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SEO NACIONAL

.

Serie III. Tomo V.

(Con 289 figuras en el texto)

BUENOS AIRES IMPRENTA DE JuAN A. ÁLSINA, CALLE México, 1422

2

1905

7 .

SECRETARIO Y BIBLIOTECARIO AGUSTÍN J. PENDOLA

BUENOS AIRES

' o

ANALES

-

MUSEO NACIONAL

DIRECTOR DEL MUSEO NACIONAL DOCTOR FLORENTINO AMEGHINO

SECRETARIO Y BIBLIOTECARIO AGUSTÍN J. PENDOLA

ANALES

DEL

MUSEO NACIONAL

DE

BUENOS AIRES

Serie III. Tomo V. c1BI

(Con 289 figuras en el texto)

BUENOS AIRES IMPRENTA DE JUAN A. ALSINA, CALLE México, 1422 1905

LIBRARY NEW YORK BOTANICAL,

PNTE E

GARDEN.

Picas. AMEGHINO, FLorENTINO, La faceta articular inferior única del astrágalo de algunos mamiferos, no es un carácter primitivo. (25 de Febrero (door tn can autos Te Oo da NINA 1 HoLmBERG, EDuarDo Lapistao, Zephyranthes porphyrospila, Holmberg, n. apra lr de Marzo de lol joe sae? 65 Breérnes, J., Biología del Dasyscelus Normalis Brunn. (18 de Marzo de VI E A A NN AN 67 HoLmBERG, EDuarDO LabisLao, Amarilidáceas Argentinas indigenas, y exó- ticas cultivadas. (Azucenas, Amancáes, Junquillos ó Narcisos, Pi- tas, Nardos, Peregrinas, €). —(20 de Junio de 1905)............. 15 AMEGHINO, FLORENTINO, Presencia de la perforación astragaliana en el Te- jón (Meles Taxus Bodd.)—(29 de Mayo de 1905).........oooo.o.... 193 Oures, FéLix F., La edad de la piedra en Patagonia. Estudio de arqueolo- 208

ea comparada. —(10 de Agosto de WI) c..oacin coa oa ooo

NOTAS.

Las fechas indican el día en que fueron puestas en circulación las publica-

ciones correspondientes, impresas aparte.

La Dirección se ve en el caso de manifestar, que no hace suyas las apreciacio- nes que el Sr. Outes dirige á ciertos autores (señores D. S. Aguiar, R. de la Grasserie, etc.) que colaboran en la obra común según sus aptitudes y los

medios de que disponen.

LA FACETA ARTICULAR INFERIOR ÚNICA DEL ASTRÁGALO

DE ALGUNOS MAMÍFEROS, NO ES UN CARÁCTER PRIMITIVO

FLORENTINO AMEGHINO.

En la mayor parte de los mamiferos placentarios conocidos, el astrágalo descansa sobre el calcáneo por medio de dos facetas arti- culares, una externa llamada «ectal» y la otra interna que lleva el nombre de «sustentacular ». Estas dos facetas, están separadas por un surco profundo, el cual conjuntamente con uno opuesto entre las facetas correspondientes del calcáneo constituyen un canal en el cual se aloja el ligamento interóseo del seno del tarso.

Según la definición corriente en zoología desde hace tres cuar- tos de siglo, el astrágalo de los marsupiales difiere del mismo hueso delos placentarios, por asentar encima del calcáneo por medio de una sola faceta articular en vez de dos.

Se dió á esta diferencia tanta importancia que Blainville, Wa- terhouse y Gervais colocaron el antiguo género Hyaenodon entre los placentarios, fundándose principalmente en la presencia en el astrágalo de las dos facetas inferiores para la articulación con el calcáneo. También desde entonces y hasta ahora se considera la presencia de la faceta articular inferior única del astrágalo de los marsupiales como un carácter primitivo.

En 18951, con motivv del descubrimiento del astrágalo del Pyrotherium, que presenta una sola faceta articular inferior, traté de determinar cuáles eran los caracteres primitivos del astrágalo de los mamiferos; entre esos caracteres, supuestos primitivos, 1n- cluí el de una sola faceta articular inferior para el calcáneo.

Poco tiempo después empezaba á dudar. Me sorprendía que los esparasodontes (Sparassodonta), que tanto parecido presentan con

! Aueauino FE. Premitre contribution ú4 la connaissance de la faune mammalogi- que des couches á Pyrotherium, en Bol. Inst. Geog. Ary. t. xv, p. 621, a. 1895.

AwnaL. Mus. Nac. Bs. As., Ser 3.*, T. v. Fearero 17, 1905 1

2 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

los marsupiales, tuvieran todos un astrágalo con dos facetas arti- culares inferiores bien separadas. Mayor sorpresa me causó el des- cubrimiento de que los antiguos microbioterios y los plagiaulacoi- deos tuvieran también el astrágalo con dos facetas inferiores en vez de una como era de esperar en vista de grupos que precisa- mente representan los tipos antecesores de los actuales marsu- piales.

Ultimamente, con motivo del estudio que hice sobre la perfora- ción astragaliana*, tuve la oportunidad de examinar los astrá- galos de los principales tipos de mamiferos, y me he convencido con pruebas evidentes, de que la faceta articular inferior única del astrágalo de algunos marsupiales y otros mamiferos, no es una conformación primitiva, sino un carácter de evolución avanzada, adquirido independientemente en distintos grupos y en distintas épocas.

Para dejar esto establecido de una manera definitiva voy á pasar en rápida revista los principales tipos que presentan la faceta úni- ca, comparándolos con las formas más próximas que la presentan doble,

Sarcoboros.

Como ya tuve ocasión de decirlo repetidas veces, este superor- den reune los carniceros placentarios y los carniceros marsupiales ó poliprotodontes, pues tomando en cuenta las formas extinguidas, la transición de unos á otros es perfecta y continua.

La afirmación de que los marsupiales poseen un astrágalo con una sola faceta articular inferior es una generalización errónea, pues resulta, que este carácter solo se le encuentra en las formas australianas; los géneros americanos presentan invariablemente dos facetas articulares inferiores.

Para que sirva como término de comparación acompaño el di- bujo del astrágalo de un sarcoboro placentario, el Smilodon popu- lator (fig. 1) con las dos facetas articulares inferiores perfectas y bien separadas. |

El cuerpo del hueso posee una troclea tr fuertemente arqueada de adelante hacia atrás, seguida en la parte posterior de una per-

' Aurcnino EF. La perforación astragaliana en los mamíferos no es un «xrácter originariamente primitivo, en An. Mus. Nac. B. A., ser.3*, 1. 1v, pp. 319 á 460, a. 1904.

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 3

foración astragaliana o y de un gran puente p que desciende hacia abajo en forma de cresta transversal; colocando el astrágalo encvi- ma del calcáneo, la mencionada cresta queda atrás del límite pos-

Fig. 1.* Smilodon bonaerensis (Muñiz) Amgh. Astrágalo izquierdo; a, visto de arriba; e, visto de atrás; í, visto de abajo, reducido á “sw del tamaño natural. ca, cabeza del astrágalo; cu, cuello; tr, tróclea; ce, cóndilo externo; ci, cóndilo in- terno; o, perforación astragaliana; p, puente; fo, fosa ligamental; ec. faceta ectal; st, faceta sustentacular; s, surco ligamental del seno del tarso. Parte más supe- rior de la formación pampeana (horizonte lujanense).

terior de las facetas articulares superiores de este último hueso. Visto de abajo, el astrágalo muestra dos grandes facetas articula- res dispuestas con su eje mayor en dirección antero-posterior y

' Todas las figuras de esta memoria han sido dibujadas directamente de los originales, unas por el distinguido naturalista del Museo Nacional señor Juan Bréthes, y las restantes por el joven artista señor Carlos F. Pendola,

4 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

casi paralelas; de estas dos facetas, la interna ó sustentacular st es plana y horizontal hacia adelante, pero se prolonga atrás sobre la cara anterior de la cresta trausversal, desciende hacia abajo y descansa sobre la apófisis interna ó sustentacular del calcáneo; la otra faceta ec colocada sobre el lado externo y que lleva el nom- bre de ectal, es mucho más gran- de, regularmente cóncava de ade- lante hacia atrás y descansa sobre la articulación convexa superior externa del calcáneo que lleva el mismo nombre. Ambas facetas están separadas por un surco an- cho y profundo s en el que se aloja el ligamento interóseo del seno del tarso.

En la figura 2 doy el dibuju del calcáneo del mismo animal y del mismo individuc del astrágalo mostrando las facetas articulares correspondientes. La faceta sus- tentacular st es pequeña, plana y circular, pero se une adelante con la faceta suplementaria a for-

mando una superficie articular ininterrumpida. La faceta externa ec Ó ectal es mucho más grande, convexa de adelante hacia atrás y colocada algo oblicuamente al

Fig. 2. Smilodon bonaerensis (Mu- ñiz) Amgh. Calcáneo izquierdo, visto de arriba, reducido á ?/3 del tamaño natural. cb, faceta articular cuboidal; ec, faceta ectal; st, faceta sustentacu-

lar; x=, faceta articular suplementaria; s, surco del seno del tarso; c, cuerpo del calcáneo; ti, tuberosidad interna;

eje longitudinal del hueso. Ambas facetas articulares están separa- das por un surco ancho s, que

te, tuberosidad externa. Parte más superior de la formación pampeana (horizonte lujanense).

corresponde al mismo del astrá- galo y juntos forman el canal in- teróseo del seno del tarso.

Como tipo del astrágalo con una sola faceta articular inferior podemos tomar el del género australiano Dasyurus (fig. 3) que es á la vez el tipo del suborden de los Da-yura. El cuerpo del hueso es corto y ancho, muy bajo, como deprimido, con una troclea tr casi plana transversalmente pero bastante convexa de adelante hacia atrás. La parte posterior es como truncada y con una cresta transversal descendente que lleva una perforación astragaliana o

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 5

de tamaño bastante considerable, Esta cresta transversal constitu- ye el puente p y sobresale detrás de las facetas articulares corres- pondientes del calcáneo. La cabeza del astrágalo es corta y peque- ña, enanchándose hacia atrás hasta el cuerpo del hueso; además, la superficie articular para el escafoides de la parte anterior de la cabeza, da vuelta sobre todo el costado interno del cuello trazando un gran arco de circulo. Visto de abajo, entre el puente y la cabeza, el hueso no presenta más que una sola superficie articularia plana, ec, st, que se extiende transversalmente desde el pequeño surco

Fig. 3. Dasyurus viverrínus Shaw. Astrágalo derecho; a, visto de arriba; e, visto de atrás; 2, visto de abajo, aumentado ¿ del tamaño natural. ec, st, facetas articu- lares ectal y sustentacular fusionadas en una sola; fi, corredera del flexor por debajo del puente; si, surco ligamental interno. Las demás letras como en la fi-

gura 1. Epoca actual. Australia.

ligamental interno si, hasta el borde externo; es por esta superficie que el hueso descansa sobre el calcáneo, de manera que esa faceta articular única corresponde á las dos facetas separadas, ec, st, del astrágalo de Smilodon (fig. 1) y de los demás sarcoboros placenta- rios. Del surco s del seno del tarso tan desarrollado en el astrágalo del Smilodon, sobre el de Dasyurus no se ve el menor vestigio.

De acuerdo con esta conformación del astrágalo, el calcáneo (fig. 4) también presenta una superficie articular superior única que se extiende en dirección transversal partiendo del borde ex- terno para concluir en el borde interno encima de la apófisis inter- na que en los mamiferos placentarios lleva la faceta articular sus- tentacular. Es claro que esta faceta articular única del calcáneo de Dasyurus representa las dos facetas articulares ectal ec y sus- tentacular st del calcáneo de Smilodon (fig. 2). *

Sin embargo, en el calcáneo de Dasyurus, fijándonos bien en el contorno de esta superficie articular única, vemos que la regulari- dad de su contorno se encuentra interrumpida hacia atrás por la

a

6 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

pequeña entrada ó escotadura e), la cual representa evidentemente

un vestigio de la entrada proximal del surco del seno del tarso;

esta escotadura divide la ex-

tremidad posterior de la gran

faceta articular transversal en

dos partes, una externa y la

otra interna, las cuales, tanto

por la posición como por la

forma que afectan, represen-

= tan las dos facetas st y ec del calcáneo de Smilodon.

Resta saber si esta escota-

dura representa el último ves-

tigio que queda de la fusión de

Fig. 4. Dasyurus viverrinus Shaw. Cal- las dos facetas en una sola su- cáneo derecho, visto de arriba, aúmen- tado 2 del tamaño natural. st, parte de z a la superficie articular única correspon- contrario, representa el princli- diente á la faceta sustentacular; ec, parte pio de la división de la superfi- de la superficie articular única corres- pondiente á la faceta ectal; e), último vestigio de la entrada proximal del sur- tas distintas. Es lo que vamos co del seno del tarso. Las demás letras ¿tratar de averiguar por me- como en la figura 2. Epoca actual. Aus- tralia.

perficie articular, ó si por el

cie articular única en dos face-

dio de una comparación con los otros sarcoboros, particu- larmente con aquellos que más próximos se encuentran de los ti-

pos australianos. Los más próximos á los Dasyuridae australianos son los Didel-

Fig. 5. Didelphys Azarae Temm. Astrágalo izquierdo; a, visto de arriba algo oblicuamente del lado interno; e, visto de atrás; i, visto de abajo, aumentado < del tamaño natural; pr, superficie de apoyo para el peroné; f, corredera del flexor; ci, cóndilo externo; ce, cóndilo interno. Las demás letras cumo en las figuras precedentes. Epoca actual. Argentina.

phyidae americanos. La figura 5 representa el astrágalo de Didel- phys Azarae; su forma general y la disposición de casi todas sus

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 7

partes es casl igual como en Dasyurus, pero difiere por la parte inferior que muestra dos superficies articulares distintas, st, ec, como en Smilodon y los demás sarcoboros placentarios; estas dos facetas están separadas por el surco s del seno del tarso, el cual da vuelta hacia el lado interno y dobla hacia adelante formando una depresión longitudinal si que es evidentemente la misma de- presión longitudinal interna si del astrágalo de Dasyurus (fig. 3). Falta en el astrágalo de Didelphys y en todos los representantes actuales y extinguidos de la misma familia, la perforación astraga- liana de Dasyurus.

El calcáneo de Didelphys (fig. 6) difiere del de Dasyurus por la presencia de una fuerte apófisis calcaneal externa «e, y además, en concordancia con la con- formación del astrágalo, pre- senta dos facetas articulares en vez de una, la ectal ec y la sustentacular st. La pequeña escotadura e) de la parte pos- terior de la superficie articular única del calcáneo de Da:yu- rus (fig. 4), en el de Didelphys ER paSonos EJES pele Wi Fig. 6. Didelphys Azarae Temm. Cal- vidiendo la superficie articular cáneo izquierdo, visto de arriba, aumen-

en dos facetas y formando el tado 2 del tamaño natural; ai, apófisis calcaneal interna; ae, apófisis calcaneal : externa; £, tuberosidad del calcáneo; las tarso; sin embargo, este surco demás letras como en las figuras prece-

no es tan ancho ni tan profun- dentes del mismo hueso. Epoca actual. do como el correspondiente 4tgentina. del astrágalo.

Los Didelphyidae, por el mayor número de dientes que poseen y por la presencia del dedo interno del pie bien desarrollado, repre- sentan indudablemente un tipo más primitivo que los Dasyuridae; también tienen una historia paleontológica mucho más antigua. Por otra parte, como la conformación general del astrágalo es la misma, deducimos que los Dasyuridae descienden de los Didelphy- idae, y que la faceta articular inferior única del astrágalo de aqué- llos es un carácter.adquirido recientemente por la fusión de las dos facetas primitivas en una y la desaparición del surco del seno del tarso del que no queda más que el vestigio de su parte proximal correspondiente á la entrada, sobre el calcáneo.

El examen de las formas extinguidas conduce á la misma con-

surco interóseo s del seno del

S MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

clusión. Ni en Europa ni en Norte América se ha encontrado ningún sarcoboro con un astrágalo provisto de una sola faceta ar- ticular inferior, ó4lo menos no ha llegado á mi conocimiento. Tam- poco se ha encontrado en ninguno de los géneros fósiles argentinos, que pertenecen todos á grupos más próximos de los Dasyuridae que no lo son los del antiguo continente y de Norte América.

Los esparasodontes (Sparassodonta) p. ej., son tan próximos de los Dasyuridae que muchos paleontólogos los han incluido en el mismo grupo, siendo igualmente evidente que tienen grandes afi- nidades con los creodontes ( Creodonta). Si la faceta articular infe- rior única de los Dasyuridae fuera en realidad un carácter primiti- vo, deberíamos encontrarlo, si no en todos, álo menos en aigunos de los esparasodontes, pero no se encuentra en ninguno.

Este suborden que por la dentadura parece tan homogéneo, en la construcción del esqueleto muestra diferencias profundas en las distintas familias, diferencias que también se presentan bien acen- tuadas en la construcción del astrágalo.

En la familia de los Amphiproviverridae, el astrágalo es de cabe-

Fig. 7. Cladosictis patayonica Amgh. Astrágalo derecho; a, visto de arriba; 2, visto de abajo, aumentado ¿ del tamaño natural. Eoceno superior (santacrucen-

se) de la Patagonia austral.

za redonda, con un cuello largo, el cuerpo del hueso de troclea profundamente excavada y dos facetas articulares inferiores; no difiere por ningún carácter especial del astrágalo de los carniceros modernos (Carnivora), siendo sobre todo notable el parecido que presenta con el de los Canidae.

En la familia de los Hathlyacynidae el astrágalo (fig. 7) es de cuerpo cuadrado y bajo, con la troclea tr poco convexa de adelante hacia atrás y plana ó casi plana transversalmente. La cabeza ca es pequeña, convexa, un poco oblicua y con un cuello cu bastante

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 9

largo. En la parte inferior lleva dos facetas articulares para el calcáneo, colocadas algo oblicuamente y separadas por un surco li- gamentario s ancho y muy profundo. Como se ve, no presenta la menor tendencia hacia la faceta única de los Dasyuridae. El mayor parecido de este tipo de astrágalo es con el de los creodontes.

El astrágalo de los Prothylacynidae permanece todavia descono- cido. El de los Borhyaenidae y Proborhyaenidae es conocido, sien- do casi igual en ambas familias, pero de una forma muy diferente de la que presenta en los otros esparasodontes. Este hueso (fig. S) es de cuerpo angosto, muy alto sobre el costado interno y al contrario muy bajo sobre el externo, con la troclea tr bastante convexa de adelante hacia atrás, y sin el menor vestigio de exca- vación mediana entre los dos cóndilos, interno ci y externo ce. Al

Fig. 8. Borhyaena Amgh. Astrágalo izquierdo; a, visto de arriba; e, visto de atrás; 2, visto de abajo, en tamaño natural, nv, superficie articular para el esca- foides; cr, cresta descendente transversal posterior; c, linea que limita la exten- sión posterior de la troclea. Las demás letras como en las figuras precedentes. Eoceno superior de la Patagonia austral (santacrucense).

lado externo, como una continuación de la troclea y al mismo ni- vel de ésta, hay una prolongación triangular pr, destinada á sopotr- tar una parte del peroné; este hueso desciende atrás de esta prolon- gación para descansar igualmente sobre el calcáneo. La cabeza ca es ancha y convexa pero corta y con cuello cu poco distinto. Abajo presenta las dos facetas normales ec, st, para la articulación con el calcáneo separadas por el surco s del seno del tarso que es muy ancho y muy profundo. Las dos facetas están colocadas en direc- ción longitudinal. La faceta ectal ec es angosta y cóncava. La fa- ceta sustentacular st es corta, ancha y convexa, continuándose hacia adelante sin interrupción hasta unirse con la superficie arti- cular nv de la cabeza destinada al escafoides. Como se ve, este tipo de astrágalo, á pesar de su aspecto primitivo y de algunos caracte- res que aparentemente lo acercan de Didelphys, en su modo de

10 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

articulación con el calcáneo no presenta absolutamente ninguna aproximación hacia la forma caracteristica de los Dasyuridae.

La forma corta y ancha de la faceta articular interna st del astrá- galo, su colocación hacia adelante y su unión continua con la su- perficie articular escafoidal, podria quizás inducir á algunos en la duda sobre su verdadera homología. Anticipándome á esa posible duda, doy igualmente el dibujo del calcáneo (fig. 9). En este hueso la faceta ectal ec tiene su forma y posición normal, pero es seguida hacia afuera por otra superficie articular pr bastante grande, muy convexa de adelante hacia atrás y también transversalmente, des- tinada á soportar el peroné; ambas superficies se presentan separadas atrás por una esco- tadura poco profunda, pero adelante aparecen confundidas en una sola superficie articu- lar que se extiende transver- salmente y desciende oblicua- mente de arriba hacia abajo y de atrás hacia adelante.

Sobre el lado interno se ve Fig. 9. Borhyaena Amgh. Calcáneo de- la in apófisis calcaneal in- recho, visto de arriba en tamaño natural. terna ai, llamada también sus-

nv, superficie articular del calcáneo, para tentacular porque es precisa- el cuboides. Las demás letras como en la

figuras precedentes. Eoceno superior E (santacrucense) de la Patagonia austral. descansa el astrágalo por me-

dio de su faceta articular in- terna. En el calcáneo de Borhyaena se ve esta faceta articular sustentacular st que ocupa toda la parte superior de la superficie de la apófisis, y en concordancia con la faceta correspondiente

mente sobre esta apófisis que

del astrágalo se prolonga hacia adelante hasta el mismo borde de la faceta cuboidal nv con la que forma un ángulo agudo. También sobre el calcáneo, ambas facetas, ectal y sustentacular, están sepa- radas por un surco s ancho y profundo.

De todos los sarcobocros, los que remontan á mayor antigúedad son los Pedimana, divididos en dos familias, los Didelphyidae exclu- sivamente cenozoicos (terciarios y actuales), y los Microbiotheriidae que vivieron durante la época cretácea y en la primera mitad de los tiempos terciarios. Los Microbiotheriidae no sólo son los anteceso- res de los Didelphyidae sino también de todos los sarcoboros.

Desgraciadamente no conozco el astrágalo y el calcáneo de una

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 11

misma especie, pero aislados, aunque en especies distintas de un mismo género; sin embargo, los materiales conocidos no presentan diferencias de importancia de un género 4 otro. Como término de comparación tomaré el género Eodidelphys que es el que ha de- jado mayores restos.

Conozco el astrágalo de Eodidelphys fortis (fig. 10); es de un tipo

Fig. 10. Eodidelphys fortis Amgh. Astrágalo izquierdo. «a, visto de arriba; 2, visto de abajo, aumentado + del tamaño natural. Eoceno superior (santacrucen- se) de la Patagonia austral.

todavía más normal que el de Didelphys. El cuerpo del hueso es cuadrado y de troclea bastante excavada, presentando en esta región un notable parecido con los carnívoros placentarios. La cabeza es pequeña, de articu- lación convexa, bastante obli- cua y soportada por un cuello cubastante largo. En la cara in- ferior existen las dos facetas normales, pero con una rela- ción de tamaño y una disposi- ción algo distinta. La faceta ectal ec se encuentra en su po- sición normal y es muy cónca- va de adelante hacia atrás como en los carnívoros placen- mE 11. Eodidelphys famula Amgh. tarios, pero proporcionalmente E a ' Po ias ? Í amaño natural. Eoceno

es de tamaño muy grande Y superior (santacrucense) de la Patago- sobre todo muy ancha. La fa- "ia austral. ceta sustentacular st es muy pequeña, de contorno algo elíptico ó subcircular, colocada muy ade- lante y completamente aislada, tanto de la cresta descendente transversal posterior cr como de la superficie articnlar ca de la ca- beza destinada al escafoides. El surco s del seno del tarso es muy an- gosto pero profundo y termina atrás al pie de la cresta descen- dente transversal,

El calcáneo lo conozco de Eodidelphys famula (fig. 11). Por su

12 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

construcción se desvía algo de la forma caracteristica de los Didel- phyidae para aproximarse de la que presentan los carniceros pla- centarios, especialmente los Ursidae y los Procyonidae. La faceta ectal ec es más angosta y más extendida de adelante hacia atrás, y la faceta sustentacular stes llevada por una apófisis calcaneal in- terna ai más saliente; ambas facetas miran más hacia arriba que en Didelphys y están separadas por un surco ligamental s más ancho y más profundo. Esta conformación indica claramente que el as- trágalo también estaba provisto de dos facetas articulares inferiores distintas y separadas por un surco profundo; indica igualmente que algunos de los caracteres que distinguen el astrágalo y el calcáneo de los Didelphyidae actuales han sido adquiridos en época relativa- mente moderna,

De los datos expuestos se desprenden deducciones claras y pre- cisas. Los sarcoboros más generalizados y más antiguos son los pedimanos y tienen el astrágalo provisto de dos facetas articulares inferiores, tanto en las formas actuales como en las extinguidas. De los demás subórdenes de este orden, los carnivoros, los creo- dontes, los pinipedios, los esparasodontes y los insectívoros, poseen también un astrágalo con dos facetas articulares inferiores. El único suborden de sarcoboros con una sola faceta articular inferior es el de los dasiuros ( Dasyura) que es el más reciente y de confor- mación más especializada que los pedimanos de los cuales descien- de. Luego, la faceta articular inferior única de los dasinros es un carácter adquirido en época reciente á causa de la desaparición del surco del seno del tarso y la fusión de las dos facetas primitivas en una sola. En los didelfideos recientes se está manifestando inde- pendientemente una tendencia á la desaparición del surco y á la fusión de las facetas, pero la constitución perfecta de este carácter todavía no se ha realizado en ningún representante de este grupo.

Diprotodontes.

Es sabido que en el superorden de los diprotodontes (Diproto- donta) coloco, no sólo los diprotodontes marsupiales (Hypsiprym- noidea) de Australia, sino también los roedores (Rodentia) que son diprotudontes placentarios y los plagiaulacoideos (Plagiaulacoidea) extinguidos de ambos continentes. Tomando en cuenta las formas fósiles, la transición de los plagiaulacoideos con los hipsiprinoideos australianos de un lado, y con los roedores del otro, es perfecta.

PERO

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 13

Los diprotodontes australianos ú hipsiprinoideos tienen un astrá- galo que, como el de los dasiuros, se distingue por presentar tam- bién la reunión de las dos facetas articulares inferiores en una sola, como lo muestra la figura 12 que representa el astrágalo de MMa- cropus giganteus. En esta especie el astrágalo es muy bajo, de troclea corta, ancha y poco excavada. La cabeza articular ca es obli- cua, desviada al lado interno, á tal punto, que se encuentra Casi toda más al interior que el borde interno del cóndilo interno de la troclea; esta cabeza se extiende oblicuamente hacia abajo y hacia adentro, llevando una superficie de articulación larga y angosta para el escafoides, que se extiende en la misma dirección de la cabe- za. Visto de abajo muestra una sola superficie articular, de contorno

Fig. 12. Macropus giganteus Zimm. Astrágalo izquierdo; a, visto de arriba; e, visto de atras; 2, visto de abajo, en tamaño natural. az, tuberosidad para el liga- mento astrágalo calcanear interno; st”, faceta sustentacular, parte horizontal; st, faceta sustentacular, parte descendente; e), vestigio de la entrada distal del surco del seno del tarso; (e, vestigio de la entrada proximal del surco del seno del tarso; m, apófisis con la superficie articular para el maleolo interno. Las demás letras como en las figuras precedentes. Época actual. Australia.

irregular y que se extiende transversalmente desde el borde exter- no hacia el interno pero termina bastante antes de llegar á éste del que queda separada por un surco ligamental interno si bastante acentuado. Que se trata de la fusión de las dos facetas primitivas es en este caso aun más evidente que en el de los dasiuros, pues puede decirse que la unión ha quedado en parte incompleta; la fusión se efectúa por una especie de itsmo adelante del cual se ve una escotadura ancha y profunda e) que divide las dos facetas y es un vestigio de la parte anterior del surco del seno del tarso que se ha atrofiado y casi desaparecido; la pequeña escotadura opuesta (e es el último vestigio de la entrada proximal del mismo surco. En la figura las partes de la superficie articular única que correspon-

14 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

den á las dos facetas las he indicado con las letras correspondientes á estas últimas. La parte ec correspondiente á la faceta ectal, es cóncava de adelante hacia atrás como en la generalidad de los pla- centarios; la que corresponde á la faceta sustentacular, se divide en dos partes, la anterior st” plana ú horizontal, y la posterior st, des- ciende hacia abajo debido á que se extiende contra la cara anterior de la cresta descendente transversal pos- terior cr.

El calcáneo (fig. 13) muestra los

Fig. 14. Macropus Billardieri (Desm.) As- trágalo derecho, visto de arriba, aumentado 3 del tamaño natural. Epoca actual. Australia.

Fig. 13. Macropus gyiganteus Zimm. Calcáneo izquierdo, visto É de arriba, reducido á 3k del ta- lar externa ec se extiende transver-

maño natural, Epoca actual. salmente y se une atrás por medio de

Australia. : 9 : un istmo con la faceta sustentacular st, quedando adelante, entre ambas,

mismos caracteres. La faceta articu-

la misma escotadura e) que en el asvrágalo pero más profunda, y atrás la escotadura opuesta (e aunque menos pronunciada. Lo mis- mo que en el astrágalo, esas dos escotaduras son los vestigios de las dos extremidades del surco del seno del tarso.

En vez de decir que el astrágalo de los diprotodontes australia- nos tiene una sola faceta articular inferior, puede pues decirse con más propiedad, que el astrágalo de dichos animales posee dos fa- cetas articulares inferiores incompletamente fusionadas,

Aun esta misma definición si se tratara de generalizarla, resulta- ria inexacta, pues entre los diprotodontes australianos, y aun entre los mismos canguros (Macropus), hay especies en las cuales las dos facetas articulares en cuestión perinanecen distintas. Tal es el caso de Macropus Billardieri (fig. 14), cuyo astrágalo muestra las dos

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 15

facetas separadas por el surco s del seno del tarso, si bien el men- cionado surco sea poco profundo. Naturalmente, como es la regla general, las mencionadas facetas se presentan igualmente separa- das sobre el calcáneo (fig. 15). Sinembargo, hay individuos de esta misma especie que presentan el surco del seno del tarso todavía más borrado, y otros en que una arista ósea muy angosta corta el men- cionado surco uniendo las dos facetas, particularmente en el calcá- neo. Entre el tipo característico de Ma- cropus giganteus y el de Macropus Billar- dieri, examinando las demás especies del

Fig. 16. Phascolomys Mitchelli Ow. Astrágalo iz- quierdo, a, visto de arriba; 2, visto de abajo, en tamaño natural. Epoca actual. Australia.

Fig.15. Macropus Billar- dieri (Desm.) Calcáneo de- mismo género, se encuentran todos los recho, visto de arriba, au- - cl os He A O del Vai dd estadios intermediarios de fusión de las tural. Época actual. Aus- dos facetas.

q Hasta cierto punto aun más interesan-

te es el caso de Phascolomys. Entre los diprotodontes australianos, éste es el que en el pie conserva la for- ma más primitiva, con los dedos todos bien desarrollados, excep- tuado el interno que es muy pequeño; el sindactilismo es incompleto ó en su primera etapa de desarrollo. El astrágalo (fig. 16) difiere profundamente del de Macropus, por la cabeza, cuya superficie articular se extiende transversalmente y está colocada en la misma línea del eje longitudinal del cóndilo interno de la troclea.

El cuerpo del hueso y la forma de la troclea tr tienen algo de pa- recido á lo que se ve en el mismo hueso de Didelphys. En la cara inferior muestra las dos facetas articulares para el calcáneo bien distintas, separadas por el surco s del seno del tarso que esancho y muy profundo; con todo, las mencionadas facetas presentan una disposición que no la conozco igual en ningún otro mamífero. La faceta articular interna st ó sustentacular que generalmente es de gran tamaño y á menudo se extiende hacia adelante hasta unirse

16 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

con la superficie articular escafoidal nv, acá es al contrario pequeña, de contorno más ó menos circular, colocada muy atrás, y separada de la superficie articular escafoidal por una gran fosa ligamental fos muy profunda. En cambio, la faceta articular externa ó ectal ec que en todos los mamiferos permanece aislada, en Phascolomys cruza oblicuamente al lado interno y se prolonga sin discontinuidad hasta unirse con la faceta articular escafoidal nv. Esta conexión distinta de las facetas articulares inferiores, demuestra evidente- mente, que éstas eran primitivamente distintas puesto que han po- dido unirse en forma tan dife- rente.

El calcáneo (fig. 17) es no menos singular que el astrá- galo. Es arqueado lateralmen- te de un modo extraordinario, con la convexidad hacia afue- ra. Las facetas articulares ectal

ec y sustentacular st que en el astrágalo permanecen separa-

Fig. 17. Phascolomys Mitchelli Ow. Cal- das. acá so han usina dae :

cáneo izquierdo, visto de arriba, en ta- E ¿ maño natural. Epoca actual. Australia. una sola habiendo desapareci-

do todo vestigio del surco del seno del tarso. La parte st correspondiente á la superficie susten- tacular es baja y casi plana, pero la que corresponde á la faceta ectal ec se levanta gradualmente hacia afuera, hasta formar sobre el lado externo y hacia atrás una protuberancia muy convexa en Ja que se halla incluida la superficie pr de contacto con el peroné. Además, adelante y completamente separada de esta faceta, se ha formado una superficie articular suplementaria de tamaño con- siderable destinada al astrágalo y que se extiende adelante hasta el borde superior cb de la faceta cuboidal del calcáneo con la cual forma un ángulo agudo. En los roedores no conozco ningún caso de fusión de las dos fa- cetas articulares inferiores. Los antecesores de los roedores y de los diprotodontes australia- nos son los plagiaulacoideos. No se conoce el astrágalo y el calcá- neo de ninguna de las formas norteamericanas *. De las formas

' Ya tuve oportunidad de manifestar que el astrágalo que se atribuye á Poly- mastodon no debe ser de este género sino de un ungulado cercano de Pantolamb- da. Amecmixo F. La perforación astragaliana en los mamíferos no es un carácter originariamente primitivo, en Anal. Mus. Nac. de Buenos Altres, ser. IA Y p. 411, a. 1904,

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 17

europeas, Lemoine hace mención del astrágalo y el calcáneo de Neoplagiaulax* pero reconociendo que la referencia es dudosa. Esos huesos, presentan un notable parecido con los de los Micro- biotheriidae sobre todo el astrágalo que carece de perforación y tiene la faceta sustentacular aislada y colocada muy adelante, de- bajo del cuello como en el mismo hueso de Eodidelphys fortis. Como quiera que sea, el astrágalo en cuestión muestra las dos fa- cetas articulares inferiores perfectamente distintas y bien sepa- radas.

De los géneros argentinos poseemos un material mucho más rico, y conozco los mencionados huesos de varios de los géneros de los Paucituberculata que son los que muestran las conexiones más directas con los diprotodontes australianos. Sin embargo, el

Fig. 18. Paragpanorthus minutus Amgh. Astrágalo izquierdo; «a, visto de arriba; ¿, visto de abajo oblicuamente, aumentado + del tamaño natural. n, fosa de la base del cuello. Las demás letras como en las figuras precedentes. Eoceno supe- rior (santacrucense) de la Patagonia austral.

único género del cual conozco ambos huesos de una misma especie y de un mismo individuo, es Paraépanorthus.

La especie en cuestión es Paraépanorihus minutus de la cual co- nocemos la mayor parte del esqueleto, y la única que tomaré en consideración, pues para mi objeto basta, tanto más que en las de- más especies de este género, ó en los demás géneros del grupo, sólo se observan diferencias de detalle y de escasa importancia.

El astrágalo de Paraépanorthus minutus (fig. 18) es de cuerpo más alto sobre el lado interno que sobre el externo, con la troclea

' Lemonse V. Etudes sur quelques Mammiféres de petite taille de la faune Cernay- sienne des environs de Reims, en Bull. Soc. Geol. de France, 3*. serie, t. xnr, p. 216, pl. xr, figs. 26, 27, a. 1885.

AwxazL. Mus. Nac. Bs. As., Ser 3.*, T. v. FeBrERO 18, 1905

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18 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

poco arqueada de adelante hacia atrás y ligeramente excavada en el medio. La cabeza ca es ancha, bastante larga y colocada en la misma dirección longitudinal del cuerpo del hueso, con la superfi- cie articular nv para el escafoides un poco convexa. Visto de abajo muestra las dos superficies articulares ec, st, para el calcáneo bien distintas y separadas por el surco s del seno del tarso. La faceta ex- terna es cóncava en la forma normal caracteristica de los mamife- ros placentarios; la faceta interna es alargada y se extiende ade- lante hasta confundirse con la faceta articular para el escafoides. Entre esta faceta «t y el borde interno de la cabeza y cuello hay una gotera longitudinal si bas- tante acentuada que corres- ponde al surco ligamental in- terno que hemos visto en el astrágalo de Didelphys (fig. 5). La figura 19 representa el calcáneo del mismo animal, Las dos facetas articulares, ectal ec y sustentacular st, se encuentran separadas por un surco s todavía más profundo que el correspondiente del as- trágalo. Este hueso en su con- Fig. 19. Paragpanorthus minutus Amgh. formación general presenta un Calcáneo izquierdo, visto de arriba, au- notable parecido con el de Di- mentado ¿2 del tamaño natural. Eoceno superior ESTE de la Patago- delphys,sobre todo porel ancho nia austral. de la parte anterior en la re- gión que lleva las dos facetas

articulares para el astrágalo y por la presencia de la apófisis cal- canear externa ae. Muestra también un notable parecido con el de los canguros, especialmente por la presencia de una faceta articular pr fuertemente convexa en sentido antero-posterior para el sostén del peroné. Sin embargo, mucho más extraordinaria es la identi- dad en la conformación de la articulación calcaneo-cuboidal. En los Macropodidae (figs. 13 y 15) la superficie de articulación cb para el cuboides presenta dos facetas planas y cortadas transversalmen- te al eje longitudinal del hueso; de estas dos facetas, la externa no- tablemente más angosta que la' otra, se extiende bastante más adelante que esta última ó interna, formando como un escalón, aunque la superficie articular se extiende sin interrupción de una á otra faceta abarcando la cara lateral del escalón. Esta confor-

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 19

mación parecia hasta ahora exclusiva de los Macropodidae, pero como lo demuestra el dibujo del calcáneo de Paraépanorthus, se encuentra absolutamente igual en los diprotodontes del suborden de los paucituberculados, y demuestra, como hace tiempo lo sos- tengo, que estos son los verdaderos antecesores de los diprotodon- tes australianos.

Reasumiendo, tenemos que los diprotodontes extinguidos sud- americanos que son los antecesores de los australianos tienen un astrágalo con dos facetas articulares inferiores para el calcáneo é idéntica conformación encontramos en los roedores. En ¡jos dipro- todontes australianos, algunos presentan las dos facetas fusionadas pero de un modo imperfecto, y esto sólo en los géneros más espe- cializados. Es pues igualmente evidente que también en los dipro- todontes australianos la fusión de las dos facetas en una sola, cuan- do existe, es un carácter adquirido recientemente é independiente- mente de los dasiurideos.

Ungulados.

Entre los ungulados, los artiodáctilos se distinguen precisamente por presentar una sola faceta inferior para la articulación del as- trágalo, faceta que ocupa casi toda la cara inferior.

Hace años que se emitió la opinión de que el astrágalo de los perisodáctilos era una modificación del astrágalo de los artiodác- tilos; no creo sin embargo, que los que tal dijeron, insistieran hoy en la misma opinión.

El inmenso material recogido en estos últimos años en ambos continentes, demuestra, sin que pueda quedar al respecto la menor duda, que los perisodáctilos descienden de los antiguos condilartros. Los artiodáctilos son animales más especializados que los condilar- tros y han aparecido después de éstos, Ahora, como el tipo de as- trágalo de los artiodáctilos responde á la simetría de dedos pares de igual desarrollo, no puede representar el tipo antecesor del as- trágalo de los perisodáctilos y condilartros que está constituido para el funcionamiento de cinco dedos cuando en número comple- to, con el del medio ó tercero siempre predominante en tamaño sobre los laterales. Sin otras consideraciones, éstas bastan para de- mostrar que es el astrágalo de los condilartros-perisodáctilos que tiene que haberse modificado para producir la forma de astrágalo característica de los artiodáctilos.

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No es mi objeto entrar en detalles sobre la evolución del pie de uno de los grupos más numerosos y que ofrece mayor número de variaciones, pues me exigiría demasiado espacio y no es indispen- sable para el objeto que me propongo. Para mi propósito basta con la comparación del astrágalo de uno de los artiodáctilos más típicos, con otro de un perisodáctilo, uno de un condilartro y al- gunos tipos intermediarios, para que pueda verse en qué consisten las modificaciones que ha experimentado el tipo primitivo.

La figura 20 representa el astrágalo de Asmithwoodwardia sub- trigona, un condilartro de los más primitivos. Se caracteriza por

Fig. 20. Asmithwoodwardia subtrigona Amgh. Astrágalo izquierdo; a, visto de arriba; e, visto de atrás; ¿, visto de abajo, aumentado y del tamaño natural. Cretáceo superior de Patagonia (notostylopens=, parte basal).

un cuello cu muy largo y con la superficie articular nv para el esca- foides muy convexa. La troclea tres ancha, regularmente convexa de adelante hacia atrás y bastante excavada. En la cara inferior muestra dos superficies articulares separadas por un surco pro- fundo. La faceta sustentacular st es larga y en dirección longitu- dinal, la ectal ec es algo oblicua y las dos convergen un poco hacia atrás en donde terminan en la base de la cresta descendente trans- versal posterior cr. Conviene tener presente que carece de perfo- ración astragaliana y tampoco presenta vestigios de haberla tenido en las formas antecesoras.

En la fig. 21 he hecho representar el astrágalo de Paloplothe- ríum, un perisodáctilo de los más típicos. Comparado con el tipo condilartro anterior se distingue inmediatamente por la cabeza ar- ticular ca muy corta, truncada transversalmente, con la superficie nv para el escafoides no convexa como en el anterior, sino deprimi- da y más bien algo cóncava; además, sobre el lado externo hay una segunda faceta articular ch muy pequeña en proporción de la an- terior y destinada al cuboides, faceta que falta en el astrágalo del

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRAGALO. 21

género precedente. Quiere decir, que en este animal, el astrágalo se articulaba con el escafoides y con el cuboides á la vez; este ca- rácter es lo que se ha dado en llamar diplartrismo. En la cara in-

Fig. 21. Paloplotherium minus Cuv. Astrágalo izquierdo; a, visto de arriba; ¿, visto de abajo, en tamaño natural. x, faceta suplementaria de apoyo sobre el calcáneo; se, faceta de articulación para el tibial; ec*, faceta ectal, parte anterior; ec, faceta ectal, parte posterior descendente; ec, faceta ectal, parte suplementaria ascendente anterior. Las demás letras como en las figuras precedentes. Eoceno superior de Francia.

ferior hay las dos facetas articulares normales ec, st, separadas por el surco s del seno del tarso como en el género precedente.

El astrágalo del carnero (Ovis) dibujado en la figura 22, puede considerarse como representando el tipo artiodáctilo más perfecto-

Fig. 22. Ovis aries L. Astrágalo izquierdo; a, visto de arriba, i, visto de abajo, en tamaño natural. Epoca actual.

Las diferencias con los dos tipos anteriores son aparentemente muy

p y profundas. La cabeza articular ca es larga como en el tipo condilar- tro, pero enanchada de tal modo que tiene el mismo diámetro trans-

22 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

verso que el cuerpo del hueso, de modo que éste presenta un con- torno rectangular. La parte anterior ó cabeza está ocupada por una sola superficie articular continua que se extiende sobre todo el ancho del hueso, pero excavada en el medio formando asi á los lados dos cóndilos convexos destinados, uno nv al escafoides y el otro cb al cuboides. Es pues diplartro, pero sobre un tipo muy dis- tinto del de Paloplotherium á causa de la forma convexa de ambas articulaciones y el ancho de la cabeza. En la cara inferior muestra una sola superficie de articulación st para el calcáneo, en lo que difiere tanto de la forma perisodáctila típica de Paloplotherium como de la forma condilartra de Asmithiwoodwardia.

De estas tres formas de astrágalo, la que corresponde al tipo condilartro es la más antigua y sin duda alguna la más primitiva y el tronco de origen de las otras dos. El tipo perisodáctilo de Paloplotherium, Palaeotherium, etc., se ha formado por un acorta- miento gradual de la cabeza articular, de modo que una vez que la superficie articular para el escafoides se encontró en el mismo pla- no transversal que la superficie articular del calcáneo para el cu- boides, este hueso pudo ponerse en contacto con el astrágalo pro- duciendo la diplartria. Este tipo es propio de los tiempos terciarios y no se encuentra en los terrenos cretáceos.

El astrágalo del tipo artiodáctilo que conserva la cabeza articu- lar larga y la superficie de articulación escafoidal convexa, no puede derivar del tipo de astrágalo perisodáctilo con cabeza corta y truncada transversalmente, pero puede descender del tipo de astrágalo condilartro con cabeza larga y convexa. Que así debe ser, es evidente, puesto que el tipo de astrágalo paridigitado es exclu- sivamente terciario mientras que el tipo de astrágalo condilartro ya existia en el cretáceo con exclusión de los otros dos. Dedúcese pues, que, tanto el astrágalo de los perisodáctilos como el de los artiodáctilos tienen que ser forzosamente el resultado de modifi- caciones del astrágalo condilartro.

A primera vista, estos tres tipos de astrágalo parecen tan distin- tos que á uno no se le ocurre que puedan ser la modificación de uno solo, pero para probar que realmente es así, encuéntranse Casl todas las formas intermediarias.

Sin duda alguna, el tipo de astrágalo intermediario más notable es el que caracteriza la familia de los Proterotheriidae, pues reune caracteres de los condilartros, de los perisodáctilos típicos y de los artiodáctilos.

El género más especializado de esta familia es Thoatherium, en el

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 23

_cual el pie ya no conservaba más que un solo dedo funcional como en Equus; los dos dedos laterales, segundo y cuarto, sólo estaban representados por las extremidades proximales de los metatarsianos correspondientes que eran todavía más rudimentarios que en el ca- ballo. El astrágalo de T'hoatherium está representado en la figura 23, y basta una simple ojeada para apercibirse que es muy pare- cido al delos condilartros primitivos (fig. 20), Conserva de éstos la, cabeza larga y con articulación convexa nv exclusivamente para el escafoides, con la misma fosa n de la base del cuello, siendo las di- ferencias insignificantes. Comparado con el de Paloplotherium (tig. 21), se ve al momento que este último difiere, tanto del de los con- dilartros como del de los proteroterios por la cabeza articular cor- ta, truncada transversalmente y con doble superficie articular, para el escafoides y para el cuboides.

Sumamente instructiva es la comparación del astrágalo de Toatheriuwm con el de Ovis (fig. 22), puesdemuestra claramente que

Fig. 23. Thoatherium minusculum Amgh. Astrágalo izquierdo; «a, visto de arri- ba; i, visto de abajo, en tamaño natural. Eoceno superior (santacrucense) de Pa- tagonia.

el astrágalo de los artiodáctilos es el mismo astrágalo de los condiz lartros modificado para adaptarse á la simetría de los huesos que soportan los metatarsianos de los dedos tres y cuatro que adquirie- ron un desarrollo igual,

Vistos de arriba (figs. 22 a, 23 a), ambos astrágalos coinciden en todos los detalles con excepción de la articulación convexa exter- na cb de la cabeza del de Ovis que falta en la cabeza del astrágalo de Proterotherium. La troclea tr es en ambos ancha y profunda- mente excavada. La fosa n de la base del cuello del astrágalo de Thoatherium, se encuentra en el de Ovis. En el astrágalo de Thoa- therium adelante de esta fosa, hay una arista transversal ar que la

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delimita y separa de la superficie articular escafoidal nv de la ca- beza; la misma arista aunque menos acentuada es visible en el as- trágalo de Ovis, pero es mucho más acentuada en el astrágalo de otros artiodáctilos.

Vistos por el lado interno (figs. 240, 25 0), no se apercibe otra diferencia notable que la cabeza articular de Thoatherium que es menos espesa y menos convexa en su parte inferior. La pequeña

Fig. 24, Ovis aries L. Astrágalo izquierdo; o, visto por el lado interno; u. visto por el lado externo, en tamaño natural. Epoca actual.

punta ósea ar del astrágalo de Ovis, es la extremidad interna de la arista transversal del cuello arriba mencionada.

Sobre el lado externo (figs. 24 4, 254), la diferencia más notable consiste en que la gran escotadura lateral del astrágalo de Thoathe-

Fig. 25. Thoatherium minusculum Amgh. Astrágalo izquierdo; o, visto por el lado interno; u, visto por el lado externo, en tamaño natural. Eoceno superior (santacrucense) de Patagonia.

rium formada por la faceta ectal ec, falta en el de Ovis, porque la mencionada faceta perdió su forma cóncava y también su oblicui- dad pasando de la cara inferior á la cara externa; este cambio fué acompañado de otro en la forma de la fosa ligamental astrágalo- peroneana ¿ que tomó mayor extensión pero perdió la forma de pozo profundo tan característica de los proteroterios; en el astrá-

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 25

galo de Ovis, esta depresión ligamental está limitada hacia arriba por la linea semicircular ce del cóndilo externo absolutamente como en el astrágalo de Zhoatherium. La faceta articular ec del lado externo del astrágalo de Ovis que se prolonga hasta abajo y da vuelta sobre el ángulo inferior del hueso para unirse sin discon- tinuidad con la articulación inferior única, es la faceta ectal ec de Thoatherium y de los demás ungulados, que en los artiodáctilos ha pasado al lado externo. La faceta suplementaria x del astrágalo de Ovis por medio de la cual se apoya sobre el calcáneo, es la misma faceta suplementaria x de la cabeza del astrágalo de Thoatherium, mientras que el espacio ligamentario s entre la faceta suplementaria x y la faceta ectal ec en este género es el mismo espacio ligamen- tario s que se ve en la misma posición en el astrágalo de Ovis. Esta superficie ligamentaria es el mismo surco ligamentario s del seno del tarso considerablemente enanchado y que en Ovisx, del mismo modo que la faceta ectal, ha pasado á la cara externa, mientras que en los proteroterios conserva una posición intermediaria entre los artiodáctilos y los demás ungulados.

Las diferencias más profundas aparecen en la cara inferior (figs. 22 ¿, 237), en la cual el astrágalo de Ovis muestra una sola superficie articular en vez de dos, ec, st, como en Thoatherium y en la generalidad de los mamiferos. Ya dije más arriba que la faceta ectal ha pasado de la cara inferior á la cara externa, de donde re- sulta que la faceta articular inferior única del astrágalo de los ar- tiodáctilos, no se ha producido por la fusión de las dos facetas como en los casos precedentemente examinados, sino por un aumento de la faceta sustentacular que ocupó toda la cara inferior desalojando á la faceta ectal que pasó al costado externo del hueso.

Obsérvese que el astrágalo de Thoatherium, á pesar de poseer dos facetas articulares inferiores como el de Paloplotherium, se aproxima al de los artiodáctilos mucho más que el de este último género. Este mayor parecido proviene de la faceta sustentacular del astrágalo de Thoatherium que es más grande, y mucho más larga que la de Paloplotherium y convexa en sentido antero-pos- terior como en los artiodáctilos. Vése también que en el astrágalo de Thoatherium el surco s del seno del tarso se ha considerablemente enanchado y vuelto en parte lateral, mientras que la faceta ectal ec se ha achicado y vuelto hacia afuera tomando una posición oblicua precursora de la posición exclusivamente lateral que tiene en el astrágalo de los artiodáctilos.

Téngase igualmente bien presente que los proteroterios son los

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únicos ungulados que coinciden con los artiodáctilos en tener un astrágalo con una cara articular inferior convexa en sentido an- tero-posterior y que se prolonga hacia adelante sin interrupción hasta confundirse con la superficie articular convexa destinada al escafoides.

La causa que ha producido esta faceta articular inferior larga y convexa de adelante hacia atrás es la misma que hasta cierto pun- to ha permitido la conservación de la articulación convexa de la cabeza del astrágalo; ambos caracteres son el resultado de un mo- vimiento de rotación de la ca- beza del astrágalo sobre el cal- cáneo y el escafoides.

En Paloplotherium y demás animales del grupo de los pa- leoterios, como también en los caballos, macroquenidos, tapi- res, etc., la faceta sustentacu- lar es corta y plana, y la faceta ectal tiene una concavidad transversal que se adapta á una cresta transversal corres-

pondiente del calcáneo; esto,

Fig. 26. Paloplotherium minus Cuv. As- unido á la faceta articular pla- trágalo y calcáneo del lado izquierdo, na y transversal del escafoides, articulados, vistos de abajo, en tamaño forma un sistema de articula- natural. cl, calcaneo; (cb, faceta cuboidal : dara car del calcáneo; az, apófisis sustentacular ó E ERRE> Po interna del calcáneo; c, cuerpo del cal- del pie una gran solidez, y no cáneo; f, tuberosidad del calcáneo; ast, permite casi ningún movimien-

astrágalo; nv, faceta escafoidal; cb, faceta to ael he 1 b 1 cuboidal; se, faceta para el tibial ó sesa- o

moideo interno; tr, tróclea; c2, cóndilo in- nO. La relación de las facetas terno. Eoceno superior de Francia. es tal, que ambos huesos vis- tos de abajo articulados en po- sición natural (fig. 26) el calcáneo cubre completamente la faceta sustentacular del astrágalo, de la que no se ve ningún vestigio. No sucede lo mismo con el astrágalo de los proteroterios. En és- tos, la faceta ectal, aunque con la misma cavidad transversal, ésta es más oblicua y se adapta á una cresta del calcáneo colocada la- teralmente y que desciende de arriba hacia abajo, de manera que ambos huesos se articulan de una manera más floja y más móvil, que permite á esta región del hueso un movimiento considerable de afuera hacia adentro y de arriba hacia abajo, para producir la

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 927

hd

flexión 6 plegamiento del pie en dirección dorsal. La cabeza arti- cular del astrágalo era el eje de este movimiento de extensión y doble flexión del pie, de modo que podía efectuar un movimiento de rotación sobre el calcáneo de una extensión considerable. Vis- tos estos dos huesos de abajo articulados en su posición natural (fig. 27), el calcáneo deja á descubierto una parte considerable de la región anterior de la faceta sustentacular st del astrágalo que se extiende hacia adelante dei borde anterior c) de la apófisis susten- tacular aj del calcáneo; esta par- te á descubierto de la faceta sus-

Fig. 253. Thoatherium minusculum

Fig. 27. Thoatherium minusculum Amgh. Calcáneo y astrágalo del lado izquierdo, articulados en posición normal, vistos de abajo en tamaño natural. c), borde anterior de la apo- fisis sustentacular del calcáneo. (e, borde anterior de la faceta sustenta- cular del astrágalo; cb, faceta cuboi- dal del calcáneo; ce, cóndilo externo del astrágalo; (a, arista que limita al lado interno la faceta sustentacular del astrágalo. Las demás letras como en la figura 26. Eoceno superior (san- tacrucense) de la Patagonia austral.

7

Amgh. Calcáneo y astrágalo del lado izquierdo, articulados en flexión dorsal, vistos de abajo, en tamaño natural. Eoceno superior (santacrucense) de la Patagonia austral.

tentacular del astrágalo cuyo lí- mite anterior está indicado por la letra (c, representa la extensión máxima del movimiento de rota- ción de la cabeza del astrágalo sobre el calcáneo. En la flexión

dorsal, la parte posterior del astrágalo se levanta hacia arriba y la cabeza articular retrocede hasta que la extremidad anterior (c de la faceta sustentacular se coloca debajo del borde anterior c) de la faceta correspondiente del calcáneo y de su apófisis interna ai. En esta posición (fig. 25) el calcáneo forma con el astrágalo un ángu- lo casi recto, su borde anterior c) se ha corrido hacia adelante hasta el borde (c del astrágalo cubriendo toda la parte anterior de

28 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

la faceta sustentacular, pero en cambio, detrás deja visible y á des- cubierto la parte posterior de la misma. Este movimiento de la ca- beza del astrágalo es facilitado por la faceta sustentacular del cal- cáneo que es de superficie cóncava y se extiende hacia adelante hasta el mismo borde del hueso (fig. 29); la parte anterior de esta faceta corresponde á la faceta suplementaria « del astrágalo. En Paloplotherium, Tapirus, Equus, etc., esta faceta suplementaria x del astrágalo se une á la faceta escafoidal por una arista aguda que aumenta la solidez de la articulación astrágalo-calcaneana, pero en los proteroterios forma una superficie convexa y casi continua con la faceta escafoidal, que faci- lita el movimiento de rotación de la cabeza del astrágalo.

Resulta pues, que la convexi- dad antero-posterior de la faceta sustentacular del astrágalo de los proteroterios es el resultado del movimiento de rotación de la ca- beza sobre la apófisis interna del calcáneo y sobre el escafoides; es- te mismo movimiento modeló á su vez la faceta correspondiente del calcáneo, sobre la cual se apo- ya la faceta sustentacular del as- trágalo. Como la parte interna

Fig. 29. Toatherium minusculum Amogh. Calcáneo izquierdo, visto de de ; arriba, en tamaño natural. Eoceno su- cha que la apófisis interna O sus-

perior (santacrucense) de Patagonia. tentacular del calcáneo, el borde

antero-interno c) de esta apófisis en su movimiento antero-posterior sobre 'el astrágalo, ha dado origen á la arista (a (figs. 23 y 35) que limita al lado interno la fa- ceta sustentacular del astrágalo. Al lado interno de esta arista, en

del astrágalo es bastante más an-

la parte anterior del astrágalo, se ve una faceta articular pequeña se destinada al tibial ó sesamoideo interno, el cual, adelante se ar- ticulaba también con el escafoides. Este hueso suplementario, y por consiguiente la faceta articular correspondiente se, existe en todos los proteroterios, en todos los macroquenidos y he constata- do su presencia en los paleoterios, encontrándose particularmente desarrollado en el género Paloplotherium (figs. 21 y 26).

El astrágalo de los artiodáctilos presenta estos mismos caracte- res fundamentales de los proteroterios llevados á un más alto erado de especialización,

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO.

29

En el astrágalo y calcáneo de Ovis (fig. 30) vistos de abajo arti- culados en su posición normal se ve á descubierto la parte anterior de la faceta sustentacular st cuyo límite anterior está indicado

Fig. 30. Ovis aries L. Astrágalo y calcáneo del lado derecho, articulados en posición normal, vistos de abajo, en tamaño natural. Época actual.

por el signo (c; se prolonga, pues, hacia adelante del borde c) de la apófisis interna del calcáneo todavía más que en los proterote- rios. Colocada la cabeza del astrá- galo en su mayor regresión hacia atrás correspondiente 4 su máxi- ma flexión dorsal (fig. 31) enton- ces el calcáneo cubre la parte an- terior de la faceta sustentacular y deja á descubierto la parte poste- rior st. El borde antero-interno c) de la apófisis sustentacular ai del calcáneo, en su movimiento ante- ro-posterior ha determinado la formación sobre el lado interno de la faceta sustentacular del as- trágalo de la misma arista (a (fig. 22) que hemos visto en el de los

proteroterios (figs. 23 y 27). En el astrágalo de Ovis, de lo único que no se ha conservado vestigios es de la faceta se de los pro-

teroterios, destinada al tibial.

La única diferencia aparentemente fundamental entre el astrá-

galo de los proteroterios y el de los artiodáctilos, reside en la superficie articular doble de la cabeza del astrágalo de estos últimos, pero es indudable que se trata de un carácter adqui- rido posteriormente á la bifur- cación de ambos grupos. La dificultad reside en determi- nar cómo pudo haberse forma- do la faceta para el cuboides y cómo pudo enancharse la ca- beza conservándose en su an-

Fig. 31. Ovis aries L. Astrágalo y cal- cáneo del lado derecho articulados en flexión dorsal máxima, vistos de abajo, en tamaño natural. Época actual.

tigua posición la faceta suplementaria « y el surco ó zona liga-

mental s de los proteroterios.

30 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Si se articula el calcáneo, el astrágalo y el escafoides de un prote- roterio (fig. 32), mirándolos de adelante, se ve que entre la faceta articular oblicua cb del calcáneo destinada al cuboides y el esca- foides nv hay un gran hueco que disminuye gradualmente de diámetro pero en cuyo fondo aparece visible una pequeña parte de la cabeza articular del astrágalo, indicada con las letras aa. En este hueco penetra el cuboides, y su extremidad posterior alcanza á ponerse en contacto con el astrágalo. En los movimientos de

Fig. 32. Thoatherium minusculum Amgh. Calcáneo, astrágalo y escafoides del la- do izquierdo, articulados en posición normal. a, vistos de arriba, y e, vistos de adelante, en tamaño natural. ast, astrágalo; cl, calcáneo; nv, escafoides; pr, faceta articular del calcáneo destinada al peroné; c, cuerpo del calcáneo; t, tuberosidad del calcáneo; tr, troclea del astrágalo; c¿, cóndilo interno; ce, cóndilo esterno, cn, superficie articular anterior del escafoides destinada al cuneiforme externo; cb, superficie articular anterior del calcáneo destinada al cuboides; aa, parte de la superficie anterior de la cabeza del astrágalo visible en el fondo del hueco entre el calcáneo y el escafoides y en la cual toca la extremidad posterior del cuboi- des. Eoceno superior (santacrucense) de la Patagonia austral.

máxima flexión dorsal, la extremidad posterior del cuboides corría sobre el borde externo de la cabeza articular del astrágalo. Es lo que demuestra muy bien un pie de Thoatheriwm con los huesos conservados en su posición por un cemento ó ganga calcárea muy dura. Este pie está articulado en su máxima flexión dorsal y de él he sacado el calcáneo para dejar visible el astrágalo, el escafoi- des y el cuboides en la misma posición como se encuentran articu-

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 31

lados (fig. 33). Se ve muy bien que el escafoides nv, deja á descu- bierto una banda angosta de la cabeza articular del astrágalo so-

Fig. 33. Thoatherium minusculum Amgh. Pie derecho encontrado articulado en flexión dorsal máxima, con los huesos conservados en su posición por una ganga ó cemento calcáreo muy duro, visto: a, por el lado externo, y e, de abajo, en tama- ño natural. Las partes puntuadas indican los depósitos de cemento calcáreo. /, parte distal del cuerpo de la tibia; *f, parte epifisaria de la tibia; asf, astrágalo; nv, escafoides; cb, cuboides; cn, cuneiforme externo; 2, faceta para la extremidad proximal rudimentaria del segundo metatarsiano; ss, superficie articular de la cabeza del astrágalo destinada al escafoides y en muy pequeña parte al cuboides st, faceta sustentacular del astrágalo; x, faceta articular suplementaria del astrá- galo para punto de apoyo sobre el calcáneo; se, faceta del astrágalo para el tibial ó sesamoideo interno; se) superficie articular en el escafoides para el mismo hue- so tibial. Eoceno superior (santacrucense) de la Patagonia austral.

bre la cual venía á descansar la extremidad del cuboides, extremi- dad que falta en el ejemplar figurado por haberse roto. Hay ejem- plares, que presentan un prin- cipio de faceta distinta para el cuboides; la figura 34 repre- senta uno que se encuentra en este Caso.

Una vez obtenido este pun- to de apoyo, la extremidad posterior del cuboides, obran- do como una cuña, empujó al escafoides de más en más hacia -

Fig. 34. Thoatherium minusculum Amgh.

, adentro, y Se enanchó 81! adual- Astrágalo derecho, visto de abajo, en ta- mente su punto de apoyo en maño natural, mostrando una faceta dis-

la cabeza del astrágalo hasta tinta cb para el cuboides. Eoceno supe- Ñ , 4 rior (santacrucense) de Patagonia.

producirse la diplartria perfec-

ta sin que se modificara sensiblemente la cara externa de este últi-

mo hueso ni la posición de la faceta suplementaria zx.

3% MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

El enanchamiento de la faceta articular inferior sustentacular del astrágalo hacia el lado externo, se produjo por un avance de osificación, ó más propiamente dicho, por la formación de una parte ósea que se extendió sobre la parte interna del surco y fosa liga- mentaria s del seno del tarso, en forma de techo, como lo muestra mny bien la figura 34, en la cual el avance del borde externo en forma de arista ó lámina de la faceta sustentacular esta indicado por el signo a). »

El astrágalo de Ovis, como el de los ruminantes en general, representa el tipo artiodáctilo perfecto, y por consiguiente, el que más se ha alejado de su punto de partida, Sise examina el astrága- lo de los suideos y particularmente el de Dicotyles (fig. 35), es fá- cil darse cuenta de que representa una transición entre el de los

Fig. 35. Licaphrium Floweri Amgh. Astrágalo izquierdo; ¿, visto de abajo, y u, visto por el lado externo, en tamaño natural. a), arista ó lámina ósea de avance del borde externo de la faceta sustentacular; ¿, fosa ligamental astrágalo-pero- neana; di rama externa del surco vascular transversal. Las demás letras como en las figuras precedentes. Eoceno superior (santacrucense) de la Patagonia austral.

proteroterios y el de los ruminantes. La cabeza se presenta un poco oblicua hacia adentro como en los proteroterios, y la faceta articular para el cuboides es menos convexa en sentido transversal que la del escafoides.

Este parecido es todavía mayor con algunos de los antiguos géneros extinguidos del mismo grupo. Bajo este punto de vista es notable el astrágalo de Homacodon priscus (fig. 37), del eoceno de la América del Norte. Por la forma del cuerpo del hueso y de la troclea, la fosa n de la base del cuello y la arista trans-

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 33

versal ar que la delimita, por el cuello prolongado, por lo an- gosto de la cabeza y su oblicuidad bien acentuada hacia el lado interno, este hueso concuerda completamente con el de los prote- roterios, del cual sólo se distirgue por la presencia de la pequeña faceta cb para el cuboides.

Con haber puesto en evidencia este parecido, supongo que no se creerá que pretendo derivar los artiodáctilos de los proteroterios;

Fig. 36. Dicotyles labiatus Cuv. As- Fig. 37. Homacodon priscus Marsh. trágalo derecho, visto de arriba, en Astrágalo derecho, visto de arriba se- tamaño natural. Epoca actual. Re- gún Marsh, en tamaño natural. Eoce- pública Argentina. no superior de los Estados Unidos.

los hechos expuestos sólo demuestran, aunque con una exactitud casi matemática, que los proteroterios y los artiodáctilos tienen el mismo origen, esto es, que se han bifurcado partiendo de un mismo tronco.

Ese tronco son los condilartros. Años hace ya que dije que los artiodáctilos bunodontes debian derivar de Didolodus ó por lo menos de un género muy parecido. Ese antecesor común cercano de Didolodus es el género Lambdaconus con muelas bunodontes como las de los suideos.

Los géneros norteamericanos Phenacodus y Euprotogonia, como también Notoprotogonia y Didolodus de Patagonia, quedan ex- cluidos de esta linea á causa del astrágalo perforado, pues por este carácter representan ramas laterales y probablemente ex- tinguidas.

El astrágalo de Lambdaconus (fig. 38) carece de perforación y coincide en todos sus principales detalles con el de los proterote- rios, incluso en la forma y disposición de las facetas articulares inferiores; la única diferencia algo importante consiste en la faceta

AxaL. Mus. Nac. Bs. As., Ser 3.*, T. V. FEBRERO 21, 1905 3

34 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

sustentacular st un poco menos convexa de adelante hacia atrás y con un borde anterior que todavía la conserva independiente de la superficie articular nv del escafoides. Visto de arriba, es también casi completamente igual al de Homacodon; entre ambos, la única diferencia apreciable consiste en la presencia de la pequeña faceta cuboidal cb sobre la cabeza articular del último. Estos hechos, parecen indicar que la diferenciación de los artio- -dáctilos bunodontes de la línea que de Lambdaconus conduce á los proteroterios tuvo lugar en Sud América y no en Euroasia como antes lo suponia. Ya dije más arriba, que la faceta articular inferior única del as- trágalo de los artiodáctilos, corresponde á la faceta sustentacular

Fig. 38. Lambdaconus porcus Amgh. Astrágalo derecho; a, visto de arriba; 2, visto de abajo, en tamaño natural. Cretáceo superior de Patagonia (notostylo- pense superior).

que aumentó de extensión desalojando á la faceta ectal que pasó al lado externo. Réstame por agregar que, á pesar de este cambio de ubicación, ambas facetas se han fusionado en unos casos mien- tras que en otros han permanecido separadas.

En el astrágalo de Ovis, como lo demuestran las figuras 22 y 24, la faceta sustentacular st de la cara inferior llegu hasta sobre el mismo borde, dando vuelta al lado externo para formar con la faceta ectal ec una superficie articular continua que ha hecho de- saparecer todo vestigio del surco del seno del tarso, pero queda adelante, completamente aislada, la parte anterior en forma de fosa ligamental poco profunda.

La fusión de las dos facetas se ha producido también en el cal- cáneo (fig. 39). La faceta sustentacular st ha cambiado de posición, avanzando al lado interno, volviéndose vertical y colocándose

. E $

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 35

transversalmente de modo que mira hacia adelante. La faceta ectal ectambién avanzó más al lado externo tomando una posición verti- cal, pero en vez de mirar hacia adelante mira hacia el lado interno, pues ocupa el costado interno de la protuberancia convexa externa que lleva la faceta de apoyo para el peroné. Ambas facetas articulares, ectal y sus- tentacular, aparecen unidas por una superficie articular continua que ocupa el fondo

del espacio angular que las pone en comunicación. Fig. 39. Ovis aries L. Calcáneo dere-

A O Sn cho visto oblicuamente por el costado y interno y de adelante en tamaño natu-

los suideos en general, las fa- ral. Epoca actual.

cetas articulares del astrágalo

á pesar de estar colocadas en la misma posición, permanecen separadas por el surco del seno del tarso que de la cara inferior pasó á la externa.

A

ar

Fig. 40. Hippopotamus amphibius L. Astrágalo derecho; ¿, visto de abajo, y u, visto por el lado externo, reducido á 12 del tamaño natural. Epoca actual. Africa.

Uno de los ejemplos más instructivos es el del astrágalo de] hipopótamo (fig, 40). La faceta sustentacular al llegar al borde forma una pequeña curva, pasando al lado externo en donde se inte-

36 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

rrumpe bruscamente. Más arribaaparece la faceta ectal ec, de tama- ño pequeño y que se continúa formando una sola superficie articu- lar con la faceta pr que sirve de apoyo al peroné. Entre ambas su- perficies (ectal ec y sustentacular st) hay un espacio ligamentario angosto s que es el surco del seno del tarso; más adelante este surco se enancha de un modo considerable hasta constituir una gran de- presión ligamentaria casi absolutamente idéntica en forma y posi- ción á la que se observa en la vista externa de los astrágalos de proteroterios (figs. 25 y 35).

La misma separación en las facetas correspondientes es igual- mente visible en el calcáneo (fig. 41). Este hueso, muestra además la superficie articular suplementaria « completamente plana, mien- tras que en los ruminantes es de superficie cóncava. En los pro- teroterios (fig. 29) la faceta articular suplementaria x se encuentra fusionada con la sus- tentacular, pero la parte que la representa es igualmente cón- cava como en los ruminantes.

Reasumiendo el resultado de esta investigación, se dedu- ce que el astrágalo de los ar- tiodáctilos deriva del astrágalo de los condilartros, y que por consiguiente la faceta articular única de la cara inferior del astrágalo de los paridigitados es una especialización de épo-

ca relativamente muy recien-

Fig. 41. Hippopotamus amphibius L. te. Esta conformación fué ad- Calcáneo derecho, visto por el lado in- terno, reducido á Y del tamaño natural. Epoca actual. Africa. de la faceta sustentacular que

ocupó toda la cara inferior, y por un cambio en la posición de la faceta ectal que pasó al lado externo. Las mencionadas facetas, en unos casos se han fusionado constituyendo una superficie articular continua que pasa de la cara inferior á la externa, mientras que en otros han permanecido

quirida por un enanchamiento

separadas. La fusión de las dos facetas articulares inferiores en una sola,

encuéntrase en varios otros ungulados, pero siempre como el re- sultado de una evolución secundaria.

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO.

97

Más arriba tuve ocasión de citar el ejemplo del Pyrotherium

que posee un astrága- lo con una sola super- ficie articular inferior (fig. 42), carácter que al principio tomé por primitivo. Ahora, re- sulta evidente que se trata de la fusión de las dos facetas infe- riores en una sola, con- servándose todavía un pequeño vestigio del surco s del seno del tarso. Este resultado se desprende de varias consideraciones sien- do las más importan- tes: primero, el hecho general de que la arti- culación única es siem- pre el resultado de la fusión de las dos face- tas Ó del desarrollo excesivo de una en de- trimento de la otra que fué desalojada de su posición primitiva; segundo, que el Pyro- therium en Patagonia es la forma más gl- gantesca, más especia- lizada y más reciente de esta linea; tercero, que el mencionado as- trágalo es igualmente muy especializado en todos sus demás carac- teres, principalmente en la forma plana y ancha de la troclea, en

Fig. 42. Pyrotherium Sorondo. Amgh. Astrágalo derecho; a, visto de arriba; e, visto de atrás; 2, visto de abajo, reducido

á z del tamaño natural. Cretáceo superior de Patagonia ( Pyrotheriense).

el acortamiento y desaparición completa

38 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

de la cabeza y en el aplastamiento y ancho extraordinario de la superficie articular nv para el escafoides?.

El astrágalo de los representantes de la familia de los Pyrothe- ríidae no se conoce más que en una sola especie, pero precisamente es la más reciente y sin duda alguna aquella que sufrió mayores desviaciones del tipo primitivo. No conocemos el astrágalo de los géneros menos especializados y más antiguos como Parapyrothe- rium, Propyrotherium, Carolozittelia, etc., que es seguro nos mos- trarían las dos facetas en cuestión separadas. Sin embargo, esta falta puede en parte suplirse sabiendo que los piroterios, por inter- medio de los carolozitelios, tomaron origen en condilartros pareci- dos á Didolodus (Cephanodus, Paulogervaisia), y como el astrágalo de estos animales tiene las dos facetas inferiores distintas, es claro que en el Pyrotherium Sorondoi la faceta inferior única tiene que ser el resultado de la fusión de las dos facetas primitivamente se- paradas. Además, si se tiene en cuenta que en las formaciones an- teriores al piroteriense no se encuentra un solo astrágalo con una faceta articular inferior única, es claro que este carácter es de ad- quisición relativamente reciente.

En el astrágalo de Pyrotherium, con el acortamiento de la cabeza, la superficie articular para el escafoides se volvió extraordinaria- mente plana y se prolongó sobre el lado externo hasta ocupar todo el ancho del hueso; fué debido á este enanchamiento que la pro-

1 La primera descripción que di del astrágalo del Pyrotherium ( Amecnixo, F., Premitre contribution a la connaissance de la faune mammalogique des couches d Pyrotherium, en Bol. Inst. Geog. Arg. t. xv, p. 444, a. 1895), por los errores que contiene es la página más desgraciada que he escrito desde que me ocupo de Paleontología. La pieza original (y única hasta ahora), la he tomado por del lado izquierdo, siendo del derecho, y la gran superficie articular anterior he creido que correspondia al escafoides y al cuboides, mientras que toda por completo corres- ponde al escafoides. La impresión que tomé como divisora de dos facetas he reconocido que es simplemente vascular. Reconocidos estos dos errores resulta que el astrágalo del Pyrotherium se parece al de los elefantes mucho más de lo que suponía, pues en realidad representa el tipo proboscideo perfecto. Además de su contorno y de la forma general de la troclea, concuerda con el de los ele- fantes en la gran superficie articular plana para el escafoides con exclusión del cuboides, en la forma de la faceta peroneana y en la disposición de la fosa liga- mental astrágalo-peroneana. Difiere del astrágalo de los proboscideos recientes en la supresión de la cabeza y en la fusión de las dos facetas articulares infe- riores, carácteres que indican una evolución más avanzada y demuestran que el Pyrotheríium Sorondoí no se coloca en la linea directa que conduce á los probos- cideos recientes, sino que representa una rama lateral que se extinguió sin dejar descendencia.

Sirvame de disculpa por los errores arriba mencionados. el aspecto extraño de este hueso aumentado por el estado incompleto en que se encuentra.

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO.

longación externa de la superficie articular esca- foidal se puso en contac- to y se fusionó con la parte anterior de la face- ta ectal obliterando la en- trada anterior del surco del seno del tarso, for- mando así ambas facetas una superficie articular continua. La obliteración del surco se prolongó lue- go gradualmente hacia atrás produciendo la con- siguiente fusión de las dos facetas, ectal y sus- tentacular en una sola, Es una coincidencia muy notable que en otro proboscideo extinguido de época mucho más re- ciente, el Mastodon an- dium, el astrágalo (fig. 43) habia empezado á desviarse del tipo común á los demás elefantes, en una dirección que á no haberse extinguido la es- pecie habría concluido por reproducir la misma forma caracteristica del Pyrotherium. Basta con la vista del dibujo da esta pieza para darse inmedia- tamente cuenta de que la cabeza astragaliana ca se ha vuelto considerable- mente más corta que en los elefantes conocidos; la troclea tr es más plana y la superficie articular escafoidal ny más aplas-

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Fig. 43. Mastodon andium Cuv. Astrágalo derecho; a, visto de arriba; e, visto de atrás; 2, visto de abajo, reducido á 2 del tamaño natural,

Pampeano inferior de Tarija,

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MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

10

del tama

F. Osborn. Eoceno (Bridger) de Wyoming. Estados Unidos.

0) 15]

Fig. 44, Uintatherium mirabile (Marsh). Astrágalo derecho; a, visto de arriba; e, visto de atrás; 2, visto de abajo, reducido á 2

natural, según moide enviado al Museo Nacional por el Prof. H.

tada. Mirando el hue- so de adelante ó de abajo (fig. 434) se ve que la parte superior externa de la faceta articular escafoidal nv envía una prolonga- ción externa que avan- za en dirección de la faceta ectal ec obstru- yendo en parte la en- trada del surco s del seno del tarso. Una vez que esta prolon- gación hubiera alcan- zado la faceta ectal, se habría producido una superficie continua que habria concluido por obliterar comple- tamente el menciona- do surco; entonces hu- biera presentado un aspecto casi igual al del Pyrotherium ?.

' Según informaciones verbales que acaba de dar- me mi distinguido amigo el señor Andrés Tournouétr, que tan profícuas inves- tigaciones paleontológicas ha hecho en Patagonia, el pie anterior que he figura- do como de Pyrotherium (Ameauino F. Mammiferes crétacés de Argentine, en Bol. Inst. Geog. Arg. t. XvIH1, a. 1897) no serían de este género, sino de un Astrapo- therium 6 Parastrapothe- ríum, y su unión con restos de Pyrotherium habría sido accidental. Agrega que ha encontrado huesos del pie anterior de Pyrotherium y

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 41

En los amblipodos más recientes y más gigantescos también se ha producido la fusión de las dos facetas inferiores del astrágalo en una sola. Encuéntrase en este caso el Uintatherium mirabile (fig. 44), pero acá, la fusión, en vez de haber empezado por la parte anterior, se ha producido en la parte posterior. La mitad posterior

Fig. 45. Uintatherium mirabile (Marsh.) Calcáneo derecho visto de arriba, re- ducido á Ye del tamaño natural, según molde enviado al Museo Nacional por el Prof. H. F. Osborn. Eoceno (Bridger) de Wyoming. Estados Unidos.

de cada una de las dos facetas se han fusionado detrás de la perfo- ración astragaliana o (fig. 441), quedando separadas adelante en donde persiste el surco s del seno del tarso.

La fusión de estas dos facetas produjo la fusión de las corres- pondientes del calcáneo (fig. 45) en la misma forma, esto es, en su

que presentan, con los correspondientes del elefante, un parecido todavía más notable que los del pie arriba mencionado.

Si esta opinión llegara á confirmarse, resultaría un hecho excesivamente cu- rioso: los astrapoterios del piroteriense, que por la conformación del cráneo y de la dentadura son sumamente parecidos á los astrapoterios del santacrucense» por la conformación del pie anterior serían sumamente diferentes. Es sabido que Astrapotherium tiene los huesos largos de los miembros, muy delgados en pro- porción del tamaño del animal. De acuerdo con esta conformación de los miem- bros, los metacarpianos de Astrapotherium magnum tienen el mismo largo que los del pie que he atribuido al Pyrotherium, pero tienen apenas un tercio del grosor de éstos; además son más redondeados y con las facetas articulares, especial- mente las proximales, de una forma y disposición muy distinta. En vista de estas diferencias, mientras nuevos hallazgos no nos permitan descifrar este misterio» prefiero atenerme á mi primera determinación.

A9 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

mitad posterior, permaneciendo separadas en la mitad anterior; esta separación de la mitad anterior es el resultado de la persisten- cia del surco s del seno del tarso cuya parte posterior penetra en la superficie articular única formando una profunda y ancha esco- tadura.

Que en los amblipodos esta conformación no es primitiva sino adquirida, es por demás evidente, pues entre los mismos Uintathe- riíidae que es la familia más especializada, hay géneros como Tino- ceras p. ej. (fig. 46), cuyo astrágalo conserva las dos facetas com- pletamente separadas.

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Fig. 46. Tinoceras ingens Marsh. Astrászalo izquierdo; a, visto de arriba, y b, visto de abajo, reducido á 2 del tamaño natural, según Marsh. Eoceno (Bridger) de Wyoming. Estados Unidos.

En los corifodontes que son los antecesores de los uintaterios, sólo por excepción se ponen en contacto las dos facetas articulares inferiores del astrágalo, y en este caso sólo de una manera muy incompleta, como sucede en el Coryphodon lobatus, pero la regla general es que las dos facetas se encuentren separadas tal como las muestra el astrágalo de Coryphodon radians (fig. 47).

En los amblipodos cretáceos de la Argentina, que son los ante- cesores de los corifodontes, las dos facetas articulares inferiores se encuentran siempre completamente independientes en la forma que muestra el astrágalo amblipodo típico de Liarthrus Copei (fig. 48).

No tomando en cuenta los artiodáctilos, de los que ya me he

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 43

ocupado más arriba, el único ungulado de nuestra época que tenga un astrágalo con una sola superficie articular inferior, es Procavia ó Hyrax (fig. 49). Es indudable que el astrágalo de este animal es sumamente especializado; en lo único que conserva un aspecto primitivo es en la cabeza articular, soportada por un cuello bastante largo. La tróclea tr es corta, ancha, plana transversalmente y muy

Fig. 47. Coryphodon radians Cope. Astrágalo derecho; «a, visto de arriba: 5, visto de atrás; 2, visto de abajo, reducido á Yz del tamaño natural, según molde enviado al Museo Nacional por el Prof. H. F. Osborn. Eoceno inferior de Wyo- ming (Wasatch). Estados Unidos.

convexa de adelante hacia atrás, caracteres que indican un alto grado de especialización. La cabeza tiene una expansión interna (2 que forma casi ángulo recto con el cuerpo, lo que no se ve en ningún otro ungulado ni actual ni extinguido, siendo así igual- mente evidente que se trata de un carácter adquirido en época re- ciente. El astrágalo de Procavia en su parte anterior nos presenta también el único ejemplo de una cabeza tan larga como en los con- dilartros pero con una superficie escafoidal nv absolutamente pla- na: también este es un carácter de alta especialización, pues todos

A4 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

los ungulados primitivos, sin excepción alguna, tienen un astrá- galo de cabeza articular más ó menos convexa.

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Fig. 48. Liarthrus Copei Amgh. Astrágalo derecho, a, visto de arriba; b, visto de atrás; c, visto de abajo, reducido á Yz del tamaño natural, Cretáceo el más su- perior de Patagonia. (Pyrotheriense).

En estas condiciones, y tratándose de un animal de época re” ciente, es pues muy natural suponer que la faceta articular infe-

Fig. 49. Procavia capensis (Pall.) Astrágalo izquierdo, a, visto de arriba; e, visto de atrás; i, visto de abajo, aumentado 2 del tamaño natural. ti, faceta articular para el maleolo interno de la tibia; las demás letras como en las figuras prece- dentes. Época actual. Africa meridional.

rior única es igualmente el resultado de una especialización re- ciente. Esto es tanto más evidente, cuanto que la desaparición del

arts

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO.” 45

E surco del seno del tarso sólo es perfecta en el centro; adelante en

(ese observa una escotadura que penetra en la superficie“articular y representa el último vestigio de la entrada anterior del mencio- nado surco, mientras que la pequeña depresión e) es el ves- tigio de la entrada posterior. En el calcáneo (fig. 50) tam- bién persisten los vestigios e) del surco del seno del tarso, y aunque son todavía más su- perficiales que en el astrágalo, se extienden de modo que cru-

zan casi por completo la su- perficie articular; sólo queda un corto trecho de la parte Fig. 50. Procavia capensis (Pall.). Cal- . 0 : cáneo izquierdo, visto de arriba, aumen- posterior de la superficie arti- a d A: e tado +4 del tamaño natural. Epoca actual. cular en el cual la fusión de Africa meridional. ambas facetas, ectal y susten- tacular, es tan perfecta que no se observa ningún vestigio de la se paración primitiva. Si bien en Europa y en Africa se han encontrado algunos restos fósiles que se atribuyen á representantes del mismo grupo de Pro- cavia, hasta ahora no se conoce el astrágalo de ninguno de ellos.

Fig. 51. Oldfieldthomasia septa Amgh. Astrágalo izquierdo; a, visto de arriba; e, visto de abajo; ¿, visto de atrás, aumentado + del tamaño natural. Cretáceo su- perior de Patagonia (notostylopense).

En cambio, se han exhumado del cretáceo de Patagonia numero- sos restos de hyracoideos, algunos muy cercanos del género actual; entre esos restos se encuentran también astrágalos que concuer- dan con el del hyrax menos en el modo de articulación de la cara inferior. La figura 51 representa uno de estos astrágalos. Coincide

A6 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

con el de Procavia en la cabeza ca larga y con la superficie de arti- culación nv para el escafoides truncada transversalmente y casi pla- na de modo que este carácter tan particular ya había empezado á diseñarse desde esa lejana época. Coincide también con el de Proca- vía en el gran desarrollo de la faceta suplementaria se para el tibial sesamoideo interno) y en la desaparición casi completa de la fosa ligamental astrágalo-peroneana á causa de la superficie arti- cular inferior externa ec que asciende hacia arriba hasta formar con el borde posterior externo de la tróclea una arista ó ángulo agudo. Se distingue del de Procavía por la tróclea tr un poco más excava- da y por la ausencia de la prolongación lateral interna de la cabeza del de este último; en Procavia esta prolongación interna es segu- ramente una adquisición reciente en correlación con el desarrollo del maleolo interno de la tibia. En la cara inferior la diferencia es mucho más notable porque el astrágalo de OUldfieldthomasia con- serva el carácter primitivo y normal de las dos facetas bien distin- tas y separadas por el surco s del seno del tarso que es ancho y

Fig. 52, Oldfieldthomasia sp.?. Astrágalo izquierdo; «a, visto de arriba; e, visto de abajo; ¿, visto de atrás, aumentado + del tamaño natural, Cretáceo superior de Patagonia (notostylopense).

profundo. Dedúcese de esto con toda evidencia, que la superficie articular inferior única del astrágalo de Procavia es un caráuter de especialización adquirido por la fusión de las dos facetas, cierba- mente en época relativamente muy reciente.

El astrágalo del hyracoideo cretáceo arriba figurado es un anl- mal de mayor tamaño que los hyracoideos existentes y que por consiguiente no debía encontrarse en la línea antecesora de éstos. Pero hay astrágalos del mismo tipo de animales mucho más peque- ños que sin duda son de los antecesores directos de los hyracoideos existentes á los que se acercan todavía más que el ejemplar prece- dente; desgraciadamente no sabemos de qué especie proceden. En

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 47

este caso se encuentra el pequeño astrágalo representado en la fi- gura 52. La cabeza es larga, truncada transversalmente y de su- perficie articular escafoidal nv casi tan plana como en Hyrax. So- bre el lado interno de la cabeza hay ya un principio de la depresión que separa la expansión que lleva la faceta articular para el ma- leolo interno de la faceta articular se para el tibial. En todos los de- más detalles coincide con el de los hyracoideos existentes menos en el modo de articulación de la cara inferior que se efectua por las dos facetas, ectal y sustentacular, perfectamente separadas,

Edentados.

La fusión de las dos facetas articulares inferiores del astrágalo en una sola he podido constatarla también sobre varios edentados de distintos grupos.

Para demostrar que se trata de un carácter adquirido y no pri- mitivo como se creia, me bastaría con mencionar el hecho bien significativo, de que la faceta articular única se encuentra sola- mente en géneros existentes ó provenientes de los tiempos geoló- gicos más recientes, mientras que en las formaciones de la primera mitad de los tiempos terciarios y del cretáceo superior, los astrá- galos de edentados poseen siempre dos facetas articulares inferio-

as Fig. 53. Protutatus layena Amgh. Astrágalo izquierdo; «a, visto de arriba; 2, visto de abajo, en tamaño natural. ¿p, impresión ligamentaria. Las demás letras

como en las figuras precedentes. Eoceno superior (santacrucense) de la Patago- nia austral.

res distintas. Sin embargo, es conveniente que entre en algunos detalles, para que pueda apreciarse mejor la importancia y el sig- nificado de la faceta articular única en los géneros que la pre- sentan.

Entre los edentados, son los armadillos los que presentan con mayor frecuencia la fusión de las dos facetas.

Como ejemplo de la conformación normal y primitiva del astrá- galo de los armadillos presentaré el del género Proéutatus (fig. 53).

-A8 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

El cuerpo del hueso es corto, muy ancho, de troclea tr regularmente excavada, muy convexa de adelante hacia atrás y con una peque- ña impresión ligamentaria ¿p sobre su ángulo posterior externo. La cabeza es corta, convexa en su parte anterior, con un cuello cu corto, muy ancho y fuertemente deprimido. En la parte inferior del ángulo anterior externo hay una expansión lateral pr destinada á soportar la parte anterior de la extremidad distal del peroné. En la cara inferior el borde posterior forma una cresta transversal descendente cr, muy fuerte, adelante de la cual se ven las dos face- tas articulares ec, «t, perfectamente delimitadas y separadas por un surco interóseo s bastante ancho y profundo. La faceta ectal ec es cóncava y su borde posterior termina en la arista de la cresta transversal descendente cr, mientras que la parte anterior da vuelta hacia arriba forman- do una pequeña superficie ar- ticular suplementaria ec. La fa- ceta sustentacular es ovalada y completamente aislada al la- do externo por el surco s del seno del tarso, y al lado inter-

A É 8 or 1 Fig. 54. Progutatus lagena Amgh. Cal- e el surco lig amentario

cáneo izquierdo, visto de arriba, en ta- interno si que la separa de la maño natural. aq, surco para el tendón. superficie articular nv del es- Las demás letras como en las figuras precedentes. Eoceno superior (santacru- j cense) de la Patagonia austral. su parte posterior da vuelta

hacia adentro para unirse con

cafoides; este último surco, en

el del seno del tarso, pero al pie de la cresta transversal descen- dente es apenas aparente.

En el calcáneo (fig. 54), de acuerdo con la conformación del as- trágalo, las dos superficies articulares se encuentran igualmente di- vididas por un surco s, pero más angosto y menos profundo, como es casi siempre el caso en la generalidad de los mamiferos. La su- perficie sustentacular stes de contorno circular, un poco cóncava y pequeña; la ectal ec es mucho más grande, convexa de adelante ha- cia atrás, colocada oblicuamente y de ancho casi igual en toda su longitud. En el lado anterior externo la superficie ectal se prolon- ga hacia afuera formando una expansión convexa pr sobre la cual se apoyaba el peroné. |

Este género es propio de la formación santacruceña, y es nece-

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 49

sario tener presente que ni en la misma formación ni en las forma- ciones anteriores, no hay ningún armadillo que no presente las dos facetas en cuestión divididas por el surco del seno del tarso.

Los armadillos con las dos facetas fusionadas aparecen recién en el terciario superior.

El descendiente del género santacruzeño Proéutatus es el género Eutatus cuyos restos se encuentran en las formaciones araucana y pampeana.

La especie de Eutatus más antigua de la que se conozca el as- trágalo, es el Eutatus praepampaeus de Monte Hermoso, de tamaño bastante mayor que las más grandes especies conocidas de Proéu- tatus. Visto de arriba, el astrágalo de Eutatus (fig. 55 a) se distin- gue del de Progutatus tan sólo por detalles insignificantes, pero visto de abajo (fig. 55 ¿) las diferencias no pueden ser más consi- derables. En vez de las dos facetas articulares del de Progutatus

Fig 55. Eutatus praepampaeus Amgh. Astrágalo izquierdo; «a, visto de arriba; i, visto de abajo, en tamaño natural. ee, perforación vascular, nutritiva del as- trágalo. Las demás letras como en las figuras precedentes Mioceno superior de Monte Hermoso.

no se ve más que una sola superficie perfectamente plana, que se extiende transversalmente desde el borde externo hasta cerca del borde interno y da vuelta en el borde posterior descendiendo hacia abajo sobre toda la cara anterior de la cresta transversal des- cendente cr. Del surco del seno del tarso no queda absolutamente ningún vestigio, pero sobre el lado interno, entre la parte de la su- perficie única que corresponde á la faceta sustentacular st y la su- perficie articular nv de la cabeza para el escafoides, quedan los ves- tigios del surco ligamental suplementario interno sí, bajo la forma de una gotera angosta y "bastante profunda que corre oblicuamente de adelante y del lado interno hacia atrás y al lado externo. En la parte posterior de la faceta articular única, al pie de la cresta

AxaL. Mus. Nac. Bs. As., Ser 3.*, T. V. FEBRERO 22, 1905 4

50 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

transversal descendente y en el punto en que primitivamente debía existir la entrada posterior del surco del seno del tarso, se conserva la perforación vascular nutritiva del astrágalo ee, de tamaño bas- tante considerable. La fusión de las dos facetas, da á esta parte del hueso, visto de abajo, un aspecto sumamente parecido á la parte correspondiente del astrágalo de Dasyurus (fig. 31).

Las mismas modificaciones correspondientes se han producido en el calcáneo (fig. 56); el surco s del seno del tarso que se ve entre las dos facetas del calcáneo de Proéutatus (fig. 53) ha desaparecido, formándose una sola superficie articular extendida transversalmen- te y un poco cóncava; el borde posterior de esta superficie articu- lar da vuelta hacia abajo cons- tituyendo una parte articular descendente correspondiente á la cresta transversal descen- dente del astrágalo. La super- ficie articular pr para el pero- es bastante ancha, muy con- vexa en sentido antero-poste- rior, con su mitad posterior separada por una escotadura de la superficie articular única

pero con la parte anterior con- fundida con esta última. Fio. 56. Butatus Seguini Gerv. Calcá- > S ni l ' Entre los armadillos exis- neo izquierdo, visto de arriba, reducido $ á Sk del tamaño natural. (cr, parte des- tentes la fusión de las dos fa- cendente posterior de la superficie arti-- cetas articulares existe en el :ular única. Las demás letras , : : O A A A as trapalo dela multa ip las figuras precedentes. Pampeano de 3 : E o Ane: género Tatu (fig. 57). El as- trágalo de este género se dis- tingue de los de Eutatus y Progutatus por la troclea tr más exca- vada y con los dos cóndilos más desiguales, siendo el interno ci mucho más pequeño y más bajo que el externo; la cabeza es más deprimida y con la fosa m de la base del cuello poco acentuada. Como la superficie de contacto del peroné con el calcáneo es nota- blemente mayor que en los dos géneros precedentes, el astrágalo no posee la expansión lateral inferior del ángulo anterior externo destinada al apoyo del peroné. Visto de abajo, la superficie ar- ticular única ec +—st no es plana ó ligeramente convexa como en Eutatus, sino cóncava y de extensión mucho más reducida, corres- pondiendo la reducción á la parte que representa la faceta susten-

na A AI a. AAA A

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 51

tacular. La cresta transversal descendente posterior cr es mucho más baja y forma una curva muy pronunciada con la convexidad hacia adelante.

Fig. 57. Tatu hybridus (Burm.). Astrágalo derecho; a, visto de arriba; ¿, visto de abajo, aumentado 3 del tamaño natural. Epoca actual. República Argentina.

En el calcáneo (fig. 58), las dos facetas se encuentran igualmen- te fusionadas formando una superficie articular única st 4-ec que no tiene hacia atrás la parte descendente suplementaria que se ve en el de Eutatus, ó sólo existen de ella vestigios apenas apreciables. Sobre el lado interno se enan- gosta y muestra hacia atrás una pequeña escotadura (e que indica la posición que ocupaba la entrada posterior del surco del seno del tarso, y delimita la parte de la superficie arti- cular correspondiente á la fa- ceta sustentacular, que es muy reducida. La faceta articular pr para el peroné es bastante

grande, muy convexa en sen- Fig. 58. Tatu hybridus (Burm.). Calcá- neo derecho, visto de arriba, aumentado Ñ a 3 del tamaño natural. Epoca actual. cha considerablemente hacia República Argentina.

tido antero-posterior y se enan-

atrás; esta faceta se presenta

bien delimitada por una escotadura del borde posterior y por una

cresta muy delgada que la separa de la parte de la superficie articular única que corresponde á la faceta ectal.

El único representante fósil de este grupo del que se conoce el astrágalo y el calcáneo es Propraopus grandis, bastante parecido á Tatu, pero de tamaño considerablemente mayor. El astrágalo (fig. 59) en su conformación general es parecido al de Tatu pero

52 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

muestra las dos facetas articulares inferiores ec, st separadas por el surco s del seno del tarso que es angosto y poco profundo. La face- ta ectal ec no es tan cóncava como la parte correspondiente de

A 2405 E pea

Y Lay INN nl

Fig. 59. Propraopus grandis Amgh. Astrágalo izquierdo; «a, visto de arriba; 2, visto de abajo, en tamaño natural. Pampeano inferior (ensenadense) de Tarija.

la faceta única de Tatu y la cresta descendente transversal poste- rior cr es más derecha. La faceta sustentacular st es pequeña, ova- lada y completamente aislada como en Proeutatus lagena, pero la parte más ancha de la faceta es la posterior y no la anterior.

Fig. 61. Chlamydophorus truncatus Harl. As- trágalo izquierdo; a, visto de arriba; 2, visto de abajo, aumentado £ del tamano natural, Épo- ca actual. República Argentina.

Fig. 60 Propraopus grandis Amgh. Calcáneo izquierdo, visto de arriba, reducido á *s del ta- maño natural. Pampeano infe- rior (ensenadense) de Tarija. En el calcáneo (fig. 60) la separa-

ción de las dos facetas es algo más acentuada, pues elsurco s del seno del tarso, aunque angosto, es. más profundo. La faceta sustentacular stes muy pequeña en pro-

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 53

porción del tamaño de la faceta ectal ec; esta última es un poco cón- cava y atrás da vuelta hacia abajo formando una parte suplemen- taria (cr como en Eutatus. El gran desarrollo de la superficie arti- cular pr para el peroné es verdaderamente notable, siendo esta fa- ceta todavía considerablemente más convexa de adelante hacia atrás que en el astrágalo de Tatu.

La fusión de las dos facetas inferiores del astrágalo se encuen- tra en otro armadillo existente, el Chlamydophorus, género que en la conformación de la coraza conserva caracteres primitivos, pero en la conformación del esqueleto aparece como el más especializado de los armadillos. El astrágalo (fig. 61) es sumamente notable por presentar una aproximación sorprendente hacia el tipo de los eden- tados gravigrados. El cuerpo del hueso es corto, de troclea tr regu- larmente excavada, pero de cóndilos muy desiguales. El cóndilo externo ce es mucho más extendido en sentido antero-posterior que el interno, un poco convexo en la misma dirección y se enangosta gradualmente hacia atrás, formando su borde externo una línea oblicua como en el astrágalo de los gravigrados antiguos. El cón- dilo interno cies muy corto y muy convexo, levantándose en forma de apófisis odontoides como en los gravigrados más recientes. La

Fig. 62. Utaétus buccatus Amgh. Astrágalo derecho; «a, visto de arriba; 2, visto

de abajo, aumentado i del tamaño natural. Cretáceo superior de Patagonia (no- tostylopense).

cabeza articular es bastante larga pero muy oblicua. En la cara inferior no se ve más que una superficie articular continua ec + sé, que forma una fuerte convexidad en la parte correspondiente á la región sustentacular, siendo al contrario cóncava en la parte corres- pondiente á la región ectal; esta faceta articular única está separa- da de la superficie articular escafoidal por una ranura en arco de circulo, mientras que hacia atrás termina al pie de la cresta trans- versal descendente cr que en este género es poco acentuada.

D4 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

El más antiguo astrágalo de armadillo que me sea conocido es el de Utaétus buccatus del cretáceo superior del Chubut (fig. 62). En su conformación general el mayor parecido es con el de Proéu- tatus. Las dos facetas articulares inferiores son completamente distintas; el canal s que las divide (surco del seno del tarso) es ancho» profundo y en su posición longitudinal primitiva. Las facetas men- cionadas ec, st terminan atrás en la cara anterior de la cresta trans- versal descendente cr. La faceta sustentacular stes de gran tamaño y se prolonga adelante hasta el borde de la superficie articular nv para el escafoides, pero sobre el lado interno ambas superficies están separadas por un pequeño surco ligamental interno si, an- gosto y poco profundo.

El calcáneo de la misma especie (fig. 63) presenta con el de Proéutatus las mismas relaciones que el astrágalo; las dos facetas articulares, ectal ec y sustenta- cular st están separadas por el surco s del seno del tarsc y la faceta ectal ec se continua sin solución de continuidad con la faceta articular peroneal pr. El cuerpo c del hueso es, al contrario, muy distinto, pues en vez de deprimido es eleva- do y comprimido lateralmente, en lo que concuerda con el de Tatu. La parte tuberosa poste- rior t es simple y sin la gran corredera tendinosa que pre- senta el de Progutatus.

Todos los astrágalos de da- sipideos del mismo horizonte y de todas las formaciones más

Fig. 63. Utaétus buccatus Amgh. Cal- cáneo derecho, visto de arriba, aumenta- A do 3 del tamaño natural. Cretáceo supe- recientes hasta la base del ter-

rior de Patagonia (notostylopense). ciario neogeno, presentan in- variablemente las dos facetas articulares inferiores separadas. Luego es evidente, que también en este grupo la faceta astragalar inferior única no es un carácter primitivo, sino un carácter de especialización adquirido en época relativamente muy reciente. En los demás edentados, sólo he observado la fusión de las dos facetas inferiores del astrágalo en un representante del suborden

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 55

de los gravigrados;es este el género Mylodon de la formación pam- peana.

En los grandes gravigrados de los últimos tiempos terciarios, el astrágalo se distingue por el cóndilo interno de la troclea que se ha vuelto corto, muy convexo y muy elevado levantándose sobre el nivel del cóndilo externo en forma de apófisis odontoides. Esta forma particular de astrágalo encuéntrase ya en algunos gravigra- dos eocenos que se colocan en la línea antecesora de algunos de los géneros de la formación pampeana. Un ejemplo notable nos lo ofrece el género santacruceño Prepotherium que es un lejano ante- cesor del género pampeano Megatherium. El astrágalo de Prepo- therium (fig. 64) es casi una reproducción en miniatura del de Me-

Fig. 64. Prepotherium potens Amgh. Astrágalo izquierdo; «, visto de arriba; 2, visto de abajo, reducido á ?4 del tamaño natural. Eoceno superior de Patagonia (santacrucense).

gatherium del cual sólo se distingue por la superficie de articulación con el peroné que ocupa toda la cara externa, mientras que en el de Megatherium la superficie articular peroneal es pequeña y constituye una faceta plana colocada en la parte anterior de la cara externa. En la cara inferior, las dos superficies de articulación para el calcáneo, la ectal ec y la sustentacular st, están separadas por el surco s del seno del tarso que tiene la forma de un canal ancho y muy profundo.

Esta última conformación es idéntica en todos los gravigrados conocidos, con la única excepción de Mylodon. En el astrágalo de

56 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

este género (fig. 65) no se ve ningún vestigio del surco del seno del tarso y las dos facetas inferiores ec, st forman una sola cara articular de superficie cóncava. Esta superficie se une hacia adelante con otra superficie articular convexa cb destinada al cuboides y de la cual está separada por una cresta redondeada. Detrás de la cara articu- lar cuboidal, la superficie articular calcaneal única se enangosta á causa de dos escotaduras opuestas e) y (e que corresponden á las

Fig. 65. Mylodon (Pseudolestodon) debilis H. Gerv. et Amgh. Astrágalo derecho; a, visto de arriba; ¿, visto de abajo, reducido á 1 del tamaño natural. Formación

pampeana de la provincia de Buenos Aires.

dos entradas anterior y posterior del surco del seno del tarso. Estas escotaduras demuestran también que la parte st de la superficie ar- ticular única que corresponde á la faceta sustentacular se ha redu- cido de una manera extraordinaria, habiendo aumentado en la misma proporción el tamaño de la parte ec correspondiente á la fa- ceta ectal. También se observa que la superficie articular corres- pondiente á las dos facetas, en vez de desarrollarse sobre una línea transversal que es la posición normal, se encuentra en dirección longitudinal.

En el calcáneo de este mismo género (fig. 66) no se observa igualmente más que una sola superficie articular ec, st que se ex- tiende de adelante hacia atrás; esta superficie es un poco convexa en el medio y se ensancha gradualmente hacia adelante, continuán-

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 3y

dose después hacia abajo con la faceta articular cuboidal, de la que está separada por una colina redondeada.

En la línea de los milodon- tes, el más lejano antecesor co- nocido es Lymodon perfectus. Por la conformación del pie se conoce que este género ha to- mado origen en un represen- tante de la familia de los Me- galonychidae. El astrágalo (fig. 67) se distingue del de Mylo- don por ser considerablemente más bajo, por la cabeza articu- lar ca más grande, más prolon- gada, separada del cóndilo in- terno ci por un cuello bien apa- rente y por la troclea tr más prolongada hacia atrás; esta última es además bastante con- Fig. 66. Mylodon (Pseudolestodon) debilis

vexa en sentido antero-poste- H. Gerv. et Amgh. Calcáneo derecho, visto de arriba, reducido á Y del tama- : ño natural. Formación pampeana de la hacia adelante, pero convexa provincia de Buenos Aires.

en todas direcciones hacia atrás. El cóndilo interno ci difiere del de los Megalonychidae por ser mucho más corto y elevado en forma de tuberosidad odon-

rior, regularmente excavada

Fig. 67. Lymodon perfectus Amgh. Astrágalo derecho, a, visto de arriba; 2, visto de abajo, reducido á Y del tamaño natural. Eoceno superior de la Patagonia austral (santacrucence).

toides, pero no en un grado tan pronunciado como en Mylodon. La superficie articular pr para el peroné ocupa todo el costado

58 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

externo en lo que se distingue del de Mylodon en la misma forma que el de Prepotherium se distingue del de Megatherium. En la cara inferior las dos facetas aparecen bien separadas por el sur- co s del seno del tarso. Esta misma separación se observa sobre las facetas correspondientes del calcáneo (fig. 68), pero el surco ses más angosto y más superficial.

Sobre el género más reciente de la misma línea, el Promylodon del terciario del Paraná, las dos facetas inferiores del astrágalo se conservan igualmente separadas.

Fig. 68. Lymodon perfectus Amgh. Astrágalo derecho, visto de arriba, reducido á *h del tamaño natural. Eoceno superior de la Patagonia austral (santacru- cense).

El más antiguo astrágalo de gravigrado que hasta ahora me sea conocido (fig. 69) procede del cretáceo superior y de la parte más superficial del horizonte astraponotense. Es indiscutible que pro- cede de un género distinto de todos los demás conocidos, distin- guiéndose fácilmente por el largo considerable de la troclea y su enangostamiento posterior; por el cóndilo interno que se encuen- tra al mismo nivel que el externo; por el gran tamaño de la cabeza articular, pero sobre todo por ser extraordinariamente bajo, apa- reciendo como aplastado. En la cara inferior las dos facetas no sólo

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 59

aparecen distintas sino que el surco que las separa es de un ancho mayor que en los géneros más recientes.

Puede pues considerarse como un hecho absolutamente cierto que en los gravigrados la fusión de las dos facetas articulares in-

Fig. 69. Proplatyarthrus longipes *. Astrágalo izquierdo, «a, visto de arriba; 2, visto de abajo: o, visto por el lado interno, reducido á 5 del tamaño natural. Cretáceo superior de Patagonia (astraponotense, parte la más superior).

feriores del astrágalo de Mylodon y Pseudolestodon es un carácter adquirido en una época muy reciente.

Luego, en todos los mamiferos, la presencia de una sola faceta articular en la cara inferior del astrágalo, indica un alto grado de especialización, y en cada caso particular, la existencia segura de antecesores de la misma línea con las dos facetas articulares sepa- radas.

t Proplatyarthrus longipes, n. gen. n. sp. Tipo: el ejemplar acá figurado.

RESUME.

Dans la plupart des mammiféres placentaires, l'astragale repose sur le calcanéum par deux surfaces articulaires, une externe qui porte aussi le nom de «facette ectale», et l'autre interne, nommée aussi «facette sustentaculaire». Ces deux facettes sont séparées par la gouttiéere ou sillon du sinus du tarse qui loge le ligament inter- OSSCUux.

D'apres l'opinion dominante en zoologie depuis trois quarts de siécle, les marsupiaux se distingueraient des placentaires par leur astragale qui repose sur le calcanéum par une seule face articu- laire, ce caractéere étant considéré comme primitif.

Derniérement, en m'occupant de l'étude de la perforation astra- galienne?, j'ai examiné un tres grand nombre d'astragales de tous les ordres de mammiferes, et j'al remarqué que ce caractere ne se trouve pas chez tous les marsupiaux et qu'au contraire on le ren- contre sur beaucoup de placentaires. En outre j'ai trouvé que la surface articulaire inférieure unique de l'astragale, bien loin d'étre un caractéere primitif, est au contraire un caractere indiquant un tres haut degré de spécialisation, puisque cette surface unique est le résultat de la fusion en une seule des deux facettes primitive- ment isolées.

Dans les sarcobores placentalires on peut prendre comme type de Pastragale a deux facettes celui de Smilodon. Dasyurus présente le type parfait de sarcobore marsupial avec une senle facette arti- culaire, dont pourtant les différentes parties correspondent exac- tement aux deux facettes de Smilodon et de la généralité des pla- centaires. Á la facette unique de l'astragale de Dasyurus et a la double facette de l'astragale de Smilodon, correspond un calcanéum avec une facette articulaire supérieure, unique chez Dasyurus et double chez Smilodon.

' AueGuixo E. La perforación astragaliana en los mamíferos no es un carácler originariamente primitivo, en Anales del Museo Nacional de Buenos Atres, ser. 8"

¿ ; ) A t. Iv, pp. 349 á 460, a. 1905.

y

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 61

Sur le bord postérieur de la facette unique du calcanéum de Dasyurus, on voit un vestige du sillon du sinus du tarse qui, dans les placentaires, sépare les deux facettes articulaires.

Est-ce le commencement de la division en deux de la facette unique ou est-ce au contraire Je dernier vestige de la fusion des deux facettes en une seule?

Les plus proches parents des Dasyuridae d'Australie sont les Di- delphydae d'Amérique, mais dans ces derniers l'astragale, tout en ressemblant beaucoup a celui des premiers, présente deux facettes articulaires inférieures au lieu d'une. Donc la facette articulaire inférieure unique n'est pas un caractere distinctif des marsupiaux,

En outre les Didelphydae et leurs ancétres les Microbiotheriidae, par leur plus grand nombre de dents, par la présence du doigt in- terne du pied et par plusieurs autres caracteres représentent un type plus primitif et moins spécialisé que celui des Dasyuride, ils sont aussi d'une bien plus haute antiquité géologique etles Da- syuride n'en sont que les descendants plus spécialisés. Cela nous porte á croire que la présence des deux facettes caractéristiques des didelphydés soit un caractére primitif et que la facette articu- laire unique des dasyuridés soit au contraire une acquisition récente au moyen de la fusion des deux facettes primitives.

En étendant ces recherches aux autres groupes de mammiféres, cette conclusion résulte évidente. Ni en Europe ni dans l'Améri- que du Nord on n'a encore trouvé aucun carnivore ou insectivore fossile ni vivant, ni aucun créodonte, ni aucun marsupial avec un astragale pourvu d'une seule facette articulaire inférieure. Dans Argentine, les différents groupes de carnasslers réunis sous le nom collectif de Sparassodonta sont encore plus voisins des dasyuridés que les créodontes, et malgré ce rapprochement, tous possedent un astragale avec deux facettes articulaires inférieures. Les Microbio- theriidce, quí sont les ancétres des Didelphydce et de tous les autres sarcobores (les dasyuridés inclus), présentent aussi les deux facet- tes articulaires distinctes. La facette articulaire inférieure unique des dasyuridés est donc certalinement une acquisition récente pro- duite par la fusion des deux facettes primitives.

Dans la grande division des Diprotodonta on ne trouve la surface articulaire unique que dans les grandes espéces de kangourou de notre époque, mais sur les bords antérieur et postérieur de cette surface articulaire on peut encore voir les vestiges de l'ancienne division, tandis que chez les espéces de moindre taille les facettes articulaires se conservent encore distinctes.

62 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Chez tous les rongeurs, aussi bien actuels que fossiles, les deux facettes articulaires inférieures de lV'astragale sont également bien séparées.

Les diprotodontes éteints d'Amérique ont aussi un astragale a deux facettes articulaires séparées. En outre, l'étude de l'astragale et du calcanéum de ces animaux prouvent que les diprotodontes paucituberculés de l' Argentine (Garzonide, Epanorthide, Coenoles- tide) sont bien les ancétres des diprotodontes australiens, résul- tat auquel on était deja arrivé par l'étude de la denture, du cráne et des autres parties du squelette.

On observe aussi une facette articulaire inférieure unique sur Vastragale de plusieurs groupes de placentaires, mais il en est comme dans le cas des marsupiaux, c'est-a-dire qu'on n'est pas en présence d'un caractére primitif, mais au contraire d'une spéciali- sation plus ou moins récente.

Parmi les ongulés, le grand sous-ordre des artiodactyles se distin- gue par un astragale d'une forme spéciale (forme en osselet) et avec une seule surface articulaire qui occupe presque toute la face inférieure. En avant 1l est diplarthre comme chez les périssodacty- les, c'est-a-dire qu'il présente une double facette articulaire, pour le scaphoide et pour le cuboide a la fois.

Un examen attentif de l'astragale et du calcanéum des Artiodac- tyla et de Perissodactyla prouve que ces deux sous-ordres ne peu- vent pas descendre lun de l'autre et que la diplarthrie a été acqui- re indépendamment. Le diplarthrisme fait défaut dans le groupe plus ancien,des condylarthres, et en étendant la comparaison au tarse de ces trois groupes, on trouve que les Artiodactyla et les Perissodactyla ont pris origine quoique indépendamment dans les Condylarthra.

Pour ce qui regarde Vastragale et le calcanéum, les Proterothe- riide représentent un type intermédiaire entre les Condylarthra et les Artiodactyla, et 11 est certain que ces derniers ont pris origine dans la méme souche d'oú s'est détachée la branche quí conduit aux protérotheres.

D'une comparaison du tarse des artiodactyles avec celui des pro- térotheres et des anciens condylarthres, il résulte que la face ar- ticulaire inférieure unique de l'astragale des artiodactyles n'est pas le résultat de la fusion des deux facettes primitives comme nous avons vu qu'il en est ainsi dans les groupes précédemment étudiés.

Dans Vastragale des Artiodactyla la face articulaire inférieure représente la facette articulaire interne ou sustentaculaire qui

>

AMEGHINO: LA FACETA ARTICULAR DEL ASTRÁGALO. 63

a occupé graduellement toute la face inférieure de l'os, tandis que la facette externe ou ectale, déplacée par l'interne, a passé sur le cóté externe; 1l en résulte que la facette ectale, d'inférieure qu'elle était, est devenue latérale. Malgré cette disposition, les deux facettes ectale et sustentaculaire de l'astragale se sont fu- sionnées dans la plupart des ruminants en constituant une seule surface articulaire qui, de la face inférieure, tourne sur le coin de Pos et passe a la face externe. Dans la plupart des artiodactyles omnivores ou bunodontes, les deux facettes articulaires restent au contraire séparées, la sustentaculaire occupant tout le cóté infé- rieur, et l'ectale étant limitée a un petit espace du cóté latéral externe; sur la partie inférieure de cette face latérale persiste le sillon du sinus du tarse.

Le Pyrotherium Sorondoi du crétacé le plus supérieur de Pata- gonie et appartenant au sous-ordre des proboscidiens est le plus ancien ongulé et le plus ancien des mammiféres qui possede un as- tragale avec une seule facette articulaire inférieure. Mais, cet ani- mal étant le plus spécialisé et le dernier représentant de cette ligue dans 1'Argentine, il est tout naturel de croire qu'on est en présen- ce d'un caractere acquis par la fusion des deux facettes primitives. Cette déduction est confirmée par le fait de la persistance d'un pe- tit vestige du sillon du sinus du tarse, et aussi par le fait encore plus important, que tous les condylarthres ont les deux facettes de Vastragale séparées. Les Pyrotheriidae et les Carolozittelidae re- présentant une branche excessivement spécialisée des anciens con- dylarthres de Patagonie, 1l est tout clair que la face articulaire in- férieure unique de l'astragale du Pyrotherium Sorondoi doive étre un caractere acquis.

Il est curieux d'apprendre que quelques especes de Mastodon de Argentine avaient un astragale avec une tendance manifeste vers la forme de celui du Pyrotherium.

Dans le sous-ordre des Amblypoda le méme fait se répete. Chez toutes les formes du crétacé et de l'éocene de 1'Argentine, les deux facettes articulaires inférieures de lastragale restent compléte- ment séparées, et il en est de méme de la plupart des coryphodon- tidés de l'éocene ancien de l'Amérique du Nord. Ce n'est que dans les formes plus récentes, plus gigantesques et tres spécialisées, comme le Uintatherium, par exemple, qu'on observe la fusion des deux facettes pour constituer une seule surface articulaire.

Parmi les ongulés de notre époque, á part les artiodactyles, 11 n'y a qu'un seul mammifére qui ait un astragale avec une seule

64 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

facette articulaire inférieure : c'est le petit Procavia (Hyrax anteá); mais sur les bords de cette facette articulaire unique, des vestiges du sillon du sinus du tarse restent encore et prouvent que dans ce cas aussl on est en présence de la fusion des deux facettes primi- tives. Les astragales des plus anciens hyracoides connus, comme ceux d' Oldfieldthomasia du crétacé supérieur de Patagonie, ressem- blent beaucoup á ceux des hyracoides vivants, mais les deux facet- tes articulaires inférieures restent toujours distinctes,

Enfin, on a encore observé une facette articulaire inférieure uni- que sur plusieurs édentés de différents groupes mais toujours sur des genres actuels ou des derniers temps géologiques, tandis que les genres plus anciens ont invariablement les deux facettes sépa- rées.

On trouve, par exemple, la facette articulaire unique sur Vastra- gale du genre pampéen Eutatus, mais chez son ancétre Proéutatus du santacruzeen les deux facettes restent séparées.

Dans la famille de Tatuidae, le genre actuel Tatu ne montre aussi qu'une seule surface articulaire inférieure, mais dans le genre fossile Propraopus, cette surface est divisée en deux dans la dis- position normale.

Parmi les gravigrades on trouve la fusion des deux facettes dans les genres pampéens Mylodon et Pseudolestodon, tandis que les genres plus anciens de la méme ligne, le Lymodon du santacruzéen et le Promylodon du tertiaire de Paraná, ont les deux facettes bien distinctes.

Chez tous les édentés connus du tertiaire le plus ancien et du erétacé supérieur, quíils soient des groupes des dasypodes, des elyptodontes ou des gravigrades, la présence des deux facettes articulaires inférieures de l'astragale est constante.

On doit done considérer comme un fait absolument certain que, chez les mammiféres, la forme d'astragale qui repose sur le cal- canéum par deux facettes articulaires inférieures représente la conformation primitive.

La facette articulaire unique est au contraire le résultat d'une spécialisation plus ou moins récente, et dans chaque cas en parti- culier, la présence de ce caractére indique l'existence certaine dV'ancétres de la méme ligne avec les deux facettes articulaires sé- parées.

¿EPHYRANTHES PORPHYROSPILA, Hormbero, n. sp.

Zephyrites bulbo ovato, tunicis fusco-nigris; folíis linearibus basin versus sensim angustatis, tertio apicali falcatis, ibique fere 1 *lz ctm. lat., ad basin 2-3 ctm. fusco-purpurascentibus; scapo 25-45 ctm. alt., tertio basali rufescente; spatha pedicello longiore, 5-05 */» ctm. long.; perianthio erecto-patente, lacintis 8 */, ctm. long., 22 mm. lat., sepalina suprema 9 ctm. long., 24 mm. lat., dilute roseis lineis saturatioribus percursis, tertio basali purpureo; staminibus inceequalibus, 2-3 ctm. long.; stylo 5 ctm. long.

Bulbus ovato - pyriformis, 4-6 ctm. long., 3-3*/, ctm. diam., collo interdum 3 ctm. long., tunicis saturate fuscis, prolificus, Folia post anthesin nascentia, interdum precursoria, curvatim patentia, seepe 3, linearia-sublorata, á basi ultra medium gradatim amplia- ta, 30 ctm. et ultra long., in medio modice canaliculata, viridia, pa- rúm glaucescentia, ad basin 2-3 ctm. fusco- purpurascentia colore deinde evanido, extremitate sensim angustata imo apice obtu- siuscula. Scapus circa 25 ctm. long. (rare 45), ad basin 9x6, ad apicem 6x5 mm. diam., diluté griseo-viridis, glaucescens, tertio basali rufescente. Spatha cum alabastro exsurgens vividé purpureo- coccinea, sub anthesin purpurea, 5-5 */z ctm. long., dimidio basali tubuloso lacinia medium usque fissa; pedicellus 2 */,-4 ctm. long,, 3 1/, mm. diam., lagenario - viridis, nitens; perianthium (9 ctm. long.) ad 3/, altitudinis 2 1/,-3 ctm. diam., deinde laciniis modice curva- tim patentibus limbique apertura 6 ctm. diam.; lacintis spathulatis vel oblongo- obovatis, 8 1/, ctm. long., 2 */, ctm. lat., sepalina su- prema 9 ctm. long., 2 */, ctm. lat,, petalina” infima 1 */,-1*/, ctm. lat., sepalinis in medio ad basin cum petalinis coalitis, petalinis albo-mucronatis, sepalinis mucrone externé purpureo, interne pul- vinullo albo-saccharino, omnibus dilute roseis vel albidis, lineis saturatioribus percursis, tertioque basali purpureo et macul« apice ellipticé curvato; perianthium supra staminum insertionem laciniis brevibus ciliiformibus albescentibus, interdum ad partim squamula ciliata coalitis donatum; ovarium obconicum hicillic plus minusve depressum, 9 mm. long., superné 4 mm. diam., inferné 3 mm. diam,

ANAL. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3”, T. v. Marzo 17, 1905, E)

66 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

nitidum, viride fuscum; stamina inequalia (in exemplaribus 4, di- dynamis ), parte basali coalita 3-4 mm. long. in filamentis sepalinis sat incrassata, 2-3 ctm. long., filamentis purpureis ad apicem al- bis, antheris post dehiscentiam magis recurvatis; pollen flavum; stylus 5 ctm. long., purpureus, extremitate alba, stigmate trifido laciniis 5 mm, long. dorso carmineo interne albis, subpatentibus, modice recurvatis. Capsula.....

Argentina (San Luis ad ripas Rio 5%? Formosa 7). In Buenos Ayres culta Januario expirante (die 20) floret.,

Multoruam dierum via anno 1897 á Reipublice Capite mense Aprilis egressus Andes attingi; vix reditus novum iter institul et Formosa (26 10” lat.) perveni. Inter aliquos, Horti Zoologici vi- ridarius germanicus HeNrICUS KERMES coviator erat, Januario 1898 Horti hibernaculo heec pulchra Zephyranthes in florem emicabat. Originem perscrutans, «forte bulbum itinere reperi» inquit Ker- MES «ubi, nescio; forsan in Provincia San Luis, forsitan in For- mosa»! Expurgatio sit tibi grata, lectori amabile.

Heec species cum Z. robusta ( HERBERT) BAKER aliquantulum con- venit: differt autem perianthio diluté roseo tertio basali purpureo (omnino «rose-red» in robusta), pedunculo sat crasso, spatha di- midio tubuloso, pedicello spatha breviore, staminibus limbum di- midium haud attingentibus....

Bonis Auris, Januarii 20, 1905.

Epuarpo LADIsLao HoLMBERG.

3

BIOLOGÍA

DASYSGELUS NORMALIS srosx.

Dasyscelus normalis Brunner von Wattenwy]l, in: Monographie der Pseudophylliden (1895), p. 119, n" 27 Q.

Syn.*! Pleminia argentina Berg, in: Com. Mus, Nac. Buenos Aires, 1, no 7 (1900), p. 264, Y Q.

Tocante á la sinonimia que establezco, no me cabe duda alguna que la Pleminia argentina de Berg sea el mismo Dasyscelus nor- malis de Brunner von Wattenwyl, debiendo por lo tanto esta lan- gosta quedar con el nombre impuesto por este último autor. En efecto, los élitros apenas más largos que el pronoto hacen bien de este insecto un Dasyscelus, mientras que en Pleminia los élitros son tres ó cuatro veces más largos que el pronoto,

No deja de llamar sumamente mi atención el hecho que Berg no haya dado con el verdadero lugar sistemático de este seudofilido, pues ese naturalista me honró con su amistad y tuve ocasión de notar la minuciosidad con que trabajaba y la medida que presidía á todos sus estudios hasta el punto que su prolijidad ha quedado proverbial entre los que lo conocieron. Sólo me explico el hecho porque Berg estaba acosado de trabajo y que en sus últimos años sus tareas múltiples no le permitían trabajar con el reposo que hu- biera sido deseable en cada caso.

El género Dasyscelus siendo casi exclusivamente sudamericano, las costumbres de esos insectos no habían sido estudiadas todavía y sin embargo ofrecen particularidades muy interesantes.

De día estos animales descansan ordinariamente sobre el tronco de cualquier árbol, sea que la corteza esté lisa ó que tenga grietas.

68 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Muy raras veces están del lado iluminado por los rayos solares, pero al contrario del lado que mira al sur: están ordinariamente la cabeza abajo con las antenas y patas anteriores dirigidas hacia adelaute y juntas, mientras que las patas posteriores van hacia atrás, de modo que se mide fácilmente 13 cm. desde la punta de las antenas hasta la extremidad de las patas posteriores; su posición despierta la idea de animales que tienen miedo. Si en este estado se toca á un Dasyscelus, con gran calma éste camina de través, como un cangrejo, hacia otro punto, ó á veces, pero muy raras, da un salto al suelo ó en medio de las malezas sin procurar ocultarse por ello.

La vidareposada y de descanso que lleva esta langosta durante el día indica naturalmente en ella un animal de hábitos nocturnos. En el verano próximo pasado de 1903-1904, me proporcioné una buena cantidad de Dasyscelus é hice su educación doméstica. Una pequeña fiambrera ad hoc los alojaba y en ella dispuse varias ramitas para los ejercicios acrobáticos de mis pensionistas. Estas ramitas me sir- vieron á las mil maravillas y pronto se verá cómo,

Desde la primera noche, mis langostas se habían acostumbrado á su nueva habitación y andaban de un lado para otro, á veces con una celeridad que no hacía suponer la calma diurna. Natural- mente, no había que pensar en verlas volar, pues sus élitros no sirven para tal objeto, y las alas son tan reducidas que Brunner y. Wattenwyl no las ha notado: sólo miden unos 3 mm. de largo, En el suelo había echado algunas hojas de verdura, repollo, lechu- ga, etc. Por cierto que en libertad no era éste su alimento, pero no quisieron hacerme comprender con un ayuno obstinado que no había dado con su sustento acostumbrado. Quizás les había servido todavía mejor de lo que comían en libertad. Cada noche renovaba su provisión.

Si la vida del Dasyscelus normalis corre prosaicamente entre comer y dormir, pasa á veces á lo dramático: entre ellos también he observado el canibalismo. Con alimento abundante y que so- braba todavía por la mañana, he encontrado restos de algunos de ellos que habían perecido devorados por los otros. En una ocasión saqué á un Dasyscelus todavía en estado de larva de entre las ga- rras de un insecto perfecto: pero una pata posterior estaba ya am- putada.

De vez en cuando, el macho hace oir un timido crrri y pocas veces lo duplica. En la época de los celos, los crrrino se hacen esperar tanto, aunque tampoco se pueda decir que son repetidos.

. ;

E BRETHES: BIOLOGÍA DEL DASYSCELUS NORMALIS. 69

Hay veces también en esa época que tanto el macho como la hem- bra experimentan un estremecimiento extraño en todo el cuerpo y en particular en el momento que sigue á los crrri, crrri. Las obser- vaciones que ya se tienen hechas sobre la copulación de los insec- tos, especialmente por Gadeau de Kerville, son numerosas. Este autor distingue la copulación por superposición, la copulación en ángulo agudo y la copulación en línea más ó menos recta, según las posiciones que toman los insectos durante ese acto. La copulación del Dasyscelus normalis podría clasificarse de superposición anor- mal: en efecto, en vez de llevar al macho, la hembra queda colgada de una rama por las patas posteriores y aquél tiene una posición vertical, de modo que si la hembra tomara también la posición ver- tical con la cabeza hacia arriba, habría una verdadera superposi- ción. Pero esa posición es imposible, porque las pinzas masculinas se encuentran encima de las demás piezas genitales siendo necesa- rio que, estando la hembra hacia abajo y el macho hacia arriba, éste encorve el abdomen para agarrar sólidamente con sus pinzas la base de la placa subgenital de aquélla. En tal situación ambos animales diseñan una figura que algo recuerda una S CE

Al cabo de un tiempo que varía entre dos y seis minutos, los dos animales se separan. Kn la base del oviscapto de la hembra cuelga el espermatóforo que le abando- nara el macho. Ese espermatóforo consiste en dos glándulas latera- les, perfectamente esféricas, de un blanco puro y del tamaño de un grano de pimienta; entre esas dos esferas cuelga un tercer cuer- Fig. 1. Espermatóforo visto de lado po fusiforme perfectamente hiali- colgado debajo del oviscapto de la mo como una jalea. Concluida su hembra. Tamaño natural. misión, el macho se retira sufrien- do frecuentes espasmos ó movimientos epilépticos durante algunos minutos. Se parece que después de la ablación de su espermató- foro, pronto debe dejar de existir el macho del Dasyscelus; sin embargo, habiendo separado de sus compañeras un par de langos- tas en seguida después de la cópula que sucedió el 5 de Marzo, estas mismas langostas volvieron á unirse tres días después con nueva ablación del espermatóforo masculino. Y tengo alguna sos- pecha que el hecho puede repetirse más veces. Por fin, después de un tiempo más á menos largo, viene la muerte: en mi fiambrera he observado á varios Dasyscelus que, colgados de alguna ramita

70 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

por una pata delantera y todo el cuerpo al aire, esperaban su últi- mo momento.

La hembra se lleva el paquete espermatofórico cuyo contenido va á fecundar los ovarios. Al cabo de unos diez minutos de cargar su fardo, se la ve doblar el cuerpo como un anillo y machucar re- posada y suavemente el esperma- tóforo para que el contenido se extravase hasta los ovarios. Por fin, cuando sin duda todos laos es- permatozoides han salido, la hem- bra concluye con comer el pelle- jo restante. Pero aun no es tiem- po de desovar. Eso sucede al otro día, ó mejor á la noche siguien- te. Es cosa sabida, y desgracia- damente de sobra por los daños que causan á la agricultura, que la mayoría de las langostas de- sovan en la tierra. Se conocen también langostas que desovan en el borde de las hojas de las plantas. Pero lo que creo sea nue- vo es el que haya langostas que desovan dentro de las ramas de los arbustos. Este es el caso del Dasyscelus normalis. Lo observé cuantas veces quise. La hembra está armada de una lanceta afila-

da y un tanto encorvada hacia arriba. Para desovar encorva el

abdomen de modo que su extre- midad forme un ángulo recto con

Fig. 2. Dasyscelus normalis abrien- , do la madera para desovar. De ta- la rama que ha elegido. Luego

maño natural. con movimientos lentos procura

que la lanceta se interne en la madera. En esta posición efectúa un valvén de izquierda á derecha con lo que obtiene que la madera se abra lo necesario. Cuando es- ta primera incisión está dada, la lanceta sale casi por completo y sigue cortando hacia atrás hasta alcanzar á veces una grieta de un par de centímetros de largo y algunas otras todavía mayor. En seguida la lanceta vuelve al principio de la incisión y uno

BRETHES: BIOLOGÍA DEL DASYSCELUS NORMALIS. Ti

trás otro va depositando los huevos, para cuyo acto el oviscapto debe entrar nuevamente en la madera para cada huevo.

Además de lo nuevo que era para esa manera de desovar, la lentitud y seriedad, si puedo emplear esta palabra, como operaban mis langostas era muy atrayente, tanto que pocas noches pasaba sin presenciar algunos desoves.

Sin embargo, me surgió una idea que derribaba todas mis obser- vaciones.

Los experimentos de gabinete deben tener su comprobación en el campo de la naturaleza, so peligro de quedar erróneos. En cau- tividad y con un suelo de madera, la natural é imperiosa necesidad de desovar imponía quizás á mis langostas que se determinaran de cualquier modo. La cuestión era grave y crei necesario que una observación directa dilucidara el punto. Varias veces fui á Paler- mo, y ¡Dios sabe cuántos arbustos y yerbas escudriñé que creia pudieran ocultar algún desove! ¡Y nunca nada! Me dió euton- ces por escarbar la tierra en los alrededores de los árboles en que varios Dasyscelus dormian de día. Y escarbaba en vano. De modo que mi perplejidad se aguzaba cada vez más. Al fin, y des- pués de mucho tiempo de trabajo incesante entre escarbar la tierra y escudriñar las plantas, mi cansancio me llevó á olvidar el objeto principal de mis paseos que me resultaban pesados y me distraía en otras observaciones. ¡Cuántas veces maldije esa sed que atormenta al hombre de buscar loincógnito! ¿Qué importa al mundo que una langosta desove en el suelo ó en un arbusto? No dejará el sol de aparecer cada mañana ó las estrellas de centellear con una no- che húmeda. Después que ha comido ¿por qué el bruto se duerme apaciblemente sin preocuparse de alguna cuestión matemática Ó de historia natural? En esto se distingue el hombre del bruto y está satisfecho si sólo un grano de arena aporta al edificio de los conocimientos humanos. Este grano cuesta por momentos y bas- tantes veces se pierde por falta de constancia. En este momento estaba yo con mis langostas, y sólo por casualidad pude decir: eu- reka. Estaba, digo, olvidando el objeto principal de mis paseos y dejaba que cualquier cosa llamara mi atención. Cayó á mi vista una Sida rhombifolia cuyas ramas ofrecian el fenómeno terato- lógico que han llamado fasciación. Admiraba una tras otra esas fasciaciones cuando descubro en una de ellas un desove de mi Dasyscelus! En un santiamén vuelve todo mi ardor primitivo con la satisfacción consecuente. Héme buscando ahora sólo en las ra- mas, y no pasa media hora que tengo en mi poder varios trozos de

12 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

ramas con sus respectivos desoves. Pero la rama fasciada merecia una atención, iba á decir un agradecimiento particular: la llevé á mi casa donde todavía la conservo.

Lo que aparece exteriormente de los huevos del Dasyscelus es una especie de formación criptogámica que está dispuesta longitu- dinalmente sobre las ramas y en línea recta: es el único carácter exterior en que se pueden distinguir estos desoves.

Pero lo que se ve asi al exterior no es más que una porción de la capa protectora del huevo con el cual está intimamente pegada y al que envuelve por completo. Al nivel de la corteza de la rama esta envoltura se angosta como una bolsa comprimida y está mar- cada de una gran cantidad de puntitos hundidos y dispuestos en hileras regulares. La parte de la envoltura que sale fuera de la madera está también marcada con puntitos, pero no están tan hun- didos ni tan bien regularmente

alineados; en cambio son un poco

Fig. 3. Pedazo de tallo de cicuta en parte abierto: se ven los huevos mayones: de Dasyscelus implantados oblicua- La envoltura del huevo tiene mente y también de algunos sólo la un colcr testáceo, volviéndose extremidad externa de su envoltura. , : : Debajo, un huevo aumentado de O NU ai hacia la ano natural extremidad. Haciendo calentar

en agua los huevos del Dasysce- lus, la envoltura se despega con bastante facilidad y se ve que tienen una cáscara quitinosa propia. Miden unos 6 mm. de largo (7 con la envoltura) sobre un ancho de un poco más de un milí- metro. Un corte transversal no es circular sino en forma de elip- soide. La extremidad del huevo que va hacia afuera de la madera se ennegrece y termina en una pequeña espina.

Los huevos quedan hasta los meses de Diciembre ó Enero, época en que nacen las larvas que, después de varias mudas, llegan á ser los insectos perfectos con sus alas completamente desarrolladas.

Daré punto final á esta nota con la descripción del aparato mu- sical del macho del Dasyscelus normalis. Es zurdo, es decir, que el élitro izquierdo está sobrepuesto al derecho: es regla general en los Locústidos, mientras que los Grillos son derechos.

Los élitros son anchos en la base y terminan en punta suave y

polo

BRETHEs: BIOLOGÍA DEL DASYSCELUS NORMALIS. 13

redondeada. Varias nervaduras los cruzan en todos sentidos. Ha- cia la base se nota un espacio claro, el espejo, que en el élitro de- recho es fino y vítreo como una laminita de mica. Entre las ner- vaduras del élitro izquierdo, la hay una especial y que hay que mirar del lado inferior: es la

nervadura transversal situada 1 - inmediatamente delante del es- pejo. Si se observa esa nerva- dura con el microscopio (no es necesario un aumento muy grande), se ve que tiene su su- perficie marcada de un gran número de lineas transversa- a

les, á la manera de una lima 3

microscópica. Sobre un largo pig 4 1. El élitro izquierdo (3) de de 2 mm. y un ancho de 1 de Dasyscelus normalis visto por Aja: r mm. que son las dimensiones £€sla nervadura dentellada que se ve muy

“q, , aumentada en 3. —2, Elitro derecho (4) de ese arco de violin, esas li- LEN 1 visto por arriba; a es la nervadura de

neas salientes no bajan de 140: fricción.

es decir que entre cada una de

ellas hay próximamente 15 milésimos de milímetro de distancia. Este es el aparato esencial de la música.

El élitro derecho tiene en su parte superior y delante del es- pejo una nervadura simple que es el complemento de la lima del élitro izquierdo: es la nervadura de fricción. Basta que el Dasyscelus abra las alas y la nervadura de fricción roza contra la lima ó nervadura dentellada, produciéndose el crrri, crrri que co- nocemos. La laminilla que forma el espejo vibra ¿un mismo tiempo y se percibe claramente el canto nupcial. Los Faraones tuvieron el sistro; el timpano alegra los oidos modernos, pero ¡qué diferen- cia con la miniatura que nos ofrece el Dasyscelus normalis!

AMARILIDACEAS ARGENTINAS

INDÍGENAS, Y EXÓTICAS CULTIVADAS. (Azucenas, Amancáes, Junquillos ó Narcisos, Pitas, Nardos, Peregrinas, «.)

POR

EDUARDO LADISLAO HOLMBERG.

Las Amarilidéceas constituyen una interesante familia de plan- tas monocotiledóneas con ovario infero, en la que figuran especies útiles en su más vulgar sentido, como las Pitas ó Agaves, que tambien lo son de adorno; ó simplemente ornamentales, como las Azucenas, Junquillos, €. Aleunas de ellas, como la Flor de Lis, la Brunswigia Josephince, la Vallota purpurea, algunos Hemanthus, la Amaryllis Belladona, y en particular las especies de Hippeastrum», nos brindan flores deliciosas por su forma, colores ó perfume, y aunque no pueden rivalizar con las Orquideas, en cuya confeccion parece haber manifestado la Naturaleza uno de los caprichos de su fantasia, tienen sobre éstas la ventaja de no haber recibido jamás el nombre de Flores del Diablo con que se las designó en los co- mienzos de su difícil cultivo, pues el de las plantas que nos ocupan es de los más simples y humildes.

Los nombres vulgares, consignados en el epígrafe, indican sufi- cientemente de qué plantas se hace mencion en este trabajo, de manera que, por el título, ya pueden presentir el contenido las personas que, sin conocer especialmente la Botánica, tengan aficion á tan hermosas flores.

Al dar comienzo ú la publicacion del Repertorio por las Metacla- mideas ó Monopétalas, el órden sistemático seguido me ha obliga- do á principiar con familias de escasa representacion en la Flora Argentina propiamente dicha, de modo que, al hacer conocer ahora las Amarilidáceas en los Anales del Museo Nacional de la Capital, que dirige misabio é ilustre amigo FLORENTINO ÁMEGHINO, procuro colocarme en condiciones de demostrar algunos hechos relaciona- dos con el conocimiento de nuestra Flora, como lo podrá ver el

4

76 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

lector, en el final de este trabajo, al examinar las explicaciones del mapa de la distribucion de las Amarilidáceas indigenas y el cuadro de ordenadas que lo precede, —como así mismo presentar una fa- milia que, por el número de especies con que figura en la Flora Argentina, por su riqueza en géneros (inclusive los exóticos ), por el mejor dominio (y aficion) que de ella tiene el autor, por la misma variedad de los orígenes de los nombres con que se designan los géneros y especies, y por la mayor difusion del conocimiento popu- lar de sus miembros, parece la más apropiada para dar á conocer el conjunto de que forma parte.

He procurado que aquí no aparezcan especies nuevas, porque es mejor que éstas se presenten al público científico en latin, de ma- nera que, en el actual trabajo, ya he podido consignar en castellano, y como conocidas, las novedades que esta familia me ofreció al estudiarla. Debo advertir, sin embargo, que, en mis últimos viajes por el pais, he adquirido nuevos ejemplares vivos, mas no puedo decir, en presencia de los bulbos y áun hojas —como que he viajado en Invierno si se trata de especies ya publicadas ó no.

Algunas especies indígenas, señaladas aquí, no figuran sino en los herbarios ó en los libros; otras, lo mismo que las exóticas cul- tivadas, llevan iniciales á la derecha del nombre y en la márgen, y significan: (*)

JB. Jardin Botánico Municipal de Buenos Aires. JZ. Jardin Zoológico > > >

Bt. Basser.

Di. DorDoNt.

G. ANDO.

H. HoLmBERG.

Ht. HAMoNET.

My. Meyer.

Pf. PeLurroO (A. y V.).

Rs. RissorTO.

(+) La redaccion casi definitiva de esta obra cuenta ya más de dos años, y hace uno que fué entregada al Museo Nacional para su publicacion, la que no se llevó ántes á cabo porque pedí al Director la pospusiera á otras obras de más novedad científica lo cual me ha permitido dar á conocer, durante el retardo, algunas especies nuevas. Por lo tanto, las afirmaciones consignadas respecto del Jardin Zoológico eran verdad cuando las redacté; hoy.... pueden ser una posibi- lidad.

ke:

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS

Cuando la especie se encuentra en el Jardin Botánico ó en el Zoológico, rara vez consigno las otras iniciales que, como puede verse, recuerdan los nombres de cultivadores bien conocidos en la

Capital de la República y áun en el resto del país (con excepcion de la inicial del autor). Otros signos son:

* Junto al número de la especie, significa naturalizada.

* Junto al nombre de un autor, ó de su obra, representa la fuente original latina, inglesa, francesa, alemana, «, de la descripcion (y que puede repetirse en una misma bibliografía).

** Exótica cultivada (generalmente en el JB).

(*) Exótica ó indigena cultivada en nuestro país y áun en otros.

Debo advertir á las personas que han tenido la amabilidad de enviarme ejemplares de esta familia, que ellos figuran bajo las 1n1- ciales JZ, es decir, que se encuentran en el Jardin Zoológico, donde tambien existen las reunidas por en el Tandil en Mayo de 1902, y una preciosa coleccion que, para mi uso, compré en Holanda hace más de dos años, en la acreditada casa de E. KrELAGE ZL0ON de Harlem. De éstas, he regalado algunos bulbos para que las es- pecies se difundan, y en su casi totalidad al Jardin Zoológico, y, de todas, siempre que he tenido ejemplares floridos y disponibles, y que me atrevía á considerar bien determinados, remitía á lo menos uno al Jardin Botánico cuando la especie le faltaba. Así, los que por motivos de Ciencia, de Arte, de Industria ó de Comercio, ne- cesiten una especie (y en todo el Repertorio se consigna lo mismo), ya saben dónde pueden obtener datos precisos. Las especies que llevan solamente JB son exclusivas del Jardin Botánico, aunque su Director CárLOs THays haya remitido ejemplares al Jardin Zooló- gico; cuando en este caso agrego JZ significa que he visto las flores y confirmo la denominacion de las plantas enviadas. «JB y JZ», por otra parte, significa, como puede verse en Amaryllis Bellado- na, Zephyranthes candida, Hippeastrum ambiguum, Polyanthes tu- berosa, Agave Americana, Agave atrovirens, que ambos Jardines han obtenido sus ejemplares por cuerda separada. JZ, JB indica que el J, Zoológico ha remitido la especie al Botánico, sin señalar empero aquellos bulbos recien llegados de los cuales no he visto las flores.

Sea como fuere, mi responsabilidad como autor no alcanza hasta garantir la identidad específica de un ejemplar vendido por una casa de comercio; —siá un vendedor se le ocurre dar una cosa por otra, el lector ya sabe que, en este trabajo, no puede encontrar más que la descripcion de la verdadera.

18 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Hay tantos aficionados á las Orquideas que, por reclamarles cui- dados tan especiales, renuncian á ellas ¿por qué no cultivan Azu- cenas?

Ahora, dos palabras respecto de las fuentes. He seguido el tra- bajo de Pax, Amaryllidacece, en Die natúrlichen Pfllanzenfamilien, 1, 5, de ENGLER y PRANTL, para los caracteres de la Familia y su division metódica. Como él no señala en cada género ó subgénero todas las especies, he adoptado, para tal division de los géneros, la de Baker en su Handbook of the Amaryllidec.

Para las especies me he guiado ante todo por las obras que se relacionan de un modo particular con nuestro pais, observando las modificaciones que han sufrido. La Bibliografía, reservada para el final de la obra, dará al lector los datos oportunos.

En la anotacion he seguido el procedimiento, bastante generali- zado ya, de consignar entre paréntesis el nombre del autor de la especie cuando más tarde se ha referido á otro género, p. ej.:

Zephvranthes gracilifolia (HuerBerT) BAKER.

Esta especie fué descrita la vez primera por HERBERT con el nombre de Habranthus gracilifolius, y BAKER la ha referido á Ze- phyranthes. Llamarla Zephyranthes gracilifolia Baker, es arrebatar á HERBERT lo que es de su propiedad, puesto que la especie le per- tenece, y designarla Zephyranthes gracilifolia HerBERT, es igual- mente falso, porque él la describió como Habranthus. Aquella ma- nera de anotar es, pues, justa, exacta y explicativa. Cualquiera sabe hoy que (HerBERT) está asi porque no la adscribió al género en que la planta figura ahora. En todos los casos análogos, puede verse en la bibliografía ó sinonimia á qué género refirió la especie el autor cuyo nombre figura entre paréntesis.

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Familia AMARILIDÁCEAS.

AMARYLLIDACEA.

Caracteres. —Perianto ó perigonio regular ó zigomorfo, con sus piezas libres ó soldadas, y que constituyen ciclos 2-3-meros. Estam- bres 6, con excepcion de pocas especies que, en parte, los tienen estaminodiales, solamente en un género con más; las anteras introrsas, sólo en las Campynematoidee extrorsas. Ovario infero, solamente en un grupo rara vez semisúpero, ó en ciertos estadios, completamente trilocular, con placentas situa- das en los ángulos centrales (parietales sólo en Leontochir), no salientes, ó sólo un poco. Ovulos anátropos, por lo comun regularmente 2-seriados. Embrion pequeño, recto, excéntrico, encerrado por el endosperma. Fruto una cápsula locu- licida, ó más rara vez una baya; frecuentemente sólo algunos óvu- los alcanzan á desarrollarse. —*PaAx, Amaryll.,en ExcL. PRANTL, Die natúrl., 11, 5.

Hábito. —No muy variado. En general la planta está constitul- da por un manojo ó roseta de hojas radicales, filiformes, laciniadas ó lineares, alonjadas, oblongas, elípticas, lanceoladas, con ó sin peciolo, pequeñas ó muy grandes, y el escapo es ó hojoso. La inflorescencia por lo comun umbelada (falsa umbela), solitaria, racemosa ÚÓ paniculada. Las flores son pequeñas (Haylockia) ó grandes (Hippeastrum ambiguum), con los tamaños intermedios.

Distribucion geográfica. Regiones tropicales y subtropica- les de ambos hemisferios. Solamente algunos géneros de las Galan- thince, Narcissine (sin representacion indigena en Sud América) y Pancratiince, llegan á la porcion más fria de la Zona Templada, asi como una Alstremeria hasta la Tierra del Fuego. Las Amary- llidoidee y Agavoidee habitan los Hemisferios Norte y Sur, pero éste domina numéricamente por el rico endemismo de la Flora del Cabo en Amaryllidoidee. Las Hypoxidoidew predominan en el He- misferio Sur, en América las Alstremerier y Conantherec, y en Australia las Conostylidecw. Las Hypoxideo se encuentran en el Vie- jo y en el Nuevo Mundo. Las Amarilidáceas indigenas no son muy conocidas hasta ahora por una representacion numerosa, lo que debiera ser, particularmente en las regiones Andinas (las que, por otra parte, constituyen uno de los focos de dispersion de los miem-

SO MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

bros de la familia); pero lo son, ateniéndonos á lo que afirman muchos viajeros que han recorrido dichas comarcas en épocas pro- picias hasta más al Sur del Rio Limay mas el número de espe- cies publicadas es relativamente limitado, encontrándose por lo tanto el autor en condiciones de manifestar su deseo de que este trabajo facilite en el terreno la tarea ulterior de los coleccionistas entendidos. Es probable tambien que, entre algunas especies cita- das por los autores como de Buenos Ayres, haya cierto número que no le pertenece, pues, enviados los bulbos ó semillas desde aquí, aunque procedieran de Tucuman, por ejemplo, HERBERT y otros no se fijaran en el punto real de orígen. De todos modos, de las 122 especies citadas en esta obra, sólo 72 son genuinamente Ar- gentinas, y el cuadro que sigue á la parte sistemática representa, de un modo bastante claro, y quizá completo tomando por abci- sas los nombres específicos, y ordenadas los de las Provincias ó Territorios el estado actual de nuestros conocimientos respecto de las Amarilidáceas Argentinas, en cuanto se refiere á su distri- bucion geográfica en el país. No hay la menor duda de que un es- tudio mas ámplio de nuestra Flora permitirá llenar los grandes claros que pueden observarse en el pequeño mapa adjunto al cua- dro de coordenadas, y enriquecer la representacion especifica qui- con elementos nuevos, 0 sólo señalados de paises vecinos.

Productos, aplicaciones, 6. En general, puede decirse que las especies de esta Familia son plantas de adorno, particularmente por sus flores; pero algunas, como las Pitas (Agave), Beschorneria, Fourcroya y otras, lo son tambien por sus hojas. Muchas de ellas se cultivan por su perfume, como el Nardo (Polyanthes), los Narci- sos Y Junquillos, ó por el esplendor de sus flores, como la mayor parte de los Hippeastrum, las Griffinia, las Clivia, los Crinum, la Sprekelia formosissima (Flor de Lis), la Vallota purpurea, de, ó am- bas cosas á la vez, como la Amaryllis Belladona y otras. Pocas, empero, pueden igualar en magnificencia á la Brunswigia Josephi- ne (= Amaryllis Josephine, Rxb., de los floricultores ), con su grueso escapo á veces de 1 metro de alto, y la umbela esférica de 50 á 60 flores de color rojo escarlata, que irradian de un centro, sostenidas por pedícelos de unos 30 centímetros, lo que unos 60 ctm. al diámetro de la esfera. Los bulbos de algunas especies se comen, ó se aplican en la Medicina Doméstica como la /Hyline Gardneriana del Brasil cuyo bulbo es un emeto-catártico usado en las enfermedades del pecho; varias Pitas permiten extraer su jugo

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E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. Sl

que, fermentado, produce la bebida mejicana llamada pulque; sus fibras resistentes son de primera calidad para la fabricacion de cuerdas y sogas, y el tejido ricamente celular que llena su escapo de 5 48 metros de alto y más, se utiliza con grande éxito (una vez seco) entre los entomólogos para fondo de cajas de insectos, y, entre otros, en forma de planchas, para asentar navajas de afeitar; últimamente se ha aplicado para pulir casi bruñir metales; por los agudos aguijones de los bordes de sus grandes y fuertes hojas, y la espina apical que las remata, las Pitas han constituido, y aún constituyen, en muchos puntos de la República Argentina, los cercos de quintas y chacras. La Fourcroya gigantea proporcio- na tambien excelentes fibras.

Cultivo. Las Amarilidáceas necesitan en general (y en parti- cular las bulbosas) un suelo flojo, sustancioso y bien drenado; pero su resistencia y vitalidad son en extremo variadas. En terrenos pi- soteados y endurecidos por millares de animales corpulentos, como el buey y el caballo, bastan las primeras lluvias de Marzo para que una alfombra multicolor vista los campos de flores de esta familia particularmente en el Tandil (y otros puntos). En el suelo rojo, arcilloso, duro, de Misiones, asoman, despues de las llu- vias, millares de Hipeastros. En Tucuman, en terrenos bajos, du- ros, con apariencias de esterilidad en el rigor del Verano por lo pelados, se ven por todas partes los grandes manojos de hojas de un Hipeastro; la resistencia de muchas Zephyranthes es increible, mientras que en los bosques subtropicales (y una especie hasta en la Tierra del Fuego) se apoyan en los arbustos ó arbolillos las guirnaldas tiernas, multifloras, de las Bomarea, ó asoman las Als- troemeria (Peregrinas ), que reclaman el terreno rico, suelto y hú- medo.

Debe tomarse en cuenta, en lo que se relaciona con el cultivo que, para conseguir los ejemplares tan parecidos como sea posible á su aspecto natural, deben ser colocados en condiciones iguales á aquellas en que viven. No basta recordar que una planta habita en un terreno arenoso; es necesario saber si es arenoso seco ó humedo, y otras circunstancias. En la costa de nuestro gran Río abunda, en la parte herbosa de la playa y áun entre las mismas toscas ba- ñadas frecuentemente por el agua, la Zephyranthes candida. Jamás, bajo cultivo, he podido conseguir flores suyas tan hermosas como las naturales, es decir, las silvestres. En cambio, otras especies, por los artificios de los floricultores, adquieren mayor tamaño, quizá

Axa. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3”, T. v. Marzo 29, 1905. 6

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más hermosura; pero no hay jardin en que más luzcan como el de la Naturaleza libre y si el lector desea cultivar, guiese por las obras reputadas como Le Bon Jardinier y otras, y no tanto por ésta, porque confieso que no sentir la belleza de una planta en maceta —en tales condiciones me parecen Anfitrites en automóvil, ó Neptunos en tramway. ¡Qué emocion para el botánico, cuando, al penetrar en un bosque, encuentra de pronto un arbolillo espi- noso recorrido por los vástagos serpentinos de una Bomarea flori- da, ó solitaria, entre altas gramineas del prado, la umbela poderosa de un Hipeastro encendido, ó brillando al sol del Verano las Zephy- ranthes rosadas, blancas ó de color de oro! Conozco solamente mi tierra; pero me transporto por la mente al Sur de Africa y á la época en que esta parte del Mundo fué recorrida por los primeros botánicos: qué alegría incomparable al contemplar esa Flora estu- penda en la que las Amarilidáceas representan un papel tan distin- guido! Los Hemanthus, las Brunswigia, la Vallota, las Nerine y tantas Otras!

Se comprende entónces la locura del primer naturalista que vió en los rios de las Guayanas la Victoria regia en flor al pretender saltar de la embarcacion sin fijarse en un escuadron de Yacarés custodios, y el entusiasmo de EscHoLTz para olvidar en California que la planta que hoy lleva su nombre se encontraba en la pared abrupta de un abismo vertiginoso; y sinembargo, nadie se extasía hoy en presencia del Tulipan coqueto, desterrada del abismo para abrir sus grandes flores de seda dorada en las canastillas de nues- tros jardines.

Grande es el amor que en este pais se profesa á las flores, y bien se manifiesta en los parques y jardines de algunos potentados y en las humildes agrupaciones de puerta ó de ventana de los pobres; pero siempre será una triste verdad aquello de que

Viajando el desde el Imperio Chino se encontró con la salvia en el camino...

se menosprecian las plantas indigenas y se prefieren las exóticas

porque Nadie es profeta en su tierra,

y el comercio, con ojo alerta, saca su bocado.

Sea lo que fuere, y no siendo un cultivador de profesion, con- signaré en cada caso cómo se cultivan las Amarilidáceas exóticas, segun las obras que de ello tratan; pero advertiré que las más co- nocidas entre nosotros señalan el cultivo en paises de temperatura más fría que la reinante desde Buenos Ayres hácia el Norte. En cuanto á las indígenas, y siempre que se trate de especies coleccio-

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nadas por mi, señalaré lo que sepa del terreno y áun advertiré lo que haya observado bajo cultivo.

Desde ahora debo advertir que en estas plantas (por no decirlo de otras) el tamaño de las hojas no tiene un valor positivo como carác- ter específico. Los ejemplares de Hippeastrum ambiguum cultivados al aire libre y en tierra plena en el Jardin Zoológico jamás han te- nido hojas que alcanzaran á 30 centímetros de longitud; en Jos del Jardin Botánico, en invernáculo, en mejor tierra y en maceta, nun- ca han pasado de 40, y en los bosques de Misiones, donde los obtu- vo D. AwroNIo DE LLAmas, alcanzan «hasta 2 metros». En Zephy- ranthes gracilifolia, KuntH señala hojas de 45 ctm. long., Baker de 15 á 23 ctm. y esta última medida doble es la que corresponde á las de los numerosos ejemplares que coleccioné en los campos y montañas del Tandil en Mayo de 1902, y que ahora han vuelto á aparecer de igual modo despues que florecieron en el Jardin Zoo- lógico. Algunos, en maceta y en mi casa, han dado hojas de 50 ctm. En la Griffinia hyacinthina, segun un ejemplar que me regaló flo- rido en Abril de 1902 D. Domisco Gano, las dos hojas tenian poco más que las medidas señaladas por KuxtH: 23 */, long., por unos Y *a lat. Conservada en maceta y en invernáculo frio en el J. Z. las perdió durante el Invierno, y, cuando reaparecieron en la Pri- mavera, eran muy poco mayores que antes. Revisando en Noviem- bre la coleccion de GraNDO he visto un ejemplar (tenía varios) con hojas de 60 ctm., de los cuales 15 correspondian al peciolo y 5 á la lámina cuyo ancho era de 15 ctm. Es bueno decir estas cosas de una vez para que los lectores no crean que se pontifica al describir una especie. Una especie no es nada; no es más que la expresion de lo que uno ha visto "y que bona vel mala fide y con mas ó menos exactitud describe cada uno. Lo que llamamos especie no es más que una entidad, un grado, una forma transitoria y variable que comenzó en los orígenes de la vida por una gota de protoplasma y no sabemos á dónde llegará. Al describir entónces estas manifes- taciones protéicas de esa vida, lo único que podemos hacer es no encastillarnos demasiado en el concepto de los caracteres fijos, y ya que, como en el caso actual, separamos las entidades por sus mayores diferencias, no nos queda sino utilizar aquellos que son más fijos que los otros. En los casos que nos ocupan, los más fijos estan en las flores y los ménos fijos en las hojas, sobre todo en el tamaño.

Nombre de la Familia. Viene de Amaryllis, uno de sus gé- neros.

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Division de la familia en subfamilias. PAS PIAG: A. Anteras introrsas. a. Eje subterráneo una cebolla. Escapo afilo con inflorescencia umbelada, envuelta por brácteas involucrales, ó una sola flor (compare, sinembargo, lxiolirion)....o.oooooomo.. Subf. l. amaryllidoideae. b. Eje subterráneo un rizoma. Escapo hojoso. Las brácteas in- volucrales faltan generalmente. a. Plantas con hojas carnosas dispuestas en densas rosetas, generalmente de grandes dimensiones. Inflorescencia en racimo ó en panicula (Pitas, Nardos «)........ Subf. II. Agavoideae. ls Plantas con hojas comunes de pequeñas dimensiones. In- florescencia variada (Peregrinas «)........ Subf. III. mypoxidoideae. BACAnteras extrorsas ooo e de Subf. IV. Campynematoidez).

En estos cuadros no debe buscarse la totalidad de los grupos co- nocidos, cualquiera que sea su categoría dentro de la subordina- cion, sino aquello que es necesario para clasificar el material reco- nocido como existente en la República Argentina. Si, como en este caso, agrego entre paréntesis la segunda proposicion B, del dilema AB, que corresponde á Campynematoidee, es para que la proposi- cion A sea mejor comprendida por la oposicion B. Las tres subfami- lias I, II y III, con representacion en el país, se dividen en tribus y hasta en subtribus, como se verá luego, y siguiendo tales divisio- nes y subdivisiones llegaremos á nuestros géneros y especies. S1 la subfamilia 1V tuviera tambien esas divisiones y una persona pose- yese aquí un miembro de aquella subfamilia (lo que jamás ha lle- gado á mi conocimiento) reconocería, por el hecho de tratarse de una Amarilidácea con anteras extrorsas, que tal miembro no figu- ra en este libro de Flora local, y tendría que acudir al original de Pax ó á cualquier otro: BeNTHAM HOOKER, BAKER, de.

Las Campynematoider tienen, sistemáticamente, igual gerarquía que las otras tres subfamilias, mas como no está representada en nuestra Flora, con otro tipo.

La subfamilia de las Amaryllidoider tiene dos tribus representa- das en el pais, Amaryllidea y Narcissee, y la tribu de las Amarylli- dec seis subtribus que tambien tienen esa representacion. De modo pues que el que posea aquí una Amaryllidoidee Amaryllidee de cualquier parte del mundo, podrá determinar de qué subtribu es. Si se trata de una Hemanthine, por ejemplo, podrá determinar cualquiera de sus 6 géneros conocidos, aunque sólo estan represen- tados 3 en nuestra Flora exótica cultivada, y los otros 3 estan seña- lados, porque al fin había que consignar las proposiciones que los

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contienen, En la subtribu 6, segun esto, debí señalar las proposi- ciones A y B solamente, porque Á contiene Galanthus, y B, subdi- vidido, 2 géneros que no tienen aspecto de representacion; pero es que casualmente lo he completado, porque tengo idea de que en Buenos Ayres se cultiva Leucojum. En cambio véase lo que sucede con la subtribu 3, Amaryllidine, en la proposicion final, despues de Vallota: la proposicion f tiene subdivision ulterior, pero se tra- ta de géneros no representados aquí. Entónces, pues, el que posea una Amarilidácea Amaryllidoidee Amaryllidee Amaryllidine que entre en B, en b, que no sea a, Vallota, sino f, deberá buscar el gé- nero en Pax y no aquí.

Subfamilia Il AMARYLLIDOIDE 4.

A AO TB a a IA Tribu 1. Amaryllideae.

f. Existe la corona reducida á veces á algunas escamas a aatlo: Atencion di dea cl as le Tr, 2, marcisseae.

Un conocimiento general de la familia que nos ocupa revelará al lector ciertas dificultades que origina la division precedente. Algunas Zephyranthes, por dentro, tienen escamas, y deberían atri- buirse á las Varcissee y álas Amaryllidee, á cuya tribu perte- necen, por lo cual la diágnosis de la subfamilia es falsa, ó bien ha- bría que referir dichas especies á Hippeastrum. Las Zephyranthes son 1-floras, muy rara vez 2-floras; pero tambien hay Hippeas- trum con 1 flor. En general puede decirse que los Hipeastros se distinguen de Zefirantes por la irregularidad é inclinacion habi- tual del perianto, la inclinacion oblicua hácia abajo (esto es, hácia el segmento externo del perigonio), de los estambres y pistilo, y la presencia de brácteas ó bracteolas dentro del espato, mientras que, en Zephyranthes, la corola es regular, los estambres cas1 siem- pre regularmente erguidos, como la flor que, en el máximo núme- ro de casos, es única, «,

Tribu I. Amarillideze. E PARE:

I. Escapo afilo. 1. Solamente pocos óvulos en cada cavidad del ovario. Semi- llas redondeadas, comprimidas.......... Subtribu 1. Haemanthinae. 2. Ovulos numerosos en cada cavidad del ovario. * El tubo del perianto falta ó es muy corto; por lo tanto los estambres son casi epiginos.

S6 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

y Flores regulares, solitarias, ó solamente unas pocas. Semmlastredondeadas iii Sbtr. 2. Galanthinae. +4 Flores generalmente zigomorfas en ricas umbelas. Sbtr.3. amaryllidinae.

son periginos. Semillas chatas comprimidas.

lor solita (Casi siempre Sbtr. 4. Zephyranthinae. Lores tienta cas di Sbtr. 5. Crininae. [MAA S Capo OOO a. Sbtr. 6. Hxiolirinae.

Subtribu 1. Hemanthine.

Flores regulares ó ligeramente zigomorfas, pequeñas Ó de me- diano tamaño, en umbelas multi-, más rara vez pauci-floras, con tubo del perianto corto ó deficiente, y 1 hasta 6 óvulos cuando más. Estambres alternativamente mas largos y mas cortos. Semillas re- dondeadas. Por seccion transversal se observa en el escapo un ani- llo cerrado esclerenquimatoso.

Géneros del Cabo de Buena Esperanza; algunos Hoemanthus llegan al Africa Tropical. Griffinia es del Brasil.

Division de la subtribu en géneros.

A. Anteras adherentes por la base. 3 estigmas aparentes.. Género Hessea, HerB.) B. Anteras adheridas por el medio. Estigma variado. a. Ovulos nunca más de 2 en cada cavidad.

2 MO ME Es ao ooo dan sd o ado nabos as becas g. Haemanthus. 3. Fruto una cápsula. I. Flores regulares. Hojas sentadas....... ..o.ooomoo.o.... Buphane, HerB.) II. Flores zigomorfas. Hojas pecioladas.......0.ooooo.oo... -..2. GriMinla. b. Oyulos más de 2, hasta 6, en cada cavidad. Broto Un aaa SPA SI: 2. Clivia. 3. Fruto una cápsula. Espato 2-bracteado............... Strumaria, JACcQ.)

Género H4£MANTHUS, L. (Di.xcles, Gyaxis, Melicho, Nerissa, SaispurRY; Polysteyia, Tristegia, ReEICHENBACH) 212/55 15 6 Jl U0ée Etimología: 'A'(ux, sangre; "2v90<, flor. Nombres vulgares: Aleman: die Blutblume, die Blutglitze. Español: Hemanto.

Francés: '"Hemanthe. Inglés: Blood-flower.

Flores pequeñas, de color blanco, rosado ó rojo, en muy ricas umbelas multifloras, en escapos gruesos bastante cortos, con brác-

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teas del espato grandes y frecuentemente abigarradas. Lacinias del perianto angostas, no enrolladas hácia afuera. Hojas coriáceas, cortas, obtusas, á veces peludas.

Unas 50-60 especies del Cabo y que se extienden hasta la por- cion ecuatorial de Africa (BAKER sólo describe 38). Muchas de ellas se cultivan.

Division del género en subgéneros. * BAKER, Amar., p. 62. Nerissa, SALISBURY (como género).—Hojas membranosas. Val-

vas del espato y segmentos del perianto extendidos. Escapo lateral. Hojas en un tallo especial avanzado;

Peciolo COTÉO.....ooooocoonoccoronoccrsanorenccncda ir o Especies 1-6. Escapo central. Hojas surgentes directamente del bulbo, conalaro o Npeciolos ay o a e > 7-9,

Gyaxis, Satisp. (c. g.).— Hojas membranosas. Valvas del es-

pato y segmentos del perianto permanentemente ascen-

SERTE O: dal Tata NOOO ee os EE A EEE: > 10-13. Melicho, SaLisB. (c. 9.). Bulbo con espesas túnicas bifarias.

Hojas espesas y carnosas. Valvas del espato y segmentos

delnerranto extendidos. ot aliarse jetelo estelar teleco oral, do > 14-17, Diacles, SaLIsB. (C. 9.). Bulbo con espesas túnicas bifarias.

Hojas espesas y carnosas. Valvas del espato y segmentos

del perianto permanentemente ascendentes.

Brácteas blancas venadas de verde. Flores blancas.

¡NSCAPONCIENAdO e iras tira dos eo te alo > 18-21. USCAPpO CasiNualo 2 ee o aaa ajo » 22-23. Brácteas rojizas, 1 3/1 -2 2 ctm. long., generalmente más cortas (quellastlores a o a poesia So > 24-31. Brácteas rojizas de 3 9-5 ctm. long., iguales Ó más lar- A A A OO 32-88.

(ma 10539):

Subgénero Nerissa, SALISB,. 1. ** mremanthus multiflorus, MArTYN. JE

MarrYx, Monogr. con ilustr. Bot. Mag., t. 961 y 1995. AnbrEws, Bot. Rep., t. 318. RebourÉ, Lal., t. 204. LopvicEs, Bot. Cab., t. 212 y 1948. Flore des serres, t. 52. Baker *4 Handbook of the Amaryllide, p. 63, n. 1.

Hem. abyssinicus, HERBERT.

H. arabicus, ROEMER.

BH. delagoénsis, HERBERT.

H. tenuiflorus, HERBERT.

H. Kalbreyeri, Baker en Gardn. Chron., 1878, 11, 202,—Flore des serres, t. 2377.— 111. hort., n. s., t. 354.

Bulbo globoso, de 3 3-7 12 ctm. de diámetro. Hojas 3-4, sostenidas por un vástago especial, corto, con lámina oblonga de 15-30 ctm. long., y peciolos cor- tos, envainadores; venas primarias 6-8 á cada lado del nervio medio distinto;

88 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

venillas transversales muy apretadas y muy oblicuas. Escapo separado del vás- tago hojoso, delgado ó robusto, simplemente verde ó teñido de rojo; umbela densa de 7 12-15 ctm. diám.; pedicelos de 2 1/2-3 3 ctm. long.; valvas del espato 6-8, reflejas, verdes, de 3 9-5 ctm. long.; perianto rojo de sangre; tubo cilindri- co, de 6-12 mm. long.; segmentos lineares, 3-nerviados, doble tan largos como el tubo; filamentos rojos brillantes, de 2 1/2-3 ctm. long. Baya escarlata brillan- te.—Muy variable.—Africa Tropical.

Sube. Gyaxis, SALISB. 2. ** Hemanthus punicens, L, El

LiwwNk, Spec., 413.—Lamarck, Encycel., 3, 102.—Bot. Mag., t. 1315. —Arron, Kew, 1, 104, ed. 2, 2, 207.—ThuunBerG, Prodr. 39; Cap, ed. ScuuLt. 299.-—WILLDENOW» Spec., 2, 25.—ReDouTE, Lal., t. 320.—GAERINER, PFruct., 1, t. 11, f. 3.—SCHULTES, ¡Syst., 7, 885.—HERBERT, Amar., 233.—Ramer, Amar., 39.—Kuntn, Enum. plant ., v, p. 588, n. 4 (et bibl. prec.) *Baxker, Amaryll., p. 65, n. 10.

Hem. Redouteanus, RaMER, Ama?r., 38.

Bulbo globoso, de 5-7 Y2 ctm. diám. Vástago de las hojas corto. Hojas 2-4, oblongas, membranosas, verdes brillantes, de 15-22 12 ctm. long., estrechadas en peciolo corto, completamente desarrolladas junto con las flores; venas principa- les unas 6 á cada lado de la nervadura media distinta; venillas transversas apre- tadas, distintas, muy oblicuas. Escapo lateral de 30 ctm. ó más de longitud; umbela densa, de 7 Y2 -10 ctm. diám.; pedicelos de 1 1-2 Y2 ctm. long.; valvas del espato aovadas ú oblongas, imbricadas, de 3 4 ctm. long. Perianto escarlata pálido, rara vez blanco, de 2 Yz ctm. long.; segmentos lineares, 3-nerviados, dos veces tan largos como el tubo; filamentos rojos brillantes, 2 2 ctm. long.; esti- lo más largo que las anteras. Baya rojo brillante, del tamaño de una cereza pe- queña.—Cabo de Buena Esperanza.

Subg. Diacles, SALISB. 3. ** Heemanthus coccineus, L. J8l.

Lixxvg, Spec. pl., 412,—HerBeErtT, Amaryll. 236. Kunru, Enumer. plant., v, p. 596, ) Pl Pl., , Y , 1 ) V, P n. 20 (con las variedades: 2, yrandivalvis; 3, coarctatus; y, carinatus).—BAKER, * Handb. Amoryll., p. 711, n. 33.

Bulbo comprimido de 7 2-10 ctm. diám.; túnicas espesas, bifarias (en dos sé- ries). Hojas 2, completamente desarrolladas en Invierno, linguladas, apenas er- guidas, de 45-60 ctm. long., 15-20 ctm. lat. arriba del medio, estrechadas hasta 7 12-10 ctm. en la base, verdes, inmaculadas, glabras. Escapo 15-22 2 ctm. long,, comprimido, moteado de manchitas diminutas pardirojas; umbela densa, globosa, de 5-7 Y2 ctm. diám.; pedicelos de 6 4-12 Y2 mm. long.; valvas del espato 6-8, oblongas, rojas brillantes, ascendentes, imbricadas, de 5-6 4 ctm. long.; perianto rojo brillante, como de 2 12 ctm. long.; tubo corto; segmentos lineares; estam- bres exertos. Colonia del Cabo.

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Gén. GRIFFINIA, Ker GAWLER. DAX: lic; p. 104,m. £, Género dedicado á GrirrIw, jardinero inglés.

Flores embudadas. Lacinias del perianto arqueadas hácia afuera; tubo del mismo, corto, doblado hácia abajo, así como los 5 es- tambres, el 6” erguido. Hojas oblongas ú ovóideas (lanceoladas, H.). 1-S especies del Brasil, en sitios sombreados.

4, **erifinia hyacinthina (GawL.) Herb. (Ele

HrrBERT, App., 21.—G4wLEr, Bot. Reg., f. 444.—Mixaw, Delect., fasc. 3.—LINDLEY en Hortic. Transact., 7, 73.—SCHuLTEs, Syst., 7, 8S410.—HerBerT, Amaryll., 228. —Ranmer, Amaryll., 31. —Kuwnra, *Enumer. plant., v, 543, n. 1.— BAKER, Ama- yl. p. 60, n. 3:

Amaryllis hyacinthina, Gawter, en Journ. of Science, 2, 369; Bot. Reg., t 163; Re- vis., 27.

Lycoris ? hyacinthina, HerBErT, Bot. Mag., fol 2113, p. 5.

Bulbo aovado, tunicado. Hojas 2-3, más tardías que la inflorescencia (en B. A. contemporáneas ó precursoras, H.), 4ambos lados, recumbentes, coriáceo - crasas, aovado-oblongas, repentinamente acuminadas, planas, estriadas de nervios, can- celadas con venas, verde-oscuras, carenadas por la costilla, de 20 Yz ctm. long., de unos 7 Y2 ctm. lat. (véase la nota final ), con peciolos gruesos, plano-convexos, 3 veces más cortos. Escapo más largo que las hojas, cilindráceo, estriado, rojizo hacia abajo; espato esfacelado, bivalvo, mucho más corto que las flores; umbela subcapitado-acortada, con 9-10 flores (hasta 13, H.) entremezcladas con brác- teas; flores erecto-cadentes, 6 e ctm. long., variadas de blanco y de violáceo, inodoras; perigonio casi abierto como embudo, desigual; tubo violáceo - blanque- cino, las más veces más corto que el limbo, encorvado hacia adelante, cilíndrico, deprimido y plano en el dorso, con nervio prominente; limbo semiradiado -diver- gente desde una garganta corta, desnuda, estaminiígera y gibosa por abajo; laci- nias lanceoladas, más ó menos onduladas, 3 exteriores, cualquiera de ellas más angosta que la extrema media de las interiores, casi iguales, de igual color, vio- láceo- blanquecinas; las tres del labio superior ó internas, pasablemente paradas, siendo las laterales de éstas más anchas, más firmes, más planas, intensamente hiacintinas (de color jacinto), pintadas en el dorso (en el medio) con una man- cha blanca, ámplia, oblonga, se tocan alternativamente en la márgen interna, de manera á excluir casi á la media; las 3 del lábio inferior dispuestas en estrella, las laterales de éstas revolutas en el ápize, la inferior encorvada ó algo torcida; estambres Ys ó más cortos que el limbo, inclinados y luego levantados, apenas más largos que los alternos, blanquecinos, uno de ellos distante y adosado al lábio superior; anteras cortas, oblongas, colgantes, blanquecinas; estilo por su forma, color y direccion, y casi por su espesor, como los filamentos; estigma un simple punto; ovario casi globoso, de igual color que el tubo, un tanto grueso, 3-locular; 2 óvulos en las cavidades, colaterales, erguidos, insertos en el fondo.— Brasil.

La descripcion precedente me ha parecido un poco confusa en lo que se refie- re á los segmentos del perigonio; mas no he querido alterarla, agregando sola- mente algo entre paréntesis.

90 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

He visto en Abril (1902) dos umbelas (por las cuales determiné género y es- pecie), una de ellas cortada y otra en la planta, todo lo cual me regaló el Señor Gaxpo, que había importado algunos ejemplares del Brasil.

Ahora bien: una umbela tenía 12, la otra 13 flores y en todas ellas las 3 pie- zas internas ó lábio superior eran divergentes en ángulo más agudo que el de las otras, las cuales respondian mejor á los ángulos normales (ménos agudos) de una estrella de 6 rayos. Las tres superiores tenian un color liláceo-azulado, con una mancha ó banda triangular blanca en el medio de cada una y que no llegaba al ápice; las dos lacinias superiores del Jábio inferior, con la mitad su- perior ó interna, á lo largo, de un color jacinto más claro, y la otra mitad blan- ca; la lacinia inferior blanca, apénas hiacintina en el ápice.—Es una de las flo- res más delicadas que he visto.

Examinando más tarde las colecciones de Gawpo, he tenido oportunidad de re- conocer que, ó esta Griffinia varía por sus hojas de un modo extraordinario, ó encierran aquellas otras especies, cuyas flores espero ver. Uno de los ejempla- res tenía (XI, 1902) hojas de 60 ctm. long., de los cuales correspondían 15 al pe- ciolo y 45 á la lámina, cuyo ancho era de 15 cti.

Gén. CLIVIA, LiwDuEY. ARCA UNOS

Del latin Clivia, Piinio. Así llamaban los agoreros al ave que, segun sus obser- vaciones, prohibía hacer alguna cosa. VALBUENA ref. :

Lacinias del perianto no arqueadas hácia afuera, rojas Ó anaran- jadas. Estigma 3-partido. Cebollas incompletas. Hojas lineares, 3 especies del Cabo, que se cultivan.

Subg. I. Euclivia, Pax. Lacinias del perianto y estambres erectos. Flores estrechas, dobladas hácia abajo, cam- panuladas, zigomorfas. a. Flores 40-60 en la umbela. .......... Clivia nobilis, LiNDLEY. b. Flores 12-20 en la umobela............ Clivia Gardeni, Hooker. Subg. ll. Imatophyllum, Hooker (Himanthophyllum, SPRENGEL). -—Flores embudadas, regulares... Clivia miniata (Hooker), ReGEL.

Subg. Euclivia, Pax. 5, ** Clivia nobilis, LinDLEY. (+) JB.

LiwnLeY, Bot. Reg., t. 1182 (x, 1828). —ScHuLres, Syst., 7, 892.—HERBERT, Amaryll., 230, t. 36, f. 6; t. 44,f. 29.—-Remer, Amar., 244.—*KunrH, Enumeratio plant., v, p. 585, n. 1.—Baxer, Amaryll., p. 61, n. 1.

Imatophyllum Aíitoni, Hooker, Bot. Mag., t. 2856 (x, 1828).

Raices carnosas, fasciculadas. Hojas dísticas, liguladas, truncadas en el ápice, oblícuas, coriáceas, verde-oscuras, escabrosas en el borde, envainadoras en la base. Escapo erguido, plano-convexo, marginado; flores 48-50 (40-60, Bkr.), lar- gamente pediceladas, umbeladas, péndulas; perigonio tubuloso, claviforme, 6-par- tido, deciduo; lacinias amarillo -coccineas, verdosas en el ápice, obtusas, imbri- cadas en órden doble, soldadas hácia la base; las exteriores un poco mas Ccor- tas; estambres 6 insertos en la garganta del tubo, iguales; filamentos glabros;

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. cu

anteras pequeñas, ovaladas, amarillo-verdosas, versátiles; ovario amarillo-verdo- so, 3-locular, polispermo, esférico, ventricoso; óvulos insertos hácia la base por los ejes; estilo filiforme; estigma apénas trilobado. Fruto bacáceo, indehiscente, rojo, con la cicatriz del perigonio caduco en el ápice, monospermo por aborto. Semi- lla (nó madura) ascendente, glabérrima, hialina, ovalada; ombligo pequeño, su- prabasal; forámen basal; rafe corto, elevado; testa jóven diminutamente areo- lado; albúmen abundante. Interior del Africa Austral; Cabo.

6. ** clivia Gardeni, Hooker. Val

HooxeEr, Bot. Mag. t. 1895.--* Baker, Amaryll., p. 62, n. 2.

Hojas 10-12 en un manojo, ensiformes, verdes brillantes, de 45-60 ctm. long., 2 12-83 3 ctm. lat., gradualmente estrechadas hácia la punta. Escapo 30-45 ctm. long.; flores 12-20 en una umbela: pedícelos de 2 2-3 "4 ctm. long.; valvas del espato varias, lanceoladas, verdosas, 3 “4 ctm. long.; perianto encorvado; tubo estrechamente embudado, de 8 2-12 2 mm. long., segmentos conniventes, oblan- ceolados, obtusos, de unos 3 ctm. long.; estambres tan largos como los segmen- tos; estilo muy saliente. Natal y Transvaal.

Subg. Imatophyllum, Hooker.

7, “*% Clivia mintata (Hooker) REGEL. (E) JB.

ReaeL, Gartenflora, 1864, 1831, t. 434. Baker * Amaryll., p. 62, n. 3. Imantophyllum miniatum, Hooxer en Bot. Masg., t. 4783. Rev. Hortic., 1859, 125, t. 29-30. Flore des serres, t. 949-950, 2373-2374.

Hojas 16-20 en manojo, ensiformes, verdes brillantes, estrechadas en punta, de 45-60 ctm. long., 3 3-5 ctm. lat. Escapo robusto de dos filos, de 30-45 ctm. long; flores 12-20 en umbela; pedicelos de 2 2-5 ctm. long.; brácteas del espato va- rias, lanceoladas ó lineares; perianto erguido, rojo brillante con garganta ama- rilla; tubo ampliamente embudado, de 8-12 mm. long.; segmentos de unos 5 ctm. long., los internos mas anchos que los externos; estambres mas cortos que los segmentos del perianto. Baya ovóidea, roja brillante, de 2 2 ctm. long. Natal.

Cultivo. Heemanthus y Griffinia necesitan tierra blanda, espon- jada, con resaca y algun abono bien pasado, lo que conviene cam- biarles cada dos años, regando fino en tiempo de la vegetacion en su fuerza. Prefieren media sombra é invernáculo algo caliente. El viento las fatiga y áun las destroza. Clivia es mas rústica, y nues- tra tierra negra le sienta bien; mas prefiere invernáculo. Debe pri- vársela de los hijos cada dos años cuando ménos, á no ser que esté en tierra plena.

99 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Subtribu 2. Galanthinee.

Flores de tamaño mediano, regulares, blancas, con escapos fre- cuentemente paucifloros sin tubo en el perianto y óvulos numero- sos en cada cavidad. Estambres de igual longitud. Semillas redon- deadas.

En esta tribu falta, en la seccion del escapo, el anillo cerrado esclerenquimático, pues los hacesillos se encuentran separados en- tre sl.

Europa media; Region del Mediterráneo; Balcanes.

A. Las piezas internas del perianto diferentes de las 3 externas. —Galanthus.

B. Las 6 piezas del perianto iguales entre sí. a. Flores erguidas. Anteras profundamente sagitadas en la

¡EA A OS SOS. Lapiedra, LAGASCA.) b. Flores inclinadas. Anteras sólo un poco sagitadas en la Pase dr a da de ooo aio lvl Leucojum, L.)

Gén. GALANTHUS, L.

(Chianthemum, SteG. )

PAC pp LON le

Etim.: Vx, leche; “av005, flor.

Nombres vulgares: Aleman: das Sehneeglockchen. Español: el Galanto. Francés: le galan'he, la galanthine, la perce-neige. Inglés: Snowdrop.

Las 3 lacinias externas del perianto divergentes, de color blanco puro, las 3 internas aproximadas en forma de campanilla, 2-loba- das, verdes en el ápice. Anteras dehiscentes por el ápice. Escapo siempre con 1 sola flor inclinada. Hojas verde-azules. Espato en forma-de capucha, de 2 brácteas soldadas por un lado.

5-Y especies en su mayor parte europeas.

Baker (Amar., p. 16) distribuye del siguiente modo las 6 espe- cies que admite:

A. Hojas simplemente acanaladas en la cara superior.

as. Mores primaverales as ae ale tajo iaa catala det ole alle pS Esp. 1-4. (mivalis y Elwesi) b.¿Autumnales (urotonales o Un cian lso rio O B. Bordes de: la. hoja reduplicados ls sao +56:

(plicatus)

|

A

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 93

8. ** Galanthus nivalis, L. : TACA:

LiwNÉ, Spec. pl., 413. Lamarck, Encycl. 2, 590; id. flustr., t. 230. English bo- tany, t. 19. RenoutE, Lal., t. 200. Jacquin, Austr., t. 313. WiLLDENOW, Spec., 2, 29. —Smirm, Prodr., 1, 219. Scukumr, Handbuch, t. 89. MERTENS et Kocm, Germ., 2, 513. GaupicHaun, Helv., 2, 471. De CanpoLtE, Gall., 3, 234. TexorE, Flora neapolitana, 1, 140. ScHuLrTes, Syst., 7, 1Sl. -— NEES AB EsexB., Gen., 6, t. 3. HerBERT, Amaryll., 330, t. 34, ff. 10-13. Renmer, Amar., 21. Kuntm, * Enumer. plant., v. p. 470, n. 1.— Baker, * Amaryll., polos a: Le

Nombres vulgares:

Aleman: das Hornungsblimchen, die nackte Jungfrau, die Schneeflocke, die Sehnee- galle, der Sechneetropfen, das gemeine Schneeglóckchen, das Schneeveilchen.

Español: Galanto de Invierno, Galanto de las nieves.

Francés: la campane blanche, la campane des neiges, la clochette d'hiver, la perce- neige.

Inglés: Common Snowdrop.

Bulbo globoso de 1 4-2 Ya ctm. diám. Hojas 2, lineares, glaucas, al fin de 15-22 Ya ctm. long., 6 14-S Ye mm. lat., envainadoras en la base. Escapo de 2 filos, de 7 Y2-30 ctm. long., sólido, recorrido por algunos canales aéreos; espato verde con borde hialino. La flor emite un perfume débil de miel: las piezas del perianto son flavelado-multinerviadas (es decir que los nervios se abren como abanico). blancas; las 3 externas oblongas 1 Ys -2 Yz ctm. long., las 3 internas de la mitad de la longitud, obovadas, cuneadas, profundamente escotadas, por fue- ra, bajo el ápice, señaladas con una mancha semilunar verde; filamentos poco dilatados en lo inferior; anteras lanceoladas 6 ls mm. long., gradualmente acu- minadas, dehiscentes á lo largo de todo el lóculo, pero se abren mucho más en la parte superior; óvulos ascendentes, prolongados superiormente en pico unci- nado en el ápice. Cápsula de forma de aceituna, desnuda en el ápice, y aqui marcada con un área grande, circular, lisa, verde, glabra, un tanto lustrosa. Europa media y meridional; Bitinia, «.

9. ** eGalanthus caucasicus, Baker en Gard. Chronic., 1887, I, 312; A Handb. of the Amar., p. 17, como subespecie de (GE. nivalis. Hojas mas anchas que en el tipo. finalmente de 20-22 Y/z ctm. long., 1 %s ctm. lat. Pétalos por lo comun 2 12 ctm. long., oblongo-espatulados, con uña muy estrecha. Florece mas tarde que el tipo. Sólo en el Cáucaso. Segun Baker, incluye las variedades Redoutei, ma- jor y caspius de RUuPRECHT.

He recibido de la casa E. KreLAGE el fils de Harlem (Holanda) 6 paquetes de Galantos con nombres diversos: 1 caucasicus, 2 Elwesit, 3 Ikarie, 4 nivalis, 3 plica- tus y 6 Redoutei. Los ejemplares estaban brotando ya (en el momento en que esto se escribía) y quiero creer que estos nombres correspondan á las especies (subesp. ó var.) citadas en la obra de Baker, en la cual: 1 caucasicus figura, lo que acaba de verse, como subespecie de G. nivalis, 2 Elwesii como especie propia, 3 Ikarie (no está en Baker), 4 nivalis y 5 plicatus especies propias, y 6 Red outei

DY

como variedad de nivalis incluida en la subespecie caucasicus. TZ.

94 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

10. ** Galanthus Elwesii, Hook. f. JZ. Hooker fil., Bot. Mag., t. 6166. Baker, * Amar., p. 17. n. 3.

Bulbo mayor que en (G. nivalis; vaina 2 12-7 Yz ctm. long. Hojas muy glau- cas, más anchas que en (G. nivalis, simplemente acanaladas á lo largo de la ca- ra. Flor más globosa que en nivalis; segmentos externos oblongo-espatulados, 1 3-3 ctm. long., 1 14-1 3 ctm. lat.; los internos verde-oscuros en la mitad in- ferior y tambien alrededor del seno; con lóbulos cuadrados, bastante extendidos y crespos; anteras 6 mm. long., gradualmente estrechadas de la base al ápice.— Montañas del Asia Menor, desde 600-1,500 m. sobre el nivel del mar.

11. ** Galanthus Hkariz (seg. Cat. n. 560, p. 21, 1902, de E. KreLacE * fils). JZ. 12. ** Galanthus plicatus, BIEBERST. JZ.

BienErsTEIN, Flor. Suppl. 255 (excl. sinón. CLus.); Curtis, Bot. Mag., t. 2162 (sin descrip.); Bot. Reg., t. 545; ScnuLres, Syst., 7, 7182 (excl. varios sinón.); HeErB., Amar., 830. Ramer, Amar. 22........ Bibl.: Kuxrta, Enum. plant., v. p. 471, n. 3. Baker, * Amar., p. 18, n. 6.

Bulbo mayor que en el G. nivalis. Hojas muy glaucas, al fin de 30 ctm. long., 2 Y2 ctm. lat., anchamente acanaladas en la cara, y los bordes reduplicados. Seg- mentos externos del perianto oblongos sobre una base muy estrecha, muy con- vexos en el dorso, 2-2 12 ctm. long., ampliamente extendidos y hasta casi reflejos; los internos profundamente escotados, verdes en la mitad superior con un borde blanco; anteras lanceoladas acuminadas, ?/3 ctm. long. Florece en Primavera. Montañas de Crimea y Dobruscha.

Cultivo. Los Galantos quieren una tierra suelta, fresca y are- nosa, y se multiplican por bulbillos.

Subtribu 1. Amaryllidine.

Flores rara vez regulares, frecuentemente zigomorfas, de tama- ño mediano ó muy grandes, con colores vivos, con tubo corto ó deficiente, y óvulos numerosos en cada cavidad. Por seccion del escapo, el tejido esclerenquimático se aproxima más al de las He- manthinc, pero está más desarrollado aqui.

Centro de dispersion: Africa Austral, Un género monotípico llega á Persia.

Cultivo.— Las plantas de esta tribu son bastante rústicas. Todas ellas se cultivan en Buenos Ayres en tierra plena y al aire libre. Nuestro suelo les es propicio, mas conviene que siempre tengan el cuello cubierto hasta por 2 4 5 ctm. de la superficie del terreno.

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 95

Division de la subtribu.

A. Filamentos hinchados en la base; con frecuencia unidos PAE AS AI Ad a AO A tt Gén. Nerine. B. Estambres libres, filiformes. a. Semillas redondeadas. Flor fuertemente zigomorfa. a. Ovulos hundidos en el tejido de la placenta. Cápsula de forma de trompo con 3 aristaS...oonmeccorrcionacan» g. Amaryllis. 2, Ovulos no hundidos. Cápsula con 3 filos............. g. Brunswigia. b. Semillas fuertemente comprimidas. Flor poco zigomorfa, casi regular. 4. Anteras adheridas por el medio del dorso............. g. Vallota. p. Anteras adherentes por la base. (1 y IL).............

Gén. NERINE, HERBERT. (Imhofia, He1s; Loxanthes, HERBERT). AAA Ie 1 O po 00 m0 >

Heterónimo de Galatea, hija de Nereo.

Nombres vulgares: Aleman: die Nerine. Español: la Nerine. Francés: la nérine. Inglés: Nerine.

Lacinias del perianto estrechas, arqueadas hácia afuera, general- mente onduladas en el borde. Ovario pequeño, oblongo. Estigma 3-partido en el ápice. Brácteas del espato 2. Flores erectas.

9 especies del Cabo, en su mayor parte cultivadas.

Secc. 1. Galatea, Her. (como género). —Perianto casi regular. Organos de reproduccion solamente un poco arquea- dos. N. sarniensis (L.) Herb.

Secc. IL. Eunerine, Pax.—Flores fuertemente zigomorfas. N. undulata (L.) Herb.

Baxer (obra citada) distribuye asi las 10 especies que acepta en el género:

Escapo largo, delgado. Limbo del perianto apenas erguido; estam-

bres y estilo casi rectos (sarniensis, curvifolia var. Fothergilli). Especies 1-3. Escapo largo, delgado. Limbo del perianto lijeramente irregu-

lar; estambres y estilo inclinados.

Umbela centrípeta (flexuosa, pudica)......ooooommmomoo..... > 4-6.

Umbeloeentrituga (Undulal acc > 1-8

PRES PONCOBLO TODUSLO: nora anos rca olaa rr > O Ds 13. **merine sarniensis (L.) Hern.! H: Ht

Herbert, App., 19.—Ranmer, Amar. 105. —GawLer, Revis.—Kuntu, Enum, plant. v, p. 617, n. 4. Baker *Amar., p. 99, n. 1.

96 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Amaryllis sarniensis, Lin. Spec., 421.—Lamarck, Encyel. 1. 122,—Arr. Kew, 1, 420, ed. 2, 2, 227.—L'Herrrier, Sert. Angl. 15. —WiLLDENOW, Spec. 2, 59.—Curr. Bot. Mag. t, 294.—ReDouTÉ, Lil., t. 35.— GAawLEr, Revis. 21.—ScHuLtEs, Syst. 7, S34.

Lilium sarniense, DouaGLas, Monogr. t. 1. 2.

Amaryllis dubia, Hourr. Pflanz. Syst. x11, 181, t. S4, f. 1.

Nerine venusta, var. 2, sarniensis, HerB., Amar. 283. ScHuLrTEs, Syst. 7, S34.

Y las variedades: 2. Jacquiniana KrH.; y. venusta HerB., 0. rosea HERB.; e. minor, ER el fioi let Krn.

Nombres vulgares: Aleman: die Guernsy - Lilre. Español: Lirio de Guernesey. Francés: le lis de Guernsey. Inglés: Guernsey-Lily.

Cultivada en grande escala en las islas del Canal de la Mancha, por espacio de 200 años, con el nombre de «Lirio de Guernesey » —el especifico sarniensis es el adjetivo latino de Guernesey, una de aquellas islas. Cabo de B. E.

Bulbo ovóideo de 3 3/4 -5 ctm. diám.; túnicas pardiclaras. Hojas unas 6, verdes brillantes, apénas erguidas, no encorvadas lateralmente, desarrolladas despues que las flores, lineares, obtusas, y al fin de 80 ctm. long. y 12 14-18 3% mm. lat. Escapo delgado, bastante comprimido, de 30-45 ctm. long.; umbela 10-20-flora, centrípeta; pedicelos de 2 2-5 ctm. long.; valvas del espato aovado-lanceola- das, de 3 % ctm. long.; perianto erguido, de 3-3 *4 ctm. long., carmesi brillante; segmentos oblanceolados, de 6 4-8 Y2 mm. lat., igualmente falcados, no crespos óÓ casi nada; filamentos erguidos, rojos brillantes, 1 4 ctm. más largos que las lacinias; anteras oblongas de 4 mm. long.; estilo derecho casi de 5 cm. long.

14, **merine curvifolia ( Jacq.) Herb. H.

HexbeErT, App., 19; Amaryll., 283, t.86, f. 4; t. 45, f. 3. Ramer, Amaryll. 103. KUNTH, Enum. plant., v. p. 616, n. 2. Baker, * Amar. p. 100, n. 2.

Amaryllis curvifolia, Jacquin, Mort. Schenbr. 1, 33, t. 64. WILLDENOW, Spec., 2, 59. Arron, Kew. ed 2. 2. 225, Porrer, Eneycl. Suppl. I. 320. GAwLER, Bot. Mag. t. 7125; Revis. 20. ReDoutE, Ltl., t. 274. ScHuLtEs, Syst. 7, S32 (excl. Br):

Amaryllis Fothergilliz, Axvrews, Bot. Repos., t. 163. Porrer, Encycel. Suppl. I, 320.

Nerine Fothergilliz, Remer, Amar. 104,

Bulbo ovóide de 3 3-5 ctm. diám.; túnicas pardiclaras. Hojas unas 6, desa- rrollas despues que las flores, lineares, obtusas. lateralmente encorvadas, de tex- tura más espesa que en N. sarniensis, más ó menos glaucas, densamente veno- sas, finalmente de 30 ctm. long., 114-2 ctm. lat. Umbela de S-12 flores, cen- trípeta; pedícelos y valvas del espato como en N. sarniensis; perianto erguido, escarlata brillante, de 3-3 %4 ctm. long.; segmentos oblanceolados, algo más de 1/2 ctm. lat., igualmente falcados, un poco crespos; estambres apenas erguidos, un poco más largos que los segmentos; estilo recto, finalmente de 5 ctm. long.

Var. N. Fothergilli ( Anbr.) RorEmMErR. Ut supra. JZ. Más robusta en todas sus partes. Flores más numerosas, entre carmesí y e€s- carlata.

Colonia del Cabo.

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 91

15. ** wNerine flexuosa (Jacq.) Herb. H.

HerBeErT, App., 10; Amaryll , 283. Ramer, Amar., 108. Kunta, Enum. plant., vs p. 619, n. 5. Baker, * Amaryll., p. 100, n. 4.

Amaryllis flexuosa, Jacquin, Hort. Schenbr., 1, 35, t. 67. WILLDENOWw, Spec., 2, 60. Axron, Kew. ed. 2, 2, 229. GawLEr, Bot. Reg., t. 172; Journ. of Scienc. 2, 365; Revis., 33. SCHULTES, Syst., 71, 838.

Bulbo casi globoso, 3 Y ctm. diám. Hojas 4-6, contemporáneas de las flores, lineares, de más de 30 ctm. long., 1 !4-2 ctm. lat., verde brillante, á veces aspe- rizadas con pústulas en la cara superior. Escapo delgado, casi cilíndrico, fle- xuoso, á veces de 60-90 ctm. alt.; flores 10-20 en umbela centrípeta; pedicelos delgados, 2 2-5 ctm. long.; valvas del espato lanceoladas, tan largas como los pedicelos; perianto inclinado, hendido casi hasta el ovario; segmentos oblanceo- lados, crespos, rosados pálidos, 2 Y2-2 34 ctm. long., menos de ls“ ctm. lat.; es- tambres declinados, los 3 más largos bastante más cortos que el perianto; estilo declinado, tan largo como los estambres.

(3 variedades: Sanderson Baker, pulchella HerB., angustifolia BAKER).

Sur de Africa.

16. ** werine pudica, Hook. f. JZ.

Hooker fil., Bot. Mag., t.5901.—Flore des Serres, t. 2464.—BAKER, *Amar., p. 101, n. 5.

Bulbo globoso, 2 Yz ctm. diám. Hojas 4-6, lineares, glaucas, casi erguidas, per- sistentes, 20-22 Y2 ctm. long., /2-1 Y ctm. lat. Escapo delgado casi cilíndrico, de 30-45 ctm. long.; umbela centripeta, 4-6- flora, pedicelos delgados, 2 12-83 34 ctm. long.; valvas del espato lanceoladas, teñidas de rojo, tan largas como los pedi- celos; perianto bastante doblado; segmentos oblanceolados, apenas crespos, 2 12-3 3 ctm. long., blancos, con quilla rosada hacia arriba; estambres decli- nados más cortos que el perianto; estilo declinado, que alcanza al extremo del perianto. Semillas globosas.

(1 var. N. Elwesii, LeIcHTLIN ).

- Colonia del Cabo.

17, **Nerine undulata (L.) Herp. H.

HerBerT, App. 19; Amar., 283, t. 45, f. 2.—Ramer, Amar. 106.—Kuwntn, *Enumer. plant., v, p. 621, n. 9.—Baker, Amaryll., p. 102, n. 8.—Pax, AÁmaryll. en Exa. GS PrAntL, 11, 5, p. 106.

Amaryllis undulata, L., Syst. veg., 264.—L'HertrieR, Sert. Angl. 16.—Atrr., Kew., 1, 420; ed. 2, 2, 225.—WILLDENOW, Spec., 2, 60.—Curr., Bot. Mag., t. 369.—MkERB., Ic. 1, t. 13.—Mizz., lc., S.—Reb., Lal. t. 115.—Jacquin, Hort. vind., 3, t. 13; Oollect., 4, 222, t. 3, f. 4.—GawLeEr, Revis., 22; Bot. Mag., 1430, not.—TRraATTIN., Tabul. t. 393,—SchuLrEs, Syst., 7, 885.

Haemanthus undulatus, ThunBerG, Flor. cap., ed. ScHuLt., 297......

Nerine crispa, Hort.

Bulbo casi redondeado-aovado, blanco por dentro, pardo por fuera. Hojas radicales escasas, algo obtusas, glabras, bastante paradas. Escapo surgente en forma oscura y obtusa del lado del bulbo, y del tamaño de las hojas; espato difilo

AnNaL. Mus. Nac. Bs. As., SER. 3”, T. V. ABRIL 10, 1905. y

98 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

con foliolos oblongos, estriados, integérrimos, purpúreos por fuera, cárneos por dentro, subpelúcidos, erguidos; pedícelos alrededor de 12, umbelados, sucesivos, delgados, extendidos, unifloros, entremezclados con hilos rosados, capilares: ovario verde-oscuro, redondeado, tríquetro; foliolos del perigonio angostos, ca- naliculados, acuminados, crespa-, y denticuladamente -ondulados, extendidos, rosados, con la base un tanto plana y un poco mas ancha; el inferior muy dis- tante de los próximos; todos los filamentos inclinados hacia el foliolo inferior del perigonio y tienen el color de éste, siendo aleznados y de desigual longitud; anteras purpúreo-bayas; estilo triple (!) mas corto que los estambres (Jacq.) igual á ellos (Baker), filiforme; tripartido en el ápice (vea caracteres genéri- cos). Semillas bulboso-laxas, verdes, que se desprenden precozmente de una cápsula delgada (GawL£.) Cabo de Buena Esperanza.

He determinado esta especie por KuntH y por flores de plantas cultivadas en Las Conchas (Prov.* de Buenos Ayres) modificando apénas el final de la descripcion latina de KunrH porque parece que Jacquin había observado mal el estilo ó examinó un ejemplar anómalo, ó en esta especie la longitud del mismo varía; pero es que tampoco observó que el estigma era muy brevemente trifido. La Señorita Teresa SANTOS me ha regalado 2 ejemplares.

Híbrida: 18. ** Nerine excellens, Moorr. ¡Ela

en Florist, 1882, t. 567 (Por su origen N. flexuosa-humilis major). Baker, Amar., p. 103, hibr. n. 18.

Gén. AMARYLLIS, L. - (Belladona, Swerr; Callicore, LiNx). LAS ACA ALO Pl

Amaryllis, nombre de una pastora —en las poesías bucólicas de VirGILIo, de 'Avapoulht<, pastora, probablemente de Trócrrro, uno de los autores favoritos del Mantuano.

Nombres vulgares: Aleman: die Amaryllis, der Prachtschwertel; d. Saraisblume. Español: la Amarilide. Francés: 'Amaryllide. Inglés: Amaryllis.

Perianto embudado, con lacinias elípticas. Estigma casi indivi- so. Espato 2-bracteado. Hojas lineares. Flores inclinadas.

Sólo 1 especie del Cabo y de las Islas Canarias, desparramada hoy por todo el mundo á causa de su cultivo.

Nora. Debe observar el lector que este género sólo contiene 1 especie. Todas las otras que llevan el mismo nombre genérico deben buscarse entre la sinonimia de especies de otros géneros, como Amaryllis Josephinae en Brunswigia, Am. mesochloa en Zephyranthes, Am. formosissima en Sprekelia, Am. Reginae en Hip- peastrum, «.

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 99

19. ** Aamaryllis Belladona, L. (EY <JBTZ> E.

LinwvÉ, Spec. 421. (MirL. Diet. t. 28). L., Mantissa, 363. L'Hínxtr., Sert. Angl. 12. Arrow, Kew. 1, 417, ed. 2, 2, 225. Am. Bellad. a. autumnalis, GHAWL. Bot. Mag. t. 733 (excl. B). WILLDENOW, Spec., 2,54 (excl. sinón. SLOANE, Herm., Sepa, MERIAN y Swartz). Reb., Lal., t. 180. Gawrer en Journ. of Scien., 2, 259; Rev. 17. ScnuLrEs, Syst., 7, 828. HerBERT, Amar., 275. Remer, Amar., 111. Kunrtn, * Enum. plant., V, 601, n. 1. Baker, Ama- ryll., p. 95.

Amar. rosea, Lamk., Encycl. 1, 122 (seg. MirBEL).

Callicore rosea, Link, Handb. 1, 193.

Am. Regine, Dierr., Garten-lexik., 1, 322.

Coburgia Belladona, HerbeErr, Bot. Reg. fol. 2113, p. 4.

Amaryllis pudica, GawL., Revis., 6; en Journ. of Scienc. 2, 345, t. 8, f. 2.-- ScHuLrEs, Syst. 7, 804.

Coburgia pudica, HexBerT en Bot. Mag. fol. 2113, p. 4, es un ejemplar abortivo, unifloro, de Am. Belladona, seg. HerB. Am., 279.

Nombres vulgares: Aleman: die Belladonnenlilie. Español: Amarilide Belladama, la Belladama, la Beladona (este último en Bs. As.). Francés: Pamaryllide belladone, la belladone d'automne. Inglés: Belladonna- Laly.

Bulbo con frecuencia mayor que un huevo de cisne; túnicas fibroso-membra- nosas, plexos integérrimos bombicino-fibrosos por hilos sedosos, espirales, dúcti- les. Hojas numerosas, como lonjas estrechas, pardo-verdosas, de 18-25 Yz ctm. long., apénas 2 ctm. lat., más tardías que las flores. Escapo más largo que las hojas, sólido, comprimido, con frecuencia purpurascente; espato 2-valvo; pedice- los coloreados, de igual color que el ovario, claviforme-contínuos y doble más largos que aquel; flores blanco-rosadas, de suave olor, de 7 Y2 cent. ó más; laci- nias del perigonio lanceoladas, atenuadas hácia abajo, largamente imbricadas, y soldadas solamente en la base, las externas más anchas, con el borde completa- mente libre; filamentos fasciculados, inclinados, Ya más cortos que el perigonio, desiguales; anteras vibrátiles; ovario turbinado-oblongo, trigonal; cavidades mul- tiovuladas en dos séries; lóbulos del estigma 3, cortos, intensamente rosados. Semillas pocas, tuberoso-laxas.

$. pallida. Menor, con flor mas pálida. Gawzer, Rev. 17; y Bot. Reg. t. 714. ScHuLT., l. c. A. Belladona var. 2 pallida, HerB., Amar., 275. A. pa- llida, Rxb., Lal. t. 479. HerB., App., 15.-- Ramer, Amar., 111. Coburgia pallida, HerB. en Hortic. Trans., 4, 181.

Y- latifolia. A. Belladona var. 3, latifolia, HerB., l. e.

(var. blanda, major, minor, Cat. E. KreLaGE « f., Haarlem, 1902).

Cabo de Buena Esperanza.

Gén. BRUNSWIGIA, HristER. Be o pa 061 12.

Nombre: Hersrer fundó el género en 1758 en honor del Duque reinante de Brunswick. BkrR.

100 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Flores embudadas, con lacinias estrechas, agudas. Estigma indi- viso. Ovario grande, de forma de trompo, con 3 cantos agudos. Hojas anchas, generalmente muy tendidas en el suelo. Cebolla muy grande.

9 especies del Cabo, algunas en cultivo. Las flores largamente pediceladas, rojas ó rosadas.

20. ** Brunswigia Josephine (ReD.) Gawz. dele

GawzeEr, Bot. Reg., t. 192-193. HerBerT, Bot. Mag., t. 2578 (1825). ScHuLTEs, Syst., 7, 845. KuntH, Enumer. plant., V, p. 607, n. 2. Baker, * Amaryll., PRO

Brunswigia multiflora, GawLerR en Journ. of Scienc.,. 1, 177 (nó Arr.).

Amaryllis Josephine, RebourE, Lal., tt. 370, 3811 y 312 (y hort.).

Coburgia Josephine, HerBerRT en Hola Mransd asis

Amaryllis Josephiniana, HerB,, Amar., 2/8 (1887 ). Ramer, Amar., 113.

Amaryllis gigantea, Van Marum, Schrift. d. Harlem Ges. Dto” Garten - lextik., Nachtr. 1, 207.

Bulbo de 12 3 -15 ctm. diám. Hojas S-10, alonjadas, glaucas ó verdosas, apénas erguidas, espesas, apretadamente acostilladas, de 60-90 ctm. long.; 3 9-5 ctm. lat. borde integro. Escapo casi cilíndrico, de 2 2 ctm. diám., y 45 ctm. ó más de alto; flores en umbela 20-30, rara vez 50-60, pedícelos robustos, tiesos, de 15-80 ctm. long.; valvas del espato pequeñas, anchas, con una cúspide grande; perian- to rojo brillante de 6 Yz-7 12 ctm. long.; tubo casi cilíndrico, de 114 ctm. long.; segmentos lanceolados; estambres tan largos como los segmentos.—Sur de Africa,

La primera vez que floreció en Buenos Ayres esta azucena in- comparable fué antes de 1830,

La he visto en flor, en la quinta paterna, en 1868, con un escapo de unos 50 ctm., con 38 flores, y otra vez, en 1871 con escapo de 60 ctm. y 60 flores.

Gén. VALLOTA, HERBERT. * Pax, Amaryll., l. €: 11, 9, p. 106, m. 13:

Dedicado al botánico francés BoyvALLorT es decir, como si á HumboLDrT le de- dicaran un género Boldtia.

Perianto ancho, embudado, con lacinias anchas, elípticas. Estig- ma corto, 3-lobado. Ovario agudamente 3-carenado. Hojas lineares. 2 brácteas en el espato. Flores erguidas.

Sólo 1 especie del Cabo (en cultivo).

21. **yallota purpurea (Arr.) Herb. H. Ht.

HerBerT; App. 29; Amaryll., 134, 414, t, 31, f. 15; t. 1, f. 52. RaMmER, Amaryll., 109.—KuntH, *Enumer. plant., v. p. 531, n. 1. Baker, *Amaryll., p. 53, n. 1.

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 101

Amaryllis purpurea, Arr, Kew., 1, 417, ed. 2, 2, 224.—WizLLp., Spec., 2, 53.--GAWLER,

Bot. Mag., t. 1430; Revas., 18; Journ. of Scienc., 2, 360.—Schurres, Syst., 7, 827. Crinum speciosum, L., Suppl., 195.— TuuxBerG, Prodr. 5; Flor., ed. Scuurr., 301. Oyrtanthus purpureus, HerB., Bot. Mag, fol. 2113,

Bulbo grande, ovóideo. Hojas subdísticas, alonjadas, contemporáneas de las flores, finalmente alcanzan 45-60 ctm. y mueren en Otoño. Escapo hueco, lije- ramente 2-filoso, de 60-90 ctm. alt.; umbela con 6-9 flores; valvas del espato oblongo-lanceoladas, de 5-7 12 ctm. long.; pedicelos más cortos; flores erguidas, escarlata brillante; tubo más largo que los segmentos, de 2 ctm. diám. en la gar- ganta; segmentos de unos 3 ctm. long. y 2 1/2 ctm. lat.: los estambres alcanzan hasta la mitad de los segmentos, el estilo hasta el ápice de los mismos (Bkr.).

%. Major, GawLEr, Bot. Mag., t. 1430. Coccineo rojiza; garganta hialino- fenestrada; anteras más largas.

B. Minor, GawLer, 1. c.; Bot. Reg., t. 552. Amaryllis elata, Jacquín, Schenbr., 1, p. 32, t. 62. Vallota elata, Ramer, Amar., 110. Rojiza de cereza; garganta opaco -fenestrada; anteras cortas. (KrH.).

Sur de Africa.

Subtr. 4. Zephyranthine.

Flores regulares, en escapos 1-, rara vez 2-floros, con tubo del perigonio más ó ménos alargado y numerosos óvulos en cada cavi- dad. Espato con 2 brácteas libres ó soldadas. La seccion del esca- po muestra la epidermis de células muy gruesas; hacesillos en varios circulos.

Las verdaderas Zephyranthine (Cooperia, Haylockia, Zephyran- thes) se crian en la América Tropical y Extratropical, y llegan por el Norte hasta Tejas y México. Sternbergia, que se diferencia por las semillas, es de la region del Mediterráneo. Gethyllis y Apodoli- rion son del Cabo.

Division de la subtribu en géneros.

A. Semillas chatas, comprimidas. Divisiones del perianto an- chas, elípticas. a. Estambres libres. %. Tubo del perianto corto ó poco alargado. Filamentos (A A A A SO Gén. Zephyranthes. 2. Tubo del perianto muy largo. Filamentos muy cortos. I. Escapo corto, subterráneo. Anteras adherentes por el

O A A g. Haylockia. TI. (Escapo largo. Anteras adheridas cerca de la base.. Cooperia, Herb.) b. Estambres soldados en tubo en la base................ g. Crocopsisy Pax).

B. Semillas redondeadas. Divisiones del perianto angostas, li- neares ó alancetadas. a. Filamentos largos. Perianto embudad0......oooooomomo... g. Sternbergia.

b. Filamentos muy cortos (a, Gethyllis; B. Apodolirion).

102 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Gén. ZEPHYRANTHES, HERBERT. (Arviela, SatispurY; Pyrolirion, HERBERT).

Pax, * Amaryll., 1. e., IU, 5, p..107, n. 16.

Etim.: Lécopos, Zéfiro, viento agradable del Oeste (en Grecia), y “ados, flor Flor del Zéfiro.

Flor embudada. Estambres alternativamente mas largos y mas cortos. Escapo alargado, hueco.

Más de 30 especies de la América Tropical y Subtropical,.

En su obra Handbook of the Amaryllide, p. 30, Baxer distribu- ye las 34 especies de Zephyranthes, que ha estudiado, del siguiente modo.

I. Subgénero Euzephyranthes, Hom. (Zephyranthes prop. BAKER). Flor erguida; tubo corto. Estambres insertos cerca de la garganta.

A. Estigma trifido. a. Ovario peciolado.

a Perianto de 9-12 ctm Alone. ta cae Especies 1-3.

p. > A > 4-7.

Y- > > 212 > > O MEROS a > s-14. b:*Ovario sentado ceda e > 15. B. Estigma en cabezuela, debilmente 3-lobado.............. > 16-18.

IT. Subg. Zephyrites (HerB.). Flor lijeramente inclinada; tubo

corto. Estambres insertos cerca de la garganta. Estilo más

inclinado que en los otros 2 subgéneros.

AB eriantoide)-T Uso o as > 19-28.

B. > » 212-5 A a as > 24-29. TIT. Subg. Pyrolirion ( HerB.). Flores erguidas; tubo más largo,

dilatado en la mitad superior. Estambres insertos en el me-

dío deltuabo del periantbo e > 30-34.

Las especies de este género señaladas en la actual obra, y distri- buidas segun la precedente clave de Baker, son las que siguen:

Subgénero Euzephyranthes, HoLmb. Esp.1á 3. **Zeph. Atamasco (L.) Herp. n. 22. (n.1Bkr.). Estados Unidos. > 44 Y. Zeph. mesochloa, L1xpzL. (n. 5). Argent. (Urug. Parag.) Z.entreriana ( Horrm.) Pax. n. 23. (nota). > > Sál4. Zeph. Commersoniana, Herb. n. 24. (n. 9). > (Urug.) Zeph. filifolia, HerB. n. 26. (nota). > Zeph. longistyla, Pax. nan > d Zeph. minima, HerB. n. 28. (n. 14). > > 15. - = = > 16418. Zeph. candida (LixnL.) HerB n 29. (n. 16). > (Urug., Perú?) : Zeph. Hieronymi, Pax. UE == > !Zeph. uniflora, LixDL. n. 31. >

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 108

Subg. Zephyrites (Herp. como 8.), Bxr.

Esp.19423. Zeph. robusta (HerB.) Brr.

>

n. 32. (n. 19). Argentina. Zeph. porphyrospila, HormB. n. 33. = > Zeph. jujuyensis, HoLmB. n. 34. > 24929. Zeph. timida, HoLmB. n. 35. > Zeph. mendocensis, Bxr. n. 36. (n. 24). > Zeph. gracilifolia (HerB.) Bxr. n. 31. (n. 27). > (Urug.) Zeph. Andersonii (HerB.) Bxr. n. 38. (n. 28). > ( -Chile). Zeph. cerulea (GriseB.) Bkr. n.39. (n. 29). > Zeph. melanopotamica, SPeG. n. 40. - >

Subg. Pyrolirion (Herp.) Bxr. Esp. 30-34. (nn. 30-33 del Perú, 34 de Bolivia).

Además de las especies nombradas, poseo numerosos ejemplares que aún no he determinado porque no han florecido, algunos de los cuales quizá correspondan á especies de la lista anterior, y que es imposible adscribir.

1. Un bulbo de la ciudad de Jujuy, recogido á orillas del Rio Chico en 1902

por mi hija política Libia E. de H. Dos veces ha producido 7 hojas linea- res, extendidas en curva, de unos 20 ctm. long., por unos S mm. lat., glau- cas. « Tenía una sola flor, como las del Volcan por su tamaño » (Jujuyensis). Parece que ese bulbo se ha destruido dejando sus bulbillos en la maceta que lo contenía, y que, en este último Verano, han producido unas hojitas glaucas de unos 2 mm. lat. y S-10 ctm. long. Suelo arenoso.

2. Varios bulbos de distintas especies que encontré en la ciudad Concepcion

del Uruguay, Provincia de Entre Rios, en Agosto de 1904, en los céspedes de la Plaza Constitucion. Dos especies tienen ahora hojas (1v, 4, 1905) de color verde intenso, lisas, lineares, en una de unos 30 ctm. long., 5 mm. lat.» cóncavas por arriba, convexas por abajo; en otra, de 15 ctm. long., 3 mm. lat., de seccion lanceolada, aunque la cara inferior es más convexa. En esa Plaza se encuentra el Colegio Nacional, y LoreNtz, durante algunos años, pasaba por ella hasta cuatro veces por dia. No sería extraño que una de ellas fuera la Zeph. cerulea (n. 39), cuyas hojas no son conocidas.—Riquí- sima tierra negra.

3. Seis bulbillos coleccionados por mi á fines de Setiembre de 1904 en La Cesira

(y en la estancia de mi mejor amigo RómuLo CuopITEA ), Provincia de Córdoba. Son de color claro, carecen de olor aliáceo, y en el momento de agregar esta nota en la prueba (1v, 4, 1905) tienen 2 á 4 hojas bastante erguidas, de color verde vivo, 17 ctm. long., 2 mm. lat., adelgazadas hácia la punta finamente redondeada, gruesecillas, cóncavas por arriba, con- vexas por abajo, y con 4 surcos en ambas caras. Suelo muy fino, bas- tante arenoso subarcilloso.

4. Más de 60 bulbos coleccionados en la Provincia de Salta, cerca de la <Esta-

cion Giúiemes», á fines de Octubre de 1904 por mi amigo el Sr. SPraGoN y por mi. Tenian 243 hojas de unos 20 centímetros long., lineares, luego con bordes extremos conniventes en curva bastante larga, y en la mitad apical algo más de 1 ctm. lat., verdes, lisas. Preguntando á gentes del pue- blo, me dijeron que se trataba de una planta bien conocida, que daba 1 flor blanca, y me indicaron los nombres de «Nardo silvestre, Nardo del campo». Ahora están en tierra plena y han producido nuevamente hojas, pero nin- guna flor. Las túnicas pardinegras, y los bulbos piriformes hasta de 5 ctm. long., por 3 de diámetro. Rica tierra negra, finamente arcillo -arenosa.

5. Un bulbo semejante y hojas parecidas, hallado por mi cerca de la ciudad

104 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

de Salta, á fines de Octubre, en la falda del Cerro San Bernardo. Suelo compacto, fino, arenoso, poco arcilloso, con cascajo fino del monte.

6. Un bulbo pequeño, ovóide-piriforme, 2 ctm. long., 1 Ys ctm. diám., túnicas pardiclaras, cuello de 6 ctm. long. (y una hoja seca de unos 5 ctm. long., 1 a mm. lat.), hallado á fines de Marzo pasado, en Cacheuta, Provincia de Mendoza, por mi excelente amigo y compañero de viaje á Misiones en 1900, Máximo AboLro MúLLeErR. Por los datos que me dá, puede ser de una Zephyranthes. Suelo casi exclusivamente arenoso. ]

7. Finalmente, 2 bulbos pequeños conservados (vivos) en un herbario hecho por mi hijo Rrcarpo en 1902 en Santa Fé, seguramente de Zeph. Andersonít, cuyas flores trajo; una coleccion de Amarilidáceas del Tandil (111, 1905) reunida por mi hijo Luis y mi sobrino Ebuarbo Fipawza H., y en la que figura una «<Zeph. de color lila», que no lo que es, y otra pequeña de Mar del Plata, formada por el Dr. ANGEL GALLARDO.

De todo esto ha de salir más de una novedad.

Subg. Euzephyranthes, HoLmb.

(Zephyrantes proper, Bkr.) 22, ** zephyranthes Atamasco (L.) Herb. Ht.

Herbert, App. 36; Amaryll., 171, t. 34, f. 5.— Ramer, Amaryll., 123. Kuntm, Enumer. plant., v, p. 482, n. 4. Baker, * Amaryll., p. 31, n. 1.

Amaryllis Atamasco, L., Spec., 420. Lamarck, Encyoel., 1, 122, WILLDENOwW, Spec., 2, 51. Bot. Mag., t. 239. RanoutÉ, Lal., t. 31. GAwLER, Revis., p. 7, y en Journ. of Scienc., 1817, 2, p. 349. Arr., Kew, 1, 416, ed. 2, 2, 223. Warr., Car., 120. Micn., Flor., 1, 187.—Pursn., Flora, 1, 222. ELLrorr, Bot., 1, 384. Torr., Flor., 1,340. Gray's Bot, 479. —Lobb., Bot. Cab., t. 1899, SCHKUHR, Handb., t. 90) ScHuLTEs, Syst., 7, S00...... Krn.

Bulbo ovóideo, de menos de 2 Yz ctm. diám.; cuello corto. Hojas 4-6, contem- poráneas de las flores, de color verde brillante, lineares estrechas (casi de 30 ctm. lung. Exz.). Escapo 15-30 ctm. long.; espato 2 2-3 ctm. long.; valvas lan- ceoladas; pedícelo mucho más corto que el espato; perianto blanco puro, de 7 12 ctm. long., tubo 1 Ys ctm. long., teñido de verde, segmentos oblanceolados-un- guiculados, agudos, 1 4 ctm. lat.; estambres más de la mitad tan largos como el limbo; anteras 6 4-8 mm. long.; el estilo trífido casi alcanza el ápice de los segmentos. No olorosa.—En Buenos Ayres florece en Setiembre. Estados Uni- dos del Sur.

23. Zephyranthes mesochloa, Liwnz.

LiwbreY, Bot. Reg., f. 1345. HrrBErT, Bot. Reg., t. 1361. Amaryll., 170. KuwnrtH, * Enumer. plant., v, p. 481, n. 1. Baker, * Amaryll., p. 32, n. 5. Pax, Beitr. Amar., 1. c., p. 320. NIEDERLEIN, Result. bot., p. 339.

Haylockia mesochloa, RamER, Amar., £.

Amaryllis mesochloa, GriseBacm, Pl. Lor., p. 221, n. 852. Symb., p. 320, n. 2087. HIERONYMUS, Pl. diaph., 1. c., p. 515.

Zephyranthes acuminata y flavescens, Hern., Kuntu, En. pl., v, p. 487 y Amaryl.

mesochloa, SeuBERT (Bkr. 1. c.).

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 105

Bulbo ovóideo de 2-2 */, ctm. diám.; cuello 2 */,-3 3/, ctm. long. Hojas verdes, lineares, estrechas, contemporáneas de las flores en Primavera. Escapo delgado, de 10-23 ctm. alt. Espato fenestrado de 2 */,-3 ctm. long., cilíndrico en la mitad inferior; pedícelo de 1 1/,-5 ctm. long.; limbo del perianto de 2 */¿-5 ctm. long., «semi- verde, blanco en lo inferior, manchado de rojo por fuera» (KtH.), «blanco y lijeramente teñido de rojo por fuera, rara vez amari- llento » (Bxr.); tubo brevísimo, glabro por dentro, ó nulo; segmen- tos agudos de menos de 1 */, ctm. lat.; estambres como la mitad del largo del limbo; estilo profundamente trifido, blanco, 2 1/, ctm. mas corto que el limbo, y un poco mas largo que los estambres. Cápsula S mm. diám.

Krn.: Hermerr, Bot. Reg., señala estas variedades: a. Espato fenestrado. f. Pedícelo mas corto; corola apénas manchada de rojo. y. Espato dividido en el ápice; corola algo amarillenta. Raemer distingue las siguientes variedades: 8. lutescens = y Herp. Y. inmaculata, pedicelo mas corto; flor no manchada de rojo.

BAKER, 1. c., dice que Zeph. flavescens, HerB., es una forma de flores color paja cuando recien abren, y que la Amaryllis entreriana O. Horrm., en Linnea, xn, 137, es probablemente una variedad.

Buenos Ayres, Entre Rios, Santa Fé, Misiones, Córdoba, Cata- marca, Tucuman, Jujuy, Salta: Orán. (Uruguay; Paraguay).

24. Zephyranthes entreriana (O. Horrm.) Pax.

Pax, Beitr. Amaryll., en EnaL., Bot. Jahrb. xt, 111, p. 320.

Amaryllis (Habranthus) entreriana, O. HorrmaNnN, Plantae Lorentzianae, Plantas nonnullas a cel. Prof. Lorewrz in provincia Entre Rios Reipublice Argen- tine collectas, in cl. GriseBacHiI Symbolis ad Floram Argentinam nondum citatas enumerat Orro Horrmanx, Dr. phil.—en Linneea, xL1r1, p. 187 1881.

De unos 20 ctm. Bulbo aovado negruzco. Hojas lineares de 2 mm. lat. Escapo delgado, unifloro, flor erguida sobre el pedícelo que iguala al espato bifido en el ápice y tubuloso hasta el medio; perianto blanco, de 2 */¿ ctm. long., subregular, con el tubo cortí- simo, lacinias oblongas mucronadas; estilo trifido, igual á ?/¿ de la longitud del perianto; filamentos menores que el estilo, los alter- nos mas cortos, estambres de la misma série iguales, anteras lunu- lado -encorvadas,

Entre Rios.

106 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

25. Zephyranthes Commersoniana, Herp.

HerBERT, Amar., 174. Ramer, Amar., 123. KuntH, *Enum. plant., v, p. 436, n* 12. BAKER, Amar., p. 33, n. 9. Dax, Ber. Amar., 1. Cs p. 320,1. 3. NIEDERLEIN, Result. bot., p. 383.

Amaryllis Atamasco minor, Reboutk, Lal., t. 454.

Bulbo aovado, pardusco-rojizo, del tamaño de una avellana. Hojas 3-4, angostas, apénas erguidas. Escapo más corto que las ho- jas, 1-floro; espato bífido en el ápice, purpurascente, agudo; laci- nias del perigonio inversamente aovadas, casi cóncavas, gruesecillas en el ápice, rosadas por fuera, acampanado -conniventes; estambres y estilo más cortos que las lacinias del perigonio. Cápsula con algu- nos vestigios del perigonio, 3-locular, 3-coca, 3- valva, del tamaño de una arveja. Semillas negras, ovóideas, aplanadas.

Misiones. —(Rep. Oriental: Montevideo).

26. Zephyranthes filifolia, HerserT (Barer, Amarygll., p. 33).

Al tratar de la Zeph. depauperata, HerB., Amaryll., 171, especie hallada al Sur de Chile, en las llanuras arenosas, dice BAKER que HERBERT dibujó una especie por él llamada Zeph. filifolia, con hojas filiformes, coleccionada por el Dr. GrILurksS en el Cerro del Porte- zuelo (Mendoza), que bien podría ser la Zeph. depauperata (su n. 10), ó una especie muy aliada; y que de Patagonia ha recibido algunos ejemplares de una planta que sólo difiere del dibujo de HERBERT por sus flores más pequeñas (1888).

27. Lephyranthes longistyla, Pax. Pax, * Beitr. Amar., en EnaL., Bot. Jabrb., xr, 111, p. 320, n. 4, y p. 328.

Pequeña, Bulbo pardo, aovado-oblongo, 1 */,-2 ctm. diám. Hojas sinantas, ténues, filiformes, iguales al escapo ó más largas, verdes; despues de secas con frecuencia irregularmente contraídas en espiral, y de 8-15 ctm. long. Escapo delgado, de 5-8 ctm. alt.; espato bifido casi hasta el medio y de unos 2 ctm. long., con las lacinias muy agudas, hialino, pálido ó apenas rosado; pedicelo la mitad más corto que el espato, casi de 1 ctm. long., delgado; flor

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 107

erguida, de color de azufre; perigonio mediano, tubo corto, laci- nias elípticas ú obovadas, agudas ó mucronuladas, 2-3 ctm. long., casi 1 ctm. lat., estilo alargado, 2 ctm. long., mucho más largo que los estambres de filamentos desiguales, trífido. Cápsula pequeña, apénas de 5 mm. diám.

Córdoba: Sierra Chica; Sierra de Achala. En Noviembre con flores.

28. Zephyranthes minima, Herb.

HerBerT, Amaryll., 172, t. 24, f. 3. Ramer, Amaryll., 122. KuntH, Enumer. plant., v, p. 481, n. 9. Baker, * Amaryll., p. 34, n. 14. Pax, Beitr. Amaryll., p. 320, n. 5. Amaryllis (Zephyranthes) parvula, SeuertT en Marr. et Encuer, Fl. brasil., vin, 145. WaLPErs, Annales, 1, p. 834, n. 1. Kunrm, Enumer. plant., y. p. 484 (como sinón. probable de Z. gracilis HurB., Amar. 172, 4. 29, E. 1). <Zephyr. gracilis, Her.» WaLrPeErs, l. c., como sin. prob. de Z. parvula, SeuB. «<Amaryllis parvula, SeuB., sinón.: Zephyr. gracilis, HerB., Amar., 172, t. 29, f. 1», GRISEBACH, Symb., p. 320, n. 2091. (! Amaryllis minima, GriseBacu Zephyr., HerbB., Symb., p. 321, n. 2092. «En parte Brodiea [Liliáceas!], en parte Zeph. Andersoni.»--Pax. Beitr., 1. c.).

Bulbo globoso, de 1 */,-2 ctm. diám., cuello 2 */2 -3 3/, ctm. long. Hojas filiformes, contemporáneas de las flores en Abril, Escapo muy delgado, de 5-10 ctm. alt,; espato de 1 */,-2 ctm. long., tubu- lar en la mitad inferior; pedicelo mucho más corto que el espato; limbo del perianto como de 1 */, ctm. long., amarillo, teñido por fuera de rojo; tubo muy corto; segmentos obovados, agudos, de 4. 1/, mm. lat.; estambres más de la mitad tan largos como el limbo; estigma trifido. Cápsula globosa, de 6 */, mm. diám.

Buenos Ayres, Entre Rios, Córdoba.

Con las dos especies Z. gracilis y Z. minima se ha hecho un en- redo. WaLPERS señala, como sinónimo probable de Z. gracilis, Z. parvula. KuNTE presenta Z. parvula como sinónimo probable de Z. gracilis. (FRISEBACH acepta ésto como un hecho, y señala Z. parvula en vez de Z, gracilis, pasando este nombre prévio á ser sinónimo. BAkER nos da Z. parvula, SEUB., como sinónimo de Z. minima, n. 14, y, al tratar de Z. gracilis, n. 13, se lava las manos y no dice una palabra; indica como patria «Perú» y deja Z. graci- lis sin más bibliografía que la cita de HERBERT.

Ahora bien: si Z. parvula de GRISEBACH es realmente sinónimo

108 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

de Z. gracilis, no lo es de Z. minima, y entónces Z. parvula GRISE- BACH, no es igual á Z. parvula SEUBERT, sino igual á Z. gracilis, HERBERT —Ó no es igual á nada.

(Pax, Beitr., p. 319, lo resuelve asi: Amaryllis parvula, GRISEB. Symb., n. 2091 = Zeph. minima, HerB.; Amaryllis minima, GRISEB., Symb., n. 2092, en parte Brodiwa, Liliácea, en parte Zephyran- thes Andersontl).

29. Zephyranthes candida (LixpL.) Herz. (**) JB.

HeErBeErT, Bot. Mag, t. 2607. Amar., 176. Lobp1crs, Bot. Cab., t. 1419. KunrH, * Enumer. plant., v, p. 488, n. 20. Baxer, Amaryll., p. 34, n. 16. Pax, Beitr. Amar., p.320, n. 6. Amaryllis candida, LinoLeY, Bot. Reg., t. 724. -——- Hortic. Trans., 6, 89. GRISEBACH, Symb., p. 320, n. 2088 (en parte bien; en parte Z. entreriana (O. Horrm.) * Pax). Amaryll. mivea, SCHULTES, Syst., 1, 199. Zephyranthes nivea, Dierr., Syn., 2. 1176. Argyropsis candida, Ramer, Amar., 125.

Bulbos pequeños, redondos, negros. Hojas fasciculadas, lineares, planas (canaliculadas, redondeadas en el dorso (HErB.), glabérri- mas, carnosas, de color verde fresco, desiguales en longitud, de 5-20 1/2 ctm. long. Escapo normal, erguido, más corto que las ho- jas más largas (y de 15-23 ctm. long.), unifloro. Espato mem- branoso, purpurascente, hendido, doble más corto que la flor; flor inodora, erguida, brevemente pedicelada, no continua con el espa- to; perigonio blanco, verdoso en la base; sus piezas casi iguales, aovadas, obtusas (de 2 */¿ ctm., con una giba pequeñísima, de for- ma de aguijon, cerca de la base HERB. ), medio extendidos á la sombra, abiertos al sol, conniventes cerrados) á la noche, pero siempre con el ápice incurvo á4 manera de Crocus; tubo cortísimo; estambres 6, más que el doble mas cortos que las lacinias, insertos en la garganta del tubo, iguales, ascendentes, no inclinados (fila- mentos pálidos verdosos, sinuosamente arqueados cerca de la base HERB.); anteras como continuacion de los filamentos (doradas, HERB.), casi iguales, erguidas (conniventes, HERrB.) versátiles; estilo inclinado (blanso, HerB.) un poco mas largo que los estam- bres; estigma trilobado, trifido; lóbulos asentados, extendi- dos; ovario 3-locular; óvulos carnosos, disticos; (semillas planas, pardas, HErB. ).

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS 109

HERBERT distingue 4 variedades:

1. Flor grande (Lima).

2. Flor pequeña, t. 24, f. 2 (Orillas del Plata).

3. Sombreadas de rojo por fuera (Buenos Ayres).

4. Fortuitas (4-locular), perianto con 8 segmentos, S estambres, 4 estigmas, y 4 cavidades en la cápsula; escapo de 30 ctm., flor grande.

Buenos Ayres; Santa Fé; Entre Rios. —(Uruguay.—Perú?).

30. Zephyranthes Hieronymi, Pax.

Pax, * Beitr. Amar. en Exc. Bot. Jarb., xr, 111, p. 320, n. 7, y p. 324. Lorentz, Fl. entr., n. Sí8.

Erguida. Bulbo pardo, de 1-1 */¿ ctm. diám. Cuello muy avan- zado, de 6-9 ctm. long. Hojas sinantas, estrechamente lineares, 12-16 cent. long., 1 mm. lat., casi iguales al escapo. Escapo delga- do, de 10-15 cent. alt.; espato 1 */3-2 */, ctm. long., hendido por un lado casi hasta la base, no bifido, membranoso, apenas rosado por fuera; flor erguida, casi sentada ó muy brevemente pedicelada; pedícelo 1-2 mm. long.; perigonio blanco, apenas rosado por fuera, pequeño, con tubo muy corto, lacinias */,-1 ctm. long., oblongas, casi obtusas; filamentos encerrados, los alternos mas cortos, los mas largos casi iguales á la mitad del perigonio; estilo de igual longitud que los filamentos mas largos, delgado; estigma grueso, en cabe- zuela,3-lobado. Cápsula mediana, 3-lobada, 3-surcada, */2-3/, ctm. diám. En Junio con flores.

Entre Rios: Concepcion del Uruguay, en los campos.—( Uruguay).

Nora. Al comenzar la correcion de pruebas, me comunica E. Aurszax una (31) Zeph. uniflora, LINDLEY, seS. SPEGAZZINI, Sierra de la Ventana. No la encuentro.

Subg. Zephyrites (HerB., como g.) Baker.

32. Zephyrantbes robusta (HerB.), BAKER.

Baker, * Amaryll., p. 35, n. 19. Pax, Beitr, Amar., p. 320, n. 8.

Habranthus robustus, HerBErRT, Amaryll., 196. SweeET, Brit. flow. gard., ser. 2, t.14. Lonp1IG=<s, Bot. Cab., t. 1761.

Ramer, Amar., 100. KuwrH, Enumer. plant., v, p. 498, n. 20.

Amaryllis tubispatha, L'Hértr., Sert. angl., 9.

110 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

WILLDENOW, ¡Specs 2 ole GawLer, Journ. of Sc., 1817, 2, p. 348; Review of the genus Amaryllis, p. 6. ScHuLrEs, Syst., 7, 398 (excl. descr. GawL. y sinón. HerB. y Bot. Mag.) Amaryllis robusta, SPACH. Amar. Berteri, SPRENG., Syst., 2, 49. Habranthus Bertervi, Ramer, Amaryll., 102.

Bulbo ovóideo, de 2 */¿-3 */, ctm. diám.; cuello corto. Hojas li- neares, glaucas, que se producen despues que las flores, Escapo delgado, de 15-23 ctm. long.; espato de 3 */,-5 ctm. long., hendi- do solamente en el cuarto superior; pedícelo tan largo como el es- pato; limbo del perianto erguido -abierto, de 6 1/¿-7 */¿ ctm. long... rojo rosado; tubo corto, verdoso; segmentos apenas agudos, de 1 1/, -2 ctm. lat., estambres como de la mitad del largo del limbo; estigma trifido,

Buenos Ayres.

33. Zephyranthes porphyrospila, HoruB. H.JZ, HoLmbBerG, E. L. (el nombre por título), en Anales del Museo Nacional, T. xrr, p. 65.

Bulbo aovado con túnicas pardinegras; hojas lineares gradualmente estrecha- das hácia la base, falcadas (forma de hoz) en el tercio apical y allí casi de 1 12 ctm. lat., 2-3 ctm. pardo-purpúreas en la base; escapo de 25-45 ctm. de alto, ro- jizó en el tercio basal; espato más largo que el pedícelo, 5-5 2 ctm. long.; pe- rianto erguido algo inclinado, sus lacinias de S Y ctm. long., 22 mm. lat., la se- palina superior 9 ctm. long., 22 mm. laf., rosadas claras recorridas por líneas más oscuras, con el tercio basal purpúreo; estambres desiguales 2-3 ctm. long.; estilo 5 ctm. long. Flores de 11 ctm. long. abrieron mas tarde.

Bulbo aovado-piriforme de 4-6 ctm. long., 3-3 */, ctm. diám,, con el cuello 4 veces de 3 ctm. long., túnicas pardas muy oscuras, prolífico. Hojas surgentes despues de la florescencia, á veces pre- cursoras, arqueadamente tendidas, con frecuencia 3, lineares-suba- lonjadas, gradualmente ensanchadas desde la base hasta más allá del medio, donde tienen hasta 1 */, ctm. lat., falcadas en el tercio apical, de 30 ctm. long. y más, moderadamente acanaladas en el medio, verdes un poco glaucas, en la base unos 2 Ó 3 centimetros pardi-purpúreos, color que luego se funde, —su extremidad se es- trecha gradualmente y el ápice es algo obtuso. Escapo de unos 25 ctm. long. (rara vez 45), de seccion elíptica, con un diámetro en la base de 9 < 6 y en el ápice de 6 < 5 mm,, gris-verde claro, glau- cescente, rojizo en el tercio basal. Espato surgente con el boton de color rojo-purpúreo vivido, purpúreo al florecer, 5-5 */¿ ctm. long, con la mitad basal tubulosa y la lacinia hendida hasta su medio; pedicelo 2 1/,-4 ctm. long., 3 */¿ mm. diám., verde botella, lustroso;

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 111

perianto (de 9 ctm. long.) inclinado, con 2 */, á 3 ctm. de diámetro álos 3/, desu altura, luego las lacinias se arquean moderadamente hácia afuera, y el limbo, abierto así, alcanza 6 ctm. diám.; lacinias espatuladas ú oblongo-obovadas, 8 */, ctm. long., 2 */, ctm. lat., la sepalina superior 9 ctm. long., 2 */, ctm. lat., la petalina inferior 1 1/,-1 3/, ctm. lat., (en dos ejemplares que florecieron en Marzo, las flores tenian 11 ctm. long.) las sepalinas soldadas en el medio porla base con las petalinas, éstas con el mucron apical blanco, las sepa- linas con el mucron purpúreo por fuera, y con pulvinulo interno blanco de azúcar, todas rosadas claras ó blanquecinas, recorridas por líneas de color más intenso, su tercio basal de color púrpura, mancha cuyo extremo se limita por una curva elíptica; las lacinias, arriba de la insercion de los estambres, presentan pestañas cortas, blanquecinas, que á veces se sueldan en parte formando una esca- milla ciliada; ovario obcónico mas ó menos deprimido en ciertas partes, de 9 mm. long., en lo superior 4, en lo inferior 3 mm. diám., lustroso, verde pardo; estambres desiguales (en 4 ejemplares, didi- namos)', su parte basal soldada de 3-4 mm. long., en los filamentos sepalinos bastante engrosada, ensanchada, de 243 ctm. long, fi- lamentos purpúreos, blancos en el extremo, anteras muy recurvas despues de la dehiscencia; pólen amarillo; estilo 5 ctm. long., pur- púreo, su extremo blanco, estigma trifido, lacinias de 5 mm. long., acarminadas en el dorso, blancas por dentro, un tanto extendidas, moderadamente encorvadas.

Argentina (San Luis en las orillas del Rio 5. ? Formosa? ).

Ignoro la procedencia de esta especie. En Enero de 1898 la vi por vez primera en flor en el invernáculo del Jardin Zoológico. Averiguando su procedencia, me dijo ExrIquE Kermes, empleado del Jardin, (y entre otras) una de las personas que me acompaña- ron en 1897 hasta los Andes y enseguida á Formosa, que el bulbo había sido recogido durante el viaje, pero no recordaba si en San Luis ó en Formosa,

En Buenos Ayres ha florecido siempre á fines de Enero, alrede- dor del dia 20,

Un caballero de San Luis me asegura haber visto en dicha ciu- dad algo muy parecido, si no lo mismo. Espero ver realizado su ofrecimiento de un ejemplar,

' No que hubiera 4 estambres, sino que, de los 6,2 eran más largos, como, en Z. jujuyensis, de los 6, 3 eran mayores.

112 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

34. Zephyranthes jujuyensis, HormBerG. H. JZ.

Anales del Museo Nacional de Buenos Aires, T. xr, ó Sér. 3*, T. 1v, p. 523.

Zephyrites con el bulbo de túnicas pardi-negras; hojas erguidas, lineares, con frecuencia falcadas, hasta de 30 ctm. long., 6 Y2-7 mm. lat., verdes, glaucescentes, rojizas en la base; perianto 6 ctm. long. (excluido el ovario), blanco, con lacinias lanceoladas recorridas por líneas finas parduscas y verdes en la base, en la ex- trema base pardas, las sepalinas verdes en el extremo y mucronadas, la mayor 14 mm. lat.; espato pardo con la mitad basal tubulosa, y su lacinia hendida hasta la mitad; estilo igual á la mitad del perianto ó un poco más largo; estambres tri- diínamos más cortos que el estilo.

var. B. volcanica, HoLmB., con lacinias no estriadas ó imperceptiblemente.

Bulbo aovado -piriforme, túnicas pardinegras, 1*/,-1*/, ctm. diám., el cuello 1-2 6 3 ctm. long. Hojas erguidas, un tanto rígidas, nacen despues de la floracion, con frecuencia 3, rara vez 26 0, opacas, verdes, pardusco-purpurascentes en la base, color que se desvanece hácia arriba, moderadamente glaucescentes, lineares, acanaladas en curva, casi planas en el cuarto ú en el quinto apical, obtusamente aristadas en el medio, á veces más ó menos falcadas, gradualmente estrechadas en la extremidad, elíptico-redondeadas en el ápice, rara vez agudas, de tamaño sucesivo, con la más larga á veces de 30 ctm., de 6 1/¿-7 mm. lat., gradualmente estrechadas hácia la base desde la mitad extrema, Escapo verde glauco, gra- duaimente rojizo hácia abajo desde el medio, transversalmente elíp- tico, 5-11 1/, ctm. long, 2 1/2 < 3 1/a 6 3 Ma < 4 *2 mm, diám., apé- nas adelgazado hácia el ápice; espato pardo, ó pardo violáceo, ó par- do purpúreo, 3 */, ctm. long., tubuloso en la mitad basal, y la laci- nia hendida hasta el medio, mas claro al secarse; pedicelo 1-2 ctm. long., un poco más estrecho que el escapo, verdoso, estriado de pardo, un poco inclinado hácia el ápice; perianto de 6 ctm. long. y 7 ctm. diám. en plena luz del sol, las lacinias extendidas en curva hácia fuera; tubo 5 mm. long., desnudo por dentro, lacinias solda- das en la base, lanceoladas, moderadamente acucharadas, sepali- nas 6 ctm. long. de las cuales la superior tiene 14 mm. lat. en el medio, y las dos restantes 13 mm. lat., las petalinas 5 */, ctm. long,, 11 mm. lat. el perianto por lo demás es blanco con las lacinias verdosas en la base por dentro, recorridas por líneas ténues de co- lor gris claro, por fuera con el tercio ó la mitad basal más intensa- mente verde, que se desvanece en su extremo y en los bordes, las sepalinas recorridas por líneas ténues (que faltan en los bordes) pardas, pardiclaras ó pardusco-violáceas (en un ejemplar la lacinia

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 1183

sepalina superior bañada de liláceo algo súcio, más intenso en las otras dos), verdes y mucronadas en el ápice, 4 veces pardo-violá- ceas en la extrema base; las petalinas recorridas exteriormente por líneas ténues grises ó más oscuras, y lavadas de rosado en el extre- mo; ovario verdoso-pardusco, Y mm. long., moderadamente engro- sado hácia el extremo, obpiramidado, y con las aristas desvaneci- das; estambres desiguales, con frecuencia tridinamos, filamentos verdes claros, más claros aún hácia el ápice, libres én la garganta y arqueadamente geniculados, los más largos de 2 3/, ctm., las an- teras no maduras delgadas, 1 mm. diám., 12-13 mm. long.; pólen amarillo; estilo 3-3 1/, ctm. long., algo inclinado, superiormente blanquecino, luego verdoso claro; estigma trifido con lacinias ar- queadamente extendidas, de 3 */¿ mm. long., y el estilo con un surco linear bajo cada seno de las lacinias estigmáticas. Cápsula. ...

Var. 8, volcanica, HoLmB., obra cit, Perianto blanco con el tercio basal verdoso y las líneas ténues desvanecidas ó casi, de 5 ctm. long.; escapo 11 */2 ctm. long.

Jujuy: Humahuaca, cerca del Volcan.

«Alrededor del 1? de Noviembre de 1902, mi hijo EDuArDO ALE- JANDRO descubrió algunos ejemplares floridos en la Provincia de Jujuy, Valle de Humahuaca, cerca de una gran montaña designada por los habitantes bajo el nombre de Volcan desgraciadamente empero, porque carece de la accion, de la forma y de la estructura volcánicas, y está constituida por esquistos arcillosos, lo que, por otra parte, observé en mi último viaje de 1904, El 13 de Noviem- bre (1904) y en Buenos Ayres (Capital de la República) estudié el primer ejemplar florido, el dia 26 el último. Esta Zephyranthes florece en Jujuy á fines de Octubre, despues de las lluvias prima- verales; pero durante el viaje, bajo una sequía extrema, no encon- tré un solo ejemplar.» (1, 1, 1905, o. c.). EDuArDo me escribe de Salta Provincia que actualmente estudia —que durante las horas que permanecí frente al Volcan, he pasado repetidas veces por los sitios donde él descubrió la especie, y que, si no ningun ejem- plar, se debe á la sequía á que aludi, -Ahora bien, el terreno allí es en extremo arcilloso, y duro como piedra cuando está seco.

Los ejemplares que regalé al JZ. se plantaron en tierra suelta, bastante buena, algo arenosa; los que conservo se encuentran en tierra negra, abonada, snelta. Las flores que éstos han producido tienen el mismo tamaño que el de un boceto de la silvestre trazado por mi hijo en la carta de envío en 1902.

ANAL. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3”, T. v. ABRIL 17, 1905, 8

114 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

39. Zephyrantes timida, Hom. JB.

Hormbero, E. L., * Amaryllidacee platenses nonnulle en Anales Mus. Nac. Bs. As. MES lo

Raices gruesas, fibrosas (unas 8), gradualmente adelgazadas, de 9-10 ctm. long. Bulbo aovado-oblongo, 2 */z ctm. long., 1 */, ctm. diám., con túnicas pardas; cuello de 1 */¿ ctm. long., 3 */, mm. diám. Hojas de color verde intenso, 3, acanaladas por arriba, convexas por abajo, con lijera carena, de 13 ctm. long., 2 mm. lat., algo ob- tusas. Escapo precoz, comprimido, 14 ctm. long., gradualmente adelgazado hácia arriba desde la base, de 3 1/, < 2 */3 mm. diám., verde, blanquecino en la base; espato de 3 1/, ctm. long., con la base (casi la mitad basal) cerrada, luego abierto por un lado, y la lacinia bifida por último, blanquecino algo súcio, un tanto salpi- cado de puntos ó estrías muy pequeñas de color rosa-acarminado, pedicelo 3 */, ctm. long., 1 */, mm. diám., verde claro; ovario verde oscuro ó de botella, 5 mm. long., en la base 2 1/,, en el ápice 3 mm. diám.; perianto con el tubo cortísimo; lacinias oblongo-lanceola- das agudas, las externas de 40 mm., las internas de 38 mm. long,, todas de 6 mm. lat., blancas por dentro con un rubor apénas per- ceptible, por fuera con una banda media ancha rosado-clara (este color está determinado por estriolas y puntos dispersos ó salpica- dos, acarminados), recorrida en el medio (la banda) por 5 líneas ó venas verdes claras, y que se pierden en el tercio basal verde-ama- rillento, la banda finalmente deja á cada lado un borde blanco casi de 1 mm. lat.; filamentos verdosos, los menores de 12 mm., los ma- yores de 16 mm. long., anteras muy arqueadas hácia atrás, esto es, recurvas, de 4 mm. long., casi */, mm. lat.; pólen amarillo anaran- jado; estilo verde claro, 17 mm. long., trifido, las divisiones de 4-5 mm. long.—Florida el dia 13 de Marzo de 1903,— Un ejemplar co- municado por CarLos ThHays Director de Paseos de la Capital y del Jardin Botánico. La descripcion fué hecha unas 6 horas despues de abierta la flor (Descubierta por A. pe LLAMas).

Misiones: Santa Ana.

36. Zephyranthes mendocensis, Bxr.

Baker, * Amaryll., p. 36, n. 21. Pax, Beútr. Amar., 1. C., p. 320, n. 9.

Cuello del bulbo 2 */, ctm. long. Hojas.... Escapo delgado, de 12 */,-15 ctm. long.; espato de 2 */a ctm. long., tubular en la mitad

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 115

inferior; pedícelo tan largo como el espato ó más corto; limbo del perianto bastante inclinado, de 3 3/,-4 */¿ ctm. long; segmento supe- rior 6 */¿ mm. lat., el inferior más estrecho; estambres desiguales, los más largos más que la mitad del largo del limbo; estigma trifi- do, Cápsula pequeña, globosa.

Mendoza.

31. Zephyranthes gracilifolia (Herz.) Bkxr. H.-J2,

Baxer, 4maryll., p. 36, n. 27. Pax, Beitr. Amaryll., 1.c., p. 3821, n. 10. SPEGAZZINI, Contr. Fl. Tandil, p. 48, n. 279.

Habranthus gracilifolius, HerB., Bot. Mag., t. 2464. Amaryll., 165. Kuntn, * Enumer. plant., v, p. 497, n. 17.

Amaryllis gracilifolia, ScHurnTEs, Syst., 7, 806.

Amar. gracilis, Syst., 4. cur. port. 133, excl. Habranthus angustus.

Bulbo oblongo, negruzco, pequeño. Hojas 4-5, verdes lustrosas, muy delgadas, cilindráceas, canaliculadas por arriba, de 45 ctm. long. Escapo precoz, delgado, de 18-20 */ ctm. long., purpuras- cente en la base; espato verde, de 3 ctm. long., tubuloso, hendido en el ápice; flores 1-2 más?), de 3 */, ctm., pediceladas, erguidas, abiertas al sol, cerradas de noche, inodoras, pedicelos verdes, de 5-6 1/¿ ctm. long., perigonio rosado ó purpúreo claro; tubo y su membrana anular verdes, ésta de 2 mm.; filamentos rosados, anteras amarillas; estilo rosado, más largo que los filamentos, más corto que el limbo; estigma 3-fido.

Buenos Ayres: Tandil, Mar del Plata. (República Oriental: Maldonado).

Descripcion de Baker, 1. c. Bulbo de 2 */, ctm. diám.; cuello corto; túnicas pardas oscuras. Hojas 4-5, lineares, profundamente acanaladas por la cara superior, de 15-23 ctm, long. Escapo muy delgado, de 10-20 !/¿ ctm. alt.; espato de 2-3 ctm. long., tubular en la mitad inferior; pedícelo tan largo como, ó mas largo que el espato; limbo del perianto de 2 */z ctm. long., apénas erguido, ro- sado purpúreo claro; tubo corto; segmentos obovados, cuspidados, de 8 mm. lat.; estambres de la mitad del largo del limbo; estilo trifido,

a. Floreció en Febrero y en Marzo de 1903 (Tandil, V. 10, 1902).

f. Brothianus, HzrB., Amaryll., 105; Bot. Reg., t. 1967. Espato, pedúnculo y ovario rojizos; ovario y pedúnculo muy alar- gados; estigma mayor.

116 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

y. Bulula, HozmB., Amaryll. platenses nonnulle, 1. c., p. 18. Flor blanca, con supresion completa de todo color rosado ó roji- zo en ella, ó en el escapo, «. (Tandil, V, 10, 902, H.). Flore- ció en Febrero 1903 y en Marzo y Abril de 1905.

2. Bijou, HoLmB., Amaryll. plat. nonn., 1. c., p. 718. Mas robusta en todo y más largo el escapo. No hay nada rojo ni rojizo, con excepcion de un rosado claro en la mitad superior ex- terna de las piezas del perigonio blanco. El escapo tambien

sin rojizo. (V. 10. 902, H.). Floreció en Febrero 1908.

El Dr. ANGEL GALLARDO me ha traido de Mar del Plata ejempla- res de esta especie, floridos despues de las primeras lluvias de Mar- zo de este año, y de las variedades «a y y.

He visto ya algunos centenares de flores siempre únicas, y las lacinias constantemente lanceoladas. Respecto de la longitud de las hojas puedo afirmar que KuxtH y Baker tienen razon y que miden de 15-50 ctm.

38. Zephyranthes Andersonii (Herz.) Bkr. H.,JZ,JB.

Baxter, * Amaryll., p. 37, n. 28. Benruam, Bot. Maz., t. 3596. Pax, Beitr. Amar., 1. C., p. 321, n. 11. —*Amaryll. en Exc. PrayTL, Obra cif., a Oe SPEGAZZINI, Contrib. al con. de la Fl. Ventana, p. 57, n. 268. Contr. Fl. Tandil, p. 48, n. 250. Nova add. ad. Fl. patag., 1. C., p. 170, n. 574. Habranthus Andersoni?, HERBERT, ms., LinbLeY en Bot. Reg., t. 1245. Lonnicks, Bot. Cab., t. 1677. HooxeEr, Bot. Mag., fol. 3596. SweET, Brit. flow. Gard., ser. 2, t. 70. Kuwrm, * Enumer. plant., v, p. 499, n. 23. Habranthus Andersonianus, HerB., Amaryll., 167, t. 34, f. 2. Raemer, Amaryll., 101 Amaryllis Andersoníi ( HerB.) GrIseBACH, Symb., p. 320, n. 2089.

Bulbo pequeño, aovado, de 2-2 */, ctm. diám., cuello corto. Ho- jas angostas, lineares, agudas, verdes ó casi glaucas, angostas, de 12 3/,-15 ctm. long. Escapo «unifloro» delgado, apenas rojizo, de 7 /,-15 ctm. alt.; espato tubuloso, dividido superiormente, de 2 !/, -3 3/, ctm, long.; brácteas lanceoladas; pedicelo de unos 4 ctm. y más, fructifero alargado; perianto de 3 */¿ ctm. long., dorado ó co- brizo, estriado por fuera, pardo-rojizo en el fondo; tubo de unos 3 mm. long., cerrado interiormente por una membrana anular; laci- nias obovadas, cuspidadas, de 8-12 mm. lat., las externas imbri-

y

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 117

cantes; filamento ínfimo petalino y el superior sepalino, cortos, los internos más largos, el superior muy corto, más largo que el estilo; ovario apénas rojizo. Cápsula de 1 */, ctm. diám., profundamente 3-lobada.

Buenos Ayres: Tandil, Sierra de la Ventana, Carmen de Pata- gones; Entre Rios; Santa Fé. —(Rep. Oriental: Montevideo; Chile).

La descripcion precedente es una refusion de las dos publicadas por HerBERT en Amaryll. y en el Botanical Register, que, sin refun- dir, publica Kuntu, l. c., más algunos datos de BAKER.

KuntH le señala, segun HerBERT, 6 variedades, de las cuales, con Pax, podemos excluir la 6.* (texana, considerada por BAkER especie propia, n. 12, p. 33, y colocar otra en cambio de ella).

a. aurea, HeERB., Am., t. 1315 a.

$. cuprea, HerB., l. c., t. 1345 b.

y. Obscura (Boton nigérrimo por fuera). HERB,, l. c.

0. brevilimbus, con hojas mas anchas, HerB., l. c.

e, parvula, HerB., Am., t. 26, f. 4.

í. rosea, HoLmB., * Amarill. plat, nonn, 1. c., p. 79. La parte de la flor que en las otras variedades es amarilla ó dorada, es rosada en esta. Buenos Ayres: Tandil (V. 10, 902. H.). Floreció en el J, Z. en Febrero de 1908,

GRISEBACH, que ha recibido ejemplares de Entre Rios, dice que las hojas son tardías, el perianto anaranjado, de 2 */2 ctm. long., y que florece despues de las primeras lluvias de Marzo. Ejemplares que coleccioné en el Tandil á principios de Mayo de 1902 han flo- recido en el J, Z. desde Noviembre 1902 hasta Marzo de 1903.

39. Zephyranthes coerulea (GriseB.) Brr.

Baxer, Amaryll., p. 37, n. 29. Pax, Beitr. Amar., 1. c., p. 321, n. 12. Amaryllis (Habranthus) cerulea, GrisepBAacH, *Symb., p. 320, n. 2090.

Bulbo avanzado en el cuello de las vainas, de 2?*/, ctm. diám., cuello de 2 */,-5 */3 ctm. long. Escapo precoz, monocéfalo, de 23 ctm. alt.; espato de 2 */a ctm. long., bifido, la parte inferior al pe- rigonio de 1 3/, ctm., la superior dilatada de Y mm.; pedicelo casi de igual largo que el espato; perigonio azul pálido de 2 */, ctm. long., con los segmentos poco desiguales que en lo inferior simu- lan un tubo filiforme-clavado, dilatados arriba del medio como lámina elíptico-oblonga, mucronada; los 3 estambres más largos

118 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

casi iguales al estigma 3-fido, los 3 más cortos poco más largos que la garganta del perigonio. Florece despues de las primeras lluvias de los comienzos de Marzo.

Entre Rios: Concepcion del Uruguay, en sitios arenosos.

40. Zephyranthes melanopotamica, SpEG.

*SPEGAZZINI, Nova addenda ad Floram patagonicam en Anales del Museo Nacio- nal de Buenos Aires, T. vir (sér. 2%, tomo 4) p. 169, n. 578.

Especie muy afine de Zephyranthes mesochloa, HErB., de la cual difiere bastante por las hojas no sinantas y por las escamillas in- terestaminales muy pectinadamente ciliadas,

Bulbos ovóideos de 3-3 */, ctm. long., 2-2 */, ctm. diám., con fre- cuencia muy profundamente enterrados, cubiertos de numerosas túnicas pardas; cuello alargado de 10-30 ctm. long., 1 ctm. diám. Hojas 2-5 en cada bulbo, erguidas, glabras, de 20-30 ctm. long, 3 mm. lat, Escapos purpurascentes hácia abajo, verdes hácia arri- ba, de 7-25 ctm. long., 3-5 mm. diám.; espato acrógeno, solitario, membranoso, blanquecino subhialino, 3 */,-5 1/, ctm. long., mas Ó menos brevemente tubuloso en la base de */,-2 ctm. long., 6-7 mm. diám., con lacinias erguidas, angostas, agudas; flores inodoras, er- guidas, sostenidas por los pedicelos que son siempre, áun despues de la floracion, más cortos que el espato, 2 1/,-3 */, ctm. long., 1 */a mm. diám., frecuentemente purpurascentes, glabros, cilíndricos; perigonio 4-5 ctm. long., obconóideo-tubuloso, alargado desde la base de 1 */¿-2 ctm. long., más ó ménos abierto, de 3-4 ctm. diám., con lacinias oblanceoladas, 8-10 mm. lat., más ó ménos agudas hácia arriba, gradualmente estrechadas hácia abajo y casi soldadas en la parte tubulosa del perigonio, muy ténuemente 11-13-nervia- das, blancas, rubicundas hácia la base, pero con el raquis y la uña verdosos; escamas interestaminales opuestas á los pétalos y adhe- ridas á éstos cerca de la base, brevemente libres, blanco-verdosas, pectinado-ciliadas; estambres erguidos: 3 más largos, 2 */, ctm. long., 3 más cortos, 18 mm. long., filamentos ténues, glabros, li- bres, lijeramente rojizos, insertos cerca de la base del perigonio; anteras versátiles grandes, Y mm. long., 1 mm. diám., apénas ondu- ladas, amarillas; ovario elíptico-globoso, 7-10 mm. long., 5-7 mm. diám., apénas purpurascente, glabro, algo obtuso en ambos extre- mos; estilo erecto, de 3-3 */¿ ctm. long , delgado, glabro, cilíndrico, coronado en el ápice por 3 estigmas un tanto anchas, apénas circi- nadas, y apénas cristadas, de 3-4 mm. long., 1 mm. lat. Cápsula

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. Las.

apénas tridimo-globosa, de 10-12 mm. diám. y alt., ténuemente membranosa, loculicida, glabra, purpurascente. Semillas irregu- larmente suborbiculares, 4-5 mm. diám., ténuemente subfoliáceas, flácidas, negras, lustrosas.

Patagonia: en los médanos, á lo largo del Rio Negro.

Gén. HAYLOCKIA, Hrrp. PAS Amaryl Ve. op 07. 7.

Perigonio embudado, amarillo pálido. Estambres en 2 ciclos. Estigma 3-partido. Hojas angostas, lineares.

1 especie, con hábito de Sternbergia.

Buenos Ayres, —(Rep. Oriental del Uruguay: Montevideo ).

41, Haylockia pusilla, Herb.

Herberr, en Bot. Reg, t. 13/1,.— Amaryll., 183. Ramer, Amar., 47. KunrH, * Enumer. plant., v, p. 480, n. 1. Baker, Amaryll., p. 30, n. 1. Sternbergia Americana Horrmaxs., Verzeichniss, 197, con fig, ScHULTES, Syst., 7, 196. Zephyrantes pusilla, Drietr., Syn., 2, 1176.

Bulbo pequeño, subgloboso, pardo. Hojas invernales, numero- sas, extendidas en el suelo, muy angostas, agudas, surcadas, verdes. Escapo otoñal (precoz) unifloro; espato monofilo, enterrado hasta la mitad, dividido en el ápice; ovario oculto en el bulbo; perigonio con el tubo de 2 */, ctm., verdoso pálido, cilindráceo, ampliado en la garganta; limbo de 2*/, ctm., blanco, amarillento casi pajizo, manchado por fuera de purpúreo y estriado del mismo color por dentro en la base; lacinias onduladas, las exteriores uncinadas, de 1 ctm. lat., las internas de 8 */¿ mm. lat.; estambres insertos en el extremo del tubo, los petalinos más arriba y más largos; filamentos cortos, blancos; anteras doradas; estilo blanco, oculto en el tubo; estigmas delgados de 4 */¿ mm. long., blancos. Cápsula turbinada, casl1 redonda.

2. rubella, HerB. Flores rosadas.

Buenos Ayres. —/(Rep. Oriental: Montevideo. Maldonado).

120 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Gén. STERNBERGIA, Wazrbnst. Ktr. Par en neo: 6 Pr: 0p3ic0H, 10 ps 1013 10,

Dedicado al Conde STERNBERG.

Flor embudada, amarilla ó rojiza. Estigma en cabezuela. Fruto carnoso. 12 especies de la region oriental del Mediterráneo.

Baker (Amaryll., p. 28-29) no admite más que 4 especies distri- buidas por él del siguiente modo:

A. Eusternbergia, Pax. Sternbergia prop. Baker.— Escapo corto. Flores otoñales. Hojas primaverales. Tubo del perianto largo, CIADATICO 0 A A A AI Esp. 1-2 (1. $. colehiciflora; 2. S. macrantha ). B. Oporanthus.—Escapo alargado. Flores y hojas contemporá- neas. Tubo del perianto corto, embudado....ooocom.casoonms +... » 8-4. (3. $. lutea; 4. S. Fischeriana).

Pax (1. c., p. 108) sigue esta division, la cual, por otra parte, es la misma que trae KuntH (Enumer. plant., v, p. 698). Por lo demás, el nombre de la division A. es cambiado en Eusternbergia, Pax.

Subg. A. Eusternbergia, Pax. 42. ** sternbergia macrantha, J. Gay. EN

J. Gay, en BaLaxsa Exsicc., n. 827. Baker * Amaryll., p. 29, n. 2. St. latifolia y St. stipitata, BOIssIER. St. Clusiana, Borss. Ker.

Bulbo globoso, 2 Y2-3 3% ctm. diám., con un cuello de 10-15 cim. long.; túni- cas pálidas 6 pardas. Hojas alonjadas, obtusas, glaucescentes, de unos 2 ctm. lat., completamente desarrolladas en el rigor del verano (in June, Bxr.) Esca- po tan largo como el cuello del bulbo; espato de 7 42-10 ctm. long., membra- noso, cilíndrico en la mitad inferior; flores de color amarillo brillante en Otoño; tubo cilíndrico de 5 ctm. long., segmentos oblongos, de 212-3 ctm. (de ancho dice Baker; pero á juzgar por las flores secas que traían unos bulbos de la especie, de la casa de E. KreLaGE en Harlem, creo que debe ser 2 1/2 - 3 ctm. long.) estambres más de la mitad tan largos como el tubo; estigma no lobulado.

Asia Menor, Siria, Palestina, Persia Occidental y Peninsula del Sinaí.

Subg. B. Oporanthus, HerB (como gén.)

43, ** sternbergia lutea (L.) Gawz. H.

GAwLER en ScHuLtEs, Syst., 7, 795. TexorE, Syll., 164. Vis., Flor. Dalm., 1, 125. Liwx en Linnea 9, 141. Remer, 4mar., 16. Kuntm, Enum. plant., Y, p.701, n. 6. RerIcHENBACH, Je. Germ., t. 373, f. 828. —* Baker, Amaryll., p. 29, A

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 191

Amaryllis lutea, L., Spec., 420.— Lamarck, Encyel., 1,121. Witrp., Spec., 2, 50. BIEBERST., F1.,3, 256. CurrT., Bot. Mag., t. 290. RenoutÉ, Lil., t. 148. SiBTHorP, Flora Greca, t. 310. Smrrm, Prodr., 1, 221. De Caxn., Gall., 3, 229. —Arr , Kew, 1, 415; ed. 2, 2, 223. GawLer, Revis., 4. TexorE, Flor. Neap., 2, 150.

Oporanthus luteus, HerB., App., 38; Amar., 188, Bibl. *KrH. Descr. *Bkr.

Bulbo ovóide, 2 12-53 ctm. diám. Hojas 5-6, alonjadas, 1 4 ctm. lat., 30 ctm. long., simultáneas con las flores en Otoño. Escapo saliente del cuello del bulbo, á veces de 15-22 ctm. long., rara vez 2-floro; espato lanceolado, 2 Y2-3 % ctm. long., flores (en Otoño) amarillas brillantes; ovario sentado; tubo embudado, de 6 Ya-8 Y2 mm. long.: segmentos oblongos, 3 4-3 Y% ctm. long., 14 ctm. lat.; estambres más de la mitad tan largos como el limbo; estilo á veces tan largo como el limbo; estigma no lobado.—Region del Mediterráneo, desde España y Argelia hasta Siria y Persia.

44, * sternbergia Fischeriana (HerB.) Rom. H.

Remer, Amaryll., 46. KuntH, *Enumer. plant., v, p. 702, n. 7. Baker, Ama- ryll., p. 29, n. 4. Oporanthus Fischerianus, HerBERT, Amaryll., 412, t. 47, f. 3.

Segun Baker: Hábito de St. lutea, de la que difiere por florecer en Primavera. y por el ovario y cápsula estipitados.

KuntH: Bulbo aovado; cuello avanzado de 15 ctm. long., 1 Y ctm. lat. Hojas casi de 30 ctm. long., 8 mm. lat., obtusas. Escapo 23 ctm. long.; espato univalvo, * 3% ctm. long.; perianto apenas de 3 Ye ctm. long , amarillo; estilo 2 Ya ctm. nao me mas largo que los estambres, estigma apenas ovalo, —Cáucaso.

Subtribu 5. Crinine.

* Pax ide. dr 108.

Flores regulares ó zigomorfas en escapos multifloros (1-floros por excepcion), con tubo del perianto largo, y óvulos numerosos en las cavidades del ovario. Semillas planas, comprimidas. Espato de 2 brácteas. |

Existe anillo esclerenquimático cerrado; además, aparecen hace- sillos dispersos, generalmente dispuestos en varios circulos.

Chiidanthus, y en parte Crinum, Sudamericanos. Los otros géne- ros son del Hemisferio Oriental.

Division de la subtribu en géneros.

A. Anteras adherentes por la base. Estilo ostensiblemente

Sn o a e AE Al pia AUT AS TI AA Gén. Chlidanthus. B. Anteras adherentes por el medio.

a. Ovulos hundidos en el tejido de la placenta. Escapo no

hueco. 2. Flores brevemente pediceladas ó sentadas.. a g. Crinum. Flores largamente pediceladas .................. Amonocharis Herb.)

b. ras no hundidos en la placenta. Escapo hueco..... . Cyrtanthus.

193 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Gén. CHLIDANTHUS, HERBERT.

(Coleophyllum, KLoTzSCH ).

Pax Amaryl ic: IL 0, pa 108. 22,

Etim: de X!.:07, molicie, lujo, di, y %v90<, flor. Flor lujosa.

Tubo del perianto dilatado solamente un poco hácia arriba, algo arqueado, Filamentos dilatados en la base. Cápsula loculicida, Es- capo no lmeco. Flores amarillas, aromáticas, en umbelas pauci- floras.

3 especies de Sud América. —Sólo 1 (Chl. fragrans) se cultiva.

45. Chlidanthus fragrans, Herz. Hs. ¿E

HerBerT, App., 46. Amaryll., 190, t. 27, f. 2. LinbuEY, Coll., t. 34. Bot. Reg., t. 640. ScHULTEs, Syst., 7, 902. Reamer, Amar., 3. Kuntn, * Enumer. plant., v, p. 653, n. 1. Baxer, Amaryll., p. 28, n. 1. Orro Kuntzk, Revisio generum plantarum, $, 111, 310.

Bulbo grande, ovóide (Bxr.). Hojas tardías, lineares, gramino- sas, de color verde gai (unas 6, contemporáneas, obtusas, glaucas, erguidas, de 6 */, mm. lat, Bxr.). Escapo precoz, de unos 4 ctm. alt., paucifloro, (de 2 filos, Bkr.); flores sentadas, olorosas, amarl- llas, inclusas en el espato aovado, de 1-2 valvas, la mitad mas corto que aquellas; perigonio embudado, apénas irregular; tubo largo, delgado, casi curvo (de 3-7 */, ctm. long., Bxr.); lacinias triple mas cortas que él (de 3-3 3/, ctm. Bxr.); extendidas, las inter- nas ovaladas, obtusas; las externas aovadas, mucronadas; estam- bres 6, rectos, inclusos, desiguales, los petalinos más largos, subu- lados, los mas cortos bidentados; anteras oblongas, innatas, ergui- das; ovario infero, oblongo, trigono, trilocular, polispermo, óvulos comprimidos, biseriados; estilo filiforme, más largo que los estam- bres y en su direccion; estigma trífido. Cápsula subcartilaginosa, trivalva. Semillas pardas, membranosas, marginadas.

Buenos Ayres (KrH.). Paso Cruz (O. Kuwrze) (Chile; Kra.— Andes peruanos, Quito, Bxr.).

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS 123

Gén. CRINUM, L.

(Stenolirion, BAKER).

Pax, * Amaryll., 1. c., 11, 5, p. 108, n. 23.

Etim.: Kgtvoy, Azucena (en la Argentina ó Lirio en España ).

Cápsula redondeada, con dehiscencia irregular. Flores por lo comun blancas.

Más de 60 especies, con frecuencia en las regiones marítimas de los trópicos y subtrópicos. Muchas de ellas se cultivan.

Segun Baker, y BENTHAM HookEr, se divide en 3 secciones.

Secc. I. Stenaster. Tubo del perianto derecho. Lacinias lineares.

Secc. IL. Platyaster. Tubo del perianto derecho ó algo arqueado. Lacinias alancetedas. Filamentos divergentes como en Stenaster.

Secc. HI. Codonocrinum. Tubo del perianto arqueado, algo dilatado hácia arriba. Filamentos y estilo arqueados hácia abajo.

Subg. 1. —Stenaster.

46. ** Crinum amabile, Don. JB.

Dowxs, Hort. Cantab., ed. 6,83. GawLer en Bot. Mag., t. 1605 A. B. y fol. 1813; íd. en Journ. of Sc., 3, 111. ScnuLres, Syst., 7, 868. HeErBERT, Amaryll., 945. Remer., Amar., 67. KuntH, * Enumer. plant., v, 550, n. 4. BAKER, Amaryll., p. 75, n. 3.

Cr. amabile u«, GawLEr, Bot. Reg., 679.

Cr. superbum, RoxBurGH, Corom., ined, Mus. Baxxs; Bot. Mag., fol. 2131; id. FT. Ind., 2, 133.

Tallo breve, apénas bulboso, con raices carnosas, ramosas en la base, de 30 á 45 ctm., del grueso de una pierna humana y más, vestido con las vainas mar- chitas de las hojas. Hojas esparcidas, envainadoras, erguidas, lanceoladas, obtu- sas, glabras, lisas en el borde, profundamente cóncavas por arriba, teselado- estriadas, de 0.90 ctm. á1m. 80 long., de 7 2-15 ctm. lat. en el medio. Escapo surgente inmediatamente bajo las hojas, de 0.90 4 1 m. 20 alt.; muy comprimido, de 2 Y ctm. diámetro.; umbela 20-30 flora; espato difilo, con sus foliolos gran- des, cordiformes, reflejos, coloreados por fuera; flores grandes, pediceladas; entremezcladas con brácteas filiformes, aproximadas, rosadas, fragantísimas; tubo del perigonio oscuramente trigonal, de 12 % -15 ctm. long., intensamente coloreado; segmentos del limbo distribuidos por igual, linear -lanceolados, re- volutos, del largo del tubo ó más largos, intensamente rosados por fuera, cárneos pálidos por dentro, con los ápices alternos uncinados; filamentos de color rojo intenso, incurvos, delgados; ovario infero, oblongo, trilocular, sus cavidades con pocos óvulos; estilo inclinado tan largo como los estambres, rojo intenso; estima pequeño, perforado, oscuramente trilobado—(Rox».—Proba- blemente hibrido (espontáneo) de Crinum zeilanicum con Cr. procerum— (HerB.)— Krn., 1. c.—Sumatra.

194 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Subg. 2. —Platyaster. 47. Crinum Argentinum, Pax.

Pax, * Beitráge zur Kenntniss der Amaryllidacee en EncL., Bot. Jahrb., x1, 111 1889, pza y parada:

Brácteas involucrantes exteriores 2, anchas, membranosas, las internas filiformes, casi de igual largo que los pedicelos. Inflores- cencia pseudumbelada pauciflora, apénas 4-flora, con pedícelos de 3-4 ctm. long.; tubo del perigonio recto, estrechamente cilín- drico, no ampliado hácia el ápice, de 7-8 ctm. long., 2-3 mm. lat.; lacinias obovado-oblongas, 8 ctm. long., 1 */,-2 ctm. lat., blancas, de igual largo que el tubo, las externas apénas apiculadas; fila- mentos rectos, filiformes, casi de 8 ctm. long., poco mas cortos que las lacinias del perigonio; anteras versátiles, de 1 ctm. y más long; estilo filiforme, de igual largo que el perigonio; estigma trífido.

Por el carácter del estigma trifido constituye una agrupacion particular dentro del género.... En Febrero con flores.

Tucuman, en la Sierra de San Javier.

48, ** Crinam Americanum, L. JB:

LiwxwE, Spec., 419. -—- L'Hérrrier, Sert. Angl., 8. Arron, Kew, 1, 413, ed. 2, 2, 221. WILLDENOW, Spec., 2, 46.—GawLer en Journ. of Sc., 3, 104; 2d. en Bot. Mag., t. 1034. ScHuLTEs, Syst., 7, 872,— HerBerT, Amaryll., 254. Ramer, Amaryll., 51.—KuntH, * Enumer. plant., v, p. 559, n. 17.— Baker, Amaryll., p. 89, n. 46.

Crinum Commelyni, RebourÉ, Lal., t. 322 (excl. diágnosis seg. GAwLER en Journ. of Sc., 2, 177).—Porrer, Eneyel., Suppl., 5, 633, Jacq.

Bulbine uncinata, Mancn, Meth., 641.

Bulbo casi redondo, oculto en la tierra. Hojas 6-8, linear-oblongas, canalicu- ladas, amplexicaules, obtusas, glabras; de unos 31 ctm. long., 3-5 ctm. lat., er- guidas en la base, recurvas en el ápice. Escapo lateral, erguido, cilíndrico, gla- bro, verde, de unos 31 ctm. alt., del grueso del meñique; flores 3-4, sentadas; espato de 2 brácteas grandes, opuestas, membranosas, lanceoladas, más 3 á 4 en- tremezcladas, lineares, menores; tubo del perigonio de 11-12 Y, ctm. long., er- guido, casi trigonal, blanquecino verdoso; lacinias del limbo linear -lanceoladas, extendidas, poco recurvas, onduladas, de unos S ctm. long., 10-11 1/2 mm. lat., blancas, apénas callosas en el ápice y con el gancho casi incurvo; filamentos ad- heridos á la base del tubo, filiformes, más cortos que las lacinias del limbo, di- vergentes, arqueados, blancos, rojos por arriba; anteras linear-oblongas, adheri- das por el medio, amarillas, negras despues de la fecundacion; ovario infero, oblongo, verde; estilo cilíndrico, de 1612 ctm., blanco, rojo hácia arriba; estigma simple, obtuso.—(Ren.)—Krnm., 1. c. América Austral; Indias Occidentales; Mé- xico: Vera Cruz; Estados Unidos: Luisiana.

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 125

6 49, ** Crinum pratense, Herb. JB.

HerBErT, Amarryll., 256. —Kuntm, * Enumer. plant., v, p. 563, n. 24. Baxer, Amaryll.; p. S2. n. 33.

Bulbo aovado ó esférico. Hojas alonjadas, flojamente caidas. Umbela sentada, multiflora (Herz. ).

var. y. longifolium (RoxB., como especie. ) Hojas de 60-80 ctm. long., 5 ctm. lat. Flores casi sentadas, 8-12, blancas; tubo de 10 Y“ ctm. long.; limbo un poco mas corto; filamentos y estilo casi iguales al limbo; anteras pardas antes de la inversion. Bengala. > E, lorifolium (Rox»m., como esp. Flor. Ind., 11, 131). Herb. -- Hojas de Om.60-1m. 50 long., apénas distinguibles de las de longifolium, un tanto escabrosas en los bordes. Flores á veces 20, más brevemente peduncula- das que en el anterior. Pegú.

(- elegans (Carey, c. esp. Bot. Mag., t. 2592.) HerB. Próximo afine de q y f, difiere por las flores casi pedunculadas; bulbo casi inclinado, escapo caido. Pegú.

- venustum (Carry, €. esp.) Hex» Hojas más obtusas que en y. Flores cerca de 30, todas blancas, de tamaño y forma como en %, Silhet.

. canaliculatum (Carey, e. esp.) Krm. Hojas de 2 Y2z ctm. lat., más cana- liculadas que en z, f, ; ás glaucescentes. Flores unas 10, rojas pálidas por fuera.

India Oriental, en los prados secos, KTH. (sujetos á inundacion, Bxr.).

Y O)

(U)

Bakrer: Bulbo ovóide, 10-12 2 ctm. diám.; cuello corto. Hojas 6-8 por bulbo, lineares, suberectas, 45-60 ctm. long., 3 94-35 ctm. lat., estrechadas hácia la punta, acanaladas en la cara superior; borde integro. Hscapo lateral, comprimido, 30 ó más ctm. long., como de 1 ll ctm. diám.; flores 6-12 en cada umbela; valvas del espato lanceoladas deltóideas, 5-7 2 ctm. long.; pedicelos nulos ó muy cor- tos; tubo del perianto verdoso, Y 12-10 ctm. long., encorvado al principio; seg- mentos lanceolados, blancos, casi ó tan largos como el tubo, 1 Y: ctm. lat.; fila- mentos rojos brillantes, bastante más cortos que los segmentos; óvulos 3-4 en cada cavidad.

Subg. Il, Codonocrinum.

50. ** crinam ornatam, HERB. JB.

HerBerT, Amaryll., 262.—Kuwnta, *Enumer. plant., v, 513, n. 38. (¿ Cr. zeylanicum, L., Syst. veg., 263. Baker, Amar., p. 87, n. 58.—?).

Bulbo esférico. Hojas onduladas. Escapo delgado. Umbela casi con 20 flo- res; lacinias del perianto anchas, estriadas por fuera. Cavidades polispermas (HerB).—(Con 8 variedades y larga sinonimia para cada una). —Indias Orien- tales.

31, **crinuam »roorei, Hook. f. Y. PR Es: E

Hooker fil. en Bot. Mag., t. 6113; Gardn. Chron., 1887, 11, f. 101.—Baxer, *Handb. Amar., p. 93, n. 73.

C. Makoyanum, CarriérE, Rev. Hort., 1817, 417, f. 75.

C. Colemsor, Mackenii y natalense, Hort.

126 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Bulbo ovóide, muy grande, abundantemente estolonifero, con un cuello á veces de 30 ctm. long. Hojas 12-15en cada bulbo, extendidas, delgadas, alonjadas, ver» des brillantes, de 60-90 ctm. long., 7 Y2-10 ctm. lat., laxa y distintamente venosas; borde integro. Escapo verde moderadamente fuerte, de 60-90 ctm. long.; 6-10 flo- res en la umbela; valvas del espato grandes, deleadas; pedicelos de 3 3-7 Ya ctm. long.; perianto con tubo encorvado de 7 12-10 ctm. long., y limbo embudado casi de la misma longitud, con segmentos oblongos casi agudos de 2 12-83 34 ctm. lat.; filamentos rosados, 2 12 ctm. más cortos que los segmentos; anteras lineares de 1 Ys ctm. long.; el estilo alcanza al ápice del perianto. C. Schmidtii, ReceL, Gar- tenfl., t., 10/2es una forma con flores blancas puras. Natal y Cafrería.

52, “EFcrinum longifoliam (L.) Thuxb. Ht.

ThuxbeErG, Prodr., 59; ej. Cap. ed. ScuuLr., 1, 802.—BAKER, *Amar., p. 93, n. 75.

Amaryllis longifolia, L., Spec. pl., 421; Syst. veg.. x1v, 3820. Lamarck, Encycl., 1, 122 (nó Arr. y WiLLp.).—Jacquix, le., t. 862.—ReDoUTÉ, Lal., t. 347.—GAWwLER, Bot. Mag., t. 661.

Crinum capense, HerB., Amar., 269 (1831); Bot. Mag., fol. 2688. Kuxtm, Enum. plant., v, p. 519, n. 44.

Amaryllis capensis, MinLER, Dict. ed. S. (KtH. p.580 <Crinum> n. 44).

Am. bulbisperma, Burm., Prodr., 9. (KrH., 1. c., p. 580).

Crinum riparium, HerB., Bot. Mag., fol. 2121 (KruH., 1. c., p. 580).

(Y algo más para la sinonimia y bibliografía que conviene al estudiante exa- minar).

Bulbo de forma de ampolla, gradualmente estrechado en largo cuello cilíndri- co. Hojas 12 ó más por bulbo, ensiformes, agudas, glaucas, de textura modera- damente firme, 60-90 ctm. long., 5-7 Ye ctm. lat.; borde escabroso. Escapo 30 6 más ctm. long., casi cilíndrico; flores 6-12 en cada umbela; valvas del espato 5-17 Y2 ctm. long.; pedicelos 2 2-5 ctm. long.; tubo del perianto encorvado, 7 2-10 ctm. long., con limbo casi de igual largo; segmentos oblongos, agudos, 2-2 Ya ctm. lat., por lo comun bañados de rojo en el dorso, más rara vez blanco-puros; es-

tambres casi tan largos como el perianto; el estilo alcanza á su extremo.—Sur de Africa.

Gén. CYRTANTHUS, Arron.

(Eusipho, SALISBURY). Pax, = Amarylla oe nop 09 ac Za

Etim. De Kvuozd<, encorvado, convexo, giboso, y Zvbo<, flor.

Cápsula dehiscente de un modo irregular. Estilo variado.

15 especies del Cabo.

(Una especie se cultiva en Buenos Ayres, si no dos; pero hace años que he reconocido en tal forma la presencia del género y no puedo señalar especie) H.

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 197

Subtribu 6. —Ixiolirine.

Flores regulares en inflorescencias paucifloras, racemosas ó um- beladas, con tubo del perigonio corto ó nulo y óvulos numerosos en las cavidades del ovario. Semillas redondeadas, angulosas, Es- capo hojoso. Eje subterráneo: una cebolla incompleta.

- Sólo 1 género, lxiolirion FiscH., con 2especies del Asia Anterior hasta Afganistan.

Gén. IXIOLIRION, FiscHer. ( Kolpakowskia. Rxa.) Pax, Antar., en E. 65 Pr.. 11, 59; p. 110, n. 26.

De "lZlwv,-ovos, Ixrox, y Astipiov, Azucena (Argent. ), Lirio (España).

Perianto embudado. Filamentos soldados, más cortos y más lar- gos. Hojas herbáceas. 2 especies en el Asia Anterior hasta Afga- nistan.

58. ** xiolirion montanam (LabILL., Herb. JZ.

* HerBErT, App. 31; Amar., 125, t. 10, f. 2; * Bot. Reg., 1844, t. 66 (en KuntH). SCHULTES, Syst., Y, 152. Ramer, A4mar., 246. Kuntn, Enum. plant., v. 817, n. 1. Baker, Amar., p. 132, n. 1.

Amaryllis montana, LABILLARDIÉRE, Syr., dec. 2, p. 5,4. 1.— WILLDENOW, Spec., IL, 56. RenourÉ, Lil., t. 241. Porrer, Encyel., suppl. 1, 319.

Alstremeria montana, GAwLEr, en Journ. of Scienc. 2, 183.

Amaryllis tatarica, PALLAS, Lt., 3, app. 85, t. D, f. 1. WiLLDENOW, Spec., 2, 54.— BIEBERSTEIN, F!., 1, 260,

Ixiclirion Pallassii, Fiscm. et Mery. ms. KareLIN KiriLow en Bull. de la Soc. des nat. de Mosc., 1841, n. 4, p. 749.

Exiolirion tataricum, ScHuLtEs, Syst., 7, 752 (excl. HERB.)...... (KrH.).

Bulbo uniforme; túnicas duras, membranosas, pardas oscuras. Hojas abraza- doras, profundamente canaliculadas, acuminadas, de 15-27 2 ctm. long., 1 ctin.lat., gelaucas. Escapo casi de 45 ctm. alt., con brácteas foliiformes gradualmente meno- res, en lo inferior alternas, en lo superior con frecuencia opuestas; pedúnculos axilares 1-3-floros; ovario verde, declinado; perianto 4 *l ctm. long., azul purpú- reo oscuro (saturate coeruleo-purpurascens «HerbB.; violaceum Krn.; «bright lilac » Baker); lacinias en lo inferior más ó menos blanquecinas. Cápsula oblonga, 3-surcada, surco nerviado; los lóculos por fuera con el dorso redondeado, 3-ner- viado,. se abren por un opérculo cortísimo, el tabique en el eje con el ápice persis- tentemente 3-apiculado. Semillas casi erguidas, apénas biseriadas, con testa ne- gro, tenuemente prolongado más allá del hilo, angulosamente oblongas; chalaza rugosa, deprimida; el hilo un punto blanquecino.

(Descr. Her. en Kunth, 1. c.). Siria, hasta la Siberia Central, Afganistan y Beluchistan.

1 var. 1. tataricum (Luoen.) Herp. Altai y Montes de Soongaria.

125 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Tribu 2. Narcissez. + Pax, dem p, po 102, Division de la tribu.

I. Solamente pocos óvulos en cada cavidad; á veces tambien

sólo 1 cavidad se desarrolla. Hojas generalmente cordiformes

Ó elÍPLiCAS.....oooooccoroncciorcoreranr rr Subtr. 1. Eucharidine. TI. Ovulos muy numerosos en cada cavidad. Hojas nunca cor-

diformes. 1. Corona desarrollada en forma de copa, ó reducida á esca- mas aisladas. *. La corona del tubo del perianto tiene forma de copa y lleva los filamentos insertos en el interior. Corona en la garganta del tubo del perianto. 0.2. .amn osas Str. 2, warcissine. **._ Los filamentos nacen del borde de la corona de forma, de copa, ésta no asentada ó inserta en la garganta, y á veces reducida á escamas aisladas. Tubo del perianto á VECES ¡COLLO. e ar al AR Str. 3. Paneratiinz. 2. Corona reducida á un anillo poco aparente, de cuyo borde surgen los filamentos. Tubo del perigonio casi siempre cor- LO AS Erarasyez alar rado vts til ea Str. 4, Eustephinz.

Subtribu 1. Eucharidine. 2 PASS dl. 18. Op O.

Divisiones del espato 2-3, Flores regulares ó medio zigomorfas en umbelas, generalmente con pocos óvulos en las cavidades, de las cuales (cavidades) abortan á veces 1 6 2, Filamentos con esti- pelos en la base, de los cuales, los contiguos, se sueldan general- mente, y así se produce una corona fuertemente desarrollada, de cuyo borde surgen los filamentos. Cápsula frecuentemente carno- sa. Semillas redondeadas.

Géneros de la América Tropical y áun Subtropical. Dos, empero (Calostemma, Eurycles ), son de Australia Tropical y Extratropical.

Division de la subtribu.

A. Filamentos libres. Estigma 3-partido .......... Gén. Calliphruria, HErB.). B. Filamentos soldados lateralmente entre si por sus partes estipulares. Estigma 3-lobado. a Hojas lineares, cuando más elípticas-angostas. Divisiones del perianto lineares. Tubo del perianto cilíndrico, ó sola- mente un poco dilatado. 2. Tubo del perianto alargado. Corona de forma de em- A EE ES O A Se g. Hymenocallis.

2. Tubo corto. Corona tubulada estrecha ...... ........ Elisena, HerB.).

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 199

b. Hojas cordiformes. Divisiones del perigonio elípticas. Tubo dilatado en forma de embudo.

%. Perigonio radiado. Ovulos con frecuencia más de 2..... g. Eucharis. 8. Perigonio en forma de embudo. Ovulos siempre 2 no más. I. Ovario 3-locular. Fruto una cápsula............ g. Eurycles, SaL1sB.).

TH. Ovario por aborto 1-locular. Fruto una baya. g. Calostemma, R. Bx.).

Gén. HYMENOCALLIS, SaLisBURY.

(Choretis, HerBERT; Ismene, SALISBURY ).

Pax, *Amaryll., 1. c., 11, 5, p. 110, n. 98,

Etim. de Yy.7yv, ¿vos, membrana; x%//o<c, belleza por el desarrollo y belleza de la corona.

Flores blancas ó amarillas, tubo del perianto cilíndrico, lacinias lineares. Corona 6-lobada algo irregular). Ovario con frecuen- cia 1-locular por aborto. Hojas pecioladas ó sentadas.

Unas 80 especies de la América Tropical que, por el Norte, se extienden hasta México y las Indias Occidentales, y, por el Sur, hasta Buenos Ayres y Chile.

54. Hymenocallis littoralis ( Jacq.) SALISBURY.

SALIsBURY, Trans. Hort. Soc., 1, 388. Baker, Amaryll., p. 123, n. 10.

Hymenocallis adnata, HERBERT, Amaryll., 215. KuwntH *Enumer. plant., v, p.677, n. 21.

Hymen. litoralis, Herb., Bot. Mag., 2621.

Pancratium littorale, Jacq., Hort. vind., 111, 41, t. 750. SALISBURY, Trans. Lin. Soc., 11, 74, t. 13.

Pancr. Americanum, MILLER.

Base de las lacinias adherida á la corona. Flores blancas con olor de vainilla

var. 2. princeps, HerB.—Tubo mas largo que las lacinias (más una larga sinonimia, como en las otras variedades ). América Tropical. » B. Dryandri, HerB. Tubo de 10 ctm. long., poco mas largo que las lacinias. Cayena. » Y. disticha, HerB., Am.; Bot. Mag., 2621. Pancratium disti- chum, Bot. Mag., t. 1879 (que G-awLER, Journ. of Scienc., 3, 326, refiere á Pancr. litorale).— Hym. disticha, HERB., App., 44, Ramer, Amar., 175. Tubo y lacinias iguales, de Axa. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3*, T. V. ABrIL 21, 1905. a

130 " MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

11 */, ctm. Hojas un poco mas anchas y más nerviadas.

Buenos Ayres,

. acutifolia, HerB. Tubo de 9 ctm., lacinias 2 */¿ ctm. mas cortas. Hojas más angostas, ménos erguidas. Estilo casi igual al perianto, 2 */, ctm. mas largo que los filamentos; corona de 3 */, ctm., con el borde denticulado. México.

» Ss Staplesiana, HerB. Tubo de 9 ctm., 2 !/3 ctm. más largo que las lacinias; estilo igual al perianto, un poco más largo que los filamentos; corona 2 ctm., con dientes grandes, es- taminiferos. Bulbo en extremo prolífero. Hojas erguidas, lustrosas, de 60 ctm., long., apénas 2 */, ctm. lat,, canalicu- lado -acostilladas, estrechadas en lo inferior. México.

Buenos Ayres. (América Tórrida).

[ay)

Es muy probable que esta Hymenocallis (por su variedad disti- cha), no sea propiamente de Buenos Ayres. Jamás he visto silves- tre, ni he oido decir que se hallara como tal aquí una azucena tan hermosa.

Como KuntH ha sido tan lacónico para los caracteres de la espe- cie, al consignar una simple diágnosis, dedicando su mayor aten- cion á las variedades, me parece conveniente traducir la descrip- cion dada por BAKER, 1. c.

Bulbo de 7 */,-10 ctm. diám. Hojas 10-12, ensiformes, agudas, sentadas, multifarias (es decir, que se dirigen en muchos sentidos), apénas erguidas, verdes brillantes, de 60-75 ctm. long., 3 */, ctm. lat. en el medio, estrechadas hasta 2 */, ctm. en la base. Escapo de dos filos, de 45-60 ctm. alt.; flores 4-8 en umbela sentada; valvas externas del espato deltóideas, 5-7 */, ctm. long.; tubo del perianto de 15-18 ctm. long., teñido de verde; segmentos lineares, recurvos, de 10 ctm. long., adheridos á la base de la copa estaminal, ésta de forma de embudo ancho, de unos 2 */, ctm. long., 3 */, ctm. diám. en la garganta, dentada en el borde entre los extremos libres de los filamentos, que tienen 5 ctm. long.; anteras lineares, de 1 */, ctm. long.; el estilo alcanza á las anteras; óvulos 4-6 en cada cavidad.— Ampliamente esparcida en la América Tropical.

55, Hymenocallis Niederleinii, Pax.

Pax, * Beitr. Amar. en EncL. Bot. Jabrb., x1, 111, p. 326. NIEDERLEIN, Result. bot., p. 33.

BulDanne- ao Hojas estrechamente oblongas, agudas, estrecha- das hácia la base en peciolo corto, alado, 28 ctm. long., 5 ctm. lat.

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS 181

en el medio, 1 */, ctm. en la base. Escapo.... Flores blancas; tubo del perigonio muy largo, estrechamente cilíndrico, 15 ctm. long., casi 3 mm. diám.; lacinias muy estrechamente lineares, mu- cho más cortas que el tubo, obtusas, de 9-10 ctm. long., 2 mm. lat.; paracorola embudada, 2 */, ctm. long.; los filamentos de 5 ctm. long, filiformes, la mitad más cortos que el perigonio, nacen del borde de la paracorola; anteras versátiles, alargadas, 2 ctm. y más long.; estilo hasta de 25 ctm. long., filiforme, mucho más largo que los estambres, casi de igual longitud que el perigonio: estigma en cabezuela; ovario ovóideo hasta de 2 ctm. long., con pico; apé- nas 6 óvulos en las cavidades. En Enero y Febrero con flores. Corrientes: ltuzaingo.

56. Hymenocallis calathina (Her3.) Nricnors. JB.

NicmoLsoNn, Dict. gard., 11, 165. Baker, Amaryll., p. 128, n. 30.

Ismene calathina, HerBerT. App., 46;— Bot. Mag. t. 2685; Amaryll., 222, t. 34, f. 33, Ramer, Amaryll., 186. Kunte, *Enumer. plant., v, p. 683, n. 2.

Pancratium calathiforme, ReboutÉ, Lal., t. 353.

_ Porrer, Encycl. suppl., 4, 269. SCHULTES, Syst., Y, 929.

Ismene cyathiformis, RamMER, Amar., 187.

Pancratium calathinum, GawLeEr, en Bot. Reg., t. 215; —id., Journ. of Se., 8, 324, Bot. Mag., t. 1561 (excl. 8). PaxtoN's Magaz., 4, 9.

Paneratium narcissiflorum, JacquiN, Fray., 86, n. 270, t. 138.

Ismene narcissiflora, Ramer, Amar., 186.

Bulbo casi redondo. Hojas de 75 ctm. long., verdes, casi obtusas, de 6 */z ctm. lat., envalinadoras abajo. Escapo verde, rombóideo, de 60 ctm.; espato verde, de 7 */¿ ctm.; umbela 4-flora, bracteada; ovario trigonal, sentado; tubo de 11 */, ctm., cilíndrico, encorvado, acostillado, surcado, verde; lacinias de 10 */, ctm. long., blancas, las 3 externas con el ápice verde, de 16 mm. lat.; las internas obtu- sas, más canaliculadas y más angostas; corona de 7 */, ctm. alt,, blanca por fuera, con costillas verdes por dentro y verdosa por abajo; los 6 lóbulos interestaminales de 2 1/a ctm. lat., barbados, picados, reflejos; filamentos blancos, verdes por abajo, decurren- tes; anteras cortas, doradas, inclinadas (incumbentes); estilo ineli- nado, encorvado en el ápice, un poco mas corto que el limbo, ver- doso hácia el ápice; estigma redondeado, pequeño. Cápsula trigonal, 3-surcada, 3-valvada (seg. HERB.).

Buenos Ayres. (Brasil; Chile).

¡ ¿ y , AS

> ? e A y ' S

132 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Gén. EUCHARIS, PLANCHON.

(Mathiena, KxLotzscH ).

Pax, ¿Amaryll., en E. Pr., 11, 5, p. 111, n. 30.

De ES5yagt<, gracioso, agradable, elegante, favorito. En el Telémaco de FeNELON

bs)

una de las Ninfas de CALYPSO.

Perianto grande, blanco. Cápsula no carnosa. Hojas cordiformes,

pecioladas. Unas pocas especies de Colombia, «.

57. Eucharis grandiflora, PLANCcH. Bit. NG

PLanchon, Flore des Serres, t. 957. Bot. Mag., t. 4971. Baker, “Amar., p. 110,

rd Euch. amazonica, Hort. LinbeN (LinoLeY?). Fl. des Serres, t. 1216-1217.

Bulbo globoso, 5 ctm., diám. Hojas 2-4; peciolo de unos 30 ctm., semicircular en el lomo; lámina oblonga, verde brillante, de 30 ó más ctm. long., 12 V2-15 ctm. lat. Escapo cilíndrico de 45-60 ctm. long.; flores 4-6 en cada umbela; pedicelos 1 !4- 2-12 ctm. long.; valvas externas del espato aovado -lanceoladas; tubo del perianto encorvado, cilíndrico, 5 ctm. long., dilatado en el tercio superior en garganta hasta de 1 4 ctm. diám.; segmentos oblongos, obtusos, extendidos, 3 */s-5 ctm. long. en la planta cultivada; copa estaminal formada por 6 segmentos cuadrados, soldados, de 1 Ys ctm. long., con un filamento corto, lanceolado en la base, y que surge del centro de cada uno; óvulos alrededor de 20 en cada cavidad; estilo más largo que las anteras. Colombia y Norte del Brasil.

Subtribu 2. Narcissine.

A. Fruto una baya. Paracorola formada por 12 escamas ais-

ALAS daa e A a e B. Fruto una cápsula. Divisiones de la paracorola soldadas,

lateralmente entre si (esto es, de una pieza homogénea). a. Tubo del perianto muy corto. Paracorola muy reducida,

b. Tubo del perianto generalmente largo. Paracorola osten-

siblemente desarrollada A Gén. Narcissus.

Gén. NARCISSUS, L.

(Argenope, Cydenis, Chione, Panza, Patrocles, Plateana, Prasiteles. Tityrus, Veniera, SALISBURY ). PAL es po ld a jan: Deriv.: Napriocos, Narciso, Mitol. Jóven que, al contemplarse en una fuente, se enamoró de su propia belleza, y AroLno le convirtió en la flor que lleva su

nombre.

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 138

Nombres vulgares.

Aleman: die Narcisse.

Español: Narciso.

Francés: le narcisse.

Inglés: Narcissus.

En la R. Argentina: Junquillos, Narcisos.

Corona con frecuencia muy desarrollada, á veces como copa grande sobrepasa en tamaño al perianto, de borde integro, ó lobu- lada en distintas formas. Estigma indiviso. Espato de forma de capucha. Escapo hueco. Hojas angostas, lineares, á veces verde- azules.

Distribucion geográfica. Las especies de este género se encuen- tran desde Suecia por la Europa Occidental, Media y Meridional hasta el Norte de Africa y Asia Menor, y luego siguen por China hasta el Japon. En Amaryllide señala Baker 16 especies y 10 hibridos. Para dar una idea de la gran cantidad de formas que este género contiene, sea por hibridacion natural ó artificial, ó por mo- dificaciones de seleccion en el cultivo, se pueden recordar estos hechos: El Varcissus pseudo-narcissus, L., tiene 6 subespecies de las cuales la 5*, N. bicolor, L., presenta 30 formas, cada una de las cuales lleva nombre en Floricultura. El Varcissus incomparabilis, MiLLER, contiene unas 100 formas á las que dan nombres los culti- vadores. Luego se verá lo que pasa con el N. Tazetta, L. Sería muy difícil, en este momento, determinar cuales son las especies, subespecies, variedades y formas que se encuentran cultivadas, no diremos en la República Argentina, pero sólo en Buenos Ayres, donde el Narciso, como en todas partes, es una de las plantas pre- dilectas por sus flores, máxime si se considera que, en Invierno, son las que dominan por su abundancia, y por todas partes se venden.

Aplicaciones, usos, €.—Ante todo, la mayor parte de las especies se cultiva por sus flores, algunas de las cuales, asi como los bulbos, desempeñaban gran papel en la Medicina antigua.

Baker (Amaryllidece, p. 2) presenta el siguiente cuadro de divi- sion del género:

MAGNICORONATI. Corona embudada ó cilíndrica, tan larga como los segmentos del perianto. Corbularia. Segmentos del perianto lanceolados. Estambres

AN A AO O Especie 1. Ajax. Segmentos del perianto oblongos. Estambres mas DE A AE PA NI Esp. 2.

MEDIOCORONATI. Corona en forma de taza, como de la mitad del largo de los segmentos del perianto. Ganymedes. Segmentos del perianto reflejos................ > 3. Queltia. Segmentos del perianto extendidos................ > 4-6.

134 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

PARVvICORONATI. Corona pequeña, obcónica, ó de forma de sal- cera (saucer-shaped ). Hermione. Corona de textura uniforme.

DerPrRMarer S I LANE > 7-10. DEJO e NN ES > 11-13. Eunarcissus. Corona escariosa en el MárgeN............... > 14-15. Arnrelia COrona casino > 16. Magrnrcoromnado shUORLAOS Ad > 17-21. Mediocoronados A SU a RO e > 22-25. Parvicoronados A A A A e SS > 26-27.

Las especies que siguen á dicha clave pueden señalarse aqui de este modo:

MAGNICORONATI. Corbularia.

** 1. Narcissus Bulbocodium, L. —Sur de Francia, España, Portugal, Argel y Marruecos.

Jai iedS **9. N. Pseudonarcissus, L. Suecia é Inglaterra hasta Portugal, España, Italia y Transilvania. Unas 150 á 200 formas distinguen con nombres los cultivadores ingleses, MEDIOCORONATI. Ganymedes.

3. N. triandrus, L. España y Portugal.

Queltia.

N. incomparabilis, MiuLer.—España y Sudoeste de Francia hasta el Tirol N. odorus, L.—España y Francia hasta Italia y Dalmacia.

yl

N. juncifolius, Lacasca.—España, Portugal, Sur de Francia.

aaa

PARVICORONATTI. Hermione.

De Primavera.” 7. N. tazetta, L. 8. N. intermedius. LorseLeur.—España, Islas Baleares y Sur de Francia. 9. N. gracilis, SapIne.—Francia. 0. N. jonquilla, L.—España, Francia, Italia, Dalmacia, Argelia.

. E 34

De Otoño.

11. N. viridiflorus, ScuowsB.—Marruecos y Gibraltar.

12. N. serotinus, L.—Region Mediterránea desde España hasta Grecia y Pa- lestina.

13. N. elegans, Sracn.—Italia, Sicilia y Argelia.

Eunarcissus.

14. N. biflorus, CurT.—Francia, Suiza, Italia y Tirol. ** 15, N. poéticus, L.—Francia hasta Grecia.

Aurelia.

16. N. Broussonetti, Lacasca,—Marruecos.

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 135

Híbridos. Magnicoronados.

17. N. Bulbocodio-pseudonarcissus, BAKER. 18. N. Hume, Hortulanorum.

19. N. Backhousei, Hortul.

20. N. Macleart, LinDL.

21. N. juncifolio-muticus, BAKER.

Mediocoronados.

22. N. poculiformis, SALISBURY. 23. N. Leeds, Hortul.

24. N. Barris, Hortul.

25. N. orientalis, L.

Parvicoronados.

265. N. Burbidgez, Hortul. 27. N. Tazetto-poéticus, GRENIER y GODRON.

38. * warcissus bulbocodium. L. (ES)

LiwnxE, Spec. pl., 417.—WiILLDENOW, Spec., 2, 40.—ReDbourE, Lal.,t. 24.—Lors., Narcis., en Mém. des sav. etrang., 2, 633; Not., 16%; Gall. ed. 2, 1, 237.—DO., Gall., 3, 231.—Herb. de Pamateur, t. 76.—SchuLr., Syst., 7, 935.—Bakrr * Handb. -Amar., p. 9, n. 1. Corbularia Bulbocodiuwm (L.) HawortH-KuntH, Enum. pl., v, p. 705, n. 2.

Bulbo 1 4-2 ctm. diám. Hojas generalmente 3-4, casi cilíndricas, erguidas. acanaladas; de 7 12-30 ctm. long. Escapo delgado, cilíndrico, casi tan largo como las hojas; flor solitaria, ascendente; pedicelo 1 4-2 ctm. long.; espato 2 1Ya- 3 3l ctm. lons., hendido solamente en la mitad superior; perianto 2 12-3 3la ctm. long., amarillo brillante; tubo obcónico tan largo como la corona; segmentos lanceolados ascendentes, 1 14 -2 ctm. long., ampliamente aquillados de verde, que tira al pardo; corona obcónica, 1 1:2ctm. long. y lat. en la garganta, integra ó crenulada, del mismo color del perianto en todas las formas; estambres largos, inclinados, insertos abajo en el tubo y que casi alcanzan hasta la garganta de la corona; estilo largo, no exserto. El tipo florece en Noviembre (aqui).— Sur de Francia, España, Portugal, Argel y Marruecos.—Diversas formas y varieda- des mas ó menos tempranas.

59. ** yarcissus pseudo - narcissus, L. (ESE

LinxvÉ, Spec. plant., 414. WiLnLoeENow, Spec., 2, 35.— Engl. Bot., t. 17.-—-Bull. Herb., t. 389. —Smitm, Brit. Fl., 1, 355 (excl. SaLisB. );—LorseLeUR, Narcis., 619; Not., 158.—DC., Gall., 3, 281 (excl. f.)—Breñ., Flor., 1, 260.— PLENck., Off. Pfl., 2.250.—Murr. et Kocu, Germ., 2, 379 (excl. SaLtbs.).—ScHuLr., Syst., 7, 937 (exl. N. festalis). —BraNDrT RarzeB., Giftgerw., 19, t. 3. Vistant, Fl. Dalm., 1, 128.— Nees ab EseNB., Gen., 6, t. 6. Kocn, Synops., 703.--*Baker, Hand. Amar., p.8, n. 2.

Ajax Pseudo- Narcissus (L.) Haworrtm. KuwnrH (*Bibl.), Enum. plant., Y, p. 708, n. 1.

136 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Nombres vulgares.

Aleman: die Affodile, die Bastard -N , die Daffodile, das Josephsstabel, der gelbe Marzbecher, die gelbe Marzblime, die gelbe Narcisee, die gelbe Sternblume, die gelbe Zeitlose.

Francés: le coucou, le faux narcisse, le porillon.

Inglés: Bastard Narcissus.

Bulbo ovóide de 2 12-83 3k ctm. diám. Hojas 4-6, lineares, glaucas, erguidas, aplanadas por arriba, 8 Ye mm.-1 Ys ctm. lat., casi tan largas como el escapo. Escapo como de 30 ctm. long., con dos filos salientes, que florece en Setiembre (aquí) en el tipo; pedícelo 1 4-2 ctm. long.; espato 3 3-5 ctm. long.; perianto ascendente de 3*%4-5 ctm. long.; tubo obcónico de 1 44-112 ctm. long. y lat.; segmentos oblongos, ascendentes, de color amarillo de azufre claro, de 2 2-3 ctm. long., 1 2 -2 ctm. lat., corona de color amarillo limon, tan larga como los seg” mentos, de 2 12 ctm. en la garganta; borde erguido, plegado, irregularmente re- cortado -crenado; estambres parados, insertos abajo en el tubo y alcanzan á media corona; estilo un poco mas largo que los estambres.— Los cultivadores ingleses señalan entre 150 y 200 formas, en sus numerosas subespecies y variedades. Desde Suecia hasta Portugal y Transilvania.

60. **mwarcissus tazetta, L. (ESDTIBS

LriwxÉ, Spec. pl., 416. —SibtHorpP, Flora greca, t. 338. —MoGar., Cant. Ment., t. 23., —BurBrIn6E, t. 29.— Kuntn, Enum. pl., v, p. 740. —Baxer, * Hand. amar. 1d Un do e

Hermione, HaworTH.

Hermione, Plateana, Chione, SALISBURY .

Nombres vulgares:

Aleman: die Tazette. Francés: le narcisse a bouquets, le n. de Constantinople. Inglés: Tazetta.

Bulbo de 3 4 5 ctm. diám. Hojas 4-6, lineares, glaucescentes, de 30-45 ctm. long., 1 4-2 ctm. lat., obtusamente aquilladas. Escapo distintamente compri- mido, de 30-45 ctm. long.; umbela generalmente de 4-8 flores en el tipo, con los pedícelos más largos iguales ó de mayor longitud que el espato; tubo del perianto cilíndrico, verdoso, de 2 ctm. long.; limbo de 2 12-83 ctm. diám.; segmentos blan- cos puros, obovados (aovados?), imbricados, 8 mm. lat.; corona en forma de taza, de color amarillo limon, integra, 4 mm. long., 6-8 mm. lat.; anteras y estilo apenas exsertos del tubo.—Desde las islas Canarias y Portugal, por el Sur de Europa hasta Siria, Cachemira, China y Japon. (Florece en Europa, e. e., en el Hemisferio Norte, de Enero á Mayo.

De las innumerables formas de este Narciso, hay como 100 que han recibido nombres especificos!. «Aquí» —termina Baker—«<sólo trataré de indicar y cla- sificar los tipos salientes». Pero eso mismo está vedado al actual trabajo, en el que la mencion debe reducirse á las series.

Série I. —TAzeTTIiNz BICOLORES. Perianto blanco, corona amarilla. Subespecies 1-4. Série 1L.--Tazerrina ALBA. Perianto y corona blancos. Subesp. 5-10. Série HI.—Tazerrina Lurez. Perianto y corona amarillos, Subesp. 11-14.

' Para mayores detalles vease: HawortuH, Monograph, pp. 8-12; Kuntn, Enu- mer. plant.;—HerBErT, Amaryllidaceoe;-—ParLATORE, Flora Italica. vol. 111, pp.125- 156; JORDAN £ FOURREAU, Zcones, y Breviarium plantarum novarum. —Bkr.)

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 187

61. ** marcissus poéticas, L. (GEN)

Linwk, Spec. pl., 414. WiLLDENOW, Spec, 11, 34.— SmrrH, Engl. Fl., 131, Brit., 1, 353; Prodr., 1, 220. —ReDoutE, £Ltl., t. 160.— LorseLeEUR, Narciss., 622 Notf., 158; Fl. Gall., ed. 2, 1, 235.—De Canp., Gall., 3, 230. Duby, Bot. Gall., 1, 455. SCcHkuHr, Handb., t. 90.-—Mexrr. et Kocn, Germ., 2, 516.—Tenork, Syll., 163. HawortH, Rev., 151. —ScuuLres, Syst., 7, 981. HerbBERT, Amar., 317. —Ners AB EsENBECK, Gen., 6, t. 60. —Vistant, F1. Dalmat., 1, 127.—KunrH (*Bibl.) Enumer. pl., v. p. 734, n. 3,—Baker * Handb. Amar., p.11, n, 15.

Nombres vulgares: Aleman: die Dichter- Narcisse, der Josephsstift, die weisse- N., die weisse Stern- blume. Francés: la claudinette, Uherbe a la vierge, le moulin a vent, le narcisse des pottes, Peil de faisan, Ueillet de mar, le porion, le porillon, le rose de la vierge.

Bulbo 2 2-3 “4 ctm. diám. Hojas unas cuatro, lineares, glaucas, de 30 ctm. long. ó más, 6 mm.-2 ctm. lat. Escapo de dos filos tan largo como las hojas; flor solitaria, ascendente ú horizontal, fragante, que, en el tipo, se desarrolla en Noviembre; tubo del perianto cilíndrico, verdoso, de 2 Y2 ctm. long.; segmentos extendidos, de color blanco puro, obovados, imbricados, de 2 Yz ctm. long.; co- rona de 3 4-4 4 mm. long., con borde rojo escarioso muy crespo, y de SYz mm. diám., estilo y estambres apénas exsertos del tubo del perianto. —Toda la region del Mediterráneo, desde Francia hasta Grecia. Numerosas variedades más ó menos tempranas.

Subtribu 3. Pancratiine.

Par ep la

Flores regulares ó zigomorfas en umbelas multifloras, rara vez solitarias, con numerosos óvulos en cada cavidad, más rara vez es- casos. Corona con frecuencia reducida 4 algunos dientes colocados entre los filamentos, á veces presenta una figura cerrada, frecuen- temente inserta en el interior del tubo de la corola. Semillas cha- tas de forma de disco, ó comprimidas lateralmente. Fruto siempre capsular. Hojas lineares. Divisiones del espato generalmente 2, libres.

A. Filamentos libres recien en el borde de la corona. a. Tubo del perianto largo. Corona fuertemente desarrollada. y. Anteras arqueadas. Semillas alargadas, angulosas... Gén Pancratium. A, Anteras rectas. Semillas chatas, comprimidas... 2. Stenomesson, HERrB.) b. Tubo del perianto corto. Corona fuertemente desarro- Mad os A IN E Stricklandia, Bxr.) c. Tubo del perianto corto. Corona reducida.. Placea, Miers; Hyline, Her.) B. Filamentos libres ó casi completamente libres. a. Ovulos numerosos en cada cavidad. Semillas chatas. Estig- nt pa Door cotarro c bono dde OOOO OEA u. Escapo unifloro. Espato tubuloso en la base. Flor zigo- mos o ora O SEIS OTI g. Sprekelia.

138 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

f. Escapo generalmente multifloro. Divisiones del espato 2, por lo comun libres. Flores encorvadas hacia abajo no bam 21 SOMOS. neo tacios loiala serlo as rare dele g. Hippeastrum. b. 2-3 óvulos en cada cavidad. Semillas angulosas. Estig- ma pequeño, 8-lobado. uv. Tubo del perianto largo, cilíndrico. Ovulos en el medio

delaicavidad ta ar erario vaa al Vagaria, Herb.) B. Tubo del perianto corto, ó moderadamente largo. Ovulos E A o AS opc o Lycoris, Her» )

Gen. PANCRATIUM, L.

(Almyra, SatispurY; Bollea, Halmyra, ParLatorE; Tiaranthus, HerBERT ). LA O e) 1d Alles:

Etim.: rav, neutro de más, todo; xpX4tos, fuerza.

Nombres vulgares. Aleman: der Gailgen, die Kraftlilie, die Machtlilie, die Pankratalilie, die Trich- terglitze. Español: Pancracio. Francés: le pancratier, le pancratium. Inglés: Pancratium Lily.

Tubo del perianto dilatado en forma de embudo. Corona tubu- lar, siempre con 2 dientes entre los filamentos. Estigma en cabe- zuela. Hojas lineares. Escapo tubuloso. Brácteas del espato 2, libres. Flores grandes, blancas.

12 especies de la region del Mediterráneo é Islas Canarias, exten- diéndose tambien hasta el Archipiélago Oriental del Asia Occi- dental.

Baxer (Amaryll., p. 117) distribuye las 12 especies que describe en 3 grupos

que arreglo del modo siguiente: A. Tubo del perianto corto (hasta 5, excepc. 7 2 ctm. long.).

a. Taza estaminal pequeña (hasta 1 Y“ ctm. long.).............. Esp. 1-4. b. Taza estaminal grande (de más de 1 Ua5) .......o.oooomooo.oo.. » 4-7. B. Tubo del perianto largo (hasta 15 ctm. long.)................ » 8-12, A, a.

62. **% pancratiuam illyricum, L. TESEI

LinxvÉ, Spec.,418.— WILLDENOW, Spec., 2, 45.— Rebnourk, Lal., t. 153.— De CANDOLLE, Gall. Suppl., 319. —GawLer en Journ. of Scienc., 3, 320; Bot. Mag., t. 718. Arr., Kew, ed., 2. 2. 220. —ScuuLtes, Syst. 7, 925. HerBeErT, 4marill., 202, 205, t. 33,f. 1-3, t. 34, f. 25-27, t. 44, f. 43,—Ramer, Amar., 119.—Kunra, Enu- mer. plant., v, p. 660, n. 5. —BaAkEr, Amaryll., p. 117, n. 1.

Pancratium stellare, SALISBURY' en Linn. Trans., 2, 74, t. 14.

Almyra (rectius Halmyra ) stellaris, SaLisBurY en Hort. Transact.. 1, 386.

Narcissus Marinus.

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 139

Bulbo muy grande. Hojas 5-6, contemporáneas de las flores, alonjadas, glau- cas, 3 %%-5ctm. lat. en el medio. Escapo robusto, comprimido, de 30 ctm. long. 6 más; flores 6-12 en umbela centrípeta; espato externo formado por una valva grande, aovada, membranosa; pedícelos cortos, inclinados cuando llevan el fruto; tubo del perianto verde, cilíndrico, de 2 Y2 ctm. long., dilatado solamente en el extremo ápice; segmentos lanceolados, multinerviados, 3 "4 ctm., 6-8 mm. lat,; copa estaminal obcónica, de 6-8 mm. long.; dientes grandes, bífidos; porcion libre del filamento 1 1-2 ctm. long.; anteras linear-oblongas, 4 mm. long.; el estilo alcanza al ápice de los segmentos. Semillas no comprimidas con rafe blan- co. —Florece en Verano. —Córcega, Cerdeña, Malta y Sur de Italia.

A, b. 63. ** Pancratiam maritimum, L. dale

LiwwxÉ, Spec., 418 (excl. Mir. como en los siguientes). —CavaniLLEs, Icon., 1, 41, t.56. —SaLisp. en Linn. Trans. 2, 70, t. 9 (excl. P. verecundum y P. carolimanum). WILLDENOW, Spec., 2, 42 (excl. numer. sinón.) —RepoutE, Lal., t. 8. —DO., Gall., 3, 230.—GawLer en Journ. of Sc., 3, 318, y Bot. Reg., t. 161.—Des- FONTAINES, Atlas, 1, 283.—SIBTHORP, Fl. groeca, t. 309. —Smrrm, Prodr., 1, 220. —TENO0RE, Syll., 164.—Vis., Dalm., 1, 129.—Bror., Lus., 1, 553.—Arr., Kew. ed. 2, 2, 219. —SchuLrtes, Syst., 7, 923.—HeErBErRT, Amar., 202, 203, t. 34, f. 21, 29; t. 49, f. 7.—Ramer, Amar., 177.—*Kunta, Enum. plant., v, 658, n. 1.— BAKER, Ama- ryil., p. 118, n. 6.

Nombres vulgares:

Aleman: der Meerstrandyilgen, die Meerlilie, die Meernarcisse. Francés: le lis Matthiole, le lis Narcisse, le panerais, le pancratier maritime. Inglés: Sea Pancratium Lily.

Bulbo tunicado, subgloboso, túnicas pardas. Hojas inferiormente envainadoras, , numerosas, liguladas, angostas, un tanto cóncavas, erguidas, casi en 2 séries, más largas que el escapo, 1 Y, ctm. lat., muy glaucas, estriadas, un tanto convexas en el dorso, con la punta breve, obtusa. lEiscapo de 45 ctm. alt. y más, cilíndrico- comprimido, glauco, estriado; espato bivalvo, casi 4 veces más corto que las flores, esfacelado, lanceolado; umbela 2-7 -flora ó más, casi sentada, ó con pedice- los gruesos, cortisimos; flores grandes, blancas muy fragantes; ovario oblongo, obtusamente triangular, glauco; tubo del perigonio verdoso, ampliado en gar- ganta turbinada, de 7 2-10 ctm., limbo más corto que el tubo; lacinias recurvo- estrelladas, linear -lanceoladas, largamente adheridas á la corona en lo inferior, las interiores apenas más anchas, más tiernas en los lados y casi diáfanas, tan sólo verdosas por una estría media externa, las exteriores, más gruesas, comple- tamente verdes por fuera; corona ámplia, Y más corta que el limbo al cual está muy largamente adherida, turbinado -cilindrácea, 12-fida, con dientes angulares, iguales; estambres cortísimos, conniventes, poco más largos que los dientes de la corona; anteras verticales, apenas conniventes, estilo un poco más corto, in— clinado; estigma un punto obtuso. Mediterráneo, en todas las riberas.

Nora.—La especie designada por los floricultores como Pancratium giganteum, es, á juzgar por un ejemplar que he recibido, y ha dado flores, Ayapanthus.

140 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Gén. SPREKELTIA, HEIsTER. *Pax, en E. e Pr., 11,5, p. 113, n, 40.

Género dedicado á SpPrEkEL, botánico aleman.

Falta el tubo del perianto, cuyas lacinias son diferentes, y, como los órganos de reproduccion, arqueadas hácia abajo. Escapo hueco. 1 especie de México.

64. **sprekelia formosissima (L.) Herb. dt As (ES)

HerBErT, App., 359; id. Amaryll., 134, t. 44, f. 41.—Swerr, Brit. flow. gard., ser. 2, t. 144.—Bewnriuam, Plant. Hartw., 25.—Raemer, Amar., 143.—KunrH, Enum. plant., v, p. 507, n. 1.—*Baker, Amaryll., p. 38, n. 1.—Pax, Amaryll. en E. e Pr., mE 99 les

Sprekelia Heisteri, Trew., Ehret. t. 24.

Amaryllis formosissima, L. en Act. Holm., 1742, 93, t. 6; id. Spec., 420. AITON, Krkw, 1, 416, ed. 2, 2, 224. —Curr., Bot. Mag., t. 47, p. 1450. —ReDouri, Lal., t. 5.— WILLDENOW, Spec., 2, 52.—Paxton's Magaz., 1, 149. —ScHuLrTEs, Syst., ASD9s

Nombres vulgares (para la única especie conocida).

Aleman: die Pracht- Amaryllis.

Español: Cruz de Santiago, Lirio de Santiago, Flor de Lis.

Francés: Pamaryllide a fleurs en croix, Pam. magnifique, le lis de Saint Jacques, Pam. reine de beauté, la croix de Saint Jacques.

Inglés: Very nice Amaryllis.

Bulbo globoso de 5 ctm. diám.; túnicas pardas. Hojas 3-6, contemporáneas de las flores, lineares, verdes, y finalmente de 30-45 ctm. long. por 1 4-2 ctm. lat. Escapo rojizo, hueco, lijeramente comprimido, de 15-80 ctm. long.; espato pardi- rojo, 5 ctm. long., bifido en el ápice; pedícelo tan largo como el espato, erguido; perianto carmesi vivo, de 9-10 ctm. long.; segmentos superiores distintamente unguiculados, el superior de 2 Yz ctm. lat., en el medio; los laterales 1 Y4 ctm. lat., recurvos hácia el ápice; los tres inferiores conniventes en la mitad inferior. Cápsula con valvas orbiculares. México y Guatemala.

Introducida en Buenos Ayres en los primeros decenios del siglo XIX,

Gén. HIPPEASTRUM, HErBERT,

* Pax en E. Bx., 11,5, p. 113, n. 41.

Etim.: De 'Izroc<c, caballo, y %orcov, astro. ? ) Í ?

Nombres vulgares:

Aleman: der Hippeastrum. Francés: le hippeastrum. Español: Hipeastro. Inglés: Equestrian Star. En la R. Argentina: Azucenas; y tambien Amancáes en la Region quíchua.

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 141

Perianto embudado, y zigomorfo por arqueamiento de los órga- nos de reproduccion hácia abajo. Tubo del perianto corto ó alar- gado. Estambres mas cortos que el perigonio. Escapo tubuloso. Espato de 2 brácteas (generalmente) libres. Umbelas reducidas á veces á pocas flores, éstas proterandras.

Más de 50 especies ampliamente distribuidas por la América Tropical y Subtropical.

Baker, en su obra Handbook of the Amaryllidec presenta 38 especies de Hip- peastrum (p. 41.) cuyas descripciones están precedidas por el siguiente cuadro sinóptico, al que agrego un 8 subgénero, Zephyranthella, Pax, el cual se distin- gue de los otros por el espato.

Hojas lineares.

Subgénero 1 Habranthus, Herp. —Perianto abiertamente embudado; tubo corto. Estigma trifido.

Unbela 12210 a deta Especies 1-3.

> A A SS A E A > 6-10. Subgénero 2. Phycella, LixoLeY. Perianto estrechamente

CADUCA O LU DOGO. adn de ono Sens Sa aaea a sete (ode) > HAS

Subgénero 3. Rhodophiala, Presi. —Perianto abiertamente embudado; tubo corto. Estigma en cabezuela. Ema cara a oa eee dio > 14-16. > A O A > 17-18. Subgénero 4. Zephyranthella, Pax.-Espato con las valvas soldadas en tubo, libres en el ápice.

** Hojas anchas.

Subgénero 5. Macropodastrum, Baker. Perianto con tubordarcolassmarenecapezuela cocoa ona nen ia > das Subgénero 6. Omphalissa, SaLisp. —Perianto con tubo cor- to, cerrado por un cuello distinto en la garganta. SIA E O os lla oe lala sata > 20 -23. > en+cabezquela. as te dos A as > 24-25. Subgénero 7. Aschamia, SaLisb.—Perianto con tubo corto, no cerrado en la garganta. Estigma en cabezuela. Tato del peranto IU YEOELO dio la od > 26-32. > > > deniila=208 com. LOS doce > 33-85. Subgénero 8. Lais, SaLisB. Tubo del perianto corto, no cerrado en la garganta. INE A A IS NI > 36-38.

Subg. 1. Habranthus (Huerb.).

Umobela 1-2-flora (Especies 1-5).

De este grupo se conocen 2 especies de Chile, 1 de Argentina y Chile, 1 de Ar- gentina, y 1 de Bolivia.

149 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

65. Hippeastrum chilense (L'HérrT.) Baxer.

Baxer, Journ. Bot., 1878, 82. —* Handb. Amar., p. 42, n. 2. Orto Kuwytzk, Rev. gen. plant., 11, p. 311.

Amaryllis chilensis, L” Hárrrier, Sert. Angl., 11.— WiLLp., Spec., 2, 52.—SCHULTES, Syst., 1, S13.—PoerrP., Fragm. syn., D.

Amaryllis coccinea, MoLixa, Sagy. hist. Chile, ed. 2,129. (fide ScuuLr. et HurB.).

Am. linearifolia, MoLixa, Sagy. Chile, ed. 2, p. 284 (fide ScHuLr.).

Am. lutea, Ruiz en Herb.

Zephyrantes lutea, HerB., App., 36.

Amar. lutescens, Herb., 1. c.

Amar. ochroleuca, GAwLER en Bauer Tab. pict. Bibl. Bancxs? (fide Herp. HerB., Am., t. 45, £. 6.

Habranthus chilensis, HerBErT, Amaryll., 163.—Raemer, Amaryll., 100.—Kunre (Bibl. vet.) Enumer. plant., v, p. 197, n. 16.

Bulbo globoso de 2 */,-3 $/, cent. diám.; cuello 2 1/3-7 1/, ctm. long.; túnicas pardas oscuras. Hojas unas 2, estrechas, lineares, con- temporáneas de las flores, de 15-24 ctm. long. Escapo de 15-24 ctm. long.; umbela lo más frecuentemente 2-flora; valvas del espa- to lineares, 3 */, ctm. long.; pedicelos 1 */,-2 */, ctm. long.; limbo del perianto erguido ó ascendente, 3 3/,-5 ctm. long.; tubo muy corto; segmentos rojos brillantes ó amarillos, oblongos, agudos, 8 */a mm. lat, en el medio; estambres más cortos que los segmentos del perianto; anteras oblongas, 8 */, mm. long.; el estilo alcanza al ápi- ce de los segmentos; estigma trifido.— Florece en Primavera.

Argentina: Pampas del Oeste; Patagonia (O. Krtze). —(Chile del Sur: Llanos arenosos).

66. Hippeastrum brachyandrum, Baxer. Baxer, *Amaryll., p. 42, n. 5.

Bulbo.... Hojas.... Escapo delgado de 30 ctm. alt,; umbela 1- flora; brácteas del espato lineares, 5 ctm. long.; pedícelo tan largo como el espato; flor casi erguida, roja brillante, de Y ctm. long.; tubo corto de forma de embudo; segmentos oblongo-lanceo- ados, agudos, 1 */, ctm. lat.; estambres de menos de 2 */, ctm. long; el estilo alcanza á la mitad de la flor; estigma profundamente tri- fido.

«En el Paraná, lat. 26-27%5.»—es decir, en las orillas del Rio Paraná, y, segun la latitud, el «ejemplar seco» descrito debe proce- der del Paraguay, del Chaco ó de Corrientes.

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 143

Umbela 3-6-flora. Esp. 6-10.

67. Hippeastrum pallidum (Her.) Pax.

Pax en Botan. Jahrbúcher de Enarer, xr, 111 (1889), p. 321. Baxer, Amaryll., bajo el n. 6.

SprGazzZINI, Primit. Fl. chubut., n. 193. Nova add. ad Fl. patag., 1. C., p. 170, n. 975.

Habranthus Hesperius, HerB., var. [, pallidus, HerB. (Lonn1cEs, Bot. Cab., t. 1760; Amaryll. en Kuxra *Enumer. plant., v, p. 496, n. 13.

Hippeastrum advenum (GawL.) HrerB. Amaryllis advena, G+awLEr, Bot. Reg., t. 849; Bot. Mag., t. 1125. Habranthus hesperiíus, HrerB.—H. mendocinus, Pur- LIPPI. Bustephia Macleanica, Baker en Ref. Bot., t. 332, HerB. Chli- danthus Cumingii, PresL.... y finalmente: var. pallidus, HerB.;,Lobp., Bot. Cab., t. 1760, «tiene flores amarillas -- en *BAkKER, Amar., p. 43, n. 6.

Descripcion de £ pallidus (KwtH., 1. c.): Hojas apénas canalicula- das, más glaucas y más caidas que en advena (var. « de H. hespe- rius), 6 mm. lat., obtusas. Flores 2-7, amarillas pálidas, 4 veces teñidas de rojo, variadas (0 disciplinadas;) de blanco azufrado y de rojo; pedícelos mas cortos que en H. advena (que los tiene de 2 */, ctm. escasos).

Descrip. de Hipp. advenum, Hzr3., App. 31 (Bxr., l. c.). Bulbo ovóide, 3 3/, ctm. diám.; cuello corto; túnicas pardas oscuras. Hojas lineares, de 30 ctm. long.; verdes glaucas. Escapo de 15-30 ctm. long.; umbela 2-6-flora; valvas del espato lanceoladas, 3 */,-5 ctm. long.; pedícelos de 2 */,-7 1), ctm. long.; flores horizontales ó ascendentes, abiertamente embudadas, 3 3/,-5 ctm. long., amarillas ó rojas; tubo muy corto, verdoso, crenulado en la garganta; seg- mentos lanceolados oblongos, agudos, 6 mm. lat.; estambres incli- nados, mucho mas cortos que el perianto; anteras de 3 mm. long.; estilo mas largo que los estambres; estigma trifido.

Mendoza; Chubut: á lo largo del Carren-leofú. —( Chile).

68. Hippeastrum bifidum (Herz.) Bxr. «JB.JZ.»H.

Baxer, Journ. of Bot, 1878, 83. Hand. Amaryll., p. 43, n. 7. PA Beltr: 1. C0 po d2L; 1.220, Habranthus bifidus, Her»., Bot. Mag., t. 2597; Amaryll., 160, t. 34, f. 9. Ramer, Amaryll., 98. Kuwnra, *Enum. plant., v, p. 494, n. 9. GRISEBACH, Symb., n. 2086. NIEDERLEIN, fiesult. bot., p. 399. Amaryllis bifida, SPRENG., Syst., 4. ScHuLTEs, Syst., 7, 808.

144 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Bulbo redondo, negro. Hojas angostas, glaucas, de 30 ctm. Es- capo 4-floro, verde; flores sucesivas; espato bifido, verdoso, de 5 1/, ctm.; brácteas filiformes; pedícelos verdosos, de 4 */, ctm.; ovario verde, de 3 mm. long., sus cavidades 24-spermas; lacinias del perianto de 4 */, ctm., rosadas, marcadas por una línea, cerca de la base, verde por fuera, blanquecina por dentro; las dos exter- nas mas angostas, las dos internas mas anchas; las externas uncl- nadas; tubo verde de 3 mm., cerrado por una membrana barbada; filamentos blancos, siendo mas largos los que se oponen á las laci- nias interiores el inferior es el menos avanzado mas cortos que los externos, el superior es el menos corto; anteras cortas, amarillas; estilo mas largo que los filamentos, 6 mm. mas corto que las lacinias; estigma 3-fido con lóbulos cortos (seg. HERrB., Bot. Mag.).

Buenos Ayres (KtH.); Entre Rios (GrIseEB.); Llanuras de Buenos Ayres y Montevideo (Bkr.); Misiones, Cerro de Santa Ana (Pax).

Son muy sospechosos los Hipeastros de Buenos Ayres. Aunque la descripcion de BAKER podría haberme servido para ampliar la de HERBERT, me ha parecido mas prudente no hacerlo ahora.

69. Hippeastrum Bagnoldi (Herz.) Bxr.

Baker en Journ. Bot., 1878, 83; * Amaryll., p. 43, n. 8. SPEGAZZINL, Nov. add. ad Fl. patag., 1. C., p. 170, n. 576.

Habranthus Bagnoldi, HereertT, Bot. Reg., t. 1396. Kunrmn, Enumer. plant., v, p. 496, n. 14.

Habranthus Bagnoldianus, HerBErRT, Amaryll., 162. Ramer, Amar., 98.

Bulbo globoso de 5 ctm. diám.; túnicas casi negras. Hojas linea- res, glaucas, de 30 ctm. long. Escapo delgado de 30 ctm. long.; pe- dícelos al fin de 5-7 1/, ctm. long.; flores erguidas ó casi erguidas, abiertamente embudadas, de 3 3/,-5 ctm. long., amarillas, teñidas de rojo; tubo muy corto, embudado, coronulado en la garganta, segmentos oblongos, de 8-12 mm. lat.; estambres bastante más cor- tos que el limbo del perianto; anteras 4 mm. long.; estilo tan largo como el perianto; estigma trifido.

Chubut: en los prados cerca de Puerto Pirámides. (Chile).

var, minor, SPEGAZZINI, Nova add. ad. Fl. patag. 1. c., p. 170, n. 577. Esta variedad difiere del tipo por la umbela casi siempre 2-flora solamente y por el tamaño notablemente menor de todas sus partes. Bulbo casi globoso, de 2 */¿ ctm. long. por 2 ctm. diám.,

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 145

con túnicas pardas, prolongado en cuello alargado de 5-6 ctm. por 6-8 mm, de grueso. Hojas lineares, de 15-25 ctm. long., 5 mm, lat., verdes, apenas glaucescentes. Escapo erguido, 10-18 ctm. alt., 2 1/, mm. de grueso, apenas purpurascente; espato difilo con laci- nias angostas, agudas (2 */,-3 */, ctm. long.), blanquecinas sobre amarillento; pedícelos más cortos que el espato (8-16 mm. long,, 1 mm. diám. ), rojizos; perigonios infundibuliformes, rosados ó ape- nas ferruginosos sobre base amarillenta, con lacinias lanceoladas agudas en ambos extremos (2 */,-3 ctm. long., 7-8 mm. lat.); 3 es- tambres más cortos (12 mm. long.), 3 más largos (18 mm. long. ); filamentos glabros; anteras versátiles, amarillas (3 mm. long,, 1 mm. lat. ); escamillas interestaminales cortísimas, diminutas, fim- briadas *; estilo alargado casi igual á las lacinias (2-2 */, ctm. long.) brevemente trífido en el ápice.

Neuquen: regiones montañosas; Chubut: en las colinas inmediatas al Rio Chubut y cerca del Lago Musters.

70. Hippeastrum pulehrum (Her».) Hormp.

Habranthus pulcher, HerBERT, Amaryll., 161, t. 26, f. 1. Raemer, Amaryll., 96. Kunta, * Enumer. plant., v, p. 495, n. 10.

Hojas .... Escapo 9 ctm. long.; espato 5 3/, ctm. long., bifido, no dividido en el ápice; pedicelos 5, desiguales, de 2-8 1, ctm. long; ovario grande; perianto 3 ctm. long. (blanco? rojizo?), 6 mm. más largo que el estilo; éste más largo que los filamentos; estigma trifi- do; filamento sepalino superior alargado, el petalino inferior corto (seg. HERB.).

Buenos Ayres.

Obs. Dice BAKER en la nota al pié de Hipp. bifidum que no puede separar como especies los Habranthus .... pulcher, speciosus, HERB. Por lo pronto, en 4. bifidum la flor tiene como 5 ctm. long., mientras que en A. pulchrum no tiene más que 3 ctm.; en ambos el estilo es 6 mm. más corto que las lacinias; pero hay que tomar en cuenta la longitud de éstas en las 2 especies; en el primero los pe- diícelos son iguales, de 4 */, ctm., en pulchrum desiguales, de 2-8 */,

ctm., €, €. (H.)

' Dice el texto latino «minute fimbriate»--¿no habrá error de imprenta por «minute fimbriatee>»-—esto es, diminutamente fimbriadas?—H.

Axa. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3*, T. v. Mayo 11, 1905. 10

146 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

11. Hippeastrum pedunculosum (HerB.) Hormp.

Habranthus pedunculosus, HerBerT, Amaryll., 161, t. 26, f. 3. Remer, Amaryll., 97. Kunrtu, * Enumer. plant., v, p. 495, n. 11.

Hojas... . Escapo de 5 ctm. (? H.), 2-floro; espato tubuloso, bifido en el ápice; pedicelos 7 1/2 ctm. long.; ovario largo, delgado; perianto angosto, de5 ctm. ó más; lacinias agudas (de color rojo claro ?), casi 2 1 ctm. más largas que el estilo; filamentos más cor- tos que éste; estigma trífido, reflejo. (seg. HERBERT).

Buenos Ayres.

Obs. En este caso el estilo es como 2 1/, ctm. más corto que las lacinias (vea 1. bifidum y H. pulchrum). El escapo de 5 ctm. es muy dudoso. KuNtH pregunta si no será variedad de 24H, pratense, pero en éste, el estilo (segun Baker) es tan largo como el limbo, y con estigma en cabezuela, mientras que, en el H. pedunculosum, es trifido, reflejo.—H.

712. Hippeastrum Jamesoni, Bxr. Baker en Journ. Bot., 1878, 83. —* Amaryll., p. 44, n. 10.

Bulbo .... Hojas.... Escapo delgado, de 15 ctm. long.; umbe- la 2-4-flora; valvas del espato lanceoladas, de 3 */,-6 */, ctm. long,; pedícelos más cortos que el espato; flores horizontales, ascendentes ó caidas, rojas, de 5-6 */, ctm. long.; tubo muy corto, embudado; segmentos oblongos, agudos, de 1 */, ctm. lat. en el medio, el más bajo interno es el más estrecho («lower inner narrower » ); estambres inclinados, desiguales, como de la mitad del largo de los segmentos; estilo bastante más largo que los estambres; estigma 3-fido.—Florece en Febrero.

San Juan: cerca de Jachal, en las quebradas.

Subg. 2. Phycella, LixpL. Esp. 11-13.

Las 3 de Chile, una de las cuales de la R. Argentina tambien.

713. Hippeastrum bicolor (R. « Pav.) Brr.

Baker, Journ. Bot., 1878, 83.— Amaryll., p. 44, n. 12. Amaryllis bicolor, Ruiz «e Pavon, Fl, peruv., 3, 97. Amaryllis cyrtanthoides, Sims, Bot. Mag., t. 2399.

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 147

Amaryllis ignea, LinoLeyY, Bot. Reg., t. SO9. Phycella ignea, cyrtanthoides, magnifica, graciliflora, attenuata, brevituba, bicolor y biflora, HerB. (Bot. Reg. t. 1943)—Ph. angustifolia, PurLirr1 (seg. Baker, l. c.). Ph. graciliflora, HerB., Amaryll., 152, t. 25, f. 4. Remer, Amaryll., 151. Kuwru, * Enumer. plant., y, p. 512, n. 4 (y las otras especies de HerBERT, sepa- radas) seg. KrH., 1. c.

Segun la descripcion de Baker del Hipp. bicolor, la Phycella graciliflora (tomando la breve descripcion de HERBERT en KunTH) no se puede separar—porque lo principal que resalta es que, en H. bicolor (seg. BAKER) las hojas se estrechan en la base, y en Ph, graciliflora se estrechan en ambos extremos (sey. HErB.).

H. bicolor. Bulbo globoso, de 5 ctm. diám.; túnicas pardas os- curas; cuello 2 */,-5 ctm. long. Hojas unas 4, contemporáneas de las flores, lineares, obtusas, de 45-60 ctm. long., como de 1 1/, ctm. lat., estrechadas hácia la base. Escapo delgado, cilíndrico, de 30-45 ctm. alt.; umbela 4-9-flora; valvas del espato lanceoladas, de 2 */,-33/, ctm. long.; pedicelos delgados, tan largos como el espato; flores as- cendentes, estrechamente embudadas, de 33/,-5 ctm. long., rojas brillantes, que pasan al verde amarillento hácia la base; tubo corto embudado, apendiculado en la garganta con 6 dientes diminutos; segmentos Oblanceolados, con larga uña, conniventes, 1 */, ctm. lat, cerca del ápice; estambres desiguales, inclinados, casi tan largos como los segmentos; estilo exserto; estigma en cabezuela. —Florece en Octubre.

Chile: Valparaiso.

Ph. graciliflora, Herb. (KrH., 1. c.). Hojas 48 ctm. long., 1 ctm. lat., estrechadas en ambos extremos, obtusas, escapo de 7 */,-23 ctm, alt.; pedicelos 6-7, desiguales, de 2 */¿-3 3/, ctm. long.; perian- to 3 3/, ctm. long.; filamentos petalinos del largo del perianto; es- tilo sobresaliente; 6 apéndices pequeños en la base de los fila- mentos.

Mendoza. ( « Chile!! prope Mendoza inter Villa Vicencio et cacu- men montis Paramillo »).

74. ** mippeastrum granatiflorum, HoLmB. JE

HozmberG, E. L., Amaryllidacer platenses nonnulle en Anales del Museo Nacio- nal de Buenos Aires (Série 3.* tomo II) ó T. 1x, p. 72 (descrip. latina).

Raices 10 (en el ejemplar n. 1), la más larga de 18 ctm., por 2 mm. de espe- sor, gradualmente atenuadas, blanquecinas, despues parduscas. Bulbo aovado 3 1-3 Ya ctm. diam., 4 ctm. long., con túnicas casi negras, ó pardinegras, cue- llo 3 Yz ctm. long., 4-1 ctm. diám. Hojas juveniles de color verde gai, planas

148 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

por arriba, convexas por abajo, adornadas solamente con puntos glaucescentes, de 2 4-2 12 mm. lat., un poco atenuadas en el ápice, pero son obtusas; más tarde acanaladas. Escapo de 25 ctm. long., con un diámetro de 7 X6 mm. en la base, y de 14 X3 en el ápice, un poco comprimido, con 2 filos poco notables, verde claro, glauco, rosado claro cerca de la base blanquecina; espato con 2 lacinias (varduscas cuando secas, agudas, 42 mm. long., y en la base, no secas todavía, de un tinte claro verle-cárneo); pedícelos 3 en el ejemplar más robusto de esta descripcion: el 1% de 21 mm., el 22 42 mm., 3” 63 mm. long., verdes claros y glau- cos como el escapo, cilíndricos algo deprimidos; en el 22 ejemplar, más esbelto, 2-floro, los pedícelos tienen respectivamente 30 y 55 mm. long.; ovario 5-7 mm. long., aovado-obpiramidal, en la base con 2 12 y en el ápice con 3 2-4 mm. de diámetro, 3-surcado, un tanto estrangulado en el medio; perianto embudado - tubuloso, opaco lo mismo que las venas y de un color escarlata oscuro ó granatino, más oscuro que la Sprekelia formosissima ó6 Flor de Lis (como sangre de toro), segmentos espatulado-lanceolados, el sepalino superior, en la base, 3 mm. lat., en el medio 15 mm. lat., 47 mm. long., luego todos decrescentes hácia el petalino inferior hasta 45 mm., y este último de 10 2 mm. lat. en el medio; los sepalinos provistos en el ápice de un mucron verde-blanquecino por fuera, rosado-blanque- cino por dentro, con un pulvínulo rosado - blanquecino en la base, triangular- mente verdosos (los segmentos) en la base, cuya parte se estrecha gradualmente hácia arriba donde se ruboriza, alcanza sólo el medio del segmento, y luego, con luz oblícua (como la parte anterior) aparece lustrosa y finge una banda pálida blanquecina; por dentro, los segmentos están recorridos por una banda un poco más clara, blanca en la base, y verdosa en la extrema base; el perianto lleva, arriba de la insercion de cada filamento, una membranita transparente, ciliada; filamentos blanco-verdosos en la base, se enrojecen gradualmente y toman color carmin, teniendo respectivamente, los 3 pares, 22, 28 y 30 mm. long.; anteras 2 !/z mm. long.,1 4 mm. lat.; pólen amarillo-anaranjado; estilo coloreado de igual manera que los filamentos, 39 mm. long., con sus divisiones de 1 2-2 mm. long., y su parte estigmático-papilosa violácea. Floridos en 111, 13, 9u3. República Oriental del Uruguay: cerca de Maldonado.

715. Hippeastrum bonariense, U. [CUNTZE.

O. Kuntzk, *Revis, gen. plant., 111, p. 310-311.

Las hojas faltan y probablemente se desarrollan sólo despues de la floracion. Pétalos inferiores derechos, y, como el tubo, horizon- tales; pétalos superiores ascendentes en el ápice; flor unicolor pur- púrea, de */¿ ctm. ó ménos lat. en la parte media; pétalos acumina- dos en connivencia de */, en la base no contraido-ventricosa; flores. inclinadas horizontalmente, con los pedícelos mayores de 8 ctm. long.; estilo no exserto.

Buenos Ayres.

Nora. En la obra citada de Orro KunNtzk, p. 309, se ocupa el autor de las Ama- rilidáceas, y en la p. 310 trata del género Hippeastrum, comenzando por el sub- género Phycella, del cual presenta una sinópsis, tomando en consideracion las 3 especies que le adscribe Baker y las 2 nuevas suyas: 4. bonariense y H. Graya- num [= H. phycelloides «Gay, PuiLipprr», del Museo de Berlin, (Herb.) Baker]. A esta sinópsis agregaré la mia 2H. granatiflorum y dejaré á un lado 4. gladio- loides, HIERONYMUS, porque no estoy seguro de que sea Phycella.

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 149

* Pétalos (es decir: piezas del perianto) todas derechas, 6, lo que es lo mismo, no se arquean ó recurvan hácia fuera. H. granatiflorum, Hormb. ** Pétalos inferiores derechos (porrectos) y horizontales como el tubo. Pétalos superiores ascendentes en el ápice. SEO TREDICOLOL IO AA lr bad H. phycelloides (Herb.) Bxr. O O EN E H. bonariense, O. Krzx. *** Pétalos inferiores, ó todos, recurvos. ! Pétalos acuminados Rabo estrecha do dise noe ao ci H Gayanum, O. Krzx. 2? Tubo no estrechado, di. ...ooooocooo.. H. Herbertianum (LinbL.) Bxr. !! Pétalos conniventes sobre el tubo, con la parte recurva mas ancha, aguda ó algo obtusa, bicolor... H. bicolor (R. « P.) Bxr.

76. Hippeastrum gladioloides (Hierox.) Pax. (Phycella?).

Pax, Beitr, Amar., 1. c., p.321, n. 23. Habranthus gladioloides, HieroNYMUS, “Sertum Sanjuaninum, en Boletin de la Aca- demia Nacional de Ciencias de Córdoba, t. 1v, p. 70.

Bulbo.... Hojas (S en el ejemplar) de unos 25-30 ctm. long; lámina plana, estriada, 2-3 mm. lat., lineares, obtusas en el ápice; vaina membranosa, estriado - paralelinerviada. Escapo un poco mas corto que las hojas, 2 mm. diám., 2-5-floro; espato bifoliado, folio- los lacinias) 4 */¿-7 ctm. long., 2-4 mm. lat., brevemente solda- dos en la base, opuestos, lineares, rojos (en el ej. seco!); flores in- clinadas, pediceladas, pedícelos 1 */,-3 */, ctm. long., con frecuencia bracteolados en la extrema base (las bracteolas linear-subuladas, las mayores como de 1 */¿ ctm. long.); perigonio rojo (?), con tubo corto de 5 mm. long., gruesecillo, cilindráceo, como de 1 */¿ mm. diám.;lacinias apénas desiguales, 3 */-4 ctm. long., las externas linear -lanceoladas, agudas, con barbillas en el ápice, las dos late- rales (inferiores) ensiformes, 3 mm. lat., la posterior (superior) caida, apénas plegada, un poco mas corta que las inferiores, mas angosta, 2 mm. lat., las interiores (pétalos) lanceoladas, algo agudas, mucronuladas, con barbillas en el ápice, de unos 4-5 mm. lat., las 2 inferiores apénas ensiformes, semejantes á los sépalos la- terales, el posterior apénas plegado y apénas inclinado; estambres casi iguales, con filamentos filiformes, insertos á la misma altura que las 5 escamas triangulares de la garganta de las lacinias del perigonio y que miden 1 */,-2 mm. long., apénas ciliado-laceradas; los estambres por lo demás geniculados arriba de la insercion, mas largos que el perigonio; anteras (sólo se conserva una) oblongas, 2 1/3 mm. long., 1 mm. lat., versátiles; estilo mas largo que los es- tambres, de unos 4 1/, ctm. long.; estigma oscuramente trilobado;

150 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

ovario (en la flor) 4-5 mm. long., trilocular, cavidades multiovu- ladas, óvulos biseriados, comprimidos, horizontales, superpuestos alternadamente. En Enero con flores.

San Juan: cerca de los Paramillos.

Subgénero 3. Rhodophiala, Presn. Umbela 1-flora. Esp. 14-16. Las 3 de Chile.

Umbela 2-6-flora. Esp. 17-18. Las 2 de Chile.

Subgénero 4. Zephyranthella, Pax.

17. Hippeastrum tubispathum, Pax.

Pax, * Beitr. Amar.,en ExcL. Bot. Jahrb., x1, 111, p. 321, n. 18 y p. 329. NIEDERLEIN, Result. bot., p. 333 (lo coleccionó en 1884, 11).

Hojas (al parecer) lineares. Escapo delgado, erguido, 33 ctm. alt., apénas 2 mm. diám.; espato 4 ctm. long., con brácteas soldadas en tubo cilíndrico de 2 ?/¿ ctm, long., casi rosado, libres en su parte superior 1 */, ctm.; umbela 4-flora; pedícelos delgados triple más largos que el espato, y de 8-10 ctm. long.; perigonio inclinado, in- fundibuliforme, tierno, rosado, casi de 3 ctm. long.; tubo cortísimo de 3 mm, long., con escamillas pequeñas, apénas fimbriadas, en la garganta; lacinias oblongo-lanceoladas, agudas, casi de 5 mm. lat,, en el medio; estambres encerrados, 2 ctm. long., filamentos rojos, finísimos; anteras versátiles, 4-5 mm. long.; estilo 2 */, ctm. long, mucho más corto que el perigonio, delgado, filiforme; estigma tri- fido con lóbulos gruesos, revolutos; ovario pequeño, ovóideo, de 3 mm. long. Cápsula casi globosa, pequeña, 3-locular, de 8-9 mm. diám.; semillas negras, aplanadas.—En Febrero con flores.

Misiones: « Primer Misionero» Ingenio de Puck y FERNANDEZ. (Este ingenio queda en la costa del Alto Paraná, á poca distancia de Candelaria al Este. Allí este Hippeastrum en abundancia y florido en Febrero de 1886, en terrenos pedregosos).

var. grandiflora, Hickex: El género Hippeastrum, una nueva espe- cie y una nueva variedad, en Anales de la Soc. Cient. Argen- tina, 1903, Tomo Lv, entr. v (Mayo), p. 232).—-«Inflorescencias 1-3-floras, éstas mucho mayores».—Despues de examinar «mu-

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 1091

chos ejemplares» encuentra H. una «constancia admirable en sus dimensiones, lo que excluye la hipótesis de una forma ac- cidental ó anómala. En lo que se nota mucha variabilidad es en el número de flores. En la mayor parte existen 3; pero es muy frecuente encontrar una sola». las siguientes medidas com-

parativas (p. 234):

H. tubispathum. H.tub. vw. grandiflora.

IPTCORO. 05 te ta ; 30 mm. 50 mm. Tubo del perigonio..... 3 » 3 » IAB A e a a 5 » (lat.) 10 » (lat.) Estalbres 2 3 soporta 20 » 30 » A O 25 » 40 RATO das 40 40 »

Tubo del espato ....... 26 10 »

Por ménos motivos se crea una especie nueva, como me parece la que HICKEN mira como simple variedad del 4. tubispathum, Pax. De todos modos la señala así, como descubierta por en los cam- pos de Misiones cerca de Posadas. En Marzo de 1900, con flores,

78. Hippeastrum Holmbergii, Hickex.

*HickeN, El género Hippeastrum, una nueva especie y una nueva variedad, en Ana- les Soc. Cient. Argent. (1903), T. Lv, p. 235, con figura (ejs. de herbario).

Hojas lineares, pocas. Escapo delgado, erguido, de 26 ctm. alt, apénas 2 mm. diám.; espato de 5 ctm. long., con las brácteas solda- das en tubo cilíndrico, más ó ménos rosado, de 18 mm. long., 4 mm. lat. y luego libres 33 mm.; inflorescencia 4-flora; pedícelos de 2-12 ctm. long.; perigonio inclinado, embudado, tierno, rosado, de 5 ctm. long.; tubo cortisimo, 4 mm. long., con escamillas en la gar- ganta (algo mayores que en el H. tubispathum); lacinias largas, an- gostas, de 3 mm. lat. en el medio; estambres inclusos, de 2 */2 ctm. long., desiguales, rosados, muy finos; anteras versátiles de 4-5 mm. long.; ovario pequeño, ovóideo, 4 mm, long.; estilo filiforme, mas corto que el perigonio, de 3 ctm. long.; estigma trifido con ló- bulos revolutos.

Misiones: en los campos, cerca de San Ignacio. 1, 1900.

Nora. Agradezco la dedicatoria á mi excelente compañero de viaje á Misiones, y, cumplido este deber, entro en materia.

159 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

La flor es rosada, pero de un rosado en extremo ténue que palide- ce aún más en los bordes de las lacinias. Lo recuerdo bien cuando lo descubrió HickeEN cerca de San Ignacio. Está bien dado por Pax el nombre de Zephyranthella al subgénero que contiene estos Hipeastros; son tan delicados, tan esbeltos, que más tienen tipo de Zephyranthes que de lo que son.

Por espiritu de uniformidad, he reunido en descripcion continua (como en el resto de la obra) la diágnosis, medidas, «€, pasando todo del latin al castellano. En la diágnosis latina (pag. 235) hay dos errores de imprenta. Donde dice Anthe-

tiae versarles, debe decir Antherae versatiles. En la segunda línea de la misma pá- gina, dice 11, 1900, debe ser 111, 1900.

Subg. 4. Macropodastrum, Baker. Esp. 19.

Del Brasil;—más las siguientes:

719. Hippeastrum ambiguum, Her». «JB. JZ.» H.

HerBerT, Amaryll., 136; Bot. Mag , fol. 3542 (1887). Ramer, Amaryll., 136. KuntH, * Enumer. plant., v, p. 520, n. 7. SEUBERT, Amar. en Flora bras. (Baxer, Amaryll. p. 53 apenas lo nombra como un simple híbrido). Pax en * EnGL. PRANTL, 11, 5, p. 113.— Beitr. Amar. 1. c., p. 322, n. 27.

Nombre vulgar (en Jujuy): Azucena, Amancde.

Perianto tubuloso blanco; segmentos por dentro con 2 estrias rojas, purpúreas; garganta lijeramente barbada; estilo mas largo que los filamentos, casi igual al perianto; estigma 3 -fido.

var. a. longiflorum, Bot. Mag., t. 3942; HERB., Amar., var. 1.-—

Perianto de 20 */, ctm, Perú: Lima.

» , Tweedianum, HERB., Amar., t. 21, f. 3, var. 2. Perianto de unos 15 ctm. Misiones: Loreto, Pax; Santa Ana; Jujuy, Hom. —(Sur del Brasil, HerB. seg. KTH.).

El Sr. Awroxio DE Lamas que me ha remitido los ejemplares para el Jardin Zoológico (y de quien los recibió tambien el J. Bo- tánico, y en 1904 para mi), dice que en los bosques de Misiones ha hallado plantas con hojas de cerca de 2 metros de longitud; pero nunca con flores y que las cabezas por él cultivadas le dieron escapos hasta de 1 m. 20. Agrega que de noche emiten las flores un perfume intenso.

En el Jardin Botánico los bulbos están en macetas y en inver-

A.

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 153

náculo: uno de ellos floreció dando un escapo de unos 55-60 ctm: En el Jardin Zoológico se encuentran en tierra plena y al aire li- bre; las hojas son mas fuertes, mas anchas, mas gruesas, pero mas cortas que las del J. B., de unos 40 ctm. long. por 5 ctm. lat. Flo- recieron 2, dando 6-7 flores sucesivas en la umbela, sobre escapos de 70-75 ctm. alt.; las lacinias tienen en el ráquis una estría verdo- sa que se desvanece hácia el ápice, y, por dentro, las dos tiras ro- jas purpúreas, cuya latitud es tal que puede asemejarse á la de las 3 blancas de fondo. En uno de los ejemplares estas tiras eran bas- tante limpias (en todas las flores), y en el otro el borde externo cerca del ápice se irregularizaba con numerosas prolongaciones oblicuas. Al caer la tarde y muy de cerca, se les podía notar un perfume en extremo suave y vago, comparable al de Lilium candi- dum. Floreció en Abril, y despues, 4 ejemplares (inclusive los dos anteriores, florecieron en Noviembre). (1902!).

En Jujuy parece muy abundante, en las Sierras, cerca de las Punas, segun me comunicó EpuarDo mi hijo, quien ha visto á las indias puneñas bajar al Valle de Humahuaca trayendo grandes ra- milletes. En la ciudad de Jujuy, á fines de Octubre de 1904, numerosos ejemplares floridos, con escapos de un 1 metro, en casa del Sr. José María CARRILLO, quien me envió dos en 1903, y que florecieron. Las flores de Jujuy no son tan blancas como las de Misiones; hay en ellas una difusion de color rosa, y las bandas rojas tienen su borde externo mas largamente dentado, como desflocado.

Misiones: Santa Ana, Loreto; Jujuy. (Perú; Brasil).

S0. Hippeastrum tucumanum, HoLmMBERG, hn. sp.

Bulbo casi esférico, de 6 ctm. long., 7 ctm. diám., con túnicas pardinegras; cuello corto de 3 ctm. long. y lat.; raices numerosísi- mas hasta de 5 mm. diam. Hojas alonjadas, acanaladas, ménos en el último cuarto, de 38-50 ctm. long., 2 */, ctm. lat. en la base y se dilatan gradualmente hasta el medio de la mitad apical donde tie-

nen 4 3), ctm. lat., luego se estrechan en curva hasta terminar en

punta bastante obtusa. Escapo verde, multifloro, de unos 40-50 ctm. alt. Flores blancas casi del tamaño y forma de las del Hipp. ambiguum (var. $. Tweedianum).

Tucuman; Salta (x, 28, 1904, al Sur de Salta, con flores).

He descrito mi ejemplar único que, en este momento (Abril 20, 1905), no tiene ya mas que 2 hojas; le he visto hasta 3. No tiene flores, ni ha florecido. (Envio de MicukEL LiLLo. Tucuman).

154 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

De esta manera queda resuelta la cuestion relativa á la Azucena á que hice referencia en la Flora Argentina (Censo Nacional de 1895, T. 1) y de la cual dije que había traido algunos bulbos en 1877 de los campos de Tucuman y de Salta, donde es muy abun- dante, pero que no le habia visto las flores en estado silvestre; que planté los bulbos en Buenos Ayres, y, cuando florecieron referi la especie 4 Pancratium. STUCKERT, en una critica publicada en Ana- les de la Sociedad Cientifica Argentina, dijo que aquí no había Pancracios, lo cual era exacto en el sentido actual; pero ahora debo reconocer que algun aficionado cambió mis piezas por Pancracios. A mi regreso del viaje á Jujuy y á Salta en 1904, vi desde el tren en marcha un matorral como los que señalé en Flora Argentina lleno de flores blancas, en escapos cortos como de 40 centimetros, á la altura del Campo de los Mogotes (Sur de Salta ), el dia 28 de Octubre de 1904. Ya MicueL LinLo me había comunicado en 1902 que la especie á que aludía yo en la obra citada era un Hippeas- trum blanco, y me envió luego algunos bulbos (que quedaron plan- tados en el Jardin Zoológico), de los cuales conservo uno que no ha florecido aún. El 29 de Octubre vi la flor en el herbario de LiLLo en Tucuman, y era un Hipeastro, Reliqua colestis musica.

En viaje de Tucuman ¿4 Jujuy, en Octubre de 1904, vi en la Pro- vincia de Salta, á unas dos leguas al Norte de la Estacion «Ruiz de los Llanos» y desde el tren en marcha, una Azucena sin hojas con todo el tipo de un Hippeastrum, y bastante parecida, por su for- ma general, al A. ambiguum. El escapo podría tener unos 70 ctm. de altura, de color rojizo vinoso con bastante glaucescencia. La um- bela tenía tres flores, grandes como las de la especie nombrada, de un color asalmonado claro; mas no pude ver si presentaban algunas bandas interiores. Que no era el 4. ambiguum lo indica el color del escapo, pues en éste es verde claro, y que no era el A. tucu- manum lo revelaba su falta de hojas y el color de las flores. La recomiendo á las personas de buena voluntad. Aceptaré una ó mas cebollas de esta planta, como regalo, ó en cambio de alguna ó al- gunas de las especies que poseo.

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 155

Subg. 5. Omphalissa, SALISBURY. Estigma 3-fido.

A. Espato hendido unilateralmente.

S1. Hippeastrum platense, HoLmbB.

Habranthus spathaceus, HerBerT, Bot. Mag., 2597, nota. Amaryll., 160 (nó Sims; RamER). Ramer, Amaryll., 96. KuntH, *Enumer. plant., v, p. 494, n. 8.

Espato univalvo, hendido por el lado. Flores grandes, purpúreas. Hojas verdes. —HERB., Amar.

a. var. 1. HerB., 1. c.—Hojas más anchas; flores mayores (mem- brana anular).

8. angustum Habr. angustus, HerB., Bot. Mag., t. 2639. Romer, 4m., 97, Amaryllis angusta, SCHULTES, Syst., T, SOT.

En nota al pié de la página 494, KuwtH transcribe la descripcion que HerBERT ha dado de su Habranthus angustus y que traduzco asi del original latino, reduciendo, como siempre, las medidas al sistema métrico.

Bulbo negro. Hojas angostas, obtusas. Escapo 2-floro, verde, rojizo en lo inferior, precoz, espato cárneo, de 6 */¿ ctm., hendido en un lado; pedúnculos de 3 */, ctm., rojizos; ovario purpurascente, de 3 mm. long.; lacinias rosadas oscuras de 2 1/, ctm. long., apénas de unos 6 mm. laf., las exteriores apiculadas, las interiores obtusas; tubo corto, verde, cerrado por la membrana; estilo, estigma y fila- mentos rosado subido, blanquecino en el fondo; anteras y pólen amarillos; estilo más largo que los filamentos y más corto que el limbo.

Buenos Ayres.

Baker (Amaryll., p. 50) en nota para Hipp. equestre, HerB., dice que el Hipp. spathaceum, Sius (Bot. Mag., t. 2315), es probablemen- te variedad de aquel; pero KuntH (Enumer. plantarum, v, p. 530) despues de señalar 31 Hipeastros hibridos Herbertianos consigna que el Hippeastrum spathaceum hybridum, Bot. Mag., t. 2315 (= Hipp. spathaceum, Ram., Amar., 141) es el Hippeastrum rutilo- Johnmsoni, un híbrido por lo tanto.

Admitiendo que fuera tal variedad del H. equestre, pertenecería al subgénero 6, Aschamia, mientras que el Habranthus spathaceus Herz. es del subg. 5, Omphalissa. El específico spathaceus (existien- do otra especie con prioridad ) debe cambiarse y lo he hecho.

156 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Al darle un sitio en la distribucion de Baker, me he fundado en los caracteres que le señala HerBERT para referirlo á Omphalissa y aunque no menciona especialmente el carácter del estigma, de- duzco que debe tenerlo trifido porque así lo indica KuntH en Ha- branthus: « Stigma trifidum, laciniis recurvatis» (p. 492).

B. Espato bivalvo. Esp. 20-23. Del Brasil.

Estigma en cabezuela. Esp. 21-25. —1 de Bolivia; 1 del Perú.

Subg. 6. Aschamia, SALISBURY. Tubo del perianto muy corto. Esp. 26- 32.

1 (26) Nueva Granada; 1 (27) **H. regine —véase); 2 (28 y 31); Perú; 2 (29 y 30) Bolivia; 1 (32) Brasil.

82. ** mHippeastram Regine (DoucLas; L.) Herp. (+) JB.

HerBErT, App., 31.—Ramer, Amar., 134.— Kuntn, * Enum. plant., y, p. 525, n. 15.— Barr, * Amar., p. 48, n. 27.

Lilium Regine, DOUuGLAs.

Amaryllis Regine, L., Spec., 421. Arr., Kew, 1, 416, ed. 2, 2, 224. WiLLb., Spec., 2, 53. LT” HEntr., Sert., 12. Miuz., /c., t. 24. Curr., Bot. Mag., t. 453. ReDoutTÉ, Lil., t. 9. GawLer, Revis., 13. PresL, Relig., 2, 119. ScHuLres, Syst., 7, 815 (excl. Y).

Amaryllis rosea, Lamarck, Encycl., 1, 1227?

Hippeastrum regium, HerBeErRT, Amaryll., 139.

Flores escarlatas con la estrella verde, inclinadas, más embudadas que en el Hipp. equestre; segmentos más iguales, el sépalo superior menos reflejo, el tubo más grueso y más corto; escapo más corto.

3. brasiliensis, Awbr., Bot. Rep., t. 358 (seg. GtawLer) Islas Caribes; México; Perú; Brasil.

mm

Descr. seg. Baker, 1. c. Bulbo globoso de 5-7 Yz ctm. diám. Hojas comple- tamente desarrolladas despues de las flores, de 60 ctm. long., 3 94 ctm. lat. en el medio, gradualmente estrechadas hasta 1!“ ctm. cerca de la base. Escapo 30-45 ctm. long.; umbela 2-4-flora; valvas del espato lanceoladas, de 5-7 Y2 ctm. long., iguales á los pediícelos; limbo del perianto rojo brillante, de 10 Ys -12 3% ctm. long.; tubo embudado, de 8-12 mm. long., garganta con una gran estrella blanco - ver- dosa; segmentos obovados, agudos, de 2 12-83 ctm. lat. en el medio, el inferior interbo es el más estrecho; estambres más cortos que el limbo; anteras amarillas de 4-6 mm. long.; estilo tan largo como el limbo; estigma debilmente 3- lobado.

Tubo del perianto de 1 Ys -2 Y2 ctm. long. Esp. 33-35.

1 (33) Hipp. equestre (Arr.) Herb., que puede encontrarse en la Argentina, por- que ha sido hallado desde México y las Indias Occidentales hasta el Brasil y Chile; 1 (34) del Brasil; 1 (35) de Guayanas y Brasil.

al

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 157

83. ** mippeastrum equestre (Arr)., Herp. HA El

HerBeErT, App., 31. Baker, * Amar., p. 50, n. 33.

Amaryllis equestris, Arron Jacquin, Hort. Schoen., t. 63. Bot. Mag., t. 305. ReEDourE, Lal., t. 32.

Amaryllis punicea, LAMARCK.

Hippeastrum occidentale, RamERr.

Amaryllis Belladona, Swarz, no LINNE.

Bulbo estolonífero, globoso, de 5 ctm. diám.; túnicas pardas; cuello corto. Hojas 6-8, completamente desarrolladas despues que las flores, alonjadas, verde- bri- llante, de 45 ctm. long., de 4-4 Yz ctm. lat., gradualmente estrechadas hácia la punta. Escapo cilíndrico, bastante glauco, de 45-60 ctm. long.; umbela 2-4-flora; valvas del espato verdes, lanceoladas; pedicelos de 5-7 Yz ctm. long.; limbo del perianto 10-12 Y2 ctm. long.; 10 ctm. diám. una vez abierto; tubo verde, de 2 2 ctm. long., oscuramente coronulado en la garganta; base de los segmentos de color verde amarillento; parte superior rojo brillante; los 3 externos de 3-4 Ya ctm. lat,., los 3 internos más estrechos, especialmente el inferior; estambres más cortos que los segmentos; anteras pequeñas, oblongas; estigma oscuramente 3-lobado.

México é Indias Occidentales hasta Brasil y Chile (y muy probablemente, por lo tanto, en la Argentina tambien ).

Subg. 7. Lais, SALISBURY. Esp. 36-38. 1 (36) Argentina y Brasil; 1 (37) Perú; 1 (38) Argentina.

84, Hippeastrum rutilum (GawL.) HerB. JB. Ht,

HerBERT, App.. 41. Baker, * Amaryll., p. 51, n. 86. NIEDERLEIN, Result. bot., p. 338. Pax, Beitr. z. Kenntn. d. Amar. en Ena. Bot. Jahrb., x1, 111, 8322, n. 25 (Arroyo Liso!) (En Kuntm, Enumer. plant., v, p. 527, aparece como var. Y de H. bulbulosuny, HeErB., p. 926, n. 17.) Amaryllis rutila, GawLeEr, Bot. Reg., t. 23. LonbriGkEs, Bot. Cab., t. 1449. Hippeastrum bulbulosum, var. rutilum, HERB.

Bulbo casi globoso, estolonifero, de 5-7 Y/¿ ctm. diám.; cuello corto, túnicas pálidas. Hojas 6-8, anchas, verdes brillantes, de 80 ctm. long., más de 2 */, ctm. lat. Escapo glauco, lijeramente com- primido, 30 ctm. alt.; umbela 2-4-flora; espato con valvas lanceo- ladas, 3 3/, ctm.long.; pedícelos delgados, tan largos como el espa- to; limbo del perianto 3 Y/,-10 ctm. long.; tubo verde, cilíndrico, de 2 ctm. long., oscuramente coronulado en la garganta; segmen- tos oblongos, agudos, de color carmesí brillante, con carena verde que se extiende hasta la mitad y de 2-2 */, ctm. lat. en el medio,

158 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

siendo el mas estrecho el inferior interno; estambres mas cortos que los segmentos, con filamentos rojos; anteras lineares oblongas, de 6 mm. long.; estilo tan largo como el limbo; estigma trifido.

y) E)

var. fulgidum (GawL.) HexB. Amaryllis fulgida, GAwLEr, Bot. Reg., t. 226. Bury, Hexand., t. 26. A. miniata, Sims, Bot. Mag., t. 1943; Bury, Hexand., t. 39 (nó R. y Pav.). A. bra- siliensis, Tratt. Tab., t. 333. H. subbarbatum, HurbB., Bot. Mag., t. 2475. H. bulbulosum, vars. sub-barbatum, unguicu- latum, fulgidum, Simsianum y equestriforme, HerB. =x, 8, 9, €, 1, en KrH., l. c., pp. 526-528, Más robusto. Bulbo de 7 */2-10 ctm. diám. Hojas mas anchas. Limbo del perianto 10-12 3/, ctm. long.; tubo 2 */z ctm. long.; segmentos escarlata brillante con base y carena verdes en la mitad inferior, más aovados, de 7 */2-10 ctm, long., el externo de 2 */,-3 ctm. lat., el interno inferior como de 2 ctm. lat.

var. crocatum (GAwL.) HerB, Amaryllis crocata, GAwLER, Bot. Reg., t. 38, Hábito tan robusto y hojas tan anchas como en fulgidum, pero las flores son mas pequeñas, de color azafra- nado con segmentos mas ondulados.

var. citrinum, BAKER. Amaryllis crocata, BurY, Hexand., t. 16. Flor amarilla brillante.

var. acuminatum (GAWLER) RaMER. Amaryllis acuminata, GawzLEr, Bot. Reg., t. 534 1188. Amaryllis pulverulenta, Lobn1ckEs, Bot. Cabinet, t. 484; Bury, Hexand., t. 45. H. pulverulertum, HerB., Bot. Mag., t. 2273. Flores rosadas pálidas, segmentos muy agudos.

Misiones; Buenos Ayres (?). (Sur del Brasil).

Só. Hippeastrum flammigerum, HoLuB.

HormbrrRG, E. L. (como título el nombre de la especie) en Anales del Museo Na- cional de Buenos Ayres (Sér. 111, t. 1, 6) T. vur, p. 411.

Raiz fibrosa, pardiclara, con unas 20 fibras de 1 */, -2 */ mm. diám., 6-8 ctm. long., con fibrillas. Bulbo con estolones y bulbi- llos, globoso, 5 ctm. diám., túnicas pardinegras, cuello corto, cuan- do más de 1 ctm. long. Hojas juveniles 3-5, de 8-10 ctm. long. por 1 1/, ctm. lat. cuando florece el bulbo, verdes, lustrosas, mas claras en el reverso, blanquecinas hácia la base, y de 13/,-2*/, ctm. lat., y 30 ctm. mas ó menos long., cuando están desarrolladas, de 1 */, ctm. lat. en el tercio basal, luego apénas lanceoladas hasta 2 3/,

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 159

ctm. lat., con los bordes curvamente conniventes, como en la Clivia nobilis ó más agudamente; acanaladas. Escapo (4 veces 2 en el mis- mo bulbo, muy rara vez 3) verde, luego ó algunas veces rojizo, blanquecino en la base, 12-20 ctm. alt. en el medio 8 mm. diám., casi comprimido, apénas filoso en cada lado (del plano paralelo á las hojas), gradualmente estrechado hácia el ápice; casi de un cen- timetro en la base; espato jóven cerrado 5-6 ctm. long., casi 1 !/a ctm. lat., rojo sanguineo, se marchita y seca bajo la floracion, 2-valvo, valvas secas parduscas con los bordes mas claros, se acor- tan hasta 3 ctm, long., 8 mm. lat., al secarse; bracteolas lineares ó filiformes; umbela 3-4-, más rara vez 5-flora, con frecuencia 2-flora con otra flor abortiva ó mal desarrollada; pedícelos 2-2 */, ctm. long., en el medio 2 */ mm. diám., obtusamente triangular- prismáticos, con una foseta longitudinal media en cada cara, gra- dual y lijeramente estrechados hácia arriba, erguidos, un poco di- vergentes, arqueadamente geniculados hácia el eje casi horizontal del perianto; perianto (inclusive el ovario) Y ctm. long.; segmentos espatulado - lanceolados un poco ondulados, el superior ó calicino interno (2 ctm. ántes del ápice) 1 3/, ctm. ó casi 2 ctm. lat.; el infe- rior, ó petalino externo, 1-1*/, ctm. lat. en el medio, todos inte- riormente rojos, ó rojos de minio encendido, con 5-6 venillas sim- ples ó más frecuentemente bifurcadas, más oscuras ó purpurascen- tes, á cada lado, y más claras hácia el ápice de los segmentos, aproximadas á la banda media amarillenta de tal modo que imitan como una márgen oscura para la misma; en el medio tienen una banda verdoso-amarillenta que termina á unos 2 */, ctm. más ú ménos ántes del ápice de los segmentos, de unos 2-2 */, mm. lat., á veces mas larga en los segmentos internos petalinos, con frecuen- cia mas corta en el petalino inferior en el que termina á unos 2 3/, ctm. antes de su ápice, ó es igual á las otras; los espacios interve- nosos del tercio basal verdosos amarillentos; por fuera, los seg- mentos son un poco mas claros y manchados aqui y allí de blan- quecino, pero de un modo irregular y súcio; el raquis es algo mas claro, solamente en el boton es verdoso, las venillas son visibles tambien en la cara externa; los 3 segmentos sepalinos obtusos, pero llevan en el ápice un mucron calloso, algo obtuso, verdoso; estambres con filamentos filiformes, desiguales, 12-20 mm. mas cortos que el segmento petalino externo, de color verdoso-amari- llento claro en la base (acompañando á la banda), luego rojos cla- ros de minio; anteras no maduras de 13 mm. long., 1 */, mm. last,, lilacinas; una hora despues de su dehiscencia tienen 5 mm. long,,

160 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

y al fin 3 mm. long.; ovario verde, 8-9 mm. long., 4 mm. diám., casi obpiramidal, con las aristas obtusas; tubo corto de 1-1 */, ctm. long. y con escamillas ó dentículos verdosos en el extremo, tan pequeños, que el género se distingue más por la fisonomía que por ellos; estilo coloreado de igual modo que los filamentos, de igual longitud que el segmento petalino externo, ó más corto (como el filamento mas largo); estigma trifido con lacinias cortas de 1 */,-2 mm. long.

He examinado más de 60 flores,

En Buenos Ayres (en el Jardin Zoológico) la especie ha floreci- do ántes del 1.2 de Noviembre. ¿Será la misma que florecía en Mi- siones á principios de Marzo? (111. 3, «idibus (circa) Februarii» de la descripcion latina). Segun GRISEBACH la Zephyranthes Ander- sonii florece despues de las primeras lluvias de Marzo (en Entre Rios); en el Jardin Zoológico ha florecido en Noviembre, en cuyo mismo mes han surgido espatos de Hippeastrum ambiguum de bul- bos que florecieron en Abril.

En Viaje á Misiones (Boletin Acad. Nacional de Ciencias, T. x, cap. XIx, p. 324) el que realicé en 1886 hice mencion de esta Azucena, y señalé su color «un rojo vivo, que tira bastante al rojo de Saturno». Doce años mas tarde, indiqué al Sr, AyToNIO0 DE LiLA- Mas el sítio preciso de Misiones en que mas abundaba cuando pasé por allí y á él debo los numerosos ejemplares que hoy existen en el Jardin Zoológico.

Puede compararse esta especie con HA. rutilum, pero la fuerte ca- rena verde de las piezas del perianto de esta última permiten dis- tinguirla en el acto.

Misiones: Santa Ana.

S6. Hippeastrum petiolatum, Pax.

Pax, Beitr. z. K. Amar., en EncL., Bot. Jabrb., x1, 111 p. 321, n. 21 y p. 330. NIEDERLEIN, Result. bot., p. 393 (col. x, 11, 86).

Bulbo 3-4 ctm. diám., pardo, globoso, no avanzado en cuello. Hojas lanceoladas, agudas, casi papiráceas, sinantas, de 20 ctm. long., 2-2 1/2 ctm. lat. estrechadas en la base en peciolo de 1-2 ctm. y más long., y de 2-3 mm. lat. Escapo casi de igual longitud que las hojas, de unos 20 ctm. alt.; brácteas del espato 2, marces- centes bajo la floracion, lanceoladas, de 3 ctm. long.; flores cocci- neas, 1-2 en el espato, y de 6-7 ctm. long., con pedicelos delgados de 2-21/, ctm. long., mas cortos que el espato, inclinadas, amplia-

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 161

mente embudadas; tubo del perigonio corto, su garganta con esca- millas pequeñas situadas entre la base de los filamentos; lacinias oblongas, agudas, de 1-1 */, ctm. lat.; filamentos planos, insertos en la garganta, poco desiguales entre sí, algo mas cortos que el peri- gonio; anteras versátiles, lineares, de 12 mm. long.; estilo filifor- me, prolongado mas allá de las anteras; estigma trifido, con lóbulos erguidos, no recurvos, de 2 mm. long. En Octubre con flores. Corrientes: Santo Tomé: Monte Justo.

Sí. Hippeastrum vittatum (Arr.) Herp.

HrErBERT, App., 31; Amaryll., 137. Ramer, 4maryll., 138. Kuntu, Enum. plant., v, p. 520, n. 9. BAkEr, “Amar., p. 92, n. 37. Amaryllis vittata, Arr., Kew, 1, 418, ed. 2, 2, 225. Bot. Mag., t. 129, «.

Bulbo globoso, 5-7 Y2z ctm. diám. Hojas 6-S, alonjadas, de color verde brillante, 45-60 ctm. long. Escapo 60-90 ctm. alt.; umbela 2-6-flora; valvas del espato lan- ceoladas, 5-7 Yz ctm. long ; pedicelos tan largos como el espato; limbo del pe- rianto 10-15 ctm. long.; tubo embudado, 2 Y2 ctm. long., oscuramente coronulado en la garganta; segmentos obovado-oblongos, agudos, 2 12-3 34 ctm. long., blan- cos hácia el borde y distintamente aquillados de blanco, estriados de rojo-malva brillante entre la quilla y el borde; expansion del limbo 7 Y2-12 3 ctm. diám.; estambres más cortos que el limbo del perianto; anteras linear-oblongas, 6 Ya mm, long.; estilo tan largo como el limbo; estigma profundamente trifido. Andes peruanos.

88, Hippeastrum breviflorum, HexrB.

HeErBErRT, Amaryll., 137, t. 21, f. 4. Bot. Mag., t. 3549. Renmer, Amaryll., 135. Kuntk, Enumer. plant., v, p. 520, n. 8. BAkER, *Amaryll., p. 52, n. 38.

Bulbo ovóide de 5-7 */, ctm. diám. Hojas alonjadas, verdes, de 45 ctm. long., 3-3 3/, ctm. lat, Escapo cilíndrico, glauco, de 60-90 ctm, alt,; umbela 5-6-flora; valvas del espato lanceoladas; pedi- celos delgados de 5-7 */ ctm. long.; limbo del perianto de 3 3/, ctm. long., embudado; tubo muy corto; segmentos oblanceolados-oblon- gos, apénas agudos, blancos, con quilla roja, el más externo de 2 ctm. lat. arriba del medio, el inferior interno 1 */, ctm. lat.; estam- bres mas cortos que el limbo; anteras pequeñas, oblongas; estilo mas corto que el limbo; estigma trifido,

Buenos Ayres.

AnaL. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3*, T. v. Mayo 22, 1905. 31

162 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

89. Hippeastrum angustifolium, Pax.

Pax, * Beitr. Amar. en EnaL., Bot. Jabrb., xt, 111, p. 321,n. 24 y p. 331. NirDERLEIN, Result. bot., p. 333 (col. x. 27, 86).

Grande; bulbo con el cuello muy avanzado, 13 ctm. long. Hojas glaucescentes, coriáceas, alargadas, lineares, marginadas, sinantas, de 1-11/, ctm. lat. Escapo grande, erguido, de 80-100 ctm. alt. con 1 ctm. diám. en el medio y casi */, ctm. bajo la inflorescencia ape- nas 6-flora; espato con brácteas marcescentes durante la floracion,; flores muy inclinadas, con pediícelos de 5 ctm. long., mas largos que el espato; perigonio de 7-8 ctm. de long., con tubo corto, en cuya garganta existe una corona fimbriada; lacinias desiguales entre sí, estrechamente lanceoladas, las mas anchas de 1 ctm. lat,; filamentos desiguales entre sí, los mas largos apénas superan al perigonio, los mas cortos inclusos, todos planos; estilo filiforme, de 10 ctm. long, mas largo que el perigonio y los estambres; estigma trífido con ló- bulos erguidos de 2 mm. long.; ovario 8 mm. long. Cápsula 3-lo- bada, 3-surcada, de 1 */, ctm. diám.; semillas aplanadas, negras, numerosisimas en las cavidades. En Octubre con flores.

Misiones: entre Monte Agudo y San Pedro entre los Arroyos Leon . y de las Islas.

Subtribu 4. Eustephine.

* Pax, 1. c., p. 113, y Nachtrag.

Flores regulares ó zigomorfas en umbelas multifloras, y cavida- des del ovario multiovuladas. Corona fuertemente reducida, sola- mente se encuentra como reborde débil anular en el plano de in- sercion de los estambres de igual altura. Anteras adherentes por el medio. Estilo apénas trilobado. Semillas comprimidas.

Division de la subtribu en géneros.

A. Tubo del perianto alargado. a Enamentos mola do it g. Urceolina, Re1cm.) DIR anento sado lado Gén. Hieronymiella. B. Tubo corto. a. Hojas pecioladas. Filamentos no alados. o. Estambres arqueados hácia abajo, mucho mas larsos que elperantos oo arnes ias e. Eucrosia). 3, Estambres rectos, algo más largos que el pe- o do odo OOO Subo aa bd Da 0 aros b. Hojas sentadas. Filamentos alados............... g. Eustephia.

eg. Phaedranassa).

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 168

Gén. HIERONYMIELLA, Pax.

Pax, *Beitráge Amar. en ExcLer, Bot. Jabrb. x1n, 3, p. 327; y en Exorer e PrantL *Die nat. Pflanzf., * Nachtrege. Género dedicado á Jorge Hieronymus (con desinencia diminutiva ) ex - Profesor de la Universidad Nacional de Córdoba, y uno de los botánicos que mas han estudiado la Flora Argentina.

Perianto embudado con tubo muy largo, y lacinias extendidas hasta arqueadas, Estambres más largos que éstas. Filamentos lar- gos, alados hasta el ápice, y las alas, en cada lado, prolongadas en un diente. Anteras adherentes cerca de la base. Ovario 3-locular; estilo filiforme; estigma 3-lobado. Fruto.... Hojas lineares, azuladas. Escapo con flores numerosas, brevemente pediceladas, erguidas, con dos espatos secos.

Catamarca.

90. Hieronymiella chlidanthoides, Pax.

EAS Uber 1 O.) oz: Chlidanthus fragrans, GRISEBACH (nó HerBERT!).

Hojas estrechamente lineares, glaucescentes, 3 mum. lat. Escapo erguido, 12-20 ctm. alt., 3 mm. diám.; brácteas involucrantes lar- gamente acuminadas, pálidas, 7-8 ctm. long., casi 1 ctm. lat. en la base; inflorescencia 4-5-flora; perigonio amarillo; tubo no am- pliado, 10 ctm. long., 3 mm. diám.; lacinias oblongo-lanceoladas, acuminadas, 4 ctm. long., 6-8 mm. lat.; filamentos alados, de 15 mm. long., con los dientes triangulares, acuminados, de 6-7 mm. long., anteras 6-8 mm. long.; estilo más largo que los estambres, 12 ctm. long.; ovario 1 */,-2 ctm. long. En Enero con flores.

Catamarca: en el valle alto de Nacimientos.

Gén. EUSTEPHIA, CAVvANILLES. ERA Co pa bla, Su. 47.

De E%, bien, y ovégos, corona; como Edotégavos, bien coronado.

Perianto estrecho, embudado, con divisiones erguidas, alanceta- das. Estambres mas cortos que el perianto. Escapo comprimido. Argentina; Perú.

164 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

91. Eustephia coccinea, Cay.

CavaniLLes, J/con., 3, 20, t. 238,

WILLDENOW, Spec., 2, 48.

PoxrerT, Encycel., Suppl., 2, 622.

SCHULTES, Syst., 7, 901.

Remer, Amar., 153.

Kuwnrn, Enumer. plant., v, p. 514.

Baker, * Amaryll., 112, n. 1. Bustephia Macleanica, HerBerT, Bot. Mag., fol. 3865 sin desc. Phaedranassa (Odontopus) rubro-viridis, BAKER.

Bulbo ovóideo, 2 */, ctm. diám., con cuello cilíndrico. Hojas 3-4 que se desarrollan despues de las flores, lineares, de color verde brillante, de 30 ctm. long. ó más. Escapo delgado, de 2 filos, y 30 ctm. long.; flores 6-8 en umbela, horizontales ó caidas; pedícelos 2-2 1/2 ctm. long.; valvas externas del espato lanceoladas; perianto de 3-3 */, ctm. long. arriba del ovario; segmentos de color rojo brillante con ápice verde.

Tucuman: (segun LILLO) en los montes de Colalao, á unos 1500 m. sobre el n. del mar.—(Perú).

92. Eustephia Argentina, Pax. Pax * Beitr. en EnscL. Bot. Jabrb., x111, 111, p. 321, n. 16 y p. 328.

Bulbo.... Hojas lineares, obtusas, 20-30 ctm. long., 5-6 mm. lat., apenas glaucescentes (al parecer). Escapo erguido, de unos 20 ctm. alt.; espato con 2 brácteas exteriores rosadas, lanceoladas, de 6-8 ctm. long., las internas membranosas, pálidas, mucho meno- res, setáceas; inflorescencia multiflora (con 12 flores ó más), en falsa umbela; flores larga- y desigualmente pediceladas (3-12 ctm. long.) colgantes, casi unilaterales, simultáneas con las hojas, tubuloso-embudadas; perigonio hasta de 3 ctm.long., 1 */, ctm. lat., coccineo, con el tubo cortísimo, lacinias oblongo-obovadas, hasta de 6 mm. lat., las 3 externas agudas, las tres internas muy obtu- sas, levemente escotadas, apiculadas; estambres apénas mas largos que el perigonio, á cuyas lacinias se adhieren los filamentos y muy ligeramente entre si sólo en la extrema base, dilatados hasta los. dos tercios, unidentados á cada lado arriba del medio, diente ob- tuso; anteras versátiles; ovario triangular; estilo filiforme, casi de igual longitud que los estambres, y apenas de 3 ctm. long.; estig- ma trilobado. Cápsula triquetra. Semillas (no maduras) con testa negro, lustroso.—En Noviembre y Diciembre con flores.

Catamarca: Cuesta de la Negrilla y del Durazno. (Muy comun en los lugares mas altos).

-

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 165

93. Eustephia marginata, Pax.

Pax * Berrr. en Ena. Bot. Jabrb., xr, 111 p. 328.

Bulbo de 4 ctm. diám., pardo, ovóideo, con el cuello avanzado. Hojas estrechamente lineares, hasta de 30 ctm. y más long., apénas 5 mm, lat., coriáceas, estrechamente marginadas de blanco, glau- cas, con el borde áspero. Escapo erguido, casi de 12 ctm. alt.; brác- teas del involucro de 8 ctm. long., que luego se marchitan, pálidas, las exteriores mas largas que los pedícelos; inflorescencia multi- flora (unas 12), (pseudo-) umbelada, con las flores designalmente pediceladas, inclinadas; pedicelos 3-6 ctm. long.; las flores infun- dibuliformes aparecen simultáneamente con las hojas; perigonio 3 1/3 ctm. long., 1 */,-2 ctm. diám.; rosado, tubo cortisimo, lacinias exteriores oblongo-obovadas, de 6 mm. lat., mucronuladas, las in- teriores mas angostas que las exteriores y obtusisimas; estambres ligeramente mas largos que el perigonio á cuyas lacinias se adhie- ren, apénas adheridos entre en la extrema base, dilatados hasta los dos tercios, unidentados á cada lado arriba del medio, y con el diente agudo; anteras versátiles; ovario triangular; estilo 4 ctm. long., filiforme, exserto, más largo que los estambres; estigma en cabezuela, pequeño.—A fines de Enero y principios de Febrero con flores.

Rioja: Sierra Famatina, la Encrucijada, 4 2500-3000 m. sobre

el nivel del mar.

|

Eustephia E. coccinea, Cav. E. Argentina, Pax ¡ E. marginata, Pax.

Aparecen despues: Aparecen con las| Aparecen con las de la floracion, ver- flores, ligeramente flores*, verde azules, des sin márgen. verde - azules, sin/Ímarginadas de blan- márgen. Ea ásperas en el bor-

.

Hojas.

Inflorescencia.

Perigonio.

Brácteas del espa-| to.

Dientes del fila- mento.

Estilo.

Estigma.

En todas direccio-| nes, 6-S-flora.

Casi cilíndrico, rojo escarlata, verde en el ápice.

Más largas que el

edicelo.

Capilarmente api- culados.

Más largo que el perigonio.

En cabezuela,

Unilateral, 12-mul-| tiflora.

Cilíndrico - embu- dado; rojo-escarlata? |

Más cortos que el! pedicelo. Obtusos

No es más largo| que el perigonio. Ostensiblemente 3-

En todas direccio- nes; 12-multiflora.

Embudado, rosa- do?

Más largas que el

¡pedicelo.

Agudos.

Más largo que el perigonio. En cabezuela.

lobado.

*) Dice aquí Pax <mit den Bláttern erscheinend...>» pero se claro que s€

refiere á las flores

166 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Subfamilia Il. AGA VOIDE 4.

EARL:

Plantas con hojas gruesas, generalmente carnosas, alancetadas ó lineares, que, con internodios cortos, están dispuestas en roseta espesa asentada en el suelo ó sobre un escapo columniforme, de cre- cimiento lento, y que alcanzan grandes dimensiones á una edad avanzada.... Escapo terminal, simple ó compuesto, en espiga ó en racimo, á menudo muy grande. Fruto una cápsula carnosa (!). Semillas comprimidas.

Cultivo. En general, lo que se dice en p. Sl.

Division de la subfamilia en géneros.

A. Flores con curvatura hácia abajo, más ó menos zigo- morfas. Inflorescencia en racimo simple, á veces con 2 flores en cada axila.

a. Rizoma de tipo de cebolla. Tubo del perianto no

dilatado; Hacia ART. matorral ateos nata le es g. Bravoa.) b. Rizoma tuberculoso. Tubo del perianto dilatado haciaratriba acid a tt Jide Gén. Polyanthes. B. Flores reguiares. Inflorescencia con muchas flores. a. Filamentos mas largos que el perianto............. S. Agave. b. Filamentos mas cortos que el perianto, cuyo tubo es muy corto. a. Filamentos y estilo fuertemente engrosados en la DAS q a ico o g. Fourcroya. B. Filamentos no engrosados, ó sólo un poco. I. Anteras adheridas por el medio. Divisiones del perianto paradas (es decir, que forman casi un O A A SS g. Beschorneria. II. Anteras adherentes por la base. Divisiones del Per Sono extendidas g. Eoryanthes.

Gén. POLYANTHES, L. Pax, * Amaryll. en E. Pr., 11, 5, p. 117, n. 49.

Nom. vulg.: Nardo; Tuberosa (en San Juan: Margarita ).

Etim. De zo/3<, muchos y %v0o< flor, ó simplemente de la palabra antigua grie- ga TOAva bs, lleno de flores, como es el escapo del Nardo. Lixneo0 escribió Polian- thes lo que no es motivo para atribuir el género á Liwx, porque «quella : en vez de v bien pudo ser error de imprenta, como sucedió con Diclytra por Dielytra.

Perigonio embudado, con tubo largo, y lacinias extendidas hácia afuera. Estambres mas cortos que el perianto, con filamentos fili- formes. Estigmas 3. Pedízelos blancos como las flores.

3 especies de la América Central.

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 167

94, ** polyanthes tuberosa, L. (e) JB.

LiwNk, Spec. 453. (Rumen. 5, t. 98). Lamarck, Encyc., 8, 129. ReDourt, Lal., $. 147. Wizzp., Spec., 2, 164. SaLisburRY en Trans. Hort. Soc., 1, 41, t. 2. Bot. Reg., t. 63. Bot. Mag;., t. 1817. LoureYro, Cochin., 1, 204. Ruiz de Pavon, Flor. peruv., 1, 66. ScuuLrtes, Syst., 7, 625. Kuntn, Enum. plant., v, p. 846, v. 1.— Baker, * Amaryll., p. 159, n. 1. —(Bibl. Krn., descr. Bxr.)

Raíz tuberosa. Hojas basales 6-9 para un escapo, delgadas, lineares, de color verde brillante, de 30-40 ctm. long., profundamente acanaladas en la mitad infe- rior; manchadas de pardirojo en el dorso. Escapo de 60-90 ctm. alt., con S-12 hojas cortas; flores apareadas en espiga laxa; brácteas verdes, lanceoladas; pe- rianto blanco ceroso puro, de 3 ?)s - 5 3 ctm. long.; segmentos oblongos lanceola- dos, extendidos, de 1 Ys -2 ctm. long. var. gracilis, Livx, Enum. 1, 330. Hábito más delgado. Hojas mas estrechas; pe-

rianto con tubo largo, delgado, y hojas mas estrechas. 8. Flore pleno, ScuuLr., 1. c. Flor doble (KrH. ). y. Foliis variegatis, ScHuLr., 1. c. Hojas abigarradas (KrH.).

En Buenos Ayres florece por Febrero hasta Abril y Mayo.

Cultivada por todo el mundo debido al perfume de sus flores (que, junto con el Floripon Datura arboreum—,la Azucena blanca Lilium candidum y otras, producen fuertes jaquecas ó hermicranias en muchas personas, particular- mente cuando los ramilletes se dejan encerrados en las piezas). México.

Gén. AGAVE, L. Pax, * Amaryll., 1. c., 11, 5, p. 117, n. 50.

Segun Le nouveau jardinier illustré de 1881, el nombre de Agave deriva del griego agai, herida (lo que no encuentro). 'Ayatw 6 "Ayatoy.o: 6 “Ayapa: es admirar, elo- giar; 'Ayavds es admirable, d, si no es que se trata de una palabra mexicana.

Perigonio casi embudado, con tubo más largo ó más corto; laci- nias rectas, ó algo extendidas (abiertas), lineares. Filamentos fili- formes. Ovario picudo. Estigma imperceptiblemente 3-lobado. Hojas carnosas, espesas y dentadas con aguijones, ó más delgadas y de borde integro, frecuentemente verdeazules glaucas), cilia- das en el borde en algunas especies por hacesillos fibrosos que se vuelven libres.

Unas 50 especies de Sud-América, México, y las comarcas meri- dionales de Norte América,

KuntH (Enumer. plant., v, p. S1S y sig.) describe 37 especies, y las restantes, hasta el n. 49, estan nombradas solamente, por no conocer de ellas otra cosa que el nombre.

Jacomr dió la primera monografía del género en la Hamburger Gartenzeitung, 1864-1868.

TerrAccIaNo publicó en Nápoles (1885) Primo contributo ad una monografía del- le Agave. Le sirve de guía á Pax.

Subgénero A. Aplagave, Terracc.—Escapo simple, en espiga. Flores senta-

das ó con pedicelo muy corto.

168 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Secc. I. Singuliflore (Manfreda, SaLisB., Aliberta, Marron, como géneros). Flores solitarias en las axilas de las brácteas.

Secc. II. Geminiflore, EnceLM. (Bonapartea, WiLLb., Littea, BRINGN., COMO géneros).—Flores 2 ó más en la axila de las brácteas.

Subg. B. Cladagave, Terrace. (Chloropsis, HerBErT, como gén.)—Escapo en panículas compuestas. Contiene 2 erupos:

Secc. l. Americans, Terracc.—Hojas sin márgen particularmente saliente. Hojas sólo rara vez de borde integro, frecuentemente dentado con espinas. Algunas especies de este grupo desarrollan bulbillos en la inflorescencia, los cuales caen y forman nuevas plantas.

Secc. Il. Submarginate, Bakrr.—Borde endurecido en el cuarto superior.

Subg. A. —$ Il. 95. ** agave íilifera, Sarm-Dyck. JE

Sarm-Dyck, Mort. Dyck., 1834, p. 309.—Ramer, Amaryll., 292,—KuntH, Enum. plant., v, p.834, n. 24.—LematrE, 111. Hort., t, 243.—Baker, Gard. Chron., 1877, f. 49.—id. * Amaryll., p. 166, n. 1.—Berl. Monat., 1887, t. 5.

Acaule. Hojas 60-100 en roseta densa, rígidas, derechas, ensiformes, de 15-23 ctm. long., 2 Y2 ctm. lat., gradualmente estrechadas hasta formar punta punzan- te gris, verdes pálidas, desprendiéndose ó reventándose el borde continuo en forma de hilos grises, como alambres, con el lomo (de la hoja) señalado por lí- neas grises, allí donde lo han comprimido los bordes de otras hojas. Escapo de 90 ctra. á 1 m. 20 alt.; brácteas subuladas, las superiores escariosas; flores en es- piga densa de 60 ctm. á 1 m. 20; brácteas pardipurpúreas, lineares; perianto de 5 ctm. long., incluyendo el ovario, éste con un largo pico; tubo 2 2 ctm. long; segmentos lineares, pardos verdosos, de 1 4 ctm. long.; filamentos purpúreos de 3 3 ctm. long.

var. 4. A. filamentosa, Saim-Dyck, en Bonplandia, vir, 94.—BAker en SAUNDERS Ref. bot., t. 164.—Hojas más grandes, que alcanzan una longitud de 45-53 ctm. Escapo de 3-3 m. 60, inclusive la espiga de 1 m. 50-1 m. 80.

México.

96. ** Agave geminiflora, GAwL. JB.

GawLer en BraNDES Journ. of Scienc., n.3, t. 1.—Bot. Reg. t. 1145.—Turrxn, Atl., 2, t. 55.—ScHuLres, Syst., 7, 729.—RercHeNBACH, Je. exot., t. 209, 210.— Romer, Amar., 286.—SpIN., en Cat. Hort. Sebast., 1823, 3, con fig.—Kuwntn, Enum. plant., v, p. S31, n. 17.—Baker, *Amaryll., p. 185, n. 83.

Littea geminiflora, TacLraBue en Bibliot. Ital., 1, 100.—HawortH, Suec. Suppl. 38 (Flora, 1843, n. 2, p. 39).

Dracena Boscit, Hort. CrLs.

Yucca Boscir, Desr., Cat.

Bonapartea juncea, WiLLp., Enum. Suppl. 18?

Bonapartea flagelliformis, C. HexkeL ab Donnersm., en Bot. Zeift., 1820.

Dracena filamentosa, SCANAGATTA.

Acaule. Hojas 200-300 en densa roseta, recurvas, lineares, de 45-60 ctm. long, 3-6 mm. lat. en el medio, de color verde brillante, convexas en ambas caras, no estriadas, con el eje pálido que revienta en delgados hilos, y el ápice lijeramente punzante. Escapo de 5 m. 40—7 m.20 de alto, incluyendo la densa espiga; flores

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 169

de 4 Y2-5ctm. long., tubo casi cilíndrico de S mm. long.; segmentos lineares, pardos verdosos, de doble longitud que el tubo; filamentos doble más largos que los segmentos.

América Meridional (KrH.).—México (Bxr.)

Subg. B.—$S L 97. ** Agave Americana, L. (+) <JB., JZ.>

LrxNE, Spec., 461.—WILLDENOW, Spec., 2, 192.—Haw., Syn., 70.—HumboLDT et Kuntn, Nov. gen. 1, 283.—DesronNt., Atl., 1, 310.—Dx CanpoLLE, Gall. 3, 235.—AxDRr., Repos., t. 438.—Bror., Lus., 1, 530.—W:ikxstram., Jahresber. d. Schwed. Akad. d. Wissenschaft, 1837, y Gartenz. 1883, n. 19.--ScuuLtEs, Syst., 7, 122.— HerBErRT, Amar., 127.—Raemer, Amar., 287.--Kunta, Enum. plant., v, p. S19, n. 1.—Baker, *Amaryll., p. 180, n. 60.—HieroNYmMUs, Plante diaph. Reip. Arg., p. 515, €, €. —(Bibl. hasta * Kuxru.—Descr. * Bxr.).

N. vulg. Pita en la Rep. Argentina. Maguay de Cocuyza-—Cumaná (KrH.) Magiey—Antillas......

Acaule. Hojas 80-40 por lo comun, á veces 50-60 en roseta, espatuladas oblan- ceoladas, de 90 ctm.-1m.80 (ó6 más, H.) long.; 15-23 ctm. lat., arriba del me- dio, verdiglaucas veces, y con cierta luz, de un azul grisáceo claro, H.), la es- pina apical punzante, parda, de 34 -5 ctm. long, el borde ampliado entre los aguijones cuspidado-deltóideos, desiguales y de tamaño mediano. Escapo con la inflorescencia (panicula) de 7 m. 20-10 m. S0 long., ésta con 20-40 ramas, de las cuales la inferior tiene 30 ctm. long.; la flor alcanza una longitud de 7 2-9 ctm. long.; tubo de forma de embudo, de 1 14 ctm. long., segmentos amarillentos de 2 2-3 ctm. long.; estambres de doble largo que los segmentos. Cápsula oblonga de 5 ctm. long.

América Tropical—de dondo se lleyó á Europa en el siglo XVI—y el cultivo la ha extendido por todas las regiones que baña el Mediterráneo.

En Horticultura se admiten algunas variedades de esta especie, y que, como tales, han recibido designación propia hecha por bo- tánicos ó por cultivadores. La más comun de ellas, en Buenos A y- res, presenta 1 banda amarilla ó amarillenta en el borde de cada hoja; otra variedad, rarísima aqui, y de la que regaló Carros (ra- LLARDO un ejemplar muy pequeño para el Jardin Zoológico, es la que tiene una banda central de estrías amarillentas. Este ejemplar, definitivamente colocado ahora en su sitio fué transplantado, de aquel en que creció, cuando las hojas median unos 50 ctm. long. Un año despues se rodeó de hijos que no solamente representan todas las variedades conocidas, excepto la anterior, sino que algu- nos son inmaculados, regenerando asi la planta primitiva, esto es, la comun de nuestros antiguos cercos—digamos, una reversion. He señalado este hecho porque sale de mis observaciones y lecturas,

170 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

y no se me presentan otros casos análogos sino de ejemplares disci- plinados de Vinca major que regeneraron totalmente las hojas ver- des, limpias, de su origen.

Esta Pita tiene entre nosotros varias aplicaciones:

- Los quinteros cortan en Invierno las hojas para sacar de ellas la parte más laminar separando unos 80 ctm., con cuya porcion, ar- queada á manera de teja (formando el arco con el eje), cubriendo casi todo de tierra y dejando al descubierto la parte que mira al Norte, protejen de las heladas tardías los cultivos tempranos de zapallos, tomates, «,

Con la punta ó espina apical, las mujeres, en el campo, hacen punzones para regularizar ojales de bordados.

Las fibras de las hojas ofrecen á la traccion una resistencia con- siderable.

El escapo seco (vulg. piton, seco ó verde) suele usarse en la campaña (como cualquier otro palo) para los techos de los ranchos; —la inflorescencia, en pajareras. La pulpa celulosa del escapo seco cortado á lo largo en láminas, se utiliza, hasta en barberías de lujo, para asentar las navajas; en planchas es excelente para fondos de cajas de colecciones entomológicas y últimamente se ha aplicado para bruñir metales al torno (creo que tiene sílice muy ténue en libertad. —En las Antillas se fabrica pulque con el jugo de su esca- po tierno.

9S. ** Agave atrovirens, Karw. (SJL JB TA

KarwiwskI en Sarm-Dycxk, Hort. Dyck., 1834, 302.—Reamer, Amar., 292.-—KUuNTH, Enum. plant., v, p. 834, n. 21.—Baker, * Amaryll., p. 174, n. 32.

Agave tehuacensis, KArw.

Agave Salmiana, Orro en Gartenz., 1842, n. 7, p. 51.—Rev. Hort., 1873, 373, tabs. 40-41.—Gard. Chron. 1871, 11, 141, t. 31, 1877, 2, f. 33.

Acaule. Hojas 12-30, oblanceolado -espatuladas, de 60 ectm.-1 m. 20 long. bajo cultivo (seg. KarwiwsktI, adultas y en estado natural, alcanzan 3 m. 60), 10-15 ctm. lat. (cult.) arriba del medio, estrechadas hasta 7 Y2-10 ctm. arriba de la base, de color verde opaco lijeramente glauco, la cara con frecuencia muy cón- cava, la espina apical punzante de 3 3-5 ctm. long., y decurrente por 15-20 ctm.; los grandes dientes de cúspide deltóidea, ganchudos hácia arriba ó hácia abajo, con el borde extendido entre ellos. El escapo con inflorescencia alcanza una al- tura de 7 Y2-9m.; panícula de 1 m. 80-2m. 40 long.; flores 10 ctm. long.; tubo corto; segmentos 3 “4 ctm. long.; estambres 7 Yz ctm. long.

var. a. A. latissima, JacoB1r, Monogr., 41.-—Hojas más anchas, oblongo-espatu- ladas, de 60-90 ctm. long., por 20 12-23 ctm. lat. arriba del medio. México.

Con motivo de la diferencia de medidas de las hojas, recuerda especialmente Baker que sus descripciones, en general, estan tomadas de plantas cultivadas en

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. AL

macetas y bajo cristales, lo cual explica aquella. Al tratar de Hippeastrum ambiguum (p. 152) he hecho notar una diferencia análoga, aunque muy superior.

En Buenos Ayres, esta Pita se cultiva, como las demás, al aire libre, en tierra plena, y florece á los 5 ó 6 años de edad, segun lo he observado en el Jardin Zoológico, donde han florecido varios ejemplares. Es estolonífera, y en las in- florescencias delgadas, pequeñas, semiabortivas de estos estolones, produce nu- merosos bulbillos que se desarrollan donde nacen, formando como ramilletes en los vástagos.

Pax dice que esta especie es la que, en México, se utiliza más para la prepa- racion del pulque.

Cuanto se ha dicho de las aplicaciones de la A. americana puede transferirse á esta.

Gén. FOURCROYA, veNT.—emend. ScHuLr.

(Fourcrea, VENTENAT; Funicum, W1LLEMET).

PA SAmaryd e o, pp. de Die

Género dedicado por VeNTENAT al célebre químico francés Fourcroy; pero es- cribió Fourerea sin necesidad.

Cápsula redondeada, con 3 cantos agudos. Unas 15 especies de la América Tropical.

99, ** Fourcroya gigantea, VeNT. JB.

VeNTENAT en UsT. Ann., 19, 54.—DC., Plant. grass., t. 126.—Arr., Kew, ed. 2, 2, 302. —Bot. Mag., t. 2250.—Tussac, Fl., 2, t. 25, 26.—ScHuLTeEs, Syst., 7, 730.—R«EMER, Amar., 293.—KuntH, Enum. plant., y, p. SH, n. 2.—Baker, * Amaryll., 199, n. 1.

Agave fetida, L., Spec. 461.—WiLLb., Spec., 2, 194. —Lamarck, Encycl., 1, 53.— JACQUIN, /con., 2, 15, t. 379.

Fourcroya fetida, HawortH, Synops. 73. (Este nombre seria el legítimo, y, al adoptarlo HaworTH se ciñó á las leyes de la nomenclatura, pero de la cortesia).

Funium pitiferum, W1LLEMET.

El tronco alcanza una altura de 90 ctm.-1m. 20. Hojas 40-50 en roseta densa, ensiformes, de 1m. 20-1m. 80 long., 10-15 ctm. lat. en el medio, estrechadas hasta 3 4-7 12 ctm. arriba de la base, rígidas, pero las externas recurvas, de color verde brillante, acanaladas por su cara superior, estrechadas gradualmente hasta una punta punzante, generalmente sin espinas marginales, rara vez (var. VWille- metiana, Rem.) con unas pocas cerca de la base. Escapo, incluida la inflores- cencia, de 6-12 metros de alto; panicula casi tan larga como el escapo; ramas centrales copiosamente compuestas; pediícelos de 6 Y mm.-1 4 ctm. long., los inferiores geminados ó ternados; ovario de 2 ctm. long., glabro; segmentos blan- cos verdosos, oblongos, de 2 2 ctm. long. Flores con olor fuerte.—América Tro- pical.

Las hojas producen gran cantidad de excelentes fibras.

Na MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Sub. Roezlia, Baker. 100. ** Furcroya longeva, Iarw. £ Zucc. JB.

Karwixskrt Zuccarint en Nov. Act. Bonn., 16, 2, 666 (6 606?) tab. 48.--Orro, Gartenz., 1833, n. 14.—HerBerT, Amar., 126, t. 33, ff. 20-25.—Ramer, Amar., 292.-—KuntH, Enum. plant., v, p. 839 (con la prolija descripcion de ZuccARImI), —Hook., Bot. Mag., t. 5519.— Baker, * Amar., p. 203, n. 17.

El tronco alcanza una altura de 12-15 metros, y 30-45 ctm. diám. (iguales me- didas Zucc.). Hojas 100 ó más en densa roseta, ensiformes, de 1 m. 20-1m. 50 long., 10-12 Yz ctm. lat., gradualmente estrechadas hácia la punta y á 5 ctm. arriba de la base, verdes opacas, no glaucas, casi todas recurvas, la cara supe- rior plana en el centro, el dorso solamente con una quilla escabrosa, el borde diminutamente denticulado. Escapo, con la panícula, de una longitud de 12 me- tros, sus ramas extendidas ó inclinadas, copiosamente compuestas, y que alcan- zan una longitud de 3m.60-4 m. 50; flores inferiores geminadas ó ternadas; ovario muy pubescente; segmentos del perianto oblongos, 2 !z ctm. long., 1 Ys ctm. lat.—México, Guatemala.

101. ** Fourcroya Bedinghausii, K. Koch. JB.

K. Kocn., Wochen., 1863, 233.—Belg. Hort., 1863, 327, con fig.—Baxer, * Amaryll. p. 203, nm. 16.

Yucca Parmentier?i, RoEzL.

Roezlia bulbifera, R. regia, Yucca argyrophylla, Y. Toneliana, Hort.

Fourcr. Roezlíi, Anork, Rev. Hortic., 1887, 353, f. 71.

Tronco de 1m. 50-1 m. 80 alt. debajo de la roseta de hojas, y de 15-22 1Y2 ctm. diám. Hojas 50 ó más en roseta densa, ensiformes, de 0,90-1m. 20 long., y de 7 12-10 ctm. lat. en el medio, gradualmente estrechadas hácia la punta, y hasta 2 Y ctm. arriba de la base, permanentemente glaucas en ambas caras, lisas en la superior, muy escabrosas en el dorso, con el borde diminutamente denticulado como en Beschorneria. La inflorescencia alcanza una altura de 4 2-6 metros; escapo mucho más corto que la panícula piramidal, cuyas ramas son largas é inclinadas; las flores inferiores geminadas ó ternadas; pedícelos de 6-8 Y¿ mm. long., articulados en el ápice; ovario pubescente, 2 12 ctm. long., segmentos del perianto oblongos, 2 Yz2 ctm long., teñidos de verde por fuera.—México.

Gén. BESCHORNERIA, KuntH. Bare * Araaryil.. est o pati, a Da:

Recuerda Agave por su aspecto. Género dedicado á BescHorNER.

3 especies de México, frecuentemente cultivadas.

102. ** meschorneria yaccoides, Hook. JIBE Hooxer, Bot. Mag. t. 5203.—Baker * Amary]ll., p. 162, n. 3.

Hojas unas 20 en roseta basal, de 45 ctm. long., 5 ctm. lat. en el medio, estre- chadas hasta 1 Y2 ctm. arriba de la base dilatada, moderadamente glaucas cuando

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 173

están maduras, escabrosas en la márgen y en la cara inferior. Escapo 1m. 20 long. incluyendo la panícula, rojo brillante; sus ramas inferiores 15 ctm. -long., extendidas; toda la flor 5-6 ctm. long.; ovario cilíndrico 2 2 ctm. long.; seg- mentos completamente verdes, de más de 2 1/2 ctm. long., y 4 mm. lat.—México.

103. ** meschorneria bracteata, Jaco BAKER. JB.

JacoBI, Index 11 (nombre desnudo)—Baker, Bot. Mag., t. 6641; * Amaryll., p. 162, n. 4.

Hojas 20-80 en roseta basal, de 45-60 ctm. long., 5 ctm. lat. arriba del medio, estrechadas hasta menos de 2 12 ctm. arriba de la base, glaucas, escabrosas en el borde y en la cara inferior. Escapo 1 m. 20-1 m. 50 long., incluyendo la panícu- la, pardo rojizo; hojas bracteales 3-4, lanceoladas, paradas; panicula rombóidea, 60 ctm. long, sus ramas centrales 20-22 12 ctm. long.; pedícelos 2-2 Y2 ctm. long; brácteas aovadas, escariosas, rojas brillantes. Toda la flor 5 ctm. long.; ovario cilíndrico; segmentos 2 12 ctm. long., al principio rojos, y al fin teñidos de rojo. ——Florece en Primavera: Setiembre y Octubre en Buenos Ayres.—México.

Gén. DORYANTHES, Corra. Pax, YAmaryl., 1. e. 11, 5,:p. 119, m. 59.

Del griego Asgv, lanza, javalina, dardo, tallo...., por la longitud del escapo. Y “av0os, flor.

Filamentos algo engrosados en la base. Anteras linear-alarga- das. Estigma muy pequeño. Cápsula oblonga ó claviforme. Flores rojas, cubiertas por brácteas grandes, coloreadas, dispuestas en ca- bezuelas ó paniculas cortas.

3 especies de Australia (Pax ); 2 (Bkr.).

104. ** moryanthes excelsa, CORREA. JB.

CorrEa, Trans. Linn. Soc., vi, 213, t. 23-24. Brown, Prodr., 298. Bauer, Ilust., t. 13-15,—Sims, Bot. Mag., t. 1685. ScnuLres, Syst., 7, 732. HerBerT, Amar., 128.— Ramer, Amar., 282. KuntH, Enumer. plant., v, p. S50, 1. RrGEL, Gartenfl., t. 421. Flore des Serres, t. 1912. Baker, * Amaryll., p. 163.

Hojas 50-100, en roseta, ensiformes, falcadas, 1m.50-1m.80 long., 7 12-10 ctm. lat. en el medio, estrechadas gradualmente hasta formar un peciolo alado de 2 Ya ctm. lat., con una punta cilíndrica de 5-7 Yz ctm. long. Escapo de 3-6 m. long., con numerosas hojas bracteales ascendentes; inflorescencia una cabezuela terminal de 30 ctm. diám.; brácteas finales oblongas lanceoladas, subcoriúceas, rojas brillantes, de 7 2 ctm. long.; ovario cilíndrico -triquetro, 4 ctm. long.; segmentos lineares, de 4-7 2 ctm. long.; estambres casi tan largos como los seg- mentos; anteras lineares, 2 Y2 ctm. long. Australia.

A MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Subfamilia UIT. HYPOXIDOIDE A. AL 1 0) 100 Ln) nm.

Plantas con rizoma subterráneo del que nace el escapo florifero

con ó sin hojas, Este, al principio terminal, adopta luego una posi- cion lateral,

Hojas no carnosas, frecuentemente lineares, herbáceas, coloca-

das en espiral ó segun la divergencia */, resp. 1/3. Inflorescencia variada.

Divislon de la subfamilia en tribus.

I, Hojas generalmente torcidas alrededor de 180% (grados). Inflorescencia en (pseudo) umbela. Frecuentemente exis- ten brácteas involucrales............ A OIE OO Tr, Ll. Alstroemeriez, II. Hojas lineares. Inflorescencia no umbelada. 1. Plantas, peludas ó glabras. Inflorescencia en espiga Olentracimos hs ca porno OOO tr. 2. Hypoxidezx. 2. Plantas glabras con tallos hojosos é inflorescencia laxa, suelta, racemosa ó uniflora. Las cavidades an- veralesiserabren pone tr. 3, Conantherex. 3. Plantas densamente afieltradas, con tallos hojosos é inflorescencias parciales cimosas, ordenadas en forma de paniculastorcabezuelas ..«. tr. 4, Conostylidex.

Tribu 1. Alstromerieze.

Raiz fibrosa. Pedúnculo terminal, multifoliado, que lleva una (pseudo) umbela con algunas flores á veces sueltas, con numerosas brácteas foliáceas espatáceas.

Hojas en espiral, oblongas hasta elípticas, generalmente con su cara superior (morfológicamente) torcida hácia abajo. Tubo del perianto nulo. Ovario 3-, ó 1-locular. Fruto una cápsula. Semillas numerosas, redondeadas.

Dispersion geográfica principal: América Tropical y Subtro pi- ca), y, hácia el Norte, hasta México.

Division de la tribu en géneros.

A. Ovario 3-locular. Placentas centrales. a. Flores zigomorfas, cuyos dos ciclos no se diferencian entre sí. Tallo no voluble. Fibras radicales no engro- sida alla Ao Gén. Alstroemeria. b. Flores regulares, el ciclo externo del perianto consti- tuido por piezas pequeñas. Tallo generalmente voluble. Fibras radicales Onpropadas: tera e iaa e Sar 2. Bomarea.

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 175

B. Oyario 1-locular; placentas parietales. a. Inflorescencia casi en cabezuela. Estilo corto, colum- Mor do o NS a ae g. Leontochir, Purp.). b. Elor solitaria. Estilo alargado......oomcomooio ce... g. Schickendantzia.

Gén. ALSTREMERIA, L. BA e 0 po O nod:

Dedicado á ALSTREMER, naturalista sueco.

Perigonio embudado; las piezas de cada ciclo no distintas de las otras en forma y color. En la base del perianto un anillo glandu- loso, que tambien se conserva en el fruto. Estigma 3-partido.

40-50 especies.

Aplicaciones.-—Por su contenido de almidon, las raices se utilizan en el Brasil, €, como alimento, p. ej.: A. Pelegrina, A. Ligtu, «.

BAKER (Amaryll. p. 133) las ha dividido del siguiente modo, muy práctico para el botánico viajero; pero inútil para el aficiona- do que ignora la procedencia, porque, en este caso, la distribucion geográfica no implica caracteres anatómicos, 4 lo ménos, sistemá- ticamente señalados, Entre paréntesis, he ampliado la significacion de «brasileñas y chilenas».

1. Especies brasileñas Sud Americanas Orientales). a. Hojas rígidas, fuertemente nerviadas.

UN no y OOO oIO TO, Especies 1-6. 8. Umb. COMPUEStA.ooococcccocccccncrcrrancc rara > 7-12, b. Hojas delgadas. Y. Hojas del eje floral pequeñas, lineares ó lanceoladas... > 13 - 16. 3. Hojas del eje floral oblongas, ú oblongo- lanceoladas... > 17 - 20. 2. Especies chilenas (6 andinas). acrElojas del. eje.tloral lineares. loja lat ejala slo > 21-31. Dude ere tora ltlanceoladas aa la. > 32 - 38. c. H. del eje f]. oblongas, ú obovado-espatuladas.......... > 39 - 44,

105. Alstroemeria patagonica, PHILIPP.

PuiLippr, * Plantas nuevas chilenas en Anales de la Univ. de Chile, t. xcrr (1896), p. 160, n. 2. SPrEGAZZINI, Notes synon. (1903), p. 8, n. 6. Alstremeria pygmea (en parte por la cita antárctica): Baker, Hand. Amar., p. 137, m. 21. Pax, Beitraege. SpPrEGAzZZINI, Pl. p. Fuegiam coll., p. 77, n. 206. Pl. Patag. austr., 575, n. 360. Plante nove vel criticae Reip. Argent., p. 7, n. 4. Axzporr, Essai de Flore raisonée de la Terre de Feu, Enumération, «, p. xr, n. 413. Dusen, Die Gefásspflanzen der Magellanslánder, (1900), p. 205.

176 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Tallo de 85 mm. de altura. Hojas amontonadas, lineares, estre- chadas en la base, agudas, onduladas, las infimas en forma de es- camas, las otras de 22 mm. long. y de 2 mm. lat, Segmentos del perigonio casi de la misma longitud, los exteriores ó calicinales de 20 mm. long., 8 mm. lat,, espatulados, mucronados, amarillos por dentro, en el medio casi rosados por fuera; los corolinos ó interio- res de 20 */ mm. long., 5 mm. lat., manchados de purpúreo hasta el medio; el estilo mide casi 16 mm., y los estigmas 2 mm. long,, revolutos, alargados, anchos, marginados.

Santa Cruz, Chubut, Tierra del Fuego.

$. LD. 8: 106. Alstrcemeria inodora, Herb.

HerBerr, Amaryll., 90 t. 2, f. 1. Ramer, Amaryll., 260. Kurt, Enumer. plant., v, p. 164, n. 8. Baker, * Amaryll., 137, n. 20. NIEDERLEIN, Fiesult. bot., p. 339. Pax, Beitr. 2. Kenntn. der Amar. en ExnaL., Bot. Jabrb., x1, 111, p. 822, n. 3D.

Tallo floral de 60-90 ctm. long., sus hojas delgadas, lanceoladas ú oblongas, estrechadas en largo peciolo alado, de 7 */,-10 ctm. long., 2 */, ctm. lat. Umbela simple 2-6 flora; pedícelos 2 */,-7 1, ctm. long.; brácteas numerosas, grandes, lanceoladas, delgadas; perianto 3-3*/, ctm. long., segmentos oblanceolado-unguicula- dos, los externos de 6-8 mm. lat., los internos más estrechos, uni- colores ó manchados de pardo claro hácia el ápice; estambres tan largos como los segmentos.

var. 4. nemorosa, GARDNER, Bot. Mag., tab. 3958. Hojas y brác- teas más largas y más delgadas, las últimas á veces de 7 */2-10 ctm. long., 2 1, -3 ctm. lat., que ultrapasan á las flores. Misiones: Rio Pepiri; Cancha Virasoro.—(Ampliamente esparcl- da en el Brasil del Centro y del Sur).

107. Alstroemeria rosea, PuiL.

PnuitIipHr, Sertum mendozinum, alt. 43 (no Hook.). Baxer, * Amaryll., p. 188, n. 27. Pax, Beitr. 2. Kenntn. d. Amaryll. en ExaL., Bot. Jahrb., x1, 111, p. 322, n. 36.

Tallo florifero de 45 ctm. long. Hojas regulares, lineares estre- chas, como de 1 */, ctm. long. Umbela de 5 radios; ramas de unos

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 177

Y 12 ctm. long., por lo comun 3-floras; perianto 3 3/,-4 1), ctm. long.; segmentos externos rojo-rosados, obovado-espatulados, de más de 1 */, ctm. lat.; los internos más estrechos, amarillos, man- chados, con ápice rojo -rosado.

Mendoza,

108. Alstroemeria Ligtu, L.

LixNE, Spec. pl., 462 (FeurLL. Obs., 11, 170, t. 4). LrwreY, Bot. Reg., 1859, t. 3. Baker, * Amaryll., p. 139, n. 31. SPEGAzzINt, Nova add. ad Fl. patag., 1. C., p. 139, n. 31.

Eje florido de 45-60 ctm. long. Hojas 20-30, delgadas, ascen- dentes, lineares ó lanceoladas, las mayores de 5-7 */, ctm. long,, 6-12 mm. lat, Umbela de 3-8 rayos, frecuentemente ahorquetados, de 5-7 1/3 ctm. long.; brácteas varias, lineares, de 2 */¿-3 3/, ctm. long.; perianto de unos 3 3/, ctm. long.; segmentos externos obova- do-unguiculados, obtusos ó6 cuspidados, de 1 */, ctm. lat,, blanque- cinos, Ó lila-pálidos, ó rojos pálidos, oblicuamente estriados de purpúreo: los internos más estrechos y más agudos; estambres más cortos que los segmentos.

Patagonia: cerca del Lago Nahuel - Huapi; á lo largo de los ríos Chubut y Carren-leufú.

var. Á. pulchra, Sims.

109, Alstroemeria Diazi, Phi. .

PurirrPr en Linneea, xxxtu, p. 262. * RenNGIFO, CarLos, en Plantas nuevas chilenas de PuiirPI en Anales de la Univ. de Chile, xcrrr, p. 163. Baxer, Hand. of Amar., p. 139 (n. 31, nota).

De un rizoma largo, horizontal, sinuoso, grueso, carnoso, esca- moso, nacen numerosos tallos y raices largas, sinuosas, gruesas, algo carnosas, velludas. La parte aérea de los tallos simples, gla- bros, es de longitud variable, ora de 30 ctm. ó más, ora de sólo 2 !/, ctm.; la parte subterránea de los mismos blanquecina, cargada con escamas membranosas, distantes, abrazadoras, cortas, sinuosas, mas ó ménos alargadas, gradualmente atenuadas hácia la raíz, Hojas más ó menos laxamente dispuestas en la parte aérea del tallo, á veces, particularmente en el extremo, muy apretadas, no torcidas hácia arriba, algo gruesas, glaucas, linear-lanceoladas, alguna vez, sobretodo en los tallos estériles, casi aovado -lan-

ANAL. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3%, Tr. v Mao 24, 1905. 12

178 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

ceoladas, agudas, multinerviadas, mas las nervaduras no pro- minentes, de longitud y latitud variables, de 1-5 ctm. long., por 2-8 mm. lat. y más sentadas, integras, glabérrimas, 4 veces con bordes cartilaginosos, ondulados y casi crespos, con frecuencia ar- queadas y plegadas ó acanaladas longitudinalmente. Radios de la umbela 1-6, indivisos (muy rara vez bifidos), erguidos, unifloros, con frecuencia desnudos, rara vez unibracteados, de 1 1/¿-5 ctm. long.; flores erguidas, con los segmentos externos del perigonio más ó menos ampliamente obovados, unguiculados, espatulados, en lo superior algo serrados y reflejos, ora íntegros en el ápice, ora escotados, rosados, 4 veces rosado-violáceos, blanquecinos en la base y en el centro, nerviados por abajo, verdosos particularmente en el ápice, no sólo de 4 ctm. long. y 2 ctm. lat., sino tambien hasta de 5 ctm. long. y 3 ctm. lat., las internas superiores un sexto más largas, agudas, oblongo-lanceoladas, á veces lanceolado- subrómbicas, espatuladas, casi plegadas ó acanaladas á lo largo, estrechadas en uña larga, acanalada, glandulosa en la base, ergui- dos en medio de la corola, con los bordes superiores irregularmen- te recortado -serrados, de 11-17 1/¿ mm. lat. en la parte más ancha, con los *%/s inferiores amarillos, estriolados de purpúreo, blanque- cinos en los bordes de la uña, rosados en el ápice, con frecuencia estriolados de purpúreo; el inferior es más corto, de forma inter- media, muy ampliamente unguiculado, rosado, inmaculado, por debajo, lo mismo que los superiores, nerviado en el medio, verdoso, semejante por el largo á los sepalinos, con frecuencia más angosto que ellos, reflejo en lo superior y apenas serrado; el ápice de todos más ó menos agudo y engrosado, verde-purpúreo; estambres ro- sados, más cortos que los segmentos sepalinos superiores, luego in- flexos, contraidos despues de la emision del pólen, oblongo-aova- dos; estilo de igual longitud que los estambres, deflexo; estigma trifido. Cápsula globosa con 6 costillas.

Chubut (Baxer).—/Chile, prov. de Santiago, en los Montes altí- simos).

110. Alstroemeria Bakeri, Pax.

Pax, * Beitrege zur Kenntniss der Amaryllidace, en EncLer, Botan. Jahrb. fir Syst. d, XI. 111, p. 322, n. 34 y p. 335. «Alstr. Pelegrina L.» GrISEB., Symb., p. 321, n. 2094. (seg. Pax). HikERONYMUS, Pl. diaph., p. 515.

Tallo erguido, delgado, de 30-40 ctm. alt., 3-4 mm. diám. Hojas pequeñas, lineares, agudas, no torcidas, sentadas, glabérrimas, 2-4

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS 179

ctm. long., 5-6 mm.,, lat., las involucrales apenas menores. Inflo- rescencia umbelada, sostenida por un involucro compuesto de 3 hojas, radios de la inflorescencia 2-floros, alargados, bracteados, brácteas foliáceas, de 1-1 */¿ ctm. long, 2-3 mm. lat., flores dora- das no manchadas, inclinadas, largamente pediceladas, pedicelos 3-4 ctm. long., todos los pétalos integérrimos, los exteriores orbicu- lares, obtusisimos, estrechados como uña filiforme casi de igual longitud que la lámina, de 1 */, ctm. diám., la uña 5-6 mm. long., los internos casi de igual largo que los externos, pero mucho más angostos, oblongo-lanceolados, agudos, unguiculados, de 2 ctm. long., 6 mm. lat.; estambres muy inclinados, la mitad más cortos que el perigonio, filamentos filiformes, de 1 */, ctm. long., anteras elobosas; estilo 1 ctm. long., inclinado, filiforme, la mitad más corto que los estambres; estigma trifido; ovario turbinado, 5 mm. long.—En Diciembre con flores.

Catamarca: al pié de los montes, en la vuelta del Rio de las Gra- nadillas (Pax dice: «in peninsula fluvii de las Granadillas. »

$, 2. b.

111. ** alstremeria pelegrina, L, (E)

LixNé, Amoen. Acad., v1, 247, con dibujo. Spec. plant., 461.—Jacquín, Hort. vind., 1, 6.50, y 111, 6. 73, 74.—Coll. 4, 220, t. 2. f. 6. —Curris, Bot. Mag.,t. 139. WILLDENOW, Spec., 2, 195, —OrteGaA, Delect. Fl. Hispan. deser. 2, ic. 2.—Cava- NILLES, Descript., 455. ReDOUTÉ, Lal., t. 46. GAERTNER, PFruct., 1, 41, t. 13.— LobbpriGEs, Bot. Cab., t. 1205. Herbier de 1' Amateur, t. 188. —Ramer, Amaryll., 253. —Kuntn, Enumer. plant., v, p. 166, n. 12.—Baker, *Amaryll., p. 140. 157 do: i

Alstr. peregrina, Ruiz Pavon, Flora peruviana, 3, 58, t. 288. —SCHULTES, Syst., 7, 732. HERBERT, Amaryll., 91.

Vástago floral robusto, de 15-30 ctm. long. Hojas unas 30, delgadas, lanceola- das, ascendentes, 3 3/4 -5 ctm. long., 6-12 mm. lat. Umbela de pocos radios y simple en la planta silvestre, pero multiradiada y compuesta bajo cultivo; brácteas de aspecto similar al de las hojas en forma y textura; perianto lila, de 3 %4 -5 ctm. long.; segmentos externos de 2 Ya ctm. lat., oblongos cordiformes con ancha cúspide; los internos oblongo-espatulados, cuspidados, 1 4 ctm. lat., abundante- mente manchados de rojo-púrpura; estambres inclinados, mucho más cortos que los segmentos. Chile.

es 112. Alstroemeria spatulata, PresL,

PresL, Relig. Haenk., 11, 122, t. 22, f. 2. SCHULTES, Syst., 1, 137. HerBErT, Amaryll., 94, t. 1,f. 49-51. J. C. ScHauEr en Nov. Act. Bonn., 1813, Suppl., p. 441.

180 - MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Ranmer, Amaryll., 261.

Kuntn, Enumer. plant., v, p. 170, n. 19.

BAKER, * Amoaryll., p. 142, n. 43.

Pax, Beitr. z. Kenntn. d. Amaryll. en ExaL., Bot. Jahrb., xt, 111, p. 322, n. 37. (sine dictione).

Vástago floral de 15-30 ctm. long. Hojas apiñadas en la parte superior del vástago, oblongo-espatuladas, de textura espesa, gla- bras, crespas y escariosas en el borde, casi obtusas, de 2 */,-5 ctm. long., 6 mm.-2 ctm. lat. Umbela simple, pauciflora, pedícelos cortos; perianto rojizo, 2 */,-3 3/, ctm. long., segmentos externos obovados, unguiculados, obtusos, de 8-12 mm. lat.; los internos oblongo-unguiculados, agudos, 6mm. lat.; estambres generalmente más cortos que los segmentos.

Andes de Mendoza.— ( Y de Chile).

La Alstraemeria Neillii, Hoox., Bot. Mag., t. 3105 (KuntTH, v, 111,n. 21) «es una forma robusta cultivada» seg. BAKER.

Gén. BOMAREA, MirbrEL.

(Daubya, Vandesta, SALISBURY).

Pax, * Amaryll. en E. « P., op. c., 11, 5, p. 120, n. 55.

Los ciclos de la flor diferentes entre por la forma y el color de los segmentos.

Más de 70 especies, particularmente en la América Andina hasta México. Se agrupan en 3 secciones, que Pax acepta de BAKER, aun- que las caracteriza de distinto modo. Como el liriólogo alemán no señala las especies de cada grupo, adoptaré aquí la forma seguida por Baker, el cual llega al número 75.

I. Subgénero Spherine, Herb. (como género). Tipos de las altas montañas con tallos apénas erguidos, de los cuales, la parte hojosa! no pasa de 15 ctm. long. a ¡Elojas lineares 6 lanceoladas. 0 dici a oa Especies 1-8. b. Hojas oblongas ú oblongo-lanceoladas......ooooooooo.... > 9-20. II. Subg. Wichurea Ram. (como gén.). Tipos de las altas montañas con tallos apénas erguidos, muy encorvados en el extremo y hojas erguidas amontonadas no torcidas.......... » 21-28. TIT. Subg. Eubomarea Pax (—Bomarea, proper, Bxkr.). —Tallos alargados, sarmentosos. Hojas torcidas, generalmente oblon- gas. S. Segmentos del perianto iguales.

! Entiendo leafy aunque el original inglés dice leaty.

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 181

a. Umbela simple.

POE Ap QUe SO Tias alo ala ie 0d » 24-29, B. Blores.de tamano medios.) dad dy Rs es » 30-42, y. Flores SOS io ae fo aos arias ep ao Aaa > 43-51.

A A > BA B. ¡oreside tamano nadan ON e 53-56. Y. TORES PrATMdes. becas a ed 57-63.

$$. Segmentos internos del perianto distintamente más largos que los externos.

c. Umbela simple.

Bores de tamano mM ia aleta 64-65. RETOS prandes o. ces Up lod ml » 66-71.

AE OrTes Pequenaso ello PO » 712-138. Oreste randes: ad o ol Ny A A » 74-71

“O eN

Subg. 1. Wichurea, Ramer (como gén.).

113. Bomarea macrocephala, Pax.

Pax, *Beitr. z. Kennt. der Amar., 1. C., p. 322, n. 28, y p. 383.

Collania involucrata, Gr1sEB., Symb., p. 321, n. 2095 (nó Aur.).

Raices tuberosas. Tallo erguido, tieso, glabérrimo, hasta de 1 m. alt,, casi 1 ctm. diám. Hojas numerosísimas, 10-15 ctm. long., 2-3 mm. lat., opacas, laxamente erguidas, sentadas, casi papiráceas, no rígidas, estrechamente lineares, apénas glaucas, por debajo pelu- das á lo largo de las nervaduras. Inflorescencia de 8-10 ctm. diám., en falsa cabezuela, densa, multiflora, involucrada por numerosas brácteas, lanceoladas, agudas, lustrosas, glabérrimas en ambas ca- ras; las brácteas involucrantes casi de 3 ctm. long., 1 ctm, lat.; flores, de las mayores con pedícelos cortos, estrechamente campanuladas; segmentos del perianto libres, los externos lanceolados, obtusos, de 3 */, ctm. long., 5-7 mm. lat., los interiores obovado-oblongos, obtusisimos, de 3 1/,-4 ctm. long., 1 */, ctm. lat.; estambres casi de igual longitud que el perigonio, filamentos filiformes, anteras obo- vado-oblongas; ovario turbinado-hemisférico; estilo filiforme, estig- ma trífido, lóbulos apenas recurvos. Cápsula turbinada, ligeramen- te 6-acostillada.—A mediados de Enero con flores.

Tucuman.-—En la Sierra: Cuesta de Anfama y Juntas.

1352 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

S. a. B. (40). 114. Bomarea rosea (R. Pav.), Herb.

HERrBERT., Amaryll., 118. Ramer, Amar., 275 (* las medidas). Kuntn, * Enumer. plant., v, p. S10, n. 42. BAKER, Amaryll., p. 151, n. 40. Pax, Bettr., 1. c., p. 322, n. 30. Alstremeria rosea, R. Pav., Fl. peruv., 3, 91. Bomarea variabilis, Bom. simplex, HerB. B. fimbriata, Gr1seB., Pl. Lor., p. 221, n. 849; Symb., p. 321, n. 2096, «(R. P.) HeErB., Bot. Mag, t. 3863. »

Tallo herbáceo, voluble, cilíndrico, glabro, nítido, de 1 m. 50 long. Hojas alternas, brevemente pecioladas, aovado -lanceoladas, agudas, integérrimas, estriadas, pubescentes por abajo, glabras por arriba, de 7 */2-10 ctm. lg.; peciolos cortos, torcidos en espiral. Um- bela 18-radiada («flores pocas ó muchas» Bxr.);involucro polifilo; foliolos lineares, desiguales, cortos; pedúnculos erguidos, cilíndri- cos, iguales, de 3 */,-5 ctm. long., reflejos en el ápice, con una brác- tea subulada, persistente, hacia el medio; (ovario densamente pubescente, Bkr.); divisiones del perianto, sepalinas y petalinas, 2 1), ctm. long., rosadas, verdes en el ápice; éstas (las petalinas) tu- bulosas en la base, con el ápice manchado de líneas negras, y más verdes (seg. R. «€ Pav.). (Segmentos del perianto iguales, 2 */, ctm. long., los externos oblanceolados, de color rojo pálido y ápice verde, los internos obovados-unguiculados, amarillos, verdosos, mancha- dos.)

Tucuman.—(Andes del Perú y de Bolivia).

S. a. 8. (42). 115. Bomarea purpurea (R. P.) Herp.

HerberT, Amaryll., 118, 399. Ramer, Amar., 274. KunrtH, Enumer. plant., v, p. S10, n. 44. Baker, *Amaryll., p. 151, n. 42. Alstroemeria purpurea, Ruiz + Pavon, Fl. per., 3, 63, t. 294, f. a. SCcHULTES, Syst. 7, 748. Bomarea Bredemeyeriana,Grisepaci (nó Herbert) Pl. Lor., p. 221, n. 850.—Symb., p. 821, n. 2097—segun Pax, Beitr.

Tallos alargados, sarmentosos, pubescentes. Hojas laxas, oblon- go-lanceoladas, agudas, 7 */,-10 ctm. long., 2 */a ctm. lat., pubes- centes por abajo. Flores 20-60 en densa umbela simple; brácteas

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 183

pequeñas, linear-lanceoladas; pedicelos 3 3/, ctm. long., frecuente- mente provistos en el medio de una bracteola pequeña lanceolada; segmentos del perianto iguales, purpúreos, 2 */¿ ctm. long.; los ex- ternos oblanceolados; los internos obovados unguiculados.

Tucuman: en la Region del Aliso, Cuesta de Siambon, Juntas, Anfama.—(Andes peruanos en los bosques).

S b. a.

116. Bomarea stricta, Pax.

Pax, *Beitr. z. Kennt. der Amaryll., en EncL. Bot. Jahrb., xr, 111, p. 322, n. 29, y p. 333.

Tallo tieso, erguido, glabérrimo, densamente hojoso en el medio, y de 40-50 ctm. alt. Hojas pequeñas, sentadas, lanceoladas, acumi- nadas, coriáceas, con márgen á modo de cartilago blanco, asenta- das al tallo, imperfectamente torcidas, glaucas, glabérrimas, 3-4 ctm. long.; casi ?/¿ ctm. lat. Inflorescencia pseudo-umbelada, invo- lucro muy reducido, compuesto de pocas escamas pequeñas, mar- ginadas; rádios de la inflorescencia 5-7, bracteados, bifloros, de 4-5 ctm. long.; perigonio infundibuliforme de unos 2 ctm. long., con todos los segmentos muy estrechados en la base, los externos oblongos, 5 mm. lat., los internos de igual longitud que los externos, de Y mm. lat,, obovado-oblongos, obtusisimos, apicu- lados; filamentos filiformes, poco mas largos que el perigonio, recurvos en el ápice; estilo ténue, poco mas corto que los filamentos, estigma trifido, con los lóbulos erguido-extendidos; ovario turbinado. Cápsula deprimido-globosa, S-9 mm. diám., 5-6 mm. long.—A fines de Enero con flores.

Misiones: Campos de Palmas.

S. b. B. 117. Bomarea edulis (Tuss.) Herb.

HerBErRT, Amaryll., 111. Remer, Amaryll., 265. Kunrm, Enumer. plant., y, p. 190, n. 2. Baker, *Amaryll., p. 154, n. 56. NIEDERLEIN, Result. bot., p. 333. Alstroemeria edulis, Tussac, Flore des Antilles, 1, 109, t. 14. ANDREWS, Bot. Repos., t. 649. Alstroemeria salsilla, GawLer, Bot. Mag., t. 1612 (nó Lix.).—Hunmb. « Kunta, Nov. gen.; KuNTH, Syn., 288 (excl. sinón. Tussac). Bomaria granatensis, Remer, Amar., 264? Vandesia edulis, SaLisBurY en Hortic.Transac., 1, 392.

184 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Tallos alargados, sarmentosos, delgados, glabros. Hojas laxas, pecioladas, oblongas ú oblongo-lanceoladas, agudas, de 7 */3-10 ctm. long., 2 /¿-3 */, ctm. lat., de textura delgada, glabras por de- bajo. Umbela compuesta, pauci-, ó multiradiada (4-20); brácteas grandes, foliáceas; radios de 7 */,-15 ctm. long., 1-4-floros; brac- teolas pequeñas, lanceoladas; pedicelos inferiores de 2 */,-3 */, ctm. long.; ovario turbinado, glabro; segmentos del perianto iguales en longitud, como de 2 */¿ ctm. long.; los externos oblanceolados oblongos, 8: mm. lat., rosados, con ápice verde; los externos cunea- do-unguiculados, retusos, mucronados, 1 */, ctm. lat., verdosos, co- piosamente manchados de pardiclaro. Cápsula 2 */, ctm. diám.— Tiene 3 variedades.

Misiones.—(Toda la América Tropical, desde Cuba y México, Perú, Sur del Brasil).

Gén. SCHICKENDANTZIA, Pax.

Pax, Beitr. 2. k. der Amaryll., en EnaL., Bot. Jahrb., x111, 111, p. 336. Delicado á FEDERICO SCHICKENDANTZ, QUÍMICO aa establecido en la ES ca Argentina, donde ha hecho valiosas colecciones de plantas.

118. Schickendantzia pygmeea (HerBERT) SPEG.

SPEGAZZINI, Notes synomymiques, n. 6, en Anales del Mus. Nac. de Buenos Aires, T. 1x, p. 7-9 (11, 21. 1903). Alstroemeria pygmea Herbert, Amaryll., 100, 397, t. S, ff. 4-13, Ramer, Amaryll., 247. Kuwrn, * Enumer. plant., v, p. 180, n. 30. Baker, 4maryll., p. 137, n. 21, (excluyendo del habitat lo relativo á la porcion Antárctica de Sud - América). Pax, Beitr. z. k. d. Am. (lo mismo que para BAKER). Orro KuntzeE, Revis. gen. plant., 111, p. 309, señala A. Ligtu, L., y, como varieda- des: pygmea (HerB.) O. Krzg., p. 209, y heterophylla, O. Krtzx., p. 310. Sehickendantzia Hieronymi Pax, Beitr. 2. Kenntn. der Amar. en EscL., Bot. Jahrb., XIII, 111, p. 336, t. vir, ff. 10-14. ó Div. 9(KunrH, l. c.): Tallo unifloro, apenas saliente del suelo. HrrbB.

Uniflora. Raiz tuberosa, blanca, palmada. Hojas directamente surgentes del suelo, lanceolado -lineares, casi de 2 */, ctm. long., olaucas. Perianto amarillo; pétalos inferiormente bastante pardos; lanceolado-ovales; sépalos espatulados; estigma profundamente tri- fido. —Perú.

BAKER (1. c.): Tallos subterráneos de 5-10 ctm. long. El tallo aéreo que no se eleva de la superficie del suelo, lleva un manojo denso de hojas lineares ó lanceoladas ascendentes, 1 */,-2 1/3 ctm.

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 185

long. Flor solitaria, sentada en el centro del manojo de hojas; seg- mentos oblanceolados-unguiculados, blanquecinos, inmaculados, 1 1/,-2 ctm. long., 2-3 mm. lat.; estambres casi tan largos como los segmentos.

Catamarca, Tucuman, Jujuy, Salta, arriba de 2500 m. sobre el nivel del mar.—(Bolivia; Perú).

Tribu 2. Hypoxidez, a A E

A. Fruto carnoso, no dehiscente; ovario con frecuencia pro-

lonsado/en' pico nacia arriba pt a dl deals Gén. Curculigo. B. Fruto una cápsula de tabiques delgados, dehiscente por el MEDIA AR IA NECIOS g. MIyPoxis.

Gén. CURCULIGO, GARTNER.

(Fabricia, THuxBerG; Forbesia, EcKkLON ).

Pax, * Amaryll., en E. €G Pr., 11, 5, p. 121, n. 57).

Los 3 estigmas alargados, derechos. Hojas plegadas á lo largo, frecuentemente muy grandes. Inflorescencia espesa, en espiga ó en racimo, con pedícelos más cortos ó más largos, arqueados hácia afuera.

12 especies en 2 secciones.

119. ** curculigo recurvata, DRYAND. JB. DrYaANDER en Arr., Hort. Kew., ed. 2, 2, 253.—*Le nouveau Jardinier illustré, 1881.

Vivaz. De raíces un poco tuberosas. Hojas radicales, lanceoladas, plegadas, estrechadas en largo peciolo. Escapos axilares, poco elevados; flores poco vis- tosas, amarillas. Para bordes. Bengala.

Gén. HYPOXIS, L.

2d AS A A

Tres estigmas rectos. Cápsula redondeada con tabiques delga- dos, transparentes. Hojas frecuentemente herbáceas, lineares ó aleznadas, ó anchas, cortas ó alargadas, con nervaduras longitudi- nales. Inflorescencia suelta.

Unas 50 especies Sudamericanas.

186 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

120. Hypoxis decumbens, L. EL

LixNE, Spec., p. 139. —WiuLp., Spec., 11, p. 107 (excl. sin. PLum.).—Swartz, Obser»., p. 126.—Artr., Hort. Kew., ed. 2, 2, p. 254.—Ram. Scmunr., Syst. Veg. vit, p. 762.—* SeuBERT, Amaryll., El. bras., p. 51, Tab. vir, f. 1.—GriseBAcH, P!, Lor., p. 221, n. 853. Symbol., p. 321, n. 2093.

H. uniflora, PomL, ms. en herb. Cees. Vind., n. 5223.

H. gracilis, Lenm., Cat. hort. Hamb., 1826, p. 17.—Rem. ScuuLr., Syst. Veg., vIt, p. 764.

Rizoma tuberoso-engrosado, 13 mm. long. y casi lo mismo lat., rodeado de fibras radicales engrosadas que se dividen en fibrillas, Las hojas se imbrican por la base y forman allí como un bulbo de vainas escariosas, de 8-10 */a ctm. long., de 4 */,-6 */3 mm. lat,, membranosas delgadas, flácidas, con frecuencia, particularmente las externas, recurvadas en arco y plegadas, recorridas por nerva- duras paralelas, de las cuales son las mas conspiícuas la del medio y las externas, salpicadas en ambas caras de largos pelos blanque- cinos, con los que tambien estan ciliados los bordes. Escapos sur- gentes de entre las hojas, delgados, encorvados, inclinados, peludos. Flores 1 ó 2 en el ápice del escapo, erguidas en pedícelos mas cor- tos que ellas, y en cuya base se encuentra el espato formado por 2 brácteas linear-subuladas, una de ellas apénas mas larga que el pedicelo, la otra más corta que él; si existen 3 flores, las brácteas, muy aproximadas á ellas, son mayores, plegadas longitudinalmente y con bordes escariosos; brácteas, pedicelos y perigonio cubiertos mas densamente por fuera de pelos amarillentos; lacinias del lim- bo lanceoladas, un tanto agudas, abiertas en forma de estrella, amarillas por dentro, las externas un poco más anchas, barbadas en el ápice por un manojo de pelos rojizos; estambres erguidos, mas cortos que las lacinias; anteras escotadas en el ápice, con los lóculos divergentes en la base 4 modo de lengúetas de flecha; estilo mas corto que los estambres. Cápsula cilíndrica levemente arquea- da, obtusamente cuadrangular, acordonada por las series promi- nentes de las semillas, coronada por las lacinias convergentes del limbo.... Semillas aovado-globosas; con testa negro, sub-opaco, salpicadas de granulillos redondeados, con el pico umbilical do- blado hácia el exóstoma prominente.

na

var. $, major (Hypoxis decumbens, ?, brasiliensis, SCHULT., Syst., Veg., vit, p. 763, en parte). Anthericum ensiforme, VELLOSO,

Fl. Flum., 11, t. 162. Planta mayor y mas robusta en todas sus partes. Hojas de 20 centímetros y más, de 1 */¿-2 ctm. lat. Escapos densamente ve-

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 187

lludos, con 3-5, cuando más con 6 flores, éstas con pedícelos mas cortos, de modo que las brácteas que suelen ser tambien más an- chas, exceden por el doble al pedícelo. Las flores son mayores. Cápsulas que ántes de la dehiscencia tienen hasta 2 ctm. long,, más visiblemente encorvadas. —Florece de Octubre á Diciembre.

Tucuman (GRISEBACH). —Santa Fé, Entre-Rios, Buenos Ayres

(vulg.!).

Tribu 3. Conanthereeze. Prol iprd2a iS. Division de la tribu.

A. Los 6 estambres desarrollados. atodos lestestambresouales.. dotes sha sara b. Los estambres frecuentemente desiguales. Conectivo no VA a o A E AE e Gén. Cyanella.

Gén. CYANELLA, L. Pax, * Amaryll., en E. Pr., 11, 5, p. 122, n. 60.

Etimol. Probablemente de Kuavos, azul, con desinencia latina de diminutivo, como si dijéramos azulita ó azuladita.

Falta el tubo del perigonio; lacinias extendidas. Ovario semi- infero. Cápsula ovóidea, con 3 suturas. Pedícelos sin brácteas. Flo- res violetas, rosadas, amarillas ó blancas.

4-5 especies del Cabo.

121. ** Cyanella capensis, L. Js

LinNÉ. Spec., 443.— Law. f., Suppl., 201. ThunBerG, Act. Holm., 1794, p. 196; Prodr., 65; Flora capensis, 330. WiLLDeENow, Spec., 2, 131. Bot. Mag.. t. 568. ANDREWS, Bot. Repos., t. 141. Jacquix, Hort. vind., 3, t. 35. ReDou- TÉ, Lil., t. 373. —Reamer ScuuLr., Syst., 7, 492, 1696. Kuntm, * Enumer. plant., 1v, p. 636, n. 1(en la Familia Asphodelee).

Escapo flexuoso en lo superior, paniculado-ramoso. Hojas estrechamente lan- ceoladas, ondeadas; por debajo, en los nervios más robustos, y en el borde, esca- broso-ciliadas. Sépalos violáceos, los interiores 3-nerviados; los exteriores late-

rales 5-nerviados, el inferior 7-nerviado; el estambre infimo más robusto, do- blado.—Cabo de Buena Esperanza.

188 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Distribucion geográfica delas Amarilidáceas en la Repú- blica Argentina

El siguiente cuadro de coordenadas se explica por su sólo as- pecto.

Lo he trazado para que el lector pueda reconocer, sin mayor es- fuerzo, el estado de nuestros conocimientos actuales respecto de la familia cuyos componentes indígenas han desfilado en las pá- ginas de este libro entremezclados con los exóticos de cultivo que, naturalmente, quedan excluidos del cuadro. Si deseamos sa- ber en qué partes del país ha sido hallada, por ejemplo, la Zephy- ranthes Andersonti, seguiremos su línea horizontal hasta encon- trar los signos redondos que corresponden á Santa Fe, Entre Rios, Buenos Ayres y Rio Negro. Si, por el contrario, queremos cono- cer qué especies figuran en una Provincia ó Territorio, bastará buscar su nombre, y bajando por la columna correspondiente, los signos sucesivos nos indicarán las especies que allí se han encon- trado.

No creo, sin embargo, que este cuadro sea la expresion real de nuestra riqueza en Amarilidáceas; pero revela elocuentemente un hecho de mayor importancia, y es que las investigaciones botánicas en nuestro pais dejan muchísimo que desear, porque hay muchos claros que el tiempo llenará. Las excursiones llevadas á cabo por Profesores de enseñanza secundaria ó superior, largas y penosas á veces, se realizan en Verano, durante las vacaciones, y las plantas que nos ocupan florecen en Primavera ó principios de Otoño, épocas de tarea escolar. Pero esto mismo descubre tambien que el conocimiento no es deficiente sólo respecto de los miembros de esta Familia, sino tambien de un número inmenso de plantas que florecen en las mismas épocas.

Con mayor intensidad que el cuadro, insinúa el reconocimiento de tales hechos el mapa que le sigue, y en el que, con pequeños discos negros, se marca, en cada Provincia ó Territorio, el número de especies que alli seseñalan. La posicion de estos discos no tie- ne un valor local estricto, pues, dada su proporcion, para hacer” los bien visibles, se comprende que cada uno abarca algunas de- cenas de leguas cuadradas. Solamente en dos casos he duplicado los discos en una misma provincia, la de Buenos Ayres, para se- ñalar á la altura del Tandil y de Mar del Plata la Zephyranthes gra-

E. L. HOLMBERG: AMARILIDÁCEAS ARGENTINAS. 189

cilifolia, y cerca de Buenos Ayres (Capital de la República) y del Tandil la Zeph. Andersonis.

Los puntos de interrogacion, en el mapa y en el cuadro, expre- san la duda de la localidad. La cita «Patagonia» no tiene valor geográfico determinado en el sentido actual, y la procedencia de Zeph. porphyrospila (San Luis ó Formosa) impone una llamada particular. Lo mismo se puede afirmar de Hippeastrum brachyan- drum.

En fin, por algo se ha de empezar, y creo que no pocos de los lectores quedarán sorprendidos al saber que, en nuestro país, se co- nocen ya 63 especies de Azucenas y Peregrinas, sin contar las 58 especies restantes que son exóticas cultivadas.

(En la p. 80, línea 13 dice 122 y 72 en vez de 121, y 683).

(En mi último viaje áSan Juan, en Abril próximo pasado, he conseguido un Hippeastrum wás. que me regaló la Sra. de Foyrawa. Las hojas tienen algo de las del H. ambiguum; pero la descripcion que se me ha hecho de la flor no me autoriza á afirmar que lo sea).

190 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Nombres de las

especies

Provincias y Territorios Nacionales

Los Andes (Puna)

Argentinas.

Santgo. del Estero Chaco Austral

Formosa Misiones

Tucuman Catamarca San Juan Córdoba Corrientes Santa Entre Rios

Rioja

Buenos Ayres Pampa Central Neuquen

Rio Negro Chubut

Santa Cruz Tierra del Fuego

ape yranthes

mesochloa. entreriana. Commersoniana..

O 00

O

filifolia

longistyla

.osos..

minima candida

uniflora robusta

Hieronymi

DOI

ODO 00 00

o Jujuyensis..

eracilifolia.... Andersonii

Y UV NOV Y Y va Y Ys V vY

OO

...oo no...»

melanopotamica . Ha ylockia pusilla Chlidanthus fragrans Crinum Argentinum...... Hymenocallis

AO OI

>

>

littoralis Niederleinii

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....s.»

calathina Hippeastrum

»

>

chilense.......... brachyandrum...

pallidum bifidum. Bagnoldi pulchrum

Jamesoni

pedunculosum...

o... ......

tubispathbum Holmbergii

ambiguum....... tucumanum.... platense rutilum flammigerum .. petiolatum

ORO

000

VU Y VO Y VI y MIYy y V. YY vY

breviflorum...... angustifolium.... e onymiella chlidanthoides... BEustephia COCCIMEA Lo Argentina........ marginata ...

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191

E. L. HOLMBERG: AMARILIDACEAS ARGENTINAS.

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macrocephala

especies Argentinas inodora spatulata Bomarea purpurea..... stricta ... edulisd e Schickendantzia

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Nombres de las Alstromeria

pygmea ... Hypowxis decumbens.......

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MAPA DE LA REPÚBLICA ARGENTINA

en el que, con discos negros, se señala la procedencia de las diversas especies

de Amarilidáceas indígenas.

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E ETA SANTIACÓ S 117

y DEL 3 ESTERO /

PRESENCIA

DE LA

PERFORACIÓN ASTRAGALIANA EN EL TEJÓN

(MELES TAXUS Bonp.) POR

FLORENTINO AMEGHINO.

En mi memoria publicada á fines del año pasado sobre la perfo- ración astragaliana en los mamiferos *, di 4 conocer la existencia de la mencionada perforación en tres mamiferos existentes, uno australiano (Dasyurus viverrinus ), otro sudamericano (Priodontes giganteus), y el tercero europeo (Talpa europaea).

Con tal motivo decía entonces: « Ha sido para mi un motivo de gran sorpresa encontrar la perforación astragaliana sobre un ani- mal tan conocido y tan vulgar como el topo. El hallazgo de la perforación astragaliana en los géneros actuales Talpa y Dasyu- rus, me induce á creer que pueda existir en otros géneros existen- tes de los subórdenes de los Dasyura é Insectivora, y que también se descubran mamiferos con la perforación más ó menos perfecta en los monos, en los lemurianos y quizás también en los subursi- deos?. »

Igual sorpresa he experimentado al encontrar la perforación as- tragaliana en otro mamifero europeo, el tejón 6 Meles taxus, tan conocido y tan vulgar como el topo.

El señor Clemente Onelli, Director del Jardín Zoológico de Bue- nos Aires, envió hace unos días al Museo Nacional un tejón adulto que ha muerto, al parecer, envenenado, pues se trata de un indivi- duo robusto y sin lesiones orgánicas aparentes; esta presunción ha sido confirmada por la autopsia.

1 AMEGHINO F. La perforación astragaliana en los mamíferos no es un carácter originariamente primitivo, en Anales del Museo Nacional de Buenos Atres, ser. 3*, t. Iv, pp. 349 á 460, con 98 grabados intercalados. a. 1904.

2 AMEGHINO F. 1. c. p. 455.

Axa. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3”, T. v. Mayo 29, 1905. 13

194 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

La vista de este animal con un pie plantígrado y provisto de cinco dedos, con el interno perfecto, me hizo sospechar de que pu- diera estar provisto de un astrágalo perforado. Para cerciorarme de ello hice personalmente la disección de la parte del pie corres- pondiente y pronto me encontré en presencia de una perforación perfecta y de gran tamaño, en la posición normal,

En su conformación general, el astrágalo de Meles taxus (fig. 1)

Fig 1. Meles taxus Bodd. Astrágalo derecho; a, visto de arriba; e, visto de atras; 2, visto de abajo, aumentado */» del tamaño natural. o, el mismo hueso visto de arriba en tamaño natural; tr, troclea; c2, cóndilo interno de la troclea; ce, cóndilo externo de la troclea; ca, cabeza; cu, cuello; nv, superficie articular para el esca- Foides; az, tuberosidad para la inserción del ligamento astrágalo-calcaneano inter- no; ac, tuberosidad para la inserción del ligamento astrágalo-calcaneano posterior; Pp, puente; o, perforación astragaliana; ff, nueva corredera del tendón del flexor del dedo interno sobre el puente; cr, cresta transversal descendente del puente; s, surco del seno del tarso que aloja el ligamento interóseo; ec, faceta articular externa ó ectal para el calcáneo; st, faceta articular interna ó sustentacular para el calcáneo. Epoca actual. Francia.

se parece al de la mayor parte de los mustelinos, presentando tam- bién un sorprendente parecido con el de los Procyonidae. El cuerpo del hueso es de contorno cuadrangular, pero un poco excavado en su cara posterior. El cuello cu es muy largo y deprimido, con la cabeza ca igualmente deprimida. La superficie articular nv para el escafoides tiene un diámetro transverso una mitad mayor que el diámetro vertical. El cuerpo del hueso es muy elevado, con la tro- clea tr fuertemente convexa en sentido antero- posterior, muy an- cha, y con la excavación longitudinal del centro de la troclea ape- nas indicada; el cóndilo externo ce es un poco más elevado y más comprimido que el interno ci.

En la cara inferior el surco s del seno del tarso es bastante an- cho pero poco profundo. La faceta articular externa ó ectal ec es bastante oblicua al eje longitudinal del cuerpo del hueso, formando

AMEGHINO: PERFORACIÓN ASTRAGALIANA EN EL TEJÓN. 195

como es la regla en todos los carniceros, una superficie muy cón- cava en sentido antero-posterior. La faceta articular interna ó sus- tentacular st es angosta, y en vez de ser como en la generalidad de los carniceros, de superficie más ó menos plana, forma una conve- xidad muy pronunciada en dirección antero-posterior. Sobre la cara externa del cuerpo del hueso hay una superficie articular para el peroné que se extiende hasta abajo, de modo que este último hueso se apoya sobre el caicáneo, que muestra á su vez una pequeña superficie articular convexa y oblicua hacia afuera para el men- cionado hueso.

Debido á la gran convexidad antero-posterior del cuerpo del hueso, la cara posterior de éste desciende casi verticalmente, y en su parte más inferior se inclina un poco hacia adelante.

Visto el hueso de atrás (fig. 1e) se presenta inmediatamente á la vista la gran perforación o, colocada más ó menos en el medio de la línea longitudinal de la troclea y en la parte postero-inferior de ésta. La perforación es de contorno algo elíptico, de unos dos mi- límetros de diámetro; está colocada con su eje mayor en dirección transversal y atraviesa la cresta transversal destendente cr del puente p de atrás hacia adelante para desembocar en la extremi- dad posterior del gran canal s del seno de tarso. El puente p que delimita la perforación es regularmente desarrollado y forma una cresta transversal descendente cs muy pronunciada,

El puente muestra en la cara posterior una nueva corredera ff para el tendón del flexor del dedo interno; esta corredera es corta, muy ancha, profunda y muy cóncava en sentido transversal, for- mando aparentemente como una prolongación de la tróclea que se extendiera hacia abajo, inclinándose en su parte más inferior hacia adelante. Esta corredera está limitada por dos crestas laterales que son la continuación de los cóndilos de la tróclea y terminan hacia abajo en dos tuberosidades; de estas tuberosidades, la interna ai más grande y que constituye la parte más descendente de la cresta transversal del puente, sirve de inserción al ligamento astragalo- calcaneano interno, y la otra ac más pequeña y más corta sirve de inserción al ligamento astragalo-calcaneano posterior. No existe un surco vascular transversal posterior que separe ó delimite el puente de la superficie articular de la tróclea, El límite entre am- bas partes lo forma el orificio proximal de la perforación astraga- liana, que se encuentra precedido de una depresión poco desarro- llada en la que aparecen á derecha é izquierda algunas perforacio- nes vasculares; estas perforaciones forman sobre el lado externo una especie de cordón que asciende oblicuamente hasta el mismo

196 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

borde del cóndilo externo. El orificio distal de la perforación se ensancha de una manera considerable, tomando un aspecto infundi- buliforme, y desemboca en el canal s del seno del tarso del cual forma como una prolongación sin ningún accidente que los deli- mite; la bóveda del surco, en la parte que empieza á transformarse en la perforación, muestra igualmente varios agujeros vasculares de regular tamaño.

Este astrágalo, de acuerdo con el estudio que he hecho sobre las formas fósiles que presentan la perforación y en concordancia con la presencia de una nueva corredera para el tendón del flexor se encontraría en un estadio de evolución muy avanzada, con el ten- dón del flexor libre y la perforación funcionando exclusivamente como transmisora de una rama arterial.

La disección que he practicado ha confirmado las deducciones que había hecho sobre los fósiles de una manera completa. El tendón del flexor desciende pasando de la corredera de la cara posterior de la tibia á la nueva corredera ff del puente del astrá- galo para seguir su curso sobre la corredera de la cara inferior de la apófisis interna del calcáneo.

En la perforación he encontrado un vaso arterial de tamaño re- lativamente considerable, proporcionado por una rama de la arteria peroneal posterior; esta ramx arterial desciende oblicuamente de arriba hacia abajo y del lado externo hacia el interno, cruzando sobre el prolongamiento posterior del cóndido externo de la tro- clea; su camino está indicado por la cadena oblicua de pequeñas perforaciones vasculares que del orificioproximal de la perforación del astrágalo va al cóndilo externo, ya indicada más arriba. De esta ramecilla arterial al penetrar en la perforación se desprenden algunas ramecillas secundarias que penetran en el hueso al rededor de la entrada del orificio.

Esta ramecilla arterial y sus pequeñas bifurcaciones están rodea- das y como protegidas por hacecillos ligamentosos que toman inserción en pequeñas rugosidades al rededor del orificio de la perforación en la pequeña depresión que la precede, y van á unirse, unos al ligamento artrágalo-calcaneano interno y los otros al li- gamento externo ó astrágalo-calcaneano posterior.

La ramecilla arterial principal atraviesa la perforación y al salir al lado opuesto se bifurca en un considerable número de ramecillas que se distribuyen, unas en el ligamento interóseo del seno del tarso, y las otras perforan la bóveda del canal del ligamento interóseo y penetran en el hueso.

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AMEGHINO: PERFORACIÓN ASTRAGALIANA EN EL TEJÓN. 197

En su salida por el orificio distal de la perforación, la ramecilla arterial se encuentra igualmente rodeada por hacecillos ligamento- sos que toman inserción en los contornos enanchados de la perfora- ción y se dirigen hacia adelante para tomar parte en la formación del ligamento interóseo.

En el tejón tenemos pues el caso de un astrágalo con una perfo- ración perfecta y de tamaño relativamente considerable que funcio- naba exclusivamente como transmisora de un vaso arterial. Enel astrágalo de este animal somo en el de la mayor parte de las espe- cies fósiles provistas de perforación, se ha producido un desdo- blamiento de funciones. La corredera primitiva desaparecida servía de pasaje á la ramecilla arterial y al tendón del flexor. Con la for- mación del puente y dela perforación el tendón del flexor expulsado de ésta se formó la nueva corredera ff y así nos encontramos con que las funciones de la corredera primitiva están desempeñadas por dos partes ahora bien distintas, la perforación que da paso á la ramecilla arterial y la nueva corredera sobre el puente por la cual corre el tendón del flexor.

Entre el tamaño de la perforación y las funciones transmisoras que desempeña parece que se ha establecido una armonia perfecta, pues nada indica que la perforación esté en vía de regresión ú obliteramiento. Del mismo modo el funcionamiento perfecto de la nueva corredera está en completa armonia con el desarrollo y el funcionamiento del dedo interno que tampoco muestra la menor tendencia hacia la atrofia y la desaparición; el libre funcionamiento del tendón parece asegurar la persistencia del dedo interno de una manera indefinida,

Es de suponer que la misma armonía de funciones ha debido existir en muchos de los géneros fósiles provistos de una perfora- ción astragaliana de gran tamaño acompañada de una nueva corre- dera perfecta para el tendón del flexor.

Al lado de este tipo de perforación que funciona exclusivamente como transmisora de una ramecilla arterial, es oportuno presentar el tipo de perforación que conjuntamente con la ramecilla arterial daba también paso al tendón del flexor en vía de reducción y con el dedo interno atrofiado, para que así puedan apreciarse las dife- rencias y contrastes que presentan.

En este caso se encontraba sin duda el Smilodon, del que doy á continuación la figura del astrágalo (fig. 2) mostrando una perfo- ración perfecta, En el pie del Smilodon existía el dedo interno pero muy pequeño, en vía de atrofia, representado por el metatarsiano

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y la primera falange correspondiente y probablemente también una segunda falange rudimentaria,

Tanto en el astrágalo de Meles como en el de Smilodon, la perfo- ración es seguida hacia atrás y hacia abajo por un gran puente p provisto de una cresta transversal descendente, pero la disposición de esta parte del astrágalo es en uno y otro género muy distinta,

ASS

Fig. 2. Smilodon bonaerensis (Muñiz) Amgh. Astrágalo izquierdo: a, visto de arriba; e, visto de atrás; 2, visto de abajo, reducido á los %s del tamaño natural. fo, fosa ligamental. Las demás letras como en la figura precedente. Parte más superior de la formación pampeana (horizonte lujanense).

Hemos visto que en Meles taxwus la cara posterior del puente es profundamente excavada por la nueva corredera ff por la que pasa el tendón del flexor. En el astrágalo de Smilodon, no tan sólo no hay vestigios de corredera en la cara posterior del puente, sino

AMEGHINO: PERFORACIÓN ASTRAGALIANA EN EL TEJÓN. 199

que la depresión cóncava que esta forma en el otro género, en este está reemplazada por una fuerte protuberancia convexa y de aspecto algo rugosa. El orificio proximal de la perforación está precedido por una gran depresión transversal que separa la super- ficie del puente de la parte posterior de la troclea; esta depresión funcionaba como fosa ligamental, sin que haya vestigios de corre- dera en ninguna parte de la superficie del puente. En cambio se ve un pequeño vestigio de corredera sobre el borde anterior del orifi- cio de la perforación que corresponde á la posición de la corredera primitiva; por esta gotera penetraba el tendón en la perforación, cuya existencia se encuentra claramente indicada por la persisten- cia del dedo interno aunque en un estado de reducción regresiva muy avanzado.

Mirando el hueso de abajo, se ve que del borde posterior del ori- ficio de la perforación parte una pequeña corredera que se dirige hacia atrás; el tendón del flexor á su salida de la perforación efec- tuaba un movimiento recurrente volviendo hacia atrás y hacia abajo pasando por esta pequeña corredera que termina en una go- tera excavada entre el borde posterior de la faceta ectal ec y el borde anterior de la cresta descendente del puente p. A esta gotera del astrágalo corresponde otra en la cara superior del calcáneo, colocada entre la faceta ectal y la faceta sustentacular de este úl- timo hueso. Colocado el astrágalo encima del calcáneo, ambas go- teras se corresponden formando como un canal que de la parte posterior del surco del seno del tarso se prolonga hacia atrás, abriéndose en el borde posterior de la apófisis interna del calcáneo, precisamente en donde empieza la corredera de la cara posterior é inferior de esta apófisis por la cual pasa el tendón del flexor. Esta conformación demuestra de una manera evidente que el tendón al salir del orificio distal de la perforación, en su movimiento recu- rrente pasaba por la pequeña corredera inferior indicada más arri- ba y seguía por el canal formado por las dos goteras opuestas del astrágalo y el calcáneo para continuar por la corredera de la apó- fisis interna de este último.

En el astrágalo de Meles taxus no se ve nada de esto. El orificio distal de la perforación está cubierto por una lámina ósea de mane- ra que se abre hacia adelante, sin el menor vestigio de corredera sobre el borde posterior para el movimiento recurrente del tendón. No se ve tampoco ningún vestigio de la gotera entre el borde pos- terior de la faceta ectal y el borde anterior del puente; por el con- trario, ambas partes se confunden para terminar en una cresta del-

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gada. En el calcáneo, en vez de la gotera que hemos visto en el de Smilodon, hay una especie de cresta que va de la faceta ectal á la sustentacular. Colocado el astrágalo encima del calcáneo, no se forma el canal que hemos visto en Smilodon, sino que la cresta transversal del puente del astrágalo desciende sobre el calcáneo, adaptándose á este de una manera tan perfecta que no queda nin- gún orificio que comunique con la parte posterior del seno del tarso y con el orificio distal de la perforación.

Queda asi claramente indicada la diferencia en las funciones que en ambos animales desempeñaba la perforación.

Fig. 3. Proasmodeus armatus Amgh. Astrágalo derecho: a, visto de arriba; 5, visto de atrás; c, visto de abajo, reducido á ?/3 del tamaño natural. fi, corredera recurrente del flexor por debajo del puente. Las demás letras como en las figu- ras precedentes. Cretáceo superior de Patagonia (astraponotense).

Para terminar, al lado de los dos casos anteriores voy á presen- tar todavía un tercero: el de un astrágalo de un pie con el dedo in- terno perfecto y con una perforación que funcionaba como trans- misora del tendón del flexor, en su perfecto desarrollo. Es este el de Proasmodeus armatus (fig. 3).

Comparado con el de los dos géneros precedentes, las diferencias en la conformación de la perforación y del puente son profundas.

AMEGHINO: PERFORACIÓN ASTRAGALIANA EN EL TEJÓN. 201

La perforación o es de tamaño mucho más considerable, y en vez de correr casi horizontalmente de atrás hacia adelante, desciende casi directamente de arriba hacia abajo, de modo que mirando el hueso de arriba, se ve al través de la perforación la luz del lado opuesto.

El puente es muy pequeño, corto, bajo y carece de la cresta transversal descendente, que hemos visto en el astrágalo de los dos géneros precedentes. La cara inferior de este puente presenta una depresión cóncava fi, bastante pronunciada, que va del borde pos- terior del orificio distal de la perforación al borde posterior del puente. Esta depresión es la corredera recurrente del tendón de] flexor, pero esta corredera no tiene nada que ver con la nueva co- rredera ff del astrágalo de Meles ni con la corredera primitiva de los astrágalos desprovistos de perforación. En el astrágalo de Me- les (fig. 1 e) la corredera se encuentra en la cara posterior del puen- te y recibe el tendón bajando de arriba sin que penetre en la per- foración. En Proasmodeus el tendón penetraba en la perforación y efectuando un movimiento recurrente daba vuelta por debajo del puente en la corredera recurrente fi, pasando de esta á la corredera de la apófisis interna del calcáneo. Opuesta á esta corredera fi del puente hay un fuerte surco en el calcáneo colocado entre la parte posterior de ambas facetas articulares, ectal y sustentacular, Colo- cado el astrágalo encima del calcáneo, queda atrás, debajo del puente del astrágalo y arriba del borde posterior de la apófisis in- terna del calcáneo, la boca ó entrada de un gran canal, que es el que daba salida al tendón del flexor.

Entre estos tres tipos principales de perforación astragaliana hay un sin fin de gradaciones intermediarias. En mi estudio sobre la mencionada perforación he dado la descripción de un número considerable de esas variaciones á las que hoy podría agregar mu- chas otras.

El descubrimiento de la existencia de la perforación astragalia- na en Meles taxwus es una nueva prueba de que la presencia de la perforación no es un carácter tan primitivo como se pretendía ni tampoco tan caracteristico de los primeros tiempos terciarios como se había afirmado. Confirma igualmente mi opinión de que la per- foración se ha de encontrar en varios otros mamiferos actuales que poseen el dedo interno del pie en una forma más ó menos desarro-

llada.

LA EDAD DE La PIEDRA EN PATAGONIA

POR

FELIX F. OUTES

Adscripto honorario á la Sección de Arqueología del Museo Nacional de Buenos Aires.

PREFACIO.

Esta memoria está constituida por una minima parte del material correspondiente á algunos de los capítulos del segundo tomo de la obra que hube de escribir, con el título de Los primitivos habitan- tes de Patagonia. Circunstancias diversas, en las que, ni aun indi- rectamento he tenido la menor parte, impidieron realizara el nece- sario viaje de estudio á los territorios del sur argentino, —con cuyo objeto había solicitado una misión oficial ad honorem duran- te el cual debía verificar experimentalmente en el terreno, los resul- tados obtenidos en mis observaciones de gabinete y, además, re- cojer todas las referencias que aun no poseía sobre la antropología, la paleoetnología y etnografía moderva de aquellas interesantes localidades. Convencido de que la anhelada expedición no se ve- rificaria, viendo que el tiempo transcurría lamentablemente, in- formado, además, de que distinguidos especialistas del extranjero, pedían noticias 4 colegas argentinos, sobre si yo aun permanecía en Patagonia ó si había regresado á la Capital, y con el agregado de que el profesor Juan B. Ambrosetti al hacerse cargo, el 21 de Octubre de 1902, de la vicepresidencia del Congreso de los Ameri- canistas reunido en Nueva York, anunciaba oficialmente mis traba- jos*, creí casi un deber escribir esta memoria, la que debe consi- derarse como el cumplimiento, en parte, de la obligación pendiente

' International Congress of Americanists, Thirteenth session, XLVI.

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con aquellos distinguidos caballeros y con las personas de mi pais que gentilmente me habian ofrecido su concurso.

A mi entender, el estudio que entrego ahora á la publicidad ado- lece de un defecto fundamental; la falta de las necesarias é impres” cindibles investigaciones en el terreno. ¡Oh, si hubiese realizado mi viaje á Patagonia! Pensaba salir de Trelew, dirigiéndome hacia el rio Chico y tomar su margen izquierda hasta llegar 4 la parte norte de los lagos Colhué-Huapi y Musters, verificando á lo largo del camino excursiones parciales en el territorio que se extiende al occidente del río mencionado. Una vez llegado á los dos grandes lagos, hubiera estudiado prolijamente los interesantes y numero- sisimos kultur lager que por allí se encuentran. Luego de termi” nadas esas investigaciones continuaría hacia el sur, hasta la Co- lonia Sarmiento para revisar sus alrrededores, concluido lo cual, seguir hasta Piedra Clavada, en el curso medio del rio Deseado, con el objeto de estudiar á los indigenas actuales, reunir piezas arqueológicas, etc. Esa parte del viaje terminaba con una ex- ploración parcial llevada unas veinte leguas al sur del rio Deseado, con el propósito de verificar la existencia de las grandes cante- ras y talleres de los primitivos hábitantes. Regresado á Sarmien- to, pensaba dirigirme al sudoeste, por la margen derecha de los rios Senguerr, Mayo y Guenguel, región muy rica en arqueología y frecuentada aun por los Patagones contemporáneos. Terminada esa segunda parte de mi expedición, me hubiera dirigido por la precordillera hasta Choiquenilahue y el Grenua, territorios todos que ofrecen iguales atractivos que los anteriores. Vuelto nueva- mente á Sarmiento, pensaba regresar 4 Trelew por el camino de la costa atlántica que, en todo su trayecto ofrece yacimientos inte- resantes y, ya instalado en aquella ciudad, explorar detenidamente sus alrededores, los de Rawson, el litoral atlántico y los grandes cementerios del valle del Chubut inferior. De Trelew, tenía resuel- to dirigirme 4 Viedma, sobre el río Negro, siguiendo el camino que pasa por Valcheta para poder estudiar, durante esa parte del via- Je, los «paraderos» y estaciones que caracterizan aquellas regiones. Por ultimo, me hubiera dirigido por mar hasta puerto Gallegos, pues era necesario que allí investigara la curiosa arqueología de ia cuenca inferior del río de aquel nombre.

Semejante programa, indudablemente vasto, lo habia estudiado en sus más minimos detalles y poseía datos precisos que me asegu- raban un éxito completo. Previamente, y en larga labor de varioS meses, reuni multitud de referencias bibliográficas é iconográficas

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 205

sobre los Patagones premagallánicos, protohistóricos, modernos y contemporáneos. Todos esos trabajos preparatorios pueden con- siderarse perdidos por completo, pues conceptuaría poco serio, es- cribir un libro de carácter ámplio y detenido, sobre un país que no conozco y sobre sociedades indigenas que jamás he tratado.

Soy partidario de los estudios cientificos rigurosamente siste- matizados, en los que se observen disciplinas extrictas en los mé- todos de investigación y aun en la exposición; creo que es la única manera eficiente de estudiar paleoetnología americana. Pre- cisamente, procediendo de ese modo, Max Uhle ha podido encon- trar en el Perú, en plena tierra de las Incas, bajo las ruinas de sus conocidas construcciones, en Pachacamac, Chanchan, Chincha, Pisco é Ica, una superposición completa de culturas que, en la pri- mera de las localidades mencionadas, corresponden á cinco épocas, hasta hace poco tiempo ignoradas ?.

Para resolver los problemas antropológicos y paleoetnológicos que encierran los kultur lager de Patagonia, es necesario hacer un estudio semejante pues, si bien es cierto que los elementos étnicos primordiales que han actuado en los territorios del sur, se redu- cen á dos, con posterioridad á la última invasión que debió verifi- carse al finalizar el periodo paleolítico, comenzaron á actuar, direc- ta ó indirectamente, otros elementos indigenas que influenciaron, no sólo las manifestaciones industriales de los primitivos Patago- nes, sino también los usos y costumbres y, lo que es mucho más importante, el aporte de sangre extranjera trajo consigo, como es natural, la mestización de los tipos étnicos primitivos. Para saber quiénes, cuando y en qué forma esos elementos expúreos comen- zaron á infiltrarse en los clanes australes, es necesario, imprescin- dible, el estudio meticuloso y comparado de los restos antropológi- cos y paleoetnológicos que se encuentren en Patagonia.

Los trabajos publicados hasta ahora, no obedecen á un plan ge- neral determinado, son monografías independientes y que no se ensamblan unas con otras cuando, por el contrario, debían ofrecer correlativamente una parte antropológica y otra paleoetnológica lo que permitiría saber fácilmente, cuál es el tipo étnico y la in- dustria que lo acompaña. En cambio, personas poco escrupulo- sas, han retirado de los enterratorios restos osteológicos que

' Max Une, Types of culture in Peru, en American Anthropologíist, (N. £.), 1v, 7153 y siguientes. Max Une, Pachacamac, publicación del Departamento de Ar- queología de la Universidad de Pennsylvania.

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pertenecen, evidentemente, á varios tipos indigenas; junto con ellos se ha encontrado en más de una ocasión, armas, instrumentos, adornos, etc., de diferentes clases y, en lugar de agrupar separada- mente todos esos importantes hallazgos, cuyo estudio podría ofre- cer resultados inesperados, se han mezclado los materiales —según la especie con otros recogidos, á buen seguro, en diversas circuns- tancias.

Las grandes colecciones hechas en Patagonia hasta ahora, como las que puedan reunirse en un futuro más ó menos próximo, de- ben estudiarse por yacimientos, evitando las generalizaciones ó re- servándolas para las conclusiones que puedan ofrecerse al final de la obra, cuando sean suficientes los elementos aportados por aquel corpus preliminar. Naturalmente que los estudios asi verificados tendrán doble valor, si el colector es realmente preparado, meticu- loso, en una palabra, poseedor de las condiciones personales reque- ridas para que los numerosos hechos materiales por él observados, constituyan elementos seguros de criterio.

Sin embargo, ni aun con esos procedimientos creo puedan re- solverse una vez por todas, los problemas antropo-etnológicos de Patagonia. Es necesario, por lo menos, se verifiquen á la breve- dad posible exploraciones sistematizadas en la región sudeste de la provincia de Buenos Aires, incluyendo en ellas el sector de costa que se extiende desde el arroyo Sauce Grande hasta el Carmen de Patagones y dando especial importancia 4 las cuen- cas de los ríos Negro y Colorado y el territorio comprendido entre ellas. En esa parte de la República, existen numerosos restos de una cultura superior á la de los clanes australes —aunque los pun- tos de contacto son muchos y, creo que de allí precisamente, ha irradiado la influencia decisiva que produjo al sur del rio Negro, una verdadera acción perturbadora, mestizando á los tipos étnicos primitivos, haciendo perder su pristina pureza álos usos y costum- bres é influenciando á la técnica industrial, pues introdujo formas nuevas en el outillage conocido hasta entonces.

Pienso, también, que el estudio de los kultur lager de aquella región de la provincia bonaerense, demostrará cuán inoportuna es la teoría que ha supuesto á los cráneos dolicocéfalos del rio Ne- gro, de una antigúedad remota, casi prehistórica.

Por los motivos anteriores, no ofrezco conclusiones generales sobre la edad de la piedra en Patagonia, que dependen, como se ha- brá notado, del estudio de muchos puntos correlativos.

Esta memoria tiene, pues, un doble carácter, descriptivo. y com-

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parado, y en ella ofrezco muy sintetizadas, las observaciones gene- rales hechas sobre el material de que he dispuesto, retirado —su inmensa mayoría—de estaciones temporarias. Comprende el exa- men de los pocos objetos paleolíticos recogidos hasta ahora en Pata- gonia y el numeroso conjunto de instrumentos y armas neoliíticos, pero, no paso en mis investigaciones más allá de la época en que llegaron á los territorios del sur los expedicionarios de la Beagle y Adventure, pues creo que fué entonces el momento histórico en que los Patagones terminaban la edad de la piedra. En cada capitulo va incluida una parte puramente descriptiva, á la que si- guen prolijas referencias sobre el uso, enmangado, distribución geográfica de los tipos y comparaciones. He dejado de lado todas las teorizaciones referentes á la prehensión de los objetos de pie- dra, tal como lo hace Gastón Morel, pues las considero poco prác- ticas*. Además, he dado una preferencia especial álos cuadros esta- dísticos de procedencia, distribución de tipos, material lítico, etc., como también al porcentaje, siempre que he tenido un número prudente de ejemplares.

En la segunda parte, dedicada al período paleolítico, las com- paraciones las verifico con Europa occidental, Africa y América; no me ocupo de Asia, pues no son suficientes los estudios que allí se han hecho y no dispongo, además, de la bibliografía necesaria. En la tercera parte que corresponde al periodo neolítico, me re- duzco á comparar meticulosamente las manifestaciones industria- les sincrónicas que se han señalado hasta ahora, desde el cabo Horn hasta las regiones hiperbóreas. Obvias son las razones de tales procedimientos. Como no creo en el autoctonismo —en su acepción más restringida del hombre americano, es necesario buscar su procedencia originaria, estudiando —en este caso las manifestaciones industriales del cuaternario de los países que pue- den haber proporcionado las primeras corrientes inmigratorias. Los grandes movimientos transcontinentales, seguramente se verl- ficaron en la última mitad de la era cuaternaria y debieron de obe- decer á causas de orden diverso; los grandes cambios operados en la fisonomia de los territorios, las bruscas inflexiones climatéricas y, quizá, necesidades fisiológicas. Instalados los primeros hombres en el territorio americano, continuaron reproduciendo los objetos cuya fabricación habían aprendido en el pais de origen, aunque

1 Gastron MoreL, Préhension des outils en pierre des époques préhistoriques, Pa- ris, 1900-1903.

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siempre caracterizando una evolución progresiva que dió por re- sultado el principio de un nuevo período arqueológico. Pero, otras necesidades, las guerras y causas que aun ignoramos, produjeron nuevas peregrinaciones, esta vez limitadas al sólo territorio amerl- cano; de ahí las comparaciones que verifico en la tercera parte de esta memoria, puesto que las influencias en el periodo neolítico son más próximas, más de vecindad.

¿Tienen importancia los estudios comparativos?

¿Pueden demostrar las similitudes que se noten, puntos de con- tacto Óó un origen común entre diferentes agrupaciones primi- tivas?

Evans, el sabio paleoetnólogo inglés, no les da importancia al- guna: «To most, however dice —,1t will appear that this ge- neral similarity affords another proof that in all places, and in all times, similar circumstances and similar wants, with similar mate- rials only at command for gratifying them, result in similar con- trivances»*, No puedo aceptar en absoluto las opiniones del ve- nerable maestro, si bien en principio no son objetables. Es induda- ble que iguales necesidades producen invenciones idénticas pero, este postulado debe referirse á las formas generales, comunes en todo el mundo y que no son sino resultado del pasaje de las socie- dades humanas por las mismas facies de evolución psiquica; pero no pueden aplicarse en manera alguna á tipos especialísimos, ex- cepcionales en muchos casos, que se presentan esporádicamente demostrando puntos de contacto á resabios ancestrales aun mal olvidados. No creo, tampoco, que los estudios comparativos aisla- dos aporten elementos decisivos de criterio. Esas investigaciones, para que tengan valor, es necesario se hagan correlativamente con otras de carácter antropológico y etnológico y una vez obtenidos indicios favorables en las tres, formular las conclusiones generales que, ya en ese caso, deben aceptarse como decisivas é incontrover- tibles. Procediendo de tal modo, considero de una importancia in- discutible á los estudios comparativos y, como una consecuencia de lo que acabo de decir, manifestaré que en esta memoria las con- clusiones son puramente condicionales, pues aun faltan obtener los indicios antropo-etnológicos.

Se observará que en esta memoria figura una primera parte des- tinada al estudio del medio físico y del hombre. Muchos, quizá, la

l Jomyn Evaws, The ancient stone implements, weapons and ornaments, of Great Britain (2.* edición), 407 y siguiente.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 209

considerarán inoportuna, hasta desproporcionada al resto del tra- bajo pero, más de un motivo he tenido para escribirla, El estudio de las manifestaciones industriales aisladas de una agrupación ét- nica poco conocida, se torna tedioso y hasta poco útil para la ma- yoría de las especialistas que, he observado, no tienen sino vagas y equivocadas referencias sobre los indígenas de la extremidad ans- tral de América. Era, pues, conveniente, presentase bien conden- sado y tomando en cuenta sólo los caracteres más salientes y dis- tintivos, un breve resumen antropo-etnológico, que me era fácil esbozar dado los prolijos trabajos euristicos que tenía verificados de antemano. Debo declarar que la base de crónica ó documentos que he utilizado en el capítulo correspondiente, ha sido sometida ¿una severa crítica de restitución que, en la mayoria de los casos es, más bien una verdadera hermenéutica. Por lo demás, hasta los detalles más nimios los he contraloreado cuidadosamente.

Y, ya que me refiero al capitulo en que me ocupo del hombre, justificaré dos detalles importantes que figuran en su texto. He preferido utilizar la designación Patagones á otra cualquiera, por varios motivos; en primer término, por el derecho de prioridad que la corresponde y, luego, porque no obstante ser inoportuna y ambi- gua es preferible á otras posteriores que pertenecen á idiomas 1n- digenas, las que sólo pueden ser causa de lamentables confusiones y no ofrecen la elasticidad del término empleado por Magallanes. También se notará que formulo deducciones y analizo la gramáti- ca y vocabulario del misionero Schmid, que es posterior á la épo- ca en que considero terminada la edad de la piedra en Patagonia. Me he decidido á hacerlo, pues he notado que el idioma de los Patagones protohistóricos, modernos y contemporáneos, no ha va- riado fundamentalmente y, desde luego, las diferencias no deben ser muchas.

Si me ocupaba del hombre en un capítulo especial, era im- prescindible diera una noticia sobre el medio físico, cuya influencia sobre los caracteres somáticos del individuo, los usos, costumbres y manifestaciones industriales, es reconocida por todos. En ese capítulo se ofrece por primera vez, una reseña breve, pero bien perfilada, de los caracteres fisiográficos, la fauna y la flora en ge- neral de toda Patagonia y, he agregado, pues tiene una importan- cia trascendental para el estudio del periodo paleolítico, ligeras consideraciones sobre la geología de los territorios australes, espe- cializándome, como es lógico, con las series cuaternarias.

En la segunda parte en que me ocupo del periodo paleolítico,

AxaL. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3*, T. v. Mayo 31, 1905. 14

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uso en más de una oportunidad la designación chelleo-mousterien- se. No sería el caso de dedicarme á exponer mis opiniones sobre clasificación de las épocas arqueológicas del cuaternario europeo pero, no acepto a priori la nomenclatura de los señores Gabriel y Adrián de Mortillet, Sus épocas chellense y acheulense, me parece —por motivos que quizá en otra oportunidad exponga—no deben existir separadamente y las reduzco á la acheulense, nombre á que debe darse preferencia por sus derechos de prioridad. Ahora bien, llamo periodo de transición chelleo-mousteriense á las últimas facies de pasaje de la época acheulense pero, téngase en cuenta y no se olvide, que en manera alguna quiero indicar con ello una época especial, en la que involucre la mousteriense, como lo ha hecho últimamente Mauricio Hoernes?, sino tan sólo las últimas manifes- taciones industriales de una época bien caracterizada, que la evo- lución progresiva ya comienza á diversificar.

Al establecer el orden sucesivo de grupos especiales y de tipos, he seguido á los paleoetnólogos ingleses y norteamericanos, Evans, Holmes, etc., que á mi entender, son los que han procedido más concienzudamente. Sólo he intercalado algunos grupos locales y he alterado el orden establecido, ubicando las jabalinas después de las puntas de flecha, pues aquéllas se usaron en Patagonia en las postrimerías del periodo neolítico.

He desechado por completo las designaciones de algunos pa- leoetnólogos, especialmente franceses, que han tratado de especia- lizar aun más el instrumental, aplicando designaciones múltiples, Así por ejemplo, se ha pretendido establecer una diferencia entre racloir y grattoir, división que no puede ser sino teórica, pues es imposible establecer en la práctica un límite preciso. A mi juicio, el hombre primitivo jamás ha pretendido multiplicar los instru- mentos y, bien por el contrario, creo que muchos objetos aventu- radamente designados con nombres de utensilios comunes en la actualidad, fueron en aquellos tiempos remotos destinados á tra- bajos de toda especie, siempre que las necesidades urgentes que rodeaban aquellos salvajes lo requirieran perentoriamente. Por ello, pues, y téngase como una advertencia, no abuso en bautizar los objetos que se me han comunicado, con designaciones bizarras, que vendrían á realizar en el terreno de la paleoetnología el desas- troso efecto de la sinonimia en las ciencias naturales. He preferido

' Moriz HorrNes, Der diluviale Mensch in Europa. Die Kulturstufen der alteren Steinzeit, 13 y siguientes.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 211

englobar y describir bajo un solo nombre, todos los instrumentos que por sus detalles morfológicos, técnica de trabajo y aspecto ex- terior, indican claramente el uso á que se destinaban y en caso de dudas, he realizado una verdadera experiencia práctica, siguiendo el ejemplo dado recientemente por Hipólito Muller!,

Al estudiar las puntas de flecha patagónicas, no he querido so- meterlas á un lecho de Procusto, adaptándolas á las clasificaciones existentes. Las he revisado con proligidad, he anotado sus carac- teres más persistentes ó invariables, y haciendo una prescindencia absoluta de la literatura especial de la materia, planee la clasifica- ción que presento que, sin embargo, tiene algunos puntos de con- tacto con la de otros autores ?.

Por lo demás, todo el material que figura en esta memoria, ha sido perfectamente identificado, todo él ha tenido una aplicación determinada, no se trata en caso alguno, de instrumentos incom- pletos ni de ejemplares desechados, y siempre he tomado en cuenta las indicaciones de Holmes, uno de los paleoetnólogos más exigen- tes, referentes á las pruebas positivas que sirven para identificar los objetos?.

Para un estudio comparativo como este, es necesario disponer de una copiosa literatura. Desgraciadamente, no he tenido la sufi- ciente y por ese motivo se notarán muchos y notables claros, Se- mejante carencia de libros me ha sido aun más perjudicial al tra- tarse de la bibliografía del período neolítico, ya que en la referente al paleolítico me había propuesto citar sólo los textos clásicos ó las monografías de importancia. En Buenos Aires, no he podido en- contrar publicaciones periódicas tan conocidas como los Maté- riaux pour l'histoire primitive et naturelle de l'homme, el Journal of the Anthropological Institute of Great Britain and Ireland, los Ar- chivio per l' Antropologia ela Etnología, el American Anthropologist, las publicaciones de los Congresos de Antropologia y Arqueología prehistóricas, etc., en las que hubiera encontrado referencias ina- preciables.

He tropezado, también, con un grave inconveniente ante la fal- ta de designaciones geográficas exactas en los vastos territorios de Patagonia. Grandes regiones despobladas no tienen un sólo

! HirroLYTeE MuLtrEr, Essai de taille des silex. Montage et emplot des outils obtenues, en 1 Anthropologie, x1v, 417 y siguientes.

- Véase el apéndice A.

3 Wimiam H. Homes, Natural history of flaked stone implements, en Memoirs of the International Congress of Anthropology, Chicago 1893, 123 y siguientes,

ANa MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

nombre ó punto de referencia, por tal motivo he tenido que redu- cirme 4 mencionarlas en los cuadros estadísticos en una forma ge- neral: por ejemplo, región comprendida entre el río Deseado y San Julian, oeste de Kaprik-Haiken, etc. El inconveniente menciona- do se subsanará en parte, revisando la carta paleoetnológica que figura al fin de esta memoria. En ese cróquis —pués debe conside- rarse como tal—se indican las estaciones y «paraderos» paleo y neolíticas, por medio de los signos convencionales propuestos en 1874 por Ernesto Chantre, al Congreso de Antropología y Arqueo- logía, reunido en Stockholm y adoptados definitivamente el año de 1876, en la reunión de Budapest.

En diferentes partes de este trabajo, uso las palabras haiken y clansman ó la forma plural de la última. La primera es una voz del idioma Patagón y quiere decir «paradero» pero, resulta que no encuentro dos autores que la empleen en esa forma, los unos es- criben haik, otros kaik, kaiken, ak, etc., los mismos indios no pro- nuncian uniformemente y, cuando se les interroga si se trata de palabras de diferente acepción, responden que no. Viendo esa anar- quía y falta de uniformidad desagradables, he resuelto usar siem- pre la forma hailen, que figura en el vocabulario del meticuloso misionero Schmid.

En cuanto á clansman, prefiero emplear ese compuesto inglés, nitido y sintético y que reemplaza con ventaja á la pesada forma castellana.

El numeroso material utilizado para la confección de esta me- moria, forma parte de diversas colecciones. La base, el conjunto más hermoso y seleccionado, pertenece á la colección particular del Dr. Florentino Ameghino, Director del Museo Nacional de Buenos Aires, y que ha sido recogido en los kultur lager de Pata- gonia por su hermano, el concienzudo explorador Carlos Ameghi- no. Luego, como agrupación más numerosa, aunque no poseyendo piezas tan caracteristicas y variadas, debo mencionar las coleccio- nes del Museo Nacional de Buenos Aires. Sus series están forma- das, en primer término, por un limitado conjunto de objetos que ya existían en el establecimiento, al que habían ingresado como donaciones de diversas personas ó traídas por el señor Carlos Bur- meistercuando realizó sus primeros viajes al sur, enlos años de 1882 y 1887; luego fueron aumentadas con la llegada del numeroso ma- terial reunido por el Dr. Ameghino y su hermano Carlos, durante el viaje que realizaron á Patagonia de Enero á Marzo de 1903.

En tercer término figuran las colecciones del Museo de la Plata,

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. TS

que he utilizado en forma limitada, no obstante poseer miles y miles de ejemplares. El profesor Juan B. Ambrosetti, encargado ad honorem de la sección de Arqueología del Museo Nacional de Buenos Aires, puso 4 mi disposición una interesante serie de ob- jetos, procedentes de la península de Valdez y otros puntos de Patagonia. Por último, he agregado algunos ejemplares de mi colección particular como también unas pocas piezas, pero típicas, de la colección del señor Angel Fiorini, de la Plata. La colección Fiorini secompone, próximamente, de 5,000 ejemplares proceden- tes, todos, de cabo Blanco. Naturalmente, no he podido utilizar, como lo hubiera deseado, el conjunto que representa esa hermosa serie; si la hubiese tomado en cuenta los porcentajes serían falsos, pues, ofrecería de cabo Blanco varios millares de ejemplares y, en cambio, decenas de otras localidades. En muy pocos casos men” ciono objetos descriptos por otros autores.

Todas las piezas que forman las colecciones mencionadas se ha- llan escrupulosamente documentadas y he desechado millares de otras, sobre las cuales no se poseían sino datos inciertos ó genera- les. He aceptado, sin embargo, un limitadisimo número de objetos las hachas para ceremonia, por ejemplo—de las cuales no se tiene sino una referencia vaga respecto á la localidad de donde proce- den, pero, dado el curioso tipo de los ejemplares, crei conveniente incluirlas, aunque con reservas,

Antes de comenzar el estudio de los materiales comunicados, fué necesario realizara un trabajo previo de verificación y ordenación que me ha llevado un tiempo precioso. Las inmunerables parcelas que componian los diversos conjuntos sólo tenían etiquetas sueltas y, desde luego, casi era inútil contar con ellas, si se tiene en cuenta que las manipulaciones se realizan en ciertos casos, con centenares de ejemplares mezclados, procedentes de diversas localidades. Tuve, por lo tanto, que numerar personalmente uno por uno los objetos que formaban parte de las coleciones Ameghino, Museo Nacional y Ambrosetti, es decir, el 95 0/, de todo el material *.

Semejante tarea, pesada y pedestre, ha demorado la publicación de esta memoria, la que sufrió un nuevo atraso pues, tuve necesa- riamente que confecionar las ilustraciones. Esta nueva contin-

t Todos los objetos de las colecciones mencionadas llevan, en pintura negra ó blanca, el número de orden correspondiente, los que coinciden con los del catá- logo respectivo. A las piezas típicas, he agregado mi nombre y el número de la viñeta incluida en esta memoria.

214 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

gencia representaba para mi la resolución de un verdadero pro- blema; jamás había recibido el menor rudimento de dibujo, ni aun lineal, y de manos á boca me encontraba ante el dilema de producir los originales de viñetas cuya confección es toda una especialidad, ú optar por fotograbados borrosos é inútiles. A fuerza de una ob- servación constante, de ensayos repetidos, he podido obtener los dibujos que van intercalados en el texto de esta memoria, respecto de los cuales debo solicitar la benevolencia de las personas que los juzguen, pues, si bien encontrarán muchos defectos de técnica son, en cambio, una fiel reproducción de los detalles característicos de los originales ?.

Llegado al término de este prefacio, debo cumplir con deberes ineludibles de gratitud hacia las personas que en diferentesformas me ofrecieron su Concurso.

En primer término, debo mencionar al Dr. Florentino Améghino y á su hermano Carlos Ameghino quienes, no sólo han puesto á mi más completa disposición sus hermosas colecciones particula- : res, sino también el primero, los originales de los cortes geoló- gicos esquemáticos que figuran en la primera parte de esta memo- ria y algunos opúsculos que era imprescindible consultase; el se- egundo, me ofreció ampliamente la fuente inagotable de preciosas observaciones geográficas realizadas en los diez y ocho años que viaja en Patagonia y que, en muchísimos casos, sólo el posee. No necesito efusividades estruendosas para demostrarles mi agradeci- miento, pues ellos saben que aprecio en cuanto vale su desintere- sado apoyo.

El profesor Juan B. Ambrosetti, puso á mi disposición, como lo he dicho, sus colecciones particulares de Patagonia ? y algunas obras de consulta; el señor Angel Fiorini, no sólo me comunico la valiosa serie de cabo Blanco de la referencia anterior, sino que me ofreció la más amplia hospitalidad con el objeto de que la estudia- ra; no la pude aceptar por las causales expuestas. El Dr. Roberto Lehmann-Nitsche, encargado de la sección Antropológica del Mu- seo de La Plata, me ha dado las mayores facilidades para el estudio de las series de ese establecimiento y también me ofreció algunos libros que necesitaba; el Dr. Eduardo Aguirre, Decano de la Facul-

1 Las fotografías que han servido para confeccionar los pocos fotograbados que figuran en esta memoria (excepto las viñetas 3 y 144), han sido obtenidas por el señor D. Santiago Pozzi, jefe de los laboratorios del Museo Nacional de Buenos Aires.

2 El profesor Ambrosetti, ha donado sus colecciones patagónicas al Museo Nacional de Buenos Aires.

em

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 215

tad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, tuvo á bien contralorear algunas de las clasificacio- nes de rocas hechas por mi y asesorarme en los casos dudosos !; al Dr. Carlos Spegazzini solicité la determinación de los líquenes que tienen adheridos los objetos paleolíticos de bahía Sanguinetti, y en cuanto al Dr. Roberto Dabbene, naturalista viajero del Museo Na- cional de Buenos Aires, fué tan amable de revisar, á mi pedido, la nomenclatura zoológica empleada.

Los señores teniente general Bartolomé Mitre y profesores Sa- muel A. Lafone Quevedo y Clemente L. Fregeiro, me han facilitado, como otras veces, la consulta de obras que figuran en sus ricas ]i- brerías particulares.

Mis distinguidos colegas el profesor William H. Holmes, Direc- tor del Bureau of American Ethnology, de Washington; el Dr. En- rique Hillyer Giglioli, de Florencia; el Dr. Jorge A. Dorsey, en- cargado de la sección de Arqueologia del Field Columbian Mu- seum, de Chicago, el Dr. Miguel del Lupo, de Turin, y el profesor Clarence B. Moore, de Filadelfia, me han enviado gentilmente va- liosas publicaciones escritas por ellos y que debía necesariamente consultar.

También agradezco las facilidades que me ha ofrecido el secre- tario y bibliotecario del Museo Nacional de Buenos Aires señor D. Agustín J. Pendola.

Quiero, también, agradecer públicamente una vez por todas, el apoyo decidido, el valioso aliciente que recibo constantemente de grandes centros científicos extranjeros, que me han enviado y me envían inapreciables series de publicaciones, sin las cuales hubiera sido imposible escribir esta memoria, Me refiero á la Smithsonian Institution, el U.S. National Museum y el Bureau of American Ethnology, de Washington; el Field Columbian Museum, de Chi- cago; el Peabody Museum, de Cambridge (Mass.); el American Museum of Natural History de Nueva York; la Universidad de Cali- fornia; el Museo Paulista (San Paulo, Brasil) y el British Museum de Londres.

Y ahora, llegado al término de este largo exordio, quisiera muy especialmente, que al publicar mi estudio La edad de la piedra en Patagonia, realizara en parte los deseos de uno de los más eximios investigadores del pasado: «The work of the archaeologist is to save

1 No habiendo en Buenos Aires un especialista petrógrafo, las clasificaciones obtenidas no tienen la absoluta exactitud que hubiera deseado.

216 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

lives; to go to some senseless mound of earth, some hidden ceme- tery, and thence bring into the comradeship of man some portions of the lives of this sculptor, of that artist, of the other scribe; to make their labour familiar to us as a friend; to resuscitate them again, and make them to live in the thoughts, the imaginations, the longing, of living men and women;to place so much of their living personality current side by side with our own labours and our own thoughts *.

Buenos Aires, el 23 de Febrero de 1905.

N. B. En las leyendas de las viñetas que van intercaladas en el texto de esta imemoria, figuran diversas abreviaturas cuyas equivalencias son las siguientes" C. F. A.—Colección Florentino Ameghino; C. M. N. Colección Museo Nacio- nal de Buenos Aires; C. J. B. A.=Colección Juan B. Ambrosetti; C. F. F. O.= Colección Félix F. Outes. j

:"W. M. FrinbeRS Perrik, Methods and aims in Archaeology, 177 y siguiente.

IN pl -]

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA.

[ PARTE.

EL MEDIO FÍSICO Y EL HOMBRE.

CAPÍTULO 1.

EL MEDIO FÍSICO.

EE

DESCRIPCIÓN DEL TERRITORIO.

Los dilatados territorios que ocuparon los clanes de Patagones premagallánicos, protohistóricos y modernos, se encuentran limi- tados al norte y noroeste por los ríos Negro y Limay, respectiva- mente; al oeste los primeros contrafuertes de los Andes ó precor- dillera; al sudoeste, las serranias que existen en el istmo que une la peninsula de Brunswick al continente; al sur, el estrecho de Ma- gallanes, y por fin al oeste, el océano Atlántico. La extensión aproximada de esas regiones, que constituyen buena parte de la extremidad austral de América, alcanza á unos 688,898 kilómetros cuadrados. La costa maritima se presenta sumamente recortada, con gran número de pequeñas caletas, tristes y desoladas, y cabos ú promontorios que desafían los furores de un mar continuamente borrascoso. Otro de los accidentes más notables de la costa, es la península de Valdez, unida al continente por una estrecha lengua de tierra que separa á los golfos Nuevo y de San José.

El sistema hidrográfico es de relativa importancia. Al norte se nota una marcada falta de agua, pues no existen grandes rios y sólo figuran pequeños arroyuelos que corren casi perdidos entre bajos abruptos y que pronto desaparecen absorbidos por un terre- no sediento. Pero, á partir del paralelo 45% de latitud sur, la co- marca es atravesada por una serie de cursos de agua quese inician, los más, en los contrafuertes de la cordillera, otros en las serranías del centro del territorio, y por fin, los menos, en los lagos andinos.

9218 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Al primer grupo pertenecen el rio Chubut, de aguas permanentes y su afluente el Teca, mientras que al sur de la gobernación de aquel nombre nace, en el lago Fontana, el Senguerr, que recibe el aporte de aguas de los riachuelos Genua, Mayo y Genguel, atra- viesa el lago Colhué-Huapi y luego, cambiando de nombre por el de Chico, va á reunirse con el Chubut. Más al sur figura el Desea- do, que se origina en la cordillera y cuyo caudal es relativo, ha- biendo épocas en que se encuentra completamente seco, lo mismo que su afluente principal, el Gio. Alsegundo grupo pertenecen los ríos Seco y Salado, ambos imperfectamente conocidos pero que se sabe nacen, el primero, en unos manantiales que llevan el nombre de Mola-Haiken, y el otro en las serranías del centro. Más al sur aún, y teniendo sus fuentes en las vertientes orientales de los An- des, se encuentran los ríos Chico de Santa Cruz y el Sheuen que luego desembocan en el Atlántico reunidos al Santa Cruz, sirviendo, este último, de desagúe al lago Argentino. Por último, en la parte austral se encuentran, primero el rio Coy y luego el Gallegos, que recibe por su margen derecha á otro río Chico que nace en te- rritorio chileno, más allá del paralelo 52% de latitud sur. Todos estos rios corren en depresiones profundas, fallas, indudablemente, de los terrenos antiguos, ampliadas por erosiones sucesivas. Los barrancos que dominan esos valles, ofrecen por lo general dos, tres ó más gradas ( terrazas que conducen á lo alto de la verda- dera planicie. Otras veces, el agua se desliza tumultuosa entre las paredes de pórfido ó traquita de «cañones» que alcanzan á cien metros de profundidad, como sucede en el curso inferior del rio Deseado y la parte media de los rios Chubut y Chico (Gober- nación del Chubut).

Como complemento del sistema hidrográfico anterior, existen infinidad de pequeños arroyos, secos la mayor parte del año y que sirven de desagúe á los terrenos más elevados.

Por último, los territorios patagónicos de que me ocupo ofrecen tres sistemas de depósitos lacustres. El primero formado por los lagos andinos que se presume, con razón, tengan por causa fenó- menos tectónicos, ampliados luego por otros de naturaleza glacial; el segundo constituido por los lagos Colhué-Huapi* y Musters, de origen puramente tectónico y, por último, el gran número de lagu- nas saladas, consideradas por algunos, sin base científica, como de

' El nombre Colhué-Huapi, es araucano. Los Patagones actuales, llaman á ese lago Cohla y al Musters, Otron.

1 a + pe 7

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 219

origen marino! y que han sido causadas por los mismos factores que han influido en la formación de los depósitos de igual natura- leza que ofrece el resto del territorio argentino.

El territorio que se extiende entre los límites antecedentes, con- siderado en su conjunto, no permite en manera alguna una divi- sión natural que comprenda grandes extensiones. Si bien es cierto que una parte de aquél está constituida por llanuras más ó menos onduladas y otra por abruptas serranías, en cambio esas dos carac- teristicas no se presentan de modo que permitan una agrupación racional, sino por el contrario, ofrecen las más caprichosas soln- ciones de continuidad.

La porción de territorio comprendida por los rios Negro al norte y el Chubut al sur, está constituida en su parte central por un macizo montañoso de naturaleza basáltica al oeste y cerros de pórfido al este. En cuanto á la región sublitoral, á partir del rio Negro está formada por una meseta relativamente ondulada, cru- zada con frecuencia por depresiones á cañadones profundos como el del Gualicho, desprovisto de agua, ó como los de Valcheta y Ma- kinchao, de aspecto más risueño por la vegetación que en ellos crece. El único accidente de importancia que interrumpe la hori- zontalidad de la meseta, es la sierra de San Antonio de igual naturaleza porfírica que el macizo central. Luego viene la depre- sión por la que corre el Chubut, é inmediatamente después con- tinúa el macizo montañoso central que, separado de las llauuras sublitorales por el curso del rio Chico (gobernación del Chubut), y con picos culminantes que alcanzan á 1000 metros de altura, llega hasta el lago Colhné- Huapi, lo envuelve en un ámplio se- micirculo de serranías, continúa al sudoeste por la margen iz- quierda del Senguerr para terminar en las proximidades del Choi- quenilahue. Al oeste de esta cadena, que es de aspecto triste en su mayor parte, pues está coronada de lavas, existe un laberinto de cerros, que forman numerosos bajos y cañadones. Sobre la margen izquierda del rio Chico (Gobernación del Chubut) y al pie de la sierra mencionada, se pronuncia un gran bajo, ocupado por lagn- nas secas en verano y montes de arbustos achaparrados, mientras que por el oeste, el macizo montañoso central, está separado de la precordillera por un fértil valle longitudinal, en gran parte ocu- pado por los riachuelos Genua y Teca.

! J. B. Harcuer, Narrative of the expeditions. Geography of Southern Patagonia, en Reports of the Princeton University Expeditions to Patagonia, 1896-99, 1, 245.

220 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

El aspecto de la región, de forma irregular comprendida por los rios Chubut, Mayo y Senguerr al norte, Chico (Gobernación del Chubut) al oeste y Deseado al sur, es casi llano por completo. Esas « pampas » altas tienen 800 metros y alcanzan cerca de la cordillera 4 1000 metros aproximadamente— comienzan en las cer- canías del rio Chubut, donde ya son bastante elevadas, continúan hacia el sur aumentando de altura y comienzan á bajar lentamente en gradas sucesivas á partir de los Montes Azules, nombre con que se conoce á la terraza más superior de una línea de mesetas que se dirigen de rada Tilly hacia el sudoeste. En toda la altipla- nicie se encuentra agua en abundancia, Al pie de los Montes Azu- les existe una enorme depresión, en parte de más de 50 kilómetros de ancho, la que comunica el golfo de San Jorge con el valle del Deseado y que, seguramente, representa el antiguo cauce del río actual, El plano del bajo 4 que me refiero está ocupado por lagu- nas secas, grandes extensiones arcillosas muy pulverulentas («gua- dales ») y montes de arbustos espinosos. Luego el terreno se eleva un tanto, para descender paulatinamente hasta las proximidades del Deseado y cabo Blanco,

La parte de costa comprendida entre la desembocadura del río Chubut y puerto Deseado, está constituida por una zona depri- mida, de 25 á 30 kilómetros de ancho y que se conoce con el nom- bre de Bajo del Mar. Entre cabo Raso y puerto Malaspina, es aquél sumamente accidentado, debido á un intrincado laberinto de afloramientos de pórfido; más al sur también existen multitud de residuos de la antigua meseta destruida, que forman plataformas (table mountains) y picachos de todo tamaño, é interrumpido, ade- más, por profundos cañadones y torrenteras.

La región que se extiende al sur del río Deseado hasta el Santa Cruz, es una de las más accidentadas que ofrece Patagonia. Puede dividirse en dos subregiones, separadas por una línea de serranlas, con picos culminantes de 1000 metros de altura, que se inicia en el curso medio del río Deseado, cerca del lugar llamado Piedra Clava- da y que se dirige primeramente al sudeste, luego al sur y sud- oeste, hasta alcanzar y confundirse paulatinamente, con los esco- riales del río Chico (Gobernación de Santa Cruz), en el paraje lla- mado Chonk-Haiken. Desde este último punto, un tramo de la mis- ma sierra continúa al sur y sudoeste hasta reunirse, á su vez, con los basaltos y escoriales del río Santa Cruz. Transponiendo las sierras de los Baguales, que asi se llaman aquellas eminencias se extiende hacia el oeste una región deprimida, profundamente

a o 4

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 221

accidentada y pedregosa, toda ella ocupada por sierras basálticas, porfíricas y traquiticas, hondos cañadones é innumerables lagunas y manantiales donde se originan muchos de los afluentes meridio- nales del Deseado. Esta zona montañosa está separada de la pre- cordillera por un valle longitudinal, continuación de aquél por el que corren los ríos Teca y Genua y por el cual serpentea el viejo camino de los indígenas que, partiendo del lago Nahuel-Huapi (Gro- bernación del Neuquen ), llega al río Chico (Gobernación de Santa Cruz). Toda la región sublitoral situada al este de las sierras de los Baguales, corresponde al tipo sui generis de las llanuras pa- tagónicas, es decir, bastante accidentada y llena de numerosas depresiones que, partiendo de un bajo longitudinal que existe al pie de la sierra central, van en dirección á la faja litoral más de- primida, aunque la altura de la altiplanicie es apenas de 150 me- tros sobre el nivel del mar.

Los terrenos comprendidos por el río Deseado al norte, las sie- rras de los Baguales al oeste, el río Seco al sur y la zona litoral al este, están constituidos por una inmensa depresión ocupada toda ella por innumerables serranías paralelas de pórfido y traquita, que se dirigen hacia el mar y que son conocidas con el nombre de sierras Coloradas. Allí, entre cordón y cordón, corren hacia el este mu- chos cañadones, y donde éstos se interrumpen se forman lagunas temporarias, salitrales y grandes extensiones arcillosas; en el lími- te meridional, existen unos picos basálticos descollantes que llevan el nombre de los Tres Cerros. Siguiendo al sur, la zona sublitoral es una meseta más ó menos llana, cubierta de matorrales y que luego desciende en escalones, para dar lugar al curso del río Chico, primero y Santa Cruz, después. En cuanto á la faja litoral, á partir de puerto Deseado, presenta el aspecto de la anteriormente des- cripta, aunque menos ancha y separada de la meseta sublitoral por un gran bajo, cuyo fondo está ocupado por una cadena de cerros de pórfido, en cuyos intervalos existen numerosas salinas, El Bajo del Mar se interrumpe en la latitud del puerto San Julián, presentando desde alli hasta la desembocadura del río Santa Cruz, una serie de farallones á pique sobre el mar, que alcanzan á una altura de S0 metros. Poco antes de llegar al río Santa Cruz, la meseta sublitoral se interrumpe bruscamente para dar lugar al gran Bajo de San Julián, que comunica con el puerto del mismo nombre por otro bajo más angosto y menos profundo. El suelo de ambos es muy acci- dentado por la enorme cantidad de cerrillos y table-mountains de que está sembrado, y que representan restos de la antigua meseta.

3993 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

En ese lugar terminan los afloramientos de rocas eruptivas pór- fidos, traquitas, etc. que representan un papel tan importante en la configuración de los territorios de que me he ocupado.

Los terrenos que se extienden al sur del rio Santa Cruz, ofrecen menos accidentes que los anteriores. La zona litoral—salvo la parte comprendida entre monte Entrance y monte León y la que se ex- tiende entre la boca del río Coy y el cabo Fairweather, que caen á pique sobre el mar, con barrancas de más de 100 metros ofrece los mismos caracteres que la ya descripta. Al oeste de la faja ma- rítima, comienzan los taludes de la gran meseta interior, en su orl- gen de 200 metros sobre el mar, pero que va ascendiendo insensi- blemente hacia el occidente, hasta alcanzar, cerca de la cordillera, unos 800 metros de elevación. Esta llanura, muestra del lado orien- tal algunas depresiones aisladas, de cuyas faldas nacen manantiales, estando ocupado por salinas el fondo de aquéllas, Pero, la caracte- rística de esta región de Patagonia, es dada por los restos de dos centros de actividad volcánica extinguida y que forman enormes escoriales con cráteres apagados, de los cuales el más extenso, es el existente entre el curso medio superior del río Santa Cruz y las fuentes septentrionales del río Coy; mientras que el otro se encuen- tra sobre el río Gallegos, comenzando en la margen izquierda, en el lugar llamado Gúer-Haiken y continúa hasta las nacientes de aquel río.

Por último, al sur del río Gallegos, el territorio es aun más llano, aunque siempre ondulado, terminando de ese modo en las playas del estrecho de Magallanes.

Los caracteres fisiográficos anteriores, dan por lo general á la Patagonia un aspecto de suma desolación, y muy rara vez se en- cuentran en su territorio lugares risueños ó habitables. Todo es allí triste; las interminables terrazas que semejando una gigantesca gradería, circunscriben y estrechan el horizonte; la costa amari- llenta y sin agua; los picachos negruzcos de basalto; los escoriales que amenazan al viajero con las aristas filosas de millares de frag- mentos y los arenales blanquecinos que hieren la vista con sus re- flejos. Agréguese una temperatura minima media que alcanza á 100; la presión barométrica que oscila bien poco; un aire seco y tonificante; limitada precipitación atmosférica y, como comple- mento, violentísimos vendavales del oeste y sudoeste que, inicián- dose en la cordillera de occidente, se precipitan á las altiplanicies, barren los escoriales y los viejos cráteres apagados, para terminar sus correrías desenfrenadas en el golfo de San Jorge á pocos ki-

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. TAS

lómetros de la costa. Se comprenderá, pues, cuan precaria debió ser la vida que llevaron los clanes patagónicos de la edad de la pie- dra que, en sus luchas por la vida en tan hirsutos territorios, resol- vieron, sin quererlo, un verdadero problema de selección natural.

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Como elementos constitutivos del subsuelo de los territorios pa- tagónicos, figuran seis series? geológicas antiguas que se conocen por las denominaciones siguientes: 1.* chubutense; 2,* guaraní- tica; 3, patagónica; 4.” santacruzeña; 5.” entrerriana; 6.” tehuel- che. Desgraciadamente, sería difícil encontrar dos autores que se expresen de conformidad respecto á la era geológica á que corres- ponden las divisiones antecedentes, lo mismo que la de los nume- rosos horizontes en que se las ha subdividido y cuya enumeración ro hace al caso.

La serie chubutense, conocida también con el nombre de are- riscas abigarradas, está constituida por extensos mantos de are- niscas de grano fino, con hermosos colores púrpura, amari- llo, verde, rojo, etc. En ciertas partes del territorio, está re- presentada por una facie marina correlativa. Inmediatamente después viene la serie guaranítica ó de las areniscas rojas, consti- tuida por el mencionado elemento litológico, de color rojizo ó amarillento. También las areniscas rojas tienen facies marinas co- rrespondientes. Ambas series han sido referidas á la parte más su- perior (cretáceo) de la era secundaria lo que, en principio, es acep- table. Son característicos de la serie guaraniítica los enormes tro- zos de madera silicificada que se encuentran en abundancia, en las proximidades de los lagos Colhué Huapi y Musters, lo mismo que en el Bajo de San Julián, La serie chubutense se muestra en la Patagonia septentrional en el macizo montañoso central, lo mismo que en las serranías existentes al oeste del río Chico (Gro- bernación del Chubut). En la parte austral del territorio, consti- tuye por entero la cadena de los Baguales y parte de las sierras Coloradas. La serie guaranitica se observa en los taludes de las

* Algunos autores emplean la palabra formación, que no utilizo, pues creo mo- tiva confusiones.

224 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

mesetas que limitan el lago Colhué Huapi, los ríos Senguerr y Chico (Gobernación del Chubut) y costa del golfo de San Jorge, donde, además de las areniscas rojas caracteristicas, vénse podero- sos mantos de arcillas blanquecinas. Más al sur, forma el piso del Bajo de San Julián, verdadera particularidad que demuestra lo poderoso de la erosión que amplió la mencionada hendidura.

Caracterizan á la serie patagónica, dos facies bien determinadas, la una terrestre y la otra marina, que se extienden desde puerto Madryn por el norte, hasta el rio Coy al sur, presentándose mu- chas veces á la vista, ya en las barrancas que dan al mar ó ya en las terrazas de las mesetas continentales. En el interior del terri- torio, los horizontes marinos son substituidos por otro de origen terrestre 4 subaéreo.

La serie santacruzeña es caracteristica de la Patagonia austral y está también formada por depósitos marinos en la parte infe- rior y subaéreos en la superior. Se muestra en las terrazas que limi- tan los rios y el Bajo del Mar, lo mismo que en las depresiones aisladas que ofrece la gran llanura y extiéndese desde las playas del estrecho, hasta más allá del río Santa Cruz, pues se la ha se- ñalado en las márgenes del rio Chico (Gobernación de Santa Cruz).

La serie entrerriana marina, existe únicamente en punta Ninfas pero á ella se ha referido un horizonte últimamente descubierto en Magallanes. Esta serie, debe extenderse seguramente por la costa hacia el norte, pues en el río Negro vuelve á presentarse.

Recubriendo los valles, las pampas altas, las terrazas, en fin, ab- solutamente todo el territorio, se encuentra un manto más ó menos espeso de rodados de naturaleza porfírica, abundando también los de granito, cuarcita, sienita, gneiss, diabasa, diorita, meláfido, ba- salto y traquita, mezclados á cierta cantidad de arena ó ripio finí- simo ó aglutinados, frecuentemente, por concreciones de carbonato de cal. Esta «formación» tan especial, constituye la serie tehuelche que presenta otros horizontes, más antiguos, formados por man- tos de gres azulado ó gris, espesas capas de detritus volcánicos, lo mismo que arcillas y arenas alternadas con capas de guijarros y moluscos. Con la serie tehuelche, á que me he referido, termina en Patagonia la era terciaria que comienza con los diferentes hori- zontes de la serie patagónica. Tanto las series secundarias como las terciarias, encierran en sus estratos, faunas y floras fósiles interesantes.

El territorio de la Patagonia en los comienzos de la era cuater- naria, sufrió algunas variantes fundamentales. Entre otras, debo

MA o

' OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 225

mencionar la ampliación de la mayoría de los valles transversales que ofrecen las regiones australes, valles en los cuales corren rios importantes ó están ocupados por cañadones, salinas ó lagunas. Las mencionadas depresiones tienen, en principio, un origen tec- tónico pero, el proceso de excavación definitivo se debe, á mi en- tender, á erosiones sucesivas, causadas por exajeradas precipita- ciones atmosféricas, debidas á la gran glaciación de los macizos montañosos andinos. Por lo demás, el resto del país se conservó más ó menos intacto, cubierto por los rodados del mar tehuelche, aunque en muchos casos, esos rodados fueron arrancados por fuer- tes avenidas y depositados en diferentes sitios en estratificación discordante.

Por otra parte, los sedimentos reunidos durante la última era geológica, han sido muy limitados en todo el territorio de que me ocupo. Los lugares en que se manifiestan, se encuentran situados de preferencia en el litoral atlántico, presentando en muchos casos cortes á pique, como si hubieran sido destrozados por el batir de las olas ó hubiera desaparecido el resto por hundimientos parcia- les. En otras ocasiones se les encuentra en el valle de los rios, por lo general en la desembocadura. Todos ellos pertenecen á la serie pampeana de las llanuras bonaerenses, etc., y, desgraciada- mente, aun no han sido estudiados. Su fauna es caracteristica, y hasta ahora se han señalado representantes de los géneros Mylodon, Glyptodon, Sclerocaliptus, Glossotherium, Macrauchenia, Equus, Typotherium, Hippidium, Lagostomus, Auchenia y Palaeolama?!. Los depósitos pampeanos patagónicos ofrecen, también, facies ma- rinas como sus similares de la provincia de Buenos Aires, encon- trándose en aquéllos una mezcla de moluscos actuales y extingui- dos, con una marcada preferencia á los primeros. No admito, pues, la denominación de «tehuelche moderno» dado á los depósi- tos de loess á que me he referido, denominación que se ha hecho extensiva á los estratos de rodados y moluscos que á veces los cu- bren?. Mis razones son óbvias. En primer término, encuentro que

-la denominación de tehuelche aplicada en el caso, no contribuiría

sino á originar confusiones, pues el proceso de formación de los depósitos de loess patagónico cuaternario, es bien distinto del que contribuyó á dispersar en todos los territorios de esa región de la

1 FLORENTINO AMEGHINO, L'áge des formations sédimentaires de Patagonte, en Ana- les de la Sociedad Científica Argentina, Lrv, 303. 2 F, AmeGHIxO, L'áge, etc., Ibid, Liv, 302 y siguientes.

ANaL. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3*, T. v. Junio 2, 1905. 15

226 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Argentina, la poderosa capa de rodados que los cubre y que repre- sentan las postrimerías de la era terciaria. Luego, estudiados en conjunto los depósitos en cuestión, se nota por sus componentes litológicos, su estratificación, sus fósiles y aspecto general, que en su formación deben haber intervenido los mismos factores que han formado la poderosa serie aluvional de las llanuras bonaerenses y que se extiende, en la Argentina, hasta su límite norte.

Es cierto que en estos últimos territorios las causas han obrado, no sólo extensivamente, sino también de una manera muy intensa, mientras que ha sucedido todo lo contrario en Patagonia por ra- zones que aun no se conocen con seguridad. Los estratos marinos más antiguos que se observan en las cuencas cuaternarias patagó- nicas, deben considerarse como sincrónicos de las capas de igual naturaleza que se han señalado en el pampeano inferior, pues tam- bién deben haberse depositado, durante el período de submersión á que se vió sometido el litoral bonaerense. Por último, las capas de rodados más superficiales, aquellas que cubren las acumulacio- nes de loess y los valles, sólo debe buscarse su origen, no en causas generales, sino en factores puramente locales, especialmente agentes

-erosivos.

Voy á detenerme en la descripción de un depósito caracteristico de la serie pampeana de Patagonia, pues este asunto tiene especial interés para la resolución de algunos puntos que debo tocar en el curso de esta memoria.

La interesante cuenca á que me refiero, se halla situada frente á la bahía Sanguinetti (Gobernación de Santa Cruz) y ha sido visitada por los señores, Dr, Florentino Ameghino y Andrés Tour- nouér!. Por aquél paraje, existe un profundo cañadón que va á desembocar en una meseta más baja, algo así como un vallecito accidentado, que se ensancha paulatinamente al aproximarse á la costa y que corresponde á una antigua ensenada, donde desagua- ba un arroyo que corría por el fondo de la profunda torrentera á que me he referido. Las aguas del antiguo arroyo han ido de- positando en el fondo de la ensenada mencionada, continuos sedi- mentos que alcanzan en ciertos lugares 30 metros de espesor y en las barrancas del mar, sólo unos 15 metros. La pequeña depresión

1 A. Tournoukr, Note sur la géologie et la paléontologie de la Patagonie, en Bu- lletin de la Société géologique de France (4* série), 111, 466 y siguientes. El señor Tournouér ubica por equivocación el depósito de la referencia en punta Nava, es decir, á una distancia considerable de donde en realidad se encuentra.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 227

de la antigua entrada marina, corresponde á una extensión de costa que tendrá 2 kilómetros y ha sido excavada en pleno patagónico (A, figura 1). La parte más inferior del depósito (B), está consti- tuida por una capa de guijarros mezclados á restos de Ostreas removidas y que alcanza á un espesor de 0,40 centímetros. Viene en seguida un depósito (C) de arcillas friables, no estratificadas, de ofigen marino, con restos de Mytilus edulis L. var., patagonicus Orb., Trophon varians (Orb.), Venus antiqua Gray, Cytherea Ort- mannti Ih., Diplodonta sp., etc., que alcanza 4 4 metros de espesor. A continuación (D), 6 metros de arcillas de origen fluviatil, dis- puestas en estratos muy delgados, de color verde-amarillento y en los cuales se han encontrado huesos de Macrauchenia patachonica Owen, Hippidium principalis (Lund) Owen, etc. Intercalados á estos estratos hay otros de ceniza volcánica muy blanca y cuyos espesores varían entre 0,10 y 0,40 centímetros. Más arriba se mues- tra una capa (E) amarillo -rojiza, del tipo del pampeano más su- perior de Buenos Aires, y por último, cubriendo todo el depósito, cuya superficie presenta multitud de pequeñas cuencas, sacos y

recovecos de erosión, se extiende un manto de rodados (F) cuya

posición discordante, se explica por el trabajo de las aguas que los

disociaron de la serie tehuelche que figura en la meseta interior.

La capa de guijarros y restos de Ostreas rodadas (B), debe de ha-

berse formado con elementos arrancados á la formación patagó- mica (A), en la cual se ha excavado la depresión. La capa más

inferior (0) de origen marino ha sido considerado por el Dr. Ame-

ghino como sincrónica del horizonte belgranense (serie pampeana) '

pero, advertiré que en el depósito de bahía Sanguinetti se presen- tan en las cinco especies de moluscos determinadas, tres existentes y dos extinguidas, y no es necesario hacer recordar que los mo- luscos del horizonte belgranense hasta ahora descriptos, ofrecen especies todas vivientes? Hoy por hoy, me parece más conve- niente referir la mencionada capa (C) á los depósitos marinos encontrados en la costa de San Julián, al oeste de cabo Curioso y que han sido adjudicados por el mencionado autor al piso lujanen-

se de la serie pampeana?, lo que no acepto, pues la fauna malaco-

lógica de aquéllos, indica que son más antiguos, aunque en la ac-

1 F, AmeGHix0, Cuadro sinóptico de las formaciones sedimentarias, terciarias y cre- táceas de la Argentina, en Anales del Museo Nacional de Buenos Atres, v111, 2.

2 H. von Iuerix6, Conchas marinas da formacao pampeana de la Plata, en Re- vista do Museu Paulista, 1, 227 y siguientes.

3 AMEGHINO, Cuadro sinóptico, etc., 2.

MUSEO NACIONAL DE BUENOS ATRES.

228

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OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 229

tualidad lo deficiente de los estudios realizados no permite llegar á una conclusión definitiva. La capa siguiente (D), no puede abrigarse duda corresponde al pampeano superior, tanto por sus caracteres estratigráficos, sus fósiles y aspecto general exterior, como por el detalle de los estratos de ceniza volcánica blanca que confirman la anterior suposición. En cuanto á las capas C. y F., las considero como contemporáneas de la última facie de la era cuaternaria, ó sea, sincrónicas de los pisos lujanense y platense de la clasificación del Dr, Ameghino.

Continuando con la interrumpida reseña geológica; á la época actual pertenecen, la capa de pequeños rodados mezclados con arena y arcilla pulveruienta que cubre las llanuras, como también los depósitos de tierra vegetal que se muestran es diferentes partes abrigadas de los vientos y, por último, las dunas marítimas, algunas de las cuales se dirigen al interior del territorio por la margen sur del río Santa Cruz y que luego siguen el río Chico (Gobernación de Santa Cruz ), hasta el lugar llamado El Paso, 10 kilómetros al norte del «paradero» indigena Emel - Haiken.

En cuanto á las formaciones de rocas cristalinas, aun no han sido estudiadas pero he hecho notar 4 su debido tiempo, el papel predominante que desempeñan las traquitas, pórfidos, etc.

Igual cosa debo decir sobre los vestigios del período glacial que se han señalado en diferentes puntos de Patagonia; faltan estu- dios serios sobre el particular que permitan formular generali- zaciones.

Ss TL

FLORA,

La flora de los territorios patagónicos que he descripto, está dis- tribuida en tres formaciones fitogeográficas. La primera es la del monte, que corresponde á la zona comprendida entre el río Ne- gro, la precordillera, el Atlántico y el paralelo 420 de latitud sur. La segunda está constituida por la verdadera formación patagóni- ca, que llega hasta el estrecho de Magallanes y, por último, la tercera es la parte más oriental de la formación de los bosques antárticos, que se extiende desde el río Limay, límite noroeste del territorio de que me ocupo, hasta las serranías boscosas del istmo que une la península de Brunswick al resto del continente.

La transición entre las dos primeras formaciones se verifica

230 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

insensiblemente y me parece aventurado darle, como le han dado algunos botánicos argentinos, un límite fijo. En cuanto á las fami- lias que caracterizan los bosques antárticos, muy rara vez pasan de la región que constituye su verdadero habitat.

En los valles de los rios, en el Bajo del Mar yen general, en todos los parajes deprimidos y abrigados de los vientos, abundan varias especies de Berberidáceas (n. v. calafate), especialmente Berberis heterophylla Juss. y B. empetrifolia Lam., produciendo el primero bayas comestibles, dulces pero astringentes*. También en los bajos abundan; una Geraneácea, Magallana porrifolia Cav., que produce tubérculos sumamente suculentos y, además, Grabowskia megalosperma Speg., * Prosopis siliquastrum D.C., P. patagonica Speg. (n. v. algarrobo del chancho)? y las Euforbiáceas Calliguaya integerrima Gill Hook. (n. v. duraznillo) y C. patagonica Speg.

En parajes húmedos, cerca de manantiales y lagunas se encuen- tran varias especies de Renunculáceas de los géneros Myosurus, Ane- mone y Renunculus, lo mismo que el Tropeolum patagonicum Speg. (n. v. chalia), que produce un tubérculo fusiforme, comestible. En el valle de los rios y solamente á la orilla del agua se ven numero- sos ejemplares de Discaria discolor (Hook) Speg. y, hasta el río Chubut, Salix Humboldtiana W. (n. v. sauce). Son también de terrenos húmedos el *Schinus (Duvaua) dependens Ortega var. pa- tagonica Ph. (n. v. incienso) Glycyrrhiza astragalina Gall. (nm. v. orusú ), Huanaca acaulis Cav., Gentiana patagonica Griseb., Gra- bowskia Ameghinot (Speg.) Speg., (n. v. mata de San Benito) y Mi- mulus pilosiusculus (H. «€ B.) Kth. (n. v. berro).

En el valle del Deseado, en los pantanos que allí se forman, lo mismo que á orillas de lagunas de poco fondo, existen la Ciperácea Scirpus riparius Presl. (n. v. junco)?, cuyas raices son comidas por los indigenas y la tan conocida Graminácea Cortaderia dioica (Spreng.) Speg. (n. v. cortadera).

En las salinas y lugares más ó menos salitrosos y en la zona próxima al mar abundan especies numerosas de Frankeneáceas, como Frankenia chubutensis Speg., F. microphilla Cav. y F. pa-

1 En lo sucesivo, todas las especies precedidas de un asterisco, indica que pro- ducen frutos comestibles.

2 En Téhuesh: ákjel. El Téhuesh, es el viejo idioma de los clanes australes que aun conservan los Patagones nonagenarios. Por ese motivo me ha parecido útil, siempre que he podido, dar las palabras correspondientes á los nombres de al- gunas plantas, animales, etc.

3 En Téhuesh: ó-uash.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 231

tagonica Speg.; la Compuesta, Lepidophyllum cupressiforme Cass, (n. v. mata verde); la Plumbagínea, Statice patagonica Speg.; (n. v. guaicurú ); la Solanácea *Lycium repens Speg.; numerosas Que- nopodiáceas, como la Atriplex lampa Gill. (n. v. cachiyugo), Sabi- cornia corticosa (Mey) Walp., £. fruticosa L., Chenopodium fuegia- num Speg. C. Ameghino Speg. C. hircinum Schrad., Suaeda fruti- cosa Forsk, (n. v. jume) y, por último, una Oleácea, la Menodora robusta (Benth.) A Gray. Caracterizan la flora de los terrenos arenosos ó de pedregullo de alturas diferentes, las especies siguientes: la Malvácea, Abutilon idali (Ph.) Speg.; las Zigofiláceas, Larrea Ameghinoi Speg. y L. divaricata Cav. (n. v. jarilla), esta última especialmente al norte; las Geraniáceas Oxalis laciniata Cav. y O. patagonica Speg. (n. v. macachin) que produce tubérculos cometibles; las Ramneáceas, Trevoa patagonica Speg. (n. v. malaspina ), de río Santa Cruz al norte; Colletia feroxw Gill. Hook, (n. v. brusquilla) y Condalia lineata A. Gray (n. v. piquillin); las Leguminosas, Anarthrophyllum rigidum (Gill.) Hier. (n. v. mata marilla)*, 4. desideratum (D. O.) Benth. y Gouerlia decorticans Hk. Arn. (n. v. chañar), especie que no pasa más al sur del cañadón del Gualicho (Gobernación del río Negro); la Litraria, Pleuwrophora patagonica Lep.; las Cácteas, Opuntia Darwinúi Hense. y Cereus patagonicus Web.; las Umbeliferas, Azorella caespitosa Cav., que da una raíz napi- forme que los indígenas actuales, moliéndola, transforman en ha- rina comestible, Mulinum mycrophyllum (Pers.) D. C. y M. spino- sum Pers.; las Compuestas, Chuquiraga acicularis Don., Nassauvia Ameghinoi Speg., N. patagonica Speg., Nardaphyllum humile (Hosk.) H. Gray, Mutisia retrorsa Cav., M. chubutensis Speg., Ame- ghinoa patagonica Speg.; las Solanáceas, *Lycium patayontcum Miers., L. acanthocladium Speg., Benthamiella patagonica Speg., B. longifolia Speg., B. pycnophylloides Speg., género peculiar de Patagonia, Nierembergia patagonica Speg. y Fabiana patagonica Speg.; las Verbenáceas, Verbena carroo Speg., Lippia foliolosa Ph. y L. Darwinii (B. H.) Speg., la Labiada, Nicromeria Darwinú Benth., conocida con el nombre de «té pampa», pues sus hojas, preparadas en infusión, producen un excelente; la Santalácea, Arjona tuberosa Cav., que produce tubérculos comestibles y la Gnetácea, * Ephedra frustillata Miers. (n. v. solupe). En la región de la precordillera y aun mismo en las pampas al-

1 En Téhuesh: Kamuer.

232 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

tas que la preceden, ya se presentan familias que pertenecen á la formación de los bosques antárticos. Llaman la atención la Rosá- cea, Fragaria chilensis Ebrh. (n. v. frutilla); las Saxifrágeas, “Ribes magellanicus Poir. y FR, Lacarensis Ph.; la Ericácea, *Gaultheria florida; la Empetreácea, *Empetrum rubrum Willel, (n. v. mutilla) y, por último, las Copuliferas Fagus pumilio Poepp. y Endl. y F. antarctica Frorst.

Las regiones boscosas, en el resto de la Patagonia, no son raras, aunque naturalmente tienen las especies un aspecto achaparrado. Alsur del rio Negro predominan las aglomeraciones de Schinus, Condalia, Prosopis, Larrea y Gouerlia; en la altiplanicie al este del rio Chico (Gobernación del Chubut), multitud de ejemplares de Tre- voa; al oeste del rio mencionado, Prosopis y Berberis; en el bajo al pie de los Montes Azules, nuevamente grupos de Trevoa, Prosopis y Grabowshkia; las depresiones entre sierras Coloradas están ocupa- das por Schinus, Prosopis, Berberis y Grabowskia; en la región sub-, litoral entre Deseado y San Julián, matorrales de Trevoa, que se extienden hasta las sierras de los Baguales, y por último, el Bajo del Mar que se prolonga más al sur del río Santa Cruz, está cu- bierto por Berberis, Lycium y Schinus.

Por lo demás, todas las llanuras y aun los escoriales están más ó menos tapizados por muititud de especies de Gramináceas de los gé- neros Phalaris, Spartina, Alopecurus, Stipa, Phleum, Dyachyrium, Agrostis, Polypogodon, Poa, Glyceria, Bromus, Elymus, Distichlis, Hordeum, Panicum, etc,

107 FAUNA.

La fauna de los territorios patagónicos, considerada en su con- junto, ofrece pocos variantes comparada con la del resto de la República y esa semejanza es tanto más notable, si se toman espe- cialmente los mamiferos y aves. No obstante, el río Negro cons- tituye un límite para algunas especies.

Los Reptiles y Batracios son limitadisimos y en cuanto á los in- sectos tampoco hay abundancia de ellos, notándose numerosos re- presentantes que pertenecen á la fauna chilena. Respecto á los demás invertebrados, los estudios realizados hasta ahora son de- ficientísimos y agregaré que no se ha hecho investigación alguna en el plankton de los rios y lagos.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 239

El orden de los Quirópteros está representado, tanto al norte co- mo al sur de Patagonia, por especies de los géneros Vespertilio, La- siurus y Myotis.

Los carniceros son indudablemente numerosos, entre los Muste- linos figuran el Conepatus (Conepatus) Humboldti Gray (n. v. zorri- 1no)*, Galictis vittata Schreb., (n. v. hurón mayor), Lyncodon pata- gonicus Gerv. (n. v. hurón) y las Lutra paranensis Rengg. y L. felina Mol. que habitan el lago Colhué-Huapi y los rios adyacen- tes. Hay tres especies de Cánidos; el Canis (Cerdocyon) Azarae (Wied), €. (Cerdocyon) magellanicus (Gray) y el €. (Cerdocyon) griseus (Gray)?, este último típico de Patagonia. En los Felinos figuran el Felis (Uncia) puma Mol. (n. v. puma)?, con dos va- riedades, la una propia de la Patagonia andina y la otra tanto del oriente como del occidente; y también cuatro especies de gatos monteses. F. (Zibethailurus) chibiguazú (Griffith); F.(Oncoides) guig- na (Mol.), F. (Oncoides) Geoffroyi (Orb.) y F. (Felis) pajero Desm.

En la costa atlántica aun se señalan algunas «roquerias» ocupa- das por diferentes especies del orden de los Pinipedia, que en otras épocas debieron contar con numerosos ejemplares. La especie más común es la Otaria byronia Blainv. (n. v. lobo de un pelo)*, luego viene el Arctocephalus (Arctocephalus) australis Zimm. (n. v. lobo de dos pelos) y el Macrorhinus leoninus L., además de otras tres especies de Ognorhinus.

Los Roedores son por demás abundantes y pertenecen álos géne- ros Mus, Holochilus, Oryzomys, Eligmodontia, Reithrodon, Phyllotis, Akodon y Notiomys. Debo hacer especial mención del Ctenomys magellanicus Bennet (n. v. tuco-tuco) que tiene minadas con sus cuevas subterráneas las llanuras patagónicas, el Myocastor coypus Mol. (n. v. nutria común), que habita en todos los ríos y arroyos, el Lagidium peruanum Meyen. (n. v. chinchilla) ?, que se le encuen- tra en el macizo montañoso al oeste del rio Chico (Gobernación del Chubut), la Cavia (Kerodon) australis (Is. Geoffr.) y, sobre todo, la Dolichotis patagonica Shaw*, que, aunque no pase más al sur de San Julián, es de una abundancia asombrosa.

El orden de los Ungulados está representado por tres especies

1 En Téhuesh: Hueketa.

2? En Téhuesh: Hail y Paten. 3 En Téhuesh: Huéta.

* En Téhuesh: Kemerur.

% En Téhuesh: Zameloe.

5 En Téhuesh: lamen.

234 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

caracteristicas. En todo el territorio, desde río Negro hasta Ma- gallanes, en rebaños numerosísimos formados por centenares de ejemplares, figura el Lama huanachus (Mol.) Mtsch. (n. v. huanaco)?; al norte, cerca del río Negro, exclusivamente el Odocoileus (Blas- tocerus) campestris (F. Cuv.) y en la región andina, aunque á ve- ces se suele aventurar algo hacia el este, el Odocoileus (Hippoca- melus) bisulcus (Mol.) (n. v. huemul).

También suelen aparecer varados en las playas atlánticas, ejem- plares de diversos Cetáceos, especialmente Balaenoptera interme- dia Burm.?, ó B. patagonica Burm., como también varias especies de Delfinidos.

Existen tres especies del orden de los Edentados, el Zaédyus minutus (Desm.) Amgh. (n. v. piche),* que llega hasta la margen izquierda del río Santa Cruz, el Dasypus (Choetophractus) villosus (Desm.) (n. v. peludo), que habita en las regiones del norte, donde también existe el Tolypeutes conurus Is. Geoffr. (n. v. mataco).

Por último, en las proximidades del río Negro se suelen encon- trar, aunque no con frecuencia, los Marsupiales, Didelphys (Meta- chirus) crassicaudata (Desm.) y D. marsupialis L. var. Azarae Temm, (n. v. comadreja).

Las aves, á pesar de la pobreza de las regiones australes, son su- mamente abundantes. El orden de los Rheiformes tienen dos espe- cies que caracterizan también esos territorios; al norte la Rhea americana (L.) y en el resto del territorio hasta el estrecho, la Rhea Darwinii Gould (n. v. avestruz petizo). Hay tres especies de Tinamiformes de los géneros Nothura, Colopezus y Tinamotis. En los Columbiformes figura la Columba maculosa Temm., C. arau- cana Less. y Zenaida auriculata Des Murs. Las especies más co- munes de Ralliformes pertenecen á los géneros Rallus, Ortygops y Pulica.

En la costa atlántica hay buena cantidad de aves marinas, inter- nándose muchas de ellas en el continente, como sucede con ejem- plares pertenecientes álos tres géneros de Podicipedidiformes, Podi- cipes, Aechonophorus, Podilymbus. El orden de los Sphenisciformes, ó pengúiines está representado por Aptenodytes patagonica (Forst.) y el Spheniscus magellanicus (Forst.) Steph. Las procelarias y alba- tros (Procellariiformes) ofrecen especies de los géneros Oceanites,

! En Téhuesh: Ko. 2? En Téhbuesh: Kauel Korra. 3 En Téhuesh: Ga-ano.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 235

Puffinus, Priocella, Majaqueus, Oestrelata, Ossifraga, Daption, Prion, Pelecanoides, Diomedea y Phoebetria. Los Lariformes tienen los géneros Sterna, Rynchops, Larus, Leucophaeus y Megalestris.

Las lagunas que se encuentran en todo el territorio, como tam- bién los cursos de agua permanente, son lugares preferidos por multitud de ejemplares de los géneros: Chionis, Attagis, Thinocorys, Haematopus, Oreophilus, Belonopterus, Zonibyx, Aegialitis, Pluvia- nellus, Totanus, Heteropygia, Tringa y Gallinago (Charadriifor- mes); Theristicus, Ardea, Nycticorax y Ardetta (Ardeiformes); Phoe- nicopterus (Phoenicopteriformes); Cygnus, Coscoroba, Chloéphaga, Tachyeres, Anas, Mareca, Dafila, Querquedula, Spatula, Heteronet- ta, Metopiana y Erismatura “Anseriformes) y Phalacrocorax (Pe- licaniformes).

En los lugares montañosos se muestran los Cathartidiformes, Sarcorhamphus gryphus L. (n. v. cóndor)! y el Cathartes falklan- dicus (Sharpe) y en el resto del territorio hay numerosas especies de Accipitriformes, especialmente el Polyborus tharus (Mol.) (n. v. carancho)” y el Milvago chimango (Vieill.) (n. v. chimango), ade- más de especies de los géneros lbycter, Circus, Accipiter, Gera- noaetus, Buteo, Falco, etc. Desde Magallanes hasta el río Negro se ven algunos Strigiformes, como el Bubo magallanicus Grn.* y Speotyto cunicularia (Mol.)*. En la costa del río Deseado hacia el norte, como en el interior, se encuentran los conocidos Psittacifor- mes Cyanolyseus patagonicus (Vieill.) (n. v. loro barranquero), y Microsittaca ferruginea (P. 4 S. Múll.) Gray. También deben citarse en la avifauna patagónica, algunos Coraciformes de los géneros Ceryle, Stenopsis y. Eustephanus, como también Piciformes de los géneros Coloptes é Ipocrantor.

Por último, los Passeriformes son numerosos y dan la nota ale- gre en aquellas poco hospitalarias regiones. Los géneros represen- tados son: Seytalopus, Rhinocrypta, Hylactes, Geositta, Upucer- thia, Henicornis, Aphrastura, Sylviorthorhynchus, Phloeocryptes, Leptasthenura, Siptornis, Anumbius, Phacelodomus, Pseudosizura, Pygarrhicus Agriornis, Myotheretes, Toenioptera, Lichenops, Mus- cisaxicola, Centrites, Serphophaga, Anaeretes, Cyanotis, Elainea, Phytotoma, Tachycineta, Progne, Atticora, Cistothorus, Troglo-

1 En Téhuesh: Uerio.

2 En Téhuesh: Keruf.

3 En Téhuesh: Jaama. 4 En Téhuesh: Jake-go!l.

236 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

dytes, Mimus, Merula, Anthus, Curaeus, Trupialis, Molothrus, Sper- mophila, Chrysomitris, Zonotrichia, Phwygilus, Sycalis, etc.

Los Reptiles, como ya lo he dicho, no son numerosos. Entre los Saurios figuran algunas lagartijas, muy comunes en todo el pais dada su naturaleza pedregosa; pertenecen á los géneros Liolaemaus, Liosaurus y Diplolaemus. Los Ofidios son escasisimos y puede de- cirse que no pasan al sur de la Patagonia central; están repre- sentadas las culebras por los géneros Phylodryas y Rhadinea y hay una sola víbora. la Lachesis ammodytoides (Leyb.) Blgr.* Sólo cer- ca del río Negro, figura el infaltable Batracio Ceratophrys america- na (D. B.) Blgr.; más al sur hay algunas especies de los géneros Paludicola y Bufo”.

Las aguas del litoral atlántico son ricas en peces de los géneros Seyllium, Clupea, Tachyurus, Atherinichtys, Mujil, Pomatomus, Senolella, Parona, Acanthistius, Agriopus, Pinguipes, Percophis, Eleginus, Merluccius, etc. En los ríos, la especie más común es la Percicthys laevis Jenyns.

En toda la costa atlántica existen numerosos Moluscos y algunos Crustáceos, aunque la cantidad de especies esté en razón inversa del exagerado número de ejemplares. Los géneros más comunes de Gasteropodos son Vatica, Voluta, Trochus, Trophon, Patella, y de Lamelibranquios Mactra, Venus, Pecten, y Mytilus*?. En los lagos Colhué-Huapi y Musters abundan los géneros de agua dulce Unto y Anodonta.

Por último, los insectos si bien poco numerosos, no dejan por eso de hallarse regularmente representados todos los órdenes, aun- que muchas familias sólo pueden ofrecer una ó dos especies,

1 En Téhuesh: Chocan Ma. 2 En Téhuesh: Ualuel. 3 En Téhuesh: Kole.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 237

CAPÍTULO II.

EL HOMBRE.

UN

de

PALEOANTROPOLOGÍA Y SOMATOLOGÍA,

Estoy convencido del no autoctonismo de los clanes que exis- tian en la extremidad de la América austral*, Sin embargo, creo que en esos territorios ha habido un substratum, bien limitado por cierto, de un tipo paleolítico, cuyos restos osteológicos nos son aún realmente desconocidos, pero de cuya industria primitiva describiré en el curso de esta memoria, ejemplares interesantes.

Dejando de lado este árduo problema á resolver, haré notar que como elementos primordiales, han actuado en Patagonia durante la época premagallánica, dos tipos humanos bien definidos. El primero dolicocéfalo, el otro braquicéfalo y ambos, en mi opinión, coetáneos. El dolicocéfalo premagallánico se detuvo en las már- genes del rio Negro y seguramente no habitó permanentemente al sur del paralelo 41% En cuanto al otro, se repartió por el res- to del territorio, hasta llegar á las playas del estrecho de Maga- llanes, lo cruzó y fué á instalarse en la Fuegia.

El tipo braquicéfalo estaba constituido por individuos nóma- das, que recorrian en todo sentido los territorios patagónicos y por ese motivo más de una vez chocarían con los pueblos con quienes limitaban al norte y noroeste, al sur y sudoeste y cuyas formas craneanas diferían por completo de la suya. En esas colisiones se harían, á no dudarlo, prisioneros, por lo general mujeres y niños, los que formarían después parte integrante del clan triunfador. De ahi la presencia esporádica al sur del paralelo 41% de cráneos subdolicocéfalos y mesaticefalos, en los enterratorios modernos.

Mi deber es detenerme en los caracteres más salientes del tipo braquicéfalo, desde que lo estimo como local, pues se desarrolló

1 Empleo la palabra autóctono en sn verdadero valor cientifico, y no en la for- ma ambigua con que la utilizan ciertos escritores.

238 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

in situ por largo espacio de tiempo y, además, ha trasmitido sus caracteres más salientes ¿la población indigena protohistórica?.

Las condiciones especiales del medio físico en que vivía, contri- buyeron en primer término á que sus caracteres somáticos presenta- sen condiciones sobresalientes, que bien pueden estimarse como re- sultante de una verdadera selección natural. El estudio de los huesos largos recogidos en las gobernaciones del Chubut y Santa Cruz, ha dado tallas medias de 1,71-1.69 para los hombres y 1.69-1.58 para las mujeres, respectivamente. La armazón ósea por lo general es robusta y con impresiones musculares bien marcadas, especial- mente las del maxilar, nuca y fémur. El cráneo se distingue por su gran capacidad; la frente encorvada, rara vez huyente; cara alta; órbitas megasemas; nariz leptorrínea y en ciertos casos un prog- natismo subnasal. Los miembros son sumamente robustos, el cú- bito con una marcada platolenia; mientras que el fémur ofrece frecuentemente el tercer trocanter, lo mismo que la fosa hipotro- canteriana, además de una platimeria bien caracterizada.

A causa de ciertos adminículos usados durante la crianza del re- cién nacido y que describiré á su debido tiempo, se producía en el cráneo una deformación por aplastamiento posterior que, cuando no se ejercía perpendicularmente, producía plagiocefalía.

Por último, el tipo de que me ocupo ofrece ciertos caracteres negriticos, puramente ocasionales, como ser el alargamiento de la escápula, prognatismo, etc.

En cuanto á la morfología, el hombre patagónico constituía una variedad humana no obscura y algo amulatada. Sus cabellos eran lisótricos derechos. En la mujer los caracteres sexuales se- cundarios (caderas, pechos, etc.), eran muy desarrollados. Es dig- no de observar que si bien los músculos se encontraban perfecta- mente marcados, muy rara vez se hace mención de individuos que representen casos de verdadero polisarcia.

Tal es el elemento, que á mi juicio, ha representado el papel más preponderante en Patagonia, durante las épocas premagallá- nica y protohistórica.

1 De veinte y nueve individuos de ambos sexos medidos por el Dr. Brancisco P. Moreno durante uno de sus viajes (1876-77), veinte y cinco indicaron braqui- cefalía y cuatro sub-braquicefalía (Véase, Viaje á la Patagonia austral, 1, 316). Además, los cráneos encontrados por el señor De la Vaulx en los tchenkes próxi- mos á los lagos Colhué Huapi y Musters, han dado una media sub-braquicéfala; 80.13 (R. Vernau y H. DE La VauLx, Les anciens habitants des rives du Colhué Huapi, en Congrés international des Américanistes, XII" session, 120).

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 239

Creo que es un error considerar como de una antigúedad exage- rada á los cráneos dolicocéfalos encontrados hasta ahora. El ele- mento de cráneo alargado, tengo motivos para creerlo, aun existía en gran número en el momento histórico de la conquista española, no sólo en el rio Negro, sino también al sur de la provincia de Buenos Aires y aun en la de Entre-Ríos. Las variedades cranea- nas que se encuentran esporádicamente al sur del paralelo 410, son simplemente los individuos mestizos que han resultado de la mezcla del tipo de cráneo corto con los dolicocéfalos del río Ne- gro ó con algunos individuos de los que constituían la población del archipiélago magallánico, pero no admito en manera alguna que sean representantes de entidades étnicas independientes. La mestización por la región norte del territorio, no ofrecía inconve- niente alguno, y por el sur, á pesar del estrecho, éste fué cruzado por los indigenas en todas las épocas, y hasta creo que muchos de los clanes fueguinos vivieron en el continente en la época prema- gallánica!.

No creo, pues, en el tipo americano mesaticéfalo creado por el Dr. Francisco P. Moreno, y menos en asignar al mencionado tipo las pictografias que existen en todo el territorio sudamericano ?.

El hombre patagónico cuaternario aun no se ha descubierto, y es natural que asi sea, desde que no se han verificado exploracio- nes sistemáticas. Sólo se han recogido los cadáveres depositados en los tchenkes ó en determinadas cavernas, pero todavía falta exa- minar minuciosamente el loess acumulado en algunas localidades y en el cual, quizá, se encuentre el verdadero trait d'union, entre la población de cráneo largo que habita parte del archipiélago maga- llánico y los viejos dolicocéfalos del cuaternario bonaerense.

la

NOMENCLATURA, ÁREA GEOGRÁFICA DE DISPERSIÓN Y DENSIDAD DE LA POBLACIÓN DE LOS CLANES PATAGÓNICOS.

Con el nombre de Patagones designó Magallanes en el año de 1520 á los indigenas con quienes mantuvo relaciones, durante su estadía en el puerto de San Julián.

1 En el parágrafo vi demostraré la verdad de esta afirmación. 2 F. P. Morzxo, Notes on the anthropogeography of Argentina, en The Geogra- phical Journal, xvr11, 970, 976.

AO MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Los viajeros que en los años posteriores arribaron al litoral pa- tagónico mencionan en sus diarios ú obras, la denominación pri- mitiva, y recién en los documentos de la segunda mitad del siglo XVIII, aparece por primera vez el nombre de Tehuelches, con el cual, los Araucanos argentinos conocían á los indios del sur?,

Esos mismos Araucanos, designaban por extensión á los Pata- gones con el apelativo de Vuta Huilliches”.

Los Puelches que vivian al sur de la provincia de Buenos Aires y entre los rios Colorado y Negro, apellidaron á los Patagones, Tehuelhets* y, por último, los españoles adoptaron, no sólo el nombre de Tehuelches, sino que contribuyeron con la denomina- ción de Serranos * De lo anterior se deduce que es imposible saber cuál fué el término general que empleaban los Patagones, para designarse á mismos hasta fines del siglo X VIII.

El jesuita Falkner menciona los nombres que se aplicaban á los diferentes grupos de Patagones, á saber, Leuvuches, Calille-het, Chulilau (kéni), Sehuau (kéni) y Yacana (kéni). Ninguno de ellos tiene valor, pues están compuestos de palabras araucanas, puelches y dudosas, siendo tan sólo la terminación kéni, perteneciente al idio- ma Patagón?, D'Orbigny, admite la división de los Patagones

! Véase, Extracto ó resumen dei diario del Padre José Cardiel. Coleccion de via- jes y expediciones á los campos de Buenos Aires y las costas de Patagomia, en Pebro DE ÁNGELIS, Coleccion de obras y documentos relativos á la historia antigua y moderna de las provincias del Rio dela Plata, V. Cito este documento, tan sólo como una referencia ilustrativa.

Respecto al nombre Tehuelche, existe en los diferentes autores una verdadera discrepancia de opiniones. No las analizaré, puesto que ya lo ha realizado con verdadera erudición el Dr. Roberto Lehmann-Nitsche en una memoria que leyó ante la Sociedad Antropológica de Berlín, bajo el título de Weitere Angaben uber die altpatagonischen Schádel aus dem Museum zu La Plata, y publicada en la pági- na 343 y siguientes de las Verhandlungen de la indicada sociedad, correspondien- tes al año 1902. Por mi parte, creo que el nombre Tehuelche es completamente Araucano y puede descomponerse en esta forma: Te-huell-che = «gente de pose- sión ó hacienda sin par.» (Conf. Anprés FeBrés, Diccionario Araucano Español (edi- ción 1883), 42, 107, 230). Con esa denominación, los Araucanos han querido expre- sar la aridez y pobreza incomparables del territorio que ocupaban los Patagones. El Dr. Juan Mariano Larsen opinaba más ó menos de idéntica manera (FreBrés, Ibid, apéndice, 65).

2 Vuta =grande, ghiuylli=sur, che=hombre, gente. (Febres, Ibid, 42, SS, 275). Véase, además, 4 Thomas FALkNER, A Descriptión of Patagonia, 102.

3 En este caso la primera parte del nombre es araucana, te-huell, siendo puel- che la terminación hets, equivalente á pueblo ó gente (FaLkner, 1bid, 102).

* FALKNER, 1bid, 102.

5 Leuvu, che, calille, son araucanas; het puelche; Chulilau y sehuau, dudosas. En cuanto á Yacana , es indudable se trata del nombre verdadero de Jos ac-

tuales Onas. Kéni (é=0 alemana), quiere decir pueblo ó gente (FaLkner, Zbid 102 y passim).

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 241

en dos grupos, los del norte, á quienes designa con el nombre arau- cano de Tehuelches y los del sur, con el vocablo Inaken !.

Es indudable, pues, que los clanes patagónicos se designaban con dos nombres correspondientes, el uno á los individuos del nor- te, el otro á los del sur, división que aun subsistia en la época en que Musters realizó su viaje y sin que ella implicase una variante fundamental entre ambos grupos?.

Los diferentes clanes patagónicos ocupaban los vastísimos terri- torios comprendidos por el río Negro al norte; el Limay y la precordillera al noroeste; esos mismos contrafuertes de los An- des al oeste; el estrecho de Magallanes al sur; mientras que al sudoeste no pasaban de las primeras serranías boscosas que se elevan en el istmo * queune la península de Brunswick al continente y, por último, el océano Atlántico les servia de barrera por el este,

Estaban en contacto directo al norte y noroeste con los Puel- ches y Araucanos y al sudoeste con los Chonos y Alacaluf.

El inmenso territorio á que me he referido, ha estado poblado de una manera deficiente en todas las épocas. Si bien su extensión aproximada llega á ser de unos 688,898 kilómetros cuadrados, la po- breza y aridez que lo caracteriza ha impedido que albergara ura población densa, Los primeros descubridores, hablan muy vaga- mente del número de indígenas que vieron y lo más de las veces sólo se entrevistaron con pequeños grupos aislados. El único so- breviviente al desastre que experimentó aquella población fundada

1 ALcines D'Orb1GNY, Voyage dans l' Amérique méridionale (edición 1839-43), 11, 9, La referencia de D'Orbigny sobre la denominación Inaken, es algo ambigua. En la obra mencionada al comienzo de esta nota, da á entender, que aquella voz es un vocablo Patagón: «que les autres Patagons appellent Inaken». Pero resulta que hace muy poco tiempo, han sido publicados los vocabularios Puelches recogidos por el gran D'Orbigny. El editor, Raúl de la Grasserie, que apenas balbucea errores sobre lingúística y filología, nada dice sobre la historia del hermoso con- junto de palabras que publica y, para colmo, lo titula Vocabulaire Pehuelche (sic). Bien, en dos partes de la mencionada publicación, aparece la palabra Inaken como designación puelche de los indios del sur (Véase, Contribution a U'étude des langues de la Patagonie, en Congrés international des Américanistes, XIL* session, 346 y 349). Sin embargo, pudiera ser que esa palabra Inaken fuera perteneciente al idioma de los Patagones y que, adoptada por los Puelches, quedó incorporada á su lengua. Desgraciadamente, son conjeturas sin base cientifica y que obligan á no tomar en cuenta la palabra que me ocupa.

2 GeorGeE CuawortTH MustERs, At home with the Patagoniams (edición 1873), 73 Respecto á la nomenclatura indígena de Patagonia, son por demás interesantes los datos que contiene la mencionada memoria del Dr. Roberto Lehmann- Nitsche, Weitere, etc.

3 Sumaria relación de Pedro Sarmiento de Gamboa, en Colección de documentos inéditos del Archivo de Indias v,393 y 397.

AnaL. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3”, T. v. Junio 3, 1905. 16

249 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

por Sarmiento de Gamboa en el actual puerto Hambre, menciona en sus declaraciones que durante su estadía en el lejano sur vió reunidos á lo sumo, 250 indigenas*. Y doy preferencia á lo declara- do por Tomé Hernández, dado el tiempo que vivió en la ciudad de San Felipe.

Anteriormente, el clérigo Juan de Areizaga que formaba parte de la expedición de Jofre de Loaiza, relata como una de las peripe- cias de su viaje átravés del territorio que media entre el cabo Vírgenes y la bahía Santiago, su encuentro con más de 2,000 Patagones pero el dato, en mi concepto, no tiene valor alguno ?.

Recién á mediados del siglo XVIII y con motivo de los viajes de reconocimiento realizados al sur del paralelo 41*, pudieron recogerse informaciones positivas. Los tripulantes del navío « San Martín » (1753), avaluaban en 1,400 individuos el número de los indígenas que vivian en los alrededores de San Julián*. Mu- chos años después (1780), Viedma estimaba en 4,000 personas el total de la población indigena de todo el territorio patagónico *, Si bien esta referencia es exacta en lo que se refiere al conjunto de clanes que existían en la latitud de San Julián, y aun más al sur, me parece, en cambio, que no toma en cuenta el denso núcleo del norte, establecido entre el río Negro y el paralelo 42% y que po- dría avaluarse en otros 4,000 individuos. Por manera, que D'Or- bigny, da una cifra bastante aproximada al estimar en 10,000 almas el total de los indígenas que formaban los clanes, debiendo advertir por mi parte, que aquel número debió ser la media cons- tante de todas las épocas.

STE CARACTERES PSICOLÓGICOS.

Los caracteres psicológicos del hombre patagónico protohis- tórico y moderno, ofrecen detalles interesantes.

' Declaración de Tomé Hernandez, vu, en Viage al Estrecho de Magallanes por el capitán Pedro Sarmiento de Gamboa en los años 1579 y 1580. En forma de apéndice.

2 GonzaLo FERNANDEZ DE Oviebo Y VaLez, Historia yeneral y natural de las Indias, 11, 42. Areizaga en todo su relato, se muestra exagerado con el objeto de rodear de mayores dificultades el viaje á pie que realizó.

3 Viage que hizo el «San Martin », desde Buenos Aires al puerto de San Julian, Colección, etc., 21, en AnGELIS 1bid, y.

* Ayronio DE Viebma, Descripcion de la costa meridional del Sur llamada vul- garmente patagónica, 79, en ANGELIS, Ibid. vi.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 243

El sentimiento más desarrollado fué el amor filial. Todos los autores llaman la atención sobre el cariño entrañable profesado por los padres hacia sus hijos que en muchos casos llegaba hasta condescendencias increibles, como ser el consultarles cuando debía «le cambiarse la ubicación del clan, etc.?! En cuanto al amor entre individuos de sexos diferentes no alcanzaba formas exageradas.

El pudor, fué otra de las caracteristicas de los clanes australes. Las mujeres manejaban diestramente su gran manto de pieles de huanaco, para de impedir que al montar á caballo ó en movi- mientos bruscos se descubriera alguna parte del cuerpo. A pesar de la vida de comunidad que se hacía en el kau, las jóvenes man- tenían igualmente su recato, y en cuanto á las chiquillas que aun no habían alcanzado á la pubertad, no se las permitía andar des- nudas.

No se llevaba á cabo la venganza ni aun en los casos de adulte- rio, en los cuales el marido ofendido, olvidaba el hecho mediante una retribución en especies”.

Los numerosos vestigios que se encuentran de campos de pelea encerrando restos humanos con heridas terribles, demuestran que los Patagones premagallánicos luchaban con verdadero coraje en sus guerras intestinas, pero en la época moderna, en sus choques con los descubridores y conquistadores, ese coraje sólo puede es- timarse como simple impulsividad refleja, desprovista, desde lue- go, de todo poder razonador.

La disposición del carácter y la vida de conciencia, señalan de- talles interesantes y en cierto modo antitéticos. Los Patagones re-

cibieron siempre con completa confianza álos viajeros que en diversas ocasiones llegaron á sus territorios; practicaban la hospi-

talidad con verdadero placer y compartían con el huésped sus ali-

mentos. Eran sumamente agradecidos y no recibían regalos de los

extranjeros sin demostrar su gratitud obsequiando á los recién venidos con alimentos, pieles, etc.? En cambio, consideraban como natural el matar á los shamanes

cuando creían que el enfermo había fallecido por causa de aqué-

llos*, Y en cuanto á las personas inútiles, eran abandonadas si

1 FALkNER, Zbid, 127. 2 Viebma, Lbid, 74. 3 Awroni0 PIGAFETTA, Primo viaggio interno al globo terracqueo (edición 1800),

29. SARMIENTO DE Gamnoa, Relacion, 384, etc.

4 VieDMa, Lbid, 76.

944 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

circunstancias especiales obligaban á los clanes á cambiar de ubi- cación súbitamente?.

En los primeros años después del viaje de Magallanes, los indí- genas no se daban cuenta de la naturaleza del robo y sustraían ob jetos á vista y paciencia de los viajeros, pero, el contacto contínuo con los españoles, desarrolló en aquéllos el deseo de apoderarse de los objetos que pertenecian á los cristianos, y los robos de esa es- pecie se consideraban como una obligación sagrada qe

Por lo demás, ninguna falta era castigada y puede decirse que era desconocida toda idea de represión en general.

Sobre la manera de expresar las emociones, bien pocos detalles se han conservado. El llanto se producia durante los funerales de los parientes, siendo únicamente las mujeres las que se entregaban á esas manifestaciones de dolor. En cuanto á los chicos, rara vez lloraban?. La expresión de la risa se manifestaba con grandes car- cajadas y debo hacer notar que, como una muestra de alegría, figu- raba el abrazo.

Las facultades intelectuales de los Patagones antiguos y moder- nos acusan un regular desarrollo mental. Analizaré brevemente. La atención está demostrada por la facilidad con que los viajeros recogían referencias filológicas, lo que indica en los indígenas un sometimiento por largo rato á las preguntas que se les formulaban. Por otra parte, la confección en rocas duras de ciertas armas, los proyectiles arrojadizos, por ejemplo, denota una gran paciencia, lo mismo que el estarse en acecho largo tiempo á la espera de la caza en aquella época en que aun no utilizaban el caballo y se servian, en cambio, de medios primitivos.

Mencionaré una referencia que demostrará la cualidad de obser- vadores que poseian los Patagones. Wood y Narborough, encon- traron en San Julián, dibujos recién hechos por los indigenas que representaban fielmente, la extructura externa del barco de aque- llos navegantes *.

El poder de abstracción de los Patagones se encuentra bien perfilado en su sistema decimal de numeración del que supieron sacar un perfecto provecho, llegando hasta grandes cantidades.

La asimilación se verificaba deficientemente y el contacto con los españoles no produjo efecto alguno entre los indigenas. Sólo

D'OrB1GNY, 1bid, 1, 190.

D'OrB1GNY, Lbid. TI, 104.

VieDMa, lbid, 79, 17.

CuarLes DE Brosse, Histoire des navigations aux terres australes, II. 29.

p Ds

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. DAD

adoptaron ciertos detalles sin importancia alguna en la indumen- taria, etc. Por lo demás, permanecieron enclavados en sus prácti- cas primitivas.

Los Patagones poseían sumamente desarrollada, la memoria de las palabras. Los indígenas con quienes se entrevistó Magallanes aprendieron algunas frases y oraciones *, Sarmiento de Gamboa comprobó el uso de algunas voces castellanas? y Samuel Wallis hace notar que los indígenas encontrados por él en el cabo Virge- nes (1766), aprendieron á decir: englishmen come on shore, y un mes después, al llegar el mismo viajero ála bahía Posesión, los Patago- nes al recibirle, repetían perfectamente aquellas mismas frases?,

La imaginación no alcanzó mucho desarrollo. No se conservan leyendas, aunque bien podría considerarse como una fábula, la re- ferencia comunicada por los indígenas 4 Olivier de Noort, de que en el interior del territorio había un país llamado Coin, habitado por gigantes que mantenían la guerra con los clanes que existían en la latitud de puerto Deseado, reprochándoles la práctica de comer carne de avestruz *.

S IV IDIOMA Y NUMERACIÓN.

Los documentos escritos que se conservan sobre el idioma de los Patagones protohistóricas, son deficientes para formarse una idea completa del lenguaje.

Entra la época en que Pigafetta recogió el vocabulario que in- cluye en su obra y el año en que Viedma coleccionaba la serie de palabras añadidas á su informe de viaje, median más de dos y me- dio siglos. Semejante espacio de tiempo permitiría suponer que el idioma de los indigenas australes, comparado con el que hablaban á mediados del siglo XIX, sufrió variantes profundas. No obstante la evolución experimentada, ésta no fué fundamental, pues gran número de palabras subsistieron y se conservaron con una pureza perfecta. Las diferencias substanciales que se notan, quizá tengan

1 PiGAFETTA, bid, 28.

2 SARMIENTO DE GAMBOA, Relación, 390.

3 J. Hawkesworta, Relation des voyages entrepris par odre de sa Majesté Brita- nique actuellement regnante pour faire des déscouvertes dans l'hémisphere méridional, 1, 17 y 28.

1 De Brosse, Lbid, 1, 299.

246 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

por causa la ignorancia de los colectores de vocabularios, cuya falta de práctica produciría errores en la transcripción de las pa- labras de pronunciación difícil,

Ofrezco un cuadro comparativo en el que he anotado tres voca- blos que se han conservado sin variante alguna, otro que ofrece ciertas diferencias, y el quinto, en cambio, se distingue por altera- ciones más profundas.

CUADRO I | Autor Ojos Nariz Diente Mano Sol | ¡e | —| IR Pigafetta (15290) ...0.o lo: Oter Or |. For Chene ca ' chem WMedma (SOS)... Gotal | Cor Sóen M.S. British Museum 1?.... Gosel = ¡Joró Kor| Jan Kora M.S. British Museum II... Fotel O | Kurr Ore Kolkaua DO yaa) atea Guter = = Chene Chuina Cox (1862-1863)5......o...... Otel Or y" Her litechen | Soorken Mantas Sc). aerea Gottel Oo | Curr Ore Fan | Shwim SCS ei Otl Or | Hor Ktsen | Keniken- | ken Musters (1869-70)3 ........|] Otl | Tehal- |... OB ln 2EStcE% | Gengenko | Moreno (1876-77)?.......... | Otell | Urr |[|OrróUrr| K'chen | Shehen 6 ó th | ó6 Arrg | | óChen |Shehuena [Epa OR eer | Hor | Hor Tchen E | 1

Recorriendo el vocabulario de Pigafetta se nota, además del nú- mero de palabras elementales que lo forman, denominaciones es- pecificas de aves, mamiferos, etc., y algunas expresiones genera-

1 PiGarErTa, lbid, 191 y siguientes.

2 VieEDMaA, Zbid, xy y siguientes.

3 DawnieL G. BrinTON, Studies in South American Natives Lenguages, en Proceedings of the American Philosophical Society, xxx, 87 y siguientes. Los m. ss. á que hace re- ferencia Brinton se encuentran depositados en la biblioteca del Museo Británico y forman parte del códice Add 17,631. Véase también á este respecto. la obra del conde de la Viñaza, Bibliografía española de lenguas indígenas de América, 179, 280» números 314 y 1007, respectivamente.

4 D'OrbIGNY, Ibid, 1v, SO (cuadro)

5 GuinLermMO E. Cox, Viaje en las regiones septentrionales de la Patagonia, 252 y siguientes.

6 CarLos F. von Marrtius, Glossaria linguarum brasiliensium, 211 y siguientes.

1 JuLio PLatzman, Der sprachstoff der Patagonischen (Frammatik des Theophilus Schmid.

s MustErs, Zbid, 337 y siguientes.

y Mokeno, Viaje, etc., 1, 880 y siguientes.

19 Enrique lar Sierra, Relación de los estudios hechos en el estrecho de Maga- llanes y Patagonia austral, en Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile, y, 46 y siguientes del apéndice.

OUTES:. LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 947

les, pescado, por ejemplo. Pero también ofrece la primitiva onoma- topeya aun utilizada, como ser las palabras Oui, Ohone y Holl, correspondientes á viento, borrasca y perro respectivamente,

En cuanto al idioma de los Patagones modernos los elementos de comparación son muchos más completos.

El Patagón, como todas las lenguas americanas, esincorporante ó polisintético, si se quiere.

Su estructura morfológica demuestra que es prefijante y prono- minal uniforme. El fonetismo, la inmensa mayoría de las veces, es elótico-lingual, con términos sumamente guturales. En sus voca- blos se repite bastante la terminación en y son muchos los adje- tivos que finalizan en nc ó nic. En la formación de las palabras priman las consonantes dobles y una cantidad de k. La acentua- ción se verifica invariablemente en la primera silaba, exceptuando ciertos verbos que comienzan con las sílabas, kom, ka, ke, en cuyo caso se acentúa en la segunda. El alfabeto consta de 22 letras ó sonidos elementales. Además, figuran los caracteres sh, ts y th. Las vocales son seis: a, e, 1, o, u, ú = 6, en alemán).

Las consonantes son diez y seis: b, ch, d, g, h, 3, k,1, m, n, p, r s, t, w, y*. Los diptongos son: al, au, ei, el, eu, 01, ou.

No me detendré en mayores detalles sobre el sistema gramati- cal, El pronombre tiene dual y los personales son:

)

Singular Dual Plural

ME yO Ulkwa nosotros Ushwa nosotros Ma tu Melkma vosotros Meshma vosotros Da él Dekda ellos Deshda, ellos

Los nombres que comienzan con e, g, h y w pierden su inicial cuando van regidos por un posesivo. Por ejemplo, Kan = Madre.

Singular Dual Plural Yan Mi madre Ukwan Nuestra madre Ushwan Nuestra madre Man Tu madre Mekman Vuestra madre Meshman Vuestra madre Dan Sumadre Dekdan Su madre Deshdan Su madre

El verbo tiene tres tiempos; presente, pasado y futuro y tres modos, indicativo, imperativo y subjuntivo, con formas interroga- tiva y negativa.

1 He resuelto no tomar en cuenta las consonantes y z, pues, la primera sue- na invariablemente como k y la z corresponde á un sonido idéntico á ts.

248 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Las preposiciones se colocan después de las palabras; los adver- bios se anteponen.

El idioma de los Patagones bajo el punto de vista lexicológico ofrece un gran número de palabras elementales. Todo tiene su especial designación, los mamiferos, las aves, los vegetales, los utensilios domésticos y los muchos objetos que los indígenas tu- vieron después de su contacto con el hombre blanco, además de otros que corresponden á expresiones generales. He notado, tam- bién, la presencia de vocablos que designan calidades abstractas, duro = shurenk, malo = kterouk, etc. Pero no figuran en el voca- bulario de que dispongo las palabras que corresponden á perdón, vida, ley, muerte, etc., abstracciones que, indudablemente, no han comprendido. Existe un buen número de homofonias pues deben considerarse como tales que se incluyen en las listas de palabras. Me bastará citar amel = criatura y cara, aur = pluma y hueso, koi= lago y nalga, etc.

La numeración alcanzó un perfecto desarrollo. Tenían una idea completa del orden sucesivo y alcanzaban de ese modo á grandes cantidades según el sistema decimal, A pesar de seme- jante adelanto, ese sistema numérico tiene estereotipado en si mis- mo su origen digital, lo que me hace suponer se trate de una verda- dera conquista de los Patagones.

Los diez primeros número son:

Choche Uno Winekash Seis Wame ¿ Dos Kaok Siete Kaash Tres Winekage Ocho Kaye Cuatro Jamejlktsen Nueve Ktsen Cinco Kaken genojktsen Diez

Desde luego, se ve que los números primitivos han sido cin- co, es decir, los dedos de la mano, con la particularidad de que al número cinco se le aplicaba la palabra ktsen, que quiere decir ma- no. La estructura de las palabras correspondientes á los números sels á diez es más complicada. Así, seis y ocho tienen el radical wine y por terminación kash=tres y kage=cuatro, respectivamen- te, con lo que se indica, estoy seguro, la duplicación de aquellas dos unidades. A partir de diez, se coloca primero el signo repre- sentativo de la unidad, agregando después la preposición kaur= sobre, por ejemplo, choche kaur=0once. Las decenas sucesivas van expresadas, primero, por una palabra distintiva de cada una de ellas, formada por el nombre de las unidades primitivas y la par-

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 249

tícula ono; inmediatamente después, el vocablo kaken = diez; por ejemplo: kftsenono kaken=50, ó sea 5x 10=50, Ahora bien, para expresar cincuenta y uno formaban la frase, primero, por la voz de la decena, luego la de la unidad y, por último, la mencionada preposición kaur, ó sea: ktsenono kaken choche kaur.

Como los Araucanos, Puelches y Allentiaks, los Patagones desig- naban los números cien y mil con las palabras quichuas patalk y warak, respectivamente y formaban las centenas y millares ante- poniendo la indicación unitaria y luego las mencionadas palabras, por ejemplo: wame patai: = 2000.

La numeración ordinal no la conocían ?.

Es digno de hacer notar que el hombre patagónico después de adquirir el español, demostró en sus expresiones en ese idioma, una marcada preferencia á la forma comparativa. Así por ejemplo, cuando por primera vez quizo referirse á los navíos que llegaban á los puertos del territorio, no conociendo la palabra correspon- diente y no poseyéndola aún su propio idioma, le pareció natural llamarlos «carros», pues este era el objeto concreto que más se pres- taba como término de comparación ?.

Antes de terminar este parágrafo, debo hacer notar un hecho importante. Los Patagones nonagenarios que aun viven en los terri- torios del sur hablan, además del idioma usual, divulgado en vo- cabularios ya conocidos, otro que llaman Téhuesh ó Téhueshen. Según dicen los indígenas, fué el primitivo idioma empleado por sus antepasados que, sus tradiciones aun no publicadas, consideran como originarios de los alrededores de los lagos Colhué-Huapi y Musters. Comparado el Patagón contemporáneo con el Téhuesh 6 Téhueshen, se notan bastante diferencias, aunque también tienen palabras comunes. Daré para mayor facilidad, una lista corta:

1 Los breves datos que ofrezco sobre la gramática del idioma Patagón, los debo á la amabilidad del señor teniente general Bartolomé Mitre, quien me ha comu- nicado el m.s. original, aun inédito, del misionero Teófilo Schmid. En cuanto á las observaciones lexicográficas las he hecho sobre el vocabulario de aquel mi- sionero, reimpreso por Platzman, y que me ha sido facilitado por el Dr. R. Leh- mann-Nitsche.

Todas las consideraciones hechas sobre la composición de las expresiones nu- méricas me pertenecen, de modo pues, que no se culpe de mis posibles errores al citado misionero Schmid.

2 VienmMa, /bid 24, Relación del último viage al estrecho de Magallanes de la fra- gata de S. M. Santa María de la Cabeza, 25.

189) X ¡[a

MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Castellano Patagón contemporáneo Téhuesh 6 Téhueshen

Mar Jóno Kálel Agua Léek Há-arr Fuego Táik Makh Cordillera Jenten Téruana Boleadora Joma Jonguerr Toldo Kau Hacha Pélkel Keegenoe Olla Ashken Kátenoe Quillango Kai Tsog Cuchillo Paijen Kátgenue Carne Yeperz Cho Tabaco Lauch Golkel Ballena Nálan Kauel-korra Cóndor Oiguel Uério Tigre Jalne Ksoguen

Comparadas estas quince palabras con los vocabularios de Vied- ma (1480-81) y D'Orbigny (1829), sólo se encuentra un parecido relativo entre las tres palabras siguientes:

Castellano Téhuesh % Téhueshen Patagón (Viedma) Patagón (D'Orbigny)

Agua Ha-harr Jarra Ara

Fuego Makh Jach Maja

Cordillera léruana -— Yuilhuana SNE

SISTEMA Y PRÁCTICAS RELIGIOSOS.

El estudio de las creencias religiosas de los Patagones, constituye uno de los puntos más difíciles de resolver en esta breve conden- sación. La ambigua referencia de Pigafetta, respectoá la adoración por los indígenas de un ser superior llamado Setebós!, fué confir- mada en 1578 por Francis Fletcher, de la armada de Drake?, Pero los apuntes de Fletcher contienen, además, observaciones que ha- rían suponer que los primitivos Patagones practicaban un verda- dero sabeísmo. He analizado severamente dichas noticias y he ob- tenido un resultado negativo.

1 Pigafetta, Ibid, 32.

2 Francis Drake, The world encompassed, 48. Todas las citas que se relacionen con esta obra, se refieren á las notas que figuran al pie de las páginas indi- cadas, notas que se cree, con fundados motivos, fueron escritas por el mismo Fletcher. (Véase, Ibid, introducción, x1).

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 251

Los diversos datos que ofrece Viedma son aun más embrollados, pero, luego de depurar prolijamente, he llegado á la conclusión de que en 1781 los Patagones pasaban una época de verdadera anar- quía religiosa, en medio de la cual se diseñaba aún netamente la faz totémica de su primitivo sistema de religión; y esa faz se halla confirmada ámpliamente por otros detalles, como lo haré notar á su debido tiempo. Aunque no pueda afirmarlo, creo que la men- cionada anarquía tenía por causa inmediata, el contacto con los Puelches y Araucanos y aun con los españoles.

Del escrito de Viedma, puede deducirse que los indígenas toma- ban en cuenta á dos entidades superiores, la una buena y que sólo gobernaba el cielo y sin poder sobre los hombres (influencia espa- ñola), y la otra á la vez mala y buena y que tenia poder directo sobre el indígena*!.

Por otra, cada uno de los grupos familiares poseía un totem indi- vidual, resabio de la antigua creencia en el totem de clan, y al cual se le dispensaba un culto especial. Desgraciadamente, los da- tos de Viedma sobre los dioses tutelares son muy ambiguos y no da detalle alguno sobre su calidad, etc. Sin embargo, el culto á que se sometía el totem es bien significativo; mantenían con di- cho objeto en cada familia 4 un shamán quien era el encargado de las ceremonias en todas sus formas” y la existencia de esos sha- manes está indicada, también, en las notas de Fletcher ?.

Como referencia complementaria, haré recordar la leyenda del guerras entre pueblos por haber comido uno de ellos carne de avestruz, que podrían interpretarse como luchas de clanes totémi- cos por violación del objeto del culto.

En ninguno de los casos señalados por Viedma se demuestra la existencia de verdaderos fetiches, y menos se indican las condicio- nes especiales que éstos deben de tener para que se consideren co- mo tales.

Otra prueba de la evolución religiosa de los clanes patagónicos, se encuentra en que su filosofía totémica, admitía la existencia de seres superiores, aunque todavía con atributos zoomórficos, los que vivian en cavernas próximas de ciertos lagos y cerros y en las cua- les habían creado á los indigenas dándoles para cazar, las flechas, el arco, las boleadoras, etc.*

1 Vienma, Ibid, 75. 2 Vieoma, lbid, 76. 3 Drakxe, Zbid, 48. 4 Farkner, /bid, 114 y siguiente.

232 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Y para confirmar definitivamente mi suposición de la existencia de un totemismo ya transformado en shamanismo, me bastará cl- tarla autoridad de un contemporáneo de Viedma, quién decía cla- ramente que cada grupo familiar se consideraba como pertene- ciente á una determinada clase de animales, el tigre, el huanaco, el puma, el avestruz, etc.!, aunque el mismo Falkner menciona la creencia en un principio superior, al que llama Atskannakanatz, sobre cuyas calidades nada dice.

D'Orbigny sólo habla de aquella última divinidad, y en cuanto al sistema religioso en la época de la expedición de Fitz-Roy, ya se había desvirtuado por completo.

Los primitivos clanes patagónicos, celebraban las ceremonias re- ligiosas en lo alto de los cerros, álos cuales se trasladaba el sha- mán para realizar las invocaciones, etc. Al finalizar el siglo XVIII y comienzos del XIX, esas mismas ceremonias tenian lugar en elinte- rior del kau del shamán ó en un lugar próximo al sitio en el que esta- ba ubicado el clan. Y por último, la escena descripta por Parker- King, es una mezcla del antiguo ceremonial totémico y de simbo- lismo cristiano”.

Las atribuciones de los shamanes son bien conocidas para que insista sobre ellas. Además de las que han caracterizado á tales personajes, debían de ocuparse de la curación de los enfermos, siendo su método curativo de un empirismo tal, que debe conside- rarse como una herencia ancestral de la época de fetichismo por- que debieron haber pasado los clanes patagónicos. Así por ejemplo, la forma más usual consistía en cantar continuamente junto al enfermo ó succionar la parte afectada, hasta que, en momento oportuno, se ofrecía al auditorio una flecha ó un coleóptero, etc. á cuya presencia en el cuerpo del enfermo, se atribuía la causa de la enfermedad?. Los shamanes podían ser de ambos sexos, aun- que se daba preferencia al femenino, y su vida peligraba en más de una ocasión, cuando el enfermo moría ó acontecía una desgracia al clan rival!,

El animismo de los Patagones, corresponde á la doctrina de la resurección terrestre. Crelan los indígenas que el alma del individuo muerto á una edad avanzada, se reincarnaba en un nuevo miem-

1 Farkner, 1bid, 114.

2 P. Parker KrxG, Proceedings of the first expedition (1826-30), en Narrative of the surveying voyages of his Majesty's ships Adventure and Beagle, 1, 90.

3 Vieoma, Lbid, 76. D'OrbrIGxY, £bid, 1, 91.

4 Vieoma, Lbid, 76. Fatknen, 1bid 117. D'OrnrGNY, Lbid, 92.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 209

bro de la familia, pero si aquel individuo fallecía en plena juven- tud, su filosofía animista primitiva, establecia que aquella alma quedaba vinculada al cuerpo hasta que pasase el tiempo que aun le faltaba para llegar á la ancianidad'. De ahí la práctica de de- positar junto al cadáver, alimentos, armas, etc.

5 yo

USOS Y COSTUMBRES,

Las necesidades nutritivas ocupaban un lugar preferente en la vida diaria del Patagón protohistórico.

Los primeros navegantes que se entrevistaron con los indígenas hacen notar la glotonería de estos, que llegaba en ciertos casos á comer ratones crudos con la piel. * Pero la base de la alimentación de los clanes australes estaba constituida por la carne del huanaco (Lama huanachus, Mol.), avestruz (Rhea Darwinii Gould ), liebre (Dolichotis patagonica Shaw) y armadillo /Zaédyus minutus [Desm.] Amgh.) y en segundo término, por las semillas de ciertos vegetales que tostaban y luego molían entre dos piedras? (Se trata segura- mente del Chenopodium Quinoa L. ó del Chenopodium Ameghinoti Speg.), el tubérculo llamado « chalia » (Tropeolum patagonicum Speg.), las frutas del algarrobo (Prosopis denudans Bnth. y Prosopis patagoniza Speg.) y algarrobito (Prosopis campestris Gr. y Proso- pis alpataca Ph.) y, por último, algunos moluscos como Patellas sp. y Mytilus sp.* Los alimentos animales, eran comidos crudos ó semicocidos.

Los Patagones protohistóricos, no fabricaban ninguna clase de bebidas y en cuanto á los modernos acostumbraban preparar una decocción de las chalas de maíz, lo mismo que una mezcla del jugo de las frutas del «calafate» [| Berberis heterophylla Juss. (costa pa- tagónica); Berberis cuneata DOC. (alrededores de $, Julián); Berberis

1 Viebma, Zbid, 78.

2 PIGAFETTA, 1bid, 32.

3 Juan De Morr, Relacion de la expedicion de Simon de Alcalzaba, en Colección de documentos inéditos para la historia de Chile, IU, 820. ALnonso VeueboRr, Relación de as cosas que sucedieron en la armada de Alcazaba, en Documentos inéditos del Ar- chivo de Indias, V, 104.

4 De Brossk, £bid, 1, 8. R. Frrz-Roy, Proceeding of the second expedition (1831-36), en Narrative of the surveying voyages of his Majesty's ships Adventure and. Beagle, II, 150.

9254 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

buxifolia Lin. (valles de la precordillera)] y agua, pero en ninguna época conocieron el uso de bebidas fermentadas?,

El método pirogenético usado por los clanes patagónicos, era el de fricción por rotación. Para dicho objeto se valían de dos frag- mentos de madera, el uno blando y plano, el otro cilíndrico y su- mamente duro. El primero lo colocaban en el suelo, bajo las rodi- llas y sobre este hacian girar con rapidez al otro valiéndose para ello de las manos”.

Hasta la época en que llegaron los expedicionarios de la Beagle y Adventure, los clanes patagónicos usaron constantemente como armas de combate el arco y la flecha?, El arco era sumamente cur- vo y medía 0,90 centímetros de longitud, estando formada la cuerda por tendones de huanaco, En cuanto á las flechas, tenian alrededor de 0,30 centimetros de largo, provistas de puntas de diferentes ti- pos, perfectamente talladas en rocas diversas, ó también de hueso?, D'Orbigny, menciona el uso de un dardo ó jabalina corta con punta de piedra, pero dicha arma debió ser distintivo de autoridad mili- tar, pues son raros los ejemplares que se encuentran”. Tanto las puntas de hueso como las de piedra, se afirmaban al ástil con ten- dones de animales”. Los Patagones protohistóricos, llevaban las flechas en la «vincha» de lana que les ceñía la frente pero, en la época moderna usaban un carcaj de cuero”.

A mediados del siglo XVIII, los Patagones comenzaron á usar las boleadoras que utilizaron como arma de guerra y también á pre- parar los fragmentos de hierro que caían en su poder, con los que confeccionaban puñales, sables, etc.*

Los clanes que existían en la margen sur del río Negro, cono- cian la honda, pero creo que esto era una caracteristica local, en la que veo la influencia de los Puelches?,

! Frrz-Roy, £bid, 150.

2 PIGAFETTA, 1did, 43. Drake, 1b1d, 50.

3 El Dr. Francisco P. Moreno se equivocó en 1874, al afirmar que fueron los hermanos Nodal los últimos que constataron el uso de flechas entre los Pata- gones (F. P. Moreno, Cementerios y paraderos prehistóricos de la Patagonia, en Anales Científicos Argentinos, 1, 4). Debo de advertir que los mencionados viajeros, nunca se entrevistaron con aquellos indígenas.

' FarkNer, 1bid, 129. D'Orbr1GNY, Lbid, 11,116. Frrz-Roy, 1bid, 11, 147, 149.

$ D'OrBIGNY, Zbid, 11, 117.

$ D'Orb1GNY, Lbid, 11, 117.

7 Oy1eno, bid, 11, 40. SARMIENTO DE GAMBOA, Sumaria relación, 391. D'ORBIGNY, Noel aa Lal:

3 Viaje del S. Martin, 22.

2 D'Orb1GNY, Lbid, 11, 117.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 9255

Por último, cuando el caballo se difundió por todo el territorio, se generalizó el uso de la lanza araucana pero con moharra metá- lica.

Como arma defensiva usaron desde el siglo XVIII en adelante, una especie de camisa protectora formada por cueros superpues- tos. Dicha camisa les cubria los brazos, el cuerpo y el cuello y como complemento de ella, llevaban algo parecido á un casco, también de cuero, con alas extendidas y una cresta central que se dirigía des- de el frontal hacia el occipital. Dicha soi disant armadura les pro- tegía de las heridas de arma blanca, flecha y dardo”.

Hay una región en la Patagonia en la cual los hallazgos verifi- cados hasta el presente, demuestran que sus habitantes premaga- llánicos, acostumbraban á vivir en cavernas naturales. El territorio asi caracterizado es todo el valle del río Gallegos y la parte de cor- dillera comprendida entre las nacientes de ese río y las fuentes del Deseado. Las cavernas habitaciones se encuentran en los farallo- nes basálticos de Gúer-Haiken” y Markatsh-Haiken? lo mismo que en la zona de Ultima Esperanza * y Sauten*?. Como no se han he- cho aún estudios comparativos, no puedo decir si esas habitaciones tan caracteristicas, pertenecen á un tipo indigena especial ó si sólo fueron aprovechadas excepcionalmente por los Patagones que ha- bitaban en kau.

En el clan patagónico, cada grupo familiar ocupaba una habita- ción común á la que llamaban hau y cuyo tamaño variaba según las necesidades y el número de sus habitantes. El kau se construía plantando en el suelo tres filas paralelas de soportes de madera, cuya altura disminuía de adelante hacia atrás. Toda la armazón se cubría con pieles de huanaco cocidas fuertemente y con el pelaje vuelto hacia adentro. La entrada, que ocupaba todo el frente, siempre miraba hacia el este (figura 2). La parte interior, á partir de la fila b b' de soportes, se dividia por mamparas también de cuero y el espacio comprendido entre b b” y e c*, se subdividía en

1 VieDxMa, 1bid,S0. Farkser, Ibid, 129. D'OrbIGNY, 1bid, 11, 117.

2 CarLos M. Moyano, Exploración de los ríos Gallegos, Coile, Santa-Cruz y ca- males del Pacífico, 21 y 30.

3 R. Lemmann-NirscuE, Hallazgos antropológicos de la caverna Markatsh-Aiken, en Revista del Museo de La Plata, x1, 173 y siguientes.

4 Véase la memoria del Dr. R. Lehmann-Nitsche, Coexistencia del hombre con un gran desdentado y un equino en las cavernas patagónicas, en Revista del Mu- seo de La Plata, 1x, 455 y siguientes.

5 HENRY DE LA VauLx, Voyage en Patagonie 264 y siguientes.

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MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

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Fig. 2. Kau Patagón de mediados del siglo XVIII, reconstruido según los datos suministrados por la obra de Antonio de Viedma. A, visto de frente. B, corte vertical. C, proyección horizontal.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 257

pequeños compartimientos que ocupaban los matrimonios. La parte libre entre b, b' y a, a”, se destinaba á los demás miembros de la familia, chiquillos, etc.* Entre las soportes d, e, f, g, se coloca- ba el fuego que servía para preparar los alimentos”.

El ajuar doméstico consistía, en primer término, en pieles que se colocaban sobre el suelo y en las cuales dormían, tapándose con otras pieles, El resto del menage estaba formado por alfarerías de pequeño tamaño; instrumentos de piedra, como ser cuchillos, raspadores para preparar las pieles, perforadores con los que agu- jereaban los cueros para coserlos; valvas de moluscos que utilizaban para beber agua; diversas clases de arcilla para pintarse el rostro, etc. Pero cuando el Patagón tenía que realizar viajes largos ó se ausentaba por cierto tiempo del clan, llevaba consigo un paquete, en el que figuraban pequeños envueltos que contenían las men- cionadas arcillas colorantes, los fragmentos de madera necesarios para encender fuego, valvas de moluscos, puntas de flechas suel- tas y percutores para preparar instrumentos de piedra en caso necesario, etc.?

La indumentaria del indigena patagónico protohistórico y mo- derno puede considerarse como idéntica, fueron tan pocas las va- riantes introducidas. El hombre se colocaba, primeramente, un

1 VieDmMa, 1bid, 80.

2 Un miembro de la expedición de Loaiza, el clérigo Juan de Areizaga, afirma que los Patagones usaban, no una habitación cubierta, sino un simple reparo construido con una piel colocada verticalmente del lado que soplaba el viento (Ovizno, 1bid, 11, 41, plancha 1, figura 1), é igual cosa se deduciría del relato del piloto Ladrillero (Juan LabrILLErO, Relación del viaje al estrecho de Magallanes. Confr. R. Guerrero VerGARA, Los descubridores del estrecho de Magallanes y sus primeros exploradores, en Anuario Hidroyráfico de la Marina de Chile, v1, 499). He estudiado el punto y llego á la conclusión de que Areizaga y Ladrillero sólo vieron, en ese caso, clanes de los indios llamados hoy en día Onas. Esto, aunque parezca raro, tratándose de la costa continental del estrecho, se confirma por más de un detalle. Así, Areizaga dice que los indigenas que vió bebían el agua en re- cipientes de cuero (Ovigno, 1bid, 11 41,), lo que también llamaría la atención tra- tándose de Patagones que, ya en 1535, hacía tiempo usaban alfarerías. Creo que los indios vistos por Areizaga y Ladrillero eran Onas, porque estos indígenas aun conservan el sistema de habitación y el recipiente á que me he referido. (CarLos SpPEGAzZINI, Costumbres de los habitantes de la Tierra del Fuego, en Anales de la Sociedad Científica Argentina, x1v, 173 y 174) y desecho la suposición de que sean Patagones porque Maximiliano Transilvano, compañero de Magallanes detalla minuciosamente el kau (Confr. Martín FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Colec- cion de viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles, 1y, 258), y lo mis- mo se lee en el Diario del piloto Urdaneta, que viajó en la armada de Loaiza (Axbrés be UrpaneTa, Relacion de los sucesos de la armada del comendador Loaiza, en NaAvaArReEtE, bid, y, 404).

3 Drake, 1bid, 50. De Brosske, 1bid, 11, 23 y siguiente.

Ana. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3%, T. v. Junio 6, 1905. 17

238 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

pequeño pedazo de cuero atado á la cintura, que dejaba caer una parte triangular hacia el frente con la cual se cubria el pene, reco- giendo luego la punta de aquélla por detrás. El resto del cuerpo, lo envolvía en un ámplio manto formado por diferentes pedazos de pieles de huanaco, el que también se ajustaba á la cintura de mo- do que permitiera, en determinadas ocasiones, dejar caer la mitad superior. El pelaje de dicho manto se mantenía para el lado de adentro, y la parte externa, preparada con cuidado, era adornada con dibujos polícromos. Como calzado, usaba pedazos de cuero co-. sidos con tendones y cuyo interior se llenába de paja* pero, á me- diados del siglo XVIII, fué substituido por el cuero de las extremi- dades del caballo /«bota de potro» )?.

El cabello se sujetaba con una «vincha» de lana.

El vestido de las mujeres, bien poco difería del usado por los hombres. El gran manto se sujetaba al pecho con unas correas, Ó alfileres de plata en la época moderna y no usaban el calzado mas- culino pero, en cambio, se cubrían la región del pubis con un pe- queño delantal y sobre éste una camisa corta que las tapaba desde el pecho hasta las rodillas. Excepcionalmente usaban un sombrero de paja, achatado.

Los ornamentos ae uso masculino consistían en collares de hue- secillos, pedrezuelas ó discos de valvas de moluscos y plumajes de avestruz que se colocaban en la cabeza. Las mujeres se ponían esos mismos collares y, además, brazaletes. Pero los Patagones modernos en su contacto con los Puelches y Araucanos, comenzaron á usar objetos de plata ó latón, como ser alfileres, aros, etc. Como un complemento del adorno, ambos sexos se pintaban la cara con arcillas de diferentes colores, negro, amarillo, azul y rojo. El ca- bello del hombre se cortaba en forma de cerquillo y las mujeres formaban dos trenzas que se echaban á la espalda y de las que pendian los mencionados abalorios.

También los hombres de ciertos clanes protohistóricos, usaron un curioso adorno constituido por un fragmento de madera ó hue- so que se colocaba horadando la ternilla de la nariz y otro frag- mento quese ubicaba en el labio?,

La caza constituía la principal ocupación del indigena patagó- nico. En la época premagallánica y hasta mediados del siglo

! PIGAFETTA, Lbid, 26, etc.

- Louis A. e BouGarnvILLE, Voyage autour du monde, 130. Vieboma, [bid, 69. ' Jony BYroxN, A voyage round the world, 46.

* DrakKE, Zbid, 50.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 259

XVIII, la captura de huanacos se verificaba valiéndose de peque- ños individuos de su especie que ataban en lugares convenientes, mientras los cazadores esperaban emboscados á que se acercasen al cautivo los grandes rebaños, en los que hacian, á flechazos, una buena mortandad!. Eu cuanto á la del avestruz, un clansman se envolvia la cabeza y el tronco con un plumaje de aquella especie y trataba de ese modo de llevar á los rebaños hacia un desfiladero ó cualquier pasaje angosto, donde el resto del clan, se encargaba de hacer la matanza”. Pero una vez que el uso del caballo se ge- neralizó, se dió preferencia ¿4 las boleadoras, arma característica de los pueblos cisplatinos, y de las que en 1766 fabricaban los Pa- tagones dos clases; la una para los huanacos compuesta de tres «bclas» más ó menos esféricas, y la otra para los avestruces, dos «bolas» esféricas pequeñas y una tercera periforme que servía para asir el conjunto con la mano. Las boleadoras de ambas clases, se forraban con cuero desprovisto de pelaje y se ataban con pequeñas correas, también de cuero trenzado. Como auxiliares principales enlas cacerias utilizaban pequeños perros de una especie indi- gena.

De la lectura de los párrafos precedentes, bien puede deducirse cuáles fueron las aptitudes industriales de los clanes patagónicos. Si bien de la industria primaria, la construcción del Zau, la prepa- ración de las pieles, etc., no ofrecía mayores complicaciones, en cambio se perfeccionaron en el tallado de las armas é instrumentos de piedra, como en el modelaje de alfareriías, cuyos motivos orna- mentales llegaron hasta las representaciones circulares, desconoci- das entre los pueblos limitrofes*. Los Patagones también conocían el arte de tejer, pero sólo fabricaban las «vinchas» de lana con que rodeaban su cabeza. Además, en los últimos tiempos, comenzaron á fabricarse el atalaje completo de sus caballos, como también alhajas de plata, prendedores, aros, etc.

Como todos los pueblos primitivos, los Patagones amaban el baile y es de suponer tuvieron representaciones pantomímicas, co- mo actualmente lo hacen, siendo el instrumento musical que por entonces construlan, un pequeño recipiente con algunas pedrezue- las en su interior?,

! PIGAFETTA, Lbid, 28. Venmenor, Lbid, 104,

2 DrarKE, lbid, 41.

3 FeLix E. Oures, La alfarería indigena de Patagonia, en Anales del Museo Na- cional de Buenos Aires, x1, 41, figuras 16 y 17.

* DrarE, £bid, 50.

260 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Los únicos juegos conocidos de los Patagones eran de proceden- cia araucana. Me refiero á la pilma ó juego de pelota (winekr, en Patagón) y los dados !.

También como un uso importado debe de considerarse la cos- tumbre de fumar en los indigenas australes. Recién al finalizar el siglo XVIII comenzaron á utilizar el tabaco que les proporcio- naban los europeos” y en los primeros años los Patagones fuma- ron en pipas que tallaban regularmente.

Las aptitudes artisticas de los Patagones se manifiestan espe- cialmente, en su destreza en el dibujo.

En todo el territorio se encuentran multitud de pictografías; sus alfarerias ofrecen combinaciones más ó menos felices y las pie- les que cubrían su cuerpo, lo mismo que las del interior del kau, eran adornadas con figuras policromas. Esos dibujos, de motivos geométricos, jamás tienden ú representar al hombre, animales ó escenas de la naturaleza que les rodeaba.

$ VIL LA FAMILIA Y EL PARENTESCO. PRÁCTICAS FUNERARIAS.

La misma anarguía á que he hecho referencia al ocuparme del sistema religioso de los Patagones, existe en todos los detalles re- lativos á la familia y su formación.

Por otra parte, los pocos datos que pueden utilizarse, se remon- tan, tan sólo, á la última mitad del siglo XVIII, por manera que unicamente se refieren á los Patagones modernos.

El clansman antes de optar al matrimonio, debía ensayarse en las prácticas guerreras y en la caza. Concluido ese período de preparación, que generalmente terminaba á los veinte años, podía ya casarse. El matrimonio se hacia siempre por compra” de la mu- jer deseada al padre de ésta, y sin tomar en cuenta la opinión ó: inclinaciones de la última. De modo, pues, que la futura fami- lia comenzaba bajo la férula de un patriarcado exclusivo. Ade-

t Viebma, Lbid, 71. D'OrBrcNY, Zbid, 11, S>, 103. Los detalles de los juegos men- cionados se encuentran en la interesante obra de Luis de la Cruz sobre los Pehuenches, en PEDRO DE ANGELIS, 1bid, 1, 69 y siguientes.

2 AwtoINE J. PerNeEtTTY, Histoire d'un voyage aux iles Malouines, 11, 108. Se re- fiere al viaje de Duclos Guyot y De la Giraudais.

3 VieomMa, 1bid, 74. D'OrB1GNY, Lbid, 11, 179. Frrz-Roy, Ibid, 11, 152.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 261

más, el hombre podía tener otras mujeres, aunque estas rara vez pasaban de tres. La poligamia, sin embargo, muy poco se gene- ralizó, en primer término por las dificultades pecuniarias de la compra y luego por los sentimientos del hombre patagónico, favorables, como yalo he demostrado, hacia las mujeres y los hijos.

El casamiento se verificaba sin mayores ceremonias. El padre llevaba la hija al hau del futuro y sólo se reducía la interven- ción de los parientes á constatar al día siguiente de la boda, si la nueva pareja habia cohabitado. En cambio, el novio ofrecía al concurso de relaciones una comida.

En los primeros años del siglo XIX, cuando ya todas las cos- tumbres se relajaron por influencias extranjeras, se dió inter- vención en las ceremonias del matrimonio á los shamanes y otras personas, quienes cantaban y daban consejos á los recién casados?,

Estos matrimonios endogámicos tenian una excepción; el jefe accidental que presidía á los varios grupos familiares, debía bus- car su mujer en un clan diferente”. En esta práctica yo no veo sino una survivance de las extrictas costumbres matrimonia- les exogámicas del clan primario, completamente desaparecido en la extremidad sur de América.

Los hijos nacidos de aquellos matrimonios dependían, indistin- tamente, del padre y de la madre, pero su filiación era indudable- mente masculina, y lo supongo asi por la base paternal de la familia. No obstante, encuentro un detalle muy sugerente que me permite afirmar que, en 1781, aun existian rastros de la vieja filia- ción uterina; me refiero á la prohibición que pesaba sobre las mu- jeres de casarse con sus hijos ó hermanos?,

Las criaturas se desarrollaban bajo los continuos cuidados de sus padres. En los primeros meses, la madre los fajaba fuertemente á una madera aplanada y en esa posición los amamantaba. Luego, cuando el chico habíase desarrollado,lo conducía á la espalda, y en los viajes era colocado en una cuna fabricada con cañitas, la que se adaptaba á las ancas del caballo * Las hijas mujeres llegadas á época de la primera menstruación, eran objeto de una ceremonia especial que consistía en el saludo de todos los miembros del clan,

! VieEDMa, Lhid, 74, 75. D'OrB1GNY, Ibid, 1, 179. 2 VieDma, Lbid, 74.

5 VIEDMA, bid, 74.

* VieDmMa, Ibid, 75.

202 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

los que se encargaban de verificar el suceso y, luego, en una serie de abluciones y exorcismos que se realizaban en la fuente de agua más próxima y á la que sólo concurrían los parientes más cercanos y el shamán del grupo familiar á que pertenecía la joven*. Esta ceremonia á mi entender, era también un resabio de las conocidas iniciaciones que con idéntico motivo tenían y tienen lugar en los clanes totémicos.

El matrimonio se disolvía por la voluntad del marido, quien po- día volver á vender su mujer una vez que estuviera cansado de ella.

Establecida la forma matrimonial y la filiación, tocaría ocupar- me del sistema de parentesco. Desgraciadamente, no dispongo de dato alguno á ese respecto y solo podré argumentar en lo que tenga atingencia con los Patagones modernos, valiéndome para ello de los vocabularios de Schmid.

Es natural que el sistema de parentesco de los Patagones, debe haber pertenecido al grupo llamado de clasificación pero, en la época de D'Orbigny, Fitz-Roy, etc., debió también haber experi- mentado influencias extrañas.

Schmid, menciona las denominaciones correspondientes á al- gunos de los términos primarios de nuestro sistema descriptivo:

Padre Anko Hermano Den, Jin, Go Madre Kan Hermana Denon, Thaum Hijo Abuelo Bai

Hija j Kalum a

Además, figuran palabras equivalentes á otras de nuestras com- binaciones:

Hermano del padre ó de la madre Shaur Hermana del padre ó de la madre Shaur Hijo del hijo ó hija del hermano ó hermana del padre ó dela madre Meza Hija del hijo ó hija del hermano ó hermana del padre ó de la madre Mejon Marido de la hermana Jau Mujer del hermano Aronkon

Se observará que no figuran los términos primarios correspon- dientes á esposo y esposa, lo mismo que á hijo ó hija del hermano ó hermana del padre ó de la madre. Se me ocurre que la falta de los primeros, debe tener por causa la involucración de dichos tér- minos á las palabras hombre=4/nm y mujer= Vak.

! D'OrBIcNY, Lbid, 11, 177.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 2659

Los Patagones premagallánicos y protohistóricos enterraban sus muertos de diversas maneras. El cadáver, preparado de modo que las rodillas llegasen al tórax y los brazos recogidos hacia arriba, se llevaba á lo alto de los cerros y colocado directamente sobre el suelo, se aglomeraba sobre aquél una gran cantidad de piedras, dando al montículo la forma elipsoidal ó circular (tchenkes). Al- gunos tchenkes presentan en los ábsides de la elipse, dos pequeños menhires*. Este procedimiento era el más común y es el enterrato- rio que prevalece en todo el territorio patagónico. Las excepcio- nes ofrecen tipos completamente distintos. En la costa atlántica, existen numerosas inhumaciones hechas directamente en los méda- nos de arena donde los cadáveres se han colocado simétricamente. En la región próxima á cabo Blanco y Colhué Huapi, las grietas que ofrece el suelo se han aprovechado como sepulturas, aunque de- positando en el espacio libre la cantidad de piedra suficiente para formar en la superficie el tchenke. En el curso superior del Deseado, se han encontrado enterratorios formados por un circulo de lajas de piedra, colocadas verticalmente y, en el interior, depositado gran número de cadáveres. Por último, la cuenca del río Gallegos, tiene numerosas cavernas que han servido de sepulturas.

Los antiguos Patagones colocaban, junto al cadáver, el ajuar doméstico del muerto, alfarerías, armas, etc.? Además, las piedras que formaban el tchenke eran pintadas de rojo y en su proximidad se clavaban flechas, también pintadas de ese color, ó plumajes, etc.*

Ninguna noticia recogieron los antiguos navegantes sobre las ceremonias que precedían al entierro del muerto pero, un viajero moderno, ha encontrado en sepulturas antiguas restos carbonizados de niños, que supone pudieran indicar antiguas prácticas de sacri- ficios humanos?

La muerte de un individuo en el clan de Patagones modernos, daba lugar á un cierto número de ceremonias. Inmediatamente des- pués del fallecimiento del enfermo, el cadáver era colocado en la posición á que he hecho referencia. Después de una serie de de- talles preliminares, se quemaban todos los objetos que pertenecían

! AARON DE ANCHORENA, Excursión á la Patagonia y á los Andes, plancha 38. Es la única fotografía de tchenkes publicada hasta hoy.

2 Peoro Lozano, Diario de un viaje á la costa de la mar magallánica en 1745 (Cardiel y Quiroga), 5, en Pebro DE AnGEL1IS, 16d, 1.

3 De Brossk, lbid, 1, 222, 206, 354. Viajes de Cavendish, De Noort, Lemaire y Schouten.

* CLemeENTE OngLLI, Trepando los Andes, “1 y siguientes.

264 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

al difunto, sacrificaban algunos caballos y, por último, á la noche se entregaba el cuerpo á las mujeres más ancianas, las cuales se en- cargaban de verificar el entierro. Las ceremonias del duelo conti- nuaban durante quince días, se repetían un día cada mes, y tres al cumplirse el primer año?.

En la última época, el sistema de enterratorio varió fundamen” ¿almente y veo ex ello la influencia Puelche. Ya no se elevaba al cadáver el antiguo tchenke, sino se sepultaba en la tierra constru- yendo sobre la fosa una cubierta de ramajes adornada con banderas, cintas, etc., óse rodeaba la empalizada con los cueros empajados de los caballos sacrificados”. Inoficioso me parece repetir que en el ajuar funerario figuraban todos los objetos pertenecientes al difun- to, salvados de la quema. En la época de Fitz-Roy, ese sistema era usual pero, sobre la tumba se formaba una pirámide cónica de pie- dras, rodeada de los atributos mencionados (figura 3)*, Creo, sin embargo, se trate de un caso aislado.

Como complemento de todas estas prácticas, los Patagones mas modernos, también aprendieron de los Puelches la costumbre de desenterrar el cadáver, luego de haber perdido las partes blandas, para pintar de rojo los huesos?,

S VII. EL CLAN,

He demostrado en párrafos anteriores la evolución religiosa ope- rada en los antiguos clanes totémicos de Patagones. Ella dió por re- sultado, no sólo el predominio del totem individual, sino que pro- dujo el shamanismo y el nacimiento, como consecuencia, de creen- cias en entidades superiores casi con caracteres antropomoórficos. Esto en lo que se refiere al orden religioso. La faz social del clan sufrió, desde luego, las resultas del cambio operado, pues se rela- jaron por completo las costumbres primitivas, desapareciendo el matrimonio exogámico, la filiación uterina, etc.

' ViebMa, Ibid, 17 y siguientes. Viaje del San Martin, 15. Lozano, Ibid, 16. ' PARKER KixG, J/bid, 1, 93. ' Así han sido encontrados esqueletos de individuos, indudablemente mesti- zos, por el Dr. Florentino Ameghino.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 265

El carácter esencialmente igualitario de la mencionada agrupa- ción, se vió desvirtuado por la presencia de una verdadera clase religiosa, los shamanes, y esta última influencia vino á ser, á mi

Kau y tumba patagones de los comienzos del siglo XIX, reproducción de una plan-

cha de la obra de Parker King y Fitz-Roy, Narrative of the surveying voyayes of his Majesty's

ships Adventure and Beagle, volúmen 1.

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Mig.

entender, la causa verdadera de la introducción de jefes transito- rios, de un poder tan sólo nominal, Sin embargo, de los estudios que he realizado, deduzco que aun en 1520 había clanes que se mantenían en la forma casi primitiva.

El clan patagónico estaba formado por la unión de un cierto

266 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

número de grupos familiares. Ese clan, tenía uno de sus miembros investido de un limitado número de atribuciones que no menosca- baban en lo más mínimo la independencia de los otros clansmen. Esas atribuciones se referían tan sólo á velar por las necesidades materiales de los compañeros y realizar, entre ellos, el papel de amigable componedor en sus querellas *, El puesto era hereditario y se trasmitía de padre áhijo, dándose preferencia á todos aquellos que se habían distinguido en la caza ó por la facilidad de su pala- bra. No obstante esto, tan carecía de importancia semejante dig- nidad, que muchos clansman rehusaban aceptarla”.

El sistema civil que regía en el clan, no tenía ley alguna que sig- nificara un castigo ó una recompensa. El clansman en sus reac- ciones, no recurría jamás á medios violentos y todas sus cuestiones las resolvia por simples pujilatos presenciados por sus compañe- ros, quienes no intervenían, pasando igual cosa con las mujeres, á las cuales, en sus riñas sólo les era permitido tirarse de los ca- bellos?.

Tanto el hombre como la mujer, tenian asignada en el clan una función determinada. El primero sólo se ocupaba de la caza y de la guerra; la segunda completamente subordinada al primero, tenía sobre sí, además de los deberes de madre, de todos los que- haceres domésticos, levantar y transportar el kau en las marchas, preparar las pieles, los vestidos, etc. Su posición social era tan inferior, que no se la permitía hablar delante de los hombres; sin embargo, jamás era maltratada de hecho.

Los clanes patagónicos fueron nómadas ó semisedentarios pues sus condiciones de pueblo cazador les obligaba á trasladarse de un territorio hacia otro. Esos centenares de miles de kilómetros que se extienden desde el río Negro hasta el estrecho de Magallanes, fue- ron recorridos en todas las épocas por los indígenas, que se ubica- ban temporariamente en las márgenes de los cursos de agua ó en los bordes de las lagunas que se formaban en las depresiones de los valles que existen en la región montañosa. Los Patagones pre- magallánicos y protohistóricos hacian estas peregrinaciones á pie, lo que contribuyó 4 formar de ellos grandes corredores. Los utensilios y habitaciones eran trausportados por las mujeres ó por los perros. Luego, cuando se introdujo el caballo, se colocaba so-

! VieDMa, Ibid, 74. FaLkner, 1bid, 121. 2 FALKNER, Zbid, 120. 3 VieDMaA, bid, Sl.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 267

bre éste todo el sencillo menage coronado en lo alto, por la mujer que guiaba la cabalgadura.

Estas repetidas incursiones causarian en más de una ocasión cho- ques sangrientos con otros clanes que creian invadido su territorio de caza, ya que no de dominio político!. Y las guerras debieron de ser continuas pues hay regiones en los territorios del sur que son verdaderos campos de pelea, y donde se ven aglomerados en un desorden característico, multitud de esqueletos que aun conservan, en muchos casos, las flechas incrustadas. En la época protohistó- rica, y es de suponer que también en la premagallánica, los Pata- gones empleaban como auxiliares en los combates entre clanes, á la clase de perros que les acompañaban”. «Pero las guerras en los tiempos modernos, no sólo estallaban por cuestiones de caza, sino que tenían á veces por objeto el robo de los caballos del clan pró- ximo y consiguiente captura de mujeres y niños. La declaración de guerra se hacía por una junta en la que figuraban los clansmen principales*. Los clansmen se preparaban para el combate, vistiendo la camisa protectora á que he hecho referencia con anterioridad y pintábanse el rostro con colores especiales. La táctica consistía, como en todos los primitivos, en el ataque directo y luego la indi- vidualización de la pelea, mientras las mujeres se encargaban de te- ner las cabalgaduras, pues el combate en esa forma era siempre ú

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CONCLUSIONES ANTROPO - ETNOLÓGICAS,

I. En el parágrafo 1 de este capitulo, he expresado mi opinión de que el hombre patagónico no es autóctono. Las razones son ob- vias, é innecesario me parece insistir sobre ellas, desde que no es- caparán á los especialistas.

Los dos elementos étnicos que actuaron en Patagonia, representan dos corrientes inmigratorias venidas; la dolicocéfala del noreste, la braquicéfala del noroeste. Los individuos de cráneo alargado, tengo fundados motivos para creerlo, representaron un stade de civilización superior al de los braquicéfalos. Estos últimos eran

! VieDMa, 1bid, 73. 2 SARMIENTO DE GAMBOA, Relacion, 389, 392. 3 VieEDMa, Lbid, 72.

268 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

más primitivos que los hombres llegados del noreste y algunos de sus perfeccionamientos fueron resultado del contacto con aquéllos.

Ahora bien, se ha supuesto y he supuesto que los Patagones cruzaron el estrecho de Magallanes y ocuparon la gran isla de la Tierra del Fuego. Esta creencia se funda en que los actuales indí- genas Onas por sus caracteres somáticos y, sobre todo, por su idio- ma, se aproximan muchisimo á los habitantes del continente.

Pero, los estudios verificados por Hultkrantz, presentan á los Onas como dolicocéfalos*, lo que destruiría por completo mi teoría expresada en el mencionado parágrafo I, sobre el predominio del tipo braquicéfalo. Me detendré brevemente sobre el particular. Los Onas por sus caracteres somáticos, mucho se asemejan á los Patagones; sus condiciones psíquicas no son inferiores; los usos y costumbres se mantienen primitivos, pero, en cambio, el idioma tiene infinitos puntos de contacto con el Patagón, aunque el sis- tema de numeración es distinto, pues comprende sólo cinco uni- dades y las palabras difieren por completo. Pueden compararse las mismas voces del cuadro que he intercalado en el parágrafo TV, con las que usan actualmente los onas.

Ojos Otr Uno Sáos

Nariz 0714 Dos Soqui

Dientes Oor Tres Saoken

Manos Ttier Cuatro Koni soqui

Sol Krenn Cinco Konisáoquen (konisóoken )*

Por manera, que el indicio lingúístico se presenta favorable, además de ciertos detalles somáticos ¿Cómo se explica, pues, la enorme diferencia craneana ?

La causa debe de buscarse en el pésimo procedimiento de ar- egumentar, usando la nomenclatura étnica moderna. Pondré un ejemplo. Al hablar de los Araucanos argentinos, un especialista tendría el derecho de suponerse un tipo perfectamente braquicé- falo, álo sumo sub-braquicéfalo. Tal suposición sería lógica, desde que los Arancanos chilenos tienen aquella forma craneana y hablan un idioma idéntico al de sus vecinos argentinos. Sin embargo, en la práctica no es asi. El estudio craneológico de los habitantes

' J. V. Huntkrantz, Zur Osteologie der Ona und Yahgan Indianer des Feuerlan- des, en Svenska Expeditionen till Magellanslánderna, 1, N*. 5.

2 Orro NorDENSKJÓLD, Algunos datos sobre la parte austral del continente Sud-ame- ricano, en Actes de la Société scientifique du Chili, vit, 166 y siguientes.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 269

más modernos de la Pampa, ha puesto de manifiesto formas me- saticéfalas y dolicocéfalas que, desde luego, difieren fundamental- mente del tipo originario!. No obstante, los verdaderos Araucanos argentinos son de cráneo corto, y los individuos de formas cranea- nas diferentes sólo deben de considerarse como mestizos ó cautivos de otras agrupaciones indígenas y á los que, por extensión, se les ha aplicado el nombre de la subraza* á que se incorporaron y en cuyo territorio geográfico murieron.

Idéntica cosa ha pasado con los actuales Onas. Esos primitivos clanes de Patagones han tenido, después de su llegada á la Tierra del Fuego, relaciones ininterrumpidas con los Yamanas, cuyo tipo craneano es dolicocéfalo ó subdolicocéfalo. Los matrimonios en- tre ambas agrupaciones son usuales *; figúrese, pues, la resultante á que se habrá llegado, representada por los actuales indígenas, y las deducciones peregrinas que pueden hacerse en semejantes con- diciones! El contacto entre Onas, Yamanes, etc., debe de referirse á todas las épocas y los mismos conquistadores lo hacen notar en sus relaciones*, En cambio, el idioma representa en el caso ocurrente una prueba decisiva, pues siempre sufre mucho menos variantes que los detalles somáticos del individuo. Palabras hay, como puede verificarse, conservadas en su forma primitiva.

Por las razones expuestas, considero á los Onas como los actua- les representantes mestizados de los Patagones braquicéfalos que he estudiado. Además, sus condiciones psiquicas y su actual estado social, deben corresponder al mismo en que se hallaban los Pata- gones continentales en el momento de su llegada á los territorios

! H. Tex Kar, Contribution á la cranioloyie des Araucans argentins, en Revista del Museo de la Plata, 1v, 216 y siguiente.

2 Pau Enrenreicn, Anthropologische Studien úúber die Urbewohner Brasiliens 29.

3 P, Hyapes y J. DenIkerR, Mission scientifique du Cap Horn (1882-1883 ), vir, Antropologie, Ethnographie, 15.

* En párrafos anteriores me he referido á la declaración de Tomé Hernández, el único sobreviviente de los fundadores de la ciudad de San Felipe, construida por Sarmiento de Gamboa en 1584, en el actual puerto Hambre. Una delas refe- rencias de su declaración es importantisima, dado los detalles que suministra sobre los contactos que entonces existían entre los indigenas australes. Dice así: « De la tierra de los Fuegos, que está a la parte del Sur, pasaban algunos Indios en Piraguas, que son como Canoas, y se comunicaban de una banda a otra, y asi entiendo que usan de una misma lengua, y estos son Indios de la tierra llana (se refiere á los que vivian próximo á San Felipe, en plena Patagonia), que son Gi- gantes, y se comunican con la jente de la tierra de los Fuegos, que son como ellos; y los de las Serranías no se comunican con los de la tierra llana». (Confr, SarMIENTO, Viaje etc., apéndice, XXIX).

270 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

australes. El estancamiento de la sociabilidad Ona, se debe al con- tacto con las hordas completamente salvajes de Yamanas, lo que ha contribuido á que se produzca una evolución regresiva, mien- tras que los representantes continentales se perfeccionaron en su relación con los Puelches y Araucanos.

No puede afirmarse que el pasaje de la fracción patagónica, ac- tualmente llamada Ona á la Tierra del Fuego, se haya verificado en la época en que ese territorio permanecía unido al continente, ó bien, como lo cree el Dr. Francisco P. Moreno, cuando la depre- sión del estrecho magallánico, estaba ocupado por un glacier y sus morenas,' pues es indudable que los Onas se valían de sus veci- nos, que conocían el arte de navegar, para trasladarse de continuo á las playas norte del estrecho.

TI.—En la formación de los caracteres psicológicos del hombre patagónico, considero como factor esencial la influencia educa- dora de la moral extricta del clan primario. El amor álos hijos y á las mujeres, la hospitalidad, las ausencia de manifestaciones de vio- lencia, la temperancia, etc., deben sólo estimarse como reacciones instintivas, resultado de aquel lento y eficaz proceso de «domesti- cación», al que, por último, vinieron á agregarse como factores po- sitivos el matrimonio endogámico y la institución de la familia paternal y, desde luego, la mayor vinculación entre sus miembros,

Por otra parte, los caracteres psicológicos del hombre patagó- nico se presentan perfectamente uniformes, sin que se note en ellos la intromisión de influencias extrañas, de modo, pues, que esa observación afianzaría mis opiniones antropológicas,

Del examen de otras condiciones psíquicas, del sistema de reli- gión, de las manifestaciones industriales, etc., puedo establecer que el Patagón era un hombre de relativa inteligencia, que aun en los dos primeros siglos después de la conquista, evolucionaba progresivamente y que esa evolución, quizá hubiera alcanzado pleno desarrollo, si no hubiese actuado en forma realmente mor- bosa la influencia del hombre español, que produjo una inmedia- ta regresión. El idioma y el sistema de numeración, puede admi- tirse sin vacilar, como otro de los resultados obtenidos por los indígenas australes en la vida de clan á que me he referido; es una lengua, como lo he dicho, rica en palabras elementales, lo mismo como expresiva de ideas abstractas y con un sistema gra- matical bastante adelantado.

' Moreno, Notes, etc., 578.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. AVÍ

Resumiendo, puedo clasificar psicológicamente al hombre pata- gónico en la forma siguiente: 1. Papel secundario de las necesi- dades nutritivas y sensitivas. 2. Un gran desarrollo de las necesi- dades efectivas. 3. Tendencia marcada á entrar de lleno á las creaciones realmente intelectuales.

111.—Por último, los usos y costumbres, hasta el primer tercio del siglo XVIII, se presentan caracterizando un grupo étnico uni- forme; á partir de aquella época, se manifiesta en mil detalles la influencia del contacto con los Puelches y Araucanos

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA.

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[T PARTE.

PERÍODO PALEOLÍTICO.

CAPÍTULO 1.

LOS YACIMIENTOS Y LA INDUSTRIA.

sI

YACIMIENTO DE LA CONFLUENCIA DE LOS RÍOS CHUBUT Y CHICO,

Los yacimientos paleolíticos encontrados hasta ahora, ascienden al número de ocho, distribuidos en una área geográfica extensa, como es la comprendida entre los paralelos 43” 45' y 49” 50' de la- titud sur. En cambio, se hallan todos situados próximos á la costa atlántica. Los describiré, comenzando por los más septentrionales.

El ángulo formado, al sudoeste, por la confluencia de los ríos Chubut y Chico (Gobernación del Chubut), ofrece una alta meseta constituida por la formación guaranítica, excepción hecha de la parte superior, cubierta por los rodados tehuelches. Al oeste de ese plateau existe un bajo en cuyo fondo, cubierto por arcillas muy pulverulentas («guadal»), ha sido hallada la industria cuater- naria. Los objetos recogidos son cinco. El representado en la fi- gura 4, ofrece una forma amigdaloide, tallado á grandes golpes en las dos caras, habiéndose hecho el trabajo en la periferia con más cuidado. El filo es rectilíneo, bastante gastado por el uso. Tiene 91 mm. de largo, 55 mm. de ancho máximo y un espesor que no pasa de 13 mm.* La materia prima utilizada ha sido un basalto homogéneo, negro, algo azulado ó grisáceo, opaco y que presenta actualmente, lustre metálico.

! Las medidas que se refieran al ancho ó espesor de un objeto cualquiera, deben considerarse como máximas, siempre que no se haga indicación en con- trario.

Axa. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3*, T. v. Junio 8, 1905. 18

974 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Otros dos instrumentos tienen forma elipsoidal, tallados á gran- des golpes en ambas caras, con filo rectilíneo. Sus dimensiones son 90 y 71 mm. de largo, 56 y 50 mm. de ancho y un espesor de 11 y 10 mm, respectivamente. El primero (figura 5), es de silex blanco algo calcedonioso, el otro de jaspe amarillento.

Por último, tengo á la vista dos ejemplares de forma ovoide (fi- gura 6), tallado uno muy groseramente, mientras que el otro ofre-

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ce iguales caracteres que el descripto y representado en la figura 4, El filo es en ambos rectilíneo; las dimensiones, S6 y 88 mm. de diámetro mayor, 55 y 65 mm. el menor, y 12 y 10 mm. de espe- sor. El de mayor tamaño es de silex blanco calcedonioso, mientras que el otro ha sido tallado en el mismo basalto homogéneo y con iguales caracteres externos que el ya mencionado de la figura 4.

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YACIMIENTO DE PUNTA CASAMAYOR.

En las cercanias de Punta Casamayor (gobernación de Santa Cruz), existen grandes barrancas que dominan el golfo de San Jor-

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 275

ge. En la ladera de una de aquéllas se ha encontrado, aislado, el

instrumento que va representado en la figura 7. La forma es lan- ceolada, de un tallado primitivo como los anteriormente descrip-

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276 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

tos, aunque en los bordes y en la punta el trabajo es más cuidado para obtener buen filo, que de un lado es rectilíneo y del otro algo sinuoso. Las dimensiones de esta pieza, son algo mayores que la de los objetos procedentes del yacimiento anterior; 118 mm. de largo, 67 mm. de ancho y 15 mm. de espesor. La roca empleada es pór- fido rojo obscuro.

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Fig. 7. Punta Casamayor Cor E »

Advertiré que al pie de la barranca donde fué hallado este ins- trumento, existen sedimentos pampeanos con restos de Macrauche- nia sp., acumulaciones de moluscos comidos por el hombre y gran- des fogones. Quizá la pieza que he descripto, fué abandonada por los primitivos habitantes del bajo pero, desgraciadamente, aun no se han hecho en aquel lugar estudios detenidos,

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LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA.

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278 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

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YACIMIENTO DEL ARROYO OBSERVACIÓN.

El arroyo Observación (Gobernación de Santa Cruz), es un curso de agua seco la mayor parte del año como todos los de la Pata-

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Fig. 9. Curte geológico del yacimiento cuaternario del arroyo Observación (Gobernación de San- ta Cruz). a, capa de loess estratifi- cado, de origen fluviátil. b, capa de rodados en la que se encuen- tran instrumentos paleolíticos. Cc, capa de arcilla de origen subaéreo. d, capa de pequeños rodados. €, zona de transición. f, estratos pulverulentos. guijarros, etc. s- cala, 2 mm.: 10 ctms.

gonia —, que desagua en la bahía Mazaredo. En la margen izquierda, á pocos centenares de metros antes de su desembocadura, recibe como afluente —también desprovisto de agua —un cañadón que corre más ó menos paralelo á la costa y cuyo cauce se ha formado entre las altas mesetas, constituidas por la forma- ción guaranitica y el patagónico y un albardón que se extiende hasta la playa atlántica (figura 8). Seme- jante corte natural, ha puesto en descubierto la constitución geológi- ca del mencionado albardón (figura 9). En la parte inferior (a), poco visible, presenta un depósito de loess pampeano de origen fluviátil, estra- tificado de idéntica manera al de la cuenca que he descripto en el capi- tulo I, $ II de la Í* parte. Inmedia- tamente después, viene una capa de rodados de 0,50 centímetros de espe- sor y en la cual se encuentran los restos paleolíticos (b). Luego, otra capa de arcilla pampeana de origen subaéreo de 2 metros de potencia (c). Encima, otro manto de pequeños rodados 0,30 centimetros (d), que van paulatinamente confun- diéndose (e) con estratos pulveru- lentos, guijarros, etc., que alcanzan á tener 2 metros de espesor (f).

Sobre el mecanismo de formación de este depósito, puede supo- nerse que la capa más inferior se ha formado cuando el nivel de

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 279

aquel lugar era más bajo que el que tiene actualmente, estando ocupada la depresión por una bahía de aguas tranquilas, en la que se han ido depositando los sedimentos traídos por el arroyo. Luego vino una emersión del territorio que dejó en seco aquellos estratos que fueron cubiertos, á su vez, por una capa de rodados arrancados por grandes avenidas á la próxima serie tehuelche, siendo durante esa época, que el hombre se instaló allí. Respec- to á la capa de arcilla pampeana de origen subaéreo no puede abrigarse duda alguna sobre el proceso de su formación; deben ha- ber actuado allí los mismos factores que figuran en la acumulación de los depósitos bonaerenses. La capa de pequeños rodados, es pro-

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z - 4037 Fig. 10. Arroyo Observación Com ), £

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ducto de avenidas modernas menos fuertes y, por último, los ma- teriales pulverulentos son de origen eoliano.

En el piso actual del albardón, en el lugar más dominante, se encuentran los vestigios de un gran «paradero» neolítico, con su bien conocida industria, aunque allí se han encontrado los restos de una Auchenia Lombergi Amgh., mamifero actualmente extin- guido.

El Dr. Florentino Ameghino, ha recogido personalmente en la capa más inferior de rodados (b), doce fragmentos de cuarzo le- choso, poco transparante, algunos muy patinados de un color

280 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

blanco aporcelanado*. Los verdaderos instrumentos son dos. El primero (figura 10), tiene una forma ovoide como los ya des- criptos, y representado uno en la figura 6. El trabajo en la cara in- ferior es casi nulo, pero en la superior se presenta más expresado, habiéndose retocado el borde izquierdo con el objeto de que sir- viera para cortar. Se presenta intacto el plano de percusión, que

Fig. 11. Arroyo Observación men Y ¿.

es romboidal. El filo es rectilíneo. El diámetro mayor de este ob- jeto alcanza á 76 mm., el menor á 59 mm., siendo el espesor 11 mm. Ha sido tallado en un jaspe amarillento, veteado de verde pálido.

El otro objeto (figura 11), es un raspador de forma trapezoidal, Se trata de un simple residuo utilizado, cuya cara inferior es con- vexa, el concoide bien manifiesto y un trabajo secundario en la par- te inferior para conseguir el filo. La cara superior no presenta tra- bajo alguno. También es de jaspe, blanco amarillento.

YACIMIENTO DE PUERTO MAZAREDO.

La parte de bahía situada á la derecha del arroyo Observación, lleva el nombre de puerto Mazaredo. Como puede verse en el corte adjunto (figura 12), la costa está formada del lado del mar

' Número 4049 del inventario del Museo Nacional de Buenos Aires.

LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 281

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2892 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

por un albardón de 200 metros de ancho y de 8 á 15 metros de al- tura, formado por guijarros arrojados por las aguas marinas. Inmediatamente después, comienza una depresión de 1 kilóme- tro deancho, paralela á la costa y cubierta por materiales pulveru- lentos acumulados por los vientos. Luego, el terreno se eleva brus- camente formando una primera terraza de 40 metros de altura, cons- tituida en su totalidad por la formación guaranitica. Esta meseta tendrá unos 5 kilómetros de ancho, terminada la cual se forma otra terraza, mucho más alta que la anterior, pues llega á 120 me-

Fig. 13. Puerto Mazaredo ( id

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tros de altura, formada por el guaranítico, patagónico y tehuelche.

En los puntos a y a' existen numerosos «paraderos» neolíticos, con sus objetos tan conocidos; mientras que en los alrededorés de a”, donde hay un pequeño arroyuelo, se han encontrado los restos, de una estación paleolítica. Los ejemplares recogidos son en núme- ro de tres. Uno es un grosero instrumento de forma lanceolada completamente liso en su cara inferior, apenas desbastado en la superior y presentando en la parte cortante—mejor trabajada— señales de un uso muy continuo. El largo es de 94 mm., el ancho 49 mm., y un espesor de 21 mm., casi uniforme (figura 13). Es de jaspe amarillo veteado de rosa pálido.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 283

Otro ejemplar, es de forma semilunar (figura 14); una de las caras presenta, de un lado, algunos grandes golpes y la corteza natural del fragmento de roca empleada. La otra cara ha sido tallada en toda su superficie y presenta, de un lado, un filo bas- tante retocado. Su mayor longitud es de 98 mm., el ancho 64 mm. y el espesor 14 mm. De un lado presenta una rotura antigua. Es también de jaspe amarillento, con partes algo rojizas.

De ese mismo yacimiento proviene una lámina que ofrece de- talles curiosos (figura 15). La cara inferior es lisa, con el concoide, lo mismo que la pequeña esquirla de percusión. En la cara supe- rior no hay trabajo secundario y está atravesada por dos aristas longitudinales que, casi en el tercio inferior, se unen para luego se- pararse nuevamente, presentando el corte una sección poligonal. Sus dimensiones son 45 mm. de largo y 21 mm. deancho. Esta lá- mina se halla tan descompuesta, que el silex ha tomado un blanco ceniza y ambas caras se muestran craquelées. Pero esas grietas no deben referirse en el caso presente, á la acción del fuego, sino

284 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

á causas atmosféricas. Se trata, pues, de un ejemplar que ha perma- necido largo tiempo expuesto á la intemperie, sufriendo los efectos de las lluvias y, sobre todo, delos cambios bruscos de temperatura tan comunes en Patagonia.

YACIMIENTO DE LA BAHÍA SANGUINETTI.

Muy próximo á la bahía Sanguinetti (Gobernación de Santa Cruz), existe, en un cañadón que se dirige hacia el centro de la mencionada bahía, un manantial de agua potable. Allí el doctor Florentino Ameghino ha recogido varios residuos de fabricación,

4050. ),

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Fig. 15. Puerto Mazaredo ( GmM.N T"

desprendidos de núcleos de cuarzo blanco lechoso, poco transpa- rente; sumamente patinados de un blanco aporcelanado y, muchos, cubiertos de líquenes de la especie Lecanora perrugosa Nyl *. Des- eraciadamente, entre el material que tengo ála vista, no he encon- trado un solo instrumento.

1 Número 4051 del inventario del Museo Nacional de Buenos Aires.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 285

S VE YACIMIENTO DE CABO BLANCO.

La región de cabo Blanco, es una de las más ricas en objetos antropológicos y arqueológicos de todas las épocas. El promon- torio que forma el impropiamente llamado cabo Blanco, está cons- tituido por una aglomeración de rocas traquiíticas muy antiguas, que presentan filones de cuarzo y cuarcita. Se internará unos 3 kilómetros en el mar y tiene un ancho aproximado de 1500 metros

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Fig. 16. Cabo Blanco a

En los albardones que existen en las playas, lo mismo que en estas últimas, hay numerosos «paraderos» neolíticos. Luego,como en toda la costa patagónica, viene la elevación de la meseta, allí de unos 40 metros de altura, y que lanza hacia el «cabo» una «cuchilla» angosta y poco elevada, que va desapareciendo paula- tinamente 1000 metros antes del promontorio. En lo alto de la mencionada «cuchilla», se encuentran numerosos instrumentos pa- leolíticos, sumamente descompuestos, tanto, que algunos se vuel- ven polvo al tocarlos,

286 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Tengo á la vista dos ejemplares desgraciadamente rotos! De bieron ser de forma más ó menos elipsoidal, habiéndose hecho el tallado únicamente en la cara superior á grandes golpes, con reto- ques en los bordes. Las dimensiones de esas dos piezas son actual-

Fig. 17. Rio Seco Maa ),

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mente 63 y y 39 mm, de largo, 40 y 30 mm. de ancho, 7 y 12 mm., de espesor, respectivamente. Ambas son de jaspe, una con la cara inferiorpatinada de un color blanco amarillento y cubierta, en par- te por pequeñas vegetaciones y dendritas (figura 16).

YACIMIENTO DE RÍO SECO.

Río Seco se halla situado entre los rios Deseado y Santa Cruz y desagua en la latitud aproximada de 48% 30' sur. Los instrumen-

' Número 22368 de la colección particular del Dr. Florentino Ameghino.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 287

tos que de allí provienen, se encontraron superficialmente, en una ladera de la meseta que limita el valle en que corre el rio, cuando trae agua. Uno de aquéllos ofrece una forma francamen- te lanceolada; tallado á grandes golpes que, en ambas caras ha de- jado intacta en muchos puntos, la corteza natural dela roca em- pleada. El filo es rectilíneo. La punta presenta una rotura antl- gua. Tiene actualmente 88 mm. de largo, 51 mm. de ancho y 21 mm. de espesor (figura 17). Es de jaspe amarillo,

Fig. 18. Río Seco (

FAME

El otro, de forma amigdaloide (figura 18), presenta un trabajo idéntico á los anteriores, con filo rectilíneo, puntiagudo, de un lar- go de 77 mm., de un ancho de 58 mm. y un espesor máximo de 15 mm. Tengo dudas sobre la roca empleada en la fábricación de es- te instrumento, quizá se trate de una cuarcita blanco rosada, de grano muy fino.

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YACIMIENTO DE SAN JULIÁN,

A pocos kilómetros al norte del río Santa Cruz, comienza una enorme depresión que llega hasta la latitud de cabo Curioso y á la

288 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

que se conoce con el nombre de Bajo de San Julián?. Este enorme bajo, es uno de los más curiosos fenómenos de erosión que pue- den ofrecer los territorios patagónicos. Se encuentra á 90 metros bajo el nivel del mar? y está limitado por altas mesetas formadas por el guaranítico, patagónico y tehuelche, pero, el piso del bajo es la formación cretácea con sus árboles silicificados, etc. En la par- te central existen dos eminencias aisladas, restos victoriosos de la erosión, que llevan el nombre de La Portada. Allí fueron encon-

Fig. 19. —San Julián (ua yA E

trados por el señor Carlos Ameghino hace largo tiempo, los pri- meros objetos del paleolítico patagónico.

La forma de) yacimiento constituía una verdadera cachette, pues tres de aquéllos fueron hallados uno sobre el otro, mientras que los

! Un buen plano de esa región, se encuentra en el Informe preliminar sobre los afloramientos de combustible del Bajo de San Julián por el señor A. Fourous, pu- blicado en el Boletín de Agricultura y Ganadería, 1904, número 741, página S3 y siguientes.

2 Fourous, £bid, 87.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 9289

tres restantes se hallaban colocados de canto á los lados de la pila. El sitio del hallazgo estaba situado en la falda de la meseta, á 0,50 centímetros de un manantial de agua semipotable y sin que en las proximidades hubiera otros objetos. Los instrumentos de este ya-

cimiento son admirables, Uno, que presenta una forma amigdaloi- de (figura 19), es tallado en ambas caras á grandes golpes, sin tra- bajo secundario de ninguna especie, el filo sumamente usado y algo sinuoso. Las dimensiones de esta pieza son 132 mm. de largo, 36 mm. de ancho y un espesor de 21 mm. Es de jaspe amarillo, su- mamente lustroso,

Otros dos ejemplares son aun más groseros, con la base dilatada,

AxaL. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3*, T. v. Junio 10, 1905. 19

290 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES. .

puntiagudos, filo rectilíneo, conservando uno de ellos el plano de percusión más ó menos elipsoidal, (figura 20). Las dimensiones de estas dos piezas son 155 y 140 mm. de largo, 102 y 96 mm. de an- cho y 31 y 28 mm. de espesor, respectivamente. Ambas son de jas- pe amarillo claro.

El tercer tipo está representado por dos instrumentos ovoides, con iguales caracteres de trabajo que los anteriormente descriptos,

Fig. 21. —San Julián a y

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con un solo lado cortante, siendo el filo rectilíneo y presentando en otro un conjunto helicoidal (figura 21). Sus dimensiones son 84 y 37 mm. de diámetro mayor, 58 y 63 mm. el menor y un espesor de 14 y S mm., respectivamente. El primer ejemplar presenta el pla- no de percusión de forma elipsoidal, que se ha conservado como punto de apoyo para la mano. El otro tiene una rotura moderna. El ejemplar mayor es de jaspe rojo obscuro con ramificaciones amarillentas, el otro es de jaspe amarillo obscuro.

El sexto ejemplar que procede de este yacimiento es de forma lan- ceolada. En la cara inferior muestra unos pocos golpes y en cam- bio la superior, aunque de técnica grosera, ofrece un trabajo aca-

OUTES::LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 291

bado. El filo es irregular. El plano de percusión que se ha conser- vado es, como en el anterior, elipsoidal, Las dimensiones de este

- y rc pl Fig. 22. —San Julián (¿7 bb £

ejemplar son 84 mm. de largo, 50 mm. de ancho y 15 mm. de espesor (figura 22). La roca empleada es un jaspe amarillo acei- tuna.

CAPÍTULO IL

OBSERVACIONES GENERALES SOBRE EL PERÍODO PALEOLÍTICO PATAGÓNICO.

ST EDAD DE LOS YACIMIENTOS Y TECNOLOGÍA.

El descubrimiento de los vestigios de la industria del hombre pa- tagónico cuaternario, se debe á las exploraciones de los señores Carlos y Florentino Ameghino. Gracias á la amable gentileza del

992 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

actual Director del Museo Nacional de Buenos Aires, pude des- cribir brevemente, en una comunicación fechada el 30 de Octubre de 1900, los hermosos objetos recogidos en el yacimiento de San Julián.*! En ese mismo año aparecia la tercera edición de la obra Le Préhistorique del señor Gabriel de Mortillet, y en ella también se anunciaba el interesante descubrimiento realizado en Patago- nia.? Luego vino la segunda reunión del Congreso Cientifico La- tino Americano, celebrada en Montevideo del 20 al 31 de Marzo de 1901, y allí también leí una comunicación sobre el hallazgo de San Julián, en la que me ocupaba, también, de los objetos proce- dentes del ángulo formado por la confluencia de los ríos Chubut y Chico (Gobernación del Chubut), lo mismo que del recogido en punta Casamayor?. No obstante esta bibliografía, en una obra re- cientemente publicada por el Dr. René Vernan, dice este señor que, «jusqu'a ce jour, aucune trouvaille ne permet d'affirmer que la Patagonie ait eu son áge paleolithique »*.

Los yacimientos paleolíticos de Patagonia ofrecen dos tipos bien caracterizados. En el primero, al que corresponden seis de aqué- llos, la industria se ha encontrado casi superficialmente en lo alto de mesetas, (plateaux), cubierta apenas por materiales pulverulen- tos acumulados por los vientos,

En un solo caso los objetos se han hallado sepultados en capas profundas (Arroyo Observación ), que permitan estudiar con ver- daderos documentos estratigráficos, las condiciones del hallazgo. En cuanto al yacimiento de la confluencia de los rios Chubut y Chico, donde el material se ha encontrado en el fondo de un bajo, podría suponerse, no sin fundamento, que los objetos fueron arran- cados por avenidas de la próxima meseta.

! Fénix F, Oures, Apuntaciones para el estudio de la arqueología argentina, en Anales de la Sociedad Científica Argentina, L, 135 y siguientes. Por motivos aje- nos á mi voluntad, no pude corregir las pruebas de la mencionada monografía. y debido á ello fué que se deslizaron algunos errores. Además, á causa de no hallarse en Buenos Aires el señor Carlos Ameghino, los datos de que dispuse por entonces, fueron deficientes. Así, por ejemplo, describí junto con los ejem- plares procedentes de San Julián, los que habían sido recogidos en río Seco. De modo, pues, que la mencionada memoria la considero como de un valor tan solo bibliográfico.

2 G. y A. De Mortiuter, Le Préhistorique (edición de 1900), 596.

3 Fénix F. Oures, Sobre el hallazgo en la República Argentina de instrumentos prehistóricos de piedra del tipo de Saint Acheul. Esta comunicación permanece aun inédita y probablemente ya no se publicará, pues desde aquél entonces sólo se ha editado un tomo de compte-rendu del certámen realizado en Montevideo.

* René VerNau, Les anciens Patagons, 259.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 293

Las causas que han influido para que los instrumentos cuater- narios permanezcan en la superficie del suelo, son evidentes. Los inmensos territorios patagónicos, han conservado desde la época terciaria la misma fisonomía que actualmente presentan. Los de- pósitos cuaternarios alcanzan, como lo he dicho, un limitado desa- rrollo, pues sólo se les señala en las cuencas de algunos rios ó, aisladamente, como el estudiado de las proximidades de la bahía Sanguinetti y del arroyo Observación.

Jamás las altas mesetas patagónicas fueron alcanzadas por los aluyviones de la última era geológica, y es por tal motivo que en la superficie de aquéllas se encuentran mezclados instrumentos y objetos de todas las épocas, que sólo pueden distinguirse por su forma y por los caracteres exteriores que presentan. En se- mejantes condiciones seria aventurado asignar edad álos men- cionados objetos desde que, á mi entender, no es suficiente su simple analogía con otros evidentemente antiguos. Pero, en el caso de los yacimientos patagónicos, la feliz circunstancia del hallazgo del arroyo Observación, verificado por una persona como el Dr. Ameghino, que no sólo conoce, por haberlos des- cubierto, los restos del hombre cuaternario bonaerense, sino que ha verificado estudios concienzudos en Chelles, Saint Achenl, etc., disipa toda duda al respecto.

He presentado y estudiado en el capitulo correspondiente, el corte geológico esquemático (figura 1) de un depósito pampeano bien caracterizado, y he dicho allí que parte de él (D, figura 1), po- dría referirse por sus caracteres estratigráficos, sus fósiles y aspecto exterior, al piso bonaerense de la formación pampeana. Esa capa del depósito de bahía Sanguinetti corresponde por sus detalles á la más inferior (a, figura 10), del corte que ofrece el cañadón que desagua en el arroyo Observación. Ahora bien, en el corte de la figura 1, inmediatamente despues del mencionado depósito estra- tificado, viene una capa de arcilla rojiza pampeana, cubierta por otra, indudablemente en discordancia, de rodados traidos por avenidas de la formación tehuelche. Estas dos capas, corresponden á una época posterior á la deposición del pampeano superior ó bonarense, é indudablemente son contemporáneas de la última facie de la era cuaternaria en esta región de Sud-América repre- sentada por los pisos lujanense y platense de la clasificación del Dr. Ameghino. Todo lo contrario, ha sucedido, en el yacimiento del arroyo Observación, donde la capa de rodados se ha inter- calado entre el depósito más inferior y la arcilla roja. Esta va-

294 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

riante no influye, en verdad, para que la edad de esos depósitos se considere como distinta; todo lo contrario, ambos son con plena seguridad, sincrónicos. De modo, pues, que la edad geológica del yacimiento de arroyo Observación puede referirse á la época más moderna del pampeano superior. Resuelto este punto interesan- te y basado en un documento estratigráfico incontestable, fácil es ya establecer, comparando los objetos descriptos, la edad de los yacimientos situados en los plateauzx.

En arroyo Observación tan sólo se han encontrado, hasta aho- ra, dos instrumentos bien caracterizados; uno de forma ovolde, siendo el otro un raspador trapezoidal.

El primer tipo de instrumento, se presenta también en los yaci- mientos de la confluencia de los rios Chubut y Chico y en el de San Julián, pero asociado á otros de forma amigdaloide, lanceolada y elipsoidal, que presentan iguales caracteres externos, igual técnica de trabajo é igual material, de modo, pues, que no tengo ambages en considerarlos como productos de la misma industria.

Aplicando igual procedimiento analógico, llego á la conclusión que los objetos de los yacimientos de punta Casamayor, puerto Ma- zaredo, cabo Blanco y río Seco, son también coetáneas, La variante en el tipo del instrumental de una época arqueológica antigua, es tan común en el cuaternario europeo, que últimamente se ha pro- puesto una clasificación menos restringida de los objetos conoci- dos bajo el nombre de coup de poing?.

Cuando en 1901 presenté á la sección de ciencias antropológicas del Congreso Cientifico Latino Americano reunido en Montevideo, los instrumentos procedentes de los yacimientos de la confluencia de los rios Chubut y Chico, punta Casamayor y San Julián, el único especialista allí presente, el profesor José H, Figueira, opinó que los objetos que provenían del último punto eran evidentemente pa- leolíticos, aunque expresó sns dudas respecto á los otros?, basado en que no presentaban los mismos caracteres externos que los reco- gidos en La Portada. En contraposición á esta manera de opinar, debo declarar que el señor Adrián de Mortillet, durante sus dos estadias en Buenos Aires (1903), revisó los objetos mencionados,

' L. CaprITax, Les divers instruments chelléens et acheuléens compris sous les dénomina- tion unique de coup de poing, en Congrés international d' Anthropologie et d' Archéo- togie préhistoriques, xu* session, 59 y siguientes.

? Segunda reunión del Congreso Científico Latino Americano, 1, 183. Véanse, además, los artículos informativos publicados por los diarios políticos de Mon- tevideo El Bien y La Razón, correspondientes al día 27 de Marzo de 1901.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 295

declarando que por su simple aspecto, forma, etc., debían conside- rarse como cuaternarios. Pero, como ya lo he manifestado, el ha- - llazgo del arroyo Observación disipa las últimas dudas que pudie- ran abrigarse.

Los instrumentos completos recogidos hasta ahora en las esta- ciones que he estudiado, ofrecen cinco tipos principales; 1.” amig- daloide; 2. elipsoidal, 3.2 ovoide; 4.” lanceolado; 5.0 semilunar, To- dos estos tipos corresponderían á los coups de poing de la clasifica- ción del señor G. de Mortillet, pero, creo que esta denominación es ambigua por más de un concepto.

El verdadero uso de las formas indicadas, es indeterminable. Pue- den haber servido para cortar, cavar, raspar, etc., pero suponer que todos ellos se sujetaban con la mano, es imposible admitirlo, El hombre que fabricó los mencionados instrumentos debió co- _nocer el enmangado de ellos. Tan es asi, que muchos objetos del cuaternario europeo, conservan parte de la corteza de la roca em- pleada (talón), cuando la forma del guijarro utilizado se prestaba á que se sujetase con la mano. Es evidente que tal detalle, corres- ponde á la manifestación más simple tendiente á dotar á los obje- tos de uso doméstico, de un algo que facilitase la prehensión, sin lastimar la mano y que, al mismo tiempo, hiciera más eficaz el em- pleo de la fuerza. Pero, en cambio, los instrumentos más grandes de San Julián (figura 19 y 20), con su periferia filosa, erizada de asperezas, es imposible no fuesen enmangados en forma de hacha. Por otra parte, mis teorizaciones de gabinete nada resuelven; la prueba se encuentra en los instrumentos que nos ofrecen pueblos indigenas actuales. Asi por ejemplo, el kalkal de los Waloska, el kargoo de los Ikelborra y el kunga de los Puguloburra, tribus australianas, corresponden á tipos paleolíticos dotados de mango?,

l Enrico H. GicLioL1, Lo strumento primitivo «<chelléen> delPuomo quaternario in uso attuale nell' Australia, en Archivio per U' Antropología e la Etnología, xxx, 211, 214 y 215.

La cuestión del enmangado de los objetos paleoliticos del tipo de que me he ocupado, ha sido causa de numerosas discusiones. Vuelvo á insistir, sobre la inutilidad de toda teorización al respecto, siendo la única manera seria de re- solver los puntos discutidos, tan solo por ensayos repetidos en un medio ade- cuado, como lo ha hecho brillantemente Hipólito Muller (H. MuLzer, Zbid, 418 y siguiente, objetos incluidos en la figura 2), ó sino presentando un cierto núme- ro de elementos probatorios reunidos entre los pueblos que, aun en la actuali” dad, se encuentran en el periodo neolítico y que, indirectamente, pese á quien pese, resuelven el debatido asunto. Los argumentos empleados por los señores Mortillet para demostrar que los objetos llamados por ellos coups de poing, es imposible se enmangaran en forma de hacha, no tienen valor alguno. (Le Pré-

296 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Opino, también, que muchos de los instrumentos paleolíticos de pequeño tamaño recogidos en la Patagonia y que afectan la forma ovoide, fueron enmangados. Lo creo, pues todos ellos presentan el filo de un solo lado y por que me bastaría hacer recordar el cono- cido ulu, de los Esquimales *. Estos puntos, vuelvo á repetirlo, se resuelven prácticamente, en repetidos ensayos, en plena natura- leza,

historique, 142; véase, además, la página 140 y siguientes). En primer término, es aventurado establecer a priori que tal ó cual instrumento no pueda dotarse de mango por tal ó cual motivo. Muchos de los objetos antiguos encontrados, por una feliz casualidad, conservando el mango, sorprenden por la disposición inesperada como han sido provistos de ese complemento (véase, por ejemplo: J. W. Fewxes, Preliminary account of an expedition to the cliff villages of the Red Rock country, and the Tusayan ruins of Silkeyatki and Awatobí, en Smithsonian Re- port, 1895, plancha xLvrr, segunda figura. Tuomas WiLsown, Prehistoric art, en Re- port of the U. S. National Museum, 1896, frontispicio) y, entre el mismo instru- mental moderno, hay piezas curiosísimas demostrativas de que objetos aun más difíciles de enmangar que los tipos paleolíticos amigdaloides, etc., se usan con toda facilidad, como sucede con los martillos de los Igorrotes del norte de Lu- zón (A. B. Merer y A. ScHaDENBERG, Die Philippinen, 1, 19, plancha xvr, figura 12, en Publicationen aus dem Kóniglichen Ethnoyraphischen Museum zu Dresden, vii) las hachas de la región de los rios Pennefather y Bloomfield en North Queensland (WaLrer E. Rorn, Domestic implements, arts, and manufactures, en North Queensland Ethnography, Bulletin N* 7,18, plancha 1x, figuras 56 y 57; 19, - plancha x, figura 74), los hermosos martillos de los naturales de la bahía de la Princesa Carlota (RorH, £bid, 23, plancha xv1H, figura 151; plancha x1x, figuras 152 á 154) y, en general, los objetos todos de tipo semejante, de los primitivos habitantes de Australia [Evans, Ibid, 170, figura 106. F. RarzeL, Le razze uma- ne (edición 1896), 11, 50, figura 22 y algunas de las incluidas en la 23] y aun de América, como ser la curiosa hacha de forma primitiva procedente del río Frio, en Nicaragua, y figurada por Evans (Evans, bid, 155, figura 91). Semejantes analogías, hace ya tiempo fueron tomadas en cuenta por especialistas libres de prejuicios, y aceptadas en su verdadero valor (Véase: M. ReBoux, Sur les instru- ments des sauvages actuels de l'Océanmie, et leur analogie avec les instruments de la période quaternaire, en Congrés international des Orientalistes, 1* session, 1873, 15 567, plancha 57, figura 1). Por otra parte, Lepic, Reboux y D'Acy, han demos- trado perfectamente los dos primeros —la adaptabilidad á un mango, de los objetos cuaternarios (VicomTE DE LepIC, Les armes et les outils prehistoriques recons- titués, plancha 1 y 1. M. Remoux, Sur Pemmanchure des silex, en Congrés interna- tional d'Anthropologie et d'Archéologie préhistoriques, 6* session, 1872, 278 y si- guientes), mientras que el último, ha puesto de manifiesto en todos sus detalles y con la erudición que le caracterizaba, los inconvenientes que presentan los ob- jetos chellenses para su fácil adaptabilidad á la mano [E. D'Acy, De Pemman- chement des silex taillés, du type généralement connu sous le nom de type de Saint Acheul ou de Chelles, en Bulletins de la Société d' Anthropologie de Paris (3* série), x, 158 y siguientes. D'Acr, Présentations de Demmanchement des silex de Chelles et de Saint Acheul, en Ibid, x, 219 y siguientes]. Por estos motivos, me manifiesto par- tidario del enmangado de ciertos objetos del cuaternario patagónico.

' Oris T. Mason. The ulu, or woman's knife, of the Eskimo, en Report of the U. S. National Museum, 1890, plancha 1x1, figura 1 y 2.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 297

El material lítico utilizado por el hombre patagónico cuaterna- rio era recogido ¿n situ, en canteras que aun no han sido estudia- das y sobre las cuales tengo datos interesantes, aunque en muchos casos se valía, simplemente, de nódulos de jaspe. El empleo de la materia prima se descompone como se indica en el cuadro II,

CUADRO IT. Yacimientos q + 1 a (e) «1 [55] ES 13) S a3 = dE o o E E > Material ui (8) 5 7 al 2 = E ES] m SA A ii Lada e A IA E a 3 Oj 2 O 5 8) (09) [al = pa | EPR

So 2 1 = = == 3 Basalto . 2 = E = E = E 9 Jaspe..... 3 2 2 2 6 1 14 Pórfido = il ES AE a L- al Cuarcita... = =s Le == == a 1 1 Totales...| 5 il 2 3, 2 6 2 21

Estas cifras corresponden á una proporción de:

Ma rita 14.28 lo BASulLO Turcos oia ONDAS a A O 66.64 » POrRadoO.. Pin ads fea de 4.76 » Cuarta tooo cias 4.76

Como es fácil notarlo, existe una marcada preferencia hacia el jaspe y el silex, lo que se explica perfectamente si se tiene en cuenta que los objetos fabricados con esas rocas, ofrecen una gran facilidad para el trabajo, dada su fractura concoidal y, además, son de una gran dureza. En cambio, el pórfido, cuya rotura es en es- quirlas, está representado por una mínima cantidad.

Respecto al instrumento de cuarcita recogido en río Seco, tengo dudas sobre su clasificación. Bien podría ser de jaspe, pero no dis- pongo de elementos para verificar un examen petrográfico. El aspecto de los ejemplares de basalto homogéneo procedentes de la confluencia de los ríos Chubut y Chico, me hizo creer en un princi- pio se tratara de retinita, pero excluyo esta última, pues los obje- tos mencionados son de fractura francamente concoidal, duros y opacos en los bordes.

298 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

La técnica seguida en el trabajo de preparación de los objetos que he estudiado, se presenta indudablemente avanzada. La in- mensa mayoría de las piezas de que dispongo han sido talladas en ambas caras, habiendo sufrido en algunos casos, dos clases de per- cusión, la una destinada á4 desbastar el fragmento y la otra de re- toque en los bordes. Sin embargo, muchos instrumentos han sido tallados por percusión directa. Los golpes siempre son oblícuos, aunque la lámina representada en la figura 15, demuestra que conocían el golpe vertical.

En cuanto á las dimensiones de los objetos, puede verificarse re- visando el cuadro III adjunto, que no alcanzan dimensiones exage- radas, presentándose bastante uniformes en todos los yacimientos, excepción hecha de los números 12, 13 y 14, procedentes de la ca- chette de San Julián en la gobernación de Santa Cruz.

CUADRO TER.

¡| N* | Largo | Ancho [Espesor! Peso Yacimiento 11 91 A ALS 69 Confluencia de los rios Chubut y Chico 2 90 56 11 67 > » > > > 3 yl 50 10 99 > > > > > 4 86 55 12 70 > > > > > 5 88 50 10 17 > > > > > 6 118 67 OA Punta Casamayor 7 76 59 11 62 Arroyo Observación S 94 49 21 112 Puerto Mazaredo 9 98 64 14 17 > > 10 SS 51 21 98 Rio Seco ml did 58 15 64 eS 12 132 76 MA 200 San Julián 13 155 102 31 390 > > 14 140 96 28 295 > > LS Si 5S 14 70 > > | 16 97 63 S 74 > > 17 sy 50 15 62 > >

COMPARACIONES CON EL PERÍODO PALEOLÍTICO EUROPEO.

El tipo de los yacimientos paleolíticos patagónicos, corresponde en todos sus detalles á los del viejo mundo, especialmente á los clásicos de Francia, También allí la industria, semejante por su

' En este cuadro no figuran los objetos procedentes de cabo Blanco, ni el ras- pador trapezoidal de arroyo Observación. Las medidas son en milímetros y el peso en gramos.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 299

forma á la descubierta en Patagonia, se ia encuentra en depósitos geológicos parecidos al del arroyo Observación, naturalmente de componentes litológicos distintos pero, en cambio, con una dis- posición estratigráfica aproximada*, También allí son conocidísi- mos los yacimientos superficiales, situados en puntos elevados (plateaux) y donde la industria se encuentra mezclada con otra más moderna?

Haré notar á continuación la similitud que existe entre el ins- trumental recogido en los yacimientos pealeolíticos de Patagonia y el reunido en Francia, Bélgica é Inglaterra, países en los cuales los estudios paleoetnológicos se han sistematizado en toda regla.

El instrumento de forma amigdaloide es usual en Francia, espe- cialmente en la época llamada acheulense por el señor Gabriel de Mortillet. En esa época, es donde alcanza la factura más perfecta y delicada, pues en un principio —en la base del cuaternario se manifiesta tosco y de gran espesor. Los instrumentos del mencio- nado tipo reunidos en Patagonia, son idénticos á los que correspon- den al período de transición chelleo-mousteriense. Capitan, describe objetos precedentes de Abbeville de la misma forma, etc., que los que he representado en las figuras 4 y 19%, Las variedades del mis- mo tipo correspondientes á las figuras 18 y 20 también han sido encontradas en la estación de Bois du Rocher la primera, y en Saint Achenl y los plateaux de La Vienne la última*. Entre los hermosos objetos de las estaciones paleoliticas francesas que fueron recogl- das personalmente por el Dr. Florentino Ameghino, durante sus viajes por Europa, y que se encuentran actualmente en el Museo de la Plata, he tenido ocasión de ver dos instrumentos amigdaloi- des procedentes de Chelles, de una forma y una técnica de trabajo idénticas á la que presentan los ejemplares correspondientes á las figuras 4, 19 y 18.

En Bélgica, el tipo del ejemplar de la figura 18, se presenta en la industria de transición entre el mesviniense y el acheulense, para generalizarse en el verdadero achenlense?,

1 G.Y A. De MortiLerT, Musée préhistorique (edición 1903), plancha 1x, figura 60. Le Prehistorique, 599.

2 MortriLLer, Le Prehistorique, 560.

3 CAPITAN, lbid, 59, figura 7.

* MortiLLerT, Musée, etc., plancha vir, figuras 52 y 53; plancha vr, figura 34 y plancha x, figura 65.

5 H. Ruror, Sur la distribution des industries paléolithiques dans les couches qua- ternaires de la Belgique, en Congrés international d' Anthropologie et d' Archéologie pré- historiques, x11* session, 100 y 103, figuras 18 y 22.

300 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

El river-drift de Inglaterra, ha proporcionado infinidad de pie- zas de la forma amigdaloide. Las que más se aproximan á los ejemplares descriptos, se han encontrado en Dartford Heath (figu- ras 4 y 19) y en Folkestone (figura 18)!.

El tipo elíptico, correspondiente á la figura 5, es raro en Fran- cia y Bélgica pues no lo hallo en la literatura de que dispongo. En cambio, se presenta con frecuencia en Inglaterra, donde se le ha señalado en Icklingham, Reculver y Hill Head?,

Los objetos acheulenses recogidos en Francia, ofrecen las tres variedades ovoides de Patagonia. Un instrumento descripto por Capitan y recogido en Abbeville, es idéntico á los procedentes de los yacimientos de la confluencia de los rios Chubut y Chico y del arroyo Observación (figuras 6 y 10)* y otro de que se ocupa el mismo autor, corresponde á las variedades del yacimiento de San Julián (figura 21), Mortillet, señala un objeto semejante proce- dente del mismo Saint Acheul?, aunque también se han coleccio- nado en Coussay le Bois (Vienne )*.

El tipo lanceolado (figuras 7, 13, 17 y 22) es también común en Francia. Se le encuentra frecuentemente en el loess de Normandía y Capitan describe un ejemplar procedente de La Micoque (Dor- dogne)'.

Los ejemplares belgas corresponden á la industria de transición á que me he referido*.

En Inglaterra es una forma común. Ejemplares del tipo de la figura Y se han encontrado en Icklingham y Fisherton? y otros correspondientes al tipo de la figuras 13, 17 y 22 en Biddenham y Rampart Hill (Icklingham)*”, lo mismo que en Dallow Farm (Lu- toni

El tipo que he llamado semilunar (figura 14), es raro en el cua- ternario europeo, aunque sin embargo se hace mención de ejem-

! Evaxs, 1bid 605, figura 456; 621, figura 464, B.

* Evaxs, Zbid, 545, figura 421; 616, figura 461; 625, figura 466.

3 CAPITAN, Zbid, 58, figura 5.

* CAPITAN, Lbid, 59, figura 8.

% MorrtiLLET, Musée, etc, plancha vu, figura 40.

* CuarLes H. Rea, A Guide to the antiquities of the Stone Age (British Museum), 31, figura 28, ,

7 CAPITAN, La station acheuléene de La Micoque, en Revue mensuelle de l' El cole d' Anthropologie, v1, 414, figura 129.

$ Ruror, Ibid, 100, figura 17.

* Evass, Zbid, 546, figura 423; 630, figura 471.

10 Evass, Lbid, 535, figura 416; 545, figura 420.

! Reab, 1bid, 22, figura 11.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 301

plares algo parecidos procedentes de los alrededores de La Vienne (Poitou)!, como también de Santon Downham?.

También en las colecciones ya mencionadas del Museo de La Plata, he encontrado un raspador de forma trapezoidal, recogido en Chelles por el Dr. Ameghino y que corresponde al tipo del arroyo Observación, representado en la figura 11.

Como se habrá notado, los tipos patagónicos corresponden por su forma, á los objetos que algunos paleoetnólogos (Mortillet, Ault du Mesnil, Capitan, etc.), asignan á la época acheulense, es decir al periodo de transición chelleo-mousteriense y que represente la industria más avanzada del paleolítico inferior. Nada puedo decir de Bélgica, donde la relación entre las épocas arqueológicas y los documentos geo-estratigráficos es demasiado embrollada, sobre todo, después de la clasificación del señor Rutot. En cambio, los ingleses han tenido la excelente idea de incluir—como es lógico— el chellense y el acheulense, en su river drift,

De cualquier modo, el instrumental patagónico corresponde á un facie avanzada de la industria paleolítica europea,

YT

HER

COMPARACIONES CON EL PERÍODO PALEOLÍTICO AFRICANO.

El estudio del periodo paleolítico africano puede decirse que re- cién comienza á hacerse; no obstante. ofrece desde ya inmenso atrac- tivo y creo que debe preocupar en primer término á los paleoet- nólogos americanos. Desgraciadamente, la literatura de que dis- pongo es limitada y me veo por ello obligado á no hacer mención de los hallazgos verificados en el Africa meridional.

Los materiales pertenecientes á la edad de la piedra, reuni- dos en la región ecuatorial son numerosos, y provienen en su mayoría del Estado independiente del Congo. Las estaciones se hallan á lo largo del ferrocarril construido de Matadi á Léo- poldville, salvo un pequeño grupo que corresponde á lugares si- tuados próximos á las orillas del Congo, entre sus afluentes Pioka y Lukanga. Todas son superficiales, excepción hecha de un yaci- miento profundo, que bien podría servir como término de com-

! Reap, Zbid, 33, figura 29. 2 Evans, 1bid, 559, figura 436.

302 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

paración para establecer la edad de los otros!, Los tipos pata- gónicos amigdaloide, ovoide y semilunar, no se han encontrado hasta ahora en el Congo. En cambio, la forma elipsoidal es ca- racterística de los yacimientos de esa región de Africa, sobre todo en los situados en la comarca de los Montes de Cristal, La for- ma y técnica de trabajo corresponde con exactitud á los caracte- res del objeto que he representado en la figura 5?. Igualmente abundantes son los instrumentos lanceolados de los tipos de las fi- guras 13, 17 y 22*.

Los descubrimientos hechos en Somaliland en 1894 por el se- ñor H. W. Seton Karr, han sido muy discutidos. Evans, cree se trate de objetos paleolíticos*, mientras que Read expresa sus dudas al respecto y los incluye entre los instrumentos neolíticos que describe?. De cualquier modo, si los objetos fueran realmente antiguos, deben referirse, como lo cree el descubridor, álos depó- sitos pleistocenos de la Europa occidental*, En la plancha que tengo á la vista, noto intrumentos idénticos á los de los yacimien- tos patagónicos de la confluencia de los rios Chubut y Chico y Bajo de San Julián (figuras 5 y 19) y que corresponde 4 los tipos elip- soidal y amigdaloide”.,

La industria paleolítica del Africa septentrional se halla mejor caracterizada, pues se trata de objetos reunidos en capas profundas.

En Argelia, las cavernas de Uzidan ó de R'iran er r'ish, ocupan un pequeño plateau situado en la margen derecha del río Sikkak, Han sido motivo de estudios especiales por parte de Bleicher y Pal- lary, habiendo este último demostrado que los objetos colecciona- dos eran realmente cuaternarios. De ahí proceden dos instrumentos más ó menos amigdaloides y que tienen semejanza con los del yacimiento de San Julián (figura 20)*, Pero el descubrimiento más

! Antronio TArAMELLI, Quelques stations de Váge de la pierre découvertes par DPin- geneur Pietro Gariazzo dans DÉtat independant du Congo, en Congrés international dl'Anthropologie et d'Archéologie préhistoriques, x1r* session, 251.

? Xavier Starnier, L'áge de la pierre au Congo, en Annales du Musée du Congo, 1, entrega 1; 3, 5, 9, plancha ru, figuras 1v a y 1v 0; plancha y, figuras 1 a, 1 b, m1 a. m1b, m1 c, mid. TarameLtt, Zbid, plancha 111, figura 1.

3 Srarnier, 1bid, 2, 9; plancha 11, figuras, 11, 4, 11 b, 11 c; plancha y, figuras 11 Q, 11d,

* Evass, Zbid, 652 y siguiente.

3 Rean, Zbid, 91 y siguiente, plancha 4.

5 H. W. Serox Karr, On some palaeolithic implements found in Somaliland, en Proceedings of the Royal Society of London, Lx, 20.

7 Véase la plancha 4, figuras 1, 3 y 7 del trabajo de Read, ya citado.

3 Pau Partarr, Hecherches palethnologiques effectuées aux environs d'Ouzidan, en Bullentins de la Société d' Anthropologie de Paris, 4* série, v1, 87.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 303

interesante verificado en Argelia, se debe al geólogo L. Gentil, que ha reunido en el lago Karar, el material paleolítico mejor docu- mentado. La industria humana se hallaba asociada á restos de ma- miferos extinguidos como el Elephas atlanticus Pomel, Rhinocerus mauritanicus Pomel, Equus mauritanicus Pomel, Bubulus antiquus Duv., etc., y presenta una serie de instrumentos hermosos por más de un concepto. Tan valioso material ha sido descripto por Marce- lino Boule. En la monografía correspondiente, encuentro ejemplares que corresponden á los tipos patagónicos amigdaloides y lanceola- dos (figuras, 4, 17 y 18)!.

Además, veo un raspador de forma trapezoidal y que es del mis- mo tipo del recogido en el arroyo Observación (figura 11)?.

Las estaciones de Gafsa en Túnez, también son importantes. Se hallan situadas en la margen derecha del Ued Baiache, á 2 kilóme- tros al norte de la aldea de Sidi Mansur, proviniendo los objetos de un banco de rodados mezclados con ripio grueso. Entre los po- cos instrumentos figurados, encuentro uno quese asemeja á la for- ma amigdaloide de San Julián (figura 20)?.

Los concienzudos trabajos de Flinders Petrie, han puesto de manifiesto en Egipto, un período paleolítico que no se suponia existiera con tanta amplitud. En cada uno de sus viajes, aquel egiptólogo ha reunido un material selecto, y no ha mucho tiempo, durante sus investigaciones en Ballas y Naqada, ha recogido objetos interesantísimos. Las mencionadas localidades se hallan situadas á 50 kilómetros al norte de Tebas, en la margen izquierda del Nilo, que ha cavado su curso por aquella latitud á través de una meseta calcárea, pero, según parece, en época antiquísima corrió á un nivel más elevado, depositando capas espesas de casquijo*. Es allí, en lo alto de la meseta, que se ha descubierto la industria paleolítica, Los tipos patagónicos amigdaloide (figura 19), ovoide (figuras 6, 10 y 21) y lanceolado (figuras 17 y 22), se encuentran bien repre- sentados, tanto por su forma cuanto por la técnica de trabajo, sien- do algunos de ellos de una similitud sorprendente”.

! MarceriN BouLe, Étude paléontologique et archéologique sur la station paléoli- thique du lac Karar, en L'Anthropologie, xt, 15 y siguientes, plancha 11, figuras 6, 5 y 12.

2 BouLE, 1bid, 17, figura 21-22.

3 Dr. CouiLLauLtT, Note sur les stations préhistoriques de GFafsa, en L'Anthropolo- gie, v, 532, figura 2. '

* W. M. FuivoexsS PerrixE Y J. E. QuisezL, Nagada and Ballas, 49.

5 FiivDERS PerrigE y Quimentz, 1bid, capitulo por F. C. J. Spurell, 55, plancha Lxvitr, figuras 1, 2, 3, 4, 5, 64 y 6). Además, véase la plancha Lxxvr.

304 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Por último, G. Schweinfurth, ha encontrado en igualdad de ya- cimientos en los plateaux de los alrededores de Tebas, el tipo de raspador trapezoidal que he descripto en el capitulo anterior (fi- gura 11), como procedente del arroyo Observación ?.

Al terminar este parágrafo tócame repetir la misma observación hecha respecto al cuaternario europeo, es decir, que la industria patagónica paleolitica comparada con la africana, corresponde ú los tipos más modernos de esta última.

Ei

COMPARACIONES CON EL PERÍODO PALEOLÍTICO SUR Y NORTEAMERICANO,

En diversos lugares de la América meridional, se han encontra- do restos osteológicos que pueden adjudicarse con plena seguridad al hombre cuaternario. Los vestigios de su industria son, en cam- bio, muy escasos ó dudosos,

El año de 1878, el Dr, Florentino Ameghino tuvo ocasión de vi- sitar Montevideo. Con ese motivo examinó las barrancas de pam- peano rojo que existen en los alrededores de aquel puerto, encon- trando en una de ellas un fragmento de silex muy patinado, que afloraba en la capa más inferior del corte que estudiaba, de donde, en otra oportunidad, había retirado restos de la coraza de un Panochtus sp. El Dr. Ameghino consideró como una punta de dardo al silex en cuestión ?.

Muchos años después, el paleoetnólogo uruguayo profesor José H, Figueira, expresaba sus dudas sobre el hallazgo, pues le constaba que las barrancas donde se había encontrado el objeto, sufrieron continuas removidas en diferentes épocas?. Observaré que el frag- mento que se discutía es, cuando más, un residuo de fabricación.

En 1889, el Dr. Ameghino volvió «insistir sobre el particular, presentando nuevos hallazgos de objetos de tipo chellense. Decía

1 G. ScHwEINFURTH, Kiesel-Artefacte in diluvialen Schotter - Terrasse und auf den Plateau-Hóhen von Theben, en Verhandlungen der Berliner Gesellschaft fir Anthro- pologie, Ethnologie und Urgechichte, 1902, 293, plancha x11, figuras 1-2,

2 F, Auecuixo. La antigiedad del hombre en el Plata, 11, 526, plancha xx, fi- guras 642 y 643.

3 José H. FicGuEIrRaA, Los primitivos habitantes del Uruguay, en El Uruguay en la Exposición Histórico-Americana de Madrid, 165.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 305

con tal motivo, que los instrumentos los había retirado personal- mente de los estratos superiores de la formación marina más re- ciente (piso querandino), que bordea la bahía de Montevideo, constituida aquélla por restos de moluscos aun existentes, Termi- naba, expresando la opinión de que algunos de los instrumentos hallados en lo alto de las mesetas de aquella localidad y cuya for- ma y caracteres generales correspondían á los del bajo, debían de ser de la misma época!. El mismo profesor Figueira, al hablar de la estación del Cerro, punto donde fueron encontrados los objetos su- puestos paleolíticos por el Dr. Ameghino, dice que los bancos mari- nos que allí existen son muy modernos, posteriores á la deposición del pampeano superior, siendo evidente, desde luego, la conclusión que de ello puede deducirse. Figueira, en el caso, no hace sino repetir la opinión de Burmeister, de que la formación marina en cuestión es la parte más antigua de la era geológica actual ?, creen- cia de la cual no participo. Los estudios más modernos han demos- trado que el piso querandino es correlativo del piso platense y am- bos no representan sino diferentes facies locales de una misma épo- ca. De modo, pues, que los objetos de Montevideo corresponderian al cuaternario más superior.

Ahora bien, he revisado detenidamente en el Museo de La Plata los objetos mencionados y puedo afirmar que tienen todos los ca- racteres de los paleolíticos europeos. No creo, sin embargo, se trate de verdaderos instrumentos. Sólo en uno de los ejemplares, que ha tenido largo tiempo entre mis manos, puedo aceptar aunque con muchas reservas los rastros de un trabajo secundario que ha trazado un borde en bisel. En cuanto á la pátina que pre- sentan, debo declarar, que no se trata de la descomposición super- ficial que ofrecen algunos objetos de los «paraderos» neolíticos y á que alude el profesor Figueira sino es un verdadero esmal- te amarillento que cubre la mayor parte de la superficie. Por los mo- tivos expuestos, creo que los objetos de Montevideo deben conside- rarse, hoy por hoy, como simples núcleos.

El otro país sudamericano en que se hayan hecho descubrimien- tos referidos al periodo paleolítico, es el Brasil. No obstante, con- sidero como dudosos los hallazgos de Kunert en los plateaux del Morro do Diabo, cerca de Forromeco (Estado de Río Grande del

1 F, Amecuix0, Contribución al conocimiento de los mamiferos fósiles de la Repú- blica Argentina, 55. 2 G. BurmelsTtEr, Description physique de la République Argentine, 11, 167.

Axaz. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3*, T. v. Junio 12, 1905. 20

306 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Sur). Se trata de objetos tallados groseramente, semienterrados, 4 veces asociados á otros indudablemente neolíticos, y sin yacimiento alguno cuyas condiciones geológicas puedan servir como punto de referencia?.

La edad de los yacimientos considerados como paleolíticos en la América del Norte, ha sido más de una vez impugnada. En mu- chos casos, la razón ha estado de parte de los que negaban, pero en otros se me ocurre se ha procedido, quizá, con trop de z0le.

Los depósitos de Trenton, por ejemplo, han suscitado mil con- troversias, negándose su antigiedad y considerando, muchos pa- leoetnólogos los objetos encontrados, como pertenecientes á los indígenas modernos. El profesor William H. Holmes, no ha cesado de sostener que los supuestos instrumentos descriptos por Abbott, etc., sólo debían considerarse como los residuos de fabricación de talleres indigenas neolíticos?.

No haré la historia, ni aun breve, de los mencionados hallazgos, pues es por demás copiosa la bibliografía *, pero debo declarar que acepto sin reticencia alguna la edad pleistocena que se asigna por muchos especialistas á las capas de ripio sobre las cuales se levan- ta la ciudad de Trenton y, como consecuencia, la de los instrumen- tos que en aquéllas se suelen hallar. Greólogos eminentes que han visitado la indicada localidad, no titubean en considerar la podero-

' Pasror A. Kunerr, Riograndenser Paldolithen, en Verhandlungen der Berliner Gesellschaft fúr Anthropologie, Ethnologie und Urgeschichte, 1900, 348 y siguientes.

? Véase por ejemplo, Smithsonian Report, 1894, 46.

3 CharLes O. ABñorrT, Report on the discovery of supposed palaeolithic ¿mplements from the glacial drift, in the valley of the Delaware river, en Reports of the Peabody Museum, 11, 30. Arorr, Second report, en Ibid, 11, 225. ApñorrT, An historical sketch of the discoveries of palaeolithic ¿mplements in the valley of Delaware river, en Procee- dings of the Boston Society of Natural History, xx1, 124. Por otra parte, las perso- nas que tengan interés en informarse de todos los descubrimientos hechos en los Estados Unidos y que se ha considerado, con más ó menos razón, como perte- neciente al período paleolítico, deben revisar la noticia de Tomás Wilson, Re- sults of an inquiry as to the existence of man in North America during the paleoli- thic period of the stone age (Report of the U. S. National Museum, 1888, 677 y siguien- tes). La mencionada noticia, contiene una estadística detallada de los objetos de aspecto cuaternario distribuidos en diferentes colecciones pero, por mi parte, no la tomo en cuenta, pues es imposible saber con precisión las condiciones de los hallazgos y, sobre todo, las calidades personales de los colectores, cuyos cono- cimientos, en el caso, deben ponerse en evidencia. Sin embargo, entre las muchas personas que informaron á la Smithsonian Institution, en la mencionada investi- gación, figuran algunas que merecen entera fe; Moorehead, Haynes, Abbott, ete. De cualquier modo, los estudios hechos en Trenton son los más serios, y en la actualidad están vigiladas las excavaciones por el personal técnico del Peabody Museum.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 307

sa formación aluvional de la referencia como cuaternaria, y aun más; sumamente parecida por su disposición á los depósitos del continente europeo!. Se ha comparado el instrumental recogido en las márgenes del Delaware y se le ha encontrado casi idén- tico al chelleo-mousteriense?, y esta similitud llamó también la atención de Gaudry y Boule.

Por mi parte, encuentro de un parecido sorprendente el mate- rial que tengo á la vista procedente de los yacimientos paleolíticos de la Patagonia y el que ha sido descripto por Abbott y Wilson.

El tipo amigdaloide de la figura 20 corresponde exactamente á una pieza más pequeña recogida en Trenton, con la particularidad que esta última presenta—como en su similar patagónica—intacto en la base el plano de percusión?. Los tipos elíptico (figura 5) y ovoide (ejemplar que no he figurado), son también de un parecido que casi llega á la identidad*, é igual cosa debe decirse de los ejem- plares lanceolados (figuras 13, 17 y 22)?.

Comparada la técnica de trabajo de los objetos patagónicos con la de los norteamericanos, no encuentro diferencia substancial al- guna, salvo una pequeña cantidad de instrumentos de los primeros que ofrecen un retoque limitadisimo. Las dimensiones en ambos grupos, corresponden en la mayoría de los casos y en cuanto á la materia prima utilizada, la gran proporción de jaspe en el instru- mental patagónico, está en relación con el uso exagerado de argi- lita que indican los objetos reunidos hasta ahora en Trenton.

Tanto la argilita como el jaspe tienen muchos puntos de contac- to; la fractura en ambas rocas es concoidal y el aspecto de la pri- mera es á veces jaspoide.

1 MarceLLiN BouzE, "homme paléolithique dans l' Amérique du Nord, en L'Anthro- pologie, rv 38.

2? HexeY H. Haynes, The argilite implements found in the gravels of the Delaware river, compared with the palaeolithic implements of Europa, en Proceedings of the Boston Society of Natural History, xx1, 132.

3 C.C. Amorr, Primitive industry, 502, figura 422.

+ AmBorrT, Primitive, etc., 494 y 492, figuras 416 y 415.

5 ArñotrT, Primitive, etc., 504, figura 423. Tuomas WiLson, La haute ancienneté de homme dans l Amérique du Nord, en Congrés international d'Anthropologie et d'Archéologie préhistoriques, x11*, session, 184, figuras 27-28.

308 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

COMPARACIONES CON EL PERÍODO PALEOLÍTICO ARGENTINO.

La época á que corresponden los objetos descriptos en el capítu- lo anterior, se halla representada en el territorio de la República Argentina por seis yacimientos bien caracterizados y por uno que considero dudoso, y del cual, por lo tanto, no me ocuparé,

El primer descubrimiento de objetos de forma francamente amig- daloide hecho en la provincia de Buenos Aires, fué realizado por el Dr. Pelegrino Strobel. En sus conocidos Materiali, describía una hacha de cuarzo ó cuarcita encontrada en las proximidades del pueblo del Tandil, pieza aquélla que tenia 125 mm. de largo, YO mm. de ancho y un espesor máximo de 20 mm.* Este objeto por su forma y caracteres generales corresponde á los figurados en el capítulo anterior bajo los números 4, 18 y 19. Desgraciadamen- te, nada ha dicho Strobel subre las condiciones del yacimiento.

Con posterioridad, el Dr. Ameghino encontraba en la laguna de Lobos (Provincia de Buenos Aires), en una capa intermediaria en- tre la tierra vegetal y el pampeano superior, un instrumento de la misma forma que el anterior, aunque mucho más pequeño, pues sólo tenía 54 mm. de largo, 36 mm. de ancho y 18 mm. de espesor”. Su tipo corresponde al de la figura 18.

También en Luján, se han encontrado en depósitos lacustres, ob- jetos de la forma que acabo de mencionar pero, desgraciadamente, no los conozco?,

En la Plata y en Bahía Blanca, el mismo Dr. Ameghino ha te- nido la fortuna de reunir en los depósitos lacustres y marinos que existen en aquellas localidades, objetos cuyos tipos corresponden álos de las figuras 4, 18 y 20%.

Por último, en el mismo pueblo del Tandil, donde Strobel hizo

! PELEGRINO StroBEL, Materiali di paletnologia comparata raccolti in Sudame- rica, 34 y siguientes, plancha vr, figura 47. La pieza descripta por Strobel, debía. - formar parte de las colecciones del Museo Nacional de Buenos Aires pero, por más esfuerzos que he hecho aun no he podido hallar el interesante ejemplar.

2 F, AueGuixo, Excursiones geológicas y paleontológicas en la provincia de Buenos Aires, en Boletín de la Academia Nacional de Ciencias en Córdoba, vi, 168. F. Ame- GHINO, Contribución, etc., 96.

3 F, AmeGuHixo, Contribución, etc., 56.

' F, AmeEGHInO, Contribución, etc., 57 y siguientes. Véase, además, la figura inter- calada en la página 58.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 309

su primer hallazgo, se han encontrado en un depósito lacustre si- tuado en la barranca del arroyo que cruza la localidad, instrumen- tos amigdaloides idénticos al figurado en los Materiali, pero esta vez asociados á restos de una especie indeterminable de Palaeola- ma, como también á huesos de Equus rectidens H. Gerv. y Amgh.!.

S VI CONCLUSIONES GENERALES.

Mis observaciones sobre el periodo paleolítico patagónico me conducen á formular las conclusiones siguientes:

TI, Por la forma de yacimiento, el tipo de los instrumentos y la técnica de trabajo, los objetos pertenecientes al cuaternario de los territorios patagónicos, corresponden sin excepción á una sola época arqueológica.

TI. Comparada la industria paleolítica patagónica con la en- ropea, se encuentra una gran similitud de formas, etc., con la que caracteriza á la época acheulense de la clasificación del señor G. de Mortillet, y que corresponde al período de transición chelleo- mousteriense ó sea 4 los tipos de objetos más perfeccionados del pa- leolítico inferior. Observo que en Patagonia, la mencionada indus- tria se presenta en formaciones geológicas indudablemente mucho más modernas que aquéllas en que se encuentra su similar europea, lo que indicaría un atraso muy marcado en la evolución industrial de las agrupaciones humanas que vivieron en la extremidad sur de América.

TIT. Comparada la industria paleolítica patagónica con la afri- cana, encuentro una gran similitud con la procedente de las regio- nes más septentrionales: Egipto, Argelia y Túnez.

IV. Comparada la industria paleolítica patagónica con la de la América del Norte, es sorprendente el parecido con los instru- mentos que proceden de los Estados Unidos (Trenton).

! F, AmeGHix0, Contribución, etc., 54.

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OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 5 E

[11 PARTE.

PERÍODO NEOLÍTICO.

CAPÍTULO 1. LOS YACIMIENTOS.

El período neolítico está representado en Patagonia por multi- tud de yacimientos que, 4 pesar de no haberse realizado en ellos exploraciones arqueológicas sistematizadas, han proporcionado un número incalculable de objetos.

Los depósitos que corresponden al período arqueológico nom- brado, ofrecen, comparados entre si, algunos caracteres propios que los diferencian.

El tipo más esparcido por todo el territorio es el de simple «pa- radero» superficial, que se muestra por doquiera; cerca del mar, como de la precordillera; en los lugares habitables, como en los actualmente desolados. Ofrece, sin embargo, en muchos casos, va- riantes que dependen, como es natural, de las condiciones físicas del terreno.

En el Bajo del Mar, los objetos se encuentran mezclados con el pedregal de rodados que cubre el suelo. En otras localidades, aquéllos están próximos á la orilla de los rios, bordes de lagunas permanentes Ó temporarias ó sino semicubiertos por materiales arcillo pulverulentos («guadales») que se acumulan en los lugares deprimidos, pero casi siempre ocultos, en una ú otra parte, por matorrales de Prosopis, Grabowskia, Schinus, Berberis, etc. En el tipo de yacimiento de que me ocupo, la forma más común, casi diría infaltable, es la que se halla en los alrededores ó en los mis- mos bordes de manantiales de agua potable, que se señalan con relativa frecuencia en las faldas de las mesetas ó en el fondo de los cañadones. Por último, en algunos casos, los objetos abandonados por los indigenas en la superficie del suelo, han sido cubiertos por médanos de arena movediza que el viento traslada de continuo,

312 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

pero que en ciertas ocasiones se han consolidado, debido á la vege- tación herbácea desarrollada en la superficie, como sucede en algu- nos lugares del Bajo del Mar, en San Julián y en las dunas lacus- tres de las proximidades de los lagos Colhué- Huapi y Musters.

Corresponde, pues, el tipo que he descripto, á los sitios donde se han detenido momentáneamente las partidas de cazadores que sa- lían en procura de alimentos ó los grupos familiares que atravesa- ban el territorio por diversos motivos, pero que han escogido, por regla general, los lugares que ofrecian agua y leña en abundancia.

Los yacimientos que corresponden á estaciones permanentes, ofrecen otros caracteres. Los objetos de piedra no se presentan aislados, sino por el contrario, asociados á instrumentos de hueso, alfarería, adornos y desperdicios de comida, constituidos estos úl- timos, generalmente, por restos de Lama sp., Rhea sp., Dolichotis sp., Lutra sp., etc., á los que se agregan, en la costa atlántica, otros que pertenecen á Otaria sp., Arctocephalus sp., Aptenodytes sp. y Sphe- nicus sp. Este tipo de yacimiento, se encuentra con relativa fre- cuencia y se hallan situados en localidades que ofrecen abundantes medios de vida; agua, caza, leña, etc. También están ubicadas estas interesantes estaciones neoliticas, en lo alto de lomadas protegidas de los vientos (figura 8, b.) y también en la ladera de las acumula- ciones de pedregullo que se forman en algunos puntos de la costa atlántica, ó sino en la depresión cubierta de materiales pulveru- lentos que se extiende entre los mencionados depósitos de casquijo y la primera terraza de la meseta interior (figura 12, a y a'). Los restos de estas estaciones constituyen en otras partes kjókkenmód- dings, como acontece en la desembocadura de río Deseado, donde las acumulaciones están formadas en su mayor parte por valvas de Mytilus sp., Venus sp., etc., que alcanzan una gran extensión y potencia y en las que se encuentran numerosos instrumentos y armas de piedra?,

El tercer tipo de yacimiento, está formado por los despojos aban- donados por el hombre en el interior de las cavernas que existen

' Rauóx Lista, La Patagonia austral, 97. Cito este trabajo de Lista como referencia ilustrativa, pues considero á la obra toda del mencionado voyageur, desprovista de valor cientifico. HawbeL T. Marrix, Exploraciones patagónicas, en El Diario (Buenos Aires), 20 de Agosto de 1904. Se trata de un rápido relato del enviado de la Universidad de Kansas. Sin embargo, las investigaciones rea- lizadas en esa región de Patagonia son tan deficientes, que formulo con reser- vas la clasificación de kjokkenmóddings pues bien puede tratarse de simples aglo- meraciones de despojos (ajffaldsdynger) ó de moluscos (skaldynger).

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 313

en algunos puntos del territorio, especialmente en la cuenca y pro- ximidades del río Gallegos (Gúer Haiken y Markatsh Haiken)*.

Además de los tipos de yacimiento que he descripto, los objetos neolíticos se hallan en gran abundancia en cementerios indígenas, siendo alli donde pueden recogerse las series más variadas de ejem- plares. En la parte norte del territorio y en las proximidades del río Negro se han encontrado de ese modo, por el doctor Francisco P. Moreno, multitud de piezas interesantes? y una expedición en- viada por el Museo de La Plata y dirigida por el señor Santiago Pozzi, realizó descubrimientos en el valle del río Chubut, por los alrededores de la colonia galense de Trelew?*.

Por último, constituyen el tipo menos abundante de yacimientos, los objetos que rara vez se suelen hallar en el interior de los tchen- kes, sepulturas de que me he ocupado en el correspondiente capi- tulo. Todos los autores hacen notar la ausencia casi completa de ajuar funerario en la mencionada clase de enterratorios* pero, no obstante, poseo objetos retirados de aquéllos y que proceden de tchenkes situados en el curso medio del río Senguerr (Kaprik Hai- ken) y, no ha mucho tiempo (1-11 de 1903), el doctor Florentino Ameghino, hacia iguales descubrimientos en cabo Blanco.

La extension que alcanzan los «paraderos» superticiales, varía mucho. En los más comunes, los objetos se hallan desparramados en áreas que oscilan entre 10 y 20 metros lineales, pero los hay que alcanzan á 50%, 100 y 150% metros.

En cuanto á la distribución geográfica de los yacimientos neo- líticos en general, á pesar de hallarse esparcidos por todo el terri- torio, se observa agrupaciones preferentes. Toda la zona próxima al río Negro que constituye la parte del valle que se extiende por la margen derecha, es riquisima en objetos; el territorio que se

1 Moyano, 1bid, 21 y 30. LemmanN-Nirscme, Hallazgos antropológicos, etc., en Ibid, 173 y siguiente.

2 G. BurmersTEr, Sur les cránes, les moeurs et Pindustrie des anciens indiens de la Plata, en Congrés international d'Anthropologie et d' Archéologie préhistoriques, 6* scs- sion, 343. Morexo, Cementerios, etc., 7 y passim. G. BurmelstEr, Uber Alterthimer der La Plata Staaten, en Verhandlungen der Berliner Gesellschaft fir Anthropologte, Ethnologie und Urgechichte, 1873, 173.

3 Véase, Lemmann-NirscuE, La arthritis deformans de los antiguos Patagones, en Revista del Museo de La Plata, x1, 200.

* Moyano, Ibid, 31. Verxau Y De La VauLx, 1bid, 117 y siguientes.

5 CarLos V. Burmerster, Ultimas exploraciones en Patagonia, en Revista de la Sociedad Geográfica Argentina, v1, 198.

$ MorEnNO0, Cementerios, etc., 10

314 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

prolonga al sur de aquel río hasta el valle del Chubut, es aun casi desconocido arqueológicamente. A partir del río Chubut comienza una región riquísima en arqueología, especialmente la margen iz- quierda del rio Chico (Gobernación del Chubut), como también el macizo montañoso que se extiende hasta la precordillera. Todo el territorio que rodea á los lagos Colhué-Huapi y Musters, en- cierra una multitud incalculable de estaciones permanentes, «paraderos», cementerios y sepulturas aisladas del periodo neolií- tico. La zona comprendida entre los lagos mencionados y el río Deseado, no es muy abundante en restos arqueológicos pero, des- de la cuenca de! Deseado hasta el valle del río Santa Cruz, se en- cuentra un territorio cuya arqueología es interesantísima, variada y de una gran riqueza. Al sur del rio Santa Cruz, las exploraciones que se han hecho son muy deficientes, pero se sabe por referencias indirectas, que la arqueología de aquellas regiones prepara inespe- radas sorpresas. Para terminar, en todo el litoral atlántico se en- cuentran una sucesión ininterrumpida de estaciones y «paraderos» neolíticos, que abundan sobre manera en la península de Valdez, en la parte de costa correspondiente al golfo de San Jorge y en la que se extiende desde cabo Blanco hasta puerto Deseado.

CAPÍTULO IL

LÁMINAS Y RASPADORES.

E

LÁMINAS.

Considero como láminas, á los fragmentos de roca que afectan una forma más ó menos alargada, de bordes cortantes, que seccio- nados ofrecen una figura geométrica bien definida y que siempre presentan el concoide de percusión pero, á condición de que no se observe en ellos la menor traza de un trabajo secundario.

Las láminas han sido divididas por Evans en cuatro grupos; externas, triangulares (ridged flakes), planas y poligonales. Las primeras son aquellas separadas de la corteza exterior del núcleo por un simple golpe de percutor, las segundas ofrecen una sección triangular, las terceras presentan paralelas sus superficies externa é interna y dos facetas laterales, mientras que las últimas tienen

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 315

una sección poligonal de cuatro ó más caras. Todos estos tipos se hallan representados en Patagonia.

El total de láminas de los territorios australes que se me ha pro- porcionado, alcanza á 223 ejemplares, procedentes de las siguien- tes localidades,

CUADRO IV. E A iia. , HAS > e A y] | Localidades ¡Ejemplares pz Pajalt (Gobernación del “Bio” Negro). conce raescnacanss sdececiar eee 5 Alrededores de Trelew (Gobernación del Chubut)...........o..o... al Arroyo Observación (Gobernación de Santa Cruz)........o.o..o..... 21 o ET E A A E 72 ¡Daba vans anebi (dido dd) oa aos ea e ae deis aaa sas 6 A A A 102 ¡euada dela vejal dida Ios a is es de 2 AN ES AE A O E a Ñ Eno esecado; GUESO medio (ad2 1d ocean sa “6 | Bajos en las Sierras Coloradas (id. id. id.;/............oooooooomo...- 1 FEajos-al morte de Tres Cerros (UI Id ucoccnno cananea mos» 6 | Región entre San Julián y río Deseado (id. id. id.)................ 3 AROS AS NS a AC 1 AAA AA A 223 |

De este número corresponden: 6 ejemplares á láminas externas, 109 á las triangulares, 34 á las planas y 74 á los poligonales; lo que da una proporción nominal de 2.69 0/,, 48,87 %,, 15.24 9, 33.18 0/,, respectivamente.

La distribución geográfica de los tipos, va indicada en el si- guiente cuadro,

CUADRO YV. Tipos | Localidades Ejem- Ex- Trian- | Poli- | plares ternas | gulares! Planas | gonales | ! | PR ta Pr A -— 1 1 Alrededores de Trelew............... -- 1 1 'AFEOYO O DSCrVaGIÓn: sa noo roccocasns -— 10 3 S 21 ¡Puerte Mazaredo oasis o cis. isa aos 4 9 22 12 Babia Sansuineblils cada 0democo siga e =- 2 4 6 GADONDIAUCO ono dida a de aa 2 49 19 32 102 Aruadar de la Oveja o cio mos 2 -- 2 SoHo de San JORoe alas dame tro = 1 1 Rio Deseado (curso medio) ........... = | 3 1 2 6 Bajos en las Sierras Coloradas....... 1 1 Bajos al norte de Tres Cerros ...... | 3 3 6 Región entre S. Julían y río Deseado.| | 2 -- aL 3 RES yNO CAC ta oido ida 1 -- 1 Oe ooo ea le 6 109 34 74 223

316 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Considerados estos instrumentos en general, varian mucho en su tamaño, El ejemplar más largo que tengo á la vista alcanza á 118 mm., el mas pequeño 430 mm. El mayor ancho que observo es de 40 mm. y el menor de 6 mm. En cuanto á los espeso- res, el máximo es de 15 mm. y el mínimum de 2 mm, Sin em- bargo, la longitud más usual es la de 30 y 40 mm.

Las láminas externas, como se habrá observado, son esca- sas y creo que su rareza se de-

be á que en la mayoria de los

Fig. 23. Cabo Blanco ( md, 4, casos han sido utilizadas como

raspadores, después de some-

terlas á un trabajo secundario. Los ejemplares que dispongo de este tipo, no ofrecen nada de particular.

En cambio, las láminas triangulares abundan en todos los «para- deros» y estaciones. Su base es por lo general dilatada y corresponde

Uat»

¿(ANNAN

Fig. 24. Revolcadero (e A ),

E

al ancho medio de todo el instrumento, como se puede ver en el ejem- plar de la figura 23 que proviene de cabo Blanco, pero, en otros casos se presenta angosta y va ensanchándose paulatinamente (fi-

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 317

gura 24), también es redondeado ó aguda (figuras 25 y 24, respecti- vamente). El ápice es casi siempre aguzado, como puede verificarse

en las figuras anteriores, aunque en ciertos ejem- plares es ancho y redon- deado (figura 26). Los bordes son casi paralelos la mayoría de las veces (figuras 23, 24 y 26), pe- ro en ciertos ejemplares ofrecen líneas curvas (fi- gura 25). La superficie interna es poco cóncava y en muchas piezas se presenta perfectamente

' ER BN L.

Fig. 25. Puerto Mazaredo ( GM.N.

plana (figura 23); respecto de la externa, observo que muy pocas veces presenta una faceta formada por la corteza natural de la roca

Fig. 26. —— Cabo Blanco ras Ned

01

4 C.M MES

empleada. El dorso se muestra raramente en el mismo medio de la lámina, estando ubicado casi siempre hacia el lado derecho. La

318 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

longitud de las láminas triangulares oscila entre 118 y 30 mm., el ancho entre 40 y 6 mm. y el espesor entre 15 y 2 mm. Los tama- ños más comunes se encuentran entre los 50 y 30 mm., mientras que sólo sumo 23 ejemplares que alcanzan longitudes mayores. De las 34 láminas planas que me han sido comunicadas, 17 se hallan rotas, de modo, pues, que el resto no alcanza á un número suficiente para dar sobre él conclusiones generales, No obstante, en las piezas enteras se nota que la base es casl siempre dilatada,

Uretes 40 n 4 : j Fig. 27,—Cabo Blanco A Lo Fig. 28.-—-Pajalt SA eS dd = Ilo Je) al C.M.N.J> 1

chata ó redondeada (figuras 27 y 28) y que el ápice se presenta, indistintamente, aguzado ó del mismo ancho que el resto de la lámi- na. Los bordes, son casi paralelos, y en cuanto á las superficies in- terna y externa ofrecen iguales caracteres que en las láminas trian- gulares. El ancho de las facetas laterales, alcanza al máximo de 9 mm., pero no es menor de 2 mm, El ejemplar más largo tiene 59 mm. y el más pequeño 32 mm, El ancho varía entre 31 mm, y 10 mm. y, por último, los espesores oscilan entre 3 mm. y 2 mm,

El tipo poligonal presenta los mismos caracteres externos que el triangular, de modo que me parece innecesario insistir sobre ellos. Pero, en cambio, las dimensiones son mucho mayores que en las láminas planas. La longitud alcanza á 89 mm., la menor 430 mm., el ancho máximo es de 27 mm., y el mínimo á Y mm., el espesor

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 319

mayor es de 11 mm. y las más delgadas son de 2 mm. Los ejemplares característicos van representados en las figuras 29, 30 y 31, provi- niendo de los bajos que existen en las Sierras Coloradas, cabo Blanco y arroyo Observación, respectivamente.

El material utilizado por los Patagones en la confección de las láminas se distribuye como sigue.

CUADRO VI.

| Material E [5=] lo) E E Localidades IN A E MS $ Si (3.3 131.S JEJE EE DIA 3 a Baal paa paro als ana e l=iles> te l=i=(|0 '¡Airededores.de rele ws. o ts preparas area ale LI=|=1|= == APTO YOR O PS erario ales alero tal DA CN A e (== 20 PuertorWMazaredO ed oi ee a aa ais AS AO SS A == 172 Bana Sano ulne treo mete iaa losetas E NA E == 16 CIDO ABACO rs a caes ro eo MA AA A PA 11102 Acad dea ONCIa oa. ena permiso aa a 2l= === GaOlorderSantlors aa 2 lana =p 1 |—=|—=|—=]/ 1 fio Deseado (CUTSO Medio)... ocoroccososncc amo NI E E ES A 6 Bajos en las Sierras Coloradas,.................! A DO ES E Bajos al norterde Dres Cerros. damoaaio os saca a a l=. 1 = | =|=166 Región entre San Julián y río Deseado......... A O SS A He Ca ero teras dile = il =|=|-| 3 | A 116 61 95 10 9| 38 1928

Descomponiendo el cuadro anterior, se obtiene una proporción nominal, como sigue:

VARO rod Sn EOS. 52.01 o MEA NO soi alos 27.35 lo Cuarcib a dt altra 11.21 oo TAO AS aa OOO 4.48 lb Dosidanao a at ato ale ele 4.083 lo PORO lata dale 1.34 do

Todas las láminas de que me he ocupado, han sido separadas del núcleo intencional ó accidentalmente por la mano del hombre, pero, en ambos casos se han utilizado como instrumentos cortan- tes, cuchillos, etc., representado, desde luego, el tipo más primiti- vo de la mencionada clase de utensilios, En algunas ocasiones la forma de las láminas, con una extremidad más ó menos aguzada, ha permitido se empleasen, ya como perforadores ó ya como buri-

320 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

les, en este último caso, para diseñar en las alfarerías los profun- dos grabados que las adornan.

No creo que las láminas patagónicas se hayan usado enmanga- das; seguramente se tomaban con los dedos de la mano derecha ó izquierda.

Sin embargo, no está de más hacer recordar la curiosa manera como proveen de mango á las láminas, los australianos del norte de Queensland que forman una especie de cabo mediante la resina de la T'rio- día 6 Grevillea, ála que agre- gan, para darle mayor largo y consistencia, un fragmento de madera?

Otros autores describen lá- minas procedentes también de Patagonia. Lehmann-Nits- che hace mención del tipo triangular, recogido en la ca- verna de Markatsh Haiken ? y Strobel ofrece un ejemplar de la misma forma que pro- viene de la margen derecha del rio Negro?, En el resto de la República los estudios ar- queológicos verificados son deficientes en general, y mal OvvÁzs pueden haberse ocupado los UN autores en reunir instrumen- tos tan insignificantes, como los que describo en este pa- rágrafo. Haré notar que Strobel ha encontrado en la margen 1Z- quierda del río Negro, en las proximidades del Carmen de Pata- gones, láminas triangulares y poligonales?.

! Rota, LZbid., 22, plancha xvrn, figuras 132, 135 á 141.

? Lenmann-NrTscHE, Hallazgos, etc., 175, figuras 3* y 3”. El autor describe equi- vocadamente la lámina á que me refiero, como «pedazo triangular de cuarcita».

3 StroBEL, 1bid, 20, plancha 1v, figura 28.

* StroBEL, 1bid, 21, plancha 1v, figuras 29 y 30.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 321

En el resto de la provincia bonaerense, los instrumentos de ple- dra en general, son muy escasos, anomalía que se explica por la ausencia en ese territorio, de la materia prima suficiente, lo que obligaba á los indígenas que lo habitaban, á cangear con sus ve- cinos el material lítico necesario para la confección de sus instru- mentos y armas. Las láminas que tanto el Dr. Ameghino como yo, hemos encontrado en los «paraderos» de la provincia de Buenos Aires, alcanzan tamaño limitado y sólo se presentan los tipos

rn o arena e ASCII NRE AS 17

FL] A) FR

E a = ya PO EY pr 7

Outes y 40140 : SN NE E Fig. 30.—Cabo Blanco (MN. e ], Fig. 31.—Arroyo Observación (¿qm N.)» +.

triangular y poligonal*!, Por último, de la gobernación de la Pampa, he descripto últimamente una pequeña lámina triangular que presenta los mismos caracteres externos que las fabricadas por los Patagones ?.

Pasando á la República Oriental del Uruguay, Figueira, que ha dispuesto de un selecto y numeroso material, hace notar la rareza de las láminas en los «paraderos» de su pais, llamando la atención,

! F, AmeGHInO, La antigúedad, etc., 1, 219, plancha 1, figuras 3 á 11. Outes, Los Querandies, S7.

2 Outes, Arqueología de Hucal, en Anales del Museo Nacional de Buenos Altres, lO ura de

AxaL. Mus. Nac. Bs. As., SER. 3”, T. v. Junio 14, 1905. 21

322 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

al propio tiempo, sobre la pequeñez de los ejemplares bien caracte- rizados. Las piezas que describe el mencionado autor, correspon- den únicamente al tipo triangular?,

De las demás repúblicas sudamericanas, sólo conozco dos ejem- plares de láminas triangulares procedentes del Ecuador, aunque no bien caracterizadas ?.

Las láminas que utilizaban los Mexicanos para la fabricación de sus flechas, pertenecen á los tipos triangular, plano y poligonal, habiéndose encontrado ejemplares muy característicos en el lago Pethá, depósito lacustre situado en el valle del Usumatsintla? y California!,

En la América del Norte, á pesar de publicarse de continuo her- mosas monografías arqueológicas, no se ha hecho hasta ahora un estudio especial de las láminas que se encuentran con abundancia, en las canteras y talleres de los primitivos habitantes de aquellas comarcas. En la limitada literatura que existe sobre el particular, observo se hace mención de láminas triangulares procedentes de la región oeste de los Estados Unidos (Wyoming)*, donde se ha ha- llado, además, el tipo poligonal. En cuanto á la región del este, Abbott describe tipos triangulares y poligonales procedentes de Nueva Jersey * y Wilson ha figurado un ejemplar del primer tipo, recogido en el distrito de Guernsey (Ohio) ”.

' FiGuEIRA, Lbid, 167 y siguientes, figuras 3 á 6.

2 A. SruBeL, W. Rerss, B. KorreL y M. Unte, Kultur und Industrie sidameri- kamischer Voólker, 1, plancha 20, figuras 6 y 15.

* TeorerT MaLer, Researches in the central portion of the Usumatsintla valley, en Memoirs of the Peabody Museum, 11, 37, figura 13.

' ArBorr, Chipped stone ¿mplements, en G. M. WhnkeLer, Report upon U. S. Geo- graphical surveys west of the one hundredth meridian, vir, 65, figura 11.

GEORGE A. DorskY, An aboriginal quarzite quarry, en Field Columbian Mu- seum (Anthropological series), 11, 240 y siguientes, plancha xxxtv.

" ABñorTT, Primitive, etc., 466 y siguientes, figuras 411 y 413.

7 T. WiLson, Arrowpoints, spearheads and knives of prehistoric times, en Report of the U. S. National Museum, 1897 (1? parte), plancha 57, figura 1.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 3243

E TE

RASPADORES.

Las diferentes láminas que he descripto en el parágrafo anterior, sometidas á un trabajo secundario en la extremidad opuesta á la base ó plano de percusión, se transforman en una nueva clase de instrumentos que dadoel uso á que eran destinados, pueden llamar- se raspadores. La sencillez del retoque 4 que me he referido y el género de vida del hombre patagónico—cazador por excelencia y que utilizaba las pieles de los animales que capturaba, luego de prepararlas—han contribuido á que los raspadores sean muy abun- dantes en todas las estaciones y «paraderos» neolíticos. He podido disponer de 676 ejemplares, cuya procedencia se indica en el si- guiente cuadro.

CUADRO VII.

Localidades Ejemplares |-—- 0 de Era E | Colonia General Frias (Gobernación del río Negro)......oooooooo... 5 SHO Ip dida vaa io ME Sd o 17 Alrededores de Trelew (Gobernación del Chubut)............o..... | 4 COMO a A A E SR | > Bara rodeos a aa TORIO 2 REO UU AA a O NA Se 1 Resrón aloeste del. río. Ohico: (did. dd). rss qe 4 O A A oo conoce 2 Golfo de San Jorge (Gobernación de Santa CrUZ)......oooomo...... 10 Buaa Casma y on dd)... one att AMERO YORODSer va cionia dd Id). catas e eta SOS Oe sl ¡ENertopMeazare dor (dd do tt Aa 126 Babes anun etbi(dad, 1d)... ae nata nasa A 11 CaboiBlancor drid) ta nl TN 239 tadas dea O ea dad E 3 Región entre rio Deseado y rada Tilly (id idid)................... 1 Eo fMeseado eurso medio MA dl pers edo a o al 40 Bayostemias Sierras Coloradas (dd O). oo nes a e 29 Bajostalinortede Tres Cerros (1d did) ace ss dos 74 Eeyoleadero A a int 1 Región entre San Julián y río Deseado (id id id) ................. 20 | Cañadón de los Artilleros, San Julián (id id id)............o.oooo..o.. 1 | | Total os 676 |

324 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Para la confección de los raspadores se han utilizado todos los tipos de láminas; externas, triangulares, planas y poligonales. Al agrupar los diferentes tipos he considerado en primer término, la naturaleza de la lámina aprovechada y luego los detalles que ofre- cia la periferia del objeto. He desechado, en cambio, la división de los instrumentos de que voy á ocuparme en con apéndice y sin ese detalle, pues creo que la transición de uno á otro grupo se ve- rifica insensiblemente, lo que impide señalar entre uno y otro, un límite bien definido. Aplicando, pues, el procedimiento que acabo de indicar, he encontrado en el material á mi disposición, los siguientes tipos de raspadores: 1% láminas externas informes, apenas retocadas; 2” en forma de herradura; 3” dentellados; 4”

Odtes A

: z (22394 Fig. 32. Curso medio del rio Deseado ( ¿ FA ba 1,

rectangulares; 5” triangulares; 6% elipsoidales; 7” ovales; 8% en forma de pico de pato; 9” en forma de valva de ostra; 10” en for- ma de cuchara; 11” dobles,

Tipo 1.—El tipo más grosero de raspador recogido en las esta- ciones neoliticas patagónicas, está constituido por láminas más ó menos alargadas, sin trabajo secundario de ninguna clase, excep- ción hecha en el ápice, que ha sido ligeramente retocado. En uno de los ejemplares, procedente del curso medio del río Deseado y que va representado en la figura 32, se ha tallado en el tercio inm-

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 325

ferior de la longitud * una escotadura en el lado izquierdo, para es- tablecer simetría con una rotura que presenta del costado opuesto.

Los ejemplares de este tipo alcanzan á la longitud máxima de 14 mm., siendo la mínima de 50 mm. El ancho no pasa de 58 mm. y no es menor de 37 mm. En cuanto á los espesores, el más grueso tiene 15 mm. y el más delgado 5 mm.

Tiro 2.”—Los ejemplares de este tipo son los más abundantes pues llegan al número de 283. El conjunto de una pieza típica, se asemeja á la forma de una herradura que, según los casos, es ancha ó alargada (figuras 33 y 34). Casi todos han sido confeccionados en láminas cuya longitud está en la proporción de tres cuartos del

Fig. 33. Bajos al norte de Tres Cerros E

ancho. La base es por lo general estrecha; el ápice se encuentra siempre tallado en bisel á expensas de la superficie externa, con una inclinación, término medio, de 40”. En 161 ejemplares se pre- senta tallado sólo el ápice (figura 35); en 83 ?/, de la periferia (fi- gura 34) y en 39 todo el contorno, excepto el plano de percusión, que siempre se halla intacto (figura 33). La superficie interna ó de fractura no ha sido trabajada, la externa, se ha desbastado á gran- des golpes, ó simplemente ofrece los caracteres propios del tipo de lámina utilizada.

1 Debo advertir que la longitud de los raspadores la tomo como la de las lá- minas, es decir, de la base al ápice. No acepto, pues, el sistema de Mortillet (Le Préhistorique, 172), que obtiene la medida indicada en el sentido del filo. Las ra- zones son tan elementales que me parece inútil detenerme en ellas.

326 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

El máximo de longitud en los ejemplares de este tipo alcanza á 58 mm., y el mínimo á 18 mm. El mayor ancho es 38 mm., y

Fig

JO (du) ES Q y (op [e op) [av] [o] O (e) [e] RES Ss 2 NS |

el menor 12 mm. Los espesores oscilan entre 20 y 4 mm. Sin embargo, se nota que existe un tamaño niedio bien mantenido y

Quite

22349

Fig. 35. Bajos al norte de Tres Cerros a e

cuyas medidas corresponden á 30, 25 y 5 mm. de largo, ancho y espesor respectivamente.

Algunos ejemplares presentan una proyección lateral curiosa, pues, delgados en la base, van elevándose de modo que al llegar al ápice son muy espesos y con un filo muy ancho (figura 36).

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. DOY

Tipo 3."—Mucho he titubeado antes de decidirme á fundar este tipo pero, despues de estudiar los 85 ejemplares que poseo y com- pararlos con minuciosidad al resto del material, me he convencido que constituyen una clase especial de instrumentos, cuyos ejem- plares se encuentran perfectamente individualizados.

La caracteristica del grupo es dada por una serie de profundas dentelladuras que orlan toda ó parte de la periferia, y que subs-

NA . RR OTA bs 108)

DAA

Fig. 36. Curso medio del río Deseado ea

tituyen al filo que presentan los instrumentos en forma de he- rradura,

Los raspadores dentellados ofrecen tres variedades, que prefiero describir separadamente.

a) La primera variedad está constituida por 58 ejemplares con- feccionados en láminas más anchas que largas, espesas, presentan- do, tedas, el plano de percusión intacto y cuya forma es elipsoidal ó triangular, La periferia ha sido tallada groseramente para produ- cir los dientes á que me he referido, diseñando de ese modo un seg- mento de circulo (figura 37). La superficie interna es convexa, rara vez plana; en cuanto á la externa, el trabajo que se ha realizado

328 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

en ella es muy primitivo. El ejemplar más largo tiene 42 mm.,, el más ancho 68 mm. y el más grueso 24 mm. Las medidas míni-

Fig. 87. Cabo Blanco (0.4), +

mas alcanzan á 17, 18 y 3 mm. de longitud, ancho y espesor res- pectivamente.

b) 20 ejemplares se han tallado en láminas alargadas, con iguales caracteres en la base, ápice y superficies que en la varie-

Dules

j (ADE . oo PA Fig. 38, Cabo Blanco ( GmM.N. la

dad anterior, salvo que el dentellado se encuentra ya en los costa- dos ó simplemente en el ápice (figura 38). Las láminas que se han utilizado no pasan de 54 mm., de longitud y no bajan de 28

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 3929

ed

mm., el ancho llega á 50 mm., y disminuye hasta 25 mm., y los es- pesores oscilan entre 4 y 14 mm.

Fig. 39. Cabo Blanco e y =>

c) Por último, en 7 ejemplares, se diseña francamente un alarga- miento á manera de apéndice, presentándose siempre el dentellado

E 4137 Fig. 40. Sholpe MN. ), +,

en la parte opuesta á la base (figura 39). En esta variedad, las lon- gitudes oscilan entre 711 y 36 mm., los anchos entre 49 y 24 mm.,, y los espesores entre 17 y 7 mm.

330 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

En todas las variedades descriptas, el trabajo de la periferia se ha verificado indistintamente á expensas de la superficie externa ó interna.

Tipo 4.0— Excepción hecha de la forma, los 171 ejemplares de raspadores rectangulares, ofrecen iguales caracteres externos que los en forma de herradura (figura 40). El tallado de los bordes se presenta en 121 ejemplares sólo en el ápice; en 27, en dos de los lados, y sólo en 23 toda la periferia, salvo la base que, como siem- pre, se encuentra intacta. El largo, ancho y espesor máximos al-

Fig. 41. Puerto Mazaredo (ae ya 4,

canzan á 47, 30 y 11 mm. respectivamente; las mismas medidas minimas señalan 24, 12 y 8 mm. Pero los tamaños más comunes no pasan de 30 mm. de longitud, 20 mm. de ancho y 5 mm, de es- pesor respectivamente.

Trro 5.—Los 50 ejemplares de este tipo que es triangular, ofre- cen dos variedades.

a) Constituida por Y láminas en forma de triángulo isosceles, groseramente talladas en la superficie externa y con filo sólo en la base del triángulo (figura 41). En este grupo la altura renprese- tan ?/¿ de la base. Las medidas obtenidas son: altura máxima 50 mm. y minima 29 mm.; base mayor 60 mm., y 38 mm., en la menor, mientras que los espesores oscilan entre 20 y 4 mm.

b) En esta variedad, la base representa ?/¿ de la altura, de modo que la prolongación del instrumento, da lugar á un apéndice bien

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. dad

pronunciado (figuras 42 y 43). Los 43 ejemplares de que dispongo, ofrecen los mismos caracteres generales que los del tipo 2.%, salvo que en una pieza procedente de Sholpe (Gobernación del Río Ne-

Fig. 43. Sholpe ( ETA a ), JA

seado (pa.

gro), tanto la superficie externa como la interna han sido trabaja- das cuidadosamente. En 30 ejemplares se ha tallado el ápice en bisel, en 9 se observa trabajo secundario en dos lados del triángu-

Vutes

Fig. 44. —Puerto Mazaredo (e bn E

lo y sólo 4 presentan retocado todo el contorno. En esta variedad la altura mayor corresponde á 49 mm., y la menor á 24 mm. La base más dilatada es de 36 mm. y la mínima de 14 mm. mientras

392 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

que los espesores varian entre 14 y 4 mm. El tamaño más usual de estos instrumentos, corresponde á alturas, bases y espesores de 30 20 y 4 mm,, respectivamente.

Tiro 6.—Los ejemplares de forma elipsoidal son tan sólo 3. La base, como siempre, se halla intacta, el ápice retocado cuidadosa- mente para obtener el filo, la superficie interna presenta un tra- bajo secundario limitado, y en la externa, que es muy convexa, se acentúa aquel trabajo (figura 44). La longitud mayor es de 65 mm.,, y la menor de 42 mm, El ancho máximo llega á 33 mm. y el mi-

. = : E 92331 Fig. 45. Bajos en las sierras Coloradas 5 F A DN J.

nimo á 27 mm. El ejemplar más espeso tiene 14 mm, y el más delgado 9 mm. |

Trro 7.—Fundo este tipo sobre un ejemplar de forma oval, reco- gido en uno de los tantos «paraderos» que existen en las depresio- nes que forman las sierras Coloradas (Gobernación de Santa Cruz).

La superficie interna no presenta trabajo alguno, toda la peri- feria se ha tallado cuidadosamente, en especial la parte que corres- ponde al ápice (figura 45), El diámetro mayor es de 52 mm, y el menor de 31 mm. El espesor no pasa de 6 mm.

Tiro 8."—Entre los raspadores que pueden considerarse provis- tos de apéndice, los más numerosos —55 ejemplares correspon-

»

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 3393

den á los duck-bill de la clasificación de Evans ! (figura 46), aunque algunos pocos se asemejan mucho á los grattoirs-bec, descriptos por Capitan y Brung? (figura 47).

22360»

Fig. 46.— Región entre rio Deseado y rada Tilly TE ), +

Cul -=——

Fig. 47. —Curso medio del río Deseado Coros y +.

Son por lo general láminas alargadas pero que no pasan de 68 mm., talladas ya en el ápice (32 ejemplares) ya en ?/, (8 ejem-

' Evans, 1bid, 304. 2 L, CAPITAN y Bruno, Un nuveau type d'instrument, en Bulletins de la Société d' An- thropologie de Paris (1v* série), v11, 374, figura B.

ul MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

plares) ó en toda la periferia (15 ejemplares.) El ancho mayor no pasa de 32 mm. y el menor de 13 mm. En cuanto á los espesores varian entre 15 y 3 mm. En poquísimos ejemplares ha sido tallada

Oiiles

rn

E - E 356 Fig. 48. Región entre río Deseado y San Julián a A 0 d

la superficie externa, mientras que por regla general ofrecen los caracteres típicos de las láminas utilizadas.

Outes

4019 > Fig. 49. Puerto Mazaredo (ou , 4

Tiro 9."—El único ejemplar con apéndice, que se asemeja á la forma de valva de ostra, procede de la extensa región que media

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 335

entre rio Deseado y puerto San Julián. El ápice ha sido cuida- dosamente tallado en bisel y se ha retocado también el resto de la periferia para obtener la forma deseada. La superficie interna se halla intacta y la externa se ha desbastado á grandes golpes (f- gura 48). Tiene 60 mm. de largo, 85 mm. de ancho y 12 mm. de espesor.

Tiro 10%, También entre los raspadores con apéndice, figura una clase cuya forma se asemeja á la de una cuchara. Tengo de este tipo 10 ejemplares que presentan sólo el trabajo del ápice y dos golpes dados lateralmente y á la mitad de la longitud, para obtener las escotaduras que caracterizan al instrumento (figura 49). La longitud máxima en este tipo es de 46 mm. y la mínima 31 mm.,

Outes

Fig. 50. Curso medio del rio 1.—Región entre río Deseado y

San Julián (a 7 y q.

993 >

Deseado ( UA. ),

pl T*

el ancho no excede de 31 mm. en el borde y no baja de 23 mm. y los espesores varían entre 7 y 4 mm.

Tiro 11.—Para terminar esta reseña falta hacer mención de los raspadores dobles, cuyos caracteres generales corresponden en todos sus detalles á los del tipo rectangular, salvo que en los primeros se ha tallado el filo tanto en la base como en el ápice (f1- guras 50 y 51). Longitud máxima 75 mm., minima 23 mm.; ancho máximo 27 mm., mínimo 18 mm.; los espesores varian entre 10 y 4 mm.

El número y distribución geográfica de los tipos va indicado en el cuadro VIII,

¿q

336 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

CUADRO VIII.

Tipos 2 Localidades DOS Td e CR E RA E | A A E A A E ANS | | | ¡E =— | Colonia General Frías...| | 4l=|=|1|=|=¡=|=|=|=] 5 ¡Sholpje. eat aries IA SS ES SI Alrededores de Trelew..| | 2| =|=|—| 11=| 1|=|—|—]| 4 Golfo Nuevo............ E a E =p a A So A A | —=| 2 o ME [== =| =. 1 4=| == === 0% Rer:aloestedelrio Ubico. | 20 AA AS 4 Bio Senguerr. cosmo css.» Sp A A Golfo de San Jorge..... =lkBbli=l 341141 =1 == O Punta Casamayor....... dl a A A Arroyo Observación ....| 2|38| 1|22|11|—|—| 6 DE 1/—|8l Puerto Mazaredo....... —|4M/=/532|4 | 1/-]| 2] 2] EM Bahía Sanguinetti ...... =1 61 == 381 =|=1|=1 211" CaboBlanco a = [72 Sa 65.1 71 1 | =!| 28 ==) 42239 Aguada de la Oveja... || 011 AR NS ¡ Región entre río Desea—| [do y tada Tilly... ...] =|=|=|=|=|=|=]| 1|=|—|=]| 1 ¡ Río Deseado (curso me-. | | | | O A [AIE20 =>) dE ¿2 += = [LO TASA AO a Bajos enlasSierras Colo- | | > tada do o A —=|B5|—!|5| 3|—-]/ 1| 5|—=|—|—|% Bajos al norte de Tres Ce- | ADO os E lLifs]—|12| 6|—-|-=|1m]|= 41108 O O O IN A === =Il=|=|=¡1 Región entre San Julián| | | y ito Meseado ass: a 0 E E 11.1]|:24 38/1480 [Eañadón de los Artes |. ==) >) 1 > EA E= 1H ==. 1 Totales... MOSS l 4 d8s [ss liso | 81 11551 1|10| 18 l676

Las sumas parciales del cuadro anterior dan una proporción no- minal de:

aminas externas de lo toa 0.59 Pornma de herradura aaa 41.86 lo Dental do tao A 12.57 “lo Rectangulares bate die ls ies RA 25.52 lo Tranpula reso co io dela 7.39 o Elipsoldalesi. lencia reales esas 0.44 00 Orales ooo ai ocre ss Ree 0.14 %% Forma pico. de Pata. choto Uds 8.13 % ¡Horrmazyalvasde Jos trar e as 0.14 ¡Horna dedcuechara a aaR 1.47 % Da o ER 1.92 o

Los Patagones han empleado las rocas siguientes, para la con- fección de los raspadores (Cuadro IX).

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 391

CUADRO IX.

| Material | la] [as] 3 o Q 5 TO] ÉS Localidades | ola 3 o = 5 SS 3 ES | So 1282 1512|3/28|8 3a|3 EAS E ala 3 ARES e (S=|23| 32156 | S|2|21£8|S|Alal|£¿lis2is (A A E (S; a) A 5 ¡> | Md A O O A Ll Do ed A a a Ea 5 DO a ss e 3 O EN E IA —|—|1 Alrededores de Trelew...| —=l 1| 2|—| 1|=|— 4 | Golfo ÑNuevo............. == Sl | == 5 3 | Pirámides. ...oooooo.o.... A A E A A A ll Listo (Olla tios poo) O 0 - —|=|=| 1 Reg aloeate del río Chico —=(03 | 5] >= [| —=| 1|—| 4 Río SenguerT............ MN PA AS A AR =—|=|=| 2 Golfo de San Jorg8.....| 9 |— | 3-1 | 2 10 Punta Casamayor....... Sl= ==" = 3515 2 Arroyo Observación.....| 41 |27 | 8|—| 1 1j=|1| 2|-—|-—]|8l Porra Mararodo oO O IS (6) al | 1 126 Bahía Sanguinetti....... A O A A al e 00 Cabo Blanco ases Ss ins a Ad 2 2 1 1838 A AN O a a a Ue el a 3 Región entre rio Desea- do y rada Tilly......... A O A O O E A E 1 E Río Deseado (curso me- | O O oa BaDE E E EN OS 40 Bajos en las Sierras Co- Mora a a a el ala|=|=|=|=|=|=j=]| 1/2 Bajos al norte de Tres DE o e ialitaiee 41111 91 —|B1=|=p=]| 2 O Revolcadero............. == =l=1|=!|=|=f|=+1|=]| 1 Región entre San Julián y río Deseado.......... A IA =|=| 1120 anden delas AstiMeros!. == 101 Y == Meli | 1 Totales........... aa 115/88 1801 7161 61.61 31 31676

La proporción es, pues, como sigue:

TE al a ele 54.88 lo MS O BD anyo 22.33 %lo PI SS So 8.13 oo o A 5.62 lo Poetas eo OOOO SODIO. 4.23 lo Bas Ciao Teseo [ellas 1.03 o OREA AO SO Goa 0.88 lo Da lo lili ele sala erates 0.88 o Madera siliciticadas o... nurse e 0.88 %o Caicedo ot tl als aja reaialess 0.44 Dian SO SA ROD 0.44 %

Los raspadores sirvieron á los Patagones premagallánicos, pro- tohistóricos y modernos para despojar las pieles de los animales que cazaban, de las adherencias carnosas y en especial de las partes grasas; cuando el cuero se destinaba á la confección de correas,

Anar. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3%, T. V. JUNIO 17, 1905, 22

333 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

etc., se hacia desaparecer con aquéllos el pelaje exterior, aunque también se utilizaban para arrancar el periostio de los huesos que tallaban.

Los raspadores dentellados debieron servir únicamente para des- prender la espesa capa de tejido adiposo que presentan los cueros de Otaria y Arctocephalus, suposición que corrobora, en parte, el lugar del hallaz- go de los objetos menciona- dos, que hasta ahora sólo se han recogido en cabo Blan- co y arroyo Observación.

Creo que todos los tipos de raspadores descriptos en este parágrafo, se emplea- ron enmangados. Actual-

can dos clases de mangos para colocar los instrumen- tos de que me ocupo. El pri- mero, genuinamente local y que los mismos indigenas reconocen como suyo, está constituido por una rama delgada de Schinus ( Duva- ua) dependens Ortega, var. patagonica Ph., que alcanza á 0,30 centimetros de lon- gitud y la que es seccionada de modo que ofrezca dos caras, una plana y la otra

Fig. 52. Raspador con su mango corres- semicircular. La flexibili- pondiente en uso entre los Patagones con- dad de la rama indicada per- temporáneos, +. a

: ñ mite se doble y en el punto

de unión de las extremida-

des se coloca un raspador, ligándose el todo fuertemente con ten-

dones de huanaco (figura 52). Los raspadores que los indígenas

colocan en el mango descripto, son alargados y pertenecen á los tipos 6”, So, 9” y 100.

El otro mango es de procedencia araucana, y consiste en un

fragmento de tronco angosto de Fagus antarctica Forst., cuyas ex-

mente, los Patagones fabri- kE

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 339

tremidades se cortan oblicuamente pero, una con otra, paralelas, de manera que el tronco al asentarse en cualquiera de las dos, forma un ángulo agudo de 35” término medio. Como punto de apoyo de la parte saliente, se coloca un raspador en una pequeña escotadura de forma triangular, rellenándose la cavidad con la resina del Schi- nus mencionado, á la que los Patagones llaman maki, Del otro lado del tronco se hace ó no, idéntica operación (figura 53). Los raspa- dores que se colocan en los mangos Araucanos pertenecen, la in- mensa mayoría, al tipo 2% Debo advertir que los utensilios de

,

Fig. 53. Corte longitudinal del segundo tipo de raspador en uso entre los

Patagones contemporáneos, +, 0)

U)

V)

dl “CT

piedra de la clase estudiada, y usados actualmente por los Patago- nes, son recogidos por éstos en los «paraderos» antiguos.

El primer tipo de mango es parecido al que usan para sostener sus raspadores los indios Thompson de la Colombia Británica, salvo que el tamaño del utensilio similar empleado por estos últi- mos, es mucho mayor. Por lo demás, el fragmento de piedra talla- da se coloca entre dos soportes de madera, que luego se atan fuer- temente?

También el mango araucano realiza, en cierto modo, un tipo americano. Los raspadores Esquimales se enmangan de manera que se obtengan dos puntos de apoyo, el uno constituido por el mango y el otro formado por el filo del raspador?.

! James Terr, The Thompson indians of Bristish Columbia, en Memoirs of the American Museum of Natural History, 11, 185, figura 127. y plancha xrv, figura 1.

2 J, Murnocn, Ethnological results of the Point Barrow expedition, en Ninth Annual Report of the Bureau of American Ethnoloyy, 296, 297, figuras 292 á 296. Ebwar WiLLiam NeLson, The Eskimo about Bering strait, en Eighteenth Annual Report of the Bureau of American Ethnology [Part 1), 112 y siguientes, plancha XLIX, figuras 2 á 7, 9 y 14.

340 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

El profesor Strobel ha descripto, también, raspadores en forma de herradura, recogidos por él en territorio patagónico*, y el co- ronel Lane Fox publicó hace ya mucho tiempo, un ejemplar bien caracterizado del tipo rectangular ?.

En la parte sudeste de la provincia de Buenos Aires, en la mar- gen izquierda del río Negro y cerca del Carmen de Patagones, el mismo profesor Strobel, reunió algunos ejemplares que pertenecen al tipo mencionado y á la forma de duck-bill, esta última desechada por Moreno, pero que hallazgos posteriores han confirmado su exis- tencia,

En el resto de la provincia de Buenos Aires (cuenca del río Lu- ján, cuenca del río Salado, etc.) se han encontrado, aunque de ta- maño mucho más pequeño y no tan bien caracterizados, los tipos en forma de herradura, triangular, rectangular, elipsoidal y dobles?,

En la gobernación de la Pampa, en cambio, están regularmente representados los tipos patagónicos. El curioso raspador triangu- lar que describía no ha mucho tiempo, corresponde al representado en la figura 41 de esta memoria, lo mismo que el tipo elíptico de Hucal, al que va figurado en la viñeta 442,

Son tan deficientes las investigaciones arqueológicas realizadas en el resto de la República, que sólo me permiten citar el hallazgo de raspadores elípticos alargados, hecho en la gobernación de los Andes por la expedición sueca dirigida por el barón Erland Nor- denskióld £,

Los estudios del profesor Figueira en la República del Uruguay, han demostrado que los primitivos habitantes de aquel territorio fabricaban raspadores de forma de herradura, de pico de pato, de cuchara y también elipsoidales”. Pero mencionaré en especial, la referencia de Figueira de que en los «paraderos» uruguayos se sue- len hallar raspadores dentellados, debiendo agregar por mi parte

! SrroBEL, 1bid, 25, plancha v, figura 37.

2 A. Laxe Fox, On a Series of about two hundred flint and chert arrowheads, fla- kes, thumbflints, and. borers, from the Rio Negro, Patagonia; with some remarks on the stability of form observable in stone implements, en Journal of the Anthropologi- cal Institute of Great Britain and Ireland, 1v, 315, plancha xxtv, figura 4.

3 SrroBzL, lbid, 24 y siguientes, plancha v, figuras 33 á 36; 31 y siguientes, plancha vi, figuras 43 y 44. Moreno, Cementerios, etc., 8.

* AMEGHINO, La antigiedad, etc., 1, plancha 111, figuras 123 á 135, 147 y 153; plancha 1v, figuras 162 á 161 y 168. Oures, Los (Juerandies, 90, figuras 2 á 4 y 7.

¿ Outes, Arqueología, etc., > y 6, figuras 4 y 7.

5 E. NorvewxskióLD, Biniges úúber das Gebiet wo sich Chaco und Anden begegnen, en Globus, 1xxxtv, 199, figuras a y b.

7 Fiquerra, Lbid, 174, 177 y siguientes, figuras 17, 23, 33, 38, 40 y 34.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 341

que el ejemplar típico descripto por mi colega, procede del litoral atlántico del departamento de Maldonado ?,

En diferentes puntos del Ecuador, como ser Pichincha, Quito, Loa, Alangasi, cerro Mojanda y valle de Chillo, se han señalado algunos raspadores que corresponden á los tipos patagónicos 20, Bo, 69, 80 y 10%?, E

En las ruinas de Mitla (México), el profesor Holmes ha encontra- do algunos ejemplares del 20 tipo, en forma de herradura ancha o alargada, y en la Baja California se han recogido pocas piezas del tipo triangular ?,

El material reunido en la América del Norte, es mucho más nu- meroso y permite realizar comparaciones detenidas. El raspador pa- tagónico en forma de herradura más ó menos alargada, no abunda en Estados Unidos. Entre el instrumental lítico retirado por Udden de las ruinas de una aldehuela indígena situada en el distrito de Me Pherson (Kansas), noto algunos raspadores que recuerdan el men- cionado tipo*. Mejor caracterizados son los ejemplares que proce- den de Wyoming y Nueva Jersey, pero es indudable se trata de un tipo poco difundido?. Los raspadores triangulares son, también, poco aburdantes, aunque se han señalado ejemplares aislados re- cogidos en Kansas? y Nueva Jersey”. Si bien los tipos antecedentes están limitadamente representados, los raspadores con apéndice, cuya forma se asemeja al pico de un pato, son muy comunes en los estados de la parte sur y sudeste de aquella república. Por el nor- te no pasan de Wisconsin y por el oeste de Kansas*, habiéndose co- leccionado hasta ahora ejemplares en diferentes puntos de Greor-

! FiGuEIRA, 1bid, 178, figura 30.

? SrroBEL, Re1ss, KorpEL y Une, 1bid, 1, plancha 20, figuras 145,7 á 10 y 14.

3 Winram H. HoLmes, Archaeological studies among the ancient cities of México, en Field Columbian Museum (Anthropological series), 1, 2586, plancha xt. PauL ScHumacuer, The method of manufacture of soapstone pots, en Wnekuer, bid, 120, figura 40.

' Joman A. UbDeN, An old indian village, en Augustana Library publications, N” 2, Revisese las figuras incluidas en las viñetas números 11 y 12 y figura 14,

número 7. 3 DorseyY, Zbid, algunos ejemplares representados en la plancha xxxvmr. An-

BOTT, Primitive, etc., 125 y 134, figuras 110 y 126.

5 Uboex, Zbid, figuras 11 y 12.

7 ArBoTT, Primitive, etc., 127, figura 111.

$ UboenN, £bid, figuras 11 y 12. También considero como raspadores del tipo á que me he referido en el texto, los ejemplares correspondientes á las figuras 2 y 3 de la plancha 1v, que Udden clasifica de puntas de flecha.

342 MUSEO NACIONAL DE-BUENOS AIRES.

gia, Alabama, Mississippi, Arkansas, Missouri, Tennessee, Kentu- cky, West Virginia y Ohio?.

Siguiendo hacia el norte, encuentro en la Colombia Británica, el raspador en forma de herradura y el triangular en toda su pureza, no sólo en el material retirado de las tumbas de los alrededores de Lytton? y del río Thompson?, sino también usado aún por los indios Shuswap.

Por último, parece que entre los Esquimales de Point Barrow, el tipo más común de raspador es el en forma de herradura alar- gada, pero no se presenta tan nitidamente como en los Estados Unidos ó en la Colombia Británica?.

Como se habrá notado, aun no se han señalado en el resto de América, los tipos 1%, 3%, 4%, 5, 9%, 10” y 11%, descriptos en los co- mienzos de este parágrafo.

CAPÍTULO ILL.

SIERRAS Y PERFORADORES.

¿iS

UN

SIERRAS.

Sobre cierto número de láminas, se ha verificado un trabajo secundario, consistente en producir en los bordes una serie de pe- queños dientes, colocados uno á continuación del otro, con el obje- to de obtener una verdadera sierra. Las láminas utilizadas son de los tipos triangular y poligonal, alargadas, con los bordes bien pa- ralelos ó sino ofrecen una pequeña parte saliente que permite sujetarlas con los dedos (figuras 54 y 55 ). En esta clase de instru- mentos, la superficie interna se presenta intacta, lo mismo que la

!' GerarD Fowke, Stone Art, en Thirteenth Annual Report of the Bureau of Ame- rican Ethnology, 170 y 173, figuras 260 y 263.

? Hartan I, Smrrm, Archaeology of Lytton, en Memotrs of the American Museum of Natural History, 11. 147, figuras €3 y 64.

2 H. L Smrrnm, Archaeology of the Thompson river region, en Memoirs of the American Museum of Natural History, 11, 418, figura 352, a, b y C.

* Murbocn, 1 bid, 298, figura 297.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. SAS

externa. El trabajo secundario se observa únicamente en los bor- des, por lo general en uno y por excepción en los dos. El tallado se ha hecho por presiones uniformes y sucesivas, salvo en un ejem- plar que, á causa de ser la lámina un tanto espesa, se ha desbas- tado todo el borde del lado de la superficie externa como si se trata-

Fig. 54. Cabo Blanco, colección Fig. 55. —Cabo Blanco, colección

Angel Fiorini, 4, Angel Fiorini, +,

ra de un cuchillo, es decir, con filo uniforme, mientras que por el lado interno se han trabajado los pequeños dientes. Las dimensio- nes en este grupo de objetos oscilan entre 78 y 27 mm, de longitud, 30 y 17 mm. de ancho y S y 4 mm. de espesor, aunque los tama- ños, en los ejemplares de que me ha sido dado disponer, ofrecen una perfecta gradación.

El material se ha empleado en las cantidades siguientes.

CUADRO X.

Material E o Localidad | ea Z | Silex ios1:...e: =

Jaspe | Silex 'silicifi-

e cada

Cabo Blanco (Gobernación de Santa Cruz)........ | 3 2 | il 5 AE 3 2 | 1 | 5

344 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Como se puede notar fácilmente, muy pocos instrumentos de la clase que me ocupa, se han encontrado en Patagonia.

Todos los que se conocen proceden de cabo Blanco, donde fue- ron recogidos por el señor don Angel Fiorini y á cuya hermosa co- lección pertenecen. Debe tratarse de instrumentos que no fueron abundantes, pues el señor Carlos Ameghino jamás ha encontrado un ejemplar en los diez y ocho años que lleva de exploraciones en nuestro far south y yo, á pesar de haber revisado millares de ejem- plares de objetos de la edad de la piedra patagónica, sólo he podido hallar los ejemplares que ahora describo.

Existe una completa divergencia de opiniones sobre el probable uso de los curiosos objetos a coches que he descripto. El profesor Evans, cuando publicó la primera edición de su clásica obra, su- puso se tratara de sierras, Opinión que ratificó al lanzar la última tirada de su libro*. Pero el señor +. de Mortillet, propuso más tar- de una teoría que si bien en principio parecía aceptable, hallazgos posteriores perpiten dudar sobre su exactitud. El paleoetnólogo francés desechaba en absoluto la designación de sierras dada á las láminas dentelladas y creía por el contrario, se tratara de útiles destinados á « lisser et arrondir les esquilles d'os destinées á faire les aiguilles»?, suposición que ha sido aceptada por Read, conser- vador en el British Museum?, Ultimamente, Emilio Cartailhac, al publicar una noticia sobre las estaciones de los últimos tiempos paleolíticos existentes en los alrededores de Bruniquel, en los de- partamentos de Tarn y Tarn et Garonne, se ocupaba accidental- mente del asunto y hacia notar que las láminas dentelladas no se encontraban necesariamente asociadas á las agujas, sino que en muchos casos, como sucede en la estación de Plantade, se en- cuentran las últimas sin que figure un solo instrumento « coches?. Estas consideraciones hechas á propósito de objetos, s1 bien paleo- líticos, idénticos 4 los neoliíticos, es oportuno recordarlas en el caso de las láminas dentelladas de cabo Blanco. Participo de la opinión de Evans, de que se trate de verdaderas sierras, con las cuales los Patagones cortaban á lo ancho, los huesos que destina- ban á la confección de collares y brazaletes; las he ensayado prác- ticamente y he obtenido un resultado excelente.

' Evans, 1bid, 294 y siguientes.

- MorriLLerT, Musée, etc., plancha xx1v, texto de la figura 196.

' Rea, Ibid, etc.. 48.

' E. Cartarmac, Les stations de Bruniquel, en L”Anthropologie, x1v, 135.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 345

Los seis instrumentos de este tipo debieron usarse sin mango, y con ese motivo es que en algunos casos se escogieron formas más ó menos irregulares pero que permitían una fácil prehensión (fign- ra 54).

Ni en la República Argentina, ni en el resto de Sud América se ha encontrado hasta ahora, instrumentos de piedra que puedan considerarse como sierras y que se hallen tan netamente carac- terizados como los patagónicos. Algunos autores han descripto un limitado número de piezas, pero las considero como dudosas.

Respecto á la América del Norte podría hacerse igual considera- ción, aunque en Estados Unidos se han señalado en el distrito de York (Pennsylvania), instrumentos que mucho se asemejan á las sierras patagónicas?,

PE.

Y4p)

PERFORADORES.

Los perforadores de las estaciones neolíticas patagónicas, que he tenido á mi disposición, proceden de las siguientes localidades.

CUADRO XI.

Localidades Ejemplares

Colonia General Frías (Gobernación del Río Negro)........o.o.ooo.o.. Alrededores de Trelew (Gobernación del Chubut)..........o.o..... | ¡Pasavde los tiadiosAlBd 1d. 1d lso a O EDO: A E AAA RR | Golfo de San Jorge (Gobernación de Santa Cruz) .......oooo..... ART DECEO O MT a io an ra ueno lMararedo (Md dos Osio aajos as AA E O E A A O TA O AO OS oe Región entre rio Deseado y rada Tilly (id. id. id.)................ | io Deseado ¡eursomedio2(1d id Aldecoa a | Bajos albnortederBires Cerrros (1d 1d. 1d) oa a a | Región entre San Julián y rio Deseado (id. id. id.) ............-

hh NN DUA A 00 A 00 INN e

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a [yl [ao]

Considero como un buen conjunto, los 50 ejemplares que se in- dican en el cuadro precedente, si se tiene en cuenta se trata de ob- jetos no muy abundantes.

! Arreus Wanxer, Relices of an indian hunting ground, en Smithsonian Report, 1892, 560, figura 35; 561, figura 41.

346 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Estudiando estos instrumentos, he encontrado que ofrecen siete tipos bien caracterizados.

Tipo 1.2—El primer tipo de perforadores está constituido por lá- minas largas y estrechas, á las cuales, mediante un trabajo secundario hecho en los bordes, selas ha aguzado paulatinamente á partir de la mitad de su longitud (figura 56). El largo máximo que alcanza este tipo de utensilios es de 88 mm. y el minimo 30 mm., el ancho mayor es de 23 mm. y el menor de S mm., mien- tras que los espesores varian en- tre 10 y 4 mm.

Tiro 2.”—En los ejemplares de este tipo, la lámina no presenta

Fig. 57. —Cabo Blanco (e y 1.

trabajo alguno en ?/z de su longi- tud, ofreciendo sólo en el ápice una pequeña parte estrecha y

Fig. 56. Arroyo Observación muy aguzada (figura 57 ). Por lo

( ea E general, los perforadores de este

grupo son de tamaño pequeño y

uniforme; 38 mm. de longitud, 14 mm. de ancho y 6 á 4 mm, de espesor. Unicamente he visto un ejemplar de gran tamaño, proce- dente de cabo Blanco y que pertenece á las colecciones del Museo

Nacional de Buenos Aires! y cuyas dimensiones son 60, 42 y 15 mm. de longitud, ancho y espesor respectivamente.

' Número 4040 del inventario del Museo Nacional de Buenos Aires.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 347

Treo 3.— En este grupo, la punta, que apenas se perfila en el anterior, se encuentra prolijamente trabajada, ocupando buena parte de la lámina (figura 58). En cambio, el resto de esta última ofrece una base ó «talón» de forma irregular y apenas desbastado á grandes golpes. El ejemplar más largo tiene 92 mm. de longitud y el más corto 30 mm. El ancho de la punta es, término medio, de

(93325

Fig. 58. Curso medio del rio Deseado ( CEA. ), +.

5 mm. y el espesor de las láminas utilizadas oscila entre 10 y 6 mm.

Tipo 4,0 —Se caracteriza por la base que afecta la forma de un rectángulo (figura 59), aunque con los mismos caracteres de traba- jo que presenta el tipo anterior. La punta ocupa, ya un tercio ó ya la mitad del largo de las láminas, cuyas longitudes oscilan entre 51 y 40 mm., aunque debe de haber mayores si considero algunos ejemplares, desgraciadamente, rotos. Los espesores coinciden con los del grupo anterior.

348 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Tiro 5."—En este tipo, la base ofrece un trabajo muy cuidado, especialmente en la periferia, cuyo contorno inferior es convexo (figura 60). Por lo demás, el resto del instrumento ofrece los mis-

Fig. 60. Cabo Blanco (22365 Comas )o +

s7 - LH, =- y dd Ei a = NX

ASADA

Y Y /

Fig. 61. Cabo Blanco, colección Fig. 62.—Colonia General Frías Angel Fiorini, 1 41453 Ñ po (ca.n.), T"

mos detalles que los que caracterizan á los dos tipos anteriores, El ejemplar más largo es de 40 mm. y el más corto de 33 mm. siendo los anchos extremos de la base de 25 á 20 mm.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 349

Tipo 6.—En este caso se trata ya de instrumentos delicadamen- te tallados en sus dos superficies, lo mismo que en la periferia y cuya forma general corresponde á la de una letra T invertida (fi- gura 61). Los dos utensilios que conozco de esta clase tienen, el más largo 54 mm. y el más pequeño 39 mm., correspondiendo 45 y 25 mm. de ancho á las bases respectivas.

Tiro 7."—Fundado sobre dos instrumentos prolijamente tallados en sus dos superficies y de cuya base, que ofrece un contorno infe- rior cóncavo, va elevándose paulatinamente la punta (figura 62). La longitud de estas últimas es de 44 mm., el ancho en la base de 23 mm. y el espesor medio de 4 mm.

La distribución geográfica de estos tipos, va indicada en el cua- dro siguiente:

CUADRO XII.

ex z Localidades Z Laa a SS as ColomoGeneralfRras de ao =|=|=]| 2|—|—| 2] 4 Alrededores: de rele Wo. oo socitos oa 1|-—-|—=|=|—]| 1|—]| 2 aso delos dlOS ca nio oe de teje ore =|=|=|=]| 2| —-|—]| 2 O A read 1|=|-— 1 COMO de San DOTE ojo ao seso e dera ases IS A IS ATTOy OO ser vación ce litiasis ena 4| 2| 1| 1|—|—=|—]| 8 EnertoMazaredo e. Sons asalto atte oiot ee l1i|=|=|=|=|=|—| 1 CANO e EA AA OA iS LS AN EMO SO === TS t= 05 Región entre rio Deseado y rada Tilly...| --| 1|--|—|—|=|=—| 1 Rin Deseado. (curso medio).....o.oooomoooo.. A A E Bajos al norte de Tres Cerros............ =—=|=f=]| 1| 1|—|—]| 2 | Región entre San Julián y río Deseado ..| 1|—=|—| 1|=|=|—| 2 | NADO m|5|3|2al|5| al 2150 |

Los tipos que he descripto se encuentran, pues, en la proporción siguiente:

Modo o a ia eat 21 oo E rca 10 Olo O zo TO A 6 AV NAAA NAAA 492 lo O O OO 10 Oo SO Oe de OSO, pp 4 %

30 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

El material empleado en la fabricación de los perforadores se distribuye como sigue.

CUADRO XIII.

Material E o Localidades 3 4 2% E A 53 EN 3 | o=|[s*[5B| 8 A a [Ea [aa =l Colonia, GeneralBniasi o A a ls IAE ZNIEZS (E A Alrededores idear o e A A E | 2) Paso de los Indios. ets A a MOE ENE] Ti= ==! Colhue-Euapr o a | => Goltodo Sar or Ro a A == => > E ATFOYO Observación E a A AD E EII Puerto Mazatcdas. a ass eto aaa == Willi 4 Carolan A ins ido [A A AS Agcuadarde TAO dd de aja IN |= a (E | 1 Región entre río Deseado y rada Tilly............... (== (=> 1 1 io Deseado (curso anedio). das Licuado ae (Sn E E || | Bajos al morte de Tres Uerros.2adocecaaieconiercons. A A E Región entre San Julián y río Deseado.............. a VE AS Lotales ENS 31 | 14 2 2 1 |50

Las sumas parciales antecedentes corresponden á una propot- ción nominal de:

TAS te dir OEA 62 o A sn 28 oo Berrostilea e oi AU R 4 O Basto A A ae 4 Olo dei aba oro DASS A POL Doa 2 0lo

El uso á que se destinaban los perforadores es evidente; sirvieron á no dudarlo, no sólo para agujerear las pieles á fin de que luego pudieran atarse con tendones de huanaco, sino también para per- forar los huesos trabajados, los pequeños discos de valvas de mo- luscos que servían para collares, las alfarerías que presentan agu- jeros de suspensión y los pequeños fragmentos de rocas relativa- mente blandas que se destinaban á collares ó para pesos del huso.

La forma de los perforadores patagónicos permitía, en la mayo- ría de los casos, su utilización sin mango alguno pero, se me ocu- rre, que muchos debieron enmangarse tanto más cuanto que en el siglo XVII, los viajeros Wood y Narboroughk, señalan el uso entre los Patagones de punzones constituidos por clavos obtenidos de los europeos, pero que se adaptaban á un pequeño fragmento de ma-

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 3b1

dera á modo de mango*. Los diferentes tipos de perforadores que he descripto, constituyen un grupo de instrumentos típi- cos de la arqueología patagónica y cuya distribución geográfica se extiende desde el límite norte del territorio que ocuparon los clanes australes, hasta el rincón más sudoeste, pues en la caverna de la Ultima Esperanza, se han hallado ejemplares del tipo 2.9 ?,

Parece, sin embargo, que los ejemplares pertenecientes al 7.* tipo son más abundantes y casi diría exclusivos de la parte norte del territorio (cuenca del río Negro).

En las regiones central (cuenca del Salado y cuenca del Luján) y noreste de la provincia de Buenos Aires, no existen los tipos de perforadores patagónicos, é igual afirmación puedo hacer respecto de toda la zona este del territorio argentino.

En la República del Uruguay, hay formas de perforadores que tienen semejanza con algunos de los que he descripto, especialmente con los tipos 1.” y 2.*. Del resto de Sud América nada más conozco.

Las noticias que poseo sobre perforadores centroamericanos, se reducen á algunos ejemplares del tipo 1.%, recogidos en la isla de Santa Cruz, situada en la costa sudoeste de Baja California (Mé- xico)?,

En cambio, pasando á la América del Norte, se encuentran en Es- tados Unidos todos los tipos de perforadores patagónicos, excepción de 6.*, y ofreciendo, no un parecido relativo, sino una completa identidad. No obstante, los perforadores correspondientes á los tipos 1.? y 2.4 no son abundantes, presentándose esporádicamente en puntos lejanos situados al noroeste del territorio de la Unión; ambos se han señalado—hasta ahora—en Nueva Jersey*?. Los perforadores neolíticos norteamericanos correspondientes á los del tipo 3.2 patagónico, abundan más que los anteriores, especialmente en los estados del centro, sur y del este como Mississippi, Alaba- ma, Kansas y Nueva Jersey*. Pero la verdadera identidad entre los

' De Bross, 1bid, 11, 23.

? Leumann-NrrscHE, Nuevos objetos de industria humana encontrados en la caverna Elberhardt, en Revista del Museo de La Plata, x1, 59, figura 6.

3 Lane Fox, /bid, plancha xx1v, figura 3.

' FIGUEIRA, Ibid, 189, figuras 55 á 59; 93 y 54.

' ArmotT, Chipped, etc., 67, figura 14.

' Ammorr, Primitive, etc., 103, figura 82; 101, figura 78; 111, figura 94,

7 CuarLes Peañopy. Exploration of mounds, Coahoma County, en Papers of the Pea- body Museum, 111, 43 y 62, plancha x1x. CLARENCE B. MooreE, Certain aboriginal re- mains of the Tombigbee river, en The Journal of the Academy of Natural Sciences of Philadelphia, x1, 511, figura 5. U>nex, 1bid, 46, figura 17. Amorr, Primitive, etc. 104, figura 84 y 114, figura 100.

32 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

instrumentos de la edad de la piedra patagónica y norteamericana, comienza á manifestarse más claramente al comparar los ejemplares de perforadores del tipo 4. con los encontrados por los arqueólogos yankees en Kansas y Nueva Jersey!, puesto que no se nota la menor diferencia entre unas y otras piezas. Los tipos más difundidos y abundantes en Estados Unidos, son los que corresponden á los del grupo 5.” y 7.” de este parágrafo, y quese han hallado en esta- dos de la parte sudeste, central y este: Georgia, Arkansas, Ten- nessee, Carolina del Norte, Kentucky, Ohio, lowa y Nueva Jersey?los del primer tipo mencionado, y en los mismos Estados— excepto Carolina del Norte y Arkansas—y, además, en Illinois y Wisconsin, los del segundo?,

Los miembros de la Jesup North Pacific Expedition, han encon- trado en los kultur lager de la cuenca del río Thompson, perfora- dores correspondientes al tipo 4.” de mi clasificación, los que ofre- cen una identidad perfecta á los que he descripto* pero, más al nor- te, en dominio de los Esquimales de Point Barrow, sólo se usa actualmente una forma simple, consistente en una lámina estre-

cha, trabajada en toda su extensión y que correspondería al tipo"19*.

CAPÍTULO IV.

BURILES Y CUCHILLOS.

SE

BURILES.

Al revisar y estudiar las numerosas láminas de Patagonia, me encontré con dos de ellas que, dado el trabajo que presentan, deben clasificarse como buriles. Ambas pertenecen al tipo poligonal y proceden, la una de los alrededores de Piedra Clavada (Groberna-

' UnbDex, Lbid, 46, figura 17. ABñotr, Primitive, etc., 102, figura 79 y 103, figura Sl. 2 Fowxe, 1Zb3d, 166 figura 248. ABñorrT, Primitive, etc., 102, figura 80,

3 FowkeE, 1bid, 166, figura 249.

' H. LI. Smrrm, Archaeology of the Thompson, etc., 418, figura 352, g.

2 Murbocn, bid, 182, figuras 159 y 160.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 353

ción de Santa Cruz) y la otra de la región que se extiende entre río Deseado y el puerto de San Julián.

En los dos ejemplares, las superficies interna y externa lo mis- mo que la base, no presentan trabajo alguno. En cambio, los bor- des se han retocado finamente, pronunciándose mucho más el tra- bajo á que me refiero al llegar al ápice, que termina en agudísima punta (figura 63). Las dimensiones de estos instrumentos son: 48 y 68 mm. de longitud, 14 mm. de ancho, 3 y 5 mm. de espesor, res- pectivamente. Como siempre, el jaspe ha sido el material utilizado.

Los buriles que he descrip- to, sirvieron á los indigenas australes para grabar los tos- cos dibujos que ornan las pla- cas de rocas más ó menos duras que suelen hallarse. A este ob- jeto debieron dedicarse, puesto que para trazar los adornos de las alfarerias, les era suficiente una simple esquirla ó lámina naturalmente puntiaguda, Ig- noro si los buriles se usaron con Ó desprovistos de mango; Fig. 63. Curso medio del río Deseado

2

carezco al respecto de los ele- (22532)

.>, TO mentos de comparación nece- sarios.

A pesar de haber revisado con detención la bibliografía pertinen- te, no he encontrado la menor referencia de que en Sud America se hayan encontrado, hasta ahora, objetos similares, é igual cosa de- bo decir respecto al hemisferio norte. Sólo que los Esquimales, esos artistas que siempre admiro, usan en la actualidad para escul- pir sus interesantes motivos ornamentales, buriles de acero ó hie- rro*, pero algunos autores han recogido la referencia de que en los antiguos tiempos, los mencionados instrumentos fueron de pie- dra, y Murdoch obtuvo de los Esquimales de Point Barrow (Alas- ka), un buril de aquella naturaleza que, si bien se trata de manu- factura actual hecha con el solo objeto de satisfacer un pedido, sin

' Muxrvoca, £bid, 172 y siguientes, figuras 143 á 145. NeLsow, 1bid,S0 y siguien- tes, plancha xxxvr.

AxnaL. Mus. Nac. Bs. As., Ser, 3*, T. v. Junto 20, 1905. 23

3D4 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

embargo demuestra la existencia de un antiguo utensilio, hoy subs- tituido por elementos más adecuados!, Desgraciadamente, las figu- ras que acompañan la descripción del mencionado autor, no per- miten darse cuenta del tipo de lámina utilizada.

su

CUCHILLOS.

He dispuesto de un numeroso conjunto de cuchillos; 296 ejem- plares que proceden de las localidades siguientes:

CUADRO XTV.

Localidades. Ejem-

Colonia General Frias (Gobernación del Río Negro)............ .... Malchetadd Ad AREA Sholpe (Gobernación del Ghibli ¡Baramides (1d ad a tea o e iS Td Alrededores desltrelew id dd) e e So o da le tera gel Rio! Chubut(Mdad IU a o cies alt loo Ed a Bocavdel ronOhububild. add oie Confluencia de los ríos Chubut y Chico (id. id. id.)..............2... WMarsen oeste del trio, Chico dad ai Sierra EmMmeda (Ad NI ColhuésHuapi (1d. idad st O a Kaprlk Harken; Elo Sensual Oeste de KaprikBlaken (id: 1d. Md)... au ls ba OA E Golfo de San Jorge (Gobernación de Santa CU) to Ne Punta Casamayor. (0 A A o o a ao Soda ¡Arroyo Observación Md o Puerto Mazaredo (dd dl NS | Bahía Sansuimetti id id id A Cabo Blancodd. 1d. 1d dr a o a o e aras Acuadade la Oyeja (Md dd AO a Ie Región entre rio Deseado y rada Tilly (id. id. id.)..................... O DESCado CUE med | Manantiales 10 leguas al sur de Piedra Clavada (id. id. id.)........ ql Sierras Colorada 18 Región alnorte de Tres Cerros Gdl ds io a e 48: 124] Revolcadero (id. 1 A o o aos 2 Región entre San Julián y rio Deseado (id. id. id.)...............oo... 31 Alrededores del Bajorde sandalia 3 Canñadon de los+Artilleros (1d. 1d ds o SIS il Cerro Pande AzucariGd. adidas dd e 2 Región entre San Julián y río Santa Cruz (id. id. id. AS 3 Puerto Santa Cruz (ad Add o o a TS al

| A E O Sos 296

PD 00d 0 01H 0)

(93)

159) RO BA A 0d 0100 100 1H NIDAD

' WaLteER James HorrmMaNn, The graphic art of the Eskimos, en Report of the U. S. National Museum, 1895, 786 y siguientes. MurDocn, 1bid, 173, figura 145.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 3D5

Los tipos bien caracterizados que he encontrado son en número de ocho, presentando, además, algunas variedades.

Tipo 1.”—La forma más simple de cuchillos, está constituida por estratos de silex. Los indígenas han recogido algunos fragmentos de esas láminas naturales y han trabajado el filo en uno ó en los dos bordes, dejando intacta la superficie del pedazo utilizado. Al realizar el trabajo secundario, se ha dado al instrumento, diferen- tes formas que no me atrevo, por ahora, en llamar variedades, pues

Fig. 64.—Confluencia de los ríos Fig. 65. Cañadón Fig. 66. Golfo - 363 de los Artilleros de San Jorge Chubut y Chico Cor ze 22311 y O E C. e: ERC ( C. FLA), 1*

solo dispongo de 13 ejemplares en total; las más usuales van re- presentadas en las figuras 64, 65 y 66. Los cuchillos de este gru- po alcanzan á 83 mm. de longitud, disminuyendo esta hasta 61 mm; el ancho varía entre 50 y 21 mm. y los espesores oscilan en- tre 6 y 4 mm.

Me he decidido á fundar este tipo puesto que se caracteriza per- fectamente por el hecho de no haber intervenido la acción del percutor para desprender la lámina, tratándose de simples frag- mentos naturales retirados de las canteras.

956 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Tiro 2.2—Al segundo grupo corresponden 136 ejemplares, cons- tituidos por láminas de los diferentes tipos descriptos con anterio- ridad y de las quese diferencian por presentar en los bordes, úni- camente, un trabajo secundario más ó menos prolijo, destinado á producir el filo. He notado cuatro variedades bien caracterizadas.

a) Formada por láminas estrechas y alargadas, sin trabajo algu-

IRA APTA ASA VTA 7 RITO Pb Lara

Le,

y Se

22312 » E OD - * A Do6

Fig. 67. Revolcadero (ura) 3, A : San Julián ( era) E

Fig. 6S.—Región entre rio Deseado y

no en la superficie interna, lo mismo que en la externa que sólo tie- ne las facetas características. El trabajo secundario se muestra en los bordes, por lo general en ambos y constituido ya por simples retoques ó ya por una obra artística y cuidada (figuras 67 y 68). Al medir los 71 ejemplares de esta variedad veo que su longitud

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 357

máxima alcanza 4 108 mm. y la mínima á 35 mm., el ancho oscila entre 42 y 11 mm. y los espesores entre 11 y 3 mm.

b) Me ahorraré una descripción de esta variedad, al decir que en ella incluyo 20 ejemplares, cuyos caracteres generales corres- ponden exactamente á la conocida punta mousteriense' (figura 69). Esta variedad de cuchillos patagónicos, alcanza á la longitud de 87 mm. y disminuye hasta 35 mm., su ancho no pasa de 44 mm. y no baja de 21 mm.,

mientras que los espesores va-

rían desde 19 á 3 mm. Fig. 70. Curso medio del río c) Sobre 35 ejemplares he Deseado (6. p.A.), +.

fundado una tercera variedad,

caracterizada por la forma de la lámina utilizada que es siempre rectangular, con la superficie interna intacta y rara vez trabajada la externa. El filo se muestra en la inmensa mayoría de los ejem- plares en un solo borde (figura 70). Sus medidas extremas acusan 96 á 41 mm. de longitud, 43 4 22 mm., de ancho y 17 á 5 mm, de espesor.

1 Mortinuer, Le Préhistorique, 168. Musée, etc., plancha xr y xI1, especialmen- te la última.

398 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

d) Por último, he agrupado 10 ejemplares de forma trapezoidal que sólo presentan trabajo secundario en la base del trapecio. Por

Fig. 71. Región entre río Deseado

y San Julián ea a 1

1*

lo demás, el resto del instru- mento no ofrece nada de par- ticular (figura 11). El ancho mayor en la base, correspon- de á 74 mm. y el menor á 39 mm., la altura oscila entre 60 y 39 mm. y los espesores va- rian entre 14 y 4 mm.

Tiro 3.—Los cuatro ejem- plares que me han servido para fundar este tipo ofrecen caracteres interesantes. Se trata de láminas anchas, á las cuales retocándolas, se les ha dado una forma más (4 menos ovoide; la superficie interna

se muestra intacta, mientras que la externa se ha trabajado proli-

jamente en la perife- ria, aunque siempre el filo se encuentra en un solo borde.

Una de las piezas de este tipo ofrece de- talles especiales muy curiosos. Además del filo que se halla ubi- cado hácia al lado de- recho, en el opuesto se nota una prolija serie de pequeños golpes, con los cuales se han diseñado dos marcadas cavidades para facili- tar la prehensión direc- ta con la mano, detalle sobre el cual volveré más adelante (figura 12). El diámetro ma- yor de estos objetos

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 359

varia desde 120 á 36 mm., el menor desde 80 4 24 mm. y los espe- sores oscilan entre 13 y 7 mm.

Tiro 4.—Se caracteriza por la forma elíptica y por el trabajo que, en todos los ejemplares que poseo, se ha hecho en ambas su- perficies á grandes golpes, El filo se muestra en un solo lado (fi- gura 13). El diámetro mayor en los 11 ejemplares de esta clase, va- ria desde 115 á 58 mm., el menor

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Fig. 73. Boca del río Chubut

(ara) +

desde 55 = 24 mu. y los Poo Fig. 74. Bajos en las sierras Colo- desde 10 á Y mm.

das (22333 ratas C.F.A.)

Tiro 5.”—Corresponden al tipo he 5.9, 101 cuchillos que llamaré asi- métricos, constituyendo un grupo de instrumentos característicos de la arqueología de Patagonia. Presentan dos variedades bien de- finidas.

a) Los 62 ejemplares pertenecientes á la primera variedad, afec- tan una forma asimétrica á veces alargada y otra en que la rela-

ción entre el ancho y el largo es más proporcionada. La periferia

360 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

ofrece en su conjunto, los siguientes detalles; uno de los lados lige- ramente cóncavo, convexo ó casi recto; el otro describiendo una curva saliente muy pronunciada quese eleva á partir de la base para disminuir poco á poco cerca del ápice (figuras 74 y 75). En todoslos ejemplares, tanto la superficie interna como la externa se encuentran bien talladas.

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Fig. 76. Región entre rio Deseado ea 56_ y San Julián ema F.A 7 4.

El filo corresponde siempre al borde opuesto al de contorno curvilíneo. Las medidas máximas en este subtipo son 138,79 y 16 mm. de largo, ancho y espesor respectivamente y las minimas 43,22 y 5 mm. respectivamente. Debo hacer notar la belleza de los ejemplares de que me ha sido dado disponer, algunos tallados con primor. Al propio tiempo, es digno de llamar la atención so- bre el gran tamaño que alcanzan los cuchillos de esta variedad. En las colecciones del Museo Nacional de Buenos Aires, figura un ejemplar recogido en Valcheta. (Gobernación del Río Negro), tallado en silex blanco, ligeramente ramificado de color negro y cuyas dimensiones son 138 mm. de longitud, 79 mm. de ancho y

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 361

sólo Y mm. de espesor!. Otro ejemplar de gran tamaño de esta varie- dad, fué recogido por el señor De la Vaulx, en el paraje llamado La Salina, sobre el rio Santa Cruz, pieza aquélla que tiene 170 mm. de longitud y 75 mm. de ancho?, Sin embargo, estos objetos de gran tamaño son excepcionales,

b) La segunda variedad está fundada sobre 39 ejemplares que presentan los mismos caracteres morfológicos que los anterior- mente descriptos pero, cuya periferia corresponde á la forma de un

Ss

a 4 Y 1044

A RS

RR e

y FAO

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(Gra) 4.

triángulo isósceles, habiéndose tallado el filo sobre el lado mayor (figura 76). Las dimensiones acusan 90 mm. de largo mayor y 54 mm, el menor; 56 mm. de ancho máximo y 28 mm. mínimo y los espesores oscilan entre 17 y 6 m. m.

Tipo 6.—El 6.* tipo está formado por 25 cuchillos de forma lan- ceolada, tallados prolijamente en ambas superficies y retocados en uno de los bordes para obtener el filo (figura 77 ). Un ejemplar tiene trabajada sólo la superficie externa.

1 Número 4160 del inventario del Museo Nacional de Buenos Aires. 2 VERNADU, Zbid, plancha xr, figura 6.

362 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Las medidas máximas son 97, 43 y 11 mm. de longitud, ancho y espesor respectivamente, y las mismas mínimas 48, 26 y 5 mm. Tipo 7.”—Caracterizado porlaforma amigdaloide pero con igua-

Fig. 79. Manantiales 10 leguas al sur 22354

de Piedra Clavada (E a

les detalles en la técnica del trabajo que los pertenecientes al tipo anterior (figura 78). En los 5 ejemplares que me han sido comunicados, la longitud máxima llega á 83 mm. y la minima á 48 mm.; el ancho mayor es de 48 mm. y el me- nor de 32 mm. y los espesores, como siempre, varían entre 11 y 6 mm.

Tiro 8. Por último, fun- do el tipo 8.” sobre un sober- bio ejemplar que, más que cu- chillo, podría llamarse puñal, recogido en unos manantiales situados 10 leguas al sur de Piedra Clavada (Gobernación de Santa Cruz). La forma hace recordar á las puntas feuille de laurier de la industria solu- trense.

Ha sido tallado admirable- mente en sus dos superficies y retocado con proligidad en los bordes. La base, relativa-

mente estrecha, es convexa y los bordes, á partir de aquélla, van pronunciándose en curva saliente que alcanza su mayor convexi- dad en la mitad de la longitud; la punta es agudísima (figura 79).

La distribución geográfica de los tipos de cuchillos que he des- cripto, lo mismo que el material utilizado en su fabricación, se hallan indicados en los cuadros siguientes.

A, AA

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 363

CUADRO XV.

Localidades

19) o (0) [o]

| Totales

Colonia General Frías Valcheta

Sholpe

Pirámides

[aja il

Confluencia delosrios Chubut y Chico.

Región al oeste del rio Chico

Sierra Pineda

Colhué-Huapi

Kaprik Haiken

Oeste de Kaprik Haiken

Golfo de San Jorge

Punta Casamayor

Arroyo Observación

Puerto Mazaredo

Bahía Sanguinetti

Cabo Blanco

Aguada de la Oveja

Región entre rio Deseado y rada Ti- ly

Rio Deseado (curso medio)

Manantiales 10 leguas al sur de Piedra

El y) hoaSa=l leal ]llnoae! 10

e e

159) e lala al 1 es

AA AA ae E E Gl

[eelelI111P1l=I=!l 111

Ko O PoóOG00us A . [ei

=l]l1S

Región al norte de Tres Cerros........ Revolcadero .

lor ol

Alrededores del Bajo de San Julián. Cañadón de los Artilleros

Cerro Pan de Azúcar

Región entre San Julián y Santa Cruz. Puerto Santa Cruz

Palio eo

[AAA

189) gl [91] pa

Descompuestas las cifras indicadas, se obtendrá una proporción numérica para los tipos y el material, como sigue:

IA E A E 4.39 0 A O 45.95 lo y ARS ARAN 1.35 Wo A de IE 3.98 lo II TA Ras e E elas 34.12 lo A 8.44 W IRA 1.68 o

So a Eee e 20 o els 0.33 o

364 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

CUADRO XVI.

Material

EP > z t SS Localidades eps ES s8lolzalo É E z Z S 13 a [=) 2 o E 5 3 4 = 2 [e] .— o 0 9 3 2 o Y A ES SpA

Ejea 3lóls| alo /|2381 312

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ES E sj 3 E, Colonia General Frías .| | 2| —|=|=|— El 1 PIS Valchera nai lola 1 MAp= E a == =p 2 AOL AA e O 3| 2|=| == 4 = —| 5 Piramides liz id PEPE Alrededores: de Trelew. 11.41 1 21 === =P Rio Chabur o =1| 6 6 Boca delirio Ghubure- | == 1 =4= 1 A AA

Confluencia de los ríos Chubut y Chico ....... O A a pe | 4 B.al oeste del rio Chito| | 1| 1|— | 1 = 3 Sierra Pineda........... —| 1 - 1 Colhué-Huapi.......... O O - Hi = E Kaprik Halken:2 o... 1 =P =p "EPT AE Oeste de Kaprik Haiken| 1 : 1 Golfo de San Jorge....| —| 2| 8|-—| 1| 1 —| 7 Punta Casamayor...... 1| 11 -—-|=|=l| 1=/——|=1=I65 Arroyo Observación...|23| 6 | 5| 1|—| 1|—| 1| —|—|—|837 Puerto Mazaredo...... 15 Ll = 1|=|= 1 18 Bahía Sanguinetti...... 2|—|—| 2 | 1| —=|—|—-|=|—]| 5 Cabo Blanco. ios 26 1 4| 2| 1 1 MAS ER == 1 825 Aguada de la Oveja....| 2| —|—| 1| =| =| 3 Región entre río Desea-

do y rada Tilly... =| 1|— el

Rio Deseado (curso me- MO) E O E A A E O A A Manantiales 10 leguas al

sur de Piedra Clavada.| 3| —|—|=|=|— Ll i= == ==, + Sierras Coloradas...... 15 1|— 1|-—|—=|=|-= 11|=2 148 Región al norte de Tres

CELOSA: nata SE IESO Sr a [a ERA ES Revolcadero ........... MAA == 2 Región entre San Julián

y río Deseado......... 9221 7| 1 11 4| —| 1|—| 1|—|—]|38 Alrededores del Bajo de

Saa 1|-—|— 1|=—|=]|—]|— TS Cañadón de los Artille-

LOA a. $ A NO 1|—|=|—]|—=]|-=|- =|=]|— 1 Cerro Pan de Azúcar...| 1|—=|=3|=| =| 1|—I|—=|=TP2 Región entre San Julián

y Santa Cruze 1 11 11 =1| == =[%S Puerto Santa Cruz..... A A A A PS IS DR

Totales ee MEA A A AA E. 1* 1126

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 365

A 59.14 Wo MR ANA 17.65 %o ¡BEtrosilena dd as E a 6.75 %lo (AECI e to os aa eaten o aisieiaioa, 5.09 Wu (palo. ccoo minos nteaate ritos as 4.39 lo raquita rad as 3.04 o MA A O 3.37 lo e de ea ln. Eolo 2.02 lo Madera SMCITICADO: ¿cotos Ia 1.35 Wo DES a NAS E de 0.33 % MALCEUO MATE ESA SS oca 0.33 Ao

¿Cómo se usaron los cuchillos patagónicos? ¿Con ó sin mango? aquí una cuestión en cierto modo complicada é imposible de re- solver de manera definitiva. El enmangado de los utensilios que me ocupan depende, en primer término, de la forma de aquéllos. Así por ejemplo, creo que en los del tipo 1%, algunos fueron utilizados sujetándolos directamente con los dedos (figura 64) y en cambio, otros, eran susceptibles de agregarles un mango (figuras 65 y 66) Pero, opino que la mayoría de los ejemplares pertenecientes al tipo 2, realizan una forma primitiva, usada sin mayores detalles, En los 4 ejemplares que constituyen el tipo 3, noto un perfeccio- namiento evidente; en uno de ellos, se ha tallado en el borde iz- quierdo dos cavidades, destinadas á facilitar la prehensión con la mano derecha (figura 72, a y b). La manera de sujetar este instru- mento es muy cómoda y segura; la cavidad señalada con la letra a se ubica entre los dedos índice y mayor, con la primera falange de aquél hacia el lado de la superficie externa del cuchillo, de modo que la primera articulación interfalangeana del dedo mencionado venga á colocarse en la cavidad señalada con la letra b, para apoyar las falanges segunda y tercera en la superficie interna. En cuanto á los dedos mayor, anular y meñique algo recogidos, sujetan al utensilio por el lado interno, mientras el pulgar en tensión hace otro tanto por el opuesto.

En otro ejemplar se nota un «talón » dejado exprofeso y que fa- cilita grandemente la prehensión directa.

Nada puedo decir sobre la manera cómo se usaron los cuchillos sobre que he fundado el tipo 4” pero, en cambio, creo que todos los ejemplares correspondientes á los tipos 5”, 6%, 7” y 8%, debieron estar provistos de mango. Mi afirmación es muy fácil probarla, respecto á los de forma lanceolada, amigdaloide y el hermoso pu- ñal representado en la figura 79, pues me bastará hacer recordar los cuchillos de formas similares provistos de mango, usados por

366 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

los indios Hupa* y Menomini?, que aun viven en las reservations norteamericanas y la hermosa serie de idénticos utensilios, recogidos en los kultur layer de Santa Bárbara é isla de Santa Cruz (Baja Cali- fornia)?.

Veo en los cuchillos asimétricos cuyas formas, en su inmensa ma- yoría corresponden al representado en la figura 75, un verdadero tipo de ulu, pero de un ulu primitivo y no de aquellos en cuya for- ma se nota claramente la influencia del hombre blanco, que ha transformado al curioso cuchillo Esquimal en una pieza del menage de cocina ó talabarteria. El ulu primitivo, debió parecerse mucho al cuchillo asimétrico de los Patagones, y formulo tal suposición al recordar los tipos de aquel instrumento recogidos por el teniente Stoney, entre los Esquimales de Hotham Inlet (Alaska)? Bien, pues, esos utensilios domésticos tan caracteristicos, están provistos de un mango lateral, con una ranura colmada de cierta substancia pegajosa preparada al efecto y en la cual se empotra el cuchillo por la parte más saliente, opuesta al filo. Los detalles que ofrece la periferia de los cuchillos asimétricos de Patagonia, indican clara- mente que eran susceptibles de ser provistos de uu mango lateral como sus similares Esquimales, tanto más cuanto que los indígenas australes han usado muchisimo la resina de Duvaua para fijar los instrumentos de piedra. Advertiré, sin embargo, que á los ejem- plares de la variedad a, no son aplicables las consideraciones ante- riores. Las pocas piezas correspondientes á ese subtipo se enman- garon por la base, como lo fueron las amigdaloides, lanceoladas, etcétera.

Algunos de los tipos de cuchillos descriptos en este parágrafo, ya han sido señalados con anterioridad por otros autores. El pro- fesor Lovisato encontró, en algunos puntos de la Patagonia aus- tral, ejemplares de cuchillos asimétricos tallados groseramente en traquita ó cuarcita? y el señor De la Vaulx ha reunido también en la margen derecha del río Negro, en Colhué-Huapi y rio Santa

' Mason, The Ray collection from Hupa reservation, en Smithsonian Report, 1886, 222, plancha xvi, figuras 75 á 78.

2 Water J. Horrman, The Menomini indians, en Fourteenth Annual Report of the Bureau of American Ethnology, 1892-93, 1, 282 y siguientes, figuras 52 y 53.

3 Arorr, Chipped, etc., 59 y siguientes, plancha 1v, figuras 7.

' Mason, The ulu, etc., plancha Lxr, figuras 1 y 2.

' D, Lovisato, Di alcune armi e utensili dei Fueghini e degli antichi Patagont, en Atti della R. Accademia dei Lincei (Serie terza, memorie), xr, 201, figura 13.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 367

Cruz, ejemplares pertenecientes á los tipos 1%, 2%, 6% y 7”, este últi- mo descripto por René Vernau como punta de lanza !.

En la parte sur de la provincia de Buenos Aires, las investiga- ciones arqueológicas son deficientísimas pero, no obstante, poseo en mi colección particular, un hermoso cuchillo amigdaloide que hace algunos años describi, equivocadamente, como punta de dar- do y que fué recogido en la laguna Brava, cerca de Mar del Plata (Partido de General Pueyrredón). La forma de la mencionada pie- za, lo mismo que la técnica de trabajo, coinciden con las de los ejemplares reunidos en Patagonia?. En las cuencas de los rios Sa- lado y San Borombón, no se ha encontrado nada parecido y en la re- gión del río Luján, la arqueología es demasiado primitiva; los cu- chillos que allí se encuentran, son simples láminas retocadas que muy poco ayudan en la comparación?,

En cambio, hace poco tiempo, describí un perfecto cuchillo asimétrico, procedente de un «paradero» situado cerca de la esta- ción Ramón Blanco (Hucal), en la gobernación de la Pampa! y cuyos menores detalles coinciden con los de otros ejemplares pata- gónicos que, si bien no se encuentran figurados en esta obra, pue- den revisarse en las colecciones del Museo Nacional de Buenos Aires?,

En la república uruguaya, el profesor Figueira ha encontrado cu- chillos del tipo 2.%,es decir,láminas retocadas, que él describe como sierras, aunque no participo de sus ideas al respecto. Igualmente se ocupa en un parágrafo aparte, de una serie de cuchillos amig- daloides algunos de los cuales se aproximan por su forma álos re- cogidos en los «paraderos» patagónicosf,

Entre los interesantes objetos retirados de los alrededores de Labná (Yucatán) veo, además de cuchillos de tipo lanceolado, otros cuya periferia corresponde exactamente al objeto que me ha ser- vido para fundar el tipo S.%, aunque los ejemplares mexicanos son algo estrechos”.

' VERNAU, Ibid, 262 y siguiente, figuras 44 y 45, plancha x1, figura 4; 269, plan- cha x1, figura 20. A

* Outes, Los Querandies, 102, figura 18.

? F. AmeGHixo, La antigiiedad, etc., 230 4240, planchas 11 y 111, figuras 64 á 116.

' Outes, Arqueología, etc. 3, figura 2.

* Compárese al número 4031 de la colección del Museo Nacional de Buenos Aires.

* Fiquerra, 1bid, 170 y siguientes, figuras 9 á 16,185, figuras 47 á 49.

" E. H. Tuourson, The chultunes of Labná, en Memoirs of the: Peabody Museum, 1, figuras 10, 6 y 9,

368 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Los arqueólogos norteamericanos, no han realizado aún estudios detenidos sobre los cuchillos recogidos en las estaciones neolíticas de aquellos territorios. La misma obra de Wilson se resiente mu- cho en este punto pues la parte correspondiente á la clase de uten- silios á que me refiero, no guarda proporción con la dedicada á puntas de flecha y de lanza. Igual cosa sucede con la memoria de Fowke, Stone Art que, desgraciadamente, no se ocupa de cuchi- llos, de modo, pues, que en el caso mis deducciones deben basarse en referencias aportadas por un limitado número de monografías, que sólo pueden ofrecer observaciones limitadísimas, desprovistas del valor de estudios de caracter general.

Esta falta de literatura es tanto más de lamentar, cuanto se tra- ta de utensilios abundantes, por lo general característicos y que mucho pueden ayudar en estudios de arqueología comparada.

De los ocho tipos de cuchillos patagónicos, cinco se encuentran representados en Estados Unidos, siendo los menos difundidos los correspondientes al grupo 2. de mi clasificación, pues sólo encuen- tro ejemplares bien caracterizados de aquéllos, en el material des- cripto por Udden', La forma ovoide se presenta esporádicamente en Nuevo México?, Wisconsin? y Nueva Jersey*, habiéndose retira- do el ejemplar del segundo estado, al excavar un mound del Whi- te's Group en el distrito de Vernon, mientras que los del último no están bien caracterizados. En cambio, á los cuchillos asimétri- cos se les encuentra en una área de dispersión mucho más extensa, aunque de preferencia en los Estados del este y sudeste, poco en la parte central-sur y tan sólo una vez mencionados en la región ncroeste. Mississippi”, Georgia, Tennessee, Kentucky, Ohio* y Nue- va Jersey?, es la primera región á que me he referido.Si bien en Kan- sasó se presenta el tipo rara vez, en cambio en un yacimiento des- cubierto en las proximidades de Afton (Territorio Indio), villorio situado en el llano que se extiende en el angulo formado por los

' Ubpex, Lbid, plancha 111, figuras 4 y 6.

2 F, W. Purnam, Notes on the implements of stone, pottery, and. other objects obtained in New Mexico and Arizona, en Wneker, 1bid, vi, 375, plancha xvr, figura 5.

3 Cyrus Thomas, Report on the mound explorations, en Twelfth annual Report of the Bureau of American Ethnology, 82, figura 39.

* AñrrorrT, Primitive, etc. 78, figuras 46 y 47.

? PranoDy, bid, 41, 60, plancha xvrt.

' WiLson, Arrowpoints, ete., plancha 54, figura 5; plancha 56, figura 2; plancha 597, figura 2; plancha 54, figura 4.

7 ArBorrT, Primitive, etc., 11, figura 45.

$ UbDex, 1bid, 39, figura 15.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 369

rios Arkansas y Nosho, ha proporcionado piezas interesantísimas. Allí encuentro, admirablemente caracterizadas, las dos variedades de cuchillos asimétricos que he descripto en esta memoria, y causa, verdadera sorpresa el parecido con los ejemplares que proceden de Patagonia (figuras 74 y 75), Por último, Wilson ha publicado un cuchillo asimétrico recogido en Wyoming, ya casi en la región noroeste?,

El tipo lanceolado es más común en la parte noroeste de los Es- tados Unidos, de donde se han obtenido ejemplares en estaciones abandonadas situadas en Illinois3, Indiana*, Virginia? y Nueva Jer- sey* y de los indios Menomini que viven actualmente en las reser- vations del estado de Wisconsin”, aunque noto piezas que se apro- ximan al tipo que estudio, entre las procedentes de Afton*.

Un cuchillo de forma amigdaloide, idéntico al representado en la figura 18, aunque de mayor tamaño, fué recogido en Homolobi (Arizona) por J. W. Fewkes, pero este hallazgo es aislado?.

He dicho en párrafos anteriores, que los indios Hupa aun usan puñales ó cuchillos de la forma del representado en la figura 79*”,

A esa referencia hay que agregar los hallazgos de piezas seme- jantes, uno hecho por Moore en un pequeño mound situado en Ha- re Hammock, distrito de Calhoun en Florida ** y otro por J. G. Henderson en Naples (Illinois )??.

Ya me he referido al uso de cuchillos asimétricos, entre los habi- tantes de la región más boreal del hemisferio norte!**, Pero, asimis- mo, los elementos de comparación reunidos en esos territorios son todavía insuficientes y futuras investigaciones de carácter arqueo- lógico, pondrán de manifiesto objetos que correspondan al tipo

1 W. H. Hozmes, Plint implements and fossil remains from a sulphur spring at Af- ton, en Report of the U.S. National Museum, 1901, 245, planchas 17, 18 y 21.

2 WiLson, Arrowpoints, etc., plancha 57, figura 4.

3 J. S. HewbersoN, Aboriginal remains near Naples, en Smithsonian Report, 1882, 696, figuras 11 y 13.

* WiLson, Arrowpoíints, etc., plancha 57, figura 4.

3 Lucien Carr, Report on the explorations of a mound in Lee County, en Reports of the Peabody Museum, 111, 90, figura 5.

5 ArñotT, Primitive, etc., 81, figura 50.

7 Horrman, The Menomina, etc., figuras 52 y 53.

$ Homes, Flint, etc., plancha 19.

9 J. Water Fewxes, Preliminary account of an expedition to the Pueblo ruins near Winslow, en Smithsonian Report, 1896, plancha xLvt.

10 Mason, The Ray, etc., 222, plancha xvrr, figuras 75, 76 y 77.

1 (, B. Moorz, Certain aboriginal remains of the northwest Florida coast (Part 11), 207, figura 137.

12 Wison, Prehistoric, etc., 433, figura 85.

13 Mason, The ulu, etc., plancha 1x1, figuras 1 y 2.

ANAL. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3*, T. v. Junto 23, 1905. 24

3710 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

que conceptúo primitivo de cuchillo asimético, aun en uso entre los Esquimales de Hothan Inlet.

CAPÍTULO V.

LANCETAS. INSTRUMENTOS PARA HENDIR. INSTRUMENTOS DE USO INCIERTO.

Entre el material que ha obrado en mi poder, figura un cierto número de objetos de clasificación dudosa y uso incierto que pre- fiero describir independientemente, aunque expresando mi opinión sobre su empleo más probable.

L

Uy

LANCETAS.

Una pequeña lámina procedente de arroyo Observación, ofrece la superficie externa toda trabajada, con menudos retoques en am- bos bordes. Desde la base hasta el ápice corre una cresta, regu- larmente pronunciada, pues per- tenece al 2.” tipo de las ya des- criptas (capitulo II, $ 1). La superficie interna ha sido tam- bién tallada, pero tan sólo en la proximidad de la punta. La pe- riferia muestra una base poco di- latada, el lado derecho más ó

Fig. 80. Arroyo Observación menos recto, el izquierdo conve- y 4015. a . (Ca xo y la punta aguda (figura SO).

Dada la pequeñez de este objeto, pues mide 34 mm. de largo, 8 mm. de ancho y 3 mm, de espesor, no lo he considerado como un cuchillo utilizable, sino más bien como una lanceta de aquellas empleadas por los shamanes durante sus exorcismos.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 7 Si

so

INSTRUMENTOS PARA HENDIR,

De esta clase de utensilios, sólo conozco un limitado número de ejemplares pero, todos ellos, interesantes por más de un concepto. Proceden de los siguientes puntos:

CUADRO XVIT.

| Localidades Ejemplares | Arroyo Observación (Gobernación de Santa Cruz)...o.oooomoo.o... 1 EfoDeseado ¿cursormedio (Ud: dsd as 1 | Región entre río Deseado y puerto San Julián (Gd. NS al Puerto Gallegosi(1d. 10. 1d) dlls e ee ble 1 A e Ad 4

A pesarde tan escaso número de piezas, he encontrado dos tipos entre ellas.

Tipo 1.2 Incluyo en el primer grupo, tres instrumentos consti- tuidos por dos partes, un pedúnculo y un limbo, presentando la base de aquél una escotadura casl triangular y la parte superior del limbo una curva perfecta, muy filosa y que termina en dos ale- tas laterales (figura 81). Ambas superficies están talladas. Se tra- ta, pues, de flechas rotas, quizá al trabajarlas y sobre las cuales se ha diseñado el instrumento de

que me ocupo. Las dimensiones Fig. S1. Arroyo Observación . . 4047 de estos objetos son muy unifor- C.M.N. +.

mes; 27 mm. de largo, 27 á 32

mm. de ancho entre las aletas y con espesores de 8 á 7 mm. Tiro 2,”—Un solo ejemplar me ha servido para fundar el segundo

tipo. Es un instrumento curiosísimo y que, prima facie, podria

considerarse como una forma aberrante. El pedúnculo es un largo

tallo de 11 mm. de ancho y de sección casi circular; el limbo en

su conjunto es escutiforme con las aletas poco diseñadas, los bor-

NA MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

des convexos, filosos y que terminan en una punta agudísima (fi- gura 82). El ancho mayor de este objeto es de 54 mm. y el espesor máximo 9 mm.

El material empleado en la fabricación de estas piezas se des- compone como sigue:

CUADRO XVIII.

Material | UY o E Localidades =1|8| 2/13 0 a O LS YA E = a E 'ATTONORO DSCLYACIÓN an ar ie tatoo eli re ale a. o El Rio Deseado, ¡CUTSO “MealO cios meo ae de eo ala al =— | Jl Región entre río Deseado y puerto San Julián............ 1|— 1 | Puerto GallegOs rra caro ace cl 1] =p 14 Totales inma can apt Za FE

Mucho se ha discutido sobre el uso probable de los instrumentos que forman el primer tipo. Abbott en 1881, los considera- ba como raspadores (stemmed scrapers)* y luego más tarde, Fowke los clasificaba de «blunt arrowheads »*, hasta que últi- mamente el Dr. Vernau, al des- cribir las piezas de aquel tipo recogidas en Patagonia, las in- cluye entre los raspadores?3. Desecho en absoluto todas las suposiciones anteriores, pués he revisado con prolijidad las plezas en mi poder y no he notado en ellas la menor traza de que hayan servido para ras- Fig. 82.—Curso medio del rio Deseado par, antes bien, todas ofrecen 29325

rot un bisel sumamente afilado y

sin el pequeño desgaste que se

nota en las raspadores. Creo que los instrumentos que he descrip-

' AmñorrT, Primitive, etc., 131. 2 FowkxeE, £bid, 168. 3 VERNAU, Lbid, 265.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 373

to debieron servir, una vez enmangados, para hendir á golpes los huesos á fin de extraerles la medula. Estas consideraciones son aun más oportunas, aplicadas al instrumento representado en la figura 82, cuya forma y detalles no dejan la menor sospecha al respecto.

Los utensilios destinados á hendir debieron usarse enmangados. El pedúnculo de que están provistos, lo demuestra. Seguramen- te el mango consistiría en un tronco angosto y resistente, con una escotadura en la extremidad, en la que se introduciría el pedúncu- lo, sujetándolo con resina de Duvaua.

Las piezas en cuestión no escasean en Patagonia. Vernau ha dis- puesto de una veintena de ejemplares del primer tipo, procedentes, la inmensa mayoría, del lago Colhué-Huapi y uno tan sólo, de la parte sur de la gobernación del Chubut* y el mismo autor describe como punta de flecha un ejemplar perteneciente al tipo 2.* ?; pero no se han señalado objetos similares en el resto de Sud América.

Recién en Estados Unidos vuelven á aparecer, admirablemente caracterizados é idénticos a los patagónicos, en estados del este y sudeste: Georgia, Tennessee, Carolina del Norte, Illinois, Ohio, Wisconsin? y Nueva Jersey?*, aunque sólo del tipo representado en la figura 81.

E EL INSTRUMENTOS DE USO INCIERTO.

Los instrumentos que no me atrevo á designar son verdade- ros hachoirs d poignée constituidos por rodados de naturaleza diversa, los cuales ofrecen una parte tallada 4 grandes golpes, terminada en una arista muy cortante y otra opuesta á aquélla, formada por la corteza natural de la roca empleada («talón»), lo que permite una fácil y segura prehensión directa con la mano (figura 83). Los objetos de esta clase proceden de las loca- lidades siguientes (Cuadro X31X).

1 VERNAU, 1bid, 264, figura 46, plancha xr, figuras 7 y 8. 2 Vernau, Jbid, plancha x11, figura 46.

3 Fowke, £bid, 168, figura 256.

* Aññorr, Primitive, etc., 131, figuras 119 y 120.

374 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

CUADRO XIX.

Localidades Ejemplares

Bahía Sanguinetti (Gobernación de Santa Cruz).........o..oooo.o.. 1 Puerto Mazaredoad dd) RE A TS 2 MCaborblanco 1d NS 1

Totales: a 4

El tamaño de los hachoirs del periodo neolítico patagónico, varía entre 113 y 44 mm. de diámetro mayor y 724 47 mm. el menor.

El material utilizado se distribuye de la manera siguiente:

CUADRO XX.

Material g|5 Localidades O O es a | pe

IS Ba el 1|=| 1 "Puerto, Mazaredo os ee rin SS e Sole E ds AS ¡Cabo Blanco. ar NR Sa =».| aa AL Totales ados 2 | 2| 4 |

Estos utensilios, tan oportunamente llamados por los arqueólo- gos norteamericanos «rude flaked implements», deben ser comu- nes en Patagonia pero, desgraciadamente, aun no se han verificado exploraciones arqueológicas sistematizadas en nuestro far south, además, el tipo grosero de los hachoirs contribuye á que pasen de- sapercibidos para los coleccionistas de ocasión.

En Estados Unidos, esta clase de instrumentos es abundante en la región bañada por el Potomac y el Chesapeake, habitada en otros tiempos por pueblos numerosos de cazadores, pescadores y

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 315

guerreros. Allí también, los nódulos groseramente trabajados, pre- sentan el mismo tipo que los patagónicos?.,

Instrumentos de factura tan primitiva debieron servir para rom- per huesos y aun para muchos otros usos que nos son descono- cidos,

' W. H. Hormes, Stone implements of the Potomac - Chesapeake tidewater province, en Fifteenth Annual Report of the Bureau of American Ethnology, 90, plancha xLIx.

3

cuya ocupación principal era la caza, dieron gran importancia á la fabricación de puntas de flecha; de ahi que se encuentren grandes cantidades tanto en los «paraderos» como en las estaciones perma- nentes. Por desgracia, sólo he dispuesto de 601 ejemplares de puntas de flecha, procedentes de las localidades señaladas en el

716 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

CAPIPDDO YA.

PUNTAS DE FLECHA.

Los clanes de Patagones, formados por la reunión de individuos

cuadro correspondiente.

CUADRO XXL.

[ep] E a Localidades = Do = San Javier (Gobernación delo Nesrolie. --. 20d. 00. eos e 4 Colonia General Frias (1d Add. 1d). as le 43 Valcheta. (1d. 1d. 1d. 1d). [A A de arto ollo 35 Pagalt (6d. 1d. 1d-10):.- HA E. das sal elo 10 Tawalk' (id: 1d: 1d. 1d). AA A aora O AR 20 Makinchao (1d. 1d. 11. AU. > +... RAS el id colas Si 4 Sholpe (Gobernación dellChubat)..... ee a ola 3 Golfo Nuevo (1d: 1d. IE. ao ==. ls a lol Sed 10 Pirámides (Ud: 2d. 1d): Es dr O oa a isa ll TE, Alrededores de Trelew (id. id. id).. o E 1 NES 46 Bio ChubutiGd: 1d id): o o oras td il Baso de los Indios (1d Ad AI A o justas lia 14 Puerto Malaspina dd A iS iia 1 Región al oeste del río Chico CUA o 15 Colhué-Huapi (id. id. id)......ooooororcencooocoononrnrec narrar ro 29 Río Senguer” (dad A a 2 Choiquenilahue (dd IS aia ENS 10 Golfo de San Jorge (Gobernación de Santa Cruz)......o.o.ooooooooooo...o. Punta ¡Casiamayor 1d add a pl Arroyo Observación (id. dde dd)... ir A 26 Puerto .Mazaredo (idad add ci dl S Bahía ¡Sanguinetti ad. 1d dd lia 6 Cabo Blanco (1d. ds A 17 Sierra Laciar (1d Add 0) A o ed 1 Bio Deseado, curso medio Md dd A e 39 Puerto Deseado did AAN AAA ELA VS AN 9 Manantiales 10 leguas al sur de Piedra Clavada (id. id. id. id).......... 1 Sierras Coloradas 0 ee o ado Y A RON OaO Menor. Región: alnortede' Tres Cerrosilid add. idos ds esa oro pue 35 Región entre San Julián y río Deseado (id. id. id. id.) ...... .......... pl Región entre río Deseado y rada Tilly (¡d-1d. 1d. 1d.)..... «om... ... 39 Cañadón de los Artilleros GA. A e te 2 Cerro Pan de ¡Azúcar (1d. 1did. Md a le e li 2 Región entre San Julián y Santa Cruz (id.id.id. id.) .................. 11 Puerto Santa Cruz( aid. adidaid) e o ds to 35 Rio Gallegos (id. id. id. id.)........ EA AR 13

don ES, e pe id 601

|

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 31

El número indicado no está en relación—tratándose de objetos tan usuales y numerosos—con el resto del material descripto en capítulos anteriores. Sin embargo, es un conjunto elegido y bien distribuido geográficamente. Las armas que considero como pun- tas de flecha, no pasan de 70 mm. de longitud; las de mayor tama- ño las considero como puntas de jabalina. Me fundo para ello, en un interesante hallazgo verificado en 1895, en los alrededores de Rawson (Gobernación del Chubut). Alli, un galense, J. W. Reade, encontró dos costillas humanas—la sexta y séptima—unidas por una brida ósea, producida por la herida de una flecha que se con- servaba empotrada y cuya longitud era de «unos ocho centímetros más ó menos»!, Es esta, la flecha de mayor tamaño que se haya encontrado en Patagonia aun adherida á la herida que produjo pero, como el profesor Ambrosetti al describirla da un tamaño apro- ximado, he preferido por prudencia, considerarla como de una lon- gitud de 70 mm.

Es tarea difícil, si no imposible, formular una clasificación racio- nal de las puntas de flecha, y dado las causales que he expuesto en la introducción de esta memoria, no he querido adaptar los obje- tos de aquella clase recogidos en Patagonia, á ninguna de las cla- sificaciones existentes.

Las puntas de flecha presentan caracteres genéricos bien deter- minados pero, llegando á los «especificos», aquellos que determi- nan tipos y variedades, la instabilidad domina por completo. De modo, pues, que toda clasificación debe tener un carácter amplio y general, evitando, en lo posible, las singularizaciones que no pro- ducirían sino una multiplicidad de tipos, sin razón alguna de exis- tir. Además, las puntas de flecha, dado la forma que siempre pre- sentan, Ofrecen diferencias ocasionales que tienen por causa, ya la poca práctica del obrero, la naturaleza de la roca empleada, ó un simple golpe inoportuno del arrow flaker, que han producido deta- lles que jamás deben tomarse en cuenta pues caracterizan simples formas aberrantes.

Por los motivos expuestos, al clasificar las puntas de flecha patagónicas, he tomado en cuenta sus caracteres generales y he lle- gado de ese modo á reunirlas en tres grupos bien determinados: 19 sin pedúnculo; 2% con pedúnculo; 3” formas excepcionales (véase apéndice A). Para evitar confusiones los describiré separadamente.

1 J. B. Aubroserri, Un flechazo prehistórico, en Boletín del Instituto Geográfico Argentino, xvi, 556.

378 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

1er, GRUPO. Las puntas de flecha sin pedúnculo, representan formas primitivas que se han ido modificando paulatinamente y de las cuales derivan las del grupo 2. He dispuesto de un re- gular número de ejemplares, como se verá á continuación.

CUADRO XXITI.

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Todos los ejemplares pertenecientes á este grupo se presentan bien individualizados, de manera que permiten la subdivisión en tipos y variedades, habiendo encontrado cuatro de los primeros.

Tiro 1.¿—Considero á la forma amigdaloide, como el tipo más primitivo de flecha sin pedúnculo, desde que representa una for- ma del cuaternario antiguo, que juzgo persistente durante el período neolítico, como un simple resabio ancestral. Tengo ála vis- ta 14 ejemplares de este tipo, todos tallados en ambas caras á golpes un tanto groseros, mostrando uno tan sólo, el trabajo en la su- perficie externa (figura 84). Las dimensiones máximas en los ejem- plares pertenecientes á este tipo son: 50, 34 y 10 mm. de longitud, ancho y espesor respectivamente, y las mínimas 33, 22 y 5 mm.

Tiro 2,—De forma lanceolada, tallado en ambas caras y la ba-

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 3719

se siempre convexa (figura 85). Las medidas máximas son 63, 29 y 8 mm. de longitud, ancho y espesor, y las mínimas 34, 15 y 3 mm.

Tiro 3.—Secaracteriza, por sus bordes paralelos en */, de la lon- gitud, aunque cerca del ápice se estrechan para producir la punta. La base es casi recta (figura 86). El trabajo se ha verificado en ambas caras. Las dimensiones del ejemplar más grande de este tipo son 58, 22 y 11 mm. de longitud, ancho y espesor respectivamente, mientras que el más pequeño sólo tiene 14, 10 y 3 mm.

Tipo 4.2—Al cuarto tipo pertenecen un buen número de ejempla- res en forma de triángulo isósceles, tallados todos en ambas caras

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Fig. 84. Curso medio delrío Fig. 85.— Arroyo Obser- Fig. 86. Arroyo

2233231 P e 4047 servació Deseado (as A y vación Gre 1 yea ación

cuidadosamente y retocados en los bordes con prolijidad. Los es- pesores en este tipo oscilan entre 8 y 2 mm, He encontrado seis variedades principales, con sus caracteres bien mantenidos.

a) La primera subdivisión, comprende ejemplares de bordes y base rectos (figura 87). El ejemplar mayor tiene 53 mm. de longi- tud y 23 mm. de base; el más pequeño 22 mm, de longitud y 15 mm. de ancho en la base.

b) Bordes rectos y base cóncava (figura 88). La escotadura de la base se encuentra en algunos ejemplares sumamente pronuncia- da, mientras en otros apenas se diseña, Las dimensiones mayores

380 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

corresponden á 67 mm. de longitud y 34 mm. de base, y las mini- mas á 17 y 12 mm. respectivamente.

Fig, 87. Valcheta Fig. 88.—Colonia Frías Fig. 89.—Bajos al norte de 2 4141 22340 E 300 (cano) + Tres Cerros (q. A ), 4.

c) Esta variedad tiene los bordes rectos y la base convexa (figu- ra 89). Los tamaños oscilan entre 24 y 34 mm. de longitud y 16 y 24 de ancho.

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Fig. 90. Valcheta Fig. 91.—Golfo de San Jorge Fig. 92.—Alrededores de ION 1002 O.M.N. )> +. (ara) + Trelew (036040), 1

d) Bordes y base cóncavos (figura 90). Me ha sido facilitado un solo ejemplar que tiene actualmente 30 mm. de largo y 16 mm. de ancho en la base,

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 381

e) Bordes convexos y base recta (figura 91). Tengo á la vista só- lo un ejemplar de este subtipo, cuyas dimensiones son 60 mm. de largo y 31 mm. de ancho en la base.

f) Por último, en la sexta variedad he reunido todos aquellos ejemplares que tienen los bordes convexos y la base cóncava (figu- ra 92) y cuyas dimensiones mayores son 32 mm. de largo y 28 mm. de ancho y las mínimas 20 y 12 mm., respectivamente.

Los diferentes tipos de flechas sin pedúnculo se hallan distribui- dos geográficamente como sigue.

CUADRO XXIIL.

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2. GRUPO. En el segundo grupo, he reunido todas aquellas fle- chas, talladas en sus dos caras, compuestas de dos elementos bien definidos; una hoja ó limbo y una prolongación basal, á manera de vástago, conocida generalmente con el nombre de pedúnculo. Consecuente con el procedimiento á seguir que me he impuesto para clasificar los objetos que estudio en este capitulo, he conside- rado al establecer las subdivisiones del segundo grupo, las varian- tes pronunciadas que puedan ofrecer el limbo y el pedúnculo, Así

3982 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

he obtenido tres grandes clases: la primera formada por ejemplares cuya periferia corresponde más 4 menos ála deun losange; lasegunda, que llamaré sin aletas, cuando la línea de la base del limbo forma ángulos rectos ú obtusos con el eje central del pedúnculo, y la ter- cera, con aletas, si esa misma base forma angulos agudos con el eje mencionado. He dispuesto de 435 ejemplares de este grupo.

CUADRO XXIV.

149)

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Localidades E

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1.” CLASE. Las puntas de flecha en forma de losange pueden considerarse como el trait d'union entre las que he descripto en el 1.er grupo y las que corresponden al 2.. Aunque no dispongo de numerosos ejemplares de esta forma, noto dos variedades, cuyos espesores varían desde 11 á4 5 mm.

a) Es la forma más primitiva, tallada groseramente, de gran es-

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 383

pesor y con el pedúnculo de base recta (figura 93). El ejemplar mayor de esta variedad tiene 51, 27 y 11 mm. de longitud, ancho y espesor respectivamente, y el más pequeño 37, 24 y 6 mm.

Fig. 93.—Golfo de San Jorge Fig. 94.—Bajos en las sierras 12433 22338 (6.1:4.), +. Coloradas (¿p.A. ), +.

b) Las piezas que corresponden á este subtipo, tienen su forma bien perfilada (figura 94). En algunos ejemplares los bordes son al-

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Fig. 95. Alrededores de Fig. 96.—Curso medio del río 1002 22326 Trelew (IBA. Li +. Deseado ( C.F.A.) Í-

MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

384

pero el detalle que los caracteriza es una escoba-

go curvilineos,

lo. Los tamaños oscilan entre 68 y 38

mm. de longitud, 30 y 22 mm. de ancho.

dura cóncava en el pedúncu

9.— CLASE. Tiro 1.2 El tipo primero de la segunda clase, se ca- racteriza por la forma triangular del limbo, en la inmensa mayoría

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algunos son alargados, debido á una.

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OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 385

Dos son las variedades que noto.

a) Con el pedúnculo de base recta, indistintamente ancho ó es- trecho, pero casi siempra corto (figuras 95 y 96). Las medidas acu- san una longitud máxima de 60 mm. y una mínima de 21 mm.; los anchos * oscilan entre33 y 11 mm., y los espesores, generalmente constantes, varian entre 8 y 2 mm.

b) En este subtipo, se ha tallado en la base del pedúnculo, una escotadura casi siempre curvilinea y rara vez triangular. El limbo es de forma de triángulo isósceles ó excepcionalmente equilátero,

Fig, 100.—Región al oeste del río Fig. 101. Curso medio del río : EI (22326) Chico (7 =- h +, Deseado (o EA.) +.

su tamaño varia tanto, que en algunos ejemplares es menos grande que el pedúnculo (figuras 97, 98 y 99)?. Este último, como en la va- riedad anterior, es ancho ó angosto pero, por lo general, alargado, su conjunto ofrece una periferia cuadrada, rectangular y aun tra- pezoidal, pues en algunas piezas la base se muestra algo dilatada. Las medidas máximas corresponden á 64, 42 y 11 mm. de longitud, ancho y espesor respectivamente, y las mínimas á 14,9 y 2 mm.

' Elancho lo tomo siempre en la base del limbo.

? El ejemplar representado en la figura 98, lo mismo que el de la viñeta 94, me fueron comunicados cuando ya se estaba componiendo este capítulo, y es por ese motivo que no figuran en los cuadros respectivos.

AnaL. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3%, T. v. Junto 26, 1905. 25

386 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Tipo 2,—La forma del limbo es lanceolada y, como en el tipo an- terior, establezco dos variedades.

¡ Fig. 102. —Puerto Santa Cruz Fig. 103. Golfo de San Jorge 350 12437 cra) + (aña. ) 4

a) Con el pedúnculo de base recta, estrecho ó ancho y á veces

alargado (figura 100).

Fig. 105.—Rio Senguerr Fig. 106.—Curso me- ( 22358 ) 1 dio del rio Deseado CREADO PISO] 1 ( CASARSE

b) Se diferencia de la anterior por la escotadura curvilínea del pedúnculo, este último generalmente cuadrangular (figura 101).

OUTES: LA'EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 387

Las dimensiones máximas. en este tipo son 68, 31 y 8 mm. de largo, ancho y espesor respectivamente y las mínimas 41, 14 y 3 mm.

Tiro 3.” —Se caracteriza el tipo por ser el limbo más ó menos escutiforme. También fundo dos variedades.

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Fig. 107.-— Arroyo Observación Fig. 108. Manantiales 10 leguas al 4047 ! 22355

aaa ), 1. sur de Piedra Clavada a e 4.

a) Con la base del pedúnculo no escotada (figura 102), este últi- mo siempre corto y ancho y á veces con una expansión basal. Los ejemplares que tengo á la vista de esta variedad son de pequeño tamaño, desde 40 á 27 mm. de longitud, 289 4 19 mm. de ancho y con espesores que varían entre 7 y 4 mm.

b) La segunda variedad la establezco por la concavidad que tie- ne el pedúnculo, casi siempre alargado y de periferia rectangular, aunque los hay cuadrados y excepcionalmente trapezoidales (fi- gura 103). Los tamaños coinciden con los de la variedad anterior.

3." CLASE. Excepción hecha de las aletas, los caracteres genera- les y particulares de los tres tipos que la forman, corresponden exactamente á los que caracterizan las tres divisiones de la clase anterior. Los dos primeros tipos también presentan dos varieda-

388 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

des, pero el 3.0.0 sea el de limbo escutiforme ofrece, hasta aho- ra, un solo subtipo, el de pedúnculo escotado. Posiblemente, con mayor material, se encuentre la otra variedad. Creo, pues, innece- sario repetir las descripciones detalladas de los diferentes tipos y variedades, y me reduciré á dar las medidas máximas y minimas.

Tipo 1.:—a) Longitud, ancho y espesor máximos 62, 31 y 9 mm.; minimos 15, 11 y 2 mm. (figura 104).

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Fig. 109. Región al oeste del rio Fig. 110. Región al oeste del rio Chico aras le Chico ( EA. y 1:

b) Longitud, ancho y espesor máximos 68, 38 y 10 mm.; mínimos 6, 4 y 2 mm. (figuras 105 y 106).

Tiro 2. —a) Longitud, ancho y espesor máximos 46,21 y 4mm.; minimos 27, 15 y 2 mm. (figura 107).

b) Longitud, ancho y espesor máximos 69, 30 y 6 mm.; minimos 22, 11 y 2 mm. (figura 108).

Trro 3."—Longitud, ancho y espesor máximos 68, 41 y 10 mm. (mismo ejemplar); mínimos 32, 22 y B mm, (mismo ejemplar), (fi- gura 109).

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 389

Los varios tipos de flechas con pedúnculo se hallan distribuidos geográficamente como se indica en el cuadro correspondiente.

CUADRO XXV.

Localidades

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Región al oeste del rio Chico.... ColbuésHua pl. co ee .rao oo isceeso zas ON Nen puerro stars oy e Choiquendabhue oa oca aaa Golto de San JOrze= os cscco ao ¡Punta CasamayoP yeso descio sais Arroyo; Observación: oem. aaa Puerto Mazaredos. 0. asian Babia Sanpuineilc aaa e CaborBlancos ranas

Río Deseado, curso medio........ Ruéerto Deseado: 3.0 usaea os Manantiales 10 leguas al sur de PredraBDlavadas. oc bi3ds desir s Región al norte de Tres Cerros .. Región entre rio Deseado y rada ll is ais 57 a Región entre San Julián y rio De- APA taa dea Ulea

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3.1 GRUPO.—En este último grupo figuran, repartidas en dos clases las formas excepcionales y los tipos aberrantes cuya proce- dencia se indica en el cuadro siguiente.

390 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

CUADRO XXVI.

Localidades | | Totales

Región al oeste del rio Chico os o oct Choiquenibu e i Golfo de San Jorge Arroyo Observación EuertoMazaredo o als, lo an A Bahía Sanguinetti Cabo, Blancos Jato cl Ar IS Rio Deseado (curso medio) PucntoDescado o as da Hesióomal norte e ¿Tres OSITOS so coo deiaoczao ona ne O RS Región entre San Julián y río Deseado Región entre San Julián y Santa Cruz ¡ Puerto Santa Cruz

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1* CLASE. Tiro 1.— Entre las formas excepcionales, la más difundida, constituye un tipo que se caracteriza únicamente por sus bordes dentellados. Por lo demás, el resto de los detalles corresponde con exactitud á los que presentan los diferentes ti- pos que he descripto al ocuparme de los grupos 1.” y 2. Los dien- tes en cuestión ocupan todos los bordes del limbo, hasta el mismo ápice; por lo general son muy pronunciados, pero en algunos ejem- plares de pequeño tamaño, se muestran menudos (figura 110).

Esta clase de puntas de flecha no alcanzan un gran tamaño, pues su longitud varía desde 55 á 19 mm.; el ancho desde 32 á 13 mm. y los espesores entre S y 2 mm.

Treo 2."—Está formado por 13 ejemplares de flechas peduncu- ladas de la clase 2.*, que tienen la particularidad de tener un pe- dúnculo pequeñísimo, con una escotadura curvilinea ó triangular. En las dos variedades que la forman, las medidas son casi iguales. Longitud, ancho y espesor máximos 43, 24 y 6 mm. respectiva- mente; mínimos 24, 16 y 3 mm.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 391

a) Se caracteriza por el limbo triangular (figura 111).

b) El limbo es de forma lanceolada (figura 112).

Tiro 3.—Los caracteres de este tipo son: limbo con los bordes convexos pero, al llegar al ápice se estrechan bruscamente dan-

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Fig. 111. -— Golfo de San Jorge g. 112, Puerto Deseado ( 351 , 3971 ) 1 C.F.A. ), Eds MIN

do lugar á una punta bastante aguda; aletas alargadas; pedúnculo escotado triangularmente (figura 113). Dimensiones máximas 27, 25 y +mm. de longitud, ancho y espesor respectivamente, mínimas 18, 14 y 2 mm.

del río

22326 Deseado Lara tE +.

Tipo 4.0—El 4.0 tipo tiene los bordes del limbo sumamente cóncavos, la punta aguda, las aletas muy pronunciadas y el pedún- culo ancho, corto y con escotadura curvilínea (figura 114). El úni- co objeto que poseo de este tipo, tiene 21 mm. de largo, 18 mm. de ancho y 3 mm, de espesor.

392 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Tiro 5.-—El ejemplar que me ha servido para fundarlo, po- dría confundirse con un perforador, pero me inclino á clasificarlo de punta de flecha. Se trata de un objeto que pertenece al 1.er grupo, 4.2 tipo. Estrecho, sumamente largo y de gran espesor, sólo se adelgaza en la base que está escotada en línea cur- va (figura 115). Sus dimen- siones son 56 mm. de longitud, 18 mm. de ancho y 9 mm. de espesor.

2.* CLASE. Los ejempla- res aberrantes, en sus caracte- res generales, coinciden con los que me han servido para determirar los tipos de la clase 3." del grupo 2.*, lo que no es de extrañar, desde que las di- ferencias que ofrecen, son pu- ramente ocasionales. Fundo

Ole

dos tipos sobre el material que Fig. 115. Golfo de San Jorge tengo á la vista. E Tiro 1.0 El detalle que

predomina en este tipo es la asimetría del limbo, de modo que el ápice se halla fuera del eje cen- tral de la pieza (figura 116). En otros casos, falta todo un costado, resultando de ello que se ha formado una sola línea desde el pe- dúnculo hasta el vértice (figura 117). También en algunos ejem- plares, debido á una rotura más limitada, se ha formado un borde cóncavo que presenta retoques cuidadosos (figura 118). Por últi- mo, y es la anomalía menos usual, una de las aletas es distinta y de menor tamaño que su compañera (figura 119). Longitud, ancho y espesores máximos 63, 13 y 9 mm. respectivamente; mínimos 17, 14 y 2 mm.

Tiro 2.2 Un ejemplar procedente de Choiquenilahue, es una simple lámina de jaspe sin trabajo alguno en una cara y apenas re- tocados los bordes de la otra. Pertenece al tipo 1.” variedad b, de la clase 3.* del grupo 2.” (figura 120). Tiene 40 mm. de longitud, 29 mm. de ancho y 3 mm. de espesor.

Los tipos del grupo 3. se hallan distribuidos geográficamente como lo indica el cuadro siguiente (Cuadro XX VII).

399

LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA.

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394

MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

CUADRO XXVII.

Localidades

Pirámides Alrededores de Trelew Rio Chubut Paso dedos mort octanos Región al oeste del rio Chico Cólhuc-Enapo a o Choiquenilahue.. eo O. o GoHo de Sardorge.. te. ota ' Arroyo Observación PuertosMazaredo ..coiovoioooosa Bahía Sanguinetti | Cabo Blanco.....

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Considerando las sumas totales de cada uno de los tres grupos

Fig. 120. Choiquenilahue (SEA CEE.F.O. ), 1-

en que he reunido las puntas de flecha procedentes de los territorios patagónicos, corres- ponde al 1.” una proporción de 12.97 0/p, al 2. 712.37 %/o y, por último, al 3.” 14,64 9/..

A los tipos del 1er grupo les toca una proporción nominal de: ES, 17.950,52: 128205 3.”,5.12 0/p y 4.*, 64.10 0/p. Den- tro del total del 2. grupo á la clase 1.* corresponde el 4,13 %/o, á la 2.” 49.65 o, y á la 3.* 46.20 0/,. Los tipos de la 2.* cla-

se del grupo 2.” en el total de aquélla se distribuyen el 1.” 79,73 %; el 2.*, 5.09 0), y el 3.”, 15.27 0/,. Los de la 3.” clase, en igualdad de condiciones, al 1.*, 79.60 0/p; al 2.*, 16.49 0/p; y al 3.”, 3.98 0/p.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 395

Ahora bien, los varios tipos que forman el 3er grupo, dado sus caracteres de excepcionales y que por sus detalles pertenecen, ya al 1.46 al 2. grupo, su proporción la establezco sobre el total de puntas de flecha que me ha sido proporcionado y obtengo de ese modo los resultados siguientes:

O A o a 7.32 %lo

A TS E TP ea 2.16 »

1.* Clase A al O A AO 0.83 » A A SS O AR 0.16

A E A A o 0.16 >

2.2 Clase ) CAPO a 3.99 %o E E E a A a 0.16

El material en que han sido talladas las puntas de flecha de los di- versos tipos descriptos, vaindicado en detalle en el cuadro XX V1II cuyos totales, descompuestos, dan la proporción siguiente:

JAS PO q cto rt 38.26 o A A a NE Se e 27.95 -%lo as os E RA A A 19.46 lo Obs tae as 3.49 A E E O A 3.36 o TRUE A OI in e 2.96 o OPA O a os 1.66 lo A A A NA 1.49 lo 1 a E o O AA 1.33 o

Algunos autores—Moreno y Ameghino—han supuesto que las flechas sin pendúnculo recogidas en las estaciones neolíticas de la Patagonia, se colocaban en una simple escotadura de la parte su- perior del ástil*. Por mi parte, creo que todos los tipos de que me he ocupado se fijaban con resina de Duvaua, laque ofrece, una vez seca, resistencia extraordinaria, completándose, además, la preparación en la mayoría de los casos, con una fuerte atadura de tendones de huanaco. El ástil en que colocaban los Patagones protohistóricos y modernos las puntas de piedra, era de caña, corto y liviano; de esa clase los vieron Pigafetta, Cavendish, De Noort, etc.?. Como es natural, todos los tipos de flecha fueron usados indistintamente para la caza ó la guerra, aunque debo hacer una salvedad para aquéllas de muy pequeño tamaño que, es indudable, no tuvieron objeto práctico, tanto más cuanto que los Patagones jamás se dedi- caron á la caza de pájaros. A mi entender, y asi también en parte lo pensaba Lovisato?, las mencionadas puntas, tendrían un objeto

' MorExo, Cementerios, etc., F. AmeaGnixo, La antigiiedad, etc., 1, 491. 2 PIGAFERTA, Lbid, 26. De BrosseE, 1bid, 1, 222 y 296. 3 Lovisato, Zbid, 201, figuras 11 y 12.

396 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

votivo ó sino quizá fueron utilizadas por los shamanes en sus exor- cismos, en aquellas ceremonias públicas en que al enfermo se tra- taba de despojar del daño de que se suponía había sido objeto y para lo cual, después de una serie de manifestaciones ruidosas, en- señaban al auditorio una punta de flecha ó un simple guijarro ex- traido del cuerpo del paciente, y al que se atribuía la causa de la enfermedad.

CUADRO XXVIII.

| Material l Sax Localidades 0 121 21211210 O E E E SO E ec 2131213 58 ¿2/8/3185 109] E] S + E O ¡e) R 5 ES E és ¡a) 3 3 E SEE A =| 4 =|=|=|=|=]|=J=] 4 ¡Colonia Generalllmias o 1 A A (00. == 21 = 143 DU dd ce se SNA AO O RI ¡MR E O A A A Di a AO e SAS E A E E 1 21420 MENS as dl IS 1 il 1|-— 1|— = |— 4 SLOIPe a re 1|1|=|=|=]| 1] =| =| =]| 3 COLON UEO a sale 11 S8|—=] 1] =|=|=1|=]| =/ 10 Piramides. ao cars O AS AS a e Alrededores de Trelew........... NS A A == 2 | As ELO oi =|=|-— O A A E E il Rasoidetos adios A A E O A ES A Puerto Malas paa a =|=|=|=| 1|—=|=|=]|=| 1 Región al oeste del río Chico...... A O A E E TA Comu Le a [A A [E E EA O ¡RÍOÍSenSuert. td 1i|=|=|=]| 11=|=|=|=—]| 2 Choque A ai[=I 11 111.21 =/=1| 11%H0 Golfo del Sam JOrSe e rn SN SAGA 1 E Puta Liso 1|=|=|=|=|=|-=|-— ij Arroyo Observación... os..coo: 151 S|1=| 11= | == PEATES6 BuertorMazaredo a aa Sul == | == (=.|= S Bahía Sangumnebll so does seo 3| 3 —|=|=|-— =|—!16 Cabotblanto. a SE 1-8] =]| B| “| | —|17 SiCrra Maca a e MG SM V= == il Rio Deseado (curso medio)...... A ES > | 39 BuertoDescado its ee 3 O 1 A O A E E E A Manantiales 10 leguas al sur de Biedral Clavada e A 1|—|—|-— =|=|=|—=| 1 Sierras Colorada 1 31 =l=|=|=|=|—=]| 2 Región al norte de Tres Cerros...| 25 | %| 1|-.2| 1| 1|—-]|85 Región entre rio Deseado y rada do o aa? =| 1|=|=|=|=|=]| = al Región entre San Julián y río De- | SEUL e RO o AE ZA O LOS tra = 150 Cañadón de los Artilleros........ il 1|=|¡=|=|=|=|=|—]| 2 CerrotBantdeAzU Can —=|=|-— 1|— 1|-— 2 Región entre San Julián y Santa A 1 A A li Sil= 1 E es EIA Puerto ¡Santa Cru E EA A A E E | Rio, Gales AN =|=|1B|=|=|=|—=|—|-—]| 13 | Totales tobas 230 l16s l117 1 21 120118!l101 91 8l601 |

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 391

Casi todos los viajeros que han cruzado Patagonia, han recogido numerosas puntas de flecha, en su mayoría pertenecientes al gru- po 2.” Sin embargo, veo mencionadas en más de una ocasión fle- chas sin pedúnculo de los tipos amigdaloide y triangular y, ade- más, esa forma de transición de periferia losángica. En cuanto á los tipos excepcionales, sólo observo que se hace referencia al 1.* y 2.? de la 1* clase y al que encabeza la 2,*

En la literatura que existe sobre el particular relativamente numerosa se hace referencia á otras localidades no mencionadas en este capitulo y en las que se encuentran, también, los tipos que he fundado; las principales son: Gaiman (Gobernación del Chubut), Chonke Haiken (Gobernación de Santa Cruz), confluencia de los rios Shehuen y Chico, Chikerook Haiken, Cañadón Quemado, La Salina, etc.!.

Las puntas de flecha de piedra ó de vidrio que proceden de la Fuegia, se parecen mucho álas de Patagonia. El profesor Lovisato vió fabricar por un Ona en bahía Sloggett, un ejemplar con pe- dúnculo, sin aletas y de limbo triangular, pero se han hallado por Bove en sepulcros indigenas antiguos, ejemplares del mismo tipo, aunque de la clase 3.* que es, hoy por hoy, la más abundante”. En los kjókkenmóddings de los alrededores de Ushuaia, es decir en territorio que ha sido ocupado por los Yamanas, el Dr. Hahn, médico de la Romanche, encontró un ejemplar de flecha sin pe- dúnculo, del tipo triangular, variedad b, pero los indígenas nom-

! SrroBEL, Ibid, 16 y siguientes, plancha 1, figuras 1 y 9; 11, 10, 11 y 13. QU. Burmeister, Uber Alterthiimer am Rio Negro und Rio Paraná, en Verhandlungen der Berliner Gesellschaft fir Anthropologie, Ethnologie und Urgeschichte, 1871-72, 106, figura 1. G. BurmerstEr, Sur les cránes, etc., 343 y siguientes. Moreno, Cemen- ¿erios, etc., 7, puede verse la plancha que acompaña la reedición del estudio men- cionado, hecha en la Revue d'Anthropologie, 11, plancha 11, figuras 1, 2, 4, 6458. Lane Fox, 1bid, 318, plancha xxIv, figuras 1,2 y 6. Lista, £bid, 95, 98, 100 y 103, figuras 1,3, 4, 6 y S. Lovisarto, Ibid, 200 y siguientes, figuras 10á 14. G. Ron- cacL1, Da Punta Arenas a Santa Cruz, en Bolletino della Societa Geografica Ita- liana, xx1, 767, figuras incluidas en la misma página. StúbeL, Rerss, KoPPEL y Unmue, 1bid 11, plancha 22, figura 15. Ambrosetrti, Lbid, 556, figura 3. M. DEL Luro, Il manufati liciti di Patagonia, en Archivio per U' Antropologia e la Etno- logia, xxvur, 313 y siguientes, grupo de figuras vi, x1 y xu (el Dr. del Lu- po incluyó en la tirada aparte de su estudio, una plancha en la que presentaba los tipos principales descriptos en su monografía; á aquélla, pues, me refiero). E, H. GiauioL1, Materiali per lo studio della Eta della Pietra, en Archivio citado, suplemento al volumen xxx, 249 y siguientes. H. Heskeran Pricnaro, Through the heart of Patagonia, figura incluida en la página 89. Verxau, Zbid, 270 y siguien- tes, figuras 49 á 58, plancha xn, figuras 1 á 46.

2 Lovisaro, 1bid, 195 y 199, figuras 2, 7 y 8. GriaLioL1, Materiali, etc., 262. G. A. CoLint, Cronaca del Museo Preistorico ed etnografico di Roma (Anno 11884), en Bol- etino della Societa Geografica italiana, xx1, 159 y siguiente.

398 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

brados, usan actualmente puntas de flecha pedunculadas, con ale- tas pronunciadas y limbo triangular?.

En la gobernación del Neuquen, dominan por completo las for- mas del sur, aunque hasta ahora sólo se han señalado en las flechas sin pedúnculo, las de tipo triangular (variedad a) y en el 2.? grupo, ejemplares con y sin aletas, de limbos triangulares, lanceolados ó escutiformes y pedúnculo con escotadura ó sin ella?, Los últimos tipos mencionados, son aún más abundantes en la margen izquier- da del rio Negro, en Chichinal, Patagones, etc., mientras que, ya en el rio Colorado, se muestran, además, ejemplares bien caracte- rizados de forma amigdaloide y lanceolada, incluidas en el 1,er grupo de mi clasificación $.

En la parte central de la provincia de Buenos Aires, de las indus- trias que se han señalado hasta ahora, una, la que corresponde á las cuencas de los ríos Salado y San Borombón, tiene muchos puntos de contacto con la de Patagonia. El Dr. Moreno y yo, hemos encontrado en los numerosos «paraderos» y estaciones de las már- genes de las lagunas próximas al pueblo de Chascomús, numerosas flechas sin pedúnculo de forma triangular (variedades b, e y f) y, además, el primer autor hace mención de formas lanceoladas y amigdaloides*, También Strobel describe, aunque sin dar la proce- dencia precisa, una flecha triangular de bordes convexos y base cóncava que le fué comunicada por el señor Manuel Eguía.

Pero, antes de terminar con la región de que me ocupo, haré no- tar el hallazgo esporádico, realizado en la cuenca del río Luján, cerca de la villa del mismo nombre, de un ejemplar perfectamente caracterizado de punta de flecha de limbo escutiforme, sin aletas y con el pedúnculo no escotado*. Esta pieza fué referida por sus des- cubridores, al hombre paleolítico, pues divulgaron la noticia de que había sido hallada adherida á una mandibula de Machaerodus, lo que resultó una blague vulgar. Los señores Zeballos y Reid que se ocu-

' Hyabes y Deniker, /bid, 361, plancha xxx, figuras 7 y 11. GrcLioL1, Materiala, etc., 260 y siguiente.

? Der Luro, /bid, 303 á 312, grupo de figuras 111, 1V y V.

2 DeL Luro, /bid, 296 á 302, 3821 á 322, 325 á 326; grupo de figuras 11, VIII y X.

' Moreno, Noticias sobre antiguedades de los indios, del tiempo anterior á la con- quista, en Boletin de la Academia Nacional de Ciencias, en Córdoba, 1, 142 y siguien- tes. Outes, Los Querandíies, 99, figuras 9 á 11.

' E. S. Zepantos y W. F. Rero, Notas geológicas sobre uma excursión á las cerca- nias de Luján, en Anales de la Sociedad Científica Argentina, 1, 314, figura 1.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 399

paron de ese asunto, manifestaron en su informe que un ejemplar semejante había sido hallado por el señor Eguía en el partido de Lobos.

En la provincia de Tucumán, al revisarse las ruinas de un anti- guo villorio indigena, situado en las anfractuosidades del Aconqui- ja, se recogieron ejemplares de flechas cuya forma corresponde á la de bordes paralelos representada en la figura 86.

Por último, los tipos más comunes, en la gobernación de los An- des, son de forma amigdaloide y lanceolada?,

En la parte oriental de América, los únicos estudios especiales realizados hasta ahora, han sido hechos en la República del Urn- guay por el profesor José H. Figueira, quien posee numerosas co- lecciones de objetos del periodo neolítico, Por esa circunstancia sus estudios tienen importancia especial, desde que se basan en un material numeroso. Noto que en el territorio uruguayo existen tipos de flechas sin apéndice de forma amigdaloide, como también triangulares de las variedades e y f, pero son muy escasas. En cambio, las flechas pedunculadas abundan tanto como en la Pata- gonia, encontrándose algunos ejemplares losángicos y muchísimos de los dos primeros tipos de la clase 1.* y escasamente los de lim- Lo escutiforme*. También en los «paraderos» uruguayos se suelen encontrar tipos excepcionales ó aberrantes, algunos de los últimos coinciden con los de Patagonia, pues los hay de limbo asimétrico y otros que, pesar de haberse roto, han sido retocados y puestos en uso?.

Pasando al Brasil meridional (Río Grande del Sur) se han encon- trado en San Lorenzo y Palmeira, unos pocos ejemplares de lim- bo triangular, sin aletas y pedúnculo de base rectaf. Además, en localidades próximas á Forromecco (Morro do Diabo y Maciel), municipio de San Juan de Monte Negro, también en Río Grande del Sur, se han reunido ejemplares de puntas de flecha de limbo

' Apáx QuiroGa, Ruinas de Anfama. El pueblo prehistórico de la Ciénaga, en Boletín del Instituto Geoyráfico Argentino, xx, 108, figura 9.

* NorDENSKI0OLD, 1bid, 199.

3 FicuerRa, 1bid, 195, figuras 74,77 á Sl.

' FiGUEIRA, 1bid, 195 y siguientes, figuras S9 á 91, 95 á 158.

5 FIGUEIRA, 1bid, figuras 159 á 179, 192á 194.

* H. von InerI1sG, A civilisacao prehistorica do Brazil meridional, en Revista do Museo Paulista, 1, 63, figura 2. J, M. PaLvaor, Archeologia Rio Grandense, en Re. vista do Museo Paulista, 1v, 342, plancha 1v, figura 11.

400 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

triangular, con aletas y pedúnculo escotado y otras de la 2.* cla- se, limbo escutiforme y base del pedúnculo recta!.

Al occidente de América, la estrecha faja que constituye la Re- pública de Chile se caracteriza por la gran abundancia de puntas de flecha sin pedúnculo. Hasta ahora se han señalado los tipos amigdaloide, lanceolado y triangular, este último con sus varie- dades de bordes y base recta y de bordes convexos y base recta ó cóncava, recogidos la mayoría en los kjúkkenmóúddings —que los chilenos llaman « conchales » situados en las cercanias de Cartagena (provincia de Santiago)?, punta de Teatinos (provincia de Coquimbo)?, Freirina (provincia de Atacama)* y Antofagasta (provincia de Antofagasta)?, fuera de algunos cuya procedencia no indican los autores”. Los contadisimos ejemplares de flecha con pedúnculo, señalados en la república trasandina, pertenecen á la forma losángica ó sino 4 las de limbo lanceolado con y sin aletas, pero con el pedúnculo no escotado y, por desgracia sin procedencia fija, salvo uno que fué recogido en lalaguna de Llanquihue (provin- cia de Llanquihue)”. Aun más escasos parecen ser los ejemplares de limbo triangular, con aletas y pedúnculo de base curvilinea, pues sólo que se han señalado en la isla de la Mocha?,

También de aquella república sudamericana proceden algunos ejemplares de tipos excepcionales, dentellados los más y otros que corresponden exactamente al que me ha servido para fundar el tipo Ea,

! P. A. Kunerr, Hiio-grandenser Alterthúmer, en Verhandlungen der Berliner (GFe- sellschaft fur Anthropoloyie, Ethnoloyie und Urgeschichte, 1990, 34, figuras 7 y 8.

2 J, T. Meoixa, Los conchales de las Cruces, Y y siguientes, láminas 1 á 111. Este estudio fué publicado en la Revista de Chile, número 1.2 de 15 de Mayo de 1895, pero, no teniendo sino la tirada aparte, me refiero á la compaginación de esta última.

3 Luis Monrtr, Antigiiedades chilenas, en Revista de la Sociedad Arqueológica de Santiago, 1, 6, plancha 1v, figuras 1 á 6.

* J, T. Mepixa, Los Aborígenes de Chile, figuras 65, 11 y 72.

5 E, SÉNECHAL DE La GRANGE, Pointes de fleches provenant de la baie d'Antofagas- ta, en L' homme préhistorique, 1, 161 y siguientes, plancha 11, figuras 20, 24 4 29 y 31; plancha 111, figuras 32, 34 á 36, 40á 42, 45, 48, 50 á 56.

? STrOBEL, 1bid, 4, 6, plancha 1, figuras 5 y 8. MebIxa, Los Aborigenes, etc., fi- guras dy y 50.

7 SreoBEL, /bid, 8, plancha 11, figura 12. Mebixa, Los Aborigenes, etc., figuras 52 y 54, MeDiNa, Los conchales, etc., lámina 111, figura 9.

* CarLos RercuE, La isla de la Mocha, estudios monográficos (capitulo 1v, arqueo- logia por Feberico PuinipPr), 17, plancha vi, figura 14. Esta publicación forma parte de los Anales del Museo Nacional de Chile, 1908.

? MebINa, Los conchales, etc., lámina 1, figuras 10 y 11; lámina 11, figuras 1, 24 á 28. Monrr, Zbid, plancha 1v, figura 7.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 401

Las distintas formas procedentes de Bolivia se diferencian fun- damentalmente de las patagónicas por los caracteres que ofrece el pedúnculo, y recién en Loa (Quito) en el Ecuador, reaparece el ti- po triangular de base recta y bordes convexos?.

El primitivo tipo amigdaloide vuelve ¿encontrarse en Yucatán, en los mounds que existen en las proximidades de las ruinas de X'kichmuk?, Más al norte, aunque también en México, los indios Seri que viven en la isla Tiburón y en las costas del estado de So- nora, han usado puntas de flecha de limbo triangular, sin aletas, y pedúnculo no escotado*, Este tipo se halla también en los viejos kultur lager de la Baja California, asociado 4 flechas sin pedún- culo, de forma triangular (variedades b y f) y lanceolada, como también al tipo excepcional de la figura 115*.

Pasando á Estados Unidos, veo que la forma amigdaloide es es- casa, sólo la menciona Abbott como encontrada en Nueva Jersey”.

El tipo lanceolado es mucho más común y se halla con frecuen- cia entoda la región del este, en los estados de Georgia. Mississippi, Arkansas, Tennessee, Kentucky, Illinois, Ohio, Nueva Jersey y Wisconsin!*.

Las seis variedades de puntas de flecha de periferia triangular, se las encuentra con mucha abundancia en casi toda la zona este de la república norteamericana; en Georgia, Alabama, Mississippi, Ar- kansas, Carolina del Norte y del Sur, Tennessee, Missouri, Kentucky, West Virginia, lowa, Illinois, Ohio, Pennsylvania, Nueva Jersey, Minnesota, Wisconsin, Connecticut, Nueva York y Massachusetts y esporádicamente en algunos estados del oeste; Texas, Kansas, Utah y Oregon”.

El tipo losángico de Patagonia es raro en Estados Unidos, los

' Srúbeu, Re1ss, KorpeL y Une, 1bid, plancha 20, figura 18.

2 E. H. Tnomeson, Ruins of Xkichmook, en Field Columbian Museum, (Anthropclo. gical Series), 11, plancha xx1v.

3 W.J. Mc Gerx, The Seri indians, en Seventeenth Annual Report of the Bureau of American Ethnology (Part. 1), 246 y siguientes, figura 37.

* ArñorrT, Chipped, etc., 54 y siguientes, plancha 111, figuras 1, 3,64 12, 14417.

53 AmborrT, Primitive, etc., 300, figura 269.

$ Fowxe, Zbid, 145, figura 182. Añorr, Primitive, etc., 300, figuras 297, 208 y 360. PeaBony, 1bid, 41, plancha xvrItr.

7 Fowke, 1bid, 144, figuras 177 y 178; 148 y siguientes, figuras 190 á 197. WiLsow Arrowpoints, etc., 909 y siguientes, figuras 133 á 137 y plancha 32. Arrorr, Primi- tive, etc., 206 y siguientes, figuras 284 á 294. Peanooy, £bid, 41, plancha xv. J. V. Brower, Prehistoric man at the head waters of the Mississippi, en The Journal of the Manchester Geographical Society, x1, figura incluida en la página 60.

ANAL. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3*%, T. v. Junto 28, 1905. 26

A02 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

ejemplares que más se le asemejan proceden de Tennessee y Nueva York?,

En cuanto á los tipos de flechas pedunculadas, difieren funda- mentalmente de las encontradas hasta ahora en la región sur de la República Argentina, pues las norteamericanas, ofrecen casl siem- pre un pedúnculo muy complicado. Sin embargo, y como se verá á continuación, existen algunas formas que ofrecen caracteres bastante similares á las del periodo neolítico de Patagonia; las más difundidas pertenecen á la clase sin aletas. El tipo de limbo trian- gular, de pedúnculo con ó sin escotadura, se le encuentra en la región sudeste de la Unión, en Mississippi, Alabama, Georgia, Tennessee, Carolina del Norte, Kentucky y West Virginia; tam- bién se ha señalado en Nueva Jersey y Maine, lo mismo que en Minnesota en la parte central-norte del territorio?. Los ejemplares de limbo lanceolado y pedúnculo de base recta ú cóncava, se les encuentra en las estaciones permanentes y temporarias de casi to- do el este del país, aunque de preferencia hacia el sudeste y no pasando, cerca del litoral Atlántico, más al norte de Nueva Jersey, pero, en cambio, abundan en Georgia, Mississippi. Arkansas, Caro- lina del Norte y del Sur, Tennessee, Kentucky, Ohio, Illinois, Wisconsin y Minnesota?. Por último, del tipo de limbo escutiforme, variedad a, sólo encuentro ejemplares similares, hallados en Michi- gan y Nueva Jersey?.

Ya he dicho que los ejemplares con aletas son escasos; natural- mente me refiero á los que pueden tener un cierto parecido con los patagónicos y, además, todos corresponden á la variedad de pedúnculo no escotado. El tipo de limbo lanceolado sólo se halla en Minnesota?, ylos de forma escutiforme, repartidos aisladamen- te en el Territorio Indio, Michigan y Minnesota”. Las puntas de flecha de bordes dentellados no son raras en los Estados Unidos;

' Wizson, Arrowpoints, etc., 916, figuras 143 y 144.

* Peabony, bid, 41, plancha xvnm1. Fowke, 1bid, 156, figura 219. Arñorr, Primitive, etc , 259, figura 271; 292, figura 275. O. C. WiLLovenbY, Prehistoric burial places in Maine, en Peabody Museum, Archaeological and Ethnological papers, 1, 392, figura 4; 400, figura 14 (9). Brower, Zbid, 60 y 67.

? Aññorrt, Primitive, etc., 289, figura 270. Peañony, £bid, 41, plancha xv11, Fowke Ibid, 158, figura 226. Brownr, 1bid, 67.

'* H.I. Sum, The Saginaw valley collection, en Suplement to American Museum journal, 1, n.* 12, 23. Arñorr, Primitive, etc., 289, figura 269.

* Brower, 1bid, 60.

* Hormes, Flint ¿mplements, etc., plancha 10. SmrtH, The Saginaw, etc., 14. Brower, Ibid, 60.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 4083

se han reunido buen número de ellas en Georgia, California é India- na'. Pero de las formas excepcionales que he descripto en el curso de este capitulo, llama sobremanera la atención los hallazgos de algunos ejemplares del tipo 3. verificados en Afton (Territorio In- dio) y uno tan sólo en Sharpsbury, distrito de Washington (Ma- ryland)?, También son comunes los tipos aberrantes, especialmen- te aquellos constituidos por piezas rotas y que luego han sido retocadas y utilizadas; los ejemplares descriptos por Wilson, proceden de Georgia y Pennsylvania *,

En la región noreste de América, ocupada actualmente por los Esquimales, Franz Boas ha retirado de antiguas sepulturas, pun- tas de flecha triangulares, de bordes rectos y base cóncava *. Las tribus que viven en la Tierra de Baffin y en la bahía de Hudson, fabrican ejemplares de forma losángica muy parecidos á los pata- gónicos y también otros pedunculados, de limbo triangular, sin aletas y base recta?.

Por último, las agrupaciones que habitan los alrededores de Point Barrow, al noroeste del litoral pacífico, tienen en uso en la actualidad puntas de flecha de limbo triangular ó escutifor- me, pero sin aletas y con la base rectilínea, las que en nada difie- ren de las que he descripto en este capitulo *, Y, ya que me ocupo de estos pueblos hiperbóreos, deseo llamar la atención al propio tiempo, sobre la forma de las puntas de arpón que usan los Es- quimales de Alaska, que en todo se asemejan á las puntas de fle- cha representadas en las figuras 103 y 109 de esta memoria”.

t WiLson, Arrowpotints, etc., 931 y siguientes, plancha 38, figuras 1 á 9.

2 Hormes, Flint implements, etc., planchas 11, 14 y 22. WiLsox, Arrowpoints, etc., 931, plancha 36, figura 14.

3 WizLsox, Arrowpoints, etc., 941 y siguientes, plancha 39, figuras 14 417,

* Frzxz Boas, The Central Eskimo, en Sixth Annual Report of the Bureau of American Ethnology, 508, figura 449.

5 Boas, The Eskimo of Baffin land and Hudson bay, en Bulletin of the Ame- rican Museum of Natural History, xv (1* parte ), 62 y siguiente, figura S4, a áh, máoq.

5 Murnoca, 1bid, 202, figuras 184 y 185.

7 Murbocn, Zbid, figuras 239 y 242.

A04 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

CAPÍTULO VIL

PUNTAS DE JABALINA Y ARPÓN.

SL

PUNTAS DE JABALINA.

He podido estudiar 28 puntas de jabalina cuya procedencia se indica á continuación.

CUADRO XXIX.

|

Localidades | "Ejemplares | San Javier (Gobernación del río Negro)..........coooooccorocromm.. 1 Colonia¿General Bras (1d add So 1 Boca del río Chubut (Gobernación del Chubut).........oo.ooooooo.... 2 Punta Atlas (id. id. id.) A o IA E. ARE | ll

¡Región alloeste delirio Chico (1d, 1d id). o | 1 | Colhué- Pap O A A e a O A A E | 4 | Golfo de San Jorge shana de Santa Ora | 1 ¡Arroyo Observación did 1d ae aa ase On = e a eE | 1 ¡Bahía Sarenet add E o 1 | Aguada de la Ova Madnd1d) a ra 1 Cabo Blanco Qda. 1d add. A des EE 1 | Río Deseado, curso medio (d.1d.1d0). 00. is coa ales o 5 Puerto Deseado (did: dl ia 1

Región al norte de Tres Certos 1d. 1d dae all e 4 |

¡ Región entre San Julián y rio Deseado (id. id. id.)................ | 3 ;

Total. ias 28 |

Las puntas de jabalina, pueden distribuirse, sin inconveniente alguno, en las varias clases en que se hallan subdivididos los tres grupos en los cuales he reunido las puntas flecha.

En cuanto á los tipos, como podrá notarse, son bien pocos y mu- cho menos las variedades.

1er, GRUPO. En el 1.* grupo sólo figura un tipo de forma lanceolada, que parece el más abundante. De los S ejemplares que á él corresponden, tres están tallados en una sola cara, ya en toda la superficie ó ya en la periferia. Los demás ofrecen un conjunto

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 405

elegante (figura 121); base convexa, bordes ligeramente arqueados y punta aguda. Las dimensiones máximas corresponden á 132, 53

y 12 mm. de longitud, ancho y espesor respectivamente, y las mi- nimas á 713, 33 y 5 mm.

2. GRUPO. 1.* CLASE. Representada por un ejemplar de

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S ÉS 4 l K lt, SS NV LA ¿E Y) E] E 4 ) TEA NA | 7 = Mi ADIÓS eN ¡JA AOS MN: ; dl re 1, : Cut

Fig. 122. Bajos al norte de Tres

cerros (EE),

Y A ci me ( E

1*

forma losángica, tallado en am-

<= bas caras y con el pedúnculo de

pudes base recta (figura 122). Esta pie-

Fig. a el za tiene 90 mm. de largo, 44 mm. (GEA. ), 1

de ancho y 10 mm. de espesor.

2,* CLASE, Tiro 1.2 Se ca- racteriza, como es sabido, por la forma triangular del limbo, y ofrece, como en las puntas de flecha, dos variedades.

a) Un ejemplar cuyo limbo es en forma de triángulo isóceles, el J p y o) ,

A06 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

pedúnculo trapezoidal y de base recta (figura 123); presenta, ade- más, uno de los bordes del limbo retocado cuidadosamente en todo el largo y en un ancho de 6 mm., posiblemente se ha empleado como cuchillo. Longitud 82 mm., an- cho 27 mm. y espesor Y mm.

b) También un solo ejemplar con limbo en forma de triángulo equiláte- ro, pedúnculo rectangular y con esco- tadura curvilínea (figura 124). Tiene 13, 51 y 9 mm. de longitud, ancho y espesor respectivamente.

Tiro 2.2 Limbo lanceolado, con dos variedades.

a) La fundo sobre un hermoso ejem- plar que forma parte de las coleccio-

SS

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14 |

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Fig. 123. Región entre rio Deseado y San Julián

(amado

nes del Museo de La Pla- ta, recogido en Punta Atlas (Gobernación del Chubut) y traido por el : señor Santiago Pozzi. El E) limbo tiene los bordes li- geramente convexos; el Fig. 12t.— Bahía Sanguinetti ( my 1, pedúnculo es ancho, casi cuadrado y con la base recta (figura 125). Longitud 225 mm., ancho 45 mm. y espesor 12 mm.

b) Se caracteriza, como ya lo he dicho, por la escotadura más ó menos profunda que ofrece el pedúnculo, cuya forma es estrecha y

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. A07

alargada (figura 126). Todos los ejemplares de esta variedad tie- nen la punta rota, de modo que es imposible saber con exactitud

el largo. Longitud (actual) máxima 13 mm., ancho 40 mm., espesor 10 mm,;

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Fig. 126. Curso medio del río

Deseado ( EE )

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mínimos, 22 min. de ancho y 6 mm. de espesor.

3. CLASE. Tiro 1.2 De limbo

Fig. 125. Punta Atlas, co- triangular, pedúnculo trapezoidal ó lección Museo de La Plata, 2. rectangular de base cóncava (figura | 127). Longitud máxima (actual) 56 mm., ancho 42 mm., espesor 9 mm. Los dos ejemplares que tengo son casi iguales.

AOS MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Trro 2,—La forma del limbo es lanceolada, el pedúnculo estre- cho y alargado, con base escotada en linea curva ó triangularmen- te (figura 128). Longitud, ancho y espesor máximos 82, 40 y 10 mm.; ancho y espesor minimos 38 y Y mm.

3%, GRUPO. 1.* CLase.—Entre las puntas de jabalina existe un tipo excepcional idéntico al que me ha servido para establecer el 3.” de igual clase de las puntas de flechas. Uno de los bordes del lim-

a Fig. 127. el 1 norte de Tres Fig. 128.—Región al oeste del río 22342 > 228183 ; Cerros Em ala Chico (e FA. 1 sE

bo es convexo, el otro más ó menos recto, cerca del ápice se estrecha bruscamente, produciendo una punta aguda; aletas muy pronun- ciadas y pedúnculo rectangular, de base convexa (figura 129). Tie- ne 15 mm. de longitud, 45 mm. de ancho y 11 mm. de espesor.

2." CLASE.— Es un ejemplar de limboasimétrico, uno delos bor- des muy convexos, el otro recto, con un cuidadoso retoque en todo el largo para obtener filo, El pedúnculo es rectangular y con una escotadura curvilínea (figura 130). Longitud 78 mm., ancho 34 mm. y espesor Y mm.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 409

Los varios tipos de jabalina de que me he ocupado proceden de las localidades indicadas en el cuadro XXX,

La proporción centesimal de cada uno de los tipos de jabalina que hasta ahora se han encontrado en Patagonia, es como sigue: lanceoladas 28.85 %/,; losangicas 3,57 /p; tipo 1 de la 2* clase del grupo 2%, 7.14 0/,; tipo 2” id., id., id., 25.00 0/,; tipo 1” de la 3* clase

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Fig. 129. Colhué-Huapi E E 1 Fig. 130.—Región entre río Deseado

y San Julián poa +.

del grupo 2”, 7.14 0/,; tipo 2" id., id., id., 17.85 %/,; forma excepcio- nal 3.57 0/,; tipo aberrante 3.57 %,. Por otra parte, las puntas de jabalina con respecto á las de flecha, están en la proporción de 4.65 %/, sobre el total de las últimas.

El material que han empleado los Patagones para la fabricación

de las puntas de jabalina, se indica en el cuadro que va á continua- ción (Cuadro XXXI).

410 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

CUADRO XXX.

Tipos 1.* Grupo| 2. Grupo [3.* Grupo ===> =, Ea NE e E z , ) : Localidades e 2 E 8 E E Es ETA (e) [=] A) Ny ce Sl oe 2 eZS o z 3 SS S > Z Ea SAA dy oro aa aaa ua aa ae 1 il = 1 Colonia General Frías............. 1 1 Boca del nio Chubut. .o.comssocos 2 E E 2) Bunta Atlas e oia == == =| 1 Región al oeste del rio Chico... .. . === 11 =| = 1 Couso 1 —|=|=| 11 1 1| 4 Golto desa or il = 1 'ATTOY ORO PSer vacila 1 =—|.— 1 Bahia Sangumettica slunecie 0.000 =(U==| =P == 1 Aguada de la Oveja dos iosode copas al a + 1 Caborblaneo! sd. a bae cade 1 1 Río Deseado (curso medio)........ il =|=| 2/2/21 == z ao DejcitlOoo ross soso ono oO as 1 1 Región al norte de Tres Cerros... 1111 1| —=]| 4 | Región entre San Julián y rio De- TS US O —= 1 1 —| 1 3 Motales ros S MEARS 2 ll il 25 CUADRO XXXI. Material el Lo Ep Localidades o sa g SS 8 g e = ia ela a Sal is Y = [ey] lo) Á A low [a] (92) a pan a a 33 le) El (1 0 ES o ES 23 San Javi. na la lee =| 1|-—- | —= ==. 1 ColomaiGencra a =| 1|=|=|=|=|=]| 1 Boca dali =|=|=|=|1| 1¡-—| 2 Punta Alas ie o : ile Región al oeste del río Chico............. =|=|1|1=|=|=|=| 1 CO tot: 2 1 1| —|—|—|—¡ 4 Golto dean 1i=|=¡=|=|=|=| 1 Arroyo Observación: sicsajs $us aiii 1|=|=|=|=|=|—]| 1 Babia San l1i|=|¡=!|=|=|=|—| 1 Aguada Once dele 1 | 1 Cabo Bl NE a 1 | = | 1 Rio Deseado (curso medio)...........o..... A A Puerto Descado. ote aia A a A E Región al norte de Tres Cerros............ dAi=|=|=|=|=|—]| 4' Región entre San Julián y río Deseado.....| 2| —|—| 1|—|—|=—| 31 Totales. tea ASA SA AS | ZII OS

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 411

La proporción del material utilizado es, pues, como se indica á continuación:

A A A REA 59.56 Wo SERA A o aa 10.70 o Traquitar +... o NES 10 10.70: 90 A e A ONE A, 10.70 %o BASICO e O NS 7.14 Oo MUALCIVA E A a 3.56 %o Maderas iliciticadata a A re 3.56 %

Apoyándome en las referencias que ofrece D'Orbigny, considero los objetos que he descripto como puntas de jabalina ?.

Según lo manifiesta aquel autor, el arma de que me ocupo, se utilizaba en la guerra, durante los combates cuerpo á cuerpo pero, en mi opinión, debió ser un distintivo de autoridad pues, como se habrá notado y otros autores lo afirman, son objetos escasos en los yacimientos neolíticos de Patagonia.

Debe desecharse en absoluto la idea de que pueda tratarse de puntas de lanza, pues es sabido que esa arma fué también usada por los indigenas de aquella región de Sud América, en la última mitad del siglo XVIII y que, por lo general, se trataba de una larga caña en la cual se enhastaba un cuchillo ó un fragmento de hierro ó acero preparado al efecto?. Por otra parte, es sabido que la jabalina fué un arma que usaron los indígenas bonaerenses; los Querandies

«encontrados por los conquistadores llegados por primera vez al Río de la Plata?,

El Dr. Moreno. durante sus exploraciones en la cuenca del río Negro, recogió algunos ejemplares de jabalinas de limbo lanceolado, sin aletas y pedúnculo de base recta*, Entre el material recogido por De la Vaulx y descripto por Vernau, figura un ejemplar de punta de jabalina losángica y, además, otros de limbo lanceolado, con y sin aletas y el pedúnculo escotado ?.

' D'OrBrGNY, Lord, 11, 117. 2 «The lance (chuza) is a long bamboo cane, from twelve to twenty four feet long, headed with iron or steel». (Firz-Roy, /bid. 11, 148).

3 UnricH ScnmIDEL, Reise nach Súdamerika in den Jahren 1534 bis 1554, 5. Se trata de la edición hecha por J. Mondschein del manuscrito original de Schmi- del, que se conserva en la biblioteca de Stuttgart, indudablemente el más com- pleto y que ofrece mejores pruebas de autenticidad.

* Moreno, Cementerios, etc., S; véase la plancha 11, figura 3 de la reedición fran- cesa ya citada.

5 VerNau, 1bid, 269 y siguientes, plancha xr, figuras 13, 16 y 22. Para comple- tar las referencias sobre puntas de jabalina de Patagonia, debe revisarse la memoria de E. H. Giglioli, Materialz, etc., 250.

412 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Del resto de la República Argentina, sólo se ha publicado una hermosa punta de jabalina hallada en los alrededores de Ushuaia y cuyo tipo corresponde al 1* de la clase sin aletas !.

En la República del Uruguay se encuentran muy rara vez pun- tas de jabalina, figurando entre las halladas, tipos sin aletas y de pedúnculo con escotadura ó sin ella ?,

Para terminar con Sud América, en el Brasil aunque no co- nozco la localidad exacta, —se han encontrado hermosos ejempla- res de una forma idéntica al representado en la figura 126 de esta memoria”.

Para establecer la necesaria comparación con los objetos proce- dentes de los Estados Unidos, tropiezo con el inconveniente de que los recogidos en ese pais, son por lo general de un gran tama- ño, casi verdaderas puntas de lanza; de ahí que no la ampli- tud necesaria á esta parte de mi estudio.

La forma lanceolada de Patagonia, se ha señalado en Carolina del Norte, Ohio y Pennsylvania, aunque no puede considerarse co- mo abundante?*. En el grupo de ejemplares con pedúnenlo, el pri- mitivo tipo losángico se encuentra de preferencia en los estados del sudeste, Georgia, Alabama, Mississippi, Arkansas, Carolina del Norte y del Sur, Tennessee y, además, Illinois? Veo también pie- zas muy parecidas á las patagónicas de la clase sin aletas, de limbo lanceolado, pedúnculo de base rectilínea, procedentes de Florida y Virginia* El tipo de limbo triangular, con aletas y pedúnculo con ó sin escotadura se halla muy difundido en ¡os estados del este de la Unión, en Georgia, Alabama, Arkansas, Carolina del Norte y dei Sur, Tennessee, Illinois é Indiana”. Al tipo 2” de la 3* clase de mi clasificación, sólo pueden compararse algunos ejemplares de pedúnculo escotado, encontrados en Nueva Jersey, y á la curiosa

' Hyapes y Denixer; Lbid, 361, plancha xxx, figura 9.

? Frquerra, 1b:d, 211 y siguientes, figuras 205 y 206, 209 á 211.

3 LapisLao Nerto, Intestigacoes sobre a Archeología Brazileira, en Archivos do Museu Nacional do Río de Janeiro, VI, 5U3.

' Wirsox, Arrowpoints, etc., plancha 29, figuras 2 y 4. Wanner, Zbid, 556, figura 2.

' FowxeE, Zbid, 153, figura 210.

* MoorE, Certain river mounds of Duval county, 16, figura 11. Fowxe, Archaeo- logic investigations in James and Potomac valleys, en Bulletin of the Bureau of Ame- rican Ethnology, N* 23, 48, figura. 13.

7 Fowke, S/one, etc., 52, figura 205. Abrorr, Primitive, etc., 256, figura 287.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. —413

forma excepcional representada en la figura 129 á los interesantes objetos hallados por Holmes en Afton (Territorio Indio)!.

Antes de abandonar los Estados Unidos, debo llamar la atención sobre las jabalinas con puntas pedunculadas de forma lanceolada, que usaron y aun usan los Hupa, tanto en la guerra como en los combatés cuerpo á cuerpo, arma que debe parecerse mucho á la que emplearon los Patagones”.

En los alrededores de Lytton, ciudad situada en la confluencia de los ríos Thompson y Fraser, al sur de la Colombia Británica, los miembros de la expedición Jesup, encontraron algunos ejem- plares de jabalinas de limbo lanceolado, con aletas y el pedúnculo de base recta y de una periferia trapezoidal *, tipo que vuelve á en- contrarse en los shell-heaps del río Fraser, aunque sin aletas?.

En las regiones hiperbóreas, los Esquimales de la bahía de Hud- son y Tierra de Baffin, usan unos arpones de limbo triangular, sin aletas y pedúnculo de base rectilínea, muy parecidos al repre- sentado en la figura 124?. Las tribus de Point Barrow, emplean en la actualidad, arpones para cazar ballenas y lanzas cortas para los osos y ciervos, cuyas puntas ó son triangulares ó lanceoladas, pero siempre sin aletas y pedúnculo recto *, y Nelson ha obtenido de los Esquimales de Kotzebue Sound un ejemplar de forma lo- sángica”.

S IL PUNTAS DE ARPÓN.

Es bien limitado el número de los objetos que he considerado como puntas de arpón. Los diez ejemplares que tengo á la vista, provienen de los yacimientos siguientes.

t ApñorT, Primitive, etc., 248, figuras 231 y 232. Homes, Flint implements, etc., plancha 11 y 15.

2 P. E. Gonparp, Life and culture of the Hupa, en University of California pu- blications, American Archaeology and Ethnology, 1, 62, plancha x.

3 H. [. Surra, Archaelogy of. Lytton, 135, figura 5.

* H. L Suiru, Shell-Heaps of the lower Fraser River, en Memoirs of the American Museum of Natural History, 1v, 141, figura 10, b.

5 Boas, The Eskimo, etc., 68, figura 89, a, b y c.

$ Murpocn, 1bid, 237, 212 y 244, figuras 232, 242 y 246.

7 NeLsox, 1bid, 149, plancha: Lxvir, figura 3.

414 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

CUADRO XXXIT.

Localidades Ejemplares |

Vealehreta (Gobernacion delo NEO e 1 Pasode los *ndios (Gobernación delChubrD a as 1 Resronalloeste del morChico add a as 1 Golfo de San Jorge (Gobernación de Santa Cruz)........ooooooo.o.o.. 2 | Región entre San Julián y río Deseado (id. id. id.)............... 1 Euerto. Santa Cruz drid adoos ln e NTE 1

3

Puerto Gallegos (6d. md: 1d Ras a Oda de de AI ALAS e

Ofrecen tres tipos bien definidos, con dos variedades el primero.

Tiro 1..—Las puntas de arpón correspondientes al tipo 1.”, están formadas por tres elementos: un pedúnculo, el limbo y una pro- longación estrecha y alargada que se desprende de aquel.

a) El pedúnculo es de forma cuadrada, rectangular ó trapezoidal, pero siempre con una escotadura curvilinea. El limbo, cuya forma

Y FLY UN

J ps - OIM, , ha A E Ey e cl. y Pates Fig. 131. Golfo de San Jorge Fig. 132. Región al oeste del río 351 22319 Q¿EoNO_——————— = => 1 ( C.F.A. ) +. Chico ( ama) T-

de conjunto es más ó menos semilunar, ofrece unas aletas laterales agudas y bien pronunciadas. El vástago terminal ha sido trabajado cuidadosamente y concluye en una punta aguzada (figura 131). Todas han sido talladas en ambas caras, algunas con verdadero primor. Los ejemplares de este grupo tienen las dimensiones si- guientes; longitud, ancho y espesor máximos 55 (sin el vástago

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 415

pues se halla roto), 46 y 10 mm., respectivamente; longitud, ancho y espesor minimos 17, 14 y 3 mm.

b) Se diferencia de la variedad anterior por la forma del limbo, que tiende á ser triangular (figura 132). Por lo demás, el resto de los caracteres permanece invariable. El único ejemplar que poseo tiene 42 mm. de longitud, 21 mm. de ancho y 6 mm. de espesor.

Tipo 2”. El 2.” tipo está constituido por una curiosa pieza

Fig. 133. Paso de los Indios, Fig. 134. Golfo de San Jorge colección Pauli, 2, 124 55) OSEA AED

recogida por los señores Pauli, de Rawson, en Paso de los Indios (Gobernación del Chubut)!. Se trata de una punta perfectamente tallada en ambas caras, con el limbo triangular, de bordes ligera-

mente dentellados, en el que se han trabajado dos series de aletas;

las del primer par largas, las del segundo, de un tamaño mediano, son algo arqueadas é inmediatamente después de estas se despren- de el pendúnculo de forma trapezoidal y con una escotadura cur-

! No conozco este ejemplar y el contorno que va representado en la figura 133, lo he obtenido copiándolo de un album que contiene ilustraciones originales del señor Santiago Pozzi, jefe de los laboratorios del Museo Nacional de Buenos Aires y que, durante el año 1893, reunió en Patagonia colecciones para ej] Museo de La Plata. Fué por aquel entonces, que obtuvo de los señores Pauli un calco de la pieza en cuestión, del que se sirvió para diseñar la ilustración de la referencia. Publico, pues, la pieza mencionada, con las reservas del caso.

416 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

vilinea en la base (figura 133). Tiene 110 mm. de longitud y 65 mm. de ancho.

Tiro 3%,—En cuanto al tipo 3”, indudablemente aberrante, ofrece los tres elementos á que me he referido al describir el 1%, salvo el pedúnculo, el limbo y el vástago son casi informes (figura 134), Su longitud ancho y espesor son 43, 30 y 6 mm., respectivamente.

Los tres tipos que he fundado, se distribuyen geográficamente como sigue.

CUADRO XXXIII.

Tipos SN | Localidades 3 jo so 1] 20 | 1773 SAO | PA A A A OS 1|-=- ]|— dl ¡“Paso de osados o in ala oro dl alo Pci A e 1 Región'al oeste del rio Chi6O Jen ooceoooorons tetas E = 1 | Goto desatar o il io tale 1 1 2 Región entre San Julián y río Deseado..............-| + | = 1 Puerto Sata CRUZ os ala oo af 1 | —- -- 1 Puerto aleros A ene adds oa oa e ate: A 3 | | | == ——

Corresponde, pues, el 80 %/, al 19 y 10 9, al 20 y 30. El material utilizado por los Patagones en la fabricación de las puntas de arpón se distribuye como sigue.

CUADRO XXXIV.

Material pl | Localidades ( E ¡Basalto | Jaspe | Silex ? á ARRE : | | e VMalche ta ati 1 = 1 Paso de los Indios == = == 1 1 Región al oeste del rio Chico.......... | = | 1 == 1 Golfo de Santlorre at a H | Ll —= = 2 | Región entre San Julián y río Deseado | 1 = 1 Puerto Santa Cruz. ociosas | = = 1 | Puerto Gallezos. a oca 3 | = 3 | | Rotales a 5 | 3 1 1 10 |

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 417

El basalto representa el 50 0/, del material, el jaspe el 30 0, y el silex 10 0/p.

¿Con qué propósito fueron fabricados los curiosos objetos descrip- tos? Moreno, Ameghino, Del Lupo y Vernau!, los consideran como puntas de flecha, Por mi parte no acepto la opinión de esos cole- gas y creo se trate de puntas de arpón, tanto más cuanto que al- gunos de los ejemplares que conozco, por su tamaño, es imposible hayan servido como flechas,

Desecho también la suposición de que se utilizaran como puntas de jabalina, pues las aletas pronunciadas y en forma de gancho que tienen todos los objetos de esta clase que he revisado, indican cla- ramente que eran para retener al animal herido, lo cual sería un grave inconveniente si se tratara de una arma de combate, con la que se necesita obtener la mayor facilidad en el movimiento; herir y retirar inmediatamente. Quizá estos arpones fueron destinados para cazar los Arctocephalus y Otarias, que tanto abundan en la costa atlántica ó también para procurarse el pescado de los rios. Hoy por hoy, son tan sólo suposiciones que pueden ó no confir- marse cuando se realicen exploraciones serias en Patagonia. Ya he dicho que las puntas de arpón no son abundantes pero, parece que las hubieren en mayor número en las proximidades del rio Ne- gro?. Los ejemplares descriptos por Del Lupo y Vernau, provienen de la gobernación de Santa Cruz y Colhué-Huapi (Gobernación del Chubut), respectivamente?,.

Nada, absolutamente nada parecido se encuentra en Sur ni Centro América. En Estados Unidos, encuentro ejemplares muy parecidos á la forma aberrante de la figura 134, encontrados en el valle de Kanawha (West Virginia) y referidos por Fowke á pun- tas de flecha ó de lanza*, é igualmente raras son las pocas piezas, más ó menos similares á la variedad b de la figura 132 y que sólo se han hallado, hasta ahora, en Savannah (Georgia) y Nueva Jersey?.

! Morexo, Cementerios, etc., 7. F. Auecnixo, La antigiedad, etc., 1, 492. DeL Lu- PO, 1bid, 331 (1). VerNau, Lbid, 273 y siguiente.

2 MoreExo, Cementerios, etc., plancha rr, figura 10, de la reedición francesa citada. F. AMEGHINO, La antigiiedad, etc., 1, 492.

3 DeL Luro, Zbid, 3837 (7), grupo de figuras x11. VERNAU, Lbid, 273 y siguientes, figura 57.

' FowkKE, Stone, etc., 167, figura 251.

5 FowkE, Stone, etc., 168, figura 255. Abñorr, Primitive, etc., 2/2, figura 251.

Axa. Mus. Nac. Bs. As., Sen. 3%, T. v. Junto 30, 1905. 27

418 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

CAPÍTULO VIIL

PROYECTILES ARROJADIZOS. MOLINOS Y MORTEROS.

5

PROYECTILES ARROJADIZOS.

El único proyectil arrojadizo que utilizaron todas las agrupa- ciones de Patagones modernos, se conoce generalmente bajo el nombre de «bola», «bola perdida», etc. Son objetos muy abundan- tes pero, los coleccionistas, debido al excesivo peso y volumen de las piezas mencionadas, no han recogido sino un número limitado, que comprende ejemplares selectos. Por el motivo que acabe de exponer, sólo he dispuesto de 29 «bolas», ya que por antonomasia emplearé esa denominación?,

La procedencia se indica en el cuadro que sigue.

CUADRO XXXV.

Localidades Totales

l = > AE == a E ps 1 Piramides (Gobernación: del Chubut oe 2 Valle delirio: Ohubutinternon (a. ad e a e 2

ColMhueEuaprd di SS | 3 Golfo de San Jorge (Gobernación de Santa Oruz).............o...... | 1 Arroyo O bseryación dd ia | 1 Cabo Blanco (dd RL A ONES | 9 Sierras» Coloradas (dididS. a o ia | 3

| Región entre rio Deseado y San Julián (id. id.id.)................ | 4

[“TapeliHaiken (ddr ADA A ST e 3

| otellaken dd O O tl les 1

| DO IN 29 |

Los proyectiles arrojadizos que me ocupan, se componían de dos elementos reunidos por medio de una correa corta. El uno era la verdadera «bola» y el otro, atado al extremo que el individuo

' La denominación de «bola» es por demás improcedente, pues los objetos que con ella se designan, no siempre son perfectamente esféricos como debieran serlo» dado el concepto que encierra aquella palabra.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 419

conservaba en la mano, constituía la «manija» que le servía para sujetar, voltear y lanzar el proyectil. Aunque es bien difícil esta- blecer una extricta división exitre las «bolas» y «manijas», prefiero describirlas separadamente.

«BOLAS»

Sobre el material que conozco y el que han descripto otros auto- res, fundo cinco tipos bien caracterizados de «bolas»,

Tiro 1,—El tipo 1” tiene dos variedades y comprende ejempla- res más ó menos esféricos, provistos, la inmensa mayoría, de un surco ecuatorial.

a) Se caracteriza por un aplanamiento polar bien marcado (fi- gura 135). El ejemplar más grande de este subtipo tiene 121 mm.

de diámetro ecuatorial y 120 mm. de diámetro polar; el más pequeño 40 y 38 mm., respectivamente. Todas las «bolas» de esta variedad están provistas de un surco ecuatorial, cnyo ancho varia desde 15 mm. hasta 2 mm., oscilando la profundidad entre 4 y 1 mm,

b) Al contrario de la variedad anterior, el diámetro ecuatorial

90 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

es menor que el polar (figura 136). Asi, el ejemplar de mayor ta- maño tiene 120 mm. de diámetro ecuatorial por 145 mm. de diáme-

Fig. 136.—Cabo Blanco eo! 9

NJ

tro polar; mientras que el menor tiene 54 mm. por 61 mm. respec- tivamente. Todos muestran, también, una ranura ecuatorial, cuyo

Fis. 137, Pirámides ( C BA Me ] sn . "Li. /? z

ancho oscila entre 24 y 1 mm., aunque no muy profunda pues no pasa de 5 mm,, pero tampoco es menor de 1 mm. Las «bolas» que

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 4921

he incluido en las dos variedades anteriores pesan desde 2700 hasta 95 gramos.

Tipo 2.” —Un ejemplar procedente de Pirámides (Gobernación del Chubut) que tengo á la vista, ofrece un conjunto reniforme (figura 137). Su diámetro mayor es de 53 mm., el menor 42 mm. y el espesor es imposible calcularlo pues la pieza se halla rota. El surco que tiene trazado en el sentido del eje menor, tiene 8 mm. de ancho por 1 min. de espesor.

176.

Fig. 138, Valle del río Chubut inferior Ca ¡e 1.

Tiro 3.2-—Fundado sobre un solo ejemplar periforme, de super- ficie lisa y cuyo diámetro mayor acusa 67 mm. y el menor 57 mm, (figura 138).

Tipo. 4.—Un ejemplar de forma irregular aunque algo discoi- de, me obliga á establecer un cuarto tipo. La pieza que he utili- zado tiene 69 mm. de diámetro mayor y 65 mm. en el menor (fi- gura 139) y muestra, apenas diseñada, una ranura de 15 mm. de ancho por 2 mm, de profundidad.

Tipo 5.” —En este tipo incluyo los ejemplares de «bola perdida » que se caracterizan por tener un surco ecuatorial más ó menos profundo y una ó varias ranuras meridianas que subdividen á los

499 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

correspondientes ejemplares en partes iguales. No poseo piezas de esta clase, pero he visto una en el Museo de La Plata, que presenta ocho protuberancias salientes producidas por dos surcos profundos que se cortan. El Dr. Del Lupo describe ejemplares de este tipo que ofrecen cuatro ranuras meridianas.

Fig. 139. Cabo Blanco na ), 1,

Casi todas las «bolas» que he descripto están bien trabajadas, aunque algunas muestran la superficie desbastada groseramente.

«MANIJAS>

Las «manijas» se diferencian de las «bolas» por el tamaño pe- queño, por la presencia, casi siempre, de una depresión ubicada en el vértice más saliente si es periforme ó en uno de los polos si es esférica, y por estar desprovistas de surco ecuatorial. Tengo á la vista 8 «manijas» que provienen de las localidades siguientes (Cua-

dro XXXVI.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 493

CUADRO XXXVI.

Localidades Totales Makinchao (Gobernación del Río Negro)..........oonoroooo.o ..... 2 Valle del río Chubut inferior (Gobernación del Chubut)........... 2 Región al norte de Tres Cerros (Gobernación de Santa Cruz)....... de, AS AA a OS ro 2 Región entre río Deseado y San Julián (id. id. id.)................ 1 Ma o O o Oe 37 S

Ofrecen tres tipos bien definidos.

Tiro 1,—Más ó menos esférico, variando su diámetro mayor entre 46 y 35 mm. y el menor entre 39 y 33 mm, (figura 140).

Tiro 2,”—-Periforme, á veces muy alargado (figura 141) y otras

52 Al) Makinchao ( A 1, 1 Fig. 141. Región A San Julián y Santa Cruz omacarí)

) 5"

en que la relación entre los diámetros es más proporcionada (figu- ra 142). Los ejemplares de este tipo varían mucho en tamaño; el más grande tiene 82 mm. en su diámetro mayor y 40 mm. en el me- nor; el hás pequeño 41 y 39 mm., respectivamente.

AJA MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Tiro 3."—Poseo un solo ejemplar, sobre el cual fundo el tercer tipo. De forma más ó menos cónica, ofrece las caras un tanto convexas (figura 143). Tiene 41 mm. de base por 38 mm. de altura.

Fig, 142. Valle del rio Chubut Fig. 143. Valle del rio Chubut - a (a ASES - z 4177 inferior |( C.M.N. ), +. inferior Male +,

La distribución geográfica de los diferentes tipos de «bolas» y y «manijas» descriptas, la indico en el cuadro que se incluye á con- tinuación.

CUADRO XXXVLL.

Tipos Localidades | «Bolas» «<Manijas» ra | == | jo [90 eb a | A O Makincha0- a aca =|=|=|=-=|=]| 2| = E 2 Pr Ne 1|1|=|=| 2|— == Valle del rio Chubut inferior.... ....| 1|— 1|=]| 2| 1 2 Colkhré Happy reee des 3 —|=| 3|=|=|= | = Golfo de San Jorge............ A A A a == += | ATEO Observación o as 1|-— din] == |= CaborbBlancos tra ota Ss|=|— 1| 9|=|=!l—=|= Sierras Coloradas! Lt e Tal 3|—|— 3 | | = Región al norte de Tres Cerros....... =. | 1|-—|-— il RIO CCOO TAO E | | Mc Región entre río Deseado y San Julián.| 4¡>=|—|—| 4|—| 1|—| 1 Tapel Harken sais ee ls Caicos |3|=|=|=1 3|=|=|=l1= Vota a Sii oe 1. =|=|-— ll Potales ocaeea e 2 cs 04 [és E e JN E

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 495

En cuanto al material utilizado en la fabricación de las «bolas» y «manijas» se distribuye del siguiente modo,

CUADRO XXXVIII.

| ' Material «Bolas» <Manijas»> Localidades El prEZS A

| WS Por]

lololal Sla13| I3|3 Sie iaa iS le SE 318 |z alalBleiSlals[e/2[(S [5/28/58 1< ¡318190 21813/3/S[319/3/2|5 RAE ARE O O ¡l— | pr 7 [42 | o E A AR == eE 118 2l==|==|=]| Valle del rio Chubut inferior...............] === == Al ES Ea! A MA A A ES EE AM LA 13 = | Golfo de San Jorg8....oommmommoo. ooo... || 1 |—|=] 1 => ARLOYO DIDSCEYACIÓN «e bsanen=en armas no |—| 1 | 1 | RM AN 2 3| 2—|— 117 1| 9—|-H =>]. IESO Ora das: eos pnl oo 1 2 —/ 3 —| —| Región al norte de Tres CerroS............ Y == A | A 1 1 EA O RA, |l—¡—¡— 2 —j| 2] Región entre San Julián y río Deseado. .... p11 2% 1-——|— —— | al 11 |—/] 1 ape lake de iones 1/—|— 2 18] = | O A (== 1 |

; | '

A O A ' la] es E | | | Totales. oooocoscacaco no «301 8] 9) 8] 8] al 1) 1| 1199 4 El S

Además del material detallado en el cuadro anterior los Pa- tagones han utilizado muchisimo para la fabricación de las «bolas», unas concresiones calcareo-arenosas que se encuentran embutidas en las capas de la serie santacruzeña, especialmente en un «para- dero» indígena llamado Korigiien Haiken, situado en las barran- cas á pique que existen entre las desembocaduras de los rios Coy y Gallegos (Gobernación de Santa Cruz). Esas concreciones casi esféricas, se las halla 4 centenares en algunas estaciones perma- nentes ó temporarias,

Los ejemplares de «bolas» que diferentes autores han recogido en la margen derecha del río Negro, en San Javier (Gobernación del Río Negro), proximidades de la confluencia de los ríos Shehuen y Chico (Gobernación de Santa Cruz), Kooing Haiken, Chickerook Haiken, Rincón de los Zorros y Rincón de los Machos,* pertene-

1 Moreno, Cementerios. etc., S. Lista, Ibid, 100 y siguientes, figura 7. DeL Luro, Ibid, 290 y siguientes. Del Lupo, Contributo agli studii di Antropologia dell Ameri- ca, en Archivio per Antropologia e la Etnología, xx1x, 60 y siguientes, figura A y B, números 2 á 6. Verwxau, Zbid, 283 y siguientes, plancha x111, figuras 1, 3, 4, DD, 3709 y 12.

496 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

cen en su mayoría á los tipos que he descripto, pero parece hubie- ra algunos ejemplares de formas aberrantes pues Vernau hace mención de uno que «montre une série de petites saillies planes, de forme irrégulierement circulaire, séparées les unes des autres par des sillons rugueux» y otro «de forme un peu allongée et por- te, au milieu, une gorge qui en fait tout le tour. Elle se termine a chaque extrémité par une pointe et montre sur sa surface une sé- rie de petits cabochons travaillés et polis avec le plus grand soln »?,

La «bola» perdida fué utilizada por los Patagones modernos como arma de guerra y también para la caza mayor y menor. Ver- nau ha supuesto que las grandes «bolas», que con mucha frecuen- cia se hallan en los «paraderos» y estaciones de los alrededores de los lagos Colhué-Huapi y Musters (Gobernación del Chubut), dado el tamaño exagerado que ofrecen, debieron ser pesos destinados á redes”. Semejante suposición me parece por demás aventurada, y será tarea algo difícil encontrar los elementos de prueba necesarios para demostrar que los Patagones fueron pescadores. Por otra parte, dichas «bolas» no son tan enormes ni pesadas que impidie- ran un fácil manejo á los atletas indígenas australes. La más grande que conozco y que se encuentra depositada en el Museo de La Pla- ta tiene 145 y 120 mm. en sus diámetros, pesa 2300 gramos, y es de basalto. Ese peso, que como se ve no es mucho, permite á un buen brazo enviar la «bola» á una regular distancia, pero creo que los ejemplares grandes debieron emplearse en la guerra, en los combates cuerpo á cuerpo, donde las distancias son pequeñas.

Me he referido en párrafos anteriores, á la forma en que se dis- ponía la «bola» perdida. Ampliaré esa referencia breve. La correa á que se sujetaban las «bolas» y las «manijas», estaba formada por varias tiras angostas de cuero, probablemente de huanaco, trenza- das de modo que ofrecieran una gran resistencia, Un extremo de la correa se ataba á la ranura de la «bola» y el otro se sujetaba á una vejiga que envolvía por completo la «manija», disimulándose el nudo ó costura del cierre, en la pequeña depresión que siempre muestran aquéllas?,

Hasta la época en que llegaron los expedicionarios de la Beagle

' VERNAU, Lbid, 284, plancha xnr, figuras 3 y 4. 2 VERNAU, Ibid, 284. ? PerNerrY, Ibid, 107 (en parte).

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. A97

y Adventure, los Patagones designaban á la «bola» con el nombre de somai ?.

Al ocuparme del hombre patagónico, he dicho que recién adoptó el uso de la «bola» arrojadiza en las postrimerías del siglo XVIII. Trataré de detenerme sobre este punto para disipar cualquier duda que pueda existir sobre el particular.

Desde el arribo de Magallanes al puerto de San Julián en 1520, hasta la época de la llegada de los expedicionarios de John Byron al litorai de Patagonia en el año de 1764, ni uno solo de los escri- tores que se han ocupado de los Patagones, hace mención de la «bola» como arma usada por esos indígenas, apesar de que casi to- dos describen minuciosamente la indumentaria, los adornos, los arcos, las flechas y hasta los menores utensilios domésticos de los indígenas australes. Recién en 1766, los viajeros Duclos-Guyot y De la Giraudais, se encontraron en la bahía Posesión, con Pata- gones que usaban la verdadera «bola perdida»? y un año después, Bougainville, observaba igual cosa entre los indigenas de la bahía Boucault?, Fué también en el libro donde se describe el primero de los viajes mencionados, donde se incluyó una lámina en que se representaba groseramente á un Patagón con su indumentaria y armas características (figura 144). Es indudable, pues, que los Pa- tagones premagállanicos y protohistóricos no conocieron el uso de la «bola», y debo hacer notar que los Onas, verdaderos Patagones en estado primitivo, usan en la caza el arco y la flecha* y recién en losúltimos tiempos, unos pocos individuos utilizan la «boleado- ra»”, De modo, que el empleo de la «bola» para la guerra y la ca- za, es una práctica adquirida con plena seguridad, en el contacto con los indígenas que vivían al norte del rio Negro.

¿Conocieron aquéllos los proyectiles arrojadizos de que me ocu- po? En el momento histórico del descubrimiento de las regiones cisplatinas, cuatro grandes agrupaciones étnicas usaban como ar- ma de guerra y de caza, la «bola perdida». Los indigenas Beguáes que habitaban el litoral oriental del río de La Plata, desde el cabo Santa María quizá hasta el río Santa Lucia ó más al noroeste, con quienes los descubridores portugueses tuvieron ocasión de en-

! Frrz-Roy, Ibid, 11, 147.

2 PErNETTY, lbid, 107.

3 BOUGAINVILLE, 1bid, 130 y siguiente.

' Hyaes y Denixer, £/b3d, 7. SpeGazz1Nt, 1bid, 173. Lista, Viaje al país de los Onas, en Revista de la Sociedad Geográfica Argentina, v, 139.

5 GieLioL1, Materiali, etc., 262.

498 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

trevistarse en 1530 y en 1531, nsaban una «bola» sujeta á una co- rrea de metro y medio de largo y la otra extremidad adornada con una borla de plumas*, Los Charrúas encontrados en San Gabriel y el río San Juan por los conquistadores españoles, usaban «bolas»

Fig. 144. Grupo familiar de Patagones, reproducción de una plancha de la obra de Antonio Jusé Pernetty, Histoire d'un voyage aux iles Malouines fait en 1763 et 1764, etc., volumen 11.

arrojadizas? y las tribus de Querandies que habitaban los terri- torios de la margen derecha del río de La Plata, desde el río Salado hasta el Carcarañá empleaban, también, el arma menciona-

' Pero Lopez DE Sousa, Diario da navegacao da armada que foi a terra do Bra- zil em 1530 (edición 1839), 54.

2 Martin DeL Barco CENTENERA, La Argentina, 105, en AnGeELIs, £bid, 11. Hoy por hoy y sin realizar un estudio profundo del asunto, no me atrevo á reunirá los Beguáes y Charrúas en una sola agrupación étnica.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. A9D9

da!, Destruidos los Querandies en las luchas sangrientas que ma1:- tuvieron con los conquistadores y por el régimen brutal de las «en- comiendas», las tribus de Puelches que habitaban al sur y al oeste del territorio en que vivian aquellos indigenas, avanzaron hacia Buenos Aires y frecuentaron en más de una ocasión el villorio re- construido por Juan Garay. En una de esas visitas, realizada en 1599, el gobernador de las provincias del Río de La Plata, Diego Rodríguez Valdez y de la Banda, pudo observar que los indígenas usaban para cazar huanacos la «bola perdida», en igual disposición que la empleada por los Charrúas, Beguáes y Querandies?. Es evi- dente, pues, que los Patagones en su contacto con los Puelches, adoptaron el uso de la «bola» arrojadiza.

Establecidos los antecedentes históricos del uso de la «bola perdida», voy á ocuparme de los hallazgos arqueológicos verifica- dos hasta el presente.

En la provincia de Buenos Aires, se encuentran «bolas» enteras ó fragmentadas hasta en los depósitos infraneolíticos (época meso- litica del Dr. Ameghino)?, En los kultur lager más recientes, las formas que predominan son la esférica y ovoide con ó sin surco, pero jamás se han encontrado ejemplares tan grandes como los ha- llados en los alrededores de los lagos Colhué-Huapi y Musters y á que me he referido en esta memoria. Además, se han señalado algu- nas piezas con surcos ecuatoriales ó meridianos no muy profundos*.

Al este de la República Argentina, desde el delta paranaense hasta el límite norte de Formosa, no se encuentran «bolas», ni en los enterratorios ni en las estaciones permanentes ó temporatias; es indudable quelos pueblos de los bosques no utilizaron el arma de que me ocupo.

En cambio, en la zona oeste hasta la latitud de la capital de la provincia de Córdoba, se las encuentra con frecuencia, lo que no es de extrañar, si se recuerda que fué territorio ocupado por los Puelches. Más al norte, en las provincias de San Juan, Rioja, Cór-

1 ScumIneL, lbid, 5. Luis Ramirez, Carta, en Ebuarbo Mabero, Historia del Puerto de Buenos Aires (edición 1892), 1, 340.

2 Documento inédito del Archivo de Indias, legajo 74-6-21, citado por Vicente G Quesada en su estudio Los indios en las provincias del Río de La Plata, publi- cado en la revista Historia, 1, 308.

3 F, AmeGHIN0, La antigiiedad, etc., 1,588, plancha x111, figura 404

* Moreno, Noticias, etc., 146 y siguientes. SrroBeL, Ibid, 46, plancha vir, figu- ra 56. F. Aumecnixo, La antigúedad, etc., 1, 260 y siguientes. Outes, Los Queran- dies, 104.

A30 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

doba (norte), Catamarca, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy se suelen señalar, aunque por lo general deben considerarse como hallazgos aislados. Sus formas son más bien ovoides ó elip- soidales.

En la República del Uruguay se encuentran multitud de «bolas», desde la forma simplemente redondeada hasta las complicaciones más bizarras. Se hallan con frecuencia tipos idénticos á los patagó- nicos de forma esférica, variedades a y b; periforme; discoide y con dos circulos que se cortan!.

Los indígenas Beguáes, encontrados por la expedición de Lopez de Souza, debieron extender sus correrías hasta la región meridio- nal del Brasil pues en el estado de Río Grande del Sur se hallan con suma frecuencia ejemplares esféricos de las dos variedades descrip- tas?. En el Brasil central y septentrional no se han hallado hasta ahora «bolas» arrojadizas.

Al oeste de América, los indios chilenos puede decirse que no conocían en el momento histórico de la conquista el uso de la «bola» perdida pero, parece que en su contacto con los Puelches algunos individuos comenzaron á usarla, de ahí que se encuentren ejem- plares aislados de forma más ó menos ovoide?,

El Dr. Giglioli, posee en su colección de objetos líticos «bolas» esféricas y ovales recogidas en Intza y Acora (Bolivia), pero creo debe tratarse de objetos relativamente modernos pues los primiti- vos bolivianos, lo mismo que los peruanos, usaron la piedra de honda *. Esto no obstante, veo que en el Perú se han hallado pro- yectiles arrojadizos de forma elipsoidal, con un circulo en el sen- tido del eje menor y cuya forma me hace recordar á la descripta por Pernetty como en uso entre los Patagones de bahía Posesión, cuando llegaron á ese puerto de las regiones australes, los expe- dicionarios de Duclos-Guyot y De la Giraudais?, El tipo peruano á que me he referido, vuelve á encontrarse en Canamballa, cerca de Ibarra (Ecuador)*.

' F, AmeGHIx0, Noticias sobre antigiiedades indias de la Banda Oriental, 51 y si- guientes, lámina 111%, figuras 16, 18, 20, 21 y 23.

2 TnerING, A civilisacao, etc., 73 y siguientes, figura 9. PaLoaor, Ibid, 342. G1GLIO- 11, Materiali, etc., 206. Nerro, Ibid, figura incluida en la página 507, plancha vr, figura 16. Netto no da la procedencia exacta de los objetos á que me refiero pero, Ihering supone sean riograndenses.

3 Meb1xa, Los Aborigenes, etc., 131 y siguientes, y 139, figura 9.

* GiaLioLr, Materiali, etc., 281.

3 C. Wiexex, Pérou et Bolivie, figura incluida en la página 685.

* SrúeL, Re1ss, KopreL y Une, 1bid, 1, plancha 17, figura 29.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 431

En la parte noroeste de México, en la Baja California, los comi- sionados norteamericanos de la expedición Wheeler, han encontra- do piezas de la clase que me ocupa de forma ovoide y esférica, con un profundo y bien diseñado surco. Estos objetos han sido consi- derados como percutores, piedras de honda, etc., pero, su forma es tan caracteristica y sus detalles tan típicos que no titubeo en considerarlos como proyectiles arrojadizos?.

En los Estados Unidos, si bien se encuentran objetos cuya for- ma y caracteres especiales podrían contribuir á que se les conside- rara como «bolas», según la opinión de Walter Fowke, no existe prueba alguna que contribuya á afianzar la suposición de que los indígenas norteamericanos hayan usado aquellas armas. Por mi parte, no dispongo de la literatura histórica y etnográfica necesa- ria para darme cuenta á fondo de los antecedentes del asunto.

Sabido es que los Esquimales emplean verdaderas «boleadoras», pero el kelauitau'tin con que cazan los pájaros, no puede compa- rarse á la sencilla «bola perdida» de los Patagones. Sin embargo, Nelson recogió en Norton Sound un objeto de forma elíptica, con surco en el sentido del eje menor, que realiza perfectamente un tipo de «bola» arrojadiza?.

ecu

MOLINOS Y MORTEROS.

Los patagones premagallánicos, protohistóricos y modernos, em- pleaban en sus quehaceres domésticos unos molinos de tipo primi- tivo, Consistían en lajas de naturaleza diversa, en las que se ejer- cía el frotamiento, ya sobre una de las caras Óó ya en ambas. He visto uno de estos molinos en el Museo de La Plata; es de forma elíptica y tiene 224 mm. en su diámetro mayor, 173 mm. en el me- nor y un espesor máximo de 50 mm., habiéndose trabajado sobre una de las superficies, la que muestra cierta concavidad.

Pero, por lo general, los molinos de que me ocupo son lajas rec- tangulares que no pasan de 400 mm. de largo, 250 mm. de ancho y 150 mm. de altura. El frotamiento se producia con la ayuda de

' C.C. Arsorr, Miscellaneous objects made of stone, ea WhHkeeLER, Ibid, vir, 203 y siguientes, figura 76 y 77. * NeLson, 1bid, 127, plancha Lux, figura 5.

ADA MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

un rodado, cuya forma permitiera la fácil adaptación á la mano, casi siempre son alargados, cilíndricos, fusiformes, ó de sección cua- drada ó rectangular. Esta clase de molinos es sumamente común en todas las estaciones permanentes de Patagonia.

El material empleado en la fabricación, está constituido lo más de las veces por lajas naturales de gres, arenisca metamórfica, tu- fos volcánicos estratificados de naturaleza porfírica, etc. El yaci- miento que más ha sido explotado por los indígenas se halla situa- do en Yolke Haiken (Gobernación de Santa Cruz), de donde han extraido lajas tubulares de un gres azulado igual al del río Negro.

En la parte norte del territorio, se encuentran verdaderos mor- teros, de los que no he visto un solo ejemplar pero -.que, según pa- rece consisten en fragmentos de roca más ó menos circulares, con una excavación cóncava en el centro ó hacia un costado, siendo subglobosa la forma general.

Las manos que servían para moler en la cavidad de los morte- ros de la referencia ofrecen, hasta ahora, tres tipos principales de los que he podido examinar seis ejemplares,

CUADRO XXXIX.

Localidades | Ejemplares

Makinchao (Gobernación del Río Negro)........<..o..oo..... ad 1 Valle del río Chubut inferior (Gobernación del Chubut)............ il Arededores ide Rawson ro 4

Mota a aa 6

Tiro 1.--De forma cónica, el plano de la base ligeramente con- vexo (figura 145). Dos ejemplares que he revisado en el Museo de La Plata tienen, uno 183 mm. de altura y 82 mm. de ancho en la base, y el otro 142 mm. y 73 mm., respectivamente.

Tiro 2,—Se caracteriza por un largo vástago cilíndrico, en cuya base se produce un enanchamiento que, en el ejemplar que tengo á la vista, ofrece una periferia triangular (figura 146). El ejemplar mayor de este tipo, que se encuentra depositado en el Museo de La Plata, tiene 486 mm. de largo, 66 mm. de ancho en la parte más superior y 64 mm. de máximo en la base. El ejemplar mas pequeño alcanza á 203 mm. de longitud, 59 mm. de ancho en el ápice y 80 mm. en la base.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 433

Tiro 3.—Un ejemplar recogido en el valle del río Chubut infe-

rior, ofrece una forma por de- más curiosa. La parte inferior está constituida por un cono truncado de base algo conve- xa y en la parte superior un

Fig. 145.—Alrededores de Rawson,

colección Museo de La Plata, +.

hemisferio, cuyo plano ecua- torial se encuentra paralelo á la base (figura 147). La longi- tud de esta pieza alcanza 4 180 mm., el ancho en la base á 86 mm., y el diámetro del hemisfe- rio 4 79 mm.

Ps

Fig. 146, Makinchao (¿yy ), 3.

La distribución geográfica de los tres tipos se descompone como

sigue (Cuadro XL).

AnaL. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3*, T. y. JuLto 3, 1905. 28

434 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

CUADRO XL.

| | Tipos Ya Localidades HU ASA Á E 19 | 90 | go E Malanciao a o a A O if Ib Valle: deleEo CANDIA terior... cisco als a |— al 1 Alrededores dea arcade oe a ES aca o | 2 5 | db 6

En cuanto al material lo he clasificado de la manera siguiente:

CUADRO XLI.

Material

ul Localidades A = OIEA N Es A O ES

MCs MAA 1|—|-— il Valle delirio CHubutienon a a RN |— ab 1 ATrededaresida as aa 2 2|—=| 4 Totales tonos IZ 1 6

Los molinos que he descripto brevemente en las primeras líneas de este parágrafo, sirvieron á los Patagones para reducir á polvo las semillas de algunos vegetales que empleaban en su alimenta- ción (seguramente el Chenopodiwm quinoa L. ó6 el Chenopodium Ameghinoi Speg.), costumbre que mantenían aún en las postrime- rias del siglo XVIIT*. Nada se sabe sobre el uso á que se destina- ban los morteros.

Los Dres. Moreno, Del Lupo y Vernau, describen ejemplares del tipo de molino de que he hablado, como también morteros, pero

' Venmenor, 1bid, 104. Morr, Ibid,320. Extracto resumido de lo que ha ocurrido en la expedicion del descubrimiento de la bahía Sin Fondo, en la costa Patagónica, TT, en ÁNGELIS, £bid, y.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. —435

sólo hacen mención de manos del tipo 1.? La mayoría procede de la margen derecha del rio Negro!.

; z : : 174 : Fig. 147. Valle del río Chubut inferior Cat 2.

En la provincia de Buenos Aires se encuentran con frecuencia las dos formas de molino y mortero patagónicos pero, hasta aho- ra, sólo se han señalado ejemplares de manos del 1.*r tipo. Adver-

A—

1 Morxxo, Cementerios, etc., S. Der Luro, Contributo, etc., 61 y siguientes, figu- ra B, número $; figura C. Verwau, 1bid, 285 y siguientes, plancha xn, figuras 10, 11 y 14.

436 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

tiré que esos hallazgos se han verificado, no sólo en las estaciones neolíticas más recientes, sino también en el yacimiento infraneolí- tico de la Cañada de Rocha!.

En la República del Uruguay se han verificado iguales hallaz- gos que en la provincia bonaerense, siendo las piezas encontradas de una gran similitud con las de Patagonia?.

También en isla de La Plata, situada á BO kilómetros del litoral ecuatoriano, se ha obtenido del interesante kultur lager que alli existe, un molino de forma rectangular con sus correspondientes frotadores?.

De las sepulturas de Santa Bárbara (Baja California), se ha retirado un tipo de mortero de forma igual á los de Patagonia y cuya mano corresponde al tipo 1.” Pero, no ha mucho tiempo, Wi- lliam H. Holmes, ha recogido en tumbas indígenas situadas en la isla de Santa Catalina, fragmentos de manos del 2.0 tipo*, Agregaré que los ahst y hupf de los indios Seri, corresponden exactamente á los tipos más primitivos de molinos patagónicos, de aquellos á que se refieren los conquistadores en sus relatos”.

Las piezas de que me ocupo son comunes en la región oeste de los Estados Unidos. Entre los objetos encontrados en California y referidos, in illo tempore, al hombre paleolítico, figuraba un molino igual á los de Patagonia, y una mano de mortero del tipo 1.”; aquél retirado de las arenas auriferas de Gold Springs Gulch en el distrito de Tuolumne y la última de Table Mountain*, Y Holmes ha encon- trado también en California, en las proximidades de Forest Hill, Springfield y en el distrito de Tulare, molinos y morteros que pue- den compararse sin violencia alguna con las piezas descriptas en el curso de este parágrafo y cuyas manos parece fueran de las del tipo 1%, En Sikyatki (Arizona), en Kansas y Wyoming, se han

1 MorEnN0, Noticias, etc., 146. Y. Amecnix0, La antigiedad, etc., 1, 258, 264 y 584 y siguiente, planchas v y xtIr, figuras 208, 211 y 426. Ourks, Los Querandíies, 95 y siguiente.

2 F. AMEGHINO, Noticias, etc., 30 y siguientes.

2 G. A. Dorsey, Archaeological investigations on the island of La Plata, en Field Columbian Museum (Antropological Series), 11, 266, plancha LxvrHt.

* C.C. Arñorr, Mortars and pestles, en WnHnkeezer, Zbid, vi1, 70, figura 18, plancha y, figura 2 W. H. Hormes, Anthropological studies in California, en Report of the U.S. National Museum, 1900, 184, plancha 47.

¿ Mac Ger, lbid, 234 y siguientes, plancha xXXXIV á XLI, XLIM y XLIV.

* W. H. Hormes, Review of the evidence relating to auriferous gravel man in Cali- fornia, en Smithsonian Report, 1899, 428, 436 y 453, planchas 111, vir y xIv (a).

7 Homes, ÁAnthropological, etc., 167, 170 y 179, planchas 2, 3, 4 (b), 9 (a) y 831.

OUTES:.LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 437

señalado molinos ó los rodillos de éstos, cuya forma y detalles par- ticulares, coinciden con los que caracterizan á los hallados en todo el territorio patagónico!?.

En la Colombia Británica, la expedición Jesup ha recogido, no sólo molinos y morteros como los ya descriptos, sino también ejem- plares de manos idénticas á las de los tipos 2. y 3*.2,

CAPÍTULO IX.

PIEDRAS PERFORADAS. PESOS PARA EL HUSO. ADORNOS.

EE PIEDRAS PERFORADAS.

Esporádicamente, se han encontrado en diversos puntos de la región andina de Patagonia, algunas de las curiosas piedras perfo- radas que tanto abundan en la República de Chile. Los cuatro ejemplares que tengo á la vista proceden de las localidades si- guientes,

CUADRO XLIT.

Localidades Ejemplares

Rio Tecker (Gobernación de Santa ((QrUZA) isos eos de see boe ATEOYO Re keria ado Td oo ie as a A Región andina de la gobernación de Santa Cruz, aunque sin indi-

cación precisa de localidaldais. o. sere o RASO le de

2 ar

Apesar de ser pocos los objetos de esta clase que me ha sido dado estudiar, observo en ellos dos tipos bien marcados.

' J. W. Fewxes, Archaeological expedition to Arizona in 1895, en Seventeenth Annual Report of the Bureau of American Ethnology (Part. 2), 131 y siguiente, plancha cLxx. Unoex, 1bid, 50 y siguientes, figuras 23 y 24. DorseY, An abori- ginal, etc., 242, plancha xxxIx.

2 Surrm, Archaeology of Lyftton, 138 y siguiente, figuras 29 y 32. SmtH, Ar- chaeology of the Thompson, etc., 412, figura 311 (a). SmrrH, Shell-Heaps, etc., 158, fi- gura 24 (a).

438 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Tiro 1.—Perfectamente anular, con la perforación de sección bicónica no muy pronunciada, ó cilíndrica (figura 148). De los tres ejemplares de este tipo, uno está bien pulido, los otros dos ofrecen

o 3 (ALA. 1 Fig. 148. Rio Tecker ( QMEN y

un pulimento deficiente á causa de la naturaleza de la roca em- pleada. Las medidas de estas piezas son las siguientes: Diámetro 134, 112 y 95 mm.; altura 48, 61 y 44 mm.; diámetro externo de la

4170.

o]

Fig. 149. Arroyo Ecker ( GN ) +.

perforación 55, 40 y 37 mm.; diámetro interno de la perforación 3), 23 y 21 mm. respectivamente. Peso 1314. 1359 y 601 gramos. Tiro 2..—De forma ovoide, con perforación bicónica pronun- ciada (figura 149). Diámetro mayor 140 mm.; diámetro menor 116 mm.; altura 60 mm .; diámetro externo de la perforación 45 mm.; diámetro interno de la perforación 18 mm. Peso 1291 gramos.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 439

La procedencia geográfica de los dos tipos descriptos, es la si- guiente:

CUADRO XLIII.

Tipos E

Localidades + Pa 8

19 2.

o A A A AOS do ol E OD o SAO DUES DEE hktllia

ATEO YO UCR a ei alas roll pise stos | 1 Región andina de la gobernación de Santa Cruz, aunque sin indi-

cación precisa denocalidado eds e io ielda cese eolid le 2|=]| 2

Motalesula e rios E E E

En cuanto al material utilizado, si bien ha sido dificil una de- terminación exacta, pues algunos ejemplarse muestran la super- ficie externa muy alterada, se han obtenido las clasificaciones siguientes:

CUADRADO ALIV..-

Material Localidades 08 Ds 1 id E e hi CNA A es O pan a UE, 9 o A 3 E < o AR A AA AiO Ecol E q | POP Ao ear la rama ca dar a Región andina de la gobernación de Santa Cruz, aunque| | sinindicación precisa de localidad..................... INEA. 10 3 128 AA AA jade el Totales. ñas dl il ale (za:

Existe la más completa discrepancia en las opiniones emitidas por los paleoetnólogos al tratar de determinar el uso á que se des- tinaban las piedras perforadas, de igual tipo ú las descriptas en párrafos antecedentes, encontradas en diferentes lugares de am- bas Américas. Tomaré tan sólo en cuenta tres de esas teorias, de las que haré una breve critica.

AJO MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Se ha supuesto que los objetos en cuestion se destinaban ú ser- vir de peso de un palo aguzado, empleado para remover la tierra en trabajos agrícolas ó de otra especie. Los antecedentes ameri- canos á este respecto, se reducen á los datos recogidos por Hen- shaw durante una enquéte que verificó entre los indigenas más ancianos de los distritos de Santa Bárbara y Ventura (Baja Cali- fornia). Aquellos individuos, le manifestaron que al tal palo pun- tiagudo se le llamaba, en otro tiempo, al-stúr-ur, que era un instru- mento usado únicamente por las mujeres, con el cual retiraban de la tierra, la raiz de una especie de cebolla, apellidada cihon. Estos detalles fueron confirmados por varios naturales de diferentes al- dehuelas de los dos distritos mencionados*. No existe en la litera- tura correspondiente á esa región de América la necesaria confirma- ción histórico-documental, corroborante del dato testimonial, pero, uno de los escritores primitivos de Chile, Francisco Núñez de Pi- neda y Bascuñán, al ocuparse de la ceremonia de un entierro, des- cribe con minuciosidad el instrumento de que se valieron los indi- genas para remover la tierra de la fosa: «tridentes a modo de tenedor, de una madera pesada y fuerte, y en el cabo arriba le po- nen una piedra agujereada al propósito, para que tenga mas peso»?.

Como en Chile no se ha encontrado sino una sola clase de pie- dras perforadas, debe admitirse la identidad de aquéllas á que se refiere Bascuñán y las que han sido coleccionadas en los últimos años por los aficionados de aquel país. Pero ¿pudieron servir esos objetos para el uso que les atribuye el autor del Cautiverio feliz? Indudablemente, no.

Sobre 157 ejemplares de diferentes colecciones chilenas, 68 pesan menos de 1000 gramos y 48 menos de 2000 gramos. Es evi- dente, pues, que no puedan haber servido, en principio, para la aplicación indicada, desde que su peso es casi infimo.

' Henry W. HexsHaw, Perforated stones from California, en Bulletin of the Bu- reau of American Ethnology, n* 2, Y y siguientes.

? F. Núxez be PineDa y Bascuñán, Cautiverio feliz, en Colección de historiado- res de Chile y documentos relativos á la Historia Nacional, 11, 192. El historiógrafo, chileno José T. Medina, se equivoca al decir que los Araucanos llamaban especial- mente hueullos á los instrumentos de tres puntas mencionados. (MrEnIxa, Los Aborígenes, etc., 144). Me bastará citar los párrafos pertinentes de Pineda y Bas- cuñán: «y tras de éstos (los tridentes de la referencia) entran las palas, que ellos llaman hueullos> (Ibid, 192). La palabra de que me ocupo, era más bien una de- nominación de carácter general. Dice aquel mismo autor primitivo: «Con esta advertencia fuimos a su casa, adonde se ajuntaron mas de sesenta indios con sus arados y instrumentos manuales, que llaman hueullos > (Ibid, 278). Sigue luego la enumeración del instrumental.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. —441

De cualquier modo, acepto las referencias recogidas por Hen- shaw y las observaciones hechas por Pineda y Bascuñán, pero las interpreto de modo bien distinto. Los objetos á que se refe- rían los viejos californianos y que usaron los Araucanos, fueron seguramente retirados por los indígenas mencionados, de kultur lager antiguos, en los que escogerían los ejemplares más adecua- dos al objeto á que luego se destinaban. Igual cosa hacen los Pa- tagones contemporáneos con los raspadores que usan en sus que- haceres domésticos; los recogen en las estaciones y « paraderos » neolíticos y los adaptan luego á un mango que fabrican al efecto. Naturalmente que de aquí algunos años, cuando abandonen por completo esos utensilios primitivos, los futuros investigadores que interroguen á los ancianos, obtendrán como respuesta la más completa afirmación de que los Patagones de los comienzos del siglo XX, utilizaban raspadores y, desde luego, los fabricaban, cuando es sabido que hace ya unas cuantas decenas de años han pasado del período neolítico á la vida semicivilizada, que ha traído consigo todo el outillage del hombre blanco.

Se me objetará que digging-sticks semejantes á los que se utiliza- ban en California y Araucania, se usan actualmente en otros pue- blos de la tierra. Pienso que en los procedimientos analógicos, cuando no se encuentra el medio de resolver el asunto discutido en el mismo territorio originario, no debe buscarse la solución en prácticas usuales en países remotos, las que sólo pueden aceptarse como un elemento complementario de criterio, cuando los datos correlativos locales ofrecen una base sólida y bien documentada. En el caso no se realiza esa condición primordial é ineludible.

El año pasado de 1904, el señor Alejandro Cañas Pinochet, dió en la Sociedad Cientifica de Chile, dos conferencias, en las que sostuvo que las piedras horadadas encontradas enla república tras- andina, representaban un sistema primitivo de moneda. No existe en América el menor indicio etnográfico é histórico - documental de semejante costumbre, y el autor sólo aporta como único ante- cedente, el curioso sistema monetario empleado aún en la actua- lidad por los indígenas polinesianos de la isla de Uap (Carolinas)*,

! A este respecto recomiendo la lectura del estudio de W. H. Furness, The stone money of Uap, publicado en University of Pennsylvania, Transactions of the Department of Archaeology, Free Museum of Science and Art, 1, 51 y siguiente. Del examen de la noticia mencionada, como de las láminas que la acompañan, se deducirá que el señor Cañas Pinochet está decididamente equivocado, al estable- cer un parangón entre las piedras horadadas americanas y las primitivas mone- das polinesianas.

49 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

y como corroborante arqueológico, el hallazgo de una piedra hora- dada de 76 y 54 centímetros de diámetros, hecho en una tumba in- digena*. Como se ve, esta teoría no tiene base cientifica y el des- cubrimiento traido á colación no atestigua nada, pues se trata de una sepultura casi contemporánea, siendo probablemente el objeto encontrado, una piedra moderna de molino.

Por último, se ha supuesto que las piedras horadadas sirvieron como casse tétes, enhastadas á la extremidad de un mango de ma- dera dura, Si se hace una revisación de la literatura etnográfica americana pertinente, se podrá verificar con facilidad que aque- lla clase de armas era caracteristica del primitivo Perú y de los pueblos que fueron influenciados por su cultura. Se verá, ade- más, la evolución experimentada por la mencionada arma de combate, evolución puesta de manifiesto por más de un hallazgo; los ejemplares del tipo más antiguo, tienen un fragmento de pie- dra ovoide ó subgloboso con la horadación correspondiente para, luego, en tiempos más modernos, estar representados por la carac- teristica estrella de piedra, agujereada al medio?. El Dr. Giglioli posee en su museo particular, ejemplares de ambos tipos, retirados de las huacas con el mango correspondiente, piezas que son por lo tanto de un valor inapreciable, pues disipan las dudas de Henshaw de que «the difficulty of arriving at a correct idea of the former function of these supposed club-heads is increased by the fact that by far the greater number of specimens have been taken from gra- ves, and their handles, if they ever had any, have long since di- sappeared.» Es, pues, evidente de que en Sud America, ciertos pue- blos indígenas, usaban para la guerra ócomo arma de defensa personal una piedra horadada de forma subglobosa, anular ó es- trellada, provista de un mango de madera. ¿Existe en la América del Norte un testimonio de tal valor?

El año de 1885 el Dr. Stephen Bowers, encontró en una caverna situada en los montes San Martin, distrito de Los Angeles (Cali- fornia), cuatro piedras horadadas discoides, que aun conservaban sus respectivos mangos. Las piedras pertenecían á los mismos tipos que son tan comunes en el noroeste mexicano, igual trabajo exte- rior, igual perforación bicónica, habiéndose asegurado el mango mediante una buena cantidad de asfalto, mineral que. como se sabe, mucho abunda en la Baja California.

' A. Cañas Pixocuer, Estudio arqueológico sobre las piedras horadadas, 71 y si- guientes.

? Wiener, 1bid, 685. GieLroLt, Materiali, etc., 229 y siguiente.

' Hexshaw, 1bid, 28 y siguientes, figuras 14 416.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. A43

Y si se creyera que en Chile no ha sucedido lo mismo, me basta- decir que el mencionado Dr. Giglioli posee «una clava con testa sferoidale di granito rosso, ben levigata, tuttora munita del suo bastone di un legno tenace», pieza curiosisima que fué retirada de una sepultura de La Serena (provincia de Coquimbo )?,

No me parece necesario insistir en que estos hallazgos arqueo- lógicos verificados en diversos puntos de América, muy distantes unos de otros, son suficientes para demostrar como un hecho indu- dable, que el uso á que se destinaban las piedras horadadas en- contradas en Sur y Norte América, era el servir de cabezas de maza, posiblemente destinadas á la guerra. Es cierto que no existe indicio histórico-documental—aunque éste en el caso no es necesario, dado lo completo de los hallazgos—pero esa ausen- cla se justifica, pues es evidente se trata de una costumbre pre- hispánica; me refiero, como es natural, á los hallazgos de Cali- fornia y de Chile. Por otra parte, los objetos hallados en Chile, dado sus detalles particulares, ¿pudieron servir para el objeto in- dicado? Pienso que si. Su forma es adecuada; el peso varía desde 95 hasta 5980 gramos, pero, de la cantidad de piezas que he indicado más arriba, sólo 11 pesan más de 3000 gramos, lo que indica que quizá sirvieron estas últimas como insignias de mando; el ancho y corte de la perforación no dificulta la adaptación de un mango, que requiere sólo una madera fuerte y al propio tiempo flexible y, por último, todas, absolutamente todas, podían desempeñar la mencionada función de club-heads, desde que es elemental que el más pequeño guijarro sujeto á la extremidad de una madera ade- cuada, produce la muerte de un individuo. Como un complemento de lo antedicho, haré recordar el uso del palao entre los melane- sianos de Nueva Bretaña, arma que consiste en una piedra perfo- rada provista de un mango y entre cuyos tipos los hay idénticos á los encontrados en América?.

La distribución geográfica de las piedras perforadas en el conti- nente americano, es muy vasta, pero en la República Argentina sólo se han encontrado ejemplares en la provincia de San Juan?.

Al este de Sud América, se las ha encontrado sólo en el Brasil

' GicrioL1, Material, ete. 254.

2 E. H. GieLioLx, Le mazze con testa sferoidale di pietra della Nuova Brettagna, en Archivio per l' Antropologia ela Etnología, xxv11, 17 y siguientes, figuras 1 43.

? D.S. Acurar, Huarpes, 36, figura 7. Me veo en el caso de mencionar este opús- culo, desprovisto de valor científico y no teniendo ni aun siquiera el literario, pues estoy en el deber de registrar la bibliografia pertinente. Valgan, pues, estas líneas como una disculpa.

AJA. MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

meridional, en Río Grande del Sur. La forma que allí predomina es la discoide, con las dos superficies convergentes á un borde filoso, la perforación es más ó menos bicónica?,

En las regiones occidentales son aun más abundantes y parece que allí fuera uno de los centros de difusión de las armas de que me ocupo. Se han señalado hasta ahora en Chile desde Tarapacá por el norte hasta Llanquihue por el sur, excepción hecha de las provincias de Atacama y Antofagasta, pero creo que debe haber- las en todo el territorio chileno, menos en las provincias de Chiloé y Magallanes?.

Bolivia también ha proporcionado una buena cantidad de pie- dras horadadas, del mismo tipo que las encontradas en Chile, pro- cediendo aquéllas de los alrededores de Tarija y Tiahuanaco?,

Ya he dicho que son objetos que en el Perú ofrecen formas dife- rentes, representativas de diversas facies de evolución*?. Igualmen- te se las ha encontrado en los alrededores de Quito (Ecuador)?, en Guatemala* y Costa Rica”.

En México, además de los que caracterizan á las provincias del noroeste, se han señalado algunos ejemplares en las chultunes de Labná y en la caverna de Loltun, en el Yucatán?, En cuanto á los tipos californianos, me parece inoficioso repetir que son idénticos á los sudamericanos y que constituye aquel territorio el otro gran foco de irradiación de las cabezas de maza de que me ocupo?.

' Nerro, Ibid, 493, figura incluida en la página 494, plancha vr, figura 22. Imk- RING, Á civilisacao, etc., 61 y siguientes, figuras 3 y 4. PaLpaor, £bid, plancha 1v, fiouras 18 á 20.

2 R, A. Puinippr, Sobre las piedras horadadas de Chile, en Anales de la Univer- sidad de Chile, 1xv (1.* sección), 470 y siguientes, planchas 1 á 1v. MeDINa, Los Aborígenes, etc., 140 y siguientes, figuras 28 á 45. GIGLIOLI, Materiali, etc , 254 y si- guientes. J. GrrarD DE RiaLk, De Páge de la pierre au Chili, en Bulletins et Mé- moires de la Société d' Anthropologie de Paris, 11 (v.* série), 646 y siguientes. REICcHE (E. Puuiepr), /bid, 13, plancha v, figura 1. Cañas Prnocuer, 1bid, 147.

3 G. De Créqui MontForT, Rapport sur une Mission scientifique en Amérique du Sud, en Nourvelles Archives des Missions scientifiques, x11, 90. SrúseL, Rerss, KoPPEL y Unre, Zbid, 1, plancha 19, figuras 1 á 6.

El Museo Nacional de Buenos Aires posee una piedra perforada traida de los alrededores de Tarija por la expedición Enrique de Carles (4169 del in ventario).

' Wiexer, [bid, 684 y siguiente. GricLIoLI, Materiali, etc., 229 y siguiente. Srú- BEL, Rerss, KorPpPEL Y Une, 1bid, 1, plancha 18, figura 19.

StúbeL, Reiss, KorpeL Y Umue, Zb3d, 1, plancha 17, figuras 9 y 10.

* GiacLiorr, Materiali, etc., 184.

“"F. W. Pursam, Perforated stones, en W«HekLeErR, Zbid, vi, 147 y siguientes.

* Tuowrsoxn, Ibid, plancha 1x, figura 2. TuowmrsoN, Cave of Loltun, en Memoirs of the Peabody Museum, 1, plancha vr, figura 2 (3).

' Purnan, Perforated, etc., 162 y siguientes, figuras 44 á 49, 51 y 57, plancha x: figuras 22 á 38. HensHaw, Ibid, figuras 1 á 5, 9 y.10. GreLioLr, Materiali, etc., 178.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. A45

En los Estados Unidos sólo se han encontrado los ejemplares admirablemente caracterizados de Los Angeles, á que me he refe- rido en párrafos anteriores pero, en la actualidad, los indios Hupa son los únicos que en aquella república usan piedras perforadas del tipo de las descriptas en este parágrafo. Las emplean como pesos para hundir sus redes, pero nada dice Goddard sobre si esos objetos son fabricados por los mismos indígenas *. ¿No se tratará de piezas usadas de segunda mano? Me induce á suponer tal cosa, el hecho de que de los doce pesos agregados á la red representada en la lámi- na, seis son piedras agujereadas y el resto simples rodados ovoides, esféricos ó cuadrados, sujetos por ataduras exteriores. La reserva- tion ocupada por los Hupa, constituye, desde luego, el límite norte del área de dispersión de las piedras horadadas que puedan referir- se ámazas de guerra, pues quiero creer que los objetos algo simi- lares hallados en el río Fraser inferior (Colombia Británica) son, también, pesos para las redes?,

ENER PESOS PARA EL HUSO.

Los objetos de piedra que han servido para peso del huso de la tejedora, no son muy abundantes. He revisado diez ejemplares pro- cedentes de las localidades siguientes.

CUADRO XLV.

Localidades Ejemplares Makinchao (Gobernación del Río Negro)......c:coocuosacoss. end 3 Alrededores de Rawson (Gobernación del Chubut)................ $ Ohiqueniabue (daa) mara rece on io e ES de 2 Rolbre ctra potd add once pesas e de 1 Región al norte de Tres Cerros (Gobernación de Santa Cruz).... 1 IN io RÓS ee 10

Pueden, perfectamente, agruparse en tres tipos. Tiro 1.2—-Es el más común. De forma discoide, á veces las dos superficies no son paralelas, ó una converge haciala otra formando

' GobparD, £bid, 24, plancha 14, figura 1. 2 Smrm, Sheli-Heaps, etc., 155, figura 22 (a y b).

A46 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

un filo más ó menos pronunciado. La perforación es en la mayo- ría cilíudrica, pero las hay, también, bicónicas, situadas ya en el mismo medio ó ya ligeramente hacia la periferia. También las per-

Fig. 150. —Bajos al norte de Fig. 151.—Alrededores de Rawson, colección (22350 Museo de la Plata 1, Tres Cerros ( —FA. AY , 1

foraciones no están perpendiculares al plano de la base, sino se muestran algo oblicuadas. La periferia en algunos ejemplares ofrece, además del filo á que me he referido, una superficie recta ú convexa (figuras 150, 151 y 152). El diámetro máxl- pda mo de las piezas de Fig. 152. Colhué-Huapi (71.4. ), 4- este tipo alcanza á 62 mm.; el mínimo á 30

mm.; el espesor es de 19 48 mm. El diámetro de las perforaciones oscila entre 11 y Y mm.

Tiro 2."—Hemisférico; perforación oblicua, cilíndrica y hacia la periferia (figura 153). Diáme- tro ecuatorial 51 mm.; altura 31 mm.; diámetro de la perforación

16 mm.

Fig. 154.—Alrededores de Rawson,

: - colección Museo de la Plata, 1, Fig. 153. Alrededores de Rawson, 1

colección Museo de la Plata, 1,

Tipo 3.—Subgloboso, con un reborde en la parte superior; per- foración en el centro, ligeramente oblicua (figura 154). Diámetro

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. A47

máximo 54 mm.; altura 30 mm.,; diámetro de la perforación 8 mm. Los ejemplares de todos los tipos se encuentran perfectamente

pulidos. La distribución geográfica es la siguiente:

CUADRO XLVI.

| Tipos | Z | Localidades | 2 lio [20 | 30] | EAN MA O O E O cd E 'Arededoresido Rawson. Poo leas it Ets E E A AS OO 2 | a Cole Huapi onda o 0 yaa a aaa d A e 10 E Región al norte de Tres Cerros...... MR Ae EN [WE | —|—| 1 Totales, LAI 8 | Tapa 550)

El material empleado se descompone de la siguiente manera:

CUADRO XLVII.

Material E En : 802 E Localidades Ss x S = 3 S 3 E epa]

8 MAA AR A da det 3|=|=|=]|=| 3 Arde do reste ¿a WSDIL. quejas da es ados aio ea IRON 1|—|= al A 3 DORE RA ADO lloros coa ed 2|=|=|=|=]| 2 Molares ple pee o dor A A Región al norte de Tres Cerrros................... =—|—=j 1|—=|—| 1 Tales AL ad 6 A lid il | O

La proporción nominal de los tipos es 80 %/, para el 1.9, 10 %, para el 2.? y 10 0/, para el 3.”. La correspondiente al material se distribuys así: jaspe 60 0/,, silex, cuarcita, arcilla metamórfica y toba 10 9/, á cada una de ellas.

48 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Es difícil, sino imposible, establecer con precisión, cuando co- menzaron los Patagones á usar los adminículos de que me ocupo. En Chile, á orillas de la laguna Llanquihue, se han encontrado algunos pesos para el huso muy parecidos al tipo 1.” de Patagonia?.

Saá

ADORNOS.

Son bien pocos los objetos encontrados en Patagonia que puedan considerarse como adornos. En Kilt Haiken, lugar situa-

do cerca del lago San Martin (Gobernación de Santa Cruz), el señor Carlos Ameghino, recogió un disco de pizarra cenicienta, per- fectamente pulido, plana una de las superficies y la otra muy convexa (figura 155). Tiene 117 mm. de diámetro exterior, siendo el de la perforación 53 mm. El espesor de esta pieza no pasa de 15 mm. Setrata, se- FS guramente, de algún adorno pectoral que se sujetaría al cue- llo con una correa de cuero

trenzado. El Dr. Florentino Ameghi- vig. 156. ra Sanguinetti no, trajo entre el material re- (CaN. ), 1. cogido por él en bahía Sangui-

E netti (Gobernación de Santa Cruz), un fragmento cilíndrico y alargado de espato fluor muy bien pulimentado (figura 156). Como se encuentra roto, es difícil

| MebINa, Los Aborígenes, etc., figura 95.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. A4J9

darse cuenta de su forma primitiva, pero debe de haber formado parte de los abalorios de un collar ó quizá fuera una pendeloque. El objeto mencionado tenía 24 mm. de largo! y ofrece un espesor cons- tando de 11 mm.

Por último, el Dr. Giglioli posee en su museo un disco auricular de lava blanquecina, con un surco en la periferia y algo cóncavo en sus dos superficies, las que tienen un diámetro de 90 mm.?, Este adorno brutal, pues produce grandes deformaciones del lóbulo de la oreja, es muy común entre los pueblos del oriente de Sud Améri- ca. Los Cráon ó Krans del río Tocantins, en el Brasil, usan en las ceremonias, discos de piedra aun más grandes, pues llegan 4 100 mm. de diámetro, 25 4 27 mm. de espesor y con un peso de 440 á 390 gramos, Sin embargo, los que se colocan á diario son de madera, costumbre que también se ha observado entre los indios del Chaco boliviano y argentino; los Chorotes, por ejemplo?.

No obstante, ciertos objetos pequeños de tierra cocida encontra- dos en los «conchales» de Las Cruces, en Chile, corresponden al tipo de que me ocupo y quizá indiquen una práctica semejante, aunque más restringida, entre los indigenas prehispánicos del otro

lado de los Andes.

CAPÍTULO X.

HACHAS. PIPAS. PIEDRAS GRABADAS.

lía

/A

HACHAS,.

Reuniendo los diversos ejemplares que forman parte de las co- lecciones del Museo Nacional de Buenos Aires, del de La Plata y Stuttgart y los descriptos por Vernau y Giglioli, he podido estu- diar veinte hachas encontradas en los territorios patagónicos. Es realmente deplorable que no se sepa la procedencia exacta de once de esas piezas y no se tenga el menor dato sobre la forma de yaci-

' Fué necesario cortar un pedazo del objeto en cuestión para verificar el exa- men petrográfico.

? GiaLIOLI, Materiali, etc.. 248.

3 GicLioLr, Materiali, etc., 201 y siguiente. Eric von Rosen, The Chorotes indians, plancha vr.

ANAL. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 8*, T. v. JuLro 4, 1905. 29

450 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

miento, tipo de los demás objetos á que estaban asociadas, etc., de diez y ocho de aquéllas.

CUADRO XLVIIT.

Localidades Ejemplares

Río Curru-Leufú (Gobernación del Río Negro)............0....... 1 Bocaideltr omNeoro iS NN A 2 San Javier (do de da a taa oe ale 2 Bajoynio; Negro (id. d. dd ii a de AO Ad ia ciel 1 Alrededores de Trelew (Gobernación del Chubut).........o.o.ooo.m... 2 Punta Nintasiad dd ANS RRA 2 Gobernación del Chubut pero sin indicación precisa de localidad... 10

En los mencionados veinte ejemplares, observo cinco tipos ca- racterizados netamente.

Tiro 1.— De forma más ó menos trapezoidal, con los cos- tados rectos ó cóncavos, filo pronunciado; en un ejemplar bastante rebajado como para que cause un desnivel en la co- rrespondiente superficie. Los cuatro ángulos del trapezio es- tán redondeados (figura 157). La longitud de estas plezas varía desde 211 á 106 mm.; el ancho máximo en dos de ellas pues la tercera está rota en el filo —de 90 á 82 mm.; mien- tras que el espesor oscila entre 38 y 25 mm. El ejemplar re- presentado en la figura 157, ofrece unos grabados cuya pro:

om

Lites fundidad no es mayor de 1 mm, Fig. 157. Gobernación del Chubut, y el ancho de 3 á 4 mm., en la colección Museo de La Plata, 2. actualidad apenas perceptibles.

Los motivos ornamentales es- tán formados por dos líneas paralelas que atraviesan el hacha en el sentido del ancho y, en el campo libre hacia la mitad superior,

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 451

dos lineas quebradas, entre las cuales parece hubiera habido otra más ó menos recta.

Tiro 2."—Constituido por una parte basal redondeada que se prolonga restringiéndose para luego ofrecer, enanchada, una lámi- na cortante de periferia triangular (figura 158). La longitud de los tres ejemplares que he considerado es de 234 á 221 mm.; el an- cho en el filo de 155 á 135 mm. y el espesor de 40 á 32 mm.

9 4189 S

Fig. 158. Punta Ninfas, colección Pauli (Molde C.M.N. )> 31-

Tipo 3."—Es difícil definir este tipo, cuya forma se asemeja á la de un manubrio, de aquéllos con que se hace gimnasia, Ó á la de un número ocho, pero, todos los ejemplares están constituidos por tres partes, dos más ó menos semicirculares, triangulares ó cuadra- das, reunidas por un «mango» central estrecho.

En los doce ejemplares de este tipo, noto tres variedades.

a) Las dos partes principales que caracterizan esta clase de obje- tos, tienden á ser algo triangulares, el mango central en su curva

:5 (NW) a (AAA prom) ad

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OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 453

de unión ofrece una linea suave (figura 159). Las dimensiones en esta variedad son las siguientes: longitud total de 285 4 170 mm., en los enteros; ancho de la parte mayor de 180 á 90 mm.; ancho de la parte menor de 178 á 77 mm.; ancho del «mango» de 75 á 46 mm.; espesores de 42 4 15 mm. Un ejemplar fragmentado de esta variedad depositado en el Museo de La Plata, está pintado todo de rojo. Otro ejemplar, también de aquel establecimiento, ofrece en el «mango», dos surcos profundos que lo separan de las partes

principales; además tiene rastros de la pintura roja mencionada.

Cicle A

Fig. 162. Alrededores de Trelew, colección Museo de La Plata, ¿*,.

b) El ejemplar que me sirve para establecer la segunda varie- dad, tiene una de sus partes principales semicircular, y la otra, que es de un tamaño casi igual, algo rectangular, con un filo pronunciado (figura 160). Las dimensiones de este objeto son : longitud total 397 mm.; ancho de la parte mayor 207 mm.; ancho de la parte menor 200 mm.; ancho de la unión central 83 mm.; es- pesor máximo 41 mm.,

c) De conjunto elegante, las dos partes principales que la for- man son casi semicirculares; en una de ellas, por lo general la

A54 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

mayor, se nota un filo cortante, en ciertos ejemplares con me- lladuras y roturas. El «mango» central se une á las partes ex- teriores con una curva bastante pronunciada (figura 161). La longitud de los ejemplares enteros de este subtipo es de 395 á 151 mm.; el ancho de la parte mayor de 245 á 99 mm.,; ancho de la parte menor 207 á 90 mm.; ancho del «mango» 77 451 mm.; y es- pesor de 35 á 27 mm. Un ejemplar del Museo de La Plata, encon-

7

Fig. 163. Gobernación del Chubut, colección Museo de La Plata, J,

trado por el señor Santiago Pozzi, en un cementerio situado en los alrededores de Trelew, muestra en sus dos superficies combinacio- nes de líneas rectas y quebradas paralelas grabadas en el basalto, en la actualidad están semiborradas (figura 162). Otra pieza tam- bién en La Plata ofrece, como ya he hecho notar anteriormente, dos surcos que separan el «mango» de las partes exteriores. Este ejemplar, lo mismo que el encontrado por el señor Pozzi y el nú- mero 4008 de las colecciones del Museo Nacional de Buenos Aires, conservan rastros de pintura roja.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. —455

Todas las piezas del 3er tipo se encuentran bien pulidas, con los bordes convexos y rara vez perpendiculares, el filo preparado con mucho cuidado y siempre cortante.

Tiro 4.”—Lo establezco sobre un ejemplar que forma parte de las colecciones del Museo de La Plata. Está compuesto de dos par- tes, la una basal, estrecha y que debió ser rectangular, pues las alas salientes se hallan rotas; la otra asimétrica y de conjunto trapezoi- dal, con el filo pronunciado (figura 163). Sus dimensiones son: longitud 175 mm.; ancho en el filo 135 mm.; espesor 15 mm. Según

h É ¿e 7 AREA és Fig. 164. —Rio Curru-Leufú (ayy ),

el Dr. Lehmann-Nitsche, uno de los lados ofrece dibujos, forma- dos por rayas finas y cuyos motivos son líneas rectas y quebradas, triángulos reticulados en su interior, circulos concéntricos y lí- neas en espiral, todos, se puede decir, casi borrados.

Tiro 5.2— Me ha sido entregado un 5.” tipo de hacha, en- contrado en la región más noroeste de Patagonia, en el río Curru- Leufú inferior. Representa una forma exótica, por demás curiosa

é interesante. Desgraciadamente, el ejemplar en cuestión se halla

A5D6 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

roto en el sentido vertical y también en la parte que corresponde- ría al filo. La forma se asemeja á la de una letra T, cuya pierna se va enanchando progresivamente hasta llegar al filo (figura 164), El largo actual de esta pieza acusa 131 mm.; el ancho del crucero basal 146 mm.; el ancho mayor de la prolongación 97 mm., y el menor 84 mm. El espesor actual de la mitad de este objeto es de 39 mm.

La distribución geográfica de los tipos y el material empleado en su fabricación, puede verse en los cuadros siguientes:

CUADRO XLIX.

Tipos Z Localidades ye E 19 [20 [3.0 [4.0 15 E ECU o So =|=|=|=j¡ 1| 1 Bocalde lio Neerone a a =|=|2|=|—]| 2 Sa iS o I TT: —| 1| 1|—|—]| 2| Bajo rio Nero. SS =|1i=|=|—| 1 Alrededores de Trelew a ide =|=| 2|=|=]| 2 Punta Ninfas... o e == O A E Gobernación del Chubut pero sin indicación precisa de localidad ..... «Pisto 3|—| 6| 1|—]/10| Totales ans soto salsa A A IO 14 10 010240, CUADRO L. | - 3 Material | | a. | e A 2 Localidades 2l|2a|2|2]/% = A E oo oo ds AN | <a | 0 E | E Kio Curra ento ooo E A e a a A 4 + Boca delirio, Negro. <.i2 im 0% dl E AAA A San Javien Dar pra a aaa I=|1|=|=|=]| 1]| 2 Bajo HO Nero a tal Ro [A il Alrededores de. Trelew 5. 3 A A Punta Ni ce io E =| 2 | Gobernación del Chubut pero sin indicación| precisado oca dad EE 1|—=|=]|=—=|=]|10 Totales, NOE E | ISA eL MS Tale AEB2O,

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. ADT

Creo que las hachas de los grupos 1.” 4 4.%, debieron ser distin- tivo de autoridad y usadas únicamente en las ceremonias. En cuan- to á las del último tipo, tratándose como se trata de una forma exótica, sumamente común en la región noroeste de la República, se me ocurre que debe considerarse como un utensilio de uso diario.

El profesor Juan B. Ambrosetti, considera á las hermosas piezas de los tipos 2.* y 3.%, como objetos votivos, de los que ha llamado Pillan Tokis*. En este caso no participo de las opiniones de mi distinguido colega y explicaré brevemente las razones en que me fundo para ello.

La plataforma de su teoría descansa sobre el hallazgo verificado en la Pampa central, de unos objetos de piedra de forma parecida á la de una hacha y cubierta la superficie de uno de ellos con gra- bados representando figuras geométricas. Con ese motivo dice el profesor Ambrosetti, que «dado el lugar donde se hallaron, en ple- na Pampa central, una solución rápida se impone: los Araucanos». Agrega que el aspecto de vetustez de los mencionados objetos, in- dicaría que la presencia de los Araucanos en el territorio argenti- no, es muy anterior á la época en que se cree se instalaron al orien- te de los Andes. Expresa luego su opinión de que la invasión Arau- cana es antiquísima, afirmando sus suposiciones en el hecho de que en plena región Calchaquí, existen supersticiones que podrían re- ferirse 4 los Araucanos; además, muchos de los nombres de lugares de aquella parte de la República, ofrecen palabras del idioma de los indios chilenos. Entra después á otro género de razonamientos, de que el hacha fué conocida por los Araucanos y usada como dis- tintivo de los caciques ó jefes. Transcribe la parte del texto del libro de Pineda y Bascuñán que refiere las diferentes faces del baile de la cabeza ó Prulonción, practicado por los Araucanos é identifica la representación gráfica de un fragmento de alfarería hallado en Tinogasta (Catamarca), con dicha ceremonia. De todo ello deduce que la influencia Araucana al oriente de los Andes, bien puede considerarse como prehistórica. Por último, analiza una parte del cuento Araucano del Viejo Latrapali, en el que, las invoca- caciones hechas por sus personajes hacen mención de hachas soli- citadas á Pillan, de lo cual deduce que aquellas armas eran atribu- tos de la gran deidad mitológica de los Araucanos por cuyo motivo

1 J. B. Ambroserti, Las grandes hachas ceremoniales de Patagonia (probable- mente Pillan Tokis), en Anales del Museo Nacional de Buenos Atres, 1x, 48.

A58 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

el hacha era, también, un signo de autoridad entre los jefes de tri- bus. Como en las invocaciones del cuento mencionado figuran ele- mentos meteorológicos que corresponden más ó menos á las hachas de la referencia, supone que los indigenas ofrecían exvotos á Pi- llan, consistentes en hachas cubiertas de representaciones geomé- tricas simbólicas del rayo, nube, etc., por medio de las cuales le solicitaban la lluvia fecundadora de la tierra!,

Refutaré, sin detenerme mayormente, los anteriores argumen- tos, pues pienso volver sobre el asunto en una monografía es- pecial,

El lugar del hallazgo, «en plena Pampa central», nada probaría, pues es evidente y lo sabe el profesor Ambrosetti que, desde los tiempos prehispánicos vivieron en esos mismos territorios un gran número de clanes Puelches, los que se extendían hasta la margen izquierda del río Negro por el sur y llegaban y ocupaban por el norte la parte sur de las provincias de Córdoba, San Luis y Men- doza. Los Arancanos representan los últimos elementos indígenas llegados al territorio argentino. Los antecedentes históricos, etno- gráficos y arqueológicos, demuestran claramente que la invasión Araucana es tan moderna en la parte sudoeste de la provincia de Buenos Aires, en la gobernación de la Pampa y en la región central de la del Río Negro, que debe referirse á la primera mitad del si- glo XVIT. Sólo puedo admitir que algunas agrupaciones limita- das vivieran al oriente de los Andes con anterioridad 4 esa época; pero, vuelvo á repertirlo, desde antes del momento histórico de la conquista española, muchísimos años antes, todos los territorios que comprenden la parte sur de Córdoba, Mendoza y San Luis, la pre- cordillera andina, las regiones oeste y sudeste de la provincia de Bnenos Aires, la gobernación de la Pampa, hasta las márgenes sep- tentrionales de los ríos Negro y Limay, estaban ocupados por las agrupaciones de Puelches mencionados. Por otra parte, nada in- dica que haya habido otra invasión Araucana anterior á la verifi- cada en el siglo XVIII. He podido estudiar sistemáticamente en la provincia de Buenos Aires, interesantes kultur lager, en muchos de los cuales se encuentran netamente separadas tres industrias caracteristicas, y siempre he notado que la que puede referirse á los Araucanos, es la más moderna. Dejaré de lado las supersticio-

' J. B. Aumroserri, Hachas votivas de piedra (Pillan Tokis), en Anales del Mu- seo Nacional de Buenos Aires, vir, 95 y siguientes.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. A59

nes comunes á que hace referencia el profesorAmbrosetti, pues aun nose han publicado, y en cuanto álos detalles ofrecidos por la topo- nimia de Catamarca, no les doy importancia alguna; se trata de cier- tos nombres aislados, cuyo analista el profesor Samuel A, Lafone "Quevedo—no se ha preocupado de estudiar seriamente; ya que se les asignaba tal importancia debió establecer, ante todo, cuándo co- menzaron á figurar esas designaciones geográficas, si son contem- poráneas de la conquista ó muy posteriores á ella, etc., etc. Todas estas similitudes, puramente ocasionales á mi entender, tuvieron por única causa el intercambio y guerras continuas en que vivie- ron las diversas entidades étnicas sudamericanas, de cuyo contacto resultó la adopción de palabras, la toma de prisioneros en las gue- rras, el cange de los objetos de uso doméstico, como ser alfarerías, adornos, utensilios de piedra, etc. Pillan, es cierto, representaba la mayor deidad ó mejor dicho, la única entidad superior en el sen- cillo sistema religioso de los Araucanos; creian que habitaba en las regiones montañosas del este, entre el humo y el fuego de los vol- canes y que eran elementos privativos de él, los truenos, los rayos y los relámpagos; le invocaban á grandes gritos en diversas Oca- siones, especialmente en la guerra y en el juego, pero, jamás se con- sideró el hacha como uno de sus atributos, ni menos se le ofrecian instrumentos de esa clase en forma alguna de exvoto *. Con estos antecedentes, el cuento del Viejo Latrapai, nada tiene de extraño ni aporta un argumento decisivo á la teoría sostenida por el profesor Ambrosetti. Los hermanos Conquel y Pediu, que figuran en aque- lla relación, reciben del Viejo Latrapai dos hachas comunes para que de un solo golpe, derriben sus robledales. Puestos al trabajo, las hachas se rompen á los primeros ensayos y los hermanos, des- cepcionados, invocan calurosamente á la divinidad: «Bajate pues, hacha del trueno», dicen, —del trueno propiedad de Pillan á que se refieren los viejos cronistas—, y la invocación continúa por largo tiempo á las «hachas del trueno» que «siempre de un solo golpe voltean los árboles». Las hachas «bajan», pues «sonaron» en los altos ramajes, y los hermanos derriban con ellas de «un solo gol- pe», los grandes robledales de su anciano tio?. No cabe, pues, la me-

! Pero DE CórboBAa Y FiqGuerOa, Historia de Chile, en Colección de historiadores de Chile y documentos relativos á la Historia Nacional, 11, 26. MiGUEL DE OLIvares, Historia militar, civil y sagrada de Chile, en Colección citada, 1v, 51 y siguiente. Juan lenacio DE MoLIxa, Compendio de la Historia civil del Reino de Chile, en Co- lección citada, xxvi, 169 y siguientes.

? Recomiendo el análisis detenido de este cuento, publicado por el Dr. Rodolfo Lenz en sus Estudios Araucanos, 225 y siguientes.

AG50 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

nor duda de que las «hachas del trueno» son los rayos que fulminan y destrozan á los árboles y yo no veo en la invocación sino la eter- na forma figurada, repleta de comparaciones pintorescas con que los indígenas matizan sus cuentos y leyendas. Por último, los obje- tos de la Pampa central y el encontrado en la isla de Choele-Choel!;

Fig. 165. Araucanía (Chile). Fig. 166. Choelechoel, colección Mu- Reproducción de la fígura 13 de la seo de La Plata, 3. obra de José Toribio Medina, Los Aborigenes de Chile, 1

b. comparados en todos sus detalles con las hachas halladas en Chi- le, en pleno territorio Araucano, no tienen la menor similitud en la forma, como podrá verificarse en las esquemas que incluyo en las figuras 165 y 166. El hacha usada por los Tokis chilenos, es

3. B. Aubroserrr, Un nuevo Pillan Toki, en Revista del Museo de La Plata, x, 265 y siguientes, plancha correspondiente.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. A61

de una forma bien distinta de las encontradas en el territorio ar- gentino y clasificadas como Pillan Tokis. Todos los hallazgos ve- rificados al occidente de los Andes, corresponden al tipo de la fi- gura 165 ó á otro que se diferencia del anterior por tener los lados algo convexos!. Para terminar, aun en el supuesto de que los objetos hallados en la Pampa y Choele-Choel, fueran realmente Pillan Tokis, jamás podrían considerarse las hachas del Chubut como de igual naturaleza pues, por todos sus detalles, difieren fundamen- talmente. Admito se suponga sean objetos usados en las ceremo- nias, como distintivo de una autoridad, y debo hacer notar que el ejemplar hallado en los alrededores de Trelew por el señor San- tiago Pozzi y figurado en la viñeta 162, se encontró descansando sobre el tórax de un cadáver, quizá el de su primitivo poseedor y, agregarépor último, que considero los dibujos que adornan esa pie- za y otras á que me he referido, como de un valor puramente de- corativo, desprovisto de cualquier simbolismo.

Las hachas de los tipos 1. 43.” debieron usarse enmangadas en la forma que reconstruyo en la figura 167; el cabo con una hendi- dura en la parte superior, en la que se empotraba el hacha, atando- la luego con correas de cuero y en cuanto al ejemplar del 5.* tipo, el profesor Ambrosetti supone al estudiar los objetos similares de bronce hallados en la región Calchaquí, que el crucero transversal de la T debió alojarse en una ranura del cabo y luego atado fuerte- mente.

El Dr. Lehmann-Nitsche, ha escrito una monografía especial sobre todos los objetos que me han servido para ofrecer las refe- rencias generales de la parte descriptiva de este parágrafo y en ella mi distinguido colega describe individualmente cada uno de los ejemplares?. También los doctores Del Lupo, Giglioli y Vernau han descripto otras piezas, habiéndolas clasificado el segundo de los autores citados dentro de los Pillan Tokis?,

! Mepixa, Los Aborígenes, etc., 74 y siguientes, figuras 4 á 22, 24 4 26. R. Mar- poxaDo C., Estudios geográficos é hidrográficos sobre Chiloé, 371, lámina xr. figuras 1 y 2. Reicme (FE. PuiLippr), Lbid, 14, plancha y, figuras 2 á 5.

2 Leumann-NitscHE, Hachas y placas para ceremonias procedentes de Patagonia, figuras 1 á 18. Este estudio del Dr. Lehmann-Nitsche permanece aun inédito y debe aparecer en la Revista del Museo de La Plata. Sin embargo, mi distinguido colega me ha facilitado el M. S. original, gentileza que estimo y agradezco en cuanto vale.

3 DeL Luro, l manufatti, etc., 324. GiaLioL1, Materiali, etc., 247 y siguiente. Ven- NAU, 1bid, 282, plancha x111, figura 2. GicLi0L1, Intorno a due singolari oggetti ce- remoniali litici dall America austral, en Archivio per l' Antropologia ela Etnología, xxxiH, 439 y siguientes, figura 1.

462 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

En la República Argentina sólo se ha encontrado un ejemplar muy pequeño, en Molinos (Salta), cuya forma se aproxima á la va- riedad a del tipo 3.* y al tipo 4.* deben referirse las dos piezas ha- lladas en la Pampa central?, pero nada más se ha señalado en el resto de América.

EEN , ha 'S ECON!

Fig. 167, Reconstrucción de la manera más probable como se disponía el mango en las hachas de los tipos 1%, 22 y 3%,

En cambio, el tipo 5. es relativamente abundante.

En el noroeste argentino, en la región Calchaquí, se han seña- lado numerosas hachas de la forma del tipo mencionado, la mayo- ría de bronce, pero algunas también de piedra. Inoficioso me pa-

! J. B. Amproserri, Notas de Arqueología Calchaquí, en Boletín del Instituto Geo- gráfico Argentino, xx, 162, figura 148.

? AmMBROSETTI, Hachas votivas, etc., plancha 5. AmbroserTI, Un nuevo, etc., figura tercera de la plancha.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 4683

rece decir que estas últimas representan, como muy bien lo hace notar el profesor Ambrosetti, la forma antecesora de las de metal! Los diferentes y curiosos kultur lager de la provincia de Jujuy, han proporcionado casi sin excepción, hachas de piedra en forma de T, todas perfectamente caracterizadas. Erland Nordenskióld, las en- contró en Saladillo, en las proximidades de las Salinas Grandes, lo mismo que en la región sudeste de la provincia, en Agua Blanca (Departamento de Santa Bárbara)? Empleados del Museo de La Plata, han hallado ejemplares semejantes en el rincon más noro- este de la provincia jujeña, en Pucará (Departamento de Rinco- nada)?.

También al oriente de América, en el Brasil meridional (Estado de Río Grande del Sur), se han señalado unos pocos ejemplares * del tipo que me ocupo, que alcanza á un tamaño de 300 á 400 mm.; al occidente no tengo conocimiento de que en el Perú se hayan encontrado ejemplares bien individualizados y recién en el Ecua- dor vuelven á aparecer, en los alrededores de Quito; también las hay en Colombia y esporádicamente se ha señalado en Chiriqui, en la nueva República de Panamaá?.

Por último, en Santa Ana (isla de Guadalupe), parece fuera un tipo algo común, lo mismo que en la Guayana Holandesa*.

Es EL.

BIPAS:

Los pocos ejemplares de pipas patagónicas que he podido re- visar, proceden de una zona muy circunscripta de las regiones

! J.B. AmbrosertI, El bronce en la región Calchaqui, en Anales del Museo Na- cional de Buenos Atres, xr, 206 y siguientes, figuras 20 (a y b), 24 á 28.

? E. NorDExsk10LD, Prácolumbische Salzgewinnung in Puna de Jujuy, en Verhand- lungen der Berliner Gesellschaft fiir Anthropologie, Ethnologie und Urgechichte, 1902, 331, figura 5. E. NorDExNsk10LD, Prácolumbische Wohn-und Bregrabnisplátze an der Súd- Westgrenze von (sic) Chaco, en Kongl. Svenska Vetenskaps- Akademiens Hand- lingar, xxxv1, n” 7, 7, plancha y, figura 3.

3 R. Lenmmann-Nrrscme, Catálogo de las antiguedades de la Provincia de Jujuy, en Revista del Museo de la Plata, x1, 118, plancha v, D, figura 2.

* Parbaor, 1bid, 340, plancha 1v, figura 6 (a y b).

? SrúBeL, Reiss, KorrEL y Une, 1bid, 1, plancha 15, figuras 8 á 12; plancha 13, figuras 14 y 19. W. H. Homes, Ancient art of the province of Chiriqui, en Sixth Annual Report of the Bureau of American Ethnology 31, figura 18.

* Oris F. Mason, The Guesdes collection of antiquities in Pointe-a-Pitre, en Smith- Sonian Report, 1884, 751, figuras 23.

A64 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

australes, como podrá notarse en el correspondiente cuadro.

CUADRO LI.

| Localidades Ejemplares | Valle del rio Chubut inferior (Gobernación del Chubut).......... 3 Región andina de la gobernación del Chubut pero sin indicación ¡precisa de localidad a a ir cd Jl o A an OS 4

Sin embargo, esos cuatro ejemplares representan tres tipos, el primero con dos variedades.

Tiro 1.—Se caracteriza por estar formado por una plataforma basal de la cual, en el centro, se desprende un reborde más d me- nos pronunciado que completa el hornillo.

a) El cuerpo de la pipa es naviforme, con reborde central bas-

2.|

Fig. 168. Valle del rio Chubut Cra ), z.

tante elevado, el hornillo, no obstante es pequeño, pues las paredes son espesas (figura 168).

b) Bastante parecida á la anterior en la mayoría de los detalles pero, el cuerpo principal es de sección rectangular, con los lados convexos (figura 169).

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. —465

Las dimensiones de los ejemplares de este tipo son las siguientes: largo total de 75 á 59 mm., ancho máximo 35 á 29 mm., altura ma- yor 48 á 43 mm., diámetro del hornillo 19 417 mm., diámetro del canal para agregar la boquilla 7 mm., altura del reborde 18 á 16 mm. El hornillo en todas las pipas de este tipo, es de una limitada capacidad, que no permite sino una carga muy pequeña y, agregaré, que to- dos los ejemplares carecen de boquilla.

Tipo 2.” Este tipo repre- senta una facie más adelanta- da de la evolución de los obje- tos que describo; ofrece los Fig. 169. Valle del rio Chubut mismos elementos que las dos

inferior NO E = variedades del tipo anterior pe-

ro, el artista primitivo ha que- rido separar cada una de las partes que componen el objeto, como ser la prolongación para la boquilla, el cuerpo central de la pipa, el reborde, etc., trazando para ello líneas profundas que indivi- dualizan netamente cada uno de aquellos compo- nentes (figura 170). Además, la prolonga- ción para la boquilla es francamente cilíndrica y entre ésta y el cuerpo central se pronuncia un levantamiento que seme-

ja á una arruga. El único Fig. 170. Valle del río Chubut z : e 5 : AE ejemplar de este tipo tie- inferior (ca y.) 5

ne las dimensiones sl-

guientes; largo total 62 mm., ancho máximo 27 mm., altura ma- yor 32 mm., diámetro del hornillo 18 mm., diámetro del canal para agregar la boquilla 9 mm., altura del reborde 6 mm.

Tiro 3.”—Se diferencia fundamentalmente de los anteriores, pues el hornillo se halla situado en la extremidad de la pipa. La porción más inferior de aquél, es hemisférica; á partir del plano ecuatorial se forma el reborde, que ofrece una zona de 11 mm. de altura, ter- minando en un pliegue hacia el exterior. El tubo que constituye

ANAL. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3*, T. v. JuLto 5, 1905. 30

466 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

la boquilla está formado en su primera mitad, por un cono trun- cado, terminado el cual debió iniciarse una prolongación más an- gosta, adaptable á la boca pero que, desgraciadamente, está rota (figura 171). Longitud actual 81 mm., ancho máximo actual, pues también falta parte de un lado, 32 mm., altura 43 mm., diámetro del hornillo 18 mm., diámetro del canal de la boquilla Y mm,

El único ejemplar que tengo de este tipo, está perfectamente

tallado, pero, parece no hubiera sido usado.

A 5 : ba 2226 Fig. 171. Región andina de la gobernación del Chubut e UL de

Las tres piezas de los tipos 1.” y 2.2 proceden de los enterratorios del valle del río Chubut inferior y el ejemplar del 3.* de la región andina de la gobernación del Chubut.

En la fabricación de todos estos objetos, los indígenas han em- pleado arcillas metamórficas de diversos colores, las que al propio tiempo que resistentes, permiten un fácil trabajo con instrumentos cortantes.

Tocó, también, á los expedicionarios de Duclos-Guyot y De la Giraudais, verificar por primera vez el uso del tabaco entre los Pa- tagones pero, desgraciadamente, la relación de Pernetty no trae el menor detalle sobre el tipo de los objetos de que se valían los indi- genas para depositar el tabaco*. Luego más tarde, Fitz-Roy ob- servaba entre los Patagones, el uso de una clase de pipa que no describe adornada con aplicaciones de latón y borlas y en la que se fumaba colectivamente pues se pasaba de uno á otro indi- viduo?,

! PerNeTTY, 1bid, 108. ? Frrz-Roy, bid, 11. 172.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 467

Por último, á mediados del siglo XIX, la fabricación de pipas de piedra y también de madera, constituia una de las industrias más difundidas entre los Patagones, debiendo advertir que la forma ó

Fig. 172. Gobernación del Chubut ( MN

4181 y ?

C 4182 de Santa Cruz ( y nl 4

tipo usual en aquella época, corresponde á las dos variedades que he reunido en el tipo 1.”

Esta forma se ha mantenido hasta los últimos tiempos; las pipas representadas en las figuras 172 y 173 son usadas en la actualidad por las agrupaciones indigenas que aun merodean en Patagonia y

' Musrtess, £bid, 178, figura incluida en la página 177.

A68 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

en nada se diferencian de los ejemplares del tipo 1.2 y no se confun- den con él por ser de madera?,

He dicho que las dos variedades del tipo 1.” carecen de boquilla; es indudable que ésta debió consistir, dado el diámetro del canal, en una cañita, ó sino en una gruesa pluma de Rhea ó de Sarco- rhamphus, como la adaptan aún en la actualidad y la tiene el ejem- plar de la figura 173.

El señor De la Vaulx obtuvo en las proximidades del lago Col- hué- Huapi una pipa, «en terre», dice el Dr. Vernau, pero segura- mente debe tratarse de arcilla metamórfica, cuya forma corres- ponde exactamente á la variedad b del tipo 1.”?.

En el resto de la República Argentina no se han encontrado pi- pas semejantes á las descriptas.

El primer tipo de Patagonia, representa una forma usual en ciertos puntos de América; en Chile y en los Estados Unidos. Fal- ta por completo en la región occidental de Sud América y en las zonas hiperbóreas. Las pipas encontradas en Chile, como las de Patagonia, están formadas por una plataforma, en cuyo centro ó hacia el extremo externo, se destaca el reborde pronunciado del hornillo*, En Estados Unidos, las pipas ofrecen en sus lineamien- tos generales un gran parecido con las de Chile y Patagonia.

No obstante, como los indigenas de aquella región de America del Norte, representan una cultura más elevada, los objetos en cuestión tienen, casi siempre, adornos antropo y zoomorfos ó escul- turas elegantes, lo que hace muy difícil hallar ejemplares que se asemejen en detalle á los retirados de los kultur lager de la extremi- dad austral de América*. En cuanto á los ejemplares de los tipos 2.? y 3.” nada he encontrado parecido en la literatura de que dispongo.

! El ejemplar de la figura 172, ha sido tallado en madera de Fagus antarctica Forst. y recubierta la parte inferior con cuero de huanaco desprovisto del pelaje y que se ha cocido por debajo de la pipa, mediante tendones del mismo animal. El interior del hornillo ofrece, cerca del borde, una faja de latón con picos pequeños hacia afuera. La boquilla, es un fragmento de las «bombillas» comunes para to- mar el «mate».

En cuanto á la pieza representada en la viñeta 173, es de madera de Berberis sp., con el hornillo formado en su interior por la cavidad de un dedal de los usua- les para coser, aunque no muy grande. La boquilla es una pluma gruesa de Rhea 6 Sarcorhamphus, sujeta mediante el aditamento de un pedazo de tejido.

2 VerNau, 1 bid, 287, figura 63.

3 MebiNa, Los aborígenes, etc., 209, figuras 85, 87 á 91. Menixa, Los conchales etc., 4.

* FowkkE, Archaeologic, etc., 46, figura 12. J. D. Mac GuirE, Pipes and smoking customs of the American aborigines, en Report of the U. S. National Museum (Part 1), 1897, 528, figura 137.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 469

S TIL.

PIEDRAS GRABADAS.

Entre los objetos realmente curiosos é interesantes que ofrece la arqueología patagónica, figuran unas lajas de piedra, en su mayo- ría de tamaño mediano, cubiertas, una ó sus dos superficies con gra- bados representando figuras geométricas. De esta clase de objetos tengo á la vista cuatro ejemplares, todos fragmentados,

En el interior de un médano consolidado de los alrededores del lago Colhué-Huapi, y junto á otros objetos neolíticos de los tipos más usuales en Patagonia, fué encontrado el pequeño frag- mento representado en la figu- ra 174, Es de arcilla metamór- fica de color gris verdoso, con sus dos superficies bastante convexas y que convergen á la periferia donde forman una curva no muy suave. Una de las caras está muy destrozada pero, parece hubiera tenido di- bujos; la otra muestra una lí- nea recta y arriba otra que- brada, además, lineas oblicuas casi borradas que llenan el es- pacio libre entre ambas. En el campo libre inferior, se ven dos Fig. 174. Colhué- Huapi (a == ) 1. líneas quebradas que forman un motivo ornamental muy irregular y, hacia la mitad inferior del borde, se notan cuatro escotaduras paralelas.

La profundidad y el ancho de los grabados no llega á medio mi- límetro. El espesor máximo del fragmento es de 11 mm.

Otro ejemplar procede de un «paradero» temporario y superfi- cial, situado en las depresiones de sierras Coloradas (Gobernación de Santa Cruz). Es una laja natural de pizarra muy arcillosa, de color terra cotta y que parece fué primitivamente rectangular,

Una superficie tiene, más ó menos en el centro y sentido de la longitud, dos líneas paralelas á 12 mm. una de otra y el espacio

Cubos An

159) 150]

AYTO MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

libre ocupado por una línea quebrada, en el primer tercio simple y lnego doble. Sobre una de las líneas paralelas se ve una pequeña figura de forma trapezoidal. La otra superficie muestra, también, pero no ya en el centro sino hacia los dos costados, líneas paralelas entre las cuales se ha querido diseñar otras quebradas. En el es- pacio libre central se ven algunas rayas irregulares (figura 175). Todos los grabados de esta pieza son toscos, trazados por una mano inexperta y con un instrumento de lo más primitivo é ina- decuado. La longitud actual de este ejemplar es de 50 mm., el an- cho 56 mm. y el espesor 6 mm.

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y pae. ue E PELOS Fig. 175.— Bajos en sierras Coloradas ( CEE 0 +.

Un tercer fragmento de una laja natural de pizarra grisácea, que debió ser de forma rectangular y recogida también, en un «pa- radero» temporario situado en la región que se extiende entre río Deseado y San Julián (Gobernación de Santa Cruz), muestra en una de sus superficies una serie de líneas quebradas, rectas y cur- vas dispuestas en el sentido de la longitud. La otra superficie no tiene traza alguna de adorno (figura 176). Este objeto no está pre- cisamente roto, sino parece que la parte que falta hubiera sido se- parada intencionalmente, trazando con un punzón de piedra una línea en el sentido del ancho, línea que se ha profundizado hasta

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. A71

producir la separación. La longitud actual de este objeto es 18 mm,, el ancho 38 mm. y el espesor 4 mm. El último ejemplar, fué encontrado por el señor Carlos Ameghino

en el interior de un médano de arena consolidada, que existe en el lugar llamado El Paso, sobre el rio Chico (Groberna- ción de Santa Cruz). Se trataba de un objeto de forma elíptica de 300 mm. en su diámetro ma- yor y 150 mm. el menor, el espesor no pasaba de 100 mm.; el perfil indicaba un minimo de espesor hacia uno de los focos de la elipse. El mate- rial utilizado es una arcilla metamoórfica de un bello color rojo vivo. Toda la superficie de esta curiosa pleza estaba

Fig. 176.—Región entre río Deseado

y San Julián Cora hs 3.

descascarada por la acción del tiempo, y fué por ese motivo que el explorador sólo trajo la parte que aun conservaba grabados

Fig. 177.—Ríio Chico de Santa Cruz al So

y que es la representada en la figura 177. En el centro del fragmento se ven dos líneas paralelas de las cuales se despren- den hacia el interior, lí- neas oblicuas cuyas ex- tremidades se tocan. So- bre la linea más inferior, se inician dos cuadrados que también tienen líneas rectas, en este caso, dirl- gidas hacia adentro pero que dejan un espacio cen- tral libre. En el campo superior se ve, hacia la derecha, un cuadrado con otro en su interior que ofrece lineas rectas hacia el lado interno pero con

una parte libre. Arriba del dibujo que acabo de indicar debió de

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haber habido otro, en la actualidad semidestrozado pero que deja ver rectas que tienen, como las otras, pequeñas líneas que esta vez se dirigen hacia afuera. Del lado izquierdo se nota un cuadrado simple con líneas hacia adentro, luego una línea grabada, orlada del complemento á que tantas veces me he referido, y en la parte superior izquierda, dos cuadrados, uno dentro del otro, en igual forma que los ya descriptos. Naturalmente, este dibujo representa la mínima parte de los motivos ornamentales que debió tener la interesante nes

¿Para qué pudieron servir estas placas Creo que débs tratarse de objetos de carácter votivo y quizáse llevaran como pen- deloques en el interior de una bolsita de cuero sujeta al cuello. Me inclino á suponer tal cosa, puesto que en la isla Victoria, del lago Nahuel-Huapi (Gobernación del Neuquen), se ha encontrado un ejemplar con perforación, existiendo, también, el antecedente de los gorget norteamericanos.

Parece que se tratara de objetos relativamente comunes en Pata- gonia. El Dr. Ameghino hacía notar hace ya mucho tiempo, que tuvo en sus manos varias de estas placas grabadas recogidas en el rio Negro; Moreno, De la Vaulx y empleados del Museo de La Plata, han encontrado fragmentos ó piezas enteras en la embocadura del río Negro, entre San Javier y Choele-Choel, Castre, alrededores de Trelew, Colhué-Huapi, Choiquenilahue y la desembocadura del río Santa Cruz!.

Ya he dicho que también se ha señalado un ejemplar en la go- bernación del Neuquen, en la isla Victoria del lago Nahuel-Huapi.

Los motivos ornamentales que ofrecen todos estos ejemplares son idénticos, líneas rectas y quebradas, simples ó paralelas, cur- vas, triángulos ó cuadrados reticulados en su parte interna, y unos pocos ejemplares, elementos mucho más complicados, como ser grecas, etc. Pienso que estos dibujos no tienen sino un valor pura- mente decorativo, desprovisto en absoluto de simbolismo. Agre- garé que no deja de ser curiosa la similitud que ofrecen los moti- vos ornamentales más cumplicados de esta clase de objetos, con el adorno central del hacha de la Pampa central, especialmente el ejemplar hallado en Castre. También el sistema de ornamentos del objeto representado en la figura 177, corresponde al que usan los

' AMEGHINO, La antigiizdad, etc., 1, 497. Verxau, Ibid, 300 y siguientes, figuras 67 68, plancha xv, figuras 1 á 5. Leumann-NrrscHE, Hachas y placas, etc., planchas v áIx, figuras 23, 25 y 26.

Y

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 47

Patagones para decorar su alfarería, observación que casi haría ex- tensiva 4 todas las piedras grabadas halladas hasta ahora!,

En el resto de Sud América no se han encontrado objetos de esta clase y recién en Estados Unidos puede hallarse en los gorget men- cionados, objetos más ó menos parecidos; me refiero, como es natu- ral, á los que ofrecen grabados, que son bien pocos por cierto?. Esta comparación no indica, en manera alguna, una identidad de uso.

CAPÍTULO XI.

OBSERVACIONES Y CONCLUSIONES GENERALES SOBRE EL PERÍODO NEOLÍTICO PATAGÓNICO.

Bad OBSERVACIONES GENERALES.

Es indudable que los objetos neolíticos descriptos en los capi- tulos precedentes, no son todos contemporáneos. Hoy por hoy, es casi imposible establecer con precisión las épocas arqueológicas á que puedan pertenecer, pues—el eterno estribillo no se han reali- zado en los territorios del sur exploraciones arqueológicas siste- matizadas que aporten los elementos fundamentales de criterio, consistentes, en referencias estratigráficas y paleontológicas, fuera de otros detalles subsidiarios. Podría hacer, también, la misma ob- servación formulada al ocuparme de la edad de los yacimientos paleolíticos, de que Patagonia ha conservado desde la era terciaria la misma fisonomía que actualmente presenta, por cuyo motivo los hombres de los tiempos prehistóricos, protohistóricos y moder- nos han frecuentado los mismos lugares, los mismos valles, se han detenido en los mismos manantiales y en todos esos sitios han abandonado los instrumentos y armas usuales que, en laactualidad, se encuentran mezclados en confusión lamentable pues, como ya

' Oures, La alfarería, etc.. 41, figura 19. Revisese toda esta monografía. ? ArñorT, Primitive, etc., 3/9 y siguiente, figuras 359 y 360. HoLmes, Stone ¿m- plements, etc., 103, plancha Lxx, figura a.

AYTA MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

lo he dicho, las formaciones aluvionales no adquieren en Patago- nia sino un desarrollo limitado.

Ignoro hasta qué punto será exacto lo observado por W. H. Hudson, en la margen derecha del río Negro: « Here—dice —there were the remains of the two great periods of the Stone Age, the last of which continued down till the discovery and colonization of the country by Europeans. The weapons and other objects of the latter period were the most abundant, and occurred in the valley: the ruder more ancient weapons were found on the hill-sides, in places where the river cuts into the plateau. The site where 1 pi- cked up the largest number had been buried to a depth of seven or eight feet; only where the water after heavy rains had washed great masses of sand and gravel away, the arrowheads, with other weapons and implements, had been exposed. These deeply-buried settlements were doubtless very ancient!.» Las líneas antecedentes contienen, á pesar de ser breves, datos importantísimos, pues per- miten suponer que ciertas localidades del valle del río Negro pue- den ofrecer una perfecta superposición de kultur lager.

Debe pasar igual cosa con el resto de la Patagonia, en las cuen- cas de los ríos y arroyos, en ciertos parajes de la costa Atlántica y aun en aquellas localidades donde se presentan reunidos enterrato- rios de tipos diferentes. Asi por ejemplo, cabo Blanco ofrecía el campo más adecuado para realizar investigaciones de tanta impor- tancia como estas. Circunstancias especiales, han contribuido para que el promontorio nombrado haya sido frecuentado por las agru- paciones indigenas de todas las épocas; allí se han encontrado ins- trumentos netamente paleolíticos; allí también existía, próximo á la extremidad más saliente que se proyecta hacia el mar, un depósito sedimentario de arcilla y rodados, en el que se veían instrumentos diversos y numerosos restos de moluscos arrojados por el hombre; en las anfractuosidades de las rocas traquiíticas de los alredores había sepulturas indígenas de dos tipos distintos, el uno constitul- do por simples enterratorios para lo que se había utilizado las grie- tas naturales, y en las que yacían restos completamente destruidos por la acción del tiempo de una raza de gran estatura, fuertemente platicnémica y mezclados á aquellos, huesos de mamiferos y aves, como también instrumentos de una factura grosera; el otro eran los conocidos tchenlees, que se encuentran por doquiera y que guar- daban esqueletos bien conservados y pintados de rojo de una raza

' W. H. Hubosox, /dle days in Patagonia, 38 y siguiente.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. AT

más pequeña y de aspecto moderno; y, por todas partes, en las cu- chillas que forma el promontorio, tras delos albardones litorales, las mesetas próximas, etc., numerosísimos «paraderos» y estacio- nes neoliticas modernas, con su industria caracteristica,

Desgraciadamente, todo esto debe de haberse destruido por los habitantes del lugar, donde existe una floreciente industria y, ade- más, porque muchos de los individuos que por allí habitan, entera- dos del valor de las piezas arqueológicas, han comenzado una pro- lija y destructora enquéte en todos los kultur lager de la localidad. En cambio, si personas competentes hubieran estudiado prolija- mente los yacimientos de cabo Blanco, comparando los elementos antropológicos y paleoetnológicos que proporcionaban, estoy se- guro se hubiera podido formular un principio de clasificación de las épocas neolíticas. Esa tarea, lejos del terreno es, vuelvo á re- petirlo, casi ó del todo imposible.

He tenido oportunidad de revisar, además de Jos que me han servido para escribir esta memoria, millares de ejemplares de ob- jetos de la edad de la piedra patagónica, y he podido observar multitud de detalles en la técnica de la fabricación, en el tipo de los instrumentos, en la pátina que cubre la superficie de otros, de- mostrativos todos de que la evolución industrial en los territorios australes se ha desarrollado en larguísimo espacio de tiempo y ha estado sujeta á muchas influencias modificadoras. Pero, por las circunstancias más arriba enunciadas, no puedo ofrecer, con res- pecto á las épocas del periodo neolítico, sino observaciones de ca- racter condicional.

En primer término, creo que ha existido una industria protoneo- lítica, verdadero trait d'union entre las manifestaciones industria- les del cuaternario y la iniciación del periodo neolítico. A ella, qui- zá, pueden pertenecer las tres variedades de raspadores dentellados que he representado en las figuras 37 á 39 y también el único ras- pador de forma oval de la figura 45. A la industria mencionada asignaria varios de los cuchillos descriptos en parágrafos anterio- res; la variedad de la figura 69, el tipo trapezoidal de la viñeta 71 y especialmente los tipos óvalos, elípticos y amigdaloides de las figuras 72, 13 y 78.

Naturalmente que estas suposiciones, se basan en los caracteres que ofrecen los instrumentos de los tipos mencionados y sólo ten- drán un valor real y decisivo cuando se pueda ofrecer el dato es- tratigráfico correlativo. La industria protoneolítica estaría relati- vamente difundida, pues se la encontraría en los alrededores de

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Trelew, rio Chubut inferior, lago Colhué-Huapi, en los kultur lager del golfo de San Jorge, bahía Sanguinetti, arroyo Observación, cabo Blanco, río Deseado, sierras Coloradas y en los yacimientos que existen en la región comprendida entre río Deseado y puerto San Julián, No puedo decir en qué forma termina la época de transición protoneolítica, pero es indudable que paulatinamente los indígenas australes comienzan á entrar de lleno á una segunda época arqueo- lógica, durante la cual los instrumentos primitivos comienzan á desaparecer, los grupos especiales toman caracteres permanentes, adquiriendo los elementos que los forman detalles morfológicos que los individualizan con nitidez, Esa evolución progresiva debe haber durado un largo espacio de tiempo, el suficiente para que el periodo neolítico patagónico adquiriera los caracteres propios que lo distinguen. Pero, 4 partir de los comienzos del siglo XVI, aque- lla evolución se detiene bruscamente con la llegada de los primeros descubridores y de las expediciones subsiguientes que, directa ó indirectamente, proporcionaron álos indigenas elementos que hasta entonces desconocían y que substituyeron con ventaja, aunque to- davía en forma limitada, al outillage primitivo. Por último, en los comienzos del siglo XVIII, se inicia la tercera época del periodo neolítico patagónico, el de la piedra pulida, que está representada por los proyectiles arrojadizos, los morteros y sus manos, las pie- dras grabadas, los pesos para el huso, ciertos adornos y las pipas.

Estas divisiones—aunque teórica la primera—están basadas en la observación directa de todo el material que ha pasado por entre mis manos.

La materia prima utilizada por los Patagones en la fabricación de los instrumentos y armas de piedra, se distribuye como sigue, en progresión decresiva: jaspe, silex, basalto, cuarcita, petrosilex, traquita, obsidiana, pórfido, opalo, granito, madera silicificada, arcilla metamórfica, diorita, gres, dolerita, arenisca, calcedonia, andesita, pizarra, espato fluor, lava, esquisto.

Se nota, en primer término, una preferencia marcadísima al em- pleo de rocas silíceas en general jaspe, silex, opalo y calcedonia las que representan tres cuartas partes del material, y dentro de esa agrupación una tendencia notable al empleo del jaspe, que figura con una representación numérica doble de la del silex. Esto se explica fácilmente, si se tiene en cuenta las grandes ventajas que ofrece el tallado de aquellas rocas y las calidades especiales que las distinguen; dureza, fractura concoidal, corte ó filo acerado, etc.; con estas rocas se trabajaba toda clase de instrumentos y ar-

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. ATT

mas. El basalto, cuarcita, traquita y pórfido, no obstante ser rocas poco aptas para el tallado por percusión y presión, dada su frac- tura esquirlosa é irregular, figuran con un número apreciable de ejemplares. El petrosilex, cuyos caracteres petrográficos lo apro- ximan á las rocas siliceas, está bien representado. En cambio, la obsidiana, utilizada tanto por otros pueblos primitivos, no apa- rece empleada por los Patagones sino en proporción limitadísima, debido á su fragilidad extrema que la hacia poco apta para las mu- chas aplicaciones del instrumental de los clanes del sur, los que, en cambio, disponian con abundancia de materia prima más adecuada. Las rocas compactas y pesadas como granito, diorita, dolerita, etc., se han empleado especialmente en la fabricación de «bolas», «ma- nijas», morteros, manos de mortero, molinos, etc. Por último, fi- guran con una minima cantidad las arcillas metamórficas, el gres, la pizarra, espato fluor, toba y algunos esquistos, que se han em- pleado en la fabricación de cierta clase de objetos: pesos para el huso, placas grabadas, adornos y pipas. Como única preferencia noto, además de lo ya dicho respecto á las rocas siliceas, que el basalto se ha utilizado especialmente en la fabricación de «bolas» y «manijas» y en las hachas de ceremonia, y que la arcilla meta- mórfica es la materia prima utilizada únicamente en la fabricación de pipas y en la gran mayoría de pesos para el huso y piedras gra- badas.

No creo necesario establecer una relación entre la geología de los lugares próximos á los yacimientos y la materia prima de los objetos encontrados en los últimos, pues á nada conduciria, bas- tándome decir que en toda Patagonia, existe jaspe, silex, traquita, pórfido, etc. Sin embargo, al sur del río Santa Cruz se nota que el basalto predomina en el material utilizado, lo que es bien expli- cable, pues por allí y más al sur se encuentran los dos centros de actividad volcánica extinguida á que me he referido en otro lugar y, en cambio, en San Julián terminan los grandes afloramientos de pórfidos y traquitas, que dominan hacia el norte.

En todos los yacimientos, la relación entre el número de objetos encontrados y el material utilizado, es siempre la misma: jaspe, si- lex, basalto ó un pequeño predominio de silex, En cabo Blanco se nota que la traquita y cuarcita desempeñan un papel algo prepon- derante, pues en esa localidad existen grandes afloramientos de la primera y filones de la última.

El silex ha sido obtenido por los indígenas de las gruesas capas que tiene la serie guaranítica, posiblemente de agua dulce y tam-

A7T8 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

bién de estratos finos y nódulos de la serie patagónica, en este caso de origen marino. En cuanto al jaspe se han señalado grandes mantos en la serie guaranitica. El basalto predomina en la consti- tución geológica de Patagonia, por ese motivo se le encuentra en todas las localidades.

La materia prima empleada por los Patagones premagallánicos, protohistóricos y quizá modernos, era obtenida de dos maneras, La primera, de grandes canteras que aun en la actualidad existen en diferentes partes del territorio; asi por ejemplo, en la región despoblada que se extiende al sur de Piedra Clavada y en sierras Coloradas, ambas en la gobernación de Santa Cruz, se pueden ob- servar grandes depósitos de detritus de fabricación, abandonados por los primitivos habitantes. Aquellas acumulaciones, tienen des- de un metro ó más de potencia hasta treinta centímetros y están compuestos por residuos de toda clase, bloques matrices no utili- zados; instrumentos aún sin terminar y arrojados por el trabaja- dor á causa de defectos notados en el momento del tallado ó golpes falsos que han dado una forma inadecuada al objeto; instru- mentos y armas bien concluidos; en una palabra, se encuentran allí reunidos todos los elementos necesarios para estudiar las di- ferentes facies de fabricación de los objetos neolíticos de Pata- gonia.

También las canteras y talleres de sierras Coloradas, demues- tran un hecho importante en la historia del instrumental neolítico. Aquella localidad se encuentra, como también las canteras al sur de Piedra Clavada, en una parte de las más inhospitalarias de Pa- tagonia, pues sólo puede obtenerse agua por allí, en los comienzos de la primavera, transformándose despues el territorio en una re- gión sedienta y sin recursos de ninguna clase. Quiero, pues, de- mostrar con ello, que los primitivos Patagones iban á aquellas localidades con el solo objeto de obtener la materia prima, que era desbastada ligeramente ¿n situ y luego transportada hacia estacio- nes temporarias ó permanentes bien situadas, donde se especia- liza ba.

Estoy convencido de este proceso, puesto que revisando el ma- terial recogido en arroyo Observación y puerto Mazaredo, se nota claramente que todos los objetos están bien especializados é indi- vidualizados, debiendo tenerse en cuenta que en aquellos parajes han existido, también, talleres pero, en los cuales sólo se ha verifi- cado un trabajo complementario, como lo demuestran los resíduos que por allí se han recogido y la ausencia de bloques matrices, nódulos, etc.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. AYv9

El segundo medio de obtención, era el utilizar los rodados que tanto abundan en la serie tehuelche pero, los instrumentos fabri- cados con aquella materia prima, son los menos.

Los Patagones premagallánicos, protohistóricos y modernos, fa- bricaban sus instrumentos y armas de piedra por los dos procede- res de fractura: percusión y presión. La percusión, en la época más antigua, fué siempre directa y parece que también se empleó durante buena parte de la época siguiente, puesto que Pigafetta (1520) y los viajeros Wood y Narborough (1670), observaron que . los indigenas utilizaban un simple guijarro para fabricar y retocar las puntas de flecha*, Creo que los Patagones han usado como percutor, los rodados de forma adecuada. Sin embargo, en esa época debieron comenzar á emplear los Patagones, ya la per- cusión indirecta ó ya un verdadero método de presión. Creo que los Patagones protohistóricos conocieron el primero de los proce- dimientos que he citado pues, aun en la actualidad, sus últimos descendientes, lo utilizan para fabricarse raspadores de vidrio, etc.

Ningún dato se ha conservado sobre la manera como los Pata- gones fabricaban por presión sus utensilios y armas, si empleaban un instrumento de piedra ó de hueso. Me inclino por el último; en primer término, porque no se ha encontrado objeto alguno lítico que pueda haber servido para esa función y luego porque los Onas Patagones primitivos usan aún esa clase de utensilios. Creo, pues, útil transcribir las observaciones de Lovisato, quien tuvo oportunidad de ver á una Ona de bahía Sloggett, fabricar una punta de flecha con un flaker de hueso: «Ruppi— dice el distinguido observador italiano —una bottiglia qualunque e diedi a lui un pezzo di quel vetro. Egli, seduto sul help della costa, lo pose sopra la palma della mano sinistra e con un ciottolo, preso al momento dalla spiaggia rupe il pezzo di vetro, che io gli avea offerto. Ritenne uno dei frammenti, gettando via gli altri. Si com- prende che il frammento scelto dovea essere tuttavia saverchia- mente grande, perche avvolto quel pezzo nella pelle di guanaco, colla quale quei selvaggi si coprono le spalle, le braccia e la parte superiore del corpo, ed avvicinatolo alla bocca, ne portó, via un pezzo coi denti. Levo allora il vetro e vistolo adatto a fare la pun- ta, da una borsetta, fatta pure di pelle di guanaco, in forma di grossa busta da lettera e che teneva sotto l'ascella sinistra, cavo fuori un pezzo d'osso grezzo, della lunghezza di 12 centimetri e

* PrGarETrTa, Ibid, 26. De Brosse, Ibid, 1, 23 y siguiente.

»

ASO MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

mezzo, e rimettendo fra la pelle di guanaco il pezzo di vetro e pre- mendo sopra 1 suoi margini col pezzo d'osso tenuto stretto nella mano destra, col pollice appoggiato alla parte estrema, girando il vetrino di posto dopo ciascuna operazione di pressione, in 14 mi- nuti mi die'compita la cuspide, che qui raffiguro. Si noti che ques- ti selvaggi nella costruzione delle loro cuspide cominciano sempre colla punta, riducendo il vetro o la selce piromaca a triangolo isos- cele, e poi intaccando la base per farne risultare le alette ed il pe- - dunculo »?,

Los instrumentos y armas fabricados por simple percusión di- recta, ofrecen un aspecto algo grosero pero, aun asi mismo la ma- yoría de los ejemplares está perfectamente trabajada. Los que han sido tallados por percusión indirecta ó por presión, ofrecen, casi siempre, un hermoso aspecto con ejemplares que en muchos casos son verdaderas obras de arte, especialmente entre los cuchillos y puntas de flecha.

Las «bolas», «manijas» y manos de mortero han sido talladas primero por percusión y luego pulidas pacientemente y, es posi- ble que áestos objetos, como á los proyectiles arrojadizos se les diese su forma definitiva, restregándolos sobre una placa de gres, á la que se cubriría con una ligera capa de arena humedecida constan- temente. De ese modo, el señor Carlos Ameghino, fabricó una «bola » del tipo común de Patagonia. Llama la atención al revisar los pro- yectiles arrojadizos, la exactitud matemática con que está trazada la ranura ecuatorial ó los surcos meridianos. Creo que los indige- nas han señalado primeramente esos detalles, valiéndose de una fina correa de cuero de huanaco que han atado en el mismo medio de la «bola» ya terminada de pulir. La correa mencionada, ha permi- tido al indigena hacer las correcciones necesarias hasta obtener el plano ecuatorial ó meridional del objeto y, una vezconseguido y co- rregidas las ligeras inflexiones, ha señalado con un instrumento de roca dura la línea marcada por la correa; en una palabra, una cues- tión de simetría, que los primitivos han resuelto siempre con fa- cilidad. Luego se han profundizado los surcos, ya por breves y con- tínuas percusiones ó ya por un raspaje ininterrumpido.

Las grandes hachas para ceremonias descriptas en el capítulo X, muestran signos evidentes de que han sido talladas, primero por percusión y luego sometidas á un prolijo pulimento.

Los adornos, los pesos para el huso, las piedras grabadas y las pi- pas, generalmente talladas en materiales blandos, debieron fabri-

! Lovisato, Ibid, 195, figuras 1 y 2.

P

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 481

carse con láminas duras y cortantes, diseñándose los dibujos de las placas grabadas con los buriles del tipo descripto en el parágrafo I del capítulo IV, ó con simples láminas aguzadas.

Intriga sobremanera el estrecho canal de las pipas, especialmente en las del tipo 3. ¿Cómo han sido perforados? Me inclino á creer que los indígenas han empleado para ello, instrumentos de metal, pues ninguno de los objetos que he revisado se adapta para la fun- ción indicada.

Las piedras perforadas, el único trabajo que presentan—pues se trata de rodados escogidos entre los de forma adecuada— el agujero central, conserva siempre trazas de que se ha producido por percusión. Debe de haber sido el mismo procedimiento seguido por los melanesianos de Nueva Bretaña, observado por Parkinson y referido por carta al profesor Giglioli, Creo conveniente trans- cribir la parte pertinente. «Il materiale greggio per fare teste di pie- tra per clave s'incontra nell'alveo dei ffíumi, nella forma di ciottoli piú o meno sferoidali di varia grossezza. L'artefice ne sceglie uno, lo tiene nella mano sinistra e prende nella destra un ciottolo della medesima roccia dura, ma di forma allungata, lungo da 5 á 6 po- llici e alquanto appuntato ad una od alle due estremita. La pietra che va lavorata e tenuta ferma nella mano, e questa viene appo- ggiata sulla gamba sinistra. L'artefice lavora seduto alla turca. Col ciottolo che tiene nella destra egli incomincia a percuotere con colpi brevi eripetuti, ad ogni colpo minute particelie del ciottolo colpito si staccano. Si direbbe che un tal processo dovesse essere molto lento, anche considerando che per un indigeno il tempo non e di gran valore, ma ciononostante egli procede assal piú presto di quanto si crederebbe: in 3 a 4 ore di lavoro un incavo del diametro di uno scudo circa e profonde */, di pollice, e fatto nel centro del ciottolo sferoidale. La pietra é ora voltata e lo stesso lavorio si ri- pete sul lato opposto. Gradatamente gli scavi si approfondiscono pit e pia, lavorando alternativamente sui due lati; la divisione tra essi si fa sempre piú sottile, sinche con un colpo energico l'artefice le fa saltare ed il foro e fatto, Egli ora lo allarga e lo rende rego- lare, sempre adoperando lo stesso rozzo arnese, sinche ha le dimen- sioni volute pel passagio del bastone di legno. Questo modo di la- vorare produce un foro che e alquanto piú stretto nel mezzo, alar- gandosi alle due aperture. Completato il foro, l'artefice spesso si occupa a togliare le irregolarita sul contorno esterno della pietra; fa questo fregandolo contra una roccia dura»?,

' GiaLIOLI, Le mazze, etc., 23 y siguiente; 41 y siguiente, figura 4.

ANAL. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3*, T. v. JuLro 7, 1905. 31

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El periodo neolítico patagónico ofrece veintiún grupos es- peciales que contienen noventa tipos con cuarenta y tres varieda- des, lo que indica una gran diferenciación en los caracteres morfo- lógicos de los objetos que componen cada grupo y, desde luego, una evolución bien manifiesta que ha mejorado cada vez más el primitivo outillaye. Los diferentes grupos se hallan representados decresivamente en el orden siguiente: raspadores, puntas de flecha, cuchillos, láminas, perforadores, jabalinas, hachas, pesos para el huso, arpones, sierras, instrumentos para hendir, pipas, piedras erabadas, adornos, buriles y lancetas.

No tomo en cuenta los hachoirs, los proyectiles arrojadizos, los morteros y sus manos, y molinos, pues no he dispuesto del número suficiente de ejemplares y excluyo las piedras perforadas por ser su presencia en Patagonia únicamente accidental.

Los diferentes grupos especiales no se encuentran, como es na- tural, en todos los yacimientos enumerados en esta memoria.

Los objetos que más frecuentemente se hallan representados son los raspadores, cuchillos y puntas de flecha es decir, los instrumen- tos más usuales y los elementos de defensa y que procuraban el sustento del individuo.

Es fácil, revisando los cuadros intercalados en los capitulos an- teriores, establecer por la simple revisación del material, cuando se trata de simples «paraderos» ó de estaciones permanentes. Asi por ejemplo, Tawalk (Gobernación del Río Negro), no ha propor- cionado sino puntas de flecha y, en cambio, en la estación de arro- yo Observación, lugar donde existió una antigua población indí- gena, se nota un material mucho més completo: láminas (21), ras- padores (81), perforadores (8), cuchillos (37), lancetas (1), instru- mentos para hendir (1), puntas de flecha /26), jabalinas (1) y «bolas» (1), fuera de una gran cantidad de pequeñas esquirlas de re- toque.

Si se estudia la distribución geográfica de los diferentes grupos, se nota que la mayoría de ellos se presenta indistintamente desde el río Negro hasta el límite sur del territorio de que me ocupo. No obstante, algunos no tienen una área de dispersión tan ámplia ó se hallan circunscritos á un solo lugar. En primer término, obser- vo que las puntas de flecha sin pedúnculo, son mucho más abun- dantes al norte del rio Chubut y, luego, que los morteros y sus manos son caracteristicas de la Patagonia septentrional, especial- mente de las regiones próximas al río Negro y al valle del Chu- but inferior. También las hachas de ceremonia, parece que carac-

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. A83

terizaran á cierta parte de la gobernación del Chubut, sobre todo, los alrededores de Rawson, Trelew y aun la costa Atlántica próxi- ma pero, conversando no ha mucho tiempo con el señor D. Aníbal Cardoso, encargado de la sección de Numismática del Museo Nacio- nal de Buenos Aires, me manifestó que viajando en la gobernación de Santa Cruz por la margen derecha del río Deseado, á unos 175 kilómetros de la desembocadura, sus peones encontraron en lo alto de unos cerros próximos al río, una hacha de forma igual á las que he reunido en el tipo 3.2 Esa pieza fué abandonada por los des- cubridores en el lugar del hallazgo, por cuyo motivo no pudo verla el señor Cardoso. Las sierras y hachoirs son exclusivos, hoy por hoy, las primeras de Cabo Blanco y los últimos de las estacio- nes ubicadas en el segmento decosta comprendido entre puerto Ma- zaredo y cabo Blanco, Por último, las piedras perforadas se han encontrado esporádicamente en la región andina de la goberna- ción de Santa Cruz. j

Es indudable que la presencia de ciertos grupos de objetos en el te- rritorio ocupado por los clanes patagónicos, se debe exclusivamente á causas ocasionales, como ser el canje con otros pueblos, la llegada de prisioneros provistos aún de sus armas ó utensilios domésticos é invasiones de agrupaciones indígenas limítrofes, que sólo han sido momentáneas y durante las cuales han dejado los objetos que lle- vaban consigo. En esas condiciones se hallan las piedras perfora- das, que pienso fueran desconocidas por completo de los Patagones de todas las épocas y que deben haber sido abandonadas al oriente de los Andes por los primitivos habitantes de Chile; creo, también, que el adorno auricular descripto por el profesor Giglioli es un objeto traido del norte, de la zona sudeste de la actual provincia de Buenos Aires, donde habitaba un pueblo de una civilización más superior á la de los clanes australes y, me inclino á suponer, que las hachas para ceremonia de los tipos 1.2 4 4.”, son también importadas por un pueblo que verificó una razzia hacia el sur, que estuvo instalado, no por mucho tiempo, en el valle del Chubut in- ferior y que luego, quizá, fué expulsado hacia el noreste, de donde había venido ó se confundió con los primitivos Patagones. Por último, la demostración más evidente de los canjes que practica- ban los clanes neolíticos de Patagonia, se encuentra en la curiosa hacha recogida en el río Curru-Leufú, instrumento genuinamente típico de la región conocida con el nombre de Calchaqui.

Para formular observaciones exactas sobre la distribución geo- gráfica de los tipos, necesitaría disponer de un material infinita-

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mente mayor al que he utilizado. Aquellas formas que he dispues- to de un número regular de ejemplares, proceden de diferentes partes de Patagonia, del Río Negro hacia el sur; sólo se presenta aislado el tipo 8.” de cuchillos, encontrado en un manantial situado 10 leguas al sur de Piedra Clavada; también haré notar que los cu- chillos amigdaloides se han señalado del lago Colhué-Huapi al sur. Los tipos que más abundan en Patagonia y que se les encuentra por doquiera son las láminas triangulares y poligonales; los raspa- dores en forma de herradura y rectangulares; los perforadores del tipo 4.%; los cuchillos de los tipos 1.” y 5.”; las flechas sin pedún- culo de periferia triangular; las flechas pedunculadas con y sin ale- tas y de limbo triangular; las jabalinas lanceoladas; los arpones del tipo 1.%; los proyectiles arrojadizos del tipo 1.* y las hachas del tipo 3.”.

En las comparaciones verificadas con las manifestaciones indus- triales del período neolítico del resto de la República Argentina, no obtengo sino un resultado limitado.

En la Fuegia sólo se encuentran algunas puntas de flechas pe- dunculadas, recogidas en Ushuaia y otras usadas por los Onas ac- tuales, y una forma de jabalina, que recuerdan á los tipos patagó- nicos; son objetos de un valor relativo. En la gobernación del Neu- quen, predominan en absoluto la forma de flecha patagónica. En la Pampa, la industria neolítica de que me he ocupado, se encuentra nitidamente representada por los raspadores elípticos y triangu- lares y por los cuchillos asimétricos; se trata en este caso, de obje- tos bien caracterizados. Los raspadores encontrados en la provincia de Buenos Aires (cuencas del Salado y del San Borombón), son muy parecidos á los de Patagonia y, muchos corresponden exac- tamente á los tipos que he descripto, especialmente los en forma de herradura.

El tipo de cuchillo amigdaloide lo he encontrado, aunque espo- rádicamente, en la laguna Brava á los 37% 50' de latitud sur. Las puntas de flecha de los tipos patagónicos son comunisimas al sud- este de la provincia de Buenos Aires, desde Patagones hasta el río Colorado, se presentan ya más escasas en las cuencas del Salado y del San Borombón y esporádicamente, aunque muy bien individua- lizadas, en el rio Luján y Lobos. Las «bolas», morteros y molinos bonaerenses, son de igual tipo á los que he descripto, aunque sólo

' No tomo en cuenta las láminas, pues son objetos que no aportan sino ele- mentos relativos de criterio, pues sólo demostrarían idénticos procedimientos tec- nológicos.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 485

se han hallado, hasta ahora, manos de forma cónica. Á esto se reducen las similitudes reales que observo. De modo, pues, que la zona en que aparecen manifestaciones industriales semejantes á las del período neolítico patagónico, corresponde al territorio que se extiende al sur de las gobernaciones del Neuquen y de la Pampa, el sudeste de la provincia de Buenos Aires, el este y aun el centro de la misma. Esa similitud no la cbservo más al norte de los 34” 34' 20". Futuros estudios demostrarán que los tipos del sur se en- cuentran, también en la gobernación del Rio Negro, en la zona comprendida por el rio del mismo nombre y el Colorado y entre los 68? y 64” 40' de longitud O. de Greenwich.

Veamos los elementos que proporciona Sud América.

El periodo neolítico uruguayo tiene algunos puntos de contacto con el de Patagonia. Los raspadores en forma de herradura, pico de pato y cuchara, los elípticos y dentellados, son bien caracterís- ticos y la similitud es perfecta; las puntas de flecha son regularmente parecidas, con muchos caracteres comunes, siendo abundantes en el Uruguay las de pequeño limbo triangular como la representada en la figura 99 de esta memoria; las jabalinas también son semejantes y lo mismo puede decirse de los proyectiles arrojadizos, molinos y manos de mortero de forma cónica y de algunos tipos de perfora- dores,

En el Brasil, sólo puede tomarse en cuenta el tipo de jabalina á que he hecho referencia en otro lugar, las «bolas» y, especialmen- te, el adorno auricular.

Al occidente, observo que en Chile las flechas de la 1.* clase de mi clasificación son semejantes, sino idénticas, á las de Patagonia, lo mismo que las provistas de pedúnculo, en especial ejemplares iguales al representado en mi figura 114, é inoficioso me parece decir que de ese lado de los Andes, debe buscarse el origen de las piedras perforadas señaladas en Patagonia.

Los elementos encontrados hasta ahora en el Perú, Ecuador y Bolivia, son deficientes aunque dejan entrever algunos tipos de los grupos australes.

En México, se han encontrado en California los perforadores del tipo 1.*, en Yucatán los cuchillos lanceolados y del tipo 8. las flechas de California y aun en uso entre los indios Seri son seme- jantes á las de Patagonia, habiéndose también retirado de los kul- tur lager de la península que forma el noroeste de aquella repú- blica centroamericana, manos de mortero de los tipos 1.* y 2.*,

Desde luego, se notan fácilmente que al oriente de América, exis-

A86 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

ten rasgos bien caracterizados en la industria neolítica del Uruguay y el Brasil meridional que la aproximan á la patagónica, é igual ob- servación puede hacerse respecto al occidente, aunque por aquel lado, las investigaciones son deficientes pues aun no se ha estudiado en Bolivia, Perú y Ecuador el substratum primitivo.

En Estados Unidos, los raspadores en forma de herradura y los llamados duck bill, aoundan en los estados de sur y sudeste y son muy parecidos á los de Patagonia. Las sierras se presentan espo- rádicamente en Pennsylvania, aunque bien caracterizadas, Com- parando los perforadores, la identidad es perfecta; el tipo de la fi- gura 57 se ha señalado aisladamente al noreste, el de la figura 58 en los estados del sur y del este, el de la viñeta 59 se le encuentra admirablemente semejante en Kansas y también al noreste (Nueva Jersey), los representados en las figuras 60 y 62 en los estados del centro, este y sudeste. Si bien existen cuchillos ovoides, se les ha encontrado aislados; los asimétricos se han señalado de preferencia al sur y sudeste, muy poco en la región central-sur y esporádica- mente al noroeste pero, en todos los casos la similitud es completa; la forma lanceolada es común al noroeste y, por último, el tipo fun- dado sobre el espléndido ejemplar de la figura 79, se ha encontrado en los kultur lager de la Florida, en la extremidad sudeste, en Illinois y en la actualidad lo usan los indios Hupa. Los hachotrs, abundan en la región del Potomac y Chesapeake, también al este de la Unión.

En «ontraposición de estas identidades, volveré á repetir que las puntas de flecha y de jabalinas difieren fundamentalmente, por ser las recogidas en los Estados Unidos de pedúnculo com- plicado. Las formas semejantes halladas hasta ahora proceden, la amigdaloide, lanceolada y triangular (1.* clase), todas del este y esporádicamente algunas del oeste. El tipo losángico es raro. Las provistas de pedúnculo, de limbo triangular y sin aletas, han sido señaladas en estados del sudeste, noroeste y región central-sur; las de limbo lanceolado al este y sudeste, en especial en esta última región, y las de limbo escutiforme sólo en Michigan y Nueva Jer- sey. La clase con aletas de los tipos de limbo lanceolado y escuti- forme se la ha encontrado esporádicamente en diversos estados de las regiones central-sur y norte y también al noreste. Entre las formas excepcionales, el tipo de periferia dentellada es raro pero, en cambio, se han encontrado en Maryland y Territorio Indio, ejem- plares idénticos al representado en la figura 113. En cuanto á las jabalinas, la forma lanceolada sin pedúnculo, es propia de estados

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 487

del este; el tipo losángico intermediario, de Illinois y región sud- este; las de limbo lanceolado sin aletas, proceden también del sud- este, las de limbo triangular con aletas de la zona este y, por úl- timo, la forma excepcional de la figura 129 se ha recogido en la región central-sur.

Otra clase de utensilios similares proceden de estados del sud- oeste y oeste; me refiero álos morteros y sus manos.

En el resto de la América septentrional, se encuentran otras cu- riosas similitudes. Asi, la Colombia Británica, sobre el litoral Pa- cifico, ha proporcionado raspadores en forma de herradura y triangulares muy bien caracterizados; perforadores del tipo 4.”; jabalinas con pedúnculo de limbo lanceolado y, sobre todo, manos de mortero de los tipos 1.” y 3.0,

En las regiones hiperbóreas, los raspadores Esquimales son, también, en forma de herradura; aquellos indígenas usaron cuchi- llos asimétricos de piedra idénticos á ciertas variedades patagónl- cas; en la actualidad, sus flechas triangulares de la clase 1.*, las lo- sángicas y las con pedúnculo de limbo triangular, coinciden con las descriptas en el capítulo correspondiente de esta memoria, mientras ciertos tipos de arpones corresponden —por su forma á las flechas de Patagonia representadas en las viñetas 103 y 109.

Por otra parte, las jabalinas de aquellas mismas tribus septentrio- nales, son de forma losángica y de limbo triangular ó lanceolado, indudablemente de igual tipo que las de Patagonia.

En la América septentrional se encuentran, pues, entre las tribus Esquimales dela bahía de Hudson, tierra de Baffin y Alaska, en la Colombia Británica, al este y sudeste de los Estados Unidos, manifestaciones industriales del periodo neolítico que correspon- den exactamente á las descriptas como propias de Patagonia. También al oeste y sudoeste de los Estados Unidos, se halla cierta clase de objetos sumamente parecidos á los recogidos en la extre- midad austral de la República Argentina.

STE CONCLUSIONES GENERALES. Las observaciones hechas en el curso de la III parte de esta

memoria, me permiten formular las conclusiones siguientes, res- pecto al periodo neolítico en Patagonia,

ASS MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

I.—Las diferentes formas de estaciones permanentes y «para- deros», el tipo que presentan ciertos instrumentos y los caracteres de antigiedad que ostentan, lo mismo que las observaciones tec- nológicas en general, demuestran que existen por lo menos tres épocas arqueológicas bien marcadas en el periodo neolítico pata- gónico, durante las cuales se ha verificado una completa evolución industrial, como lo demuestra fácilmente el examen del material descripto.

Durante la primera época ó protoneolítica, cuya existencia nece- sita aún la demostración experimental, los instrumentos paleolíti- cos se diversifican, aunque manteniendo todavía como resabios ancestrales, los caracteres que distinguen á los objetos descriptos en el capítulo 1 de la 11 parte de esta memoria. La segunda épo- ca arqueológica, está caracterizada por el punto culminante á que llega la evolución por diferenciación y especialización de los dife- rentes grupos de instrumentos y armas de piedra. Quizá, también, durante esta época, comenzaron 4 importarse por canjes ú otros medios, tipos extraños que luego fueron adoptados por los hom- bres del sur. Agregaré, que es posible hayan tenido lugar en aque- llos tiempos, indudablemente remotos, invasiones limitadas de pue- blos colindantes, que no pasaron más al sur de la cuenca del rio Deseado y que influenciaron á su vez á la industria neolítica pa- tagónica. La tercera época se distingue netamente de la anterior por la fabricación de objetos de piedra pulida, «bolas», «manijas», morteros, manos de mortero, etc. Con ella, y bruscamente, terml- na la edad de la piedra en Patagonia.

TI.—No obstante lo manifestado en la conclusión anterior, el período neolítico de Patagonia presenta caracteres propios que lo distinguen de las manifestaciones industriales sincrónicas, seña- ladas hasta ahora en el resto de la República; del paralelo 36” al norte.

TII.—La zona en que se encuentran manifestaciones similares á las del período neolítico patagónico comprende; la gobernación del Neuquen, salvo la zona andina; la gobernación de la Pampa en sus partes central y sur; el sur y el centro de la provincia de Buenos Aires, aunque no más al norte del pueblo de Luján (340, 34' 20"). El estado actual de las investigaciones, no permite esta- blecver cientificamente la causa de esa similitud, si se trata de pue- blos cuya evolución era correlativa y había, desde luego, entre ellos una influencia mutua directa ó indirecta ó si son los rastros de una entidad étnica anterior á la instalación de las tribus en- contradas en el momento histórico de la conquista europea.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. AS9

IV.—La I conclusión formulada al terminar la 1 parte de esta memoria, que establece como elementos étnicos primordiales en Patagonia dos tipos venidos, el dolicocéfalo del noreste americano y el braquicéfalo del noroeste, halla un nuevo y favorable elemen- to de criterio al comparar, como lo ha hecho ásu debido tiempo, el material recogido en el Uruguay y el Brasil meridional por el oriente, y el procedente de Chile y México por el occidente.

V.—Comparado el período neolítico patagónico con el norte- americano, es sorprendente la similitud que existe con el material recogido en los estados del este y sudeste, como también, aunque no en forma tan intensa, con el que procede de ciertos lugares de la region occidental.

VI.—Existe, también, una curiosa identidad entre ciertos obje- tos procedentes de la Colombia Británica y de las regiones hiper- bóreas y sus similares patagónicos.

VIl.—Sintetizando: encuentro íntimos puntos de contacto con tipos del periodo neolítico patagónico, entre los objetos siguientes de otros países americanos. a) Raspadores, perforadores, puntas de flecha, jabalinas, proyectiles arrojadizos, molinos, morteros y sus manos de la República del Uruguay. b) Jabalinas y adornos auri- culares del Brasil. c) Flechas de Chile. d) Cuchillos y manos de mortero de México. e) Perforadores, raspadores, cuchillos, ha- choirs, morteros y manos de mortero de los Estados Unidos. f) Raspadores, perforadores y manos de mortero de la Colombia Bri- tánica. g) Raspadores, cuchillos, flechas y jabalinas de los Esqui- males,

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. A91

SUPLEMENTO.

Terminadas por completo las tres partes que forman esta me- moria y ya en poder del impresor, fuí invitado por el Dr. Roberto Lemann-Nitsche encargado de la sección de Antropología del Mu- seo de La Plata, á revisar nuevamente las colecciones de ese esta- blecimiento y sus series particulares, pues acababa de organizar materiales que antes no había tenido oportunidad de estudiar. No sólo he encontrado algunos tipos y variedades nuevos, sino tam- bién ejemplares característicos de objetos ya conocidos y descrip- tos en esta memoria pero, de los cuales, no me había sido dado ofrecer el correspondiente dibujo. Por tales motivos me he deci- dido á agregar el presente suplemento.

sl RASPADORES,

Debo hacer mención de un ejemplar de raspador del tipo 2.1, que presenta caracteres excep- cionales. Es una lámina natu- ral de pizarra blanco-amari- llenta, en forma de herradura y en la que sólo se ha tallado el filo en la parte más ancha, correspondiente á la cara ex- terna (figura 178). Tiene 64 mm. de largo, 58 mm. de an- cho y 6 mm. de espesor máxi- mo. Fué recogido por el señor don Santiago Roth, encargado Fig. 178.—Lago Musters, colección de la sección de Paleontología Museo de La Plata, 3, del Museo de La Plata, en las orillas inundables del lago Musters (Gobernación del Chubut).

! Página 325 y siguientes de esta memoria, figuras 33 á 36.

492 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

5 TE

SIERRAS.

Al ocuparme de las sierras decia que, «el trabajo secundario se observa únicamente en los bor- des, por lo general en uno y por excepción en los dos »?. En la co- lección particular del Dr. Rober- to Lehmann-Nitsche, he encon- trado un ejemplar de traquita que presenta dentellada casi toda su periferia (figura 179), aunque los demás caracteres coinciden con aquellos enumerados en el pará- grafo correspondiente.

Las dimensiones son 56 mm. de largo, 41 mm. de ancho y 5 mm. de espesor. La pieza de que me Fig. 179.—Río Santa Cruz inferior, OCUPO procede del río Santa Cruz colección R. Lehmann-Nitsche. 1, inferior, localidad que junto con

cabo Blanco, son los dos únicos puntos de la Patagonia donde se han señalado aquellos instru- mentos.

S TIL.

PERFORADORES.

A los perforadores debo agregar un nuevo tipo que se caracte- riza por tener la base escutiforme en lugar de semicircular, como el ejemplar correspondiente al tipo V? (figura 180). La pieza que tengo á la vista ha sido tallada en jaspe por ambas caras; el tra- bajo en el vástago es muy prolijo; la punta es achatada; la base desbastada á grandes golpes. Procede del lago Musters y tiene 80 mm. de largo, un ancho máximo en la base de 31 mm. y un es- pesor general que no pasa de 12 mm.

Entre los perforadores encontrados por Udden en Mc Pherson (Kansas), figuran ejemplares de idéntico tipo al descripto *?.

' Página 343 de esta memoria. * Figura 348, página 60 de esta memoria. ' UbDEsN, Lbid, 46, figura 17.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 493

S IV. CUCHILLOS.

También á los cuchillos habrá que agregar un nuevo tipo, de forma losángica, El ejemplar puesto á mi disposición, pertenece á la serie del Dr. Lehmann-Nitsche; es de silex, tallado cuidadosa- mente en ambas caras, lo mismo que en la periferia. Una de sus superficies es plana, la otra convexa (figura 181). Las dimensio- nes son 101 mm. de largo, 24 mm. de ancho y 9 mm. de espesor máxi- mo. Fué encontrado en las Salinas Grandes de la península de Valdez (Gobernación del Chubut ).

Esta curiosa forma de cuchillo,

cel Ale di

Ap

lA Ne 7 | | l

(e Fig. 180.—Lago Musters, colec- ción Museo de La Plata, 4

2. mucho me hace recodar una pieza algo semejante que poseo en mi colección parti- cular y que recogí en la la- guna de Chascomús (Pro- vincia de Buenos Aires). Es aquélla indudablemente mu- cho más pequeña pero sus Fig. 181.—Salinas Grandes (Península de lineamientos generales, bas- Valdez), colección R. Lehmann-Nitsche, .. tante se asemejan!.

En los Estados Unidos se han señalado ejemplares idéndicos,

t Qures, Los Querandies, 92, figura 6. La pieza de la referencia la describía en aquel entonces como un tipo de raspador.

494 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

pero no conozco su área de dispersión geográfica pues Wilson no da detalles al respecto, publicando tan sólo un hermoso ejemplar, procedente de Dudley Township, distrito de Hardin (Ohio)?.

Ss Y.

LANCETAS. Entre las piezas recogidas por el señor D. Santiago Pozzi en

los alrededores de Rawson (Gobernación del Chubut), he encon- trado un curioso objeto que considero como una lanceta. De for-

Fig. 182.—Alrededores de Rawson, co- lección Museo de La Plata, 2

ma estrecha y alargada, la primi- tiva lámina de calcedonia utiliza- Pig, 169. Rio Santa Cruz saneaa da, ha sido tallada admirablemen- colección Museo de La Plata, 2, te en ambas caras; la periferia se

conserva aún filosa y la punta agudísima (figura 182). Tiene 51 mm. de largo, 8 mm. de ancho y 4 mm. de espesor.

S ALS INSTRUMENTOS DE USO INCIERTO,

Entre los objetos reunidos por el Dr. Francisco P. Moreno, durante su viaje del año 1898 á la región del río Santa Cruz, lagos

' WiLsox, Arrowpoints, etc., plancha 28, figura 2 y, además, véase la figura 97 intercalada en el texto.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. A95

Argentino y Viedma (Gobernación de Santa Cruz), figuran algunas piezas de forma irregular, toscamente talladas en una sola cara pero que muestran hacia uno de los lados un filo oblícuo cortante y usado. No me atrevo á clasificar estos primitivos instrumentos pero, por su forma y adaptabilidad á la mano como por la dispo- sición del filo, me inclino á considerarlos como destinados á ha- char ó á cortar á golpes. Represento en la (figura 183) uno de esos ejemplares, de jaspe verde, y que tiene 118 mm. de largo, 66 mm. de ancho y 26 mm. de espesor máximo.

S VIL PUNTAS DE FLECHA,

En primertérmino debo hacernotarque en la colección del doctor Lehmann-Nitsche, he hallado un ejemplar de punta de flecha igual al representado en la figura 115 de esta memoria, el que me sirvió para fundar el tipo 5.” de la clase 1 del grupo 3.”. Ofrece iguales caracteres que el figurado, quizá algo mejor tallado. Procede del Bajo de San Julián (Gobernación de Santa Cruz), y sus dimensio- nes son 60 mm. de largo, 17 mm. de ancho y 9 mm, de espesor.

Figs. 184, 185 y 186. Esquemas representativos de los tipos más usuales de

pedúnculos en las flechas patagónicas, |.

El pedúnculo de las flechas de Patagonia se distingue por su sencillez; es de conjunto cuadrangular, rectangular ó trapezoidal pero no ofrece mayores complicaciones (figuras 184, 185 y 186), En dos ejemplares, procedentes del río Santa Cruz y que posee el Dr. Lehmann-Nitsche, noto una forma de pedúnculo excepcional, cuya descripción me ahorraré refiriéndome á las figuras respectiva (figuras 187 y 188).

A96 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES. El tipo de pedúnculo representado en la figura 187, es bastante

común en los Estados Unidos, en la región oriental, aunque los yacimientos de que procede se presentan distantes unos de otros.

ES SY: S

AULA ll DY dl EN Y 1 5 deb Ñ yA h er, “X Vubes Fig. 187.—Rio Santa Cruz inferior, Fig. 185.—Rio Santa Cruz inferior, colección R. Lehmann-Nitsche, +. colección R. Lehmann-Nitsche, +

Wilson, ofrece un ejemplar recogido en el distrito de Edmondson, en Kentucky, y Fowke hace mención de otros procedentes de Georgia, Arkansas, West Virginia, Ohio y Wisconsin'.

NTE PUNTAS DE JABALINA.

En las colecciones del Museo de La Plata que fueron recogidas en el valle del rio Chubut inferior por el señor A. Cremonezai, fi- gura una punta de jabalina que correspondería á un tipo excepcio- nal, Su conjunto es estrecho y alargado, con los bordes más ó menos paralelos pero, la base tiene una dilatación brusca á mane- ra de aletas y, además, una escotadura triangular (figura 189). Es de silex, bien tallada en ambas caras; vista de costado se muestra sumamente torse. Sus dimensiones son 82 mm. de largo, 24 mm. de ancho en la base y un espesor máximo de 5 mm.

' WiLson, Arrowpoínts, etc., 921, figura 162. Fowke, Stone, etc., 154, figura 214.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 497

Un tipo idéntico se encuentra con frecuencia en los Estados Uni-

Fig. 189. Río Chubut inferior, colección Museo de La Plata, +.

dos, especialmente al sudeste, en Georgia, Tennessee, Kentucky y West Virginia, aunque también se le ha señalado en Wisconsin!,

E

PROYECTILES ARROJADIZOS.

El tipo 5. de los proyectiles arrojadizos descriptos en el párra- fo I del capitulo VIII, «se caracteriza por tener un surco ecuato- rial más ó menos profundo y una ó varias ranuras meridianas que subdividen á los correspondientes ejemplares en partes iguales?», La pieza que ahora represento (figura 190), es de basalto y tiene 53 por 58 mm. en cada uno de sus diámetros. Los surcos son pro-

! FowkKE, Stone, etc., 147, figura 189. ? Página 421 y siguiente de esta memoria.

ANAL. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3”, T. v. JuLto 8, 1905. 32

498 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

fundos, de sección angular y con un ancho medio de 10 mm. El tipo 5.” de que me ocupo, ofrece una variedad representada en la

Fig. 190. Rio Chubut inferior, colección Museo de La Plata, 2,

figura 191, que se caracteriza por tener casi planas las ocho pro- tuberancias que se forman al cortarse los surcos ecuatorial y meri-

Fig. 191. Rio Chubut inferior, colección Museo de La Plata, z.

diano. El ejemplar que tengo á la vista es de basalto, con surcos profundos y anchos, pues alcanzan á 27 mm.; los diámetros corres- ponderían á 70 mm. y 66 mm. respectivamente.

También en el Museo de La Plata, he encontrado dos tipos ex-

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 499

cepcionales de proyectiles arrojadizos. El primero es un fragmento hemisférico de granito, sobre el cual se han tallado dos surcos que

Fig. 192, Rio Chubut inferior, colección Museo de La Plata, 2.

se cortan (figura 192). Las ranuras mencionadas tienen un ancho medio de 15 mm. y una profundidad de 4mm. El plano ecuatorial tiene un diámetro de 64 mm,

57 5

>

Fig. 193. Lago Musters, colección Museo de La Plata,

500 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

El otro tipo está constituido por un simple rodado achatado, de periferia oval, y en el que se ha tallado en dos de sus lados, una depresión bastante pronunciada para sujetar la cuerda (figura 193). Una de las caras es plana, la otra convexa, Esta curiosa pieza re- cogida por el señor Roth en el lago Musters (Gobernación del Chu- but), tiene 98 mm. en su diámetro mayor, 75 mm. en el menor y un espesor máximo de 32 mm,

Eo, MOLINOS.

Para producir el frotamiento en sus molinos primitivos, los Pa- tagones empleaban rodados de formas adecuadas y que permitie-

Fig. 194, Boca del rio Negro, colección Museo de La Plata, +

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 501

ran una fácil adaptación á la mano; por lo general eran cilindricos, fusiformes, etc., pero también los había ovales (figura 194) ó circulares (figura 195). El ejemplar oval que represento, es de basalto y tiene 111 mm. de diámetro mayor, 90 mm. en el menor siendo su espesor máximo 39 mm. El circular es de gres (?) con

Y

Fig. 195. Boca del río Negro, colección Museo de La Plata, 2.

un diámetro de 110 mm. y un espesor máximo de 30 mm. Las dos superficies en ambos ejemplares se muestran perfectamente pulidas por el roce y, seccionadas aquélias, se notan que no son paralelas. Estas piezas fueron recogidas el año de 1873, en la boca del río Negro por el Dr. Francisco P. Moreno.

Rodados de los tipos figurados y destinados á iguales usos, se encuentran con abundancia en California?.

' HoLmes, Anthropological, ete., 167, plancha 3.

902 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Si 'PEMIBRAISA

Entre el material conservado en el Museo de La Plata, he hallado cuatro nuevos tipos de pipas, que describo á continuación.

T.—Constituido por una parte basal de periferia cruciforme y de la que, casi en la extremidad, se desprende el hornillo que ofrece un reborde de 7 mm. de ancho. Los costados y la parte superior

Fig. 196. Alrededores de Rawson, colección Museo de La Plata, z

de la plataforma, lo mismo que el plano del borde, están adornados con bajorelieves circulares, cuyos diámetros varían desde 11 hasta 2 mm., pero cuya profundidad no pasa de 1 mm. (figura 196). Es- tos motivos ornamentales, se han colocado simétricamente. Di- mensiones: largo total 68 mm., ancho máximo 40 mm., altura ma-

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 503

yor 43 mm., diámetro del hornillo 20 mm., diámetro del canal para agregar la boquilla 8 mm., altura del hornillo 26 mm, Procede de los enterratorios de los alrededores de Rawson y ha sido tallado en arcilla meta- mórfica de color verdoso.

II. La parte basal es fusiforme y de la cual, sua- vemente, se desprende el hornillo algo antes de llegar Fig. 197.—Alrededores de Rawson, colec- á la extremidad (figura 197). ción Museo de La Plata, 4, Largo total 61 mm., ancho máximo 17 mm., altura mayor 26 mm., diámetro del hornillo 15 mm., diámetro del canal para agregar la boquilla 3.5 mm., altura del hornillo 14 mm, Se ha empleado para la fa- bricación una pizarra du- ra, é indudablemente sor- prende la factura cuidada que muestra el ejemplar en todos sus detalles. Pro- cede de los alrededores de Rawson.

Fig. 198.-- Alrededores de Rawson, colección 111. La base es rec- Museo de La Plata, 4, tangular y de la extremi-

dad, aunque dejando una

pequeñísima parte saliente, se desprende el hornillo, inclinado hacia adelante. La factura de esta pieza, á pesar de haber sido ta-

e O E x AS ASS A OS

YVules

Fig. 199. Río Genua, colección Museo de La Plata, £,

llada en esteatita, es grosera, con la superficie llena de estrías, y

504 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

depresiones (figura 198). Largo total 68 mm., ancho máximo 31 mm., altura mayor 41 mm., diámetro del hornillo 19 mm., diá- metro del canal para agregar la boquilla 10 mm., altura del hor- nillo 14 mm, Alrededores de Rawson.

IV.—Sobre la extremidad de la base, que podría considerarse como más ó menos cónica, pero sin línea alguna que la separe, se eleva el reborde del hornillo algo oblicuado hacia adentro (figu- ra 199). Largo total 86 mm., ancho máximo 30 mm., altura máxi- ma 44 mm., diámetro del hornillo 25 mm., diámetro del canal para agregar la boquilla 12 mm., altura del hornillo 17 mm. Procede del rio Genua (Gobernación del Chubut).

Los cuatro tipos que acabo de describir, corresponden á la agru- pación que los arqueólogos norteamericanos llaman monitor pipes. Por otra parte, encuentro un parecido en la forma, entre el ejem- plar representado en la figura 198 y algunas pipas brasileras de Paso Wiltgen y Linha Nova, descriptas por Kunert* y otras que también proceden de Río Grande del Sur y de las cuales se han ocu- pado Ladislao Netto y A. Schupp?. Por lo demás, los otros tres tipos, si bien representan, considerando los elementos que los forman, un grupo genuinamente americano, no encuentro objetos similares en la literatura de que dispongo.

XT

«FLAKERS»>.

En el capítulo de observaciones generales con que termino esta memoria, hacia notar la probabilidad de que los Patagones fabri- caran por presión sus armas é instrumentos de piedra, valiéndose de un flaker de hueso, y citaba, además, el ejemplo de los Onas, Bien, he tenido la fortuna de hallar entre las colecciones del Mu- seo de La Plata, un hermoso flaker, perfectamente caracterizado y sobre cuya identificación no puede abrigarse la menor duda- Está formado por una astilla de la diafisis, correspondiente á la

* P. H. Kunerr, Caximbos in Sid Brasilien, en Verhandlungen der Berliner Ge- sellschaft fúr Anthropologie, Ethnologie und Urgeschichte, 1891, 695 y siguientes, fi- guras 2 y 4.

2 Nerro, 1bid, 447, figura incluida en la misma página. A. Scuurr, Breves noticias sobre uns objectos interessantes feitos pelos indigenas do Brazil, en Revista do Museu Paulista, vr, 489, plancha xvH.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 505

parte proximal de un metatarso (7), probablemente de Lama hua- nachus (Mol.) Mitsch., ó sino de Odocoileus (Blastocerus) campes- tris (F, Cuv.). La punta ha sido aguzada, aunque no mucho, presentándose más bien ancha para poder soportar las fuertes pre- siones. Por lo demás, el fragmento de hueso ha sido escogido con habilidad pues, por ser la parte proximal, ofrece una curva suave que permite un apoyo fácil sobre la primera articulación interfa- lángeana del dedo indice (figura 200).

Fig. 200. Río Chubut inferior, colección Museo de La Plata, £,

El objeto de que me ocupo presenta el curioso detalle de estar cubierta su superficie de cortes no muy profundos, que cubren una extensión de 55 mm, á partir de la punta. Tiene 97 mm. de largo y procede del valle del rio Chubut inferior.

En el Museo Nacional de Buenos Aires existe otro flaker, no tan bien caracterizado, pues se halla roto, formado por un fragmento de la parte diafisiaria de una tibia de Lama huanachus?.

' Número 4127 del inventario del Museo Nacional de Buenos Aires.

5206 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

EXT:

EL PERÍODO NEOLÍTICO Y SUS ÉPOCAS.

En diferentes puntos de esta memoria, como también en la in- troducción que la precede, he repetido más de una vez que, en mi opinión, los objetos neolíticos recogidos en Patagonia correspon- den á épocas arqueológicas diferentes. También he manifesta- do que la única manera de resolver ese interesante problema, sería estudiando comparativamente la industria de los diferentes yacimientos, las condiciones en que se encuentran los objetos, etc. Ofreceré á este respecto, los datos siguientes que confirman mis suposiciones y que justifican mis deseos. En Abril del año de 1902 el Dr. Rodolfo Hauthal, encargado de la sección de Geología del Museo de La Plata, encontraba en la costa norte del istmo de la peninsula que existe en el lago Belgrano (Gobernación de Santa Cruz), los restos de dos estaciones neolíticas. La primera se ha- llaba cubierta por las aguas del lago, entre el barro, extendién- dose diez metros en esas condiciones; la otra estaba en la costa, en un lugar seco, aunque próxima á la anterior. Los instrumentos recogidos en la primera son en su mayoría de basalto ó de traquita, tallados groseramente á grandes golpes. Los más son raspadores y cuchillos, cuyas representaciones esquemáticas van en las figu- ras 201, 202 y 203.

El raspador de la figura 203, es una forma primitiva del 2,0 tipo descripto en esta memoria; los cuchillos (figuras 201 y 202), son formas mal definidas de variedades del tipo asimétrico. Estos ejemplarés perfectamente identificados y con señales evidentes de uso, no pueden confundirse jamás con los raspadores, cuchillos, puntas de flecha, etc., admirablemente tallados en obsidiana, reu- nidos en la otra estación y cuyos tipos representan las formas más avanzadas de los instrumentos y armas neolíticos, descriptos en esta memoria.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 507

Figs. 201, 202 y 203.—Lago Belgrano, colección Museo de La Plata, 2.

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APENDICE A. PUNTAS DE FLECHA Y DE JABALINA.

Tiro 1.2—Amigdaloide » 2.—Lanceolado. 8.2—Con los bordes paralelos.

1. GRUPO / Variedad a) bordes y base rectos.

> b) » rectos y base cóncava. Sin pedúnculo 3 0 . í , "EOLOS se convexa. » 4.—Triangular ...... . e) Tectos y de AO ) > d) > y base cóncavos. » e) convexos y base recta. > f) » Convexos y base cóncava. (Variedad a) pedúnculo no escotado.

1." CLASE: Losángicas ...; CLASE: Losángicas | y b) : ado. variedad a) pedúnculo no escotado.

SR Tipo 1.2—Limbo triangular.......... ¿ b) E O

variedad a) pedúnculo no escotado.

|

2,” CLASE: Sin aletas ..... Tiro 2:—Timbo lanceolado....... «.««.... rr | b) ajaotada 2.2 GRUPO

Ñ / Mm A a if (variedad a) pedúnculo no escotado.

Con pedúnculo. A e Al > b) » escotado. variedad a) pedúnculo no escotado.

Tipo 1.”-—Limbo triangular........... rf rta i el e ! dad

l » eso ado, variedad a) pedúnculo no escotado.

3." CLASE: Con aletas... Mero 2 =Dbimbo lanceola don... nenas da ñ p EA . : variedad a) pedúnculo no escotado'

| E 8."—Limbo escutilorme.......oo.ommoqom.o.m... | o de E al E 7

| » ») » escotado.

Tiro 1.—Dentelladas.

Tiro 2.”-—De pequeño pedúnculo *

OO CAOS

lanceolado.

(variedad a) limbo triangular. LE | » IES

Tiro 8.2 —Limbo con sus bordes muy convexos y ápice estrechado.

Tiro 4. —Limbo con sus bordes muy cóncavos y pedúnculo corto y dilatado.

Tiro 5.—Sin pedúnculo; forma de triángulo isós-

celes de gran altura y de sección más ó menos elíptica.

cionales.....

3. GRUPO

Excepcionales.

abe- [Tiro 1 “—Asimétricos.

2." CLASE: Formas

DIAGRAMA DEMOSTRATIVO DE LA CLASIFICACIÓN DE LAS

rrantes..... - | Tiro 2.—Mal tallados.

| / ' CLASE: Formas de

Variedad que no he encontrado en el material revisado y estudiado. ? Considero en este caso el pedúnculo y no el limbo, pues el primero representa el caracter persis-

tente.

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OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 511

APÉNDICE B.

ENUMERACIÓN DETALLADA DEL MATERIAL LÍTICO UTILIZADO!

Doy á continuación una nómina detallada de las diferentes co- lecciones que he utilizado para confeccionar esta memoria sobre la edad de la piedra en Patagonia, por si algún especialista se interesa en revisar el material que he descripto y estudiado.

s L COLECCIÓN PARTICULAR DEL DR. FLORENTINO AMEGHINO.

GOBERNACIÓN DEL CHuBuT.—(Golfo Nuevo 820. Boca del río Chu- but 11420, Confluencia de los rios Chubut y Chico 363, 22320. Región al oeste del río Chico 22317 á 22319. Sierra Pineda 22209, Puerto Malaspina 14101. Colhué-Huapi 358, 22313 á 22315. Río Senguerr 22358, 22362. Kaprik Haiken 22357, Región al oeste de Kaprik Haiken 22359. Región andina de la gobernación del Chu- but 2226. GOBERNACIÓN DE SANTA Cruz.—Bajos en las sierras Co- loradas 364, 22333 á 22338, 22356. Bajos al norte de Tres Cerros 22340 á 22345, 22347 ¿4 22352. Golfo de San Jorge 351, 392, 12430 á 12437, 22371, Manantiales diez leguas al sur de Piedra Clavada 22353 á 22855, Curso medio del río Deseado 22321 á 22330, 22332, 22361. Región entre rio Deseado y rada Tilly 22360. Punta Casamayor 12421. Cabo Blanco 354, 22363 á 22368. Sierra Laciar 22208. Revolcadero 22312, Rio Seco 3€1, 22370, Re- gión entre rio Deseado y San Julián 356, 397. Alrededores del Bajo de San Julián 362. Cañadón de los Artilleros 22311. Cerro Pan de Azúcar 22310. La Portada 360. Kilt Haiken 355. Tapel Haiken 22369, 22372, El Paso 359. Región entre San Julián y Santa Cruz 353. Puerto Santa Cruz 390,

' Los números que figuran en este apéndice, corresponden á los que llevan los grupos de objetos de los diferentes yacimientos.

512 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

COLECCIÓN DEL MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

GOBERNACIÓN DEL Río NEGrRO.—Colonia General Frias 4126, 4138, 4139, 4141, 4143. San Javier 3820, Río Curru-Leufú 4172. Valcheta 4140, 4142, 4146. Pajalt 4146. Tawalk 4144, 4148, Ma- kinchao 4168. GOBERNACIÓN DEL CHuBuT.—Sholpe 4137. Alrede- dorés de Trelew 4009. Punta Ninfas 4189, 4190, Valle del rio Chubut inferior 4174 4 4180, 4183. Paso de los Indios 3843. Rio Chubut 4133, 4145, 4147, Camarones 4017, Colhué-Huapi 3810. Gobernación del Chubut 4005, 4006, 4008, 4181, 4182. GoBERNA- CIÓN DE SANTA Cruz.—Rio Tecker 4171, Arroyo Ecker 4170. Pun- ta Casamayor 4025, 4033, 4042, Arroyo Observación 4015, 4021, 4027, 4041, 4047, 4055. Puerto Mazaredo 4010, 4012, 4013, 4019, 4020, 4029, 4032, 4034, 4036, 4043, 4052. Bahía Sanguinetti 4011, 4023, 4031, 4044, 4053. Cabo Blanco 4014, 4018, 4022, 4026, 4028, 4040, 4045, 4046, 4048, 4054, 4120, 4121, 4125 4 4128. Aguada de la Oveja 4016, 4024, 4030, 4038, 4039. Puerto Deseado 3971. Yotel Haiken 3839, Región andina de la gobernación de Santa Cruz 4175, 4217.

S TIT. COLECCIÓN DEL MUSEO DE LA PLATA.

Las colecciones de arqueología del Museo de La Plata, aun no están numeradas ni organizadas sistemáticamente. El Dr. Roberto Lehmann-Nitsche, sólo ha podido, en los breves momentos libres que las múltiples ocupaciones de la sección de Antropología á su cargo le ofrecian, reunir los objetos en grupos que corresponden, ya á los materiales obtenidos por los naturalistas viajeros del Mu- seo ó ya á donaciones particulares. De esos conjuntos parciales he utilizado aquellos que están bien documentados y no he tomado en cuenta los que sólo ofrecen indicaciones generales. Los objetos mencionados ó representados en esta memoria corresponden á las siguientes expediciones ó dádivas?,

' Como lo he hecho con todos los objetos figurados en esta memoria y que considero piezas tipicas, en los pertenecientes al Museo de La Plata he puesto mi nombre, agregando el número de la viñeta respectiva.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 513

Expedición del Dr. Francisco P, Moreno al río Negro (1873); expediciones de los señores Santiago Pozzi (1893) y Alejandro Cre- monezzi (1894-1895), á las regiones que corresponden al valle del río Chubut inferior y al litoral marítimo próximo á Rawson; ex- pedición de los empleados del Museo á la región del río Genua, etc. (1896); viaje del señor Santiago Roth á los lagos Musters y Colhué-Huapi (1897); viaje del Dr. Francisco P. Moreno al río Santa Cruz y lagos Argentino y Viedma (1898); expedición del Dr. Rodolfo Hauthal á la región andina de la gobernación de Santa Cruz (1902). Por último, el flaker representado en la figura 200, fué donado al Museo en Julio de 1894 por el señor Julio Ro- mero.

s TV.

COLECCIÓN PARTICULAR DEL PROFESÓR JUAN B. AMBROSETTI.

GOBERNACIÓN DEL CHuBuT.— Pirámides 1001, Alrededores de Trelew 1002. GOBERNACIÓN DE SANTA Cruz.—Ríio Gallegos 1003. Todos los objetos que corresponden á estos grupos han sido dona- dos al Museo Nacional de Buenos Aires, donde han sido registrados con los números 4223, 4224 y 4225, respectivamente.

SV. COLECCIÓN PARTICULAR DEL AUTOR,

GOBERNACIÓN DEL Río NrEGro.—Makinchao 2624, GOBERNACIÓN DEL CHuBuT.— Choiquenilahue 2801.

, Y Ss VI. COLECCIÓN PARTICULAR DEL SEÑOR ANGEL FIORINI.

GOBERNACIÓN DE SANTA Cruz.—Cabo Blanco.

AxyaL. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3”, T. v. Junto 18, 1905. 39

514 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

S VIL

COLECCIÓN PARTICULAR DEL DOCTOR R. LEHMANN-NITSCHE. GOBERNACIÓN DEL CHUBUT.—Salinas Grandes (peninsula de Val-

dez). GOBERNACIÓN DE SANTA Cruz.—Rio Santa Cruz.

s VII.

COLECCIÓN DEL MUSEO DE STUTTGART.

GOBERNACIÓN DEL Río NrEGro.—-Valle del rio Negro, 1. C, 33135, donación R. Nilson.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA.

Qu pa (Si

APÉNDICE C.

SOBRE LOS CARACTERES PETROGRÁFICOS DE LAS RO- CAS EMPLEADAS POR LOS PATAGONES, EN LA FA- BRICACIÓN DE SUS INSTRUMENTOS Y ARMAS.

Me parece conveniente transcribir á continuación las observacio- nes petrográficas hechas por Rudler, Lovisato y Del Lupo en el material arqueológico revisado por ellos y procedente de las esta- ciones neolíticas de la Patagonia,

Sh OBSERVACIONES DE FE. VW, RUDLER. !*

«An inspection of Colonel Lane Fox's fine collection of arrow- heads «€c., recently brought from the Rio Negro, shows that by far the greater number of these objects are worked in siliceous sto- nes, such as hornstone, jasper, aud other compact and cryptocrys- talline varieties of quartz. For a few of the arrowheads a trans- lucent, milky chalcedony has been employed; and in one specimen the chalcedony is clouded with brown markings, due probably to the presence of oxide of manganese.

Many of the arrowheads are wrought in different kinds of jas- per, which present red, brown, and yellow colours, and are in some cases banded, as in the well-known «riband jasper». But the ma- terial of which the greater number ofthese objects is composed should rather be called hornstone or chert, and in some specimens the stone migth almost be taken for ordinary flint.

Indeed, the mineralogical differences between some of these si- liceous stones is extremely trivial. In flint the fracture is eminen- tly conchoidal, whilt in chert it is rather more splintery; jasper 1s distinguished by its opacity, most of the other forms of silica being translucent at least on the thin edges; between hornstone and

' Laxe Fox, £bid, 320 y siguiente.

516 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

chert these is really no essential pointof difference. Many of these siliceous stones occur as nodules an bands in limestone rocks, such as the flint of the Chalk, and the chert of the Mountain Limesto- ne; whilst chalcedony and jasper, and their mixtures, forming aga- tes; are found in basalts and similar eruptive rocks, where they occur either as veins or, more commonly, in vesicular cavities, gi- ving an amygdaloidal character to the rock which contains them, No a few of these arrowheads are worked in those fine-gralned, nearly black stones; which are at all times difficult to determine without the aid of the microscope. Some of these are certainly fragments of basalticrocks; others may be dark-coloured felstones; whilst others again appear to be flinty-jasper, or lydianite ».

85 11.

OBSERVACIONES DE D. LOVISATO.!

«In generale predomina fra gli oggetti litici della Patagonia una sostanza nera che finora fu creduta uno schisto argilloso compat- tissimo e che anche io alla bella prima presi per tale, Effettiva- mente la frattura esterna della roccia rassomiglia sotto la lente ad uno schisto chiastolitico, come pure la piastra levigata mostra sotbo 1l microscopio la materia fondamentale di uno schisto argilloso di una compattezza straordinaria, come gli schisto chiastolitici od ot- trelitici, ciog una materia fondamentale isotropica, semipellucida, nella quale si vedono molttissime particelle nere, opache, di forma non definita, e moltissimi cristalli assai piccoli, prismatici e di color bianco od incolori. Peró osservazioni piú accurate nelle quali come sempre di forte aluto mi fu l'illustre prof. Fischer, fan conoscere la roccia per vulcanica, una vera e bellissima trachite, nella cui ma- teria fondamentale isotropica si vedono in numero infinito minutis- simi cristalli prismatici, che sembrano il resultato della divitrifi- cazione della stessa materia fondamentale. Le particelle nere sono probabilmente di magnetite e la sezione del cristalli bianchi o dia- fani, con diversi contorni sarebbero di veri cristali di feldispato.

' Lovisaro, Lbid, 200.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. DD:

En

OBSERVACIONES DE M. DEL LUPO!.

«Le condizioni geologiche di tutta la Patagonia coi suoi deposi- ti terziari, tra 1 quali e estesissimo e pressappoco della potenza di 15 metri un sedimento alluvionale fatto di ciottoli di natura diver- sa, labbondanza dei vulcani basaltici, e trachitici, ci permettono di ritenere che gli antichi abitanti di quelle regioni non avevano bisogno di ricorrere ad altri popoli vicini o lontani, per procurarsi eccellenti rocce atte alla fabbricazione delle loro armi. Molte di queste sono come le nostre di Europa in piromaca, non mancano qualcuna di quarzite, di agata, di diaspro e di altre rocce silecee; sono pure comuni per le ascie la diorite ed i porfidi, e rara lossi- diana, ma quello che mi ha dato un po'd'imbarazzo e l'abbondanza di frecce in due qualita di rocce, sufficientemente difficili a deter- minare ad occhio e senza l”aiuto dell'analisi microscopica. Molte frecce, qualche giavelloto, qualche raschiatoio, e qualche ascia sono state ottenute dalla percussione su di una roccia nera, finissima- mente granelloso-compatta, afanitica, a margini taglienti talvolta traslucidi, a frattura concoide, con una notevole tenacita, appena meno dura del quarzo, dal quale e scalfita, e di una debolissi- ma lucentezza picea. Potrebbe trattarsi di basalte omogeneo, di dolerite afanitica, di pietra lidia, ovvero di retinite; la durezza in- feriore a quella della piromaca mi ha fatto escludere la pietra lidia, e la densita presso a poco di 2,5 mi ha fatto escludere il basalte e la dolerite; quinde tutte le armi nella roccia nera, o con le qualita sopra indicate lo ritengo che sono di retinite.

Molte altre frecce, giavelloti e qualche altro manufatto sono fat- ti ed ottenuti per percussione sopra una roccia compatta, ovvero finamente granelloso-compatta, dal colore grigio, ovvero rosso- bruno, ovvero giallo ocraceo, a frattura concoide, a margini opa- chi o appena traslucidi, a lucentezza tra il corneo ed il piceo, tal- volta smaltoide, omogenea o venata, e che potrebbe confondersi con piromaca alquanto alterata; la tenacita propia di questa roccia e la facoltá di essere scalfita da schegge di pietra focaia, anche ne- lla fattura fresca e nell'interno, mi hanno persuaso che si tratta in- vece di petroselce o eurite».

' Der Luro, 1 manufatti, etc., 292 y siguiente.

RESUME!

La táche d'offrir un résumé de ce mémoire L'4ge de la pierre en Patagonie m'est tres difficile á cause de la forme décidément syn- thétique de tous ses chapitres. Et comme d'ailleurs le leitmotiv de cette étude est l'examen des manifestations industrielles des pério- des paléolithique et néolithique, je m'occuperai seulement de con- denser quelques références générales sur ces périodes archéologi- ques et spécialement quelques détails géo-stratigraphiques d'im- portance indubitable.

Au commencement de l'éere quaternaire, le territoire de la Pata- gonie souffrit quelques variations fondamentales, Je dois signaler entre autres l'amplification de la plus grande partie des vallées transversales que présentent les régions australes dans lesquelles courent des fleuves importants ou qui sont occupées par des sali- nes, par des lagunes ou par des ruisseaux dont le cours est inter- rompu par endroits. Ces dépressions ont en principe une origine

! Ce mémoire est formé d'une minime partie du matériel qui correspond á quelques-uns des chapitres du second volume de l'ceuyre que je voulais écrire sous le titre: Les habitants primitifs de la Patagonie. Pour des causes tout á fait. étrangéres á ma volonté, je ne pus réaliser le voyage d'étude par les territoires méridionaux de 1'Argentine —j'avais demandé une mission officielle ad hono- rem—oú je devais expérimenter sur le terrain les résultats obtenus dans mes observations de cabinet et recueillir aussi des notes que je ne possédais pas encore sur Vanthropologie, la paléoethnologie et l'ethnographie moderne de ces contrées intéressantes. Convaincu que Vexpédition désirée n'aurait pas lieu, voyant que le temps courait inutilement et apprenant d'un autre có- par des collegues argentins que de distingués spécialistes étrangers deman- daient si j'étais encore en Patagonie ou si j'étais retourné á Buénos Aires, et ajoutant á tout cela qu'en prenant á sa charge la viceprésidence du Congrés des Américanistes réunis á New York, le 21 Octobre 1902, le professeur Jean B. Am- brosetti annoncait officiellement mes travaux (International Congress, ete, déja cité, xLvI), Pai cru presque un devoir pour moi d'écrire ce mémoire: j'accom- plis ainsi, du moins en partie, mon obligation envers ces distingués messieurs et les personnes de mon pays qui m'ont offert leur aimable concours.

Cette étude a un double caractére descriptif et comparatif, ¡e présente tres synthétisées les observations générales suggérées par le matérial dont j'ai dis- posé et qui a été retiré en majeure partie de stations temporaires. Elle embras- se examen des quelques objets paléolithiques recueillis en Patagonie jusqw'á

520 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

tectonique, maisje juge que le procés d'excavation definitive est a des érosions succesives causées par des précipitations atmo- sphériques exagérées á cause de la grande glaciation des massifs montagneux des Andes. D'ailleurs le reste du pays s'est conservé plus ou moins intact, étant couvert de cailloux roulés de la mer téhouelche, bien que dans beaucoup de cas, ces callloux fussent arrachés par de fortes avalaisons et déposés en différents endroits en stratification discordante.

aujourd'hui et de nombreux instruments et armes néolithiques, mais dans mes investigations je ne passe pas au dela de l'époque sont arrivés les expédition- naires de la Beagle et Adventure dans les territoires du sud, car je erois que c'est le moment historique les Patagons finissaient Váge de la pierre. Chaque chapitre contient une partie purement descriptive qu'accompagnent de nombreu- ses notes sur Pusage et la maniére d'emmancher les objets, sur la distribution géographique des types et des comparaisons. J'ai laissé de cóté toutes les théories qui «ont rapport á la préhension des instruments de pierre, malgré Vexemple de Gaston Morel, car je les considére peu pratiques (G. MorgL, Préhen- sion, etc., dejá cité) De plus, j'ai donné une préférence spéciale aux tableaux sta- tistiques de provenance, distribution des types et matériel lithique, etc., comme aussi au tant pour cent chaque fois que J'ai étudié un nombre prudentiel Pexem- plaires.

On observera que ce mémoire contient une premiére partie destinée a l'étude du milieu physique et de homme. Peut-étre que plusieurs la regarderont com- me inopportune et méme sans proportion avec le reste du travail, mais j'ai eu plus d'un motif pour Vécrire. L'étude des manifestations industrielles isolées dVunrgroupe ethnique imparfaitement connu devient fatigante et méme peu utile pour la majorité des spécialistes qui, ainsi que j'ai pu l'observer, "ont que des idées vagues et erronées sur les indigénes de lextrémité australe de 1'Amérique.

Il convenait done que je présentasse, en tenant compte seulement des carac- téres les plus saillants et distinctifs, un résumé anthropo-ethnologique court et bien condensé qw'il nVétait facile de tracer d'apres les nombreux travaux heuristiques que j'avais réalisés d'avance. Je dois déclarer que la base de chro- nique ou de documents que J'ai employés a été soumise á une sévére critique de restitution qui, dans le plus grand nombre de cas, est plutót une vraie her- méneutique. D'ailleurs les moindres détails ont été soigneusement contrólés.

Si je me suis occupé de homme dans un chapitre spécial, je devais nécessai- rement donner un apercu sur le milieu physique dont l'influence sur les carac- téres somatiques de P'individu, sur les usages et coutumes et sur les manifesta- tions industrielles est reconnue par tous. Pour la premiére fois on voit dans ce chapitre un court résumé, mais bien caractérisé, de la physiographie, de la faune et de la flore en général de la Patagonie auxquels j'ai ajouté de légéres consi- dérations sur la géologie des contrées australes, car elles ont une importance transcendentale pour Vétude de la période paléolithique. Dans la seconde partie qui étudie la période paléolithique, je vérifie les comparaisons avec Europe occidentale, Afrique et Amérique; je ne m'occupe pas de 1'Asie, car Jes études réalisées dans cette partie du monde ne sont pas suffisantes et d'ailleurs je ne dispose pas de la bibliographie nécessaire. Dans la troisieme partie qui comprend la période néolithique, je me contente de comparer minutieusement les manifes- tations industrielles synehroniques que lon a signalées jusqu'a présent depuis le cap Horn jusqu'aux régions hyperboréennes.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 21

D'un autre cóte, les sédiments réunis pendant la derniére époque géologique ont été tres limités sur tout le territoire dont je m'occu- pe. Les endroits ils se manifestent se trouvent surtout sur le littoral atlantique, offrant dans beaucoup de cas des coupes a pic comme s'ils avaient été rognés par le choc des vagues ou que le reste eút disparu par suite d'effondrements partiels. D'antres fois, on les trouve dans le lit des fleuves, spécialement a l'embouchure, Ils appartiennent tous a la série pampéenne des plaines bonaréen- nes, etc., et n'ont pas été encore malheureusement étudiés. Leur faune est caractéristique et l'on a signalé jusqu'a présent des re-. présentants des genres Mylodon, Glyptodon, Sclerocalyptus, Glos- sotherium, Macrauchenia, Equus, Typotherium, Hippidium, Lagos- tomus, Auchenia et Palaeolama'. Les dépóts pampéens patagoniens offraient aussl des facies marins comme leurs similaires de la pro- vince de Buénos Aires, car on y trouve un mélange de mollusques actuels et fossiles avec une proportion bien plus forte des premiers, Je n'admets donc pas le nom de «téhouelche moderne» donné aux dépóts du loess dont je m'occupe, nom qui s'est étendu aussi aux strates de cailloux et mollusques qui les couvrent parfois”. Mes raisons sont claires. D'abord je trouve que le nom de téhouelche appliqué dans le cas actuel ne peut que produire des confusions, car le procés de formation des dépóts de loess patagonique quater- naire est tres distinct de celui qui a contribué á répandre dans tons les territoires de cette région de l'Argentine la puissante couche de cailloux roulés qui les couvre et qui représentent les derniers temps de l'ére tertiaire. Etudiés dans leur ensemble, les dépóts en question montrent par leurs composants lithologiques, stratifica- tions, fossiles et l'aspect général qu'ils ont eu pour facteurs ceux- méme qui ont formé la puissante série alluvienne des plaines bo- naréennes et qui s'étend dans l' Argentine jusqu'a sa limite septen- trionale. Il est vrai que dans ces derniers territoires, les causes ont agl non seulement d'une maniére extensive, inals aussi d'une ma- niere trés intensive, tandis que le contraire est arrivé en Patagonie pour des raisons que l'on ne connaít pas encore súrement.

Les plus anciens strates marins que l'on observe dans les bassins quaternaires patagoniens doivent étre considérés comme synchro- niques avec les couches de méme nature que l'on a signalées dans le

1 F. AmeGuix0, 2'4ge, etc., déja cité. 303. 2 F, AmeGHIxO, L'áge, etc., 302 et suivantes.

992 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

pampéen inférieur, car ils ont se déposer pendant la période de submersion qui eut lien sur le littoral bonaréen. Enfin, les couches de cailloux roulés les plus superficielles, celles qui couvrent les amoncellements de loess et les vallées, doivent avoir pour origine, non des causes générales, sinon des facteurs purement locaux, spé- cialement des agents érosifs.

Je vais décrire un dépót caractéristique de la série pampéenne de la Patagonie. Cet intéressant bassin se trouve en face de la baie Sanguinetti (Gouvernement de Santa Cruz); il aété visité par le Dr. Florentin Ameghino et par Mr. André Tournouér', Dans les evvirons il y a un profond vallon qui va s'ouvrir graduellement dans une plaine plus basse et voisine de la cóte, laquelle correspond a une ancienne baie débouchait un ruisseau qui courait dans le profond ravin dont j'ai parlé.

Les eaux du ruisseau ont déposé dans le fond de la baie des sédi- ments qui atteignent par endroits 30 metres d'épaisseur et seule- ment 15 metres sur les falaises de la mer. La petite dépression de Pancienne entrée marine correspond á un segment de la cóte qui peut avoir 2 kilometres et quí a été excavé en plein patagonien (A, figure 204). La partie la plus inférieure du dépót (B) est constituée par une couche de petits cailloux mélés a des restes d'Ostrea dé- placés: cette couche atteint une épaisseur de 07,40; vient ensuite un dépót (C) d'argiles friables non stratifiées d'origine marine avec des restes de Mytilus edulis L. var. patagonicus Orb., Trophon va- rians (Orb.), Venus antiqua Gray, Cytherea Ortmanni Th., Diplo- donta sp., etc., qui atteint 4 metres d'épaisseur. Suivent 6 métres d'argiles (D) d'origine fluviale disposés en strates tres minces, de couleur vert-jaunátre et ou l'on a trouvé des os de Macrauchenia patachonica Owen, Hippidium principalis (Lund) Owen, etc. Inter- calés dans ces strates, on en trouve d'autres de cendre volcanique tres blanche et dont l'épaisseur varie entre 0”,10 et 07,40. Par dessus on trouve une couche (E) jaune-rougeátre du type du pam- péen le plus supérieur de Buénos Aires, et enfin, couvrant tout le dépót, dont la surface présente une multitude de petits bassins et entrées plus ou moins profondes d'érosion, s'étend un manteau de cailloux roulés dont la position discordante s'explique par le tra- vail des eaux qui l'avaient dissocié de la série téhouelche qui figure dans le plateau intérieur.

' A. TourNouEr, Note sur la géologie, etc., deja cité, 466 et suivantes. Par erreur M. Tournouér place ce dépót á la pointe Nava, c'est-a-dire á une distance considé- rable d'oú il se trouve en réalité.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA.

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524 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

La couche de cailloux et de restes d'huítres roulés (B) doit .s'ótre formée d'éléments arrachés á la série patagonienne (A) dans

laquelle la dépression s'est creusée. La couche plus inférien- re (C) d'origine marine a été considérée par le Dr. Ameghino com- me synchronique de l'horizon belgranéen (série pampéemne)?!; mais je feral remarquer que dans le dépót de la baie Sanguinetti on a déterminé cinq espéces de mollusques, dont trois existentes et deux éteintes, et il n'est pas nécessaire de rappeler que les mollus- ques de l'horizon belgranéen décrits jusqu'á ce jour sont tous d'espéces actuelles?. Pour aujourd'hui il me paraít plus convena- ble de rapporter cette couche (C) aux dépóts marins trouvés sur la cóte du port San Julián, á Pouest du cap Curioso; ils ont été attribués par lauteur mentionné a l'étage lujanéen de la série pampéenne?, ce que je ne puis accepter, car la fauna malacologi- que des dépóts du port $. Julián indique qwils sont plus anciens; mais jusqu'a présent le manque d'études ne permet pas une con- clusion définitive. La couche suivante (D ), sans aucun doute, cor- respond au pampéen supérieur, tant par ses caractéres stratigra- phiques, ses fossiles et son aspect général externe que par le détail des couches de cendre volcanique blanche qui confirment la sup- position. Quant aux couches E et F je les considere contempo- raines avec la derniére phase de l'ére quaternaire, c'est-á-dire syn” chroniques des étages lujanéen et platéen de la classification du Dr. Ameghino.

Les gisements paléolithiques trouvés jusqu'a présent atteignent le nombre de huit, distribués sur une aire géographique étendue, entre les paralleles 43% 45' et 49% 50' de latitude sud. Par contre, tous sont situés pres de la cóte atlantique. Ce sont les suivants en commencant par les plus septentrionaux: angle sudouest de la confluence des fleuves Chubut et Chico (Gouvernement du Chu- but), pointe Casamayor, ruisseau Observación, port Mazaredo, baie Sanguinetti, cap Blanco, fleuve Seco, Bajo de San Julián (Gouver- nement de Santa Cruz). Jls offrent deux types bien caractérisés. Dans le premier, qui comprend six gisements, on a trouvé lPindus- trie presque superficiellement au haut des plateaux, á peine recon- verte par les matériaux pulvérulents accumulés par le vent. Dans un seul cas on a découvert les objets enterrés sous des couches pro-

! F. AMEGHINO, Cuadro sinóptico, etc., déja cité, 2. 2 H. von ImsrixG, Conchas marinas, etc., déja cité, 227 et suivantes. 3 F, Amecuix0. Cuadro sinóptico, etc., déjá cité, 2.

925

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA.

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226 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

fondes (ruisseau Observación) qui permettent d'étudier les condi- tions de la trouvaille avec de vrais documents stratigraphiques.

A

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Occles

Fig. 206.—Coupe géologique du gisement quaternaire du ruisseau Observación (Gouvernement de Santa Cruz). a, couche de loess stratifié d'origine fluviale. b, cou- che de cailloux roulés se trou- vent des instruments paléolithi- ques. Cc, couche d'argile d'origine sous-aérienne. d, couche de petits cailloux roulés. e, zone de transi- tion. f, strates pulvérulents, cail- loux roulés, etc. Echelle, 2 mm: 10 cm.

Quant au gisement de la confluen- ce du Chubut et du Chico le ma- tériel s'est trouvé dans un bas-fond, on pourrait supposer non sans fon- dement que les objets y ont été réunis du plateau voisin.

Le ruissean Observación (Gouver- nement de Santa Cruz) est un cours d'eau, sec la majeure partie de l'an- née comme tous ceux de la Patago- nie, qui se jette dans la baie Maza- redo. Sur la rive gauche, á quelques centalnes de metres avant l'embou- chure, il recoit comme affluent mails aussi sans eau—une ravine qui court plus ou moins parallele- ment a la cóte et dont le lit s'est creusé entre les hauts plateaux constitués par la série guaranitique et la patagonienne et une berge qui sétend jusqu'a la plage atlantique (figure 205). Une telle coupe natu- relle a mis a découvert la constitu- tion géologique de cette berge (fi- gure 206). A la partie inférieure (al, peu visible, elle offre un dépót de loess pampéen d'origime fluviale, stratifié d'une maniére identique a celui du bassin que J'ai décrit dans des paragraphes antérieurs. Immé- diatement apres vient une couche de cailloux roulés de 0”,50 d'épais- seur et se trouvent les restes paléolithiques (b). Au-dessns une

autre couche d'argile pampéenne d'origine sous-aérienne a une puissance de 2 métres (c). Suit un autre manteau de petits cailloux roulés —0, *30— (d) qui vont se confondre peua peu (e) avec des , Strates pulvérulents, cailloux, etc., qui atteignent jusqu'a 2 métres

d'épaisseur (£f).

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 527

Pour expliquer le mécanisme de formation de ce dépót, on peut supposer que la couche la plus inférieure s'est formée quand le niveau de cet endroit était plus bas que celui qu'il a actuelle- ment, la dépression étant occupée par des eaux tranquilles se sont déposés les sédiments apportés par le ruisseau. Vint ensuite une émersion du territoire qui découvrit ces strates; a leur tour ceux-ci furent couverts par une couche de cailloux roulés arrachés par de grandes avalaisons a la série téhouelche voisine, époque vers laquelle l'homme se fixa en cet endroit, Quant a la cou- che d'argile pampéenne d'origine sous-aérienne, on ne peut émet- tre aucun doute sur le procés de sa formation; la doivent avoir intervenu les mémes agents qui figurent dans l'accumulation des dépóts bonaréens. La couche des petits cailloux roulés est l'effet d'avalaisons modernes moins fortes et enfin les matériaux pulvé- rulents sont d'origine éolienne.

Dans l'étage actuel de la berge, sur l'endroit le plus élevé, on trouve les vestiges d'une grande station néolithique, avec sa tres connue industrie, quoique aussi on y alt trouvé les restes d'un Auchenia Lombergi Amgh., mammifére actuellement éteint.

Le Dr. Florentin Ameghino a recueilli personnellement, dans la couche la plus inférieure des cailloux roulés (C), douze fragments de quartz d'un blanc laiteux, peu transparents, dont quelques-uns tres patinés d'un blanc de porcelaine; il y a deux vrais instruments (figures 10 et 11).

En voccupant du dépót quaternaire de la baie Sanguinetti, J'ai dit qu'une partie (D, figure 204) pourrait se rapporter par ses ca- ractéres stratigraphiques, ses fossiles et son aspect extérieur a J'é- tage bonaréen de la formation pampéenne. Cette couche corres- pond par ses détails a la plus inférieure (a, figure 206) de la coupe que présente la ravine qui se jette au ruisseau Observación. Et, dans la coupe de la figure 204, immeédiatement aprés ce dépót stratifié, vient une couche d'argile rougeátre pampéenne, recou- verte par une autre, incontestablement en discordance, de cailloux roulés emmenés par des avalaisons de la série téhouelche. Ces deux couches correspondent á une époque postérieure au dépót du pampéen supérieur ou bonaréen et, sans aucun doute, sont con- temporaines avec la derniére phase de l'ére quaternaire dans cette partie de Sud Amérique, représentée par les étages lujanéen et platéen de la classification du Dr. Ameghino. Le contraire est arri- dans le gisement du ruisseau Observación la couche de cail- loux roulés s'est intercalée entre le dépót le plus inférieur et l'ar-

528 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

gile rouge. Cette variation n'influe en rien, il est vrai, pour que Páge de ces dépót soit considéré comme distinct: bien au contraire les deux sont súrement synchroniques. De maniere que l'áge géolo- gique du gisement du ruisseau Observación peut se rapporter a lépoque la plus moderne du pampéen supérieur.

Obtenu ce point intéressant basé sur un document stratigraphi- que incontestable, il est facile, en comparant les objets décrits, d'établir láge des gisements situés sur les plateaux. Au ruisseau Observación on a seulement trouvé jusqu'a présent deux instru- ments bien caractérisés, lun de forme ovoide et l'autre un racloir trapézoidal (figures 10 et 11). Le premier type d'instrument se trou- ve aussi dans les gisements de la confluence des fleuves Chubut et Chico et dans celui de San Julián, mais associé avec des formes amygdaloides, lancéolées et ellipsoides qui présentent des caracte- res externes égaux, une technique similaire de travail et un maté- riel identique, de maniére que sans embages je les considere com- me produits de la méme industrie.

En appliquant le méme procédé analogique, j'en arrive a con- clure que les gisements de la pointe Casamayor, port Mazaredo, cap Blanco et fleuve Seco sont aussi coexistants.

Mes observations sur le paléolithique patagonien me conduisent á formuler les conclusions suivantes :

I.—Par la forme de gisement, le type des instruments et la tech- nique du travail, les objets appartenant au quaternaire des terri- toires patagoniens correspondent sans exception aucune á une seule époque archéologique.

1.—En comparant lindustrie paléolithique patagonienne avec Peuropéenne, on trouve une grande similitude de formes, etc., avec celle qui caractérise lépoque achenléenne de la classification de M. G. de Mortillet, époque qui correspond á la période de transi- tion chelléo-moustérienne!, c'est-á-dire aux types d'objets les plus perfectionnées du paléolithique inférienr. Je fera1 observer qw'en Patagonie cette industrie se trouve dans des formations géologi- ques indubitablement beaucoup plus modernes que celles ou se

' appelle période de transition chelléo-moustérienne, les derniéres phases de passage de lépoque acheuléenne, mais laucune maniére je ne prétends pas in” diquer par une époque spéciale dans laquelle je comprendrais la mousté- rienne, ainsi que Va fait Maurice Hoernes (M. HorrNes, Der diluviale Mensch, etc., déjáa cité, 13 et suivantes), mais seulement les derniéres manifestations in- dustrielles d'une époque bien caractérisée quw'une évolution progressive com- mence déja a diversifier.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 529

trouve sa similaire européenne; ce qui indiquerait un retard tres marqué dans l'évolution industrielle des groupements humains qui vécurent dans l'extrémité australe de l'Amérique.

TIT.—En comparant l'industrie paléolitique patagonienne avec lafricaine, on trouve une grande similitude avec celle qui s'est manifestée dans les contrées les plus septentrionales: Egypte, Al- gérie et Tunisie,

TIV.—En comparant l'industrie paléolithique patagonienne avec celle de 1 Amérique du Nord, la ressemblance est surprenante avec les instruments qui proviennent des Etats-Unis (Trenton).

Comme je considere absolument impossible de donner un résu- des différents chapitres qui forment la troisiéme partie de ce mémoire je décris la période néolithique, je me contenteral d'en reproduire les conclusions générales.

I.—Les différentes formes de stations permanentes, le type que présentent certains instruments et les caracteres d'antiquité qu'on leur observe, ainsi que les observations technologiques en général démontrent qu'il y a au moins trois époques archéologiques bien marquées dans la période néolithique patagonienne, pendant les- quelles a eu lieu une complete évolution industrielle, ainsi que le démontre facilement examen du matériel décrit.

Pendant la premiére époque, ou protonéolithique, dont lexisten- ce doit encore étre démontrée expérimentalement, les instruments paléolithiques se diversifient, bien quils gardent encore, comme une réminiscence ancestrale, les caracteres qui distinguent les ob- jets décrits dans le chapitre I de la TT? partie de ce mémoire. La se- conde époque archéologique est caractérisée par l'apogée ou par- vient l'évolution par différenciation et spécialisation des différents genres d'instruments et d'armes de pierre. Peut-étre aussi, que pendant cette époque des types étrangers qui furent aussitót adop- tés par les hommes du sud, commencérent a s'importer par échan- ge ou quelque autre moyen. J'ajouterai qu'il est possible aussl que dans ces temps, naturellement trés reculés, eurent lieu des in- vasions limitées des peuples voisins qui ne dépassérent pas vers le sud le bassin du fleuve Deseado et qui produisirent á leur tour leur influence sur l'industrie néolithique patagonienne. La troiseme époque se distingue nettement de Vantérieure par la fabrication Vobjets de pierre polie, «bolas», «manijas», mortiers, pilons de mortier, etc. Avec elle termine brusquement l'áge de la pierre en Patagonle.

II.—Malgré la conclusion antérieure, la période néolithique de

AnaL. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3*, T. v. JuLto 27, 1905. 24

530 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Patagonie présente des caracteres propres qui la distinguent des manifestations industrielles synchroniques signalées jusqu'a pré- sent dans le reste de la République, depuis le parallele 36* vers le nord.

TI1I.—La zone se rencontrent des manifestations similaires a celle de la période néolithique patagonienne comprend: le gou- vernement du Neuquen, moins la partie andine; le gouvernement de la Pampa dans ses parties centrale et australe; le sud et le cen- tre de la province de Buénos Aires, bien qu'elle ne dépasse pas au nord du peuple de Luján (34% 34' 20”). L'état actuel des investi- gations ne permet pas d'établir la cause scientifique de cette simi- litude, s'il s'agit de peuples dont d'évolution était corrélative et 11 y avait des lors entre eux une influence mutuelle directe ou indi- recte. ou si ce sont les traces d'une entité ethnique antérieure á Vétablissement des tribus trouvées au moment historique de la conquéte européenne.

TV.—A la fin de la premiere partie de ce mémoire, J'établis deux types comme éléments ethniques primordiaux de la Patagonie et qui vinrent, le dolicocéphale du nordest américain et le brachycé- phale du nordouest. Cette premiere conclusion trouve un élément nouveau et favorable de criterivm en comparant, comme je lai fait en son temps, le matériel recueilli dans 1'Uruguay et le Brésil méridional á lVest et celui qui vient du Chili et du Mexique a Pouest.

V.—En comparant la période néolithique patagonienne avec la nord-américaine, la similitude qui existe avec le matériel recueilli dans les etats de l'est et du sudest est surprenante alnsi qw'avec celui qui provient de certains endroits de la région occidentale, bien que d'une maniere moins intensive.

VI.—I y a aussi une curieuse ressemblance entre certains objets qui proviennent de la Colombie Britannique et des régions hyper- boréennes et leurs similaires de Patagonte.

VII.—En résumeé: je trouve des points de contact intime entre les types de la période néolithique patagonienne et les objets sui- vants d'autres pays américains: a) rácloirs, perforateurs, pointes de fleche, javelines, harpons, mortiers et leurs pilons de la Républi- que de l'Uruguay; b) javelines et ornements auriculaires du Bré- sil; c) fleches du Chili; d) couteaux et pilons de mortiers du Mexi- que; e) perforateurs, rácloirs, couteaux, hachoirs, mortiers et pilons de mortier des Etats-Unis; f) rácloirs, perforateurs et pilons de mortiers de la Colombie Britannique; g) rácloirs, couteaux, fleches et javelines des Esquimaux.

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ÍNDICE ANALÍTICO.

ABñorr C. C., 306, 307, 322, 311, 351, 352, 366, 368, 369, 372, 373, 401, 402, 412, 413, 417, 431, 436, 473; el profe- sor Holmes y los instrumentos des- criptos por, 306.

Acy E, p”, y el enmangado de los ob- jetos cuaternarios, 296.

Adornos, descripción de los de Pata- gonia, 448 á 449; de la Argentina, 419; del Brasil 449, 489, 530; de Chi- le, 449.

Adventure, viaje de la, véase Beagle.

Affaldsdynger, 312.

AGUIAR D. $., 443.

Aguirre E., 214.

Aoradecimiento, á colegas argentinos, 214 á 215; á colegas extranjeros 215; á instituciones 215.

Alacaluf, indios, 241.

Alcazaba S. de, 253.

Allentiaks, 249.

Awmbrosetrr J. B., 203, 3/7, 3297, 458, 459, 460, 461, 462, 463, 519; colección del profesor, 213, 214, 216,513; y los Pillan Tokis, 457

AMEGHINO F., 214, 225, 226, 227, 229, 2654, 2/9, 281, 286, 293, 299, 301, 309, 313, 321, 340, 367, 395, 417, 429, 430, 436, 448, 472, 521, 522, 524, 527; co- lección del Dr., 212, 213, 216, 511, el descubrimiento del paleolítico de Patagonia, 291; sus estudios sobre el paleolítico bonaerense, 308; sus opiniones sobre el paleolítico uru- guayo, 225 á 226.

AmecHino C., 212, 214, 288, 292, 344, 448, 471; el descubrimiento del pa- leolítico de Patagonia, 291; su siste- ma para fabricar proyectiles arroja- dizos, 480.

ANCHORENA A. de, 263.

AxGeErIS P. de, 240, 242, 260, 263, 498, 434,

Araucanos, 240, 251, 258, 270, 271, 457, 458; su baile Pruloncion, 457; ar- gentinos, 240, 241, 249, 268, 269, 339, 457; chilenos, 268, 440, 411, 457, 458, 459; territorio de los, 460.

Areizaga J. de, 242, 257.

Arpones 413; su procedencia, 414; su descripción, 414 á 416; distribución geográfica de los tipos, 416; propor- ción centesimal de los tipos, 416; material empleado en la fabricación de, 416, 417; uso de los, 417; de Pa- tagonia, 417; de los Estados Unidos, 417.

Ault du Mesnil G., 301.

Autor, sus propósitos al escribir esta memoria, 203; su viaje á Patagonia, 204, 519; su opinión respecto á los estudios paleoetnológicos, 205; su opinión respecto á los problemas paleoetnológicos de Patagonia, 205; su opinión sobre los trabajos publi- cados hasta ahora sobre arqueología de Patagonia, 20); su opinión res- pecto á la mejor manera de resolyer los problemas paleoetnológicos de Patagonia, 206; su opinión sobre los estudios comparados, 208.

Barco DE CENTENERA M. DEL, 428.

Beagle, viaje de la, 207, 252, 253, 254, 265,520. -

Beguáes, indios, 428, 429, 430; usaron proyectiles arrojadizos, 427.

Bleicher J., sus estudios sobre el pa- leolítico de Argelia, 302.

Bibliografía, de los Patagones, 204; de Patagonia, 205; insuficiencia de la literatura consultada, 211.

Boas F., 408, 413.

BouGalmviLLE L. A. De, 258, 427.

BouLk M., sus estudios del paleoliti- co argelino, 303; su opinión sobre el paleolítico norteamericano, 307.

D40 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Bove G., 397.

Bowers $S., 442,

Buriles, 352 su procedencia, 352; su descripción, 353; material empleado en su fabricación, 353; uso, 353; en- mangado, 339; de Sud América, 853; de los Esquimales, 353 á 354.

Burmerster €. V., 212, 213.

Burmerster G, 305, 313, 397.

Braquicéfalos, elemento primordial en Patagonia, 237, 459, 530; su difusión, 237; individuos que constituían este tipo étnico, 237; sus caracteres, 237 á 2838; su deformación craneana, 238; sus caracteres especiales, 238; su morfología, 235; hubo una co- rriente, 267; su inferioridad, 267; predominio del tipo, 268; los Onas son sus actuales representantes mestizados, 269.

BxrintoN D. G., 246.

Brosse C. De, 244, 245, 258, 257, 263, SST:

Browerkr J. V., 401, 402.

BrunNG, 339.

Byron J , 258, 427.

Calchaqui, arqueología, 462.

Calille-het, nombre de un grupo de Patagones, 240.

Cañas PrinocnerT A., 441, 442, 444.

CarITaN L , 294, 299, 800, 801, 388.

CarDIEL, padre, 240, 263.

Cardoso A., 483.

Carles E. de, 444.

CARTAILHAC E., su opinión sobre los objetos «4 coches, 344.

Carr L., 369.

Cavendish T., viaje de, 263, 895.

Chantre E., 212.

Charrúas, 429, usaron proyectiles arrojadizos, 428.

Chelleo-mousteriense, 299, 301, 809; su definición, 210, 528.

Chonos, indios, 241.

Chorotes, adornos auriculares de los, 449.

Chulilau kéni, nombre de un grupo de Patagones, 240.

Clan, estaba desvirtuado, 264; su ca- rácter, 265; su composición, 265; atribuciones especiales de uno de sus miembros, 266; sistema civil del, 266; atribuciones del clansman, 266; atribuciones de la mujer, 266; gue- rras del, 267.

Clansman, empleo de esta designa- ción, 212; como cazaba, 259 como optaba al matrimonio, 260; atribu- ciones especiales de un, 266; ausen- cia de reacciones violentas en el, 266; sus atribuciones, 266; como combatía, 267.

Cohla. nombre dado por los Patago- nes al lago Colhué-Huapi, 218.

Coin, leyenda del país de, 245.

Colecciones, las hechas en Patagonia, 206; de F. y C. Ameghino, 212 y passim, del Museo Nacional de Buenos Aires, 212 y passim; del Museo de La Plata, 212 y passim; del profesor Ambrosetti, 213, 214, 212,513; del señor Angel Fiorini, 213, 343, 348, 513; del autor, 213, 513.

CoLim J. A., 397.

Conquel, personaje en la leyenda del Viejo Latrapai, 459.

Coups de poing, su clasificación am- plia, 294; es una designación inadmi- sible, 295; tipos patagónicos de, 205; su uso, 295; su enmangado, 295; ele— mentos probatorios de que debie- ron enmangarse los llamados, 296.

CórboBA Y FicGuerOA P., 459.

CourLLauLT Dr., 303.

Cox G. E., 246.

Cráons, adornos auriculares de los, 449.

Cremonezzi A., 496, 513.

Cr£quI MontrorT G., 444.

Cruz L. De La, 260.

Cuchillos, 354, su procelencia, 304; descripción, 355 á 362; distribución geográfica de los tipos, 363; mate- rial empleado en su fabricación, 364; uso, 365; enmangado, 365; ejem- plares de Patagonia descriptos por otros autores, 356; de la República Argentina, 357; de los Esquimales, 369, 489, 530; de los Estados Unidos, 368, 369, 489, 530; de México, 367, 489, 530; del Uruguay, 867; suple- mento, 493.

DasbbrEnNE R., 215.

DenikeEr J., 269, 393, 412, 427.

Dolicocéfalos, uno de los elementos étnicos primordiales, 237, 439, 530; se detuvieron en el río Negro, 237; los cráneos dolicocéfalos no son prehis- tóricos,239;losdolicocéfalos existían en el momento histórico de la con-

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 541

quista, 239; contribuyeron al mesti- zaje, 239; del cuaternario bonaeren- se, 239; corriente de, 267; eran supe- riores á los braquicéfalos, 267; Onas dolicocéfalos, 268; Araucanos dolico- céfalos, 269; explicación de estas anomalías, 268 á 269.

Dorsey G. A., 215, 322, 341, 436, 437.

Dkraxe F., 250, 251, 254, 257, 258, 259.

Duclos-Guyot, 260, 427, 430, 466.

Enrenreicn P., 269.

Eguía M., 398, 899.

Enmangado, de los instrumentos pa- leolíticos, 295; de los instrumentos neolíticos, láminas, 820, de los ras- padores, 338; de los perforadores, 350; de los buriles, 353; de los cuchi- llos, 365 á 366; de los instrumentos para hendir, 3/3; de la hachas, 461.

Esquimales, 296, 342, 352, 353, 366, 370, 403, 413, 431, 487, 488, 530; ulu de los, 295, 866; enmangado de los raspado- res, 399; kelauitaw'tin de los, 431.

Estudios comparativos, opinión de Evans, 208; del autor, 208; importan- cia de los, 208.

Evans J., 208, 210, 296, 300, 301, 302, 314, 893, 344; su opinión sobre los es- tudios comparativos, 208; división de las láminas por, 214;su opinión sobre los instrumentss a coches, 344.

Facultad de Ciencias Exactas, Fisicas y Naturales, 215.

FALKNER T., 240, 243, 251, 252, 254, 259, 266, su división de la Patagones, 240.

Familia, anarquía respecto á la, 260; poligamia, 261; endogamia, 261; ex- ogamia, 261; forma de optar al ma- trimonio, 250; casamiento, 261, filia- ción, 261; desarrollo de los niños, 261; disolución del matrimonio, 262; parentesco, 262.

Fauna, quirópteros, 230; carniceros, 233; pinipedia, 233; roedores, 233; ungulados, 235; cetáceos, 234; eden- tados, 234; marsupiales, 234; rheifor- mes, 234; tinamiformes, 234; colum- biformes, 234; ralliformes, 234; podi- cipedidiformes, 234; sphenisciformes, 234; procellariiformes, 234; larifor- mes, 235; charadriiformes, 235; phoe- nicopteriformes, 235; anseriformes, 235; pelicaniformes, 235; cathartidi- formes, 235; accipitriformes, 239;

strigiformes, 235; psittaciformes, 285; coraciformes, 2835; piciformes, 235; passeriformes, 235; reptiles, 232, 286; saurios, 236; ofidios, 226; batracios, 232, 286; peces, 236; moluscos, 236, insectos, 236.

Febres A., 240.

FERNÁNDEZ DE NAVARRETE M., 297,

FERNÁNDEZ DE OvirDbo Y VaLDez G., 242, 254, 257.

Frewxes J. W., 296, 269, 437.

FIGUEIRA J. H., 294, 304, 305, 321, 322, 340, 341, 331, 367, 399, 412; su opinión sobre los objetos paleolíticos de Pa- tagonia, 294; su opinión sobre el pa- leolítico uruguayo, 304, 305.

Fiorini A., 213, 214, 343, 344, 348, 518; su colección particular, 213.

Fischer, profesor, 516.

Firz-RBor R., 252, 253, 254, 260, 202, 264, 265, 411, 427, 466.

Flakers, 377, 479, 504, 505, 513.

Flechas, tendencia del autor al clasifi- car las puntas de flecha, 211; diagra- ma demostrativo de la clasificación, 509; procedencia general, 3/6; máxi- ma de la dimensión, 377; clasifica- ción, 317; sin pedúnculo, 375, su pro- cedencia, 378; su descripción, 318 á 381; distribución geográfica de los ti- pos, 381; con pedúnculo, 381; su pro- cedencia, 382; su descripción, 382 á 388; distribución geográfica de los tipos, 389; aberrantes y excepciona- les, 889; su procedencia, 390; su des- eripción, 390 á 392; distribución geo- gráfica de los tipos, 391; porcentaje delos grupos, clases y tipos, 394, 39); material empleado en la fabricación, 395, 396; forma como se colocaban, 395; uso, 395, 395; ejemplares de Patagonia descriptos por otros au- tores, 397; de la Argentina, 39, 399; de Bolivia, 401; del Brasil, 199; del Canadá, 403, 489, 530; de Chile, 400, 489, 430; del Ecuador, 401; de Estados Unidos, 402, 403; de la Fue- gia, 397; de México, 401; del Uru- guay, 399, 498, 530; suplemento, 495.

FruercHErR YF., 250, 251.

Fuinveks Perrre W. M., 216, 308.

Flora, formaciones fitogeográficas, 229; del valle de los ríos y parajes deprimidos, 230; de lugares húme- dos, 230; de las salinas, 230; de te-

492 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

rrenos arenosos y de pedregullo, 231; de la precordillera, 231; de los bosques, 232; de las llanuras y esco- riales, 232.

Fourous A., 285.

Fowke G., 342, 352, 368, 312, 373, 401, 402, 412, 417, 431, 468, 496, 497.

Fregeiro C. L., 215.

Fueguinos, 266.

Garay J., 429.

Gariazzo P., 202,

Gaudry A., su opinión sobre el paleo- lítico norteamericano, 307.

Gentil L., 303.

Geología, serie chubutense, 223; gua- ranítica, 223; patagónica, 224; san- tacruceña, 224; entrerriana, 224; tehuelche, 224; sedimentos cuater- narios, 225, 521; serie pampeana, 225, 521; tehuelche moderno, 225, 521; su critica, 225, 521; depósito ca- racteristico del pampeano patagó- nico, 226, 522; época actual, 229; rocas cristalinas, 229; periodo gla- cial, 229; fisonomía conservada por Patagonia desde la era terciaria, 478.

GARARD DE Riazzte J., 444.

Giraudais de la, 260, 427, 430, 466.

Gobparp P. E., 413, 445.

Grabadas, piedras, su descripción, 369 á 412; uso, 372: ejemplares pro- cedentes de Patagonia, 472; de la Argentina, 4/2; sus motivos orna- mentales, 472 á 473: de los Estados Unidos, 473.

GRASSERIE R. DE La, 211.

GUERRERO VerGara R, 257,

Guesdes, colección, 463.

Hachas, piezas de que ha dispuesto el autor, 449; su procedencia, 450; su descripción, 450 á 456; distribución geográfica de los tipos, 456: material empleado en su fabricación, 456; uso, 457; opinión del profesor Am- brosetti, 457; las llama Pillan 'Pokis, 457; desarrollo de su teoría, 457 á 458; refutación por el autor, 458 á 459; critica á la leyenda del Viejo Latrapai, 459 á 460; demostración arqueológica, 460 á 461; opinión del autor sobre el uso de las hachas, 461; enmangado, 461; estudio del Dr. Lehmann-Nitsche, 461; ejemplares de Patagonia descriptos por otros au-

tores, 461; de la Argentina, 462 á 463; del Brasil, 463; de Colombia, 463; del Ecuador, 463; de Guadalupe, 463; de la Guayana Holandesa, 463; de Panamá, 463; del Perú, 463.

Hahn F., 397.

Haiken, justificación del empleo de esta palabra, 212.

HATCcHER J. B., 219.

Hauthal R., 506, 513.

Haynes H. H., 306, 307.

HAwkeswortH J., 245.

HENDERSON J. G., 369.

Hendir, instrumentos para, su proce- dencia, 3/1; su descripción, 3/1 4372; material empleado en su fabrica- ción, 3/2; su uso, 3/2; enmangado, 373; ejemplares de Patagonia, 373; de los Estados Unidos, 373.

Hexsmaw H. W , 440, 441, 442, 444; su enquéte sobre las piedras perforadas, 440.

HeErNáNDEZ T., 242, 269.

HesketH Pricharo H., 397.

HiuuYer GicuioL1 E., 215, 295, 397, 393, 411, 427, 430, 442, 443, 449, 461, 451, 488.

Hoerxes M., su época chellec-mouste- riense, 210, 528.

Horrman W. J., 394, 366, 369.

HoLmes W. H., 210, 211, 215, 306, 341, 369, 3159, 102, 403, 413, 436, 463, 473, 501; su opinión sobre los instru- mentos paleoliticos descriptos por Abbott, 306.

Huarpes, 443.

Hunsox W. H., 474,

HULTKRANTZ J. V., 268.

Hupa, indios, 366, 369, 413, 445, 486.

Huso, pesos para el, su procedencia, 445; su descripción, 445 á 447; distri- bución geográfica de los tipos. 447; material empleado en su fabrica- ción, 447: proporción del material, 447; proporción de tipos, 447, de Chi- le, 448.

Hyabes P., 269, 398, 412, 427.

IBar Sierra E., 246,

InHerInG H. von, 227, 399, 430, 524.

Igsorrotes, enmangado de objetos por los, 296.

Ikelborra, objetos de tipo paleolítico en uso entre los, 295.

Inaken, nombre dado á los Patago-

nes del sur, 241; opinión de D'Or-

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 543

bigny, 241; opinión del autor, 241,

Incas, 205.

Instrumentos, paleoliticos; de Pata- gonia, como se encuentran, 273, 275, 219, 2582, 284, 285, 287, 288, 292, 524; por qué se les encuentra en la su- perficie, 293; sus tipos, 294, 295, 528; su descripción, 273, 274, 275, 280, 283, 286, 287, 289, 290, 291; su uso, 295; fueron enmangados, 295, 296; su ma- teria prima, 297; su técnica de tra- bajo, 298; sus dimensiones y peso, 298; opinión de los profesores Fi- gueira y Mortillet, 294; de Arge- lia, 302; de la Argentina, 308 á 309; de Bélgica, 299, 300, 301; del Brasil, 305; del Congo, 301, 302; de Egipto, 303; de Estados Unidos, 306, 307; de Inglaterra, 300, 301; de Fran- cia, 299, 300, 301; de Somaliland, 302; de Túnez, 303; del Uruguay, 304, 205. Neoliticos; de Patagonia, no son coetáneos, 4/3 á 475; épocas á que pertenecen, 475 á 476; su mate- ria prima, 476 á 477; relación entre la materia prima empleada y el nú- mero de los objetos, 477; obtención de la materia prima, 478 á 479; trans- porte de la materia prima, 478; fa- bricación, 4/9 á 481; grupos, tipos y variedades, 482; cuáles son los más usuales, 482; distribución geo- gráfica de los grupos, 482 á 484; comparaciones con los instrumen- tos neoliticos de Patagonia y Ar- gentina, 4841 á 485; con los de Bolivia, 485; con los del Brasil, 485; con los de Chile, 485; con los de Colombia Británica, 487; con los del Ecuador, 485; con los Esquimales, 487; con los de Estados Unidos, 486; con los de México, 455; con los del Perú, 485; con los del Uruguay, 485.

Jabalinas, su procedencia, 404; sin pedúnculo, 404, 405; con pedúncu- lo, 405 á 408; excepcionales, 408; aberrantes, 408; proporción cente- simal de los tipos, 409; material empleado en su fabricación, 409, 410; distribución geográfica de los tipos, 410: proporción centesimal del material, 411; uso, 411; antecedentes de su uso, 411; ejemplares de Pata- g'onia descriptos por otros autores, 411; de la República Argentina, 112;

del Brasil, 412, 489, 530; de la Co- lombia Británica, 413; de los Esqui- males, 413, 489, 530; de los Estados Unidos, 412, 413; del Uruguay, 412, 489, 530; suplemento, 496.

Jesup M. K., 352, 412, 437.

Jofre de Loaiza G., 242, 257.

Kau, cómo se construía, 255; su divi- sión, 259; su reconstrucción, 256; los Patagones siempre vivieron en, 257; testificación de Urdaneta y Ladri- lero, 257; del siglo xix, 265.

Ejokkenmóddings, del río Deseado, 312; de Ushuaia, 397; de Chile, 400.

KorreL B., 322, 341, 397, 401, 430, 444, 463.

Krans, adornos auriculares de los,449.

KunerrT P. B., 305, 306, 400, 504.

Kultur lager, de Patagonia, 204, 205, 212, 465, 474, 475, 476; de la provin- cia de Buenos Aires, 206, 429, 459; de la provincia de Jujuy, 463; de la Baja California, 401, 485; de Cali- fornia, 441; de Chile, 441; de la Flo- rida, 486; de la isla de La Plata, 436; de Santa Bárbara, 366; del rio Thompson, 392.

LADRILLERO J., 297.

LAFONE QueveDo $. A., 215, 459.

Lancetas, su procedencia, 3/9; su des- cripción, 370; suplemento, 494.

Lane Fox A , 340, 301, 397, 515.

Láminas, paleolíticas, 283, 284, 298: neolíticas, 314; su procedencia, 315: sus tipos, 315; distribución geográ- fica de los tipos, 315; descripción, 316 á 319; material empleado en su fabricación, 319; uso, 319; enmanga- do, 320; ejemplares de Patagonia descriptos por otros autores, 320; de la República Argentina, 320, 321; del Ecuador, 322; de Estados Uni- dos, 322; de México, 322; del Uru- guay, 321.

Larsen J. M., 240.

Latrapai, leyenda del Viejo, analiza- da por el profesor Ambrosetti, 457; opinión del autor, 459; antecedentes mitológicos, 459; desarrollo de la leyenda, 459; interpretación del au- tor, 460.

Lenmann-NiTscuE R., 214, 240, 241, 249, 255, 313, 320, 351, 455, 461, 463, 472, 491, 492, 493, 495, 496, 512; estudios sobre nomenclatura indigena de

544 MUSEO NACIONAL

Patagonia hechos por el Dr,, 240; colección del Dr., 514.

Lenz R., 459.

Lemaire J., 263.

Leric V. pr, 296.

Leuvuches, nombre de una agrupa- ción de Patagones, 240.

Lista R., 312, 397, 425, 427.

LórEz DE Sousa P., 428, 480,

Lovisatro D., 306, 395, 397, 480, 515, 5316; sus observaciónes sobre la fabri- cación de puntas de flecha por los Onas, 479; sus observaciones sobre las rocas empleadas por los Pata- gones, 216.

Lozano P., 263, 264.

Luro D. eL, 215, 397, 398, 417, 422, 425, 434, 485, 461, 515; sus observa- ciones sobre las rocas empleadas por los Patagones, 517.

Mac Ger J. W., 401, 436.

Mac GUIRE J. D., 468.

Manero E., 429.

Magallanes H. De, 209, 239, 244, 245, 327.

MarpoNaDo C. R., 461.

Maurer T., 322.

MarriN H., 312.

Marrius C. F. von, 246.

Mason O. T., 296, 366, 369, 463.

Material, identificación del empleado, 211; utilizado, 212, 213, 511; coleec- ción Ambrosetti, 513; colección F. Ameghino, 511, colección del autor, 5313; colección A. Fiorini, 513; colec- ción R. Lehmenn-Nitsche, 514; co- lección Museo de La Plata, 512; co- lección Museo Nacional de Buenos Aires, 512; colección Museo de Stut- teart, 514.

Mebixna J. T., 400, 430, 440, 444, 448, 460, 461, 468.

Memoria, material que la constituye, 203; propósitos del autor al escri- birla, 203; defectos de ésta, 201; ca- rácter de ésta, 206; componentes de ésta, 207, 209; identificación del ma- terial utilizado en ésta, 211.

Menomini, indios, 366, 369.

Mesaticéfalos, es un tipo étnico crea- do por el Dr. Moreno, 239; no lo acepta el autor, 239.

Mexicanos, 322.

Meyer H. B., 296.

DE BUENOS AIRES.

Mitre B., 215, 249,

MotLxxa J. I. DE, 459.

Molinos, su descripción 431, 432; ma- terial empleado en su fabricación, 432; su uso, 434; ejemplares de Pa- tagonia descriptas por otros auto- res, 434; de la República Argentina, 435; de Colombia Británica, 437; del Ecuador, 336, de los Estados Unidos, 436; de México, 436; del Uruguay, 436, 489, 530; suplemento, 500.

MoNDscHEINn J., 411.

Monrr L., 400.

MoreL G., 207, 520.

Moreno F.P., 238, 239, 246, 2541, 270, 313, 340, 395, 397, 398, 411, 417, 425, 429, 434, 435, 436, 470, 494, 501, 510; tipo mesaticéfalo creado por el Dr., 239; su opinión sobre el pasaje de los Onas á la Tierra del Fuego, 270.

Moorez C. B., 215, 251, 369, 412.

MookeneaD W. K., 306.

Mort J. DE, 253, 434,

Morteros, sus manos y procedencia, 432; su descripción, 432 á 133; distri- bución geográfica de los tipos, 433 á 434; material empleado en la fa- bricación, 434; uso, 434; de la Repú- blica Argentina, 435; de la Colom- bia Británica, 437, 489, 530; de los Estados Unidos, 436, 489, 430; de México, 436. 459, 530; del Uruguay, 435, 489, 530.

. MortiLLET G. DE, 210, 292, 295, 299, 300,

301, 309, 325, 344, 357, 528. MorriLLET A. DE, 210, 292, 294, 295, 299. MoYano C. M., 253, 313.

MuzLter H., 211, 257, 295.

MukrDocH J., 339, 342, 352, 323, 351, 403, 413.

Museo Nacional de Buenos Aires, 212, 213, 214, 215, 216, 227, 259, 280, 284, 292, 308, 321, 345, .360, 361, 367, 415, 444, 449, 454, 457, 458, 463, 483, 505, 512, 513.

Museo de La Plata, 212, 214, 240, 299, 301, 305, 313, 351, 406, 407, 415, 422, 426, 431, 432, 433, 446, 449, 450, 453, 454, 455, 460, 461, 463, 472, 491, 493, 494, 496, 497, 498, 499, 500, 591, 502, 504, 505, 505, 507, 512.

Musrters G. C., 241, 467.

Narborough J., 244, 350, 479.

NeLson E. W., 339, 393, 413, 431.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 545

Neolíticos, yacimientos, 311; superfi- ciales, 311, 312; estaciones perma- nentes, 312; en cavernas, 312, 313; en cementerios, 313; en tcherles, 313, 474; extensión, 313; distribución geo- gráfica, 313,314; edad, 473 á 475; épo- cas á que pertenecen, 4/3, 477, 488, 506, 529; materia prima de los obje- tos recogidos, 476 á 477; relación en- tre el material de los objetos reuni- dos y la geología de los alrededores de los yacimientos, 477; relación entre el material lítico y el número de los objetos reunidos, 477; carac- teres que distinguen las estaciones permanentes de las temporarias, 482.

Nrerro L., 412, 480, 444, 504.

Nilson R., 514.

Noort O. de, 245, 263, 395.

NorbexsskióLD E, 340, 399, 463.

NorDExskJóLD O., 265.

Numeración, 245; análisis de los nú- meros, 248; ordinal, 219.

Nuñez pe PineDa y Bascuñán T"., 440, 441, 457.

Ornivarks M. de, 459.

Onas, indios, 263, 397, 427, 484, 504, designación antigua de los, 24M; pre- sencia de clanes en Patagonia, indu- dablemente de, 257; consideraciones sobre su somatologia, 265, 269, como pasaron el estrecho de Magallanes, 270; fabricación de puntas de flecha por los, 479.

OneLzLI C., 263.

OrBrGNY A. p”, 210, 211, 242, 244, 246, 250, 252, 251, 255, 260, 261, 262, 411. Otron, nombre dado por los Patago-

nes al lago Musters, 218.

Outes F. F., 216, 259, 292, 321, 310, 367, 398, 429, 436, 473, 493.

Parpnaor J. M., 399, 430, 444, 463.

Paleoantropología, 237; no autocto- nismo de los clanes de Patagones, 237; substratum paleolitico, 287; ele- mentos primordiales, 237; tipo doli- cocéfalo, 237; tipo braquicéfalo, 23%;

- influencia del medio físico en los caracteres somáticos de los anti- guos Patagones, 238; tipos étnicos de cabo Blanco, 474, 475.

Paleolíticos, yacimientos, número de los encontrados en Patagonia, 273, 524; su edad, 291, 225, 527, 528; su descubrimiento, 291; sus tipos, 292,

524, forma como se encontraron los objetos, 292; disposición estrati- gráfica, 293; diferentes tipos de los instrumentos encontrados, 294, 528; de punta Casamayor, 274, 276, 292, 294, 297, 298, 524, 528; confluencia de los ríos Chubut y Chico, 273, 274, 275, 292, 294, 297, 298, 300, 524, 526, 528; cabo Blanco, 235. 294, 297, 298, 524, 528; Bajo de San Julián, 287, 288, 289, 290, 291, 292, 294, 295, 297, 298, 300, 302, 303, 524, 528; puerto Mazaredo, 280, 281. 282, 233, 254, 204, 297, 298, 524, 528; arroyo Observación, 277, 278, 279, 280, 292, 293, 294, 297, 297, 298, 299, 300, 301, 303. 304, 524, 525; bahía Sanguinetti, 281, 293, 524; rio Seco, 286, 257, 294, 297, 298, 524, 528.

Parnrary P., 302.

Paraderos, de Patagonia, 201, 212, 229, 277, 281, 311, 818, 314, 323, 332, 330, 367, 376, 425, 426, 469, 470, 475, 482, 488; de la provincia de Buenos Ai- res, 321, 898; de la gobernación de la Pampa, 367; de la República del Uruguay, 321, 310, 399.

Parentesco, 262.

Parker Kinc P., 252, 264, 265.

Parkinson R., sus observaciones so- bre la fabricación de las piedras perforadas, 481.

Patagón, idioma, 209, 241, 245; docu: mentos deficientes sobre el Pata- gón protohistórico, 245; vocabulario de Pigafetta, 245: cuadro compara- tivo de voces, 246; onomatopeya, 2947; moderno, 217; estructura mor- fológica, 217; fonetismo, 247; for- mación de palabras, 247; alfabeto, 247; sistema gramatical, 247; lexico- logía, 248; homofonías, 245; nume- ración, 218, 219 antiguo idioma, 249% comparación del antiguo idio- ma con el moderno, 250; compara- ción del antiguo idioma con el Ona, 268.

_Patagones, 318, 321, 336, 337, 344, 376, 409, 425, 426, 4341, 448, 479, 500, 504; premagallánicos, 205, 217, 263, 266, 337, 431, 478, 479; protohistóricos, 905, 217, 242, 245, 253, 254, 257, 263, 266, 337, 395, 431, 478, 479; modernos, 205, 207, 217, 242, 247, 253, 257, 266, 262, 263, 337, 395, 418, 426, 431, 478,

AxaL. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3*, T. v. JuLto 31, 1905. 35

546

479; contemporáneos, 204, 205, 338, 339, 441; iconografía y bibliogra- fía, 204; influencias extrañas so- bre los, 205; cuándo terminaron la edad de la piedra, 207, 520; sobre la designación de, 209; nombre de los Patagones, 239; opinión de D'Or- bigny sobre los nombres, 240; opi- nión de Larsen sobre el nombre Tehuelche, 240; opinión del autor sobre el nombre Tehuelche, 240; opinión del Dr. Lehmann-Nitsche sobre los nombres que se daban á los, 240; territorio que ocupaban, 217, 241; número de los, 241; carac- teres psicológicos, 242; sentimientos, 248; amor filial, 243; amor entre los sexos, 213; venganza, 243; combates, 243; vida de conciencia, 243; mata- bon á los shamanes, 243; abando- naban á los inútiles, 243; robo, 244; no conocían la represión, 244; risa, 244; llanto, 244; atención, 244; pa- ciencia, 244; observación, 244; abs- tracción, 244; asimilación, 244; me- moria, 245; imaginación, 245; le- yendas, 245; idioma, 245; numera- ción, 248; el antiguo idioma, 209, 949; creencias religiosas, 250; no eran sabeístas, 250; anarquía reli- giosa, 251; entidades religiosas, 251; evolución religiosa, 251; animismo, 252; alimentos, 253; bebidas, 253; pi- rogenesis, 254; armas, 254, 255; habi- taciones, 255; ajuar doméstico, 257; indumentaria, 257; ornamentos, 258; ocupaciones, 258; aptitudes indus- triales, 259; baile, 259; juegos, 260; fumaban, 260; aptitudes artísticas, 260; familia, 260, 261; parentes- co, 262; cómo enterraban á sus muertos, 263; clan, 264; cruzaron el estrecho de Magallanes, 268; los Onas fueron primitivos, 269, 427, 479; braquicéfalos, 269; mango para los raspadores que fabrican, 388, 339; cómo llaman á la resina de Duvaua, 389, punzones que usa- ron, 350; no cazaban pájaros, 396, jabalinas de los Hupa parecidas á las de los, 413; proyectiles arroja- dizos que conocieron, 415; cómo llaman á la «bola», 427; las bolea- doras Esquimales y las de los, 431; no fueron pescadores, 426; raspa-

MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

dores antiguos que usan, 441; uso del tabaco, 466; fabricación de pipas, 467; ornamentación de la alfarería, 473; empleaban poco la obsidiana, 477; materia prima empleada, 478, 515; busca del material lítico, 478; fa- bricación de armas é instrumentos, 479; percutores empleados, 479; cuándo emplearon la presión para fabr'car armas y utensilios, 479; desconocieron las piedras perfora- das, 483; mestizaje con los, 483.

Patagonia, 212, 219, 223, 224, 226, 229, 232, 267, 2/3, 218, 284, 291, 292, 296, 299, 300, 307, 309, 311, 315, 320, 352, 359, 366, 367,312, 318, 3/4, 317, 399, 397, 399, 401, 402, 411, 412, 417, 427, 432, 437, 448, 455, 456, 461, 467, 468, 472, 473, 474, 477, 478, 482, 483, 484, 485, 486, 487, 488, 489, 495, 506, 511, 515, 519, 522, 526, 530; viaje del au- tor á, 203, 204, 519; problemas an- tropo-etnológicos de, 205, 206; ele- mentos étnicos primordiales de, 205, 237, 530; colecciones de, 206, 207, 511; falta de conclusiones generales so- bre la edad de la piedra en, 206; falta de designaciones geográficas en, 201; fisiografia de, 217; hidro- erafía de, 217, 218; depósitos lacus- tres de, 218, 219; descripción general de, 219 á 222; aspecto general, 222; meteorología, 222; geología, 223; flo- ra, 229; fauna, 232; cavernas habi- taciones en, 255.

Pauli H., 415, 451, 452.

PrEamoby C., 391, 368, 401, 402.

Pediu, personaje en la leyenda del Viejo Latrapai, 459.

Pehuovlche (stc), 241.

Pehuenches, indios, 260.

Pendola A. J., 215.

Perforadas, piedras; su procedencia, 437; su descripción, 437 á 438; dis- tribución geográfica de los tipos, 439; material empleado en su fabri- cación, 439; su uso, 439; opinio- nes diversas sobre el uso, 440 á 442; opinión del autor sobre el uso, 442; elementos probatorios, 442 á 443; de la República Argentina, 443; de Bolivia, 444; del Brasil, 443, 444; de Chile, 444; de la Colombia Britá- nica, 445; de Costa Rica, 444; del Ecuador, 444; de los Estados Unidos»

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 547

445; de Guatemala, 444; de México, 444,

Perforadores, su procedencia, 345; su descripción, 346 á 349; distribución geográfica de los tivos, 349; mate- rial «mpleado en su fabricación, 350; su uso, 330; enmangado, 350, 331; ejemplares de Patagonia des- criptos por otros autores, 351; de la República Argentina, 351; de la Co- lombia Británica, 352, 489, 530; de los Esquimales, 352; de los Estados Unidos, 351, 489, 530; de México, 351; del Uruguay, 351, 489, 530; suple- mento, 492.

Prkinertry A. J., 260, 426, 427, 428, 430, 466.

Pnuruippr F., 400, 444, 461.

PuinrrprrI R. A., 444.

PIGAFETTA A. de, 243, 245, 246, 259, 253, 254, 258, 259, 295, 479.

Pillan, 457, 458, 459.

Pillan-Tokis, 457, 458, 460, 461.

Pipas, 463; su procedencia, 464; su des- cripción, 464 á 466; procedencia, 466; material empleado en su fabrica- ción, 466; antecedentes históricos sobre su uso, 466, 468; boquillas, 468; ejemplares de Patagonia descriptos por otros autores, 468; de la Argen- tina, 465; de Chile, 468; de los Es- tados Unidos, 465; suplemento, 502.

Platzmann J., 246, 249.

Pozzi S., 214, 313, 406, 415, 454, 461, 494, 513.

Prehensión de los objetos de piedra, 207.

Proyectiles arrojadizos, su proceden- cia, 418; de que se componían, 418, 419; «bolas», su descripción, 419 á 422; «manijas», su descripción, 422 á 424; procedencia de los tipos de «bolas» y «manijas», 424; material empleado en la fabricación de «bolas» y «manijas», 425; ejemplares de Patagonia descriptos por otros autores, 125; uso, 426; antecedentes históricos sobre el uso en Patago- nia de los, 426, 427; su uso en el Rio de la Plata, 427 á 429; de la Repú- blica Argentina, 429, 430; de Bolivia, 430; del Brasil, 430; de Chile, 430; de los Esquimales, 431; de los Estados Unidos, 431; de México, 431; del

Perú, 430; del Uruguay, 430, 489, 330, suplemento, 497.

Pueblos, 369.

Puguloburra, instrumentos de tipo paleolítico en uso entre los, 295. Puelches, 211, 219, 251, 254, 258, 264, 270, 271, 429, 430, 458; su influencia sobre los Patagones, 251, 254, 258,

264, 270, 271.

Putnam F, W., 444.

Querandies, 321, 340, 367, 398, 411, 428, 4929, 436, 493.

Quesapa V. G., 429.

QuimeLL J. E., 303.

QuiroGaA A., 399.

QuiroGaA, padre, 263.

Ramirez L., 429.

Raspadores, paleolíticos, 280, 298, 301, 303, 304; neolíticos; su procedencia, 323; sus tipos, 324; su descripción, 324 á 335; distribución geográfica de los tipos, 336; material empleado en la fabricación, 3836 á 381; uso, 337 á 388; enmangado, 338, 339; ejem- plares de Patagonia descriptos por otros autores, 340; de la Repúbli- ca Argentina, 340; de la Colombia Británica, 342. 489, 530; del Ecuador, 341; de los Esquimales, 342, 489, 530; de los Estados Unidos, 341, 342, 489, 530; de México, 341; del Uruguay, 340, 489, 530; suplemento, 491.

Rarzer F., 296.

Ray, colección, 366, 369.

Rea C. H., 300, 301, 302. 344.

Reade J. W., 377.

RebBoux M., sus investigaciones sobre el enmangado de los objetos paleo- líticos, 296.

Regiones de Patagonia, la compren- dida entre los ríos Negro y Chubut, 219; la comprendida entre los ríos Chubut, Mayo, Senguerr, Chico y Deseado, 220; la comprendida entre los ríos Deseado y Santa Cruz, 220; la que se extiende al sur del río Santa Cruz, 222.

Rercme C., 400, 444, 461.

Rep W. F., 398.

Rriss W., 322, 341, 397, 401, 430, 444, 463.

Religión, creencias de los Patagones, 250; referencias de Pigafetta y Falk” ner, 250; adoración de Setebós, 250;

DAS MUSEO NACIONAL DE'BUENOS AIRES.

no eran sabeístas los Patagones, 20; anarquía religiosa, 251; totemismo, 251; entidades en que creían los Pa- tagones según Viedma, 251; totem individual, 251; su culto, 251; shama- nes, 251, ausencia de fetiches, 251; evolución religiosa, 251; transforma- ción del totemismo en shamanismo, 252; creencia en un ser superior se- gún Falkner, 252; la religión en tiempo de Fitz-Roy, 252; celebración de las ceremonias, 252; atribuciones de los shamanes, 252; animismo, 252,

Rodríguez Valdez y de la Banda D., 4929.

Roncacri G., 397.

Romero J., 513.

Rosex E. von, 449.

Roth $., 491, 500, 513.

Rorn W. E., 296, 320.

RubLer F. W., sus observaciones so- bre las rocas empleadas por los Pa- tagones, 515.

Ruror H., 299, 300, 301.

Sabeismo, no lo practicaban los Pata- gones, 232.

San Felipe, ciudad de, 242, 269.

SARMIENTO DE GAMBOA P., 241, 242, 213, 245, 254, 267, 269,

SCHADENBERG H., 296.

Scumip T., 209, 212, 246, 249, 262.

ScHmMIDEL U., 411, 429.

Schouten G., 263.

SCHUMACHER P., 341.

ScHurr A., 504,

SCHWEINFURTH G., 304.

Sehuau kéni, designación de un gru- po de Patagones, 240.

SENÉCHAL DE LA GRANGE E., 400.

Seri, indios, 401, 436, 485.

Serranos, designación de los Patago- nes, 240.

Seron Karr H. W., 302.

Shamanismo, shamanes, 252; celebra- ción de las ceremonias, 252; atribu- ciones de los shamanes, 252 sus prácticas curativas, 252; interven- ción de los shamanes en los matri- monios, 261; intervención de los shamanes en las ceremonias de la primera menstruación, 262; origen del shamanismo, 264.

Shuswap, indios, 342,

Sierras, 342; material empleado en su fabricación, 343; procedencia, 344;

opiniones sobre su uso, 344; no se enmangaban, 345; de los Estados Unidos, 345; suplemento, 492.

Skaldynger, 312.

SmurrH H. 1., 342, 352, 402, 413, 437.

SPEGAZZINI C.. 215, 257, 427.

SruregLL F. C. J., 308.

STAINIER X., 302,

STONBY N., 306.

SrruoBEL P., 308, 320, 340, 397, 398, 400, 4929.

StUúBEL A., 322, 341, 397, 401, 430, 444, 463.

TarameLtI A., 302.

Tchenkes, cadáveres recogidos en los, 239; descripción de los, 263; adornos en los, 263; desaparición de, 264; constituyen un tipo de yacimientos neolíticos, 313; de cabo Blanco, 474.

Tehuelches, nombre dado á los Pata- gones, 240, 241.

Tehuelhets, nombre dado á los Pata- gones. 240.

Téhuesh, designaciones en este idio- ma, 230, 231, 233, 284, 285, 236; fué el idioma antiguo de los Patagones, 249; comparación con el Patagón moderno,250; comparaciones con los vocabularios de Viedma y D'Or- bigny, 250.

Téhueshen, véase Téhuesh.

Terr J., 839:

Ten Kate H., 269:

Tnourson E. H., 367, 401, 444.

Thomas C., 368.

Thompson, indios, 389.

Totemismo de los Patagones, 251; to- tem individual, 251, 264; luchas en- tre clanes totémicos, 251; filosofía totémica de los Patagones, 251; transformado en shamanismo, 252.

TourNouFRr A., 226, 522.

TRANSILVANO M., 257.

UbeN J. A., 341, 351, 352, 368, 437, 492.

Une M., 205 822, 841, 397, 401, 430, 444, 463.;

URDANETA A., 297.

Uso, de los objetos paleolíticos, 295; de los objetos neoliticos, de las lá- minas, 319; de los raspadores, 337; de los perforadores, 350; de los bu- riles, 339; de los cuchillos, 365. 366; de los instrumentos para hendir, 3/2; de los instrumentos de uso in-

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 549

cierto, 373, 379; de las flechas, 395, 396; de las jabalinas, 411; de los ar- pones, 417; de los proyectiles arro- jadizos, 126; de los molinos, 434; de los morteros, 434; de las piedras perforadas, 139; de las hachas, 457; de las piedras grabadas, 472.

Uso incierto, instrumentos de, su des- cripción, 3/3; su procedencia, 374; material empleado en su fabrica- ción, 374; su uso, 375; de Estados Unidos, 374, 489, 530; suplemento, 494.

VauLx E. De La, 288, 255, 313, 361, 366, 411, 468, 472. .

Vrmebor A., 253, 209, 433.

VERNAU R., 238, 292, 313, 361, 367, 372, 378, 397, 411, 417, 425, 426, 434, 435, 449, 461, 468, 472.

ViEDMA A., 242, 243, 244, 245, 246, 249, 250, 251, 252, 253, 255, 256, 257, 258, 260, 261, 264, 266, 267.

VIÑAZA CONDE LA, 246.

Vuta Huilliches, nombre dado á los Patagones, 210.

WANNER A., 345, 419.

Waloska, objetos de tipo paleolítico en uso entre los, 295.

Wallis S., 245.

WhHeEeLER G. M., 322, 341, 368, 431, 436, 444,

White's group, mound del, 368.

WieEnNER C., 430, 442, 444.

WiLson T., 296, 306, 307, 322, 368, 369, 401, 402, 403, 412, 494, 496.

WiLLoveby C. C., 402.

Wood J., 244, 350, 479.

Yacana kéni, nombre dado á un gru- po de Patagones, 240.

Yahganes, indios, 268.

Yámanas, indios, 269, 270, 297.

ZEBALLOS E, $., 398.

ÍNDICE GEOGRAFICO Y TOPONIMICO.

AFRICA. Africa, 207, 301, 302, 520. -

ARGELIA. Argelia, 302, 303, 309, 529. Karar, lago, 303. R'iran er rish, cavernas de, 302. Sikkak, rio, 302. Uzidan, cavernas de, 302.

' CONGO. Congo, estado del, 301, 302. Congo, rio, 301.

Cristal, montes de, 302. Léopoldville, 301

Lukanga, río, 301.

Matadi, 301,

Pioka, rio, 301.

EGIPTO. Ballas, 303. Egipto, 303, 309, 529. Nagada, 305. Nilo, río, 303. Tebas, 303, 304.

SOMALILAND. Somaliland, 302,

TÚNEZ. Gafsa, 303. Sidi Mansur, 303. Túnez, 303, 309, 529. Ued Baiache, río, 303.

AMERICA. América (en general), 207, 342, 439, 441, 462, 468, 485, 520. Atlántico, oceano, 218, 229, 241, 402. Pacífico, oceano, 255, 487.

AMÉRICA DEL NORTE. América del Norte, 306, 307, 322, 341, 351, 403, 443,468, 487, 529. Bering, estrecho de, 339.

CANADÁ.

Baffin, tierra de, 403, 413, 487. Hudson, bahía de, 403, 413, 487.

COLOMBIA BRITÁNICA. Co!ombia Británica, 339, 342, 413, 437, 445, 487, 488, 530. Fraser, río, 113, 445. Lytton, 342, 413, 437. Thompson, río, 342, 352, 413, 437.

ESTADOS UNIDOS.

Afton, 368, 369, 403, 413.

Alabama, 342, 351, 401, 402, 412.

Alaska, 353, 366, 403, 487.

Angeles, Los, 442, 445.

Arkansas, estado de, 3412, 352, 401, 402, 412, 496,

Arkansas, rio, 369.

Arizona, 368, 369, 436, 437.

Awatobi, 296. :

Barrow, punta, 339, 312, 352, 353, 403, 413.

Boston, 306, 307.

Calhoun, 369.

California, ciudad, 215, 418.

California, estado de, 322, 341, 3531, 401, 403, 431, 436, 140, 441, 442, 443, 485, 501.

Carolina del Norte, 352, 373, 401, 402, 412.

Carolina del Sur, 401, 402, 412.

Cambridge, 215.

Chesapeake, río, 374, 375, 486.

Chicago, 211, 215.

Coahoma, Sal.

Connecticut, 401.

Delaware, rio, 306, 207.

Dudley Township, 491.

Duval, 412.

Edmondson, 4196.

Estados Unidos, 306, 309, 322, 341, 342, 345, 351, 352, 368, 369, 313, 374, 401, 402, 412, 413, 417, 431, 436, 445,

DOZ MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

468, 473, 486, 487, 488, 493, 496, 497, 529, 530.

Filadelfia, 215, 351.

Florida, 369, 412, 486.

Forest Hill, 436.

Georgia, 341, 352, 368, 373, 401, 402, 403, 412. 417, 496, 497.

Gold Springs Gulch, 436.

Guernsey, 322.

Hardin, 404.

Hare Hammock, 369.

Homolobi, 369.

Hotham Inlet, 366, 370.

Tlinois, 352, 369, 373, 401, 402, 412, 456, 487.

Indiana, 369, 403, 412.

Iowa, 352, 401.

James, río, 412.

Kanawha, valle de, 417.

Kansas, 312, 341, 351, 392, 368, 401, 436, 486, 492.

Kentucky, 342, 232, 368, 401, 402, 496, 197.

Kotzebue sound, 413.

Lee, 369.

Mac Pkerson, 341, 492.

Maine, 402.

Maryland, 403, 486.

Massachusetts, 215, 401.

Michigan, 402, 486

Minnesota, 401, 402.

Mississippi, estado de, 342, 351, 368, 401, 402.

Mississippi, río, 401.

Missouri, 342, 401.

Naples, 369.

Norton sound, 431.

Nosho, río, 369.

Nueva Jersey, 322, 341, 351, 352, 360, 369, 373, 401, 402, 412, 417, 486.

Nuevo México, 368.

Nueva York, ciudad, 203, 215, 519.

Nueva York, estado de, 401, 402.

Ohio, 322, 342, 352, 868, 373, 401, 402. 412, 491, 495.

Oregon, 401.

Pennsylvania, ciudad de, 205, 441.

Pennsylvania, estado de, 345, 401, 403, 412, 486.

Potomac, río, 3974, 379, 402, 486.

Princeton, 219.

Red Rock, 296.

Saginaw, valle de, 302.

San Martín, montes, 442.

Santa Bárbara, 366, 436, 440.

Santa Catalina, isla de, 436.

Santa Oruz, isla de, 351, 366.

Savannah, 417.

Sharpsbury, 405.

Sikyatki, 296, 436.

Springfield, 436.

Table Mountain, 436.

Tennessee, 342, 352, 365, 313, 401, 402, 412, 497.

Territorio Indio, 368, 402, 403, 413, 486.

Texas, 401.

Tombigbee, rio, 351.

Trenton, 306, 807, 309, 529.

Tulare, 436.

Tuolumne, 436.

Utah, 401.

Ventura, 440.

Vernon, 268.

Virginia, 369, 412,

Washington, ciudad de, 215.

Washington, distrito de, 403.

West Virginia, 312, 401, 402, 417, 496, 497.

Winslow, 369.

Wisconsin, 341, 352, 868, 369, 313, 401, 402, 496, 497.

Wyoming, 322, 341, 369, 436.

York, 345.

AMÉRICA CENTRAL.

América central, 296, 440, 417.

COSTA RICA. Costa Rica, 444.

MÉXICO.

Labná, 367, 441.

Loltun, 444.

México, 311, 351, 401, 431, 444, 485, 488, 530.

Mitla, 341.

Pethá, lago, 322.

Sonora, 401.

Tiburón, isla de, 401.

Usumatsintla, rio, 322.

Yucatán, 367, 401, 444, 485.

X'"chimuek; 401.

NICARAGUA. Frio, rio, 296. Nicaragua, 296.

PANAMÁ. Chiriqui, 463. Panamá, república de, 463.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 52593

ANTILLAS. GUADALUPE.

Guadalupe, isla de, 463. Pointe-a-Pítre, 463. Santa Ana, 463,

AMÉRICA DEL SUR.

América del Sur, 209, 217, 237, 241, 246, 261, 293. 304, 308, 345, 853, 3/3, 399, 400, 411, 419, 417, 425, 430, 449, 443, 444, 449, 461, 463, 473, 520, 527, 529.

Andes, cordillera de los, 217, 218, 241, 263, 449, 457, 458, 461, 483, 485, 520.

Fuegia, 397, 484,

Magallanes, estrecho de, 217, 222, 224, 229, 234, 235, 237, 241, 242, 246, 249, 237, 268. '

Malvinas, islas, 260, 428,

Tierra del Fuego, 268, 269, 270.

ARGENTINA.

Aconquija, 399.

Agua Blanca, 4683.

Andes, gobernación de los, 340.

Anfama, 899,

Argentina, 226, 239, 292, 305, 308, 313, 345, 402, 412, 428, 429. 443, 462, 468, 484, 487, 519, 521.

Argentino, lago, 218, 495, 513.

Artilleros, cañadón de los, 323,836, 397, 354, 355, 363, 364, 376, 382, 3809, 396, a.

Altas, punta, 401, 406, 407, 410.

Baguales, sierra de los, 220, 221, 223,

Bahía Blanca, 308.

Belgrano, lago, 506, 507.

Blanco, cabo, 213, 220, 263, 285, 294, 297, 298, 313, 314, 315, 316, 317, 318, 319, 821, 323, 326, 328, 329, 336, 337, 338, 343, 344, 245, 346, 348, 310, 350. 354, 358, 363, 264, 371, 375, 316, 378, 381, 382, 389, 390, 396, 404, 410, 418, 420, 422, 424. 425, 474, 475, 476, 477, 483, 492, 511, 512,513, 524, 528.

Brava, laguna, 367, 484.

Buenos Aires, ciudad de, 215, 216, 242, 292, 294, 312, 429, 519.

Buenos Aires, provincia de, 206, 225, 227, 239, 240, 308, 321, 340, 351, 867, 398, 429, 458, 483, 481, 485, 488. 493, 521, 522, 580.

Calchaquí, región, 457, 461, 462, 463, 488.

Anar. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3*, T. V. AGOSTO 5, 1905.

Camarones, bahía, 512.

Carcarañá, río, 428,

Carmen de Patagones, 206, 220, 840, 398, 481.

Casamayor, punta, 274, 276, 292, 294, 207, 298, 323, 336, 3837, 354, 363, 364, 382, 389, 396, 511, 512, 524, 528.

Castre, 472,

Catamarca, provincia de, 430, 457.

Chaco, gobernación del, 340, 449, 463.

Chascomús, pueblo de, 398.

Chascomús, laguna de, 493.

Chichinal, 305.

Chico, rio (gobernación del Chubut), 204, 218, 219, 220, 223, 224, 233, 273, 274, 275, 292, 294, 297, 298, 300, 302, 314, 323, 886, 337, 354, 355. 363, 364, 376, 882, 885, 388, 389, 390, 396, 404, 408, 410, 414, 416, 423, 511, 524, 526, D2S.

Chico, rio (gobernación de Santa Cruz ), 218, 220, 221, 224, 229,397, 495.

Chikerook Haiken, 397, 425.

Choelechoel, isla, 460, 461, 472,

Choiquenilahue, 204, 219, 276, 278, 231, 282, 289, 290, 292, 296, 445, 447, 472, 213.

Chonk Haiken, 220, 397.

Chubut, gobernación del, 218, 219, 220, 223, 224, 232, 233, 238, 273, 292, 314, 315, 823, 345, 354, 373, 316, 317, 397, 404, 406, 414, 415, 417, 418, 421, 496, 482, 445, 449, 452, 454, 456, 461, 464, 466, 467, 483, 491, 493, 494, 500, 504, 511, 512, 513, 514, 524.

Chubut, río, 204, 218, 219, 220, 230, 232, 073, 274, 275, 292, 294, 297, 298, 300, 302, 313, 314, 323, 336, 337, 354, 355, 359, 363, 364, 876, 390, 396, 404, 416, 418, 419, 421, 423, 424, 425, 432, 438, 434, 435, 464, 465, 466, 476, 482, 483, 496, 497, 498, 499, 505, 511, 512, a13, 524, 526, 928.

Ciénega, 399.

Coile, rio, 255.

Colhué-Huapi, lago, 204, 218, 219, 228, 994, 233, 286, 238, 249, 623, 312, 814, 345, 349, 350, 354, 363, 364, 366, 378, 376, 882, 889, 890, 396, 404, 405, 409, 410, 417, 418, 424, 425, 426, 499, 445, 446, 447, 468, 469, 472, 476, 484, 511, 512, 513.

Coloradas, sierras, 221, 223, 232, 315,

6

em

5DD4 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

319, 320, 323, 332, 336, 337, 354, 363, 364, 376, 384, 383, 396, 418, 424, 425, 468, 470, 476, 478, 511.

Colorado, rio, 206, 240, 398, 484, 485.

Córdoba, provincia de, 308, 398, 429, 458, 459.

Coy, rio, 218, 222, 224, 425.

Curioso, cabo, 227, 287, 524.

Curru-Leufú, rio, 450, 455, 456, 483, 512.

Deseado, puerto, 220, 245, 280, 291. 296, 404, 410, 512.

Deseado, rio, 204, 212, 218, 220, 221, 230, 232, 235, 255, 263, 286, 312, 314, 315, 319, 323, 324, 327, 331, 383, 384, 339,396, 391, 315, 347, 348, 349, 350, 353, 394, 357, 358, 360, 3083, 364, 371, 312, 376, 3/8, 319, 381, 382, 383, 384, 389, 356, 389, 390, 391, 393, 396, 404, 406, 407, 409, 410, 414, 416, 418, 423, 424, 425, 470, 471, 476, 483, 511, 529.

Fairweather, cabo, 222,

Fontana, lago, 218,

Formosa, gobernación de, 429.

Gaiman, 397.

Gallegos, puerto, 204, 414, 416.

Gallegos, rio, 218, 222, 255, 263, 313, 311, 312, 376, 3/8, 381, 882, 389, 396, 425, 513.

General Frías, 323, 336, 337, 345, 348, 349, 350, 354, 363, 364, 376, 378, 380, 381, 382, 389, 390, 396, 404, 410, 512.

Genguel, rio, 204, 218.

Genua, río, 204, 218, 219, 221, 504, 513.

Gio, rio, 218.

Gualicho, cañadón del, 219, 231.

Gier Haiken, 222, 255, 313.

Hucal, 321, 340, 367.

Eberhardt, caverna, 351.

Ecker, arroyo, 437, 438, 439, 512.

Emel Haiken, 229.

Entrance, monte, 222,

Entre Rios provincia de, 239.

Jujuy, provincia de, 430, 463.

Kaprik Haiken, 212, 313, 354, 363, 364, a11.

Kilt Haiken, 448, 511.

Kooing Haiken, 425.

Korigúen Haiken, 425.

Laciar, sierra, 376, 382, 389, 396, 511.

La Plata, ciudad de, 213, 227, 308, 454.

León, monte, 222,

Limay, rio, 217, 229, 241.

Lobos, laguna de, 308,

Lobos, partido de, 399, 484.

Luján, rio, 308, 340, 351, 367, 398, 484.

Luján, villa de, 488, 530.

Machos, rincón de los, 425.

Madryn, puerto, 224.

Makinchao, 219, 376. 382, 389, 396, 423, 424, 425, 432, 433, 434, 445, 447, 512, 513.

Malaspina, puerto, 220, 376, 378, 381, 396,. 511.

Markatsh Haiken, 2553, 313, 320.

Mar del Plata, 367.

Mayo, rio, 204, 218, 220.

Mazaredo, puerto, 278, 280, 281, 283, 284, 294, 297, 298, 315, 3817, 319, 323, 330, 331, 334, 345, 349, 350, 354, 363, 364, 374, 376, 382, 889, 390, 396, 478, 483, 512, 524, 526, 528.

Mendoza, provincia de, 458.

Mola Haiken, 218.

Molinos, 462.

Montes Azules, 220, 232.

Musters, lago, 204, 218, 223, 236, 238, 246, 249, 312, 314, 426, 429, 491, 492, 493, 499, 500, 513.

Observación, arroyo, 277, 218, 219, 280, 292, 293, 294, 295, 297, 298, 299, 300, 301, 308, 304, 315, 319, 321, 323, 336, 331, 338, 345, 346, 349, 350, 354, 363, 361, 370, 311, 312, 316, 378, 380, 381, 382, 387, 889, 390, 396, 404, 410, 4185, 424, 425, 476, 478, 482, 512, 524, 525, 526, 527, 528.

Oveja, aguada de la, 315, 319, 323, 336, 337, 345, 349, 350, 304, 363, 364, 404, 410, 512.

Nahuel Huapi, lago, 221, 472.

Nava, punta, 226, 522.

Negro, gobernación del Rio, 231, 315, 323, 331, 345, 354, 360, 376, 404, 414, 423, 425, 432, 445, 449, 458, 482, 485, 512, 513,514.

Negro, rio, 204, 206, 217, 219, 224, 232, 234, 235, 236, 237, 239, 240, 241, 242, 254, 313, 320, 340, 351, 366, 397, 398, 411, 417, 425, 427, 432, 435, 449, 456, 458, 472, 474, 482, 484, 500, 501, 513, 514, 515.

Neuquen, gobernación del, 221, 398, 472, 484, 485, 488, 530.

Ninfas, punta, 224, 449, 451, 452, 456, aL2:

Nuevo, golfo, 217. 323, 336, 337, 376, 382, 389, 396, 511.

Pajalt, 315, 318, 319, 376, 378, 381, 390, 396, 512.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 31913)

Pampa, gobernación de la, 269, 321, 340, 367, 457, 458, 460, 461, 462, 472, 484, 485, 530.

Pan de Azucar, cerro, 304, 363, 364, 376, 382, 389, 396, 511.

Paraná, rio, 397.

Paso, El, 229, 471, 511.

Paso de los Indios, 345, 349, 350, 376, 378, 381, 882, 384, 389, 390, 393, 396, 414, 415, 416, 512.

Piedra Clavada, 204, 220, 252, 354, 363, 364, 376, 352, 387, 389, 396, 478, 484, DIE.

Pineda, sierra, 354, 3683, 364, 511.

Pirámides, 323, 336, 337, 354, 363, 364, 376,378, 381, 382, 389, 390, 396, 418, 420, 421, 424, 425, 513.

Plata, provincias del Río de la, 240, 499.

Plata, río de la, 411, 427, 428.

Portada, La, 288, 294, 511.

Pucará, 463.

Puna de Jujuy. 463.

Pueyrredón, partido de General, 366.

Quemado, cañadón, 397.

Ramón Blanco, 367.

Raso, cabo, 220.

Rawson, 204, 3877, 415, 433, 434, 445, 446, 447, 485, 494, 508, 504, 513.

Revolcadero, 315, 316, 319, 323, 386, 337, 354, 356, 363, 361, 511.

Rocha, cañada de, 436

Rinconada, 463.

Rioja, provincia de la, 429.

Saladillo, 465.

Salado, río (provincia de Buenos Ai- res), 340, 351, 367, 398, 428, 484.

Salado, río (gobernación de Santa Cruz), 218.

Salina, La, 361, 397.

Salinas Grandes, 463, 493, 514.

Salta, provincia de, 430, 462.

Sanguinetti, bahia, 215, 226, 227, 226, 2984, 293, 815, 319, 823, 386, 337, 304, 363, 364, 374, 376, 382, 389, 390, 391, 396, 404, 406, 448, 476, 512, 522, 523, 524, 527.

San Antonio, sierra de, 219.

San Borombón, rio, 367, 398, 484,

San Luis, provincia de, 458.

San Martín, lago, 448.

San Javier, 376, 378, 381, 382, 389, 390, 396, 404, 410, 425, 450, 456, 472, 512.

San Jorge, golfo de, 220, 222, 224, 274, 314, 315, 319, 323, 337, 345, 349, 350,

354, 355, 363, 364, 376, 378, 380, 381, 382, 383, 386, 389, 390, 391, 392, 396, 404, 410, 414, 415, 416, 418, 424, 425, 476, 511.

San José, golfo de, 217.

San Juan, provincia de, 429, 443.

San Julián, bajo de, 221, 223, 224, 287, 288, 289, 290, 291, 292, 294, 295, 297, 298, 300, 302, 303, 312, 315, 319, 323, 331, 339, 396, 397, 345, 349, 350, 354, 356, 358, 360, 363, 364, 376, 378, 381. 382, 359, 390, 393, 396, 404, 406, 409, 410, 414, 416, 418, 423, 424, 425, 470, 471, 477, 495, 511, 524, 528.

San Julián, puerto, 212, 221, 227, 232, 233, 239, 242, 244, 253, 393, 371, 812, 497, 476, 524.

Santa Cruz, gobernación de, 220, 221, 224, 226, 228, 229, 238, 274, 277, 278, 281, 284, 256, 298, 315, 323, 332, 343, 345, 394, 362, 3/1, 874, 876, 397, 404, 414, 417, 418, 423, 425, 432, 437, 439, 445, 448, 466, 468, 470, 471, 478, 483, 495, 506, 511, 512, 513, 514, 522, 523, 524, 525, 526.

Santa Cruz, puerto de, 354, 363, 364, 376, 878, 382, 386, 389, 390, 393, 396, 391, 414, 416, 423, 511.

Santa Cruz, rio, 218, 220, 221, 222, 224, 229, 231, 232, 234, 255, 287, 314, 3d4, 361, 363, 364, 366, 472, 477, 492, 494, 495, 496, 513, 514.

Santiago del Estero, provincia, 430.

Sarmiento, colonia, 204.

Sauce Grande, arroyo, 206.

Sauten, 255.

Seco, río, 218, 221, 286, 287, 292, 294, 297, 298, 423, 424, 425, 511, 524, 528.

Senguerr, rio, 204, 218, 219, 220, 224, 313, 323, 336, 3937, 304, 316, 382, 389, 396, 511.

Shehuen, río, 218, 397, 425,

Sholpe, 323, 329, 331, 336, 337, 354, 369, 364, 876, 378, 381, 382, 389, 326, 511.

Sloggett, bahia, 397, 479.

Sin Fondo, bahia, 434,

Tandil, 308.

Tapel Haiken, 418, 424, 425, 511.

Tawalk, 376, 382, 389, 390, 396, 482, 512.

Teca, río, 218, 219, 221.

Tecker, rio, 437, 438, 439, 512.

Tierra del Fuego, 257.

Tilly, rada, 220, 323, 333, 386, 337, 345, 349, 350, 294, 363, 364, 376, 382, 389,

. 896, 511.

556 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Tinogasta, 457.

Tres Cerros, 221, 315, 319, 323, 325, 826, 336, 337, 345, 349, 350, 454, 368, 364, 361, 376, 378, 380, 381, 382, 386, 389, 390. 393, 396, 404, 405, 408, 410, 423, 494, 425, 445, 446, 447, 511.

Trelew, 204, 313, 315, 319, 323, 336, 337, 345, 349, 850, 354. 363, 364, 376, 378, 380, 381, 382, 383, 389, 390, 396, 450, 453, 454, 456, 461, 476, 483, 512. 513.

Tucumán, provincia de, 399, 430.

Ultima Esperanza, caverna de la, 255, 351.

Ushuaia, 397, 412, 484.

Valcheta, 204, 219, 354, 360, 363, 364, 376, 378, 380, 381, 382, 389, 890, 896, 414, 416, 512.

Valdez, península de, 213, 217, 314, 498, 514.

Victoria, isla, 472.

Vírgenes, cabo, 242, 245.

Viedma, 204, 495, 513.

Yolke Haiken, 432.

Yotel Haiken, 418, 424, 425, 512.

Zorros, rincón de los, 425.

BOLIVIA. Acora, 430. Bolivia, 401, 420, 485, 486. Intza, 430.

Tarija, 441. Tiahuanaco, 444.

BRASIL.

Brasil, 205, 305, 399, 412, 428, 430, 443, 449, 463, 485, 486, 488, 504, 530.

Forromeco, 305, 399.

Linha Nova, 504.

Maciel, 399.

Morro do Diabo, 305, 399.

Palmeira, 399.

Paso Wiltgen, 504.

Río Grande del Sur, 305, 399, 430, 444, 463, 504.

Río de Janeiro, 412.

San Juan de Monte Negro, 399.

San Lorenzo, 399.

Sao Paulo, 215.

Tocantins, 449.

CHILE.

Araucanía, 441, 460.

Atacama, 400, 444.

Antofogasta, 400, 444.

Boucault, bahía, 427.

Brunswick, península de, 217, 229, 4H,

Cartagena, 400.

Chile, 246, 253, 257, 268, 400, 437, 440, 441, 443, 444, 445, 449, 460, 468, 4883, 485, 485, 580.

Chiloé, 444, 461.

Coquimbo, 400, 443.

Cruces, Las, 400, 449.

Freirina, 400.

Hambre, puerto, 242, 269.

Horn, cabo, 207, 269, 520.

Llanquihue, lago, 448.

Llanquihue, provincia de, 400, 444.

Magallanes, 444.

Mocha, isla, 400.

Posesión, bahia, 245, 427, 430,

Punta Arenas, 397.

Santiago, bahia, 242.

Santiago, provincia de, 400,

Serena, 443.

Tarapacá, 444,

Teatinos. punta, 400.

COLOMBIA. Colombia, 463.

ECUADOR.

Alangasi, 311.

Canamballa, 430.

Chillo, valle del, 341.

Ecuador, 322, 341, 401, 430, 444, 463, 485, 486.

Ibarra, 430.

Loa, 341, 401.

Mojanda, cerro, 341.

Pichincha, 341.

Plata, isla de la, 196.

Quito, 341, 401, 444, 463.

GUAYANA HOLANDESA,

Guayana Holandesa, 463.

PERÚ. Chanchan, 205. Chincha, 205. Ica, 205. Pachacamac. 205. Perú, 205, 430, 442, 444, 463, 485, 456. Pisco, 205.

URUGUAY. Cerro, el, 305.

Maldonado, departamento de, 341. Montevideo, 292, 294, 304, 305. San Gabriel, 428.

San Juan, río, 428.

Santa Lucia, río, 427.

Santa María, cabo, 427.

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA.

Uruguay, república del, 304, 321, 340, 351, 399, 412, 430, 436, 485, 486, 488, 580.

ASIA. Asia, 207, 520.

EUROPA. Europa, 210, 299, 302, 307, 520.

ALEMANIA. Berlín, 240.

Dresden, 206. Stuttgart, 411, 449, 514.

AUSTRIA-HUNGRÍA. Budapest, 212.

BÉLGICA. Bélgica, 299, 300, 301.

ESPAÑA. Madrid, 304.

FRANCIA.

Abbeville, 299, 300.

Bois du Rocher, 299. Bruniquel, 344.

Chelles, 293, 296, 299, 301. Coussay le Bois, 300. Dordogne, 306.

Francia, 226, 298, 299, 300. Paris, 207, 296, 302, 389, 414. Plantade, 334.

Poitou, 301.

Micoque, La, 300, Normandía, 300.

Saint Acheul, 292, 293, 296, 299, 800. Tarn, 344.

Tarn et Garonne, 344. Vienne, 299, 300, 301.

INGLATERRA.

Biddenhaxm, 300, Dartford Heath, 300.

O Ji -—]

Dallow Farm, 300. Fisherton, 300. Folkestone, 800. Greenwich, 485.

Hill Head, 300. Icklingham, 300. Inglaterra, 203, 211, 299, 300, 340. Irlanda, 211, 340. Londres, 215, 302. Luton, 300. Manchester, 401. Rampart Hill, 300. Reculver, 300.

Santon Downhalm, 301.

ITALIA. Florencia, 215. Turin, 215.

SUECIA. Stockholm, 212.

OCEANÍA.

Oceanía, 296.

AUSTRALTA. Australia, 296. Bloomfield, río, 296. Pennefather, río, 296. Princesa Carlota, bahía de la, 296. Queenland, 296, 320.

CAROLINAS. Carolinas, 411. Uap, 441.

FILIPINAS.

Filipinas, 206. Luzón, 296.

NUEVA BRETAÑA. Nueva Bretaña, 443, 481.

ÍNDICE DE LOS CUADROS INTERCALADOS

Cuadro.

I

II

TI IV

V

vI vII VIII IX

X

XI XII XIII XIV XV XVI XVI XVIII

XIX XX

XXI XXIT XXIII

XXIV XXV

XXVI XXVII XXVIIM XXIX XXX XXXI

XXXII XXXIII

EN EL TEXTO.

Página.

Comparación de cinco palabras del idioma Patagón protohistó-

TICO; MOdernoy COMPInporáadmeO..cor+oosroronas core rss Material lítico utilizado en la fabricación de los instrumentos

ParerotCO A ota at clear eee ae male a e aola Largo, ancho, espesor y peso de los instrumentos paleolíticos Procedencia de das IAMIDaS o coscoircco coa deta ra ca Distribución geográfica de los tipos de láminas .............. Material lítico utilizado en la fabricación de láminas.......... ¡Expeedencia dedos traspadoreso. ames ies sein cosas Distribución geográfica de los tipos de raspadores ............ Material lítico utilizado en la fabricación de raspadores...... Material lítico utilizado en la fabricación de sierras.......... Procedencia de los. pPertora dores rote aa olatela ere loe io ataleróar e Distribución geográfica de los tipos de perforadores......... Material lítico utilizado en la fabricación de perforadores..... ¡Erocedencianderlos cuchillos tea a ala apical sala/ola ie aialeie sia e > Distribución geográfica de los tipos de cuchillos ............. Material lítico utilizado en la fabricación de cuchillos........ Procedencia de los instrumentos para hendir ............o..... Material lítico utilizado en la fabric: ción de instrumentos

sidad ono sa NANO Procedencia de los instrumentos de uso incierto........ ..... Material lítico utilizado en la fabricación de los instrumentos

ESE dass cobro dc ua SE TOC Procedencia de las puntas de flecha en general............... Procedencia de las puntas de flecha sin pedúnculo........... Distribución geográfica de los tipos de puntas de flecha sin

pedia el o ayala alado ejoatelsio, ola /ajeleu da Procedencia de las puntas de flecha con pedúnculo Distribución geográfica de los tipos de puntas de flecha con

pedunculo tas asas es satan ines dls e ea Procedencia de las puntas de flecha excepcionales y aberran-

.oo......s

Distribución geográfica de los tipos de puntas de flecha excep- cionales" y aDerramtes o. occiso Material lítico utilizado en la fabricación de puntas de flecha caro ener a a alos se e leteto tajo stage aaa ea ajo ATA Procedencia de las puntas de jabalina ......oooooommoooomo..- Distribución geográfica de los tipos de puntas de jabalina.... Material lítico utilizado en la fabricación de puntas de jaba-

Procedencia de las puntas de arpÓN.....ocoooooommoommmcr<+r2....o Distribución geográfica de los tipos de puntas de arpón......

246

297 298 315 315 319 323 336 397 343 345 349 3»1 304 ' 363

560 Cuadro.

XXXIV XXXV XXXVI XAXXVII XXXVII

XXXIX XL XLI

XLIT XLIII XLIV

XLV XLVI XLVII

XLVIIM XLIX L

LI

MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Página. f=)

Material lítico utilizado en la fabricación de puntas de arpón. Procedencia de das bolas o aaa tale Procedencinidellas mantas a: Distribución geográfica de los tipos de «bolas» y «manijas».. Material lítico utilizado en la fabricación de «bolas» y «mani-

JS e ATRIO NN a le

Distribución geográfica de los tipos de manos de mortero.... Material lítico utilizado en la fabricación de manos de mor-

Procedencia de las piedras perforadaS.......ooooooromoooo o... Distribución geográfica de los tipos de piedras partos adas.. Material lítico utilizado en la fabricación de piedras tod dans ed: E Procedencia. de los pesos para el DOsSOo....ooomomonoocon=oo.o.os. Distribución geográfica de los tipos de pesos para el huso... Material lítico utilizado en la fabricación de pesos para el huso

.......... o... .. +... sn... ....... .............. .........

nn... rn... ......... o. .

Distribución geográfica de los tipos de hachas................ Material lítico utilizado en la fabricación de hachas.......... Procedencia de las pipas

cr a ss

416 418 423 424

495 432 431

434 437 439

489 445 447

447 451 456 456 464

Figura.

D ST qe

ÍNDICE DE LAS FIGURAS INTERCALADAS EN EL TEXTO.

, I PARTE.

EL MEDIO FÍSICO Y EL HOMBRE.

Corte geológico esquemático de la cuenca cuaternaria de bahía San- guinetti (Gobernación de Santa CrUZ)...oooocoocccorocronra raras Kau Patagón de mediados del siglo XVllT......o cocccroormmmro. o...

Kau y tumba patagones de los comienzos del siglo XIX ...........

1T PARTE.

PERÍODO PALEOLÍTICO.

22320 Confluencia de los ríos Chubut y Chico Cr FA ae) AR 223

Confluencia de los ríos Chubut y Chico (Era) EAN 22

Confluencia de los ríos Chubut y Chico ds

1242 Punta Casamayor (o Fa.)

Corte geológico esquemático del yacimiento cuaternario del arroyo Observación (Gobernación de Santa CrUZ).......ooooooorcrorrromo.. Corte geológico del yacimiento cuaternario del arroyo Observación (Gobernación de Santa CTUZ)...oooocoococcrrcrcrrr rr Arroyo Observación ( O. o ) A A A a ea a:

Arroyo Observación (a E 74 )

Corte geológico esquemático de la costa en puerto Mazaredo (Go-

E A O A SAA A

Puerto Mazaredo (mx Puerto Mazaredo Can me) A A io E ao EC

A ad NAAA mA NE

Puerto Mazaredo CENA

Página.

228 256 265

962

MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Figura.

16 17 18

: 89

41

Río Sego ras de

) Rio Seco a VELA ES A

San Julián

San Julián

C

( San Julián sa:

( San Julián (

TI PARTE.

PERÍODO NEOLÍTICO.

LÁMINAS.

Cabo Blanco E CM a) O ro EOS o e 3 0) Revolcadero ora) AL RS A 012 Puerto Mazaredo ( C.M.N. ol A e E 14

M Cabo Blanco (rad) NOS A OA SOS )

Cabo Blanco nz > 4146 Pajalt (o)

Bajos en las sierras Coloradas Eo

223 A

Cabo Blanco C. MN ) E IO o

RASPADORES.

22324 Curso medio del río Deseado > Dro AA CEA : 9

22345

Bajos:al norte de Tres Cerros le EN) ir dr

Cabo Blanco Le MENE )

> 22549 Bajos al norte de Tres Cerros (e F ) MN O 2232

ta AS A

Curso medio del río Deseado ( O.

Cabo Blanco ( oa E )

Cabo Blanco Po a ) O NOS O IO Cabo Blanco ( dE ce ) IS SAO du dios Oe TE ptas

AUS Sholpe (c.M.N. )

4013 Puerto Mazaredo oa A A o AS

Corro. o o oson.on...o ooo... .........

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291

316 316 317 317 318 318 320 321 321

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 5639

Figura. Página. 42 Curso medio del río Deseado ao) y ro O O does IEA 331 AA OI OE TIRÓN 281 44 Puerto Mazaredo O: A o O oO RIO 331 45 Bajos en las sierras Coloradas ( EN . ) A A 332 46 Región entre río Deseado y rada Tilly ( ra) o O 333 47 Curso medio.del río Deseado arar) o AR O ATEN 339 48 Región entre rio Deseado y San Julián Caral RNE dol 334 49 Puerto Mazaredo omar) O A o Ao e 334 | 50 Curso medio del rio Deseado A RO 335 51 Región entre río Deseado y San Julián opa) Lila a 335

52 Raspador con su mango correspondiente en uso entre los Patago- ESCOCIA pUrane os oa macs o ia a ao da nia 338

53 Corte longitudinal del segundo tipo de raspador en uso entre los

EA ODES COME OPA sli De ae rd 399 SIERRAS.

Se CaborbBlanecoy colección Amgel FIOTID] ..... uscar ae 343 d9 "Cabo blanco, colerción “Anpel BAgrini dq is a a 848 PERFORADORES.

56 Arroyo Observación ( E mE mo) E RUSO a a BASE Nao pl. 346 57 Cabo Blanco (aura) a A sl e : 346

22325 >

58 Curso medio del río Deseado esa) SS AS IS IO O 34

59 Curso medio del río Deseado ara) ao sarria iaa 348

60 Cabo Blanco A) o E O NO O 348

GA Cabo Blanco colección tan sel ROTO. eee al ie aaa - 348

A 348

BURILES

63 Curso medio de) rio Deseado ( 70, A A AS 358 CUCHILLOS.

, j s (_363_ 355

64 Confluencia de los ríos Chubut y Chico Lo. F. 5) AA 33)

65 Canñadón de los Artilleros Coma) A A NR AN 355

564 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Figura. Página. 66 Golfo de San Jorge (2 +4.) 855 ) olfo de San Jorge [E FA )Jesrrrrerrr creta nera 355 67 Revolcadero (4 356 ) evolcadero (FA) rrrrrrrrrrecennrnnrnn nn erro 56 . e 356 ds 68 Región entre río Deseado y San Julián (ar) VETA RAR 356 22322 e 69 Curso medio del río Deseado ar! A A 397 S E 223922 = 10 Curso 1imedio del río Deseado ER) ARAS: A Edie UN 351 71 Región entre rio Deseado y San Julián (ez) RS ATA 358 72 Cabo Blanco (ara) A A A A oca 358 = y 11420 $ 13 Boca del río Chubut ta Ex) A 399 74 Bajos en las sierras Coloradas ( E ) e O e e 399 el 356 75 Región entre río Deseado y San Julián trar” E 360 2 356 76 Región entre río Deseado y San Julián ta E AJerrnoo no cren 360 E 22343 77 Bajos al norte de Tres Cerros (Fear) A E E OR 361 ABS , 78 Orillas del lago Colhué- Huapi a) O EN SS 361 79 Manantiales 10 leguas al sur de Piedra Clavada ( o) o EE 362 LANCETAS. S0 Arroyo Observación aa Nm) RN AR TSE GIO co da e 370

INSTRUMENTOS PARA HENDIR.

ed 7 == Si Arroyo Observación (on ua) A TN IN NT 311 : : 22325 a $2 Curso medio del río Deseado (e FA ) A A A E e he e 372

INSTRUMENTOS DE USO INCIERTO.

> 4054 ae $3 Cabo Blanco (an MN) E E 319 PUNTAS DE FLECHA.

> a E , A 22332 379 S4 Curso medio del río Deseado (+ A ) A O pasa r So Arroyo Observación ( Ena AA ASS OO 319 86 Arroyo Observación ( A Nun ) A A Ora o Ecio e 379 57 , A A E e O id AN 350 Valcheta ( MIN) retener ren

88 Colonia General Frías ( Ml A 380 59 Bajos al norte de Tres. Cerros ( ATA ) Ra O Elo, 14 IRE DA 380

80. Valcheta ii A E a 380

Figura.

A A a) Algeledores de Diclor. (par Jos + nenita vernos 93 Golfo de San Jorge ( A 4 Bajos en las sierras Coloradas (a) O is <d. 93 Alrededores de Trelew (az E ) Ms OR A IR 96 Curso medio del rio Deseado a) A Paso de Jos Indios na) A 98 - Bajos en las sierras Coloradas oa ) O a im ae 0 99 Curso medio del rio Deseado (ea) IAS A 10) Región al oeste del río Chic ( a ) A AS 101 Curso medio del río Deseado (dE ) A 102 Puerto Santa Cruz ( En ) a TE AN 103 Golfo de San Jorge (aa: sd A 104 Bajos al norte de Tres Cerros ( ena) A 105 Río Senguerr ( > mi A 106 Curso medio del rio Deseado (a ) O raro 107 Arroyo Observación uy A 108 Manantiales 10 leguas al sur de Piedra Clavada ( ea) ASE 109 Región al oeste de rio Chico (a 5 Ea) oler ito 110 Región al oeste del río Chico Ca E a ) A AS 111 Golfo de San Jorge La == ) ASE A 112 Puerto Deseado A AA 113 Bahía Sanguinetti aa Y E A A 114 Curso medio del río Deseado (mea) olaaa dd a ie ema an - 116 Región entre rio Deseado y San Julián loma) lata taa 117 Puerto Santa Cruz ra A 118 Paso de los Indios (am O A OS 119 Bajos al norte de Tres Cerros Cra A A 120 Choiquenilahue ( E a E O De dee pes 121 Colhué-Huapi = o O E ae sio ao

PUNTAS DE JABALINA.

122 Bajos al norte de Tres Cerros (Ea = ) A 123 Región entre río Deseado y San Julián ( a) e

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA.

965

E 406

566 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

Figura. Página.

1214 Bahía Sanguinetti ( a MN) O Oo DOS Canoas 406 125 Punta Atlas, colección Museo de dia Plata: .. noite camera as 407 125 Curso medio del río Deseado (aa) A o Aaa 407 127 Bajos al norte de Tres Cerros (ama) a IO Ss 408 128 Región al oeste del río Chico (a) A Solo 408 109) Colas Huapt da lo er OT a 409 120 Región entre rio Deseado y San Julián (a) A SOGE 409

PUNTAS DE ARPÓN. 131 Golfo de San Jorge (ro) A o NO e 414 132 Región al oeste del rio Chico arar) AA SO Done O. 414 139 Baso de los «Indios colección Pam Rae 415 134 Golfo desa Ta lA A A 415 PROYECTILES ARROJADIZOS. 125 Valle del sio Chibue terior oa li cre nte 419 136 Cabo Blanco ( a) bos 420 137 Pirámides ( IBA ) oo 420 138 Valle del río Chubut inferior (a MENE ) A A EE 491 139 Cabo Blanco ( ó MN) ES E A 499 10 Malo Caro A oo ON 493 141 Región entre rio Deseado y San Julián ( ER ) do So ae 423 12 Valle del rio Chubut inferior (ua lo 494 148 Valle del io Ohubut terior (nl in 424 144 Grupor toman de Pata ones 428 MANOS DE MORTERO. 145 Alrededores de Rawson, colección Museo de La Plata............... 433 146 Makinchao Cara) ici O Oo Olot, 433 147 Valle del rio Chubut inferior Mean) A OO ut 435 PIEDRAS PERFORADAS. 148 Bio Tocker (ande 438

149 Arroyo Hero od AO A do: 438

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA. 567 y PESOS PARA EL HUSO.

Bigupa Página. 150 Bajos al norte de Tres Cerros o ) a do O OS 446 151 Alrededores de Rawson, colección Museo de La Plata............... 446 E Ca ap A ccoo A 446 153 Alrededores de Rawson, colección Museo de La Plata............... 446 154 Alrededores de Rawson, colección Museo de La Plata............... 446

ADORNOS. UE, E 355 :

155 Kilt Haiken te F. 1) O ata sli ei O 448 A 448 HACHAS.

157 Gobernación del Chubut, colección Museo de La Plata............. 450 158 Punta Ninfas, colección Pauli (molde NN) SIE SE 451 a 452 160 Punta Ninfas, colección Pauli ( molde, E MN) REO O, RL, 452 161 Gobernación del Chubut Mea) A A SS OA 452 162 Alrededores de Trelew, colección Museo de La Plata.....o..o.o....... 453 163 Gobernación del Chubut, colección Museo de La Plata............... 454

> , AA ze 164 Rio Curru-Leufú aan) Si A O AOS: 455 HORA ran (ida a a ja e as ee ay 460 166 Choelechoel, colección Museo de La Plata......oooooommcrcrrorrcrnos 460 167 Reconstrucción de la manera más probable como se disponía el

mango en las hachas de los tipos 1%, 22 y 3. .oococccccccono romo. 462

PIPAS ; 4179 3

168 Valle del rio Chubút (GN )-.o-00o0orrrrreerrrcnrrrnernnnnnnna 464 169 Valle del río Chubut inferior (Gary )eererrrrrcrrrernrr rre 465 170 Valle del rio Chubut inferior (GN )e.corrorrrrcrrrrrere 465 171 Región andina de la gobernación del Chubut (rad TO a 466 172 Gobernación del Chubut A ) A O 467 173 Gobernación de Santa Cruz Cao) A 467

5268 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

PIEDRAS GRABADAS.

Figura. Página 17. Colbné-Enapi Lo a eras E O NT 469 175 Bajos en las sierras Coloradas (er) e a E 470 176 Región entre río Deseado y San Julián Cra, ci IN +71 177. Bío Chico de Santa Cop dopo ato aias ita A 471

SUPLEMENTO. RASPADORES. 178 Lago Musters, colección Museo de La Plata............ ADOS E elo 191 SIERRAS. 179 Río Santa Cruz inferior, colección R. Lehmann-Nitsche............. 492 PERFORADORES. 180 Lago Musters, colección Museo de La Plat... n.eoccacrocsno o oe 493

181

184 / Esquemas representativos de los tipos más usuales de pedúnculo en 19)

15

159

190 191

CUCHILLOS.

Salinas Grandes (Península de Valdéz), colección R. Lehmann-Nitsche.

LANCETAS.

Alrededores de Rawson, colección Museo de La Plata...............

INSTRUMENTOS DE USO INCIERTO.

Rio Santa Cruz superior, colección Museo de La Plata.............

PUNTAS DE FLECHA.

las Hechas patagónica

Río Santa Cruz inferior, colección R. Lehmann-Nitsche............

Río Santa Cruz inferior, colección R. Lehmann-Nitsche...... .....

PUNTAS DE JABALINA.

Río Chubut inferior, colección Museo de la Plata...................

PROYECTILES ARROJADIZOS.

Río Chubut inferior, colección Museo de La Plata..................

Río Chubut inferior, colección Museo de La Plata..................

193

494

494

496

197

498 498

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA.

Figura.

192 193

194 195

204

205

Rio Chubut inferior, colección Museo de La Plata

Lago Musters, colección Museo de La Plata

MOLINOS. Boca del rio Negro, colección Museo de La Plata

Boca del rio Negro, colección Museo de La Plata

PIPAS.

Alrededores de Rawson, colección Museo de La Plata...............

Alrededores de Rawson, colección Museo de La Plata Alrededores de Rawson, colección Museo de La Plata

Rio Genua, colección Museo de La Plata.............

* FLAKERS.>

lao a ao

Rio Chubut inferior, colección Museo de La Plata..................

EL PERÍODO NEOLÍTICO Y SUS ÉPOCAS.

(DOS CUCHILLOS Y UN RASPADOR).

Maeso tBelerano, colección: Museo de La Plata acota oa

Lago Belgrano, colección Museo de La Plata.......................

asorbelerano, colección Museorde La Plata coooooco ccoo. oo...

RESUME.

Coupe géologique schématique du bassin quaternaire de la baie San- guinetti (Gouvernement de Santa Cruz)............. Coupe géologique schématique du gisement quaternaire du ruisseau Observación (Gouvernement de Santa Cruz)........

Coupe géologique du gisement quaternaire du ruissau Observación

(Gouyernement de Sauta Cruz). .ooic. casos

AxaL. Mus. Nac. Bs. As., Ser. 3*%, Tr. v. Acosto 5, 1905.

ce... ..........

37

500 501

302

525

326

my

$ I $ IH $ II S IV

PrerACcIioO

INDICE GENERAL.

EL MEDIO FÍSICO Y EL HOMBRE.

Paleoantropologiía y Somatología Nomenclatura, área geográfica de dispersión y densidad de la

Idioma y numeración

Sistema y prácticas Usos y costumbres

I PARTE.

CAPÍTULO 1.

EL MEDIO FÍSICO.

CAPÍTULO IT.

EL HOMBRE.

Doro. o .or.n.nconrnnon naa. os

O O O SOON IO O BORO ORO OOO

.......... ++... ...........

Página.

O O OO TR OOOO O A A OA IA A CIRO CIAO O O O A IS ISS OR ACA RIOR ONES YC OA

A A A A E ER RTS E SR O O ORTO RO

O E IS MORO COR OR OO

O o sais esto sis ss

La familia y el parentesco. Prácticas funerariaS.........oooo....

as Conclusiones antropo-etnológicas

PERÍODO PALEOLÍTICO.

LOS YACIMIENTOS Y LA INDUSTRIA,

Yacimiento de San

IT PARTE.

CAPÍTULO 1.

Yacimiento de la confluencia de los ríos Chubut y Chico Yacimiento de punta Casamayor Yacimiento del arroyo Observación Yacimiento de puerto Mazaredo Yacimiento de la bahia Sanguinetti Yacimiento de cabo Blanco Yacimiento de rio Seco TUNA o AE

O A CIC TITO TOS ICAA

c...oo oo... 2.2.1.1.

ION OO ERICA

203

217 223 229 232

Si 5 $ TI $ IV NO $ VI

SNE $ I

Sal S IH

2 SNE

$ I $ IT $ TH

S I ST

MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES.

CAPÍTULO IL

OBSERVACIONES GENERALES SOBRE EL PERÍODO PALEOLÍTICO PATAGÓNICO.

Página

Edad de los yacimientos y tecnologia. .....co..o.occosisonoads 291

Comparaciones con el periodo paleolítico europe0o.......oo.oooo... 298

Comparaciones con el período paleolítico africano............oo.. 301

Comparaciones con el período paleolítico sur y norteamericano. . 304 Comparaciones con el período paleolítico argentino............... 308

Conclusiones generales ..........0oo.0o..... a 309

TIT PARTE. PERÍODO NEOLÍTICO. CAPÍTULO 1. LOS YACIMIENTOS EN 311 CAPÍTULO IL

LÁMINAS Y RASPADORES.

A A A al o 315 RASpadores. dr ds ol II 323 CAPÍTULO III.

SIERRAS Y PERFORADORES. A a IN A E A 342 PErgradoreSs. A A A A E AN 345

CAPÍTULO 1V. BURILES Y CUCHILLOS.

A O is e A e A do 352

Culos Ta O AN 4 394 CAPÍTULO Y.

LANCETAS. INSTRUMENTOS PARA HENDIR. INSTRUMENTOS DE USO INCIERTO. Manetas as o An EARL rs E E 370 Instrumentos para hendir 371 Instrumentos de Uso incierto AS 313

CAPÍTULO VI. PUNTAS. DE UELECHA RO pre 316 CAPÍTULO VII.

PUNTAS DE JABALINA Y ARPÓN.

Puntás de Jabalnasi A ÓN 404 Puntas de APA 413

OUTES: LA EDAD DE LA PIEDRA EN PATAGONIA.

CAPÍTULO VII.

PROYECTILES ARROJADIZOS. MOLINOS Y MORTEROS.

Página A E A 418 SM OIDO y MORO le tt 431 CAPÍTULO IX. PIEDRAS PERFORADAS. PESOS PARA EL HUSO. ADORNOS.

SIA o si ES 487 A AD A 445 A e O A E Ro 448 CAPÍTULO X.

HACHAS. PIPAS. PIEDRAS GRABADAS. SO e e a ala 449 SM O AA 463 SU E a ao day 469 CAPÍTULO XI. OBSERVACIONES Y CONCLUSIONES GENERALES SOBRE EL PERÍODO NEOLÍTICO PATAGÓNICO.

SPA O Per vaciones ia enerales e aro o pro io ela sio e aia de y aja e a ejer 473 O A A A 487 SUPLEMENTO.

SI SAO dor 491 SA AA as a o A ES A A 492 S MU A A 492 SU Da o NA 493 SINO AAN o tt A O 494 SAT AS A A A AO 494 S VIE Eos O MERA A O A AO 495 SOM Bunta side ALA E eo e as aaa a ie e 496 UAB yechlestarro adios ato ale ei es as dea e 497 SEE IE A OS 500 A A to a A 502 SAQUE IN ol papas se a A A 504 $ XII El periodo neolítico y SUS ÉPOCAS......oooooo oocooronoomommomo.”. 506 APÉNDICE A. DIAGRAMA DEMOSTRATIVO DE LA CLASIFICACIÓN DE LAS PUNTAS DE FLECHA CEDE JABALINA o... mms tooo 509 APÉNDICE B. ENUMERACIÓN DETALLADA DEL MATERIAL LÍTICO UTILIZADO. SI Colección particular del Dr. Florentino Ameghino. ............- 511 $ II Colección del Museo Nacional de Buenos Alres........oo.o.oooo... 512

074 MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES. :

Página.

SALE Colección delo Mussode lama E 312 S IV Colección particular del profesor Juan B. Ambrosetti............ 313 SV Colección particular da 313

S VI Colección particular del señor Angel Fiorini................. Ao 313 S VII Colección particular del Dr. R. Lehmann-Nitsche...........o...... 514 S VII Colección del Museo de Stuttgarb.................... are af 14

APÉNDICE C.

SOBRE LOS CARACTERES PETROGRÁFICOS DE LAS ROCAS EMPLEADAS POR LOS PATAGONES, EN LA FABRICACIÓN DE SUS INSTRUMENTOS Y ARMAS.

SE Observaciones de O REA OS S Il Observaciones de D. Lovisato......... A TEN sisi SILO bservaciones de Mid A AS

BUE ot aia slats te UNE O o NÓMINA DE LOS AUTORES CITADOS EN LAS REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS, CON INDICACIÓN ¿DE LOS RESPECTIVOS TRABAJOS a a NS ÍNpIcE ANATADICO ale ajo ado NINAS a a O OR ÍNDICE GEOCRÁTICO Y TOBUNÍMICO ao ceo an ÍNDICE DE LOS CUADROS INTERCALADOS EN EL TEXTO «+ 00ooococcoccocca rc ÍNDICE DE LAS FIGURAS INTERCALADAS EN EL TEXTO ...00cooccco cocos

215 516 317

519

531 239 dol 299 61

ERRATAS IMPORTANTES.

Página 212, línea 8.*; donde dice neolíticas, debe decir neolíticos.

Página 251, línea 15.” donde dice Por otra, debe decir Por otra parte.

Página 300, nota 7, linea 1.*; donde dice DÉU cole, debe decir 7 École.

Página 341, nota 2; donde dice SrroBeEL, debe decir SrúbeL.

Página 369, nota 3, línea 2.*; donde. dice figuras 11 y 13, debe decir figura 13.

Página 423, leyenda de la figura 141; donde dice San Julián y Santa Cruz. debe decir rio Deseado y San Julián.

Página 433, leyenda de la figura 145; donde dice ], debe decir /,

Por un error involuntario, he considerado en diferentes partes del texto de esta memoria, á los villorios de Santa Bárbara y Ventura y á las islas de Santa Cruz y Santa Catalina como pertenecientes á la Baja California, cuando en rea-

lidad forman parte integrante del estado de California (E. U. de A.).

¿pres aye altre ess sti A Li O As Ro Mao O 418 LU

2h ves AR el e Ab nin 2 AA sho e ' A A A A 158 l

h ICA Ay e edo o E AA A A, e a A de AAN ls Jo AA ri DEAN 5097 o AT ad yl AOS AREA e ALA A O O A -Di aki» de af] A APA TEE O + ' ' ] k -. ? ñ iva Lal: eE bit ptr $3 AND

Lx

OBSERVACIONES SOBRE LA CARTA ARQUEOLÓGICA.

En el deseo de presentar una carta paleoetnológica suficiente- mente clara, he suprimido gran número de detalles oro é hidrográ- ficos, y sólo hago mención de los accidentes geográficos importan- tes á que me refiero en el texto.

Los signos convencionales que figuran en la carta mencionada, son los mismos propuestos por Ernesto Ohantre al Congreso de Antropología y Arqueologia prehistóricas reunido en Stockholm en 1874, y adoptados definitivamente en la reunión de Budapest de 1876,

Aunque se trata de la leyenda internacional que todos están en el deber de conocer, tanto más cuanto que los signos radicales y la inmensa mayoria de los derivados son perfectamente mnemó-

nicos, doy á continuación las explicaciones respectivas.

Periodo paleolítico.

Pariodo neolítico.

Hallazgo de objeto aislado

HollazgoZde objetos reunidos (cachete, etc.).

(4 e DD>=>=>

Taller. Estación Sopultura.

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a

CARTA DEMOSTRATIVA

SITUACIÓN OROGRÁFICA APROXIMADA DE LOS YACIMIENTOS PALBO Y NEOLÍTICOS DB PATAGONIA

LEVANTADA FOR

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