido más que de los accidentes de la dentición, el uno tiene 10 años, el otro 8; cree no haber tenido más hijos por estar pa- deciendo su mujer una afección del útero. Fuma tabaco, sólo bebe vino en las comidas y ginebra cuando se llueve en el campo, abusa del café. A fines de Agosto de 1867, notó que el lado izquierdo de la cara se le ponía más blanco, sin que se le presentaran dolores, tirantez, descamación, insensibilidad ni otro sintoma que le anunciara que padecia de ese lado. Como nada le mortificaba, se abandonó, creyendo que con dos ó tres purgantes de Leroy se hubiera curado; pero, habiendo llamado 4 un médico que cura con vegetales (suponemos que sería un curandero), le mandó una pomada amarilla, (creemos que en este caso el médico ve- getal se fué al otro reino, porque presumimos fuese aquélla de azufre), la quele produjo picazón, haciéndole salir una erup- ción; al poco tiempo de esa fecha, Diciembre del mismo año, no- tó no tan sólo que no le salía barba del lado izquierdo, sino que le parecia más chica su cara de ese mismo lado, y con este moti- vo llamó al médico de verdad (éstas son sus frases), que le recetó una bebida y una untura, con las que ningún beneficio obtuvo; y teniendo que hacer un pago en la Habana, aprovechó esa ocasión para ser visto por un médico de esta ciudad, el que le dijo que los músculos de la cara los tenía enfermos, y por la ex- plicación que me ha hecho, creo que le diagnosticó una atrofia muscular progresiva; lo invitó á ir á su sala en el Hospital de San Juan de Dios; pero habiendo muchos casos de cólera y no siendo su enfermedad grave ni que le obligara á guardar cama, tuvo miedo y asco de ir al Hospital. Por el año de 1869 521 notó que casi siempre que se pasaba la navaja por el lado izquierdo, lo que hacía por consejo de un barbero que le aseguró que de ese modo le saldría otra vez la barba, se hería con frecuencia, y buscando la causa, cree notarse algunas arru- gas. En una de las muchas ocasiones que se hirió, notó difi- cultad de abrir la boca, y creyéndose tetánico, tomó algunos brevajes, y alarmado, lo vió otro médico, que le recetó una untura, anunciándole que tal vez tendría que extraerse al- guna muela, porque lo que tenía en la cara dependía de la caries de una de ellas; desde esa época continuó arrugándose mucho más y adquiriendo mayor sensibilidad del lado iz- quierdo. El mes pasado lo hemos visto y he aquí su estado. En el la- do derecho de la cara se le nota la piel adherida normalmente á sus capas inferiores, la barba espesa, sin canas, y la piel ter- sa; por el contrario, la del lado izquierdo está como ahuecada, sirviendo de asiento á multitud de arrugas y surcos y siendo muy pronunciados el naso-labial, el supra é infra-orbitario y el labio-barbal; el surco medio del labio superior parece como un tubérculo adelgazado hacia el lado izquierdo y como cortado á bisel 4 expensas del tejido del lado enfermo;—si se hace un pliegue con la piel del lado derecho, se nota la resistencia y grosor de los tejidos, siendo mucho mayor que el presentado cuando se hace igual pliegue y en igual región del lado izquierdo, diferencia que es muy extraordinaria si se comparan los hechos en las regiones buccinadoras y supra labial; —otro pliegue se presenta en la parte anterior é inferior del maxilar inferior, notándose á simple vista la disminución de la atmósfera cólulo-adiposa de la región barbal. La diversa coloración de un lado al otro es el síntoma que hiere después la atención del que lo examina, tanto que remeda al principio un tejido cicatricial, asemejándolo las arrugas ú esas deformes cicatrices que quedan después de las quemaduras profundas. El cambio de coloración permite limitar la extensión del mal, que, tomando el punto de más intensidad como el de partida, la vemos comenzar en el ángulo externo del ojo, elevarse un T. x1x.—66 522 poco, siguiendo el borde superior del puente zigomático, parte inferior de la región temporal, dirigirse después hacia atrás y abajo; respetando la oreja, descender por la región mastoidea; sigue hasta el tercio posterior del borde inferior del maxilar inferior; pierde esta dirección, invadiendo la región supra-hio1- dea, para volverse á elevar, limitándose por todo el rafe medio del cuello y cara hasta llegar á la frente, donde se desvía á la izquierda y llega al punto por donde hemos principiado 4 de- Jinearla. Es de notarse que en algunos puntos se presentan islotes de diversas dimensiones, de tejidos no invadidos, como sucede en la región supra-hioidea é infra-maxilar, islotes cu- biertos de vellos de color negro. La coloración de la cara se pronuncia en mi concepto mucho más por estar cubierto de barba el lado opuesto; el cabello de la sien izquierda es poco abundante y canoso, el globo ocular izquierdo nos parece un poco más enclavado; —el ala izquierda de la nariz es más delgada y la tirantez del tejido elástico deforma su abertura;—la comisura labial izquierda está como embutida en la cavidad bucal, aspecto ilusorio, porque lo figura el grosor del gran pliegue naso-la- bial izquierdo, que es extraordinariamente exagerado, y bien sea que la coloración blanca se destaque más aquí, ó que la turgencia del otro lado sea mayor, es el punto aislado de más diferencia pigmentaria;—el grosor del labio disminuye gra- dualmente hasta la comisura tanto en el superior como en el inferior; en la parte limitada por el repliegue labial inferior, línea media de la barba y su eminencia, se nota una arruga ver- tical y un aplanamiento de la parte redondeada de la barba. La lengua es más delgada y como acortada al lado izquierdo, también nos pareció decolorada,—la bóveda palatina un poco más profunda hacia este mismo lado, —la amígdala izquier- da completamente atrofiada, y en la úvula y pilares anteriores se nota con bastante claridad una ligera desproporción de forma.—La auscultación del cuello no da diferencias anorma- les por el lado izquierdo. Para fijar mi diagnóstico, y recordando una interesante 523 conferencia del Dr. Duchenne de Boulogne sobre los trastor- nos de nutrición por lesiones de los nervios, quise someterlo á varias pruebas. Comencé por vendarle los ojos, tocándole y punzándole con un alfiler ambos lados de la cara, sensación que experimentaba igual en los dos lados; con una pluma de ave le dejé caer agua (gotas) en el lado enfermo, y me ex- presó que experimentaba una sensación de frialdad; mas pensando que pudiera haber un trastorno en la sensibilidad, le toqué con un alfiler calentado á la luz de una bujía, signifi- cándome que lo había quemado; pero, quedándome alguna duda sobre la impresión que le habían producido las gotas de agua, mandé á buscar hielo, sin que él se enterase del pe- dido, y aplicándole un pedazo sobre la cara, me refirió su impresión fria, indicándome que era mayor á la que antes había experimentado; coloqué el pedazo de hielo al lado derecho durante diez segundos y otros tantos al izquierdo, y la congestión de la piel fué más permanente al lado dere- cho que al izquierdo. Quitada la venda y no sabiendo leer, le hice ver, unas veces con un ojo y otras con el otro, pe- queños objetos y vistas estereoscópicas, (por cierto que tomó el “campanello” de la Basílica de San Marcos por la torre-chi- menea de una casa de ingenio), sin que notase mayor fuerza visual de uno que de otro;-—-le di á oler un pomo con pomada, teniendo tapada la abertura nasal derecha, y después amonia- co líquido, olor que le produjo un lagrimeo abundante y salivación extraordinaria, notando en estos momentos una contracción un poco aumentada de los músculos del lado 1z- quierdo, no sé si por la brusca expiración nasal que hizo, ó por la excitación que sobre la mucosa produjo el olor del amoniaco; deseoso de fijar más este fenómeno, quise repetir la olfación, pero mi enfermo se negó y aún tuve que contemplar- lo, haciéndole ver que todo lo que yo hacía y lo que le hacía sufrir era para el mejor acierto y su fácil curación; algo con vencido, se prestó á otras pruebas con la condición, éstas son sus palabras, de que no se le quemase otra vez los sesos con esú peste de los demonios; ya conquistado, le puse un poco de azú- 524 car al lado izquierdo de la lengua, más después sal de cocina, dándome cuenta rápidamente de ambas sensaciones sápidas; al enjuagarse la boca para disipar el sabor de la sal, llamaba la atención la forma que adquiría el lado izquierdo, donde se formaba un tumor prominente y que al tacto acusaba su poco grosor.—Deseoso de reconocer la acción motriz del sis- tema nervioso y sobre todo la del motor ocular común, paté- tico y de la porción del trigémino y el facial, le hice hacer movimientos con los ojos y párpados, y valiéndome de la in- fluencia de la luz, dilatar y contraer la pupila; no pudiendo distinguir ningún cambio apreciable entre las funciones de ambos ojos. Movimientos de masticación, de dilatación exu- gerada de la boca y diversas muecas, en que se hacían exten- der tanto los diámetros verticales como los transversales de la cara, revelaban la inocuidad de la porción del trigémino y del facial que desempeñan papel motor. Queriendo com- probar el grado de su potencia muscular, le invité á que mas- ticase y partiese algún cuerpo duro, rompiendo entre sus dientes una nuez. En algunas respuestas me pareció notar que ciertas letras eran mal pronunciadas, principalmente la r, pero la falta de la amiígdala izquierda da cuenta del fenómeno. Las sensaciones acústicas son percibidas sin diferencia del uno al otro lado. “Siento no poder referir los importantes datos que me hubiera proporcionado la mensuración; pero V. SS. saben que confiaba no tan sólo en volverlo á examinar, sino en presentarlo en una de las pasadas sesiones. Exami- nado el resto del cuerpo, é indagando del enfermo si había notado debilidad, cambios de coloración ú otros síntomas, hallamos que su negativa y nuestro examen estaban de acuer- do. Duerme bien sobre ambos lados, respira normalmente, sus digestiones son naturales, á pesar de trabajar al sol nunca le duele la cabeza; en fin, su organismo en nada padece, y co- mo dice él, le hace traición esa mancha de la cara, porque él es sano y fuerte. No bien acabamos de interrogar nuestro enfermo, nos pre- guntamos: ¿á qué estado morboso podemos referir la lesión que 524 tenemos á nuestra vista? ¿se tratará de una atrofia unilateral de la cara, Ó sea la prósopodismorfia de algunos autores? ¿y á qué otras enfermedades podrá llevarnos? Y recordando algunos estados morbosos con los cuales tiene algo de parecido, vimos que podría á primera vista creerse, bien en la desigualdad con- génita de la cara, bien en la hipertrofia del lado derecho, en la detención de desenvolvimiento, en la senectud prematura, en la úlcera cicatrizada de la cara, en la atrofia muscular progre- siva, en la atrofia neurálgica ó la paralítica, en el vitiligo, en la alopecia parcial, ó en fin, en la aplasia laminosa parcial. Expondré las razones que me han conducido á diagnosticar en este caso una aplasia laminosa progresiva del lado izquier- do de la cara.-La desigualdad congénita es, como su nombre lo indica, de fecha igual al nacimiento, y la de nuestro enfermo sólo data del año 67; invade un grupo de sistemas, una región y pocas veces hace progresos; 4 más no hay cambios crónicos ni adelgazamiento de la piel coincidiendo con la escoliosis de de las tres vértebras.— Hipertrofía del lado derecho: el examen atento del lado enfermo y del sano bastan para reconocer la normalidad del derecho, las huellas de la enfermedad en el izquierdo, y convencerse de que la desigualdad observada no, es por un exceso de nutrición del derecho sobre el izquierdo. — Atrofia muscular progresiva: he aquí el estado morboso con quien más parece confundirse, y W. Moore sostiene que la en= fermedad de que nos ocupamos no es más que una variedad de ella. Mucho nos sorprende semejante opinión, porque te- niendo en cuenta la duración del padecimiento con los sínto= mas presentados, notamos que en la atrofia muscular hay disminución del grosor de la fibra propia del músculo, seguida rápidamente de una debilidad del poder contráctil, y aunque el movimiento se produce, es más débil, debilidad que aumen- ta en razón directa y proporcional á la degeneración, obser vándose la menor excitabilidad de los troncos nerviosos (Jaccoud, L. de Cl. M.), que la reacción eléctrica disminuye y hasta se agota, que el movimiento se va extinguiendo en razón directa y proporcional al trastorno muscular; y en nuestro caso 526 vemos, por el contrario, actividad contráctil y potencia mus- cular nada debilitada. Es indudable que en esta lesión el fas- cículo muscular disminuye algo; pero esto no es atrofia, y sl lo es, sólo es aparente, porque la fibra muscular nada sufre. Nótese, además, lo irregular de la línea de extensión de la mancha, y se verá que sl este caso fuese de atrofia muscular, sería limitada á fibras parciales, cuando es sabido que esta lesión invade á grupos y al músculo en su totalidad.— Delen- eión de desenvolvimiento: esta afección no es parcial y nunca podría estar aislada en regiones; invade, cuando más tarde, en la segunda infancia, y en nuestro caso principió á los 31 años. —£Senectud prematura: en esta lesión hay inercia y flojedad de la piel, infiltración del tejido subcutáneo, los surcos Ó arrugas corresponden á los bordes musculares, los contornos huesosos se pronuncian, y además no hay cambio pigmentario.— Atrofia neurálgica: ha faltado la neuralgia precursora.— Atrofia parali- tíca:la movilidad muscular aleja todo error.—Cicatriz de que- madura profunda: tanto el enfermo como el exámen de la región bastan para excluirla.— Porrigo decalvans: principia por inflamación, se acompaña de edema, produce la calvicie y no la canicie, y sus placas son circulares. ¿Qué enfermedad nos restaba? Sólo la aplasta laminosa, co- nocida más con el nombre de trofoneurosis de Romberg. El estudio anátomo-patológico de esta afección sería, sin duda, el que más luz arrojaría sobre tantas cuestiones que aún giran en torno de ella; pero desgraciadamente nos falta ese irre- cusable testimonio, y por halagadora que sea para el prác- tico y el paciente la inocuidad de este estado, es de sentirse bajo el punto de vista científico por las incertidumbres en que nos tiene colocados. Con todo, creo que estudiando mi- nuciosamente el cuadro de síntomas, podemos llegar al cono- cimiento de las lesiones anatómicas, y si no á las más pre- cisas, Ólgalo así el Cuerpo Académico, al menos á las más probables. Algunos autores se han ocupado de esta enferme- dad; expondré sus opiniones antes de emitir la que nos parece más cierta y 4 la que me declaro afiliado. 527 - Bergson cree que, en este estado morboso, ni los nervios motores ni los sensitivos ni los que presiden á las secrecio- nes glandulares están afectados; y sin que pueda indicar el asiento primitivo de la lesión, reconoce un estado morboso de la cubierta de tejido celular situado entre la piel y los mús- culos del lado invadido: estas pocas frases nos conducen á que este ohservador estima dicha enfermedad como el resul- tado de una modificación del tejido célulo-adiposo subcutá- neo: para nosotros llega á más, en razón de que creemos ver invadido el fascículo muscular; téngase presente que decimos el fascículo y no la fibra muscular. Al preguntarse Bergson por la causa productora, le otorga una coparticipación al sistema nervioso, y descansa su creencia en la diferencia ha= llada por él, en el caso que observó, entre los latidos de la carótida derecha é izquierda. Hueter se coloca. en la misma reserva que Romberg, espe- rando que los adelantos fisiológicos viertan en su día un rayo de Juz sobre tanta tiniebla, y supone con bastante reserva, re- firiéndose á un caso en que hubo fuertes dolores en el trayecto del trigémino, que podía atribuirse á una lesión primitiva del ganglio.de Gásser, ganglio que, como saben V5SS., se le cree centro del sistema nervioso trófico. ¿Qué causas podían orl- ginar la atrofia? se pregunta Hueter, y al estudiarlas se contes- ta: ¿cómo comprender esa incompleta demarcación entre células atrofiadas y células normales, no encontrándose porsio- nes liinitadas, y cómo explicar esos islotes íntegros en medio de tejidos alterados? ¿Podrá ser un aflujo sanguíneo menos considerable por trastornos de la circulación? A esta pregunta le responderemos: ¿por qué no se resienten todos los órganos á donde se distribuyen los numerosos ramos de la carótida ex- terna? ¿No podría existir un ateroma en el caso por él ob- servado, y de ahí las diferencias anormales que le suministró la auscultación carotídea? De intento no refutaremos la opinión de que la causa productora sea una supresión de la acción trófica del sistema nervioso, cuestión aún litigiosa para algunos y resueltamente condenada para otros. 528 La causa podría suponerse coma dependiente de una lesión de los ganglios cervicales: creo que á nadie se le ocurrirá, de mostrado como está por la Fisiología y la Patología ' que no intervienen en la nutrición de la cara, según las experiencias de Olier, Brown Sequard y Cl. Bernard. Guttman, como Hueter, olvida el exámen de los tejidos, limi- tándose 4 demostrar por un lado la atrofia de la cara y por otro la integridad funcional de los sistemas nerviosos motor y sensi- ble, por lo que se cree autorizado para concluir que todos los sistemas y principalmente el muscular están atacados por. la afección, y de ahí que sólo puede atribuirse á una perturba- ción ó debilidad de los nervios tróficos. Al explicarse la diversa coloración, supone un estado tetánico de los vasos capilares de la cara; pero esta hipótesis está en abierta contradicción con la lesión que él supone, porque toda falta de inervación provoca relajación, y si fuera la irritación nerviosa, ésta sólo duraría poco tiempo, en razón de que la Fisiología experimen- tal ha demostrado que nunca es permanente. Schortt, al averiguar el orígen de la atrofia parcial del ilus- tre Romberg, la cree dependiente del sistema nervioso vege- ; tativo, designándola con el nombre de ¿rofoneurosis; observa que siendo el sistema nervioso. ganglionario el que emite los numerosos nervios nutritivos, y demostrado como está el que los nervios sensibles, motores, sensoriales y secretorios en nada suiren, debe considerarse el gran simpático como el orígen del mal, Ya antes he dicho lo que la Fisiología ex- perimental ha respondido á esa supuesta creencia en la inter vención nutritiva de los ganglios cervicales. El Dr. W Moore considera la afección de que tratamos co- mo un Caso particular de atrofia muscular progresiva. Juz- gada su Opinión eu otro párrafo, á él nos referimos, El Dr. Samuel, ferviente propagador de la teoría de los ner- vios tróficos, no podía ménos de clasificar la lesión, objeto de nuestro estudio, como una trofoneutosis: ya nos ocuparemos de la acción trófica y nos olvidaremos del Dr. Samuel respecto á su clasificación y estudio, pues confiesa no haber visto un caso. 529 Romberg en la segunda edición de su Clínica, al hablar de la trofoneurosis, se limita á decirnos que ve una lesión funcional del sistema nervioso trófico, de que admite implícitamente Ja existencia. Pero ¿tendrán para nosotros gran valor las vacilan- tes creencias de Romberg? y decimos vacilantes; porque lo vemos exclamar ásit: “Dos observaciones únicas, que posee— mos, no nos permiten llegar á resultados, vista la completa jgnorancia de la naturaleza de esta afección; limitémonos á exponer simplemente los hechos, y digamos como S. Mueller, que después de haber examinado el niño enfermo, nos ha ma-— nifestado que no podía darse cuenta de esta enfermedad.” Por esta relación se ve, que las opiniones más diversas han sido emitidas respecto á esta enfermedad; veamos ahora si estudiando aisladamente el papel funcional, las propiedades y demás circunstancias de los diversos órganos afectados, pode- mos llegar á un resultado satisfactorio. Demostrada en primer lugar la integridad perfecta del ele- mento nervioso sensitivo, demostración justificada por los autores que no han podido hallar la menor diferencia de sen— sibilidad entre el lado enfermo de la caray el sano, de más es que pensemos por un solo instante el buscar la causa pro— ductora en trastornos Ó lesión de los órganos encargados de darnos cuenta. de las impresiones exteriores; y si en algunos casos la sensibilidad pudiera aparecer exagerada, razones tie- ne para estarlo, no por condiciones propias, sino por las espe— ciales en que la han colocado los cambios de disposiciones de la región afectada. Más tarde nos ocuparemos de este particu—= lar, y de paso sólo nos preguntaremos ¿si hay razón para creer dotados de más sensibilidad al cubital y á los filetes crurales que á los otros nervios sensibles? y ¿por qué son más dolorosos los golpes en el codo y en la cresta de la tibia? Es por la su- perficialidad de ellos, superficialidad que tiene también una gran importancia en la atrofia laminosa. La sensibilidad sen— sorial nunca ha sido afectada, porque en uvo de los casos ob- servados la diferencia notada en el oido izquierdo era anterior á la presentación de los primeros síntomas de la enfermedad. T. x1x.—67 < 530 Los 12 casos que conocemos de esta enfermedad bastan, á mi modo de ver, para dejar consignado de una manera auténtica y nada dudosa que el sistema nervioso, tanto de la. sensibilidad general como de la sensorial, no es modificado en nada por la atrofia de que nos ocupamos, integridad tal que enfermo ha habido, que sólo sabía que tenía algo cuando se miraba al es- pejo. Fijada la no coparticipación de los dos órdenes de nervios de que nos hemos ocupado, estudiemos ahora la que podemos conceder á los motores. Si revisamos con escrupulosa atención todas las observaciones que conocemos; si leemos las conclu- siones de sus autores, notaremos el unáuvime acuerdo de todos ellos en reconocer la indiferencia de ese sistema ante el cuadro. patológico localizado en regiones en que esos nervios tienen que influir: todos han visto que los músculos de la cara, cráneo y cuello, regiones hasta donde invade el mal, ejecutan con to- da libertad los movimientos que la voluntad les imprime, y aún más, viéndose modificaciones en los labios, velo del pala- dar y retroboca; ni en una sola se cita dificultad para tragar, ni la salida inconciente de la saliva Ó de los alimentos; asi pues, anotaremos también la conservación del sistema nervioso motor. Tócanos ahora fijarnos algún tanto en el estudio de las ca— pas musculares de las regiones afectadas. ¿Puede, á vista del cuadro sintomático que presenta la enfermedad de que nos ocupamos, creerse que se trata de un estado morboso miósico? Cierto que no: basta, en nuestro concepto, fijarse un momento para alejar toda idea; y si en el párrafo anterior hemos hecho constar la integridad del sistema nervioso motor, ese mismo dato bastaría, por consecuencia fisiológica, para negar toda le - sión en el sistema muscular. ¿Cómo comprobamos la acción del sistema nervioso motor? La aceptamos al ver la humildad, prontitud y energía con que se ejecutaban todos los movi- mientos que le ordenábamos; ¿y quién era el que ejecutaba esos movimientos, cuáles eran los agentes inmediatos, quién ' sino el sistema muscular? Tal vez se arguya con el Dr. Moo: re que la debilidad contráctil, propia de los músculos de la 531 cara, no puede ser fácilmente demostrada por ser músculos poco contráctiles. Sin que le concedamos semejante objeción, vamos á otorgarle por un momento que esto sea una verdad; pero queda pendiente una observación por nuestra parte, que vendrá á realizar nuestras creencias en este caso. Si en la Je- sión de que nos venimos ocupando, es la degeneración muscu- lar la que provoca la atrofia, ¿cómo no se observa la ley fisiológica de que la debilidad muscular de una región excita la contractilidad de sus antagonistas y en otros casos de sus congéneres? ¿cómo es que, faltando la contractilidad de los músculos de la cara en el lado izquierdo, no se nota por esta misma ley la cara como dirigida hacia el lado derecho, prin. cipalmente en la acción de los músculos de la boca? ¿por qaé la cara no está dirigida hacia el lado opuesto por la enérgica acción que la degeneración del vientre anterior del digástrico y del esterno-cleido-mastoideo del lado izquierdo .debe haber hecho nacer en su cougénere? ¿por qué no se nota una desvie- ción de lateralidad del maxilar inferior, hija de la falta de acción del crotáfites y masetero izquierdo? ¿por qué ningún observador nos señala el predominio de acción de los mús- culos antagonistas á los afectados, que irremisible y fatalmente debía presentarse? Creo que bastan estas razones para alejar toda idea de afección miósica en la enfermedad que nos ocupa. ¿Podrá ser el sistema vascular el originario de los desórde- nes? ¿Cuál, entre las causas de atrofia, reconoce la Patología como la más frecuente y la más racional? Es, á no dudarlo, la deficiencia de aflujo sanguíneo ó, en otros términos, de liquido nutritivo. ¿Y podremos en la lesión, objeto de este trabajo, creer que sea dependiente de esta causa? Cierto que no: ten- dríamos que irá buscar el obstáculo sanguíneo en la carótida, y suponer una irritación del gran simpático, cuya influencia vaso-motriz es una verdad aceptada después de los conclu- yentes trabajos de Cl. Bernard; y si hay una causa de estre— chez, ¿por qué no se resienten todas las regiones á donde se distribuyen ramas de este tronco arterial, y por qué el defecto orgánico del vaso arterial sólo se hace sentir sobre cierto sis- 532 tema, probada como está la integridad de los nervios motores, sensitivos, sensoriales y excretores? Semejantes anomalías no pueden ser hijas de un trastorno que había de repercutir en todos los sistemas en general. La atresia vascular sería slem- pre un fenómeno denteropático. Otra razón podemos añadir: todo obstáculo vascular provoca el aumento de la circulación colateral; y anastomosándose las arterias de la cara muchas de las de un lado con las del otro, ¿cómo es que no se nota el grosor consiguiente de esos vasos, y por qué en todos los casos observados el mal se limita al lado izquierdo? Se han indicado en algunos casos diferencias de latidos y rui- do de fuelle en la carótida izquierda; pero la fisiología enseña que el papel funcional de la izquierda es menor que el de la derecha. El cambio crónico, precursor y constante en todas las obser- vaciones, es otro síntoma que parece haber llevado el ánimo de todos los observadores á estimarlo como dependiente de una alteración de los vasos. Es verdad que los cambios de colora— ción y la palidez principalmente se ligan á modificaciones vas culares del sistema capilar; pero ¿no puede la aplasia modificar los vasos capilares y de ahí la decoloración? Así lo creo: la palidez ó el cambio de coloración es el primer síntoma que vemos; pero desgraciadamente, cuando el médico ha visto los enfermos de la atrofia laminosa, hace tiempo que están inva- didos y ni aún ellos se dan cuenta de la época en que comen- zó su afección. Lande, apoyando esta opinión, hace notar que para comprobar que es el dermis el primero que padece, antes de la coloración se nota la caida del cabello, y siendo la cau- sa de la alopecia un defecto de circulación, únase á esto que la pigmentación anormal es un síutoma de nutrición imperfecta, pues las granulaciones pigmentarias nO som más que ele- mentos anatómicos 1ncompletos. Si sostenemos que no hay modificación en el sistema ner vioso, ni en el vascular, ni mucho menos en el muscular, ¿en qué tejido residirá esta afección? Creemos que es en el tejido célulo-adiposo, esa masa de tejido conectivo tan abundante 533 en la cara y que va desapareciendo de la periferia al centro. Pero este tejido célulo-adiposo está constituido por el tejido lamivoso propiamente dicho y el adiposo; este último resulta de la acumulación de la grasa en las células del tejido mucoso 5 del tejido conjuntivo areolar, que es para Cornil y Ranvier una variedad del tejido fibroso. La grasa se deposita sobre la membrana secundaria, que ella distiende, expulsando á la pe- riferia el núcleo y el protoplasma; y no comprendiendo más que un elemento; desaparece por completo, como lo prueba el examen de todas las partes invadidas por la atrofia. El tejido laminoso se compone al contrario de muchos elementos, que son para la mayor parte de los histologistas la fibra de célula, el corpúsculo embrioplástico y la fibra elástica. En la atrofia sólo queda intacta la fibra elástica, y de acuerdo con Mr. Mougeot, cuyo interesante trabajo “Trastornos funcionales del sistema nervioso” hemos puesto á contribución, la persis— tencia de este elemento es demostrado por todos los síntomas: por él nos explicamos por qué la piel, en lugar de caer iner- te y floja, se aplica con fuerza contra las partes subyacentes, cómo la compresión de los filetes nerviosos por la tensión elástica acusa algunas veces manifestaciones dolorosas, y en la persistencia de este tejido hallamos también una prueba del cambio de colores de la cara. l La atrofia muscular, en el rigor de la palabra, es una ilusión y por eso hemos dicho anteriormente que era aparente, por- que su fibra propia, la fibra elemental, se conserva sana y sal. va, lo que comprueba el que llena todas sus funciones. Inútil es que nos detengamos en el examen de los huesos, cuando en éstos no se traduce ninguna señal de padecimiento; y respecto á los cartílagos de los párpados y del ala de la na- riz, creemos en este caso que los fenómenos, hijos de la atrofia, pueden llevar su perturbación hasta ellos. Creo que nuestra mirada no debe fijarse un solo instante en el sistema glandular: nada en él pregona sufrimientos; pero sí debemos buscar lá explicación de la canicie y tras ella la caida del pelo, y no nos parece injustificado el ver en la com- 594 presión sufrida por la desaparición de los elementos del tejido conjuntivo y el predominio de acción del fibro-elástico un fenómeno de importancia, que destruye el acto de nutrición de esos folículos, y tras ese estado la caida del pelo. Si estudiamos con cuidado todas las causas capaces de pro- vocar la atrofia, como son la fisiológica por defecto, de circu— lación, por trastorno funcional, por la acción de los nervios sensibles, de los motores, del sistema simpático, y la que acep- tamos por un estado autopático del elemento primitivo ó espe- cial del tejido afectado, veremos que, guiados por deducciones lógicas, hemos llegado á la verdad. No puede ser una atrofia fisiológica, porque no es normal; de la circulación, hemos señalado las razones que la alejan de esa referencia; de trastorno de función, porque en su marcha nada indica y debía ser general y no limitada; de los nervios sensibles, por su integridad; de los motores, por igual causa; de la acción del simpático, por su manera de ser y pertenecer á los hechos consignados en fisiología que para nada intervie— ne en los fenómenos de nutrición de la cara. Llegamos al punto más dificil de la cuestión, aunque afortu— nadamente resuelta, porque nos hemos apoyado sucesivamente en los trabajos de Lande, Vulpian, Olier y C. Bernard. Si tenemos en cuenta que cada elemento anatómico tiene una vida propia, si bien, sometido á la acción armónica de los elementos vecinos que concurren con él á formar organismos, puede con todo modificarse única y exclusivamente, sin nece- sidad de buscar su causa fuera de la constitución propia: de él, ¿por qué buscar en ciertos estados patológicos causas je— rárgicas cuando las autopáticas bastan para explicárnoslos? ¿tendríamos razón para lr á buscar la causa de la atrofia ute—- rina tras la menopausis, la del testículo en la vejez, de la ve- sicula alantoidea en el niño, de la oclusión del agujero de Botal etc., en el defecto de nutrición de tal ó cual sistema? Cierto que nó, su atrofia es fisiológica y por lo tanto autopá- tica. Oigamos á Vulpian, que nos dará pruebas concluyentes que demuestran la independencia vital del elemento anató- 535 . mico: este observador ha visto la vida continuarse sobre los troncos separados de los cuerpos del animal 'y colocados en condiciones de temperatura y humedad convenientes; y no se crea que es una simple resistencia vital, porque él ha visto producción de fenómenos activos, como crecimiento y prolife ración de células, cicatrización de la herida, y la muerte no sobrevino sino después de la desaparición completa de las células. Las experiencias de Trembley en los pólipos de agua dulce demuestran la A vital de las diversas partes de los animales. ¿Los ingertos animales no son otras pruebas de la indepen- cia del elemento anatómico? ¿Por qué no aceptar en la aplasia laminosa progresiva una afección autopática del elemento de- generado? 3 La nutrición, para Robin y Littré, es una propiedad de los - seres organizados, caracterizada por un doble movimiento de combinación y de descombivaciones que preseutan, sin des- truirse, los elementos anatómicos. Para Mueller la nutrición debe ser considerada en su causa primera como independiente de la influencia nerviosa; ella es el resultado de una fuerza inherente á todas las moléculas plásticas primarias. (Trait. Phys., t. 1.2, pág. 289.) Virchow nos dice que cada animal representa una suma de unidades vitales, que posee cada una los caracteres comple- tos de la vida. La aceptación del sistema trófico sería una redundancia inútil, y más cuando la Fisiología contemporánea ha reconoci- do y aceptado la regeneración autogénica, atribuyéndole al sistema nervioso lo que sólo pertenece al elemento primitivo. Además, si este sistema existe, debe tener siempre una acción idéntica, y los experimentos prueban lo contrario. Si el sistema nervioso trófico fuese el encargado del gran pa- pel que se le quiere otorgar, debía verse en el óvulo un nervio para que guiase y llenase el papel de creador; y V. SS. saben que no es el elemento nervioso el primero que se desarrolla. 536 No es que nosotros neguemos las influencias tróficas; que son evidentes, pero sí que constituya un sistema especial; ó lo que es lo mismo, creemos que puede tener una acción mediata Ó de relación, mas nunca una directa ó absoluta, en razón de que no podemos, como antes hemos dicho, atribuirle al siste— ma nervioso una propiedad que pertenece al elemento ana- tómico. » SESIÓN PÚBLICA ORDINARIA DEL 23 DE ABRIL DE 1883. Sexores Acanémicos concurrestes.— V. B. Valdés, Presiden= te eventual, Montané, Franca Mazorra, T. Plasencia, M. A. Aguilera, Beato, H?. Cowley, Machado, Delgado, Riva y Mestre Secretario. Abierta la sesión á la hora de costumbre y con la asisten- cia de los Sres. Académicos que arriba se expresan, ocupando la Presidencia el socio de número Dr. V. B. Valdés por en— fermedad de los Sres. Presidente y Vice—Presidente, dió lec— tura el Secretario general al acta de la pública anterior, que fué aprobada. CorresPoNDExCIa.—Leyéronse en seguida por el mismo Secre- tario: —J3. una comunicación del Gobierno General, remitien- do el núm. 361 de la Revista de Españía para la Biblioteca de la Corporación, en nombre de la cual se le dieron las más aten- tas gracias; —2. otra idem de la misma procedencia, parti- cipando el nombramiento de los Sres. D. Juan Zamora y Cereceda, D. Joaquín Barnet y Ruiz, D. Antonio González. Curquejo y D. Ramón Botet, para que, en unión de los cua- tro médicos designados por la Real Academia, se constituya la Comisión que ha de cumplir lo preceptuado en los artículos 27,28, 29 y 30 de las Ordenanzas de Farmacia de 4 de Enero del presente año; acordándose de conformidad;—3. * un oficio del Juzgado de Primera Instancia del Distrito del Pilar, en que, por exhorto del de Remedios, manifiesta que no puede alargarse indefinidamente el tiempo de observación 537 - del procesado D. Salustiano Hernández sin que la causa sufra gran demora; del que se dió traslado 4 la Comisión de Medi- cina Legal; —4.% otro id. de la mencionada Comisión, expo- niendo que la Real Academia no ha reconocido al presunto demente D. Salustiano Hernández, pues siendo un cuerpo consultivo, no le corresponde juzgar más que con vista de los antecedentes y datos que obren en autos, y que insiste en su anterior informe, por ser necesaria en este caso una observa— ción bastante prolongada; lo que oportunamente hubo de comunicarse al Juzgado respectivo; —5.9 otro id. del Sr. Juez de Primera Instancia del Distrito del Cerro, recordando el informe pedido por el del Distrito Sur de Matanzas en cau- sa contra D. José G....y otros por lesiones en riña; del que se dará cuenta en la actual sesión;—6. otro id. de la Real Universidad, invitando á la Academia para asistir al Elogio póstumo del catedrático y académico Dr. D. Félix Giralt y Figarola;—7. 2 una invitación del Dr. Horstmann, cate- drático y académico encargado de dicho Elogio; habiendo concurrido al acto, además de los Sres. Académicos que son - también catedráticos, los Sres. Presidente Gutiérrez, Machado, Núñez, V. B. Valdés, Ramos, Montejo, Delgado y Mestre Se- cretario;—8.“ un oficio de la Junta Directiva de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas, comunicando el acuerdo de que se nombre á uno de los Sres. Académicos para formar parte del Jurado que ha de calificar las instalaciones de la Exposición de Flores; acordándose contestar que, siendo la Academia una institución del Gobierno y tratándose de una representación oficial, corresponde tramitar la citada comunicación por el Go- bierno General, á fin de estar suficientemente autorizada para ello; —9. 9 otro id. de igual procedencia, suplicando á la Real Academia se sirva proteger la Exposición anunciada, otorgan- do un premio á alguna de las instalaciones ú objetos de la misma; acordándose contestar que, por carecer aquélla actual. mente de recursos para dicho destino, no le es posible llenar los deseos de una y otra, 4 menos que el Gobierno General se dignara facilitarle el importe del referido premio. , T. xIx.—68 538 BisLioreca.—Por ausencia del Dr. Finlay, Secretario de la correspondencia nacional y extranjera, presentó el de la ofi- cia]: —un ejemplar del Elogio del Dr. Giralt, remitido por el Dr. Horstmann, acordándosele las gracias; —un anuncio mé- dico, que por su estilo y objeto cae bajo la jurisdicción del Sr. Subdelegado de Medicina Dr. Castellanos; —Crónica-Mé.- dico-quirúrgica, núm. 4;—Memorias de la Sección de Proce— dimientos del Círculo de Abogados, núms. 12 y 13;—Ll Profesorado de Cuba, 13 y 14;—Reglamento de la Sociedad Anónima “Fomento Pecuario de Sancti-Spíritus”;—Cuba In- .dustrial, 11 y 12;—Boletín Oficial de los Voluntarios, 314 y 315;—Avisador Comercial, 81 4 91;—Boletíin Comercial, 79 4 90;—Revista de las Antillas 8 y 9;—Gaceta de Sanidad Militar, 192¿—Bevista Minera, 953;—Anales de la Sociedad Española de Hidrología Médica, 4;—Discursos leídos en la sesión de aniversario de dicha Sociedad, Marzo 1883;—La Higiene, 22;—La Independencia Médica de Barcelona, 16;— El Sentido Católico de las Ciencias Médicas, 7 y 8;—Crónica Oftalmológica, 12;—Revista de Medicina y Cirugía prácticas, 161 y 162;—Crónica Médica, 132;—Diccionario de Terapéu- - tica, de Bouchut y Després, 4;—Revista de España, 361;— dos ejemplares del Resúmen del Curso de Zoología dado en la Universidad de Caracas, en 1882, por nuestro socio corres- pal el Dr. Ernst (Gracias);—el Medical Record, 648 á 651;— y el Harpers Weekly, 1373, 1374 y 1375. Menicisa LecaL.—Duración de unas heridas.—Terminada la correspondencia, leyó el Vr. Montané, ponente de turno de la Comisión de Medicina Legal, un informe pedido por el Juz- gado de Primera Instancia de Pinar del Rio y concerniente á la duración de las heridas observadas en el procesado D. Rafael M.... Segun consta en los antecedentes del caso, compónense las lesiones de una herida contusa, de equímosis y excoriaciones: la primera interesaba el cuero cabelludo en todo su espesor, sin que los médicos hayan señalado en ella un fondo óseo, sino que hubo alguna fiebre el primer dia, que la herida supuró y continuó sin accidente alguno hasta 539 terminar el mes; pudiendo durar la cicatrización supurativa de 104 60 dias, y de 10 á 12 la intermedia. Respecto de las equímosis superficiales, desaparece toda huella del 122 al 252 dia; y en cuanto á las excoriaciones, que sólo interesaban la epidermis, generalmente se curan á los dos dias sin que quede cicatriz. La Comisión entra en algunas consideraciones acerca de cada una de dichas lesiones, deteniéndose sobre todo en la herida contusa de la cabeza, para concluir: —que en los casos comunes, cuando no hay complicación de ningún gónero y es satisfactoria la constitución del individuo, así co= mo bien elegido el tratamiento, el término habitual de la curación de unas lesiones como las anteriormente referidas es de 10 á 35 dias. Consolidación de una fractura.—Aprobado por unanimidad y sin discusión dicho informe, leyó otro el Dr. Plasencia, á nombre de la misma Comisión y en respuesta al Juzgado de Primera Instancia del Distrito Sur de Matanzas, evacuando los particulares consultados por el Ministerio Fiscal en la can- sa criminal que se sigue á los Sres. G....,2.... y D.... por riña, de la que resultó al segundo una fractura simple del radio. Después de discutir punto por puuto la cuestión del tratamiento provisional y definitivo de dicha fractura, que tuvo lugar en la unión del tercio medio del hueso con su ter cio inferior, á la cual no se creyó oportuno aplicar desde el principio un aparato definitivo, y quedando lugará dudas, vinieron otras manos á practicar exploraciones más bien per- judiciales que útiles, ocasionándose fenómenos inflamatorios que fueron oportunamente combatidos,—la Comisión concluye: 1.2 que, no reconociéndose en la falta de aplicación de un aparato determinado, en los primeros dias de la fractura, una causa bastante para influir nocivamente en la consolidación de la misma, no es posible señalar la diferencia que resultaría de la conducta opuesta; —2. que el tiempo necesario para la curación de la fractura no es posible precisarlo en absolu- to, sino consignar que puede fluctuar la consolidación provi- sional entre 40 y 60 dias, pudiendo la definitiva alcanzar 540 hasta 120 dias; y 3. que, respecto al número de dias que haya necesitado de asistencia médica, no es dable señalarlo, por las razones expuestas en el cuerpo del informe. Influencia de la sífilis en la cicatrización de una herida.— Aprobado por unanimidad y sin discusión el anterior infor- me, presentó otro el Dr. XK. Cowley, á nombre de la misma Comisión, para contestar al juzgado de Primera Instancia del Distrito de Belén, que, en la causa formada contra D. Juan V.... por lesiones á D* Isabel M...., pregunta “si la heri- da de que se trata, no habiendo sobrevenido accidente algu— no, pudo curarse en el término de 40 6 dias, ó si por el contrario el estado sifilítico de la paciente ha podido influir en la lesión, dilatando dicho término”. Trátase de una he- rida contusa, de cuatro centímetros de extensión, en la región parietal izquierda, interesando todo el espesor del cuero cabe- lludo, que es clasificada leve de primer órden, salvo acciden: tes, y cuya cicatrización no llega á terminarse sino algo más de'un mes de inferida, sin haber dejado tras sí ninguna lesión orgánica ni funcional. Reconocida la existencia de la diátesis sifilítica y señalada la falta de asistencia facultativa, no es de extrañarse el tiempo que ha requerido su sanidad, en virtud de la influencia que á menudo ejercen las diversas diátesis, y sobre todo la sifilítica, en la marcha de los procesos morbosos provocados por el traumatismo. Aceptada la posibilidad de ese estado, por la facilidad de caracterizarlo, por referirse á una meretriz y ser unánime el voto pericial de tres profesores, —opina la Comisión: que la herida en cuestión, á no haber intervenido la influencia de la diátesis sifilítica y á pesar de ser contusa, hubiera curado en menos tiempo del que ha tardado, ó sea entre los 4ó 6 dias que se indican. Tomado en consideración el informe presentado por el Dr. R. Cowley, expuso el Dr. Montané que no hallaba en él bases bastante científicas para asignar una duración de 4 6 6 dias ála cicatrización de una herida contusa que ha interesado todo el espesor del cuero cabelludo, cuando la observación tiene demostrado que, áun sin haber complicaciones, puede 541 tardar de 104 60 dias, siendo su duración mínima, no de 4 ó 6 dias, sino de 10. j ' ; Considerando el valor de la indicación hecha por el Dr. : Montané, el Sr. R. Cowley propone que de su informe se haga desaparecer la frase que precisa el número de dias, dejando solamente la que dice “en menos tiempo del que ha tardado.” El Dr. Machado manifiesta que, áun cuando ha visto cica- trizarse en 5 dias heridas contusas de cabeza cuyos bordes eran incisos y habían podido afrontarse fácilmente, y á pesar de que acepte la influencia de las diátesis en la mayor dura— ción de las heridas, llama mucho su atención que los faculta- tivos que han intervenido en el asunto no se hayan expresado todos del mismo modo, hablando unos de la ““diátesis sifilíti- ca” y otros de una “afección venérea”, dos eosas muy distintas y que suscitan la duda acerca de la primera. El Dr. 4%. Cowley advierte que las heridas contusas tardan más en cicatrizarse que las simplemente incisas, pues no siempre es posible regularizar sus bordes; y que la existencia de la diátesis se halla corroborada por el asentimiento de los profesores que reconocieron la herida. El Dr. V. B. Valdés arguye que, si no constan los caracte- res de la herida para saber si la diátesis influyó realmente en su curso, en vano se preguntará uno cuál es la base científica que han tenido los peritos para aceptarla;—y lamenta esa deficiencia en los documentos que se han consultado. El Dr. R. Cowley responde que esa deficiencia existe en efecto, y por eso se dice en el informe que la Academia “no se violentaría” en admitir dicha influencia, la que acepta co- mo posible, por tratarse de una asilada en el Hospital de Higiene, y por venir robustecida esta opinión con el voto pe- ricial de varios profesores. Dejando á salvo la fe profesional que corresponde á dichos profesores, sostiene el Dr. Valdés que eso no basta, pues la Academia carece de las pruebas que necesita para aceptar la existencia de la diítesis en el caso de referencia, y no debe basar su dictámen en sutilezas ni en posibilidades, puesto que - 542 ni el número de las condicionales que figuran en el informe nos suministra una realidad, ni el número de médicos equiva- le á una sola prueba científica de sus asertos. El Dr. R. Cowley indica que tal vez el Sr. M. A. Aguilera pudiera darnos alguna idea que ilustrase más la cuestión. Aludido este socio, manifestó que, habiendo tenido alguna participación en los reconocimientos periciales, hubiera desea- do no intervenir en la discusión del informe presentado; pero, con la venia del Sr. Presidente, y refiriéndose á las pruebas que se piden de la diátesis sifilítica en la M......, advierte que según hizo constar con el Dr. J. F. Reyes en su declara— ción de 20 de Enero último, á no ser por la influencia de aquella diátesis y por la falta de asistencia en los primeros dias, la cicatrización de la herida de la cabeza, producida por una contusión y que interesaba todo el espesor del cuero ca— belludo hasta el plano óseo, hubiera tardado en curar de doce á quince dias, y no mes y medio como ha sucedido. Las ra- zones que les indujeron á aceptar dicha diátesis fueron: que, hacía como dos años, había tenido la enferma un chancro du. ro en el cuello uterino; después se le presentó el infarto inguinal consiguiente, sin que hubiese habido supuración, aunque sí la induración característica; que, por la misma épo- ca se le había desarrollado una erupción de pequeñas manchas redondeadas y rojizas en toda la piel, la que consideraron como una roseola sifilítica; luego acusó la M...... gran difi— cultad para la deglución y ardor en la garganta y en el resto de la boca; y cuando por primera vez la examinó el Dr. Aguilera, pudó comprobar la existencia de una sifílide papu— losa; pero debe agregar que la entrada de aquélla en el Hos- pital no fué por esta causa, sino con motivo de padecer de una blenorragia, comprobada en el registro por el médico hi- gienista, deduciéndose de aquí que, además de la sífilis, había en ella un accidente simplemente venéreo. Por último, agrega el Dr. Aguilera que si no hizo consignar todos estos antece- dentes ante el Juzgado respectivo, ha sido por creer suficiente lo que allí se declaró para la indagatoria de dicho Tribunal, 543 á cuyas preguntas ha debido sujetarse en su calidad de médi- co forense; pero que estos datos pudieron hacerse constar en los partes de los otros médicos. El Dr. Valdés hace notar la diferencia que en este respecto existe entre los certificados y las declaraciones: si en la pri- mera Clase de esos documentos periciales, puede siempre el facultativo prescindir de justificar su voto, no ocurre lo mis- mo en la segunda, en que á menudo es indispensable expresar las razones y fundamentos de este voto; y en los documentos que se tienen á la vista no se encuentran más que simples asertos, sin base de ningún género: era preciso exponer en ellos las razones que había para admitir la diátesis sifilítica, y estudiar la herida, anotando todos los caracteres que acusasen la influencia del estado general en el local de la enferma; si los primeros peritos no lo verificaron, debieron hacerlo los que funcionaron después, porque todo cuanto ha dicho el Dr. Aguilera tocante al chancro uterino, al infarto ganglional, á la sifilide y ála blenorragia, todo eso es como si no se supiera, por no constar en los documentos mencionados. En vista de lo expuesto por el Dr. Aguilera; en virtud de las bases enteramente hipotéticas en que se apoya la conclu— sión del informe; y presumiendo que tal vez más tarde puedan remitirse á la Academia esos datos científicos que con tanta razón se echan de menos, -—-opina el Dr. Mestre que debe en- mendarse la precitada conclusión, y decirse al Juzgado que: á causa de no hallarse en los documentos periciales ninguna prueba científica del estado sifilítico que se dice existir en D” Isabel M......, y tratándose no de una cuestión general sino de un caso concreto, no le es dado á la Real Academia determinar el grado de influencia que en la duración de la herida pudo tener aquel estado. Habiendo manifestado el Dr. Delgado que le parecía opot- tuno pasase 4 la Comisión de Medicina Legal el informe dis- cutido, para que se introdujesen en él los cambios necesarios, — dijo el Dr. Mestre que, como Presidente de dicha Comisión y por la deferencia que ésta le merecía, se apresuraba desde 544 luego á retirar la enmienda que acababa de someter á la con- sideración de la Academia. El Dr. R. Cowley sostiene que no habiendo sido desechado el informe, y no tratándose ya de una cuestión de ciencia, “sino de mera apreciación, no hay motivos para remitir de nuevo el informe á la Comisión. El Sr. Presidente eventual cree también que no es necesario ese trámite, una vez que el asunto ha sido suficientemente discutido por la Academia; y poniendo á votación la nueva conclusión formulada por el Dr. Mestre y la moción del Sr. Delgado, fué aquélla admitida por la Academia, menos dos votos correspondientes á los socios últimamente mencionados. Después de lo cual se declaró terminado el acto. SESIÓN PÚBLICA ORDINARIA DEL 13 pe Mayo pr 1883. Sres. ACADEMICOS CONCURRENTES:—D)res. Gutiérrez Presidente; Beato, Montané, Montalvo, RR. Cowley, Machado, Castellanos, T. Plasencia, Vilaró, S. Fernández, Horstmann, Covantes, KR. Castro, L. Cowley, V. B. Valdés, Montejo, Orús y Mestre Se- cretario. Lectura y aprobación del acta de la sesión anterior. CorrespPowDeNcIa.—Leyéronse en seguida por el Secretario general las comunicaciones recibidas desde la última sesión: — 1 % tres oficios del Gobierno General, remitiendo las entregas 362 y 363 de la “Revista de España” y 24 obras designadas en la relación que se acompañaba y de que después se dará cuenta; por las que se dieron las más atentas y expresivas gracias; —2* otro idem de la misma procedencia, incluyendo un pliego cerrado suscrito por D. Joaquín Viosca y relativo al aceite medicinal que se obtiene del sapote y mamey colo— rado, por el cual solicita privilegio de invención; expediente que pasó á informe de la Comisión de Remedios Nuevos y Secretos; —3? otro idem de idem, trascribiendo un oficio de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas, en que se A a A Y a » A a 545 manifiesta el deseo de que por la Academia se designe uno de sus socios para vocal del Jurado adscrito á la Exposición de Plantas,.Flores, Frutas y Aves que ha de celebrarse próxima- mente en esta capital; nombrándose inmediatamente con el objeto indicado al Dr. D. José E. Ramos, socio numerario en la Sección de Ciencias Físicas y Naturales;—4*? otro id, de la Real Audiencia, acompañando el rollo de audiencia de la cau- sa que se siguió en el Juzgado de Primera Instancia de la Catedral contra D. A..... A..... por homicidio; el que se remitió 4 la Comisión de Medicina Legal para que informase acerca del estado mental del procesado;—5* otro idem del Sr. Juez de Primera Instancia de Guanabacoa, acompañando tes— timonio de lo solicitado por los facultativos D, Jose Agustín de Castanedo y D. Rufino Vidal respecto á sus honorarios de- vengados en el reconocimiento del incapacitado D. Antonio Silva y la Oliva; del que se dió traslado á la citada Comisión; —£6* otro idem del Juzgado de Primera Instancia del distrito del Pilar, trascribiendo otro del de Remedios, según el cual se prorroga por tres meses más la observación del procesado D. o H......., acerca de cuyo estado mental se desea saber el voto de la Academia; acordándose contestarle que, una vez terminada la observación, se le remita la hoja clínica recogida por los profesores del Asilo en que aquél se halla, para que la Academia pueda emitir entonces su dictamen;— 7? otro idem del Juzgado de Primera Instancia del distrito del Pilar, acompañando un testimonio remitido por el de Re- medios en causa criminal seguida, por doble asesinato, contra el negro C.... G.... yP...., acerca de cuyo estado mental se pide informe á la Academia; acordándose contestarle que, siendo ésta un Cuerpo consultivo, no le corresponde recono— cer directamente al presunto enajenado, sino juzgar sólo con vista de los antecedentes y datos que obren en autos; y que, hallándose el referido G...... en la cárcel de esta ciudad, sitio nada á propósito para el estudio y observación de su es- tado mental, procede trasladarlo al Asilo General de Enaje- nados, en donde, sometido á dicho estudio y observación por m, XIX.—09 A ie ts ri OS 546 personas habituadas á hacerlo, se recojan de un modo conve - niente los datos que son menester para el dictamen de la Real Academia, dado que el voto pericial de los distinguidos fa— cultativos de aquel Asilo no fuese suficiente para el Juzgado actuante y reclamase éste el parecer de aquélla;—8* una car— ta del socio numerario Dr. Benasach, dando muy atentas gra- cias por haber sido declarado corresponsal en virtud de su ausencia; —9?* un oficio del Dr. Górdon, socio. de número, aumentando á $250 oro el premio de Fisiología experimental por él fundado, y dejando el tema á elección de los aspirantes; —10” otro idem del socio de mérito Dr. D. Ambrosio Gonzá- lez del Valle, indicando que del Programa de los Premios debe excluirse el de Estadística que presentó hace ya algunos años, por haber pasado ventajosamente el tiempo y ser los datos, que tiene suministrados, al parecer no bastantes para los que quisiesen optar á dicho premio; acordándose efectuarlo asl;— 11* otro idem del Colegio de Farmacéuticos, invitando á la Academia para su sesión de aniversario, acto al cual asistie- ron los Sres. Plasencia, Delgado, J. Torralbas y Mestre;— 12? otro idem del Sr. D. Manuel de la Cruz, redactor de] periódico literario la “Revista Habanera,” autorizado por la Sra. viuda y albacea testamentaria de D. José de la Luz y Caballero, suplicando se le conceda sacar copia de las comu- nicaciones que hubieron de cambiarse entre dicha Sra. y la honorable Academia respecto de los papeles inéditos de su difunto esposo; acordándose de conformidad;—y 13* la rela- ción de las autopsias practicadas en el Necrocomio Municipal por su Director el Sr. Obregón y Mayol; acordándose darle muy expresivas gracias. BraLioreca.—No hallándose presente el Sr. Secretario de la correspondencia nacional y extranjera, presentó el de la oficial las publicaciones recibidas desde la última sesión:—las entre— gas 362 y 363 de la Revista de España, remitidas por el Go- bierno así como las obras siguientes: Rodriguez Ferrer, Natu- raleza y civilización de Cuba; Cárdenas, Propiedad Territorial en España; Castaño, Guia manual del comercio y banca; Lo- o 547 renzo, Murga y Ferreiro, Diccionario maritimo español; Mal- donado, Principios del arte de la colonización; Cieza, Crónica del Perú; Pezuela, Historia de la Isla de Cuba; Adame, Curso de Legislación española; Burgos, Album de la velada de Ntra. Sra. de los Angeles; Recur, Memoria sobre el tabaco filipino; idem, Filipinas: estudios administrativos; P. de la Escosura, Memorias sobre Filipinas y Joló; Rubio, Historia Universal; Huelin, Crónica Científica popular; Sátiras de Juvenal, tradu- cidas por Alvarez; Vieyra, Poesías; Herreros, Geografía; Saint Vel, Higiene de los Europeos traducida por Jáuregui; Ortega, ei Tesoro de la Infancia; Ibo Alfaro, Resumen de Geografía; Memorias de la Junta de Socorros de Puerto-Príncipe; Herbe- lla, Manual de Construcciones y Fortificaciones en Filipinas; Borrell, Dibujo lineal á pulso; y Crespo de la Serna, Reformas políticas, sociales y económicas en la Isla de Cuba;—González Curquejo, Nuevas Ordenanzas de Farmacia para la Isla de Cuba; Boletín de Sanidad Municipal, número 1; el Profesora— do de Cuba, 16 y 17; el Progreso Dental, 3; Boletín de la Sociedad Protectora de animales y plantas, 8, 9 y 10; Boletín de los Voluntarios, 316, 317 y 318; Cuba Industrial, 13, 14 y 15; Avisador Comercial, 92 á 108; Boletín Comercial, 91 4 107; Revista de las Antillas, 10 y 11 de Abril; Revista de enfermedades de los nifios, número 4, Madrid; El Sentido Ca- tólico en las ciencias médicas, 11 y 12, Barcelona;—Gráfico general del movimiento de nacidos y muertos, durante el año de 1882, en la Península é Islas adyacentes; Revista Cienti- fica de conocimientos útiles, número 1, Santo Domingo; Re- vista de Cuba, número 3; Crónica médico-quirúrgica de la Habana, 5; Revista de Medicina y Cirugía Prácticas, 163;—y los libros y cuadernos enviados por la Smithsonian Inustitu- tion: Weeler, Upon U. $. geographical Surveys, 1881; Index- Catalogue of library of the Surgeon-general's Office U.S. army, 1882; Powell, First annual report of the bureau of Ethnology; Annual report of the commissioner of Agriculture for the year 1880 and 1882; Report of the department of mi—- nes Novascotia for the year 1881; Scientific proceedings of the 548 Ohio mechanics Institute, 1382; Proceedings of the Daven- port Academy of Natural Sciences, 1879; Anales del Museo Nacional de Méjico, t. III, números 1, 2 y 7, 1882 y 1883; Publication der norwegischen Commision der europiischen granmessung Geodiitische Arbeiten, Christiania, 1883; Udgi- vet of den norske graadmaalingskommission vanstands-obser— vationer, Christiania, 1883; Wille, Den norske norhavs-expe- ditión 1876-78, Christiania; Sitzungsberichte der kaiserlichen Akademie der Wissenschaften, Wien, 1881 4 1882; Abhan- dlugen heraus gegeben von naturwissenschaftlichen vereine fur Bremen, 1882. Vacuna.—Terminada la correspondencia, presentó el Dr». Govantes, Presidente de la Subcomisión deVacuna, la relación de los individuos vacunados enla Academia desde el 20 de Mayo de 1882 hasta el 12 del mismo mes de 1883: asciende su número á 472, clasificados por edades, sexos y razas; y tam-= bién se han repartido en ese período de tiempo 80 tubos con virus vacuno á varias personas que los solicitaron. Cirucia,.—Por haberle cedido cortésmente su turno el Dr. Montalvo, presentó el Dr. D. Ignacio Plasencia tres enfermos: uno de elefantiasis del escroto con estrechez uretral é hidro- cele del testículo derecho, operado con buen éxito, aunque el enfermo corrió peligro de muerte durante la administración del cloroformo, por lo cual fué necesario aplicar todos los re- cursos que aconseja la práctica en semejantes casos, durando la asfixia de 10412 minutos;—un caso de desarticulación del hombro en un sujeto que había padecido enfermedades venéreas y ataques de reumatismo articular, que tuvo una fractura del húmero, seguida de seudo-artrosis, de fenómenos inflamatorios, de trayecto fistuloso que dió salida á esquirlas óseas, y de luxación completa del húmero; efectuada la de- colación por el procedimiento de Larrey, se complica la he- rida de erisipela, que es dominada al fin por completo; y se presentan á la Academia los dos fragmentos del húmero;—y otro, de fractura oblicua de la tibia con separación de los frag- mentos, en la unión del tercio superior con los dos tercios quo IP AT z ¿ 3 3 3 549 inferiores, que curó á los trece dias de aplicado un aparato de- finitivo de yeso.—Por último, el Dr. L Plasencia dió cuenta de los casos de hidrocele operados por el Dr, Menocal y por él mediante una inyección con la solución de ácido fénico (5 gramos para ¡0 de glicerina y 100 de agua, d. y f.): refiere las tentativas que ántes se han hecho en el mismo sentido, describe después su procedimiento operatorio, y señala sus ventajas sobre las inyecciones yódicas, que consisten en no haber dolor en la mayoría de los casos ni temor á la gangre— na, no mancha los intrumentos, garantiza contra el contagio, no hay necesidad de una cura autiséptica, y está al alcance de todas las fortunas. El total de los hidroceles operados por el Sr. Plasencia es de 44, de los cuales 40 curados, 2 sin éxi- to, 1 dudoso y 1 en que se jenora el resultado; y el de las operaciones practicadas por el Sr. Menocal es de 33, 27 de los cuales curados, 2 que exigieron una segunda inyección, y 4 en que ésta no dió resultado: reunidas las dos estadísticas, dan una suma de 77 operados y 67 curados. Terapeurica.—Del azufre en el paludismo.—Después de dicha comunicación, por la cual dió el Sr. Presidente las gracias al autor, y de una pregunta del Dr. Montalvo, contestada nega- tivamente, sobre la influencia diatésica en la fractura, —leyó el Dr. V. B. Valdés un trabajo referente al tratamiento de la malaria por el azufre. —Partiendo de la necesidad de un suce- dáneo de la quinina, sobre todo en aquellas comarcas en que ésta escasea y abundan por el contrario las fiebres palúdicas; fundándose en las hipótesis corrientes acerca de la etiología de éstas, ya sea el fermento admitido por unos, ya el parásito que los otros aceptan, ensayó desde hace diez años un agente terapéutico, que á su acción contra los organismos inferiores reunía la circunstancia de no ser nocivo al hombre; y apoyado en que ese agente, el azufre, figuraba ya en los hiposulfitos alcalinos, usado por algunos médicos contra el paludismo, al lado de otros que tienen una acción antisóptica, recogió cierto número de observaciones, de las cuales presenta catorce, dan- do la preferencia á las “flores de azufre,” después de sometidas A dy PL ER E E E E mm) HE - ED Di 17747 En A AS 550 á repetidos lavados para separarlas del ácido arsenioso, y ad— ministrando 70 centígramos en tres partes, uva por la maña- na, Otra al medio dia y la tercera por la noche, disueltas en cantidad suficiente de jarabe simple, durante la apirexia y desde el momento más lejano del nuevo acceso. Esas obser— vaciones comprueban el éxito favorable obtenido con el azu—- fre; y si el Dr. Valdés se ha decidido ahora á comunicarlas á la Academia, ha sido con motivo de un artículo publicado en “The Lancet general Advertiser” de Octubre último, que vie- ne á corroborar aquel resultado; mas falta extender la apli- cación del agente terapéutico á las formas graves del paludismo y ensayar preparados sulfurosos de más fácil asimilación, y cuando se hayan llenado estos vacíos con nuevos hechos, co= rresponderá establecer las deduciones que por ahora serían prematuras, pero que entónces sacará nuestro entendido com- pañero. AwrroroLocia.—Acordada la publicación en los “Anales' del trabajo leído por el Dr. V. B. Valdés, á propuesta de- Sr. Presidente,—hizo uso de la palabra el Vr, Montalvo para presentar algunas consideraciones relativas á los “Estudios antropológicos” del Dr. Fernández Caro, leídos en dos sesio— nes anteriores, La importancia de este trabajo en la forma y en el fondo no permite seguramente que pase inadvertido; y si el Dr. Montalvo se decide á hacerle algunos reparos, es sobre todo para demostrar el interés que le merece.—LEsas consideraciones tienen por objeto evidenciar que el hombre no pudo existir en el período terciario, puesto que durante todo este tiempo se ha renovado cuatro ó cinco veces la fauna ma- malógica y no era posible que el hombre solamente perma— neciese invariable é intacto: es cierto que hubo un ser, en la época de los sílices tallados, pero ese ser no era el hombre, sino un precursor suyo, un antropoide.-—En cuanto á la exis- “tencia del reino humano, los caracteres distintivos que se han señalado son por un lado puramente psicológicos, y por otro no tienen nada de exclusivos, encontrándose ejemplos nume- rosos de ellos en las otras especies animales, como son los ») di ] 5 TOA 551 que se refieren á la inteligencia, al libre albedrío, á la perfec- tibilidad, á la piedad, ambición, esclavitud, superfluidad, re- ligiosidad y lenguaje.—Y por lo que respecta á la cuestión del monogenismo, el Dr. Montalvo demuestra que si su fun damento mas serio estriba en la acción del medio ó del clima sobre los organismos animales, cuantiosas y poderosísimas son las pruebas de que esa influencia queda á menudo reducida á los límites más estrechos, hallándose los tipos étnicos más opuestos allí donde las circunstancias del medio se conservan las mismas, sin que por otra parte se encuentren los tipos in- termediarios que vengan á demostrar esa acción, que indebi- damente se estima como superior y más enérgica que la de trasmisión hereditaria. Después del discurso del Dr. Montalvo, declaró el Sr. Pre- sidente terminada la sesión pública y constituida la Academia en otra de gobierno para proceder á la elección de los minis- tros oficiales de la nueva Junta Directiva que ha de funcionar durante el bienio de 1883 á 1885. Páginas. 5 14 64 68 230 232 236 345 345 355 417 440 479 500 Hrratas notables. Líneas. 8 de abajo liíyl5,, 9 de abajo 10 de abajo 13 de arriba 7 de abajo 1% de abajo 8 de arriba 9 de arriba 19 de arriba 2 de abajo 23 de arriba 14 de abajo 14 de abajo Dicór= Juan Bautista el dejara Lefors Miqueel Observación Il. Observación LlL1. Observación IV. (1) Póngase al pié de la página: Stuttgerb ocura nace aclimatado y quién destilado lácereo Léase: Ramón le dejara Lefort Miquel Observación III. Observación IV. Observación V. (1) Zeitschrift fúr ver- gleichende Augenheil- kunde, publié par le professeur R. Berlin á Stuttgart et le Dr. O. Everbusch á Munich. Premier fascicule.—— Leipzig. Stuttgart locura no nace aclimatado quien dibujado lácero : E EXA IE INDICE DE LOS TRABAJOS CONTENIDOS EN ESTE VOLUMEN, ACADEMIA.—Sesión solemne del 19 de Mayo de 1882......0....... Discurso del Dr. D. Nicolás J. Gutiérrez, Presidente de la Real Academiu de Ciencias de la Habana.........o.o.... Resumen de las tareas en que se ha ocupado la Corpo- ración durante el año académico de 1881 á 1882; por su Secretario general Dr. D. Antonio MéestIl..cocoomor.oc.mmnmmn- Viaje del Sr. Presidente, y palabras del Sr. Orúsá nom- brade las Acro... ero cnneosanmecd o can no adaRacUza onto de Necesidad del a E los acuerdos, 179, 287, 349 y Categoría de “lronorarios” a con las de “co- rresponsales” y “Mumerarios” ..omcooronconnonennnnno aonarannenos Sesiones de la Academia:—dei 23 de Abril de 1882, pág. 51; del 14 de Mayo, 74; del 28 de id., 91; del 11 de Ju- nio, 113; del 25 de id., 127; del 9 de To, 147; del 13 de Agosto, 178; del 27 de id., 185; del 10 de Setiembre, 205; del 28 de id,, 208; del 22 de Octubre, 286; del 12 de No- viembreo, 292; del 26 de id., 306; del 10 de Diciembre, 313; del 14 de Enero de 1883, 349; del 28 de id., 359; del 11 de Febrero, 426; del 24 de Marzo, 466; extraordinaria del 25 de Febrero, 477; del 8 de Abril, 493; del 23 de id., 536; y del 13 de MayO..ccccnorcoccocnnanennonionnnnoncocannoconzcn ns Véase Anuncios, BIBLIOTECA, LECCIONES, MusEo, PRrE- MIOS. ANTROPOLOGIA.—Estudios aplicados á la aclimatación, por el —> socio corresponsal Dr. Fernández Caro........8109, 481 y Discusión de algunos particulares interesantes trata- dos en dichos estudios; por el Dr. Montald0......oomcomocc... Anwuncios.—Discusión sobre el modo de evitar que el nombre de la Academia figure en los anuncios y reclamos indus- triales; por los Dres. Mestre, Rovira, Rodríguez, Finlay, Oxamendi, Vargas Machuca, Zamora, J. Torralbas y San- IS BETA B e PA TIN dato apa ós són Dee eo para odds BIBLIOGRAFIA.—Datos relativos á las publicaciones sobre los efectos fisiológicos y tóxicos del tabaco; por el Dr. Mestre, Páginas. 152 467 496 544 476 550 319 331 da YE Ss is e á ' > e y, AA AA at de 10 Sr A ] A A O PERRA bi dad A A A RS A A a.) II Páginas. BriBLIoTECA.—Publicaciones remitidas á la Academia...... DO 76, 92, 114, 129, 148, 180, 186, 206, 210, 288, 293, 308, 318,/392.36L, 421,470, 404039 Vosigeios 00d ind cabtecae 546 -— Libros y folletos regalados por el socio fundador y de mérito Dr. D. Ambrosio González del Valle,......... 289 y 294 — Libros y folletos enviados por el Instituto Smithsoniano de Washington......... AOS O SES Ea 547 CorRESPONDENCIA.—Véase ACADEMIA (Sesiones). ELeEccioNEs.—Elección de un socio corresponsal ...coococonccno.. 60 — Convocatoria para las plazas vacantes de socios nu- merario8......... dorada de aloe pao ae lle meno da cone leal siesta 314 — Presentación de un sabio extranjero para socio corres- ponsal; por el Dr. -DebredO...o.ooncmnncorosooscocnespnemsonarconooo 314 * —- Recepción de un socio distinguido......ocoooconecornenr ooononoo 352 — filección de un Académico de NÚMETO .ccccnccoccnonone conoos 362 -— Nombramiento de un socio corresponsal en el o 429 — Pase á corresponsal de un socio de NÚMEeTO...ocoomemeoonoos- 495 -— Reincorporación de dos socios numerarios.........-..495 y 496 — Véase ACADEMIA. EsrapisticA.--Mortalidad de la Habana en la primavera de 1882; por el Dr. Ambrosio González del Valle ...ocooom.<..o 123 — Mortalidad de la Habana en el verano de 1882; por el Dr. Ambrosio González del Vall8...oconmomono onncenccncanennnnoos 333 —- Movimiento de enfermos en el Hospital Civil de San Felipe y Santiago, durante el año de 1881; por el Dr. INUNCI. uleces soso bbs tonces Le cias ee one na ads alli aos JS 2484 272 -- Cuadros de las enfermedades tratadas por las aguas de Madruga, y de los fenómenos atmosféricos, durante la temporada de 1882; por el Dr. SiMÓ.ccooonmccinonononoss 312 y 418 Exposicion—de Amsterdam:-——Moción del Dr. Finlay, Delegado de la Academia en la Subcomisión habanera.....oooo...... 309 — Sección médica colonial en dicha Exposición. .....oocmoo... 339 — Obras publicadas en la Academia y remitidas á dicha Exposición........ AO? o la o Us asa plas sica 428 Farmacia.—La corteza de la yaba: memoria ino del Dr. DiJuan Do, LZAmOTa ocoococmsan asas reos ines ocio aa dneen or s es arcos as 3617 — Nota sobre un trabajo anterior referente á la yaba des- de el punto de vista terapéutico; por el Dr. Mestre......... 874 — Comisión que ha de redactar el Petitorio, la Farmaco- pea y la Tarifa Farmacénutica.. do pase FiLoLoG1Ia.—Corrección á la on de o oras pa tes de Medicina; porel Dr. Oxamendi..ccoooromoocr.mmo. 124 y 151 Fisica APLICADA.—Informe sobre el Pionoscopio, pequeño TIT aparato destinado al reconocimiento de la leche; por los Dres. Rovira y Vargas MachuCa.icvoocon coscaciovesiocana a9pors HIGIENE PUBLICA.—CUasos de gangrena ocurridos en el Hospital de San Felipe y Santiago: discusión entre los Sres. Am- brosio González del Valle, T. Plasencia, R. Castro, L. Cow- CIRO A AE OS IT OEI IC ASAS Informe relativo á una obra de Higiene Naval, presen- tada con opción al titulo de socio corresponsal, por el A AS COMLEY ace qooeas anta A A A 60 y Los Cementerios ante la Higiene contemporánea; por IIED A EA A EA 61 y Discusión acerca del mismo asunto; por los Dres. Govan- tes, L. M. Cowley, A. González del Valle, J. Torralbus, Orúus. Vargas. Machuca. y GullerTez ao ccsocondnccanioneosocena Sobre la saturación de las tierras de los cementerios; por el Dr, L. M. Covley.. AA NS ..84 y Discusión acerca del mismo hana por 108 e A. González del Valle, L. M. Cowley, Montalvo, Rovira y MELIA AS LA O ADS ep AO O OS US Los cementerios considerados desde el punto de vista higiénico: discurso del Dr. J. Torralbas.... .ormmmmm...o 98 y Informe de la Academia de Medicina de Paris respecto á los efectos nocivos del u«buso del tabaco; por el Dr. Discusión sobre el mismo asunto; por los Dres. S, Fer- nández, Gutiérrez, Horstmann, Montalvo y Mestre....oomom... De las perturbaciones oculares producidas por el taba- CON por el DE Crna NEAL de ropacooncua nano in en dianas 149 y Del estado sanitario con relación á un caso de cólera ocurrido en esta capital; por el Dr. A. González del Valle Consideraciones acerca del mismo asunto; por los £Sres. E. M. Cowley ¡y PIMlAY ucconoenencenanoocopanmdaccason ico nn dao on ES Los experimentos de Pusteur y el Congreso Internacio- nal de Higiene en Ginebra; por el Dr. Mestre............... Resolución del Gobierno Supremo sobre represión del abuso y expendio excesivo de bebidas alcohólicas en la Tila de Ub orocoo damas copooroas on cranio amp cal ooo meeca no racaas Cómputo delos vacunados en la Acadomia;, por el Dr. CODANTOS AS vam dE ar aa Bo ne A A SE eo Tubos de vacuna inglesa regalados por el Sr, .D. Joaquin E E ST TO . Del reconocimiento de la manteca de cerdo importada del extranjero para el consumo público: inhibición de la Páginas, 319 54 239 78 79 93 95 129 308 Montato», Pinlay Y Ori A OS 356 — Observaciones clinicas de tiriasis palpebral; por el Dr. A A A A 366 y 421 ¿ — Discusión de dichas observaciones; por los Sres Beato, j Mestre y E-TEN 366 3 ODONTOLOGIA.—Resoluciones del Gobierno General de la Isla ] aplicables á los Cirujanos dentistasS......oo oooconcnconencoc». 342 7 — Informe sobre el establecimiento de una Clínica de Ciru- : gía Dental en el Hospital Civil; por el Dr. Horstmann.. 207 PATOLOGIA MEDICA.—Consideraciones acerca de algunos casos de filariosis observados en la Habana; por el Dr. Finlay 40 — Patogenia de la fiebre amarilla; por el Dr. Finlay...160 y 187 — Nuevos datos acerca de la relación entre la fiebre ama- rilla y el mosquito; por el Dr. FinlAY..coccononcnn..o 455 y 471 — Opinión del Dr. Grancher sobre algunas preparaciones destinadas á comprobar la teoría patogénica de la fiebre 7 amarilla; porel Dr. PIRlAR 10 e atar s 497 3 — Ensayo sobre el vómito de los criollos, ó fiebre de borras de los niños, y su tratamiento; por el Dr. A. W. Re- Ms E e EI A A 219 y 273 — Informe relativo al “Tratado de Termometria Médica” del Dr. Rodriguez Abaytua; por el Dr. Franca Mazorra 213 — Del diagnóstico precoz de diversas formas de la tísis E pulmonar; por el Dr. GTAncher.....ooo =eccacarasedorasozszanas 478 : — Caso curioso de aplasia laminosa progresiva; por el Dr. : | E POR MA PA E 519 ¡IO PIPA — Véase Revista MezDICcA. ParoLocia Quirurcica.— Informe acerca de una memoria del Dr. García Lavín relativa al diagnóstico des la estreche- ces de la uretra; por el Dr. Díaz Albertini...ooooccccoo..... 362 — Casos clínicos: elefantiasis del escroto; —desarticulación del hombro;—fractura de la tibia; —hidroceles operados con la inyección de ácido fénico; por el Dr, D. Ignacio TAREA Si ds A A A A 548 ——- Véase HistorRIa, MEDICINA OPERATORIA, OFTALMOLOGIA Y ODONTOLOGIA. PATOLOGIA VEGETAL.—Opinión del Dr. Gundlach relativa á la ia | J | enfermedad delos cocoterOS..oocoooccncoo.. a A 128 PiscicuLTURA.—Noticia referente á una obrita traducida por el Dr. Gutiérrez; por el Sr. Lameda DíaZ..o..... A E 343 Premios.—Programa de los premios para el concurso de 1882 A AAA + A E OR — Premio á la Academia en la Exposición de Matanzas... 361 RevisTa Mebica.—Influencia nociva del tabaco en la faringe; —diagnóstico diferencial de la ambliopía nicótica;—ca- quexia intertropical de origen parasitario;—caracteres distintivos del cólico hepático y el nefrítico; —bacterias en la lepra;—tratamiento de las fiebres intermitentes por el yodo, la aracnidina y la resorcina;—por el Dr. MESITE soccooan A TE 181 y Discusión sobre algunos particulares comprendidos en dicha “Revista”, por los Dres. Finlay, A. González del Valle y Govantes ....ooomooocoo.. A A IN E Sección médica colonial de la on de Amster- dam.—Distrito Universitario.—Cirujanos Dentistas.— Las aptitudes de Un OCLOgeNAriO..oocoocccconccononnicninn aros. TERAPEUTICA.—Informes de la Comisión de Remedios Nuevos y Secretos sobre un papel esencial de tabaco y unos Ci- garros pectorales de café; por el Dr. BéltO...oomcono.oo..o.. Informe sobre la ninguna importancia terapéntica de unos cigarros yodo-ferrados; por el Dr. Donos0 ....... Informe sobre los proyectos de Reglamentos para el uso y régimen interior de las aguas minero-medicinales de Madruga; por el Dr. Castellanos .......... O A Discusión de dicho informe; por los Sres Hernández, Castellanos, A. G. del Valle, S. Fernández, Finlay, Roca- mora, Gutiérrez y Beato.......ooooconoo. AN O De las inyecciones subcutáneas de quinina en el trata- miento de las fiebres intermitentes y del reumatismo: discurso inaugural del Dr. Franca Mazorra oommmomo momo. Contestación á dicho discurso, por el Dr. (Farcía......... Del tratamiento de los hidroceles por las inyecciones de ácido fénico; por el Dr. Ignacio Plasencil....ooommmmmm. Nota sobre el tratamiento de la malaria por el azufre; A AS E A Véase EsTAaDISTICA y Revista MEDICA. TERATOLOGIA.—Nota relativa á un monstruo ciclope; por el To A IO LS PAM e 0 E RE A A SES E A Comunicación de otros dos casos de la misma monstruo- idad; por el Dr. Gutiérrez...oooomm.o.... IS 14.—Del permanganato de potasa como contravene- no de las picaduras de las serpientes; por el Dr. Albino A td 1, AAA Discusión acerca del mismo asunto; por los Dres. Finlay, ASE. MEL: VQ: Y: MSIE dao, Cualiabas ama mt UNIVERSIDAD.—Oposiciones en la Central de Madrid para la Párinas, 192 184 339 114 473 305 306 VIHur cátedra de Terapéutica y Materia Médica, vacante en la Universidad de la Habana; por el Dr Garcia Calderón... — Moción en el Senado para que se declare la de la Haba- na Universidad de Distrito; por el Sr. D. José Gúell y Renta a a ER A ECTS de Ate Na — Academicos catedráticOs.. «da liadioidocccioscanaconos eg on Vacun1.—Véase HIGIENE PUBLICA. ZooLoGIa.—Nueva especie de murciélago descubierta en esta Isla. porel Dr, GUNALACh. cn ncocnanetanecatano den paa - -— Cuadro de la clasificación de los Microbios; por el Dr. MeStI E camnocon aoneren anto Res TORO dias ReRoRs AO TA E —— Discusión referente al mismo asunto; por los Dres. Fin- lay, A. González del Valle, L. Cowley, J. Torralbas y Mestre 19 Páginas. 323 340 354 5d NoTA.—Con el presente tomo se ha terminado, en pliegos Do la “Patología y Terapéutica del aparato lenticular del ojo” por el Dr. Otto Becker, traducida del alemán por el Dr. Finlay; y se ha conti- nuado la “Contribución al estudio de las Mariposas de la Isla de Cuba,” por el Dr. Gundlach. E INDICE. Pías. SESIONES DE LA ACADEMIA.—Correspondencia.......--. Dos e 2 08 ya — Fallecimiento de un socio Mumerari0----.omocococroococococccóncanoso 495 — Reincorporación de dos socios de NÚMerO.......o.o.0ooooocommoooo 495 y 496 -- Pase á corresponsal de un socio nuMerario........oo.o..., A e _— Categoría de “honorarios” comparada con la de "'porpesponaalos”” Lo 1067 BIBLIOTECA.—Publicaciones remitidas á la AcadeMia..--.......oooomocooc.. 494 PATOLOGÍA MÉDICA. =0Opinión del Dr. Grancher sobre algunas depa Aina pe que sirven de base 4 la teoría patogénica de la fiebre amarilla; por el DEC a ESOS SIS pS A 497 — Delos signos precoces de la tuberculosis ad por el Dr. Grancher (PMA a os ed o e AS e Gl ela - 489 — Caso eurioso de aplasia oa progresiva, por el Dr. R. Cowley.... 519 HIGIENE PUBLICA.—Comunicación referente á la manteca de cerdo que se im- : porta para el consumo público; por los Dres. Y. Machuca, Rovira y Donoso 496 — Medidas de Policía Sanitaria contra las epizootias; por el Sr. Beau- O A e a Eso ¿eee oe do 98 y 02 = Discusión acerca del mismo asunto; por los Sra 7 Plasencia Becunilla Machado, Orús, Gutierrez, Montejo y Castellanos .... ....... il 1011] MEDICINA LecaL.—Informe sobre los efectos producidos por un ao con mgnicioónes; porel Dis Vilar Ocio +. iria ela caro aaa esoo 500 — Informe respecto á un caso de asfixia por estrangulación; por el Dr. Cas- DT A A Cno erre 501 HISTORIA—de las ciencias y de los e en uste y en los dos áltimos splos: segun A. Decandolle; por el Sr. Sauvalle -.....oo.oooemomo.... rs no 512 ENTOMoLOGÍA —Contribución al estudio de las Mariposas de Cuba, por el Dr. Gundlach. (Pliego 25, aparte.) CONDICIONES DE LA SUSCRICION, —_——— Los Anales de la Academia se publican el dia 15 de cada mes. El precio de la suscrición es de $3-50 centavos por semestres ade- lantados en la Habana, y $1-50 centavos en el resto de la Isla. En el local de la Academia, calle de Cuba (ex-convento de San Agustín), se venden: los 19 volúmenes hasta hoy publicados de los Anales; los3 primeros tomos de los Trabajos de la Comisión de Medici- na legal é Higiene pública; Ja Flora Cubana del Sr. Sauvalle; la Ma-: malogía, la Ornitología y la Erpetología Cubanas del Sr. Gundlach; A las “Memorias” sobre la Patología y Antigiiedades de la Isla de Puer- to Rico, por el Dr. Dumont; la Contribución al estudio de los Mo- luscos Cubanos, por el Sr. Arango y Molina; la Patología y Terapéu- tica ocular, traducida del alemán por el Dr. Finlay; y los pliegos publicados de la Entomología Cubana del Dr. Gundlach. y y A 1 A we . pr, PES ' ? q A 1 x A E no ] 3 is e ELN a As IET,