PRETO AO uE: E > ] Ñ A de , l UN i A . ya Í e Y o 1 E, S % MY Y | ú AS $ A | HARVARD UNIVERSITY. IS PAE OF THE ] MUSEUM OF COMPARATIVE ZOOLOGY. sl Sua vA / Oachonqe Odia 15 Suelo SES j A » E ' ¡Ur WT EA AO 148 AR a Ñ ns k ¿UE AN j CT PENA E OS UTA TA Y PA o Á 7 l ) ' CU AN f al SAN Po Mi 7 = Y k Ñ / Ma '' e J A ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES TOMO III. ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES (ANTES MUSEO PÚBLICO) PARA DAR Á CONOCER LOS OBJETOS DE HISTORIA NATURAL NUEVOS Ó POCO CONOCIDOS CONSERVADOS EN ESTE ESTABLECIMIENTO POR GERMAN BURMEISTER, Med. Dr., Phil. Dr. Director del Museo Nacional de Buenos Aires Corresponsal de las Academias de Ciencias de Berlín, Saint-Petersbourg, Turín, Washington y de la Universidad de Chile, etc., etc., etc. TOMO TERCERO BUENOS AIRES 1883 - 1891 IMPRENTA DE JUAN A. ALSINA, CALLE MÉXICO, 1422 HALLE PARIS ED. ANTON E DEYROLEE EN COMISION ESE MI LO. Cumpliendo con el deseo del Superior Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, comencé de nuevo la publicacion de los Axares beL Musgo PúbLico, para dar á co- nocer las muchas novedades que, sin interrupcion, recibe este establecimiento en objetos naturales del país. De las obras contenidas en la presente entrega, la primera no da conocimientos nuevos, pues el tema que trata, ha sido ya muy examinado; he publicado esa obra principalmente á causa de la lámina adjunta, que representa al animal en su estado natural vivo, ni con exageración, como aleunas figuras, ni tampoco con los defectos de un objeto conservado en aguardiente, como los otros más vulgares. La segunda obra, me ha parecido útil para corregir el método actual de muchos autores entomólogos, aumentando en número infinito las especies, sin distinguirlas científicamente, con caracteres fijos é invariables. He publicado al fin de nuevo la obra meritoria del finado Bravaro, con el doble fin de dar á conocer más ampliamente sus resultados y describir sobre las colecciones del autor, actualmente en mi poder, las muchas nuevas especies que ha fundado, y exa- minar algunas de ellas de nuevo, fundándolas en bases más seguras. Las dos obras de mi hijo, antes Naturalista viajero del Museo, darán una idea de la naturaleza de la Patagonia Austral y Occidental, refiriendo por los mapas los itinera- rios del viajero con representacion exacta de las estaciones visitadas, la mayor parte de éstos fundados en observaciones nuevas del autor. Al fin siguen descripciones de nuevos objetos fósiles conservados en el Museo, que dan razon sobre sus progresos. Algunas adiciones críticas de esta parte del texto justificarán la nomenclatura aceptada de ellos. Buenos Aires, Diciembre 20 de 1891. h Dr. GerMáN BUrMEISTER. EA INTIEE. L La Ortiga de mar Physalia Arethusa,... con lámina, Pl. Il. dl. - Revision del género Ecpantheria,..... con figura. pag. 41. JE Monografia de los terrenos marinos ter- ciarios, de las cercanias del Paraná, por A AE Página. VET 1 | Adiciones al examen críticc de los Mami- feros fósiles ferciarios........+....... 1. Eutemnodus americamus... ..... 2. Felis” BYOPOMBIA 3 Dona 19 3. Oligobunis ArgentiMd...... ..... 4 Didelpitjs CURUIÍENS ¿e 5. Megamys patagoniensis.......... 6. + Otros RARO RES dao creada aaa 7. Colpodon propinquus,.........o.. con Pl, VIL 45 | Explicacion de la lámina.............. TX Examen critico de los Mamiferos y Rep- tiles fósiles del articulo anterior,..... con las Pl. 11 y IM. Explicación de las láminas............. v. Relacion de un viaje por la gobernacion del Chubut, por C. V. BurMEISTER,.. con Pl. IV Apéndice: Lista de la Fauna de Patagonia IA ANN VI. Expedicion á la Patagonia Austral,...... con Pl. Y. Apéndice: Lista de la Fauna del territorio. YI O aaa con Pl. VI. Itinerario por el Océano Atlántico y el Pacifico, Continuacion de las adiciones al examen critico de los Mamiferos fósiles ter- CIAO ooo gra erecta con Pl. VIMI-X. A o A E A ZN SAMÓNICAVAS IABÉNdica CACOE AA do a 9. Toxodon paramensis O AA IAPENdICO CM a a e as 11. Pachynodon nov. geN........... O MAS. la oa. A pendico Aa eds 12 Mulodo UI RPATaMenels. <<<... 13. IPBNOICO CMI le eee ae a o 14. Megalonyx meridionalis.......... 15. Saurodelphis Argentinus Explicacion de las láminas VIULX..... 313 Megatherium NANUS.....o.o.oo.ooo.. ua as e Página. — VII — Página. Xx Suplementos y adiciones 4 las diferentes disertaciones anteriores.............. I. Suplementos á los Glyptodontes. .. 1. La nariz de los Glyptodontes. 2. La coraza de Doedicurus..... 3. La cola de Glyptodon ....... TT. Suplemento a la monografía de los caballostfosiles ¿01 cc o l. Equus rechidens..... 2. ipphaplas.. IA 3. Onohippus Muñizl.......... TI. Suplementos criticos á diferentes Publicaciones aro aos oa o 1. Loxomylus angustidens...... 2. Colpodon propinquus........ 462 3. Dos nuevos Megatherium.... ] IV, Critica de algunas otras especies... y 1. Protauchenia Reissi......... 465 2. Machaerodus neoyaeus....... 466 3. Scelidotheriuwm Bravardi..... z 4. Eleutherocercus setifer...... 468 V. Dos esqueletos enteros......... De 5 1. Toxodon Burmeisteri..... 410 2. Macrauchenia patachonica. é Último apéndice critico... ....1.0.... 471 MUSEO PÚBLICO DE BUENOS AIRES | - PARA DAR Á CONOCER LOS OBJETOS DE HISTORIA NATURAL NUEVOS Ó-POCO CONOCIDOS CONSERVADOS EN ESTE ESTABLECIMIENTO GERMAN BURMEISTER, Med. Dr., Phil. Dr. | ) ¡ ¿Director del Museo Público de Buenos Aires. | Corresponsal de las Academias de Ciencias de Berlin, Saint-Pétersbourg, Turin, Washington, y de la Universidad de Chile, etc., etc.. etc. ENTREGA TRECENA Primera del Tomo JT. ; BUENOS AIRES IMPRENTA DE PABLO E. CONI, CALLE ALSINA, 60 HALLE . EN PARIS ED. ANTON:. " | E. DEYROLLE EN COMMISSTHON ' ANALES MUSEO PÚBLICO DE BUENOS AIRES PARA DAR Á CONOCER LOS OBJETOS DE HISTORIA NATURAL NUEVOS Ó POCO CONOCIDOS CONSERVADOS EN ESTE ESTABLECIMIENTO POR GERMAN BURMEISTER, Med. Dr., Phil. Dr. Director del Museo Público de Buenos Aires. Corresponsal de las Academias de Ciencias de Berlin, Saint-Pétersbourg, Turin, Washington, y de la Universidad de Chile, etc., etc., etc. ENTREGA TRECENA Primera del Tomo II. BUENOS AIRES IMPRENTA DE PABLÓ E. CONI, CALLE ALSINA, 60 HALLE PARIS ED. ANTON ES DEYROLELE EN COMMISSION 4 cano PROEMIO Cumpliendo con el deseo del Superior Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, he comenzado de nuevo la publicacion de los AxaLes DEL Musro Púrico, para dar á conocer las muchas novedades que, sin in- terrupcion, recibe este establecimiento en objetos naturales del país. De las obras contenidas en la presente entrega, la primera no da conocimientos nuevos, pues el tema que trata, ha sido ya muy exami- nado; he publicado esa obra principalmente á causa de la lámina ad- junta, que representa al animal en su estado natural vivo, ni con exageracion, como algunas figuras, ni tampoco con los defectos de un objeto conservado en aguardiente, como los otros más vulgares. La segunda obra, me ha parecido útil para corregir el método actual de muchos autores entomólogos, aumentando en número infinito las especies, sin distinguirlas científicamente, con caractéres fijos é inva- riables. Al fin, he publicado de nuevo la obra meritoria del finado Bravarp, con el doble fin de dar á conocer más ampliamente sus resultados y describir sobre las colecciones del autor, actualmente en mi poder, las muchas nuevas especies que ha fundado, y examinar algunas de ellas de nuevo, fundándolas en bases más seguras. Buenos Aires, Enero 18 de 1883. MUS vin £ * 10d. 01 JA ' 4? 01H el n€aAS o 4 4 FA y . Y viles | daa 107? bas E es US 208101) po y AN 7% y, 00 AN das desa? ad TAL | Bao alas «ahienbe / A hi elas: 1100 de ph cn Te di , IL ¿7 solónaS mi DES y 4] Di9 eli us bale, Se A ne dl 0 i > Y pd ha 0% ml 5 «od da 1904 y ++ E mk dal sf, E sunicaóa A ] vn A 7] amp PENES: 2aNS h dE e eyed 0 dl 2 e Y .0 LA ORTIGA DE MAR, FISALIA (Con una lámina) Quien haya atravesado el Océano Atlántico de un puerto europeo á Buenos Aires, ó de aquí á Europa, conoce estos animales extraños, de figura de vejiga, que nadan en la superficie del mar, entre los trópicos ó en sus inmediaciones, en dias serenos, de poco viento y mar tranquila, ya manifestándose á distancia bastante larga, por la reflexion del sol sobre su cuerpo liso y claro, que produce el efecto de puntos brillantes parecidos á las estrellas, llamando la atencion por esta propiedad aún de los viajeros no interesados en el estudio serio de los objetos naturales. Pero estas vejigas han interesado mucho más á los marinos que han navegado por el Océano Atlántico desde tiempos remotos, á causa del dolor cáustico que se experimenta cuando se tocan con los largos tentáculos que salen de la parte inferior de la vejiga, lo que sucede con frecuencia á esta gente, trabajando en la superficie del mar, Ó nadando. en él. Este dolor es muy fuerte y se extiende luego de la parte tocada á las inme- diatas, causando algunas veces síntomas de inflamacion erisipelatosa. Por esta cualidad son conocidos dichos animales marinos en todas las lenguas latinas con el nombre de Ortigas de mar (Urticae marinae), figarados y nombrados así por los autores más antiguos, como SLOANE (Hist. nat. de Jamaica, 1, 1, pl. 4, fig. 5), porque la sensacion dolorosa es al principio la misma que si la mano hubiese to- cado la planta comun europea llamada ortiga (Urtica urens), pero su efecto mucho más fuerte. Se OBSERVACIONES SOBRE KM En la antigua literatura científica, se habla con poca propiedad sobre la orga- nizacion y la vitalidad de estos séres particulares. LiNEo sólo ha conocido de nombre el animal por las descripciones anteriores y coetáneas; él lo introdujo con diferentes nombres en su Systema naturae, principalmente como Holothuria Physalis (Ed. XII del año 1767, tomo H, pág. 1090. 4.) y al mismo tiempo como Medusa pelagica (ibid. 1098. 10). En la edicion XII, hecha por GmeLIN en 1791, el mismo animal se presenta con cuatro nombres en cuatro lugares; primera- mente como Holothuria Physalis, tomo 1, parte VI, pág. 3139, n* £, y pág. 3154, n* 10 como Medusa pelagica; pág. 3155, n” 20, como Medusa Utriculus, y pág. 3156, n* 21, como Medusa Caravella. Otros nombres coetáneos son Med. Arethusa de Brown, Jamaic, 385 y Physalis pelagica de Osgeck, Ostind. Resa, 284. Ninguna observacion exacta se ha publicado ántes del principio del siglo, cuando algunos sabios publicaron estudios hechos en el mismo Océano durante sus viajes científicos. Estos son Tiuestus (Naturh. Frichte der ersten Russischen Weltumseg. St. Petersburg, 1813. 4), Cmamisso y EIsenHarDr (Nov. act. phys. med. Acad. Leop. Carol. nat. cur. tomo X, 1821. 4), EscuscuoLz (System d. Acaleph. Berlin, 1829. 4), Lesson (Voyage de la Coquille, Zool. tomo U, 1829, 4) y DE OLFERS (Abhandl. de Kón. Acad. d. Wissensch. z. Berlin, 1832. 4). Estos autores explican bien la figura general del animal con sus apéndices externos de un modo para esa época bastante laudable, aunque en la ciencia actual tienen más bien un interes histórico. Sin embargo, se ha certificado por los estudios de esta época, la colo- cacion sistemática de las vejigas de mar, formándose de ellas no solamente el género particular de Physalia entre las Medusas, sinó tambien la nueva subdivision de dicha clase llamada Siphonophorae, á causa de los muchos sifones que contiene su cuerpo en vez de la boca simple. El género Physalia constituye en esta sub- division, con el género Velella, el grupo particular de los que navegan por medio de un velo externo (Histiodromaea ), opuesto al segundo grupo de los que nadan sin velo (Nechalea), moviéndose por órganos particulares motores, de que los otros carecen. Estos, que nadan así, son los Physophoridae, provistos tambien de una pequeña vejiga que contiene aire, y los Diphyidae, sin vejiga alguna. El conocissiento perfecto de las vejigas marinas no se pone en data ántes de los estudios ulteriores, hechos desde mediados del siglo actual, y ejecutados por LA ORTIGA DE MAR 3 Leuckart (Zool. Unters. I. Zeitschr. f. wissensch. Zool. tom. UI y Anmal. d. sc. natur. HI, Sec. Zool. tom. XVII, 1851), Huxier (Philosoph. Transact. de 1850) y QuarreracESs (Ann. des sc. natur. IV, Sec. Zool. tomo H, 107. 1854), quienes han descripto la organizacion particular de este animal característico muy ame- nudo, dejando poco que hacer para estudios ulteriores. ¡00 He tenido la suerte de examinar diferentes ejemplares de Fisalias durante mis primeros viajes por el Océano Atlántico, en los años 1850 y 1852, que he hecho en buque de vela, sólo, sin otros pasageros, acompañado de mi hijo mayor, en- iónces de catorce años de edad y actualmente domiciliado en Buenos Aires. Los via- jes en vapores de pasageros, que al presente cruzan el Océano de semana en semana, no son convenientes para estudios científicos, pues la gran concurrencia de personas impide tales ocupaciones sérias. Tampoco me ha sido posible hacer buenas observaciones de las cosas, porque ni siquiera pude hacer uso del micros- copio, á causa del movimiento contínuo del buque, que me ha causado dolores de cabeza á consecuencia de la agitacion nerviosa que este movimiento produce; perturbaciones que al fin han disminuido paulatinamente un poco durante el viaje. He llegado á no poder leer ni escribir por más de media hora, y de ningun modo hacer observaciones con el lente; pues no me dejaban entónces estas afec- ciones incómodas. Es, por consiguiente, en virtud de las circunstancias indicadas, que mi reseña es aforística, y pido indulgencia al discreto lector. Los primeros ejemplares de las Fisalias, los he encontrado el dia 30 de Octubre de 1850, bajo el grado 105” de lat. bor. y 630” de long. occ. de la isla de Fierro, casi exactamente 5” al Sud de la isla de Santiago, la más grande de las del Cabo Verde. Eran individuos jóvenes, de poco tamaño, de los cuales dos he figu- rado en tamaño natural en las figuras 6 y 7 de la lámina adjunta. El cuerpo de ellos es una vejiga clara y transparente, de figura oval poco irregular, termi- nada por dos puntas sobresalientes, distantes una de otra una pulgada más Ó ménos, y provista á un lado de una dilatacion lateral de figura de una cresta, que se coloca inclinada á la superficie del mar y eonduce al animal en esta posicion natural nadando, sumergido un poco el lado inferior de la vejiga, que está provisto con los órganos externos de tentácnlos y otros que penden en el h OBSERVACIONES SOBRE agua, hasta de una á tres pulgadas de largo. La cresta no es tan delgada como una hoja, sinó que se inclina en ámbos lados, á modo de un techo, formando á la orilla externa un arco dentellado, de cuyas cortaduras aparecen al interior divi- siones de membrana fina, que separan el espacio en cámaras medio abiertas al interior de la vejiga, y visibles á los lados externos de la cresta como pliegues de la membrana que la forma. Estos pliegues son desiguales, cinco grandes alternan con cinco pequeños, y de cada pliegue sale una membrana tendida transversal de igual tamaño, para la separacion del espacio interno en las dichas cámaras. La sustancia externa de la vejiga y de la cresta es completamente transpa- rente y sin color propio, con excepcion de los dos puntos terminales opuestos, que tienen un color azul y una apariencia más opaca. La pared de la vejiga está constituida por dos membranas diferentes, superpuestas, tocándose ambas intima- mente, con excepcion de la region inferior, por cuya parte el animal se sumerge algo en el agua. Aquí las membranas se hallan distantes, dejando un espacio vacio para recibir los alimentos. Pero en un punto pequeño, cerca de la punta más prolongada de la vejiga, las dos membranas están unidas, no pudiendo ser sepa- radas sino artificialmente y con esfuerzo, por el disector. Esta punta la dirige el animal, en sus movimientos, siempre hácia adelante, levantándola poco hácia arriba, erguida sobre la superficie de las olas del Océano; pudiendo tomarse, por esta razon, dicha punta casi por la cabeza del animal. El lugar del punto cohe- rente de ambas membranas está un poco inclinado al lado derecho, opuesto al lado de la cresta, formando una pequeña excavación, como un embudo de color rosado con un punto central negro. Algunos autores han creido este punto negro un ojo, y yo mismo he imaginado que fuese este órgano sensitivo; pero observa- ciones ulteriores me han demostrado que es una pequeña abertura, como un poro, por la cual entra y sale el aire de la vejiga. El animal cierra y abre este poro á voluntad, he visto salir una vez más tarde una burbujita; y M. QUATREFAGES Cuenta lo mismo de los ejemplares que ha examinado (Ann. des sc. nat. 1V, Sec. Zool. tomo TI, pág. 116); pero no me ha sido posible introducir por el poro la cabeza del más fino alfiler; el animal cierra el orificio con extraña fuerza, y deja ántes romper más fácilmente la membrana próxima que abrir el poro. Abierta de este modo, por ruptura, el aire sale rápidamente de la vejiga, y las membranas se encogen, arrugándose de un modo irregular. LA ORTIGA DE MAR 5 EY. He conservado estos animales juveniles algun tiempo en una fuente de agua, para observar sus movimientos, y he visto, que la membrana externa de la vejiga hace ondulaciones, por las cuales el animal se mueve. Puede levantar la cresta de la superficie del agua hasta su posicion directa encima de la vejiga, nadando de este modo impulsado por el viento, y soportando su movimiento por las ondu- laciones de las membranas que forman la vejiga. He visto tambien al animal adherirse á la pared del vaso que contenia el agua, por sus órganos colocados en la superficie inferior de la vejiga, aplicándolos á modo de AuBu elos: Despues hablaré de estos órganos externos más extensamente. Los animales pequeños representados en las figuras 6 y 7 de la lámina adjunta, tienen la membrana de la vejiga y de la cresta casi homogénea, parecida como de vidrio, sin construccion interna; pero los más grandes, como el de la figura 1, de la lámina, que despues he examinado, muestran muy bien las dos mem- branas diferentes, que tienen la misma figura general y están íntimamente unidas. Examinando entónces estas membranas separadas, se ve claramente que la externa no es homogénea, sinó compuesta de dos capas de fibras diferentes, que se cruzan en direccion contraria. Unas fibras corren en direccion longitudinal, de la termi- nacion aguda anterior á la posterior más obtusa; las otras son circulares, envol- viendo en direccion transversal el espacio interno. Las fibras longitudinales forman la capa exterior de la membrana, y las transversales la interna. En los ejem- plares adultos, de cinco á seis pulgadas de largo, las fibras externas son de color azul y las internas de color rosa; y de estos dos colores diferentes sale la colo- racion general atornasolada de todo el animal, cambiándose de azul en violeta y rosado. QUATREFAGES ha figurado las fibras de ambas capas (l. 1. pl. 4. fig. 1), mostrando que no se tocan las fibras de cada una íntimamente, sino dejando un espacio pequeño entre ellas, llenado por un tejido particular esponjoso-elástico. Segun mis propias observaciones, la distancia entre las fibras es menor en los individuos adultos, que en los juveniles ; tocándose en aquéllos las fibras casi inme- diatamente. Las fibras de cada capa revelan una gran elasticidad ; se contraen mucho cuando se tocan con violencia, y producen, por la extension seguida, el movimiento alter- nativo ondulado de la pared de la vejiga, formando de este modo una capa mus- 6 OBSERVACIONES SOBRE cular en toda la superficie externa del animal, que puede pronunciarse bien su verdadera perisoma. En los animales jóvenes, como en los figurados de las figs. 6 y 7, no se ve bien la capa múscular á causa de ser su sustancia todavía delgada, poco perfeccionada, y por la misma razon faltan á los jóvenes los colores vivos de los adultos, que toman su orígen de las fibras musculares; sólo en las dos termina- ciones de la vejiga, donde el tejido muscular tiene al principio más consistencia, el color azul se pronuncia bien. La segunda membrana ó interna de la vejiga, es homogénea, sin estructura vi- sible, y transparente como vidrio, siendo mucho más fina que la externa, y sin color alguno. El único objeto notable que he visto en ella es un núcleo redondo, poco elíptico, no mencionado aún por autores anteriores á 1852, y que he obser- vado en todos los individuos, tanto jóvenes como adultos. Se pronuncia mejor en los jóvenes (fig. 7. a) á causa de su perfecta transparencia, de figura de un cír- culo bien circunscripto al lado opuesto de la cresta, cerca de la superficie inferior, un poco encima del grupo de los órganos adherentes y tentáculos, permaneciendo fuera del agua. Mis figuras la indican bajo la letra a, como una pequeña mancha; pero no es más opaca que la membrana interna de la vejiga, aunque es un poco más gruesa que la parte vecina de la membrana; lo que se prueba por su circun- ferencia elevada, poco irregular y finamente ondulada, calidades que me parecen indicar una estructura radiada interna. En los individuos pequeños, el núcleo es casi de 2-2,5 mm. de diámetro; en los más grandes adultos tiene 1-1,5 cent. de diámetro. La superficie externa superior de la vejiga, fuera del agua, no presenta más que las membranas descriptas con su cresta lateral; pero en el lado inferior, que está en con- tacto con el agua, se ven, sumergidas en ésta, otras partes de mucha importancia. Son éstas de triple categoría, es decir, chupadores, tentáculos y órganos sexuales. Sifones ú tubos ehupadores (sipho, pl. siphones) se llaman algunos apéndices elongado-cónicos, que terminan en punta libre con una embocadura poco ampliada, que figura el estrangular de la corneta ó del clarin, é introduce en el espacio in- lerno vacío, atándose el cono elongado con su base, poco más angosta que la circunferencia media del tubo, á la pared inferior de la vejiga en cuanto queda pendiente en el agua. LA ORTIGA DE MAR 7 Siempre se ve más de un sifon en cada animal; pero el número de ellos es variable y se aumenta con la edad. Los individuos más jóvenes que he visto (fig. 6), han tenido tres grupos de sifones, formando la punta anterior uno solo un poco más grande; otros tres existen bajo la prolongación de la vejiga cerca de la punta, y cinco en medio de la porcion gruesa de la vejiga al otro lado de la cresta. Cada sifon tiene la configuracion que muestra la figura 8, aumentado seis veces de tamaño natural. Principia la extremidad libre por una boca de contorno elevado y una márgen circular dentellada y plegada por surcos radiales, como se ve en la fig. a, más aumentada al lado de la otra. Su pared es un tejido poco opaco, de estructura esponjosa, incluyendo muchas fibras musculares, lo que prueba su eran elasticidad y su perfecto movimiento, variando la figura general de cada sifon de grueso en largo y de recto en curvo. La boca con la márgen elevada, plegada, y la porcion angosta detras de la boca, son algo más claras y sin color pronunciado, aunque con un reflejo amarillo claro; teniendo la base angosta el mismo color claro; pero la porcion media más ancha, es de color azul pronun- ciado y bastante opaco, aunque no del todo oscuro. En el espacio interno de cada sifon, se ven pequeñas fibras adheridas á la pared, que penden en el vacío hueco, arreglado en hileras, y que terminan en un pequeño entumecimiento de color amarillo oscuro. Iguales fibras en el interior de otros animales parecidos son conocidas como órganos glandulosos, correspondientes al higado de los animales de organizacion más avanzada. En la base, donde el sifon se une con la pared de la vejiga del animal, existe otra abertura, opuesta á la boca, que conduce al vacío, entre las dos membranas de la vejiga, al lado inferior sumergido. Este vacio se extiende por toda la vejiga, entre las dos membranas, y aún por -las de la cresta. Corresponde, por su funcion, al intestino nutritivo de otros animales, recibiendo por los tubos chupadores los alimentos y distribuyéndolos, por el intérvalo de las dos membranas, por todas las partes del cuerpo del animal, aunque no tiene órgano digestivo propio, como tripas para este uso. El segundo individuo, poco mayor, representado en la fig. 7, ha tenido tambien un sifon grande en su extremidad anterior, y tres más pequeños en la porcion más próxima y angosta de la vejiga, pero ocho en la region media y más ancha de ella. Se comprende, por la comparacion con las figuras de otros individuos más grandes, publicadas en la obra Voyage de la Coquille, Zool. tomo IL, pl. V., que tienen muchos sifones en el mismo lugar, que éstos aumentan en número, correspondiente al tamaño general del animal; y se debe concluir, por esta obser- vacion, que el individuo recien nacido, saliendo del huevo, tiene probablemente un solo sifon, aumentándose el número por medio de botones al contorno del pri- mero, y que este aumento dura miéntras vive el animal. LeuckarT y QUATREFAGES 8 OBSERVACIONES SOBRE han figurado tales botones junto á los sifones perfectos, y este autor les ha llamado coecum hépatiques (1.1. fig. 1. n,n, p,p.), tomándolos por órganos particulares de secrecion. Que estos sifones perfectos son, en verdad, la boca del animal, y la cavidad in- terna, que comunica con ellos, el órgano de la alimentacion, no cabe duda, por observaciones directas. He visto en algunos individuos de gran tamaño, no sola- mente estos sifones llenos de un fluido de reflejo argentado, como lo tienen los pescados en las escamas, sinó tambien en el vacío interno, entre las dos membranas de la vejiga, levantándose en ella aún hasta la parte superior de la superficie de ' la vejiga, fuera del agua, y tambien á la cresta. El fluido nutritivo, chupado por los sifones, entra en este vacio por todo el cuerpo, alimentándolo de este modo y proporcionándole nueva sustancia. Es un agradable espectáculo ver el movimiento perpétuo de estos tubos chupa- dores durante la vida del animal; cambian siempre de figura, hallándose, ora pro- longados y delgados, ora contraidos y gruesos como huevos. Sus movimientos semejan mucho al de las sanguijuelas. En los animales jóvenes, los tubos son de 5 ó 6 líneas (1 centm.) de largo cuando mantienen su figura regular, pero en los animales adultos grandes son algunas veces de varias pulgadas. Tambien la mem- brana externa de la vejiga, cambia de figura, moviéndose mucho; tiene, en algunos casos, pliegues sobresalientes; en otros, excrescencias, semejantes á grandes tubér- Culos, que luego se encogen en este lugar para extenderse en otro. Los animales pequeños que he tenido vivos en un gran vaso de vidrio, no han conservado la vida sinó por algunas horas; principia, ya pasada una hora, su vejiga á hacerse más pequeña, principalmente más plana, perdiéndose la cresta y formán- dose pliegues en su lugar, que se extienden en arrugas. Como estos animales no se presentan en dias oscuros y lluviosos en la superficie del mar, parece ser de pre- sumir que se pueden sumergir, dejando escapar el aire de la vejiga y descendiendo en el agua por el movimiento ondulado de la membrana externa del cuerpo, como las demas Medusas. Efectivamente, dicen algunos autores, que las Fisalias se su- mergen en los dias lluviosos y tormentosos; adhiriéndose, con sus sifones y tentá- culos, á diferentes objetos fijos en el fondo del mar, hasta que ha desaparecido la tormenta, volviendo á la superficie cuando las olas se han calmado. No tengo cono- cimiento sobre esa costumbre; pero la dificultad de sumergirse, su oposicion con la fuerza ascendente del aire atmosférico contenido en su vejiga, y la imposibilidad de tomar nuevamente aire en el fondo, cuando ha sido expulsado, me parece dificil admitir esa presunción; aunque no sé, sin embargo, cómo se explica de otro modo la falta de las Fisalias en la superficie del Océano durante los dias en que ella se halla agitada. En el grupo de las P/ysophoridae, que tienen una pequeña vejiga LA ORTIGA DE MAR 9 aérea como órgano hidrostático, unida con órganos motores distintos, conocidos con el nombre de cuevitas para nadar, estos dos medios de movimiento están sepa- rados entre sí por distancia visible, pero en nuestro animal se unen ellas en una misma figura; el muscular motor es la membrana externa de la vejiga, y el órgano hidrostático la membrana interna llena de aire. Los dos factores de nadar, están en este género unidos por inclusion, y en el otro grupo por juntura externa del uno al lado del otro. En los animales jóvenes, los sifones no tienen apéndices externos, cada uno está simple y completamente separado del otro, tambien casi de igual tamaño. Ya he dicho ántes, que sólo he contado cinco en medio de la Fisalia más pequeña, y ocho en la otra un poco mayor. El aumento del número en individuos sucesiva- mente más grandes, lo prueban las figuras citadas de Lesson, que representan, en verdad, ejemplares poco más avanzados en edad que los mios, como ya ha dicho con razon Cuvier (Le régne animal. Tomo 1, pág. 286, nota). Pero tambien en estas figuras todos los sifones son simples, sin apéndice alguno. Sólo los ejemplares adultos grandes, como el de la figura 1, tienen sifones ramificados, y junto á sus ramos algunos apéndices finos, de figura de borlas, que se componen de una multitud de hilos delgados, de igual longitud, soportados por un tronco comun, corto, central. De estos apéndices hablaré despues más extensamente. VI La segunda categoría de los apéndices en la superficie inferior de la vejiga su- mergida en el agua, son los tentáculos, que acompañan los sifones sin unirse á ellos. Son estos tentáculos unos cordones delgados, muy expansivos, que llevan pe- queños nudos, semejando, de este modo, á hilos de perlas, ó á un rosario fino. En el animalito más pequeño, como el de la figura 6, no he visto más que un solo tentáculo, colocado en medio de los cinco sifones de la parte inferior de la vejiga, pendiendo en el agua como un hilo fino, de 1 */2¿ pulgada de largo, y ondulado á modo de tirabuzon. Examinándolo por medio de un lente, lo he reconocido como formando una faja angosta, delgada y. transparente, ribeteada en su márgen con una hilera de nudos finos, azules, que por la curvatura espiral de la faja, 2 10 OBSERVACIONES SOBRE describen la linea ondulada de figura de tirabuzon, afectando la misma figura tambien la porcion de la faja ribeteada y dejando extendida solamente la última parte ter- minal. He dibujado en mis figuras, hechas en el Océano, de cinco á seis el número de las cireunvoluciones de la porcion basal de los tentáculos, con distancia entre ellos de 1-2 líneas más ó ménos, lo que da casi una pulgada de extension á dicha porcion, siendo la porcion recta de */a pulgada, sin circunvoluciones á la extre- midad de la faja. El segundo ejemplar, mayor (fig. 7), ha tenido un tentáculo grande de tres pulgadas de largo, con una docena de circunvoluciones en la porcion basal, de 2 pulgadas; pero unido á este gran tentáculo, se ven otros tres más pequeños, de los cuales uno ha sido colocado junto al gran sifon terminal anterior, y los otros dos entre los sifones, detras del gran tentáculo central inferior de la vejiga. Estos tres tentáculos pequeños no han tenido más que media pulgada de extension, haciendo en la porcion basal algunas ondulaciones, sin la figura espiral, con nudos muy pequeños é imperfectes en el márgen. En este segundo individuo pude estudiar la configuracion del tentáculo más exac- tamente por medio del lente; la faja se ha mostrado bien, siendo ancha y plana, no redonda, formada de sustancia clara, transparente, finamente estriada al interior y llevando á la márgen externa, poco más grande, una hilera de nudos azules, distantes, con intérvalo libre entre el de igual tamaño, acompañando la faja hasta la extremidad, donde los nudos son un poco más pequeños y la faja misma más angosta. Los nudos, observados con el lente, muestran, como se hallan represen- tados en la lámina adjunta, en escala mayor, una granulacion pequeña en su sus- tancia, hallándose compuesta de un gran número de células esféricas, microscó- picas, de las cuales sale, cuando se le toca, un hilo blanco muy fino, como un cabello, adhiriéndose intimamente á la mano del que le ha tocado, y produciendo la sensacion cáustica, doliente, que ha hecho que se dé á estos animales el nombre de Ortigas de mar. vil Observaciones eserupulosas de diferentes autores han alcanzado la configuracion de estos órganos llamados cnidaria (cnidaria) en el lenguaje científico; y como no me fué posible hacer uso del microscopio en el buque, me he visto obligado á observar sólo por medio del lente. Sin embargo, daré al fin de esta obra un extracto LA ORTIGA DE MAR 41 de las observaciones hechas por otros, explicando los resultados por medio de figuras, copiadas de las obras más modernas sobre esta materia. Sabemos actualmente que la faja de estos tentáculos puede considerarse como un músculo fino, perforado en toda su extension longitudinal por un tubo que comunica con una ampolla ovalada ó cónica á la base de la faja, tambien de tejido múscular, en cuya concavidad interna entra una prolongacion del dicho tubo de la faja. Por la actividad muscular de la ampolla, el agua introducida en ella por absorcion entra en el tubo de la faja y lo extiende voluntariamente más y más á medida que la presion muscular sobre el agua se aumenta. Del mismo modo, la abreviacion del tentáculo sigue á cada extension por el aflojamiento de la presion de la ampolla y la retraccion del tejido muscular de la faja. Aún en los nudos de las cnidarias del tentáculo, la cavidad del tubo de la faja entra y aumenta la turgencia de ellos por la accion muscular sobre el agua contenida en el tubo, disminuyendo el aumento orgánico cuando el agua retrocede en la ampolla, y todo el órgano se afloja. Tambien las curvaturas de figura de tirabuzon, son consecuencia del aflojamiento general, recogiéndose el tentáculo por contraccion muscular del tejido de su faja y expulsion del agua del tubo de ella á la ampolla de la base. Dicha ampolla está cerrada completamente, sin abertura al exterior; su super- ficie es lisa tanto al interior como exteriormente; tiene un color verde claro, que lo distingue bien de los sifones azules, como tambien su tamaño mayor. El tubo de la faja entra en la ampolla, no á la punta sino á la base de ésta, de lado, exten- diéndose un poco á modo de embudo. Esta porcion de la faja no tiene nudos con enidarias, sino un tejido muscular un poco más fuerte, mostrando al interior cla- ramente el principio del tubo, que perfora toda la faja. QuATREFAGES ha explicado bien esta configuracion del tentáculo, probando, por medio de sus figuras aumen- tadas, que el tubo de la faja da á cada nudo de las cnidarias un ramo, que entra en el centro en medio de las células, formando en esta parte una pequeña concavidad para cada núcleo. (Véase las figuras 2 y 3 de la lámina adjunta). Algunos autores han distinguido dos clases de tentáculos en cada Fisalia, que se llaman Jos unos tentáculos prehensiles, con cnidarias; los otros, tentáculos de tacto, sin ellas. Creo, con QuATREFAGES, que esta distincion no está bien fundada; los segundos son tentáculos imperfectos, que aún no han formado bien dichos nudos, y por esta razon se presentan menores, más delgados y más cortos; pues los tentá- culos, lo mismo que los sifones, aumentan con la edad, es decir, paulatinamente. Los individuos más jóvenes, de ocho sifones, tienen, como hemos visto, un solo tentá- culo; algunos mayores, con doce sifones, tienen ya dos ó tres; en el de más edad, representado en la fig. 1, he contado ocho tentáculos perfectos y cuatro imperfectos; pero los ocho perfectos no han sido de igual tamaño; sólo uno ha sido grande, tres 19 OBSERVACIONES SOBRE algo menores, y los otros, sucesivamente más imperfectos, lo que prueba la pequeñez de la ampolla en la base de ellos. Los tentáculos juveniles, llamados órganos del tacto, no tienen ampolla á causa de su formacion imperfecta. VIII Los órganos sexuales de las Fisalias son parecidos á los de las otras Medusas, en lo que los del macho están separados de los de la hembra, aunque no siempre distribuidos en diferentes individuos, sino unidos en uno mismo. Forman grupos de celdillas, de figura de racimos, sostenidos por un tronco comun, que se halla colo- cado junto con el tronco de los sifones. He visto estos pequeños racimos aún en indi- viduos muy jóvenes, de poco tamaño, como el que representa la fig. 7, entre los si- fones, pero de color rojo de las celdillas, principalmente en la parte de la vejiga, opuesta á la cresta, en la superficie inferior, pendientes tambien en el agua, entremezclados con los sifones y los tentáculos. Las celdillas de cada racimo son de figura igual, esférica, pero diferentes segun la edad del individuo y mayores en los adultos. En éstos he visto racimos perfectos, con celdillas llevando huevos ; principalmente al lado de la vejiga, que corresponde á la colocacion del núcleo de la membrana interna. Siempre sehan hallado en oposicion con la ampolla de los tentáculos, por su colocacion, y fuera de la influencia de estos órganos. Los huevos, de los cuales se cuenta uno en cada cel- dilla, son ovalados ; la yema es colorada, envuelta en una clara poco extendida; son parecidos á los huevos de Medusa awrita, pronunciándose, por en medio de la yema, una faja amarilla, angosta, que no me ha sido posible estudiar más por sus calidades particulares. Racimos del macho con celdillas espermóforas no he encontrado. El ejemplar adulto, tan hermoso, que representa la fig. 1, lo examiné durante mi regreso á Europa, el 2 de Marzo de 1852, cerca de la isla de Flores, una de las Azores, entre las 38" latit. bor. y 14” al Oeste de la isla de Fierro. Es de la misma especie de las pequeñas representadas en las figs. 2 y 3, que Triesius y Cuamisso llaman Phy- salia Arethusa, Lesson Ph. atlantica, y Lamarck (Syst. d. anim. s. vertébr. UI, 93. 1.) Ph. pelagica. Se distingue bien de la otra especie del Océano Atlántico al Sud del Ecuador, por su cresta más elevada, su vejiga más gruesa, prolongándose hácia adelante en punta aguda, y su color más bien azul que rosado. La del Sud está bien figurada por DE OLFERs (1.1.); tiene una vejiga ménos gruesa, con puntas redondeadas, siendo su figura general muy semejante á la de una morcilla; tambien la cresta ménos LA ORTIGA DE MAR 13 alta y el color más rosado. A esta especie llama Lesson Ph. antarctica, pero EscuscHoLz (Syst. d. Acaleph. 160. tb. 14. fig. 2.) y Lamarck (1. 1.) Ph. Utriculus, dándola sifones simples, no ramificados. Pero como los jóvenes de la otra especie tienen tam- bien sifones simples, dicha diferencia no me parece de importancia. Sin embargo, las dos especies se distinguen bien por su figura y coloración en el estado adulto; pero en el estado juvenil los individuos son más ó ménos desiguales, y sin razon se han fundado en estas diferencias especies particulares, que no es permitido reconocer como verdaderas. He visto ambas especies durante mi viaje por el Océano Atlántico, pero sólo he examinado bien la primera, llamándola, con los autores citados: Ph. Arethusa y la del Sud Ph. Utriculus, bastante bien conocida por la buena figura de DE OLrErs. Transcribo aquí mis notas sobre la vida y la configuracion de la otra, como las he concebido en el Océano durante mis observaciones. IX El 2 de Marzo : Hoy he hallado, despues del almuerzo, una gran vejiga de mar, que no tiene el hermoso color rosado de la especie austral, sino que es más azul, con una banda rosada en la cresta y encima de la vejiga, junto á aquélla. La vejiga tiene una figura ovalada, más abultada, de 4 */, pulgadas de largo, y que termina, en una de sus extremidades, por prolongación, con un pico agudo, que falta á la especie austral. Esta tiene la vejiga más baja, redondeada en ambas extremidades y la cresta ménos elevada. A las tres de la tarde tomamos un segundo individuo, poco más grande, que tenia en la cresta más de 30 pliegues de diferente tamaño. Entre ellos se distinguian 9 más grandes, que descendian por toda la cresta, de arriba abajo; alter- nando con éstos, otros 10 de tamaño medio, y entre los intérvalos de esas dos cate- gorías de pliegues, una tercera de 15 ó 16 pliegues aún más pequeños, siendo cada uno del tamaño de la mitad de los segundos, ó una cuarta parte del de los primeros. Poco despues recibí un tercer individuo de 5 */a á 6 pulgadas de largo, que tenia cinco diferentes categorías de pliegues alternantes; es decir, 10 de la primera cate- goría más grande, 9 de la segunda, 15 de la tercera, y todavía dos hileras más pequeñas en el borde superior de la cresta, con 30 pliegues en cada hilera. De todos estos pliegues aparecen, en el interior de la cresta, separaciones de una membrana fina y transparente, que descienden al vacío interno hasta el punto terminal de cada pliegue, y dividen la cavidad superior de la cresta en diferentes cámaras, para dar más estabi- 144 OBSERVACIONES SOBRE lidad á la pared externa superior de ésta. Deduzco de esta configuracion, comparándola con la de los jóvenes ántes descriptos, que tanto los pliegues como las membranas in- ternas, se forman poco á poco y á medida que avanza en edad la vejiga, no siendo permitido fundar diferencias específicas en el número variable de los pliegues de la cresta y sus concavidades internas. En la prolongacion anterior de la vejiga, la cual no tiene cresta ni lleva apéndices de sifones y tentáculos al lado inferior, se pronuncia bien la punta aguda y cónica por su color azul más intenso, notándose en medio de esta porcion un pequeño hojuelo de color rosado, con un punto negro en el centro. En éste se halla el poro, rodeado de un músculo circular, que el animal cierra tan bien, que no ha sido posible abrirlo, á pesar de haber empleado para ello un instrumento muy fino. A la extre- midad opuesta, más obtusa, están acumulados los sifones y tentáculos, formando un gran grupo de apéndices al lado inferior, sumergido en el agua. Los tentáculos son de tamaño muy variado; ocho tenian una extension considerable, pero uno solo superaba á todos por su grosor y longitud. Dicese que estos tentáculos grandes pueden extenderse hasta 40 metros, longitud que creo exagerada; el más largo que he visto, ha sido, en estado no extendido, de un pié. Este más grande es el cuarto, encontrándose casi en medio del grupo de los apéndices. Todos los ocho han tenido la grande am- polla verde en su base y los nudos redondos azules á un lado, dándole la figura de una hilera de perlas; hallándose estos nudos siempre en direccion al lado externo de las circunvoluciones de figura de tirabuzon que forma cada tentáculo en su porcion basilar. Los otros tentáculos, más finos y más cortos, cuya estructura es más clara, no me han mostrado tales nudos ni circunvoluciones en su base ; los creo por esta razon poco maduros, sino imperfectos. Los sifones tienen la misma figura y el mismo tamaño de los individuos pequeños, que he observado el año anterior; he visto claramente las filas hepáticas en el interior de cada uno y la boca cargada de pliegues en su contorno extendido. Las ampollas verdes de los 8 tentáculos grandes, salen por entre los sifones, distinguiéndose bien de ellos por su color y tamaño. Se hallan siempre junto al tentáculo correspondiente, opuesto á la extremidad anterior del animal, con pico agudo. Las ampollas son de figura cónica poco encorvada, casi como la de los sifones, pero en tamaño superan en mucho á éstos. He visto, lo mismo que en los jóvenes, que el tubo del tentáculo entra de lado en la base de la ampolla, y que ésta cambia mucho su figura y extension, hallándose á veces gruesa y corta, con la forma de un huevo, y en otras ocasiones alargada y angosta, figurando una morcilla. No son de igual tamaño sino correspon- dientes al tentáculo con que están unidos; la ampolla más grande pertenece al tentá- culo mayor, y las menores á los otros, sucesivamente más cortos. Al contorno del grupo entero de los sifones y tentáculos, he visto, principalmente al lado posterior, sifones y LA ORTIGA DE MAR 15 tentáculos menores, y éstos sin ampolla, pero muchos sifones ya ramificados, como los más grandes del centro del grupo. La vejiga se mostraba tambien, en estos ejemplares adultos, compuesta de dos mem- branas; la externa, de tejido muscular, fibroso, y la interna, homogénea, clara; porque en algunos lugares de la cresta he visto pequeñas burbujas entre las dos mem- branas. La cantidad del aire en toda la vejiga habia disminuido poco á poco durante el tiempo que he tenido los ejemplares vivos en una vasija con agua, habiendo visto una vez salir aire del poro, por la punta anterior del animal. El poro es, sin duda, la ver- dadera abertura de la vejiga. El grupo de los sifones y tentáculos no está en oposicion exacta con la cresta de la vejiga, sino algo inclinado al lado izquierdo del animal, tomando la cresta como linea diagonal de la vejiga. Exactamente en oposicion con la cresta, se presenta el núcleo como una mancha bien circunscripta, casi circular, del tamaño de un medio real de plata, adherido á la membrana interna de la vejiga, y dibujado exactamente en la fig. 4. El animal se mueve doblando las dos extremidades de la vejiga contra el centro, como un arco, inclinándose tanto á un lado, que la cresta toca el agua y levantándola despues á su gusto. De este modo la cresta se encorva hasta tomar la figura de un abanico, siendo su banda el centro de la curvatura. En tal movimiento, comprime ambos lados de la cresta á manera de una hoja, expulsando el aire del vacío de ella; pero despues, extiéndese de nuevo. Tambien la vejiga puede extenderse más en diferentes lugares, levantando la superficie como tubérculos y encogerse en otras partes, variando mucho, de este modo, su figura general. El individuo más grande, con sus cinco categorías de pliegues y de 5 */2 pulgadas de largo, ha tenido un núcleo del tamaño de la circunferencia de una peseta, y once tentáculos grandes, siendo el sexto de adelante el más largo. Este tentáculo se habia adherido con tanta fuerza, por medio de sus muchas cnidarias, á la bolsa del ins- trumento de prehension, que no fué posible separarlo, extendiéndose á más de 8 piés (2 */¿ m.), cuando dejaba yo caer la vejiga del cuerpo en un gran barril de agua para observar mejor el animal. Entónces ví salir delos nudos de el tentáculo mayor una cantidad de hilos finos, parecidos al vello del moho, adhiriéndose por medio de éstos á la tela de dicha bolsa. Mi hijo quiso separarlo, pero inmediatamente experimentó en sus dedos una fuerte sensacion doliente, que se extendió por todo el brazo hasta la espalda, desapareciendo, sin otros síntomas, pasadas dos horas. El animal, colocado en la tina, mostró la parte anterior delgada del cuerpo fuera del agua, semejándose en esta posicion á un pato que nada; la cresta se inclinó á un lado y la extremidad posterior del cuerpo se sumergió, con los sifones y los tentáculos. Primera- mente, la cresta era delgada y muy alta, pero poco á poco su forma varió, quedando 16 OBSERVACIONES SOBRE más baja y más ancha. En ese estado, la vejiga se parecia á la figura de la pl. TV de la obra Voyage de la Coquille, y á la fig. 1. de la lamina adjunta. Durante permanece tranquilo el animal en su vigor vital en la superficie del océano, tiene más semejanza con aquella figura, pero estando cautivo en una vasija, cambia pronto su parecido en la de ésta. Solamente en este individuo, más grande, he visto huevos en las celdillas de los ra= cimos sexuales, principalmente al lado derecho de la vejiga, por donde el gran núcleo se ve en la membrana interna, opuesto á las ampollas verdes de los tentáculos más grandes. He visto en estos huevos bien separada la yema colorada de la clara transpa- rente, incluyendo en la yema la faja amarilla de que ya he hablado ántes, y contando 5 ó 6 huevos bastante grandes en cada ramita del racimo. El gran núcleo de la mem- brana interna de la vejiga, no era más oscuro que la membrana inmediata, pero bien circunscripta, aunque la membrana externa opaca impide al observador verle clara- mente. El lugar que ocupa se halla en la mitad posterior de la vejiga, un poco inclinado al lado derecho, conservándose fuera del agua, algo encima del grupo de los sifones y tentáculos. La membrana externa de la vejiga me ha mostrado perfectamente la diferencia de sus dos capas de fibras musculares : las internas transversales de color rojo, y las externas longitudinales azules. Los racimos sexuales eran bastante grandes, con sus celdillas redondas y bien dis- tintas, adherida cada unaá una ramita fina de aquéllos, los cuales de á 5 y aún de á 6 unidos por varias otras ramas más fuertes, estaban sostenidos por un tronco comun, unido con la base de los sifones más grandes. Pero entre las celdillas de los racimos se veian todavía unos órganos como filamentos, cuyo uso no me fué posible reconocer. QUATREFAGES ha figurado apéndices parecidos entre los racimos, que llama coecum hépa- tiques (1. 1. pl.3.»,h, y f, f): aunque he visto estos apéndices, no me ha sido posible ve- rificar su contacto inmediato, ni con los sifones, ni con los tentáculos. Adjunto á mis observaciones, algunas noticias históricas sobre los órganos cáusticos, para que el lector no versado en esta clase de estudios, se informe sobre el estado actual de nuestros conocimientos, tomando algunas relaciones de mis anteriores obras, y de las más modernas entre las publicadas últimamente. LA ORTIGA DE MAR 11 En mi libro titulado: Zoonomische Briefe, tomo I, pág. 334, nota 91, he dicho, en 1856, lo siguiente : «Los órganos de ortiga de las Actinias han sido los primeros observados por Rub. Wacner (Wiegman's Arch. dl. Naturg. 1835. HU. 215, y 1841. 1. 39.), aunque la facul- tad cáustica de estos y otros animales marinos inferiores habia sido ya conocida largo tiempo ántes. Desde esta primera observacion, fueron esos órganos objeto del estudio de muchos autores, como de KarsTEN en MúLters Arch. f. Phys. 1852 pág. 13, y de Lermic en el mismo periódico científico del año 1854, pág. 270. EHRENBERG, que los ha visto el primero en el pólipo de agua dulce (Hydra) habia creido que el hilo elástico que sale de la cápsula cáustica, la llevaba á su extremidad, armada de tres pequeños ganchos en su base (Abh. d. Kón. Acad. z. Berlin, phys. Cl., 1835, 147 y 1836, 133 Tb. 2) pero ErbL ha demostrado este error, probando que el hilo se halla encerrado en la cápsula, saliendo de ésta en el momento del contacto (MúLL Arch. etc. 18441. pág. 429. Ab. 15). En la misma obra mia : Zoonomische Briefe, pág. 345, nota 83, he lado la comu- nicacion anterior por observaciones propias en la Physalia, certificando que las eni- darias de este género no tienen ganchos, como las de los pólipos; observacion hecha ya ántes por M. ScuuLtzE en los Abh. d. Naturf. Gesellsch. z. Halle. Y. Sitzungsb. pág. 19, aludiendo tambien á las noticias dadas en mi libro sobre mi viaje al Brasil, pág. 42. Iguales informes se leen en mi otra obra titulada: Geologische Bilder, tomo II, pág. 78, del año 1855. Despues de estas publicaciones de los primeros observadores especiales, todos los au- tores posteriores hablan de los órganos cáusticos que poseen los Pólipos y las Medusas. Me parece inoficioso repetir aquí los muchos estudios de este tema, con excepcion de los últimos, que son los ejecutados por el Dr. CárLos Cuun en la misma Physalia, publi- cados en el nuevo periódico con el título de Humboldt, de Febrero 1882, pág. 54. He copiado de esta publicacion las figuras 3, 4 y 5 dela lámina adjunta, dando aquí la descripcion del autor, un poco abreviada : La figura 2 muestra, aumentado de tamaño, un nudo de los tentáculos (a), es decir, un grupo de cnidarias en contacto con la faja muscular transversalmente cortada (c) y perforada por el tubo (b), que conduce el agua que entra en él por la accion muscular de la ampolla en la base del tentáculo. Esta figura ha sido copiada de la obra de Qua- TREFAGES, pl. 3, fig. 1. En la fig. 3, están dos nudos representados, vistos de perfil, con la porcion del tentáculo en su contorno; las letras a significan tambien en esta figura dos nudos de cnidarias adherentes á la faja muscular (c), con el tubo (b) en medio de la sustancia de la faja, dando á cada nudo un ramo lateral, que se presenta por la linea 3 18 OBSERVACIONES SOBRE LA ORTIGA DE MAR negra arqueada en el interior del nudo. Esta figura ha sido copiada de la disertación del Dr. Chun. El mismo autor, dice que en los nudos existen dos clases de cápsulas cáusticas, grandes y pequeñas, que él ha representado en sus figuras con un aumento de 600 veces del tamaño natural. Las pequeñas cápsulas son ovaladas, y existen, en la periferia de cada nudo; las grandes, que son esféricas, en el centro. Sólo he dibujado una de las cápsulas grandes, representada en las dos figs. 4 y 5; la primera, en estado de retracción del hilo; la segunda, mostrando el hilo extendido. Cada una de estas cápsulas esféricas, tiene dos capas de diferente sustancia. La capa interna está bastante sólida y cerrada en todo su contorno, con excepcion del punto más externo, opuesto á la base, de donde sale el hilo de la cápsula. Una segunda capa de sustancia más clara y blanda envuelve la interna, y en esta sustancia se ve un núcleo basal bien circunseripto, con algunas fibras musculares, dichotomas, que incluyen la capa interna por sus ramificaciones hasta el punto de donde sale el hilo encerrado, en cuyo punto forma esta sustancia clara, externa, una prolongación cónica, ó más bien un pelo poco más largo, llamado el enidozil. En estado de tranquilidad (fig. 4), cada cápsula encierra un hilo fino, bastante largo, envuelto en figura espiral, llenando casi toda la cápsula. Pero tocando un objeto al enidozil, el hilo sale con fuerza de la cáp- sula, volviendo su superficie interna al exterior, principalmente por la presion de las fibras musculares de la sustancia clara, como lo demuestra la fig. 5, formando un fila- mento muy largo, que se adhiere íntimamente al objeto con que la cápsula ha sido tocada, no dejando retirarlo sino por la ruptura de su propia sustancia. Entónces parece salir de él y de la cápsula un fluido cáustico que se extiende por la superficie del objeto que lo toca, produciendo, por su accion, la sensacion dolorosa de que se ha hecho mencion. Parece que una línea fina espiral que pasa por sobre la base del hilo como un ribete, está en conexion con el mecanismo de su accion, y probable- mente el factor de su aplicacion y ruptura. MI REVISION DEL GÉNERO ECPANTHERIA Este género de las Mariposas Nocturnas del grupo de las Arctiades (Arctiadae, véase mi Descr. phys. de la Rép. Arg. tomo V, pág. 429 y 437) ha sido fundado en 1816 por Jacogo HúBnEr en su libro Verzeichniss bekannter Schmetterlinge, pág. 183, sobre cinco especies de América, ya descritas en obras anteriores de diferentes autores. Los caractéres que él da de su nuevo género, son muy escasos ; pues dice solamente : Alle Glieder bleich gefárbt, die Schwingen pantherdáhnlich gezeichnet; der Wanstricken gelb, sehwarz gefleckt. Traducido en idioma español, significa : Todos de color blanquizco, con manchas negras en las alas, semejantes á las de la pantera; el dorso del vientre amarillo, con manchas negras. Sin embargo, las figuras citadas de las especies americanas dan más indicaciones que esta corta descripcion sobre las particularidades del nuevo género. Veremos pri- meramente, que el nombre genérico de Ecpantheria, es una alusion á los dibujos del cuerpo del leopardo, certificado por la partícula griega "Ex, que significa, en su composicion, una inversion en el sentido de la palabra principal. De las especies citadas, una ha sido ya conocida desde hacen más de cien años, dibu- jada por la senora dona María SiBYLLa MerraN, en su obra sobre las Metamórfosis de los Insectos de Surinam, pl. X. La autora dice, que la oruga pintada ha sido encontrada por ella en la planta de algodon ((Gossypium ), en Marzo de 1701, y ha dado una mariposa blanca, con algunas fajas de anillos pardos en sus alas, y tres fajas amarillas 20 REVISION DEL en la parte posterior del cuerpo. Húbxer no cita esta figura, y tampoco los autores posteriores á la MerIaN, que hablan de otras especies; parece que la mala ejecucion del primer dibujo les ha impedido reconocer esta especie, aunque HiúmNeR mismo la ha figurado por segunda vez entre sus Mariposas exóticas (tomo I, lámina 190) bajo el nombre de Hypercompe exsignata Eridane. Los demas autores que despues han dibujado y descrito especies de Ecpantheria, son CRAMER, FABRICIUS y STOLL. El primero ha diseñado en su obra bien conocida sobre las Mariposas exóticas, publicada en Amsterdam desde 1772, cuatro especies de este género que son: Phalaena Eridanus, tomo I, lám. 68, fig. G. - Phalaena Orsa, tomo Il, lám. 143, fig. F. Phalaena Icasia, tomo II, lám. 181, fig. E. Phalaena Cunigunda, tomo IV, lám. 344, fig. D. E.; todas de Surinam, colonia holandesa de Guayana. Á las cinco especies, de este modo conocidas, SroLL ha adjuntado, en el suple- mento de la obra de Cramer, publicado en 1791, una muy parecida á la última de éste, pero de Norte-América (Nueva-York), describiéndola bajo el nombre de Phalaena Seribomia, lam. 41, fig. 3. : Famricius, que dos años despues, en 1793, publicó la primera parte del tomo III de su Entomología systematica, describió esta misma especie de Norte-América, bajo el titulo de Bombyzx ocularia, pág. 425, núm. 59, y aceptaba tambien de las espe- cies de Cramer, la Phalaena Icasia, llamándola Bombyx Lantanae, pág. 437, núm. 95. Con este proceder, el autor ha cometido un doble error, porque su especie no es idéntica á la de Cramer, que cita, sino á otras dos ya conocidas, las cuales ha confundido. La que describe como macho, tiene manchas negras en el dorso del cuerpo, que faltan en el de la hembra, segun su propia descripcion. La hem- bra, sin manchas en el lomo, es idéntica á la figurada por la señora MERIAN ; pero el macho muy probablemente idéntico á la Phalaena Cunigunda de Cramer. Por esta Causa recibe actualmente la especie primeramente publicada por la MERIAN, el nombre de FaBricius, aplicado más tarde sin razon á la especie diferente de CRAMER; porque no cabe duda ninguna, que la figura citada de este autor no coincide con la descripcion de la hembra de la especie de Faricius, cuya descripcion, sin em- bargo, cuadra bien con la figura de la MerIaN. Es por esta razon que he aplicado el nombre de Faricius á la especie figurada en la lámina X de su obra por la MERIAN, en mi lista de los nombres sistemáticos de las figuras de dicha obra, publicada en 1854 en el segundo tomo de las Actas de la Sociedad de Historia Natural de Halle, Sitzungsberichte, pág. 58. Una nueva época sobre el estudio de los Mariposas exóticas principia en 1806 con Ss TA A A A GÉNERO ECPANTHERIA 21 la obra monumental de Húsxer, publicada en Augsburgo á costa de éste, que ha su- perado en exactitud y elegancia á todas las figuras de Lepidópteros hechas ántes que las suyas,.y ha dado, por este medio, un verdadero impulso á la iconología lepidopterológica. En esta obra y en su continuacion de GEYEr, desde 1818, bajo el título de Zutrige, etc., figuraban los autores tres especies del género Ecpantheria, que son: 1. Hypercompe exsignata Eridane, tomo I, lam. 190, idéntica á la especie de Su- rinam figurada por la señora MerIAN, que debe llamarse con el nombre aplicado por Famricius : Ecpantheria Lantanae. 2. Ecpantheria Seribonia, tomo II, lám. 191, idéntica á la especie del mismo nom- bre de SroLL y con la Bombyx ocularia de Fabricius, de Norte-América. 3. Arachnis Aulaea, Zutr. Tomo V, pág., fig. 913-14 (1825) de México. Es de sentir que Húswer haya rebajado su mérito científico por la aplicacion de una nomenclatura vaga é insensata, en contraposicion con las reglas generalmente adoptadas. Así, su lista de las Mariposas conocidas, publicada en 1816, se hubiera estimado más, si el autor no hubiese introducido tantos nombres nuevos, y no fundando sus caractéres genéricos en calidades subordinadas, como el color, en vez de los órganos principales de la configuracion; porque no hubiese sido posible, se- gun sus definiciones, el conocer bien una sola especie si no hubiese citado las figu- ras de las especies que coloca en sus muchos nuevos géneros. Tampoco ha sido exacto en la aplicacion de los nombres dados por él, como lo prueba el ejemplo de las tres especies de Ecpantheria, que ha dibujado, llamándolas con los tres diferentes nombres genéricos de Hypercompe, Ecpantheria y Arachnis, y probando, por este proceder, que él mismo no ha reconocido bien sus propias secciones sistemáticas. Existe aún en su género Ecpantheria, una especie, la sexta, que llama E. assimilis, alegando la figura lam.370 B., de Cramer, de la Phalaena maculosa, de Africa, que no pertenece á este género, sino probablemente al género Spilosoma (WaLxer, Cat. Br. Mus. Heteroc. YI, 670 y VIL, 1696), lo que indica ya la patria diferente de las otras especies. Largo tiempo ha transcurrido despues de estas primeras publicaciones, ántes de que el conocimiento de las Mariposas Nocturnas haya progresado, permaneciendo esta parte de la Entomología en un estado casi letárgico. Al fin, algunos autores ingleses emprendieron la difícil tarea de dar un Catálogo completo de todas las Mariposas conservadas en la gran coleccion del British Museum. Entre ellos figura Fr. WALKER como autor de la parte que se relaciona con nuestro género Ecpantheria, tratando de él en el tomo IMI del Catálogo de los Heterocera, pág. 688 y sig. Describe catorce especies, con las seis ya ántes descritas y dibujadas por CRAMER, FABRICIUS, STOLL y Húsner; las otras son nuevas, publicadas acá primeramente, distribuyéndolas en 9 REVISION DEL cuatro secciones, segun la patria; es decir, la especie de Norte-América, 3 de Mé- xico, 4 de las Indias Occidentales y 6 de Sud-América. Aunque la obra de WaLkKEr está llena de errores sistemáticos y descriptivos, no hay duda que tiene sus méritos. Una compilacion de todas las Mariposas Nocturnas conocidas, agregando á ellas descripciones con la sinonimia de los autores anterio- res y con la mayor cantidad de especies nuevas adjuntas, sería una obra que bien ejecutada, sobrepasaria la facultad de un solo hombre; y asímismo, imperfecta como es la de WaLker, tiene su mérito, respecto á que los 30 tomos en octavo menor son publicados en 10 años, de 1854 á 1864, y dan un fundamento fácilmente accesible para los que quieran ocuparse en el difícil estudio de este grupo de los insectos exóti- cos, bastante descuidados científicamente. En este sentido, todos los Lepidopterólo- gos han de recurrir á dicha obra; y confieso francamente, que para mi ha sido de verdadero provecho miéntras me he ocupado de esta rama de la Entomología Sud- americana. Si WaLker es el autor de muchas nuevas especies de Mariposas Nocturnas, un autor aleman, HERRICH-SCHAEFFER, puede considerarse como el fundador del estudio serio sistemático, respecto á los géneros y á las familias de esta seccion principal de los Lepidópteros. Su obra titulada : Sammlung neuer aussereurop. Schmetterlinge, Regensburg 1850-58, 4 tomos, da una revision general de los caractéres diagnós- ticos de las familias y hace conocer tambien las diferencias principales de los géneros de cada familia. Nuestro género Ecpantheria recibe así su posicion sistemática en la familia de las Arctiadae (Arctioidea) y se distingue de los demas géneros por los siguientes caractéres : Tibiae anticae in apice non uncinatae, posticae in apice solo calcaratae, sine calcaribus mediis. Statura corporis satis robusta, superficie pilis densis vestita ; colore albido dominante, alis anticis plerumque fasciis sex catenulatis circulorum sive macularum ovaliumn. El autor introduce en este género las mismas especies que HúBNER, y una nueva que está representada en su obra (fig. 60), llamándola E. neurophylla. No co- nozco dicha especie, á mi modo de ver, heterogénea del tipo genérico, como tam- bien la Ph. acrea de DrurY y. la Ph. maculosa de CRAMER, que HERRICH-SCHAEFFER cita, como ésta Húsner, en el género Ecpantheria. Ultimamente se han publicado en los Études d'Entomologie de CuarLes OBERTHÚR, sixieme livraison (Rennes, 1881, 8-vo.), figuras muy elegantes de todas las especies del género Ecpantheria, conservadas en la rica coleccion de dicho señor. Causa verdadero placer el ver estas figuras, tan exactas como si fuesen los objetos natu- GÉNERO ECPANTHERIA 23 rales mismos, y prueba el gran celo que ha desplegado el autor para poder reunir en su poder tantas especies diferentes. Mucho siento no poder del mismo modo consentir en aprobar la distincion de ellas; algunas que da como nuevas, han sido ya conocidas ántes bajo otros nombres, y otras sólo me parecen variaciones loca- les de las más antiguas, sin merecer el valor de ser especificamente separadas. Entónces la crítica sobre la legitimacion de ellas debe ser el objeto principal de mi presente comunicacion; pero ántes de entrar en esta crítica, daré una descrip- cion completa del género, con todas sus calidades particulares. Ya he dicho, que la estatura general del cuerpo es bastante abultada, como en las especies típicas de la familia, y la superficie del tronco densamente cubierta de pelos, de los cuales, los de la cabeza y del tórax son bastante largos. La cabeza es pequeña, retirada y casi escondida bajo la márgen anterior del tórax. Todos sus órganos están ocultos entre los pelos, con excepcion de las antenas, que sobresalen mucho. Estos órganos son hilos finos, casi desnudos, con algunos pelos muy cortos en cada anillo, pero sin escamas en la superficie; su figura general y tamaño, igual en ambos sexos; los artículos poco separados, y los últimos paulatinamente más an- gostos, apénas un poco prolongados hácia abajo, como la dentadura de una serre- zuela. Se pronuncian bien los grandes ojos con superficie de redecilla, como dos hemisferios negros opacos debajo de la base de las antenas; pero los pequeños ojos simples (ocelli), son poco visibles, situados encima de los grandes, entre éstos y la base de las antenas. Una frente bastante ancha, poco convexa, separa los grandes ojos hácia adelante, y termina hácia abajo con los dos palpos, muy cortos, apé- nas visibles entre los pelos de la frente, incluyendo entre ellos la trompa, corta y fina, de dos hilos amarillos, retirados en estado de espiral é invisibles de afuera. El tórax es grueso y el protórax se distingue bien como un escote ancho detras de la cabeza, tocándose á cada lado con los largos tejillos (tegulas) de la base de las alas; el mesotórax es ancho, el metatórax corto, todos cubiertos de pelos largos y densos. Estos pelos son mucho más cortos y finos en el abdómen de la porcion posterior del cuerpo; con excepcion de su primer anillo, que semeja más por la pelusa, al tórax. El abdómen del macho es cilíndrico, el de la hembra más grueso y ovalado; en el macho termina con una abertura más grande, medio ta- pada por el último segmento del vientre, con una profunda cortadura en su már- gen; pero en la hembra este último segmento del vientre es más prolongado hácia atras, tapando, más bien, la abertura terminal. Entre: los órganos externos del tórax, las alas son, porel curso de las venas, de poca importancia, y casi iguales á las de los otros géneros de la familia. Los an- teriores tienen una costilla (costa) de dos ramas, que se unen en la tercera parte de la longitud de la márgen anterior á una punta simple. La rama subcostal de la vena 9h REVISION DEL discoidal, se divide en cinco ramitos, de los cuales los dos primeros corren para- lelos á la costilla hasta la punta terminal del ala; los otros tres se dirigen á la már- gen externa. El primero y el segundo ramito se hallan libres en todo su curso, no estando unidos entre sí, segunda vez, por una vena conjuntiva para que se pro- duzca la pequeña célula accesoria. El tercer ramito sale con el cuarto de una porcion comun del segundo y aquél da un ramito terminal á la márgen anterior; el quinto ramitlo sale de la base del segundo, cerca del primero y corre directa- mente á la márgen externa del ala, unida por una vena recorriente transversal con el ramito anterior de la segunda vena principal, llamada vena mediana, formando de este modo la gran célula discoidal, cerrada por dicha vena recorriente, que tiene un curso angular, con un pliegue recorriente medio, que se dirige á la base del ala. La vena mediana se divide en cuatro ramitos simples y libres, uniéndose con la base comun del primero y segundo ramito la vena recorriente. Sigue al lado posterior de la vena discoidal la vena dorsal, como el tercer tronco de las venas del ala anterior. En las alas posteriores, el curso de las venas es poco diferente. Sale de la base libremente la cerda fulcral (crin), simple y más fuerte en el macho, pero com- puesta de dos cerdas en la hembra. Por medio de esta cerda se unen las dos alas, pasándola por el frenillo (frenulum), atado á la segunda rama de la costa del ala ante- rior, en su cara inferior. Sigue á ésta un tronco fuerte, que luego se divide en dos ramitos, el anterior simple y el posterior ahorquillado. Sale junto á dicho tronco de la base del ala, el tronco de la vena mediana, que se divide en cuatro ramitos, tres juntos y uno separado; de los cuales, el primero está unido al tercero del tronco anterior por una vena fina recorriente angulosa, que tiene en la punta del ángulo un pliegue fino longitudinal, parecido á una vena. Aún al fin posterior del ala corren las dos ramas simples de la vena abdominal. Todas estas calidades del curso de las venas en las alas del género Ecpantheria, no dan ningun carácter particular para su determinacion científica; es necesario recurrir al dibujo de los colores para hacer patentes sus particularidades. En este sentido se presentan las seis fajas de manchas pardas en el fondo blanco de las alas anteriores como carácter singular genérico de primer órden. Son estas manchas de distinta categoría; muchas veces círculos y óvalos de lineas finas pardas, incluyendo el mismo fondo blanco, ó de otro color central pardo con márgen negro; algunas veces sin estos márgenes negros, y de color pardo rojizo. Las seis fajas ocupan : La primera, la base de las alas, formada de dos manchas entre las venas de la costilla y las dos ramas de la vena discoidal ; La segunda, de cuatro manchas entre los troncos de las mismas venas ántes de su ramificacion. GÉNERO ECPANTHERIA 25 La tercera, sobre el principio de los ramitos de éstas, generalmente unida con la segunda faja á la márgen posterior del ala; La cuarta, de 7-8 manchas entre la base de los ramitos de la vena discoidal; La quinta, de 9-10 manchas en el espacio medio entre dichos ramitos ; La sexta, de 6-8 manchas más pequeñas á la márgen externa del ala, en las cel- dillas entre dichos ramitos. Algunas veces, las manchas ovaladas de cada faja están bien separadas entre sí, en otras especies unidas por fajas continuas, ó rara vez todas las fajas unidas por puntos sobresalientes de las manchas, cambiándose el dibujo de las alas en ondu- laciones irregulares, á modo de las vetas del mármol. Así se forman en algunas mismas especies, variaciones que hacen muy dificil la determinacion exacta de estas especies variables. Manchas semejantes tiene tambien el dorso del tórax, con un número fijo en cada porcion de éste; es decir, dos manchas en el escote del protórax, una larga ó dos cortas en cada tejillo, cuatro en el mesotórax y dos en el metatórax. Igual regularidad especifica del dibujo muestra el abdómen, que tiene en el lomo ya fajas amarillas con manchas negras, ya un color negruzco ó azul con manchas amarillas, siendo el vientre generalmente blanco. Estos caractéres de color y di- bujo, harán fácil en algunas especies su precision fija, cuando en otras la varia- cion del dibujo las hace de igual modo dificil. Otro carácter importante presentan las alas por su figura general, y principal- mente las posteriores por la diferencia sexual del ángulo de ano. Respecto á la figura general, son de contorno triangular con los ángulos externos redondeados, princi- palmente el posterior de las alas anteriores. Éstas superan á las posteriores casi en el doble de la longitud; pero las posteriores son relativamente un poco más an- chas, aunque el abdómen las supera bastante con su punta en la posicion de las alas horizontalmente extendidas. Las mismas alas son redondeadas, en el ángulo interno posterior, llamado de ano, en la hembra; pero prolongadas en punta sobre- saliente en los machos. La prolongación no es igual en cada especie, pero sí bien indicada en todas ; aún en la hembra se la presenta un poco por la sinuosidad de la márgen posterior libre de dicha ala, tanto más exprimida, cuanto más larga es la punta sobresaliente en el macho. Los géneros más vecinos, como Halysidota y Eucharia, no tienen igual figura de las alas posteriores del macho, pero una diferencia sexual bien visible en las antenas, bi- pectinadas en los machos de Halysidota, y fuertemente dentelladas en las de Eucharia. Estos dos géneros se distinguen tambien de Ecpantheria por la presencia de las espuelas medias de las tibias posteriores, lo que se probará más por la siguiente descripcion. 26 REVISION DEL Las patas del género Ecpantheria, son cortas y bastante fuertes, miéntras que las del genero vecino, Halysidota, son largas y más delgadas. No muestran otro ca- rácter general particular, con excepcion de no tener las dos espuelas medias en las tibias posteriores que poseen los géneros vecinos de la familia de las Arctiades, Las tibias del primer par de las patas terminan obtusas, sin el ángulo prolongado de otros géneros ; pero la una espuela general existe tambien en la escotadura al fin del surco, que sale del ángulo basilar con el fémur. Las tibias medias tienen dos espuelas cortas al fin, iguales á las de las posteriores. Las uñas son pequeñas y simples, pero acompañadas al lado externo por una plántula bastante grande. El estado juvenil del género es bien conocido en algunas especies; ya la se- nora MERIAN figura la oruga y la crisálida de la primeramente conocida por ella, y otras orugas han dibujado SroLL y ABBor. Conozco la oruga de las dos especies indí- genas, que me comunicó el Sr. KixkELIN; son de estatura y tamaño casi idénticas á la figura de Añsor, distinguiéndose entre sí solamente por diferencias subordi- nadas. La oruga del género Ecpantheria, pertenece á la categoría de las que llevan pe- los largos, bastante duros, casi simples, que les ha valido la denominacion de oru- gas de oso,á causa de su pelo fuerte y negro. Su cuerpo es de forma cilíndrica, con una cabeza módicamente grande; el cútis de color oscuro, más ó ménos ne- gruzco, inclinándose un poco al color rojo. Examinando la pelusa por medio de un lente fuerte, se ven en cada pelo ramos finos, cortos, poco distantes unos de otros, que aumentan la densidad de la posicion de ella en el cuerpo del animal ; pues no es homogénea sino en grupos, como pinceles, regularmente distribuidos sobre cada anillo del cuerpo cilíndrico, cuya colocacion indican ya bien las figuras de MerIan y AñsoT. Como en otras orugas, se ven en estas hileras longitudinales de verrugas en el cuerpo del animal, que corren transversalmente por cada anillo del lomo hasta las patas, y estas verrugas llevan los pelos en grupos como pinceles. Las verrugas son de textura poco más dura y de superficie lustrosa, igual á los pelos; pero el cútis entre las verrugas es más blando y de superficie opaca, semejante al terciopelo. Las hileras de verrugas del lomo, son, en algunas orugas, de color más rojo, y así las representa tambien la señora MERIAN; en otras solamente las verrugas laterales, sobre las patas, tienen un color más claro, con pelos igual- mente amarillos, cuyo color presentan tambien las patas, principalmente las ante- riores, lo mismo que la boca de la cabeza. Casi todas las orugas que he visto, se parecen mucho en el color y la figura; algunas tienen, como las de la Ecpan- theria indecisa, fajas de rojo más claro en las articulaciones entre los anillos del cuerpo, que se distinguen bien cuando la oruga marcha con viveza. Tambien en la figura de Añor se ven fajas iguales poco más claras. GÉNERO ECPANTHERIA 27 La oruga forma, para cambiarse en crisálida, un tejido claro de redecilla, de poca consistencia, atado á un objeto inmediato á la planta de que se nutre; y en este tejido luego se ve siempre con el cútis viejo, despellejado, íntimamente adherido á ella, una crisálida corta, gruesa, ovalada, de color negro y de superficie lisa, más ó ménos lustrosa; mostrando en contornos de suturas, los órganos externos de la mariposa, sin otros caractéres particulares. Aunque libres en su movimiento, las orugas son animales flojos, de poca viveza, que se ocultan durante el dia tran- quilamente bajo las hojas de las plantas y se mueven poco; parece que la hora en que son más ágiles es por la noche, pues es cuando comen y marchan con vi- gor. Tambien las mariposas perfectas son flojas, y permanecen durante el dia asen- tadas, apáticas, en el mismo sitio, cerca del lugar de su nacimiento. Tocadas, se hacen letárgicas y parecen muertas, sin mover ningun órgano externo. Las especies del género que creo admisibles como bien fundadas, son las siguien- tes, distribuidas segun la patria del Norte al Sud. I. TIPOS DE LOS ESTADOS-UNIDOS Este tipo, el más hermoso de todos en el género, se distingue por el tamano grande del cuerpo, los dibujos negros claros y frescos y el color dominante ne- gro-azulado ó negro-verdoso de la superficie dorsal del abdómen. I. Ecpantheria Scribonia HÚúBNER, aussereurop. Sehmett. tom. 1, pl. 191. WaLxer, Cat. Br. Mus. Heteroc. “UI, 689, 1. OBERTHÚR, l. 1, 110, pl. 47, fig. 3 y S. Phalaena Seribonia SrtoLL. Suppl. Cram. 177, pl. 41, fig. 3. Phalaena oculatíssima, ABgor y SmirH. Lep. Georg. 1, 137, pl. 69. Bombyx ocularia FaBric. Ent. syst. UI, 1, 425, 59. Esta especie, original de las Provincias orientales de la Union Norte-Americana, es una de las más grandes, más bellas y más típicas del género; el tamaño del cuerpo es de 3'/,-4 cent. y con las alas “extendidas miden 6-7 cent. en el macho, y 8-9 cent. en la hembra. Tengo á la vista cuatro ejemplares muy nuevos de la coleccion del Sr. Ru- SCHEWEYH, que prueban, comparándolos con las figuras bastante buenas de SraLt, 98 REVISION DEL ABBOoT, HúBNER y OBERTHÚR, Una variacion no menor entre los individuos, que en otras especies, bien pronunciada tambien en ésta como en todas las demas. Los ejemplares del macho, son más pequeños que los de la hembra, y su cuerpo es de estatura mas grácil ; en los dos sexos la cabeza, tórax, patas y alas son de fondo blanco, con pintas negras, pero el abdómen tiene el dorso de color negro, poco azulado, con una hilera de manchas cuadradas amarillas en la línea media y una faja longitudinal tambien amarilla á cada lado, que se unen con las manchas me- dias por una cintura fina en la base de cada anillo. El vientre es blanco, con tres hileras de pepuenas manchas negras. Las antenas y los ojos son negros; las patas blancas con manchas negras á las rodillas, la extremidad de las tibias y los tar- sos posteriores y las piernas anteriores azuladas al lado interno. La cabeza blanca tiene una frente azulada y palpos del mismo color. En el dorso blanco, del tórax el escote está con dos círculos negros; los tejillos tienen una línca negra paralela al contorno externo con una incisura arqueada sobre la base de las alas anteriores. En el mesotórax, se hallan dos círculos negros á cada lado, el posterior muy grande y mas irregular; en el metatórax se ven otras dos más pequeñas, acompañadas á cada lado, detras de las alas posteriores, por úun mechon de pelos largos negruzcos. Las alas anteriores tienen las seis fajas típicas de círculos negros bastante grandes y regu- lares, pero los de las dos fajas medias son generalmente irregulares, unidas por un pequeño desórden. De los seis círculos de la costa, los cinco primeros son irregu- lares y el sexto, último, un punto pequeño á la punta terminal de la ala que falta en algunos individuos; el quinto círculo de la costa, más prolongado, se toca con el inmediato, igualmente muy alargado de la misma faja; pero los correspondientes de la segunda y tercera faja son muy pequeños, aunque igualmente unidos con el circulo de la costa. Los demas circulos de las mismas dos fajas, son, al contrario, muy grandes, pero distan bastante de los dos sobre la costa, acomodándose en el disco central de la ala en un grupo de 4-5 círculos irregulares incluyendo un co- lor pardo cláro, que tambien se pronuncia en los círculos más posteriores de las mismas fajas. Dos manchas negras transversales están situadas al lado de la vena recorriente, ántes del grupo central de los círculos grandes irregulares; siguiendo á éstos dos circulos más pequeños, como la continuacion de la cuarta faja más re- gular de 8 círculos casi iguales en tamaño, aunque en algunos casos, los círculos 3 y 4 de esta faja están unidos por prolongacion con el grupo central. La quinta faja tiene, con los dos circulos unidos sobre la costa, 10 círculos bas- tante grandes y regulares, con excepcion del cuarto, que es siempre más ó ménos prolongado al lado externo. La sexta faja existe solamente en la márgen externa del ala, formado de 8 círculos, de los cuales el tercero y el último son más gran- des y prolongados; aquél al interior del ala y éste al ángulo posterior. GÉNERO ECPANTHERIA 99 En la superficie inferior del ala, los círculos son idénticos á los de la superior, pero de color ménos fuerte, y los centrales más pardos al interior, combinándose á la base del ala en manchas pardas, casi unidas entre si. Las alas posteriores son blancas, algunas veces unicolores, en otros individuos con manchas negras á la márgen anterior y externa, que siguen á las fajas externas de las alas anteriores, pero faltan siempre en el disco del ala, con excepcion de una faja de este color que acompaña al borde interno y que tiene en el ángulo de ano una pequeña prolongación, como una esquina sobresaliente, que corresponde á la mayor del macho. Este sexo se diferencia no solamente por su menor y más grácil estatura, sino tambien por los contornos más anchos de los circulos negros y su más pequeña extension general. Muchas veces los circulos no tienen centro blanco, sino que son verdaderas manchas negras, principalmente las de sobre la costa y sobre el tórax. En éste, la signatura elongada de los tejillos se separa algunas veces en dos man- chas, como tambien en los tejillos de la hembra, en dos círculos (véanse las figu- ras de HúBNER y ABBOT); variaciones que se repiten en otras especies, como ocur- rencias no muy raras, probando de este modo claramente la gran variabilidad. Tengo á la vista un macho, que no tiene ningun círculo perfecto en sus alas, sino solamente un punto pequeño central blanco en algunas manchas de la segunda faja; otro macho, que examino, tiene manchas negras en el tórax y en la costa, como el dibujado por Amor, pero círculos negros con centro blanco en las fajas discales. A] fin HúBner figura círculos negros en el tórax del macho, que no veo en los que están en mi poder. Otra variacion muestra la figura de OertHúr (pl. XVII, fig. 3.) por la union: de los círculos de dos fajas, la segunda y tercera, entre sí en figuras elípticas. Las alas posteriores del macho son generalmente blan- cas, con dos manchas negras á la costa, y una en la prolongación del ángulo de ano; pero hay tambien individuos con una y otra mancha negra en el disco del ala y una faja negra al lado de la márgen interna. De la oruga, ya he dado noticia suficiente más arriba, siendo innecesario men- cionarla nuevamente. ABBor la figura con la planta nutritiva, que es la Polym- nia tetragonotheca, nombrando tambien el guindo silvestre (Prunus avium) y el Persimom (Diospyros virginiana) como otras plantas de su gusto. En su estado mas jóven, su cuerpo es de color amarillo más claro, principalmente en la mitad anterior. Adjunto á esta especie mas típica dos de otro terreno, que por su tamaño y su configuracion se acercan más á ella. 30 REVISION DEL 2. Ecpantheria Columbina OBERTHÚUR l. /. pág. 110, pl. XVI, figs. 3, 4, 7. Var. Dorso thoracis albo, immaculato. E. distans, ibid. pl. XVI, fig. 6. De Manizales, en la Nueva Granada. Especie magnífica, con los círculos de cada faja muy grandes, unidos entre sí, con los contornos negros, incluyendo en cada círculo un fondo poco amarillo. Los circulos del mesotórax generalmente unidos en una figura comun; el lomo del abdó- men azulado, sin manchas amarillas en el medio, pero con faja del mismo color á cada lado. Las alas posteriores de la hembra son pardas al lado interno, con dos fajas de manchas de igual color á la márgen externa ; las del macho blancas, con una faja longitudinal parda, angosta al lado interno, y mancha pequeña en el ángulo prominente de ano. La variedad se distingue por el dorso del tórax, completamente blanco, sin sig- naturas negras, que son bastante angostas tambien en el tipo principal, y los cua- tro circulos del mesotórax de la hembra, estando unidos en una figura comun por falta de los contornos al lado interno de cada circulo. 3. Ecpantheria Quitensis OBERTHUR, l. l. pág. 110, pl. XVII, figs. 1 y 2. De Quito, en Ecuador. Estatura y tamaño de la E. Scribonia, pero diferente por los circulos negros del tórax y de las alas, cambiados en manchas negras perfectas, con excepcion de algunas del macho, que tienen un pequeño centro blanco. El lomo del abdó- men es sin manchas amarillas, de color negro azulado, con faja lateral amarillo- clara. II. TIPOS DE MÉXICO Y CALIFORNIA WaLkeR describe de este territorio tres especies y Osertmúr cuatro. Desgracia- damente no conozco ninguna de ellas por autopsia, pero comparando las descrip- ciones y figuras de estos dos autores, me parecen sinónimas así : GÉNERO ECPANTHERIA 31 - A. Dos son del tipo normal con fajas de circulos negros en las alas. 4. Ecpantheria caudata Walker, Cat. Br. Mus. Heteroc. MI, 689. 2. Esta especie es fácil de reconocer por la prolongación excesiva del ángulo de ano de las alas posteriores del macho, y por esta razon me parece idéntica á la Ecp. Alpha de Oserta. l. l. pág. 108. pl. XIV, fig. 2. 5. Ecpantheria extrema Wazxer, l. l. 691, 4, que creo idéntica con la: Ecp. mexicana OBERTH. l. l. pág. 108, pl. XV, figs. 1 y 3. E. detectiva OBERTH. l. l. pl. XVII, fig: 4. La diferencia de la coloracion de las alas posteriores que la descripcion de WaL- KER indica, me parece producida por variacion individual, tan general en este gé- nero; y que la prueban tambien las 3 figuras de OBERTHÚUR. B. Las otras dos especies tienen grandes manchas irregulares pardas en el lomo del tórax y en las alas anteriores, tocándose las manchas con prolongaciones á modo del dibujo del mármol. 6. Ecpantheria aulaea OñerTHUúR, l. l. TI, pl. XIX, figs. 4 y 7. Arachnis Aulaea, GEYER Zutr. zu Húsner, V. figs. 913 y 914. Ecp. incarnata WaLker, l. l. 690. 3 var. Ecp. picta PackarD, OBERTHÚUR, l. l. pág. 112, pl. 3 y $. Especie bastante variable, como lo prueba la comparacion de las figuras alega- das, y notable por las fajas de color de sangre en las alas posteriores, casi negras, y en el lado inferior de las anteriores, cambiándose este color en la variacion de estatura poco menor de California, en amarillo-claro. Vive en México, Téxas y California. 7. Ecpantheria sanguinea OberTHGR, l. l. 112, pl. XX, figs. 1 y 2. Tambien de México. Poco más grande que la anterior; parecida, por el dibujo 32 REVISION DEL y la coloration, aunque más elegante, y como parece ménos variable. Las dos especies tienen cinturas sanguinolentas en los anillos del abdómen pardo. MI. TIPOS DE LAS ISLAS ANTILLAS De este territorio describen WALKER y OBErTHÚúR algunas especies cada uno, que me parecen, en parte, sinónimas; pero como no conozco ninguna de ellas por autopsia, no puedo decir esto con seguridad. Necesitan estas especies nuevas investigaciones, fundadas en ejemplares auténticos de dichos autores, para conocer bien el valor específico de cada una. Sospecho que son sinónimos los dos siguientes : S. Ecpantheria decora WaLxer, /. 1. 693, 8. Ecp. Haitensis OBERTH. l. l. pág. 109, pl. 15, figs. 5 y 7. De Santo Domingo. 9. Ecpantheria simplex WALkKEr, l. l. 692, 7. Ecp. Guadulpensis. OsertH. l. 1. 107, pl. XII, fig. 2. De Puerto Rico y otras islas de las Antillas. Con esta especie cuadra bien la figura de la Phalaena Icasia de Cramer, U. pl. 181, que Fasricius cita con su Bombyx Lantanae; pero dicha especie del autor está compuesta de diferentes bien distintas, como lo prueba su propia descripcion. Las otras dos especies de WALKER no me atrevo á interpretar, si no la Ecp. obliterata de este es idéntica á la verdadera Bombyx Lantanae de FaBricius, como la figura Mad. MERIAN, es decir, á la Ecpantheria Eridane de HúBNeR y de OBERTHUR. La Ecp. nigroplaga de WaLker, 692, 6, con fajas de círculos negro-azulados y cinturas de cochinilla sobre el abdómen negro-azulado, de Jamáica, no lo figura OBERTHÚR; parece una especie singular, rara, cuyo macho está provisto con los ángulos de ano de las alas posteriores muy prolongados. Sospecho, que la Ecp. obesa de WaLker (1. 1. 695, 12), sea la hembra de esta especie. GÉNERO ECPANTHERIA 33 IV. TIPOS DE SUD-AMÉRICA En este territorio existen cuatro modificaciones del tipo genérico, que son: A. El tipo normal, con fajas de círculos negros en las alas anteriores ; B. Una modificacion sin fajas perfectas en las alas y sin manchas en el lomo del tórax. -C. Un tipo con fajas de manchas ovaladas pardas con contornos negros en las alas anteriores. D. Otro tipo particular con fajas de grandes manchas irregulares angulosas ho- mogéneas en las alas anteriores. En todas estas modificaciones del tipo, prevalece el color amarillo en el abdó- men, sea por fajas longitudinales, ó cinturas transversales, alternantes con man- chas negras. A. Principiaremos con la modificacion sin manchas en el lomo del tórax mismo y en las alas. 10. Ecpantheria Eridanus OBERTHUR, l. l. 105, pl. XII, fig. 1. Phalaena Eridanus Cramer, Pap. exot. 1, 107 pl. 68, G. Halesidota Eridanus WaLkKer, l.l. 746, 27. De Surinam. No conozco esta especie por autopsia. 11. Ecpantheria Lantanae Húbner, Verz. bek. Schm. 183. Bombyx Lantanae, var. fem. FaBric. Entom. syst. Ml, 1, pág. 437, n” 95. Hypercompe exsignata Eridane HiúBNer, aussereurop. Schm. 1, tb. 190. Ecpanth. Eridane OBertH. l. l. pág. 105, pl. XIL, figs. 2 y 3. Ecpanth. obliterata WALKER l. l. 691, 5. De Guayana (Cayena y Surinam). 34 REVISION DEL Fapricius ha mezclado, bajo el mismo nombre, diferentes especies, pero describe muy bien, como variacion de la hembra, la especie figurada primeramente por Mad. Mirian (Metam. Ins. Sur. pl. X.), que HúBner despues figuraba de nuevo y últimamente tambien OserTHúr. Se distingue fácilmente de todas por el lomo del tórax sin círculos ó manchas negras, los contornos finos de color pardo de las alas y el abdómen sin manchas negras, pero con cinturas amarillas en cada anillo, un poco más angostas en ambos lados, imitando de este modo dos fajas longitudi- nales de manchas blancas en el color amarillo, que ya indica bien la figura de la MerIaN. Por esta razon me parece conveniente nombrar esta especie, la más anti- gua de las conocidas, con el nombre más antiguo de ella, dado por Fanricius. B. El tipo específico normal, con circulos perfectos en el tórax y las alas, se presenta en este territorio por dos verdaderas especies muy variables. 12. Ecpantheria Cunigunda HiBnNeR /. l. WaLker /. l. 694, 9. Phalaena Bombyx Cunigunda, Cramer, Pap. exot. IV, 104, pl. 344, D. y E. Ecpantheria Cayennensis. OBERTHUR, l. l. 107, pl. XIV, figs. 1 y 8. Las muchas variaciones son: Ecpanth. Ganglo, E. proxima, E. annexa, E. decipiens, E. Bari, E. dubiosa y E. orbiculata de OBERTHUR. Ph. Orsa de Cramer, l. l. pl. 143, F. Ecp. Orsa, WaLker, l. 1. 695, 11. La especie más vulgar de la Guayana y del Brasil, principalmente en los alrede- dores de Rio de Janeiro, en donde mi hijo EnrIQuE ha criado la oruga. El carácter más diagnóstico se presenta en la coloracion del abdómen, que tiene el lomo amarillo, con manchas ó cinturas negras ; el vientre blanco, con punta pe- queña negra en medio de cada anillo. Si el color amarillo prevalece, las cinturas negras forman solamente dos manchas triangulares en los lados de cada anillo; si los anillos negros prevalecen, ellas se extienden en un color homogéneo negro, con pequeñas manchas amarillas en los lados, en la base y en la línea media del lomo de cada anillo. Guanto más domina el color amarillo en el abdómen, tanto más .” GÉNERO ECPANTHERIA 35 finos y pardos son los círculos en las fajas de las alas; pero con el color negro más puro y más extendido del abdómen, tambien los círculos negros de las alas son más profundos y más anchos. Las alas posteriores tienen generalmente una gran mancha parda ó negra al lado interno, con faja blanca ántes del márgen posterior, mancha que es más oscura cuando el color negro prevalece. El macho tiene siem- pre fajas de círculos más finos y alas posteriores más blancas, con un ángulo de ano muy prolongado, acompañado de una faja negra al lado interno del ala. Algunos individuos femeninos tienen el centro de los círculos de las alas ante- riores de color poco amarillento ú oscuro, cambiándose los círculos en manchas ovaladas; en otras, los círculos del lomo del mesotórax se confunden en dos figu- ras semilunares. Así sucede, que innumerables variaciones se forman de esta especie muy vulgar y de largo domicilio casi por toda la zona tropical oriental de Sud-América. La oruga, que vive en las plantas del género Gossypium y Coffea, ha figurado Sepp (Suppl. Cram. T1, pl. 16, fig. 8); ella es de color amarillo oscuro, como las otras, con verrugas y pelos rojizos en cada anillo. 13. Ecpantheria xanthonota OBERTHÚR, l. /. pág. 107, pl. XIII, fig. 6. Con las variedades: Ecp. Garzoni, E. Bolivar, E. Muzina, E. albicollis, E. Thimei, E. abscondens y E. depauperata. En la region tropical occidentad de Sud-América, es decir: Colombia, Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, hasta Yucatan. Aunque no conozco esta especie por autopsia, no dudo que todas las acá nom- bradas de OñerTHúR son variedades de una sola especie, muy próxima á la ante- rior Ecp. Cunigunda, pero diferente por el lomo largamente amarillo del abdómen, con dos fajas de manchas blancas, de contornos negros, una en cada lado. La es- tatura del cuerpo parece un poco más robusta y los círculos negros de las fajas de las alas anteriores más grandes, pero de contornos bastante finos y elegantes. El macho tiene el ángulo de ano de las alas posteriores muy prolongado, con lí- 36 REVISION DEL nea fina parda á la márgen interna del ala; las mismas alas de la hembra son blancas, con una faja de manchas pardo-negruzcas al borde externo y la indica- cion de otra faja casi central más ó ménos concéntrica con ella. C. Especies con manchas ovaladas pardas de contornos negros en lugar de los circulos de este mismo color. 14. Ecpantheria Kinkelini Burmrister, Descr. phys. d. 1. Rép. Argent. Atlas, V sect. pág. 59. OñerTHUR, l. /. pág. 110, pl. XVIII, figs. 1 y 6. Varlacion : Ecp. Aramis OertH. l. l. figs. 2 y 3. Especie muy elegante, con grandes manchas ovaladas pardas de contornos ne- gros, que se tocan intimamente en cada faja, y el fondo blanco entre ellas algo rosado. Las del tórax son del mismo color, y de las cuatro del mesotórax las dos posteriores unidas entre sí por sus cortornos negros en medio del lomo. El abdó- men es pardo negruzo encima, con tres fajas amarillas, de las cuales la media poco más ancha se desvanece al principio y al fin; el vientre es blanco, con faja longitudinal negra en medio, y otras dos, una á cada lado. El macho tiene las manchas de las alas anteriores más oscuras que la hembra, y algunas completamente negras, pero las alas posteriores casi todas blancas. En la hembra son estas alas con tres fajas pardas concéntricas, que se confun- den en el borde interno, en una mancha comun, miéntras el macho generalmente no tiene más que una pequeña mancha parda en el ángulo poco prolongado de ano. Excepcionalmente se ven las tres fajas pardas tambien en las alas posteriores del macho. La faja media, amarilla, del abdómen, principia en el anillo segundo ó tercero y termina en el quinto ó sexto si está abreviada, sino se continúa hasta el anillo primero y el último, estando perfecta; pero esta última porcion es siempre poco más angosta. He visto tambien ejemplares, que tienen esta faja separada en dos hileras de manchas amarillas, separadas. OBerTHúR ha fundado en los individuos con la faja prolongada hasta el fin del abdómen su especie Ecp. Aramis. GÉNERO ECPANTHERIA 31 La especie vive en la República Argentina y en las partes vecinas del Paraguay y del Brasil, hasta la provincia de Minas Geraes. La oruga es algo más grande que la de la especie siguiente, y de color más vivo, 5 cent. de largo y 8 milím. de grueso en su tamano normal; tiene un color negruzco en el lomo, pero amarillo rojo en la nuca y los lados del cuerpo, en donde las verru- gas y los pelos son de este tinte más claro. La boca, las patas y las verrugas del vien- tre son tambien amarillo-rojas. La colocacion de las verrugas con los pinceles de pelos, es esta : El primer anillo tiene seis verrugas, las dos del medio poco más bajas pero más elongadas transversalmente. Los dos anillos que siguen tienen ocho verrugas en cada uno, y los demas anillos doce. Los anillos 4, 5, 10, 11 y 12, tienen tambien verrugas con pelos en el vientre, pero más pequeños; los anillos 4 y 5, cuatro, los tres á fin del cuerpo, el mismo número. Entónces el número completo de verrugas con pelos de estos cinco anillos, es de dieciseis en cada uno. Las patas llevan tambien pelos en la superfi- cie; las seis patas duros anteriores en todo el contorno, los cinco pares blandos del vientre y del fin solamente en la superficie externa, pero estos pelos no están colocados en verrugas, sino sueltos, como los de la cabeza, que son poco más finos que los otros. La oruga come las hojas de Euxolus muricatus, y busca, para cambiarse en crisálida, un lugar muy oculto, bajo las grandes raices y el tronco de árboles próximos, princi- palmente del Ombú. 415. Ecpantheria indecisa Waker, Cat. Brit. Mus. Heteroc. MI, 697, 14. Burm., /. l. V, 438. OBERTHÚUR 1. l. pág. 111. pl. XVIII figs. 4 y 7. Ecp. bonaérensis Boisb. Msc. Var. Ecp. detecta OBERTH. l. l. pág. 100, pl. XV, fig. 8. Especie muy vulgar en los alrededores de Buenos Aires, de tamaño poco menor que la anterior, y parecida á ella, pero de una variacion innumerable en el di- bujo y en los colores. Generalmente el fondo de las alas es blanco, y las fajas de las manchas pardas ovaladas son bastante angostas, bien separadas. El abdómen tiene tambien tres fajas amarillas en el fondo pardo, de las cuales la media se halla. resuelta en manchas pequeñas separadas, una en cada anillo, que rara vez falta completamente. El vientre es blanco, con tres hileras de manchas negras, de las cuales las del medio son mucho más grandes. 38 REVISION DEL Las alas posteriores del macho son casi siempre blancas, con un punto negro en el ángulo poco prolongado de ano. Las de la hembra pueden ser tambien blancas puras, pero generalmente tienen manchas pardas en fajas concéntricas al borde externo. Muchas veces se unen estas manchas en un colorido comun pardo, con algunos pocos puntos blancos cerca del contorno externo; pero todos estos puntos blancos pueden tambien faltar, y en tal caso, el fondo de las alas ante- riores no es ya tampoco blanco, sino pardo, y las manchas de las fajas se cambian en más oscuras y negruzcas. Al fin, existen ejemplares que tienen los restos blancos en las alas de color amarillo claro y las manchas de las fajas no de un pardo puro, sino de un oscuro-pardo-amarilloso, con finos contornos amarillos ántes de los negros. Esta variacion, que viene del Paraguay y de Rio Grande do Sul, del Brasil, tiene las manchas de las fajas tan grandes, que ocupan casi toda la superficie de las alas anteriores; otra variacion, figurada por OerTHúR l. l. bajo el titulo de E. detecta, está casi en la oposicion diagonal de ella, por prevalecer el fondo blanco de las alas y la separacion de la faja media del abdómen en dos hileras de manchas amarillas. El señor RuscueweyaH me ha comunicado aquella variacion bajo el apelativo de Ecp. Fernandez como especie particular. La oruga vive en diferentes plantas bajas, principalmente en el hinojo (Anethum foe- miculum ), Chenopodium murale y la Physalis viscosa, y otras con hojas blandas. Ella es, en su figura normal, 4 cent. de largo, y 6 milím. de gruesa. Tiene un color muy oscuro, casi negro, con excepcion de la boca y las patas, que son más claras, casi amarillas. Este mismo color tienen tambien los pelos de las últimas verrugas encima de las patas, las otras son puramente negras. Cuento 12 verrugas en cada anillo posterior, 6 á cada lado, entre la línea media del lomo y las patas, de las cuales, las medias del lomo son poco más avanzadas, las otras más retiradas, estando las últimas de abajo al lado atras del pié. Hay tambien cuatro verrugas con pelos en el vientre de los anillos, que no llevan patas. D. Especies con manchas irregulares y angulares en cada faja de las alas anteriores. 16. Ecpantheria laeta Walker, Cat. Br. Mus. Heteroc. 11, 696, 13. Ecp. Brasiliensis OBERTHUR 1. l. pág. 111, pl. XIX, figs. 2, 3 y 6. Del Brasil, de los alrededores de Rio de Janeiro, en donde mi hijo EnrIqQuE ha criado la oruga. GÉNERO ECPANTHERIA 39 Cabeza, tórax y alas anteriores son blancos, con fajas de manchas irrregulares pardas en las alas; la frente, dos manchas del protórax, una larga en cada tejillo y una media del resto del tórax, algunas veces dividida por separacion en dos, la una detrás de la otra, son del mismo color. El abdómen es de color amarillo elaro, con una gran faja parda en medio del lomo y otra á cada lado del vientre blanco. Las alas posteriores del macho son blancas, con punta negra del ángulo de ano muy prolongado; las de la hembra son pardo-negruzcas, con la márgen anterior y el borde externo albo, más ó ménos amarillento. El mismo color tiene el fondo de las alas anteriores en el lado inferior. Los piés blancos tienen muchas manchas pardas, las antenas son negras. 17. Ecpantheria praeclara OperTHUR, l. l. pág. 111, pl. XIX, fig. 1. Ecp. Magdalence, ibid. pl. XVI. figs. 5 y 8. De Columbia y la Nueva Granada. Esta especie es muy parecida á la otra en estatura y coloración, pero se distingue bien por las tres manchas pardas del tórax; dos alargadas, casi paralelas, poco encorvadas entre los tejillos en el mesotórax, y una tercera redonda detras de ellos, en el metatórax. La faja dorsal parda del abdómen, es más ancha y está más distintamente separada en manchas transversales, una en cada anillo, y las de los lados se tocan con estas manchas por ángulos salientes. Algunos ejemplares del macho tienen alas posteriores amarillas, sin la mancha negra en el ángulo de ano (Ecp. praeclara ), otras blancas con gran mancha negra en este ángulo, que se extiende hácia adelante por el borde interno (E. Magdalence). 18. Ecpantheria chilensis OBERTHÚR, l. l. pág. 111, pl. XX, fig. 5. De Chile. De tamano menor que las dos precedentes, pero de la misma configuracion gene- ral. El color de todo el fondo del cuerpo es blanco, y las manchas son más oscuras, 40 REVISION DEL casi negras. Las alas anteriores tienen fajas de manchas irregulares, como las especies precedentes, y las posteriores una gran mancha al borde interno, con una faja de manchas concéntricas al borde externo. La frente es negra ; el prolórax tiene dos puntas negras, y cada tejillo otras dos. En el mesotórax hay dos grandes manchas, una detras de la otra, y en el metatórax dos puntos negros opuestos, uno al lado del otro. El lomo del abdómen es pardo-negruzco, con faja angosta amarilla á los lados, y el vientre blanco, con tres hileras de puntos negros. 19. Ecpantheria atra OperTHUR, !. l. pág. 109, pl. XV, fig. 4. De Oaxaca, en México. No conozco esta especie aberrante, que debe pertenecer á esta última seccion por su coloración, aunque la patria no es Sud-América. Un color amarillo oscuro casi general está interrumpido en las alas anteriores por algunos pedazos de fajas blancas, que indican los restos del fondo blanco entre las fajas de manchas largas oscuras. Cabeza y tórax son blancos con una gran mancha oscura sobre el escote, en los tejillos, al principio del mesotórax y al fin del metatórax. El abdómen amarillo oscuro tiene una faja amarilla clara á cado lado. 20. Ecpantheria anómala - Especie particular por su dibujo, diferente de todas las otras del género, pero indu- dablemente una verdadera Ecpantheria por sus caractéres genéricos, y tal vez una mera variedad de la Ecp. indecisa. E. tota cinerea, venis alarum infuscatis; costa anticarum maculis albis fusco-cinctis ; pronoti margine laterali tegularumque fimbriis albis; subtus alba, vitta utrinque lateral abdominis flava. Long. 9 lin. (2 cm.) expans. alar. 24 lin. (5 cm.) Mas. De Entre-Rios; descubierta por el Sr. KINKELIN. Estatura y tamaño de las especies típicas del género. La cabeza encima alba, con punto negro; la frente con las antenas negras, sin el artículo blanco de la base. GÉNERO ECPANTHERIA 44 El lomo del tórax y del abdómen pardo-oscuro, aquél con bonete blanco al lado del escote y flecos blanquizcos de los tejillos; éste con faja angosta de manchas amarillas a cada lado. Pecho y vientre blancos; éste con pequeñas manchas pardas en el medio y á cada lado. Alas de color de ceniza más clara, con las venas oscuras; en la costa de las alas anteriores cuatro manchas blancas con bordes anchos negruzcos, y otras dos manchas blancas de contornos oscuros en la célula discoidal ; tambien sobre la base del tronco de la vena central una mancha puramente blanca, y dos angostas sobre la vena dorsal, pero una nube negra sobre la vena recorriente; otros puntitos blancos á la márgen extrema de las dos alas, en el borde mismo, sobre el fin de los ramos entre las células de la márgen. El fondo de las alas posteriores, poco más oscuro que el de las anteriores, con una ligera raya blanquizca en medio del lado inferior; la esquina de ano del macho poco prolongada. Las patas anteriores, negruzcas, con una línea blanca al lado interno de los fémures; las cuatro tibias posteriores pardas, con cinta blanca, en las medias más hácia arriba, en las últimas ántes del fin; los tarsos negros, los últimos con dos puntos blancos. La figura adjunta muestra esta especie de tamaño natural, y las otras figuras explican los caractéres del género, como están expuestos en la introduccion. A Vista del animal por arriba. BB Vista de la superficie inferior de las alas. C La cabeza vista de lado. DD) Punta terminal de la antena. JE Curso de las venas de las alas, figurado en escala aumentada. a Costa. b Tronco discoidal. e Tronco dorsal. dl Célula discoidal. e Rama sub-costal. f Rama mediana. g Vena recorriente. h Vena abdominal. F La tibia anterior. Gx La tibia media. HI La tibia posterior. H Sl GUILLERMO KRAFT, RECONQUISTA 92 5% At 6 42, REVISION DEL De este modo he examinado las especies por mí bien conocidas del género Ecpan- theria, reduciéndolas á sus verdaderas diferencias específicas, pero no admitiendo muchas otras ya nombradas sino como meras variaciones de éstas. Sin embargo, faltan para tratar cuatro de las admitidas por OBErTHúR, que, á mi modo de ver, no pertenecen al género Ecpantheria, sino á un género aparte, bien diferente, que propongo aquí separado como particular con el apelativo de : CATENINA Las especies de OsertTHúr que deben entrar en este nuevo género, son : |. Ecpantheria heterogenea, pág. 109, pl. XV, fig. 2, como el macho, y 2. Ecpantheria contecta, ibid. pl. XVI, fig. 2, la hembra del mismo, con sus variedades : 3. E. Bahiensis, ibid. fig. 5. y lt. E. Boisduvali, ibid. pág. 110, pl. XVI, fig. 6. Tengo estas especies á la vista, criadas por mi hijo EnrIQuE en Rio de Janeiro, que del mismo tipo de oruga ha educado todas estas diferencias nominales como varia- ciones de una misma especie. OñerTHúr dice, pág. 109 de su E. heterogenea: Espéce aberrante 4 cause de ses antennes trés pectinées, de ses épaulettes el de son thorax velus; mais elle est assuré- ment une Ecpantheria. No puedo asentir á esta opinion; una especie que se desvia tan claramente de las otras por calidades que están en contradiccion con los caractéres genéricos, no debe estar unida con ellas, sino recibir el órden de un género aparte, bien distinto por su carácter heterogéneo, principalmente si este carácter la acerca á otros gé- neros bien fundados en esta misma calidad. Tal caso se presenta con el género Halysidota, que tiene por carácter principal las antenas bipectinadas del macho y simplemente dentadas de la hembra. Tam- bien la peluza más larga del tórax, que OBerTHÚR menciona con razon, es Carac- terística para este género, y no ménos la estatura un poco más delgada de su cuerpo. Pero la Halysidota tiene patas relativamente más largas y más finas, provis- tas en las tibias posteriores con el segundo par de espuelas, que faltan á Ecpan- theria. Estas espuelas son caracteristicas para Halysidota, y como la Ecp. hetero- genea de Osertrmúr no tiene dichas espuelas, no puede ser consocio del género Halysidota, aunque la estatura de su cuerpo se parece más al tipo de éste, y las GÉNERO ECPANTHERIA 43 antenas de los dos:sexos,cuadran perfectamente con las del mismo género. Estos órganos de las hembras del género Halysidota tienen dos pequeños dientes hácia abajo en cada anillo, que dan á las antenas la figura de dos hileras de un fino serrezuelo; y las mismas antenas tiene la hembra de la Ecp. heterogenca, que OserTHúR no ha reconocido, aunque él la figura tres veces con diferentes apelativos. Estamos obligados, por esta calidad de las antenas de los dos sexos, que son en completa oposicion con las del género Ecpantheria, á separar la especie de este género, como separar tambien del género Halysidota, por las tibias posteriores sin espuelas medias, y por consiguiente levantarla racionalmente á un género aparte. Se perfecciona el valor de este género más por su estatura bastante grácil y por sus piés no igualmente delgados, que tienen la otra particularidad, que las espue- las terminales de las tibias posteriores son sumamente pequeñas, faltando en las tibias de la hembra casi todas, y no solamente en las anteriores, como en las es- pecies típicas del género Ecpantheria. Doy, entónces, los siguientes caractéres diagnósticos para el nuevo género Catenina de este modo: Antennae maris bipectinatae, feminae argute biserralae. Thorax valde pilosus, tegulae bene fimbriatae. Alae maculis catenatis fasciatae. Pedes satis validi, spinis terminalibus tibiarum posticarum minultissimis, spinas mediis deficientibus. La especie única conocida es: Catenina heterogenea Mas: Ecpantheria heterogenea, OBerTHúr, l. l. Femina : Ecpantheria contexta, E. Bahiensis y E. Boisduvali OBERTHUR, l. l. El macho, bastante grácil, es blanco, las alas más ó ménos transparentes, con escamas solamente en la costa y las venas ; pero con las seis fajas de circulos par- dos ovalados cuando están cubiertos del todo con escama. El tórax tiene cuatro lineas finas pardas en el escote, que son, en algunos Casos, casi nulas; dos en cada tejillo y cuatro sinuosas en el mesotórax, que se extienden tambien sobre el meta- tórax. El abdómen es blanco, con el lomo de los anillos posteriores negro, y una 44. REVISION DEL GÉNERO ECPANTHERIA faja angosta amarilla á cada lado en algunos individuos. Los piés blancos tienen anillos negros; las antenas negras son blancas en la base del eje. | La hembra, poco más grande, tiene el mismo dibujo en las alas y en el tórax; aquéllas están siempre cubiertas con escamas finas y tienen fajas de círculos tam- bien finos, algunos de entre los cuales confundidos en figuras oblongo-ovaladas. Sin embargo, existe una diferencia notable en el dibujo de la faja quinta, en esto, que los dos circulos de dicha faja detras de los tres primeros sobre la costa y entre las primeras ramas del tronco discoidal, no están prolongados hácia afuera en punta aguda, como lo están generalmente en las especies típicas del género Ecpantheria, sino que son regularmente elípticos, como todos los demas, aunque poco más pro- longados, principalmente el cuarto círculo de las diez de dicha faja, que la compo- nen de todo. | Tambien las dos pequeñas líneas negras en las alas anteriores, á los lados de la vena recorriente, no están separadas como en las especies típicas: de Ecpantheria, sino unidas en un pequeño triángulo sobre dicha vena. Las alas posteriores son pardas, con la costa largamente blanca, y tres manchas negras sobre ella; gene- ralmente hay tambien una faja arqueada en el espacio blanco ántes del borde ex- terno y una serie de ocho puntos negros en el borde mismo, uno en cada célula terminal externa. El abdómen de la hembra es negro en el lomo y blanco en el vientre, con dos hileras de puntos negros. Los piés blancos tienen círculos negros en las tibias; las tibias -anteriores son negras al lado interno, lo mismo que los fémures, y los tarsos nea encima, pero los posteriores con circulos blancos. Observacion. —Presumo que WaALkerR describe una variacion del macho de esta especie bajo el título de Halesidota Pica (Cat. Br. Mus. Heteroc. MI, “743, 19), porque he visto ejemplares con faja angosta amarilla á cada lado del abdómen, como lo dice el autor citado de su especie. Mn MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS, DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ POR AUGUSTO BRAVARD (') PROÉMIO En un trabajo recien publicado sobre los terrenos de transporte de la hoya del Plata, apénas he citado las formaciones marinas de los alrededores de la ciudad del Paraná, que sirven de base á las antiguas capas cuaternarias en que están sepultadas, en tan prodigiosa abundancia, los restos de los animales contemporáneos de los Mastodontes, que constituyen, sin duda, la más notable de las Faunas Antediluvianas. Consideraciones de diferente naturaleza impusieron al autor el silencio sobre este asunto en aquel ensayo; no conociendo entónces los curiosos depósitos que hoy ha estudiado, sino por algunos fósiles presentados, el 18 de Octubre de 1855, () Esta importante obra del autor, ha sido publicada en el Diario oficial del Gobierno: El Nacio- nal Argentino, del año 1858, sin ser accesible al negocio literario, y por consiguiente, casi descono- cido en la ciencia, con excepcion de algunos ejemplares impresos Antes que BRrAVARD distribuyó á sus amigos. Por esta razon, doy aquí una reimpresion verbal, con algunas alteraciones necesarias por estudios ulteriores, fundándome en la coleccion del autor actualmente en mi poder, para despues dar figuras y descripciones de las muchas nuevas especies que él ha nombrado en esta obra. G. BURMEISTER. 16 MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS á la Sociedad de Historia Natural de Buenos Aires por el señor General D. Justo José be Urquiza, y á la fecha depositados en el Museo Público de aquella ciudad, se hubiese encontrado, en cierto modo, en la absoluta necesidad de reproducir, sin discusión, las opiniones de los naturalistas que habian ya tratado esta cuestion geológica; y, preciso es decirlo, ella habia dado lugar á una contradiccion sin ejemplo desde el principio de este siglo. Mi difunto amigo, ALcipE D'OrBIGNY, el primero que se ocupó seriamente de la edad geológica de dicho depósito, lo consideró como perteneciente al período terciario, aunque encontró, en los asientos inferiores, los restos de una especie de Toxodon diferente del 7. Platense de la Formacion Pampeana. Esta apreciacion estaba, por lo demas, fuertemente apoyada por la naturaleza de las conchas que habia reco- gido y cuya lista reproduzco aquí: Venus Miúnsteri . Arca Bonplandiana Cardium Platense Tellina n. spec. ? 1. Ostrea Patagonica 2. — ÁAlvarezú 3. Pecten Paranensis 4. — Darwinianus Algun tiempo despues CHARLES Darwin vino tambien á explorar las barrancas del Paraná. Observó las mismas especies de conchas y reconoció, como ya lo habia hecho D'OrBIGNY, que pertenecian todas á especies extinguidas. Como las seis pri- meras de las nombradas se encuentran tambien en los depósitos marinos del Sud, desde el Rio Negro hasta San Julian, Darwin consideró las capas del Paraná como parte de la grande Formacion Patagónica, que, á su parecer, es contemporánea con el estado eoceno de los terrenos terciarios del hemisferio septentrional (?). Hasta aquí, sino habia acuerdo perfecto entre los dos naturalistas, el Francés y el Inglés, sobre la edad positiva de los depósitos marinos del Paraná, no habia tampoco una divergencia de opinion. D'Orsieny los atribuia pura y simplemente al Período Terciario; Darwin, más explícito, les asignaba un rango en ese pe- riodo; luego veremos con qué razon. Despues WiLuebm HarpincErR, en su mapa geológico de la América Meridional, publicado en Weimar el año 1855, designaba los depósitos del Paraná bajo el rubro general de terrenos terciarios. Una reducida copia de dicho mapa de Har- DINGER publicó Franz ForrrerLE en el periódico geográfico de PETERMANN el año despues con el mismo nombre de nuestros depósitos como terciarios. (*%) (%) Geological Observations on South America, by CuHarLes Darwin. London, 1851. 8. Tom. II, pág. 89-133. (9 Geograph. Mittheilungen aus J. Perthes geogr. Anstalt. Gotha, 1856. pág. 187, tb 41. pm DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ 47 Sobre la fe de los trabajos de D'OrBiGNY y DArwIiN, y despues de un atento exámen de las conchas fósiles del Paraná conservadas en el Museo Público de Buenos Aires, no he titubeado en considerarlas como pertenecientes al mismo período terciario, y en mi « Conspectus de Fauna fósil de la América del Sud », obra que el Señor Ministro de Instruccion Pública ha tenido la bondad de hacer remitir á la Aca- demia de Ciencias del Instituto de Francia, el 15 de Febrero de 1856, les he asignado el mismo lugar geológico. Por lo tanto, todos los naturalistas que han visitado estos parages, estaban de acuerdo sobre la cronología de los depósitos marinos de las márgenes del Kio Paraná. Pero en el mismo año Mr. Martin be Moussy, que goza desde mucho tiempo, como doctor en medicina, de una justa celebridad en la República Argentina y en la del Uruguay, sin tomar en cuenta todo lo que se habia hecho hasta aquella época, y sin entrar en ninguna discusion cientifica sobre el valor de los hechos geológicos desde mucho ántes enunciados por D'Orsicny y Darwin, dió unas ideas nuevas absolutamente diferentes sobre la geología de este terreno (*). El autor examina las diferentes capas que se encuentran en las barrancas del Paraná, yendo de la cumbre á la base, y acompaña la descripcion geológica de las rocas, que constituyen cada capa, con la enumeracion específica de varios fósiles que recogió en ellas. Lo que más llama la atencion en su trabajo, relativo á la determinacion de los Moluscos, es que todas las especies de esta clase, observadas por él en el Paraná, son idénticas á especies encontradas en Europa en terrenos de diferentes edades. Por una rara casualidad todas ellas están figuradas en el Cours élémentaire de Géologie de BeunaNr, en donde no se encuentran sino algunos pocos de los tipos más característicos de las varias formaciones que constituyen la corteza de nuestro globo; y por una casualidad no ménos rara, ninguna de las ocho especies recogidas y determinadas primeramente por el sabio conchiliologista D'OrBicNY, re- conocida en seguida por Darwin en la misma formacion marina, ha sido hallada por Mr. Martin DE MoussY y ni siquiera mencionada por él. Sea lo que fuere, doy aquí la lista de los cuerpos organizados fósiles, que este observador dice haber encontrado en los terrenos marinos de las orillas del Paraná, y acompaño el nombre de cada especie con el número de la figura en la obra de BeunaNT, de donde Mr. Martin DE Moussy ha tal vez sacado sus términos de com- paracion. (*) Cuadro general de la Ciudad del Paraná, por Marrtix be Moussy, en el Nacional Argentino de 1857, n* 461, 462, 463 y 464. eS MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS l. VERTEBRADOS Muchas otras Ostráceas, de las que un cierto número parece exactamente á las 1. Pez sauroide otras vivas sobre la costa del Brasil. 2. Saurio 13. Conchilla, intermedia entre Ostrea 3. Quizá un Megalosauro y Pecten 14. Plicatula spinosa fig. 245 II. MoLuscos Una multitud de otras conchas que componen piedras enteras, sobre todo Te- 4. Cerithuum mutabile. fig. 83 rebrátulas. 5. Terebratula porrecta » 201 15. Megalodon cucullatus fig. 200 6.. Gryphaea cymbium » 291 16. Posidonia minuta » 236 T. — arcuata » 243 17. Plagiostomus spec.? 8. — dilatata » 210 18. Pecten spec. ? 9. Exogyra virgula » 281 19. Avicula spec. ? 10. — subplicata » 289 20. Nucula pectinata fig. 299 11. Ostrea detoidea fig. 280 21... Astarte elegans | 12. — acuminala » 258 22. Venericardiaimbricata» 86 No haré por ahora observacion ninguna sobre la extraña mezcla, que se encuen- tra en esta lista de conchas, solamente diré, que Mr. Martin DE Moussy las ha recogido en las tres capas inferiores de una seccion, en que se observa la siguiente sucesion de arriba á abajo: 1. Tierra vegetal, Humus LA ro. Diluvi y s UN UE OS Espesor comun de 33 á 50 metros, segun 3. Capa calcárea Mr. MARTIN DE Moussy. 4. Capa arcillosa 5. Arena verde-amarilla ) Despues de haber minuciosamente detallado los caractéres mineralógicos de cada una de estas zonas, Mr. Martin DE Moussy procede á la clasificacion de dichos terrenos del modo que sigue textualmente : « Colocamos el terreno del Paraná entre los terrenos llamados jurásicos, aunque « lodavía no hayamos visto ahí todos los fósiles, que caracterizan este período de « la formacion de la corteza terrestre. : « Una parte de los caractéres que acabamos de detallar pertenece á la vez: «Al terreno devoniano por los Megalodon cucullatus y Terebratula porrecta, « considerados como característicos de este terreno. DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ 49 «Alcalcáreo carbonífero por los dientes de pescado Sauroides y de Es- «cualos. Sin embargo, estos dos terrenos son considerados por los geólogos como « muy anteriores al terreno jurásico, al que por la reunion de sus cinco capas, « cuya estratificacion concordante prueba su formacion lenta y pausada, pertenecen « las colinas del departamento del Paraná. «La Gryphaca arcuata, tan comun aquí, caracteriza el sistema de Lias, que « comienza la época jurásica del mismo modo que la GEryphaea cymbium, la Ostrea « acuminata y las Terebrátulas designan el Sistema Oolítico, que viene despues del « Lias. El suelo del Paraná está, bajo diversos puntos de vista, fuera de las defini- « ciones adoptadas hasta el presente en la ciencia. Pero, en suma, se encuentra « realmente comprendido en lo que se ha convenido llamar el Período Jurásico, «que ha debido ser excesivamente largo y cuya formacion de las montañas del «Jura ha sido tomado por tipo. » Ante una semejante divergencia de opiniones sobre las formaciones marinas de las barrancas del Rio Paraná, ha sido mi mayor deseo, poder examinar personal- mente los hechos y estos mis votos han sido más que colmados; pues que, llamado por el ilustre Presidente de la Confederacion Argentina, el Capitan General D. Justo JosÉ be Urquiza, al puesto de Inspector General de Minas y Director del Museo Nacional, mis investigaciones, despues de un mes de residencia en el Paraná, me han permitido no sólo enriquecer el Museo de esta Capital de una pre- ciosa Coleccion Paleontológica, sino poder describir con más detalles, que lo han hecho hasta el presente, los depósitos marinos de la Confederacion Argentina. Bajada del Paraná, Enero de 1858. CAPÍTULO 1 CONSTITUCION GEOLÓGICA Los terrenos marinos que vamos á describir, están dispuestos en capas horizon- tales, y ocupan la base de la meseta sobre la cual se levanta la ciudad del Paraná, capital de la Confederacion Argentina. Forman en la orilla izquierda del rio, siguiendo todas sus sinuosidades, algunas veces barrancas cortadas á plomo, en las que se ve enteramente descubierta toda la serie de capas, desde el nivel: de las aguas hasta la cumbre de la barranca; otras veces, colinas cubiertas de una 7 [74 So MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS abundante vegetacion, que frecuentemente oculta hasta las mas pequeñas trazas de la formacion geológica. En todo el espacio comprendido entre la Bajada grande y el puerto de la Santiaguena, extension de 3 á 4 millas, se cuentan una docena de estas barrancas (que ocupan como la mitad de aquella distancia. Muy raras veces el punto más elevado de estas especies de acantilados alcanza á 40 metros, y, sin embargo, es el terreno más áspero que se encuentra desde Buenos Aires remontando el rio. La formacion marina no se descubre sino en las barrancas de que acabamos de hablar y en las hendiduras del suelo formadas por las aguas del Salto, pequeño riachuelo que corre de Sud á Norte y limita al Oeste la ciu- dad del Paraná; en las demas partes está cubierta por los depósitos pampeanos, cuyo espesor parece aumentar á medida que se alejan de las orillas del rio. La línea de separacion entre estos depósitos y el terreno marino está perfectamente determinada; el color rojizo, propio de la arena arcillosa cuaternaria, como tam- bien la textura compacta y sin apariencia ninguna de estratificacion, hacen un contraste tan notable con las zonas alternantes y diversamente coloreadas del terreno marino, que se reconoce, aún de léjos, que son el resultado de causas diferentes. Es en estas barrancas que ALc. D'Orpieny y Cu. Darwin han recogido sus ocho espe- cies de conchas que hemos precedentemente citado. Es tambien en el mismo ter- reno que Mr. Martin be Moussy dice haber hallado las veintidos especies de animales fósiles, cuya lista hemos igualmente dado. No podemos verdaderamente entender cómo al simple aspecto de la disposicion horizontal de las capas de esta formacion, por poco que se haya tenido la oportunidad de observar en Francia algunas de las colinas de las cercanías de Paris, se haya tenido la idea que ellas podian pertenecer á otra cosa que á los terrenos terciarios; sus caracléres geo- enósticos son tan perfectamente -parecidos á los que distinguen los calcáreos loscos de Paris, que no era necesario recurrir á los cuerpos organizados fósiles para determinar la verdadera posicion de este terreno en las clasificaciones adoptadas, pues, sin duda ninguna, es uno de los depósitos lerciarios mejor caracterizados. Pero la proposicion de Martin DÉ Moussy, cuyo objeto es referir estos terrenos á la formacion jurásica, no se funda ni en los caractéres tomados de los fósiles, ni en los de la naturaleza y disposicion de las capas; para no volver más sobre esta cuestion, que, francamente, no se debe discutir, apresurémonos á decir, que nin- guna especie de la lista de Mr. Moussy existe en los depósitos marinos del Paraná, y agreguemos que ninguna de las numerosas conchas que recien hemos descu- bierto en ellos, puede ser confundida con las que ha enunciado. Este depósito sobre el cual D'Orsieny y Darwin no han hecho más que pasar, pero cuya edad reconocieron perfectamente, puede ser considerado desde ahora como uno de los más interesantes y curiosos que han sido señalados hasta la DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ fecha, mo como lo habia creido Marriy DE MoussY, porque está bajo diferentes respectos, fuera de las definiciones adoptadas hasta ahora por la ciencia, sino, por el contrario, porque demuestra al más alto grado la verdad del principio reconocido por el ilustre Cuvier sobre las relaciones constantes de las especies sobre las capas. Vamos á examinarlo en el doble punto de vista de la geología y de la paleontología, para determinar despues el verdadero lugar que debe ocupar en el periodo terciario. Hubiéramos querido consagrar al estudio de esta formacion algunas secciones y un mapa geológico, que relevan de muchas descripciones y presentan los hechos con mayor claridad ; pero vista la imposibilidad material en que nos encontramos á este respecto, procuraremos suplir esa falta con la precision de nuestros detalles. L. SECCION GEOLÓGICA TOMADA EN LA QUEBRADA DEL PUERTO DE LA SANTIAGUEÑA. Humus, compuesto de elementos pulverulentos de cuarzo redondeado y de arcilla, mezclados con los restos de la descomposicion de los ve- E IA id a o ¿ A EA 1. Calcáreo compacto blanquizco de textura lerrosa, frecuentemente penetrado de cavidades irregulares ó sinuosas y de manchas dendri- ticas de óxido de manganeso. Se encuentran en esta capa, aunque raramente, conchas de Ostrea é impresiones de Arca, de Cytherea y de Venus, que no es posible determinar específicamente . 2. Calcáreo siliíceo compacto de un blanco gris; con el lente se ve en él una multitud de pequeños granos de arena cuarzosa que de- ben entrar en la composicion de esta roca por 23 por ciento, más Ó ménos, presenta en las hendiduras y hasta en las roturas vivas, numerosas manchas de óxido de manganeso. La Ostrea y las im- presiones de Arca y de Cytherea y de Venus son todavía más raras que en la capa precedente. . .... 0 AL y: 3. Calcáreo conerecionado: el aspecto de esta capa varía mucho á muy cortas distancias. Unas veces es una masa acribillada de cavidades producidas por la desaparicion de una multitud de con- chas, cuyas impresiones sólo quedan hoy; otras, son fragmentos de calcáreo concrecionado de un aspecto cristalino, cubiertos de aspe- rezas muy salientes y adherentes entre ellos por algunas de sus puntas, de manera que, en la estructura de la roca, existen otros tantos huecos irregulares cuantos hay llenos. En este último caso, 0-30" 0 40 le. mM. MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS las impresiones de las conchas son muy escasas. Esta roca general- mente muy sólida, es más compacta en las partes inferiores de la capa; su color es de un blanco amarillento sucio; las manchas de óxido de manganeso, se observan tambien en ella, pero más rara- mente; produce cal de buena calidad . A O ETA Arenisca estratificada de cimiento Md de un Hi sucio, contiene muchas impresiones de Arca, de Cytherea, de Venus y accidentalmente algunas valvas de Ostrea, siempre desunidas. Hemos hallado .en esta capa dientes de rescualos... aun e . Calcáreo marnoso blanquizco, poco sólido, de elas A taria, con las mismas impresiones de conchas que en la capa pre- cedente y anchas manchas de óxido de manganeso. . ........ Arenisca compuesta de lechos tiernos y duros que alternan entre ellos. Los tiernos son de un blanco mate, y los duros de un color gris de aspecto vidrioso; las conchas son aquí muy raras; el cimiento que reune entre ellos, los pequeños granos de cuarzo que forman la base de esta roca, es calcáreo; no se ve en ella traza aleuna de óxido de, mangas a Calcáreo marnoso arenáceo, haciendo como todas las rocas an- tecedentes, efervescencia con los ácidos. Este calcáreo, poco sólido y de color amarillento, contiene entre otros fósiles, conchas muy grandes de Ostrea bien conservadas é in solamente de Arca, de Cytherea y de Venus... ... Sl Arcilla fisila verduzca Cda en lados Pd 0 ta y numerosas hendiduras llenas de calcáreo blanquizco, ordinariamente pulverulento, más afectando algunas veces formas pisolíticas; toda la parte arcillosa no hace efervescencia con los ácidos: sin fósiles. . Arcilla verduzca horizontalmente estratificada, alternando con muy pequeños lechos de arena blanca: está penetrada en algu- nas partes por una cierta cantidad de óxido de hierro, lo que le da un color abigarrado de verde, de herrumbre y de blanco; no con- tiene fósiles y los ácidos no producen efervescencia sobre ella. Arcilla arenácea abigarrada de verde y de amarillo. No hace efervescencia con los AUS Se encuentran en esta capa pequenos cúmulos de ostras aglomeradas y casí todas provistas de sus dos valvas, lo que indica que han vivido en el lugar mismo en que hoy yacen A Arena cio Abicanta di casi able) con los mismos OmTie 0 40 0 35 0 45 0 20 2 80 0 85 12. 13. DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ colores de la capa antecedente. Contiene algunos prismas exaedros de gipso diseminados sin órden y frecuentemente agrupados en mon- tones asaz voluminosos; son evidentemente de formacion epígena, es decir, posterior al depósito que los encierra. Esta arena contiene tambien conchas de Ostrea, Pecten, Arca, Cardium, Venus y algu- nos otros géneros nuevos de que más tarde hablaremos, dispuestos en bancos horizontales de pequeño espesor, pero de una regularidad bastante sostenida. La concha de los Moluscos Monomiarios es siem- pre muy sólida; no sucede así con la de los dimiarios, que, sin haber perdido nada de sus formas especificas, se ha convertido en carbonato de cal, tan deleznable, que es casi imposible obtener al- gunas buenas muestras . . ... destosin. HA : Arena arcillosa amarillenta dada por un cis de éndo de hierro, ménos desmenuzable que la de la capa EE Las con- chas son aquí muy raras. ...... : TERA Arena arcillosa abigarrada de la misma nan con las mis- mas especies de conchas de la capa número 11. Independientemente de estas conchas, que sin duda han vivido en el mismo lugar en que se hallan, pues, sus bordes son siempre intac- tos y la mayor parte tienen sus dos valvas todavía articuladas; se encuentran en la misma capa, pero más particularmente en la parte inferior, moldes de otras especies de testáceos convertidos en calcá- reo oscuro y muy pulido exteriormente: hállanse igualmente peque- nos nudos de la misma sustancia de la de los moldes, pero siempre perfectamente pulidos por el roce. Se ven tambien en inmensa can- tidad, restos de vertebrados generalmente rotos y rodados; pertenecen á la clase de los pescados, de los reptiles y hasta de los mamiferos. Entre esos últimos nos ha sido posible reconocer la extremidad, perfectamente conservada, de un diente incisivo superior izquierdo de una grande especie de roedor; ese espécimen indica poco más ó ménos las dimensiones de Castor; hemos, además, podido justifi- car en ese lugar la presencia de dos géneros de paquidermos carac- terísticos del estado eoceno de los terrenos terciarios de Europa, es decir, un Anoplotheriúm y un Palaeotherium; por fin hemos hallado coprolitos de carnívoros bastante parecidos por su dimension y por su forma, á los que se recogen en Francia, en los sedimentos infe- riores de los terrenos super-cretáceos del departamento de Vau- cluse, juntos con algunas partes del esqueleto de Eutemnodus, género 3n LO” 0 45 4 MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS extinguido de carnívoros didelfos establecido por Mr. PomMEL y por nosotros. (*) El estado particular de los fósiles de que hemos hablado en este último párrafo y las condiciones geológicas en que se hallan, indican posi- tivamente que no pertenecen á la misma categoría de los demas, á pesar de que se encuentran juntos; por lo tanto, no debemos titubear en considerarlos como pertenecientes á capas diferentes, de donde han sido arrancados, y, despues, transportados en ésta con las are- nas y los otros elementos petrosos de que se componen. Ignoramos el espesor de esta capa, porque, ó está cubierta con los terrenos, ó se pierde bajo las aguas del Paraná; su parte visible es de. . .. . 3*60% Altura: de la barranca desde elmivel del-rio.-. 2... HAS Debemos hacer notar que la elevacion absoluta de esta barranca, sobre el nivel de las aguas del Paraná, es inferior á la de todas las otras; el terreno marino tiene, pues, ménos espesor aquí que sobre los diferentes puntos en donde se deja ver, á lo largo de la línea de colinas que forman la orilla del rio. Verdad es, que en todas las demas partes está recubierto por la capa, más ó ménos espesa, de las arenas arcillosas pampeanas, de las que no existe rastro ninguno en esta parte. Pero aún cuando se admitiesen, como existentes, los dos ó tres metros de ter- reno pampeano (que se ven á la derecha y á la izquierda, en la cima de las faldas de la quebrada de la Santiagueña, esta seccion no alcanzaria á la altura mediana de las otras barrancas, y por otra parte, esto no añadiria nada al terreno marino mismo. Este mínimo espesor no puede ser atribuido á ninguna modificacion superficial del suelo, acontecida despues de la época en que toda la formacion surgió, desde el fondo del mar, hasta la altura que ocupa en el dia, porque en este parage no se ve en la superficie del terreno marino, rastro alguno de la accion erosiva de las aguas fluviales Ó torrentosas. Nosotros mo vemos en este hecho más que un simple ejemplo de una de esas depreciones naturales, tan frecuentes en todos los terrenos depositados bajo las aguas. Por lo demas, la formacion marina es tan completa aquí como en los otros puntos, cual lo veremos estudiando otros parages. (Y Monographie des animauzx fossiles de Vaucluse, par A. Bravaro el A. PommeL. — Annales de l'Aca- démie des Sciences de Puy, 1850. ó DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ IJ. SECCION GEOLÓGICA TOMADA EN LA QUEBRADA DE LA CALERA DEL SR. D. JosÉ 2. A 2400 METROS DE DISTANCIA AL ÉSTE DE LA PRECEDENTE. Il to e a o Arena arcillosa pampeana semejante, por su » eE za Ela y tenuidad de sus elementos, á la de la Provincia de Buenos Aires ; contiene, como aquélla, pedruscos irregulares de calcáreo. No hemos todavía encontrado en esta parte de la capa osamentas fósiles. Arenisca tierna de granos muy finos y de textura fragmenta- ria, de un blanco sucio, á veces amarillento. . Arenisca estratificada, dura, gris, contiene Otra Pecten é impresiones solamente, de la mayor parte de las conchas que he- mos observado en las capas de la quebrada de la Santiagueña . . . Calcáreo cavernoso, sólido, lleno de geodas, irregulares, inte- riormente revestidas, sea de concreciones calcáreas, sea de pequeños cristales de carbonato de cal, perteneciente á las variedades inversa y metastática. Se encuentran en él algunas conchas, pero en menor cantidad que en la capa precedente. ....... .00 : Arenisca lamelosquitosa, blanca, on se o en hojas Calcáreo cavernoso, semejante al de la capa número 5 y encer- rando las mismas especies de conchas. . . > e ¿ Arcila sestratificada, verdosa, sin: fósiles .. .-. ¿óñ Beecha. calcárea! blanca, 'sm- fósiles... . 00 , Calcáreo cavernoso de estructura sensiblemente tie blas cavidades son más pequeñas que en el calcáreo, que constituye las capas números 5 y 7; se hallan en él las mismas especies de las dos últimas Capas... ... pi as 1 . Arenisca calcárea iticada anos donde se encuentran Ostrea y, raras veces, algunos moldes de Arca y de Cytherea. . Calcáreo cavernoso estratificado. Esta capa presenta un sin- gular fenómeno en su estratificación: las líneas de las estratas, en lugar de ser paralelas con los demas asientos, como siempre se ob- serva, forman, con los lechos inferiores, un ángulo de casi 40" abierto al aspecto Nordeste. Contiene algunas conchas. ............ Arena cuarzosa, blanca, de granos muy finos, algunas veces uni- dos por un cimento calcáreo ; en este caso hace efervescencia con los ácidos. Sin fósiles. 35 GARRIGÓ, | m pp 2 So 00 Qt ot 80 36 1. 15. 16. INE 18. MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS Arcilla verduzca, excesivamente fina, horizontalmente atravesada por pequenos lechos de arena blanca, análoga á la que constituye la capa precedente... .. AA Arenisca, blanca; contiene un número muy crecido de ostras; se extiende formando ramificaciones cilíndricas, que penetran la capa de arcilla inferior, y, algunas veces, la atraviesan enteramente; el diá- metro de estas ramificaciones varía de 3á 10 centímetros, y á veces más; se dividen de una manera muy irregular; ya se dirigen verti- calmente, ya se contornean y se alejan absolutamente como raíces de arboles; hemos seguido algunas de ellas á más de un metro de dis- - tancia, sin tampoco llegar á su extremidad; anchas manchas de óxido de manganeso las cubren, á veces, casi totalmente, é infiltraciones de la misma sustancia las penetran tambien hasta el centro. Como la forma cilíndrica y ramosa de esta roca se parece mucho á los gajos de los árboles, los habitantes les atribuyen equivocadamente un orígen vegetal. El espesor de esta capa, muy variable en razon de los accidentes de que acabo de hablar, es por esto mismo, difícil de determinar; no obstante, los computamos, aproximativamente en. Arcilla verdosa, semejante al número 14; contiene impresiones de Cylherea . Arenisca a iieal E ccinielio alien Esta capa se divide en unas veinte zonas blancas y negras que al- ternan entre ellas; las zonas coloreadas de negro deben este color al óxido de manganeso que contienen en notable cantidad . .... Arcilla fina estratificada, verdosa. Esta capa está dividida, en el sentido de la estratificacion, por lechos sumamente delgados y blancos, de arena fina mezclada con calcáreo pulverulento ; se ven, en todas sus partes, numerosas impresiones de Cytherea perteneciente á una especie diferente de las observadas en las otras capas; hemos recogido, en las divisiones de las estratas de esta arcilla, en la mis- ma sustancia de los pequeños lechos blancos, algunos espécimenes ex- tremadamente mutilados, de una concha univalva que creemos de- berse referir al género Phasianella. Es, sin embargo, con alguna duda que damos esta opinion, pues, estos espécimenes son, verdaderamente demasiado imperfectos, para ser determinados con toda certidumbre. Espesor de la capa. Arcilla verde fisila:- o. ESA E E A Esta arcilla, que no contiene ni Cone ni cs cuerpos extranos, .e.o. . . . . . . . (qu 399. 0 20 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 21. 28. 29. DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ puede ser útilmente empleada para limpiar las lanas, para modelar obras de arte y fabricar loza de la más fina. Se deslie rápidamente al contacto del aire, cuando es recien sacada de su capa; pero des- pues de haber sido convenientemente pulverizada y amasada, toma fácilmente todas las formas que se le quiera dar. Endurece de una manera notable exponiéndola al sol, y se seca perfectamente sin grielarse. Arenisca oscura, amarillenta, algunas veces color de herrumbre, contiene algunas conchas de ostrea. . . ... iS Arcilla verde semejante al número 19. Sin rosa A Arenisca dura, oscura, y más sólida que las rocas que cubre y que le están sobrepuestas, de donde resulta, que forma en la barranca una especie! de "cordon “saliente. 10.020. IA 2% Arcilla verde fisila parecida á la de las capas números 19 y 21. Arenisca arcillosa, tierna, verdusca. . .. .. . IA E, Arcilla arenosa, verdusca; contiene algunas cda de ostras. Banco de ostrea reunidas por una arenisca arcillosa, gris. . . . Arena arcillosa verdusca. . ...... ] 1 AA Esta capa está como dividida en dos a SenlaÑ e un banco de conchas delesnables, en el cual domina una especie de Arca diferente de la Arca Bonplandiana, hallada por D'OrBicnY y DArwiN en una de las barrancas vecinas. Banco de conchas encerradas en una arena de un color amarillo E ER O AO AN Estas conchas a aquí mucho, y se observa casi siempre en este banco las dos valvas reunidas. Son ostras pertenecientes á cinco ó seis especies ; entre ellas hemos encontrado: 1” la Ostrea Patagonica y la Ostrea Alvarezú; 2 el Pecten Paranensis y el Pecten Darwinia- nus; 3” la Ostrea Bonplandiana, y muy raramente, la especie de este género tan abundante en la capa precedente; 4” diferentes Cardium, entre ellos el Cardium Platense; 5% la Venus Múmsteri ; 6” probablemente la concha considerada por D'OrBIeNY como una nueva especie de Tellina, etc., ete. Se ve, pues, que este lecho fornese, él solo, más de las ocho especies de moluscos, cuyo descubrimiento es debido á nuestros predecesores, y, sin embargo, nuestras enumeraciones contienen solamente una parte de lo que hemos descubierto. Arena arcillosa abigarrada, representando en esta seccion los 51 0 30 58 MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS bancos números 11, 12 y 13 de la quebrada de la Santiagueña, bancos que pueden rigorosamente ser considerados como una sola y misma capa; pues, no calculando la zona número 12, que no se dis- tingue de las dos otras sino por un poco más de solidez, y la uni- formidad de su color, es una masa perfectamente homogénea y en todo parecida á la que nos ocupa, excepto en el espesor. En las arenas abigarradas de la barranca de Garrigó, como en el yacimiento vecino, se encuentran en mucha abundancia restos hue- sosos de pescados y de reptiles, moldes de conchas pulidos por el roce y coprolitos de carnívoros que creemos provenientes de una formacion continental vecina. La base de esta capa, estando oculta bajo los pedruscos de rocas caidas Ó bajo los escombros que se extienden hasta la orilla del rio, no podemos conocer su espesor; debemos entónces limitarnos, para cal- cular la altura de esta barranca, á dar la distancia vertical entre el nivel de las aguas del Paraná y el llano inferior de la capa precedente. 13 00 Altura totalus124 00.032 Si por una parte los detalles que preceden establecen que, en la seccion de la bar- ranca de Garrigó, la altura es de más del doble de la que hemos medido en la barranca de la Santiagueña, por otra parte indican que el número de las capas es en ella dos veces más considerable tambien ; estos no son sino resultados materiales de la obser- vacion, que no tienen realmente ninguna importancia geológica, y que, por lo tanto, creemos inútil tomar en consideracion. Examinando, empero, estas dos secciones bajo el punto de vista de la naturaleza de los bancos que las componen, evidentemente se observa lo que sigue : QUEBRADA DE LA SANTIAGUEÑA. 1” Las siete capas superiores de la serie están formadas todas de rocas sólidas, cal- cáreas Ó siliceosas. 2" Las otras seis se componen exclusivamente de sustancias arcillosas, ó de arenas que no presentan jamas mucha consistencia. De esta disposicion resulta, que el terreno marino de esta barranca está dividido na- turalmente en dos estados ó formaciones perfectamente distintas, pues el punto de contacto entre la séptima capa y la octava está marcado por una línea muy bien tra- DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ 59 zada, en la que no se ve ninguna mezcla de la sustancia particular á cada uno de estos lechos, que indique que ha habido entre unos y otros una transicion insensible. Las siete capas del estado superior tienen juntas un espesor de tres metros, exac- tamente la quinta parte de la altura total de la seccion. QUEBRADA DE GARRIGÓ. La distancia en dos estados es tan evidente en esta seccion como en la de la quebrada de que acabamos de hablar. El estado superior, del cual es menester defalcar la tierra vegetal y las arenas arcillosas pampeanas, llega hasta el número 17, inclusivamente, y encierra todas las capas sólidas de esta serie. Los doce bancos siguientes constituyen la formacion inferior, donde no se ven sino arenas y arcillas que, desagregándose prontamente por la accion combinada del aire y delas aguas fluviales, son arrastradas por los torrentes, y dejan saliente, en la cum- bre de la barranca, todo el sistema de las capas sólidas. El grupo superior, así establecido, tiene un espesor total de 6 m. 40 cm., esto es, más del cuarto de la totalidad aparente del terreno marino. Desde este punto, siguiendo las faldas de la colina hácia el Oeste, hasta el pequeño riachuelo del Salto, el depósito marino presenta, en su extension, el mismo aspecto geológico. El número de las estratas varía de una manera tan notable, que de veinte en veinte metros, y á veces á más cortas distancias, se observan, bajo este punto, dife- rencias increibles. Así, por ejemplo, despues de haberse sucesivamente reunido dos á dos las quince capas que hemos reconocido en el estado sólido ó calcáreo, llegan á no formar, cerca de ahí, más de tres ó cuatro que acaban, un poco más léjos, por confun- dirse en una sola masa, en donde apénas se ven algunas zonas, por medio de las cuales es todavía posible distinguir la posicion relativa y la sustancia de cada una de las capas que han concurrido á la formacion de esta masa. Se observa tambien, en el sentido de la extension de estas capas, un fenómeno mucho más sorprendente: esto es, el pasaje ordinariamente insensible pero á veces rápido, de la roca calcárea á la arenisca pura ; otras veces, como se observa en la barranca del Salto, un poco más arriba de la calera del Sr. Álvarez, entre este establecimiento y el Salto del Riachuelo, el sistema de las capas calcáreas desaparece enteramente. Es en- tónces reemplazado por numerosos lechos de arena y de arcilla de colores muy varia- dos, uno de los cuales se distingue de los demas por su tinte de un lindo rojo muy brillante : su mayor espesor puede ser de cinco ó seis centímetros. Á unos cincuenta pasos ántes de llegar al Salto, estos lechos de arena y de arcilla desaparecen tambien para dar lugar á una masa de arenisca fina, blanquisca, de cuatro á cinco metros de espesor, cubierta de una capa de arcilla arenácea amarilla verdusca, sin fósiles, de 60 MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS 2 m. 50 c., que sirve de base á otra capa de marna arcillosa, verde de 1 m. 65 c., igual- mente sin fósiles; aunque esas dos últimas estratas no nos hayan ofrecido ningun cuerpo organizado fósil, creemos, segun su composicion geológica, deber compren- derla en los terrenos marinos. Finalmente, para llegar hasta la cumbre de la barranca se encuentra tambien una capa de arena arcillosa pampeana, de cuatro metros de espesor en este lugar, pero que varia mucho. Hemos recogido en esta capa una vértebra lumbar de Scelidotherium. Es la primera pieza característica de los terrenos cuaternarios, segun nuestra clasifi- cación, que haya sido hallada en las cercanías del Paraná. En los lechos de arcilla y de arena accidentalmente sustituidos á los bancos de cal- cáreo y de piedra arenisca, se ven, pero muy raras veces, algunas impresiones de con- chas tan abundantes en estos últimos bancos. En las areniscas situadas á continuacion de la mesa formada por la reunion de las arcillas y de las arenas, las ostras abundan, al contrario, en prodigiosa cantidad, mezcladas con Anomía, y una especie perteneciente á un género que se aproxima á esta última concha. Los restos de los moluscos, que forman frecuentemente aquí bancos delgados, separan la masa de la arenisca en zonas horizontales, y contribuyen á darla un aspecto lamelosquitoso. La mayor parte de las ostras tienen sus dos valvas reunidas ; sin embargo, estaban ya muertas cuando fueron cubiertas, pues generalmente se les halla envueltas por nu- merosos Balanus, pero se observará, con todo eso, que es imposible no admitir que no hayan vivido en el lugar mismo en que yacen, pues generalmente están juntas y for- man, por su reunion, unas anchas placas, exactamente como en los bancos de ostras vivientes. Esta disposicion excluye, por cierto, la idea que hayan sido transportadas por las aguas con las arenas que las contienen. Por lo demas, los Balanus que las cubren tienen los bordes de sus cúpulas tan agudos y tan bien conservados, las cuatro partes de sus tapas se encuentran tan constantemente hundidas en el estuche que esta- ban destinadas á cubrir, que no se puede ménos de reconocer que los animales han sido sorprendidos en sus conchas; porun movimiento de contracción natural, á la aproximacion de las arenas que los han sepultado, han cerrado las tapas de su habita- cion para no volverlas á abrir jamas. Independientemente de estos Balanus tan frescos, que casi parece que el animal está todavía encerrado en ellos, se encuentra á su rededor, en el mismo lecho, una cantidad extraordinaria de piezas desarticuladas de la misma especie de conchas. Estos restos, aunque mezclados con arena á veces muy gruesa, no han experimentado alleracion ninguna, pues, examinándolos con el lente, se observan todavía, sobre los bordes de conexion, las salidas y los huecos de sus delicadas sínfisis; en los mismos bancos se ven moldes calcáreos de una ó de dos especies de conchas turbinadas, asaz parecidas á DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ 61 los Cerithiuwm, demasiado usadas para ser determinadas genéricamente. Finalmente, hemos hallado en el mismo lugar, dientes de escualos y fragmentos de huesos de gran- des mamiferos marinos. Remontando un poco más el curso del Riachuelo, el terreno marino desaparece total- mente bajo las arenas arcillosas pampeanas, y no vuelve más á mostrarse, segun se nos dice, en toda la extension de su curso. Si se baja otra vez á la embocadura del Salto, y se examina la línea de las barrancas, desde este punto hasta la Bajada Grande, se ve el terreno marino tan bien caracterizado, que en las partes precedentemente descritas y separado, como lo hemos visto más ar- riba, en dos formaciones muy distintas ; se observan tambien, en las capas de la for- macion superior, variaciones geológicamente equivalentes) á las que ya hemos nota- do: se hallan, por fin, con los moldes de conchas, algunas otras especies del órden de los Pectinibranquios, tan escasos, en todos los lechos sucesivamente visitados, que hasta ahora no hemos podido indicar más de uno. Por estas notables irregularidades características, en cierto modo, de la division superior del depósito marino, casi no afectan el estado subordenado. Las capas de este último tienen siempre por base la arena y la arcilla, y las variaciones que presentan son producidas únicamente ya por la mayor ó menor cantidad que contienen de una ó de otra de estas sustancias, ya por algun cambio en sus colores: cambio siempre limitado á los matices que pueden producir la mezcla del blanco, del amarillo y del verde; esto es, del óxido y del clorito de hierro. Por lo que hace á los cuerpos organizados fósiles, éstos están en todas partes, constantemente dispuestos del mismo modo; donde quiera se encuentran las mismas especies, y su estado de conservación no varía Casi nunca. De todo lo que precede, se puede deducir, que el depósito marino de las cercanías del Paraná, pertenece, bajo el punto geológico, á dos formaciones muy distintas. Las caracterizaremos del modo siguiente : /—— Lascapas de calcáreo y de arenisca, contienen impresio- qu, | nes de numerosas especies de conchas marinas bivalvas y 1* Estado ó sistema cal- a univalras Os a al nd e algunas univalvas samentas rotas de mamiferos ter restres y marinos — Dientes de escualos — Restos de crus- | táceos. Las capas de arena y de arcilla, contienen : conchas bien conservadas, de las mismas especies de las impresiones de las capas precedentes. — Algunos restos de mamiferos ter- restres y marinos. — Una muy grande cantidad de osamen- tas hechas pedazos de varias especies de pescados. — Dientes de escualos— y, muy raras veces, restos de cocodrilos y de tortugas. 2% Estado ó sistema de las arenas arcillosas. 69 MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS CAPITULO Il LIsTA DE LOS ORGANISMOS FÓSILES DE LOS TERRENOS MARINOS DEL PARANA. Por medio de los caractéres mineralógicos de las capas del depósito marino del Paraná, descritos en el capítulo que precede, se pudiera, ciertamente, buscar la plaza que este depósito debe ocupar en el órden de las formaciones de transporte de la corteza terrestre, y tal vez se llegaria á satisfactorios resultados. Pero, para nosotros, que creemos no deber dar á los caractéres puramente minera- lógicos de un terreno sino un valor absolutamente secundario, y que no es prudente recurrir á esta especie de caractéres sino cuando los demas hacen falta, ántes de entrar en la discusion cronológica de la formacion marina que nos ocupa, haremos conocer los cuerpos organizados fósiles que hemos hallado en ella hasta la fecha; por lo tanto, transcribimos aquí, literalmente, el catálogo que hemos redactado para el Museo de la Confederacion Argentina (*), catálogo en que están enumeradas todas las especies que han servido á nuestras determinaciones. I. ANIMALES MARINOS. 1. MAMMIFERA. 4. Delphinus rectifrons, BRAVARD. Un cráneo casi perfecto. 2. Balaena dubia, Bravarp. Una parte del cóndilo occipital y una apófisis de vértebra. A pesar de la imperfeccion de las dos mues- tras, que yo mismo he recogido en el valle del arroyo del Salto, no es permitido dudar, que pertenecen realmente á un animal del género Balaena. Nuestro predecesor, el coronel Du Grary, habia depositado en el Museo Nacional algunos restos del mismo gran mamifero ma- rino, pero no dan ningun carácter más seguro para determinar la especie, y, por lo tanto, pro- pongo el nombre específico: dubia. Es proba- blemente de este mismo animal que provienen la enorme vértebra y la parte superior del hú- mero, de que habla Martiy DE Moussy en su cuadro general de la ciudad del Paraná, y que él supone haber pertenecido á un gigantesco Me- galosauro. 2. PISCES. a. Chondropterygii. Muchos dientes de diferentes escualos son comunes en los depósitos arenosos. 3. Squalus eocenus, BRAvARD. Un diente de esta especie tiene 34 mm. de (9) Bravaro habia avisado en la lista de los fósiles que sigue, todos los ejemplares depositados por el en dicho establecimiento bajo su direccion, pero como el Museo ya no existe, habiéndose perdido completamente por el cambio de la Capital del Paraná á Buenos Aires, he suprimido estas noticias, hoy innecesarias, dando solamente los nombres de las nuevas especies que ha propuesto su autor, para describirlas despues extensamente en un tratado particular. G. BunmristEr. DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ 63 largo y 25 mm. de ancho; otros más pequeños de las mismas proporciones prueban el tamaño variado de este animal. Tengo tambien en mi poder un coprolito de configuracion espiral, tan significante para la organizacion de los escualos, que creo de la misma especie por su grandor excesivo de 12 cm. de largo y 5 cm. de ancho. 4. Squalus obliquidens, Bravarb. Estos dientes tienen mucha analogía á los de Carcherodon heterodon Acassiz, de Bracklesham en Inglaterra; se encuentra en grande abundan- cia. Las de nuestra especie difieren por sus di- mensiones macizas y por la falta del lóbulo que se veal lado de la arista cóncava en los dientes europeos. 5. Lamna unicuspidens, BRAVARD. Parece sino completamente idéntica, á lo mé- nos, parecida á la especie que Acassiz describe de la misma localidad de Europa. 6. Lamna elegans, Acassiz. La presencia de esta especie en los depósitos del Paraná es un hecho geológico importante; probando del modo más evidente su correspon— dencia con los terrenos del calcáreo tosco de Francia, aunque este hecho no sería del mismo valor, si el animal idéntico hubiese sido un ma- mifero; porque los pescados dotados de podero- sos medios de translacion, pueden recorrer los mares de un hemisferio á otro con menor difi- cultad. 7. Lamna amplibasidens, BrAvarp. La enorme anchura de la base del diente dis- tingue bien esta especie de las otras. 8. Lamna serridens, BrAvarp. Los dientes de esta especie tienen sobre sus aristas dentellones muy finos que faltan en los de la especie anterior. 9. Myliobates americanus, BrAvarp. Las placas de la dentadura son parecidas á las del M. Enwarosu de Bracklesham. Hay tambien escudos que pertenecen á las del cuerpo de la misma especie en Europa. Y aún la espina característica de la cola se ha encontrado en los depósitos del Paraná. Existe una especie vivente en el rio, que des- graciadamente no he podido examinar para compararla con la extinta de nuestros terrenos. 10. Escamas que tienen la forma de un prisma tetraedro, más largo que alto, oblícuamente truncado adelante, hácia su cumbre, y rodeado en casi toda su altura, por una especie de con—- trafuerte 6 botalon compuesto de seis pedazos estriados longitudinalmente, que se asemejan perfectamente, por su forma y su disposicion, á las valvas de una cúpula de un Balanus; el prisma y el contrafuerte no hacen sino un solo y mismo cuerpo. La superficie superior tiene la figura de un losange y es ligeramente cóncava, la base de estas escamas huesosas, igualmente cóncava, es elíptica. Numerosas estrías, que consideramos como impresiones arteriales, salen de un solo punto, situado en el borde anterior del elipse, y van con divergencia, á concluir sobre todo el con- torno. Estas escamas son absolutamente de la mis- ma naturaleza huesosa, que los escudos de las rayas, con las cuales se encuentran confundi— das, en todas las alturas, en la parte que cono— cemos de la parte inferior del depósito marino del Paraná; pero son mucho más escasas, lo que prueba que la especie de pescado, de donde provienen, era ménos abundante en los mares de esta época que el Myliobates americanus. Algunas de estas placas son casi llanas, otras están enroscadas en canales de dos centímetros de diámetro. Su superficie interna está cubierta de numerosas impresiones imbricadas, en donde frecuentemente puede reconocerse una forma regular hexágona. Estas impresiones se repro— ducen, á veces, muy exactamente en la superficie externa, y los compartimientos hexágonos están entónces rodeados de una nervadura estrecha y saliente: sobre un pedazo de 31 centímetro de largo por 15 milímetros de ancho, se pueden contar 65 de estas impresiones. Entre las mues- tras que tenemos en nuestro poder, no existe ninguna que pueda darnos la forma general de los bordes de esas placas, indican solamente que se apoyaban por imbricacion las unas en- cima de las otras. Pero si se considera la disposicion hemicilín- drica de algunas de esas piezas, y sobre todo su pequeño diámetro, se reconoce que han debido pertenecer á animales de cola muy delgada, co- mo las rayas; probablemente á alguna especie extinta de este género, y que envolvian este ór- gano: en cuanto á las piezas poco encorvadas ó 64 MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS casi llanas, encubrian las otras partes del cuerpo. bh. Acanthopterygii. 11. Sargus incertus, BrAVArD. Un diente de los más chicos. 12. Sparus antiquus, BrAvArD. Parte anterior de la mandíbula, mostrando bien la doble serie característica de los dientes. 3. MOLLUSCA. A. Pectinibranchia. 13. Margarita punctulata, BrAvArD. Un individuo imperfecto. 14. Margarita striata, BRAVARD. Un molde. 15. Scalaria minuta, BrAvArp. 16. Littorina gigantea, BRrAvArD. 17. Phasianella fossilis, BrAvArD. 18. Cerithium Americanum, BrAVARD. 19. Voluta alta, Soweray, Darwin. Geolog. Observ. on S. Am. pl. IV, fig. 75. Esta especie ha sido observada por Darwix en Santa Cruz de Patagonia y en Natividad de Chile. B. Acephala. 20. Ostrea Patagonica, D'OrBIGNY. 291. Ostrea Alvarezii, D'OrprcNY. 22. Ostrea elongata, BravArD. 23. Ostrea strangulata, Bravarp. 2%. Ostrea Entre-riana, BRrAvArD. 25. Ostrea axillata, BrAvarD. 26. Ostrea foliiformis, BrAvArD. 27. Ostrea excavata, BrAvArRD. 28. Ostrea semitabulata, BrAvArp. 29. Ostrea agglomerans, BrAvArD. 30. Pecten Paranensis, D'OrBIGcNY. 31. Pecten Darwinianus, D'Orp1cNY. 32. Anomia pileata, BrAvarD. 33. Osteophorus typus, BrAvarD. Género particular del cual conozco solamente la válvula superior. 34. Arca Bonplandiana, D'Or51cNY. 35. Arca obliqua, BRAVARD. 36. Arca strangulata, Bravaro. 37. Mytilus trigonus, BrAvArp. 38. Lithodomus ostricola, BrAvarp. 39. Cardium multiradiatum, Sowerar. C. Platense, D'OrBIGNY. Especie recogida por Darwin en Natividad de Chile y por D'Orb1GNY en este país. £0. Cardium suborbiculare, BrAvarp. 41, Cardium squamiferum, BrAVARD. 42. Cardium pygmaeum, BrAyarp. £3.. Coleopsis striata, BrAvaro. Esta especie es probablemente la misma que D'OrriGNY menciona como una Tellina, que ha visto solamente en estado gastado. Más feliz que mi predecesor, he recibido ejemplares bas- tante perfectos para establecer este nuevo gé- nero. 44. Lucinopsis concentrica, BrAvarp. 5. Cytherea Múnsteri, Venus Minsteri, D'Ora1cNY. k6. Venus elongata, BrAvArp. 47. Venus meridionalis, SowErBY. 48. Solea, n. sp. Especie indeterminable por su mala conser vacion. 4. CIRRIPEDIA. 9. Balanus foliatus, BrRAVArD. Sobre diferentes conchas marinas. 50. Balanus subconicus, BrAVvARD. Numerosos individuos de esta especie se ha- llan pegados á válvulas de Ostrea. 3. CRUSTACEA. 531. Homarus meridionalis, BrAVARD. Parte móvil de la presa de un pié anterior; de la quebrada de la calera de D. José GARRIGÓ. 6. ECHINODERMATA. . 52. Asterias Du Gratii, BrAvArp. Especie muy elegante, incluida en un pedazo calcáreo, compuesto casi completamente por individuos de este animal, recogido en el valle del arroyo del Salto, cerca del pueblo del Pa- raná, por mi predecesor, coronel Du Grary, á quien dedico este notable animal. DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ 65 ll. ANIMALES TERRESTRES Ó FLUVIALES. Los restos de los animales de esta categoría, encontrados en las capas marinas del Paraná, son todos muy deteriorados y pulidos en su superficie, probando por esta calidad, que han sido transportados por aguas corrientes arrancadas de terrenos adyacentes, sea coetáneos ó sea más antiguos, y depositados por estas afluencias en el fondo del golfo marino, en el cual se han formado las capas marinas. |. MAMMIFERA. t. Coprolitos carnivoros. No soy capaz de inscribir un apelativo fijo de los objetos mencionados ; he encontrado en las arenas abigarradas inferiores cuerpos sólidos de figura constantemente cilíndrica, que considero como excrementos de verdaderos carnívoros por su composicion. 2. Diente de un incisivo izquierdo roedor de tamaño del Castor. Este pedazo insignificante no permite una de- terminacion fija, pero sus calidades visibles prueban que ha pertenecido á un roedor del tamaño del Castor. 3. Toxodon paranensis, D'Or516NY. Una segunda muela superior izquierda muti- lada en la faz interna. +. Palaeotherium Paranense, BRAvArD. Dos fragmentos de muelas, la parte interna de la primera superior izquierda y otra más mu- tilada de posicion incierta. 3. Anoplotherium Americanum, BRAVvARD. Una prima muela superior persistente del lado izquierdo. 2, AMPHIBIA. 6. Emys Paranensis, BrAvArD. Algunas piezas de la coraza, que prueban, por su configuracion, que han pertenecido á una tortuga de agua dulce. 7. Crocodilus australis, Bravaro. Dientes bien conservados, fragmentos del cráneo, de las placas dorsales de la coraza y una vértebra perfecta. De las placas dudo mucho si son en verdad del cocodrilo; pueden ser tambien de pescados. 8. Post mandibular del lado derecho de un Ofidio. No puedo determinar más exactamente la es- pecie, pero no dudo de su proveniencia de un animal de dicho grupo. 3. PISCES. Las osamentas de los animales de esta clase, que he recogido en prodigiosa cantidad, están generalmente muy rotas y sobre todo suma- mente usadas por el roce; de consiguiente, su determinacion presenta grandes dificultades. No obstante, hemos podido reconocer que, la mayor parte se refieren á pescados huesosos propiamente dichos. Entre los restos de esta clase los dos especimens ya ántes mencionados solamente presentan caractéres osteológicos bas- tante seguros para atribuirlos á familias del mar, todas las otras son de Siluroides, una fa- milia de pescados de agua dulce, y por esta ra- zon los trato en esta seccion de los restos orgá- nicos, sin poder dar una determinacion más fija de la especie á que han pertenecido. Nombro esta especie. 9. Silurus Agassizii, BrAvaro. Los huesos en mi poder que puedo determi- nar con exactitud, son los siguientes : Frontal propiamente dicho, ó único, de un pequeño individuo. Coracóides izquierda de un individuo bas- tante grande, donde se ve, en su lugar natural, la parte articular del primer rayo de la aleta pectoral. Parte posterior de una coracóides del mis- mo lado. Opérculos un poco gastados. Intermaxilar del lado izquierdo. Intermaxilar del mismo lado, pero de un ta— maño mayor. 9 66 MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS Mandibulares de varios tamaños. Postmandibulares diferentes, relativamente á su dimension. La primera vértebra abdominal. Vértebras de la region abdominal que indican individuos de muy grandes tamaños. Primer rayo espinoso de la aleta pectoral, del lado izquierdo, de medianos y de chicos Si- luros. : Los mismos huesos del lado opuesto. Partes sólidas de varios rayos de la cola. Placas ÚÓ escamas huesosas delgadas. Se reconoce muy bien que estas piezas han tenido sobre la piel, una disposicion imbricada. Todas, más 6 ménos, están usadas por el roce, ó transporte, que han tenido que sufrir; sin embargo, se ve que sus formas eran diferentes, segun el lugar que ocupaban sobre el cuerpo : una de ellas forma un hexágono un poco pro- longado y es la mejor conservada. OSAMENTAS DE PEscaDos MALACOPTERYGIL pe ESPECIES HASTA HOY INDETERMINADAS. 10. Frontal propiamente dicho de una especie de Silurus diferente del S. Agassizid. * 11. Fragmentos de huesos de la cabeza, en que las tuberosidades tienen una forma distinta de las de la especie precedente. 12. Opérculo del lado izquierdo, notable por su bifurcación posterior. 13. Opérculo del mismo lado, caracterizado por cuatro nervaduras en su borde inferior. 14. Propérculos de formas y dimensiones va- rias, indicando cuatro especies distintas. 15. Primera vértebra abdominal de una especie ó de un individuo de pequeño tamaño. — Vértebras diferentes. 16. Vértebras que ofrecen ejemplos de exóstosis. 17. Primeros rayos de aletas pectorales que indican cuatro especies diferentes. 18. Segundos rayos espinosos que se refieren á dos de las especies precedentes. f. MOLLUSCA ACEPHALA. Algunos moldes de animales de este grupo, hallados en crecida cantidad en las arenas arcillosas, mezcladas indistintamente con los restos de los Vertebrados que acabamos de enumerar, son de naturaleza pedrosa, del todo diferente de la de las impresiones que se encuentran en el estado superior de la formacion marina del Paraná, y que representan incontestablemente la forma interior de las conchas que han vivido en el lugar mismo en que yacen. Tenian tambien un color muy diferente, están siempre aislados, perfectamente polidos y más ó ménos usados por el roce, de manera que no es posible dudar, que hayan experimentado un transporte considerable ántes de ser depositados en el lugar que hoy ocupan y que siempre se ven coagu- lados conjuntamente, formando, por sí solos, la masa entera de algunas capas. Á estas consideraciones, que son más que suficientes para establecer, que estas conchas han pertenecido primitivamente á una formacion diferente, añadiré que es muy fácil reconocer, á pesar de su estado de alteracion, que todas ellas son de espe- cies diferentes de aquellas cuyas conchas se encuentran tan bien conservadas en la mayor parte de las capas del depósito, que.nos ocupa, y que una de estas especies se refiere á un género, del cual ningun rastro hemos encontrado en las condiciones ordi- narias de este yacimiento. DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ 67 19. Pectunculus securicula, Bravarp. 22. Venus minuta, Bravanp. Moldes calcáreos en varios estados de con- Dos especimens bien conservados. servacion. 23. Solen incertus, Bravanb. Molde que ofrece bastante bien las formas características del género, pero demasiado gas- 20. Venus brevis, BrivarD. Moldes de calcáreo oscuro más ó ménos bien conservados. E tado para que podamos reconocer sus distin— 21. Venus faba, Bravaro. ciones específicas. Un molde de la misma sustancia de la Y. brevis. Concluiremos este capítulo, que contiene la parte más dificil y más fastidiosa de nuestras investigaciones, por una breve recapitulacion del número de las especies halladas en el terreno marino del Paraná. (*%) Seguiremos en este trabajo el órden que hemos adoptado en el catálogo precedente. ANIMALES QUE HAN VIVIDO EN EL MAR DURANTE LA * ] 6. Echinodermata. Especies. ION ANA Asterias PRO O RO A .... 1 En todo, 49 especies, de las cuales 7 solamente 1. Vertebrata. 4 p a á Especies. eran conocidas. DEA eb nis ANA Oro sden qe 4 BOlAeNO cooaccnonnnnnnoncnoranannnrnnn ! ANIMALES CUYA EXISTENCIA ES CONTEMPORÁNEA CON 2. Pisces. LA FORMACION, AUNQUE NO SON MARISCOS. po ») r AECE IAN 12 Vertebrata 3. Mollusca. Mana ra dae aaa aaa 5 Pectinibracióda ....oooooonooooomomcommo... 1 Amp es > o ea rd 3 IS Ia iS > Dd. a ola io dd a > 36 A E A 43 4. Cirripedia. Pp Mollusca. ES AS AS A A Acephala HesL 30.1. dana 5 5. Crustacea. En todo, 22 especies; una sola entre ellas era A A A TO Ea VA 1 conocida. Hemos, pues, reunido hasta hoy restos fósiles que provienen de 75 especies ani- males (incluyendo las cuatro de que hablamos en la nota de esta página precedente). 8 solamente entre ellas eran conocidas, todas las demas son nuevas para la ciencia. (*) Despues de haber concluido las clasificaciones, he descubierto cuatro nuevas especies de molus— cos en el Paraná, á saber: 1% un Gastridium, género establecido por SowerBY sobre una concha que Darwix trajo de Natividad ( Chile ), y hasta entónces desconocida; 2 una Panopea ; 32 una Pholadomyia; 40 una Venus. ' 68 MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS APÍTULO HI DE ALGUNOS TERRENOS ANÁLOGOS OBSERVADOS EN OTROS PUNTOS DE LA ÁMÉRICA DEL SUD. Por medio de los detalles geológicos, contenidos en el primer capítulo de esta memo- ria, será muy fácil establecer los rasgos de semejanza que pueden tener los terrenos marinos del Paraná, con la formacion del mismo orígen, ya conocida en otros puntos de la América del Sud, y del antiguo continente. Pero, si la disposicion de las capas de que se componen, la naturaleza mineralógica de las rocas que se encuentran en ellas, y la estructura general de las colinas que constituyen, no presentan caractéres sufi- cientes para poder determinar, de una manera precisa, las conexiones que nos propo- nemos investigar en este capítulo, la comparacion de los cuerpos organizados fósiles, recogidos en el Paraná, con los que se han encontrado en otras partes, no dejará, cier- tamente, ninguna duda á este respecto. En el curso de este trabajo, se ha hecho algunas veces mencion de los terrenos de Patagonia, desde mucho tiempo descriptos por D'OrBIeNY y por DarwiN; se ha visto que estos dos sabios naturalistas consideraban el conjunto de esas formaciones, como constituyendo un solo y mismo terreno, cuyo depósito marino del Paraná, á pesar del inmenso intérvalo que lo. separa de los otros, no era, en realidad, más que un giron. Esta opinion, como ya lo hemos dicho (página 2), se fundaba en parte sobre la pre- sencia, en este último depósito, de ocho especies de moluscos que habian observado anteriormente en Patagonia. Las investigaciones que hacemos, desde dos meses, nos han suministrado, como se ha visto en el capítulo anterior, un número considerable de especies pertenecientes á diferentes clases; pero, entre los moluscos, hemos señalado algunos que, independientemente de los ocho determinados por D'OrBIGNY, tienen tam- bien sus análogos en las capas marinas de las regiones meridionales. Por lo tanto, lo que nuestros predecesores han escrito sobre las afinidades geológicas de depósitos ma- rinos distante lo ménos 600 millas, recibe de nuestros descubrimientos una nueva con- firmacion. Sin embargo, como esta afinidad, indicada solamente hasta ahora, sería de la mayor importancia en la historia de las revoluciones ó de las modificaciones físicas de los con- tinentes americanos, examinaremos, con el mayor cuidado posible, la naturaleza de los hechos geológicos y zoológicos sobre los cuales esta idea está basada. Esa tarea será tanto más fácil para nosotros, en cuanto que los principales puntos, en donde los ter- renos que tenemos que comparar, se hallan á descubierto, sobre las orillas del Atlántico y del Pacífico, han sido extensamente estudiados y descriptos por Darwin. Tomaremos, DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ 69 pues, de este hábil observador los detalles que ha recogido, relativos á esta interesante cuestion (*), y, despues de haberlos comparado con los que se han leido ya en los capitulos precedentes, trataremos de deducir de ellos consecuencias más verosímiles. I. Rio Necro. Elevacion: 61 m.— 40? 49' latitud S. Las capas observadas en la orilla derecha del Rio Negro, son las que siguen : Il. Capa de roca marnosa compacta, que contiene manganesa dendrítica. 2. Un lecho de materias terrosas de un color rojizo; contiene un poco de gipso espar- cido en su masa; el espesor de este lecho disminuye en sus extremidades. 3. Arenas de colores y dureza diferentes. Es en una de las capas inferiores de esta barranca, que D'OrsicnY ha encontrado los restos del Megamys Patagonensis, del cual hemos hablado anteriormente. Los moluscos recogidos en las varias capas, son: 1. Ostrea Patagonica. — En toda la costa 4. Pecten Patagonensis. de Patagonia. 5. Venus Múnsteri. — Paraná. 2. Ostrea Ferrarisi. D'Onpi6sy. 6. Arca Bonplandiana. — Paraná. 3. Ostrea Alvarezii. — San José y Paraná. Segun D'Orgicny, la arena se extiende al Oeste hasta el puerto de San Antonio, y muy adelante en el interior de las tierras, remontando el Rio Negro (**). Darwin la ha reco- nocido hácia el Norte de Patagones, en la márgen derecha del rio Colorado, en donde forma una llanura desnuda, de poca elevación. E. San JoskÉ. Elevacion: 30 m. 50 e. — 429 10/ latitud S. En San José, la tercera parte inferior de la barranca, consiste en una arena limosa eminentemente calcárea, friable, y de un color oscuro amarillento; en este lecho la grande Ostrea Patagonica está encubierta de dendritas de óxido de manganeso, y de un número considerable de pequeños corales. Las conchas que han sido encontradas, son las que siguen : (%) Observations on South America, cap. Y. (5 Voyage: Partie géologique, pág. 57 4 65. 70 MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS 1. Ostrea Patagonica. 3. Pecten actinoides, SowErsy. 2. Ostrea Alvarezii. —Paraná. 6. Terebratula Patagonica.— SowerBy. 3, Pecten Paranensis. — San Julian y 7. Moldes de Turritella, quizá nuestro Ce- San José. rithium. . Pecten Darwinianus. SS Las capas que contienen estas conchas, parecen horizontales al primer golpe de vista; pero, observándolas con mayor atencion, se conoce que se inclinan ligeramente hácia el Este. IM. Nuevo GoLro (Segun M. Stokes). 429 40! latitud S. 1. Arenisca limosa friable, como la de San José ; contiene Pecten Paranensis y muchas otras conchas rotas. 2. Capa de arenisca limosa de color pardusco. 3. Capa de la misma naturaleza, pero más oscura, Ostrea Patagonica de un tamano muy grande. : l. Arenisca limosa semejante al número 2. Esta formacion arenosa existe sobre toda la parte de la costa, comprendida entre el rio Chubut y Puerto Deseado; esto es, sobre una extension de 300 millas. Está, sin embargo, á veces interrumpida por prominencias formadas por el pórfido arcilolitico y algunas variedades de rocas metamórficas. IV. Puerto DESEADO. Cerca de 47? 50! latitud S. La masa fosilifera tiene cerca de 12 m. de espesor, yace sobre el pórfido arcilolítico, y se muestra á algunas millas al Sud de este puerto. Las conchas asaz perfectas para ser reconocidas, son : 4. Ostrea Patagonica. 4. Cucullaea alta, Sowerbr. — Santa Cruz. 2. Pecten Paranensis. 5. Nucula ornata, SoweErbr. 3. Pecten centralis, SowerbBY. — San Ju- 6. Turritella Patagonica, SowerbY. lian y Santa Cruz. Está cubierta por una capa muy espesa de una especie de arenisca pumicea (*) divi- (+) Como no hay palabra en la lengua castellana que equivalga al vocablo frances ponceur, m0s hemos tomado la libertad de adoptar la voz pumíicea, á fin de evitar una circunlocucion á cada paso. DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ 11 dida en dos asientos, siendo el más bajo de ellos muy untuoso al tacto, y tan compacto, que las quebraduras ofrecen superficies casi concóides, aunque se pueda rasgar con las uñas; contiene á veces, pero en muy pequeña cantidad, materias calcáreas y algunos rastros de gipso. V. PueErTO SAN JULIAN. Elevacion: 27 m. — 40 410” latitud S. Empezando por la cumbre de la barranca, las capas se suceden en el órden si- guiente : 1. Un lecho terroso rojizo que contiene restos de Macrau- chenia con conchas recientes, solamente en la superficie. 2. Capas de guijarros porfíricos, alternando en su parte inferior, con lechos de arenisca pumicea blanca. 3. Masa fosilifera dividida en tres lechos: el de arriba es el más delgado ; está compuesto de arenisca ferruginosa con muchas conchas de Ostrea Patagonica y de Pecten Pa- Terreno Pampeano. XA Terreno Terciario de | ”anensis. M. Darwix. 4. Arenisca terrosa amarillenta; contiene muchas Seutellae. 5. Arcilla arenácea verdosa, que encierra concreciones de arenisca calcárea, y muchas conchas de Ostrea Pata- | gonica. Aquí damos una lista de trece especies de conchas recogidas en la parte visible de las tres últimas capas: I. Ostrea Patagonica, D'Orz1cyy. 8. Fusus Noachinus, SowErBY. 2. Pecten Paranensis, D'Orz1cNY. 9. Scalaria rugulosa, SoweErbr. 3. Pecten centralis, Sowerszy. 10. Turritella ambulacrun, SowErBy. 4. Pecten geminatus, Sowerbv. 11. Pyrula ventricosa? SowERBY. 5. Terebratula Patagonica, Sowenbr. 12, Balanus varians, SowERBY. 6. Struthiolaria ornata, SowErBY. 13. Scutella innominata. 7. Fusus Patagonicus, SowerBy. Pero no todas las capas de esta barranca se prolongan á una grande distancia; pues, en la Bahía misma de San Julian, hácia la parte más interior del Puerto, esto es, á una muy corta distancia del lugar en el cual se ha tomado la seccion que pre- cede, los tres últimos asientos de la serie han totalmente desaparecido y han sido reemplazados, desde la orilla del mar hasta una altura de 30, y á veces de 60 m., por 149 MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS la arenisca pumicea limosa que innumerables venas de yeso lameloso atraviesan en todos sentidos. Se observa tambien, empezando desde este punto, que todas las coli- nas, truncadas y divididas en el dia las unas de las otras, que, empero, han debido formar en otro tiempo una llanura continua, elevándose hasta una altura de 300 me- tros, parecen, á excepcion de la capa superficial de guijarros que cubren la cumbre, ser enteramente formadas de rocas limosas. Sin embargo, se hallan á veces algunas conchas diseminadas en lechos delgados que atraviesan horizontalmente la masa; son las Ostrea Patagonica, Pecten Paranensis y Turritella ambulacrum. Darwin ha encontrado la misma arenisca pumicea á 40 millas más al Sud de San Julian. VI. Santa CRUZ. Elevacion : 266 m. — 507 101 latitud S. Por la masa fosilifera, con su aspecto particular y sus conchas características, vuelve á mostrarse á 60 millas más al Sud, hácia la embocadura del rio Santa Cruz, en una barranca de 266 metros de altura. Á partir de la cima, su formacion presenta ahí la disposicion siguiente: prime- ramente, es una grande masa de unos 100 m. de espesor, dividida en tres capas verdaderamente distintas bajo el punto de la composicion geológica, pero semejan- tes esencialmente, en su conjunto, á la arenisca pumicea de las localidades preceden- tes, con la sola diferencia que esta roca es más arenosa, Ó pedregosa, y que su pesadez especifica es sensiblemente mayor; contiene algunas conchas de la Ostrea Patagonica y de algunas otras especies. Se halla despues una capa de arenisca arcillosa Ó limosa, más ó ménos dura, se- mejante á la del Puerto Deseado, pero de un color más oscuro; su espesor varía de 15 á 18 metros. La Ostrea Patagonica forma aquí una cantidad bastante grande de lechos, así como se observa en el estado inferior de la formacion marima del Pa- raná; contiene 17 otras especies de conchas, entre las cuales se hallan dos, la Vo- luta alta y la Venus meridionalis, que se encuentran tambien en los terrenos de Entre-Rios. Acercándose más al Sud, la formacion marina desaparece completamente, á lo ménos por lo que resulta de las investigaciones de DArwIN; pues en la pequeña ista de Coy, situada cerca de 51” de lat. Sud, este naturalista ha reconocido capas que considera como pertenecientes á una época más reciente. Es probablemente á la misma época que deben ser referidas las capas de aluvion de Puerto Gallegos, que forman en este lugar unos llanos elevados, de 60 á 90 m., sobre el nivel del mar. Un hecho que quizá legitimaria esta presunción, es que, DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ 13 el capitan SuLLivaN ha encontrado en esas capas restos de mamiferos terrestres per- tenecientes á animales característicos de la Formacion Pampeana, á los Edentados. Terrenos marinos se muestran nuevamente del otro lado del Estrecho de Maga- llanes, á lo largo de la costa oriental de la Tierra del Fuego, y se pueden seguir cerca de la Bahía de San Sebastian, por 53” 15” de lat. Sud; pero no contienen ya las mismas especies de conchas de las capas observadas entre el Colorado y Santa Cruz; las que Darwin ha recogido ahí (una Pholada y una Venus) son diferentes de todas las especies conocidas, aunque la última sea muy parecida á la Venus lenticularis, que vive en las costas de Chile; por lo demas, esos terrenos han sido tan poco estudiados hasta hoy, que Darwin se limita á decir, que es muy difícil determinar si representan la parte inferior de la grande Formacion Patagónica, ó un depósito más reciente. Sea lo que fuere, los detalles que preceden establecen, que los terrenos marinos de la época terciaria ocupan, por lo ménos sobre las orillas del Atlántico Austral, no contando sino desde el Rio Colorado hasta Santa Cruz, una extension que ex- cede 600 millas, ó un poco más de 10” de latitud. Aún no se conoce positivamente toda su extension del Este al Oeste; esto es, del lado de los Andes. Sin embargo, parece que llegan hasta la base de la Cordillera, pues Darwin, remontando el vallle de Santa Cruz hasta 20 millas de distancia de la misma Cordillera, ha observado, en el intérvalo, depósitos sedimentarios que contienen algunas conchas de la Ostrea Patagonica. Tendrian, por lo tanto, en el sentido del valle de Santa Cruz, una ex- tension de 120 millas por lo ménos. Si se examinan ahora las relaciones que existen entre las diferentes secciones de las cuales acabamos de hablar, bajo el doble punto de vista geológico y paleonto- lógico, se observa lo que sigue: A. La masa fosilifera presenta en todas partes, más ó ménos, los mismos carac- téres geognósticos, si se considera el volúmen de los elementos arenosos que la constituyen y la naturaleza del cimento calcáreo, ó arcilloso, que reune estos mis- mos elementos entre sí. B. Los accidentes en la disposicion general de las capas, como tambien los que resultan de la mezcla de diferentes colores, tienen constantemente el mismo aspecto. C. La disposicion de las capas nunca se aparta de la línea horizontal. D. Por fin, lo que hay de más importante, es que, entre las conchas observa- das en cada una de las localidades que acabamos de enumerar, hay algunas que se vuelven características en este sentido que, si no son comunes á todos, se pre- sentan por lo ménos en muchos yacimientos. De este modo, la Ostrea Patagonica, la especie más abundante en todas las par- 10 74 MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS les conocidas de las capas arenosas de las altas costas de Patagonia, como ha de- bido ser la más abundante tambien en el fondo del mar, en donde se acumularon estas capas, se encuentra en una inmensa cantidad en todos los puntos en donde existen rastros de arenas arcillosas fosiliferas. La Ostrea Alvarezi, ménos comun que la especie precedente, ha sido recono- cida en Patagones y en San José: es muy probable que se encuentre en todo el espacio intermediario, y aunque no haya sido todavía observada en otras partes, no por esto se debe creer que no existe sino en estos dos puntos. Aquí están, pues, dos especies, que establecen una afinidad paleontológica entre el depósito del Rio Negro y el de San José. La misma relacion, ó más bien, relaciones equivalentes existen entre San José y el Nuevo Golfo, á más de la Ostrea Patagonica, de que no hablaremos más, pues ya hemos dicho que se encuentra en todos los puntos de la costa, es el Pecten Pa- ranensis quien establece las relaciones y quizas la Turritella Patagonica. Las mismas conchas unen los dos yacimientos que preceden al de Puerto De- seado. San Julian se refiere á San José por el Pecten Paranensis y la Terebratula Pa- tagonica, y á Puerto Deseado por esta última especie y por el Pecten Paranensis y centralis. Santa Cruz, que es el yacimiento más rico en especies, no tiene, sin embargo, más afinidades comunes con los otros depósitos: es por el Pecten centralis, Tere- bratula y Turritella Patagonica, solamente que se refiere á San José; por la úl- tima de estas conchas, el Pecten centralis y la Cucullaea alta, á Puerto Deseado fi- nalmente, el Pecten centralis, la Strutiolaria ornata y la Turritella ambulacrum constituyen su analogía con San Julian. Se ve, en resúmen, que las afinidades se establecen de trecho en trecho, entre todos los yacimientos que acabamos de examinar, de manera que es imposible no reconocer que estos depósitos son el resultado de causas geológicas simultáneas, y que, durante el largo período de tiempo que la naturaleza ha empleado para for- marlos, la vida animal, en el fondo de los mares donde se han acumulado, no ha experimentado ninguna modificacion apreciable. Esta larga serie de barrancas, pues, que dominan actualmente las riberas del Atlántico, desde el Rio Negro hasta la embocadura del Santa Cruz, y cuyas cum- bres llegan á veces á 300 m. de altura, hacia parte en otros tiempos del fondo del mar. Probablemente, lo mismo acontece con todas las mesetas de orígen sedi- mentario, que se elevan en forma de anfiteatro, sobre las dos orillas del rio Santa Cruz, desde la confluencia de este rio hasta 130 millas de distancia Oeste, hácia la base de la Sierra Nevada, en donde llegan á más de 400 m. de elevación, con- DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ 15 servando todavía su disposicion horizontal, ó ligeramente inclinada, de sus capas, en la direccion Este. Tales son las consideraciones geológicas y paleontológicas que han determinado á Darwin á considerar los depósitos fosiliferos de las partes meridionales de la América del Sud, como pertenecientes á la misma edad, y constituyendo una misma formacion, que ha designado bajo el nombre de Grande Formacion Patagónica, y referida, con razon, á los terrenos terciarios de Europa. Trataremos de establecer, en el capítulo siguiente, las relaciones que existen en- tre los depósitos marinos del Paraná y los de toda la region oriental. CAPÍTULO IV COMPARACION DE LOS DEPÓSITOS MARINOS DE ENTRE-RIOS CON LOS COMPRENDIDOS ENTRE EL Rio NEGRO Y EL SANTA CRUZ. En el inmenso intérvalo que separa las estaciones geológicas, que vamos á comparar entre ellas, no se observa el mínimo vestigio de sedimentos marinos, que tengan alguna analogía con los que tanto figuran en la constitucion física del Sud de Patagonia. Hemos, en verdad, señalado en otra obra (*), trozos más ó ménos considerables de un terreno marino quese halla, de trecho en trecho, desde San Nicolas de los Arroyos hasta Bahía Blanca. Pero esos terrenos constituyen una larga banda entrecortada, que nunca se aparta mucho de las riberas del rio, ó del Atlántico, y siempre se encuentra en la superficie del suelo, sobrepuesta á las arenas arcillosas de las dunas cuaternarias, y solamente encubierta por la tierra vegetal ó por dunas actuales. Los terrenos marinos de que nos ocupamos en este trabajo, están, al contrario, subordinados á las dunas cuaternarias. Por lo tanto, la diferencia de posicion geológica de estos dos terrenos excluye prime- ramente toda clase de analogía cronológica entre ellos; demuestra, además, que la época de su formacion está separada por toda la duracion del período cuaternario, periodo durante el cual se han manifestado y han desaparecido todas las especies tan notables de la fauna megateriana ó mastodóntica de la América del Sud. En consecuencia de las consideraciones que preceden, distinguiremos, desde ahora en adelante los depósitos marinos superficiales, que limitan al Este las llanuras de la *) A. BravarD. Observaciones Geológicas sobre diferentes terrenos de transporte de la hoya del Plata. Buenos Aires, 1857. 76 MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS Pampa, bajo el nombre de : Terreno marino superior, y los de la Patagonia y del Entre-Rios, bajo la denominacion de: Terreno marino inferior. Aunque no se observe rastro alguno del terreno marino superior en los llanos de la provincia de Buenos Aires, no por eso se puede inferir que no existen en aquel punto ; pues si se considera que en el Paraná, como tambien en otros lugares de la Patagonia, está este terreno cubierto por las dunas cuaternarias, ¿por qué no admitiríamos que en la parte intermedia, en donde la superficie del suelo es relativamente ménos elevada, no sea él enteramente escondido bajo estas dunas ? Esto nos parece tanto más verosímil cuanto que saliendo de San Lorenzo, en donde forma, sobre la orilla derecha del Paraná, la mitad de una barranca de diez á doce metros de alto, se inclina asaz rápidamente hácia el Sud, para desaparecer enteramente cerca del Rosario, en las aguas del rio y bajo las dunas cuaternarias, que solas, en este lugar, constituyen la barranca. Parece muy probable que se extiende mucho más léjos, y la deposicion del terreno, constantemente de nivel, desde el Rosario hasta mucho más allá del Rio Salado del Sud, nos autoriza á exprimir la opinion que debe servir de base á toda la parte de la Formacion Pampeana comprendida entre estos dos limites. Despues de esta digresion, en la cual hemos entrado para establecer, que la inmensa laguna que parece existir entre los depósitos de la Patagonia y los del Paraná, podia ser puramente aparente, volveremos al objeto principal del presente capitulo. En seguida de lo que hemos dicho en la primera parte de este trabajo, relativamente á la naturaleza y á la sucesion de las capas observadas en las barrancas del Paraná, y más particularmente en las de la Santiagueña y de Garrigó, se ha visto, que la masa del depósito marino estaba horizontalmente dividida en dos zonas de diferente espesor, que podemos considerar como dos estados ó sistemas distintos de una misma formacion. El estado superior que comprende las areniscas y las calizas, ó todas las capas sólidas, representa á lo más, la tercera parte de la altura conocida del terreno ; el estado inferior, designado bajo el nombre de sistema de arenas arcillosas, tiene, pues, un espesor doble del otro. Los granos de arena de este sistema son sumamente finos y reunidos, solamente, por la arcilla cloritada y por el óxido amarillo de fierro. Estas dos sustancias son al mismo tiempo los únicos principios colorantes de la masa. Ya tinen el terreno en zonas horizontales y paralelas más ó ménos numerosas, y se tomarian entónces por otras tantas capas distintas; ya forman separadamente anchas manchas verdes y amarillas, y la masa toma, en este caso, el aspecto de una arena abigarrada; ya, finalmente, el verde y el amarillo se confunden, y resulta de esta mezcla, un color uniforme, verdoso, si la arcilla cloritada está en cantidad dominante; amarillo, al contrario, siesel óxido de fierro que domina. DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ ' | Independientemente del óxido amarillo de fierro, se observa tambien aquí el ocre rojizo ; pero es tan raro, que no podemos indicar hasta hoy sino un solo lugar en que lo hemos reconocido : es en las dos barrancas del pequeño valle del Salto, en donde forma una capa de 6 á 8 centímetros de espesor. Se observan, igualmente, en este estado, pedruscos irregulares, más ó ménos volu- minosos, de arenisca blanca ó amarilla, de superficies rugosas y mamelóneas, están esparcidos sin órden, ó situados los unos cerca de los otros, de manera que forman ver- daderas capas ; examinando, empero, un poco su textura, se reconoce muy pronto que la arena de que están compuestos, es exactamente semejante á la de la masa que los encierra, y que por lo tanto derivan de infiltraciones epigenésicas silicosas, calcáreas y ferruginosas, que han solidificado la arena misma en todos los puntos en que la han penetrado. Se encuentra tambien en la division inferior de esta formacion, una cantidad más ó ménos considerable de cristales de yeso aislados, ó reunidos en grupos de manera que forman pedruscos bastante voluminosos. En el Arroyo del Yeso, por ejemplo, situado á dos leguas del Paraná, remontando el rio, abundan tanto que podrian ser el objeto de una explotacion muy lucrativa. Finalmente, es en este estado que D'Orsicny ha descubierto, el primero, restos de una especie particular de Toxodon, y que nosotros mismos hemos hallado algunos des- pojos de este animal, mezclados con osamentas rotas de ballena: en estas mismas capas han sido recogidas, casi todas intactas, 39 especies de moluscos, un Ásterias y un Homarus, señalados en el capítulo II de esta memoria, página 33-43; ahí tam- bien han sido hallados, en prodigiosa cantidad, rotos y usados por el roce, los des- pojos de muchos animales vertebrados de la clase de los mamiferos, de los reptiles y de los pescados, como igualmente, moldes de algunos testáceos bivalvos sin análo- gos en las 39 especies que preceden, y que están enumerados en un catálogo separado. Si el perfecto estado de conservacion de las especies de la primera lista nos ha llevado á decir que habian vivido y se habian reproducido en el lugar mismo en que yacen, la gastadura de los restos de animales comprendidos en el segundo catálogo, nos ha de- mostrado que habian sido arrancados de una formacion diferente, de donde se hallaban sepultados y transportados en seguida en ésta, con las arenas y arcillas de que se compone, y algunos fragmentos redondeados de rocas en que vivian primi- tivamente estos restos organizados. Si se compara el conjunto de la formacion marina, cuyos principales caractéres acaban de ser reproducidos, con los depósitos de la Patagonia, ciertamente se re- conoce, al primer golpe de vista, una diferencia muy notable; aquéllos muestran, casí constantemente, sus dos sistemas característicos muy claramente separados, el uno de calcáreo de sedimento, el otro de materias arenáceas ; éstos están siempre 78 MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS compuestos de capas de arenisca friable y de arenas arcillosas, diferentemente colo- readas, en las cuales se encuentran algunos pedruscos irregulares de arenisca de ci- mento calcáreo, cristales, y á veces verdaderas vetas de gipso; y no se ven en nin- guna parte asientos de calcáreo, ó de cualquiera otra especie de roca, que puedan ser considerados como representantes del sistema superior de la formacion del Pa- raná. Si se hace, empero, abstraccion de este sistema, la analogía entre los dos terre- nos aparece tan evidente, que es absolutamente inútil discutirla. En efecto, en el Paraná, como en Patagonia, los depósitos arenáceos arcillosos son tan semejantes, bajo el punto de la estratificación horizontal de sus capas, de la naturaleza, del vo- lúmen, del color y de la mezcla de los elementos que los componen, que no es per- mitido dudar que han tenido un orígen comun; y á más, los accidentes minera- lógicos, como son los cristales y los nudos de yeso, las manchas dendrídicas del óxido de manganeso y las masas irregulares de arenisca, que resultan de la conso- lidacion de algunas partes de las mismas capas por las infiltraciones calcáreas ó silicosas, se reproducen aquí de una manera muy notable. Por lo tanto, queda su- ficientemente demostrado, bajo el punto de vista geológico y mineralógico, que los depósitos del Sud y el estado inferior de los del Paraná, pertenecen á la misma for- macion : que han sido formados en las mismas circunstancias y en las mismas aguas, durante el mismo período de tiempo, aunque actualmente están, en apariencia, se- parados por un intérvalo de más de 300 millas. Pero, para completar lo que tenemos que decir sobre la similitud cronológica de los terrenos que nos ocupan, por las consideraciones paleontológicas que, á nuestro sentir, establecen mucho mejor que los 'caractéres sacados de la naturaleza mine- ral de las capas, las analogías ó las diferencias de las formaciones, daremos la lista que sigue de las especies de moluscos del Paraná, que han sido igualmente halla- dos en Patagonia : 1 Cerithium Americanum?—Quizá los moldes de Turritella, encontrados en San José. 22 Voluta alta. —Encontrada en Santa Cruz. 3 Ostrea Patagonica. —En toda la costa de Patagonia. h” Ostrea Alvarezú.—Rio Negro y San José. 5 Pecten Paranensis.—San José, Nuevo Golfo, Puerto Deseado y San Julian. 6” Pecten Darwimianus. —San José. 7” Arca Bonplandiana. — Rio Negro. 8” Venus Múmsterii, D'Or. —Sin: Cytherea Mimsteri (nobis). —Rio Negro, Santa Cruz. DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ 19 Se ve, pues, que en el Paraná hemos ya encontrado ocho especies de las de Pa- tagonia, á pesar de que nuestras investigaciones no hayan sido practicadas sino en una extension de dos ó tres millas, en las barrancas que limitan el rio desde la Bajada Grande hasta la altura de la ciudad. Se observará que estas especies no solamente establecen una afinidad general en- tre el terreno marino inferior de Entre-Rios y la formacion patagónica en su con- “junto, sino que indican tambien relaciones particulares entre este terreno y cada uno de los puntos observados por DarwiN en las riberas del Atlántico Austral. Pero si estos moluscos demuestran que las capas que los encierra, sea cual fuere su posicion actual, han ocupado, en los mares antiguos, el mismo nivel geológico, prueban tambien que la fauna testática, de que han hecho parte, contaba con un cierto número de especies esparcidas sobre un espacio mucho mayor de lo que se observa ahora; pues las conchas de la lista precedente, han tenido inevitablemente su campo de evoluciones desde la ciudad del Paraná hasta el rio Santa Cruz; sin embargo, una entre ellas, la Ostrea Patagonica, la mayor de todas, que ha vivido en las varias condiciones climatéricas de los antiguos fondos del Atlántico, compren- didos entre las regiones más bien frias que templadas del 50”” grado de latitud Sud y el 12” de la misma latitud, bajo la zona intertropical; á lo ménos parece que ha sido hallada en ciertos depósitos marinos de las cercanías de Bahía (Brasil),. que podrian muy bien tener, si el hecho es exacto, alguna relacion con la formacion que nos ocupa. En el dia, á excepcion de algunos phyllidii del género Chiton que se hallan desde las Antillas hasta el Estrecho de Magallanes, no se conoce especie alguna cuyo habitat ocupe una extension tan vasta. Entre las formaciones marinas de Europa que pueden asimilarse entre sí por la posicion que ocupan en la corteza sedimentaria del globo, como tambien por las afinidades de formas genéricas de los cuerpos organizados fósiles que contienen, no hay ciertamente ninguna que ocupe, conservando siempre los mismos caractéres ó el mismo porte, una superficie tan considerable como el sistema inferior de los ter- renos marinos de la América del Sud tal cual acabamos de determinarlo. Aquí son siempre series de capas idénticas en su conjunto, bajo el punto de vista geológico y zoológico, que se pueden seguir, en cierto modo, sobre una extension igual á la quinta parte de un meridiano terrestre, y cuya anchura no es todavía conocida; en Europa son, por decir así, trozos numerosos, muy limitados, que no presentan, muy frecuentemente, analogía alguna en su composicion mineralógica, por cuanto están cerca y no contienen sino muy raramente las mismas especies de conchas. De este modo las arenas de Suffolk, llamadas Grag en Inglaterra, las margas azules y los calcáreos Sud-Apeninos de Italia, los Faluns de la Loire y de Bordeaux, los Puding polígenos de la Suiza, conocidos bajo el nombre de Nagelflue, las Molasas de los depar- 80 MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS tamentos de Vaucluse y del Var son atribuidas al mismo período por los geólogos que consideran los fósiles como el medio más seguro para determinar la edad relativa de los diferentes terrenos, miéntras que forman un continuo motivo de controversia para los que no tienen á su disposicion, ó que no se sirven sino de los caractéres puramente mineralógicos. La controversia es imposible aquí, pues los depósitos presentan en todas partes la misma composicion y todos contienen tambien, no solamente los mismos tipos genéricos de conchas, sino muy frecuentemente la mayor parte de las especies son idénticas, aunque las observaciones hayan sido hechas en puntos distantes algunos cientos de millas los unos de los otros. Los numerosos rasgos de semejanza que existe entre los depósitos de Entre-Rios y todos los de la Patagonia, establecen, pues, definitivamente que hacen parte, como mucho tiempo ántes de nosotros lo habian reconocido D'OrgicnY y Darwin, de una sola y misma formacion disimulada ó encubierta en la parte media, entre San Lorenzo y el Rio Colorado, por los depósitos de las dunas que constituyen la inmensa llanura de las Pampas. | Esta formacion, pues, es, sin duda, la más considerable que se conoce hasta hoy, aunque se admita que no se extiende, hácia el Norte, más allá de la frontera de la Con- federacion Argentina, donde, tenemos la certeza, que vuelve á aparecer. Pero no es solamente en las riberas del Atlántico y en las barrancas del Paraná donde se han reconocido los depósitos marinos de esta edad; existen igualmente y de la misma importancia, del otro lado de las cordilleras, sobre una grande extension del litoral del Pacífico, desde el 45” hasta el 30” de latitud Sud. Segun Darw1N (*), las islas de Lemus y de Ypun, que pertenecen al Archipiélago de los Chonos, están formadas de depósitos estratificados de arena parda y oscura, que con- tienen algunos fragmentos de lignita y de numerosas concreciones mamelóneas de are- nisca dura de cimento calcáreo, y en Ypun cuatro especies de conchas diferentes de las de la Patagonia y del Paraná. Más al Norte, en la isla de Huafo, se observan capas de arena limosa de granos más finos, en donde independientemente de las concreciones mamelóneas y de los frag- mentos de lignita, el mismo naturalista ha recogido ocho especies de conchas diferentes tambien de las mencionadas en nuestras listas. La costa occidental y una gran parte de la extremidad Norte de la isla de Chiloé presentan depósitos análogos, encubiertos por capas de casquijo y de conglomerado; con la lignita se encuentran en las estratas inferiores de este depósito muchas maderas silicificadas ; las conchas están muy mal conservadas en este yacimiento, y las que han (*) DarwiN, obra citada, pág. 119 y siguientes. DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ. - 81 sido observadas pertenecen á cuatro especies que no tienen representantes en los terre- nos marinos del derrame oriental de la Cordillera. La misma formacion se muestra con los mismos caractéres en la tierra firme, hasta algunas leguas más allá de Valdivia; se hallan tambien en la Concepcion y en Navidad. En este último lugar, llega á un espesor de 24 metros. Darwin ha hallado ahí 31 es- pecies de testáceos, que pertenecen, en gran parte, á géneros diferentes de los que - hemos reconocido en el Paraná, tres de los cuales, sin embargo, la Voluta alta, el Car- dium multiradiatum, que hemos ya notado como un doble empleo del C. Platense, y la Venus meridionalis se hallan igualmente en las arenas conchiliferas del Paraná. Por un hecho que establece relaciones no ménos directas entre los depósitos que comparamos, es que las arenas fosilíficas de Natividad contienen tambien dientes de escualo, que DARWIN no refiere á ninguna de las numerosas especies de este género. Pissis, en su descripcion geológica de la provincia de Santiago de Chile, señala en la costa del pais depósitos terciarios, que considera como equivalentes geológicos de las capas que encubren el calcáreo tosco de la hoya de Paris. Son areniscas que encierran conchas características del período terciario, entre las cuales cita la Natica crassatina y la Cytherea elegans, que pertenecen á la fauna testácea fósil del departamento de la Seine. Estas areniscas, que ocupan la superficie de los llanos de Santiago, de Rancagua y de Yallanquen, están dispuestas en capas horizontales y encubren asientos de arcilla arenácea, alternando con bancales de arena. Es en las barrancas que dominan el rio Rapel, en medio de un lecho de arenisca calcarífera muy fina y ligeramente tenida de pardo, en donde se observan las conchas, perfectamente conservadas, de Vatica y de Cytherea. Más al Norte, los depósitos conchilíferos desaparecen, y, sobre una extension de 200 millas de costa, no se ven sino rocas plutónicas y metamórficas encubiertas, en varios puntos, por algunos lechos marinos de poca importancia y de orígen reciente. Pero más allá de Coquimbo, se muestran nuevamente en barrancas de 75 metros de alto, bajo un espesa capa de calcáreo que pertenece, evidentemente, á una formacion posterior, pues todas las conchas que ahí se encuentran, son análogas á las que viven actualmente en el mar vecino. DArw1N (*) nos proporciona los detalles siguientes relativos á la sucesion de las capas que presenta este depósito en las barrancas de Coquimbo. (5) Obra citada, pág. 38. 11 82 MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS FORMACION RECIENTE. 1? Conchas desparramadas en la tierra vegetal. 2 Capas calcáreas superiores con conchas recientes. 3” Capas calcáreas inferiores con las mismas especies de la capa precedente. Las especies de moluscos de estas tres capas, tienen todas sus análogas en los mares vecinos; pero todas son diferentes de las que hemos recogido en los depósitos marinos superiores de la Provincia de Buenos Aires, que pertenecen al mismo pe- riodo geológico. FORMACION ANTIGUA. ” Masa de arena muy ferruginosa, semejante á la de San Julian, que contiene, como aquélla, conchas de Ostrea Patagonica. Los restos de Balanus se encuentran aquí en tan prodigiosa abundancia, que deben ser considerados como uno de los elemen- tos esenciales de la composicion de esta capa. Las conchas recogidas por Darwin (la Ostrea Patagonica inclusive), provienen de ocho especies, todas ó casi todas extin- guidas ya. 9” Masa de arenisca blanquizca, friable, llena de vetas ferruginosas y de algunos gui- jarros de granito... Está atravesada por lechos de arenisca dura, concrecionada, no- table por el gran número de huesos silicificados de Cetáceos, y por algunos dientes de escualos que contiene. En esta masa se observan las mismas especies de conchas de la masa precedente. Los depósitos marinos situados hácia la base del derrame oriental de las Cordilleras, tienen un nivel medio, segun las observaciones de D'OrgicNY, de Darwin y Prssis, de 50 á 60 metros sobre la superficie del Pacifico ; esta altura corresponde bastante bien á la que se puede atribuir á las colinas del lado opuesto, en su conjunto. Por las citas que acabamos de hacer, se verá sin duda que las mayores relaciones geológicas existen entre las formaciones marinas que guarnecen las dos costas; y debe- mos extrañar no hallar, entre los fósiles de Chile y los de la República Argentina las analogías específicas que tan bien ligan entre sí á los diferentes depósitos de este último país. Es, efectivamente, muy extraño que algunas especies de conchas, la Ostrea Patago- nica, por ejemplo, que ha dejado desde el Paraná hasta el Santa Cruz, á saber, entre el 32* y el 50” de latitud Sud, una tan prodigiosa cantidad de sus despojos sólidos, no se encuentre entre los mismos paralelos, sobre la costa de Chile. Este hecho es tanto más extraordinario, cuanto que la Ostrea Patagonica existe en Coquimbo por el 30 grado, esto es, á 120 millas más cerca del Ecuador, y que se en- DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ 83 cuentra tambien á los 5” de latitud Sud en los inmensos depósitos calcáreos de Payta, descriptos por D'ORrBIGNY. Lo que se sabe de las leyes que parecen en todas las épocas de la naturaleza haber presidido en la distribucion geográfica de las especies, en la inmensidad de los mares, segun los climas y los lugares, la profundidad y la constitucion de su fondo, así como en la disposicion de sus márgenes, explica muy bien las diferencias de formas especi- ficas observadas entre los moluscos de las capas fosiliferas del Brasil, y los restos de animales de la misma familia hallados en los depósitos de la Patagonia. Se sabe, por ejemplo, que bajo las mismas latitudes, las especies actuales del litoral del Atlántico son, con muy pocas excepciones, diferentes de las que viven á la misma distancia de la costa en el Océano Pacífico. Si en consecuencia, pues, de un movimiento semejante del que ha llevado á la ele- vacion que hoy ocupan los sedimentos marinos del período terciario, los depósitos ac- tuales de los dos mares, en donde deben estar encerrados los depojos sólidos de un cierto número de generaciones de animales marinos, fuesen sub-levantados arriba de su nivel, es evidente que se hallarian, en las capas que este acontecimiento pondria en seco, diferencias no ménos determinadas de las á que aludimos. Pero ni siquiera precisamos de un tan conveniente raciocinio para demostrar que la desemejanza de las especies no implica, indispensablemente, la diferencia de edad de los terrenos que las encierran. Sobre las orillas del Atlántico y del Paraná, desde Bahía Blanca hasta San Nicolas, existen, en efecto, depósitos marinos que pertenecen á una época relativamente re- ciente, aunque probablemente ella sea anterior á la aparicion del hombre sobre la tierra. La altura de estos depósitos descriptos en otra parte y mencionados al prin- cipio de este capítulo, no excede, en término medio, de 15 metros sobre el nivel de la mar. Hemos recogido en estas capas ya en las cercanías de Buenos Aires, ya en Bahía Blanca, 83 especies de conchas, de las cuales solamente nueve son comunes á estos dos parages distantes uno de otro cerca de 300 millas en línea recta. (*) Hemos dicho anteriormente que capas delgadas de la misma naturaleza, pero muy á menudo interrumpidas, encubrian las rocas plutónicas y metamórficas, que consti- tuyen casi toda la costa desde Natividad hasta Coquimbo, lo que hace una extension de 200 millas; casi en todas partes encierran restos de conchas semejantes á las que pre- sentemente viven en ciertas partes del mar vecinas de la márgen. Cuando se considera la disposicion horizontal de las capas de estos depósitos, y la identidad del nivel que ocupan, en la base de los dos derrames de las Cordilleras, la (+) A. Bravaro. Observaciones geológicas, etc., págs. 25 y 40. 84 MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS única idea que se presenta es la de que hayan sido solevantadas simultáneamente y por la misma fuerza, con los terrenos que las soportan. Si se estudian luego los cuerpos organizados fósiles que encierran estos diferentes asientos, y si se comparan con los habitantes de los mares que dominan, preciso es inferir que el solevantamiento de las capas, sobre el nivel del Océano se ha efectuado despues que el órden actual de las cosas estaba establecido. Finalmente, el exámen atento de la disposicion de las especies de conchas, en estos antiguos depósitos de la mar, indican que están situadas conforme á su costumbre: en Bahía Blanca, por ejemplo, los Solen que viven aislados de las demas especies en ban- cos limosos ó arenosos del fondo del golfo, se encuentran seis metros más arriba en medio de capas de arena fina ó de limo en la posicion vertical que ocupaban: el gé- nero Paludestrina, compuesto enteramente de especies pigmeas, forma, por sí solo, en el mismo yacimiento, bancos de pequeño espesor y extension, pero que encierran millares de individuos, miéntras que las Venus, las Azarea y algunas pequeñas Ostrea, con sus dos valvas cerradas, están reunidas en pequeños grupos que revelan exacta- mente su manera de estar en el fondo del mar. En una palabra, todo demuestra que cada uno de los lechos de conchas, de estas formaciones superficiales, representa una generación de una misma fauna, sucesivamente sorprendida y anonadada por los de- pósitos de materia arenosa, ó de sedimentos calcáreos que, en el mayor número de los casos, se acumularon sobre ellas, sin mucha violencia por la accion de las corrientes sub-marinas accidentales producidas quizá por los terremotos. Los detalles minuciosos que acabamos de dar, se aplican igualmente á los depósitos marinos superiores de las regiones de la América del Sud riberena de los dos Océanos. Demuestran que despues de la manifestacion de la fauna testácea actual no ha tenido ninguna modificacion notable en las formas, la composicion y la distribucion que han sido impuestas, desde el principio, á las diferentes series de los animales de esta fauna. Las condiciones que determinaron los habitat, en las épocas más lejanas de este período zoológico, no han sido de ningun modo cambiadas en los mares, pues se encuentran, en sus fondos actuales, todas las especies que habitaron, en tiempos muy remotos, sin duda, los antiguos fondos que han sido transportados á alturas más ó ménos conside- rables sobre el nivel de las aguas, bajo las cuales fueron lentamente acumuladas. Esta altura que en término medio hemos calculado 15 metros, no exprime, sin embargo, á lo más, sino la mitad del movimiento ascendente que han experimentado, admitiendo que la capa de agua bajo la cual otras veces yacian, no tuviese más de 15 metros de espesor. Pero aunque casi la totalidad de las especies vivientes de la region oriental sea dife- rente de la que se encuentra en la region opuesta, preciso es reconocer, sin embargo, que los géneros á que se refieren, tienen entre sí bastantes caractéres de analogía, para DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ 85 dar á la fauna americana un tipo ó facies especial, que la distingue fácilmente de las faunas de las otras partes del mundo. Las leyes que rigen la vida submarina de los tiempos presentes, pueden aplicarse tambien á los habitantes del mar antiguo. No debemos, pues, extrañar, que la mayor parte de las especies de conchas de los terrenos marinos inferiores de la República Argentina sean diferentes de las que se hallan en los terrenos mineralógicamente aná- logos de la República de Chile, pues estas diferencias existen hoy en los mares actuales. No queda, por lo tanto, ningun motivo suficiente para no atribuir estos terrenos al mismo periodo geológico ; y si esta apreciacion, que pertenece realmente á D'OrsIcNY y á DarwiN, no fuera suficientemente establecida, repetiremos, acabando este capítulo, que á pesar de todas las consideraciones sacadas de la analogía de posicion y de nivel de estos depósitos, á pesar de la identidad de naturaleza y de dimension de las sustancias minerales que los componen, su contemporaneidad queda demostrada por las ocho especies de conchas, comunes á las dos regiones, cuya lista hemos anteriormente dado. CAPITULO V. DEL RANGO QUE DEBEN OCUPAR LOS TERRENOS MARINOS DEL PARANÁ EN EL ÓRDEN CRONOLÓGICO DE LAS FORMACIONES DEL GLOBO La determinacion positiva de la edad de una formacion y aún la de un terreno, pre- senta, en general, grandes dificultades, sobre todo cuando no existen, ni arriba, ni debajo de ella, capas más recientes, ó más antiguas, que por sus caractéres mineraló- gicos, ó por los fósiles que encierran, pueden ofrecer, en un trabajo de esta naturaleza, términos de comparacion inmediata. Los terrenos del Paraná, que hemos considerado de acuerdo con D'OrpicNY y DARWIN, como pertenecientes al gran período terciario, tal y cual es definido en el dia por la mayor parte de los geólogos, se hallan en esta condicion desfavorable de determinacion ; la singular reunion, en todas sus capas, de numerosas especies de conchas marinas per- fectamente conservadas y de testáceos de especies diferentes, de los cuales se encuen- tran solamente los moldes, y traidos de terrenos de otra naturaleza de las que las con- tienen, añade una nueva dificultad á esa parte de nuestro trabajo; pero es sobre todo la mezcla de los fósiles precedentes con las osamentas de mamiferos terrestres y ma- rinos y con los restos de réptiles y de pescados fluviales, que nos ha parecido, desde el principio, la parte del problema más inexplicable. En efecto, el exámen, y la determinacion de estas diversas osamentas, probada la presencia en la misma tumba, de restos de animales que nunca se habian encontrado 86 MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS juntos, y que los paleontólogos están de acuerdo en considerarlos como pertenecientes a dos períodos ó á dos faunas distintas: referímonos al Anoplotheríum y al Palaeothe- ríium, eminentemente característicos del estado inferior de los terrenos terciarios ó sis- tema eoceno de LyeLL, y al género Balaena, que nunca ha sido observado en capas más antiguas de las que constituyen la parte superior del estado mioceno del mismo geólogo. Demasiado importante era este hecho para no llamar nuestra atencion; hemos exa- minado, pues, con el mayor cuidado, todos los restos de vertebrados que habíamos sacado de la formacion marina del Paraná, y despues de haberlos minuciosamente comparado entre sí, hemos muy pronto reconocido que no todos presentan los mis- mos grados de conservacion; algunos, aunque rotos, no tenian rastro de deterioracion por el roce y el transporte: son las osamentas de ballenas (*), restos de Toxodon, entre otros, una muela superior y una magnífica cabeza de delfin, que constituye una especie nueva, para la cual proponemos el nombre de D. rectifrons, que designa un carácter esencialmente distinto de todos sus congéneres vivientes y fósiles (*). Otros, y es el mayor número, son las partes más pequeñas de los esqueletos, como espinas de aletas, opérculos, vértebras y escamas huesosas ; son tambien dientes de es- cualos y placas dentarias de My liobates en tan prodigiosa abundancia, que en unas 20 excursiones á varios puntos de la barranca, hemos recogido más de 300 muestras de los primeros y más de 200 de los segundos. Las demas partes de los esqueletos no están representadas sino por muy pequeños fragmentos. Estos restos llevan constantemente rastros evidentes del roce que han sufrido; sus quebraduras están siempre gastadas y pulidas, como tambien todas sus superficies naturales. El estado de conservacion de los moluscos presenta diferencias muy notables tambien. (*) La presencia de estos animales en los terrenos del Paraná habia sido establecida por medio de algunos fragmentos casi completamente desfigurados, pero hemos hallado despues un hueso timpá- nico, que es una de las partes más características de sus esqueletos. Lo hemos comparado con el diseño del mismo hueso dado por R. Owen, en su History of British Mammals, etc., fig, 220, 221, 222, 223, 224 y 225, cada uno de los cuales proviene de una especie diferente, y hemos reconocido que tenía mayor afinidad, ya por la forma general, ya por las dimensiones con el de la Balaena definita, fig. 222, que con todos los demas; sin que pueda, sin embargo, ser relacionada á esta especie. Se distingue, por lo demas, perfectamente de todas las especies vivientes, pero más esencialmente de la B. australis. Es, pues, en una especie fósil, tambien de Inglaterra, que debemos buscar las afinidades de esta nueva especie. (*) Este Delfin, pertenece á la más pequeña de las especies fósiles conocidas hasta hoy. La especie á la que más se acerca, es la de Phocaena crassidens de R. Owen, descubierto en las cercanías de Stam- ford en el Lincolnshire, en Inglaterra, y conservado en el Museo de aquella ciudad. Sin embargo, es dos veces más chico. La sola especie, de los vivientes, á la que puede ser comparado, principalmente por el tamaño, es al Delphinus communis de LinNE. DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ 87 Algunos, aunque sean las especies más delgadas y de consiguiente las más frágiles, se hallan siempre enteros en las diversas capas. La sustancia de sus conchas es á veces más friable, pero no ha cambiado, realmente, de naturaleza ; la forma de sus bordes y de sus apófisis articulares más delicadas no ha sufrido alteración alguna. En la dis- posicion de los grupos y bancales que constituyen, así como en la reunion casi COns- tante de sus dos valvas, es imposible no reconocer que han vivido en el lugar mismo que hoy ocupan. Las otras conchas son en número de cinco solamente, que entran en los géneros Pectunculus, Venus y Solen. De estas conchas no hemos jamas hallado otra cosa sino moldes compuestos de un calcáreo extremadamente duro y compacto, pardo oscuro interiormente y exteriormente del color de herrumbre; estos moldes están siempre ex- cesivamente pulidos en su superficie. Añadiendo á lo que acabamos de decir, que la disposicion de ellos en las capas nunca presenta un órden constante, ni por el lado de la extension horizontal, ni por el de la altura, que nunca están unidos en familias, como se observa en las demas conchas, se reconocerá con nosotros que su presencia en medio de los otros fósiles tiene un carácter enteramente accidental, y que han vivido léjos del lugar en donde hoy se hallan. Del conjunto de los hechos que preceden, deducimos, pues : 1? Que la Ballena, el Delfin y las conchas intactas enumeradas en el catálogo, con que principia el segundo capítulo de e sta obra, página 62, representan los animales de mar, bajo cuyas aguas han sido depositados los terrenos que describimos. 2 Que las osamentas rotas y los moldes de conchas hallados en las mismas capas, pero tan evidentemente pulido por el roce, provienen de terrenos vecinos, contempo- ráneos ó más antiguos, necesariamente subordinados á las capas visibles del Paraná, que han sido sucesivamente despegadas de este terreno, y en seguida depositadas en las capas que conocemos, al mismo tiempo que las materias arenosas, que las componen, despues de haber sufrido un transporte, ó una recomposición bastante larga; así como lo atestiguan el grado de gastadura y la distribucion desordenada de estos fósiles. Una vez reconocida esta distincion, se ve que los cuerpos organizados de los terrenos del Paraná pertenecen á dos orígenes perfectamente separados uno del otro, y que indican dos faunas que no es todavía posible definir de una manera positiva. Sin embargo, la edad más antigua no podria ser el objeto de duda ninguna, porque entre los restos que le pertenecen, hemos determinado algunas piezas de Anoplotherium y de Palaeothe- ríum, animales característicos del Período Eoceno. (*) (+) La determinacion exacta de estas especies es dudosa; como se probará por la descripcion ulte— rior de los restos recogidos por BRAvARD. H. BuURrMEISTER. 38 MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS A este período, pues, referimos todos los restos fósiles inscriptos en nuestro catá- logo (*), que provienen, como ya lo hemos dicho en el resúmen de nuestro segundo capítulo, de veinte y dos especies, á saber: 4 mamiferos (**), 3 reptiles, 10 pescados y 9 moluscos. Los terrenos de donde se han despegado los numerosos restos de estas especies no pueden estar muy léjos, aunque todavía no hemos reconocido su rastro; puede muy bien que se encuentren situados inmediatamente al lado de la formacion que constituye jas barrancas del rio, y de consiguiente, más arriba del nivel ordinario de las aguas. Sea lo que fuere, es cierto que deben existir en alguna parte; siendo evidente que los cuerpos que les atribuimos, eran ya descompuestos cuando han sido transportados en las capas en donde presentemente se hallan. Admitiendo la hipótesis contraria, difícil sería de explicar la diferencia que existe entre la composicion material de estos restos, más ó ménos mutilados, y la de las conchas tan intactas que se encuentran en las mismas capas; y no vemos cómo se podria explicar la perfecta conservacion de los excrementos de carnívoros, de los cuales ya hemos hablado, si estos objetos no se hubiesen detenido en otras capas, ántes de haber sido batidos y removidos durante el transporte, que han debido sufrir bajo las aguas, la dureza ó la solidez que tienen hoy; y si no hubiesen sido ya convertidos en una sustancia pedregosa. Demasiado largamente, quizá, hemos averiguado los caractéres propios para esta- blecer la distincion de edad que existe entre los fósiles de los terrenos del Paraná, si se considera, empero, que en el estado actual de las cosas todavía no se conoce, en la América del Sud, ningun depósito que pueda rigorosamente ser relacionado al Período Eoceno, y que todos los cuerpos organizados de este período, que tenemos en nuestro poder, han sido hallados en una formacion y con fósiles de una fecha evidentemente más reciente, se reconocerá que las investigaciones han sido indispensables; pues, si nos hubiésemos limitado á señalar en los depósitos fosiliferos del Paraná algunas osa- - mentas de Anoplotherium y de Palaeotherium, hubiésemos, sin duda, relacionado estos depósitos á la Epoca Eocena y confundido como contemporáneos los animales de dos faunas distintas. Previendo que nuestras explicaciones sobre una mezcla tan singular, en la misma tumba, de restos de animales que han vivido bajo condiciones diferentes, pueden ofrecer algo de extraño, nos apresuramos á decir que no hacemos aquí otra cosa sino aplicar (5) Capítulo II de esta memoria, pág. 65 y sig. (*) Hemos últimamente descubierto un maxilar de roedor del género Arvicola? (Cuvier ), de una enorme dimension. Constituye una nueva especie que designaremos provisoriamente con el nombre de Arvicola gigantea; su tamaño debia ser doble, á lo ménos, del de sus mayores congéneres. (Tambien esta determinacion es dudosa. BURMEISTER. ) DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ 89 un medio desde mucho tiempo empleado por los geólogos en circunstancias equivalen- tes; citaremos, en apoyo de lo que hemos precedentemente escrito, la opinion de un sabio de los más distinguidos de Francia, de LauriLLarD, que ha sido el amigo y el co- laborador de Cuvier, á propósito de una cuestion absolutamente idéntica. « Los yesos solos de las cercanías de Paris, que pertenecen al estado eoceno del Pe- « riodo Terciario, han proporcionado hasta hoy huesos completos y partes de esqueleto c de Anoplotherium. Se han hallado algunos dientes sueltos en Baviera, en la isla de « Sheppey y en las cercanías de Eppelsheim y de Orleans, mezclados con osamentas de « Mastodon, de Rhinoceros y de Dinotherium, en las arenas del estado mioceno del « mismo periodo, y que provienen, probablemente, de la recomposicion de terrenos « más antiguos » (*). En América, como en Europa, trátase igualmente de dientes sueltos de Anoploterion hallados no con osamentas de Mastodonte y de Rinoceronte, pero con las de Toxodon, que representa aquí este último género; pues lo hemos encontrado en los sedimentos marinos del Paraná y en las capas cuaternarias de las Pampas. Los Rinocerontes no son, genéricamente hablando, animales característicos de la edad de una formacion, pues se hallan, bajo formas específicas diferentes, desde los asientos paleoterianos hasta los aluviones más superficiales; los Toxodontes, en la geo- logía americana, no tienen mayor valor cronológico que los Rinocerontes en Europa. Error sería, pues, creer que la presencia de estos animales en la masa fosilifera del Paraná, así como en los terrenos pampeanos que le están sobrepuestos, pueda estable- cer que los dos estados han sido formados durante la existencia dela fauna megateriana, en la que figura una especie de Toxodon ; preciso sería por eso que el Toxodon de las arenas marinas y el de las capas cuaternarias fuesen idénticos, miéntras que sabemos muy bien que son de especies diferentes. Es evidente, en conclusion, que los depósitos marinos del Paraná pertenecen á una época geológica más antigua de las capas de que acabamos de hablar: la diferencia entre las especies fósiles, propias á cada uno de estos dos terrenos, lo establece tambien como el órden de superposicion en que están situados uno relativamente á otro. Es evidente, igualmente, que son posteriores al período paleoteriano, pues los restos de aquella edad, que hemos recogido en ellos, provienen de terrenos más lejanos, y eran ya fósiles cuando han sido transportados en éstos. Son, por consiguiente, intermedia- rios entre el grupo eoceno, representado por los Anoplotherium y Palaeotherium y el estado inferior de la época pliocena, ó de las margas pampeanas, en donde están sepul- tados los despojos de los animales de la penúltima fauna americana. Estos hechos y estas apreciaciones están conformes con lo que se ha observado en Norte-América; parece, á más, que en esa parte del nuevo continente, los terrenos del Período Terciario y los animales de la fauna, que es propia de ellos, están representados más ampliamente que en la region meridional. (5) LauriLLarD. Article ANOPLOTHERIUM du Dictionnaire universel des sciences nalurelles, tome I, pag. 567. 12 90 MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS LyeLL ha observado en el Maryland, en la Virginia y en el Delaware, debajo de mese- tas que generalmente no alcanzan á 30 metros, las Formaciones Eocenas y Miocenas reunidas ; ha recogido allí 147 especies de conchas fósiles, la séptima parte de las cua- les se relaciona con especies vivientes. El Terreno Mioceno está representado en barrancas de 9 metros de alto, situadas en las orillas del rio San Jaime, en Virginia, por las arenas amarillas y blancas; se ve Casi lo mismo en las cercanías del Paraná. En la Georgia, la Alabama, la Carolina del Sud, los Depósitos Eocenos constituyen casi toda la region, miéntras que el Mioceno domina en la comarca precedente. Las Capas Eocenas de calcáreo blanco, de margas y de arcillas del territorio terciario de Nebraska sobre el Missouri superior, descritas por el Dr. Dare Owen, han proporcio- nado á Lemmy una abundante cosecha de osamentas fósiles. Entre esas osamentas él ha reconocido un Palaeotherium giganteum, dosespecies de Rhinoceros incisivus, un NUEVO género de la familia de los paquidermos, que designa con el nombre de Anchitherium, el Oreodon, otro género nuevo que reune los caractéres de los paquidermos y de los rumiantes; finalmente, el Paebrotherium y el Agriochaegus, animales rumiantes que - no tienen ya representantes en la naturaleza. Entre las 147 especies recogidas en los Estados-Unidos por CHarLES LyeLL, hay trece que son comunes á la Europa, y que, en parte, se encuentran en el Crag de Suffolk y en los Faluns de la Touraine; independientemente de estas conchas, se hallan, en las mismas capas, dientes de diversos escualos, que no difieren especificamente de los que provienen de esta última provincia. (*) Sentimos mucho no tener las obras en donde los naturalistas han descripto las nu- merosas especies de conchas de los terrenos terciarios de Norte-América; si la com- paracion hubiese sido posible, hubiésemos, tal vez, reconocido que algunas de ellas ofrecen asaz de analogía con las nuestras, para establecer relaciones paleontológicas entre los terrenos que las encierran; pero no conociendo de la fauna testácea terciaria del Norte sino los nombres genéricos consignados por LyeLL en su Manual de Geología, no hemos podido hacer este parangon. Debemos, pues, limitarnos á las noticias que acabamos de citar y que establecen existir, bajo el punto geológico, analogías bastante numerosas de composicion y de - altura entre los terrenos marinos miocenos de las riberas del Missouri y los que son regados por las aguas del Paraná, para que se pueda admitir que han sido formados en condiciones y en una época idéntica, y que su emersion debe ser atribuida á una causa COMun. Para concluir, nos haremos presente que entre las especies fósiles que referimos á la época eocena, hay una de la familia de los Selacii, el Lamna elegans, que pertenece á las capas de Bracklesham, y estas capas son tan perfectamente análogas á la serie del () LyeELt. Manuel de Geologie, tom. 1, pág. 291-292 et 327. Paris, 1856. DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ 91 calcáreo tosco de las cercanías de Paris, que, segun LykLL (*), sobre 193 especies de testáceos que han sido recogidos en ellas, 126 son comunes á los dos países. Añadire- mos, además, que acabamos de descubrir en las arenas fosiliferas del Paraná, una vér- tebra cuya forma y cuyas dimensiones indican un ofidiano idéntico al Palaeophis typhaeus (R. Owen) que habitaba con el Lamna elegans los mismos parages de los mares eocenos de la Inglaterra. Estas especies fósiles establecen, pues, relaciones directas entre los terrenos ameri- canos, en donde sus despojos fueron primitivamente depositados, y las capas eocenas de la Inglaterra ; estas últimas, como acabamos de ver, se ligan de tal modo á las de Francia, que han sido consideradas por LyeLL como contemporáneas. Por lo tanto, las afinidades entre la Época Eocena de la América y la Epoca Eocena de la Europa, que- dan, aunque indirectamente, suficientemente establecidas, ya por los caracléres geo- lógicos, ya por las formas animales (*”). En cuanto á las arenas fosilíferas, ellas son posteriores á la Fauna Eocena ; esto está demostrado por los restos de los animales de aquella época que hoy se hallan disemi- nados sin órden, con otros cuerpos organizados del todo diferentes que aún han con- servado en estas arenas, del mismo modo que el estado calcáreo sobrepuesto, toda su frescura y la disposicion que han debido tener durante su vida. Independientemente de la determinacion producida en las osamentas eocenas por el roce y el transporte, están ellas á veces prendidas en fragmentos de rocas calcáreas que dan una muy débil idea de las capas desconocidas, de donde han sido despegadas, que muestran, pero muy bien, que estas capas son de una naturaleza distinta de las que las encierra en el dia. No queda ménos demostrado que son más antiguas que los depósitos pampeanos del Periodo Plioceno, que hemos tomado por tipo de nuestros terrenos cuaternarios ; en efecto, el único mamifero terrestre de que hemos recogido algunos restos, el Toxo- don Paranensis (D'OrBicnY), se distingue específicamente de su congénere de la formacion que le está sobrepuesta, el Toxodon Platensís (R. Owen), así como el Rhino- ceros incisivus de las capas eocenas de la Auvergne se distingue del Rhinoceros elatus de los depósitos cuaternarios de la misma provincia. Las arenas fosiliferas determinan, pues, un sistema intermediario entre la Formacion Eocena y los terrenos cuaternarios, ya por la posicion geológica, muy evidente en el Paraná, ya por los caractéres particulares de las conchas fósiles que se hallan en ellas. Creemos, pues, que D'OrsIcNY, aunque no haya hecho más que entreverlas, tuvo razon de referirlas al estado superior del Período Mioceno de los terrenos terciarios de las (%) Manuel de Geologie. Tom. 1, pág. 349. (*) Hemos recientemente descubierto en las arenas fosilíferas del Paraná un diente de roedor que basta para establecer un nuevo género en esta clase de animales. Es, probablemente, un diente tras- molar superior izquierdo, que hace recordar, por la similitud de sus formas, los dientes de los Mocos ( Cerodon ) del Brasil. Sin embargo, las diferencias son muy notables, pues este está formado por la reunion de seis prismas triangulares y los del género viviente de dos solamente. En la esperanza que llegaremos á obtener otras piezas características de este animal, nos abstendremos, por ahora, de darle un nombre genérico. 92 MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS cercanías de París, y adoptamos enteramente la determinacion cronológica que dió de ellas, 30 años há, determinacion que nuestras investigaciones no han hecho más que confirmar. CAPÍTULO VI DE LAS MODIFICACIONES GEOGRÁFICAS QUE HAN TENIDO LUGAR EN LA ÁMÉRICA DEL SUD DESPUES DE HABER SIDO DEPOSITADOS LOS TERRENOS MIOCENOS. Cualquiera que sea la altura en que se encuentren hoy situadas las capas de sedi- mentos marinos, cualquiera que sea la distancia que las separe de los mares actuales, si los cuerpos organizados que encierran están dispuestos en ellas, como han debido estarlo durante su vida, es incontestable que han sido formadas, y, por consiguiente, recubiertas por las aguas marinas. Hemos establecido, en los capítulos que preceden, que la mayor parte de las conchas fósiles presentaban casi siempre, en los terrenos del Paraná, la misma disposicion de sus congéneres, que viven en los bancos del fondo de los mares actuales; es, pues, evidente que la parte del país que estos terrenos encubren, ha sido en otro tiempo sumergida, á pesar de que actualmente se eleva á 60 metros, término medio sobre el nivel de las aguas del Atlántico, y de que se encuentra á más de 300 millas de distan- cia del Cabo de Santa María, que es el punto más próximo á la costa. Empero, si la sumersion de una parte del suelo Sud-americano, en una época re- mota, es un hecho fuera de duda, de este mismo hecho resulta tambien que, desde - entónces, inmensas variaciones han tenido lugar en la geografía física de este conti- nente; y si se calculara segun el nivel medio del Terreno Mioceno, deducido de la altura de los diferentes puntos que hemos indicado en los dos derrames de las Cordilleras, se hallaria, que en la época de los mares miocenos, más de la mitad de la América actual estaba sepultada bajo las aguas. Sería, no obstante, un grave error creer que en un tiempo cualquiera de la historia de las revoluciones fisicas de nuestro globo, los mares hayan alcanzado, y aún ultrapa- sado, como sería preciso suponerlo en esta hipótesis, la altura en donde yacen ahora esos testigos de antiguas formaciones geológicas ; sería admitir la opinion de ciertos filósofos sobre la retirada súbita ó gradual del mar, opinion completamente abando- nada, despues que las observaciones matemáticas, hechas en Italia sobre el templo de Júpiter Serápis, en Noruega y Escandinavia, desde Gotenburg hasta Tornea, y aún en América (*), han demostrado que sólo la tierra se cambiaba, miéntras que los mares quedaban siempre estacionarios. Partiendo de este principio, que sirve en el dia de base á las inv estigaciones de todos los geólogos, y que, por nuestra parte, hemos enteramente admitido en trabajos an- (O Véase el capítulo IV de nuestras observaciones geológicas sobre los terrenos de transporte de la hoya del Plata, pág. 39. DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ 93 leriores, examinaremos la naturaleza de los movimientos que las riberas americanas han sufrido en el hemisferio austral, al fin de la época miocena, época que comprende, segun nosotros, todos los depósitos marinos de que nos hemos particularmente ocupado hasta ahora. Si se examina el plano superior de la capa más superficial del Paraná, se observa que esta capa se halla á una altura media de 35 metros sobre el nivel ordinario de las aguas del rio. Generalmente se calcula el declive de este gran caudal de agua de 6 á 7 centímetros por milla; ahora siendo su desarrollo hasta el mar, esto es, hasta una línea recta, imaginaria, tirada desde el cabo San Antonio hasta el cabo Santa María, de 00 millas, la diferencia entre el nivel del Atlántico y del Paraná, cerca de la ciudad que lleva este nombre, será de 26 metros. No contando sino 25 metros, como ya lo hemos hecho, se encontrará que la superficie de la capa más elevada de la formacion fosilifera de Entre-Rios, que tal vez representa en esta comarca el fondo más reciente de los mares miocenos, está realmente situada á 60 metros sobre el Océano. Si se admite, por fin, que la mar no tenía en este parage sino una mediocre profundi- dad, lo que parece indicado por las formas litorales de las conchas fósiles, consideradas en su conjunto, no se podrá dejar de atribuirle 20 metros, y se estará, por consiguiente, obligado á reconocer como un hecho incontestable, que los depósitos marinos han sido levantados, por lo ménos, á 80 metros sobre la posicion que primitivamente ocupaban. Empero, aquí estas capas marinas están inmediatamente encubiertas por los depó- sitos pampeanos, y la transicion, de una á otra de estas dos formaciones, tiene lugar de una manera tan repentina, sea bajo el aspecto del color, sea bajo el de los materiales de que están formadas, que es absolutamente imposible confundirlas. Así es que las capas marinas, particularmente en la parte superior del depósito, están caracterizadas por estratificaciones numerosas y aproximadísimas. Las arenas pam- peanas no presentan rastro alguno de division, y su color, casi constantemente de un rojo empañado en toda su masa, forma un contraste, muy claramente marcado, con el color blanco del último banco marino, que les está subordinado. Las primeras, cual- quiera que sea el rango que ocupen en la formacion, encierran un gran número de testáceos de especies muy variadas; y jamas hemos encontrado en la masa pampeana, ni siquiera en las partes inferiores, ningun resto de cuerpos organizados marinos. Es, pues, evidente, primero, que estos dos terrenos han sido formados en condiciones y por vias muy diferentes; y si se considera, en seguida, que las arenas pampeanas no presentan nunca, ni cuerpos organizados marinos, ni cuerpos organizados de agua dulce, ni tampoco fragmentos redondeados de rocas que sobrepasen el volúmen de un grano de polvo (*), se reconocerá, con nosotros, la imposibilidad de atribuir á su acu- mulación un orígen sub-acuoso. (+) Esta asercion cuadra solamente en la parte litoral de la Formacion Pampeana; al interior, cerca de las Sierras Centrales, existen capas con cascajos mayores, transportadas evidentemente por aguas corrientes. BURMEISTER. 9% MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS DE PARANÁ En otros trabajos (*) hemos asaz largamente discutido esta cuestion ; nos limitare- mos, pues, á decir aquí que no vemos en estas arenas, que se extienden desde el estre- cho de Magallanes hasta el mar de las Antillas, y desde la Cordillera hasta el Allántico, sino los representantes de las dunas cuaternarias. En nuestra hipótesis, estas arenas han sido sucesivamente acumuladas sobre las an- tiguas playas oceánicas, y gradualmente arrojadas hácia el interior de las tierras, de modo que formaron, sobre un espesor muchas veces considerable, toda la superficie actual de las inmensas llanuras Sud-americanas (*). Pero estando las dunas cuaternarias inmediatamente sobrepuestas á los terrenos marinos Miocenos, es evidente que éstos ya habian sido levantados, sobre el nivel de los mares, ántes que el fenómeno de las dunas se manifeslase. El levantamiento, pues, de los Terrenos Miocenos del Paraná, y por consiguiente, de los de la Patagonia y de toda la costa del Brasil, es anterior á la aparicion de la fauna cualernaria. Es este levantamiento el que, aumentando á la extension de la América de la Época Miocena una vasta superficie de terrenos compuestos de las capas de sedimento, lenta- mente acumuladas en los mares vecinos, preparó el suelo sobre que se lanzaron los primeros séres de la penúltima poblacion animal. Es en este suelo nuevo, continuamente aumentado con el constante trabajo de la at- mósfera, donde se manifestaron, por la primera vez, los diferentes miembros de la gran familia de los Megateróides y de la de los Gliptodontes, cuya macisa organización no habia sido preparada por ninguna de las formas animales anteriores. Es ahí tambien donde vivieron la Macrauchenia (Opisthorhinus Bravarb ), que liga bajo algun punto de vista, los caballos á los Paleoterios del Período Eoceno; el Typotherium, ex- traño cuadrúpedo terrestre con dientes parecidos á los de los roedores y piés de tapir con unas bifurcadas ; el Arctotherium, oso verdadero gigante entre los gigantescos car- nivoros conocidos hasta hoy; y, en fin, las 58 especies de animales vertebrados fósiles que hemos descubierto y cuyos análogos no se encuentran entre las razas vivientes. (***) Nora posterior. — Acabamos de agregar, á la lista de los mamiferos terrestres fósiles de la Época Eocena, una nueva especie del género Eutemnodus ( Nois ) cuya existencia habíamos revelado, hasta cierto punto, en los terrenos del Paraná, y un Terydomys (Jourbax) idéntico á la especie mayor de Vaucluse. Estos descubrimientos tan frecuentes que muchas veces han interrumpido el órden que nos habíamos propuesto en el trabajo que precede, dan un carácter notable á lo que, á este propósito, decia Cuvier al terminar su grande obra sobre las osamentas fósiles. « No dudo, decia él, que á medida que se concluyen los trabajos ya principiados, los descubrimientos se multipliquen, y que dentro de algunos años, quizá, me vea obligado á decir que la obra que hoy termino, y á la que tanto trabajo he consagrado, no es más que una breve noticia, una primera ojeada sobre las inmensas creaciones de los tiempos antiguos ». (*) Observaciones geológicas sobre los terrenos de transporte de la hoya del Plata, pág. 5; y Me- moria sobre la geología de las Pampas, presentada en 1856 á la Sociedad de Historia Natural de Bue— nos Aires. (4) Remito al lector sobre mi obra: Descript. physiq, d. l. Rép. Argen!., tomo H, pág. 206, en donde he examinado las objeciones en contra de la teoría de BravarD. — BURMEISTER. ) : (+) Véanse, para las mudanzas posteriores á la época cuaternaria, nuestras observaciones geológicas, ántes citadas. CONTENIDO ¡DESESTA "“ENTEAEGA Páginas I. EA “ORTIGA DE-MAR: PHYSALTA (con UNA UMD) Hue aaa arranca eee delo alo Ulead are rene 1 IÉ£ REVISION DEL GÉNERO ECPANTHERIA ¿ai Cancas Sado aejicda a eo ale aa oa a ad | sr io 19 I1I. MONOGRAFÍA DE LOS TERRENOS MARINOS TERCIARIOS DE LAS CERCANÍAS DEL PARANÁ ..... 45 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE BUENOS: ATRES PARA DAR A CONOCER LOS OBJETOS DE HISTORIA NATURAL NUEVOS Ó POCO CONOCIDOS CONSERVADOS EN ESTE ESTABLECIMIENTO POR GERMAN BURMEISTER, Med. Dr., Phil. Dr. Director del Museo Nacional de Buenos Aires Corresponsal de las Academias de Ciencias de Berlin, Saint-Petersbourg, Turin, Washington y de la Universidad de Chile, etc., etc., etc, ENTREGA DÉCIMACUARTA Segunda del Tomo II. BUENOS AIRES IMPRENTA DE PABLO E. CONI, CALLE ALSINA, 60 1885 HALLE PARIS ED. ANTON | E. DEYROLLE EN COMISION IN EXÁMEN CRÍTICO DE LOS MAMÍFEROS Y REPTILES FÓSILES DENOMINADOS POR D. AUGUSTO BRAVARD Y MENCIONADOS EN SU OBRA PRECEDENTE El finado D. Aucusro BrAavArD, una de las muchas victimas de la lamentable catástrofe del gran terremoto de Mendoza, mo publicó ninguna descripcion cientí- fica de las especies nuevas de animales fósiles que menciona en sus diferentes obras sobre los terrenos del suelo argentino, sino solamente un Catálogo litografiado por él mismo en 1860 (*) de las denominaciones que dió provisoriamente en su colec- cion, con algunas indicaciones sobre las localidades, y los terrenos de los cuales las sacó durante sus muchas excursiones é investigaciones hechas en el país. Su coleccion, que contiene los originales de dichas denominaciones, fué comprada por el Gobierno de la Nacion en 1866, y depositada provisoriamente en el Museo Público de Buenos Aires, hasta que este establecimiento fué cedido por la provincia á la nueva capital de la nacion, uniéndose de este modo las colecciones de Bra- varD con las del Estado. (+) Un extracto de este Catálogo, dando la lista de los Mamíferos, ha publicado P. Gervars en dife- rentes obras suyas. Véase su Zoologie et Paléontologie générales, pág. 129. Paris, 1867-69. 4. 43 96 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS Como por las publicaciones de Gervais y de otros autores, algunas de las espe- cies han sido ya conocidas en la ciencia, con sus nombres provisorios, llamando mucho la atencion general las nombradas por BravarD: Palaeotherium paranense y Anoplotherium americanum, como representantes contemporáneos de estos géneros terciarios de Europa en América Meridional, me ha parecido un buen argumento el estudiar bien sus restos en la coleccion conservada, para saber si están en ver- dad bien determinados los objetos, y por esta.razon he publicado de nuevo la obra de BravarD, como fundamento para informar al lector sobre lo que su autor dice de ellos. : Principio este exámen con la lista de todos los objetos del terreno terciario del Paraná, que se conservan actualmente en la coleccion original de BRAVARD, enu- merándolos en serie sistemática y comenzando con los Mamiferos. No se han encontrado en esta coleccion restos fósiles del hombre, de los monos ni de los murciélagos, es decir, de los tres primeros grupos del órden sistemático. Damos principio, entónces, á la lista con los Rapaces: I. FeEraAE 1. Eutemmodus americanus, pág. n” 94 (*. II. RODENTIA $ive GLIRES DO Megamys patagoniensis, pág. 69. Theridomys americanus, pág. 94, en la nota posterior. Arvicola gigantea, pág. 88. | Género nuevo, pág. 91 en la nota *). Otro, no mencionado. Otro, dicho pág. 53 y 65, vecino al castor. O Nao III. PACHYDERMA 8. Anoplotherium americanum, pág*. 65, 86 y 87. 9. Palacotherium paranense, en las mismas páginas. 10. Toxodon paranensis, pág. 65, “1 y 9l. (4) Esta cita indica la mencion del objeto en la obra precedente de BrAvARD. MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 97 TV. CETAcgA 1M. Delphinus rectifrons, pág. 86. 12. Balaena dubia, pág. 86. Faltan tambien entre los restos fósiles de Mamíferos los dos grupos de los Mar- supiales y de los Rumiantes; solamente los cuatro grupos principales están repre- sentados en la lista precedente, cuyos objetos describiré ahora en detalle. 1. Eutemnodus americanus La única representacion de dicho animal, en la coleccion, es un molar carni- cero (dens laniarius) de la mandíbula inferior, semejante al de un gato doméstico por su figura, pero de tamaño un poco mayor. Doy su representacion exacta, pl. III, fig. 1, de ambos lados, A: lado externo, y B: interno; se ven los dos lóbulos opuestos de la corona, el anterior al lado izquierdo; en la figura A, y al lado derecho de B; el lóbulo poco más angosto pero más ylto en direccion opuesta. Las dos raíces, que pertenecen á estos lóbulos de la corona, faltan, por deterioro; se ve la márgen de la ruptura bajo la corona, como una cintura blanca al rededor de los dos vacios internos, bien indicados, de los lóbulos en la figura B, y una pequeña porcion de la raíz anterior en la fig. A, del lado externo. Comparando este diente con uno de igual tamaño de los gatos, se distingue por la falta de la fisura perpendicular entre los dos lóbulos, siempre bien visible al lado externo de la corona en los gatos, pero que no existe en el diente de Eutemnodus, y que la superficie externa de la corona está marcada con pequeñas impresiones, dándole un aspecto de redecilla, carácter que nunca existe en el mismo diente de los gatos actuales, hallándose liso en toda su superficie. Esta diferencia me parece de mucha importancia para distinguir el Eutemnodus de Felis, aunque la figura general de la corona es muy semejante, sino por la separacion del esmalte de la corona de las raíces, que desciende en ángulo al medio del lóbulo externo, como tambien en los gatos actuales. Otro pequeño diente, figurado en C, con raíz fina y cilindrica y corona poco elevada, cónica, pero bastante engrosada á la base inmediatamente sobre el prin- cipio de la raíz, me parece pertenecer al mismo animal que el diente molar car- nicero, porque el esmalte de la corona tiene en su superficie la misma apariencia de redecilla, es decir, irregular rugulosa, aunque con impresiones ménos redondas, poco más prolongadas que las del esmalte del otro diente. Si este es un molar 98 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS carnicero inferior de un animal parecido á los gatos actuales, el otro diente pequeño con corona y raíz simple puede ser el primer diente superior molar falso, inme- diatamente despues del colmillo del mismo animal, porque cuadra, por su figura y tamaño, de igual modo al de los gatos, como el molar carnicero descrito. Sin embargo, la superficie rugulosa del esmalte prueba que el animal al cual perteneció este diente, no fué un gato verdadero, sino un animal rapaz particular, diferente de los gatos, porque todos los dientes de éstos tienen el esmalte liso, sin escultura particular. Mas no puede decirse con exactitud de la estatura y configuracion del género Eutemnodus, fundado por BravarD. Comparándolo con otros géneros fósiles del grupo felino, como los más conocidos de la Fauna americana extinta ya ántes descritos, no encuentro ninguno exactamente idéntico en las obras de Lrrny (*) y Cork (*%). Los gatos de la Formacion Terciaria descritos por el primero de estos autores, es decir, Dinictis y Drepanodon, son más grandes y tienen un tercer lóbulo pequeño bajo, accesorio, al fin del molar carnicero; y los de la obra del segundo, me parecen todos de la misma configuracion de este molar, mostrando uno y otro, como el Nímrocus, el lóbulo accesorio bastante grande y bien separado. En los gatos actuales falta dicho lóbulo accesorio, generalmente apénas indicado en algu- nos, como algo bien en Felis Lynx (BLarnyiLLE, Ostéographie, tom. 1H. genre Felis. pl. XIV); pero existe siempre en la dentadura jóven llamada de leche, mostrándose imo con dos tubérculos en algunas, por ejemplo, en la del leon americano ó puma, Felis concolor, como lo prueba el esqueleto jóven de nuestro Museo. 2. Megamys patagoniensis. El animal que con este nombre fundó científicamente LAURILLARD sobre una tibia y una rótula recogidas por D'OrsicNY en Patagonia, al Sud del Rio Negro, ha sido descrito en la obra de su viaje por Sud-América, tomo III, parte 4" de la Paleonto- logía, pág. 110, acompañada de las figuras 4-8 de la pl. VIII, para su ilustracion. Aunque el autor dice en su texto, que la tibia parece algo semejante á la de la vizcacha (Lagostomus Brook.), el tamaño excesivo del hueso, superando la más grande tibia de un roedor actual de más del doble, y su nombre genérico Megamys (es decir, gran raton), que parece indicar una semejanza especial con los ratones (E) The extinct Mammalian Fauna of Dakota and Nebrasca. Philadelphia, 1869. 4. (+) Oh the extinct Cats of America. From the Americ. Naturalist. Vol. XIV, pág. 833, n* 12. Dec. 1880. MENCIONADAS SIN DESCRIPCIÓN POR BRAVARD 99 típicos, me habia hecho creer que esta tibia pueda pertenecer al género Nesodon (*), porque él es próximo al género fósil Typotherium, que Gervais y otros autores han creido unir á los roedores, explicándome de este modo la semejanza de su tibia al tipo de la canilla de dichos animales, y pensando que la union de la tibia con el peroné á un solo hueso en la porcion inferior de la canilla de los ratones debia impedir hacer alusion á éstos por el nombre genérico, á causa de la tibia fósil completamente separada del peroné. No vacilo conceder que mi conjetura ha sido errónea; el animal llamado Mega- mys, es, en verdad, no solamente un roedor gigantesco, sino tambien el más pare- cido á la vizcacha, aunque de tamaño sorprendente, casi del de una vaca pequeña o del asno. La certidumbre de la afinidad próxima entre los dos géneros Megamys y Lago- stomus, ya no es hipotética, sino un hecho perfecto, asociáandome á esta opinion, largamente disertada por el Sr. AmecHINO (%), á causa del exámen exacto de algunas partes del cráneo, regaladas á nuestro Museo en 1867 por D. M. D. Savoyar, con otros objetos provenientes de la Formacion Terciaria del Paraná, y recogidas por él mismo, sacándolas personalmente de sus depósitos. Tenemos, por esta donacion, la porcion occipital del cráneo, que por su gran dimension, me habia ántes inducido á creerlo perteneciente á un animal parecido al género Anoplotherium ó más exac- tamente á la especie dudosa que BravarD llamó Anoplotherium americanum, parti- cipando de la opinion de Gervars, que no ha sido un verdadero Anoplotherium (**). Pero abandoné pronto mi suposicion cuando recibí en el Museo el molde de la mandíbula inferior de Megamys patagoniensis, regalado por D. FLORENTINO AmE- GHINO á nuestro establecimiento á fines del año pasado (1884). Por esta porcion de la mandíbula he reconocido inmediatamente, que ha pertenecido á un animal parecido á la vizcacha, y que dicha porcion occipital del cráneo debe ser del mismo animal, indicando las dos partes por su figura correspondiente un género particular próximo al Lagostomus trichodactylus, como se nombra científicamente la vizcacha argentina. Actualmente puedo probar, que estos dos géneros son muy vecinos entre sí por la configuracion típica, aunque bien diferentes por su tamaño, gigantesco el del uno, y casi enano, en comparacion, el del otro. Dando las figuras de los huesos nombrados en tamaño medio del natural en las láminas adjuntas, II y Il, me ha sido conveniente dibujar tambien el cráneo de la (%) Véase: Descr. phys. d. 1. Rép. Argent. tom. III, pág. 274 y 501. (4) Véase: Boletin de la Academia Nacional de Ciencias Exactas en Córdoba, tom. V, pág. 260. (5 Véase: Descr. phys. d. l. Rép. Argent., tom. II. pág. 243, y tom. II, pág. 470. — Mag. Nat. Hist. 1V Ser., tom. VII, pág. 32. 100 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS vizcacha en tamaño natural, para que el lector pueda hacer el juicio por sí mismo, no hallándose hasta hoy una figura exacta de este cráneo en ningun libro científico. Mi fig. 2 de la lám. III muéstrale del lado izquierdo; fig. 3, la superficie occipital y la fig. 14, la porcion posterior de la superficie vertical del cráneo, todas de tamaño natural. Las letras adscriptas significan algunos de los huesos, que la por- cion posterior del cráneo componen: s los dos huesos parietales unidos entre sí; £, £ las escamas de los huesos temporales; p, p las porciones petrosas de los mismos, y las letras 0, 0, la escama del hueso occipital; los otros huesos de la porcion ante- rior del cráneo no están significados separadamente. Del mismo modo se ven dibujados y significados los huesos correspondientes del cráneo de Megamys en la lám. Il, fig*. 1, 2 y 3, pero de medio tamaño cada uno. La fig. 1, muestra la superficie perpendicular del occipital; la fig. 2, la porcion posterior del cráneo del lado derecho, y la fig. 3, la misma de la faz vertical. En esta figura se ven los dos huesos parietales (s, s), unidos en la línea media por sutura fina, levantándose de los lados de dicha sutura hácia adelante en crestas gruesas elevadas, que corresponden á las más finas de la fig. 14, pl. HI, terminando hasta el vértice la gran fosa temporal para la recepcion del músculo temporal. Hácia atras, los huesos parietales son bastante más largos en Megamys que en Lagostomus, extendiéndose en esta direccion por toda su anchura hasta la márgen occipital; pero como esta márgen está deteriorada en el cráneo de Megamys, no se ve bien el borde entre los parietales y el occipital, perdiéndose la sutura, que une estos huesos, en la textura esponjosa interna abierta por ruptura. La dicha anchura de los huesos parietales hasta atras produce una angostura mayor de la escama del hueso tem- poral (t, t) en la misma direccion en Megamys que en Lagostomus; en este género la escama (1, 1) se extiende mucho por detras al lado de los huesos parietales unidos (s) tocándose con la cara occipital; pero en Megamys la escama temporal no se toca con esta cara, separada de ella por las partes petrosas del temporal (p, p), que su- ben entre la escama temporal y el occipital. La vista del eráneo de lado (fig. 2, pl. ID, muestra claramente dicha configuracion; se vela porcion pelrosa del temporal (p), con el orificio del conducto auditivo externo, subiendo entre los dos huesos hácia arriba, con una lámina angosta bien conservada, miéntras las márgenes de los huesos occipital (o) y temporal (1) están rotas, mostrando abierta su textura espon- josa del interior. En esta region del cráneo se muestra por consiguiente una pequeña diferencia entre la configuracion de los dos animales vecinos. La fig. 2 de la lám. HI, mos- trando el cráneo de la vizcacha actual del lado izquierdo, en tamaño natural, prueba que la porcion escamosa del temporal (1) pasa con márgen aguda sobre el ancho orificio del conducto auditivo externo hácia atras, tocándose con el occipital MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 1401 (0), miéntras la porcion petrosa (p) con el orificio del conducto auditivo externo no se toca hasta arriba con el hueso parietal, sino solamente con el temporal y occipital. Pero en el cráneo de Megamys (fig. 2, pl. II) levántase la porcion petrosa (p), con el dicho orificio entre el temporal (t) y occipital (0) por una lámina fina angosta hasta el parietal (s), separando el occipital del parietal á su lado externo inferior. -Con esta diferencia se une otra más particular, pero de ningun modo bastante im- portante para interrumpir la afinidad íntima de los dos animales; la porcion petrosa del temporal ocupa en la vizcacha el lado externo de la superfigie occipital, como se ve en la fig. 3, lám. Ml, por p y p, pero no en Megamys, cuya parte de la superficie occipital está formada enteramente por las porciones condilóideas del oc- cipital, levantándose éstas al lado externo ántes de las porciones petrosas del tem- poral hasta la márgen misma; miéntras que en el cráneo de la vizcacha solamente una apófisis angosta lateral de la porcion condilóidea del occipital pasa abajo de la petrosa, al exterior, formando el gancho sobresaliente del occipital, que existe más ó ménos fuerte en todos los roedores. La fig. 3 de la lám. III da á conocer esta configuracion particular de la vizcacha, como tipo de los roedores actuales. Sin embargo, tambien en Megamys pertenece la parte externa correspondiente de la cara posterior occipital á la porcion condilóidea del mismo hueso, y no á la porcion escamosa del occipital, porque veo bien claramente una sutura fina, indi- cada al lado izquierdo de la fig. 1 de la pl. II, que separa dicha porcion externa de la cara posterior occipital de la porcion media, continuándose encima de la protuberancia gruesa transversal que se une con el cóndilo hasta éste, y terminando sobre el mismo en el gran agujero occipital. Estas suturas separan las porciones condilóideas de la porcion escamosa, porque siempre están formadas separadamente de la base y de la escama del occipital, pero perdiéndose con los años la separacion primitiva por desvanecerse las suturas entre sí. Las protuberancias gruesas, que se unen con los cóndilos, faltan á la vizcacha y forman un carácter particular de Me- gamys, pero corresponden por su colocacion á la base de los ganchos occipitales de los roedores. Es muy probable que han sido más prolongados al lado externo y hácia abajo estas protuberancias en Megamys, cuando el cráneo estaba perfecto. Las an- chas rupturas de los huesos al lado externo de la cara occipital hacen presumir, que Megamys ha tenido tambien ganchos occipitales, porque el grosor sorprendente de la sustancia huesosa en la esquina externa inferior de la cara occipital prueba, que ha habido en este sitio partes valiosas, cuando el cráneo se hallaba en estado perfecto. Por lo demas, me parece bastante semejante dicha cara occipital en los dos ani- males, principalmente por su superficie, que tiene una fuerte cresta media descen- dente de la márgen superior hasta el gran agujero occipital y á cada lado una esca- 102 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS vacion, con algunas elevaciones pequeñas en su fondo superior para la fija adhesion de los músculos de la nuca, levantándose el hueso más hácia las márgenes externas en borde elevado, que por las dichas rupturas de esta region se pronuncia poco en nuestro cráneo de Megamys. Respecto á la terminacion anterior del resto del cráneo, no se ve tan claramente la similitud de la configuracion de los dos animales, aunque no faltan tampoco con- diciones semejantes. Debo advertir, que el borde anterior, como lo muestra la fig. 3 de la lám. II, no está roto sino que es natural, formado por la sutura entre los huesos frontales y parietales, probando por esta separacion que el animal al cual pertenecia este cráneo, era bastante jóven, porque sus suturas tan fácilmente se separaban, persistiendo aún algunas, como las de entre las porciones condilóideas y la escama del occipital, que desaparecen siempre en individuos de edad avanzada. Prueban entónces las fig. 2 y 3 de la lám. H, que el contorno de la márgen anterior es el borde natural de los huesos parietales, y muestran bien que estos huesos han sido prolongados un poco más á sus lados que en el medio, formando acá un ángulo grueso sobresaliente y una pequeña prolongacion triangular en el medio de la cara vertical del cráneo, bastante diferente de la sutura lambdóidea del cráneo de la vizcacha actual, representada en la fig. 14 de la lám. III. | El animal actual muestra una configuracion poco diferente de la porcion escamosa del temporal, que parece ser particularidad comun de los ratones típicos y de los roedores muriformes, á los cuales pertenece la vizcacha. Es esa una division de dicha porcion escamosa en dos lóbulos, el anterior, quese extiende hasta los huesos frontales, y el posterior, que se une solamente con los huesos parietales, ambos sepa- rados entre sí por una fuerte escision en figura de ángulo agudo (*). En la fig. 1 de la lám. TH, el lóbulo anterior asciende perpendicularmente de la apófisis zigomá- tica del temporal hasta el hueso frontal, como una porcion separada de suturas bien visibles, cuando el otro lóbulo posterior (1) se dirige hácia atras, acom- pañando el hueso parietal hasta el occipital. No sé sí en Megamys ha existido la misma configuracion, porque la porcion anterior del hueso temporal con la apó- fisis zigomática falta al resto del cráneo; pero como la porcion restante tiene á su extremo anterior una ruptura artificial, me parece permitido el presumir su pre- sencia en el cráneo perfecto. Puedo advertir que la ruptura de la porcion conser- vada del temporal es desigual en los dos lados del cráneo, probando por esta desi- gualdad, una terminacion artificial, y estando el borde del hueso parietal encima de (*) Esta separacion en dos lóbulos de la porcion escamosa del temporal, falta á muchos otros roedo- res, como las ardillas, marmotas, al castor y los puerco-espines, y está todavía indicada en los Caviinos, con excepcion del carpincho, que la tiene bastante fuerte. MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 103 la ruptura del temporal, aunque no con la márgen natural de sutura ilesa, sino tam- bien poco deteriorada, casi igual en su direccion á la sutura, que une en la vizcacha el borde de la porcion anterior con el ángulo sobresaliente del hueso parietal. Siento mucho no poder dar una opinion fija sobre la presencia del lóbulo anterior del tem- poral en Megamys, aunque creo que ha existido por la otra gran similitud del ani- mal fósil con el actual viviente. Falta todavía hablar de la superficie inferior del cráneo, que tiene tambien sus particularidades. Como no ha habido bastante lugar en las dos láminas para dar una figura de esta superficie, adjunto la xilografía intercalada en el texto, que muestra dicha superficie de medio tamaño natural, como las otras de la lám. IL, con las letras adscriptas. Los dos lóbulos superiores (s, s) son los lóbulos sobresalientes de los huesos parietales con la punta media entre sí, mostrándose en ellos abierta la cavidad de los sesos y al rededor la sutura que une los parie- tales con los frontales. Esta sutura es notable por su grosor, probando con esto una construccion muy fuerte del cráneo y huesos más sólidos de lo que generalmente se ve en los roe- dores. La porcion central abajo de la cavidad de los sesos representa el cuerpo del occipital, su porcion ba- silar, con los dos gruesos cóndilos (0, o) y sus prolongaciones laterales. No se conoce bien en ellas la antigua sutura, que separa la porcion basilar de las con- dilóideas, aunque las protuberancias gruesas al lado externo de los cóndilos bien se pronuncian con sus terminaciones rotas, probablemente de figura de ganchos. Antes de estas protuberancias se ven las dos porciones petrosas del temporal (p, p) con la region auditiva, que carece de la grande extension en forma de ampolla que generalmente la liene en los roedores actuales y tambien en la vizcacha. Del orificio del conducto auditivo se presenta el borde superior sobresaliente, significado con las letras 4 y a, y más al interior, al lado de la porcion basilar del occipital, entre ésta y la porcion petrosa, el orificio externo bastante grande del conducto condi- lóideo, que perfora esta porcion ántes del cóndilo. Otra pequeña apertura en la region más anterior rota de la porcion petrosa del temporal me parece hecha por la ruptura de la trompa de Eustaquio, y á su lado externo está el gran orificio del conducto auditivo externo, roto por más de la mitad. No es posible decir más sobre la configuracion de esta region del cráneo por el estado de deterioro en que se halla. 14 104 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS La porcion basilar del occipital está tambien rota en su borde, faltando la mi- tad anterior; el resto es un hueso grueso, cóncavo en su superficie externa, con dos impresiones ovaladas más hondas en el medio. Su figura cuadra bien con la misma region del cráneo de la vizcacha. Doy en seguida las medidas del resto del cráneo, en comparacion con los de la misma porcion del cráneo de la vizcacha, en centimetros. Megamys. Vizcacha. Longitud de la línea media entre los parietales............ 8. 3.5 Anchura del borde anterior de los parietales............... 10. 3. Anchura del plano del occipital............... AN 14. 5. Altura del mismo sobre el agujero occipital............... 6. 2.5 Anchura de los-cóndilos occipitales..... Du. .acnsae e pia 6.5 2.4 Anchura máxima á la base del occipital........oooooo...... 15. d. Distancia de los orificios auditiyos externoS.......o..ooo.... 16. 5.5 Se sigue de estas medidas que el cráneo de Megamys sobrepása al de la vizcacha tres veces en tamaño, y si las poreiones que faltan de Megamys han estado en la misma relacion con los restantes, su cráneo entero ha tenido la longitud total, desde el borde de los dientes incisivos hasta los cóndilos occipitales, una extension de 36-38 cent., porque el de la vizcacha no sobrepasa 12.5 cent. en longitud total entre los mismos puntos. Igual resultado da la comparacion del maxilar inferior de los dos animales. D. FLoreNTINO AMEGHINO ha dado la descripcion de esta parte del cráneo (*%), rega- lando á nuestro Museo los moldes de tres diferentes maxilares inferiores, que no describiré, remitiendo al lector á la obra citada, porque no tengo originales natura- les, publicando en esta obra la figura del molde más grande de medio tamaño del natural, pl. III, fig. 5, con adicion de la porcion posterior, que falta en él, dibuján- dola segun la analogía del maxilar de la vizcacha. Solamente el diente incisivo y al- gunos lóbulos de las muelas se conservan en el Museo Nacional, adquiridos por Don ENRIQUE DE CÁrLES en cambio de otros objetos con D. Leox LÉLoNG, que ha recogido con mucho celo nuevamente los restos fósiles de la formacion terciaria del Paraná. Sin embargo, doy acá, para completar mi relacion sobre Megamys, las medidas del molde más grande que se halla en mi poder. Longitud entera del resto del hueso mandibular.........o.o..o.ooo.... 22 cent. Longitud de la sintisis de la barba. ao 10 » Longitud de la porcion alveolar de las cuatro muelas........ e 42 » (*) Boletin de la Academia Nacional de Ciencias en Córdoba, tom. V, pág. 262 y sig. MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 105 Altura de la rama horizontal al lado interno, junto á la última muela. 4 cent. Anchura de la base de esta rama al mismo lugar ...... alienta eS Longitud de las muelas JUDÍAS -.«:o..o.oorocorccnsccornisccoro.o. 10 ». La primera muela Sola... .. <<< -0«.coonoosoosm.r>?onsono A 2 » A ala aia ad daa allas ee 2 La tercera id...... posococoro oooO pa rmto id le 2.4» MACU aaa tao asia llos aleloistels ola (3 3 » Para que se comprenda mejor la similitud con el maxilar de la vizcacha, digo, que la porcion anterior, que contiene el incisivo, es casi idéntica, pero no este diente, porque falta en el maxilar de Megamys la prolongacion de su alvéolo hácia el fin de las muelas, que distingue de un modo característico el maxilar de la viz- cacha. Sigue de esta diferencia una configuracion particular del incisivo de Mega- mys, que no ha sobresalido con su alvéolo la primera de las cuatro muelas, aun- que algunos restos de incisivos que se hallan en nuestra coleccion, prueban una longitud de 12 centímetros y más del diente. Este ha sido roto en el original del molde, pero el resto conservado prueba que era de tamaño considerable. Su figura particular la muestran bien dos fragmentos que tenemos en el Museo. El uno, di- bujado de tamaño natural en la fig. 5, lám. II, tiene una circunferencia triangular prismática con capa fina poco convexa de esmalte al lado anterior, que sobrepasa á las dos aristas, inclinándose hácia atras. Este esmalte es en los fragmentos de cinco dientes que tengo á la vista, de color negro, miéntras que la dentina tiene un color claro rojo-amarillo. Tambien muestra el esmalte una superficie finamente estriada longitudinalmente de listas bajas y un borde superior agudo, á modo de cincel. La sustancia triangular de la dentina es en el medio un poco ménos alta que el esmalte ancho y termina con un ángulo obtuso redondeado. Se ven en ella, en la cara terminal oblicua del diente, líneas finas concéntricas, que indican las diferentes capas en la sustancia de la dentina. El incisivo figurado es 1,5 centíme- tros de ancho en la superficie anterior, y 1,1 centímetro de grueso en medio de la dentina, mostrando en.su centro un espacio más oscuro triangular, llenado por la arena fina del terreno envolvente, que parece indicar una cavidad central. La larga superficie terminal cortante del incisivo, como en todos los roedores, tiene 2 centí- metros de largo y el resto conservado del diente 3,8 centímetros, hallándose en todo compacto, con excepcion de la pequeña cavidad central triangular, faltándole la por- cion inferior abierta y cóncava. De los otros cuatro incisivos que tengo en mi poder, uno es mayor, los demas son menores. El mayor tiene exactamente la configuracion del descrito, pero le falta la porcion terminal externa y casi toda la dentina. El esmalte conservado tiene 2 centí- metros de ancho y 11 centímetros de largo, pero las dos extremidades están rotas; 106 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS lo que prueba haber tenido mayor longitud. El esmalte negro, como el del otro, es estriado por listas finas poco elevadas, pronunciándose las listas más bien hácia abajo de la longitud del diente que hácia arriba. Los tres pequeños incisivos son de igual configuracion que los más grandes; el esmalte mide 8 milimetros de ancho v la dentina 6 milímetros de grueso en el medio; dos son de 3,9 centímetros de largo, y el tercero de 5,5 centímetros. El uno es Casi liso en la superficie externa del esmalte, los otros tienen ésta finamente rugulosa, con indicación de arrugas poco elevadas entre surcos cortos. No dudo que estos dos dientes son de otra especie, ó áun de otro género de roedor. Las muelas se componen, como las de la vizcacha, de láminas ovaladas parale- las de esmalte, incluyendo cada una, una capa poco más gruesa de dentina. Tengo para examinar algunas láminas separadas, pero ninguna muela perfecta. Segun el molde del gran maxilar, las tres muelas anteriores tienen cuatro láminas, pero la cuarta tiene cinco. Las láminas anteriores y posteriores son ménos anchas que las medias, pero las posteriores no tanto como las anteriores, y por eso la muela recibe una circunferencia ovalada. En algunas muelas, como en la segunda de mi figura, las láminas anteriores son más angostas que las posteriores; no se sabe si esta di- ferencia sea una irregularidad, sin tipo fijo en todos los individuos. La vizcacha actual tiene tambien cuatro muelas, compuestas cada una de dos láminas semejantes, con excepcion de la cuarta muela superior, que tiene tres. La fig. 4, lám. TIL, muestra la fila de las muelas de un lado del maxilar inferior de tamaño natural. El aumento de las láminas de la muela última inferior de Megamys es entónces una diferencia genérica, pero no un carácter de gran valor, respecto á que este aumento se ve tambien en la mandíbula superior del género actual. Si el maxilar de Megamys, por su figura de la porcion anterior, se parece bas- tante al de Lagostomus, la porcion posterior no ha de diferenciarse mucho en los dos animales, y por esta razon he dibujado mi figura parecida al tipo de la vizca- cha, que tiene una apófisis coronoide fina aguda y una rama ascendente hácia atras bastante larga y ancha, para terminar con el cóndilo que articula con la apó- fisis zigomática del temporal. El maxilar de la vizcacha tiene, desde el alvéolo del incisivo hasta el cóndilo, 9 centimetros de largo, y desde la última muela hasta el fin del cóndilo, 3,5 centímetros, por consiguiente, 5,9 centímetros en la porcion an- terior. Teniendo esta porcion del maxilar de Megamys 22 centímetros, la posterior ha sido de 14 centímetros probablemente, y toda la mandíbula de 36. En mi figura de medio tamaño, he aceptado la porcion anterior á 11 centímetros y la posterior á 5, lo que parece indicar que mi figura restaurada no ha sido bastante grande. Tenemos en nuestro Museo la porcion superior de un gran fémur, que me parece pertenecer al mismo género Megamys, por su figura y su tamaño. Doy un dibujo MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 107 de este hueso en media escala del natural, pl. IL, fig. 5, que representa el objeto del lado inferior de su posicion en el cuerpo del animal. Su longitud es de 24 centimetros desde la altura del trocánter hasta la extremidad del hueso roto, y solamente de 20 centímetros desde la altura superior del cóndilo hasta el mismo fin, superando de este modo el trocánter por encima del cóndilo de casi 6 centímetros. Esta apófisis del hueso es, por sí misma, más ancha que la porcion media cilíndrica del hueso, distando en la punta más elevada 10 centime- tros de la márgen del cóndilo, y tiene una terminacion superior redonda con án- gulos laterales muy sobresalientes, un poco lastimados, como lo muestra la figura, y una grande concavidad, la fosa trocantérica, en medio de la superficie inferior, para recibir los gruesos tendones de algunos de los músculos que mueven la pierna. La porcion del borde que termina esta gran fosa posteriormente, es muy alta y aguda, prolongándose hácia abajo en direccion oblícua sobre el hueso y terminando en una protuberancia gruesa, ovalada, que representa el trocánter pequeño inferior. Encima de este segundo trocánter el hueso se inclina con su tronco un poco al lado interno, formando de este modo el dicho cuello del fémur (collum femoris) que lleva el cóndilo articular, como una masa hemisférica de 4,5 centimetros de diámetro y una pequeña impresion central en la porcion más alta de su superficie, para la recepcion del tendon llamado ligamentum teres. La porcion inferior del hueso, debajo del trocánter pequeño, es de circunferencia oval cilíndrica, un poco más convexa al lado inferior de su posicion natural y apla- nada al superior; tiene un diámetro de 4 centímetros en direccion antero-posterior, y de 6 centímetros en direccion transversal. Su sustancia huesosa externa tiene el grueso de 1,5 centímetro alado inferior y de medio centímetro al superior, in- cluyendo una cavidad ablerta “ovalada de 3 centímetros de largo y 2 de ancho. Existe otra fosa más pequeña debajo de la grande trocantérica en la superficie externa del hueso, opuesta al trocánter pequeño, bien indicada en la figura al lado derecho por la luz angosta en la sombra negra de este lado. Dicha fosa es oblongo- ovalada, de 3,5 centímetros de largo, 1,3 centímetro de ancho y de bastante pro- fundidad con su borde interno abrupto elevado y plano del otro lado externo. No hay ninguna duda para mí que este fémur ha sido de Megamys, por su grande similitud con el de la vizcacha. Este animal tiene el mismo eran trocánter, superando el cóndilo mucho en altura, y la misma circunferencia oval del hueso en su porcion media cilíndrica; tambien el trocánter pequeño interno se pronuncia bien, como tubérculo grueso al lado interior del fémur, por debajo del cuello del cóndilo. En oposicion á este tubérculo muestra el fémur de la vizcacha otro me- nor más prolongado al lado externo, como continuacion hácia abajo del gran tro- cánter, que no falta tampoco en el fémur de Megamys, aunque no se ve en la 108 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS fig. 5 de la lám. Il, porque se encuentra al lado opuesto, de la vista, en el borde superior del gran trocánter, en oposicion al cóndilo. Acá tiene el fémur de Mega- mys tambien una pequeña elevacion del borde reclinado del trocánter, que cor- responde bien á la más visible de la vizcacha, aunque tiene su colocacion más arriba del hueso, y por esta razon no se presenta tan visible á su lado. En el fémur de la vizcacha existe esta pequeña elevación, terminando el gran trocánter hácia abajo, más distante de la cumbre y más inferior del cóndilo, miéntras que en Megamys tiene su posicion más arriba, en la misma altura con el cuello del cóndilo, termi- nando acá el borde elevado del gran trocánter. Respecto al tamaño del fémur entero, creo tener razon para suponer, que el resto dibujado ha sido algo mayor que la mitad del hueso entero, calculándose su longi- tud en 31-32 centimetros. Tomando el fémur de la vizcacha, que tiene 11 centí- metros de largo, como modelo, se coloca su trocánter pequeño 3 centímetros abajo del borde superior del grande y 2,5 centímetros distante del medio del fémur en- lero. En el fémur de Megamys dista el otro trocánter pequeño de la cumbre del grande 16 centímetros, y desde aquí hasta la extremidad del resto del fémur, to- mándole casi por el medio del hueso entero, hay 10 centímetros. Siendo la porcion conservada de tres cuartas partes, la longitud entera se eleva casi á 32 centímetros, ó dándole algo más, por el sorprendente grosor de la extremidad inferior del fé- ,mur de la vizcacha, no sería exagerada mi estimacion (*). De todos modos, prueba la textura sólida del resto del hueso y el tamaño excesivo del gran trocánter, un animal robusto y macizo, porque ningun mamífero conocido, ni entre los rapaces ni los ungulados, tiene esta apófisis tan alla encima del cóndilo, y tan gruesa en su sustancia. Solamente algunos roedores, como la vizcacha y el carpincho, tienen un trocánter grande relativamente tan alto y grueso como este fémur de Megamys. No entro en un exámen de las diferentes especies de Megamys (**), por falta de ori- ginales para formar un juicio sobre esta cuestion. Los huesos que he descripto, son, á mi modo de ver, de la misma especie descripta por LauriLLarRD y D'OrBIcNY, CON excepcion de los dos pequeños dientes mencionados incisivos con arrugas finas, que creo bastante diferentes para pertenecer, no al Megamys, sino á un género diferente. (4) Si la tibia, descripta por LaurtirarD, es de 35,9 centímetros de largo, como se dice al fin de la descripcion, el fémur no ha sobrepasado esta longitud, porque el de la vizcacha actual es de 11 centí- metros de largo, y su tibia de 12 centímetros. (E) En la obra ántes citada, pág. 30, D. FLorewtivo AmecHIiN0 distingue dos especies, y en una obra posterior (el mismo Boletin, tom. VIII, págs. 23 y sig.) seis, dedicándolas á sus diferentes amigos per- sonales. MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 109 3. Theridomys americanus Sin nombre especifico menciona Bravarp al fin de su obra (pág. 94), una especie del género Theridomys, fundado por Jourban (*), que él identifica con una especie fósil de Vaucluse, pero más tarde el autor ha conocido que era diferente, dándole, en el catálogo litografiado de su coleccion el nombre arriba señalado. No se ha encontrado en su coleccion ningun hueso ó diente con este nombre, y ningun objeto que exactamente cuadre con la descripcion y las figuras de los dientes del género Theridomys, dadas por GErvals y Picrer en las obras citadas, y por esta razon no puedo hablar de esta nueva especie; pero existe en la coleccion de Bra- VARD un diente sin nombre, que cuadra en algo con la figura aumentada dada por Gervars, 1. 1. pl. 47, fig. 17, bajo el nombre de Theridomys Blainvillei, y aún más con la otra de Archaeomys Laurillardi, fig. 15. Probablemente es este diente el tipo de la especie de BrAvArD, y por esta razon lo describiré para probar que no perte- nece á un verdadero Theridomys, dejando su apelativo en suspenso, hasta que haya sido reconocido más del animal al cual ha pertenecido. El diente tiene exactamente el tamaño de uno de los dientes figurados por Ger- vals, l. 1. (figura repetida por Picrer, l. 1. Atlas, pl. VI, fig. 10) y casi la misma con- figuración general, pero una construccion del todo diferente. Para probarlo mejor, doy una vista de la superficie masticatoria de triple aumento del tamaño natural, que muestra una composicion de la sustancia no de tres, como Theridomys, sino de cua- tro láminas íntimamente unidas como la de Archaeomys, fig. 15. Estas láminas se aumentan poco á poco en anchura, de modo que la más larga tiene cast la triple extension de la más corta, estando la figura de cada una poco encorvada al arco. En cada lámina se ve una lista fina más elevada, de color puramente negro y sustancia opaca, miéntras que la sustancia al rededor es de color claro rojo-amarillo, poco transparente. La lista mayor negra tiene á su lado otra lista muy fina, más baja, separada de ella por un intervalo angosto de sustancia rojo-amarilla, y esta segunda lista de cada lámina no es negra, sino un poco más oscura que la otra sustancia, uniéndose íntimamente con la negra á cada extremidad de ella por un arco conjun- tivo, y formando de este modo con la negra en cada lámina, un centro, al rededor del cual se coloca la sustancia rojo-amarilla en todo su contorno, separada para cada (A) Véase: Gervais, Zoologie et Paléontologie francaises, pág. 341.—Picter, Traité de Paléontologie, tom. I, pág. 212. 110 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS lámina por una línea fina impresa que pronuncia bien la figura laminada del diente, imo en algo al contorno externo. Estoy dispuesto á presumir, que la lista negra cor- responde al esmalte y la sustancia rojo-amarilla á la dentina, teniendo esta muela el esmalte central y la dentina alrededor, faltándole la capa externa del esmalte y con éste la separacion distinta por pliegues y aristas al contorno. La porcion inferior del diente, correspondiente á las raíces, falta, y por esta razon es dudosa, si ha tenido raí- ces separadas de la figura prismática de raíz comun. Sospecho, por la analogía de las muelas semejantes del Archaeomys, que las lá- minas han corrido en direccion oblicua con la linea longitudinal de la mandibula, siendo las láminas anteriores las más largas, y las posteriores las más cortas; pero la configuracion particular de la sustancia del diente no permite decir algo positivo sobre la afinidad sistemática del animal á que ha pertenecido este diente. +» 4. Arvicola gigantea El objeto que Bravarb depositó en su coleccion con este nombre, escripto por su propia mano, es la porcion anterior de la rama derecha del maxilar inferior de una especie de Caviina, con las dos muelas anteriores y el alvéolo abierto del incisivo, probando, por la configuracion clara y evidente, el error que ha cometido su sabio descubridor, asociándole al grupo de los ratones de la subdivision de los Arvicolinos, del cual faltan por completo actualmente representantes verdaderos en Sud-América. Doy una figura del objeto en tamaño natural, lám. II, fig. 9, que, por negligencia del litógrafo, no es del todo exacta (*). Al lado izquierdo de ésta se presenta la superficie interna de la rama derecha del maxilar, por la cual corre el alvéolo del incisivo, que falta, y al lado derecho se muestra la base de la cresta alta, que tienen los Caviimos en este lado del maxilar, casi en sustitucion de la apófisis coronoide, que falta, con excepcion del vestigio pequeño junto á la última muela. Los dos dientes molares persistentes son de tamaño y figura diferente entre sí; el primero tiene tres lóbulos isóceles prismáticos y el segundo solamente dos; carácter particular en oposicion con la organizacion actual del género Cavia, teniendo todas las especies vivientes el primero y segundo molar de igual número de lóbulos en el (9) El litógrafo, no fijándose bien en mi dibujo, ha figurado la primera muela como formada de tres lóbulos iguales, aunque el lóbulo medio es menor que los otros dos y el anterior de figura diferente. Por esta razon doy la nueva figura xilográfica adjunta en la página de enfrente. MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 414 maxilar inferior. Tambien la figura de los dos lóbulos es diferente, porque el primer lóbulo de la Cavia actual es una lámina angosta simple y el segundo solamente prismático, pero hendido al lado corto más grueso del triángulo isóceles por un surco profundo, dándole la figura de la letra Y; miéntras en la muela segunda del animal fósil (B) los dos lóbulos son isóceles prismáticos, aun- que poco diferente de tamaño, y partido cada uno, imitando la figura de una V, pero el surco de particion del primer lóbulo es mucho ménos profundo que el del segundo lóbulo. Sucede, pues, que la segunda muela del animal fósil tiene dos surcos con tres aristas á un lado, y un solo surco entre dos aristas al lado opuesto; pero ni los surcos ni las aristas de los dos lados son iguales : las tres aristas de un lado son redondeadas y sus dos surcos desiguales, poco pro- fundos, miéntras que al otro lado las dos aristas son muy agudas y el surco entre ellas profundísimo. Sabido es que en las Cavias actuales los dientes de la mandíbula superior tienen el surco de la lámina en forma de V al lado externo de la muela, y en el maxilar inferior del lado interno; lo que permite presumir, que la misma inversion de la figura de cada diente molar ha existido tambien en el animal fósil, porque los dos dientes del maxilar inferior fósil siguen la misma regla. La descripcion dada cuadra solamente al segundo diente; pero como en las Cavias actuales los dos que siguen son iguales á éste, puedo presumir que tambien ha sido lo mismo con el género fósil. No es así respecto del primero. Este molar del animal que poseemos (4 ), está com-* puesto de tres lóbulos prismáticos, pero tambien desiguales isóceles, siendo el se- gundo menor que el primero y tercero. Este tercero corresponde exactamente al segundo prisma de la segunda muela, teniendo como él un surco en la sustancia del lado menor de los tres prismas, dándole la figura de la letra V; pero el lóbulo pre- cedente medio de la muela es simple, sin surco al lado grueso, y por consiguiente mucho más corto que el tercer lóbulo, aunque muy poco mas angosto en direccion transversa. Al fin, el primer lóbulo es todavía más corto, pero no más angosto, prolongándose hácia adelante, de figura triangular, con arista terminal aguda y otra al lado correspondiente con la del lóbulo segundo y tercero, fallándole al lado opuesto el surco de division en V, como al segundo, terminando á este lado por una pared bastante ancha, poco angulosa, pero sin el surco de figura de V. Esto es todo lo que puedo decir del único objeto que se halla en mi poder. Aun- que su descripcion me parece probar, que no cuadra con ningun género de los Caviinos hasta hoy conocidos, me abstengo de darle un nuevo apelativo genérico, porque los pocos datos positivos de su configuracion no me parecen suficientes para 45 112 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS determinar al animal tan positivamente como lo exige la ciencia exacta, á la cual me confieso (*). El molar anterior de los dos descriptos mide 9 milímetros de largo y 4 milímetros de ancho del lóbulo último; el segundo es de 6 milímetros de largo y 8 de ancho. 5. Género particular de los Caviinos Pág. 91, en la nota (5) Del diente, que menciona BravarD, como representando un nuevo género de roe- dores, próximo al Cerodon, describiéndole con la breve frase de ser «formado por la reunion de seis prismas triangulares», doy un modelo de él por los dos dibujos Á y B, fig. 10, lám. HH. Sus prismas, que representa la fig. A, de la superficie mas- ticatoria, son poco desiguales de tamaño pero iguales de figura; cada uno se parece completamente al prisma medio del primer diente de la descripcion precedente, teniendo dos lados anchos, poco encorvados y un tercer lado mucho más angosto, poco cóncavo, todos unidos á este lado entre sí por arcos del esmalte, que incluye cada prisma. El lado angosto es de 2 milímetros de ancho y los otros dos iguales más anchos tienen á una de las extremidades del diente 4 milímetros de anchura, y á la otra 2 milímetros, disminuyéndose cada prisma de medio milímetro de una extre- midad del diente hasta la otra. | Visto de lado, cada prisma no es recto, sino encorvado, como lo muestra la fig. B, siendo el nrayor prisma de 15 milímetros de alto en linea recta, y el más corto de la otra extremidad de 12 milímetros. El esmalte fino de cada prisma tiene un color negro, y la dentina, que el esmalte incluye, un color más claro, casi blanquizco. Esta sustancia es, en la superficie superior del diente, poco más baja que el esmalte, pero en la inferior falta la den- tina, terminando cada prisma con capa del esmalte abierta. Al lado cóncavo del diente se ven cinco surcos débiles, que corresponden al me- dio del lado angosto de los cinco prismas, teniendo cada uno un pequeño pliegue en él, ménos el último prisma más angosto. Al otro lado más convexo del diente (*) En el Boletin de la Academia Nacional de Ciencias en Córdoba, tom. VIII, pág. 57, describe el Sr. Amecurso un molar primero inferior de un nuevo género de los Caviinos con el nombre de Cardio- mys cavinus, que me parece, si no idéntico con el de la Arvicola gigantea de BravarD, á lo ménos representar un animal bastante próximo al género cuyos molares inferiores acá describo. MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 1143 se ven las seis aristas muy altas y agudas de los seis prismas, entre cinco surcos muy profundos y muy abiertos. No hay para mí ninguna duda, que este diente ha pertenecido á un roedor, y ha sido su último molar, fijandome en la analogía del actual género del carpincho: Hydrochoerus, que tiene este mismo diente superior compuesto de doce láminas, no prismáticas, sino solamente planas y bastante angostas, con excepcion de la primera, que es bilobada, de figura de Y. Pensando que en el animal actual cada uno de los tres molares anteriores de la misma mandíbula se compone de dos lóbulos prismá- ticos de figura de V, estoy dispuesto á presumir, que el molar acá descripto es el último superior de un animal parecido, y probablemente del mismo de que ya he tratado en el número anterior bajo el nombre de Arvicola gigantea, dado por Bra- VARD; porque su curvatura pronunciada no me permite tomarle por muela inferior, siendo éstas de figura más recta en todos los roedores, que las superiores. En el car- pincho viviente, las muelas anteriores del maxilar inferior están compuestas de tres lóbulos prismáticos, cada uno con un surco al lado grueso, de figura de V, probán- dome por esto una fuerte analogía con el animal fósil, del cual se trata en el número anterior, cuya primera muela inferior está compuesta tambien de tres lóbulos, de los cuales el medio es idéntico de figura á cada uno de los seis lóbulos del otro diente molar acá descripto. Imitando el buen ejemplo de BravarD, me abstengo de darle un nuevo nombre científico, porque lo creo idéntico al animal anteriormente tratado, esperando datos ulteriores para su definicion exacta (*). 6. Otro género de roedor Existe en la coleccion de BravarD otro diente de un roedor sin nombre, que he dibujado en la lám. IL, fig. 11, un poco aumentado su tamaño. Este diente es tambien un prisma triangular, débilmente encorvado, pero el ancho de sus tres lados es diferente. Tomando el costado más ancho para el lado externo, se coloca el ángulo más agudo al anterior, el ángulo más obtuso interior, y el tercer ángulo peor pronunciado al posterior. (5) El Sr. D. FLoreNTINO AMESHINO ha descripto una muela casi igual á la de que trato, con el nombre de Caviodon multiplicatus. Boletin de la Academia Nacional de Ciencias en Córdoba, tom. VIII, pág. 63. 114 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS Sospecho una colocacion de este diente un poco oblicua, en comparacion con la línea recta de la rama alveolar que lo ha llevado. El costado externo mencionado es un poco convexo, con indicacion de un ángulo muy obtuso en el medio y una lista angosta doblada al exterior en la extremidad posterior, que se ha perdido poco por ruptura, dejando solamente un pequeño vestigio de su existencia. El costado más angosto anterior del diente no tiene ninguna otra particularidad que una curvatura débil en su extension perpendicular. El tercer costado que ha sido, á mi modo de ver, el interno ó posterior, muestra dos surcos profundos desiguales, que entran en la sustancia del diente, dividiéndola en tres lóbulos tambien desiguales. El primer lóbulo es el más grande, casi de 2 milíme- tros de ancho y 3 milímetros de largo, con arista obtusa á su extremidad; el se- gundo es mucho menor y aún más obtuso, con arista corta apénas pronunciada; el tercero es un borde elevado semicilíndrico, que corresponde á la lista doblada del lado opuesto. Tomando el diente como prisma triangular, su lado más ancho tiene 8 milimetros, el más angosto 5 milímetros y el tercero, con los dos surcos, 6 milímetros de ancho; la altura entera del prisma es de un centímetro en la esquina anterior, y de 8 milí- metros en la posterior; pero como la sustancia de todo el prisma es compacta, sin cavidad al lado inferior, que corresponde á la raíz, se prueba una longitud, por lo ménos, doble para el diente completo. La superficie masticatoria, representada en la fig. 11, muestra una capa externa fina de esmalte, y la dentina de color poco más claro en el interior de cada lóbulo, teniendo éste una pequeña cavidad central, con línea fina divisoria por todo el lóbulo, hasta los ángulos de su figura triangular. Aunque no tengo ninguna duda de que este diente ha pertenecido á un roedor, no me es posible atribuirle con certidumbre á un género ya conocido de este grupo de los mamiferos. La desigualdad del tamaño de los tres lóbulos del diente impide pensar en un género de los Caviinos, é indica, en cierto modo, un género de los verdaderos ratones; pero no conozco ningun género con dientes parecidos. Los del género Ctenomys me parecen los únicos que dan alguna analogía de figura. Por esta razon me abstengo, en nombrar un género nuevo para este diente, esperando nuevos descubrimientos, que darán más datos, para conocerlo y describir sus carac- léres. MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 115 7. Género próximo al Castor Existen en la coleccion del Museo dos dientes incisivos sin apelativo, que ya he mencionado en la página 106, al fin de la descripcion de los incisivos del Megamys, como parecidos á éstos, pero pertenecientes á otro género de roedor. De los dos ejemplares, el menor es de la coleccion de Bravarb, y probablemente el que men- ciona en las páginas 33 y 65 como próximo al incisivo del castor (Castor fiber), habiendo traido el otro un poco más largo, D. ExrrqQuE DE CárLes, del Paraná, de la misma Formacion Terciaria. Ambos son iguales en grosor, 7 milímetros de ancho y 3 milímetros de grueso en medio de la circunferencia isóceles-triangular, con lados bastante convexos y larga cara tritoria al fin, 4 modo de los incisivos de roe- dores. Por la convexidad del lado anterior termina ésta, con borde arqueado del es- malte, que cubre la misma superficie, extendiéndose tambien sobre las aristas late- rales, siendo la una bastante aguda y la otra más obtusa. En su posicion natural, la obtusa ha sido la externa del diente, y la otra más aguda la interna, tocándose con la arista correspondiente del incisivo del otro lado. Segun la configuracion de las aristas, los dos ejemplares han estado del lado derecho del animal. El esmalte, un poco más pulido y más lustroso que la dentina, tiene un color amarillo oscuro; la dentina del uno es más oscuro-amarilla, la del otro completa- mente negra. Este ejemplar tiene 3,5 centímetros de largo, el otro 5,5 centimetros, teniendo cada uno una cara tritoria terminal de 2 centímetros de largo, pero rota al borde inferior. En la superficie del esmalte se ven las arrugas finas irregulares, que ya he mencionado pág. 106; la dentina lisa incluye un pequeño centro abierto, triangular, que en el ejemplar más largo es de doble tamaño en la extremidad rota inferior, que en el otro ejemplar más corto, presentando 1 milímetro de anchura. Como los dos dientes son de igual diámetro, en su porcion bien conservada, no dudo que son de un animal adulto, es decir, del tamaño natural de la edad per- fecta; pero no de un castor, porque los incisivos de este animal son más triangular- prismáticos, con aristas muy agudas y lados ménos convexos; su figura cuadra más con el tipo de los Agutís y del Paca, que tienen en el maxilar inferior incisivos parecidos con lados bastante convexos, aunque ménos anchos. La curva poco ar- queada del prisma de los dos ejemplares prueba, que han sido incisivos del maxilar inferior. Me abslengo de dar un apelativo nuevo á objetos tan poco significativos, espe- 1446 . EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS rando ulteriores descubrimientos, para determinar mejor la naturaleza del animal al cual han pertenecido. Confieso, que no tengo idea fija sobre su afinidad con otros roedores vivientes ó extintos. 8. Anoplotherium americanum Un diente molar persistente, del lado izquierdo de la mandibula superior, que BravarD atribuye al animal nombrado, se ha encontrado en su coleccion bajo el mismo nombre, escrito por su propia mano. Doy una figura un poco aumentada de este diente en la lám. II, fig. 8, de su lado interno y lám. III fig. 19 A del ex- terno, que prueban evidentemente, que no es del género Anmoplotherium, sino de otro género bastante diferente. Comparándolo con las elegantes y exactas figuras de los dientes del Anoplotherium, dadas en la Ostéographie de BLarviLtE, pl. II, III, IV, VII y IX de dicho género, no encuentro ninguna figura idéntica á la mia; ésta es más corta en direccion antero-posterior, pero más ancha en direccion trans- versal, siendo las medidas verdaderas de las dos: 13 milímetros la primera y 15 milímetros la segunda. El lado externo de la corona del diente es más ancho que el interno; tomando aquél de 13 milímetros no tiene éste más que 10 milímetros. Al costado externo de la corona (fig. 19, A) se levantan del fondo dos lóbulos cón- cavos, poco desiguales, siendo menor el posterior, terminando cada uno hácia arriba con cúspide triangular y márgen usada por la masticacion (fig. 8), incluyendo ésta en una capa fina de esmalte casi negro la dentina más clara oscuro-amarilla, de figura angular de V. Cada lóbulo tiene en su base (fig. 19, 4) un borde bastante elevado, apénas granuloso, llamado científicamente cingulo, y una arista fuerte, que sale á cada lado del cíngulo, formando el borde lateral del lóbulo, y hallándose de este modo tres aristas fuertes al lado externo de la corona, una en el medio y las otras dos á sus bordes. Entre estas tres aristas fuertes se ven otras dos, más débi- les, una en cada lóbulo, que corren en su medio hasta la cúspide, siempre un poco más pronunciado de altura con su ascension. La porcion de la corona al lado interno de ambos lóbulos es más baja que éstos, y separada de ellos por dos cavidades profundas desiguales: la anterior, la más grande, entre los dos lóbulos, la poslerior, más pequeña, detras del segundo lóbulo. En la superficie de esta porcion interna de la corona se levantan otros tres lóbulos más bajos, cada uno con cúspide cónico-aguda y márgen usada por la masticacion. MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 1417 El primero, que en mi fig. 8 se ve al lado izquierdo, es el más pequeño, saliendo de la base del borde anterior del primer lóbulo externo y terminando ántes del medio de este lóbulo; el segundo es el más grande, y termina la gran concavidad al interior, uniéndose por una prolongacion poco encorvada con la base del lóbulo segundo externo; el tercero sale de la base de la márgen posterior del segundo lóbulo externo, y termina con un mamelon agudo ántes del medio del mismo lóbulo, Tambien estos tres lóbulos internos tienen un cingulo elevado en su base, que en los dos anteriores es muy grueso y bien representado en mi figura, á su borde izquierdo; pero bastante débil en el lóbulo tercero, perdiéndose en la sombra al lado derecho de la figura. El esmalte desciende en la circunferencia de la corona un poco abajo del cíngulo, separándose de las raíces por su color más negro y un límite bien marcado por impresion. La dentina abajo del esmalte se divide pronto en cuatro raíces separadas, que son poco divergentes hácia la extremidad y desiguales de tamaño y figura. Las dos correspondientes á los lóbulos externos son más grandes, más distantes y más anchos al principio, con base comprimida; las otras dos más cortas, más aproxima- das y más cilíndricas, con punta cónica. Tenemos en el Museo tambien un pedazo de la mandíbula inferior con un molar, que por su color y su textura cuadra exactamente con el diente de la mandíbula superior acá descripto. Este objeto ha sido traido por D. Exr1QuE DE CARLES, como proveniente de la Formacion Terciaria del Paraná, con otros restos de mamiferos terciarios de la misma formacion. No dudo que ha pertenecido al mismo animal que poseia el molar superior, á causa de la completa identidad de la sustancia, ya del diente ó del hueso adherente, dibujado (lám. Ill, fig. 19, B). El diente tiene la figura general de los molares inferiores de los Selenodontes, es- tando compuesto de dos lóbulos semilunares, incluyendo, en capa de esmalte bas- tante gruesa, de color casi negro, una dentina oscura rojo-amarilla, bien visible por estar gastada la mitad de la corona á consecuencia de la masticacion. Un cíngulo alto, poco granuloso, de la misma figura que el del molar superior, se ve en la base del lado externo de la corona, faltando al interno, con excepcion del «surco, en cada lóbulo que lo tiene. En este mismo lado hay dos surcos anchos en la eo- rona, uno en cada lóbulo, de los cuales el anterior es más abierto; pero al otro lado externo existe un solo surco muy ancho entre los dos lóbulos. Dos raices fuertes, poco comprimidas, corresponden á los lóbulos de la corona. No conozco ningun animal con molares iguales, ni entre los vivientes, ni entre los fósiles hasta hoy descriptos. La más grande similitud muestran las muelas su- periores del animal descripto por Gervais con el nombre de Anchilophus (Zool. el Paléont, franc., pág. 86, pl. 35, fig. 18), principalmente consultando las figuras dadas 118 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS por KowaLevskY (Palaeontogr., tom. XXII, pág. 216, pl. VII, fig. 19); pero en estas figuras, el lóbulo medio interno de la corona no se une con el lóbulo posterior ex- terno, sino con el surco de la gran concavidad entre los dos lóbulos. La muela in- ferior corresponde mejor á la figura de BLaxmviLtE, l. 1. pl. IX del Paloplotherium de Vaucluse (Plagiolophus ), principalmente con el molar primero del lado izquierdo de dicha figura, cuyo diente ereo ser, como el que describo, el último premolar; pero todas estas similitudes son insuficientes para decir que el animal ha sido idén- tico á una especie contemporánea de Europa. Lo mismo sucede con respecto á los animales parecidos de Norte-América; ninguna figura de muelas, en las diferentes obras de Le1nY, que he examinado repetidas veces, corresponde exactamente á la mia, no permitiéndome el identificar nuestro género con uno del hemisferio boreal, de- jando, entónces, su determinacion científica por el momento indecisa (*). 9. Palaeotherium paranense Los dos fragmentos de muelas que BravarD menciona en la página 65 de su obra precedente, son bastante insignificantes para caracterizar el animal, pero bastan para probar, que no ha sido un verdadero Palaeotherium, sino una especie del género Macrauchenia, un poco menor que la M. patachonica, fundada por Owen, y descripta por mí en el tomo I de estos Anales, páginas 52 y siguientes, fundándome en dibujos hechos por Bravarb. No hubiese sido posible probarlo por los pocos restos conser- vados en su coleccion, si no hubiese recibido, por intermedio del colector y viajero del Museo Nacional, D. ExrIQuE DE CÁRLES, muchos objetos fósiles de la Formacion (9) El Sr. D. FLoreNTINO AmEGHINO ha depositado en nuestro Museo dos moldes de los dientes del género Brachythervum cuspidatus, exhibido por él en el Boletin de la Academia Nacional de Ciencias, etc., tom. V, pág. 289, y tom. VII, pág. 103. Dichos moldes corresponden bien, por su figura y tamaño, con los molares acá descriptos, pero se diferencian por algunas cualidades distintas. Ni los superiores, ni los inferiores tienen un cíngulo tan bien elevado al lado externo de la base de la corona, y á los lóbulos externos de las muelas superiores les faltan las aristas menores medias en cada lóbulo. Consi- derando, que estas diferencias no parecen suficientes para fundar un género aparte, creo posible unir el animal acá descripto por sus dientes con el género citado, esperando nuevos argumentos de la proximidad ó de la diferencia genérica por descubrimientos ulteriores. Creo tambien un otro nuevo género del mismo autor, llamado: Proterotherium cervicoides. (1. 1. tom. Y, pág. 291) sino idéntico con el descripto acá por sus dientes, á lo ménos muy parecido, significando probablemente una especie menor ; porque las muelas de su molde, depositado en el Museo Nacional, á pesar de ser más pequeñas, tienen caractéres significativos completamente iguales. A mí me parecen ser de la dentadura de leche. MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 119 Terciaria del Paraná, y entre ellos, 25 dientes bien conservados del mismo animal, testificando no solamente la identidad completa con el tipo del género Macrauche- nia, sino tambien la existencia de tres diferentes especies de él en la época terciaria, ya ántes de la época cualernaria. He publicado últimamente una descripcion nueva detallada de la dentadura de la mandíbula superior de Macrauchenia patachonica, segun los originales de nuestro Museo, en el tomo XLVII de los Nova Acta d. l. Academ. Caes. Car. Leop. Ale- mana, pag. 237 y sig., tab. XXIII, á la cual remito al lector para compararla con la descripcion dada acá del animal, llamado por BravarD Palaeotherium paranense, explicándole por las figuras que doy en la lám. HI adjunta, no dudando que la identidad genérica de los dos animales se presentará al juicio imparcial. Para este fin debo repetir, que la dentadura completa de la Macrauchenia se com- pone de seis incisivos, dos caninos y siete muelas á cada lado de la mandibula, sea superior ó inferior, que se distinguen bien por la corona y las raíces. Los seis incisivos tienen corona y raíz simple: aquella de figura triangular, y ésta cónica, bastante encorvada. El colmillo es casi de la misma figura, tambien con raíz simple, pero ménos en- corvada y corona un poco más alta. Cada uno de los siete molares tiene corona más larga y más ancha, por lóbulos transversales, y á lo ménos dos raíces, si no tres. Dos raíces existen en el primero y segundo premolar superior y en todos los molares del maxilar inferior; los cuatro molares posteriores de la mandíbula superior tienen tres raíces: una más gruesa al lado interno, dos mas delgadas al externo. Una configuracion particular de la corona muestra el tercer premolar superior: su corona es más ancha al lado posterior que al anterior, y sus dos raíces muy fuertes son indivisas en algunos individuos, ó en otros la posterior dividida en dos ramas cónicas, á lo ménos en la punta inferior. Tengo actualmente de la Macrauchenia patachonica en el Museo Nacional la den- tadura de tres individuos de diferente edad, pero ninguna tiene todos los dientes presentes, completándose, sin embargo, perfectamente una con otra, y esto me per- mile dar la descripcion correcta de todos los dientes. Aunque no tengo del animal terciario, que le corresponde por la similitud de sus dientes, igualmente todas las clases de ellos, para efectuar su comparacion, son bas- tante en mi poder para probar su identidad genérica. Me faltan sin embargo algu- nos incisivos, pero éstos no son de importancia para el resultado de la compara- cion, siendo más ó ménos iguales en todos los Mamíferos ungulados. De los poste- riores á ellos tengo todos los molares superiores con algunos premolares y molares del maxilar inferior. En estos dientes, el esmalte es siempre puramente negro y la dentina no mucho 46 120 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS más clara, oscuro-amarilla, ó tambien negra, miéntras que los restos de los huesos adyacentes son evidentemente más claros, puramente amarillos. El esmalte es liso, muy lustroso, la dentina finamente rugulosa y ménos lustrosa. Todos los dientes tienen la figura general de los correspondientes del género cuaternario, pero son siempre más pequeños, la corona ménos alta, las raíces más largas que sus corres- pondientes, y se diferencian de ellas por un cíngulo más elevado en la base de la corona y por las aristas externas de ésta más pronunciadas, es decir, más agudas y bien unidas en la base. Tengo cuatro dientes con raíz simple, de los cuales dos son, sin duda, incisivos de la mandibula superior, de los otros dos el uno más probablemente de la inferior, el otro canino. Los dos incisivos superiores se distinguen de los otros por su curvatura más fuerte y por la corona más angosta y gruesa, conformes exactamente al primer diente incisivo de leche, figurado por GErvals de la dentadura juvenil de la Macrau- chenia patachonica (Mém. de la Soc. Gréolog. de France, U. Ser. Tom. IL, pl. 21, fig. 2%). Los dos son del mismo lado derecho de la mandibula, pero de diferente edad del animal; el uno, más viejo, tiene el esmalte de la corona solamente al lado externo, el otro, más jóven, á ambos lados, pero mucho más corlo al lado interno. El más viejo tiene 5 cenlímetros de largo y 1 centímetro de ancho en la cara mas- ticaloria de la corona, teniendo la capa de esmalte 2,5 centimetros de largo; el más jóven no tiene su raiz completa, faltándole la punta. En la corona existe el esmalte, al lado externo, de 4 centimetros de extension y al lado interno, de 1 cen- tímetro. La corona es de circunferencia triangular, pero sin aristas agudas en las tres esquinas redondeadas, de las cuales la anterior es la más obtusa, con los dos ángulos de los lados un poco desiguales en anchura. Si la raíz hubiese sido perfecta, este diente hubiese tenido una longitud de 6 centímetros en línea recta y de 7,5 centímetros por su curvatura. Siento mucho el no tener un incisivo medio de la Macrauchemia patachonica, para compararlo con este otro incisivo del animal terciario; conozco de la M. pata- chonica solamente el incisivo externo superior, que tiene la misma curvatura fuerte, pero una corona más ancha, más comprimida y ménos gruesa, con dos impresiones triangulares al lado interno, que faltan al incisivo medio de la especie terciaria. Los otros dos dientes con raíz simple he dibujado en la lám. IL, fig. 20, en 4 y B. El uno es muy pequeño, casi recto de 2,5 centímetros de largo, su corona de 8 milímetros de ancho; lo:creo del maxilar inferior. Tiene al lado externo (4) una superficie poco convexa, sin cingulo en la base y lados angulados desiguales. Al otro lado interno (4”), se ve el cingulo angosto y dos impresiones de la corona, una á cada lado, como en el incisivo externo de la Macrauchenia patachonica, pero las MENCIONADAS SIN DESCRIPCIÓN POR BRAVARD 121 del diente actual son un poco más cortas. El borde superior triangular de la corona se ha gastado un poco, probando un grosor más fuerte de ella por la línea media de su sustancia. El otro diente con raíz simple, es un poco más encorvado, á la punta de ella, y de 4 centímetros de alto, con corona de 1,8 centímetros de altura (B), que muestra en su base más angosta un cíngulo en ambos lados, hácia adelante y atras. La corona más alta tiene el borde superior solamente á un lado gastado (B”), pero una impresion longitudinal á los dos bordes, con eje medio muy elevado. Estoy dispuesto á tomar este diente por un colmillo, probablemente superior. Tengo cuatro premolares, cada uno con dos raices y corona angosta, pero lodos son del maxilar inferior, porque tienen la corona no muy alta y de figura más triangular, que los premolares anteriores altos de la mandíbula superior. De esta parte de la dentadura superior existe solamente en dos ejemplares el premolar ter- cero, bien representado por su configuracion particular. Ambos ejemplares son de distinto tamaño, tambien algo diferentes. Uno de éstos, el de mayor tamaño, lo he representado en la lám. Il, fig. 7 I y 14 en union con los cuatro molares posterio- res, visto del lado externo; es el primer diente del lado izquierdo de la figura, signi- ficado con I; los cuatro molares posteriores tienen los números I, IL, III y IV; el pri- mero con la abreviacion mol., para distinguirlo del 1 como premolar. En todos estos dientes existen tres raíces, dos al lado externo de la corona y una más gruesa pero poco más corta al lado interno. El premolar tiene encima de las raíces, en la base de la corona, un cíngulo bien pronunciado y dos aristas externas, una á cada ángulo; los cuatro molares posteriores se distinguen bien por su tamaño mayor y la presen- cia de una tercera arista en medio de la corona, entre los de los ángulos. Esta tercera arista falta siempre á los tres premolares precedentes. La presencia del cingulo en la base externa de la corona de los molares posteriores del animal terciario, es la única diferencia bien pronunciada, que distingue sus molares de los de la Macrauchenia patachonica de la Formacion Cuaternaria; en los molares correspondientes de esta especie termina cada una de las tres aristas hácia abajo separada de la inmediata, con una pequeña tuberosidad, sin vestigio alguno del cíngulo entre ellas, en la base de la corona al lado externo. Pero los tres pre- molares precedentes de dicha especie tienen el cingulo, como el de la Macrauchenia de la Formacion Terciaria, y prueba para mí evidentemente su congeneridad. He dado figuras de éste y de los otros molares en mi obra ántes citada, que muestran, con excepcion del cíngulo, una similitud completa de la composicion de las coronas de las dos especies; previniendo, que la corona de la especie cuaternaria es más alta, con raíces más gruesas y cortas, miéntras que las especies terciarias tienen corona más baja y raices más largas, probando, á mi modo de ver, una figura general del animal más pequeña, con caracléres más elegantes y más gráciles de su configuracion. 199 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS La superficie masticatoria de la corona de los mismos dientes está figurada bajo cada uno en segunda fila. La del premolar tercero se presenta en 1 A. Su superficie, muy gastada, es cóncava á los dos lados, con elevacion media transversa, que se pronuncia como esquina obtusa en medio del lado externo. Una capa fina de esmalte cubre toda la circunferencia de la corona y las dos pequeñas concavidades de ella : la una más pequeña, casi central, y la otra un poco más grande al borde interno, cerca del ángulo redondeado anterior de este lado. El cingulo es apénas indicado por dentículas pequeñas al márgen del esmalte, en la base del lado interno. Las tres raices son desiguales; la más grande es la posterior externa y la más pequeña la anterior externa. La circunferencia de la corona es de figura casi cuadrada, 1,8 milimetros de largo y 16 milimetros de ancho, con esquinas agudas externas y re- dondeadas al interior. El segundo ejemplar del premolar tercero que tengo, es más pequeño, de 15 mi- limetros de largo y 13 milímetros de ancho, pero de la misma configuracion gene- ral, aunque más elegante. El cíngulo es más agudo y las aristas son ménos altas. El lado externo de la corona tiene la indicacion de una tercera arista en su super- ficie, cerca del borde anterior, que no se une con el cíngulo á la base de la corona, dando al borde superior externo un segundo ángulo más pequeño, poco elevado. La superficie masticaloria es más angosta, por ser la circunferencia del lado interno de la corona un poco encorvada al interior de su sustancia. Las dos concavidades ovaladas están unidas por el esmalte, figurando un número «o. En la base interna de la corona existe una tercera pequeña concavidad más baja, con márgen granu- lada, que corresponde á la curva media del esmalte de este lado de la corona. Este premolar está plantado en una porcion de hueso de la mandíbula, unido con el molar siguiente, y los dos últimos existen tambien separados, pertenecientes á esta misma dentadura. Los cuatro molares posteriores, representados en la fig. Y del lado externo, se parecen, por este lado, tanto á los mismos molares del Palaeotherium magnum, figu- rados en la obra de BLarwviLte (Ostéographie, pl. V, de este género), que no puede sorprender la opinion de BravarpD al tomar su animal por un Palaeotherium. El hábil autor, que habia ántes recogido en Franeia muchos objetos del género Palaeo- theriúm, en su provincia natal, la Auvernia, depositó en nuestro Museo Nacional una serie completa de dientes de diferentes especies de Palaeotherium, que prueban que ha conocido muy bien los caracléres de este género terciario de Europa, y aún con sus conocimientos perfectos, no ha dudado el identificarlo con un género diferente de América. Prueba bastante, que, en verdad, estos dos géneros de la —misma época son parecidos, y que el uno corresponde al otro como correlativo; opinion que he explicado extensamente en mi Description physique de la République MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 123 Argentine, tom. Il, pág. 480 y sig*, y en otras obras citadas en ésta. Pero una sola ojeada exacta de la superficie masticatoria de los molares basta para probar su diferencia, teniendo el Palaeotherium dos concavidades entre sus dos lóbulos transversos oblícuos de la superficie masticatoria, y la Macrauchenia tres concavi- dades ó agujeros entre estos lóbulos transversales, que están unidos entre sí por ló- bulos secundarios centrales, y no solamente por los primitivos externos, como en el Palaeotherium. Acompaña á esta diferencia fundamental otra no ménos perspicua. En el Palaeo- therium todos los molares tienen tres aristas externas, que solamente en el primer premolar pequeño son más ó ménos débiles, y en la Macrauchenia falta siempre á los tres premolares anteriores la arista tercera media, teniendo exclusivamente los cuatro molares posteriores á ellos esta misma arista. Si BravarD hubiese visto una serie completa de molares y premolares del animal que nombra, no le hubiese to- mado por un Palaeotherium; pero no teniendo más que dos molares incompletos, su error es de todo punto bien excusable y justificado. Proseguimos nuestra comparacion de los dos géneros por los cuatro molares posteriores, como los más importantes de la afinidad sistemática entre los Mamiferos. Su figura externa la he descripto ántes, fijandome ahora en la composicion interna de la corona. Sabemos ya que ésta tiene al lado externo dos lóbulos triangulares rectos, separados por una arista media perpendicular, y terminados por otras aristas á la esquina anterior y posterior de la corona, incluso entre las tres aristas dos superficies cóncavas, que terminan hácia arriba con ángulo obtuso y hácia abajo por el cíngulo de la corona. Al lado opuesto interno desciende cada lóbulo con superficie inclinada masticatoria, en el medio convexa, hasta el centro de la superficie general de la corona, formándose de este modo un plano horizontal en su lado interno, que incluye tres ó cuatro, si no cinco agujeros, con prolongación descen- dente como concavidades cónicas al interior hasta la base de la corona, envuelta cada concavidad con una capa fina de esmalte. De estas concavidades, una ó dos son centrales, correspondientes casi al medio de la corona, las otras periféricas y unidas con el borde interno de ella, separados entre sí por lóbulos pequeños del lado interno de la corona, que terminan hácia arriba en el estado fresco de ésta, con cúspide granulada, iguales á los lóbulos principales todavía no gas- tados. | He visto tres agujeros solamente en una muela, dibujada en la fig. 15, que creo ser, por su tamaño poco menor, el cuarto y último premolar, siguiendo al tercero (1 4), entre él y el primer molar verdadero (1 1). El agujero central es casi circular, y más pequeno que los dos del borde interno, que son transverso-ovales y descien- den hasta las raíces de las muelas, pero sin entrar en ellas, porque al lado interno 194 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS cada muela tiene una sola raíz, no dos (*). Las cavidades de todas las raíces comu- nican con la gran cavidad central de la corona, pero las concavidades cónicas de ésta, que tienen sus aberturas en la superficie masticatoria de la misma, no .comu- nican con su cavidad central, sino que terminan en punta, tapada por la capa de esmalte que incluye estas concavidades cónicas. i De los tres molares verdaderos, los dos que siguen al cuarto premolar son de igual configuracion entre sí, teniendo cada uno cuatro agujeros y concavidades cónicas descendentes. La una es central, las otras tres son periféricas, como se ve en la fig. 7. HI, B. De éstas, la del medio es la más pequeña, las dos cerca de las esqui- nas, son poco mayores. Al fin, el tercero y último molar (IV, B)es de circunferencia triangular, y no cuadrada como los otros; tambien un poco más larga, terminando en esquina aguda, que corresponde á la arista posterior externa. Tiene cinco agu- jeros y concavidades cónicas: dos centrales, una para cada lóbulo externo y tres al lado interno, de las cuales la última es la más grande y la media la más pequeña. Que ésta se presente en mi fig. IV B, como dividida en dos, es un error del litógrafo; el segundo agujero á su lado está formado por ruptura del borde, que se ha perdido con su esmalte, y por esto se presenta un agujero en el borde. El último agujero más grande, á la extremidad posterior del diente, no está bien cerrado al lado in- terno, porque la márgen de esmalte se ha formado acá muy baja, y lo mismo su- cede en la muela correspondiente de la Macrauchenia patachonica; muela por muela, corresponden por su configuracion en los dos animales, y prueban de este modo ser congenéricos, con la pequeña diferencia que la corona de los dientes del uno es más alta, miéntras que sus raíces son más cortas; y en el otro, la corona es más baja y las raíces más largas. Para explicar la configuracion primitiva de las muelas, sin estar gastada la corona, es necesario saber que en el estado ántes del uso sus superficies frescas han sido crestas altas, mucho mas angostas, envueltas en capa de esmalte y granuladas todas en sus cúspides. Los dos lóbulos externos formaron enlónces una pared comun longitudi- nal, de la cual salieron al lado interno cuatro paredes transversales, separadas entre sí por concavidades cónicas, terminando cada una libremente en el lado interno de la corona. La primera y la cuarta pared transversal poco más cortas quedan siem- pre separadas, pero entre la segunda y tercera se formaba en las muelas últimas una union, por la cual la tercera concavidad central ha sido dividida en dos, re- (+) En el cráneo de la Macrauchenia patachonica, que se conserva en nuestro Museo, el diente cor- respondiente á este último premolar ha sido lastimado en el medio de la corona por afeccion cariosa, que ha producido una gran apertura casual, sin vestigio del agujero central, y por esta razon no he dibujado en mi figura anterior dicho agujero, que creo probablemente ha existido tambien en el cuarto premolar de esta especie. MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 125 presentada por los dos agujeros en la superficie masticatoria. Faltando esta division de la segunda concavidad hasta el borde interno, se han unido los dos lóbulos me- dios transversales acá de nuevo en uno solo, y de este modo se explica bien la muela de mi fig. 15, por su corona un poco diferente de la de los otros. Tengo en mi poder muelas últimas, todavía no perfectas, con lóbulos intactos de figura de paredes granuladas en sus cúspides, de la Macrauchenia patachonica, y Gervals ha figurado los incisivos, colmillos y premolares intactos del mismo animal con los mismos caractéres de la corona todavía no gastada (Mém. d. l. Soc. Géol. d.. France. 1, Ser. tom. IX, pl. XXI, fig. 2). La similitud formal completa de la com- postura de sus dientes prueba, para mí, que tambien en otros organos de animales correspondientes de formaciones separadas ha existido la misma conformidad, y que son especies congenéricas, aunque diferentes por su edad y por algunas cualidades subordinadas de su organizacion. De la dentadura del maxilar inferior tengo seis molares, de los cuales cuatro son premolares y dos molares verdaderos. Todos estos dientes tienen dos raíces, bastante largas y delgadas, como las correspondientes de la Macrauchenia patachonica, lo que prueba un maxilar casi completo, últimamente depositado en el Museo Nacional por D. Enrique pe CárLESs. Este maxilar da á conocer ahora la dentadura perfecta del animal, completando la descripcion de Gervais (1. 1.), que se fundó en un individuo jóven todavía, con los dientes de leche y los dientes persistentes germinando debajo de ellos. Sabemos, por este maxilar actualmente con certidumbre, que el número de los premolares es de cuatro, y el de los verdaderos de tres, como ya lo habia sospechado OweN en su descripcion del año 1870 (Philos. Trans. tom. 160, pág. 79). Los molares inferiores que se hallan en mi poder de las especies terciarias del gé- nero Macrauchenia, prueban una similitud aún más completa de la dentadura con la de la especie cuaternaria, tal como ésta se presenta en la mandíbula del individuo jóven recien depositado en nuestro Museo, que describiré un poco más extensamente, para facilitar la comparacion. Los seis incisivos tienen una corona triangular, bastante comprimida, convexa al lado externo, pero poco cóncava al interno por dos débiles cavidades, una junta con cada borde lateral. Estos bordes están un poco gastados hasta la cúspide. En la base de la superficie externa de la corona se pronuncia bien un cíngulo fino, oblicuo ascendente del medio hasta el ángulo anterior; pero en la superficie interna el cíngulo se pronuncia más bien abajo de las dos concavidades. La raiz es cónica y bastante encorvada. El diente canino se distingue de los incisivos solamente por su corona más ancha, con cúspide más alta; las dos concavidades internas de la corona son más pronun- ciadas y la separacion perpendicular media entre ellas es más alta, extendiéndose el 126 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS borde gastado de la márgen posterior de la corona hasta esta separacion elevada. El cingulo se pronuncia bien en toda la corona, principalmente en la superficie interna. La raíz más ancha está dividida en dos puntas terminales; hasta el medio de su lon- gitud, pero unida en una á la base, abajo de la corona. Los dos dientes premolares que siguen al canino, son completamente iguales á ésle por la figura, pero diferentes en tamaño; el cíngulo del lado externo es más elevado y la raíz dividida en- dos ramas por toda su longitud. El segundo premolar supera al primero de un cuarto del tamano, y su porcion posterior es más gruesa, como tambien la raíz correspordiente á ella. - El lercer premolar se distingue del segundo, no solamente por su tamaño mayor, sino tambien por un surco medio en la superficie externa de la corona, que la di- vide en dos lóbulos. En oposicion con este surco, se levanta en la superficie interna una columna gruesa, que asciende en cúspide cónica por encima de la superficie masticatoria, separada de los bordes de la corona por dos excavaciones profundas entre la columna y aquellos, de los cuales la anterior es más profunda, la posterior más angosta. Un cingulo perfecto termina la corona hácia abajo á las dos superfi- cies, fallando solamente en la base de la columna. - El cuarto premolar se distingue del tercero relativamente por su lamaho mayor y todas las calidades formales mejor ejecutadas. Su corona es más ancha, el surco exlerno mucho más profundo, la columna interna media más gruesa, las concavi- dades á su lado más anchas; pero tambien positivamente por dos columnas secun- darias internas, una al lado de cada borde de la corona, de las cuales la posterior es más perfecta. Sin embargo, estas columnas menores secundarias ya existen in- dicadas en el tercer premolar precedente, pero son mucho más débiles, no verda- deras columnas separadas, sino porciones poco engrosadas de la sustancia de cada lóbulo hácia la superficie interior, junto con el borde libre de éstos. Los tres molares verdaderos coinciden con el cuarto premolar en tamaño y figura, pero se distinguen por dos caractéres de la corona. Falta á la base de ésta el cín- gulo, y en el lóbulo anterior de la superficie interna la columna secundaria, miéntras que la del lóbulo posterior se presenta allí, y bien separada del borde del lóbulo, ocupando más el lado anterior de la excavacion del lóbulo. Entre sí los molares no - se diferencian sino un poco en el tamano, siendo la última muela un poco más larga y más delgada á la extremidad posterior, que las otras. | Para conocer mejor la relacion del tamaño de los dientes de la Macrauchenia pa- tachonica, adjunto la siguiente tabla, que da la anchura máxima de la corona de los inferiores en centímetros. MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 1297 Incisivos Premolares Molares La relacion de los dientes del maxilar con los de la mandíbula superior, se com- prende bien por esta otra tabla adjunta, que da las medidas de la anchura máxima de la corona de cada uno superior. Incisivos Premolares v | Molares O CR _— A A Canino ——_á— —_—>— —_—n A AR A I II TI I II 100 IV | I TI HI ESE TE, > E AO AMO PO A CAEN IS RUTA >| alejo | 28 | 30 | 3,0 | 35 [40 | 45] 42 1 Se deduce de estos números que la relacion de los dientes superiores entre sí es poco diferente de los inferiores, pero aproximativamente igual. Los incisivos y el colmillo, hasta el primer premolar, parecen igualmente anchos; de los otros supe- ran los premolares en el maxilar, y los verdaderos molares en la mandíbula; pero la diferencia es insignificante, y probablemente no es más que individual. Dejando como suficiente la descripcion de los dientes de la Macrauchenia pata- chonica, repito, que tambien los inferiores tienen sus cúspides angostas granuladas en el primer grado de su formacion, cambiándose por la masticacion en superficies angostas, poco á poco más anchas con los años de uso. En los premolares anteriores, las superficies masticatorias son de figura angular elevada, en la cuarta y en los molares verdaderos forman en cada diente dos cur- valuras semilunares, unidas en el medio del diente por una cúspide más alla al lado interno, teniendo el semilunar posterior de los tres molares verdaderos una protuberancia en el centro de su curva, que falta al premolar cuarto; éste tiene en compensación, un engrosamiento particular de su curvatura en el semilunar ante- rior. Con estos datos se hace fácil la comparacion de los dientes correspondientes de las especies terciarias. He dibujado, en la lám. IL, fig: 7 y 8, dos premolares anteriores, que creo el 47 198 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS primero y segundo de dos especies diferentes, por su tamaño desigual, pero figura correspondiente (5). El primer premolar (MI, pr. m. fig. 7) tiene una corona triangular no gastada en su cúspide, con fuerte cingulo en la base; las raíces han sido rotas en casi la mitad de su extension. Al lado interno de la corona existe una cresta perpendicular media, que la divide en dos porciones desiguales cóncavas, de las cuales la anterior es la mayor, como tambien la raíz correspondiente más larga y más gruesa. La co- rona es de 1,9 centímetros de ancho y 1,7 centímetros de alto; la raíz más gruesa se estima completa en 2,2 centímetros de largo y la más delgada 1,6 centímetros. El segundo premolar más grande (fig. 7, II), tiene la misma configuracion gene- ral, pero la cúspide de la corona está bastante gastada (Il, 4). Al lado externo se pronuncia, atras del borde anterior, una pequeña concavidad perpendicular de la corona, á la cual corresponde, á su lado interno, una fosa bien pronunciada, hasta la cual desciende la superficie masticatoria gastada, miéntras que en el borde poste- rior esta superficie es angosta y mucho ménos gastada. Las raíces se hallan rotas á más de la mitad. La corona tiene 2,3 centimetros de anchura y 2 centímetros de alto; su espesor á la base de la cresta media posterior es de 1,5 centimetros. La raíz más larga la estimo en 2,4 centímetros. Comparando con estos dos premolares los dos correspondientes menores de la fig. 8, no se encuentra una diferencia formal positiva, sino una relativa en tamano. El premolar anterior (1) tiene una corona de 1,3 centímetros de ancho y probable- mente 1 centímetro de alto, faltando la punta de la cúspide por haberse roto. El cingulo está bien pronunciado, aunque no tan alto como en la otra especie. Su márgen parece un poco granulada, pero no tan fuerte como en la figura, exagerada por el litógrafo. Las raíces están escondidas en el resto huesoso del maxilar. El segundo premolar (11) tiene la misma figura; el cíngulo se pronuncia mejor y su granulacion es un poco más fuerte. La corona tiene 1,6 centímetros de ancho y 1,2 de alto, faltando tambien un poco de la cúspide. Al lado interno se ve una alta cresta media perpendicular y una fuerte elevacion del ángulo anterior del trián- gulo de su contorno. Las dos concavidades junto á la cresta son bastante desigua- les, la anterior más ancha y más profunda hácia abajo; la cresta termina con punta sobresaliente al interior. (*) La figura 8 está dibujada segun el molde de un pedazo de maxilar inferior con cuatro dientes, que el Sr. Amecuixo ha depositado en el Museo Nacional, descripto por él con el nombre de Oxyo- dontherium Zeballozi (Bol. de la Acad. Nac. de Cienc. en Córdoba, tom. V, pág. 284). Para dar á co- nocer mejor la figura de cada diente, he dibujado los dos pequeños premolares I y ll un poco más distantes de lo que están en el molde. MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 129 Acercándose estos dos premolares, por su colocacion mas próxima del uno al otro, y el segundo del mismo modo al tercero, demuestra una buena relacion con el tipo de la Macrauchenia patachonica, porque en el nuevo ejemplar del maxilar inferior que tenemos de este animal en el Museo, todos los incisivos, el colmillo y los tres premolares anteriores sobrepasan poco el uno al otro con los ángulos infe- riores sobresalientes de la corona, del mismo modo, como en el molde; siempre po- niéndose el ángulo anterior de cada diente detras del ángulo posterior del prece- dente, lo mismo que en el molde que tengo á la vista. Poseo para mi estudio otros dos premolares anteriores, que creo son el primero y segundo de una especie diferente, un poco menor, que han pertenecido, segun el largo desgaste de la corona, á un individuo más viejo. Ambos son de diferentes lados del maxilar, opuestos entre sí. El primero es del lado derecho, el segundo del lado izquierdo del animal. Este tiene la corona gastada hasta la mitad de la altura natural, conservando sólo 1 centímetro de altura. La base angosta de la cresta perpendicular interna de la corona prueba que este diente ha sido el primer premolar. El otro premolar izquierdo está todavía más gastado y es relalivamente más pequeño; la anchura doble de la base de la cresta interna de la corona prueba que ha sido un segundo premolar de un individuo muy pequeño; su corona es 1,6 centímetros de ancho, y el resto no gastado de ésta apénas de 7 milímetros de alto. Sus raíces más gruesas prueban, con el grosor de la cresta interna, que el diente ha sido un segundo premolar. Los dos molares verdaderos los he representado en la lám. Ill, fig. 9 y 10; aquel del lado interno de la corona, y éste de la superficie masticatoria gastada. Son, pues, por su tamaño muy desigual, de dos especies diferentes, pero su configura- cion externa es igual, cada uno compuesto de dos lóbulos semilunares, bien sepa- rados. El menor (fig. 9), tiene una anchura de 2,3 centímetros en la base de la corona y una altura de 1,6 centímetros de la columna interna, que corresponde al surco profundo entre los dos lóbulos. Un cíngulo bien elevado corre por la circunfe- rencia entera de la corona, uniéndose á sus dos extremidades con la arista aguda, que termina cada lóbulo á su borde libre. Cada uno de éstos es al lado externo muy convexo, y al interno bastante cóncavo, pero no son de igual anchura, pues uno es más ancho : el uno de 1,2 centímetros, y el otro de 1,0. Segun la analogía de la Macrauchenia patachonica, el lóbulo más ancho es el posterior, y el más an- gosto el anterior. Dos columnas cónicas desiguales se levantan al lado interno de la corona perpendicularmente, hácia arriba de la base, encima del cíngulo, hasta la cúspide de los lóbulos, de las cuales la mayor corresponde al surco externo entre los dos lóbulos, la otra al medio del lóbulo mayor posterior; esta columna más baja 130 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS tiene 1 centímetro de altura, la otra más alta 1,4 centímetros. La cúspide de los dos lóbulos está muy poco gastada, y en el borde posterior del segundo lóbulo perfecta- mente intacta. Al lado externo de la corona los lóbulos descienden más hácia abajo que al lado interno; en este lugar es su altura de 2 centímetros, en el otro solamente de 1,5 centímetros. Las raices apénas desiguales son comprimidas, no enteramente cónicas, y la anterior un poco más gruesa. El otro molar es un poco más grande y mucho más gastado, pero tiene la misma conformación general, como lo prueba la fig. 10, que muestra en su superficie masti- catoria los dos lóbulos semilunares y el surco profundo entre sí, detras de la cual se levanta la columna cónica más grande, miéntras que de la otra más pequena se ve la base en el medio del lóbulo posterior. Para conocerlo mejor, son suficientes las medidas que siguen : Anchura de la cOFOMA: «ote aaa lo e OEI 3,0 cent Anchura del lóbulo anterior a A 14 » Anchura del lóbulo: posterior NATI AER 462 63 Altura, de'la:corona'al/Tadoextemnos. ctra A ia 210 5 Altura: de: la misma, alládo Interno ola lacio 142 » Altura de la columna mayor. raso as Dee A 178: -D Altura de la co ARS La longitud de las raíces es dudosa, por estar rota la punta de cada una; en la base, la anterior es un poco más gruesa, y probablemente ha sido tambien un poco más larga. Cualquier lector imparcial, que compare mi descripcion y mis fig*. 9 y 10, lám. HH, con las correspondientes de Macrauchenia patachonica, dadas por GErvals en su obra ya citada (1. 1. pl. XXI, fig*. 13 y 13 a) debe conceder la identidad genérica de dos animales con dientes tan semejantes, comprendiendo que la pequeña diferencia en la altura de la corona y la presencia del cingulo más elevada, es diferencia especifica de los dos animales, separados por un intervalo grande de la edad de su existencia en la superficie de la tierra. Me falta todavía hablar de los dos dientes posteriores de la otra especie del mismo género, representada en mi fig. 8, III y IV, lám. MI. Estos dos dientes son, segun su analogía con los ántes descriptos, el tercero y cuarto premolar. Ambos se componen de dos lóbulos semi-lunares, separados por un surco profundo al lado externo. El tercer premolar (fig. 8, MI), corresponde por su figura al mismo diente del maxilar de Ma- crauchenia patachonica, que posee ahora el Museo Nacional. Una columna alta del medio del lado interno significa la union de los dos lóbulos en este lado, y se continúa MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 134 hácia atras por el interior del lóbulo posterior, dejando de la cavidad central del ló- bulo, sólo un pequeño surco ántes de la arista posterior del diente, miéntras que el lóbulo anterior tiene una pequeña columna accesoria al lado interno, casi junto con la arista anterior. Toda esta configuracion es idéntica á la del mismo diente de dicho maxilar de Macrauchenia patachonica, la única diferencia la presenta el cingulo más grueso y más alto en el diente más pequeño de la especie terciaria, siendo el cingulo de la especie cuaternaria, aunque perfecto, más fino y ménos elevado. Del mismo modo corresponde el cuarto premolar (fig. 8, IV) al cuarto del maxilar en nuestro Museo. Los dos lóbulos del diente están más profundamente separados, aun- que unidos al lado interno por una columna cónica más gruesa, un poco gastada en su cúspide, como tambien las cúspides de los dos lóbulos. El lóbulo anterior tiene un pequeño engrosamiento junto con su arista anterior; en el medio del lóbulo posterior se distingue bien una segunda columna cónica central, gastada, como la mayor, pero aún más que ésta. El cíngulo es bastante pronunciado en toda la base de la corona, pero con excepcion de la de las dos columnas cónicas, faltando del mismo modo tam- bien en las de la especie cualernaria. El premolar tercero tiene en la base de su corona 1,8 centímetros de longitud, y el cuarto 2,2 centimetros; la altura de la corona es de 8 milimetros en cada uno al lado externo del diente, pero un poco más baja al lado interno. -Concluyo con estos datos la descripcion de los dientes de las Macrauchenias que existen en mi poder, añadiendo que del esqueleto tenemos en el Museo dos huesos, que pertenecen, por su figura y estructura al género Macrauchenia, probando por su si- militud con los de la especie cuaternaria, que todo el esqueleto ha sido igualmente parecido, como los dientes entre sí de las diferentes especies del género. El uno de los huesos es el cuerpo de una vértebra dorsal, pronunciado bien por las caras articulares de costas, que se han conservado en él. Este cuerpo vertebral tiene la figura triangular isóceles, con ángulo obtuso hácia abajo, que es la general de los Ma- miferos, y prueba por las caras articulares para las costillas, bien distinguibles al án- gulo anterior y posterior superior de cada lado, que ha sido probablemente de la última vértebra dorsal. Tenemos en el Museo la misma vértebra de la Macrauchenia pata- chonica; tiene 7 centímetros de largo, 5 centímetros de alto, y su cara intervertebral anterior 6,5 centímetros de ancho, la posterior casi igual. La vértebra correspon- diente fósil tiene 5 centímetros de largo, 4,5 centimetros de alto y 5,3 centimetros de ancho en su cara intervertebral anterior, pero 5,6 centimetros en la posterior. En esta se ha conservado la cara articular para costilla, altamente sobresaliente ; de la cara ar- ticular anterior se ve un pequeño resto, que la indica bien. Tomando los molares posteriores de la mandíbula superior como modelo de la com- paracion, se ve, que el de la Macrauchenia patachonica es de 4,5 centimetros de largo, 132 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS y de las tres especies fósiles el molar más grande mide 3 centímetros de la primera, 2,4 centímetros de la segunda y 2,0 centímetros de la tercera. Creo, por estas medidas, que la vértebra fósil ha pertenecido á la más grande especie, es decir, á la primera de estas tres. El segundo hueso que se halla en mi poder, es el metatarso interno del pié derecho, y corresponde, por su figura, exactamente al mismo hueso de la Macrauchenia pata- chonica, con la diferencia de ser más pequeño y relativamente más grácil. El hueso correspondiente de la especie cuaternaria ha sido representado por BravarD en el tom. I, lám. TI, fig*. 9 y 10 de estos Anales. Su original se reconoce fácilmente por la ligera curvatura al lado interno, tiene 19 centímetros de largo y 4 centímetros de grueso en el medio. El hueso fósil terciario tiene la misma curvatura, y mide 12 cen- tímetros de largo con 1,5 centímetros de ancho en el medio. Su gracilidad prueba, que el pié de la especie fósil ha sido relativamente más angosto, que el de la especie cuater- naria. Creo, por su longitud, que ha pertenecido á la especie más grande de los tres de la época terciaria, porque por el tamaño de las vértebras, corresponde más á ésta. Si la vértebra de la especie cuaternaria es de 7 centímetros de largo y su metatarso ex- terno 10, los mismos huesos de la especie terciaria más grande están casi en igual rela- cion entre si; la vértebra, teniendo 5 centímetros, exige un metatarso de 13 centímetros, y el que tengo á la vista es de 12 centimetros ó 12, 2 con la cresta media terminal ar- ticular para la primera falange. Tiene tambien, al lado interno de su cara articular superior, una pequeña cara accesoria de articulación, para el resto de un dedo pri- mero, lo mismo que la Macrauchenia patachonica en este lugar. Todavía me resta hablar de las tres especies diferentes, ya ántes mencionadas. Se distinguen bien por el tamano de las muelas, todas menores que las de la Macrauchenia patachonica. Si esta especie corresponde, por su tamaño general, á la estatura de un caballo fuerte y grande, las otras tres especies se parecen, por su estatura, á la mula, al burro y al carnero, ó al cabron. Como no existe hasta hoy en mi poder, más de cada una de las tres especies, que algunos dientes, principalmente muelas, solamente puedo hablar de éstas, para fundar las diferencias específicas. MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 133 1. Macrauchenia paranensis. Palaeothervum Paranense, BrRAvArD, ántes pág. 65, 86 y 87. GERVAIS, Addit. aux rech. s. |. Mammaf. foss. de ' Amér. Mérid., 1. 1. pág. 328. Scalabrinitheríum Bravardi, Amecuino, Bolet. de la Acad. Nac. de Cienc. en Córd. T. V, pág. 108 y 281. Tom. VIII, pág. 82. De esta especie, del tamaño de una mula regular, tengo el incisivo medio superior, cuatro muelas superiores y tres inferiores, de las cuales dos son premolares. Los he dibujado en la lám. III, fig. 7, FIV y el inferior, fig. 10 de la superficie masticatoria, como fig. 15 y fig. 7, II B., IV B, la de las últimas muelas superiores. Segun el tamaño ántes dado de cada diente, páginas 120 sig., la estatura general del animal está calculada una cuarta parte menor que la Macrauchenia patachonica. Tengo á mi disposicion tambien dos moldes, depositados en el Museo Nacional por el Sr. AMEGHINO, como representantes del animal nombrado por él Scalabrini- therium Bravardi. El uno es el de las dos muelas descriptas por dicho autor, 1. 1. tom. V, pág. 283, el otro de un pedazo del maxilar inferior con tres muelas, que creo son el segundo y tercer premolar persistente, y el tercer molar de la dentadura de leche, todavía no cambiado, descripto 1. l. pág. 282. Los dientes de estos moldes corresponden, en tamaño y figura, á los ántes acá descriptos, y dan la seguridad, que son de la misma especie, áun de individuos poco desiguales de tamaño. Calculando, segun mis medidas, la estatura general del ani- mal, se deduce que es igual á la de una mula. DENTADURA SUPERIOR DE LA MANDÍBULA Incisivos Premolares Molares BB || Canino || ————— — I II TI I IU TI IV Il HI A - 9 ie a E A ML SA ¡E Is [ER DENTADURA INFERIOR, Ó DEL MAXILAR | ? 2,0 | 2,3 | 2,6 134 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS 2. Macrauchenia media De esta especie tengo siete muelas, cuatro de la mandibula superior y tres de la inferior. Son del mismo modo un poco más pequeñas, como las de la especie prece- dente, en comparacion con los dientes de la Macrauchenia patachonica. Los cuatro superiores, son : el tercer premolar, el original de mi fig. 71 y 14, tres molares verdaderos: el uno, el primero, segun su colocacion, los otros dos del segundo. Sus coronas tienen las siguientes medidas longitudinales : Premolar III: 1,8 centímetros; molarl: 2 centímetros ; molar II: 2,4 centímetros. Los inferiores son el segundo y tercer premolar, con el primer molar dibujado en mí fig. 9, lám. IT. La longitud del segundo premolar, es de 1,8 centímetros, la del tercero 2,0 y la del primer molar de 2,4 centímetros. Parece que esta especie, del tamaño de un burro regular, coincide con el Scala- brinitherivm Rothii de Amecuino, Bol. de la Acad. de Cienc. en Córd., tom. VIII, pág. 91. Vindico para ella el colmillo de mi fig. 20, B y B”, de la lám. MI, que creo sea un superior. 3. Macrauchenia minuta De esta especie muy elegante y grácil tengo seis muelas y un incisivo. Este último lo he dibujado en la lám. Ill, fig. 20 A y 4”. Las muelas son seis superiores. Entre ellas figura el premolar HI, ántes desa cuya corona tiene 1,6 centí- melros de longitud, y una pequeña cresta secundaria externa menor. Otras tres muelas son molares verdaderos, y corresponden á las I, II y III de esta categoría. El molar I tiene 2 centímetros de largo al lado externo; el II es igual á éste y el HI un poco más corto, de 1,8 centímetros. La elegancia de la configuracion se presenta en la finura del esmalte, las aristas muy agudas, el cingulo angosto, igual- mente agudo, la corona muy baja y las raices finas muy puntiagudas. MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 135 Vindico para esta especie el molde depositado en el Museo por el Sr. AmEGHINO con el nombre de Oxyodontherium Zeballozi, ántes ya citado, pág. 128, como repre- sentando el maxilar inferior de una especie muy pequeña. 10. Toxodon paranensis, LAURILLARD D'OrmicnY, Voy. de 'Amér. Mér. tom. III, pt. 4, pl. VIIL, fig. 4-3, pág. 442. AmecHixo, Bol. de la Acad. Nac. Cienc. en Córd. tom. V, pág. 279, y tom. VIII, pág. 70. Recibimos, por este género particular, un segundo ejemplo, de que animales de diferentes épocas geológicas pueden ser congenéricos, distinguiéndose poco por al- gunas cualidades subordinadas, pero conservando bien sus caracléres genéricos, claros y distintivos, aunque especificamente diferentes de las especies de la forma- cion posterior. La descripcion del húmero de la especie terciaria, dada por LAURILLARD (1. 1.), prueba evidentemente, que ella no es idéntica á una de las dos cuaternarias, lo que ya habia dicho (%) en mi primera obra sobre Toxodon; y esta opinion se me ha confirmado por el exámen ulterior de los cuatro dientes de esta especie terciaria, as actualmente en el Museo Nacional, probando bien que ella es diferente y poco menor que las cuaternarias, aunque muy parecida por su estatura general y sus caracléres genéricos. Los cuatro dientes, que tengo á la vista, son la segunda y quinta muelas supe- riores y dos cuartas del maxilar inferior. Tienen un color casi negro, siendo prin- cipalmente el esmalte puramente negro y la sustancia dentina un poco más clara, de color pardo negruzco; probando, por este color oscuro, en oposicion con los dientes de las especies cuaternarias, que tienen siempre un esmalte puramente blanco, y la dentina ménos oscura, de color amarillo claro, que son de la misma formacion geológica, como los dientes de Macrauchenia, ántes descriptos con el mismo color negro ú Oscuro. De la segunda muela tengo dos ejemplares, un poco desiguales en anchura, dando un dibujo de la superficie masticatoria en la lám. II, fig. 12, del tamaño (4) Véase: Anales del Museo Público de Buenos Aires, tom. I, pág. 279. 418 136 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS natural del más ancho. Tiene una circunferencia oval, la curvatura anterior más obtusa que la posterior, un poco más sobresaliente, y su corona cóncava, con líneas negras finas concéntricas en la dentina amarilla y un centro más profundo con indicación de una apertura media, como continuacion del vacío abierto en la raiz hácia arriba. Su contorno incluye en la superficie de la dentina dos fajas de esmalte, una más ancha al lado externo y otra más angosta al interior. Aquélla principia en la curvatura anterior, abrazándola poco y extendiéndose hácia atras, hasta el medio de su superficie externa. La otra ocupa la anchura máxima del lado interno, propagándose un poco más á la anterior que á la posterior curvatura. Cerca de ésta se pronuncia, en la dentina al mismo lado interno, un surco débil en la circunferencia. El diámetro longitudinal de uno de los dientes es de 2,4 centimetros el transversal de 1,5; el otro tiene 3,0 del longitudinal con 1,8 transversal. De la altura de los dos falta mucho, pero tienen la cara masticatoria intacta. El más perfecto es de 3,9 centímetros de alto, con cavidad ancha cónica en la raiz de 2 centimetros de profundidad. La muela posterior, que creo la quinta del lado derecho, es casi perfecta, fal- tándole poco en las esquinas de la corona. Esta, de 5,9 centímetros de largo, y 2,4 centímetros de amplitud en el medio más ancho; la altura general, de la raíz hasta el borde intacto de la corona, es de 12 centímetros con la curvatura y 10 en línea recta. Al lado externo convexo tiene el diente una capa ancha de esmalte, que principia en medio del borde encorvado anterior, y se extiende hácia cuatro partes de la anchura, restando una quinta parte cerca del borde posterior no ta- pada. En la superficie externa del esmalte se reconocen dos elevaciones perpendi- Culares, como ángulos muy obtusos, dividiendo esta superficie en tres fajas des- iguales, de las cuales la anterior es la más ancha y la media la más angosta. Al lado interno opuesto tiene el diente un pliegue fuerte casi en el medio, como lo muestra mi fig. 11, lám. II, que separa un lóbulo inclinado del diente de su otra sustancia. Este lóbulo está tapado en la superficie libre con una larga capa de es- malle 2,5 centímetros de ancho. Otra tercera capa de esmalte se ve en el pliegue de la corona, tapando las dos superficies del pliegue, excediendo más hácia la cur- vatura terminal posterior del diente sin tocarla, y terminando en medio del lóbulo posterior, detras de un surco fuerte perpendicular, que la capa de esmalte tiene en esta region de su extension. De este modo, la curvatura posterior no liene capa de esmalte, formado de la dentina libre. En el interior de la dentina se observa una linea media paralela á las superfi- cies del diente, como continuacion de la cavidad en la base correspondiente á la raíz, y esta línea media se continúa tambien por el lóbulo separado interno. Por líneas finas radiales en el interior de la dentina, saliendo de la linea media más MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 137. gruesa, esta sustancia del diente parece acumulada en capas perpendiculares. La masa de la dentina es amarilla, pero estas líneas y la superficie externa son pura- mente negras, como el color del esmalte, distinguiéndose la dentina del esmalte por un lustre menor y una superficie ménos pulida. Comparando esta muela quinta con la correspondiente de Toxodon Burmeister?, la única especie de nuestro Museo que tiene todas las muelas perfectas, ésta se muestra de tamaño completamente igual, es decir, la corona 5,9 centímetros de largo y 2,4 de ancho. Tambien tiene al lado externo los dos ¿ngulos obtusos, como listas del esmalte, y la anchura de las fajas internas iguales. La única dife- rencia notable que observo, existe en la forma general del esmalte, de la superficie exlerna, que parece poco cóncava en la especie cuaternaria, y poco convexa en la terciaria, dando al diente de ésta una apariencia más sólida y más maciza. Las dos muelas inferiores del maxilar, que tengo á la vista, son iguales entre sí y corresponden por su figura á la cuarta del lado izquierdo del animal. Cada una es bastante menor que la misma muela de las dos especies cuaternarias, pero casi exactamente idéntica en su configuracion. Siendo la dimension longitudinal de la corona de 3,6 centímetros y su anchura transversal de 1,0 centímetro, le sobrepasa algo la misma muela de las dos especies cuaternarias, con 4,2-4,5 centímetros de longitud y 1,4-1,5 centimetros de anchura del lóbulo anterior. Por lo demas, son idénticas en construccion general. El lado externo está cubierto por una capa de esmalle, que abraza las extremidades anterior y posterior con su borde doblado, ocupando la mitad de la cara de dicho borde y estando ambos redondeados al ángulo externo. Un fuerte surco perpendicular divide la capa del esmalte en dos columnas desiguales, separando la anterior de 8 milimetros de anchura de la otra poslerior de 2,5 centímetros. Al lado interno tiene la muela tres surcos perpendi- Culares, que separan su superficie en cuatro lóbulos. Los dos medios están cubiertos con una capa de esmalte, que forma pliegues angostos oblícuos al interior de la pentina. El lóbulo primero anterior es en su superficie sin esmalte, formado de dentina libre, con ángulo interno bastante agudo, pero ménos sobresaliente que en las muelas correspondientes de las especies cuaternarias. El segundo lóbulo es el más angosto y el tercero una mitad más ancho, cubiertos los dos de esmalte. El cuarto lóbulo tiene la anchura del primero, y una capa angosta de esmalte en su borde anterior, que la acompaña por toda la altura de la muela. En la relacion de estos lóbulos internos de la muela entre sí existe un buen carácter especifico, para distinguir la especie terciaria de las cuaternarias, que tienen el cuarto lóbulo interno mucho más angosto y no más ancho que la mitad de la anchura del primer lóbulo, miéntras que en la especie terciaria los dos Jóbulos, el primero y el cuarto, son de igual anchura. Esta diferencia es de mucho valor, considerando que 138 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS los dos lóbulos medios son de igual anchura en todas especies, es decir : el tercero un poco más ancho que el segundo, pero los dos más angostos que el primer lóbulo. Los dos dientes tienen la superficie maslicatoria de la corona, y el uno tambien los bordes de la raiz bien conservados. Calculando por estas indicaciones la altura entera de la muela, se prueba que ha sido poco más corta que las de las especies cuaternarias, no superando 10 centimetros de altura. La superficie masticatoria es un poco cón- cava, con linea media impresa, paralela al contorno externo del diente, como conti- nuacion de la concavidad de la raíz hácia arriba. Esta concavidad asciende hasta el medio de la altura del diente. El prisma entero no es del todo derecho, sino un poco encorvado en dos direcciones : la una al lado longitudinal, siendo el borde anterior un poco cóncavo y el posterior algo convexo; la otra en direccion transversal, un poco convexa la superficie externa y algo cóncava la interna, distinguiéndose bien de las muelas superiores por su poca curvatura, miéntras que éstas tienen una mucho más fuerte. Las especies cualernarias muestran la mismas curvaturas de las muelas, pero se halla en mi poder una muela inferior de otra especie terciaria, mucho más pequeña, que se distingue, entre ótros caractéres, por la curvatura opuesta del prisma de la muela al lado externo. 11. Delphinus (Pontistes) rectifrons Tenemos con esta especie un nuevo caso de identidad casi genérica de un animal terciario con géneros de una época posterior, y áun con la época actual, porque la especie que aquí tratamos, es, si no un verdadero delfin, álo ménos un animal con muchos caractéres de los que todavía viven en los mares de la tierra. El cráneo que se conserva en la coleccion de BRAvARD, es Casi igual por su tamaño al mismo del Delphinus microps (*), la especie más comun en el Océano Atlántico cerca de nuestras costas, é indica un animal de igual estatura general. Doy de él una figura, (5) Véase : Descr. phys. de la Républ. Argent., tom. III, pág. 534. El finado D. Pasto Gervais coloca esta especie en la subdivision de los Delfines, llamada Sotalia (Ostéogr. d. Cetac, texte, pág. 594), asociándola al D. brasiliensis y D. guyanensis; segun los ejemplares de nuestro Museo es un Eudelphinus, fácil en reconocer por la alta elevacion del paladar, acompañada por dos surcos profundos á su lado, como la describe tambien su autor Gray. (Zool. Ereb. et Terr. I, 42, pl. 25.) La Phocaena crassidens de Owen, Brit. foss. Mammal., pág. 516, fig. 213, á la cual Bravaro alude en su nota (**) pág. 86, es una Orca, de tamaño más que el cuádruplo de la especie terciaria acá descritpa, con la cual no tiene nada más de comun que ser un Delphinoides. MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 139 vista por arriba y por abajo, en la lám. II, fig. 12, A y B, en una tercera parle de su tamaño natural. Pero examinando su configuracion más detalladamente, se encuen- tran algunas diferencias subordinadas. Estas diferencias se notan principalmente en la region de la apertura nasal externa del lado superior, y de la misma interna del lado inferior; pues sobre estas dos regiones del cráneo hablaré más en extenso, dejando los otros sin descripcion detallada, porque son como en casi todos los Delfines. Visto del lado superior, tiene nuestro delfin actual del Océano Atlántico, como otras muchas especies, una figura asimétrica de la region rasal, siendo el lado derecho más ancho que el izquierdo; y á consecuencia de esta asimetría, la línea media del cráneo, significada por el tabique nasal del vómer, se dirige más al lado izquierdo, dismi- nuyendo todo este lado de la cavidad de los sesos en contra de la otra derecha. El delfin fósil terciario no es configurado así, sino simétrico, los dos lados de igual tamaño, asemejándose más al tipo de otra especie de nuestras costas, la Pontoporia (6 Stenodelphis) Blainvillei, descripta por míen los Anales del Museo Público de Buenos Aires, tomo l, pág. 389, láminas XXIIEXXVI!I1. Esta semejanza está bien representada en mi figura 12, 4, visto el cráneo de arriba, comparándola con mi anterior en dichos Anales, lam. XXV, fig. 2, de la Pontoporia, y se ve en ella una identidad casi completa de los dos animales, respecto á su region nasal, que me ha inducido á creer que todo el cráneo sea igualmente idéntico, lo que no es, en verdad, perdiéndose bastante la conformidad en otras partes. Dicha fig. 12, A muestra en medio del cráneo las dos aperturas nasales, separadas por el tabique vómer, perforando la porcion anterior del cráneo casi perpendicular- mente y saliendo en la superficie inferior, fig. 12, B, con otras dos aperturas un poco más grandes. En la superficie superior están abrazadas estas aperturas por dos ele- vaciones, como almohadillas de figura de riñones, que pertenecen al hueso de la man- díbula superior, completamente idénticas á las correspondientes de la Pontoporia ac- tual. Una prolongacion angosta de estas almohadillas hácia adelante, formando un triángulo isóceles, dividido por sutura media un poco abierta en dos mitades iguales, separa los dos huesos angostos intermaxilares, que se tocan hácia atras con las almoha- dillas de los mandibulares, y acompañan á éstos hasta la punta prolongada del rostro, desgraciadamente roto,por su porcion mayor. Dos suturas rectas, bien visibles, separan los intermaxilares, por toda su extension, de los maxilares, dejando salir éstos al lado externo de los intermaxilares, como borde lateral del rostro, poco amplificado al prin- cipio por un ángulo obtuso, sobresaliendo moderadamente en la base lateral del rostro. Por el ancho de esta region, y su figura, el rostro de Delphinus rectifrons no se pa- rece á la Pontoporia, que tiene un rostro muy angosto, de circunferencia casi cilíndrica, miéntras que nuestra especie terciaria tiene un rostro deprimido, más ancho que alto, con márgenes laterales agudas. Su anchura es, en la base, entre los dos ángulos sobre- 140 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS salientes, de 8 centímetros, disminuyéndose poco á poco hasta adelante, para terminar en punta. Esta punta falta al ejemplar que se halla en mi poder, restando solamente una porcion de 10 centímetros de largo, desde el ángulo basal hasta la ruptura, que tiene 3,9 centímetros de ancho; pero puedo calcular que por la disminucion sucesiva de la anchura, el rostro ha tenido la longitud entera de 28-30 centímetros, es decir, casi el mismo tamaño del rostro del Delphinus microps de nuestras costas. Los bordes del rostro han estado armados de dientes, de los cuales dos se han con- servado, que están dibujados de tamaño natural en la fig. 12, C. Cada uno tiene una raiz cónica, un poco encorvada en la punta, de 1,8 centímetros de largo y 5 milí- metros de ancho en la base. La corona, encima de la raíz, es de 7-8 milímetros de alto, cónica, bastante gruesa á la base, terminando con punta aguda bruscamente encor- vada. Los alvéolos ocupan con su abertura el borde inferior del rostro, y ascienden por el hueso mandibular en direccion encorvada hácia arriba, con su punta dirigida hácia atras, hasta la sutura del intermaxilar. La porcion conservada del rostro tiene 10 alvéolos al uno y 9 al otro lado, lo que permite calcular el número de los dientes en cada lado de la mandibula á más de 36, probablemente á 40-42, porque los últimos dientes de la punta son generalmente un poco menores, como tambien los primeros de la base. El Delphinus microps tiene dientes mucho más pequeños, de figura cónica grácil, pero la distancia de los alvéolos entre sí es poco mayor que en la especie ter- ciaria, cuyos alvéolos se acercan mucho, y por esta razon asciende el número casi á la misma cantidad, es decir, de 48-50 dientes en cada borde de la mandíbula. La Ponto- poria tiene 52-58 dientes, y esta cantidad se conserva aproximadamente en muchas especies típicas con pico largo, sin sobrepasar este número. El maxilar inferior de la especie terciaria no se ha encontrado aún, y por esta razon no puedo decir nada definitivamente de su configuracion. Sin embargo, la construc- cion deprimida del rostro, con los bordes laterales agudos, que es lo regular en las especies típicas actuales, deja presumir que el maxilar inferior ha tenido tambien la configuracion de estas mismas especies, y no la cilíndrica, con larga sutura de la barba y surco profundo longitudinal á cada lado externo, como la de la Pontoporia. La composicion de la punta del rostro parece tambien conforme al tipo de los verda- deros Delfines con pico largo angosto de la época ectual. La fig. 12, B' muestra entre ambas mandíbulas el principio de un hueso angosto, intercalado en la sutura media del paladar. Este hueso es el tabique de la nariz (vomer ), que separa su cavidad en dos tubos paralelos. No avanza generalmente este hueso hasta la punta del rostro, sino que termina en el medio, ó un poco ántes; la punta misma está ocupada por otros dos huesos angostos, intercalados entre los mandibulares, y estos huesos son los inter- maxilares, que siempre ocupan la porcion más sobresaliente de la mandíbula de los mamiferos. Como la compostura del rostro del delfin terciario corresponde más al tipo MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 144 de los Delfines actuales con pico largo, diferenciándose mucho del de la Pontoporia, es de presumir, que tambien la punta de su rostro ha sido más parecida á sus modelos actuales. En donde la base del rostro se toca con el resto del cráneo, principia la frente como dilatación lateral, que sobrepasa con ángulo agudo en cada lado la cavidad del ojo, hácia abajo abierta, si falta el hueso zigomático angosto estilóideo, que fácilmente se pierde por su gran fragilidad. Nada se ha conservado de este hueso en el cráneo que describo, como lo muestra la fig. 12, B visto de abajo. Un ángulo sobresaliente pare- cido, sobre la órbita es un carácter general de todos los Delfines actuales, aunque su borde anterior es generalmente más oblicuo que en la especie terciaria, y por esta razon ménos pronunciado. La Pontoporia tiene una cresta alta en esta porcion del cráneo, que falta á los Delfines típicos; el delfin terciario muestra algo semejante al tipo de Pontoporia, aunque su cresta es mucho menor y más externa, inmediatamente al borde de la órbita. Esta cresta se prolonga al lado de la frente hácia el vértice, cam- biándose en arco transversal en la cúspide del cráneo, más ó ménos bien pronunciado en todos los Delfines. No ha faltado tampoco este arco al delfin terciario, como lo prue- ban los restos conservados de los huesos del cráneo de esta region, que han servido para dibujar la fig. 12, A. Tambien á los lados posteriores se continúa dicha cresta de figura dearco descendente atras de la gran fosa temporal, como en los Delfines actuales. No hay duda, que dicha region posterior de la gran cavidad de los sesos ha sido figurada como en todos los Delfines, aunque no siendo posible restaurarla bien con los muchos pequeños pedazos conservados de los huesos de la frente, del vértice y del occipital; pero afortunadamente existen partes bastante bien conservadas, para probar su figura entera tal como la he dibujado. Tengo en mi poder las dos apófisis zigomáticas del temporal con el uno de estos huesos casi perfecto ; tambien el centro del occipital, con el gran agujero, acompañado de los dos cóndilos ilesos; al fin la base posterior del cráneo, con las altas alas esfenóides, que son una calidad general de todos los Delfines actuales. Se calcula, por estos restos, que el agujero occipital ha tenido 3 centímetros de alto y 2 ”/, de ancho en el medio, pero un poco más ancho hácia arriba. Los dos cóndilos son 1 */, centímetros distantes en la base del agujero occipital; cada uno es de figura elíptica, de 4 centímetros de alto en su curva, y 2,5 centimetros de ancho en el medio. Las alas esfenóides son de 2,8 centímetros de alto descendentes hácia abajo, y la apó- fisis zigomálica del temporal es de 5 centimetros de largo y 3 de ancho en su base, en donde se encuentra la cara articular oval para el maxilar inferior, que tiene 4 centi- metros de longitud. Se sigue de estas medidas, que la cavidad de los sesos ha tenido una extension longitudinal de 12 centímetros y una anchura media de 10; si no exacla- mente justo, á lo ménos, aproximadamente exacto. 142 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS No hablaremos de la configuracion de la porcion posterior del cráneo; mi fig. 12, A la muestra bastante bien restaurada, con circunspeccion. Las partes dibujadas de color amarillo existen conservadas, las puramente blancas faltan. Pero me resta hablar de la region de atras de las aperturas superiores de la nariz, que presenta algunas calidades particulares. En esta region del cráneo tienen todos los Delfines actuales una elevacion huesosa más ó ménos alta, que pertenece al hueso de la frente, con el cual se unen hácia adelante los huesos de la nariz, que dan á esta tuberosidad una figura bipartida, ó bilobada. La direccion principal de la elevación, es transversal, siendo la parle an- terior más elevada, formada por los huesos de la nariz, y la posterior descendente hácia atras de los huesos de la frente. Esta configuracion general se modifica en la Pontoporia de tal modo, que la direccion principal de la elevacion es la longitudinal, disminuyén- dose mucho hácia atras en anchura, pero conservándose igualmente alta. Nuestro delfin terciario sigue exactamente el tipo de la Pontoporia. La elevacion atras de las aperturas superiores de la nariz, que se ha conservado bien en el cráneo, sin ser deteriorada, es de 3 centímetros de largo y de 3 centímetros de ancho en la por- cion anterior más ancha, pero solamente 1,5 centímetros de anchura en la porcion posterior. La márgen aguda anterior más sobresaliente mide 2,5 centímetros y tiene una pequeña punta media; despues se eleva poco hácia atras y se pierde entre dos altos tubérculos alargados, que están formados por los huesos de la nariz. Una sutura débil, apénas visible (*), los separa de la porcion más angosta de la elevacion, que per- tenece á los huesos frontales, y desciende un poco hácia atras desde la altura máxima de los dos tubérculos alargados. Un surco profundo, que separa entre sí los tubérculos longitudinales, se pierde al fin de ellos, dejando indivisa la porcion posterior, que es de los huesos frontales. En la fig. 12, B se presenta al principio el paladar, formado por los dos huesos maxi- lares, y el angosto vómer entre ellos, con los alvéolos indicados en el borde de aquéllos. Se reconoce bien que la base del paladar es una superficie homogénea, un poco incli- nada hácia adelante, sin vestigio de la alta elevacion media, terminado á cada lado por un surco profundo, que distingue los Delfines típicos (Eudelphinus ) de los otros. Nues- tra especie terciaria se asocia más, por este carácter, á las subdivisiones llamadas Pro- delphinus y Delphinorhynchus, aunque la corona crasa de los dientes, de figura de una cebolla, la diferencia bastante de estos grupos con dientes finos elongado-cónicos. Sigue tambien en esta region del paladar al tipo de la Pontoporia, como no ménos por la aparicion de la punta posterior del vómer entre los huesos terigóides, que cubren completamente el vómer en los Delfines típicos. Por una muy afortunada casualidad, (*) Por esta razon no está indicada en mi figura; la sutura existe al fin de los dos tubérculos alar— gados, blancos en mi figura, porque son más claros por la iluminacion natural. MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 143 se ha conservado dicho hueso muy frágil, á lo ménos á un lado del cráneo de nuestro delfin terciario, y bastante bien, para conocer, que ha tenido la configuracion del mis- mo hueso de la Pontoporia, siendo un lóbulo triangular, que desciende hácia atras, compuesto de dos láminas huesosas muy finas, distantes entre sí, para incluir un vacío angosto, como un sinus, en su sustancia. Una prolongacion del borde posterior del ló- bulo triangular terigoídeo corre al lado hasta las grandes crestas laterales de la faringe, paralela á ella, exactamente como en el cráneo de Pontoporia, uniéndose con las alas laterales del hueso esfenóides y terminada en ellas. Entre los dos lóbulos triangulares de los dos terigóides, se ve, sobresaliendo hácia atras, la base fuerte y ancha del vómer, que se une con el centro del esfenóides, ocupando este hueso el medio de la superficie inferior del cráneo, tocándose hácia atras con el cuerpo central del hueso occipital, y dando con él la base de las dos altamente descendentes crestas de la faringe, -que dis- tinguen, como calidad comun, la configuracion de la porcion posterior del cráneo de los Odontoceles. Esta region es completamente como la misma del cráneo de Ponto- poria, con las impresiones ovales en el fondo del huesu occipital, ántes de los cóndilos y lo mismo vale de la region lateral, afuera de las crestas, con la apófisis zigomática del hueso temporal. Acá tiene el cráneo del delfin terciario nada de particular, toda su configuracion sigue el tipo general de los cetáceos delfinóides, permitiéndome con- cluir mi descripcion. Cada sabio que lea mi texto precedente, debe conceder, que un animal que une en su configuracion dos tipos diferentes de géneros próximos, no pueda ser unido ni al uno ni al otro delos dos, y si el género actual de Pontoporia se distingue bien del tipo general de los Celáceos delfinóides, como género aparte, tambien el delfin terciario, que une en su tipo el de la cápsula craneal de Pontoporia con el tipo del rostro del gé- nero Prodelphinus, tiene el derecho de pedir el órden de un género aparte. Por esta razon, propongo llamar al animal terciario con el nuevo nombre genérico Pontistes, aludiendo á la vecindad de Pontoporia, como su aliado más próximo. Con respecto á los Delfines terciarios ya conocidos, no se presenta para mí una ver- dadera afinidad á especies ántes descriptas. He examinado la obra de BraxbrT (*) sin reconocer algo parecido. El autor cita, pág. 285 de su obra, la Synopsis of the Mam- malian Remains of North America, publicada por Joux LernY, que no tengo á mi dis- posicion; la otra, como apéndice de la obra del mismo autor sobre los Extinct Mam- malia of Dakota and Nebrasca, pág. 363, sig., la poseo, pero las indicaciones que da sobre las diferentes especies, son muy cortas. Hay entre ellas una, pág. 435, llamada Lophocetus calvertensis, que Cope menciona bajo el título de Pontoporia calvertensis (%) Untersuch. úber die fossilen Cetaceen Europa's. St. Petersburg. 1873-14, 40. 19 144 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS (Proc. Acad. Nat. Sc. 1866, 297) como muy próxima á la P. Blainvillei, lo que me impide unirla con el animal acá descripto, por la gran diferencia de su rostro. Creo entónces que esle animal ha sido desconocido hasta hoy. La gran similitud con el tipo del cráneo de Pontoporia, sin el rostro, me empeña á dar algunas indicaciones sobre la posicion sistemática de este género actual, estimada de diferente modo por algunos autores, indicando otra que la creo la más conveniente. El Sr. D. WiLtiau H. FLower, disertando sobre esto en su descripcion de Inia (eo//ren- sis (Trans. Zoolog. Soc. tom. VI, pág. 87, sig.) divide los Odontocetae en tres grupos principales, llamados Physeteridae, Platanistidae y Delphinidae, distinguiéndolos, entre otros caracléres, por las piezas esterno-costales, que son cartilaginosas en los dos pri- meros grupos, y verdaderos huesos en el tercero. Los Platanistidac tienen en todas sus costas las dos articulaciones del capítulo y del tubérculo separados; los Delphinidae pierden el capítulo en muchas de las costas posteriores, uniéndose la costa solamente por el tubérculo con el borde de la apófisis transversal. Si estos caractéres son decisivos, la Pontoporia, que FLowErR une hipoléticamente con los Platanistidae, debe ser unida con los Delphinidae, porque tiene huesos esterno- costales verdaderos, no cartilaginosos, y de sus once costillas á cada lado del tórax, solamente las cuatro anteriores se unen por el capítulo con el cuerpo de las vértebras, las siete posteriores no tienen capítulo, y se unen por el tubérculo sólo con las apófisis transversas. Estas dos calidades están en oposicion con el tipo de los Platanistidae, pero coin- ciden con el de los Delphinidae, y esta union me parece tambien preferible por el nuevo género terciario Pontistes, que tiene el cráneo de Pontoporia, pero el rostro de los Delfines. Propongo formar de Pontoporia y Pontistes una seccion separada entre los Delphinidae, dividiéndolos en cuatro secciones, que son : A. Belugidae, con muy pocos dientes. . Phocaenidae, con dientes en número inferor á 25 á cada lado del pico corto y nariz simétrica. . Delphinidae, con dientes cuyo número sobrepasa de 30 al lado del pico largo y nariz asimé- trica. 4. Pontoporidae, con dientes arriba de 40 al lado del pico largo y nariz simétrica. 0D y No conocemos nada del esqueleto de nuestro nuevo género Pontistes, por falta de huesos sueltos. Solamente existe, de la misma Formacion Terciaria del Paraná, una pequena vérlebra separada del cuello, que es idéntica al tipo de los Delfines, y probablemente ha pertenecido al Pontistes, aunque su tamaño menor no permite unirla con el cráneo más grande en el mismo esqueleto. De todas maneras, es vértebra de un animal Delfinóide. MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 145 12. Balaena dubia. Página 86, nota (*) No puedo adjuntar nada á las calidades que BrAvArD indica en la nota citada, porque el hueso timpánico, al cual él alude, no se ha encontrado en su coleccion. Existen en nuestro Museo, algunos restos de huesos del grupo de los Celáceos Mystacocetes (*), provenientes de la Formacion Terciaria del Paraná, pero ninguna da indicacion fija de la especie á la cual ha pertenecido, y por esta razon debo pasar en silencio esta especie fósil terciaria del país. , Pasamos ahora á la revision de los Amphibia ó Reptiles, que BravarD nombra en su obra, pág. 65, con los apelativos de : 1. Emys Paranensis. 2. Crocodilus australis. 3. Ophidium de especie no determinada. Se han encontrado los restos, á los cuales alude el autoren su obra, tambien en su coleccion, probando que son dos diferentes especies de Crocodilinos, que él ha tenido en su poder, es decir, un verdadero Aligator (Alligator) y un Gavial (Rham- phostoma). Los restos de la especie de Emys son sin caractéres bien distintos y el hueso postmandibular de una serpiente muy poco reconocible. Hablaré primera- mente de la Emys. 1. Emys paranensis Tenemos en nuestro Museo de esta tortuga fluvial de la Formacion Terciaria, cinco pedazos de los huesos de la concha, de los cuales cuatro son de la misma textura, casi de igual grosor y color negro, pero uno es diferente por su grosor mucho menor y su color claro-amarillo. No sé, si debo atribuir esta diferencia al (9) Véase : Descr. phys. de la Rép. Arg. tom. III, pág. 543. 146 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS valor de ser especifica, ó al de la edad, tomando el pedazo más delgado, con su- turas bien visibles entre las seis placas que lo componen, para atestiguar la edad juvenil. De los cuatro pedazos más gruesos, cada uno tiene el doble grosor del otro, va- riando de /a á 1 centímetro, segun su colocacion en el medio, ó en la orilla de la coraza. La sustancia huesosa es muy dura en la superficie lisa y poco esponjosa en el centro, pero no igual en ambos lados; un lado, que creo el externo, tiene surcos finos irregulares entre algunas aréolas desiguales planas, imitando la super- ficie del cútis del hombre; la otra, que ha sido la interna de la coraza, carece de textura superficial, siendo homogénea lisa y bastante pulida. Hay en la superficie, que es la externa, algunas impresiones lineales, como suturas, que indican las orillas de los escudos córneos superficiales de la concha. Un pedazo tiene una orilla muy gruesa interna, terminada por suturas naturales, y ha pertenecido á la region de la concha, en donde se une el escudo dorsal con el ventral, y en éste se ven cla- ramente á las dos superficies las impresiones de las suturas entre los escudos cór- neos, que cubren la concha huesosa. En la superficie externa existe una sutura ahorquillada, en la cual se han tocado tres escudos córneos; en la superficie interna es una sutura simple, tocándose en ella dos escudos. La placa huesosa es de figura triangular, en su orilla externa libre con borde arqueado de 6 centimetros de ancho, y de los dos bordes de suturas internas, tiene la una 7,5 centimetros y la otra 8,0 centimetros de anchura. Toda su configuracion prueba que esta placa ha sido una marginal de la concha dorsal, y que el animal al cual ha pertenecido, fué bastante grande, de tamaño doble ó triple de la especie mayor actual del país. El pedazo menor, probablemente de un animal juvenil, es de 4 milimetros de grueso á la orilla externa y de Y milimetros á la interna de su contorno. Suluras bien visibles en la sustancia huesosa prueban que está formado de tres placas cos- tillares del escudo dorsal, rotas al borde externo, pero casi perfectas al interior, porque existen tambien vestigios de la union con los apófisis de las vértebras dor- sales en la superficie interna. La superficie externa está significada por las impre- siones de suturas entre los escudos córneos superficiales de la concha. Se presentan por estas suturas cuatro de los escudos córneos superficiales, de los cuales tres son medio-laterales del escudo dorsal y uno un medio-vertebral. Este se toca con los tres laterales, probando, por la direccion de las suturas, que el pedazo ha sido de la extremidad posterior del escudo dorsal, conteniendo el último escudo medio- lateral y los dos terminales de los escudos vertebrales. El tamaño de los contornos de los cuatro escudos prueba, que todo el animal ha sido casi igual á la especie ac- tual mayor del país y probablemente muy parecida á ella. Considerando, que la textura huesosa de esta placa menor tiene cualidades más MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 147 parecidas á un animal viejo, que juvenil, prefiero tomarla por un comprobante de especie diferente, para la cual propongo el nombre de Platemys torrentium. Actualmente viven en las aguas dulces Argentinas tambien dos especies de tor- tugas fluviales, que son : A. Platemys Hilarii, Dum. Bigr. Herp. génér. II, 429, 9. — Straucu, Vertheil. d. Schildkr. pág. 116, n% 150. — CASTELNAU, Ánim. nouv. etc. Reptiles, pág. 7, pl. 4. sobre la cual he dado algunas noticias nuevas en mi: Reise d. d. La Plata Staaten, II, pág. 521. Vive en los grandes rios, principalmente en las lagunas de las orillas, que comunican con el cauce general. En la juventud, es la circunferencia de la concha casi circular, con tubérculos obtusos en los escudos dorsales medios. Los individuos viejos, más grandes, son de forma ovalada, poco más anchos á la parte poslerior; su cuerpo entero con cabeza, cuello, tronco y cola casi de dos piés de largo, con concha de 12-14 pulgadas de longitud, pero sin tubérculos dorsales. En la barba, atras del maxilar, hay dos tentáculos cortos, pero el cuero del cuello no es verrugoso, sino liso, aunque con pliegues finos arrugados. 2. Hydromedusa Maximiliani. Mixan, Del. Fl. Fn. Bras. fasc. IV. — STRAUCH, EL 149, no 157. Chelodina Maximiliani. Dum. BiBr. l. l. pág. 449. Esta especie de estatura menor, siendo su cuerpo apénas de un pié de largo, vive en los rios pequeños, como el rio de Lujan, y se distingue bien por la eleva- cion de los escudos dorsales medios y posteriores en crestas agudas. Tiene el cuero del cuello con muchas verrugas cónicas y la region de la barba, por detras del ma- xilar, lisa, sin tentáculos. Las unas de los dedos son bastante largas y mucho más puntiagudas que las de la otra especie mayor. Se distingue tambien facilmente de ésta por el número de los escudos medio-dorsales de la concha, que son de seis; miéntras la mayor no tiene más que cinco, con un escudo angosto de la márgen, impar sobre la nuca, ántes del primer dorsal, que falta á la menor especie, prin- cipiando los escudos de la márgen en pares. 148 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS 2. Crocodilus australis Tenemos en el Museo muchos dientes de este animal, algunas placas de la coraza y un gran pedazo de la mandíbula superior, que prueban una similitud completa con las especies actuales, ya sea en el tamaño ó en la configuracion. El pedazo de la mandibula superior es la porcion media, con los dientes del segundo y tercer grupo, terminado al borde interno por la sutura bien conservada, que une el hueso con el de la nariz, y á la extremidad anterior por otra sutura entre el mandibular y el intermaxilar ó hueso incisivo. Este pedazo tiene 13 cen- tímetros de largo y 4,5 centímetros de ancho en el medio, entre dicha sutura y el borde externo, probando por esta figura larga y angosta, que ha pertenecido á una especie bastante diferente de la especie actual vulgar del país, pero bastante pare- cida á la otra más rara que vive en el alto Paraná, al norte de los saltos del rio, llamados : Salto de Guaira (*). Se distingue tambien de esta especie por la escultura superficial del hueso, que es más rugulosa, con impresiones irregulares de figura alargada, entre verrugas similares largas, miéntras que la especie actual tiene im-= presiones más pequeñas redondas, con intérvalos angostos, bien marcados, más ele- vados entre ellas. He dado una descripcion comparativa de las dos especies actuales del país en los Anales de la Sociedad Cientifica Argentina, tom. IX, páginas 241 y siguientes, nombrando, con ScHNEmDER, la una con la. porcion anterior de la cabeza angosta alargada, y cresta interocular débil, poco elevada : Alligalor sclerops (pá- gina 245); la otra, con Daunix, Alligator latirostris (pág. 244), fácil en ser reconocida por su cabeza muy ancha á la parle anterior, pero más corta, y cresta interocular alta y gruesa, muy prolongada lateralmente sobre los huesos mandibulares. Esta especie más comun la llamó Cuvier Crocodilus sclerops, y muchos autores han acep- tado su apelativo; la otra, bastante variable en la anchura del cráneo, está descripta repetidas veces bajo diferentes nombres, como especies particulares, y hasta hoy no están conformes los naturalistas sobre su admision como una sola especie. El crocodilo terciario argentino, ha sido un animal grande, y sin duda tambien muy fuerte, á causa del tamaño considerable de sus dientes, que sobrepasan los de las es- pecies actuales el doble, y áun más. Tengo dientes en mi poder cuya corona tiene más (%) Véase: Descr. phys. de la Rép. Arg. tom. I, pág. 255. MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 149 de 3 cent. de alto y más de 2 de ancho en la base, miéntras que los dientes mayores de las especies actuales tienen corona ménos ancha y más elongado-cónica. Los dientes fósiles son todos puramente negros, los de las especies actuales blancos; la corona no es estrictamente lisa, sino estriada de arriba hácia abajo, con dos crestas laterales opuestas muy agudas, pero ménos distantes al lado interno del diente. La misma con- figuracion general tienen los dientes de las especies actuales, pero su grosor es menor y la corona más acuminada á la punta. Sabido es, que los dientes de las especies ac- tuales forman tres grupos de mayores y menores á ambos lados de cada mandíbula; principiando y concluyendo cada grupo con los menores, y tomando uno, dos ó tres mayores en el medio del grupo. En las especies actuales el primer grupo está en el hueso incisivo, y tiene cinco dientes con dos grandes, arriba en el medio; pero abajo están los grandes al principio y al fin. El segundo grupo se compone de seis dientes, con uno muy grande en el medio ; el tercer grupo de 7-8 dientes, con corona no per- fectamente cónica, sino un poco comprimida y con carenas laterales más elevadas. Como se presentan entre los dientes, que se hallan en mi poder, iguales diferencias de figura y tamaño, debo inferir, que la dentadura del erocodilo terciario ha sido de igual conformacion. El hueso incisivo me falta, y por esta razon no puedo hablar de sus dientes; pero la porcion conservada del hueso mandibular tiene el mismo arreglo dentario, principiando con un grupo de seis dientes, de los cuales el tercero es el más grande, siendo el segundo y cuarto un poco menores, pero desiguales entre sí en an- chura; el segundo más angosto, el cuarto más ancho y más corto que el tercero. Tambien el primero y los dos últimos dientes del grupo son más gruesos que los correspondientes de las especies actuales. Del tercer grupo del mandibular no se han conservado más que cuatro dientes, todos más anchos y más fuertes que los de los ero- codilos actuales, en el correspondiente grupo. Tambien la distancia entre ellos es más ancha, y por esta razon estoy dispuesto á creer, que el número de los dientes del grupo tercero ha sido menor que en las especies actuales. Tenemos tambien en el Museo, del erocodilo terciario, una placa de la coraza dorsal y una vértebra del medio de la columna vertebral. La placa tiene todas las calidades de las de los Crocodilos actuales. Su figura general no es exactamente cuadrada, sino un poco irregular, con cinco esquinas y cresta alta más aproximada á un lado. Sabido es, por la analogía de las especies vivientes, que estos caractéres significan una placa de la hilera lateral segunda, inmediatamente al lado interno de la más externa, del dorso de la coraza. Estas placas tienen una de las esquinas de su figura cuadrangular cortada por línea oblicua, cambiándose su figura general en irregular pentagonal. En las placas ántes del medio de la hilera la esquina cortada es la anterior externa, y en las placas despues del medio de la hilera el ángulo posterior externo. 150 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS Coincide con este cambio de figura otro de textura, acercándose la cresta elevada de la superficie externa de la placa más á su borde externo, miéntras que en las placas del medio del dorso, con figura puramente cuadrangular, esta cresta es más central y casi en el centro de cada placa. La placa que se halla en mi poder es de 5 centímetros de largo y 5,5 centímetros de ancho; su cresta es de 1 cent. de alto y muy gruesa, con cúspide redondeada, sin carena angosta. La superficie externa, á los lados de la cresta, tiene impresiones profundas cir- culares y ovales, de 4-6 milímetros de diámetro. Cuento 10-12 impresiones á un lado de la cresta y 16-18 al otro. Ninguna de las dos especies actuales del país tiene placas completamente iguales. El Alligator sclerops se distingue por placas más oblongas, con cresta fina poco elevada é impresiones numerosas ménos profundas, mucho más pe- queñas ; la otra especie más vulgar, el Alligator latirostris, tiene placas más cuadradas, con cresta, aunque bastante elevada, ménos gruesa é impresiones menores circulares, más iguales de tamaño. La placa de la especie terciaria se parece más, por su escultura superficial, al tipo del Gavial fósil : Teleosaurus, del cual he dado, con mi finado amigo D'Arron, una monografia especial de la especie encontrada en la formacion jurásica de Alemania (*). Las figuras pl. V, fig. 2; pl. VI, fig. 2 y 3 de nuestra obra comun citada, corresponden muy bien al tipo de la placa de nuestro Museo, con la única diferencia que la cresta central es más gruesa y más alta que en la especie jurásica, que tiene placas con crestas tan altas solamente en las hileras laterales de la coraza de la base de la cola. Probablemente, esta placa ha pertenecido á la especie siguiente, que es un verdadero Gavial ; pero su color oscuro negro está más en armonía con el de los dientes del 4//- gator. El cuerpo de la vértebra dorsal, que tengo á la mano, es de 5 cent. de largo y de 3,5 centímetros de ancho. Sus caras intervertebrales son lisas y homogéneamente pla- nas, sin concavidad ó convexidad alguna, y su arco vertebral es de 3 centímetros de ancho, con perforacion media de 1,5 centímetros de diámetro. Las apófisis transver- sales faltan, y como el cuerpo vertebral está muy deteriorado al lado y hácia abajo, no se sabe bien si ha tenido una ó dos caras articulares para las costillas á cada lado. Tambien falta la apófisis espinosa con la apófisis oblicua posterior; las dos anteriores están conservadas, y se hallan á 2,5 centímetros distantes entre sí. (*%) Der fossile Gavial von Boll. Halle, 1854. MENCIONADAS SIN DESCRIPCION POR BRAVARD 151 3. Rhamphostoma neogaea De este Gavial de la Formacion Terciaria del Paraná, el Sr. Profesor ScALABRIMI, de la Escuela Normal del Paraná, me mostró un pedazo del medio del rostro, de color claro-amarillo, que prueba ser de un animal gigantesco, pero del todo parecido al Gavial actual del rio Gánges, en la India Oriental. He examinado bien este pedazo, di- bujándolo ligeramente y tomando sus medidas naturales. Tiene 16 centimetros de largo y 10,5 centimetros de ancho á una de sus extremidades, pero 10 centimetros á la otra, que me parece la anterior. Una sutura media longitudinal poco ondulada prueba que ha sido del medio del rostro, en donde no existe ninguna otra sutura sino la media entre los dos huesos mandibulares. La superficie externa ó superior es rugulosa, con muchas impresiones sinuosas longitudinales, oblicuamente corrientes sobre la con- vexidad del rostro, desde el medio hácia los lados, entre los cuales la sustancia huesosa se levanta un poco en fajas. La otra superficie interna es lisa, sin estructura particular, pero igualmente con sutura media longitudinal. A cada lado de la orilla externa se ve el borde ondulado, con curvaturas arqueadas de 2 centimetros de largo, separadas por incisuras angostas de 7-8 milímetros de pro- fundidad, y estas curvaturas indican los alvéolos de los dientes, que ocupan los lados del rostro, cada curvatura para un alvéolo. He contado siete curvaluras á cada lado, de las cuales la última de un lado ha sido rota, y tambien la primera del otro lado. En dos de los 14 alvéolos se ven todavía restos de los dientes. Un diente tambien de color claro amarillo, la raíz negruzca, con corona perfecta pero raiz rota, se ha encontrado en la coleccion Bravarb, sin nombre. Este diente es de figura cónica, alargada, bastante encorvada, con corona de 3,9 cenlimelros de alto y raiz rota abierta de 1 centímetro de ancho, cóncava, como en los Crocodi- linos generalmente; prolongándose su concavidad un poco en la corona, formando un vacío central angosto, cónico. La superficie de la corona no es lisa, sino fina- mente rugulosa, por muchas lineas impresas onduladas y dos crestas finas opuestas, laterales, que distan poco más entre sí al lado convexo de la curva de la corona, que al otro lado cóncavo. El diente es más fino y más delgado que el de la especie actual del Gánges; se asemeja más al diente del género fósil Teleozauwrus, sin la alternacion de dientes más pequeños con otros más grandes, que caracteriza las especies de este género, porque los alvéolos son todos de igual lamaño. El número de los dientes depende del largo del rostro, que, segun la analogía de los animales parecidos, no ha tenido ménos de dos piés de extension. Si esta lon- 20 152 EXÁMEN DE LAS ESPECIES NUEVAS gitud ha existido tambien en la especie fósil del Paraná, el número de los dientes á cada lado ha sido, á lo ménos, de 30-32, si sabemos que el pedazo medio del rostro, de 6 pulgadas de largo, ha tenido “7 dientes á cada lado. El Gavial del Gán- ges tiene 29 dientes á cada lado de la mandíbula superior y 25 á cada uno de la inferior. La especie jurásica de Alemania tiene tambien 32 dientes á cada lado de su boca arriba y abajo. 4. Ophidium incertum El huesecillo que BravarD nombra en su obra, pág. 65, n” 8, el postmandibular de una especie desconocida de Serpiente, existe en su coleccion con este mismo nom- bre. Segun mi exámen exacto, es, en verdad, la porcion inferior del hueso, que lleva en los Ofidios y Lagartos el maxilar inferior, llamado generalmente os tym- panicum, fácil en reconocer por la gran cara articular transversal, de figura de un 8, con la cual termina hácia abajo, y que se une con el maxilar inferior. Este hueso tiene un centimetro de largo y 6 milímetros de ancho en el medio, de figura irregular, más ó ménos comprimida, y un poco engrosado hácia abajo, para formar la cara articular terminal. En los Lagartos y Serpientes se une este hueso, por otra articulación hácia arriba, con un hueso angosto alargado, ligado á la cápsula del cráneo por union fija, que representa la escama temporal de los Mamiferos. En los Lagartos el hueso timpánico es más corto y más grueso, que en las Serpientes, y por esta razon el juicio de BravarD, que ha pertenecido á una Serpiente, tiene más probabilidad. Pero faltando la otra extremidad superior, con la segunda cara articular, por estar rota, no puedo decir con seguridad «que es de Serpiente. Tiene cierta analogía con el hueso timpánico del cráneo de la Boa aquatica, que existe bien preparada en nuestro Museo, suponiendo que la mitad superior del hueso ha sido perdida por ruptura; pero no puedo decir más, dejando sin determinacion fija el animal á que ha pertenecido este objeto. La verdad es, que la cara articular presente se parece mucho al tipo de este hueso de las Serpientes, pero es todo, que se pronuncia con alguna verosimilitud en su configuracion. Una perforacion central longitudinal, que existe en el hueso, no coincide con el tipo de las Serpien- les, pero tampoco con el de otros animales; más, como la region externa del hueso, á donde se abre la perforacion, está rota, no se comprende bien su figura y su uso. Sabido es, que en las Serpientes, como tambien en el cráneo del Boa que poseemos, se une con el hueso timpánico otro hueso fino estiloide, que se toca con la oreja in- terna, pero la union de éste con el timpánico es fija y superficial, no por medio de una perforacion. APÉNDICE EXÁMEN DE ALGUNAS OTRAS ESPECIES DE LA MISMA FORMACION TERCIARIA El Museo Nacional tiene algunos objetos de la misma Formacion Terciaria que no pertenecen á la coleccion de BRAVARD, y que, por consiguiente, le han sido descono- cidos. Me parece conveniente deseribirlos como apéndice de su obra, aunque no todos son del mismo depósito en las orillas del rio Paraná, sino de otras localidades en parte muy lejanas, y principalmente de la Patagonia Austral. Parece que esta parte de la Formacion Terciaria, que D'OrBrcnY ha llamado con el nombre general de FPormacion Patagónica, es de edad diferente que las capas cerca del Paraná, porque solamente algunos de los restos de los organismos depositados en ellas son idénticos, y estos son principalmente Moluscos bivalvos y Ca- racoles pectinibranquios, que, como animales marinos, tienen una propagación exlen- dida y más gen>ral que los Mamiferos terrestres y animales fluviales, que se encuen- tran siempre en distritos más limitados. Pero tambien en las capas cerca del Paraná se presentan diferencias de edad, porque solamente en una y otra capa distinta se encuentran los restos de Mamiferos terrestres y fluviales, que prueban, por su contenido, ser depósitos de agua dulce y transpor- tados de lugares distantes. Es principalmente una capa inferior, que actualmente no se levanta encima del nivel del rio Paraná, y que se compone de barro amarillo mezclado con arena fina parda, muy rica en estos restos de Mamiferos terrestres y animales flu- viales. BravarD ha creido que dichos restos han sido llevados por avenidas de otra formacion más vieja, pero no veo ninguna razon para esta hipótesis; para mí, son restos de animales contemporáneos, que han vivido en los terrenos más elevados detras de las orillas del antiguo golfo marino y traidos por afluentes de agua dulce á este golfo, en el cual se formaban los depósitos del Paraná, como formacion marina por su sustancia general y preponderante. Es muy probable, que una formacion tan gruesa, 154 EXÁMEN DE LAS OTRAS ESPECIES NUEVAS que segun los cálculos de BravarD, tiene un espesor de más de 30 metros, no se ha depositado en el corto espacio de algunos cien años, y que tambien en ella existen sub- divisiones de edad como de textura, pero faltan hasta hoy observaciones suficiente- mente serias para delerminarlas; y por esta razon me abstengo todavía, como lo he hecho ántes, deadmitir una concordancia con las épocas de la Formacion Terciaria de Europa. No me parece de alguna importancia, llamar con nombres nuevos distintivos las capas, si no existen otras razones que la fantasía de observadores desconocidos; para mi es todavía una cuestion abierta, si son eocenas, miocenas ó pliocenas nuestras capas, y por esta razon prefiero no aplicar los nombres inventados para otras locali- dades agenas, aunque probablemente contemporáneas con depósilos del territorio ar- gentino (*). 41. Potamarchus murinus En la lám. II, fig. £, he dibujado la mitad del maxilar inferior de un roedor, que de- seribo bajo el nombre arriba notado, como un nuevo género muy adicto al Myopotamus coypus, animal comun en nuestro país, viviendo en las lagunas y los rios pequeños, conocido bajo el falso nombre de Nutria, dado por los soldados españoles que acompañaban á MexDoza en su famosa expedicion de 1585 (*). Estos soldados encon- traron muchísimos cueros del animal en las cabañas de los Indios (1. 1., pág. 22), to- mándolos, por la similitud del pelo, por los de la nutria de Europa, dando así á este roedor herbívoro el nombre de un animal piscívoro ; y aunque todo el mundo sabe actualmente que el Coypo es un animal herbivoro, su falso nombre se ha conservado, no solamente en boca del vulgo, sino tambien en los avisos de los diarios del país, de personas en cuyo negocio se ocupan. Es digno de notar, que el tipo del Coypo, actualmente uno de los representantes más particulares de los Roedores en Sud-América, ha existido no solamente ya en la época cuaternaria (Descr. phys. de la Rép. Arg., tom. Il, pag. 236), sino tambien en la ter- (+) Remito al lector, que quiera estudiar esta cuestion bajo una vista moderna, á las obras de D. A. DoerisG, publicadas en el Informe ofic. de la Com. Cient. de la Exped. al Rio Negro. Entr. Il, Geo- logía, 1882. In-4". — Informe sobre un sedimento lacustre fosilifero encontrado en la perforacion del Desaguadero (Anales de la Soc. Cient. Argent., tom. XVII, págs. 5 y sig. 1884.). — Estudios hidro- gnósticos y perforaciones artesianas en la República Argentina (Boletin de la Acad. Nac. de Cienc. en Córd., tom. VI, págs. 259 y sig. 1884. In-80). y (*%) Descrip. phys. de la Rép. Argent., tom I, pág. 15. Paris, 1876, in-8>. NO MENCIONADAS EN SU OBRA POR BRAVARD 155 ciaria, con un género particular, que, sin embargo, por algunos caracléres se desvia del Coypo actual, pero presenta, con una similitud general, un tamaño poco más con- siderable y cualidades que indican la superioridad del género terciario como orga- nismo. S Mi fig. l, lám. II, muestra la porcion media del lado derecho del maxilar, con las cuatro muelas, adjunto la porcion anterior y posterior en contornos imaginarios, di- bujados segun el modelo del Coypo actual. El maxilar completo de éste es de 11 cent. de largo, el del animal terciario es casi de :13 cent., pero por casualidad la porcion anterior, incluyendo el incisivo, la he dibujado con un diente más grueso del que en realidad ha tenido. He sido inducido á este error por tomar un incisivo falso en vez del verdadero, ántes de haber recibido más tarde un segundo pedazo, con el resto del verdadero incisivo. Entónces he visto que éste es mucho más angosto, y áun más angosto que el del Coypo actual. Su contorno es más triangular; la cara anterior angosta poco convexa, sola- mente de 2 milimetros de ancho; la externa bastante convexa, de 8 milimetros de ancho, y la interna completamente plana, de 7 centímetros. El esmalte es amarillo, como en el animal actual, pero más claro, ménos rojo que en éste. El alvéolo del in- cisivo se prolonga al lado interno del maxilar hasta la muela tercera, aumentando bas- tante por su presencia la anchura de la porcion alveolar. En oposicion con éste, se en- cuentra al lado externo de la misma porcion una fuerte cresta lateral horizontal, que se levanta poco á poco más hácia alras, terminando al fin con una apófisis encorvada baja, al lado de la apófisis con el cóndilo que une el maxilar con el resto del cráneo. Las cuatro muelas no son, como las del Coypo actual, bastante desiguales de tamano, sino casi idénticas. El animal de la presente época liene la primera muela menor, prin- cipalmente en la mandíbula superior, la segunda un poco más ancha que ésta, y las otras dos iguales entre sí, pero casi de doble tamaño de la primera. En el maxilar inferior la diferencia correspondiente de las muelas no es lan grande, aunque tambien -Indicada. El animal fósil, cuya mandíbula superior falta todavía, tiene sus cuatro muelas inferiores casi del mismo largo, pero de ancho un poco diferente, siendo la «primera un poco más angosta que la última. Cada muela se compone de algunas lá- minas angostas de denlina, envuellas de una capa fina de esmalte. De tales láminas contiene la primera y la cuarta muela cuatro, la segunda y la tercera sólo tres, fal- tando á ellas la primera lámina pequeña, con excepcion de un resto casi invisible. Las dos ó tres láminas anteriores perfectas están unidas al lado externo de la muela por la capa de esmalte en una columna, pero la lámina posterior resta en todas las muelas separada por un surco profundo externo, mostrando de este modo dos co- lumnas en cada muela. Como las láminas, aunque paralelas entre sí, están colocadas en direccion oblicua contra el eje del maxilar, parece que la anchura de las dos co- 156 EXÁMEN DE LAS OTRAS ESPECIES NUEVAS lumnas de cada diente es igual. Al lado interno de las muelas falta esta separacion profunda en dos columnas, pero se ven algunos surcos irregulares débiles entre las láminas que componen cada muela, indicando su compostura, aunque ménos exacta- mente. Es digno de notar que las muelas del animal actual tienen configuracion parecida, pero diferente composicion, porque sus láminas no son tan bien separadas. En la man- díbula superior tiene cada muela un surco profundo al lado interno, y en el maxilar inferior el mismo surco está al lado externo de cada muela. Como las muelas inferiores del animal fósil son del mismo modo configuradas, es decir, cada una con surco fuerte al lado exlerno, debe presumirse que las superiores lo han tenido opuesto, al lado in- terno de cada muela, conforme al tipo actual. Examinando las muelas del Potamarchus separadas, la primera se presenta de I centimetro de largo, la segunda de 8 milímetros, la tercera de 9 milímetros y la cuarta igual á la primera, de 1 cent. Las cuatro láminas de la primera muela son muy desi- guales, la primera lámina de 3 milímetros, lá segunda de 7, la lercera de 9 y la cuarta de 8 milimetros en línea recta. Estas tres anteriores están unidas, al lado externo, por una capa comun de esmalte, la cuarta está separada por el surco profundo del lado externo de la muela. En la segunda y tercera muela, que se compone de tres láminas perfectas, y un resto pequeño de la primera anterior, igualmente dichas láminas an- teriores lienen capa comun de esmalte al lado externo y la lámina posterior es sepa- rada; la cuarta muela se parece á la primera, pero su lámina cuarla separada, es más pequeña, solamente 6 milímetros de largo. Cada lámina, observada separadamente, tiene en todas las muelas la misma com- postura particular. Para explicar mejor, he dado figuras aumentadas de la primera muela, mostrando, fig. 4, A, toda la muela en doble tamaño del natural, y en la fig. 4, B, su última lámina aumentada cuatro veces. Por estas figuras se comprende que cada lámina tiene dos capas de esmalte. En la primera lámina los dos son bordes finos elevados, inclayendo una dentina más baja, que abraza en su centro alguna otra capa más angosta de esmalte, con surco fino en su borde libre supe- rior. La capa superficial anterior del esmalte de la primera lámina se continúa sobre el lado externo de la muela, formando la primera columna y envolviendo las lres laminas que la componen; pero la capa posterior de la misma lámina se dobla hácia atras y corre con muchas ondulaciones finas por la dentina al lado anterior de la segunda lámina, dirigiéndose oblicuamente por la muela hasta su borde in- lerno, para unirse aquí con la capa posterior lisa de esmalte de la misma lámina: incluyendo entre las dos, en el centro de la dentina, otra capa más fina de esmalle lo mismo que en la primera lámina. Esta configuracion particular se repile de igual modo para la tercera lámina. NO MENCIONADAS EN SU OBRA POR BRAVARD 157 Cada lámina de las centrales de cada muela tiene dos capas de esmalte, una ante- rior, más fina ondulada, y otra posterior más gruesa lisa, y entre estas dos se ve incluida en la dentina una tercera capa central de esmalte, con surco fino en el borde superior libre, que parece indicar se halla compuesta tambien de dos capas aún más finas, pero muy poco separadas entre sí. Conlinuándose de este modo por toda la muela capas de esmalte onduladas al lado anterior de las láminas, y capas lisas á su lado posterior, incluyendo entre sí una lercera capa central en la dentina, se presenta la muela casi como una com- plicacion de una larga lámina, doblada cuatro veces en pliegues, para formar el prisma compacto de la muela. Mi fig. £, B, que representa la cuarta lámina de la primera muela, cualro veces aumentada, da una idea clara de esta conformacion, mostrando en la circunferencia externa la capa lisa de esmalte, que se une por la capa ondulada en el borde anterior de la lámina con la capa lisa posterior de la lámina anterior, incluyendo entre ambos, en medio de la sustancia dentina, otra capa de esmalle central, que no es siempre una capa simple unida, sino muchas veces separada en dos, tres y áun cuatro pedazos. He dibujado en la fig. 4, A y 4, B esta capa central de esmalte como faja negra en la dentina, porque se presenta asi en cada lámina de las cuatro muelas. Las muelas del Coypo actual se diferencian de las del Potamarchus por algunas calidades subordinadas. Tienen tambien una capa de esmalte en toda la circunfe- rencia, que hace en las superiores al lado interno y en las inferiores al lado externo, un pliegue ancho; pero al lado opuesto de la muela hay tres pliegues, que la dividen solamente en este lado, en cuatro láminas dimidias, miéntras que al otro lado cada muela es más sólida. Existe, sin embargo, otro carácter importante de afinidad entre los dos animales, por la apófisis coronoide del maxilar, que, contra la regla general del tipo de los Mamiferos, es muy pequeña en el Coypo actual, apénas indicado, y más pequeño que en cualquier otro roedor del país. Esta misma apófisis se presenta en el resto del maxilar fósil inmediatamente al lado externo, detras de la cuarta muela, como una cresta pequeña, poco saliente encima de la superficie externa del hueso. Se ve dibujada bien como lista, con cúspide rota, en mi fig. 4, y á su lado interno la apertura del canalis alveolaris, que el Coypo actual no tiene en el mismo lugar, sino al borde interno de la apófisis condilóidea. La colocacion diferente de dicha apertura en los dos animales, por su tipo general bastante parecidos, es de gran importancia para la determinacion de la afinidad entre animales actuales y extintos, probando que aún los mas parecidos pueden diferenciarse en algunos puntos, sin perder por esto su verdadera afinidad. 158 EXÁMEN DE LAS OTRAS ESPECIES NUEVAS 2. Contracavia matercula Con este nombre describo un nuevo género de Roedores, que se acerca del mismo modo al género actual Cavia, que el Potamarchus al género Myopotumus, significando un género particular de los Caviinos, que se distingue del género Ca- via por un tamaño general poco mayor y por una inversion de la figura de los dos prismas de sus muelas. Tengo á mi disposicion dos porciones anteriores del paladar, con las dos primeras muelas en el uno y una sola en el otro, que superan por su tamaño, un poco á la misma region del cráneo del Caviino llamado liebre en el pais (Dolichotis patacho- nica); probando por la textura de los restos adjuntos de la mandibula superior, un animal no solamente más grande, sino tambien más robusto. La fig. 6 de la lám. II muestra esta porcion del paladar del “uno de los objetos, en tamaño casi natural, poco aumentado, probablemente de '/, de su verdadera escala. Para entender bien dicha figura, advierto al lector, que se ven en el medio los dos surcos divergentes, que existen en el paladar de los Caviinos, separados entre sí por un triángulo elevado angosto en el medio del paladar. De las muelas se ven dos en cada lado de los surcos, es decir, la primera y la segunda, y á su lado externo la sustancia del hueso maxilar, que forma acá la apófisis para unirse con el arco zigomático. En la superficie inferior de esta apófisis tienen los Caviinos una fosa pequeña, que existe tambien en el género fósil de extension considerable, y que indica bien mi figura. Sirve para recibir un tendon, con la cual la porcion corres- pondiente del músculo maselero se ala á dicha apófisis, como suplemento de dicho músculo, que pasa por la gran abertura de la apófisis zigomálica, entre los huesos mandibular, frontal y lagrimal, para terminar en otra fosa parecida del maxilar in- ferior junto á la muela segunda. El borde exterior de la fosa indicado en mi figura, significa el limite externo de dicha apófisis zigomática del mandibular. Este hueso corre, desde este lugar hácia adelante, estrechándose más y dejando entre sus dos ramos un vacío abierto de las paredes de la cavidad de la nariz, que se continúa por la porcion posterior de los huesos intermaxilares, en los cuales están colocados los dos grandes incisivos de los Roedores. Todas estas relaciones se encuentran casi idénticas en el cráneo de los Caviinos actuales. Las dos muelas del animal fósil se componen, cada una, de dos prismas triangu- lares desiguales de dentina, envueltos en capa fina de esmalte. El primer prisma ó NO MENCIONADAS EN SU OBRA POR BRAVARD 159 anterior, es casi de doble anchura del segundo posterior, y dividido en el lado ex- terno más angosto del triángulo por un fuerte surco en dos ramas, imitando la figura de la letra V. Las ramas están separadas entre sí por espacio abierto, en el cual entra una cresta fina huesosa de la pared del alvéolo, que contiene la muela. El prisma segundo se parece, por su figura y anchura, á la rama posterior del pri- mer prisma, y se une con éste por un arco fino de esmalte, que toca la rama á su esquina anterior, dejando detras del arco otro surco muy poco profundo. Entónces contemplando la muela separada, como objeto entero, tiene á uno de sus lados un surco profundo entre dos aristas altas agudas iguales, y al lado opuesto tres aristas obtusas desiguales, separadas por dos surcos más desiguales, de los cuales el an- lerior es bastante profundo y ancho, pero el posterior angosto muy corto y poco pronunciado. Del mismo modo está formada la segunda muela y probablemente tambien la tercera y cuarta, segun el modelo de las Cavias actuales, que tienen generalmente cuatro muelas iguales, si no una última poco más Io aumentada con un tercer prisma menor. Las muelas inferiores del maxilar son, en las Cavias típicas actuales, iguales con las superiores, pero con la diferencia importante de estar invertidas: el lado externo de las superiores es en ellas el interior y vice-versa. Presumo, que la misma inver- sion ha existido tambien con las muelas del animal fósil, considerando su confor- midad general bien indicada por el resto conservado de su mandíbula. Comparando ahora las muelas del género Contracavia con las del género actual Cavia, se ve con sorpresa, que éstos tienen el primer lóbulo ó prisma de cada muela superior simple y el segundo bipartido en figura de V, miéntras los del género fósil mues- tran el primer lóbulo bipartido y el segundo simple en sus muelas superiores. Esta inversion del tipo de los dos géneros en sus muelas es de todo punto un carácter particular, y muy singular entre animales de diferentes épocas geológicas. Me parece, por esto, de gran importancia y digno de ser bien conocido, como ejemplo curioso del proceder de la naturaleza, para aumentar los productos de formaciones consecutivas. Veremos acá organismos por un lado iguales y por otro opuestos en sus calidades, presentando en ellos casi el modo entendido de mostrar, que lo útil para uno pueda ser inútil para otro, sin que el todo de los dos productos desvie suficientemente, para motivar su inversion parcial. 21 160 EXÁMEN DE LAS OTRAS ESPECIES NUEVAS 3. Ribodon limbatus Con este nombre describe D. FLoreNTtINO AmecHINO en el Boletin de la Academia Nacional de Ciencias en Córdoba, tomo V, pág. 112 (1883), una muela, de la cual el autor ha depositado en el Museo Nacional el molde, que he hecho representar en la lám. II, fig. 18, A y B. No doy una descripcion nueva, remitiendo al lector á la citada de su autor. Comparando estas figuras con las dadas por Leroy del Hyra- chyus agrarius (Report of the Unit. Stat Geolog. Survey. etc., vol. 1. Fossil Ver- tebr. Wash. 1873, in 4”, pág. 60, pl. 14, fig. 10), se me presenta una similitud tan particular en todas las calidades características, que no dudo en la identidad gené- rica de estos dos animales, proponiendo unir el género Ribodon con el Hyrachyus, como el anterior de edad, fundado ya en 1871 (Proc. Acad. Nat. Scienc. of Phi- ladelphia, 1871, pág. 229). Segun la descripcion del hábil autor Norte-Americano, el animal ha sido parecido á la Anta actual (Tapirus ), y más todavía al género fósil Lophiodon de Europa. Su den- tadura completa se compone de tres incisivos, un canino y siete molares, de los cuales los cuatro anteriores son premolares, á cada lado de las dos mandíbulas. El molar figurado ha sido, muy probablemente, el primer verdadero, porque los otros dos atras del primero son más desiguales en ambos lados, siendo el lado interno un poco más angosto que el externo. Mi fig. 18, A muestra la corona cubierta de esmalte del lado externo, con la base de las dos raíces externas rotas. Encima de éstas se presentan dos lóbulos grandes muy poco desiguales, cada uno con un lóbulo pequeño al lado. El ló- bulo chico en el surco medio de la figura entre las grandes no existe; el liltógrafo ha aumentado mi dibujo, tomando por elevación cónica lo que no es más que el fondo del surco, poco elevado al principio, como lo prueba bien la otra fig. 18, B. En ésta se presenta la cara masticatoria de la corona, con sus dos lóbulos principales transversos, ambos gastados por la masticacion, cambiándose en concavidad oblonga trituradora. Un surco fino, bien marcado, separa ambos por toda la corona. Eso es todo lo que la única muela, hasta hoy observada, da á conocer. El tamaro de la corona cuadra bien con la misma del molar correspondiente del Hyrachyus agrarius, figurado 1. 1. pl. IV, fig. 9 y 10, e; pero como el esmalte de la co- rona al lado externo parece bastante más ancho en la de nuestro país, estoy dispuesto á tomarla como de especie diferente. NO MENCIONADAS EN SU OBRA POR BRAVARD 161 4. Diente desconocido ? Doy la figura de este objeto problemático, fig. 17, A y B, que me parece bastante parecido al segundo premolar del Anthracothertum magnum, representado en la des- eripcion magistral de KowaLevskY (Palaeontographica, tom. XXII, pág* 287 y sig., pl. XIL, fig. 60 y 61, pág. 3)sin que yo me atreva á decir que ha pertenecido á un animal del mismo grupo de los Mamiferos. Verdad es, que ya son conocidos géneros afines á este europeo tambien de Norte-América, que Leroy describe en sus diferentes obras con los apelativos de Elotherium, Titanotherium, Hyopotamus, y probable- mente á uno de ellos, si no á género nuevo desconocido, pertenece el presunto diente que describo. Él existe en la coleccion de Bravarb sin número y sin nombre, probando por esto que su descubridor no ha creido bien nombrarlo científicamente, como los otros. En verdad, es muy dificil dar una opinion fija y segura sobre su procedencia. Visto de lado (fig. 17, A) su corona es un cono comprimido, con punta redoblada, que se ex- tiende á la base en todo el contorno con borde dilatado, descendiendo hácia abajo con raíz gruesa al principio, pero rota en su porcion más prolongada. Visto de arriba (fig. 17, B), se ve la cúspide angosta mutilada, y la zona externa del cono, dividida por listas finas ó más angular obtusas en cuatro áreas, poco separadas. La circunfe- rencia basal de la corona es elongado-eliptica, de 2,4 centímetros de largo y 1,6 centí- metros de ancho, prolongada un poco más hácia un lado que al otro, que corresponde al canto convexo del cono encorvado. La sustancia del diente no es lamelada, como la verdadera dentina, sino homogénea; tampoco se distingue una capa de esmalle, y toda la configuracion del objeto no corresponde bien al tipo dental de algun Mamí- fero; y por esta razon me absltengo de dar una opinion fija de su proveniencia, de- jando indeterminada su naturaleza. 5. Colpodon propinquus Un paisano Aleman, que ha vivido algun tiempo en la colonia del Rio Chubut, D. CárLos HuTTENRAUCH, me trajo, hace como nueve años (Enero de 1876), dos dientes - fósiles, que habia recogido entre los escombros de dicho rio, una legua más arriba de la 162 EXÁMEN DE LAS OTRAS ESPECIES NUEVAS colonia, ofreciéndomelos como testimonio de su interés por mis estudios y el provecho del Museo. Al principio creí, que dichos dientes pertenecian al Vesodon Sulivani de OwEnN (Philosoph. Transact. de 1853, pág. 304, pl. XVII, fig' 15-20), pero conociendo más tarde la descripcion del Homalodontotherium Cunningham de FLower (Philos. Trans- act. de 1874, pag. 173, pl. XVI) he visto, que los dientes se asemejan más á los de este género, sin ser tampoco idénticos en su construccion, y por esta razon me veo obli- gado á describirlos con el nombre arriba expresado, como representando un nuevo género hasta hoy desconocido. Para indicar pronto su particularidad, digo, que la muela superior no tiene ni el cin- gulo alto fuertemente granulado, ni la cresta perpendicular, si bien pronunciado al lado externo de la corona; siendo tambien la figura general de la corona del diente bastante diferente. El molar inferior es más angosto, y sus sinus de esmalte son ménos profundos, faltándole tambien .el cingulo en la base de la corona, que tiene un sinu perpendicular igual, externo, que es un poco más agudo. Describiré ahora cada diente más extensamente, principiando con el molar superior, lám. III, fig. 16, A y B. La fig. A muestra el diente del lado externo en tamaño natural, la otra B, su cara masticaloria. En aquella figura se distingue bien la porcion inferior ancha como la corona, y la superior angosta con dos raices, sin sus puntas, que han sido rotas. La corona de 3,4 centímetros de alto está tapada de esmalte; su anchura es de 2 centímetros arriba, y de 3 centímetros abajo, en la orilla anterior de la cara masti- catoria. El esmalte es de color pardo amarillo, más oscuro que la dentina pardo-blan- quizca, y bastante lustroso y liso, sin arrugas y fosas; pero al lado externo hay dos listas angulares, poco elevadas, que se pronuncian en el borde anterior de la cara mastica- toria como dos esquinas salientes. Al lado externo el esmalte de la corona es de más de doble altura que el lado interno, teniendo en este lado sólo 1,2 centímetros de anchura, y al otro lado 3,4. Mirando los otros dos bordes de la circunferencia cuadrangular (fig. B), se encuentra el anterior más ancho que el posterior, aquél de 2,2 centímetros y éste de 1,7. Que aquel lado es el anterior, se reconoce por la figura citada del Homalodontotherium, que muestra la correspondiente cresta externa perpendicular de la corona mucho más aproximada al borde anterior de la corona de cada diente. Una cresta oblusa semejante tiene tambien nuestra muela del Colpodon, unida abajo con uno de los ángulos sobresalientes del borde de la cara masticatoria (fig. A), siendo el esmalte á ambos lados de dicha cresta un poco cóncavo, dejando salir por esto la cresta más pronunciada. Los ángulos externos laterales de la corona no son agudos, sino redondeados; el anterior más fuerte que el posterior, como lo prueba la fig. B. NO MENCIONADAS EN SU OBRA POR BRAVARD 163 Aquel ángulo, aunque más redondeado, es como ángulo geométrico ménos abierto, más agudo ; éste, el posterior, más ancho y más obtuso. En los dos dichos lados de la corona, que se distinguen como anterior y posterior, el esmalte es muy reducido en altura, y limitado á la márgen inferior de la corona, al- rededor de la base de la cara masticatoria. Mirando mi fig. B de dicha cara se ve que en la márgen anterior de su circunferencia, al lado izquierdo de la figura, falta el es- malle completamente, y así es en verdad en el diente que tengo en mi poder; pero el borde opuesto posterior, al lado derecho de la figura, lo tiene, como una faja angosta de 2 milímetros de alto. Supongo, que en el estado intacto, todavía no gastado, de la cara masticatoria tambien el otro borde anterior ha tenido una faja angosta de esmalte, como se ve una semejante en el borde posterior ; pero actualmente, en estado bastante gastado de la corona, no existe el más mínimo resto de esmalte en el medio de dicho lado anterior; el esmalte está interrumpido en una porcion anterior, separada de la posterior por un espacio de Y milímetros de ancho de pura dentina entre las dos por- ciones. Con esta diferencia del esmalte se une otro carácter particular de las dos super- ficies de la corona, muy diferentes entre sí por la altura del esmalte, que es de 3,5 centímetros en la externa y de 1,4 en la interna. Consiste esto, en que aquella capa no tiene un cíngulo, pero sí uno pequeño, bien indicado, la interna más baja. Principia el cingulo en el borde anterior doblado, como una cresta oblicua descen- dente, poco granulada en la orilla, que se pierde en la esquina redondeada interna, pero se levanta de nuevo en el medio del lado interno de la corona, en donde se pre- senta el surco entre los dos lóbulos de la cara masticatoria, que se tocan con sus orillas en el medio del lado interno. Acá se levanta el esmalte en cingulo poco ascendente, trilobado en el borde superior. En el lado posterior de la corona el cingulo no es tan bien visible, como en el anterior y apénas perceptible. Con respecto á su composicion, la corona muestra una pared gruesa longitudinal en la superficie externa, y dos lóbulos transversales internos, que salen en direccion oblicua de la pared externa, dirigiéndose más hácia atras. El lóbulo anterior es de doble tamaño del posterior, y ambos tienen en la superficie libre una capa fina de es- malte en todo su contorno. Si la pared externa mide 3 centímetros de longitud, el lóbulo anterior tiene 1,6 centímetros de largo y el lóbulo posterior apénas 8 milímetros. Un pliegue de 1,5 centímetros de largo y 3,4 milimetros de ancho, separa los dos ló- builos entre sí, que principian bastante angostos desde la pared externa y terminan con borde libre redondeado interno; el anterior con punta un poco más angosta, el pos- terior más obtuso. En ésle posterior se ve, al principio, en donde el lóbulo transverso se separa de la pared longitudinal, un pepueño círculo oval de esmalte, con centro cóncavo, que parece haber sido ántes más abierto, como un cono vacío descendente 164 EXÁMEN DE LAS OTRAS ESPECIES NUEVAS en la sustancia de la corona, indicando otra sinuosidad oblicua entre la pared longitu- dinal y el lóbulo segundo transverso, que ha sido más bien separada ántes por esta si- nuosidad de la pared longitudinal externa de la corona. Tomando por modelo la figura primitiva de las muelas frescas, todavía no gastadas por la trituracion, podemos presumir, que la pared longitudinal, como los dos lóbulos transversos, han sido, al principio, crestas angostas, cubiertas de esmalte, con cús- pides libres finas, probablemente un poco granuladas, que pronto las han perdido, cambiándose en caras más gruesas de denlina, cubiertas en los contornos de esmalte, como los que existen actualmente en el diente que poseo. Las figuras de las muelas del Homalodontotherium dadas por FLowEr, presentan algunos diferentes grados de este progreso, y prueban, por su analogía, que la muela del Colpodon en mi poder ha sido la quinta de la serie dental completa, ó la primera de los molares verdaderos, ántes de la cual han existido cuatro premolares, y detras de ella otros dos molares verdaderos. Sabido es, que de todas las muelas persistentes, la quinta es la más vieja, en cada dentadura de los Ungulados del grupo de los Paquidermos, saliendo primeramente del hueso ántes que las otras muelas, inmediatamente detras de las tres de leche todavía presentes, cambiándose despues por restitucion poco á poco en los cuatro nuevos premolares, que se han hecho perfectos durante la salida del segundo molar persistente, y que la última muela de todas, que sale, es la séptima, el ter- cer molar persistente. Por esta razon, la quinta muela de cada dentadura de los Paquidermos es siempre la más vieja y la más gastada, pero la última sexta Ó sép- tima la más nueva y ménos gastada. Me resta hablar de las raices de la muela, de las cuales dos están indicadas en mi fig. 16 A. Existen cuatro, dos correspondientes á la pared externa de la corona, las otras dos á los dos lóbulos internos. En mi figura citada se ven los dos exter- nos, como dos conos rectos angostos de dentina, separados por el espacio pequeño de 2-3 milímetros, miéntras que las raices tienen en la base un grosor de 9 milí- metros la anterior, y de 7 milímetros la posterior. La altura es actualmente de 1,4 centimetros de aquélla y de 1,2 de ésta, pero faltando á lo ménos la mitad de cada raíz entera, puede calcularse la altura verdadera de la anterior en 2,8-3 cen- timetros y la de la posterior en 2,5. Las otras dos raíces del lado interno, cor-. respondientes á los dos lóbulos de la corona, son un poco más pequenos cada una, pero aún más acercadas entre sí que las anteriores, porque se unen con sus super- ficies opuestas al principio de figura de un «o, separánduse despues más en puntas distantes, que faltan por estar rotas. Presumo, por el tamaño de la base de cada una, que han sido un poco más cortas que las del lado externo. Mirando el diente por los lados, sea el anterior Ó el posterior, sorprende su grande anchura en direccion transversal, en comparacion con la longitudinal, que NO MENCIONADAS EN SU OBRA POR BRAVARD 165 es muy corta. Vista del lado anterior, la corona tiene 2,5 centimetros de ancho, al borde de la cara masticatoria,-y 3 centímetros en la base, en donde principian las raices. Pero éstas se hacen siempre más distantes hácia abajo, y terminan rotas en 3,4 centimetros de distancia; lo que me parece indicar, que las puntas de las raices externas han sido de 3,8 hasta 4 centímetros distantes de las internas. Un pedazo del hueso de la mandíbula se ha conservado entre las cuatro raíces, probando que han existido dos alvéolos un poco más grandes para las externas y un alvéolo de figura de «o para las internas. Afortunadamente, mi paisano ha encontrado tambien un pedazo del maxilar con dos dientes, que me permiten describir los inferiores igualmente, con respecto á la dentadura de Homalodontotherium, figurado en la obra citada de FLower. Doy de dichos dientes las dos xilografías adjuntas, que las muestran, la una, de la cara masticatoria, la otra, la muela segunda por su lado posterior. Las dos muelas inferiores son, segun dicha analogía, el cuarto pre- A molar y el primero de los verdaderos molares. El premolar (4) de éstos ha perdido su corona, restando de ella solamente la base, con las dos raices descendentes en el hueso maxilar. Se ve de la corona su circun- ferencia basilar, con la capa fina externa del esmalte, y en el centro de la dentina dos aberturas, indicando las concavidades centrales de las dos raíces. La circunferencia de la corona prueba, que ella ha sido compuesta de dos partes un poco desiguales, una porcion anterior poco menor y una posterior casi de un tercio más grande. Una inci- sura notable á cada lado indica el tamaño relativo de las dos porciones, y deja conjeturar, que estas incisuras han subido en la superficie de la corona con pliegues del esmalte. Tomando la muela siguiente por modelo, se debe creer, que el uno de los pliegues del lado izquierdo de la figura ha sido más profundo que el del otro lado, que ha sido el externo en el maxilar. La segunda muela (B ) ha conservado su corona, con la cara mas- ticatoria casi intacta, porque las pequeñas pérdidas del esmalte en las orillas de dicha cara no ocultan mucho la figura enlera del objeto. Se ve, que tambien esta muela, el primer molar verdadero, se compone de dos porciones, pero de tamaño mucho más desigual entre sí, siendo la anterior sólo de la mitad de la pos- terior. Un pliegue profundo del esmalte al lado izquierdo de la figura, que repre- senta la superficie interna de la muela, separa la porcion anterior de la posterior, y á este pliegue corresponde una incisura bien pronunciada de la superficie externa, que se toca por el esmalte casi con el pliegue de la dentina, dejando solamente un intérvalo muy pequeño entre las dos capas del esmalte. Se ve esta capa como borde fino en toda la circunferencia libre de la corona, que tiene una altura franca 166 EXÁMEN DE LAS OTRAS ESPECIES NUEVAS de 2,1-2,2 centímetros afuera del hueso maxilar. Su superficie externa es lisa, sin arrugas y ondulaciones, y no presenta el más mínimo vestigio del cíngulo en su base, descendiendo directamente en el alvéolo correspondiente del maxilar. En la otra superficie interna tampoco existe alguna indicacion del cingulo; pero se ve por la inclinacion débil del esmalte, que la corona es un poco más gruesa en la base que en la cúspide, que actualmente está ocupada por la cara masticatoria; pero ha sido al principio, ántes del efecto de la masticación, una cresta más angosta del esmalte. Las dos porciones de las muelas, aunque muy desiguales de tamano, tienen la misma figura general. Cada uno muestra en la superficie externa una curvatura regular, un poco más fuerte en la porcion anterior que en la posterior; y en la superficie opuesta interna un pliegue del esmalte que se acerca más á la extremidad de la muela, estando en la porcion anterior cerca de la esquina anterior, y en la porcion posterior más acercado á la terminacion redondeada de esta porcior, Los dos pliegues no descienden por toda la superficie libre de la corona, sino que se pierden en la mitad de la altura, disminuyendo poco á poco en profundidad con su descenso. El pliegue de la porcion anterior es más corto, ménos abierto; el otro de la porcion posterior, más abierto y un poco más largamente descendente. El tercer pliegue entre las dos porciones de la muela desciende más que los otros dos, pero tampoco sobrepasa la base de la corona, que es de circunferencia homo- vgéneamente encorvada, sin pliegue alguno y sin cingulo. Hay otro carácter distintivo entre las dos porciones de la muela, que se presenta por el pequeño agujero oval, envuelto en una capa de esmalte, que existe en la segunda porcion, cerca del principio, casi en el medio de la muela. El agujero desciende poco en la sustancia de la dentina, con su capa de esmalte, como un cono abierto poco más angosto hácia abajo, lo que prueba que ha sido, al principio de la masticacion, más grande, una concavidad de la corona casi en su medio. Esta presencia de una pe- queña concavidad igual en cada una de las muelas posteriores, las superiores como las inferiores, es de mucha importancia para la afinidad sistemática de nuestro animal, probando de un modo claro é indudable, que el género Colpodon es intermedio entre otros dos géneros terciarios ya conocidos de la Formacion Patagónica, que son : Neso-. don y Homalodontotherium, porque Nesodon tiene agujeros y concavidades corres- pondientes en sus muelas posteriores, pero en Homalodontotherium faltan, aunque la otra configuracion de las muelas de Colpodon es más conforme con la de Homalodon- tolherium que con la de Nesodom. Éste no tiene cíngulo en sus muelas, lo mismo que Colpodon, pero Homalodontotherium lo posee muy grueso y fuerte, á lo ménos en los dientes anteriores hasta el último molar verdadero, que no lo presenta. En este carácter muestra Homalodontotherium analogía con Macrauchenia patachonica, que —_—— AAA NO MENCIONADAS EN SU OBRA POR BRAVARD 167 tiene cingulo fino en todos los otros dientes, pero no en los tres molares verdaderos, aunque las especies terciarias lo tienen en todas las muelas. Por esta doble relacion á otros dos géneros, la constitucion del género Colpodon es completamente justificada, y su fundacion tan bien legitimada como la de cualquier otro género conocido y admitido. La segunda xilografía (C.) muestra el primer molar verdadero (B) de su extremidad posterior, con la raíz y la corona perfecta, en tamaño natural. Se ve por esta figura, que la capa de esmalte desciende en la superficie externa de la corona sobre la base de de las raíces, miéntras que termina en la superficie interna ántes del principio de éstas. Arriba termina la corona con la cara masticatoria, que es un poco más angosta que la base, en donde principian las raíces; lo que hace presumir, que en el estado primitivo, ántes del desgaste, la forma de: la corona ha sido más cónica, con cúspide bastante angosta. Al lado izquierdo de la figura existe indicado el pliegue de la porcion posterior, que des- ciende solamente por la mitad superior del esmalte. Las raices son poco comprimidas de adelante hácia atras. Cada muela inferior tiene dos raíces, de las cuales la posterior es un poco más fuerte que la anterior. Doy al fin de esta descripcion del nuevo género las medidas de las tres muelas para recapitulacion. Muela superior (quinta, primer molar). Anchura anterior de la cara masticatoria...........o.oo.oo.ooo... 3,0 cent. ra posterior dela MÚSIMA. o coiidsios baaa sale e 3 » Altura del esmalte externo de la cOrONa............o.......... 37 » Aita delimnternor dell miso. eoornonasias aaa electo a dale 1,3 » Ide las truces CXÍCTaS. >. .acocornsanrosssvosozesones. 2,8 » Moderado llas ralees IDternaS o. qa sanas ae ao eo 2% » Groesomlateralemila baseide: la! COTO ocio ade e ciai als 3,0 » ERA A O O 1,6 » Distancia de las raíces anteriores de las posteriores............ 3,8 » Muelas inferiores. Cuarta muela (último premolar). Lana EA 2,2 cent. Aa la primera PORCIÓN soda ooo cc coco soc cda 4,3 » carr ade secunda porcion of 000 o e 1,5 » Quinta muela (primer molar verdadero). A 3,2 cent. Anuchurardes la Primera porción cocida 4,4 » 22 168 EXÁMEN DE LAS OTRAS ESPECIES NUEVAS Anchura de la segunda porcioN.......o.oooooomrerortrccana ss» 4,6 cent. Altura de la corona afuera del maxilar... ..oo.caridondca nie: 2,2 » Longitud de,la primera porciOn estais aio aleja o oia lle 4,2 » Longitud de la Segunda POCIÓN? > =.0.00q 32 alas os ateo aa aia 2,0 » ATtura del esmalte alado externo 3,5 » Altura del esmalte al lado interno........ RA SA AE 4,9 > Longitud de dara ld 3,2 » Anchura en la base de dara Noa 1,8 » Altura con raiz y COFODA JUAS. oras a ona ala a A 5,0 » Con respecto á la colocacion sistemática, no hay ninguna duda, que Colpodon entra con Nesodon y Homalodontotherium en el mismo grupo de los géneros Toxodon y Ty- potherium, formando una seccion particular de los Pachyderma. No conocemos bien los piés de estos géneros, con excepcion del Typotherium, que tiene cinco dedos per- fectos en el pié anterior y cuatro en el posterior. Por esta razon no sabemos bien su relacion con los otros dos grupos de los Pachyderma, distinguidos por los nombres * de Paradigitata (Artiodactyla) con dos ó cuatro, é Imparidigitata (Perissodactyla) con tres dedos. Algunos caractéres del pié posterior de Toxodon me han empeñado en creer, que este género ha tenido cinco dedos, como Mastodon y Elephas; y si es así, probablemente los otros tres géneros terciarios poseyeron el mismo número, porque éste se encuentra como casi general de los Paquidermos antiguos terciarios; indu- ciéndome á dar á dicho grupo de los Toxodontinos el nombre de Multidigitata (Polydactyla), dejando á descubrimientos futuros la definicion exacta y segura del grupo por caractéres fijos más distintivos. Admitiendo entónces los cinco géneros nombrados como pertenecientes á esle nuevo grupo, separado de los otros Paquidermos, se presenta entre ellos un mo- mento de distincion ulterior en las muelas, que son de doble categoría. Los tres géneros terciarios lienen muelas con corona bien diferenciada de las raíces, por cubierta del esmalle y raíces separadas entre sí; miéntras que los dos géneros cua- ternarios tienen muelas prismáticas, sin diferencia formal de la corona y de las raí- ces, descendiendo las capas de esmalte por toda la muela, de arriba hasta abajo. Así recibimos la tabla siguiente de sus caractéres distintivos en lengua latina. 1. Dentibus biformibus, cum corona radicibus- que distinctis. A. Dentes sine cingulo. 1. Molaribus superioribus quadri- lobis. 14. Nesodon. 2. Molaribus superioribus bilobis. 2. Colpodon. A AA A Y NO MENCIONADAS EN SU OBRA POR BRAVARD 469 B. Dentes cum cingulo alto. 3. Homalodontotherium. IT. Dentibus prismaticis uniformibus. A. Molaribus superioribus sepiem. 4. Toxodon. B. Molaribus superioribus quinque. 5. Typotherium. 6. Anchitherium australe Con este nombre he descripto en la Descript. phys. de la Républ. Argent., tom. IM, pág. 479, la dentadura de un animal de la Formacion Terciaria Patagónica, que D. Ramon Lista trajo al Museo Nacional de su viaje al Rio Chico, tomándole por un representante de dicho género, ya reconocido en Norte-América por J. Lei (The Extinct Mamm. Fauna of Dakota and Nebrasca. 1869, 4”, pág. 303 y 402). No teniendo en mi poder en aquel año (1879) la obra de W. KowaLevsky (Mém. de la Acad. de Scienc. St. Petersb., tom. XX, n” 5, 1873, 4” sobre el Anchitherium aurelianense, he interpretado mal las figuras citadas de BLaINvILLE (Ostéogr. tom. II, Palaeother. pl. VI) y Lery (1. 1. pl. XX), no fijindome bien en las muelas anteriores del objeto en mi poder, porque han sido rotas en su porcion principal. Despues, recibiendo la obra más completa y de todo punto perfecta de KowaALevskY, he lim- piado mejor el objeto de los restos de roca, que lo envuelve, y entónces he recono- cido, que la primera de las seis muelas es la más pequeña, aumentándose el tamaño de las siguientes poco á poco, hasta la quinta la más grande, y disminuyendo de nuevo la sexta última, al principio igualmente grande, un poco en su porcion posterior terminal. Para mostrar mejor la configuracion de la dentadura del animal, del cual se trata, doy una representacion de sus muelas en la lám. Il, fig. 7, en tamaño natu- ral; y aunque esta figura no está igualmente bien ejecutada que el dibujo, hecho por mí mismo con toda precaucion, ella á lo ménos da una idea clara de la relacion del tamaño de las seis muelas entre sí, mostrando claramente que no se asemeja á la dentadura del género Anchitherium, que tiene siete muelas, de las cuales la primera es muy pequeña y la segunda la más grande, á lo ménos la más larga, disminuyendo de tamaño poco á poco las cinco posteriores, hasta que la última es bastante menor que la segunda, en contraste directo con las muelas del animal terciario de Patagonia. 170 EXÁMEN DE LAS OTRAS ESPECIES NUEVAS Mi fig. 7 de la lám. H, es un poco aumentada, y por esta razon doy las medidas de las muelas, como sigue, la longitud y anchura en milímetros : Muela... 1 LU e UL MW vI Longitud...| 9 10 44 12 13 41 Anchura...| 40 42 Ak 146 18 17 Cada muela se compone de una porcion más alta externa y una baja interna; ésta, comparada con la primera, es un poco ménos ancha que la mitad de la an- chura entera de cada muela, ocupando la otra porcion externa, con su base, un poco más que la anchura dimidia de cada muela. Las dos porciones están separa- das entre sí por un surco profundo longitudinal, y toda la corona tapada con capa fina de esmalte, que se levanta en cuatro lóbulos, separados por otros surcos transversos. Se distinguen bien dos lóbulos altos, casi iguales, en cada porcion externa de las muelas y otros dos mucho más bajos, desiguales, en la porcion in- terna, siguiendo de este modo al tipo general de las muelas de los Paquidermos Selenodontes. Por desgracia faltan en todas las muelas los dos lóbulos externos, rotos hasta su base al lado externo de cado muela. Solamente las dos últimas muelas han con- servado un poco de la base de estos lóbulos. Se comprende que han sido, como generalmente en las muelas del dicho grupo de los Mamíferos, lóbulos triangulares, separados entre sí por insisura superior, que da á cada lóbulo una cúspide bastante aguda. Como en la base interna de la corona no se ve nada de un cíngulo ele- vado, dudo tambien de su presencia en todo contorno, y tampoco puedo ver indi- cado altas crestas externas en los lóbulos; me parece más probable que cada lóbulo triangular ha sido un poco convexo en su superficie externa, y no muy cóncavo, . como en otros géneros del grupo. En las dos últimas muelas se ha conservado una porcion de la base de los dos lóbulos al lado interno de ellos, y estos restos prue- ban, que los lóbulos enteros han sido bastante bajos, pero gastados en sus cúspides angostas poco elevadas. Posible es, que la primera muela muy pequeña no ha tenido más que un solo lóbulo perfecto, porque el vacio interno de la corona rota no está dividido en dos cámaras, como en las otras muelas; sin embargo, tiene evidentemente dos raíces se- NO MENCIONADAS EN SU OBRA POR BRAVARD 474 paradas al lado externo de la corona, y por esto la he dado tambien dos lóbulos en mi figura. La porcion interna de esta misma muela primera tiene una sola raíz y tambien un solo lóbulo interno, que corre oblicuamente sobre la mitad de la corona, acom- pañado al borde anterior por una pequeña cresta baja de la márgen. La segunda muela y la tercera tiene igualmente al lado interno de la corona una sola raíz, pero dos al lado externo; en su superficie masticaloria se ven dos lóbulos unidos á una cavidad bilobada, bastante gastada, acompañada al borde anterior por una pequeña cresta «baja lateral. Las tres muelas posteriores tienen dos raices internas y otras dos externas; su cara masticatoria interna baja muestra evidentemente dos lóbulos desiguales, acompañado el anterior más grande de una cresta pequeña baja de la márgen anterior. Estas tres muelas son muy desigualmente gastadas. La pri- mera de ellas, es decir, la cuarta de la fila entera, es la más gastada, con una con- cavidad central bilobada más grande que en las muelas anteriores; la segunda (quinta) tiene las cúspides de los dos lóbulos gastadas, pero la anterior mucho más que la posterior, y aquel lóbulo se halla dividido en dos porciones por un pequeño surco transversal al principio; la tercera (sexta) no tiene gastadas las cúspides de los dos lóbulos, sino perfectas, con punta central elevada en lugar de las concavi- dades de las otras muelas, pero la separacion del primer lóbulo grande en dos por- ciones, por un surco transversal, existe como en el de la muela precedente. Por esta diferencia del desgaste de las muelas comprendemos, que la cuarta es la más vieja, como correspondiente al primer molar verdadero; que las tres ante- riores á ella son premolares, y las otras dos posteriores los últimos molares verda- deros. Es muy probable, que ántes de la primera pequeña de las seis muelas ha existido otra aún más pequeña, que ha sido gastada toda, como generalmente su- cede en los caballos actuales; pero en el objeto, que ha servido para mi dibujo y descripcion, no se ve ningun vestigio de ella. Comparando ahora mi relacion con las figuras en la obra citada de KowALEvskt, se ve claramente, que el animal no es un Anchitherium, aunque tiene alguna ana- logía con este género por la configuracion de los lóbulos de sus muelas. Pero en las muelas de Anchitherium los dos lóbulos internos de cada muela son casi de igual tamaño, superando un poco el posterior, y en las del animal fósil de Patago- nia el lóbulo anterior es mucho más grande que el posterior, que áun parece faltar completamente en la muela primera más pequeña, que ha sido probablemente al principio de la vida la segunda, si admitimos el número de siete muelas como su verdadero estado. No he encontrado en las publicaciones anteriores, que tengo en mi poder, den- tadura igual á esta aquí descripta, y debo entónces presumir que el animal no ha 172 EXÁMEN DE LAS OTRAS ESPECIES NUEVAS sido conocido hasta hoy. Se acerca, como me parece, al género Paloplotherium de Owen (*) (Plagiolophus KowaL.) (%), pero se distingue bien por los dos lóbulos inter- nos de las muelas, mucho más desiguales de tamaño, superando el anterior al posterior del doble hasta el triple. Por esta razon propongo llamar ahora á este animal ter- ciario Anisolophus australis (*%). 7. Toxodon parvulus En la lám. Il, fig. 13, he dibujado la cara masticatoria del diente de un Toxodon chico, que me ha parecido bastante particular para presentarlo al lector curioso, por su desvío del tipo general de dicho género. Ya lo he mencionado en la pá- gina 138 del texto precedente. La cara masticatoria representa un molar cuarto del lado derecho del maxilar inferior, segun la analogía de las otras especies co- nocidas del género, pero su tamaño está reducido á dos terceras partes de las mue- las correspondientes de estas especies. La misma muela del Toxodon Owen tiene la cara masticatoria de 4 centímetros de largo y 1,5 centímetros de ancho al borde anterior, miéntras que dicha cara del diente chico es de 2,5 centímetros de largo y de 2 centímetros de ancho al borde correspondiente. Tengo á mi disposicion dos ejemplares de muelas inferiores de la especie chica, esta cuarta del lado derecho y una quinta del lado izquierdo, que es un poco más larga, siendo su cara de 2,8 centímetros de largo, pero la configuracion es la misma. Se distinguen estas dos muelas de las correspondientes de las especies más gran- des por algunas otras calidades, que son las siguientes : 1. La curva general del prisma de la muela entera se halla opuesta á la curva de las grandes especies, porque éstas tienen poco convexo su lado externo, cubierto de esmalte liso, y cóncavo al otro lado interno con los tres surcos; pero las muelas chicas se presentan en este lado cóncavas, y al otro interno con los surcos perpen- diculares del esmalte convexas. (4) Contrib. to the History of Brit. Mamm. London, 1848, 4”, pág. 4 y 12, pl. 12. (9 Palaeontogr. tom. XXII, pág. 209, sig. (+9) De todos los animales fósiles terciarios, el Paloplotherium codiciense se acerca lo más próxima- mente al nuestro, segun la descripcion y la figura de A. GaubrY, Enchainement du monde animal, pág. 61, fig. 70. Paris, 1878, 8%, Tiene siete molares bastante parecidos, con cuatro premolares en ellos. NO MENCIONADAS EN SU OBRA POR BRAVARD 173 2. El esmalte del lado interno, con sus tres surcos, es un poco más ancho, por- que en las muelas de las especies grandes termina en el mismo surco primero an- terior, y asciende solamente un poco despues del tercer surco posterior. Pero en las muelas chicas se levanta el esmalte sobre el primer surco, tapando tambien el lado posterior de la dentina ántes del surco, del mismo modo como el esmalte so- brepasa el tercer surco, tapando poco la dentina atras del surco. 3. De las cuatro columnas, entre los tres surcos internos de cada muela inferior de las grandes especies, la primera al borde anterior del diente es la más ancha y la más alta, y la cuarta última la más angosta; pero en las muelas chicas la columna primera y la cuarta son de igual anchura, aunque un poco más alta que las dos me- dias columnas, como tambien en las muelas de las especies grandes. 4. Las dos muelas chicas se diferencian entre sí por la profundidad de los surcos, que son desiguales. La muela derecha cuarta tiene las dos posteriores de los tres surcos muy profundas, y solamente el primer surco muy bajo, apénas plegado; pero la muela quinta del otro lado izquierdo, tiene los tres surcos igualmente bajos, sin verdadero pliegue. No sé, si esta diferencia sea individual y casual, Ó carácter especifico de dos especies chicas diferentes (*). S. Diente de Delphinodon En la lám. Il, fig. 20, C, he dibujado un diente de la Formacion Terciaria del Paraná, de tamaño natural, que me parece, si no idéntico, á lo ménos muy seme- jante al diente que D. Joun Leroy ha figurado en su obra sobre los animales fósiles terciarios del terreno de Dakota y Nebrasca (Philadelph., 1869. 4”, pág. 424, pl. 30, fig. 8 y 9), describiéndole con el nombre de Delphinodon mento. No le doy apela- tivo particular, esperando nuevos descubrimientos del animal, al cual ha pertene- cido. La corona corta, cónica, bastante gruesa, un poco comprimida del diente tiene una capa de esmalte, terminada hácia abajo con un borde elevado, fina- mente granulado. La cúspide de la corona es aguda y sus dos lados están gastados por trituración. Todo el diente tiene un color homogéneo negro-amarillo, y la su- perficie de la corona lisa, bien pulida. (E) Ya habia dibujado mi figura y descripto esta muela, cuando recibí el Boletin de la Acad. Nac. de Cienc. en Córd., tom. VIIL, entr. 1%, en donde, pág. 75, el Sr. D. FLoreNtiN0 AmeGHINO describe una muela parecida bajo el nombre de Toxodon foricurvatus. Me abstengo de aceptar esta denominacion extraña, porque la considero contra las leyes de la buena latinidad. F = G Fic. Fi6. Fic. FiG. FiG. Fic. Fic. Fic. Fic. FiG. Fic. Fic. Fic. Fic. Fic. FiG. FiG. EXPLICACION DE LAS LÁMINAS 2 (LOS NÚMEROS ADSCRIPTOS Á LAS FIGURAS, SIGNIFICAN EL TAMAÑO NATURAL ) * PLANCHA II . A. Vista del llano occipital del cráneo de Megamys patagonensis. (De medio tamaño natural). 2. Vista de la misma porcion del cráneo, figurada del lado derecho. 3. Vista de la misma del lado superior. Las letras adscriptas significan los huesos dife- rentes. s. s. s. hueso parietal. t. t. t. hueso temporal. p. p. p. hueso petroso. o. 0. 0. hueso occipital. 4. Vista del maxilar del Potamarchus muri- nus. del lado derecho. k, A. La primera muela aumentada de doble tamaño. 4, IB. El último lóbulo de la misma muela, cuatro veces aumentado. 5. Parte superior del fémur de la Megamys patagonensis. (La mitad de tamaño natural). 6. Muela de un roedor. (Tres veces aumen- tada). 7. Serie de las muelas de Anchitherium australe : Anisolophus australis. (Tamaño natural). 8. Muela de Anoplotherium americanum de BRAVARD. 9. Dos muelas de Arvicola gigantea de Bra- VARD 10. A, B. Muela de un roedor desconocido. 11. Muela de otro diferente. 12. Cráneo de Delphinus rectifrons de Bra— VARD. A. Visto de arriba. B. Visto de abajo. C. Dos dientes. (A y B. Tercera parte del tamano natural. C. del natural). * PLANCHA III 1. Diente de Eutemnodus americanus. (Ta- maño natural). 2. Cráneo de la Vizcacha, visto del lado izquierdo. (Tamaño natural). 3. El llano occipital del mismo. k. Las muelas de la mandíbula inferior. (Tamaño natural). 5. Mandíbula inferior de Megamys patago— nensis (Medio tamaño del natural). 6. Porcion anterior del paladar de la Con- tracavía matercula, con dos muelas á cada lado. Fic FiG FriG FiG. FiG. Fic. Fi6. FiG. Fic. Fic. FrG. Fic. Fic. Fic. . 1. Palacotherium paranense (Macrauchenia). Serie de las muelas: pr. m. l, II, HI. Las tres molares an- teriores. m. 1, If, HI, IV. Las cuatro muelas pos- teriores. : II, A. La muela anterior segunda, vista de arriba. TII, A. La muela anterior tercera, vista de arriba. III, B. La muela tercera posterior, vista de arriba. IV, B. La muela cuarta posterior, vista de arriba. . 8. Dentadura de un individuo jóven del mis- mo género, pero la especie menor, M.mínuta. LIV. Las cuatro muelas de leche. . 9. Una muela de la mandíbula inferior del Palaeotherium paranense, intacta. 10. Superficie de una muela utilizada del mismo animal. 11. Corte transversal de una muela rota de Toxodon paranensis. 12. Segunda muela superior del mismo animal. 13. Muela inferior de una especie menor, el Toxodon parvulus. 14. Porcion posterior del cráneo de la Viz- cacha, vista de arriba. 15. Una muela de Palaeotherium paranense, vista de arriba, 16. Una muela de Colpodon propinquus. A. Vista del lado externo. B. Vista de su cara masticatoria. 17. Objeto desconocido, parecido al pre- molar del Anthracotherium. A. Vista de lado. B. Vista de arriba. 18. Corona de diente de un añimal, pare- cido al Hyrachyus agrarius (Ribodon.) A. Visto por delante. B. Vista de la superficie masticatoria. superior del animal, llamado por BravarD Anoplotheríwm americanum. B. Una muela inferior del mismo. 20. Tres dientes de diferentes animales. A. Incisivo lateral de Macrauchenta mi- nula. A”. La misma, del lado interno. B. Colmillo de Macrauchenia media. IB. La corona, del lado interno. C. Diente parecido al Delphinodon. 19. A. Vista del lado externo de la muela. is AVISO El Museo Público de la Provincia de Buenos Aires, ha sido cedido desde Setiembre del año próximo pasado (1884) á la Nacion, y se llama actualmente MUSEO NACIONAL Ruego á mis corresponsales usen este nombre cuando se dirijan al establecimiento. EL DIRECTOR. CONTENIDO DE -ESTA EN AA IV. — EXÁMEN DE ESPECIES NUEVAS DE LA FORMACION TERCIARIA DEL PAIS. - PARA DAR A CONOCER A, dy LOS OBJETOS DE HISTORIA NATURAL NUEVOS Ó POCO CONOCIDOS A , CONSERVADOS EN ESTE ESTABLECIMIENTO POR = GERMAN BURMEISTER, Med. Dr., Phil. Dr. Director del Museo Nacional do Buenos Aires [cons de las Academias de Ciencias de Berlin, Saint-Petersbourg, Turin, Washington y de la Universidad de Chile, de Y etc., etc., etc. 2 ENTREGA DÉCIMAQUINTA Tercera del Tomo MI. + BUENOS AIRES IMPRENTA DE PABLO E. CONI, CALLE PERÚ, 334 Ed 1888 PARIS E. DEYROLLE EN COMISION RELACION DE UN VIAJE Á LA GOBERNACION DEL CHUBUT POR CÁRLOS V. BURMEISTER Ayudante del Museo Nacional (CON UN PLANO) Habiendo recibido permiso del Superior Gobierno de acompañar al Teniente Coronel D. Luis J. Fowrana, en una expedicion por el territorio del Chubut, preparéme para dicha exploracion en la Patagonia, y despues de arreglar todo aquello que una ausencia prolongada y un viaje largo puede suscitar, abandoné Buenos Aires á prin- cipios del mes de Diciembre de 1886, llegando en 24 horas por el ferro-carril del Sud á Bahía Blanca, límite setentrional de la Patagonia en cuanto á su formacion geoló- gica. Importante centro de poblacion, rodeado de grandes establecimientos gana- deros, unido á su puerto sobre el Océano Atlántico por medio de la vía férrea y comarca que con sus plantaciones cada año más notables ha podido atraer una gran corriente de inmigracion, y lo que es quizá más producente, la frecuencia relativa de lluvias benéficas, que si el sistema de plantar árboles se sigue darán estos agentes me- teorológicos lugar al enriquecimiento de una vasta region circunvecina. Parece tener ahora este pueblo unos 5000 habitantes, miéntras que en 1828, época en que el Go- bierno de Buenos Aires tomó posesion de ese punto, se levantó un fortin, es decir, unos ranchos rodeados de un fozo, que albergaba á 30 soldados. Aún durante la expedicion contra los indios en 1833 al mando del General Don Juan Manuel Rosas, Bahía Blanca no era sino el fortin levantado cinco años ántes. Cuando me hube informado sobre las salidas de diligencias para el Cármen de Patagones y asegurado mi pasaje en la primera galera, resolví visitar un paraje al Este del pueblo sobre la costa del Océano y distante unas 18 leguas, llamado Monte Hermoso, donde esperaba hallar algunos objetos de interes paleontológico, trasladán- 22 — 116 — dome á aquel punto en un carruaje por consejo del señor MARIANO ZAMBONIMI, respetable vecino de Bahía Blanca, á cuya benévola solicitud debo el haber podido comprobar en el arroyo Maldonado, que atraviesa una propiedad suya, la presencia del Distomum hepaticum y de la Hirudo decora, animales que se hallan en el lodo de ese arroyo, siendo la existencia del primero hasta cierto punto alarmante, pues es un parásito que habita los pulmones é higado de las ovejas, produciendo grandes mortandades en las majadas, y que tambien se ha hallado en el hombre. Para llegar á Monte Hermoso en el dia era necesario salir bien temprano, por cuya razon á las 4 a. m. ya se ponia en movimiento el vehículo que me conducia, tirado por Cuatro caballos. Cerca del pueblo pasamos un arroyito que no tenía mas de 30 cen- timetros de agua en su parte más profunda con unos 3 metros de ancho y que debia ser un brazo del Napostá, arroyo más caudaloso, sobre cuya márgen está situada Bahía Blanca. El camino sigue junto á la línea telegráfica á Monte Hermoso atravesando campos pasturosos, poblados de matorrales, que á medida que se aproximan al mar se cambian en arenosos. Hácia el medio dia hicimos alto en la costa del Océano para dar descanso á los caballos, pues ántes de llegar á este punto atravesamos una legua de médanos de arena movediza con escasa vegetacion, en cuyo terreno los caballos tenían mucho trabajo para arrastrar el vehículo. En el camino dos especies de aves había notado y cazado, la Eudromia elegans y el Circus cinereus. La primera es abundante en grupos hasta de diez individuos, que al ser perseguidos corren rápidamente por entre los matorrales, para tomar vuelo ; se desbandan de á pares, pero á veces permanece alguna echada junto á una mata que la oculta perfectamente, y al acercarse una persona, vuela con rapidez, agitando fuertemente las alas y produciendo con ellas un ruido particular como al pronunciar la letra b seguida de muchas r, el que se repite tres ó cuatro veces; luego, dejando abiertas sus alas y describiendo una leve curva á derecha ó izquierda desciende suave- mente. Nunca se elevan á más de 2 metros sobre la superficie de la tierra. Su piel es muy fina y débil, de manera que hay que tener sumo cuidado para que nose rasgue al extraerla con objeto de prepararla cientificamente. El Circus cinereus es un ave de rapiña, tambien abundante en esta region, y que pa- rece perseguir las pequeñas víboras. El ejemplar que adquirí se hallaba parado sobre un palo del telégrafo, desde donde cayó herido mortalmente de un tiro. Mientras descansaban los caballos el cochero, armado de una pala, que préviamente habia traido, se puso á cavar en un vallecito entre dos médanos, pues decia que en otra ocasion habia hallado agua potable, haciendo un agujero en la arena en este mismo paraje. A la media hora regresó diciendo que habia cavado como un metro encontrando solo agua salada. — 111 — Hasta las 2 p. m., hora en que proseguimos el viaje, me ocupé en recoger moluscos en la playa, notando tres especies de Vénus, una diminuta: Venus minuscula, otra mayor: Venus purpurata, y la más grande de las tres: Venus rostrata, como tambien el Solecurtus platensis de D'OrsIcNY, cuyos dos géneros pertenecen á las Bivalvas Si- phónidas, miéntras que una pequeña ostra y un mejillon, Ostrea puelchana y Mytilus Darwinianus son Asiphónidas. La Oliva patachonica se halla en gran cantidad,.no así la Oliva tehuelchana, mucho más pequeña y escasa. Numerosos ejemplares de Voluta gigantea se ven entre los guijarros y tambien el Murezx varians y dos especies de Buccinum, el laevigatum y el strangulatum, éste poco mayor que el primero, se encuentra á cada paso. Uno de los caracoles más abundan- tes es tambien el Trochus patachonicus, de color rosa exteriormente y algo mayor y de forma más elevada que el Trochus compressus, hallado tambien aquí, Las especies de Crepidula muricata y semiovata que han sido separadas por tener la primera en la superficie exterior de la concha elevaciones ó asperezas dispuestas en líneas curvas, miéntras que la segunda es lisa, pueden probablemente considerarse como una sola especie, pues hay ejemplares que no tienen los caractéres ni de la una ni de la otra bien marcados; algunos carecen de elevaciones cerca del márgen y en otros apénas se les nota en toda su extension. A la tarde seguimos por la playa, y á las 6 p. m. avistamos el faro de Monte Hermoso, es decir, un palo de buque sobre un médano de arena, algo más elevado que los otros adyacentes. Cuando el sol ya se ponia, alcanzamos la casilla de madera que habita el encargado del faro, un dálmata que apénas habla el castellano, y donde tambien se halla instalada una oficina telegráfica, cuyos servicios habria podido aprovechar si nola hubiesen abandonado sus empleados hacia ya tres meses. Á diez varas de la casilla hay un pozo, practicado en un pequeño bajo entre los médanos, del cual el encargado se surte de agua dulce, que se encuentra á “Y metros de profundidad, pero todavía como 42 ó 3 sobre el nivel de las mareas altas. El médano sobre el cual se halla el palo de buque, y que representa el faro, se eleva á unos 23 metros sobre el mar y está á pocos pasos de la playa, descansando sobre una capa arcillosa rojiza cuando húmeda, que contiene gran número de huesos fósiles, como pude comprobar al dia siguiente. Atribuyo la existencia del agua potable en el pozo, solamente á la infiltracion de las aguas pluviales al traves de las capas de arena superiores á la arcillosa, sobre la cual queda delenida por ser impermeable ; además, la elevacion y pendiente de los médanos de arena forman una especie de recipiente muy permeable que la preserva tambien de la evaporacion por el calor. Cuando bebí de esta agua la hallé muy fresca, notando esta circunstancia tanto más cuanto que el dia era de mucho calor. En la misma costa del Atlántico al Sud de la desembocadura del Rio Negro observé — 118 — el mismo caso, grandes médanos de arena circundaban un pequeño bajo tambien arenoso muy próximo á la playa; en su centro se hizo un agujero y á los 2 metros de profundidad sejuntaba en el fondo agua dulce. Las mismas causas han contribuido en este otro paraje á la acumulacion de las aguas pluviales. Sin embargo, en la costa del Golfo Nuevo, territorio del Chubut, donde tambien se hallan médanos de arena pero no muy elevados cerca del mar, se han practicado perforaciones sin obtenerse agua dulce; pero allí la arena no descansa sobre capas de arcilla impermeable como al Sud del Rio Negro, sino sobre una mezcla muy permeable de arena con arcilla ver- dosa. Además, es probable que sea necesaria la existencia previa de una depresion de esa capa inferior, para que facilite la deposicion de las aguas. En Puerto Madryn (Golfo Nuevo) en un pozo de 10 metros de profundidad y como á 300 metros dela playa, á una elevacion como de 4 metros sobre el nivel de la pleamar, se halló agua tan salada como la de la misma Bahía ; es de notar que la mitad del pozo está hecho en la mencio- nada arcilla arenosa verde. Poco tiempo habia trascurrido desde que llegué cuando una tormenta fuertisima se desencadenó, Jloviendo copiosamente. Durante la noche no habia luz en el faro, pues el viento y la lluvia apagaban los dos faroles de aceite que cuelgan de la punta del palo, y enyos tubos, varias veces rotos estaban pegados con goma y papel. El dál- mata me manifestó por la mañana que tres veces habia intentado durante esa noche hizar los faroles encendidos pero que se apagaban en seguida, ví tambien que carecía de toda clase de elementos para su faro, no teniendo ni tubos, ni mechas, ni suficiente cantidad de aceite. La verdad es que un faro semejante, que se apaga con el viento, cuando más se requiere, es como si no existiera. El dia siguiente empezó tambien con lluvia; sin embargo, provisto de cinceles y martillo bajé á la playa, donde se ve debajo de la arena la formacion arcillosa rojiza llamada por DArwIN pampeana en sus Geological Observations. Part MI, cap. IV, pag. 16, y queen algunos puntos, actuando el mar sobre ella, se han formado bar- rancas perpendiculares con cuevas y cavidades. En toda su extension se hallan restos fósiles de mamiferos, cuya extraccion me era algunas veces dificultosa, por hallarse en la barranca á una altura en que una escala hubiese prestado muchos servicios. En otras partes están enterrados en la playa bañada por las aguas oceánicas, teniéndose que esperar la bajante para apoderarse de ellos. Doy en seguida una relacion de las especies recogidas entónces en este paraje, rela- cion que fué hecha por mi padre el Doctor GermAN BurmelsTER, despues de haber reci- bido en el Museo Nacional de Buenos Aires los cajones que las contenían : «Restos de diez diferentes cuadrúpedos fósiles que ha mandado mi hijo CárLOs al Museo Nacional. «Entre éstos figuran como preponderantes los huesos de dos especies del género — 1119 — Typotherium. He recibido un cráneo casi completo de este animal, menor en tamaño que el figurado por Gervais en su Zoologie et Paléontologie générales, planche 23, que si no es de una hembra, y el cráneo más grande del macho, debe ser clasificado como especie nueva, que propongo llamarla con el nombre de Bravaro, Typothe- rium Bravardi, en memoria del descubridor de este género particular. «Pero llaman mucho más la atencion los restos de tres cráneos de un animal mucho menor en tamaño que el más chico del otro género, pero unido por su configuracion general y su dentadura más íntimamente al Typotherium, diferenciándose por seis muelas á cada lado en las dos mandíbulas, miéntras que el Typotherium tiene cinco muelas arriba y cuatro abajo á cada lado. Sin embargo, el número de dientes incisi- vos es igual en los dos géneros. Nombro este nuevo género Paedotherium insigne, aludiendo á su tipo casi infantil del mayor (1). Otro género nuevo encontrado por mi hijo, pertenece á los roedores y tiene cuatro muelas á cada lado en cada mandíbula, como todos los géneros del grupo llamado por mí Muriformes, al cual pertenece. Cada una de estas cuatro muelas es igual en tamaño, comparado entre sí y tiene exacta- mente la figura de la primera muela del género actual Ctenomys; pero como de este género, cada una de las cuatro muelas que siguen hácia atrás, es sucesivamente más pequeña que la primera, no puede ser el animal fósil un Ctenomys verdadero, sino que se pronuncia en él un animal diferente, que propongo llamar Actenomys cunicu- linus, probando su diferencia genérica tambien por la anchura menor de los dientes incisivos y el tamaño mayor de su cráneo, unido sin duda con una gracilidad ge- neral de la estatura del animal, lo que prueba la figura más alargada de su maxilar inferior. Teniendo las cuatro muelas unidas del actual Ctenomys brasiliensis, bien conocido en la provincia de Santiago del Estero bajo el nombre de Tucotuco, una lon- gitud de 11 mm., son los del animal fósil de 16 mm., lo que prueba un tamaño entero del animal casi igual al conejo verdadero domesticado, miéntras que el Tuco- tuco tiene el tamaño de la prea, vulgarmente llamada tambien conejo en este país, por falsa aplicacion del nombre europeo. Es posible que Darwix y D'OrBrIcNY hayan conocido mi género Actenomys, porque los dos escriben sobre restos fósiles de Cteno- mys, atribuyéndoles mandíbulas defectuosas, fundándose en que no tienen más que las dos primeras muelas, faltando las otras, lo que impide conocer su tamaño sucesivo menor, que es el principal carácter genérico del género existente. «Losotros restos fósiles que recibí junto con los anteriores, son animales ya conocidos y no exigen descripcion detallada, mencionando placas de Hoplophorus, poco diferentes de las de la especie vulgar por los surcos más profundos y más anchos en el contorno de las areolas externas ; y del mismo animal un hueso radio perfecto del pié anterior. (1) Parece idéntico al género Pachyrukhos de AmecHixo. Bolet. d. 1. Acad. Nac., tom. VIII, pág. 160. — 180 — «Además, hay una vértebra de la cola del Scelidotherium ó del Mylodon y dos por- cionesde huesos del pié de Macrauchenia pero menor en tamaño que los huesos co- rrespondientes de Macrauchenia patachonica. Lo mismo valen diferentes huesos de los piés del Typotherium, todos más pequeños que los de la especie llamada por BRAVARD Typotherium cristatum. ; « He dado mucho interes á la mitad de una mandíbula de la vizcacha, tambien más pequeña que la del actual animal viviente (Lagostomus trichodactylus), y el cráneo casi completo del Marrá ó liebre patagónica (Dolichotis patachonica ), casi de igual tamaño al mismo de la especie actual, pero de una estructura más gruesa. » Otros restos fósiles que sabia se hallaban ya en el Museo Nacional y que por su gran tamaño no me era posible extraer, dejé en su sitio sin -tocarlos, entre estos una coraza casi completa de Doedicurus giganteus, trozos de Glyptodon laevis y huesos sueltos de otros animales conocidos. Puedo decir que el depósito es tan abundante que en ciertos puntos no se puede dar un paso sin pisar alguna punta de hueso que apa- rece á la superficie, principalmente trozos de cráneo de roedores son muy frecuentes (1). En cuanto á la fauna actual, noté la presencia de la gran araña Mygale avicularia y recogí algunos Coleópteros de la familia Cicindelidae, es decir: Cicindela intri- cata y Cicindela patagonica, de cuyas especies la primera es mayor en tamaño, pero no tan numerosa como la segunda. El gran escarabajo Eudinopus dytiscoides es bas- tante comun, y el Curculiónido Heilipus scabripennis tambien habita este paraje. Además tomé dos Ophidios y un Asteroideo que el mar habia echado á la costa. Al otro día de madrugada regresaba con mi coleccion á Bahía Blanca, donde llegué á la entrada del sol. Durante la noche encajoné todolo recogido; y poniendo ya el punto final á una carta, fuí llamado para subir á la galera que partía á las 4a. m. para el Cármen de Patagones. El trayecto entre Bahía Blanca y Patagones debia recorrerse, segun el itinerario de la diligencia, en dos dias, teniendo que pasar la noche en el antiguo fortin Mercedes, á orillas del Rio Colorado. Sin embargo, esta vez llegamos recien al tercer dia á: nuestro destino, porque al salir de Bahía Blanca se atraviesa por una gran extension de terreno salitroso, que estaba entónces muy húmedo á causa de las últimas lluvias. Á pesar de los catorce caballos que arrastraban la galera, se encajó una rueda de ésta en el (1) En esta excursion á Monte Hermoso fuí acompañado, como en la mayor parte del viaje, por el señor Abonro OBrecoN como ayudante voluntario. Este señor participó el resultado obtenido en este lugar á un amigo suyo, que publicó en un periódico de esta ciudad datos referentes á los objetos extrai- dos y á la riqueza fosilífera del terreno. A consecuencia de esta publicacion, Don FLORENTINO AMEGHINO fué al mismo lugar con objeto de buscar fósiles, publicando despues de su regreso en el diario « La Nacion » del 10 de Marzo de 1887 un extenso artículo sobre dicha localidad, para obtener la prioridad del descubrimiento. — 181 — barro hasta el eje, no saliendo sino con el auxilio de otros seis caballos más que tu- vieron que traerse de la posta próxima. Para todos estos trabajos se emplearon cinco horas, porque nada podian emprender los cinco peones y conductor sin discutir lar- gamente lo que debia hacerse. Por fin se resolvió uno de éstos á traer los mencionados seis caballos, que por lo flacos y ruines que eran, parecian más bien esqueletos revestidos sólo de la piel. La planicie húmeda llamada Salitral, que tiene unas 2 leguas de extension en el punto en que la atravesamos, está cubierta en tiempo seco de cristales de sal, no de salitre, como pudiera creerse por el nombre que se aplica á este paraje, sino de cloruro de soda mezclado con sulfato de soda y de magnesia. En verdad, es una depresion plana que segun los datos que me dieron en la posta siguiente, tiene muchas leguas de extension hácia el Oeste, pero conservando siempre un ancho que varía entre 1 y 3 leguas. Despues de una lluvia la sal cristalizada en su superficie se disuelve en el agua é impregna la arcilla mezclada con un poco de arena que forma el suelo, el cual no es duro pero muy elástico y desmenuzable cuando seco, aunque más blando y pega- joso cuando húmedo. Las plantas que crecen en ella son muy pocas, notándose prin- cipalmente una especie del género Salicornia, que siempre se halla en parajes salo- bres. Al rededor de estas plantas, que se han formado en grupos, se ha acumulado tierra de tal manera que forman pequeñas plataformas hasta de 1 y 2 piés de altura, como las eras de una huerta, sobre las que crecen tambien cactus. Entre éstas eras hay grandes claros perfectamente planos y desprovistos de vegetacion. Probablemente el viento ha depositado la tierra que se levanta á la base de esas Salicornias, al hallar así un obstáculo y luego el agua, despues de una lluvia, se ha acumulado entre esas elevaciones, formando los claros intermediarios. En toda la extension de esta planicie no se halla un solo guijarro, pero la poca arena que se encuentra mezclada con la arcilla, se atribuye al acarreo del viento, que en estas regiones, como en toda la Pata- gonia, es muy fuerte, principalmente durante las grandes tormentas. En cuanto al orí- gen de las sales, debe atribuirse á la descomposicion de rocas en las regiones más occi- dentales de las cuales formaban parte como componentes y que han sido arrastradas en disolucion por los agentes atmosféricos y las aguas pluviales. Circunstancias análogas han producido más al Sud, cerca del Rio Chubut, un sali- tral de una exlension de más ó ménos 7 leguas cuadradas. Existe allí un paraje llamado Cátelik por los indios, que es una inmensa depresion entre la meseta que forma la última travesía ántes de llegar al Rio Chubut y las sierras setentrionales, en cuya parte más profunda se reunen las aguas pluviales que caen en las alturas vecinas y que arrastran en su curso, labrando hondos cauces en sus faldas, despojos de todas las rocas que le dan sus materiales al depósito. Esta parte más profunda parece, mirada desde gran distancia, un estenso lago, por — 182 — tener su superficie puramente blanca, á causa de que se han eflorescido sobre ella las sales traidas por las mismas aguas que formaron aquí el suelo tambien arcilloso; pa= rece, además, segun las observaciones del Comandante Roa, que visitó estas regiones en 1883-84, que un arroyo llamado TELSEN, que nace en una de las sierras setentrionales que mencioné, derrama algunas veces sus aguas en esta parte más profunda de la depresion, durante la época de su mayor caudal, convirtiéndola, á juzgar por la rela- cion de dicho señor, en una laguna, este arroyo tiene en:su curso inferior aguas saladas, miéntras que en sus nacientes es dulce, lo cual demuestra la existencia de sales en las rocas que baña y que él disuelve, contribuyendo despues á aumentar el depósito salino de Cátelik. ) Despues de pasar felizmente el resto del Salitral, atravesamos al Sud grandes cúmulos de arena, formando médanos movedizos, que cubren una estension de 2 le- guas y media, habiendo notado que á medida que se aproxima á ellos el terreno es cada vez más arenoso. De aquí puede provenir, traida por los vientos del Sud, la arena que se halla en el Salitral mezclada con la arcilla. La primer noche no al- canzamos á llegar al Rio Colorado y tuvimos que pernoctar los pasajeros en una posta ó estacion en que se mudan los caballos. En una de las postas anteriores y en el corral de los caballos ví el Molothrus bonaérensis, pájaro que siempre se halla en la Provincia de Buenos Aires donde hay hacienda y al que le han dado en algunos parajes el nombre de boyero, porque se sienta en los animales, para comer los parásitos: su plumaje es de un color negro azulado brillante. Al dia siguiente, ántes de medio dia nos hallábamos en el fortin Mercedes, antiguo fuerte levantado para contrarestar los avances de los indios, pero que hoy ya no res- ponde á ese objeto. Existen allí todavía, sin embargo, sobre una altura dominando el Rio Colorado y á su orilla izquierda unos ranchos rodeados de un foso y algunos cañones, uno de bronce con la inscripcion : 13 be Mayo 1773. SeviLLa ; los otros de hierro, cuyas bocas están dirigidas hácia el Sud. En uno de estos ranchos del antiguo fortin ha sido instalada la oficina telegráfica. La poblacion, que se dedica á la gana- dería, se ha dispersado sobre ambas orillas del rio y distribuido en unas 30 casas, la mayor parte de adobe. Despues que almorzamos en una casa de negocio bastante bien surtida y cuyo dueño se esmera en responder á las exigencias de los viajeros, atravesamos en bote el rio, que tendrá en esta parte unas 50 varas de ancho, á la márgen Sud, y continuamos, en otra galera lista ya para salir, el viaje al Cármen, mas se nos hizo noche en una posta llamada Los Gauchos. Al abandonar el Rio Colorado se atraviesa una planicie bastante fértil que parece ménos elevada que la del Norte del rio y que atravesamos esa mañana. Mas adelante, hácia el Sud, ésta se eleva tambien y entónces su vegetacion empobrece; sin embargo, el pasto fuerte es abundante, y tam- bien se ven arbolitos de algarrobo (gén. Prosopis). — 183 — Al Sud del Rio Negro, únicamente las ramas con las espinas y hojas de este árbol aparecen sobre el suelo, permaneciendo y desarrollándose el tronco como raíz enorme sepultada bajo la capa de tierra superficial, en verano tan seca y caliente como el sol que la abrasa y que aún asimismo recoge humedad, cuando algunas veces pasaron meses enteros en que ni el cielo se nubló para anunciar la lluvia. Haciendo una esca- vacion en su base se pueden extraer corpulentos troncos, cuya existencia no seimagina el que ve las raquíticas ramas que parecen ser las correspondientes á raices relativa- mente pequeñas. En general, todos los arbustos lehosos de la Patagonia tienen grandes raíces para poder absorber la humedad de las capas inferiores de la tierra. Los animales más fre- cuentes en el trayecto del Rio Colorado al Negro son los Dolichotis patachonica, llama- dos por los indios Marrá, que se ven desde la galera, huyendo á ambos lados del camino en cantidad considerable, formando tropas hasta de 20 individuos. No son éstos tan ariscos como lo he notado más al Sud, donde se les da caza con perros, que los suelen alcanzar casi siempre. Se encuentran por lo general, en pastu- rajes limpios de arbustos, percibiendo, con ayuda de sus grandes orejas el menor ruido á gran distancia. Inmediatamente se ponen en precipitada fuga todos en una misma direccion, hasta que alcanzan los matorrales entre los que corren, descri- biendo líneas curvas para que sus perseguidores, los perros, tengan que saltarlos, cayendo al descender sobre otro arbusto de menor altura erizado de espinas, cuya presencia ignoraban y que el Marrá evita prudentemente, dando una pequeña vuelta. Aprovechan de esta manera las ventajas que les ofrece la naturaleza, para acobardar y detener á los cazadores inespertos, que no hacen sino seguirlos estrictamente hasta aprehenderlos, cuando ya están más avezados en esta caza y conocen su superio- ridad en la carrera. Tambien la Eudromia elegans, notada al Norte, cerca de Bahía Blanca y Monte Hermoso, es abundante en este trecho, y la he visto despues en el camino al Rio Chubut y en el valle de ese rio. A las 4 p. m. del dia siguiente, despues de habernos detenido esa noche en «Los. Gauchos », llegamos al extremo Sud de la meseta, cubierta de cascajo rodado, que forma la márgen izquierda del Rio Negro, y desde cuyo punto se avista el estenso valle todo él á su derecha, porque el rio corre al mismo pié de la altiplanicie setentrional, en cuya falda está edificado el Cármen de Patagones. En los arrabales del pueblo fué detenida la galera por dos agentes de policía, tratando de fumigar á los pasajeros por temor de que introdujéramos el cólera morbus, que hizo algunas víctimas en Buenos Aires y Bahía Blanca. Un individuo rubio que se presentó á caballo, dándose á conocer como doctor, pero que despues resultó ser ayudante de una botica, mos manifestó al cabo de una hora de espera, que solamente se fumigaria la correspondencia, de manera que los pasajeros entramos libremente al pueblo. 24 — 184 — El Cármen de Patagones, situado, como ya he dicho, sobre la barranca de la márgen izquierda del Rio Negro y 4 leguas de la desembocadura de éste, fué fundado en el año 1779 por Don Francisco DE BrEDMa, caballero perteneciente á la nobleza de España, y á cuya memoria se ha levantado un pequeño monumento en la plaza pública del pueblo, y además nombrado otro pueblo situado en la márgen opuesta del rio, que es, en cuanto á su poblacion, tan importante como el primero, además de ser la capital del territorio del Rio Negro y por lo tanto asiento de todas sus autoridades superiores, miéntras que el Cármen pertenece á la Provincia de Buenos Aires, siendo su centro de poblacion más meridional. Las calles de Patagones son irregulares y arenosas, debido á su situacion. Los edificios son de construccion muy sencilla, notándose sólo unos pocos de dos pisos. La iglesia, cuya torre de piedra sirveahora de campanario, es un recuerdo del tiempo de su fundacion (1), y la casa de la municipalidad, edificio moderno y de elegancia modesta, son los únicos que llaman la atencion. En la orilla del rio se ven pequeñas sementeras rodeadas de árboles frutales, predominando el cerezo, de cuya fruta se hace aquí un licor llamado guindado, que es muy agradable cuando ha sido preparado con cuidado, como suelen hacerlo en algunas casas de familia. El rio tendrá frente á Patagones ó al Cármen, como se le llama indistintamente, unos 250 metros de ancho, y es profundo, correntoso principalmente durante el reflujo de la mar, cuyos efectos se sienten todavía en este punto, y forma algunas islas cubiertas de una vegetacion exhuberante, en las cuales algunas familias poseen pequeños chalets, donde van á pasar la estacion de verano. El pueblo Biedma, en la orilla opuesta, edificado sobre la llanura, aunque sus alrededores sufren casi periódicamente inundaciones de poca consideracion por ha- llarse todo el valle á pocos metros sobre el nivel de las aguas del rio, es, sin embargo, seco y de aspecto más agradable que Patagones; sus calles son regulares y se cortan en ángulos rectos. Cuenta con algunos edificios buenos, como ser : la Go- bernacion, la Jefatura de Policía y el Cuartel, pero no pueden tener pretensiones arquitectónicas. Su iglesia es de una sencillez tan ruda que parece haber sido hecha únicamente como para que no se diga que en Biedma no hay iglesia. En ge- neral, las casas son sencillas y de reciente construccion, de material cocido, pero la mayor parte sin revocar. Todos los terrenos próximos al pueblo y sobre el valle pueden aprovecharse con ventaja para la agricultura, haciendo canales de desagúe para librar las tierras del exceso de aguas detenidas despues de las inundaciones, y que forman anegadizos extensos. En Patagones permanecí algun tiempo, teniendo ocasion de visitar primeramente la (1) Esta iglesia está dirigida por padres Salesianos, uno de los cuales (SteranELLI) ha establecido un pequeño observatorio meteorológico, ocupándose tambien en hacer colecciones zoológicas. — 185 — boca del rio, con elementos que me facilitó el señor Jefe de Policía del territorio del Rio Negro, Don José Juan Brebma (viznieto del fundador de Patagones), al cual debo expresar mi agradecimiento por esta su decidida y espontánea contribucion á mis estudios. En tres horas de galope recorrimos las 7 leguas que median entre Biedma y la boca del Rio Negro, atravesando campos en algunos parajes bastante estériles. Cerca del mar se elevan médanos de arena, y á una media legua al Sud de la boca del rio una barranca cortada perpendicularmente, que se estiende sin interrupcion hácia el Sud, en las 6 leguas que la recorrí más tarde siguiendo su borde, habiendo notado que en muchos agujeros de ella anidan numerosos loros: Conurus patagonus, que arman gri- terías infernales, y tambien águilas, el Haliaétus melanoleucus. Al Norte de la boca donde se halla la estacion de los prácticos del rio, los médanos siguen costeándola algo más hácia el Norte que los del Sud, terminando tambien con el comienzo de una barran- ca, aunque no tan alta como la anterior. Cuando hube llegado á la desembocadura me dirigí hácia el Sud, siguiendo la playa hasta que avisté varias carpas en el punto en que comienza la barranca, que tendrá unos 200 piés de elevacion. Estas carpas pertenecian á gentes que estaban ocupadas en la construccion de un faro sobre la barranca, bajo la direccion de los tenientes de marina FERNANDEZ y THwAIrEs, en cuyo campamento me detuve algunos dias, siendo cordialmente recibido. La barranca está formada toda por estratificaciones sedimentarias. La capa superior es calcárea y bastante espesa, conteniendo cascajos rodados, luego siguen capas de arenisca, alternando unas ménos consistentes con otras que tan sólo á cincel pueden perforarse, las que forman, puede decirse, toda la barranca, porque despues, casi al nivel del mar, se hallan 20 3 capas de arcilla plástica bastante pura, de color rojizo, cuyo espesor varía entre 15 y 80 centímetros. Las superiores de éstas contienen impre- siones de moluscos de la familia Unionidae y algunos fragmentos de huesos de pesca- dos. La base de la barranca y la capa más inferior, bañada por las aguas marinas durante la marea alta, es de arcilla mezclada con arena y contiene inmensas cantida- des de la gigantesca Ostrea patachonica y del Pecten concavus, habiendo hallado tam- bien ejemplares del género Gryphaea. En algunas conchas de la gran Ostrea patacho- nica se encuentra el pequeño Lithodomus ostricola, una Mytilacea notabilísima por su modo de vivir, pues labraba lentamente en la espesa concha de aquel molusco agujeros casi cilíndricos, en los que puede entrar por lo general solamente la punta del dedo meñique. Existen actualmente representantes de este género, siendo el más conocido el £Eithodomus dactylus del Mar Mediterráneo, donde se ha hecho célebre por haber perforado las columnas del templo de Serapis, alta divinidad egipcia que más tarde fué venerada porlos griegos y romanos, situado cerca de Nápoles en la playa — 186 — de Pozzuoli ; cuyo hecho prueba que esta parte de Italia estuvo sumergida, despues de la época de la construccion del templo, en las aguas del Mar Tirreno y que ahora ha vuelto á ser de nuevo levantada. - Parece que estos animales se sirven de alguna sustancia fluida que segregan y que corroe ó disuelve, con ayuda de las aguas marinas, los cuerpos en que viven, para pro- ducir esos efectos. Además, se halla un Crustáceo, del género Balanus, adherido á las conchas del Pec- ten concavus en esta capa, considerada como terciaria por Darwin y D'ORrBIGNY. En la playa recogí moluscos actuales, la mayor parte ya hallados en Monte Hermoso, ménos la Scalaria eleyans de D'OrsIcNY, llamada vulgarmente caravana ; y un ejemplar del género Pholas, la Siphonaria Lessomú y la Fissurella maxima, estas dos últimas muy abundantes aquí, y cuya primera tiene la forma de un gorro frigio, de pezon diminuto y agudo, y la segunda más grande, de la misma forma con la punta truncada. Entre los mamiferos noté con disgusto la abundancia de Canis Azarae, pues durante la noche cortaron el cabestro con que habia atado mi caballo. Este animal tan atrevido es capaz de sacarle al viajero de debajo de la cabeza durante el sueño el objeto que le sirva de almohada ; además, parece tener predileccion por los correones de la cincha por estar éstos generalmente bien sobados y engrasados. Es seguro que el zorro liberta el caballo que se ate de noche con cabestro de cuero crudo, cortándolo. Sin embargo, el hombre de campo conoce un medio para que su soga ó huasca (1) sea respetada por el zorro (al cual llaman don Juan). Este medio es muy sencillo y consiste en mojar en orines el objeto en cuestion. Muchas veces he tenido ocasion de poner en práctica esta operacion y siempre he comprobado el hecho. Tambien la Dolichotis patachonica se ve amenudo, pero solamente tres ó cuatro in= dividuos juntos. En una laguna distante unas dos leguas del faro hácia el Oeste, hallé el esqueleto de un Myopotamus coypus. En la orilla del mar se encuentran bandadas hasta de cien individuos de Calidris arenaria, pájaro cosmopolita, cuya costumbre, segun lo han observado otros natura- listas, es de vivir en verano solamente á pares y en invierno en bandadas; cosa que no se confirma aquí, puesto que en pleno verano (fines de Diciembre) los he visto for- mando grupos numerosos. Es característico este pájaro entre sus congéneres, por tener solo tres dedos hácia adelante, careciendo del cuarto dirigido hácia atras, que general- mente existe en las Limicolas. Cerca de la costa he hallado tambien el Charadrius trifasciatus, que como el ante- rior pertenece al órden de los Grallatores, pero tiene tambien tres dedos. La gaviota (4) Palabras con que se designa entre los gauchos é indios á toda tira larga de cuero crudo que sirva para atar caballos, por ejemplo, lazos, cabestros, cinchones, coyundas. — 181 — comun Larus maculipennis es abundante y remonta el rio, hallándosela aún más al interior que Biedma. El Halicus brasilianus se puede ver tambien, sobre los escollos de la playa. De regreso para Biedma pasamos por la laguna que mencioné recien, en cuyas aguas ví gran número de flamencos, Phenicoplerus ignipalliatus, gallaretas; Fulica armillata y algunos Vanellus cayennensis en su orilla, que al pasar nosotros daban sus voces bien conocidas de alarma, á cuyo sonido levantaron vuelo los flamencos y se lanzaron aleteando y pisando ridiculamente el agua las gallaretas. Segun la gente del campo el terotero siempre grita al lado opuesto al en que se halla su nido; así que cuando se buscan sus huevos, grila á la derecha del hombre miéntras que aquél estará á la izquierda. Lo he hallado más tarde en el arroyo Valcheta, en las inmediaciones de la colonia del Rio Chubut, pero no en el trayecto desde Valcheta á este rio, ni al Oeste del Paso de los Indios, paraje occidental del mismo. El 1” de Enero de 1887, despues de mi regreso de la boca del rio, fuí invitado por Don JosÉ Juan Biepbma á acompañarlo á' la colonia General Frias, distante 34 leguas a) Oeste de Biedma y sobre la márgen Sud del Rio Negro, donde tenía que ir este caba- llero por asuntos del servicio. Acepté gustoso su invitacion, y al dia siguiente nos pusimos en marcha con una tropilla de 20 caballos, arreada por dos soldados. A diez y siete leguas al Oeste, des- pues de pasar por los puntos poblados de San Javier y Cubanea, se halla la primera angostura del rio, punto en que se aproxima éste al pié de la cuchilla que limita el valle por el Sud, frente á la cual, es decir, en la márgen opuesta, está la poblacion llamada Pringles. El valle hasta este punto es bastante fértil, principalmente cerca de San Javier, donde empiezan las tierras anegadizas que se extienden hasta cerca de Biedma. Despues de pasar la primera angostura se halla un extenso valle, surcado por profun- dos lechos secos de Canales, que se llenan de agua durante las épocas de mayor altura del rio; luego éste vuelve á aproximarse á la cuchilla Sud, formando una segunda angostura, á la que sigue otro gran valle muy regularmente horizontal, en el cual están las dos colonias, la primera, General Frias y luego General Conesa, con escasa pobla- cion y ambas puede decirse, casi sin alguna agricultura. Sin embargo, la tierra es buena, y lo único que sería necesario es regarla para obtener buenos resultados en cuanto á la produccion de cereales. La única manera de hacer progresar esas colonias es construyendo canales de irriga- cion, que permitan dotar de suficiente cantidad de agua á las chacras, sin cuyo requisito la vegetacion no dará señales de vida, pues los colonos actuales se contentan con tener una majada de ovejas y algunos caballos y yeguas, lo suficiente para comer algo y visitar las pulperías, sin necesidad de andar á pié. La mayor parte de los colonos son individuos poco activos é indios haraganes, dignos émulos de aquel que de pereza no — 188 — cerraba el ojo en que le goteaba agua del techo del rancho. Sin embargo, en la colo- nia Conesa se ha construido un canal de irrigacion, cuyo resultado me parece dudoso, porque las primeras cuadras han sido cavadas como de 54 7 varas de distancia de la orilla del rio, de manera que la primera fuerte inundación que haya, éste se llevará la pared intermediaria, que es de tierra menuda, arena y algunos pequeños fragmentos de piedra pómez rodada, traida seguramente de las cordilleras; cuando ví el canai ha- bían hecho entrar una vez el rio y la pared intermediaria se había desmoronado ya en diferentes puntos. Antes de llegar á la colonia General Frias pasamos por un antiguo paradero ó sitio de labor de indios flecheros, donde tuve ocasion de recoger diferentes puntas de flechas de sílice, de formas variadas, algunos rascadores tambien de silice y pequeños trozos de alfarería, adornados con rayas diagonales. El suelo estaba cubierto de astillas de cuarzo, principalmente jaspe y pedernal, en una extension de media cuadra de largo por 20 6 30 varas deancho. Entre estos peda- zos informes, cuyos lados de algunos son cortantes, fijindose bien se hallaban las puntas de flecha que menciono. Más tarde, en el camino al Rio Chubut, en el valle de ese rio, y tambien en Puerto Madryn, recogí estos mismos utensilios; siendo de notar que en el último paraje no se halla agua dulce permanente, debiendo esperar los indios que las trabajaban una época lluviosa para poder vivir en ese lugar, surtiéndose de algunas lagunas cercanas, hoy en dia muy rara vez, con agua. En cuanto á la antigúedad de estas flechas no se puede dudar que datan de una época bastante moderna; su posicion á flor de tierra en un valle como el del Rio Negro, hecho ó excavado por él en la altiplanicie de arenisca y expuesto á inundaciones, lo atestigua. Todo lo que se ha dicho del hombre prehistórico en Patagonia y Provincia de Buenos Aires se refiere únicamente á los indios anterioresá la conquista de los Españoles, es de- cir, del tiempo en que no se tenían noticias de ellos, que no pasa de 400 años. Pero de la existencia del hombre anterior á la época geológica reciente, no hay aún pruebas evidentes, de manera que su contemporaneidad con los animales cuaternarios encon- trados en Monte Hermoso, por ejemplo, no puede aseverarse categóricamente, aunque su existencia en aquella época no sea de ninguna manera imposible. El modo de usar las flechas con estas puntas de sílex debe haber sido con arcos; por su tamaño reducido (las figuras son de tamaño natural) es más probable esto que el haberlas colocado en asagayas ó saetas lanzadas á mano. Las maderas con que fabri- caban los arcos, debian traerlas de la Cordillera, porque aquí en las planicies no hay plantas que se presten para ese objeto. En estos yacimientos de sílices labrados se encuentran tambien algunas bolas de piedra, por lo general de granito, que se usaban ya sea de á una, como bola perdida ó de á pares, como boleadoras, y que eran ambas objetos para la pelea y la caza. — 189 — Todavía el uso de las boleadoras es muy general hoy dia entre todos los gauchos é indios. Las de tres bolas grandes, retobadas en cuero y unidas entre sí con sogas tor- cidas tambien de cuero, se usan para bolear caballos, vacas y guanacos; las de dos más pequeñas y unidas lambien con sogas de cuero crudo, torcidas ó trenzadas, pero más largas y delgadas, se emplean para la caza del avestruz; pero las bolas perdidas no las he visto ya en manos de los indios actuales de la Patagonia. La presencia de estas bolas en los paraderos de indios flecheros, demuestra que las usaban ántes de conocer el caballo, aunque más tarde las hayan conservado al cambiar de elementos locomóviles. A nuestra llegada á la colonia Frias me fué regalado un cisne jóven Cygnus nigri- collis vivo, animal que es muy abundante en todas las lagunas del valle y brazos del rio. Permanecimos un dia en Frias, regresando enlónces para Biedma. En Patagones, á nuestra llegada, se festejaba con bombas, cohetes voladores y gritos salvajes en algunos almacenes, la eleccion del señor Máximo Paz para Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. | En las inmediaciones de Patagones un pequeño pájaro llamado gallito, por llevar siempre su cola levantada (como aquel animal) y erizadas las plumas de la frente como una cresta, es bastante abundante entre los matorrales. Por lo general, camina rápida- mente á saltos pero no lo he notado volando ; es la Rhinocryta lanceolata de D'OrBIGNY. El 10 de Enero entró al rio el vapor «Pomona», procedente de Buenos Aires, mas el Sub-Prefecto de ésta le impuso una cuarentena de 8 dias, que debía cumplir en la boca del rio, por temor de que pudiera introducir el cólera, que segun parece, reinaba aún allá. Sin embargo, se desembarcó la correspondencia, recibiendo yo una carta del senor Fontana, en la cual me decia que el señor AsaHeL P. BeLL, que llegaba como pa- sajero abordo del «Pomona», me daria los elementos para trasladarme al Chubut, y que allí lo esperase hasta que él llegase por mar. Despues de trascurridos los 8 dias de cuarentena, ancló el «Pomona» frente á Pata- gones, pudiendo yo entónces hablar con el señor AsaHEL P. BeLL, caballero inglés, ingeniero constructor del ferro-carril de Puerto Madryn á Trelew, sobre el rio Chubut, que me manifestó tener la intencion de hacer un viaje de exploracion en ese territorio para buscar al Oeste un paso á Chile al través de la cordillera de los Andes. Dijome al mismo tiempo que el señor Fonraxa no pensaba venir al Chubut ; lo cual me pareció dudoso, puesto que en su carta dicho señor me aseguraba que iría por mar, debiendo yo esperar allí su llegada. Además, me propuso tres medios para trasladarme al Chubut: el primero, era ir con él en la ballenera «Hugonote», que hacia algunos dias habia llegado del Chubut y que lo esperaba aquí para regresar. El segundo, embarcarme en el pailebot «La Esperanza », que saldría dentro de poco con destino á Puerto Madryn; y el tercero, recibirme de una caballada que acababa de comprar á un tal Kixcatn y que — 190 — me sería entregada con un plazo cuando más de ocho dias, con la que podria llegar por tierra. Acepté la última proposicion; primero porque padezco mucho del mareo, y despues porque quería volver á ver esas comarcas que había atravesado ya una vez en el año 1884 cuando visité la colonia galense del Rio Chubut. Al dia siguiente, 17 de Enero, salió el «Hugonote», conduciendo al señor AsameL P. BeLL para Puerto Madryn, y todavía el 27 nose tenian noticias de los caballos que debían llegar para mí; miéntras tanto habia contratado un baqueano, PABLO SILVEIRA, hombre que habia permanecido muchos años entre los indios, y además me acompañaria un mozo norte-americano HERBERT CHITTENDEN, que habia conocido ántes en el Rio Chu- but. Entónces me resolvi irá Príngles, donde el individuo que habia vendido los caba- llos al señor BELL tenía una estancia, para lo cual me facilitó los elementos nuevamente. el señor José Juan BreDma. Dos dias despues me hallaba en la primera angostura frente á Pringles, habiéndome sido ofrecidas en el camino tropillas de caballos á 20 pesos nacionales cada uno, precio que pagó el señor BeLL á Kincatn, además de la comision. En este punto me convencí de la mala voluntad y del carácter interesado de Kincarp, quien me dijo que no se podian conseguir caballos por ese precio. Sin embargo, el 3 de Febrero se dignó este señor entregarme 30 caballos y 20 yeguas con las que me puse en marcha inmediatamente, pasando el dia 6 por las colonias General Frias y Conesa, y acampando esa misma noche en el Fortin Castre, situado á 45 leguas al Oeste de Biedma, sobre la misma orilla del rio, donde noté un molusco que pertenece al género Anodonta, que es muy parecido á la almeja del Rio de la Plata, pero que no alcanza á tener su tamaño, tambien un pequeño Crustáceo que hallé más tarde en el rio Chubut y la Chilina fluminea y Chilina puelcha de D'OrBIcNY. Los tenientes de caballería seño- res AGÚúERO y SILVEIRA estaban en este punto, esperando algunos elementos para ir tam- bien al Chubut, tomando el camino que arranca de este punto, pasa por el arroyo Valcheta y se dirige al Sud hasta el Rio Chubut, que ya era frecuentado por los indios flecheros, segun he podido observar por la presencia de puntas de flechas y rascadores de sílice, que no difieren de las formas mencionadas, en las diferentes aguadas 0 ma- nantiales del camino. Cerca del fortin Castre, formado de tres grandes ranchos que sirven de cuadra á los soldados aquí alojados cuando pasa alguna comision, porque ya no hay más destaca- mento permanente, existen dos casas de negocio, en las cuales el viajero, que va á recor- rer las 34 leguas de campos desprovistos de agua entre el Rio Negro y el arroyo Valcheta, puede proveerse de algunos elementos ántes olvidados, pero cuya conveniencia le hace recordar la proximidad del desierto. Comoá unas cuatro cuadras al Este, ántes de llegar al fortin, hay otra angostura, que viniendo de Conesa se puede evitar, subiendo á la cuchilla, borde de la altiplanicie que limita al Sud el valle donde se halla el ca- mino que en derechura se dirige al siguiente valle, donde está situado el fortin, lugar dl que tiene una extension como de veinte cuadras frente á él, estando surcado por lechos secos de arroyos que se llenan de agua durante las inundaciones producidas por el desborde del rio. El 8 de Febrero á las 4 p. m. emprendimos la marcha hácia el Sud, entrando despues de cruzar el valle del Rio Negro á la «travesía de Valcheta», como ha sido llamado este trayecto. Puede dividirse la travesía en cuatro porciones características. Despues de hallarse el viajero sobre la cuchilla de 20 metros de altura desde la cual se domina el valle del rio al Norte, ve extenderse hácia el Sud hasta donde alcanza la vista, una gran planicie cubierta de arbustos espinosos, pero bastante rica en un pasto duro que parece favora- -bleá los ganados vacuno y yeguarizo. Su suelo contiene guijarros pequeños en una tierra en algunas partes bastante arenosa, en otros lugares más arcillosa. Doce leguas tendrá esta planicie, que es la primera parte de la travesía, notándose en tres puntos de ella, suaves ondulacio- nes del terreno que dan lugar á la formacion de lagunas en tiempo de lluvia. Una de éstas se halla más ó ménos en la mitad de la planicie y tiene una extension como de una cuedra, totalmente desprovista de vegetacion, cuya superficie amarilla perfectamente lisa se forma de arcilla sobre la que se detiene el agua despues de la lluvia. Sin em- bargo, cuando llena, no alcanza en su parte más profunda á tener diez centímetros. Las otras dos lagunas se hallan una como á tres leguas ántes de llegar á la de la mitad y la otra dos leguas despues de pasarla, estando todas secas. Debido á la gran superficie que presentan y la poca profundidad de agua que contienen, cuando llena, debe la eva- poracion ser muy rápida en un clima tan seco como éste, si se tiene además en cuenta la ausencia de toda proteccion contra los rayos solares y los fuertes vientos que reinan muchas veces en estas regiones. Cuando se han andado las doce leguas sobre esta planicie, el terreno forma un bajo profundo, que “tendrá casi seis leguas de Norteá Sud, cuya direccion es de Oeste á Este. En su parte más deprimida me parece que está al mismo nivel del valle del Rio Negro en el fortin Castre. Debe su origen á una gran corriente de agua, que lo ha es- cavado de la antiplanicie de una manera análoga al valle del Rio Negro. En su parte más profunda se ve distintamente un lecho tortuoso, como de 30 á 40 metros de ancho, cuya superficie está cubierta en algunos trechos, de sal. Antes de llegará este lecho, cuyos lados ú orillas están cortadas á pique, se ven en su pendiente grandes conchas fósiles convertidas en calcedonia del género Venericardia mezclado con otros moldes de moluscos Prosobranquiados de la familia Turritellineae. Sobre la orilla Sud del lecho enjuto, se ven varios trozos tabulares de piedra calcárea y arenisca al lado de una colinita blanca, perfectamente cónica, de unos cuatro metros de altura, los cuales (segun me contó el baqueano y comprobé despues por los díceres 25 xi ¡0% de los indios en Valcheta) estaban ántes de tal manera superpuestos que formaban con la barranca las cuatro paredes y el techo de una casa, teniendo la entrada en uno de sus lados. Este hecho debido al desprendimiento de las capas superiores de la barranca ú orilla, al ser socavadas las inferiores por una corriente de agua, es considerada por los indios como obra de un ser superior llamado por ellos « Gualicho», que habitaba esa casa; aún hoy este gran bajo es llamado cañadon del Gualicho, ó simplemente Gua- licho. Al presente la casa se ha derrumbado, mas los indios, que viajando pasan por aquí, no dejan de ofrecer su tributo, consistente en pequeños trapos de color, botellas con un poco de agua ó bebida espirituosa, trocitos de galleta, yerba, azúcar, tabaco y otras bagatelas, como he podido notarlo. Sin embargo, y á pesar de las ofrendas, me decía el baqueano, señalándome con el dedo algunos esqueletos y huesos sueltos de caballos dispersos por el suelo : «No siempre se pasa por este sitio sin dejar algun animal can- sado». El Gualicho es considerado por los indios como una divinidad, que segun su hu- mor puede ser bueno ó malo ; por eso ellos creen que es mejor estar siempre bien con él, y la manera de conseguirlo es darle algo de todo lo que se posee. La segunda por- cion de la travesía está sumamente poblada de arbustos espinosos, como Duvaua ma- gellanica, Condalia microphylla y Colletia, planta leñosa, cuyas ramificaciones verdes crecen todas en direccion perpendicular, careciendo totalmente de hojas. Arde con suma facilidad. Tambien un Prosopis, una Adesmia y Gourlica decorticans, crecen acá, cuya última no se halla más al Sud del cañadon del Gualicho, pero todas las de- mas se ven en la planicie anterior y en el resto de la travesía. Además se nota la yerba de la perdiz: Margyricarpus setosus, con la cual se hace una infusion que se toma como té y parece tener propiedades astringentes, y Larrea divaricata, la cual adquiere tal desarrollo (hasta tres metros de elevacion) que junto con los demás arbustos forma un obstáculo verdaderamente increible para arrear los animales, aumentado por la multitud de pequeños canales que han cavado las aguas pluviales al descender dela altiplanicie, cruzando el suelo de esta depresion en todas direcciones. Despues de haber pasado el lecho seco, á cuya orilla estaba la casa del Gualicho, se pasa por.encima de yacimientos de yeso laminar ó de flecha, trasparente algunas veces, de cuyo mineral sírvense los indios para tenir de blanco sus productos man ufactureros, como ser mantas de caballo y el interior de los cueros de guanaco (quillangos), lo que he tenido ocasion de ver en Valchela, usando además el ocre para dar el color rojo y amarillo. A la noche del 8 de Febrero hicimos alto, ántes de llegar al cañadon del Gualicho, y á las tres de la mañana del dia siguiente, apénas el alba se distinguia en el horizonte, ya ensillábamos los mejores caballos, pues que debíamos llegar al arroyo Valchela ántes del oscurecer. Impacientes tascaban el freno y pronto bañados en sudor respiraban fatigo- — 193 — samente, describiendo zig-zag en su marcha al arrear á sus congéneres, que precedidos de la yegua madrina, portadora del cencerro, avanzaban al trote largo, estimulados por nuestras voces, silbidos y boleadoras que les arrojábamos cuando querian dete- nerse, levantando una polvareda inmensa que en momentos era insoportable, á causa del fuerte calor que hacia. La tercera porcion de la travesía es la altiplanicie que sigue al Sud del gran cañadon del Gualicho y que no es sino la continuacion de la primera. Su aspecto es idéntico, y sobre ella se recorre un trayecto como de diez leguas, hasta que una ondulacion del terreno parece anunciar su próximo cambio. Efectivamente, la altiplanicie termina pocas cuadras más al Sud de una manera brusca, abarcando la vista desde su borde una gran exlension de terreno más bajo, cruzado por cadenas de rocas y peñascos porfíricos y de arenisca roja muy compacta, siendo su principio decorado de mato- rrales espinosos, incluyendo una gran laguna parecida á las dos de la primera pla- nicie. Esta última porcion de la travesía es el punto en que se pierde el arroyo Valcheta - que nace (segun el teniente coronel Lino O. pe Roa) unas 25 leguas al S.-S.-W. Sus aguas vienen durante la estacion de las lluvias hasta una legua al Sud al pié de la altiplanicie, formando pantanos, miéntras que en verano algunas veces recien se encuentra á bres ó cuatro leguas de la barranca de la meseta, haciendo de esta manera la travesía más ó ménos larga. A seis leguas del pié de la altiplanicie y á orillas del arroyo Valcheta, que en ese punto tendria de 3 á % metros de ancho, hallamos los toldos de los indios que ántes ocu- paban territorios meridionales, entre la Cordillera de los Andes, el rio Chubut y rio Sen- guer, los cuales se han rendido á las fuerzas del Gobierno Nacional. Pertenecen á la nacion pampa dos tribus de ellos, mandadas por el cacique Pcua-aLao y la otra por Sac- MATA, miéntras que la tercera pertenece á la tehuelche, reconociendo como jefe al cacique CuaL, despues de la muerte de Juan CmiquicHano, el gran baqueano de las comarcas patagónicas. En este punto el valle del arroyo Valcheta es extenso y fértil, habiendo sido hechos algunos ensayos de agricultura por parte de los indios, obteniendo con buen éxito maíz, zapallo y cebollas. La direccion seguida durante toda la mar cha ha sido de N.-N.-E. á S.-S.-W. Los indios, cuyo número pasa de 200, han conservado aún sus antiguas costumbres, y celebran las ceremonias que sus padres observaban; entre ellasla fiesta de la puber- tad de las jóvenes, á pesar de haber sido bautizados por un sacerdote católico y llamar- se ellos cristianos. La mayor parte poseen algunos caballos y yeguas, saliendo á bolear guanacos y aves- truces cuando les faltan los alimentos; otros tienen vacas, y el cacique Sac-MATAa tam- — 194 — bien algunas ovejas. Necesitando algo y careciendo de víveres, que no los pueden obtener sino en centros civilizados, van al fortin Castre y se munen allí en las pulperías de lo necesario, en cambio de plumas de avestruz y quillangos. Sin embargo, á mi regreso á Buenos Aires, pasando de nuevo por este lugar, hallé instalado entre los toldos un almacen, sostenido y servido por un individuo que se titu- laba Comisario de Policía, pues tenía á sus órdenes gendarmes. Ponia todos sus conatos en expender gran cantidad de bebidas alcohólicas, ejerciendo de esta manera una influencia no muy recomendable sobre la moralidad de los indios, tratando al mismo tiempo de impedir que otros se estableciesen con el mismo objeto en este punto porque le podrían dañar con su competencia, como negociante. Seis dias permanecí en este punto para dar descanso á los caballos, varios de los que estaban mancos, y por lo tanto debía esperar hasta que se repusiesen. El teniente SiL- VEIRA, con 10 hombres de caballería, había llegado entre tanto, partiendo en seguida para el Chubut, llevando por órden del General de la Division 10 indios de las familias que allí habitan, teniendo la deferencia de poner uno, llamado CaYuqueo, á mis órdenes, para que me ayudase á arrear la caballada. Todos estos hombres montaban mulas de propiedad de la Nacion, las que estaban en un excelente estado, nada comparable á los caballos que me entregó KINCAID. | Durante mi permanencia en este lugar me trajo un indio una gran rata, que segun me dijo, comia todo lo que sembraban, principalmente el zapallo. Era el Hesperomys vulpinus. Otro indio regalóme un murciélago, diciendo que no eran allí escasos ; me pareció el Vesperus velatus, animal de pequeña talla y orejas relativamente grandes. Tambien recibí trozos de micasquita recogidos por un anciano en las cercanías, el que creía haber hallado plata. Al dia siguiente de haber llegado, varios indios regresaron de una boleada, entre ellos el cacique Sac-mATA, que me regaló una picana de avestruz siendo asada con piedras á la manera india y comida por los convidados con una rapidez extraordinaria. Consiste este procedimiento de asar la carne, en colocar guijarros que han sido calen- tados previamente al fuego, dentro de la cavidad torácica del ave, habiéndole sacado los huesos y todas las vísceras; luego se cierran las aberturas del cuello y de la raba- dilla, despues de echar adentro un poco de sal, y se ponen encima del cuerpo otras pie- dras tambien calientes. En un momento está listo para ser comido; es en verdad un bocado exquisito. Los boleadores habian traido las dos especies de avestruces Rhea americana y Rhea Darwinii, el avestruz petizo ó moro, asegurándome que más al Sud sólo se encontraba éste, como he podido comprobarlo, pues no he notado ninguno de los primeros, que son más grandes y de plumaje más claro que los otros. Algunos cueros de Auche- nia lama depositaron en sus toldos y entregaron á sus mujeres carne de este mismo — 193 — animal, para preparar la cena, cuyos desperdicios se reparten los numerosísimos perros que tienen, y los caranchos (Polyborus vulgaris) y chimangos (Milvago pezoporus) que esperan pacientes sobre los arbustos cercanos y que no han fallado de mostrársenos diariamente durante todo el viaje. Abundan en estos lugares, cerca de pequeñas lagunas saladas al pié de las rocas, cuya sal proviene de la descomposicion de éstas, varias especies de Hymenópteros, como el Prionocnemus dumosus, Monedula surinamensis, Monedula singularis, Scolia mutanda y otros, tambien un Coleóptero, Cicindela ramosa, que da caza á las moscas. Molestan tambien los numerosos tábanos, sufriendo principalmente los caballos de sus picaduras. Además, cerca de los pantanos hay enormes bandadas de mosquitos, que parecen buscar especialmente al hombre para satisfacer su apetito. El 15 de Febrero al anochecer llegó del fortin Castre el teniente Acúero con 30 sol- dados y 30 indios de la tribu de SHAIHUEQUE, que son ahora prisioneros. Me manifestó tener intencion de permanecer 4 ó 5 dias, obligado por el mal estado de sus caballos, y dirigirse en seguida al Rio Chubut. Llevaba tambien mulas pero éstas en buena condicion. Al dia siguiente abandonamos los toldos, dejando dos caballos enfermos á cargo de un hombre, llamado Claudio Bustos, y nos dirigimos hácia el Sud hasta alcanzar des- pues de unasseis leguas de trole el arroyo Pajalt. Al salir levantóse gran viento, cal- mando al anochecer. Despues de alejarse de los toldos se entra en un terreno parecido á las altiplanicies de la travesía de Valcheta, dolado de arbustos espinosos y abundante en pasto alto y duro, pero que no forma césped, sino que á distancia de media, hasta una vara, se elevan una cantidad de estas gramíneas, que crecen todas juntas y parecen como un manojo de pasto. El suelo es arenoso y mezclado con guijarros. El arroyo Pajalt, llamado de la Víspera por el comandante Roa, en el punto en que lo he conocido, no tiene más de un metro de ancho y otro de profundidad. Sus aguas son claras y bien potables, corriendo con rapidez en un valle fértil de extension varia- ble entre 5 y 15 cuadras, limitado por colinas elevadas de peñascos rojos. Lleva direccion del S.-0. al N.-E., dividiéndose, aguas abajo, en dos brazos, uno de los Cuales atravesamos al llegar. El siguiente dia, al saltar los caballos el arroyo, cayó el carguero adentro, mojándose la carga, que se componia de nuestras provisiones, por cuya razon nos vimos obligados á tirar parte de ella. Pronto nos alejamos pasando por encima de estratificaciones, que contienen pequeños moluscos fósiles pertenecientes á los géneros Ostrea y Grypháea, y luego la cima de las colinas de peñascos rojos, que limitan por el Sud el valle. A las seis leguas de trote alcanzamos otras colinas de arenisca roja muy compacta, entre las que existe un gran depósito de cloruro de sodio, que tendrá unas tres cuadras -- de circunferencia hallándose á la entrada de un pequeño desfiladero de dos cuadras — 196 — de largo, que conduce á un valle circular limitado por mesetas cubiertas de trozos rodados de basalto escoriáceo, en cuya parte Sud hay un manantial de agua algun tanto salobre, pero que puede tomarse. Al pasar nos munimos de la sal necesaria, para condimentar nuestro alimento, en la laguna ó el depósito que acabo de mencionar. Únicamente puede recogerse la sal en su orilla, porque á medida que se avanza hácia el centro, el suelo es ménos consistente, siendo en su centro un verdadero pantano. Miéntras raspaba con un cuchillo la sal de la superficie me iba hundiendo, y al sacar los piés noté que éstos estaban cubiertos de barro negro de un olor fétido, parecido al del ácido sulfhidrico. La extension del valle circular es de cuatro cuadras cuadradas más Ó ménos. Sólo cerca del agua hay algun pasto tierno y cortaderas, Gynerium argenteum, planta muy abundante en el Rio Negro, Valcheta y tambien en Pajalt. En la pendiente de las mesetas se ven estratificaciones calcáreas, pudiéndose recolectar en ellas moluscos fósiles como Crepidula gregarea, que son muy abundantes y han sido descritos en la obra DarwiN's Geological Observations, pág. 254, part. IM. En este punto recogí varias puntas de flecha de sílice y además Coleópteros Cerambycidos de gran tamaño, lla- mados por mi padre Micropsalis Durnfordí, en honor del descubridor; se ha- llaban en la proximidad del incienso ó Duvaua Magellanica, cuya resina extraen los indios y la utilizan para fijar los rascadores de sílice sobre un trozo de madera, uten- silio que emplean aún hoy en la preparacion de las pieles de guanaco al hacer quillan- gos. De estos instrumentos obtuve uno en Valcheta por intermedio del señor CHrrrEN-= DEN que me acompañaba. Llámase generalmente este paradero «Manantial de las mesetas», Ó «Manantial sa- lado», y segun el señor Lista, en su obra: Exploracion de la Pampa y de la Patagonia, pág. 20 «Le-ashk» por los Tehuelches. Cita además este autor la latitud 41" 9 31” y longitud 659 30' (1), observada en dicho paraje por el señor Epuunno Moyzks, que for- maba parte, así como yo, de la comision encabezada por aquel señor en el año 1884. Llegamos á este paradero ántes del medio dia, resolviendo entónces seguir marcha unas 3?/, leguas más al Sud para alcanzar la Aguada del Carrizal, donde pernoctamos. Al partir del Manantial de las mesetas, escalamos primeramente la meseta cubierta de pedazos rodados de basalto escoriáceo, sobre la que vimos muchos guanacos, que es- peraban seguramente que nos alejásemos, para bajar al valle y tomar agua. La meseta tendrá 20 cuadras de estension; se desciende entónces sobre arenisca azulada muy dura á un terreno arenoso y ondulado, en el que se adopta la direccion $S.-E. “hasta hallar un cauce seco de arroyo, siguiendo el cual un poco hácia el Sud se hallan varios agujeros rodeados de carrizos Panicum grumosum y cortaderas Gynerium argen- (1) Debe ser 660, — 191 — teum. Esta es la aguada del Carrizal. Antes de llegar el baqueano me llamó la atencion sobre un caballo que corría á gran distancia, y que él decía ser bagual. Efec- tivamente, vimos despues un gran monton de estiércol de caballo, circunstancia, que, segun me dijo, es signo inequívoco de que el animal que deposita sus excrementos en un mismo lugar es bagual y entero. Contóme además que los guanacos machos acos- tumbran hacerlo mismo. D'Orsieny y Darwin conocian ya esta particularidad, pero se la atribuyen indistintamente al macho y á la hembra. Hacia el Sud de la aguada se ven rocas elevadas, en cuya pared se nola una gran man- cha blanca, proveniente de los excrementos de las águilas que reposan sobre una parte saliente de ellas. En muchos otros parajes se nola esto y algunas veces en su proximi- dad se ven nidos de los respectivos pájaros que acostumbran asentarse allí. El 18 de Febrero, bien temprano, salimos de la aguada del Carrizal, y costeamos por espacio de media hora el cauce seco del arroyo en direccion á su descenso de nivel dirigiéndonos luego hácia el Sud, subiendo despues á una meseta cubierta de piedras rodadas de basalto cuyos vacuolos contienen calcita, y otros trozos de basalto escoriáceo notado ya en las mesetas anteriores. La vegetacion arbórea desaparece casi por com- pleto sobre estas planicies pedregosas, hallándose únicamente la Chuquiraga erinacea de distancia en distancia ; pero el pasto duro, que crece en manojos, es abundante. Las hojas de la Chuquiraga terminan en una espina y sus flores son amarillas parecidas á las de un cardo, aunque mucho más pequeñas. Si se mastica una hoja se siente un gusto sumamente amargo, por cuya razon le llaman á esta planta en el Chubut donde es muy abundante, mata de bitter. Otros le dan el nombre de quebrachillo. Arde, aunque en- cendida verde, con suma facilidad, produciendo al quemarse fuertes detonaciones y humo negro en gran cantidad, por cuya propiedad la usan los indios para comuni- carse á la distancia. Cuando hubimos hecho cerca de una legua sobre la planicie, donde no se puede marchar sino al paso por la cantidad de piedras, entre las cuales apénas pueden asen- tar el vaso los caballos, descendimos á un desfiladero, por el que corre el arroyo Corral- Chico. La distancia entre la aguada del Carrizal y este arroyo puede calcularse en 5 leguas. Al llegar al borde de la meseta, vimos una tropilla de 20 guanacos, que dejaban oir sus relinchos, semejantes á los del potrillo. Uno de éstos fué muerto por CHITTENDEN con su carabina Remington, sirviéndonos luego de almuerzo. La carne de guanaco es insipida y carece de grasa, por lo general, al ménos, no he visto carne gorda, y el baqueano y elindio CayuquEo, me dijeron que el guanaco es como la liebre (Dolichotis patachonica), que nunca tiene grasa. Parece que comer grasa es muy conveniente para personas que no disponen de vegetales en su alimentacion, nutriéndose principalmente de carne. Así he notado que los indios que nos acompañaron más tarde en el Chubut, comían — 198 — pedazos de grasa fria con la carne, y nosotros mismos preferíamos tambien los trozos de carne más gordos. Cerca de los guanacos estaban seis avestruces petizos, Rhea Darwinii, los cuales se alejaron con suma velocidad, al oir la detonacion del arma de fuego. El arroyo Corral-Chico corre de Oeste á Este entre un desfiladero cuya anchura va- ría entre 30 y 80 metros, cuyas paredes están cortadas perpendicularmente, teniendo una altura de 12 metros en su parte más oriental, que visitamos. Su curso es de unos 30 kilómetros, no desaguando nunca en el Océano Atlántico, segun el comandante Roa (Exploraciones en la Patagonia Setentrional en los años 1883 y 1884, pag. 16) (1). El suelo del desfiladero es fértil, pero bastante pantanoso, creciendo muchísimos car- rizos y tambien cortaderas en las orillas del arroyo. En un punto en que el desfiladero se bifurca, hicimos alto para dar un descanso á los caballos. A la tarde seguimos por el brazo Sur del desfiladero, haciendo en él una legua de camino ; despues subimos á la izquierda, sobre la meseta cubierta de trozos rodados de basalto, que es la continuacion de la que descendimos al llegar á Corral-Chico y tardamos una hora en volver á des- cender sobre un terreno arcilloso mezclado con guijarros. Seguimos costeando una vez sobre éste hácia el Sud la base de la meseta, hallando pronto un pequeño manan- tial llamado «Pelado» por no ser abundante ni en agua ni en pasto. Al llegar se ven algunas cortaderas que anuncian la presencia de agua. En las inmediaciones se en- cuentran pedazos de cuarzo, algunos de ellos labrados y tambien unas pocas puntas de flecha. La distancia que media entre el arroyo Corral-Chico y el Manantial Pelado, es de tres leguas. Hacia el Este, y como á media legua del Manantial Pelado se ve un manto salino de gran extension, que segun el baqueano, es tambien de sal de cocina. Al amanecer del dia siguiente, 19 de Febrero, partimos del «Manantial Pelado » recorriendo un terreno ondulado y arcilloso, sumamente provisto de Larrea divaricata y Larrea nitida, siendo la primera mucho más abundante que la segunda; tienen ambas un olor resinoso particular, y no se usan como combustible, por comunicarle á la carne, cuando se asa con su leña, un gusto tambien resinoso correspondiente á su olor. Ambas plantas están descritas en LinxagI Systema vegetabilium, ed. SPRENGEL, vol. IL pág. 324. A las 4 leguas de marcha avistamos el verdor que anuncia la presencia del agua dulce, hallándonos pronto en la márgen izquierda del Arroyo de los Berros, que corre de Oeste á Este, y cuyo lecho dice Don Ramon Lista estar blanqueado por innumerables valvas fracturadas de la Ostrea patachonica, pero de las cuales no pude hallar vestigios. (1) Es de sentir que esta obra esté plagada de errores en lo referente á la historia natural. — 199 — Cita este arroyo el señor Lista con el nombre de Chaga-Casken, voz tehuelche de un significado indecente. Nosotros pasamos á su márgen derecha, nos dispusimosá per- manecer allí hasta el dia siguiente. Recorrí entónces á pié la orilla del arroyo, notando en todo el trayecto un manto de piedra de cal blanca y rosada muy dura, que encerraba en algunas partes grandes tro- zos rodados de basalto que se halla sobre las mesetas y en otras guijarros pequeños. Este manto está cubierto á la márgen del arroyo por una capa de dos metros de guijar- ros y arena, que caracterizan toda la region patagónica. Seguramente, esta capa de carbonato de cal es la que ha sido tomada por el viajero citado como valvas fracturadas de Ostrea patachonica ; porque en algunos puntos, donde no está cubierta por el fango, aparece en el fondo del arroyo. Al Oeste se ven mesetas y delante de ellas un pico cónico de poca elevacion. La siguiente marcha del 20 de Febrero fué de seis leguas, en” direccion á una roca que se divisa desde el arroyo de los Berros al S.-S.-W. El trayecto es muy ondulado y pedregoso, principalmente cerca de la roca citada, que afecta la forma de una mon- tura, la que es de feldespato color rojo y cuarzo. Aquí el suelo es tambien más arci- lloso, proveniente seguramente de la descomposicion del feldespato por la lluvia, pues sabido es que este mineral no resiste al agua que contiene ácido carbónico. Las pie- dras de aristas cortantes, que se hallan á cada paso, se han desprendido de la roca principal, por efecto de la infiltracion y congelacion del agua que penetra en los agujeros, grietas y rajas en el invierno. Al llegar á esta roca llamada «Montura» tuve ocasion de ver varios remolinos de viento quese dirigian de Sud á Norte, levantando grandes polvaredas. El dia era es- cepcionalmente apacible, no se percibia viento. La causa de estos fenómenos tan frecuentes en estas regiones, son las corrientes de aire ascendentes. Se nota una columna oscura y delgada de unos 20 hasta 100 piés de elevacion, que avanza rápida- mente, su color proviene del polvo, de hojas secas y palitos que encuentra á su paso y levanta, imprimiéndoles un movimiento giratorio ascendente. En su parte superior la columna es más ancha que en la inferior, pareciendo como un largo embudo. Estos remolinos se forman especialmente en verano, durante los dias más calurosos y de calma, teniendo su orígen por dos corrientes repentinas opuestas, | Inmediatamente despues de pasar la Montura avistamos el valle pasturoso, limitado por pequeñas colinas, en el cual se encuentra la aguada Tawalk y donde permanecimos hasta el dia siguiente. Tawalk es un arroyo que corre de Este á Oeste en invierno, pero en verano sólo se encuentra el agua dulce en grandes fosos rodeados de carrizos y cortaderas, que señalan el cauce de su corriente. Al llegar al valle, el baqueano boleó dos avestruces y Cayuqueo tomó un piche (Dasypus minutus), los que fueron comidos en seguida de acampar, porque ya nuestras provisiones se habian reducido á un volúmen 26 — 200 — poco tranquilizador. La latitud observada en este paraje por don Ebmuxno MoYzks en 1884 fué 419 43". El comandante Roa llama Arroyo Elvira á esta aguada, agregando que sus aguas se derraman en el Océano Atlántico en la época de su mayor caudal (pág. 150: Explo- raciones en la Patagonia Setentrional). Puestos en marcha nuevamente á la mañana siguiente, subimos al Sud á las alturas que limitan el valle, dirigiendo una mirada á la roca «Montura », que se ocultaba en parte detras de otro cerro feldespático de forma más regular y de las pequeñas colinas pedregosas que circundan el valle en esa parte. Poco trecho habríamos andado cuando notamos que varias nubes se aproximaban del Sud, mas no á mucha altura, sinó rasando la superficie de las lomas, y con las cuales pronto nos encontramos, siendo envueltos por una densa llovizna, de la cual nos veíamos libres por algunos momentos, hasta que una nueva nube sustituia á la que se alejaba hácia el Norte. Recien á las 9 a. m. concluyó la llovizna completamente, y entónces el sol nos prodigó un calor intenso, miéntras que hasta ese momento la tem- peratura habia sido bastante baja. El camino sigue sobre un terreno muy ondulado; arbustos espinosos son abundantes y el suelo pedregoso. Las rocas que aparecen á cada paso son porfíricas. Despues de hacer seis leguas y media llegamos á la aguada siguiente, llamada «De los Tehuelches», ó segun Lisra «Kelek-aike». Es tambien un arroyo en el invierno, hallán- dose el agua ahora en grandes zanjones muy próximos á unas colinas porfíricas cuarzosas rojas (Granophyre), en la parte Norte, donde acampamos. Al lado del agua hay carrizos entre los que se ven bandadas de pequeños pájaros negros, el Cnipolegus Hudsonii, Lichenops perspicillatus y Agelaius thilius. Los patos de las especies Anas cyanoptera y Erismatura dominicana tambien los he notado aquí, lo mismo que el /bis chalcoptera, de cuya especie ví volar un grupo numeroso hácia el Sud. En el valle reconocí, con sorpresa, entre las cortaderas un pequeño trecho cubierto de alfalfa, Medicago sativa. Cerca del anochecer regresaron el baqueano SILVEIRA y el indio CAYuQuEo de una excursion que habian hecho con el propósito de bolear algun animal. Traían dos caballos baguales. Uno era un magnífico animal colorado entero y orejano, pero el otro azulejo overo tenía marca perteneciente á un colono del Chu- but. Llevaba tambien Cayuoueo unas hojas de ápio cimarron, que halló un poco más al Oeste, sobre la orilla del arroyo. Ya en el de los Berros habia notado algunas de estas plantas: Apúwm graveolens, que son, así como el Medicago sativa, originarias de Europa, aunque la última, segun la opinion de A. DecaNDOLLE, más bien es de la anti- gua Media. Hallé tambien gran cantidad de las semillas espinosas de Medicago denticulata, que — 201 — se habian enredado en las hilachas de mi cojinillo. Esta última planta ha sido, sin duda, introducida por ovejas, que fueron llevadas del Rio Negro al Rio Chubut algunos años hace. Siempre quedan adheridas á la lana algunas de esas semillas, las que habrán caido en este lugar desarrollándose despues. Este paradero se halla, segun D. Epumuxno Moyzés (piloto de la armada argentina, y que formaba parte de la comision que acompañaba al señor Ramon Lista en su viaje por Patagonia en 1884), bajo el grado 42 de latitud Sur, estando por lo tanto en el límite de los territorios del Rio Negro y Rio Chubut. El 22 de Febrero partimos de la aguada de los Tehuelches, y despues de hacer una marcha de 8 leguas por un terreno muy ondulado y dotado de numerosos arbustos espinosos, entre los que noté Glycirrhiza astragalina, descrita en Hooxer's Botanical Miscellany, UM, pág. 183, y Colletia longispina, con frutas amarillas, descrita en el mismo volúmen, pág. 3, alcanzamos el paradero de Quelé-curá, en cuyo punto el señor E. Moyzks observó la latitud 422 14”, no 42% 21' 41”, como se halla, por error tipográfico, en la obra del señor Lisra, pág. 22, pues el único que durante aquel viaje tomaba las latitudes era el señor MoYzks. Este paradero es un pequeño vallecito fértil entre varias elevadas rocas de pórfido cuarzoso rojo, las que son visibles á gran distancia, abarcándose con la vista, desde su cima gran extension de territorio. Un cerro ó más bien una mole de piedra sobresale de entre una cadena, que desde aquí se ve extenderse al Oeste de Norte á Sud, y que es la sierra de las Tres Hermanas, llamada así por el comandante Roa (Explo- raciones en la Patagonia Setentrional, pág. 31) por ser, en verdad, tres cadenas, pa- ralelas, lo cual ví despues desde la aguada de Los Pocitos, pudiendo agregar que la más oriental y á la que pertenece el cerro á que me refiero, llámase Sierra Telsen, por correr en su falda el arroyo del mismo nombre, mencionado tambien en la obra citada del señor L. O. pe Roa (pág. 50 y 51). Este cerro se halla, mirado desde una de las rocas porfíricas de Quelé-curá, al W. 20? al Sud; y una gran mancha blanca que se ve sobre la barranca de una meseta al Sud, por la cual va el camino al Chubut, está directamente al Sud magnético. Allado W. de esta mancha blanca se halla un pequeño manantial, llamado de Sholpe, y entre estos dos puntos, más bien junto á la mancha, sube el camino á la meseta. El señor don Ramon Lista dice en su obra Exploraciones de la Pampa y de la Pata- gonia, pág. 23, haber denominado «Cerros Victorica» á estas rocas (Quelé-curá), para lo cual reunió á sus compañeros y les anunció que en lo sucesivo aquel paraje se llamaría así. Encontrábame yo entónces entre los compañeros de ese señor, mas no re- cuerdo está reunion, pues no me hallaba presente. Por lo tanto, se debe adoptar el nombre que le ha dado antes el comandante Roa, que es Cerro de la Observacion, ó — 202 — Sierra Colorada. Pero asegura este último señor, que ambas son grandes moles de tra- quita, lo cualno coincide tampoco, pues las rocas de Quelé-curá son de pórfido cuarzoso rojo. Sin embargo, sospecho, y lo más probable es, que la Sierra Colorada de Roa sea la misma Quelé-curá, voz india que traducida al castellano significa : piedra (curá), colo- rada (quelé), y que el Cerro de la Observacion sea el de que hablo, y se halla al Oeste (W.) 20% al Sud de la cima de una de las rocas de Quelé-curá. En cuanto á la sierra «General Roca», llamada así porel señor don R. Lisra en la obra ya nombrada, pág. 22, es la cadena más oriental de las Tres Hermanas de Roa, y por lo tanto la sierra conocida por los indios con el nombre de Telsen. Antes de llegar á Quelé-curá, como á dos leguas y media, pasamos una laguna seca que tiene una cuadra de superficie, y segun el baqueano suele tener agua dulce en invierno. En esta aguada me apercibí con disgusto que se había roto un frasco de aguardiente que contenía varios Lacertilios. Solo pude salvar uno muy hermoso, des- conocido, cabeza y parte ventral negra con lo demás del cuerpo azul, colocándolo en agua saturada de cloruro de sodio, los demás estaban en putrefaccion. Tuve ocasion tambien de coleccionar varios ejemplares de una especie de avispas solitarias (Odynerus chilensis), dibujada en la obra de H. DE Saussure, t. 17, fig. 6, que venian al agua contenida en un pequeño hoyo en la roca y que mana del interior de una de las grandes moles de pórfido por las grietas que se perciben. La cantidad de agua contenida en este receptáculo no alcanzará sino á dos baldes regulares. Los caba- llos toman agua de una cavidad mayor, escondida en “una estrecha quebrada entre las dos rocas más elevadas. Permanecimos en este paradero hasta el 26 de Febrero, por el mal estado de los caballos, habiéndosenos concluido todos los víveres, carneamos una yegua, de cuya carne nos alimentamos. El 25 de Febrero llegó el teniente Acúero con sus treinta soldados y treinta indios, que había quedado en Valcheta, al abandonar nosotros aquel punto. Al dia siguiente partimos juntos hácia el manantial de Sholpe. En vista del mal estado de mi caballada, el teniente tuvo la deferencia de prestarnos mulas para mon- tar. Como á veinte cuadras despues de abandonar Quelé-curá atravesamos un terreno salitroso y pasamos junto á un zanjon que tenía agua, mas ésta era salobre. La mar- cha se hizo primeramente en derechura á la mancha blanca vista en la falda de una meseta que parece abarcar todo el horizonte hácia el Sud; más ó ménos habría- mos hecho 4 leguas y media cuando llegamos al pié de la meseta, donde está esta mancha y á su derecha (W.) el manantial de Sholpe; pero el cual no se ve desde este punto, sino un poco ántes, al atravesar una laguna seca, que despues de la lluvia contiene agua salada. El terreno atravesado hasta aquí es suavemente on- dulado. Una vez encima de la meseta, vimos, hácia el N.-E., cinco lagunas ó mantos blan- An — 203 — cos, probablemente salinos y al Norte magnético las cumbres de Quelé-curá, notán- dose en su parte superior izquierda una cortadura ó sombra muy característica. Un pequeño trecho se recorre sobre la meseta elevada cuando ésta empieza á descender, formando un gran bajo con una laguna seca en su centro. Siguiendo el camino se nota que el terreno vuelve á elevarse, y al llegar á una lagunita seca muy pequeña, de pocos metros de extension, se halla otra vez sobre la meseta plana, descubriéndose pronto hácia el Sud un valle cercado por alturas y mesetas, que tiene una salida hácia el Sud y en el cual están situados los manantiales de Pcha-alao, donde hicimos alto. Existen en este lugar tres manantiales de agua fresca y cristalina, á distancia de pocas varas uno de otro, viéndose en las cercanías cortaderas con pasto tierno. La distancia desde el manantial de Sholpe hasta este punto, será de unas 5 leguas. Bajo el nombre de Na-aiken (paradero de los huevos, en idioma tehuelche), cita el señor don Ramon Lista esta aguada, otros la llaman tambien Arroyo de Pcha-alao. En uno de los manantiales, al salir el agua, parece estar hirviendo, pues sale con fuerza y origina entónces un movimiento parecido al del agua en ebullicion. Sin em- bargo, el suelo absorbe de tal manera la humedad, que á las 8 cuadras, siguiendo la pendiente por donde corre el agua desde su manantial, no se halla nada más. A corta distancia de los manantiales se hallaron pedazos de cuarzo y pedernal, y entre éstos algunas puntas de flecha ó rascadores (1); tambien, como en todas las aguadas, botellas rotas que demuestran los avances dela civilizacion, aunque representada por el con- sumo de alcohol. La latitud observada por don E. Moyzks en 1884 en esta aguada es de 42" 32, Al dia siguiente, 27 de Febrero, partimos, ántes de salir el sol, de los manantia- les de Pcha-alao, juntos con la gente del teniente Acúgro, entrando pronto á un desfi- ladero, entre rocas porfíricas Cuarzosas, cuyo Curso sinuoso seguimos, hasta que á las 10 a. m. llegamos á un pequeño manantial, llamado Ojo de Agua, situado en la base de una colina, en cuya cima se nota una pila de piedras superpuestas inten- cionalmente, como para indicar la llegada al agua. El manantial se halla todavía en el mismo desfiladero, el cual se extiende casi una legua más hácia el Sud. En éste los arbustos espinosos son abundantes, principalmente la Condalia microphylla, cu- yas frutas maduran á mediados de Marzo; pudiéndose entónces recoger tres clases, una muy pequeña y negra, otra un poco mayor y roja y la tercera más grande y ama- rillenta. Antes de entrar al desfiladero habia notado el Berberis buxifolia Lam., B.microphylla Forsr., descrito en Linxagr Sysiema Vegetabilium, ed. SprENGEL, vol. II, (1) En las Actas de la Sociedad Antropológica de Berlin (1872, ses. 15 Junio), mi padre ha dado, entre otras comunicaciones arqueológicas, una série de figuras en tamaño reducido de las principales formas de flechas encontradas en Patagonia cerca de los antiguos cementerios do los indios, anteriores á la época de la Conquista. — 204 — pág. 120, y tambien en Hooxer's Flora Antarctica, part. 2, pág. 231, con una mag- nífica lámina, fig. 87, el que la identifica con B. dulcis y B. inermis. La distancia que separa los manantiales de Pcha-alao del Ojo de Agua es de 5 leguas. A las 12 m. salió el baqueano SiLvEIRA acompañado de uno de los soldados del teniente AcúERO, para ver sien el camino que debíamos hacer esa tarde, que era de 8 leguas, hallaba agua donde pudiéramos dar de beber á las caballadas, pues en la aguada Los Pocitos, que esla última ántes de llegar al Rio Chubut, es escasa, y difícilmente alcanzaria para todos. Entre las mulas y caballos del teniente AciúEro y los caballos nuestros habria cerca de 200 animales; además venian 20 perros y todos los hombres, que tambien necesitaban agua. Alas 3 p. m. parti con CHITTENDEN y el indio Cayuqueo, debiendo el teniente AcúEro salir á las 4 p. m. Pronto salimos del desfiladero y á lo léjos al S.-S.-E. avis- tamos la falda de una meseta que abarca en esa direccion todo el horizonte, y en cuya base está situada la aguada Los Pocitos. Como á las 6 p. m. pasamos sobre ca- pas blanquísimas de caolin, mezclado con otras rosadas, todas las que aparecen en las paredes de algunos lechos de arroyos secos. Al poco rato dejamos á la izquierda, como á media legua, rocas rojas redondeadas que parecen de feldespato, por los frag: mentos que se hallan en el camino, y de cuya descomposicion lenta han de provenir las dichas capas de caolin. A las Y p.m. lo hallamos al baqueano con el soldado, los que no habian encon- trado agua y estaban parados junto á una gran hoguera; pues habian encendido una inmensa mata de Colletia longispina, para indicarnos el sitio donde se hallaban, cuya senal veíamos hacia ya dos horas. Tuvimos que seguir entónces para Los Pocitos entrada ya la noche, y llegamos á las 10 p. m.á ese punto, en donde nuestros caballos bebieron en seguida toda el agua. Sin embargo, el baqueano habia previsoramente llenado una pava luego de desmontarse. Pasadas las 11 de la noche llegó el teniente Acúero, y su gente pudo proveerse escasamente del agua que se habia reunido, entretanto, en el recipiente. Al día siguiente tuve ocasion de ver bien lo que es esta aguada. Se ha hecho una excavacion en la falda de la meseta, quitándole en una extension de 2 43 varas la capa de guijarros y arena de 2 piés de espesor que la cubre, debajo de la cual aparece una capa de arena blanca, como de un pié, que descansa sobre ar- cilla plástica. En la arena se halla el agua infiltrada al través de la capa superior y detenida por la arcilla, que es blanquizca, por lo que el agua tiene el mismo color, cuando se ha revuelto al sacarla. En la parte superior de la barranca aparece en varios puntos arcilla, que se ve como manchas blancas á gran distancia; noté tambien la presencia de madera silicificada en las cercanías de la aguada. Desde la superficie de la meseta se presenta hácia el W. y Norte una vista grandiosa. — 205 — Con anteojo se distinguen las tres cadenas paralelas llamadas por el Comandante Roa Las Tres Hermanas, siendo la más oriental la Sierra Telsen, en la que sobresale por su altura y forma el cerro de que hablé al tratar de Quelé-Curá, y que creo es el de la Observacion (llamado así por el señor Roa). Desde la cima de una colina muy elevada al lado de los Manantiales de Pcha-alao, donde subí con el señor BELL, á mi regreso para Buenos Aires, este cerro está Oeste 10% al Norte. Se alcanza á ver tambien desde allá el verdor de otra aguada hácia el Sud y al pié de las alturas inferiores, que rodean aquella sobre la que se observa. La direccion á que se halla este cerro desde aquí (Los Pocitos, cuya latitud es más ó ménos 43% 6') es Norte 40" al W. Vése además enteramente al W. el inmenso bajo de Catelik y un manto blanco en lontananza. A las 3 p. m. nos dispusimos á hacer la última marcha, ántes de llegar al Rio Chu- but, que es de 13 leguas y puede llamarse travesía, porque carece de aguadas. La me- seta sobre la que observamos lo anteriormente citado tiene una estension de 9 leguas y es arenosa, sembrada de pequeños guijarros, la vegetacion es la misma que la de las comarcas hasta ahora atravesadas, mas nótase la abundancia de Larrea divaricata, que en algunos retazos del camino sustituye á todos los demás arbustos. A las 9 leguas se halla el viajero al borde de la altiplanicie, pero se desciende á otra meseta, cuyo nivel es de diez metros inferior al de la primera, teniendo tres leguas de extension. Hácia el Sud se eleva otra planicie de faldas blancas, pero ya esa está al Sud del Rio Chubut. Como se ve, resulta que este rio ha labrado tambien su lecho y valle en una altiplanicie, igual al Rio Negro. Despues de recorrer las tres leguas y hallándose en el borde de esta segunda meseta, se domina el valle del Rio Chubut, cuyo curso tortuoso está señalado por numerosos sauces, Salix Humboldtiana, que crecen en sus orillas. Vénse tambien varias casas de los colonos en el fondo del valle, que en esta parte tendrá media legua de ancho. Inmediatamente despues de abandonar la segunda planicie, cubierta en su última parte, principalmente en la bajada, de guijarros (pedregullo), se encuentra un canal de irrigacion, trabajo efectuado por los colonos, con el cual dan riego á las chacras de la márgen izquierda del rio. Llegamos á su orilla á las 8 de la mañana del 1” de Marzo, despues de haber marchado toda la noche, porque los ca- ballos cansados por el rudo trote de los dias anteriores no avanzaban finalmente sino al paso. Dos horas despues llegó el teniente Acúero con todos sus hombres. En esta travesía quedaron dos caballos cansados, los que no llegarían al agua, pereciendo probablemente. La latitud de este punto, llamado «Boca de la Travesía», fué observada por Don Epmunpo MoYzks, y es 43" 22, — 206 — La gran dificultad con que se tropieza, al llegar al Rio Chubut, es la falta de pasto; no existen en sus márgenes sino cortaderas y sauces; en consecuencia, el teniente AcúERO siguió inmediatamente rio arriba, para alcanzar el fortin Villegas, unas cinco leguas al W., donde esperaba hallar al teniente SiLvEIRA, al mismo tiempo que proporcionarse pasto para sus mulas y caballos. Doy á continuacion un cuadro sinóptico de los paraderos, tocados desde Valcheta hasta este lugar con las distancias que los separan, sin pretender que éstas sean escru- pulosamente exactas, pues son calculadas por el andar del caballo. Creo, sin embargo, que un viajero que recorra estos parajes pueda utilizarlo, para determinar las marchas que le permita hacer el estado de sus animales. De Valcheta 4 Pajalt ii a o RÍE OS SO 6 leguas De Pajalt:al Manantial de las Mestctas.. pens 1 oa a e RO xd 6 — Del Manantial de las Mesetas á la Aguada del Carrizal..........oooooooo.... 31 — De laAguada dell Carrizal'á Corralelbico at de al ta ai yg — De 'Corral-Chico al Manantial pelado: hata: ect o O O 3 — Del Manantial pelado al Arroyo de los BerroS..........o.oooooooooommmoo.ss. hb — Del.Arroyo de los. Berros.4 Tamalle.: 2) aljama e ot sa mear ola el EN 6 — De Tawalk al-Arroyo de los. Tobhuelches aan iuea caidas ses aaa oa AS 61 — Del Arroyo de los Tehuelchesá Quelé=curá.....oooooooomooomooooooo» A De Quelé=curá al Manantial Sholpe.. to aa O 4! — Del Manantial Sholpe á Manantiales de Pcha-ala0.........ooooomoo.omoo.». 5 — De Pcha-alao al Ojo de Agua....... PO RA E E RO E 53 — Del Ojo de Agua 4 Los “Pocitos... ts EE 8 — De Los Pocitos;al Rio Chubut 143 — 83 | Estas distancias, desde el arroyo Valcheta hasta el Rio Chubut, que suman más Ó ménos 80 leguas (83 * segun mi tabla), pueden recorrerse fácilmente en diez dias con caballos regulares ; pero en mucho ménos tiempo siendo buenos, porque sé positiva- mente, que se ha hecho este viaje en siete dias por diversas personas con tropillas enta- bladas, contando cinco caballos para cada hombre. El baqueano PABLO SILVEIRA me ha asegurado haber hecho como chasque, acompañado de otro individuo, ese mismo viaje en tres dias, con una tropilla de diezcaballos, marchando solamente por la tarde, y por la noche hasta un poco despues de la salida del sol; más ó ménos catorce horas diarias, es decir, en tres dias, cuarenta y dos horas. Pero en este viaje se han hecho, término medio, dos leguas por hora, pues galopaban cuando el terreno lo permitia; resultando entónces ochenta y cuatro leguas, distancia que más ó ménos existe entre los dos parajes. Escusado es decir que no llevaban carguero y que loscaballos eran bien elegidos. Como alimento llevaban yerba y un poco de carne, — 2017 — en maletas sobre el recado ; además, trasportaban los otros accesorios indispensables, la pava, el mate y bombilla, todo lo cual va colgado del bozal del caballo más manso, aunque algunos acostumbran á llevar el mate ó porongo, envuelto en un pañuelo, que se lo atan al cuello y lo echan á la espalda. Con mulas en buen estado, el viaje no se prolonga tampoco más de siete ú ocho dias, contando dos ó tres mulas para cada hombre. Despues de mi llegada al Rio Chubut, trasladéme al pueblo Rawson, situado sobre el mismo rio, á una legua de su desembocadura en el Océano Atlántico, siendola distancia de la Boca de la Travesía hasta este pueblo, de doce leguas. Durante todo el trayecto -pasaba junto á las casas de los colonos diseminadas en el valle y cerca de las chacras, sembradas de trigo, las que presentaban un lozano aspecto. Casi todos los colonos son originarios del país de Gales y hablan el inglés, habiendo muchos que tambien han aprendido el castellano, principalmente los jóvenes; sin embargo, hay algunos que solamente conocen su idioma natal, el galense, lengua céltica muy original y armo- niosa. Son muy aficionados al canto y á la música en general, como lo he podido ob- servar durante mi permanencia en la colonia. Pertenecen á diversas sectas protestan- tes, como los Metodistas, Independientes, Calvinistas, Baptistas, Unitarios y á la iglesia anglicana (Church of England) y poseen templos, donde se reunen el dia domingo en que no se trabaja, ni se vende, ni áun se cobra dinero. La mayor parte de ellos son verdaderamente religiosos, aunque otros sólo por costumbre van á la iglesia, como sucede en todos los países. En cuanto á la vida social es llana y franca; de cuando en cuando hay reuniones musicales y literarias, donde especialmente los jóvenes hallan su recreacion, El aniversario de la llegada de los primeros colonos á las costas del Rio Chubut se celebra anualmente con gran entusiasmo ; los templos son entónces los puntos de reunion ; allí se pronuncian discursos; despues se toma mucho té, se juega, se rie y secanta. Una relativamente poderosa asociación comercial, la Sociedad Cooperativa, se ha formado con elementos puramente coloniales, estableciendo almacenes en diver- sos puntos, cuyas mercaderías, que se reciben directamente de Inglaterra, se expenden á precios bajos, comparados con los de otros puntos de la República. Los directores de esa asociacion son los hombres que preponderan entre los colonos, y muchos de ellos prácticos en las transacciones mercantiles, habiendo adquirido esos conocimientos en otras partes del mundo, donde ántes han buscado lo que halláron aquí. El elemento más importante por el capital empleado y las ventajas que reporta y reportará todavia á esta colonia, es, sin duda alguna, el ferrocarril, construido por una compañía inglesa desde Puerto Madryn á Trelew, nuevo núcleo de poblacion, que se ha formado en su punto de arranque. En Puerto Madryn, tocan los vapores de ultramar y des- cargan los efectos que se consumen, llevándose, al volver, el trigo que allí se produce, bien conocido en Inglaterra por su buena calidad. 21 — 208 — Trelew, situado á tres leguas rio arriba de Rawson, parece destinado á ser pronto una poblacion importante, que probablemente absorberá todo el movimiento comercial de la colonia por su conexion con el puerto. Rawson, capital del territorio y asiento de las autoridades nacionales, es una agru- pacion de unas setenta casas sobre ambas orillas del rio, entre éstas, tres son templos : dos protestantes y uno católico. La casa de la Gobernacion, situada como los templos en la márgen Norte del rio, es de una construccion humilde, revelando haberse em- pleado mucha economía en su construccion. El asta bandera, que se nota sobre el frontispicio, que lo forma una galería con seis columnas de madera, blanqueadas con cal, se eleva sobre el edificio sin revocar, lle- vando los domingos y dias festivos la bandera nacional. En la márgen Sud del rio es donde se hallan las casas de comercio y la sucursal de la Sociedad Cooperativa, cuyo al- macen central está en Trelew. Tambien la fonda, el hotel, una mercería, otros almace- nes de comestibles, carpintería, sastrería y hasta un embrion de peluquería; sin embargo, en el norte tampoco se echa de ménos el elemento comercial. Rawson es el núcleo de la poblacion argentina é italiana. Otro centro, Gaiman, existe á cuatro leguas rio arriba de Trelew, el que está ad- quiriendo tambien verdadera importancia, en donde la Sociedad Cooperativa tiene otra sucursal y cerca de cuyo punto se hallan las mejores chacras. Allí se extraen areniscas muy compactas, que han servido para la construccion de algunas casas. El rio forma una angostura en la parte Norte, y en el espacio entre la barranca de arenisca con arcilla y la orilla del rio es donde se han levantado las casas. Existe tambien en ese lugar un gran tajamar, con cuya ayuda se da riego á las chacras más orientales. Un puente de madera sobre el rio, construido por uno de los principales accionistas del ferro-carril y suingeniero constructor el Sr. AsaHeL P. BrL, hállase frente á Trelew, y presta verdaderos servicios á la poblacion en general. El clima de esta parte de la Patagonia es conocido como sano y muy seco, pudiéndose recomendar á las personas que padecen de los órganos respiratorios. Algunos indivi- duos que llegaron al Chubut con enfermedades de esa naturaleza, contraidas en otras partes del mundo, se han restablecido totalmente aquí. Los vientos son frecuentes, principalmente en verano tienen una fuerza notable, la cual decae con el dia; de noche casi siempre reina calma, mas por la mañana empieza nuevamente. Por lo general, el viento es del Sud. En invierno nieva algunas veces, pero la nieve no permanece por mucho tiempo en el suelo. En la parte occidental del territo- rio, cerca de la cordillera de los Andes, es muy abundante, y ya en otoño todas las cum- bres de las montañas están cubiertas por ella. d El rio Chubut arrastra en invierno mucho hielo en su superficie, y algunas veces éste se acumula en la desembocadura de tal manera, que permanecen los trozos inmóviles — 209 — durante algunas horas y se sueldan cuando hay heladas, formando una capa no inter- rumpida, y puede atravesarse entónces el rio á pié de una orilla á otra. Tal caso ocurrió en Rawson en el mes de Julio de 1887, miéntras me hallaba en ese punto. Hay tambien algunas veces inundaciones en Rawson, porque el rio Chubut, que re- cibe su mayor caudal de aguas del derretimiento de las nieves de la Cordillera de los An- des, está sujeto á variaciones considerables de nivel en las diferentes estaciones y segun las cantidades denieve ólluvia que haya caido en los Andes y los territorios bajos que atraviesa. Como Rawson está situado á una distancia de la boca del rio en que la influencia del flujo y reflujo del océano es perceptible, sucede que cuando el rio está muy crecido, coincidiendo esta circunstancia con una marea fuerte, tiene lugar irremisiblemente una inundación. Las casas adyacentes al rio, son abandonadas entónces durante algu- nas horas por sus moradores, los que suben á la cercana cuchilla, regresando despues á reparar los desperfectos ocasionados por tan incómodo visitante. ' El objeto que se tuvo en vista, al fundar á Rawson tan cerca de la boca del rio, fué la creencia general que se facilitaria de esa manera la comunicacion con los cen- tros de poblacion, puesto que los pequeños buques entraban al rio; mas todas esas pro- babilidades han desaparecido ahora, pues se sabe que el rio Chubut no permite la en- trada á buques de mayor calado porque su barra es muy peligrosa y, una vez dentro del rio, estos tienen que esperar una marea alta y viento favorable para poder salir de nuevo. Ahora se ha unido el puerto Madryn (no puerto Roca, como ha sido llamada otra pequeña bahía en el mismo Golfo Nuevo) por medio de una via férrea con el rio Chubut, tres leguas más arriba de Rawson, dando lugar á la formacion del nuevo pueblo Tre- lew. Este nuevo centro recibe naturalmente todo lo que llega á Madryn; pero como en Rawson están las autoridades, la correspondencia, por ejemplo, tiene que llevarse allá, donde tambien reside el administrador de correos. Resulta, pues, que hay demora en todos los asuntos relacionados con el servicio postal, que es lo más importante para el comercio. Luego, teniendo en cuenta la circunstancia de que todos los colonos están diseminados en el valle del rio, de Trelew, al Oeste, habiendo muy pocos entre este pun- lo y Rawson, se les obliga á ir al extremo Este, es decir, á Rawson, para recibir su cor- respondencia. Despues de estos datos continúo mi relacion concisa del viaje. El dia 3 de Marzo llegué á Rawson, esperando hallar al Gobernador de este territorio, Teniente Coronel Don L. J. Fonraxa, mas no había llegado aún; pero el Secretario de la Gobernacion, Sr. ANToNIO ARGERICH, sabía positivamente que no vendria. Me extrañó esta noticia, mucho más habiendo sido enviado oficialmente para acompañar una expedicion que mandaria dicho jefe. E Presentéme en seguida al Sr. A. P. BELL, anunciándole el arribo de la caballada y su estado. Este señor me manifestó que tenía el deseo de partir dentro de 20 dias al Oeste, para reconocer las tierras y tener una idea de las accidentaciones para el caso que se construyese una línea ferrea desde aquí hácia Chile, y obtener tambien algunos datos exactos sobre la hidrografía de la parte occidental de este territorio. Al mismo tiempo me recordó lo que me dijo en Patagones acerca de la venida del Sr. FoNrana. Pregunté si estaba dispuesto á admitirme en su comitiva, y me contestó favorablemente. Aceptó llevar tambien, por especial solicitud mia, al Sr. ApoLro OBREGON, que se hallaba ya en Rawson, pues habiendo salido de Buenos Aires en calidad de ayudante voluntario, me acompañó hasta Patagones ; pero prefirió embarcarse en el pailebot « Esperanza » para trasladarse á este punto, en vez de venir por tierra. El dia 24 de Marzo debia salir la expedicion organizada por el Sr. AsameL P. BELL del fortin Villegas, sobre la márgen Sud del Rio, y distante de la boca de la travesía de los Pocitos al Rio Chubut, unas cinco leguas. En aquel punto se reunirian todos los elementos necesarios, los cuales se acondicionarian de manera que estuviesen listos para marchar el dia fijado. El teniente SiLvEIRA, que se hallaba ya en el fortin Villegas, con sus diez soldados y diez indios, pues Cayuqueo que había venido conmigo y se habia reunido ya á sus nuevos compañeros, formaria parte de la expedicion, como es- colta, conforme á las instrucciones escritas que llevaba. La Comision se componia de: Jefe : Sr. AsamEL P. BeLL, ingeniero civil (inglés). Sr. Ar Iwan, agrimensor (inglés galense). Sr. LeoNARDO A. Lewis, químico analítico (inglés). Sr. Guy CooKE, ayudante del Señor Bell (inglés). Sr. ADOLFO OBREGON, mi ayudante (argentino). PABLO SILVEIRA, el baqueano que me había traido desde Patagones, que fué contratado por el Sr. BELL para el mismo objeto (argentino). Feperico Leon, arriero contratado por el Sr. BELL en Patagones (argentino). Escolta del 3” Regimiento de caballería, compuesta de : Teniente, MANUEL SILVEIRA. Sargento CARBAJAL, 2 cabos y 1 soldados. Diez indios de Valcheta : Capitanejo TREUTRIF. SAIHUECHÉN. CAYUQUEO ALEJO. ANCHEAMÍ CEFERINO. — 2M — MAMUÉLCHE. GUATÁPEL. HuIcHEAHAN (a) capataz. HuERACÁN TURA. MANUEL Busros. MANQUEL. De estos indios, los dos primeros de la gente del cacique Sac-maTa, los otros ocho de la del cacique PcHa-ALAO. Los elementos de movilidad los constituian 50 mulas de los soldados, es decir, 'del Gobierno Nacional; 40 caballos de los indios, y 30 caballos del Sr. BELL. Además, 40 vacas y 5 yeguas se arreaban para el racionamiento. Las raciones de los soldados, indios y arriero, que eran de carne, yerba-mate, harina, fariña, arroz, tabaco y sal, eran dadas por cuenta del Gobierno, las de los demás las costeaba el Sr. BeLL, compuesta de carne, yerba mate, café, té, harina, galleta, arroz, azúcar, dulces y otras diversas conservas, sal fina y oatmeal (harina de avena) con que hacian un engrudo (porridge) á cuyo gusto particular no me podia acostumbrar al principio. Llevábase, además, para poder navegar, si se ofrecia ocasion, un bote portátil de lona encerada, el que era trasportado en tres trozos á lomo de mula; tambien dos carpas, una perteneciente al Sr. BELL y la otra al Sr. Ap Iwan. Las cajas, botellas, y demas utensilios necesarios para conservar los objetos de histo- ria natural que coleccionase yo, iban bien acondicionados en dos cajones que se llevaban como tercios para un carguero. Todos los pertrechos, es decir, raciones, instrumentos, bote y demás, eran llevados en doce mulas. Los soldados iban armados de carabinas Remington y sable; los indios sin más armas que sus cuchillos y boleadoras ; el Sr. BELL habia prestado á los demás cinco carabinas de repeticion sistema Corr, llevando él mismo una de largo alcance. Cada cual tenía tambien un revólyer manuable, predominando en número el SmirH Wesson. El 23 de Marzo, todo se hallaba dispuesto para marchar al dia siguiente, mas el Sr. BeLL no habia llegado aún de Trelew, donde estaba ocupado en otros asuntos, pero nos trasmitió la órden de salir el 24 y dejarleun hombre con caballos que lo esperase unas seis leguas rio arriba, entrada de una travesía que teníamos que hacer para evitar una gran curva que hace el rio. Desde la boca de la travesía de los Pocitos al Rio Chu- but hasta este paraje, el valle en la parte norte desaparece, y en la sud existe sola- mente una legua más hácia el Oeste, hasta el paraje denominado Las Piedras, donde se halla un establecimiento ganadero del Sr. Uynerwoo». En este paraje se elevan rocas — 212 — de pórfido cuarzoso rojo, idénticas á las observadas en el arroyo de los Tehuelches, Quelé-Curá, y cerca de Pcha-alao, cuyos cristales de cuarzo hialino son bien distintos y de un tamaño que varía desde 1 hasta 4 mm. Estas rocas interceptan algunas veces la corriente del rio, y dan lugar á la formacion de rápidos en él. Dos leguas más hácia el W., el rio corre completamente encajonado entre las mismas rocas y en la márgen Sud corre paralelo á él un desfiladero, que ha sido en otra epoca lecho del mismorio ó de un brazo de éste, el cual ha hallado ménos dificultad en escavar su lecho actual que seguir por aquel, y despues que el nivel del actual lecho ha descendido, ha abandonado tambien por completo el desfiladero. Algunas cuadras más al W. de la boca de éste, se hallan los ranchos que forman el fortin Villegas. En la márgen Norte sucede idéntica cosa: otro desfiladero corre paralelo al rio, pareciendo tambien haber sido ocupado por éste, de manera que en otra época el rio puede haber tenido en esta parte tres brazos, de los cuales el del medio es el actual. En el término oriental del desfiladero del Norte, se ven estratificaciones de arcillas y areniscas de granos muy finos de color rosado amarillo y blanco. En la última obra del Sr. D. Luis J. Fontana, Viaje de exploracion en la Patagonia austral, 1886, pág. 60, este autor cita tambien el paraje Las Piedras, y asegura que es allí donde empieza á manifestarse en cerros muy altos la formacion cristalina del gra- nito. En aquel punto, como ya he dicho, se elevan rocas de pórfido cuarzoso ó Granophyre; la presencia de granito no he podido comprobarla, á pesar de haber buscado especialmente dicha formacion ; únicamente he hallado en algunos lechos secos de torrentes cerca del rio y en la orilla del mismo, donde hay bancos de pedregullo, pedazos rodados de granito, verdaderos guijarros, que se encuentran en todo el trayecto que remontamos de este rio, y son traidos de las cordilleras, donde efectivamente aparece la formacion que el Sr. Fontana debe haber tomado por el pór- fido cuarzoso, única roca cristalina que se halla allí in situ. En cuanto á los primeros vestigios del hombre prehistórico, que ha recogido el mis- mo señor en-cavernas naturales de aquella formacion granítica, es de sentir que no haya dado más explicaciones sobreesas interesantes observaciones, pues se limita solo á men- cionar que hay allí huellas estampadas de una manera indeleble. Creo oportuno men- cionar aquí la existencia de inscripciones pintadas sobre una parte saliente de una roca de conglomerado brechiforme, color amarillento verdoso, seis leguas rio arriba del fortin Villegas, pero sobre la márgen Norte del rio, y que no parecen haber sido obser- vadas ántes, puesto que nose hace mencion de ellas en obra alguna. Sobre un trozo angular y saliente de esta roca, teniendo tres caras, una mirando al Oeste, otra al Este y la tercera hácia abajo, pues en la parte superior está adherida á la roca principal, se ve sobre la dirigida al Oeste un dibujo que se asemeja á una pipa de fumar, cuyos con- tornos están marcados fuertemente de color rojo al exterior, negro el intermedio y rojo — 213 — más apagado á la parte interna. Sobre la cara que mira al Oriente se ve un dibujo de color amarillo, que se asemeja á la guarda griega ó greca, arrancando su lado derecho en la parte en que el trozo angular se destaca sobre la roca principal. En la cara inferior nótanse tambien líneas irregulares de color rojo y amarillo. Como á veinte varas al Oeste del sitio en que se ven los dibujos, ábrese en la pared perpendicular que limita en toda esta region el valle del rio, un angosto desfiladero siguiendo el cual llégase sobre la parte superior de una meseta, cuya base es el con- glomerado brechiforme, que está á descubierto en el valle, y que se extiende hácia el Norte hasta donde alcanza la vista. Una vez encima de la meseta, se nota dislinta- mente un camino en direccion W.-S.-W., que tambien aparece en el desfiladero, y que es la travesía llamada Kel-la (águila) por los indios. Esta la recorrimos el dia26 de Marzo. Fueron notadas por primera vez estas inscripciones por D. Luis JoxEs, persona conocida en la colonia galense, quien llamó la atencion del Sr. BELL sobre ellas. Este señor, á su vez, refirió esto al químico Sr. L. A. Lewis, que las buscó en mi companía. Desde cierta distancia las noté, y nos aproximamos luego á examinarlas, tomando yo despues copia de ellas. El Señor Francisco P. Morexo, en su obra Viaje áú la Patagonia austral, pág. 350 y subsiguientes, hace mencion de ciertas inscripciones, que atribuye á un pueblo extin- guido de hombres más perfectos intelectualmente que los Tehuelches, y que halló en las barrancas verticales de la márgen Sud de su Lago Argentino. El segundo tomo de su obra, en que promete aquella época (1879) dar á luz] la copia de esas inscripciones y signos, no ha aparecido aún, quizá se encuentren analo- gías entre aquellas y éstas del Rio Chubul, aunque no me parece probable, pues el mismo Señor Morexo dice, que las halladas por él tienen mucha semejanza con los signos descubiertos en Arizona, Colorado y Nuevo Méjico, en los Estados Unidos de Norte América, mientras que á los indicados por mí no les hallo semejanza ninguna con los figurados en los diferentes tomos del U. S. Geological and Geographical Survey of Colorado and adyacent Territory, by F. U. Haybew, ni con los diferentes tomos del Smithsonian Contributions to Knowledge, en que se trala de inscripciones indígenas; tampoco hallo nada semejante en las Publications of the Bureau of Ethnology, by S. W. PoweLL, ni en las Contributions of North American Ethnology, by J. W. PowELt, ni en el tomo de Arqueología del U. S. Geographical Survey Lieut. Geo. M. WHEELER, obras que he consultado en la biblioteca del Museo Nacional. Solamente en el volúmen correspondiente al año 1874 de la primera de las obras citadas se ven, en la parte arqueológica por W. H. Jackson, pl. I, fig. 6, varias líneas que- bradas como grecas, pero de las cuales dice el autor en la pág. 375 del tomo citado: «Rascando en la superficie del peñasco, que contiene estas casas, hay varias iInscripcio- nes, una de las cuales está figurada en la plancha I, fig. 6. Como no han sido corta- — 214 — das muy profundamente, siendo en algunas partes simples rasguños, es muy dudoso que sean contemporáneas de las casas. » Estas líneas tienen analogía con las del Rio Chubut, mas esto no demuestra nada, pues sabido es que muchos pueblos antiguos del nuevo y del antiguo continente han usado la greca (figura angulada) como adorno, sin que por eso se pueda asegurar que haya sido trasmitida de una á otra nacion. En cuanto al significado y edad de estos signos del Rio Chubut, no me aventuro á hacer conjeturas sobre ellos. Simples figuras aisladas (busqué otras sin resultado en una gran parte de las rocas) sin una forma bien definida, no pueden interpretarse satis- factoriamente; además, hay lugar á dudas, si el artista que suponemos indígena, no es algun gracioso que quiera burlarse del arqueólogo, aunque no es verosímil que se haya tomado la molestia de remontar hasta este punto el rio, llevando consigo pincel y pin- turas. Porotra parte, los indios, ó mas bien, las chinas, conservan siempre pedazos de ocre, para la pintura de los quillangos y conocen tambien plantas con las que pueden tenir los tejidos, obteniendo diversos tintes, así es que hay mayores proba- bilidades para creer efectivamente que son trabajos de indios y no juguetes apó- crifos. E He tenido noticias de que cerca del Rio Chico, afluente del Chubut, se han observado tambien inscripciones de color, mas el Sr. D. Juan Romero, ingeniero civil, que ha hecho una mensura en 1887 de aquellas parajes, es quien ha observado esas inscrip- ciones, y no parece admitir que sean trabajos indios. Los signos hallados por el Señor F. P. Morgxo, en la costa del Lago Argentino no hay duda que sean indígenas; su distancia de todo centro de poblacion desde ya lo demuestra, además, el hallazgo de un cadáver momificado y pintado de rojo en una cueva de las cercanías, visitadas por este señor, es seguramente de interés, y la imagl- nacion establece relacion entre uno y otro suceso. Sin embargo, nada puede asegurarse positivamente acerca de la época en que las inscripciones fueron hechas ni de la en que el depósito del cadáver se ha efectuado. El primer dia de marcha de una expedicion es seguramente uno de los de más fuertes excitaciones, tanto para las caballerías como para los hombres; las cargas han de pesarse bien para que puedan resistir el traqueo, sin que se ladeen de uno á otro lado ; cada objeto de los quevan en los cargueros debe acondicionarse de manera que no se mueva. Principalmente los tarros y cápsulas de lata deben colocarse con cuidado, porque en cuanto siente una mula no muy mansa, que su carga se inclina á un lado ó produce algun sonido estraño, echa á correr, y contribuye enérgicamente por sus movimientos bruscos, á que los lazos de los bultos cedan. Elanimal sigue entónces su vertiginosa carrera, viéndose pronto describir curvas por el aire á todos los objetos, que han recibido coces del bellaco animal. — 215 — Despues que hubimos pasado por todos esos sobresaltos, pudimos salir á las 2 de la tarde del 24 de Marzo del Fortin Villegas, remontando el Rio Chubut. A las 3 */, leguas de marcha sobre el valle sud del rio, que en algunas partes se estrecha de tal manera que sólo distan pocos metros desde su orilla hasta las rocas que lo limitan, hicimos alto en un rincon ó vuelta del rio, en que los animales hallaron bastante pasto para esa noche. Las rocas que ahora se notan, son areniscas muy compactas y en algunos puntos de granos tan grandes que pueden considerarse como conglomerados. Todas están coloreadas de amarillo y rojo por óxido de hierro. Cerca de la última poblacion de la colonia, unas dos leguas arriba del Fortin Villegas, donde habitan dos pastores con un rebaño de ovejas, notamos entre unas capas arcillosas estratificaciones muy delgadas de cloruro de sodio. La sal, de la que sólo tuve tiempo de alzar una pequeña cantidad, la usé más tarde para condimentar la comida, no notando ningun gusto extraño á ella. Durante la noche de este primer dia de marcha llovió abundantemente, teniendo nosotros que levantarnos de nuestras camas de campaña, el recado, con el objeto de tapar las cargas y aparejos para preservarlos de la humedad. Al dia siguiente, á las 7 a. m., con espléndido sol, saliamos del campamento, y despues de marchar 2*/, leguas hicimos alto en la boca de la travesía Kel-la, trayecto que debíamos hacer al dia siguiente, para no seguir costeando el rio, que, segun nos dijo el baqueano, y es sabido en la colonia, hace una gran vuelta hácia el sud, reci- biendo un afluente, el Rio Chico, que ademas parece carecer casi de valle, por lo cual la marcha en sus orillases muy penosa. Antes de parar atravesamos el rio, que aunque daba paso no estaba muy bajo y tenía una fuerte corriente. En este punto, en la pared Norte del valle, que está limitado por rocas de conglomerado brechiforme muy fino, de tinte amarillento verdoso, se hallan las inscripciones de color, que he mencionado más arriba. La boca de la travesía es un angosto desfiladero abierto en esta roca, que tendrá unas ocho cuadras de largo, siguiendo sus vueltas, y que va ascendiendo gra- dualmente y alcanza la superficie de la meseta, que se extiende hasta donde abarca la vista. Pocas cuadras más al Este, y sobre la misma orilla del rio, noté otro desfiladero y en su parte terminal, es decir, al subir ya á la meseta, grandes masas de hematita, y cerca de este mineral arcilla ferrujinosa, siendo las capas superiores, que forman el suelo de la meseta, de areniscas y arcillas amarillas y rojas. Parece que despues del solevanta- miento lento sobre la superficie del mar, que esta region ha experimentado, temblores de tierra, agrietaron las rocas, dando lugar á la presencia de los desfiladeros ó quizá tambien á aberturas más profundas, que fueron colmadas luego por las aguas del río, en donde se formó su lecho. Se resolvió dejar aquí á Cayuqueo con seis caballos, para que esperase á Mr. BELL, el 28 — 216 — cual debia llegar el 27, para alcanzarnos ese mismo dia, al otro lado de la travesía. Esta travesía Kel-la (águila, en idioma pampa) la hicimos el 26 de Marzo, entrando al desfiladero ya citado, que forma su subida, á las Ta. m., y llegando nuevamente al rio álas8 p. m. por otro desfiladero más ó ménos de la misma estension que el pri- mero, y queforma su bajada, por lo que no pudimos calcular la distancia recorrida en mas de 15 leguas, á pesar de que en la colonia, algunos que la habian pasado, la esti- maban en 20 á 21 leguas, así como tambien el Señor Fonraxa en su obra, pág. 63, le da una longitud de 19 leguas. La direccion general durante la marcha era W.-S.-W. La planicie es ondulada y principalmente en la mitad del camino se levanta una cadena de colinas elevadas, que se nota en el horizonte desde mucha distancia y se dirige de N.-W.á S.-E. Esta elevacion ofrece un cambio agradable con la monotonía no interrumpida de la meseta. El suelo es arcilloso y sembrado de guijarros, entre los que recogí algunos cuarzos veteados, cuyas vetas blancas, transpa- rentes y Opacas son tan finas como hojas de papel. La vejetacion es pobre y la Larrea divaricata, que se halla al entrará la travesía, desaparece despues, viéndose entónces de vez en cuando una planta rastrera pero tambien leñosa, cubrir el suelo en algunos puntos muy pedregosos, que parecióme pertenecer al mismo género Larrea. El pasto fuerte de los parajes no cercanos al agua, que crece aquí, formando manojos de Stipa humilis (Linnazr Systema vegetabilium, vol. I, pág. 254, edit. 16), es abundante, mas la falta de agua potable hará dificultosa la poblacion de estos campos. No vimos animales durante la marcha, con excepcion de algunos caranchos. Sólo al bajar el sol, y ya cerca del rio, observamos algunos AS sobre una coli- na, los que nos seguian con la vista. Como una hora antes de la entrada de] sol, avistamos al W. la cumbre azul de una montaña lejana que el baqueano nos dijo llamarse Gororo, y á cuyo pié teníamos que pasar más adelante. La noche era sumamente oscura cuando llegamos al rio, y principalmente la trasgre- sion de la planicie al desfiladero, que en su principio tieneuna pendiente poco inclinada, se hizo con algun peligro de precipitarse; pero gracias al baqueano, que iba adelante, y á pesar de montar un caballo blanco, apénas se le veia en la oscuridad á dos varas de distancia, todos bajamos bien. Despues de parar, se hizo fuego, preparándose en seguida la cena. El agua del rio, del otro lado de la travesía, hasta su desembocadura en el mar, enteramente color lechoso, por la sustancia blanquizca que lleva en suspension, es aquí cristalina y transparente. Salta, pues, á la vista, que durante su curso, que evitamos haciendo la travesía, recibe esas impurezas, que provienen de los terrenos que atraviesa, ó dela mezcla con las aguas de su afluente, el Rio Chico. Lo último ha sido demostrado por otros viajeros. El dia siguiente lo pasamos acampados en este mismo paraje, el valle de los Mártires, DA DAN A: — MT — segun el Sr. FonraNa y que se ensancha más al W., encontrando los caballos buen pasto en los rincones formados por las vueltas del rio. El Sr. BrLL llegó á las cuatro de la tarde, con Cayuoueo, habiendo salido por la mañana temprano y galopado durante la mayor parte del trayecto. De las rocas que limitan el valle al Norte, puede decirse que las superiores son puramente sedimentarias, mientras que las inferiores han experimentado metamor- fismo. Distínguese una capa de pedregullo, luego otra tambien de rodados, pero que con- tiene más arcilla, habiendo en ella concreciones nodulosas de esta última sustancia; viene entónces una capa gruesa de arcilla rojiza con nódulos del tamaño del puño. Sigue despues un estrato delgado de arcilla roja. Más abajo se halla una capa tam- bien de arcilla, en la que se encuentran muchos pedazos irregulares de esteatita, desde el tamaño de una cabeza de alfiler hasta de dos centímetros; la arcilla es tambien de color rojo y la esteatita más clara y rosada. Debajo de esta capa hállase otra bastante gruesa de arcilla azulada compacta con mu- chas plaquitas de mica potásica ó moscovita, que puede considerarse como piedra de arcilla micácea. Su clivaje es irregular, aunque parece que en sentido longitudinal se fractura con más facilidad. Algunos trozos desprendidos de la roca principal se hallan al pié de la barranca, quelimita el valle habiendo perdido por la influencia atmosférica su color azulado, convirtiendo en plomizo ó gris, como tambien su consistencia, pues se desmoronan fácilmente. En otrospuntos, pero debajo de la anterior, aparece una roca, que care- ciendo de la mica y teniendo mayor consistencia, muestra un color más oscuro y clivaje más regular que ella; parece una especie de Argilita, formada por la influencia par- cial de una presion considerable. Donde esta roca aparece se hallan tambien vetas de calcita ó espato de cal sumamente puro, cuyos trozos clivan con facilidad en romboedros, prismas exagonales y pirámi- des de bases romboideas, blancos ó transparentes. El 28 de Marzo hicimos una pequeña marcha, como de una legua y media, pues reinaba tal viento que apénas podíamos sostenernos á caballo. No seguimos costeando el rio, sino que subimos ála meseta, que pronto pierde su regularidad horizontal, pasando encima de pequeñas colinas arcillosas rojas, correspondiendo á las capas que ántes he mencionado y que se hallan tan próximas unas á otras que parece hallarse el viajero en un cementerio, cuyas fosas han sido marcadas por montones de tierra roja. Nótase aquí con evidencia que únicamente las aguas han originado estas formas bizarras; pues entre los montículos se ven pequeños cauces, que despues de cada lluvia forman diminutos riachos, que más tarde se reunen en torrentes, desaguando en el rio. Des- pues de andar una hora entre este terreno, en que no existe, puede decirse, vegetacion — 218 — y es una verdadera tierra mala «bad land», como las de Nebrasca, en Norte-América, erizada de conos, no columnas, como aquélla, nosdirigimos al rio, á cuya vista marchá- bamos momentos ántes de acampar, parando poco despues en un recodo. El viento aún no habia cesado, y al aproximarnos al rio, recibimos una lluvia fina, producida por gotas de agua levantadas por el viento, del rio, como si barriese su superficie. Sobre el mismo lado del rio se destaca imponente el monte Gororo, que vimos dos dias antes desde la travesía Kel-la. Unas 5 cuadras más al Oeste, sobre la costa Norte del rio, se ve al lado de las huellas del camino un monton de tierra, circundado por piedras rodadas, de las que arrastra el rio, en el que estaba clavado un palo, en que se distin- guen varias iniciales. Este es el sepulcro de tres galenses de la colonia del Chubut, que fueron degollados en 1884 por varios indios del grupo á las órdenes de un pariente de SHAIHUEQUE, el gran cacique de los Manzaneros. Otro jóven, que los acompañaba, se salvó, gracias al buen caballo que montaba, siendo perseguido de cerca por 3 ó 6 indios. Cuando el fugitivo llegó á la colonia, aseguran algunos que llevaba un revólver car- gado á la cintura, del cual no habia hecho uso por no perder tiempo en la fuga. Parece que estos cuatro colonos habian avanzado mucho más al W. cuando vieron los indios, apresurándose entónces á retirarse. Esta súbita retirada hizo creer á los salvajes, que aquellos hombres eran espías, puesto que no hubiesen huido si eran amigos. Una vez posesionados de esta idea, los corrieron hasta alcanzarlos, lo mismo que sé hubiese hecho con ellos, silos cristianos los ven. Este relato me fué hecho por nuestro baqueano PABLO SILVEIRA, que entónces moraba con los indios, y que habia te- nido noticia de la suerte que cupo á aquellos galenses. La guerra que se ha hecho á los indios puede decirse ha sido casi Cee pre sin cuartel, siguiendo el ejemplo de los conquistadores españoles, cuya gloria, más que en todo, consiste en haber sacrificado muchas vidas de los legítimos habitantes del suelo ameri- cano, bajo el pretexto de hacerlos cristianos. El valle llamado Kel-Kain por los Tehuelches, donde se halla este sepulcro de los co- lonos es ancho, y puede tener unas ocho leguas de largo desde la boca occidental de la travesía Kel-la. Como ya he dicho ántes, ha sido nombrado «Valle de los Mártires» por el Sr. Fonrana, sin duda aludiendo á la muerte de los tres hombres cuyos cadáveres mu- tilados fueron hallados y sepultados en aquel lugar por unos sesenta colonos, que al efecto fueron del Chubut conducidos por D. Luis Joxes, cuando se tuvo conocimiento del hecho. En toda esta zona podrian establecerse centros agrícolas, pues el valle es de fácil riego y el terreno no peor que el de la colonia. - El 29 de Marzo abandonamos temprano el campamento, haciendo seis leguas en el mismo valle y siempre á la vista del monte Gororo, que debe ser el llamado Pico Elisa porel Sr. Fontana. Al medio dia, ya al pié del Gororo, atravesamos el rio en el paso — 219 — Marrán-ilaue (Paso de la liebre) y acampamos frente á él, como á media legua del tér- mino del valle, que al W. está limitado por altas rocas escarpadas, en las que se ve un boquete del que sale el rio para regar el valle, describiendo numerosas curvas. Sobre la márgen Sud del rio, donde nos hallábamos, no se alcanzaban á distinguir los picos elevados, que menciona el Sr. Fonraxa en su obra, pág. 6%, y dibujados en su plano adjunto; tal vez de la ribera Norte y un poco más al W. sean visibles. El dia siguiente, 30 de Marzo, permanecimos acampados en este punto. El Sr. BeLL, el Sr. Ap Iwan, el baqueano y dos soldados subieron á la cumbre del Gororo, regresan- do á la tarde. Algunos salieron con objeto de cazar, volviendo con un guanaco jóven vivo, para el teniente SILVEIRA, pero murió á las cuatro horas de cautividad. El Sr. BrLL trajo en el bolsillo una cantidad de guijarros pequeños, que dijo haber recogido en la cima de la montaña, lo que prueba su levantamiento durante ó despues de la ocupacion de esta comarca por las aguas oceánicas. Determinó tambien la altura de Gororo en 978 metros sobre el nivel del mar. Desearia haber hecho tambien la as- cension, para inquirir algo más sobre su formacion geológica. Al despuntar el dia 31 de Marzo abandonamos el campamento Marrán-ilaue, siguien- do por la márgen Sud del rio; mas no pudimos costearlo sino hasta el punto en que sale de las rocas perpendiculares, entre las que corre encajonado. De allí nos dirigimos á la izquierda, boca de un desfiladero, hácia la cual tambien se inclinaban las huellas del camino que seguíamos. Recorrimos cerca de dos leguas en este desfiladero de paredes altas y escarpadas, al cabo de las cuales volvimos á ver el rio y seguimos á su orilla y en el valle angosto, pero cubierto de pasto, que está limitado por barrancas de cuarcito y en un punto de basalto amigdaloideo, cuyos vacuolos contienen un mineral pertene- ciente á las Zeolitas, probablemente Thomsonita. Parece, por lo tanto, que este cuarcito es una arenisca metamorfoseada por contacto con el basalto. Pude recoger en este para- je algunos pedazos de cuarzo blanco, cuya superficie estaba erizada de cristales peque- nos. La roca presenta de lejos un color rosado, mas al aproximarse se notan vetas de cuarzo blanco y opaco en la masa rosada, que tiene en algunas partes un aspecto fina- mente granular, mientras que en otras está convertido en un verdadero jaspe rojo y morado. Hallanse en las cercanías de la barranca algunos fosos, que contienen agua muy sa- lobre y una costra salina en la parte donde el agua no alcanza. Considero que la pre- sencia de la sal es debida á la descomposicion del mineral encerrado en los vacuolos del basalto amigdaloideo, que ha estado expuesto á la accion disolvente de los fenómenos meteorológicos en su superficie. Durante la marcha por el desfiladero varios cóndores describian circulos á una enor- me altura sobre nuestras cabezas. El Sarcorhamphus condor se conoce fácilmente por su blanquísimo cuello, pero que ahora apénas sealcanzaba á distinguir. En la orilla del — 220 — rio y sobre las ramas colgantes de los sauces de Salix Humboldtiana, árbol autóctono de esta region y no introducido por los colonos del Chubut, como creia MustErs, tuvo la suerte el Sr. BELL de matar en el campamento Marrán-ilaue un martin-pescador, Megaceryle torquata, cuyo silbido penetrante nos llamó la atención. El gran pecho colo- lorado, Trupialis Loyca, tambien se encontraba en aquel punto. Al medio dia hicimos alto en un recodo formado por el rio, en el que nuestros anima- les hallaron abundante pasto, frenteal cual, sobre la costa Norte se eleva un monte, pero no tan elevado como Gororo, que sellama, segun el baqueano PABLO SILVEIRA, Loncowa- ca en idioma pampa, ó cabeza de buey en castellano. Esta elevacion debe ser la llamada «Pico María Luisa» por el Sr. FonTana. Sobre la márgen Sud del rio hay otra elevacion aún menor que la del Norte; ambas forman las astas del buey, segun me indicó el ba- queano. El valle en esta parte es bastante extenso, en donde describe el rio innumerables vueltas, hasta esconderse entre las rocas que lo encajonan al Este y por las que pasa el desfiladero en la márgen Sud, por el cual vinimos, y que parece haber sido tambien le- cho del rio en otra época. La distancia recorrida ha sido más ó ménos de seis leguas, desde Marrán-ilaue hasta Cabeza de buey. El 1* de Abril, despues de la salida del sol nos hallamos listos para partir é hicimos siete leguas y media á la orilla del rio, parando en un recodo llamado Ali-alto. Al salir de Cabeza de buey dejamos una colina á la izquierda. Separándonos entónces del rio un poco, subimos á una meseta, teniendo, para descender de ella, que bajar un preci- picio, del que habia gran riesgo de despeñarse, principalmente para las mulas de carga; sin embargo, todos lo pasamos con felicidad. Desde lo alto del precipicio se ve al W. un valle como de tres leguas de largo, que cruzamos. Al cabo de esa distancia el rio pasa al costado de una escarpada roca, formada por cenizas y despojos volcáni- cos y que da lugar á una angostura muy peligrosa. Entre el rio y la roca no hay es- pacio ninguno para el caminante y éste pasa por encima de trozos angulares de la roca que están amontonados á su pié, de modo que si cae un animal, rueda inmediata- mente hasta caer al rio, pues no hay ningun obstáculo quelo pueda detener. Despues de haber pasado la angostura se ven nuevamente barrancas perpendicu- lares de estratificaciones sedimentarias de horizontalidad y regularidad extrema, lo mismo que las que se notan inmediatamente ántes de cruzarla. Son capas rojas de arenisca, alternando con otras amarillas de arcilla y carbonato de cal y magnesia. Cuando se ha pasado la angostura, se recorre otro valle, en el que se ven sobre la már. gen Norte trozos de la roca sedimentaria, diseminados cerca de la barranca. Estos tienen formas que recuerdan columnas y torres de templos budhistas y altares de igle- sias cristianas. Un poco más al Oeste y despues .de pasar la barranca, que en la már- gen Norte parece como las ruinas de una catedral, se ven sobre el mismo lado del rio — 221 — dos picos cónicos, uno más alto que otro, pero ambos de poca elevacion, llamados por los indios Picos del gallo. Segun me contó [el baqueano, su nombre proviene de que muchos indios, cuando por aquí pasaban, habian oido cantar un gallo que parecia estar sobre la punta del cono más elevado. Al dia siguiente, 2 de Abril, hicimos tres leguas y media de marcha, pasando á la media hora frenteá un punto en que hay un paso por el rio que tiene el nombre de Maquin-ilaue. Cuando pasamos seguian aún las capas sedimentarias, viéndose ahora estratos de arenisca verde, alternando con arcilla blanca y amarila. Por fin, el 3 de Abril, despues de un trote de tres leguas y de pasar otra angostura de fácil camino, entre la barranca de capas sedimentarias y el rio, vimos delante de nosotros, al W., un valle ancho y extenso, cubierto de alto pasto, paraje en que el rio siguiendo un curso de N.-N.-W. á S.-S.-E. dobla bruscamente al Este, si- guiendo la direccion de Oeste á Este, como hemos seguido hasta ahora. En el fondo, es decir, en la parte Oeste de este valle, hay paso por el rio, el cual lleva el nombre de Paso de los Indios. Las barrancas altas y enteramente perpendiculares de capas sedi- menlarias de color verde, blanco, amarillo y rojo que son de paralelismo y regu- laridad tal que sus líneas divisorias parecen trazadas con una regla, limitan tambien aquí el valle. Permanecimos en Paso de los Indios hasta el 6 de Abril, para dar descanso á la caballada, habiendo sido calculada en 180 metros sobre el nivel del mar la altura de este paraje. El segundo dia subí con el señor Lewis á la barranca Oeste, para ver si en este punto hay fósiles; mas como en todo el trayecto hasta ahora recorrido, es decir, desde la boca de la travesía Kel-la, no se ven vestigios de fauna ni flora extinguida. Sobre la falda de la barranca, que al Oeste limita el valle, corre un arrroyito, cuyas aguas no alcan- zan á derramarse en el rio, á sus dos lados se ven distintamente huellas de un camino. Tambien reconocimos en la tierra húmeda impresiones frescas del pié del puma (Felis concolor ). : Nuestros indios avistaron una vaca y un caballo, que vinieron á tomar agua al rio; en un abrir y cerrar de ojos estaban ya cinco de ellos á caballo en su persecucion. Con- siguieron bolear la vaca, que en seguida fué carneada, pero el caballo púsose á salvo, siguiendo á toda carrera el valle hácia el N.-N.-W. La vaca estaba muy gorda y su carne fué repartida entre todos nosotros. El señor BELL, como lo habia préviamente acordado con el baqueano, dispuso que el 6 de Abril se siguiese la marcha, no costeando ya el Rio Chubut, sino tomando direc- cion occidental, hasta alcanzar el Rio Teca al pié de la Cordillera de los Andes. El baqueano conocia aguadas de distancia en distancia sobre esta linea, que esta- ban unidas por caminos antiguos de los indios y que seguimos en todo el trayecto. Es fama en la colonia galense, que el Rio Chubut arrastra arenas auríferas, y muchos aseguran haber hallado granos de este metal, lavando sus arenas en diversos puntos. Por mi parte, quise satisfacer mi curiosidad á este respecto y lavé repetidas veces la arena, mas no he visto un solo grano de oro, en el fondo del plato, pero si quedaba siempre un residuo de arena negra (hierro magnético) y algunas escamas de mica amarilla, mine- ral que es abundante en la arena y se va junto con ella al lavar, por su poco peso, que- dando solamente algunas pocas láminas en la arena negra. Daré ahora una tabla sinóptica de las distancias calculadas por nosotros, desde Trelew hasta Paso de los Indios: Desde Trelew 2 Gamal. a... ie 4 leguas Desde Gaiman á la boca de la travesía de los Pocitos.......... aa dio 5 — Desde la boca de la travesía de los Pocitos al Fortin Villegas............... 5 — Desde el Fortin Villegas á la boca oriental de la travesía Kel-la............. 6 — Travesia. Kel=lar. omita tea tt la ENS 15 — Desde la boca occidental de la travesía Kel-la á Marrán-ilaue.......oo....o.. 8 — Desde Marrán=ilaue'á Cabeza de BUEY ae ces a e 6 — Desde Cabeza de buey á Ali-altO0.......o..ooooooooooo... O E o SE 1 — Desde, Alizalto.4 Paso de los Indios. Fc oral «e told ae E 63 — Suma: desde Trelew '“Pasorde los Mad 63 leguas. Los animales más abundantes observados en el camino hasta aquí son: el guanaco (Auchenia lama) y la liebre (Dolichotis patachonica); mas, aunque un hombre pueda alimentarse de la carne de este animal, no es una presa sabrosa. El piche (Dasypus minutus) es abundante en el Norte del Rio Chubut y en el camino á Valcheta, no lo hemos visto despues en todo el valle. El zorrino (Mephitis suffocans) se halla de vez en cuando y el zorro (Canis gracilis) es comun; tambien en estos parajes se pre- senta, molestando al hombre durante la noche. Sin embargo, como llevamos algunos perros, se aleja prudentemente. Cerca de la colonia se encuentran con frecuencia los pájaros: Zonotrichia canica- pilla, Phrygilus fruticeti, sobre el cual vive una mosca parásita, y Phrygilus Gayi, pequeño pajarito, el macho de cabeza parda azulada, y un batitú: el Chara- drius ruficollis; tambien los tero-teros, Vanellus cayennensis, son numerosos y ban. dadas de Anthus correndera, que se encuentran en las inmediaciones de los caminos. En el rio se ven comunmente los cisnes de cuello negro: Cygnus nigricollis, y los patos: Anas cristata y Anas chiloensis. En bandadas numerosas, principalmente en la colonia, hay los ganzos: Bernicla dispar y B. poliocephala. Las gallaretas : Fulica leu- coptera y zambullidores: Podiceps dominicus se hallan tambien en el rio. Una gran garza: Ardea Cocot, se presenta no raramente en el Rio Chubut. — 223 — Los avestruces (Rhea Darwiniz) son escasos cerca de la colonia, pero alejándose un poco de ella, se encuentran en abundancia. En Paso de los Indios fuimos sorprendidos por los gritos de loros barranqueros, Conurus patagonus, que se asentaron sobre un sauce á la orilla del rio. Ha sido ésta la única vez que los he notado en la region del Rio Chubut. El 6 de Abril emprendimos nuevamente la marcha alejándonos del rio en direccion Oeste y pasando primeramente al lado del arroyito de la falda de la meseta, límite del valle por este lado que visité el dia anterior con el Sr. Lewis. Varios guanacos se en- contraban en este paraje, los cuales huyeron cuando nos aproximamos, lanzándose los perros en su persecucion, los que regresaron al poco tiempo, jadeantes y con la lengua fuera. Una vez sobre la superficie de la meseta cubierta de cantos rodados, alcanzamos á ver hácia el N. W. una sierra cubierta de nieve. Las huellas del camino,que segui- mos, están casi borradas y parecen no haber sido frecuentadas de mucho tiempo á esta parte. A las tres leguas y media de marcha se hizo alto en la primera aguada, llamada Trapal-rúfcu por el baqueano. Es una depresion del terreno, en cuyo centro se ha for- mado un pequeño bañado. A su alrededor crecen cortaderas, las cuales prestan abrigo y sombra contra el viento y el sol. La segunda marcha por entre colinas pedregosas, rocas de arenisca y conglomerados visibles en el trayecto, fué de seis leguas y media al dia siguiente ; siempre en direccion W., hasta llegar á la aguada Queupú-ngeu; situada entre colinas elevadas y á 548 me- tros sobre el nivel del mar, segun cálculo hecho por el Sr. BELL por el método del punto de ebullicion del agua. En los alrededores de la aguada, pobre manantial en la falda deun montículo, se ven en el suelo gran cantidad de astillas de pedernal, evi- dentemente restos del trabajo de los antiguos indios, mas no pude hallar ni una sola punta de flecha. El nombre Queupú-ngeu de la aguada significa, en idioma pampa, algo como piedritas de sacar fuego, haciendo alusion al pedernal referido. Apare- cen en este punto capas calcáreas muy porosas, y en un pedazo suelto de esta pie- dra, noté incrustado un caracol, que me parece pertenecer á la familia marina de las Buccinidae. Sobre un cerro cercano subieron el Sr. BeLL, Ap Iwan y el baqueano, regresando al poco tiempo. Desde su cima alcanzaron á ver sierras nevadas hácia el N. W. Al día siguiente 'proseguimos la marcha al trote en direccion W. poco al Norte. viendo despues de abandonar la aguada Queupú-ngeu, que el cerro sobre el cual subió el Sr. BELL forma con las demás colinas adyacentes una cadena que se extiende de Norte á Sud. El terreno sobre el que marchábamos era ondulado y pedregoso, mas á las tres leguas de camino descendimos á un vallecito como de una cuadra de ancho, pero extenso hácia el Norte y Sud. En él hallamos la aguada Tromen-rúfcu, un manantial en un agujero de tres varas de diámetro, del cual se desborda el agua formando un 29 — 224 — arroyito insignificante. Todo este vallecito tortuoso, está cubierto de pasto, encon- trando los animales durante esta noche buen alimento. El 9 de Abril salimos temprano de Tromen-rúfcu. Al hallarnos sobre la meseta, que limita el vallecito, vimos delante de nosotros un extenso bajo y hácia el S. W. en él una gran laguna llamada Hánea, la cual parecia estar seca. Cuatro caballos quedaron en Tromen-rúfcu, pues estaban bastante cansados, mancos y muy flacos, prefiriendo dejarlos en una aguada que no exponerlos á que se fatigasen durante una nueva marcha, debiendo entónces abandonarlos donde se parasen. Atravesamos luego el gran bajo de unas seis leguas de ancho al cabo de las cuales entramos nuevamente á un terreno mon- tañoso y de piedra, parando á poco andar en una aguada llamada Auchoica-shek-shek, cuyo nombre indica que no se halla nada á su alrededor. En verdad no habia pasto para los animales, por lo que hubo que echarlos un poco más al Sud, donde encontra- ron suficiente. El agua era buena, y estaba contenida en dos agujeros como de seis varas de diámetro cada uno. Otra cadena de colinas elevadas extiéndese aquí de Norte á Sud. La distancia recorrida en ese dia fué de siete leguas y media. Á la mañana siguiente, puestos ya en movimiento, atravesamos primeramente unas colinas, luego un bajo rocalloso con algunas salinas de cloruro desodio, mezclado con otras sales, cerca de una de las cuales halló un huevo de avestruz el Sr. Guy CookKE. Despues, elevándose gradualmente el terreno, llegamos al pié de unos cerros, que ascendimos por una cañada ó garganta angosta hasta su parte más culminante, desde donde alcanzamos á ver al Oeste eminencias cubiertas de nieve. Al descender este cerro por la misma cañada, hallamos de trecho en trecho pozos de agua, cerca de uno de los cuales levantamos campamento, habiendo récorrido seis leguas y media. El huevo que halló el Sr. Guy CooxE durante el camino, se conservaba aun bueno, y fué por consi- guiente asado para la cena. La abundancia de pasto es notable en este paraje, pero la leña para el fuego, es de- cir los arbustos, son escasos, lo cual era sensible, porque las noches empezaban á ser desagradables por el frio. El trayecto que se hizo el 11 de Abril fué de tres leguas, bajando del cerro, sobre cuya falda pernoctamos, á un extenso bajo cubierto de alto pasto y rodeado de eleva- ciones entre las que se nota al N. W. un pico cónico. En este bajo vimos dos cuerpos de guanacos con la cabeza casi separada del cuello, animales probablemente muertos ' por un leon ó puma (Felis concolor) para chuparles la sangre, pues no estaban desgar- radas sus carnes, ademas no debian haber pasado muchas horas desde su muerte, porque los cóndores y caranchos, aun no habian comenzado su tarea. Despues de cruzar este bajo ó valle llegamos á la falda de otro cerro, en el que entraba una cañada fértil regada por una arteria de agua, llamada arroyo Quichaure. Paramos en este punto, esperando al Sr. Ar IwaN, que se habia quedado atras, arreando un caballo cansado, de su propiedad. Al oscurecer recien llegó conduciendo aquel caballo y presentándome un ejemplar masculino de un pequeño huron: Lyncodon patagonicus. El dia siguiente permanecimos acampados en Quichaure, para dar descanso á los ani- males. El 13 de Abril abandonamos el campamento, siguiendo por la cañada hácia el Oeste. Esta es más adelante un verdadero desfiladero de paredes escarpadas de felsito, color amarillo sucio. En algunos puntos yacen en su base montones de astillas y peda- zos, algunos de los cuales se han desprendido con fractura concoidal, de la masa prin- cipal. En el desfiladero corren arroyitos hácia el Este, para formar uniéndose, el Qui- chaure. Despues de unas seis leguas de marcha el desfiladero se abre, dando lugar á un valle bastante ancho, cruzado por pequeñas corrientes que ahora van al Oeste. Un poco más adelante hállase, en otro valle, que forma ángulo recto con el anterior, un arroyo considerable que lleva el nombre de Rio Teca, corre de Sud á Norte y es un afluente del Rio Chubut. El valle del Rio Teca es en este punto bastante ancho, estando limitado por altas lomas cubiertas de pedregullo, la eterna formacion patagónica supe- rior. Antes de llegar á las orillas del Teca, acampamos en este lugar, pues nos separaba de él un pantano. Pocos momentos ántes de parar, el Sr. Ap wan mató con su rifle, un guanaco, á unos 300 metros de distancia. Luego que hube arreglado mi recado y demás utensilios, fuí al lugar donde cayó herido el animal, al que estaban devorando unos veinte cóndores; al acercarme más, se elevaron en los aires, aunque del guanaco no quedaba ya sino al- gunas fibras musculares en la columna vertebral y los fémures. Al alejarme, se jun- taron nuevamente algunas aves, pero esta vez sólo habia un cóndor, siendo las demás caranchos. Tabla sinóptica de las distancias de aguada á aguada, entre Paso de los Indios y Rio Teca. Mio baso de los Ladios 4 Trapal=rlícU ccovonocosoisosssr arras 3 ] leguas es? TrapaErúicud QUelpú-DSOl...ovocisonocraccanososn coca aor coo 6 3 leguas Desde Queupú-ngeu á Tromen-rúfcU............. o ataco ala e 3 leguas Desde Tromen-rúfcu á Auchoica-shek-shek........oooooooommmomoo.»... .. 713 leguas Desde Auchoica-shek-shek á las lomas ántes de Quichaure.........o.o.o.o.o.. 6 1 leguas Desde las lomas ántes de Quichaure á Arroyo Quichaure.....oooooooo.... 3 leguas Ia aliaare 1 Rio Tecd.cocoosocoscrroncrsrsorcncarasossnso 7 leguas A O A O A A 37 leguas. El 14 de Abril continuamos la marcha hácia el Sud, remontando el Rio Teca, cor- riente limpia y cristalina de cinco á siete metros de ancho. Al poco andar noté entre el pasto alto plantas de frutilla. Despues de recorrer una legua sobre su márgen derecha, — 226 — pues el rio corre de Sud á Norte, pasamos á la izquierda, dejando pronto detras de noso- tros un montículo llamado Teca, del cual viene el nombre del rio. Aquí recien empezamos á hallar arbolitos de haya en las orillas. Sobre la márgen derecha, hácia el S. E. del montículo Teca el valle se bifurca, habiendo por el brazo que lleva aquella direccion, un camino al Rio Senguel, segun los informes del baqueano. Poco despues pasamos una angostura, y atravesando de nuevo á su márgen derecha entramos á un valle continuado, muy pintoresco, por el cual corre el rio, haciendo ondulaciones y formando recodos cubiertos de hayas (Fagus antarctica), cuyas hojas tenian ya un hermoso color rojizo por lo avanzado de la estacion de otoño. El pasto en este valle es muy alto y abundante, oculta casi por completo las huellas - aquí profundas del camino. Tambien se ven, de trecho en trecho, estacas, postes y cor- rales destruidos, queacusan poblaciones anteriores. Efectivamente, en este punto te- nian suantigua residencia los indios del cacique Sac-MATA y PcHa-ALAO, por lo cual este rio llámase tambien Sac-mata (Chamarte ó Charmate, como escribe el Sr. FoNTANa, Viaje de Explor. Patag. austral. 1886, pág. 13 y plano). Algunos de losindios que nos acompañan ahora, recordaban con sentimiento la magnificencia y lozanía de estos - lugares, casi olvidados, que tuvieron que cambiar involuntariamente por los áridos campos de Valcheta. Durante la marcha llovió, mas al medio dia, despues de hacer alto en un rincon antes habitado, á juzgar por los postes clavados en el suelo, cesó la lluvia. Habríamos an- dado unas cuatro leguas á orillas del Teca, notando en él varios cisnes de cuello negro, al parecer sin cuidado por nuestra aparicion, pues seguian nadando tranquilamente. Á la tarde se examinó minuciosamente el bote de lona, traido á lomo de mula, á versi no habia sufrido algun desperfecto. Fué puestoá flote en el Teca; subimos á él nueve personas para probar su resistencia y nos aseguramos de que no presentaba el menor deterioro. Componíase de tres trozos, proa, popa y parte intermedia, todas de varillas fuertes, colocadas longitudinalmente y revestidas de dos capas de lona encerada, permi- tiendo de esta manera al ser doblado, cerrarse como abanico. Por medio de garfios y bisagras colocados convenientemente, cada trozo se fija en su lugar correspondiente. Para el trasporte sobre la mula cada una de estas partes habia sido previamente reto- bada con un cuero fresco de yegua, que la habia resguardado muy bien en todo el viaje. Como permaneciamos un dia en este campamento sele dió una mano de pin- tura al bote, para mayor seguridad. El 16 de Abril por la mañana el Sr. BELL, acompañado del baqueano, del indio SAIHUECHÉN y tres soldados fué á visitar un rio grande que este mismo indio habia ase- gurado existia á unas siete leguas al Oeste. Dábale el nombre de Carrén-leufú y suponia que pasa á Chile; pero declaró tam- — 221 — bien que nolo habia seguido nunca, porque en sus correrías no buscaba datos geográ- ficos, para nosotros tan interesantes, sino vacas alzadas, guanacos y avestruces. Á las seis y media de la tarde, lloviznando de nuevo, regresaron los cinco, habiendo llegado á orillas del rio en cuestion, distante segun el Sr. BELL seis leguas del campa- mento y navegable en el paraje visitado, pero correntoso y de aguas tan cristalinas como las del Teca, que en cualquier punto permite versu fondo. Habia visto tambien rastros frescos de caballos, vacas y perros, que el baqueano y el indio SAIHUECHÉN inter- pretaban de acuerdo todo hasta los menores detalles. Aseguraban que los rastros per- tenecian á unos treinta caballos y otras tantas vacas, siendo montados probablemente unos doce de aquellos. Cinco llevaban ginetes armados de lanza y provistos algunos de cabestro largo, porque en el suelo se veia el surco profundo de la lanza á la derecha y la línea superficial del cabestro, arrastrado á la izquierda delas impresiones que deja- ban las pisadas del animal. Entre los perros habia algunos cuscos (perros de pequeña talla), indicándoles esto la presencia de mujeres entre los viajeros (1). Ambos tambien estaban de acuerdo en que la caravana era compuesta de indios muy confiados en la ausencia de enemigos, por lo que no trataban de esconder sus huellas. Al dia siguiente (17 de Abril), atravesamos con una fuerte nevada acompañada de lluvia, la region que nos separaba del Carren-leufú. Remontamos primeramente el Teca, hallando un vado, frenteá un cerro nevado, por el cual lo pasamos. Luego se- guimos al Oeste, dejando el cerro á la derecha, hasta hallar un bañado, que nos inter- ceptaba el paso. Despues de franquear este obstáculo y seguir la marcha un poco más há- ciael Sud, subimos á una meseta, dejando colinas pedregosas á ambos lados, y entramos por último á una cañada angosta, que nos condujo á un gran valle'por el cual corre el Carren-leufú de S. E.á N. 0O., describiendo en su curso una línea muy tortuosa. En la boca de la cañada cruzamos las huellas vistas el dia anterior por el Sr. BELL y sus acompañantes, las cuales remontaban el rio. Aún nevaba y llovia, cuando paramos en su márgen derecha, dotadas ambas de Fagus antarctica más elevadas que las del Teca, y nos refugiamos en un bosquecillo, teniendo, á pesar de esto, gran dificultad para encender fuego con las ramas mojadas que hallamos. Sin embargo, la lumbre se hizo y á su accion secamos algo nuestras ropas sin conseguirlo totalmente, pues siguió lloviendo hasta muy entrada la noche. La distancia recorrida en este dia puede calcularse bien en unas cinco leguas. Sobre la márgen opuesta se eleva un cerro nevado y hácia el Norte se ven tambien montañas cubiertas sus cimas de nieve, y sus faldas cubiertas de montes espesos de la misma haya, cuyas hojas habian adquirido ya un color rojo. (1) Las mujeres indias suelen tener perritos que permanecen con ellas en el toldo, mientras el hom- bre sale á cazar con los galgos grandes. — 228 — Estando acampados todavía en el Teca, el Sr. BeLL propuso botar al agua la em- barcacion y bajar en ella el Carrén-leufú, hasta donde fuese posible. Se ofrecieron entónces á acompañarle el Sr. Ar Iwan, Lewis, CookE, OBrEGÓN y el autor de estas líneas. El 18 de Abril amaneció hermoso, y pronto el bote, segun la idea manifestada, se ha- llaba á flote. Se colocaron convenientemente los víveres necesarios y subieron el Sr. BeLL, Ap IwaN y yo, avisándonos el Sr. OBrEGON que se hallaba fuertemente indis- puesto, por lo cual se escusaba de acompañarnos. Juzgóse entónces más conveniente el que zarpáramos los tres solos. Entretanto, el teniente SILVEIRA preparábase como para un encuentro con indios enemigos. Habia alistado siete de sus soldados y otros tantos indios de Valcheta, par- tiendo todos con caballos de tiro en momentos de salir nosotros en el bote, en la direccion indicada por las huellas vistas dos dias ántes por el Sr. BELL y sus cuatro compañeros. Llevaba tambien al baqueano PABLO SILVEIRA como guia. Sus intencio- nes eran tomar prisioneros á los desconocidos, y si se resistian, atacarlos. En el bote fuimos como legua y media aguas abajo cuando encontramos grandes rápidos, especie de cascadas formadas por voluminosas piedras que interceptaban la corriente, inposible de franquear con nuestra embarcacion. En las orillas del rio y en todo el lecho se ven capas de arcilla, algunas blancas y otras pardas rojizas. Las piedras que aparecen son graníticas y el suelo está sembrado de láminas de pi- zarra azulada. Pronto se hicieron señales, prendiendo algunas ramas para que desde el campamento “vinieran el arriero Leon, Lewis y CookE con mulas, como previamente se habia estipu- lado, para proseguir reconociendo el rio por su márgen derecha, en mula. El Sr. OBrEGON quedó en el campamento, á indicacion del Sr. BELL, pues habiéndose disgus- tado con Lewis y Cookk era mejor separarlos, dejándole gozar del descanso. A la orilla del Carrén-leufú, en un hermoso rincon de exhuberante vegetacion, vi- mos vestigios de un campamento pocos dias ántes abandonado, pudiendo reconocer las estacas quesirvieron para levantar cuatro toldos, tambien cuatro fogones, huesos que- mados, plumas de avestruz y un cráneo de huemul (Cervus chilensis). Una vez reunidos con los que trajeron las mulas, seguimos por la márgen derecha aguas abajo, teniendo que separarnos de la orilla para evitar un bosque espesisimo de hayas (Fagus antarctica) y una angostura. Vadeamos un arroyito, llegando más al N. W. á la parte superior de una colina desde la cual se nos presentó ante la vista un magnífico panorama. Por un valle fértil y limitado á ambos lados por alturas consi- derables, sus cúspides cubiertas de nieve, corre el Carrén-leufú, describiendo curvas pronunciadísimas. Sus orillas son un bosque sin interrupcion como la parte que aca- bábamos de atravesar, en que los troncos derechos de las hayas, los arbustos de grosella — 229 — (Ribes glandulosum), creciendo á su abrigo, la alfombra de plantas de frutillas (Fraga- ria chilensis) y musgos, no puede envidiar nada á la belleza de los bosques similares europeos. Antes de llegar á esta colina bordeamos una laguna de pocas cuadras de extension, en la que jugueteaban multitud de gallaretas (Fulica armillata) y zambullidores (Podi- ceps dominicus). | Luego descendimos al valle, siguiendo siempre huellas bien marcadas. Los árboles cercanos estaban carbonizados, lo mismo que los de la márgen opuesta en la falda de los cerros. El césped de un color verde claro, con intersticios de suelo negro, demos- traban tambien un gran incendio que debió tener lugar quizá dos meses ántes. Si- guiendo el valle hácia el N. W., hallamos un arroyo que desemboca; en el Carrén-leufú y parece tener orígen en unos cerros muy elevados, de cúspides nevadas, situados al Norte. Desde el campamento general hasta este lugar podrá haber unas siete leguas. Termina aquí el valle, doblando el rio directamente al Oeste. Despues de atravesar el arroyo subimosá una especie de terraplen, que forma la márgen derecha del rio, siendo la falda de una continuacion de elevados cerros. La vegetacion de este paraje ha sido tambien destruida por el fuego, circunstancia que tal vez nos ha favorecido, pues de lo contrario probablemente la cantidad de arbus- tos que crecen entre los árboles, hubiese entorpecido mucho nuestra marcha, Avanzando más al Oeste siempre, á la orilla del rio, los vestigios del incendio desapa- recieron, hallándose en el valle nuevamente árboles frondosos, cerca del agua el Dri- mys chilensis, bajo cuya corteza se hallaba un Curculiónido : Rhyephenes Mallei, y en la pendiente rocallosa de los cerros, cipreses (Libocedrus tetragona). Tres leguas recorrimos desde el punto en que dobla el rio hácia el Oeste, vadeando dos insignificantes arroyos, á cuyas orillas crecen cañas tacuaras. Al cabo de ellas nos encontramos sobre la márgen izquierda de un torrente, que viniendo del Norte desa- gua en el Carrén-leufú, y no permitia paso. Se hicieron varias tentativas de vadearlo, pero tuvimos que renunciar á ello. El Carrén-leufú, de unos treinta metros de ancho en este paraje, sigue hácia el Oeste al pié de dos grandes cerros, uno setentrional y otro meridional, notándose otras alturas ne- vadas formando hileras dirigidas al Oeste, desde un lugar elevado cercano á nosotros. Habíamos alcanzado el punto más occidental de nuestra expedicion. Antes de retirarnos nuevos esfuerzos fueron hechos para vadear el torrente, pero la corriente enorme no permitia hacer ningun trabajo en él y las mulas que montábamos, que ya les daba el agua al vientre, se resistian obstinadamente á entrar más adentro. Grandes piedras rodadas, principalmente de granito, constituian el fondo y orillas del torrente. Diversas causas nos obligaron á permanecer hasta el 27 de Abril en la proximidad — 230 — de este punto. En las alturas veíanse, entre el bosque, rastros de vacas alzadas y cier- vos. Coleccioné diferentes animales recolectados por otros naturalistas en Chile. El Picus magellanicus, carpintero de cuerpo negro, con cabeza y cuello rojo, y el Conurus smaragdínus, loro que vive apareado, de pico muy pequeño y enteramente verde, con excepcion de la cola, que es rosada, y la frente morada, son los más característicos. En- tre las aves acuáticas vimos : Anas specularis, Mareca chiloensis, Bernicla dispar y B. poliocephala. Ya nuestro racionamiento estaba consumido, y viendo además que la nieve, ántes sólo en las cúspides de las montañas adyacentes, amenazaba invadir los valles, pues cada noche nevaba en las alturas, era forzoso regresar al campamento general, donde]le- gamos el 28 de Abril, despues de varias horas de trote. En él hallamos de regreso al te- niente SILVEIRA con sus compañeros de excursion, habiendo tomado prisioneros á cinco hombres, cinco mujeres y seis niños indios, los que pasaron por este paraje, dejando las huellas que los denunciaron pocos dias ántes de llegar el Sr. BELL por primera vez á este rio. Tenian éstos treinta vacas y otros tantos caballos, siendo los últimos reparti- dos por el teniente entre los soldados, los indios de Valcheta, y reservándose una parte para sí. Lo mismo se hizo con sus toldos de pieles de guanaco y en general con todo lo que les pertenecia. Uno de los prisioneros hablaba un poco el castellano. Éste nos contó que algunos meses ántes habia visitado esos parajes una comision chilena, com- puesta de un capitan, dos otros oficiales y 25 soldados, los cuales llegaron á pié del Oeste. Estos hombres habian tratado amigablemente á los indios, extrañandole ahora la conducta del teniente argentino. Nos mostró tambien algunos utensilios, como tarritos y calderas, que les habian regalado aquellos chilenos. Muy poco tiempo per- manecieron éstos en dicho lugar, retirándose nuevamente hácia el Oeste á pié, cargado cada cual con sus armas y demas útiles. De noche los cinco hombres prisioneros dormian con un pié atado á un lazo, y con centinela de vista, por órden del teniente. El 1? de Mayo abandonamos todos el Carrén-leufú, regresando al Rio Teca, en donde me separé el 4 de Mayo, con el Sr. L. Lewis y dos indios de Valcheta, del resto de la comitiva, pues me era urgente volver á la colonia galense para poder trasladarme pronto á Buenos Aires. Con nosotros llevamos cinco mulas cargadas, tres con el bote y las otras con herramientas pesadas. Por el mismo camino que habíamos ido mar- chamos ahora de regreso, notando las huellas ó rastros marcados por los caballos, mu- las y vacas á la ida. Antes de llegar á la aguada Auchoica-shek-shek, al lado de una pequeña laguna de agua dulce, dejamos en el campo para alivianar la carga de una mula, que venía bastante enferma, unos picos, palas y otros instrumentos de hierro y cobre. En Tromen-rúfcu recogimos los cuatro caballos, que quedaron cansados á la ida. Estaban sanos de las patas, pero no habian tenido tiempo de engordar, porque los — 231 — campos vecinos no son muy ricos en pastos. Hacia un mes que habíamos pasado por este lugar. El 11 de Mayo, al medio dia, descendíamos de la altiplanicie al vale del Rio Chubut acampando momentos despues en el Paso de los Indios. Una vez en el valle, los frios nocturnos no eran tan sensibles como en las regiones más occidentales, donde casi siempre amanecíamos con nuestros ponchos cubiertos de escarcha, y una mañana cerca del arroyito Kichaure con una capa de dos centímetros de nieve, durante la nevada de copos diminutos hasta las 11 a. m. Mientras tanto, nuestro racionamiento se habia concluido, alimentándonos cerca de una semana con carne de avestruz, que boleaban los indios. Notábase, sin embargo, la escasez de caza, debiendo atribuir esta circunstancia á que los animales encuentran en esta estacion agua en abundancia en las mesetas y terrenos adyacentes, mientras que en verano la falta de ella los obliga á bajar al rio. El 14 de Mayo, no habiéndose cazado nada, nos vimos obligados á carnear una yegua que llevábamos entre la caballada. El 16 de Mayo, despues de llegar al frente del Monte Cabeza de Po y viendo que las mulas amenazaban rendirse á la fatiga, por no poder seguir cargando el bote y nuestro equipaje, estando además muy lastimadas del lomo, propuse al Sr. Lew1s ar- mar la embarcacion y navegar el Rio Chubut aguas abajo, hasta la boca de la travesía Kel-la, donde estarian esperándonos los dos indios con la caballada y las mulas. Lew1s aceptó mi proposicion, y el 17 de Mayo, despues de llevar á bordo varios trozos de carne de la yegua carneada el dia anterior, y un poco de yerba mate, que nos serviria de ali- mento, así como tambien nuestro equipaje, entre el que cuento las colecciones hechas durante el viaje, despedimonos de los dos indios, recomendándoles que clavasen en la orilla del rio, donde ellos acampasen, una lanza con banderita que llevaban, como señal para nosotros, y además, si no llegábamos el 22 de Mayo á la boca de la travesía remon- tasen el rio á caballo, siguiendo la orilla, por si nuestra tentativa de navegacion hubiese sufrido un fracaso. El primer dia fué bastante feliz, parando al anochecer en la orilla izquierda; paraje enteramente oculto entre altísimas rocas y comprendido en el trayecto, en que el rio corre encajonado poca distancia al Oeste del paso Marrán-ilaue. Muchos rápidos, en los cuales el fondo se hallaba á 30 centímetros fueron salvados, pero en otros menos profundos el bote varaba, teniendo nosotros que saltar al agua para disminuir su calado y empujarlo á mayor hondura. El segundo dia, convencidos de la poca profundidad del rio, permanecimos des- calzados remando y prontos á saltar al agua. La corriente era fuerte en algunos recodos, donde las orillas están formadas por verdaderas paredes perpendiculares de rocas elevadas, que parecen pulidas de negro en una extension de dos á tres cuartas 30 — 232 — sobre la superficie actual del agua, como una franja que indica la mayor ó menor elevacion de nivel. Este color que toman las rocas se atribuye á sustancias ajenas, tal vez peróxido de manganeso, llevadas en suspension por las aguas del rio y que se depositan en la superficie de las piedras. A las 3 p. m., despues de salir el rio de entre las rocas y cerca ya del paso Marrán- ilawe, pasando junto á la costa sobre un rápido profundo, formando un remance, el bote fué impelido irresistiblemente con su palo, sobre el que podia hizarse una vela, contra un sauce inclinado sobre las aguas de la orilla derecha. La fuerte corriente de un lado y la resistencia del palo por otro, lograron inclinar de tal manera el bote que el agua entró por babor, llenándolo casi completamente. Nuestro primer pensa- miento fué asirnos del sauce, pero solamente uno hubiese tenido tiempo de hacerlo, pues en el acto, el bote habiendo aumentado de calado por el peso del agua, pasó con el palo por debajo del sauce sin tocarlo, empujado por la corriente. Nos hallábamos con el agua hasta cerca de la rodilla parados sobre una embar- cación insegura, próxima á zozobrar, si una inclinacion á izquierda ó derecha per- mitia de nuevo la entrada del agua. En seguida me vino á la mente mi coleccion de insectos. Casi instintivamente me apoderé del timon y dirigí la proa á una playita cercana haciendo varar el bote. Saltamos á tierra, lo desagotamos, sacando luego nuestros equipajes. Reinaba á esa hora viento fuertísimo del Sud y sentíamos nece- sidad de calentarnos al fuego. Pero los fósforos y la yesca, puestas para evitar que se mojasen, entre las mantas de abrigo en el fondo del bote, estaban húmedos y no daban fuego. Por suerte hallé en un bolsillo de mi tirador una cajita que contenia algunos fósforos secos. Encendí uno y pronto una hoguera chisporroteaba al abrigo de una corladera, pero á consecuencia del fuerte viento, se extendió el fuego por toda la rinconada y un instante despues todo ardia, viéndonos obligados á refugiarnos en la playa, llevando nuestro equipaje. Cuando terminó el incendio, volvimos á encender fuego, para preparar nuestra cena y secar nuestras ropas, notando yo con disgusto que varios insectos de mi colec- cion estaban perdidos por la humedad. Muchos contratiempos tuvimos este dia, cumpleaños del Sr. Lewis. El tercer dia, 19 de Mayo, pasó sin novedad. Teníamos mucha confianza en el bote, despues de haber probado su resistencia y poder de flotacion. Al pasar por Marrán-laue, donde no varamos, por haber 60 centímetros de agua en el canal, no necesitando el bote más de 25 para flotar, á pesar de la carga que llevaba, con nuestro peso, cerca de 250 kilógramos, vimos rastros frescos de caballos y mulas, concluyendo de esto, que nuestros dos indios habian vadeado el rio, siguiendo su marcha por la márgen norte. El 20 de Mayo pocos rápidos hallamos, pero el rio, haciendo innumerables vueltas — 233 — frente al Monte Gororo, nos era fastidioso por esto. Algunas veces teníamos la proa directamente hácia él, otras remábamos en direccion opuesta. En un punto en medio del rio, sobre un tronco de árbol que salia á flor de agua, notamos la verdadera nutria Lutra felina. El Sr. Lewis, que llevaba en ese momento el timon, le hizo un disparo de escopeta, pero el animal tal vez herido se sumergió y no volvió á aparecer. Á la tarde vimos la gran garza cenicienta (Ardea Cocoi), varios cisnes (Cygnus nigricollis) y cerca del rio la Eudromia elegans. Al dia siguiente llovió mucho, pero no nos detuvimos hasta que á la tarde vimos en la márgen sud varios caballos que pacian tranquilamente en el campo. Bajamos á tierra en la márgen opuesta y reconocimos el paraje, hallándonos como á media legua de la boca occidental de la travesía Kel-la. El 22 de Mayo por la mañana pasó al galope frente á nosotros un soldado de caballería al cual hablamos. Poco despues llegó uno de nuestros indios con mulas aparejadas. Pasamos entónces al lado opuesto y desarmamos el bote, cargando las mulas con él y nuestros equipajes. Una hora despues nos hallamos en un campa- mento militar en la boca de la travesía, del que estaban encargados el alférez MaAL- MESTEN y un jóven Yañez, siendo cordialmente recibidos por ellos. Ahí, á la orilla del rio, estaba clavada la lanza con una banderita. Nuestros indios habian llegado tres dias ántes y fueron recibidos con desconfianza al decir que quien los mandaba vendria en bote, cosa que pareció inverosímil á todos en el campamento. El 23 de Mayo hice con el Sr. Lewis la travesía Kel-la al galope, disponiendo de cuatro caballos, mas habiendo partido recien al medio dia bajó el sol ántes de recorrer la mitad del trayecto, juzgando más prudente detenernos. Al dia siguiente, tambien al medio dia, llegamos al rio, no habiendo empleado en realidad más de 8 horas en hacer la distancia total de 15 leguas que alcanza á tener esta travesía. Los indios con las mulas de carga vendrian despues, ayudados por soldados que tuvo la deferencia el alferez de ordenar los acompañasen hasta el fortin Villegas. En este último lugar nos esperarian, hasta que regresando nosotros de Trelew, donde en- tregaria algunas cartas, cuya conduccion me habia encomendado el Sr. BELL; los volviésemos á encontrar allá, para conducir con ellos las mulas cargadas á Trelew. ] En la boca oriental de la travesía Kel-la, despues de descender de la planicie elevada al valle del Rio Chubut por el desfiladero, vimos las inscripciones indias que mencioné á la ida al hablar de este paraje. El 25 de Mayo, despues de pasar el fortin Villegas desierto, hallamos en el límite oriental del desfiladero próximo á este fortin, el campamento de los ingenieros JuLIAN Romero y Roserro MARTINEZ, que estaban ocupados en la medicion de una parte de las tierras adyacentes. Entretanto, nuestros caballos habíanse cansado y hallamos aquí — 234 — nuevos elementos de movilidad. Sin embargo, no pudimos salir en seguida por haber sido yo arrastrado al agua, por la mula que se me prestó, la cual en su afan de seguir á la yegua madrina lanzóse, á pesar de mis esfuerzos por contenerla, á la orilla opuesta del rio. Esa tarde se festejó la fiesta patria con una descarga de fusilería, hecha por los solda- dos del teniente AcúEro, que aún se hallaba aquí á las órdenes de los ingenieros. El 29 de Mayo llegué al fortin Villegas de regreso de Trelew, hallando ya instalados en este lugar de vuelta de la boca occidental de la travesía Kel-la á los dos indios con las mulas de carga. Por fin entónces se llevaron á su destino. Una vez definitivamente de regreso en la colonia galense, esperé la llegada del malo- grado trasporte Magallanes, hasta que recibiendo noticias ciertas de su naufragio, volví 4 Buenos Aires por tierra, tomando el mismo camino por el que habia venido. El re- greso se efectuó recien en el mes de Setiembre con el Sr. BeLL, que llegó el 10 deJunioá Trelew con el resto de la comision. Este señor contrató á principios de Setiembre un hombre con una tropilla de 13 caballos para trasladarse al Cármen de Pata- gones á donde llegamos á fines de ese mes, pasando por Valcheta y hallando en aquel punto los indios compañeros de viaje, que habian vuelto entretanto con el teniente SILVEIRA. El Sr. Gobernador Fontana hasta entonces no habia llegado al Chubut, confirmán- dose la opinion del Sr. BELL, emitida en Patagones en el mes de Enero. Durante el tiempo que permaneci en la colonia, el Sr. BELL prestó una cooperacion decidida á mis estudios, ayudándome con toda clase de elementos y trató de facilitarme de todos modos el acopio de objetos de historia natural, llevado por su inclinacion á las investigaciones de carácter científico casi al nivel de su amor ilimitado á los descubri- mientos geográficos, que demostró siempre durante el viaje. Así es que fué posible ha- cer excursiones á los alrededores. Visité Punta Ninfas al N. E. del Rio Chubut y frente ála península de Valdez, teniendo ocasion de ver en la playa del Atlántico grandes re- baños del leon marino, Otaria jubata. En este mismo paraje, en las barrancas de la costa oceánica, aparecen capas fosilí- feras marinas, pudiéndose coleccionar diferentes moluscos y echinodermatos, todos característicos de la formacion patagónica. La barranca como de 40 m. de elevacion en el punto más explotable, está atravesada por un lecho de una corriente de agua que se forma despues de las lluvias. Á los 10 m. sobre el nivel del mar se ven grandes can- tidades de Pecten Darwinianus en una capa arcillosa. Debajo de ésta, en un sedimento parecido se hallan Terebratula patagonica y Pectunculus spec. de diversos tamaños. Luego sigue una gruesa capa arenácea sin fósiles y debajo de ella ya al nivel del mar otra estratificación de arenisca en la que predomina Scutella patagonensis Desor. Prc- TET, Traité de Paléont. IV, 222, siendo tambien abundantes Ostrea patachonica, Pec- a — 239 — ten geminatus y P. paranensis, estos últimos con habiláculos de Balanus varians en su superficie externa. En otro punto cercano de la costa aparece una gruesa capa de arenisca consistente, que encierra moldes de Turritella patagonica, T. ambulacrum y Cucullaea alta. En Puerto Madryn, ví en el Golfo Nuevo, pasando cerca de la costa, una ballena, que parecia buscar salida al mar abierto. Tres dias permaneció el animal cerca de este puerto, recibiendo el último algunos tiros de rifle, que se le dirigieron por haber pa- sado muy cerca del muelle. Despues no se la vió más. Tambien en este paraje existen fósiles en abundancia. Esqueletos de grandes del- fines, de los cuales reservé algunas partes características dejando lo demás en su lugar, están exparcidos en determinados puntos. En otros lugares se hallan dientes de gran- des tiburones y placas de esturiones, notándose tambien moluscos pertenecientes al- gunos á los Pholadidae. Recorrí despues gran parte del valle del Chubut, pudiendo recoger restos fósiles terciarios de mamíferos, aves, crustáceos y moluscos, que enriquecieron mis colecciones. En Puerto Madryn nevó una vez en el mes de Julio, pero la nieve de copos diminutos como la que noté cerca del arroyito Quichaure en el mes de Mayo, derritióse al dia si- guiente. En Trelew el frio era intenso, principalmente de noche. Algunas veces, en mi cuarto, amanecia el agua enteramente helada, cayendo al querer verterla, un solo trozo de hielo. Cerca de esta última poblacion, y á los lados de la via del Ferro-carril á Puerto Ma- dryn, se nota como á las 4 leguas saliendo del primer punto, al Este de los rieles, una colina blanca, compuesta, de capas calcáreas, con impresiones y moldes de conchillas, y otras capas arcillosas. En frente á esta colina, y del otro lado de la via, hállase en una pequeña elevacion una cantera de piedra que puede extraerse en grandes trozos tabulares, aprovechables para pavimento, descubierta por un colono llamado Ricmarb Jones hace ya algunos años. Su color es verdoso pasando hasta el rosado. Al ser golpeado algun trozo tabular con un pico produce sonido. Todos estos caracteres la asemejan mucho al Phonolito. Cerca de esta roca aparece Pórfido ortoclase ó Pórfido sienítico, habiendo encontrado al pié de éste varias puntas de flecha, entre ellas una de obsidiana de color verde botella. Cerca de Trelew tambien extraje varios esqueletos de indios, depositados en mon- tículos alargados, especies de trincheras que son los cementerios de los antiguos pobla- dores de estas comarcas. Ahí tambien encontré puntas de flecha¿de sílice y una lámina de pizarra azulada, como rayada intencionalmente, é idéntica á las pizarras notadas en el Carrén-leufú. Aquí termino la relacion de mi viaje, restáandome sólo hacer algunas observaciones so- bre el plano adjunto. — 236 — La parte desde el Rio Negro hasta el Rio Chubut, ha sido levantada por el Sr. En- MUNDO MoYzkÉs segun sus propias observaciones astronómicas del año 1884. La porcion del Rio Chubut, hasta el Carrén-leufú tambien ha sido dibujada por ese señor, segun las observaciones astronómicas del Sr. BELL, y en parte de Ap Iwan, hechas durante este viaje. En cuanto á la costa del Pacífico, su lineamiento ha sido tomado de PETERMANN'S Geographischen Mittheilungen. La correspondiente del Rio Tictoc al Sud, de la misma obra del año 1878, plancha 24, y la del Norte, de la continuacion del año 1880, plancha 8. El lago Nahuel-Huapí tambien lo he colocado segun el plano nuevo levantado en 1887 por el teniente de marina D. Epuarno O'Connor, igualmente el Rio Limay y Rio Negro acorde con la obra deS. J. ALBARRACIN: Estudios generales, etc., tomo II, quien á su vez las tomó delos trabajos del Sr. E. Moyzxs, efectuados durante la expedicion del coronel D. Erasmo OsLicaDO de 1881 á 1883 en aquellas aguas. La línea divisoria de los territorios argentino y chileno no ha sido puesta, por care- cerse hasta ahora de datos exactos sobre la posicion de las cumbres mas elevadas que la determinan. Parece además que la cordillera de los Andes, en esta parte del continente poco elevada, se halla reclinada con sus puntos más culminantes á la costa del Océano Pa- cifico, notándose alturas relativamente considerables aun en las islas vecinas cos- taneras. El Carrén-Leufú no parece ser otro que'el rio llamado Palena en su desembocadura y ántes poco conocido por los Chilenos en su curso superior, aunque algunos meses ántes que nosotros, lo visitara una comision de aquel país, segun los indios que fueron tomados prisioneros. Los datos geográficos que hubiesen podido ser tomados del plano de la obra del Sr. L. J. Fowraxa : Viaje de exploracion en la Patagonia austral, 1886, no han tenido co- locacion en el presente, por no repetir observaciones que aparecen en el cálculo con error de longitud, habiendo además cerranías en la parte occidental, cuya exis- tencia tal como está en aquél es bastante dudosa, puesto que hasta ahora no han sido exploradas esas regiones con exactitud suficiente. La línea roja en el plano adjunto señala el camino seguido. o a E Y APÉNDICE ALGUNAS NOTICIAS SOBRE LA FAUNA DE LA PATAGONIA La primera expedicion de un sabio naturalista para estudiar la fauna de Patagonia ha sido hecha por el profesor D. Juan ReinaLDO ForsTER, compañero de G. Coox en su viaje al rededor del mundo en el año 1772 hasta 1775, quien con auxilio de su hijo JorcE hizo colecciones de animales en las islas australes del Atlántico y en el Estrecho de Magallanes, describiéndolos en su obra: Descriptiones Animalium, etc., que no fué publicada por el mismo, sino mucho despues en Berlin (1844) por HENRIQUE LIcHTEN- sTEIN. En este libro encontramos descritos en laspágs. 39, 317 y sig. muchos mamiferos y pájaros con nombres nuevos dados por el autor, sobre los cuales se hallarán informes en las referencias de la lista siguiente de apelativos actuales. Como hábil sucesor de estos primeros estudios se presentaba en 1827 el Sr. PuILLIP Parker Kino, recogiendo algunos cuadrúpedos y muchos pájaros en la Patagonia austral y Chile, describiendo cientificamente las nuevas especies en sus cartas dirigidas al Sr. N. A. Vicors, quien las publicó con algunas anotaciones en el Zoological Journal, tom. 1, pág. 422 sig., y tom. 1v, pág. 91 sig. El Sr. Curris describió con otros entomólogos, los Insectos recogidos por Kinc en The Linn. Transact., tom. xvu, pág. 315, sig. y tom. xvu, pág. 181 sig. Mas tarde, desde 1827 hasta 1836, estudiaron con mucho éxito la fauna patagónica los célebres viajeros CHarLes Darwin y ALcinE D'OrBIcNY, el primero en el viaje del «Beagle», al mando del capitan FrrzroY, y contribuyeron con un número considerable de nuevas especies, publicadas en sus obras despues de su vuelta á Europa, al conoci- miento que sobre esta materia ya se tenía por sabios anteriores. Durante los años 1839 al 1843 los buques Erebus y Terror dela real armada británica hicieron un viaje á los mares australes, al mando del capitan Sir James CLARK Ross, llevando en calidad de botánico al Sr. Dr. Josera DaLrox Hooker, quien publicó en Lóndres (1844) la Flora antarctica. Las colecciones zoológicas, que durante esta expe- dicion fueron hechas por la oficialidad de ambos barcos, han sido estudiadas sistemá- — 238 — ticamente por Jou RicHarDson y Jou EnwarD GrarY, los cuales dieron á la publicidad sus resultados científicos en la obra: Zoology of the Erebus and Terror. London 1875 en 2 tomos. Otro viaje á las regiones antárticas fué llevado á cabo por las corbetas francesas VAstrolabe y la Zélée bajo el mando de M. J. Dumonr D'UrviLLE en los años de 1837 a 1840. Los resultados científicos de este viaje fueron publicados en Paris en una gran obra: Voyage au Póle Sud et dans 1"Océanie, por el Gobierno frances, siendo encargados de la redaccion, distinguidos especialistas en cada uno de los ramos de que trata. Por último RoBerT O. CUNNINGHAM, en su viaje al Estrecho de Magallanes á bordo del Nassau estudió con preferencia los grupos de los animales inferiores, dando á conocer sus trabajos en las Transactions of the Linnean Society of London, de 1871. vol. xxv1, pág. 465. Otro viajero inglés, E. J. Mrers, ha continuado estos estudios, publicando en los Proceedings of the Zoological Society of London de 1877 (pág. 13 y 653) sus observa- ciones sobre nuevos cangrejos de la Patagonia. Estas obras y además las que tratan de la Zoología de toda la República Argentina, como las de mi padre el Dr. GERMAN BurmEIsTER : Reise durch die La Plata Staaten y Description physique de la République Argentine, contribuyeron bien al conocimiento de los animales de aquella region. Principalmente la ornitología de la Patagonia setentrional ha sido estudiada por W. H. Hunson, durante su permanencia en el Rio Negro, quien comunicó sus investiga- ciones á la Zoological Society of London, en cuyas publicaciones se dieron á conocer estos trabajos, describiendo el Sr. P. L. ScLatEr las especies nuevas recogidas por aquél. Otro viaje científico ha sido hecho en 1882-83 por una comision francesa al Cabo de Hornos, cuyos resultados se están publicando en Paris por los Ministerios de la Marina é Instruccion Pública, abarcando varios tomos, titulados: Mission scientifique du Cap | Horn, sin haber aparecido hasta hoy los An imales vertebrados. Ultimamente se publicó una obra excelente por Hupson y ScLaTER bajo el título de Argentine Ornithology, London 1888. 8vo., 2 tomos, que ha ayudado á perfeccionar la lista siguiente de los Vertebrados superiores, á los cuales está confinada, porque el número de las especies de pescados y animales inferiores hasta ahora recogidos en Pata- gonia, aunque ya bastante considerable, no es más que un prólogo de su fauna. Por esta razon me he limitado á dar los Vertebrados superiores, anotando las especies cono- cidas con las localidades donde han sido tomadas y reservando la continuacion de esta lista para lo futuro, cuando ulteriores expediciones hayan aumentado su valor. La mayoría de las especies nombradas en la lista siguiente se exhiben bien armadas en el Museo Nacional, con excepcion de algunas, anotadas con un asterisco al lado del nombre sistemático. — 239 — MAMMALIA Chiroptera Fam. Gymnura Dysopes Naso. Wacwxer. Schreb. Supl. 1. 475, V. 707, 13. Burm. Descript. phys. Répub. Argent. UI. 86. Patagonia. Fam. Vespertilionina Atalapha bonaérensis. Burxm. 1.1. III. : 93. Patag. setentrional. Vesperus velatus. Burx. 1.1. III. 101. Patag. setentrional y central. Ferae Genus. Felis EF. concolor. Liwsw£, Burm. 1.1. III. 130. Toda la Patag. F. pajero, Azara Buru. 1.1. 111. 128. Patag. setentrional. Genus. Canis * C. antareticus. Pexy. Burm. 1.1. III. 142. Islas Falklándicas. * C. magellanicus. Gray, Burn. 1.1. 111. 1146. Cordillera patagónica. C. Azarae. Pr. Wien, Burn. 1.1. III. 147. Patagonia oriental. * C. griseus. Gray, Burnx. 1.1. 111. 151. Patagonia austral. * C. gracilis. Burx. 1.1. II. 150. Patagonia occidental. Fam. Mustelinae Galictis vittata. Burx. 1. 1. 158. Patag. setentrional. Lyncodon patagonicus. GErvars, BURM. 1.1. 161. Patag. setentrional y central. Mephitis suffocans. ILLiGER., Burm. 1.1. 163. Patagonia. Lutra felina. Gray. Proc. Zool. Soc. 1865. 128. Rios de la Patagonia. Glires Fam. Murini Genus. Hesperomys H. vulpinus. LicnTENSTEIN, Burn. 1.1. 210. Patag. setentrional. H. arenicola. WaterHousE, Burn. 1. 1. 216. Patag. setentrional y central. * H. micropus. Warern. Buru., 1.1. 217. Santa Cruz. H. griseoflavus. Warern., Burn. 1, 1, 219, Patag. setentrional y central. H. elegans. Warern., Burm. 1.1. 220. Patagonia setentrional y central. H. flavescens. Watern., Burn. 1.1. 224. Patag. setentrional. H. bimaculatus. Warern., Burn. 1. 1. 224, 12. Observat. Patag. setentrional y austral. * H. xanthopygus. Wartern., Burn, 1.1. 225. Santa Cruz. * H. magellanicus. BesxeT, Burm. 1.1. 226. Patag. austral. H. canescens. WaATERH., Burx. 1.1. 227. Patag. austral. Tierra del Fuego. Genus. Reithrodon * R. cuniculoides. Warern., Burm. 1. 1. 230. Puerto de San Julian. Santa Cruz. * R.chinchillioides. Watern., Burm. 1.1. 231. Estrecho de Magallanes. Tierra del Fuego. Fam. Muriformes Myopotamus Coypus. Burx. 1.1. 235. Arroyos y rios de la Patag. setentrional. 31 — 240 — Ctenomys magellanicus. BENNETT, Burm. ).1. 239. Ct. mendocinus, dz Ct. fueginus. Pair. Wiegm. Arch. 1869. 1. 83. € 1880. 1. 276. tb. 13. Patagonia. Tierra del Fuego. * Lagidium peruanum. Meyex., Burn. 1.1. 253. Region Andina de la Patag. Lagostomus trichodactylus. Broo- KES., Burm. 1.1. 247. Patag. setentrional. Fam. Subungulati Dolichotis patagonica, auctorum, Burm. 1. 1. 260. Toda la Patagonia. Cavia australis. Isi. Georrroy, Burm. ¡OA Patagonia media. Edentata Genus. Dasypus D. villosus. Desm., Buru. 1. 1. 438. Patag. setentrional. D. minutus. Desnm., Burm. 1.1. 440. Patagonia. D. conurus. Is. GreorrroY, Burn. 1.1. 441. Patag. setentrional. Ungulata Auchenia Lama. Burn. 1. 1l. 457. var. silvestris: El Guanaco. Toda la Patagonia. En pequeñas tropas cerca de los centros poblados y en grandes y numerosas en las Cordilleras. Genus. Cervus C. chilensis. Gay, Burn. 1.1. 462, Region Andina de la Patag. C. campestris. Fr, Cuvier, Burn. 1. 1. 463. Patag. setentrional. Es muy raro á causa de la caza que se le da. Pinnipedia Otaria jubata. Burx. 1.1. 526. Phoca ju- bata. Forster. Descript. Anim. pág. 66. Costas de la Patagonia. Arctocephalus falklandicus. Grar, Burx. 1.1. 528. Phoca falklandica. Vo- yage de Cook. 1, 174; IT, 528. Costas de la Patagonia. Cetacea Delphinidae Pontoporia Blainvillii. Burn. 1. 1. 533. Océano Atlántico frente á la Patag. seten- trional. Delphinus microps. Gray, Burn. 1.1. 534. Costas de la Patagonia. Tursio obscurus. Gray, Burn. 1. 1. 536. Mares patagónicos. Orca magellanica. Burn. 1. 1. 537. Océano Atlántico á la altura de la Patagonia. (Catodontidae Ziphius australis. Burx. 1. 1. 542. Mares patagónicos. Physeter, spec. indeterminada. Se han hallado dientes de cachalote en las costas sin poderse precisar á qué especie de este género pertenecen. Balaenidae Genus. Balaenoptera B. patachonica. Burn. 1. 1. 545. Océano Atlántico á la altura de la Patagonia. B. intermedia. Burn. 1. l. 546. Océano Atlántico austral. Balaena australis. Van BENEDEN, BURM. AA: Océano Atlántico austral. — 241 — AVES Rapaces Vulturinae Sarcorhamphus gryphus aut., Bown., SHarPE, Cat. Birds. Br. Ms. 1. p. 20. Toda la Patagonia, desde el Atlántico hasta las Cordilleras. Catharistes atratus. Cat. Birds. Br. Ms. 1. 24. Patag. setentrional. Genus. Oenops O, aura, Cat. Birds. Br. Ms. 1. 25. Patagonia. Tierra del Fuego. Islas Mal- vinas. - * O. falklandica. Cat. Birds. Br. Ms. I. 27. Islas Malvinas. Accipitrinae Genus. Milvago M. pezoporus. Burm. Cabanis Journ. Orn. 1860. 241. 6. Toda la Patagonia. * M. australis. Gray. Cat. Accip. 1848. 30. Islas de los Estados. Islas Malvinas. * M. albogularis. Goun. Zool. of Beagle. IT. 18. Santa Cruz. Polyborus vulgaris. VirIL., Burn. Rei- se. II. 434. 6. —Vultur Plancus Fors- TER. Descript. Anim. 247, 321. Toda la Patagonia. Haliaétus melanoleucus. Larr., Burn. Reise. 1. 435. 7. —Buteo melanoleucus. Cat. Br. Ms. 1. 168. Patagonia setentrional. Genus. Buteo B. tricolor. Cañanis, Burn. Reise. 11. 436. —Haliaétus erythronotus. Kixe, Zool. Jouwrn. III. 424, 4. — Patag. setentrional y central. Este pájaro, llamado gavilan vulgarmente, es objeto de supersticion por parte de los in- dios. Cuando ven éstos que vuela hácia ellos presentándoles el pecho, van animados á sus empresas bélicas ó de caza, pero cuando se aleja mostrándoles la cola, lo consideran como un, pronóstico adverso, y en muchas ocasiones esta sola circunstancia los ha hecho desistir de sus proyectos, estando ya en marcha para invadir las poblaciones 6 pegar malon. Su creencia es que si 4 pesar del mal augurio llevan á cabo sus intenciones, muchos de ellos no regresarán ya á sus hogares. Debo este dato al Teniente Coronel Juan Gomez, quien ha vivido largo tiempo en la frontera Sud, donde ha tenido ocasion de hacer observaciones interesantes sobre las costum- bres de los indios. * B. poliosomus. Cat. Br. Ms. 1. 171. Patag. austral. Estrecho de Magallanes. Islas Malvinas. * B. obsoletus. Cat. Br. Ms, 1. 184. Patagonia. * B. montanus. Cat. Br. Ms. 1. 189. — B. ventralis GouLo, Proc. Zool. Soc. 1837. Santa Cruz. Genus. Falco * F, Cassini. Cat. Br. Ms. 1. 384. — Kixe. Zool. Journ. III. 425. 7 4 8. Estrecho de Magallanes. F. femoralis. Teux., Burm. Reise. 11. 437. —PF. fusco-caerulescens Cat. Br. Ms. I. 400. Patagonia. F. sparverius aut., var. australis Kiyb. Zool. Journ. III. 425. 5. 6. Patagonia. Cerchneis cinnamomina. Cat. Br. Ms. I. 439. Patagonia. Circus cinereus aut. Cat. Br. Ms. 1. 56. — Kix6. Zool. Journ. III. 425. 9. Patagonia. Striginae Bubo magellanicus. Gus. Linn. Syst. Nat. 1. 286. — Cat. Br. Ms. I. 29. Patagonia. — 242 — Speotyto cunicularia, Cat. Br. Ms. U. 142, Patag. setentrional. Glaucidium nanum. Vigors. Burm. Rei- se. IU, 441.—Kixv6. Zool. Journ. 1. 472. 11. Toda la Patagonia. * Asio accipitrinus. Cat. Br. Ms. 11. 234.Santa Cruz. Islas Malvinas. * Syrnium rufipes. Cat. Br. Ms. 1. 261. — Kixe. Zool. Journ. III. 426. 10. Estrecho de Magallanes. Islas Malvinas. Strix flammea LixwÉ. Cat. Br. Ms. U. 291. Patag. setentrional. Scansores Psittacinae Genus. Conurus C. patagonus. ViriLL., Burm. Reise. 11. 441. Patagonia. C. smaragdinus. Fixson, Die Papageien. 1.525, —KiwG. Zool. Journ. IM. 430. 29. 31. : Region Andina de la Patagonia central. Estrecho de Magallanes. Pieinae Genus. Picus P. magellanicus. Kise. Zool. Journ. HI. 430.—Bowyar. Consp. Avium. 1. 133. Region Andina de la Patag. central. JEstre- cho de Magallanes. * P. melanocephalus. Kiwsc. Proc. Zool. Soc. 1830. 14. Estrecho de Magallanes. Genus. Colaptes C. pitius. Moniva, BoxaP. Consp. Avium. I. 114. Region andina de la Patag. central. C. australis. Burm. Caban. Journ. Orn. 1860. 244. Patag. setentrional. Insessores A. Strisores Halecyonidae Megaceryle torquata.Reicuena.Handb. Ñ I. 24. 56. En las arboledas de las orillas de los rios de la Patag. setentrional y central. Trochilidae * Eustephanus galeritus. EnnioT. Clas- sif. de Synops. Troch. 93. Estrecho de Magallanes. Patagona gigas. VieIL., Enio7. 1. 1. 67, Patag. occidental. B. Tracheophones a. Fluvicolinae Genus. Agriornis A, maritima. Larr. Arg. Ornith. 1. 112. Patagonia. Chubut. A. striata Goun. Zool. of Beagle. TI. 56. Santa Cruz. A. livida. KrirrTi., Scar. Cat. Av. Neotr. 196. Patag. central y austral. Genus. Taenioptera T. moesta. Burn. Reise. II. 460. — T. Yru- peru Arg. Ornith. 1. 118. T. coronata. Burm. Reise. 11. 459. Bahía Blanca. * T, murina. Larr. D'Ors. Voy. Am. mér. SoLaT. Huns. Arg. Ornith. 1. 119. Patagonia. T. rubetra. Burzm. Reise. 11. 461.— Arg. Ornith. 1. 120. pl. 7. Patagonia. Xolmis variegata. Gray. Zool. of. Bea- gle. TI. 55. —Myiotheretes rufiventris. VigiLL. Arg. Ornith. 1. 112.— Taeniop- — 243 — tera variegata, BoxAP. Consp. Av. 1. 196. —T. australis Pmirrr1. Wiegm. Arch. 1879. 1.158. pl. 9.—Buru. Wiegm. Arch. 1881. I. 133. Toda la Patagonia. *» Cnipolegus Hudsonii. Arg. Ornith. 1. 126 Patag. setentrional. Lichenops perspicillatus. Burm. Rei- se. IL. 457. — Arg. Ornith. 1. 129. Patag. setentrional. Genus. Ptyonura Pt. capistrata. Buru. Reise. 11. 461. 80. — Var. mentalis Hubs. Arg. Ornith. I. 133. Patagonia. Chubut. Pt. maculirostris. Larr., D'Orp., Burm. Reise. II. 462. 82. Patagonia setentrional. * Pt. rufivertex. Larr., D'Orz., Burn. 1. 1. 461. 79. Patag. occidental. Mendoza. * Pt. brunnea. GouD. Zool. of Beagle. TIT. 84. Puerto de San Julian. Centrites niger aut. Burn. 1. 1. 458. 68. — Arg. Ornith. 1. 134. Toda la Patagonia. Hapalocercus flaviventris. Burn. 1. 1. 456. 62. — Arg. Ornith. 1. 137. Patag. setentrional y central. Phylloscartes flavocinereus. Burm. 1. 1. 455. 60. — Arg. Ornith. 1. 139. Patag. occidental. Mendoza. Anaeretes parulus aut. Burn. 1. 1. 455. 61. — Arg. Ormith. 1. 141. Patagonia occidental. Mendoza. Cyanotis Azarae s. multicolor. Arg. Ornith. 1. 142. 150. _ Bahía Blanca. b. Phytotomidae Phytotoma rutila. Vimmz. Arg. Ornith, I. 1614. Patag. setentrional. c. Dendrocolaptidae Geositta cunicularia. Arg. Ornith. 1. 165. Patag. setentrional y central. Upucerthia dumetoria. Arg. Ornith. I. 170. Patag. setentrional y central. Genus. Cinclodes C. fuscus. VixiL. Arg. Ornith. 1. 170. Tierra del Fuego. Islas Malvinas. *C. antareticus. GaAry., Scar. Proc. Zool. Soc. 1860. 385. Islas Malvinas. C. patagonicus. Bowar. Consp. Av. 1. 2114. 444, 1. —Motacilla Gracula Fors- TER. Descr. Anim. 324. 248. Tierra del Fuego. Eremobius phoenicurus. GouLp. Zool. of Beagle. 1. 69. pl. 21. — Arg. Ornith. 1. 173. Patag. central. d. Anabatinae Genus. Synallaxis S. melanops. Boxap. Consp. Av. 1. 213. 22. —Phloeocryptes melanops. Ary. Or- mith. 1. 174. Patag. setentrional y central. S. aegithaloides. Krrri. Leptasthenura aegithaloides. Arg. Ornith. 1. 177. Patag. setentrional y central. S. striaticeps. D'Orz. Ary. Ornith. 1. 182. Patag. setentrional. * S. modesta. Exrows. Arg. Ornith. 1. 183. Patagonia. * S. sordida. Lessow. Arg. Ornith. 1. 184. Patag. setentrional y central. S. sulphurifera. Buru. Arg. Ornith. 1. 185. Patag. setentrional. * S, patagonica. D'Orz. Ary. Ornith. 1. 186. Patag. setentrional y central. — 244 — * S, Hudsoni. Scar. Ary. Ornith. 1. 186. Patag. setentrional y central. Anabates gutturalis. Burm. Reise. II. 467. 96. — Homorus gutturalis. Arg. Or- mith. 1. 197. Patag. setentrional y central. e. Eriodoridae * Seytalopus magellanicus. GRAY. Zool. of Beagle. MI. 14. Estrecho de Magallanes. Tierra del Fuego. Islas Malvinas. Rhinocrypta lanceolata. Ary. Ornith. I. 206. Patagonia. * Pteroptochus albicollis. KiTtTL. Burm. Reise. 11. 471. 109. — Arg. Or- : mith. 1. 207. Patag. occidental. Mendoza. C. Canorae a. Subulirostres 1. Turdinae Turdus magellanicus. Kix6. Zool. Journ. II. 428. — Boxar. Consp. Av. 1. 272. — Arg. Ornith. 1. 3. Patag. austral. Genus. Mimus M. patachonicus. Larr., D'Orz. Voy. Amer. mer. 11. 3. 209. pl. 10. f. 3.— Arg. Ornith. 1. 7. M. Thenca Burn, Re¿se. 1. 475. 122. Patagonia. M. triurus. Arg. Ornith. 1. 8. Patag. setentrional. 2. Troglodytidae Troglodytes furvus. Kixc. Zool. Journ. III. 429. 23. — Arg. Ornith. 1. 13. — Tr. magellanicus ForstTeER. Descr. Anim. 326. 249. —GouD. Zool. of Beagle. TIT. 74. Patag. setentrional y central. Cistothorus platensis. Lar. Arg. Or- mith. 1. 15. Toda la Patagonia. Islas Malvinas. 3. Motacillidae Anthus correndera. ViriL. Arg. Or- nith. 1. 17, Toda la Patagonia. Islas Malvinas. hb. Fissirostres 4%. Mirundinidae Progne furcata. Ary. Ornith. 1. 24. 25. Patag. setentrional y central. Herse leucorrhoea. ViriL., Burn. Re?- se. 11. 478. 133. — Arg. Ornith. 1. 30. 31. Tachycineta leucorrhoa. Patagonia setentrional y central. * Atticora eyanoleuca. Burm . Reise. IT. 479. 134. — Arg. Ornith. 1. 38. Patag. setentrional y central. ec. Conirostres 5. Fringillidae Poospiza torquata. Burm. Reise. I. 484. 149. — Arg. Ornith. 1. 51. Patag. setentrional. Genus. Phrygilus Ph. Gayi. Burnm. Reise. 11. 487. 159. — Ary. Ornith. 1. 52. Patagonia. Ph. caniceps. Burn. 1. 1. 160. — Arg. Or- mith. 1. 53. Patag. setentrional y central. Ph. fruticeti. Burn. 1. 1. 163. — Arg. Or- nith. 1. 54. Patag. setentrional y central. Ph. carbonarius. Burx. 1. 1. 162. — Arg. Ornith. 1. 54. Patag. setentrional. Mendoza. — 240 — * Ph. melanoderus. Scar. Proc. Zool. Soc. 1860. 385.— Cat. Birds. Br. Ms. XII. 786. Patag. austral. Islas Malvinas. * Ph. xanthogrammus. Scar. Proc. Zool. Soc. 1860. 385. — Cat. Br. Ms. XII. 789. Tierra del Fuego. Islas Malvinas. Duica minor. Burm. Reise. 11. 483. 147, — Arg. Ornith. 1. 56. Patag. setentrional y central. Genus. Zonotrichia * Z. Whitii. Suarpe. Cat. Br. Ms. XII. 608. 7. pl. 13. Patagonia. Z. canicapilla. Gou. Ary. Ornith. 1. 59. Toda la Patagonia. * Z. pileata. Ary. Ornith. 1. 58. — Cat. Br. Ms. XII. 610. Patag. setentrional. Genus. Embernagra E. platensis. Burm. Reise. 11. 485. 153. — Arg. Ornith. 1. 62. Patag. setentrional. E. olivascens. Buru. 1. 1. 154. — Arg. Or- mith. 1. 63. Patag. setentrional. Genus. Chrysomitris Ch. magellanica aut. Burn. 1. 1. 489. 170. —Ch. icterica Arg. Ornith. 1. 64. — Cat. Br. Ms. XII. 217. Patag. setentrional. * Ch. barbata. Cat. Birds. Br. Ms. XI. 216. d. Magnirostres _Molothrus bonariensis aut., Arg. Or- nith. 1. 72. Patag. setentrional. Agelaeus thilius. Moya. Arg. Ornith. 1.97. Patag. setentrional y central. Genus. Trupialis Tr. militaris. Burm. Reíse. 11. 490. 174. Patag. setentrional. Tr. Loyca. Buru. Reise. U. 491. 175. Patag. occidental, central y austral. Gyratores Columbidae Patagioenas maculosa. Burm. Reise. II. 496. Patag. setentrional. Zenaida maculata. Burn. 1. 1. 497. Patag. setentrional. Columba meridionalis. Kive. Zool. Journ. 1V. 92. Patag. austral. Estrecho de Magallanes. Rasores Gallinaceae * Attagis falklandica. Zool. of Beagle. EE. Tierra del Fuego. Islas Malvinas. Eudromia elegans, Larr., Burm. Reise. IT. 498. Patag. setentrional y central. Rhynchotus rufescens aut. Burm. Rei- se. II. 498. Bahía Blanca. Genus. Nothura N. maculosa Burn. l. 1. 499. Patag. setentrional. * YN. Darwinii. SciaT. Proc. Zool. Soc. 1872. 547. Patag. setentrional. N. perdicaria. Wasz., Gay. Hist. Chile. Zool. 1. 392. Patag. central. Chubut. Cursores Genus. Rhea Rh. americana aut. Burm. Reise. 1. 500. Patag. setentrional. — 246 — Rh. Darwinii. GouLm. Proc. Zool. Soc. 1837. 35. Patag. central y austral, hallándose en el arroyo Valcheta junto con la especie prece- dente. Grallatores 1. Limicolae Thinocorus rumicivorus. Escn. Zool. of Beagle. 11. 117. — Burm. Reise. IL. 501. 200. Patag. setentrional y central. Genus. Charadrius Ch. ruficollis. Burnx. Syst. Ubers. UI. 361. Patag. setentrional y central. Ch. trifasciatus. Buru. Syst. Ubers. III. 360. Patag. setentrional. Genus. Vanellus V. cayennensis. Pr. Wien. Beitr. IV. 764. 1. Costa de los rios de la Patag. setentrional y central. V. modestus. Burm. Reise. II. 502. Patag. Tierra del Fuego. * Aegialites falklandicus. Scar. Proc. Zool. Soc. 1860. 386. Patag. setentrional. Islas Malvinas. Genus. Haematopus H. leucopus. Garsor. Sclat. Proc. Zool. Soc. 1860. 386. Islas Malvinas. H. ater. Vimimx. Sclat. Proc. Zool. Soc. 1860. 386. Islas Malvinas. Chionis alba. Forstexr. Descr. Anim. 329. — Zool. of Beagle. TI. 118. Patag. austral. Tierra del Fuego. Islas Malvinas. Himantopus nigricollis. VierLL., Burm. Reise. 1H. 502. Bahía Blanca. Totanus melanoleucus. Burm. Reise. II. 503. Patag. setentrional. Calidris arenaria. Burm. Syst. Ubers. TI. 317. Costa de Patagonia. Scolopax frenata. ILL., Burm. Reise. IL. 503. 210. Patagonia. Limosa Hudsonica. Swaixs. Zool. of Beagle. 1. 129. Islas Malvinas. * Numenius brevirostris. Licnr. Sclat. Proc. Zool. Soc. 1860. 387. — Limicola brevirostris. Burm. Syst. Ubers. III. 375. 2. Islas Malvinas. * Tringa Bonapartii. ScuEo. Sclat. Proc. Zool. Soc. 1860. 387. Islas Malvinas. Rhynchaea Hilarii. Buru. Reise. IL. 501. Patagonia. 2. Paludicolae Genus. Rallus * R. antarcticus. Kixa. Zool. Jouwrn. 1V. 95. 45. —Proc. Zool. Soc. 1868. 445. Estrecho de Magallanes. * R. rhytirhynchus. VierL. Proc. Zool. Soc. 1868. 446. —R. sanguinolentus — Zool. of Beagle. 1. 133. —R. setosus Kie. Zool. Journ. IV. 94. Patagonia. Porzana notata. Proc. Zool. Soc. 1868. 456. — Zapornia notata GouLD. Zool. of Beagle. TI. 132. pl. 48. Patagonia. Genus. Fulica F. armillata. ViriLL., Burm. Reise. 11. 505. Rios de la Patagonia. Estrecho de Maga- llanes. — 241 — F. leucoptera. VieiL., Burm. Reise. IL. 505. Rios de la Patagonia setentrional. F. leucopyga. Licur. Proc. Zool. Soc. 1868. 467.—F. chloropoides Kixe. Zool. Journ. IV. 95. Estrecho de Magallanes. Islas Malvinas. 3. Herodiae Genus. Ardea A. Gardeni. GueL. Linn. Syst. Nat. 1. 645. Patag. setentrional. A. Cocoi. Burm. Reise. II. 508. Patag. setentrional y central. A. coerulea. Burm. Reise. 11. 509. Patag. setentrional. Genus. Ibis I. melanopis. ForsTER. Descr. Anim. 332. 252. —Buru. Reise. 1. 511, nota. Patagonia. 1. chalcoptera. Tewx., Burm. Reise. II. 511. 231. Patagonia setentrional. Natatores 1. Lamellirostres Phoenicopterus ignipalliatus. ls. GrorrroY., Burm. Reise. 11. 512. Patagonia. En el Estrecho de Magallanes son escasos. Genus. Cygnus C. nigricollis aut. Buzm. Reise. 11. 512. Toda la Patagonia. C. coscoroba. Gray., Burm. Reise. 11. 512, Toda la Patagonia. * Chloégphaga magellanica. Eyroy. Zool. of Beagle. IM. Anas picta. ForsTER Descr. Anim. 333. 253. Patagonia austral. Tierra del Fuego. Islas Malvinas. Genus Bernicla * B. antaretica. Eryrow. Burm. Rezse. 1. 514. 24. Anas Ganta. ForsTER. Descr. Anim. 336. 254. Toda la Patagonia. Tierra del Fuego. B. dispar. PaiLipP1 ET LANDBEOK. Wiegm. Arch. 1863. 190. Patagonia. B. poliocephala. Buru. Proc. Zool. Soc. 1872. 366. Patagonia. Vive asociada á la especie an- terior. * B. rubidiceps. Scar. Proc. Zool. Soc. 1880. 503. Islas Malvinas. Genus Daphila D. urophasianus. Extoy. Zool. of Beagle. 10. 435. Bahía Blanca. D. oxyura. Meyex., Burm., Reise. IU. 515. 247. Anas xanthorhyncha. ForstTER. 1. 1. 342. 257. Patagonia. Genus Querquedula Qu. flavirostris. ViriLL., Burm. Reise. 1. 516. 248. Anas creccoides. Kixw6. Zool. Journ. IV. 99. Patagonia. Islas Malvinas. Qu. maculirostris. LicurT., Buru. Reise. - 11. 516. 249. "Anas fretensis. Kix6. Proc. Zool. Soc. 1830. 15. Patagonia. Estrecho de Magallanes. Islas Malvinas. Qu. erythrorhyncha. Eyrtoxs. Zool. of Beagle. UI. 135. Anas brasiliensis. Burm. Reise. 1. 517. 253. Qu. brasiliensis. ScLAT., SALVIN. Proc. Zool. Soc. 1876. 390. Patagonia. Estrecho de Magallanes. Pterocyanea cyanoptera. VieiLL., Burm. Reise. 11. 516. Anas cyanoptera. VIEILL. A. Rafflesii. Kivc. Zool. Journ. IV. 97. Patagonia. Mareca chiloénsis. Burm. Reise. Il. 517. 258. 32 — 248 — M. sibilatrix. ScLaT., SaLviN. Proc. Zool. Soc. 1876. 395. Anas chiloénsis. Kive. Proc. Zool. Soc. 1830. 15. Patagonia setentrional y central. Erismatura ferruginea. Eyrow. Proc. Zool. Soc. 1876. 404. Patagonia setentrional. Tachyeres cinereus. Liyx., GueL. Syst. Nat. 1. 2. 506. (Anas). Anas pteneres ForsTER. Descr. Anim. 338. 255. A. brachyptera Lat. Ind. Orn. II. 834. Oidemia patachonica. Kive. Proc. Zool. Soc. 1830-31. p. 15. Micropterus brachyterus. Eyrow. Mon. Anat. p. 144. Zool. of Beagle. 1. 136. Puerto Deseado. Estrecho de Magallanes. Islas Malvinas. Genus Anas A. specularus. Kix6., Zool. Journ. 1V. 98. Region andina de la Patagonia central. Estrecho de Magallanes. A. cristata. GueL., Lisy., Syst. Nat. 1. 2. 540. A. lophyra ForstER. Descr. Anim. 310. 156. 2. Longipennes Genus Larus L. vociferus. Gray., Burm. Reise. 1. 518. L, dominicanus LICHTENSTEIN. Costa de la Patagonia. Islas Malvinas. L. maculipennis. Licnr., Burm. Reise. IL. 518. 256. L. cirrhocephalus. VimmL. Proc. Zool. Soc. 1870. 802. 1871. 578. Costa de la Patagonia setentrional. L. glaucodes. Mayex., Burx. Reise. 11. 519. nota. — ScLAT. SALVIN. Proc. Zool. Soc. 1871. 578. Islas Malvinas. L. Scoresbii. SciaT. SaLVIN. Proc. Zool. Soc. 1871. 579. (Leucophaeus). Larus haematorhynchus. Kiwa. Zool. Journ. IV. 103. Patagonia austral. Islas Malvinas. Lestris antarcticus. Less., ScLAT. SAL- vis. Pr. Zool. Soc. 1871. 579. Estrecho de Magallanes. Islas Malvinas. Genus Sterna * St, hirundinacea, Lessox, SAUNDERS. Pro. Xool. Scc. 1876. 647. Costa de la Patagonia. Islas Falklándicas. St. anglica. Moxr., Launpers. 1. 1. 1876. 644. Costa de la Patagonia setentrional. St. maxima. Bonpp., SAUNDERS. l. l. 655. St. galericulata LicHr. Costa de la Patagonia setentrional y cen- tral. St. Trudeauii. AupuBoN, SAUNDERS. 1. l. 660. Costa de la Patagonia setentrional. Rhynchops nigra Liyx., Burm. Reise. TI. 520. Patagonia. Puífinus cinereus. StErH. Zool. of Bea- gle. II 137. Costa de la Patagonia. Estrecho de Maga- llanes. * Pelecanoides Berardi. Gray, ScLar. Proc. Zool. Soc. 1860. 390. Kixa. Zool. Journ. 1V. 184. 76. Tierra del Fuego. Islas Malvinas. Genus Procellaria Pr. tenuirostris. Boxap. Consp. Av. II. 192. var. Pr. glacialoides. SmitH. 111. South. Afr. Zool. Av: t. 51. Costa de la Patagonia central. Pr. gigantea. Guez., Lis. Syst Nat. 1. 2. 563. — Kix6. Zool. Jouwrn. IV. 104. 12. Pr. ossifraga. ForsTER. Descr. Anim. 343. 258. Estrecho de Magallanes. Tierra del Fuego. Genus Thalassidroma * Th. Nereis. GouBD. ScLaT. Proc. Zool. Soc. 1060. 390. Islas Falklándicas. Th. oceanica. Zool. of Beagle. II. 141. Th. Wilsonii. Bowar. Consp. Av. II. 199. — Kixe. Zool. Journ. 1V. 104. 77. Costa de la Patagonia setentrional. Estre- cho de Magallanes. — 249 — * Prion vittatus. Cuv. Zool. of Beagle. TIT. 141. Costa de la Patagonia austral, hasta el Cabo de Hornos. Diomedea exulans. GueL. Lis. Syst. Nat. 1.2. 566. 567. —Kixb. Zool. Jouwrn. IV. 105. Mares australes de la Patagonia. 3. Steganopodes Genus Haliaeus H. brasilianus. LicnrT., Burm. Reise. II. 520. mas senex: Phalacrocorax niger. Kixé6. Zool. Journ. IV. 101 63. Patagonia. H. verrucosus. Casan. Journ. Ornith. 1875. 450 y 1876. 329. n* 140 pl. 1. Esta especie, la más ordinaria en la costa oriental de Patagonia, ha sido tomada por Bo- NAPARTE (Consp. Av. IL. 176) y muchos otros autores erróneamente por el HA. carunculatus de Forster (Descr. Anim. 102. 103.) que vive en Nueva Zelandia, pero no en Chile ni Pata- gonia. CuwxisemaM en su obra «The Nat. Hist. of the Strait of Magellan », pág. 911. da una figura del modo cómo estos pájaros hacen sus nidos llamándolos tambien: Phalacrocorao carunculatus. Los indígenas le llaman Sharl, con el nombre inglés, y con este título el señor Don Aus. Fauvery ha hablado de él en sus Ex- ploraciones al Sud (diario «El Nacional» 1880). H. atriceps. Kisc. Zool. Journ. IV. 102. 64. Pelecanus maxgellanicus. ForsTER. Descr. ÁAnim. 356. 263. Urile magellanicus. Bowar. Consp. Av. II 177. Phalacrocorax erythrops. Kiw6. Pfoc. Zool. Soc. 1830. pág. 30. Estrecho de Magallanes. H. penicillatus. Gray., Boxar. Consp. Av. TO. 2: Santa Cruz. Patagonia austral. H. cirriger. Kixb. Zool. Journ. IV. 103. Sticticarbo Gaimardi. BowaP. Consp. Av. II. 174. Patagonia austral. %. Pygopodes a. Colymbidae Genus Podiceps P. calipareus. (Quoy. et Gam. Zool. of Beagle. TI. 136. Bahía Blanca. Islas Malvinas. P. Rollandii. Quoy. et Gam. Voy. de 'Uranie. 133. pl. 36. Patagonia. Estrecho de Magallanes. Islas Malvinas. P. bicornis. LicnrT., Burm. Reise. 11. 520. P. chilensis. GarxoT. Zool. of Beagle. II. 137. Macas cornudo. Azara. Apunt. UI. 457. 443. Patagonia. P. dominicus. Larn., Burn. Reise. IT. 521. Patagonia setentrional y central. * P. major. Bonp. Scar. Proc. Zool. Soc. 1872. 549. Rio Negro. Estrecho de Magallanes. * P. leucopterus. Kixe. Zool. Journ. 1Y. 101. Estrecho de Magallanes. b. Impennes Genus Aptenodytes Apt. longirostris. Sharpe. Voy. Erebus. é Terror. Vol. 1. Birds. pág. 37. pl. 32. Apt. Pennantii. Gray. Amm. of N. H. Vol. XIII. 1844, 315. Patagonia austral. Estrecho de Magallanes. * Apt. patachonicus. Forster. Com- ment. Gótting. TIT. pág. 137. pl. 2. 1781. — SHARPE. 1. 1. 38. 31. Apt. |Forsteri. Gray. 4nn. N. H. 1844. 315. Patagonia austral. Estrecho de Magallanes. Spheniscus magellanicus. ForstER. Descr. Anim. 351. 260. — Scar. Proc. Zool. Soc. 1860. 390. y 1878. 653. 4. — 250 — Sphen. trifasciatus. R. A. PHILIPP1. GIEBL'S Zeitschr. f. de. ges. Naturw. 1873. 1. 121. taf. 1 4 2. Esta especie vive en el Estrecho de Maga- llanes y en los dos océanos inmediatos. Genus Eudyptes Eud. chrysocoma. (*) Voy. Erebus € Terror. 1. Birds. 35. 152. — ScLAr. Proc. Zool. Soc. 1878. 654. 6. Eud. nigrivestis GouLo. Proc. Zool. Soc. 1860. 418. Costa oriental de la Patagonia. Estrecho de Magallanes. Islas Malvinas. * Eud. antareticus. Scar. Proc. Zool. Soc. 1861. 47. Islas Malvinas. Eud. chrysolophus. ForsteER. Comm. Gótting. TIT. 135. — ScLar. Proc. Zool. Soc. 1878. 654. 5. Eud. diadematus GouD. Pr. Zool. $. 1860. 419. Islas Malvinas. REPTILIA Chelonia Testudo argentina. SoLar. Proc. Zool. Soc. 1871. 480 y 741. Patagonia setentrional. Lacertilia Ningun grupo natural de la fauna patagó- nica prueba más claramente su particularidad que el de los lagartos. Las especies de Pata- gonia no se encuentran en otra region del Ter- ritorio Argentino, sino solamente al Sud del grado 38 de latitud, el que se puede considerar como la frontera boreal natural de Patagonia. Algunas especies como Liolaemus Wiegmanns, viven tambien en Chile, pasando al Norte hasta la provincia de Mendoza y Córdoba, pero ninguna se extiende al oriente del país, bajo la misma latitud hasta la costa del Océano. (*) Sobre los pengúines de Patagonia ha dado buenas noticias el señor A. FauverY en el diario « El Nacional », No 12 y 13 de 1881. 1. IEguanidae Liosaurus Bellii. Dux., Bimrow. Cat. Li- zards, Br. Ms. 1. 124. Patagonia. Diplolaemus Darwinii. Gray. Cat. Li- zards. Br. Ms. 1. 126. Puerto Deseado. Pristidactylus fasciatus. Cat. Liz., Br. Ms. UH. 127. Patagonia setentrional. Genus Liolaemus L. gracilis. Cat. Lizards. Br. Ms. U. 145. Patagonia setentrional y central. L. Bibronii. Cat. Liz. Br. Ms. IU. 146. Puerto Deseado. L. magellanicus. Cat. Liz. Br. Ms. IL 148. Estrecho de Magallanes. L. lineomaculatus. 1. 1. 149. 12. Patagonia. L. Kingii. 1. 1. 149. 13. Puerto Deseado. L. Fitzingeri. 1. 1. 150. Patagonia. L. Darwinii. 1. 1. 155. Patagonia setentrional. L. Wiegmanni. 1. 1. 156. Patagonia setentrional. L. multimaculatus. 1. 1. 157. Patagonia setentrional. Saccodeira pectinata. 1. 1. 159. Patagonia. 2. Tejidae Cnemidophorus longicauda. 1. 1. 374. Patagonia setentrional. j Tejus teyou. 1. 1. 379. Patagonia setentrional. Opbhidia 1. Elapomorphidae Elapomorphus lemniscatus. Jay. Elenco Sistemat. 36. — Iconogr. d. Ophid. 14. 11. 3. Patagonia. — 291 — 2 Rhinaspidinae Genus Heterodon H. semicinctus. Jay. 1. 1. 44. — Iconogr. 48. TIT. 5. Patagonia setentrional. HH. D'Orbignyi. Jay. 1. 1. 44. — Icon. 48. TIT. 3. 4. Patagonia setentrional. 3. Coronellinae Coronéella pulchella. Jax. 1.1. 48. — Icon 47. TIT. 4. Bahía Blanca. Liophis reginae. Jax. 1. 1. 53. — Icon LOSE V.Í: Patagonia setentrional. 4, Xenodontidae = Tomodon ocellatus. Jax. 1. 1.57. — Zcon. 19. VI. 2, Patagonia setentrional y central. Chubut. 5. Herpetodryinae Liopeltis sagittifer. Jax. Icon. 31. V. 2. Chubut. Mendoza. Dryophylax Burmeisteri. Jan., Burnm. Reise. II. 529. — Icon. 49. V. 1. 2. Chubut. Mendoza. 6. Elapinae Elaps Marcgravi. Burn. Reise. 11. 530. Patagonia setentrional. 7. Crotalinae Genus. Bothrops B. alternatus. Jay. Elenco Sist. 126. — Icon. 41. VI. 1. Patagonia setentrional. B. nasus. Garm. Rhinocerophisnasus G+Ar- MAN. Bull. Mus. Comp. Zool. of Cam- bridge. VIT. 3. p. 85 (1881). Ha sido tomada esta especie en el Puerto de San Antonio por la «Hassler Expedition». BATRACHIA Anoura 1. Engystomatidae Phryniscus nigricans. Cat. Batrach. Salient. Br. Ms. 2 ed. 150. Patagonia setentrional. 2. Cystignathidae Hylodes' leptopus. 1. 1. 219. Estrecho de Magallanes. Paludicola bufonina. 1. 1. 230. Puerto Deseado. Santa Cruz. 3. Bufoninae Genus Bufo B. variegatus. 1l. 1. 293. Estrecho de Magallanes. B.Espinulosus. 1. 1. 330. Rio Chubut. 4. Hylinae Hyla pulchella. 1. 1. 375. Bahía Blanca. — 252 — SUPLEMENTO AL GRUPO DE LOS LAGARTOS «io 250 LIOLAEMUS MELANOPS El género Liolaemus fué fundado en 1835 por el Profesor WiEcMANN de la Universidad de Berlin, distinguiéndose de los más próximos principalmente por la falta del pliegue transversal de la garganta delante del esternon, que muchos otros géneros tienen en esa parte. Las especies de este género viven en Sud-América, principalmente en el Perú, Chile y Patagonia, como indica ya nuestra lista anterior. La nueva especie que describo con el nombre arriba indicado, tiene todas las cuali- dades diagnósticas del género; es decir: un vértice cubierto de escudos poco convexos de figura y arreglo particular, entre los cuales los de atras de las cejas se distinguen por una fila de escudos más grandes, oblongo-transversales en el párpado superior. Las escamas laterales de la cabeza, detras de los ojos con las del cuello y las alrededor del timpano visible, son más pequeñas redondas y lisas, pero las del lomo más grandes, triangulares, cada una con carena longitudinal sin formar cresta media, miéntras que las del vientre y las inferiores de las piernas son sin carena. Faltan poros de glándulas en la parte inferior de las piernas, pero en la márgen de la tapa anal hay algunos, á lo ménos en el macho. La cola es bastante larga, pero fina, de figura redonda y cubierta por escudos prolongados, formando anillos, cada uno con carena más ó ménos pro- nunciada. Los piés posteriores tienen dedos muy desiguales, entre los cuales el cuarto es el más largo, y el quinto casi igual al segundo. La especie por mi recogida al llegar á Quelé-curá (véase pág. 202) es de tamaño mediano, casi de 7 pulgadas de largo, teniendo la cabeza con el cuello 1 pulgada, el tronco 2 */, pulgadas y la cola 4 pulgadas. Su color principal es un buen azul celeste, con excepcion de la cabeza, cuello, vientre y el lado inferior de los cuatro miembros, que son intensamente negros. La mandíbula inferior con los lados de la superior, de- bajo de los ojos y los costados del vientre tienen puntitos azules en el color negro ; las piernas posteriores una raya azul longitudinal en la márgen inferior; pero en el lado externo claro tienen los cuatro miembros manchas negras en el color azul y en el lomo se ven diez fajas negras maculares, interrumpidas en la línea media del tronco. La cola tiene fajas pardas oscuras poco á poco más débilmente pronunciadas hácia la extre- midad. Las escamas carenadas del lomo no son más grandes que las lisas del vientre, pero difieren en su figura más triangular, de la de las últimas, más transversales que las primeras. La punta de las escamas del lomo no es aguda, pero un poco redondeada, y las laterales se parecen más á las dorsales en figura y tamaño, aunque su carena es ménos perceptible. $ V. — RELACION DE UN VIAJE A LA GOBERNACION DEL CHUBUT. FÉ DE ERRATAS. Página 194, línea 23, dice : ida ldase -micasquista. y » 187, >» 5, dice: galleretas, léase ; -gallaretas, E E » 219, >» 14, dice: 978, léase : 815. poa » 221, »- 7, dice: Maquin-ilaue, léase : Maguin-ilaue > GIIA 98) dice: pasamos, léase : ; paramos “ANALES ME Y Y ” 05 A 9 OS e DEL y ha MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES PARA DAR Á CONOCER LOS OBJETOS DE HISTORIA NATURAL NUEVOS Ó POCO CONOCIDOS CONSERVADOS EN ESTE ESTABLECIMIENTO POR GERMAN BURMEISTER, Med. Dr., Phil. Dr. Director del Museo Nacional de Buenos Aires etc., etc., etc. Corresponsal de las Academias de Ciencias de Berlin, Saint-Petersbourg, Turin, Washington y de la Universidad de Chile, ENTREGA DECIMASEXTA Cuarta del Towo III 0 BUENOS AIRES É : IMPRENTA DE JUAN A, ALSINA, CALLE MÉXICO, 1422 a ; 1890 19 HALLE PARIS | | ED. ANTON E. DEYROLLE | - EN COMISION | 5 A qu 5 O CA A OEÑÓEÉÓ Qro VE EXPEDICION A PATAGONIA POR ENCARGO DEL MUSEO NACIONAL, CONFIADA Á CÁRLOS V. BURMEISTER, Naturalista viajero del Establecimiento. (CON EL MAPA ADJUNTO, PL. V.) CAPÍTULO 1. De Buenos Aires al Cármen de Patagones.—Una cantera. —Dificultades. —Salida de la expedi- cion.—Camino al Rio Chubut, — La Colonia con el primer ferrocarril patagónico.—Acam- pados en el Fortin Villegas. Designado por órden superior de llevar á cabo un viaje á la Patagonia por la Gobernacion del Chubut y de Santa Cruz, en los meses de Noviembre de 1888 hasta Mayo de 1889, con parte del personal del Museo Nacional y algunos sol- dados de línea, que debian incorporársenos en el Rio Negro, partí con el señor Jo- sé Monguillot, preparador de este establecimiento, el 14 de Noviembre de 1888 en el ferrocarril de Buenos Aires á Bahía Blanca. Llegados á este pueblo, tomamos la primera diligencia que nos debia conducir al Cármen de Patagones. Inútil sería referir las múltiples sorpresas y peripecias de que son víctimas los pasajeros en cada viaje de galera; la ruptura de ejes y elásticos se repitió tambien esta vez, empantanándose además el coche en el famoso salitral poco despues de dejar atras Bahía Blanca. Bastante será decir que el 19 de Noviembre á la 6 p. m. se detuvo el vehículo que nos conducia frente al Hotel Arró, en Patagones, habiendo salido el 18 á las 5 a. m. de aquel punto. Al dia siguiente de nuestra llegada, visité una cantera de yeso y cal situada sobre la márgen izquierda del Rio Negro, á una legua y tres cuartos del pueblo de Patago- ves, en direccion á su desembocadura. El Sr. Papini, que se hallaba al frente de este establecimiento industrial, despues de varios años de infructuosos trabajos, consiguió — 254 — formar una compañía que explota actualmente los yacimientos minerales de este punto. Á la sazon se ocupaban 30 peones en la extraccion de tres diferentes calidades de yeso, las que se sacaban de tres estratos arcillosos, uno superior que contiene nó- dulos de yeso de la calidad inferior, otro intermedio y por último el más profundo á cuatro metros término medio de la superficie, conteniendo el yeso más puro. En la costa del rio habíase hecho gran acopio de nódulos de yeso, hasta del tamaño de un grueso adoquin, de modo que el agua durante la marea alta lavase los trozos deján- dolos limpios de la arcilla que los envuelve. Existen tambien yacimientos de piedra calcárea, con cuya cal se han hecho varios ensayos, empleándose con preferencia en construcciones hidráulicas. Un telegrama que con anterioridad habia mandado á Choele-Choel al Coronel Be- lisle, jefe de las fuerzas de línea en el Rio Negro, me fué contestado el 24 de Noviembre avisándome que no se tenía comunicacion alguna de poner á misórdenes tres soldados, para acompañar la expedicion, los cuales habian sido concedidos por el Ministerio de la Guerra. Para mayor trastorno, el telégrafo para Buenos Aires estaba inter- rumpido. Recien el 28 todas las dificultades fueron allanadas, pues la línea, funcionando entretanto, permitió explicar el asunto con el usual laconismo telegráfico. En conse- cuencia, recibí todos los elementos de que carecia y acto continuo nos dirigimos con un peon y una tropilla de caballos recien comprados en Biedma, de este último pun- to al Fortin Castre, donde hallamos los soldados y mulas enviados por el Coronel Belisle. Como recibiera tambien los aparejos para las mulas de la Comisaría de Guerra en Patagones y no pudiendo ser trasportados éstos sobre los caballos comprados, no solamente porque eran bastante ariscos y no se dejarian ensillar conveniente- mente ni querrian luego caminar con esa montura extraña, sino que tambien los necesitábamos para montar nosotros tres, me ví obligado á hacer llevar en una car- reta de bueyes los diez aparejos hasta la Colonia Conesa, punto más occidental so- bre la márgen del Rio Negro, que alcanzaría una tropa de carros, próxima á salir. Una vez seguro de que los aparejos se habian cargado y que las carretas sé po- nian en movimiento, partí al medio dia con el Sr. Monguillot y un peon llamado Márquez hacia San Javier, pequeña agrupacion de casas á unas cuatro leguas de nuestro punto de salida. Por la circunstancia de hallarse casi todo el valle del Rio Negro inundado, y más que en otras partes entre Biedma y de San Javier como cinco leguas más al oeste, tuvimos que hacer grandes rodeos, otras veces atravesar trechos de media legua de tierras anegadas sin contar las zanjas que á cada paso hallábamos. — 255 — Durante esta marcha tuvimos un horrible viento de cara, de tal modo que en los anegadizos, en que los caballos que iban adelante salpicaban, las gotas de agua y barro eran arrebatadas por el viento, produciéndonos el efecto de un baño de llu- via. En cambio, en los sitios secos, granos de arena y piedritas eran lanzadas por el viento con fuerza tan notable hasta el punto de tener que cubrirnos la cara cuando sentíamos una ráfaga como si álguien nos arrojase granos de maíz. En la primer casa de San Javier, un almacen, nos detuvimos, librándonos así del vendaval. Al dia siguiente, galopamos hasta pasar la Colonia Conesa, donde naturalmen- te no habian llegado aún las carretas conductoras de los aparejos, deteniéndonos esa noche en casa de un colono, quien nos invitó á dejar nuestros caballos en un potrero de buenos pastos. Al otro dia llegamos al Fortin Castre, en donde las tier- ras inundadas se nos presentaron de nuevo á la vista. Tuvimos serios inconve- nientes para llegar al almacen de Ezequiel Ocampo por la cantidad de pantanos que fué menester atravesar. Por fin, ya tarde, hallamos en aquella pulpería los sol- dados designados á acompañarnos. Sin embargo, las mulas que habian traido no estaban en estado de emprender con ellas inmediatamente un viaje largo, por cuya razon mandé áuno de los soldados esa misma noche á Choele-Choel pidiendo se me hiciese otro envío de mulas en mejores condiciones. El 7 de Diciembre llegaron en efecto nuevas mulas, aunque no mucho mejores que las primeras; á pesar de todo, se pudieron apartar 24, con las que podia contarse segun la opinion del cabo Ovelar, que iba á desempeñar el ofi- cio de arriero. Entretanto, estando acampados en la boca de la Travesía de Valcheta, habíase incorporado á la expedicion el Sr, Leonardo A. Lewis en calidad de ayudante. En posesion ya de las mulas elegidas para nuestro viaje envié en seguida á la Colonia Conesa por los aparejos que calculaba debian haber arribado. En efecto, al oscurecer del dia siguiente, presentáronse las diez mulas que se llevaron con ese objeto, aparejadas y se detuvieron rebuznando delante de la carpa. Por fin el 13 de Diciembre con un tiempo en extremo caluroso pudo efectuarse la salida de Castre, entrando á las 5 p. m. á la travesía de treinta y cuatro leguas sin agua hasta el arroyo Valcheta, la cual se hizo con felicidad y presteza, llegando á la misma hora del dia siguiente al arroyo, en el punto donde acampan los indios, des- pues de una marcha sin descanso. Por via de experimento y por conocer las angustias de la sed, hice esta jornada sin tomar agua ni alimento alguno, y creo no hubiese sido demasiado molesto pasarse otro dia sin el agua á no ser el excesivo calor. En el trayecto de la travesía fuimos sorprendidos por el gran número de corpulen- — 256 — tas chicharras (Tettigades papa Bera.) que especialmente en partes pobladas de jarilla eran muy abundantes y producian de continuo sus chirridos destemplados al volar de uno á otro arbusto. Hasta el 20 de Diciembre permanecimos en Valcheta ocupados unos en coleccio- nar insectos, otros en el arreglo de los aparejos para las cargas de mula, que necesita- ban nuevas correas y otras enmendaciones. Los indios, que en otras épocas del año establecen sus tolderías en este paraje habian partido á las grandes boleadas en los campos occidentales, quedando ahora. solamente los mas viejos acompañando algunas mujeres, así como tambien unos pocos mozos para el cuidado de los caballos y vacas de propiedad de los caciques. Pero si habia pocos indios no sucedia lo mismo con las chicharras y los tábanos. De las primeras notábase una especie más pequeña que el Tettigades papa de Mendoza des- crito por el Dr. Cárlos Berg y que al medio dia con un calor de más de 35 centigr. venía en grandes hordas acompañada de numerosísimos tábanos á posesionarse de la carpa, donde se mantenia casi de-continuo un fuego cuyo humo los alejaba momen- táneamente. Informado por los indios, supe que este año la aparicion de las chicharras en tan crecido número era anormal, aunque habíanse observado más en otros, des- apareciendo algunas veces casi completamente por largo tiempo. Fué preciso dejar en este paraje al peon Márquez, pues se hallaba tan enfermo, que no le era posible montar á caballo, y como no habia indios tuvimos nosotros mismos que arrear los caballos hasta la aguada Tawalk, donde llegamos el 24 de Diciembre, y donde tambien encontramos un indio con el extraño nombre y ape- llido de Pancho Francisco, que contraté como peon. Despues de abandonar Valcheta el 20 de Diciembre, entramos al camino directo del Rio Chubut, mencionado ya en la descripcion de mi viaje anterior (V. pág. 175 y sig.) á la Gobernacion del Chubut. Nada nuevo tengo que agregar á aquella descripcion; los parajes que tocamos en esta marcha han sido los mismos que en las anteriores. En Quelé-Curá, entre los peñascos porfíricos fué vista una colonia de murciélagos (Vesperus velatus ), la cual llamó nuestra atencion por el silbo agudo que le es peculiar. "Tres hembras tenian cada una un pequeñito adherido al pecho, aun con los ojos cerrados y enteramente desprovistos de pelo. Entre las aguadas de Pcha-alao y Los Pocitos, nuevas chicharras, en número exagerado, nos molestaban durante la marcha; sin embargo, en el trayecto desde los Pocitos al Rio Chubut eran aún más numerosas, teniendo nosotros algunas veces que cerrar los ojos para evitar el choque de sus alas aunque no podíamos evitar el recibir á cada instante los golpes en la cara que estos animales chilladores nos in- ferian. Hasta unas cuatro leguas ántes de llegar al Rio Chubut estos insectos eran — 257 — erandes y cubiertos de pelos negros; más adelante los sustituyeron otras chicharras más pequeñas con dibujos amarillos, el Tettigades chilensis Serv. El último dia del año 1888, á la 1 p. m, desensillamos á orillas del Rio Chubut, á corta distancia del arranque del canal norte de irrigacion de la colonia galense sita en el valle de este rio. Pocos dias despues trasladéme á Trelew, punto de arranque en el valle del Rio Chubut del ferrocarril 4 Puerto Madryn, donde recibí varios efectos que me habian sido enviados de Buenos Aires por el vapor “Chaseley*“, perteneciente á la compañía del mismo ferrocarril. Este recorre los 70 kilómetros entre Trelew y Puerto Madryn en dos horas y media, atravesando campos de un aspecto enteramente patagónico Luego de dejar el valle del rio atraviesa una meseta enjuta y cubierta de piedritas rodadas y arcilla densamente poblada de arbustos por regla general no más altos de tres metros y entre la que prepondera la jarilla (Larrea divari- cata); nótase sin embargo entre esta vegetacion sui yenerís una graminea que crece agrupada de trecho en trecho formando manojos y que alimenta á un crecido número de caballos y vacas habituados ya á ver pasar la locomotora. Á los veinte kilómetros más ó ménos vése una laguna casi nunca llena de agua y el tren pasa al pié de una meseta poco elevada en un punto de la cual existe una cantera de piedra, habiendo del lado opuesto de la via unas colinas blancas arci- llosas y calcáreas. El tren sigue luego por una planicie no interrumpida, alcanzando pronto un cono formado por la accion erosiva de las lluvias y vientos, teniendo en su cúspide un trozo del estrato consistente que puede hallarse en las colinas cercanas, más ó ménos al mismo nivel. Despues de dejar atras esta especie de marca singular que lleva entre los colonos el nombre de Josephs tower (Torre de José), llégase pronto á la - parte más elevada de la meseta y desde allí se alcanza á ver el gran Golfo Nuevo y en el horizonte la Península de Valdez, señalándose por una línea de tierra. Dando grandes rodeos va por fin descendiendo el tren desde lo alto de la meseta, deteniéndose luego cerca de la playa, donde se han erigido talleres y es- tacion. Un corto muelle, sobre el que continúa la vía, y unos pocos buques á conveniente distancia de tierra, nos indican la llegada á Puerto Madryn. El 10 de Enero, reunidos todos en Trelew, estábamos ya listos para reanudar las marchas con el propósito de alcanzar el Rio Santa Cruz, en cuyo viaje seríamos acom- pañados por el Sr. Celestino Bousquet, dueño de una tropa de 150 animales yegua- rizos, el cual seguiria un camino visitado con poca frecuencia en la falda oriental de la Cordillera de los Andes. Como ninguno del personal de la expedicion cono- ciera este camino, ni pude hallar baqueano en el Rio Negro ni en el Chubut, era de gran importancia para nosotros la salida de este arreo. — 258 — Al dia siguiente se puso en marcha la expedicion desde Trelew remontando el 8 p Rio Chubut por su márgen derecha, habiéndolo atravesado frente á ese punto por un puente de madera construido hace dos años La Comision componíase ahora de 8 personas: Sr. José Monguillot. Sr. Leonardo A. Lewis. Sr. Ben W. Cooke (acompañante voluntario). Cabo Doroteo Ovelar. Soldado Domingo Pereira. Id. Martin Falcon Indio Pancho Francisco (peon), Todos los útiles necesarios para coleccionar y preservar los objetos de Historia Natural, así como tambien un sextante Troughton € Simms, London, una brújula prismática Baker, 244 High Holborn London, de ocho centímetros de diámetro y dos horizontes artificiales, uno de mercurio y otro de piedra, comprados estos ins- trumentos en Buenos Aires en la casa de Ruggero Bossi y C**, con los que con- taba para la determinacion geográfica de los jugares; iban además de los víveres en 10 mulas aparejadas, formando un convoy considerable, que nos obligaba á marchar al paso de las arreas, como son llamadas las tropas de mulas cargueras en las provincias de San Juan y Mendoza. | Aquel dia, despues de dejar á Trelew, alcanzamos un paraje conocido con el nom- bre de Los Castillos, en la falda de las barrancas sud, formadas de estratificaciones arcillosas amarillas y de un verde sucio, conteniendo nódulos de yeso. El fuerte calor nos obligó á hacer alto, pues las mulas de carga estaban predispuestas á echarse á cada momento. El 12 de Enero, abandonando Los Castillos á las 7,30 p. m., marchamos toda ' la noche con luna hasta las 5 de la mañana del dia 13, hora en que se desapa- rejaron las mulas en el Fortin Villegas. En este lugar existen cuatro ranchos abandonados á la orilla del Rio Chubut, siendo tambien aquí donde arranca el ca- mino que conduce al Kio Chico ó Senguellen, afluente del primero, cuyo camino es de doce y media leguas de largo. La latitud y longitud de este paraje ha sido calculada en 43" 30” lat, S. y 65% 58' 56” de long. W. de Greenwich, tomando como base la long. de Trelew 65 17” adoptada en los planos del F. C. C, C. (ferro- carril central Chubut.) La lat. de Trelew fué calculada por mí en 43" 15” S, En Villegas permanecimos hasta el dia 16 de Enero, preparándonos para seguir el derrotero del sud. -— 259 — CAPÍTULO II. Travesía del Rio Chubut al Rio Chico.—Camino por la márgen del Rio Chico. Serian las cuatro de la mañana del dia 16 de Enero, cuando ya se enlazaban mulas y caballos para ponernos en marcha del Fortin Villegas hácia el Rio Chico del Chubut, donde tenía la intencion de llegar esa misma noche. Dejando á la espalda los ranchos del fortin y las rocas de pórfido cuarzoso, que se elevan en la márgen opuesta del rio, se asciende la cuchilla ó barranca baja, cubierta de gui- jarros, y sobre la que crecen delgadas jarillas y tunas rastreras armadas de largas espinas, tomando desde entonces direccion al S. S, W. Á poco andar, el terreno desciende algo, extendiéndose una gran planicie accidentada, limitándola desde el E. hasta el S. una no interrumpida elevada barranca formada de estratos sedi- mentarios arcillosos y arenosos de diversos colores, preponderando los matices rojo, rosado, gris, amarillo y negruzco con capas de yeso. En esta barranca recogié- ronse más tarde moluscos fósiles de los géneros Ustrea, Venus y Turritella. Si. guiendo la misma direccion, se pasa encima de rocas porfíricas cuarzosas al prin- cipio y pórfidos ortoclases despues, avistándose una colina circular formada tambien de capas sedimentarias, la cual se deja á la izquierda. Mas allá aparecen desnudos montículos de arcilla gris y luego colinas pedregosas que se dejan ambas á la dere- cha. Alcánzase entónces la barranca elevada á cuyo pié el desmoronamiento de arcillas ha formado extensiones enteramente desnudas de vegetacion. Una vez encima de la barranca, muestra ser ésta una planicie cubierta de ma- torrales entre los que se nota por última vez la jarilla, síguese el mismo rumbo sobre ella y hállase una nueva depresion á las 15 cuadras de marcha, la cual no es ni muy profunda ni grande, teniendo una laguna seca en su parte occi- densal. Dejando á pocas cuadras al W. la laguna, se vuelve á subir á la planicie que termina á algunas cuadras de allí, habiendo otra depresion al S., apareciendo á media legua del descenso de la planicie un conjunto de cerrillos porfíricos entre los que hay algunos hoyos conteniendo agua dulce en tiempo de invierno ó despues de las lluvias. A nuestro paso, á las 4 p. m., no hallamos agua en estos pozos, por lo que segui- mos al Rio Chico sin detenernos. Poco menos de dos leguas se extiende aún la depresion hácia el Sud, elevándose entonces otra barranca, límite de una nueva elevacion de nivel de media legua de ancho y cubierta de montículos de arcilla amarillenta y sin vegetacion, desde — 260 - la cual se distingue la cuenca del Rio Chico, cuyo curso se señala por un sinuoso cañon entre rocas de considerable elevacion, hasta formar cerros algunas de ellas, El cañon por donde corre el rio no es accesible sino por una parte hácia donde nos elevaban las huellas del camino, y que es una estrecha y tortuosa garganta entre rocas porfíricas de unas 10 cuadras de largo, en la cual se notan cuevas naturales. Antes de alcanzar el rio cerró la noche, pero la luna alumbraba lo suficiente este desfiladero, y álas 9 p.m. desensillábamos á sus orillas, pobladas de sauces. El dia siguiente permanecimos en este primer campamento, cuya latitud y lon- gitud precisé en lat, 43" 56” S. y long. 66" 22* 49” W. de Greenw. El rio en este lugar tendrá unos 8 á 12 metros de ancho y fuerte corriente, sus aguas son turbias y lechosas, debiendo este color á la arcilla que arrastra. Corre por un cañon entre rocas de pórfido cuarzoso, cuyas paredes perpendiculares se elevan hasta 50 metros, no teniendo el vallecito más de 60 á 100 metros de anchura. El indio Pancho Francisco cruzó el rio y halló apoyada en la pared de roca una carabina Winchester enteramente oxidada, cuya presencia supusimos fuese debida á que algunos de los desertores de Punta Arenas que por estos sitios pasaron hace algunos años la hubiese perdido ó quizá abandonado, despues de con- sumir la municion en procura de caza. La marcha siguiente hízose el 18 de Enero. Primeramente salia el Sr. Bousquet con su caballada y peones á la que se agregaban los animales de la expedicion y el peon Pancho. Despues partian las 10 mulas cargadas, que siempre tardaban más tiempo en estar listas y con las cuales iba todo el resto del personal. Al dejar el campamento del Rio Chico, lo remontamos unas 26 cuadras por su derecha, notando dos rápidos y una pequeña islita, y más adelante otro rápido en el rio. Todos los sauces que vimos en la orilla son de poca elevacion é inclinados hácia el N., debido probablemente á las inundaciones y vientos reinantes del S. y S. W. Hecho este trayecto abandonamos el vallecito, tomando á la izquierda por un cañadon que cir- cunda una enorme peña situada á la orilla del rio. Poco despues por la cuesta de una roca desnuda ascendimos la barranca á la izquierda liallándonos sobre una planicie apénas ondulada. Poco ántes de llegar á la parte inferior y encima de los pórfidos de que aún son las rocas, descúbrese una capa como de tres metros de espesor, compuesta de un conglomerado cuyos granos son todos de cuarzo no más grandes que una cabe- za de alfiler y cementados por una arcilla oscura. En esta capa se encuentran gran número de moldes de grandes Turritellas, Volutas y dientes de tiburones (Lamna). Debajo de este estrato hay un manto de arcilla blanca sin fósiles. Una vez sobre la planicie seguimos la direccion 16” durante tres horas, acercándo- — 261 — nos entónces á una roca roja que alcanzamos á las 2 p. m., habiéndola visto ya ántes aparecer en el horizonte como flotando en una atmósfera oscilante. Las direcciones mencionadas en el curso de este relato, son en grados y las mismas quese tomaron con la brújula prismática, la cual está graduada del modo que explica el diagrama siguiente : Nunag Además hago notar que son magnéticas y que no menciono sino las que tengan al- guna importancia para las personas que vuelven á recorrer este trayecto. ro 180 y 190 20 Antes de alcanzar la roca roja déjanse otras dos de menor elevacion á la derecha, y luego de pasarla siguiendo direccion 9” á unas tres cuadras se atraviesa un pequeño E bajo, luego como 10 cuadras de la continua- cion de la planicie, terminando esta brus- camente con-un precipicio ó bajada como de 35 metros de altura, uno de los flancos de un desfiladero que conduce al valleci- to del rio. En esta barranca nótase nueva- mente la arenisca con moldes de moluscos y debajo de ella la capa de arcilla blanca, lo mismo que en la subida, Siguiendo luego por el desfiladero entre rocas rojas de pórfido ortoclase se alcanza el valle del rio, más ancho que en el anterior campamento, habiendo tambien sau- des en sus márgenes. Al desembocar el desfiladero tómase á la izquierda entre una gran peña á la orilla - del rio y la pared deroca del valle. Pasando ésta ábrese más aquél y allí levantamos : nuestra tienda debajo de unos corpulentos sauces, algun trecho despues de haber no- tado una isla formada por el rio. Frente á este segundo campamento sobre el Rio Chico existen rocas elevadas muy irregulares y agudas limitando el valle sobre la márgea derecha, siendo más uniformes sobre la izquierda. Habíamos recorrido 7 le- guas. El dia siguiente lo pasamos en este lugar, reinaudo viento fuertísimo del S. W. y un calor de 32 centigr. álas 12del dia. Al pié de las rocas agudas frente al cam- pamento vénse grandes troncos de sauces secos, los cuales deben haber sido traspor- tados por las aguas del rio durante inundaciones, que á juzgar por este hecho, abar- can todo el pequeño valle. El rioen este punto alcanza unos 20 metros de anchu- ra y es bastante profundo, como para no poderlo pasar sino á nado. Cerca de la car- pa crecia una planta de Berberis buaifolia, la primera que veíamos durante el viaje. — 262 — La posicion geográfica de este paraje fué calculada en latitud 44” 09” 30” S, y longi- tud 66*35'03” W. de Greenw. El Domingo 30 de Enero remontamos S leguas del Rio Chico, siguiendo su valle angosto y encerrado por rocas hasta unas 4 leguas del punto de partida. En este primer trayecto el rio forma dos islas bastante largas y se acerca en muchos puntos á la pared de piedra, dejando apénas un angosto trecho para poder viajar. Encima de las rocas extiéndense capas calcáreas conteniendo multitud de pequeñas ostras y sobre éstas otra capa de arena y piedritas rodadas, formando la superficie de una meseta sin accidentes cuyo límite no se alcanza á ver y en la cual ha sido excavado el lecho del rio. La edad de las rocas es evidentemente más antigua que la de las capas superiores, pareciendo éstas extenderse debajo de ellas hácia el E. y W. en una extension considerable si se tiene en cuenta el radio hácia el Norte, donde alcan- zan el Rio Chubut. En la quinta legua desde nuestra salida la formacion rocallosa parece que se pierde gradualmente, ensanchándose el valle repentinamente hasta adquirir la extension de una legua en el punto donde levantamos el tercer campamen- to. Allí estuvimos parados un dia, y su posicion fué precisada en lat. 44? 27'45” y long.66* 47” 37” W. Greenw, nc habiendo ya sauces á la orilla del rio. El 22 de Enero, con un tiempo relativamente fresco + 10 centigr. á las 9 a. m. y cielo cubierto de nubes grises remontamos 6 leguas y media del Rio Chico, el cual aún conserva su direccion general S. W, Apénas media legua despues de dejar el campamento encontramos nuevamente rocas de poca elevacion, que no parecen ser sino las puntas salientes de la gran masa petrea, cubierta por los sedimentos arci- llosos constituyentes de la meseta en la cual el rio ha labrado su valle y su cauce. Á legua y media del campamento desaparecen las rocas, continuando un valle an- cho como de una legua, aunque el vallecito verde por donde serpentea el rio tiene apenas dos cuadras y está limitado por una cuchilla baja cubierta de pedregullo, la cual formando planicie se extiende hasta el pié de otra cuchilla más elevada, teniendo de este modo un aspecto de ancho valle, aunque en realidad no sea más que la primera grada de las que se hallan sin excepcion en todos los rios de Patagonia en mayor ó + menor escala segun la importancia de éstos. Cuando paramos junto á una peña próxima á la ribera á las 11,30 a. m. cayó granizo, habiendo llovido un poco ántes. El fuerte viento del S. W. sopló todo el dia. Nótase en el vallecito que el terreno sin piedras está rajado por el sol, teniendo grietas hasta de 2á 3 pulgadas de ancho, en las cuales entran los vasos de las mu- las, dificultando la marcha. | En este nuestro cuarto campamento á orillas del Rio Chico permanecimos dos dias, habiéndose precisado la latitud en 44” 42 30” $, y long. 66” 58' 09” W. Greenw. La siguiente marcha el 25 de Enero orillando el Rio Chico fué de 7 y */, leguas, — 263 — Hasta más ó ménos una legua y media desde la salida encontramos rocas de poca ele- vacion, despues únicamente barrancas sedimentarias de arcilla de color amarillento y café con algunos conos formados por el desmoronamiento y erosion continua de las mismas barrancas por lluvias y vientos, conteniendo cristales de yeso y en gran nú- mero conchas fósiles del género Gryphea. Unas 15 cuadras ántes de acampar corriendo el rio en la base de uno de estos conos ha lavado gran parte de su masa formando un verdadero precipicio, porsobre el cual seguia el camino. Á las dos de la tarde hicimos alto en nuestro quinto campamen- to, á pocas cuadras de otros viajeros que se dirigian con 5,000 ovejas al Puerto de San Julian, á los que volveremos á encontrar más tarde en nuestro viaje de regreso. - Por la tarde, alrededor de alegre fogata, conversamos con aquellos arriesgados pas- tores, verdaderos pionneers de la ganadería, cuyo idioma era el inglés, pero oriundos unos de Escocia y otros de Australia. La posicion geográfica de este campamento fué precisada en lat. 44” 59" S. y long. 67" 1450” W. de Greenw. Volvimos á emprender la marcha al dia siguiente, remontando el rio unas 6 leguas- El valle no es ya tan ancho, contando apénas unas 15 cuadras en el paraje donde acampamos entre unos grandes calafates (Berberis busxifolía), cuyas pequeñas frutas negro-azuladas y dulces, fueron ávidamente comidas por nosotros. Las barrancas que limitan el valle, son sedimentos arcillosos y arenosos, contenien, do gran cantidad de moluscos fósiles del género Gryphwa. Los estratos son de color verde aceituna, amarillosos; y una legua ántes de pasar, notamos una meseta barran- cosa enteramente blanca con capas color rojo y amarillo, sobre la márgen derecha que seguimos, á unas 20 cuadras del rio. Frente al campamento, el rio, dividiéndose en dos brazos, forma una gran isla. Despues de parar, acompañado del Sr, Cooke fuí á examinar la barranca blanca compuesta de una capa gruesa de arcilla blanca y arena de granos hialinos, debajo de la cual existe una de arenisca compacta color rojo y amarillento. Bajo la segunda vuelve á aparecer la arcilla arenosa. Molestísimos eran los tábanos y jejenes que se presentaban en crecido número, habiendo bajo un cielo sin nubes á las tres de la tarde 35 centig. de calor, por cuya razon nos refrescamos bañandonos en el Rio Chico, cuyas aguas blancas indicaban en el termómetro + 19 centigrados. Nuestro sexto campamento del Rio Chico, fué abandonado el 28 de Enero, remon.- tando unas 4 y */, leguas por su ribera derecha, hasta las 11 a. m.á causa del excesivo calor. Ese dia fué uno de los pocos durante los cuales no haya soplado viento, y por esta circunstancia tuvimos á la tarde 40,5 centig. de calor. El valle del rio es angos- to por lo general, teniendo en el lugat de nuestro campamento unas 5 cuadras de ancho, — 264 — Desde la cuchilla cercana avístanse hácia el S. W. cinco puntas de cerros, que pare- cen estar en continuo movimiento por efecto de la expansion del aire al calor solar, sobre sus capas inferiores. A la noche levantóse un horrible viento, que arrancó las estacas de la carpa, ca- yéndose ésta, en consecuencia, encima de los que en ella dormian. El 29 de Enero prosiguióse la marcha con un calor verdaderamente tropical, por lo que me ví obligado á hacer alto á las 10,30 a. m. junto á unos terrenos anega- dos por el rio, el cual forma en varios parajes bañados considerables, que ocupan casi todo el valle. dando lugará grandes juncales y carrizales. La cantidad de tába- nos en este octavo alojamiento nos agriaba en extremo las horas del día. Á la tarde uniéronseles jejenes y á la noche mosquitos. Fué en este alojamiento donde se dió ca- za á unos grandes coleópteros cerambycidos (Micropsalis Durnfordit) que se obtu- vieron en número de veinte, especialmente en los sitios de tierra agrietada. Se determinó la posicion de este campamento en lat. 4523" 45” S. y long. 67? 46" 39” W. Greenw. Al dio siguiente remontamos 5 y */, leguas por la ribera, siendo el valle, término me- dio, de unas 5 cuadras de ansho, contándose en él varios bañados formados por el rio. Una de las puntas del cerro vista desde el campamento fué alcanzada hoy poco ménos de dos leguas ántes de parar, la cual es una masa de basalto de unos 30 metros de ele- vación sobre la barranca de la márgen opuesta. En el lugar en que hicimos alto para pasar la noche extiéndese un bañado enteramente “ubierto de carrizos, alcanzando el valle unas 6 cuadras de anchura. La latitud fué fijada en 45 31' 15” $. y la long. en 68* 01' 58” W. Greenw. El último dia de Enero, despues de aparejadas las mulas de carga, salimos á las 6 a. m. del campamento noveno siguiendo aguas arriba por el valle del rio, muy angosto ahora, teniendo en algunos puntos ménos de una cuadra, limitado siempre por barran- cas sedimentarias de arcilla, conteniendo Grypheeas y trozos de madera fósil las cua- les están cubiertas por una espesa capa de basalto columnar oscuro, formando los cerros que habíamos visto hacia ya 3 dias, algunos de los cuales aunque no de gran altura, son sin embargo bastante considerables. Á las 9 a. m. paramos, no habiendo hecho más de 3 y '/, leguas. Fué éste nuestro décimo y último campamento á orillas del Rio Chico, que cor- re hácia aquí del N. W., siendo su posicion geográfica calculada en lat. 45” 37* S. y long. 68% 11” W. Greenw. El valle del rio en este campamento es más ancho que lo hemos hallado en el último trayecto, abriéndose cinco cañadones, contando el del rio, hácia el S. y S. W. frente á él. Por el primero de la izquiérda mirando aguas arriba serpentea una torrentera, que á nuestro regreso hallamos convertida en arroyo. El más pró- — 265 — ximo á éste, situado en direzcion 46” desde el alojamiento nos sirvió al dia siguiente para ascender la meseta sedimentaria, abandonar el vallecito del Rio Chico y al- canzar un gran lago llamado Cólhue, del cual toma nacimiento este rio. CAPÍTULO 111. El Lago Cólhue.—Sepulcros de antiguos Patagones. —Depósito de víveres. —El Rio Singuer.— Cerrito Doctor.—Caprek-aik. El 1. de Febrero al rayar el alba se empezaron á enlazar las mulas para la marcha al Lago Cólhue. Como siempre, el Sr. Bousquet tomó la delantera con su arreo, siguiendo luego las mulas de carga. Despues de subir á la meseta por el cañadon ya mencionado, nos hallamos sobre una planicie limitada al S. por uua elevada barranca blanca y al N. por dos gradas de lomadas bajas cubiertas de piedritas, cuya planicie alcanza á tener cerca de dos leguas de extensiun. Á nuestra espalda álzanse los cerros basálticos á ambos lados del Rio Chico, de los cuales ya hemos hablado ántes. En el mapa que acompaña este trabajo, puede verse su posicion, no siendo necesario, por lo tanto, dar las direcciones que desde la planicie se tomaron hácia ellos. El rumbo que se sigue una vez sobre la pla- nicie es 46”, terminando ésta á las dos leguas y media de marcha con el borde de una nueva barranca elevada, desde cuya cima un inesperado panorama exten- dióse á nuestra vista. Un gran lago con lenguas de tierra que se internan y eruzan en él, circundado por cerranías hasta donde llega la vista fué lo que vimos, siendo en efecto una novedad que contrasta con la monotonía de las mesetas y barrancas vistas hasta ahora, aunque cierta extrañeza nos causara la falta abso- luta de árboles, presentándosenos el Cólhue por esta razon no como un hermoso, sino singular cuadro de raro aspecto, mezclándose algo el desencanto en esta im- presion al ver las costas blancas de arcilla que apénas dan savia á los pobres ma- borros espinosos. Pero si la vegetacion hoy dia es mísera, no ha sucedido así en otras épocas. Al descender la barranca y sobre el nivel del lago, hallamos medio enterrados en las arcillas, enormes troncos, algunos de los cuales debieron perte- necer á gigantescos árboles, convertidos hoy en capas concéntricas de alumina y sílice. Recorridas que fueron tres leguas y media, acampamos á orillas del lago, habiendo una angosta franja de pasto en la márgen y algunas matas de calafate. Las aguas, en extremo agitadas por el fuerte viento reinante, son del mismo color blanquizco de las del Rio Chico. En direccion 201” 30” elévase un cerro basál- tico de forma cónica aunque no enteramente regular, el cual supongo sea el Cerro Oneto. — 266 — Por la tarde se organizó una cacería hácia el N. E. por la costa del lago, des- cubriéndose en el borde de una barranca un cairn funerario indigena. Costó mucho trabajo levantar las numerosas piedras que lo formaban, mas por fin se exhumaron varios huesos humanos, pertenecientes á criaturas y un esqueleto de un individuo adulto, todos los cuales estaban en tal estado de descomposicion que al tocarlos se deshacian, por cuya razon no fué. posible salvar nada. Estando parados al dia siguiente en este mismo sitio, tuve ocasion de visitar las barrancas que limitan la cuenca del lago al S, la cual está compuesta en su mayor parte de arcillas blanquizcas. En el suelo, cerca del alojamiento, se ha- llaron algunos dientes de tiburones y pequeños moluscos fósiles. Sobre esta capa arenosa que contiene esos despojos, existe una muy espesa de arcillas de color rojo y violáceo, exhibiendo los grandes trontos de arboles fósiles ya mencionados. Esta segunda capa ocupa cerca de 10 cuadras desde la orilla del lago y está atra- vesada por numerosas torrenteras y grietas, dando lugar á la presencia de innu- merables conos formados por denudacion de las lluvias y vientos. Salvando todos estos obstáculos alcánzase la verdadera barranca, cuyas estratificaciones inferiores son rojizas, alternando areniscas con arcillas muy compactas por efecto de presion. Sobre estas capas elévase una muy espesa de arcilla blanquizca, encima de la cual so ostenta un manto basáltico, pudiendo notarse amigdalas en él. De regreso al campamento, se enterró un cajon con víveres sobre una lomita de arcilla á unas cien varas de la carpa á un metro de profundidad, para recogerlos en el caso de que á nuestra vuelta tuviésemos necesidad. La posicion geográfica de este nuestro 11 campamento fué fijada en lat. 45" 39” S. y long. 68* 23” 43” W. Greenw. El 3 de Febrero hicimos unas dos leguas y media, siguiendo por la costa del Lago Cólhue hácia el W. Primeramente pasamos por sobre terrenos arcillosos y are: nosos, lavados por las aguas, teniendo siempre la elevada barranca del S, del lago á la izquierda, hasta que ésta acercándosele nos obligó á ascenderla, marchando entonces por entre rocas basálticas que la cubren y un suelo formado por astillas de las mismas. En este lugar reconócense varios cairns funerarios, denunciados por las irregulares piedras sobrepuestas intencionalmente. Al descender de la barranca, de unas 10 cuadras apenas de extension hácia el W., extiéndese una gran planicie cubierta de pasto en esa misma direccion, teniendo por límite al S. la continuacion de la misma barranca cubierta de basalto, Durante todo el dia reinó un fuertísimo viento del W. que arreció á la noche. Al dia siguiente sosteniendo rumbo 60 durante seis horas consecutivas por sobre la gran planicie mencionada, cuyo suelo bien pronto vimos estaba agrietado en toda su extension, dejamos á la izquierda una especie de isla de basalto en medio — 267 — de aquella pampa, despues de lo cual el terreno descendió algo, hasta que avis- tamos un rio de aguas transparentes y más caudaloso que el Rio Chico, corriendo por un valle hermoso, ocultando el horizonte al W. una elevada cadena de cerros. Este rio era el Singuer, que derrama sus aguas en el Lago Cólhue. Una vez llegados á sus orillas lo remontamos hasta estar detras de la isla de basalto, levantando campamento á la 1,30 p. m., habiendo salido á las 7 a. m. Luego de parar, subí sobre uno de los cerrillos de esa especie de isla petrea rodeada de pasto, descubriendo desde allí un hermoso y ancho valle por donde serpentea el rio Singuer, que llega del S. W., siendo por donde corre hácia el N. de una extension muy considerable. Como el dia fuera muy caluroso, + 30 centigr. á las 2 p. m., tomamos un baño en el Rio Singuer, cuyas aguas cristalinas tenían una O de + 16 centigr. á la misma hora y fuerte corriente, habiendo unos 30 metros de una ribera á la otra. El5 de Febrero marchamos 6 leguas por el pabuloso valle del Rio Singuer, en direc- cion 19% 35” hácia un pequeño cerro que se ve en su medio y al pié del cual corre el rio. Este cerrito, llamado Doctor por los indios, segun informes del Sr. Bousquet, que viajó en Otra época con una binda de tehuelches, es objeto de superticiosas creencias entre ellos, por cuya razon temen subir á él. Á nuestra llegada á su pié, donde acam- pamos en “un hermoso rincon forimado por el Singuer, descubriéronse sobre aquel cerrito entre las peñas basálticas, que ocupan su parte superior, varios cairns funerarios, siendo exhumados dos cráneos en perfecta conservacion y otro muy desecho, en un gran cairn, debajo del cual se encontró una astilla de pedernal opaco tallado, repre- sentando por su forma ovalada un instrumento como un hacha del tamaño de una mano, teniendo apénas medio centímetro de espesor, pero cortante en toda su periferia, Esta reliquia demostrábanos que en la época del entierro de aquel indio, las armas de piedra eran usadas todavía, y al mismo tiempo que aquel hombre debió ser un jefe, por la gran cantidad de piedras que fueron superpusstas sobre su tumba. Notamos además que la máy or parte de los sepulcros se hallaban sobre el borde de alguna bar- ranca, dando frente al rio, indudablemente relacionada esta circunstancia con algu- na creencia religiosa sobre el agua, que en estas comarcás es uno de los elementos más preciosos y cuya procura en el desierto no es de las empresas más fáciles. Tal vez se. proponian asegurar á los que fueron, siquiera el consuelo de tener este líquido imprescincible á sn alcance ya que en vida quizá muchas veees les faltó; atormentándoles la sed en los páramos enjutos al seguir los avestruces y guanacos en sus correrí Ías para procurar el alimento á los suyos. Durante la marcha, los soldados, con su perspicacia de verdaderos gauchos, dieron con la pista de vacas, organizándose despues de parar, entre ellos y los peones del señor Bousquet, una batida en regla, cuyo resultado fué la carneada de dos lindas vacas que — 268 — junto con unas 30 más, bastante ariscas fueron arreadas hasta el mismo campamento por aquellos hombres, ávidos de carne gorda. Un fuego que se habia heegho á nuestra llegada para señal tomó cuerpo, incendián- dose el rincon donde habíamos levantado el campamento. Durante tres horas trabajamos asiduamente, consiguiendo por fin apagarlo con mantas mojadas y abriendo pequeñas zanjas en el suelo para separar el pasto verde del que ya ardia. Cuando las últimas llamaradas fueron sofocadas, llegaban las vacas á toda carrera, llevándose por delante lo que encontraban y huyendo de los ginetes cuya actitud amenazadora las asustó seguramente, al ver relucir los lazos que bien pronto debían ceñirse á sus astas. El 7 de Febrero dejamos el cerrito Doctor á la espalda y remontamos el Rio Singuer unas 3 leguas y media por su ribera derecha hasta un punto llamado Caprek-aik, donde el rio forma un pronunciado codo, alterando su curso general de S. E. á N. E. Los basaltos notados sobre el cerrito Doctor no aparecen sobre la ribera que seguimos, habiendo por el contrario en la opuesta una no interrumpida cadena de cerros cu- biertos de piedras que se elevan cada vez más hácia frente á Caprek-aik, de entre las que se alza un pico agudo de mayor elevacion. El rio recuéstase más sobre las barrancas de la márgen derecha, formando varias angosturas y grandes rincones de buen pasto. Una deestas angosturas, al dejar el cerrito Doctor, tuvimos que salvarla trepando sobre la barranca de arcilla blanca, cuyo pié bañan las limpias aguas del rio. En Caprek-aik las barrancas de la costa Sud alcanzan una elevacion de 35 metros, viéndose unos estratos de arenisca blanca, ántes horizontales, con una fuerte ineli- nación de abajo á arriba, como si un extremo de ellos, en la extension de media cuadra hubiese sido levantado hasta llegar á la superficie de la barranca. Tambien allí des- préndese del medio de la barranca un pequeño manantial cuyos verdores forman un- buen paradero, que fué elegido por nosotros para detenernos. Levantamos nuestra tienda, permaneciendo 3 dias en este lugar, para dar descanso á las mulas de carga y demas animales, que hallaron buen alimento en el valle, de una media legua de ex- tension frente al manantial, por cuyo medio se desliza el Rio Singuer. Al dia siguiente hice una pequeña excursion con el Sr. Bousquet sobre los campos. altos situados al S. E. de nuestro paradero, recorriendo unas 10 leguas. Los campos que atravesamos fueron planicies encerradas entre mesetas, aún más elevadas, en cu- yas faldas existen aguadas. Una de éstas, una arteria de agua bastante abundante. y de muy buen sabor, hallamos á unas 3 leguas de Caprek-ajk en direccion á 315", Muchos piches (Dasypus minulus) y avestruces vimos durante este dia en los campos altos, habiendo numerosas cuevas de los primeros en el suelo. Tambien en este lugar nos incomodaron los tábanos y jejenes. — 269 — La posicion geográfica de Caprek-aik, de suma importancia para nosotros, fué caleulada en lat. 46%01'S. y 692040". W., Greenw. —Entrábamos, pues, desde ahora, en la Gobernacion de Santa Cruz. cuyo límite con la del Chubut es el grado 46. CAPÍTULO IV. Del Rio Singuer á las nacientes del Rio Deseado.—Por la falda de la Cordillera hasta el Arroyo Olni. Desde Caprek-aik abandonamos el Rio Singuer, siguiendo direccion 40” una vez sobre la planicie, que se extiende hácia el S. W. y viéndose desde lo alto de la barranca del valle los cerros de la parte opuesta, entre los que sobresale una punta aguda. Dos leguas y media despues subimos una pequeña grada, que conduce á la planicie si- guiente, más alta, y vimos una meseta hácia el W. á una legua de distancia, al pié de la cual se atraviesa una depresion como de S cuadras de ancho, donde existe una laguna de aguas impotables por contener mucha magnesia, la cual dejamos á la derecha. Más léjos, en la misma direccion, vése en la pendiente de la depresion un cañadoncito, donde probablemente corre un manantial, á juzgar por el verdor. Cuando hubimos dejado atrás esta depresion, avistamos vna nueva meseta más elevada. Antes de alcanzarla, el terreno forma otra depresion mucho mayor que la anterior, pues alcanza á tener más de una legua, en ella se ven dos lagunas sa- ladas, que dejamos una á la derecha y otra á la izquierda. En las pendientes de esta depresion nótanse varios cañadoncitos verdes, pudiendo asegurar por esto, con razon, la presencia de manantiales allí. Frente al lugar en que bajamos existe uno en un cañadon que fué elegido para pernoctar, por haber mucho pasto en los alre- dedores. | Habíamos recorrido $ leguas y media, siendo fijada la posicion geográfica del lugar en lat. 465" S. y long. 6948" 45” W. Greenw. Durante la noche la temperatura descendió notablemente, pues á la salida del sol la superficie de los hoyos de agua se habian congelado, debido indudablemente á la gran altura sobre el nivel del mar á que debíamos hallarnos. Por esta razon dimos al manantial el nombre de Agua fresca, con el cual figura en el mapa. Aldia siguiente hicimos un trayecto de 3 leguas y media hácia el W. Seguimos primeramente el cañadon en que acampamos hasta alcanzar la superficie de la mese- ta. Una vez sobre ella tomamos direccion á la izquierda de otra meseta, que se ve hácia el W. Una laguna de sal comun en un bajo fué dejada á la izquierda; más E adelante hallamos otras lagunas saladas á nuestro paso y una dulce algo pantanosa, pero sin vegetacion en sus orillas, en el mismo bajo. En estas lagunas se vieron innu- merables flamencos y cazaron los perros dos zorros (Cunis yriseus), escapándose un tercero. Á las 10 a. m. paramos ya, cerca de una débil corriente de agua en un vallecito entre dos colinas, precisándose la posicion geográfica del lugar en lat. 46” 03 y long. 70” 00 02” W. Greenw. Hallamos el esqueleto blanqueado á laintemperie de una leona, muerta cuatro años ántes por el Sr. Bousquet en este manantial, por cuya circunstancia le dimos el nombre de Manantial de la Leona. : Los cerros situados frente á Caprek-aik en la costa N. del Rio Singuer, vénse bien desde las alturas circunvecinas, aunque algo borrados por el miraje. El 13 de Febrero seguimos viaje, tomando por el cañadon donde pernoctamos hácia el W., hasta hallarnos en la planicie alta. Pronto dejamos atrás la meseta hácia la cual marchábamos el dia anterior y á cuyo pié está el Manantial de la Leona. Otra meseta al S, W. que tambien se avistaba, fué dejada á la derecha y á las 12 y 50 p.m. llegamos al término de la altiplanicie, desde donde aún se alcanzan á ver las sierras frente á Caprek-aik. Al interrumpirse la planicie se extiende una gran pampa hácia el W., ascendiendo gradualmente y sobre cuyo horizonte numerosos picos blancos de la Cordillera, que juzgo á una distancia no menor de 20 leguas, asoman sus crestas nevadas. Recli- nándose en este bajo un poco hácia el Sud vése una laguna con algunas matas de calafate á su alrededor, al lado de las cuales levantamos campamento, despues de ha- ber marchado 6 leguas. Este bajo tiene el nombre indio de Kinch, y la posicion del lugar en que paramos al lado de la laguna, que contenia muy poca agua, fué fija- da en lat. 46" 14” S. y long. 7014” 28” W, Greenw. Durante la noche el termómetro habia descendido á 0%, habiendo á las 7 a. m. . + 8 centig. Partimos todos al dia siguiente de la aguada Kinch, ascendiendo la cuesta del eran bajo en direccion 25". Á las 3 leguas de camino encontramos un valle de unas 8 cuadras de ancho, por. donde corre un arroyo con bastante agua, quese divide en varios brazos formando islitas y corre del N. W. al 5. E. Suponia fuese este el arroyo Aurk-guil. Los campos adyacentes son buenos y podrán contener seguramente un número crecido de ani- males vacunos, para cuya cria se prestan sobre todo estos parajes. En el valle al lado del arroyo molestábannos los numerosos tábanos durante el medio dia y tarde, alcan- zando la temperatura á + 32 centígrados. La posicion geográfica de este alojamien- to fué fijada en lat. 46” 18" 30” 5. y long. 707 22' 25” W. Greenw. ho. IO 4 AA ALS us hasta ¿ET cl Al dia siguiente de haber llegado al arroyo Aurk-guil, donde habíamos encontrado estacas viejas de alguna carpa, proseguimos la marcha al 5. para alcanzar el Rio Deseado. Desde el lugar del campamento tomamos direccion 3”, abandonando pron- to el valle del Aurk-guil y siguiendo esa misma direccion sobre la planicie, hácia una depresion en su borde no lejano. Al descender esta planicie á las 4 leguas y media, nos hallamos en una extension de tierra ondulada y con vista al W. distinguiéndose la cordillera nevada. Dos montañas elevadas en ella se destacaban notablemente por su forma cónica regular. Á poco andar doblamos á la izquierda un cañadon, que conducia á otro más bajo por cuyo medio corria un arroyito. El descenso de unos 10 metros á esta segunda quebrada efectuóse con alguna dificultad, por la existencia de una pendiente rápida casi á pique sobre basalto amigdaloideo. que componen las paredes de esta cañada, de una anchura no mucho mayor de una cuadra y cubierta de buen pasto. Remonta- mos alzun trecho el arroyito. hasta que frente á un nuevo cañadon que entra á la izquierda lo atravesamos, y tomamos aquél ascendiendo el terreno. Nos encontramos despues de nuevo sobre una planicie limitada por colinas, hasta que al llegar al borde de un brusco descenso entre dos collados entramos á un profundo y angosto desfiladero, que fué seguido unas 5 cuadras, al cabo de las cuales se encuentra otro mucho mayor cubierto de altos juncos. En las pendientes del primero descúbrense rocas cuyo origen sedimentario y volcánico al mismo tiempo, las hace aparecer como una especie de trass. Esta misma roca se extiende por la pared N. del segundo cañadon cubierto de jun- cos, que es el llamado Rio Deseado, habiendo en el lado opuesto, apénas á dos cuadras de distancia, un murallon á pique muy particular de basalto, como de S metros de altura. elevándose después el terreno cubierto de pedregullo y arena. Desde la salida de Aurk-guil encontramos las planicies sembradas de bloques erráticos, algunos hasta de 4 á 6 metros cúbicos de tamaño, ya de granito, ya de pizarras ó pórfiros, siendo unos pulidos y redondeados otros, los ménos trozos augulares de rucas. El vallecito ó cañadon del Deseaao es muy húmedo y pantanoso corriendo en éste lugar de S. W. á N. E. De las paredes bajan numerosos pequeños manantiales, que alimentan un débil arroyo ex- parcido sobre casi toda la extension del valle, que convertido en cieno alimenta una ve- getacion palúdica, la cual debe hallarse en ciertas épocas cubierta de agua, en tiempo de inundaciones, cuya ocurrencia hállase demostrada en las faldas del valle. El suelo compuesto todo de humus, tiembla notablemente bajo la impresion de los vasos de los caballos y mulas. Al lado de un manantial levantamos nuestra carpa, viéndose en la falda opuesta, que la pared de basalto se interrumpe, dejando paso á un arroyo. Habiamos andado una distancia de S leguas y media. El dia siguiente de nuestra ]le- gada al valle del Deseado lo pasamos acampados en él, reinando fuerte viento. Se fijó la posicion del punto en lat. 46” 34 15” $. y long 70” 31 07” W, Greenw. -— 272 — El 17 de Febrero remontamos unas 12 cuadras el vallecito pantanoso, encontrán- donos al cabo de ellas á la orilla de una laguna, que viene a ocupar aún el mismo valle, pero que está separada del pantano pur una angosta faja de terreno húmedo por encima del cual se derrama un tanto la laguna, permitiendo además que sus agua. pasen por infiltracion al E. No habia duda pues que nos hallábamos en la re- gion de las nacientes del Rio Deseado, cuya existencia aún no bien comprobada, quedaba ahora tan dudosa como ántes. puesto que en el valle donde estuvimos acam- pados no existia tal rio. sino únicamente un pantano. Sin embargo, la presencia de la laguna, continuacion de aquél hácia el W. insinua la probabilidad del desprendi- miento de mayor cantidad de aguas en una estacion distinta del año, como tambien lo sugieren las huellas de inundaciones en el mismo cañadon. Quizá en aquellas épo- cas se desborde la laguna y alcancen sus aguas á formar un rio. Una vez que hubimos atravesado el cañadon del Deseado, entre la laguna y el pantano, por aquella espe- Cie de tajamar natural, ascendimos la falda opuesta por sobre basaltos, llegando pronto á una colina, á cuya cima treparon algunos. Desde aquella altura, vése la Cordillera nevada al W. y una meseta muy elevada al S. W., que se extiende hácia allá hasta donde sealcanza á ver, corriendo al pié de la colina el arroyo, que se une al cañadon del Deseado frente al lugar en que nos habíamos alojado y cuya direccion podia seguirse con la vista bien fácilmente hasta unas dos leguas al S. W., pues cor- re en una estrecha garganta abierta en el basalto, siendo imposible descender has- ta allí porser las paredes de la garganta cortadas perpendicularmente y de unos 10 metros de altura, término medio. Como nuestro rumbo nos llevaba en aquella direc- cion, remontamos durante una legua la márgen izquierda de este arroyo, hasta que finalmente la pared perpendicular se interrumpe, habiendo fácil descenso y paso al opuesto, mayormente cuando ya el arroyo se ha concluido, buscándose en vano aquella corriente de agua casi impetuosa ántes, mirada desde lo alto de su escarpada garganta. Indudablemente lo alimentan manantiales poderosos en este trayecto. Despues que hubimos pasado el lecho de este arroyo y hallándonos sobre una planicie ondulada, seguimos direccion 6” hasta las 12,50 p. m., llegando entónces á una laguna en una pequeña depresion de la planicie, sobre cuyas aguas dulces nadaban numerosos patos, viéndose tambien abutardas en sus orillas. Pasando á la izquierda de esta laguna, sin cambiar el rumbo, seguimos hasta la 1 p. m. dirigiéndonos entónces hácia 47 *”, en cuya línea se destaca una pequeña me- seta. La gran meseta elevada que desde la colina á la salida del valle del Deseado habíamos visto, impide ver hácia el W. la cadena de las Cordilleras. Despues de nueve leguas de marcha á las 2, 30 p.m. paramos á orillas de nn arroyo de aguas lím- pidas, quesupongo sea el Paji, corriendo en un vallecito de dos cuadras deancho y de faldas poco inclinadas, los bordes de éstas tormados por un manto de basalto. En el * >: es + E — 273 — punto que nos alojamos júntanse en realidad dos cañadones con un arroyito en cada uno, habiendo nosotros atravesado el primero por sobre una especie de puente natu- ral, formado por hierbas muertas y plantas acuáticas, que cedía bajo el peso de nues- tras cabalgaduras. Los campos que visitábamos eran en general de mucho pasto y desprovistos de ma- torrales, pero minados, como sucede puede decirse dexde la salida de Caprek-aik, por piches y ratoncillos. Al abrigo de una pequeña mata de calafate, pasamos la noche, fria y ventosa, no habiendo hallado leña para hacer un fuego agradable ántes de acos- tarnos. Fué determinada para este lugar la lat. 46” 52 55” $, y long. 70% 36' 57” W. Greenw. El trayecto que se recorrió el 18 de Febrero fué de 11 leguas. Saliendo del campamento á las 7,40 a. m. siguióse direccion 334” alcanzando unas eleva- ciones acordonadas con dos colinas sobresalientes, que dejamos á la derecha. De- tras de estas elevaciones se entra en un valle por cuyo medio corre un arroyo, levantándose al lado opuesto un nuevo cordon de-colinas, para atravesar las cuales se toma un cañadon situado á 343" 30" desde lo alto de las primeras. En la ex- tension del valle hacia el E. vénse barrancas rojas, amarillas y blancas. Siguiendo el cañadon ántes citado llégase á unas rocas rojas y amarillas desde las cuales se cam- bia la direccion á 11% 30” atravesando primeramente unas cuchillas bajas y cubiertas de piedras, luego extensiones de terrenos de arcillas blancas, amarillas y rojas, hasta que por fin se desciende á un cañadon en que corre un nuevo arroyo muy correntoso y con un caudal considerable de aguas, teniendo unos 4 metros de ancho en el lu- gar donde lo atravesamos. Á ambos lados de este riacho elévanse escarpados peñas- cos, que forman un verdadero desfiladero, accesible sólo en el punto donde nosotros lo pasamos. Á la derecha, á poca distancia está siempre la eran meseta elevada que nos oculta la cordillera. El terreno, despues de pasar el riacho, aunque no tan sal- “vaje é irregular con peñas y barrancas sembradas por doquier como ántes de llegar á él, es muy accidentado, por la elevacion de las colinas que hay que subir y bajar, en cuyas pendientes apénas inclinadas, poníase á prueba la resistencia de las mulas car- gueras, las que, despues de subir un trecho de S metros parábanse á tomar aliento cada vez. Llegados á la superficie de una meseta á la 1,45 p.m. tomamos direccion 3460 20'á una mole de basalto coronando una mesetita más elevada sobre planicies que la rodean. Esta elevacion lleva el nombre de Gorro de Poivre, segun nos informó el Sr. Bousquet. Á las 4,30 p. 1m. despues de descender cuatro gradas de planicies cubiertas de basalto y limitadas por mesetas al W. llegamos, ya cerca del pié del Gorro, al borde de un profundo cañadon abierto en la planicie de basalto, de paredes tan poco incl1- nadas, que el descenso se efectúa con bastante peligro. En el fondo de este cañadon abísmico de media cuadra de ancho existen varias lagunas de agua dulce y unos gruesos manantiales que las alimentan. Al descenderlo doblamos á la derecha para alojarnos en un sitio donde abundaba el pasto. En el aire, á considerabie altura sobre nuestras cabezas, describian círculos enormes una cantidad de cóndores, atrai- dos seguramente por unos potrillos, que quedaron cansados en las planicies cerca de una hora ántes de parar. La situacion geográfica del sitio de muestro alojamiento quedó fijada en lat, 47" 18” y long. 70" 43 33” W, Greenw. El 19 de Febrero, despues de una noche fria, seguimos unas 5 cuadras al W. la profunda cavidad en que pernoctamos, subiendo luego á la derecha sobre la meseta, v teniendo entónces á la izquierda el Gorro de Poivre, el cual mirado de una posicion distinta presentaba el perfil de su cumbre, miéntras que el dia ántes, viéndose el flan- co, parecia mucho más ancho. Seguimos entónces la direccion empezada 63” por una planicie limitada á la dere- cha por la falda de mesetas y colinas, á la izquierda por la continuacion del cañadon profundo y del otrolado de él por la pendiente casi á pique de una barranca arcillosa, sobre la prolongacion de la cual al E. se eleva el Gorro de Poivre, cuando despues de dos leguas de marcha, habiendo atravesado ya dos cañadones angostos que cru- zan la planicie de N. á S., nos hallamos al borde de ésta, en cuyo descenso se nos ofre- ció una vista inesperada hácia una laguna salada en el mismo cañadon profundo, de unas 7 cuadras de ancho ahora. Descendimos á él y seguimos despues por la orilla del agua que pronto termina, ex- tendiéndose el valle aún hácia el W. con un arroyito en su centro, al lado del cual levantamos campamento á las 10 a. m., despues de haber marchado 3 leguas desde puestra partida. En este arroyo encontramos muchos gasterópodos en el fondo, por cuya razon lo llamamos Arroyo de los Caracoles. Durante la marcha recolectóse una hierba frecuente en los sitios pedregosos, especialmente en las pendientes ó declives de las barrancas, llamada “té de Santa Cruz“, cuyo suave olor á menta perfuma los cam- pos y con la cual se hace una infusion, tomándola como un verdadero té. Visto por alguno de los peones fué perseguido un puma hasta su guarida al pié de un barranco cercano hácia el N., cuyas capas de arcilla contenian numerosísimos nódulos, la mayor parte esféricos y otras formas caprichosas, dispuestos en estratos paralelos, lo cual visto desde cierta distancia asemejábase á una muralla acribillada de balas de todos tamaños. En el Arroyo de los Caracoles permanecimos acampados un dia que se aprovechó para comprobar la latitud tomada el dia anterior, que con esto quedó fijada en 47" 20 S. y long. 70" 56" 49” W. Greenw. El 21 de Febrero salimos todos á las 7 a. m. del Arroyo de los Caracoles en direc- cion S. mag., teniendo que saltarlo las mulas por no haber ninguu vado, á pesar de no tener mayor anchura que un metro. Lo remontamos poco trecho, habiendo subido á las 8 a. m. al borde de la meseta, en la cual se ha. formado aquel valle. Hácia el N. se ve desde allí la gran meseta elevada, que los dias anteriores teníamos á la derecha y sobre la cual se eleva al N. W. un gran cerro nevado. — 275 — Luego tomamoz direccion 322 hasta las 10 a. m., llegando entónces al borde de una nueva planicie más elevada, que forma con las barrancas sobre las cuales se iergue el Gorro de Poivre una misma cadena. En este último trayecto fueron encon- trados gran número de bloques erráticos, y al acercarse á la meseta una colina á cuya izquierda corre un manantial, desaguando en una laguna, Dejado todo esto á la iz- quierda entramos al cañadon que nos guiaba á traves de la planicie más elevada, perdiendo entónces de vista el Gorro de Poivre. En este cañadon desembocaban otros pequeños viniendo de ambos lados. A las 12 del dia, despues de abandonar el caña- don, entramos en un terreno más ondulado sin bloques erráticos y sembrado de lagu- nitas á derecha é izquierda, tomando direccion 340%. Descendimos luego con un in- tervalo de una legua dos gradas, en cuya pendiente nótase la capa superior de ba- salto. Manteniendo el mismo rumbo hallamos por finá las 2,30 p. m. despues de 8 ?/, leguas de marcha, un valle regado por un arroyo de consideracion, llamado Olni, que viniendo del S. W., en cuya línea se ven altos cerros, corre hácia el N. E., siguiendo la falda de una meseta. El pasto en este vallecito es abundante, habiendo hoyos que contienen agua en el terreno húmedo. Permanecimos acampados en este sitio el dia siguiente fijándose su posicion geo- eráfica en lat. 4742 S. y long. 70* 52 01” W. Greenw. Desde que nos hallábamos en el arroyo Olni, el Sr. Bousquet, conocedor del tra- yecto en direccion S. W., que media entre este punto y el paraje Ai- aik sobre la ribera del Rio Chico de Santa Oruz en su curso superior, propúsome en vez de seguir aquél, trazar una línea hácia el mismo rio, pero en una direccion S. E. para alcanzarlo más cerca á la costa del mar, euya proposicion fué aceptada, pues promete abreviar 3 6 4 dias de marcha. En estos terrenos enteramente desconocidos nos internamos el 23 de Febrero, con la esperanza de llegar al Rio Chico de Santa Cruz en 3 6 4 dias. La curiosidad de ver y pisar terrenos no visitados ántes por ningun viajero, dominábanos á todos igual mente, cuyo sentimiento crecia con cada dia du- rante aquella cruzada, que no debia darnos un resultado tan lisonjero como lo habíamos imaginado, en cuanto al tiempo á emplear, aunque considero esta parte del viaje como de verdadera novedad, por no tenerse sobre, esta region hasta ahora no- ticia aleuna. CAPÍTULO > Pasaje por los terrenos inexplorados entre el arroyo Olni y el Rio Chico de Santa Cruz. Desde nuestro alojamiento del arroyo Olni tomamos direccion 329%, subiendo á las tres cuadras sobre la meseta, desde la cual alcánzase á ver el Gorro de Poivre en direccion 166%. En esta meseta hállase un cañadon á nuestra derecha (W. ), en el cual se distingue un manantial rodeado de verdor, Continuando el rumbo empezado, llegamos á las dos horas al descenso de la me- seta, al Sud de la cual se extiende una planicie á un nivel de 15 metros más bajo que aquélla, estando atravesada por un cordon de colinas basálticas, al pié de las cuales hallamos muchos fragmentos de obsidiana negra. Más al S. elévase nueva- mente la meseta alta, viéndose en su falda, numerosas manchas verdes, que acu- san la presencia de agua dulce. Una vez en la planicie baja tomamos rumbo 287% 30”, pasando á la izquierda de la terminacion del cordon basáltico, hácia unas colinas, que se ven en la extremi- dad E. de la meseta del S. Poco ántes de llegar á éstas, el cabo Ovelar, me al- canzó una pequeña punta de flecha de obsidiana negra que vió en cl suelo, prueba evidente de la presencia del indio flechero en estos lugares, aunque en tiempos ya lejanos. Á las 2 de la tarde pisamos ya los flancos de las colinas, internándo- nos en seguida en un cañadon que nos llevaba en direccion 293% en cuya línea veíase una inmensa depresion con mesetas y cons. Las colinas, extremidad E. de la meseta, que alcanzamos á las 2 p. m. resultaron ser basálticas, habiendo trozos de esta roca exparcidos por doquier en sus alrededores. Descendimos luego el cañadon durante una hora hasta detenernos al lado de un manantial, donde los animales hallaron buen pasfo y agua. La distancia recorrida fué de 7 leguas, quedando fijada la posicion geográfica del lugar en lat. 47-56” S. y long. 70% 33” 25” W. Greenw. La segunda marcha en esta region se hizo el 24 de Febrero y fué de 8 leguas, Desde el sitio en que acámpamos proseguimos la direccion 293% atravesamos el manantial que más abajo se convierte en un arroyito, encontrándonos pronto en una depresion interrumpida por numerosas colinas con una laguna grande al W. Algo más al S. distínguese sobre la meseta que circunda la laguna, un cerro no muy elevado. En aquella depresion hallamos una torrentera y poco despues una meseta cubierta de basalto, formando como una valla, apoyada su derecha á la — 2177 — falda de la meseta más elevada del N. E. y su izquierda sobre la de la meseta del S. W., donde se alza el cerro. Debajo de la capa de basalto de esta meseta existen estratos de arcilla que con. tienen gran número de Ostrea patagonica. Habríamos andado poco más ó ménos cin- co cuadras sobre ella, cuando terminó bruscamente, hallándonos en su borde á pique, desde el cual se veia al pié una laguna larga en el mismo sentido de la meseta, pero de escasa anchura. El descenso hasta el agua se hizo con alguna dificul- tad, por lo rápido y pedregoso del suelo. En la márgen de la laguna noté varias capas gruesas, hasta de 2 y 5 centímetros, de arena negra. Bordeamos luego la laguna dejándola á la derecha y pasamos por sobre suelo de arcilla, en el que se enterraban mucho los piés de los animales, hasta unas rocas cuarzosas donde el terreno vuelve á elevarse. La meseta alta á nuestra izquierda se hallaba á cor- ta distancia y unos agudos conos sedimentarios, hácia los cuales nos llevaba el rumbo adoptado, veíanse en su falda, más al S. E. Poco más tarde nos encontramos al frente de uno de estos conos agudos, y sien- do ya hora de parar nos dirigimos á 353” en cuya línea veíase en la falda de otra meseta alta el verdor de un pequeño manantial. Siguiendo entónces un ca- ñadon, que se abria á la derecha, pasamos al último por sobre colinas arcillosas blancas enteramente desnudas, deteniéndonos por fin en aquel manantial. La posicion geográfica de este lugar fué fijada en lat. 48 10"30” 5. y longitud 70 1743” W. Greenw. El 25 de Febrero, despues de pasar una noche fria en aquel sitio elevado, fui- mos descendiendo y bordeando hácia el E. la alta meseta en cuya falda pernocta- mos. Habiéndonos puesto en marcha á las 7,45 a. m. en direccion 240%, á las 9 a. m. nos inclinamos más al S., siguiendo el grau cañadon limitado por las dos altas mesetas, que empezamos á seguir el dia anterior hasta frente á un cono agu- do. Á la legua y media la meseta alta de nuestra derecha termina con un án- gulo brusco, doblando al S. W. y luego al S. E., en cuya cavidad se ven dos lagunas y algunas colinas. Antes de llegar al ángulo de la alta meseta atravesa- mos un manantial, que baja de su falda y corre hácia el E. al pié de una colina mesetiforme. Desde aquel ángulo característico tomamos derecho á la subida de otra meseta más baja, hácia adelante en direccion 310%, pasando sobre una cuchi- lla cubierta de piedritas rodadas. Alas 11,43 a. m. ascendimos la meseta baja en un sitio que la hace accesible. Su superficie es un manto de basalto con varias pequeñas depresiones, que contiene agua. Desde aquella subida hicimos rambo 307* á otro ángulo de la alta meseta de la derecha, que aún se extiende hácia el S. E., pero no llegamos hasta allá, pues como á la legua y media de marcha entre los lagunajos de las superficie basáltica de esta meseta, encontramos una — 278 — depresion de unas 8 cuadras de ancho y en seguida otra más profunda con flan. cos muy poco inclinados, percibiéndose el aroma del té de Santa Oruz, que entre las piedras crece. En este hondo cañadon de paredes de capas superpuestas de ar- cilla y el eterno manto de basalto encima, existe una laguna en el fondo, hácia el W.. y un manantial pequeño que está virtiendo sus aguas en ella. Allí paramos á las 1,50 p. m. Al arrear los peones la caballada, profiriendo gritos para estimularlos, producíase una repercusion notable en aquella hondura, por cuya razon llamé á es- te lugar Manantial del Eco. Cuando aún estábamos á alguna distancia del manantial, varios gúanacos pacian cerca de él, los cuales huyeron al aproximarnos. Más cerca ya del sitio que aque- llos animales ocuparon momentos ántes, descubrimos un puma en actitud de acecho: sin duda esperaba un momento oportuno para lanzarse sobre uno de ellos. Este animal fué muerto á bala, pues su cola. debia completar un esqueleto de nuestro Mu- seo Nacional, que hacia ya años esperaba este complemento. A la tarde, parte del leon tué comido por nosotros, pero los perros no probaron su carne, lo mismo que no lo hacen con la del piche, aunque algunos por excepcion las degluten. La situacion del Manantial del Eco fué fijada en lat. 4819” S. y long. 70% 03” 51” W. Greenw. El 26 de Febrero á las 8 a. m. abandonamos el Manantial del Eco, dirigiéndonos hácia el E. hasta asceuder la planicie. Una vez sobre ésta, seguimos al S. E. la falda de la meseta alta cubierta de basalto. Despues de una legua de marcha des- cendimos á un bajo con una laguna al E., al pié de una colina. Este bajo tendrá una media legua de extension, despues de lo cual vuelve á elevarse el terreno y se- guimos nosotros bordeando la alta meseta, que más tarde se inclina al S. S. W. En esta última parte se ve en su base otra depresion como de una legua de largo y algunas cuadras de aucho. Pasada ésta y mirando al S., vése á la meseta alta despues de formar un saco anguloso al S. S. W. dirigirse nuevamente al E., por cuya razon resolvimos seguir en derechura al S. S, W., temiendo ir demasiado al oriente. Á las 2,20 p. m. nos hallamos en el .borde de una quebrada. donde existen gran- des trozos de arenisca muy gruesa conteniendo numerosos restos de Ostreas, que al E. deja ver algunos conos agudos. Despues de atravesarla encuéntrase una nueva mucho más grande, recordando la del Manantial del Eco. Al descenderla vimos á la derecha un manantial y á la izquierda una laguna. Esta quebrada se une más adelante con la que acabábamos de pasar. A las 3,10 p. m. despues de recorrer 7 leguas, hicimos alto al lado del manantial, el que fué llamado del Caballo Perdido por la siguiente causa: Un caballo alazan, muy apegado á la yegua madrina de su tropilla, que montó uno de nosotros durante — 279 — la: marcha, luego que se soltó en el manantial y no vió la yegua, porque todavía la. caballada quedaba atrás, salió á escape hácia el N. en su busca, relinchando desesperadamente. Momentos despues llegó su tropilla, pero ocultada por una loma, de modo que éste no pudo verla ni sentir el ruido del cencerro. Dos hombres salieron luego á buscarlo, mas todo fué inútil, el caballo no apareció, sintiéndolo todos noso- bros por ser un animal muy sufrido, manso y de elevada estatura. Creyéndolo per- dido pasamos el resto del dia y la noche, hasta que á la mañana siguiente, al recoger los animales, se hallaba entre ellos. Sin duda encontró los rastros de la caba- llada, y siguiéndolos pudo incorporarse. El dia siguiente permanecimos acampados en este lugar, quedando fijada la posi- cion en lat. 48% 34 15” $. y long. 69%57' 05” W. Greenw. Aprovechando el dia de descanso de los animales y no teniendo ningun indicio de la proximidad del Rio Chico de Santa Cruz todavía, resolvimos con el señor Bous- quet ascender la alta meseta para elegir allí algun sitio culminante, desde donde poder buscar con la vista algun punto que nos guiase, pues las últimas marchas, contí- nuamo>nte subiendo y bajando por entre piedras basálticas, fueron de tal modo aniqui- ladoras para las bestias, que si este estado de cosas seguia, muy pronto nos veríamos obligados á abandonar las cargas. Listos ya y sobre la meseta de unos 60 metros de altura, cuya subida en direccion 1030” fué verdaderamente peligrosa y fatigosa por entre las rosas basálticas desparramadas en todo sentido, como si hubieran ser- vido para la construccion de barricadas de adoquines de variados tamaños, hallamos un gran bajo circundado de pañas de basalto columnar con una lagunita en su cen- tro, evidentemente un cráter. Siguiendo aún la misma direccion marchamos por sobre la meseta basáltica hácia una colina redondeada, que se vela á una legua de distancia más ó ménos y desde la cual nos prometimos poder dirigir una buena visval hacia el $. Llegados á esta colina, compuesta enteramente de lava color rojo oscuro, abarcamos con la vista desde su cumbre una extension vasta de territorio. En direccion 351” se alcanzaba á ver apénas, un cerro elevado y agudo, pareciéndonos á una distancia de 12 leguas, y que tenia á su izquierda dos mesetas más bajas extendidas a! E. Este cerro fué considerado desde luego por Kmauaich, situado sobre la márgen S. del Rio Chico de Santa Cruz y llamado así por los tehuelches, que debíamos encon- trar más tarde, los cuales me enseñaron á pronunciar éste nombre. En las obras de todos los viajeros que visitaron el Rio Chico, se consigna este cerro, teniendo la de Musters y Lista una vista de él. Satisfechos del resultado obtenido, regresamos al campamento, dispuestos á em- prender al dia siguiente la marcha hácia Kmauaich. Sin embargo, el Sr. Bousquet queria seguir aún más al S. E., por cuya razon nos separamos desde ese momento. — 280 — El último dia del mes de Febrero á las 8 a. m. empezamos la ascension de la alta meseta, llegando á las 9,15 a. m. á la Colina desde la cual se distingue el cerro Kmauaich y donde elevamos un cairn, dejando un papel en el que daba cuenta del pasaje de nuestra expedicion, por lo que la llamamos Colina del Cairn. Momentos despues hice apartar nuestros animales de los del Sr. Bousquet, siguiendo nosotros en línea recta hácia Kmauaich, y él al $. E. Á las 11,10 a. m. nos hallamos al borde de la alta meseta, siendo su descenso bastante dificultoso por la cantidad de piedras de que está sembrada su falda; en aquel punto existe un manantial. El terreno se torna arcilloso y con poca piedra, aunque de vez en cuando encuéntranse cordones de basalto. Á las 2,45 p. m. llegamos á un nuevo descenso de borde ba- sáltico desde donde vimos un gran valle hácia cl S. Á las 3 p. m. descendimos otra grada y á las 3,35 p.m. la última, teniendo el Rio Chico á algunas cuadras. Seguimos luego por la orilla del rio de unos 20 metros de anchura término medio, teniendo barrancas á pique de este su lado izquierdo. Al fin, á las 4,35 p. m. hicimos alto en un rincon poblado de inciensos (Duvaua magellanica) cuyo gran tamaño les daba un aspecto de arboleda. Habíamos recorrido 8 leguas. El cerro Kmauaich distaba aún 4 leguas al S. La posicion geográfica de este primer campamento á orillas del Rio Chico de Santa Cruz fué fijada en lat. 48 55” 15” S. y long. 70% 00' 07” W. Greenw. CAPÍTULO* VI; El Rio Chic> de Sants Cruz hasta Beagle Bluff. —Los indios tehuelches —Sin gua para el regreso*por la costa del Océano. El 1.? de Marzo á las 7,40 a. m. seguimos por la márgen N. del rio hasta las 11,40, alcanzando entónces un codo de la barranca cubierta de basalto, desde donde se veia del otro lado del valle el cerro Kmauaich á unas 20 cuadras de donde es” tábamos, y más al S. E. otras elevaciones de cumbres cuadradas. Despues que hubimos marchado algun trecho y viendo el cerro Kmauaich de distinta posicion, observé un agujero en su parte oeste, poco más arriba del medio, cuyo orificio que atraviesa un trozo laminar de roca le ha valido el nombre de Cerro de la Ventana, con el que tambien se le conoce en Santa Cruz, principalmente entre la poblacion que habla el castellano. El rio cambia desde aquí su curso, siguiendo al 5. E. Nosotros marchamos aún entónces porsu márgen izquierda, pasando despues de dos le- guas entre dos elevaciones basálticas, de las cuales la de la márgen derecha lleva el nombre indio de Coquetr. Á las 4,45 p. m., habiendo dejado atras otro cerrillo basáltico agudo, paramos en un rincon de buen pasto y mucha leña, teniendo el riv unos 30 me. E. — tros de anchura y aguas blanquizcas. La distancia recorrida este dia fué de 9 leguas, habiendo sido fijada la posicion geográfica de este nuestro segundo campamento á ori- llasdel Rio Chico de Santa Cruz en lat. 49*13'15" 5. y long.69” 49' 04” W. Greenw. Al dia siguiente, aunque los animales se mostraban fatigados, especialmente las mulas de carga, hicimos una marcha de 7 leguas. Habiendo salido á las 7,40 a. m. por la misma márgen del rio, pasamos á las 10,20 á la costa S., encontrándonos ya cerca de la barranca opuesta con otro brazo del rio, pues este forma una isla muy extensa en este paraje. El valle de cerca de una legua de anchura es muy pasturoso, habiendo tambien grandes matas de incienso y calafate, que proporcionan excelente leña. ¡Sobre la costa Sud y encima de la primera grada de la plani- cie, que se extiende y se eleva gradualmente hácia el S., encontramos un camino muy trillado con huellas recientes de caballos. No habia duda, pues, que nos hallá- bamos cerca de una poblacion. Á la 1,15 p. m., el cabo Ovelar me hizo avisar que distinguia animales vacunos en medio del valle. Por más que me esforzase no alcanzaba á ver nada, pero conociendo su perspicacia ordené que nos dirigiéra- mos hácia aquel punto. Efectivament>, unos veinte minutos despues descendimos de nuestras caballerías al lado de dos carpas, en que habitaba una familia cristiana llamada Ledesma, que cuidaba sus haciendas en este punto. Habia venido desde el Rio Negro con ovejas, cabras, vacas y yeguas para establecerse en este hermoso valle. Pocas cuadras al S. E., levantamos nuestra tienda, determinando pasar algunos dias allí para reponer nuestros animales. En direccion 145” elevábase sobre las barrancas N. del rio el último cerro coronado de un cuadrado de basalto, llamado Chonquek-aik, nombre que por extension se da tambien á sus alrededores. Las puntas de Kmauaich, Coquetr y otras elevaciones en la parte superior del valle se distinguian tambien desde nuestro campamento, cuya posicion geográfica se fijó en lat. 49” 24” S. y long. 69% 31" 49” W. Greenw. El 4 de Marzo llegó la caballada del señor Bousquet á Chonquek-aik, parando pocas leguas más abajo para seguir despues el camino á Punta Arenas. El 7 de Marzo vino á visitarme en el campamento de Chonquek-aik un indio tehuelche llamado Tehuanto, que habia conocido en 1883 durante un viaje al Chubut. Aquel jóven, más ó menos de 24 años, hallábase á la sazon interinamente al frente de una tribu de tehuelches, cuyo gefe Galache habia partido para el rio Santa Cruz. Como ya habiamos tenido ántes relacion amistosa, su alegría fué grande al ser informado de mi llegada por un indio que me habia visto con Ledesma, y fué más tarde á los toldos á unas 4 leguas alS.. en un gran cañadon por cuyo medio se desliza un arroyo llamado Shéuen, el cual desemboca en el Rio Chico formando grandes pantanos. Más adelante tuve ocasion de visitar esto 5 diez toldos, cuyos ocupantes, más ó ménos 100 individuos entre hombres, mujeres y niños, estaban bajo el mando del cacique — 282 — Galache, cuya voluntad impera de tal modo, que tiene poder hasta sobre la vida de sus súbditos. Los espaciosos toldos están compuestos de cueros de guanaco cocidos, de suerte que forman una gran manta, la que se extiende sobre tres hileras de estacas más altas que un hombre. El pelo de los cueros expónese al sol y la lluvia, estando las paredes de la habitacion, que es la parte interna de éstos, pintados caprichosa- mente eu algunos, en otro sin ningun adorno. En el interior de estos albergues reina una confusion y desórden indescriptible á la hora de levantarse los indios. Se ven en los rincones grandes pilas de cueros medio sobados y liados con tiras de los mismos, reposando entre éstos algun perro favorito. Dos ó tres fogones con todos los enseres d> cocina á su alrededor cercan la entrada, tfor- mando una especie de barrera, para impedir á los canes el acceso, los cuales no pier- den la costumbre de entrar, aunque son arrojados á palos, llevándose por delante las vasijas, las más delas veces con agua, ennegrecidas exteriormente por el humo. So- bre algunas mantas y especie de almohadas juegan á gritos varias criaturas ó se disputan algun cuchillo ó chaira. De las estacas más altas cuelgan pedazos de carne de guanaco, avestruz ó yegua, cuya conservacion no preocupa mucho á los habitan- tes. Los que en cambio no la pierden de vista son los perros, cuya glotonería avivada por el hambre no reconoce límites. En otro lugar hállase el recado, revueltos y entre- lazados, cabestros con riendas, lazos, frenos, y otra multitud de utensilios á medio hacer. Más allá se ven algunos sacos pequeños, que contienen víveres y por fin una cuna indiana cobijando una silenciosa criatura. Los bebés indios lloran é incomodan poco ásus madres. La mayor parte de los hombres son de elevada estatura, de una expresion enérgica en su faz y cuyo cuerpo revela agilidad en los movinuentos, habiendo algunos de un físico atrayente. Los niños andan totalmente desnudos, boleando siempre á sus compañeros con dos patas de avestruz ligadas á las extremidades de una cuerda, Segun la creencia de los tehuelches, en la cumbre del cerro Chonquek-aik existe un manantial caliente y venenoso, donde han notado que los guanacos mueren des pues de tomar sus aguas. No pude comprobar nada á este respecto por no querer acompañarme ningun indio, asegurándome además que, solo, no hallaria el manan- tial por estar muy escondido entre las piedras. Desde nuestro arribo á este paraje traté por todos los medios de obtener un guia para emprender el viaje de regreso al Chubut por la costa del Océano Atlántico, pues habia ya espirado el término señalado para el viaje de vuelta. Pedí tambien á Tehuanto me acompañase ú me hiciese acompañar por otro indio, mas todo fué inú- til, promesas de sueldo como regalos y buenas razones. El 8 de Marzo, con el peon Pancho Francisco y una tropilla de 10 caballos, salí por el valle del rio aguas abajo con objeto de averiguar si en la boca, donde se me — 283 — informó habitaba el Sr. Augusto Segovia, comisario de colonia, podia por medio de él obtener víveres, cuya necesidad, se sentia ya en nuestro campamento, y ade- más un guia. El valle sigue por unas 4 leguas al S. E., doblando entónces más al E. y recibien- do del W. S. W. el cañadon y arroyo Shiéuen. En este sitio de interseccion, el rio forma otra gran isla llamada Corpenk-aik, sobre la cual vimos una casa sin techo que habitaba un español al cuidado de un rebaño de ovejas. Hacia ya 4 meses que un ventarron de los frecuentes en estos parajes, se habia llevado las chapas de zinc que lo formaban. Otras cuatro leguas más al E., sobre la costa derecha y en un pequeño cañadon, que se une al valle del rio, hallamos otra casa perteneciente á otro español, habiendo des toldos á unas cien varas de distancia habitados por la familia de un viejo tehuelche, que lleva el nombre de Ojo-de-pulga, y el cual se hallaba beodoá nuestra llegada como de costumbre, segun informes. Este punto es conocido con el nombre de Oshchem-aik. Seguimos despues 9 leguas más abajo, siempre al pié de una elevada barranca sedimentaria á pique que contiene fósiles marinos, é interrumpida de vez en cuando por pequeños ca- ñadones. Á las 6 p. m. hicimos alto en la costa del rio, en un lugar pequeño cubier- to de pasto pero abundante en leña, donde pernoctamos. Al dia siguente, apénas habríamos andado una legua y media, cuando detras de una parte saliente de la barranca, habiendo pasado ya dos manantiales que descienden de la misma. vimos de pronto tres casas de madera y zinc, donde fuí recibido ama- blemente por el Sr. Segovia y su familia. La misma tarde llevóme mi huesped á la boca del rio, distante una legua y cuarto de su casa, hasta la parte superior de una barranca marcada en las cartas del Almirantazgo inglés con el nombre de Beagle Bluff, desde donde se tiene al Rio Santa Cruz á la derecha, el Rio Chico á la iz- quierda y adelante al E. la entrada del mar, el Puerto de Santa Cruz. Sobre la costa S. del rio Santa Cruz distinguense varias casas, la Sub-prefectura, y en un lugar lla- mado Misioneros varias casillas que pertenecieron á una fábrica ahora abandonada. Frente á su casa el Sr. Segovia habia creado una pequeña quinta, cercando con adobes un espacio como de media cuadra, y obtenia en esta tierra excelentes le- egumbres, mereciendo las papas y coliflores mencion especial, Al dia siguiente, 10 de Marzo, á las 7,30 a. m., despedíme de esta solícita familia y regresé con Pancho Francisco á Chonquek-aik, donde llegamos á las 6 p. m.. calculando la distancia recorrida en 19 leguas. Dos dias más permanecimos en nuestro campamento, lloviendo todo el segun- do, másal tercero, apesar de seguir el tiempo húmedo, partimos todos á las 9,20 a. m hácia la boca del rio, llegando á Oshchem-aik despues de 10 leguas y media de marcha á las 6, 15 p. m., donde pasamos una mísera noche. La posicion geo- — 284 — gráfica de este punto fué fijada en lat. 49" 39” S. y long. 69% 04” 06” W. de Greenw. El siguiente dia amaneció nuevamente lloviendo, pero, no obstante, emprendimos la marcha por la costa S. del rio. Por fin, á las 3 p.m. cesó la lluvia, y á las 4, 40 p.m, habiendo recorrido 8 leguas y media establecimos nuestro campamento á 30 euadras ántes de llegar á las casas del Sr. Segovia, al lado de un manantial, llama- do, como toda la vecindad, Emelk-aik, alcanzando la ria hasta un poco más arriba. Durante la noche heló, y el termómetro descendió á las 10 p. m. á—2 centi- grados. Hasta el 18 de Marzo permanecimos en Emelk-aik, gozando de una agradable temperatura, entre + 12 centigr. á las 6 a.m. y 18” centigr. á las 12 no habiendo viento durante estos dias. Gracias á las circunstancias, me fué posible hacer varias observaciones, cuyo resultado fué la determinacion de este sitio en lat. 49% 50” $. y long. 68% 36" 32” W. Greenw. que corresponde con la posicion de Bealgle Bluff adoptada como lat. 49% 55” S. y long. 68 33" 10” W. Greenw., cuyo último punto fué visitado por todos nosotros el 18 de Marzo, despues de asistir á un almuerzo que nos ofreció el Sr. Segovia. CAPRÉTU LO Ade Viaje de regreso sin baqueano.—Camino á Puerto Deseado. —Un encuentro inesperado. —Dias aciagos.——La cala de Puerto Deseado. Entre tanto, habíase agregado á nuestra comision uno de los peones del Sr. Bous- quet, llamado Galindez, que queria regresar á Bahía Blanca, para lo que contaba con una tropilla de 10 caballos. Este hombre hizo con nosotros el viaje de regreso hasta el Chubut, mostrándose útil durante el camino. En la imposibilidad de encontrar un guia que nos llevase primeramente á Puerto Deseado, tomé todos los datos verbales que pudo suministrarnos el Sr. Segovia, el cual habia hecho aquel viaje hacia dos años, pues, náufrago del vapor “Magallanes* en ese puerto, trasladóse á caballo hasta. Emelk- aik. Iba, por lo tanto, á aventurarme con toda la comision en un país apénas conocido, sin más datos geográficos seguros, que la carta de la costa del mar, del Almirantazgo in- glés, tratando de llegar á Puerto Deseado; luego remontaria el rio del mismo nombre, si es que efectivamente existia, hasta el punto más cercano al Rio Singuer, llevando la idea de trazar una línea recta á Caprek-aik. Tales eran mis propósitos al abandonar el 19 de Marzo el campamento de Emelk- aik. Á las 8 a.m. pasábamos frente á las casas, y guiados por el jóven José Segovia, A Frida — 285 — hijo de nuestro anfitrion, pasamos el rio Chico durante la marea baja por un paso que él mismo habia descubierto. El vado generalmente usado para cruzar el Rio Chico cerca de su embocadura, está situado á unas dos leguas más arriba de las casas del señor Segovia, pero como ya he dicho, su hijo José conocia uno frente á éstas, que habia descubierto algun tiempo atras, siendo practicable solamente en el momento de la marea baja. Al lle- gar al comienzo del paso se arrearon los animales sueltos adelante, los que atravesa- ron la primera parte, húmeda y cubierta de un pié de limo, sin ningun contratiempo, siguiendo las mulas cargueras sus pisadas. Este retazo tendrá unas dos cuadras, tor- nándose entónces el piso en una arena compacta que resiste bien á los pesos más exa- gerados, pero que de trecho en trecho ostenta depresiones ú hoyos llenos de agua, abarcando esta segunda parte una extension de más de diez cuadras. Por fin, ya cerca de la márgen opuesta hállase el canal del rio de una media cuadra de ancho, tenien- do una profundidad de 60 centímetros más ó ménos en aquel instante. Aun no ha- bíamos llegado con las mulas de carga á la mitad del canal, cuando nos apercibimos de que la marea comenzaba á crecer, pero con una rapidez asombrosa, subiendo el agua en oleadas sucesivas, formando especie de gradas de una altura de 15 centíme- tros, una más alta que la otra consecutivamente. Antes de que pudiéramos espe- rarlo, el agua les llegaba al vientre, pero ya alcanzaban tambien la costa, cuando una ola más voluminosa que las anteriores ascendia bramando el Rio Chico, la que nos habria mojado seguramente. El jóven Segovia galopala rápidamente, montado sobre un hermoso caballo, en direccion opuesta á nuestro rumbo y acercábase ya á la márgeu derecha. Un último saludo nos hizo agitando su pañuelo blanco, cuando pisó tierra firine, luego desapareció entre los arbustos cercanos á las casas. Una vez del otro lado del rio adoptamos la direccion 187", dejando varias lagunas saladasá ambos lados. A las 10.a. m. ascendimos una grada de meseta é hicimos un gran fuego, que fué contestado en las cercanías de Emelk-aik, 40 minutos des- pues, hallamos una segunda grada y á las 11,55 una tercera, viendo desde allí al N. un cono agudo llamado Pan de Azúcar, que ya se divisaba desde Emelk aik, y á su derecho. una colina redondeada más baja; siguiendo siempre la misma direccion, dejamos la colina redonda á la izquierda y á la 1 p.m. descendiamos de la planicie por un cañadon con un arroyuelo en su centro, cuyo paraje es el alojamiento ge- neral, á juzgar por varios fogones viejos cerca de unas altas matas de incienso. Tambien nos detuvimos allí, habiendo hecho un trayecto de 6 leguas y media. Hácia el N. de este campamento extiéndese una inmensa depresion muy acciden- tada, llena de lagunas saladas, y llamada Bajo de San Julian, pues siguiendo al N. E. termina en la costa de aquel puerto. La posicion geográfica de nuestro primer alojamiento del viaje de regreso fué precisada en lat. 49" 38” S. y long. 68" 22 37” W. Greenw. — 286 — El 20 de Marzo á las S, 25 a. m. nos alejamos del manantial del Pan de Azúcar dirizy¡éndonos hácia 1850, y atravesando el bajo de San Julian. Unas colinas que están frente á la boca del cañadon de la aguada se dejaron á la derecha, al pasar junto á las cuales comprobé que están compuestas de arcilla blanca, que contiene yeso cristalizado y concreciones ferreo-arcillosas. Desde ese lugar divísase una inmensa extension de terreno perfectamente plano y cubierto de sal hácia el N. N. E., ha- biendo un manto salino menor á la izquierda de nuestro camino. Á las 10, 20 des- cendimos algunas colinas pedregosas hasta el borde la la gran salina del N. N. E,, siguiendo por su márgen unas 12 cuadras. Vuelve entónces á elevarse el terreno, habiendo varias lagunas ya saladas, ya secas en la direccion que seguimos. Parado sobre el fondo seco de una de éstas, observé con el horizonte de mercurio el pasaje del sol por el meridiano, pues llevaba conmigo sobre la mula los instrumentos. Con esto debia tener mayor seguridad en sl resultado de la triangulacion que efectuaba nuevamente desde Emelk-aik, para la determinacion de los campamentos en latitud y longitud. Poco ántes de la 1 p. m. alcanzamos una barranca á pique que se elevaba á nuestro frente, donde existen estratificaciones rojas y amarillas como imitando los colores de la bandera española. Ascendimos esta barranca por una subida practicable, debras de la cual hallamos un cerrito cónico que dejamos á la izquierda, volviendo Áá ascender un nuevo levantamiento de tierra, desde cuya superficie se ve aún extenderse el bajo como á una legua y media más al N. Nuevamente se desciende, con barrancas á pique á la derecha, en cuyas capas pululan in- numerables restos de moluscos y echinodermos fósiles. Al pié de estas barrancas bordeamos una laguna de sal. En las circunstancias en que nos hallábamos, sien- do ya las 3 p. m., nos era forzoso acampar, pero faltaba el agua Para los hombres, por una noche ó dos no habria sido de una necesidad imprescindible, pe- ro para los animales no sucede así, pierden mucho de su vigor y rehusan seguir adelante si se prolonga la sed. Preferia, pues, continuar la marcha hácia el N. ántes de acampar sin agua, pues de ese modo no sólo tenía más probabilidad de tropezar con una aguada sino que me aproximaba tambien á Puerto Deseado. Sin embargo, á las 4 p. m. vislumbra- mos un verdor en la falda de la pendiente N. del bajo de San Julian, en derechura al cual nos encaminamos, parando á las 4,30 al costado de un manantial de agua dulce, viéndose desde lo alto dela barranca el Pan de Azúcar, y el manantial que de- jamos por la mañana en direccion 5”. Este manantial llamado de la falda del Norte, cuya posicion geográfica fué fijada en lat. 49% 19'S. y long. 68” 08' 46” W. Greenw:; dista 8 leguas y media del anterior. El 21 de Marzo dispuse abandonar el manantial de la falda del N. á las 8,15 a. m. — 287 — Desde que nos hallamos en lo alto de la barranca, ví una meseta hácia el N. N. E., y tomando con la brújula prismática la direccion 192" hacia su ladera derecha, avanza- mos sobre la planicie pasturosa en aquel rumbo. Poco trecho habríamos andado, cuan- do nos llamó la atencion un fuego que se levantaba á nuestra izquierda. Ordené que fuese contestado irmediatamente, observando que se elevaba en seguida una hu- mareda mucho mayor á nuestra derecha. Creyendo que fuese algun poblador de la costa del Puerto de San Julian, que hubiese salido á cazar, proseguimos la marcha. A Jas 10, 20 llegamos á un cañadon- cito con una débil arteria de agua en el medio, el cual corre de W. á E., encontrando otro mayor quesigue de S. W. á N, E. En seguida, media legua más al N., volví á en- contrar otra quebrada con manantial, y desde allí, al subir nuevamente á la planicie, vi que se dirigia al galope hácia nosotros un ginete llevando un caballo de tiro- Media legua despues hallamos otra quebrada pero sin agua, al descender la cual nos alcanzó el ginete, pues nosotros seguíamos sin detenernos al paso regular de nuestras mulas de carga, yendo los animales desocupados adelante á media cuadra de distancia. Cuál no sería mi sorpresa al reconocer en el ginete uno de los escoceses, llamado Sanders, que habia conocido á la ida en el Rio Chico del Chubut, y que llevaba entónces ovejas para el Puerto de San Julian. Su relato fué cl siguiente: “Despues que nos separamos, fuimos ascendiendo el Rio Chico del Chubut hasta cerca de -los Lagos Cólhue y Musters, cortando desde allá nuestro baqueano, hácia el Rio Deseado. Llegados con felicidad y nuestra majada á este rio, que no corre, pasamos á la costa S. y pronto nos internamos hácia el $, S. E. sobre elevadas mesetas y al traves de profundos cañadones. Esta direccion fué proseguida durante alguno dias, notando despues que el baqueano no adoptaba más aquel rumbo, sino que se inelinaba cada vez más al W. Por fin vimos que nuestro guia estaba perdido, por cuya razon resolvimos que uno de nosotros saliese á buscar el anhe- lado Puerto de San Julian. Me cupo á mí en suerte este encargo, por lo que elegí los dos mejores caballos, y tomé rumbo al $. E., segun mi brújula de bolsillo, galopando dos dias consecutivos. Á la noche del segundo dia me detuve á unas 10 cuadras de vuestro fogon en un pequeño manantial en la falda de la misma barranca, donde se alojaron ustedes, segun he comprobado esta mañana. «Allí tambien noté la impresion de herraduras en la tierra húmeda, por lo que supuse que estaria cerca la comision del Museo Nacional. Subí entóces á la planicie y no viendo nada, encendí fuego, el que muy pronto me fué contestado, tratando inmediatamente de alcanzarlos.“ Invitélo á acompañarnos hasta que hallásemos aguada para indicarle entónces el rumbo exacto á San Julian, si no preferia irse en seguida. Siguió entónces la mar- cha con. nosotros. A las 11,45 a. m. llegamos á la ladera de la meseta, cuya di- — 288 - reccion habíamos tomado al salir, descendiendo á una depresion como de 2 leguas de anchura que corre de W. á E., viéndose en ella varias colinas y conos. Adop- té desde este sitio la direccion 193", evitando las subidas y bajadas. Desde el centro de la depreston noté al E. una gran salina y más léjos el mar. Al subir ya á la meseta opuesta hallamos un pequeño manantial, donde paramos despues de haber recorrido 7 leguas. Elevándose á la parte superior de la meseta alcánzase á distinguir bien el mar y una punta blanca por los 270% 45” en la línea de la costa, que considoro sea el Cabo Curioso. Debido á esta circunstancia, dí el mismo nombre al manantial. Una gran salina, señalada tambien en las cartas del Almi- rantazgo inglés, se extiende en aquella línea abarcando casi todo el bajo hasta la falda de la meseta S., donde tambien se distingue un cono, probablemente el Monte Wood. Habiendo sido fijada la posicion geográfica de este alojamiento en lat, 49- 4 30” S. y Jong. 67 54” 14” W. Greenw,; fácil fué dar al señor Sanders la di- reccion exacta hácia el Puerto de San Julian. Pasó la noche con nosotros, y á la mañana siguiente se despidió á las 9 a. m., perdiéndolo de vista poco tiempo des- pues. Sin embargo, á la media hora de haber salido ví elevarse una columna de humo en la falda de la meseta opuesta, último adios que nos daba, y que fué contestado por mí ordenando que se encendiese una gran hoguera. No ántes de las 10,15 a. m. pudimos salir del manantial del Cabo Curioso, por haberse extraviado varias mulas y caballos. La razon era sencilla: alrededor del manantial, el pasto era escaso pero sobre la meseta que se extendia al N. crecian las gramineas de los altos con una abundancia extraordinaria. Naturalmente, los animales buscaban su conveniencia, deteniéndose además en las depresiones ondu- ladas para precaverse del frio, no siendo vistos entónces por los hombres que salie- ron en su busca, Conforme estuvo aparejada la última mula, subimos á la meseta, comenzando á caer entónces una lluvia fina que duró todo el dia y nos empapó completamente. Adopté la direccion 185, imposibilitado de tomarla á lo léjos á un punto visible, p p pues la lluvia y niebla no me permitia ver á más de 2 cuadras, y tenía, pues, que descender del caballo á cada momento á pesar de hallarme empapado y to- mar algun matorral como punto Je mira. Á las 10, 40 p. m alcanzamos el borde de la meseta sobre la cual habíamos marchado hasta entónces, entrando en un cañadon con un pequeño arroyo en el medio, que nos fué llevando en la direccion adoptada hasta un bajo casi circular en el cual existen varias lagunas de sal. Disipóse en este momento la niebla, de- bido tal vez al nivel inferior donde ésta no era tan intensa, y aproveché la ocasion para señalar el punto opuesto del baj>, en la línea del rumbo que llevaba — 289 — Veinte y cinco minutos despues de medio dia nos hallábamos en el borde opues- to, adoptando desde luego la misma direccion sobre una meseta cubierta de buen pasto. Pasamos á la derecha de dos pequeñas depresiones de pocas cuadras de ancho, cuyo fondo está ocupado por una sábana salina. Á la 1,40 p. m. dejamos otra salina de esta naturaleza á la derecha. Arreciaba entónces la lluvia, hasta las 2,30 p. m., cuando hallamos un débil manantial formado tal vez hoy mismo por la lluvia, al pié de una pequeña elevacion de la planicie, dande frente á un cañadon ancho á la izquierda, alli ordené levantar la carpa buscando un refugio contra la humedad. Mi primer pensamiento fué encender una hoguera para secar las ropas, pero la leña era escasísima, de modo que ese proyecto pudo realizarse sólo en parte. Durante toda la noche que siguió á aquel dia no cesó un solo instante de llover. Mis esperanzas de proseguir la marcha al dia siguiente para ganar en distancia lo que habíamos perdido el anterior, en que no se hizo más de 4 leguas y media, se frus- traron, pues amaneció lloviendo, y el cielo cubierto de espesas nubes grises y ame- nazadoras. Con tal tiempo no debíamos seguir, porque los lazos de cuero, usados para asegurar la carga, se cortan si están húmedos y además los aparejos pesan el triple que cuando secos Continuó sin cesar la lluvia hasta la noche, despejando entónces á intervalos el cielo una fresca brisa del S. E. y apareciendo las estrellas entre las fugitivas nubes. El Domingo 24 de Marzo amaneció el sol velado por una ténue atmósfera húmeda, suficientemente fuerte para quitarle todo su calor, pero al fin ya no llovia, y á pesar de tudo se aparejaron las mulas, y abandonamos el Manantial del Temporal, como llamé á esta aguada, á las 9, 40 a. m., siguiendo sobre la meseta pasturosa en direccion 208". La posicion del alojamiento fué precisada en lat. 48% 54” 5. y long. 67-46” 37” W. Greenw. Peco habríamos andado cuando á muestra izquierda se vió un cañadon con una laguna de sal; continuamos al borde de esa quebrada viendo otra laguna tambien de sal, y lnego á las 11,15 la habíamos traspasado, dejando una nueva laguna de sal á la derecha. Más tarde, á la 1 p m., descendimos de la meseta á un bajo, divisán- dose el Cerro Espejo, no muy elevado, en direccion 208% 40”, hácia el cual nos dirigimos. Descendiendo al bajo, vimos un lecho seco de arroyo á la izquierda, viniendo por una sinuosa quebrada desde la superficie de la meseta. Más adelante atravesamos otra torrentera que parece derramarse tambien de la meseta S., aunque como viene de más al W. su cauce es tambien mayor que el de la anterior. Elévase despues de pasarla poco á poco el suelo hasta llegar al pié de la meseta N., la cual está cruzada de W. á E. por varios, lo ménos 10 cañadones, de los que hallé 3 en esta marcha y los res- tantes al dia siguiente. A las 4p. m. mandé hacer alto en el 3 * cañadon, donde Galindez vió un manantial — 290 — un poco salobre y no muy abundante en agua, pues tuvieron que hacerse pequeñas zanjas con las palas para que se llenasen de líquido y pudiesen de este modo beber los caballos. La distancia recorrida este dia fué de 7 leguas, reinando durante todo él fuerte viento del N., que ála noche calmó y permitió que el termómetro descendiese á —2 centígrados. Posicion geográfica del campamento: lat. 48% 41” S. y long. 67*26'07” W. Greenw, El 25 de Marzo dejamos el tercer cañadon á las 8,30 a. mm. y seguimos sobre la planicie, como el dia ántes, direccion 208”. Uno despues de otro á intervalos de me dia legua más ó ménos fuimos atravesando siete cañadones, cuatro de los cuales se unen dos á dos formando uno más ancho, sucediendo esto con el segundo y tercero así como tambien con el sexto y séptimo. Despues de pasarlos á las 12,30 p. m. ha llé una quebrada más considerable, por cuyo medio serpentea una torrentera vi- niendo del W. Á la 1,40 p. m. la habíamos pasado, y volvimos á ascender el terreno cun colinas, desde donde ví ya cerca el cerro Espejo en direccion 208%, como á 12 cuadras, cuya forma ovalada con una escotadura casi en el centro no parecia sino un collado algo más alto que las colinas cercanas. Entónces dimos una vuelta á la izquierda, pues un hombre que habia mandado adelante para buscar agua hizo fue- go, señal de haberla hallado, segun habíamos convenido. Sin embargo, esta vez nos engañamos, pues no habia tal, aunque el pequeño cañadon donde estaba el fuego fuese muy verde, lo que indujo al hombre á creer en la existencia de Eat y sin cerciorarse ántes debidamente, hizo la señal. Disgustados por este desengaño, doblamos á la derecha para tomar de nuevo la línea abandonada, pasando por entre dos colinas la una cónica y la otra ovalada, hasta que á las 3,40 p. m., ántes de volver á tomar la direccion primitiva, hallamos un hoyo que contenia un poco de agua bastante salobre. El suelo arcilloso alrededor deja ver eflorescencias salinas y debajo de unos corpulentos inciensos á cuyo abrigo levanta- mos la carpa, notábanse antiguos fogones con huesos medio quemados. . Habíamos recorrido 7 leguas y media, teniendo ahora el cerro á poco más de media legua á la espalda y en direccion 355”. La posicion geográfica del punto fué cal- culada en lat. 48” 27” 30” $. y,long. 67” 06” 49” W. Greenw. Al E. veíase distin- tamente el océano, destacándose su color azul intenso del celeste puro del firma- mento. Durante la noche heló y hubo tambien fuerte rocío, de modo que á la mañana siguiente todo estaba escarchado. Á las 8,35 a. m. de este dia salimos en direccion 208". Poco despues vimos una gran laguna salada á la derecha. Subimos luego una meseta, de donde columbramos á 202” otra meseta más elevada; minutos despues descendimos á un bajo ondulado bastante pedregoso y con barrancas arcillosas rojas y amarillas en los flancos de -— 291 — algunas colinas á nuestra derecha. Dirigíamonos en él hácia una colina aguda en la misma línea con otra más elevada y lejana, á la izquierda de otra en forma de meseta, las dos primeras en direccion 210”. Al llegar ya á la colina aguda, límite de una cadena de colinas bajas y pedregosas, vimos á nuestra izquierda como á dos cuadras un caballo paciendo en la ladera de una colina. Inmediatamente salieron á bolearlo Galindez y Ovelar, trayéndolo unos veinte minutos despues hasta donde estaban nuestros animales, con los cuales se mezcló. Era una yegua lobuna marcada, muy flaca, y aunque no mansa, sin embargo, acos- tumbrada á ver gente, pues más tarde no dió trabajo para arrearla, marchaba quieta al lado de los demas animales, que de vez en cuando le aplicaban algunos mor- discos, de modo que la pobre, dos dias despues parecia de otro pelo, pues la mayor parte se los habian arrancado, especialmente Jas mulas, que eran las más crueles. Como á una legua despues de pasar la colina aguda dejamos á nuestra derecha una laguna de agua dulce. A las 2,30 p. m. alcanzamos la colina más elevada situada á la izquierda de otra en forma de meseta. Dejándola á la derecha segui- mos rumbo 195” hácia un nuevo cerro que se destaca en esa direccion por encima de una meseta elevada, limitando al N. el gran bajo por donde viajamos, y extendiéndose hácia ei S. E. hasta cerca del mar. Veinte minutos despues pasamos á la orilla derecha de una laguna de agua dulce bastante grande, viendo en el suelo gran nú- mero de trozos de cuarzo, indicio de que momentos despues debíamos hallar rocas CuarZzosas. Al acercarnos ya á la meseta elevada era menester hacer alto, pero á nuestro der- redor no se vela ninguna mancha verde que denotase la presencia de agua dulce. Retroceder á la laguna era mostrar á los peones no sólo temor de no hallar agua, sino tambien desconfianza en el rumbo; habia pues motivo de seguir adelante, arrostrando la eventualidad de marchar toda la noche, si los animales no se resistian; como sabía además por nuestra posicion geográfica que estábamos cuanto más á dos mar- chas escasas de Puerto Deseado, determiné seguir. Habiase adelantado Galindez entre tanto para buscar agua, y un cuarto de hora despues levantábase una columna de humo en la direccion en que partió La segui- mos, pero aquel hombre habia incurrido en la misma imprevision que el otro dos dias ántes. Junto á unos hoyos de una torrentera, que contenia agua clarísima, me apié y la probé: era tan salada que no pude soportarla en la boca, y en prueba de ello des- prendi del fondo blanquísimo del receptáculo un trozo de sal comun cristalizada. Aquella agua, en efecto, estaba muy saturada de esta sustancia. Encontramos más adelante otros hoyos de esta misma naturaleza en el mismo cau- ce del arroyo, empezando á verse ya el mal efecto que sobre el ánimo de los peones — 292 — causaban tales circunstancias. Continuamos en la misma direccion, y por fin á las 4y 15 p. m. habiendo ya hecho 8 leguas y media, ya cerca de la lodera de la mese- ta elevada, encontramos varias pequeñas zanjas con agua dulce en otro cauce de ar- royo seco. Veíase, sin embargo, que no era permanente sino resíduos de una lluvia reciente. En este sitio levantamos campamento para pasar la noche, siendo calculada la posicion geográfica en lat. 48" 10" S. y long. 66% 45” 24” W. Greenw. El 27 de Marzo á las 8,30 empezamos á ascender la ladera de la meseta elevada en direccion 195%, como el dia anterior. Á las 9,45 a. m. ya sobre la planicie alta teníamos el cerro visto el dia ántes á 193% 30” y otra elevacion más al W. á 138 30”, á una distancia mayor. Empezamos despues á encontrar matorrales tupidos sobre la meseta, lo que hasta entónces no se habia notado. Momentos despues de las 10 a. m. nos hallamos al borde de una depresion casi circular de una legua y media de diámetro con una laguna de sal de cocina en su centro; orillamos la laguna dejándola á la izquierda y recogimos grandes pedazos de sal cristalizada que revestia las piedras de su borde habiéndose adherido á ellas. Á las 12,5 p. m. ya habíamos atravesado esta depresion, hallándonos en el borde opuesto y á poco más de una legua del cerro. Conforme lo alcanzamos subí á su cumbre con el Sr. Cooke para tomar direcciones. Tendrá poco más ó ménos 50 metros de elevacion sobre el nivel de la meseta y está compuesto de traquita. Alcánzase á ver el mar al E. y sobre la meseta numerosas salinas, pero al N. E. nada que me indicase la proximidad de Puerto Deseado. Verdad es que se veian varios conos agudos en la direccion de esa cala y una nueva elevacion del terreno por una meseta al N. como á 7 leguas, pero para el que jamás ha visitado un paraje ántes, aquellos indicios, ine- quívocos para el conocedor, no decian absolutamente nada. Al descender, despues de dejar un papel debajo de u:1 pequeño cairn, en el que daba noticias del piso de nuestra comision, hallé á todos parados dirigiéndome miradas interrogadoras; pero viendo que yo no les decía nada, un soldado, el más anciano de entre ellos, se aventuró á preguntarme, interpretando sin duda el deseo de los demás: ¿Qué ha visto, patron?.... Sin dar á conocer mis dudas ni contestar directamente á su pregunta, pues en realidad no habia visto nada, de lo que esperaba ver, pero con- fiando en las observaciones de latitud, no vacilé en contestarle que estábamos á 6 leguas de Puerto Deseado pero que tal vezese dia no llegaríamos. Todos entónces, aunque poco tranquilizados, volvieron á emprender la marcha en direccion 211" hácia un collado no lejano, que dejamos más tarde á la izquierda. Ántes deesto, á las 2 p. m. empezamos á descender la planicie sobre la que se eleva el cerro, por un cañadon angosto pero de paredes de suave inclinacion en el quese veian evi- dentes rastros dela presencia de agua dulce algun tiempo atrás. Vimos señales de cam- A ci EN A a ' z Pas . — 293 — pamentos, fogones v:ejos, leña y huesos quemados y hasta un tacho de laton muy oxi- dado, tambien excrementos de caballos y vacas. Más adelante el cañadon se vuelve muy pedregoso, y por último concluye en un terreno accidentadísimo, erizado de peñas traquíticas, dejando lugar de trecho en trecho para muchas lagunas salobres. El mismo rumbo fué seguido por nosotros hasta las 3,30 p. m., cuando ya una mula se habia cansado, encontramos una pequeña laguna de aguas blancas arcillosas, que probamos como todas las otras que íbamos pasando y por suerte resultó ser dulce, aunque sólo á medias. Pululaban allí tantos pequeños animálculos rojos y verdes, que lcs peones le dieron el nombre de Laguna de los Bichos. Á pesarde esto, nos detuvimos en sus orillas para pernoctar. En los alrededores habia muy poco pasto, pero sí muchísima piedra; siendo visitada por mí una gran cueva que mira al W. en la pared de una peña, cercana al campamento, hácia el N. W. Habíamos hecho un trayecto de 7 leguas y tres cuartos, fijándose la posicion geográ - fica en lat, 47% 54” S. y long. 66% 27” 25” W. Greenw. El 28 de Maxzo, á las 9,15 a. m., dejamos atras la Laguna de los Bichos eucami- nándonos con rumbo 215” hasta pasará las 10,304 la derecha del collado al cual nos dirigíamos el dia ántes. La razon de nuestra tardía salida fué el haberse extraviado va- rias mulas, en busca de pasto, sin duda; fueron pronto halladas, sin embargo, ea al- gunas quebradas pasturosas donde encontraron alimento para esa noche. Despues de pasar el collado seguimos todavía la direccion emprendida, hasia que á las 11 a. m., al dar vuelta una pequeña colina, quedé asombrado ante la brusca aparicion al E. de una gran laguna, como decia Pancho Francisco, pero que en reali-. dad era la cala de Puerto Deseado sembrada de rocas y arrecifes. Á nuestro frente veiase tambien como una cinta oscura, una profunda quebrada en la roca traquítica, que forma el suelo de la planicie, la cual se unía á la cala. Avanza ésta al W. describiendo una línea sinuosa y perdiéndose de vista entre peñascos de formas caprichosas y cumbres agudas, las que á su vez se elevaban sobre las paredes en parte lisas y á plomo, en parte ásperas é inclinadas de aquel cañon abierto en la roca viva. Repuestos de la impresion extraña que tan inesperado cuadro habia producido sobre nuestras imaginaciones, no pensamos más que en bajar al fondo de aquel cañon y verificar la presencia del anhelado Rio Deseado. La suerte nos tendió la mano, hallaudo un cañadoncito con un manantial que descendia | serpenteando al primero. Desde Ja boca del primero vimos en efecto al segundo, ocupado todo él, con excepcion de una faja costanera angosta, por aguas claras con rápida corriente al E., habiendo un gran peñasco un poco á la derecha en medio del canal. Mandé á Pancho á probar el agua, y exclamó: ¡Salada! Era, efectivamente, agua del mar, que en el reflujo abandonaba la cala para volver despues de seis horas á posesionarse de sus dominios. 38 — 294 — No vacilé un instante ante este nuevo desengaño, y despues de fijar algunas direc- ciones á las 11,40 a. m., tomé con los caballos la delantera, remontando el cañon, que se dirige con ondulaciones no muy pronunciadas al W. Hasta la 1 p. m. más ó ménos tuvimos serias dificultades en seguir al pié de la pa- red del cañon, pues el agua lo bañaba, por lo que nos vimos obligados á subir dos veces sobre algunos peñascos y otra á pasar á un islote y llegar de nuevo á la costa. Poco más adelante no corria más agua en el lecho, notándose únicamente bancos de arena, y entre ellos algunos receptáculos que contenian agua salada y en los que jugaban cientos de gaviotas: / Larus vociferus y Sterna maxima). Aún más allá no se veian ya las plantas marinas y restos de mariscos, que hasta entónces bordean los lugares hasta donde alcanzan las mareas. : Á la 1,30 p m. atravesamos á la pared opuesta del cañon, no hallando ya ni una gota de agua, pero sí un cauce como de 10 metros de ancho y 30 de profundidad enteramente enjuto y cubierto de gruesos guijarros. No existia, pues, aquí el Rio Deseado. Desde entónces la direccion del cañon se inclinaba más al N. W. Á la 1,50 p.m. sobre la pared N. pasamos por la boca de una gran caverna con dos pequeños ojos de agua que apénas vierten, notándose una buena porcion de sal comun en unas rajas entre la roca y los detritos de su base. La cueva era extensa y elevada, sin pre- sentar ninguna particularidad. La entrada es'casi tan grande como toda la extension de su bóveda y la profundidad hácia la roca al rededor de 20 pasos. Más tarde, siguiendo la marcha sobre este costado del cañadon, advertimos que el lecho ántes seco contenia eu algunos hoyos un agua amarilla. Probada que fué, resultó tener un gusto abominable á magnesia y soda. En la esperanza de hallarla potable más arriba, marchamos siempre hasta las 4,20 p. m. sin encontrar un solo manantial que descienda de la falda. Á esa hora por fin pasamos cerca de unos zanjones bordeados de altos juncos que contenian de aque- lla agua amarilla, aunque no tan amarga como la anterior pero sí suficientemen- te mala para enfermar á todos los animales, pues aún al dia siguiente arrojaban liquido por la boca. El cañon en este lugar, nuestro primer campamento del Deseado, tendria unas 2 cuadras de anchura, estando aún formado por altas rocas traquíticas grotescamente talladas. Durante la marcha se cansaron dos caballos, los que tuvimos que abandonar. Eran de los primeros que sucumbian á las fatigas y privaciones del viaje de regre- so. Se habian hecho este dia S leguas. La situacion geográfica del campa- mento fué fijada en lat. 4746” S. y long. 66% 33 46” W. de Greenw. — 295 — ORAPEFTUOEO' VIT El cañon del Deseado.—No hay rio.—Remontando el valle del Deseado hasta Gol-aik. El 29 de Marzo al amanecer reinaba viento del W. que acarreó muy pronto den- sos nubarrones, de los que se desprendia una lluvia fria y helada, que empujada por el viento nos hubiese muy pronto empapado. El termómetro marcaba entónces + 2 centígrados. Sin embargo, más tarde cambió el viento, primero al S. luego al S. E. y ántes de dos horas las nubes fueron nuevamente transportadas al N. W. con aquella fuerza de los pamperos. Á pesar del mal tiempo se aparejaron las mulas y ensillaba cada ginete su caballo, de modo que á las 8,15 a. m. empezamos á movet- nos y á remontar el cañon del Deseado, que se inclinaba primeramente al N. N, W., siguiendo más tarde al N. W. siempre entre rocas escarpadas, que limitan un valle angosto y en muchas partes pantanoso. ; Á las 10 a. m. pasamos junto á una peña de forma extraña, elevada, delgada y de circunferencia redondeada, teniendo su parte superior un tallado grotesco natu- ral, que hacia recordar las caras de los colosos egipcios. Le llamé obelisco, cuyo nombre se ve en el mapa, para mostrar el lugar donde se halla. Pocos minutos des- pues marchamos entre la pared de la roca y el lecho del rio muy pantanoso y de agua amarilla estancada, habiendo en un lugar una senda muy angosta sobre un trozo redondeado de la roca. Un caballo sediento, al llegar á este sitio, empezó á tomar de aquella agua y fué entrando cada vez más en el zajon, que tenía todavía piso de piedra, pero nn instante despues penentró en el fango é hizo vanos esfuer- zOs para salir á la orilla, pues se iba hundiendo cada vez más, hasta que por fin no se le veía sino la cabeza. Mandé enlazarlo, y fué menester sacarlo á la cincha me dio ahogado por el agua y los lazos que le apretaban el cuello. Perdimos en este trabajo media hora. Á las 11,30 a. m. pasamos junto á un lugar enteramente despoblado de vegetacion al pié de una gran peña que ocupa el centro del ca- ñon y que indulablemente debe transformarse en laguna en tiempo húmedo. Hasta aquí habíamos observado altos juncos alrededor de los hoyos con agua en el lecho del rio. Ya á la una de la tarde veía ménos peñas, formando la ladera en cambio estra- tificaciones de areniscas amarillas entre capas de arcilla rosada. Más adelante estas capas de arenisca alterarban con gruesos estratos de conglomerados, de un aspec- to tal, que por la regularidad y el tamaño de los guijarros parecian más bien pilas de balas de cañon. Á las 2, 30 p. m. después de haber hecho ya 7 leguas, y haber dejado cansada la yegua lobuna capturada en el camino ántes de nuestra llegada al Deseado, para- — 296 — mos en un sitio pasturoso del cañadon, al lado del lecho del rio, donde en grandes hoyos habia agua algun tanto salobre y estancada, á cuyas orillas crecian altos juncos. No habíamos notado hasta aquí ningun manantial considerable, si bien en el sitio donde se empantanó el caballo junto á la pared de roca había un ojo de agua dulce de la cual bebimos, pareciéndonos deliciosa. La posicion de este nuestro 2.” alojamiento del Deseado, fué precisada en lat. 47 38” 30” $S. y long. 66* 51 34” W. Greenw. El 30 de Marzo, con una fresca brisa del W., salimos remontando el cañadon á las 8,25 a. m. que volvió á ser limitado por fragosos peñascos de areniscas y arci- llas muy comprimidas. El vallecito se dirige primero al N. W. y luego al N., llegan- do en cierto paraje á inclinarse hasta al N. N. E. Á las 11, 30 p. m. alcanza- mos una elevada peña al pié de la cual pasa el lecho del rio, sin dejar espacio suficiente para pasar entre los dos; fué preciso escalarla y descender del lado opuesto. En los hoyos del cauce del rio, con agua salobre y estancada notamos varios pescados de unos 20 ctm. de longitud los más grandes, siempre festoneados estos hoyos de altos juncos flexibles. Al medio dia tomé la altura meridiana del sol con el sextante sobre el horizonte de mercurio, cuya observacion comprobó el cálculo llevado hasta entónces por la triangulacion. Á las 2,50 p. m. hallamos de este lado un cañadon, que se encuentra con el del rio y por el cual se deslizaba una débil corriente de agua dulce, proveniente de dos pequeños manantiales á unas 3 cuadras más arriba. Levamtamos nuestra carpa en este sitio, con tanto más gusto, cuanto que era la primer agua bien potable que beberíamos desde hacia dos dias ántes de nuestra llegada al Deseado y con la cual se tomaria el té sin ese sabor repugnante que le daba la magnesia y soda de los zanjones del cauce del Rio Deseado. Habíamos recorrido un poco más de 7 leguas, y aunque los animales no se mos- traban fatigados, era, sin embargo, prudente no dar lugar á que se cansasen con una jornada más larga, pero aprovechar en cambio el agua buena v abundante pasto de este manantial, para que se repusieran todo lo posible, comiendo bien, sin necesidad de caminar mucho, Los trios nocturnos se hacian sentir cada vez más y con la próxima entrada del mes de Abril llegaba tambien la época autumnal, que aunque en estas latitudes no es rigurosa ni fria, parecia, sin embargo, que este año se presentaba con un in- vjerno precoz. La posicion geográfica de este nuestro 3." campamento en el cañadon del Deseado lo precisé en lat. 4722 S. y long. 6658” 12” W. Greenw. Al dia siguiente, domingo y último del mes de Marzo, abandonamos, con una — 297 — temperatura templada, el manaatial á las 8,30 a. m., siguiendo por la parte N. del vallecito al pié de la falda de roca en direccion N. W. Media hora despues vimos un manantial que, por una angosta quebrada, se derrama en éste en la parte S. A las 9,45 a. m. llegamos al pié de una roca elevada, formando parte de la ladera, junto á la cual pasa el zanjon pantanoso del rio. No siendo posible escalarla para volver á descender en su parte contraria, se arrearon los caballos, y aunque empantanán- dose un poco, pasaron todos bien, pues el trecho de barro no pasaba de 10 metros y el suelo era tanto más firme cuanto más cerca á la roca se pisaba. Viendo á pesar de esto que las mulas aparejadas no pasarian con tanta facilidad, pues tuvimos que desmontar y llevar de la brida las ensilladas, empezamos á echar piedras en el barro hasta que obtuvimos una especie de empedrado. Aguardé entónces la lle- gada del arrea, y pasando dos de nosotros adelante para inspirarles valor conse- gulmos que tres de los mulos más robustos nos siguieran. Á las siete restantes no hubo forma de obligarlas á que se aventurasen sobre aquel pavimento para ellas extraño y sospechoso. Una, sin embargo, oyendo el cencerro que llevaba un mulo al cuello, el cual se alejaba cada vez más comiendo hierbas del otro lado de aquel sendero, in- tentó pasar, pero en vez de tomar el medio de la via, reclinóse á la izquierda, hundiéndose con la piedra que pisaba, en el fango salobre y de olor nau- seabundo. Inmediatamente se desaparejó y con lazos al cuello fué sacada á la cincha del lodazal. Semejante espectáculo dió en tierra con el resto de ánimo que con- servaban las demás, y fué menester desaparejarlas una por una, llevar las cajas al otro lado y volver á cargar allí, despues de pasar sueltos los temerosos animales. Hubo, no obstante, que empedrar dos veces más la senda, porque las dos primeras capas de piedra se habian sumergido en el barro. Para todas estas operaciones empleáronse dos horas y diez minutos. Aproveché durante este tiempo para bomour la altura del sol al medio dia, pues llevaba los instrumentos conmigo sobre la mula. Frente á este sitio, causa de tan srave pérdida de tiempo, observé que desem- bocaba en el vallecito y en el costado S. un manantial. El valle del Deseado se dominaba tambien desde esta altura; veíase claramente una laguna ó bañado en el fondo del valle al N. W., más acá una isla de piedra como de media legua de largo, formada por la division del único zanjon del rio en dos segmentos, que poco más arriba del punto de observacion volvian á reu- nirse. Poniéndonos nuevamente en movimiento despues de vencido el contratiempo re- ferido, llegamos á la 1,10 p. m. frente á aquella laguna, desde donde comprobé — 298 — la division del cauce del rio en dos brazos, y ví además un gran manantial, cuya corriente, casi arroyo, descender de la planicie S, sobre la que se veian unas bar- rancas, con sus aguas la laguna, despues de describir una curva de N, E. á $, E. Las orillas de ésta estaban cubiertas de altos juncos, recreándose en la superficie multitud de patos. Poco despues de la una y media pasamos por encima de la última roca sobre este costado del vallecito, dibujándose ante nosotros al N. un valle mucho más extenso y limitado por barrancas sedimentarias de arcillas rosadas y amarillentas, Por fin, á las 3,6 p. m. mandé hacer alto al lado del zanjon del rio que contenía agua estancada, aunque no tan salobre como los dias anteriores, habiendo muchí- simos juncos en la orilla. La distancia recorrida hoy fué de 5 leguas y la posicion geográfica del lugar calculada en lat. 47" 11' 15” $. y long. 6704” 44” W. Greenw. La noche que siguió á este dia templado fué cruda y de viento, pues el termó- metro señalaba —3 center. á las 2 a. m. El 1* de Abril con buen tiempo nos preparamos para salir. El peon Pancho, al ir á recoger los animales, vió un puma que huyó hácia las barrancas S. Luegoque lle- garon las mulas y se empezó á aparejar, levantóse fuerte viento, durando todo el dia. Partimos á las 9,15 a. m. siguiendo al N. W. por el valle de unas 10 cuadras de ancho, y álas 10 a. m. pasamos al lado de un lagunajo de agua dulce muy ar- cillosa, situado delante de una peña, casi en el medio del valle, Cada vez se ensancha más éste, y á las 11,30 a. m., teniendo ya cerca de 20 cuadras de anchura, dejamos un cañadon á nuestra derecha, el cual desemboca en el valle, que tiene una torrentera en el medio. En la abertura de este cañadon exis- ten pequeños montículos de capas sedimentarias de arcilla consistente, color rojo amarillo y morado. A la 1 p. m. hallamos de nuevo un cañadon mucho mayor y con pequeñas mese- tas y conos sobre las barrancas, desde donde la direccion del valle es en derechnra al W. Seguíamos entónces junto á la barranca alta que aún en el valle está pre- cedida por una grada, como terraplen, cubierta de piedrita. rodadas. Más al W., en la falda N. del valle, elévase una colina aguda, ántes de llegar á la cual, siendo ya las 3,37 p. m. y en direccion 122 á ella, hicimos alto en un sitio pasturuso á la orilla del cauce del rio, que contiene agua ya muy poco salobre pero de color amarillento por la arcilla que lleva suspendida. Muchos juncos, juncales espesos, señalan el curso del Deseado, mas aún no encontramos agua corriente. Habíamos recorrido 7 leguas y media y nos hallábamos en nuestro 5% campamento del De- seado por los 47*04' 15” de lat. S. y 67*25'39” de long. W. Greenw. Hasta este punto no habíamos hallado todavía ningun rastro reciente ni de caballos ni de ove- ODO + — jas, por cuya razon era de suponer que los escoceses que fueron al Puerto de San Julian y con uno de los cuales, Sanders, nos encontramos frente á ese puerto, no habian descendido por el valle hasta aquí. Habíanse observado, sí, impresiones de va- sos de caballos pero muy viejas, tal vez de unaño ó más, pues conocíase que fueron hechas en un tiempo húmedo, porque formaban pequeños hoyos que habian sido rellenados despues, «aunque no perfectamente, por la tierra que la lluvia acarrea. Al dia siguiente á las 9 a. m. dejamos este campamento, siguiendo la falda de la barranca N., la cual se dirige al W. N. W. Las barrancas son sedimentarias, de arcilla. El camino á su pié es feo por la cantidad de matorrales y el piso poco consistente en el que hunden los caballos sus piés hasta más arriba de los vasos. La entrada á un gran cañadon entre las barrancas N. fué pasado á las 11,40 a. m. tomando poco despues la altura meridiana del sol con los instrumentos que llevaba conmigo sobre la mula. A las 2 p. m. avistamos claramente sobre las barrancas S. un meseta interrum- pida por escotaduras irregulares, cuya naturaleza parece basáltica. Más lejos divi- sábanse altos cerros, azules por la distancia. Cuarenta minutos despues pasamos al lado de un pequeño manantial, que vierte sus aguas de la falda de la barranca á nuestra derecha. En la direccion seguida hasta ahora veíanse poco más al N. óal S. tres abertu- ras en las barrancas, como si fuesen otros tantos valles. Con el deseo que nos do- minaba de que se dirigiese el rio al N. para aproximarnos á la curva meridional del Rio Singuer, creíamos fuese el verdadero el de nuestra derecha, pero no fué así, era solo un gran cañadon con pequeñas mesetas sobre sus barrancas. El del S. tam- poco lo era, pues veíasele interceptado por una cadena de peñascos irregulares, entre los cuales sobresalian algunos agudos y en forma de mesetas, probablemente basál - ticos. Elintermediario dirigiéndose al N. W. era en efecto el verdadero valle y en su falda N., á bastante distancia, veíase destacarse una punta chata como la de un copo despuntado. Buscando á las 3. p. m. un sitio conveniente para pasar la noche, sin ver ningun manantial cercano, optamos por el zanjon del rio, en la esperanza de hallar agua ya potable. Hicimos como una legua en direccion 66”, y cuál no sería nuestro digusto al hallar entonces agua de un gusto pronunciadísimo á soda en los hoyos rodeados de juncos. Mas como eran ya las 4 p. m. estábamos obligados á permanecer á riesgo de cansar más animales, pues otra mula se fatigó ese dia. El valle del rio en este paraje es muy extenso, pudiéndose calcular hasta 1 legua y media sin exageracion. En algunos puntos es pedregoso, cubierto por gui- jarros, especialmente cerca de las barrancas, en otros es arcilloso, poco firme y po- — 300 — blado de matorrales espesos, notándose el jumel (Salicornia) en abundancia. Poco ántes de parar cayeron algunas gotas de lluvia, pero á la noche un aguacero de media hora empapó los aparejos; sin embargo, la temperatura no era muy fria, de- teniéndose el termómetro á + 1 center. á las 2, a. m. La distancia recorrida hoy fué de Sleguas y la posicion geográfica de este nuestro 6”campamento del Deseado fijada en lat. 4701” 15” S. y long. 67” 52 02” W. Greenw. El 3 de Abril amaneció nublado y húmedo, pero sin viento. Á las 9.45 a, partimos, remontando el valle en direccion N. W. porla ladera de la barranca. Todos los animales parecian estar enfermos á causa del agua salobre, pues despedian por la boca mucha baba. Á la 1,10 p. m. pasamos junto á un manantial de consideracion, que por un caña- don en la barranca N. derrama sus aguas en el valle, dando lugar á un trecho cubierto de buen pasto verde en medio de aquel suelo arcilloso y enjuto. Demora desde aquí á poco más de una legua S.S. W. una mesetita plana cubierta de basalto sobre las barrancas del S., que distinguíamos el dia ántes. Una hora despues nos hallamos al pié del cono despuntado mencionado ántes, el cual era una colina de capas sedimentarias de arcilla, cubierta de un grueso manto de basalto, inmediatamente debajo del cual veíase un estrato de arcilla roja. Por la circunstancia de ser un poco más alto que las barrancas á que pertenece, es que se destaca sobre éstas, desde cierta distancia. El basalto de su parte superior se ha desmoronado ya en parte, yaciendo gran cúmulo de detritos en su pendiente y pié. Detrás de esta colina vénse las barrancas tambien cubiertas por una capa de e debajo del cual asoma tambien una línea de arcilla roja, lo mismo que en el cono. Á las 2, 40 p. m. acampamos en otro coñadoncito con un manantial á unas 15 cuadras despues de pasar el cono despuntado, habiendo hecho unas 6 leguas por to- da la marcha. y El agua del manantial es bien potable; y teniendo en cuenta tambien la abun- dancia relativa de pasto verde, resolví permanecer el dia siguiente en este lugar, para que pudieran reponerse un poco los míseros animales, La pequeña meseta plana, del otro lado del valle sobre las barrancas, veíase desde el campamento al S. verdadero á cerca de dos leguas de distancia. Un hermoso dia aunque con viento del W. favoreció nuestra permanencia en el 7. campamento del Deseado, permitiéndome hacer una buena observacion con el sextante. Por la mañana subí á la parte más elevada de las barrancas, compuesta de una grue- sa capa de arcilla amarillenta, encima de la cual hay un estrato de arenisca como de 3 metros de espesor, conteniendo fragmentos numerosísimos de pequeños moluscos: — 301 — De esta elevacion descúbrese con mucha claridad una gran cadena montañosa al S. W. y W., cuya apariencia en forma de mesetas bruscamente interrumpidas me induce á creer que sea basáltica, considerándola como el núcleo de los derrames basálticos, que se notan ya aquí y hallamos más adelante con mayor frecuencia. Aquella region montañosa, de imponente aspecto, me atraía secretamente por su novedad, pues hasta lioy es totalmente desconocida, y faltóme poco para dejarme llevar por mis impulsos á conocerla, donde creo no sea difícil hallar aguadas y si- tios pabulosos escondidos entre los cerros. Sin embargo, el tiempo urgía, llamándome mis deberes de nuevo á Buenos Aires, de modo que tuve que resignarme, al decen- der de la barranca, á echar una última ojeada á aquella tierra todavía misteriosa. mo La posicion geográfica de este nuestro 7” campamento del Deseado fué fijada en lat. 46% 50" 55” S. y long. 67” 59'41” W. Greenw. - El 5 de Abril, animados por un tiempo hermoso, salimos á las 8, 45 a. m. aunque el viento fresco del W. duró todo el dia, de modo que tuvimos que abrigarnos como án- tes con nuestras ropas gruesas, llevando encima de todo un poncho redondo de ca- ballería con capucho. Marcaba á las 6 a. m. el termómetro Celsius + 2,5". Al alejarse un poco del campamento hácia el N. W., el cauce del rio se acerca á las barrancas N. Tuve entónces nuevamente ocasion de comprobar la inmovili-. dad de sus aguas. Una legua más arriba, un cañadon se une al valle sobre este mismo costado [2] ) habiendo dos leguas más adelante otro gran cañadon con uno más pequeño á cada lado, cuya entrada pasamos ála 1 p.m. Media hora despues encontramos un nuevo cañadon, poco ántes de llegar á un ángulo saliente de la barranca N., desde donde en direccion 89" se ve un pico basáltico sobre la misma, á unas 5 leguas, con colinas á sus lados. Siguiendo aún su falda llegamos á un sitio en que el valle se abre mucho, pareciendo todo él cubierto de buen pasto, mas toda esa extension era salitrosa y cedía como barro bajo el peso de nuestras cabalgaduras. Más adelante, al W. S. W., el valle parecia encajonarse entre rocas y se vela una. peña sobre la costa S. del cauce, cerca de la falda dela barranca. Miramos entónces á nuestro alrededor, descubriendo en la ladera de la primera grada de la barranca un pequeño manantial en medio de un sitio pabuloso, hácia el cual nos dirigimos, acampando en él á las 3,55 p. m. Al N. W. del campamento, á ménos de media legúa, abríase un cañadon grande de entre la barranca del valle. e La gran cadena basáltica vista desde el alojamiento anterior aparecia mucho más cercana al S. yS. W. La distancia recorrida hoy. fué de 8 leguas y cuarto. En la duda de si el valle continuaba hácia el N. W. ó si abandona esa direccion llevada hasta entónces, reclinándose al S. W., no estaba decidido á trazar la línea 39 — 302 — recta desde aquí á Caprek-aik, ó hacer otra jornada ántes en el cañadon del Deseado pues no habíamos aún encontrado rastros de las ovejas que fueron al Puerto de San Julian y éstos era forz3s0 hhllarlos, desde que habian tocado este valle. Una vez que hubea determinado la posicion geográfica de este campamento por los 46" 42 20” de lat. S. y 68% 25” 56” ae long. W. de Greenw., resolví hacer una marcha más, para aproximarnos, aunque fuese en longitud, á Caprek-aik, ya que la latitud no parecia quererncs favorecer, puesto que se vela la continuación del valle al S. W. del alojamiento. El 6 de Abril con un dia templado pero nublado (á las 7,30 a. m. + 7 centíar.) partimos á las 9,20 a. m. en direccion 48” hácia una colina basáltica que limita al N. el valle que se enangosta notable.nente. Á las 10,35 a.m. llegamos al pié de esa colina y frente á la peña sobre la casta S. delante de la barranca cubierta también de basalto. Desde este punto vimos con satisfaccion al valle volverá tomar la direc- cion W. N. W. por alguna distancia, volviendo despues al S. W. Las barrancas á am- bos lados del valle están cubiertas de basalto columnar muy hermoso, prove- niente sin duda alguna de la: elevada cadena situada al Sud. Másadelante, casi todo el valle se convierte en un bañado de una anchura de unas 30 cuadras, cubierto de juncos y carrizos, desde donde comenzamos á ver lana de oveja adherida á las espinas y ramas salientes de los matorrales, signo evidente del pasaje de las ovejas por estos sitios. A las 2, 50 p. m. pasamos al lado de un manan- tial que sale de un pequeño cañadon, y media hora despues alcanzamos otro cañadon más ancho con otro manantial más considerable que el anterior, donde nos alojamos despues de remontarlo unas 4 cuadras por su orilla izquierda, hasta hallar un gran fogon rodeado de huesos de oveja, guanaco y avestruz. Encontramos tambien giro- nes de ropas, hasta extremidades de cigarros, por lo cual nos convencimos que era éste el primer campamento de los escoceses al llegar del Rio Chico del Chubut con sus ovejas, pues además veíase un pico basáltico al N. W. como á una legua sobre la barranca, dato que nos habia dado Sander:, como señal de este lugar llamado por losindios Gol-aik. La posicion geográfica de este nuestro 9” y último campamento del Deseado fué fijada en lat. 46" 39 45” 5. y long. 63* 44” 22” W. Greenw. En vista de que el valle se inclinaba notablemente al S. hácia unas barrancas blancas elevadas, resolví hacer al dia siguiente el trazó eu línea recta al Rio Singuer para alcanzar el paraje Caprek-aik. Por vez primera iban á visitarse estos sitios, cuyo suelo no habia sido hollado aún por ningun viajero, que sobre ellos haya dado alguna noticia. Interesábame pues vivamente tenertodos sus detalles topográficos para incluirlos en el mapa que presen- taria al Sup. Gobierno como uno de los resultados de la expedicion. O OAPÍTULDO LX. Reconocimiento entro Grol-aik y Caprek-aik. — La nieve. — De vuelta en el Rio Singuer. —Los lagos Musters y Cólhue.— Vuelta al Chubut por el Rio Chico. —- Número de leguas recorridas. Una vez seguros de la situacion de Gol-aik, el 7 de Abril por la mañana á las 8, 25 con un cielo nublado y temperatura fria +1 centígr. dejábamos el manantial de este nombre y despues de ascender las barrancas á nuestra derecha nos hallamos sobre una planicie con el pico basáltico ya nombrado, al frente povo á la izquierda y á nuestra espalda del otro lado del valle del Deseado la cadena basáltica e'evada, pudiéndose tambien seguir la direccion del valle que parece reclinarse de nuevo al N. W. despues de una ligera curva al S. W. Adoptamos entónces direccion 139" pasando al pié (á la derecha) del pico, teniendo barrancas poeo elevadas al E. Poco despues ascendimos una grada de meseta donde se recogió por última vez el té de Santa Cruz y:á la media legua sobre esta alti-planicie nos vimos al borde una gran depresión que corre deS. W. al N. E. En las barrancas opuestas á las que nos halla- mos, vénse colinas y pequeñas mesetas. A la 1,5 p. m. habíamos atravesado el gran bajo, subiendo de nuevo á las barrancas opuestas, pero dejando por la direccion emprendida una colina sobre ellas á nuestra izquierda. Desde lo alto de esta nueva meseta reconocí á lo léjos como montañas diminutas la sierra del N. del Rio Sin- guer, frente á Carpek-aik. Los peones, sia embargo, lo ponian en duda y creian que aquella marcha por campos desconocidoslosllevaria á la perdicion, cuya opinion, fue tomando visos de verdad por los incidentes ocurridos al dia siguiente. Habíales prometido que en dos dias acamparíamos en Caprek-aik, y para mantener mi palabra era necesario for- zar las marchas. Seguimos pues el primer rumbo, descendiendo gradualmente la planicie hasta una pequeña cuenca con una laguna de agua dulce á cuyo lado se veían varios guanacos. Alacercarnos huyeron éstos, y sin prestar mayor atencion ibamosá pasar la laguna, cuando el indio Pancho gritó: ¡Unleon! En seguida las mulas olfatearon al puma. Los soldados y Galindez desprendieron las boleado- ras y dieron caza al sorprendido animal, que habia estado agazapado entre las hierbas secas del color de su piel; poco despues cayó muerto, acribillado por nume- rosas balas de revolver, al lado de un matorral, despues de dirigirnos una mirada cuya expresión tristísima no olvidaré. Necesitábamos carne; y la del leon fué bien- venida por nosotros, pues nos ofreceria un guiso ó frito, aunque no muy sabroso, pero siempre agradable. Despues de pasar la laguna el terreno se eleva nuevamente, para dar lugar des- — 304 - pues á otra depresion cuyo borde alcanzamos á las 3 p. m. Este bajo casi circular está limitado al E. y N. E. por la continuacion de las barrancas sobre las que mi- ramos, las cuales presentan algunos conos y mesetitas. Tambien al W. extiéndese ésta, pero al N. se ve una cadena de colinas más bajas que la barranca, separando este bajo de otro mayor al N., el cual á su vez, tiene por límite la continua- cion de la barranca más alta. Al llegar al N. E., la cadena de colinas de sepa- racion de los dos bajos termina, dejando una comunicacion sin barrera entre éstos. Siendo ya hora de levantar campamento nos dirigimos hácia una lagunita de unos 15 metros de diámetro, de aguas arcillosas en medio del primer bajo, poco trecho ántes de llegar á la valla entre los dos, habiéndonos desviado para este objeto hácia la derecha de nuestro rumbo. Paramcs por fin á las 4,5 p. m. des- pues de recorrer S leguas y cuarto. El cielo conservaba aún el color gris de la mañana y el termómetro apénas pasaba el punto de congelacion del agua. Al oscurecer empezó á soplar un viento de fuerza extraordinaria del W. Á las 2 a. m. me despertó el señor Monguillot: el huracan habia arrancado las estacas de la carpa, arrojándola á poca distancia; sobre mi cama se extendia un manto de nieve, que caía en grandes copos al compas de las ráfagas de viento. Una hora despues conseguimos levantar la carpa. El termómetro, colgado afuera, en una rama de un calafate raquítico, marcaba 10” bajo cero, temperatura que nos he- laba las manos y los piés. Al amanecer nos apresuramos á acercarnos al fuego, y estando sentados al re- dedor, un pájaro extraño, no visto hasta entónces durante el viaje, volaba cerca de nosotros buscando algun alimento. Su tamaño era el de un carancho, á cuyo animal se asemejaba mucho, aunque de distinto color, pecho blanco y el resto del plumaje negro. Fué muerto n seguida por el señor Monguillot, y re- sultó ser el Milvago albogularis de Darwin, quien obtuvo un ejemplar de esta especie en Santa Cruz. Todo el suelo estaba cubierto de una gruesa capa. de nieve, pero por fortuna el sol empezó pronto á derretirla transformando el piso ántes consistente en un barro pegajoso y muy incómodo para la marcha. El estado de ánimo de los peones habia, entretanto, empeorado por la descon- fianza en la brújula y las influencias exteriores del tiempo, pero no osaron mani- festarlo abiertamente. Los animales habian buscado abrigo contra la inclemencia de la noche y no fueron hallados hasta las 9,30 a. m.; hubiese sido además una crueldad aparejar las mulas ya tan lastimadas eb el lomo, estando aún húmedo y frio su cuerpo. Salimos en consecuencia á las 10,30 a. m. de este alojamiento que llamamos del — 305 — Bajo de la Nevada, y cuya posicion geográfica ha sido fijada en lat. 4619" $5. y long. 6855'57” W. Greenw. La direccion del dia ántes fué seguida al principio, subiendo pronto á las colinas que forman la separacion entre los dos bajos. Despues de atravesarlas hallámo- nos en el segundo bajo con una laguna en su parte N. cerca de la conclu- sion de las barrancas altas que lo circundan, las cuales terminan con una coli- na redonda y dos pequeñas mesetas á su izquierda (W.). Á la 1,25 p. m. alcanzamos la extremidad N. de la laguna, de unas 18 cua- dras de largo por S de ancho, frente á la colina redonda, viéndonos entónces sobre una planicie que va desc ndiendo por gradas hasta el nivel de la barran- ca de Caprek-aik, cuyo punto estaba en direccion 112, rumbo que seguimos desde ahora: Á las 2 de la tarde descendimos la primera grada y 25 minutos despues la segunda, pisando ya sobre el nivel de la barranca S. de Caprek-aik. Con la sierra, ahora nevada, del N. del Rio Singuer á la vista, fué fácil seguir el rumbo y tambien los peones reconociéronla, manifestando su contento por medio de char- la bulliciosa y alegre. Pronto, sin embargo, enmudeció ésta al cubrirse tres mu- las cargueras de aquel sudor trio, que caracteriza al animal canzado, de mirada extrañamente estúpida. Fué menester descargarlas y poner su carga á otras, pues por último reusaron andar. Á las 5,20 p. m. en la imposibilidad de alcanzar con luz á Caprek aik y temien- do se cansasen más mulas, hice hacer alto al lado de un charco de agua, resí- duo sin duda de la nieve de la noche anterior. De este lugar veíase en dirección 7” el manantial que visité con el Sr. Bousquet á la venida, situado en la falda de la primera grada de la meseta, la que sigue sin interrupcion hacia el N. W. Habíamos recorrido durante esta marcha 7 leguas y cuarto, parando á dos y media de Caprek-aik, de molo que mi esperanza y promesa de acampar esa noche en aquel punto no hubo de realizarse. Podos comprendieron, sin embargo, la impor- tancia de nuestro reconocimiento y las causas que impidieron llevar á cabo mi proyecto. A La posicion geográfica de este alojamiento fué precisada en lat. 46% 05 30” 5. y long. 69" 12 24” W. Greenw. - El 9 de Abril, despues de una noche cruda teníamos —2 centigr. á las 6,30 a. m. Ya cerca de las 10 a. m. abandonamos este alojamiento y seguimos por la planicie sin accidentacion alguna y bien nutrida de pasto, hasta las 12,20 p. m., hora én que llegamos al borde de la barranca del Rio Singuer, descendiendo momentos despues al manantial de Caprek-aik donde acampamos á la venida, habiendo hecho 2 leguas y media de camino. Los animales reconocieron inmediatamente el pa- — 306 — raje y fueron á situarse al mismo lugar, donde á la venida les habian sido quitados los aparejos. : Dando pábulo á la alegría general tanto en los hombres como en los animales, resolví hacer alto en Caprek-aik, para emprender con repuestas fuerzas al dia siguiente el regreso por la márgen del Rio Singuer. Los propósitos que tenía al salir de Emelk-aik hubieron, pues, de llevarse á cabo con el resultado más favorable, habíamos llegados á la cala de Puerto Desea- do, habíamos remontado el valle del mismo nombre, apesar de no encontrar el rio, y por fin habíamos trazado una línea recta hácia Caprek-aik, alcanzando este paraje en el sitio tal cual habia sido calculado. Nuestra triangulacion pues, y en consecuencia las determinaciones geográficas, no adolecian de errores apreciables. Dominados por una alegría que ninguno ocultaba dejábamos Caprek-aik á las 9,40 del 10 de Abril, siguiendo la falda de la barranca sedimentaria hácia el N.E. Á la 1,5 p. m. pasamos la angostura formada por el Rio Singuer y el Cerri- to Doctor, recogiendo dos carneros indios que habíamos exhumado á la venida y dejado escondido entre las piedras. No nos detuvimos en nuestro antiguo lugar de alojamiento, sino seguimos marcha despues de recorrer 6 leguas y media, aguas abajo hasta las 3,15, acampando entónces á la orilla del rio en el lugar donde fueron observados á la venida los rastros de vacas. Tres de los peones que habia mandado adelante para que si ahora encontraban alguna la carneasen, cuando para- amos se hallaban ya sentados al rededor de un gran fuego, asando el matambre de una res recien carneada, una vaca osca muy gorda. Dos dias despues del de llegada permanecimos en este paraje, dando descanso en estos sitios pabulosos á nuestra escuálida mulada y caballos, haciendo al mis- mo tiempo provision de charque, de modo que nos alcanzase para unos 15 dias, por cuya razow se carmeó otra vaca de las muchas que libres de todo cuidado pastoril se han multiplicado eonsiderablemente, habitando la meseta al E. de nuestro campamento, adonde tenian que ir á buscarlas los peones, los cpales aseguraban que su número pasa de 300. Sufrimos durante estos dias un viento de vehemencia notable. Cayó tambien un poco de nieve, pero se derritió en seguida, en cambio, sobre las alturas del N. del rio, permaneció sin fundirse. La posicion geográfica de este campamento ha sido fijada por los 45” 49' 15” de lat. S. y 6906" 03” de long. W. Greenw. El 13 de Abril con un dia fresco, partimos á las 9.30 del campamento, diri- giéndonos aguas abajo hácia las colinas basálticas, que se elevan como una isla de piedra en el valle pabuloso y á cuyo pié estuvimos acampados en el viaje de ida. Á las 11,50 a. m. pasamos justamente el antiguo alojamiento, y sin detenernos fui- mos legua y media más abajo á acampar á la orilla del rio. El motivo de no — 307 — seguir el mismo derrotero que á la venida era aproximarme más al lago Cólhue, para comprobar si el rio Singuer entra á él directamente ó si derrama ántes sus aguas en otro lago al W. llamado Musters. La abundancia de pasto en todo el valle del Sin- guer secundaba mis proyectos, pues los amimales podrian alimentarse bien, mien- tras se hacia esa excursion. En cambio, el tiempo no se mostraba tan halagiúeño, por- que el viento arreció de tal modo, que no se podia mantener un hombre á caba- llo. Al medio dia del 14 de Abril, sin embargo, habiéndose calmado algo el viento, ensillamos caballos, el Señor Lewis y yo, y nos dirigimos acto continuo siguiendo la corriente del rio hácia una barranca en direccion 180” del campamento y que parecia muy á propósito para ver desde su cima todos los detalles topo- gráficos cercanos. Á una legua y media de galope, teniendo el Rio Singuer á la izquierda, alcanzamos á ver al otro lado del mismo, más al N., una gran extension de agua, que á impulsos del fuerte viento levantaba grandes olas, que iban á estre- llarse contra las rocas elevadas de su costa W. Ya cerca de la barranca que nos proponíamos escalar, hallamos el Rio Singuer por delante, corriendo ahora al N. E. para desembocar en el lago Cólbue, separado del lago del W. llamado Musters, justamente por aquella barranca ántes citada, que más al N. es mucho más ele- vada, hasta adquirir el aspecto de cerranía. Tratamos entónces de vadear el rio, pero nuestro designio era irrealizable por la hondura del agua. Regresamos entón- ces al campamento costeando el Rio Singuer, que tiene muchos zanjones y baña- dos en la parte paralela á la costa del lago Musters. No vimos á pesar de esto ninguna comunicacion entre el rio y el lag>. Sobre un banco de pedregullo del rio al acercarnos ya al campamento vimos un pescado muerto, medio devorado por los caranchos, cuya longitud no bajaba de medio metro, siendo muy corpu- lento. La posicion geográfica de este alojamiento fué fijada en lat. 45 “41” 15” S. y long. 68 * 58 53” W. de Greenw. Al dia siguiente, á las 5,30 a. m. dejamos atras el campamento con sus sierras al W., tomando en direccion 250" hácia la terminacion de las barrancas cuyo pié baña el lago Cólhue, y que fué nuestro 2 campamento á orillas de ese lago en el viaje de ida. Á las 2, 50 p. m., despues de atravesar una gran extension de terreno plano y cubierto en su mayor parte de pasto, llegamos al pié de esas barrancas cubiertas de basalto, como 8 cuadras ántes de las cuales piasamo93 un terreno ántes agrietado y seco, ahora húmedo y pantanoso. Con la impaciencia que nos dominaba no estábamos aún satisfechos con el trayecto recorrido, y proseguimos por esto la marcha hácia el 1”. cam- pamento del Lago Cólhue de la venida y donde teníamos el depósito de víveres, pues, como dije ántes, se habia enterrado una caja con alimentos en una colina de arcilla á poca distancia del lugar donde estuvo nuestra carpa. — 308 — A las 5,10 p. m. habíamos hecho ya nueve leguas y tres cuartos, y llegamos entónces al sitio anhelado, á las márgenes del gran lago. Ántes de anochecer com- pletamente, se desenterró el cajon con víveres, hallándose éstos en perfecto estado, no habiendo penetrado humedad alguna, hasta los fóstoros se conservaron bien, y al ser raspados, prendieron inmediatamente. Los animales, aunque extenuados por la larga marcha, llegaron sia embargo todos sin excepcion á este lugar, recono- ciendo en seguida el sitio donde pastcrearon anteriormente. El 16 de Abril con un dia frio y de viento salimos á las 8, 20 a. m. del alojamiento del Lago Cólhue, para llegar al Rio Chico del Chubut. Conocido ya este trayecto descrito en el viaje de ida, creo innecesario volver á mencionar circunstanciadamente los accidentes del terreno. Me limito, por lo tanto, á dar las distancias hechas al acampar en sitios donde nos detuvimos á la venida. Á las 11, 45 a. m. del 16 de Abril llegamos ya al vallecito del Rio Chico, pasando nuestro antiguo décimo campamento, donde no nos detuvimos sino lo suficiente para observar las huellas del paso de las vvejas llevadas por los escoceses á San Julian; era evidente pues que desde este lugar habian hecho la travesía á Gol-aik, tomando un cañadon que hácia el S. W. se abre paso entre las barrancas, corriendo por su medio ahora un torrente, teniendo que vadearlo con unos 2 piés de agua, cuyo lecho seco pasamos en el viaje de ida. Siguiendo la marcha por la orilla derecha del ris, faldeando las barrancas sedi- mentarias cubiertas de basalto, anduvimos hasta las 3 p. m., hora en que alcanzamos puestro noveno campamento antiguo, levantando nuestra tienda ahí, satisfechos de poder ofrecer á los animales un sitio pabuloso como el que se extiende al lado de uno de los bañados formados por el rio. Habíamos recorrido siete leguas y tres cuartos ese dia. Al siguiente llegamos al octavo antiguo alojamiento, pasando el 18 de Abril despues de 7 legnas de marcha hasta los 45" 11' de lat 5. y 67” 28' 39” de long. W. Greenw., donde acampamos, habiendo pasado el antiguo séptimo vivaque á las 12, 20 del dia. Desde entónces fuimos tocando todos los demás campamentos que habíamos hecho en el viaje de ida. En general, favoreciónos el buen tiempo, así nos fué posible llegar el 25 de Abril al último vivaque del Rio Chico á la entrada de la travesía que conduce al Fortin Villegas. En el estado en que se hallaban ahora los animales no nos podíamos aventurar á hacer la travesía en una sola marcha, sino detenernos en los pozos, donde encon- tramos agua en abundancia, pasando la noche del 26 al 27 de Abril y cuya posición geográfica “fijé en lat. 43% 47” 30” S. y long. 66% 13” 40” W, Greenw. B — 309 — Por fin, á las 2, 15 p. m. del 27 llegamos con felicidad al valle del Rio Chubut, desmontando poco despues en uno de los ranchos del Fortin Villegas. Sintiendo ya la necesidad de víveres, pues se habia concluido todo, con excepcion de unos paquetes de harina Maggi, para hacer sopa, era necesario arribar cuanto ántes á la colonia, y proveernos de lo necesario. Con tal motivo salimos ya al dia siguiente de Villegas por la orilla derecha del Rio Chubut, vadeando á su izquierda por el paso Ibañez, y levantando campamento frente á la boca de la travesía de los Pocitos, en un rincon pasturoso donde ya nos habíamos alojado en el viaje de ida, al llegar del Rio Negro, y cuya posicion geográfica fué ahora bien determinada, siendo su lat. 43 21* 35” S. y su long. 65” 44” 28” W. Greenw. Un dia despues, todos reunidos entrábamos con las mulas de carga y demás animales á la estacion del ferrocarril en Trelew, doude supimos que el vapor “Chaseley “, en viaje de Buenos Aires á Puerto Madryn, saldria 15 dias despues para Buenos Aires. Se habia terminado, pues, la expedicion sin contratiempos notables para la comi- sion, pero en cambio los animales, especialmente las mulas, habian sufrido mucho. Además de las que cansadas quedaron en las diferentes marchas, una murió de extenuacion al llegar á Trelew Sin embargo, si se tiene en cuenta el trayecto recorrido comparado con el tiempo empleado, se verá que aún se hizo más de lo que se podia esperar. La primera expe- dicion que hasta ahora ha hecho el viaje desde el Rio Negro hasta la boca del Rio Santa Cruz, regresando en seguida por .otro camino al Chubut, ha sido la nuestra. - Compendiando las distancias entre los diferentes lugares visitados durante este viaje, se obtiene el cuadro siguiente: Leguas DE E O A AN 117 Ys Deotroyesicide losPogcitosa Urol: loo ao 8 1/2 AA A A A A E 14 1/2 Travesia entre el Fortin Villegas y el Rio Chico del Chubut........... 12 !/2 Marchas onillas delEio Chico del Obububo cr... coooonasioio ae 592 Ya Mel Bro Ohico del Chubut allago Cólbue:. +++ ....o.conocoo cocida. AM Mo Collins 21 Bro ingquersl. dro da 9 3/4 Marcha a orillas del Rio Singuer hasta Caprek-aik........o..ooooooooo.. 10 1/2 De Caprek-aik al Manantial del Agua Fresca........ooooooomomommo... 8 */2 Del Manantial del Agua Fresca al dela Leona........ooooooommoo rm... 3 12 Moriaraamiabde la beona A RIMON. urasa o e a e 6 MA UU A E A cad: Derr calalAO: estado; ico a ca ica di da 8 1/2 AAA A 9 Neoteo nba aborto de PolWYO.... ooo cooonirravsrrc cra LA 40 — 310 — Leguas Del Gorro de Poivre al Arroyo de tos Garacoles....... poa AO 3 Del Arroyo de:tos Caracoles al arroyo OI. a o 8 !/a Del arroyo Olni al 1er, campamento de descubierta.............o..... 7 Del ler, campamento al 2 campamento de descubierta. ................ 3 Del 22 campamento al Manantial dol co... + e meom ojal a elo a pre e ont E 7 Del Manantial del Eco.al del Caballo Prdido. A a a oo 7 Del Manantial del Caballo Per.lido al Rio Chico de Santa Oruz............ 8 Marchas por el Rio Chico de Santa Cruz hasta Beagle Bluff.............. 37? De Beagle Blutf 4: Emelk-alle; Ma a e DO RA 2 *l2 De Emell=aiík al Manantial del Pan de Azua 6 */2 Del Manantial del Pan de Azúcar al dela Falda N.c....oooo..o..o.om..oo... 8 1/2 Del Manantial de la Falda N. al del Cabo Curi0s0...+..o.oooooomomom.... 7 Del Manantial del Cabo Curioso á la Aguada del Temporal......... a 4 1/2 De la Aguada del Temporal al Manantial del tercer Cañadon.......o.o.oo... 7 Del Manantial del tercer Cañadon al Hoyo Salobre... .......oooooom.o... (E Del Hoyo Salobre al Agua de Ea IA IEA SO 8 ?/2 Del Agua da Lluvia á la Laguna de los Bichos...........o..oooooommon... 13/ De la laguna de los Bichosá la cala del Deseado........ooooooomo.oo..o.. 2 Marchas por el valle del Deseado hasta Gol-aik......... po il 62 De Gobaik 4 Caprelcalk. a. ..mot os ade a O a o A 18 De Caprek-:ik al Fortin Villegas por el Rio Singuer, Lago Colhue y Rio'*Chico- del “Chubut mr NOS q AN 89 */a Del Fortin Villegas: 4: Trelew. 1. a a ANO 14 1/2 SUMA A AE 611 Leguas. CAPÍTULO X. Vuelta á Buenos Aires.—Ona lro de latitudes y longitudes de los diferentes campamentos. De regreso en Trelew, acondicionáronse los objetos coleccionados durante el via- je, de modo que pudiesen llegar bien á Buenos Aires, para lo cual teníamos 15 dias de tiempo esperando la salida del vapor “Chaseley”. Miéntras tanto, despaché á los soldados y al peon Pancho Francisco al Rio Negro con las mulas sobrevivientes, para que se incorporasen á su regimiento en Choele-Choel aquéllos, debiendo éste quedar en Tawalk, donde fué contratado. Por fin, el 16 de Mayo á la noche, salió de Puerto Madryn el esperado vapor, arribando el 20 á la tarde á la Boca del Riachuelo. Despues supe que los soldados habian llegado bien con las mulas á Choele-Zhoel, — 3ll — pero murió en el camino á Valcheta un compañero: una perra negra que hizo todo el viaje hasta Beagle-Bluff y regresó tambien al Chubut, siempre al lado desu due- ño, el soldadu Pereira. Durante los dias buenos que permanecí en Trelew hice una serie de observacio- nes al medio dia con el sextante, que me permitieron fijar exactamente la latitud de ese lugar, conociendo la longitud calculada y adoptada para los trabajos del Ferro- carril Central Chubut por sus ingenieros constructores. Ofrezco en seguida un cuadro de las posiciones geográficas de los lugares en los cuales se levantaron campamentos durante la expedicion, desde Trelew á Beagle Bluft y vuelta, en órden descendente y ascendente. Nombre de los campamentos Latitud $. Longitud W. Greenw. AAA ARA, PO A dido 430 15 650 17 Boca de la Travesia de los Pocitos............... 430 21 31” - 650 44 28” NE AAA A AN 430 30' 650 58' 56” O A da A 330 47” 30” 66% 13 40” 1er. campamento del Rio Chico del Chubut........ 430 56 660 22 49” rra pamento "del E OLÚ: daria cae. de tao 440 09 30” 660 35' 03” a eato del EL. luiniuaiónso ide 0.0. 440 27” 45” 66% 47 37” O A A a 30% 660 58' 09” oampamento del KO O. .ooooconiconocira co... 440 59 670 14 50” Abril 18 en viaje de regresoR.C.C.......o........ 450 11 670 28 39” Am pamento del BE. C.l.ouicaccrrdiiasooca o co 450 23” 45” 670 46” 39” a paaento del E O O o ...ocomoooo....... 450 31' 15” 680 01 58” 100 campamento del R. C.C......... o MA 450 37 680 11 ler campamento del Lago Cólhue................ 450 39 680 23” 43” Ultimo campamento del Rio Singuer en viaje de regreso. 450 41' 15” 680 5b8' 53” 20 campamento del Rio Singuer en viaje de regreso. . 450 49" 15” 690 06' 03” E A AAA ANS : 460 01” 690 20" 40” inanial del Agua ETesCa..+. socios mora o 460 05 690 48” 45” e RON arde aa a 460 03 700 00 02” O A SIR A AAA 460 14 7100 14” 28” OS A AA 460 18' 30” 700 22 25” O II AA SNA ATAN 460 34' 15” 709 31” 07” A A te e a ao ea ade 460 52 55” 700 36 57” Manantial del Gorro de Poivre..........0.o.o....... 470 18 7100 43' 33” NO Cathcoles, 2 0 DL 470 20' 100 56” 49” AAN O A 470 49 709 52 01” ler. campamento de descubierta. ........oooio...oo... 47o 56 700 33 25” 20 campamento de descubierta.............oooo.... 480 10' 30” 700 17” 43” IN O os ar o a 480 19 709 03 51” — 312 — Nombre de los campamentos. Latitud $. Longitud W. Greenw. - Manantial del Caballo Perdido...........o.o.oo.o... 480 34 15” 69 57' 05” ler campamento del Rio Chico de Santa Cruz........ 480 55' 15” 709 00 07” 20 campamento del R. C, de Santa Cruz............- 490 13' 15” 690 49 04” Chonquek-aik 2. 00 SS E 490 24 690 31" 49” Oshcheom-alk,. oa aja A 490 39 699 04 06” Emelk-alk, a A AN 490 50' 68” 36” 32” Beagle Blufb ¡cisco sd E 490 55' 68- 33 10” Manantial del Pan de Azúcar... 0... 1 490 38' 680 22 37” Manantial de la Falda Norte........:.....<..oo.... 490 19 680 08” 46” Manantial del Cabo Curioso... ooo. coco cc... | 48% 04 30” 670 54' 14” Aguada del Temporal A O 480 54 670 46' 37” Manantial del Cañadon= + ir o 480 41 679 26' 07” Hoya salobrevinmco Pro de AR O a 480 27' 30” 670 06” 49” Agua de una DOS Ea E 480 10” 660 45 24” Laguna de los Bichos”... 7 ales dl A ela la oe Aro 54 ¿ 6Or- 2 O Punio en que tocamos la cala del Deseado........... 47o 50' 660 20' L*r, campamento del Deseado... .........o.ooo.o.... 470 46 66» 33 46” 2% campamento del Deseñdo:... one a ea e 470 38' 30” 66% 51* 34” 30 id A, A O E o E AA 47o 22 66% 58 12” do id A y AS: Di A 470 11 15” 670 04 44” 50 1d 1 E o e o a 47o 04 15” 670 25 39” 67 id de AAA AS E 470 01” 15” 670 52 02” (€ id A: A IG E 460 50' 55” 610 59 41” 80 id eN A A o A EE 460 49% 20” 680 25” 56” Gol-aik, último campamento del Deseado...........-. 460 39 45” 680 44” 22” A pS 460 19 680 55 57” a O A 460 05' 30” 69 12 24” Caprek ak. ¿oia di aa SRA: esta 460 01 690 20” 40” Debo agregar aquí, que en el mapa adjunto no figuran, fuera de los de la costa del Océano Atlántico, tomados de las cartas del Almirantazgo inglés, obros da- tos, sino los obtenidos por el autor en este viaje. No ha sido necesario, por lo tanto, marcar especialmente la línea seguida, desde que fuera de las demarcaciones hechas, no han sido colocadas las de viajeros anteriores. . APÉNDICE. I. LISTA DE LOS ANIMALES R£COGIDOS DURANTE EL VIAJE, CON SUS PROCEDENCIAS. MAMMALIA Chiroptera Fam. Vespertilionina 1. Vesperus velatus Burx. Descrip!. phys. Répub. Argent. UT. 101. En Quelé-Curá entre los rios Negro y Chu- but por los 65*52' de long. W. de Greenw. y 420 14” lat. S. se tomaron á fines de Diciem- bre cinco individuos de una numerosa colo- nia, cuyas hembras lactaban. Ferae 2. Felis concolor. Lixs. Buxrn., 1. 1. TL. 130. El esqueleto de un ejemplar muerto el 25 de Febrero en el Manantial del Eco, Otros pumas ó leones fueron vistos en el Rio Chico de Santa Cruz, en el valle del Deseado y en Caprek-aik (Rio Singuer). Los campesinos é indios pretenden que la grasa tiene la pro- pie 'ad de curar los dolores reumáticos, Genus Canis 3. €. magellanicus. Gray. Burn. l. !. TIT. 146. Un ejemplar adulto se mató en Febrero á orillas del Rio Singuer, en el Cerrito Doctor. 4, €. griseus. Gray. Burm. 1.1. TIT, 151, Varios de estos zorros fueron vistos en al Manantial de la Leona, en el mes de Febrero. Dos esqueletos y cueros se coleccionaron. De estas dos especies de zorros ha dado mi padre descripciones detalladas, en su obra: Erliiuterungen zur Fauna Brasiliens, á las cuales remito al lector que quiera conocerlas más á fondo; sin embargo, adjunto algunas nuevas observaciones sobre los individuos re- cogidos en esta expedicion. El Canis magellanicus de la Patagonia cen- tral occidental no tiene el color preponderante rufo, como lo muestra la figura en la Zoology of the Voy. of the Beagle, YI. pl. 5; por el con- trario, su lomo es visiblemente pardo, mezcla de pelos blancos con otros de largas puntas negras. Bien los describe el texto de la obra, pag. 10, como pardos en el fondo, blancos en el medio y negros en la extremidad. En los costados del cuerpo estas terminaciones ne- eras se pierden, cambiándose en rojas, las que prevalecen en los piés, principalmente en la porcion contigua del brazo y muslo; má; abajo los piés son más claros, de un ama- rillo pálido. Los pelos largos sobre los labios son ne- gros, pero la superficie de la nariz, de la frente y de las mejillas es rojiza. En la cola pre- valecen los pelos de largas puntas negras. Una mancha cerca de la base de la cola es ente- ramente negra, así como tambien la parte terminal. El cráneo de nuestro ejemplar tiene 16 cm: de largo y 10 cm. de ancho entre los arcos zigomáticos; el maxilar inferior es de 13 cm. de largo y 7 de ancho en los cóndilos. En la mandibula superior el molar laniarius mide lo mismo que las dos últimas muelas juntas: es decir, 1,8 cm.; en la inferior aquel diente es más largo que estos dos, teniendo tam- bien 1,8 cm., pero aquellas muelas juntas solo 1,2 cm. La otra especie, el Canis griseus, vive en la region más austral de Patagonia, desde el grado 460 de latitud sud hasta el Estrecho de Magallanes. Obtuvimos dos individuos masculinos, am- bos mucho más pequeños que el Canis ma- gellanicus. Comparándolos con la figura XXV en la obra citada de mi padre, obsérvase que su color es más oscuro, amarillo parduzco, mezclado con rojo en la superficie de la nariz, de la frente y de las orejas, hasta la nuca. Los piés son más amarillos, los posteriores con una faja negra en el medio entre la ro- dilla y el talon; la garganta y-el vientre son blancos, pero la barba negra, como tambien los largos pelos labiales y los de encima de los ojos. Por fin, la cola es tambien más ne- gruzca en la base y extremidad, habiendo indicacion de algunas fajas en el medio de la superficie dorsal, El cráneo es idéntico á las figuras 3 de la lámina XXVIII y 4 de la XXIX, pero perte- neciente á un individuo más joven, Su ángu- lo supraorbital es un poco más agudo que el de aquella figura, miéntras que la cresta vertical es más ancha. Glires Fam. Murini Genus. Hesperomys 5. H. elegáns. WaTeErH. Burm. l. 1, 220, 314 — Dos ejemplares se cazaron en Marzo en el Rio Chico de Santa Cruz. 6. H. xanthopygus. Warern. Burn. 1. 1.295. Dos fueron tomados en Caprek-aik. 7. H. magellanicus. Benyer. Bum. 1. 1, 226. Un individuo de esta especie procede del Bio Chico de Santa Cruz. - Seis otras especies fueron recogidas en diferentes localidades, no habiéndose deter- minado aún bien 4 cuáles pertenecen. Fam. Muriformes 8. Ctenomys magellanicus. Brn- NET. Burm. 1. 1. 239. Dos tucotucos, cuya presencia puede no- tarse desde el Rio Negro hasta la extremidad austral del continente, han sido muertos en el Rio Chico del Chubut, Fam. Subungulati 9 Dolichotis patagonica, auct. Burn. ], 1. 260, Un esqueleto y cuero de la liebre, abun- dante en la Patagonia, procede del Rio Chi- co del Chubut. Las liebres acompañandose casi siempre tres ó cuatro, son alcanzadas sin gran dificultad por los perros galgos. Su carne es insipida y carece de grasa. Tanto en el Chubut, Deseado y Santa Cruz, como en la falda de la Cordillera, hemos tenido oca- sion de observarlas. 10. Cavia australis. lsip. GEoFFROY. Burm. 1.1. 272. Se obtuvieron dos ejemplares de este ani- mal en el Rio Chico de Santa Cruz. — 315 — Edentata 11. Dasypus minutas. Desx. Burn. 1.1. 440. La única especie del grupo que se halla en Patagonia, es comun al sud del Rio Chubut y llamada vulgarmente piche. Se tomaron muchos durante todo e. viaje, ofreciendo una variedad agradable en la comida, Su carne es exquisita, muy blanca y casi siempre gor- da. Debajo de la cáscara existe con frecuen- cia una capa de un centímetro de grasa. Ungulata 12, Auchenia Lama. Burx. 1.1. 457. Guanacos fueron vistos todos los dias du- rante las marchas. Pocos fueron muertos, pues su carne, no nos pareció muy apetitosa; sin embargo, para algunos paladares lo es, ha- biendo personas que la comen con verdadero placer. Esqueletos blanqueados á la intempe- rie y otras veces cráneos separados, aleja- dos del resto sin duda por las aves de ra- piña, nótanse por doquier. En la aguada Pcha-alao, por los 420 32 de lat. S y 660 50" de long. W. de Greenw. al Norte del Rio Chu- but, un guanaco macho muy viejo acercóse á nuestro campamento á unas treinta varas de distancia, se le hicieron varios disparos con una carabina, pero el animal no huia. Por fin un proyectil le atravesó el cuerpo, cayendo herido de muerte. Al examinarlo notáronse gruesas pústulas en el lomo y costados. Tenia tambien cicatrices en la cabeza y faltábale un ojo; reliquias estas de los com- bates que libró en su juventud, con otros in- dividuos. El hecho de hallarse este animal separado de sus congéneres se explica por lo que los machos más jóvenes y fuertes expulsan á los viejos de los rebaños, cuando los dos sexos se juntan en una tropa; pues en cierta época del año solamente las hembras con los jóvene permanecen unidos, diseminándose los machos por los campos. AVES. Rapaces. Fam. Accipitrinae 13. Miilvago albogularis. GouLp. Zool of Beagle. UT. 18. pl. 1. Un hermoso ejemplar de esta especie fué cazado el 8 de Abril, despues de una neva- da nocturna á unas diez leguas al sudeste de Caprek-aik. Revoloteaba alrededor de nuestro campamento buscando. quizá algun alimento. Nuestro ejemplar tiene el pico mucho más alto, que el de la figura citada, y su porcion anterior córnea de color puramente blanco, miéntras la posterior, casi desnuda y blanda hasta los ojos, es anaranjada. Fué este el único individuo que vi en to- do el viaje. 14, Ehbycter megalopterus. Cat. Brit Mus. 1. 36. Dos ejemplares se mataron en el Rio Chico de Santa Cruz por los 70" de long. W. Greenw. 15. Haliaeétus melanoleucus. — Larr., Burm. Reise. IU. 435. 7. Estas águilas mostrábanse con frecuencia en el Rio Chico del Chubut y Rio Singuer. Fue- ron muertos dos individuos. 16. Buteo tricolor. Casanis, Burm. Reise. U. 436. Obtuviéronse dos ejemplares de tamaño mediano con el pecho enteramente blanco del Rio Chico del Chubut. — 316 — Genus. Falco. 17. F, sparverius. aucr. Este halvon extendido por toda la Ameé- rica es bastante comun en Patagonia. Un ejemplar fué muerto en el Rio Chico del Chubut. 18. F. femoralis. Tewum., Burm. Reise. TE ASA: Un ejemplar de esta especie ha sido obte- nido en el Fortin Villegas. 19. Circus cinereus. AUcT. De esta especie cazáronse dos ejemplares en el Rio Chico del Chubut, 20. Asturina rutilans. Burm. Z/ere Bras. TH. p. S0. Un individuo fué cazado en el Rio Chico del Chubut. Fam. Stríginae 21. Bulbo magellanicus. —GueL,, Linn. Syst. Nat. 1. 286. Al llegar á la cala dell Deseado el 28 de Marzo se mató un individuo de esta es- pecie, sentado «sobre la parte saliente de unas rocas en un desfiladero. 22. Glaucidium nanum. Vicors, Burm. Reise. 1. 441. Entre las rocas porfíricas del Rio Chicc del Chubut, en la boca de la travesia al for- tin Villegas, fué cazada una de estas peque- ñas lechuzas, poco más corpulenta que un gorrion, 23. Syrnium rufipes. Cat. Brit. Mus. II. 261. En el valle del Deseado el 2 de Abril fue- ron muertas dos de estas lechuzas, que al oscurecer volaron cerca de nuestro fogon, atraidas sin duda por la lumbre. Scansores. Fam. Psittacinae 24. Conuruas patagonus. —ViELL. Burm. Reise. TI. 441. - Esta especie llamada vulgarmente loro barranquero, fué visto en el Rio Chico del Chubut, en el paraje donde se concluyen los sauces, por los 440 27” 40” de lat. Sud; se mataron algunos. nsessores A. Strisores. Fam. Halcyonidae 25. Megaceryle torquata. Re: CHENB. Handb. 1. 24.56. En el fortin Villegas fué muerto un martin pescador en los sauces de la orilla del rio. Cadrimulgidae A 26. Stenopsis bifasciata. Gourn. Voy. Beagle. UT. 36. Un ejemplar de esta especie fué cazado en la aguada “Los Pocitos“, diez leguas al norte del Rio Chubut, á fines de Diciembre. B. Tracheophones Fam. Fluvicolivae 27. Agriornis maritima. Larr. - Arg. Ornith. 1. 112. — 317 — En el Rio Chico del Chubut en el mes de Enero se cazaron dos ejemplares. 28. Lichenops perspicillatus.— Burm. Reise. IU. 457. Se coleccionaron en Caprek-aik á principios de Febrero animales de esta especie. 29. Ptyonura hbrunnea. —(GouLp. Zool. o. Beagle. U. 84. Á orillas del Rio Singuer, en Caprek- aik, en Febrero, obtuviéronse dos ejempiares. Fam. Dendrocolaptidae - 30. Upucerthia dumetoria. Ary. Ornith. Y, 170. Tres individuos de esta especie se colec- cionaron en el Rio Deseado por los 70 30' de long. W. de Greenw. á mediados de Fe- brero. 31. Cineclodes fuseus. VieiLor. Ary. Ornith. 1. 172. Un ejemplar fué visto entre el Rio Singuer ¡Caprek-aik) y Gol-aik del Deseado, en el bajo de la Nevada. Genus. Synallaxis 32. $S. sordida. Lesson. Arg. Ornith. I. 184. Dos individuos de la coleccion proceden del Rio Chico del Chubut. 33. $. aegithaloides. KirrL. 4ry. Ornith. 1, 177. Fueron coleccionados tres ejemplares de este pajarito en el Rio Chico del Chubut. Fam. Eriodae 34, Pteroptochus albicollis. Arg. Ornith. 1. 207 En el fortin Villegas en Enero obtuviéronse tres ejemplares. C. Canorae Fam. Subulivrostres ; a. perro 35. Mimus patachonicus. Larr, D'UrB. Voy. Amer. mér. 1. 3. 209. pl. IES Tres ejemplares de nuestra coleccion datan uno del Rio Chico de Santa Cruz, otro del Rio Singuer (Caprek-aik) y el tercero del fortin Villegas, : 2. Troglodytidae 36. Cistothoraus platensis. Lar. Arg. Ornith. 1. 15. Varios ejemplares fueron muertos en el Lago Cólhue. 3. Motacillidae 37. Anthuas correndera. —Vieiz. Arg. Ornith. 1, 17. Los cuatro ejemplares de la coleccion se mataron en el Rio Chico de Santa Cruz en el campamento de Chonquek-aik á principios de Marzo. Fam. Fissirostres 4. Hirundinidae 38. Progne furcata. Ary. Ornilh. I, 24. 25, En el Cerrito Doctor, á principios de Fe- 41 — 318 — brero, se vieron grau número de golondrinas de esta especie, una fué muerta para cercio- rarnos si efectivamente era esta especie. Fam. Conirostres 5. Fringitlidac Genus. Phrygilus 39. Ph. Gayi. Burm. Reise. 11 497,159. Varios ejemplares cbtuviéronse en Trelew y fortin Villegas. 40. Pi. fruticeti. Ary. Ornith. 1. 54. Algunos individuos de esta especie se ma- taron en el Rio Chico del Chubut, 41. Diuca minor. Burm. Reise. UL 483.147. En el fortin Castre, á orillas de Rio Negro, se coleccionaron dos ejemplares. Genus. Zaimotrichila 42. KK. canicapilla, Gounm. Arg. Ornith. 1. 59. Tres chingolos de esta especie obtuviéronse en el Manantial del Cabo Curioso, entre Santa Cruz y Deseado. 43. KR. pileata. 4ry. Ornith. L. 58. Tres ching. los de esta otra especie fueron obtenidos en la travesia del Rio Chico del Chubut al fortin Villegas. 44. Chrysomitris magellanica. AUCT. En el fortin Castre (Rio Negro) se cazó un ejemplar del “cabecita negra!, Magnirostres 45. Miolothras bonariensis. aucr. Pocas leguas ántes de llegar al Rio De- seado, en la falda de la Cordillera, fué muerto un pajarito negro, que se posaba á pocas varas de las mulas cargueras en el suelo y los matorrales, siguiéndonos por unas dos cuadras, siendo muy semejante á la especie que encabeza estas lineas. 46. Agelaius thilius. Monixa. Arg. Ornith. 1. 97. De esta especie cazóse uno en el Arroyo de los Tehuelches, entre los rios Negro y Chubut. 47. Trupialis Loyca. Burm. Reise. TL. 491.175. De este gran pecho colorado matáronse siete individuos, en Caprek-aik, Emelk-aik y fortin Villegas. Gyratores Fam. Columbinae 48. K£enaida maculata. Burm. Reise. TL. 497. Tres de estas palomas han sido muertas en el Rio Chico del Chubut. Rasores Fam. Gallinaceae 49, Eudromia elegans. Larr., Burm. Reise. TH. 498. En Valcheta se coleccionaron dos de estas perdices de copete. En la colonia de Chubut abundan muchisimo despues de la siega, cuando invaden las chacras en busca de se- millas. — 319 — Cursores 50. Hhea Darwinii. Gouo. Proc. Zool. Soc. 1837.35. Un esqueleto de este avestruz boleado en el Rio Chico del Chubut ha sido conservado. Bastante comunes son estos grandes pájaros en Patagonia. Su carne es de muy buen sa- bor, parecida á la de pavo, en los animales adultos. La delos jóvenes, llamarlos charas, por carecer de grasa es más insípida y blanda. Al menor indicio de peligro huyen en una carrera desesperada, pero los grandes perros galgos adiestrados para esta caza los alcan- zan por lo general á las cinco cuadras, lle- vándoles aquéllos media de ventaja. Su largo cuello lo estiran é inclinan un poco hácia adelante al correr, miéntras que cuando pasean lo encorvan graciosamente. Grallatores Fam. Limicolae 51. Thinocorus rumicivorus.— Burm. Reise. U. 501.200. Numerosos son los pájaros de esta especie en el Chubut, Rio Chico del mismo y Rio Singuer, de donde se obtuvo uno para la coleccion. 52. Charadrius ruficollis. Burm. Syst. Uebers. 1H. 361. En Trelew matáronse tres de estos batitús. 53. Vanellus cayennensis. Pr. Wien. Beitr. IV. 754. 1. Un ejemplar obtúvose en el fortin Villegas. Fam. 2. Paludicolae 54. Fulica armillata. Viemz., Burm. Reise. U. 505. Eu el Rio Chico de Santa Cruz, en los zamjones salobres del Deseado y en el Rio Singuer, se mataron de estas gallaretas. Fam. 5. Herodiae 55. Mbis melanopis. Bury. Heise. LL. 511, nota. En Valcheta fueron muertas dos bandurrias, como se llaman vulgarmente estos pájaros. Natatores Fam. Lamelilirostres 56 Phoenicopterus ignipallia- tus. ls. Georrroy, Burm. Reise. Il. 512. Cerca del Manantial de la Leona fué muerto un flamenco de entre una numerosa bandada. 57. Cygnus nigricollis. auor. Un cisne fué muerto en el Fortin Villegas. 58. Bernicla dispar. Puniper, Lanp- BECK. Wiegm. Arch. 1863.190. En Chonquek-aik, en el Rio Chico de Santa Cruz, fué herida en el ala una abutar- da, la cual permaneció despues en el campa- mento durante un dia. Al siguiente encaminóse hácia la orilla, entrando al poco rato en el agua. Una vez á flote, empezó a nadar vigorosamente aguas abajo, volviendo la cabeza para ver si era perseguida. Parecen domesticarse dificilmente. En Emelk-aik refirióme el comisario de colonia, Sr. A. Segovia, que habia hecho incubar huevos de abutarda por gallinas. Los pi- chones semejantes á los patitos, entraban á los charcos para nadar, pero cuando hubie- — 320 — ron criado alas, abandonaron la casa para no volver más. 59. Bernicla antarctica. Exrox, Burm. Reise. IL. 514.241. Una pareja de esta especie de ganso fué ad- quirida por el Museo, traidos ambos ejempla- res del Estrecho de Magallanes. 60. HKHernicla inornata. Kinc. Esta otra especie de ganso es escasa en la Isla de los Estados, á donde va desde las Islas Malvinas, su verdadera patria. He visto dos ejemplares, traidos á Buenos Aires por un coleccionista inglés, 61. Querquedula maculirostris. Liour,, Burm. Reise. II. 516. Dos ejemplares de esta especie de pato fueron cazados en el rio Chico del Chubut á fines de Enero. 62. Miareca chiloensis. Burm. Rei- se, IL 517.258. Tres de estos patos fueron cazados en el Rio Singuer (Cerrito. Doctor). II. LAS AVES DE LA COSTA OCEÁNICA Aunque no he hecho colecciones en este terreno, he estudiado las aves de la costa del océano por los ejemplares depositados en el Museo Nacional. Son principalmente tres grupos de estas aves las que la pueblan, es decir, Longipen- nes (Gaviotas), Steganopodes (Cuervos 0 Cormoranes) é Impennes (Pengúines). Las especies del grupo de las gaviotas, las he nombrado ya todas en el apéndice de mi viaje anterior, pág. 248 y 249 de este tomo TI, y por esta razon no vuelvo 4 hablar de ellas. Del grupo de los Steganopodes, vulgar- mente llamados cuervos óÓ cormoranes por los pobladores de la costa, viven cinco espe- cies en nuestras playas patagónicas, igual- mente ya enumeradas en el mismo viaje (pag. 249). La más ordinaria es el Haliaeus verrucosus de CABANIS, ántes erróneamente considerado por el H. carunculatus de Forster, siendo el más vulgar en toda la costa del Atlántico el H. brasilianus, que se extiende más al norte que las otras tres, no conocidas fuera de la costa patagónica y tambien ménos abundan- tes que el H. verrucosus. El A. Gaimard: sive cirriger se acerca por su color pardo del mismo modo al H. pun- ctatus de Nueva Zelandia, como el H. verru- cosus al H. carunculatus y prueba la relacion propincua de los dos países remotos autrales entre si. Las seis especies del grupo de los Impen- nes, llamados generalmente pengíiines, son las ménos conocidas de nuestro pais, por cuya razon doy descripciones más detalladas de algunas. Se hallan ya enunciadas sistemáticamente en las págs. 249 y 250. De los pengúines, solamente cuatro espe- cies diferentes existen en el Museo Nacio- nal, traidas de las costas más australes de la Patagonia y Tierra del Fuego. 1. El más grande es el Aptenodytes Pen- nantii Gray, el cual se halla representado en o — 321 — la lámina 32 del tomo de Zoología del viaje de los buques «Erebus € Terror», junto con un pichon, que muestra su plumaje provi- sorio enteramente uniforme, «dla color bruno. Se le llama ahora generalmente: Apt. longi- rostris, habiendo sido descripto con este nom- bre primeramente en ScoPELI, Fauna € Flora Insul. IH. 91.-- La magnifica figura del pin- tor WorrrF en la obra arriba citada, hace in- necesaria una nueva descripcion de este pá- jaro, bastante vulgar en el Estrecho de Ma- gallanes y en la Isla de los Estados, de donde proceden dos ejemplares adultos y uno jóven con su plumaje caracteristico, que figuran en la coleccion del Museo. 2. El Spheniscus magellanicus ForstER, es la especie más comun de toda la costa orien- tal de la Patagonia, desde el Estrecho hasta la altura del Chubut, segun Fauvety, encon- trándose excepci: nalmente aún hasta la boca del Rio Negro. Tenemos tres especimenes en el Museo, uno jóven, enteramente pardo en el lomo, pero blanco por debajo, desde el pe- cho hasta el ano. Sobre los ojos se ve una faja blanca pura, que desciende hácia atras de las orejas hasta el occipital. La parte in- ferior del cuello es del todo parda, como el lomo, en la juventud; pero en la edad adul- ta, se presenta la faja blanca continuada desde los ojos á la garganta y una segunda faja blanca en la parte parda é inferior del cuello, continuando á los costados hasta las aletas. Esta es la especie con anteojos y cor- bata de que habla Fauvety en su relación siguiente. Efectivamente, las fajas pardas subre el fondo blanco ofrecen cierta analogía á aquellos atributos del hombre elegante. El pico y los piés son negros en todos los estadios de la vida. Los huevos de este pája- ro, casi esféricos, tienen el color blanco. 3. Eudyptes chryysolophus. La especie que describen BRANDT y SCLA- TER con este nombre, se parece mucho a la siguiente, pero es un poco mayor, distin- guiéndose bien por su cola larga y aguda, con algnnas plumas blanquizcas en su base superior. La cabeza y garganta, con todo el lomo hasta la cola son «le color negro, pero una ancha faja amarilla de plumas muy an- gostas exhibese sobre los ojos, la que prin- cipia estrecha en el medio de la frente, un poco distante de la base del pico, no alcanzando tampoco hasta el occipital. El pico es colorado, como tambien los piés, provistos sus dedos de uñas negruzcas. La mancha negra de la garganta desciende en 21 medio con una extremidad poco prolon- gada y las plumas blancas del vientre son más cortas, de lustre sedoso. 4, Eudyptes chrysocoma BRANDT y ScLat. (*) Esta especie, de estatura un poco menor que la anterior, tiene el pico ménos encor- vado en la extremidad y relativamente algo más largo, siendo su color rojo tambien algo más claro. La cabeza, garganta y todo el lomo, son de color negro, con plumas más lar- gas en el vientre, que es blanco desde el me- dio del cuello hasta la cola, la cual es negra, mucho más corta que la de la especie ante- rior, y sin prolongacion aguda. Á cada lado de la cabeza, encima del ojo, está situada una faja de ¡plumas angostas de color de azuíre, que principia en la base del pico y termina detras del occipital. La bauda ne- gra de la garganta no se prolonga, y los piés son amarillos, hasta las uñas. Adjunto la relacion que sigue del señor Fauvery, porque da buenas observaciones sobre estos pájaros de las costas patagónicas. (+) La especie que bajo el mismo nombre ha descripto J. R. ForsteR (Descript. anim., etc., pág. 99) noes de Patagonia, sino de Nueva Holanda, y me parece idéntica al Eudyptes antipodum del «Voy. of the Erebus « Terror», Birds, pl. 27. 322 — III. RELACION SOBRE LA VIDA DE LOS PENGUINES POR EL SEÑOR/PAUVENY. _(“El Nacional” de Junio 12 y 13 de 1881.) Algunas islas y playas peninsulares en la Patagonia están cubiertas de pengúines. Se encuentra uno que otro por la altura del Chubut, hácia el grado 41 Sud; pero es sólo desde el Golfo de San Jorge, que se hallan en tierra, en un número considerable, en la época de la procreacion. En Setiembre y Octubre, segun la latitud, abandonan el mar y van á habitar á la costa. Prefieren las playas inclinadas, con piedras y arena, que les permiten salir del agua y volver á ellas con facilidad, playas formadas entre murallas y macizos porfíricos que les ofrecen buenos abrigos. Las islas que eligen, contienen generalmen- te fosfatos y arcillas caolínicas, que cavan con sus patas para anidar. Las bahias y las ensenadas de esas islas son praderas marinas, formadas principalmente por Macrocystis py- rifera, esa alga, cuyos troncos se componen de una aglomeracion de fibras duras y resis- tentes, arraigadas en el fondo del mar sobre rocas profundas, y cuyas ramas son tan lar- gas que aún no se han podido medir, entre- lazándose de tal modo que quebrantan la violencia de las olas. Al abrigo de esos montes acuáticos viven miriadas de animálculos, de Jos que se nutre un pulpo que á su vez sirve de alimento al pengúin. Parece ser aún más, su único ali- mento, cuando se prepara á tener familia, durante el tiempo de la incubacion y miéntras los padres proveen á la alimentacion de los hijos. Nunca be hallado otra cosa sino este pulpo en el estómago del pengúin. Cuando se establecen en tierra están gordos y empieza la union de los sexos. Combates encarnizados á picotazos se libran entre ellos por la posesion de las hembras. Pelean con obstinacion horas enteras, re- posando y respirando por intervalos, volvien- do luego á pelear hasta que, como lo quiere la naturaleza, el más fuerte se lleva el premio de la victoria. Muy á menudo el combatiente vencido sale de la lucha con un ojo ménos. En más de una ocasion he creido notar que la hembra mar- caba preferencia por uno de los combatien- tes, interponiéndose cuando su preferido iba á salir mal parado. No sé si he observado mal, lo cierto es, que terminado el combate, cualquiera que haya sido el vencedor, es él aceptado por la novia disputada. Esta, desde entónces es su es- posa invariablemente fiel y poco despues una excelente madre de familia. Su nido lo establecen en las grietas y ca- vernas de las rocas, en las gradas sucesivas, que hacen á veces accesibles las cimas de unos cien á doscientos piés de altura, de esas proyecciones porfiricas que señalan la formacion geológica de esa parte del conti- nente y que agregan su severa belleza y grandeza melancólica á la melancolia y belleza que el océano refleja “sobre aquellas costas desoladas. — 323 — En la base de estos pórfiros, resultado de su desagregacion lenta, segun los sabios, se extienden vetas de caolin. En el caolin, arcilla blanca de porcelana, los pengúines cavan sus agujeros, al pié de una mata, si la hay. Para resguardar la entrala y preparar la cama interior, traen al nido cuantos despojos encuentran á su alcance: huesos, astillas, yer- bas secas, plumas, etc. Sobre un colchon de poco espesor ponen dos huevos blancos, del ta- maño de los de ganso. El pengúin de la Patagonia pone siempre dos huevos casi invariablemente, pocas veces uno, nunca más de dos. Debo afirmarlo aqui, porque, desde Buffon, todos los diccionarios de historia natural repiten, que pone un solo huevo. £sto puede ser cierto refiriéndose á los de Noruega ó Laponia, que no conoce- mos. Las erupciones porfiricas, donde se esta- blecen estos pájaros, cuando no revisten la forma de mesetas, de superficie llana y bor- des verticales, son dentadas, abruptas é irre- gulares. Desde su base á la cima se hallan pen- gúines agrupados al rededor de los nidos. Si alguna causa precipita su marcha pausada y reflexiva, la bajada es más rápida de lo que pueden desear; ruedan de escalon en es- calon, caen de algunos metros de altura hasta otro plano de roca, sin sufrir gran daño, res- guardados como están por el espesor de su pluma y de su grasa. Si se quitan del nido los huevos ántes de la incubacion, vuelven á poner. Pero no su- cede asi una vez salidos los pichones de la cáscara ó hallándose avanzada la incubacion. Á pesar de que hasta el mes de Marzo hallaba siempre á la hembra con los ovarios guar- necidos por un racimo de huevos embriona- rios, jamás he podido notar que volviese á la fecundacion, á lo ménos en aquellos para- jes, al Sud de Puerto Deseado. Debo creer que esos huevos se conservan embrionarios hasta la primavera siguiente. Una vez puestos los huevos, no abando- nan el nido. El macho, durante los ocho ú diez primeros dias, trae de comer á la hembra y la reemplaza en a incubacion por intervalos despues de ese tiempo. Si se mata á uno de ellos, el que sobrevive es atendido por los otros animales del mismo grupo. Á los veinte y dos ó veinte y cuatro dias los pichones rompen la cáscara. Salen vesti- dos de una peluza gris, tupida, que es reem- plazada á los cuarenta y tantos dias por las plumas verdaderas. Durante este periodo de muda los pichones comen con voracidad, alimentados por el pa- dre en los primeros dias y por padre y madre en seguida, alternativamente. De noche todos se agrupan en los nidos, pues en tierra siempre buscan el abrigo y esto de tal modo, que convirtiéndose en hués- pedes incómodos éinconcientes, invaden cual. quier galpon habitado, cuya puerta encontra- sen abierta, En la isla que he habitado, he encontrado constantemente el mismo alimento en el es- tómago de los pichones y de los adultos; es el pulpo blanco rosado, muy bueno para comer, cuyo cuerpo cilíndrico pasa de unos diez centimetros de largo. Estos moluscos cefalópodos deben hallarse en cantidades pro- digiosas en las bahías cubiertas de plantas marinas que los pengúines frecuentan, pues he hallado hasta seis en un estómago, y con dos Ó tres llenan el buche de un pichon. Como hay pengúines por centenares de miles y en algunas islas los hay por millones, se necesita un esfuerzo de imaginacion para figurarse el número considerable de pulpos sacrificados diariamente en la alimentacion de esa poblacion emplumada. No hay duda que si los pengúines llegasen á ser supri- | 394, ss: midos, los reemplazarian en aquellas praderas de la mar, bancos de pescados ávidos de aquella presa. Supongo que estos pulpos, que no he po- dido encontrar en otra parte que en el es- tómago del pengúin, han de vivir agarrados con sus tentáculos á las algas marinas, donde pulula un mundo de seres apénas conocidos. La parte córnea del pulpo, con sus ojos, que el pengúin no puede digerir, es vomita- da, mezclada siempre con hojas de la planta de mar. Cuando los chicuelos están mudando sus primeras plumas, se puede dar principio á la faena, beneficiando los padres sin temor de que desaparezca Ja especie. En efecto, du- rante la mutacion de plumas, los pic'.ones nunca son abandonados por los viejos que sobreviven. La comunidad toma á su cargo el deber de alimentar á los huérfanos. Más aún, cuando la generacion nueva se ha revestido de su plumaje definitivo, algu- nos pengúines veteranos reunen en la orilla á los adolescentes, los llevan por grupos de unos centenares á la mar, les enseñan á na- dar, zambullir, pescar y los traen de nuevo á la ribera. Estos animales, que nos parecen estúpidos, nos dan una alta leccion de caridad social, con la adopcion de los desamparados. Atien- den á los desvalidos de su propia raza y prac- tican la educacion comun. Verdad es que no tienen defensa contra el hombre; son pesados en su andar en tierra, hasta grotescos en sus ademanes. Sus patas gruesas y cortas, están colocadas tan atras, que en la marcha pausada el cuerpo es ver- tical, Sus alas sin plumas son rudimentarias y de nada sirven para volar; empero, las em- plean para trepar, para reponer su cuerpo en la vertical cuando han caido, y con sus pa- tas empalmadas, esas aletas completan el sis- tema natatorio que les permite volar entre las aguas y zambullir con una rapidez ver- tiginosa. Lo mismo que los demas volátiles, son muy reacios á las lecciones de la experien- cia. Una nocion nueva no penetra en su ce- rebro sino con suma dificultad; pero al fin penutra. Si se establece una zanja en uno de los pasos habituales de sus midos á la mar, los mismos pengúlines caerán ocho dias, diez dias consecutivos en esa misma zanja. "Me he tomado el trabajo de experimentarlo, y retiraba cliiariamente, uno por uno con un lazo á aquellos que habian caido. Por fin evi- taban la “zanja. Los hombres los matan á palos; sin em- bargo, cuando son acosados, ó para defender su prole, pelean con ardor y como mejor pueden, con el pico, que es fuerte, cuyos bordes son estriados en el pengúin comun y sin estrias en el grande real, enteramente blanco. Miran con asombro á los intrusos, movien- do la cabeza de un lado á otro, batiendo sus mandíbulas. Parece admirarse de la audacia de aquéllos, que van á turbar la quietud de su existencia, y usurpar su dominio consagra- do por una eterna posesion. Poco ó nada tienen que temer de las aves de rapiña. Sin enemigos, antes que el hom- bre se estableciera como su vecino, con una alimentacion abundante y asegurada, su mul- tiplicacion seria asombrosa. Con todo, puede acontecer que perezca en pucos momentos una buena parte de la nueva generacion. En una isla habitada por pengúines, sobre la cual una tempestad me habia arrojado, y dende permaneci con ellos cuatro meses, una lluvia excepcional por su fuerza y duracion de algunas horas, inundó todos aquellos ni- dos que eran cavados en las arcillas, Pereció como una cuarta parte le la nue- va prole. Las gaviotas, los caranchos y chi- mangos se encargaron del oficio de sacar de — 325 — los nidos los cuerpos ahogados. Los pengúi- nes asistieron á ese trabajo de los sepultu- reros del aire y volvian á ocupar los nidos á medida que se terminaba, Debo agregar á esta observacion, que ape- sar de haber perdido su prole, no volvieron á procrear. En Abril, al sud de Puerto Deseado, y án- "tes al norte del Golfo de San Jo ge, los pen- gúines abandonan las islas en que han en- gendrado. Los jóvenes entónces son fuertes, adiestrados, preparados para la existencia en la mar, su nuevo elemento en que desplega- rán su desenvoltura y agilidad. Sin duda lo mismo que las demas aves de emigracion, sujetan sus costumbres á la evolucion de los seres de que se alimentan. Esta evolucion á su vez es sometida 4 la de otros seres más inferiores en el reino animal ó vegetal. Aplicando aquellos principios á este estudio, podemos preguntarnos: ¿Desaparecen los pó- lipos de las praderas marinas cuando las al- gas han terminado su vegetacion primaveral ó su fructificacion? o bien, si aquel alimento es indispensable á los pengiúines como pre- paracion 4 la union sexual, á las fatigas: de la incubacion y la nutricion de la prole, —y si terminado este deber de la perpetua- cion de la raza, son impulsados á buscar en alta mar, otro género de alimentos ? Estas cuestiones mo me atrevo ni puedo resolverlas despues de una sola estacion de observacion en medio de aquellas aves. Me limito á enunciarlas llamando sobre ellas la atencion de los demas exploradores, porque su solucion no carece de interes bajo un doble punto de vista: el de las industrias, de que el mar del sud y sus costas han de ser el teatro en un tiempo próximo, y el de la ciencia, que no perdona que haya algo incógnito en la naturaleza sometida á nues- tra experimentacion. El pengúin de la Patagonia es muy cono- cido, y seré breve en su descripcion. Muy á menudo se traen algunos ejemplares vivos, y con más frecuencia sus despojos conserva- dos. Su piel empieza á ser materia de co- mercio en Buenos Aires y Montevideo, á pesar de las reiteradas prohibiciones de ex- plotacion, publicadas con solemnidad por el Gobierno Argentino. La parte blanca de esa piel es utilizada para guarniciones de vesti- dos, manchones, y riquísimas alfombras. Su acelte sirve para las máquinas y en la cur- tiembre. Á aquel primer ocupante de las islas de la Patagonia, se le ha dado por los viajeros el nombre de Pájaro niño ¿ Manco. El de pengúin es más justificado, segun su eti- mología latina de pinguedo, que significa grasa. Su estómago es grande, alargado, sus in- testinos miden veinte y siete piés de largo. Con mucha grasa entre cuero y carne, poca contiene el int»rior del cuerpo. Su pechuga es espesa, de color rojo oscuro, carnuda, sin grasa pero aceitosa. Á falta de algo mejor se puede comer esta parte hervida; asada es detestable, por el olor á aceite de pes- cado que despide. El higado es grueso, excelente, principalmente en las hembras durante el tiempo de la incubacion. Puede compararse al higado de ganso, del cual hacen en Europa los mejores pátés de foie gras. Dos especies de pengúines se han _seña- lado en Patagonia: el comun, muy abun- dante, gris por detrás, blanco por delante desde el cuello, donde tiene una banda negra que despues de contornear la cabeza, simula una corbata abierta; y el pengúin de anteo- jos, algo más chico, de igual aspecto. Parece llevar anteojos por la disposicion de la banda negra sobre la cabeza, que en el comun termina en corbata abierta. Otras dos clases muy distintas he hallado 42 — 326 — accidentalmente, cuyos tipos deben ser muy escasos, pues no han sido señalados por otros viajeros. « Encontré una pareja de cada uno en una po- blacion de medio millon de pengúines comu- nes. Uno de ellos es enteramente blanco, mi- tad más grande que el comun. No lleva cor- bata ni anteojos, tiene el pico y los ojos rosa- dos, su pico no tiene estrias en sus bordes. Su aspecto y su andar son los del comun; ignoro sus costumbres. No es una variedad, pues su aparato digestivo es del todo dis- tinto. Su estómago es relativamente más pe- queño, sus entrañas más gruesas, y como no miden más de nueve piés, son dos terceras partes más cortas que las del otro pengúin; estimé que pesaba once kilos. La otra clase es mitad más chica que el comun,'sus patas y su pico amarillos. Lleva sobre cada ojo una banda de plumas cortas ( de un lindo color canario, que se prolongan de cada lado del ojo una pulgada más afuera, Este adorno insólito en las aves de aquellos parajes, les da un aire extraño, cándido, ino- centon. Diré, para concluir, que en la misma espe- cie del pengúin comun, hay variedades de co- Jor en el ropaje: algunos enteramente grises, unos que otros blancos detras y delante, pero pocos se hallan con puntos negros y blancos alternando en todo el cuerpo. En ninguna de las especies la disposicion alternada de blanco y negro, sea dispuesta en corbata, en anteojos ó en cinta abierta es carácter sufi- ciente, siendo un caso aislado, para constituir una especie distinta. Mencionaré, sin haberlo visto, al pengúin de pecho amarillo, peculiar á la Isla de los Estados, cuyo número parece haber dismi- nuido considerablemente. NOTA, Durante la expedicion se han tomado 80 vistas fotográficas de los contornos de cada uno de los campamentos, de las cuales se publicarán 25 algunas principales más adelante en un Album, con aprobacion del Superior Gobierno. 1] B - Ñ : = Las colecciones de Reptiles, Anfibios, Insectos y Conchas, tanto actuales como fósiles, no están todavía Lien estudiadas, á causa de su gran número, exigiendo mucha exactitud, y por consecuencia, largo tiempo. a A PATAGONIA Bs VI.—EXPEDICION Á CONTENIDO DE ESTA ENTREGA h s DEL MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES PARA DAR Á CONOCER LOS OBJETOS DE HISTORIA NATURAL NUEVOS Ó POCO .CONOCIDOS CONSERVADOS EN ESTE ESTABLECIMIENTO POR GERMAN BURMEISTER, Med. Dr., Phil. Dr. Director del Museo Nacional de Buenos Aires Corresponsal de las Academias de Ciencias de Berlín, Saint-Petersbourg, Turín, Washington y de la Universidad de Chile, etc., etc., etc. ENTREGA DÉCIMASEPTIMA Quinta del Tomo III. BUENOS AIRES IMPRENTA DE JUAN A. ALSINA, CALLE MÉXICO, 1422 7 1891 HALLE PARIS ED. ANTON E. DEYROLLE EN COMISION YI. - SENSO E A NOS (CON EL MAPA ADJUNTO, PL. VI.) La superficie acuática de nuestro planeta, circunvalando la tierra firme é inva- diéndola con sus muchos golfos de diferente extension, destrozando por éstos más ú menos su circunferencia, ofrece á la vista del observador atento una multitud de variedades, que es casi imposible demostrar en un solo cuadro. Aunque por su con- tinuidad como planicie no interrumpida, el mar es menos variado que la superficie de los continentes por sus elevaciones diferentes y sus innumerables productos orgá- nicos, que muestran al observador más interés por sí mismo, existe sin embargo en el movimiento perpetuo de la superficie oceánica un atractivo, que falta á la tierra firme Ó se presenta solamente como casual en lugares circunscriptos. Es esta movi- lidad, la que causa mayor impresion y produce en el ánimo del observador el senti-. miento de vivacidad, que tanto menos sabe reprimir, cuanto el movimiento del buque, que le lleva, afecta directamente su persona. Porque solamente en éste se puede ob- tener la experiencia verdadera del Océano, mas no en la costa, que influye en su opinion por la estabilidad del cuerpo. Por tal posicion la observacion se hace erró- nea, y el pintor que conoce solamente el mar desde la orilla, no es capaz de repro- ducir el aspecto imponente del Océano inmenso. Describir éste del modo como lo ve el pintor de marinas, será el tema de nuestra actual investigacion, prescindiendo ha- blar de la profundidad del mar y su extension, no menos que de la composicion quí- imica y física, como también de las corrientes generales y locales, porque estas cuali- dades no varían el aspecto en su configuracion general, Hablamos aquí de lo que ve el viajero en la superficie del mar, sin estudiarle física y geológicamente, en su relacion á la tierra firme, como fuerza motriz y productora en las épocas de su desarrollo. Tres son entonces los puntos principales de nuestra contemplacion, es decir: el color del Océano, el movimiento de su superficie y los objetos que lleva consigo, presentándolos á la vista del viajero. Pocos fenómenos físicos son más difíciles, para la explicacion científica, que la de los diferentes coloridos de los objetos naturales. Bien sabido es que el ensayo feliz (%) Esta obra es traduccion de un ensayo aumentado con nuevos datos, publicado después de mi vuelta del primer viaje al Brasil, en los Cuabros GeoLócicos (Geologische Bilder) en Leipzig, tomo III, pág. 1 sig. 1853. 43 — 328 — de Newrox para conducir un rayo de sol por un agujero angosto al prisma de claro cristal, sostenido en la cámara obscura sobre una planicie blanca, dió origen al co- nocimiento del fenómeno espectral, probando que la luz se compone de los siete diferentes colores del Iris; y que en época más moderna descubrió Araco los fenó- menos más elegantes de la polarizacion de la luz. De modo cómo resulta de estos coloridos una luz pura incolora, no sabemos; suponemos que dichos colores son propiedades fundamentales de la luz, que se desvanecen en la luz pura y se presen- tan en la luz reflejada, produciendo los fenómenos de la irisacion y del opalismo, cuando hiere superficies planas finamente rayadas. Pero con semejantes procesos no puede confundirse el color homogéneo azul del Océano, en cuanto su superficie, aunque no plana sino homogénea, no tiene nada de la planicie rayada interferente, como tampoco por la falta de reflejo al observador, estando la luz encima de él y no en la direccion del rayo reflejado. 'Poda el agua pura, como la del Océano, es clara y sin color alguno, si la examinamos separadamente en vasos transparentes. Con razon dice Arkx. pe Humsoror (*), que todos los fenómenos que se relacio- nan con el color del mar son sumamente problemáticos. Este célebre sabio, que ha examinado el Océano durante sus viajes por diferentes mares todas sus cualidades, no quiere pretender que existen dificultades en conocer su color, como es en cada momento de la observacion, sino el origen del color en general y sus variaciones locales. He tenido bastantes ocasiones durante mi primer viaje al Brasil, de ida y vuelta, de fijar mi atencion en este mismo fenómeno: durando mi salida de Bremen hasta Río de Janeiro 63 días en buque de vela, y el regreso á Hamburgo de 74 días. La proximidad de las costas influye en el color del mar; no existe acá el verdadero color azul del agua, y aun á la altura de Jos mares pequeños como el Báltico y Grermánico no existe bien claro. El color del mar Germánico, desde la salida de la boca del Veser, tiene un color pardo amarillo, con tono verdoso poco pronunciado, y este color se acerca tanto más al verde, cuanto que el buque se aleja de la costa, tomando el agua en la misma direccion, poco á poco, un aspecto más claro, sin cambiar su tono ver- doso. Se deduce este color de la hondura pequeña de 50 brazas de dicho mar, que solamente más al norte, antes de la costa de Noruega, se hace más profunda, de 150 brazas. En lugares donde no existen bocas de ríos, el color verdoso es más claro y el agua más limpia, pero no más azul. Se hailan en tales regiones algunas localidades más puramente verdes ó azuladas, como por ejemplo en el canal de la Mancha, del lado de Inglaterra, en donde el fondo del mar es de greda blanca como la costa de la tierra vecina. En el mar Germánico se forma el fondo de arena parda mez- clada más ó menos con arcilla y restos de conchas destrozadas, y por esta razón el color del agua es menos claramente verde. Si las tormentas agitan su superficie, el () Reise in die Aequatorialegenden des neuen Continents, Tom. 1. pág. 383 de la edic. alem, — 329 — color verdoso:se cambia más en pardo y la pureza del agua más se enturbia, por el fango fin» que la agitacion del mar ha levantado del fondo. Las comunicaciones precedentes indican que el color del mar depende en algo del color y de la sustancia de su fondo, pero nc explican suficientemente el color ver- doso general. Que este color no pertenece al agua pura es evidente; cuando exami- namos parte del fluido á través de vasos pequeños, el agua del mar no tiene co- lor alguno. Por esta razon me parece admisible que dicho color no depende de la substancia del agua, sino del reflejo del cielo por encima de su superficie. Si el cielo es reflejado por un mar poco profundo, el color del suelo influye en su color, dándole un tono más ó menos verdoso; pero si la distancia de la superficie del Océano de su fondo es inmensa, la influencia de éste en el color se pierde, y el del agua recibe el del cielo. Es por esto que el color del agua en el canal entre Francia é Inglate- rra, en donde el fondo del mar influye en éste, el agua parece verdosa; pero más afuera, en la porcion ancha y más honda del canal se pierde ya este color, cam- biándose en algo inás obscuro y poco azulado, hasta que se abre el canal en el Océano entre Landsend y la Bretaña, descendiendo luego su fondo de 50 brazas á 100 y perdiéndose después á 500 brazas con la entrada al verdadero Océano. Los navegantes conocen bien la diferencia pronunciada azul del color del mar en esta region, llamando la porcion anterior menos honda del canal con el nombre de las fundaciones (rinden) á causa de la poca profundidad á menos de 100 brazas. Dicha diferencia de color sorprende todavía más al viajero en su travesía de Awmé- rica que al que sale de Europa, porque el cambio de color es más repentino, en- trando del Océano en el Canal, que en la salida por la porcion angosta poco á poco más estrecha del mismo. leual observacion se hace de la costa del Estado del Uru- guay, que se presenta al pasar el Meridiano Sud 34 por la denominacion de los hondos en donde ni el color verdoso se pronuncia igualmente bien ni el color azulado se pierde le repente. Pasando la profundidad de 500 brazas, las partículas superficiales del fondo no pueden ser movidas por la accion del movimiento de las olas, ni aun por las tormentas mas violentas; y por esta razon el agua del Océano conserva su pureza transparente, porque dicha profundidad de 500 brazas es de poca importan- cia para su extension general. El almirante francés Du Perrr Trovars ha medido ya 2000 brazas; pero los ingleses Jomw Ross y Dewxumax pudieron encontrar profundida- des más grandes: aquél de 5000 brazas y de 7066 éste (*). No dudo, que la coloracion azul del Océano depende en verdad de la del cielo, porque nunca he visto en él otro color durante mis siete viajes por el Atlántico en días claros y serenos; verde ó verdoso parece solamente en mares poco profundos en algunos lugares limitados cerca de la costa. Es verdad que las olas parecen algo (*) Véase PETERMANN, Geograph. Mittheil. del año 1855, pág. 34, — 330 — verdosas cuando el buque corre con velocidad, separándolas dalante de la proa en ci- mas espumosas, que se levantan sobre el agua menos agitada más abajo; pero esta apariencia verdosa es producida por las burbujas de aire de la espuma, que represen- tan casi un fondo sólido. En las costas se ven en algunos lugares diferentes colores del agua á poca distancia el uno del otro; hay localidades también en mares poco hondos de color azul, y cerca de ésta otra de color verdoso. lo que depende ya sea de la profundidad diferente ó ya de la poca movilidad en la corriente. Plazas pro- fundas y tranquilas con fondo negro parecen azules, otras menos hondas con fondo claro más verdosas. Agua mezclada con sustancias suspendidas en ellas toman colo- res particulares. Son principalmente partículas calcáreas, que dan á los lagos hon- dos de la Suiza su color verdoso. Al mismo tiempo influye ya la serenidad del cielo puro, ó cubierto por nubes obscuras. Sabido es que el aspecto del Mediterráneo es de un azul puro y saturado á causa del cielo más claro y más azul de su situacion austral, comparándole con el mar Germánico del Norte, y por la misma razon el Océano parece más azul entre los trópicos, que en la zona templada, como lo saben todos los viajeros que han pasado por las dos zonas. Las substancias disueltas en el agua no son de importancia en su color, porque no alteran su composicion química, pero aumentan un poco su peso específico y su densidad. Como estas dos cualidades se aumentan en el Océano tropical, en comparacion con los mares más polares, el agua entre los trópicos es un poco más saturada y de mayor peso específico; la cualidad reflectante de su superficie se aumenta por esto y produce un color más azul, porque el cielo entre los trópicos es también de un azulado más puro que en las regiones tem- pladas. Creo haber hecho algunas observaciones durante mis viajes por el Océano, que prueban mi opinion. Contemplando el Océano á ambos lados del buque, se reco- noce una diferencia notable en el color; en el lado expuesto á los rayos directos del sol el agua es más clara, menos teñida, pero al otro lado, en donde la pared del buque hace su sombra á la superficie del agua, el color azul es más intenso y casi del color del indigo, como el añil claro. Se ve este color principalmente en la superficie de las pequeñas olas, que acompañan la pared del buque desde su proa, separadas por el color casi negro de la sombra del buque entre ellas. Es un aspecto muy elegante, que he observado diariamente por horas, entreteniéndome con as diferentes figuras de las pequeñas olas azules, que cambian su figura perpetuamente por el movimiento progresivo del buque. Pero se observa este fenómeno solamente en días serenos sin viento fuerte. si el buque marcha sin movimiento pausado. En el lado del buque ilu- minado por los rayos directos del sol la superficie del mar semeja á una plancha de vidrio puro, sin alinde, al otro lado la sombra del buque da al agua el alinde y forma un verdadero espejo de cada ola; en aquel lado el agua absorbe los rayos del sol, en éste las olas reflejan por el alinde de la sombra negra del buque el azul del cielo, — 331 — Á mi modo de ver, estas observaciones explican bastante bien el color del mar como reflejo del color del cielo. Algunos otros fenómenos ilustran todavía más mi opinion aquí expuesta. El mar no tiene siempre el mismo color azul, sino que se presenta de un modo más claro y más saturado; cada vez en concordancia con el cielo más limpio y más cubierto de nubes. En general, un mar agitado con muchas crestas blancas espu- mosas parece más azul, si el cielo está despejado con sol fuerte. Esto es en parte el efecto de las muchas manchas blancas entre el fondo azul; por otra parte, la falta del reflejo, que la superficie desigual produce. El mar tranquilo se presenta como superficie casi igualmente plana, que el viajero observa desde su posicion en la cubierta del buque por un ángulo muy pequeño, y por esta razon su reflejo no da el color, sino solamente su brillo. Para ver el verdadero efecto azulado, se necesita subir á la gavia; el agua se presenta desde acá con el color profundo azul del cielo tropical. Más claramente aún se ve el efecto del cielo en el color del mar, si el cielo está cubierto con nubes obscuras de lluvia; entonces se reconoce bien que el mar no es azul, sino pardo como el cielo, aunque no de igual intensidad. Aun la diferencia del color pardo y azul se ve algunas veces juntos en distintos lugares, si las nubes no cubren todo el cielo, siendo el efecto del sol en la superficie visi- ble del mar, en otros lugares más distantes, no cubiertos de nubes. El color pardo de las nubes de lluvia prevalece, cuando todo el horizonte está cubierto por ellas, pero si tales nubes pasan en lugares distantes sobre el horizonte, el mar recibe su mismo color pardo como una cinta obscura al rededor de la superficie próxima azul, iluminado por el cielo limpio y el sol claro. Si el color azul hubiese sido cualidad inherente del agua del Océano, aun el agua vehementemente agitada debería presen- tarse azulada, á lo menos sus porciones salientes durante la tormenta, pero no lo es, sino incolora, como el agua pura tranquila. Un fenómeno que prueba bien cómo el color del Océano depende del color del cielo, dan las trombas, que se forman en el agua, como en la superficie de la tierra en lugares secos en la arena movediza. He visto algunas durante mi primer viaje en buque de vela. Estas trombas no son azules, sino pardas, como las nubes de tor- menta con las cuales se unen por el remolino que las causa, levantando el agua del Océano hasta estas mismas nubes. Dichas trombas son de color pardo.obscuro, y no azules, iguales á las nubes, que las producen. Se ve claramente, que el color pardo del agua es producto del color de la nube, que está encima de la tromba, porque las nubes blancas del cielo encima del Océano sereno no alteran mucho el color azul, Grupos densos y grandes de nubes blancas existen generalmente no en el centro, sino al rededor del horizonte, y por esta razon no influyen en el color de la porcion del Océano, por donde pasa el buque del observador. Parecen también las nubes blancas — 332 — del horizonte más densas que lo son, por su larga distancia del observador; encima del que las estudia no serán tan compactas, como las que se ven en lontananza. Siem- pre las nubes blancas del Océano se presentan más claras, en cuanto más próximas se hallan al observador. Si no es admisible, como creen algunos sabios físicos, deducir el color azul del Océano como reflejo del igual del cielo, sería permitido derivar para los dos el mismo origen primitivo. Ya ha dicho HumboLbr sobre esta cuestion en su viaje arriba citado, lo que sigue: “Los sabios físicos que no aceptan la doctrina de Newrox sobre la “ teoría de los colores, consideran el azul del cielo como el negro del universo visto “ por un medio transparente, poco mezclado con vapores; pueden aplicar la misma “ explicacion, al color azul del Océano“; porque el espacio hondo que incluye el agua del Océano, es también oscuro, sin luz propia, recibiendo la luz del sol sobre su superficie, y el agua es una materia más densa que el aire de la atmósfera, ra- zon suficiente para ver en la noche el Océano más azul que el cielo oscuro, igual- mente sin luz propia como aquél. Bastante diferente se presenta el aspecto del Océano durante la noche; su supetr- ficie azul se cambia en un pardo oscuro, que aumenta á medida que la oscuridad avanza. Pero se pronuncia también aun en este período alguna similitud con el cielo. Mientras los vapores ascendentes del agua del Océano, que se levantan durante la noche algo más, á causa generalmente de su menor agitacion entre los trópicos, estos vapores hacen más claras y más visibles las estrellas en el cielo, recibe el mar también, cuando la luna se exhibe en el período de la selenitá, un reflejo poco azulado. Concuerda entonces con esta cualidad otra muy sorprendente del Océano: la fosforescencia de su superficie con innumerables puntos brillantes, correspondien- tes casi á los de las estrellas. Este fenómeno, uno de los más admirables para el viajero, invitale imvoluntariamente á dirigir la vista hacia abajo, abandonando el cielo claro con sus innumerables estrellas, para observar con exactitud los más innumerables puntos lucientes de diferente tamaño, que se agitan en el mar con movimiento evidentemente voluntario, cuando aquél no está muy agitado, aumen- tándose por su número en las olas, en tanto que al avance del buque se forman las crestas frente á la proa y corren á ambos lados del casco hacia atrás. Aunque du- rante mi primer viaje en buque de vela la claridad del cielo nocturno entre los trópi- cos me ha sorprendido mucho, fijando mi atencion en las estrellas, pronto más me ocupó el atrayente aspecto del Océano, con sus más innumerables puntos luminosos, comprobándose algunos de los más grandes, por su contractilidad voluntaria y el cambio de su figura general, que no son otra cosa que animálculos que se agitan en el mar é incomodados en parte en sus movimientos por la corriente rápida de las olas con la marcha del buque. Se ve entonces claramente, que la luz del Océano no es — 333 — propiedad del agua, sino de animálculos que en ella nadan; aun en lugares en donde existe una forforescencia general circunscripta del Océano se ha probado, que no es el agua la que reluce, sino la innumerable cantidad de pequeños organismos micros: cópicos, que viven en tales localidades en el Océano. Examinemos entonces dicho fenómeno, bajo dos categorías, es decir: en puntos brillantes separados y en man- chas concretas también brillantes más ó menos extendidas. De los puntos brillantes esporádicos se veo muchísimos por la noche en el Océano tropical. Los he contemplado atentamente con placer por un mes durante mi primer viaje en buque de vela, desde el 25 de Octubre hasta el 23 de Noviembre de 1850. Como ya he dicho, el fenómeno brillante principia más vivo en la proa del buque, encima de las crestas de olas espumosas, formado por el avance del casco en el agua; corriéndose al costado hacia atrás, “y desapareciendo después poco á poco en la es- tela. La luz que se produce en dichas olas es tan fuerte, que los lados del casco parecen iluminados, pero inclinándose sobre el borde de la cubierta y fijándose bien en las olas, se ve claramente, que la luz del agua no es general, sino producida por puntos separados desiguales, brillantes con luz más ó menos fuerte y de color algo diferente, sea ya colorado, amarillo y azulado, que se mueven en el agua en diferente altura juxta y encima el uno sobre el otro. Esta observacion se confirmaba más clara- mente por el agua más distante del casco y detrás de él en la estela, porque en ésta los puntos luminosos son entre si más distantes y la luz de cada uno más variada. Las luces sineulares no fueron persistentes, sino variadas, la una fuerte, la otra más dé- bil, y esta variacion se repite en cada una en intervalos fijos, probando un proceso voluntario repetido en ellas. Comparándolas con la luz bien conocida del Insecto llamado Lampyris splendidula, que había cazado en mi juventud para mi coleccion coleopterológica, he visto la similitud completa de la fosforescencia; ya en el mo- mento he quedado convencido, que los dos fenómenos son de conformidad; los puntos brillantes del mar, son avimálculos generalmente muy pequeños que producen luz nadando tranquilamente en el Océano, sea voluntariamente á intervalos rítmicos como los Lampíridos volantes, ó sea irritados por el movimiento de las olas, que los lanzan de su camino directo y provocan por su incomodidad la reaccion luminosa de su cuerpo. Me he persuadido pronto de esto por la observacion exacta de la efer- vescencia luminosa de los diferentes puntos lucientes en el mar al costado del buque, pero no pude conseguir extraer del mar ni uno ni otro de estos puntitos brillantes, para examinarlos con el microscopio. Aunque mucha; veces los marineros sacaban un valde lleno de agua con tales puntos luminosos, conservándola hasta el otro día para dicho examen, nunca encontré ningún animalito en ésta, ya sea por causa de su pequeñez excesiva, 6 ya por la sustancia gvelatinosa de su cuerpo, pronto disuelto en el agua. Más afortunado he sido á la vuelta del viaje: observé algunos — 334 — pequeños crustáceos de los grupos de Lofyropodos y Copepodos y también una grande Medusa, la Pelagía cyanella 6 noctiluca, que he conservado por algunos días viva en un vaso transparente. Este animal no daba luz cuando se sentía tranquilo, | sin alguna irritacion, pero tan pronto como era tocado en un punto de su superficie con un objeto duro, esta misma parte de su cuerpo lanzaba rayos luminosos un poco azu- lados. También, en el momento de sacarle del mar con una bolsa de tul fino, que to- caba el animal en todo su contorno, una iluminacion general derramaba su cuerpo. El foco de luz no se presentaba en el interior del cuerpo del animal, sino solamente en su superficie externa, y tan pronto como era vuelto al agua, se tranquilizaba, desva- neciéndose la luz. Pedacitos cortados de sus largos rayos centrales inferiores, brilla- ron también, pero por un corto momento, perdiendo muy pronto esta cualidad. He visto muchos de estos animales en la proximidad de las islas Azores, aun durante el día, pero no los he observado antes de la noche, cuando el buque los irritaba con su movimiento, mostrándose cada Medusa como una gran bala férvida en el mar junto al casco. Ya antes había visto una pequeña Salpa, igualmente luminosa á consecuencia de la irritacion por el contacto. Aun los pequeños cangrejos examinados vivos no daban perfectamente luz, sino cuando habían sido tocados. Me parece evidente, que no es la luz el efecto de un órgano particular, sino una reaccion momentánea del cuerpo entero. Lo mismo pasa con los coleópteros luminosos del Brasil, llamados 4/ateres: toda la sustancia interna adiposa de su cuerpo da luz, pero la superficie dura córnea externa, que no es transparente, no la deja ver sino por dos ventanillas hemisféricas transparentes en el protórax y una mancha más grande entre el pecho y el vientre, que se ve durante el vuelo del animal, cuando éste levanta el abdomen de su con- tacto íntimo con el pecho (*). : Del fenómeno explicado de los puntos luminosos en alta mar, se diferencia del todo el reflejo luminoso del mar cerca de las costas, que se presenta como una man- cha bastante grande homogéneamente luminosa, que se encuentra en diferentes lu- gares, y probablemente no por su forma, sino también por su origen. He visto esta, luz general una vez en el Canal de la Mancha, se presentaba en algunas piezas lu- cientes de un tamaño de 20-25 pies, que daban un reflejo fosfóreo sin interrupcion, pero sin gran vigor. El buque nuestro marchaba bastante cerca á la costa de In- elaterra, sin columbrarse la tierra misma á causa de la oscuridad completa de la noche. La distancia del buque á estas manchas no me permitió examinarlas más, pasándolas con viento bueno y bastante fuerte algo rápidamente; pero según las observaciones ya hechas en otros lugares, me veo obligado á pensar en organismos (*) El examen más moderno y escrupuloso de dicho fenómeno de los Elateres lo ha hecho RarPH. Dubo1s en el Bulletin d. l, Soc. Zool. de France. Tom. x1, pág. 1 y sig. 1886. — 335 — muy pequeños microscópicos, como la Noctiluca, 6 el Peridinum en el mar, como producentes de la laz en éste; aunque no es imposible, que substancias putrefactas orgánicas en el mar hayan sido el origen del producto de la luz fosfórica, tales como peces ó leña descompuesta, y aun el desove de los peces, depositado una vez en gran cantidad cerca de la costa. Bien atestiguado es lo que dice EnrexBErG, que jamás se han visto peces muertos acumulados en el Océano, porque substancias pu- trefactas no flotan largo tiempo en la superficie del mar, sino que descienden al fon- do poco después de la descomposición ó se depositan del centro á la costa; y en esta region no son raros los peces muertos. Tampoco es menester creer que siempre haya peces muertos, en donde se encuentran manchas lucientes en el Océano; todas las substancias orgánicas que tienen fósforo en su composicion, pueden dar luz, cuan- do se descompone por putrefacción su mezcla natural; y á este respecto el desove ó la esperma de los pescados puede producir manchas lucientes; pero dudo que sola- mente la substancia oreánica primitiva gelatinosa por su descomposicion sea sufi- ciente para originar estas manchas en el mar, necesitando organismos enteros que se descompongan para producir la luz. Sin embargo, dice QuarreracEs, que las manchas continuas fosfóricas en el mar á la costa occidental de Francia nunca se han probado como productos de la descom- posicion de substancias pútridas, sino solamente procreadas por organismos vivos. como la Noctiluca scintillans, un animalito pequeño del grupo de los Dinoflagela- tos. En otros lugares de la costa de Europa, por ejemplo, en el puerto de Kiel, esta- cion naval principal alemana del Báltico, el observador Mrormaéris ha visto otros ani- málculos del grupo de los Infusorios como productores de la luz, es decir, algunas especies del género Peridinum; y me parece menos probable, que substancias orgá- nicas descompuestas produzcan luz en el Océano, en donde existen los puntos lucien- tes, pero de ningún modo en alta mar, más admisible puede ser esta suposicion á las costas, en algunos casos. La inmensa abundancia de estos organismos lucientes en el Océano se prueba bien, si se compara la pequeñez microscópica de su cuerpo con la extension de los lugares fosfóricos que los producen. La Nocíiluca scintillans tiene */, —”/, mm. de diámetro (es decir '/, —'/, de línea), una gota de agua de tamaño moderado puede incluir entonces casi 100 individuos. En el estado tranquilo del agua estos animalitos forman cerca de la superficie del fluido una capa luciente de algunas pulgadas de al- tura; los que nadan separados en el alto Océano son generalmente más grandes y dis- tan entre sí por intervalos de 1—2 pulgadas en lugares en donde están copiosamen- te unidos: otros mucho más grandes, como las Medusas, se mezclan entre sí con más rareza, aun á la distancia de algunos pies; pero considerando que toda la zona tropical del Océano muestra el mismo aspecto, el número de los organismos lucientes en esta 44 a BOB zona supera á toda imaginacion. La cantidad que el cálculo hipotético del obser - vador formula asciende á muchos miles de millones. Siendo que un pie cúbico de agua de dicha zona contenga solamente el pequeño grupo de 10 animalitos lucien- tes, el mismo espacio de una milla cuadrada ya dará más de 400 millones. Pero no solamente en el espacio de un solo pie, bajo la superficie del agua, existen puntos lu- cientes; desciende hasta 2 y 3 pies y más aun en el agua, aumentando en una legna cuadrada del Océano su número á 4800 millones de organismos vivientes en dicho espacio. La cantidad inmensa de puntos y animales lucientes, que producirá igual cálculo por toda la zona tropical de la superficie de nuestra tierra, se presenta fácil- mente al lector, sin que entre más en la prosecucion del cálculo indicado; al natura- lista viajero, que mira desde el borde del buque que le conduce, durante la noche, el Océano iluminado como una decoracion teatral milagrosa, no puede satisfacer su imaginacion excitado por el deseo científico, sintiéndose ligado por vínculos casi misteriosos á este espectáculo instructivo ante sus ojos por noches enteras hasta la salida del sol. Confieso que principalmente en el Océano Pacífico estas observaciones han sido mucho más satisfactorias para mí, á causa del movimiento más suave del buque y el número más abundante de los puntos luminosos en éste; él me ha justifi- cado por completo sa nombre, en comparacion con el Océano Atlántico, superán- dole por la elegancia del espectáculo nocturno y la suavidad diurna del movimiento del viento como el de las olas. Más variable que el color del Océano durante el día y su aspecto luminoso en la noche es la movilidad de su superficie, que no se ve jamás en tranquilidad perfecta. Produce cierto desasosiego, casi misterioso, la agitacion perpetua de la superficie del mar, fatigando el ánimo del espectador, que lo ve de la costa por primera vez sin haber visto antes una marina. Aun sin conocer el efecto horroroso, que el movi- miento del mar produce en el ánimo del que navega por primera vez, el aspecto del mar agitado mirado desde la costa excita en personas sensibles síntomas del mareo. Tener bajo los pies un suelo sólido, fijo, es la necesidad urgente para el hom- bre, findándose en la configuracion misma de todo nuestro organismo; solamente las repetidas pruebas y el ejercicio perpetuo pueden superar la abnegación que siente el hombre al principio de su carrera de marinero. Sin conocer el efecto de la repe- tida ocupacion por el ejemplo de otras personas, ningún joven aceptará voluntaria- mente la vida de navegante; aun los animales temen el mar, y los caballos como las vacas y las ovejas sienten la incomodidad de ser transportados en buque, demostrán- dolo por su figura triste y morosa que manifiestan en todos sus actos durante el viaje. Por sí misma, el agua del mar no tiene binegún movimiento particular, y no obs- tante jamás se ve en tranquilidad perfecta. En el alto Océano no he visto nunca una — 337 — superficie igualmente plana y tranquila; y aun cuando lo estuvo en parte, no se formó una verdadera planicie, sino algunas elevaciones lentamente alternadas poco ascendentes y descendentes en largos intervalos. Estos son los últimos restos de más fuertes movimientos de la superficie en otros lugares á larga distancia; oscilacio- nes perdurables por la ley de la perseverancia del movimiento en fluidos siempre continuos. Los marineros llaman á estos movimientos con el nombre de mar cónca- vo, formándose después de tormentas, cuando el viento no scpla ya y las olas fuer- tes poco á poco se tranquilizan. Si el sosiego continúa por algunos días, el mar se vuelve poco á poco más tranquilo; pero pronto las causas de la tranquilidad cambian, y por esta razon una planicie perfecta no existe jamás en la superficie del alto Océano. De diferente modo se presenta el mar cerca de las costas. La profundi- dad pequeña de éste en tales lugares no deja acumular mucha agua. Si se agita, cambiándose en olas, falta á éstas la profundidad necesaria para formarse bien; pronto se toca el agua con el fondo cerca de la costa, y este obstáculo obliga la ola á extenderse á lo largo, cambiándose en ancha y baja, y después en planicie homo- génea, si la fuerza motora del viento se pierde completamente. Como cada movi- miento del mar depende de la fuerza y movimiento del viento, la tranquilidad entra si esta fuerza falta; y como también la influencia del fondo aumenta la tendencia á la inmovilidad, el mar se tranquiliza al fin por completo. Pero se ve este efecto en costas con largas playas; si el fondo es desigual, las olas se levantan para su- perar el obstáculo del fondo y forman entonces el fenómeno del acanillado. El origen de las olas se funda en la influencia del movimiento de la atmósfera en- cima de la superficie del agua del mar, ambos: la atmósfera y el mar, son substancias fluidas, que deben moverse por perturbaciones de su equilibrio. Si la atmósfera está tranquila por algún tiempo prolongado, el mar se tranquiliza también; moviéndose el aire por una corriente continua, que se llama viento, también el mar se mueve, y tanto más cuanto más fuerte sopla su motor. El viento oprime la superficie del mar en ángulo oblicuo, y esta presion oblicua obliga al agua superficial á retirarse en dos direcciones, es decir: empujada al lado y hacia abajo. La presion vertical lleva el agua inferior en la misma direccion y la obliga á ascender un poco hacia adelante, dirigida por el ángulo oblicuo del viento, porque el agua no tiene elasticidad para compensar la presion de otro modo. Por este detecto obliga la presion del viento en la superficie del agua á formarse en ella una concavidad acompañada hacia ade- lante de nna elevacion, y estas dos clases del efecto producen el movimiento de las olas. Porque la porcion de agua levantada hacia arriba tiende por su gravedad pro- pia á descender de nuevo, cuando su peso supera la fuerza de la presion del viento; y por esta razon, la porcion levantada de la ola, es decir su cresta, desciende des- pués, ocultándose de nuevo en la concavidad de la ola, mientras que en el mismo — 338 — momenuto, por la fuerza continua Gel viento, otra porcion próxima del agua se le vanta en nueva cresta; y esta repeticion perpetua mutua en la superficie del mar forma el fenómeno onduloso del movimiento de las olas. Examinemos ahora las diferentes fases de dicho fenómeno, hablaudo primero de la marcha aparente progresiva. Digo con intencion “aparente”, porque en verdad no existe; pues una observacion seria debe probar, que las olas sueltas no progre- san, sino que se levantan y descienden en el mismo lugar; el movimiento progresivo que se cree ver, depende del movimiento del buque; y en verdad, las olas corren á ambos lados con más ó menos velocidad, porque el buque avanza, es cierto, pero no las olas que lo acompañan. El movimiento de la superficie del agua del mar no es otro que el ascendente y descendente de cada ola, pero de ningún modo progresivo; el instrumento bien conocido al marinero, llamado barquilla, lo prueba evidente- mente Dicho instrumento es una cruz hecha de dos tablitas delgadas con cada rama de un pie de largo, unidas con una cuerda fina, ligada al medio de la cruz para dejarla flotar atrás del buque en la superficie del mar. La cruz metida en el agua fíjase en la superficie, en donde la ha tocado; y avanzando el buque se sabe bien la velocidad de su marcha por la distancia de la cruz y la longitud de la cuerda entre los dos puntos. Aleunos nudos en la cuerda, á igual distancia entre sí, sirven como medida para cada minuto y facilitan el conocimiento de la velocidad del buque en su marcha, es decir: cinco nudos prueban un avance de cinco millas náuticas por hora. Este instrumento hubiese sido inútil, si la cruz flotando en el agua se hubiese movido con las olas; pero probando con exactitud casi perfecta su fijeza en la superficie del mar, sirve bien para conocer la velocidad del buque. Toda el agua de cada ola no avanza ni retrocede, pero desciende y se eleva en el mismo lugar, sin hacer otro movimiento. Sin embargo, parece que las olas preceden y aun anteceden al buque navegando. Examinemos primeramente, si es en verdad así, Ó si es solamente un engaño de nuestros ojos. Para conocer bien este fenómeno, debo advertir, que cada ola tiene dos porciones, la elevada formando cresta y la cóncava como depresion excavada. Imagínese la cresta de la ola separada de la otra porcion, se comprende bien que la primera sería suficiente para completar la segunda en planicie; la cresta es la porcion elevada del agua por el viento sobre el nivel, la cóncava la deprimida debajo del nivel. La cresta elevada á su altura máxima por la fuerza del viento, no puede conservarse en la misma altura, porque el efecto del viento es igual en todo momento; ascendiendo la cresta un poco encima de su altu- ra normal, se pierde pronto por la exageración de su altura, y debe caer de nue- vo en la porcion cóncava atras ó adelante, sino el viento mismo soplando perpetua- mente obligaría á la cima superior de la cresta más móvil á caer también con algo en la porcion cóncava antes de ella. Aun durante este momento la fuerza depri- — 339 — mente del viento existe, y produce en las olas nuevas ondulaciones, que se comuni- can á las porciones próximas de otras olas y la obligan á compensar la pérdida de la ola anterior por sus propias aguas, para restituir el equilibrio en la masa gene- ral. En el mismo momento de la ascension de alguna cresta, otra próxima descien- de, pasando su líquido á la anterior y á la posterior concavidad para promover el equilibrio tranquilo; pero éste-nunca se efectúa, porque el viento que sopla no lo permite; levantándose una ola desciende otra, y este movimiento perpetuo ya sea hacia adelante ó hacia atrás, es la verdadera accion física de la superficie del mar, que se nos asemeja por las crestas sobresalientes de algunas olas un movimiento pro- gresivo, pues no vemos el descenso retrógrado de las olas por su porcion basilar descendente. Advertimos al fin de este discurso general, que la distancia de dos crestas próximas entre sí se llama la /ongitud de la ola, que se aumenta como la altura con la fuerza del viento reinante. Diversos fenómenos, que no pueden escapar al observador exacto del movimien- to del Océano, darán nuevas pruebas de la exactitud de nuestras explicaciones, y probarán también la apariencia del progreso de las olas. Debo llamar primera- mente la atencion del lector á las muchas crestas blancas de espuma en las olas más altas, que los marineros alemanes llaman las ovejitas del Océano y los italianos caval- li bianchi de Nettuno. Éstas se producen por el movimiento rápido de la cima de las crestas más altas hacia adelante, empujadas por el viento fuerte en esta direccion y cayendo así no en la cavidad de su propia ola hacia atrás, sino en la de la ola pró- xima anterior. En el momento de la caída la cresta se hace espuma, obligada por el viento á mezclarse con el aire del de encima de la cresta, mientras que la porcion ba- silar de la misma ola desciende y retrocede á las cavidades de las olas próximas. Es este el fenómeno que parece principalmente probar el avance progresivo de las olas, pero no es en verdad un avance, sino también una caída del agua en su po- sicion anterior. La cima de la cresta es una cascada momentánea, un avance rápido interrumpido por el retroceso de la porcion inferior de la ola encima espumosa. En este momento muchas de las burbujas de espuma se pierden, formando el resto fajas blancas en la superficie de las olas, que descienden hacia adelante como hacia atrás en las cavidades de las olas próximas, y casi en el mismo instante de desapa- recer la espuma en avance rápido se desvanece también en las cavidades, ahora ba- jas antes crestas espumosas. Se sigue de estas diferentes faces de cada ola el cam- bio perpetuo de la superficie del mar agitado bajo la influencia del viento y la varia- cion innumerable de su aspecto, excitando el interés del observador á cada momento con nuevas impresiones. Por el conocimiento científico teórico de las olas se necesita saber no solamente la altura que puedan alcanzar las olas diferentes, sino también la distancia de la una — 340 — á la otra siguiente, y también la longitud de sus crestas; tenemos sobre esta cues- tion muchas y buenas observaciones de algunos sabios, probando la grande diferen- cia en estas cualidades; pero la dificultad en explicar estos fenómenos de modo fácil- mente inteligible me obliga, á no entrar más en la explicacion detallada ds estas cuestiones, dejándolas al estudio propio en libros científicos destinados á este tema. Me resta entonces hablar al fin de esta relacion sobre el Océano de la diferencia del mar alto en comparacion con el mar de la costas; diferencia bastante pronuncia- da y característica. Como nacido en un pueblo á la costa del Mar Báltico, ya había conocido su carácter litoral desde mi infancia; y por esta razon no había esperado hallar muchas novedades en mi primer viaje por el Océano Atlántico; pero al ob- servarle en realidad ví muy luego, que existe diferencia notable entre éste y el Mar Báltico. Observando el mar desde la costa se ve su superficie bajo un ángulo muy pequeño y aun contemplándole de puntos más altos, como cerros y torres de iglesias, la impresion del efecto es la misma; se ven olas diferentes, la una detrás de la otra; las más distantes como crestas largas más altas y más aproximadas, las otras más cercanas, mucho más bajas y más separadas entre sí; éstas unidas por playas planas casi horizontales, aquéllas separadas por hondonadas cóncavas, semi- cilíndricas, llamadas valles de las olas. Esta configuracion es la más regular inme- diatamente á las costas, en las más distantes las crestas se aproximan más entre sí con intervalos más hondos y se levanta por el viento fuerte una y obra de las más al- tas con cimas espumosas, siguiéndose por distancias con casi iguales, todas formando largas elevaciones casi lineales aquí y allí con cimas de espuma. Aumentándose el viento á la fuerza de tempestad, las olas se hacen más altas, los intervalos menos pronunciados y la longitud de cada ola más interrumpida; se forman cerros de agua en lugar de crestas y las concavidades se cambian en faces, separadas entre sí por montecillos elevados de agua entre las olas más altas; las cimas espumosas se preci- pitan con vehemencia en las coucavidades próximas, y las crestas de espuma forman torrentosos bramidos. En muchos cuadros de marinas el agua está de este modo pintada, como mar agitada vista de la costa; pero el Océano tempestuoso es de otra figura; no es la magnitud de cada ola, sino sua composicion irregular, la mezcla de las grandes con las pequeñas, su union íntima, la que engaña los ojos del espectador y le impide ver las olas como sueltas en objetos separados. El Océano entre los trópi- cos de la zona de los monzones muestra esta confusion de las olas aun en momentos de calma, si módicos vientos mueven su superficie, sin agitarla mucho. Es digno de notar aquí, que las olas del Océano no siguen en todos los días una sola direccion, sino que en muchos tienen diferentes rumbos al mismo tiempo. Este fenómeno es bien conocido de los navegantes por la mar alta, llamándola ó com- parándola con los médanos de arena en las costas bajas del mar. Se presenta esta — 341 — configuracion singular generalmente en días tranquilos, cuando el viento agita el mar, si éste no se ha calmado completamente, y principalmente si dichos fenómenos existen en lugares bastante distantes. En tal caso la superficie del mar está casi lisa sin olas, pero no del todo tranquila, casi con movimiento suave onduloso, general- mente en direccion opuesta á la marcha del buque, que por esto vacila un poco des- agradablemente. Estas olas largas y bajas se parecen á las dunas de arena movediza de las costas bajas, y por dicha semejanza el fenómeno ha recibido su designacion. Son muy incómodas, principalmente si vienen de atrás, arrojaudo perpetuamente el buque de un lado á otro. He experimentado este inconveniente casi una noche en- tera, en la bahía del pueblo de Santos, en el Brasil, Del origen de este fenómeno los navegantes piensan de diferente modo, deriván- dole generalmente de tormentas del Océano en otros lugares próximos, que poco á poco se calman. Como nunca viene con el viento reinante, su causa no puede ser en esta misma region del Océano, sino en otra, en donde la agitacion de éste, des- pués de las tormentas, se ha calmado paulatinamente, y el movimiento onduloso de su superficie todavía continúa. En el caso mío, en Santos, la boca de la bahía tran- quila era agitada por las olas del mar alto, prosiguiendo en ella durante la noche sin viento reinante. En otro caso el mismo movimiento puede ser un aviso de tor- menta, que siguiendo al viento fuerte, poco á poco vendría al mismo lugar del na- vegante; lo que indicaría bien el barómetro del buque, que previene al comandante, por el descenso del mercurio, la próxima tormenta. Es un signo seguro del huracán que llega, el descenso del barómetro. La formacion de dunas en el Océano es siempre la consecuencia de tormentas en otros lugares de su superficie, siendo ésta una planicie sin interrupcion, en donde las perturbaciones del equilibrio en un lugar deben comunicarse á otros. Resulta de esta relacion de todas las partes de la superficie general del Océano, que el fenó- meno de las dunas puede presentarse simultáneamente en diferentes direcciones, puesto que en dos regiones opuestas del Océano se han formado tormentas con dife- rente curso del viento. En este caso las dunas del mar no son solamente diferentes por la direccion opuesta, sino también por la fuerza distinta con la cual andan, se- gún la distancia de su origen y de la vehemencia del viento que ha producido cada una. Se ve en tal caso que las dos van pausadamente progresando, y en el lugar donde se tocan, se levantan un poco para superar la una ó la otra. Cada una de las dos sigue después de nuevo su diferente camino, pero siempre la más fuerte es la más elevada, atravesando la más débil por su empuje. El fenómeno descripto aquí nunca se ve cerca de las costas, en particular porque el mar no ha sido bastante hondo para su configuracion, y en parte por el defecto de corrientes diferentes en mares angostos del continente; más Ó menos incluidos en — 342 — éste. Por esta razon, viajeros Óó aun marineros que no han visitado el alto Océaro, no le conocen. Pero no falta un ejemplo aun en estos lugares, producido artificial- mente por dos piedras arrojadas al agua en puntos próximos formándose dos olas circulares por la fuerza de las piedras sumergidas. Son estas dos olas circulares, casi dos dunas, que extendiéndose más y más por la superficie del agua se tocan al fin y se atraviesan, representando en pequeño grado dicho fenómeno. Aunque el fenómeno de las dunas no es general y común todos los días, presen- tándose principalmente en días de calma de las monzones, no es tan raro que no sea bastante conocido. Pero más vulgarmente se ofrece otra particularidad del alto Océano, que los marineros conocen bien, llamándole el Océano crespo. Me ha sor- prendido que los físicos no hablen de este fenómeno, aunque se presenta vulgarmente en el mar alto. Es éste, que la superficie cóncava entre las crestas de las olas no es liso, sino en verdad encrespado por una multitud de pequeñas olas bajas, que dan á la superficie general un aspecto escamoso. Dichas pequeñas olas siguen en diferente tamaño entre sí á la direccion de las grandes olas principales, pero producen por su diversidad de tamaños la impresion de la irregularidad, que nunca había perci- bido en mis vistas anteriores de las olas del mar próximas á las costa. Es verdad, que existen aun en el Báltico pequeñas olas en la superficie de las grandes, pero punca en tanta cantidad y ni tan pequeñas que en las olas del Océano tropical; en éstas no he visto un grupo de olas secundarias, sino dos hasta tres de tamaño dife- rente, la más pequeña encima de las un poco mayores y aun una tercera serie de las más chicas. De este modo la ola magna del Océano no hace la impresion de un objeto separado, sino como en union de una familia de diferentes gradaciones des- cendentes entre sí, ó mejor dicho, como una sierra con muchísimos cerros de tamaño variado, un sistema de olas grandes y pequeñas moviéndose en su ola materna, como si fuese la progenitora de toda la familia. Se presenta este fenómeno más vulgar- mente en días serenos, cuando un viento módico sopla, perdiéndose en días tormen- tosos con viento fuerte. Cambiándose la superficie del Océano tranquilo poco á poco en tormentosa, se forman primeramente olas pequeñas en la superficie de las eran- des, y á éstas siguen otras aun un poco más gruesas, que se mezclan con las chicas hasta que la ola general se perfecciona con cima espumosa, disipando su espuma en gotas sobre las próximas, pero conservándose aún en esta agitacion vigorosa muchas de las olas pequeñas en su superficie, aunque también éstas más agitadas. Lo que ha sido pequeño durante la calma se vuelve grande con la tormenta; las olas más chicas crespas se desvanecen, y el valle cóncavo entre dos olas gigan- tescas se mezcla con cerros bastante elevados, pero chicos en comparacion con la cresta alta espumosa, parecida á una cascada formidable que invade la cubierta del buque. — 343 — Para explicar la enorme variacion del tamaño de las olas del Océano con las de los mares continentales me parece suficiente tomar en consideracion ya sea la eminente diferencia de su profundidad, ó sea la gran diversidad del efecto del viento que sopla. Al principio el viento suave toca solamente ia superficie superior del agua, pero aumentándose su fuerza también las capas más inferiores reciben su. efec- to; la cantidad de agua agitada se aumenta de hora en hora, y en el mismo grado las olas se hacen más altas y sus intervalos cóncavos más hondos y más anchos. Pero la celeridad del efecto se retarda un poco más con el aumento de la cantidad de agua movida, y por esta razon la capa superior de cada ola, que recibe la más fuerte presion del viento, se acomoda á ella, formando nuevas olas por la doble in- fluencia del agua ya en mocion ascendente y del viento, siempre que hace presion en ella, se produce un nuevo sistema de olas en la superficie de las más grandes, y de este modo se aumenta perpetuamente el efecto graduado de las fuerzas movedizas hasta el momento de su acumulacion más alta, á la cual sigue entonces en grado de retroceso la decadencia del fenómeno descripto. Las olas grandes encrespadas se cambian poco á poco en más bajas, que con largas crestas ya no espumosas se dila- tan por anchas distancias sobre el Océano, al principio todavía con la superficie en- crespada, pero menos agitada, hasta que al fin la calma perfecta le permite tornarse lisa, aceptando esta figura particular, que bajo el nombre de duna ó médano hemos explicado en lugar anterior. . Con respecto al tamaño de las olas, prueban las explicaciones anteriores, que se presentan en muy diferentes grados de grandor, desde las más pequeñas de algunas pulgadas hasta las más grandes de muchos metros y aun quilómetros. En general, las olas oceánicas no son mayores que las de mares continentales; al contrario, éstas parecen muchas veces más grandes que aquéllas, á causa de la poca profundidad de ellas, porque el fondo cercano impide la grande extension á la hondura. Las olas litorales tienen intervalos más anchos relativamente, que las del aito Océano, á causa de la falta del agua suficiente hacia abajo; pero las de éste se levantan más altas y tienen distancias más cóncavas entre sí. Se presume, que las olas oceánicas de tamaño regular tienen una altura de 6 pies más ó menos, y créolo verdadero, porque no ascienden hasta la cubierta de los grandes vapores trasatlánticos, que tienen 12 pies de altura de borde en cima del nivel del Océano. Nunca he visto una ola tan alta en días de calma regular de 4— 5 pies de altura, lo quo parecen general- mente. Pero en días de agitacion del Océano alcanzan las olas hasta el parapeto de la cubierta y sobrepasan su borde. Á qué altura se levantan las olas gigantescas en temporales fuertes, no se sabe bien, porque una medida exacta no se hace en tales circunstancias. En todos mis viajes he sido afortunado, pasando el Océano Atlán- tico ocho veces, sin experimentar jamás un fuerte huracán; no puedo afirmar que 46 — 344 — las olas altas personalmente vistas] hayan sobrepasado 16 pies durante temporales de media fuerza que he experimentado, viendo las crestas de 3—4 pies levantarse sobre el parapeto de la cubierta, sumergiéndola por algunos minutos bajo el agua de su cascada. Observaciones de HorNerR y KrusexsterN dan la altura de las olas más grandes á 25—30 pies, y el almirante Duxmoxr D'UrviiiE pretende haber visto olas de 60—70 pies de altura, y ya algunas hasta de 100 pies. Creo, según mis propias experiencias, que estas alturas son exageradas, aunque no quiero dudar, que cres- tas de olas de 30 pies de altura puedan producirse verdaderamente. De la altura de las olas depende también la anchura de las concavidades entre sí, que se llaman los valles de las olas, pero la relacion entre estas dos cualidades de cada ola no es fija en todos los casos. Aunque con la altura de las olas se aumenta la hondura del valle, no es igual al aumento de su anchura, sino generalmente menor. Se supone, que en estado normal la ola con su valle entre dos olas próximas es veinte veces más ancha, que la altura de la ola entera; pero esta medida toma- da de las olas de mares continentales cerca de la costa, no es de igual valor. En el alto Océano de eran profundidad los valles se hacen más hondos y menos anchos, tomando casi la mitad de dicha relacion normal. Si una ola tiene por ejemplo la altura de 6 pies, la cresta se levanta á 3 pies, y el valle desciende igualmente á 3 pies de hondura. En este caso las dos crestas próximas distan entre si 60 pies. Creo, según mis propias observaciones, que este cálculo sea un poco exagerado. Exa- minando el curso de las olas al costado del buque de vela, que me conducía, tocán- dose con su casco, nunca he visto más de tres á cuatro olas simultáneamente junto al casco de dicho buque: una fragata de 120 pies de largo, durante el movimiento ordinario de Jas olas regulares altas hasta de 4 pies. En este caso la distancia de las olas lia sido de 30 á 40 pies. Las grandes olas de tormenta, con 20 á 30 pies de altura distarían entonces casi 300 pies, si la medida mía hubiese sido general; pero como las olas altas de las tormentas de dicha altura se acercan más entre sí, que las olas bajas de viento regular, su distancia una de otra no supera 220 pies, Ó será aun poco menor. Prueba esva medida que una ola de 20 pies de altura y 220 pies de distancia entre sí puede sepultar aun un buque muy grande. Cuando hemos examinado de este modo el tamaño variado de las olas del Océano y las muchas variaciones de su superficie externa, resta aún conocer otras dos cua- lidades físicas, que son: la celeridad del movimiento y la profundidad hasta la cual desciende el efecto de éste en el mar hacia abajo. Respecto á la velocidad del movi- miento de las olas del mar sabemos por observaciones escrupulosas de sabios físicos que no es igual al movimiento del agua en toda la ola, sino diferente según la altura de las capas de abajo hasta arriba. Tales observaciones han probado, que las capas más inferiores del agua oscilante en cada ola se mueven con menor velocidad, en — 345 — cuanto son más inferiores, y las de la superficie misma son las más veloces. Este sigue con necesidad del movimiento ondulatorio del agua en cada ola desde abajo hasta arriba, pero limitado solamente en ella, no en toda el agua del Océano; en éste las capas más inferiores permanecen tranquilas. Hablando entonces de la velocidad de las olas, no seindica por ésta el progreso del agua de las olas hacia adelante, que como se ha explicado anteriormente, en verdad no existe, sino el movimiento rápido con el cual se levanta cada ola hacia arriba en cada lugar de la superficie del Océa.- no, cuyo levantamiento cambia instantáneamente su lugar y se presenta, por la pre- sion del viento reinante de atrás á cada ola, en curso progresivo, aunque en verdad es estacionario, Esta presion es tanto mayor, cuanto más vehemente es el viento sobre el Océano, y por esta razon la altura de las olas y su inclinacion hacia ade- lante es tanto más visible, que el viento más fuerte agita el Océano; estos dos fenó. menos son siempre correlativos. Según observaciones hechas por el capitán inglés Thomesox, esta velocidad del movimiento de las olas es de diez millas náuticas en cada hora durante un viento de fuerza media regular, pero de treinta millas con viento muy fuerte. Supongamos que la altura de la ola es de 6 pies, y la velocidad del viento de veinte millas por hora, da esta progresion matemática 6 : 10=20 : x (es decir 33,3) probándose por cálculo, que la relacion de la altura de las olas es proporcional á la fuerza del viento reinante, lo que se confirma bien, aunque en algunos casos las olas parecen más veloces que el viento que las impele. La necesidad, que el movimiento oscilatorio de las olas en la superficie del Océano deba descender más ó menos en el agua hacia abajo es una consecuencia inevitable del carácter del agua como fluido; según la regla, que cada disturbio de un lugar del fluido se comunica á los lugares próximos, disminuyendo poco á poco con la distancia del efecto y con el tiempo que dure. Si la otra cualidad del agua, de ser una materia pesante continua la obliga á descender á la hondura, hasta un impe- dimento que obstruya el camino abierto, cada disturbio del estado tranquilo debe efectuarse una dislocacion en el agua, es decir: cuando una porcion de agua se le- vanta hasta la cresta dándole una hondura, las porciones próximas deben afluir para colmar el vacío producido. Lo mismo sucede no solamente en toda la superfi- cie del agua, sino también en su masa continua; cada vacio se llena por porciones adjuntas del circuito. Pronto se percibe este movimiento en toda la masa próxima y se continúa también hacia abajo, en cuanto dura la fuerza del movimiento con igual efecto al tiempo que ha durado. Pero como todo el movimiento del agua os- cilante en olas se limita á ascension y descensu en este fluido, la continuacion del movimiento debe recibir la misma direccion, ascendiendo y descendiendo mutua- — 346 — mente. Cuanto lejos puede ser dicha continuacion, depende de la fuerza del movi- miento primitivo; tanto mejor es ésta, tanto más lejos desciende el efecto. Diferentes fenómenos de los mares continentales indican, que dicho efecto puede ser bastante lejano del principio del movimiento, y como este es el viento encima de su superficie se deduce de su influencia la traza general de su agua. Si hemos antes explicado de este modo, el agua turbia del Mar Germánico, suponiendo que el movimiento de las olas de su superficie desciende hasta su fondo, levantando la arena fina y la arcilla, de las cuales está formado; lo que se percibe bien, porque este fondo no dista general- mente más que 300 pies de la superficie. Los experimentos de algunos sabios físicos bien instruidos han probado, que moléculas que flotan cerca de la superficie pueden descender aun más que la distancia indicada. Según las ingeniosas observaciones de los hermanos Weber, en su obra célebre sobre el movimiento de las olas, sabemos que la oscilacion de éstas desciende hasta 350 alturas de la cresta de cada ola, y tomando dicha altura solamente en 1 pie en el Mar Germánico de movimiento moderado, ya se siente más hondo aún su efecto, que su hondura media general lo permite. Aceptando entonces dichas observaciones como medida general de los efectos del movimiento de las olas hasta el fondo, algunas olas con cresta de 4 pies ya descienden hasta 1400 pies bajo la superficie con su efecto, y éstas altas olas de 20 pies de altura, que algunos navegantes pretenden haber visto, descendieran hasta 7000 pies, profundidad de ningún modo sorprendente si el almirante J. Ross tiene ra- zon, probando, con medidas ejecutadas por él mismo, que el Océano tiene una pro- fundidad hasta ae 30,000 pies bajo la superficie. Sin embargo, no tenemos motivo para aceptar estos datos como fidedignos, porque el agua del Océano Atlántico y Pacífico, que yo he visto tantos días durante mis viajes, no ha estado jamás turbia sino puramente clara, aun bastante lejos de costas próximas y de menor profundi- dad de 7000 pies. Puedo entonces afirmar, que el movimiento oscilatorio de las olas más fuertes no desciende hasta dicha profundidad, porque faltan lugares turbios en el Océano, aun acercándose á la costa á distancias con profundidad menor. Solamente por mares continentales se explica con razon el agua turbia por su profundidad pe- queña y el movimiento descendente de la superficie hasta el fondo. Sabemos por otros estudios, que el efecto del movimiento de las olas del Océano disminuye en propor- cion geométrica hacia abajo, y que en honduras de la décima parte de la longitud de las olas, ya se reduce á la mitad de la fuerza motriz cerca de la superficie. Sola- mente en regiones del Océano con rocas submarinas, en donde las rocas reciben por la influencia de éstas un efecto al fondo próximo, se ven lugares con agua turbia en el Océano, en donde aun de profundidades de 5 —-600 pies se ha levantado el fango del fondo; pero sin tales motivos no hay que creer, que el movimiento de las olas des- ciende hasta el fondo del Océano. — 347 — Hemos explicado todos los fenómenos del Océano, cuyas cualidades específicas, son útiles de conocer, que son producidas por su propia materia, es decir: por el agua y el viento; resta entonces dar á conocer otros fenómenos más, que son efectuados por organismos agenos á su sustancia, pero que viven en él, para dar al Océano nue- vos caracteres de interés á su estudio y su conocimiento perfecto. Estas cualidades accesorias llaman luego el interes del espectador por sus particularidades, y diviér- tenle muchas veces más, que el espectáculo perpetuo más ó menos idéntico del mo- vimiento de las olas; convencido entonces, que las variaciones de la figura y del ta- maño de éstas son infinitos, aunque son siempre olas de agua y nada más. Perc los objetos extraños, que nadan en el Océano, cambian constantemente su figura y su aspecto; cada día, aun á cada hora, llegan cerca del buque nuevas fot- mas; y hay momentos que la variacion de éstas es tan milagrosa, que el navegante no sabe, cuál de los diferentes objetos debe despertar primeramente su curiosidad. Todas estas figuras son organismos, ya sean animales ó vegetales, muchos de ellos no nacidos en el Océano, sino en la tierra, vagando por la inmensa extension del mar con el mismo placer, que otros organismos semejantes en la superficie de la tierra, su domicilio natural. En cierto respecto, la aparicion de tales objetos en el agua es más curiosa, que el encuentro de sus similares en la tierra, porque su presencia es muchas veces casi milagrosa, que lo sorprende al espectador quien no ha esperado ver tales objetos en el Océano creyéndose favorecido por la suerte de haberlos visto durante su navegacion. Si quiere alguna persona visitar un monte, sabe que verá en él árboles, y no nos sentimos sorprendidos por su figura particular, porque todas las especies son más ó menos similares. Solamente uno y otro ejemplar gigan- tesco llama más la atencion del visitante. Pero navegando por el Océano, no esta- mos seguros de ver más en su superficie que las olas; la aparicion de animales, como cetáceos, tortugas, peces voladores, tiburones, cangrejos, medusas y otros bichos marinos, es siempre un caso afortunado, que excita por lo extraordinario el interés del viajero, porque no ha calculado anticipadamente su encuentro. Existen muchos viajeros por el Océano, que no han visto tales seres, y es siempre como un favor, haber encontrado muchos durante su navegacion. Yo mismo debo acusar mi mala suerte. de no haber visto jamás un gran tiburon; no he conseguido ver capturado un delfín, aunque durante mis dos primeros viajes en buque de vela, he empleado 30 días de ida y vuelta por el Océano Atlántico. Cada animal grande, como una balle- na ó una turba de delfines, llama la atencion de la tripulacion del buque, preparán. dose con harpones para tomar uno de ellos; los pasajeros dirigen sus miradas á este espectáculo nuevo y siguen con la vista 4 tales animales inesperados. No debo entrar eñ la historia natural de todos los animales que viven en el Océa- no, entreteniendo con su aparicion de tiempo en tiempo la curiosidad de los viajeros; — 348 — creo suficiente, dar algunas noticias sobre éstos, que generalmente se presentan du- rante los viajes por el Atlántico de Europa á Sudamérica, tomando en considera- cion principalmente los más grandes y los más comunes; y examinándolos en orden sistemático, de los mamiferos hasta las medusas y los pólipos. De los mamiferos solamente los Cetáceos viven en el alto Océano; los otros mamí- feros marinos, las focas ó lobos marinos, viven solamente en regiones cerca de costas, próximas á islas y no salen lejos de éstas en el Océano. Grandes ballenas son raras en el Océano, y principalmente en el Atlántico, en el que jamás he visto un animal de este grupo; con menos rareza se muestran en el Pacífico, en donde observé un ejemplar de 60 pies de largo, nadando á una distancia apenas de una media milla náutica cerca del vapor, que me llevaba de Iquique hasta Árica. Casi un cuarto de hora acompañó este animal al vapor, arrojando á intervalos de medio minuto una columna de agua por encima de sus narices hasta la altura probablemente de 1 */, metro. Con mucho placer presencié este espectáculo interesante, convencido por mi observacion exacta, que la fuente de agua, que el animal parece derramar de sus dos aberturas de la nariz, no sale del interior de ésta, sino que se forma como espuma por la presion del aire expirado un momento, antes de que la ballena saque la cabeza fuera del agua, para respirar de nuevo el aire ambiente. La vehemencia de la expiracion antes de salir las dos aberturas de la nariz en el centro del vértice fuera del agua, cambia ésta encima de ellas en espuma, la cual forma la alta nube blanca semejante á un surtidor, que se repite á cada medio minuto sobre la cabeza del animal, levantándola por arriba de la superficie. Los cetáceos más pequeños, que la clasificacion científica llama delfines, pero los marineros vulgares conocen con el nombre de toninas, no tienen la facultad de arrojar agua, como las balle- nas, porque sus fosas nasales juntas están cerradas por una válvula propia, que im- pide al aire respirable salir con vehemencia en un instante; efectuándose este acto pausadamente, para no cambiar el agua encima de la válvula en espuma, sino sola- mente cayendo en forma de cascadas irregulares más ó menos separadas. Este es- pectáculo es bastante vulgar en el Océano y casi todos los viajeros lo conocen. Lo he visto repetidas veces, y en dos ocasiones presencié también la marcha lenta y pesada de la especie grande, que se llama Orca, acompañando cinco individuos á. nuestro buque más de diez minutos. Todos estos animales cetáceos nadan en curso ondulado perpendicular, levantando primeramente el vértice con las narices fuera del agua, para renovar el aire respiratorio, y hecho esto desciende su cuerpo outra vez bajo de la superficie, mostrando sucesivamente el lomo con la aleta dorsal, y al fin la margen superior de la cola, con su aleta doble terminal. Por la colocacion horizontal de esta aleta el movimiento ondulatorio perpendicular se explica bien, como la marcha regular de los cetáceos, mientras los verdaderos peces, que tienen — 349 — la aleta caudal en colocacion perpendicular, nadan por su auxilio en movimiento ondulatorio horizontal. He visto los primeros delfines ya en la boca del Río Veser, y después muchas veces en el Océano; aquellos son focenas (marsouin) generalmente individuos solitarios que bajan con lentitud girando en el agua; pero éstos, los verda- deros delfines son sociales, y he visto turbas de 12 hasta 20 y más individuos mar- chando en curso rápido y muy ligero. El primer grupo de éstos lo ví en el Atlán- tico, cerca del trópico de Cáncer; los animales vinieron cerca de las 9 le la mañana á distancia detrás del buque, acercándose más y más; durante aquel movimiento mien- tras uno y otro individuo se levantaba á la altura de un metro fuera del agua. Cuando alcanzaron el buque, vacilaron ante la proa, jugando vivamente entre ellos más de un *minuto, saltando el uno sobre el otro y absorbiendo con ruido distinto el aire am- biente, sin arrojar fuertes chorros de agua sobre sus cabezas. Los marineros del bu- que prepararon el harpon, para tomar alguno, pero no tuvieron buena suerte, pues por tres veces que fueron atacados los animales se apartaron con ligereza fuera del alcance de nuestro buque, avanzando en la misma direccion de su curso. Los delfi- nes no parecen visibles cuando el Océano está muy agitado por un viento fuerte, sino siempre en días serenos y con olas de poca altura; nadando generalmente en la direccion del curso del viento. Si el buque está en direccion contraria, no se le acercan, pero en otro caso llegan para acompañarlo un poco, acumulándose en el agua delante de la proa por 1ó 2 minutos. He visto entonces, que perpetuamente uno y otro individuo saca la cabeza fuera del agua, para tomar aire con un ruido bastante fuerte; otros individuos saltan sobre el nivel del agua, moviendo siempre con fuerza la cola en vibraciones perpendiculares, descendentes y ascendentes. Al fin salen todos de nuevo fuera del horizonte del buque, continuando su curso con mayor celeridad. El Océano tiene delfines en cada porcion de su extension inmensa, pero no en igual número y tamaño. Los más boreales son más grandes y nadan con menos ligereza; los delfines típicos prefieren las partes más calientes del Océano, entre los trópicos ó en sus inmediaciones, y no muestran grandes variaciones de ta- maño entre 1 y 1 */, metro, pero diferentes figuras del rostro, ya largo y angosto, ya corto y ancho; unida con diferente color entre negro, pardo y blanco. Cada region tiene su propia especie, y ningún verdadero delfín vive en el Océano de toda la superficie de la tierra. Los pájaros oceánicos no atraen tanto la curiosidad del viajero, como los cetáceos - y los otros animales de grupos inferiores. Sin embargo, no faltan pájaros en el Océa.- no, pero se mantienen: más próximos á las costas, no alejándose á larga distancia de ellas. Pero éstos no deben llamarse pájaros oceánicos, son pájaros continentales; los verdaderos oceánicos tienen su retiro en islas pequeñas, aún en rocas en el Océano, cuyo únicos habitantes son estos pájaros, nacidos en ellas y tomándolas por su retiro — 350 — nocturno. El número de pájaros de esta clase es limitado, y se reduce á tres géneros y algunas docenas de especies. Nombro como el pájaro oceánico más común la pequeña golondrina (Procellaria oceanica s. Thalassidroma) de mar, que se muestra general- mente detrás de los buques, saltando en la superficie de la estela, buscando su ali- mento en los pequeños animalitos marinos que el surco del agua producido por el casco del buque lleva á su superficie. Es un pájaro pequeño, negro, con mancha blanca antes de la cola, alas largas y patas bastante altas, palmadas, que por su confianza, al acercarse mucho al buque, llama luego la atencion del viajero. No es fácil, sin embar- go, engañarlo, pues vigila siempre con precaucion los objetos que aparecen en el mar, y no acepta fácilmente lo que se le ofrece con cebo para capturarlo. Los otros dos gé- neros oceánicos del Phieton y del Tachypetes son visitantes raros, que no se acer- * can mucho al buque, aunque se internan bastante en el Océano, dando al navegante para su consuelo indicacion de costas, aunque lejanas. Dicen que ya Conox tomó este pájaro Pháeton como buen guía en su primer viaje al nuevo mundo. Otra especie del género Procellaria he visto muchas veces durante mis dos viajes en buque de vela en diferentes regiones del Océano Atlántico, sin poder conocer exac- tamente sus caracteres específicos, aunque lo he visto en grandes sociedades de 30 á 50 individuos; porque estos grupos no se acercaron mucho al buque, conservándose siempre á distancia considerable, para no ser cazado de un tiro un solo individuo. Se ven estos grupos de tales pájaros de más lejos, retirándose del mismo modo así que el buque adelanta, uno y otro individuo se acerca más, pero en alto, por encima de los mástiles, quedando inaccesibles para la bala del cazador. Entonces ví que era una verdadera Procellaria de color amarillo obscuro, con alas negras y vientre amarillo claro, que vive principalmente en la region del Océano en el trayecto de Madeira á Río de Janeiro. Más que estos pájaros pelágicos sorprenden al navegante algunos pájaros de tierra firme, que visitan algunas veces los buques, pasando por el Océano para tomar una estacion algo tranquila en ellos. Ya el señor de HuxsoLbr menciona un tal caso de una golondrina (Hirundo rustica ), en su viaje á Sudamérica, que llegaba al buque á distancia de 10 leguas de la isla Madeira, dando noticia de otros ejemplos iguales (*). He sido bastante favorecido con iguales casos, porque siete diferentes pájaros han vi-. sitado el buque en mi viaje de Bremen á Río de Janeiro. El primero ha sido un pe- queño tordillejo (Sylvia phragmitis), que alcanzaba el buque en el contorno de Bo- navista de las islas Canarias, 20 millas náuticas distante de la costa. El pajarito estaba bastante cansado, asentándose á poca altura de la cubierta, en donde los marineros lo tomaron fácilmente. Dejándole en libertad para divertirse en este asilo, sólo le hemos visto tres días; habiendo luego muerto entre paja. Dos días después, como íba- (*) Viaje á las regiones ecuatoriales del nuevo continente, tomo I. pág. 112, — 35l — mos entre las mismas islas y el continente de Africa, á lo menos á 58 millas noreste de las costas, llegaron dos golondrinas, buscando moscas sobre la cubierta del buque, pero dejándonos en la noche para volver á la tierra firme. Algunos días después, co- mo la tierra estaba aún más distante, volaba un pájaro de rapiña sobre nuestros más- tiles. tomando su asiento en uno de los más altos. No le turbamos el sueño en su retiro, pero con la aurora uno de los marineros trepó hasta arriba, tomándole hábilmente. Era una lechuza (Strixw 0/us), que hacía tres días vivía en el buque, sin comer, re- husando la carne salada y ahumada que le ofrecíamos, muriendo de hambre. Durante nuestro paso por la parte más boreal del Océano, dos alondras (Alauda campestris) visitaron el buque, pero el mareo no me permitía vccuparme de ellas. Más tarde fueron encontradas muertas bajo objetos de la cubierta. Sin duda eran dos peregrinas, que la fatiga retardó su paso al Sud, porque la estacion fué de Octubre y las alondras ha. cen este viaje cada año de Europa á África, en donde viven durante el invierno; tam- bién el tordillito y las golondrinas, son pájaros peregrinos. Á la vuelta de mi viaje al Brasil, se presentó en nuestros mástiles poco antes de la noche, una pequeña ga- viota, al pasar el meridiano de la isla Fernando Noronha y el peñasco la Roca. Un marinero la tomó viva y me entregó el animal, que era el bien conocido Anous stoli- dus, pájaro común en todos los Océanos tropicales, viviendo socialmente en islas in- habitables, en donde tiene su nido y habitacion nocturna. Es bobo de naturaleza, co- mo lo dice sa nombre, y por csta razon es bien conocido á los marineros como el único pájaro oceánico que tiene la costumbre de dormir en la gavia de los buques. El Phaéton nunca se acerca tanto al buque, aunque vive en la misma zona del Océano. | Anfibios no viven en el Océano alto; casualmente se encuentra navegando alguna tortuga del mar en regiones tropicales no más lejos de 25 ó 30 millas de las costas. El buque que me llevaba de vuelta á Hamburgo había encontrado dos ejemplares de este animal á la altura del Cabo Frio, sin tenerlo en vista, tomando uno; pero yo no he sido favorecido por la misma suerte. Sin embargo, muchos marineros hablan del gran serpenton del mar, pero ninguno lo ha capturado; su existencia no está proba- da, y sin duda es sólo un fantasma de visionarios. Verdaderas culebras marinas de pequeño tamaño existen en el mar de Polinesia, pero no se alejan á mucha distancia de las islas de dicho archipiélago. Tanto más habitan peces en el Océano, pero aunque son muy copiosos en él no se presentan en la superficie en gran número y variabilidad al navegante; porque los peces no son tan curicsos como las ranas, que siempre levantan la cabeza por encima de la superficie. Sin embargo, esta actitud no es tanto curiosidad como necesidad, para tomar aire respirable por las narices, pues las ranas necesitan aire atmosférico para sus pulmones y los peces respiran por sus branquias con el aire absorbido por el 46 — 352 — agua y contenido en ella mecánicamente. Los buques, en los cuales he pasado por el Océano, no han tenido la suerte de tomar ningún gran tiburon durante su travesía; apenas he visto uno que otro individuo pequeño de este animal célebre y formidable, cerca de las islas Canarias, en donde estuvo estacionado el vapor durante algunas ho- ras. Grandes tiburones no se acercan mucho á la costa ni entran en golfos angostos, aun en las grandes bahías de la costa oriental del Brasil son raros. Por esta razon no puedo dar noticias personales, como testigo ocular sobre su modo de vivir y cazar sus víctimas. De otros peces grandes no he visto más que un atún (7 /ynnus vulagris), que los marineros llaman erróneamente delfín, significando el verdadero delfín como tonina. El atún es un verdadero pez, pero el delfín es un mamífero. Tiene la costum- bre de acompañar á los grandes buques de vela, aun por algunas horas, nadando 3—A4 pies abajo de la superficie del agua en dias serenos, para recibir algo de comer, que puede caer de abordo. He visto que este pez no mueve otra parte de su cuerpo que la cola, agitándola perpetuamente de un lado á otro. Generalmente le acompaña otro pequeño pez, que los marineros conocen muy bien como su ayudante, llamán- dole su piloto (Naucrates ductor), porque siempre sigue al atún por detrás de la cola á un pie de distancia. Tiene color de plata, con algunas fajas transversales azuladas, como acero; pero acompaña también sólo á los buques, nadando en la estela, y se muestra de este modo casi siempre en el Océano entre los trópicos detrás del timon, buscando también alimento, que parece tomar del casco del buque, en donde gene- ralmente muchos pequeños animales marinos sedentarios se acumulan durante la na- vegacion por los mares tropicales más calientes. Otro pescado común, la Echeneis remora, se agarra al casco sumergido del buque por una grande ventosa complicada situada sobre la cabeza y permanece acá largo tiempo, hasta que los marineros que limpian la superficie del casco durante la estadía del buque en un puerto, lo ven y lo sacan de su asiento voluntario. He recibido repetidas veces ejemplares de dicho pes- cado, tomado de este modo. Más interés que estos peces, que no dejan voluntariamente su domicilio natural del agua del Océano, tienen para el viajero los peces voladores, que se levantan afuera del mar de 4—6 pies de altura y se ciernen por encima de las olas á distancia de tres hasta cinco metros y más aún; si no fuese este fenómeno una aparicion muy vulgar durante el viaje por el Océano, su existencia parecería casi milagrosa. He visto mientras viajaba en buque de vela en el año 1850 el primer pez volador bajo el meri- diano 24 de lat. boreal, y al día siguiente no solamente otro, sino turbas enteras de 10—12 individuos simultáneamente surgir del agua. El ruido del buque, dividiendo las olas y la impresion tremenda del casco negro en el agua ocasionan, que los peces huyan de su propio elemento, levantándose fuera del agua, sea á uno ó á ambos lados del buque, para salvarse del terror que estas causas les producen. He observado con — 353 — atencion muchos de estos peces voladores, pero nunca he visto que hagan movimien- to vibratorio con las grandes aletas pectorales durante el vuelo, aunque Azes. e Hux- poLbr dice, que el animal corta el aire durante el salto, abriendo y cerrando alternati- vamente las aletas (*). Á mi modo de ver, el pez se levanta fuera del agua por medio de un salto rápido, producido por movimiento fuerte vibratorio de la parte posterior del cuerpo con la aleta caudal, extendiendo durante el ascenso las grandes aletas pec- torales, sólo con movimiento un poco vibrante, para secarlas del agua y hacerse menos pesado, descendiendo entonces en línea ondulada oblicua inclinada hasta la superficie del agua, evitando bien las crestas más altas de las olas y temando su direccion prin- cipalmente por la porcion cóncava de la ola entre dos crestas altas, metiendo algunas veces la mitad inferior de la aleta caudal en la superficie del mar, antes de caer de nuevo en él. Generalmente una cresta alta próxima alzaba al pez y le obligaba á su- mergirse otra vez, huyendo antes claramente las altas crestas de otras olas por ascen- so ondulatorio en el aire, fuera del agua. Ver volar en turbas de 20 á 30 individuos de estos animales es un espectáculo muy divertido, observándolos con placer, para convencerse, que vuelan siempre en la direccion del viento, desviándose en direccion oblicua del buque, aunque en algunos casos uno y otro individuo cae en la cubierta de éste, si el viento reinante le obliga á tomar la direccion en contra y no del lado más afuera del casco. Rara vez se toman individuos vivos que hayan caído en la cu- bierta durante el día; generalmente sucede esto durante la noche, cuando la oscuridad no les permite ver el buque. He examinado repetidas veces la organizacion interior de la cavidad del vientre de estos peces, y visto en ella con sorpresa la: gran vejiga llena de aire, lo que facilita mucho al animal la facultad de volar, aligerando el peso de su cuerpo. HuxsoLbt ha examinado la composicion del aire en esta vijiga y proba- do, que tiene un poco más de ácido carbónico y un poco menos de oxígeno que el aire atmosférico. No se ven diariamente peces voladores en el Océano y ni en todas las regiones. Faltan en días de mucha calma, porque para volar necesitan el aire agitado que los conduzca, pues su movimiento es más bien una fluctuación pasiva, que un vuelo agitado y propio. Si el mar está del todo tranquilo, no salen peces; no vuelan como los pájaros por medio de movimientos repetidos de las alas, sino como objetos livianos, sostenidos por sus largas aletas pectorales iguales á paracaídas en el aire, hasta que se ha agotado la fuerza motora del cuerpo de que se ha servido para saltar fuera del agua. El viento que sopla, sostiene al animal por encima de la superficie, llevándole con sus largas aletas pectorales extendidas y dándole la direccion de su vuelo, levantándole por el golpe repulsivo del viento de la superficie del agua cada vez (+) Viajes por las regiones equinoxiales del nuevo continente. 1. 307. edic. alem. El último observador de dicho fenómeno: A. SerTE, confirma el movimiento vibrante de las aletas durante el ascenso del animal fuera del agua, pero no mientras desciende por su vuelta horizontal al mar. Zool. Jahrb., 1890, pág. 361. — 354 — un poco más alto, si se acerca mucho á la ola próxima. Nunca he visto un movimiento particular por la vibracion de las aletas pectorales, para evitar chocar con la ola, di- chas aletas permanecen tranquilas y bien extendidas cuando el pez desciende de lo más alto de su vuelo ascendente. Existen en el Océano Atlántico dos especies de pe- ces voladores, el uno un poco más grande que el otro; aquél se llama Exocoetes ext- liens, teniendo una faja negra sobre las aletas pectorales, y aletas anales largas hasta el ano; el más pequeño es Exocoetes volitans, con aletas pectorales incoloras y anales más cortas. Esta especie vive al Sud del Ecuador, la otra al Norte. Pero existen en el Océano no solamente peces voladores, sino también dansantes. Ya antes de tocar el trópico boreal de Cáncer se ve no raramente un pez de 1!/, —2 pies de tamaño, con cuerpo alto bastante comprimido de ambos lados, levantarse perpendicularmente con la boca hacia arriba y tomando una posicion inversa para descender de nuevo al agua con ruido bien perceptible. Este pez es conocido de los marineros con el nombre de Bonita (T'hynnus Pelamys). Es un miembro del grupo del atún, de un color plateado vivo, pero negruzco en el lomo y en las aletas, que vive en todo el Atlántico y se pre- senta casi diariamente al navegante, llamándole la atencion por su movimiento par- ticular con ascenso directo y vuelta igualmente directa hacia abajo, *cambiándose ligeramente en el punto más alto de su salto, la boca dirigida al aire hacia el mar, y tocando el agua casi en el mismo sitio en donde salió. No se comprende bien la in- tencion de este movimiento, y me parece probable, que no es otra que un modo de divertirse, casi un placer por disfrutar del aire tranquilo y del sol claro, que el ani- mal percibe á través del líquido; porque solamente se ve el fenómeno en días de calma mediana, de poca agitacion de las olas. Hemos narrado precedentemente las costumbres más notables de los animales ver- tebrados, continuando nuestro ensayo con una igual revision de las clases más infe- riores del reino animal. Aunque la mayoría de éstos no son de tamaño bastante grande para llamar de igual mcdo la atencion del viajero, se indemniza por su número con- siderable y por las calidades maravillosas que muestran al observador, que se ocupa con el estudio serio de su organizacion. Grupos de este género maravilloso son prin- cipalmente las clases de los Radiados y Pólipos, que presentan en su configuracion una regularidad sorprendente del tipo, teniendo sus órganos jguales entre sí en nú- mero fijo, colocados al rededor de otro central, no existiendo de este órgano más que uno solo en cada individuo, mientras que las otras clases del reino animal son cons- truidas con tipo simétrico, teniendo un eje longitudinal, al cual se aplican de awm- bos lados algunos órganos siempre de dos á dos en número pequeño de pares. Al dicho tipo simétrico se acomodan también los animales Vertebrados y de los grupos inferio- res los animales Articulados y los Moluscos. Por esta razon, tomamos en considera- cion después de los Vertebrados los Articulados, como los más próximos entre sí por A — 355 — la conformidad del tipo fundamental, pero diferentes por la aplicacion, teniendo la configuracion articulada de su cuerpo en vista exteriormente, en la misma superficie dura del cuerpo, mientras que los Vertebrados tienen en su cuerpo y en sus miembros un eje central duro de hueso, pero una superficie externa no articulada, generalmen- te blanda. Los Articulados se componen de cuatro, que son: los Insectos, los Aráchnidos, los Cangrejos y los Vermes. Insectos no viven en el Océan», con excepcion de algunos pocos, que corren en su superficie, pero generalmente no muy lejos de islas 6 costas próximas. Por esta razon no tiene mucho interés para los viajeros que atraviesan el Océano. Le faltan á él los animalitos más lindos y los más copiosos, que se presentan al viajero terrestre á cada paso, como las mariposas, las langostas, las cucarachas, los coleópteros, las avejas y hormigas, las moscas y mosquitos; los unos divirtiendo su vista con el esplendor de sus colores, los otros incomodándole con sus picaduras y su voracidad, destruyen- do sus campos y sus sembrados como sus árboles frutales y aún sus domicilios. Tales perjuicios no existen para el hombre en el Océano; los pocos insectos que se muestran en su superficie, han llegado generalmente por casualidad hasta allí y de los tales han dado noticias algunos viajeros, de regiones del mar lejos de las costas. Ya hace unos 40 años recibí de un capitán de navío mercante, algunas langostas (Acridium pere- grinum) tomadas en su buque durante el viaje entre Madeira y las Canarias. Estos animalitos cayeron de una turba numerosa en la cubierta, y no estaban muy fatiga- dos por su largo viaje de Africa, de donde sin duda salieron. Cosas parecidas cuentan algunos viajeros, y repetidas veces se ha dado noticia de ellos en obras científicas, por ejemplo, en la Introduction to Entomology, by KiraY € Srexer, tom. L, pág, 240—246. También Darwix ha tomado una langosta en el Océano Atlántico, 370 millas náu- ticas del Cabo Blanco de la costa de Africa, y el señor de HuxmBoLbT menciona otros casos del Océano Pacífico, de mariposas recogidas al Oeste de la costa de México. Yo mismo he tenido dos veces la suerte de hacer iguales encuentros. El primer espé- simen lo tomé el 29 de Octubre de 1850, 50 millas náuticas al Sud de las Islas Ca- narias; había sido un aguacil (Aeschna spec.), llegado á bordo del buque el mismo día, que las dos golondrinas nos visitaron. Dicho insecto era muy vivo, cazando algu- nas moscas sobre la cubierta y evitando con mucha destreza el no ser tomado por . mi instrumento de caza, dejando el buque poco antes de la noche. El segundo ejem- plar fué más al Sud, 20 millas distantes de Cabo Frío, antes de la entrada en la bahía de Río de Janeiro, el 21 de Noviembre del mismo año. En la tarde del día, llegaron volando diferentes mariposas para posarse en el buque durante la noche. El interés imprudente de los marineros destruía el placer que yo tendría de tomarlas vivas, solamente dos nocturnas cacé, la una fué la Morpheis smerinthea (véase mi Atlas de — 356 — Maríposas, texto del supl., pág. 61), la otra una Noctua todavía desconocida; un tercer individuo, un Sphinx, probablemente el Aleuron Japyx, según me pareció, se escapó, colocándose al lado externo del casco para salvarse de mi bolsa de caza. Las tres son mariposas batante vulgares de la «provincia de Río de Janeiro, que conducidas por el viento nocturno que sale de la bahía, fueron llevadas tan lejos en el Océano. Observa- cion más curiosa es la que hizo Darwix, durante su viaje á la costa patagónica, 10 mi- llas de la bahía de San Blas, descubriendo una turba de muchísimas mariposas ama- rillas, que volaban sobre el mar y de las cuales cayeron por la noche muchas en el agua. Ha sido esta especie comun argentina de Co/lias Lesbhia (Pyrothea ), que ya Baxxs había cazado en Patagonia durante su viaje con Coox en el año 1768, y que des- cribió Faricrus de los ejemplares traidos por aquel célebre viajero (Ent. syst. tom. III, ps. 2, pág. 208, núm. 652). En otro lugar Darwix tomaba durante su viaje á 17 millas náuticas del Cabo Corrientes, en la costa de la provincia de Buenos Aires, nadando en el Océano muchos Coleópteros terrestres. entre ellos principalmente Carabicinos, que han sido traidos sin duda por la corriente del terreno próximo hasta el mar /Voy. d. naturalist. I. 180). Conocido es que algunas veces, cuando después de días fríos viene de repente una corriente calorosa, muchos insectos salen de sus retiros y apare- cen de pronto en grande abundancia en el suelo. Los naturalistas llaman á este fe- nómeno: lluvia de Insectos! Otro accidente aun más curioso, esla presencia de arañas en el aire sobre el Océano, las que menciona también Darwrx en el mismo libro. Son estos puramente animales terrestres, que vuelan por la atmósfera sobre la acumulacion de sus tejidos, como en vehiculos pequeños parecidos á nubes, llevadas por el viento á largas distancias. No rara vez y casi en cada otoño se ven estas nubecitas con arañas por el aire y dan oca- sion á la plebe, para contar fábulas, llamándolas babas del diablo. Los Crustáceos, como llama la ciencia en general al grupo de cangrejos, no son raros en el Océano, y la mayoría de estos animales tiene su habitacion natural en él; pero la pequeñez de la mayor parte sustráelos á la mirada del viajero turista; solamente los naturalistas de profesion se ocupan con ellos, y algunos hacen por toda su vida un estudio exacto de estos animales microscópicos. Yo mismo me había ocupado por años en su caza y su conocimiento escrupuloso. Es generalmente admitido, que - muchos y quizá la mayoría de los puntos lucientes del mar se producen por animali- tos de este grupo. Sería una ocupacion enfadosa el relatar aquí más sobre la organi- zacion de algunos de ellos; suficientemente me parece decir, que pertenecen á las sec- ciones llamadas Lofiropodos y Copepudos, que son todos de tamaño muy reducido, no superando un solo mm. Después conoceremos algunas especies más grandes, que viven entre las plantas que brotan en el Océano: del grupo de los Decapodos con co- raza dura calcárea, al cual pertenecen otros grandes cangrejos, como la cabraja, la — 357 — langosta de mar y muchos otros que viven en el fondo del Océano, no muy lejos de las costas y se ocultan, por esto sus habitaciones, al viajero turista igualmente como los pequeños animales microscópicos, que existen lucientes durante la noche, pero sin luz de día cerca de la superficie, desapareciendo por su tamaño casi invisible. Algu- nos un poco más grandes, pero no de tamaño tan considerable como los Decapodos, pertenecientes á los grupos de Anfipodos é Isopodos, viven en regiones aun más pro- fundas del mar, sirviendo de alimento á muchos peces, mientras que otros de estos erupos descienden hasta el fondo del Océano, en los cuales carecen de ojos, porque hasta tal profundidad no alcanza la luz, que parece no descender á más de 400 me- tros, mientras que estos cangrejos ciegos viven 6000 pies y más abajo en el fondo del Océano. ; Iguales circunstancias vitales presentan los Vermes y los Moluscos, y por esta razon ninguno de ellos llama la atencion de viajeros por el Océano. No he visto más que un solo animal del grupo primero durante mi primer viaje por el Océano; una especie de Planaria; y del grupo de los Moluscos solamente la Cleodora subula, especie común de los Pteropodos, que nadaba cerca de las islas Azores en el mar alto. Más generalmente se ven otros Moluscos nadadores del grupo de las Salpas ó biforos, animales claros transparentes, con cavidad central del cuerpo y dos aber- turas, una á cada extremidad de su cuerpo alargado y comprimido. Mucho más interés afectan los animales del grupo de las Medusas, ya sea por la figura externa circular ó esférica, ó por la disposicion regular externa como inter- na de los órganos de su cuerpo, nadando en el mar alto, cerca de la superficie Ó aun en ella con movimiento rítmico de contraccion y expansion. No escapan fácilmente á los ojos de los viajeros, que observan el Océano; casi en todas las regiones del mar se presentan, excepto algunos días borrascosos y lluviosos, porque las Medusas, con su cuerpo blando y transparente de substantia vítrea, casi gelatinosa, evitan la tor- menta, descendiendo más al fondo, para no ser lastimadas por el movimiento rápido de las olas. Ya por su figura general de discos exactamente circulares, ó de cam- panas, ya sea ovaladas ó ya esféricas, causan admiracion, unido esto á un color intenso azul, rosado y violáceo, y con la transparencia completa de su substancia. Ya de lejana distancia algunás se perciben, sea de día por el resplandor de su cuerpo, que brilla al reflejo de los rayos solares, ó por la noche, cuando con luz fosfórica nadan en las olas como bolas candentes. Un naturalista bien conocido como burlesco, habla de ellos en sus cartas de un viajero por el Océano y el Mediterráneo (L, pág. 255), mofándose de sus figuras, semejando campanas, aludiendo al tañido de las vísperas en países católicos; pero con el tono del sabio serio las describe HunmboLbr, vistas en gran muchedumbre de diferentes formas en el Océano (Viaje, etc., 1. 107). Observé Medusas en diversas localidades de! Océano, pero en ninguna parte en con- — 358 — centracion tan densa como este autor las significa; aunque no dudo que el movimiento rítmico de la contracciop y extension de su Cuerpo, por el cual estos animales se levantan y descienden, da al espectador, que lo ve por primera vez, la idea de un conjunto de bailarines. Algunas Medusas se levantan en días de mar tranquilo no solamente hasta la superficie, sino también fuera de ella, hasta la altura media de su cuerpo, y este movimiento se repite sin interrupción por espacio de algunos segun- dos, produciendo dicho movimiento por la contraccion del margen de su cuerpo, cam- biando la figura de campana en la de una bala, y comprimiendo con vehemencia el agua contenida en el centro vacio de la campana, produciendo de este modo una fuerza repulsiva contra el agua externa, que debe elevarla hacia arriba y hacia ade- lante. Extendiendo después su cuerpo á través en figura de disco, desciende un poco el individuo, pero se levanta nuevamente con cada contraccion del disco á la anterior altura fuera de la superficie-del Océano. He tomado uno que otro individuo en una copa ancha de vidrio, llena de agua de mar y he observado por horas enteras este movimiento de salto del animal, igual al sonido de mi reloj, pero con intervalos un poco más largos y diferentes según el tamaño de la Medusa. Los individuos fuertes y vivaces muestran claramente disgusto, cuando tocan el vidrio duro de la copa, y cesan al fin en su movimiento, cansados de pretender superar el obstáculo. He visto entonces que retiran sus cuatro largos brazos, aplicados al rededor de la boca en el centro de la superficie inferior, escondiéndolos bajo su cuerpo acampanado, cambiándole en el de una esfera, y hundirse hasta el fondo en el cályx. Irritado en esta posicion de nuevo por el observador, cuando le toca con un objeto duro, como un lápiz por ejemplo, se levanta el animal, pero con movimiento irregular, casi es- quivando nuevos disturbios; ataca con uno de sus largos brazos centrales á la pa- red del cályx, mostrando una verdadera confusión é inquietado por la accion extraña. Pero no sostuvo largo tiempo el pobre animal la privacion de accionar libremente, pues ya después de algunas horas sus movimientos fueron más débiles y á la mañana del otro día le encontré muerto en el fondo de su prision. El objeto de estas obser- vaciones, que repetí en diferentes días, la he citado ya (pág. 334) Pelagía noctiluca s. cyanella, que se encuentra en el Océano Atlántico como una de las más vulgares Me- dusas lucientes. Aun en el mar creo haber visto pruebas de conocimiento y reflexion subjectivos de este animal; pues evitaba claramente mi bolsa blanca de tul, con la cual le quice capturar y sacar del agua; se retiraba ligeramente de la superficie, cuando se acercaba el instrumento al lugar en donde estaba la Medusa, descendiendo á más profundidad. Sabido es, que estos animales tienen pequeños ojos, generalmente en nú- mero de ocho al rededor del margen de su cuerpo de disco ó campana, en concordan- cia con el número cuatro ó en duplicado, según la regla generai por la cual está con- figurado su cuerpo con el número de sus órganos, y partes constituyentes principales. — 359 — Las Medusas tienen, aunque construido de materia blanda, casi transparente, al- gunas cualidades ofensivas, que las hacen, si no peligrosas, á lo menos incómodas cuando son tocadas por el hombre, produciendo un dolor vivo cáustico. Esta parti- cularidad la posee en grado máximo la vejiga de mar (Physalia Arethusa), que los marineros conocen bien y llaman por sus efectos : ortiga de mar. El animal adulto tiene la figura de una vejiga oval llena de aire de 5—6 pulgadas de largo y 2—3 pulgadas de ancho, alguna extremidad un poco más prolongada, terminada en pun- ta aguda, la otra obtusa y gruesa, provista en la superficie superior de cresta trigo- na, de 1 —2 pulgadas de alto, y una borla densa de muchos órganos de tubos finos mezclados con algunas cintas prolongadas, que penden por bajo de la superficie del agua al extremo posterior obtuso de la vejiga, opuesta á la otrá extremidad ante- rior prolongada y puntiaguda. El animal nada en la superficie del mar por la vejiga con su cresta alta fuera del agua, mientras que los tubos y cintas se hallan debajo y buscan su alimento en otros animales submergidos, que ataca la fisalia con las cin- tas largas, y chupando por los tubos provistos de bocas terminales para alimentar su cuerpo. Las largas cintas planas están provistas á una orilla con nudos redondos, como un bordado, y en cada nudo existe una cantidad de granitos, que contienen filamentos finos elásticos, y salen del bolsillo de cada uno de estos granitos cuando son tocados, aplicándose al cuerpo que los ha tocado y produciendo un fuerte dolor cáustico, como el que produce el contacto de una planta de ortiga. Como el número de los nudos en cada cinta es muy grande, y cada nudo tiene hasta cien filamentos elásticos adherentes, el dolor producido por este animal con sus miles de órganos cáusticos, es de efecto muy doloroso, y yo conociendo bien este efecto por mis es- tudios generales científicos del animal, me abstuve de tocarle, pero mi hijo de ca- torce años, que me acompañaba en el viaje, lo tocó sin precaucion, cuando fué sa- cado del mar con la red, experimentando un dolor fuerte, que de los dedos se exten- dió hasta el sobaco, durándole por casi todo el día hasta la mañana del siguiente. Las vejigas de mar matan por sus cintas con los órganos cáusticos á los animales que toman como alimento, chupándoles la carne, cambiando su substancia en flui- do por el contacto de sus muchos tubos como sanguijuelas. Matan de este modo aun á pescados más grandes que su vejiga. En ésta no tienen otra cosa, que aire atmos- férico, que dejan entrar por un pequeño agujero situado en la punta de la prolonga- cion anterior cónica, dejando salir el aire después de la vejiga, cuando quieren su- mergirse, lo que acostumbran hacer durante los días borrascosos del Océano. Porque solamente en días claros, con mucho sol y poco movimiento de las olas se muestran en el Océano, brillando en el mar como estrellas por el reflejo de este astro (*). (*) He dado de este animal particular una descripcion científica detallada, acompañada de figuras exactas, en el primer opúsculo del presente tomo (pág. 1), al cual remito al lector más curioso. 47 — 360 — Sería fácil continuar la historia natural de las Medusas con otros tipos de no menor interés científico, pero temo, entrar en un examen más detallado de ellas, que fatiga- ría al lector con descripciones puramente científicas; para el viajero turista la ortiga de mar es sin duda la más curiosa Medusa. Ya he hablado antes (pág. 334) del fenó- meno luciente que algunas producen, y de las señales de inteligencia que se nota en una de ellas, la Pelagía noctiluca. La luz de las Medusas no es muy clara, es pare- cida más á la de carbones candentes, mientras que otros animales de los más peque- ños producen una luz brillante, tan clara como la de una llama. Hemos visto antes, que dicha Medusa da luz solamente en estado de inquietud, lo que ya había recono- cido el señor de HuxsoLoT (Retse, etc., I, 100); parece que si no es cualidad general de todas, á lo menos de muchas de las con cuerpo orbicular esférico, que son las más vulgares y mejor conocidas de todo el grupo. Las otras clases de animales de tipo regular son los Equinodermos y los Pólipos, que tienen generalmente la facultad de absorber, del agua del mar, sustancia calcá- rea, para deponerla en su cuerpo, dándole una textura tan dura como la de una ro- ca, y que muestra por su configuracion, ya sea externa ó interna del cuerpo el tipo regular muy claro. Hay dos clases de estos animales. Los unos, con depósito calcáreo externo, compuesto de placas bien cireunscriptas, pero unidas por tejido orgánico, son los Equinodermos; los otros, con depósito interno, casi homogéneo, generalmente ramificado, rara vez tubiforme, son los Pólipos. Los animales de estas dos clases vi- ven en el fondo del mar, no llegando hasta la superficie; y por esta razon no se de- nuncian fácilmente al viajero oceánico, sino casualmente en las costas, principalmen- te de islas. Los Equinodermos viven separados, cada individuo por su mismo móvil; los Pólipos son sociales, y se hallan unidos en grupos, ligados al fondo del mar ó en rocas cerca de la costa, sin facultad locomotiva. Tratar aquí de los Equinodermos me parece inútil, porque casi ningún viajero por el Océano tiene ocasion de verlos. Yo mismo he visto solamente una vez en la costa de la isla San Vicente, una de las Islas de Cabo Verde, un grupo de Equinos, que son animales hemisféricos, cubiertos de muchas espinas, como alfileres, en la super- ficie superior convexa de su cuerpo, en asociacion de muchos individuos en la pla- ya interna de un golfo con fondo calcáreo bajo poca agua, pero cada individuo con su superficie inferior plana sentado en una escudilla, como el platillo de una tasa, que él mismo se excava por medio de órganos finos movibles de la superficie blanda elástica, que cubre el hemisferio duro calcáreo del cuerpo hueco lleno de agua, en la cual flotan los órganos vegetales, es decir: los alimenticios y genitales. Los Pólipos son generalmente grupos asociados ó ramificados de animalitos peque- ños, imitando en su cuerpo hueco de sustancia blanda orgánica la figura de cálices pequeños; provisto de filamentos finos elásticos al rededor de la entrada superior del — 361 — vacío interno, que se llaman tentáculos, porque son retráctiles y expansibles como los de los caracoles. Animales de esta clase viven en innumerables variedades en todos los mares, pero principalmente en los trópicos, acercándose con preferencia á las islas, en cuyo rededor se construyen rocas calcáreas á alguna distancia de la costa, forman- do las restingas, que como cercos submarinos circundan principalmente las islas del archipiélago de Australia. Los animales vivos, forman las sumidades de altas paredes calcáreas, que poco á poco estos animales han construido desde el fondo del Océano, muriendo los individuos en las partes inferiores de cada restinga, á medida que ésta se levanta más por los individuos vivos, que siempre se encuentran en las orillas superio- res y externas del banco calcáreo. Se llama este depósito calcáreo del animal vivo el coral, y por esta razon el todo: restingas coralinas. Iguales productos de animalitos muy pequeños han sido de gran importancia para nuestro globo, principalmente en épocas anteriores de las formaciones geológicas, porque muchas capas calcáreas de nuestro planeta son depósitos antiguos de iguales animalitos hechos en períodos muy remotos, y aun en la actualidad los vivos producen iguales depósitos en los mares aus- trales. Pero como los Pólipos no se presentan fácilmente en la superficie del Océano, sino solamente delante de las costas, en mares transparentes y tranquilos, no me pare- ce conveniente tratar acá más de ellos, porque después de las plantas oceánicas debo dar otras noticias sobre algunos pólipos, que se asocian con los vegetales oceánicos. ¿Plantas en el alto Océano? dicen probablemente algunos lectores; nunca hemos oído tal indicacion; —pues creen que las plantas están ligadas al suelo fijo y no crecen sino en la tierra, en fisuras de rocas y en los troncos de otros árboles. Pero casi toda regla tiene sus excepciones, y así sucede también con las plantas oceánicas. ¿Quién no ha oído hablar desde su juventud, del cuento antiguo, que los Fenicios ha- bían encontrado, saliendo fuera del Mediterráneo las dos columnas de Hércules, un mar menos claro y menos limpido, provisto de plantas flotando en él, y creciendo como en una pradera? Los Fenicios contaban dicha cualidad particular del Océano para desanimar á otras naciones navegantes á seguir su huella. Y este cuento no del todo fabuloso se ha conservado hasta la actualidad por casi todos los libros históricos, y aun en los de enseñanza para la juventud. Existe en el centro de la mitad boreal del Océano Atlántico, entre Norteamérica, España y la continuacion por la costa de Africa, directamente opuesta al estrecho de Gibraltar, una region extendida desde el grado 20 de latitud Sud hasta el grado 45 al Norte, en la cual casi siempre flotan plantas marinas del grupo de las 4/gae, lla- madas científicamente Sargassum bacciferum, formando una larga faja más ó menos ancha de 25 grados de longitud, en la cual dichas plantas ne están distribuidas tan densamente como en una pradera, sino en líneas interrumpidas, cambiando su di- rección con el viento reinante. Esta region la conocen bien todos los navegantes que — 362 — han pasado el Atlántico en igual latitud, y aun Corox ya habla de ellos en la relacion del derrotero de su primer viaje para el descubrimiento de América. Actualmente los mapas náuticos llaman á esta region el Banco de Sargasso ó el mar herbáceo. He pa- sado por allí dos veces, la primera vez el 18 de Febrero en 1852, volviendo de mi viaje al Brasil, tocándola bajo el 19 de lat. bor. á distancia de 21" long. de la Isla de Ferro, continuando en su extension hasta casi la latitud de las islas Azores, entre las cua- les estuvo el buque el 7 de Marzo cerca de Flores y Graciosa, En este camino he visto ramitos del Sargasso en el Océano, de grado 22 hasta el 33 de lat. boreal, des- pués el mar se vió de nuevo limpio. El viento fué durante estos días casi siempre de Sudoeste, pero después de pasar las Islas Azores había cambiado al Este, continuan- do en esta direccion. Las diferentes noticias de viajeros prueban, que la posicion par- ticular del Banco de Sargasso en el Océano varía más ó menos, pero su region gene- ral se conserva bien en la mitad de una línea trazada de Terra Nova (New Found- land) hasta el Cabo Verde en Africa. Cada planta normal del Sargasso fórmase de un tronco corto central, dividido en muchas ramas con hojas angostas y ampollas pequeñas, á un grupo casi circular de 6—16 pulgadas de diámetro, asociándose frecuentemente una docena más ó me- nos de plantas en un disco común de 10— 12 pies de extension diagonal. Las plantas sueltas mezcladas entre ellas, con dichos grupos más grandes, se ordenan en fajas lineales, generalmente largas de algunas millas, en las cuales distan las plantas y los grupos entre sí de 10—50 y aun 100 pies. Estas fajas siguen en su direccion general á la direccion del viento reinante, acomodándose á ella por su extension longitudi- nal, y cambiándola más ó menos con el cambio del viento. Los troncos de las plantas sueltas son generalmente cortos, y terminan hacia abajo con punta poco aguda, sin raíces, pero hacia arriba están divididos en algunas pocas ramas principales, que des- pués se ramifican más en ramitas finas y cortas. Á éstas están ligadas hojas de 1 —2 líneas de ancho, y 1—2 pulgadas de largo, provistas á cada margen con dentículos agudos. De los ángulos entre hojas y ramas salen otras ramitas cortas y finas, llevando ampollas pequeñas esféricas llenas del aire, del tamaño de un garbanzo chico, que se encuentran en gran números en todos los ramitos. Á la extremidad de éstas faltan ge- neralmente las ampollas, pero se ven sus botones; en sus bases existen solamente los ta- llos, pero las ampollas han caido. Faltan también las raíces en todas las plantas, lo que llamaba mi atencion, probando que no son plantas perfectas. El extremo inferior del tronco está siempre dirigido hacia abajo y desciende mucho más que las ramas; éstas están también sumergidas, como las hojas que contienen; solamente sus puntas salen un poco de la superficie del agua. Plantas enteras unidas al grupo se acumulan del mismo modo, formando un llano circular igualmente alto en el Océano, pero descen- diendo en él con ramas dando al todo la figura de embudo. Estos grupos redondos de — 363 — plantas asociadas son muy numerosos entre las filas largas derechas, y aun algunos se unen etre siá otros más grandes, que se parecen, en verdad, á pequeñas praderas; pero existen siempre plantas sueltas entre ellos, separadas por un espacio libre del mar, pues de este modo en ninguna parte se forma el aspecto de una verdadera pradera con el cesped denso. El color de todas las plantas y por consiguiente también el de las praderas no es verde, sino de un amarillo un poco verdoso, no claro sino turbio, como cuero no muy fresco; una composicion de amarillo, verde y pardo. Del origen de dichas plantas en el Océano, conservando por todo el año su lugar poco variable en la misma region del mar, se han emitido diferentes opiniones, La mayoría de los sabios, y entre éstos HuwmBoLDT, presumen, que han crecido en rocas sumergidas, arrancadas de ellas por corrientes fuertes y transportadas al centro tran- quilo del Océano Atlántico, conservándose acá por falta de otras corrientes que pue- dan llevar á distinta region del mismo Océano. Como por observacion minuciosa no he visto ruptura alguna en la extremidad inferior del tronco de las plantas sueltas, he estado dispuesto á admitir la opinion de otros sabios, que las plantas han cre- cido en el Océano y que crecen todavía más, porque están en su condicion natural, Toda la figura de cualquiera planta hace la impresion de hallarse en estado perfecto, y la diferencia notable de tamaño entre ellas me parecía dar el argumento, que no son de igual edad sino más jóvenes, recién nacidas entre otras de más edad. Sin embargo, se opone á esta presunción la circunstancia, que faltan siempre á todas las plantas las cápsulas particulares generativas, con los esporos ó semillas reproducti- vas en ellos, y por consiguiente, no hay ocasion de la procreacion de nuevos indivi- duos juveniles. En donde faltan las semillas deben faltar también plantas nuevas, de reciente estado. Por esta razon recibe la otra opinion, que todas las plantas han sido transportadas hasta acá de rocas distantes por las corrientes, un argumento casi afirmativo, desde que se han descubierto las mismas plantas provistas con órga- nos generadores, y por consiguiente fértiles, en las costas petrosas de Terra Nova y en las próximas de igual condicion de Norteamérica. Parece que la continuacion de la corriente caliente llamada del Golfo, que corre á la costa de los Estados Unidos, desde Florida hasta Terra Nova, es en verdad el motivo del Mar de Sargasso, rom- piendo las plantas de su origen en las rocas sumergidas de Terra Nova y las lleva hasta el mar tranquilo entre América, las Azores y África. Dichas plantas del Sargassum bacciferum son las principales de la vegetacion en el mar, aunque no las únicas; existen algunas otras, menos conocidas, de las cuales no necesito ha- blar más, porque no caen tanto á la vista. Lo mismo diré de las muchas plantas sumergidas, que permanecen fijadas en el lugar de su nacimiento y se encuentran en todos los mares no muy lejos de la costa, pero generalmente en el fondo, 6 ya también sobre rocas ú bajíos, pertenecientes al grupo muy numeroso de las Al. — 364 — gas, porque su existencia en el fondo las oculta á la vista del navegante turista. Aunque la configuracion muy variada de estas plantas marinas, y principalmente sus colores vivos son de mucho interes para el investigador científico, no me parece conveniente hablar aquí de ellas, porque no es posible describirlas con pocas pala- bras, y una larga explicacion sería para fatigar la paciencia del lector. Prefiero en- tonces volver de nuevo al mar de Sargasso, para contar algo de los muchos animales marinos que viven á la sombra de estas plantas y dan una vista agradable sobre la vida animal variada de esta region del Océano. He recogido los habitantes de dicho mar con atencion, y más de 25 diferentes animalitos sacados de sus plantas. Enumero algunos en la revista siguiente: Principiando por examinar estos animales con los Pólipos, puedo afirmar, que las plantas del Mar de Sargasso son de todos modos un terreno muy á propósito para los finos y gráciles productos de ellos, que componen los dos grupos de los Bryozoa (*) y los Anthozoa, significando aquéllos bien por su configuracion parecida, como animalitos de musgo, y éstos como de flores. Á los primeros pertenece la fa- milia: Flustrina, que se encuentra en las plantas del Sargasso en número casi innu- merable, formando células hexagonales de corteza fina pero dura, córnea, después cambiada en cal, unidas entre sí por sus seis márgenes de la circunferencia con otras seis de igual tamaño y figura, dando de este modo colonias continuas que se extienden sobre objetos planos como cortezas, ó se levantan libremente erectas con células á los dos lados, en forma de plantas, creciendo por botones en la orilla superior que dan nnevas células iguales. Cada célula tiene una abertura en su pared exter- na, de la cual sale un Pólipo pequeño, cilíndrico, de figura de un tubo corto, comuni- cando con la cavidad central de la célula. Su abertura superior es la boca, la cual rodea una corona de tentáculos finos, mientras que en el interior de la célula existe el encorvado tubo alimenticio, con otra abertura terminal un poco encima de la boca, y Órganos generadores atrás del intestino. La /F/lustra del Sargasso es de las espe- cies unilaterales, cubriendo las hojas inferiores y ramitas de las plantas como sus ampollas, que de este modo están envueltas en una capa calcárea provista de ani- malitos vivos, de color blanco y textura muy dura En las plantas pequeñas de Sargasso y en las partes superiores de las grandes, falta esta corteza y generalmente - también en la extremidad inferior del tronco. Del número excesivo de las células, de las cuales cada una representa un animalito entero, da una idea importante mi cálculo ejecutado en una de las muchas plantas, que he recogido. He contado en la superficie de una ampolla bastante grande más de 400 células y 20 de estas ampollas envueltas en capa de Flustras en una sola planta del Sar- (*) Generalmente los sistemáticos actualmente separan los Bryozoa de los Pólipos, tomándolos por clase par- ticular, cercana á los Moluscos Tunicados. — 365 — gasso de tamaño regular. Por consiguiente, esta planta contenía solamente en sus ampollas más de 8000 células, llevando otras más numerosas de ellas en sus hojas y ramitas. Si existía en una planta 2—3 ramas del tronco, dicho número se au- mentaba al doble ó al triple; en caso de tres ramas se darían unidas en las ampollas ya 24000 células. Pero este número sin duda bastante grande, no es más que la base del cálculo, con la cual debe ser continuado nuestro cómputo. Hubiese sido preciso enumerar las plantas en una milla cuadrada. Supongamos que las fajas de las plantas distan generalmente 100 pies, cuya distancia debo creer como verdadera, según mis observaciones, y que las plantas de cada faja distan 10 pies entre sí. Según esta estimucion, tiene cada legua del banco 200 fajas en su anchura y 2000 plantas en cada faja y por consiguiente, habrá en todo el Banco de Sargasso unos 8000 miliones de Flustras en las ampollas. Mas como dicho banco contiene, según las observaciones de diferentes navegantes, 25 millas de longitud y 7 millas de lati- tud, se extiende del todo sobre 16875 millas cuadradas, y para obtener la suma de las Flustras en las ampollas habría sido necesario multiplicar dicha suma con 8000 millones, para conocer lcs individuos de Flustra en todas las ampollas. El cálculo que he hecho me ha dado 135 billones. Aunque los Anthozoa en las plantas de Sargasso no son menos numerosos que las Flustras, no es tan fácil el cálculo de su cantidad, porque no es tan general é igualmente visible su distribucion sobre ellas. Pertenecen todos á la familia de las - Sertularias, pero no son del mismo género y de la misma especie. Forman filas finas ramificadas, como plantas chicas, provistas alternativamente con ramitos de botones de figura oblongo-oval ó casi esférica, que se extienden sobre las hojas ramas y ampollas de las plantas del Sargasso, principalmente en sus ramificaciones superio- res, en donde faltan las Flustras, aplicándose densamente y más conforme sobre dichos órganos del Sargasso, que parecen partes inherentes de él, como sus propios pelos. Sacando una rama con estos pelos fuera del agua y examinándola exacta- mente con un lente, he visto bien, que los nudos terminales de ellos no son otra cosa que pólipos, asentados en un cályx de corteza fina córnea, y saliendo de su abertura con otro cályx blando, que tiene al rededor de su boca una corona de tentáculos fi- nos simples. La más común de estas Sertularias fué una especie de Campanularia, probablemente la C. dichotoma, y con ella otra especie de Sertularia, próxima á la S. indivisa. Entre estos dos Antozoos he visto también el objeto .enigmático, que describió mi amigo finado Meyew con el nombre de Acrochordium album, que, se- eún mi opinion, no es otra cosa que el estado ¡jnvenil todavía no perfecto, es decir, sin boca y sin corona de tentáculos, de la Sertularía gracilis del mismo autor. Sus células perfectas de figura de clavas alargadas, saliendo de una raíz verde en- redadera sobre las hojas del Sargasso, las clavas con sus bocas dirigidas hacia — 366 — arriba. Durante el estado juvenil, cuando la clava todavía no está abierta, se halla provista de verrugas chicas esféricas elevadas sobre pedúnculos finos, formando en este estado el Acrochordium; después, abriéndose la boca de la clava á su extre- midad superior, las verrugas se secan y el pólipo vivo sale de la abertura con su corona de tentáculos. Como las Medusas generalmente y la mayoría de los Equinodermos no son ani- males fijados en el mismo lugar, sino que conservan su libre movilidad, las plantas del Sargasso no son un terreno conveniente para ellas; no he visto especies de estos erupos en el contorno de dichas plantas flotadoras. También los Moluscos son raros en estas regiones; he recogido en algunas plantas una Ascidia del grupo de los Tuni- cados, formando una masa gelatinosa sobre el tronco de estas plantas y en ella las bocas de dichos animales asociados; además, una especie de limaza de mar sobre las Flustras, que me ha parecido comer los pólipos de las células. Muchas de estas célu- las han estado vacías, probablemente á causa de las limazas. Un grupo muy numeroso en especies en la region de las plantas del Sargasso era el de los Crustáceos; apenas sacaba del Océano una planta, sin encontrar cangrejos pequeños entre sus ramas. Casi en todas he recogido de este modo el Palaemon na- tator (P. fucorum Fasr.). Este animalito de los Decapodos Macruros es muy vívaz y elegante; brilla con figuras azuladas y blancas muy claras entre el color amarillo de su cuerpo, que forman en algunos individuos fajas transversales, en obros puntos y manchas de diferente tamaño, mostrando una variacion innumerable en el dibujo. Después de éste un pequeño Brachyuro, probablemente Sesarma cinerea, era el cangrejo más común entre el Sargasso; teniendo su cuerpo circular el tamaño casi de un centavo, pero generalmente un poco más chico. Estaba casi seguro de to: mar con cada planta de Sargasso, que sacaba del mar uno que otro individuo de estos dos animalitos vulgares. Aunque menor que la otra especie la Sesarma ata- ca con furor al Palaemon, si éste se asienta entre las hojas para dormir durante la noche; he visto repetidas veces devorarles, sosteniendo la Sesarma con sus pies más fuertes y más gruesos las finas y frágiles del Palaemon, porque éste tiene una cu- bierta mucho más delgada y transparente que aquélla. Más raro es una especie del género Alpheus, que no he visto descripto bien, y otra especie parecida con tijeras. muy pequeñas á los pies primero y segundo. Las dos son raras y solamente pocos individuos he recogido, y no más que un individuo solo en las plantas del Sargasso que lo llevaban. El mayor cangrejo de los que tomé en ellas fué la Lupea hastata (L. diacantha), un Brachyuro muy plano y ancho de 2—3 pulgadas de largo, provisto á cada lado de una espina muy fuerte y remos anchos para nadar el último par de pies. Tiene un color igual al de las plantas, pero con algunas manchas blancas en su coraza dorsal; por éstas lo he visto á distancia asentado tranquilamente en el cen- — 367 — tro de una planta flotante. Pero el animal vió también la red que eché para tomarle, retirándose cada vez cuando el bolsillo descendía á su sitio, sumergiéndose inmediatamente en el mar y nadando lejos. Aunque he visto poco á poco 25 indi- viduos en diferentes plantas, no me ha sido posible tomar más que 5. Todos estos cangrejos, que he nombrado, son Decapodos, grupo muy numeroso en especies en los mares intertropicales; de otros grupos de Crustáceos solamente una especie de Copepodos, y otra de Anfipodos he recogido entre los Sargassos. Aquél fué la bien conocida: Pontía atlantica, que he tomado en algunos ejemplares. La segunda fué una especie, probablemente desconocida de los Hyperiidos, de color rojo oscuro, casi de carmesí, que no he encontrado descripta en ningún libro á mi disposicion. No he recogido más que 2 individuos, cada uno de 2 líneas de largo, encontrándolos en la red con que saco las plantas del Océano. Estos son los objetos más memorables, que he estudiado y reconocido durante mi viaje por la region de los Sargassos del Océano Atlántico; algunos otros orga- nismos de menor tamaño, que difícilmente pueden presentarse en pocas palabras, no los he adjuntado á esta revista, porque no es posible hacerlos conocer del lector, que no se hubiese ocupado con tales objetos científicamente. Suscitado por las muchas impresiones nuevas, de que me ocupaba en estos viajes, me sentí casi siempre en un estado de tirantez, que rara vez se cambiaba en laxitud, cuando lcs días de calma perfecta me obligaban al retiro de tranquila apatía; he recibido la completa convic- cion, que aun en el inmenso Océano no faltan temas para un entretenimiento útil, si el viajero tiene el talento de buscarlos y aceptar los que se presentan, y he creído de mi deber dar un aviso á todos los que emprenden con igual motivo viajes por el Océano. Siendo mi intencion la de instruirme en este viaje, me ha parecido conve- niente hacer participar á otros de iguales ideas mis experiencias; y por esta razon he bien pensado en evitar en mis comunicaciones declaraciones ostensivas Ó pompo- sas, para no prometer fenómenos estupendos, que en verdad no existen. No es mi designio demostrar un entusiasmo, del cual yo mismo no participo, hablando de colores brillantes en el cielo y el mar, los que no he visto; de olas inmensas, que se echan sobre las naves con masas de agua como montañas, sumergiéndolas en los abismos; ó tampoco de rayos palpitantes, que amenazan al viajero entre truenos for- midables, porque ninguno de tales espantajos he percibido jamás en mis viajes por el Océano, pues todos estos fenómenos son excepcionales, que no pertenecen nece- sariamente á la pintura verdadera de Océano tropical que con razon se llama el Pacifico ó Mar de Leche, con cuya comparacion los Portugueses significaban el Atlántico. Mi relacion tiene por objeto, describir el Océano como es en verdad, aunque en algunos casos terrible, pero no siempre irritado; no es un elemento pér- fido, como mucha gente lo cree, sino generalmente tranquilo y que principalmente 48 — 368 — en estas regiones felices, en donde las leyes físicas con regularidad normal se cum- plen, también el Océano las sigue, distinguiéndose ventajosamente por esta regu- laridad de las zonas variables fuera de los trópicos, que son la patria de las naciones más civilizadas. LISTA ESPECIAL DE LOS VIAJES EJECUTADOS. PRIMER VIAJE.—1850. De Bremen 4 Río de Janeiro, Ex EL BUQUE DE vera Grazelle, CAPITÁN CH. BUNSGE. Día Latit. Nord. Lonz Est. de Greenw. Día Latit. Nord. Long. Oeste Greenw. 921 Set. 530 53' 30 e 17 UA le 170 35' 22 530 52” 30 20 18 SO E 170 58 23 530 97” 3o 48' 19 300 28' 180 14 24 520 4 DIAN 20 990 99 1:50 29 25 510 35' 29 0 Eo] 270 26 180 57” 26 blo 3 lo 46” 22 250 34 190 59 27 Dovercastle. 23 230 39 200 15 23 Cabo Grizenez 24 200 57” 910 47” 29 Dungeness 25 18 2 220 3 30 Estacionado 26 150 51' 920 20' OA 927 130 58' 210 58 1 Octub. Estacionado 98 190 1” 910 50' ») 490 39' 30 30' 99 110 10 990 B 3 490 48 e 25 30 100 57 290 36' 4 ado 2 o 31 100 € 990 33' 5 ar 2 1 20 1 Nov. g 4 990 25 6 450 48 TID0 0) 9 Y 91lo 15 7 460 19 Yo 90' 3 70 99 910 13 8 dro 7 80 10 4 6 36 9209 58 9 1 10095 5 60 20 20 50' 10 430 28 140 19 6 Bo 97 900 15' all 400 30' 160 20' 7 40 40 90 0 12 330 14 170 56' 8 30 A) 90 15 1 360 49 180 40' 9 go 7 930 17 14 360 26' 180 47” 10 00 58 940 30' 15 350 21” 180 43 Lat. Sud 00 6 250 49 al a 33% 53 170 20' pa O) — 369 — Día Latit, Sad. Long. Oeste Greenw. Día Latit. Sud. Long. Oeste Greenw. 12 2 5 27m e 19 19 14 34o 25 13 do 3 280 26' 20 200 Y 36% 21” 14 60 52 290 24” 21 210 41 310 57 15 90-57 300 30' 22 230. 6 400 48' 16 120 37 310 24 23 230 7 430 7 17 150 11” 320 15 24 Rio de Jan. 220 54” 450 30 18 170 49 330 35' 2.” VIAJE, — 1852. De Río de Janeiro í Falmouth (IscLaTERRA), EN EL BUQUE DE VELA Helena, DE ALTONA, CAPITÁN PETERSEN. Día Latit. Sud. Long. Oeste París. Día latit. Nord. Long. Oeste París, 15 Enero 2% 54 450 392 8 30 10' 360 15 16 2302 0 490 58 9 40 HB 360 50' 17 2930 5 490 38 10 40 40 370 20 18 22 0 400 2 q 5o 9 380 10' 1D) 190 20' 380 10' 12 7o 95 39% 40 20 190 10' ato Pp 13 Ss 0 390 20' 2 180 40' 360 ( 14 100 5 390 50' 22 170 5 360 15 15 130 (0 400 15' 23 170 10' 360 0 16 J40 40 390 50' 24 160 40' MY 7 180 20' 390 30' 25 16" 25 año: 0 18 190 50' 390 25' 26 169 =0' 360 50' Primer Sargasso + 150 E 360 da 19 99 5 39 y E e Had 20 294 0 380 50' o 4 o o 22 280 40 400 15 23 299 0 400 50' 1 Feb. d E 350 cd 94 99 10' 39 0 - DS o 95 990 10' 39 0 a a O Último Sargasso 4 4o O 340 40' 5 2 2 340 10' 26 300 390 20' 5 00 Ecuador 34o 0 27 300 25' 390 10' Latit. Nord. 28 310 40 380 30' 6 lo 10' 3bo D' 29 330 0 370 40 7 9 (0 3bo 40' 1 Marzo 35» 20' 330 0 Día Lat. Nord. Long. Oeste París. Día Lat Nord. Long. Oeste París. 2 380 0 32 5 22 450 10' 170 0 Por las Azores 23 460 10 170 70? 3 390 15' 300 0 24 490 B' 130 0 4 400 0 980 20 25 480 10' 12 30' 5 490 10' 90 10 26 490 25' 90 20' 6 440 30' 230 5 27 49 2 80 40 7 Año 10' 99 (y 28 490 50' Ss 5 8 Año QQ 910 0 29 500 70 50' 9 Año 15' 209 40' 30 500 8 O 10 46 0 190 25' En Falmouth. 11 460 15 18 0 12 dro 0 IA 0 Del viaje al interior del Brasil, durante 13 480 4 160 0 los meses de Diciembre 1850, hasta Enero 14 490 30' 160 2 de 1852, han silo publicadas las siguientes 15 500 0 IRA le obras: ' 16 500 40' 160 0 Reise nach Brasilien, etc. Berlin 1853, 8 17 500 1 ISO" Con gran Atlas en folio de XI láminas. 18 490 55 170 40 Systematische Uebersicht der There Brasi- 19 480 15 170 55 liens; 3 tomos, Berlin, 1854-6. 20 480 5 18 0 Erliuterungen zur Fina Brasiiens; 1 tomo 21 4fo 15 oO fol. con XXXII láminas. Berlin, 1856. 3." VIAJE. — 1856. De Southampton 4 Rio de Janeiro, Ex EL vapor INaLÉs Trent. Día Día 9 Oct. Southampton. 21 Isla de San Vicente de Cabo Verde. 10 450 9 Lat, Nd. 50 54” Long. Gr. 22 l4o 9 Lat. Nd. 260 2 Lg. Gr. ¡bl 440 31” — 80 56 — 23 100 92 — 270 31. ——= 12 A (0) ALS: — 24 60 33 — 280 4Y — 12 En Lisboa. 25 20 2 — 290 47. — 14 Enfermo del mareo. 26 Y — 310 ¡YES 15 330 18 Lat. Nd. 16” 14” Lg. Gr. 27 omo pj) e 16 En la isla de Madeira. 28 Frente á Pernambuco. 7 En Santa Cruz de Tenerife. 29 E re — 360 714 — 18 260 10' Lat. Nd. 170 5 Lg. Gr. 30 En la Bahia de Todos los Santos. 19 220 42 — 200 36” — 9 160 27” Lat, Sud. 38" 20" Lg. Gr. 20 19 14 — 10 1 — — 3/1 — Día 1 Nov. 200 35' = SI 2 Rio de Janeiro. Á Manos Aires. POR EL VAPOR ITALIANO Sardenha. 1.2 Diciembre, 2 de la tarde, á bordo. Luego de la salida de la bahia de Rio de Janeiro el mar se levantó borrascoso, obli- gándome á acostarme, lo cual duró los cinco días siguientes, con gran molestia. Y Diciembre. En frente de Maldonado. 8 Id. En Montevideo. En este pueblo, vi- vi hasta el 30 de Enero de 1857; he conti- nuado el 31 de Enero mi viaje á Buenos Aires. 4.” VIAJE. VUELTA POR EL Océano Pacífico, e. Istmo de Panamá y eL Golfo de las Antillas astra St. Thomas. 1a SECCION. POR EL Océano Pacífico. EN EL VAPOR INGLÉS Bogotá. Día 3 Abril. Salida de Caldera, puerto de Co- piapo, 270 28' Lat. Sud. 4 En el Océano, pasando Mejillones. 5 Tocando Cobija, 220 32 Lat. Sud. 6 En Iquique. 7 Pasando por Pisagua hasta Árica, a 180 30" Lat. Sud. 8 Por Tambo é Islay, 120 15” Latitud Sud. 9 . En Pisco, 130 30' Lat, Sud. Islas de Guano. 10 Callao y Lima, 120 2. 11-12 En Lima. 13 Mongon Cerro, 9. 30" Lat. Sud. 14 Gran Chaco, 8% 20” Lat. Sud. 15 Lambayeque, 60 40 Lat. Sud. 16 Payta, 5" 8” Lat. Sud. 17 Cabo Elena, 20 28” Lat. Sud. 18 Cabo Galera, 00 50' Lat. Nd. Día 19 En el Océano. 20 También. 21 Punta Mala, 5% 30" Lat. Nord. Al medio día en Panamá, 9" 20' Lat. Nd. 2.2 SECCION. POR EL Ferrocarril o: Panamá á Coion. 23 Abril. A las 5p. m. en Aspinwall, Yo 45 Lat. Nd. 80.25” Long. Oeste de Paris. 3.2 SECCION. POR EL Golfo de las Antillas 4 St. Thomas. EN EL VAPOR INGLÉS Solent. 24 Abril. En viaje, bastante incómodo á cau- sa de la agitacion fuerte del mar. 25 100 25” Lat. Nd. 790 40' Lg. Ot. 26 140 4 — To Y — 27 l60 (0 = 710 y — 28 St. Thomas, 180 24* Lat. Nd. 670 2 Long Oeste. — 372 — 5.” VIAJE. —1860. Por EL Océano Atlántico, En EL VAPOR INGLÉS Shannon. De St. Thomas Á Southampton. Día Lat. Nd. Long. Oeste Greenw. 29 Abril. Salida de St. Thomas. 30 210 26' 62% 46” 1 Mayo. 240 18' pg 7 2 260 59” 550 27” 3 290 42 510 41” + 320 21” 470 32 Entre este dia y el siguiente pasamos por la region del Sargasso. 5 Mayo. 340 49 490 52 6 370 18' 380 4 7 400 1 39 49 Día Lat. Nd. Long. Greenw. 8 420 16' aro 9 9 440 34 200 43 10 460 52 13% 46' 11 490 50' 60 38' 12: En Southampton. El resultado general del viaje por la Repú- blica Argentina, con ida y vuelta á Europa, se ha publicado en mi obra: Reise durch die La Plata Staaten, etc.; 2 to- mos. Halle, 1861. 8.9, con mapa. 6.” VIAJE. —1861. Por EL Océano Atlántico, En EL vaPOR Francés Estremadura, carirán Trollier. Día Lat. Nd. Long. Oeste París. 25 Julio. Salida de Burdeos. 26 460 10 so 4 27 45 0 100 2 28 430 20' 19 Y 29 39 0 140 5 30 370 15' l5o 4 31 3bo 25 = 1 Agosto. 310 15 180 4 Á la isla de Tenerife. 2 280 2 199 10' 3 230 Y 190 40 4 240 30' 200 30' Pasando por la isla de S. Vicente. 5 167 230 30' 6 110 30' 240 0 ñ go 4 270 12 8 30 39 30 10' Día Lat. Sud. - Long. Oeste París. 9 lo 30' oa lr 10 Yo 58 340 15 ¡lil 60 44” 360 37 12 A Pernambuco. 13 100 49 380 20' 14 Bahía de Todos los Santos. 15 160 925 40 49 16 200 44 49 6 it En Río de Janeiro. De acá continué mi viaje á Buenos Aires; pasando 8 dias con mi hijo Enrique en su domicilio de Niterohy; y después sali para Buenos Aires el 25 de Agosto, llegando á Montevideo el 29 del mismo mes y á Bue- nos Aires el 1.9 de Setiembre de 1861. — 373 — 17. VIAJE.—18090. De Buenos Aires Á Génova, EN EL VAPOR ITALIANO Matteo Bruzzo. Día 16 Junio. 18 19 20-22 30 1 Julio. 2 3 Agosto 3. Partida proyectada, pero no eje- cutada hasta el 6 de Agosto, porque nuestro vapor perforó la popa del Bósforo, de la misma compañia, en el puerto de Génova y CAPITÁN CAFFERATA. - Salida de Buenos Aires. 8 de la mañana, á Montevideo. Salida de Montevideo. En el Océano, molestado por el mareo y por esto sin obser- vacion. Lat. Sud. Long. Oeste Greenw. 260 21 48% 30' 240 10' 460 37” Santos. 220 54” 450 35' Rio de Janeiro. Estacionado en la bahía de Rio de Janeiro. Salida de Río de Janeiro en la noche. 190 45 380 Y 150 31' 300 100 28 340 12 5o 51” 320 38' dE 310 10' 00 3 290 37 8. VIAJE.—1890. fué retenido por orden superior. Día Lat Nd. Long. Oeste Greenw. lo 13' 970 35 110 13 950 17” 150 8 220 20 180 27 200 35' 190 23 210 40' Y94o 58' 170 18' Estacionado en Gran Canaria, 290 45 130 49 320 28' 100 52 340 58 70 30 Estacionado en Tánger. JOA 3o 19 370 47 00 20 Puerto de Barcelona. Puerto de Génova. Como me habia enfermado durante los úl- timos 8 días por el viento frio del Norte, que reinaba en ellos, y no me parecia posible sa- nar, si continuaba el viaje, me decidi á volver á Buenos Aires en el vapor próximo de la misma compañia. Día 7 Agost. 8 9 De Génova í Buenos Aires, En EL vapor ITALIANO Vittoria. CAPITÁN GABINO. 420 15 do 33' 380 30” 00 10' 360 21 do 53 Día 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 Día 330 1]' 90 32 24 220 17” 400 36' 990 30 140 5 95 260 29 44o 2 En Las Palmas, en la Gran 26 290 54 47o 17 Canaria. 27 320 12% 490 52 2 6 150 45' 28 34o 49' 540 28' 220 38' 180 34” 29 En la rada de Montevideo. 180 13 210 25 30 En la rada de Buenos Aires. 130 41” 230 13 Aunque me habia restablecido por algunos 90: 15 250 19 dias de reposo tranquilo en el vapor, no me do 45' 260 49 fué posible ocuparme con estudios serios, por- 00 38' 290 20' que la gran concurrencia de pasajeros en los 30 53” alo 25 vapores trasatlánticos no permite tales estu- go 19 330 371” dios; si no hubiese estudiado el Océano en 12 56' 350 47 mis viajes anteriores, no hubiese conocido 170 34” 380 2 de él algo de valor científico. ERRATA. Pág. 327 Linea última, léase II en lugar de TIL. “328 $ si “ Aeguinoctialgegenden. VII. ADICIONES AL iXAMEN CRÍTICO DE LOS MAMÍFEROS FÓSILES TRATADOS EN EL ARTÍCULO IV ANTERIOR (+). (CoN LA LÁMINA ADJUNTA, PL. VII. ) El Museo Nacional adquirió al principio del año 1886, de don Lzox LzLoxa, del Paraná, una rica coleccion de fósiles terciarios de dicha localidad, recogida por él durante un espacio de más de 25 años; y en esta coleccion se hallaban muchos obje- tos, que me dan nuevos informes sobre los animales de aquella época, que he tra- tado en mi ensayo anterior del año 1885. Hago actualmente algunas adiciones á esas descripciones anteriores, rectificándolas y aumentando mi obra con otras, siguiendo el mismo número de las especies antes tratadas; principiando con los Mamiferos. X, FERAE. 1. Eutemnodus americanus. El señor don Ricaro Lybekker, autor del Catálogo de los Mamiferos fósiles del Museo Británico (Londres, 1885-1887, tomo I-V, 8”), me ha avisado, por carta par- ticular, que según los fósiles europeos de la coleccion hecha por el finado don Au- gusro BrayarD, antes de su salida de Francia y comprada á él por el Museo Britá nico, su género Eutemnodus es idéntico al género Hyaenodon y que él ya había indicado esta identidad en el tomo I del Catálogo d. 1. fósil. del Museo Británico, pág. 21 sig. (*) Esta obra ha sido preparada para su publicacion en el año 1888, pero se suspendió, por ocuparme de otros trabajos hasta Abril de 1891. 49 — 376 — No me ha sido posible saber esta noticia, porque la obra citada de LynekxxerR fué publicada simultáneamente con la entrega XIV de los Anales del Museo Nacional. El género fósil Hyaenodon, fandado en 1838 por Larzer y Parieo, ha existido tam- bién en Norteamérica, tratado extensamente por Lamy (Lxt. Mam. Fn. of Dacota and Nebrasca, pág. 38, sig. pl. 2 y 3) y mencionado por Cors (Ext. Fn. of the West, pl. 67, a, fig. 1); pero el pequeño objeto de la coleccion de los fósiles de este país, hecho por Bravaro, ha sido tan incompleto que la union exacta con un género ya descripto no me pareció permitido. Actualmente tengo otro diente con corona más perfecta, pero igualmente sin raíces, que se asemeja bien á la muela penúltima superior por la figura en la obra de Gervais: Loo/!. € Paléont. gen., pl. XXVII fig. 1, como mi otro diente de la del maxilar de Hyaenodon leptorhynchos, dada en BLarn- viii: Ostéographie, t, UL, pl. XVIL, Subursi antigua, ya sea de tamaño como de conf guracion, y por esta conformidad me persuado, que el diente del cual se trata, per- tenece al mismo género, pero muy probablemente no á la misma especie, cambiando actualmente su nombre anterior en sudamericanus, porque ya existen otras especies bien descriptas de América del Norte. Añado á mi descripcion anterior, que el nuevo diente adquirido tiene una corona más ancha de contorno triangular, con un mamelon tercero antero-interno, que me pa- rece haber tenido una pequeña raíz angosta interna, bien indicada por ruptura, pero probablemente unida con la anterior de las dos raíces del lado externo de la corona. Un diente tercero más pequeño, con corona cónica bituberculada, la punta de un cono persistente un poco encorvado, faltando el otro cono anterior, más alto y más grueso, indicado por ruptura en su lugar, tiene la figura bien reconocible de la muela antepenúltima del mismo dibujo de la obra de BLarwviLLk, y es de substancia amarillo- oscura, bien lustrosa de los otros dos dientes, cuya similitud me induce á tomarle como de la misma especie con ellas. Tiene su corona 6—7 mm. de largo y 3 mm. de ancho, con 2 mm. de altura del único cono bien conservado. £¿xisten en la coleccion del señor LeLox6, últimamente comprada, dos pedazos de dos maxilares inferiores, evidentemente de otros mamíferos carnívoros, que describiré acá, en adicion á mi obra anterior. El uno es la mitad posterior de la rama izquierda del maxilar de un animal del ta- maño del zorro, parecida en su figura á la misma porcion del zorro argentino: Canis Azarae; pero ditérente por los cinco alvéolos mucho más anchos de las muelas pos- teriores, que faltan desgraciadamente en ellos. Tiene 7 cm. de largo y 2,5 cm. de alto hacia atrás. Los cinco alvéolos miden 3 cm. y son de igual tamaño entre sí, pero existe ante el primero la indicacion bien pronunciada de un sexto alvéolo casi idéntico al siguiente quinto, pero los dos poco menores de contorno que cada uno de los cuatro posteriores. Se prueba por dicho tamaño casi idéntico de los alvéolos, que — 3171 — el maxilar no ha pertenecido á un zorro, niá otro animal canino, porque en el género Canis el último alvéolo del maxilar es más chico que los dos precedentes y los an- teriores á ellos son mucho más distantes y más anchos, perteneciendo al diente más grande del maxilar con raíces más gruesas, y formando el diente particular carni- cero, que caracteriza bien por su tamaño excesivo el tipo canino de la dentadura inferior. El único género entre los animales carnívoros, que tiene los seis alvéolos posterio- res del maxilar casi de igual tamaño, es el de los gatos (Felis) con sus tres muelas, cada una de dos riíces, y por esa razon, supuesto que no han sido en la porcion ante- rior del maxilar que falta, otros premolares más, debo vindicar el resto fósil á una especie del género Felis. Coincide con esta determinacion, que el último alvéolo presente es en su direccion un poco oblicua hacia atrás del penúltimo, pero no per- pendicular, como los otros, y que los dos anteriores alvéolos, el primero y el segundo de los seis, son más angostos; como en todos los gatos la primera de las tres muelas, que representa el premolar, es la más chica, y la última la más grande. Creo enton- ces, que el resto del maxilar fósil ha pertenecido á una nueva especie del grupo fe- lino, que propongo llamar provisoriamente : 2. Felis propampina (*). Existe también una muela separada inferior, que creo pertenece al mismo animal. Es el primer premolar de los tres dientes, que tiene dos raíces angostas, de 5 mm. de largo, con corona triangular muy comprimida, de 8 mm. de ancho y 6 mm. de alto. La raíz posterior falta, con el ángulo posterior de la corona, que ha llevado probablemente un pequeño tubérculo sobre su ángulo, como generalmente los pre: molares de los gatos. El otro resto del maxilar de un animal carnívoro no es de la misma especie felina, sino de diferente grupo, y como lo creo, del de los Caninos. Es la punta anterior de la rama izquierda del maxilar, con la superficie de la sutura de la barba y cinco dientes, un incisivo externo un poco roto, un colmillo sin punta y tres premolares, de los cuales el primero está roto hasta la raíz. El pedazo corto del hueso maxilar tiene 3 cm. de largo y 2 cm. de alto al fin posterior en su ruptura alargada oblicua de contorno angosto, de 6 mm. de ancho. La sustancia huesosa es muy dura, de color amarillo-oscuro, con los dientes puramente negros. La superficie del hueso no es lisa, sino rugulosa y la de la sutura de la barba muy áspera. El incisivo externo dimidio roto tiene un contorno casi triangular, con las super- (E) Posiblemente ha pertenecido este animal al género Nimravus, del cual Core describe una especie de igual tamaño, sin molar en el maxilar. 378 E ficie externa un poco encorvada y ángulos redondeados. Á su lado interno existe un alvéolo abierto de igual tamaño, pero el tercer alvéolo para el incisivo tercero falta, sin vestigio alguno. El colmillo es grueso, de 2 cm. de alto, faltando la punta rota. Tiene la figura cónica encorvada de los carnívoros, con superficie muy lustrosa, pero no lisa, sino rugulosa. Al lado interno de la corona se ve una estría pulida, que prueba la pre- sencia de un incisivo externo superior muy grueso y alto; otra más profunda existe al lado posterior, por la friccion del colmillo superior no menos fuerte. Sigue al col- millo inferior la raíz simple de un pequeño premolar fino, con contorno oval, de 2 mm. de ancho, faltando su corona. Los dos premolares siguientes son perfectos, con coro- na triangular bastante gruesa y lisa, y dos raíces cónicas cada una, separadas bien de la corona por la base sobresaliente. Al segundo premolar faltan tubérculos accesorios, pero ía esquina posterior se levanta un poco encima; el tercer premolar un poco más erande tiene no solamente la misma esquina de la corona más elevada, sino un ver- dadero tubérculo cónico encima de ella, que ocupa casi el medio de la margen pos: terior de la corona triangular. La superficie de los dos premolares es muy lustrosa y pulida, no tiene algunas rugosidades. El segundo premolar tiene la corona de 6 mm. de ancho en la base, y 3 mm. de alto, siendo su punta terminal gastada; el tercero, poco más grande, mide 8 mm. á la base de la corona y 4 mm. de alto, con su punta superior aun más gastada que la del premolar precedente. En la ruptura posterior del hueso maxilar se ve el contorno abierto del conducto alveolar y en el medio de la superficie externa dos pequeños agujeros terminales de dicho conducto, el posterior más chico abajo del tercer premolar, y el anterior más grande poco antes del segundo premolar. Nombro el animal, al cual ha pertenecido el resto del maxilar: 3. QOligobunis argentina PL, VII, FIG. 2. Comparando este objeto, con la descripcion y la figura en la obra de E. D. Cork: The Vertebrata of the Terciary Formations of the West, Washington, 1883, 4", pág. 939, pl. 69, fig. 1, me parece, si no idéntico, á lo menos muy semejante no du- dando que pertenece al mismo género, que su autor antes había comparado con el género actual /cticyon del Brasil, lo que prueba su denominacion por la figura en la lámina citada. El /cticyon, que he descripto detalladamente en mi obra: Erláute- rungen zur Fauna Brasiliens, Berl., 1854, fol., es un canino poco aberrante del tipo del grupo y se acerca bien á este género fósil. — 3719 — ll. MARSUPIALIA. 4. Didelphys carvídens. PL. VII. FIG. 1. Tengo á la vista la rama izquierda del maxilar inferior con las cuatro muelas pos- teriores y la principal porcion basilar de la apófisis coronoides, que por su tamaño y su figura corresponde bien á la misma porcion del maxilar de Didelphys crassicau- data, la especie más común en la provincia de Buenos Aires. Dicho objeto, bas- tante bien conservado, he figurado en escala */, superior del natural en la lámina ci- tada. Su verdadero tamaño es 4 em. de largo y 5 mm. de ancho adelante, pero 7 mm. de atrás, bajo la cuarta muela. De la apófisis coronoides existe casi la mitad inferior, poco más de 1 cm. de alto, al lado externo con la profunda impresion trian- gular para el músculo maseter, terminado hacia adelante como hacia abajo por mar- gen bien elevada, bastante aguda, como generalmente en los maxilares de todos los Didelphys. Las cuatro muelas son 1, 9 em. de largo y poco más de 1 mm. de alto. Cada muela tiene dos raíces, sobre las cuales se levanta la corona alta triangular con tres cúspides desiguales; la primera muela mide 1 /, mm., y las tres siguientes son cada una un poco más larga, así que las cuatro unidas miden casi 2 cm. De las tres cúspl- des la media es la más alta, la primera mucho más baja y la tercera posterior aun menos elevada que la primera, siendo un tubérculo grueso, poco excavado, con mar- gen interna más elevada, como cerco, pero sin verdadera cúspide. Solamente la pri- mera muela es perfectamente conservada, las otras tres están más ó menos rotas, En la segunda muela la cúspide media está rota, pero se reconoce bien su contorno basilar, mostrando que la configuracion de esta muela ha sido igual á la primera, pero de todo un poco mayor. La tercera muela tiene también la misma configuracion gene- ral, pero su tamaño es aun poco más grande y la cúspide media más alta. La cuarta muela tiene las dos cúspides, la anterior y la media. aun todavía altas y casi de igual altura, pero poco encorvadas con la punta hacia atrás, mientras la tercera cúspide no es plana, sino cónica aunque mucho menos alta que las otras dos. Al lado interno de la muela son las cúspides más planas que al lado externo, imitando á este lado semi- conos elevados. Su superficie de esmalte es á los dos lados muy lisa, lustrosa y de color negro por completo, pero la sustancia dentina del interior es de un blanco ama- rillo, como también las raíces. Antes de las cuatro muelas existen en la rama del maxilar aun tres alvéolos y la mitad de un cuarto alvéolo más anterior. De estos cuatro alvéolos es el cuarto inmedia- — 380 — tamente antes de la primera muela oval, contorneado, el precedente tercero es más erande y de contorno semejando un 8, el segundo circular y el primero medio roto también circular y el más pequeño; á su lado interno existe un pequeño alvéolo acce- sorio de media profundidad. Se sigue, á mi modo de ver, que en estos cuatro alvéolos han sido implantadas dos ó tres muelas, cada una con dos raíces, pero de tamaño poco menor, como exige la regla general de las especies del género Didelphys, las dos con una sola cúspide triangular poco más gruesa hacia abajo. De este modo he dibujado los 2 dientes que faltan en mi figura. En la punta terminal anterior de la rama ma- xilar se ve la grande abertura del canalis alveolaris para los nervios de los dientes; la verdadera punta de la rama, con el colmillo y los dientes incisivos falta. La superficie externa del hueso maxilar es más convexa, que la interna plana. En ella hay cinco agujeros mentales, para la salida de las ramas del nervio alveolar á los labios del animal. Dos poco más grandes corresponden á la primera y segunda de las cuatro muelas, las otras tres más pequeñas á los dientes anteriores, que faltan. Esta colocacion de los agujeros está conforme con el tipo del género Didelphys que tienen, si no siempre 5 agujeros mentales, á lo menos 2 distribuidos en colocacion correspondiente, el primero al lado de los premolares y el segundo atrás de la muela primera (*). MM. GLIRES. 5. Megamys patagoniensis. Nuestro Museo ha recibido muchos nuevos huesos de este animal notable entre la coleccion LreLoNG, pero del cráneo solamente dientes sueltos. Los pedazos más dignos de mencion son la mitad anterior de la rama derecha del maxilar con un incisivo perfecto, y las dos muelas posteriores de las cuatro antes existentes. Este pedazo mide 18 cm. de largo, de los cuales 3 cm. ocupa el incisivo con su porcion libre saliendo hacia arriba del hueso; pero al lado inferior el mismo diente sale 7 cm. del alvéolo con su plano negro de esmalte, mientras que otros 12 cm. se hallan aun escondidos en el alvéolo: faltando la última porcion de la raíz visible, y dando al diente la longi- tud total de más de 20 cm. La porcion del hueso maxilar con el diente incisivo hasta la primera muela mide 8 em. y la longitud de la sutura de la barba 10 cm. con 4 cm. de ancho en el medio. Las cuatro muelas miden juntas 6, 8 cm., teniendo la porcion (*) Después, recibiendo la obra de D. FLOR. AMEGHINO sobre los fósiles d. 1. República Argentina, he visto, p!.72, fig. 14, una representacion del mismo objeto acá descripto con el nombre de Notictis Ortizii, hecha según un dibujo bastante incorrecto del antiguo propietario, y otro menor, pl. 81, fig. 7. — 381 — alveolar del maxilar una altura de 6 cm. Las cuatro muelas siguen sin interrupcion la una á la otra y tienen casi igual longitud, compuesta cada una de cuatro láminas transversales. La primera muela es un poco más angosta hacia adelante, las otras tres son de igual anchura de 1,5 cm. La última es un poco más gruesa y más larga que las tres anteriores, es decir, 2 cm. y aquéllas 1, 5 cada una. La porcion posterior del maxilar, con la apófisis coronoide y el cóndilo, falta; según la analogía de la viz- cacha actual, que tiene cada rama del maxilar 12 cm. de largo, de las cuales 7 cm. corresponden á la porcion anterior con los dientes, y 5 cm. á la posterior, ha sido la misma porcion de 10 em. si la anterior es de 18, y por consiguiente cada rama del maxilar de Megamys, de 28—29 cm. Pero hay otros todavía más largos. El gran número de las muelas, que existe actualmente en nuestra coleccion, per- mite un examen exacto de su configuracion. Esto prueba que el número de las lami- nillas en cada muela varía de tres á seis; pero el número más general es de cuatro. Sólo tres láminas existen aleunas veces en la muela primera, cuatro casi siempre en las muelas segunda y tercera, y más de cuatro solamente en la última. Cada lámina en su contorno externo está. compuesta de una capa fina de esmalte que incluye la sustancia más gruesa interna de dentina. Estas láminas forman unidas un prisma ó cilindro de contorno más ó menos oval, siendo la porcion anterior en su posicion natural siempre un poco más angosta. Cada prisma es encorvado, cóncavo hacia ade- lante, convexo hacia atrás, y muestra al lado interno de la rama maxilar todas las lá- minas que lo componen separadas como filas elevadas de esmalte, unidas por surcos angostos de sustancia dentina, mientras que al lado externo hay siempre menos surcos separados visibles, porque á este lado las láminas anteriores están cubiertas de una capa común de esmalte. Así existen sólo las dos ó tres láminas posteriores de cada muela completamente separadas, hallándose las anteriores 2—3 tapadas al lado externo de la muela por una capa de esmalte común. En esta region anterior más angosta del diente son Jas 2 hasta 3 láminas anterio- res aun mucho más angostas que el contorno entero de la muela envuelta en una ma- sa común de dentina, que está tapada al exterior por la continuacion del fino esmalte de la pared posterior de la penúltima ó antepenúltima lámina grande, que se extien- de del ángulo posterior de esta lámina sobre el lado interno del prisma común de la muela hasta su punta anterior, pasando acá sobre la punta misma y uniéndose con la esquina externa del esmalte de la lámina primera más chica sin alguna interrupcion entre las dos capas de esmalte. Respecto á la colocacion de las muchas muelas en las dos mandíbulas, la superior y la inferior, no puedo dar una opinion fija sobre la identidad ó la diferencia entre sí, porque tengo solamente muelas separadas y no sé si son algunas de la mandíbula superior. En la vizcacha actual están las láminas de las muelas superiores é inferio- — 382 — res en direccion correspondiente; hallándose la esquina anterior de cada lámina más dirigida al lado externo, la posterior más retirada al interno de la cavidad de la boca. Sucede lo mismo con las muelas del maxilar de Megamys, pero no conociendo las de la mandíbula superior con exactitud, puedo solamente presumir igual direccion en ellas. Alguna diferencia de figura y de tamaño entre sí muestran las muelas de las dos mandíbulas de la vizcacha actual. Las láminas de las muelas superiores, son un poco más cortas que las de las muelas inferiores, pero no igualmente largas en todas las muelas de aquella mandíbula, disminuyéndose con cada muela posterior, hasta que la última muela superior es la más angosta, pero la más larga, teniendo tres lámi- nas, cuando las otras todas tienen sólo dos. En el maxilar las muelas son de igual anchura con el mismo número de láminas. Según esta analogía, creo conveniente presumir, que las muelas superiores de Me- gamys, han sido un poco más gruesas que las inferiores, pero no más angostas hacia la extremidad posterior de cada fila, sino un poco más anchas, porque las del maxilar indican una relacion de esta figura. Me parece admisible, que la última muela supe- rior haya tenido una lámina más que la inferior, siendo aquélla de sess láminas y ésta de cinco; porque tenemos 2 muelas de diferente tamaño en la coleccion con seis y otras 2 casi de igual tamaño con aquéllas solamente con cinco láminas; igual al nú- mero de láminas de la última muela persistente en dos maxilares conservados infe- riores. En todos los dientes la capa. fina de esmalte, es más dura que la más ancha de la dentina, superando á ésta con su borde libre más elevado en la superficie masticato- ria y distinguiéndose bien de ella por un color más oscuro, siendo la dentina casi siem- pre de color amarillo claro, si no puramente blanco, mientras que el esmalte es de color amarillo oscuro ó aun negro como el ébano, con superficie muy lisa y pulida, pe- ro la de la dentina es opaca y sin brillo. En algunos dientes raros, la dentina toma el mismo color negro del esmalte, ó á lo menos un fusco saturado. De los huesos del esqueleto, menciono solamente algunos, que puedo determinar con exactitud, dejando principalmente las muchas vértebras de la coleccion indeter- minadas, porque me faltan esqueletos enteros de animales próximos para la compara- cion; no permitiendo el tamaño pequeño de las vértebras de la vizcacha actual un re-. sultado definitivo del examen ejecutado. Entre los huesos de los miembros prevalecen los del miembro posterior; del ante- rior sólo tengo á, la vista la porcion inferior de un radio muy grueso, que tiene por su figura encorvada y el grandor de la cara articular terminal mucha semejanza al mismo hueso de la vizcacha actual, así que pueda ser por esto del Meyamys. El hueso tiene con su curva 35 cm. de largo y 10 cm. de ancho en la cara inferior, faltándole desgraciadamente la superior, rota antes del principio del capítulo articular. El hueso | | ga: — correspondiente de la vizcacha actual es 7,4 cm. de largo, es decir, sólo la quinta parte del mismo hueso del animal fósil, y mucho más fino, pero igualmente encor- vado, con la misma prolongacion larga de la esquina superior de la cara articular al extremo inferior. Del húmero no se ha conservado nada; todos los restos de húmeros rotos en la co- locacion, son de tamaño menor por no haber pertenecido al mismo animal con el radio descripto. Si el húmero de Megamys se relacionaba á su radio, como en la vizcacha actual, debe haber tenido una longitud de 32 cm. á lo menos, con fuerte cresta casi media del lado anterior y una perforacion encima del cóndilo articular inferior. Exis- ten en la coleccion dos pedazos de húmeros con esta perforacion é indicacion de la cresta al medio de la superficie anterior, pero no me parece permitido unirlos al mis- mo animal que ha pertenecido el radio gigantesco. Del miembro posterior se ha conservado un pedazo de la pelvis, con la cavidad del acetábulo, en el cual entra exactamente el capítulo articular del fémur, ya antes descripto y figurado. El pedazo tiene 15 cm. de largo, siendo de 6 cm. de ancho, in- mediatamencte encima del acetábulo, en donde las dos orillas naturales del ileon se han conservado intactas. El acetábulo mide 5,5 cm. en direccion de arriba hacia abajo y 4,6 de un lado al otro, con impresion para el /2gamentum teres, poco abajo del centro de la cavidad. En la vizcacha actual el acetábulo es de circunferencia elevada en todo perfecta, de 1,2 cm. de diámetro; el acetábulo de Megamys no está del todo rodeado de margen elevada, sino interrumpido hacia abajo, como en otros Roedores y muchos Mamiferos. Ningún fémur completo ó rotc existe en la coleccion nuevamente adquirida, y por esta razon no puedo dar nuevas noticias de él. Muchos pedazos se han conservado de la tibia y entre ellos también una tibia per- fecta. Ésta se diferencia un poco dela figura dada en la obra de D'Oxzrcx1, pl. 8, fig. 4; superándola en longitud, pero no alcanzando su grosor. La tibia perfeciía de nuestra coleccion es 35, 5 cm. de largo, la figurada en dicha obra solamente 33, 9 cm. Su cara superior tiene 9 cm. deanchura transversal y 7,5 de adelante hacia atrás. Las facetas articulares superiores con las dos crestas al contorno interno son de la misma figura, pero la inferior para la union con el astrágalo me parece menor, siendo toda la mitad inferior del hueso de nuestra coleccion más delgada y no tan abultada hasta la termi- nacion como en la figura citada. La cara articular terminal es de5 cm. de ancho en direccion transversal, y 3 cm. de adelante hacia atrás, sobre su elevacion media igual- mente dirigida de la cara articular. De los otros ejemplares de tibias se han conserva- do solamente la porcion superior más ó menos prolongada hasta el medio y todas significan tibias poco más pequeñas que la mencionada acá y algunas aun menores que la figura de D'Orgr6Nr, 50 — 384 — Lo que me sorprende mucho es la falta completa de otros huesos del pie, aunque hay un gran número de calcáneos, astrágalos y huesos del metatarso. Ninguno de estos huesos cuadra bien con los del pie de la vizcacha actual, y por esta razon re- nuncio el atribuir algunas al Megamys. 6. Loxomylus angustidens. PL. VII FIG. 3. Tengo además que hablar de un objeto fósil parecido, que me ha sido traído con una coleccion de las antigúedades de la extinguida nacion de los Calchaquíes, del valle de Santa María, vendido al Museo Nacional por D. MaxuzL Zavatera, de Tu- cumán, y comprado por orden del Superior Gobierno. de la Nacion. El objeto es la porcion media del maxilar inferior con las cuatro muelas perfectas y el pedazo incluso del iucisivo del lado derecho, perteneciente á un animal igual en tamaño y figura al Megamys pataygoniensis, pero diferente por la conformacion par- ticular de las muelas. Comparando este pedazo con las de igual tamaño de Mega- mys, he creído al principio, que sea del mismo género; pero perlustrando la obra, recibida hace más de un año: tomo XXV de las Smithsonian Contributions to Knowledge; Washinylon, 1883. 4.”, he encontrado en este libro la descripcion de los Contents of a Bone Cave of the Island Anguilla, by Ebw. D. Corx, con las figu- ras de los dientes de un animal (pl. 11), que se relacionan bien con las del animal del valle de los Calchaquis, y por esta razon entro en un examen más especial del - pedazo recibido. Inquiriendo del señor Zavanera más sobre la proveniencia de dicho pedazo, me dijo haberlo encontrado entre los guijarros del mismo valle, al lado del Río Santa María, probablemente transportado de la meseta boliviana, porque el Río Santa Ma- ría es el manantial más primitivo del Río Salado, que recibe todo su caudal de la nombrada meseta, corriendo casi por el medio del terreno de la República Argentina, para desembocar al fin en el Río Paraná, cerca del pueblo de Santa Fe. No existe entonces ninguna duda, que el pedazo es originario de Sudamérica y tiene probable- mente su depósito primitivo en alguna capa de terrenos terciarios de la meseta alta de Bolivia, llamado: Sierra Despoblada; dando por este resto del maxilar el testimonio | seguro, que en la época terciaria ha vivido acá un animal gigantesco parecido á la Chinchilla, como el Megamys patagontensis ha sido una aun más gigantesca Vizca- cha de la pampa terciaria. El pedazo depositado en nuestra coleccion cuadra casi por completo con la porcion posterior de la figura 3. a, b., pl. TI de la obra de Cork; pero es del otro lado del ma- xilar, es decir, de la rama izquierda del hueso. Las cuatro muelas contenidas en él, — 385 — que faltan en el objeto figurado por Cork, están perfectas y miden ¡juntos 5,0 em., siendo la primera muela exactamente de 1 cm., la segunda 1, 2 cm., la tercera 1,3 cm. de tamaño y la cuarta 1,5 cm. La altura del hueso, en su region media perfec- ta, es de 5cm. y las muelas salen de los alvéolos, las anteriores poco más que 3 mm. al lado externo y 8 mm. al interno. Las muelas no son de igual anchura sino bastante más angostas hacia adelante, la primera tiene 7 ram. á la extremidad posterior y 3 mm. á la anterior, terminando acá com curva aun más angosta; la muela segunda, mide 7 mm. de anchura al prin- cipio y 1 em. al fin; la tercera tiene adelante 1 cm. de ancho y á la estremidad opues- ta 1,1 em.; la cuarta es un poco menos ancha, sólo de 9 mm. en toda su longitud. La anchura del incisivo, conservado en su alvéolo por toda la extension del pedazo, es igual en anchura al mismo figurado por Cork, es decir, 1,1 em., y el pedazo aun existente tiene con la curva, 11 em. de largo. Este diente es de color blanco, un poco amarillento, como también el de las cuatro muelas, pero la superficie externa del esmalte es un poco más saturado del amarillo. | En el hueso maxilar se ve la extremidad posterior de la sutura de la barba, al lado interno en igual colocacion con el principio de la seguuda muela; y al lado ex- terno poco antes de la terminacion de dicha sutura, en igual colocacion con el prin- cipio de la cuarta muela, una elevación del hueso, que corresponde á la misma ob- servada en el maxilar de Megamys patagoniensis, y que corre oblicuamente sobre la rama horizontal del hueso hacia atrás, acompañando el alvéolo del diente incisivo, que se levanta también hacia abajo en cresta más ó menos elevada. Todas estas ca- lidades son indicadas, aunque por medida menor, bien al maxilar de las vizcachas actuales. La configuracion interna de las muelas es diferente de las de Megamys y menos complicada. Cada muela se compone solamente de cuatro laminillas, de las cuales las dos anteriores no están perfectamente separadas, sino unidas al lado externo de la muela, por una capa común del esmalte; correspondiente al tipo de las muelas de Megamys, pero de ejecucion un poco más simple. En las figuras de las muelas, que ha dado Core en su obra citada de Amblyrhiza, sólo existen tres laminillas, con excepcion de un diente (pl. II, fig. 3), que tiene una cuarta laminilla anterior un poco lastimada, y la misma configuracion tienen todas las del animal examinado por mí. En estas muelas existen en el lado interno de cada nna cuatro laminillas con tres surcos entre ellas, tapados por poco cemento en cada surco, pero al lado externo sólo tres laminillas y dos surcos iguales. Este arreglo corresponde completamente al tipo del género Megamys y prueba una similitud bien pronunciada entre los dos géneros diferentes. En el texto de su obra dice Core, pág. 10, que ha recibido del señor Rusarrsma, el — 386 — excavador de los restos encontrados en la isla Anguilla, tres muelas superiores con cuatro laminillas ó columnas en cada una, de las cuales tres son de igual tamaño, pero la cuarta mucho más angosta, exactamente como en las muelas que he descripto. Por no haber recibido estos dientes en sus alvéolos, Cork ha creído la porcion de cada muela con la cuarta laminilla la posterior, aunque los dientes que menciono, colocados todavía en la porcion de la rama alveolar del maxilar, prueban que la la- minilla menor es la primera anterior interna de cada muela. También se reconoce de este pedazo, que el prisma de cada muela está encorvado en direccion antero-pos- terior, con lado cóncavo hacia adelante y convexo hacia atrás, como en el maxilar de Megamys. El resto bien conservado del diente incisivo muestra una figura y configuracion general igual al mismo de Megamys, pero una anchura bastante menor. En la por- cion del maxilar de Megamys en nuestro Museo los vuatro alvéolos de las muelas ocu- pan 6,5 cm. de largo, y el incisivo del mismo tiene 2 cm. de ancho. Los cuatro mue- las del animal del valle Calchaqui miden 5,5 cm. de largo, y el incisivo 1,2 cm. de ancho, lo que prueba, que este animal ha tenido una dentadura poco más fina que el género Megamys, todo en correspondencia con los géneros actuales de la vizcacha y de la chinchilla. Cork, dice con razon lo mismo de su Amb/yrhiza, comparando la dentadura muy bien con la del actual género Lagidium, la vizcacha de la roca, que tiene el mismo número de tres laminillas en cada muela. El mismo autor dice (pág. 11), que las muelas inferiores tienen solamente tres la- minillas, pero el pedazo descripto por mí demuestra que son cuatro presentes en la mandíbula inferior, como en la superior. Por esta razon creo, que en las descripcio- nes de Cork son errores, por causa de la union de diferentes especies entre sí. La es- pecie que Cork llama (pág. 15) Amblyrhiza latidens, tiene, como él dice, la primera muela superior con cuatro laminillas, de las cuales la última es la más chica y si- tuada al lado interno posterior (pág. 16); pero según la porcion del maxilar en nues- tro Museo Nacional su colocacion es la contraria: la laminilla más chica es la más anterior en cada muela. La misma diferencia muestra la descripcion (pág. 10) de las tres muelas de Amblyrhiza inundata, que creo idéntica por el número de las lami- nillas con la 4, latidens, perteneciendo el único diente figurado en la obra de Cork. con cuatro columnas (pl. IL, fig. 3) á esta especie. Dicha figura muestra una muela poco más grande que dos de las otras figuras de la misma lámina, y por esta razon propongo, conservar para ella el nombre de A. longidens, que Cork ha dado anterior- mente, cambiándole posteriormente en 4. inundata. Pero no es justo, conforme con nuestro animal, lo que dice el autor (pág. 11), que las muelas inferiores son de tres columnas; las de mi animal son también de cuatro, como prueba el objeto figurado de nuestra coleccion, aunque es posible, tomando como modelo la vizcacha actual, — 387 — que las inferiores han sido poco más angostas que las superiores, porque las de nues- tro objeto, son en verdad poco más angostas que las representadas en la figura 3* a, 5. pl. IL. Si es así, me parece conveniente, unir nuestro animal del valle sudameri- cano con el de la isla San Martín de las pequeñas Antillas en el mismo género, se- parándole como género aparte por la diferencia de sus muelas con cuatro columnas de las otras especies con tres solamente, restituyendo el nombre Loxomylus de Cork (Am. Phil. Soc., 1869-1886) para este nuevo género, aceptando el otro apelativo Amblyrhiza para las especies con dientes de tres columnas. La disertacion de Corr describe también muchos otros huesos del esqueleto, que tienen todos la misma semejanza con los conocidos de Megamys, como con las de la vizcacha actual, aunque éstos son mucho más pequeños; lo que me permite no ha- blar más de esta similitud, probado bastante por la inspeccion de las figuras de Core, dadas en las láminas IV y V de su obra; algunas de tamaño reducido, que muestran aun más claramente su similitud con las de la vizcacha. Examinando bien las muelas de nuevo durante la ejecucion de la figura 3 B, me he persuadido, que de las cuatro láminas, que parecen unirse á cada muela, no están en verdad del todo separadas, sino las dos anteriores unidas en una común al lado ex- terno, á lo menos en los dientes del maxilar inferior, que muestra en este lado no más que tres laminillas, reclinándose el contorno de esmalte al lado interno como cuarta laminilla con una corvadura al exterior de la misma laminilla, sin tocarse con el contorno externo del esmalte, formando de este modo la cuarta laminilla interna solamente un apéndice de la tercera externa. Lo mismo prueba la figura 5, pl. II, de la obra de Cork, aunque es de presumir, según la regla general de los Roedores Muriformes, que las muelas superiores han sido un poco más anchas que las inferiores y sus pliegues opuestos en direccion, te- niéndolos éstos al lado interno, que los superiores tienen al externo y viceversa. 6. Otros Roedores. En el artículo anterior, página 109 sig., he tratado de diferentes géneros de Roedo- res, conocidos solamente por uno ó dos dientes, que no quise clasificar, por no cono: cer más de ellos. Hoy puedo dar descripciones nuevas más explicativas, permitiendo algunas noticias generales. Los roedores terciarios, contenidos actualmente en nuestra coleccion, son de dos grupos, es decir: Muriformes ú Caviini; no existiendo un solo huesecillo de Sciurini y Murini. No me sorprende que falten Sciurint terciarii, porque aun en la época actual la — 388 — República Argentina no posee ardillas, sino solamente los países limítrofes, como Pa- raguay, Brasil y Bolivia. Pero de los Murini esta falta actua! llama mi atencion, sien- do bastante vulgares en todo el país ratones silvestres grandes y pequeños. Parece que el tamaño pequeño de los huesos de estos animales ha impedido su conservacion, como también los de murciélagos, que sin duda han existido en el país en la época terciaria, como en la actual. Hasta aquí había continuado mi nueva obra en el año 1888, cuando recibí del Superior Gobierno la aprobacion de mi proposicion para escribir una disertación particular, con objeto de representar con ella el Museo Nacional en la Exposicion de París del año 1889. Ocupado en su composicion desde Octubre de 1888 hasta Mayo de 1889, no pude proseguir mis anteriores estudios científicos; y después la distribu- cion de la obra concluida á los establecimientos públicos con los cuales nuestro Mu- seo mantiene relacion, ha absorbido los meses de Junio, Julio hasta Agosto, cuando recibí el 22 del mismo mes, la obra extensa del Señor FLor. Ameemiso: “Los Mamiferos fósiles de la República Argentina“, que trata casi de todos los objetos contenidos en nuestra coleccion nueva, por su modo verboso bien conocido con vistas del todo dife- rentes de la mía, obligándome entonces á entrar en discusion con el autor, que me parece inútil según la larga experiencia hecha durante nuestra contemporaneidad en Buenos Aires desde hace más de 15 años. Para justificar mejor mi opinion pronunciada, invito al lector á comparar las figu- ras, que el autor dice haber copiado de las mías en obras antes pubiicadas, y lo que él pretende de las especies en el texto de su obra. Véase, por ejemplo, la figura 27, Pl. L, con el título de Apera sanguinaria, com- parándola con la mía: (Anal., etc., tomo TIT, lám. III, fig. 1 4. B. C.) y estímese si tiene más semejanza, que el contorno general. El señor Ame6Hiso afirma, que he lla- mado al diente de su figura 28 un incisivo, mientras que yo digo claramente, que lo tomo por premolar, ó como he dicho (pág. 98): “primer moiar falso superior“. Igual- mente deformada es la copia dela pl. 6, fig. 23, de mi figura 6, pl. II de la obra cita- da, bastante más ancha, que la mía y muy dura su ejecucion. La fig. 33, lám. 12, pretende ser copia de mi figura 4, pl. II, 1. l., aunque el diente primero no tiene ninguna semejanza con el de mi figura, llamando al animal: Megyamys Holmbergit, de un género con el cual no teniendo ningún otro carácter que el de ser del mismo grupo superior general sistemático. No continuaré con semejante examen, para no molestar al lector con diatribas, afirmando que ninguna figura copiada tiene más de común con la mía, que el con- torno general parecido y algo de la ejecucion ulterior. Para probar científicamente que la gruesa obra del señor Amro es una lástima para la ciencia paleontológica, por sus inuchos nuevos nombres, sin necesidad aplicados á objetos ya anteriormente — 389 — conocidos, sería necesario escribir un examen muy extenso, probablemente no menos largo que su obra, y por esta razon omito otras explicaciones por el momento, para conservar mi crítica hasta cuando publique la lista de todos los Mamíteros terciarios existentes en el Museo Nacional. VI. UNGULATA. EF, Colpodon propinquus. PL. VII. FIG. 4—10. He dado una corta descripcion de tres muelas, una superior y dos inferiores, de este nuevo género de los Mamíferos Ungulados fósiles, en el mismo tomo III de los Anales, pág. 161 sig., fundando en ellos su íntima relacion con los géneros: Nesodon y Homalodontolherium (*). Hoy puedo aumentar mi comunicacion anterior por la descripcion de todas las muelas de las dos mandíbulas por el descubrimiento de mu- chos nuevos restos del mismo animal, que el Naturalista Viajero del Museo ha traido de la costa de puerto Madryn en el año 1887, cerca de la boca del Río Chubut, en el cual fueron encontrados los tres dientes antes descriptos. Aunque el mismo viajero recogió muchos restos de huesos, que por su tamaño parecen pertenecer al mismo animal, no hay entre ellos un'solo hueso perfecto, y por esta falta no es posible cono- cer bien el tamaño general del individuo, sino calcular solamente su estatura indivi- dual como la de la Anta (Tapirus suillus ) de la época actual. Presumo esta su fi- gura general principalmente por las numerosas vértebras, si no completamente con- servadas, á lo menos con el cuerpo vertebral perfecto de algunos y del único capítulo del fémur, que indica la misma estatura del animal, como la del tapiro indígena de nuestra época. La dentadura tampoco es completa, faltando los incisivos y los colmillos; pero las siete muelas tengo á la vista, algunas de ambos lados de la boca; las describiré acá, explicándolas con figuras exactas del tamaño natural, ejecutadas por mí mismo con precision completa. Cada serie de las muelas se compone de cuatro premolares (Pr. 1 - 4) y tres molares (M. 1-3), que describiré primeramente conjuntas y después separadas. Las superio- res miden unidas 14 cm. v las inferiores un poco más, hasta 15 cm. De esta exten- sion absorben en la mandíbula superior los tres molares 8 cm. y en la inferior 8,8 cm.; pero me parece que han pertenecido á un individuo poco mayor, y los superio- (*) Para evitar la repeticion incómoda del nombre extenso de este género, le citaré en el texto siguiente con nombre abreviado: Homalodon. — 390 — res al otro algo menor, lo que parece indicar que en verdad las muelas de las dos mandíbulas son de igual longitud. De todos modos prueban las dos medidas, que los tres molares juntos son más largos que los cuatro premolares juntos; y esta dife- rencia se pronuncia en cada mandíbula de ellos en casi 2 cm. más cortos. En 1gual relacion se distingue la anchura transversal de los siete dientes de cada mandíbula, pero la diferencia de la anchura es mucho más pronunciada en la superior que en la interior. En aquélla la primera muela mide 6,5 mm. de ancho y la última 3,5 cm.; en la mandíbula inferior la primera muela falta, la segunda tiene 1 cm. de grosor y la última sólo tiene 1,6 cm. de anchura en la base, en donde cada muela es bastante más gruesa que en la porcion superior, siempre más delgada; acá todas las muelas sobrepasan apenas 1 cm. de grosor. Las muelas de la mandíbula superior tienen cada una cuatro raices, separadas á dos pares desiguales, de las cuales las del lado externo son más grandes y completa- mente separadas, mientras que las del otro l2do interno son más finas y aproximadas entre sí, estando las dos raíces coadunadas en una raíz de contorno semejando un número 8. Solamente la primera muela, ei premolar anterior muy chico, no tiene más que una raíz simple y el premolar segundo tres: dos al lado externo y una un poco más gruesa al lado interno. De las muelas inferiores, la primera, (Pr. 1) que falta, parece también que ha estado provista de una raíz simple, pero las otras todas tie- nen dos raíces bien separadas, cada una de contorno no circular, como las raíces de las muelas superiores, sino de circunferencia elíptica; comprimida en direccion de adelante hacia atrás. En diferencia correspondiente se hallan las coronas de las muelas superiores é in- feriores; de las de aquéllas las posteriores son mucho más gruesas, hasta 2, 5 cm. y las anteriores no más de 1, 5-1, 8 cm. mientras que las del otro maxilar no sobrepasan 1 cm. en toda la serie de los dientes. Estas coronas se distinguen también mucho en su composicion y aun más por su figura. Las muelas superiores tienen una corona más ó menos cuadrangular, que se aumenta en tamaño de la primera hasta la última, teniendo toda la superficie libre, fuera de los alvéolos, encerrada en capa fina de esmalte, cuyas cimas más angostas se pierden por el uso de masticacion con los años del individuo siempre más, mostrando entonces la substancia dentina en el interior del diente, con los pliegues del esmalte en ella como contornos internos. Siendo estos pliegues diferentes según la categoría de los premolares (Pr. 1 —4) y los molares (M. 1—-3), me veo obligado á. describir cada diente de estos dos tipos separadamente. De las muelas superiores el primer premolar es un diente muy pequeño, con coro- na comprimida, muy aguda en el borde superior, pero gruesa á la base y raíz única, poco encorvada (fig. 4 y 5, Pr. 1). Al lado externo su corona es convexa, al ix- — 391 — terno casi plana, y á los dos lados con ua cíngulo basal bastante grueso, que se levan- ta á la superficie externa de las dos esquinas de la corona en márgenes elevados as- cendentes: la anterior muy corta y fina, pero la posterior mucho más gruesa y alta, elevada casi hasta la orilla angosta superior de la corona. Al lado externo del diente, el cíngulo elevado basal es menos alto y menos separado, al interno dista mucho más de la base de la corona, separándose de ella por algunas impresiones chicas, como cuatro hoyuelos, entre los cuales se levantan tres crestas finas perpendiculares: la media más gruesa y más alta, ascendiendo hasta el borde superior del diente, las otras dos más cortas y más finas. En la primera juventud del animal tiene este pre- molar una punta media en la orilla superior, que se pierde con los años de la vida en cicatriz plana transversal obtusa por la actividad masticatoria. Los tres premolares siguientes (Pr. 2—4, fig. 4 y 5) tienen una configuracion conforme entre sí y se distinguen por su tamaño sucesivo poco más grande; el se- eundo mide al lado externo de la corona 1, 4 cm., el tercero 1, 6 cm. y el cuarto 1,S em. En la superficie externa (fig. 5) tiene cada uno de estos premolares un cín- gulo elevado del esmalte semejando la letra V, que se levanta con sus dos ramas divergentes hasta la margen terminal de la corona como rodete elevado. La rama anterior es más elevada que la posterior y hace una elevacion sinuosa en su base sobre la mitad anterior de la corona, poco más convexa, pero también más angosta que la posterior poco más ancha y más plana; también la rama del cíngulo, que acompaña esta porcion de la corona hasta arriba, es menos elevada y menos gruesa, siendo ya una lista fina y aguda. En el tercer premolar (Pr. 3) las dos ramas del cíngulo son idénticas á las del se- gundo, pero más agudas; en el cuarto premolar (Pr. 4) se pierde la rama posterior del cingulo mucho más y se presenta solamente por un ángulo fino poco pronuncia- do en la margen de la mitad posterior del lado externo de la corona, formando por esta diferencia el tránsito al tipo de los verdaderos molares. El esmalte del lado externo de la corona es de color poco más oscuro, casi negro, continuándose desde la raíz común, encima de las cuatro ramas separadas, con dos lobulitos redondos poco separados hasta la orilla superior de la corona, envolvién- dola por ambos lados, el anterior y el posterior, para continuarse sobre el lado inter- no de ella, que es poco más angosta y más encorvada que el externo y su esmalte más fino y más claro. La union de estas dos capas de esinalte, se forma no por toda la altura de la capa en los dos lados, sino por una comisura angosta en la porcion superior, cerca de la orilla de la corona, como existe la misma union de los dos lados en la corona de los tres molares; lo que explican bien mis figuras 8 y 9 de la lámi- na Pl. VII; y por esta razon no he dado las correspondientes vistas de uno de los premolares, porque son en esta calidad parecidos á los molares, 51 — 392 — Dicha comisura, uniendo las dos capas de esmalte de cada muela, es más angosta al lado posterior de los dientes que al anterior, y por este motivo se pierde anterior- mente en aquel lado con el uso del diente, lo que da una interrupcion del esmalte por la substancia dentina del centro de cada diente en los años posteriores de la vida del animal, hasta el fin las dos capas en dientes de animales muy viejos están separadas. La superficie masticatoria de los premolares ha sido en la juventud de cada indi- viduo no un plano horizontal, como allí se presenta después del uso trituratorio por los años avanzados, sino una cresta transversal externa de la corona, como la del primer premolar, separado por tres fosos cónicos de figura de cartuchos de la pared interna de cada muela. Esta configuracion anterior juvenil se prueba bien por la vista de los mismos dientes en los años ulteriores del individuo, representado en la figura 4 de la Pl. VIL. Se ve en cada premolar el contorno verdadero de la corona trituratoria, con la capa fina de esmalte al circuito, y en su interior la dentina con los tres fosos cónicos, igualmente inclusos en capas de esmalte. Á la orilla externa de los dientes se distingue la convexidad de la mitad posterior más ancha de la corona y antes de ella el ángulo agudo de la otra anterior más angosta, con la esquina fina de la rama ascendente del cíngulo. El espacio libre central pertenece á la dentina en ella, y al lado interno de la corona se ven dos fosos cónicos abiertos, que descien- den en la dentina, dilatándose cada uno en prolongación angosta hacia el lado anterior y posterior de cada premolar. El tercer foso menos hondo existe atrás del anterior en la base interna de la corona, incluso en un pliegue del cíngulo alto de ella, ciñendo la base de la corona en el mismo modo del lado externo, como un ro- dete elevado figurando la letra V, cuyas dos ramas ascienden hacia arriba á la ori- lla de la corona: la rama anterior más fina y más dirigida al contorno anterior; la rama posterior poco más grnesa y dirigida menos al contorno que á la superficie posterior de la corona, acompañándola en su porcion posterior interna. Como los tres premolares posteriores tienen igual configuracion. no Jos describiré cada uno ya. repitiendo su tamaño sucesivo poco mayor; teniendo el segundo 1,4 cm. de diámetro anterc-posterior y 1,6 del lado externo hacia el interno; el tercero es poco mayor, midiendo 1,5 cm. en aquella direccion y 1,8 en ésta, mientras que el cuarto tiene 1,8 cm. en direccion longitudinal y 2,2 cm. en direccion transversal, Los tres molares (M. 1—3, fig. 4 y 5, Pl. VII) son del todo diferentes de los premo- lares, ya sea de tamaño ó ya en su configuracion. No siguen tampoco en su direc- cion general la línea recta de los premolares, sino que describen conjuntas una cur- va hacia al lado interno, colocándose en línea oblicua cada una un poco atrás ae la precedente. Su configuracion es esta: Tienen en la corona una esquina anterior agu- da, más sobresaliente, envuelta en un pliegue corto de esmalte, que tapa todo el lado externo de la corona, descendiendo hasta el tronco común de las cuatro raíces, 5 TS TT — 393 — siempre un poco más angosto, terminando acá con dos encorvaduras cortas, corres- «pondientes á las dos raíces externas. Falta acá todo vestigio de un cingulo. La capa interna del esmalte de la corona está separada de la externa por un iptervalo libre, uniéndose las dos capas sola- mente en la parte superior de cada lado de la corona por un puente angosto (véase fig. S y 9 de la Pl. VIT), ascendente hasta la orilla superior de la superficie mastica- toria en la juventud del animal, pero perdiéndose dicha union poco á poco con los años del individuo. Como cada uno de los tres molares es de figura encorvada hacia el lado interno, tienen una superficie externa convexa mucho más grande que la cóncava interior, y por esta razon la capa externa de esmalte de la corona es mucho más grande, ó sea más alta y más ancha que la interna más corta y menos ancha. Aquella capa externa es de figura triangular equilátera, con la base del triángulo hacia arriba, y dos márgenes casi iguales bastante agudas al lado anterior como posterior. La capa de esmalte del lado posterior de la corona es más angosta y más corta, de contorno cuadrilátero transverso, y márgenes redondeadas. En este lado se ven en el esmalte vestigios del cíngulo, pero muy débiles, que principian poco más visibles del intervalo entre la capa de esmalte anterior y posterior de la circun- ferencia anterior de la corona, siguiendo de acá hacia el contorno de atrás, pronun- ciándose algo mejor á la base bajo la fisura entre los dos lóbulos, que el esmalte hace en este lado de la corona. Dichos dos lóbulos entran separados por contorno de es- malte, hacia el centro de la dentina, dirigiéndose de acá su intervalo en direccion oblicua hasta la esquina anterior externa, pero no tocándose con ella, terminado acá por revolucion en la sustancia dentina. Los dos lóbulos formados de este modo son un poco desiguales; el anterior más largo y más ancho, el posterior más corto y menos ancho, pero con ángulo interno pronunciado. Corresponde á este lóbulo en el interior de la dentina, un pequeño agujero incluso en capa de esmalte, que sin duda indica el resto de un foso en la dentina del diente, que ha sido unido, como los fosos más gran- des de los premolares, con la capa superior del esmalte de la corona, después agotado por la trituracion de los dientes opuestos de las dos mandíbulas. No he visto este agu- jerito en el molar 1, porque su dentina ha sido destruida, pero el segundo lo tiene bien y el tercer molar más grande también, y otro foso mucho más abierto en la porcion prolongada terminal de la corona, que distingue este molar de los otros dos anteriores. La superficie externa de la corona no es del todo tan igual en los tres molares, como su configuracion interna, sino poco diferente según su colocacion. El primer molar se acerca por esta superficie más al tipo de los premolares, que los otros dos más posteriores; tiene su superficie externa, como indica la figura 5, Pl. VII, una pro- nunciada cresta perpendicular al borde anterior, parecida á los premolares, que fal- tan á los otros molares, aunque poco más indicado al segundo y al lado de dicha =- 394 — cresta se levanta la porcion vecina de la superficie más convexa que en los dientes que le siguen, también en visible proximidad al tipo de los premolares. Pero al mismo - diente falta la elevacion aguda de la margen poster:or que se reconoce en los premo- lares, estando este lado de la superficie externa en mejor armonía con los de los dos molares siguientes. Estas dos tienen ambas márgenes perpendiculares del lado externo de la corona agudas, pero sin elevacion pronunciada, y la obra superficie con otros dos ángulos dé- biles obtusos perpendiculares, de los cuales se acerca el posterior un poco más pro- nunciado á la margen posterior más que el anterior á la margen anterior, conserván- dose casi en el medio del resto de la superficie entera atrás del anterior y la margen terminal de la corona. Así tiene cada una de las siete muelas superiores sus caracte- res particulares, y conociendo éstos no es difícil de reconocer la colocacion de cada una de las muelas superiores según su posicion, si falta al observador una dentadura completa de las siete muelas juntas. La descripcion detallada de la única muela superior, que he dado en mi obra an- terior, pág. 162 - 64 muestra con asistencia de la figura exacta, pl. ITI., fis. 16, A. B., que este diente ha sido un segundo molar del otro lado izquierdo, mientras que mis nuevas figuras representan la dentadura de las muelas del lado derecho; probando la identidad completa de los dientes correspondientes de los dos lados de la mandibu- la. Como en mi descripcion anterior he entrado más en los caracteres generales de la configuracion del diente, me he ocupado actualmente más con sus diferencias sub- ordinadas del tamaño según sus colocaciones en la mandíbula, remitiendo al lector al estudio de la obra anterior. Lo mismo vale de las raíces, no puedo describirlas más detalladamente en cada muela, porque faltan las puntas de todos los dientes en mi poder, lo que me impide decir algo de su longitud, habiendo ya antes indicado, que la primera muela chica tiene una raíz simple cónica, y la segunda tres raíces, dos externas separadas y una interna, que por su configuracion prueba, que se ha for- mado por dos raíces bastante finas, coadunadas al lado opuesto de su colocacion. Es probable, que el tercer premolar ha tenido la misma configuracion, aun el cuarto premolar y los tres molares han tenido las dos raíces internas más acercadas y más fi- nas unidas por una comisura angosta en su porcion superior más gruesa, á lo menos - prueban esta union los dos molares últimos en el resto de sus raíces todavía presentes, y por esta razon he figurado así el molar segundo en la Pl. VII. De la dentadura inferior existen en las colecciones del Museo Nacional más tipos, que de la superior, pero falta el diente más chico anterior, como también todos los in- cisivos de los dos lados y los colmillos. No puedo, por consiguiente, hablar de éstos nada con seguridad. Las seis muelas inferiores que tengo á la vista, son todas de igual configuracion general, pero de diferente tamaño, cada una siguiente un poco — 395 — más larga que la precedente, pero apenas un poco más ancha en la porcion basilar de la corona. Esta tiene una figura cuadrangular prolongada, con las esquinas más ó menos redondeadas, y una capa fina de esmalte más amarilla oscura en todo su con- torno. Al lado externo muestra la pared de la corona un pliegue perpendicular muy hondo, que divide su superficie en dos porciones desiguales, siendo la anterior menos ancha, pero poco más elevada con superficie plana, la posterior más ancha, menos sobresaliente, pero de superficie convexa; caracteres que se reconocen bien por la fi- gura 6 de la lámina VIT, que representa la cara masticatoria de la serie de las muelas. Al lado interno de la corona existe también un pliegue igualmente hondo casi opues- to al único pliegue externo, pero generalmente menos agudo en su fondo, acá más abierto y de ángulo redondeado, y á cada lado de este pliegue otra curvatura sinuosa en el contorno del esmalte de la corona, que no entra tan hondo en la substancia den- tina, formando en la superficie interna del diente no un verdadero pliegue, sino más bien un surco abierto, que no desciende hasta la base de la corona, sino que termi- na antes, hallándose siempre menos hondo durante su curso descendente. Toda esta configuracion se comprende bien en la fis. 6 ya citada y en la anterior publicada pá- gina 165 de este tomo, con la base de otro diente, que ha perdido su corona y no mues- tra por esta falta los dos surcos sinuosos en ella. Respecto á mi determinacion anterior, llamando á este diente (A de la figura ) el úl- timo premolar, y el que sigue (B) el primer molar, debo rectificar un error, conociendo actualmente la serie casi incompleta de las muelas, que muestra evidentemente que los dos dientes anteriormente figurados han sido dos molares, es decir: A el segundo mo- lar y B el tercer ó último, no como presumí el primero de los molares; los tres premo- lares son todos bastante más cortos y también poco diferentes en la configuracion de la corona. Mi figura 7 actual, muestra la superficie interna de todos los dientes inferio- res, que se conservan en el Museo, y prueba, que los premolares son mucho más chi- cos y también en su configuracion diferentes, porque tienen un cíngulo en la base de la margen de la corona que falta á los molares, y una elevacion más fuerte del pliegue que separa la porcion anterior de la superficie externa de la corona de la posterior poco menos elevada. Describiré entonces los premolares existentes más extensamente. El segundo premolar tiene la corona de 1, 5 cm. de ancho y de 1, O de grueso á la extremidad posterior. El pliegue de la superficie externa es muy hondo y el borde an- terior de la corona agudo, distintamente angulado. El cíngulo á la base de la corona existe en las dos superficies de la misma, la interna como la externa, uniéndose en ésta con el ángulo agudo anterior del pliegue á su base, pero seperado de todos los piegues al lado interno. Me parece muy probable que el primer premolar, antes del descripto ha sido de la misma configuracion general, pero poco más pequeño, su coro- na no más ancha de 1 cm. ó aun un poco más angosta. — 396 — El tercer premolar tiene la corona 1,8 cm. de ancho y 1, 1 em. de grueso á la ex- tremidad posterior; sus dos pliegues, el externo como el interno, son muy angostos, pero hondos, y el ángulo anterior externo de la corona como el del precedente premo- lar. El cíngulo falta completamente en lá base externa dei esinalte de la corona, pero es bien distinto en la interna, uniéndose con las márgenes de la corona. La corona del cuarto premolar es 2, 2 cm. de largo y 1, 2 de ancho en su base; su configuracion es la misma del tercero, pero dé todo un poco más grueso. No tiene cingulo en la base del esmalte de la corona, pero bien distinto en la intorna, uniéndose acá con las dos márgenes, el anterior y posterior de la corona, como ángulo poco elevado, igualmente al tipo del premolar tercero. Las caras masticatorias de los tres premolares no son tampoco iguales, sino un poco diferentes. El segundo premolar no tiene los surcos sinuosos al lado interno de la corona, antes y detrás del pliegue, y muy probablemente faltan dichos surcos tam- bién al primer promolar. El tercer premolar tiene un surco anterior poco pronun- ciado, lo mismo que el cuarto premolar, que lo tiene poco más hondo; pero en ningu- no de los premolares existen los fosos de figura de cartuchos en la mitad posterior de la corona. Solamente los tres molares tienen dichos cartuchos, envueltos en esmalte, que se pronuncian bien en la porcion posterior de la corona, poco atrás de los dos pliegues opuestos, que dividen ésta en dos porciones poco desiguales, presentándose como un pequeño agujerito incluso en un anillo de esmalte. Otro carácter particular de los tres molares dan los dos surcos sinuosos al lado interno de la corona, uno antes del pliegue y el otro detrás del mismo. El anterior es generalmente poco menos abierto que el posterior, separando por su anchura principalmente la parte terminal de la muela última y penúltima como un promontorio más angosto de la otra sustan- cia de ella. Por esta razon se presentan estos dos dientes con sus coronas bastante más prolongadas que las precedentes. Sus dimensiones de la longitud ae la corona son estas: el primer molar 2,5 cm. en la base de la corona, el segundo 2,8 en.., el ter- cero 3,4 cm. Ninguno de los tres molares tiene un cíngulo perfecto; al lado externo termina el esmalte con dos lóbulos poco redondeados, sucesivamente más finos, al lado interno con una orilla transversal. Poco antes de la orilla, muy fina se ve un arco encorvado, suavemente elevado como una margen, indicando un último resto del cíngulo; de igual figura pero más elevado y más grueso en el último premolar, ascendiendo con sus dos ramas á la margen anterior y posterior de la corona. Hasta esta elevacion fina, el resto del cíngulo, desciende el pliegue del lado interno de la corona, mien- tras que los dos surcos sinuosos ya terminan en distancia mayor más alta de él en la capa de esmalte. — 397 — Dicha capa cubre en las dos superficies angostas de la corona, la anterior y la pos- terior, no toda la base de ella, sino solamente su porcion superior más angosta, de- jando en la region, en donde esta porcion muy angosta principia á extenderse más para formar la base gruesa de la corona, una grande ensenada, que deja descubierta la dentina entre las dos láminas descendentes del esmalte á la superficie anterior y posterior de la corona. Á estas dos ensenadas del esmalte corresponden por su colocacion las dos raíces de las muelas inferiores. Ya he dicho antes, que estas raíces no son de contorno cir- cular, como las superiores, sino más de figura elíptica, comprimidas en direccion an- tero-posterior. Parece, que todos los seis dientes inferiores han tenido dos raíces de tamaño en correspondencia con el de la corona; á lo menos aun en el segundo pre- molar veo el contorno debajo de la corona de igual indicacion bilobular, pero poco unida al principio por una comisura común intermedia; todos los otros dientes han tenido dos raíces separadas, aunque no completas en nuestros especímenes rotos. Con respecto á la colocacion sistemática del animal, cuyas muelas he descripto, remito al lector á las consideraciones ya antes publicadas (pág. 168 sig.), aumentándo- las con algunas nuevas noticias y vistas, que se deducen del conocimiento más per- fecto de todas las muelas actualmente en mi poder. Repito al principio mi opinion anterior, que de los mamíferos fósiles conocidos de la misma época geológica, los dos géneros Nesodon y Homalodon som los más parecidos, y que de los otros hasta hoy descriptos los géneros Toxodon y T'ypotherium se acer- can también en algunas de sus cualidades mucho á nuestro género Colpodon. Las tres de Nesodon, Homalodon y Toxwodon tienen el mismo número de las muelas á lo menos en la mandíbula superior y Toxodon seis en la inferior, pero en 7'ypo!herium en número aun de 2 muelas menos, cinco en la mandíbula superior y cuatro en la inferior. La configuracion general de las muelas es en Nesodon, Homalodon y Coul- podon igual; todas tienen raíces perfectas, cuatro en las muelas superiores y dos en las inferiores, pero los dientes de ZToxwodon y Typotherium no tienen raices separa- das de la corona, sino que descienden con su porcion inferior, sin alterar la figura de la corona, en el alvéolo único igual ancho y largo á ella. Se sigue de esta diferencia, que los tres géneros primeramente nombrados, que son puramente terciarios, se ase- mejan más entre sí, que con los otros dos, que tienen su representacion principal en la época cuaternaria. Aquellos géneros terciarios se acercan también por el carácter particular que dos de ellos: Nesodon y C'olpodon, tienen en sus muelas cartuchos abiertos en la sustan- cia dentina, entre los pliegues de la corona. mientras Homalodon y los dos géneros cuaternarios no los tienen, sino solamente pliegues, saliendo de la capa de esmalte interior de la corona. Por la presencia de dichos cartuchos abiertos, incluidos en' ca- — 398 — pa de esmalte de figura de un embudo, se acercan estas otras tres, probando que el género Homalodon, que tiene raíces separadas de la corona de las muelas, es casi intermedio entre los cuaternarios y terciarios, acercándose por la figura general de sus dientes más á los otros dos terciarios, que á los dos cuaternarios, Prueba ya bastante esta comparacion, que los tres géneros terciarios son más pa- recidos entre sí por la configuracion de sus dientes, que con los dos géneros cuater- narios, que no tienen ni cartuchos abiertos, ni muelas con raíces separadas, y por esta razon continúo con mi examen comparativo de los caracteres diagnósticos de aquellos tres; limitándome á notar, que la figura muy encorvada de las muelas su- periores de los géneros Colpodon y Nesodon únelos con la misma curvatura de las de los géneros Zowodon y Typotherium por una intima afinidad sistemática entre sí, indicando á estos animales fósiles, aunque son de dos épocas diferentes geológicas. Nesodon tiene muelas superiores de corona un poco más prolongada y los premo- lares de configuracion más diferentes entre sí, acercándose los dos posteriores al tipo de los molares, que forman al lado interno de la corona cuatro lóbulos sobresalientes, de los cuales los chicos se pierden con los años avanzados del animal, mientras que al lado externo no tienen verdaderos pliegues, sino algunos ángulos perpendiculares del esmalte, como 2 - 3 esquinas descendentes. Las muelas inferiores están divididas por pliegue perpendicular hondo al lado externo de la corona en dos porciones des- iguales, la anterior la más angosta, mientras que al lado interno existen 2 - 3 surcos - sinuosos y en la cara masticatoria 1-3 cartuchos abiertos, que disminuyen con los años á pequeños agujeros chicos. Colpodon tiene las muelas superiores más anchas y los tres molares con un pliegue angosto que divide la corona al lado interno en dos lóbulos desiguales muy acercados, mientras que los cuatro premolares no tienen este pliegue, sino tres cartuchos abier- tos al lado interno. Las muelas inferiores están divididas por un pliegue externo y otro interno, en dos porciones desiguales, y tienen al lado interno dos surcos sinuosos, el uno delante del otro atrás del pliegue interno. La porcion posterior de los molares in- . cluye un cartucho abierto que falta á los premolares. El cíngulo falta á los molares. Homalodon tiene la figura más abvcha de lcs dientes que C'olpodon, pero se distin- gue por un pliegue mucho más ancho al lado interno de la corona, que la divide en dos lóbulos distantes con intervalo abierto, mientras que los premolares un solo car- tucho abierto. Los molares inferiores tienen al lado externo un pliegue angosto y en la cara masticatoria un cartucho abierto, pero dos surcos sinuosos al lado interno; mien- tras que los premolares uno ó dos cartuchos abiertos según su tamaño sucesivamente más fuerte. Podos tienen cíingulo bien elevado y los premolares un ángulo agudo obli- cuo descendente antes del pliegue. Un cuarto género fundado por mi con el nombre: Astrapolherium (Descript. phys., — 399 — d. la Rep. Argent., tom. VI, pág. 517) me parece asociarse bien á este grupo de Mamiferos fósiles, lo que ya había indicado en la página 550 de la obra citada por la visible analogía del diente, que Owex ha descripto como el de Vesodon magnus He visto, depositado en el Museo Provincial de La Plata, algunos nuevos objetos, que pertenecen al mismo género; principalmente un gran pedazo de la mandíbula supe- rior, con cinco muelas, dos premolares y tres molares. De éstos el medio se parece exactamente á la figura del diente figurado en la obra de Owen: Philos. Transact. de 1853, pl. XVIII, fig. 21; similitud bien reconocible por la cresta externa perpen- dicular al lado de la orilla anterior de la corona, correspondiente á la misma cresta en el primero y poco menos en el segundo molar superior del género Co!podon. Los dos premolares conservados en dicho pedazo son bastante pequeños, en com- paracion con los grandes molares, y tienen una corona muy parecida por su figura general á la de los premolares dos posteriores del mismo género C'olpodon; es decir en el estado no completamente gastado, dividida entonces en porcion alta trigonal externa, con cúspide poco gastada, y porcion más baja interna, de figura conoidea, con surco hondo á cada lado. Los tres molares son de figura y tamaño poco diferentes; el primero es casi cua- drado, el segundo transversal oblongo y el tercero triangular, con punta obtusa ha- cia atrás. Tienen en la cara masticatoria gastada un pliegue profundo poco abierto de esmalte, con direccion hacia adelante, como el de los molares de Colpodon, y al lado posterior del pliegue dos cartuchos abiertos desiguales, la menor más central antes de la mayor posterior. El tercer molar todavía no gastado prueba la edad ju- venil del individuo observado. En direccion de adelante hacia atrás mide la corona de cada premolar 2*/, hasta 2 */, cm.; de los tres molares el anterior tiene 5 cm. de largo, el segundo 6 cm., el tercero no gastado 5 cm. en la base de su corona. 51 Bale Fra. 2. RIGE 3. Fra. 4. EXPLICACION. DE Maxilar inferior de Didelphys curvi- dens, */2 del tamaño natural. NB. Los contornos de los dos dientes al lado izquierdo de la figura que fal- tan, son hechos segun la analogía de especies actuales. Porcion del maxilar inferior de Oli- godens Argentinus; de tamaño natural. Loxopygus angustidens. Porcion del maxilar inferior izquierdo con las cuatro muelas; de tamaño na- tural. 3, A. Ruptura anterior del objeto. a Muela primera. b Incisivo de con- torno, c Porcion de la sutura men- talis, d Principio del borde elevado bajo la apófisis coronoidea, 3, B. Muela tercera, doble del natural, vista de la cara masticatoria, de tamaño Muelas superiores del lado derevuho de Colpodon propinquus, visto por la cara masticatoria, de tamaño natural. Pr. 1-4 Los premolares. M. 1—3 Los molares. ERROR. P¿g. 389, léase en la linea 6 de arriba Fra. Fia. Fra. Fia. Fra. Fra. 5. 6. 9: LA. LÁMINA VII Los mismos dientes, vistos del lado externo, de tamaño natural, Cara masticatoria de las muelas in- feriores del mismo animal, de tamaño natural. Pr. 1-4 Premolares. M. 1--3 Molares. Las coronas de los mismos dientes de la superficie interna vistas, opues- tus á la lengua; de tamaño natural y igualmente significadas. El primer premolar faltaba y del último molar se presenta también la raiz posterior. El molar superior segundo del mis- mo animal visto del lado anterior; de tamaño natural. El mismo diente, visto por detrás; de tamaño natural. 10. El premolar cuarto inferior, del mis- mo animal, de tamaño natural, A. Visto del lado externo. B. Visto por la superficie póste- rior. pa í en vez de F', CONTENIDO DE ESTA ENTREGA VII. — EL OCÉANO VIN.—ADICIONES AL EXAMEN CRÍTICO DE LOS MAMÍFEROS FÓSILES. r AVISO. - No habiendo aun terminado el litógrafo la ejecución de la lámina VII correspondiente á esta entrega, aparecera junto con ” la siguiente. AFA A ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES PARA DAR Á CONOCER LOS OBJETOS DE HISTORIA NATURAL NUEVOS Ó POCO CONOCIDOS CONSERVADOS EN ESTE ESTABLECIMIENTO POR GERMAN BURMEISTER, Med. Dr., Phil. Dr. Director del Museo Nacional de Buenos Aires Corresponsal de las Academias de Ciencias de Berlín, Saint-Petersbourg, Turín, Washington pt y de la Universidad de Chile, ete., etc., etc. ENTREGA DÉCIMAOCTAVA Última del tomo 111. BUENOS AIRES IMPRENTA DE JUAN A. ALSINA, CALLE MÉXICO, 1422 ” 1891 HALLE PARIS ED. ANTON EDEYROERZE EN COMISION A e j hn AS ATL APR 4 1900 IX. CONTINUACION Á LAS ADICIONES AL EXAMEN CRÍTICO DE LOS MAMÍFEROS FÓSILES TERCIARIOS. (CoN LAS LÁMINAS VIN—X). Hablando, á la conclusion del ensayo anterior, pág. 397 sig., de otros géneros de Ungulados, como los más cercanos al C'o/podon, me parece conveniente ocuparme ahora con el que á mi modo de ver, es casi el prototipo, sobre el cual los otros se fundan por su semejanza general, siendo éste del que trato en seguida. 8 NESODON. Establecido en 1846 por Ricarbo Owex provisoriamente (*) y descripto más ex- tensamente en las Philosophical Transactions del año 1858, pág. 291-310, con pl. XV-XVIII, en objetos llevados á Londres de la Patagonia austral por el capitán SuLIvAN, no tengo la precision de ocuparme con la significacion general de su tipo, ya bien representado en las publicaciones citadas del célebre autor inglés. Él deduce de la dentadura, la única porcion completamente conocida, que el tipo del animal significa un Mamífero Ungulado, pero distinto en algo de los tres grupos principales, llamados: Proboscidea, Artiodactyla y Perissodactyla, fundando en Ne- sodon y Toxwodon el nuevo grupo de los Toxwodonti1, que por sus otras cualidades se acerca lo más á la Anta (Tapirus) y al Rhinoceronte. Owex describe en su obra cuatro especies del género Nesodon, llamándolas: N. ovinus. N. imbricatus, Ñ. Sulivani y N. magnus; pero como de los dos últimos el autor ha conocido solamente algunos dientes, su union con los anteriores es dudosa, porque algunas diferencias de la configuracion ya indica, que probablemente pertenecerán á otros géneros. En los últimos 10 años los Museos de Buenos Aires han recibido, ya sea el de la Ca- pital, como el de la Provincia, muchos objetos de Mamiferos fósiles de la misma region (*) Reports of British Association for 1846. Vol. XVI, pág. 66. — 402 — de la Patagonia austral. Nuestro Museo Nacional recibía las primeras muestras por intermedio del Sr. £R. Lista, actual Jefe de la Gobernacion del Río Santa Cruz, y entre ellos un pedazo considerable del hueso maxilar inferior de Nesodon ovinus; muchos huesos más ó menos perfectos están depositados en el Museo Provincial de La Plata y de ellos su Director, D. Fraxcisco P. Morexo, me ha prestado para mis estudios todos los que me parecían útiles de examinar, lo que me permite dar una descripcion completa de la dentadura de las dos especies, que en verdad pertenecen al género Nesodon, y se sabe ya con exactitud, que los otros dos son de géneros dife- rentes, los cuales examinaré más tarde en otros ensayos, ocupándome aquí solamen- te con los primeros. 1. Nesodon ovinus. Teniendo el Sr. D. Ricardo Owex á su disposicion sólo el cráneo de este animal, bastante roto y muy deteriorado en la porcion occipital de un individuo muy joven, el autor no pudo conocer la dentadura completa de la edad avanzada del animal; él describe bien los dientes de la juventud, llamados dientes de leche, no conociendo de la dentadura adulta más que la primera de las muelas persistentes, faltando toda- vía las otras dos terminales. Tengo á mi disposicion tres dentaduras juveniles de la misma edad, la una aun más joven, antes de la aparicion de la primera muela per- sistente, la segunda con ésta y la tercera con el principio del cambio de los dientes, mostrando los nuevos debajo de los viejos caducos. Parece entonces conveniente, des- cribir primeramente la diferencia de las muelas entre sí, comparando las nuevas compensantes con las anteriores juveniles y dar después una descripcion completa de la dentadura vieja, que Owex no ha conocido en su estado perfecto, explicándola por las figuras de Owex y las mías dadas en las láminas adjuntas. Hablaré primeramente de la figura general del cráneo, invitando al lector á com- pararle con el mismo de Zowodon y de Typotherium, como los animales los más parecidos de todos hasta hoy conocidos, remitiendo el lector á mis figuras del prime- ro en los Anales, tom. 1, pl. ¿X y X, y del segundo á las 3 figuras excelentes del señor DeLanaYe, publicados por Gervais en su obra: Zoologie et Paléont. générales, to- * mo l, pl. 23. Mi adjunta figura, pl. X, fig. 1, muestra el cráneo de Nesodun ovinus del lado derecho y la figura 1, pl. IX el paladar de la otra especie, el NV. imbricatus, los dos en 3 del tamaño natural. El cráneo del animal viejo de N. ovinus mide de la orilla de los dientes incisivos hasta el fin de los cóndilos occipitales 24. em., y de la punta anterior de los huesos nasales hasta la cresta transversal del occipital 23 cm. Su anchura más grande en- tre los arcos zigomáticos es de 16 em., otra menos ancha, entre los orificios exter- AS st. — 403 — nos auditivos, de 13 cm. El paladar tiene de los dientes incisivos medios hasta la orilla de los choanos 14 cm. de largo, y su anchura anterior, con los incisivos exter- nos es poco menos de 6 cm., pero entre las últimas muelas 5 cm. de ancho. La por- cion posterior de la base del cráneo, desde los choanos hasta los cóndilos occipitales, mide 10 em. de largo. Tiene el cráneo del viejo Nesodon ovinus la region del rostro nasal del mismo modo avanzada como el de T'ypotherium, con iguales largos huesos nasales, pero no del todo igualmente anchos. Las esquinas posteriores de la órbita son también pun- tiagudas, pero más cortas, no tocándose con el arco zigomático, como las del otro género. La region del vértice tiene igual cresta fina longitudinal poco elevada y el plano occipital es de la misma configuracion, es decir de superficie oval y cóncava, con dos crestas oblícuas gruesas ascendentes y divergentes al lado externo, cada una acompañada de un pequeño agujero para vasos sanguíneos, que comunica con otros más grandes en los huesos parietales, en la region posterior de la grande fosa temporal, para alimentacion del músculo que ésta contiene. El plano occipital ter- mina hacia arriba con una cresta transversal arqueada, que se une con la margen arqueada superior del hueso zigomático sobre el orificio auditivo; todo esto igual al tipo de Toxodon y Typotherium. Al fin se encuentra en Nesodon una fuerte apó- fisis estiloidea, como en Typothertum; aun menos larga y aguda que la de este animal. Comparando las medidas dadas con las que Owex da del cráneo juvenil, se deduce una diferencia notable del tamaño, siendo la longitud general del cráneo joven, de los incisivos hasta los tubérculos postelenoidales de 16,5 cm. y la anchura entre los arcos zigomáticos de 7,5 cm. Se calcula de estas distancias una diferencia del tama- ño general del chico al grande de 2: 3. Por el examen comparativo de mi figura 1, pl. X, con la de Owex, pl. XV, fig. 1-3, se comprende fácilmente, que el arco zigomático del animal viejo tiene una altura más considerable en esta edad; levantándose á 4,5 cm., mientras la del joven es de menor de 2 cm.; el paladar mide en la misma edad con los dientes incisivos medios apenas 10 cm. de longitud y su anchura entre las muelas posteriores 4 cm. Desgraciadamente no tengo ninguna mandíbula inferior perfecta á mi disposicion. á todas falta la porcion posterior perpendicular con el cóndilo y la apófisis coronoi- dea. La porcion horizontal la más perfecta en mi poder, con todas las muelas, es hasta la última muela de 16 cm. de largo, mientras que la misma en la figura de Owzx, con los 4 premolares y un solo molar, tiene la longitud de 8 em.; pero la por- cion perpendicular de la misma figura se levanta á 10 cm. Si esta relacion de las dos porciones de cráneos se conserva por toda la vida, debemos suponer para el crá- neo viejo una altura de la rama perpendicular de 20 cm. Sin embargo, colocando el — 404 — cráneo en mi poder sobre la rama más perfecta horizontal de la mandíbula inferior no me dan más estos dos objetos que 15 cm. de altura, desde la orilla inferior de la rama horizontal hasta la cavidad glenoidea del cráneo, que recibe el cóndilo de la dicha rama. La porcion basilar del cráneo ha faltado en el figurado por Owex, lo que me impide comparar su configuracion con el cráneo en mi poder, y por la misma razon he omitido dar una figura de este region del cráneo de Nesodon ovinus, remitiendo al lector á la figura de N. ¿mbricatus, Pl. IX. Por este motivo no me ocupo acá con la descripcion de la base de la otra especie, tomando en consideracion solamente los dientes de las dos figuras para la descripcion comparativa. Owex ha dado ya la numeracion de la dentadura completa, como sigue: Incisivos +, colmillo =>, muelas ¿4 premolares, ¿3 molares. Los incisivos del animal joven son mucho más chicos, que los del animal adulto, pero de la misma conformacion general. Los tres superiores de cada lado muestran una diferencia remarcable de tamaño y de figura entre sí, mientras que los tres inferiores están más conformes. En la mandíbula superior el incisivo medio de cada lado es el más ancho, pero no el más alto, Tiene una corona de la figura común de un cincel, poco convexa en la superficie externa, con un surco medio perpendicular débil no exactamente en el me- dio de la superficie, sino poco más aproximado á la margen interna. Esta misma mar- gen es aplanada y ancha, la externa más angosta y más sobresaliente, siendo la masa de la corona igualmente más gruesa á aquel lado que al otro. Tiene una superficie muy lisa, pulida, cubierta de esmalte negro al externo sobre la dentina, que es del mismo color. Á la base la superficie de la corona se enangosta más, terminando con una orilla lateral encorvada, cambiándose después la corona ancha más agosta hacia la raíz cónica, que asciende en la sustancia del hueso intermaxilar por un alvéolo igual poco encorvado, de más longitud que la altura de la corona. La margen fina in- ferior libre de la corona pierde por el uso poco á poco su figura aguda por la friccion de los incisivos inferiores, cambiándose por el obstáculo del esmalte más duro en una orilla fina anterior elevada y una superficie masticatoria posterior triangular plana horizontal. La corona del incisivo medio del animal viejo es de 1 cm. de alto, y un poco más de ancho; la del animal joven no tiene más que medio em. de ancho y 6 mm. de alto. Su superficie externa, como ya he dicho, está cubierta por una capa fina de esmalte; la interna parece sin esmalte, lo mismo que los incisivos de Toxodon. En la juventud del animal existe un largo vacío abierto entre los dos incisivos medios, pero en la edad avanzada los mismos incisivos mucho más grandes se tocan con sus orillas internas; dejando solemente un angosto intervalo entre ellas á la base de la corona, á causa de las márgenes poco encorvadas hasta la raíz del diente. MA —k El segundo incisivo de cada lado tiene no la forma igual con el medio, sino su co- rona una circunferencia triangular más angosta que la del otro, imitando el contorno de un prisma encorvado en su direccion longitudinal muy larga. Los tres lados del prisma son de diferente anchura, los dos dirigidos al lado anterior externo son más an- gostos, pero entre sí casi de anchura igual, la tercera superficie dirigida hacia atrás es más ancha; aquellas dos están cubiertas con una capa de esmalte muy lisa, pulida; la superficie interna no tiene esmalte y se usa por esta falta al lado interno por la fric- cion con el diente opuesto del maxilar inferior, recibiendo por esta friccion una cara larga triangular, cambiando el incisivo en puntiagudo, como un colmillo, parecido al mismo del Javalí. Por su colocacion ocupa el incisivo segundo exactamente el ángulo lateral de la orilla anterior del hueso incisivo y no deja lugar á su lado para el tercer incisivo, sino que le obliga á colocarse detrás del segundo, inmediatamente al lími- te posterior del hueso, implantando su alvéolo en la sutura, que une el intermaxilar con la mandíbula superior. Á su lado interno el segundo se toca con el primero, sin intervalo alguno en la edad avanzada del animal, pero en la juventud existe un espa- cio libre abierto entre los dos, aunque uno mucho más pequeño que el otro entre los dos incisivos medios. Su tamaño menor más reducido en la edad juvenil permítele separarse un poco del inmediato, aunque la distancia es de menos de 1 mm. También falta en la juventud al segundo incisivo la figura puntiaguda del colmillo, estando su cara masticatoria transversalmente colocada y no longitudinal, como en la edad avan- zada. El tercer incisivo es el más chico y se pierde casi atrás de los otros los, por la más larga distancia que le separa del segundo. Tiene un contorno oval cilíndrico muy an- gosto y una corona poco pronunciada, gastada encima por la friccion á las dos esqui- nas por los opuestos del maxilar. La corona está cubierta de esmalte á las dos faces. Los incisivos del maxilar inferior no son de igual diferencia entre sí en la figura y en el tamaño, sino casi iguales. Cada uno tiene una corona oval, angosta, poco encor- vada en direccion transversal, con capa de esmalte á las dos superficies y márgenes in- ternas un poco más gruesas que las externas, formándose un arco común de los seis dientes, ocupando una serie no interrumpida por intervalos á la orilla mental del maxilar. La corona del incisivo primero interno es la más angosta, y la del tercero externo la más ancha, pero la diferencia es pequeña y de poca importancia. Sus raíces son cónico-elípticas, pero más angostas que las coronas; una sola para cada incisivo, como en la mandíbula superior. Los cuatro colmillos de las dos mandíbulas, uno á cada lado, no son muy altos y có- nicos sino truncados ó poco elevados á la extremidad superior de la corona, que es com- primida de las dos faces y de contorno triangular. La superficie externa es poco con- vexa, lisa y cubierta de esmalte pulido; la interna tiene en el colmillo superior una -- 406 — fosa transversal, pero en la inferior una lista perpendicular elevada y á cada lado de ella una concavidad poco pronunciada; las dos faces cubiertas con esmalte más fino, menos pulido. Los caninos del animal joven son más chicos y más distantes de los dientes inmediatos que en la edad avanzada. De las siete muelas, las cuatro anteriores son premolares más chicas que las poste- riores tres verdaderas molares y también de configuracion poco diferente. En la ju- ventud no tiene el animal más dientes que los cuatro premolares; los tres molares siguen después con los años avanzados. Cuando la primera muela persistente de éstos sube, caen poco á poco los premolares, colocándose otros nuevos en su lugar. Según las muestras en mi poder son los primeros premolares los que vienen primeramente, colocándose en el lugar de éstos otros de los persistentes. Cuando el segundo molar persistente principia á aparecer caen los otros dos premolares, y cuando éstos se han colocado bien, la última muela, el tercer molar, hace su aparicion perfecta. Los pri- meros premolares de la dentadura tienen una raíz simple, los otros todos dos ó tres raíces cónicas angostas; pero en la edad avanzada con la dentadura perfecta persis- tente solamente el primer premolar conserva una raíz, todos los otros dos en la man- díbula inferior, y tres ó cuatro generalmente de la superior. Los cuatro premolares caducos de la juventud del animal Owzx los ha representado bien en su obra, pl. XV y XVI, y por esta razon no doy nuevas figuras. El cambio de éstos en los dientes posteriores persistentes lo explica mi figura 3 de la lámina IX, que muestra los dos últimos premolares juveniles con el primer molar persistente en actividad y un premolar de la segunda dentadura abajo del tercer premolar en vías de salir. Se sigue de esta figura, que la muela primera persistente sale antes de que los premolares caducos se hayan perdido, lo que prueba también la figura 3 de la lá- mina XV de Owewx, y que el premolar persistente segundo sale en lugar del tercer premolar, entrando después detrás del tercero y cuarto premolares persistentes, cuan- do el segundo y el tercer molares se levantan para salir coetáneos con dichos dos premolares de la segunda dentadura. De esta observacion, resulta, que los dos premo- lares juveniles ya se han caído, para dar lugar á los dos persistentes antes del tercero imperfecto, pero ya preformado abajo del penúltimo premolar juvenil, todavía con- servado al lado del último juvenil. El mismo objeto, representado por mi lámina 1X, da buenos informes sobre la dife- rencia de los premolares del estado juvenil y del adulto. Estos dientes juveniles salen de la encía con la corona abierta por un orificio terminal, que representa el acceso á una concavidad de figura de embudo en el contorno terminal del diente. En el inte- rior de esta concavidad se ven, saliendo de la pared á su alrededor, algunos pliegues finos como crestas agudas, indicando las cimas de los lóbulos, que salen de la pared externa hasta la cavidad. Los intervalos vacios entre estas crestas se unen en el cen- — 407 — tro de la cavidad como embudo, dejando en este centro un vacío profundo como el caño central del embudo, que desciende más hacia abajo en el diente. Después, cuando por el uso masticatorio del diente las crestas son destruidas y cambiadas en lóbulos planos pulidos, envueltas en capas finas de esmalte, el caño central vacío se cambia en pliegue angosto abierto, que ocupa el centro de la cara masticatoria, for- mada por la trituracion en planicie en cada diente premolar. Para facilitar más al lector el comprender este progreso sucesivo del cambio de la cara masticatoria de cada diente por la trituracion, he figurado abajo de la figura 3 la 4, es decir el mismo molar primero persistente de otro ejemplar en mi poder, unido con el segundo mo- lar detrás del precedente. Este anterior tiene la cara masticatoria poco usada en su porcion anterior, parecida á la del mismo diente de la figura 3, y detrás de dicha cara la porcion posterior del mismo diente sin trituración alguna. En igual estado se pre- senta todo el diente siguiente, el segundo molar, mostrando su cara superior como cresta longitudinal externa, de la cual salen cinco crestas transversales descendentes, separadas por cinco grandes intervalos anchos abiertos, que se hacen siempre más an- gostos descendiendo en el cuerpo del diente hacia abajo, para cambiarse poco á poco por la masticación en pliegues finos entre los lóbulos planos pulidos de la cara mas- ticatoria ulterior. El indicado proceso de desgaste de cada diente es igual en todos los Mamiferos, y tan bien conocido, que no me parece necesario hablar más de ello, como cosa parti- cular del género Nesodon. La diferencia de los cuatro premolares juveniles es principalmente la relativa al tamaño. Tengo á mi disposicion un objeto de ellos, igual á la figura 3 de Owex, pl. XV, que prueba, que los cuatro juntos sólo miden 4,7 cm., siendo el primero de 7 mm. de largo, el segundo de 1 cm., el tercero de 1,4 cm. y el cuarto de 1,6 cm. Todos están bastante gastados con lóbulos planos y anchos. Al lado externo tiene cada uno dos crestas perpendiculares bien pronunciadas, aunque no muy agudas á la esquina ante rior de la superficie del esmalte, que se acercan poco á poco más en direccion hacia abajo, perdiéndose al fin de la corona, encima de la raíz única del primero y de la raíz anterior de los otros tres. La porcion ulterior de la superficie externa de la corona es poco convexa en el medio de su anchura, terminando hacia atrás con esquina poco aguda del esmalte, que aquí se pierde. El primer premolar tiene en el medio de la superficie masticatoria gastada dos pequeños agujeros, uno al lado del otro en direc- cion de adelante hacia atrás, las que indican tres lóbulos separados en la corona no gastada de los primeros años de la vida del animal. El segundo premolar tiene un pliegue transversal abierto en el centro de la corona, con rama medio lateral abierta al lado externo y detrás del rasgo común un agujero oval. Otro agujero más abierto en el medio de la orilla superior interna, indica también su composicion de dos lóbulos — 408 — principales, cada uno con lobulillos secundarios al principio interno. El tercer pre- molar tiene en lugar del agujero al lado interno de la corona un pliegue ancho abierto que entra en la sustancia de la corona hacia el centro, dividiéndose en dos ramas, que abrazan el lobulillo del lóbulo anterior. Atrás de éste se ve en la superficie pos- terior de la corona gastada otro agujero oval, indicando la separacion del lóbulo pos- terior también en lobulillo accesorio y principal, siendo el accesorio más chico el posterior y el otro más grande anterior el lóbulo segundo principal. Este lóbulo forma al principio un ángulo basal sobresaliente en su cortorno, cuya presencia en este lóbulo es característica para los premolares juveniles. El cuarto premolar sólo se di- ferencia del tercero por su tamaño mayor; tiene los mismos cuatro lóbulos, dos prin- cipales y dos accesorios lobulillos, que son por su colocacion los posteriores. Sin em- bargo, existe generalmente sobre el pliegue entre el lóbulo posterior y su lobulillo un pequeño agujero en la corona, que parece indicar que también el lobulillo ha tenido un pequeño pliegue angulado accesorio á la base, para la separacion en dos, como el lóbulo principal segundo la tiene. La excelente figura 3 citada, de la lámina XV, en la obra de Owew, explica bien la conformacion descripta de los premolares juveniles y me permite omitir nuevas figuras, que serán fácilmente inferiores á las ya dadas (*). Los premolares del animal viejo son bastante diferentes de los de la juventud. Ya he dicho antes, que salen del alvéolo con corona de figura de embudo, con concavi- dad grande, que ocupa toda la superficie de la circunferencia terminal de la corona, haciéndose más angosto hacia el centro de su extension, y cambiándose acá en pliegue abierte central angosto. En el primer premolar muy chico la corona es oval ó casi circular y su forma de embudo completo; tiene en la superficie interna un pe- queño surco perpendicular y su esquina anterior un poco más angosta que la poste- rior; la raíz es simple y prolongada cónica, poco inclinada al interior del mandibular. Desde el segundo premolar la circunferencia de la corona de cada diente siguiente es un poco más grande y su figura casi cuadrangular; en el estado primitivo, antes del uso, la concavidad central es menos circular que oblongo-elíptica y dirigida en direccion oblicua de adelante hacia atrás por la sustancia de la corona. Tiene en el lado externo, á la esquina anterior, un ángulo obtuso sobresaliente, continuado per- pendicularmente por toda la corona, pero haciéndose un poco más ancho y menos agudo hacia la base de ella. La superficie externa de la corona detrás del ángulo, es poco más convexa al medio y la interna fácilmente sinuosa, en oposicion con la convexidad externa; su sustancia forma un prisma cuadrangular poco encorvado hacia el lado interno. La raíz está dividida en dos ramas, con indicacion de un tercer ra- (*) Cito como argumento, que arlvierte de repeticion, la mala figura 6 de la lámina XXIX en la obra antes citada, (pág. 388) del señor AMEGHINO, que el autor da como copia de la de Owrnx. — 409 — mito accesorio terminal. La misma configuracion tienen el tercero y cuarto premola- res, aunque son un poco más grandes; el segundo mide al lado externo de la corona poco menos de 1 cm. de ancho y el tercero poco más, En el cuarto la circunferencia cuadrangular con casi iguales lados se cambia en cuadrangular oblonga, poco más larga en la direccion del anterior al posterior, teniendo 1,5 cm. de largo y 1,0 de an- cho. Su cara masticatoria es de contorno romboidal y el pliegue abierto central en ella, que sale del lado interno de la corona, tiene una rama lateral que la cambia en figura de horca, acercándole por esto poco más al tipo de los molares. También se modifica en el mismo modo el ángulo agudo anterior de la corona, recibiendo un se- eundo ángulo paralelo al lado, que hace la esquina biangulada, aunque el intervalo cóncavo entre los dos ángulos es más angosto y menos bien pronunciado que en los verdaderos molares. Los cuatro premolares del animal viejo miden juntos 6 cm., cada uno como 2-3 mm. mayor que el mismo diente de la edad juvenil. Los tres molares verdaderos tienen juntos la misma longitud de 6 cm. en la línea recta, y cada uno, por su extension oblicua de la corona, casi 2 cm.; el primero exac- tamente 2 cm., el segundo 2,6 cm., el tercero 2,4. En el estado gastado por la mas- ticacion, se ve en ellos un pliegue abierto en la superficie trituratoria central de figura de horca, saliendo de la margen interna con una abertura más ó menos ancha oval. El primer molar tiene atrás de este pliegue un agujero oval en la porcion superior dirigido á la esquina posterior externa; el segundo más grande se diferencia del pri- mero por una rama segunda del pliegue principal, que sale del principio de este pliegue á la orilla interna de la corona y un agujero posterior más grande, que algu. nas veces está dividido en dos. El tercer molar se parece al segundo, pero se forma más angosto á la extremidad posterior; teniendo la base del pliegue principal más abierta, como seno, y la rama segunda basilar posterior cambiada igualmente abierta como un segundo seno; al fin, la esquina posterior es más aguda y prolongada hacia atrás. Se une con estas diferencias de la configuracion interna la otra externa, que la esquina anterior tiene dos ángulos sobresalientes pronunciados paralelos; aunque el posterior de las dos es menos agudo y principalmente al último molar apenas pro- nunciado, mientras que la convexidad en el medio de la porcion atrás de estos ángulos agudos es menos alta y en el primer molar casi nula, El cuerpo prismático de los mo- lares se acerca más á la figura trigonai, principalmente el de la última muela y se encorva al lado interno, como el de los premolares. Tienen cuatro raíces. Las muelas del maxilar inferior son del todo diferentes de las de la superior; es de- cir: derechas en todo su cuerpo prismático, que es mucho más angosto y la cara mas- ticatoria oblonga un poco más larga que la de los correspondientes de la superior. Si la serie de las siete muelas superiores mide 12 cm. la de los inferiores es de 16 cm. 52 — 410 — La diferencia entre los premolares y los molares es pequeña, y se presenta apenas en otra cosa que en el grandor; principalmente los anteriores son un poco más largos aún que los de la mandíbula superior. Cada muela tiene una corona cubierta en todo su contorno de esmalte, aunque la capa del lado interno es más fina que la externa. En este lado se presenta en cada muela un surco profundo perpendicular, que divide la superficie en dos porciones desiguales, siendo la porcion anterior siempre mucho más angosta que la posterior, pero también más elevada al exterior, es decir más con- vexa y un poco más gruesa. Al lado interno tiene la corona dos surcos perpendiculares menos profundos y más cortos, no descendiendo hacia abajo hasta el extremo del es- malte sino terminando poco antes, casi en el medio de su extension, haciéndose poco á poco más angostos y menos hondos como surcos prolongado-triangulares. El uno de los dos surcos internos existe en el medio de la porcion anterior externa y el otro casi en el medio de la porcion posterior, formando el intervalo entre los dos un plano perpen- dicular, que corresponde bien por su colocacion al surco profundo del lado externo. Generalmente hay un embudo oblongo abierto envuelto en capa de esmalte casi en el medio de la corona, que se ha formado al principio como pliegue sinuoso de la co- rona, perdiendo su union primitiva con el lado interno de ella con los años avanzados por la masticacion. Otro pequeño embudo circular, ó aun dos existen, separados del embudo oblongo, en la porcion posterior de la corona. Los premolares de leche ya los ha figurado (pl. XVI, fig. 8 y 9) y descripto Owex; son mucho más pequeños, juntos 4 cm. de largo, bastante angostos y privados del em- budo grande central, pero provistos de algunos surcos perpendiculares elongado-tri- gonales al lado interno en la corona, que la dividen en 2, 3 6 4 lobulillos, mientras que al lado externo el surco profundo único externo se encuentra en el lugar corres- pondiente, como en los premolares posteriores de la edad avanzada. Estos premolares compensadores miden juntos 7,7 cm.; el primero 1,4, el segundo 1,7 cm., el tercero 2,1 cm. y el vuarto 2,5 cm. El primero tiene en el estado poco gastado una corona triangular más ancha hacia arriba con el surco ancho externo casi en el medio y dos anchos surcos abiertos al lado interno, con plano medio de figura de carena y cara masticatoria muy angosta bilunar. El segundo no es triangu- lar al lado externo, sino cuadrangular, como los siguientes, con surco ancho medio del mismo lado, aunque también con dos anchos surcos abiertos al lado interno, pero con plano, bastante ancho entre ellos. Su cara masticatoria es parecida á la del se- gundo, pero más ancha. El tercero tiene casi la misma figura externa, pero con- torno más alto y al lado interno un solo surco perpendicular anterior, acompañado de plano ancho posterior, incluyendo un embudo abierto, largo pero angosto, que se toca por un pliegue de su esmalte con la superficie interna de la corona. Su cara masticatoria es más larga, en la porcion anterior de figura de media luna y en la — 411 — posterior con pliegue de contorno triangulado. El cuarto premolar se parece del todo al tercero, pero es más robusto; en la cara masticatoria tiene un embudo casi en el medio corto y ancho, con otro pequeño circular en la porcion posterior, muy atrás del pliegue externo. Los tres molares son casi de la misma formacion del cuarto premolar, pero cada uno más grande. El primero mide 2,8 cm. en direccion antero-posterior, el segundo 3 cm. y el tercero 3,4. Los tres incluyen un embudo elongado-angosto, que se toca por pliegue fino con el lado interno de la corona. Atrás de este embudo hay otro cir- cular más pequeño, ó aun dos designales, uno tras del otro, en la porcion posterior de la cara masticatoria. Al lado interno tiene la corona una sola sinuosidad angosta casi en el medio del contorno, per> el segundo molar dos y el tercero aun tres. La porcion anterior de los tres molares, antes del surco profundo externo, es muy convexa hacia el exterior y muy plana al interior, allí con esquina redonda, aquí con esquina agu- da angulada; la terminacion posterior es poco encorvada y prolongada, sin ángulo alguno (*). Al fin de esta descripcion de la dentadura de Nesodon no debo omitir decir, que la falta de intervalos anchos entre las diferentes categorías de los dientes es un carácter no solamente para este género terciario, sino casi la regla para los Ungulados pri- mitivos Ge dicha época, ya señalado como particular por Cuvizr, y repetido por los principales autores paleontológicos modernos, aunque hay también géneros con serie interrumpida de dientes de la dicha época, como Zoxodon y Typotherium, cuando les ha faltado los dientes caninos. Algunos huesos del esqueleto de Nesodon son conocidos, pero todos han pertene cido á la otra especie mayor, en donde los describiré; no sabemos nada del número de los dedos del pie, aunque la afinidad sistemática del género con 7'ypotherium per- mite suponer, que este número ha sido de cinco dedos en el pie anterior y cuatro en el posterior. Según el tamaño del cráneo, el animal que representa la especie de Neso- don ovinus, ha tenido la estatura de un carnero robusto, justificando completamente el nombre sistemático elegido por Owex. 2. Nesodon imbricatus. De esta especie, muy poco conocida antes, se tiene, por el descubrimiento de mu- chos cráneos. algunos perfectos, otros en numerosos pedazos, un conocimiento com- pleto, representado por mi figura de la lámina IX adjunta, casi de tamaño natural (**). (*) El señor AMEGHINO ha fundado sobre los dos molares inferiores del Nesodon ovinus un nuevo género con el nombre: Notohippus toxodontoides. Véase su Revista Argentina de hist. natural, tom. I, entr. 3, pág. 135. (**) Respecto al juicio de dicha figura sobre su similitud con el original debo advertir, que he tomado el punto de vista lejos del objeto, para evitar el efecto fraudulento de la anchura exagerada, cuando se le mira muy de cerca. — 412 — El mayor cráneo, que tengo á la vista (*), mide desde la orilla de los ¡incisivos medios hasta la superficie posterior de los cóndilos occipitales 48 cm. y su anchura entre la esquina posterior de los arcos zigomáticos es de 28 cm.; otro cráneo poco más pequeño de 37 cm. de largo (**), tiene éste casi la misma anchura de 23 con aquél de 24. En el cráneo más grande el paladar huesoso es de 29 cm. de largo y la porcion de la base de cráneo atrás de los choanos de 19 cm.; en el otro menor el paladar mide 23 cm. y la porcion atrás de los choanos hasta el fin de los cóndilos 14 cm. Tengo un molde de un tercer cráneo perfecto, que se coloca por sus medidas intermedio entre los dos otros cráneos. Estoy dispuesto á presumir, que el cráneo más grande ha pertenecido á un macho, y el más pequeño á una hembra; mientras que el cráneo intermedio con suturas mejor indicadas representa el macho joven, aunque de tamaño casi perfecto del estado adulto. El plano perpendicular occipital tiene en su contorno oval transver- sal 21 cm. de diámetro, entre las tuberosidades más sobresalientes externas, y casi 12 cm. de altura en el medio, sobre los cóndilos occipitales, según las medidas del cráneo más chico; en el grande esta region ha sido lastimada y no permite medidas exactas; debe ser de 1,5 hasta 2,0 cm. más ancha. Se deduce de todas estas medidas que el Ne- sodon imbricatus ha sido de más del doble más grande que el N. ovinus, y probable- mente de la estatura de un caballo, aunque menos alto y de cuello mucho más corto, según la analogía del tipo de Toxodon, que le supera en robustez. El paladar del cráneo grande tiene entre las últimas muelas 10 cm. de ancho y el del cráneo menor la misma anchura, lo que me parece probar, que la diferencia del tamaño es de poca importancia. Al otro fin anterior los incisivos externos distan 9,5 cm. en el cráneo grande y solamente 7,5 cm. en el chico, que tiene estos incisivos mucho más angos- tos y cortos, probando por esta diferencia, á mi modo de ver, que dicho cráneo ha pertenecido al sexo femenino, más fino y menos robusto por toda su configuracion. Describir el cráneo más detalladamente no me parece necesario, porque se ase- meja en todo al otro menor, con la diferencia general del tamaño de doble mayor. Adjunto entonces algunas medidas más: Longitud de los huesos nasales. too a NN 100613 Anchura. entro. las OrbltaB.: 2... e aa a d E Anchura entre las espinas postorbitaleS............ 00. .oooo.o.» 14 4 Longitud del “arco zombie os a AA 14 4 Anchura entre las protuberancias auditivaS..........o.ooo.ooooo... 0 Distancia de los cóndilos occipitales entre las esquinas externas .... 85 “ Altura de las :apóñisis estiloidea8, qe ot. e ls dEl 6 s Con respecto á la dentadura, hay iguales diferencias de tamaño entre los dos crá- (*) Este cráneo me ha sido prestado de la coleccion en La Plata con el nombre afijo de Protozodon marmo- ratus. (**) Me ha sido prestado de la misma coleccion con el nombre afijo de Acrotherium patagonicum, — 413 — neos; el grande tiene toda la fila de los dientes 28 cm. de largo y el pequeño 22 cm. Los incisivos medios del grande son cada uno de 3 em. de ancho, y distan en la línea media de la mandíbula apenas 2 mm., mientras que en el cráneo chico esta distancia es de 7 mm. y cada incisivo de 2 cm. de ancho. Los incisivos externos del cráneo chico ya he indicado antes como más finos, menos altos, y lo mismo vale de cada uno de los otros dientes de dicho individuo, aunque la configuracion es idéntica, pero la su- perficie masticatoria poco menos gastada. Para la más clara comparacion, doy acá las medidas de cada uno de estos dientes de ambos cráneos. El diente incisivo tercero de atrás del segundo externo, tiene en el cráneo mayor una altura de 2,5 cm. y se encorva hacia el interior de la boca con su corona, que es oblongo-cilíndrica de contorno oval, con dos pequeñas caras masticatorias al fin que se tocan con los dientes opuestos del maxilar inferior: la anterior más pequeña con el incisivo externo de éste, y la posterior con el incisivo tercero del mismo maxilar. En el cráneo menor es este tercer incisivo muy pequeño, apenas de 6 mm. de alto menos encorvado, con cara articular terminal apenas gastada. El colmillo (dens caninus) del gran cráneo tiene la misma curvatura al interior, pero menor altura, su corona es de figura triangular, de base angosta y más ancha al fin, terminada con cara masticatoria elongado-cóncava. En el cráneo menor el ca- nino imita la misma figura, pero de estatura mucho menor, sólo de 1 cm. de alto. Las siete (*) muelas repiten cada una la figura de los mismos dientes de la otra especie menor, siendo de tamaño del doble más grande, pero poco diferente entre sí de los dos cráneos de la especie mayor. Doy en seguida la longitud de cada uno de ellos: Cráneo grande, Cráneo menor. Eremolar Lotes 1,6 10 A E. E 9,0 1,2 E E 9,3 1,8 E 3,0 2,0 A A 4,0 3,0 NÓ 5,0 3,5 A o 5,0 3,3 El individuo del cráneo pequeño ha sido más joven que el otro del gran cráneo, y por esta razon sus muelas están menos gastadas que las del individuo mayor. Prin- cipalmente la última muela no ha salido del todo afuera de su alvéolo, no estando (+) Existen en uno y otro individuo ocho muelas á cada lado, habiendo formádose un premolar accesorio poco más pequeño delante del primero. Sobre individuos de este modo abnormes el señor AMEGHINO ha fundado su gé- nero Acrotherium, que no es otra cosa que un Nesodon con número aumentado de muelas, fenómeno que ocurre ca- sualmente en diversos géneros de Mamíferos, por ejemplo en Scelidotherium. ct. Atlas des Mammiftres, pág. 101, pl. XV, fig. 13 y 14. — 414 — todavía gastada la porcion posterior de la corona, lo que explica que dicha muela parece más corta que la precedente, ya bien salida del alvéolo y más gastada. También su arco zigomático de 5 cm. es poco menos alto, que el del cráneo que creo del macho. La porcion de la base del cráneo atrás de los choanos no la he descripto antes, por- que no he dado una figura de esta region del cráneo de Nesodon ovinus, conservando la ilustracion de su configuracion por ahora y dando la figura exacta de ella con la del cráneo de N. imbricatus. Sin embargo ninguno de los tres cráneos de mi examen ha tenido la dicha porcion tan bien conservada, como el cráneo chico de N. ovinus, lo que me ha obligado á tener siempre este cráneo en vista, para recenstruir el de la otra especie según el modelo del chico, perfeccionando mi figura pl. IX con su impor- tante auxilio. El principal objeto, que cae á la vista, es el hueso terigoideo (pl. IX, fig. 1, pt.), provisto cada uno con una grande apófisis, saliendo como dos cuernos divergentes ha- cia atrás, y unidos á cada lado por una pared fina encorvada con las alas externas del esfenoides, cuya union se extiende hasta el hueso temporal. Entre estos dos cuernos se ve la gran abertura de los choanos, y encima de ella, casi su bóveda, el cuerpo angosto esfenoides que se une más adelante con el tabique de la cavidad nasal, llamado vó- mer. El cuerpo del esfenoides se hace poco á poco más ancho hacia atrás y se une acá por sutura denticulada con el cuerpo del hueso occipital. Al lado de dicha sutura se levanta, entre el cuerpo del hueso occipital y la tuberosidad del temporal, que incluye el orificio auditivo, un cono grueso huesoso con punta redonda, que representa la roca del temporal (pars petrosa, fig. 1.,r.), con los órganos auditivos internos, y detrás de él se ve inmediatamente la alta apófisis estiloidea (fig. 1 st), que comubica por su base ancha hacia atrás con el plano occipital, y al exterior con la tuberosidad que sostiene el orificio auditivo (o), formando con esta tuberosidad la orilla externa del plano oc- cipital. Antes de la tuberosidad con el orificio auditivo se pronuncia bien otra tubero- sidad menos gruesa, perteneciendo al hueso temporal y separado en su curso por una perforacion de conducto, que se abre hacia abajo, para dar paso á: vasos sangúíferos y ramos de nervios á la concha de la oreja y la region próxima de su alrededor. En la base del cono grueso de la roca se ven, antes de él, la abertura del canalis caroti- cus y atrás del cono el agujero lacero, que perfora el cráneo entre dicho cono y el hueso occipital, cerca de los agujeros condiloideos. De la dentadura superior, vista del lado externo, he dado la figura 2 de la lámina X, que prueba la completa armonía de Jas dos especies, comparándola con la figura 1 del cráneo de N. ovinus; aunque en la de N, imbricatus las particularidades de cada diente se presentan más fuertes, y por esta razon su carácter específico es más pro- nunciado. Es fácil entender, que los surcos y elevaciones perpendiculares á la mar- — 415 — gen anterior de cada muela son poco más altos y sucesivamente en la muela siguiente aun más pronunciados que en la anterior, y que dichos surcos y rodetes son de figura convexa, mientras que se cambian en más agudas, casi anguladas en los tres molares posteriores. Las otras dos figuras 3 y 4 de la lámina X explican la configuracion de los dientes del maxilar inferior, mostrando, fig. 3, sus coronas del lado externo, y fig. 4 las caras masticatorias de cada diente en su estado usado por la trituracion. Los tres incisivos (1, 1-3) juntos forman un arco poco encorvado, igual á la anchura de los cuatro inci- sivos superiores medios, en el cual cada uno está colocado con su margen interna atrás de la externa del diente antericr; son más comprimidos poco más angostos y más del- gados que los superiores y el colmillo (c) tiene la figura triangular, con lado externo convexo y dos surcos perpendiculares del lado interno, con carena entre ellos. Las sie- te muelas se hacen desde la primera hasta la última puco más grandes, cada una con surco perpendicular profundo al lado externo, que separa una porcion anterior con- vexa más angosta de la posterior más ancha pero menos elevada. Al lado interno son los dos primeros premolares con dos surcos anchos perpendiculares bastante cortos, los otros dos premolares tienen solamente un surco igual interno en la porcion ante- rior de la corona. la porcion posterior es plana como todo el lado interno del primer molar, mientras que los dos molares siguientes tienen dos ó aun tres surcos entre los lobulillos sobresalientes del esmalte, que distinguen bien estos dientes inferiores de los otros anteriores. En la cara masticatoria se ven diferentes embudos abiertos, envueltos en esmalte en las dos porciones de la corona, generalmente uno pequeño circular en la anterior y dos de diferente tamaño y figura en la posterior; los que he descripto ya antes, pág. 409 de la otra especie menor de N. ovinus, y por esta razon no repito aquí una nueva, remitiendo al lector á mi figura exacta del maxilar inferior del cráneo mayor, que me ha sido comunicado de la coleccion del Museo de La Plata, bajo el nombre fijado en el objeto de Protoxodon marmoraltus. Owex no ha conocido la dentadura completa de N. imbricatus, sino solamente las dos muelas terminales de la mandíbula superior, que ha descripto y figurado insupe- rablemente bien (pág. 300, pl. XVII, fig. 10) en su obra, comparándolas con las de la otra especie menor: N. ovinus (*). El tamaño de 15 líneas cada una (casi 4 cm.) indica un individuo de medio tamaño entre los dos cráneos acá descriptos pág. 412, y por el desgaste completo de la cara masticatoria su edad avanzada. La porcion del maxilar inferior que se ve descripta y figurada en la pl. XVII, fig. 11—14 de la misma obra, representa la edad juvenil del avimal con los dientes de leche, lo que se comprende fácilmente del tamaño de cada diente por su comparacion (*) El molar superior de dicha figura representa el último molar y el inferior el penúltimo, — 416 — con los de la edad adulta. Tengo á la vista tres objetos de mandíbulas de la misma edad juvenil, dos de la superior y un maxilar con casi perfecta dentadura de la infe- rior, que asemeja exactamente á la figura de Owex. Es digno de notar, que los cua- tro premolares juveniles tienen por su figura y tamaño una similitud casi completa con las similares de la edad avanzada, mientras que los seis incisivos de los dos perío- dos de la vida del animal son del todo diferentes. Hablaré primeramente de los dientes de leche de la mandíbula superior, de los cuales doy la figura 2 adjunta, pl. IX, de tamaño natural. De los tres incisivos (+ 1—3) el medio parece por su figura bien al mismo de la den- tadura posterior aunque es bastante menor. Su corona de figura de cincel 1,6 cm. de ancho é igualmente alta, tiene el mismo surco débil medio ancho perpendicular y una margen interna más gruesa que la otra externa delgada y casi aguda. Su única raíz oblongo-cónica y encorvada desciende en el hueso incisivo á la profundidad de 4 cm. Otro diente atrás de él y apenas levantándose del hueso, es el compensante y prueba que el todavía existente anterior bastante gastado, es un diente de leche. El segundo incisivo externo sigue inmediatamente al lado del primero y tiene tam- bién la misma configuracion triangular prismática que el ulterior compensante, pero no su grueso calibre ni su altura exagerada. No se levanta con su corona encima del diente medio, tiene en igual altura con él y una cara triangular gastada por la tritu- racion del uso perpétuo. El tercer incisivo colocado detrás del segundo es mucho más pequeño que éste y separado de él por una distancia abierta. Su corona es cónica, más baja que la del se- egundo é igualmente gastada por cara posterior elongado-trigonal, Sigue al mismo, por intervalo abierto, el colmillo (c), que tiene casi la misma figura del tercer incisivo, pero se distingue por un surco perpendicular posterior al lado ex- terno de la corona, y una corona gastada encima de dicho surco. El segundo incisivo tiene 2,2 cm. de altura, el tercero 1,5 y el cojmillo sólo 1,0 cm. Entre éste y el tercer incisivo se pronuncia claramente la sutura (st) que separa el hueso incisivo del de la mandíbula superior. Separado por un intervalo libre más pequeño sigue al colmillo el primer premolar persistente, ya cambiado en pro del primer diente de leche anterior. Este premolar se asemeja por su figura y tamaño al mismo diente de la dentadura ulterior; su corona tiene un contorno oval de 1,3 cm. de largo y 1,0 cm. de ancho en el medio de su ex- tension, incluyendo en su cara masticatoria de figura de embudo un agujero casi cen- tral, poco más dirigido al lado interno, sin alguna otra particularidad de la configu- racion. La orilla de la concavidad terminal abierta tiene una margen aguda, sin gas- tadura visible, lo que prueba bien la juventud del animal, al cual ha pertenecido este pedazo de la mandíbula superior. Asiste al dicho testimonio juvenil la raíz del — 417 — diente, que se ve en el alvéolo abierto por la ruptura del hueso mandibular, ascendien- do por la substancia esponjosa del hueso con prolongacion cónica y abertura termi- nal ancha, á causa de no estar concluida la formacion perfecta de la raíz hasta ahora. Al lado de la raíz se ve, en la substancia del hueso mandibular, otra cueva bien cir- eunscripta, como concavidad formativa del segundo premolar, que ya ha principiado su configuracion en el secreto. El segundo pedazo igual de otra mandíbula de la misma especie aseméjase perfec- tamente al descripto, pero no tiene más que tres dientes: el incisivo externo con el posterior y el colmillo. Se ve por la ruptura del hueso la raíz única del incisivo ex- terbo, ascendiendo por la substancia huesosa con curva débil hasta su extremidad abierta de 3,5 cm. de largo. Una concavidad grande oval atrás del colmillo, abierta por ruptura, indica la cueva formativa del primer premolar perdido. El maxilar inferior, que tengo á la vista, es casi de la misma edad del animal que el figurado por Owex, si no aun más joven, lo que prueban los incisivos menos gasta- dos. El objeto es la mitad anterior de las dos ramas horizontales, con los dientes des- de los incisivos hasta el primer molar persistente. De los incisivos faltan los dos medios del lado derecho; la figura poco gastada de los otros prueba, que han tenido una corona comprimida, ancha en la base y puntiaguda al fin, actualmente casl hasta el medio de la altura gastada. Cada incisivo se prolonga hacia abajo en raíz larga cónica, poco encorvada. Los dos colmillos han caído, pero sus alvéolos presentes de- muestran, en concordancia con la figura completa de Owex, su configuracion análoga al tipo del animal viejo. De los cuatro premolares falta el primero del lado derecho y el segundo y tercero del lado izquierdo. El primer premolar presente del lado iz- quierdo tiene una corona de 1,5 cm. de ancho, pero delgado y una raíz simple cónica. La corona es de contorno triangular, convexa á la mitad anterior, con un surco ancho profundo á la posterior del lado externo, pero casi plano al lado interno. Los tres premolares siguientes se parecen en figura y tamaño á las figuras en la obra ci- tada, el segundo mide 1,6 cm. de largo, el tercero 2,0 em. y cuarto 2,4 cm. Cada uno tiene un surco profundo al lado externo de la corona, poco antes del medio de la su- perficie, levantándose más convexa la porcion anterior y menos elevada la posterior más delgada. La cara masticatoria del segundo tiene un surco hondo al lado interno de la porcion anterior y un embudo pequeño oblongo abierto en la posterior. En el tercer premolar se ve en la porcion anterior un pequeño embudo circular y dos desi- guales en la porcion posterior, acompañado por un surco profundo del lado interno de atrás del embudo más pequeño posterior. El cuarto premolar tiene la misma con- figuracion general, pero un solo embudo en la mitad posterior, antes del pliegue más profundo del lado interno de la posterior. Cada uno de los tres molares posteriores perfora el hueso maxilar con dos raíces anchas transversas, de las cuales la posterior 53 — 418 — del segundo premolar está dividida al fin en dos terminaciones cónicas separadas, más Ó menos continuadas como rodetes hasta la corona, que algunas veces se cambian en cuatro raices perfectas en las últimas dos, como también en los tres molares casi siempre. Existe en el objeto de mi examen dado aquí también el molar primero, salido del alvéolo, pero sin más desgaste de la corona que á la porcion anterior del surco exter- no y sin indicación de raíces en la parte inferior inclusa en el hueso maxilar. Se ve claramente, por la ruptura de la orilla inferior de dicho hueso, que los embudos abiertos de la corona descienden con su tubo abierto hasta las raíces separadas có- nicas, que son Casi el principio de los embudos y sus continuaciones hasta su extre- midad. Del esqueleto de esta especie mayor existen algunos huesos en el Museo de La Plata, que me han sido proporcionados para mi estudio. Son los siguientes: Dos atlas. Un axis. Dos húmeros, el uno completo, el otro en dos pedazos. Dos antebrazos completos. Un fémur sin terminacion superior con la cara hemisférica articular. Todos estos huesos se parecen muy bien á los correspondientes del esqueleto de Typotherium, que tenemos en el Museo Nacional y á las figuras excelentes, dadas en la obra de P. Gervais: Zoologie el Paléontol. génér., pl. 24 y 25. (Paris, 1867-9. in 4." Uno de los atlas, encontrado unido con el pedazo principal del cráneo, sobre el cual Amrecmino y Meroerar han fundado la especie: Adelphotherium ligatum, es poco ma- yor que el otro, roto al fin de las dos alas externas de las apófisis laterales. El grande mide 19 cm. en el medio del diámetro transversal entre dichas alas; las dos caras articulares para los cóndilos occipitales distan á la margen externa 11,5 cm. y en el medio de la apertura del canalis medularis 4 cm. Al otro lado, con las dos caras ar- ticulares para el axis, las márgenes externas distan 10,5 cm. La figura 1.* de Grer- vals, pl. 24, muestra, que en el atlas de T'ypotherium las caras articulares para los cóndilos occipitales se unen en el medio, sobre la pequeña cavidad para recibir el diente central del axis; esta union no existe en el atlas de Nesodon, á lo menos en los dos ejemplares examinados. También las dos alas laterales del atlas de Neso- don son poco más angostas y al fin no circulares, sino casi triangulares. Estas alas, son perforadas en su base por el conducto de la arteria vertebral, que se abre con un agujero anterior al lado externo de las caras articulares cóncavas, para los cóndilos occipitales y otro posterior al lado de las caras articulares planas, para el axis; pare- cido al tipo del caballo. El axis está mal conservado, le faltan las apófisis laterales puntiagudas y la cresta — 419 —- alta y ancha superior. Las apófisis para la union con la vértebra tercera del cuello, encima del canalis vertebralis para la médula espinal, distan 5,5 cm., las caras ar- ticulares para la union con el atlas están casi del todo rotas y el diente central de esta union sube sólo 2 cm. hacia adelante. El húmero perfecto mide 35 cm. de largo y tiene una cresta muy fuerte y alta á la extremidad superior, al lado externo de la cara hemisférica para la articulacion con la escápula. Dicha cara es de 7 cm. de ancho y 5 cm. abajo de la cresta terminal á su lado externo. Así sucede, que la extension del húmero entre esta cara y la terminal inferior no es más que de 30 cm. Esta misma cara tiene 8 cm. de anchura y el húme- ro encima de ella 10 cm. de grosor; casi perforado al lado posterior por una concavi- dad honda, de 4 em. de anchura transversal y 3 cm. de longitudinal. Al otro lado superior la superficie del húmero es menos cóncava, disminuyendo su anchura poco á pocoá 4 cm. en el medio. En esta region se levanta hacia adelante una tuberosi- dad gruesa triangular, que se extiende por continuacion poco á poco más ancha has- ta la cresta alta lateral externa, al lado de la cara articular superior. En todas estas cualidades parece el húmero al hueso correspondiente del 7'ypothe- rium, figurado por Gervals 1. 1. pl. 25, fig 3, aunque la extension de la dicha tuberosi- dad es menos rápida en Nesodon que en T'ypotherium. La perforacion sobre el cón- dilo alto interno casi circular, llamado canal:s epitrochlearis, que tiene T'ypotherium, falta á Vesodon. Los dos huesos del antebrazo se asemejan del mismo modo, como el húmero, á los correspondientes del T'ypotherium;, la figura es casi idéntica, pero el tamaño bastante diferente. El cúbito de Nesodon imbricatus es de 36 cm. de largo y el radio de 28 cm. Com- parando aquel hueso con el de 7'ypotherium se ve una diferencia notable en su cur- so general, siendo el de Nesodon encorvado con las dos partes terminales hacia atrás, como arco cóncavo, y el de Typotherium con la porcion media gruesa y sobresalien- te acá á la línea recta, como arco convexo. Pero esta diferencia de la figura general no influye en la forma particular de sus porciones, que son muv parecidas El olecrá- non es de 10 cm. de largo y 6 cm. de ancho, con cabeza terminal abultada y dirigida al lado interno. La terminacion inferior concluye en los dos animales con una cara articular pequeña, que se une con el hueso pisiforme del pie anterior, mientras que la otra porcion más gruesa del cúbito articula con el hueso triquetro del mismo pie. El radio es de 28 cm. de largo y encorvado del mismo modo hacia atrás como el cúbito; su porcion superior bastante angosta y casi circular se pone al lado externo de la articulacion del cúbito, pero la terminacion inferior es muy gruesa, prolonga- da en una apófisis articular cónica, que abraza el huesecillo navicular del carpo, mientras que la porcion posterior más ancha termina con cara articular oblícua — 420 — transversal, para unirse con el lunar del carpo. Otra pequeña cara articular atrás de ésta sirve para la union íntima con el cúbito. Del miembro posterior nada más que un fémur, del lado izquierdo, no del todo completo se ha conservado. Comparándolo con el fémur de Typotherium se ve una similitud casi perfecta, aunque el de Nesodon es más grueso y también más macizo. Diferencias relativas se presentan en la configuracion de las caras articulares in- feriores, de las cuales la de la rodilla es más ancha, más hondamente surcada en el medio y más nlta en las dos crestas, que la terminan, mientras que los dos cóndi- los posteriores se levantan mucho más con sus convexidades. El fémur tiene, como el de Typotherium, un trocánter tercio externo, casi en el medio de su extension lon- eitudinal, que se levanta como cresta bastante elevada con su orilla terminal gruesa reclinada hacia atrás, relativamente colocado poco más abajo que el mismo del gé- nero adicto por su figura. Desgraciadamente falta al fémur de Nesodon el trocánter superior, al lado externo del cóndilo que falta también, pero el del otro interno abajo * del cóndilo, es bien indicado por una pequeña elevacion de la superficie en esta re- glon no cilíndrica, como en el otro fémur. El pedazo bien conservado del fémur es de 30 cm. de largo y su porcion terminal inferior con las caras articulares casi de 11 cm. de alto. Según la analogía del fémur perfecto de T'ypotherium de nuestra coleccion, que tiene 24 cm. de largo, la porcion con el cóndilo superior, que falta, hu- biese aumentado la longitud del fémur entero á 35 cm., dándole el tamaño general del fémur del caballo de estatura media general, ó del Hippidium neogaeum, que se asemeja también al tipo de Nesodon por la presencia del trocánter medio externo, aunque el de Hippidium es más alto y más ancho, como todo el fémur más grueso lo exige. Por la analogía casi perfecta de los huesos de los dos miembros de Nesodon con los de 7ypotherium debo presumir, que los de los pies han sido de la misma analo- gía, dando al Nesodon, como mi hipótesis, cinco dedos en el pie de adelante y cuatro en el de atrás; lo que ya antes he dicho. APÉNDICE CRÍTICO. Ningún objeto de los huesos fósiles del pais, que han caido bajo mi examen cientifico, se me ha presentado mejor, que el género Nesodon para probar la ligereza del señor AmeGHIiNo, de principiar una obra extensa como su gruesa publicacion sobre los Mamiferos Fósiles Argentinos de 1027 páginas en 4to. acompañada de 96 láminas de igual formato, y cer- tificar su mala ejecucion, calidades que me invitan á ocuparme aquí con O A la critica ya antes indicada, pág. 388, probando que dicha obra es una lástima para la ciencia paleontológica del pais por los muchos errores que contiene á pesar de los largos estudios del autor. El señor AmeaHIiNo no sabe bien qué trabajos serios exige una obra de igual extension, porque nunca ha sido educado en una escuela científica, ya sea un eclegio bueno ó la Universidad de Buenos Aires, porque ha llegado á este pais de Génova con su familia á la edad de algunos años, y ha recibido su educacion en la escuela municipal del pueblito campestre de Luján, para tomar más tarde el empleo de maestro en la escuela de igual clase de Mercedes, en donde ha principiado su tarea de paleontólogo, por hacer colecciones de huesos fósiles, distribuidos en abundancia en los contornos de su nuevo domicilio. Cuando compré en el año 1867 al se- ñor don SILVESTRE LAROQUE, de Mercedes, el esqueleto perfecto con la coraza de Panochthus tuberculatus, dicho señor me hablaba del señor AÁmE- GHINO, como rival mio, haciéndome saber francamente sus Opiniones con- trarias repetidas veces expresadas sobre mis publicaciones en el tomo 1 de los Anales del Museo Público de Buenos Aires. Comunicaciones iguales que he recibido poco á poco como divulgadas entre otras personas por el mismo señor ÁmeGHINO sobre mi, me han impedido el acercarme á el; y la visita que me hizo en el año 1869, con un pescado bien conocido (Hy- postomus plecostomus) como de nueva especie fué la única vez que estuve en contacto ulterior con su persona. Desde ese momento el señor AMEGHINO no ha cesado de ocuparse de mis obras para disminuir su valor, atacán- dome en sus publicaciones, cuando se le presentaba Ocasion. Autodidactos de su género son bien conocidos como arrogantes; la vida del maestro de escuela en un pueblito pequeño campestre, en donde fal- tan sabios verdaderos, aumenta esta cualidad por la fama desautorizada de alta sabiduria, que obtienen tales maestros en los circulos de personas sin conocimiento mejor; lo que produce al autodidacto confianza en si mismo y le permite formarse ideas fijas fantásticas sobre temas que es- tán fuera de sus propios conocimientos. Se probará fácilmente, que éstas son las cualidades preponderantes del señor AMEGHINO, examinando lo que él ha dicho en su obra sobre el gé- nero Nesodon, pag. 485 sig. Reprueba al señor OweN haber dado 4 los premolares solamente dos rai- ces, aunque está averiguado por mi antes, que los tres posteriores tienen en verdad dos raices fuertes transversales, de los cuales el posterior se se- para á su fin en dos prolongaciones separadas, mientras que el primer premolar tiene una sola raiz simple. Todos los argumentos de AMEGHINO fundados sobre dos ó cuatro raices de los premolares son fantásticos, porque ellos carecen de igualdad en forma y número de las raices, pro- gresando del primero hasta el cuarto premolar por 1, 2, 3 4 4 raices y probando por dicha progresion, que el número de las raices no es fijo, lo que sabe cada paleontólogo versado en las calidades de los dientes. Sus — 422 — géneros: Alrytherium, Scopotheriuwm y Nesodon son idénticos entre si; el autor sólo ha reconocido de Nesodon los tipos idénticos con las figuras de Owen, que él repite, pl. 20, fig. 1, 2 y 7, y pl. 29, fig. 6, descono- ciendo el género Nesodon por sus verdaderos caracteres del estado adulto, que describe como otros géneros nuevos. Por esta razon cree AMEGHINO, como dice, pág. 488 de su obra, que los incisivos representados en las figuras de Owen son persistentes, lo que es falso, citando acá sus géneros nuevos de Protoxodon y Adinotherium, que representan en verdad el estado adulto del género Nesodon, y las figuras de Owen el estado juvenil. Pl. 17, fig. 7, Adinotherium magister representa el estado adulto de Ve- sodon ovinus y pl. 17, fig. 6, que el autor llama Protoxodon Sullivami, no es otra cosa que el estado adulto de Nesodon ¿mbricatus; fig. 4 de la misma lámina representa los dos últimos molares de la misma especie menos gastados que los de la otra figura y probablemente del sexo femenino, por ser poco menores que los de la figura 6, que representan un macho. Pl. 17, fig. 10, son premolares juveniles del maxilar inferior del Vesodon ovinus. Fig. 5 de la misma lámina y fig. 8 a de la lámina 20 son pre- molares inferiores de Nesodon imbricatus. Pl. 16, fig. 1 y 2, Adinotherium splendidum representan también muelas del estado adulto de Nesodon, fig. 2 de la mandibula superior, fig. 1 de la inferior, las dos probablemente de Nesodon ovinus. Las figuras 4-6 de la lámina 20 son copias de las de Owen, bajo el nombre de Protoxodon Sullivani, cuya especie ÁMEGHINO Cree ya antes haber figurado pl. 17, fig. 6 por sus muelas superiores. No existe para mi nin- gún argumento, que estas muelas pertenezcan al mismo animal, que re- presentan dos fig. 4-6 como premolares inferiores; no los creo congenéricos. Las muestras con muelas como la fig. 6, de la lámina 17 pertenecen al género Nesodon y representan el sexo masculino de N. ¿imbricatus. Á todos estos géneros y especies vienen siempre más nuevos en las últimas publicaciones del señor AMEGHINO. Adinotherúwm hoplodontoides, Revista Argentina de hist. nat., tomo I, entr. 3, pág 129.; es 4 mi modo de ver, un Nesodon ovinus con muelas fuertemente gastadas. Acrotherium hkaraikense, ibidem, pág. 131, un NVesodon imbricatus con premolar primero accesorio supernumeral. Acrotherium stygiuwm, ibid., 133; maxilar inferior con el mismo premolar supernumeral. Nosohippus toxodontoides, ibid. 135, son los últimos molares inferiores de Nesodon ovinus. ¿Cómo será posible hacer más errores, en un solo género de animales fósiles del pais, que los que el señor AmecHino ha hecho en éste, dividiendo el único en seis: Protoxodon, Adelphotherium, Adinotherúum, Acrotheriwm, Nosohippus y Nesodon, y aumentando las especies de dos verdaderas á más de una docena. No creo que tal autor pueda pedir fama de sabio. — 423 — “EL MAL EJEMPLO CORROMPE LAS BUENAS COSTUMBRES“, Este refrán puede aplicarse á la obra del señor ALcines MERCERAT, joven afable y de buenos estudios, sucesor del señor AmeaHiNo, dimitido por orden del Superior Gobierno de la provincia de Buenus Aires de su empleo en el Museo de La Plata, como él mismo lo dice en su gruesa obra, prólogo, pag. XV, al fin. El nuevo empleado da en la Revista del Museo de La Plata, núm. Il, pág. 5, una sinopsis de la familia de Protoxodontidae aplicando el autor este apelativo de AmreGHiwo, sin tomar noticia del an- terior Toxodontia de Owen, que existe en la inscripcion general de su obra sobre Nesodon. El señor MeroerarT admite en dicha familia los seis gé- neros: Acrotherium, Adinotherium, Nesotheriwm, Protoxodon, Adelphotherium y Nesodon distinguiéndolos por caracteres que á mi modo de ver no son admisibles. Dice que los cinco primeros géneros están provistos de dientes caninos, los que faltan al género Nesodon. Acrotherium tiene ocho molares, los otros solamente siete; Adinolherium se distingue por los molares infe- riores encorvados hacia afuera, con excepcion del último, en los que siguen son todos los molares inferiores encorvados hacia adentro. Adelphotherium muestra un tamaño excesivo del primer premolar inferior, que es de figura de trapecio, no triangular, como en Jos otros géneros. Para conocer el valor de dichos caracteres de cada género, he solici- tado del directorio del Museo de La Plata la comunicacion de originales de cada uno, lo que ha sido admitido, mandándomelos al Museo Nacional. El estudio exacto de éstos me ha probado, que todos pertenecen al gé- nero Nesodon, en el modo aceptando éste como Owen lo ha fundado, dis- tinguiéndose entre si de ningún modo más que buenas especies del mismo género. Protoxodon indica machos grandes de Nesodon imbricatus y Neso- therium las hembras poco más chicas, con dientes un poco menores. Otra diferencia de valor no he observado. Adinotherium significa N, ovinus en di- ferentes estados del sexo y de la edad. El nuevo género Adelphotherium es representado por un individuo algo particular por la figura y el estado gastado de sus dientes, que se ham usado por la Ímasticacion en modo diferente, los premolares mucho y los molares muy poco! La curvatura de las muelas hacia afuera, que el señor MercERAT adscribe al género Adinotherium, es un carácter que no vale nada, porque no se le observa de afuera, sin romper el hueso que incluye las muelas, y á mi modo de ver no admisible, porque es puramente individual, sin dar alguna cualidad particular á la conformación de las muelas inferiores, que son idénticas por su configuracion recta y apenas poco encorvadas al uno y otro lado, en casi todos los seis géneros. Necesita pensar, que la porcion inferior es el último producto de cada diente, porque principia á for- marse con las sumidades de la corona, prolongándose el diente poco á poco más hacia abajo; y que la figura de esta su porcion depende del lugar — 424 — libre para su extension. Al fin la falta del diente canino en el género, que el señor MErcERAT vindica á Nesodon, no existe; todos los ejemplares que he examinado, han tenido dientes caninos, y si en uno y en otro fal- tan, es que han caido del alvéolo casualmente, probando la existencia bien visible del alvéolo, que han sido antes presentes, Con respecto á las muchas nuevas especies, no puedo entrar en critica verbusa sobre cada una, pero de las á mi remitidas como nuevas puedo afirmar que no son diferentes, sino idénticas entre si. No puedo admitir más especies que las dos ya descriptas por OweEN, que son N. ovinus y N. imbricatus. Á la primera adjunto los géneros Adinotherium y Nesodon con todas sus especies nuevas y á la segunda los géneros Acrotherium, Protoxodon, Nesotherium y Adelphotherium, que me parecen representar la especie de Nesodon imbricatus de OweN bajo algunas variaciones indivi- duales del tamaño y de la robustez de su indole, representando bien la diferencia sexual del macho y de la hembra por sus diferencias individuales. 9 Toxodon paranensis, Laurillardi. De esta especie ya bien conocida y descripta por algunos dientes, pág. 135 de este mismo tomo, ha recibido el Museo Nacional muchos nuevos objetos con la adquisi- cion de la coleccion LeLox6, de los cuales nombro aquí dos principales: El cubitus, es de 40 cm. de largo, y por consiguiente más corto que el mismo de T. Burmeisteri, teniendo nuestro ejemplar de éste 75 cm. de largo, como el del Mu- seo de París. De igual modo son todas sus medidas correspondientes menores, y su configuracion más grácil, es decir más delgada, aunque parecida en la figura á la misma parte de la otra especie cuaternaria. Prueba evidente, que la especie tercia- ria ha sido un animal menos macizo que las especies ulteriores cuaternarias. El radio que tenemos, es también de configuracion grácil, pero poco más largo; su longitud es de 32 cm., aunque le falta la cara articular superior, mientras que la distancia de la cara articular correspondiente del cúbito dista de la otra terminal inferior sólo 25 cm. en nuestro cúbito. Parece que el dicho cúbito es bastante chico, probablemente de una hembra, mientras que el radio ha pertenecido á un macho grande. Corresponde por su longitud indicada bien al mismo hueso de Zoxodon Bur- meistert, que mide 39 cm., aunque éste es mucho más robusto que el otro. Más huesos del esqueleto terciario no he visto en. dicha coleccion. Ya antes he figurado del pie posterior el calcáneo y el astrágalo (*); actualmente daré las figuras de los dos pies, según el esqueletc que existe en el Museo Provincial de La Plata (**), (*) Anales, tomo lI, pág. 276 sig., pl. XI fig. 6 y 7. (**) Mis figuras nuevas son copiadas de dos dibujos de tamaño natural, que me ha comunicado D. Anc, MERCERAT, f EL ab = para justificar la mala figura del pie posterior, publicada por D. For. Amremixo en sus diferentes obras (*). Las adjuntas figuras xilográficas explicarán mi descrip- cion ESSE El pie anterior (A) se distingue, entre los otros caracteres generales de su configu- racion particular, por la longitud mayor de los huesos metacarpianos, sin ser igual; mente más delgados, que los huesos metatarsianos del pie posterior, que son poco más cortos pero también macizos. Este carácter está más en armonía con el tipo del pie del Mastodonte, que con el del Rinoceronte, aunque el número de los dedos de cada pie corresponde más al segundo que al primero. Toxodon tiene tres dedos perfectos en cada pie, como el Rinoceronte, que son: el segundo (11), tercero (1H) y cuarto (1V) de los Mamiferos con cinco dedos; pero existe á lo menos en los pies anteriores el resto del metacarpo del dedo quinto (V), lo que me parecía indicar, que falta un igual ru- dimento del metacarpo primero, que ha estado presente antes del segundo perfecto- pero en vano he buscado una pequeña cara articular al trapezoides //), que le lleva- ba, faltando entonces el dedo primero interno, como también al Rinoceronte. Los dos huesos articulares de la primera fila del carpo (a y b)son muy pequeños, pero el tercero (c, triquetro) ha sido muy grande y el cuarto (4 pisiforme) de la misma fila igualmente voluminoso, como en el Rinoceronte, que tiene también el descripto rudi- mento del quinto dedo (externo), mientras que Mastodon tiene el mismo dedo per- fecto, pero el pisiforme relativamente más chico. En el pie posterior (B) no se han conservado restos de los dedos primero y quinto. Su astrágalo /a) y calcáneo /b), que ya antes he figurado, se asemejan más al mismo del Mastodonte, aunque son mucho más pequeños que los mismos huesos del pie del Rinoceronte; existe en el calcáneo una larga cara articular al lado externo de la rótula principal del astrágalo, que se une con la tibia, para recibir la cara terminal inferior del peroné, que falta al Rinoceronte, pero que existe en el Mastodonte, Ele- fante y Macrauchenia, faltándole también al Caballo. Del fémur ya antes (tomo lI, pág. 281) he indicado la ausencia notable del tro- cánter tercero, que existe en el fémur del Rinoceronte y Caballo, pero no en el del Elefante y Mastodonte, dándole al Toxodonte una nueva analogía con estos dos tipos glgantescos de los Paquidermos, aunque no se debe deducir de esta analogía una verdadera afinidad á los Proboscideos, que también son diferentes por cinco dedos perfectos en el pie anterior y posterior. Más sorpresa me causa la observacion, que Nesodon tiene el trocánter tercero, como he demostrado antes, pág. 46, mientras falta á Toxodon; pero no existe ni en este género ni en Nesodon, el canalis epitrochlearis (+) Veáse el texto de su gruesa obra, pág. 379, con las falsas uñas de la Macrauchenia. (++) La ejecucion xilográfica ha sido tan mala, que me he visto obligado á suprimirla; aparecerá una nueva en la próxima entrega. — 426 — que tiene T'ypotherium, lo que prueba claramente, que cada uno de los tres géneros afines por su configuracion general, pueda conservar alguna particularidad, sin per- der su afinidad sistemática con los otros. La dentadura de Toxodon paranensis se diferencia por algunas pequeñas cualida- des de la de las especies cuaternarias, como las he descripto y dibujado en el tomo 1, pág. 265 sig., pl. XI. De los dientes superiores no tengo una serie completa, sino algunos representantes de cada categoría de ellos. Existe un diente de contorno trigonal, poco más grueso que el figurado p). 17, fig. 9 y 9a en la obra de Amre6Hixo, que tomo por un incisivo externo superior; tiene sus tres esquinas no agudas sino redondeadas, los tres lados de anchura poco diferente; el lado más ancho es de 3,3 cm., el más angosto de 2,2 cm. y el tercero de 2,6 cm. Tomo el primero por la superficie externa el más angosto por la interna y el de anchura media por la posterior. La externa é interna están cubiertas de esmalte continuo entre sí por el ángulo anterior redondeado del diente, pero poco separado de los dos ángulos posteriores, más redondeados aún que el anterior, principalmente el externo posterior, que sobresale poco con su dentina sobre el esmalte separado del lado externo, cambiándose en cóncavo, mientras que la superficie posterior de la den- tina es poco convexa en el medio y débilmente surcada á sus dos lados. El diente está roto, faltándole la porcion basal con la raíz; tiene 10 cm. de largo, con cara masticatoria elongado-trigonal de 4,5 cm. de longitud, estando encorvado un poco en figura de arco en toda su longitud. Un pedazo de otro incisivo, que creo inferior medio, es de contorno parecido á la figura 96, pl. 16 del mismo autor, pero más angosto, solamente de 3 cm. de ancho; tiene la seccion transversal igualmente cóncava al lado interno y convexa al externo, pero las dos esquinas redondeadas no igualmente anchas, sino la una, que creo la dirigida á la línea media de la boca, mucho más angosta. Hasta esta esquina no se extiende la capa de esmalte de la superficie convexa, perdiéndose á 6 mm. de distancia del ángulo interno, mientras que al otro lado externo la capa de esmalte se termina en el ángulo mismo. La superficie terminal del pedazo tiene una cara masticatoria, usada, pero rectamente truncada por la trituracion; la otra cara opuesta basal está formada por ruptura irregular, sin algún carácter particular. El esmalte es de color negro y la dentina de amarillo rojo oscuro. De las muelas superiores se conservan en el Museo Nacional la primera superior. Es un pedazo de diente casi cilíndrico, con circunferencia oval, que á un lado se cambia en esquina angosta casi aguda. Creo este lado el anterior. Si es así, debe ser la superficie convexa ancha, tapada en toda su anchura de esmalte negro, la exte- rior y la otra no tapada sino descubierta, formada de dentina amarilla, la inferior. — 4297 — medio de su anchura; la interna descubierta es simplemente convexa. El pedazo tie- ne 2,3 cm. de extension, por el diámetro largo del elipse y 1,4 cm. por el otro diá- metro corto; su longitud es de 6,5 cm. Termina á la extremidad superior con cara masticatoria convexa, á la inferior por ruptura accidental. Otros premolares faltan, menos un pedazo pequeño que ha pertenecido al cuarto premolar, ó más verosímilmente al primer molar. Es la extremidad superior con la cara masticatoria de un diente, casi de 4 em. de largo y 1,6 cm. de ancho, que tiene la figura conocida de los molares de Z'oxodon. Su superficie externa lisa está cubierta de esmalte negro, poco cóncavo longitudinalmente antes del medio y después un poco más convexo, con pliegue profundo en la superficie externa, que forma antes del medio un lobulillo descendente, atrás del cual la superficie disminuye en gro- sor, saliendo en porcion delgada hacia el fin, parecida á la extremidad anterior, poco más gruesa. En esta superficie existen dos fajas de esmalte: la una antes del lobuli- llo, que no se extiende ni á la esquina anterior del diente, ni á la esquina posterior del lobulillo, mientras que la otra segunda capa de esmalte ocupa el pliegue atrás del lobulillo y se extiende afuera del pliegue casi á la esquina posterior del diente, termi- nándose poco antes su orilla. Cinco otras grandes muelas, que posee el Museo, de la coleccion LeLox6, son verda- deros molares, tres del segundo, uno del tercer molar de la misma especie y el quinto de otra especie de los Toxodontes. Los tres del segundo molar tienen la cara masticatoria de 5,5 cm. de largo y de 2,4 cm. de ancho con el lobulillo sobresaliente; la superficie externa está cubierta por una capa de esmalte negro, que principia exactamente desde la esquina anterior, pero termina 1,5 cm. antes de la esquina posterior, dejando el resto poco inclinado de la dentina sin cubierta. La capa externa de esmalte tiene dos ángulos poco pronun- ciados en el medio y otros dos más débiles cerca de la orilla anterior y posterior. En la superficie interna existen dos capas de esmalte; la anterior cubre la porcion de la muela, desde un poco atrás de la esquina anterior hasta el lobulillo, dejando su ter- minacion semicilíndrica sin cubierta; la posterior sale del pliegue, que separa el lo” bulillo de la otra sustancia del diente y corre hasta la orilla posterior de la muela, terminando poco antes de su esquina. Cada capa de las dos internas es algo desigual: la anterior poco cóncava en el medio y con un surco fino antes desu margen; la pos- terior con un ángulo obtuso, poco después de salir del pliegue, que divide la superficie de esta capa en una porcion más angosta anterior y otra más ancha posterior. La dentina interna del diente es generalmente blanca, con una línea central poco abierta en su centro, que corre paralela á la superficie de la muela, dividiéndose en dos ramas. la una para la sustancia principal, la otra para el lobulillo. De esta linea central La otra tapada tiene un ángulo obtuso perpendicular, colocado un poco atrás del — 428 — salen los lóbulos muy finos radiales, que recorren la dentina del centro hasta la peri- feria, comc sus partes constituyentes (*). Los tres ejemplares de esta muela no son del todo idénticos, sino que presentan al- gunas diferencias subordinadas. El uno tiene la porcion terminal del lóbulo, que no está cubierta de esmalte, poco más angosta que las otras dos y en la orilla sobresa- liente gastada plana, con surco medio longitudinal, mientras que dicha porcion la tiene muy convexa, más sobresaliente y con superficie sin surco alguno (**). Como no existen otras diferencias, me parece más conveniente, tomar la nota á causa de su estado roto por carácter individual, sin darle más valor que el de variacion. El uno de los dos molares terceros es idéntico al tipo de las tres muelas con termi- nacion convexa del lóbulo interno, pero todo el diente más largo, aunque también más angosto como es la regla de los últimos molares; la cara masticatoria bien con- servada mide 6,0 cm. de largo y sólo 2,0 cm. de ancho con el lóbulo interno menos sobresaliente y más angosto. Se diferencia de los tres molares segundos por la exten- sion de la capa de esmalte externa sobre toda la anchura del diente, sin dejar libre la porcion terminal de la dentina, que tienen Jos tres molares segundos. Como estas diferencias están en completa armonía con el tipo de los 'Poxodontes cuaternarios, créome autorizado para designar este molar como el último de la serie de las muelas superiores. El otro quinto molar no es de la misma especie, aunque parecido al tipo de los dien- tes de Toxodon, pero diferente en tamaño y configuracion especial. La longitud de la cara masticatoria es de 7,0 cm. y su anchura en el medio del lóbulo interno de 4,0 cm. También la textura del esmalte y de la dentina es diferente. El esmalte negro es más lustroso, más pulido y sin la superficie finamente lineada, que distingue las cuatro muelas antes descriptas. La dentina es más sólida, más dura, más gruesa y de color amarillo rojo. La capa de esmalte del lado externo tiene 6,0 cm. de ancho, de- jando á la orilla posterior del diente un espacio no cubierto de la dentina, de casi 2 cm. de ancho. Al lado interno tiene la capa anterior del esmalte 3,0 cm. de anchura, y la otra capa libre atrás del lóbulo sólo 2,0 cm. La figura de la porcion externa del lóbulo es muy gruesa, transversal elíptica y más sobresaliente que en las muelas an- teriormente descriptas. Ea todas estas cualidades ajústase el molar acá descripto á las figuras 1 y la, pl. 17 de la obra de Aurzcuio, que el autor vindica en el texto, pág. 392, para su nuevo género Toxodontherium (***) con el nombre: compressum, aunque en la explicacion de la figura citada él la adscribe al Haplodontherium Wil- (*) He dado una figura de la cara masticatoria del molar segundo, pl. III, fig. 11 de este tomo, con descripcion detallada, pág. 136. (**) El señor AMEGHINO ha fundado sobre esta diferencia su género nuevo: Toxodontheríum, 1. 1. 391, pl. XVIL (***) Este nuevo género no me parece admisible; los dientes, que el autor le adscribe, pertenecen al verdadero Toxodon paranensis. O e o — 429 — dei, repitiendo la pl. 96, fig. 2. Como las medidas, que da el texto de esta muela, son menores que las de la mía, es decir 5,7 cm. de longitud y 2,6 cm. de anchura, debo presumir, que el figurado diente y descripto ha sido un anterior al mío de un animal más robusto, probablemente de una especie particular terciaria de los 'Poxodontes, que á mi modo de ver no puede nombrarse compressuvm, porque sus muelas son relati- vamente mucho más gruesas y anchas en el medio de la corona, que las del Toxodon paranensis, la otra especie terciaria. Mejor hubiese sido, llamar dicha especie: cras- sidens, bajo cuyo nombre ya ha existido largo tiempo en nuestro Museo Nacional. Más tarde hablaré del diente extensamente, contentándome con haber avisado, que las figuras 1 y la, pl. 17 de Ayrcuixo, que él une con las fig. 2 y 3 en el texto de su obra, no pueden ser congenéricas. El autor ha comprendido lo mismo más tarde, avi- sándolo en los suplementos, pág. 214, pero agregando así nuevos errores á los ante- riores. La dentadura del maxilar inferior no se conoce tampoco completa, porque no existen otras categorías de los dientes en nuestro Museo Nacional, sino solamente al- gunas muelas. Tengo á la vista tres premolares, que creo representar los 1, 2 y 3. Son de contor- no oblongo comprimido, poco más angosto en el medio, con capa de esmalte al lado externo convexo de su prisma, débilmente encorvado al lado interno; el primero tie- ne 2 em. de ancho, el segundo 2,3 cm., el tercero 2,6 cm. Estos dos tienen un pliegue fuerte, perpendicular en el medio de la capa de esmalte, que divide la superficie ex- terna en dos partes casi iguales de anchura aunque la parte anterior es un poco más ancha, pero menos gruesa que la posterior más elevada, con su orilla libre posterior más saliente al lado interno cóncavo del diente. El primero no tiene pliegue en el medio del esmalte, sino un surco poco pronunciado en su lugar. Uno de estos premo- lares, el tercero, está todavía implantado en un pedazo del maxilar, inmediatamente en Oposición con el grande agujero de la barba, y á su lado anterior y posterior se ven los alvéolos abiertos para las dos muelas inmediatas, que faltan, porque el premolar segundo, que existe, es del otro lado del maxilar. Comunicando con el agujero de la barba corre por el resto del hueso maxilar una porcion del ancho canalis alveolaris. El cuarto premolar no existe, pero se reconoce bien la mitad anterior del alvéolo en el resto del maxilar. Los tres molares existen bien conservados en una otra gran porcion del hueso ma- xilar, con Ja base de la apófisis coronoidea detrás del tercer molar (*). La porcion del maxilar está bien conservada con su orilla inferior natural; mide 20 cm. de largo, 18 cm. de alto, bajo la base de la apófisis coronoidea y 9 cm. baju el primer molar. Los (*) AMEGHINO habla de este mismo pedazo, pág. 386 de su obra, sin mencionar su existencia en la coleccion LELONG. — 430 — tres molares ocupan juntos 13 em.; el primero y segundo cada uno de 4 em. y el tercero 5 cm.; los de separaciones entre los tres molares son muy angostos, cada uno menor de 1 mm. de grueso. La substancia del hueso maxilar es de color amarillo claro y muy bien conservada, tiene una profunda impresion en la superficie externa, bajo la base de la apófisis co- ronoidea, con parangon inferior muy agudo, para la recepcion del músculo masetero; al lado interno opuesto se ve la grande abertura del canalis alveolaris, poco abajo de la base de dicha apófisis. La pared del maxilar no tiene acá más de 1 am. de grueso; más adelante en donde existen los molares, tiene el hueso un espesor de 3,5 cm., siendo la superficie externa convexa y la interna perfectamente plana. Los tres molares son, en comparacion con los correspondientes de las especies cua- ternarias, bastante más delgados y también en la direccion antero-posterior poco más cortos, pero exactamente iguales en figura y número de los pliegues del esmalte. El primer molar es, en dicha direccion de 3,2 cm. de largo; el segundo de 3,8 cm. y el tercero de 5,0 cm.; mientras que los mismos molares de Towodon Oweni: (s. pla- tensis) tienen el primero 3,8 cm., el segundo 4,0 y el tercero 6,0; los de la segunda especie del 7. Burmeisteri son un poco más grandes: el primero 4,0, el segundo 4,5 y el tercero 6,5. La anchura de la corona es diferente, según los lóbulos separados por los pliegues del esmalte. Á la superficie externa tiene cada molar una capa de esmalte entera con un pliegue longitudinal que separa un lóbulo anterior más angosto, poco más ele- vado de la porcion posterior más ancha y más llena. En aquella region anterior tie- nen las tres muelas 1,6; 1,8 y 1,8 de grosor, pero en la region posterior al lóbulo me- dior o yaa: La superficie interna muestra cuatro lóbulos, separados por tres pliegues de la úni- ca capa de esmalte, que no alcanza hasta las orillas anterior y posterior del diente; el primero y el cuarto lóbulo tienen su superficie más elevada sin esmalte, los dos medios del todo están cubiertos de esmalte. En este punto los molares de las especies cuater- narias coinciden exactamente con los de la especie terciaria, pero sus lóbulos son más angostos, como lo prueba la siguiente tabla comparativa de las diferentes especies. r > = = = = 1] I TT. MOLAR TIT. moLAR Í. MOLAR | | Lóbulos.... 1 9 3 AN 2 3 4. 1 9 SS) 4 Terciaria...|| 114 | 0,9 | 1,0 | 12 || 1,2 | 10 | 12 AAA DO: 0:95 151008 | Cuaternaria.|| 1,6 1,0 1,4 1,8 | 1,8 Ma, 1,5 2,0 1,8 1,0 del 1,9 | , — 431 — Esta tabla prueba, que los molares de la especie terciaria son más delgados y más yráciles que los de las especies cuaternarias, mostrando como en toda la configura- cion del esqueleto, una estatura más robusta y más maciza APÉNDICE CRÍTICO. AMEGHINO pretende en su obra, pág. 404, que las muelas inferiores de todos los Toxodontes sean por su eje perpendicular arqueadas hacia adentro, mientras que en la especie que él ha denominado con el nombre ridículo de “foricurvatus* esta curvatura del eje del diente sería dirigida hacia afuera. No es asi, á lo menos en 7. paranensis, cuyo maxilar tengo á la vis- ta en la porcion descripta anteriormente, con los tres molares perfectos del lado derecho que prueban por el alvéolo abierto del primero, que no son encorvados por su prisma arqueado, sino rectos. Un pedazo igual del ma- xilar de la especie pequeña, nombrado por mi 7. parvulus, muestra la curvatura de sus muelas en verdad al exterior, con la diferencia que esta curvatura es un poco más pronunciada que le de las muelas de los To- xodontes cuaternarios al interior, que tienen el eje del prisma de las muelas poco arqueado al interior. Por estas diferencias en el mismo género el valor de la curvatura pierde su importancia. 10. Foxodon parvulus (+). Tengo actualmente un pedazo bien conservado del maxilar de esta especie con los tres molares perfectos. Dicho pedazo, de 21 cm. de largo y 7,5 cm. de alto, atrás del tercer molar con el principio de la apófisis coronoidea. Su superficie interna es muy poco convexa, casi plana, pero la externa bastante elevada en el medio de su ex- tension, con una depresion cóncava antes del primer molar y otra atrás del tercero, indicando la concavidad para el músculo masetero. Los tres molares miden juntos 9 cm., de los cuales el anterior tiene 2,5 em., el segundo exactamente lo mismo y el tercero 4,5. Los molares son de color negro, aun la superficie masticatoria de cada uno; el hueso del maxilar es de amarillo claro, con algunas manchas negras. Cada molar tiene al lado externo un surco profundo perpendicular de la capa de esmalte, cercano á la orilla anterior, no más de 6 mm. distante del ángulo terminal. La por- cion del diente antes del surco es más elevada, la otra atrás del surco casi plana, con leve indicacion de una curva media al lado interno. Toda la superficie externa tiene una capa de esmalte, que se pasa un poco sobre el ángulo de la esquina ante- (*) AmeGHINO llama esta especie: « foricurvatus >»; nombre insensato, porque la palabra latina foris significa: afuera de la puerta, y no se usa en composiciones por autores clásicos, — 432 — rior, pero no de la del posterior. En la superficie interna la capa de esmalte deja libre la dentina del ángulo terminal anterior y posterior de la orilla, principia un poco distante en el medio del lóbulo sobresaliente. Dos surcos profundos perpendicu- lares del esmalte separan otros tres lóbulos casi iguales al primero, pero no de igual distancia, sino más distantes de él que los otros tres entre sí. Estos lóbulos están for- mados por dos pliegues profundos del esmalte, que se dirigen oblicuamente en la sustancia de la dentina hacia adelante. El surco anterior está bien cerrado, el poste- rior, cerca del lóbulo terminal cuarto medio abierto. Así se forman cuatro lóbulo- casi iguales, de los cuales el primero y cuarto están desprovistos de esmalte y poco más sobresalientes que los dos medios. El tercer molar se distingue de los otros dos por la porcion terminal del diente, atrás del tercer lóbulo, que es de doble anchura del correspondiente de los anteriores, formando un apéndice prolongado oval casi de 2 em. de largo. En la porcion del hueso maxilar antes del primer molar se ve un alvéolo abierto para el último premolar, igualmente ancho y cerrado como el siguiente del primer molar, lo que hace presumir que su formacion ha sido casi igual al primer molar. La curva del alvéolo es con el lado convexo al interior y el cóncavo al exterior de la rama del maxilar. APÉNDICE CRÍTICO. AMEGHINO ha fundado para su especie “7. foricurvatus“ no solamente un nuevo género con el nombre de Xotodon (véase su obra, pág. 404) sino también una familia separada Xotodontidae (1. 1. pág. 375), repitiendo su antigua afirmacion, que los molares inferiores de este grupo estén por su curva eu oposicion con los de los otros Toxodontes. La verdad es que los molares de esta especie chica son un poco más encorvados que los de las grandes especies cuaternarias, que tienen también molares un poco di- ferentes unidos con curvatura general menos fuerte de su axis interno. La curva de las muelas depende de la configuracion del hueso maxilar, que influye por el grosor de la sustancia en uno y otro de sus dos lados en la base blanda del diente, para dirigirla al lado, en donde su matriz encuentra la menor resistencia y la mayor libertad para formarse. De ningún modo es la direccion de la curva del diente el motivo de su tipo formativo, lo que prueban los rectos; 4 mi modo de ver su curva al exterior ó al interior es de menor importancia sistemática, que su figura tipica; porque cada molar inferior se forma poco á poco, principiando ¿ formarse la cara superior de la corona y descendiendo de ella hacia abajo su prisma con los años sucesivos del animal. La direccion de su curva depende entonces del es- pacio que le permite la configuracion del hueso maxilar. 1 SÓ 11. PACHYNODON nov. gen. Trigodon, Haplodontherium y Trachyterus ÁAmrcuso. Tenemos en el Museo Nacional los molares inferiores de dos especies de un gé- nero, parecido en configuracion y tamaño á la de los Toxodontes cuaternarios, pero cada diente mucho más grueso en diámetro transversal, distinguiéndose también por no tener más que dos pliegues al lado interno del prisma dental, faltándoles el tercer pliegue en el medio de la capa interna de esmalte, que significa bien el tipo genérico de Toxodon. Todo el otro es idéntico á dicho tipo, y por esta razon no doy una nueva descripcion detallada. Las dos especies de este nuevo género se distinguen bien por el grosor de sus mo- lares, que tengo á la vista. La especie mayor, que llamo Pachynodon validus tiene los molares 2 y 3 de 3 cm. de grosor. La otra menor de 2 cm. de grosor, la llamo Pachynodon modicus, De Pachynodon validus (*) tengo á la vista un pedazo de la rama derecha del maxilar con los molares segundo y tercero, que es de 16 cm. de largo y 13 de alto, con la sustancia huesosa muy gruesa de 5 cm. de diámetro, con los dientes en la masa de su extension. La superficie interna del hueso es casi plana, la externa bastante convexa, principalmente á la base, con ancha margen natural bien conservada. Los alvéolos abiertos de los dos dientes prueban, que cada uno es un poco arqueado, con la curva cóncava al lado interno; su altura de la cara masticatoria hasta el fin de la raíz abierta es de 13 cm. £l segundo molar tiene en la superficie masticatoria 6 cm. de largo y 3 cm. de ancho á la orilla anterior, pero no más de 2 cm. á la posterior. Su prisma está tapado con una gruesa capa de esmalte blanco, que se continúa hasta el medio de las dos orillas. Un surco profundo perpendicular separa la porcion anterior más convexa, apenas de 1,5 cm. de ancho, de la posterior más plana, 4,5 cm. de ancho. La super- ficie de aquella porcion no es lisa, sino finamente rugulosa, la de la posterior distinta- mente punteada con pequeñas impresiones, irregularmente distribuidas. En la super- ficie interna se ve otra. capa de esmalte blanco más angosto, terminado por dos surcos perpendiculares, de 2,5 cm. entre sí distantes. Estos surcos dividen la superficie inter- na en tres porciones diferentes. La primera anterior convexa es sin tapa de esmalte 1,8 cm. de ancho, la segunda media es plana, de 2 cm. de ancho y cubierta de esmalte; la tercera otra vez convexa mide 1,4 cm. de anchura. En ella entra la capa de es- (*) Antes de conocer la segunda especie siguiente había llamado á éste con-el nombre de Toxodon crassidens. Es desde el año 1888 un regalo del señor Ministro de Bolivia: Vaca GUZMÁN, al Museo Nacional, quien lo recibió de Sta. Cruz de la Sierra. 55 — 434 — malte de la porcion media con un corto ribete. En la porcion media tiene el diente sólo 1,8 cm. de espesor, en la porcion primera asciende su grosor á 2,6 cm. y en la porcion posterior á 2 cm. El tercer molar tiene la misma configuracion que el segundo, en su porcion an- terior y media, pero no en la tercera posterior, que es mucho más ancha, conti- núandose hacia la orilla posterior en un largo apéndice, poco más separado de la porcion segunda por su pliegue más hondo y más abierto. Este apéndice falta al ob- jeto, pero se conoce su anchura por la extension del alvéolo, que se ha conservado completo. Prueba esto su molde, que la longitud entera de la cara masticatoria del diente ha sido de poco más de 7 cm. de largo. La superficie externa del molar tercero ha tenido una capa de esmalte completa en toda su extension, dividida por surco perpendicular en las dos porciones desiguales, como los otros molares. La anterior es igual á la misma del molar segundo, es decir de ancho 1,5 cm. y 3 cm. de grueso; la porcion posterior ha tenido á lo menos 6,5 cm. de largo y 2 cm. de grueso al prin- cipio, pero recibiendo poco á. poco algo más espesor hasta su medio de casi 3 cm., reclinándose en direccion algo más al lado interno del maxilar. La porcion media del lado interno del diente, entre los pliegues, ha sido cubierta de esmalte, exacta- mente 3 cm. de ancho; pero al lado interno parece haber faltado el esmalte, porque no se ve ruptura al fin de la capa de esmalte de la segunda porcion, sino solamente una fina línea impresa, que parece indicar una orilla natural. El pedazo del maxilar, que incluye los dos molares, es un hueso muy grueso de 16 em. de largo y 15 cm. de alto, con la orilla natural superior é inferior, probando por el grosor de su sustancia u.. animal muy macizo y sólidamente construido. La superficie interna de la rama maxilar es plana y su sustancia menos gruesa que la externa, que es muy convexa y en el medio de 4 cm. de grueso. La orilla natural inferior de la rama está intacta y no angosta, sino poco más de 5 cm. de ancho, aplastada y poco encorvada al superior. La otra orilla superior muestra los contornos de los dos alvéo- los de los dientes al lado interno, con su orilla superior bien conservada y fina del alvéolo para el segundo molar; la del tercer molar está rota, con la corona del diente. Pachynodon modicus. De esta especie tengo cuatro molares inferiores á la vista: 1 del primero, 2 del se- gundo y 1 del tercero; dos de éstos todavía en un pedazo de la rama izquierda del maxilar. La configuracion de cada uno es muy parecida á la de la otra especie, pero el tamaño menor, principalmente el grosor. Muy diferente es el color, porque el es- malte es negro, con algunas manchas rojas y la dentina amarilla, igual en su tono á la yema del huevo de gallina. — 435 — Del primer molar mide la cara masticatoria 4,8 cm. de largo; el lóbulo anterior es 1,8 em. de ancho en su diámetro transverso, y tiene 1,3 al lado externo, pero 1,6 al interno de anchura longitudinal; el resto de la superficie externa mide 3,4 cm. Á la superficie interna es la porcion media cubierta de esmalte de 1,8 cm. de ancho y el lóbulo posterior 1,0 cm. Este lóbulo sobresale poco menos que el anterior, su anchura transversal es de 1,6 cm. Todo el prisma del diente muestra una muy ligera curva- tura al lado interno y tiene una longitud de 12 cm. entre la cara masticatoria hasta, la orilla de la raíz abierta. El esmalte del lado externo es finamente ruguloso, el del lado interno liso. Del segundo molar tengo dos ejemplares poco diferentes de tamaño, el uno en su alvéolo el otro libre. Los dos son de tamaño inferior al primer molar; el menor en el alvéolo tiene la cara masticatoria 4,0 cm. de largo, el mayor libre de 4,5 cm. Es de todo punto sorprendente, que los dos son menores que el primero, aunque las dimen- siones transversales del mayor son idénticas con los del primer molar, los del menor poco inferiores. Lo mismo vale de los lóbulos de la superficie interna, que son cada uno poco más cortos que los del primer molar. El tercer molar, todavía en su alvéolo atrás del segundo, sobrepasa cada uno de los anteriores en tamaño; la longitud de su cara masticatoria es de 6,0 cm., pero la an- chura transversal igual á la del primero. 'Fambién la figura externa del lóbulo anterior es idéntica, pero no en igual modo la superficie interna. Su primer lóbulo es bastante más largo de 2,0 cm. La capa de esmalte interna es de 2,2 cm. de ancho, y el lóbulo terminal también 2,0. Este lóbulo no tiene el grosor del correspondiente de los otros molares, sino sobrepasa apenas la porcion cubierta de esmalte antes de él, formando un apéndice prolongado de circuito oval, muy parecido al apéndice correspondiente del Toxodon parvulus, encorvándose poco más al lado interno del maxilar, que el ló- bulo terminal de los otros dos molares (*). La dentadura completa inferior se conoce por la figura citada en la nota adjunta abajo, que prueba una gran similitud con la de los otros Toxodontes. El animal ha tenido en estado normal seis incisivos inferiores, cada uno con capa de esmalte in- ferior, de los cuales los dos externos son más anchos que los 4 medios y sobresalientes con su cara terminal en punta aguda á la esquina exterior. Los otros cuatro son más angostos, pero más gruesos, con contornos Casi triangulares y cara terminal trans- (+) AMEGHINO ha figurado y descripto en su obra, pág. 400, pl. 18, fig. 6, la mandíbula inferior de un Toxo- donte con cinco (!) incisivos, que llama Trigodon Gaudryi, creyéndole normal, Á mi modo de ver, este objeto está en estado anómalo, y no merece la admiracion que dicho autor le ofrece, Los molares prueban, que el animal pertenece al género Pachynodon. Su figura 5, pl. 76, representa el primer molar, acá descripto. Otra figura 1 de la misma p). 76 pertenece al Toxodon parvulus, mostrando tres muelas superiores de este animal, llamado acá 7. virgatus (1). — 436 — versa de cincel; los 2 del medio poco más angostos que los laterales, antes de los anchos externos. Atrás de éstos existe á cada lado un pequeño diente cilíndrico, como en 7. Bur- meisteri y T. Owenti, muy acercado á los anchos externos, que tomo por el colmillo. Sigue entonces un pequeño vacío libre á cada lado de la porcion anterior más ancha de la mandíbula y después la serie de las muelas, con el premolar primero de contor- no elíptico, oblícuamente colocado, casi 2 cm. de ancho y con capa única de esmalte al lado anterior; el segundo premolar tiene el contorno del número 8, parecido al ter- cero, pero poco más corto que éste de 2,4 cm. de largo, mientras que el tercero mide 3,5 cm. Cada uno de los tres tiene capa de esmalte al lado externo, pero no al lado interno. Entonces siguen los tres molares anteriormente descriptos. La dentadura superior se conoce por un cráneo no del todo perfecto, conservado en el Museo Provincial de La Plata, del cual dos láminas elegantemente ejecutadas me han sido enviadas. Dicho cráneo tiene la configuracion general del mismo de Toxo- don, pero sobrepasa el más erande de esté género. Su longitud entera es de 75 cm.,- mientras que el de 7. Burmersteri no tiene más que 70 cm. Existe en la base de la abertura nasal el mismo tubérculo particular del género Toxodon, también el arco zigomático es igualmente alto y grueso, con la misma porcion angosta cilíndrica sobre el agujero infraorbital y la esquina aguda supraorbital detrás de la cavidad del ojo. Algunas ligeras diferencias muestra la mitad anterior con el paladar huesoso, siendo ella relativamente poco más corta; en el 7. Burmeister: tiene el paladar huesoso desde los incisivos hasta el fin del molar último 42 cm., y el resto del cráneo de acá hasta la margen del cóndilo occipital, 28 cm.; mientras que en el cráneo de Pachyno- don el paladar mide 40 cm. de largo y el resto del cráneo, con los gruesos cóndilos oc- cipitales, exactamente 35 cm. Ocupándome aquí solamente con la dentadura, hago saber que la margen anterior del hueso intermaxilar lleva cuatro incisivos de diferente figura y poco atrás del ex- terno un incisivo más á cada lado, dando el número de todos á seis en la mandíbula superior, como en la inferior. De los cuatro incisivos anteriores es el más externo de cada lado mucho más grueso que los dos internos, de circunferencia cilíndrica, con capa de esmalte anterior, que sobrepasa mucho la dentina á la punta anterior de la cara terminal oblícua descendente, imitando la figura de un colmillo. Los dos me- dianos son más angostos, con cara terminal transversa y mucho más cortos, pero de contorno igual cilíndrico. El tercer incisivo posterior es poco más angosto, de con- torno oval, aun menor que el de los 2 medios anteriores, y colocado bastante atrás del grueso externo. Todos estos cuatro tienen una capa anterior de esmalte negro y dentina nuda amarilla al lado posterior. La sutura del intermaxilar, que corre poco atrás del incisivo posterior, prueba, que este diente es incisivo. o ds CS — 437 — Las siete muelas superiores ocupan una serie de 30 cm. de largo, en union con el primer diente separado por un intervalo antes y después del externo de los incisivos, como de las seis muelas siguientes. De estos el primero es un diente de contorno cilín- drico oval, de 2,3 cm. de ancho, con la orilla anterior más aguda que la posterior, cu- bierto en la superficie externa de esmalte negro, con un ángulo obtuso en esta capa, antes de la margen posterior, poco antes de su terminacion. Tenemos un espécimen de él en nuestro Museo Nacional. La figura particular y su culocacion en el hueso man- dibular, distante de las verdaderas muelas, permiten tomar este diente por colmillo. Siguen á éste, después del intervalo abierto de 2 cm., los tres premolares, que ocupan juntos, de 8 cm. Cada uno de ellos es un diente elíptico, encorvado al lado interno por todo su eje y cubierto de dos capas de esmalte negro, la una en el lado externo, ocu- pando poco menos de dos terceras partes de la superficie, desde la orilla anterior más aguda; la otra mucho más angosta al lado interno, cerca del medio y poco antes del surco perpendicular, que tiene la dentina poco antes de la orilla posterior del diente. Sus dimensiones son 2,5-2,8 cm. del diámetro largo de la elipse y 1,5-1,8 del diámetro corto, la porcion anterior con margen bastante aguda, la posterior me- nos larga. He figurado la cara terminal poco cóncava de este diente, pl. III, fig. 12 del tomo III, llamándole, en la pág. 135, el segundo premolar de Toxodon paranensíis. El segundo premolar tiene exactamente la misma figura, pero casi el doble tamaño: su cara terminal superior es de 3,5-4,0 cm. de largo y 2,5-3,0 cm. de ancho. Una capa de esmalte cubre la mitad anterior de la superficie externa, otra más angosta casi al medio de la interna, poco antes del lóbulo indicado, como rodete poco más so- bresaliente. El tercer premolar no se diferencia del segundo y primero de otro modo, que por su tamaño, que es casi de doble margen. Tenemos un ejemplar de este diente en el Museo Nacional, que muestra las siguientes dimensiones. Diámetro largo de la elipse: 6 cm.; diámetro corto: 3 cm. Anchura de la capa externa de esmalte 3,5 cm. de ancho, la misma interna 2,0 cm. de ancho. Surco antes de la orilla posterior 1,0 cm. distante, lobulillo 2 em. de ancho. Los tres molares, que siguen á Jos tres premolares en fila inmediata, sin intervalo alguno, son, como siempre, poco más grandes y aumentan su tamaño con progreso para cada uno. Se diferencian bastante por su configuracion del tipo de los premola- res, imitando el de los molares del género Toxodon: teniendo un pliegue profundo al lado interno. que separa un lóbulo anterior del resto de la corona. El primero de los tres mide 7 em. de longitud de la corona con 3 de anchura; el segundo 8,3 en direc- cion longitudinal y 3,5 transversal; el tercero 8,6 en aquélla y 3,2 en esta direccion. En el primero y segundo una capa de esmalte negro cubre la superficie externa de estas dos muelas, principiando desde la margen anterior angosta y terminando 1,5 cm. — 438 — antes de la margen posterior, mientras que la misma superficie del tercer molar está del todo cubierta de esmalte, de la primera margen hasta la otra terminal. La super- ficie interna tiene dos porciones del esmalte, la una antes del lóbulo, la otra atrás de éste en el pliegue y la prolongacion de la corona hasta su orilla terminal. En esta por- cion del esmalte se ve un surco fino perpendicular, que separa una faja angosta de 5 mm. deancho, inmediatamente al lado de la boca del pliegue de la otra porcion termi- nal. El lóbulo nudo es muy grueso, bastante sobresaliente de contorno semicilíndrico, y separado del esmalte antes de él por un ribete elevado. Esta capa de esmalte tiene 3 cm. de anchura, la otra atrás del lóbulo 2 em., no tomando en consideracion la do- ble capa de esmalte en el pliegue, que tiene también 2 cm. de anchura en cada una de sus dos paredes. La capa externa de esmalte tiene un curso poco undulado por una depresion cóncava en su superficie, 2 cm. detrás de la orilla anterior; en esta porcion anterior es la superficie de la muela más angosta. formándose casi una zanja perpen- dicular por todo el cuerpo del diente, mientras que atrás de dicha hondonada el cuer- po del diente se levanta un poco más, formándose la mitad posterior de su superficie externa en una elevacion poco más convexa. Del molar segundo, acá mencionado, ya he dado uba descripcion antes, pág. 428, significándole como tipo de un género nuevo y avisando al lector, que el original de las figuras 1 y la de la lámina 17 en la obra de Ameemxo, que él vindica al Haplo- donthertum Wildei, es muy probablemente el primer molar del mismo animal, al cual el de mi descripcion ha seguido como segundo molar. Ahora, conociendo el cráneo del Pachynodon, conservado en el Museo Provincial de La Plata, se prueba evidente- mente, que la nueva figura 2, pl. 96 del mismo autor, que representa el Haplodonthe- rium Wildei con siete muelas, de las cuales seis son premolares y una sola un molar, es de todo fantástica y simple quimera de su autor, que publica errores suyos como testimonios de la severidad de sus estudios. APÉNDICE CRÍTICO. Para probar mi juicio anterior, me vec empeñado á entrar un poco en el examen más explicativo de la verdad. En la lámina 16, fig. 3 y 3a del Atlas de su libro, representa el autor los tres premolares de Pachynodon modicus bajo el nombre de Haplodontherium limum, y en la lámina 17, fig. 1 y la el molar primero, que sigue á estos tres premolares, como per- teneciente al H. Wildei; pero en la fig. 2 y 2a, bajo el nombre de Toxo- donterium compressum, el último molar del mismo animal. No contento con este triple error, dando tres dientes del mismo animal á tres diferentes especies, repite él los mismos objetos, lám. 96, fig. 2 y 3, en dos nuevas composiciones, dando en la fig. 2, la serie de las muelas superiores enteras — 439 — de H. Wildei con 7 muelas, doblando los tres premolares en seis, y adjuntan- do á ellos el primer molar como último de la serie, aunque debe saber, que el último molar superior de los Toxodontes tiene siempre una capa de es- malte entera al lado externo de la corona, y solamente el primero y el segundo molar una abreviada; faltando al fin de la superficie externa una faja de esmalte, que muestra bien su diente adjunto. No comprendo, cómo un autor, que ya dos veces ha dibujado en diferentes láminas los premolares superiores del mismo animal, pueda dibujar por tercera vez un objeto del todo igual, pl. 97, fig. 3, bajo el nuevo nombre de Trachytherus Spegazzt- nianus de lado, que representa el incisivo segundo externo, con el alvéolo del tercero posterior, el alvéolo del colmillo, y los tres premolares in situ con la mitad del primer molar; es preciso, para trabajar de este mo:lo, una “¿nonchalance* sin igual y una ligereza extravagante, que significan bien el ingenio de su autor, aunque él se cree autorizado por su sabiduria su- perior á criticar los primeros sabios del ramo, para rectificar ó aprobar sus Obras como el maestro al discipulo. De este su modo de tratar á sabios de primer orden, por el estilo de sus relaciones históricas innecesarias, concebidas con el único fin de dejar bri- llar la ciencia del autor, ninguna parte de su obra corpulenta lo prueba mejor, que la introduccion é. los Toxodontes, pág. 355 y sig. En un excurso, que ocupa 20 páginas, acepta al fin, pág. 375, la distribucion superior, que he dado pág. 168 de este tomo, introduciendo algunas nuevas secciones con nuevos nombres sobre criterios de las raices de los dientes, que son de menor importancia que las de las coronas, que yo habia aplicado. Para no incurrir en el mismo tono, no quiero analizar más las ideas sistemáticas de un joven sin instruccion cientifica, contentándome con haber mostrado suficientemente la falta del derecho de presentarse como verdadero sabio, aunque él pretende ser superior á todos, tratándolos de inferiores. Otro lado del examen de las producciones del señor AMEGHINO nos con- ducirá al mismo resultado. El autor es infatigable para fundar nuevos gé- neros y nuevas especies. Asi sucede que su grupo de los Toxodontidae contiene seis géneros, de los cuales cinco son nuevos, y en estos géneros figuran 18 especies con los suplementos al fin de la obra. El Toxodon tiene 10 especies, Toxodontherium 2, Haplodontherium otras 2, Dilobodon, tam- bién 2, Trigodon 1, Trachytheru. 1. Como cada una de estas 18 especies ha tenido la figura y el tamaño del Rinoceronte, es esta poblacion de animales gigantescos sorprendente- mente rica durante las dos épocas: la terciaria y la cuaternaria del pais, que actualmente no posee más que la Anta (Tapirus suillus) como un solo animal aproximadamente parecido á aquéllos, aunque de tamaño bastante menor. Especies del género Rhinoceros existen como 10 (*), cinco en Sud Asia, las otras distribuidas por África, de las cuales no viven dos simultá- (*) Veáse J, E. Gray, Proc. Zool. Soc., 1867, pág. 1024, — 440 — neamente en el mismo lugar, y por esta razon es poco comprensible, cómo 18 animales de igual estatura han podido existir antes en el mismo pais de la extension de la actual República Argentina. De las 18 especies de To- xodon son admisibles para mi 3 cuaternarias y 2 terciarias, con suficiente seguridad determinadas; las otras son criaturas del pretendido gran sabio, que no acepto como bien probadas, principalmente cuando veo, que la actual Fauna Argentina no puede presentar una poblacion aproximadamente rica. Recordándome, que en la misma época cuaternaria han vivido, como con- temporáneas de los 3 Toxodontes, dos especies de Mastodon y otras 2 de Megatherium, que son generalmente aceptadas, no me sorprende, que el mis- mo sabio aumente el número también al doble y triple, para enriquecer la ciencia con iguales fantasias. La misma opinion ya ha emitido D. Frawc. P. Morexo en el Boletin del Museo d. 1. Plata del año 1889, pág. 30 sig. V. GRAVIGRADA. Objetos de este grupo notable, el más característico para el país, no se han encon- trado durante 1856-60 por Bravarb en las barrancas del Río Paraná, antes que hubiera sido descubierto, desde el año 1862, el rico depósito de huesos fósiles de mamiferos en el saladero del señor D. F. Crespo, al norte del pueblo; sin duda el producto de un antiguo río terciario, que ha traído los restos de los animales vivientes en el suelo cercano por el cual pasaban sus aguas, antes de desembocar en el golfo marino, que en esta época se había extendido hasta las regiones del depósito actual de huesos. Hoy conocemos un Mylodon y un Megathertum de estas acumulaciones. 12. Miylodon paranensis. Promylodon paramensis, AmeGHINO. Mam. fos. Argent., pág. 744 y 921, tab. 77, fig. 4, etc. Y Los objetos principales, en los cuales el señor AmrcHixo ha fundado su género Pro- mylodon, han sido originales de la coleccion del señor LrLox6, pertenecientes actual- mente al Museo Nacional, con otros, aun más valiosos, que me permiten dar una descripcion más completa de esta especie terciaria. Tengo ahora á la vista las siguientes muestras: La mandíbula inferior de la rama izquierda de un animal joven, figurada en la pl. 77, fig. 4, en la obra de AMEGHINO. Los dos arcos zigomáticos del mismo individuo joven. La porcion anterior del paladar, con la mitad de los alvéolos 1, 2, 3, 4 de cada lado. Algunos dientes de la mandíbula superior y otros de la inferior, con tres del últi- mo diente bilobular del animal adulto. Una porcion de la rama derecha del maxilar, con los dos dientes 3 y 4 in situ. Diferentes restos de los huesos del esqueleto, como pedazos de costillas y de los pies. Cuatro falanges terminales (ungues) de diferentes dedos. Teniendo en el Museo Nacional el cráneo de un joven Mylodon graciliís, casi de la misma edad, puedo comparar bien el objeto principal de la especie terciaria con la cuaternaria, derivando de esta comparacion, que la terciaria ha sido aun poco más erácil que la más grácil de las cuaternarias, pero apenas menor de tamaño. La rama izquierda del maxilar terciario es de 20 cm. de largo y la de la cuater- narja de 22 cm. Los dos tienen sus orillas terminales perfectas, en el anterior la su- tura de la barba, en el posterior la prolongacion libre abajo del cóndilo, sin lastima- dura alguna, y permiten por esto una comparacion exacta. Pero mientras la sutura de la barba de la rama terciaria es de 5,8 cm. de largo, la tiene la especie cuaternaria de 7,0 cm. La anchura de la orilla terminal elevada es de 2,5 um. en aquélla, pero de 3,0 cm. en ésta. La altura de la porcion horizontal de la rama en el medio, bajo la cuarta muela es de 4,0 cm. en la especie terciaria y de 5,0 cm. en la cuaternaria. El cóndilo se levanta 7,0 cm. sobre la margen inferior en aquélla, pero de 8,0 en ésta. La porcion terminal posterior é inferior es más ancha, es decir más alta; 4 cm. en la rama terciaria y 3,2 cm. en la cuaternaria. Las cuatro muelas miden juntas 7,4 cm. en la primera y solamente 7,2 cm. en la segunda; la altura de la apófisis coronoidea resta dudosa, porque falta á la terciaria la terminacion superior. Los 4 dientes son del todo iguales, el primero poco más alto que los otros y oblícuo truncado á la punta; la segunda muela de la especie terciaria tiene un contorno triangular con esquinas re- dondeadas, la de la especie cuaternaria es poco más oval. La tercera muela es más igual en las dos especies; pero en la terciaria solamente con un surco perpendicular al lado interno, y en la cuaternaria con dos; uno externo y otro interno. Al fin, la grande muela bilobular es poco más robusta en la especie cuaternaria con los dos lóbulos muy acercados; en la terciaria son los lóbulos más distantes y su union me- dia poco más angosta. Me parecen todas estas diferencias indicar una configuracion poco más grácil de la especie terciaria. Bastante significativo para la especie terciaria es la figura del arco zigomático trilobular, su tronco, que se une con el hueso mandibular, es poco más corto y más fino que el de la especie cuaternaria y sus tres lóbulos son menos anchos, pero de igual direccion distante y anchura correspondiente. El lóbulo superior, que se envorva poco al interior, es algo más largo, pero no más angosto. El lóbulo medio, que se 56 AA une con la prolongacion del hueso temporal, es al contrario poco más corto y también más angosto. El tercer lóbulo inferior desciende poco menos hacia abajo y termina con una sola esquina, en lugar de las dos ó tres, que tienen las especies cuaternarias. Los tres lóbulos distan 9 cm. Igualmente significativo para la especie terciaria se presenta el paladar huesoso, que tenemos en el Museo. Ha pertenecido no al joven, sino á un individuo casi adul- to, lo que prueba la orilla anterior perfecta con la incision triangular para la recep- cion del hueso intermaxilar. Los alvéolos del primer diente á las esquinas de esta incision distan 5 cm., y prueban por su contorno, que dicho diente ha sido trigonal. Tenemos un espécimen de este contorno, que entra bien exactamente en el resto del alvéolo, con cara terminal prolongada trigonal, de 2 cm: de largo, dirigida hacia atrás, que imita la figura del mismo diente de la especie cuaternaria: Mylodon gracilis; siendo el diente correspondiente de la especie terciaria mucho más angosto, con tres super: ficies, separadas por márgenes redondeadas, de las cuales la anterior es la más angos- ta, apenas de 1 cm. de ancho, mientras que la posterior externa mide 1,2 em. y la posterior interna 1 cm. Estas dos se unen hacia atrás por union perpendicular re- donda, sin canto pronunciado. Inmediatamente junto á cada lado de la incision triangular terminal anterior del paladar se encuentra una pequeña fosa oval, que se continúa como conducto por todo el paladar, uno á cada lado, para nervios y vasos sangúíferos del hueso intermaxilar, la encía del paladar y los dientes á su lado, Sigue al alvéolo del primer diente de cada lado un intervalo libre oval, con margen aguda connivente al interior de 4 cm. de largo, haciendo los dos el paladar huesoso tanto más angosto, cuanto que su anchura entre los dos dientes segundos no es más que de 2 cm., mientras la distancia de los dos primeros dientes es de 6 cm. El alvéolo del diente segundo es casi de 2 cm. de ancho y el del tercer diente, que sigue inme- diatamente al segundo de la misma anchura. Atrás del alvéolo de este tercer diente lia sido roto nuestro espécimen, teniendo acá una anchura de 2 cm. y mostrando en su ruptura los dos canales, que perforan el paladar por toda su extension hasta las 2 foreas atrás de la incision para el intermaxilar. De los dientes segundo y tercero faltan en el Mnseo originales; la analogía de las especies cuaternarias da á conocer, que el segundo ha sido de contorno oval y el ter- cero de triangular, aquél sin ángulos, éste con los ángulos redondeados y los lados poco encorvados al interior; la mitad del alvéolo segundo bien conservado prueba, que su diente ha sido elíptico, pero por la figura del medio alvéolo tercero no lo creo triangular, sino casi igual al segundo. El resto conservado del paladar mide 10 em. de largo y corresponde al de M. gra- cilís por una extension casi igual, aunque en todo su tronco más angosto, siendo la — 443 — distancia de los dos primeros dientes de 5,4 em., la de los segundos como terceros sólo de 2,0 y 1,8 cm. Existe un diente bastante pequeño de contorno triangular angosto, 1,8 cm. de lar- go y 1,0 cm. de ancho en su porcion más ancha, que por su figura debe ser el último (quinto) de la mandíbula superior. Sabido es, que este último diente superior de las especies cuaternarias está colocado con su diámetro más largo longitudinalmente, no como los otros transversalmente, y por esta colocacion se dirige su orilla más angosta hacia atrás en el mandibular y la orilla poco más ancha hacia adelante, para aco- modarse bien á la terminacion de la fila dental. De la serie de los dientes inferiores tengo cuatro ejemplares del último bilobular, el uno roto en el medio de la union de sus dus lóbulos, y uno del diente precedente. El más grande de aquéllos tiene 4,2 cm. de largo, el menor sólo 3,5 cm. La diferen- cia depende del puente entre los dos lóbulos, que en el mayor tiene 2,0 cm. de aber- tura al lado interno y 1,4 cm. al otro; los lóbulos son muy angostos y el puente no tiene el ribete al lado externo, que tienen los dientes correspondientes de las especies cuaternarias (*). El único diente precedente tercero es casi cuadrangular, como el de las especies cuaternarias, pero su lado interno, que es siempre el más angosto, es mucho más angosto en la especie terciaria. Transversalmente colocado en direccion poco oblicua, tiene 2,3 cm. de longitud de la corona y 1,7 cm. de anchura del lado externo, pro- fundamente sinuosa al lado angosto interno menos sinuoso, no más de 1,0 cm.; del diente segundo se ve el alvéolo. Existen algunos otros restos de huesos del esqueleto, pero ninguno bastante bien conservado, para describirlos. Menciono solamente dos falanges de los pies, la una del tercer dedo posterior, la otra del mismo del anterior. En la cara articular de aquella falange entra bien la de la falange ungual del mismo dedo, fácilmente reco- nocible por su tamaño menor; otras falanges unguales del pie anterior faltan en la coleccion. De los huesecillos del tarso existe un escafoides, del todo igual en tamaño y figura al de Mylodon gracilis de nuestra coleccion, si no un poco más grueso en la porcion con la cara muy convexa, que entra en la cóncava del astrágalo. Unos tres de los artículos medios del esternou se han conservado también, y dan el mismo argumento, que el Mylodon paranensis ha sido muy parecido á la anterior- mente nombrada especie cuaternarja, cuyo esqueleto perfecto se ve en nuestra colec- cion de una hembra con su pequeño y la pelvis del macho con el pie anterior. (*) Consulte el lector mis figuras de los dientes de 2 especies en el Atlas des Mamif., pl. XVI, perteneciente á mi « Descript. phys. d. l. Rep. Arg.», tomo III. — 444 — 13. Megatherium nanus. Promegatherium smaltatum Aux. l. 1. 677, pl. 37, fig. 3 y 921, pl. 76, fig. 4. Existen en el Museo Nacional, de la coleccion LeLowa, ocho dientes sueltos y tres pedazos de las mandíbulas, con otros seis dientes bien conservados, entre ellos un ma- xilar izquierdo casi completo, faltándole sólo la punta de la apófisis coronoidea y la otra punta terminal de la porcion anterior de la barba; objeto ya figurado y descripto de la dicha coleccion en su obra por Awrauo, con el nombre fútil M. smaltatum, porque cree haber descubierto la existencia del esmalte en la capa interna de la dura dentina, al rededor de la vasidentina central. Este descubrimiento es tanto más sor- prendente, que en ningún animal del grupo de los Bruta existe esmalte, según las investigaciones serias microscópicas de Owex (*); por fortuna es tan falsa como mu- chas otras opiniones del mismo autor. Los dientes de los Megaterios terciarios, que tengo á la vista, no tienen nada de particular, son por su configuracion íntima con- formes con los de las especies cuaternarias y no se diferencian de ellas en ningún punto; la única cualidad particular existe en el espesor poco más grueso de la dentina dura no vascular, que parece por esto aun más dura á su lado externo, y se conserva, á causa de esta dureza mejor, como cresta más elevada entre la capa externa del cemento y la interna central de la vasidentina. Parece que su calidad poco más diáfana ha inducido á Ameauixo á tomarla por esmalte. Las muelas de M. america- num tienen la capa de la dura dentina sin vasos relativamente más angosta, compa- rándola con las otras sustancias de sus dientes, principalmente respecto al tamaño general de los dientes, que superan los de las especies terciarias por la tercera parte, sl se comparan los correspondientes por su sitio en la mandíbula superior é inferior; diferencia que no es difícil de conocer, porque los dientes superiores son casi cuadrados y los inferiores más prolongados transversalmente. Por lo dicho debo rehusar el nombre de Promegatherium smaltatum; ni el generi- co, ni el específico es exacto; las especies terciarias son del mismo género de los cua- ternarios y ninguno de ellos tiene esmalte en sus dientes. Otra cuestion de importancia para la distincion específica es el tamaño de los dientes comparándolos entre sí. En ningún Megaterio son todos los dientes de igual tamaño. Los primeros y los últimos de cada serie son menores y sus lados anteriores y poste- riores más angostos; en los primeros el lado anterior en los últimos el lado posterior. Por esta razon no es difícil conocer exactamente la posicion de un diente suelto, por- que hay diferencias de tamaño, según el tamaño general del individuo, y sin duda (*) Odontography, pág. 317 sig., pl. 76-86. — 445 — también del sexo. En cuanto se diferencian por esto los dientes, es difícil saber, sin comparacion de algunas series completas de ellos. Conozco solamente una serie completa de dientes inferiores, la del maxilar figurado por Axecmixo de la coleccion LeLoxa, que existe actualmente en el Museo Nacional. Debo advertir primeramente que es falso, indicar el orificio externo de la canaleta, que perfora la apófisis coronoidea á su base, saliendo del grande canalis alveolaris en la superficie externa de la rama maxilar; la abertura existe exactamente en la base anterior del canto de dicha apófisis, en la misma altura como la tienen las otras especies, y de ningún modo en la superficie externa. Otros errores muestra dicha fi- gura por sus terminaciones; á la posterior falta el cóndilo, que existe 5 cm. atrás de la apófisis coronoidea, y ésta no tiene su punta perfecta; á la orilla anterior no se reconoce ni la punta natural, ni el agujero de la barba, que la citada figura presenta, estando rota toda la porcion terminal con el agujero, mostrándose abierto el canalis alveolaris por 4 cm., sin haber otra terminacion que por la ruptura de la punta del maxilar. : El resto del maxilar, que tengo ante mi vista, es de 32 cm. de largo, faltando una porcion de la punta anterior, que pueda calcularse en 5 cm.; otra pequeña prolon- gacion encorvada de 3 cm. abajo del cóndido, se ha conservado bien completo. Con las adiciones necesarias toda la mandíbula hubiese tenido una Jongitud de 40-41 cm. También falta la punta de la apófisis coronoidea, que supera, según la analogía, la altura del cóndido es 2,5-3,0 cm.; el resto existente se levanta sólo 3 cm. sobre el cóndilo, pero con la punta hubiese tenido por lo menos 5 cm. de alto encima del cón- dilo. Comparada con el maxilar de M. americanum el del M. nanus es poco más de la mitad de aquél; el maxilar del individuo completo de nuestra coleccion del gran Megaterio mide 68 cm. de largo y 20 cm. de alto en la region dental, pero 40 cm. en la de la apófisis coronoidea, mientras que el de M. nanus tiene 44 cm. de longitud, 10 cm. de altura en la region dental y 15 de altura en la region de la dicha apófisis. Contemplando los dos bajo el mismo punto de vista, parece el de M. nanus notable por la pequeñez de la porcion posterior del maxilar, con la apófisis, y del cóndido, que no tiene más que la tercera parte de altura de la misma region de la grande especie cuaternaria, mientras que la region dental tiene la mitad de la correspondiente de la otra especie. Según mis observaciones y cálculos la longitud del maxilar se compone de tres re- giones principales, que son: la anterior hasta la primera muela, la media de las cuatro muelas y la posterior con el cóndilo y la. apófisis coronoidea. Aquella region ha sido sólo de 14 cm. de largo, la segunda mide 11 cm. y la tercera 15 cm. La colocacion del agujero de la barba existe, según la indicacion del objeto en mi poder, 7 cm. distante de la primera muela, y la gran abertura posterior del canalis alveolaris 4 cm. atrás — 446 — de la cuarta muela. El cóndilo dista de la misma muela 13 cm. La sutura de la barba termina hacia atrás como 1,5 em. antes de la primera muela. La region dental tiene entre las 4 muelas y con ellas 11 cm, de extension longitudinal y casi la misma altu- ra. Las muelas salen 2 cm. las anteriores y 1,0 las posteriores de los alvéolos; la pri- mera se ha elevado artificialmente hasta 3.5 cm. de altura. De las cuatro muelas la primera es de 1,8 cm. de ancho en la cresta del primer lóbulo transversal, y 2,2 cm. en el segundo; su prisma cuadrangular con los ángulos redondeados es de 2 cra. de largo y 2,0 del lado anterior, pero 2,4 cm. del posterior ancho. Su cresta anterior más angosta es también poco más baja que la posterior. La segunda muela mide 2 cm. de largo y 2,6 cm. de ancho al lado posterior, siendo el diámetro longitudinal poco más corto que el transversal. De las dos crestas es también la anterior más baja que la posterior. La tercera muela ha perdido su corona, pero el resto del prisma se ha conservado en el alvéolo; su contorno es poco menor que el de la segunda, pero del todo conforme con ella. La cuarta muela perfecta no es tan distintamente prolongada hacia atrás como en la especie cuaternaria, sino más bien cuadrada, co» la modificacion, que el lado posterior no es exactamente plano, sino convexo, casi semicilíndrico y poco más an- gosto que el anterior. Este tiene 2 cm. de ancho, la curva del posterior sólo de 1,5 cm. Por la extension de esta curva á las superficies interna y externa faltan los 2 ángulos posteriores del prisma cuadrangular. En las tres muelas anteriores los mismos dos lados son perpendicularmente poco cóncavos en el medio, por toda la longitud del prisma, mientras que los otros 2 lados, el anterior y el posterior, son distintamente planos. Cada prisma no es exactamente recto, sino un poco encorvado, con el lado convexo de la curva hacia adelante y el cóncavo hacia atrás. El prisma entero tiene 10 em. de altura en el diente primero, 11 cm. en el segundo y tercero y sólo 9 cm. en el últi- mo diente. Como la pared inferior huesosa del maxilar se ha roto y perdido, se ve libre la por- cion basilar de las tres muelas anteriores, sin la cubierta de los alvéolos, y se observa la gran cavidad central cónica, ascendente en la mitad inferior de cada prisma dental, á la orilla inferior con substancia dental tan fina, que no sobrepasa el espesor del pa- pel grueso. La substancia muy dura y perfectamente ejecutada en su tejido del hueso mandi- bular prueba por estas cualidades, que el objeto ha pertenecido á un animal muy viejo y de ningún modo á un joven; lo que puede dejar presumir su figura y su tamaño chico; el objeto ha sido parte de una especie particular por toda su configuracion, pere no de diferente género, sino un verdadero Megatherium. Las diferencias, que — 447 — Anecuixo señala, no existen; ni el esmalte en los dientes, ni la colocacion diversa de la abertura del pequeño canal, que perfora la base de la apófisis coronoidea (*). Tenemos en nuestro Museo un pedazo de la mandíbula superior, con el diente pri- mero de la fila, la mitad del alvéolo para el segundo diente, la pared interna de la cavidad nasal, y una porcion del paladar con el principio de la apófisis externa, que se une con el hueso zigomático. Esta porcion del hueso mandibular tiene el mismo as- pecto de un animal viejo, que he mencionado antes, é igual tamaño de configuracion del cráneo como del diente, probando que el objeto ha pertenecido 4 la misma especie, si no al mismo individuo. El diente tiene axactamente la figura de la muela primera superior del M. americanum. pero es de tamaño mucho menor. La conservacion per- fecta, permite decir, que su prisma es poco más largo que el del correspondiente in- ferior, pues es de 13 cm. y que el contorno cuadrangular se diferencia de este modo, que las dos superficies laterales, la externa y la interna, son conniventes de tal modo que al lado anterior mide sólo 1,2 cm., mientras que el posterior es de 2,4 cm. La corona tiene las dos crestas transversales, la anterior bastante más alta, con extension transversal de 1 cm. y la posterior de 2,4 cm. No faltan tampoco el surco débil per- pendicular de las dos superficies conniventes laterales, como los ángulos redondeados anteriores y posteriores, que significan este diente como primero. La mitad del alvéolo, que sigue en el hueso al diente, tiene la anchura considerable de 3,0 cm. Sigue de esta medida lo mismo, que ya prueban los dientes superiores del M. americanum, que éstos son más cuadrados, y los inferiores más oblongos. En- tre los dientes sueltos del M4. nanus, que existen en el Museo Nacional, no hay ninguno que entre perfectamente bien en este alvéolo; todos los terciarios son más grandes, de 3-4 cm. de extension de sus lados diferentes, y no pueden ser de la especie chica; por esta razon debo presumir, que ya en la época terciaria ha vivido otra especie mayor, aunque no del tamaño igual al M4. americanum. No conociendo más que dientes suel- tos de los cuales los más grandes existen solamente en pedazos de un lado, el ante- rior ó posterior, no me atrevía á fundar en restos tan insignificantes una especie nueva. Lo mismo vale de algunos huesos de los pies, que por su tamaño y figura han pertenecido al Megaterio y por su robustez indican una especie bastante grande. Son un astrágalo y dos falanges de uña, que pueden atribuirse por su figura particular al segundo dedo del pie anterior. (+) Un segundo ejemplar del maxilar inferior, teniendo la porcion posterior con la base de la apófisis coro- noidea y del cóndiló, aun mejor conservada, prueba la situacion de la abertura auterior del dicho canal en el mismo canto anterior, y no en la superficie externa, todavía más claramente, testificando la falsedad de la figura de AMEGHINO. — 448 — APÉNDICE CRÍTICO. Como en mis apéndices anteriores simplemente he criticado dos de las costumbres extravagantes del señor AMEGHINO, en el primero su ligereza ó falta de juicio en fundar especies nuevas, sin estudio suficiente de las obras de autores anteriores, y en el segundo su arrogancia de criticar au- tores meritorios, á los cuales él no debe colocarse como parecido, hablando de ellos sin el respeto del junior, quiero en esta parte de mi obra dirigir la atencion del lector á su ignorancia exorbitante de no saber, que los dientes del grupo de los Mamiferos. que LixNÉ llamaba Bruta, nombre que Cuvier cambió en Edentata, no tienen esmalte, atribuyendo esta capa de los dientes al interior de los del Megaterio chico, sin saber y pensar, que el esmalte es una cubierta externa de la corona, que solamente con plie- gues, láminas paralelas y embudos abiertos se hunde de afuera en la otra sustancia del diente, para fortalecerla y que después por la trituracion masticatoria de las elevaciones de dichos pliegues, láminas y embudos, el esmalte se hace visible en el interior de los dientes. No saber que es asi y que los Edentados no tienen esmalte alguno, es para un naturalista, que se ocupa desde hace 20 años con los Mamiferos fósiles, lo mismo que si qui- siera leer sin conocer las letras del alfabeto. Un tal individuo hubiese hecho mejor callándose la boca, que nablar con tanto orgullo. 14. Megalonyx meridionalis. La existencia de este género particular, descubierto en Norte América por el an- tiguo Presidente Jrerrersox, en Sud América ha sido largo tiempo dudosa, aunque Owex, Bravarp y yo mismo lo habíamos ya indicado, pero hasta hoy sin seguro éxito. Sin embargo, la verdad es, que existía bien, y como parece probablemente antes de su existencia en Norte América. Tenemos en el Museo Nacional, de la coleccion LeLowa, dos objetos bien conservados, que adscribo al Megalonyxw;, el uno es un calcáneo perfecto, de figura tan particular, que es imposible no reconocerle; el otro un metatarso del dedo penúltimo, poco dete- riorado al fin, faltándole la aurticulacion terminal. Describiré las dos más detallada- mente: El calcáneo tiene la figura notable del hierro de una hacha, con un nudo grueso en lugar del mango, en el cual se presentan tres bien separadas articulaciones. La extension más larga del hueso es de 12 cm.; la margen casi semicircular, correspon- diente al filo de la hacha, es de 10 cm. de largo en línea recta y 8 cm. de ancho, la circunferencia del principio del mango es elíptica, bastante angosta, y tiene 4,5 cm. su diámetro mayor, pero 2,5 el menor. — 449 — El nudo con las tres caras articulares no es muy grueso, sino bien alto, de contorno comprimido, pero en sentido opuesto: no de arriba hacia abajo, como la porcion con el filo de la hacha, sino de los dos lados; formando en su lado terminal dos escalones, de los cuales el superior lleva una cara articular grande de figura transversal elíptica, pero convexa, y el escalon inferior más ancho las otras dos caras articulares, de las cuales la menor, dirigida al lado interno del pie, articula, como la superior, con el as- trágalo, mientras que la otra externa poco mayor y algo cóncava articula con el cuboi- des. Junto con las tres articulaciones tiene esta porcion del calcáneo 7 cm. de altura, La base de la hacha, antes del mango, es bastante delgada, pero la orilla semi- circular se hace poco á poco más abultada, cambiándose en un canto muy grueso, que tiene casi en el medio de su extension un tubérculo elevado en las dus superficies, que da á esta region un espesor considerable (*). El otro objeto, que atribuyo á la misma especie, es un metacarpo del dedo cuarto del pie anterior, bastante parecido pero no del todo igual á las figuras 17, 18 y 19, pl. X de la misma obra de Lemmy, Memotir of the extinct Sloth tribe of North- Ameri- ca, 1853, 4to. Tiene 12 cm. de largo, pero le falta la cara articular terminal para la primera falange del dedo, que ha sido rota. La porcion principal del hueso no es cilín- drica, sino bien comprimida, 2,2-2,4 cm. de ancho y 6 em. de largo; al fin anterior se levanta poco su orilla, para unirse bien con la cara articular hemisférica que falta, mientras que el otro fin posterior se cambia en una porcion ancha, principiando plana al lado interno con orilla aguda, casi de figura del cincel, levantándose en tubércu- lo alto circular, con otra cara al fin oblícuo-truncada. En esta porcion se reconocen tres caras articulares, una al lado interno y dos al externo. La interna es de contor- no triangular, de 2,6 cm. de largo y 2,0 em. de ancho á su orilla inferior. Esta cara se había unido con la opuesta del dedo tercero. Al otro lado externo hay dos caras articulares, la una es larga y transversal en oposicion con la del lado interno y la otra casi circular sobre el tubérculo grueso, como terminacion oblícua de su superficie; pero las dos están unidas entre sí por una comisura media como un puente entre una escision profunda hacia arriba y hacia abajo. Estas dos caras articulares conjuntas se habían unido con los parecidos del metacarpo del dedo quinto. El objeto descripto tiene un canto agudo entre las dos caras largas de 4 cm. de longitud, y las dos caras juntas del lado externo tienen la misma dimension, pero la porcion redonda es sólo de 2,0 cm. de ancho, mientras que la otra tiene doble anchura. (*) Comparando el objeto descripto con las figuras 5 y 6 de la lámina XII en la obra de Leipy sobre Mega- lonyx, se ve bien la grande similitud con el de nuestra coleccion, pero también la diferencia específica de los dos animales, á los cuales los objetos han pertenecido; el calcáneo de nuestra coleccion es menos prolongado al lado interno de la hacha, y más grueso al otro lado; y la curva de la orilla interna media no es tan profunda como en el calcáneo de Norte América. 57 No dudo, que el hueso descripto ha pertenecido á un Megalonyx, cuando se le compara con las figuras citadas de M. Jeffersoni de Lemmy. Se aumenta mi suposi- cion, por el estudio de dos dientes que hay en el Museo Nacional, igualmente adqui- ridos con la coleccion LeLoNG, que se parecen de igual modo á dientes de Megalonys. El uno es un diente casi trigonal, pero con los ángulos redondeados: el diámetro mayor de la corona mide 2,3 cm., el del lado más angosto 1,4 cm. De los dos lados anchos de la circunferencia el uno es poco convexo, el otro muy poco excavado y el ángulo agudo entre estos dos lados el más redondeado. La cara masticatoria bien conservada tiene un surco profurdo longitudinalmente dirigido, que cambia dicha cara casi en fosa; sus márgenes son bastante elevados, formando crestas laterales agu- das, con un limbo oblicuo angosto externo de 2 mm. Todas las superficies naturales son lisas, bien pulidas y la substancia del diente de color amariilo negruzco, con la capa interna de la dentina dura sin vasos, puramente negra. Este diente se parece exactamente á la figura de la mvela tercera, representada en la obra de Lkmy, pl. HI del cráneo de Megalonyx en ?/, del tamaño natural, lo que corresponde bien á nuestro diente, que es de ?/, mayor. El segundo diente es de menor tamaño, pero casi de la misma figura; el diámetro más largo de su corona es de 1,6 cm. y el lado más angosto de la circunferencia trigo- nal de 1 cm. Cuadra este diente del mismo color amarillo negruzco bien á la figura pl. HT de la cuarta muela de la misma obra de LermY, y aumenta mi suposicion, que las dos han pertenecido á un Megalonyx, á causa de su semejanza perfecta con las figuras de la obra citada. Comparado con los contornos naturales de los dientes dados pl. XVI de la obra, son los acá descriptos un poco más angostos, y el cuarto también un poco más corto, diferebcias que me parecen indicar la diferencia específica de los dos animales, á los cuales han pertenecido. Necesito advertir al lector que dichos dientes del Megalonyx están colocados en la mandíbula con su diámetro mayor transversalmente, el lado más angosto al inte- rior de la boca y el ángulo más redondeado del triángulo al exterior. No quiero dejar sin aviso, que el nombre aplicado á esta especie de Megalonyx ha sido inventado por Bravaro, lo que indiqué ya antes, pág. 180 del tomo I de estos Ana- les; aprobando por mi descripcion actual la denominacion de mi finado amigo como testimonio de aprecio, en contra de D'OrnronY, que había unido la especie de Mega- lonyz del país con la de Norte América en la misma especie. Objetos fósiles, perte- necientes al género Megalonyxa no se han encontrado en la coleccion de BrAvarD, actualmente propiedad del Museo Nacional; en vano he buscado entre su contenido un hueso que pueda pertenecer al Me+galonyx, aunque las muestras de la coleccion Leroxa lo hacen muy probable, que Bravaro ya había descubierto restos pertenecien- tes á este animal. — 451 — Vi. CETACEA. A la especie nueva cuaternaria de este grupo ya anteriormente descripta, página 138 de este tomo III con el nombre de: Delphinus (Pontistes) rectifrons. puedo adjuntar otra especie, por una descripcion más detallada, que había dado á conocer con el nombre de Saurocetes Argentinus en los Ann. « Mag. of Nat, Hist., 4 ser., tomo VII, pág. 51 del año 1871. Como este nombre ya ha sido aplicado por mi finado colega D. Luis Acassiz, á un género de los Zeuglodontídae, me veo empe- ñado en revocar mi denominacion primera, desde que sé, queel animal descripto por Asassiz no es del mismo género que el mío, llamando á éste con el nuevo nombre de Saurodelphis, lo que ya había indicado por corta noticia en los “ Anales de la Soc. Científica “, tomo XXXII, pág. 113. 15. Saurodelphis Argentinus. Esta especie de los Delfinidae fué fundada en 1870 sobre un gran pedazo de la mandibula inferior, regalado al Museo Nacional por el finado Dr. D. MaxukL Montes DE Oca, que lo había recibido de un cliente enfermo, como sacado de la barranca del río Paraná, cerca del pueblo del mismo nombre, en Entrerríos. La descripcion que he dado del dicho objeto en el periódico científico ingles, 1. 1. muestra, que han sido dos. porciones posteriores del maxilar inferior, el uno de la parte media con las dos filas de dientes de 38 cm. de largo, terminado poco atrás de los últimos, mientras que el otro de la rama derecha principia con el alvéolo del último diente y termina, de sólo 14 cm. de largo, en la base de la apófisis coronoidea. Se puede calcular, de la anchu- ra decrecente de la porcion dental, que faltaron hasta la punta del maxilar, á lo menos 25 cm. y que todo el maxilar, con la dicha apófisis y desde el cóndido ha tenido como 85-90 cm. de largo. Esta suposicion se ha justificado por el descubrimiento del cráneo en la misma re- gion de la barranca del río Paraná, por D. Arremo Carreras, en el paraje de su estan- cia de “Las Curtimbres “; objeto precioso que dicho caballero regaló generosamente al Museo el 29 de Junio de 1890. Sabemos ahora, que este animal marino ha sido un delfín de figura v configuracion de la actual Pontoporia, Gray. (Stenodelphis Gerv. D'Ors. ), del cual he dado una descripcion detallada en el tomo I, pág. 389, pl. 25-28, pero de tamaño mucho mayor, teniendo el cráneo con su pico, en conservacion com- pleta, á lo menos la longitud de 1 metro entero, En su estado deteriorado, como está — 452 — actualmente, sin la punta del rostro y la cavidad del cráneo con la region del occi- pital, mide la porcion en mi poder 60 cm., y unida con una punta separada anterior del rostro, de 26 cm. de largo, 86 cm., faitando la cavidad de los sesos con el occipital y las partes adjuntas del vértice y de la base del cráneo con el esfenoidal, que darán la longitud normal de 1 metro, si hubiesen estado presentes. En la lámina adjunta, pl. VIII, he dado una figura restaurada, en cuanto ha sido posible, de tamaño medio del natural. La figura 1 de la dicha lámina representa el cráneo, como es actualmente, visto de arriba, con una restauracion hipotética por medio del cráneo de Pontoporia, siendo las partes que faltan, adjuntadas en contornos de figuras en medio tono de las partes .del cráneo, que existen. No describiendo las hipotéticamente adjuntas, principio mi examen con la region nasal, como la region central del cráneo, tal como se halla en su estado deteriorado. Se ve en medio de dicha region las dos aberturas nasales, separadas por el tabique nasal del vómer, como pared angosta entre las dos aberturas, que perforan el cráneo de arriba hacia abajo, indicando su terminacion inferior por los dos agujeros abiertos, cada uno al fin del conducto nasal derecho é izquierdo. Atrás de estos dos conductos se levanta el cráneo en un tubérculo fuerte ascendente y reclinado, que se hace poco más grueso en el trayecto á su altura normal, que es como de 6 em. encima de la margen externa de la abertura común nasal. Este tu- bérculo tiene á cada lado una cresta fina descendenie, que se hace poco á poco más alta y más ancha en su trayecto hacia abajo, uniéndose al fin con la elevacion gruesa y convexa, que incluye de los lados la abertura nasal común, continuándose como rodetes siempre poco más anchas y más altas sobre toda la porcion anterior del crá- neo hasta la base del rostro. Entre estos dos roletes queda libre un surco profundo de 1,5-2,0 em de ancho, qne se continúa con los ribetes en la base del rostro, cambián- dose al fin en línea fina elevada entre las dos superficies semicilíndricas, que cubren todo el rostro hasta su punta, haciéndose con el rostro poco á poco más angostas, separadas entre sí por un surco fino angosto, cuando la línea fina elevada se ha per- dido casi en el medio de la longitud del rostro, Volvemos en nuestra descripcion al grueso tubérculo central atrás de las dos aber- turas nasales. Tiene este tubérculo una línea fina longitudinal media, poco abierta en figura de una sutura, y el examen más exacto prueba, que es en verdad una sutura media, que pasa por toda la substancia del tubérculo, dividiéndola en dos partes igua- les separadas, pero unidas por dicha sutura en una substancia común huesosa. Exa- minando entonces la superficie anterior natural del tubérculo con exactitud se ve en su base, poco antes de la union de sus listas elevadas laterales con los rodetes, que se continúan sobre el rostro hasta su fin, otras dos finas suturas arqueadas, que separan la última base del tubérculo de la porcion superior, indicando la union de los dos la- --- 453 — dos del tubérculo con otros dos huesos, ocultados en el principio del tubo nasal abajo del tubérculo. Estos dos huesos pequeños son los nasales, y el tubérculo bipartido encima de ellos pertenece á los huesos frontales, ascendidos abajo de la larga exten- sion de los huesos mandibulares superiores, mientras que los rodetes elevados, antes mencionados, continuándose hasta la punta del rostro, son los intermaxilares. Exa- minando bien su origen al lado de la abertura nasal se encuentra á cada lado una pequeña prolongación plana de los ribetes, que se une por sutura con los lados del tubérculo común, abajo de sus listas elevadas laterales, y esta pequeña prolongacion es el principio de cada hueso intermaxilar. Algunos agujeros al lado externo de la sutura, que separa la dicha prolongación del hueso intermaxilar y el hueso mandibu lar, indican bien que la sutura se continúa al lado externo de los rodetes por todo el rostro, hasta su fin, formando los intermaxilares las dos superficies semicirculares del rostro, separados de los huesos mandibulares abajo de ellos por otro surco lateral á cada lado del rostro, que se pronuncia muy bien por su grande hondura hacia atrás, corriendo por todo el rostro, hasta la punta. El espacio libre triangular entre los dos huesos intermaxilares, antes de los conduc- tos nasales, que perforan el cráneo en direccion perpendicular, es generz1lmente en los cráneos de los delfines ocupado por huesos finos, adentro esponjosos y por esta ra- zon muy frágiles y fáciles de destruir. Así ha sucedido, que no existe más de ellos en nuestro cráneo que una gran fovea con substancia esponjosa en su fondo. "Tomando las especies ya conocidas las más parecidas por modelo, para reconstruir este defecto, me incliné á aceptar el Delphinus (| Pontistes) rectifrons, descripto y figurado en la pág. 138, lám. II, fig. 12 de este mismo tomo, como el inás conveniente de los fósiles, ó la Pontoporia, descripta, tomo I, pág. 389, pl. 16 de los actuales, los dos parecidos á muestro animal por su rostro prolongado y grácil. En estos dos delfines se levanta la base de los huesos mandibulares entre los inter- maxilares con una elevacion semilunar muy convexa, inmediatamente antes de las aberturas nasales, que se prolonga hacia adelante en apófisis baja triangular hasta el punto, en el cual los dos huesos intermaxilares se tocan, por intermedio del vómer, que entra por sutura en union con ellos. Creo, que ha tenido la misma configuracion también el Saurodelphis, cerrándose el vacío largo, que se ve en la fienra pl. VIII, desde las aberturas nasales hasta la union de los huesos intermaxilares, por una por- cion parecida de los huesos mandibulares, que no quise dibujar en mi figura, porque no me creía autorizado para tal representacion sin otra razon que la de la analogía. Continuando mi descripcion de los restos bien conservados, en cuanto son visibles por su índole, me ocuparé primeramente con las dos altas crestas huesosas, que salen del tubérculo central de los huesos frontales atrás de los cunductos nasales, tomando su origen en la cima poco más dilatada del tubérculo, como dos láminas huesosas fuer- — 454 — tes, ligadas á éste con un nudo huesoso y descendentes á cada lado del tubérculo, como prolongaciones hacia atrás de su substancia. Por un surco corto descendente cambian las dos láminas su direccion hacia atrás por curva hacia adelante, continuándose al lado de los huesos intermaxilares separados de ellos por una distancia de 1 cm., hasta la base del rostro, adonde se terminan con borde natural oblícuo, con ángulo más 6 menos como un recto, descendiendo con esta porcion anterior, poco á poco más incli- nándose al exterior, hasta el nivel de la base del rostro. Así se forma por estas dos crestas, de las cuales la del lado derecho del cráneo mejor conservado tiene la anchn- ra de 5 em., una hoya oblongo-oval larga de 20 em. y casi de la misma anchura en el medio, para recibir las grandes bolsas aeríferas, que tienen todos los delfines enci- ma del cráneo, entre éste y la capa adiposa bajo la: piel en contorno de la válvula, que cierra los conductos nasales con sus apéndices hacia afuera (*). El tamaño considera- ble de la hoya encima del cráneo, al rededor de los conductos nasales, permite suponer, que las bolsas aeríferas han sido muy grandes y la configuracion de todo el aparato aerífero más ó menos conforme con el de la Pontoporia, descripta en el lugar abajo citado. Las crestas altas, que rodean la hoya para las bolsas aeríferas pertenecen par su origen á los huesos mandibulares, que cubren casi todo el cráneo al lado de los inter- maxilares desde la punta del rostro, hasta el hueso occipital, ocuitando abajo su capa huesosa á los frontales y parietales encima del cráneo y una porcion de los tempo- rales á sus lados. Parece que entre los Delfines actuales el género P/atanista del río Ganges, ya conocido á los autores antiguos: Prino y ELtaxo, ha sido el más próximo al nuestro por su configuracion general, aunque no tiene el Saurodelphis las altas lá- minas perpendiculares sobre los huesos mandibulares, que distinguen el Platanista de todos los demás Delfines (**). Ei rostro sepárase del casco evcefálico entre las márgenes abruptas de las dos cres- tas de la frente, con una base angosta de 7 cm. de ancho y 9 cm. de alto, haciéndose siempre poco más angosto y más bajo en su curso, hasta llegar á la punta, en donde sólo tiene la altura de 3 cm. y 2,5 de anchura; su longitud entera es, según los restos conservados, seguramente entre 65-70 cm. Se compone de seis huesos separados, que son: los dos intermaxilares y los dos mandibulares en la porcion superior, y los dos maxilares en la inferior. El origen de los dos intermaxilares ya lo he indicado antes. Éstos se unen con el tu- bérculo central de la frente á cada lado por una continuacion angosta y plana, que asciende poco á la base externa de dicho tubérculo, bien indicado por la sutura, que se (*) He dado una descripcion detallada de este aparato aerítero de la Pontoporia en el tomo 1, pág. 422 sig., lám. XXVII, fig. 5-7. (**) Véase sobre este género la obra de VAN BENEDEN y GERVAIS: Ostéographie des Cétacés, pág. 484. as a e — 455 — ve claramente en mi figura 1 de la Jámina VIM. Dejando el tubérculo este apéndice angosto cada intermaxilar se cambia en doble anchura y continúa su curso hacia adelante al lado externo de la gran abertura nasal común, sin interrupcion hasta la punta del rostro. En la porcion de su curso sobre la frente inferior del cráneo, desde la dicha abertura hasta el límite anterior de las láminas anchas frontales, es cada hueso intermaxilar poco convexo y como de 2 cm. de ancho; los dos distan entre sí al principio, atrás de la abertura nasal común de 3 cm., y se acercan en su curso ulte- rior poco á poco, hasta que ellos se tocan en la línea media del rostro, en una distancia de 20-21 em. de la margen anterior de la abertura nasal. El vacío entre ellos en esta porcion de su curso lo colman los huesos mandibulares, que están situados abajo de los intermaxilares, con las dos porciones particulares ya antes indicadas y descriptas. Fal- tan éstas en el cráneo, que tengo á mi disposicion y no están tampoco dibujadas en la figura 1, por no conocer su figura exacta. En el punto, en donde termina la indicada porcion de los mandibulares entre los intermaxilares, entra en la sutura, que une éstos entre sí, una lámina fina huesosa, apenas bien distinguida en muchos puntos anterio- res del rostro, pero siempre presente hasta su extremidad. Esta línea fina es el vómer. La vista del corte transversal del rostro, casi en el medio de su curso, que he dado, fis. 3 de la lám. VIII, muestra la interposicion de la lámina fina del vómer entre los dos huesos intermaxilares y mandibulares, faltándole entre sus maxilares inferiores, que no entran en contacto con el vómer, porque éste no es parte del maxilar. Ya desde la salida del rostro, afuera de la region del frente con las crestas frontales, se levanta la superficie más angosta de los intermaxilares en figura particular semi- cilíndrica, que se separan de los huesos mandibulares por surcos profundos á cada lado, que corren hasta la punta del rostro, conteniendo en su interior la sutura hori- zontal que separa y une los dos huesos en su curso ulterior. Otra sutura media per- pendicular existe entre los intermaxilares y mandibulares, como ésta también en los dos huesos maxilares. El principio de los huesos mandibulares no existe tan bien inclinado, como el de los intermaxilares. Creo ver una sutura undulosa en el lado del paladar, entre el mandi- bular y los huesos frontales, que separa los dos en el vacío que recibe los ojos, pero como toda la region de los huesos palatinos se ha perdido del cráneo, la separacion genuina resta dudosa. Si es así, principian los huesos mandibulares poco antes de los conductos nasales, uniéndose acá con el vómer, que sale como tabique entre los dos conductos nasales, para unirse con los huesos palatinos y después anteriormente con la porcion del paladar de los huesos mandibulares. Corren éstos desde aquí hacia adelante, formando la superficie inferior del rostro, á su principio basilar como cresta alta de contorno triangular, correspondiente al espacio trigonal superior entre los huesos intermaxilares, unidos en esta region hacia abajo con los huesos palatinos, — 456 — que se han perdido completamente. Pero el vómer se ha conservado como tabique entre los dos conductos nasales, continuándose de acá hacia adelante entre los dos huesos mandibulares, como lista fina media en la sutura, que une los dos huesos mandibulares. Esta porcion del rostro es mucho más ancha y gruesa, que la corres- pondiente del lado superior, teniendo el paladar al principio, antes de la union con el vómer, 7 em. de ancho, enangostándose luego á 5 cm., y después poco á poco has- ta 3 cm., cuya anchura tiene casi en el medio de su longitud. La punta misma, que la tengo á la vista en dos ejemplares poco diferentes, termina arqueada, con la cuerda de su arco en 2 cm. El paladar es al principio un trigono elevado, como ya he dicho antes, pero se cambia luego en plano, hasta el medio de la longitud del rostro; después principia su plano medio á levantarse convexo, aumentándose la elevacion más con la marcha del rostro á la punta, en donde sobrepasa el medio bastante los lados. La configuracion de la mitad inferior del rostro, compuesto de los huesos maxila- res, corresponde á la superior en anchura y longitud, en tante las dos partes están provistas de dientes, que ocupan los dos lados de cada una de las dos porciones, pero con la pequeña diferencia, que la inferior es en toda su extension poco más angosta y menos alta, Otra diferencia general existe en la falta del surco profundo lateral, que separa el intermaxilar del mandibular por todo el rostro, porque al maxilar no acompaña un intermaxilar, aunque existe también en la inferior porcion del rostro un surco menos hondo y poco pronunciado á cada lado más abajo, acompañando la su- tura media longitudinal, que existe entre los dos maxilares unidos en una porcion, hasta la separacion posterior en dos ramas divergentes. La union se extiende de la punta hasta atrás por todo el rostro, en cuanto existen dientes en cada lado de las dos mitades del rostro; después se separan los dos maxilares bajo un ángulo de 40 gra- dos, aumentándose su divergencia poco á poco más, hasta la distancia de los cóndilos, que puede estimarse entre 20-24 cm., según los restos conservados del cráneo. Faltan en el Museo dichas ramas del maxilar, con la apófisis coronoidea, el cóndilo y el ángulo terminal, pero de la presencia de la cara articular para el cóndilo en la gran apófisis temporal, que existe, estas porciones distantes del maxilar con los cóndilos pueden cal- cularse aproximadamente en 22 cm. cada una, dando al maxilar entero hasta la punta del rostro 75 cm. de longitud. La figura 6 de la lámina VII da una restauracion com- pleta del maxilar inferior, como lo he dibujado según la analogía de la Pontoporia. Existen en el Museo Nacional muchos dientes sueltos, que han pertenecido al Sau- rodelphis y otros pedazos de las dos mandíbulas, con dientes implantados. Según el informe, que el maxilar del cráneo, con sus alvéolos aunque vacíos, pero bien conser- vados, puede dar, el animal ha tenido como 20 dientes á cada lado de las dos mandíi- bulas, asemejándose bastante por su configuracion á los dientes del Champsodelphis - e o Ae EEE IN ia A 7 " — 457 — macrogentus, como están dibujados en la fig. 1, pl. 57, de la obra citada de Vaw BexeDEN y Gervais. En los dientes, todavía conservados en sus alvéolos existe una gruesa capa de esmalte, al rededor de la base de la corona, que cubre toda la circun- ferencia del diente en la abertura mucho más ancha del alvéolo, que la corona angosta conoidea del diente, dándole por este cemento soldante una posicion fija en el al- véolo más extendido que la corona con su raíz, aunque ésta tiene también un grosor considerable. La corona de cada diente es un cono de 1 -2 em. de alto, poco reclinado con la punta hacia atrás; algunos pocos con la corona más alta de 2 cra. y bastante grácil han sido los primeros de cada fila, á la punta de los dos maxilares. En esta re- gion los alvéolos son de contorno oblongo, porque la raíz del diente, que principia con una base cilíndrica corta, se extiende pronto en una lámina comprimida ancha, prolongada hacia atrás en ángulo de doble longitud de la corona y otro pequeño án. gulo al principio en oposicion con el posterior. He dado, fig. 7, pl. VIII, una vista de tal diente completo. La corona de cada diente de esta configuracion general es de color negro y cubierto en todo su contorno con esmalte liso, de superficie finamente rugulosa; el cemento tiene un color amarillo claro rojizo y una superficie lisa pulida, sin rugulosidades. La raíz es de color oscuro-fusco, casi negro. Los dientes siguientes hacia atrás son poco á poco menos altos pero más gruesos, con raíz igualmente prolongada hacia atrás, y por esta razon reciben los alvéolos un contorno prolongado elíptico hasta el medio de la longitud del rostro; después se cambian los dientes en otra figura oval cilíndrica, con corona mucho más gruesa, aunque del mismo cono igualmente más grueso y punta poco reclinada, cambiándose la raíz en cilíndrica comprimida, con la porcion inferior dividida en dos puntas cóni- cas divergentes, y aun en tres puntas, si una de las dos raíces terminales se divide otra vez en dos. De esta configuracion son los dientes de la mitad posterior de las dos mandíbulas, de los cuales uno de la inferior representan mis figuras 8 y 9 de la lá- mina VIII. He tomado este diente como el último de los ocho presentes en la por- cion del maxilar, que tenemos en el Museo, como regalo del señor Dr. D. MawurL MoxreEs De Oca. Ha pertenecido á un individuo poco más grande que el del cráneo; lo que prueban las distancias mayores de los dientes próximos entre sí. En la mandí- bula superior distan los cinco dientes todavía conservados en sus alvéolos, los unos de 2, los otros 3 cm. con sus ejes, pero en el pedazo del maxilar inferior se aumenta di- cha distancia hasta 4 cm., aunque no general entre todos, sino con igual variacion de 2-4 cm. Tiene este pedazo 10 alvéolos en un lado, hasta la conclusion de la serie y 6 en el otro, faltando los otros alvéolos por destruccion. La mandíbula superior tie- ne también 10 alvéolos á un lado y 9 al otro, en una porzion media, que corresponde bien al pedazo del maxilar por su extension; pero los alvéolos y los dientes todavía presentes son menores, como también el hueso mandibular en anchura y altura. He 58 — 458 — dado figuras del corte transversal de las dos mandíbulas, fig. 3 y 4, aquélla de la su- perior y la otra de la inferior, que prueban la relacion del tamaño de las dos mandií- bulas entre sí y la colocacion de los dientes en cada una, mostrando la reclinacion de las coronas más al exterior. He dado también en la figura 10 la representacion de uno de los dientes más chi- cos, de los cuales existen cuatro en el Museo. Creo que estos dientes chicos han sido los primeros en cada mandíbula, porque en un resto de la punta del maxilar, que tengo á la vista, son los alvéolos anteriores más chicos que los siguientes, estando en un alvéolo todavía la raíz del diente, que prueba su tamaño menor; con el tercer dien- te de cada lado parece principiar su tamaño regular, que se aumenta poco en la di- reccion longitudinal de cada uno, pero poco más en la de latitud. Los últimos dientes han sido más gruesos que los anteriores. No necesito decir, que los dientes de las dos mandíbulas alternan con sus coronas, cuando la boca está cerrada; porque esta regla es general para todos los Mamiferos. Otra regla es menos general, que las coronas de los dientes inferiores son más inclina- das con la punta hacia afuera, que las de la mandíbula superior, formándose por esta colocacion poco diferente una conclusion fácil y segura de las dos dentaduras, cuando el animal quiere cerrar la boca. Al fin debo advertir al lector, que por los dos huesos mandibulares de cada maxi- lar corren dos grandes conductos alveolares, que perforan cada uno de los cuatro huesos en toda su extension, del principio hasta el fin, representados por las figuras 3 y 4, lám. VIIM. En los maxilares superiores, principian los conductos alveolares al lado del vómer, que le acompañan hasta la punta; en los maxilares inferiores existe su grande abertura oval en la porcion ascendente con la apófisis coronoidea y el cón- dilo al lado interno, con boca extremadamente grande, ocupando toda la base de dicha porcion de cada rama del maxilar, uniéndose luego las dos grandes bocas en un común conducto desde la union de las dos porciones divergentes del maxilar en un hueso más ó menos cilíndrico. Entran las puntas de las raices en dicho conducto casl libres del alvéolo, para recibir los nervios y vasos sanguíneos, que necesitan los dientes para su existencia, de los grandes troncos centrales, que entran libres suspen- didos en ellos. Resta hablar de la porcion del cráneo atrás del gran tubérculo frontal. Desgracia- damente se ha perdido el casco encefálico, con excepcion de un pedazo de la base al lado izquierdo de su circunferencia. Este pedazo pertenece á la cavidad encefálica, abajo de las anchas crestas frontales, que se extienden encima de dicha region para formar la bóveda de las cavidades para los ojos, con el arco superciliar á su borde externo. Dicha bóveda la construyen las porciones laterales de los huesos frontales, cubiertos encima por los huesos mandibulares, Una esquina poco descendente de éstos —— 459 — sirve para ligarlos hacia adelante con los huesos lagrimales, y hacia abajo con el del- gado y fino hueso zigomático, generalmente de figura de un estilo no más grueso que un alambre regular. En oposicion con la esquina anterior se forma en esta porcion superciliar otra esquina descendente posterior, que corresponde á la espina orbital posterior de los otros Mamíferos; con ella termina la region superciliar del cráneo de los delfines. Nada se ha conservado de esta region en nuestro cráneo. Atrás de dicha region superciliar se prolonga á los lados posteriores del casco en- cefálico la region temporal, como una bóveda huesosa bastante ancha y descendente, que termina hacia abajo con la concha auditiva, órgano huesoso de figura particular de los Cetáceos, que está libremente supendido al lado externo de las largas y altas crestas basales, que se forman en esta porcion basilar del cráneo, abajo de las partes centrales del hueso esfenoides y occipital. Una fuerte apófisis huesosa del temporal sale de esta porcion de los lados posteriores del casco encefálico, dirigiéndose poco hacia arriba con su punta, para tocarse casi con la dicha espina posterior orbital, que pertenece al hueso frontal. La mitad de esta apófisis fuerte se ha conservado en nuestro cráneo, pero solamente á su lado izquierdo, y con ella toda la bóveda huesosa, que lleva la apófisis, extendiéndose hacia arriba hasta la base de las crestas laterales frontales y hacia adelante hasta el principio del rostro. He restituido en mi figura 1, pl. VIII, las apófisis temporales en los dos lados del cráneo, para dar una vista hipo- tética de arriba del cráneo; en la figura 2, falta la mitad de la apófisis, mostrando el cráneo tal como es en su estado actual. Contemplándole de lado, en la fig. 2, se ve sólo la base de la apófisis temporal, con la ruptura de contorno triangular en ella y la cara articular oval en su pared ante- rior, que recibe el cóndilo del maxilar. La pared convexa encima del tronco de la apófisis temporal pertenece á la escama del hueso temporal, uniéndose hacia adelante con igual escama del hueso esfenoides, bien indicada en mi figura por un surco trans- verso en esta region de la figura, y otro surco horizontal encima, que indica la union por sutura desvanecida de las alas esfenoidales con el hueso frontal hacia arriba y con el hueso mandibular hacia adelante. El vacío entre el esfenoides y el mandibular han llenado en la pared del cráneo los huesos palatinos y pterigoideos, que se han perdido casi completamente, porque son en todos los cráneos de delfines de textura fina muy frágil; solamente una porcion del hueso palatino creo ver circunscripto por sutura, entre la base del rostro y el esfenoides; con exactitud no se reconoce nada más que el hueso vómer, que forma el tabique entre los conductos nasales y los dos huesos mandibulares, acompañándolos hasta la terminacion del rostro. Nada se dis- tingue sino los restos de los dichos huesos, también visibles en mi figura, más indicán- dose por la analogía con otros cráneos de delfines, que por la estricta separacion de las suturas bien visibles entre ellos. — 460 —- Para dar una idea, si no exacta, á lo menos aproximativamente parecida de la con- figuracion del casco encefálico he dibujado en la figura 1, pl. VIH, su contorno, según la analogía del género Pontoporia, que me ha parecido más próximo al nuestro por su configuracion general. Se ve en dicha figura al rededor de los restos conservados del cráneo de Saurodelphis, los contornos del cráneo de Pontoporia, dibujados en tono más débil del dibujo, indicando á cada lado las porciones de los huesos unidos de fron- tal y mandibular y atrás del gran tubérculo central del hueso frontal la circunferencia del casco encefálico, representado por el hueso occipital, que asciende hacia adelante en el medio del cráneo, para tocarse con el frontal en dicho tubérculo, que sobrepasa á los huesos parietales, escondidos debajo de los frontales, y el occipital en casi todos los cráneos de los delfines actuales. Á la terminacion posterior del casco se ven los dos cóndilos occipitales, como las últimas excrecencias del occipital. APÉNDICE CRÍTICO. AMEGHINO tiene la costumbre de dar su opinion sobre restos publicados por otras personas, aunque en muchos casos no sabe decir nada de nuevo y de particular de éstos ó de otros parecidos. Nada debe en su concepto pa- sar al público sin su aprobacion ó negacion. Asi ha publicado (*) tres restos de Delfines fósiles, que él da como nue- vas especies, y dos aún como géneros nuevos, que á mi modo de ver son todos ya conocidos. El uno lo llama su autor: Saurocetes obliguus y figúralo, pág. 164, 1. 1., pero no es posible conocerlo exactamente, porque faltan todas las coronas de los 10 dientes. Para mi es el objeto un pedazo del maxilar del Saurodel- phis Argentinus, cerca del punto del rostro, lo que prueban los restos de los dientes muy inclinados al exterior. ' Kl otro: /schnorhynchus Van Benedeni pertenece muy probablemente al mandibular y no al maxilar del mismo género Saurodelphis, con dientes poco más aproximados. El tercer objeto, pág. 165, que el autor llama: Pontivaga Fischeri, es para mí el maxilar del rostro del género: Delphinus (Pontistes) rectifrons, descripto: Anales etc., tomo Il, pág. 138, lám. II, fig. 12, lo que se pro- baria, silos dientes fueran conocidos; pero faltando todos no es permitido fundar en tal objeto destruido un género nuevo con seguridad. Faltando también todas las coronas, no es posible clasificar bien el objeto. (*) Revista Argentina de hist. natur., tomo I, entr. 3, pág. 162 sig. EXPLICACION DE LAS LAMINAS VIII-X. Br, VIE Fig 1. Figura del cráneo de Saurodelphis Ar- gentinus, vista de arriba, */z del natural, E. Os frontis. l, punta del zigomático. m, hueso mandibular. nm, intermaxilar. o, escama del occipital. Pp, parietal. et, apófisis zigomática del hueso tem- poral. Fig. 2. Vista de la punta del pico de abajo, 1/2 del natural. Fig. 3. Ruptura basal de dicha punta, tama- ño natural. Fig. 4. La misma del maxilar inferior, igual tamaño. Fig. 5. Figura del cráneo, vista del lado, */2 del natural. m. hueso mandibular. n intermaxilar. at apófisis zigomática. pt hueso pterigoideo. v. vómer, Fig. 6. Maxilar, la porcion basal restaurada. Fig. 7. Diente anterior del maxilar. A. Visto del lado externo. B. Del lado posterior angosto. Fig. 8. Último diente del mandibular. Fig. 9. El mismo, visto de atrás. Fig. 10. Un diente de los más pequeños; los tres de tamaño natural, PL. IX. Fig. 1. Figura del cráneo de Nesodon imbr:- catus, ?/3 del natural, visto de abajo. 1, 1-3 dientes incisivos. c, diente canino. pm, 1-4, los 4 premolares. m, 1-3, los 3 molares. E, esquina posterior del hueso frontal. O, apertura externa del oído. pt, hueso pterigoideo. r, pars petrosa ossis temporum. cd, cd, condyli occipitales. Fig. 2. Dentadura de leche de Nesodon im- bricatus. 1, 1-3 dentes incisiv!. c, dens caninus. pm, primer premolar persistente. x, alvéolo vacio del segundo premolar. n, diente incisivo medio persistente, sa- liente. Fig. 3. Dentadura de leche de Nes. ovinus. Dos premolares de leche. Fig. 4. Dos molares, apenas salidos de sus alvéolos; el anterior poco usado ade- lante, el posterior del todo intacto. Le Di Fig. 1. Figuradel cráneo de Nesodon ovinus, visto de lado, ?/3 del natural, a, intermaxilar, con los incisivos 1, 2 faltando el 3. b, mandibular con las siete muelas. c, lugar del colmillo, que falta. cd, condili occipitales. o, meatus auditorius externus. pt, os pterygoideum. r, pars petrosa ossis temporum. st, apophysis stylordea. z, 2ygomaticum. 9 Fig. 2. Dentadura del mandibular de Neso- don imbricatus, vista del lado externo, 2/3 del natural. Fig. 3. La misma del maxilar; igual tamaño. Fig. 4. Las caras masticatorias de los dien- tes del maxilar; ditto. pm, los 4 premolares. m, los 3 molares, X. SUPLEMENTOS Á LAS DIFERENTES DISERTACIONES PUBLICADAS ANTERIORMENTE. En los 30 años, que han pasado desde que principié á publicar estos Anales en el año 1861, se aumentaron no solamente mucho los objetos del país depositados en las colecciones del Museo Nacional, sino también los conocimientos de ellos; y así ha su- cedido, que algunas de las opiniones, anteriormente publicadas en estos Anales, se han modificado, dando lugar á datos más fidedignos y bien probados por nuevos do- cumentos. E Aunque algunos de estos nuevos datos ya se han publicado, sea por mí ó por otros autores, en otras obras, no me parece de más, comunicar acá Jos que me parecen más útiles para el verdadero conocimiento de los objetos; y por esta razon, daré estos suplementos á mis descripciones anteriores sin orden sistemático, sino con preferen- cia de aquellos que considero como los principales. Í. SupPLEMEMTOS Á LA MONOGRAFÍA DE LOS (ALYPTODONTES CONTENIDA EN EL TOMO II D. L. ANALES. 1. La nariz de los Glyptodontes. La configuracion de la nariz externa blanda no la conocemos, y no puede cono- cerse, porque el tejido orgánico elástico, que la forma, se descompone poco después de la muerte del animal. Todo lo que se puede conocer sobre su figura verdadera debe deducirse de los huesos conservados del cráneo, que sirven como fundamento de los cartílagos, tejidos externos y la piel, con sus nervios y vasos sanguíneos. Por esta ra- zon necesito un examen exacto de las variedades, que muestra la apertura huesosa de la cavidad de la nariz, con sus láminas internas de las conchas y del hueso etmoi- des, que dejan por su configuracion vacios entre sí en el interior de las cavidades y conductos nasales. En este punto muestran los diferentes géneros de los Glyptodontes dos tipos muy desiguales: Los unos tienen todos estos huesos accesorios ocultos en el interior de la cavidad de la nariz; los otros salen con porciones del hueso etmoides y las conchas adyacentes fuera de la abertura nasal externa. Á aquel tipo pertenecen los géneros Glyptodon y Doedicurus, á éste los Panochthus y Hoplophorus. De la nariz del género G/yptodon he dado una descripcion ilustrada por figuras, pág. 231, pl. 24, 25, fig. 1, y 28, fig. 1 y 2, comparándolo con la de Huxuer, Pros. — 463 — Trans., 155, pág. 57, pl. VI, fig. 1 y 2, que prueba poca diferencia entre las espe- cies de este género. Del otro género Doedicurus no se conoce más de la nariz, que la abertura externa, figurada por mí, pl. 42, fig. 1, qne corresponde bien á la del Glyptodon, aunque no del todo, con diferencias pequeñas subordinadas. Del grupo segundo, con el hueso etmoides libre saliendo afuera de la abertura na- sal, he dado una descripcion adicional, pág. 408, pl 42, fig. 5, rectificando mi des- cripcion anterior, pág. 8 del tomo II. La punta saliente de los huesos nasales, que indica los contornos de la abertura nasal y, no es á la punta del rostro, sino casi en me- dio dela frente, como una orilla triangular gruesa, bajo la cual sale el hueso etmoides con un arco ancho casi paralelo á dicha punta, inclinándose hacia abajo con prolon- gacion c de casi 10 cm., para tocarse con la punta ancha bipartida del hueso inter- maxilar, que forma la terminacion anterior del fondo de la cavidad nasal, es decir: el paladar huesoso. Este arco tiene un surco medio profundo que le divide en dos porciones simétricas laterales a a, dilatándose con su porcion principal superior, abajo de la punta de los huesos nasales, en dos láminas anchas encorvadas, que acompañan las orillas anteriores de los huesos nasales, hasta el ángulo de ellos con igual aber- tura pero más sobresaliente, atándose con esta porcion al borde lateral de la abertura nasal verdadera. Otra prolongacion forma el arco del etmoides á su terminacion inferior á cada lado, para unirse en prolongacion retrógrada con el paladar huesoso, que hace la base de la cavidad de la naríz. Acá salen las terminaciones anteriores de las conchas nasales inferiores 6 bh, correspondientes á las crestas c en la figura 1 de Huxzex, para colocarse en esta abertura, que los dos arcos del etmoides dejan libres, una á cada lado, mientras que las porciones medias de los arcos se unen en un arco común, para formar el tabique medio de la cavidad nasal, corriendo hacia atrás como continuacion del vómer, lo que son en verdad los arcos. El tabique nasal recibe por esta configuracion, en su contorno perpendicular transversal, la figura de la letra T, como ya he dicho antes, tomo II, pág. 409, llamándolas no muy bien: sus pequeñas conchas laterales; ellas son dos crestas perpendiculares separadas, que se levantan del fondo de la cavidad nasal, al lado del tabique, paralelas á las conchas nasales inferiores, entre ellas y el tabique (*). Mucho más complicado es el aparato nasal externo del género Hoplophorus, del cual se ve un modelo casi perfecto en el cráneo, que adscribo al 7. ornatus, tomo IT, pág. 175, pl. 18 y 19, teniendo conservado el tabique medio del hueso etmoides con algunos apéndices particulares nuevos, que sobrepasan el borde de la abertura nasal perteneciente á los huesos frontales y nasales, con una porcion superior muy convexa hacia afuera, como dos ampollas huesosas á cada lado de dicha abertura, que se in- *) Dos muy malas figuras del aparato nasal de Panochthus tuberculatus se ve en la obra de AMEGHINO, Atlas, pl. 57, fig. 2, y pl. 59, fig. 5. — 464 — tercala entre estas ampollas con punto sobresaliente, con la cual el tabique nasal se une por abajo, dividiendo toda la cavidad nasal en dos cámaras separadas. Las dos ampollas oblongo-ovales de cada lado están transversalmente colocadas á la orilla superior de la abertura nasal, cada una con un diámetro de 6 cm. de largo, formando de este modo casi una diadema cuadripartida sobre la entrada de la nariz. Cada una de las cuatro ampollas tiene una prolongacion hacia abajo, como embudo terminal, que existe en las dos ampollas en la extremidad interna y en las dos exter- nas á la misma extremidad externa. fstas prolongaciones se ligan á los huesos pró- ximos del cráneo, las dos externas á las orillas laterales de la abertura nasal, las otras medias al tabique del etmoides, que se une con ellas en la línea media, formando de este modo un surco profundo ancho perpendicular, que desciende por todo el aparato etmoidal hasta su límite inferior. Acá se separan las dos prolongaciones un poco más de las ampollas medias y se encorvan con su orilla libre hacia atrás, para unirse con los dos mamelones anteriores del paladar huesoso, entre los dos primeros dientes, dando de este modo un nuevo apoyo al aparato entero en su porcion inferior. De las dos am- pollas externas sale hacia abajo otro par de nuevas ampollas oblongas inferiores, que descienden en direccion oblícua hacia abajo, bien separadas de las superiores. Estas ampollas corresponden, á mi modo de ver, á las conchas nasales inferiores, como los otros á las superiores, porque su colocacion es bastante igual; pero como no están ligadas á la pared de la cavidad nasal, sino libremente pendientes en el aire, es mejor considerarlas como porciones del hueso etmoides. Se unen estas ampollas descenden- tes con las prolongaciones de las ampollas medias superiores, acercándose á ellas por su direccion oblicua hacia abajo, formando de este modo las puntas libres más avanza- das del aparato descripto del etmoides. Resta entre ellas y las dichas prolongaciones medias un espacio, como una hoja pequeña, y en ésta entra á cada lado del aparato otra pequeña ampolla, que se levanta con su superficie hemisférica como una tubero- sidad en el medio de la hoya. El aparato descripto es bastante grande. 'Tomándole cumo union de dos mitades de un aparato común, lo que es en verdad, se calcula su base en las orillas de la aber- tura nasal como un triángulo piramidal de 18 cm. de ancho y 10 cm. de alto en direccion horizontal; fijándose su base en todo el contorno de la abertura nasal, mien- tras que la punta libre está sostenida por los cartílagos y tejidos orgánicos, que com- ponen la nariz blanda externa del animal. El aparato descripto prueba, que este apéndice de tejidos orgánicos ha sido bastante grande, y según la índole del aparato huesoso no tanto de figura cónica prolongada, sino de ancho y grueso, imitando pro- bablemente más al hocico del puerco, que á la nariz prolongada de los Armadillos, que son por toda la organizacion de los Glyptodontes los animales más próximos á aquéllos en la actualidad. — 465 — Al fin debo advertir al lector, que el espacio interno de este gran aparato no ha es- tado vacío, sino colmado por otras prolongaciones, que han servido como soportes de las ampollas y de las continuaciones de los órganos olfatorios. 2. La coraza de Doedicurus. Cuando compré el esqueleto con la coraza de Panochthus tuberculatus en el año 1867, al señor D. SiLvestrE Larroque, de Mercedes, recibí de él también una cantidad de las placas de otra coraza, que prueban por su superficie lisa externa, igual á la interna y por las grandes perforaciones en el medio de casi todas las placas, que no han estado cubiertas por escudos córneos con configuracion externa particular, como las placas de corazas de los otros Glyptodontes, sino colocadas en tejidos subcutá- neos, cubiertas por una capa de la misma piel y encima de ella por una epidermis gruesa y dura, imitando por su textura y grosor la piel del Elefante y Rinoceronte. Á mi pregunta en dónde se habian encontrado estas placas, los mozos del molino del señor Larroquk, que habían exhumado el esqueleto con la coraza, me dieron la con- testacion, que dichas placas fueron recogidas en la tierra debajo del esqueleto y que pertenecían sin duda al mismoanimal, del cual eran los huesos con la coraza externa. Ocupado entonces con la reconstruccion del esqueleto y de la coraza del Panochthus, trabajé más de un año entero para concluir, con asistencia de dos ayudantes, esta obra difícil, sobre el cual he informado en el tomo II de estos Anales, pág. 4 sig. Pero en ninguna parte del esqueleto y de la coraza se encontró indicacion alguna de union con las placas lisas, que se habían recogido abajo de dichos objetos. Esta observacion me indujo á presumir, que dichas placas formaron un escudo particular inferior, para salvar el pecho y el vientre del animal. Con esta idea, principié á unir las placas y reconstrui pronto un escudo con ellas, el que he figurado en la pl. XV del tomo II, dando su descripcion en la pág. 136. Debo hoy confesar, que confié demasiado en la narración delos mozos del molino; un escudo pectoral no lia existido jamás en los Glyp- todontes; las placas lisas, sin decoracion particular externa, son en verdad partes de una coraza del dorso y de los lados de otro animal, al cual pertenece la cola colosal, llamado después Doedicurus giganteus. Existen actualmente algunas corazas bien compuestas de este animal en el Museo Provincial de La Plata, y del uno, el más com- pleto, se me han comunicado vistas fotográficas, que prueban, que un tubérculo alto dorsal, que se levanta como la giba del camello en el medio del lomo, y que ya está indicado en el esqueleto sobre la pelvis (**), existeigualmente en la coraza, generalmen- te perforada al lado anterior por un gran agujero irregular, probablemente producido (*) Véase mi figura de la pelvis de Doedicurus giganteus em los Abhandl. d. Kón. Acad. z. Berlin, phys. Klass., 1878, pl. 142. 59 — 466 — por la friccion perpetua del auimal en obstácnlos, con que tropezaba en su camino, cuando marchaba en busca de sus alimentos en lugares peñascosos ó arbolados. En mi obra abajo citada (en la nota) ya había indicado, que los contornos externos sean más delgados que los de las partes centrales del lomo de la coraza, como también la porcion basilar del tubo de la cola y que las placas externas no han estado ligadas por union fija, sino elástica, que permitieron alguna flexibilidad de la coraza durante el movimiento del animal. Se ven en la ba. e de la cola anillos formados por dos filas de placas y no superpuestas, como las de los otros Glyptodontes con coraza fija; parece además, que la porcion de la coraza delante de la cola ha estado compuesta ¡gual.- mente de filas paralelas de placas unidas á modo de anillos, aunque no contínuos, como verdaderos cinturones; solamente la porcion central del lomo de la coraza ha sido construida por placas fijamente unidas, mientras en las porciones periféricas se han unido á las placas por tejido orgánico elástico, que ha permitido á estas porciones al- eguna flexibilidad y movimiento entre aquéllas. Por estas razones no reservo mi anterior nombre de los Glyptodontes, como Pilor:- cata, llamándolos para lo futuro: Loricata monolopa, en oposicion de los Lorícata cingulata. Como la superficie externa de todas las placas es igualmente tan lisa como la inter- na, no es probable admitir escudos córneos encima de las placas; la capa externa de la piel del animal ha sido una epidermis gruesa y verrugosa, como la del Elefan.e y la del Rinoceronte (*). 3. La cola de Glyptodon. Conocida es la más antigua figura de este animal, publicada por Owew, exhibien- do una coraza no completa con la cola corta, representada por un tubo angosto, con grandes placas ovales terminales de figura de roseta á cada lado. Dicha figura, que fué tomada de restos, artificialmente reconstruidos con otros objetos, y remitidos á Londres por D. Woobsrwe Partsu en 1839, se ha repetido en casi todas las obras, y: científicas Ó populares, que tratan de los Mamiferos fósiles de los terrenos del Río de la Plata, en los contornos de Buenos Aires. Largo tiempo se ha conservado esta figu- ra incorrecta en la fantasía de los que se ocupaban con Mamíferos fósiles, y aun hoy no se ha perdido por completo de la literatura paleontológica. Cuando llegué en 1861 á Buenos Aires, encontré encajonado en el Museo Público, como se llamaba entonces, la coraza y el esqueleto del G/yptolon, que Novor había E) Á causa de la substancia huesosa muy delgada de las placas periféricas de la coraza, y su union por tejido blando, poco fibroso, las placas se separan fácilmente, y por esta razon corazas enteras de Doedicurus no existen en ningún Museo; aun más de la mitad del objeto de la coleccion Provincial de la Plata se ha reconstruido de yeso, — 467 — descripto con el nombre de Schistopleurum typus. Reconstruir este magnífico objeto fué entonces mi primera obra, tal como se exhibe hasta hoy en el Museo Nacional. La cola gruesa con ocho anillos, sucesivamente más pequeños, terminando el último con una punta corta oval, igualmente compuesto de placas cónicas, con espina más ó menos elevada central, me sorprendió mucho, no viendo nada en esta configuracion del tubo terminal elongado que representa la figura publicada por Owsx, Durante mi trabajo en el local del Museo recibí muchas visitas de curiosos, que querian ver el progreso de mis obras, y entre éstas fué uno de los más interesados D. MavuzL Ecuía, pues se ecupaba con iguales trabajos. Él me dijo que tenía en su co- leccion un tubo igual á la figura de Owex, y que delante de este tubo han existido también siete anillos, igualmente construidos como el tubo, pero sucesivamente más anchos, hacia la abertura posterior de la coraza, con la cual la co.a había estado uni- da: invitándome para estudiar esta cola, que tenía en su poder. Con placer acepté su proposicion, reconstruyéndola del modo que está representada en la figura, pl. XXXVI del tomo II de estos Anales. No teniendo ninguna razon para dudar de la exactitud de la union del tubo de la figura de Owex con la coraza de (7/. clavicaudatus, uní dicha cola con esta espe- cie, y me creía persuadido tanto más de la exactitud, cuanto que faltaba la cola en- teramente en la obra de HuxueY (Ph:los. Trans., vol. 155) sobre el esqueleto, lo que atribuí á su fragilidad y fácil pérdida, á causa de su larga extension y su union flexi- ble con la coraza al principio de su porcion más gruesa, compuesta de anillos anchos. Algunas veces al tin se elevaron poco á poco en mí dudas de la exactitud de esta union, cuando recibí en el Museo la coraza del género Hoplophorus, con igual cola, en la coleccion Bravar. También algunos caballeros, que han vivido en relacion antes con W. Paris, me dijeron, que los objetos remitidos por él 4 Lóndres, no fueron reco- gidos juntos, sino comprados sucesivamente á diferentes campesinos, que estaban por él autorizados para recoger fósiles, y que nunca ha sido encontrado un tubo igual con una coraza del género tr/yptodon, sino solamente en el mismo lugar con restos del género Hoplophorus, lo que me aseguró al fin el Naturalista viajero del Museo, D. Exr. be CarLes, cuando me trajo el cráneo con una coraza casi entera, que actual- mente forma uno de los mejores objetos del Museo. Así. estoy obligado á confesar, que la cola larga con tubo terminal y con siete ani- llos por delante, no pertenece á otro género de los Gyptodontes, que al Hoplophorus - y que Gl. clavicaudatus ha tenido cola corta y gruesa, con anillos tuberculiferos, como las otras especies del mismo género. Curioso es, que no tenemos hasta hoy una coraza perfecta de esta especie en el Museo Nacional, sino solamente diferentes restos con muchos defectos y sin alguna placa de la cola; parece indicar este defecto, que la cola ha sido extremamente pesada y por este peso más fácil de separarse del cuer- — 468 — po del animal muerto, que en las otras especies menos macizas del mismo género. Es este género (+/yptodon, el único con cola gruesa, corta y cónica; los otros tres, que son Panochthus, Hoplophorus y Doedicurus, han tenido una cola larga, con tubo cilíndrico contínuo cerrado al fin y acompañado de anillos á la base, pero sin los tu- bérculos cónico-espiniformes en ellos que pertenecen á las colas cortas y gruesas del género Glyptodon. En Panochthus y Hoplophorus termina la cola con punta más angosta, que la base del tubo; Doedicurus termina con creciente fuerte en figura de clava, igual ancho con la base, pero en los tres géneros con grandes rosetas ovales sucesivamente mayo- res, que acompañan á cada lado el tubo hasta el fin. IT.--SUPLEMENTOS Á LA MONOGRAFÍA DE LOS CABALLOS FÓSILES DE LA PAMPA ARGENTINA. A. AnmrcHixo, según su uso ya bien conocido, de hablar como censor sobre todas las obras paleontológicas del país, también ha publicado (*) un largo excurso sobre mi libro de los Caballos fósiles de la Pampa Argentina, proponiéndose probar, que he inter- pretado mal los restos de caballos representados por mí, enumerándolos á una otra, pretendida especie, llamada Equus rectidens, publicada en su libro anterior, editado con asistencia de H. Gervais en el año 18580. Según este autor, la mayoría de los restos fósiles de caballos, encontrados en la República Argentina, no pertenecen el Eg. cur- videns de Owex y Luxb, sino á la otra especie poco más robusta, arriba nombada, que se distingue con otros caracteres diferentes, principalmente por sus muelas, poco más grandes y por su curvatura menor del prisma dental entero de las dos mandíbulas. No contento con este testimonio de su conocimiento superior de la fauna fósil ar- gentina, levanta Amecuso también una muela abnorme de Hippidium principale figurada por mí como variedad casual, á nueva especie, llamándola: Hippidium an- gulatus (sic!) y adjuntando la figura de otra muela poco parecida, como segundo mo- delo de esta nueva especie. Sobre el tema que sean variedades ó especies diferentes, no quiero reñir con un joven - como Amro, que ha probado por sus obras suficientemente, que no tiene regla fija para interpretarlas. Un autor, que reconoce en cada pequeña diferencia, que yo y muchos otros auto- res tomamos por variedades individuales, verdaderas especies diferentes, prueba bien, que tiene una manía de molestar con nuevos nombres la ciencia, sin pensar que exis- (*) Revista Argent. de hist. nat., tom I, pág. 1 y 65. — 469 — ten en cada especie animal bastantes diferencias individuales del sexo y de la edad Juvenil, comparadas con los años más avanzados y seniles; un tal autor no es capaz de fundar buenas especies verdaderas, porque hasta hoy no coinciden las opiniones de los sabios sobre los caracteres fijos de especies y de variedades, como normas uni” versalmente aceptadas en la ciencia; existe todavía la imposibilidad de dar reglas generales para la fundacion de especies; es solamente juicio personal que conduce 4 aceptar las especies de autores anteriores, y por esta razon cada discusion sobre su valor es inútil. Pero si no hay regla fija, existen á lo menos costumbres generalmente aprobadas, y una de ellas me parece así aceptada, de no fundar nuevas especies sobre un solo ob- jeto recogido. En contra de esta regla me parece pecar casi diariamente Amrt6HIxo, y por esta razon rehuso su nueva especie de Hippidium angulatum. Con respecto á su Equus rectidens no veo otra diferencia de Equus curvidens que la relativa del tamaño y del grado de la curvatura más ó menos fuerte de los dientes. Sabido es, que tanto en la actualidad existen entre los caballos domésticos dos tipos diferentes, que el observador exacto Francés Saxsox ha separado en: Eg. aryanvs y Eq. mongolicus (*), como también en la época cuaternaria europea; lo que prueba ex- tensivamente el autor Alemán A. Neurix6 (**) ¿por qué no puede existir la misma relacion durante la misma época en Sud América? Afirmo como creo con suficien- te razon esta pregunta para nuestra fauna cuaternaria; han existido en Sud Amé- rica como en Europa, dos tipos de caballos, correspondientes á los contemporáneos europeos. NeurisG admite una raza más fuerte del caballo, que llama “schweres Pferd*, y otra más egrácil en toda su configuracion, que el autor llama “/eichteres zier- liches Pferd*, éste ha vivido principalmente en Francia y los países inmediatos del Oeste de Europa, el otro en Alemania y el Norte del Oriente. Mi opinion es entonces que el Equus reclidens corresponde, como raza mayor muy fuerte, al primer tipo del caballo cuaternario europeo y el Equus curvidens al tipo segundo más grácil de la misma época en Sud América. El señor Neuris6 no dice en ninguna página de su obra, que tome los dos tipos por especies diferentes, y creo lo mismo de los contempo- ráneos en Sud América, no son dos verdaderas especies, sino dos razas de una misma especie. En este sentido he concebido mis obras sobre los caballos fósiles de la Pampa Ar- gentina, y persisto todavía en mi anterior opinion, con disgusto del señor AmrGHixo, con el cual coincidir en lo mismo no sería una decoracion para mí. (5) Vease mi libro: Los caballos fósiles d. 1. Pampa Argent. Suplem., pág. 20. (5) Fossile Pferde der deutschen Diluvial Ablager. Berlin, 1884. 8vo. — 470 — Z. La pretensión de defender y conservar su nuevo género Hipphaplus, que él distin- gue de Hippidium por falta de los pliegues internos de esmalte en las muelas inferiores, sólo prueba para mí, que Ámecuixo es sumamente tenaz en sus errores. No me pro- pongo corregir más sus ideas fijas; pero creer que un miembro del grupo de los caba- llos, pueda tener dientes sin pliegues internos del esmalte, es para mí como creer en la concepcion inmaculada de la Virgen. La larga descripcion, pág. 8 y sig. 1. 1, no me confirma la existencia del hecho de otro modo que excepcional, aunque creo más conveniente mi antigua opinion, que dichos pliegues no han faltado, sino que han sido un poco más cortos de lo que según la regla lo son generalmente, y por esta razon faltan á las muelas gastadas del animal viejo. 3. Onohippus Muñizt. Con este nombre el señor D. Fraxc. P. Morexo ha fundado un nuevo género de ca- ballos fósiles (*), que por su configuracion general, casi es idéntica al género Hippt- dium de Owex, diferenciándose un poco de éste por algunas variaciones particulares, que á mi modo de ver no son más valiosas que específicas, asociando el animal al mis- mo género de Owex. La diferencia principal se presenta en una honda depresion del rostro en el lugar delante del hueso lagrimal, que el autor designa con el nombre de “lagrimero“ (**). Su borde posterior existe en una línea recta, tirada de la margen anterior de la órbita, hasta el vértice de escotadura particular en los huesos nasales. Contribuyen al lagrimero: los huesos del mandibular, lagrimal, nasal é intermaxilar; teniendo una figura cóncava oblonga, dirigida casi horizontalmente y una longi- tud de 0,125 m. con 0,058 de anchura. Como la dentadura superior del cráneo corres- ponde bien al tipo del género Hippidium, diferenciándose solamente por menores pliegues de los embudos internos del esmalte y la altura poco más elevada del lobuli- llo anterior del lado interno, no me parece permitido fundar en éstos una diferencia genérica; tomo sin dificultad el nuevo animal por un verdadero Hippidium, y muy probablemente por el cráneo de H. principale, que hasta hoy no ha sido bien conoci- do por un espécimen perfecto. El cráneo juvenil de la coleccion del Museo Nacional, representado en mi obra: Suppl. á los cab. fós. de la Pampa Argent., pl. XI, fig. 3, (*) Revista del Museo de La Plata, Tom. II, pág. 665 sig. 1891. (**) Me sorprende este nombre dado á una hondonada, que nada tiene de común conel hueso y canal de las lágri- mas; la concavidad existe por su porcion principal en el mandibular y se toca apenas con el lagrimal. — 471 — tiene casi la misma longitud, desde los cóndilos hasta el borde de los incisivos, de 0,61 em., pero estando lastimado más ó menos casi todos sus huesos en la superficie externa, no puedo tomar otras medidas exactas. Veo algo indicado, abajo de la escotadura larga de los huesos nasales, una igual hondonada oblonga, paralela á dicha escotadu- ra, que se presenta también en la figura 1, pl. UU del Hippidium neogacum de mi obra primera sobre los Cab. fós. d. 1. P. A., pero no tan distintamente indicado, como lo debe ser, según la descripcion de Morexo, y es del todo probable, que en el cráneo de la otra especie más grande y de configuracion más robusta, también el dicho la- grimero ha sido poco más profundo v por esto más pronunciado. Lo mismo resulta con otros huesos del esqueleto. II. SUPLEMENTOS CRÍTICOS DE DIFERENTES PUBLICACIONES. 1. Lozomylus angustidens. Awremivo continúa en su nueva empresa de la “Revista Argentina de hist. natur.* cometiendo nuevos errores y haciendo nuevas especies, creciendo los dos en el suelo pútrido de sus obras, como los hongos en la basura, que es el verdadero terreno del nacimiento de éstos. Tiene la impertinencia de decir en la pág. 259 de dicha publica- cion, que “cada nuevo estudio mío desmerece del que le ha precedido “. Para probar, que esta frase se aplica mejor á las mismas obras de su autor, aviso al lector, que en la Revista Argent., pág. 94, Aurcmiso publica la descripcion ilus- trada por figuras, de un animal, que llama: Tetrastylus montanus, que es idéntico con el descripto y figurado por mí: Anal., tom. III, pág. 384, pl. 7, fig. 3., con el nombre sobre esta noticia, pero como el objeto figurado y descripto por mí es de color puramente blanco, y no solamente el resto del hueso maxilar, sino también el incisi- vo y las cuatro muelas, que tiene, ya se prueba por esta coloración que no pertenece al género Tetrastylus, que tiene, según los especímenes conservados en el Museo Na- cional, un color intensivo negro del esmalte de los dientes y de amarillo oscuro de la substancia de los huesos y de la dentina, y por esto no es posible unir mi Loxomylus con el género Tetrastylus; conservo entonces mi colocacion sistemática, como bien fundada. Aurcuixo critica mi obra de nuevo en la entrega 4 de la Rev. Arg. d. hist, nat., pág. 265, á su modo, no diciendo la verdad, sino desfigurándola. Si él hubiese consi- derado la figura del cráneo de la vizcacha, dada por mí, pl. III, fig. 1,4 delos Ana- les, tom. III, hubiese visto, que conozco bien la dentadura de este animal, y que el —- AQ — error grave que me imputa su arrogancia no existe, sino su mala interpretacion de mis figuras. En todas las muelas tiene la vizcacha dos láminas iguales, con excepcion de la última (cuarta) superior, que termina con tercera lámina triangular, con ángulo obtuso al fin; pero falta del todo á la verdad, que cada muela superior sea más angos- ta hacia atrás, sí solamente la última tiene una tercera lámina no más angosta, sino de otra figura. Justificarse contra un crítico como Áxme6HiNo, que nunca dice la ver- dad, parece de todo punto innecesario; la falsedad de su noticia ya da la refutacion, y por esta razon no hablo más sobre sus querellas. En otro lugar de su obra gruesa, pág. 358, se burla Amrcumxo, Boletin d. 1. Acad. Nac, de 1887, pág. 49, sobre mi opinion de haberse encontrado también en Norte América un animal fósil, que vivía principalmente en la pampa argentina, como error grave coutra la distribucion geográfica de los animales. El criticastro no ve entonces, que los Mastodontes han vivido contemporáneamente en la América aus- tral y boreal, y que todavía actualmente el tigre (Felis onca) y el leon (Felis conco- lor) son habitantes coetáneos de las mismas dos mitades del Nuevo Continente (*). 2. Colpodon propinquus. En la Rev. Arg. de hist. nat., tomo I, entr. 5, pág. 334, publica AmecHivo cuatro muelas inferiores, el cuarto premolar y los tres molares siguientes, de un animal, que identifica con el Astrapotherium magnum, fundado en mi Descr. phys. d. 1. Rép. Arg., tom. V., pág. 517, uniendo á él, pág. 550, el diente, que Owex había descrito como Nesodon magnus. Ameauiso aprueba esta union como justificada y alega, pág. 270, la figura de la lám. XXX del atlas de su obra, como dentadura del mandibular superior. Dicha nueva figura, pág. 334, se parece, es verdad, mucho á mis figuras A y B, pág. 165 de los Anal., etc., tom. IM, pero no son idénticas sino bastante diferentes; cada molar tiene casi el doble tamaño en comparacion con las figuras mías; también algunas diferencias en el curso del esmalte externo y un grosor mayor de la corona en direccion transversal. Igualmente se diferencia mucho el molar, pl. II, fig. 16 de los Anales, tom. III, de las figuras de Jos molares de Astrapotherium en su obra, pl. XXX, fig. 1 y 1 a; lo que me obliga á pretender, que el género Colpodon no puede ser idéntico al género Astrapotherium, aunque reconozco la similitud de los dos gé- neros, ya antes por mí mismo señalada la similitud, como muy próximos. (+) El animal, llamado por Core Synoplotherium, nombre cambiado más tarde en Mesonyx (Vertebrata of the Tertiary Formations, pág. 358, pl. 27, 29), tiene los pies de Typotherium, con las mismas falanges de uñas an- chas, llanas y bipartidas, que no corresponden al tipo de los Ferae carnivorae, y por esta razon lie sido de la opinion, que los cráneos con el tipo carnívoro «adjuntos á los dichos pies no pertenecen al mismo animal, sino á un animal diferente. Soy de esta opinion todavía. — 473 — Pero no quiero hablar de esta similitud dejándola como bien fundada, sino sobre el nuevo artículo: Nesodontidae de la Rev. Arg., etc., pág. 354 sig., en el cual revoca AMEGHINO sus errores anteriores, adjuntando nuevos no menos vituperables. Necesita esta exposicion una pequeña introduccion histórica. APÉNDICE CRÍTICO. Al fin del año 1889, en el mes de Noviembre, visité por primera vez el Museo de La Plata, ocupándome principalmente con el examen de los nuevos objetos de los contornos del rio Santa Cruz, en la Patagonia austral. Como algunos de ellos no habian sido hasta entonces exhibidos á la vista del público, los he examinado en el laboratorio del empleado ocupado en su limpieza, acompañado del Director, D. Frawcisco P. MorExNO0, al cual confesé francamente, que todos pertenecian al género Nesodon de Owen, invitándole 4 mandármelos á Buenos Aires, para el estudio más exacto. Los recibi en Enero de 1890, y he hecho mis notas preliminares, que ten- go todavia con la fecha bien conservados. Pero habiéndome enfermado á mediados de Febrero con la influenza, que reinaba mucho en Buenos Aires, remiti en Abril los objetos á La Plata, preparáandome al viaje de [talia, para lo que habia solicitado per- miso al Sup. Gobierno. Vuelto de Génova al fin de Agosto, principié la obra de la entrega XVII de los Anales, que fué publicada en el mes de Abril de 1891. Desde entonces volvi 4 mi empresa de estudiar los fósiles particulares de la Patagonia austral. Solicité de nuevo el mandarme los objetos al Museo Nacional, y recibi desde el fin del año 1890 y prin- cipios de 1891, poco á poco cinco cajones con muestras del género Nesodon, la mayor parte signados con los mismos nombres dados por AMEGHINO, en la época que fué empleado del Museo de La Plata, El oficial que encajonó los objetos fué el mismo que los habia limpiado antes, en cuya presencia hablé con el señor Moreno, es verdad en palabras no muy honorables para AmeGHIiN0, sobre los muchos errores en su deter- minacion de los objetos, distribuyéndolos en 6 géneros y en una docena de especies. Dicho oficial Italiano de nacimiento como AMEGHINO y por consiguiente su amigo, le ha avisado lo que pasaba con las muchas mues- tras de sus nuevos géneros, que estaban en mis manos, para corregir sus errores, y que todos los determiné como pertenecientes al mismo género Nesodon. Más tarde personas competentes me han dicho, que AMEGHINO reconoce sus errores, y que preparaba un nuevo ensayo sobre el género Nesodon, para anticipar mis obras. Es este el origen del artículo en la Re- vista Argent. d. hist. nat., tomo I, entr. 5, pág. 254. He recibido dicha entrega en el mes de Octubre del año 1891, cuando mi critica en los Ana- 60 — 474 — les, pág. 421, ya estaba impresa; ocupándome en los meses de Abril hasta Julio del año en la confeccion de los dibujos de Jas láminas VIIL—X, como lo prueba la inscripcion en cada una. Las he mandado después á Berlín, en donde han sido ejecutadas por un artista habil; con orden de remitirme de cada lámina 500 ejemplares hasta fines de Noviembre. Ahora criticaré la nueva recension de AMEGHINO para probar, que ella no es mejor que la primera, sino al contrario, llena de nuevos errores, que enumeraré uno después de otro en la misma sucesion de las páginas de la obra. Pág. 357, núm. 2. AmeGHINO imputa á Owen el error de haber tomado la porcion del maxilar inferior de N. ¿mbricatus, que éste figura y describe bien, pl. XVII, fig. 11-13 de su obra, y que AMEGHINO representa bastan- te mal pág. 261, fig. 32, por otro objeto de un individuo igualmente jo- ven, por la dentadura del animal viejo; pero no tiene esto Owex en nin- guna palabra; al contrario, prueba su figura 11 muy exacta, que los premolares tienen raices perfestas abajo de la corona corta, y que el pe- dazo del único molar rotu no tiene raiz alguna, sino que desciende con su trozo largo igualmente hasta el fondo del alvéolo, lo que es suficiente de saber para un sabio como Owen, que el objeto ha sido de un individuo joven; y por esta razon el no ha dicho esto en su texto, como noticia innecesaria. Solamente un sabio como AMEGHINO pide explicaciones sobre datos, que OÓwEN no ha dado textualmente, porque sus figuras lo dicen bien claro, sin palabras. El error es de AmeGHINO, acusando á OWEN, para ex- cusar su propia falta. La frase de Owen al fin de su descripcion de N. imbricatus, pág. 304 de su texto, alude, hablando de los molares posterio- res, á su figura 10 de la misma lámina XVII, que representa dos de éstos: el segundo y el tercero; pero no á la figura 11, á la cual AMEGHINO se refiere con su critica falsa y calumniosa. Pág. 357, núm. 3. No está probado lo que AmecHINO dice, que las mue- las de N. Sulivani, representadas por Owex, pl. XVIII, fig. 15-20, perte- necen al N, ¿mbricatus, porque su tamaño mayor y su más fuerte anchura se oponen á esta suposicion; prefiero tomarlas por dientes del Astrapothe- rium, porque coinciden con el tipo de este género en tamaño y anchura. Pág. 357 núm. 4. Son fantasías de ÁmEGHINO, que el cráneo descripto y figurado por ÓwEN con el nombre de N. ovinus no pertenecía á él, sino al nuevo género Adimotherium, porque éste no es otra cosa que el mismo género Nesodon, y el A. magister de AmeaHino es el verdadero N. ovinus de OWEN. Pág. 358, núm. 6. Esta frase sobre mi Colpodon propinquus contiene tantos errores como palabras; mi figura 16, lám. III de estos Anales, no representa una muela de leche, sino el segundo molar persistente de un género particular, que se relaciona con Nesodon del mismo modo, como éste con Astrapotherium. Tomar el original de mi figura por muela de leche, — 475 — es un error tan grave, que si yo mismo no hubiese leido esta frase, habría creido, que aun AMEGHINO fuera mejor informado, que lo es en verdad por esta prueba franca. Los núm. 7-10 prueban, lo que he dicho antes en mi apéndice crítico pri- mero, que el autor reconoce actualmente algunos de sus muchos errores; lo que me proporciona una gran satisfaccion. Pág. 361, núm. 6. Aunque el autor ya ha dicho antes, que mi género Colpodon pertenece á Nesodon, repite acá su grave error con la arrogancia del autodidacto vano é ignorante. Desde la página 362 AmecuiNO se ocupa exclusivamente con la critica de la obra del señor MerceErRAT sobre los Protoxodontidae en los Anales del Mus. d. l. Plata. He criticado también dicha obra, pág. 423 sig., y por esta razon no procedo de igual modo aqui. 3. Dos muevas especies de Megatherium. En una relacion sobre los diferentes ejemplares del Megaterio, que poco á poco han caído bajo mi examen personal (*), comparando mis resultados con los de autores an- teriores, que han tratado de este animal maravilloso, el producto más sorprendente de la fauna antidiluviana sudamericana, he publicado mis observaciones sobre las medidas de algunos de los principales huesos del esqueleto, para demostrar, que exis- ten diferencias bastante grandes individuales en el tamaño y la figura particular de éstos, para mostrar las variaciones del animal colosal en su configuracion orgánica, Convencido por estudios en otros animales, con los cuales me había ocupado desde la juventud de mi vida bastante larga, he aceptado como ley orgánica la máxima, que las variedades individuales de las especies de animales son tanto más numerosas y más fuertes, cuanto el tamaño de su cuerpo es mayor y la extension geográfica de su habitacion más vasta y más variable por la conformacion territorial. Á consecuencia de los resultados de esta investigacion he aceptado la posibilidad de la variacion de los caracteres específicos hasta cierto grado, dando bastante impor- tancia á los efectos del clima y del suelo para la configuracion particular de los indi- viduos, sea en general ó sea en sus diferentes partes que componen su cuerpo, rehu- sándome en aceptar alguna pequeña variacion de la figura y del tamaño de los huesos de animales extintos como caracteres suficientes para fundar nuevas y diferentes es- pecies, Mucho siento que los señores Morexo y Mercerar no hayan estudiado mi relacion sobre las diferentes partes del esqueleto de Megatherium, que he publicado en 1873 en el periódico alemán de Anatomía y Fisiología arriba citado, antes que sus auto- (O) Véase: Archiv fúr Anat. € Physiol. del año 1873, pág. 626, LuIpz. 8.” — 476 — res fundaran las dos nuevas especies, que dedican á mí y al señor Bere, en un folleto con el título: “Museo de la Plata“ Paleontología, pág. 29-31, 1891, 8.% probablemente hubiesen comprendido la imposibilidad de caracterizar Megaterios según pequeñas di- ferencias de los dientes y otras frioleras, como la terminacion del peroné, con las cua- les se creen haber justificado sus dos nuevas especies y en la figura del astrágalo, etc., de la obra citada, porque los siete esqueletos de Megaterio, que he examinado, mues- tran diferencias individuales mucho mayores, que las enumeradas en sus nuevas es- pecies. He demostrado, que las dos vértebras, la última del cuello y la primera del lomo, se cambian en altura, y que en un esqueleto examinado por Owex aquella vértebra ha tenido una espina dorsal más alta, que ésta, que la tiene generalmente superior á todas las otras. Otra diferencia individual presenta el húmero y. el fémur en su longi- tud y su anchura. La longitud del húmero varía de 27-29 pulg. y la del fémur de 27 30. Igual diferencia muestra la cola, con sus 18 vértebras; tenemos en el Museo una Cola de 5 */, pies de largo y otra de 4?/, pies; aquélla puntiaguda al fin, y ésta explanada y ancha; cuya diferencia influye principalmente en las últimas 8 vérte- bras, que miden en el caso primero juntas 20 puls., y en el otro caso solamente 16 pulg. La más grande diferencia del tamaño muestra el calcáneo; tenemos uno de 14 pulg. de largo y otro mayor de 17 */, pulg. Pero aun más sorprendente es la diferen- cia individual en el número de las piezas del esternon, quese compone generalmente de siete, incluso el manubrio y el apéndice xifoideo. Pero existe en el Museo un es- ternon de 8 piezas, siendo la octava un hueso, de igual tamaño con el tercero, cuarto, quinto y sexto que se asemejan mucho, mientras que el séptimo es un poco más dife- reute de éstos y el octavo ó xifoideo no termina en punta, sino en lámina plana del- gada oval. | En un tipo de animal, cuyos esqueletos muestran tales diferencias individuales, no es posible fundar nuevas especies sobre particularidades subordinadas como las que admi- ten los señores Morexo y Muercerar para ellas; principalmente si no conocemos las dife- rencias del sexo y de la edad juvenil, ni tampoco la configuracion general externa, con el color del pelaje; no sabemos hasta hoy, si el Megaterio haya estado cubierto de pelos ó de escudos huesosos pequeños, como Scelidolherium y Mylodon; ¿de qué vale hacer nuevas especies si no se sabe más de ellas, que las calidades anotadas por los citados autores?; mejor es estudiar con energía y perseverancia las visibles variaciones del esqueleto de uno y mismo animal igualmente colosal, que fundar en él las nuevas especies; sería una tarea mucho más conveniente para los ricos recursos del Museo de La Plata, reunir en su recinto una media docena de esqueletos del Megaterio, para mos- trarlos al estudio severo de anatomos versados, que fundar en pedazos de esqueletos incompletos nuevas especies. Recomiendo esto como más digna empresa á los señores — 4717 — Morexo y Mercerar, rogándoles perdonarme, que rehuse aceptar cada nueva especie de Megaterio fundada del modo que ya he dicho. IV. CRÍTICA DE ALGUNAS OTRAS NUEVAS ESPECIES. Se han publicado en los últimos dos lustros pasados algunas nuevas especies de ma- miferos de la misma fauna paleontológica, con la cual me he ocupado durante los 30 años de mi residencia en Buenos Aires; y por esta razon me veo empeñado en indicar mi Opinion sobre su valor, porque se relacionan no solamente con mis estudios, sino que parecen oponerse también á mis propios resultados. Tratarélas en las páginas siguientes, según la antigúedad de su publicacion. 1. Protauchenia Reissi, por W. Braxco, Palaeont. Abhandl., Y Bd. 2. Hft.s. 110 ( Berlin, 1883 ). La descripcion detallada del autor, muy cuidadosa é ilustrada por figuras exactas y elegantes en las lám. XV-XVI!, no me permite ninguna duda, que es el mismo animal con la especie del Llama grande de la Pampa Argentina, y por consiguiente idéntico con el que Lux ya había designado con el nombre de Lama fossilis y que P. Gervars ha descripto científicamente con el título de Auchenia Weddellii (Rech. s.l. Mammif. foss., etc. Paris, 1855. 4”). El esqueleto, aunque no perfecto, pero representado por un cráneo entero y muchos huesos significativos, que tiene el Museo de Buenos Aires, me persuade bien que es el mismo animal que describió Gervais, y que repite con un nuevo nombre el señor Braxco. La separacion del actual género: Auchenta no lo veo justificado; son solamente diferencias de tamaño y de grosor que distinguen los huesos de la especie gigantesca, con la estatura del caballo, de los del actual guanaco, diferenciando el animal de nin- guna manera más que los diferentes subgéneros del antiguo género Bos, ó del género Cervus. Como los autores modernos estos géneros los han subdividido en subgéneros» se pueden también coordinar las especies grandes y pequeñas del género 4uchenia, y en este sentido admito la denominacion Protauchenta, aunque no creo que con el nuevo nombre se haya adquirido un mayor conocimiento, que por la denominacion anterior de Auchenia. Ya he dicho lo mismo, aunque no igualmente claro, en mi co- municacion sobre las Llamas fósiles en el Archiv f. Anat. € Physiol. de 1891, adjun- tando como curiosidad particular, que Awrcmixo ha distribuido la misma especie en tres géneros: Kulamiops, Stilauchenia y Palaeolama, repitiendo también alguna de las figuras de Braxco con el nombre de este autor: Protauchenia Reisst. — 478 — 2. Machaerodus neogaeus, ibid., pág. 137, pl. XIX, La figura adjunta á dicha obra, representa un cráneo más pequeño de esta especie, que por el colmillo menor vindico á una hembra, representado en Buenos Aires por un esqueleto macho perfecto, de tamaño mayor y robustez sorprendente de sus hue- sos, superando aún á la figura del cráneo que da BLarvILLE en su Ostéographte, genre Felis, pl. 20. El señor Braxco entra, como introduccion, con imparcialidad en la cuestion de la diferencia entre los dos géneros pretendidos de Smilodon y Machaerodus. Para mi no existe esta cuestion de todo insignificante; el animal es bien conocido por las di- ferentes descripciones dadas por mí en mis publicaciones; remito al lector principal- mente á mi última recension en la Descr. phys., ete., tom. UI, pág. 106, y á las figu- ras pl. IX del 4t/. d. Mammtif. y en Abh. d. naturf. Gesellsch. z. Halle, tom. X. La cuestion principal es si las denticulaciones finas de los bordes del colmillo están presentes en los dos márgenes, ó sólo en uno; ó en la base ó también en la punta, que no es de tanta importancia como algunos autores lo creen, porque dichas dife- rencias son secundarias. Al principio existen los dientecillos á los dos lados, de la base hasta la punta, pero por la friccion con los objetos al uso del colmillo, se pierden poco á poco á los dos lados de la punta y después también en el borde anterior; y por esta razon los individuos viejos tienen la denticulacion solamente á la porcion basilar de los bordes. Los dientecillos faltan casi siempre á la punta, y muchas veces también á la mitad del borde superior; muy claramente existen solamente al borde interno y en la porcion basilar del superior hasta el medio, después perdiéndose más con los años, como lo exige el uso repetido. Sabido es que los grandes animales fe- roces, como el Machaerodus, viven muchos años en regiones en donde el hombre no los persigue; quién sabe, si el hombre haya existido en la vecindad du estas bestias; y así ha sucedido, que sus colmillos han sido bastante utilizados, para perder poco á poco sus bordes finamente denticulados. Nuestro individuo grande es casi sin dien- tecillos en toda su punta y borde anterior del colmillo derecho, teniendo acá y allá algunos restos de ellos; pero de este fenómeno no se desprende para mí, que no los ha tenido en los dos lados durante la juventud del animal. El colmillo izquierdo de nuestro esqueleto ha sido roto y artificialmente reconstruido, y por esta razon sin bor- des denticulados. Los dientes se usan poco á poco, sin recibir nuevos bordes; tal como han sido formados deben continuar usados hasta el fin de la vida, porque la restau- ración de los bordes es imposible (*). (*) Remito al lector á la obra exacta y persuasiva de A. HexsEL, sobre la variacion del cráneo de los Ferae en las Nova" Acta Acad. Caes. Leop. Carol., tomo XLIT. 1881-4, ñ e o — 479 — Las dos crestas obtusas en el rostro de Machaerodus, que Core acepta como ca- rácter genérico, son producidas por las gruesas raices de los colmillos, y tienen sola- mente un valor subordinado; fundar caracteres genéricos en ellos no me permite lo insignificante de su figura y altura relativa, según el tamaño general del individuo. Tenemos 5 cráneos de Machaerodus en las dos colecciones del país, y todos tienen algunas diferencias subordinadas, pero faltan generalmente los dientes. El cráneo figurado en la obra de Brawco prueba lo mismo, comparándole con el cráneo en la obra de BLarmviitE y la mía; cada una de las tres figuras muestra algunas particula- ridades, que me convencen, que es imposible fundar en ellas diferencias genéricas, principalmente cuando veo, cómo las fundan algunos autores, imitaudo la obra de Auremwo y Gervass ( fils) sus especies y géneros nuevos; es trabajo perdido estudiarla, mucho mejor me parece ignorarla, pues no es posible recibir auxilio con la lectura de dicha obra. 3. Scelidotherium Bravardi, R. Lybekxker, Proc. Zool. Soc., 1886. pag. 494, pl. 17 y 19. La nueva especie del autor se funda en un esqueleto imperfecto, cedido por BrAvArD al Museo Británico, recogido por él en la provincia de Buenos Aires, Las diferencias especificas son deducidas de la figura general más angosta del cráneo, comparándolo con el de Sc. leptocephalum, unida con huesos nasales un poco más cortos, un pala- dar huesoso mucho más angosto entre las dos series de los dientes, y los cóndilos occi- pitales más aproximados, mientras que la distancia de ellos desde los últimos dientes del paladar, es considerablemente más larga. Accede á estas diferencias la longitud de la punta unida de los dos maxilares, que supera bastante la de la misma del Se. leptocephalum, y esta misma porcion del maxilar se levanta más reclinada que en la otra especie. Al fin, el astrágalo es más ancho y sus dos caras articulares, que se unen con la tibia y fíbula mucho más grandes, porque dicha porcion del astrágalo es mucho más elevada. No dudo, que estas diferencias existen entre alguno cráneos del género Scelido- therium, pero dada la posibilidad de fundar en ellas como subordinados caracteres específicos; para mí son éstos nada más que diferencias individuales, ó probablemente también sexuales, porque el cráneo de la hembra es en todos estos grandes Gravi- erados más chico y más grácil, que el del macho. He examinado de nuevo algu- nos cráneos y pies de Scelidotherium, existentes en nuestro Museo Nacional y en el de La Plata, y he visto aún otras diferencias más valiosas, que no admito como espe- cíficas, sino también como individuales. Animales de grande tamaño individual tienen siempre tales diferencias, como he probado antes por mi juicio sobre las nuevas especies del Megaterio, últimamente fundadas, rehusando aceptarlas; rehuso también ésta — 480 — del género Scelidotherium. Compare el señor Lyoekkek su nueva especie con la otra que él llama: Se. chilense, que no es otra cosa que el Sc. magnum de Bravaro, ya fi- gurado en la Ostéographie de BLarviLLk, género Megatherium, pl. 1, fig. 19., y des- cripto por mi en mi At/as des Mammiferes, p. XV, fig. 1-3, con texto, pág. 103, cuya obra ha sido comunicada por mi á la Sociedad Zoológica de Londres, en donde cada interesado la puede consultar solamente para comprender, que diferencias absolutas y no relativas deben existir entre verdaderas especies diferentes. He dado en el texto, pág. 103, también las medidas de los ocho cráneos de Sc. leptocephalum, que han pa- sado paulatinamente por mis manos, para probar las diferencias individuaies del ta- maño, mostrando por éstas, como creo, que otras de figura no faltarán, si las del tama- ño no son muy pequeñas. : 4, Eleutherocercus setifer, E. KokeN, Alh. d. Kon. Alkad. z. Berlin, math.-phis. Kl. de 1888. 4to., con dos láminas. Con el nombre arriba indicado, el autor describe una especie nueva de los Glyp- todontes, que admite como género desconocido, explicándolo por figuras buenas de tamaño medio del natural. Como caracteres diagnósticos del nuevo género, se leen, pág. 26 de su obra, los siguientes: Tubo de la cola muy deprimido, en la superficie inferior un poco cóncavo, con pa- redes sólidas no unidas con las apófisis de las vértebras caudales internas. Placas de triple orden: uno (doble ) lateral, otro dorsal y el tercero ventral. Cada lateral de una serie de rosetas mayores con centro cóncavo. El dorsal de placas desiguales, los mayores en el centro cóncavos, acompañados en la circunferencia de la roseta central con serie de agujeros, y otras placas menores irregulares. El ventral de placas diferentes, algunos rectángulos, en el medio profundamente surcados; otros oblongos, con impresion media careniforme, los dos cireundados de serie de agujeros (antes ) setíferos. Las figuras de las placas coinciden bien con las del tubo de Panochthus tubercula- tus, con excepcion de los centros cóncavos de los mayores, que son en el P. tubercu- latus elevados en conos bajos. El dicho tubo y los agujeros periféricos setíferos, que son particulares al nuevo tubo caudal, faltando á las otras especies, tiene también el tamaño, en cuanto él es conocido, con el mismo de Pa» ochthus tuberculatus; mostran- do el resto conservado 36 cm. de largo, con 18 cm. de ancho en la circunferencia trans- versal elíptica de la ruptura, y 8,7 cm. de alto en medio de ella. Casi iguales dimen- siones tiene la punta de la cola del ejemplar más grande de nuestro Museo Nacional (*). (*) El género Comaphorus, que el autor cita, pág. 22, no existe; este apelativo es error tipográfico en lugar de Lomaphorus. — 481 — Fundándose en esta conformidad general de los tubos, declaro el género Eleuthero- cercus no admisible, adjuntándose sin dificultad la especie nueva al género Panoch- !hus, con el nonibre específico de P. setifer y distinguiéndola de las otras dos espe- cies ya conocidas por la diagnosis siguiente específica: El centro de todas las placas grandes y principales más ó menos profundamente excavado, con serie periférica de agujeros pequeños, antes setíferos. V. DOS ESQUELETOS ENTEROS. En el Museo Provincial de la Plata existen dos esqueletos casi enteros, que hasta hoy no se han conocido perfectos; daré aquí, para completar mis comunicaciones an- teriores, algunas noticias sobre el número de los huesos de la columna vertebral y de los pies. 1. Toxodon Burmeister:. Á los datos del tomo I, pág. 276 sig. sobre algunos huesos ya conocidos y descrip- tos por BLaIyvILE y GErvals, adjunto el número de las vértebras y costillas del esque- leto que existe en La Plata, tomado de una buena figura litografiada del esqueleto entero que de allí me ha sido comunicada. El esqueleto se asemeja bastante al del Rinoceronte, aunque Toxodon tiene espinas dorsales más altas y costillas más anchas; principalmente las seis anterioresson mucho más elevadas, describiendo con sus puntas no una línea recta, como en el Rinoceronte, sino una curva, en la cual las espinas de la vértebra segunda y tercera son las más altas. El cuello tiene como casi siempre siete vértebras, bastante parecidas á las del Ri- noceronte, pero con apófisis laterales menores menos fuertes. El número de las vértebras dorsales es de diez y siete, con igual número de pares de costillas, de las cuales las siete anteriores se prolongan poco á poco más, mientras que las diez siguientes gradualmente se acortan. Parece que dichos siete pares an- teriores se han tocado directamente con el esternon, faltando los cartílagos esterno- costales; del esternon existen ocho piezas, con el manubrio ancho y de figura casi trigonal. Las costillas son planas al lado externo y bastante anchas, semejantes más á las del Hipopótamo que á las del Rinoceronte, pero son poco más angostas que aqué- llas. Las últimas tres son muy cortas, pero no igualmente largas; la última mide como cinco pulgadas. El número de las vértebras lumbares es de tres, y el de las sacrales de siete, suce- sivamente más chicas; las dos primeras de ellas, mvy grandes, se unen con los huesos 61 A E ilíacos, las cinco siguientes son libres, pero unidas entre sí y con aquéllas por las apófisis laterales dilatadas en una lámina externa común á cada lado. De la cola existen ocho vértebras, las primeras tres anchas, con iguales apófisis transversales planas; las que siguen se enangostan más poco á poco, faltando las úl- timas chicas. A Pie anterior derccho* 4 a Naviculare; b Lunatum; e Triquetrum; d Pisiforme; f Multanaulam; g Capitatum ; h Hamatum. B Pie posterior izquierdo: E a Calcaneus; hb Astragalus; e Seaphoides; d Cuboides; e Cuneiforme primum, $, secundum- LALO v. Los dedos de cada pie, I y V, faltan al pie posterior. De los huesos del miembro anterior ya he dado noticias antes, O Ea pás. 978, El omóplato, figurado por Gervats y BLAINVvILLE es aneosto y lareo, como el del Rino- AS J >] , 5 z MS ceronte, pero más ancho en la base y relativamente menos oval. La cresta es larga, pero menos reclinada en el medio que la del dicho animal. También la figura de la pelvis la he indicado antes, tomo I, pág. 280. Tenemos actualmente un ejemplar completo en el Museo Nacional, con las puntas anteriores de los grandes ilíacos dis- tautes 90 cm. La abertura del vacío medio, entre el sacro y la sínfisis pubis, tiene 38 cm. de diámetro longitudinal y 32 cm. de diámetro transversal. El sacro tiene 36 cm. de largo y 24 cm. de ancho entre las dos vértebras, que se unen con los huesos ilíacos. ; —- 483 — Del fémur tenemos ahora tres ejemplares de diferente tamaño; el más largo mide 62 cm., el más corto 50 cm., el intermedio, como el de Gervars, 55-56 cm. Estas gran- des diferencias parecen inGicar diferencias específicas. La falta de trocánter tercero ex- terno, como en el fémur del Mastodonte y Elefante, ya la había indicado antes. Tibia y fíbula son muy cortas, como ya se ha dicho, tomo 1, pág. 283, y de los pies de los dos miembros he dado la descripcion, pág. 425 de este tomo II, adjuntando ahora arriba la xilografía prometida, mejor ejecutada. Adjunto ahora las figuras de los pies, que ya he descripto antes, página 425. 2. Macrauchenia patachonica. El esqueleto no del todo perfecto de este animal, conservado en el Museo de La - Plata, prueba, que su figura general ha sido menos parecida á la del cabalio, y más al esqueleto de Palaeotherium magnum, últimamente descubierto (*). Las dimensiones del dicho esqueleto son las siguientes: Longitud del cráneo en la superficie inferior, 55 cm. Longitud de las siete vértebras del cuello, 96 cm. Longitud de las 18 vértebras dorsales juntas, 115,5 cm. con los vacíos interverte- brales. Las costillas de los 18 pares son más gruesas que las del caballo, y prueban una solidez mayor, aunque el número es el mismo, lo que resulta también con las vérte- bras dorsales. La primera y segunda vértebra dorsal tienen el cuerpo de 8 y de 7 cm., las siguientes cuatro de 5 cm., después siguen tres de 6 cm. y tres de 6,5; las últimas seis son de 7 cm. cada una. Las cinco vértebras lumbares miden juntas 35 cm., cada una de las cuatro ante- riores de 7,5 á 8 em. de diámetro del cuerpo vertebral, pero lá última sólo 4,5 cm. El sacro se compone de seis vértebras bien unidas por sus cuerpos y apófisis late- rales, pero decreciendo en tamaño y anchura, siendo las posteriores apófisis sucesiva- mente más cortas, pero también más gruesas. Una cresta dorsal poco alta existe en todo el sacro, separado de las apófisis laterales á cada lado por un surco bastante hondo. Las cuatro primeras vértebras sacrales se unen con el hueso ileon, del cual he dado una figura y descripcion, pág. 55, pl. IV del tomo I de estos Anales, unido con el isquion y el pubis. Se ve en la misma lámina figuras del atlas y de la última vértebra dorsal. Igual cosa resulta de los huesos del pie posterior, ibid., pág. 58, y por esta razon no repito acá las medidas. (+) Véase la figura en el periódico inglés Nature, tom. IX, pág. 286 — 484 — El miembro anterior está dibujado y descripto en mi obra, publicada en las: Nov, Acta Acad. Caesar. Leopold Carol., tom. XLVIIT del año 1885. Debo los datos nuevos, aquí publicados, al señor D. Arc. Mercerar, quien ha teni- do la bondad de comunicármelos por carta escrita de La Plata el 1. Diciembre del añocorriente. ÚLTIMO APÉNDICE CRÍTICO. Habiendo criticado en los anteriores apéndices algunas de la calidades principales de la obra gruesa de AmeGHiNo, para probar sus defectos con ejemplos caracteristicos especiales, me parece conveniente, dar al fin un voto general sobre su valor, criticando el método del autor, como no con- forme con las leyes de la verdadera ciencia. De este juicio final se deducirá, que dicha obra no es solamente inútil, sino un verdadero detrimento, pro- mulgando muchas nuevas especies falsas v otros errores, que no pueden fácilmente ser reconocidos, porque faltan fuera del pais los recursos nece- sarios para su verdadera justificacion. Respecto al método del autor, dando largas introducciones históricas so- bre los autores anteriores del tema, me veo obligado á declarar, que son inuecesarias, porque no menciovan las obras de sus antecesores, sino sola- mente sus nombres. Existe al fin de la obra de AmeGHINO un largo índice de las personas citadas, pero nada dice de sus obras; AmEGHINO obliga al lector á buscar por sí mismo las obras, que él critica, porque no avisa por ninguna palabra los titulos y los periódicos cientificos en donde existen. Es claro que una tal acumulacion de nombres no valen nada, si no se dice, de qué obra del sabio nombrado se trata; en vano se busca en toda la obra un indice completo de las obras utilizadas, pero sólo se halla el dicho registro de los nombres. Este modo de alegar autores es completamente innecesario, porque es inexacto; el solo nombre del autor no vale nada para informarse, sino la obra suya, que el critico se imagina. ÁmeGHINO, que ha tratado sobre casi todas las especies almitidas ya antes en sus otras obras, no omite jamás citar su propio procedimiento, pero de los otros autores no es tan cuidadoso; dejando al lector en incertidumbre sobre el texto que ha tenido presente en su imaginacion, cuando nombra el testigo. Así no se hacen obras cientificas meritorias; son costumbres vagas de folletinistas, escujbir sin datos auténticos. El número de los nuevos géneros y especies no es fácil de calcular, y por esta razon no lo he hecho; pero no creo exagerarlo, si digo que son más de trescientos. Estimando esta cantidad en su número verdaderamente admisible, no vacilo en declarar, que más de dos terceras partes son exa- gerados y fantásticos. En cada caso, en donde he examinado con funda- — 485 — mento seguro de objetar sus nuevas especies, las he encontrado con 2 hasta 3 y aun 4 diferentes nombres. Estoy por esta experiencia dispuesto á re- ducir las 300 nuevas especies de AmeGHINO 4 60 ó 70, á lo menos no á las más bien determinadas. Para mostrar, cómo el autor hace sus nuevas especies, remito al lector á la Revista Argentina, tomo I, página 289, en donde se lee una repetida enumeracion de las nuevas especies de Mamiferos fósiles, recogidos por su hermano en la Patagonia Austral durante 4 viajes sucesivos en los años 1887-91, ocupando por este resultado 13 meses. No son menos de 178 es- pecies, todas caracterizadas por cortas descripciones; de algunos géneros, v. gr. Hapaloes con 13 especies, y casi todos los géneros con 3 y 5. Ac- tualmente viven en toda la Patagonia sólo casi 50 especies de Mamiferos, y entre ellos son los Chirópteros, los Rapaces y los Roedores, los más nu- merosos; los tres animales bastante grandes son el Puma, el Guanaco y el Guamul, el ciervo de la Cordillera; y en la época terciaria admite AÁME- GHINO más del triple número de este grupo, sin encontrar en esta suma ni Chirópteros ni Roedores, ó sea animales chicos de igual tamaño reducido! Qué sabio, bien informado del número de los Mamiferos terciarios cono- cidos, hasta hoy bien determinados y descriptos, no debe sorprenderse con una tal exageracion monstruosa, que ÁmEGHINO tiene la desvergúenza de presentar á los paleontólogos actuales. Fundar solamente nuevas especies y géneros es para el naturalista cientifico una actividad inferior, que corresponde más al coleccionista que al sabio paleontólogo, y por esta razon ni Cuvier ni OweN se han ocu- pado mucho con esta tarea; puede decirse con razon que desde la enmienda al estudio cientifico por el Darwinismo la sola actividad de fundar nuevas especies ha sido desacreditada por la mayoria de los naturalistas actuales. No es un verdadero provecho para la ciencia, conocer nuevas especies, sino fijar mejor las ya determinadas por nuevas observaciones, que dan á conocer nuevas ideas de su organizacion y aumentan las relaciones orgánicas entre ellas, pero estudios exactos de este género no se encuentran en el libro grueso de AmEGHINO; toda su obra se versa en nuevas espe- cies Ó géneros con nuevos nombres, para llamar la atencion hacia su autor. Y estos nombres son muchas veces bastante mal inventados ; apelativos como Protauchenia, Prochiroptera, Propalaehoplophorus, Promega- theriwm, Promylodon, Protoxodon, Protypotherium, etc., etc., son testimonios de la pobreza del ingenio de su inventor, como también las muchas composiciones parecidas de Palaeocavia, Palaeolama, etc., de las cuales iu obra de AumrecHixo tiene una abundancia abrumadora. Una parte, la más sorprendente y la más fantástica de la obra de Amk- GHINO es la que trata del hombre fósil, pág. 45-99. Pretende el autor haber encontrado restos del hombre primitivo en capas de la época terciaria y cuaternaria, con trozos trabajados por él de silex, de alfareria y aun — 486 — de animales fósiles; en un informe sobre el Museo antropológico de la Universidad de Córdoba, dice, pág. 14 (tomo VII del Bol. de la Acad. Nac. de 1885), haber recogido “restos de unos 12 esqueletos del hombre prehistórico”, pertenecientes á dos épocas y dos razas distintas, y entre “ellos un esqueleto casi completo de la raza antigua”. Igual exageracion no ha sido publicadajamás. En el corto espacio de, un año reunir restos de 12 esqueletos del hombre fósil en un país, en donde desde hace más de 50 años han sido hechas colecciones paleoetnológicas por sabios industrio- sos, que apenas encontraban algunos rastros del hombre prehistórico, es pretension sobresaliente de su fantasia extravagante. Los restos del hombre prehistórico bien probados han sido todos, según mis estudios,. t depositados en las capas inferiores de Ja última época geológica del país, que he llamado en mi Descr. phys. d. l. Rép. Arg., tom. IL, pag. 156, sig.: Formacion actual de los aluviones, y que otros escritores del pais han llamado: Sedimentos lacustres. He dado una descripcion de mis obser- vaciones propias en un ensayo, publicado en la Zestschr. fir ally. Erdz. N. F., tomo XV, pág. 237, bajo el titulo: Excursion an den Río Salado, á la cual remito al lector, no repitiendo mis datos anteriores. Muestras de esqueletos casi enteros no he visto, son muy raros; éstos se han en- contrado siempre en hondonadas, que parecen indicar antiguas lagunas, en las cuales probablemente uno ú otro individuo humano ha sido extinguido, Huesos sueltos del hombre no se hallan ya en su depósito primitivo, sino transportados por las aguas á otros lugares, en donde se han encon- trado también restos de animales cuaternarios, muy probablemente traídos del mismo modo. Se habla mucho de un esqueleto humano encontrado por D. Exr. DE CARLES en Samborombon y extraido de la tal laguna, y otro unido con partes del esqueleto de Scelidotherium leptocephalum en Bahía Blanca; pero el depósito que esto ha contenido, es una acumulacion de escombros de rocas, arenas' y conchas marinas, formando un banco anti- guo á la costa del mar, como médano litoral, no dando vingún testimonio fijo, que el resto del hombre y del Scelidoterio han- vivido contempo- ráneamente. Todas estas noticias, sobre las cuales AmeGHiNno funda su largo artículo del hombre fósil, y que principia (pág. 60) con el hombre terciario, persiguiéndolo pur la formación cuaternaria, son vagas y aumen: tadas por la fantasia de sus autores; yo no creo en ninguno de estos datos, dudosos para mi, y me contento con los pocos ejemplos serios de restos humanos en depósitos postcuaternarios ó actuales, que me son los únicos algo probatorios. , ; A] fin me parece obligatorio hablar también sobre las 97 láminas, que acom- pañan como atlas el grueso libro de AmeGHixo. Son á mi juicio no mejo- res, que el contenido del texto, bien impreso, es verdad, de la obra; y la única calidad laudable que ésta tiene. Las primeras láminas 1-15 son ver- daderamente escandalosas por su ejecucion, las figuras sin algún carác- ter diagnóstico, todas más ó menos de iguales contornos y sin las diferen- — 487 — cias pequeñas exactas de los dientes. Quien pueda determinar por estas figuras diferentes especies, debe poseer calidades adivinatorias superiores; á mi no me ha sido posible reconocer en ellas algún objeto de nuestra colec- cion; y ¿quién creerá diferentes los dos cráneos figurados, lám. 2 y 3 del Oso fósil como dos especies, que haya leido y estudiado la obra maestra de A. HaxseL: Estudios crancológicos, ya antes citada, pág. 478? También las láminas 16-28 noson mejores y de ningún modo bien hechas, sino pruebas de un dibujante poco versado en la obra, aunque la explicacion de la últi- ma lámina indica las figuras como copias de mi obra. ¡Invito á cada lec- tor á comparar mis originales con estas copias, para formar su juicio! Después la lámina 35 principia un estilo poco mejor, pero buenas no son tampoco, sino obras medianas de un estudiante primario de dibujo. No quiero examinar asi todos, es suficiente decir, que ninguna lámina es bien ejecutada, y siempre una copia inferior á su original. Me fastidia continuar una ocupacion tan poco satisfactoria, como ésta, pero no debo pasar en silencio la critica de una obra, que como la de AMEGHINO pretende servir de modelo ¿ empresas similares y presentar ésta como producto de un maestro superior á todos los útros sabios contem- poráneos. Desde el principio hasta el fin dáse su autor como maestro para renovar la ciencia, introduciendo en ella nuevas ideas con nuevos nombres, todos originales suyos, que no aluden é otros sabios; ni Lrixwk, ni BurroN, ni Cuvier, ni OweN existen como sabios sistemáticos para el tribunal de AMEGHINO; él construye de nuevo el ramo de la ciencia que se relaciona con los Mamiferos bajo nuevos nombres, y propone una disposicion completa personal con caracteres, que hasta este día no han sido aplicados de igual manera; todo según sus caprichos y sus fantasias. Igual atrevimiento no ha existido jamás en la ciencia; cada sucesor junior se ha fijado en sus ante- cesores como maestros, planteando su obra sobre los antiguos fundamentos cientificos. No se conoce una igual conducta, y por esta razon condeno la obra de AMEGHINO como innovacion censurable y recusable. He venido á este pais, para aplicar mi aptitua cientifica en su provecho, y no puedo mirar con indiferencia, que mi ciencia sea maltratada aqui por un personaje incapaz de tal modo como lo he demostrado. Seducido por este motivo, he dado mi juicio franco sobre las obras de AMEGHINO, agre- gando que todas son más ó memos iguales al estilo arriba explicado. Son pro- ductos no maduros de un joven, que se empeña en colocar á otros autores, aunque sean los héroes de la ciencia, en la sombra. Como un aviso al público, agrego que no contestaré jamás á quejas y nue- vas invectivas del señor AMEGHINO, tratándole como individuo que no existe, dejando en olvido sus obras ysu persona. Dixi et salvavi animam meam. Pág. 109, — 488 — ERRATAS. linea 19, falta la cita: “ : -13, Árvicula, “ 18, Arviculinos “23, micasquita E LA, AOS e 7, Maquin-ilaue E 8, pasamos “15, carneros “ 21, Cadrimulgidae bs 8, urdinae ra 2, señor Fauvety “ultima, TE “— “ — Aequatorialegenden S 5, vi, (7 6, F, léase PL. 1,165 Arvicola Arvicolinos micasquista 815 Maguin-illaue paramos cráneos Caprimulgidas Turdinae señor A. Fauvety TL, Aequinoctialgegenden “Tv, ? , -CONTENIDO DE ESTA ENTREGA IX.—CONTINUACION A LAS ADICIONES AL EXAMEN CRÍTICO DE LOS MAMÍFEROS FÓSILES TERCIARIOS. i X.—SUPLEMENTOS A LAS DIFERENTES DISERTACIONES PUBLICADAS ANTERIORMENTE. El) Mes = SS _A e En 00 E m ¿ 2 pe Es hn pe (ep) pe q C E Ni y x r $ y v y Ñ OD . A A PSSS Pa | A AAA s < S » o , neto ee al TIA CIO a * a "o ja AA w , TA A UL A > Fan GAAL A AA e A e Berlin Lith Anstv. Carl Miiller, Anales del Museo Público de Buenos Aires, Tom. Il. SS E | E Ss ES > AAPP Anales del Museo Público de Buenos Aires, Tom. lll. Fig.24 H Burmeister del. Lito. J Mackern C. Peinhoch Lt hoqr Museo público de Buenos Aires, Tom.IIL. : Fig.2 PLM AnaLes beL Museo Nacional De Buenos Arres Tom. II. qn oe ARCANO Conesa o DN Laso e SepuntzA 2 Yo)c.Chana 4% us E AS AAA xl Volc.Corcorado (AN — Kio CarrenDk. oTeguataqua TÍ */ Mandato! de Sholpe GoLFo DE San José 2, PENINSULA VALDEZ PIDA Jade e Ze eo O a > telAS Miiriste de TR ILANO DBL ITINERARI DE LA EXPEDICIÓN DEL Sr. ASAHEL P. BELL C. E. | ACOMPAÑADO POR ) CARLOS V. BURMEISTER AYUDANTE DEL MUSEO NACIONAL g , 310 Pm él aa Ayora ad 047: | . | P 0%; E) Ñ Sd - IET aLes DeL Musro Nacional De Buenos AlrEs. Tom. lll. MUSEO NACIONAL DE BUENOS AIRES MAPA ITINERARIO LEVANTADO Y DIBUJADO POR CARLOS V. BURMEISTER 1889 e a ps 0 ' o | A a . ri e a A AA ah ¿ 5 ARA a cri ca + e mr a Er dina pd q 1. h dns del Msc Mil de Buenos Als, on DO lo vor 7 CON O A 0 30" 20 107 or m3 ¡== S A ee A | e E -— MAPA de los viajes del Dr. Germán Burmeister - por los Océanos ATLÁNTICO y PACÍFICO en los años de 1850 418%. J PE 140 q del Museo Nacional de Buenos Aires, Tomo IL. PLMI BO. Y de Anales del Museo Nacional de Buenos Aires, Tomo PLVIN al Pas > AI OAS AARARCA Aden ETE a REA ELaue lth Benin A Anales del Museo Nacionallde Buenos Aires, Tom 1 PLIK Elqu2. Ya HBurmeister del Agusto 1891. E.Laue lith Berlin. PLX Anales del Museo Nacional de Buenos Aires, Tomo IL. cd A Ñ | / | | a G >. >, > ES A y ” Pas E Burmeister del Agosto 12:91 . € dle e gt E ll e dd tt in td de '.. - e eN > DIVA Dn y Má e 1 mm > A Md IS $7 il MAD aL Ñ ves do O SA Le | NA nd PA Ai "7 FDA SIA Date Due Pr ra a bresrricita: -», DE: E 4H e): . O Le