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ANALES

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DEL

REINO DE NAVARRA

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DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS Natural de Pamplona y Cronista del mismo Reino.

Con aprobación de la Autoridad Eclesiástica.

TOMO CUARTO

TOLOSA

Establecimiento tipográfico y Casa editorial de Ensebio López. Correo 7.— 1890.

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CAPITULO III.

I. Kesultas de la defensa de Calatrava y donación del Key á los de Meudigorría. II. Muerte del Key de Castilla, nuevas alteracionea de los reinos de España. III. Paz entre Áxag/iU y Navarra. IV. Muerte del Obispo de Pamplona D. Lope.

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lero volviendo á continuarlos sucesos del año, en aquellas vistas de Almazán parece cierto ajustaron liga defensi- va contra les moros los Re- yes cuñados. Porque vién- dose claramente para qué si pretendía las vistas el de Castilla, las escusara de le- jos el de Navarra ano venir con ánimo de asentir á la liga. Y pudo esti- marla mucho el de Castilla. Porque sobre el riesgo grande de los moros le movía ya la guerra su mismo hermano el rey D. Fernando de León.

2070662

10 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVAIIRA, CAP. III.

Volvió el rey D. Sancho de Navarra á su Reino para aprestarlas ar- mas y tenerlas prontas si los moros cargasen con el poder grande que se temía, Pero contúvolos de suerte el celo y vigilancia en la fronte- ra del santo abad Raimundo, que pudo el de Castilla volver las ar- mas contra su hermano, llegando á Sahagún con tales fuerzas para hacerle rostro, que D. Fernando hubo de abrazar la paz y valerse para satisfacción del movimiento hecho de la confianza y familiari- dad de hermano, entrándose como tal por sus puertas desarmando y saludándole en la mesa en que le halló.

2 Por el mismo tiempo y en el mes de Julio hallamos al rey D. Sancho de Navarra en la villa de Mendigorn'i Y en ella dona á sus vecinos el término de S. Tortac, sobre el cual dice tenían con- tienda con sus vecinos los de Artajona. Y dice le gocen enteramente como se le había dado el rey ü. Sancho de Peñalén (así habla) y co- mo le habían tenido en tiempo del rey D. Sancho de Aragón y del rey D. Alfonso, y como se le otorgó y le tuvieron en tiempo de nues- tre padre el rey D. García. Y pone mil sueldos de pena para el fisco del Rej' al que contraviniere á aquel mandato, que dice da en Men- digorría á sus moradores por el servicio que le habían hecho y por- que era de derecho. Menciona al obispo D Lope en Pamplona. Y con señoríos: á D. Jimeno Aznárez, en Tafalla; D Pedro Ezquerra, en Santa MARÍA de Ujué; D. Pedro Ruiz. en Estella; D. Sancho Ramí- rez, en Leguín y Sano-üesa; D. Martin de Lehet, en Peralta; D.Iñigo de Rada, en Aibar y Funes; D. Aznar (de Rada) en Valtierra; D. Ji- meno de Aibar, en Caseda; D. Rodrigo Martínez, en Marañón. Y ci- ta por testigos: á D. Gonzalo Copelín, D. Blasco Romeo, D. Pedro y D. Jimeno del mismo apellido, D. Guillen de Jaca y oíros.

D

II.

le esta suerte corrían las cosas y con alguna suspensión [de armas á la sorda, y más seguida que pactada, entre Aragón y Navarra; trayendo, como suele suceder, el riesgo amenazado de fuera y terror de aparato de los moros; si no paz cumplida en casa, templanza siquiera en el rigor de guerrear. Cuando todo repentinamente se mudó y trocó semblante con la muer- te del rey I). Sancho el Deseado de Castilla, con grandísimo dolor de toda ella y muchísimas causas de tenerle por la muerte tan tem- prana de un príncipe muy amable, riesgo en que dejaba su Reino amenazado de paganos, con las fuerzas divididas y por sucesor en él á D. Alfonso, niño de tres años, habido en la reina Doña Blanca, di- funta también dos años antes, y sobre cuya tutela se preveía nu- blado y borrasca de facciones civiles. Con razón podrá llamarle Cas- tilla el Deseado, no menos por la apresuración de la muerte que por la tardanza del nacimiento; pues por nacer y muerto se echó menos igualmente. Sucedió su muerte el día último de Agosto de este año, como señala el arzobispo D. Rodrigo, y también una piedra antigua

REY D. SANCHO El, SABIO. II

de la Abadía é Iglesia de Husillos, junto á Falencia: cuyos términos el Rey había acotado dentro del mismo año emergente desde la aco- tación hasta la muerte. Que así se ha de entender la era que allí se señala. Y no lo repugnará Morales, quien hizo el reparo y le dejó in- deciso. Sobrevivió a su padre solo un año y algunos días. Kl Arzo- bispo dijo que doce. La diferencia es poca. Sepultóse con su padre en la Catedral de Toledo. Y por el tiempo y lugar pudo parecer el entierro del hijo cabo de año del padre.

4 Siguióse á su muerte gran turbación en Castilla. El rey D, Fer- nando de León pedía la tutela del niño Rey, su sobrino, y su persona para criarle. Repugnábase en Castilla por haber nombrado por su tutor á D. Gutierre Fernández de Castro el padre al morir, del cual en su menor edad había sido ayo y educador fiel. Y esperaba con el hijo huérfano oficios semejantes. La causa de repugnar en Castilla era legítima y buena, pero infeliz por no seguirse con uniformidad. Envidiaban á D. Gutierre el honor y poder de la tutela, el conde D. Manrique y sus dos hermanos los condes D. Alvaro y D. Ñuño de Lara, hijos todos del conde D. Pedro de Lara, y también el conde D. García Garcés de Aza, señor poderoso: y pretendía aquel honor para D. Manrique, quien sobresalía en poder. Y este fue el seminario de odios y facciones entre los Castros y Laras en Castilla. Con las entradas del rey de León en ella en busca del niño Rey, que para guardarse se traía de una ciudad á otra, y entre las demás á Soria, que se señaló en fidefidad, como también después Avila, se dio ocasión al rey D. Fernando de León para ocupar muchos pueblos de Castilla y toda la frontera que llamaban Extremadura; en tanto grado que dice el Arzobispo que por doce años se acudió con las rentas de casi toda Castilla y también Toledo al Rey de León: y que el conde D. Manrique, af)oderado del niño Rey astutamente, se vió-obligado á hacerle homenaje con promesa de entregarle al Rey pupilo por vasallo; aunque no lo cumplió.

5 Estas turbaciones de los reinos de Castilla y León influyeron mucho en los de Aragón y Navarra el año uSg. Porque el Conde de Barcelona, Príncipe de Aragón, tomando alguna seguridad de lo que tardaba la invasión amenazada de los moros, y juzgando que con la muerte de D. Sancho de Castilla faltaba medianero poderoso para la paz ó suspensión de armas entre Aragón y Navarra, se en- cendió con nuevo ardor en su pensamiento antiguo y porfiada pre- tensión de lo de Navarra. Y rompió de guerra contra ella. Recobró á Burueta, una de las fortalezas que había ganado en Aragón el rey D. García Ramírez. Bien quisiera el rey D. Sancho de Navarra em- plear sus armas en otra empresa más útil que aquella. Pero, irritado de su enemigo, hubo de aplicarlas por entonces á donde llamaba la guerra. Marchó con presteza con su ejército aprestado en busca del Conde, y llegó á carearse con él lleno de confianza por las memorias de que en aquella misma parte de la frontera su padre D García había derrotado al Conde, acordando el suceso no pocos de los cabos y soldados que llevaba y habían intervenido en la victoria.

AfiO IIM

Í2 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP III.

§. ni.

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frontados estaban los ejércitos y para romper de ba- talla cuando muchos varones celosos del estado sa- cro, condolidos del miserable estado de Hispana, y de ver abrazarse en facciones 3' guerras todos los príncipes cris- tianos de ella al tiempo mismo que la cristiandad estaba tan ame- nazada de la morisma toda de África y Kspaña juramentadas pa- ra el estrago, comenzaron á discurrir por los Ueales de ambos Prín- cipes y á levantar la vo/. libremente por el bien público. ¿Qué furor, qué locura de guerra era aquella^ militar con sus manos y con su sangre las conquistas de los bárbaros, enemigos comunes, y maho- metanos? Qué diría el mundo si los hallaba el riesgo y el estrago cer- tísimo en sus discordias, despedazándose entre mismos, olvidados no solo de la Religión y fe cristiana, que con tanta gloria habían mantenido sus progenitores, sino también déla conservación natural de sus estados: no to i ando ejemplo siquiera de las fieras, que ene- mistadas y reñidas reponen la ira para su tiempo, y sintiendo riesgo mayor de fuera se unen y coligan para repelerley Que si no les de- biese la observancia de las leyes cristianas el condonarse ó satisfa- cerse sin sangre de sus agravios, les debiese siquiera dilatar el se- guirlos, á cuando fuese sin total ruina suya y sin tanto daño de la Re- ligión: que en vano cerraba la puerta á los enemigos «le ella un Abad Santo en Calatravasi los príncipes del nombre cristiano se la abrían tan franca con sus discordias: que ni Calatrava era puerta única de entrada á los bárbaros, ni se podía mantener sin coligar aquellas fuerzas que iban á estragar y consumir con la batalla: que cuando pudiese durar mucho tiempo aquel como milagro en la frontera, se aprovechaban muy mal de aquel ejemplo de valor y celo santo, va- liéndose de él como de fiador y salvaguardia de seguridad desús pasiones.

7 Tantas cosas clamaron los hombres de celo sano, que redujeron á entrambos Príncipes á vistas, buen principio de salud en las ene- mistades. Por no poderse ver los ofendidos ni sufrirlo el encono, las quejas no conferidas se reconcentran y corrompen en el corazón, da- das se desahogan, y la satisfacción oída por lo menos las mitiga. Vié- ronse los Príncipes en un campo intermedio de unos y otros Reales y á vista de los ejércitos. Y pudieron tanto los consejos de Prelados y hombres de buen celo, que resultó de las vistas y conferencias, no como quiera suspensión de armas, sino paz estable entre los dos rei- nos Navarra 3' Aragón. Y este fin tan poco esperado tuvo aquella por- fiada guerra, que con ligerísimas intermisiones de hostilidad había durado veinticinco años amaneciendo también aquí la paz, como la del Ebro con el Emperador, entre el nublado de las armas que tan de cerca se amenazaban. ¡Tanto importa pedirla armado! Con el ries- go á los ojos se templa el furor de la cólera y se mira más serenamen- te la importancia de la paz.

REY D. SANCHO EL SABIO 1 3

8 A entrambos Príncipes hallaron los consejos del bien de la Re- ligión con la buena disposición de conveniencias particulares. Al Con- de, que en parte había seguido aquella guerra por pundonor de no dejarla, sino después de haber tenido algunos mejores sucesos en ella, el parecerle que con la entrada en Navarra de años antes y ocupa- ción de algunas villas en ella, aunque se perdieron presto, y entonces recientemente con la recuperación de Burueta y ejército afrontado y causa de la alegada por los medianeros, podía dejar decente- mente y con bastante decoro la espada, como quien la rehusaba para lo sagrado. Al Rey D. Sancho de Navarra, porque ninguna cosa más deseaba que desembarazarse de aquella guerra para cargar con to- das sus fuerzas en la recuperación de la Rioja y demás tierras usur- padas á su padre y antepasados; pues llamaba la ocasión. Y también al Conde le quedaba no poco que recobrar de Castilla sino en tierras, en la soberanía y honor de dominarlas sin las dependencias y reco- nocimientos impuestos y admitidos al recobrarlas; y quizá se miró también á esto en las paces. Pero, aunque esta guerra y pacificación la señaló Zurita á este año, parece tocó algo del de 1 160. Porque una memoria del cartulario magno, que es del fuero que el rey D. Sancho dio á los de Galipienzo, y es de la era 1199, se dice ser hecha la car- ta en el año que el rey D. Sancho apresó á Erga y otro pueblo que ya no se divisa con seguridad, aunque parece Galipienzo.

§. IV.

De este año solo falta de advertir la muerte del Obispo de Pamplona, D. Lope, Prelado excelente y que llenó la esperanza que se tuvo para su elección, asistió y sirvió á los reyes, padre é hijo, en los diez y siete años de su go- bierno con gran fidelidad y fineza, y grangeó con ellas muchas mer- cedes para su Iglesia. Defendió los derechos de ella con tesón y va- lor grande sin desfallecer en las contradicciones prolijas y costosas del Obispo de Zaragoza, D. Pedro, que le usurpaba muchas iglesias de su Diócesi. Y aseguró en su derecho á la suya de Pamplona la de Pintano, las déla Valdonsella, las de Sos, Luesia, Agüero, Murillo, la de Uncastillo, las de Pradilla, Pola y Alcalá: quedándole á la de Za- ragoza las de Egea, Tauste, Luna y Castelar sobre Zaragoza, y en esta última solo el derecho episcopal, y quedándole á la de Pamplo- na el derecho de la propiedad por haberse fundado á expensas de la de Pamplonay de su Obispo D.Pedro I, como queda visto. Esta sen- tencia obtuvo D. Lope en Calahorra de Jacinto, Cardenal de Santa MARÍA in Cosmedin, Legado de los reinos de España por el papa Adriano IV en concurso de muchos obispos de España á 22 de Junio del año de 11 55 y primero de Adriano, Y confirmó después Alejan- dro III, el de 1 165 y sexto suyo á Bibiano, sucesor de D. Lope, cuya muerte sucedió á 1 1 de Octubre de este año. Y también la confirmó al obispo D. Pedro II, sucesor de Bibiano, el mismo Jacinto, siendo

\4 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. IH.

Pontífice aclamado Celestino III, año de 1 191 y primero de su Sede.

CAPITULO V.

I Entrada dol navarro por la Rioja y Pureba. II. Varias donaciones y muerte

del Conde D. Kamóu, III. Paz renovada entre Navarra y Aragón. IV. Jornada del Rey á Mnrcia

en socoiTo de bq Rey Lope contra otros moros. V. D. Pedro Ruiz de Azagra, Señov soberano

de Albarracín. VI. Repoblación del monasterio de Fitero.

Y!

§. I.

iéndose el rey D. Sancho desembarazado ya de la larga y porfiada guerra de Aragón, que había estorba- do que pudiera su padre D. García restaurar entera- mente los estados y s2ñoríos de sus mayores, levantó el ánimo á res- taurarlos él. Y viendo las turbaciones de Castilla, comenzó á cargar Reo la consideración en que puso el rey D. Alfonso VI de Castilla en la primera invasión de la Riojay Bureba se había valido de la turbación grande de la Corona de Navarra con la muerte de O. Sancho de Peña- lén y menor edad del niño infante D, García, su hijo y sucesor de de- recho, para ocuparlas: y después el emperador D. Alfonso VII, su nieto, de turbación semejante por la muerte impensada de D. Alfonso el Batallador, su padrastro, interregno )' división de los reinos de Navarra y Aragón, para invadir y ocupar aquellas mismas provincias manifiestamente pertenecientes á la corona de Navarra, sería justa razón y de la misma correspondencia valerse de turbación seme- jante de Castilla por la menor edad del niño rey D. Alfonso para restaurar aquellas provincias usurpadas, señaladas por el padre común de todos los reyes de España á los propagados por la línea primogénita de su hijo mayor D. García, que de varón en varón únicamente le pertenecía á él, y que nadie podría condenar justa- mente se vaHese el dueño para recobrarlo que era propio de aquellas mismas artes y oportunidades de que se valió el extraño para invadir lo ajeno.

2 Con este designio, habiendo hecho llamamiento de las fuerzas de su Reino, en abriendo la primavera del año 1160 se entró con buen ejército por la Rioja y ganó á Logroño. Y por la comodidad del tránsito del Ebro la fortificó y presidió más de propósito. De allí entró por toda la tierra de Ocón, que ganó también con Ausejo y luego á Entrena con otros muchos pueblos. Y habiendo atravesado toda la Rioja, se entró por la Bureba y ganó á Cerezo. Y pasando más adelante, se apoderó de Bribiesca, que en lo antiguo se contaba entre los pueblos Autrigones. Y en esta jornada recobró el Rey casi todas las tierras que pertenecían á sus mayores hasta los montes de Oca, y que poseyó también D, Alfonso el Batallador por el título de

REY D. SANCHO EL SAI'.IO. l5

Pamplona, aún después de muerta la reina Doña Urraca, su mujer, menos lo que en lo antiguo llamaban Castilla la Vieja. Que á esa región tan interior no parece penetró el Rey en esta jornada, ni se descubre en las memorias. Aunque la pretensión á todo era y el derecho el mismo.

3 Parece se detuvo el Rey fuera de Navarra casi todo el año en reducir varios pueblos á su obediencia y ponerlos en defensa, Y se reconoce en los archivos, en los cuales faltan cartas suyas de este año fuera de lo acostumbrado. Una sola hallamos de antes que saliese á la jornada por el mes de Marzo estando en Tudela, y es á favor de los Caballeros Templarios, y debió de servirse de algunos de ellos en esta empresa. Dónales por ella que puedan hacer ace- quia y presa de Fontellas abajo en el realengo del Rey sobre el Ebro. Y que puedan hacer cortes de madera en el soto Fontellas. Dice reinaba en Navarra: y que dominaban, el conde D. Vela, en Álava y Vizcaya; V- Jimeno Aznárez, en Tafalla; D. Pedro Ezquerra, en Santa MARÍA de Ujué; D. Sancho Ramírez, en Sangüesa; D. Pedro Ruiz, en Estella; D. Rodrigo Martinez, en Marañón; D. Martín de Lehet, en Peralta; D. Iñigo de Rada, en Aibar; D. Aznar, en Val- tierra; D. Pedro de Arazuri, en Tudela. Habíales donado tres años antes un gran término entre Fontellas y Ribaforada, y ahora el riego para beneficiarle.

^ §. II.

Por la misma causa de falta de memorias públicas en los ^-g archivos, ocasionada, según creemos, de la ausencia i}6ij del Rey en la jornada ya dicha ú otra que se verá lue- go, vaca el año 1161. En el siguiente solo se descubre una suya en el archivo de Santa MARÍA de Pamplona, y es de empeño que hace de unos molinos suyos en Zubiri al Arcediano, D.Biviano y Canónigo de Pamplona por un empré.stito que le habían hecho. Y es de 18 de Enero de este año. Dice reinaba en Pamplona, Tudela, Estella, San- güesa y en todas las montañas; y que tenían en honor y gobierno; el conde D. Vela, á Guipúzcoa; D. Pedro Ruiz. á Estella; D. Jimeno Aznárez de Torres, á Tafalla; D. Sancho de Iñíguez, áErga; D. Gui- llen Aznárez, á Navascués.

5 Otra también, aunque no del mismo rey D. Sancho, pero que le pertenece, se descubre en el cartulario magno como las dos pasadas de Fontellas. Y es del rey D. Alfonso de Aragón, que es el segundo de este nombre en aquel Reino. Y en ella llamándose hijo del conde D. Ramón de Barcelona, dona al monasterio de la Oliva el lugar de Car- castillo como su padre le había dado el término de la Oliva. Es la carta dada en Zaragoza, en el mes de Enero, y de este año 1 162 y duplicadamente señalando también la era 12CXD. Y parece es contra lo que comunmente se tiene entendido y dejó escrito Zurita, que su pa- dre el conde D, Ramón, caminando á verse con el emperador Fede-

1169

i6 Libro xix de los anales de navarra, cap. iii

1*100 en Turín del Piamonte, murió allí cerca á 6 de Agosto de este mismo año. Kl calendario de Leire á 26 de Mayo señaló su muerte Pero en cuanto al año más fácil que alterar el que está tan recibido parece el decir que por ausencia del padre se despachaban encabeza del hijo cartas semejantes ya por Enero del mismo año. Con que no hay encuentro. Y á la menor edad, que parece obstaba el decirse en la misma carta que la da con consejo del Obispo de Lérida, del Con- de de Pallas, D. Fortún Aznárez,D. Arpa, D. Pedro Castella,D. Blas- co Mazas y otros muchos de su Consejo, á cuyo gobierno había en- comendado sus pocos años el padre, y permitiéndolo su madre la rei- na Doña Petronila.

6 Más dificultad podría tener el donar al de Aragón á Carcastillo, siendo pueblo de Navarra y corriendo la paz. Pero como aquel mo- nasterio y pueblo están tan cerca de los límites de Aragón, esforza- ban los de allá el título pretenso de pertenecerles aquel territorio con actos semejantes, donando lo que tenían ya donado antes los reyes de Navarra ó dentro de sus límites. Como se ve de la carta primera de dotación de aquel monasterio, dada por el rey D. García Ramírez veinte y ocho años antes de este, acabando de recibir la corona. En la cual dona el lugar de la Encisa y otros términos aún más cercanos á los limites de Aragón. Y dice los dona para fundar una Abadía se- gún el orden y observancia del Cister. Y después poco antes de su muerte donó los términos de la Oliva y del castillo de Monión. Y su hijo el rey D. Sancho otros el año séptimo de su reinado.

7 Entre los instrumentos de la Oliva es uno del conde D. Ramón, llamándose Conde de Barcelona, Príncipe de Aragón y Marqués de Tortosa. El cual es ciertamente de la era 1192, en el mes de Marzo, estando en Luesia. Pero por ignorarse el valor de la X' con el rasgo ó rayuelo con que está en la carta original, y vale cuarenta, se sacó erradamente en un extracto moderno la era 1 162, con la perturba- ción grande que notamos y aclaramos en las Investigaciones. Sin re- parar el que sacó aquella copia en que en aquel año en que corres- ponde á su yerro 1124 de Jesucristo, le faltaban diez años de reinado á D. Alfonso el Batallador, por cuya muerte, sucesión de D. Ramiro el Monje, su matrimonio y desposorios con su hija Doña Petronila entró el Conde en lo de Aragón, que aquellos diez años después no se fundó aquel monasterio como queda visto: y que esta carta es de sal- vaguardia de ganados que supone el monasterio fundado ya antes; ni que el Conde entre sus títulos se llama Marqués de Tortosa, no habiéndosela ganado hasta el año 1 148 de Jesucristo á 3o de Noviem- bre con asistencia de la armada de los genoveses, á quienes donó la tercera parte de aquella ciudad en remuneración de lo que le ayuda- ron á ganarla.

8 Otros muchos absurdos se podrían daducir de este yerro por ignorancia de la cifra. Y en otros tantos será fuerza caigan los que por ignorar el valor de los números aritméticos y cifras antiguas de ellos afectan desestimación de lo que les falta. De los cuales se habló al año 1 153 con ejemplo y desengaño semejante. Y si para

REY D. SANCHO EL SABIO, 1 7

eludir la fuerza de este de ahora, que todo se puede temer de la poca ingenuidad, quieren que aquí por la era se haya de entender año de Jesucristo, y que es este mismo que corremos de 1162, vean si cabe que, despachando el hijo por Enero en Zaragoza por ausencia en que murió y no volvió el padre, despache sin embargo el padre en Luesia de Aragón por Marzo del mismo año. Y tengan entendido que el error siempre sigue á su autor y le da alcance en la fuga hasta que reconozca y corrija la docilidad.

§. III.

Sabida la muerte del conde D. Ramón, su mujer la rei- Año na Doña Petronila para asegurar el Reino de su peque- ño hijo D. Alfonso solicitó se confirmase de nuevo la paz que se había asentado antes con el rey D. Sancho de Navarra. Y con efecto, habiéndose antes asentado más vaga é indefinidamente según parece, como entre amigos no enteramente reconciliados y que rehuyen atarse con toda estrechura, se estableció ahora por tres años. Lo que consta es que la reina Doña Petronila juntó cortes en Barce- lona en el de 63 á 14 de Junio. Y en ellas renunció el gobierno de su reino de Aragón en su hijo D, Alfonso. Lo cual forzosamente se ría señalándose varones sabios por cuyo consejo se gobernase por ser de solos doce años. Y acredita lo que se dijo de la donación de Carcastillo, con sola la diferencia de la madre y ahora comenzó por renunciación auténtica suya.

10 Pero aquella donación de Carcastillo parece ocasionó que el rey D. Sancho de Navarra confirmase de nuevo á los monjes de la Oliva cuanto les había donado el rey D. García su padre, y con toda expresión á Carcastillo porque no se interpretase ni sonase aquel ac- to á posesión de territorio. Es la carta fechada enTudela porEnerode este año. Y dice dominaban, el conde D. Vela, en Álava; D. Rodrigo Martínez, en Marañón; D. Pedro Ruiz, en Estella y Galipienzo; D. Sancho Ramírez, en Leguín y Sangüesa; D. Jimeno de Aibar, en Roncal; D. Jimeno Aznárez, en Tafalla; D. Sancho Ezquerra, en Unjué; D. Martin de Lehet, en Peralta; D. Aznar de Rada, en Falces y Val- tierra; D. Pedro de Arazuri, en Logroño y en Tudela. Este caballero entraba en grande estimación del Rey, pues fuera del oficio de Mayordomo suyo con que le hemos visto, se le encomendaban pla- zas tan importantes como Tudela y Logroño recién ganada.

1 1 Este año se descubre por los archivos una memoria, y de mu- cha importancia, ignorada del todo de los escritores, sin que alguno de ellos haya hecho ni mención ligera de ella. Esto muy singularmen- te descubre cuáles han andado nuestras cosas; pues pudieron ignorar todos lo que tenían todos en sus archivos. Lo cual se dice de los do- mésticos, que los extraños tienen por disculpa nuestra culpa. La me- moria es: que el rey D. Sancho de Navarra hizo este año jornada al reino de Murcia. Pudo facilitar la paz asentada con Aragón y la que

Tomo IV %

18 Lir.RO XIX DK LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. IV.

gozaba con Castilla, no por pactos asentados, sino en fuerza de sus discordias civiles por las cuales toleraba y disimulaba el dolor de la pérdida de la Rioja y Bureba recobradas por D. Sancho. El hecho parece cierto. Porque en el cartulario del rey D. Teobaldo se ve un reconocimiento que hacen D. Aznar Rdda, el que arriba nombramos con el honor de Falces y Valtierra, y su mujer Doña Sancha, de que debían á D. Josuf, hermano de Abolazán, dos moros muy ricos, de quienes se ha hablado, sescientos moravitiiios que llamaban lupi- nos, buenos y de peso, y dicen eran de ochocientos y setenta que le debían cncmclo el rey D. Sancho hizo jornada á Murcia. Con estas mismas palabras habla. Y su hermano D. Martín de Rada hace tam- bién el mismo reconocimiento: y es del mes de Junio y de la era 1 201 . 1 2 Y porque se vea la consonancia de la verdad en la correspon- dencia de los archivos, en el de Santa MA.KIA de Pamplona se halla el testamento de dos hermanos caballeros nobles del apellido de Olla- carisqueta, cuyo tenor es este: Yo, D. Jimeno Pérez de Ollacarisque- ia y mi mujer Doña Eva, por razón del testamento que D. García Pérez, mi hermano, hizo en Murcia, donamos á Dios y á Santa MA- RÍA de Pamplona aquel Palacio de Ollacarisqueta con toda su ha- cienda y todos los collazos que son en aquel lugar. Cuando mi her- mano D. García Pérez hizo este testamento ante y en mis ma- nos, y yo en las suyas, estaban presentes D. García Pérez, de Al- monaster y D. Miguel de Pisa, y su Escudero, y D. Sancho de Pi- pa, y tres hombres de armas míos. Hasta aquí la memoria, aunque sin fecha. Pero súplese la falta con la del cartulario de D. Teobaldo en cuanto á reconocerse una misma ocasión. Y por la consonancia de entrambos se reconoce que por este tiempo el rey D. Sancho cargó con tropas de guerra, séquito de caballeros y hombres de armas hacia el reino de Murcia.

P

§. IV.

lero porque puede causar extrañeza que la jornada fuese 1 3 W""^ á. tan grande distancia de Navarra como el reino de Murcia, convendrá desenvolver algún tanto, y solo en cuanto sirve para descifrar este que á primera vista parece enigma, las historias y sucesos de los moros por estos tiempos. Lo cual dará nueva luz á las cosas dichas. Por muerte de Abdelmón I Rey de los almohades el año 1156 sucedió su hijo Jusuf, Príncipe muy belicoso y muy enemigo de cristianos. El cual, sucediendo poco después la muerte del emperador D. .Alfonso, solicitado de muchos de los reyes moros de España, que con aquella muerte y división de los reinos, Castilla y León, se levantaron á grande esperanza, pasó por el estre- cho de Gibraltar á España el año 1 158 con un soberbio campo, en que dicen se contaban cien mil infantes y sesenta mil caballos, por los meses de Enero y Febrero. Este fué el aprieto grande que oca- sionó las vistas de los reyes de Castilla y Navarra en Almazán, y en

REY D. SANCHO EL SABIO I9

el mismo mes de Enero en que comenzaba á atravesar ya el Estre- cho las tropas africanas, y la fundación de Galatrava. Y aunque esta se puso en toda buena defensa para abrigo del reino de Toledo, del cual se temía, aquella inundación de bárbaros cogió cuanto los cris- tianos tenían en Andalucía Y los aíanes y trabajos de tantos años y jornadas vinieron en breve tiempo á poder de los paganos, Perdiéndo- se Almería, Guadix, Andújar y también Baeza; aunque se hallaba en su defensa el conde D. Manrique que, pidiendo socorro al rey D, San- cho el Deseado, y viendo su respuesta en la que llanamente le avisa- ba no tenía disposición de socorrerle, la largó á los moros. Y también cayeron después Santa Eufemia y Montero, y otros pueblos de Anda- lucía, absteniéndose por entonces los moros de cargar sobre Galatra- va por la fama que corría de la grande defensa en que se había puesto.

14 Este era el miserable estado de las cosas, que empeoró aún más con la breve muerte del rey D. Sancho y bandos sobre la tutela de su pequeño hijo D. Alfonso. Tanto daño pudo hacer la falta de un hombre y el mal consejo de la división de los reinos, inspirado por sugestión de algunos señores poderosos que solo buscaban sus conveniencias privadas, nada las del bien púplico. Pero Dios, que suele socorrer á los buenos con la discordia de los malos, se valió de ella para alivio de la cristiandad. Y fué así. El Miramamolín Jusuf después de haber ocupado lo que los cristianos poseían en Andalucía, en que gastó aun no dos años, fué allanando la obediencia de todos los reyes moros de España, que se la dieron pronta y llana, aterrados de su gran poder y atraídos de la buena gracia que le habían gran- jeado los progresos contra cristianos. En tiempo tal infundió Dios en un moro, Rey de Murcia y Valencia, animosidad tal^ que restada- mente y con toda resolución le negó la obediencia que todos le habían prestado, Con que concitó contra el furor y todo el poder de las armas de aquel bárbaro, y se revolvió con él en guerra pro- vechosísima á los cristianos. A este Rey llama Lot Luis del Mármol, Pero el arzobispo D, Rodrigo tan cercano, y que quizá le alcanzó, llama Lope. Y consuena el llamarse lupinos los maravedís después de la jornada de Murcia en la memoria ya dicha del cartulario, como dichos de su nombre. Y esta es la vez primera que los hallamos nombrados así y después con frecuencia.

15 Como quiera que sean del nombre, el rey Lope, viéndose car- gado de tan gran poder sobre y viendo á los demás reyes moros coligados todos con el Miramamolín Jusuf, hubo de recurrir de nece- sidad á los socorros de los príncipes cristianos, que se los darían con gusto por entretener fuera la guerra que temían en casa y poner freno, cebando la discordia de los moros á aquel poder inmenso de enemigo común y el mayor. De los demás reyes de España no se halla escrito qué es lo que obraron en este caso. Castilla estaba con los embarazos grandes que se han visto; y más para cuidar de que de lo de fuera. Al Príncipe de Aragón, de quien dicen era dependiente el rey Lope, tocaba más el asistirle. Pero con su jornada á Italia y muerte allá al mismo tiempo, y luego quedando el gobier-

20 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. IV.

no en los pocos años de su hijo 1). Alfonso, no fué fácil que la asis- tencia fuese cual convenía.

Al rey D. Sancho de Navarra halló el caso muy desembara- zado y con toda buena disposición de cosas y de ánimo. De cosas, por la paz con Arao^ón y también con Castilla, corriendo en toda buena paz con D. Fernando, Rey de León, que casi dominaba en Castilla. Y se verán presto grandes muestras de amistad entre los dos Y de cualquiera manera, á ningún Príncipe cristiano de España podía dejar de ser muy acepta esta empresa, aunque no pudiese concurrir á ella; pues era contra enemigo común y tan formidable. La disposición de ánimo pira emprenderla era grande en el rey D. Sancho. Porque desde la división de los reinos de Navarra y Aragón por muerte del batallador quedó Navarra con dos muy vivas quejas: una, de que las conquistas hechas en los tres reinados del tiempo de la unión, siendo en mucha parte conseguidas con fuerzas suyas, así las dei Ebro hacia el Pirineo como las que se hi- cieron desde el Ebro hacia el Occidente, que llamaban conquistas nuevas y reino de Zaragoza, se hubiesen agregado casi del todo al reino de Aragón, formadamente en tiempo de aquellos tres reyes y muy descubiertamente en tieiiipo del Emperador D. Alfonso Vil de Castilla, que ocupó en la turbación del interregno las del Ebro allá, y después, cargando su favor y poder hacia su cuñado D. Ra- món, se las aseguró aunque con las dependencias y reconocimien- tos que le impuso. La segunda, y de más agudo dolor, que con esta |)articiün, más de la fuerza que del derecho, se le había cerrado del todo á Navarra la frontera con los moros y cortado la esperanza de crecer y extenderse en conquistas y señoríos por las tierras de los infieles. Por lo cual el rey D. Sancho deseaba con esta ocasión abrir frontera con los moros. Y su hijo D. Sancho el Fuerte insistió en lo mismo. Y con efecto rompió frontera con los moros é hizo en tierras de ellos algunas conquistas tan mal toleradas de los reyes sus vecinos, que las hubo de amparar el Pontífice Honorario III con la bula que tiene por título De la frontera de los Sarracenos^ como se verá á su tiempo.

§• V.

larece que el rey D. Sancho consiguió ahora esto de '7 1""^^ alguna manera. Porque de este tiempo es la sublima- ción de aquel muy esforzado caballero D. Pedro Ruiz de Azagra, Señor de Estella, hijo de D. Rodrigo, en el señorío de Albarracín,enlos confines de aquellos dos reinos de Murcia y Valen- cia, que dominaba el rey m roLope, que tanto celebran los escritores y con tanta razón, y dicen S3 le donó el Rey moro de Murcia para valerse de su grande y señilado valor. Y parece fué en esta ocasión de la peligrosa guerra de Miramamolín Jusuf, y solicitándolo el rey D. Sancho en agradecimiento de la jornada hecha en su favor y para tener tan dentro de la morisma aquel caballero de tanta satis-

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REY D SANCHO EL SABIO. 2 1

facción suya y su natural vasallo con señorío que él aumentó y puso en tal defensa, que no pudieron derribarle de él ligas repetidas que hicieron los reyes de Castilla y de Aragón contra su persona y estado, llamándose constantemente Señor de Álbarracín, vasallo de Santa MARTA; y manteniéndose con indecible valor sin admitir sujeción alguna contra moros y cristianos. Aunque siempre hicieron reconocimiento él y sus sucesores como á sus señores naturales á los Reyes de Navarra: y tuvieron con ellos muchas y estrechas inte- ligencias,

1 8 Al mismo pensamiento y designio de abrir frontera con los moros pertenece el haber ocupado por este tiempo con muy poca diferencia el rey D. Sancho la celebrada plaza de Rueda, á la ribera del río Jalón, y muy oportuna para el tránsito y para darse la mano con lo de Álbarracín, y manteniéndola con firme presidio por mu- chos años á cargo de un esforzado caballero por nombre D. Jordán, como se irá viendo en sus privilegios. La buena correspondencia de tiempo de esta dirección de señorío nuevo en Álbarracín y ocupación de Rueda y jornada á Murcia del rey D. Sancho, en que el hecho es cierto por fe de los archivos, en la suma falta de avisos de los escri- tores acerca de nuestras cosas, está descubriendo como con el dedo á falta de voz, la trabazón de estos sucesos, y con la proporción que suelen tener las causas con los efectos, y que el rey U. Sancho con la buena ocasión de esta jornada á Murcia procuró abrir y estable- cer frontera contra los moros.

19 Qué hechos obrase allá singularmente en esta empresa el Rey habrán de quedar á la conjetura como muy frecuentemente nuestras cosas, que descubren ú bulto y como con luz volante de relámpago, mas que con claridad permanente en que se disciernen mejor. Solo podemos colegir que la jornala fué provechosa 3' feliz" por lüs sucesos del rey Lope. Porque se sabe que guerreó con Jusuf con muy próspera fortuna, y no solo defendió sus reinos de Murcia y Valencia, sino que favorecido de cristianos le ganó al Miramamolín á Granada. Y aunque se la ganó después Jusuf, la volvió á recobrar Lope, y la mantuvo todos los años que le duró la vida. Y estos su- cesos, siendo sus fuerzas con tanto exceso desiguales, arguyen tuvo algún buen valedor: y confusamente ya se avisa fué con fuerzas de cristianos Y sabiéndose que por el mismo tiempo hizo jornada allá el rey D. Sancho, él parece se las daría y cebaría después D. Pedro Ruiz de Azagra, haciendo llamamientos de cristianos para aquel su nuevo señorío.

20 Esto solo se ha podido descubrir de la jornada de Murcia. Y hacemos memoria de ella á este año de 63 porque en él la menciona la memoria ya dicha de D. Aznar de Rada. Si bien hablando de ella como de cosa pasada ya por Junio, da fundamento para que se crea fué antes: y quizá en el de (i I en que barruntamos ausencia larga del Rey por la falta total de cartas suyas en los archivos. Y también es creíble se repitió la jornada, y que en la prosecución de esta em- presa se dispusieron algunas de las cosas dichas.

22 ANALES DEL REINO DE NAVARRA, CAP. IV.

§. VI.

Si

íguese el año 1164 en que se halla haberse repoblado ya ^^ ^^^^ monasterio de Santa MARÍA de Fitero de la soledad ñeí k^_>^en que le había dejado el santo abad Raimundo con

solos los monjes muy agravados de los años y de salud débil, lleván- dose á Galatrava los robustos y que podían sufrir los trabajos de la guerra, cuidando el orden del Gister, que no llevó bien el desampa- ro, ni por causa tal y con tan buen efecto de la restauración envian- do para ella nuevos monjes á cargo del abad Guillermo. Recibiólos el Rey D. Sancho con mucho agrado y gusto de la restauración. Y por haber mudado semblante las cosas de Castilla, habla del mo- nasterio como de cosa suya y que le pertenecía por el territorio. Y en una carta original suya que se ve en su archivo dona al abad Gui- llermo y sus monges inmunidad de no pagar lezta ni las que llama Emendas, en Logroño ni en todo su Reino. Y quiere posean á per- petuo aquel monasterio con toda libertad y franqueza.

22 Es del mes de Noviembre de este año, y entre los títulos ex- presa el de Logroño. Y dice dominaban el conde D Vela, en Álava; D. Rodrigo Martínez en Marañón; D. Pedro de Arazuri en Logroño y otro pueblo que ya no se divisa por estar gastado allí el pergamino: pero será Tudela; porque de este año de primero de Abril y del si- guiente, víspera de la Ascensión, hay instrumentos en el mismo ar- chivo que le señalan aquel señorío. D.Sancho Ramírez en Estella y Sangüesa. Y esto prueba ía ausencia de 1). Pedro Ruiz de Azagra y nuevo estado en Albarracín; porque hasta ahora v aun el año pasado por Enero siempre se ha ido notando en las cartas Reales con el ho- nor y señorío de Estella como su padre I). Rodrigo. Y también en adelante le veremos nombrado con el mismo honor de Estella algu- na rara vez que debió de volver D. Pedro á Navarra á conferir ne- gocios con el Rey. Lo cual nos da á entender que á D, Sancho Ra- mírez, que ahora se nombra con ese honor, solo se le dio en substi- tución y encomienda por ausencia del propietario.

23 De este año es también una venta que Bernardo, abad del monasterio de S. Severo en la Gascuña hace á D. Bibiano, Arcedia- no de Pamplona, de la Decanía del lugar de Asitur en el territorio de Pamplona, con sus molinos, que habí-m sido de Pedro Asitur, y tie- rras que le pertenecían allí, en Alzu/a y Mutiloa, por cuatrocientos cahíces de trigo en que estaba empeñada á otros acreedores: y á D. Bibiano en ciento y cuarenta moravetinos y otros diez cahíces. Dice es por utilidad conocida de su monasterio, y que para la segu- ridad, según la costumbre de los navarros acerca de la evicción, da caución y por fiadores á D. Iñigo Ortiz de Zavaldica y D Lope Sán- chez de Olloqui. Y cita por testigo del acto entre los demás á Arnal- do Guillermo, Obispo de Aux. Es del mes de Abril, reinando D. San- cho, en Navarra; D. Alfonso en Aragón; otro D. Alfonso en Casti- lla; D. Fernando en Galicia, y siendo Bertrando Vizconde en Bayo- na, y Gastón el Mozo en Bearne y Gavarret,

REY D. SANCHO EL SABIO. 23

CAPITULO V.

Venida del Rey de León & Navarra y Donación del Infantazgo á la Reina su hermana.

II. Varias memorias y sucesión de D Pedro París á D. Ribiano en el Obispo de Pamplona.

III. Otras memorias y la primera del apellido de Mendoza. IV. Providencias de los Reyes de Navarra y Aragón V. Guerra entre Aragón y Navarra. Fundación del Castellón de Bangiiesa.

VI. Donaciones del Rey y prosecución do la Guerra- VII. Otras donaciones.

'W ^*"!l año siguiente 1 165 tuvo el rey D. Sancho un f^ran- I r^de y muy honorable huésped en casa: el rey D, Fernan- i ré^'^ 11 de León, su cuñado. Entre las causas de su ve- nes nida á Navarra solo se habla declaradamente en el instrumento por donde esto consta, el cual se halla en el cartulario del rey D. Teobal- do, de la que no se podía dudar que es el cariño natural ala sangre y deseo de ver y visitar á su hermana Doña Sancha, Reina de Navarra. Pero como quiera que en las vistas de los reyes siempre suelen inter- venir conferencias y tratados acerca de conveniencias suyas y de sus reinos, creeremos que en estas vistas no faltaron y que fueron las que llevaba el tiempo Muerto D. Gutierre Fernández de Castro, a quien el rey D. Sancho el Deseado había dejado la tutela y crianza de su pequeño hijo D. Alfonso, parece que el rey D Fernando de León había mejorado mucho el derecho de su causa y pretensión, que era la tutela y crianza del niño Rey debajo de su mano; pues era tío suyo, hermano de su padre difunto; y que á los Laras, que astu- tamente se habían apoderado del niño, no les podía tocar la tutela; pues no los llamaba para ella ni la sangre como á él, ni la disposi- ción del testamento del difunto.

2 Pero los Laras, apoderados del niño Rey, ostentándole por los pueblos iban reduciéndolos á su facción y reforzando su bando. Y por tenerlo todo á su disposición libre y absoluta; quitaban á todos los señores que no eran de devoción todos los honores y gobiernos en que el difunto Rey había ordenado perseverasen por doce años y hasta que su hijo tuviese quince de edad. Y con tal acerbidad, en es- pecial contra los Castros, que á D. Fernando Ruiz, que era uno de ellos y sobrino, hijo de hermano de D Gutierre, el nombrado por tu- tor en su testamento, no le valió la disposición de él y seguridad que daba de rendir al tiempo señalado varios pueblos que mandaba en el reino de Toledo para que no le expeliesen de ellos por fuerza de ar- mas, necesitándole, si para hecho tal puede haber necesidad, á pasar- se á los moros con un escuadrón de cristianos de su facción y toman- do sueldo del Miramolín Jusuf; y en su conducta, envuelto con los moros, infestar con grandes hostilidades á Castilla, y con especiali- dad las comarcas de Toledo. En esta disposición de cosas deseaba el Rey de León, D. Fernando, tener de su parte asegurado al rey

24 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. V.

D. Sancho, su cuñado, y que cebase también la guerra de Murcia contra Jusuf, y con la diversión estorbar los daños de Toledo, y que no se imputasen á su tutela disputada. Y para obligarle más hizo á su hermana, mujer de D. Sancho, una donación de las tierras, seño- ríos y Patronatos del Infantazgo con grande amphtud.

3 »D, Fernando, Rey de las Españas, {así habla,) queriendo con- isolidar con los beneficios aquel amor de la sangre y digna atención »que entre Mi y Vos hay, ¡oh carísima herman?\ nuestra, Don i Sancha, >Reina ilustre de los navarros, nacida de un mismo padre y madre!, »que yo os dono á Vos, hermana mía única, cuanto Infantazgo hay »en todo mi Reino, conviene á saber: en Toledo, en toda Alensierra: ;>en la Extremadura, en León, en el Vierzo, en Galicia y ea Asturias; ovillas, castillos, heredamientos, monasterios y todas las cosas que ^pertenecen al Infantazgo. Y quiero que le tengáis en el modo me- x>jor que le tuvo nuestra tía la infanta Doña Sancha, hermana de núes- >tro padre, el de ínclita memoria emperador D. Alfonso, y como me- íjor le tuvieron otras infantas, que fueron de nuestro linaje. Y quie- iro que le hayáis en juro de heredad en la misma forma y eos »tumbre de mi mano que otras infantas parientas nuestras le tu- ivieron de sus hermanos. Fechi la carta en Tudela, el día 6 de las »kalendas de Febrero, de la era mil doscientos y tres Reinando el »rey D. Fernando en Toledo, Extremadura, León, Galicia y Asturias, »Dice que la firma de su mano, y el sello es un cífculo con un león »en medio y por orlas signo de D. Fernando rey de las Españas.

4 Echase de ver, vino á las visLas con grande lucimiento y sé- quito de prelados y señores. Porque confirman la donaci(')n los arzo- bispos: Juan, de Toledo, y Primado de las Españas; Martin, de San- tiago; y los obispos Haimundo, de Palencia; Juan, de Lugo; Sancho de Avila; Juan, de León; Guillermo, de Segovia; ( jonzalo, de Ovie- do; Fernando, de Astorga; Pedro, de Orense; Esteban, de Zamora; Suero, de Coria; Pedro Puente, Notario del Rey, y Pelayo Cano, que la hizo escribir, dicen también que confirman. De los señores confirman: el conde D. Ñuño, el conde D. Gonzalo, Mayordomo del rey D. Fernando, el conde D, Pedro, el conde D. Ponce, el conde D, Ramiro, el conde D. Alvaro, D. Gonzalo Rodríguez, D. Ramiro Pon- ce, Alférez del Rey. Mucha pompa y estruendo de séquito parece para solas vistas de cariño de hermana, y para eso solo no parece se hubieran movido tantos personajes, en especial prelados. Ostentación parece de poder y séquito en las facciones que corrían en Castilla para atraer más á la suya al rey D Sancho. Y es de creer no faltaría solicitación de parte de los Laras acordando y proponiendo al niño Rey, sobrino, hijo de hermana. Los efectos después dijeron que es- trecharon ahora mucho los reyes D. Fernando y D. Sancho.

REY D. SANCHO EL SABIO 25

§. II.

usté año dio el rey fuero á los de la villa de Laguar-

Al cual aforó después su hijoD. Sancho el Fuerte á

líos del valle de Burunda. Lo más principal de él e^ que tengan por términos desde el soto de Iñigo Galindo, incluyén- dole con su camino y también á Oncia hasta Lagra: todo el Real hasta Buradón,de Ebro acá todo lo yermo y poblado. Que no entre sayón ni merino en sus casas para hacer fuerza ó agravio: y que si lo hiciere, lo maten: y que de la muerte no paguen más que tres mea- jas al Rey (es un linaje de monedas,) y en cuanto al matarlo (con el celo de la justicia llevaba de estos excesos el siglo) que cada casa pague al Rey un sueldo por Pentecostés: que no den al obispo más que los cuartos. Dales de suelo para edificar doce estadios en largo y cuatro de ancho, y otras cosas asi. Es de 23 de Mayo, día de S. Ür- bán. Y dice dominaba el conde D. Vela, en Álava, y D. Rodrigo Martínez en Piedrola, Marañón y Laguardia.

6 En el siguiente el obispo D. Bibiano con voluntad del prior fi°¿ D. Arnaldo y todo el capítulo de Pamplona dona ó confirma al hos- pital de Santa Cristina de Sumopuerto de Aspa la iglesia de Murillo, que dice había tenido desde el tiempo del Obispo de Pamplona,

D. Pedro, y de sus sucesores D. Guillermo, D. Sancho y D. Lope, Lo cual confirma de nuevo la buena cuenta y razón que se ha ido lle- vando en la sucesión de los obispos. El año anterior había obtenido D. Bibiano bula de Alejandro III, confirmando la sentencia dada por el cardenal legado Jacinto en favor de la Iglesia de Pamplona acerca de las iglesias que pretendía la de Zaragoza, de que se hizo mención arriba. Y en ella confirma también Alejandro los privilegios dados á la Iglesia de Pamplona por sus antecesores Urbano, Pascual, Galisto, Honorio, Celestino, Lucio, Eugenio, Adiano, Pontífices Romanos, y fué expedida á 13 de Agosto en Mompeller, andando retirado por la persecución del emperador Federico Barbarroja.

7 Con las revueltas de los años pasados entre Aragón y Navarra D. Jimeno de Aibar, á quien hemos visto con el honor de Roncal y otros, llevaba pretensión de que le tocaban las tierras del lugar de- rruido de Santa CeciHa, que cultivaban los de Aibar, de las cuales el rey D. Ramiro el Monje el año ii35 había donado el derecho de la novena, diciendo era del derecho Real, al monasterio de las monjas de Santa Cruz y su abadesa Doña Endregoto. Y aunque D. Jimeno había hecho cierta composición después con la abadesa Doña Urra- ca, ahora más cumplidamente se compuso con Doña María Baón cuando la eligieron por abadesa de aquel monasterio y la dio la ben- dición el Obispo de Jaca, D Esteban el día de la Purificación de es- te año.

8 Muy poco le duró la vida al Obispo D. Bibiano después de los actos pasados. Porque por Abril del año siguiente 1 167 ya-se ve suce-

26 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. III

sor suyo D. Pedro, II de este nombre, llamado comunmente D. Pe- dro de París; no porque fué natural de aquella Ciudad, sino por la asistencia y educación en aquella célebre academia donde florecían todas las buenas artes. Al modo que se halla que casi por el mismo tiempo estudió en ella D. Rodiigo Jiménez que después fué Arzobis- po de Toledo y escribió la Historia de España Su nombre fué D. Pe- dro de Artajoua: si por ser natural de la villa de este nombre ó de fa- milia nombrada así no nos consta. D. Pedro de Artajona le llama con toda expresión un instrumento de Leire, que es de entrega de bienes que hace á aquel monasterio Doña Toda, hija de D. Iñigo de Muru, caballero como se verá al año de ese acto, que es el de 1 178. Dicen fué la muerte de D. Bibiano á q de Diciembre, día Viernes: y corres- ponde al año anterior 1166 Y el que fuese á lo ultimo del año el ca- lendario de Leire con el silencio mismo lo confirma; por faltar las ho- jas de los dos últimos meses del año y no hallarse mencionado en las demás que duran Que D. Pedro hubiese sucedido por Abril de 67, se reconoce por una carta suya del archivo de la Catedral, Por la cual con voluntad del prior I). García y capítulo de Pamplona do- na unas casas en Huesca á Juan de Ayerba y su mujer Doña Oria con calidad de dar cada año una cantidad de aceite al que fuere, dice, Señor en nuestro Palacio de Huesca: y que haya de hospedar en ellas si algún canónigo ó canónigos de Pamplona fueren á Huesca,

Y dice hace la donación en la era i2o5. Kn el mes de Abril.

inves- 9 También hay otio instrumento perteneciente al Obispo este tigftc año, y en el mismo archivo, de que se habló en las Investigaciones, ¿ap. 5 Convienen por él D. Pedro, Obispo, y el conde D. Vela con voluntad §. 1. de D. Pascual, Abad del monasterio de S. Miguel de Excelsis, en mantener en beneficio de aquel Santuario una gran vacada que había puesto el conde D Ladrón, y llama busto con palabra familiar en Navarra. Y el conde D. Vela su hijo se ofrece por el amor al Bien- aventurado Arcángel y por la salud de las almas del conde su padre, ascendientes y descendientes á mantenerlas y tenerla en pié á per- petua por y sus sucesores, siendo solo el cuidado suyo y el prove- cho todo del monasterio. Intervino también el Rey en este tratado.

Y se dispone que el rey, el obispo, el conde y sus sucesores serán perpetuamente defensores de aquella hacienda. Y porque debía de haber ó interesados en alguna parte de ella ó administradores, se asienta que entre ellos haya esta diferencia: que Ortíz Lelioarriz ponrja uno de los que en la lengua de los navarros se llama Mais- ter (vale en vascuence mayoral de pastores) y Aznar Uniea por Bu- ruzagui al que quisiere. (Vale mayoral de peones.) Confirman el acto el rey D. Sancho, el obispo D. Pedro, el conde D. Vela y el abad D: Pascual.

REY D, SANCHO EL SABIO. 2?

§■ in.

I año 1 1 68 solo se descubre por los instrumentos de Año

K. . lie»

Irache era en él abad D. Bibiano por este tiempo y algu.

Inos años siguientes hasta que le sucedió D. ¡Sancho de lániz: y que el Rey había puesto en el honor y gobierno do Logro- ño á D. García Bermúdez, en el cual le hallamos continuadamente no pocos años después. Por los de Fitero se halla que el rey D. Al- fonso VIII de Castilla ó en cabeza suya los que gobernaban sus pocos años confirma á Guillermo, Abad de Fitero, y sus monjes lo de Tudején, que dice habían donado el Emperador y su abuelo y el rey D. Sancho su padre: y que añade á Anamaza y Castellón y las aguas que corren junto á Tudején. Gomo cuatro años antes había el rey D. Sancho de Navarra hecho donación á Fitero y al mismo abad Guillermo como á monasterio de su Reino y como recobrado aquel patronato en Castilla se hacían actos con que pareciese se mantenía la posesión. Y esto sucede frecuentemente en los monasterios cer- canos á los confines de los reinos, pretendiendo los príncipes apro - piárselos, como dijimos del de la Oliva.

11 El año siguiente se descubre por el archivo de Irache hubo ^.^^ pleito entre su abad D. Bibiano y D. Sancho Ramírez, que hemos ii69 visto con el honor de xSangüesa en propiedad y de Estella en substi- tución. Y fué sobre unas tierras y heredamientos en Oteiza Y el rey

D. Sancho compuso la diferencia partiendo la hacienda en partes iguales entre los contendores. Y fué la sentencia en presencia de muchos caballeros: D. Rodrigo Martínez, D. Jimeno, de Aibar; D, Guillen Aznárez, D. Sancho de Ezquerra. D, Sancho Iñiguez, áe Subiza; D. Gil, de Otazu: D. Lope Iñiguez, de Urroz; D. Pedro Ji- ménez, de Góngora y otros muy escogidos varones que así habla la memoria. Por el de Fitero, D. Pedro de Cintruénigo, y su mujer Doña María venden al abad Guillermo unos prados. En Tudela por Septiembre, reinando el rey D. Sancho en Navarra y Pamplona, en Logroño, Estella, Sangüesa y Tudela. Y añade la carta que D: Pedro de Arazuri era por mano del Rey señora en Tudela y obispo: D. Mar- tín, en Tarazona; D. Rodrigo, en Calahorra y D. Pedro, en Pamplona.

12 En el mismo archivo por algunos instrumentos de estos años se hace mención de que el abad Guillermo era señor en Tudején y por su mano D Lope de Mendoza. Y comienza á haber memorias de este apellido tan ilustre en España, dicho así del nombre vascónico Mendoza, que vale monte frió, por estar el primitivo solar en una montaña muy fria en Álava. Parece que el Rey andaba al principio de este año por las montañas. En la villa de Burgui, una de las siete del valle de Roncal, le represente por Febrero el cartulario magno en una merced que hace en ella á los de Aspurz allí cerca. Pero está tan roto y gastado el pergamino, que no se puede dar razón de su contenimiento: y solo sirve para seguir los pasos al Rey.

Año 1170

28 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. V.

§. IV.

El año sig^uiente 1170 en Tudela estaba por Julio, y reformando un exceso Los cristianos de sangre y pro- fesión vecinos de aquella Ciudad y con el odio de la

|1 año sig^uiente 1170 en Tudela estaba por Julio, y reformando un exceso Los cristiano

'fesión vecinos de aquella Ciudad y secta de los judíos les hacían diversas vejaciones, y entre ellas el prenderlos por autoridad privada en teniendo queja de ellos. El Rey ahora les da carta de fuero al fuero mismo de los judíos de Nájera. Lo cual antes había hecho el rey D. Alfonso el Batallador el año Iii5, que fué el siguiente á la conquista de aquella Ciudad, mandándoles que volviesen á ella con sus haciendas. Y también cui- dó de lo mismo el rey I). García. Concédeles ahora el Rey que no paguen lezta, que es derecho de saca, en todo su Reino. Háceles li- bres las casas del barrio que tenían para poderlas vender. Póneles condición de que cuiden de los reparos del bastillo, menos la torre mayor. Manda que el cristiano que tuviere queja del judío, no le pue- da prender por su persona, sino que envíe su querella al que por ho- nor del Rey tuviere el señorío de los judíos y después vaya á la Justi- cia del Rey, que será cristiano, el cual pondrá en prisión al judio has- ta hacer justicia. Menciona al obispo D. Pedro, y con honores del Rey, á D. García Bermiidez,en Logroño; á D. Jimeno de Aibar en Roncal y Salazar; á D. Iñigo de Oriz, en Tafalla; á D. Rodrigo Mar- tínez, en Marañón Después con el tiempo se hizo aquella codiciosísi- ma nación de los judíos tan aborrecible con nueva causa por los ex- cesos de las usuras que en Tudela los persiguieron casi continuada- mente y muchos pueblos del Reino conspirando á un tiempo pro- rrumpieron en terrible matanza de ellos como se verá á su tiempo. 14 De Tudela volvió el Rey á Pamplona dentro del mismo mes de JuHo y con muy fuerte resolución de remediar otro exceso, Doña Maria de Lehet, señora muy poderosa y de grande autoridad, había labrado á la orilla del Ebro en el lugar llamado Copín un palacio y una iglesia á la cual con alguna traza ó atractivo que no se explica en el instrumento déla Iglesia de Pamplona, que en este habla, llevaba allá muchos entierros de la nobleza del Reino con mucho detrimento de Santa MARÍA de Pamplona y otros monasterios El Hey lo vedó severamente y con penas: Y dice lo hace porque se seguían de eso muchos daños á la Santa Ljles¿a de Pamplona, Sede mia, y sepultu- ra de mi padre y madre, y de todo mi linaje, y á otros monasterios de mi Reino, y era de mucha desautoridad mia tolerarlo. Priva ú todos los descendientes de él que se enterrare allí, Infanzones de po- der tener honor del Rey, aunque sean caballeros del Hospital de Je- rusalén y de los villanos deshereda á los hijos. Y añade «Yo D. San- »cho por la gracia de Dios, Rey de Navarra tendré firmemente toda >mi vida todas las cosas sobredichas, en cuanto lo pudiere saber, así >Dios me ayude y estos Santos Evangelios Fecha la carta con jura- » mentó en la era 1208 á 10 de las kalendas de Agosto, (2 3 de Julio)

REY D. SANCHO EL SABIO. 29

»signo de D. Sancho, Rey de Navarra, signo de D, Pedro, Obispo de »Pamplona, en cuya presencia el dicho juramento se hizo solemne- »mente sobre la cruz y los cuatro íwangelios en el capítulo de Pam- »plona, estando presentes los canónigos de su Iglesia, y presentes »también los barones del Reino de Navarra, es á saber; D. Sancho >Ramírez de Oteiza; D. Guillen Aznárez, de Oteiza; D. Gonzalo 3>Copelín; D. Jimeno de Aibar, D Jimeno Almoravíd, D. Iñigo de »Oriz, D Martín de Ezquerra: y presentes también los alcaldes: »D. Pedro Jiménez, de Cóngora y D. Lope Iñíguez, de Urróz: y en »presencia de otr^'-s caballeros, D. Fortuno Almoravíd, D. Martín »Guillérmez, 13. Gil de Otazu, D. Pedro Aznárez de Sotes, D. Ocho- seo de Arazuri, i). Ramiro de Asiaín y otros muchos clérigos y lai- j^cos. Hasta aquí la memoria.

i5 Fué el obispo D Pedro muy singularmente celador de los de- rechos de su Iglesia. Y fuera de esto que obtuvo en favor de ella con la autoridad del rey D. Sancho, insistió con el de Aragón con viva fuerza en la restitución de la Iglesia de Santa MARÍA de Uncastillo, y la obtuvo este mismo año, como se ve en una carta de mandamien- to del archivo de la iglesia de Pamplona. En la cual D. Alfonso, lla- mándose Rey de Aragón, Conde de Barcelona y Marqués de la Proenza, hace saber que él y su curia habían sentenciado que al Obispo de Pamplona se debía dar plenaria posesión de aquella igle- sia como la tuvo su antecesor D. Lope hasta el dia en qae el Rey la había dado al Obispo de Zaragoza. Y manda se la dejen poseer hasta que el lugar haga prueba de su derecho. Es dada la carta en Al- menar, en el mes de Marzo, en presencia de Hugón, Arzobispo de Tarragona, y legado de los obispos, Guillermo, de Barcelona: Pedro, de Zaragoza; Poncio, de Tortosa; Arnaldo Mirón, Conde de Pallas y Alberto de Castroviejo.

§-V.

E'*^n el año 1 171 comenzaron á echarse semillas de gue- rra, que no tardaron en brotar entre Aragón y Navarra, i'^i ..uáEl de Aragón, mancebo ya de edad competente como de veinte y un años con ardor juvenil,mirando al Rey de Murcia y Valencia, Lope, cargado con la guerra del Miramamolín Jusuf, de- seaba lograr aquella tan poderosa diversión para entrarse por Valen- cia y Murcia y ensanchar su señorío por aquellas partes: y llevaba muy pesadamente que D, Pedro Ruiz de Azagra, enseñoreacío de Al- barracín y de las fuerzas y pueblos de su comarca, creciese tanto en poder y viniese á ser como se preveía del sitio de aquella plaza, for- taleza natural de ella, y la que D. Pedro la iba aumentando por dias, como presa interpuesta, que detuviese la corriente de sus armas. Y con no dudosas señas, ni con la lozanía de la edad bastante di- simuladas, en especial en primera jornada, se armaba ya para hacerla hacia aquellas tierras. Y el rey D. Sancho de Navarra, ó porque sin

A&o

3o LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. V.

esta causa juzgase que la nueva Sangüesa, que con los buenos fueros y fertilidad de la tierra era ya pueblo muy crecido, tenía de padrastro para la defensa una grande eminencia que le cae de la parte de Sep- tentrión y toca á la entrada de la puente sobre el rio Aragón, ó porque el rumor de esta guerra le despertase el cuidado de nueva defensa de aquella plaza en la frontera, en especial si aquella guerra le obligaba á hacer ausencia y nueva jornada á Murcia á asistir al rey moro su colio-ado y á D. Pedro Ruiz de Azagra, vasallo suyo, y cuyo poder fomentaba, en fin, resolvió este año fundar y fortalecer en aquella eminencia que hoy por una ermita llaman de Santa Margarita, una nueva población á que puso nombre Castellón de Sangüesa.

1 7 Hállase la carta Real de su fundación en el cartulario magno y también en el archivo de Sangüesa por copia que en pública forma mandó dar D Gil García de lúniz, Señor de Otazu, Teniente de Go- bernador en Navarra por el infante D. Luis en Pamplona á 29 de Marzo de 1 356. Como cosa de gran defensa de la frontera hizo esta población el rey. Pues dice en su estilo antiguo español en que dio la carta: Esta población fago á pro é á salvamiento de mió Regno en el puyo de Castülón sobre Sangüesa, é del puyo é de los otros Logares, que lis ey dado por términos, quiero, é mando, que sean testimonios Jenego Almoravit, Martín Chipia, Osoco de Lacár Ca- veros de D. Jenego, D. Pedro Ladrón, Xemen de Bunieta, é Pedro de Sobiza, Martín Hayx Alcayt en Sangüesa la Vieylla, é Sanz de Líos, é Jenego Navarro de Sangosa Francos, etc.

18 Va notando muy largamente los términos que les da, que son bien dilatados, y señalando de qué personas y consejos los compró el rey para darlos á la nueva población. Y por la mayor parte los concejos son el de Aibar y Sangüesa la Vieja, y las personas, D, Pe- dro de Aibar y D. Iñigo Daibar; D. Pedro Morlones, Doña Jornada Dopaco y otros Infanzones. En el término que llama Cascaillo cuen- ta una pieza que gané de las Donas de Santa Cruz, (son las monjas de junto á San Juan de la Peña). Y entre otros términos les da la Viz- caya de sobre San Jaime del mont. Hoy día llaman las Vizcayas Altas unas tierras de grande eminencia por allí. De donde se colige el origen del nombre de Vizcaya por la grande altura de aquella re- gión del Señorío así llamado de significación vascónica. Dice son los primeros pobladores Lop de Ccvstillón, é Xemén Fortuynones Day- var, é Pedrillón, 6 Xemen Chigiio, éEnego Arceys.

19 Dales aquellos mismo fueros y franquezas que gozaban los del burgo de Sangüesa Y quiero tengan un mismo señor (cuando el Rey la diese en honor á alguno) y un mismo Alcalde y Almirante con ellos. Añade: E do á mis Pobladores de Castillón francpieza, que cual se quisiere mercaderia trayan en todo mió Regno non den peage, ni en 7 ierra, ni en Mar. Edolis franqueza que lures gana- dos pascan, é vayan por todo mió Regno, foras en los vedados de los cabayllos. Lo cual muestra cuánto se cuidaba entonces de la propa- gación y crianza de los caballos, de que ahora se cuida tan poco: y nos quejamos del siglo, haciéndole nosotros. Y porque podía haber

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confusión en el reconocimiento de los diezmos, dice que ese derecho le tiene ganado de los concejos de Aibar y su abad D. Gil, y de Sangüesa la Vieja, y su abad D. Lope, con voluntad y otorgamiento del Bispe D. Pere de Faris de Famplona. París le llaman también por la razón dicha una donación del Rey de este mismo año, en que da á S. Miguel de Excelsis y su abad 1). Pedro RuFo ciertos casales, que es fechada en Pamplona por Mayo. Y dice dominaba el conde D. Vela en Álava y Guipúzcoa Remata la carta de la fundación di- ciendo en ella Ferrando de la Guardia, Notario del Rey con la senci- llez del siglo que el Rey, su Señor, le había pagado el trabajo de ha- cerla, dándole un mulo: y que fué fechada en el mes de Abril, en el año que D. Jimeno de Burueta mató á D, Blasco Romeo y que es de la era i2og, que es este año

20 Debió de ser acto muy memorable, pues se nota el año por él: y no á disgusto del Rey, pues estaba presente y es uno de los testi- gos que nombra el Rey en su carta, Lo que podemos asegurar es que á D. Jimeno de Burueta hallamos por estos tiempos con el honor y señorío de Treviño, como se verá Y si fue premio, duelo parece, en que comprometieron los Reyes algún derecho controvertido como entonces se usaba. Y en Aragón hallamos en los años próximamente anteriores un gran caballero por nombre D. Blasco Romeo con el honor de Zaragoza y Mayordomo del rey D. Alfonso: y por no pocos años después no parece en los privilegios de Aragón, en que se nom- bran otros muchos señores de aquel Reino. Verdad es que en el ar- chivo de las monjas de Santa Cruz en Jaca hallamos uno de trece años después, conviei-ie á saber: de la era 1222, en el cual entre los demás caballeros y señoras de Aragón se nombra D. Blasco Romeo, aunque no con el cargo de Mayordomo del Rey, que este se da á D. Sancho de Orta con el honor de Daroca: pero con el honor de Zaragoza, y deja en duda .si es el mismo ú otro pariente y con el mismo nombre.

2 L Gomo quiera que de esto sea, las sospechas de la guerra hacia Murcia y Valencia salieron ciertas, y por la dependencia turbaron las cosas de Navarra. Porque el rey D. Alfonso de Aragón juntando las fuerzas de aquel reino y de Cataluña entró cor gran poder por los confines del reino de Valencia y ganó de los moros á Teruel. Y poblándola de cristinos, les dio el antiguo fuero de Sepúlveda en Castilla. Y con la cercanía grande de Teruel y Albarracín se revol- vió en guerra con D. Pedro líuiz de Azagra; ó se la movió é intro- dujo de propósito en su nuevo estado por no poder sufrir creciese tanto en poder: y que hubiese fundado señorío en aquellas tierras donde embarazaba el más dilatado ensanche de señorío y el más li- bre progreso de sus armas, y que él había preocupado con el de- signio del deseo y esperanza. Y desde Teruel entró y corrió por el reino de Valencia, haciendo grandes robos y presas. Pero D. Pedro Ruiz de Azagra con singularísimo valor y raro consejo, que con ra- zón celebran los escritores, defendió su señorío de Albarracín, no so- lo ahora del Rey de Aragón, sino también de la estrecha liga que no mucho después hicieron y repitieron varias veces los Reyes de Gas-

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tilla y Aragón estrechándose con rehenes de plazas que recíproca- mente se entregaron para juntar todas sus fuerzas y acabarle.

22 P^l rey D. Sancho de Navarra, que con los avisos de D. Pedro entendió el movimiento hecho, se encendió en mucha indignación de que se le moviese guerra tan importuna y en tan mala sazón al rey Lope de Murcia y Valencia, cuando él la estaba sustentando en bene- ficio grande de la cristiandad contra el Miramamolín Jusuf, enemigo común de moros y cristianos, y que se hubiera sorbido no poca parte de la cristiandad como hizo en la Andalucía con el poder inmenso con que había pasado de África á no habérsele atravesado Lope con di- versión útilísima á todos los cristianos: y que todos la debían abrigar y cebar, no disipar, dando nuevas fuerzas al enemigo mayor y común. Y también sintió con vivísimo dolor se envolviese en esta guerra á D. Pedro Ruiz de Azagra, vasallo natural suyo sin otro demérito que verle crecer con señorío donado por dueño legítimo de él, y to- mando por agravio y causa justa de guerrear la felicidad ajena. Y con este dolor juntó á toda prisa las fuerzas de su Reino y entró podero- samente por el de Aragón y corrió por el rr uy derramadamente con talas y presas. Con que llamó hacia y su Reino aquella guerra por aliviar de ella á sus confederados. Porque el Rey de Aragón desis- tiendo aquella empresa, corrió á gran prisa á abrigar las fronteras en su Reino, y entró por las de Navarra con mucho poder y toda hos- tilidad, estragando las comarcas de la ciudad de Tudela. Lo mismo hacía el rey D. Sancho hacia las comarcas de Trasmoz en Aragón; pero de tal suerte, que no se llegó á encuentro de los ejércitos. Cercó el de Aragón la villa y castillo de Arguedas. Y habiéndola ganado, dejando en ella grueso presidio, dio vuelta á su Reino. Lo mismo hizo el rey D. Sancho de Navarra de la villa y castillo de Trasmoz, que rindió por fuerza de armas y dejó con buena guarnición.

23 La guerra corría con poca utilidad, compensándose las pér- didas de fortalezas y siendo comunes los daños. Y para guerrear con ventaja, puso la fuerza el de Aragón en atraer á pactos y liga contra

Navarra y contia D. Pedro Ruiz de Azagra al rey D. Alfonso de Cas- tilla: Y lo solicitó con tal ansia que, teniendo concertado matrimonio con hija del Emperador de Constantinopla, Manuel, y en esa lle- gado la esposa con Real aparato hasta la ciudad de Mompeller, en Francia, ro dudó torcer el rostro áa(|uellas bodas de tan lejos busca- das y con tanto empeño y aparato dispuestas, por volverle hacia la casa deD. Alfonso, Rey de Castilla, y estrechar con él, concertando matrimonio con su tia la otra infanta Doña Sancha hija del empera- dor D. Alfonso, habida en su segundo matrimonio con Doña Rica: con grandísima indignación de los Embajadores y señores de acom- pañamiento venidos de Constantinopla, que por no volver allá por tantas tierras con la infeliz esposa con tanto desaire, la hubieron de acomodar en matrmonio allí en Mompeller con Guillermo, Señor de aquella Ciudad y Estado.

24 En este rompimiento de guerra parece quiso notar Jerónimo de Zurita al rey D. Sancho de Navarra, de que estando el de Aragón

REY D. SANCHO EL SABIO. 33

ocupado en la guerra contra los moros tan lejos en Valencia, le hu- biese roto la tregua antes del término concertado. Pero es muy de considerar quién fué el que la rompió y el movedor de la guerra: ó el rey D. Sancho que, necesitado de la invasión con novedad hecha contra sus amigos y confederados movió las armas para abrigarlos, en especial, cuando ellos estaban guerreando en beneficio de la cris- tiandad contra enemigo reputado en España común de todos; ó el rey D. Alfonso de Aragón, que movió la guerra con novedad á los amigos y coligados del rey D. Sancho, el rey Lope y D. Pedro, Se- ñor de Albarracín, cuando guerreaban contra el Miramamolín Jusuf quien tantas tierras había quitado á los cristianos en la Andalucía y arruinado el reino de Toledo, y cuyo poder en la venida de África había hecho estremecerse á toda España y puéstola en las congojas que se han visto. En la segunda guerra púnica á Aníbal se imputó por todos los cuerdos el rompimiento de la paz jurada por haber movido guerra á los saguntinos, amigos de la República Romana, obligando á esta á tomar las armas para favorecerlos sin que le valiese la excep- ción, con más sutileza de cabilación púnica que solidez inventada de que eran amigos nuevos y ganados después de la paz entre Ro- ma y Cartago concertada. Pues á nadie se presume vedado ganar amigos si con expresión no se excluyen.

25 Ni justificaba el dolor del de Aragón en la sublimación de D. Pedro Ruiz de Azagrala esperanza con que vivía, de que aquellas tierras de su nuevo señorío de Albarracín y otras vecinas podrían á la larga caer en sus manos. Diólas quien pudo darlas como dueño para obligar á aquel caballero y valerse de su valor y consejo en la guerra de Jusuf que le trabajaba y necesitaba á rodearse de moros y cristianos. Y si pudo darlos sin agravio, no le pudo hacer D. Pedro en recibirlas y asegurar el don, fortificándolas; que para eso se las da- ban. Sin agravio se frustran frecuentemente las esperanzas. Esa es desgracia del que esperó, no culpa del que percibió la dicha. Y des- gracia desnuda de todo agravio nunca se tuvo por causa legítima de guerrear al más venturoso. Ni aún la posesión misma si fué violenta fundó derecho, cuanto menos la esperanza sola. Y en tanto grado se reputó por conveniencia de la cristiandad la erección y conservación de aquel nuevo señorío de Albarracín en cabeza de D. Pedro, que, pidiendo éste cuando comenzó á ponerle en buena defensa se le diese obispo propio á aquella iglesia para que creciese en autoridad, y que no tenía en lo temporal dependencia de fuera, en lo espiritual también la tuviese menor, é insitiendo en el punto con el Metropo- litano Arzobispo de Toledo en junta que se hubo de varios obispos en aquella Ciudad con asistencia del Cardenal Legado, Jacinto, des- pués Celestino III, se juzgó utilidad pública de la Iglesia concedérsele; aunque nunca le había tenido aquella Ciudad. Y fué elegido y con- sagrado por obispo de ella D. Martín, que la rigió treinta años.

26 Y la guerra que se hacía al Rey de Murcia, cedía tanto en uti- lidad de Jusuf y sus muzmitas ó almohades, que en la liga que reno- varon los reyes de Castilla y Aragón en las bodas de éste contra Tomo IV a

34 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. V.

D. Sancho de Navarra y D. Pedro, Señor de Albarracín, entre las co- sas que prometió el de Aragón una fué no ayudar á los moros muz- mitas, como dijeron Zurita y Garibay. Tanto penetró la sospecha de que se aprovechaba del aprieto en que ponía Jusuf al de Murcia para ensanchar señorío y que se le aumentase la pensión del reconoci- miento por algunos pueblos de la frontera de Valencia, que hubo de dar á los de Castilla esa satisfacción de que no eludía y cebaba gue- rra dañosa á ella y en general á la cristiandad. Ni Lope negó jamás ese reconocimiento, ni era tiempo de irritar á los reyes cristianos cuando por la guerra de Jusuf, y que por su mandado y con sus fuer- zas le hacía en Murcia el desnaturalizado D. Fernando Ruiz de Cas- tro, buscaba caballeros particulares cristianos para valerse de ellos. Ni Zurita halló ni alegó cosa tal; antes bien, reconoce que Lope, á quien llama uno de los mejores príncipes que hubo en la morisma de España, había cautelado y asegurado aquel reconocimiento al de Aragón. Y en las circunstancias es increíble lo contrario. Así es que, desenvueltas bien las cosas y discernidas á buena luz, nada se halla por qué culpar al rey D. Sancho en esta guerra en la que entró necesi- tado y para mucha conveniencia de la cristiandad.

§. VI.

'■r "^ ste año, y muy al principio de él, se halla dio el rey

27 1^1^. Sancho fuero á los de la villa de S. Vicente con mu- 1 ^^pViag franquezas, Y entre ellas la exención de pa- gar lezta en toda su tierra y por término desde el río de Samaniego todo el realengo hasta Buradán, y de medio Ebro hacia esta parte todo lo yermo y poblado. Dice ser hecha el dia octavo de la Epifanía, en los idus de Enero, en la era 12 10 y en cuatro de la epacta de la luna, y todo consuena. Dice dominaba en Álava D. Juan Velaz (es hijo del conde D. Velay de él habrá después otras memorias); D.Ro- drigo Martínez, en Piedrola. Este pueblo está ya muy dentro de Ara- gón, cerca de Alagón y del rio Jalón. Y pudiérase creer ganado aho- ra en esta guerra por el rey D. Sancho. Pero habiendo visto á este caballero con el mismo gobierno y señorío de Piedrola siete años an- tes en la carta de fuero de Laguardia se reconoce no se ganó ahora sino que se retenía ganado antes en las guerras pasadas con el conde D, Ramón.

28 Por Febrero del año siguiente I173 se hallaba el rey D. San- cho en Peralta, sin duda á prevenir la frontera cercana por allí para la guerra de aquella campaña. Y debía de valerse para ella de los caballeros del Hospital de Jerusalén. Y estando allí dio á todos los que moraban en su Reino de aquella Orden la carta de amparo y pro- tección Real que se ve en el cartulario del rey D. Teobaldo,su nieto. Pone mil monedas de oro de pena al que hiriere á cualquiera de ellos ó rompiere su casa: y mil sueldos al que entrare por fuerza en cabana suya y al que prendare ganado suyo sin consentimiento del Rey, Men-

REY D. SANCHO EL SABIO. 35

ciona al obispo D. Pedro, y con gobiernos; al conde D. Vela, en Ala- va; D. Rodrigo Martínez, en Marañón, D, García Bermúdez, en Lo- groño; D. Sancho Ramírez, en Sangüesa; D. Pedro Ruiz, en Estella. (O había venido de Albarracín por socorros para esta guerra, ó es- tando ausente allí, le mencionaba el Rey con el honor que le conser- vaba en propiedad.) También hace mención de D. Jordán con el se- ñorío de Santa MARÍA de Ujué y el de Rueda. Y se ve lo que dijimos arriba de la ocupación de esta fuerte plaza á la ribera del rio Jalón en la prosecución de esta guerra y para abrir fronteras. Y también con el gobierno de Ocón en la Rioja á D. Martín Ruiz, hermano de D. Pedro.

29 Proseguíase en la guerra con grande ardor. Y desde la fron- tera de Navarra, y en especial desde la villa de Milagro, se hacían grandes entradas y correrías en Aragón con grandes daños de las co- marcas de Tarazona y pueblos á las faldas del monte Cauno. Por lo cual el rey de Aragón, juntando gran poder, rompió por la parte de Milagro. Y aunque fué grande la resistencia, no desistió hasta ga- narla. Y pareciéndole difícil el retenerla por dificultar los socorros prontos del Ebro por Occidente, ni poderse introducir por Arguedas al Mediodía cortándola Valtierra, interpuesta con gran cercanía, to- mó por expediente destruirla. Aunque no tardó en repararse por los navarros. Y el rey D. Sancho, ó por obligarle á levantar el sitio ó en venganza de haber destruido la villa, corrió con talas y presas por la frontera de Aragón y ganó por fuerza de armas el castillo de Ca- juelos: y le retuvo poniendo guarnición.

30 Parece que este año se aprovechó el rey D. Alfonso de Cas- tilla de esta diversión de la guerra de Aragón y entró con ejército por la Rioja y cercó á Grañón, una legua de Santo Domingo de la Calzada hacia el Occidente y la ganó por hambre, no pudiendo so- correrla el rey D. Sancho por estar haciendo rostro al de Aragón en parte muy distante. Porque así lo expresa un índice del archivo déla iglesia de Calahorra, notando la era 121 1, y que sustentó aquel cer- co un caballero por nombre D. Alvaro Vecio.

§. Vil.

Mientras la guerra corría así con más daño que prove- cho de ambas partes respecto de Aragón, el obispo D Pedro se ejercitaba en obras de piedad propias de su estado. Y por instrumento que se ve en el libro rotundo se halla que este año con voluntad del prior D. García, el arcediano D. Gui- llermo y todo el capítulo donó á Dios y á los caballeros del Hospital de Jerusalén á grandes ruegos de D. Pedro de Aréis, Maestre de ellos en España, y de D. García Ramírez, Prior en Navarra y Aragón, la casa que se llamaba de la cofradía de Baraniaín con todo su pertene- cido, lo cual dice estaba sita junto al camino público entre el burgo de Pamplona, Baraniaín y Acella. Por las señas claramente se ve es

36 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. V,

la casa é io-lesia que por estar dedicada a la memoria de las cadenas del Bienavenlurado Precursor de Jesucristo llaman S.Juan de la Ca dena, muy cerca de la puerta más occidental de Pamplona, y que di vide los dos caminos de Beraniaín y Acella, Ks con calidad que pa guen cada año cinco sueldos de censo á los obispos de Pamplona que en dos millas en torno no pueden tener otra casa ni oratorio ni enterrase en el sino los Religiosos de la Orden, que llama Fratres, y los que en sana salud hubiesen tomado la señal de la cruz de la religión de S. Juan y los sirvientes y peregrinos

32 También del abad D. Jimeno de Geire se halla en aquel ar- chivo y en el de la cámara de comptos un instrumento de este año. Por el cual absuelve de machos malos usos que habían tenido á los vecinos de Yesa y Benasa, que había donado á aquel monasterio e! rey D. Iñigo Jiménez trescientos treinta y un años antes en el reci- bimiento délos cuerpos de las sagradas vírgenes Nunilona y Alodia en aquella casa: y á los de S Vicente, que donó su nieto el rey Don Sancho García, abuelo del Abarca, el año 914, y á los de Genturi- fontes, que donó D. García, llamado el de Nájera, sexto nieto de Don Iñigo, el año io5i por la salud milagrosa que halló en aquel San- tuario: como todo queda visto á sus tiempos. Y quiere que en sus juicios y causas se gobiernen por el fuero de Jaca: advirtiendo que los nuevos pobladores que vinieren hayan de ser con autoridad del señor y serenísimo rey nuestro D. Sancho. Está con el signo del Key y luego el del Abad, Üice reinaba el venerable rey D. Sancho en Navarra; el rey D. Alfonso, en Aragón. Y que eran obispos: D, Pedro, en Pamplona; D. Esteban, en Huesca; y que dominaban: D. Sancho Ramírez, en Aibar y Sangüesa; D. Jordán, en Pitillas; D. Guillermo de Rada, en Sos y en Ul; D. Loarrénchez, en Ruesta. Por donde se ve las muchas tierras que ocupan en Aragón el rey D. Sancho al tiempo de esta guerra por la frontera de Sangüesa, fuera de las dichas por la de Tudela.

33 Gomo el Rey había comenzado el año con donación á los ca- balleros del Hospital de S. Juan de Jerusalén, le remató con otra que hizo á los del templo de Salomón (que así los llama) del remanente de todas las aguas de Mosquera y Fontellas para beneficiar el térmi- no que les había donado ocho años antes entre Fontellas y Ribafora- da. Es con calidad que rieguen primero los de Tudela y Fontellas: y que si en conducir el remanente de las aguas se hiciese algún da- ño á otras heredades, le enmienden los del templo ó arbitrio de cua- tro hombres buenos de Tudda. De cuyo concejo y demás interesa- dos dice tiene consentimient ) para la donación. Y que es hecha en Tudela por Diciembre, y qui era obispo en Pamplona D. Pedro de París: y que dominaban el conde D Vela en Álava: D. Rodrigo Mar- tínez, en Laguardia; D, García Bermúdez, en Logroño; D. Martín Ruiz, en Ocón; D. Sancho Ramírez, en Sangüesa; D. Pedro Ruiz en Tudela (parece le conmuto en esta el señorío de Estella); D, Jordán, en Rueda, Y son testigos; el Abad de S. Salvador 3' D. Fortuno, Prior de Tudela, Capellán del Rey.

REY D. SAxXCHO EL SABIO. Sj

CAPITULO VI.

I Liga de Aragón y Castilla contra Navarra. Donaciones del Rey de Navarra.

II. Memoria del Santuario de Nuestra Señora del Puy de Estella y composición acerca de sus

iglesias entre el Obispo de Pamplona y monasterio de S. Juan de la Pona. Itl. Invasión

del Castellano y Aragonés en Navarra Donación del Obispo de Pamplona á la Bizcondesa do

Bayona IV. Fundación del monasterio de Iranzu, V. Jornada de Aragón

y Castilla contra moros y otras memorias. VI. Sucesos del obispo de Pamplona

y una donación á Leire.

§. I.

Y ^1 año siguiente 1 174 se encendió más Ja guerra, es- I Mtrechándose aún más apretadamente lo liga antes he- 1 ^(-ha contra Navarra entre los dos reyes Alfonsos de Castilla y Aragón con ocasión de las bodas de este con la Infanta de Castilla, Doña Sancha, que concertadas antes y diferidas después por algunas diferencias enire ambos reyes, se efectuaron ahora y ce- lebraron en Zaragoza á i S de Enero. Habíanse coligado antes de hacer guerra al rey D. Sancho de Navarra y á D. Pedro Ruiz de Azagra á mancomún y con todas sus fuerzas con calidad que la ciu- dad de Albarracín se adjudicase al reino de Aragón como cosa per- teneciente á su conquista, y las demás fortalezas y pueblos de aquel estado al de CctStilla como conquista de ella. Y llamábanse conquistas en estos pactos con voz vacía, pero que sonaban á derecho, una par- tición arbitraria que ellos voluntariamente se hacían de tierras que ni ellos ni sus antepasados tuvieron jamás, y á las que no tenían más derecho que cualquier otro rey ó príncipe de España que las pudiese sacar de poder de mores üe cual derecho no podía excluirse el rey D. Sancho de Navarra, siendo propagado del rey D. Sancho el Ma- yor, que dividió los reinos en sus hijos, y por la línea primogénita, y sin interrupción de varón, habiendo desfallecido en hembras las de los demás reyes competidores. Y porque había preocupado D. Pedro Ruiz por expontánea donación del rey Lope, poseedor de aquellas tierras que había destinado para propias sin derecho de sangre ni posesión alguna anterior el deseo solo de aquellos reyes, fué mortal la ojeriza contra él y contra el rey D. Sancho, que como avasallo su- yo natural le abrigaba; y recelaban se vaUese de él para abrir fron- tera contra los moros. Esta á la verdad fué la punta de aquel dolor y el nervio en que hirió, ansia de ceñir á solos el campo común y recelo de que se entrase á cultivarle también otro.

2 Estrecharon la confederación con rehenes de plazas. Había dado el de Aragón al de Castilla para obligarle más la villa y cas- tillo de A riza, que era plaza muy fuerte en la frontera de Castilla. Aunque después hubo no pequeña turbación entre ambos acerca de ella. Pero sosegada, puso el de Castilla en rehenes de seguridad los

38 LIBRO XIX DR LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VI.

pueblos y castillos de Agreda, Gervera y Aguilar en poder de D. Die- go Jiménez, caballero castellano con pleito homenaje que de ellos hizo al de Aragón. Y éste señaló á Aranda, Borjay Arguedas en po- der de D. Berenguel de Entenza, rico hombre de Aragón, con el mismo homenaje al de Castilla, de que las perdiese el rey que por tres años hiciese algún agravio al otro ó faltase á los pactos de la li- ga. Ahora con el lazo de las bodas efectuadas se estrecho más la confederación entre los Reyes, lío y sobrino, y se comenzó la gue- rra, y en cuanto podemos entender, muy al principio del año por la frontera de Álava: cargando hacia ella las tropas de Castilla para hacer por allí ó facción ó diversión y meter después la guerra por la frontera de Sangüesa ó la de Tudela, ó por ambas juntas; pues so- braba gente en la liga para todo.

5 Lo que consta es que el rey D, Sancho acudió tan prontamen- te, y con tan buena gente á aquella frontera y riberas del río Zado rra, que por Abril ya había puesto sitio y ganado por fuerza de ar- mas la villa y Castillo de Maluecín en aquella comarca, y s- contaba por de Castilla: y que dejándola bien presidiada á cargo de D. Pedro Velaz, hijo del conde D. Vela, que gobernaba en general toda aquella provincia de Álava, y dejándole fuerzas competentes para defender- la, había dado vuelta á Sangüesa, á donde debió de cargar después más el riesgo por las muchas plazas que, como vio poco há, tenía el D. Sancho en Aragón por aquella frontera. Hecha en Sangüesa, y por Abril de este año, y en compañía de la reina Doña Sancha, su mu jer, es una donación del cartulario magno, por la cual da á los caba lleros del Hospital de S. Juan Bautista de Jerusalén la villa y castillo de Pedriz, cerca de Tudela, con todo lo que le pertenecía al Rey. Menciona al obispo D. Pedro, y dominando al conde D. Vela, en Álava; D. Rodrigo Martínez, en Marañón; D. Pedro Velaz, en Ma- luecín; D. García Bermúdez, en Logroño; D. Martin Ruiz, en Ocón; D. Sancho Ramírez, en San,L;üesa; D Pedro Ruiz, en Tudela; D.Jor- dán, en Rueda; D. Jimeno Almoravid, en Peralta; D. Fernando Moro Mayordomo del Rey, en Alesues, que es Villafranca; D. Iñigo de Oriz, en Tafalla; D. Iñigo Almoravid, en Miranda; D. Fortuno Al- moravid, Alférez del Rey. Y son testigos D. Pedro de Tudela, Can- ciller del Rey y D. Fortuno, Capellán del Rey y Prior de la iglesia de Tudela.

4 De Sangüesa, dejando en buena def«nsa sus confines con Ara- gón, pasó el Hey á toda prisa á Tudela. Y por Mayo ya estaba en ella. Corriendo con gran velocidad todas las fronteras para hacer rostro á los riesgos por todas partes y reforzar las defensas con Ja presencia, que nunca se disponen tan bien con las órdenes enviadas de lejos, que no pueden prevenirlas circunstancias instantes en que se han de ejecutar: fuera de lo que alboroza y conhorta los ánimos el semblante del príncipe bien querido, cual era D Sancho Estando ahora en Tudela donó á su iglesia de Santa MARÍA y á su prior D. Fortuno todo el agua de la fuente que llaman de siete ojos por otros tantos manantiales copiosos en que revienta, y toda la demás

REY D. SANCHO EL SABIO. 39

agua de otras fuentes que recaen en ella. Y dice es para que hagan molino en la pieza de Santa M ARIA., junto á la arqueta. Hace men- ción el Rey del obispo D. Pedro y de los señoríos: del conde D. Vela, en Álava; D. Rodrigo Martínez, en Marañón; D. García Bermúdez, en Logroño; D. Pedro Ruiz, en Tudela; su hermano D. Martí Ruiz, en Ocon; D, Sancho Remírez, en Sangüesa; D. Jordán, en Peña y en Rueda; D. Jimeno Almoravid, en Peralta; D. Iñigo de Oriz, en Tafalla; D. Pedro Velaz, en Maluecín; D. Gil de Aibar, en Cáseda. Y no se nos impute á prolijidad el repetir los nombres y señoríos de estos caballeros. Las cosas de Navarra han andado notablemente diminutas y lo disculpa, fuera de la mayor seguridad con que se camina, con la consonancia de diversos archivos y alguna nueva luz que casi siempre se de las tierras que de nuevo se ocupaban ó se retenían como aquí, de Maluecín, de Rueda, Logroño y Ocón y estado de las fronteras.

5 Y el verse repetido aquí y en otros privilegios anteriores, ya exhibidos, D. Pedro Ruiz de Azagra con el señorío de Tudela, el cual antes había tenido con no poca continuación D, Pedro de Ara- zuri, y el no parecer yá, como solía, en nuestros instrumentos, y el descubrirse al mismo tiempo que aquí falta, en los de Aragón y Castilla confirmando entre Ijs señores de ellas, arguye claramente que este caballero se enajenó del rey D. Sancho, Y se valió de la costumbre antigua de España y permitida del fuero que, en volviendo los nobles al Rey las tierras y honores que de él tenían, se pasaban libremente al servicio de otro. El hecho es cierto. Y en este mismo año entre los ricos hombres de Aragón que asistieron á las bodas del Rey cuenta Zurita á D. Pedro de Arazuri, Señor en Huesca y en Daroca. La causa de la enajenación se ignora. Del Rey D. Sancho no parece pudo tener justa queja. Pues además del cargo de su Mayor- domo Mayor le conservaba juntos dos honores y señoríos tan prin- cipales como Tudela y Logroño. Si le turbó la sublimación de D. Pedro Ruiz de Azagra en el señorío de Albarracín, procurado por el Rey, quede al juicio del lector: como también si en Aragón se le dio el honor de Daroca, arrimándole á Albarracín como á émulo. El tiempo ayuda á la conjetura. Muchos hombres vivieran conten- tos con su fortuna sino vieran á otro en otra más surtida: y se repu- tan por infelices por sola la dicha ajena.

6 Para Noviembre, mitigando la entrada del invierno el ardor de la guerra, ya el Rey había vuelto á Pamplona. Y hecha en ella y de ese mes es la carta de fuero que dió á sus francos, que comenzaban á poblar á Iriberri, que de la población ahora tomó el nombre, que en la lengua vascónica vale lo mismo que pueblo ó villa nueva. Dales para poblar todo cuanto hubiesen menester de sitio en el plano en que habían comenzado. Y quiere tengan el mismo fuero que los francos del burgo viejo de S Saturnino de Pamplona. Al año 1129 se habló del aumento que D. Alfonso el Batallador hizo en aquel burgo de Pamplona. Y de este instrumento de ahora que está en el cartulario magno, se probó la antigüedad del burgo de S, Saturnino

40 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VL

en mayor de lo que algunos habían pensado, y la significación de la palabra Franquos, que no hay para qué repetir. Dales enteramente todo el monte llamado Beorizqui que nadie pueda poblar sin voluntad de ellos: y que las heredades que compraren fuera queden ingenuas y francas, goce memoria del obispo D. Pedro y de los señores que otras veces, y entre ellos á 1). Juan Velaz, en Álava y á I). Pedro Ruiz, en Tudela.

§. II.

De la iglesia de Santa MARÍA del Puy de Estella hay una memoria este año, de 27 de Marzo. Por la cual el obispo ü. Pedro la dona á los sesenta cofrades que dice se llamaban de Santiago, y que la iglesia estaba sita sobre el barrio de Lizarra, y que dona con voluntad del rey D. Sancho y del capítulo de Pamplona y Prior D. García, con calidad de pagar tres maravedís de censo al obispo y sus sucesores. Pero d-iles el derecho de elegir capellán. En la ciudad de Estella y su comarca conservan como tradición el haberse descubierto aquella Sagiad.-i Imagen á unos pastores por el indicio de estrellas que se vieron sobre el lugar en que estaba oculta! Y que esto fué en ocasión que el rey D. Sancho Ramírez estaba en el cerco de Toledo en ayuda del rey D. Alfonso VI, su primo, y que con la fama del milagro partió luego la fuerza é hizo la fundación de Estella y la dio ese nombre por memoria de las estrellas aparecidas en el descubrimiento Pero esto sería en tiempo más antiguo. Pues queda visto que antes de D. Sancho Ra- mírez yá había allí pueblo con nombre de Estella^ y que la suya no fué fundación primera, sino aumento grande. Y aquellos reyes, aunque primos hermanos, no corrieron con tanta estrechez que se nos haga creíble que el rev D. Sancho asistiese en persona en aquel cerco. Ni de cosa tal, que no parece se dejara de mencionar entre los instrumentos del tiempo, hallamos memoria alguna en los de Castilla ni en los de Aragón y Navarra. Le que no se puede dudar es que por el honor de aquella Sagrada Imagen obra Dios muchas maravillas en beneficio de los que en sus necesidades acuden á aquel Santua- rio, que son muchos y de muchas partes.

8 Por no salir de Estella sin exhibir todo lo que la pertenece de este año, de él es la composición de sus iglesias que hizo á 3 de Ma yo el obispo D. Pedro con S. Juan de la Teña y su abad Dodón. El obispo deja quietamente al abad las tres iglesias de S. Miguel, S. Ni- colás y el Sepulcro, sobre que alegaba drírecho: y el abad suelta la queja acerca de la de Santa MARÍA de l-.i Judería; y que esta reciba las décimas de sus parroquianos. Conviene también en que no solo la iglesia de S. Pedro, sino también las tres dichas paguen al Obis- po los cuartos de todos los diezmos: que la corrección de todas ellas sea del Obispo y una procuración al año, que vale tanto como cena. Renuncia el Obispo la iglesia de S. Esteban de Lucía: aunque retie-

REY D. SANCHO EL SABIO 4I

ne la presentación. Y también renuncia las iglesias de Savín y Pin- tano, y da de limosna las de Undós, Logran, Burbuto, Santa Eulalia, Sansposez y Selvarriano.

Mi

uy presto le fué necesario al Obispo interrumpir es- tos empleos más propios de su estado con los milita- res. Porque el año siguiente 1 175 se encendió la gue- rra de suerte y se derramó por tantas partes, que á ninguno perdonó y todos como en incendio grande se vieron obligados á acudir al re- medio, renovando los designios antiguos de partir á Navarra entre los reyes de Castilla y Aragón. Y prosiguiendo la guerra, ó como la calificó Zurita á este paso, su porfía en la empresa de ella, ó irritados sobre las causas dichas de la resistencia y buenos sucesos anteriores del rey D. Sancho; ó porque acabaron de allanar algunos ligeros tropiezos entre sí, con llamamientos generales de las fuerzas de sus reinos y voz cada uno de fosada del Rey, de grande concitación y es- pectación en España, rompieron por Navarra con toda hostihdad. Ningún año tan peligroso ni en que entrase tan adentro de las entra- ñas de Navarra la guerra en todo el largo reinado de D. Sancho, ha- biendo sido casi todo él guerra continuada Pero ninguno tampoco en que mostrase tanto el Rey la grandeza de ánimo impertubable y sumo consejo en gobernar la guerra. Porque, aunque no pudo estor- bar del todo los estragos de talas, robos de los lugares abiertos, tuvo tan prevenidas las plazas cerradas y lugares fuertes, y expiando con sagacidad los designios de los enemigos y ganando las marchas los reforzó de suerte introduciendo nuevos socorros que, ó no las tenta- ron los enemigos sabedores de la buena custodia en que estaban, ó igorándolas, las tentaron en vano. Y corriendo por todas partes las armas enemigas, que parecía habían de inundar el país y sorbérsele todo, se halla que en año tan peligroso solo se perdió el pequeño castillo de Leguín, que solo se pudo contar por pérdida por el sitio en la eminencia de una alta montaña que servía de atalaya puesta en de- fensa para dar avisos á algunos valles que dominaba, y por la cerca- nía á tres leguas y media de Pamplona. Véase sus ruinas a dos millas de la villa de Urroz, á mano izquierda del camino que lleva desde ella á la de Lumbier.

10 Esta fuerza ganó el ejército de los castellanos, estando el Rey, según parece, en parte muy distante haciendo rostro al de Aragón. Y por ser precisa ahí su asistencia encargó al obispo D. Pedro el so- corro de Leguín, dándole gente y algunos cabos de experiencia, y valiéndose de su persona para autorizar la empresa Pero aunque el Obispo se arrimó con las tropas, halló el paso tan cerrado, ayudan- do á los enemigos la aspereza de la subida preocupada, que se perdió la fortaleza y el Obispóse hubo de retirar hacia el castillo de Huarte. En una donación á Roncesvalles hecha por García Enecoiz de Veraiz de una heredad en el lugar de Equía, se nota hacerse en el año en

42 Lir.RO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. IV.

que los castellanos tomaron el castillo ele Leguin y él Obispo de Pamplona se fué retirando hacia el castillo de Ruarte. Y aunque señala la era I2i4, es de la donación hecha, no del suceso del castillo, del cual iba corriendo el año cuando se hacía la donación: y así per- tenece á este presente, y Zurita acertó en señalar este mismo de la pérdida de Leguin. El Obispóse retiró hacia el castillo deHuartepor si el enemigo intentase algo dentro de la cuenca de Pamplona, estan- do apoderado de castillo en tanta cercanía de ella ó contra aquel mis- mo castillo de Huarte, que solo dista de Pamplona una corta legua, Vense sus ruinas con rastros de foso aún no del todo cegado y algu- nos pedazos de murallón roto en la cima de una mediana montaña que se levanta en forma de arco y con la una punta por Oriente toca á la villa de Huarte y con la otra por Occidente á la Villaba: y por una ermita del glorioso Arcángel S. Miguel, dentro del ámbito del castillo y registrarse desde aquella cumbre muchos valles con muy hermosa vista llaman S. Miguel de Miravalles.

11 Sin otra pérdida de importancia y con trances menores de ar- mas que aunque no se avisan, fueron forzosos, se acabó la campaña. Y la mucha ocupación en ella del Rey discurriendo por varias partes con perpetuo movimiento háciá dónde llamaban tantos riesgos, debe de ser la causa de no hallarse carta alguna suya de este año. De la calidad de esta guerra, guerreada contra tantas y tales fuer- zas, se reconoce que el Rey heredó de su padre D. García las tres buenas prendas, consejo en prevenir, expedición pronta en obrar y el amor que supo ganar de sus vasallos. Porque solas ellas la pudie- ron sacar de tantos riesgos con tan poca pérdida, y hacer que sus fuerzas moderadas hiciesen contrapeso á tantas que juntas le car- garon.

12 Del obispo D. Pedro se halla una memoria de este año. Por la cual donó á Doña Toda de Biota, Vizcondesa de Bayona, con volun- tad del capítulo de su Iglesia de Pamplona su villa de Arteiza con cuanto tenía allí Santa MARÍA y su palacio de Beasoaín con todo su heredamiento con calidad que vuelvan é la Iglesia después de sus dias, y que en vida haga reconocimiento de censo de cinco sueldos por cada uno de los dos heredamientos á la Iglesia. Y á esta dona la Vizcondesa cuanto tenía en Beasoaín, Izania, y Eguirior para des- pués de sus dias. Esta señora por las haciendas que tenía parece natural de Navarra. Y en cuanto al Vizcondado de Bayona pare- ce por el tiempo mujer de Pedro Bertrando, Vizconde de ella; pues las memorias de Francia dicen sucedió á su padre Bertrando en el Vizcondado cinco años antes del presente, y que vivió muy pocos años y murió sin hijos, y que á falta de ellos sucedió su hermano Ar- naldo Bertrando Al cual por no reconocer cumplidamente á Ricar- do, hijo de Enrique, Rey de Inglaterra, como á Duque de Aquitania, que le había donado su padre dos años después de éste cercó á Ba- yona Ricardo, y se la ganó por armas. Parece que Doña Toda, su cuñada, viuda ya dos años antes, se retiró á su patria: y que esa fué la ocasión de la donación del Obispo para sus dias, y de ella por no tener hijos para después de ellos.

REY D. SANCHO EL SABIO. 4$

§. IV.

|on la poca utilidad conseguida el año siguiente 1 176 Año 1 3 § se resfrió la guerra contra Navarra, parando en las co-

se res

rrerías ordinarias de las fronteras. Garibay dijo se hallaba por escrituras de este tiempo que el rey D Alfonso de Cas- tilla por Julio de este año se halla con ejército en la ribera del Ebro cerca de Calahorra, trayendo consigo muchos prelados, condes y ca- balleros de sus reinos. Pero que no se descubría suceso alguno de esta guerra amenazada: ni nosotros le hallemos. Y pudo ser amorti- guase el ardor de la empresa el no hallarse disposición de concurrir ejército de Aragón como estaba tratado. Y debió de ayudar á eso la jornada al mismo tiempo del Rey de Aragón á Francia á ajustar cier- tas diferencias que traía con el Conde de Tolosa Y esta, ya que no paz, templanza por lo menos y remisión de la guerra, dió ocasión para cargar el cuidado en el aumento de las cosas pías.

14 De este año es sin duda la fundación del monasterio de Santa MARÍA de Iranzu por los monjes del Cister, cerca de Estella. Era el obispo Ü. Pedro muy devoto de esta Orden. Y en el archivo de aque- lla casa se halla una carta suya para un hermano suyo por nombre Nicolás, monje de la misma orden en el monasterio de Scala Dei. En la cual le dice que con voluntad de todos los canónigos de Pam- plona dona á Scala Dei el monasterio de Iranzu con todo lo que le pertenece. De lo cual se descubre que antes había monasterio allí, y según entendemos, déla advocación deS. Adrián. Pero estando muy acabado y desierto, el obispo D. Pedro le restauró este año, del cual es la carta. Créese que su hermano Nicolás vino por sus instancias y le gobernó hasta cerca del año de Jesucristo 1200. Y ayuda á creerle y á la advocación más antigua de S. Adrián una bula de Gregorio VIII que se halla en su archivo. Por la cual á menos de un mes elec- to confirma á Nicolás, Abad de S, Adrián de Iranzu, todos ios bie- nes que el monasterio tenía, á tres de los idus de Noviembre, año Ii87 y primero de su pontificado.

1 5 Luego que le fundó D. Pedro le comenzó á favorecer el Rey. Y de este mismo año de la fundación se halla en aquel archivo una carta suya. Por la cual los toma debajo de su protección y concede para sus ganados el gozo de todos los montes del Rey en Navarra y amenaza al que invadiere su casa con las mismas penas que al que invadiere la casa del Rey: y quiere que cualquiera causa se fenezca por solo dicho de uno de sus monjes. Este mismo gozo de los montes del Rey para sus ganados donó el Rey á Santa M.A.R1 \ de Irache y á su abad Bibiano, y el mismo privilegio de que en 1í)s daños que se hicieren en sus cabañcS valga por prueba para que se haya de dar la satisfacción el dicho de un monje. Ambas cartas son de la misma era 1214, que es este año; y ambas dadas en Pamplona, la de Iranzu por el mes de Octubre, la de Irache, por Noviembre: y ambas nom-

44 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VI.

brando después del obispo D. Pedro, los mismos señores y en los mismos señoríos. Y son: D. Pedro Huíz, en Estella; D. García Ber- múdez, en Loo^roño; D. Sancho Remírez, en Funes; D. Juan Velaz, en Álava; D. Rodrigo Martínez, en Marañón; D. Jordán en Rueda; D. Iñigo Almoravid, en Sangüesa; D.Jimeno Almoravid, en Peralta; D. Iñigo de Oriz, en Tafalla. Admira se retuviese Rueda tan dentro de Aragón y después de año tan peligroso,

§• V.

A50 "W "^l año siguiente 1 1 77 pareciéndoles á los dos reyes Al-

ió Mfonsos de Castilla y Aragón sería más útil la guerra con-

fons

Itra los moros que la que habían experimentado en Na- varra, donde D, Sancho había mostrado sabía defender bien sus almenas, se concertaron de cargar con sus fuerzas sobre Cuenca, ciudad que poseían los moros fuerte por naturaleza y arte, situada sobre el río Júcar, que los antiguos llamaron Suero, y de su nombre sucronense un seno de mar donde entra y abre Va. costa de Valencia, retirándose hacia dentro. A este cerco atrajo al Rey de Aragón el de Castilla coii esperanza de levantar el reconocimiento que hacían á ella los de Aragón por el reino de Zaragoza El haber señalado algu- nos escritores el cerco de Cuenca este añoíué con acierto. Y parece fué muy á principio de la primavera. Uno y otro se descubre por una donación hecha á Santa MARÍA de Fitero y su abad Guillermo por D. Diego Jiménez y su mujer Doña Guiomar de la hacienda que tenían en S Pedro, que dice ser hecha en el mes de Abril, en la era 1215, reinando el rey D. Alonso que al liempo estaba en el cerco sobre Cuenca.

17 Por el mes de Abril estaba el rey D. Sancho en Tudela lo- grando la suspensión de las armas que habían cargado lejos, y pre- viniendo de nuevo la frontera para cuando se acercasen. Y allí da á Guillermo Ramón, Abad de Veruela, una heredad en Bonamaisón, que por la cuenta también la ocupaba el Rey, por otra que dice había dado á Romeo su ballestero. Por Octubre también se hallaba el Rey en Tudela y en ella dona á los caballeros del templo la villa de Aberin ,

Y parece gratificación de uaos colla '.os que habían largado al Rey.

Y después del obispo D Pedro nombra con señoríos á D. Pedro Ruiz, en Estella; D García Bermúdez, en Logroño; D. Rodrigo Martínez, en Marañón; D. Juan \'elaz, en Álava; D. Sancho Ramí- rez, en Funes; D, Iñigo Almoravid, en Sangüesa; D. Jordán, en Rueda.

18 Aunque nombra á D. Pedro Ruiz de Azagra con el señorío de Estella, no es porque estuviese acá. Con los reyes de Castilla y Aragón andaba, y con ellos había estado en el cerco de Cuenca: y se señaló mucho en él llevando un escuadrón de gente guerrera y muy disciplinada de su conducta. Con lo cual estrechó más el cerco y obligó á los moros á pactar día determinado de rendir y entregar la plaza, que se ganó después de nueve meses de sitio. Esta fué la altura

REY D, SANCHO EL SABIO. 45

mayor de honor á que sublimó la fortuna á aquel grande y esforza- dísimo caballero que hubiesen menester su valor y disciplina militar dos reyes tan poderosos que le confesasen estas prendas, habiéndole sido mortales enemigos como si hubieran olvidado los agravios hechos: y que olvidando los recibidos, que suelen olvidarse más difícilmente, retornase por ellos obras de tan fina amistad. Y que llevando al cerco tantas gentes aquellos príncipes, se señalase tanto la suj-a, poca en número, pero disciplinada debajo de su mano. En la parte de templanza en los agravios también le alcanza al rey D. San- cho la alabanza. Pues recientemente irritado con tan fuerte hostili- dad, no solo no se aprovechó de la buena ocasión de las armas ene- migas embarazadas lejos: sino que por ser en favor de la Religión aquella empresa, no quiso retraer de ella á D. Pedro siéndole tan fácil como avasallo y dependiente con honores en su Reino: y que en todo se movía por su agrado.

19 En este cerco para Castilla se ganó Cuenca y para Aragón la libertad. Porque el Rey de Castilla en gratificación de la asistencia y socorro en él levantó á perpetuo al de Aragón el homenaje y reco- nocimiento hecho por su padre el conde D. Ramón al emperador D. Alfonso Vil y que había renovado á su hijo D. Sancho el Deseado. Lo cual se había continuado hasta este cerco y conquista de Cuenca, como dijo el arzobispo D. Rodrigo. Todo lo pudiera haber evitado el Conde á no haberse empeñado tan inflexiblemente en la pretensión de Navarra y reconocido ingenuamente el derecho é indubitado por la sangre de los reyes de ella y coligándose con ellos. Porque unidas las fuerzas, era lo más creíble hubieran contenido á los de Castilla en lo que era de razón y derecho cierto. Como se consiguió en tiempo de D. Alfonso el Batallador con la unión de los mismos reinos aun sin entrar en ese balance de fuerzas las de Cataluña, que traía de nuevo el Conde, y hubieran conseguido ambos lo que de derecho les tocaba. Pero fué tan pertinaz aquella pretensión, que en orden á conseguirla no dudó admitir sumisiones ajenísimas de su Reino dotal de Aragón, fundado y ensanchado sin intervención de fuerzas de Castilla, ya que torció el rostro de su misma mujer la reina Doña Petronila: y con tan vivo dolor, ([ue dicen excluyó en su testamento la sucesión de hembras en su Reino porque no se viese otra vez con esa ocasión en desaire semejante. Por dañar al competidor se dañó á mismo sin conseguir lo que pretendía. Y puede ser documento de que los príncipes de menos poder compongan á prisa sus diferencias y no den lugar á que se les meta arbitro el de fuerzas muy superio- res, en especial confinante; porque venderá su favor al que más diere y con pesadas cargas de contado y con el efecto después incierto.

46 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. III

§. VI.

A:

este año pertenece también una novedad en la Iglesia

20 L\ Catedral de Pamplona en tiempo del obispo D. Pe- JLjLdro, el primero de este nombre que fué el que esta- bleció en ella la Regla del glorioso padre S. Agustín y la puso en toda buena forma que el tiempo admitía. Se hizo la división de las ren- tas de la mesa episcopal para la instrucción de las dignidades y car- gas de ellas y sustento de los canónigos, como queda visto Pero lo que ha de alterar el tiempo no lo puede prevenir del todo la provi- dencia humana. Y ora sea que con las donaciones de los reyes pos- teriores y de otras personas particulares hubiesen crecido las rentas de los obispos, estándose en el mismo estado las de los canónigos, que quizá se acomodaron con el tiempo y se habían contentado con menos, ó por otra causa; comenzó á haber queja de que en el Pala- cio del Obispo con el exceso y explendor de familia y número de huéspedes se gastaba con demasía, que podía emplearse mejor en beneficio de los hijos de casa, que eran los canónigos. Puede ser que este exceso le hubiese ocasionado la campaña dos años antes cuyo aprieto obligó á Ü. Pedro á convertir el cayado de Pastor en bastón de guerra, y que los agasajos á cabos y camaradas comenzados una vez no se pudiesen quitar del todo. Como quiera que sea, la queja toco en el rey D. Sancho, que sobrándole la guerra con los extraños deseaba la paz en casa, y se interpuso medianero para ella, insinuán- dole la queja al Obispo. El cual con gran generosidad juntando el capítulo hizo en él nueva división y fué señalando tantas rentas á los canónigos, que todos á voz común prorrumpieron en aquellas memorables palabras que se hallan en el instrumento que de este acto hay: Satis est, Pater, satis est: basta, Padre, basta. A que añadie- ron: bien, llena ij perfectamente habéis satisfecho á nosotros y á Dios, y os damos por ello incomparables gracias. Con que quedó la queja de parte del Obispo ahogada con gran gloria en la beneficencia y largueza, y de parte de los capitulares justificada, purgando la sos- pecha de que pudiese haber nacido de codicia, pues ésta jamás dijo basta ni halló tal palabra.

21 El año siguiente 1178 nadase descubre singular que perte- nezca á la guerra, que debió de llevarse con solas las correrías ordi- narias de las fronteras, cargando el Rey de Castilla con sus fuerzas contra el de León: y el de Aragón con la jornada que se sabe hizo este año á ocupar el condado de Rosellón por muerte del Conde de aquel Estado, Gerardo, que había muerto sin sucesión. Y en cuanto á la paz, solóse halla que el obispo 1). Pedro y el abad de Leire D. Jime- no, se compusieron acerca de los cuartos que el Abad pretendía per- tenecerá de las iglesias de Uncastillo, Luesia, Auero, Murillo, Elese y nueve iglesias de Roncal y Garde, y también acerca de la iglesia de Santa Cecilia de Pamplona. Y por Septiembre Doña Todaiñíguez,

REY D. SANCHO EL SABIO 4?

hija de D. Iñigo de Muru donó al ya dicho D. Jimeno, Abad de Leire el palacio y cuanto sus padres la dejaron en Muru, y también el palacio de Artieda y cuanto le pertenecía. Dice hace esto por dis- posición que para esto dejaron su abuela Doña Teresa y hermana de ella Doña Toda. Y el Abad la deja por su vida el palacio y algunas otras haciendas en Muru. Es la escritura ya mencionada, en que el Obispo se llama D, Pedro de Artajona. Y dice reinaba D. Sancho de Navarra, y que dominaban: D. Sancho Ramírez en Sangüesa y Aibar; D. Iñigo Almoravid en Roncal y Salazar,

CAPITULO Vil.

I. Factoa de Aragón y Castilla contra Navarra. II. Pactos y paz de Navarra con Castilla.

III. Muerte la reina Doña Sancha y fundación del monasterio de monjas del Cister en Maroills

IV. Memorias del tiempo V. Fundación de la ciudad de Vitoria VI. Fueros

á varios lugares. VII. Fundación de Villaba Franqueza de Navascues. VIII. El Señor

de Albarracin defendido contra Aragón y Castilla. Desposorios de la Infanta de Navarra con el

Heredero de Inglaterra.

§■ I.

lomo si los reyes de Castilla y Aragón solo hubieran

tomado los dos años y pocos meses después de la conquis-

'ta de Cuenca por treguas de descanso y para reparar las fuerzas gastadas en aquel largo cerco de nueve meses, en que co- rrió lentamente la guerra contra Navarra al principio del año 1 179) se encendieron en nuevo coraje y ardimiento para renovarla con todas sus fuerzas. Y en orden á esto tuvieron vistas en Cazóla á 20 de Mar- zo. En las cuales, habiendo partido entre sí, y por su albedrío las con- quistas que habían de pertenecer á Aragón y las que á Castilla de las tierras de los moros, y señalando para Aragón todo el reino de Valencia, Denia, Játiva, Biar y desde el puerto de Biar todas las de- más tierras y regiones al Occidente para Castilla: en cuanto á Nava- rra, pactaron hacer la guerra contra ella por sus personas, ayudándo- se: que se partiese en partes iguales lo que se 'ganase de ella: que pudiese el Rey de Castilla restituir al Rey de Navarra los castillos de Leguín y Portella para recobrar los lugares y fortalezas que el de Navarra le tenía ganadas. Aunque vino con dificultad en esto el de Aragón por decir que de lugares de Navarra á él le pertenecía parte. Pero, en fin, se conformó como no se volviesen otros de los que se ganasen. Estos pactos juraron: de parte del Rey de Castilla; D. Pedro de Arazuri, que j'a de Aragón había pasado á Castilla; D. Gómez García, Alférez Mayor del Rey, y D. Tello Pérez: de parte del Rey de Aragón; D. Sancho de Huerta, su Mayordomo Mayor; D. Artal de Alagón, su Alférez, y el Obispo de Zaragoza.

2 En fuerza de esta liga escriben comunmente siguiendo á Zuri- ta y Garibay que se comenzó luego la guerra, y que los castellanos

4^ ANALES DEL REINO DE NAVARRA, CAP. VIL

en prosecución de ella ganaron este año á Logroño, Navarrete, Gra- ñón, Bribiesca y otros lugares, que el rey D. Sancho de Navarra ha- bía antes ganado hasta los montes de Oca, que eran del patrimonio antiguo de los reyes de Pamplona: y que no cumphendo con el Rey de Aragón el de Castilla según estaba capitulado, comenzó á haber entre eflos grave discordia disensión. Pero acerca de estas cosas se ha escrito tan á bulto y con tan escasa luz en cuanto á los pueblos que se nombran, y suponiendo se ganaron ú guerra guerreada y con trances de armas y causas de la disensión de los Reyes de Ara- gón y Castilla, que es preciso desenvolver cosas tan enmarañadas y darlas la luz cumph( la produciendo otros nuevos pactos que el Rey de Castilla D. Alfonso y el rey D. Sancho de Navarra hicieron entre solos veintiséis días después de los que hicieron en Cazóla los reyes de Castilla y Aragón, teniendo para esto vistas y conferen- cia entre Logroño y Nájera.

3 Admira mucho la brevedad grande. Porque los primeros con el Rey de Aragón fueron á 2o de Marzo, como dijo Zurita, que indi- viduando año, día y lugar y tantas personas como intervinieron: pa- rece sin duda vio instrumenio que de ese acto hizo, Y los pactos ju- rados con el rey D. Sancho de Navarra fueron á mediado de Abril del mismo año. Y esta tan grande brevedad indica que los primeros no se hicieron con todo gusto y entera satisfacción del de Castilla. Y que el de Navarra procuró con pactos no poco favorables al de Castilla atraerle á la paz y romper del todo aquella tan perniciosa h- ga que por todos los diez y seis años del reinado de su padre y los veinte y nueve que ya corrían del suyo por momentos se renovaba, y librar á su reino de los intolerables gastos y afanes de guerra tan prolija y contra dos tan poderosos reyes: templando las condiciones de la paz, de suerte que á un mismo tiempo le cebase con la espe- ranza y le contuviese con la pérdida pactada de lo que prometía, caso de no contenerse en la paz y amistad siquiera por diez años.

§. II.

El tenor de estos pactos, ya que se han podido ignorar tanto, que ni Garibay encontró con ellos en la cámara de comptos, que reconoció despacio, teniéndolos no .solo en el cartulario del rey D. Teobaldo, sino también en el cartulario que llaman magno, fielmente traducido del latín es este: »En el »nombre de Dios Omnipotente y de su divina clemencia. Este es el >paito: la amistad y concordia que el rey D. Alfonso de Castilla y el >rey D. Sancho de Navarra han hecho entre recíprocamente. Con- »viene a saber: que el rey D. Sancho de Navarra da á D. Alfonso, >Reyde Castilla, á Logroño, Entrena, Navarrete, Ausejo, AutolyRe- >sa, y D. Alfonso, Rey de Castilla, puso á Logroño y los ya dichos >castillos en fidelidad en manos de D. Pedro Ruiz de Azagra, ó de >D. Martín Ruíz de Azagra, ó de D. Martin Guillermo, vasallos del

REY D. SANCHO EL SABIO. 49

»rey D. Alfonso de Castilla, para que los tenga cualquiera de ellos >por diez años y le sirva con ellos y las rentas que produjeren. Pe- »ro que no les entregue á D, Alfonso. Rey de Castilla, por el tiempo »de los dichos diez años sino es que fuese mandado del rey D. San- »cho de Navarra. Y tenga á Logroño y las dichas fortalezas por »D. Alfonso, Rey de Castilla, cualquiera de los tres caballeros ya «nombrados que eligiere el rey D. Sancho de Navarra. Y después »los tenga cualquiera de los nombrados que eligiere el Rey de Cas- » tilla y quisiere mandar que los tenga. Pero ese mismo haya de ir spriraero al Rey de Navarra y le haya de hacer el homenaje y pacto »que le hizo el caballero que primero las tuvo. Y el que estuviere »en la tenencia de dichas fortalezas no las entregará al sucesor ele- »gido por el Rey de Castilla hasta que haya hecho al Rey de Nava- »rra el homenaje en la forma que primero las tuvo. Y si estos tres «caballeros nombrados ó dos de ellos murieren ó se apartaren del »rey D. Alfonso de Castilla, de suerte que no sean sus vasallos, el »rey D. Sancho de Navarra elija al que quisiere que sea vasallo del »Rey de Castilla y natural de Navarra, y le mande dar dichas forta- »lezas haciendo primero homenaje al Rey de Navarra como el pri- »mero: y el Rey de Castilla mande después que se le entreguen. »Pero si D. Alfonso, Rey de Castilla, metiere ejército en tierra del »rey D. Sancho de Navarra para hacerle mal, ó cogiere castillo su- »yo ó forzare alguna tierra suya, el caballero que tuviere dichas for- »talezas las entregue al Rey de Navarra: y el caballero por este he- »cho no valga menos. Y si el ejército de la frontera del Rey de Cas- »tilla entrare con el Rey de ella ó sin él en tierra del Rey de Nava- »rra para hacer mal, el Rey de Castilla por este hecho pierda las di- »chas fortalezas y las vuelva al Rey de Navarra.

5 »Así mismo: si alguno de los nobles del rey de Castilla por »ó con otro entrare con ejército en tierra del rey D. Sancho de Nava- »rra, pierda los heredamientos y honores que del Rey de Castilla tu- » viere, y la gracia y amor de él, y jamás pueda recobrar ni los here- »damientos ni su gracia. Y si el malhechor tuviere castillo ó casti- »llos, de los cuales no pueda el Rey de Castilla desheredarle, en- »trambos Reyes militen contra él y se ayuden para cogerlos casti- »nos á buena y sin engaño, Pero si esto, como está dicho arriba, »no quisiese hacer el Rey de Castilla, el caballero que tuviere dichas «fortalezas las entregue al rey de Navarra: y por este hecho no val- »ga menos el caballero. Así mismo: si caballeros del reino del Rey >de Castilla vinieren por si ó en conducta de otro con ejército á tie- »rra del Rey de Navarra, sean desheredados y echados del Reino, ))y el Rey de Castilla enmiende el daño hecho al Rey de Navarra. «En la misma forma: si el rey D. Sancho de Navarra, etc. Prosigue el instrumento reprometiendo el Rey de Navarra en cuanto á no en- trar en tierras de Castilla con ejército á hacer hostilidad debajo de las mismas penas de perder las fortalezas nombradas; y por ser con las mismas palabras y no alargar repitiendo se omiten.

6 Prosigue el instrumento diciendo; »Además de esto: si D, Al- Tomo IV 4

50 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. Vlí.

»fonso, Rey de Castilla, en estos diez años ya dichos muriere sin »dejar'hijo ó hija de su legítima mujer, Logroño y las ya dichas for- >talezas se entreguen al Rey de Navarra ó á su hijo que hubiere de >ser Rey de Navarra para poseerlas de derecho hereditario. Pero de »los diez años dichos en adelante el caballero que tuviere á Logroño >y las demás fortalezas las entregue quitas, libres y sueltas á D Al- sfonso, Rey de Castilla, para hacer de ellas su voluntad, enojado ó >en paz. Demás de esto: I). Alfonso, Rey de Castilla hace pacto al >rey D. Sancho de Navarra, que si después de los diez años dichos imuriere D, Alfonso, Rey de Castilla, sin hijo ni hija de su mujer >leo-itima, que le sobrevivía, dará á Logroño y las ya dichas forta- ílezas á D. Sancho, Rey de Navarra, ó á su hijo futuro, Rey de Na- tvarra. Yo. pues, D. Alfonso, Rey de Castilla, á buena y sin enga- )mo aseguro y hago firme á estos caballeros que tuvieron á Logroño >y las fortalezas dichas, que ni por ni por consejo mío se la qui- »taré ni las invadiré furtivamente ni haré que se invadan, y que no ídesapoderaré de ellas á los dichos caballeros. Con la misma claú - >sula de seguridad de no desapoderarlos de ellos repromete D. San- ícho de Navarra y prosigue diciendo: »Además de esto. Yo, 3>D. Sancho de Navarra, dejo á los alaveses sus heredamientos, «exceptuando los castillos y á Treviño.

7 »Y Yo, D. Alfonso, Rey de Castilla, he dado al rey D. Sancho »de Navarra á Leguín y l^ortella, y le he dado por quito del castillo »que tiene (jodín. Y además de esto Yo, D. Alfonso, Rey de Castilla »doy por quita á Vos, D. Sancho, Rey de Navarra y de Álava, á per- »pétuo para vuestro Reino, conviene á saber: desde Ichiar y Durango, >que quedan dentro de él, exceptuando el castillo de Maluecín, que »pertenece al Rey de Castilla y también Zufivarrutia y Badaya, » como caen las aguas hacia Navarra, excepto Morellas, que perte- *nece al Rey de Castilla, y también desde allí á Foca, y de Foca >abajo, como divide el rio Zadorra, hasta que cae en el Ebro. De »estos términos señalados hacia Navarra, todo sea del Rey de Nava- -rra, excepto el castillo de Maluecín y Morellas, que son del Rey de «Castilla, como está dicho. Y de los términos ya señalados hacia Cas- -tilla todo sea del Key de Castilla. Además de esto. Yo, D. Alfonso, »Rey de Castilla, doy por quito á Vos, D. Sancho, Rey de Navarra, »y á vuestros sucesores acerca de Rueda, y quedo sin queja de Vos «acerca de ella á perpetuo. Asimismo Yo, D. Alfonso, Rey de Cas- >tilla, quiero que si D. Juan Velaz quisiere ser mi vasallo, y Vos tu- » viereis queja de eso, él la cumpla con Vos con lo que es de dere- >cho al fuero de vuestra tierra y en vuestra Corte.

8 «Fuera de esto, D. Sancho, Rey de Navarra, conviene con »D. Alfonso, Rey de Castilla, que si algún hombre de tierra del Rey »de Navarra invadiere furtivamente algún castillo del Rey de Cas- «tilla, de Burgos arriba hacia Navarra, ó de Castilla la Vieja arriba, «quedando ella dentro con sus montañas ó de la Bureba arriba, que- «dando ella dentro ó de Soria arriba, quedando dentro Agreda y los >Caraeros, y de las cinco villas arriba el rey D. Sancho de Navarra

REY D. SANCHO EL SABIO. 5 1

»hará que se devuelva al Rey de Castilla el castillo, perdido si el que »le ocnpó furtivamente fuere vasallo del Rey de Navarra: y si no le «quisiere volver, ayudará al Rey de Castilla con su persona y sus agentes á buena y sin engaño á recobrar el castillo ó castillos per- adidos. Y de la misma manera D. Alfonso, Rey de Castilla, conviene »con el rey D. Sancho de Navarra: que si algún hombre de tierra del >Rey de Castilla ocupare furtivamente algún castillo al Rey de Na- »varra, de Pamplona abajo hacia Castilla, ó de Huarte abajo, que- »dando ella dentro, ó de Leguín abajo, quedando ella dentro, ó de ^Sangüesa abajo, quedando ella dentro, ó de San Sebastián abajo, :>quedando ella dentro, D, Alfonso, Rey de Castilla, haga que se ^vuelva el castillo perdido al Rey de Navarra si el que le ocupó fur- »tivamente fuere vasallo del Rey de Castilla, y si no le quisiere vol- »ver, ayudará al Rey de Navarra con su persona y sus gentes á bue- »na y sin engaño á recobrar el castillo ó castillos perdidos. Con- »vinieron fuera de esto los sobredichos Reyes que todos los vasa- »llos de ambos Reyes que en Castilla y Navarra perdieron por vio- alencia sus heredamientos desde que Logroño fué cogida los hayan >de recobrar enteramente.

9 iDejadas, pues, y fenecidas todas y cada una de las quejas «nuestras y de nuestros antecesores; y pospuestas y dejadas todas »las ocasiones de enemistades, discordia é inquietud nuestras y de «nuestros antecesores, y con amigable composición del todo y á ))perpétuo definidas y extinguidas, Nosotros, ambos los sobredichos «Reyes, Yo, D. Alfonso, Rey de Castilla, y Vos, D. Sancho, Rey de «Navarra, hicimos y establecimos una verdadera concordia y paz «firmísima y que haya de valer y durar á perpetuo por Nos, y por «todos nuestros hijos, y todo lo contrario á ella universalmente y de «raiz lo hemos fenecido por Nos y todos nuestros antecesores de tal »suerte, que ninguno de Nosotros tenga ni pueda tener contra él »otra ocasión injusta de pretender más ni de mover inquietud. Y »para que todo lo arriba notado, y el sobredicho pacto, amistad y «concordia queden para todo tiempo firmes y sin que se puedan al- »terar, D. Alfonso, Rey de Castilla, juró é hizo homenaje á D, San- »cho, Rey de Navarra; y D, Sancho, Rey de Navarra del mismo »modo juró é hizo homenaje á D. Alfonso, Rey de Castilla, de que »cada uno tendrá y observará para con el otro á buena y sin en- »gaño el sobredicho pacto, amistad y concordia, y que cualquiera de »ambos, que falsease al sobredicho juramento y homenaje quede »por traidor y alevoso mentiroso contra la pública y perjuro, y que »no pueda purgarse de ese hecho ni por su persona ni por alguno otro.

10 «Fechada esta carta y dadas las dichas fortalezas á D. Alfonso, »Rey de Castilla, y puestas en la sobredicha fidelidad á mediado »Abril, en la era MCCXVII, cuando los sobredichos Reyes tuvieron «plática entre Nájera y Logroño, D. Fernando, ViceCanciller del Rey »de Navarra escribió esta carta por mandado de los sobredichos Re- »yes. Y son testigos de parte del rey D. Alfonso: D. Pedro Ruiz, de

52 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VII.

»Azaííra; D. Pedro Rodrifrez, de Nájera; D. Tello Pérez; D Gómez »García,' Alférez del Rey; D. Martin Ruíz, de Azagra; D. Pedro Gu- »tiérrez; D. Suero i'eláez; D. Lope Díaz, de Fitero, Merino del Rey »en Castilla; D. García Muñoz; D Martín López de Lugant. Testigos »de parte del rey D. Sancho: 1). García Bermúdez; D. Sancho Remi- »rez, de Piedrola; D. Español; Ü. Pedro Remírez; D. Martín de Su- »biza; D. Hemiro, de Barea; D. Remiro, de Asín; D. Ferrando Moro; »D. Sancho Desojo, Teniente de Alférez, D. Lope de Valtierra, Ma- >yordomo Mayor.

1 1 Estos son los pactos en que convinieron y se ajustaron los Reyes, exhibidos á la larga y por sus mismas palabras, así por las mu- chas cosas que descubren de los usos y costumbres antiguos de Espa- ña y estado en que quedaron por ahora los reinos de Castilla y Nava- rra y sus fronteras; como por la mucha luz que dan en la grande nie- bla y confusión con que hablaron los escritores f<altos de estas noticias, imaginando guerra de nuevo rota, y ganados por actos de ella cercos y fuerzas de armas los pueblos que se pusieron en fidelidad y rehenes de la paz. Y errando en mucha parte los que fueron, como también las causas verdaderas de los desabrimientos y discordia del Rey de Aragón con el de Castilla, que de los pactos se reconocen con claridad cuáles fuesen. Solo hay que advertir para la inteligencia de estos pactos que no hay oposición á lo ya dicho de no reconocer va- sallaje alguno D. Pedro Raíz de Azagra, el que ahora parece ic ad- mite al Rey de Castilla. Porque aquello se entiende en cuanto á su nuevo estado de Albarracín, por el cual nunca quiso reconocer de- pendencia ni vasallaje de rey alguno. En cuanto á estas plazas, pues- tas en fidelidad, prendas y rehenes de la concordia que se prometía, admitióle por complacer y servir al rey D. Sancho, que todo lo fiaba de su suma fideUdad y valor.

12 También pareció advertir que, nombrando varios escritores entre las plazas que ahora se controvertían á Navarrete, Garibay los quiso reargüir de yerro, diciendo que ese pueblo aún no estaba fun- dado. Pero los pactos mismos y anteriormente las alegaciones de los Embajadores en el compromiso ante el Rey Enrique de Inglaterra con claridad convencen que el yerro, estuvo en él. Y en el archivo de Iranzu, en el libro que llaman Rubro, que corresponde al becerro, en una compra que el monasterio hizo de la aldea de Eraul, se con- tiene y dice ser hecho aquel acto entre iNavarrete y Nájera cuando los dos reyes D. Alfonso el más mozo, Rey de Castilla, y D. Sancho Rey de Navarra, se juntaro i entre los sobredichos lugares Navarre- te y Nájera.

1 3 Con la paz así asentada comenzaron á gozar de quietud y des- canso los pueblos de Navarra, que tantos años habían andado casi en continuo movimiento con las armas acuestas corriendo por las fronteras para defenderlas: y muchas veces siendo frontera del más cercano riesgo los más interiores y que por el sitio parecía estaban rnás lejos de él por las muchas y poderosas entradas de enemigos co ligados, que á un mismo tiempo llamaban á partes opuestas y gue-

REY D. SANCHO EL SABIO. 53

rreaban en las entrañas del Reino: que parece sobre las fuerzas hu- manas no haberse perdido muchas veces. Pero el valor y gran con- sejo del príncipe, fidelidad y grande amor para con él de los naturales suelen contrastar dificultades semejantes. Créese que en estos asien- tos de paz tuvo no poca parte la reina Doña Sancha de Navarra por la autoridad con el rey D. Alfonso de Castilla, como tía suya, herma- na de su padre D. Sancho el Deseado: concurriendo el ser también D. Alfonso, sobrino del rey D. Sancho de Navarra, como hijo de su hermana la reina Doña Blanca. Contra tantos vínculos de la sangre se pudo guerrear tanto. Verdaderamente en los príncipes y sobera- nos puede menos la sangre que en los demás mortales.

§. ni.

eomo si solo se aguardara á que pudiera ver la paz y del Reino, establecida muy presto después que la vio, murió la reina Doña Sancha el día Domingo á 5 de Agosto de este año, día dedicado á la festividad de la Virgen y recuerdo de su nieve milagrosa. Y fué con gran dolor de la repúbli- ca por haber sido princesa amabilísima por sus muchas virtudes y sin- gular piedad. Dejó fundado y dotado un monasterio de Religiosas de lo Orden del Cister en el lugar de Marcilla por consejo del Rey su marido. Y por su confirmación se verá presto la rica dotación que las dejó. Fué enterrada en Santa MARÍA de Pamplona; sin que haya fundamento alguno para que lo haya sido en Nájera, á donde entre muchas inscripciones funerales aún de infantes de poca edad ningu- no hay de esta Reina, hija del emperador D. Alfonso VII, Además de lo que queda dicho de haber elegido el Rey su marido á Santa MARÍA de Pamplona para entierro suyo y de todo su linaje, y lo que esto arguye en el grande amor que se tuvieron. Dejó al Rey D. San- cho seis hijos; tres varones, D. Sancho el Fuerte, que le sucedió, D. Fernando, que murió mozo, Ramiro que fué Obispo de Pamplo- na, y tres hijas; Doña Berenguela, que casó con Ricardo, Rey de Inglaterra, Doña Constancia, que murió antes de casarse, y Doña Blanca, que casó con Teobaldo, Conde Palatino de Campaña y Bría, por la cual se propagó la sucesión Real, que con raro ejemplo se continuó en Navarra de varón en varón desde el principio de la res- tauración de España y sus primeros reyes.

§. IV.

este año refiere Garibay hacen mención los anales de l^ l-\ Aquitania, de haber hecho navarros y vascos una .gran invasión corriendo hasta la ciudad de Burdeos. Y es así; que Roberto de Monte, que al tiempo vivía, hace mención de ella, y que no habiendo podido ganar aquella Ciudad, metieron á

A:

1188

5 I TJBRO XIX DR LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. Vil.

saco SUS arrabales y los arruinaron con incendio. Como dos años an- tes Ricardo, Duque de Aquitania, hijo del rey Enrique de Inglaterra había venido con ejército sobre Bayona, y ganándola por armas al Vizconde de ella, Arnaldo Bertrando, como se dijo al año 1 175, debió de campear como vencedor con sobrada lozanía y daño de los fron- terizos por allí, ^nal sufridores de agravios. Y como este año se aca- bó la guerra de Castilla para mediado Abril, es muy creíble que el rey D. Sancho licenció algunas tropas. De estas irritadas por agra- vios de parientes y sohcitadas con la esperanza de presas en que es- taban criadas, y de los mismos fronterizos, quejosos de la demasiada licencia, debió de cuajar y componerse aquella, que más p irece ven- ganza popular de mala vecindad que guerra legitima por autoridad y consejo de los príncipes: de lo cual nada se avisa. Y si los que vi- vían al tiempo y estaban viendo una entrada tan grande, corriendo como cincuenta leguas desde el Pirineo al Garona con talas y robos, nada dijeron de las causas de este movimiento, á nosotros que le oímos de tan lejos, no nos incumbe decir mis de lo que el tiempo y las circunstancias ofrecen á la conjetura. Año 16 Asentada la paz con Castilla respecto de Aragón, más pro- piamente se puede decir que se cayó de suyo la guerra que no que se estableció la paz. Su rey D. Alfonso, con las experiencias he- chas por mismo y por su padre D . Ramón, miraba como muy aven- turada la guerra contra Navarra. Si la continuaba con solas sus fuer- zas, miraba las de Castilla, aunque no coligadas contra él, porque de eso nada se habló en los pactos, enajenadas, en fin, las que menos de un mes antes contaba por suyas para la conquista y partición pactada de Navarra. Y podía recelar que las que tan á prisa habían pasado de coligadas á neutrales, pasasen de neutrales á enemigas Y conde- nando la facilidad de pactos tan opuestos, daba tiempo al tiempo aguardándole oportuno, no callando las quejas, pero reservando las iras, ya más vivas contra D. Alfonso de Castilla, poco antes amigo, que contra D. Sancho de Navarra, enemigo declarado tan poco an- tes. Y fiado en la condición natural de éste, enemigo de la guerra, si no se la movían, dejando la frontera en bastante disposición, partió á Francia á componer diferencias en los estados que allí tenía y pre- tendía. Con que el año pasado desde Abril y el siguiente 1 180 pare- ce se vivía en Navarra con toda quietud; aunque á fines del pasado comenzaron á brotar en Aragón los enconos contra Castilla: to- mándose por causa la que antes se disimulaba y era la restitución de Ariza, que el de Castilla proseguía reteniendo en su poder más tiem po de lo que se había pactado.- y protestándole no sin amenaza cesa- se de continuar la guerra contra el Rey de León, y con indicios de que tomaban la causa de él por suya.

1 7 De este año 11 80 se halla en el libro rotundo donaron á Santa MARÍA de Pamplona los monasterios de Santa MARÍA de Leoz y S. Andrés de Arteta, D. Sancho Sánchez de Leoz, D. Lope Arceiz, Doña María de Enecoi^, D. Sancho Arceiz y D Pedro de Leoz, que debían de ser diviseros de aquellos patronatos. Y dicen hacen la do-

REY D. SANCHO EL SABIO 55

nación en presencia del obispo D. Pedro, que llaman el Júnior á dis- tinción de D. Pedro I.

i8 El año siguiente iiSj, estando el Rey en Tudela por Marzo, y con muy tiernas memorias de la reina Doña Sancha, su mujer, de cuyo amor conyugal parece efecto la viudez perpetua en que des- pués vivió, aunque la edad, no aun de cincuenta años, no disuadía nuevo matrimonio y las conveniencias de Estado le persuadían para ganar y estrechar consigo con aquel lazo nuevos príncipes, parientes y amigos, viviendo rodeado de otros, aún cuando no enemigos, ému- los declarados, y que fácilmente recaían en Hgas y consideraciones contra él, confirmó con palabras muy afectuosas la fundación y do- tación que la reina dejaba hecha en Marcilla del monasterio de mon- jas de la Regla del bienaventurado padre S. Benito y monjes del Cis- ter que así habla, diciendo en el exordio; La de digna alabanza y memoria Doña Sancha, reina, mi mujer, encendida del celo del di- vino amor edificó en Marcilla por consejo y voluntad mia un mo- nasterio, y puso en él una grey de siervas de Dios, y la Regla del beatísimo padre San Benito, y donó á las dichas Religiosas la villa ya nombrada con todo su territorio y cuanto le pertenece, yermo y poblado, y todas las cosas que se hallan pertenecer á la jurisdic- ción Real, por la remisión de sus pecados y para qiiepor las oracio- nes de ellas é intercesión de todos los santos mereciese alcalizar la compañía de los Bienaventurados. Yo, pues, D. Sancho, por la gra- cia de Dios, Rey, deseando tener parte en sus oraciones y buenas obras, concedo y confirmo todo el donativo que la reina Doña San- cha de honorable memoria, mi mujer, hizo á las sobredichas Religio- sas, etc.

[9 Y para que no las pudiese dañar en algún tiempo la astucia de los hombres malos, les especifica. Y dice pone debajo del señorío y servidumbre de ellas todos los labradores de la villa y todos sus he- redamientos para que en adelante á ninguno otro señor ni príncipe, sino á solo Dios y á ellas reconozcan con el tributo y servicio. Con- cédelas todas las aguas, molinos, bosques, sotos, y también el gozo de los pastos realengos en todo su Reino, y el poder adquirir pose- siones de cualquier estado de personas de todo él, clérigos, caballe- ros, labradores, por donación, compra ó permuta. Menciona al obis- po D. Pedro, y con señoríos; á D. Sancho Remírez, en Funez; D. Diego López en Álava; D. García Bermúdez, en Peralta: D. Sancho Remírez, en Marañón; D. Gómez Martínez, en Punicastro; D. Jordán, en Rueda; D. Iñigo Almoravid, en Sangüesa; D. Iñigo de Oriz, en Tafalla; D. Martín Ruiz, en Puente de la Reina; D. Alvaro Munioz, en Treviño; D Español, en Ailucea; D, Gil de Aibar, en Galipienzo.

56. LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA CAP. VIL

r

os pactos dichos y línea de los términos asentada en

20 I ellos por la frontera de Álava ocasionó este año la funda- .«i^ción de la noble ciudad de Vitoria. Deseó el rey

D. Sancho lundar por aquella parte una fortaleza muy principal que fuese como plaza de armas de aquella frontera que la as< gurase. Y reconocido el terreno le pareció muy á propósito del que hoy ocupa aquella Ciudad. En el cual entonces solo había una pequeña aldea que se llamaba Gasteiz, como dice el Rey en su carta de fundación y fuero que se halla en el archivo de aquella ciudad, en una montañue- la que ayuda á la fortificación con el sitio natural, el cual logró el Rey ciñéndole de buenas murallas y torres sobresalientes, aumentan- do la pequeña población con tres calles y atrayendo pobladores con el fuero que les dio, que quiere que sea el mismo que el de los bur- gueses de Logroño, que se tenía por favorable; y aún le mt-jora en al- gunas cosas, que va señalando, como también los términos que les dona. Con ambas cosas y muy singularmente con el buen gobierno, que es la principal causa del aumento de los pueblos, y en que se ha señalado siempre aquella Ciudad, se aumentó después mucho en el plano, que se dilata debajo de esta población del rey D. Sancho, á la cual llaman villa de Suso ó de Arriba, que se ve la fundó más para pueblo fuerte que grande. Y con el aumento vino á ser cabeza de to- da aquella región de Álava. Y como á pueblo el más principal de ella se trasladó después á su iglesia colegia! de Santa MARÍA la que en Armentia ahí cerca hemos visto tantos años Sede íípiscopal y con obispos propios de Álava, aún después que los reyes de Navarra ga- naron de los moros á Calahorra: en cuya Diócesi se cuenta después que los reyes de Castilla cuidaron, que se fundiese en ella.

21 Dice el Uey con palabras expresas: Tiiüo agradable voluntad de poblar en aquella villa, á la cual puso nuevo nombre, llamando- la Victoria, á la que antes se llamaba Gastéis. Y dos veces repite el llamarla Nueva Victoria. Y después en los privilegios se irá viendo nombrarse con el mismo nombre de Nueva Vitoria, mencionando los caballeros que la tenían en honor y gobierno. Si el Rey la puso ese nombre para acordar y perpetuar la memoria de algún trance gran- de y venturoso de armas que en su territorio hubiese tenido en las in- vasiones de los castellanos por aquella frontera, los naturales lo supo- nen más que prueban. Loque paiece cierto es que el llamarla Victo- ria Nueva fne á distinción de otro pueblo en Álava del mismo nom- bre, que hoy llaman Vitorián, á la falda del alto monte Gorbea en los confines de Vizcaya, y es el Victoriaco que edificó y fortaleció el rey Leovigildo de los godos como frontera contra los vascones, contra quienes guerreó por aquella región, como se vio al año de Jesucristo 581, Y el arzobispo D. Rodrigo en la guerra de Álava del reinado si- guiente, en que él intervino, cuenta en ella á Vitoria la Nueva y la Vie-

REY D. SANCHO EL SABIO. 67

ja. Y pueden cesar ios varios nombres que con poco tiento la han atribuido del tiempo antiguo algunos escritores.

22 La carta de fundación 3' fuero de Vitoria es dada en Estella en el mes de Setiembre en la era 1219, qne corresponde á este año. Y puede cesar también el atribuir su fundación al rey D. Sancho Abar- ca, su sexto abuelo. Hace mención de los obispos; D. Pedro, de Pam- plona, D. Rodrigo, de la Iglesia de Armentia, honrándola con el título antiguo, aunque estaba anexionada á Calahorra, y como tal al obis- po de ella D, Rodrigo. Hácela tambií-n del Obispo de Tarazona, D. Juan, que llaman Frontín; pero solo le llama Obispo de la Iglesia de Fudela. Y por esta y otras memorias exhibidas se reconoce que Tudela, por ser ciudad tan populosa y principal, pretendía para su Iglesia los honores de Sede, y que los reyes no desayudaron. De los señores dice dominaban: D. Sancho Ramírez, en Funes, D. Diego López, en Álava y Guipúzcoa: D, García Bermúdez, en Peralta D. Sancho Ramírez, en Marañón, D. Gómez Martínez, en Bura- dón, D. Alvar Munioz, en Treviño; D. Jordán, en Rueda; D. Iñigo Almoravid, en Sangüesa.

23 Y de este instrumento y el de la fundación de Marcilla se re- conoce y confirma lo que obraron los pactos de entre Logroño y Ná- jera; pues se ven con el gobierno de Álava, no D. Juan Velaz, como solía, por haberse enajenado y acomodado con efecto con el Re}' de Castilla, sino su tío D. Diego López, hijo del conde Lope, hermano del conde D Ladrón: D. García Bermúdez, no con el gobierno de Logroño, como solía, por quedar Logroño en fidelidad y rehenes de la paz, sino conmutada aquel honor en el de Peralta, y D. Jordán prosiguiendo en el de Rueda por haber quedado según los pactos para Navarra. D. Gómez Martínez se señala con el gobierno de Buradón, y creo es después de la división de los reinos la primera vez. Y con- suena lo que dijo el escritor anónimo de la misma edad del Arzobis- po que el rey D. Sancho Fo Seynor de Rueda, ei de Logroyno, é de S. Vicente^ ó de Buradon, é de Portiella. Pobló la Guardia, é Tre- viño, é Arganzón é Vitoria, é ganó Alava^ é Biirunda, é todo Ipuz- coa, é Arana, é Amescoa, é Campeso, é el Castillo de Maraijnon, é San Sebastian. E nunca en sos días no perdió nada, si por avenien- za non fo. Esta utilidad entre otras hallamos en hacer frecuente me- moria de los gobiernos y honores y señores que los tenía, que en ellos se ve la buena consonansia de las cosas y de los instrumentos y trabazón de los miembros y cuerpo de la historia, Y hallándola nosotros, no era razón defraudar de ella á los demás No dudamos que á los que leen la historia superficialmente les parecerá morosidad demasiada. Pero merece más atención la noble afición y estudio de los que leen para saber más hondamente y de raíz los cosas y pode dar razón de ellas.

58 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VII.

§. IV.

1189 i^'^ lortificar la frontera hacia aquella misma parte de

24 H Álava prosiguió el Rey el año siguiente 1182. Y cono- LJciendo que la mayor defensa consiste en el imperio

blando y buenos fueros con que los naturales cobran amor á sus pue- blos y al principe que les hace buen tratramiento, por Enero, estando en Tudela, dio fueros muy favorables á dos puebles de aquella comar- ca, Antoñana y Bernedo. En la carta á los de Antoñana dice que los saca de las pésimas costumbres y sujeciones que habían tenido, y les da fueros buenos para que vivan en paz y quietud: y en general quiere tengan el mismo fuero de Laguardia. Eximelos en los juicios del fuero de hacer las probanzas por fuego, agua caliente ó batalla.

Y en cuanto á los jueces de sus causas, quiere que si el señor que fuese del pueblo ó algún otro extraño los compeliese á acudir ajuicio en la Curia ó Corte del Rey, ellos no estén obligados á acudir sino á sus corseras, que así las llama, y parece eran Juzgados ó Alcaldes de mercados, y ios señala hasta Estella, Mendavia, Logroño, S. Vicente, Portella, Vitoria la Nueva y Arlucea. Y sobre los términos que les señala muy menudamente los añade de nuevo por donación á Osa- tegui y Loma con todos sus términos. En la carta á los de Bernedo les dice lo mismo; de eximirlos de los malos usos que tenían y en ge- neral les da el fuerte de Laguardia: y les señala los términos desde la iglesia de S. Julián deUjanavilla hasta la Cruz deS. Romány Ascaeta, y la iglesia de S. Cristóbal de Uzqui, y hasta Lachivar y Peña alta.

25 En ambas cartas entre los obispos D. Ledro de Pamplona y D. Rodrigo de Calahorra se nombra á D, Juan, Obispo de Tudela, sin mención de Tarazona. que confirma lo dicho Y en ambas también con el honor y gobierno de Rueda á D. Jordán de Peña, que así le llama, y sabemos enteramente el nombre de aquel caballero que por tantos años mantuvo aquella plaza tan arriesgada. En ambas también á D. Gómez Martínez, en Antoñana y Punicastro; y á D. Alvaro Vequio ó Veyo en Treviño; y D. Diego López, en Álava: en la de Antoñana se expresa en Álava y Guipúzcoa, como también D. Fernando Ruiz de Azagra, hermano de D. Pedro, en Estella y Arlucea.

Afio 26 El siguiente de 1183 vaca por falta de memorias públicas.

Y en cuanto podemos entender el Rey le pasó en el mismo empleo de fortificar y poner en buen orden la frontera por la parte de Álava y de la que hoy dia retiene el nombre antiguo, y llama la Sonsierra de Navarra, región bien fértil que se dilata entre el Ebro y los mon- tes altos de Álava, que quedó por D. Sancho y se conservó muchos años en la Corona de Navarra: logrando en esto las treguas de quie- tud que daban Castilla y Aragón, más reñidas entonces entre si que- con Navarra. Y á este tiempo parece pertenecer por esta razón la fortificación de algunos de los muchos pueblos que por aquellas co-

1163

REYD. SANCHO SABIO. 69

marcas les atribuye fortificados el escritor anónimo ya citado de tiem- po muy cercano.

§. Vil.

"W ^^1 de 1 1 84, solo se descubre la población ó aumento tm

27 Mgrande de la villa de Villaba, cerca de Pamplona, que el JL_— uáRey en su carta de fuero llama Villanueva. Y ese pa- rece fué su nombre primitivo, que después por contracción inmuta- do algún tanto quedó en Villava. Da el Rey en la carta, que original está en su archivo, que así los que habían ya poblado allí como los que de nuevo habían de venir á poblar, tengan el mismo fuero y le- yes que tenían los del Burgo nuevo de S, Nicolás de Pamplona. Asi habla. Y aunque se tiene entendido que están aforados al fuero del burgo de S. Saturnino, y se reputan y cuentan por barrio suyo, y la insignia de las armas antiguas es la misma de la media luna en cre- ciente y estrella encima, ó con la palabra hurgo usada para signifi- car el de S. Saturnino como la de población para significar el de S. Nicolás, hubo alguna equivocación que corroboró el uso: ó la que más creemos, en las graves disensiones entre el burgo y población hubo alguna disposición posterior del Rey, que los adjudicó al burgo- Quiere que en los homicidios, calonias y los demás derechos no pa- guen más que los de S Nicolás: y que á cada uno de los que vinieren á poblar se le de una plaza ó solar del suelo del Rey para edificar casa. Es dada la carta en el castillo de Monreal, donde el Rey se ha- llaba á primero de Mayo de la era 1222; que pertenece á este año. Menciona al obispo D Pedro, y con señoríos; á D. Iñigo Al.noravid, en Aibar, D. Jordán, en Rueda; D. Iñigo de Oriz, en Aizorroz; D. Pe- dro Remírez, en Vitoria: D. Alvaro Vequio, en Treviño; D. Gómez Martínez, en Portella; D. Sancho Romírez. en Maroñón: D. Pedro Garcés, en Lerín; D. Lope de Alfaro, en Tafalla.

28 El de 1 1 85 se hallaba el Rey en Sangüesa por Octubre. Y estando en ella dio la carta de franqueza á los de Navascués con calidad que le paguen dos sueldos cada casa por año por la Natividad de S. Juan Bautista, y las calonias como hasta allí habían usado. Con que los absuelve de cualquier pedido de señor que los tuviere en honor Y da facultad para que, muriendo sin hijos, puedan elegir por heredero el pariente más cercano que quisieren. Y quiere que el Infanzón que allí poblase no pague reconocimiento alguno por la casa. Entre los caballeros con honores se ve con novedad en el de Sangüesa D. Pedro Ladrón, que por el patronímico, tiempo y calidad del honor parece hijo del conde D. Martín de Subiza, en el de Navas cues. Prosiguen D. Pedro, Aemírez con el de Vitoria, D. Alvaro Ve- quio, con el de Treviño, y con el de Estella D. Fernando Ruiz de Azagra, hermano de D. Pedro, Señor de Albarracín,

60 URO XIX DE ANALES DE NAVARRA, CAP. Vil.

§. VIII.

on la codicia pertinaz de aquél señorío se encendió

1186 29 £de nuevo y más que nunca el año ri86 la llama de la

guerra contra aquel memorable caballero, renovando los dos Reyes Alfonsos, de Castilla y Aragón, los pactos antiguos de despojarle de él y r omper aquel fuerte dique que estorbaba y repri- mía la corriente de sus conquistas y ensanches por aquella parte. Para lo cual tuvieron vistas en Agreda por Knero los dos Reyes. Y en ellas se prometieron que ni descubierta ni ocultamente se diesen de parte de ellos socorro alguno á D. Pedro, ni se le diese acogida en parte alguna de sus reinos á él ni á sus hermanos D. García D, Alartín, D. Rodrigo, D. Fernando, exceptuando solo al otro her- mano D Gonzalo Ruiz de Azagra por vasallo del Rey de Castilla, y que tenía honores de él. Pero la codicia misma que coligaba á estos príncipes los volvía á dividir muy presto en facciones opuestas, pre- tendiendo cada uno por entero los despojos sobre que batallaban antes de ganarse del enemigo común. Sobre la ciudad de Albarracín parecía mejor el derecho del de Aragón como el del Rey de Castilla sobre las demás fuerzas y tierras de aquel nuevo y corto señorío. Y ellos mismos lo habían pactado y partido así en las alianzas anterio- res. Pero al uno parecía cosa fea ocupar la cabeza sin los miembros: y al otro feo y peligroso poseer los miembros sin la cabeza.

3o Tenía el de Castilla por dependiente suyo con honores á un hermano, D. Gonzalo, y al otro D. Martín por Maestre de la Orden de Caballería de Calatrava dentro de su Reino Pero á éste mismo tenía el de Aragón recientemente obligado con rica donación á su Orden, y á él como su cabeza de la villa de Alcaniz, de tierra fértil y mucha renta, con calidad de hacer guerra con el Uey contra los moros Conque uno y otro hermano tenían gran trabajo en mirar cómo pisaban en suelo todo sembrado de espinas. Pero D. Pedro, blanco contra quien se asestaban todas las saetas, se gobernó en esta guerra con tan indecible esfuerzo de ánimo y rara prudencia y sagacidad militar, que tuvo suspenso aquel siglo aguardando á ver en qué paraba un caballero de foríun a poco antes privada contrapuesto á dos tan poderosos Reyes conjurados por acabarle Mas él que reco- noció sus ánimos tocados con la codicia de un mismo interés con que era Tuerza encontrase, logró la disposición con gran destreza, ladeando las velas sagazmente en la borrasca, según era necesario ganar el aire. Porque, haciendo semblante de halago é insinuaciones de mayor agrado con apariencias de secreta inteligencia, ya hacia este lado, ya hacia el otro, encendía y armaba en mortales celos y recelos á los Reyes contendores, y se valía del uno contra el otro: no de otra suerte que el hombre muy diestro en el ; manejo de la espada, que se vale a veces del mismo impulso de la contraria ha- ciendo le sirva como suya para ejecutar mejor.su designio. Ganaba

REY D. SANCHO EL SABIO. 6l

por suyo al que adelantaba en I3 esperanza: y hacía también suyo al que atrasaba en ella; porque le encedía en envidia: y á veces de tal suerte, que por no salir vencido en la competencia', deseaba que el guerreado se mantuviese contra ambos, y no solo aflojaba en el esfuerzo común y pactado, sino que suministraba furtiva y secreta- mente socorros contra el pacto: contando en parte de victoria que no venciese el competidor.

3 1 Sucedíanse á unas pasiones humanas otras, y á veces álos ce- los 3' envidias el pundonor nacido del desengaño de verse al cabo burlados ambos y el empacho de ver que un caballero de tan mode- rada fortuna se mantuviese contra el poder de dos tan grandes y tan belicosos reyes. Y con liga sincera, y prefiriendo la honra y repu- tación al interés de que se podía disputar, ó amigablemente ó con las armas después, unían las fuerzas y los esfuerzos para rendirle y de- belarle. Pero D. Pedro en trances semejantes, teniendo prevenidas á Albarracín por su sitio natural muy fuerte y las demás fortalezas comarcanas con vituallas para mucho tiempo y soldados, aunque po- cos, criados á su mano, valiéndose de parientes, deudos, amigos, que le atraía su fama y su liberalidad conocida y de socorros del rey D. Sancho de Navarra, que no le podían faltar á caballero natural suyo que gozaba honores suyos, le entretenía la guerra fuera de casa, y mantenía la esperanza de tener mano en aquella frontera, por la cual había hecho la jornada á Murcia, se mostraba tan restadamente y á todo trance fuerte en las resistencias, que desmayaban cualquie- ra conato y esfuerzo de rendirle por fuerza de armas. Con que á des- pecho de tsn grande y tan desigual poder y por tantos años mantuvo con tesón invencible la empresa de no hacer reconocimiento de vasa - llaje á rey alguno del mundo y el blasón ilustre que había comenza- do, y en sus cartas publicaba de señor de Albarracín, vasallo de Santa MARÍA: y le dejó establecido en su familia y herederos, quie- nes le continuaron muchos años. Una cosa descubre muy singular- mente la celebridad de la hazaña. Aun los escritores de las naciones, émulos, parcos y escasos en la alabanza de las otras, todos y unáni- mes conspiraron en la alabanza franca y sin dolor de esta empresa de D. Pedro Ruiz de Azagra, venciendo la grandeza del hecho la fuerza natural de las afecciones nacionales.

32 Parece que por este tiempo se habían comenzado á tratar los desposorios de la infanta Doña Berenguela, hija del re}^ D. San- cho, con Ricardo, hijo del rey Enrique de Inglaterra, que sucedió luego á su padre y en vida de él gozó el condado de Poiters y duca- do de Aquitania, Porque el año anterior á éste, en vistas que el Rey de Aragón tuvo en Francia en el pueblo de Nasach con Ricardo, uno de los trata dos fué que Ricardo hiciese se le restituyesen al de Ara- gón los castillos de Trasmoz y Cajuelos, que el rey D. Sancho de Navarra retenía ganados en Aragón en la guerra pasada. Y el ha- berse buscado Ricardo por medianero arguye que Ricardo podía mu- cho con D. Sancho, como esposo de su hija, ó destinado ó tomado con efecto. Pero no se avisa si dehechose restituyeron ahora. Núes-

62 LIRBO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VII.

tras cosas no pocas veces es fuerza buscarse por rastros semejantes que dejaron las memorias de fuera.

CAPITULO VIII.

I. Aumemto de población en Estalla y en Pamplona.- I[ Algunas Memorias. III. Obraa piadosas del obispo da Pamplona. IV. Matrimouio de la Infanta de Navarra con el Rey de Inglaterra. V. Providencia del Rey acerca de los desafios. VI. Otras Providencias VII. Muerte y Elogio de D. Pedro París, Obispo de Pamplona. VHI. Muerte y Elogio del Roy D. Sancho el Sabio, de Navarra.

^[^o -w -^l año II 87 cargó el Rey el cuidado en aumentar de

i población á Estella. Para lo cual dio en beneficio de los

Inuevos pobladores un parral grande y huertos qiie el Rey tenía para su recreo. Y en ellos y un espacio contiguo que llamaban el Arenal fundó la iglesia de San Juan y pobló su Parroquia, Donó la iglesia al monasterio de Santa MARÍA de Irache y á su abad D. Sancho de lániz. Y en el instrumento que allí hay de esta donación dice la hace por la remisión de sus pecados y por el alma de su mujer, la de buena memoria, reina Doña Sancha: y que al tiempo estaba haciendo la población. Kn los gobiernos y señoríos hay algu- na novedad, en especial en el de Rueda y Treviño, por m.uerte, se- gún parece, de D. Jordán de Peña y D. Alvaro Vequio; pues no se des- cubren yá después. Los que señala la carta: D. Fernando Ruiz de Azagra, en el de Estella; D. Pedro Ramírez en Vitoria y Santa Cruz de Gampezo: D- Miguel de Lerate, en Arlucea; D. Sancho Ramírez, en Marañen; D. Iñigo Almoravid, en Aibar; D. Pedro Ladrón, en Sangüesa: D. Lope de Alfaro, enTafalla, D. Jimeno Burueta, en Tre- viño (es el que en la fundación del Castellón de Sangüesa se nota había muerto aquel año á D. Blasco Romeo); D. Pedro Garcés, en Artajona; D. García Pérez de Morieta, en Rueda; D Iñigo de Oriz, en Aizorroz; D. Martín de Subiza, en Sangüesa la Vieja; D. Fernan- do, Arcediano de Berbinzana, Canciller del Rey, dice escribió la carta.

2 Por otra carta del cartulario magno se reconoce que el Rey este año por Marzo asistía presente en Estella á la nueva población. Y quiere que los pobladores de su parral de S. Miguel tengan y gocen los mismos fueros que los demás francos de Estella: y que por el suelo de las plazas que les dio para edificar le pague cada casa un maravedí de censo cada año. En otra escritura del becerro de Yrache, conhgua á la puesta, y ambas de este año, se dice gobernaban D. Iñigo Almoravid en las montañas y D. Iñigo de Oriz, en Álava y Guipúzcoa. Ninguna de las dos escrituras señala mes Y en la latitud de todo el año cabe que D. Iñigo de Oriz tuviese aquel go -

REY D. SANCHO EL SABIO. 63

bierno, mudándolos el Rey con tanta frecuencia; y más si hubiese muerto D. Diego López hijo de conde D. Lope, que le había tenido algunos años y su memoria no pasa adelante. En en cartulario de D. Teobaldo en una merced que el Rey, estando en Tudela por Di- ciembre de este mismo año hace a Salomón su alfaquío ó medico, se repiten los mismos caballeros y gobiernos arriba dichos, y con nove- dad D. García de Baztán, en el de S. Martín de Unx; D. Pedro Mar- tínez de Lehet, en el de Santa MA.RIA. de Ujué; D. Pedro Garcés de Agoncillo, en el de Artajona. Año

3 El siguiente prosiguió el Rey en la obra comenzada. Y por Ju- ^^^ nio asistía en el monasterio de Yrache, donde calor á perfeccionar la población con la cercanía grande, á una milla sola de Estella. Y dado en el monasterio es el fuero á los pobladores del Arenal: y el mismo de los demás francos de Estella, y con el mismo censo que á los del Parral por las plazas y suelo del Rey dado para la fábrica de las ca- sas. Y en el mismo monasterio y mes de Junio decidió una muy pe- sada y reñida controversia, que traían sobre el término de Regué los de Lizarra, barrio de Estella (aunque parece que entonces se contaba por pueblo diverso) y D. Pedro Teobaldo, y los vecinos de Bearín, que le pretendían por suyo. Encargó el Rey la pesquisa al Abad de aquel monasterio, D. Sancho de lániz y á D. García Sánchez de Chaberri, Prior del Hospital de Jerusalén en Navarra. Y también intervinieron en la averiguación D Lope de Valtierra, Mayordomo Mayor del Rey D. Rodolfo deS. Gil, D. Pedro Guillen, Prepósito de Estella yD. Car-; cía López, de Arroniz, Alcalde del Rey. Y averiguada la verdad, el Rey adjudicó á perpetuo á los de Bearín el término contencioso.

4 En una venta de este año por Enero, por la cual D. Lope Azná- rez, hijo de D. Aznar de Rada vende toda la hacienda que tenía en Valtierra, casas, viñas, piezas, huertos á D. Muza, hijo de Jiice, her- mano de Albosazán, se dice hacerse por mil y quinientos maravedís lupinos buenos Parece moneda labrada del Rey de Murcia y Valen- cia en la peligrosa guerra contra el Miramamolín, y que se dijo de su nombre y comenzó á introducirse y correr en Navarra de vuelta de la jornada á Murcia del rey D. Sancho, que para sus muchas guerras también, como su padre para las suyas, labró moneda propia y de su nombre se llamó Sanchetes: y en las Investigaciones se exhibió su forma, de una parte con cabeza coronada y con pendientes, y por orla el nombre de Sancho Rey: y por otra la cruz misma que usó en las cartas en vacío y macizada en las monedas, puesta sobre asta, ondeando en lo bajo de ella unos como lazos de adorno, y en la orla el nombre de Navarra, y dos estrellas á los dos lados de la cruz.

5 Apenas había acabado el Rey la nueva población de Estella, ^^^ cuando emprendió otra, y no pequeña en Pamplona, el año 1189. De tiempo inmemorial estaba Pamplona dividida en tres poblaciones con murallas, jurisdicciones y rentas comunes distintas, como habla el rey D. Carlos lll, nombrado el Noble, en el privilegio en que las unió: diciendo que esto había sido desde su primera fundación, y que en memoria de hombres no se hallaba cosa en contrario: y de ahí

64 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VIH.

quizá Je vino el nombre vascónico de Iruría, como si dijera Tres buenas. Auníjue otros quieren que la significación sea población buena, variando en la composición de iri que vale pueblo, o irur, que vale tres. Y aunque el rey D. Sancho no fué el autor de la unión que ese beneficio le debe la ciudad á D. Garlos; pero ayudó no poco á ella con la nueva población que ahora hizo.

6 Desde la muralla de la Navarrería, que corría por junto á la iglesia de Santa Cecilia, hasta le barbacana del burgo de S Saturni- no había un vago grande sin población, lleno dejardines y huertos. Y para aumento de la ciudad el Rey mandó que se poblase luego de edificios. Y en la carta que para esto dio y está en el archivo de la Catedral dice: Que si los del burgo de S. Saturnino tenian carta ó cartas suyas o de algún otro rey ó del obispo D. Pedro, ú otro al- guno de Panqjlona, vedando (¿ue desde Santa Cecilia hasta la bar- bacana de S. Saturnino se pudiese fabricar alguna casa, en cuanto á esto las revocaba y anulaba por haberse dado contra el derecho, honor y conveniencia de Santa MARÍA y de todo su Reino. ¡Tanto celaba el Rey los honores y emolumentos de la Iglesia, y tanto esti- mó que Pamplona estuviese bien poblada, que lo reputó por derecho honor y emolumento de todo su Reino! Lo que aumentó de pobla- ción ahora es hoy el mayor comercio y frecuencia de la Ciudad y con la continuación facilitó la unión.

7 Es la carta dada en Pamplona por el mes de Octubre de este año. Y la confirman los dos hijos del rey, D. Sancho y D Fernando, diciendo: Yo, D. Sancho, hijo del sobredicho Señor D. Sandio, Rey de Navarra, conprmo esta carta. Yo, D. Fernando, hijo del dicho Señor I). Sancho. Rey de Navarra, confirmo esta carta. Parece que D. Ramiro era de menor edad, y que de los que la tenían quiso las firmas para asegurar más el hecho en la sucesió i. Y después de la memoria del obispo D. Pedro dice tenían por mano del Re\: D.Pedro Ladrón, á Araluce; D. Pedro Remírez, á Vitoria; D. Furtado áZaite- gui; D. García Pérez de Morieta, á Portella; D, Gil de Aibar, á Este- lia; D, Miguel de Lerate, á Funes; 1). Iñigo Almoravid, á Aibar; 1). Iñigo de Oriz, á Tafalla; D. Martín de Subiza, áGáseda;D, Pedro de Agoncillo, á Artajona,

§. II-

'^ ^n el archivo de Fiterohay dos memorias pertenecien- ^ l-^tes á este año. Una, en que el Obispo de Calahorra, D. Ro-

Ji^ ^drigo, hace un trueque de tierras con D. Pedro Que- sada. Abad de Fitero. Y remata la memoria diciendo: que el rey D. Alfonso de Castilla reinaba con la reina Doña Leonor, su mujer, desde Medellín hasta Logroño. Y la novedad del estilo arguye que como á mediado de Al)ril de este año se cumplían los diez años de los pactos arriba dichos con el rey D. Sancho, D. Alfonso se entregó, de Logroño ,y las demás plazas puestas en fideUdad y rehenes de

REY D. SANCHO EL SABIO. 65

la paz. La otra memoria, que es confirmación á Fitero, cerca de Tu- dején y á su abad D, Pedro, de las clonaciones que había hecho á aquella casa su padre D, Sancho el Deseado. Y remata la memoria di- ciendo: (¿ue corría el ano segundo en que el Srmo. rey D. Alfonso de Castilla y Toledo armó caballero á D. Alfonso, Rey de León y éste besó la mano al de Castilla Y que pocos dias después el mismo D. Alfonso, Rey de Castilla y Toledo, armó caballero á Conrado, hijo del Emperador Romano y le entregó ¡wr mujer á su hija Lona Berenguela. Es la carta dada en Cuenca el dia 2 de Diciembre de la era 1227. Y del tiempo del matrimonio se reconoce que la infanta Doña Berenguela era mayor en edad que Doña Blanca, que casó des- pués en Francia. De lo cual hay también nueva y muy individual se- guridad en el archivo de S. Pedro de Arlanza, en que se ve una do- nación de una señora Doña Elvira, llamándose aya de la infanta Doña Berenguela. Y es de 4 de Marzo del año de Jesucristo 1180. Y añade: que aquel era el año en que nació en Falencia la infanta Dona Blanca, hija de los reyes D. Alfonso y Doña Leonor. Lo cual se ha dicho para nueva seguridad de la legítima sucesión del rey D. Fernando el Santo, hijo de Doña Berenguela, en el reino de Cas- tilla. De que han querido dudar algunos escritores de Francia.

Q El año ligo solo se descubre alguna mayor enajenación de Año ánimo del rey D. Sancho respecto de D. Pedro de Arazuri, que se "^ había enajenado de su Reino, Este caballero cuando se pasó á Ara- gón y de allí á Castilla había dejado en empeño el lugar de Galar, que era suyo, en poder de D. Muza, hombre poderoso y adinerado, de quien se habló poco há, en prendas de milciento y cuarenta mara- vedís lupinos: y debían de fatigarle los parientes, queriéndole derribar de la posesión. El Rey, viendo la tardanza y pocaesperanza del desem- peño después de tantos años, sacó de prenda la hacienda empeñada y la adjudicó en propiedad al acreedor, dándole carta de seguridad de que si alguno le moviese pleito tomaría la causa por suya. Fué en Tudela por Octubre. Y con alguna novedad señala en los honores y gobiernos á D. Pedro Remírez, de Vitoria; D. Gil de Aibar, en Estella; D, Iñigo Almoravid, en Aibar; D. Pedro Martínez de Lehet, en Tafalla; D. Martín de Subiza, en Gallipienzo; D. García Pérez de Morieta, en Portella; D, Pedro Ladrón, en Arlucea; D. Garcia Baz- tán, en Dicastillo.

10 A este mismo año de qo refiere Zurita tuvieron vistas en Borja á siete de Septiembre los reyes D. Alfonso de Aragón y D. Sancho de Navarra y que se confederaron contra el Rey de Gas- t lia, y determinaron defender sus reinos contra él y ayudarse, y que esto fué poniendo en rehenes cinco castillos cada uno en poder de '^^ D. Fernando Ruiz de Azagra: y que estos fueron de parte de Ara-'^j gón; Borja, Malón, Sos, Ruesta y Pitillas;y de parte de Navarra üjué,'-*^' Valtierra, AbUtas, Montagudo y Castellón de Sangüesa: y que loé'"'- perdiese el que faltase al pacto. En caso que no los tuviese D. Fer^'^ nando Ruiz de Azagra por su cuenta,, se eligieron cuatro ricos horrii- ^" bres de Aragón y otros cuatro de Navarra, y que estos fueron de la

Tomo IV 5

66 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VIII.

parte de Aragón, D. Artal de Alagón: 1). Sancho Duerta, D. Aznar Pardo, D. Miguel de Santa Cruz: y de la de Navarra, D. Pedro de Cascante, D. Bartolomé de Rada, D. Lope de Valtierra y D. Iñigo Almoravid. Que los castillos de Aragón tuviese caballero navarro que escogiese el Hey de Aragón, y los de Navarra, caballero ara- gonés, que escogiese el Rey de Navarra. Aunque en nuestros archi- vos no hallamos instrumento de este acto, individúa tanto Zurita, que se echa de ver que le halló en los de Aragón Pero el efecto dijo que de parte de Navarra la liga solo fue defensiva. Y pudo ser la cau- sa del nuevo cuidado que el año anterior entró el de Castilla ya como dueño en las seis fortalezas de la Rioja, que fueron rehenes de la paz por los diez años. Y quitado el freno de la prenda puesta á pérdida y ganancia, debió de sentírsele aspiraba á más Y el rey D. Sancho lo cauteló con la liga prudentemente. Con los reyes de León, D. Al- fonso, arrepentido muy á prisa de haberse armado caballero por ma- ne de su primo el de Castilla y habérsela besado en pública Corte, y con el de Portugal, D. Sancho, más que defensiva parece solicitó la liga el de Aragón.

II Por Abril de 1191 se hallaba el Rey en Olite, y allí dio fuero á los de Santacara, absolviéndolos de clavería del Rey y del Señor, y de trabajo en obras Reales, y en cuanto á los juicios quiere tengan el mismo luero que los de Gaparroso: y que solo pague al Rey cuatro sueldos cada casa por Santa MARÍA de Agosto. Parece que al tiempo traía el Rey alguna obra, aunque no se expresa á donde. Por- que en el cartulario de D. Teobaldo se halla que D. Pedro Guiller- mo, Prepósito nombrado para la obra del Rey, compra por Febrero á Doña Lucía, mujer de D. Arnaldo de Eguzquiza, un huerto y un parral por trescientos maravedís lupinos. Dice era señor en Estalla D. Gil de Aibar y D. Iñigo de Aibar. Alcaide en ella. Y esto indica que la obra era en Kstella. Mucho corría esta moneda de los lupinos. Y que fuese labrada por paganos y por el autor y ocasión dicha lo da á entender una memoria del archivo de Fitero, advirtiendo que una venta que hacía D. Fernando de Tarazona de cierta heredad al abad Guillermo era por cincuenta maravedís: los veinte marcados con cruz y los treinta lupinos.

B

§. 111.

jel obispo D. Pedro hay memoria de haber dado este 12 I laño con voluntad del prior D. Sancho y capítulo de JL>/ Pamplona á los cofrades de S. Miguel de Excelsisuna casa grande, sita al mediodía de aquel templo: y les pone muy pia- dosos establecimientos. Y quiera que el Obispo de Pamplona sea Rector y cabeza de aquella confraternidad á perpetuo: y la favorece con la indulgencia episcopal de los cuarenta dias que se gana el dia de la junta principal, que señala el Lunes primero después de la fiesta de los sagrados apóstoles S. Pedro y S. Pablo, Cuatro antes, en el

REY D. SANCHO EL SABIO 67

1 187, se halla otro acto suyo semejante en promover todas las obras de piedad, donando á la cofradía de S. Salvador de Burlada, junto á Pamplona, suelo para fabricar casa para las juntas de ella, y la señala entre aquella villeta que llama Bruslada y el camino de Santiago, Y allí mismo se ve hoy. Y ordena se hospeden y agasajen en ella los pobres y que el Obispo sea también cabeza y Rector de ella: autori- zando con esto todas las obras de piedad y misericordia. Y tuvo tan buena mano en las que la puso, que hasta hoy se conservan muy numerosas la de Miguel y S Salvador.

1 3 Este año á 28 de Marzo fué elegido para el Sumo Pontiíicodo Jacinto, Cardenal que tantos años había sido legado en los reinos de España, y fué aclamado Celestino lll. Y como por esa ocasión y haber disputado muchas voces en su presencia por los derechos de su iglesia tenía D. Pedro tanto conocimiento con él, luego le pidió confirmación de los privilegios de ella: y se la dio amplísima de todas las bulas de sus antecesores desde Urbano II hasta Clemente III su inmediato antecesor. Explica algunas de las obligaciones de la Regla de S. Agustín que profesaba su Iglesia, y señala las que eran de su Diócesi, adjudicándole entre ellas las del Gastelar sobre Zaragoza Pradilla, Pola, Alcalá conforme á la división, ya antes hecha, en que se toleró se adjudicasen á Zaragoza algunas otras que en rigor de derecho pertencían á Pamplona: atendiendo á que la de Zaragoza, como recientemente restaurada, estaba pobre, y como dijo Inocencio en su bula del año 1 141 y el duodécimo de su pontificado, aprobando la división: condescendiendo con la pobreza de la Iglesia de Zara- goza, nuestra hija menor de edad. Expresa también los monasterios sujetos al Obispo de Pamplona, como se usó en lo antiguo, y entre ellos el de Leire: dando por falsas y de ningún valor unas bulas que se habían alegado para su exención.

§. IV.

'w ^ste mismo año de 91 se concertó y efectuó el matri-

14 |-^monio de la infanta Doña Berenguela, hija del rey,

X ^D. Sancho, con Ricardo, Rey de Inglaterra. Al cual

había requerido varias veces, y este año con denunciación de guerra el rey Felipe de Francia, efectuase el matrimonio que había prome- tido y jurado con su hermana Alesia. Pero el rey Ricardo constante- mente repelió aquel matrimonio por haber constado que su padre el rey Enrique había tenido trato tan familiar con Alesia, que tuvo de ella una hija. Y fueron tantos los que se lo aseguraron al Rey de Francia, que hubo de desistir de la demanda. La infanta Doña Beren- guela fué llevada y entregada á su suegra la reina Doña Leonor de Inglaterra, madre de Ricardo. El cual había partido ya con una poderosísima armada de ciento y cincuenta bajeles gruesos y cin- cuenta y tres galeras bien armadas á la jornada de la Tierra Santa. A la cual había partido también al mismo tiempo Felipe, Rey de

68 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP, VIII.

l'^ancia, con menor poder y aparato de guerra. La reina Doña Leonor por instancias del Rey, su hijo, y las que la hacían sus celos y odio contra Alesia por haber injuriado su tálamo, partió con su nuera la infanta Doña Berenguela y el conde de Flandes, que tam- bién iba á aquella jornada y las acompañó hasta Ñapóles. Y pasando á Mesina, entregó al hijo la esposa: y pasando por Roma se volvió á Inglaterra.

1 5 Miércoles de la Semana Santa partió el rey Ricardo de Mesi- na con toda su armada y padeció una horrible borrasca, en la que se esparcieron todas las naves, y la del Rey anduvo dando bordos por las costas de Gandia y Rodas y la nave grande en que iban la infanta Doña Berenguela y Juana, Reina de Sicilia, hermana del Rey. con otras dos naves arribaron á Chipre, cerca del castillo y puerto de Limelzün, á donde un bárbaro tirano por nombre Isaac, que se llamaba límperador de aquello Isla, negó puerto y tierra á las dos naves que perecieron con naufragio, y robó los bienes de los náufragos que arrojó la resaca, y metió en calabozos á los que salieron á nado. Con la nave que llevaba á las reinas usó la misma crueldad y fiereza, y como el último riesgo. Pero hallada por las galeras que arrojó todas, el Rey en busca de ella, y sobreviniendo avisado con el resto de la armada, vengó asaz la bárbara injuria hecha á las reinas, hermana y esposa. Porque, saltando en barcos menores, ganó por armas el tomar tierra, y luego aquel pueblo sin asalto, hallándole desamparado del presidio por el terror de sus armas. Con las cuales derrotó en varios encuentros las tropas del tirano y le ganó toda la Isla, y á él puso en prisiones. Y en el mismo lugar del agrabio Limelzün Domingo á 1 2 de Mayo celebró las bodas con la Infanta Doña Berenguela, ha- ciendo el oficio nupcial su capellán mayor Nicolao. Y el mismo día la hizo coronar por Reina de Inglaterra por mano del Obispo de Evreux, Juan, y sirviendo en las ceremonias Reales déla coronación los Arzobispos de Apamea y Anjiay el Obispo de Bayona, y asistiendo toda la nobleza y corte del Rey, que navegaba. V" encomendada la Isla en custodia á Ricardo de Cambilla y Roberto de Turnan, y remitido el tirano en cadenas y con buena guardia á la ciudad de I rípoli, con tan glorioso principio pasó á Ja Tierra Santa para los demás hechos que á nosotros no pertenecen, y se pueden ver en Rogerio Hovedén y escritores de las cosas anglicanas.

§ V.

E-'^n semejantes empleos á los que del Obispo se han di- cho, y en la parte que le tocaba del buen gobierno de sus ^uiípueblos aumentó de ellos mejoría de sus fueros, buena cuenta y razón de las rentas públicas del erario y corrección en los excesos de las costumbres que se quieren defender y auton^ar con el uso y continuación de mucho tiempo, gastaba el rev D, Sancho lo que le faltaba de vida, como si barruntara no era mucho, contento de ha-

REY D. SANCHO SABIO. 69

ber sacado tantas veces á salvo la nave de la república combatida de recias borrascas y vientos tantas veces conjurados en su acabamien- to, ya ladeando las velas y cediendo algún tanto con las plazas larga- das á Castilla, buscando la paz, con hacerlas rehenes de ella, ya por que peHgraba, asegurándola con la reciente liga con Aragón, pura- mente defensiva. Como quien solo buscaba la estabilidad de la paz y lograba la quietud de su nave en el puerto, en repararla de las jarcias y aprestos que habían maltratado los embates de las tormentas pasa- das,

1 7 Uno, y muy principal daño, que había causado la continuación de las guerras en tiempo de su padre y en el suyo era la licencia de los duelos y desafios, en especial de los nobles, que como más abra- sados del pundonor, fian menos del dictamen ajeno para aquietarse, pareciéndoles se da con poco ó ningún dolor en los agravios ajenos, y que no se tomaría en causa propia el consejo que se da en la ajena; cuando debían deferir menos al juicio propio, sospechoso siempre en las causas pn pias, y más cuando la fogosidad de la cólera recien- te irrita y turba la serenidad necesaria para el acierto, y con un furor ciego derraman la sangre meiory más necesaria con desperdicio la- mentable para la república. Y aunque el rey D. Sancho no arrancó del todo los duelos y desafíos, que esto no lo sufría aquel siglo, y esa alabanza se reservaba para las leyes sagradas de la Iglesia, por lo menos los ciñó y estrechó de suerte que no le pudiese valer á la ven- ganza villana y fraudulenta el nombre hermoso de riepto y provo- cación secreta, con cuyo velo suele ocultar perfidias ruines la ira bastarda y poco generosa; sino que hubiese de sacar la cara á la luz y publicidad que juzgasen de ella ó al riesgo igual que dificultase la frecuencia. Para lo cual, habiendo tenido varias juntas en Pamplona el año 1192 con los señores y caballeros de primera nobleza , expidió y esbleció á perpetuo el fuero de los desafíos de los nobles, que su nieto el rey D. Teobaldo ingirió después en el cuerpo del derecho, y traducido dice así:

18 »En el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, sea notorio uni- »versalmento á todo el género humano presentes y venideros, que »Yo, D. Sancho, por la gracia de Dios, Rey de Navarra, con voluntad »y común consentimiento de los caballeros y otros nobles de linaje »de mi Reino establezco y confirmo por fuero y costumbre perpetua »el contenimiento de esta presente carta. Si algún noble de linaje in- >vadiere, hiriere ó matare en mi Reino á otro noble de linaje, de tal »suerte, que antes no le haya desafiado en mi presencia, asistiendo »allí cinco caballeros ó en mercado delante de mi Juez y de otros »seis caballeros, sino es que la invasión, herida ó muerte haya sido »en riña súbita y que no haya procedido de malevolencia anteceden- »te, quede tal traidor que no pueda en adelante salvarse ni pueda »tener después beneficio ó merced alguna de ni de alguno de mis »ricos hombres, y así mismo haya incurrido en perdimiento de cuan- »to tuviere. Y cuando algún noble de linaje fuere desafiado en mer- »cado ante Juez mió y los seis caballeros, el Juez hará luego que se

70 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VL'L

>pregone en el mercado, y el denunciado asi se tenga por desafiado, »aunque no esté allí presente. Pero ningún noble de linaje que hubie- >re desafiado á otro noble de linaje ante 6 en mercado ante mi »juez al modo dicho, le acometa, hiera ó mate hasta que hayan pa- >sado diez dias después del desafío publicado en el mercado. Y si le »acometiere, hiriere ó matare antes que hayan pasado los diez días >ya dichos, quede tal traidor que no pueda en adelante salvarse ni »tener beneficio de ni de mis ricos hombres, y asimismo haya in- currido en perdimiento de cuanto tuviere. Asimismo: si algún hom- ibre de á pié ó cualquiera otro que sea acometiere, hiriere ó matare algún noble de linaje, no habiéndole antes desafiado ante ó en »mercado ante Juez mió y alguno defendiere ó amparare al acome- »tedor, percusor de homicida, sino es que la invasión, herida ó muer- >te haya acaecido por riña súbita, y que no haya precedido de male- >volencia anterior, quede el que tal amparo diere tal traidor, como si >no habiendo precedido desafío alguno, le hubiese acometido, herido »ó muerto por sus propias manos. Además de esto se establece que »si algún noble de linaje más rico y mas poderoso que otro noble »también cometiere algo contra el menos poderoso y menos noble, >no pida para raaiatener su hecho hombre del todo igual sino el que »fuere igual á él en ser noble de linaje, no teniéndose atención algu- >na á las riquezas y mayor nobleza. Fechada la carta en Pamplona. >en la era MCCXXX. Hasta aquí el Rey, que si no quitó del todo los duelos y rieptos, los estrechó y dificultó con 1a necesidad del riesgo, que rehuye el fraude y castigó el fraude con la infamia perpetua y perdimiento de bienes, inhabihdad de honores y mercedes, y exclu- sión de todo amparo.

§. VI.

P|Or Octubre de este año despachó el Rey en Pamplona muchas cartas á diversos pueblos y valles del Reino, poniendo buena razón en lo perteneciente al erario púl)lico y lo que debían á él sus labradores, que muy generalmente es á cuatro sueldos cada casa de los de ese estado y á las viudas no más que la mitad: esto en algún lugar; pero más comunmente sola la cuarta señala á las viudas, contando cuatro de ellas por un hom- bre, y contando el sueldo con valor de doce dineros. Absuélvelos de todas otras Reales con solo la carga de las labores de las here- dades que el Rey tuviese en aquel pueblo Franquéales el gozo de los montes del Rey á los que criaren animales de cerda, pagando sola una cabeza de cada rebaño el dueño de él, y los que criaren ajenos el quinto. Absuélvelos pagando esto y las calonias y homi- cidios de cualquiera otro derecho y pedido del Rey ó de señor ó de merino. Y quiere que si fueren caseros de Infanzones, éstos lo defien- dan de todo lo demás. Esto en general y por mayor concede en sus cartas á los de Larraún, á los de Leiza, y Areso, á los de Valde-Guli-

REY D. SANCHO EL SABIO. Jl

na, á los de Erasun, Saldias, Beinza y Labayen, á los de Basaburua y los de Valde Odieta.

20 Los señores con honores y gobiernos que se ven estas cartas después del obispo D, Pedro, son: D. Fernando Ruiz de Azagra, en Estella; D Miguel de Larate, en Sangüesa; D. Iñigo Almoravid, en Aibar; D. Martín de Subiza, en Cáseda; ü. Pedro Martínez de Lehet, en Artajona; D. Iñigo de Oriz, en Erga; D, García de Baztán, en Dicastillo: D. Fortuno de Baztán. en Tafalla; D. Martín de Rada, en Caparroso; D. García de Oriz, en Amayur; D. Pedro Ladrón, en Arlucea; D. Pedro Remírez, en Vitoria; D. García Pérez de Morieta, en Portella; D. Martín Iñiguez, en Laguardia; D. Furtado de Álava, en Zaitegui. Y es la primera vez que hallamos el nombre de Álava, tomado por apellido de familia; aunque después se repite mucho.

21 El año siguiente iigS proseguía el Rey en el mismo empleo Año de dar fueros á los pueblos y poner forma y buen asiento en las rentas Reales. Y estando en Tudela por Marzo dio fueros á la Villa

de Larraga y á la de Artajona casi con unas mismas palabras. A en- trambas señala mil maravedís buenos y de peso que haya de pagar concejilmente por S. Miguel el estado de labradores en cada una de ellas. Y con esto y las colonias y homicidios cuando acaeciesen, quiere que no paguen cosa al^juna á señor y que no estén obligados á tener clavero ni merino, ni sayón, ni prestamero, sino solo el merino del Rey; que sus bestias no vayan á obra alguna del Rey: que al ejército del Rey vaya un hombre de cada casa; pero al apelli- do salgan cuantos se hallaren que puedan manejar armas. De donde se ve que apellido es palabra más fuerte y clamor más general de llamamiento en invasión de ejército enemigo en la tierra, apellidán- dose toda para salir á la resistencia. Y estas leyes tan severas y para la prontitud con el mantenimiento á costa propia los tres primeros dias como dispone el fuero primitivo, son las que han podido mante- ner á Navarra estrecha de límites contra tantas y tan poderosas invasiones de ejércitos, que parecía se la habían de sorber: supliendo y con alivio del erario la falta de tropas muy de antemano prevenidas y pagadas la prontitud y número de los que corrían á las armas en la ocasión y el ejercicio muy frecuente en ellas de toda la nación, alcanzando á todos el apellido. Establece también por fuero el Rey en aquellas cartas que los que mantuviesen caballo, escudo y celada, que llama capelo férreo, gozasen exención de aposento de guerra y cualquier otro hospedaje en sus casas.

22 Estando allí en Tudela, según parece, aunque el instrumento no lo explica, confirmó el Rey poniendo su signo una composición acerca de la iglesia de Ribaforada entre el prior D. Guillen y capí- tulo de Tudela y D. Pedro Rigaldo, Maestre de la caballería del templo en los reinos de España, por lo cual los de aquella milicia quedan con aquella iglesia, primicias, oblaciones y defunciones ó derechos funerales y parten á medias los diezmos de los granos solamente, que se comprenden con el nombre de pan, reteniendo lo demás. Convienen en que los del templo presenten al Prior el que

72 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VIIL

hubiere de ser cura de almas, y que del Prior reciba todo lo espiri- tual, que explica con notable calidad, conviene á saber; las órdenes de los clérigos, consagración de altares y crisma y óleo. Y que si el Obispo de Tarazona pretendiere la iglesia de Ribaforada, el capí- tulo de Tudela salga á la defensa con la mitad de las expensas de ella. El obispo se llama Juan.

23 Por Agosto ya el rey estaba en Pamplona. Y dada en ella es la carta de fuera que dio á los de Imoiz. y muy semejante á las del año anterior. Debió de llamarle á Pamplona la muerte del obispo D. Pedro y cuidado de que tuviese sucesor digno. Y en esta misma carta por Agosto se habla del sucesor electo, que fuéD. Martín de Tafalla, como se ve en muchas memorias de este año. Una es cierta donación que el Rey hace, estando en Olite, á Salomón su Alfaquín ó Médico sirviente, de parte que el Rey tenía en los baños de Al- bazares. Es dada en el mes de Octubre Y dice estaba electo para obispo D. xMartín. A este mismo Salomón había donado pocos años antes siete cahizadas de tierra en Mosquera y doce dietas ó peonadas de viñas en Fontellas, y le dio privilegio de que ningún cristiano, moro ni judío le pudiese convenir en juicio, sino en la Curia ó Cor- te del Rey, y quiere goce de Infanzón en todo su Reino. Algunas otras donaciones al mismo quedan ya dichas, y las motiva de sus mu- chos servicios. Fué médico excelente y el Rey como sabio estimó y favoreció mucho á los que se aventajaban mucho en las ciencias, en especial la que es en tanta utilidad de la salul humana.

§. VII.

TT ^n el archivo de Irache hay tres memorias de este año

24 iHdel obispo D. Pedro: las dos que le mencionan vivo en

1 ^3 de Febrero y en 25 de Mayo. En la otra, que es compra de unos molinos en Arbeiza por el abad D. Sancho, y es de Septiembre, ya se nombra 1). Martín de Tafalla obispo electo de Pam- plona. En el tiempo intermedio que ciñen estas memorias sucedió su muerte, y en día Domingo á 13 del mes de Junio de este año, ha- biendo gobernado la Iglesia de Pamplona veinte y seis años y algu- nos meses con insigne aprobación De que fué nuevo testimonio el sentimiento grande y general que se hizo en su muerte. Puédese de- cir con verdad que como I ). Pedro 1. puso en toda buena forma la Iglesia de Pamplona y fundó la observancia regular, 1). Pedro II la estableció y aseguró con la magnífica distribución de sus rentas. Defendió con gran valor y celo los derechos y jurisdicción de su Igle- sia contra los obispos finítimos que con molestísima porfía se la pro- curaron estrechar sin perdonar á gasto algimoen la demanda hasta hacer jornada á Roma, como habla la bula ya alegada de Celestino 111 En los aprietos mayores del Reino asistió con gran fineza al Rey D. Sancho sin rehusar los riesgos de la campaña, y encartiándose del bastón mientras el Rey, invadido por muchas partes, hacía rostro por otra.

REY D. SANCHO EL SABIO. yS

25 Pero otro beneficio grande debió singularmente la Iglesia y el Reino todo de Navarra al obispo í). Pedro, que fué el haber sido el primero, en cuanto se sabe, que trajo á Pamplona reliquias del bie- naventurado mártir S. Fermín, su ciudadano y primer obispo, habiendo negociado del Obispo de Amiens, su amigo, alguna parte de su sa- grada cabeza, que le envió en una cruz de oro, como hoy se ve y se adora, y con la inscripción que avisa ser reliquia de su cabeza Insti- tuyó que la fiesta del Glorioso Mártir se celebrase en la Iglesia con doblada música y con la solemnidad misma que la fiesta de los Sa- grados Apóstoles. Y dice los establece así por ser el Bienaventurado Mártir, según se aseveraba, nacido de padres naturales de Pam- plona y ordenado obispo de ella. Porque nada faltase á la celebridad del dia, dotó en el convite público al capítulo con renta particular, como se observa. Esto fué el año 1 186. Y pues faltó allí la memoria, esta buena obra que á toda la república hizo le acompañe ahora en la muerte. Enterróse en el monasterio de Santa MARÍA de Iranzu, que había fundado. Y en su iglesia se ve su cuerpo con mucha vene- ración cerca del altar mayor.

Si

§. VIII.

íguese el año 1 194, último de la vida del rey D. Sancho f^^^

26 ^^^quG sobrevivió poco al Obispo. En lo que alcanzó de

este año solas se descubren dos memorias suyas; 3'^ aún esas más domésticas que públicas: ambas por Enero y ambas estando en Tudela. Y son dos permutas de tierras y heredades con D. Miguel en Lerate. Una, por la cual le da el término de Urbe, yermo y pobla- do, y lo que le pertenecía en él al Rey. Y recibe de él el campo que se extiende entre Mendigorría y la Puente de la Reina. En el cual dice que tenía parte la hija de D. Fortuno Almoravid. Por la otra da el Rey todas las heredades y tierras que tenía en Neufol por las que D. Miguel tenía en Garinoain. En ambas nombra por obispo electo de Pamplona á D, Martín, y con el apellido de Tafalla, como la de Irache del año pasado por Septiembre. Los señores que en ellas se nombran, y con novedad algunos en los honores y gobiernos son; D. Fernando Ruíz de Azagra, teniendo por mano del Rey á Estella; D. Martín Chipia, á Rocabruna; D, García de Oriz, á Amayur D. Pedro Ladrón, á Aizorroz; D. Martín Iñiguez, Laguardia; D. Al- moravid, á Aibar; D. Furtado (de Álava) á Zaitegui; D Pedro Martí- nez de Lehet, á Mendavia; D. Iiiigo de üriz, á Erga; D, Pedro Remí- rez, á Vitoria; D. Martín de Subiza, á Cáseda; D. F'ortuño de Baztán, á Tafalla; D. García Pérez de Morieta, á Portella; D. Miguel de Le- rat, con quien son las permutas, á Burgui; D, García de Baztan, á Dicastillo; D. Fernando, Arcediano; es el Canciller del Rey por quien se dio el despacho, como otros muchos de este reinado, y estos los caballeros últimamente nombrados en él.

27 Por este tiempo, estando en Pamplona todo el verano como

74 Lino XIX DE ANALES DE NAVARRA, CAP. VIII

Otros años, en los cuales por las datas de sus cartas se puede haber notado, frecuentaba el Rey la asistencia en Pamplona, agradado de la frescura de sus aires, como en Tudela en los inviernos, por ser región mas cálida, sobrevino al Rey la enfermedad de la muerte. Y habiéndose dispuesto para ella con gran piedad y cristianas costum- bres con que había vivido, murió el dia Lunes, 27 de Junio de este año 1194, con universal llanto de todo el Reino, que gozó en él y comenzó entonces á echar menos un prícipe amabilísimo, digno de la primera estimación por sus grandes prendas y de quien justa- mente se puede dudar si fué mayor en la paz ó en la guerra. La guerra le acometió de improviso y cuando no se recelaba, turbando las cosas la muerte súbita de su padre: en suma estrechez del erario público, exhausto en las guerras de su padre: en poquísimos nños de edad, que apenas podían llenar los veinte: y las pocas experiencias que tal edad lleva: contra enemigos poderosísimos, y con tanto ven- taja de fuerzas, que el mantenerse contra cualquiera solo fuera haza- ña: conjurados en su acabamiento y con tal coraje y seguridad de vencer por el exceso grande de las fuerzas que en las ligas repetidas que hicieron, partieron entre su Reino, como despojos ya ganados. Y se mantuvo contra todos juntos con suma reputación, y sustentó con ella su Reino y dignidad cuarenta y tres años, siete meses y seis dias que reinó. Supliendo la falta de edad y experiencias la viveza anticipada del ingenio, templada con prudencia, que aceleró la ma- durez: la falta de ejércitos numerosos, la calidad de buenos cabos y soldados que supo criar su padre y conservar él en toda disciplina militar y estimación de la honra y reputación: la falta de medios y del dinero, nervio de la guerra, en no poca parte la industria y buen manejo de la hacienda Real, y en la mayor el sumo amor y cariño de sus naturales vasallos, que supo merecer y granjear de ellos: el cual hace llevaderas las necesidades intolerables á milicia desamorada y jornalera, alistada solo al interés.

28 Cuanto le permitió la guerra, ni buscada ni rehuida, logró la paz continuamente y sin intermisión en aumentar insignemente de población las ciudades y villas de su Reino; llamando nuevos po- bladores á ellas con los buenos fueros: y fortaleciéndolas por afuera con firmes murallas, por adentro con favorables privilegios que hi- ciesen amable la patria: y asegurando en el amor de ella la buena defensa. Aumentó á Pamplona, Estella, Losarcos. Fundó de nuevo el Castellón de Sangüesa, á Iriberri y Villaba. En Guipúzcoa pobló en mucha parte á San Sebastián, y la fortaleció y dio los buenos fueros que se ven en su archivo, aunque sin la nota del año por haber perecido la carta original en un incendio. Lo mismo hizo en Vizcaya en la villa de Durango. En Álava fundó la ciudad de Vitoria y la Puebla de Arganzón. Aumentó y fortaleció á Treviño y Bernedo y en la Sonsierra á Laguardia, San Vicente y otros muchos pueblos por varios partes, que fuera largo contar. En orden á la mayor po- blación alivió las cargas comunes y franqueó mucho los montes Reales: estimando más la comodidad de sus naturales que el aumento de su patrimonio.

REY D. SANCHO EL SABIO. 75

29 Honró mucho la nobleza: y favoreció con privilegios á los que se inclinaban á las armas. Gobernó el Reino con suma rectitud y justicia, y fué observantísimo de la decencia y honor de la pala- bra Real, sin torcerla jamás por muchas conveniencias de Estado que se ofreciesen. En la limpieza y honestidad fué muy singular su ejemplo; sin que se le conociese desmán ni en la mocedad ni en la viudez que le sobrevino temprano. Y ni aún así hizo semblante á segundas bodas, aunque ni la edad las disuadía y la razón de Estado de estrechar consigo con el lazo del matrimonio nuevos coligados entre muchos enemigos y porfiados los aconsejaba Contento con el fruto de las primeras, que percibió copioso en la sucesión de tres hijos y tres hijas. Y como quien solo pretendió ese para el bien público, pasó en honesta y loable .viudez, como si guardara á la Reina, su consorte, ya difunta, la que pudiera siendo viva.

30 En el celo de la Religión, piedad y veneración de las iglesias y lugares sagrados resplandeció insignemente sin que hubiese mo- nasterio, ni santuario en su Reino que no se vea favorecido de sus donaciones, Leire, Irache, las sagradas milicias del Templo y Hospi- tal dejerusalén, Fitero, la Oliva, Iranzu, las monjas que con advoca- ción de Santa MARÍA, de la Caridad fundó su padre en Tudela. A las cuales el año 1 1 donó el grueso heredamiento de todo su realengo del término de Tulebras, á donde se pasaron. El monasterio de las monjas de Marcilla, que fundó de consejo suyo su mujer; pero la dotación fué toda de su patrominio. El santuario de S. Miguel de Excelsis. La iglesia de Santa MARÍA de Tudela. Y sobre todas, la Catedral de Santa MARÍA de Pamplona, que amó entrañablemente, y celó sus honores y derechos, más como si fuera su Obispo que Rey: y en que se enterró, como quien la había elegido para sepul- tura suya y de todo su linaje, como queda visto. Y á la cual, según dijimos en las Investigaciones, para honrarla más parece trasladó los huesos de su séptimo y octavo abuelos, los reyes D. García Sánchez y D. Sancho García, moviéndolos de la iglesa y castillo de San Es- teban por la demasiada vecindad de la Rioja, enajenada. ¡Tanto estimó las cenizas de sus mayores, que las quiso asegurar donde las suyas!. Y es más de estimar esta espléndida y religiosa hberalidad, como ejercitada casi siempre entre las necesidades y sumos aprietos de guerra defensiva contra enemigos muy poderosos y de la calidad dicha. Sin que juzgase jamás substraía á las fuerzas de la guerra, que defensiva no suele perdonar ni á lo sagrado lo que derramaba en el culto y veneración de Dios y de sus santos. En lo cual resplan- dece una suma confianza suya en él y en ellos, y la causa oculta de haber obrado sin duda sobre las fuerzas.

31 No solo en lo que hablan de él los archivos, sino en lo que callan, también le celebran, y el silencio mismo clama en su alaban- za, de otros reinados se ven en ellos algunas quejas cuando en los siguientes se busca el remedio. Del reinado de D. Sancho el Sabio ni la queja más ligera suena. El capítulo que anda inserto en el fuero y habla de los fallecimientos de los reyes, habiendo notado los reyes

I

76 LIBRO XIX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VIH.

anteriores que en su elevación juraron y corfirmaron el fuero de D. Sancho singularmente nota: que le juró y confirmó y le mejoró. Y solo á su nieto D. Teobaldo extiende esa alabanza. En él también se nota el año y dia de su muerte que hemos señalado. En el dia todas las memorias antiguas concuerdan. Kn el año discrepa algo el calen- dario de Leire, que le da uno más de vida y señala su muerte en la era MCCXXXIIl. Pero parece cierto que al escritor de este calenda- rio se le pasó sin sentir un» unidad de más. Porque fuera de la auto- ridad de este capítulo del fuero, que tuvo singular acierto en señalar los fallecimientos de los re3'es, conspiran con él Guillermo Neobri- gense y Rogerio ílovedén, escritores de su misma edad, y el escritor anónimo tan cercano, que en rigor le pudo alcanzar. Y como se no- tó en las Investigaciones, carta de su hijo, ya heredado por Septiem- \ bre de este año, lo convence. Halló la nueva déla muerte de su padre \ al infante D. Sancho, su hijo heredero, fuera de Navarra y andando i de guerra en Francia con su cuñado el rey Ricardo sobre derechos i y pretensiones que no explicó Rogerio. Y marchando con algunas \ tropas á adelantar el sitio del castillo de Luches, que habían puesto los navarros. Y oyendo la nueva en el camino, volvió á toda prisa al Reino.

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LIBRO XX

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DE LOS

ANALES DEL REINO

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CAPITULO I.

I. Coronación del rey D. Sancho el Fuerte, y elección de D. García para Obispo de Pamplona. II. Guerra del Miramamolin en España. III. Alarcóa ganada por los moros y fatal suceso del Señor de Viz- caya. IV. Rompimiento de León y Navarra contra Castilla. V. Fuero á los de Urroz.

§. I-

Sancho, VIII de este nombre entre ^go ios reyes que reinaron en Navarra, >i94 fué dicho de sobrenombre el Fuerte por la fortaleza grande del ánimo y del cuerpo, y también el Encerrado por el retiro grande que guardó en el castillo de Tudela los últimos años de su vida,

') Con este libro xx comienza el tomo 5." de los Anales de v'ARRA, en la edición infolio del culo mdcclxvi. Dicho tomo 3." a á su cabeza los siguientes documentos: A los tres Estados del Urístmo reino de Navarra, juntos en Cortes genercdes.—Ilus- imo señor. Segunda vez llego á ofrecer á V S i. el tributo ni obligación: y si la oportunidad concilia favor y gracia á las w, ella me ha de valer para ser recibido con agrado. Lo que

78 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP I.

sin dejarse ver sino de pocos ó familiares de su Palacio por un cán- cer que padeció en una pierna. Si no ayudó tombién á eso el dolor del ánimo y melancolía que cargó más en la vejez, de verse siempre ceñido de enemigos coligados y estrechado de fuerzas para recobrar derechos que había embarazado la iniquidad de los tiempos y para empresas grandes á que aspiró la grandeza de su espíritu. Habiendo cumplido con los honores funerales de su padre y jurado los fueros, fué luego aclamado Rey y coronado con las ceremonias acostumbra- das en Santa MARÍA de Pamplona á donde habían llamado á los prelados, ricos hombres, caballeros y legados de las ciudades y pue- blos principales del Reino el oficio postrimero al padre y primero á la coronación del hijo: mitigando la tristeza de un acto la alegría y so- lemnidad del otro, en especial con las esperanzas que ya se habían consebido del sucesor, de valor y esfuerzo grande de corazón, de que ya había dado muestras viviendo su padre; y aun corría la fama por los reinos de fuera. p]n la nueva fortuna las acciones primeras suelen ser indicio de la inclinación del ánimo. Y luego la descubrió á las armas y favorecer los ejércitos y aprestos militares.

2 Al pie de la carta que el Rey su padre dio el año anterior á los de Larraga con exención de todo hospedaje de guerra á los que man- tuviesen caballo y armas, hallamos puesta la confirmación y signo del hijo luego que entró á reinar, y diciendo: este es el signo del rey D. Sancho, hijo del rey D. Sancho, en el año primero que entró á reinar para confirmación de esta carta. Y quizá es anterior en algu -

ahora ofrezco son ocho reinados de los reyes de la segunda y ter- cera estirpe masculinas que tuvo V. S. I. desde el año de mil dos- cientos y treinta y cuatro hasta el de mil trescientos y cuarenta y nueve en que tuvo fin el reinado de D. Felipe III el Noble y Doña Juana: y con él espiraron también las nobles, preciosas y eruditas tareas del P. José de Moret, mereciendo su pluma después de tantos y tan elevados vuelos quedar afijada para eterno monumento al tronco de laurel con cuyas ramas corono repetidas veces la frente de Y.S. I. Llego, pues, con ocho reyes venidos todos de Francia al tiempo de hallarse congregado V. S. I. en Cortes generales para, la jura de nuestro Srmo. rey D. Felipe VII. {de Castilla V.) por quien vuelve á florecer en Navarra la estirpe regia del ínclito, au- gusto, valiente y santo monarca S. Luis, Rey de Francia, enla- zándose otra vez las Uses con las cadenas. / Ojalá que sea para no desprenderse jamás!

Délos hilos que tuvo este gran Rey solo dos dejaron sucesión, Filipo, el mayor de ellos y Roberto, Conde de Clermont, el último de todos, en quien por su matrimonio con la heredera recayó la ilustrísima y antiquísima casa de Borbón, conocida ya en el mundo desde los tiempos de Cario Magno ¡mr su gran poder, riquezas inmensas y hechos esclarecidos, y levantada á tan alto grado de estimación, que desde esta alianza Roberto y sus sucesores se nom-

REY D. SANCHO EL FUERTE 7g

nos meses, y como dos y medio después de la muerte del padre el fuero que dio á los de Mendigorría con el mismo privilegio de exen- ción de todo hospedaje á cuantos mantuviesen caballo y armas, y con las mismas palabras de caballo, escudo capelo férreo con que le dio su padre á los de Larraga y Artajona. La palabra capelo de hierro, pues se repite, parece alusión á cierto genero de morriones antiguos de que se conservan algunos en Navarra con alguna falda sobresa- liente que defiende la cara y cuello de los resbalos de las espadas por el casco abajo. Es la carta dada en Abárzuza, que debía de andar reconociendo el estado de los puebles del Reino, del mes de Septiem- bre y era 1232, que corresponde al año de la muerte de su padre. Dice reinaba en Navarra y Álava: y que el Obispo de Calahora es- taba electo para Obispo de Pamplona. Lo cual confirma loque se dice de D. Martín de Tafalla, que elegido de Arcediano de la mensa, ó como hoy la llaman, tabla capitularmentepor votos de los canónigos tuvo algún embarazo, ó de parte del Rey ó de otra, que le estorbó la posesión. Y que, habiendo ido á Roma á consagrarse ó vencer el es- torbo, murió halla sin haber tomado posesión ni haber llenado el año de electo.

3 Los señores con honores del Rey que en esta carta primera suya suenan son: D. Lope Sánchez, en Arlucea; D. Pedro Remírez, en Vitoria; D. Martín Iñíguez, en Laguardia; D. Iñigo López de Men- doza, en Zaitegui; D- Gómez Garcés, en Portella; D. Fernando Ruiz, de Azagra, en Estella; D. Miguel de Lerat, en Dicastillo; D. García

hraron Duques de Borlón, anteponiendo este glorioso título álos propios, deducidos de la casa Real. De la primera de estas dos au- gustas ramas, propagada por Filijjo, tuvo V. S. I. siete retjes, de los cuales fué el último el rey D. Carlos III. el noble: y habiendo fal- tado en él, viene ahora á suceder el más precioso pimpollo de la segunda rama de la Real casa de Francia, propagada por Roberto, el nuestro señor D. Felipe VII {que Dios prospere) para que veamos cumplido felizmente en V. S. I. el vaticinio de la Sibila.

Primo avulso, non déficit alíer

aureus, et. símili frondescit virga metallo. Con que puede dar seguramente á Y. S. I. la enhorabuena de tener ija en casa el siglo de oro y de ver ya sus cadenas, fio solo doradas, sino de oro macizo para ser unidas con las Uses, el símbolo más propio de los navarros corazones, en quienes siempre resplandeció la firmeza, el valor y un amor muy encendido para con sus reyes, con la mezcla de un candor grande y de una suavidad y docilidad muy singular en obedecerles.

De aquí pasó al anuncio de las mayores felicidades. Porque me parece cpie estoy viendo al ínclito monarca S. Luis alcanzar de Dios y llover desde el cielo copiosas bendiciones sobre todos los reinos de España, como español por su madre la yeina Doña Blan- ca y santo por la misma; pues á su educación debió principalmente

8o LIBRO XX DÉLOS ANALES DE NAVARRA, CAP. I.

de l»azt;in, en Aibar; D, Fortuno de Baztán y D. Rodrigo de Baztán. en S. Juan del Pie de Puerto, (y es la primera vez que suena); D. Az- nar Pardo, en Falces; D. Jimeno de Aibar, en Burgui; D. Sancho de Orta, en Tafalla; D. Martín de Rada, en Gaparroso: D, García de Oriz, en Amayur, que es la villa de Maya. El embarazo de tomar la posesión D. Martín no parece pudo ser de parte del Rey; porque á ser la elección disgusto suyo, ninguna necesidad había de nom- brarle en sus cartas repetidamente obispo electo. Eso más suena á aprobación y agrado de su elección. Basta que le priven de la pose- sión sin que le ponga en duda la gracia del Rey. Ni hay para qué disputar si debe ser contado entre los obispos de Pamplona como al- gunos hacen: Llámenle obispo electo. Y la disputa se cae de suyo. En constando de las cosas, no hay para qué controvertir acerca de las palabras.

4 El sucesor electo, de quien habla y no nombra, es D. García, Obispo algunos años ames en Calahorra, que ascendió ahora á Pamplona. Y es el segundo de esle nombre entre los obispos de ella si ponen en esa cuenta al infante D. García, hermano del rey D. San- cho Ramírez, que fué Obispo de Jaca en propiedad muchos años y juntamente se llamó en algunos pocos Obispo de Pamplona; pero en sola administración y gobierno. D. García Fernández llaman al elec- to ahora una escritura de Irache del mismo tiempo y otras dos del cartulario del rey D. Teobaldo, sobrino y sucesor del rey D. Sancho. El obispo Sandoval dice fué castellano de nación. Cosa no fácil de

esta suprema cualidad: y que muy especialmente las ha de derra- mar sobre V. S. I. Porque, además de ser derivada de Navarra la sangre española que tuvo de Castilla, la miró siempre con tan singular afecto, que buscó un rey de Navarra (D. Teobaldo II.) para esposo de la hija más querida, y le quiso tener por compañero y como uno de sus hijos y hermanos en la guerra de lúnez contra los infieles, Ahora, pues, que por la alta clisposición de la Divina Providencia, recta siempre y justa, ve reinar en Navarra un des- cendiente suyo, fruto generoso de la otra rama de su Real tronco ¿qué gracias, qué favores, qué prosperidades, qué bendiciones del cielo no debe V. S. I. esperar de su intercesión amorosa? Que los cortesanos del cielo no j)ierden con los resplandores de la gloria, sino antes bien aumentan y avivan más las atenciones humanas cuando ellas son piadosas y justas.

Ni tampoco debo dudar que el Rey nuestro Señor, en quien vemos heredada la piedad, la justicia, el valor, el amor á los vasallos, el celo de la Religión, la recta intención en todas sus operaciones y todas las demás virtudes regias y cristianas, que tanto sobresalie- ron en su santo progenitor, mirará también con el mismo Real agrado y estimación á V. S. 1. y más ayudando á lo heredado lo adquirido de las muchas noticias que S. M. {Dios le guarde) tiene de la historia, que le avisarán su precedente mérito. Porque sabrá,

REY D. SANCHO EL FUERTE 8 1

creer, estando á la sazón los reinos, aunque no en guerra rota, con la paz muy quebradiza y que amenazaba la rotura que se siguió. Sin duda fué persona acepta en Castilla, y por la demostración del ascenso de iglesia á iglesia, poco usado entonces, en especial en reinos extraños, con mayor inclusión en Navarra. Esta seña y la del patronímico de Fernández inclinan la sospecha á pensar fué hijo de D. Fernando Ruiz de Azagra, no mal recibido en Castilla por las de- pendencias ya dichas desús hermanos en ella. Sin que le desfavorez- ca la edad para que se crea; pueshá tantos años que D. Fernando co- rre por los cargos primeros de la república, que pudo tener hijo de edad competente para ser obispo ahora, y algunos años antes en Calahorra. Los servicios singulares por lo menos y finezas de asis- tencias al rey D. Sancho en sus aprietos parecer pueden de la casa de Azagra, solariega de Navarra.

§. II.

E^^^l año siguiente á la muerte de D. Sancho el Sabio y entrada de su hijo el Fuerte, 1195 de Jesucristo, comen- \m. ..orzaron á alterarse mucho las cosas de España por una nueva y muy poderosa invasión que hicieron en ella pasando el mar los moros almohades. De las cosas y sucesos de estos hemos guarda- do gran silencio, que ahora importa romperle y resumir en breve los

que V. S. I. es el solar primero y más antiguo de hombres y de reyes españoles. De hombres; por haber comenzado designes del Di- luvio Universal en las raíces del Pirineo de Navarra^ la primera población de toda España. De reyes; porque V. S. 1. dio á Castilla y Aragón los primeros que tuvieron en D. Fernando I. el Magno y en í), Ramiro 1. el Cristianísimo, ambos Infantes de JSavarra. Sabrá que V. S. I. fué uno de los dos diques que levantó y opuso la Divina Providencia en las montañas de Asturias y en las de los Pirineos á un mismo tie?npo para detener la inundación grayide del mahometismo, que ya estaba apoderada de todas las otras regiones más llanas de España. Sabrá que en ese mismo trance nuestro pri- mer rey D. García Jiménez en Navarra y D. Pelayo en Asturias fueron los dos brazos de Dios que, animados y excitados de su divino poder esgrimieran las espadas brillantes en fogosas cente- llas de celo de la región y de amor á la patria contra los bárbaros mahometanos: y que, rubricadas con la sangre^ de ellos y bien en- señadas á vencer tas pasaron á las diestras de los reyes sucesores para el deztrozo y exterminio total de aquella impía canalla. Sabrá que V. S. I. en las guerras y conquistas que por causa de la Reli- gión y defensa de la patria hicieron los otros reyes y reinos de España tuvo siempre mucha parte en las hazañas y ninguna en las ganancias. Como se vio cuando por sus personas y por sus ejércitos auxiliares de Navarra obraron para utilidad de Castilla Tomo IV 6

82 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. I.

cosas tan importantes los reyes D. Felipe el Boble en la guerra de Algccira, D. Sancho el Fuerte, en la famosa batalla de las 2iavas, sucesos intermedios por la luz que dan á los del tiempo presente. Al año de Jesucristo 1 1I2 dejamos al Miramamolín Jusuf, hijo de Abdel- món, fundador del imperio de los almohades, guerreando contra Lope, Rey moro de Murcia y Valencia, para acabar de enseñorearse de to- dos los reyes moros de España: y vimos á Lope asistido del rey D. Sancho el Sabio y de D. Pedro Rui^, de Azagra, Señor de Alba - rracín, contra el poder de Jusuf, como contra enemigo común y el capital de la cristiandad, y aún de los moros que se contaban por na- turales en España La prosecusión de esta gueira dejó encomendada Jusuf á I). Fernando Ruiz Castro, enajenado de Castilla por la so- brada potencia de los Laras, enseñoreados de los pocos años del rey D. Alfonso por haberle irritado mucha al Miramamolín los progresos grandes de D. Alfonso Enríquez, el primero que introdujo la digni- dad y nombre Real en Portugal, justamente merecido por sus hechos hazañosos. Marchando contra él Jusuf, entró en Portugal y ganó por fuerza de armas á Torresnovas y corrió á la villa de Samaren, y en un fuerte y porfiado asalto que la dio murió de un tiro de saeta que le alcanzó. Lo cual sucedió el año i lyS. Y sabida su muerte, los prín- cipes y caudillos se los almohades levantaron por rey y Miramamo- lín de África, y lo que se tenía por los moros en España, á su hijo Aben Jacub, que llamaron Almanzor por sus grandes hechos y va- lor.

D. García Ramírez en las conquistas de Córdoba, Baeza y Almería. Y aún se vio más en el tiempo de la unión por tres reinados con el ilustn'simo reino de Aragón, el cual con las fuerzas y expensas comunes {siendo entonces mayores las de Navarra) tomó la grande altura de donde pudo dar después tantos y tan insignes vuelos y dominar extensamente dentro y fuera de España. Sabrá q?ie V. S. 1., no solo dentro de ella puso grandes esfuerzos por la defensa y exaltación de nuestra santa Fé, auxiliando á los reyes vecinos, sino que con singularidad llevó la guerra sacra al Asia y al Áfri- ca en tiempo de los reyes Teobaldos. Sabrá también que V. S. I. en estos emj)eños sagrados, no solo no se aumentó como los otros reinos vecinos y se hizo mayor, sino que en gran parte se deshizo, per- diendo miembros muy principcdes de su cuerpo, como fueron las provincias de Álava y Guipúzcoa, cuando la causa de la Religión llamó y llevó al rey D. Sancho el Fuerte al África. Sabrá que por semejantes desmembramientos causados en parte de la prodigalidad de sus reyes, cual fué la de D. Sancho el Mayor, y en parte de las usurpaciones de los extraños que con ambiciosa sed fueron á agotar la fuente que los hizo rios, habiendo sido V. S. I. en lo antiguo el más dilatado de todos los reinos cristianos de Fspaña. se estrechó finalmente ü los límites que ahora le ciñen. Pero sabrá que no por eso se acortó en V. S. I. el valor, la magnanimidad, el amor

REY D, SANCHO EL FUERTE 83

6 Bien le hubo menester Jacub para rendir á su obediencia las muchas provincias de África, en especial los reyes de Tremecén y Túnez que, oida la muerte de su padre Jusuf, se le sublevaron, exi- miéndose de la obedencia y reconocimiento de Marruecos que, edi- ficada y sublimada por los almorávides, continuaron" los almohades en tenerla por corte y cabeza de su Imperio. Como dos años gastó Jacub en reducir ásu obediencia las providencias de África, Y habién- dolas sujetado, aunque no con la firmeza que pensó, el año 1 175 atra- vesó el mar y cargo sobre España con gran poder. Aunque no pudo lograr la jornada. Porque, viéndole ausente y desarmada á África de las muchas fuerzas que había llevado á España, volvieron á rebelar- se allá varios reyes y caudillos moros, quienes le obligaron muy aprisa á volver á África con la mayor parle de su campo, dejando en Espa- ña por su lugarteniente y capitán general á D. Fernando Ruiz de Castro, que con las fuerzas entregadas y las de los reyes moros de la obediencia de Jacub en España guerreó no pocos años contra va- rios príncipes cristianos de ella con varia fortuna, hasta que el rey D. Fernando de León, habiéndole roto en un reencuentro cerca de Ciudad-Rodrigo y pudiéndole acabar, le convidó con su gracia, su servicio y sueldo, y le atrajo á él con menos dificultad por andar al tiempo revueltos en guerra los leoneses con los castellanos, contra los cuales era su antigua y porfiada ojeriza. Obró en León contra Cas- tilla lo mismo que solía andando con los moros.

7 Hasta que, desagradándose su espíritu bullicioso igualmente de

y propensión innata al servicio de sus reyes, como tantos ejem- plos antiguos y modernos lo ¡mhlican: sino qiie quedó reducido á espíritus y quintas esencias capaces de dar alma y vigor á reinos muy dilatados. También tendrá muy sabido S. M, que su tercer abuelo Enrique IV el Grande, primero se intituló Rey de Navarra, que llegase á ser Rey de Francia: y que en la gran casa de Borbón por el Real título de Navarra, como por au- rora de claro y feliz anuncio rayó y amaneció el grande dia segui- do de los inmensos resplandores de glorias y triunfos de que hoy goza. Y sabiendo el rey nuestro Sdñor (Q. D. G.) estas y otras in- numerables proezas de grande honor de V. S I. y los muchos y señalados servicios hechos en todos tiempos á la Corona propia y utilidades grandes que de sus nobles y desinteresadas operaciones se siguieron á las demás de España, poseidas hoy de S. M. para mucho lustre y bien de todas, no puede dejar de inclinar con grati- tud benévola su Real ánimo á tan relevantes méritos. La Majestad Divina, que tiene en su mano los corazones de los reyes, lo dispon- ga así y guarde á V. S. I. en todo honor, grandeza y felicidad muy cumplida. limo. Sr., B. L. M. de V. L su muy humilde siervo y capellán, Francisco Alesón.

84 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. I.

leoneses que de castellanos, se volvió á los moros. Y el año i /94 pa- só á la Corte de Marruecos, donde halló al Miramamolín á tiempo que, pacificada toda África, disponía una poderosa jornada contra España. En orden á la cual habla hecho publicar por todos sus reinos la que los moros llaman Gacía, y como queda advertido, suena entre ellos jornada por causa de Religión; y aunque mal apHcada por su error, es un remedo de la que los cristianos por la insignia de la cruz, que se toma para la empresa, llamamos cruzada contra infieles. Y puede tanto entre aquellos bárbaros este linaje de llamamiento, que son innumerables los que con el se alistan voluntarios y sin sueldo por tener arraigada entre las demás supersticiones ésta: de que cual- quiera que muere ó mata cristiano en tal empresa queda absuelto de todos sus pecados y pasa á gozar de su muy cantado pero más en- cantado Paraíso. Esta errada persuasión y licencia de robar suele juntar entre aquellas naciones innumerable gentío: y ahora fué tal, que se asegura se contaron en reseña en el campo de Abel Jacub, Miramamolín cien mil soldados de á caballo y trescientos mil intan- tes. El arzobispo D. Rodrigo, que lo estaba viendo, aunque no hizo cuenta del número, dijo que era un ejército innumerable, como las arenas de la mar y que agotaba los ríos la muchedumbre de comba- tientes. La llegada de D, Fernando Ruiz de Castro fué en tan buena sazón, y su mucha sagacidad, como la supo buscar, la supo lograr también, que pudo soldar la gracia antigua con el Miramamolín; y en tanto grado, que le envió á España por precursor suyo á disponer para

Censura de D. José Piñeirode Elio, Esparza y Artieda, Velaz deMed''ano, Señor de las casas solariegas de sus apellidos y Marqués de Vesolla, ele. Habiéndome remitido el Señor Provisor y Vicario General de este Obispado el tercer tomo de la Historia de este Reino, obra de su célebre historiador el P. José de Moret de la Compañía de Jesús, que saca á luz el P. Francisco de Alesón de la misma Compañía y su sucesor en este empleo con algunos esco- lios y adiciones que ha dispuesto á los ocho reinados que se contienen en este tomo: he leído con particular ciiid&do y gusto dicho escolios y adiciones; porque lo principal de la hisíoria tenía visto de orden del Reinoen sus ulti- mes Cortes. La obra del P. Moret tiene su más segura aprobación en la in- mo"lal fama de su nombre, que ilejó vinculada en las investigaciones históri- cas, congresiones apologéticas y primer tomo de su Historia, que dio á la luz en su vida, y en el segundo que. como obra postuma suya tiene publicado el P. Alesón. Este tercer tomo, sieiidode la mismamina, está dotado déla misma preciosidad que losantecedentes: y tengo por muy singular alabanza, aunque bien merecida del P. Alesón, (¡ue le pueda aumentar aprecio con el esmalte desús muydoclosescoleosy adiciones, habiendohalladoque añadir á lagran- de exactitud del P. Moret, ilusi'ando con nueva claridad las copiosas luces con que aquel insigne historiador hace ver al mundo la verdad de nuestras antiguas historias parael mayor crédito de nuestra nación y mayor veneración de la memoria de sus reyes. Una y otra obra están muy lejos de contener cosa contra nuestra Santa Católica y buenas costumbres, y las tengo por muy dignos de darse á la estampa para la pública utilidad. Así lo siento: en Elio a 14 de Enero de 1704.— D. José de Elío,

REY D. SANCHO EL FUERTE. 85

la ocasión los ánimos de los reyes como quien los sabía manejar bien. 8 El aparato inmenso para la transportación de tal ejército y aprietos de él llenó luego de expectación á Europa, á la cristiandad toda de recelo y á los reyes de España de gravísimo cuidado: coli- giendo que, pues el África todo en pacífica obedencia reconocía á Jacub Almanzor, aquel nublado cargaba sin duda sobre España. En especial el rey D. Alfonso de Castilla, como más de cerca y por mu- chas fronteras amenazado, comenzó á levantar á toda prisa todas las gentes de sus reinos y á pedir con instancia socorros á todos los re- yes de León, Navarra, Aragón y Portugal representando el riesgo de la causa común de todos, y todos á poner en armas sus reinos: y con particular ardor el rey D. Sancho de Navarra por el brío y lozanía de los años, inclinación natural á las armas y por ser el primer tran- ce de ellas que se le ofrecía después que entró á reinar, y deseó de señalarse en él.

§. ni.

uy al principio de la primera por lograr más la campaña de tste año pasó á España Jacub con todo .su ejército, ó con África abreviada en él entró en Sevilla, pasó á Córdoba, aumentando en los tránsitos sus fuerzas. Y

M:

Licencia del Ordinario. Nos el Dr. D. Francisco Ignacio de Aranceaga Provisor y Vicario General de esta Ciudad y Obispado de Pamplona por el Ilutrisimo Señor D. Juan Iñiguez Arnedo, Obispo del dicho Obispado, del Consejo de su Magestad, etc. Por la presente, por lo que á Nos toca, damos licencia para que se pueda imprimir é imprima un libro intitulado Tomo ter- cero de los Anales de Navarra, obra postuma última del R. P. M. José de Moret, con escolios ij adiciones al fin del R. P. M. Francisco de Alesón, ambos de la Compañia. de Jesús u Cronistas del mismo Reino. Atento que de nuestra orden ha sido visto y reconocido, y no contiene cosa alguna contra nuestra Cató- lica, loables y buenas costumbres. Dada en la ciudad de Pamplonaáochodias del mes de Febrero de mil setecientos y cuatro. Doctor D. Francisco Ignacio de ARANOEAüA=Por mandado del Señor Vicario General, Juan Francisco de Eyaralar, Not.

Licencia del R. P. Provincial de la Compañía de Jesús de la provincia de Castilla.— Salvador de Ribadeo, Provincial de la Compañia de Jesús de esta provincia de Castilla. Por particular comisión que para ello tengo del M. R. P. Tirso González, nuestro Prepósito General, doy licencia para que se imprima el tomo tercero de los Anales del Reino de Navarra, compuesto por el P. José de Moret: obra postuma ij última con escolios y adiciones del P. Fran- cisco de Alesón, ambos de La Compañía de Jesús // Cronistas del mismo Reino. El cual ha sido examinado y aprobado por personas doctas y graves de nuestra Compañia. En testimonio de lo cual di esta firmada de mi nombre y sellada con el sello de nuestro oficio, y refrendada de mí, Secretario infrascrito. Dada en este nuestro colegio de la Compañia de Jesús de la ciudad de Orense á veinte y siete dias del mes de Mayo de mil setecientos y tres años.— jhs., Sal- VADQR DE Rivadeo. .JHS. FERNANDO Falcón, Secretarío.

86 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. L

atravesando á Sierramorena enderezó las marchas contra el reino de Toledo. Para aquella ciudad había hecho y apresurado los llamamien- tos de todas sus gentes D. Alfonso de Castilla Y ora sea porque el riesgo grande había concitado mucho los pueblos y las conductas ve- nían muy extraordinariamente numerosas y bien aprestadas, y esti- mándolas en demasía, y pesando mal las fuerzas enemigas, y repu- tándolas por multitud agregadiza, tuvo su ejército por competente para sufrir el peso de batalla campal, y que la llegada de los reyes disminuiría la gloria del vencimiento, que imaginó seguro: ora fuese que no pudo sufrir los robos y estragos que ejército tan inmenso pa- saba ejecutando en sus tierras, como sino hubieran de ser mayores perdiéndosela batalla; en fin, resolvió no esperar á los reyesque mar- chaban ya, y el rey D. Sancho de Navarra tan cerca, que había ya entrado con su ejército en Castilla, y el de León tocaba en los confi- nes, como advierte el arzobispo D. Rodrigo. Moviendo arrebatada- mente su ejercito de Toledo, salió en busca del enemigo. Oiéronse vista los campos el día i8 de Julio de este añc, cerca de la villa de Alarcos. V luego rompieron de batalla, que fué muy sangrienta y reñida, y D. Alfonso la mantuvo á mucho riesgo de su persona, de (i> que hubieron de sacarle casi por fuerza los suyos. Al cabo fué derro- ria esttado con derrota grande y mucho estrago de^caballeros éhijosdalgos verua-^l^^ allí caycron, y D. Alfonso escapó á Toledo.

tia: est ,0 Cayó el mismo día Alarcos con el memorable caso acaecido imago á D. Diego López de Haro, Señor de Vizcava¡ que fué alférez del

et abso- "

lutisBí- ma <jaBB rem ñe- que -~-~^.™™~.~™.-v~-.-.~-~,~~,~.,..,,.~„,..,,^,,™,,„,,,^^ ^,^

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rem, ñe- que mi-

Mdd™' Aprobación de D. Felipe Bernardo de Zabalza y Meneos.— Por orden de Vives V. iM. he leido el tomo tercero de los Anales del Reino de Navarra, obra

""co^u* P«->stuma del KK. P. iM. José de Moret, dispuesta en otra forma, é ilustrada Artiuml escolios y adiciones á los ocho reinados que contiene dicho tomo por el lib. 2.' RR. P. M.Francisco de A lesóü, ambos déla Compañíade Jesús y Cronistas del mismo Reino; y digo: que desde el primer escrito histórico que publicó el (j) P. Moretgrangeó taleslimación entre losdoctos, y después con los librosper- naud tenecienies á la Historia de ^avarra la elevó á tan alto grado de venera-

'satis'' ^''^^ ^"® '^^^''^ aprobación de este tomo parece no puede hallarse otra más esae adecuada que la que le comunica el solo iiomhre de su autor.

Hiato- Bste tomo, como todos los anteriores del I^ Moret, son una prueba irrefra-

rise, si --'1 1-' ' - -

Bit Tera,

gable del acierto conque un sabio dijo: (1) «la lii>ioria es imagen de la verdad, "qoffi'nt P^^rque en ella se ve su copia tan natural, que representa los sucesos, no ma- reiiquayores ni menores, sino con el propio ser y proporción que les dio la misma habeat verdad. Pero esta verdad, requisito tan esencial de la historia, que sin él (por ai veril más que la hermoseen todos los adornos de la elocuencia) (2) no es capaz de tatem Obtener su nombre, estaba oculta en los retiros de l.i antigiiedad, sepultada be? 05"^"^ elpolvodelosarchivos y engran parte isnoradade losescritores extraños timere Y domésUcos: y poresto, nosolo desfigurada conerrores, sino afeada también nomen con tabulas, bira el hallarla asunto tan arduo, que para creerle superable se non°^ necesitó de la experiencia dada por el autor, que dulcemente atraído del test. Vi- ^po'' de la verdad, la buscó(hasta hallarla) con fatigas inimitables en el con- ves: ubi tinuo trabajo de doce años empleados en reconocer los archivos célebres de s"P- España y otros de fuera. En ellos la descubrió y de ellos la sacó á la luzpú-

REY D. SANCHO EL FUERTE 87

estandarte Real en esta jornada y otras, y tenía en honor áNájera. Aquel día antes de la batalla confiriendo con los cabos y camaradas se habían preferido restadamente y á todo trance á que por ningún haber del mundo haría alguna de cuatro cosas: dejar al Rey llevando su estandarte Real, volver la cara atrás, habiendo dado de espuelas al caballo para arremeter, rendir castillo del Rey ni entregar rehenes que no pudiesecobrar á su albedrío. Y aquel mismo dia faltó á todas cuatro. Porque, derrotado el Rey, no siguió su derrota hacia Toledo; sino que se acogió á la plaza más vecinade Alarcos.Y hallándola sin bastimentos para mantener cerco, que se habrían llevado al campo, y no queriendo esperar allí, salió fuera déla puerta con ánimo de romper paso con los suyos por entre los moros y escapar. Y dando de espuelas al caballo para la arremetida, viendo que ninguno délos suyos le seguía, volvió la caraatras y se metió, en la villa. Y llegando á la hora D. Fernando Ruiz de Castro con la hueste vencedora de los moros y de cristianos, que también hubo de ellos, y requiriéndole que entregase luego la villa porque el Miramamolín había jurado so- bre el libro del Alcorán descabezar á el y cuantos con él estaban sino rendía luego la villa y entregaba en rehenes doce caballeros de los que con él se habían encerrado, que habían de quedar á merced del Miramamolín y ser llevados á Marruecos, entregó luego el castillo y entregó los rehenes á discreción y merced ajena. Lanecesidadpudo bastantemente disculpar el hecho; pero no el olvido de que era hom- bre sujeto á la necesidad y casos humanos.

blica el P. Moret; pero descubriendo también al tiempo mismo las altas cuali- dades y eminentes prendas de que fué dotado: una pericia grande en el cono- cimiento de los caracteres antiguos y significación de los números y cifras aritméticas para inteligencia perfecta de los privilegios y donaciones Reales y otras cartas publicas: una sumaerudiciónde historia sacra y profana para el cotejo y careo de los sucesos expresados en los instrumentos con los escritos de los autores coetáneos, que lo trataron con más acierto y refutación de otros y singularmente de algunos modernos que escribieron historias por la imaginaria: una exacción insigne en apurar y aclarar hasta las más menudas circunstancias no solo ios casos, sino también las causas y motivos que los produjeron: una ingenua legalidad en referir lo que halló, sin ladearse jamás á los extremos de afecciones nacionales; y finalmente, una noticiaconsumada (3) de la Geografía para discernir y señalar los lugares: de la Genealogía, para j-i^ e*st observar y aclarar las lineas de descendencia de los reyes, principes y caba- testis Ueros notables: de Cronología, para computar y ajustar.con sus propios tiem- tempo- pos los sucesos de su instituto y narración. "^TMita-

Siendo, pues, estas las partes en que se divide la Historia y concurriendo, tis, vita todas juntas y tan cabales en el P. Moret, no fué mucho qué un historiador memo- moderno, justamente aplaudido como uno délos má^ discretos y eruditos "??¿™*' prorrumpiese en el insigne elogio y digno de repetirse: que el P. Moret ense- vita;, naba cómo habían de escribir los liistoriadores. Y realmente: si se mira con nuncia atención se hallará sin que pueda parecer lisonja, que su Historia es (3) tes- '^^^j*" q¡^" tigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida lib. 2. de y correo de lo antigüedad. Historia, en fin, que bastándole para su estimación Ofat. ad

88 LIRBO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. L

§. IV.

jida la derrota, paró el rey D. Sancho en Castilla, donde ' I § fie halló la nueva; condenando la sobrada apresuración de la batalla, siendo tan fácil entretener doce ó quince dias la guerra. Y dice el Arzobispo se volvió con su ejército á Nava- rra: y que el Rey de León pasó hasta Toledo, y habiendo estado allí ulgunos pocos dias con el Re}' de Castilla, se retiró á su Reino. Si se mira á los efectos, podrá parecer que esta batalla, más que entre cris- tianos y moros, se dio entre los tres reyes cristianos. Porque refiere el Arzozispo que no mucho tiempo después los dos reyes de León y de Navarra invadieron, aunque por diferentes partes, con ejercito ar- mados el Reino de Castilla, y haciendo cargo al de León, de que hi- zo la guerra, habiéndose confederado con los moros, y llevando con su ejército muchas tropas de ellos que había llamado. ¡Extraña y la- mentable mudanza de estado de cosas que al poco antes llevaban so- corros estando armado y entero, le metiesen tan á priesa la guerra, viéndole roto y más necesitado de sus socorros y asistencias! Pero cuanto mas extraño el efecto, obliga más á buscar la causa.

12 A la malignidad humana la primera sospecha que le ocurrirá es que aquellos socorros se llevaban más en gracia y favor de la Re- ligión, que peligraba, que del rey D. Alfonso de Castilla, de quien se

lacalidad solade verdadera,suposuautorno soloeiiriquecerla con lasprecio-

sidades referidas, sino también ilustrarla con los esmaltes de una elocuencia

(4) nerviosa y que, haciéndola sumamente agradable. (4) atrae insensiblemente

Jncun- el gusto (iel lector, avivándole el deseo de llegar al perfecto conocimiento de

oratio- 'OS sucesos narrados.

nes de- De los señores reyes deNavarra comprendidos en este tomo unos lo fueron 1)°^* también de Francia, y los otros f jeron príncipes de aquella misma Real rem.°ut s^'^n''6- ^^6 por haber f o ^eido grandes y poderosos estado? en aquel Reino, res illas y por esta causa resididoenélpor largos años, intervenieron allá en muchos gestas y memorables hechos de armas yotros n^gociadosdegranpéso, dignos todos cognos- '^ historia. Pero el P. Moret, con eldic ám^n, h1 parecer, deque.>*u propio cere ne- instituto no se extendía á más que á e5crii>ir la de NavrirrJ, ciñó sus escritos qaeidá la relación sola de los sucesos que la pertenecían, sin tomar de los que re- vives ubi P.H^o ajenos más parteque laque hubo menester par-a laclaridad de su narra- sup. ción. Este dictamen, aunque tan fundado y prudenie, podría no obstante dejarenalgñn modoquejosa á lacuriosidaderuditaque,informadaenlamitad de las accionos de estos principes, enseñarle y deleitarle con las noticias omitidas por Moret y tratadas exactamente p )r los historiadores francos de aquel tiempo. Traz i, con que no solo logr;i el íin pretendido de instruir al lector con la entera relación de los sucesos de estos principes, enseñarle y deleitarle con las noticias selectas querecoge, con lascuriosas observaciones que d'íscubre, con el llorido estilo con que las narra; sino que también consi- gue(loqueparecíamuy difícil) añadir nuevos lustres á los que ya este tomo,

por ser obra de tanto sabio y celebi-ado autor, se traía consigo.* Y considerado en esta forma, puedo con propiedad decir de e

este volumen

REY D. SANCHO EL FUERTE 89

tenían por agraviados, el de León en su padre D. Fernando, así en las guerras pasadas como desde la división de los reinos, hecha por el Emperador su abuelo; pues dando á su padr^I). Fernando el reino de León, se le entregó desmembrando de él para aumentar á Castilla muchos pueblos y tierras que pertenecían al reino de León, desde mucho antes que hubiese reyes en Castilla Lo cual había sido y será siempre seminario continuo de guerras entre los Reinos que, como se glorian de que se extienda y dilate mucho su nombre y señorío lle- van pesadísimamente se estreche y mengüe su jurisdicción y nombra- día: y como aguas que se dividieron de un mismo río, forcejan bus- cando la madre antigua para volverse á uniry correrjuntas. Y aunque el rey D. Sancho el Mayor hizo al parecer lo mismo, agregando al parecer lo mismo agregando al reino de Castilla, que fundada en su hijo D. Fernando I muchas de aquellas mismas tierras de León, aque- lla había sido necesidad de la guerra y disposición de rey estraño que disponían á su alvedrío de lo que había conquistado. Pero esta otra había sido disposición de rey natural y doméstico y de padre que testaba á favor de los hijos en buena paz y con más obligación de atender á ella entre sus hijos y vasallos; sin dejarles en el testa- mento los enconos y por herencia la guerra.

1 3 Mucho más arriba subía con los agravios el rey D. Sancho de Navarra, y con espíritu brioso y mal sufridor de ellos todos juntos los revolvía en el ánimo, imaginándose agraviado da los reyes de Cas- tilla, no solo en su padre y abuelo, sino en todos sus progenitores desde la muerte de D. Sancho de Peñalén en tantas invasiones y ocu- pación de provincias pertenecientes á la Corona de Pamplona legí- timamente, y de tan antiguo, y adjudicadas como tales á su primogé- nito D. García su primogenitor Y tanto más impacientemente llevaba estos, cuanto le parecía que los reyes de Castilla en los aprietos que padecían frecuentemente de los moros luego recurrían á caso de re- ligión y á título de ella pedían y negociaban los socorros de los otros reyes sin que pasado el aprieto aquella misma religión valiese si- quiera para contener á cada uno en lo suyo, ni aún respecto de los Et hoc bienhechores y de una misma religión. Sino que antes revolvían con °^f° las fuerzas ó aumentadas ó aseguradas con aquellos socorros contra °'^^«™' los que generosamente los habían dado. Y que toda su razón de Esta- dum, do miraba á adormecer los agravios hechos, mientras duraba eltiem-*^\^^g' po de los aprietos para usufructuar por entonces las asistencias de Jj*"^™' los agravios y halagando con mano y voz blanda de religión los en- puruml

^ o flgura-

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Bum etiam que es Í5) una obra hermosa e' el método, sólida en las pruebas, penetrante etc. enlas dispulas, sublime en los conceptos, varia en laameuidaddelasnoticias, cum elegante en las sentencias, elocuenteenelestiloy tambiénahoraconlosesco- Q^*|°t lios, más espaciosa y extendida con albanza grande de sus autores, dignos ctoris ambos de ser reputados entre los muy eruditos que cada dia produce el^ ame- lande nísimo y íertilisimo pensil de la Compañía de Jesús. Este es mi dictamen, g^^,^' Salvo, etc. En Tafalla á 10 de Septiembre de 1703.— D. Felipe Benardo de piimiis Zabalza y Meneos. Panegir.

90 LIBRO XX DE ANALES DE NAVARRA, CAP. 1.

conos. A esta queja, que ambos Reyes reconocían atribuirán no po- cos esta súbita mudanza de armas favorables, y que corrían de soco- rro en armas de hostilidad rompida: y que por las cosas pasadas, viendo á D, Alfonso de Castilla roto y desbaratado, lograron la oca- sión de acometerle y recobrar lo que sus mayores habían perdido.

14 Pero aunque no negaremos que esta disposición de ánimo fué como yesca preparada que fácilmente levanta incendio con ligera pavesa, como quiera que la pólvora más pronta nose enciende porsí misma y sin que sobrevenga en ella de nuevo alguna centella que le avive: así tinbién creeremos que para el efejto di encan larce esta nueva guerra aquel encono anterior de ánimos fué mas disposición que causa: y que sobrevino alguna otra circanstancia de nuevo que encendió los ánimas di los reyes y acabó de levantar lallamidela guerra V del rey D. Sancho de Navarra especialmente parece que se prueba, i^n atravesándose causas de religión fué sumamente obser- vante y celador de su defensa 3^ propagación En 1 1 jornada que des- pués hizo D. A.If jnso contra los moros de Andalucía y batalla de las Navas de Tolosa, siendo á la sazón las quejas más vivasy deagravios nuevos, mayores y recientes, sin embargo, que elRey de León, primo hermano, y ademas yerno del de Castilla, no quiso moverse, corrió D.jSancho á ayudarle y asistirle con su ejército y persona, posponien- do todos sus agravios á la causa de la Fé. Ahora corría atravesando por Castilla páralos mismos Y si la derrota oída movió el ánimo para cometer al desarmado, y no había para qué volver á Navarra como asegura el Arzobispo que volvió. En Castilla lograba mejor la ocasión; en lugar, ganando muchos lances de la guerra: pues la hacía dentro ya de las entrañas de ella: y en cuanto al tiempo, en la turba- ción grande de derrota reciente y sin darle lugar para repararse de fuerzas Y si el ánimo fuera lograr la ocasión para recobrar las tie- rras que pretendía pertenecerle, por la Rioja y la Bureba hubiera me- tido la guerra; y acercándose más al Rey de León para hacerla jun- tos no por Soria y sus tierras, y pasando á Almazán y sus comarcas, por las cuales, dice el Arzobispo, entró D. Sancho, y corría devas- tándolas.

15 Parece cierto que aquí hubo alguna otra nueva causa que so- brevino después de la noticia de la derrota, y de haberse ya vuelto el Rey á Navarra. Cual fuese ésta no lo avisa el Arzobispo, aunque no parece la pudo ignorar. Y comunmente su narración concisa más re- fiere los hechos que descubre las causas, las cuales se buscan más. Si aquí lo fué alguna destemplada queja en que prorrumpiese el de Castilla con el vehemente dolor de la derrota que tuvo atravesada como espina en el corazón diez y siete años, hasta que se vengó de los moros con la derrota grande que les dio en las Navas: y que la queja fuese tocando en el pundonor á los reyes y queriendo imputar la desgracia á tardanza de ellos por declinar el sumo odio que le car- gaba de las dos Castillas por haber arrojado á tan manifiesta pérdi- da y estrago tanta sangre noble de ambos cuando corrían dos reyes con sus ejércitos á ayudarle y asegurarle la jornada: y que los reyes,

REY D, SANCHO EL FUERTE 9I

heridos de la queja afectada, revolviesen con más natural y más viva queja, notando su sobrada apres'uración, excluyendo dela^doriaque esperó y quiso para solo, á los que había metido en gastos y ries- gos de guerra ajena: y echando menos la urbanidad debida de espe- rar un poco, siéndole tan fácil á reyes solicitados por sus ruegos y primos hermanos ambos, y D. Sancho, por título duplicado de las madres de entrambos: y siendo tan breve el tiempo de esperar que el uno tocaba en los fines de su reino y el otro marchaba por den- tro de él: y siendo materia supuesta que las tropas que se conducen de reinos extraños no pueden llegar tan presto como las que se lla- man de reino propio, por la distancia mayor y que de lance en lan- ce se encendiesen los reyes hasta el efecto visto quede al juicio del lector. En el Obispo de Tuy, D. Lucas, de la misma edad que el Arzobispo, algo se insinúa de esto; Pues dice que el de Castilla no quiso esjyerar á su primo el de León; aunque marchaba con gran- de ejército y, adelantándose á el había llegado en persona á To- ledo. Y ni el Arzobispo dio alguna disculpa de no esperar á los que había llamado y solicitadqjsiendo tan natural el darla en ocasióntal, si la hay.

§■ V.

i 1^ cualquiera manera que esto fuese, ai rc}^ D. Sancho I Ihallamos por Octubre de este año en Navarra y en .M^^Estella, dando fuero á los de la villa de Urroz, ó séale, de vuelta de aquella correría por las comarcas de Soria y Al mazan ó aprestándose para ella. En la carta original que se halla en el archi- vo de aquella villa absuelve á los de ella de cualquiera derecho que les quisiere poner el rico hombre que los tuviere en honor, fuera de los derechos Reales y de que les pueda poner merino. Y quiere que ellos le dijan, y que por él se hagan las ejecuciones. Señálales que paguen al Rey por S. Miguel doscientos y cuarenta sueldos: y que sean exentes de acudir á labores y obras Reales, y de salir sino á hueste con la person.-. del Rey. Dice sígnala carta de su mano y con su signo, y es el águila con las alas abiertas y corriendo por debajo del cuello, y por ellas una banda blanca y otra por el remate, deque usó constantemente hasta la batalla de las Navas de Tolosa después con variedad, alternando á veces la efigie de las cadenas que rompió y ganó en aquella jornada. Dice reinaba en Navarra y Álava, y que eraobispo de Pamplona D. García, ya sin la modificación de electo, y que tenían en honor: D. Fernando Ruiz de Azagra, á Estella; D, García de Baztán, á Arlucea; D. Miguel Lerat, á Artajona; D Jimeno de Aibar, el burgo de Sangüesa; D. Fortuno de Baztán, á Erga; D Martín de Rada, á Caparroso: D, Gómez Martínez, á Men digorría; D. Martín de Subiza, á Cáseda; D. García de Oriz, á Ama- yur, que es Maya, fronteriza á Francia por la parte de Baztán; D. For- tuno de Subiza á Sangüesa la vieja, D. Pedro Remírez, á Vitoria;

92 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. I.

D. Pedro Garcés de Agoncillo, á Portella; ü. Martín IñiguezáLaguar- dia; D. Iñigo López de Mendoza, á Zaitegui; D. Aznar Pardo, á Fal- ces. Parece eran de los principales señores que acompañaron al Rey en estas jornadas, tan contrarias en tan breve tiempo. Es Canciller D. Juan López y Fortunio de Urroz, Notario del Rey, escribió la carta.

CAPITULO II.

I Vistas de los reyes de Navarra, CastllliA y Aragón entre Agreda t Tabazona,

Y irOMENATE DEL VlZCON»E DE TaRTAX AL REY DE NAVARRA. 11. VARIAS MEMORIAS III. TRATADOS DE

Mathijionio de la iii.ja del Mibamamolín con EL Rey db Navarra. IV. Invasión del Mibai£AM0-

LÍN EN TIERRAS DB CRISTIANOS, Y DE LOS REYES DE CASTILLA Y ARAGÓN EN NAVARRA. V. SATISFAC- CIÓN AL Pontífice sohre los tratados del matrimonio, VI. Sucesos del tiempo. Vil. Donación DEL Rey á la Iglesia de Pamplona. VIH, Su jornada á África.

eon la derrota grande de Alarcos y estragos que los 5 vencedores corrieron haciendo por el reino de To- ledo, pérdida de Calatrava, que también ganaron lue- go por combate con muerte de D. Ñuño de Fuentes, su tercer maestre, y mucho más con la perniciosa resulta de la guerra encendida de los reyes de Navarra y León contra el de Castilla, todos los prelados, per- sonas del estado sacro y muchos otros en quienes prevalecía el celo sano del bien público y Religión cristianas á los intereses y pasiones nacionales, entraron en gravísimo recelo de unamuy general ruinade España, semejante ala primera. E interponiéndose con cristiana liber- tad más fiel á los mismos príncipes cuando para su bien los ofende y corrige, que la lisonja que halaga á sus pasiones y las ceba, propo- niendo ante sus ojos la grandeza del riesgo en que sus discordias ponían la repúbUca, en íin, los redujeron muy al principio del año 1 196 á tener vistas y conferencias. Y con efecto las tuvieron los reyes de Navarra, Castilla yAragón entre Agreda y Tarazona, en el con- fín de los tres reinos donde se ven hoy dia las piedras que sirven de linderos, que el pueblo llama la mesa de los tres reyes, con presu- puesto deque todos tres comieron á una mesa, estando cada cual den- tro de su Keino. Kn estas vistas no asistió el Rey de León; ó porque recobradas con ayuda de los moros las tierras de Campos, que pre- tendía pertenecerle, no estaba con ánimo de volverlas y en la confe- rencia se insistiría en que se restituyesen ó porque no confinando el reino de León con Navarra ni Aragón con muchas leguas, en vistas sospechosas no quiso asistir tan lejos de sus señoríos.

2 Ninguna mención hacen de ellas los escritores, siendo tan me- morables y de tanta expectación por haberlas pasado en silencio la brevedad del Arzobispo, y no haberlas hallado en los instrumentos de los archivos. Nosotros las hallamos expresadas en el homenaje,

REY D. SANCHO EL FUERTE gS

que Arnaldo Raimundo, Vizconde de Tarrax, hizo al rey D. Sancho este mismo año por Marzo, haciéndose su vasallo, como se ve en la cámara de comptos y en el cartulario de I). Teobaldo, sobrino y su- cesor de D. Sancho, h^l cual así porque da cuenta segura de esto, co- mo de la venida al mismo tiempo de D. Gastón, Vizconde deBearne, para seguir en juicio en Olite en la Corte del Rey de Navarra la cau- sa que traía contra Raimundo Guillermo, Vizconde de Sola, ó por de- pendencia que ambos tenían del rey D. Sancho (del de Sola no se du- da, y convendríale el de Bearne como á reo en su fuero y antes su Juez) ó por vía de compromiso que ambos hicieron en el Rey; y por- que menciona también como se habían nuestros reyes con los de los de Inglaterra, ya confinantes suyos, como Duques de Aquitania por el derecho de Leonor, hija del santo Guillermo, Duque de ella, y otras varias cosas que todas estaban ignoradas, nos pareció poner aquí. Y traducido del Latín dice así:

3 »En el nombre de vuestro SeñorJESUCRISTO, Ksta es la carta »hecha para memoria de los convenios que Arnaldo Raimundo, Viz- »conde de Tartax, hace á D. Sancho, ilustre Rey de Navarra. Sea, »pues notorio á todos los hombres presentes y venideros que Arnal- »do Raimundo, Vizconde de Tartax, recibe al rey D. Sancho de Na- >varra por señor suyo sobretodos los hombres y se hace vasallo suyo, »y le hace homenaje, que siempre por su voluntad y mandato hará »guerra ó hará paz á todo hombre en cualquiera tiempo que el Rey *se lo mandare. En lo que toca al Rey de Inglaterra, este convenio »nombradamente hace al Rey D. Sancho de Navarra Arnaldo Rai- »mundo, Vizconde de Tartax: que si á caso el Rey de Inglaterra » quisiere emendar los agravios que le ha hecho y se compusiere con »el Rey de Inglaterra, sin embargo de esa emienda de los agravios »hechos y de cualquiera otra cosa, por voluntad y mandato del rey »D. Sancho de Navarra hará guerra contra el Rey de Inc^laterra á »cualquiera tiempo que el rey de Navarra se lo mandare ó hará paz »con el de Inglaterra. En cuanto á Gastón,Vizconde de Bearne nom- »bradamente hace esteconvenioáD. Sancho, Reyde Navarra, Arnaldo ¡►Raimundo, Vizconde de Tartax: que siempre que el rey D. Sancho »mandare al dicho Vizconde de Tartax que vuelva á Gastón de Bé- fame el honor que de él tiene y ha tenido, ora sea en tierra ó »en otra cosa, la volverá al dicho Gastón y por mandado del mismo »Rey de Navarra, le hará guerra ó hará paz con él á cualquier tiem- »po que el Rey de Navarra se lo mandare. Y en cuanto al honor ó ^beneficio Arnaldo Raimundo, Vizconde de Tartax, se pone á la mer- eced y consideración del rey D. Sancho de Navarra para que hágalo »que más le agradare. Y D, Sancho, Rey de Navarra, recibe á Amal- ado Raimundo, Vizconde de Tartax, por vasallo suyo para valerle y 3>ayudarle contra todo hombre. Y Arnaldo Raimundo, Vizconde de »Tartax viene y admite firmemente que si él no atendiere y guarda- »re los sobredichos convenios al rey D. Sancho de Navarra, por el »mismo caso quede por traidor. Fecha lacartaenlaeraMCCXXXIV »en el mes de Marzo, cuando Gastón de Bearne vino á la curia del

q4 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. I

>sobredicho Rey de Navarra á Olite por la causa que traía contra >Raimundo Cjuillermo, Vizconde de Sola, y el mismo Rey de Nava- rra, el Rey de Castilla y el Rey de los aragoneses tuvieron plática >entre Agreda y Tarrazona, en la cual plática intervinieron Gastón de »Bearne y el sobredicho Vizconde de Tartax. Testigos de este acto; »D. Rodrigo, de Baztán; D. Español, de Domedán; ü. Lope, de Val- »tierra. Siendo Cancelario D. Portón, Chantre de la Iglesia de Tu- »dela; Fortuno de Urroz escribió esta carta.

4 Claramente se ve que estas vistas de los reyes fueron muy al principio de este año de 96, pues por Marzo de él en el instrumen- to de este homenaje se habla de ellas como de cosa pasada. Y la ne- cesidad pedía se apresurasen los remedios. Porque se tenía por cier- to que el Miramamolín con la pujanza grande de fuerzas y orgullo de la victoria revolvería aquella campaña. Para obviar á tanto mal muy poco se consiguió en las vistas, y eso solo en cuanto á no gue- rrearlos reyes entre sí. Pero en cuanto á coligarse para guerrear jun- tos contra los moros, nada: causándolo los enconos de ánimos con que entraron los príncipes en las vistas. Durábanle al Rey de Aragón todavía aunque de seis años antes, por las causas que le movieron á hacer alianzas con los reyes de Navarra, León y Portugal, de que se habló al año 1 190. Y el efecto dijo cuan lejos estaba de hacer liga con el de Castilla; pues, disuelto aquel congreso á muy pocos días, se ausentó de España, y pasando el Pirineo, hizo jornada á Francia. Y llegado á Perpiñán, le sorprendió la enfermedad, de la que murió á 2(i de Abril, dejando por sucesor á su hijo mayor D. Pedro, II en- tre los de este nombre en Aragón. Lo que no consiguió viviendo él, consiguió con su muerte el Rey de Castilla por haber quedado el go- bierno de Aragón por disposición del difunto Rey á cargo de la reina Doña Sancha su mujer hasta que D. Pedro, hijo de entrambos, lle- gase á edad de veinte años; aunque le faltaban muy pocos para eso. La madre, como hija del emperador D. Alfonso Vil, del segundo matrimonio con Doña Rica y tía de D. Alfonso de Castilla, inclinó luego hacia él las asistencias de Aragón y cariños del hijo, en tanto grado, que tuvo en élD. Alfonso de Castilla un perpetuo y muy estre- cho amigo que le valió en muchos aprietos sin que dañase ala amis- tad la disensión poco después entre madre é hijo nacida de sospe- charse en Aragón que la madre, enseñoreada de Ariza, Embid, Epila y otras fortalezas cercanas á Castilla, pretendía tener muy allanadas y francas las entradas y salidas en aquel Reino y país de su naci- miento.

5 En el rey D. Sancho de Navarra eran los enconos mayores, así por más recientes, y que no había mitigado el tiempo con la entrada de hostilidad rompiendo por las tierras de Soria y Almazán, y causas que le movieron á aquel rompimiento tan poco antes, como porque eran sobre cosas mucho mayores, Conocidamente y con toda la fuer- za aspiró D. Sancho á recobrar enteramente todas las tierras enaje- nadas de la Corona de Pamplona, la Rioja,la Bureba, lo que se había desmenbrado de Alaba, y lo que en lo antiguo llamaban Castilla la

REY D. SANCHO EL FUERTE 9$

Vieja, como las había señalado D. Sancho el Mayor á su primogénito de quien él descendía, y como se habían recobrado y poseído en el reinado de D. Alfonso el Batallador por el derecho reconocido, aún después que por la muerte de la reina Doña Urraca se había aparta- do de todo lo que pertenecía á Castilla. Quejábase agriamente de la invasión en aquellas tierras del emperador D. Alfonso Vil en la muerte de su padrastro el Batallador, aprovechándose de la turbación súbita de los reinos y discordia de ellos en elegir sus reyes y mante- nerlos: de la invasión en él las mismas y con mayor ensanche de D, Alfonso VI de Castilla logrando la ocasión de turbación semejante en la muerte lamentable de su primo hermano D. Sancho dePeñalén, entrándose con ejército y hermoso pretexto de tio, tutor y valedor del niño Rey, su sobrino, para enseñorearse de él y de los infantes legí- timos sucesores y de toda la casa Real para tener como en prisiones y quitarle de las sienes la mitad de su Corona y en el intento y conato toda. Que en Castilla perpetuamente se había andado acechando la oportunidad de introducirla violencia á tiempo que se lograse y des- pués de todo eso formaban queja de que los agraviados buscasen sa- zón y tiempo para recobrar lo usurpado.

6 A las alegaciones que se hacían de parte de Castilla de los pac- tos hechos entre su padre y el rey D. Alfonso de Castilla, entre Ná- jera y Logroño, respondía eran nulos como hechos con violencia }'■ con apremio de una guerra tan porfiada y amenazada de fuerzas tan excesivamente superiores entonces y que la Corona nunca legítima- mente se divide como el derecho de la sangre y voluntad del fun- dador; admitida expontáneamente y sin apremio por el principal inte- resado la establecieron. Que no es una misma la razón de las Coro- nas fundadas por los reinos que de los bienes libres de un padre de familias de fortuna privada. Y que si aún en estos había tan frecuen- temente vínculos que los hacían indivisibles, cuánto más se debían presumir de esa calidad los reinos y Coronas fundadas á perpetuo con universal consentimiento y vínculo que excluyese cualquiera di- visión en los bienes de pública y suprema institución. Que si en ellos había hecho división la fuerza, ésta solo podía haber dañado en el he- cho y posesión al que no tuvo otro modo de evadirla que haciendo semblante de que cedía lo que no dudó; pues no era suyo en la pro- piedad, sino del sucesor llamado que no consintió en el hecho. Y que los agravios del hierro el hierro los deshacía, y con aplauso y sin la feal- dad con que se hicieron. No desagradaban al Rey de Aragón e.stas res- puestas. Porque, si bien había recobrado, aunque á trozos, parte él y parte su padre todo lo que pertenecía de derecho al reino de Ara- gón, vivía quejoso en cuanto á la partición de las conquistas de las fronteras de los moros, y en general, receloso de lu mucha potencia de los reyes de Castilla. Y la sufriera mejor en el Rey de León distan- te, que en el de Castilla por tantas partes confinante,

7 Como en punto más principal y mas loable se insistió con gran fuerza en la causa de la Religión, que peligraba mucho si los reyes no se confederaban en liga para hacer frente á la morisma. Pero al Rey

96 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. I

O. Sancho se le hacía cosa durísima que la causa de la religión no obligase á D Alfonso de Castilla á restituir lo ajeno, y le hubiese de obligar á él á ceder lo que era suyo. Que si era celo déla Fé, diese á ella D. Alfonso siquiera lo que era menos y era de obligación, cual era restituir lo ajeno y no le pidiese á él, hiciese lo que era incomparable- mente más, como ceder á lo que por derecho era suyo y correr ade- más con ejército á a3'udarle metiendo á su Reino en nuevos gastos, afanes y riesgos de guerra ajena. Y pues los intereses de ella eran enteramente de D Alfonso, los costease siquiera con la restitución la justicia, sin la cual no hay paz duradera. Porque el agravio es semi- nario perene de guerras. Y si le parecía costosa la liga, adviérte- se con su buena discreción que podía esperar de la confederación mu- cho más crecidos intereses y ganados con reputación y gloria que los que largaba á la deuda de la justicia.

8 Los efectos inmediatamente conseguidos descubren se trató también en aquellas vistas de los reyes un punto muy singular, de que hablamos en las Investigaciones, y que con el primer rumor y sospecha movió varios discursos en España y llegó á herir muy hon- damente en el ánimo del rey D. Alfonso de Castilla. Y fué una voz que co- rría yá de que comenzaban amoverse ciertos tratados de matrimonio entre el rey D. Sancho y una hija del Miramamolín Aben Jacub, No era falsa la voz. Porque aquella infanta, querida de su padre con extremo, se aficionó con tanta fuerza del rey D. Sancho de Navarra por sus muchas prendas, y lo que la fama común publicaba de su grande esfuerzo y gen- tilezas de caballero, que, vencido al empacho mujeril y diversidad de rehgión, la laerza de la afición y la confianza en el mucho cariño que sentía en su padre, se atrevió á fiar de él la manifestación de su se- creto amor y el ruego instante de que se le solicita.se por marido. Llegando á extremo tal, que amenazó que no mereciendo buen des- pacho su ruego, se quitaría la vida con un lazo.

í) Extrañó atónito el padre la propuesta. Y más con razones que le dictaba su cariño y deseo de su bien, que con fuerza de severidad paterna, porque se la mitigaba el mismo cariño, procuró desviar á la hija de tan peregrino pensamiento, representando la diversidad de costumbres, lengua, país y sobre todo de religiones, siendo ella paga- na y D. Sancho cristiano: con que no la quería por esposa. Y cuan- do la admitiese al principio por alguna conveniencia de Estado, la aborrecería después y ella misma se condenaba á una vida del todo infeliz y desconsolada, mirada con ojos de aversión de todos los va- sallos del Hey su marido, desterrada y enajenada del todo de su pa- tria y sin comercio alguno con sus naturales, en cuya comunicación repusiese algún linaje de alivio en sus penas: que corriese con la vis- ta todos los principes y reyes de profesión mahometana, que él ofre- cía solicitarla por esposo el de más alto estado, autoridad y poder, y más de su inclinación.

10 Pero la hija, en quien se había entrado la afición sin ser senti- da ni deliberada, y que no amaba porque quería, sino que quería por- que amaba, por ser la tercería de la fama pública casi insensible aún

REY D. SANCHO EL FUERTE 97

al recato sumo, sintiendo en las razones de la disuasión más consejos de igual á igual que fuerza de mandato de superior y autoridad de padre á hija, todo era hacer extremos de desconsuelo en la repugnan- cia, y para vencerla inventar razones: que las hijas de los reyes casi siempre se casaban lejos y fuera de sus reinos porque hallaban en eso mayor decencia los padres que en casarlas dentro con vasallos: que en la religión no había tropiezo alguno; porque ella por casar con el rey D. Sancho estaba resuelta á bautizarse y ser cristiana: que allanado ese embarazo, no era nuevo casarse los reyes cristianos con infantas africanas, ni el rey D. Alfonso, que llamaban Emperador los cristianos y ganó á Toledo, no desdeñó por esposa á Zaida, hija de un rey de solo el reinado de Sevilla: que á ella, hija del Supremo Mi- ramamolín y Soberano Señor de toda África y tantos reinos de Espa- ña, y entre ellos el de Sevilla, y que tenía tantos reyes iguales y su- periores á aquel tributarios y vasallos suyos ¿cómo era posible no la estimase, y en grado de estimación muy alto, el rey D. Sancho, cele- brado por la fama pública de discreto y rey muy apreciador del ho- nor y alteza? Que si en aquel tratado pudiese quedar alguna dificul- tad, pensaba ella que, quedando el allanarla á cargo de la gracia pa- terna, que nunca había sentido esquiva á sus ruegos hasta entonces, cargando á D. Sancho de dones y aumentando el dote, se allanaría sin duda: que el mal despacho de la súphca la daría el desengaño deque había presumido demasiado de su gracia y estimándola tanto el de- sengaño de haber caído de ella: ó no haber subido, cuanto pensó, la condenaría á mucho más triste y desconsolada vida. Y que le impor- taría acabarla á prisa por su mano, como lo haría sin duda echándo- se un lazo, en que estaba con firme é irrevocable resolución.

1 1 Apretaba mucho al padre el lazo tantas veces y con tanto te- són amenazado de la hija. Y conociendo el riesgo y fuerza de un des- pecho mujeril, con quien no vale la razón, pagaba ya la pena del in- moderado cariño de padre á hija, dañoso á entrambos. Y por no ver el malogro de la que tanto amaba, daba lugar á la deliberación y comenzaba á buscar razones de conveniencia en lo mismo que con- denaba, y aún á ponerlas en consultas de sus Ministros primeros. De ellos y de la ansiosa esperanza de la hija emanó la voz que corría yá, Como quiera que lo que mucho se desea y solicita aún por hom- bres no se calla: y que el secreto, cuanto es de cosa más nueva y ar- dua, escarba más en el pecho para prorrumpir afuera. Y en ese esta- do corría la materia cuando las vistas de ¡os reyes. En las cuales con la fuerza del receio grande de D. Alfonso de Castilla se echó la voz q ue corría, aunque con velo de embozo, por estar la materia tan á los principios y en estado tan falible y con la salva de voz increíble, para cargar con más hbertad sobre ella y ponderar cuan terrible nublado podía fraguar contra la cristiandad si pudiera subsistir y cuan ajena empresa sería de los altos pensamientos del rey D, Sancho, si pudie- ra ser verdad.

12 Cortó la plática el Rey aprisa, diciendo no había para qué apresurasen su matrimonio los que no le habían de celebrar: que aún

Tomo IV 7

98 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. II.

no había cargado la deliberación en casarse: que cuando tratase de eso llamaría á la consulta para el acierto á la Religión y á su honor: y tomaría el consejo que le diesen: que cuando se acomodase á lo que el rumor ligero esparcía no haría cosa nueva ni sin ejemplo aprobado de todos los reinos de Castilla y León. Y que aun en ese caso, sisuce diese, procuraría se efectuase con más crecidas conveniencias de la Iglesia y nombre cristiano y de su honor que corrían por su cargo como de quien no podría olvidar de qué progenitores descendía. Que el recelo de la verdad de aquel rumor solo podía herir al que la con- ciencia convencía como á reo de agravios hechos ó mantenidos Y pues tenía en su mano quitar la causa de sus recelos, sería prudencia quitarla y asegurarse de ellos. Sin más efecto se acabaron las vistas sin que fraguase liga como entre metales de temple muy contrario, que no la admiten, dándose á la causa de la Religión y autoridad de los que la celaban por su Estado sola la suspensión de armas y el no guerrearse en él entretanto. Y el Rey de Aragón se partió luego á Francia. El de Castilla á buscar nueva traza para estorbar aquel ma- trimonio, que mucho recelaba, y abrigar su frontera amenazada. Y el de Navarra á su Reino.

§. II.

E""^n Estella le hallamos por Junio dando fuero á los de Múzquiz, Zutindaín, Altazu y Orindaín, y señalando lo ^.^que debía al Rey y absolviéndolos de todos los demás. Dice reinaba en Navarra y Álava, y que era Obispo de Pamplona D. García. Y de los señores con honores del Rey nombra: á D. Fer- nando Ruiz de Azagra, en Estella; Almoravíd, en Aibar; D. Jimeno de Aibar; en el burgo de Sangüesa; D. Fortuno de Subiza, en Sangüesa la vieja; D. Martín de Subiza, en Cáseda; D. Fortuno. Baztán, en Er- ga; D. Pedro Martínez de Lehet, en Tafalla; D. Martín de Rada, en Caparroso; D. Gómez de Agoncillo,en Dicastillo; D. Martín Iñiguez, en Laguardia; D. Pedro Garcés de Agoncillo, en Portella: D. Pedro Remírez, en Vitoria; D. Iñigo I.ópez de Mendoza, en Zaitegui, D. Gar- cía Baztán, en Arlucea; D. Fortón, Chantre de Tudela, Cancelario.

14 De este tiempo es un compromiso del capítulo de Pamplona y el de Tudela, nombrando por arbitros en él á dos canónigos de Pam - piona y otros dos de Tudel?i acerca de los derechos de la Iglesia de Santa María Magdalena de Tudela, que el rey D. Alfonso el Batalla- dor había donado á Guillermo, Obispo de Pamplona, por lo mucho que se señaló en la conquista de aquella Ciudad. antes Gregorio, Cardenal de S. Ángel, Legado en los reinos de España, había dado forma de composición en esta controversia, estando en Sahagún en 29 de Marzo de Iiq3, dirigida al Obispo D, Pedro poco antes de su muerte. Pero con ella no debió de tener efecto. Y se volvió al pleito que ahora se quería concluir por juicio de arbitros elegidos.

iv5 Otro mayor y mas reñido se concluyó ahora entre la Iglesia

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de Pamplona y la de Tarazona por letras de Celestino III de 17 de Abril, año sexto de su pontificado, que corría desde 28 de Marzo de este año, y otras del Cardenal Legado Por las cuales cometía el Papa al Obispo de Lérida, al Prior de Tudela y Abad de Veruela que pusiesen perpetuo silencio al Obispo de Tarazona, D. García Frontín, en la pretensión de las iglesias de Uncastillo, Sos, Luesia y todo el Arcedianato de la Valdonsella; sin que pudiese jamás moles- tar al de Pamplona con pretexto de cualesquiera letras impetradas de la Sede Apostólica, en que no se hiciese mención de aquellas su- yas. Por cuanto, siendo el Papa legado en los reinos de España, había compuesto las diferencias de las iglesias de Pamplona y Zara- goza. Y por lo actuado en el pleito constó con certeza que todas aquellas iglesias pertenecían á la de Pamplona. Y también por letras auténticas del papa Pascual y otrosromanos pontífices, predecesores suyos, -Y es así; y en el archivo de Santa MARÍA de Pamplona se conservan las bulas Pontificias, y el obispo Sandóval produjo algu- nas. Los tres jueces nombrados citaron sin embargo al de Tarazona, señalándole lugar y día por si acaso quería alegar algo que detuvie- se la ejecución de la sentencia. Pero él reconociéndose, como parece, falto de justicia, no solo no compareció, pero ni envió letras de res- puesta, como se lo dicen en la sentencia. Con que, juntándose en la iglesia de S Vicente de Huesca, la pronunciaron de perpetuo silen- cio en la pretensión al de Tarazona.

M:

§. III.

enos de mes y medio después de esta bula despachó 16 I \/ I ^^^^ ^^ pontífice Celestino perteneciente al rey D. San- cho de Navarra. Y por el tiempo en que se expedió, que fué á 28 de Mayo, año sexto de su pontificado, se reconoce fué resulta de las vistas de los reyes entre Agreda y Tarazona como tres meses y med o antes Tiempo competente para haber deliberado este otro medio y llegado á Roma las relaciones que podían aprovechar el matrimonio. Y que no habiendo podido conseguirse en las vistas la seguridad que se deseaba, en especial de parte de D. Alfonso de Castiila, de estorbar aquel matrimonio con la hija del Miramamolín, con el cual se sobreponía tanto en poder el rey D. Sancho, irritado de agravios y príncipe muy belicoso y mal sufridor de ellos, quiso valerse el recelo del brazo poderoso del Pontífice y su autoridad sa- grada para estorbar lo que mucho tenía, que era ver muy poderoso al agraviado. Para lo cual se representó alPontíficequeelrey D.San- cho de Navarra andaba envuelto en ciertos tratados con los reyes moros, con relación muy diminuta, y por el lado que podia hacer vi- sos poco gratos al Pontífice. El mismo explica en su bula la relación que se le hizo, diciendo se había llevado á su noticia que el Rey de Navarra traía algunas inteligencias con reyes moros, los cuales le ofrecían ciertas sumas de dinero porque no tiyudase con su consejo

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ni fuerzas á los reyes cristianos de España. Y manda á Gregorio, Cardenal de San Ángel, su sobrino y legado en los reinos de Espa- ña, que exhorte al Rey de Navarra á dejar aquellos tratados y hacer liga con los reyes de Castilla y Aragón, disponiendo que las tierras que se ganaren de los moros por los tres reyes unidos las partan por partes iguales en los tres reyes, el Cardenal Legado y los Obis- pos de Pamplona, Calahorra y Tarazona.

17 En esta relación que se llevó á los oídos de Pontífice se nota exceso y se nota falta. Exceso: porque los tratados movidos de no ayudar con fuerza ni consejo el rey de Navarra solo era respecto del de Castilla, quien se tenia D. Sancho por agraviado. Con todos los demás reyes de España en paz se mantenía. Y con Aragón, reino confinante, corría la liga defensiva establecida en el año 1 199 entre D. Sancho el sabio de Navarra y D. Alfonso 11 de Aragón. Y la muer te de éste, á 26 de Abril y en región tan distante como Perpiñan, ni pudo tan á prisa alterar la liga de su reino ni mucho menos saberse en Castilla al tiempo en que se escribía aquella queja á Roma. Pues resultaría que en un mes y dos dias corrió la nueva desde l'erpiñán á Castilla; se deliberó y escribió en ella; llego á Roma la queja, se consulto y respondió íi ella. Ciertamente se reconoce que aquella queja siendo de solo uno de los reyes, se dio con sobrada amplitud extendiéndola á los reyes cristianos de P'spaña con el sonido de to- dos para malquistar la causa del rey D. Sancho en los oídos del Pon- tífice.

18 En lo que se nota corta y diminuta aquella narración es que no se habla palabra en ella acerca del matrimonio del rey D. Sancho con su mujer de nación pagana. Porque, oyendo esto, parecía forzoso despertarse el celo del Pontífice á inquirir con qué calidades se tra- taba aquel matrimonio. Y hallándolo que era haciéndose cristiana y bautizándose la hija del Miramamolín, Señor de todo el África y de muchos reinos de España, y que todos estos se deban en dote al rey D. Sancho de Navarra con la esposa, tuviese, como parece cierto, por utilidad pública de toda la cristiandad, que casi la mitad de España, señoreada de paganos, se pusiese debajo del señorío de rey cristiano y con esposa cristiana, y aprobase el matrimonio: juzgando no se de- bían regular las conveniencias de la iglesia Universal por los temo- res y recelos ó conveniencias privadamente de D. Alfonso de Casti- lla. Y así, declinando sagazmente el riesgo de narración llena y cum- plida se sugirió la queja abstractamente y por mayor con solo el nombre de suyo odioso de tratados de no ayudar á los reyes cristia- nos de España y con el sonido de todos; cuando era uno solo el que con aquella traza se desahogaba de la apretura de su recelo.

19 Estas conveniencias se ofrecían al rey D. Sancho departe del Miramamolin Aben Jacub que, vencido del cariño de su hija, sus continuos ruegos y despecho amenazado, se alargó á tanto: inchnán- dole, como suele suceder, el mucho amor que le tenía á buscar con- veniencias en aquel hecho y considerar como tales que, reinando él con soberano señorío en tantos y tan opulentos reinos del África y

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en casi todo lo habitable de ella desde las costas últimas, y más occi- dentales del mar Atlántico hasta Trípoli de Berbería, y el encuentro de las Sirtes por más de mil y cien leguas de longitud y casi doscien- tas de latitud los señoríos que poseía en España, tierra no tirada y contigua como el África, sino cortada con el mar Mediterráneo, se mantenían con suma dificultad y gasto; no solo por las invasiones que hacían en ellos los reyes cristianos sino también por las subleva- ciones frecuentes de los reyes moros que dominaban en ellos, rehu- yendo cuanto podían la sujeción á los Miramamolines, señores de África, y llegando no pocas veces á confederarse con los cristianos en orden á ese intento: que el mantener uno y otro señorío traia muy costosas transportaciones de ejércitos grandes para vencer las difi- cultades de las empresas, y exponiendo las fuerzas á casos incier- tos de la mar; que traía también la necesidad de haber de pasar el mar los Miramamolines en persona; por haberse experimentado infiel la encomienda del poder grande y con el mar en medio, en otras ma- nos que las del legítimo dueño: que pasando él, inevitablemente se seguía otro inconveniente. Y era; que, sintiendo á África desarmada con las fuersas arrojadas fuera, luego tumultaban a¡lá y se subleva- ban muchos reinos de ella, que era el centro y lo sólido del Imperio: que así lo había experimentado él, así su padre y así aún en tiempo de los almorávides, cuantos habían reinado en África y quisieron mantener uno y otro señorío: que, siendo dudosa y disputable la con- veniencia de retener ó soltar aquel trozo de tierras ultramarinas y ceñir algún tanto el imperio, de ninguna manera las podía largar más decorosamente que en beneficio y dote de una hija que tanto amaba, y poniéndolas en manos de un marido allí cercano y sin mar en medio, que con su singular valor y el poder que le aumentaba las sabría bien mantener para su hija y para sí.

20 Tomada esta resolución el Miramamolín Aben Jacub, envió es- te año embajadores á Navarra al rey D. Sancho, ofreciéndole en dote con su hija toda la España que llamaban Sarracénica, que al tiempo era casi la mitad de España: ambas Andalucías, alta y baja, los reinos de Murcia y Valencia, un gran trozo del de Portugal, y no poca parte del de Toledo y de la que llamaban Extremadura por ambas riberas de Guadiana, La oferta, además de las tierras y señoríos, fué tan magnífica y expléndida, que dice Rogerio Hovedén, escritor, no solo de aquella edad, sino que estaba escribiendo al tiempo lo último de sus anales de Ingaterra con las noticias que le llegaban á la reina de aquel reino, Doña Berenguela, hermana del rey D. Sancho y mu- jer del rey Ricardo, que ofreció también el Miramamolín en la emba- jada en parte de dote en dinero la suma que al rey D. Sancho le pa- reciese señalar sin poner tasa alguna y dejándola á su voluntad y cortesanía.

2 í Entraron los embajadores moros en Navarra. Y con los trajes por muchos años no vistos en ella, aparato y pompa con que entra- ron, representando á su Señor, y con el orgullo y jactancia propia de su nación en estos públicos semejantes, movieron tan grande nove-

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dad en ella, que hallamos notado el año con ella como cosa muy sin- gular en un instrumenro de S. Salvador de Leire, y lo.misma serík.en otros. Este es el testamento de un caballero D Rodris^o de Argaiz, que veremos con el honor y gobierno del castillo de Leguín por los años siguientes Dona por él al monasterio de Leire algunos bienes y otros á Santa MARÍA de Roncevalles. Y entra diciendo es testamen- to que hizo D.Rodrigo de Argaiz en la salida de los Sarracenos. Y nota la era 1284, que es este año, y que reinaba en Navana D. .'^an- cho, y que era obispo en Pamplona D, García, (equivocado con la letra inicial común á entrambos sacó Guillermo el compilador del becerro), abad de S. Salvador, D Arnaldo, de Irache; D.Sancho; D. Sancho de Amunárriz, Prior Mayor en Pamplona; D. Lope, Abad en S Miguel de Excelsis: y que dominaban; D. Martín de Subiz !, en Galipienzo; Almoravid, en Aibar; D. Fortuno de Subiza, eu'Sangüe sala vieja; D. Jimeno de Aibar, en Sarafaz, y que eran D Lope de Valtierra, Mayordomo del Rey, y D, Iñigo de Gomazín, iMerino Ma- yor.

§.IV.

Mientras en Navarra, se consultaba en las proposiciones de la Embajada, el Miramamolin, habiendo llamado de los cuarteles su ejército, entró por todo el reino de Toledo devastándele. Y por el efecto parece no quiso tanto aquel año detenerse mucho en cercos de las plazas más fuertes cuantos estragar toda la tierra á hierro y fuego, y gastar todo los frutos para cargar- las el año siguiente mal proveídas y faltas de bastimentos. Pero no dejó de tentarlas por si caían á prisa. Y así tuvo cercada por diez dias la ciudad de Toledo, y después á Madrid, Alcalá, Muete, Cuenca, y Uclés. Y arruinó por todas aquellas comarcas cuanto estaba fuera del ámbito de los muros y los pueblos que halló sin buena fortificación y presidios. Y dio la vuelta por la sierra de Alcaraz. Sin que en todo este tiempo se mostrase el rey D. Alfonso de Castilla con ejército en campaña para reprimir á los moros, reduciendo toda la guerra á pre- sidiar y asegurar las plazas más principales, y cediendo la campaña al enemigo, que la corría como dueño y la devastaba como extraño: ó porque no pudo juntar fuerzas competentes para hacer frente de oposición; aunque ya se le había coligado el rey D. Pedro de Aragón: ó porque le quedaron más los daños y hostilidades de los leoneses. Contra los cuales entró en compañía del de Aragón, y ganó muchos pueblos é hizo muy sangrientos estragos

23 También parece cierto, por lo que se verá dos años adelante, que este año el rey D. Alfonso de Castilla en venganza de la entrada y hostilidades que el rey D. Sancho había hecho por las tierras de Soria y Almazán, y por los enconos con que salió de las vistas entre Agreda y Tarazona, movió guerra contra Navarra, ó antes de la inva- sión que hizo en las tierras de León, ó luego después de ella: y atrajo

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á coligarse con él al rey D. Pedro de Aragón. Y ambos resucitando las alianzas antiguas de partir entre el reino de Navarra, que pa- recía estaban sepultadas, hicieron entrada en ella con sus fuerzas unidas: y que el rey D. Sancho con la entrada reciente en el Reino, dones y mercedes que en ellas no se escusan, exequias Reales y co- ronación, gastos del ejército que aprestó para socorrer á 1). Alfonso de Castilla, y después revolvió contra ella, se vio en grandísima ne- cesidad de dinero. Y el obispo D. García le sirvió en ella con gran fidelidadad y fineza. Y la Iglesia de Pamplona le socorrió en el aprieto con setenta mil sueldos. Todo esto confiesa el rey en la donación que veremos por este servició. Y dice fué cuando los Reyes de Castilla y Aragón, haciéndome fuertemente guerra, intentaron privarme de Reino. Así habla, y es antes de la partida á África. Defendió el rey D. Sancho con tanto valor y fidelidad su Reino, que los reyes aUados no pudieron conseguir efecto alguno de monta. Que á haberle tenido le celebrara el Arzobispo como celebró los que tuvieron en el reino de León. Y omitió del todo esta jornada contra Navarra.

24 A la caída de este año por Septiembre hallamos al rey D. San- cho en Tudela dando fuero á los del pueblo de S. Cristóbal de La- braza. Y es aforándolos al fuero mismo que dio el rey su padre á los de Laguardia, y les da ciertos términos que llama Gorribüsto y Cas- tellón. Dice reinaba en Navarra y Álava, y que era Obispo de Pam- plona D. García Y los señores que nombró son casi los mismos y con los mismos honores que en la carta de fuero á los de Múzquiz. dada por Junio de este año en Estella.

A"

§. V.

unque las letras del papa Celestino no llegaron á con- 25 / % seguir que se deshiciesen aquellos tratados de la Em- bajada, consiguieron por lo menos que se dificultase y

retardase la ejecución: haciéndose varias consultas en Navarra acerca de las conveniencias de aquel matrimonio: y en orden á hacer rela- ción entera y cumplida al Papa y á su legado en España de toda la materia que se trataba: descubriendo lo que se había disimulado en la primera relación de quejas y lo que se había añadido sagazmente para hacer odiosa la causa: representando que no podía ser contra las leyes de la Iglesia el matrimonio de rey cristiano con infanta hija de príncipes paganos, bautizándose ella y haciéndose cristiana: que esa condición se prometía y aseguraba de parte de su padre, y mu- cho más del animo y disposición de la hija resuelta á eso. Y que era más seguro que sin esta condición cumplida no procedería á matri- monio el rey D. Sancho: que con esa misma calidad se había casado D. Alfonso VI, Rey de Castilla, León y Toledo, con aprobación de todos aquellos reinos con Zaida, hija de Benavet, Rey pagano de Sevilla, Príncipe incomparablemente menor que el Miramamolín Aben Jacub Almanzor, Señor de toda África y tantos reinos de España, y

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procreádose de aquel matrimonio el infante 1). Sancho destinado pa- ra sucesor en todos aquellos reinos que aquel matrimonio solo había traído á la Iglesia la utilidad de doce pueblos donados por dote por su padre y añadidos al señorío depríncipecristiano: que el matrimo- nio presente traía en dote más reinos y Coronas que el otro, pueblos, toda la España sarracénica puesta á la sujeción y señorío de rey cris- tiano: cuya dependencia blandamente llamaría á no pocos paganos á la verdadera Religión: y á muchos más la dependencia y ejemplo de la que, habiendo sido de su misma secta, había reconocido y abraza- do ia verdad cristiana y había de favorecer y adelantar en su gracia y en todas sus medras como á los que autorizaban su ejemplo con seguirle que aún cuando no se percibiese mucho de este í; uto, por lo menos se contenían con el imperio y sujeción todas aquellas fuerzas paganas para que no dañasen á la cristiandad, y á veces para que la sirviesenjauxiliares; y cuando no con las armas, con el tributo cuando menos que aquella no podía dejar de ser una maniliesta y muy cre- cida utilidad de la Iglesia y que solo podía doler al que por la suya particular hacía el reglamento de la pública y universal ir la cristian- dad y llamaba religión que el agraviado nunca tuviese poder para to- mar satisfacción ó reducirle á ella: y temía la fuerza, porque nopen- saba deshacer el agravio.

§. VI.

*^n estas satisfacciones al Pontífice, á su legado y al- 26 i-^gunos prelados que, como de^reinos extraños, eran de

JL__-^diverso sentir, y también en disponer y aviar emba- jadores con que, según se ve en el Arzobispo, currespondió el rev D. Sancho al Miratnamolín; en orden á los ajustes se pasó el año i iqy. Sin que de lo doméstico se descubra otra mem >ria perteneciente á el sino una concordia hecha entre el obispo ü. García y el monasterio de S. Salvador de Leire y su abad Arnaldo, habiendo primero com- prometido en jueces arbitros el Obispo eligiendo tres canónigos de Pamplona, D. Benardo, Prior, D Pedro Jiménez, Arcediano de la Mensa ó Tabla, y D. Gaucelmo, Arcediano de Santa Gema: y el mo- nasterio tres monges de él. García Guetádar, Prior; Bernardo de Zúa- zu, Prepósito; Romeo, Camarero; y en caso de discordia á Raimundo, Abad Olivano, Canónigo de Huesca: poniendode pena ala parte que no estuviese á la sentencia dos mil monadas de oro y el perder el Obispo la iglesia de Ibero y Leire el lugar de Amos. Kl efe&tode la concordia hecha por abril de este año de Ctisto y era de César que uno y otro expresa, es; que el Obispo concede al monasterio la mitad de los cuartos de décimas de todas las iglesias del Arcedianato de Aragón, exceptuando las décimas de las iglesias de la Cerera, Casa- nova, Sadava, Gabón.Gambrón, Pueyo, Lampago, Gastillescar y sus términos propios Y en cuanto á diezmar los monjes de sus hereda- des propias, que también se había controvertido, se asienta que de las

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heredades que arrendaron á sus parroquianos y estos cultivaren á ex- pensas suyas, paguen media décima al Obispo Pero que si las ex- pensas del cultivo fueren del monasterio, la décima enteramente sea délos monjes. Confirma la concordia el rey D. Sancho con su signo, y es el del águila.

27 Aunque no sea de las cosas domésticas, importa para saberse la disposición en que estaban, avisar en breve que este año y tercera campana del Miramamolín entró él con gran poder por la (Extremadu- ra y ganó de los Templarios á Santa Cruz, y la arrasó yáTrujillo, y la fortificó. De allí pasó á Placencia y la rindió también, apoderán- dose de toda la tierra por el Tajo arriba hasta llegar á Talavera, que combatió reciamente, aunque no la pudo ganar. Rindió á Santa Ola- lla y la arrasó. Ganó también á Escalona, aunque con muy viva re- sistencia de los cristianos. Echóse Con su campo sobre Toledo para llamar con el riesgo y sacar á campaña al rey D. Alfonso. Y no con- siguiéndolo, se puso sobre Maqueda, que se le defendió' Y queriendo entrar á Castilla la Vieja por el puerto de Cebreros, supo que juntos los reyes de Castilla y Aragón habían ocupado con sus gentes la Palomera de cerca de Avila, fortificándose con la fragosidad y para defender aquella entrada, en que quiebran algún tanto los montes Carpetanos que dividen ambas Castillas. Conque revolvió sobre To- ledo con el mism.o intento de llamar á lo llano al enemigo Pero co- mo no se moviese, volvió á tentar por conbates á Maqueda, que defendieron con gran valor los Caballeros de Calatrava. Y abrasando toda la huerta de Toledo y todas las comarcas; se retiró á Calatra- va para pasar á toda prisa á África por hiberse llegado aviso que un caudillo el más principal y Gobernador que había dejado en Marrue- cos, conjurado con otros Alcaides, se había alzado con ella.

28 A este tiempo le pidió tregua el rey D, Alfonso de Castilla Y el Miramamolín, á quien le importaba para la nueva jornada, se la otorgó y congran celeridad pasó á África y cercó á Marruecos, y despuésde mucha resistencia, arrimando á un mismo tiempo cuatro mil escalas con recio combate, que se continuó sin cesar tres dias y tres noches, metiendo gente de refresco, la entró en fin, degollando álosconjuradoresy oprimiendo la rebelión. El rey D AlíonsodeCas- tilla logró la comodidad de la tregua revolviendo en compañía de D. Pedro, Rey de Aragón contra las tierras de su primo D. Alfonso de León. En las cuale^ gano no pocos pueblos é hizo grandes estra- gos, penetrando con los robos é incendios hasta la ciudad de Astor- ga. De vuelta on la misna hostilidad corrió las comircas de Sala- manca y Alba de Tormes, que pertenecían á León, y ganó en ellas una fortaleza estimada entonces, llamada Monterreal, no Monterrey, en Galicia, como pronunció alguno con poco tiento De vuelta por las comarcas de Salamanca y Alba dice el Arzobispo la ganó. Y en la entrada hacia lo interior de León hasta Astorga extienne su corre- ría Y desde ella, en especial no habiéndola ganado, es muy grande la distancia á Monterrey de Galicia, y toda de muy áspera fragura de puertos y sierras interpuestas, que no se corría tan fácilmente, y era aventurar de conocido y sin necesidad el ejército.

A&o 1198

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§• VIL

Si

íguese el año 1 198, en que parece cierto pasó el rey 1). Sancho á África, ajustadas y aseguradas todas las 'condiciones de los tratados que se habían dispuesto por medio de los embajadores en viados de una y otra parte. Y aunque en las investigaciones señalamos esta su partida á fines del anterior I Í97, nunca hallaremos embarazo en corregir lo dicho y abrazar lo que á más luz y hallando instrumento nuevo descubriéremos verdade- ro. Y para la enmienda de algunos meses que van de diferencia, le hallamos en el cartulario magno, en el cual se ve una carta del fuero que el rey D. Sancho dio á los de Eslaba, inserta en otra de cofirma- ción del rey D. Enrique Pero tan maltratada y gastada que solo se divisa en ella que es fuero ádá) á las de aquel pueblo por el rey D Sancho, que reinaba en Navarra y Álava: que era Obispo de Pam- plona D. García: y que la expedía el rey por el mes de Marzo de la era 1236, que es este año. Y la confirma el rey D Enrique, su sobri- no, nieto de su hermana Doña Blanca, en Olite, año 1274, último de su reinado, con que se ve que por Marzo de este año se tenía el Rey en Navarra La causa de la detención parece fué el haber aguar- dado, como dice el Arzobispo, á que volviesen de África sus emba- jadores, y no haberla hallado estos tan pacificada que corriese el despacho muy pronto. Llegaron en fin trayendo para el Rey muchos dones y dineros, y no menos instancias del Miramamolín para que partiese á su Corte á recibir su hija por esposa. Lo cual ejecutó él, aprestándose para la jornada. Y de despedida ya, estando en Tudela y por el mes de Julio, que asegura de nuevo la correación hecha no queriendo alejarse sin dejar gratificados los insignes servicios del obispo 1). García, y de la Iglesia de Pamplona, expidió la carta Real de donación que se ve en el cartulario magno y también en el archivo de la Iglesia, inserta en la bula de Inocencio 111, que la transcribe toda y la confirma á instancia del obispo D. García á29 de Enero del año 1 129, primero de su pontificado y á pocos dias de su asunción á él. 3o El exordio dice: »En el nombre de Dios Nuestro Señor JfiSU- »CRIST(). Sea notorio á todos los hombres presentes y venideros »que Yo, D. Sancho, por la gracia de Dios, Rey de Navarra, por la sal- »vación de mi ánima y las de mis padres y atención también á los me- rgos del venerable D. García, Obispo de Pamplona, carísin o mío, que >por mucho tiempo y con fidelidad me ha servido y por muchos servi- >cios que la Iglesia de Pamplona me ha hecho, y especialmente por «setenta mil sueldos con que me socorrió estando Yo en muy grande «necesidad, conviene á saber: cuando los reyes de Castilla y Aragón, ^haciéndome fuertemente guerra, intentaron privarme de mi Reino. y Lo que dona dice es aquellos palacios míos de Pamplona con su ^capilla y su huerto, granero, bodega, con todos los vasos y alhajas: y «asimismo la viña y la pieza de Cellalanda enteramente con su era y

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jpdjar. Y esta heredad es aquella que los vecinos de laNavarrería con »voluntad de la Iglesia de Pamplona dieron á mi padre por la fran- »queza general y fuero que mi padre D Sancho, de buena memoria, »les donó. Dono también y concedo á dicha Iglesia que tenga y per- »ciba enteramente la décima de todo el pejje que Yo percibo y debo »percibir en Pamplona. Dono también el sello que tengo en la villa »quese llama Abárzuza, y cualquiera otra cosa que en ella tengo y »debo tener. Y es mi voluntad que de aquí adelante tenga aquella »villa enteramente franca y libre de todo servicio Real, y doy inmu- »nidad de todas las obras Reales á todos los labradores que en ella »t¡ene la Iglesia de Pamplona y la de Roncesvalles. Pero el Obispo íhará que vayan al ejército y á batalla campal siempre que Yo la »hubiere de tener por la defensa de mi Reino Favorece en general »á todos los clérigos del Obispado de Pamplona, y los exime de io- »do mal uso ó extorsión. Y añade: Y no respondan en juicio por ra- »zón de las cosas eclesiásticas ó las de sus personas, sino ante su > Obispo Echa varias imprecaciones al que quebrantare estas co- rsas. Y después de ellas »Fecha la carta en Tudela, en el mes de Ju- »lio, en la era i236 Reinando Yo, D. Sancho, en Navarra y Álava, »siendo D. García, Obispo en Pamplona, y teniendo D. Corbarán á «Estella; D. Gómez Garcés, á Dicastillo, D. Gómez Martínez, á Men- »digorrí; D. Pedro xVlartinez, á Erga; D. Juan de Vidaurte á Capa- »rroso; D. Martín de Subiza, áCáseda; D. Jimeno de Aibaf, á Sangüe- »sa; D. Iñigo de Oriz, á Aibar; D. Pedro Remirez, á Vitoria; D. Fur- »tado, á Zaitegui: D. Martín Ruiz, á Portella; D. Gonzalo de Baztán, ;>Laguardia; siendo D. Remiro Martínez: Mayordomo Mayor; D. Mar- »tin Iñi-guez, Alférez del rey. Es canciller del Rey el que otras ve- »ces, D. Portón, Chantre de la Iglesia de Tudela.

§. VII.

Muy poco tiempo después de esta carta hubo de ser la partida del Rey, según el que señalan de ausencia suya, y lo que se descubre de haber vuelto á su Reino. Más dificultad hay en saber por qué tierras hizo la jornada de África sin tocar en tierras de Castilla y Aragón, que ceñían de mar á mar su Reino, con cuyos reyes había guerreado dos años an- tes; sino es que fuese con beneplácito de alguno de ellos. Porque te- nemos por poco creíble que la emprendiese por mar, embarcándose en las marinas de Guipúzcoa ó parte de Vizcaya, que todavía era su- yo, ó en Bayona y puertos de Aquitania, que pertenecían á sucuña« do Ricardo, Rey de Inglaterra. Porque aquella navegación, atrave- sando el Océano Cantábrico, y luego doblando toda la costa occi- dental de España y parte de la meridional, era entonces poco sabida y menos cursada, y sobre el rodeo grande, muy arriesgada. Si pudié- semos asentir á lo que dijo el Príncipe de Viana, D. Carlos, que el Rey de Castilla, D. Alfonso, aconsejó á su primo D.Sancho la jorna-

I08 LIRBO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. II

da á África para invadirle su Reino estando ausente, ninguna difi- cultad hubiera en el caso.

32 Dos cosas tenemos por del todo increíbles en este dicho del Príncipe. Una: que D Alfonso aconsejase jornada que se hacía para matrimonio que tanto receló y con tantas ansias y trazas en España y en Roma procuró estorbar por lo mal que le estaba. La otra: que el Príncipe hubiera dicho cosa tal si hubiera sabido la causa verdadera de esta jornada. La cual ha estado oculta hasta que sedescubriópor los testimonios que produjimos er^ las Investí oraciones del exactisimo escritor Rogerio llovedéü, que al mismo tiempo y casi al mismo año que sucedían estas cosas, valiéndose de las noticias que por corréosle iban llegando á la Reina de Inglaterra, Doña Berenguela, hermana del rey D. Sancho de Navarra, las estaba escribiendo, y dos años des- pués de éste terminó la excelente obra de sus anales anglicanos. El Príncipe se dejó llevar de la voz que en su tiempo corría de que D. Sancho pasó á África, rogado del Rey de Tremecén y para soco- rrerle contia el de Túnez. Y en hecho de verdad en Tremecén y en Túnez tuvo guerra á esta sazón el rey D. Sancho, como se verá lue- go: y ese eco de la verdad tocó, como suele, en aquella voz falta en cuanto á la causa de la jornada. Paro siéndola causa verdadera aquel matrimonio, es del todo increíble que D. Alfonso de Castilla corriese á la jornada con el consejo, no pudiendo prevenir los sucesos veni- deros contigentes.y tan poco esperados después de ella. A haberlos antevisto era más creíble el consejo, y que la franqueara el paso el que sabido el embarazo del matrimonio y causas de la larga deten- ción de D. Sancho, luego logrando su ausencia y coligado con el Rey de Aragón, le invadió el Reino y ganó no poca parte de él.

'5i Lo más creíble ynatural parece que despuésdeaquella invasión fuerte,que dos años antes hiciei on en Navarra los reyes de Castilla y Ara- gón hubo algún sobreseimiento ó suspensión dearmas, negociadapor los prelados y legado del Papa conforme alas órdenes de bula, ya ale- gada, condolidosdeverabrasarseendiscordiasciviles los reyes deEspa- ña. Y el mismo rey I). Sandio en la donación próximamente puesta á la Iglesia (lePampIona por el socorro grande en el aprieto, habla de aquella guerra como de co.sa pasada y no como presente y que se continuaba. Porque á ser así, dijera que el socorro era dado en la guerra presente Y no dice así, sino que sele dieron cuando los Reyes de Castilla ij Aragón, hacicndome fuertemente guerra^ intentaron privarme de mi reino. Estando las cosas en ese estado pudo él no dificultosamente con moderadas guardias de á caballo de su persona y señores que le acompañaban, en especial valiéndose del secreto, pasando á la ligera sin ruido ni hostilidad, y declinando los pueblos más crecidos, atravesar casi sin ser sentido, por lo menos sin dar lugar áser seguido hasta tocar en tierras del señoríode Albarracín y de los Azagras, tan finos y fieles amigos de la casa Real de Navarra: y más si éstos, sabedores del secreto, aseguraron más el camino, echando á trechos tropas pequeñas de caballos adelantadas para es- coltar al que venía. Igual distancia del reino de Aragón atravesó su-

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abuelo D. García Ramírez desde Monzón á Navarra sin ser sentido, y bien mirado, en jornada más arriesgada. Fuera de que en el cami- no se encontraban, según parece, algunas fortalezas de las que diji- mos ganó su padre en la jornada de Murcia para abrir frontera con los moros que se mantenían al abrigo de los señores de Albarracín.

Y en orden á esto mantuvo él mismo muy dentro de Aragón la fuerte plaza de Rueda tantos años como se ha visto. Y el hijo adelantó las conquistas de aquella misma frontera con las fortalezas y castillos que le confirmó el pontífice Honorio III, de que se hablará después.

Y es cierto que fué tanto y tan frecuente la comunicación de los seño- res de Albarracín con los reyes de Navarra aún en tiempo de guerra roía, que parece forzoso hubiese camino 3^ paso de comunicación ase- gurada con fortalezas á trechos Y ni ahora era menester cuando co- rría la suspensión de armas,

34 Y la asegura de nuevo un instrumento de la Iglesia de Pam- na. Por el cual el obispo D García trueca unas cosas y huerto que su iglesia tenía en Huesca por otras que Doña Maria de Narbona da en la misma Ciudad, en el barrio de S. Vicente. Lo cual dice el Obis - po, que hace por ruegos de la llustrísima Doña Sancha, Reina de Aragón, Condesa de Barcelona, Marquesa de Proenza (con todos esos títulos la nombra.) Es el acto del mes de Abril, era 1236, que es este año. Y en guerra rota no ruegan las reinas á los del reino gue- rreado. Ni de su hijo el rey D, Pedro se podía recelar armase celadas en el viaje; pues no se descubren causas algunas de enconos con Navarra, antes bien, liga defensiva continuada hasta la mutrte de su padre: ni le herían tanto los recelos de aquel matrimonio como á otros y que si entró en la liga pasada, más fué por aumentos de estado que esperó, que por quejas de agravios y causas que para ellas se sepa se le hubiesen dado.

35 Asi que este camino por Albarracín, confinante luego con tie- rras que reconocían al Miramamolín, parece fué el que llevó el Rey en su jornada y el que pasaron á ida y vuelta los Embajadores de una y otra parte El arzobispo D. Rodrigo dijo hizo el rey la jornada con pocos de sus magnates ó ricos hombres. Y á alguno le sonará á que fueron pocos los que apiobaron aquel matrimonio. A nosotros nos parece más natural que dejando su Reino, aunque no en guerra rota, entre amenazas de ella, los dejó para defensa de él mientras volvía, que pensó sería muy en breve.

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CAPITULO III.

I. Detención del Rey D. Sancho en África y causas de ella. II. Invasión de los Eeyes de Castilla y Aragón en Navarra 111. Cerco de Vitoria y pérdida de Álava y Guipúzcoa. IV. Vuelta del Rey á Navarra. V. Rogerio Ilovedén defendido en la Relación de estas co- sas del Rey D. Sancho

M^

§. I.

ientras el rey D. Sancho navegaba á África, se turbó fiM ^ I \/ I ^^'^^ ^^^^' y saltando de la nave, la halló con muy di- jLfJL verso semblante del que imaginaba cuando se hacía á lávela. Halló muerto al Miramamolín Aben Jacub Almanzor: pues- to en el gobierno un hermano suyo, por nombre Brahém, por los po- cos años del hijo y sucesor que dejó, llamado Mahomad, y por so- brenombre Enacer, en que nuestra lengua vale el Verde, por el tur- bante que de continuo usó cuajado de esmeraldas: y con la entrada de nuevo gobierno rebelados algunos reinos de África, en especial los de Tremecén y Túnez, que, teniendo debajo del tributo muchas regiones de los numidas, llevaban pesadamente reconocer con él á los almohades y su Miramamolín: y aun rendidos, escaseaban á la Corte de Marruecos la obedencia en que primero con la fuerza de las armas y después con la grande autoridad los había contenido el difunto. Acerca de su muerte refieren cosas muy extrañas algunos escritores árabes. Dicen que cuando ganó á Marruecos con el memo- rable asalto dicho, el caudillo principal y demás alcaides compañe- ros de la rebelión se retiraron á la Alcazaba ó Alcázar de la Ciudad. Y que habiéndolos apretado con gran fuerza, se le rindieron, en fin, habiendo negociado por un morabito que mucho estimaba Aben Ja-^ cub, su palabra Real de perdón de las vidas asegurada con juramen- to. Y que, llevándolos sobre ese seguro á su presencia el morabito, el Rey, arrebatado de la cólera con su vista, desprendiendo el calzado morisco se le tiró á la cara al caudillo principal é hizo luego degollar á todos en su presencia: y diciendo que al traidor no se le ha de guar- dar más fe que la que él guardó á su dueño. Y armando unos gran- des tablados desde fuera de los fosos hasta el almenado entró en la Alcazaba á caballo sobre los muros; por haberlo jurado así Añaden que, pasado el furor de la cólera que le había enojado, cayó en él tan fuerte arrepentimiento del juramento quebrantado y tan grande era- pacho de haber faltado á la palabra Real, que, no pudiendo sufrir la vista de las gentes, se huyó desconocido de su Palacio y Corte y des- aparecí.', súbitamente. Y que se decía había pasado en peregrinación ala casa de Meca para alcanzar perdón de su pecado: y poco después había muerto en Alejandría de Egipto en oficio humilde y bajo.

2 Fuese la muerte natural ó civil, destierro voluntario, y enaje- nación del comercio humano, ya qu e no es fácil ni importa el averi-

REY D. SANCHO EL FUERTE III

guarió el rey D. Sancho halló el gobierno de África en otra mano que la que había solicitado su jornada all.'t. Y pudiera la mudanza grande de las cosas haberle desengañado de que su esperanza pu- diese tener efecto si á la perfidia africana le bastara faltar sencilla- mente y una vez sola á lo pactado con solo daño ajeno; pero pasó continuando la fraude á que fuese también con utilidad propia. Con la noticia de que navegaba ya el rey D. Sancho y llegaría presto se consultó entre los Ministros del nuevo Gobierno que se haría acer- ca de su pretensión y tratados ajustados por el difunto. 1.a aversión grande á la Religión cristiana y suma autoridad que le había de con- ciliar el abrazarla la hija del Miramamolin de África y España pri- mer príncipe y protector de la secta mahometana en menosprecio de ella, y en cuanto al dote de la España sarracénica, el dolor de enaje- nar por solo antojo mujeril tantas y tan ricas provincias que tanta sangre habían costado, la diminución de rentas del erario público, y aún más que la atención á él, el haber de cesar á los mismos Minis- tros los intereses particulares que les producía la dependencia y pro- visión de tantos puestos y gobiernos, arrebató a todos al consejo re- suelto y -uniforme de cerrar la puerta al matrimonio.

3 Menos mal si se hablara claro; pues se compraba con solo un daño un desengaño provechoso, que hubiera hecho torcer la proa al rey para volver á cuidar de su reino, aunque fallido de la esperanza de los prometidos. Pero quisieron también sacar utilidad de la fraude. La sublevación de los reinos que habían roto la obediencia al nuevo Rey en su errada los tenía en mucho cuidado. Y para allmarlos les pareció aprovecharse del singular valor, grandeza de ánimo y pru- dencia militar del rey D. Sancho, que mucho se celebraban, cebando en la esperanza del matrimonio y dote prometido: juzgando que Rey tan inclinado á las armas había llevado también por compañeros de su jornada cabos lo más experimentados y señalados enellas, quepo- drían aprovechar mucho en la guerra, en especial manejados por su rey. En esa conformidad, disimulando el engaño, luego que aportó en África, le llegaron al rey D. Sancho correos con cartas llenas de cariños dictadas de los del Gobierno y firmadas del niño Mahomad: que las novedades que habían hallado en África no tocab^in ni po- dían á cosa tan sagrada como pactos ajustados con la suma pruden- cia y autoridad de su padre y señor. Aben Jacub, de quien se pre- ciaba más ser hijo que heredero de su Corona, y m/is de ser imitador de su nobleza en los hechos y observancia de la palabra Real, quede la felicidad en conquistar muchos reinos: que todo lo prometido es- taba pronto; y que le rogaba corriese á la Corte del Rey de Marrue- cos, suspensa con la expectación de su llegada, para llenarla de go- zo con ella y celebrar las bodas.

4 El Rey, que presentaba más la sencillez, pundonor de la pala- bra, y las artes de soldado que las cabilaciones de cortesano, creyó, y corrió á la Corte. Y aunque el recibimiento fué con toda ostentación y significaciones de agrado, muy aprisa se le dio á entender que los Ministros primeros del gobierno habían hecho reparto y representa-

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ción que, siendo tan reciente la muerte, de Abel Jacub, Príncipe tan esclarecido, gloria y honor de los almohades, parecían intempestivas y menos decentes á la veneración de hijo lloroso por su falta las ale- grías públicas debidas á bodas tales. Y que siendo inexcusable el diferirse algún tiempo, parecía dispuesta por el cielo la llegada del rey D. Sancho, que con su gran valor y prudencia militar en el ínte- rin los reinos rebelados á la obediencia del que tan presto había de ser su cuñado y saludar su hermano y gobernar su bastón supremo, ya que él por sus pocos años no podía: y hacerle en ese oficio el de Padre y tutor, marteniéndolo en la herencia entera del Imperio de África: que el ejército estaba pronto para la jornada, y de tal calidad, que gobernado por caudillo semejante y amasado con los fuertes guerreros, aunque pocos en número, que consigo había traído, con- siguiesen de carrera la victoria: que conseguida ella con la celeridad que se esperaba, sería el tiempo oportuno de celebrarse juntamente la gloria del vencimiento y las bodas Reales.

5 Alteró al Rey, aunque no penetró todo el fondo de la fraude, el mal semblante de esperanza diferida, y mucho más la dilación de tiempo que forzosamente traía la conquista de reinos rebelados y el riesgo del suyo rodeado de reyes y naciones émulas con su detención larga; en África. Y así respondió que ninguna encomienda le pudiera ser tan estimable y tan de su inchnación como aquella sino la impo- sibilitara la necesidad precisa de volver á toda prisa á su Reino, deja- do casi á merced de reyes émulos suyos por ir á cumplir su palabra y tratados ajustados con embajadas de ambas partes: que aun la pasa- da á Afíica con la brevedad con que pensó volver en materia ya del todo ajustada, la habían calificado algunos por riesgo temerario por la necesidad grande de su presencia en su Reino que la detención le traía un grande é irreparable daño, que cuando no le miraba como propio de su persona le debía mirar como tal por la persona de la Infanta, en cuyo detrimento redundaba igualmente.

6 A este recado corriendo en mucha parte, aunque no del todo, velo del engaño, se respondió con amenaza descubierta de no dejarle volver á su Reino y detener su persona y las de los suyos sino se encargaba de la jornada y conquista encomendada; aunque por en- gañar de nuevo, envolviendo la amenaza entre seguridades fingidas de cumplir todo lo pactado. Acabo de reconocer el Rey, aunque con dolor tardío y arrepentimiento desaprovechado, el grave yerro de haber puesto su persona á merced ajena, en especial de bárbaros mahometanos, sin con Dios ni con los hombres Y abominando la pérfida africana, no en vano condenada en todos siglos, y nunca con más razón que en el suyo, y en el tratamiento de su persona, y des- pedazándose de coraje de tan indigna alevosía, en secreto y con los suyos habiendo ya la cólera desahogada en quejas dado lugar á la deliberación, trató con ellos del remedio llamando la necesidad ala consulta. Ella dictaba que el agravio, que no puede evadirse ni ven- garse sin nuevo y mayor daño, debe disimularse y guardarse lajusta indignación á cuando aproveche, no derramarse cuando dañe y em-

REY D. SANCHO EL FUERTE. I ¡3

peore el estado de las cosas: que también es acto de la fortaleza y dig- no de varón magnánimo y constante reprimir y vencer la cólera in- discreta, y aunque merecida, temeraria por no guardar las circunstan- cias del tiempo: ai cual como ¿instrumento muy singularmente suyo templa la prudencia las consonancias agradables de sus aciertos.

Y acomodándose el rey al consejo, y reponiendo en el seno más hondo de su pecho la ira de tantos derechos divinos y humanos que- brantados, de hospitalidad, pactos nupciales y sobre todo la injuria alevosamente cometida contra su persona Real, se esforzó á serenar el semblante y mostrar agrado en la empresa. Y para que se creyese, y la mudanza súbita de afectos no descubriese el verdadero, prosiguió mostrando algún dolor por la falta que hacía en su Reino; pero tem- pladamente, como quien esperaba en Dios que, oprimiendo muy á prisa la rebelión, rompería presto aquel embarazo. De esta suerte se encargó de la empresa, recibió el bastón, y se entregó del ejército.

Y mezclando en él los señores y caballeros compañeros de su fortu- na y las guardias de su persona, metió la guerra por las fronteras de los rebelados con el ardimiento y celeridad de quien guerreaba á todo trance por su libertad, oyéndose luego por África muchos prósperos progresos.

§. II.

I "vero apenas tocó la voz en España de la detención vio- ^lenta del rey D. Sancho en África, y se aseguraron de ella, y de que iba muy á la larga su ausencia allá, los re- yes D. Alfonso de Castilla y D. Pedro de Aragón, cuando luego se hicieron el señuelo de la conspiración común. Y dando con el hecho solo por fenecida la suspensión de armas y aprestando las suyas inva- dieron al reino de Navarra como tierra sin dueño por la primavera de este año 1 199. Y de común consejo, aunque con los ejércitos divi- didos y por partes más distantes para causar mayor terror, el de Castilla acometió por la parte de Álava y después de varios trances de armas ganó á Miranda de Ebro y á Inzura. El de Aragón por la frontera y raerindad de Sangüesa, y ganó Aibar y la villa y castillo de Burgui, una de las siete del valle del Roncal. Para que estos daños y los siguientes fuesen más inevitables conspiró la fortuna adversa, no solo en tener casi como prisionero en África al rey D. Sancho, que con su presencia había contrastado guerra de coligación semejante tres años antes, sino también en quitarle los que podían serle ó valedores ó medianeros para templar la guerra.

8 Ricardo fué rey de Inglaterra, su cuñada y su confinante por los estados de Guiena. El cual teniendo cercado el castillo de Cha- luz, que otros llaman Calvea en el vizcondado de Limosin, y rodeado desarmado las murallas para dar asalto, fué herido mortalmente por el hombro izquierdo de una saeta que le atravesó, flechada de arco recio desde la muralla por un soldado que unos llaman Beltrán Gur- Tomo IV 8

114 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. III.

dún, Otros Pedro Basilio, (dispararían á una y competirían el hecho como suele suceder) y murió á 8 de Abril de este año, y á los cua- renta y dos de su edad, dejando viuda á la reina Doña Berenguela, hermana del rey D. Sancho, y en mala sazón para entrambos: para el Rey, su hermano; porque no se duda haría con su marido los buenos oficios de representarle muchas veces detenido con perfidia en Áfri- ca, como lo había sido el mismo Ricardo de vuelta de la jornada de Jerusalén. Con que le movería más con la semejanza de la calami- dad. Y además de ella, guerreado en ausencia al mismo tiempo con tan poca humanidad de los reyes, sus primos hermanos, coligados para destruirle, Y aunque D. Alfonso de Castilla tenía por mujer á Doña Leonor, hermana de Ricardo, es de creer prevalecería la causa de D. Sancho por mejor y de más humildad para valerle, y el rue- go continuo de consorte al lado al de hermana, y de lejos. Y cuando no llegase á ganarle por valedor del ausente y detenido, por lo me- nos le reduciría á buen pariente, que, cogido entre parientes reñidos entre sí, es medianero para la paz sin hacerse parcial.

9 Pero aún de ese remedio privó la fortuna á D. Sancho con la muerte intempestiva del cuñado, de sumo dolor para la Reina, que recibió juntos los dos golpes, prisión de hermano y muerte de mari- do, habiendo no mucho antes tenido que lamentar en el Rey su ma- rido la prisión que ahora lamentaba en su hermano. Pues, volviendo de jornada glorioso y muy útil á la Iglesia que había hecho á la Tie- rra Santa, arribando naufrago á la costa de Dalmacia, fué preso y de- tenido mucho tiempo, y por príncipes cristianos en gracia del empe- rador Enrique V. que le achacó agravios para detenerle: y con tan poca consecuencia del pretesto tomado, que le confesó públicamente inocente de ellos. Y sin embargo, detuvo al prisionero hasta que re- cibió rescate de su libertad: y tan grueso, que hubo de prestar lo sa- grado, sus riquezas para costearle el rescate. De muchas pruebas le pareció á Dios capaz y digna la virtud heroica de la reina Doña Be- renguela. El arzobispo D. Rodrigo, que la alcanzó viva muchos años, celebró su viudez santa, empleada toda en oraciones y limosnas y ejemplos singulares de santidad con que encendía para la imitación á todas las matronas en la ciudad de Maine, cabeza de los pueblos cenomanos, que se le había dado en arras y su entierro en ella. De esta suerte se frustró aquella esperanza, que podía aprovechar al rey D. Sancho; que al mismo tiempo iba conquistando reinos ajenos, y para ajeno dueño con un linaje de felicidad infeliz; pues era con ne- cesidad de perder parte del suyo. Y los reyes coligados, fenecida la campaña gastada en ganar unas plazas y tentar otras, volvieron á in- ventar á sus reinos con más interés que gloria; pues volvían vencedo- res del ausente y detenido que presente poco antes se había despeja- do de sus armas coligadas.

REY D. SANCHO EL FUERTE II5

§. in.

|1 año siguiente, y secular I2C0, cebados con las pre- 10 msas del anterior revolvieron con nueva fuerza contra xaoo

[Navarra. Y el de Castilla entró segunda vez por Ala- va ó acompañado del Rey de Aragón y su ejército, como algunos escriben, ó como parece más creíble, el efecto lo arguj^e y Rogerio insinúa, divididos los ejércitos de común acuerdo: y entrando el de Aragón por su frontera para hacer diversión y urbar más como en casa que se arde por distantes partes y con la variedad y discordia de pareceres á ninguna se acude con lo que se podía. El de Castilla juz- gando era gastar mucho tiempo de la ausencia favorable á él ir cer- cando otras fortalezas menores, tuvo por más acertado cargar una de más importancia cuya ruina se llevase consigo otras. Y con este de- signio con todo su poder se echó sobre Vitoria. En la cual, dice Gari- bay, que reconocido el intento del de Castilla, se encerró con buenas tropas de navarros y naturales de Álava, D. Alfonso Fernández de Guendulaín, á quien dice había dejado el Rey por Gobernador del Reino en su ausencia. En lo cual no hallamos cosa que poder asegu- rar, ni hemos podido descubrir cómo ni en quién quedó encomenda- do el Reino. Tales han andado nuestras cosas. Lo que parece más verosímil es que si el infante D. Fernando, hermano del Rey, tenía edad competente, como parece por la carta que firmó el año 1189, quedaría en el Gobierno: y cuando no fuese del todo cumplida, el honor de Lugarteniente, aunque adicto al consejo de varones sabios. Entre los cuales no dudamos tuvo mucha mano el obispo D. García, así por lo que se ve obró después, como por la gran satisfacción que el Rey tenía de su mucha lealtad y servicios hechos. El encerrarse en la plaza el Gobernador único de todo el Reino parece increíble; aun cuando fuera la plaza Capital y primera de todo él. Y fuera de que tiene contra si la práctica inconcusa de todas las gentes, el daño de tan pernicioso consejo se venía luego á los ojos á cualquiera; pues era de contado estrechar y ahogar todas las influencias del go- bierno general y cortar todas las esperanzas del remedio, dejándole fuera turbado todo. Si D. Pedro Remirez no fué de los señores que acompañaron al Rey á África, parece que á él le tocó la defensa de Vitoria; pues le hemos ido viendo por tantos años continuadamente teniéndola en honor y gobierno.

1 1 Como quiera que de esto fuese, lo que consta es que el cerco se comenzó con baterías, asaltos y todo rigor de las armas: y que los cercados emprendieron la defensa con muy fuerte y denodada resis- tencia: y que se derramó mucha sangre en ella. Gomo se ve en el arzobispo D. Rodrigo y lo indica un instrumento del archivo de San Millán. Por el cual el rey D. Alfonso de Castilla dona ciertas franque- zas y exenciones al maestro Diego, que llama su amado, y á su mu- jer Doña María y dice es por las curas que hiciste en mis soldados

Il6 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. III.

heridos. Y aunque es de nueve años después el lugar déla data, que es Vitoria, y en compañia de su mujer Doña Leonor y sus hijos D. Fernando y D. Enrique, debió de despertar la memoria de aquel servicio, aún no del todo galardonado. Es de estimar la memoria; porque en ella es confirmador el arzobispo D. Rodrigo, llamándose ' electo de Toledo, Primado de España. Lo cual consuena con los años que el mismo cuenta de su dignidad al acabar su obra: y arguye las buenas noticias que tendría de los trances del cerco de Vitoria, ha- biendo estado en ella tan pocos años después con los Reyes.

12 El cerco se llevaba con tan restada braveza de los cercados por el valor de los que se habían encerrado para la defensa y fideli- dad grande de los de la comarca, y singularmente de los moradores de Vitoria, que tenía muy recientes las cariñosas memorias del rey Sancho el Sabit.', que diez y nueve años antes había fundado aquella población, fortalecídola de murallas y ennoblecídola de privilegios; y querían gratificar al hijo lo que quedaron debiendo al padre, que el rey D. Alfonso viendo se le atenuaba y gastaba mucho el ejército tuvo por más acertado mudar la forma de la guerra y llamar por au- xiliar de sus banderas al para hambre, que obrase lentamente dentro lo que él no podía con la fuerza de los combates afuera, cercando de fosos y fuertes empalizadas á los cercados para estorbar sus salidas y cerrando las avenidas por donde les pudiese entrar socorro. Estaba la plaza medianamente provista de víveres. Y para que fuesen más en el efecto y uso, comenzó luego la cauta providencia para socorro del hambre venidera á no dar á l;i que de presente había tan cumplida la satisfacción, distribuyendo parcamente el bastimento; pues tan poco pedía tanto el asedio lento como el trabajo y afán continuo de los combates. Por todo pasaba la lealtad y valor de los cercados y la bue- na disposición de ánimos, sulridora de muchas y grandes incomodi- dades.

13 había como cinco meses que estaba sitiada Vitoria, resuel- ta á perecer en la demanda antes de entregarse sin expresa voluntad del Rey (¡ilustre ejemplo de fidelidad y constancia!) cuando el Obispo de Pamplona, D. (jarcia, coi otro ejemplo digno de semejante alaban- za, sabedor de la necesidad y riesgo, corrió á los reales del rey D. Al- fonso: y cenia grandeautoridad que tenía obtuvo de él pasará África con uno de los caballeros cercados, elegido porellos, para dar cuenta al Rey I). Sancho del estado de la plaza y obtener su consentimiento en que se entregase. Así se hizo señalándose término para la vuelta. Y el obispo y caballero, acompañado á largas jornadas y suma dili- gencia, corrieron en busca del Rey y, atravesando el mar, llegaron á África. Tuvo poca razón Garibay y algunos pocos que le siguieron en defraudar al obispo D. García de la gloria de esta jornada tan arrebatada, por mar y por entre bárbaros, de quienes pudo tener lo que su Rey estaba padeciendo, para moverle con su mucha autoridad y valimiento, si la causa por misma no le moviese, á alzar á los de Vitoria el homenaje para que no pereciesen. Pues escribieron que este piadoso oficio le hizo L). García por aviso que envió al Rey por

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carta, no con la jornada que hizo. Y agravando la culpa, citó á este mismo paso al arzobispo D. Rodrigo como autor de este su dicho.

14 El Arzobispo que estaba tocándolo todo con las manos es- cribió el suceso con estas palabras. Fero el venerable D. García, Obispo de Pamplona, amable por la inclinación á la liberalidad^ habiendo averiguado el peligro de la hambre, caminó á toda priesa á tierra de los árabes al rey D. Sancho con uno de los cercados. Y habiendo representado la verdad del estado, obtuvo del Rey que Vitoria se entregase al Rey de Castilla, i volviendo al tiempo se- ñalado con aquel caballero, que los cercados en Vitoria habían destinado, declaró el mandato del rey D. Sancho, de que Vitoria se entregase, y lo efectuó. Hasta aquí el Arzobispo, que aún en la gran concisión con que escribe tuvo por caso indigno callar un ejemplo tan ilustre y tan digno de Prelado, de conmiseración y caridad cris- tiana, con tanta fatiga y á tantos riesgos verdaderamente heroica, que se ve aquí transformada en haber escrito una carta de aviso, y cuando más de ruego. Tanto puede el temple de las plumas.

16 Hallaron los legados al rey D. Sancho, vencedor ya de mu- chas de las provincias rebeladas al niño Mahomad; aunque no acaba- da de allanar á obediencia de él parte de la empresa admitida. Y fué tal la fiereza de aquellos bárbaros, que ni la fealdad de la perfidia, ni la monstruosidad de la ingratitud en caso tal los movió á soltar la presa y dejar libre al rey D Sancho para volver á socorrer su Reino, que por causa de ellos peligraba. Antes de los beneficios recibidos por sus conquistas tejieron nuevo eslabón á la cadena de prisión á favor de su esperanza, queriendo exprimir con nueva fuerza todo el jugo del valor del Rey para su interés. No tuvo necesidad de tan acepto intercesor como el obispo D. García, la piedad y nobleza de ánimo del Bey. Que oyendo con gran dolor el miserable estado de sus vasallos cercados, y engrandeciendo con palabras de la primera estimación su gran valor y suma lealtad, alzó al punto el homenaje para que pudiesen entregarse al Rey de Castilla porque no se per- diesen tan honrados vasallos. Por padre verdadero de ellos le califi- cara el juicio de Salomón; pues los quiso más hijos sanos y enteros aunque enajenados de sí, á provecho de su enemigo, que despeda- zados á despecho de su envidia bastarda para nuevo y mayor dolor suyo. Y habiendo conservado con D. García y el caballero acompa- ñado, informándose de las demás cosas del estado de su Reino, y ponderado con ellos con dolor, pero de varón magnánimo, los mons- truosos sucesos de su fortuna, que le sacaba al teatro de las gentes vencedor á un mismo tiempo y prisionero, conquistador y perdiendo tanta parte de su Reino, y que pudiese haber juntado, que él viviese tan atrozmente herido de la perfidia de los bárbaros, y ellos junta- mente tan seguros de la fe de su palabra, les dio las órdenes secretas, que pareció podían aprovechar en tiempo tal. Y llenándolos de espe- ranzas de volver muy aprisa, según el estado en que llevaba la gue- rra ajena, y mandándoles los pubHcasen y asegurasen á todos, los despidió con presteza porque pudiesen llegar á tiempo que no se

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perdiesen los que tan finamente le habían merecido el cuidado de su salud. Y con la misma presteza y nuevo coraje volvió á adelantarlos progresos de la guerra, viendo lo que le importaba concluirla.

1 6 Llegaron de vuelta los embajadores á Vitoria para el tiempo concertado. Y habiendo el Obispo expuesto el mandato del Rey acer- ca de la entrega (que mandato le llama el Arzobispo y no sola licen- cia ó permiso). Tanto cuidó el Rey de honor y salud de los cercados, que quiso asegurar esta con fuerza de mandato: y en cuanto al honor quiso pareciese había sido necesaria fuerza de tal para rendirse lue- go se comenzó á tratar de la entrega. El Obispo de Bayona, D Gar- cía de Eugui, en su crónica y por relación de otras anteriores dice que después de haber llegado la orden del Rey absolviéndolos del homenaje, se detuvieron sin embargo diez y siete dias sin entregarse haciendo requirimientos jurídicos en los lugares más principales de Navarra en orden al socorro que ofrecían esperar, y tomando legal- mente cartas de lo que se le respondía. Séase en eso, que las crónicas dicen, el tiempo gastado ó en negociar con la detención las condicio- nes más honradas de la entrega, mirando la duración, que dicen fué de siete meses, y las demás circustancias que corrieron, él fué uno de los cercos que con más honra y reputación se leen sustentados de los cercados. Y de que hubiese sido este año de 1200, por que no le falte á suceso tan memorable la certeza del tiempo, ya en las investi- gaciones exhibimos instrumento legítimo de testamento que en él se hacía, y remata diciendo: Fechada la carta en el año del Señor mil y doscientos, en aquel año que la villa de Vitoria estaba cer- cada. Y como en cosa tan digna de memoria, añade también la era de César i238.

17 Como si en Vitoria se hubiera comprometido el vencimiento significado en su nombre como por agüero, con la entrega de ella cayeron á prisa otras varias fortalezas de Álava y toda la provincia de Guipúzcoa enteramente. Y se fué enseñoreando de ellas el rey D. Alfonso, como las va contando el arzobispo D. Rodrigo; S. Sebas- tian, Fuenterrabía, Beloaga, que era un castillo en el valle de Oyarzun, de que se ven las ruinas, Zaitegui, Arlucea, Aizorroz, Vitoria la Vie- ja, que hoy llaman Victorian, Marañón, Ausa, Atáun. En tantas pér- didas y tan cercanas se retuvo, sin embargo, Treviño constantemen- te sin caer, y también Portella. Aunque después en las paces obtuvo D. Alfonso á Treviño por trueque de Inzura, que también se perdió, y recibió á Portella, restituyendo á Miranda

18 Lo que se perdió, aunque mucho, no se admira, sino lo que no se perdió. Porque en un desamparo tan fatal y ausencia del Rey tan lejos y tan larga de casi tres años, es de grande extrañeza que dos reyes tan poderosos y coligados tantas veces en partir entre á Na- varra, y campeando sin miedo de ejército enemigo, ó no tentasen las ciudades y plazas más principales de ella, Pamplona, Tudela, Este- Ha, ni Sangüesa, tan en la frontera, y las otras de la misma calidad, ó que éstas, tentadas, no cayesen, mirándose destituidas de toda es- peranza humana de socorro; sin la cual ninguna plaza se ve subsistir

REY D. SANCHO EL FUERTE II9

ni se reputó por fuerte. Parece cierto que suplió mucho de lo que fal- taba de fuerzas y esperanza de socorros la fidelidad y resolución res- tada ú todo trance con que se sabía aguardaban el riesgo: y la insigne y prolija resistencia de Vitoria ayudaría á contener á los reyes para no tentar ó no proseguir lo que hacía semblante de cosa muy ardua. En conclusión; Rogerio Hovedén dijo que el Rey D.Alfonso de Cas- tilla ganó en esta ausencia del rey D Sancho veintey cuatro castillos ó lugares fuertes, y el rey de Aragón diez y seis. En la otra liga de los mismos reyes contra Navarra el año 1 196, aunque cargaron con toda fuerza como se vio, ninguna plaza se perdió, ahora muchas. Tanto daña á los reinos una ausencia, en especial larga, de su Rey; pues despierta guerra donde no la habría: y movida, todo el cuerpo de la república flaquea por falta de cabeza.

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§. IV.

ientras estas cosas pasaban en Navarra y provincias ic) I \/ 1 "^^ ^^ Corona, el rey D. Sancho, abrasándose de la de- .tención de guerra ajena que tanto le dañaba, hacíalos últimos y más ardientes esfuerzos por concluirla, y corría, como dice el Arzobispo, varias ciudades de África jpor causa de la reducción^ que así habló: y fué un muy obscuro enigma para los que han igno- rado la causa verdadera de haber pasado D. Sancho á África y de su detención en ella. En que habló con toda claridad Rogerio Hoveden y sin el velo de que usó el Arzobispo. Pero á quien con cuidado mira, luego se le descubre la consonancia de ambos dichos, y que aquel correr de ciudades por causa de la reducción fué cargar sobre ellas con las armas para reducirlas á la obediencia del niño Mirama- molín Mahomad, como expresó Rogerio, dejando allanados y rendi- dos todos los reyes que en África se habían rebelado con ocasión de la muerte de su padre Aben Jacub, á quien Rogerio con alguna inmu- tación del nombre peregrino llama Boyac, y el Arzobispo llamó siem- pre Jusuf: creeremos fué aplicándosele por nombre patronímico como á hijo que era de Jusuf. Pero por no haberlo advertido, ocasionó á muchos escritores modernos el yerro de confundirlos hechos del hijo con los del padre. En menos de tres años, dice Rogerio, concluyó el rey D. Sancho, favoreciéndole Dios, y con su gran trabajo el allana- miento de las rebeliones de África, y que el niño Mahomad fué acla- mado Emperador en ella. Y ajusta bien la cuenta como de dos años y medio de la detención del rey D. Sancho en África, habiendo par- tido poco después de Julio de 1 198 para ella. Y se ve que aquella guerra se concluyó ó muy al fin del de 1200 ó muy al principio del siguiente en que entramos; porque por el mes de Marzo de éste ya le hallamos en Tudela por instrumento público.

20 El arzobispo D. Rodrigo dice que volvió cargado de dones del Miramamolín. Parece que aquellos bárbaros, habiendo cesado ya el interés de detener más tiempo al rey D, Sancho y la codicia

120 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. III

que les hacía atropellar todo respeto honrado, entraron en algún em- pacho de lo que tan feamente habían obrado con él, y quisieron do- rar de alguna manera tantas perfidias cometidas, y la última de no darle la esposa tantas veces pactada por su padre y por ellos mis- mos. De la cual nada más se habla en las memorias antiguas ni ha- llamos qué decir con fundamento. Entre gentes tales de sospechar es que pereció á manos de los Ministros de su hermano en odio de pe- dir el Bautismo y de temer también pereciese á manos de su despe- cho, ejecutando lo que tantas veces amenazó á su padre. Con la ho- norificencia del pastón encomendado para allanará África, y cargan- do después con la riqueza de los dones en la despedida, afectaron los bárbaros pareciese de oro la cadena de la prisión del Rey. Pero no lo consiguieron en la estimación de las gentes; porque ningún oro puede dorar hechos tales. Aunque al Rey siempre le quedará salva la gloria que tácitamente le confesaron en su misma perfidia haber tenido necesidad de un rey y caudillo estraño, y preso por traición, para reparar su Imperio, que se desmoronaba Más lucida cadena, aunque de hierro, ganará de ellos el Rey doce años adelante.

21 De este tiempo que estuvo el Rey , en África, y de que como hombre de robustas fuerzas y grande ánimo hacía diversión á veces mientras daba treguas la guerra, de la casa de leoneses, se ve una memoria todavía en el claustro de Santa MARÍA de Pamplona, y ala entrada desde él á la capilla de las reliquias que llaman de Bar- bazana. Entre las demás labores que adornan aquella entrada, son dos estatuas grandes yestimadas por el primor de los Príncipes de los Apóstoles, S. Pedro y S. Pablo. A la de S Pedro sirve de pedes- tal una piedra muy bien labrada, que representa al Rey á caballo y con el escudo Real de las cadenas, y un león de grande corpulencia asaltándole sobre las ancas del caballo, y al Rey vuelto de medio la- do hacia el, recibiendo el acometimiento en el escudo, y porque debió de hallarle el caso súbito sin lanza, con la espada empuñada como rejón y atravesándosela del alto á bajo hasta la guarnición. Las ca- denas en el escudo arguyen no se pusieron no por suceso anterior á su reinado; pues aún no se habían ganado ni tomado por blasón; y el grabarse solas demuestra no pertenecer al rey posterior. Porquedes- de la entrada de D. Teobaldo I, susobrino é inmediato sucesor, siem- pre constantemente se cuartearon las cadenas con las armas de cam- paña ó de los otros estados que fueron entrando en la corona de Navarra Con que se ve pertenece la piedra al rey D. Sancho, y que se labró algunos pocos años después de este y cuando se habían ya ganado las cadenas Y es muy natural fuese cuando el Rey allí muy cerca y en el mismo claustro colocó en la capilla de la Cruz el can- cel ó red de hierro que rodeaba la tienda del Miramamolín Maho- mad el verde, que ahora reinaba niño y con sola esa disculpa de lo que se obró con el rey D. Sancho: y que la alegría reciente de aque- llos despojos africanos, ganados en la de Tolosa, despertase la memo- ria de algún memorable y muy aventurado trance, andando el Rey á montería en África.

A=

REY D. SANCHO EL FUERTE 121

cerca de las causas de esta jornada del Rey á África y

22 /% matrimonio tratado nos interpela un escritor moder no, de grandes estudios y mucha ciencia en otras fa

cultades, aunque notan feliz en la déla Historia, á quien quisiéramos más nombrarle para seguirle, que haberle de callar por no poderle seguir, salva la verdad y entereza debida á la Historia. I>a cual prohi- be también la omisión y silencio de este caso, que podía ser el cami- no medio de evadir las estrechuras de él. Porque, habiéndose errado tanto en las causas de la jornada del rey D. Sancho á África y deten- ción en ella que ocasionaron tan grande pérdida é inmutación en el Reino: y descubiértose en fin, la verdadera, y apoyádola nosotros en las Investigaciones con testimonios de escritores gravísimos y coetá- neos, el arzobispo D. Rodrigo, que la insinuó, aunque con mucha obscuridad, y Rogerio Hovedén, que á velo corrido y con sincerísi- ma claridad la sacó á la luz pública: viéndola ahora modernamente reprobada y con desprecio por este escritor, pudiera parecer el silen- cio y falta de defensa táctica confesión de que ha tenido razón para re- probarla con mucho perjuicio de la verdad que, conocida, no se de- be desamparar. Y sería dejar una parte tan principal de la Historia fluctuando entre opiniones y á la posteridad defraudada de la seguri- dad que busca en los escritos.

23 Este escritor, pues, habiendo asentado sin prueba alguna en cuanto se ve, que la causa verdadera de la jornada del Rey á África fué por haber los reyes de Castilla y Aragón coligados arrojado muy entera la tempestad de sus armas para toda la conquista de Navarra, y que pasó el mar para tratar en la Corte del pagano de las alianzas y asistencias délos moros para la defensa de su Reino, añadió: sien- do esta la causa natural de este temerario viaje, y hallándose es- crita por el arzobispo D. Rodrigo, que había nacido vasallo de este Rey y le conoció bien, es indecible cuan extravagantes y aún mons- truosas causas han querido jyersuadir los historiadores navarros. Y habiendo reprobado algunas, y pasando á lo que descubrió Roge- rio HoveiJén, no dudó notarla con estas palabras: ^^ero otros, para que nada se deje por intentar en lo posible, han creido á Rogerio Hovedén que tejió como buen inglés la hermosa novela de que la hi- ja de Boyac, Emperador de África, se enamoró desde tan lejos del rey D. Sancho de Navarra y se le pidió á su padre para marido tan de veras, que le amenazó que se quitaría la vida sino lacumplm esto su deseo, etc. Y porque nosotros en las Investigaciones abraza- mos esta causa que descubrió Rogerio como quien la estaba viendo cuando escribía, y la apoyamos con no pocas consonancias de instru- mentos y sucesos del mismo tiempo que indicaban lo mismo y tes- timonios del Arzobispo que, aunque oscuros, tenían gran correspon- dencia con lo que descubrió Rogerio^ y se descifraban muy clara-

122 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. III.

mente con la luz que él dio, no dudó pronunciar contra nosotros to- do lo demás que aquel autor añade, exornando el cuento de los dis- tantes ij locos amores de la infanta mora y de la nunca vista prodi- galidad del Rcij, su padre, no pide especial relación ni impugna- ción.

'Í4 Muchas cosas juntas extrañamos en este escritor moderno. La primera, el tratamiento que hace á Rogerio Hovedén, conociéndo- le tan poco, que aún el nombre le ignora, pues le llama Hogeríco, siendo tan célebre su nombre de Rogerio Hovedén y su obra de «Los Anales Anglicanos» tan estimada y alegada frecuentemente por los es- critores de primer nombre. Carga sería pesada al lector el exhibirle los extraños y domésticos que se valieron desús testimonios con toda estimación y como de escritor gravísimo y digno de toda fé. Produ- ciré dos por muchos, porque valen por ellos. El eruditísimo cardenal Belarmino en el «Libro de los Escritores Eclesiásticos >, piedra fidelí- sima de toque de los quilates de cada uno y falta de ellos, habló así de él: Rogerio hovedén, historiador insigne, escribió dos libros de los anales anglicanos con muy grande diligencia y llegó hasta él rey Juan, que comenzó á reinar año de Jesucristo 1 199 Sea el otro, y Cardenal también de la Santa Iglesia Romana, luz y ornamento de la Historia y varón, no solo de un siglo, sino de los doce que ilustró con sus escritos, y porque se dice mucho más con solo el nombre, César Baronio, el cual no solo honró á Rogerio Hovedén y su obra de «Los Anales Anglicanos» con muy frecuente elogio de escritor muy exacto y exactísimo; sino también valiéndose de sus testimonios con gran frecuencia: y esto no como quiera, citándole á bulto, y por mayor en confirmación de sus doctrinas, sino también ingiriendo á cada paso muy largos textos de sus escritores, en especial en su to- mo duodécimo. Y con tal estimación de su mucha fe y legalidad que, habiendo narrado todos los sucesos de la abjuración del cisma del emperador Federico y reducción á la obedencia del pontífice Ale- jandro 111 en Venecia, y autorizándolo con las actas mismas que se conservan en la biblioteca vaticana escritas por testigo presente á aquellos actos, y por otras semejantes que de letra lombarda se con- servan en la iglesia de Salerno, escritas por Romualdo, Arzobispo de ella, que intervino en todos aquellos actos como Embajador de Gui- llermo, Rey de Sicilia: y lo que más es, habiéndolo autorizado tam- bién con muchas cartas del pontífice Alejandro lil para varios prín- cipes, á quienes dio cuenta de todo como en negocio el más grave y más deseado de la Iglesia; sin embargo, sobre tanta autoridad le pa- reció podía añadir alguna el nombre y fama de Rogerio Hovedén, y lo confirmó todo con su testimonio como de escritor muy exacto, que vivía al mismo tiempo.

25 Pues historiador de esta calidad y de quien hicieron tan alto concepto los escritores de primera estimación ¿le pareció á este au- tor moderno á propósito para sacarle en el teatro público de la Histo- ria sentado al t?lar tejiendo novelas hermosas? Y no halló modo más decente de tratarle? Disculpará quizá el tratamiento con decir

REY D. SANCHO EL FUERTE 123

que no le conoció. Y se lo creeremos fácilmente. Porque además de ignorarle el nombre, parece imposible que si hubiera leído lindera- mente siquiera sus obras, no le hubiera engendrado cariño y estima- ción grande el candor y sinceridad legalísima de narrar las cosas tersamente: lejos de todo encarecimiento y afecciones nacionales, y con la calidad que se alaba en el agua, pureza sin resabio, ni olor pegadizo, y la grande, muy singular y muy recóndita noticia de los archivos públicos, con que muy frecuente da la mayor firmeza á lo que escribe con los instrumentos auténticos que ingiere de los he- chos de los reyes y de las Cortes convocadas, Sínodos Concilios na- cionales y Epístolas Pontificias que se ignoraban. Y Baronio,no solo se las admite, sino que las transcribe y confiesa, las copió de él por su mucha y legalidad. Y así admitirerros la disculpa de no haberle conocido como dicha con- verdad. Porque es cierto que á haberle conocido hallara que de ningún escritor desdecía más la censura que de él dio, llamándole tejedor de novelas hermosas. Pero de la discul- pa admitida resulta un cargo grave. Y es: el mal indicio que induce el no haber conocido siquiera por relación de los demás á escrito de quien hablaron tantos con aplauso, y de su misma profesión, de Histo- ria, y que corrían con ella los mismos años que este autor moderno con la suya, y no pocas veces los mismos sucesos de su Reino como también Rogerio. Fuera de lo que dicta la prudencia natural y tam- bién la justicia, que también alcanza á la honra de los muertos, de que hombre que no se conoce jamás se desprecie, en especial con desprecio de censura pública.

Agrava el cargo la materia. Porque no es acerca de alguna circunstancia ligera, en que es fácil yerre cualquier escritor por muy grave y exacto que sea, y de la misma edad en que sucedían las co- sas que escribe, que eso se ha de dar á la flaqueza humana y perdo- nárselo los unos á los otros; sino una larga cadena de sucesos esla- bonados: una princesa enamorada de un rey por la fama que corría de sus grandes prendas: instancias á su padre para que se le solicite por esposo, y amenazas de quitarse la vida sino asiente á su ruego: embajadores enviados por el padre con dones y dote prometido de reinos: embajadores con que responde el Rey llam.ido: conciertos ajustados de desposorios: jornada del Rey á ejecutarlos atravesando el mar: muerte en el entretanto del Rey que le llamó: sucesión de su hijo niño: reinos rebelados á la Corona: turbación déla Corte: Mi- nistros apoderarlos de los pocos años del Rey, y tomado por expe- diente detener al Rey llamando y entretener con la esperanza envuel- ta en amenaza: halago del bastón;y este logrado en conquistas ajenas por cerca de tres años. ¿Todo esto pudo fingir tiradamente y en rela- ción continuada un escritor á quien los de mayor nombre llamaron historiador insigne, diligentísimo, muy exacto, exactísimo, y de tanta fe y autoridad, que en fuerza de ella transcribieron á la letra muchas páginas suyas para mazizar sus escritos?

2? ¿Y en qué tiempo fingía tanta multitud de cosas juntas? (El tiempo también se arma con nueva fuerza para derribar censura tal.)

124 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. III.

Al tiempo mismo que estaban sucediendo las cosas que narra y en año, que á ser así, tenía á todo el linaje humano por testigo presente de sus impudentísimas mentiras, y él se echaba sobre el sambenito de eterna infimia. Porque Rogerio acababa su obra el año mismo en que el rey D Sancho volvió de África á Navarra, y solo saludó con su narración la entrada y principios del reinado del rey Juan de Ingla- terra, hermano y sucesor de Hicardo. Y siendo cosas tan públicas y ruid( sas, como ellas mismas dicen, á ser falsas ni l'Airopa ni África podían dudar de su enorme y monstruosa falsedad, ni dejar de abo- minar del autor de ella, que, abandonando del todo la honra, se atre- vió á mentir tantas y tan graves cosas en la cara y á los ojos del mundo, que estaba viendo todo lo contrario. ¿Esto pudo parecer creí- ble á la credulidad más fácil y de más ligero movimiento? A los sa- grados Doctores de la Iglesia les pareció tan fuerte este linage de ar- gumento, tomado de la incredulidad de mentirá los ojos del mundo en cosas públicas y muy recientes, que les pareció convenientes arri- mar con él á la autoridad sagrada y suprema de los escritores canó- nicos de la vida, doctrina milagros y muertes de JESUCRISTO, la autoridad y crédito de la fe humana, que se tomaba de él. En el sen- tir de este autor moderno, ó como más creemos, en la consecuencia no prevista de su dicho, enervado quedaba este argumento, que pa- reció bien á tantos y tales ingenios.

28 Y agrava mucho más el cargo de esta censura el autor ([ue la da. Porque en un larguísimo discurso que hizo en su obra pretendió con más ardiente que feliz conato poner á todas horror sn la inspec- ción de los archivos o instrumentos de grande antigüedad, que son los monumentos y memorias seguras que de ella nos han quedado por la gran falta de escritores de aquellos tiempos. Y encareciendo con grandísimo exceso la confusión y tinieblas que aveces causan los escritores con sus controversias, y sm discernir ni distinguir entre los que con loable afán, que estimaran los juicios sosegado, despejan las tinieblas y esclarecen las cosas, y los que con lámala inteligencia au- mentaron la obscuridad, condenándolo todo sin excepción ácaos uni- versal de confusión Sin advertir que casi en todas las naciones son muy obscuros los principios de losreinos y se disputan y controvierten los primeros reyes: y que en las mismas ciencias puramente de dis- curso y razón no es muy frecuente la demostración cierta de las co- sas, sino que tienen también su parte que llaman tópica; no de otra suerte que los mismos cuerpos naturales se componen de ¡miembros no igualmente hermosos: y que con la variedad y contrariedad de las opiniones puede pretender también poner horror al estudio de las demás ciencias y reducir á los hombres á la inercia y tedio de todo estudio con la melancólica desesperación de los académicos, de que nada se sabe.

29 Llegó, en fin, á decir, encareciendo éste, que pinta tan horro- roso caos exhalado de la confusión de las opiniones que »yá las >eras de César son años de Jesucristo: los guarismos se adelantan »ó atrasan á otros siglos; lo comido de las letras en pergaminos y pie-

REY D. SANCHO EL FUERTE 125

»dras deja al entendimiento en ayunas y en hambre irremediable de la »verdad. Los números lombardos y godos se enredan con nudos y »cadenas, ó se destrozan con borraduras y cortes de la lima del tiem- »po, ó se hacen inútiles por la varia interpretación ó voluntad de los «lectores. Los rayuelos, los puntos y las figuras hacen dudosa la »significaciónpara los cómputos. Este privilegio se admite comolegí- »timo, aquel se reprueba: y pocos no se disputan, y muchos merecen »las disputas; y aún no pocos ni las merecen. Los patronímicos con - »funden poco menos que distinguen. La pueril Gramática, de aquellos «tiempos yerra y engaña: la ignorancia de los escribientes marea: la »osadía de los copiadores arroja tierra: la temeridad de inventores >de libros y papeles antiguos impacienta: la ligereza desús defenso- »res hace imposible la persuación de la verdad: y también el empeño ))de los modernos todo lo impuü:na y todo lo pretende hacer evidente, «adelgazando los discursos hasta aniquilarlos Y así sobre la antigua »tempestad de tinieblas cae otra moderna, tan impenetrable y espan- >tosa, que hace desesperar á los má'í valerosos si la temeridad de es »cribir por imaginarias no saca ó arroja á la orilla al escritor. » Esto úl - timo parece fué lo que se pretendió; allanar el camino con la imposi- bilidad encarecida de que haya otro: y facihtar la licencia de escribir Historia por la imaginaria: y como fin primero de la intención, ponerle en la ejecución á lo último, precediendo todo aquel aparato encarecí- dísimo de confusiones y caos que engendran imposibilidad como me- dios y torcedor para que se dispense en la imaginaria, á que parece inclina.

3o En lo cual tres cosas podemos decir á este autor. La primera: que nos causa grande espanto que, habiendo representado tan formi- dables é insuperables montes de dificultades en escribir la Historia por los archivos, instrumentos antiguos, inscripciones de sepulcros y otras piedras, y las demás cosas de que ella se vale como de princi- pios, sintiéndolo así de veras, haya sin embargo tenido tan espantosa animosidad de escribir Historia: y correr con ella no solo otros tiem- pos sino también lo que más acusa de caliginosos y llama los tres primeros siglos de ignorancias: sino es que para el caso se haya so- corrido de la imaginaria La segunda es, que en Flistoria que sea pura- mente natural, como inscfibió la suya Plinio y Aristólcs la saya de los animales, nada vale la imaginaria sino la experiencia y observa- ción de efectos naturales. Ea la que más comunme ite llamamos His- toria, y de aquí se habla, y es la que se conforma de hecho? libres y contingentes de los hombres ó naciones está tan lejos la imaginaria de sacar el escritor á la orilla, que antes le hará dar á cudt paso en mil escollos y bajíos; porque es navegar por golfo borrascoso y en nocheobscura sin aguja náutica ni derroteros que le guíen. La misma imaginaria algún fundamento de memoria pasada h.\ de tener para atinar de alguna manera, y lo demás sería desatinar. Fuera de lo que agrava la concienc a el afirmar aquello, para lo caai ningún furnia - mentó se tiene: y eso sería lo finísimo de tejer novelas hermosas La tercera cosa es: que la Iglesia para las decisiones de las Tradiciones

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Apostólicas, los Tribunales para sussentencias jurídicas se valen de los archivos públicos y de los instrumentos de elJos, y cuanto más an- tiguos los estiman más; sin dar lugar á la temeridad y vagueación de la imaginaria. En la cual no pudo escusar este autor el reconocer al- guna temeridad, aunque se ve la quiso escusar é indicar esperanza de fruto en ella. Que de los tres siglos que llama de ignorancias casi todo ese intervalo menos alguna mínima parte está bañado de mu- chas luces que le esclarecen en los instrumentos de los archivos, en relaciones antiguas de toda fé, en testimonios de escritores, parte coe- táneos, parte muy cercanos, si parcos por forasteros, por eso mismo menos sospechosos en lo favorables, y que á veces entre sus cosas despiden hacia las nuestras algunas centellas de claridad y en preñez de breve clausula dicen mucho que sirve en fundamento ala pruden- te conjetura, con la cual, en lo que se alcanza la luz de lleno, cum- ple loablemente el escritor avisando que no pasa de ella y se le admi- te y aún aplaude el lector si es legítima y él de juicio sereno.

3( Ni porque haya variedad y encuentros de opiniones se han de imputar siempre las tinieblas á las cosas: á veces están más que en ellas en los ojos teñidos con que se miran y en los ánimos con que se entra en el examen, preocupados de empeños ya hechos y resolución tomada de mantenerlos á todo trance. Y como en otras ciencias no se de- ja de esforzar la verdad conocida, por más que la renitencia terca no se rinda ni á la demostración cierta, pidiendo socorro á la lengua cuan - do desfallece la razón: así tampoco el historiador legítimo y amarte- lado de la verdad debe acobardarse de defenderla por la resistencia de las opiniones, sino mantener lo que está á su cargo y forcejar, en que si no quedan convencidas y mudas las lenguas y las plumas, lo queden por lo menos los entendimientos hacia dentro: y cuando no de los que disputan, por lo menos de los que sin facción, sin empeño hecho, sino con sincero deseo de apurar la verd id oyen y escuchan. Si en alguna cosa ú otra se echa menos mayor claridad sin empacho confiesa la ingenuidad histórica es aquella la parte tópica de esta fa- cultad, como la confiesan en otras los que las profesan y el escritor pasa por ellas de ligero, insinuando ó su inclinación ó su indecisión, y defiriendo el juicio al lector sin que por esto sea necesario condenar á asalto y por mayor y con clausulas universales tantas memorias de antigüedad y escritos modernos sin individuar con determinación materias. Porque el censurar así es muy grave indicio de que el cen- sor rehuye la satisfacción y la respuesta. Ni es bien por una peque - ñisima parte menos clara condenar á tinieblas trescientos años y tantos instrumentos y memorias de la antigüedada respetable á la lo- breguez de calabozos subterráneos.

32 Pero, sin embargo, después de tan general devastación nos quedaba para consuelo una esperanza. Y era: que este autor nos de- jaría siquiera inconcusa y salva la autoridad de los escritores coetá- neos y del mismo tiempo en que las cosas sucedían, como testigos presentes á los hechos que se narran para guiarnos por ellos. Pero hallo que toda esta esperanza nos la siega en flor: y porque no reto-

REY D, SANCHO EL FUERTE 12/

fíezca nos la arranca de raíz cuando veo, que llama tejedor de nove- las hermosas á Rogerio llovedén, historiador aclamado por insigne y exactísimo, y no como quiera coetáneo, sino que escribía estos suce- sos públicos y ruidosos en los años mismos que iban sucediendo, y los últimos en el año inmediato á ellos. Pues díganos este autor so- bre qué cimientos se ha de fabricar, y sobre que bases estribar la historia? Y cómo sabremos lo que ha pasado en el mundo en los tiem - pos antiguos para enseñanza de las costumbres, para noticia de los derechos de los reinos y repúblicas, para alabanza de los hechos loa- bles, para vituperio de los no tales, con que sirva á la corrección el miedo de la fama? A los privilegios de los archivos públicos y bien acreditados llama oráculos, duendes, (palabras suyas son), que Zurita los temía y Mariana los despreciaba. Lo cual no hallamos que sub- sista: sino todo lo contrario, y que se aprovechan de todo los que pu- dieron descubrir con más ó menos trabajo que pudieron poner en su alcance. Los pergaminos é inscripciones de piedras dejan al entendi- miento con hambre: las eras de César son años de Jesucristo: los guarismos se adelantan ó atrasan: los números lombardos y góticos se enredan con nudos y cadenas: la pueril Gramática de aquellos tiempos yerra y engaña: los patronímicos confunden poco menos que distinguen: y finalmente toda la antigüedad es caos de confusión y marco de cabezas: y en que no se puede hacer pié con buena fé: y lo último que le restaba á la esperanza, que era la autoridad de los coetáneos, y con tanta cei cania, que es contigüidad, lo deja tan desau- torizado, que á Rogerio Hovedén, con todas las calidades dichas lo asientan al telar para tejedor de novelas hermosas. Con que se ve cuáles dejó á los demás. Pues díganos cómo se ha deformar la Histo- ria y cómo formó la suya? Y acabemos de sacar del error con que ha corrido hasta ahora el mundo. A ningún historiador de cosas muy antiguas le nació la fuente de las noticias dentro de los umbrales de su casa. Hala de traer de muy lejos y á veces por montes y riscos, aunque no tan inaccesible, como encarece este autor, para hacer, se- gún parece, forzosa la imaginación; pero si que sehan de vencer con grande afán y tesón de la laboriosidad. Pues ¿cómo hade conducir la fuente á su casa si la corta todos los arcaduces sin dejar alguno y cierra todos los portillos por donde se había de encaminar? ¿Por la imaginaria? Sería por el aire. Y por el aire no se conducen las fuen- tes: ni es lira de Ampión que atrae los peñascos; ni cítara de Orfeo, que llama los rios y las fuentes con el encanto de la música.

33 Y en gracia de quién juzga le había parecido á Rogerio her- mosa esta novela para tejerla en lisonja de él? El es un caso lastimoso y digno de compasión: un rey entrándose en (]orte ajena, fiado en pactos de desposorios, asegurados con embajadas de ambas partes y por turbación del Reino muriendo al tiempo el que los solicito: dete- nido por razones de Estado con perfidia en Nación tan notada de ella en todos siglos: y por causa de la detención injusta perdiendo muchas plazas de su reino. Esta desgracia ¿en gracia de quién lo pu- do fingir Rogerio? N6 del rey D. Sancho, que la padeció. No de su

128 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. III

hermana DoñaBerenguela, Reina de Inglaterra al tiempo, atravesada de dolor por la desgracia del Rey, su hermano, que solicitaría y ten- dría por momentos los avisos más seguros de cuanto iba pasando y se los irían dando desde Navarra los Infantes, sus hermanos, y los del Gobierno, ó para consultar el remedio y pedirle en lo que se pu- diese ó para mitigar siquiera la pena con la comunicación. Y ¿qué es- critor tuvo mejor comodidad de explorar la verdad de los sucesos que Rogerio escribiendo en aquellos mismos años y allí mismo, en Inglaterra, donde por su Reina se tenían las noticias más aseguradas y íe darían y recibirídn pésames públicos de la desgracia como po- cos años antes por la prisión injusta de su marido el rey Ricardo de vuelta déla jornada dejerusalén por el emperador Federico Barba- rrojaV Si no es que tenga esta prisión también por novela hermosa. Ni tampoco parece se fingiría esta novela hermosa en gracia de los reyes de Inglaterra, Ricardo y Juan, marido el uno y cuñado el otro de la reina atravesada de dolor y que sobrevivió al suceso y escritu- ra de Rogerio muchos años, y el rey D. Sancho, su hermano, treinta y cuatro. Tiempo muy bastante para que hubiese procurado personas soberanas se refutase y no corriese por el mundo fábula que había de .ser por el tiempo tan notorio y que les atribuía un suceso tan las- timero, y aunque por pura desgracia, empachoso.

34 Si acaso le parecieron novela los amores por la fama, de esos ejemplos hay no pocos en las historias y muchísimos en los sucesos humanos. Como puede entrar el amor por los ojos, puede entrar por los oídos. Y en el sagrado de los palacios, aunque paganos, y en los encierros y retretes de la honestidad más frecuentemente entra por los oídos que por los ojos. Y para que en ellos mismos entre porlos ojos substituye á la presencia el pincel y se encarga de la oficiosidad de conciliar los ánimos. Y cuando fuera el suceso muy extraordina- rio, de ellos se ven no pocas veces en las historias y son los que más enseñan y lo.s que notados en ellas, hacen más deleitable la conver- sación familiar de los discretos. Que para toda la materia de co- sas muy comunes y vulgares no había por cierto mucho para qué -Ibrmar historias. Pues ¿por qué novela hermosa la que le acrimina á

Rogerio?

35 Aquí solo pudiera haber salida si algún otro escritor de igual autoridad á Rogerio hubiera escrito lo contrario. lo previo este autor moderno; y tentó esta salida, aunque infelizmente, prohijando su dictamen propio, de que la jornada del rey D Sancho á África fué para tratar en la Corte del pagano de las alianzas y asistencias de los moros para la defensa de su Beino. A que añadió luego: siendo esta causa natural de este temerario viaje y hallándose escrita por el arzobispo D. Rodrigo etc. Que él había discurrido por la imagina- ria que loqueel Arzobispo decía podía decir este autor. Pero que se ha- llaba escrita en el Arzobispo esa su causa tuvo muy poca razón en decirlo. Porque ni rastro de tales palabras halló en el Arzobispo. Y si las halló; ¿por qué no las produjo? Como produjo luego con inmedia- ción las del P. Mariana. No quiera el lector mejor señal de que no di^

REY D. SANCHO EL FUERTE 1 29

jo tal el Arzobispo que no producir sus palabras y recurrir á las de Mariana, supliendo lo que parece le dolía faltase al uno con lo que dijo el otro. Las palabras del Arzobispo hacían mucho más peso in- dudablemente; pues trató y conversó con el rey D. Sancho, que no las del que escribía más de cuatrocientos años después. Escogió lo que le importaba menos y dejó lo que le importaba mucho más teniéndo- lo á la mano. Vea el lector lo que arguye el indicio.

36 El Arzobispo nunca dijo con claridad el motivo y causa de aquella jornada á África. Y no fué porque perdonase cosa alguna al rey D. Sancho, que bien agriamente le trató llamándole obstinado en su propia voluntad y diciendo volvió de África, aunque cargado de dones del Miramamolín, pero perdidoso de tierras y honor pretendi- do. Pero de que hubiese tenido alianzas con los moros contra cristia- nos ni en esta ocasión ni en alguna otra le hizo cargo, ni en la de luego después de la derrota de Alarcos, como se le hace, y en varios años á D. Alfonso, Rey de León. Pero dijo muchas cosas que consue- nan con la relación que á velo corrido hizo Rogerio; ninguna que le contradiga á cerca de la causa de la jornada á África y la detención larga en ella. Dijo que el rey D. Sancho se detenía en A frica, corrien- do varias ciudades de los árabes jjor cansa de la reducción: que no puede tener otro sentido natural que el que dijo Rogerio: que redu- cirlas á la obediencia del Miramamolín como rebeladas á él. Dijo: que D. Sancho, aunque robusto en fuerzas y esforzado en armas^ pero obstinado en su propia voluntad, hizo la jornada. En lo cual ya se ve que vino á decir lo que Rogerio: que en el entretanto que D. Sancho se detenía en África en la conquista de los reyes y reinos sublevados, fué la coligación de los reyes de Castilla y Aragón y el ganarle las tierras que entonces se perdieron y que esta guerra con- tra Navarra se movió después de la partida del Rey. Aunque el Arzo- bispo en la serie de la narración usó de estilo obscuro y por la que llaman anticipación contó primero la guerra comenzada. Con que pudo ocasionar confusión á los que corriesen ligeramente por su lec- ción, no á los que con madurez la pesasen. Y échase de ver fué este su sentido. Porque si la coligación de dos reyes tan poderosos había ya antes de la partida de D. Sancho arrojado muy entera la tempestad de sus armas sobre él para toda la conquista de Navarra, como habla este autor, ¿qué juicio por moderado y leído calificaría la partida en busca de socorros en tal aprieto por obstinación en propia voluntad? Esta manifiestamente era apremio y fuerza ajena y necesidad en que le ponían tantas armas conjuradas que le cargaban, no obstinación de voluntad propia, como se le advirtió á este autor en las investiga- ciones y lugar de ellas que cita. Pero de esto y de otras muchas cosas allí mismo que hacían al caso se quiso dar por entendido, teniendo por refutación legítima sola su censura desnuda de toda prueba.

37 Dijo también <íl Arzobispo la detención legítima del rey D, Sancho en África como Rogerio, aunque no expresó como éste que fuesen cerca de tres años. Pero envueltamente dijo lo mismoy lo que basta para que entendamos que no pasó el mar y tantas tierras

Tomo lY Q

1 3o LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. III.

sospechosas á solicitar socorros; que esos tratados por embajadores se suelen solicitar, y habían precedido ya de una y otra parte: no de- samparando su Reino, invadido ya, como supone y de tan gran po- der, y atravesando por mar y tierra desde lo más septentrional de Es- paña hasta Marruecos; que si el Reino estuviera ya invadido de dos ejércitos, mientras iba y volvía estaría ya perdido. Y se ve que al Rey le llevaba negocio que pedía presencia personal, cual era la conclu- sión del matrimonio que averiguó Rogerio. Y detención de casi tres añcs oyendo la pérdida de tantas plazas claramente arguye fué por la violencia y engaño de la perfidia, como la que descubrió Rogerio; que á no ser así, mejor le estaba volver á prisa sin socorros y á cual- quiera de muy corta especialidad le ocurría eso. Ya sintió este autor la fuerza de ese argumento. Y por no fatigar el ingenio en pruebas de lo contrario, ó porque no las halló después de fatigado para atajar la incredubilidad de detenerse cerca de tres años pidiendo socorros, pronunció la sentencia confiadamente diciendo no se nos debía admi- tir (¡uc D. Sancho de Navarra se detuvo tres anos en África. Pero con qué fundamento negó esto? Ninguno produjo. Debiólo de reser- var en la imaginaria como fabricado en ella. Pero el tiempo era de producirle. Para cuándo le guardaba? Y pues no lo quiso creerá Ro- gerio, que lo dijo así por parecerle era tejedor de novelas hermosas, créalo siquiera al arzobispo D, Rodrigo. Y vea que el mismo que ha tomado por patrono de su causa le condena.

38 Dos campañas diversas pone expresamente y con retirada de campaña á sus tierras, á los reyes de Castilla y Aragón guerreando dentro de Navarra. Que entrambas fueron después de la partida del Rey vése de lo que dijo él mismo, aunque con alguna obscuridad; pero que se aclara con lo que añadió y consta por las razones ya pon- deradas. En la segunda campaña pone el cerco muy largo de Vitoria, que llama diútino. Y después de haberse alargado tanto el cerco, pone el buen oficio del obispo de Pamplona, D. García que celebra como conocido, y el haber ajustado partir él mismo con uno de los caballeros cercados de Vitoria á África para negociar con el Rey la licencia de entregarse, llegada y entrega, habiéndose quedado el Rey en África, y tanto tiempo, como pide la conquista de tantas otras fortalezas después de ganada Vitoria, por muy apresurada que ponga el autor la ocupación de ellas por dicho de Garibay, y no de igual crédito en este punto así mismo, que en otros, por lo que no ignora y sin rastro de memoria del Arzobispo en punto tan memorable, y no de omitirse. Pues sume lo que resulta de tiempo de tantas cosas suce- sivas. Y crea siquiera á dos escritores coetáneos que estaban tocan- do las cosas que escribían; sino es que sean no solo el uno, sino también ambos tejedores de novelas hermosas. Ni niegue al Obispo la alabanza de haber partido en persona á África á solicitar la licencia, diciendo solo que había enviado por ella: ni al Arzobispo el crédito de lo que repetidamente á ida y vuelta expresó de la jornada del Obispo á África, que son ya muchos desvíos y aún encuentros abier- tos con el (jue entró aclamado valedor y patrono de su causa.

REY D, SANCHO EL FUERTE l3l

39 Guando Rogerio hubiera dicho alguna cosa contraria á la que dijo el Arzobispo, de lo cual estuvo tan lejos como queda visto, eso era quedar la materia suspensa entre la autoridad de dos escritores coetáneos y graves: y venía bien el mostrar su indecisión entre am- bos, ó arrimando alguna razonable conjetura, inclinar más hacia el uno, aunque con estimación de ambos. Pero disparar el trabuco ho- rrible de tan descomunal vilipendio, como llamar tejedor de novelas hermosas á historiador celebrado por insigne y exactísimo, y sobre presupuesto, falso, que ni verdadero justifica la amargura de la cen- sura, no es cosa que tolera la Historia. Ni tampoco las irrisiones jo- viales que hace de la desgracia del rey D. Sancho, amores de la In- fanta, galanteos del Rey en el Palacio de Marruecos, vuelto con desaire á su Reino sin la rica hembra y finísima Infanta mora, con un cáncer que le añade en una pierna y algunos dineros (dice) que de las presas y entradas de los pueblos había hecho en África. Y po- co después: que si tardara algo más tenía traza de quedarse Rey titular y aventurero; porque ya el Castellano había puesto en sumo aprieto á Estella, corazón de las fuerzas del Reino. Y algo antes: que en el ínterin (de la ausencia) le ganó veinte y cuatro pueblos el Castcllario más de las provincias de Alaba y Guipúzcoa) y diez y ocho el Aragonés. Y porque no quedase en solo el rey D. ¿ancho el desaire de la desgrí.cia, sino que cundiese también en los demás reyes sus antecesores imputando á los naturales de Navarra que le han reputado por el mejor rey de los de ella y repitiendo. Y en todo esto y otras muchas censuras se envuelven muchas cosas harto más propias del telar, que in justamente atribuye á Rogerio. Pues en cuanto al dinero expresamente dijo el Arzobispo que volvió D. Sancho car- gado de los dones de Miramamolín: usando de las palabras Oniis- tus munéribus agaréiú. Y debiera no oponerse ya tercera vez y en tan breve texto al Arzobispo, que citó por suyo: ni quitar á aquel Príncipe, aunque pagano, siquiera el empacho de su perfidia recono- cida, y haberla querido dotar de alguna manera con las riquezas y dones de que le cargó. Y en este punto no solo se encuentra el autor con el Arzobispo, sino consigo mismo también. Pues representó al rey D. Sancho caminando á África solo á pedir socorros para su reino amenazado ó invadido: y súbitamente nos le representa allí mismo guerreando y haciendo presas y entradas en los pueblos de África. De esta tan súbita y monstruosa mudanza alguna causa, alguna ra- zón se debía dar. Pero como confirmaba la verdad de la causa natu- ralísima que descubrió Rogerio, envolviólo todo en caos de confusión y con infeliz desvío da la verdad tomó por expediente en la oficina de la imaginaria fabricarle al rey D. Sancho dos caras á un tiempo como ajano, una lastimera, de quien, necesitado, ruega; otra, torva, y de quien con el sobrecejo armado, guerrea, haciendo presas y entra- das en las plazas.

40 Pero lo que disminuyó de la riqueza de dones en la despedi- da, aumentó de pueblos perdidos en la ausencia. Veinte y cuatro ga- nados por el Rey de Castilla y die? y ocho por el de Aragón sumó

132 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. III.

en todo Rogerio en todas las pérdidas de la guerra, A este autor le pareció interponer aquella malignante clausulad 7nás de las provin- cias de Álava y Giiipúzcoa. ¡Notable licencia de interpretar y multi- plicar pérdidas por la imaginaria! Si además de las dos provincias perdió también el Rey dentro de lo que se cuenta por reino de Na- varra cuarenta y dos pueblos murados que Rogerio llama Castras ¿qué le deja al Rey después que volvió? Ya puede tener cumplido el gozo de dejarle Rey titular y aventurero, que parece echaba menos.

Y aquí mismo se reconoce otro desvío ala verdad, cuando se venía á los ojos. Solo Rogerio individuó el número de los pueblos cercados que se perdieron y el número que tocó á cada Rey, y de Rogerio lo tomó este autor, aunque con el enorme ensanche. Pues escritor que pudo averiguar con tanta individualidad y exacción, (sin duda por los avisos y noticias de la Reina de Inglaterra, Doña Berenguela, herma- na de D. Sancho) tales particularidades y se aprueba para ellas ¿no sería bueno para los demás de un indiviso suceso? Para las pérdidas de las plazas es escritor fidedigno: para los demás, tejedor de novelas hermosas? Muy á las claras saca la cara la desafición, la imaginaria y la voluntaria, de quien aquella suele nacer, siendo natural imaginar- se lo que se desea y da gusto.

41 El cerco de Estella en esta ausencia del Rey en África es un gran desbarato déla Cronología. Fué muchodespués que había vuel- to de ella: y no en esta guerra, sino en otra muy diversa, ocasiona- da de que J^. Diego López de llaro, Señor de Vizcaya, que por de- fender á su hermana Doña Urraca López, Reina que había sido de León, y mantenerla en las tierras y señoríos que la había dejado el rey D. Fernando de León, su marido, rompió con el rey D. Alfonso de León, entenado de DoñaUrraca,por habérselas quitado. Y envol- viéndose en esta guerra D. Alfonso, Rey de Castilla por favorecer á su primo el de León, rompió con entrambos D. Diego López resti- tuyendo al de Castilla los homenajes y honores que de él tenía, y se acogió al abrigo del rey D. Sancho de Navarra, que le dióá Estella. Desde la cual hizo D. Diego López muchas entradas, correrías y presas en Castilla: y vinieron contra él los reyes de Castilla y León, y tuvieron con él varios reencuentros fuera de la ciudad de Estella.

Y estuvo tan lejos el caso del sumo aprieto, que encarece, del cerco de Estella, que apenas se pusieron los Reyes cuando le levantaron desesperados de conseguir cosa por la grande fortaleza de Estella. Todo lo tenía llano y claro en el Arzobispo, por cuya mano pasó des- pués la reconciliación de D, Diego López con el Rey de Castilla, y lo sabría mejor que este autor moderno que, guiándose por la imagi- naria, confundió guerras, tiempos, personajes y causas de guerra. Y con un notable encuentro: con su misma doctrina y un artificio infe- liz y somero para ocultar la poca coherencia y repugnancia consigo mismo, pone por actos de esta misma guerra en la ausencia del rey D. Sancho los cercos de Vitoria y de Elstella.

42 En el de Vitoria, siguiendo á Garibay, sin fundamento al- guno dice que el Rey de Castilla, D. Alfonso, partiendo á la entrega

REY C. SANCHO EL FUERTE. 13^

que introduce de Guipúzcoa, dejó á D. Diego López, Señor de Viz- caya, por lugarteniente suyo en el ejército; para que prosiguiese el cerco de Vitoria, que iba á la larga: y junta, y en tan breve tiempo, como pretende y queda visto, el cerco de Estella. En el cual no igno- raba, ni pudo, que D. Diego López, Señor de Vizcaya, peleaba arma- do en campaña y dentro de la Ciudad contra el Rey de Castilla, y después de tan frecuentes entradas de hostididad en la misma Casti- lla, como dice el Arzobispo. Con que nos introduce otro monstruo compuesto de miembros repugnantes, como el de arriba, del rey D. Sancho: esto es, á D. Diego López, Señor de Vizcaya, lugartenien- te del ejército del Rey de Castilla sobre Vitoria, y juntamente y á un tiempo enemigo guerreando contra el mismo Rey sobre Estella. Ya vio él mismo la repugnancia. Y para ocultarla de los ojos del lector se valió del infeliz artificio de callar con profundo silencio el nombre de D. Diego López, Señor de Vizcaya, en la guerra sobre Estella y el haber sido caudillo tan principal en ella. Pero ^,qué importa lo disimu- lase este autor, si lo había publicado el Arzobispo, quien lo estaba viendo? Y en él y demás escritores de buen nombre, el Obispo de Bayona, D. García, Príncipe D. Garlos, y muy generalmente en los de Castilla había de topar cualquiera, y entre ellos Zurita: y hasta en el mismo Garibay, de quien se quiso valer, que por lo menos nojun- cosas tan repuguantes. Solo sirvió la disimulación de que se des- cubriese la poca ingenuidad, y que lo que pudo parecer inadverten- cia de descuido, pareciese cuidado.

43 La jovialidad irrisoria de la desgracia del Rey en África es ajena de la seriedad de la Historia: y aún de la mesura, cuando se habla de reyes cristianos y por escritor cristiano: y de toda buena censura, cuando fué puramente desgracia nacida de perfidia ajena, de la cual ningún rey del mundo vive exento; pues no se eximió de ser hombre por ser rey. Aún en la censura acre y reprensión merecida por hecho malo que alguna vez no se excusa, el historiador se abs- tiene de la irrisión, como el Juez en la sentencia en que condena. En especial acerca de acciones de reyes, de quienes aún la repren- sión puede ser respetuosa y reverente, la irrisión no, Y vea este au- tor ¿qué sería si hubiese de valer su ejemplo y se tomase concurrien- do á este mismo tiempo en el teatro público otro rey, á quien suce- dieron otras desgracias más lamentables en matrimonio, derrota muerte y causa de ella? Pero no hay que recelarlo; que no ha de po- der tanto con nosotros el ejemplo ni la provocación, que nos haga ol- vidar la obligación de la Historia y nuestra costumbre. Solo diré que aun en la desgracia, que festeja con donaires, pareció y fué grande y glorioso el rey D. Sancho, Pues en medio de ella y cautiverio pér- fidamente ejecutado conquistó reinos y puso el África á sujeción del Miramamolín: y que la violencia que se hizo á su libertad nació del alto concepto que se tenía, de su señaladísimo valor, punto de honra y ciencia miUtar, fiando el mismo agraviador pagano, y de todas ma- neras infiel, el bastón de tantas conquistas á sus manos prisioneras. Que el haber ganado las tierras ya dichas dos reyes tan poderosos

134 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. I 1 1

coligados en ausencia suya, y tan larga y tan distante, y en cautive- rio, aunque para él fué de mucha pérdida, para ellos no fué de mu- cha gloria. En especial, si cuando partió pensando volver á priesa, aún no habían espirado las treguas como parece cierto. Cinco años antes en la otra coligación que ambos Reyes hicieron contra él arro- jaron también muy entera toda la tempestad de sus armas, pactando el partido su Reino. Pero como estaba presente en él, ni una almena se sabe que le ganasen, como ni en otras coligaciones hechas con tan gran ventaja de fuerzas, y siempre unidos contra su padre y abuelo. Ahora lograron la ocasión fácil, que les puso \ las manos la perfidia ajena.

44 Los instrumentos que alegamos en las Investigaciones, de las vistas de los tres reyes entre Agreda y Tarazona, bula de Celestino III, testamento de D. Rodrigo de Argaiz, hecho en la salida de los Sarracenos, y otros no se sacaron del archivo de la imaginaria si- no de archivos reales y de toda fé. Y no se ti ajeron como nos notó con admiración nuestra exornando el cuento de los distantes y locos amores de la Infanta mora sino macizando c in escrituras públicas la verdad, que halló y á velo corrido descubrió Rogerio con mucho acierto, y en que el Arzobispo habló con algur a obscuridad, que con el dicho de Rogerio y las escrituras se aclaraba y consonaba. Y aun- que dice que aquellos fundamentos nuestros no piden especial rela- ción ni impugnación, estamos seguros que al lector sosegado y sere- no le parecerá que la piden. Y lo arguyen dos pasiones muy natura- les al hombre: que la solución pronta 3' buena que se halla no se omite; y que el argumento que aprieta, se afecta despreciarse.

45 Dejó otras varias cosas que en pocas más líneas de una hoja pudo juntar este autor, ajenas de la verdad. Pero una con especiadidad no se puede pasar sin censura. Y es el paréntesis, que ya habrá no- tado el lector en el tratamiento, que hace á Rogerio Ilovedén, dicien- do de él (¿lie tejió como buen inglés la hermosa novela de que la hija de Boyac, Emperador de África, etc. Esto ya es, no solo man- char la fama de un hombre, sino de una nación, notándola de teje- doras de novelas hermosas en sus historias Y extrañamos se diga de la nación inglesa, acreditada entre las de Europa por una de las que más se señalan en la verdad y legalidad en dichos y hechos, y de la cual es la vez primera que oimos lo contrario. Si esto es así, como pro- nunció este autor, ¿qué se ha de hacer de las historias anglicanas, que escribieron los de aquel Reino, Guillermo, Monje Malmesbu- aiense, Enrique, Arcediano líuntidonense, Etelverdo Ingulfo Abad del monasterio de Croilad, Polidoro Virgilio, que hasta ahora co- rrían en el mundo por historiadores acreditados dignos de toda y que se les ha dado? Habránse de echar por sentencia de este autor á una con Rogerio Hovedén á los telares á tener hermosas novelas. Y en cualquiera cosa que en alguno de ellos no nos agrade, descartar- le al punto y con descarte general diciendo que como buen inglés tejió aquella ó la otra hermosa novela. Y habrános de avisar este autor si en la universidad de esta censura incluyó también al vene-

REY D. SANCHO EL FUERTE 13^

rabie Beda, inglés de nación, y que escribió historia cumplida de aquel Reino: ó si por el renombre de vcMeraUe tan justamente me- recido, le veneró y excluyó porque la amplitud de la censura dada y motivo de buen inglés suena á haberle incluido. Nunca pensamos que en Rogerio Hovedén, de la calidad ya vista, ni en la nación in- glesa de la que el mundo ve cabía cosa tal, ni en pluma de historia- dor licencia semejante.

CAPITULO IV.

I. Varias doaacionea y memorias. II. Homenaje del Señor de Agramont al Rey de Navarra. 111. Providencias del Rey en su Gobierno y otras memorias con la de la muerte de D. García, Obispo da Pamplona. IV. Paz con Aragón V. Enajenación de Castilla y refugio en Navarra del Señor de Vizcaya con otras memorias. VI. Muerte del Infante de Navarra y tregua con Castilla. VIL Fueros á varios lugares. ,V111. Vistas de los reyes de Navarra y Aragón, y otros fueros IX, Guerra de Castilla contra moros, y memorias de Navarra,

Año

Ya es tiempo que volvamos á continuar los hechos del rey D. Sancho, habiendo vuelto ya de África, des- faoi pues de esta disgresión, que confesaremos larga, co- mo el lector nos la confiese necesaria para allanar tantos tropiezos como ocasionó á los escritores aquella su desgraciada jornada: y para cerrar el paso á este nuevo y licencioso modo de formar historia, que parece se ha intentado abrir: y muy especialmente necesaria á nosotros, que por no quebrar el hilo de la historia, hemos dejado pasar no pocas cosas semejantes, y deseamos hacerlo mismo en adelante en cuanto se pueda. Y porque la digresión no sea fre- cuente, fué forzoso que alguna ve^, siquiera fuese algo larga. Parece cierto que ó muy á los fines del año 1200 ó muy al principio del si- guiente en que entramos el Rey había vuelto á Navarra.

2 Por Marzo de él en Tudela le hallamos haciendo una donación pía al monasterio de Santa MARÍA de Rocamador, que así le llama á la salida de Estella para Yrache, en el camino público de los pere- grinos á Santiago de Galicia, como hoy se ve. Dónale á perpetuo veinte y tres monedas de oro de un derecho que el Rey tenía en la carnicería vieja de Estella, y otras diez y ocho, que tenia en los moli- nos de Villatuerta, exceptuando la décima de Monte Aragón. Dice quiere que las treinta y nueve monedas de oro sean para que arda perpetuamente el Altar de la Virgen M\RIA de dia y de noche un cirio por su alma y las de sus padres: y veinte y cuatro velas de á media libra de peso en las festividades que allí señala, que son las de JESUCRISTO, nuestro Señor, y su madre la de la Trinidad; y todos solo Santos: y de las dos monedas de oro restantes una para inciensoy otra para el que acostumbraba predicar. Fechada en Tudela encimes de Marzo de la era 1239. Reinando, dice, Yo, el rey D. Sancho, en

136 LIBRO XX DE ANALES DE NAVARRA, CAP. IV.

Navarra, siendo D. García, Obispo en Pamplona, teniendo D. Almo* ravid á Sangüesa; D. Rodrigo de Argaiz, á Le^^uín; D. Pedro de Subi- za, áTaíalla; D. Pedro Garcés de Arroniz, á S.Juan; D. Gonzalo de Baztán, á Peralta; D. Lope Jiménez, á Caparrcso; D. Diego Ezquerra á Elesues ó Villafranca; D. Martín Chipia, á Azagra, siendo canee- llario D. Portón, Chantre de Tudela: Dice la firma de su mano y signo, y es el del águila. Esta imagen de la ^'irgen MARÍA con el título de Rocamador se celebraba por aquellos tiempos con la fama de muchos milagros por toda la cristiandad. El Rey en la opresión injusta que padeció en África parece se encomendó con gran conato á su patrocinio. Y apenas volvió á su Reino, cuando satisfizo á su devo- ción con este donativo y fundación que se halla en el cartulario de su sobrino y sucesor D. Teobaldo,

3 Dentro del mismo mes de Marzo ya el Rey se halla en la Puen- te de la Reina dando fuero á los de Inzura, y es el mismo de Laguar- dia, con calidad que cada casa le pague al año por posadera siete sueldos por maravedí. Y habiendo sido Inzura uno de los pueblos que se perdieron en su ausencia y le recobró por permutación de Trevi ño, como expresó el Arzobispo, se ve que al punto que volvió el Rev se efectuó la tregua por tres años con los reyes de ('astilla y Aragón de que habla Rogerio. Por Julio hallamos al Rey en Pamplona dando fuero á los de Olaiz, Ochocaín y V'eraiz, y poniendo forma á lo que pertenecía al derecho de su erario. Y por Agosto en la misma ciudad y con el mismo cuidado de lo que pertenecía á sus rentas en Badoz- taín. En ambas escrituras están algo mudados los señoríos y honores de los caballeros, de como se exhibieron en la donación de Rocama- dor. Esta última, despucsde nombrará D GarcíaporObispode Pam- plona, dice tenían: D. Almoravid, á Sangüesa la vieja; D. Pedro Mar- tínez de Subiza, áCáseda;D.Jimeno Martínez, á Galíipienzo; D Pedro de Subiza, á Erga; D. Martín Iñiguez, áLarraga; D.GarcíajdeBaztan á Peralta; D. Corbarán (de Lehet) á Milagro; D. Pedro Martínez de Lehet, á Tafalla; D. García López de Alfaro, á Elesues ó Villafranca; D. Lope Jiménez de Cadreira, á Caparroso: D. Jimeno de Rada, á Santacara; D. Rodrigo de Argaiz, á Leguín; D, Rodrigo Martínez á Santa MARÍA de Ujué; D. García de Oriz, á Miranda; D. Martín Chipia, á Azagra; D. Miguel de Lerat, á S. Adrián.

4 Por el mismo mes de Agosto y á 7 de él se hallaba el rey D Pe- dro de Aragón en la frontera de Navarra por la parte de Sangüesa poniendo en buena forma de defensa para cuando espirase la tregua, las fortalezas y pueblos que por allí había ganado. Y pudo ayudar no poco á ese fin la donación que ese dia hi¿o en Ruesta á S. Salvador de Leire, que se ve original y también sacada al becerro en su ar- chivo. Dona por ella á aquel monasterio todas las iglesias que había y hubiese después en tierras y en todos sus términos con todos los derechos de décimas y primicias, obligaciones, defunciones y cuales- quiera otras que les pudiesen pertenecer, con disposición de que el abad de Leire ponga para el servicio de las iglesias el número de por- cionarios que le pareciere, y no sean gravosos aellas, aunque no sean

REY D. SANCHO EL FUERTE. iS/

naturales de la villa. Y dice que para hacer esta donación había ad- quirido las iglesias de Tiermas del prior Guillermo de Egea y con- vento de Silva mayor, dándoles satisfacción entera á voluntad suya en otra parte. Y que también había dado satisfacción llena al abad D. Fernando y monasterio de S. Juan de la Peña, y en virtud de ella adquirido de él todo el derecho de los diezmos de los términos de Eso, S. Juan de Maltray y de Catamesas. Y adquirido también la iglesia de Hueya, del prior deS. Adrián y monasterio de Gluni. Todo lo dona y entrega á perpetuo por atención á la piedad divina, remedio de su alma y las de sus predecesores al ya dicho monasterio y su abad D. Arnaldo: y así mismo la mitad del derecho de los homicidios en Tiermas y gozo en todo sus montes. Dice da aquella su carta Real en Ruesta á siete de los idus de Agosto, en la era de i23q. Y que son testigos presentes: D. Jimeno Gornel, Mayordomo y Señor de Cala- tayud; D. Berenguel de Entenza, Señor en Teruel; D. Pedro Ladrón, Señor de Burgui; D. Lope Ferrech de Luna, en Bayo; D. Jimeno de Luesia, en Sos; D. García Romeo, en Aibar. Este y Burgui son de los recien ganados en la guerra. Y estando en medio de ambos y casi á igual distancia el monasterio de Leire, obligado con donación tan considerable, hacía mucho en caso para contener en su obediencia más suavemente con la autoridad y veneración de aquel santuario así los dos pueblos nombrados como las demás fortalezas que por aquellos contornos había ganado en la guerra que acababa de pasar. Aunque no tardaron mucho en volverse á recobrar para la corona de Navarra, menos los que caían dentro de Aragón, que habían ga- nado y retenido su padre y abuelo del rey D. Sancho en las guerras pasadas.

5 Este año acabó de dar el Rey de Inglaterra, Juan, satisfacción ásu cuñada Doña Berenguela, viuda del rey Ricardo, su hermano, de lo que por causa de dote y mantener su estado se le había seña- lado, asegurándola por su vidala ciudad de Boyac con su territorio, dos castillos en el condado de Anjou, y mil marcas esterlinas de rentas que percibir, la mitad en Londres y la mitad ea Normandía, en la ciudad de Gadomo. Fué el acto de convenio en Ghinon junto á Tours, en presencia de Elias, Arzobispo de Burdeos y Filipo, Obispo de Dunelm, como se ve en Rogerio. Y es creíble ayudase á-esto el haber vuelto ya á su Reino el rey D. Sancho, hermano de la reina Daña Be- renguela. De este año se halla también una memoria en el libro ro« tundo, que es carta de pago de un mayordomo de Gregorio, Carde- nal de S. Ángel, de haber recibido en nombre de él y del obispo D. Gar- cía ciento y cincuenta mozmedinas, y por otra parte veinte y tres marcas de sterlingos que se debían al Cardenal por sus rentas. Y otra memoria también en el archivo de Fitero, en la cual se subscribe que al tiempo, y es por Mayo de este año, reinaba D. Alfonso hasta Ca- lahorra y S. Sebastián. Y confirma la razón del tiempo.

6 El año siguiente 1202, como corrió la tregua, no parece memo- ria alguna que pertenezca á guerra. Y aún á la paz muy poco. Y so- la una composición de los vecinos del lugar de Imarcoaín con la Igle -

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138 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. IV.

sia Catedral que pretendía eran suyas las iglesias de aquel lugar por donación del rey D. Garda Ramírez y de D Jimeno Aznárez de Zo- lina y su mujer Doña Elvira Aznarez, D. Lope Garcés de Oriz y su mujer Doña Sancha López, D. Sancho Garces de Arleta, sus hijos é hijas, que debían de ser divisores con el Rey de aquel patronato. Y después de pleito de treinta años conviene en que las iglesias sean á perpetuo del hospital de S. Miguel y las provea la dignidad del hos- pitalero, poniendo servicio de seis clérigos. Entre los fiadores son: D. Fortún, de Zuloeta; D, Pedro de Odz y D. Sancho, deCóngora. Els fechada en Pamplona el dia de la Ascensión . Y hacia el mismo tiem- po el Rey se halla en Tudela por Junio haciendo cierta moderación de fecha y de donativo déla Aljama de Tudela á Muza y Jusuf, hijos de Samuel Avenpesat.

7 Por Febrero del año siguiente 1203 se hallaba el Rey en Tude- Año la disponiendo con los vecinos de aquella Ciudad el abrir una grande acequia desde el Congosto de Cabanillas hasta Mirapex para regar los campos. Y en la carta que de esto hay en el cartulario de D. Teo- baldo el Rey se obliga á abrir la acequia hasta el lugar donde el ca- mino para Arguedas toca en la acequia y echar presa al Ebro para conducir las aguas abundantemente y mantener á su costa una y otra obra con calidad que de cada cahizada de tierra del término en que meterá el nuevo regadío le hayan de pagar un cahiz de ordio cada año, y de las viñas y huertos con la misma proporción de valor. Que desde el dicho lugar hasta el Congosto de Cabanillas abran la acequia los de Tudela y la mantengan con los vecinos que tienen heredades de la otra parte de la puente. Que si los vecinos de Caba- nillas quisieren gozar del regadío contribuyan á Tudela con el gasto. Y que pagando esto sean de Tudela todos los derechos de las aguas y el que llamaban de las calonias. Muchas comodidades grandes dejan de lograr los pueblos por no animarlos los príncipes con la autoridad y parte del gasto. Y animándolos, enriquecen á sus vasa- llos y ellos aumentan sus propias rentas. Muchas son las obras que el rey D. Sancho hizo en Tudela. Suya es y digna de romanos el puente echado á rio de tan gran caudal allí, habiendo recibido ya en su madre todas las aguas de Navarra, que corren al Occidente, ha- ciendo mudar de madre al Ebro desde Mirapex bástala Ciudad, Suya es también la fábrica del hermoso y fuerte templo de la iglesia cole- gial de Santa MARÍA, aunque años adelante, como lo indican los muchos escudos que en ella se ven con la insignia de las cadenas, y solas, sin cuartearse con otras. La de esta carta, que dice signa de su mano, la del águila es, de que usó antes Dice reinaba en Navarra, y que era obispo D. García en Pamplona, y que tenían en honor; D. Juan de Bidaurre, á Irurita; D. Gómez Garcés, álnzura; D. Pedro Garcés, á Lerín; D. Martín Chipia, á Miranda; D. Gonzalo de Baztán, á Funes; D. Pedro Garcés de Arróniz, á S. Juan del Pie del Puerto; D. Pedro Martínez de Lehet, á Tafalla; D. Iñigo Martínez, á Cáseda; D. Jimeno de Rada, á Santa MARÍA de Ujué; D. Iñigo de Gomacín, Merino que tenía la Bailía de Tudela.

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§. II.

lor Diciembre de este año hallamos al Rey en la merin-

8 |~^^dad de Navarra la baja de la otra parte del Pirineo, y en un acto en que D. Bibiano, Señor de Agramont, hace

reconocimiento de vasallaje al rey D. Sancho y homenaje de tener por él su castillo de Agramont para hacer desde é) pazo guerra con- tra todo hombre á voluntad del Rey. Y por esto y por que hace men- ción de mucha de la nobleza de Navarra la baja, de que no tenemos tan frecuente las memorias, pareció conveniente exhibirle traducido del latín. Y dice así.

9 »En el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, esta es la carta de íla conveniencia que se ha hecho entre el rey D.Sancho de Navarra, »y Bibiano de Agramont. Sea notorio á todos los presentes y venide- »ros que Bibiano de Agramont deviene vasallo del Rey de Navarra »con su cuerpo y con el castillo de Agramont; de suerte que por to- ldos tiempos mientras el siglo durare hará guerra ó paz contra todos »los hombres del mundo él y todo su linaje y cualquiera otro á quien »le quedare el castillo de Agramont. Reconoce también Bibiano de »Agramont el dominio del Rey de Navarra respecto de su persona y ídel castillo Agramont, y que él y su linaje y cualquiera á quien >le quedare el castillo de Agramont acate el señorío y conveniencia »ya dicha del Rey de Navarra, ó á quien el Rey mandare quesea del 3>Rey de Navarra, haciendo guerra ó paz donde quiera que él man- ))dare contra todos los hombres del mundo. Juró también Bibiano de » Agramont, y juraron con el sobre el libro y la cruz veinte y siete ca- »balleros, conviene á saber: Bernardo de Agramont, Guillermo Ar- »nalt, de Beguions; Arnaldo Lude Erberaz: Uamón Gasia de Trusa sCallau: Casa Haye, de Gamo: Arnalt, de Manzbarrauta; Gasia Ar- >nalt, de Anciburba; Bernalt de Beguions; Arnalt de Zubieta; Re- *mon Arnalt, de Magoria; Bernard, de Moncue; Gasia Arnalt Do- >nes; Bernardón, de Montue; Olivér, de Barrauta; Remond Gasia >Daudaux; Guillera Asi, de Mioamónt; Spañol de Auras, Guillen Ber- »nard, de Bagáz; Sanz Arnalr,de Baztan; Encañar, de Sedós; Arnalt, >de Zubieta; Encanart, de Balaut, Embargan, de Bagat; Guillen Ber- »nard, de Zubieta; Remond Bernard, de Baga; Sanzaner, de Vasavay, >que harán tener á Bibiano de Agramont esta conveniencia y cuanto »queda escrito en esta carta. Sobre todo esto Bibiano de Agramont »hizo homenaje á D. Sancho, Rey de Navarra, á buena y sin enga- íño de que tendrá todas estas conveniencias sobredichas, pena de »quedar por traidor, y que no pueda salvarse en parte alguna del »mundo ni por sus manos por ajenas. Además de esto, si Bibiano de » Agramont hiciere algún daño ó pesar á alguno de los vasallos del »Rey de Navarra ó á cualquiera otro cumpla lo que fuere de derecho ))en la curia ó Corte del Rey de Navarra como el Rey se lo mandare »Y guardando él á buena y sin engaño las sobredichas convenien-

140 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. IV.

>cias, el rey de Navarra haya de defenderle contra otro hombre. Y sea > notorio á todos que Bibiano de Agramont en señal de reconoci- >miento de este hecho puso la bandera del Rey de Navarra en el Cas - >tillo de Agramont. Testigos que estos vieron y oyeron y en cuya «presencia se hizo este acto son: Remond Guillen de Sola; Español de fDomedán, Guillen Arnál Dolu; Pectavín, de Serán; Arnat Luc, de !»Erberaz; Pedro, de Paga; Arnat Sanz, Atea, y todos los demás va- >rones de la tierra de Mixa y de la de Sola: y D. Pedro, de Gascan- ite; D. Jimeno, de Aibar; Ü.Pedro Martínez de Lehet; D. Zaviél >Morguía, D. Martín Chipia, D. Pedro Garcés, de Arroniz. Féchala >carta en Agramont, el dia 17 de Diciembre de la era I24i.

§. III.

^Q I T no de los grandes daños de la guerra es; que no solo 1904 lo I es da liosa á los pueblos mientras dura, sino también ^^ J después, asentada la paz. Porque muchos de los solda- dos hechos á la licencia de las presas y robos, y aborreciendo el tra- bajo lento, pero continuo, de buscar la vida con los oficios de la paz, dan en infestar los caminos púbhcos y hacer saltos en los pasajeros engañados con el nombre de la paz. Con ocasión de las guerras pa- sadas y paz que corría de las treguas comenzó á sentirse esta plaga del comercio público, en especial en his Bardenas de Navarra, que toca también en alguna pequeña parte al reino de Aragón por ser tierra quebrada y cubierta de boscaje. Y con la cercanía ha- cían saltos y presas en la comarca de los pueblos vecinos. Y para re- ír edio se instituyó á principio del año i204 una cofradía de los pue- blos limítrofes de ambos reinos con leyes semejantes á las que des- pués se formaron, á la que llamaron Hermandad, juntándose el jue- ves último de Enero varios comisarios de ambas partes en el término que llaman la Estaca, dentro de la misma Bardena, y adonde el rey D. Sancho fabricó una fortaleza quizá para este fin.

1 1 Hállase esta memoria en el cartulario de D. Teobaldo. Y co- mienza diciendo: E71 el nombre de Dios y su gracia. Esta es la car- ta y memoria de aquella cofradía que hicieron los navarros y ara- goneses en aquella Estaca, que es en la Bardena, salva la fidelidad del Rey de Navarra y salva asi mismo la fidelidad del Rey de Ara- gón. Y asistió allí de parte de Navarra D. Jimeno de Rada y de liar- te de Aragón D. Jimeno de Luesia. Parece cierto que los Reyes die- ron su autoridad para aquellos estatutos. Porque uno de ellos es: Que si algún cofrade topare al salteador en el mal hecJio, lo prenda lue- go y no esperen al Rey ni al Señor del pueblo para que sea luego ahorcado. Dice que los junteros hayan de acudir de tres en tres se- manas. Y son de parte de Navarra, de Tudela, de Murillo sobre Tu- dela, de Arguedas, Valtierra, Cadreita, de Alesues, que es Villafran- ca; de Milagro, Peralta, Falces, Gaparroso, Santacara, Villazuruz,

REY D. SANCHO EL FUERTE I4I

Murillo el Fruto y Carcastillo. De parte de Aragón, deTauste, Egea, Luna del Bayo, Luesia, Biota y Erla, que debe de ser Bierlas.

12 Parece que por el tiempo estas juntas se frecuentaron en el magnífico templo de S. Soíl, en el término de la villa de Cáseda. Y lo arguye el que con los muchos escudos que se ven en la puerta y Altar Mayor con la insignia de Navarra en lugar preeminente, se ven también otros con la de Aragón. Parece fué santuario muy frecuen- tado en lo antiguo. Y se ven en él indulgencias concedidas en tiempo de Clemente VI á los que le visitaren. La primera fábrica dijimos por sospecha sería del obispo Guillesindo con ocasión de las reliquias de S, Zoilo, mártir que á ruegos suyos le envió desde la cárcel de Cór- doba el mártir S. Eulogio. Pero sería la fábrica con la pobreza de aquel tiempo. Creció después con la celebridad y limosnas. Y en las que se daban, nombradamente para la fábrica vedó por sentencia el obispo D Arnaldo Barbazano tuviese parte alguna la dignidad del hospitale- ro de Pamplona ni los beneficiados.

[3 Por Agosto del mismo año en Pamplona se hallaba el Rey. Y expedida en ella es una carta Real. Toma debajo de su protección, y defensa ala ciudad de Bayona y vecinos de ella, y todas sus co- sas, y concediendo que puedan andar libremente y llevarlas desde la que llaman Huerta d2 Bayona, por todas las tierras de su Reino, pa- gando al Rey los peajes acostumbrados y en los lugares en que se acostumbraban pagar. Es condición que si el Re}»^ quisiere levantar la mano de esta protección, lo pueda hacer avisando de ello al con- sejo de Bayona tres meses antes: y que los que hubiere de ella en Navarra tengan un año de tiempo para asegurar sus personas y bie- nes. Oblíganse los de Bayona á asegurarse los caminos por mar y tierra para los vasallos del Rey de Navarra y no ayudar á enemigo alguno de la Corona de Navarra, salva la fidelidad que los de Bayo- na debían al Rey de Inglaterra. Hállase la memoria en el cartulario de D, Teobaldo.

14 Y también otras dos pertenecientes á este año. Una, por la cual D. Pedro Martínez de Lehet dona graciosamente unas casas su- yas en el Poyo de Peralta á D. Iñigo de Gomacin, que llama su gran amigo y merino Mayor del Rey de Navarra. Y por la otra compra D. Iñigo otras casas contiguas á las donadas. En ambas se dice, y es para lo que se traen, que reinaba en Navarra el reyD. Saticho el Jú- nior ó el Mozo, y que era Obispo de Pamplona, D. García Fernán- des. Lo cual confirma la sucesión inmediata de padre é hijo, ambos con el nombre de Sancho, y el hijo con la nota de Júnior para quitar la equivocación en que no ha saltado quien haya caído: y también en el Obispo el patronímico de Fernández que ofrecimos en la entra- da de su dignidad.

1 5 El año siguiente 1205 solo representa algunos actos más do- Año mésticos que públicos del Rey, y solo se corren á la ligera; porque mencionan incidentemente memoria necesaria y aseguran el tiempo de ella. Por Mayo, estando el Rey en Olite, hizo permutación con Doña Narbona de Subiza^ mujer de D. Martín de Subiza, dándole el

1206

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señorío de Barrio y Aizún, y recibiendo de ella lo de Araiz con las tierras pechas y montes. Hace mención de que era Obispo de Pam- plona D. García y de varios caballeros con señoríos, y que D. San- cho Aznárez era Alcalde en Navarra.

1 6 Por otra carta, estando en Tudela por el mes de Diciembre, permuta el rey con D. Gil de Bidaurre, hermano de Juan, dándole el señorío de Guembe y Arguiñano con todos los derechos Reales á perpetuo para él y su prosperidad por el señorío de Cirauqui, que era de D. Gil. Dice pone su signo y es el del águila, como también en la carta pasada. Dice era al tiempo Obispo electo de Pamplona D. Juan: y es para loque se trae. Porque del cotejo de ambas cartas se ve murió el obispo D. García Fernández en el tiempo intermedio desde Mayo á Diciembre de este año. El kalendario déla iglesia de Calahorra, de la cual había primero sido obispo y la misma memoria funeral lo advierte y le señala la muerte á XIV de las kalendas de Junio, que era lO de Mayo. Y con la misma uniformidad también el kalendario de Leire. El obispo Sandóval, tomándolo de Garibay, dice que el día Lunes i6 de Mayo. Pero no pueden prevalecer á dos me- morias aunténticas tan antiguas y uniformes, en especial no producien- do en contrario alguna semejante. Y de cualquiera manera la diferen- cia es poca. Fué el obispo D. García excelente prelado y gran servi- dor del Rey. Y por los gastos que en estos hizo jornadas á África y á Inglaterra, y la mucha liberalidad de que vimos le celebra el Arzo- bispo, murió con no pocas deudas. A que se dio satisfacción después por su sucesor, electo ahora, D. Juan de Tarazona, como le llaman diversos instrumentos: por ser el apellido de su familia, y es el terce- ro de los de este nombre.

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§. IV. . ,

larece que las treguas, aunque hechas por tres años, ^7 1""^ corrían todavía. Y lo demuestra un instrumento del cartulario de D. Teobaldo, en que se hallan también las dos memorias próximamente dichas. Por el cual el infante de Ara- gón, D. Fernando, hermano del rey D. Pedro, Abad de Monte-Ara- gón, como él mismo se llama, dona la iglesia de Santa MARÍA de Arlas sin retener cosa alguna ú Ü. Pedro Cristo foro, nuestro carí- simo amigo, noble cancelario del Itustrisimo Rey de Navarra (Así habla) Fs fechada en Monte- Aragón áy de Febrero en la era 1243. No hablará así ni profesará tan estrecha y pública amistad con el Canci- ller del Rey, con quien se había vuelto á romper la guerra.

18 De que corriese y se continuase la paz fué la causa un tratado tftSSfy^® matrimonio que movió el rey D. Pedro de Aragón con la Infanta porotroDoña..., hermana del rey D, Sancho, el cual le admitió, y para mayor Teres" firmeza de la palabra la confirmó D. Sancho con juramento. Pero el ^VipT'P^P^ Inocencio III, estorbó tuviese efecto el tratado por el parentesco iWn. que resultaba entre el rey D. Pedro de Aragón y la Infanta de Nava^

nElr D. SANCÉÍO EL FUERTE 148

rra, que venía á ser de primos, hijos de las dos liermanas Sanchas. Rey- ñas, una de Navarra y la otra de Aragón, hijas ambas del emperador D. Alfonso VII de Castilla y León. Y estuvo con severidad inflexible en no dispensar; aunque la causa era tan grave, como soldar y ase- gurar la paz que había andado tan rompida entre dos reinos cristia- nos: y tanto mayor en los príncipes soberanos la necesidad de dis- pensación benigna, cuando su dignidad misma los estrecha á muy pocos matrimonios si han de ser decentes á ella. Pero Inocencio, se- vero ejecutor de las leyes eclesiásticas en los matrimonios, no vino en ello. Y escribió al rey D. Sancho, diciéndole: Nosotros atendiendo á que el juramento no está instruido para vínculo de iniquidad, y que en las promesas malas no se ha de guardar la palabra, prohi- bimos estrechamente á tu serenidad qne si es verdadera la relación hecha, de ningún modo por ocasión del juramento, que en la verdad viene á ser perjurio, pases á la ejecución de tan incestuoso matri- monio. Lo que había de conseguir el matrimonio concluido en orden á la paz y benevolencia de los reyes, consiguió el tratado solo de él, dándose el de Aragón por satisfecho y obligado de la buena voluntad que había mostrado de su parte el de Navarra. Y vése ser así: por- que luego en adelante se hallan instrumentos de empréstitos, vistas y otros buerios oficios de paz y agrado entre los dos reyes.

19 D. Pedro fué desgraciado en los matrimonios. Este, que esta- ba bien á todos, se le vedó la austeridad de Inocencio, Otro, que se le proponía con María, hija única de Conrado, Marqués de Monfe- rrat y de Isabel, reyes que se llamaron de Jerusalén, y en la cual se había devuelto la herencia de aquel Estado y título, le pareció traíala conveniencia muy distante y dudosa, y con nombre de matrimonio necesidad de guerras tan lejos de su Reino por haber Saladino, Soldán y Príncipe de los mahometanos ganado la ciudad de Jerusa- lén y muchas tierras de aquel Reino por discordias de los príncipes cristiano.s en aquellas conquistas heredados: con los cuales también él había de tropezar y guerrear sobre el derecho de los repartimien- tos. Por declinar las instancias que para aquel matrimonio se le ha- cían apresuró el rey D. Pedro otro nuevo, y muy cerca de su Reino con María, Señora de Mompeller: hija del conde Guillermo y de la Infanta de Constantinopla, Matilde, la que se trajo de allá para casar- se con su padre D, Alfonso II de Aragón. Y traída, la desdeñó y se hubo de acomodar en Mompeller. Y fué tanto lo que aceleró D. Pe- dro estas bodas, que pudo ignorar calidades tan públicas de la novia, como haber estado casada (dicen que por violencia de su padre) con el conde de Comange y haber tenido dos hijas de él; aunque aparta- da ya del mismo par haberse descubierto que el de Comange estaba al mismo tiempo casado con otras dos mujeres que vivían. Tan gra- ves yerros caben también en la fortuna de los Príncipes. La noticia tardía de ellos enajenó el ánimo del Rey con perpetuo é indeleble aborrecimiento de la Reina y pretensión seguida por toda la vida de nulidad de matrimonio y separación de ella y gran dolor de todos los vasallos, c[ue la amaban por sus buenas prendas y loables costum^

144 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. IV

bres, é interpretaban aquel trabajo del Rey á providencia oculta del cielo, que castiga en el hijo el agravioy deshonor hecho por el padre rompiendo la de los desposorios con la madre de la infeliz Reina, traída desde Constantinopla para mujer y dejada en Mompeller. Aunque toda esta enajenación de ánimo y de todo comercio marida- ble del Rey no bastó para estorbar se procrease de ambos el rey D. Jaime de Aragón para mucho bien de aquel Reino y de la Iglesia: fingiéndose la que era mujer legítima, dama y amiga muy pretendida del Rey, rendida á las instancias de su galanteo, y como tal introdu- cida con afectación de empacho y recato entre las sombras de la no- che buscadas para conseguir el efecto, como la luz después de con- seguido para testigo de él.

§. V.

Año i\ T o ^S' como con Aragón se continuaba la paz con Gas-

1166 20 % ^jjjg L^ causa del rompimiento vino de fuera, aunque A. jIl se admitió en casa el año 1206. D. Diego López de Haro, Señor de Vizcaya, que llamaron el Bueno, á quien el Arzobis- po á este paso llama el más principal entre los Grandes de España, que andaba en servicio del Rey de Castilla y había sido Alférez Ma- yor de su estandarte en la infeliz batalla de Alarcos, se desavino aho- ra con él: y restituyéndole los feudos y honores que de él tenía con- forme al fuero antiguo de España, se enajenó del todo de su servicio. La causa fué digna de loarse defensa de hermana en causa justa. Defendía D. Diego ásu hermana Doña Urraca López, Reina de León, tercera mujer de D. Fernando 11, Rey de aquel Reino en los seño- ríos que el rey, su marido, la había dejado para su sustentación y honor de su Estado, de los cuales su antenado el rey D. Alfonso de León la había despojado ó estrechado con demasía, y con la desafición muy común á las madrastras. Esta fué la primera causa de la guerra: haber tomado D. Diego por suya la causa de su hermana despojada, y abrigar el derecho de ella con las armas movidas contra el de León. El cual fácilmente trajo por auxiliar de las suyas á D. Alfonso, Rey de Castilla, como á primo hermano; y además suegro ya por el matrimonio con Doña Berenguela, su hija. Títulos que se lograrán mejor en tal causa en el oficio de medianero y arbitro de la paz, pues tenía autoridad para serlo, que no en mantener el despojo de una viuda Reina.

21 Expelido D. Diego de Castilla y León por las armas unidas de ambos Reyes, se retiró á Navarra al abrigo del rey D Sancho, que por el efecto se reconoce se le dio, y la ciudad de Estella ó en honor por algún tiempo ó como plaza de refugio en su destierro. Desde ella D. Diego no cesaba de esforzar los derechos de su hermana ó de vengar sus agravios. Y con gentes que traía á su sueldo, ahados, pa- rientes y caballeros castellanos descontentos que seguían su conduc- ta, hacía grandes entradas, correrías y presas en Castilla. Y para re- primirlas y escarmentarle ambos Reyes, unidas sus fuerzas, marcha*

REY D. SANCHO EL FUERTE l45

ron con gran poder contra Estella en busca de D. Diego. El cual, co- mo no tenía fuerzas competentes para salir al encuentro de los Reyes en campaña abierta, fió de las que tenía el salir á recibirlos en sitio más embarazado: y entre setos de viñas allí cerca tuvo varios y recios encuentros de armas con ellos con no poco derramamiento desangre de ambas partes. Y después de ellos se retiró á la Ciudad, Era Este- lla tan fuerte de murallas, torres y castillos sobresalientes, de que se vén hoy las ruinas, y halláronla tan prevenida por D. Diego, que de- sesperado de poderla ganar, hubieron de levantar muy á prisa su campo y retirarse á sus reinos arrojando el enojo déla jornada frus- trada en estrago de los campos por donde pasaban.

2 2 Por Marzo de este año en Tudela se hallaba el rey D. Sancho dando fuero á los labradores de Tafalla y señalando lo que le debían pagar: y es cuatrocientos cahíces de trigo y otros tantos de cebada cada año por mediado Agosto y por S. Miguel mil y seiscientos suel- dos Con que los absuelve de cualquiera otra carga, de todas obras Reales fuera de su término. Y manda que para las labores de las he* redades del Rey dentro de su término se les asistan con el pan, como era costumbre, y también en las obras de castillo. Menciona por obis- po de Pamplona á D. Juan, electo de Pamplona y D. Juan de Tara- zona le llama una escritura de Irache de este mismo año, en que no expresa mes, y debió de ser anterior algo á la pasada. Nombra con señoríos á D. Juan de Bidaurre, en Irurita; D. Gómez Garcés, en Mendavia; D. Pedro Garcés, en Lerín; D. Diego Alvarez, en Labra- 2a; D. Martín Chipia, en Azagra; D. Pedro Garcés de Arróniz, en S Juan del Pié del Puerto; D. Rodrigo de Argaiz, en Leguín; D. Pe- dro Jordán, en Sangüesa: D. Pedro Martínez de Subiza, en Cáseda; D. Pedro Martines de Lehet, en Tafalla; D. Jimeno de Rada, en Santa MARÍA de Ujué; D. Almoravid, en Funes.

23 Del año siguiente 1207 ha}' otra carta semejante del Rey es- imt tando en Tudela por Enero, y señalando lo que debían pagar los de Santacara, y es ciento y cincuenta cahíces de trigo y otros tantos de hordio cada año. Con que los absuelve de cualquiera otra carga y obras Reales fuera de su término: y ordenando que dentro de él cuando fueren á las heredades del Rey y obras del castillo les asis- tan con el pan.

24 Por Marzo, y último dia de él, se concluyó el pleito que oca- sionaron las deudas con que murió el obispo D. García, que por haber adquirido mucho para la dignidad episcopal, debió de admitir por propias el obispo D. Juar, su sucesor. Fué perjuicio arbitrario. Y die- ron la sentencia: D. García de Leoz, Prior de Santa MARÍA de Pam- plona; D. Martín, Prior de Roncesvalles; D. Lope de Tafalla, Arce- diano de la Cámara y D Pedro de Navaz, Chantre, arbitrios elegidos entre el obispo D. Juan y Raimundo de Concoz, acreedor. Del cual se dice en la carta que, estando en Normandía, socorrió al obispo D. García, y también después cuando por orden del Rey pasóá Ingla- terra el Obispo. Sería por ocasión del matrimonio de su hermana la reina Doña Berenguela con el rey Ricg^rdo,

Tomo lY ?9

I4Ó LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. IV.

§■ VI.

-w ^1 fin del año fué funesto y de gran llanto para el rey

25 r^ ^- Sancho y todo el Reino por la muerte de su hermano JL_— *ÉÍel infante D. Fernardo, Príncipe que celebra el ar- zobispo D. Iiodri;íO de amabilísimo en los ojos de todos, que se lle- vaba la afición del Reino por buenas costumbres y agradable na- tural. Aumentaba el dolor la falta que hacía á la sejs^uridad de suce- sión á la Corona que se deseaba propagada por el Rey y se tardaba. Y no menos el linaje de muerte digno de conmiseración en cualquier humbre. Festejaba en Tudela la festividad de S.Nicolás, Obispo, con un ejército ecuestre en su dia, 6 de Diciembre, con otros caballeros que llamó al festejo. Y corriendo á caballo en la mayor violencia de la carrera, atravesándose un animal de cerda, tropezó el caballo en él y dio con el Infante contra una columna con herida tal en la cabeza, que le acabó, aunque no tan á prisa como á su abuelo el rey D. Gar- cía otro golpe semejante de caballo junto á Lorca cincuenta y siete años antes; pero si al dia décimo tercio. Martes á 18 de Diciembre y se trajo á enterrar con el Rey su padre á Santa MARÍA, de Pamplo- na, como lo advirtió el escritor de la crónica general del tiempo de D. Teobaldo II, que expresó también el año y raes como el Arzobis- po el género de muerte.

26 A este año pone Jerónimo Zurita el haberse ajustado tregua por cinco años entre los reyes D.Sancha de Navarra y D. Alfonso de Castilla, habiéndose visto los Reyes en Guadalajara por el mes de Octubre. Y parece vio alguna memoria antigua según individúa sin- gularidades de haber puesto cada uno de los reyes tres fortalezas de su Reino en fidelidad y rehenes de seguridad, de parte de Navarra, á Irurita, Inzura y S. Adrián: y de la de Castilla, Clavijo, Ausejo, Jube- ra: y señalando cuatro caballeros de cada Reino que hubiesen de te- ner los castillos de él aunque á elección del otro Rey: y que de Nava- rra fueron: D. Juan de Bidaurre, Aímoravid. D, Jimeno de Rada, D. Pedro Jordán y de Castilla, D. Alvaro Núñez, D. Lope Diaz, D. Gonzalo Ruiz y Muñón Pérez.

27 Aunque no hallamos estas cosas en nuestras memorias, es creíble sucediesen así. Porque fuera de individuar tanto escritor tan grave el .arzobispo D. Rodrigo, luego después del cerco y retira- da de Estella señala el haber ajustado treguael rey D. Sancho con los Reyes de Castilla y León. Y la disposición de ánimo del de Castilla lo persuade: cuidadoso porque se acababa la tregua asentada con el Miramamolín, y trayendo siempre atravesada como espina en el co- razón la derrota grande de Alarcos con viva ansia de vengar aquella mengua y daños recibidos, como pondera el Arzobispo. La cual le incitaba á procurar ganar á todos los reyes de España para que ó le ayudasen en aquella empresa ó cuando menos no le dívertiesen las fuerzas grandes que pensaba arrojar en ella. Esto le movió á compo*

REY D. SANCHO EL FUERTE 147

ner ahora sus cosas con el rey D. Sancho, dándole alguna satisfacción, aunque fué muy corta. Debió de entrar en parte de la esperanza, como suele suceder en tratados semejantes. En lo que Zurita añade de que prometió en este el de Castilla hacer esfuerzo en concordar á los reyes de Navarra y Arag^ón, que andaban muy reñidos, no du- damos haría el de Castilla ese oficio, que mucho le importaba, si hu- biera necesidad Pero parece cierto no la había al tiempo y que los dos reyes corrían en buena paz desde el tratado del matrimonio del de Aragón con la Infanta de Navarra Doña Y lo arguye de cier- to el ver que en la jornada de los reyes de Castilla y León contra Es- tella se abstuvo el de Aragón de juntar sus armas: y ninguna ocasión mejor para mover guerra al rey D. Sancho de Navarra si la buscaba. Sería aquella promesa, no de soldar la paz quebrada sino de asegu- rarla de nuevo.

§. VII.

E-*^laño i2o3, habiendo cesado la guerra, solas se des- cubren algunas memorias pertenecientes á la paz y dis- .^^posiciones de las rentas Reales y fueros que el Rey dio. Estando en Estella por Octubre se le da á los deMendigorría de que le paguen por S. Miguel tres mil seiscientos y cuarenta sueldos: los tres mil para el rico hombre que tuviere por su mano en honor á Mendigorría, á razón de diez caberías (así habla), y lo demás para el Rey. Que el rico hombre que la tuviere ni otro algún hombre del mundo pueda llevar otra cosa alguna más que lo dicho y el derecho que llamaban de homicidios y de las calónias. Que ni ellos ni sus bes- tias vayan á obras Reales. Qua al ejército vayan uno de cada casa; pero al apellido cuantos puedan tomar armas. Esta es la voz másfuer- te y más ejecutivo de llamamiento de guerra en Navarra. Con la cual acabamos de ver por un arma que se tocó en el Pirineo dentro del segundo dia, que llegó la voz á Pamplona y se despacharon las órde- nes poi' el Reino, moverse y marchar por todos los caminos más de cuaienta mil hombres armados y provistos de víveres para los tres dias del fuero antiguo, como constó por las listas de los pueblos. Y con tanta celeridad, q je de los pueblos más cercanos á Pamplona para la hora décimaquínta, que les llegó la voz del apelhdo, ya se contaban de sus puertas fuera de los ciudadanos armados, más de cinco mil hombres de fuera y algo mayor número muy cerca y de sus puertas. Aunque unos y otros se detuvieron en las marchas y se licenciaron para volver á sus casas por haber salido en muchísima parte falsa la voz del riesgo y no gravar á los naturales sin la última necesidad. Admiraron Ids forasteros como cosa ni vista ni oída la ce- leridad de tan pronto y universal movimiento á ejecución de fuero tan áspero y costoso, pe.ro útilísimo á la república, y con el cual sin duda pudieron los reyes de Navarra por no pocos siglos subsistir y mantener su Reino invadido tantas veces de reyes muy poderosos y

Año 1208

148 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. IV.

coligados, y frustrar sus alianzas y pactos de partírsele como despo- jo. Prosigue la carta del Rey á los de Mendigorría, repitiéndoles la exención de aposento de guerra y cualquiera otro hospedaje á los que mantuviesen caballo, escudo y capelo férreo, y que tengan los mismos fueros que hasta entonces. Con que se ve confirma la carta de fuero que les dio á la entrada del Reino, y queda ya notada.

29 También es fechada en Estella y por Octubre otra carta de fuero á los de Artajona, señalando le hayan de pagar cada año por S. Miguel siete mil sueldos: los seis mil para el rico hombre que ten- drá la villa en honor y por mano del Rey, á razón de veinte caberías: y los otros mil para el Rey: y en los demás conforme la carta que el Rey su padre había dado á los de la misma villa y á la de Larraga, de que se habló al año 1193. Por el cortejo de estas dos cartas de ahora se reconoce que la cabería tenía sueldo sabido y fijo de trescien- tos sueldos. En los ricos hombres, aunque iguales en el honor, no eran iguales los gajes, sino á razón de las caberías ó soldados de á caballo con que debían acudir á los reyes en la guerra y se daban á proporción de las rentas que paga al Rey el estailo de labradores aquellos pueblos que daba el Rey en honor á los ricos hombres, siendo por lo menos de diez caberías la ricohombría y otras al doble y mayores según las rentas de los pueblos y carga de las caberías que se les imponían, y en que tenían sus ascensos según los méritos y servicios.

30 Por Noviembre confirmó el Rey el fuero que su padre había dado á los de Laguardia, deque se habló al año ii65. Y al mismo fuero de Laguardia aforó á los pueblos del valle de Burunda que confina con Álava, recientemente enajenada. Y como por esta causa quedaron ya en la frontera y con las cargas que trae el vivir en ella, dio aquel fuero que se tiene por favorable: y les concede toda franque- za, pagando por S. Miguel cada vecino dos sueldos, y los absuelve de pagar lezta y peage por todo su Reino, como también á los de fuera que acudieren á su mercado en los dias de él: y señala por térmi- nos suyos á Eznatea, Cigaratea, y Berrenoa: y que no sean enjuicio compelidos á jurar sino en la iglesia de Irurita. También dio fuero es- te año el Rey, estando en Pamplona, á los de Aranguren, Irriverri é Ilundaín, señalando le paguen de renta ciento y setenta cahíces de trigo por mediado Agosto y trescientos sueldos por S. Miguel.

21 En todas estas cartas que se hallan en el cartulario de D. Teo- baldo, y en el que llaman Magno se hace mención del obispo D. Juan Y los señores que en ellas se ven con honores del Rey son: D. Gómez Garcés, en D;castillo; D. Pedro Garcés de Agoncillo, en Lerín; D. Diego Alvarez, en Laguardia; D Sancho Garcés, en La- braza; D. Juan de Bidaurre, en Mendigorría; D. Jimeno de Rada, en Irurita; D. Rodrigo de Argaiz, en Leguín; D. Español de Domedán, en Roncesvalles; D. García Hospinel, en Gorriti; D.Juan Pérez, en Amaya, (es Maya); D. Martín Chipia en í\zagra; D. Pedro Garcés de Arróniz, en S. Juan (del Pie del Puerto); D, Pedro Jordán en Santa MARÍA de Ujué; D. Gil Garcés en Larrága; D. Pedro Martínez de

REY D. SANCHO EL FUERTE I49

Subíza, en Cáseda; D. Lope Garcés en On^oz; en algunas de ellas D. Pedro Martínez de Lehet, en Tafalla, y Bibiano de Agramont, te- niendo por mano del Rey el castillo de Agramont.

§• VIII.

Ifio

'W *^n el año 1209 tuvieron vista los reyes D.Sancho "°'

32 ÍH^® Navarra y D. Pedro de Aragón en los confines de am" j[^__^bos reinos entre Cortes y Mallén, y de muy de paz y

buena amistad, que confirma lo dicho arriba La ocasión de las vis- tas, de que habla la carta escrita por orden de entrambos reyes, fué: que el rey D. Sancho prestó veinte mil maravedís alfonsis de buen oro y justo peso al rey D. Pedro, que en esta carta reconoce que para una grande necesidad en que dice se hallaba, y no explica cuál fue- se, se los había prestado el rey D. Sancho, y que estaba entregado de ellos. Y es así que del dia de vS. Bernabé, anterior á las vistas, hay otra carta en que Ferrer, Notario del rey D, Pedro, escribió una y otra testifica haber recibido en Tudela del rey D, Sancho y en nombre del rey D. Pedro, su Señor, esa suma, parte en especie de al- fonsis y parte en mazmutinas, con calidad que la paga pueda ser en maravedís alfonsinos, lupinos y ayadinos y mazmutinas antiguas y nuevas, reduciéndose toda la suma al valor de los veinte mil mará- vedis alfonsinos de buen oro y justo peso: y que la paga se haya de hacer toda por entero de una vez y no por partes. Para la seguridad de ella da el Rey de Aragón al de Navarra en prendas cuatro fortale- zas; Peña, Esco, Pitillas y Gallur con sus villas y cuanto les pertene- ce, y vasallaje de hombres y mujeres. Es convenio que las haya de tener con poder cumplido de ambos reyes D. Jimeno de Rada hasta el tercer dia después de las fiestas de la Natividad próximamente veni- dera. Y que si para ese dia no hubiere pagado enteramente el em- préstito el Rey de Aragón, entregue quieta y pacíficamente las cuatro fortalezas al rey D. Sancho de Navarra para poseerlas enteramente hasta ser pagado cumplidamente. Pero que hecha la paga por entero se hayan de restituir al rey D. Pedro de Aragón: y por muerte suya á su hermano el Conde de Proenza, caso que reinase en Aragón.

33 Reprométense los Reyes toda buena fe en el tratado y con óscu- lo de paz, que así habla la escritura. Y dice ser hecha en un campe delante de la fortaleza de Mallén (en tiendas de campo parece fueron las vistas y tratados) á 2 de las nonas de Junio. Y cita por testigos pre- sentes; á D. Jimeno de Morieta, Prior del Hospital de S. Juan de Je- rusalén, en Navarra; D. Pedro de Cascante; D. Martín Fernández; D. Jimeno de Rada; D, Miguel Luesia; D, Lope Ferrench, de Luna; D. Arnaldo de Alascuín, D. Aznar Pardo, ü. Arnaldo Foján, D. Mar- tín Carieto, D. Fortuno Valerio, D. Guillen de Cervera y otros mu- chos, que sin nombrarlos dice había de Aragón, Cataluña y de Na- varra.

34 Este año dio el rey D. Sancho el cargo de Alférez de su es-

150 LIBRO XX DÉLOS ANALES DE NAVARRA, CAP. IV.

tandarte Real á D. Gómez Garcés, de Agón :illo, y le nombra ya con él un instrumento de Yrache, y prosigue con él en otros y con él le vio y nombró el arzobispo D.Rodrigo en la batalla de las Navas. Con

Alo los señoríos de Mendavia y Dicastillo le hemos visto ya.

1910 25 El año 12 10, corriendo la paz sin perturbación alguna, todo es razón y buena forma del erario y rentas Reales, señalando el Rey las que le debía el estado de los labradores Por su carta, dada en Pam- plona por Junio, señala álosdeSubiza doscisntosy cincuenta cahíces de trigo y hórdio por medias partes, puestos en Pamplona en poder de su clavero por Santa MARÍA de Agosto, y trescientos sueldos por S. Miguel. Con que los absuelve de todas obras Reales y labores fue- ra de su término: y en las que fueren dentro de él en las heredades del Rey, manda se les acuda con el pan. Estando en Peralta por Julio dio semejante carta de fuero á los de Izurdiíiga, Echaverri, Irurzun, Latorlegui, Irañeta y otros lugares cercanos cuyos nombres ya no se divisan en el cartulario magno, señalándoles mil sueldos pagaderos por S. Miguel, y absolviéndolos de otras cargas y de la vela del cas- tillo de Aicita, cuyos vestigios duran allí cerca en una muy alta pe- ña Y para las labores de las heredades del Rey dentro de su término quiere sean socorridos con la comida Semejante es la carta dada por Octubre á los de Verama, Iriverri, Navarr, señalándoles seiscien- tos sueldos por S Miguel, Y por Septiembre á los de Santacara, se- ñalándoles mil y trescientos sueldos al mismo término de S. Miguel, con exención de todas obras Reales, menos la cerrazón de la villa, y fortificación del Castillo de ella. A los de Lizarra, y de Idoat con se- ñalamiento de cien cahíces de trigo, y cincuentade cebada pormedia- do Agosto, y trescientos sueldos por S Miguel, dándoleslosclaveros del Rey pan, vino y carne, cuando fueren á las heredades del Rey dentro de sus términos, sin que puedan ser llamados para fuera.

HG Menciónase en todas estas cartas el obispo D. Juan Y los ca- balleros que se nombran con honores del Rey, son: D. Gómez Gar- cés de Agoncillo, en Losarcos; D. Juan deBidaurre, en Mendigorría; D. Pedro Garcés de Agoncillo, en Lerín; D. Juan Pérez, en Monreal; D. Sancho Garcés, en S. Martín de Unx; D. García Hospinel,enGo- rriti: D. Diego Alvarez, en Laguardia; D. Rodrigo de Baztán,enPe- ralta, D. Gil Garcés, en Azagra; D. Rodrigo de Argaiz, en Leguín; D. Martín de Chipia, en Milagro; D. Pedro Jordán, en Santa MARÍA de Ujué;D. Pedro Garcés de Arroniz, en Tafalla; D. PedroMartínez de Subiza, en Cáseda; D. Iñigo de Oriz, en Montagudo; D. Iñigo Martínez, en Caparroso; D. Jimeno de Rada, en Artajona; y prosigue D. Pedro Cristóforo en el cargo de Canciller.

PEY D, SANCHO EL FUERTE I5I

§. IX.

[ue el rey D. Alfonso de Castilla había asen- Án ^7 i tado con el Miramamolín de África y España Aben Jacub

I as treguas qu tado con el A -_— i^^espii

espiraron muy al principio del año I2[I ó á fines del anterior. Y el fin de ellas puso muy á prisa á toda España en ar- mas. Pudiera haber corrido á la sorda la tregua, y continuádose cuan- to era de parte de los moros, según insinuó el Arzobispo. Pero el rey D. Alfonso, impaciente el dolor de la derrota de Alarcos y pérdidas en los tres años de aquella guerra, cuya memoria mucho le quema- ba, apresuró con demasía, y antes de tener hecha la debida preven- ción, á dar por fenecida la tregua y romper de guerra. El efecto lo dijo presto; aunque al principio halagó la dicha á la hostilidad movi- da en algunas correrías y presas que ejecutaron los cristianos en las comarcas de Baeza, Andujary Jaén. Porque Mahomad, que los mo- ros llamaron Enacer ó el Verde por el turbante que usaba cuajado de esmeraldas, hijo de Aben Jacub y sucesor suyo en los reinos de Áfri- ca y España, y de edad competente para la guerra, viendo que se movía esta, se aprestó de grande y poderoso ejército y cual pudiera considerar D. Alfonso había de llamar aquel rompimiento y hostili- dad comenzada. Y con todas sus fuerzas cercó á Salvatierra, plaza en- tonces la de mayor fama y celebridad de fortaleza en la frontera de los cristianos. Y aunque los cercados hicieron muy porfiada y esfor- zadísima resistencia, y D. Alfonso arrimó su ejército por las comar- cas de Talavera, Mahomad la apretó de suerte, batiendo con máqui- nas y dando saltos por las brechas de los muros y torres, que aporti- lló con los ingenios por espacio de casi tres meses que, en fin, la ga- nó por Septiembre, habiendo muerto muchos de los defensores, y quedando casi todos los demás heridos y muy trabajados de la sed. Sin que en todo este tiempo hubiese podido D. Alfonso aprestar fuer- zas competentes para intentar el socorro de los que, cuanto más tiem- po le habían dado de vencer, le pedían más de justicia. Desgracia que el Arzobispo, que la estaba viendo, no la acababa de llorar, ni dudó decir había sido en afrenta de la cristiana, llanto de España y provincias de fuera y que causó compasión en los mismos émulos de D. Alfonso. Aunque para algún desquite movió el ejército hacia las orillas del rio Jucar y ganó allí á Alcalá y algunos otros pueblos de moros Y ya más cauto con la perdida presente que con las anti- guas, repelió el consejo de su hijo primogénito D. Fernando, que sin embargo de la desgracia, insistía en que se buscase el enemigo en campaña, difiriéndolo hasta el año siguiente y á mayor apresto de fuerzas coligadas, que comenzó luego á solicitar; aunque atravesado de nuevo dolor por la muerte del primogénito, que amaba por extre- mo, y sucedió luego por Octubre.

38 Por el tiempo de esta pérdida tan llorada de Salvatierra, y en el mismo mes de Septiembre en Olite se halla el rey D, Sancho. Y allí

l52 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. IV

le representa una carta del cartulario magno señalando á los de Le- rín quinientos cahíces de pan, la mitad trij^o y la mitad hordio paga- deros para mediado de Agosto, y mil sueldos por S. Miguel y absol- viéndolos todo lo demás y de todas las obras Reales menos en las heredades que el Rey tenía allí y en su castillo.

39 Por Diciembre se hallaba el Rey en Tudela. Y lo descubre una escritura del monasterio de Fitero, sacada del archivo de los comptos Reales por copia auténtica que mandó dar el rey D. Carlos III, año 1400, y da mucho que pensar. Porque por ella el rey D Sancho dona ó confirma á aquel monasterio y á su abad D. García la villa de Tu- dejen y la villa desierta de Niencevas, con todos sus términos y ha- bitadores como las tenían de presente. Y dice lo hace por limosna, y por medio de mi alma y la de mi mujer Doña Sancha y las de nuestros padres. Así habla el instrumento. Y es el primero y único, siendo muchísimos los que se hallan en los archivos del reinado del rey D. Sancho, en que se haga mención alguna de matrimonio suyo. Y este mismo con la novedad de que se llamase Doña Sancha la Rei- na su mujer: habiéndose creido y escrito hasta ahora, aunque por es- critores modernos, que su nombre era Clemencia. Y en cuanto al origen con variedad; porque comunmente la hacen hija de Raimun- do, Conde de Tolosa. En un kalendario bastante antiguo de la iglesia de Roncesvalles, notando la muerte del Rey y su entierro en aquella iglesia que él había edificado, se añade de letra no tan antigua, que también descansa allí la reina Dona Clemencia, su mujer, hija de Federico, Emperador de Alemania.

40 El Arzobispo D. Rodrigo, quien trató al rey D Sancho, y el escritor del cronicón general del tiempo de ü. Teobaldo lí, que tam- bién le pudo alcanzar, y aitvbos suelen no olvidar los matrimonios de nuestros reyes anteriores, acerca á¿ éste, que les caía más cerca, conspiraron en el silencio: como también acerca del infante I) Fer- nando, que escritores posteriores le señalan por hijo y por sobre- nombre Calabaza sin avisar por qué razón. Ni en instrumento algu- no de los archivos hemos podido hallar se haga mención de este Infante, aunque llegó á edad que pudiera no olvidarse por nifio. Por- que dicen que su muerte fué andando á montería, siguiendo un oso, y cayendo del caballo en que le seguía: 3'' que fué enterrado á las espal- das del coro de la iglesia de Tudela. Solo el kalendario de Leire pa- rece hizo memoria de él, diciendo que á dos de las kalendas de Ma- yo (que es á último de Abril) murió D. Tremando, hijo del Rey. Ni puede equivocarse con su tío el infinte D Fernando, que murió en Diciembre notoriamente y se enterró en Pamplona. Ni con el infan- te D. Fernando de Castilla, que murió este año por Octubre, y lo di- ce el arzobispo D. Rodrigo que lo enterró en Santa xHARlA de las Huelgas de Burgos: y de infante de fuera especificara más y no le llamara hijo del Rey, que supone por el de tierra. El kalendario de Leire no señala año. Y aunque se ha anticipado por la ocasión vista, parece cierto fué muy adelante y á los últimos del rey D. Sancho, su padre, y de eso se verá á su tiempo señal muy cierta. Acerca de su

REY E. SANCHO EL FUERTE. 15$

matrimonio decimos lo que hallamos sin llegar ajuicio en causa que no se averio^ua con certeza. Pero no habiéndose continuado por él la estirpe Real, será menor la falta de averiguación

41 Puede también causar alguna novedad en este instrumento del rey D. Sancho á Fitero, que al cabo de tantas donaciones del rey D, Alfonso VIII de Castilla y de su padre y abuelo el Emperador y de los mismos lugares de Niencevas y Tudejún, donados y confir- mados por aquellos reyes, se entre ahora el rey D. Sancho de Nava- rra á confirmárselos á Fitero, corriendo en sana paz con Castilla. Pe- ro esta misma paz que se quiso sanear produjo sin duda este nuevo efecto y es la soltura del nudo. Con la ansia grande que D- Alfonso de Castilla tenía de aunar consigo todos los reyes de España para cuando espirasen las treguas de los moros, lo cual se acercaba yá, parece que en las vistas últimas con el rey D Sancho, de que se ha- bló arriba, entre las cortas satisfacciones que le dio fue una ésta: de larga aquel territorio de Fitero y Tudején, reconociendo con el he- cho que aquella tierra se había ocupado más por fuerza que por de- recho, y que su padre y abuelo de O. Sancho lo habían tolerado á la sorda y por tiempo con un linaje de connivencia templada al tiempo, y que la pedían otras dependencias mayores. Porque no se puede negar que mucho tiempo antes del emperador D Alfonso Vil de Castilla, abuelo de entrambos, y antes que se ganasen délos moros, Tudela, Tarazona y las demás tierras circunvecinas, el rey de Pam- plona, D. Sancho de Peñalén había dominado en el castilo y villa de Tudején, A lo cual entre los demás derechos debió de atender el cardenal Guido de Bolonia, arbitro elegido por los reyes de Castilla y Navarra después de sangrienta guerra, cuando por su sentencia ad- judicó á Navarra el monasterio y territorio de Fitero. y en fuerza de ella tomó posesión el rey D, Carlos II, de Fitero y Tudején, como se verá á su tiempo.

42 Y ayuda á esto el que en esta misma escritura del rey D. San- cho á favor de Fitero, después de mencionarse el obispo D. Juan y los señores que en las cartas del año anterior, y con los mismos honores del Rey, con novedadad no vista estos diez años se halla nombrado en- tre ellos D. García Pérez de Morieta con el honor de Portella: constando por dicho del Arzobispo que el rey D. Sancho de vuelta de África la dio al rey D. Alfonso de Castilla en trueque de Miranda, y en esta escritura se ve recobrada: y refuerza lo que se ha dicho acerca de satisfacciones que D. Alfonso él procuró dar, aunque siem- pre muy cortas. Y cor.suena el nombre del abad que nombra, D. Gar- cía, que corresponde á este año mismo, y es el séptimo de la Real casa de Fitero. Ni da lugar para interpretar de otro modo esta escri- tura la clausula que en ella pone el Rey, de que cDaceda y coifirma todo lo dicho: salva mi fidelidad y de toda mi posteridad. La cual era fórmula recibida de sujeción y vasallaje.

l54 UBRO XX DE ANALES DE NAVARRA, CAP. V.

CAPITULO V.

1. Jornada del rey D. Sancho contra moros. 11. Muerte del Obispo do Pamplona D. Juan, y 8uceci6n de D. Asparago, 111 Sucesos del ejército cristiano. IV. Batalla de la Kavas de Telosa. V. Prodigios del cielo en esta batalla. VI. Principio de las cadenas en el Escudo do Navarra. Vil Plazas ganadas h los moros

eomo del golpe y colisión entre de cosas duras sue- iltar centellas y levantarse llama, con el golpe recibi- do en Salvatierra por ser plaza tan afamada y que se celebraba al tiempo como baluarte de los cristianos, parece se encen- dió en un nuevo ardor, no solo España sino la cristiandad toda: ayu- dando mucho áeso la solicitud ardiente del rey D. Alfonso de Castilla quien por vengar á prisa la mengua no reparó en publicarla más con legacías á todas partes pidiendo con viva instancia socorros como para causa que debía reputarse por comuna todos. Portal la juzgó el celoso pontífice Inocencio 111. quien mandó publicar Cruzada, favo- reciéndola con muchas gracias é indulgencias para los que concu- rriesen á aquella sagrada guerra. Lo cual obró gran movimiento de gentes forasteras, en especial en Francia, cuyos reyes tenía muy en- lazados consigo, como suegro del rey Ludovico VIII, casado con su hija Doña Blanca, y como cuñado del rey Juan de Inglaterra y casa- do con su hermana Doña Leonor, el cual dominaba en muchas pro- vincias de Francia, como la Aquitania, Pictavia, Normandía. Adelan- tó mucho los esjuerzos para esta jornada que de tantas partes se apresuraba el celo grande y mucha autoridad del arzozispo de Tole do, D. Rodrigo Jiménez, varón útilísimo para este siglo y también para los venideros por la Historia que nos dejó de las cosas de España aunque breve, falta de muchos sucesos y como la llevaba el siglo, pero la más cumpHda hasta su tiempo.

2 En estas diligencias y convocaciones para la guerra se gasta- ron los fines del año anterior y principios de este en que entramos 1212, hirviendo todo dentro y fuera de España en aprestos y asona- das de guerra. Y es de loar el rey D Alfonso quien tuvo por apresto muy necesario para ella el bando severo con que vedó en su Reino la vana y costosa ostentación de los bordados de oro que llamaban Auro Frigio y corruptamente Orofres; por haber sido la Prigia la que inventó esa profana pompa, dañosa en la paz por la sobrada eos* ta y más en la gueira; porque enciende la codicia del enemigo para vencer con la riqueza del despojo. Fuera de lo que arguye de ánimo afeminado en el que para los actos severos de la guerra, donde reiría y domina el hierro, busca el halago mujeril del resplandor del oro y agota el caudal necesario para seguir las campañas en la vanidad de galas que ni son ofensa ni defensa.

REY D. SANCHO EL FUERTE. l55

3 Entre los otros reyes que solicitó D, Alfonso para coligados de esta jornada uno fué el rey D. Sancho de Navar' a, y con muy espe- cial razón. Porque, como tan vivamente agraviad d en la guerra de su ausencia, en África se podía temer enemigo el qu'í no se incluía y ase- guraba coligado: y que quisiese lograr la buena ocasión de recobrar las tierras perdidas de Álava y Guipúzcoa con aquella poderosísima diversión. Y no fué del todo vano el recelo. Porque D. Sancho antes que resolviese ir á batallar con los moros tuvo mucho que batallar consigo mismo y con sus pensamientos. Quemábale la memoria de sus agravios y pérdidas: y aún más que ellas el disponerse las cosas de suerte que pareciese causa de la fe el haber de ir á socorrer en aquel aprieto grande al autor de sus agravios y á aumentar el poder del que había disminuido el suyo con la violencia y se había de valer de él aumentado paia nuevos agravios entrándosele por su Reino co- mo había hecho tantas veces, y siempre coligado, ya con los reyes de Aragón, ya con el de León para extender su señorío y para inva- dirle provincias tan propias de su Corona, que ni su padre ni su abue- lo habían movido pleito alguno acerca de ellas á su padre y abuelo, sino dejándoselas gozar quietamente: dado que en lo de la Rioja hubiesen entretenido el agravio de la usurpación con la esperanza. Que D, Alfonso se había entrado logrando su ausencia y sin ejemplo en lo que jamás se afectó la duda. Que los reyes de León y Portugal no sonaba se moviesen para'aquella guerra. Y ¿qué obligación tenía mayor él para aquellas asistencias tan amigables sino es que lo fue- se el estar más agraviado? Que no eran para tolerarse los semblantes varios que D, Alfonso mudaba: se veía desahogado, invasor al punto de lo ajeno y solicitándole enemigos y malquistándole con ellos para coligarlos consigo. Si se mudaba la fortuna y se veía en aprieto, luego era primo y nietos ambos del Emperador y ambos príncipes cristianos á quienes estrechaba la sangre y la Religión para asistirse. La fuerza de estos pensamientos y quejas hizo tan grande impresión en el ánimo del rey D. Sancho, que dice el arzobispo D. Ro- drigo llegó á mostrar desagrado en asistir en aquella jornada y hacer semblan e de que no iría á ella.

4 Pero combatiéndole al rey otros encontrados pensamientos: la causa de la Religión, bien vista de Dios y délos hombres, y muy po- derosa en su ánimo religioso: en ejemplo muy general de las naciones que acusaría su omisión. ¿Que diría el mundo si en causa que había encendido y concitado á las armas á tantas naciones extranjeras, y en tan gran número como se decía y publicaban los mismos tránsitos para ocurrir á riesgo de España se viese un rey cristiano y español en el ocio y regalo de su Reino? Que la ruina de la Religión que in- tentaban los bárbaros era el agravio mayor á que debían posponerse otros menores, dilatando siquiera la satisfacción: que aunque tenía causas que justificasen su retiro y extrañeza de la común empresa, eran embarazosas para darse á entender á tantos extranjeros que ver- terían la mala fama sin la disculpa: que su abuelo D. García Ramí- rez, aún agraviado en lo de la Rioja, había ayudado y acompañado

156 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. V

al emperador D. Alfonso Vil en las jornadas de Córdoba, Baeza y Almería con mucha gloria de sus armas y gentes de su Reino: que estos ejemplos domésticos y de sus progenitores le debían hacer más fuerza que los de príncipes extraños, que no se movían: que la alaban- za sería mayor cuento más rara: que aquella ruidosa jornada se apres- taba, no contra príncipe pagano como quiera, no conocido por él ni por beneficio ni por injuria, sino contra el Miramamolín Mahomad, pérfido violador del derecho de las gentes en la hospitalidad asegu- rada y pactos nupciales y de su dignidad Real en la execrable deten- ción de su persona, primer origen de todos sus males: que aquel era el enemigo mayor y el capital y de quien el mismo tiempo traía la ocasión de tomar con los demás príncipes cristianos una sangrientísi- ma satisfación de los daños contra la Religión é injuria alevosa- mente cometida contra su persona y dignidad.

5 En el combate de tan encontrados pensamientos prevalecieron, en fin, los que miraban al servicio de Dios y defensa de la cristiana, como testificó el arzobispo D Rodrigo, diciendo: cpie aunque, al prin- cipio (lió muestras de que no quería partir á aquella jornada; pero que llegando al trance del riesgo no quiso suhtraer del servicio de Dios la gloria de su esfuerzo y valentía. Y con tal ardor resolvió la jornada, que no solo comenzó luego á aprestarse para ella, sacan- do parte á^ los presidios de la frontera contra Castilla y Aragón, que por la liga no podían guarnición tan gruesa, y á levantar nuevas le- vas de infantería y caballería por todo el Reino; sino que para que pudiese hacer lo mismo el rey D. Pedro de Aragón, que antes había resuelto la jornada, le socorrió con dinero y le prestó diez mil mazmudinas de plata. En el cartulario de D. Teobaldo se halla la es- critura de conocimiento del rey D. Pedro de este empréstito recibido del rey D. Sancho, y dándole para la seguridad de la paga en empe- ño á Trasmoz, castillo y villa con todos sus términos y habitadores, cristianos y moros. Reconoce también en esta escritura el empeño an- terior de Gallur, Pitillas, Peña y Ezco, por los veinte mil maravedís alfonsis de oro que le había prestado el rey D. Sancho. Y es pacto que puede Ü. Pedro rescatar á Trasmoz con la paga, aunque no hu- biese desempeñado las otras villas. El tiempo dice para qué fué el em- préstito. Porque el conocimiento es hecho en Zaragoza á 4 de los idus de Marzo, que es á 12 de él y de la era i25o, que es este año. Cítanse por testigos presentes D. Miguel de Luesía, Mayordomo de Aragón; D Arnaldo Palatino, D. Martín Iñiguez, D. Ponce de Eril, D. Artal, de Atrosella; D. xMarcos, de Liczana; D. Martín López, de Novar, y es Notario del Rey, Berenguel de Oleína.

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§. II.

ientras los reyes se aprestaban para la jornada suce- dió la muerte del Obispo de Pamplona, D. Juan, San-

dóval la señala á dos de Septiembre del año anterior, y en Roma, á donde había ido por negocios de su Iglesia. Mas pare- ce forzoso tocase alguna parte de este año presente. El rey D. San- cho vivo le nota al fin del anterior por Diciembre, como queda visto en su carta al monasterio de Fitero. Y un instrumento del de Irache vivo también en este presente año, y Alférez del Hey á D. Gómez Garcés, aunque no señala mes, y hace falta. Otro del mismo archivo y año nota por obispo electo de Pamplona á su sucesor D. Aspa- rago, y es de 15 de las kalendas de Julio, que es á 12 de Junio. Con que parece forzoso hubiese tocado alguna parte de este año, y el dia de su muerte queda incierto. Tuvo la silla como siete años. Dicen ins- tituyó en su Iglesia la dignidad de Chantre dotándola de rentas que desmembró del monasterio de S. Miguel de Excelsis. Su sucesor, que ahora entra, D. Asparago, dicen fué natural de Mompeller, de linaje y nobleza de los Barcas y pariente de la Reina de Aragón, Doña Ma- ría, señora de aquel Estado: y debió de ayudarle para entrar en la Silla de Pamplona la buena amistad con que se corría ahora con Ara- gón. Y arguyen la inclusión que en aquel Reino tenía por la Reina el que dentro de tres años fué promovido á Arzobispo de la Iglesia xMetropolitana de Tarragona.

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§■ III.

abiendo señaladoel rey D. Alfonso de Castilla por 7 |~" 1 plaza de armas de aquella jornada, y del aparato in- menso que se movía para ella, á Toledo ciudad muy capaz de sitio para la comonidad de los alojamientos y de comarcas muy fértiles y abundosas para el abasto de las vituallas, que fueron bien menester, y toda la providencia del Rey en conducirlas también de fuera, y de todas partes, según fué grande el número de Cruzados que cargaron de fuera de España y de la otra parte del Pirineo, cu- yos tránsitos por España, habiendo comenzado á sentirse por Febre- ro, se fueron continuando por toda la primavera, hirviendo los cami- nos de tropas forasteras: en tanto grado, que dice el Arzobispo llega- ron á contarse cien mil combatientes de á pié y diez mil de á caballo de Francia, de Italia y otras diversas provincias de la cristiandad; fue- ra de las que de los reinos de España concurrieron en especial, de las dos Castillas, singularmente interesadas en esta jornada. Atante llegó el ahogo de la gente con el concurso que reventó fuera de las murallas y se hubieron de derramar los alojamientos por las campa- ñas abiertas á orillas del Tajo, y el Rey hubo de franquear unos muy

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dilatados huertos suyos para que en tiendas armadas entre la ameni- dad de los árboles se formasen los alojamientos.

8 En el día octavo de la Pascua de Pentecostés llegó el rey D. Pedro de Aragón á Toledo, habiéndose anticipado algunas jor- nadas á sus tropas, que aguardó acuartelado en los vergeles del Key. Marchaba ya también el rey D. Sancho de Navarra bien aprestado de gente ejercitada, llevando su estandarte RealD. Gómez de Agoncillo su Alférez Mayor, Señor de Losarcos,y muy seguido de la nobleza y con la prevención de quien ibaá pelear como en teatro y álos ojos de muchas y diversas gentes. Y sabiéndose tocaba ya cerca con las mar- chas, que como resolvió más tarde la jornada no las pudo anticipar el ejército todo de los cruzados movió desde Toledo el dia 20 de Junio con grande ardimiento y confianza que infundía el poder grande del ejército y la vista de tantos varones señalados. Y habiéndoseles dado á los cruzados extranjeros por caudillo especial á D. Diego López de Haro, ya reconciliado y ajustado con el rey D. Alfonso por interven- ción y solicitud del arzobispo D. Rodrigo, como capitán tan práctico en la tierra, de que necesitaban las milicias forasteras, después de la tercera n- archa comenzaron á entrar en la frontera de los moros: y los ultramontanos, que precedían algún tanto á los reyes, se echaron con grande ímpetu sobre Malagón, y sin que lo embarazase la fuerte re- sistencia de la guarnición de los moros la entraron por fuerza de armas y pasaron á cuchillo á todos.

9 El día siguiente llegaron los reyes con su ejército. Y habiéndo- se detenido allí solo un día, y ese con alguna falta de vituallas que se comenzó á sentir, aunque el rey D. Alfonso la remedió prontísima- mente, marchó todo el campo cristiano contra Galatrava, que halla- ron muy prevenida de grueso presidio á cargo del gobernador Almohac rotas las puentes sobre Guadiana, para que no pudiese ser cercada por todas partes ni cortados los cocorros que por allí se introdujesen á la plaza, y los caminos sembrados todos de abrojos de hierro para marcar los caballos y hombres. Pero más que todo esto estimaban los moros de la plaza el haberse metido en ella Abencalí, un caudillo moro señalado por larga experiencia de la guerra y de ingenio muy astuto para lograrla, y en él ponían la mayor confianza de su defen- sa. De tantas y tales fortificaciones exteriores se halló ceñida la plaza y de tantas banderas se miraban coronadas todas sus torres y baluar- tes, que á todo hizo luego semblante de resistencia muy larga. Cosa que dividió el campo cristiano en pareceres contrarios por algunos dias.

10 No pocos y bien experimentados eran de parecer que no se tentase sino que se marchase luego en busca del enemigo con el ejér- cito entero; que la expugnación de las plazas gastaba y consumía el ejército en los asaltos al ganarse y presidios depués de ganadas. Que roto el enemigo en la campaña, luego se caían de suyo las pla- zas destituidas de toda esperanza de socorro, que es la más poderosa defensa de ellas. Que deteniéndose de industria el enemigo, hasta yer las fuerzas del contrario muy gastadas en las expugnaciones y

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distraídas en presidios, y cargándolas de golpe con el ejército entero aseguraba la victoria en la campaña: á que se seguía como cosa acce- soria la recuperación de las plazas. Lo cual tenía particular fuerza en aquel linaje de guerra presente, en la que se arrojaba el resto todo de las fuerzas, con lo que el vencido queda para mucho tiempo impo- sibilitado de repararse y recobrarse, y el vencedor con la gloria y fama sonora de haber prevalecido peleando de poder á pocier, que tanto levanta los ánimos, y con las plazas á merced suya, cortada la esperanza de socorro cuando menos por mucho tiempo. Que la fortu- na de la batalla campal discernía la causa y adjudicaba las plazas.

1 1 Sin embargo, prevaleció la opinión contraria por la multitud de visónos, que por no parecerlo, siempre inclinan más á votar se aco- meta el peligro presente con el cebo de comenzar á lucir y mostrar el valor que aun no tenían probado. Y más por el empacho de pasarse con tan inmenso campo delante de Calatrava sin tenerla que porque pareciese mal la opinión contraria, se resolvió acometerla. Y dividi- dos los puestos por naciones para que la emulación encendiese más el valor, se asaltó con grande aliento, y por tantas partes, que ven- ciendo todas las resistencias, se entró y ganó el pueblo del poder de los bárbaros el dia Domingo, á primero de Julio. Y luego se restituyó á la orden militar de Calatrava, que intervino en la expugnación con su Maestre D. Rodrigo Díaz. Del despojo nada reservó para el rey D Alfonso, sino que todo lo donó á los cruzados forasteros y al rey D. Pedro de Aragón.

12 Pero ni tan generosa largueza fué poderosa para contener en los reales y en la empresa comenzada aquel inmenso campo de cru- zados forasteros; sin que reventase allí mismo un tan fuerte motín, que los enajenó del todo de aquella sacra guerra que con tanto ar- dor habían comenzado: y tan general, que sin poderlos detener los reyes ni los obispos ni la liberalidad de D. Alfonso quien partió con ellos las vituallas de su mismo ejército, dejada la insignia de la cruz, que debía de causarles empacho el llevarla, cuando desamparaban su causa, deshilados en tropas y por naciones, se retiraron del campo y se volvieron todos feamente á sus casas. En tanto grado, que de tan numeroso ejército, como queda visto, consta que solos quedaron en el campo cristiano de Calatrava Arnaldo, Arzobispo de Narbona, Prelado insigne por el celo de la Religión, y que había peleado feliz- mente con la doctrina y las armas contra los herejes albigenses, y ahora detuvo consigo como ciento y treinta caballos y algunos pocos infantes: y Teobaldo de Blazón, caballero noble y esforzado de tie- rra de Pictavia y español de origen. Y viénese luego á los ojos, to- cando ya con las marchas al mismo tiempo muy de cerca á Calatrava el rey D. Sancho de Navarra con su ejército aprestado en busca del campo cristiano, el empachoso encuentro y vi^as de las tropas que desamparaban la guerra en causa tal, y las que corrían en busca de ella afeando con sola la vista el mal ejemplo.

1 3 Una cosa singularmente nos causa grande extrañeza en este suceso. Y es: que de una tan súbita y tan borrascosa enajenación de

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ánimos que se llevó tras á ciento y diez mil combatientes, el arzo- bispo D. Rodrigo que la estaba tocando con las manos y la procuró aplacar, nos dejase señalada tan cortamente la causa, 3' tan por ma- yor, como decir que el enemigo del género humano con la envidia continua de los hechos loables de los cristianos arrojó en los corazo- nes de los émulos un mal espíritu que les turbó Cosa que cuando no la dijera, ella se estaba dicha. Y creyéramos que el decir esto envuel- tamente y sin aclarar más la causa fué templanza de quien se abste- nía de notar á las miHcias forasteras. Pero dijo de ellas: volvieron á tras sin reputación. Y con la preñez dijo más. El Obispo de Tuy, D. Lúeas, que también vivía al tiempo, dio por causa que á los fran- ceses en especial venció el amor y cariño de "su patria. Cosa poco creíble de hombres que aún no había medio mes que habían salido á campear, y que campeaban ganando muchas presas y despojos, y entre felices sucesos: en los cuales no suelen fraguarse los nublados de los motines tan fácilmente como en los adversos, en que todos se echan la culpa unos á otros, seminario común de las discordias, Pero esta averiguación se habrá de quedar como otras muchas cosas nues- tras al juicio del lector; por no haberlo avisado los que podían fácil- mente. A nosotros de emulación nacional nos hiere la sospecha en la expugnación de Galatrava. Y la palabra émulo ya se le cayó al Arzobispo.

§. IV.

eomo quiera que esto fuese, el campo cristiano, aun* on el dolor de la retirada de tantas fuerzas, movió luego la vuelta de Alarcos, que se ganó presto con otros castillos de menor nombre. Y en aquella estancia de Alarcos lle- gó el rey D. Sancho de Navarra con mucho gozo de los reyes y todo el campo; porque llevaban gente muy selecta y esforzada. D. Lucas de Tuy dice: que llegó el fortísimo rey D. Sancho de Navarra con robustísimo refuerzo de soldados. Cosa que conhortó mucho á to- dos, viendo que la calidad de la gente suplía en mucha parte el nú- mero grande de los desertores de la empresa. Y á la verdad: quien maduramente considerare la retirada de ellos, al parecer intempesti- va y dañosa, reconocerá una singular providencia de Dios y muy fa- vorable á España: ordenando que, pues los españoles habían lleva- do solos por casi quinientos años el peso, gastos estragos de aquella pertinacísima guerra por la Religión y verdadera contra los bár- baros mahometanos, llevasen también entera y sin partirla con algu- na otra gente la gloria de haberlos roto y desbaratado con una de las más memorables batallas que se han dado en la cristiandad, por la cual España se sobrepuso y mudó en gran manera de estado: y de la cual jamás pudo convalecer del todo la morisma. Con que pudiese gloriarse que sola y sin ayuda ajena, salvo la de Dios, autor de todo 5íen, se restauró de su último estrago y renació de sus cenizas.

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15 Aún más honda inspección tiene la Providencia Divina en el caso presente. Pues para quebrantar la potencia de los bárbaros mahometanos se valió de un medio al parecer contrario, cual fué la disminución grande de las fuerzas de los cristianos con la retirada del inmenso campo de los cruzados de fuera. Porque conocidamente se ve que Miramamolín Mahomad caminaba con el designio mismo propuesto, aunque no abrazado por entonces, cuando se consultó só- brela expugnación deCalatravaenlos reales cristianos; condenándose por consejo pernicioso el ir gastando las fuerzas en conquistas }'■ presidios de las plazas con riesgo de que las cargase el enemigo ate- nuadas con todo el poder entero de las suyas, descansadas y vigoro- sas, Y conócese era ese su designio. Porque viendo que le iban ga- nando las plazas ya dichas, ningún movimiento hizo ni salió al opuesto con su ejército á la frontera sino que se tuvo descansando en buenos cuarteles en Jaén y sus comarcas con el espanto que le causó la fama ruidosa de tantas milicias de los cruzados ultramontanos, movidos de casi toda Europa: aguardando para arrojarse á tentar los esguazos de aquel pehgroso río á que emanase la creciente inchada de tantas tro- pas que, siendo forasteras, no podían durar mucho. En oyendo la re- tirada de ellas por relación de hombres perversos, espías mezcladas con el ejército cristiano, se imaginó ciertamente vencedor y sacó luego de los alojamientos su grande ejército y le movió para en- contrarse con el enemigo en la frontera. De donde se deduce que no hubiera salido á batalla campal sino por la retirada: y que con ella le cebó Dios para que arrojase todo el resto de su poder y le perdiese.

16 En el número ternario de los reyes congregados halló el campo cristiano, como se ve en el Arzobispo, la proporción alegre de un agüero pío, y no vano, del misterio de la Santísima Trinidad; como si movidos y unidos por ella hubiesen concurrido á pelear por su causa. Y en su santo nombre movieron de los cuarteles de Alarcosy se acamparon á vista do Salvatierra; aunque sin tentarla por combate ni con el dolor reciente de su pérdida por haber comenzado á preva- lecer el consejo de reservar las fuerzas enteras para la suma de la guerra, en especial siendo ya menores y estando el enemigo más cerca. Lo que no se dio al combate se dio alarde y muestra de las armas, y el dia siguiente, Domingo, á 8 de lulio, por parecer común de los reyes se hizo reseña general de todas las fuerzas del campo cristiano: en que el ejército, puesto en ordenanzas y en toda forma de romper, de batalla, apareció tan lucido de armas y caballos, tan dies- tro en el uso y manejo, gobernado por cabos de tanto valor y espe- riencia, tan asistido de príncipes y varones señalados, tan disciplina- do y pronto en volverse y resolverse á las señas de las órdenes que daban los instrumentos, que con universal alegría y conhorte de to- dos concibió grandísima esperanza de victoria: en tanto grado, que aún á los menos esforzados levantó la muestra de aquel dia del caimiento de ánimo en que los tenía la retirada de los ultramontanos, y comenzaron á despreciar su falta y estimar, mas que el numero, la

Tomo IV U

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uniformidad de costumbres y artes de guerrear de los españoles, y que subían mejor las de los moros.

17 Habiéndose detenido en la misma estancia el Lunes, movió el campo el Martes, y llegó á la fresneda, y el siguieute á la raíz del puerto, que por un trecho de sierra continuada de suelo de pizarras que formaba uno como muro, llamaban el muradal, y el pie de él, que se ocupó por los nuestros, giialdafajar por un arroyo de este nombre. Jueves á 12 de Julio, D. Diego López de Haro, á quien se había encomendado explorar el camino y guiar el ejército, envió de- lante con buenas guardias á su hijo D. Lope Diaz y dos sobrinos su- yos, D. Sancho Fernandez y D. Martín Muñoz, á ocupar la cumbre de un monte. En cuya subida les saltearon de improviso algunastro- pas de moros y los turbaron algo al principio; pero desembarazando á prisa las armas, los echaron del puesto y se le ganaron cerca del castillo del Ferral y, á pesar de los moros, asentaron tiendas y levan- taron banderas. Y ese mismo día no pocos del ejército subieron allá. Viernes por la mañana los reyes, invocando el nombre de Dios, con el resto del campo subieron hasta un moderado rellano que hacía el monte antes de llegar á su última altura, y ganaron el castillo del Ferral y se acuartelaron armando tiendas Pero sobre el camino que se había de tomar para pasar adelante discordaron los pareceres en los reales.

18 Era sin duda el derecho, y por consiguiente el más breve, el que llamaban de la Losa. Pero hacíanle inaccesible, además de la es- trechura grande, suelo quebrado y peñascoso y muy profundos des- peñaderos; también las gruesas tropas que había enviado delante á ocupar aquellas fraguras y pasos difíciles el Miramamolín Mahomad, gozoso sobre manera con la retirada de los cruzados advenedizos de fuera y falta grande de vituallas del campo cristiano, que le encare- cieron mucho y sobre la verdad los espías. Con que, moviendo luego su ejército á Baeza, había enviado desde ella fuertes presidios á ocu- par las estrechuras fragosas Y aunque se imaginaba ya vencedor, juzgó lo sería con más seguridad y menos costa suya deteniendo al ejército cristiano algunos dias en aquellos pasos difíciles, y redu- ciéndole á hambre, y cargándole después con todo su poder ham- briento y desalentado con la voz siempre triste de retirada y suma dificultad de ejecutarse sin desorden. Que fué este el designio de Mahomad y consejo tomado de gobernar la gueira los movimientos lo indicaban, y constó después por los cautivos. Por lo cual muchos de los reales eran de parecer que antes de llegar á la última necesi- dad se retirase luego el ejército, desandado lo andando por yerro y bus- cando con el rodeo camino más llano y menos pehgroso que el de la Losa. Pero el rey D. Alfonso insistía con gran fuerza en losdañosde la retirada en trance tal: interpretación de fuga que alentaría á los moros y desalentaría á los nuestros, en especíala los de menos obli- gaciones, que apenas disciernen entre retirada y fuga, y que después sería difícil contenerlos: que el tiempo mismo y cercanía del lugar embarazaban del todo la retirada. Pues desde la estancia misma en

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que alojaban se divisaba ya la tienda roja del Miramamolín Maho- mad que había sobrevenido con todo su poder.

ig Vióse el campo cristiano en gravísimo cuidado este dia, y per piejo en gran manera sobre cuál de los dos consejos seguiría; porque cua. quiera parecía fácil de condenarse, difícil de defenderse, descu briéndose en ambos igual riesgo. La fortuna de España y causa que seguía la favoreció sin duda aquel dia, dando consejo medio por re- lación de un hombre que pareció allí sin buscarse y se tuvo, ó por bajado del cielo, ó encaminado por él con providencia muy singular. Un pastor fué, en traje humilde de tal, que dijo habí^ apacentado muchos años ganados por aquellos parajes y ejercitádose en ellos en caza de conejos y liebres, y que sabía ciertamente camino por el cual sin retirada ni rodeo largo, sino con muy pequeña tercedura pon- dría el ejército en la cumbre, declinado la Losa y sin que le pudie- sen ofender los moros. La rusticidad humilde del traje disminuía, sino la sencilla, la seguridad de la promesa. Pareció enviar por ex- plotadores de la verdad de ella á D. Diego López de Haro y á D. Gar- cía Romeo, uno de los señores de Aragón que, guiados por el pastor, hallaron ser todo así y lo aseguraron á los reyes. Los cuales, gozo- sos con el aviso y todo el ejército con el nuevo aliento que infundía el ver aquella prenda del cielo, de que corría por el cuidado y cuen- ta de él su salud (del pastor ni se supo el nombre, ni se sabe que aguardase el premio, que tenía tan merecido) El Sábado muy de madrugada tomaron el nuevo camino y ganaron la cumbre del monte con toda felicidad, habiendo desamparado primero como inútil por entonces el castillo del Ferral, que ocuparon luego los moros con sus acostumbradas algazaras en suceso feliz, interpretando el desamparo á flaqueza de los cristirinos, retirada y fuga. Pero ellos despreciando, su errada y vana alegría, asentaron luego los reales en una llanura que hacía la cumbre, y la caída de la otra parte del monte, aprove- chándose de la asperf;za del terreno para fortificarlos más por las espaldas y teniendo por frente muy dilatada llanura en que tender sus haces.

20 Todo se hacía yi á vista de Mahomad quien, arrojando mucha infantería y gruesos batallones de caballos, procuró embarazar la obra, pero en vano. Porque parte del ejército cristiano puesta en or- denanzas rechazó con esfuerzo á los agresores y aseguró el fortifi- carse los reales, armar las tiendas y formar cuarteles. Imaginó Maho- mad que, sobrando á los cristianos tanta parte del dia, que madru- gando mucho habían ganado, luego en asentando los reales saldrían á batalla. Y, provocando para ella con gran orgullo, ocupó como puesto suyo un collado espacioso de gran pendiente y subida agria, que guarneció de tropas muy escogidas disputadas para guardias de su persona, y tan numerosas, que podían solas formar un ejército. Y de vanguardia de ellas y por los costados arrojó un inmenso cam- po de gentes traídas de África y España, cuyo número nunca se pu- do apurar con la cuenta. Lo que después costó por los cautivos fué que habían pasado muestra en las reseñas ochenta mil caballos y que

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del peonaje no se había podido ajustar cuenta por la multitud innume- rable.

21 Sin espanto alguno miraban los reyes y todo el ejército cris- tiano desde la eminencia de los reales aquellas inmensas haces tendi- das por los campos como si les dijeran ya los corazones que las habían de segar á hierro y con más facilidad cuando más espesas; pero resueltos ú no pelear aquella ni el siguiente por descansar la gente y los caballos fatigados con la subida de los montes ásperos, explorar los designios del enemigo y la calidad de sus fuerzas; que el número ya se lo decían los ojos. Y en orden á eso se arrojaron fuera de los reales algunas pocas tropas que con buen suceso se tra- baron de escaramuza con los moros, como si tentaran el pulso y vigor de brazos de aquellos con quienes habían de entrar presto en comba- te más recio y restado. El Domingo 15 de Julio repitió Mahomad muy de mañana el arrojar todas sus huestes á la campaña, llamando álos nuestros á batalla. Y tan porfiadamente, que duró en ordenanzas desde el amanecer hasta el medio dia: y por ser muy descubierto y ardiente el sol, le bajaron los suyos la tienda roja riquísimamente adornada, á cuya sombra pasase el gran calor del dia. Sin quede par- te de los reyes se les respondiese más que como dia antes, con li- geras escaramuzas con los moros que más se acercaron á nuestros reales, con remedo de torneos, á que son aficionados los moros, aun- que más sangrientos de lo que llevan festejos de paz. Amibos dias lograron los nuestros reconociendo desde lo alto de los reales la for- ma en que ordenaban sus batallas los moros, y notándola con cuida- do; que no fué pequeño fruto de la detención ni menor ventaja que tener en el juego, conocidas las cartas del contrario. A flaqueza de los cristianos y caimiento de ánimo interpretó Mahomad el no haberle respondido de batalla ambas veces: y con tanta seguridad de la vic- toria, que no dudó escribir luego á los suyos á Baeza y Jaén, que te- nía acorralados y cercados á tres reyes cristianos que dentro de dos dias desbarataría y haría prisioneros. Aunque los cautivos refirieron después que no faltaron moros de su consejo que le dijeron que más que miedo les parecía valor prudente y buen consejo de aprestarse para batalla la detención de los cristianos.

22 Lo que se dilató el jugar las armas en la campaña se empleó en aprestarse en los reales de las armas mejores y en encender para el combate los ánimos; cuya buena disposición es la que más princi- palmente da las victorias. Y el Arzobispo de Toledo, D. Rodrigo, y el de Narbona, Arnaldo, y todos los demás obispos que seguían la cam- paña, Tello, de Falencia; Rodrigo, de Sigüenza; Melendo, de Osma; Pedro, de Avila; García, de Tarazona; Berenguel, de Barcelona, gas- taron todo aquel dia Domingo corriendo por las estancias y cuarteles de los príncipes y naciones entre ardentísimas exhortaciones á arro- jar lo último del esfuerzo en aquel glorioso combate acordando la gloria y celebridad en todos siglos del nombre español, siempre inven- cible cuando, unido como entonces, la presencia de sus reyes con la flor y nervio de sus reinos y sus gentes comprometiéndose la gloria

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primera del valor en aquel gran teatro con emulación de hermanos de una sangre, vasallos de reyes primos y hermanos y propagados de un mismo rey, que partió los reinos entre sus hijos sirviéndola emu- lación como entre amigos y domésticos solo de encender el valor, no de sembrar discordias, como acaban de experimentar con los extran- jeros y advenedizos, excluidos de la gloria que luego esperaban para que la gozasen entera los naturales españoles. Que la muchedumbre de los moros era chusma y canalla agregadiza para robar, que solo podría turbar los ojos de los cobardes, no los corazones délos varo* nes robustos y esforzados en cuya estimación los soldados se pesan, no se cuentan. Que buscasen dentro de si mismos los motivos que en- cendían su esfuerzo y esperanza. Que se acordasen de su valor con el cual habían despreciado la falta de tan inmenso campo de extranjeros auxiliares y sin turbación alguna en novedad tan grande, prosegui- do con la misma gallardía y braveza de ahento en busca del enemigo atravesando y á gran peligro sierras ásperas para hallarle, y me- tiéndose por mismos en la necesidad de vencer, pues ellas ya ven- cidas estorbaban su fuga ó retirada.

23 Que sobre tantas y tan poderosas razones humanas que encen- dían para el combate cargaban con mucho mayor peso las divinas. Que levantasen los ojos á la alteza de la causa que de tan diversas regiones los había traído allí, que no era otra que el culto del verda- dero Dios, honra y exaltación de su Santo Nombre y defensa de su sagrada y purísima ley contra los sucios y abominables ritos de un Profeta falso y malvado, que habían manchado el suelo español, que pedía lavarse con mucha sangre de los que le habían contaminado. Que su presencia les podía decir la grandeza de la causa que defen- dían; pues siendo obispos y ministros consagrados á Dios y destina- dos para ofrecerle hostias pacíficas en sus Aras y Templos sagrados, los había enajenado de ellos, y metíJolos en el bullicio y estruendo de las armas y entre horrores de sangre humana derramada, ajenos de su profesión, sino los justificara la grandeza de la causa. Que có- mo rehuirían los riesgos de la campaña los caballeros valientes y sol- dados de profesión, ministros de la justicia ira y justa de Dios, que habían venido á buscar los ministros públicos de la paz sin poderlo excusar? Que la calidad de aquella guerra era tal, que en ella venía á ser la mas dichosa suerte la que en otras guerras era el último de los males, la muerte. Pues por esa pasarían compendiariamente y por atajo brevísimo, excusando los afanes lentos y rodeos prolijos de es- ta vida, á recibir el premio eterno de mano de aquel gran Rey de los reyes, que aguardaba para coronarlos á los esforzadísimos caballeros que debajo de sus banderas tuviesen la dichosa suerte de arrojar la sangre y las vidas por la gloria de su Santo Nombre y defensa de su sagrada ley. Y que para que la entrada en aquel inmortal gozo fuese más apresurada, el Santísimo Padre Inocencio líl, con las llaves del Reino de los cielos, dadas á S. Pedro y pasadas á sus manos como de legitimo sucesor, les abría francamente las puertas de él pagando del tesoro inagotable de la Iglesia, cuyo dispensador era^ como Lu-

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garteniente de Dios en la tierra, las deudas que les pudiesen detener algún tiempo la entrada con las plenísimas indulgencias que sobre ellos derramaba, y ellos en nombre suyo y por su autoridad aplica- ban á todos los que, armados de celo cristiano y de los Santos Sacra- mentos de la Iglesia, entrasen el dia siguiente ?n aquella gloriosa ba- talla Que no dudasen del felicísimo suceso de ella, y tuviesen fija en la memoria la indefectible promesa de JESU(>RlSTO en cuya con- ducta venían, de que las puertas del infierno y todo el poder que por ellas arrojase no había de prevalecer contra la firmeza incontrastable con que fundaba su Iglesia. Que imaginasen al romper de batalla y todo el tiempo de ella que peleaban come en teatro público y á los ojos de todas las gentes del orbe cristiane, suspensas con la ex- pectación del suceso y aguardando á averiguar por él á qué tanto lle- gaba el valor natural y celo cristiano de españoles y si cumplían con el empeño hecho de haber quedado solos y deí;amparados por la cau- sa de Dios en la campaña.

24 Y pues habían reprimido por aquellos dos dias el ardor de sa- lir luego á batalla por obediencia á los reyes y cabos, mientras con el consejo y providencia, alma de las bat»llas, les disponían la victo- ria para la aurora siguiente, que les rompería la presa, saliesen im- petuosamente y ar rojasen todo el raudel del coraje represado sobre aquella sucia y vil canalla de esclavos del falso Mahoma para inun- darla dando con sus diestras armadas de hierro á Dios la justa ven- ganza de sus agravios, ásus reyes, lo que les merecía su presencia, su ejemplo, sus afanes pasados, para disponerles una ilustrísima vic- toria, y la honrosa confianza que habían hecho de su esfuerzo y va- lentía á la común patria y nombre español, gloria inmortal al suelo que pisaban, nombradía famosa á los reinos todos de la cristiandad, gozo universal á los cruzados tornizados de fuera envuelto en el g07.o común el dolor de haber faltado de empresa tal por tan pocos dias, á sus casas nuevos blasones que añadir á los antiguos, y á sus padres, mujeres é hijos materia de perpetua y dulcísima recordación para toda su vida, y que por su relación pasase á los venideros.

25 Como las causas naturales obran con más ó menos vigor se- gún la disposición que hallan en los sujetos en que instruyen, a las que timen la actividad en el movimiento de la razón por la exhorta- ción y consejo, sucede lo mismo. Y hallando en los soldados cris- tianos los ánimos de antemano encendidos para el combate, fué so- bremanera grande el nuevo ardor en que los inñamaron las exhorta- ciones y pláticas de los prelados: en tanto grado, que el tiempo que se dio de reposo en los cuarteles hasta la medianoche muchos i:o le podían tomar con la expectación fogosa de la batalla y cólera remo- vida, que sacudía todo sueño acusando de lenta y tarda la noche, y contando por hombres infelices á los que faltasen de aquella batalla. Hacia la media noche sonó por los cuarteles el bando alegre y desea- do por el cual mandaban los reyes que todos aprestasen luego las armas y caballos para salir á batallar la batalla del Señor: que con esa voz se publicó: y comenzaron á hervir los reales en murmullo

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sordo de los que entre parabienes de haber llegado la hora deseada y exhortaciones reciprocas buscaban las armas y las requerían. Algo antes de rayar el Alba se celebró el Santo Sacrificio déla Misa con el Oficio que acostumbra la Iglesia, de la Santa Cruz, como expresó el arzobispo D. Rodrigo, aún más que en la Historia, en relación par- ticular que de esta batalla dejó escrita de su mano y en lengua vulgar á la cofradía de la Santa Cruz que fundó en Bilchez, y en ella se con- serva. Y con mucha proporción; asi porque era suya la causa y todos iban cruzados y llevaban por guión general de todo el ejército la in- signia sagrada déla cruz: como por la sacrilega arrogancia con que el bárbaro Mahomad había hecho público blasón de que había de destruir á cuantos adoraban la cruz. Acabado el Sacrificio, y arma- dos con los Santos Sacramentos de la Iglesia, arrodillados é incHna- dos á tierra dijeron todos la Confesión General, y recibieron del Ar- zobispo de Toledo, D. Rodrigo, la absolución y las indulgencias en- viadas del Romano Pontífice, cuyo comisario era. Y luego comen- zaron los reyes á sacar por las puertas de los reales sus huestes á campaña y ponerlas en la forma de batalla, que tenían ya concerta- da. Y fué esta.

26 El rey D. Alfonso de Castilla ocupó el puesto medio que ve- nía á ser como cuerpo de batalla de todo el ejército. Y llevaba su gente repartida en tres haces La primera, y de vanguardia, se enco- mendó á D. Diego López de Haro, Señor de Vizcaya, con sus sobri- nos D. Sancho Fernández y D. Martín Muñoz, sus parientes y vasa- llos. La segunda haz gobernaba el conde D, Gonzalo Núñez, y con él iban los caballeros del Temple con su Maestre D. Gómez Ramírez, los caballeros del Hospital de S. Juan con su prior D. Gutierre Er- megíldes, los de Galatrava con su maestre D. Rodrigo Díaz; los de Santiago, con su xMaestre D. Pedro Arias. Y el costado de esta haz ceñían D. Rodrigo Díaz de los Cameros, D. Alvaro Díaz, su hermano, D. Juan González y otros nobles En la postrera haz se puso de reta- guardia el rey D.Alfonso de Castilla, y con él D. Rodrigo, Arzobispo de Toledo, y los demás obispos de su Reino arriba nombrados y de los señores: D. Gonzalo Ruiz Girón y sus hermanos D. Rodrigo Pé- rez de Villalobos, D. Suero Tellez, D. Fernando García y otros se- ñores de cuenta, y por Alférez Mayor del Rey D.Alvaro Núñez. \^ engrosaban cada una de estas haces las milicias y pendones conseji- les de las ciudades de Castilla. Formaba el cuerpo izquierdo el rey D. Pedro con sus gentes de Aragón y Cataluña en forma semejante de tres haces. La primera y de vanguardia encomendó á D. Jime- no Cornel y á D. Aznar Pardo en la tercera y de retaguardia iba el rey D. Pedro acompañado de los ricos hombres de Aragón y Catalu- ña de los cuales nombra el Arzobispo á D Miguel de Luessa, á D. Gerardo de Cervera, Conde da Ampurias, D Ramón Folch, D. Guillen de Cardona, llevando por Alférez de su estandarte á D. Ponce de Heril, y también incorporada con su gente una partida de los pendones concejiles de ciudades de Castilla.

27 Del cuerno derecho no explicó el Arzobispo si iba asimismo

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compuesto de tres haces. Porque solo dijo en la Historia: El rey D. Sancho de Navarra, ¿lustre por la prerrogativa es2)ecial de for- taleza, llevaba con los suyos el cuerno derecho del noble rey D. Alon- so y D. Gómez de Agoncillo era su Alférez Mayor, y también iban en sil conducta las milicias concejiles de las ciudades de Segovia, Avila y Medina. Y en relación que dejó escrita de su mano en lengua española á los de Bilchez. E el rey D. Sancho de JSlavarra con sus ricos ornes é caballeros iba á guisa de ardid é de noble á la diestra del noble rey de Castilla, E hab/a consigo el noble rey de Navarra estos comunes de Castilla que eran los de Segovia, Avila y Medina. Con que se puede dudar si al rey D. Sancho por la particu- lar pericia y experiencia de las artes de guerrear los moros, como quien había peleado no solo contra ellos sino también con ellos en África en los años de la detención, le pareció más conveniente otra forma de componer su campo, conviniendo los reyes en eso, y arro- jó mayor grueso en su vanguardia, marchó en ella con la ansia de encontrar más á prisa al Miramamolín Mahomad, á que la venganza de la perfidia pasada le incitara. Consta insistió en el alcance, después de derrotado, buscándole con más ardiente y constante tesón. Y algo indica de esto el modo con que dice llevaba el cuerno derecho el rey D. Sancho: A guisa de ardid ó de Noble: que es voz familiar con- que este escritor significa el esfuerzo grande y arriesgado. De los so- brinos de D, Diego López de Haro, D. Sancho Fernández y D. Mar- tín Muñoz, que llevaban las primeras hileras de la vanguardia cas- tellana dijo también: estos como eran nobles é ardides, no quisieron que otrie les llevase esta mejoría. Y del rey D. Iñigo Arista dijo también el Arzobispo en la Historia en romance, y según indican las borraduras y sobrepuestos, la original y escrita de su mano, que se ven en el Escorial: E era muy ardid, é muy atrevido, ó llamáronlo Y enego.

28 Del campo pagano por la multitud inmensa que cubría los ce- rros y los valles no fué fácil averiguar en particular la forma en que tendieron las haces por la campaña Por ma^or loque se divisaba pudo averiguarse después por los cautivos. El Miramamolín Maho- mad ocupó un collado de llanura dilatada por arriba, la cual cerraron los bárbaros de dos órdenes de cadenas, amar adas á postes bien afi- jados á treclios: y para cerrar más el paso se miraban atadas alas ca- denas lanzas y carcajes de saetas con que formaron de aquel atrio y plaza grande un palanque como enrejado desde el cual registraba Mahomad todas sus tropas y las enemigas, 3' estaba representando grande majestad, vestido una alquifara ó ropa morisca, que había sido de su bisabuelo Abdelmón, fundador del Imp.irio de los almohades, teniendo junto así una espada y el libro de su abominable secta, que llaman Alcorán, Ceñíanle gruesas tropas de soldados muy escogidos guardias de su persona, que guarnecían por adentro aquel palenque. Fuera de él se veía una infinita multitud de infantería bien ar.T ada y con un notable artificio dispuesta, atados por los muslos uno con otro para que desesperados de poder huir persistiesen y durasen hasta

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el fin de la batalla. Y además de esto advierte el Arzobispo en la re- lación particular ya alegada, que estaban cubiertos en fosas cabadas hasta los ojos, valiéndose como de estrada encubierta para herir más á su salvo y dificultar la entrada á los nuestros. De lo cual se reco- noce que el designio de los paganos fué alargar muchísimo tiempo la batalla para cansar con la continuación grande del afán á los cris- tianos, que no podían como ellos sustituir tropas nuevas y después de muy cansados cargarlos reciamente con tropas enteras y recientes que á ellos sobraban. Cerca de estos escuadrones se miraba un nú- mero grande de batallones de caballos, que bastaba para ejército entero: y eran de los almohades, ñor y nervio de las milicias paganas, aprestados de tan finas y lucientes armas, y en caballos tan escogi- dos y de tan ricos jaeces y con las ordenanzas tan diestramente dis- puestas, y debajo de tantos y tan vistosos estandartes, queá primera vista ponía horror el haber de romper y tentar entrada por tan eri- zada y formidable espesura.

29 También se supo por los cautivos después que de las serranías cercanas á Marruecos había llegado un grueso número de caballos muy estimados del Rey, que ocuparon puesto cerca del palenque: y por obligar más á Mahomad y con ademán bizarro de vencer ó mo- rir, desmontando de los caballos, se compusieron en ordenanzas pa- ra entrar á pié en la batalla. Y cumplieron muy bien con el empeño; porque se cree que de estos ninguno ó muy raro escapó con la vida. Por ambos costados de tan inmenso campo derramó Mahomad mu- chas tropas de los que llamaban árabes, que habiendo sido los prin- cipales en la conquista primera de España, con la mudanza de los tiempos vivían ya á sujeción de los moros y almohades, domiciliados por la mayor parte de África y parte de España. Era esta un género de milicia suelta y vaga, acostumbrada á fatigar y descomponer los costados de los escuadrones contrarios con frecuentes arremetidas que hacían arrojando lanzas y dardos, y retiradas apresuradas, que parecían fuga, para sacar délas ordenanzas á los .ncautos, sobre los cuales revolvían luego y con la muchedumbre ks cercaban y gol- peaban fuertemente con mazas de hierro, que llevaban prevenidas y pendientes, con que abollaban las celadas, y cuando menos deja- ban aturdidas y con remoHno las cabezas, y sin firmeza los cuerpos para tenerse y revolverse en la batalla.

30 Estando así dispuestas las haces, y habiéndose mirado suspen- sas con la grandeza del acio que emprendían, se dió la señal de arre- meter, y primero por los cristianos con el eco agudo délos clarines y ronco de las trompetas y cajas A que respondió la morisma inmensa con el estruendo grande de tambores descomunales, adufes y ana- siles, y con tan horrendos alaridos, que atronaban la campaña y mon- tes vecinos. Así lo acostumbran, ó para sacudir de el miedo ó para infundirle en los enemigos con la vocería hazañera, que amenaza ha- zañas para con el visoño. Y los cristianos con grandes señales de pie- dad religiosa, levantando los ojos y las manos armadas hacia el cielo, como que de él esperaban la fortaleza con que menearlas, invocando

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con gran clamor el nombre de JESUCRISTO é implorándole vale- dor, pues era suya la causa, y sacrificando á ella la sangre y las vidas movieron juntas las haces todas de arremetida. Y por decirlo con las palabras que el Arzobispo, que lo estaba viendo: E movimos todos á golpe, é fuimos á ferir de buen tálente é de gran corazón en los ene- migos. Y D. Diego Lope de Haro con su hijo D. Lope y sus sobri- nos D. Sancho Fernández, hijo de su hermana la reina Doña Urraca López, tercera mujer del rey D. Fernando II de León y D. Martín Muñoz, que llevaban la vanguardia de Castilla, comenzaron con gran denuedo á revolverse los primeros con los moros y á herir en ellos. Y las otras dos frentes colaterales de los reyes comenzaron á hacer lo mismo, compitiéndose en el valor y con feliz suceso al principio. Pero á breve tiempo comenzó á mudar semblante la ba- talla.

31 Por la cuenta no se había previsto por los nuestros como se pudo por los moros, que habían tendido sus haces los dos días antes por aquella campaña, y la terdan mejor registrada que por la parte para donde avanzaban los cristianos, y Ü. Diego López, se hundía algún tanto la tierra formando uno como valle estrecho; pero con las superficies por una y otra parte tan á igual, que á los que miraban de lejos parecía se continuaba la tierra sin quebrada alguna. Logra- ron los moros sagazmente la disposición que sabían del terreno. Y habiéndole ocultado con algunas tropas sobresalientes, que le cu- brían, le fueron desamparando poco á poco como si le cedieran á la fuerza para subir la cuesta, que era algo agria y embarazoza para subirla en ordenanzas. Y luego que los vieron emprender el subirla logrando la superioridad del lugar, revolvieron los moros con gran- dísima fuerza, cubriendo á los nuestros de una nube de lanzas, saetas, dardos, y todo género de armas arrojadizas disparadas con mayor fuerza desde alto, y atropellando con la multitud á los pocos que habían tocado ya en la eminencia. Y fué tal la impresión que hicie- ron en los nuestros, que hubo de parar la seña de D. Diego López, y algunos de los pendones concejiles, que reforzaban por los costados su vanguardia, comenzaron á turbarse y arremolinarse, y alguno con retirada tan apresurada, que pareció amezaba fuga. Y por ser algo semejante el animal que llevaba por divisa al lobo de la de D. Diego, comenzó por equivocación á correr en los escuadrones cercanos de la segunda haz la voz de que desamparaba el campo la seña de D. Diego López, y de mano en mano pasó la palabra hasta la retaguardia. En la cual el rey D. Alfonso, que miraba de lejos y sin poder discernir el tumulto y turbación grande, ora sea que le salteó la memoria de la derrota de Alarcos, ora alguna sospecha de que D. Diego era amigo recientemente reconciliado, que aunque in- digna de aquel gran caballero, fué muy disculpable en el riesgo grande que siempre en la novedad representa por creíble lo más atroz, entró en tan gran desconfianza de vencer, que teniendo por cierto el ser vencido, y cohortándose á morir antes que desamparar el campo, con voz pública exclamó al arzobispo D. Rodrigo, que

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marchaba cerca: Arzobispo muramos aquí Yo y vos. A que respon- dió el Arzobispo: No moriremos, Señor, fino que antes vencere- mos.

32 En este trance de tan gran riesgo el rey D Sancho de Nava- rra, reconociendo que si no se reparaba poderosamente aquella tur- bación y desorden, corría gran peligro de que cundiese en todo el ejército, y confiado en la buena calidad de la ge ite ejercitada que traía, torció algún tanto lo frente de su vanguardi;. hacia la mano iz- quierda por donde le caían cerca los escuadrones ^ue se habían tur- bado y amenazaban fuga: y avisando á voces á su > caballeros y sol- dados que aquel era el tiempo de señalarse y el trf nce para que ha- bían dejado sus casas, viniendo de tan lejos, bus;cando debajo de su conducta reputación y honra y la defensa de la cristiana, arreme- tió con toda la fuerza del conato y valor contra los moros orgullosos con el buen principio de batalla, cogiéndolos por entre frente y cos- tado izquierdo de ellos oponiéndose como muro á las olas con que iban los bárbaros explayándose por la campaña, que fué lo que el Arzobispo con clausula sobradamente breve, como suele en nues- tras cosas, aunque sin negarse á la legalidad, explicó diciendo: Que la belicosa agilidad de los navarros se opuso á la instancia de la batalla.

33 El mismo esfuerzo hizo luego D. García Romeo, arremetien- do con la vanguardia aragonesa para detener de su parte el ímpetu de los moros que, animados con la presencia de su Rey, que desde el palenque alto registraba los escuadrones que se señalaban ó aflo- jaban en el combate, no solo hacían recias y duras resistencias por no perder lo que habían ganado; sino también á veces avances muy surtidos, alentados con las voces de sus caudillos paganos y sacerdo- tes y alfaquíes de su secta, que discurrían por los escuadrones y cla- maban tuviesen firme, 3' no dejasen se les fuese la victoria de las ma- nos que, manteniéndola por breve rato, la aseguraban y gozarían lle- na y cumplida. Que los españoles habían hecho aquella jornada confiados en el grande ejército de los cruzados forasteros, que con más prudencia en la cercanía habían pesado unas y otras fuerzas y dejada la empresa, se habían vuelto á sus casas. Que los españoles por solo punto mal considerado; y por no confesar que su esperanza toda estribaba en las fuer2as ajenas y de fuera, habían pasado ade- lante con la jornada, y arrojándole al peligro, de que ya les pesaba, y al primer encuentro habían descubierto la flaqueza de su men- guado ejército. Que apretasen el combate contra los turbados y ya fugitivos que la victoria era cierta.

34 Como estas voces hallaban á los moros con la esperanza ya antes concebida de la victoria, las exhortaciones de los cabos los confirmaban muy poderosamente en ella, y eran terribles las impre- siones que hacían en los nuestros: en tanto grado que, aunque de las haces medias de castellanos y aragoneses corrieron no pocos al prin- cipio, y después todos á reforzar y detener la vanguardia turbada, como la frente de ella era muy ancha, ni ellos ni los refuerzos de los

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dos costados de navarros y aragoneses acababan de conseguir el res- taurar la batalla á igualdad y á duras penas y con sumo afán D. Diego López, haciendo rostro á los moros, sustentaba el campo y cediendo á veces alguna parte de él y dando lugar á que se reparasen los es- cuadrones turbados, y en efecto en la vanguardia se reconocía de muy lejos grande turbación y desorden. Notóla el rey D, Alfonso desde la retaguardia, y atravesado de dolor volvió á recaer en la mis- ma desconfianza de vencer y clamó segunda vez al arzobispo D. Ro- drigo, oyéndole muchos, que pudo tener inconveniente por el desa- liento que causaba: Arzobispo, muramos aquí Yo y vos, que en pues- to y causa tal no nos será indecente la muerte. Y el arzobispo: iVo la muerte. Señor, sino corona de vencimiento nos aguarda con el fa- vor de Dios. Pero si fuese otra su voluntad, aparejados estamos to- dos á caer muertos á vuestro lado.

35 A este paso testifica el Arzobispo con juramento que entre estas voces, aunque de desconfianza, no descubrió en el semblante del Rey señal alguna de temor ó flaqueza de ánimo, sino antes de fortaleza y aliento generoso de morir en la demanda. Y el hecho lo arguye. Porque clamó luego: corramos á prisas á socorrer la avan- guardia, que está muy costreñida y el último aprieto. Y dio de es- puelas al caballo con ademán de mover toda la retaguardia y revol- verse con ella con los moros. Pero, atravesándose D. Fernando Gar- cía, caballero que se había visto muchas veces en riesgos semejantes, y asiendo de las riendas al caballo del Rey, le detuvo diciendo no convenía arrojar tan arrebatadamente el último resto, y que no falta- rían quiénes sin riesgo de su persona socorriesen la vanguardia. Y fué así: que D. Gonzalo Rodríguez Girón y sus hermanos corrieron á socorrerla con las tropas que acaudillan, y el Rey con paso más lento comenzó á arrimarse á la vanguardia con el resto de la última haz para dar calor á la batalla, que con estos esfuerzos comenzó á repa- rarse mucho y á detenerse y ordenarse los escuadrones turbados: y con el pundonor de recobrar lo perdido en crédito y en suelo, em- bistieron con gran coraje. Y haciendo por allí fuerte instancia los castellanos, y al mismo tiempo con emulación los navarros y arago- neses por ambos cuernos, se peleaba con las frentes iguales por todas partes y sin la abertura que calaba hacia el fondo y descompo - nía la forma de pelear. Con que fué ya más fácil impeler á los bárba- ros y comenzarlos á arrancar del campo: y se llegó á los escuadrones de los moros atados por los muslos, en que se comenzó á sentir al principio muy dura resistencia por la desesperación de huir y pudo ser causa de reparar los bárbaros la batalla. Pero socorrió el cielo conocidamente favorable á la causa de los ciistianos.

36 Todos tres reyes llevaban en sus estandartes reales la ima- gen de la Bienaventurada Virgen Santa MARÍA , Madre de Dios, como de singular valedera de la nación española por la insigne devoción de toda ella á su nombre y á quien se había encomendado la jornada. Iban sus guiones muy arrimados á la vanguardia por haberse adelantado mucho los reyes hacia ella para enanzar sus tropas y ce-

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bar la victoria, que parecía descubrirse por ellos. Y del Rey de Ara- gón alega Zurita algunas relaciones de que le alcanzó una lanza de un moro, que le rompió el pespunte del jubón ojeteado, con que entró en la batalla en vez de cota, saliendo por la abertura la lana. Príncipe dichoso si en causa tal hubiera la muerte ejecutado el gol- pe que ahora amagó, para ejecutarla presto en causa muy desigual. A la presencia de la Sagrada Imagen de la Virgen, testifica el Arzo- bispo se reconoció sensiblemente un nuevo desaliento y caimiento de ánimos de los moros, que alegres comenzaron á lograr los cristianos, confirmados en especial en su esperanza con otra nueva señal que se tomó, como dada del cielo.

36 Llevábase, como es costumbre, delante del arzobispo D. Ro- drigo la cruz como guión. Y el que la llevaba, Domingo Pascual, Ca- nónigo de Toledo, embestido de un aliento al parecer más que hu- mano, estando muchos escuadrones de moros todavía enteros, ani- mando con la voz y ejemplo á los cuadrilleros, que le guardaban los lados, dando de espuelas al caballo, rompió de carrera por medio de uu escuadrón muy grande de bárbaros, atravesándole todo sin daño al- guno suyo ni de sus compañeros, y llevando siempre la cruz enhies- ta y subÜme, como si corriera triunfando de los bárbaros; por más que con la rabia del odio pagano disparaban de todas partes contra ella para derribarla todo género de armas arrojadizas, y lo que más es, acertándola con los tiros, como se ve en las muchas abolladuras que se ven en ella, y en un faldón de hierro al pié, que servía de es- cudo al que la llevaba, y conservan los de Bilchez, dejados allí por el Arzobispo para memoria.

38 Con el agüero dichoso de estas señales, llenos de nueva espe- ranza y esforzando alegres clamores de avance, cerraron los reyes, y sus gentes con los escuadrones de los moros ligados; que cuanto al principio embarazaron la entrada por la firmeza inmovible con que se tenían, en comenzando á ser entrados, de lo que sirvió aquel mal consejo fué de que se hallasen sin la agilidad natural para revolver los cuerpos en el combate, y sin despejo de jugar las armas hacia to- das partes, y como las pedía la necesidad y se hallaron en ella, más que soldados de batalla, reses atadas en el matadero más prontas al cuchillo. Porque para cualquiera movimiento de avance, retirada ó fuga, los muertos tiraban de los vivos y los vivos arrastraban á los muertos. Con que fué horrible la carnicería que hicieron en ellos los cristianos, y uno como degüello general. Lo mismo fué de las tropas de caballos conducidos de las serranías cercanas á Marruecos, que desmontando para significar última resolución de morir ó defender la persona del Miramamolín, ocuparon puesto fuera, pero muy cerca de su palenque, y se ordenaron á pie de batalla, y llenaron la prome- sa y expectación de su valor con muy constante resistencia, en que los tuvo firmes é inmovibles la cadena de pundonor con mayor glo- ria sustentando con los cuerpos despedazados el puesto que habían ocupado vivos, y cayendo, según se cree, todos acometidos por mu- chas partes de las tropas que, despejadas en mucha parte la cara- paña^ cargaron sobre ^Wq^,

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39 Era ya casi del todo insoportable la fatiga del combate, asi por el ardor grande del dia como porque había muchas horas que se peleaba con sumo conato, y con el resto todo de las fuerzas sin inter- misión ni sustitución de otras recientes y descansadas; porque todas las había llamado la necesidad de reparar la batalla turbada al prin- cipio, y de mantener los progresos comenzados sin desfallecer. Pero los reyes y cabos principales, considerando la suma importancia de acabar la obra comenzada, que al enemigo turbado y descompuesto no se le había de dar ni un momento de respirar del ahogo: que á Mahomad le restaban muchos escuadrones todavía enteros por los lados espaldas del palenque cerrado: y que de la expugnación de él, como de centro y corazón que animaba los demás miembros del ejército, pendía el vigor ó desmayo de ellos y la victoria cumplida, es- forzaban con grande aliento los clamores de avance contra el palen- que: acordando á los suyos que el descanso que deseaban y merecían se le darían más á prisa y con más abundancia los reales enemigos que los suyos propios, que se habían de buscar á mayor distancia, por la campaña que habían ganado al enemigo y con el ardor del sol por camino más largo. Que si se sentían muy fatigados y afanados advir- tiesen lo estarían mucho más los moros de ser vencidos que ellos de vencer, infundiendo la alegría vigor al ánimo y de resorte al cuerpo: que muy presto tendrían el descanso cumplido, la victoria llena, los despojos sin disminución: que persistiesen algún poco más en el afán en causa de Dios, de sus reyes y gloria cumplida y llena de sus na- ciones. Con que por todas partes se comenzó á marchar contra el palenque y arrimarse á él los estandartes de los reyes.

40 En especial el rey D. Sancho, que ardía en vivas ansias de ha- ber á las manos á Mahomad por la gran perfidia cometida contra su persona y daños que le causó, y tenía muy en la memoria, animando á sus caballos y saldados con la voz y el ejemplo, arremetió con gran coraje contra el palenque. Y habiendo vencido la dificultad de la subida, y en ella la espesa carga de lanzas y zaetas que sin cesar arro- jaban los defensores, con las fuertes y recias armas que su mucha robustez sufría, y arrimado copia de tiradores escogidos, que retira- sen algún tanto del cadenado á los bárbaros, se comenzaron á gol- pear reciamente las cadenas con mazas de hierro que se llevaban prevenidas, y con la repetición de los duros golpes las falsearon é hicieron saltar de suerte que pudo el Rey con pocos al principio, y luego muchos, á quienes dolía su riesgo, meter los caballos dentro del cadenado y comenzar á herir en las muchas y escogidas guardias que Mahomad, como en última retirada, tenía dentro del palenque. El Arzobispo advierte eran todos soldados de muy robusta y prócera estatura y escogidos por ella para las guardias de su persona. Lo mis- mo se iba obrando por las demás partes compitiendo todos con emu- lación nacional la gloria de ganar el palenque, nudo ya único que tenía la victoria cumpUda. Y Mahomad, habiendo reconodido desde aquel alto el estado de la batalla, y que la victoria como creciente inchada de río iba inundando toda la canapaña, aunque le detenía el

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pundonor, en fin, por consejo de un hermano suyo, por nombre Zeit Abocecri; y mucho más por instancias de su conciencia, que le acor- daba con cuánto ansia era buscado, y ya muy cerca, y en que manos corría riesgo de caer, saltando en una yegua remendada de varios colores y de singular ligereza, con solos cuatro caballeros de compa- ñía se arrojó del palenque y de todo el campo, y escapó á uña de ca- ballo á Baeza. Y no necesitando el aprieto todavía á salir tan poco acompañado, venimos á entender fué prevención sagaz declinar la multitud, en que echó de ver había de cargar y cebarse el alcance de los cristianos. Con que ignorado, escapó más seguro.

41 Desde este momento ya no fué batalla sino fuga de los moros y alcance de los cristianos. Porque las guardias de palenque con la fuga de xMahomad se cayeron de ánimo y tomaron su ejemplo: aun- que embarazados con su misma fortificación del cadenado, mientras le faltaban eran alcanzadosy despedazados miserablemente. Y los es- cuadrones que de abajo miraban lo que pasaba en el palenque, divul- gada la luga del Miramamolín, que derramaron los más cercanos para disculpa de la suya, perdida toda esperanza y arrojando las ar- mas que, no sirviendo á la batalla, embarazaban á la fuga, deshecha- mente se entregaron á ella. Y los cristianos, como si la victoria les hubiera súbitamente restituido el vigor y fuerzas que les había gas- tado el afán del dia y peso de la batalla, y apellidando victoria con alegres clamores se arrojaron poderosamente al alcance y señalada- mente el rey D, Sancho con los navarros, que con la ansia y espe- ranza de alcanzar á Mahomad, sin detenerse en el palenque ya ex- pugnado y buscando otro despojo más rico, más codiciado de él, se arrojó á la llanura: y por toda ella, alanceando á los bárbaros y atro- pelláadolos con la furia de los. caballos incitados, y seguido de su infantería singularmente suelta y ligera, aumentando inmensamente el estrago por la campaña, con tesón incansable no desistió del alcan- ce hasta que le desamparó la luz del día. Esto también con singulari- dad atribuyó á los navarros el Arzobispo cuando contando en lo que se señalaron dijo: que la belicosa agilidad de los navarros se opuso, haciendo frente á la instancia de la batalla, y siguió el alcance de los que se huían. O como hallamos en un manuscrito nuestro de al- guna antigüedad: que añadió aflicción al estrago y persecución de los que huían Todos los caballeros nobles y soldados de más obliga- ciones de todas las naciones generalmente, nota el Arzobispo que con la misma bizarría de desinterés y celo de la Religión, y estiman- do por el más rico despojo coronal la victoria con el estrago grande, insistieron incasablemente en el alcance hasta que les cogió la no- che. Aunque dice no faltó algún desmán en esto: y que no pocos del peonaje de las milicias concejiles, y con su mal ejemplo algunos soldados de Aragón se divirtieron y cebaron en la presa; sin que hu- biese bastado el que en la exhortación del dia anterior así él como el Arzobispo de Narbona, Arnaldo, hubiesen intimado de parte del pon- tífice Inocencio censura eclesiástica de excomunión ¿cualquiera que se divirtiese á despojo hasta haberse fenecido la batalla y tocado á recoger.

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42 Si en alguna ocasión pudo disculparse la codicia de los des- pojos, esta fué por la riqueza y copia grande de ellos, oro, plata, ves- tidos y jaeces ricos, tiendas labradas á mucha costa, caballos muy preciados de Berbería y la Andalucía : de dinero, fuera del de parti- culares, los pagamentos enteros de tan grande ejército: de víveres la copia que correspondía con abundancia á él, y de camellos traídos de África un número inmenso que los conducían. De armas fué la copia tanta que, habiéndose detenido el ejército cristiano en los rea- les de los moros ac'uella noche y todo el dia siguiente que á los su- yos no volvió y criados de servicio transportaron lo que había, y no habiéndose gastado todo ese tiempo otra leña alguna para el uso de los reales sino lan2as y saetas de los moros, y eso mismo francamen- te y aún de industria por acabarlas en hogeras en que las armas ene- migas servían de fuegos festivos de la victoria no las pudieron agotar.

43 Asegurada la victoria con la derrota universal del enemigo y fuga deshecha por todas partes, el arzobispo D. Rodrigo habló al rey D. Alfonso en publico, acordándole el sumo agradecimiento que de- bía á Dios, que le había rescatado de la mengua pasada y la deuda en que quedaba á los nobles y compañeros de la jornada que con últi- mo esfuerzo del valor le habían dado tan ilustre vencimiento. Y dicho esto entonó el himno sagrado destinado por la Iglesia en hacimiento de gracias á Dios: Te Deiim Laudamus: respondiendo y prosiguién- dole con lágrimas de gozo los demás obispos y clerecía que los acom- pañaba. Yá muy entrada la noche llegó todo el resto y lo más flori- do del ejército del alcance: y el rey D. Sancho en medio de la alegría pública con gran dolor de no haber alcanzado á Mahomad. El cual, habiendo llegado de carrera á Baeza, y preguntándole sus ciudada- nos qué consejo les daba, respondió: JSii para mi ni para vosotros hallo consejo, Dios sea con nosotros. Y mudando á prisa de caballo, arrancó de carrera y no paró hasta entrar aquella noche en Jaén. Ocupáronse los reales de los moros y se hallaron tan dilatados que, habiéndose acuartelado en ellos muy holgadamente todo el ejércilo cristiano, ni la mitad de su ámbito pudieron llenar.

44 El estrago fué tan grande, que el Obispo de Tuy, D. Lucas, que estaba oyendo la fama pública y reciente de él, dijo no había si- do posible apurar el número de los muertos por la grandeza de él. El arzobispo D. Rodrigo, testigo ocular, dice que la estimación que se pudo hacer fué de que serían como cientos mil los muertos, y ese nú- mero expresó siempre constantemente en la Historia, en latín y en romance, y en relación particular para los de Bilchez; aunque se re- conoce las escribió á muy diversos tiempos. Luis del Mármol, to- mándolo de las historias y concesión de los mismos árabes y moros vencidos dijo con poca diferencia que los muertos habían sido treinta mil caballos y cientos y cincuenta mil de la infantería. Una cosa des- cubre bastantemente la grandeza del estrago: que el Arzobispo con- fiesa que por estar la campaña toda cubierta de rimreos grandes de cadáveres revueltos, ni él ni los que le acompañaban, aunque mar- chaban en caballos robustísimos, no la podían pasar sin grave peligro,

REY D, SANCHO EL FUERTE 1 77

¡Cosa maravillosa que peligrasen los vencedores entre los enemigos muertos, que no peligraron entre ellos vivos, y que tropezase con riesgo y se embarazase la victoria en los estragos que dejaba hechos, y con que había allanado el paso al vencimiento! Lo que podemos ase- gurar es que la derrota y estrago fué tal> que como si en ella se le hu- biese cortado todos los nervios se vino á tierra de golpe el floridísi- mo Imperio de los almohades, que dominaba casi por mil y docientas leguas de la África y de la tierra más rica de ella, y en España como en la mitad y lo más opulento de ella: y que nuestros reyes después de esta batalla ya no pelearon con la contingencia de perder la repú- blica; sino por los ensanches de los señoríos y de la religión cristia- na, y más que contra los Miramolínes de África, contra los reyes moros de España, que ya más libres de aquella sujeción, que en parte aborrecían, se esforzaron á defenderse por mismos; y por mucho tiempo, aunque con pérdidas, lo consiguieron. Si bien algunas veces no dejaron de llamar de grado ó admitir por fuerza avenidas grandes de africanos que pasaron Mahomad, cayéndose de ánimo, pasó luego á África, donde despreciado por la mengua de esta de- rrota y desamparado de muchos que le negaron la obediencia, ni pudo mantener su dignidad ni mucho menos reparar la guerra.

§. V.

Goncurrieron para la celebridad de ella muchas seña- si favor del cielo, declarado por los cristianos, fuera de las dichas. Una fué, y referida por D. Lúeas de Tuy, que al asentar los reales los cristianos, pasado el puerto del Muradal, los moros que observaron corría fuerte viento contra los cristianos, pegaron fuego á la campaña, que por allí estaba cubierta de mucho boscaje y maleza, para confundir con el humo á los cristia- nos y hacerles perder el tino en la disposición de los alojamientos. Pero el humo, ó mudándose el viento ó sin mudarse, que Dios los manda como quiere, repentinamente revolvió contra los moros y pu- do ser pronóstico de los trances varios de la batalla, favorable á ellos al principio y después adverso. El Arzobispo, fuera de las otras seña- les que contó, del pastor aparecido y desaparecido, carrera maravi- llosa de la cruz en su guión, y efecto de las imágenes de la Virgen en los estandartes de los reyes, refiere otra grande admiración suya y de todo el ejército. Y fué: que hacia el atrio y palenque cerrado se miraban muchos cuerpos muertos de moros, no como quiera heridos, sino despedazados, sin que se puediese hallar rastro alguno de san- gre, ni en ellos ni el suelo: indicio al parecer cierto de que anda- ba en el combate alguna otra espada invicible que con fuerza so- brehumana hacía los estragos sin sacar sangre. Pero á nosotros no nos admira menos que en batalla contra tan inmenso ejército y por tantas horas reñida no se hallasen muertos más de veinte y cinco soldados cristianos. Y agrava la admiración, habiendo Tomo IV, 12

178 UBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. V.

Ueo-ado los bárbaros á descomponer la vanguardia de en medio con taiTgrande turbación y fuga de banderas que hizo al Rey D. Alfonso caer dos veces en la desconfianza de vencer y buscar la muerte por linaje de consuelo: ocasión en que suele ser mucho mayor el estra- go. Lo cual también es indicio de que después de Dios y con su ayu- da los que llevaban las primeras ordenanzas de la vanguardia, y el rey D. Sancho, que arremetió á socorrerla, pelearon restadamente y con grandísimo esfuerzo, deteniendo el ímpetu de los bárbaros sin darles lugar para cebarle en el alcance: y abrigando la fuga de los turbados porque no les saHese tan sangrienta como suele.

46. Otra maravilla que aquí añaden algunos modernos de haberse aparecido una cruz en el aire al tiempo de la batalla tomando por fundamento el que la fiesta que se instituyó en memoria de esta vic- toria se llamó Triunfo de la Cruz, carece de toda buena verosimili- tud. Sola esta maravilla, que vendría á ser la mayor, conspiraron en callar el Arzobispo, testigo presente, el obispo D. Lúeas que la oiría celebrar acabando de suceder y todas las memorias antiguas. Para llamarle triunfo de la cruz sobran las causas ciertamente ver- daderas. Todas las victorias de los cristianos contra infieles por cau- sa de Religi(jn son triunfos de la cruz por el vencimiento mayor de la infidelidad que obró el Salvador; que prometió que, exaltado en ella, atraería á todas las cosas por la conquista. Y es nuevo título cuando á pregones de cruzada por los romanos pontífices publicada hacen jornada las gentes cristianas, llevándola por guión de su em- presa y en los pechos y sobrevistas su insignia, como aquí sucedió: y otras proporciones que intervinieron. La Misa del Oficio déla cruz para entrar luego de batalla: en el ardor de ella la carrera al parecer milagrosa de la cruz en el guión del Arzobispo: sobre todo la blas- femia del reto sacrilego de Mira molí n Mohamed, de que había de vencer y arruinar á cuantos adoraban la cruz. La piedad mal aconse- jada de hombres indiscretos de lo que sirve es que, cuando multipH- ca prodigios sospech )sos sin tiento, disminuye el crédito de los ver- daderos y ciertos, La verdad cristiana no se patrocina de la mentira.

47 En el repartimiento de los despojos dicen hubo muy gene- rosamente el rey D. Alfonso, dejándole á discreción de D. Diego Ló- pez de Haro. El cual abjudicó á los reyes de Aragón y Navarra cuan- to se hallase dentro del palenque y los despojos de fuera á los que su fortuna y buena industria se le hubiese dado: y la honra del vencimiento á D. Alfonso, que debía contentarle con ella. Y que el Rey lo tuvo á bien.

§. VI.

ás que en la riqueza del despojo se cebó el rey D. San cho en la honra, reputación y memorias duraderas .de la batalla vencida, y como príncipe rehgioso, en atribuirlas y consagrarlas á Dios en sus templos, en especial en los que estaban dedicados con la advocación de su Bienaventurada Ma-

48

Mi

REY D. SANCHO EL FUERTE 1 79

dre la Virgen María. Y así de vuelta de la jornada trajo á Navarra va- rios trozos de las cadenas que con los suyos rompió en el palenque y un cancel de hierro ensortijado con varios círculos hacia dentro: el cual rodeaba la tienda de Miramamolín. Y es muy de ponderar, y que consuena con lo que advirtió el Arzobispo de la imagen de la Virgen María en los estandartes de los tres reyes y efecto que se sintió en su presencia en la batalla, y que el Rey muy singularmente lo atribuyó á su patrocinio, que todos los trofeos que colgó para me- moria fué en templos consagrados á la Virgen MARÍA. El cancel de hierro se hoy día en Santa MA.RIA de Pamplona rodeando la ca- pilla de la Santa Cruz en el claustro. En Santa MARÍA de Ronces- valles penden dos trozos de las cadenas á los dos lados del Altar Mayor. Otro en Santa MARÍA de Irache al lado del Evangelio. Otro conocieron y vieron los ancianos en la Iglesia colegial de Santa MARÍA de Tudela pendiente de la reja de la capilla mayor, de que decían formaron no mucho á una rejuela dorada para el Sagrario de la capilla de San Juan Bautista cuando servía de parroquia de Santa MARÍA y S. Julián. Quede esta memoria siquiera ya que se perdió la que en su rriisma forma dejó el agradecimiento y piedad del Rey.

49 De esta misma hazaña de las cadenas ganadas introdujo el Rey la insignia y blasón público de su Reino, de que comenzó a usar él en su escudo Real no pocas veces. Y se ven en su sello fábricas y obras suyas. Y continuaron después desde él los Reyes sus sucesores constantemente; aunque cuarteándolas con las insignias de otros se- ñoríos que tuvieron: pero prefiriendo siempre en el lugar está ahora ganada. De todo lo cual de una equivocación de ciertos escritos de autor ignorado y sin nombre sobre la forma de divisarse las cade- nas, una en la substancia y diferente solo en la apariencia, se dio cumplida razón en las investigaciones y Congresiones nuestras. Ni en

lo que la fama pública de las gentes celebra el testimonio de los es-s^cap.'s critores de primer nombre, generalmente púbHca, la autoridad délos fi°°f^; reyes sucesores establece, no solo con el uso constante de la efigie, 'o sino también con la expresión del nombre de cadenas en las cartas Reales, hay para que insistir más. En especial, cuando la novedad misma de insignia introducida de nuevo por el rey D. Sancho, y solo después de esta batalla, antes no vista, y después continuada por los sucesores con tenor perpetuo y uniformidad igual de divisar sus es- cudos Reales, lo argüía con certeza. Ni tampoco merece refutación más poderosa el que alguno con emulación nacional, según parece, y palabras algo obscuras haya querido dar á entender que D. Alvaro Nuñez de Lara, Alférez del rey D. Alfonso, fué el primero que entró en el palenque, haciendo saltar al caballo por sobre el cadenado: en- tenderá el primero por la parte por donde él iba, que pudo ser, aun- que el salto parece poco creíble: y los Laras jamás han divisado ca- dena en su escudo, como parece hicieran á haberse señalado tanto en hecho tan memorable.

50 La fama pública de España atribuye la gloria de esta hazaña al rey D.Sancho de Navarra y gentes de su conducta, y el hecho mismo

l80 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. V.

aro-uye con certeza que un rey á quien los mismos émulos confiesan la prerrogativa sincjular de esfuerzo y valentía no había de hacer mudanza y novedad en cosa de tan alta estimación como la insignia de su Real escudo, ni consagrar á Dios y á su iMadre, y en tantos templos suyos, trofeos y despojos en cuya obtención no se hubiese señalado muy insigne y ventajosamente. Gomo quiera que la magna- nimidad nunca hizo blasón de lo común á otros sino de !o singular, en que se aventajó. Ni en el ejército cristiano hubo príncipe alguno que tuviese tan particulares causas para desear con ardimiento rom per el palenque de las cadenas y haber á las manos al Miramamolín como el rey D.Sancho, que ya que no pudo alcanzarle, formó el nue- vo escudo simbolizándole vencido con el campo rojo por h sangre y las cadenas que rompió buscándole, de oro: y por centro de ellas la esmeralda con alusión al sobrenombre de Enacer 6 el Verde con que le llamaba la morisma por el turbante de que usaba cuajado de esmeraldas. VA Obispo de Bayona, D. García, Confesor del rey D. Carlos II, dice en su Historia que con las cadenas trajo también á Navarra el rey D. Sancho tiendas, y que en su tiempo se veían. En el nuestro ya no se hallan éstas.

51 El mismo origen tiene muchos de los escudos de los nobles de Navarra, que se miran divisados con cadenas y otros en Castilla y Aragón por la dependencia que tienen de Navarra: unos por la sangre que tienen de los reyes, sus familias: y otros por mercedes de los reyes, obtenidas por servicios grandes ala Corona, parte en aquel mismo acto del rompimiento del palenque, siendo muy creíble que el rey D. Sancho premiase luego á los nobles caballeros que le acom- pañaron en él y se señalaron mucho: parte de tiempo posterior, de que duran las mercedes. Otros por una y otra razón, como se dice de los Zúñigas, Duques de Béjar y Señores dependientes de su casa, que deducen su origen del rey D. García Iñiguez de Pamplona. Entre los cuales el libro del becerro celebra á un caballero del apellido de Zúñiga que se señaló mucho en esta batalla de las Navas de Tolosa.

52 Aunque con insignia diferente, el mismo origen se da al bla- són del escudo antiguo de los ciudadanos del burgo de S. Saturnino de Pamplona, de la luna en creciente y la estrella encirr a, de que usa también la villa de Villaba, como barrio más modernamente suyo, que en lo más antiguo ya vimos se contaba en la población de S. Ni- colás. Parece se touK'» esta insignia como de armas vencidas y por haberse señalado en que se ganasen del estandarte de Miramamolín Mahomad, que con mucha razón se llevó á la Iglesia de Toledo, y pende en ella por lo mucho que se le debe del buen suceso de esta jornada á su arzobispo D. Rodrigo, el cual es de campo azul, luna blanca en medio y cinco estrellas de oro en torno. Retiene los bur- gueses de S. Saturnino U memoria de haberles dado el rey D Sancho esta insignia por haberse señalado en esta batalla: y la alusión pare- ce muy naturalmente esta. Con esta misma exhibimos en las investi- gaciones una moneda del rey D. Sancho, y tenemos otras con la mis- ma forma y con su nombre. Y parece merced suya también y premio

REY D. SANCHO EL FUERTE l8l

de lo que obraron en esta batalla la costumbre que halló el rey D. Carlos III de marcarse la plata del Heino con este mismo sello. A esta batalla también refieren los catorce pueblos del noble valle de Baztán el blasón de su tablero escaqueado en significación de haber arrojado con bizarría sus vidas al tablero como lo saben hacer en las ocasiones. La batalla fué tan memorable y celebrada de la fama, que no es mucho que personas singulares y repúblicas para sus bla- sones tengan ó busquen su origen de ella Y esta misma celebridad y grandeza del suceso disculpará el que diariamente y ala larga haya- mos referido esta jornada por no dejar de lograr la buena ocasión de haber habido testigo de vista de tanta autoridad como el Arzobispo que la dejase escrita; aunque dándose por vencido en agotar las ha- zañas y hechos memorables que intervinieron en esta batalla, ya que con dolor nuestro se nos pasan ao pocas sin este socorro, deleitable y útil para la enseñanza.

§. VIL

5 i l^spués de haber descansado en los reales ganados de I líos bárbaros aquella noche de Lunes y todo el día si- JL^guiente del inmenso afán de la batalla y alcance, el Miércoles á i8 de Julio movieron los reyes con todo el ejército, si- guiendo las pisadas de la fuga del enemigo, la vuelta de Baeza y Ube- da. Expugnáronse de tránsito con el terror de la gran derrota, Bu- ches, aunque plaza fuerte, Ferral, Baños y Tolosa. Hallóse desierta Baeza, habiéndose huido sus ciudadanos á Ubeda, menos algunos que, embarazándose en la fuga, se retiraron á la mezquita, cuyo refu- gio dañó á los que es creíble perdonara la ira del vencedor. Porque; pegándola fuego, ardieron con ella. Atrevióse Ubeda á esperar arma- da. Pero el Lunes dia octavo de la victoria se le dio asalto y se co- menzó á entrar, señalándose un escudero de I). Lope Ferrench de Luna, que subió el muro el primero. Y los moros, cayendo de la es- peranza de durar, retirados á defensas interiores; comenzaron á tra- tar de conciertos; y ofrecieron un millón de doblas de oro por su li- bertad y haciendas y porque les quedase suya la ciudad. Suma al pa- recer increíble, si Mahomad no había recogido allí como en erario el grueso de los pagamentos de su ejército, y con la prisa y espanto no se pudo retirar, y ellos se aprovecharon del dinero que hallaron pre- sente en necesidad extrema.

54 Hirió en los ojos al ejército el resplandor del oro y venían en el concierto y no desplacía á los ricos hombres. Solo los reyes le re- probaban; pero sin atreverse á resistirá la conspiración común. Pero los arzobispos de Toledo y Narbona, y los demás prelados con au- toridad del Papa estorbaron el tratado Con que se hecho por tierra la ciudad y los moros se tomaron como esclavos. Estando allí el ejér- cito se comenzó á sentir en él muy grave enfermedad: á castigo del cielo por la sobrada codicia lo atribuye el Arzobispo. Y con fatal

182 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. V.

desgracia de España, de que nunca sus guerras tuviesen alcan- ces como lo tienen las batallas, y de contentarse á prisa con lo he- cho, se decretó por todos la retirada, y se ejecutó á Calatrava. Donde toparon al Duque de Austria, que con lucida compañía venía á hallarse en esta sagrada guerra. Despidiéronse allí los reyes para sus reinos, y el de Aragón se llevó al suyo al Duque de Austria, que era su pariente.

CAPITULO VI.

I. Providencias del Bey en las discordias de Pamplona y otras memorias 11. Pactos del Beñor de Albarracfn con el Rey de Navarra. III. Memoria del Arzobispo de Toledo D. Rodrigo

Jiménez, y otras del tiempo. IV. Cartas de profiliación. V. Jornada del Rey D. Bancbo

contra moros y otras memorias con la elección de D. Guillermo en Obisxio de Pamplona.

VI Fundación de Viaua y otras Memorias.

Raras veces las ausencias de los reyes dejaron de oca- sionar algunas turbaciones en sus reinos. Y así lo ex- perimentó el rey D. Sancho de vuelt-i de esta jornada contra los moros. En Pamplona era más ocasionada la turbación y más de continuo por la forma de gobierno, que de muy antiguo te- nían dividido en tres pueblos con distintas jurisdicciones, rentas y jurados: y loque más es, con distintas murallas, con que dentro del ámbito de un muro común á todos se dividían entre los ciudadanos del burgo de S. Saturnino, los de la población de S. Nicolás y los de la Navarrería. De que se originaba que, cometido un maleficio en una jurisdicción, se p\sabael malhechor prontamente á la otra, donde era sino receptado y abrigado, menos severamente recibido délo que pe- día el orden de la justicia, y hallaba más fácil el escape, doliendo menos, como suele, los daños de los vecinos que de los domésticos. Y la división de muros y gobiernos ocasionaba en las consultas en orden al bien universal diversos pareceres, y esos seguidos más temosa- mente con la voz de Concejo: siendo propio del vulgo no reputar por república más de lo que ciñe su muralla: y pasando fácilmen- te el encuentro de pareceres á encono de voluntades.

2 Por estas causas halló el rey D Sancho que en su ausencia se habían destemplado mucho las tres poblaciones de Pamplona en- tre sí mismas, y tomadas las armas, llegado á sangrientos debates. Y pasado lo pue restaba del año de vuelta de la guerra, que se gastó en festejos del recibimiento, honores y premios de los que se habían señalado acompañándole y distribución de las memorias ó trofeos que colocó en los templos, luego en entrando el año siguiente 121 3 con intervención del obispo I) ; Asparago y los jurados de lastres partes de la ciudad y la del burgo de S Miguel, que este acto sue- na como distinta, aunque comunmente siempre se incluye, y cuenta

REY D. SANCHO EL FUERTE. 1 83

en la de S. Nicolás hoy, comenzó á conferir y tratar del remedio para en adelante. En el cartulario del rey D. Teobaldo, su sobrino é in- mediato sucesor, se ve un largo instrumento de las casas que se es- tablecieron por el Rey y consentimiento de los jurados de las pobla- ciones, discordes en orden á la paz y á la administración de la justi- cia, sin la cual no puede aquella subsistir; y se ve se liabían comen- zado por los obispos D. Pedro y D. García. Tan antiguo era el mal. 3 Asiéntanse primero los cotos para dicernir el territorio á que pertenece el maleficio. Y luego se establece que si alguno de una de las poblaciones matare á alguno de las otras pague mil sueldos por razón del coto, y sea la tercera parte para la cerrazón del pueblo de donde era el muerto y otra para el baile ó justicia de él: que sigan al malhechor, y si no pudiere ser habido, los doce jurados de donde era el matador paguen enteramente el coto y se satisfagan de los bienes del matador. Y no habiéndolos, los vecinos no deban pagar coto ni calonia. Pero que no pueda ser recibido en alguna de las otras partes hasta que pague el coto: y que le pague el que, sabedor del caso, le receptare, que si pudiere ser preso, los doce jurados de la parte de donde se le tengan hasta que sea entregado su cuerpo al Rey, al cual clamen misericordia todas las poblaciones juntas; pero el Rey haga la justicia que convenga: que si el malhechor se huyere á alguna igle- sia, sea sacado de ella, exceptuaudo la iglesia de Santa MARÍA. Y que no pueda ser admitido en alguna de las poblaciones por diez años hasta que pague el coto, ni aunque le paque antes; que no le valga para refugio el Palacio del Rey; ni del Obispo ni casa alguna de Infantería de Pamplona: y que los que le sacaren de allí no incu- rran en pena de calonia ni malquerencia de alguno: que si algún ca- ballero ó cualquiera otra persona fuera hiriere ó matare á alguno fuera de los muros de Pamplona, cualquiera vecino de ella que, si- guiéndole, le hiriere ó matare, no pague calonia ni homicidio: que de las heridas hechas de un pueblo á otro á hierro, palo ó piedra, se paguen quinientos sueldos; si á puño ó tirando de los cabellos, se- senta. Por obviar los fraudes de los que con pretv^xto de pacificar le meten en las riñas y las ceban, se establece que los que entraren por mediadores de la paz depongan primero las armas, pena de sesenta sueldos y de ser tenidos por hombres que juraron falso (debía de ha- berse jurado generalmente el mediar así ) En las riñas súbitas y no previstas el que matare ó hiriere á hombres de otra población pague quinientos sueldos de coto. Y si no hubiere muerte ni herida: y nacie- re de la riña enemistad que dure una noche ó un día, ninguno de los dos haga daño alguno al otro hasta que le desafíe delante de ocho hombres honrados, dos de cada parte de los cuatro y pasen diez días después de hecho el desafio: y si le matare ó hiriere dentro de los diez dias, sea tenido por traidor é incurra en las penas de tal, y pague mil sueldos de coto: que los ocho ante quienes se hizo el duelo se junten con los almirantes y con los jurados, y todos juntos hagan que los enemistados no obren cosa contra derecho y los procuren reconciliar. Establecióse también con juramento general de todos los de las cua-

184 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP, VL

tro partes que no se arrojase fuego maliciosamente, y que el que su- piere el autor del incendio, luego aviso de él álos doce jurados de la parte de donde es: y que si pudiese ser habido el incendiario, hom- bre ó mujer, no pueda ampararse de parentela ni rescatarse á dinero; sino que irremisiblemente muera á fuego. Esto puede dar sospecha si fué á este tiempo y en la ausencia del rey D. Sancho aquel horrible y lamentable incendio, cuando los ciudadanos del burgo de S. Satur- nino, habiendo en un combate retirado á los de la poblacióa de San Nicolás á su iglesia, la pegaron fuego y urdieron ochocientas perso- nas, y entre ellas no pocas marronas y doncellas nobles. Pero ade- lante se verán indicios de que este caso miserable fué en tiempo pos- terior. Y este establecimiento de ahora debió de originarse de otros incendios menores que procedieron.

4 Juran la observancia de todas estas cosas los doce jurados de cada uno de los Concejos por espacio de veinte años. Y pasados es- tos, se dan cuarenta días para que dentro de ellos puedan corregir ó enmendar la concordia; sin que en esos dias se pueda hacer daño al- guno de ima parte á otra hasta que de común acuerdo silgan los nuevos establecimientos Y estos de ahora juran se leerán cada año en la entrada de los nuevos jurados en sus casas de ayuntamiento. Y de cinco en cinco afioslos derechos y fueros de cada población. Sin embargo de este y otros remedios, en Pamplona, como en cuerpo mal humorado y en que no se ha arrancado la raíz del mal, que era la división, veremos retoñecer á tiempos varias úlceras de disenciones y debates hasta el reinado de D Carlos el Noble, que con gran pru dencia y admirable consejo aplicó el remedio efica? y saludable, aboliendo todo género de división con el fuero de la unión, que ex- pidió para gran bien de ella y no menor alabanza suya. Este acto de ahora fué el día 14 de Abril de este año 121 3.

5 Al mismo año pertenece una obra que conenzó el Rey en el lugar de Esquíroz, junto á Pamplona. Para la cual Doña Oria, hija de Doña Marquesa de Bufiuel y viuda de D. Iñigo de Oriz, con voluntad de sus hijos D. Iñigo, y D. Jimeno de Oriz que estaban presentes, vendió á D. Guillen Asaliten nombre del Rey y para sus varias tie- rras que tenía en Esquíroz por ochocientos maravedís alfonsís de buen oro y peso. Y dan por fiadores; á D. García, Prior de Esquíroz, de dos mil maravedís; á D. Jimeno de Gordovilla, de mil bueyes de coto; D. Calvet de Sotes y D. Martin de Chauri de otros tantos. Y se citan por testigos: D, Juan de Bidaurre; D Juan Pérez, D. Pedro Martínez deEransus, D. Lope Dae, D. García de Noaín, D. Pedro Martínez de Beraiz, D. Pedro Sánchez de Noaín, D. Iñigo de Leoz, D. Miguel Darbizu, I). Pedro Jiménez de Eguilaz: D Lope Ezquerra. La obra se debió de dejar por que no se ven rastros La venta fué por Julio.

6 Y del mismo mes y de la misma Doña Oria y sus hijos D. Iñigo y D. Jijneno es un empeño que hicieri n al Rey de la villa y castillo de Buñuel y sus términos por nueve mil maravedís alfonsis de buen oro y peso, de que se dan por pagados. Es pacto que no puedan re- cobrar á Buñuel de poder del Rey y sus sucesores con dinero ó

EL REY D. SANCHO EL FUERTE. 1 85

hacienda de otro, ó de hombre de otro Reino, sino con Jiaciencla de vuestro Reino y de hombre de vuestro Reino: que así hablan obli- gándose al Rey. Como era villa y castillo en la frontera, se cauteló eso. Son testigos: D. Pedro de Sarillas, (Comendador de Ribaf orada, I). Jor- dán, Caballero Templario y D. Juan Martínez, de Mañero. Y es fe- chada á 26 de Julio en Tudela, donde parece estaba el liey. Este que ahora es empeño, siete años después, el de 1220, fué venta que D. Ji- meno de Oriz, en quien debió de recaer el derecho enteramente de aquel señorío, hizo de la villa y castillo de Buiíuel al rey D. Sancho por los mismos nueve mil maravedís alfonsis de oro y tres mil suel- dos de sanchetes, en que se debió de valuar de más la prenda.

7 También se halla que el Rey permutó este año ciertas hereda- des suyas en Arguedas por otras que tenían allí mismo los monjes de S. Ponce con voluntad del Abad de aquel monastesio. Berengario y de Rodrigo de Seceno que era Prior de la iglesia de S. Esteban de Arguedas, y poseían los monjes de S. Ponce de Tomeras por dona- ción, según parece, del rey D. Sancho Ramirez, cuando ganó aque- lla villa por el mucho amor que tuvo al abad Frotardo.

8 Esto fué por Octube. Y por Diciembre para alguna obra que el Rey tenia en Pamplona, D. Domingo, su clavero, compró á D. Mi- guel Remírez de Asiaín unas casas con su corral y plazuela, que el instrumento dice eran en la Navarrería, delante de la iglesia de Santa MARÍA, cerca de la plazuela de Doña Sancha de Arleta, y otra de Doña Sancha de Palacio, y otras afrontaciones que corrían desde el cementerio de Santa MARI A hasta el muro viejo de Santa Cecilia: el precio es 420 maravedís alfonsis Y una casa también en la Calle Mayor de Santa MARÍA, enfrente de la casa de D. Lope de Irigo- yen. Y da por fiadora á Doña Elvira, mujer que fué de D. Sancho de Iribas. Menciona por obispo á D. Asparago, D. Martin Pérez, Ar- cediano de la Mensa de los canónigos, D. Sancho de Anos Almiran- te en la Navarrería, Orti Moza de Cizur, Alcalde. Parecerán á algu- nos cosas menudas. Pero de la antigüedad nada reputamos por des- preciable: y más cuando se mencionan oficios públicos y traza anti- gua de las calles y muros de las ciudades.

9 No bastó lo dispuesto por el Rey en orden á la paz de las tres Año poblaciones de Pamplona Y ya que no se llegó á rompimiento, se vieron el año siguiente 12 14 indicios que le amenazaban Porque se reconoció que Ijs de la Navarrería y población de S. Nicolás iban cuidadosamente fortificando las torres y muros interiores que mira- ban al burgo de S. Saturnino. Y el Rey, reconociendo que en la paz llana ya asentada, el que previene defensa medita ofensa é invasión, vedó severamente la obra por un decreto que se halla original en el archivo de la Ciudad. Y traducido del latín dice

10 »En el nombre de nuestro Señor JESUCRISTO: Notorio sea á >todos los hombres, presentes y venideros que YO, D.Sancho, por la agracia de Dios, Rey de Navarra, quiero y mando que los vecinos de >la Navarrería de Pamplona y asimismo los de la población de S. Ni- »colás de aquí adelante no hagan alguna cerrazón fuera de la que

12 u

l86 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP VL

»hoy se halla hecha, conviene á saber: muralla ó torre ó barbacana >ni alguna otra fortaleza contra el burgo ó vecinos del burgo de San >Saturnino. Y si en algún tiempo la intentaren hacer contra el dicho >burgo de S. Saturnino, doy licencia á los vecinos de él para que les shagan resistencia. Y me place y será de mi agrado que no les per- imitan hacer obra semejante contra su burgo. Kste acto se hizo en ípresencia de D. Pedro Cristóbal, Cancelario del Señor Rey, de >Elías David, Bonamic, García Afalit, Martín de Jaca, y Arnaldo ^Raimundo. Y para mayor firmeza de este acto corroboro la presen- íte carta y la confirmo con este mi sello puesto en ella. Fecha, la car- ita en Pamplona en el mes de Agosto, en la vigilia de S. Bartolomé, ^Reinando por la gracia de Dios, Yo D. Sancho, Rey en Navarra, >siendo Obispo en Pamplona, D. Asparago, D. Gómez Garcés de »Agoncillo, Alférez Mayor teniendo á Losarcos, D. Pedro Garcés de sAgoncillo, á Lerín; D. Sancho Garcés, á Miranda; D. Diego Alva- i-rez, á Laguardia; D. Pedro Garcés de Arroniz, á Tafalla; D. Gui- ;>llermo de Mendoza, á Irurita; D.Juan de Bidaurre á Mendigorría; »D. Juan Pérez, á S. Vicente; D. Pedro Martínez de Subi/a, á Burgui; >D. García de Oriz, a Caparroso; D. Lope de Oriz, á Monreal; »D. Pedro ^Martínez de Lehet, á Otzorroz

1 1 El sello que en esta carta Real se ve, grande y hermoso, pen- diente de cordones de seda de varios colores, y en cuanto hemos po- dido descubrir en los archivos, quizá es el primero del género que se halle de nuestros reyes, porque los anteriores con solos los signos impresos en las mismas cartas las signaban y daban valor. En las In- vestigaciones le exhibimos al vivo y en estampa, con la efigie por un lado de una águila grande abiertas las alas, con inscripción en torno Benedictas Dóminus Deus meus: y al principio de ella una cruce- cilla de forma muy semejante á la que usaron su padre y abuelo, me- nos los puntos y letras: y por el otro lado representando al Rey ar- mado de pies á cabeza corriendo en caballo todo encubertado con lanza en ristre, celada en encaje casi del todo calada, pendientes vo- lando de ella como de diadema, escudo embarazado, puntiagudo ha- cia abajo y en él efigiadaotra aguilla menor con las alas abiertas, in- signia suya primitiva, y por orla en torno Sancius Dei gratía, Rey Navarra'. De donde se ve que las cadenas no se introdujeron como de golpe y luego después de la batalla de Murad al, que por la cer- canía llaman de Tolosa, sino poco á poco y con el tiempo.

12 Ocho años adelante veremos no bastaron estas diligencias del Rey para introducir establemente la paz en Pamplona; sino que fué necesaria nueva y mayor fuerza de decretos.

REY D. SANCHO EL FUERTE. 187

§. 11.

ste año por Mayo vino á Tudela D. Pedro Fernán-

13 |-^dez de Azagra, Señor de Santa MARÍA de Albarracín ¡sobrino de Pedro Ruiz de Azagra, el primero que

fundó aquel señorío, hijo de su hermano D Fernando, y se vio con el rey D. Sancho, y recibió de él en empeño tres mil mozmedinas de buen oro y peso y siete mil de plata, y puso en poder del Rey en pren- das su castillo de Ghodas, y á Peña junto á él, y en la cercanía de Calatamor con sus montes y términos. Fué pacto que D. Pedro Sán- chez, caballero vasallo del Rey, y que se hace segunda vez vasallo suyo por razón del homenaje del castillo, le haya de tener en custodia suya. Pero con calidad de que desde la íiesta de Pentecostés veni- dera hasta la siguiente no esté obligado á rendir el castillo al Rey ni al Señor de Albarracín. Que por muerte de él haya de tener el casti- llo con la misma calidad D. Aznar de Montagudo, y á falla de él D. Juan Martínez de Mañero: y á falta de todos, que el Rey elija á un caballero de linaje que le tenga: Que si I). Pedro Fernández pagare dentro de dicho término las diez mil mozmedinas prestadas, las de oro en oro, y las de plata en ella, á razón de diez alquiladas de tierra de sarracenos por cada mozmedina, en una paga y no por partes, el que tuviere el castillo le rinda á D. Pedro F'ernández: y si no pagare, le rinda al Rey, y este lo retenga solo en prenda; pero para hacer de él paz ó guerra, á quien fuese su voluntad, mientras le tuviere como prenda, de la cual no le podrá sacar por espacio de un año el señor de Albarracín. El cual jura y hace homenaje al Rey de no substraer ni sacar de poder de él dicho castillo y de ayudarle á recobrarle si se perdiese. El Rey lo aprueba y manda á los ya nombrados para alcai- des, que si él muriere, entreguen el castillo á quien les dijere de pa- labra ó dejare escrito en su destinamiento, que vale testamento. Que si D. Pedro Fernánnez muriese, se entregue el castillo á su hermano D. García Fernández: y si este muriere, á D. Sancho Fernández, her- mano do ellos. Que D." Pedro Fernández haya de dar al que tuviere el castillo doscientos maravedís alfonsis cada año. Y que si por oca- sión dada por D. Pedro Fernández ó por sus hermanos ó por vasallos de Aragón ó por su Rey, ó por el de Castilla ó vasallos suyos, el castillo fuese cercado ó de cualquierr manera se perdiese, sin que valga excusa ó pretexto alguno, D. Pedro Fernández, y sus hermanos hacen homenaje al rey D Sancho de hacerle y guardarle hostajes en Tudela (parece vale estancia en rehenes) y de no salir de ella hasta haber pagado toda la cantidad del empréstito. Son testigos de este acto que se halla en el cartulario de D. Teobaldo, D Sancho Fernández,. D. Juan Martínez de Mañero, D, Pedro Sánchez, D. Aznar de Mon- tagudo y D. Pedro Cristóforo, Cancelario del Rey, que de su orden y la de D. Pedro Fernández la mandó escribir á Guillermo, notario.

14 Por estos tratados se reconoce el buen acierto de algunos es-

l88 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VL

critores que dijeron que el rey D. Sancho intentó, como lo vimos en su padre también, abrir frontera contra los moros y hacia la misma parte, en la cercanía del señorío de Albarracín, para valerse del buen afecto y devoción de aquellos señores al nombre de Navarra, de donde descendían, y de sus reyes, á quienes habían servido en los primeros cargos los del linaje de Azagra: y tomar para eso en pren- das el castilla de Chodas para hacer desde él, como plaza de armas, paz ó guerra, y emplear en ella cantidad de mancebos sobradamente fogosos y bulliciosos, que ocasionaban las ccntiendas y debates ya dichos, y dar á su buen valor y empleo digno y de pública utilidad. Y el tiempo ayuda á la verdad de la conjetura. Porque dos años adelante veremos había ya formado frontera contra los moros y ga- nado de poder de ellos no pocas fortalezas y castillos.

A

1 mismo año pertenece una donación del archivo de l^ / \ Fitero. Por la cual el arzobispo de Toledo, D. Rodrigo I .Jiménez, dona á Guillermo, Abad de aquel monasterio) de Santa MARÍA, y sus sucesores aquella heredad de Fuero, dice, i qiie en tiempos pasados fué de nuestro abuelo el señor D. Pedro Ti- zón: sin retener para nosotros ni 2)ara alguno de nuestros consan-^^ guineos ó parientes derecho alguno. Y manda sellar la carta con suj sello en Burgos por Noviembre de la era I2i)2. El Abad la acepta y| se la vuelve á dar para el usufructo por su vida y con la misma calidad i otra heredad que dice fué de Dona María, de Doña Urraca, y Doña ' Gracia^ hermanas. Y de una señora, llamándose Doña Urraca dei Rada, con sus hijos é hijas hallamos en Fitero una donación hecha á i Raimundo, Abad de Santa MARÍA de Niencevas, de una heredad en | Cintruénigo de cuatro cahíces de sembradío por Junio de la era 1 185. | 1 6 Si esta Señora Doña Urraca de Rada fué Madre del A rzobispo ; y de ahí vino á él el apellido de Rada que algunos le atribuyen, j quede á juicio del lector. Lo que no se puede dudar es fué nieto, co- j mo él se llama, de aquel gran caballero D. Pedro Tizón de Cadreita, i que tanla mano tuvo en la elección de D. Ramiro el Monge, y la pro- j curó en Monzón tan ardientemente, como su nieto el Arzobispo dejó ) escrito: aunque después se acomodó y corrió con él D. García Ra- 1 mírez de Navarra. Si de haber hallado el nieto en su menor edad me- i morias recientes del abuelo, muy favorables á las cosas de Aragón, ! le nació la afección particular á ellas y las alabanzas singulares de D. Ramiro, quede también ajuicio del lector, que aunque la causa se | oculte, el efecto se hallará cierto si se observa con cuidado, y en la , edad tierna se imprimen más las primeras memorias. Fué muy in- j signe bienhechor del monasterio de Fitero, y se tiene por suya la fábrica de su hermosa y magnífica iglesia y por sepulcro que labró para el que se ve; aunque mudando el intento á Huerta, donde sin duda yace, quedó solo por cenotafio y de agradecimiento y cariño.

REY D. SANCHO EL FUERTE l8(>

l7 Solo resta que advertir en esta donación que en el que la tras- cribió al tumbo por alguna añnidad del nombre, y más si estaba en cifra puso por testigo presente al hacerle :i D. Tello, llamándole Obis- po de Pamplona, debiendo decir de Falencia. En Pamplona jamás le hubo de este nombre, y ahora lo era D. Asparago. Y á 1). Tello, Obispo de Palencia, lo contó el Arzobispo y le tuvo á su lado dos años en la batalla de las Navas de Tolosa, y prosiguió siéndolo al- gunos después, como se ve en las escrituras de aquel tiempo. Y lo que no poco confirma al cierto de la enmienda con inmediación al obispo D. Tello, se nombran D. Juun, Decano palentino y 1). Rodri- go, Arcediano de Cerrato, que también pertenece á aquella Ij^lesia. Y en nuestras cosas hay más necesidad de advertirlo todo y cautelar- lo, porque en ellas, como poco tratadas, tropiezan muchos sin querer y algunos quieren tropezar.

i8 Hállanse también á este año memoria» de que D. Blasco Artal y su hijo D. Artal venden al Rey todas las posesiones que tenían en Navarra de Peralta arriba, y en especial hacen mención de Oteiza, cerca de Pamplona y Añezcar, por tres mil y doscientos maravedís buen oro y peso, con calidad de poderlas recobrar volviendo el precio menos el poyo que llaman de Sarde: en el cual dicen que si el Rey fabricare castillo quede todo á perpetuo para el Rey, dándoles satis- facción competente. Dan por fiadores á D. Guillen de Mendoza y á D. Martín López de Noval en diez mil bueyes de coto (así habla el instrumento, y parece cosa impracticable y que solo se ponía para asegurar la cantidad competente). Son testigos D. Juan Martínez de Mañero; D. Gil López, de Alfaro; D. Fernando Ponz, D. Pedro Ji- ménez, de Valtierra; D, Pedro Pomar: D. Blasco, de Egea. Y es la carta hecha en Tudela por Febrero.

19 Vese también que el Rey por (;ste tiempo ó aumentaba ó la- braba de nuevo Palacio en Pamplona por haber donado el antiguo al obispo D. García por grandes servicios al principio de su reinado, como queda dicho. Porque aquella plaza de Doña Sancha de Arleta que se nombró el año anterior solo por afrontación la compra ahora por Abril por cuatro cientos maravedís alfonsis, y otra casa que da por parte de precio. Dice afrontaba con la plaza del Rey. Y menció- nanse por afrontaciones las casas de Doña Vela y de D. Sancho de Anoz, los Palacios de aquellos Infanzones de Noain, que asi habla, la calle pública que corría desde la venela de Santa Ceciha, junto al Palacio del Obispo y la venela, junto al hospital de S. Miguel. Ve- nelas llamaban en lo antiguo en Pamplona y ahora velenas unas calles estrechas que cortan las calles anchas y largas para comodi- dad del tránsito de unas á otras y para evitar el rodeo Y duran en S. Saturnino y S. Nicolás, corriendo todo el grueso de la Ciudad por la parte más llana de invadirse, formadas con otra mayor utilidad para entrada súbita de enemigos atravesarse de ambos costados los ciudadanos en la estrechura de ellas, que soHan tener cadenas y atajar la entrada en la mayor parte de la Ciudad.

20 El mismo intento de obra que traía el Rey en Pamplona argu-

IgO LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VI

yen dos compras en la Navarrería, y del mismo día Jueves 21 de Agosto, de unas casas de Doña Auria, y una plaza de Doña Sancha del Palacio. Y también por Agosto compró el Rey á D. Guillen Asa- lit y su mujer Doña Sancha por tres mil maravedís alfoiisis de buen oro y peso el lugar de Epilza con todos sus términos. Y se advierte en la carta que á la iglesia de S. Salvador debía cada año aquel lugar censo de treinta cahíces de trigo puestos en Pamplona el día de San Miguel. Menciona al obispo Azparago y por Merino Mayor á D, Iñi- go de Gomacién. Y por Noviembre tomó el Rey en empeño los castillos de Linares y Jareas sobre dos mil maravedís alfonsis de buen oro y peso, que dio por ellos á D. Fernanndo Díaz con calidad que si dentro de dos años desde la Navidad viniente no los rescatare volviendo el precio, haya de entregar al Rey dichos castillos con pan de un año y veinte guarniciones y todas las armas que al tiempo ha- bía, y las que hubiese al tiempo de la entrega.

21 Por lo que inmuta nuestras cosas la mudanza de los prínci- pes confinantes no excusamos advertir de paso este año el lastimoso fin del rey D. Pedro de Aragón. El -cual, cebado poco á poco en la afinidad y amistad de Raimundo, Conde de Tolosa, protector y cau- dillo principal délos perversos herejes albigenses, asistidos también de los Condes de Cumange y Fox; aunque no se creyó que hubiese tocado al Rey el contagio de aquella secta, y lo advierte el arzobispo D. Rodrigo, en fin, la inmoderada afección á la sangre y razón de Es- tado á que debía servir de freno lo sagrado, le envolvieron en aque- lla guerra condenada por la Iglesia, no solo con las armas espiritua- les de las censuras, sino también con banderas tendidas de guerra y expedición de cruzada publicada por la cristiandad y encomendada como á caudillo al conde Simón de Monforte, que cercado por el Rey y los tres Condes coligados en el castillo de Murello, junto al Carona, haciendo salida con muy poca gente, pero con mucho aliento, que le infundieron la causa y las voces de Arnaldo, Arzobispo de Narbona, el de la batalla de Navas, y el celo ardiente de Santo Domingo de Guzmán, Padrey fundador de la esclarecida Orden de Predicadores, en memorable batalla desbarató á todo el campo enemigo, quedan- do muerto el Rey con muchos de los ricos hombres que le acompa- ñaban de su Reino. Si la reina Doña Clemencia, que los escritores llaman mujer del rey D. Sancho, era como generalmente ellos dicen, hija de Raimnndo, Conde de Tolosa, no pequeña alabanza de piedad y religión le resulta al rey D, Sancho de haberse abstenido de aque- lla guerra condenada por la Iglesia, á que le llamaba lazo tan estrecho de afinidad y el ejemplo y parentesco del Rey D. Pedro de Aragón; sin que le venciesen respetos humanos para pisar la raya de lo sa- grado: y teniendo por más gloriosa empresa volver sus armas contra los moros y formar frontera contra ellos, en que meditaba.

22 A las rehquias disipadas de aquel ejército que los albigenses sospechan algunos se debe atribuir el nombre aborrecido de los que llaman agotes, de los cuales algunas familias derrotadas y fugitivas de su suelo ocupado por las armas católicas, apartaron, derramadas

JlEY D. SANCHO EL FUERTE. I91

como en borrasca, á varias regiones de la frontera del Pirin eo: y quie- ren justificar con las censuras de la iglesia y odio de aquella rebe- lión á ella el sumo vilipendio y tratamiento, porque de esclavos, con que se ven apartadas como gente contagiosa de los pueblos, y con- denados á los oficios más viles de la república; y ni aún dentro de las iglesias y templos admitidos promiscuamente, sino con gran distin- ción: dándoles el origen del nombre de agoles, como de descendien- tes de godos; por haber dominado estos largo tiempo en aquellas co- marcas de Tolosay haberse llamado por esto aquella provincia (ia- lia Gótica. En cuanto á esta causa del odio, nacido de la rebelión de ahora á la Iglesia, no tenemos cosa particular que asegurar. El ori- gen del nombre tomado de los godos parece cierto. Porque aún hoy en lengua vulgar se llama aquella provincia Langiiedoc, esto es, Landas ó campos de los godos, que eso vale Landa en el idioma vascónico. Y el mismo origen de voz tienen los campos que llaman en Francia Landas de Burdeos; naciendo el nombre de los vasco - nes confinantes con una y otra región, que pasaron á Francia rei- nando Leovigildo, Pero sin que entrase esta causa más reciente, el odio y tratamiento de esta gente pudo originarse bastantemente de lo que aborrecieron los vascones y aledaños el nombre y señorío de los godos con guerra casi continua de tres siglos.

Di

§. IV.

le estos tiempos y reinado de D. Sancho se ven algunas 23 I ^cartas que llamaban de profiliacióii. Y eran un reme- do de adopción con que personas principales admitían entre sus hijos á parte de sus bienes al Rey, y muestran el grande amor que le tenían. Y por esto y porque se hallan en estilo de romance, que ya comenzaba á introducirse, y se sepa cuál era entonces, pare- ció exhibir una de Doña Narbona de Subiza, señora muy principal, de primero de Marzo de este año, que se halla en el cartulario de D. Teobaldo con el título Salutación de Doña JÑarhona al rey D. Sancho. Y dice Ilustrísimo suo Dómino Sántio Regi Navarra, de mi »Dona Narbona de Subiza saludes por cien mil veces, como al mió »señor natural, etc. á mió padre, etc. á mió buen fijo. E sepades, mió »Señor, cuando yacía enferma, destinei el mió, por amor que no ovie- >sen barailla entre mias creaturas. Et mandé, Señor, en esta guisa, »así como mandado vos había, mío Señor, tot aquello que yo había »en Funes, nin en Andosiella, que sos vostro, et lo al así como yo > mandé á mias creaturas, que los compusiesedes cascuno cada uno) »en lo endreito, así como en estas cartas. Et desto mió Seinor beso ^vuestros piedes, et manos, como al mió Seinior natural, que así, ó »fagades. Et de estas, que Vos, ey dado, dada vos ey bonas fianzas »de cotos de boyes, que vos fagan bonas estas heredades, á tal como >Dona Elvira de Pamplona de mil bueyes, et su fijo Don Fortuino »Dirunia mil buyes, et D, Pedre Ortiz de Torrieillas dotros mil

192 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VI.

»buyes. Et por tal guisa vos mando yo estas heredades á Vos, mío >Seinior, que Vos mantengadet esta divisa, que yo é feita, es manda- >da, como dice en esta carta. Et mando á mi fija Doña Ataresa Cili- »gueta con lo de Izcoa, et con lo de Singariz, et con todas las issidas. j>Kt mando, mió Seinior, primo por la vuestra alma, et pues por la mía »alma, et por lalma de D. Martín de Subiza mió marido, et por todas >las almas de míos parientes, et de mios benefactores, que de Sabuda ímientre de esta renta cada aino in die Vincula Sancti Petri á cien >pobres, et á cincuenta Missacantanos, á comer. Et doli fianzas desto »á Dona Elvira de mil bueyes, et á Don Pedro Ortiz de Torriellas >dotros mil bueyes, que li fagan estas honores salvas, et libradas. Et >beso á mi Seinior Rey, qui la haya encomendada á Doña Atarésa »mia fija. Et mando á Don Martín Martínez mió fijo los collazos de *Góngora, et la heredat Daranguren, et lo Dilundani. Et mando á »D. Pedro Martínez mió fijo lo de Zoraquiain, et lo de Garitoain, et »la heredat Durdaniz. Et mando á D. Sancho Martínez mió fijo un > collazo en Eizcoa. Et á Dona Urraca inia fija mando lo de Aizcoain, »et lo de Tafailla. Et mando á mia neboda (Nieta) Narbona la here- ))dat de Arguedas, et lo de Berrio, et lo de Lordi. Et mando á Dona »Estebanía mia fija la heredat de Torrillas, et Diriverri Ilzausti. Seña- la varios testigos presentes, y elprimero A mió Seinior el Obispo de Pamplona D. Asparago.

24 En lo antiguo se dividían los señoríos y haciendas en los hijos para bien de todos. Ahora se pone la fuerza en cargarle todo en uno para destruir k todos: al heredado con el ocio y vicios ajenos á la abundancia: á los excluidos con la pobreza y falta de medios para comenzar á hacerse hombres con utilidad de la república, lustre y conservación de sus casas, que por no acomodarse faltan á extraños. También pertenece á este año, el que D Pedro Iníguez de Araciel dio en empeño al rey D. Sancho su castillo de Alocat por tres mil maravedís alfonsis de oro y peso: con calidad que sino le desempeña de carnestolendas á la Pascua de Resurrección siguiente quede el castillo para el Rey.

§. V.

ABO . I 1^1 año siguiente 1215 por lo menos, si ya no tocó algo

ins 25 I Idel anterior, fué el levantar el Rey tropas y marchar A-^con ellas contra los moros, y ganándoles varios castillos y fortalezas, abrir y establecer frontera contra ellos. De lo cual y de la utilidad de ensanchar sus límites con las conquistas de tierras de paganos, había estado privada Navarra por la iniquidad de los tiem- pos y revueltas de los reinados pasados. Aunque el Rey D. Sancho el Mayor había dejado á su primogénito D. García y descendientes de él muy ancha frontera contra los moros, Pero por no dejar emba- razo alguno en el tiempo de su ausencia en los confines del Reino allanó uno no pequeño al principio del año.

REY D. SANCHO EL FUERTE IgS

26 Con la muerte desgraciada del rey D. Pedro de Aragón, menor edad de su hijo D. Jaime y detención suya en poder y á cargo del conde Simón de Monforte, aunque el papa Inocencio por quejas de los aragoneses se le mandó entregar declarándole por sucesor y here- dero de aquel Reino como procreado en matrimonio que por senten cia declaró legítimo entre el rey D Pedro y Doña María, señora de Mompeller, repeliendo todas las nulidades alegadas por el Rey, las cosas de Aragón andaban muy revueltas y algunos de los ricos hom- bres con sobrada licericia y bullicio. Entre ellos Arnaldo de Alascón, que estaba enseñoreado de la villa de Sádava, fronteriza á Navarra, estaba muy suspecto de haber hecho desde ella algunas correrías da ñosas en Navarra. Y el rey D. Sancho, amenazando con las armas to- mar satisfacción muy cumplida y escarmiento para adelante de hs de aquella viíla, redují á los vecinos de ella á ponerla á protct vión suya i.on ludas sus cosas: con calidad de no recibir dentro de ella á enemigos del Rey, ó de su Reino: y que en caso de sospecha de ha- berlos receptado, el rey D, Sancho elija cuatro vecinos de Sádava del estado de Infanzones ó del de labradores que juren no ha tenido la villa parte en el daño ni recibido enemigos del Rey. Y como suspec- tos, se excluyen de poder hacer la jura y purgar con ella la sospecha, Arnaldo de Alascón y Adán de Alascón. Señálase por tiempo de esta protección en que el Rey los recibe, desde las carnestolendas prime- ro vinientes hasta las siguientes. Y concluido eso, desde Tudela por Enero marchó el Rey con buen grueso de tropas y mezclando en ellas algunos mancebos sobradamente ardientes y bulliciosos en la paz, como decíamos, dándoles empleo digno y apremiando su inmo- derado orgullo con los trabajos, obediencia y severa disciplina de la guerra.

27 Esta jornada del Rey ha sido del todo ignorada, como otras cosas muchas nuestras. Y cuando es por las plumas de escritores, quedara en perpetuo olvido sino ta rescatara de él una bula del papa Honorio III que, elegido el año de 12 16 por Julio por muerte de Ino- cencio III, por Novien-bre confirmó al rey D. Sancho las fortalezas y castillos que había ganado con sus trabajos y fabricado á sus expen- sas en la frontera de le s sarracenos, y fabricase en adelante en ella, con amenaza de la ira de Dios y de sus bienaventurados apóstoles S. Pedro y S. Pablo, al que se atreviese á inquietarle en la posesión de ellos. Que de todo jsto debió de tener necesidad su fortuna envi- diada aún en lo poco de la codicia que lo quería todo. Hállase esta bula en el cartulario del rey D. Teobaldo, su sucesor, con el título que dice: De la Apotdólica confirmación sobre los castillos de la frontera de los sarracenos. Y traducida fielmente, y reducida al año siguiente á que pertenece, pareció exhibir aquí.

28 » Honorio, Obispo, siervo de los siervos de Dios, al carísimo Ató y>en Cristo hijo, el ilustre rey de Navarra, salud y apostólica bendi- »ción. Cuando se pide á Nosotros lo que es justo y loable, el vigor de

>la equidad y el orden de la razón pide que por la solicitud de nues-

»tro oficio se lleve á debido cumplimiento. Y por tanto, hijo carísimo

Tomo IV ^3

194 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. Vi.

>en el Señor, concurriendo con grato ánimo á vuestros justos ruegos, ícl nuevo castillo Alchedo y los de Alocat, Mallo, Peña de Aranón, íArcediello y Abengabón con sus términos que con vuestros traba- »jos y á vuestras expensas habéis adquirido, y asimismo todos los de- »más que hiciereis fabricaren la frontera de los sarracenos de la »misma manera que los poseéis justa y pacíficamente con la autori- »dad apostólica os los confirmamos y con el patrocinio de este pre- »sente escrito os los corroboramos. A ninguno, pues, de todos los ♦»hombres sea lícito quebrantar estas letras de nuestra confirmación, »ni ir contra ellas con atrevimiento temerario. Y si alguno presumie- »re intentar esto, tenga entendido incurrirá en la indignación de Dios ^Omnipotente y de los bienaventurados apóstoles S. Pedro y S. Pa- »blo. Dada en Roma, en S. Pedro, el día nono de las calendas de > Diciembre, año primero de nuestro pontificado. Hasta aquí el papa Honorio aprobando y favoreciendo aquella empresa del rey D. San- cho mal vista de interesados, y que se procuró estorbar con armas de diversión, y que no era bien se ignorase.

29 Hállase también de este año haber comprado el rey D. Sancho ciertas casas y casares en el castelar de Gallur: y se nota en el instru- mento haberse hecho en presencia de D. Miguel de Losarcos, que dice era alcalde de Gallur por mano del rey D. Sancho de Navarra.

Y adelante se ven otras compras de casas por el Rey en aquel lugar.

Y muy al principio del año ya hay novedad en el obispo. Y en un instrumento de Irache se nota ya por el mes de Marzo D. Ouiller?7io, Obispoelecio en Pamplona. Su antecesor D. i^sparago ascendió al Ar- zobispado de Tarragona. Y le ayudaría el parentesco que se dice tenía con la reina de Aragón, Doña María, Señora de Mompeller, que viuda por la muerte reciente del rey D. Pedro, le querría Prelado y Metropolitano en su Reino.

Año A D.Guillermo, II délos de este nombre, y á quien el príncipe 1917 D. Carlos llama natural de Santonge, el obispo Sandóval en el catálo- go le anticipa dos años la entrada en la silla de Pamplona. Y mucho más viene á ser por un resumen que luego pone, de memorias que dice halla suyas en el archivo y años de ellas Con que vendría á to- car su dignidad pontificia en el reinado pasado de D. Sancho el Sabio.

Y que este no pueda subsistir tanta copia de instrumentos exhibidos año por año con notas de los obispos que eran al tiempo ó demues- tra con tuda certeza: y más siendo los instrumentos, no solo de diver- sos archivos, sino también de cosas muy diversas. Con que el yerro cometido en uno no pudo pasar por traslado á los otros ni conspirar tonos en errarlo.

3i Y viniendo á lo más próximo; á D. Asparago hemos visto ci- tado por testigo presente y Obispo de Pamplona por Doña Narbona de Subiza por Marzo de 1214 y aún por fin de Agosto del mismo en la carta del Rey. Con que mal pudo ya ser obispo y sucesor suyo en Pamplona D. Guillermo á 6 de Marzo del mismo año como preten- dió bandóval. Y en instrumento de Irache solo electo le llama dos años enteros después, de Marzo á Marzo. Sin esa nota ó limitación

REY D. SANCHO EL FUERTE. igS

de electo solamente, sino como obispo ya en posesión y ejercicio le nombra este año presente 1217 un instrumento del cartulario de D. Teobaldo, en que D. Guillermo González con su mujer Doña Urraca venden á D. Juan Martín de Logroño dos partes del lugar de Muez, casas, heredades, collazos, hierbas, aguas, montes, yermo y poblado por mil y quinientos maravedís nuevos de oro. Y á fuero de Navarra dan por fiadores á D. Martín Iñíguez y Ruy Gómez, cada uno de quinientos bueyes de coto de Andía:(enlo antiguo mucho se celebra aquel monte por la pastura de ganado mayor: hoy casi del to- do en el menor se emplea) Y porque la carta va descubriendo ya nombres de apellidos propios de las familias, y con que se disciernen que en lo antiguo se anublaban no poco con solos los patronímicos, en ella se nombran por testigos; D. Sancho, Arcediano y Abad de Santa Pía; D Sancho de Murieta, D. Pedro Sánchez, de Arteaga; D. Juan López, de Cascante; D. Pedro González de Acedo; D. Mar- tín Pérez, de Albizu, testigos de Losarcos; D. Gil, Comendador de Melgar, D. Miguel de Arelano, D. Sancho de Metauten, D. Gil del Busto, D. Pedro Aznárez, de Aoiz; D, García Jiménez, hijodeD. Ji- meno de Aibar; D. Lope Ochoa, de Azcona. Y remata diciendo se hizo la carta reinando el rey D. Sancho en Navarra: siendo obispo D. Guillermo en Pamplona, y teniendo en honor D. Martín Iñíguez á Buradón y Larraga; D. Juan Pérez, á Marañen y Artaso; D. Diego Alvarez, á Losarcos; D. Sancho de Murieta, á Punicastro: y dice era Merino del rey D Iñigo de Gomácién y Alcalde D. Gonzalo de Mo- rentien. Es de 20 de Septiembre de este año.

32 Y de principio de él por Enero se ve otra memoria. Por la cual el abad de S. Juan de la Peña, D Fernando, habiendo de ir á la silla apostólica (sería por alguna diligencia ocasionada del IV Concilio Ecuménico Lateranense que se acababa de celebrar,) da en empeño al rey D. Sancho por siete mil sueldos lo de Lizagorría, que el rey D. Sancho el Mayor hubía donado á S. Juan Dice la carta ser hecha en Tudela en el año que el papa Inocencio III había celebrado en Roma el ConciHo Gereral. Y es así aunque al tiempo de la data ya por su muerte regía la Iglesia Honorio 111, como queda visto.

33 El año siguiente 12 18 solo se halla de memorias públicas una Tala permuta que el Rey hizo con D. Juan de Bidaurre y su hijo D Gil dándoles en juro de h^^redad á Subiza, Biurrún, Arre y Arrugazu, y recibiendo de ellos á tJadreita, villa y castillo. Y remata la carta di- ciendo ser hecha en Tudela por el mes de Julio de la era 1256, reinando

el rey D. Sancho en Navarra: y siendo obispo D. Guillermo en Pam- plona: y teniendo en honor, D. Juan Pérez de Baztán, Laguardia, D. Martín Iñíguez, Larraga; D. Guillen de Mendoza, Mendigorría; D.Juan Martínez, Artajona; D. Lope de Oriz, Miranda; D. García de Oriz, Caparroso; D. Pedro Martínez de Subiza, Cáseda; D. Jime- no de Rada, S. Martín de Uns; Almoravid,S. Juan del Pie del Puerto; D. Lope Garcés, Ongoz; D. Rodrigo de Argaiz, Leguín; D. Jimeno de Oriz, Monreal; D. Pedro Garcés de Arróniz, Tafalla; D Fernando Gómez, Mendavia; D. Diego Alvarez, Losarcos; D. García Garcés de Yániz, Sesma; siendo Canciller del rey D. Pedro Cristóbal.

&fio

loG LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VI.

§. VI.

Di

Año -^ i É® ^*^^ castellanos y lugares cercanos á la frontera tuvo 1219 -^4 g Iparticular cuidado el Rey de agregarlos al patrimonio Real con permutas semejantes ó compras por la ma- yor seguridad de la frontera, que se defendía mejor así. Y esta mis- ma atención le motivó al Rey la fundación de una nueva y muy in- signe población en la frontera de su reino, y es la de Viana, juntando en ella varias aldeas de su contonor, de que duran vestigios de las iglesias; y los nombres de los pueblos en los términos que se llaman hoy, como solían en lo antiguo los pueblos Y no pocos años después de la fundación que pertenece al año presente 1219 duraba en los instrumentos públicos elegirse y nombrarse los jurados de su gobier- no cada cual con el nombre del Consejo antiguo que representaba y en cuya memoria se elegía. Los pueblos distintos que ahora se fun- dieron en uno con el nombre de Viana eran: Longar, Tidón, Prezue- las, Cuevas, Piedrafita, Soto, Cornava que parece el antiguo Curno- nio de Ptolemeo y Goraño: y también Bargota, que aunque no pare- ce se despobló, quedó anumerada á Viana y como barrio suyo. De donde resultó quedar Viana con muy dilatados términos y por la ma- yor parte de muy grande fertilidad. Y si la disposición del terreno ad- mitiera con más. abundancia el beneficio del riesgo, sin duda aún En es-mucho mayor. Eligió el Rey para planta de la nueva población un co- deMene^^^^^ dc muy igual llanura en la cumbre y con pendiente por la parte porcier-de Oriente, Mediodía 3' Occidente, desde donde despeja con recreo *Aiesón'mucha y muy agradable campaña. Sola la entrada por Septentrión es que deijj^j^a aunque embaraza la vista por allí una cercana montaña.

muy SO" ' , ^ *

tiguo 35 Dió el Rey á los nuevos pobladores, como lo dice en su fuero, ya*pue-de suelo suyo doce estadios de largo y tres en ancho, (cada estadio nombre^^ medida de ciento y veinte y cinco pasos ) Y para llamar muchos de via-pobladores les dió fuero muy favorable y de muchas y muysingula- °que res inmunidades, que fuera largo de contar. Entre ellas en las franque- gl^°\\za. de todos sus términos libremente y sin reconocimiento alguno, garon Solo á los que fabricaren molino en el Ebro pone cinco sueldos de máa.'^^'reconocimiento al Rey, y esto solo por el primer año. Y aún de este exime á los que los fabricaren en heredades ó huertos suyos. Ad- suélvelos de pagar lezta en todo su Reino: y en los juicios de fuero de batalla, hierro ardiendo ó agua cálida. Y quiere que la averiguación sea por testigos y á falta de ellos por juramentos, y que estos hayan de ser á la puerta de la iglesia de San Félix: que el alcalde haya de ser hijo de la misma villa. En cuanto al derecho de las calonias, que el que fuere hallado haciendo algún daño en heredad ajena, siesdedia, pague cinco sueldos; si de noche, diez libras. Y que de uno y otro sea la mitad para el rico hombre, que tuviere en honor á Viana, y la otra mitad para el príncipe ó señor de la tierra Que el fiador no esté obligado á responder hasta después de medio año. A los clérigos al?-

REY D, SANCHO EL FUERTE I97

suelve de todas cargas, en especial de las de la guerra: y quiere que solo velen en salmos, himnos y oraciones y gocen de toda franqueza. Lo cual dice hace por amor de Dios y por las almas de los reyes sus padres, y quiere no salgan á hueste sino ú sola batalla campal. Así habla. Y es denotar que para ella á todos alcanzaban la obligación.

36 Fortalecióla el Rey de muy firmes muros y torres, de que duran vestigios de gran fortaleza, como previera habia de cargar mu- cho la guerra allí después de perdida la Rioja y previniera en Viana una muralla firme de la frontera. No le engañó al Rey ni el recelo ni la esperanza. Porque en ella como en roca firme contrapuesta ú las borrascas han golpeado con frecuencia las olas de la guerra y rebatí- dose felizmente por el grande esfuerzo y suma lealtad de los de Via- na, que merecieron el insigne y público testimonio que de su valor y fidelidad dieron los Estados del Reino juntos en Cortes en carta que escribieron á la reina Doña Blanca, viuda recientemente del rey D. Enrique y tutora de su hija Doña Juana, de que se hablará á su tiem- po: y délos honores, con que en continuación de sus grandes servi- cios á la Corona la decoraron los reyes posteriores, erigiéndola á ca- beza de principado de los primogénitos herederos del Reino con títu- lo de ciudad y muchas franquezas y privilegios.

37 Tres cartas de este fuero, y al parecer todas originales, que se debieron de multipHcar para la seguridad de conservarse, se hallan en el archivo de Viana: una en latín, dos en el romance, que comen- zaba á usar, todas del mismo contenido, y todas con el signo de la águila, y diciendo el Rey: Corroboro y confirmo esla carta de fuero con este mi signo de la efigie de la águila En lo cual parece dio á entender comenzaba ya á introducirse algún tanto el nuevo de las cadenas. Porque sino bastaba decir la firmaba con su signo acostum- brado; pues era tan supuesto y conocido en veinte y cinco años de reinado. Es fechada en Tudela en el mes de Abril de la era MGGLVII. Y después de su reinado se nota era obispo de Pamplona D. Gui- llermo, y de los señores con honores del Rey y títulos de señores; D. Juan Pérez de Baztán, teniendo Laguardia; D. Juan de Bidaurre, la Puente de la Reina; D, Martín Iñíguez, á Buradón; D. García xMar- tínez, S. Juan del Pie del Puerto; D. Pedro Martínez de Subiza, á Cá- seda; D. Jimeno de Rada, á Santa MARÍA de Ujué; D. Lope Ortiz de Arce, á Burgui; D. Pedro Guillen de Castellón, á Andosilla; D. García Jiménez de Huárriz, á Eslaba;D. Pedro Jiménez de Huárriz, á Almayar (es Maya); D. Guillen de Mendoza, á Mendigorría; D. Gar- cía de Oriz, á Caparroso; D Lope de Oriz, á Miranda; D. Diego Al- varez, á S. Vicente; D, Pedro Jordán, á S. Martín de Uns; D. Fortuno Aznárez, á Alesues (es Villafranca); García Arceiz dejaniz, á Labra- za; D. Sancho Fernández de Montagudo, á Gallur; D. Pedro Jiménez de Olleta, á Peralta; D. Martín López de Novar, á Santacara; D. Pe- dro Cristóbal, Canciller.

38 Restan de este mismo año dos memorias. Y la primera fechada también en Tudela, y el mismo mes á 7 de Abril descubre que el Rey andaba en aprestos de guerra ó para la frontera délos moros ó alguna

igS LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVAFRA. CAP. VL

Otra, que se ignora. Es un empréstito por el cual D, Sancho Fer- nández de Montagudo, padre, según parece, C'.e D. Pedro Sánchez, Gobernador que después fué del Reino, con £ j mujer Doña Sancha Jordán err peñan al rey D. Sancho el castillo dt Grisén con todos los derechos que tenían en la villa por dos mil mar ivedís a]fonsis flaman- tes de buen oro y peso. Son condiciones: que no le puedan rescatar en dos años desde la Pascua de Resurrección viniente: que el rey da á D. Sancho Fernández nueve mil sueldos par^ que le sirva con trein- ta caberos en los actos de guerra que el Picy le ordenare, por un año comenzando desde dicha Pascua. Y si no lo h ciere así, tenga el Rey sobre el castillo este derecho más de lo que habían de haber los tremta caberos ó los que faltaren de elloí^; que si D Sancho Fernán- dez ó algún vasallo suyo hiciere alguna fuerza á Bierlas la enmiende estando á lo que juzgaren D Ferrando, Cluniego, y D. Gómez. Jus- ticia de Tudela: y á falta de ellos, D. Pedro í:">ánchez de Barillas y D. Pedro Guillen de Castellón: que D Sancho Fernández debe dar por los dos años lo necesario para veinte soldad os que guarden el cas - tillo hasta que se acabe, y después de acabadci, para doce. Y que los dos años usufructúe la villa D. Sancho; y después de ellos el Rey, si no la hubiere sacado de empeño. La otra memoria es: de queD. Rodrigo de Argaiz vende al Rey á Cintruénigo, castillo y villa por siete mil maravedís alfonsis de buen oro y peso, en Tudela por Septiembre.

39 Del año siguiente 1220 solas se hallan algunas memorias, más que públicas, domésticas y privadas, y para correrse á prisa. Una es: que Doña Anglesa de Lerat, llamándole hijs de D. iMiguel Lerat, prohija al rey D. Sancho. Y dice 1¿ hace Donadui ó afillamiento de cuanto tenía y pudiese tener para después de sus días; y que si entra- re en la orden, le valga al Rey como para después de su muerte por los muchos bienes que la había hecho En Tudela á 12 de Enero, dia Domingo, que corresponde bien, D. limeño de Oriz, en quien p.ire- ce recayó enteramente el señorío de Buñuel, villa y castillo, que en uno con su madre Doña Oria y su hermano D. Iñigo empeñaron al Rey siete años antes, en este la vende por el mismo precio del límpe- ño nuevo mil maravedís alfonsis de oro y tres mil sueldos.

40 Por Abril D. Gil y D. Ferrando, hijos de D. Domingo Joániz, donan al Rey cuanto habían y debían haber en el castillo de Mosque- rola, y dan por fiador á D. Gómez, Justicia en Tudela, su tio. Y por el mismo mes Ferrando Garcés, hijo de García de Mosquera y García Pérez, hijo de Sancho de Mosquera, venden al Rey por seiscientos sueldos de sanchetes todos los bienes que tenían en Mosquerola y las cuatro partes que tenían en el castillo y cortijo: notando que las tres eran de Ferrando, la cuarta de García, y la quinta de los demás vecinos. Y también en Abril del mismo año D. Pedro Díaz, hijo de Diego López y Doña Toda Pérez, empeñan el Rey por veinte y cinco mil sueldos de sanchetes á Carear la villa y las cuevas, con calidad de que no la pueda sacar del empeño de Resurrección en tres años: y que pasado este término, si avisado por el Rey no la desempeña, quede para el Rey á perpetuo. Dos años adelante se nota la vendió

REY D. SANCHO EL FUERTE I99

al Rey por lo que estaba en empeño. Y por cuentas de este tiempo resulta, en cuanto al valor de las monedas, que la que llamaban mea- 11a mozmedina, jucepina de buen oro y peso, se estimaba en seis suel- dos de sanchetes A este año pertenece sindudala muerte del obispo D. Guillermo, que descubrirá mejor el siguiente.

CAPITULO VII.

I. Providencia del Key en la frontera de Aragón. 11. Muerte del Obispo do Pamplona D. Guillermo y sucesión del infante D. Remigio en el Obispado con otras memorias. III. Provi- dencia en las disensiones civiles de Pamplona IV. Otras memorias. V. Tratados del infante D- Fernando de Aragón con el rey D Sancho de Navarra. VI. Varias memorias y donaciones. Vil. Homenaje del Señor de Lusa al Key de Navarra y fuero de Aézcoa. VIH. Fundación de Santa Engracia de Pamplona y principios de 8. Pedro.

I

§. I.

a protección que el rey D. Sancho había tomado de la villa ¿ño de Sádava, y seguridades de sus vecinos, de que se habló ""' al año 12 1 5, no parece bastaron para que algu-

nas tropas de hombres sediciosos, que con la menor edad del rey D, Jaime de Aragón y turbaciones que por esa causa había en aquel Reino, se habían apoderado de aquella villa cesasen de molestar des- de ella con correrías y robos la frontera de Navarra por aquella parte, aprovechándose de la cercanía de la Bardena, tierra quebrada y de mucho boscaje, y como despoblada por reservada para bastos de ga* nados, de que abunda muy á propósito para saltos y robos. El rey D. Sancho, viendo que no aprovechaban los medios blandos, resolvió arrancar de raíz el daño con el hierro. Y arrimando tropas armadas á la villa, amenazó de guerra yredujo á DoñaMaría y D. Fortaner de Alascón, su hijo, que tenían el señorío de Sádava, á entregar en ma- nos del Rey: renunciándole todo el derecho que podían tener en la villa y castillo para que fuesen perpetuamente del rey D. Sancho.

2 De lo cual se ve la carta de renundación en el cartulario de D. Teobaldo. En que dando la causa de ella, dicen: Et aqiiest quita- miento, et otorgamentos feimos yo Doña María, et meo filio D. For- taner de Alascón acl Vos D. Sancho, Rey de Navarra] porque Vos nos perdonastes todos los clamos que liabiades de nos por males que vos issieron del castillo de Sádava, et de lo nostro. Es la carta fechada en Tudela por Enero de este año 1221, citando por testigos presentes: á D. Juan Pérez de Baztán, D. Pedro Jiménez de Olleta; el canciller D. Pedro Cristóbal, D. Martin Iñíguez, D, García de la Sierrra, D. Borneo de Biota, D. Guillermo Baldovín y D. Pedro de Biota. De esta suerte escarmentó el Rey los insultos y licencia de ro- bos y aseguró su frontera. Y esta carta, cotejada con la de seis años antes ya citada, descubre tuvieron mucha parte en estos daños y tur- bación de la frontera D. Arnaldo y D. Adán Alascón, excluidos

200 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VII

por el rey como suspectos para la pesquisa y jura de los infanzones, y que como parientes de los señores de la vill i, en mucha parte los indujeron á perderla en fin. Pero no por eso se piense se rompió ahora guerra de reino á reino, antes se ve coriía la paz establecida con el difunto rey D, Pedro en la menor edad de su hijo D. Jaim.e y turbación de su Reino. Ocasión que á otros príncipes renovara la memoria de agravios pasados para buscar a satisfacción. El rey D. Sancho se contentó con castigar sin nombre público los ex.cesos privadamente cometidos.

§. II.

Por Mayo de este mismo año ya por los instrumentos se siente novedad en la silla de Pan piona, y haber suce- dido en ella D. Remigio ó Racniro, hijo del rey D San- cho, á D. Guillermo. Vése esto con seguridad en el cartulario de D. Teobaldo, en sus ordenanzas que se asentaron acerca de los re- gadíos entre los de Arguedas, Valtierra y Cadreita, y de las calonias ó penas que habían de pagar los que las quebrantasen: y se dice allí las dispuso el Alcalde de Funes, en quien debieron de compremeter. Y remata el acto diciendo ser lieclio en el mes de Mayo, y en Jueves^ sexto día de él, (y corresponde bien) en la era 12o0. Reinando el rey D. Sancho en JSlavarra, y siendo su hijo, el Sefior D. Remigio, Obispo de Pamplona, Señor en Arguedas, D. Sancho Fernández de Montagudo, Alcaide en Valtierra D. Lope Murillo, Alcaide en Ca- dreita D. Lope de los Arcos, Señor en Milagro D Pedro Jiménez de Olleta.

4 Cuando muriese el obispo D.Guillermo II, á qnit-n ya había su cedido por Mayo de este año el infante D. Remigio, se ha escrito con variedad Convienen en el día 22 de Agosto Ganbay y el obispo San- dóvrtl. alegando el calendario antiguo de Leire que le señala así Y es cosa de maravilla que, habiendo ambos hallado el día, no hallasen el año, que está contiguo. Pero fué con una abreviación particular y suprimiendo y callando el número mayor de mil y doscientos, y ex- presando solamente el número cincuenta y ocho, que se echa de ver es era: que por ellas usa contar aquel calendario y callando lo demás por muy supuesto, solo notó el año ó era del siglo que corría al tiem- po de la mueite del Obispo. Cosa que aún en nuestro tiempo se usa algunas veces omitir el mil y á veces el seiscientos y señalar solo el año que corre de nuestro siglo. De lo cual resulta que D Guillermo murió á 22 de Agosto de la era i258, que es el año de Jesucristo 1220 anterior á este que corremos. Por no haber entendido Garibay la ci- fra de abreviación señaló su muerte un año antes, el de 12 19. Y San- dóval ninguno señaló, imputándolo á la omisión del calendario Pero de más consideración es el yerro de haber introducido en la silla de Pamplona otro obispo por nombre Juan, intermedio entre D. Guiller- mo y el infante D. Ramiro, que ahora entra á serlo, diciendo hallaba

REY D. SANCHO EL FUERTE. 201

memorias que hablaban de eso. Pero ciertamente se reconoce fué equivocación, y que aquellas memorias hablan de unas deudas que dejó D. Juan de Tarazona, antecesor de ü. Guillermo, no sucesor suyo aunque se pagaron en tiempo de D. Remigio ó Ramiro, y en parte por él, como luego se verá.

5 Esciiben algunos, y entre otros el príncipe D. Garlos, que el obispo D. Guillermo fué prelado de mucha entereza y muy celador de los bienes de la Iglesia. Sobre lo cual dicen excomulgó al rey D. Sancho, y que, juntando sínodo, puso entredicho en el Reino, y que duró diez meses En los archivos ni rastro hallamos de suceso que había de ser tan ruidoso, ni tampoco en escritor más antiguo que el Príncipe. Y parece cosa ajena de los buenos ejemplos ya vistos, y los que se verán, de la piedad y ánimo religioso del Rey para con las iglesias. Si alguna diferencia hubo en eso, creeremos se originó de la pretensión, que ya descubrimos tuvo el Rey, de que las heredades Reales en las tierras ganadas de paganos no debían décimas á las igle- sias que los reyes fundaron en ellas: moviéndose por ventura los que esto f.icilitaban ú los reyes de los indultos de los pontífices que para subsidio de la guerra sacra largaron las décimas á los reyes, impo- niéndoles el servicio competente de las iglesias: y que como pudieron dar, y con efecto dieron, los patronatos y décimas; de ellas á otros señores y caballeros que se señalaron en aquella guerra las pudie- ron tomar para los reyes: y más fácilmente siquiera laexensión de pagar décimas de las heredades que en las conquistas aplicaron á su fisco para proseguir la guerra

6 Por fin del año, á 2 de Diciembre, se halla en el cartulario de D. Teobaldo, un instrumento por el cual D. Alvaro Díaz de los Ca- meros y D Rodrigo Díaz de los Cemeros ponen en fidelidad en po- der del rey D. Sancho á los fayos, villa y castillo. Es condición que el conde D. Gonzalo, de quien no se da más razón ni luz, no haga daño por ni sus vasallos en tierras del rey de Castilla: y que si le hiciere, lo enmiende dentro de treinta días que el rey D. Sancho de Navarra se lo demandare. Que sino lo enmendase el Conde, el cabero que tendrá los fayos los entregue al rey D. Sancho con calidad que, satisfaciendo D. Alvaro los daños hechos á Castilla, y con esa oca- sión á Navarra, pueda recobrar los fayos: y que los hayan de tener en fidelidad los caberos por este orden, y uno á falta de otro; D. Ro- drigo de Araciel, D. Martín de Mosquera, D. García Pérez de Mos- quera, su hermano, y D. Fernando Garcés de S. Adrián.

7 Por otros dos instrumentos del mismo cartulario se ve que el Rey, aunque había ya tanto tiempo que Nájera estaba enajenada de la Corona, conservaba mucho cariño y devoción á aquel monasterio por las buenas memorias de haberle fundado su ascendiente el rey D. García, y estar allí enterrado con otros muchos parientes suyos. Poseía Santa MARÍA de Nájera dentro de Navarra la iglesia y villa de Berbinzana, en la cual hizo al monasterio muchas buenas obras el Rey: en especial se refiere que les dio cuatrocientos cahíces de trigo para fabricar allí sobre el Arga ruedas ó molinos, y otros ciento

A fio

202 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. Vil

para el Abad. Y agradecidos los monjes con el abad D. Martin y el Prior de Cluni dieron al Rey este año todos sus derechos en Berbin- zana para usufructuarlos por diez y siete años, sustentando el Rey los cinco porcionarios ó beneficiados de aquella iglesia, y dando al monasterio cien mozmedinas cada año. Lo cual, dice, que hacen por los beneficios ya dichos et por otras mercedes multas que Vos, Sen- nor, nos fizistes, et faredes á Santa MARÍA: así habla,

§. III.

E"*^l año siguiente 1222 tuvo el Rey muchas consultas con varones sabios para acabar de sosegar las disensio- _^nes civiles de los de Pamplona que, extinguidas al parecer del todo, renacían de sus cenizas como de brasas disimula- das en ellas. Muchos hombres de celo sano y apartado de facciones, condolidos de la duración de tan grande mal, se interpusieron por me- dianeros de la paz, representando que ninguna utilidad habían saca- do de tantos años de disensiones civiles, sino el quedar cada vez me- noscabados de sus fortunas y bienes, teniendo solo el miserable con- suelo del daño ajeno en pérdidas propias. Y con las continuas voces que de esto daban y evidencia de la razón, que se tocaba con las manos y con la esperiencia, redujeron en fin á las cuatro partes de Pamplona á poner en manos del Hey y del obispo D. Remigio sus quejas y sus agravios y hacerlos arbitros del remedio de sus males: dando poder para admitir en nombre público los pactos de la concor- dia, el burgo de S. Saturnino á D. Bonamico y D. Juan Renait: la Na- varrería á D. Martín Ballester y D. Sancho de Anoz: la población de S. Nicolás á Ochoa de Undiano y Lope de Esparza: El burgo de S. Miguel, que se cuenta aquí como distinto, andando comunmente incluido en la población, á D. Rodrigo Hospitalero. El Rey y Obispo aceptando el arbitraje y reconocidos los poderes de los procuradores y habida consulta con los del Consejo del Rey y otros varones sa- bios, pronunciaron su sentencia, que por ser larga se resume á estos capítulos de ajustamiento.

9 Que los de la población, Navarrería y San Miguel por el bien de la paz reformada y mandato del Rey y Obispo remiten á perpe- tuo á los del burgo de S. Saturnino todo el odio y rencor concebido entre ellos por la quema de la población y todas las querellas y enmien- das por razón de la guerra pasada: que asimismo los del burgo de S. Saturnino remiten á perpetuo toda la ira y enojo y los daños de las cosas que se quemaron suyas cuando la quema de la población y del fosal viejo, que pedían: que todos los de las cuatro partes de la ciudad desde siete años arriba juren guardar á perpetuo toda paz y concordia entre á buena y sin engaño: que si alguno intentare perturbarla, se unan todos para echarlo de la vecindad y destruirlo del todo: que los de la población reedifiquen sus casas pero de tal suerte, que hacia el burgo de S, Saturnino no levanten más que tres

REY D. SANCHO EL FUERTE 2o3

codos en alto, y uno en ancho de piedra y cal: y q le sobre estos ci- mientos no levanten las paredes sino de tablas, y '..o más que el alto de una lanza militar, y que no hagan troneras de ballest^s ni abran ventanas y albañares ó acuaductos, ni caigan las ge terns en el foso del burgo: y que si quisieren echarlas hacia el foso. ) etiren la casa un codo; de suerte que no viertan dentro del foso, siró fuera de él en el espacio intermedio y sola agua de lluvia: que no s 2 levante fortaleza alguna en la población contra el muro del burgo: y si alguna hubiere se demuela: que las murallas y torres exteriores y hacia fuera levan- ten y fortifiquen cuanto les pareciere. Son testijíos de esta sentencia, dada en Tudela á 28 de Julio de la era 1260, el Prior de la Iglesia Ca- tedral; D. Lope; D. Martín Pérez, Arcediano; D. Arnaldo Bosón, Ar- cediano de Pamplona: y de los barones (que así los llama) D. Juan Pérez de Baztán y D. Fernando de Lerat; ü García Jiménez de lluá- rriz, D Pedro Jiménez de Olleta; D. Pedro Cristóbal, el Canciller, y Guillermo de Estella, el Notario que escribió la carta.

10 De este instrumento que se halla en el cartulario de D, Teo- baldo, se reconoce que el incendio grande y lastimoso de la pobla- ción ya había sucedido antes Pero colígese también que fué poco an- tes porque de tan grande mal parece se buscaría presto el remedio. Con la paz llena y cumplida que estableció después el rey D. Car- los el Noble, aquel foso sobre que tanto se contendía entonces, no habiendo de tener ya más uso, pues se abolió todo género de divi- sión, se cegó y allanó y se formó en él la que llaman en Pamplona la Calle Nueva contigua, y de uso común á ambas partes, burgo y población. Y el que había sido tantos años foso de guerra y hostili- dad, y en que con horror corría á veces sangre humana, vedándose vertiesen en el agua del cielo los tejados, se trocó en beneficio de unos y otros y recreo de toda la ciudad por ser la calle que más fre- cuenta la juventud para ejercicio y ostentación de la agilidad y des- treza en el útil y honesto juego de la pelota.

§. IV.

"W ^steañose pagaron, como se ve en el libro rotundo

1 1 M de Santa MARÍA, algunas de lasdeudasque había dejado

1 ^é^^ difunto obispo D. Juan de Tarazona, recibiendo por ellas D. Pedro García de Arróniz tres mil monedas de oro, de la cual suma se había ahora hecho el ajuste en el Palacio del Obispo, siendo testigos del convenio; D. Miguel de Guerez,D. Aznar de Gal- duroz, D. García de Longuida, D. Pedro de Egues, D. Furtado de Ollacarizqueta, D Rodrigo Fernández de Villaba; D. Pedro Jiménez de Guerez; D. Rodrigo Calveti, D. Pedro Rodríguez de Argaiz, D. Martín, y D. García Pérez hijos de D. Pedro García de Arróniz caballeros que el instrumento llama milites al estilo de entonces.

Y fué el último pagamento en Irachedia déla Asunción de este año.

Y del mismo es el haber donado al rey D. Sancho el señorío entera-

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mente de Sartaguda los hijos deD. Pedro deSubiza, D. MartínPérez, D. García, D.Jimeno, Doña Toda y y Doña Inés por el amor grande que tenían al Rey. Fué la donación por Febrero, dia de San Matías,

12 Acerca del señorío de Castejón, qne entonces llamaban Cas- tellón, á orilla del Ebro, como también Sartaguda, hubo por este tiem- po controversia entre el Rey y D. Bartolomé Jiménez de Rada, Señor de Rada, por y por sus hermanos sobre á quién perterecía. Y pa- rece llegó el caso á vivir quejoso D. Bartolomé, sospecharse si, va- liéndose del fuero antiguo de Navarra, quería recibir honores y ad- mitir vasallaje de otro rey. Pero ahora por fines de Marzo se ajusta- ron, reconociendo D, Bartolomé el derecho deRe}^ como parece por un instrumento del cartulario deD.Teobaldo.Porelcual hace pleito homenaje y se conviene con el Rey de que nunca sea de otro Sel- ñor, ni nunca me parta de. vostro Vasallío, ni de Vos, et que dreytament, et lealmentvos sierva con todo lo que yo he, et con todo aqueyllo, que Vos me daredes, et amaré siempre todo lo que Vos amaredes, et desamaré siempre todo lo que Vos desamaredes. Así habla. Y prosigue prometiendoque nunca tendráqueja de lo de Cas- tellón ni ayudará á tenerla ni á su cuñado por razón de su hermana, ni á su cuñada por razón de su hermano, que hará paz ó guerra á todo hombre del mundo de sus casos y fortaleza de Rada á voluntad del Rey, y le recibirá dentro de ella siempre 3' con cuantos quisiere entrar y á todos los que quisiere enviar á ella.

1 3 Y para mayor seguridad pone en fidelidad sus casas buenas de Rada, que le dejó su padre D. Jimeno de Rada con sus torres y fortalezas, en custodia de su hermano D. Bartolomé Jiménez, escogi- do para eso por el Rey y su hermano. Señor de Rada, (si el cartu- lario no se erró el nombre, ambos hermanos se llamaban Bartolomé:) y á falta suya su hermano de entrambos, D. Miguel Jiménez: y á fal- ta de este también el caballero que el Rey eligiere para tenerlas en fidelidad. Y es con calidad que si D Bartolomé, Señor de Rada, falta- se á alguno de estos asientos, pierda cuanto tenía en Navarra, y el caballero que tuviere aquella fortaleza la entregue llanamente al Rey y sea suya á perpetuo s'n que la pueda recobrar, y D. Bartolomé quede por traidor que ni por manos suyas ni por ajenas pueda salvar- se. Así se feneció aquel disgusto. Y el Rey estimó y favoreció mu- cho á D. Bartolomé después.

14 Solo restan de este año dos memorias. Unade haber Doña El- vira Jiménez de Almoravid, hija de D. Jimeno Almoravid, prohijado al rey D. Sancho, heredándole para después de sus dias ó de entra- da suya en orden en todas sus villas, casas, collazos, molinos, viñas, piezas y cuantas heredades tenía ó le pudiese pertenecer en el rei- no de Navarra, ó haber pudiese de su hermano D. Juan Almoravid. Es fechada en las nonas de Abril. La otra es licencia que el Rey dio á los de Mendabia de hacer presa en el rio Ebro en el lugar que lla- maba Peña alba, para sacar acequiasy regadíos franca y libremente. Y es dada en Tudelaá29 de Agosto. Hace mención de que era Obispo de Pamplona D. Remigio, y que tenían en honor y gobierno

REY D. SANCHO EL FUERTE 2o5

por el Rey, D. Almoravid á Ausa; D. García de Oríz, á Lerín; D. Iñigo de Oriz, á Amayar (que es Maya); I). Pedro Jordán, á Santa MARÍA de Ujué; D. Juan Martínez de Mañeru, ú San Martín de Uns; D. Ro- drigo de Argaiz, é Leguín; D. Ferrando de Lerat, á Sádava Nueva; (asi habla, y el Rey debió de hacer alguna nueva fortaleza después que la ocupó, como queda visto.) D. Juan Pérez de Baztán, Laguar- dia; D. Martín Iñiguez, á Peñacerrada; D Diego Alvarez Losarcos; D, Pedro Garcés de Arróniz, á Dicastillo; D. García Arceiz de Yaniz, Labraza;D. Pedro Jiménez de Olleta, á Peralta; D, Sancho Ferrández de Montagudo, á Alesues, que es Villafranca.

Ni

§• V.

o es razón olvidar del todo el estado de cosas en que aso

15 I ^1 se hallaban nuestros finítimos, en especial cuando "'' tienen trabazón con las nuestras. Por este tiempo y en

los años anteriores andaban las cosas de Aragón con mucha turba- ción sobre la sucesión en aquel Reino por causa de pretender nulidad en el matrimonio entre el difunto rey D. Pedro y Doña María, Seño- ra de Mompeller, de quienes había quedado el niño rey D. Jaime. Y aunque el pontífice Inocencio III había por su sentencia declarado por válido el matrimonio, como se ve en la bula que exhibió Zurita, en la cual dice también que había cometido antes la averiguación y decisión de aquella causa al Obispo de Pamplona, y que él se había excusado de la comisión por estar al tiempo en Roma por causas de su Iglesia; sin embargo, en Aragón no acaban de acomodarse á aque- lla declaración, insistiendo en las alegaciones que el difunto Rey había mantenido por toda su vida Y por esta razón pretendía suce- derle en la Corona sus dos hermanos, D. Sancho, Conde de Proenza, y el infante D. Fernando, que ambos tenían no pocos ni poco pode- rosos valederos dentro del Reino.

16 Con esta ocasión tenía á este tiempo elinfante D. Fernando de Aragón mucha amistad con el rey D. Sancho de Navarra, como se ve en un instrumento del cartulario de D. Teobaldo, que aunque ca- rece de fecha, por las disposiciones del tiempo y por otra carta del Infante se reconoce ser de este año, ó de poco antes. Descubre el ins- trumento la mucha amistad que profesaban el Rey y el Infante: y algunas otras cosas dignas de saberse, aunque de parte del rey D. Sancho con mucho tiento y circunspección, respetando el haber el papa Honorio III tomado dabajo de la protección apostólica el Reino y cosas del niño rey D. Jaime, cuyo derecho se iba esforzando en Aragón. Traducido del latín dice así.

17 »En el Nombre de JESUCRISTO. Sea notorio á todos los »hombres presentes y venideros, que Yo, D. Fernando, Infante, her- »mano del ilustre Rey de los aragoneses que fué, con ánimo grato y »expontánea voluntad doy por quito á Vos, el Señor D. Sancho, Rey »de Navarra, mi muy amado pariente; todo aquel derecho que tengp

206 LIBRÓ XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. Vil.

debo haber en todos aquellos castillos que os empeñó el Ilustre >Rey de los aragoneses, D. Pedro, mi hermano: conviene á saber: >Gallur, Peña, Pitillas, Esco y Trasmoz, de los cuales no estabais íObUgado de responder á otro que á solo, según se contiene en la »carta de empeño hecho entre Vos y él. Concédeos asimismo desde »ahora que si Dios me diere el reino de Aragón estaré sin queja al- >guna de Vos acerca de aquellos castillos que habéis hecho fabricar »en la Bardena: conviene á saber: Aguilar, castillo de Sancho Abar- »ca, castillo de Foz, y el de la Estaca, reconociendo justísimamente >que los hicisteis labrar en términos propios vuestros. Asimismo os »concedo desde luego que si Dios me diere el sobredicho reino de «Aragón, ó Yo os entregaré á Tiermas y Salvatierra, que el ya dicho »mi hermano hizo labrar contra derecho y engrande agravio vuestro: que las desmantelaré y arrasaré del todo. Asimismo os concedo ídesde ahora que si Dios me diere el reino de Aragón, siempre es- >taré sin clamor ni queja acerca de todos aquellos castillos que hasta »ahora habéis ganado ó hecho labrar en la frontera da los sarracenos, >y en adelante ganareis ó hiciereis labrar. Y asimismo os concedo »que Vos y vuestras gentes tengáis seguro tránsito por el reino de »Aragón para la frontera de los sarracenos y castillos que en ella >teneis y adelante tuviereis, y segura conducción de todas las co- >sas que Vos ó vuestras gentes hubieren menester. Prometo también »á Vos con palabra de verdad y de toda que en todo el tiempo de ))mi vida os ayudaré con mi cuerpo y con mis vasallos y con cuantas »cosas pudiere tener así contra el rey como contra cualquiera otro »hombre cualquiera que sea. Todas estas cosas sobredichas prometo vos, el Señor D. Sancho, Rey de Navarra, mi mu^' amado consan- »guíneo, por el grande y sincero amor que reconozco me tenéis. »Y os prometo certísimamente con palabra de verdad y toda que «estaré sin queja alguna de Vos de todas aquellas cosas arriba escri- »tas y que he prometido hacer. Asimismo, Yo, D. Sancho, Rey de ^Navarra, ofrezco á Vos, el Señor D. Ferrando, mi muy caro consan- »guíneo, que perpetuamente os ame, y que siempre me será de todo sagrado cualquier! aumento de vuestros intereses y honor.

1 8 fiasta aquí la carta de confidencias del infante con el Rey, que descubre el estado de las cosas y disposición de la frontera por la parte de Aragón, y también de la frontera de los sarracenos que abrió y estableció el rey D. Sancho y había confirmado el pontífice Honorio con la protección apostólica que se vio. Y aunque carece de fecha no pudo distar mucho del año que corremos .

19 Y lo confirma el que de este mismo año se hallan en el ya di- cho cartulario cartas del infante D. Fernando dando al rey D. San- cho en empeño á Javier, Castillo y villa con todos sus términos por nueve mil sueldos sanchetes: con calidad que ha de tener dicho cas- tillo y villa D. Arnaldo de Sangüesa por el rey D Sancho de Nava- rra hasta carnestolendas siguientes. Y si para ese plazo no pagare el Infante empréstito, rinda al rey D. Sancho el castillo y villa, y que- den por cosa propia suya del Rey. Este acto se hizo en Tudela, don^

REY D. SANCHO EL FUERTE 2O7

de parece estaba el infante á i5 de Marzo, y á 3o de Marzo dio el In- fante carta de pago de la cantidad dicha recibida. Es creíble que Ja- vier fué uno de los castillos que el rey D. Pedro de Aragón ganó en la frontera al rey D, Sancho en su ausencia en África, y le donó al Infante su hermano, y como otras fortalezas perdidas entonces, se habían recobrado ya antes como Aibar y Burgui, también Javier se había recobrado antes de ahora.

20 Y se ve por otro instrumento del mismo cartulario. Por el cual un caballero, vasallo del rey D. Sancho, por su nombre D. Ladrón, y llamándose hijo de D. Pedro Ladrón, empeñó seis años antes al rey D. Sancho á Javier, castillo y villa con todos sus términos por mil y quinientos maravedís alfonsis de oro y otros seiscientos más que el Rey había de poner para guarnición del castillo, que en todo hacían dos mil y ciento, y se computaron en la suma del empeño: y se advierte que el día que este se hizo valía el maravedí nueve suel- dos de sanchetes de la moneda del rey D. Sancho, y queda á elección suya el cobrar el empréstito en oro y plata. Es la carta hecha en Tu- dela en la era 1255. Aquel señorío de Javier anduvo por razón de empeños semejantes en varias manos; hasta que el rey D. Teobaldo I, sobrino y sucesor de D. Sancho, más establemente y en juro de heredad le donó á los progenitores del grande apóstol de la India, San Francisco Javier, por sus muchos servicios y grande nobleza, como se verá adelante.

§. VI.

ambién es de este año el haber vendido el Abad de

21 I Leire, D. Pedro, con todo su monasterio al rey D. San- cho su heredad de Arguedas en la Ribera, que así

habla la carta, por quinientos maravedís alfonsis de buen oro y peso, á 22 de Agosto. Y el haberse compuesto el obispo Ü Remigio con D. Domingo, familiar del rey D. Sancho, en dos mil y quinientos sueldos, moneda de Navarra, que dicho D. Domingo había prestado en tiempos pasados á D.Juan de Tarazona, Obispo que fué de Pam- plona, sobre la viña de Argaray, como se ve en el libro rotundo. Y esta y la otra memoria de arriba descubren la equivocación de San- dóval en haber querido introducir á este tiempo Obispo de Pamplo- na, por nombre D.Juan, como silo fuese ahora, hablándose de él como de quien lo había sido mucho tiempo antes: y la palabra qiion- dam, y el apellido de D. Juan de Tarazona lo aclaraba bastante- mente por solo.

22 Por .Junio de este año en una carta de arras que D. Iñigo de Oriz señala á su mujer Doña Inés, y da por fiador á D. Almoravid en mil bueyes de coto, se nombran por testigos D. Guerrero de Arazu- ri, Alcalde de Navarra. De donde se ve que, aunque pasó á Aragón y Castilla aquel gran caballero D. Pedro de Arazuri, como se vio en el reinado pasado, quedaron acá otros caballeros de la misma estirpe y

208 LIBRO XX DE ANALES DE NAVARRA, CAP. VIL

apellido. Y también se nombra D. Jimeno de Gazólaz, caballero ó milite que valía lo mismo. Por el patronímico y tiempo parece este caballero padre del que veremos en el reinado siguiente obispo de Pamplona, D. Pedro Jiménez de Gazólaz.

23 Cierra el año una donación memorable que el obispo D. Ra- miro (que así se llama en esta carta y en otras, como también en al- gunas Remigio promiscuamente) hizo al rey D. Sancho, dándole á perpetuo el castillo de S. Esteban de Monjardín, (que así le llaman) con cuanto le pertenecía y podía pernetecer; y asimismo el castillo y villa de Huarte con todos los derechos que el Obispo había en ellos. Y es con voluntad y consentimiento de la Iglesia de Pamplona. Y co- mo tal sellan la carta el Obispo con su sello pendiente y el prior D. Lope de Laguardia con el del convento. Dicen hacen la donación por muytos bienes, et por muy tas mercedes, que fiziestes, et que tene- mos, que faredes á la Iglesia de Pamplona. Fué el acto por el mes de Abril. Y en cuanto podemos entender, esta donación fué la man- zana de oro y semilla de los pesados desabrimientos que veremos en el reinado siguiente entre el rey D. Teobaldo y el obispo D. Pedro Jiménez de Gazólaz. ^jj^° 24 Del año 1224 solo hallamos una brevísima memoria. En la cual Pedro Martínez, Baile de la villa de Uncastillo, testifica haber ajusta- do cierta deuda y cuentas por mandamiento y autoridad del Señor D. Ramiro, nobilísimo Obispo de Pamplona y de todo el capítulo en el mes de Marzo. Y solo es estimable por lo que indica y consuena con la carta de concordia de Pamplona, tres años que llama al obispo D. Ramiro hijo del rey D. Sancho.

25 Algunos años adelante pasa su vida y memoria. Y en el de Aflo 1225, en unas compras de tierras en Sangüesa, que él mismo hizo de

D. García, Abad de Castellón, se dice fué hecha la compra en el mes de Julio, dia del mártir S. Apolinar, era 1263. Regnante D. San- cho por la gracia de Dios en Navarra, D. Remiro por la gracia de Dios Bispe en Pamplona, D. Sandio Ferrández, por mano del Rey Sénior en Casteyllon, et en Sangosa la Vieylla: que así habla la me- moria del libro rotundo de Santa MARÍA.

26 Del mes de Febrero de este año hay dos memorias. La una muy para notarse, por la cual una señora por nombre Doña Andrea, llamándose hija de D García Pérez, Conde de Pallares, ya difunto, prohija al rey D. Sancho y le dona todos los derechos que el Conde, su padre, tuvo en el reino de Navarra, en villas y heredades, yermo y poblado. Y cita por testigos: al Maestro D. Pedro, Canónigo de Tude- la; D. Guillen, de Baldovín; D. Sancho Ferrández, de Montagudo y D. Domingo, de Pamplona. Por la otra, D. Pedro Sánchez de Varillas con su mujer Doña Urraca Gil vende al rey D. Sancho Varillas casti- llo y villa por tres mil y cuatrocientos maravedís alfonsis buenos de oro y peso. Entre los demás testigos son: D. Pedro Jiménez de Olleta y D. Sancho Ferrández de Montagudo.

27 Por Julio hizo el Rey un acto de macha piedad. Ya vimos cua- tro años que el monasterio de Santa MARÍA de Nájera, agrade-

1226

REY D. SANCHO EL FUERTE 20Cj

cido álos muchos beneficios y mercedes que había hecho á aquellos monjes en el pueblo é ig^lesia de Berbinzana, que eran del señorío de ellos, le habían dado el usufruto de iglesia y pueblo por algunos años. Y ahora el Rey por algún escrúpulo de conciencia que formó del caso hizo suelta de Berbinzara; y dice la restituye al monasterio por goardar mi alma: que üiii habla. Es el acto áii de (ulio, dia Viernes, y corresponde bien Tan circunspecto era en las cosas, que de cualquiera manera podían pertenecer á la Iglesia.

28 El año 122(3 todí vía prosigúela memoria del Obispo D. Ramiro, i'ie Y de 5 de Junio se halla una en el libro rotundo por la cual concede

á D, Saucho, Prior de Roncesvalles, facultad para erigir en su casa de Bulaba, llamada Atarravía, oratorio en honor y con la advoca- ción del bienaventurado S. Nicolás, con voluntad de I). García López, Abad de S. Andrés de Bulaba y de los beneficiados y de todos los vecinos de ella, y que puedan los familiares y serores comulgar en el y hacer oblaciones los mismos; pero no los demás sino el dia de S. Nicolás.

29 También se hace memoria del obispo D. Ramiro el año si- Año guiente 1227 en una carta por la cual D García Fernández de Tei- "*' sonar y Doña Toda Pérez, su mujer, dan á tributo á D. Fortuno Sanz por catorce años su villa de Taisonar con sus palacios, collazos, tierras

y huertos por doscientos y sesenta maravedís de buen oro y peso, y dos mil ciento y veinte sueldos de sanchetes. Y también en una com- pra de casas que hizo el Rey en Tudela este año por Octubre se menciona afrontaban con casas de la cofradía de S. Jorge. Tan anti- gua es en aquella Ciudad,

§. VIL

Año

'w ^1 año sígnente 1228 allanó el rey D. Sancho cierto "^®

30 1^ embarazo que había tenido con Pedro Arnalt Señor de

JL— ^la noble y antigua casa de Lusa acerca de la villa de Ostavales en Navarra la baja. En la cual villa pretendía este caballe- ro dommar con sobrado señorío. Por lo cual se la había quitado el Rey. Y después se la volvió con calidad admitida del señor de Lusa, de que no haría fortaleza en ella sino con voluntad del Rey y cuando se lo mandase y lo vuelve á ratificar ahora. Y por congraciarse más cumplidamente con el Rey, cede en él todo el derecho quepodíapre- tender en Ostavales; y le hace reconocimiento de vasallaje y prome- te sobre la cruz y los evangelios, é interponiéndola de pleito home- naje, que le ayudará contra todos los hombres del mundo y atenderá á todos los asientos sobre escritos, pena de que faltando á ellos, el Rey to.Tie á m.ano Real y como cosa propia todos los bienes suyos y ni él ni hombre alguno pueda tener queja del Rey, y Pedro Arnalt de Lusd finque 2)or malo, que así hubla.. De este acto, que fué por Juho, son testigos: D. Lope Garcés, de Arci; D, Arnalt Sanz, de Asa; D, Guillen Baldovín, D. Guillen Ponaz, Justicia de Tudela, D. Ar-

Torao IV 14

210 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VII.

naldo, Alcalde de Sangüesa, D. Galvet, su hermano, D Pedro Cas- sias, D. Arnalt San^, de Armendáriz, Guillen de Faet y Constanz y Arnalt de Ostavales. Año 3^ Parece que con la cercanía de Ostavales y tierras de Ultra- 1*29 puertos la providencia del Rey se extendió el año siguiente 1229 á uno de los valles limítrofes á ellos de Navarra la alta, que es Aezcoa- en la cual estaban algo confusos los derechos del Rey Ocasión en que los exactores suelen pedir con exceso. Era la confusión sobre el gozo de los montes Reales, sin el cual vivieran muy desacomodados los naturales de aquel valle, que se compone de nueve pueblos, que en no poca parte suplen con la ganadería la estrechez de la agricul- tura; á que los reduce la aspereza y suelo peñascoso, que su mismo nombre da á entender. Ahora el Rey, porque no anduviesen aquellos derechos vagos y confusos, y que debían de alterarse por años y an- dar partidos entre varios, los redujo á cosa sabida y fija. Y dice que, absolviéndolos de los fueros y usos malos que se habían introducido, se conviene con ellos y les da fuero bueno. Que todos los pueblos del valle paguen cuatro mil y quinientos sueldos cada año por S. Mar- tín al Rey ó al valle que por él tendrá latierra. Y que pagando esto y los homicidios y calonias, ni el valle, ni los merinos puedan pedirles alguna otra cosa. Que ninguno sea osado á prender á hombre de Aezcoa ni ganados en los caminos ni en los senderos del Rey, uno por otro ni por derecho alguno del Rey, sino fa^-se fianza ó deuda, pena de que el transgresor pague al Rey mil sueldos por el camino y sesenta por el sendero. En cuanto á la guerra dice: E ellos en Huest, ó en cavalgada que vayan conmigo en guarda de mi perso- na: así habla el Rey. Y que esta honorífica confianza, que del valor de los de aquel valle tuvo, no fué vana, demás de la experiencia que arguye tenía de él lo acredita la que después se ha hecho en tiempos y en el nuestro del gran aliento y esfuerzo con que han defendido su frontera en las invasiones de franceses por ella, repeliéndolos con du- ros escarmientos de su osadía. Remata la carta de fuero diciendo: este signo con mi mano fiz Yo D. Sancho Rey de Navarra: Alferiz por mimano JnanPerizde Baztán, Garda Ahnoravid Tenient Viana, D. Ladrón Iruréta, D. Sancho Periz de Guevara Dacastillo, Die- go Alvarez Losarcos, Garda Arceiz de laniz Sesma, Xiben de Ay- hár Mendávia, Juan Periz de Lodosa Sant Adrián, Juan Martínez de Mañeru Azagra, Pero Xemeniz de Olleta Miraglo. ¡Señala la era 1266, que es este año. Y después los reyes posteriores confirman esta carta de fuero y la ingieren en las suyas, como se verá á su tiempo.

32 Y es de notar que con el apellido expresado de Guevara, en cuanto nos podemos acordar esta es la vez primera que en nuestros archivos suenan los de esta muy ilustre familia, corriendo antes, como otras de las de la primera calidad, envueltas en los patronímicos. Pero, propagada esta por el celebrado conde D. Ladrón y su padre D. Iñigo Vélaz con cuya muerte en el cerco de Bayona, puesto por el rey p. Alfonso el Batallador^ advertimos el año ii31 se notó el año enes*

Año

REY D. SANCHO EL FUERTE 211

critiira pública, como con memoria de caballero muy ilustre y de gran autoridad.

33 Los fines del reinado de 1). Sancho fueron muy felices para Navarra por la entrada en ella de muchas Sagradas Religiones, nue- vas en la Iglesia, que, fundando monasterios en ¡Mavarra, comenzaron á ilustrarla. Porque, fuera de lo dicho arriba, el año 1230 ya se halla Taso el principio del muy ilustre monasterio de Santa Engracia de Pam- plona, íundado con la observancia de la bienaventurada virgen San- ta Clara: y no como quiera viviendo ella, sino veinte y tres años antes de su muerte. Tan á prisa voló y á tan distancia oomo de Asís á Pam- plona la fama de su santidad y sagrado instituto. Y por esta razón llamón no pocas bulas pontificias que se conservan en su archivo á este '.ronasterio de Santa Engracia de Pamplona de la Orden de San Damián por haber comenzado Santa Clara la primera funda- ción . í su sagrada familia en el monasterio de San Damián de Asís: y corrido con ese nombre algún tiempo, y en el que tan á prisa pro- dujo 5ta ilustre filiación en Pamplona. Parece que dos años antes ya había comenzado á tener forma de monasterio y se ve por una bula del pontífice Gregorio IX en que habla de su regla y hábito, dada en 12 de Abril, año segundo de su pontificado, que resulta el de 122S

Y el sÍ2:uiente se ve otra de 11 de Febrero, expedida en Perusa, exi miéndolas de la jurisdicción del Obispo. Elsto sería en sitio diverso En el de hoy lapriraera. memoria es una licencia del Obispo de Pam piona y su cabildo para que Maria y sus monjas edifiquen el monas terio con la advocación de Santa Engracia, encima del molino del Mazón, camino público de Zandua, que es el mismo sitio de hoy, despojándose de la jurisdicción el Obispo y cabildo, y es del año i23o.

Y el papa Gregorio la inserta en su bula de confirmación en S. Juan de Letrán, en las nonas de Abril, año quinto de su pontificado.

34 Amó y favoreció mucho Gregorio á este monasterio de Santa P^ngracia por su insigne observancia en que siempre ha fiorecido, y con tan gran rigor de aspereza en los primeros tiempos, que le hu- bieron de mitigar después los pontífices siguientes por parecer inso- portable á la flaqueza humana. ElaHvio arguye á qué llegaba el rigor. Inocencio IV en una de las muchas bulas que conservan suyas en su archivo, mitigando sus asperezas, las deja sin embargo el ayuno á pan y agua todos los Viernes, menos á las enfermas, que después mitiga- ron también otros portífices, siendo la remisión de aquella suma y primitiva austeridad, no desfallecimiento de flaqueza propia que in- duce el tiempo y hace costumbre, sino temperamento de compasión ajena é indulgencia apostólica que templó el vigor del paso; porque buscaba la duración de él, y recelo que el ardor de la devoción no fuese exhalación fogosa que desfallece y se resuelve á prisa. Y es de más admirar tanta aspereza de vida por haber siempre buscado este encierro sagrado doncellas delicadas de las de primera nobleza del Reino, criadas en el regalo de sus casas.

35 Por las bulas de Gregorio, que son doce, y las de Inocencio, que son más las que se conservan, se ve fué fundador de este monas-

1331

212 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA. CAP. Vil.

terio Elias David, ciudadano noble y poderoso de Pamplona, de quien queda ya hecha mención en algunos privilegios, á quien dio Dios con las riquezas lo que no da á otros, consejo sano y santo de em- plearlas, á quien, llamándole fundador, favorecen los pontífices ya nombrados con muchas gracias é indultos apostólicos y á su hijo, Elias también de nombre, y á toda su casa.

36 Por estos mismos tiempos ya se halla vivían en forma de mo- nasterio otras doncellas religiosas, aunque no se sabe con qué regla entonces, ó si era á la educación en costumbres santas de sus maes- tras. De las cuales se sabe vivieron algún tiempo en la Iglesia ya muy derruida de Santa MARÍA de Acela, á una corta milla de Pamplona, camino de la Puente de la Reina, de donde se pasaron a la Iglesia, ya casi del todo derrotada de S Miguel que llaman del valle Clara, cerca del lugar de Baraniaín; por lo cual las llamaban las dueñas de Baraniaín. De las cuales veremos luego cuando el tiempo lo traiga formarse otro ilustre monasterio, origen y seminario de otros mu- chos con la regla del glorioso Doctor S Agustín y advocación de S. Pedro, que por estar fundado á la ribera del Arga, debajo de las murallas de Pamplona, se llamó S. Pedro de Ribas.

CAPITULO VIII.

I. Vida retirada del rey D. Sancbo en Tudola, visita del rey D. Jaime de Aragón y resultas de

ella 11. Pactos da adopción recíproca entre los dos reyes 111, Disonancia y nulidad de estos pactos

IV. Turbación de la Iglesia de Pamplona y otras meniorias. V- Muerte del rey D Sancho y entierro

en Santa MARÍA de Koncesvalles VI. Su elogio.

y:

a por estos tiempos había comenzado el rey D. Sancho á vivir retirado, permitiéndose á pocos, sino á los familia- Año JL res de su Palacio: y aún en las cosas que pedía el Gobierno, era el despacho por la mayor parte secreto y sin la fran- queza de las audiencias públicas, agradables al pueblo: seáse que con la edad cargó la melancolía, ó que ayudó á ella enfermedad tam- bién de un cáncer en una pierna, de que dicen adoleció á lo último. El retiro fué tal, que como la fortaleza de alma y cuerpo le grangeó en la mocedad el renombre de Fiierle, el encierro á lo último le aca- rreó el nombre del Encerrado con que promiscuamente le llaman. El arzobispo D. Rodrigo y el escritor anónimo del tiempo de D. Teo- baldo, ambos coetáneos suyos, testifican su mucho encierro y ambos en Tudela, de la cual se debió de agranar por sus fértiles y vistosos campos. Y nosotros en estos últimos años no le hallamos en otro de los pueblos de su Reino que antes solía correr con frecuencia.

2 Con la cercanía le visitó oficiosamente el rey D. Jaime de Ara- gón, que deseaba mucho estrechar amistad con él por no tener toda- yía su Reino del todo sosegado de la borrasca pasacja de facciones

REY D. SANCHO EL FUERTE. 2l3

rriuy rotas losricos hombres y pueblos en su menor edad. Por lo cual le importaba ganar de suerte á D. Sancho, que se asegurase que las facciones, aúa no del todo extinguidas, no hallarían abrigo en él. Y aunque el rey D. Sancho se portó en ellas con la suma modera- ción ya dichi, ahora con la aplicación de su generoso y agradable natural ganó ilel todo 1). Jaime la afición y voluntad de L). Sancho con íntima comunicación entre ambos Reyes. De que hallamos muchas muestras este año 1231. En el cual el rey D. Jaime fué á Tudela á vi- sitar á D. Sancho, como se ve en varios instrumentos del cartulario de D. Teobaldo, llevando en su compañía al infante D. Ferrando, su tío, quo ya corría con el Rey y otros señores de su Reino. Y en estas vistas se hallan ajustadas vanas cosas.

3 Una es: que el rey D. Sancho prestó al de Aragón por amistad y como la carta habla por honamor catorce mil doscientos y ochenta y seis maravedís alfonsis buenos y de peso, de que D Jaime recono- ce está entregado Y para la seguridad de la paga le entrega en em- peño cinco castillos que son: Perrera, Ferrellón, Zalatamor, Doimuz y Gasíelfabib, con todos sus términos, poblado y yermo, y con todos los vasallos y derechos que el rey de Ai agón tenía en ellos, para go- zarlos á su voluntad hasta estar pagado enteramente D. Sancho: y con calidad que si quiere cobrar la suma prestada lo haga saber al rey D. Jaime un año antes: y ín el ínterin se obliga á pagar al rey D. San- cho mil maravedís de la cahdad dicha cada año por la guarnición de dichos castillos. Y que si acaso el de Aragón no los pagare, quinien- tos de medio á medio año, eso más tenga que haber el de Navarra sobre la prenda y empeño de los castillos Qae si alguno de ellos por estar en frontera se perdiese, se obliga D.Jaime á ayudar á D. Sancho á recobrarle Y si acaso ambos reyes no le pudiesen recobrar, le que- de á D. Sancho el derecho entero de la misma suma en los castillos restantes de la prenda.

4 Otra cosa añade el instrumento, queconfirma lo que ya dijimos: que el rey D. Sancho abrió y estableció contra los sarracenos y se la confirmó el papa Honorio. Pensamiento que siempre admiramos se emprendiese, y mucho más que se mantuviese atan grande distancia de su reino y con tantas tierras interpuestas de reino extraño: y que juntamente descubre lo que se pudo esperar de este Rey á no haber estrechado por aquella parte de los confines de los moros á su padre y abuelo, cerrándoles la frontera de los moros los reyes de Castilla y con las continuas ligas que contra ellos hicieron. Porque el rey D. Jaime se obliga en esta carta de dar á su costa las conducciones de víveres y aprestos de armas que el rey D. Sancho enviase á Cas- telfabib y Daimuz por estar en lo último y más empeñado de la fron- tera, habiéndolas puesto D. Sancho en Teruel á sus expensas.

5 L'ero mejor lo dirá el rey D. Jaime con sus voces y veremos con qué estilo se hablaban los reyes entonces: Et en cara prometemos vos por hona fe, qiielo conduíto, qiii menester para Castielfabib, et %)ara Daymuz, Nos lo f aremos portar con las bestias de los ornes de los nostros aldeanos de Jueról, es á saber, de la villa de Tiieról á

2 14 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CaP. Vil I.

Castiefahib, et á Daymiiz, qiialqui hora Vos imbiarlo, y querredes de mientre que en vostra pennora serán, Vos empero facienda á sa- ber antes á Nos, si en la tierra fuéremos, ó aquel, qui lo nostro lo- gar tindrá en Taeról. Dice ser fechada en Tudela á cuatro de las calendas de Marzo, que es á 26 de Febrero, en la era 1269, que es año 123 1. Cítanse por testigos presentes elinfante D. Ferrando de Aragón; D. Antón de Foces, Mayordomo de Aragón; (así habla) D. Blasco Maza, D. Andrés, Abad del monasterio de la Oliva: Jimeno Oliver que parece monje' de él; D. Pedro Sánchez, de Varillas; D. Aznar, de Billaba; D. Pedro Jiménez, de Valtierra; D. Martín de Milagro; D. Guillermo Baldovín; D. Guillermo, Justicia de Tudela y D. Arnaldo, Alcalde de Sangüesa. Y el Rey usa de los títulos de Rey de Aragón, del reino de Mallorca, Conde de Barcelona y Señor de Mompeller.

6 Del mismo dia y en Tudela es otra carta por la cual el rey D. Jaime donó al rey D. Sancho á Peñafasina y Peñarredonda con todos sus términos y derechos del Rey para fortificarlas y poblarlas y gozarlas á perpetuo como cosa suya propia: con calidad que de aquellas dos fortalezas ni pobladores de ella no le viniese al^ún daño al reino de Arag-ón; y es en presencia del mismo infante D. Ferrando y D, Antón de Foces. Por otra del mismo año á 13 de Noviembre, aunque fechada en Alagón, á donde debió de salir D. Sancho á pa- garle la visita, le dona D Jaime los castillos de Ferrellón, Ferrara y Zalatamor para gozarlos por toda su vida; aunque antes se los había dado en solo empeño, quedando en él Castefabib y Daimuz Y es en presencia del mismo infante y Mayordomo Mayor, D. Antón de Foces y D. Blasco Maza, y añade otros: V). Sancho de Orta, D. Gar- cía de Orta D Pelegrín de Castelezuelo, D. Pelegrín de Bolas y D. Pedro Pérez, Justicia de Aragón.

7 Por otra sin data, pero de tiempo muy cercano, aunque algo posterior, pues se refiere á las pasadas, por obligar más al rey D. San- cho, fuera de Peñarredonda y Peñafasina, al pie de í^Joncayo, queya le había donado á perpetuo y ahora confirma, le dona con la misma calidad y como cosa propia los tres castillos P'errellón, Ferrera y Za- latamor, que antes le había dado solo por su vida. Y promete sacar de empeño á Castelfabib y Daimuz, dándole D. Sancho un año de tiempo después de su aviso para recoger y pagar la suma del empe- ño en que las tenía, Reconoce también D. Jaime que Castillo Viello, que D. Sancho había fabricado, es en término de Trasmoz. y propio de D. Sancho, y le absuelve de toia mala voz de los castillos de Ga- llar, Trasmo'/, Peña, Pitillas y Esco. líran empeños de su padre, el rey i). Pedro, como queda visto al año 1209 y al de 12 12. Y por no haberse rescatado se quedaron por el empeñe.

REY D. SAA'CHO EL TUERTE 2l5

§. II.

ion esta frecuencia de vistas y buenos oficios creció en

8 legran manera el amor que se cobraron los reyes, siguiéndo- 'se lo que sucede de ordinario á la afición f^rande,

producir efectos desordenados sino se corrióle con la prudencia. Uno fué; que D. Jaime, que vivía quejoso de Castilla, movió plática á D. Sancho de que rompiese guerra contra ella, adordándole las mu- chas tierras que le tenía usurpadas, prometiéndole no dudosamente su asistencia. Y era muy para ponerse en consideración, que como se había perdido con ayuda y asistencias de Aragón á Castilla en la liga de su padre y ausencia de D. Sancho, se podrían recobrar con las asistencias del hijo ¿Navarra y estando presente el Rey. Ni duda- mos que D. Sancho en otra edad abrazaría prontamente el consejo. Pero dicen que D. Sancho con semblante ponderoso y de hombre que con los años y experiencias había corregido las lozanías de la ju- ventud, respondió á la propuesta: que con ejército de Navarra, igual en número, nunca dudaría romper de batalla con castellanos. Pero que era inmenso el poder de Castilla y sus fuerzas inagotables. Aunque no le faltó la interpretación de que desechaba el consejo por no gas- tar el tesoro que tenía acaudalado y retenía con el achaque ordinario de hombres ya ancianos. ¡Sobrada parsimonia en gastar y recelo de que todo les ha de faltar cuando más cerca están de que todo les ha de sobrar! Y que fuese copioso el caudal recogido en las conquistas y presas de los reinos de África, dones de despedida, despojos de las Navas de Tolosa y buen gobierno de sus rentas Reales, sin em- bargo de los gastos de fábricas en la casa de Ronces valles, monaste- rio de la Oliva, curso mudado al Ebro, y puente echado en él y fá- brica de Santa MARÍA de Tudela, que todas son obras suyas y tan- tos castillos de nuevo labrados en la frontera: en especial en la de los sarracenos, arguyendo con certeza tantos empréstitos al mismo tiem- po á reyes de Aragón, Infante y caballeros particulares, y tantas compras de tierras y heredades en Navarra, como se habrán notado. Esta plática movida no admira tanto por frecuente en ocasiones tales.

9 Lo que arrebata toda la admiración es que la vehemencia de la afición y cariño que se habían cobrado los reyes los hiciese extra- ñarse de su misma sangre y olvidarla: y en tanto grado, que ambos reyes se prohijaron recíprocamente con exclusión expresada de to- dos sus herederos y legítimos sucesores, y adoptando cada cual al otro por hijo, instituyéndole heredero y sucesor de su Corona: con que quedase con ambas el que sobreviviese. Este acto tan notable ce - lebraron los reyes el dia Domingo, á dos de Febrero, dedicado á la fiesta de la Purificación. Y como quiera que nunca faltaron á los re- yes valederos de sus antojos, se coUgaron con pleito homenaje á mantener no pocos de los ricos hombres y señores más principales

2l6 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VIIL

de ambos reinos y algunos procuradores de las más principales ciu" dades de ellos. De parte de Navarra: D. Sancho Fernández., de Mon- tagudo; D. Juan Pérez, de Baztán; D. Pedro Martínez, de Subiza; D. Pedro Martínez de Leliet; D. Jimeno, de Aibar; D. Pedro Jordán, D. (jarcia Garcés, de Aoiz; D. Lope Garcós, de Arce; D. Miguel, de Guerez; D. García Jiménez, de Varaiz; D. Pedro Garcés, de Arróniz; D. Pedro Jiménez, de Olleta. De parte del rey de Aragón: D. Pedro Fernández, de Azagra, Señor de Albarracín; D. Atón de Foces, Ma- yordomo del Palacio: D. Guillen de Moneada, D. Rodrigo de Lizana, D. Arnal de Luna, D. Jimeno de Urrea, D. Blasco Maza y D. Pedro Pérez, Justicia de Aragón.

lo Memorable ejemplo de lo que pueden enajenar las pasiones á los príncipes soberanos, que no tienen quién les vaya á la mano en sus excesos; pues pudieron torcer el rostro á los vínculos de la ss^ngre y naturaleza y reyes de la sucesión establecidos de tan antiguo en sus reinos, excluyendo el de Aragón á su hijo D Alfonso, que tenía lura- do antes porsus reinos para sucesor en ellos y el de Navarra á D, Teo- baldo, hjjo de su hermana la infanta Doña Bl inca, en quien á falta- de hijos de D. Sancho se había devuelto el derecho, que le llamaba á la Corona: olvidar que reinos tan libres no habían puesto la Corona en las cabezas de sus ascendientes con libertad de transferirla á su antojo en las sienes de extraños, y que, llamar dose á engaño los na- turales en punto tan sensible de su dignidad, } apellidando su dere- cho los llamados, la que paret í^ por breve titjinpo confederación de reinos, venía á ser seminario de sangrientísimas guerras, seguidas con ardentísimo tesón y porfía por un siglo por los ascendientes de entrambos. Y lo que es aún peor y más horroroso, que aquella adop- ción era irrisoria de las leyes de la naturaleza, que quería remedar, supliendo sus menguas con la elección y obra de! albedrío, pues siendo recíproca, se constituía cada cual respecto del otro hijo y padre jun- tamente, cosa monstruosa é imposible en la n ituraleza.

§. IIL

I a disonancia de estos pactos ningana cosa la descubre mejor que el arrepentimiento prorto del mismo que los _^_^Érfhizo 3' firmó con homenaje, el rey D. Jaime de . Aragón; con ser así, que los hizo á gran ventaja suya por el exceso grande de edad, que le llevaba D Sancho, que por los años podía holgadamente ser su abuelo. Fste, pues, con el interés de tan desigual esperanza de la sucesión pactada, el año siguiente, sin que se tardase . más, estando en Tarragona para pasar á la isla de Mallorca, que acabó de conquistar en esta su tercera jornada á 6 de Mayo, legitimó, ya st. gurda vez á su hijo D. Alfonso, declarándole p< r sucesor suyo en te dos sus reinos y m.andár.dcse á los ricos hombres y ciudades de sus rtircs que en caso de mutite suya le obedeciesen como á su rey y su stñoi natural. T^nta fué la dtsccrifíonzade que pudiese subsis-

REY D. SANCHO EL FUERTE. 21 7

tir ni tener valor alguno aquella adopci(3n pactada contra tantas leyes civiles y naturales Y siendo de esa calidad, es muv de notarse que Jerónimo Zurita, refiriendo uno y otro, dijese que tenía por conve- niente exhibir, como exhibió, estos pactos de adopción recíproca como cosa aníig:ua y negocio de tanta importancia, de donde se ad- quirió el principal fundamento qne los reyes de Aragón tuvieron á la sucesión del reino de Navarra Comosipudieraquedar rastro alguno de valor en pactes que rescindió el mismo que los hizo, aún en caso que no repugnara á ellos el derecho de las gentes, la sangre abrigada de las leyes de los reinos y la misma naturaleza.

12 En los designios y causas que movieron á esta tan extraña confederación hallamos también no poco que reparar según hace la relación este grave escritor. Porque dice que el rey D. Fernando de Castilla en los principios de su reinado movió guerra al rey D. San- cho de Navarra á tiempo pue estaba impedido para manejarla por las causas dichas. Y que para esto dispuso D. Fernando que le co- rriese la tierra al rey D. Sancho, D. Diego López de Haro, Señor de Vi/caya, con quien en los tiempos pasados había tenido gr8n dife- rencia y guerra por los lugares de Alaba y Guipúzcoa: y que con efecto le tomó algunos castillos. Que para resistir á esta guerra lla- mó D. Sancho á esta liga á D Jaime de Aragón, y la estrechó con él. Que llegando los reyes confederados á conferir en los aprestos y fuerzas que habían de juntar para la guerra, y saliendo D.Jaime á poner doblado número de caballeros en campara, D. Sancho se mostró muy esquivo y de muy mal semblante á emprender aquella guerra, y tan desabrido en fin, que el rey D. Jaime se despidió y cesó la liga.

23 En esta narración se vienen luego á los ojos muchos reparos, que la hacen poco creíble, El primero: que el rey D. Fernando el Sanio, de quien se habla, hubiese sido movedor de guerra á algún príncipe cristiano; quieto, yque no se la hubiera movido primero á él: de lo cual estuvo muy lejos el rey D Sancho, en cuanto se puede saber y la narración misma lo supone. El segundo: que D. Fernan- do moviese la guerra á este tiempo que le señala este escritor. Por- que todos los primeros años de su reinado en Castilla fueron un bu- llicio y tumulto grande de armas y facciones civiles en ella: en tanto grado, que ni su madre, por quien entró en aquella herencia, Doña Be- renguela, reina de León ni su hijo D. Fernardo pudieron apenas pa- rar con algún reposo casi todo aquel tiempo en pueblo alguno de Castilla, discurriendo por varias partes y mal seguros en todas para atajar la llama que fdtaba de pueblo en pueblo: agravándose el in- cendio de casa con la guerra que metió de fuera contra madre é hijo el padre de este y marido de aquella, D. Alfonso, Rey de León, á quien dolió la herencia de Castilla en el hijo por cesión de la madre; porque quiso ocuparlo y gobernarlo todo. Ni se pudo desear más abonado testigo de todo esto que el arzobispo D. Rrodrigo, insepara- ble compañero de madre é hijo en todos estos sus aLines y que tana larga los contó. En tiempo tal exede toda credulidad que D. Fernán-

2l8 LIBÍíO XX DE ANALES DE NAVARRA, CAP. Vi II

do moviese ni pudiese mover guerra á D. Sancho ni quisiere conci- tar nuevos enemigos contra sí. Como también, y es el tercer reparo que D. Sancho, invadido de guerra nueva y corriéndole la tierra y ganándole castillos, y habiendo llamado para la resistencia á D. Jai- me, enajenase de con la aspereza y tan á prisa é instando la nece- sidad, para que le llamó á un rey amigo, pariente, adoptado para la sucesión y valedor tan oportuno, que le ponía en campaña doblado número de combatientes y para guerra que se disponía en su defen- sa y toda en gracia suya.

14 El cuarto reparo es que el rey D. Fernando de Castilla esco- giese por caudillo de esta guerra que quería meter en Navarra á D. Diego López de Haro, ¡Señor de Vizcaya, que dificultosamente se podrá probar que vivía al tiempo, ni habiendo puesto nosotros traba- jo en averiguarlo, lo hemos podido conseguir. La edad lo arguye. Ln la gran derrota de Alarcos, que se dio treinta y seis años antes, se tuvo D. Diego López de Haro por el capitán más experto y práctico en la guerra de los que se hallaban en Castilla. En la jornada de las Navas de Tolosa sushijos robustos, yexperimentadosganaron,como tales los pasos peligrosos del puerto del Maradal, y en la batalla des- pués mantuvieron á tan grande riesgo la vanguardia. Que edad ar- guyen en el padre estos casos, si es que vivía, para elegirle caudillo para esta guerra? Si la elección flaquea por la edad, no flaquea me- nos por la disposición de ánimo del elegido. D Diego López de Haro estaba obligado del rey D. Sancho con beneficios de la mayor fineza y que impnmíin indeleble recordación. Pues, echado de los reinos de Castilla y León y seguido de sus reyes en la fuga, le abrigó en su reino de Navarra y le dio la ciudad de Estella, que se reputaba por plaza de las más fuertes para defender su fortuna y estado en ella. Como lo hizo, peleando con ambos reyes en sus arrabales y susten- tando con tan buena íortuna el cerco que obligó á ambos reyes á le- vantarle por la fortaleza de la plaza y arrojar en estragos por los campos la cólera de la retirada desairada: tolerando el rey D San- cho los daños de la guerra, y exponiendo su Estado al nublado de armas de los reyes tan poderosos con dos ejércitos coligados, para sacarle á puerto de salud de borrasca tan deshecha. No se pudiera sobre consejo tomado haber hallado hombre menos á propósito para hacer guerra al rey D. Sancho de Navarra.

1 5 Ni la diferencia y guerra que se añade aquí haber tenido am- bos en los tiempos pasados antes de ese que corremos sobre pueblos que le hubiese tomado D. Sancho en Alaba y Guipúzcoa subsisten en modo alguno: ni es cosa oida en nuestras historias hasta este lan- ce, en que se ingieren para motivar lo que se narra. Y vese claro no pudo subsistir lo que asi se dice. Tres años antes del suceso de Este- lia perdió el rey D. Sancho enteramente las provincias de Álava y Guipúzcoa en su ausencia en África: sin que se recobrasen después Si tres después corría la amistad entre él y D. Diego con tanta es- trechez y á tanta prueba, ¿qué quejas resucitaba después de treinta años? O qué quejas pudo tener, habiendo estado todo ese tiempo

REY D SANCHO EL FUERTE 2I9

aquellos pueblos y toda la Álava y Guipúzcoa en poder de D Alfon- so VIIÍ de Castilla y sus sucesores, como es notorio? Contra su nieto el rey D. Fernando, que los heredó y estaba poseyendo, tenía propor- ción, demanda y querella de ao^ravio de aquellos pueblos; y sin em- bargo, le enviaba á cobrarlos del rey D. Sancho y á guerrear sobre su derecho y satisfacción contra Navarra, poseyéndolos treinta y un años Castilla. Estas cosas no tienen coherencia ni guardan pro- porción, y nos obligan á no disimular que en cuanto á esta parte ex- trañamos y desconocemos á este grave escritor, y que echamos me- nos el tenor constante y serenidad de juicio que comunmente guarda en sus escritos. Pero puede ceder en gloria suya, que en él cause no- vedad y reparo por muy raro, lo que en otros ninguna extrañeza causa por muy frecuente.

16 Lo que más creiblemente podemos discurrir en el caso, aun- que dejando el arbitrio al lector es que esta guerra que se cuenta se disponía como defensiva puramente, era en hecho de verdad ofensi- va y solicitada como tal por D.Jaime, que sobre las quejas ordinarias entre Aragón y Castilla sobre la departición de conquistas en los con- fines de los reinos de Valencia y Murcia, tenía otra queja más re- ciente y muy viva. Habíase disuelto su matrimonio con Doña Leonor Infanta de Castilla, hija de D. Alfonso Vllí, declarándole por nulo el papa Gregorio IX por el parentesco y en su nombre su legado el obispo Sabinense enviado para apartarlos. Retiróse Doña Leonor á su patria, Castilla, llevándose al niñp infante D. Alfonso, habido en la buena de aquel matrimonio, (esta desgracia tuvieron padre é hi- jo, que se hubo de disputar de la legitimidad de matrimonios, de que ambos fueron procreados ) El niño llevado á Castilla por la madre con la buena apariencia de educación por su mano en tarta ter- neza de edad, tardaba en restituirse á Aragón, donde por estar jurado por todos los reinos por sucesor de su padre en ellos, parecía lo más razonable se criase. Y en Aragón se vivía con dolor y aún recelo del caso. Porque lo que en Castilla se llama para la detención educación de tan tiernos años, cariño y consuelo de la madre, en Aragón se in- terpretaba rehenes honrados y prenda retenida de dependencia. Y en cuanto podemos entender, esta fué el alma de aquella tan mons- truosa adopción de parte de D. Jaime, excluir como ofendido al hijo sucesor para frustrar á Castilla la esperanza con que le detenía á su mano como á heredero forzoso y sucesor futuro.

17 Y á esto miró también el que el año siguiente, cuando, afloján- dose el lazo de esta liga intentada con tanta estrechez con D. Sancho legítimo segunda vez, v declaró en Tarragona por sucesor suyo en todos sus reinos á su hijo D. Alfonso, que se criaba en Castilla con su madre, fué con ( xpresa condición que la Reina, su madre, y el Rey de Castilla entregasen al Infante á sus tutores para que ellos le cria- sen á su voluntad. Y en caso que por algún tiempo su hijo presumie- se entrar poderosamente con gente extranjera para apoderarse del Reino, no fuesen obligados los ricos hombres de Aragón y Cataluña y sus naturales de obedecerle sino fuese, viniendo, como debe venir

220 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VIIL

el rey á sus Vasallos. Así habla Zurita refiriendo este caso. Este era el recelo que se tenía en Aragón en la detención del Infante, tenerle como prenda y enviarle después con mano armada y caudillos, á cu- ya voluntad hubiese de vivir adicto, y dominar masque reinar se- gún las leyes De este recelo quiso librarse D. Jaime envolviendo á D. Sancho en guerra contra Castilla para obligarla á restituir la prenda y usando de la oportunidad de verla abrasada con facciones civiles. Para lo cual fué el acordarle tan repetidamente sus agravios antiguos en lo de Álava y Guipúzcoa, como se cuenta en este caso. Como quiera que para utilidad ajena no suelen ser tan repetidas las instancias y que con menos se cumple.

18 Pero el rey D. Sancho tuvo esta alabanza, que otros reputaran por faha de razón de Estado, que no fué de los príncipes acechado- res de ocasiones para gueirear á sus vecinos. Y como se abstuvo poco antes de cebar las turbaciones de Aragón en la entrada y pri- meros años de D. Jaime, en que no dudosamente le buscaban vale- dor los que competían la Corona, de que se han exhibido algunos ins- trumentos, asi también ahc ra no quisu agravar los trabajos que pa- decía Castilla en la entrada del rey D. Fernando, ni asentir á los con- sejos fogosos del rey D. Jaime, que por todo lo dicho resulta solici- tador de esta guerra ofensiva. Y todas las razones ponderadas para que en Castilla no había entonces disposición para moverla, recargan en el mismo juicio.

19 Y de la lentitud ahora de D Sancho, tan ardiente en la juven- tud y edad de varón, pudieron ser la causa la que comunmente seña- lan, agravación de los años y enfermedades y tedio natural de las armas, en que tantos años había trabajado é inclinación al descanso, común después de mucho afán; ó lo que nos hace muy creíble, en el rey D. Fernando, heredado en Castilla, y que acababa de entrar también en el reino de León por muerte de su padre D. Alfonso por fin de Septiembre del año anterior, aunque con entrada llena de tur- baciones por el testamento del padre que, excluyéndole del reino de León, llamó á su herencia á las hijas que dejaba de la otra mujer Doña Teresa, previo cautamente fraguarse otro grande é inmenso poder con la junta de aquellos reinos. Y aunque Castilla el tiempo por las guerras civiles estaba no difícil de invadirse, los años y expe- riencia le acordaron que en los consejos de guerra no se ha de mirar á la entrada f icil sino á la salida buena y segura. Para lo que en ade- lante pudiese pretender aquel poder tan aumentado, admitió la liga que, sabida, le contuviese en lo justo. Y á eso miraron aquellas pa- bras de la adopción: que nos ayudemos contra el Rey de Caslílla, todavía pir fines engaño. Prevención fué para guerra que podía recelarse de fuerzas y poder tan aumentado; no de guerra presente, de que ni una palabra hablan tratados tan largos. Y no pudiera ser si la hubiera rota, quejas y agravios de quien la rompió y razones de justificación de parte del invadido: y nada menos en aquella adop- ción recíproca: y á 1). Fernando le importaba incomparablemente más acabar de enseñorearse y afirmarse bien en su reino paterno de León; en lo cual andaba envuelto al tiempo de estos pactos.

1S32

REY D. SANCHO EL FUERTE 221

§. IV.

1 año siguiente 1232 hubo una turbación no peque- a^« 20 j-^"a en la Iglesia de Pamplona, de que alcanzó parte de ^desazón al Rey líabiánse usurpado algunos bienes déla mesa del obispo D. Pedro Ramírez. Y para dificultar, según pa- rece, la restitución, se había sembrado á la sorda un rumor falso de que el Rey hubiese tenido parte en este hecho. El Obispo se quejó luego al papa Gregorio, que con su buen celo despachó letras de comisión al Obispo de Falencia, D, Tello, y á su capítulo y al Abad de íiusillos para que hiciesen averiguación del hecho v diesen pronta satisfacción al Obispo despojado. El cual, no descuidándose de la averiguación, que siempre le importa más á la parte que al Juez, descubrió los que en hecho de verdad habían usurpado aquellos bie- nes: y que el Rey había estado muy lejos de eso. Y en esa conformi- dad se halla en el cartulario de D, Teobaldo, en el que llaman regis- tro, una carta del obispo D. Pedro para el de Palencia, D Tello; su capítulo y Abad de Husillos, diciéndoles que, bien averiguada la verdad hallaba que el Rey nunca se habia entrado envíos bie- nes de su mesa, y que en todo había satisfecho plenísimamente á los ruegos y mandatos apostólicos: que los usurpadores habían sido unos canónigos de su Iglesia, de los cuales tenía satisfacción cumplida. Ruégales hagan en esa conformidad relación al Papa. Y que la mis- ma relación envíen con el portador al Rey. Y acerca de algu- nas injurias y daños hechos á los arcedianos de su Iglesia de Pam- plona dice obren lo qu"e más conveniente les pareciere. Dice envía esta carta partida por alfabeto de que deja una en poder del Rey, y que es hecha este año, á los diez dias antes de las kalendas de Abril. El demasiado retiro del Rey debió de ocasionar se atreviese á salir, aunque á la sorda, esta voz falsa, fiando no penetraría su encie- rro. Pero en las casas de los reyes las paredes tienen oídos. Aunque, habiéndola entendido, mostró templanza contra los autores de ella, no buscando y asegurada su fama y remediado el agravio hecho al Obispo, despreció con magnanimidad el castigo de la calumnia, aun- que tan debido.

21 Y vése claramente que todo corría en buena paz y sin la gue- rra y turbaciones de frontera, en especial invadida, que á este tiempo han introducido algunos con poco tiento. Porque hallamos al Rey to- do entregado á los empleos domésticos que años usaba pertene- cientes á la hacienda Como la compra que hizo de las torres, casas, viñas, piezas, montes, hierbas y aguas de Bonamaisón por doce mil sueldos de sanchetes, en que se las vendió á 2 de Marzo el monasterio de Santa MA.PJA de Veruela y su abad D. Pedro con voluntad de todos sus monjes y de D. Pedro, Abad de Scala Dei. Y por Abril la permuta que hace recibiendo de D. Martín Jiménez de Aibar y su mujer Doña María Jordán, el castillo y villa de Grisén, y dándoles la§

Afeo

222 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VII

ruedas debajo de Gallipienzo, con calidad de no labrar torre ni otra fortaleza en ellas; ni pedir otro fuero que el que tenían las demás rue- das de aquel rio, que es Aragón. Y por Diciembre, dia de San Juan Evangelista, una con pra de casas en Funes, donde dice la carta do- minaba D. Sancho Fernández, de Montagudo, y era Alcaide por su mano D. Martín Pérez de Aranguren, Merino D Fortuno de Argui- ñano: y menciona al obispo D. Pedro Remírez. Todos estos eran cui- dados domésticos y menores que suelen cesar con el bullicioso y es- truendo de las armas en la frontera invadida,

22 Y lo mismo se ve el año siguiente 1233, anterior al de su ra'aTí muerte. En que ni rastro se ve en los archivos públicos de inquietud

ni buUicio de armas en la frontera: ni otra cosa alguna perteneciente al Rey más que dos compras de cuatro casas de cada una en el Caste- lar de Gallur, fuera de otras en el barrio que llamaban Casares, he- chas el dia Jueves á 9 de Junio, que consuena.

"W *^1 año 1234 fué de mucho llanto y luto? en Navarra

23 r^por 1^ muerte del rey D. Sancho, que le sobrevino en su 1 ^pncierro del castillo de Tudela, agravándosele la en- fermedad y la melancolía, de que tuvo muchas causas: y no la me- nor el ver que en él quebraba la línea varonil de los reyes de Nava- rra, que con rara felicidad y quizá sin ejemplo había durado más de quinientos años sin desfallecer en hembra propagada sin ilegitimidad aU^una, y siendo la primogénita de los reyes de Castilla y Arí gón. Lo cual no pudo dejar de causar gran dolor á el y á todo el Reino. Sucedió su muerte un dia Viernes á 7 de Abril, Ese dia con la nota de séptimo de los idus de Abril y era de César MCCLXXII señalan uniformemente por el de su muerte el calendario de Leire, el de Roncevalles, donde yace, y el capítulo del fuero que habla de los fallecimientos de los reyes. Y este, reduciéndolo al año de JESUCRIS- TO, y con elogio que dice: Año del Señor mil doscientos treinta y cuatro^ á siete de los idus de Abril falleció el de honorable memo- ria D. íSanclio, ilustre rey de Navarra, hijo del ilustre rey D. San- cho y de la reina Doña Sancha, que murió en Tudela, y yace en Boncesvalles, el cual en su elevación juró el fuero y le confirmó. Y en la era y entierro concuerda el escrito anónimo del tiempo de D. Teobaldo y otras muchas memorias.

24 Y en cuanto á la sepultura fué conveniente lo asegurasen mu- chas, Porque D. Sancho fué un príncipe á quien, aún después de muerto, siguió la desgracia, teniéndola suspenso y en depósito el des- canso del sepulcro, si desgracia se puede llamar pretenderle muerto para honrarse con sus huesos muchos lugares sagrados, de quienes había sido grande bienhechor en vida. La iglesia colegial de Tudela y el monasterio de Santa MARÍA de la Oliva le pretendían por ese título. Y en esa conformidad hallarnos en el archivo de los deanes de

REY D. SANCHO EL FUERTE 223

Tudela una bula original del pontífice Greí^oriolXenque refiere que la iglesia y capítulo de Tudela le había representado que el de ínclita recordación D. Sancho, Rey de Navarra, había mucho tiempo tenido habitación continuada dentro de los términos de su parroquia, y re- cibido de ella los Santos Sacramentos de la Iglesia: y que á ese título le suplicaban les diese licencia para pasar á su iglesia á más honora- ble sepulcro su cuerpo detenido en la capilla de S. Nicolás; sin que lo embarazase la pretención de los monjes de la Oliva; pues no había elegido entierro en su monasterio. Y el Pontífice da comisión al Prior, Arcediano y Sacristán Mayor de Zaragoza para que cono/.can canó- nicamente lo que hubiere de justicia en el caso y procedan á senten- cia, cesando toda apelación y compeliendo con censuras álos testigos que por favor, odio ó miedo se quisieren substraer del juicio. Y pare- ce duraba ya la controversia más de dos años; pues es la bula de diez y siete de las calendas de Febrero, año décimo de su pontificado, da- da en Interamnio.

25 En esta averiguación debió de descubrirse y prevalecer el de- recho de Roncesvalles, cuyo insigne bienhechor fué. Pues además de las grandes fábricas y otras varias donaciones, fundó y dotó á per- petuo en aquel hospital diez mil raciones bien cumplidas, que se habían de distribuir á pobres en cada año: y asimismo doce camas muy buenas en la enfermería antigua y seis en la nueva. Para lo cual dejó entre otras cosas su serna en S. Martín de Aspa y el monasterio de Catalaín con todo lo que les pertenecía, fiándose todo del celo del prior D Martín Guerra y de los canónigos. Pero con calidad que si se substrajese algo á los pobres, el que reinase en Navarra pudiese prendar las haciendas de la dotación hasta que el Prior y cabildo pa- gasen al doble lo substraído. Allí, donde con singular piedad y ansia encomendó su alma en las oraciones de los pobres como se ve en su carta de dotación, fechada en Pamplona por Marzo del año de JESU- CRISTO i2o3, poco después de la vuelta de África, notada con los señoríos de muchos caballeros, ya en otras cartas nombrados, y entre ellos el obispo D. García y D, Almoravid, Alférez Mayor, pareció el lugar más natural de su descanso, y allí se le dio en sepulcro, al prin- cipio tosco y con bulto que representaba jayán muy membrudo; des- pués con mayor pulimento y pendiendo sobre él un trozo de las ca- denas que rompió y ganó en las Navas de Tolosaé introdujo por bla- són en su Reino, como se ve en muchos escudos de la iglesia de Tu- dela, fábrica también suya en el escudo ya notado en el claustro de Santa xVlARIA de Pamplona y sello pendiente exhibido en las Inves- tigaciones.

224 LIBRO XX DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VI I f.

§. VI.

Eué D. Sancho príncipe de gran fortaleza de cuerpo no y gran seguidor de su derecho. Pero con una acia, que su prosperidad sirvió más que á conve- niencias propias á las ajenas. Y eso puedeacordar la cadena pendien" te á su sepulcro y la esmeralda por centro de las cadenas de su nuevo escudo, que si como supo vencer para otros, hubiera vencido para sí, hubiera extendido en gran manera su señorío. Ausente, padeció quie- bra en su Reino; presente nunca fué vencido sino vencedor donde quiera que se hal ó; aún estando prisionero por perfidia de quien le llamó y en todos estados príncipe verdaderamente católico y muy religioso. Y entre nnuchas obras que lo habrán descubierto, ninguna tanto ni tan maciz.smente como el que, estando abrasado de agravios antiguos y otros rrás recientes, llegando á peligrar la Religión, pos- poniendo á ella to ios los respetos humanos, intereses de Estado, es- peranza y ocasiór oportuna de satisfacerse por su mano y ejemplos que se lo persuadían, arrancó con sus banderas á defender la causa de la y aumentar el señorío, de quien había disminuido el suyo. Reinó cuarenta años menos dos meses y veinte dias. Y vino á morir al año secular ó centesimo de la restauración de Navarra, habiendo llenado los reinados del abuelo, padre y nieto un siglo menos cinco meses.

I. Embajada de los estados del reino al rey D. Jaime de Aragón. II. Llamamiento y venida del rey D. Teobaldo á Nayarra y su coronación en Pamplo- na. III. Algunas memorias. IV. Composición de laB turbaciones de Tudela. V Donación del Castillo y vi- lla de Javier á D. Adán de Sada. VI. f rimera entrada de los monjes blancos en Leire.

Ta muerte publicada del rey D. I ^Sancho llamó luego

prisa los Estados del Reino, por ser no menor que el dolor de la pérdida, el cui- dado acerca del sucesor. Recelábase que quizá quellos tratados de la adop- ción ocasionasen diversios dictámenes á los que habían interveni- do en ellos, y apoyándolos, de que resultase alguna turbación pú- blica si no se oprimiesen con la conspiración común y presteza de Tomo IV i5

226 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. I.

ver presente al legítimo sucesor. Pero vióse muy particularmente en esta ocasión que los pareceres que se toman solo por complacer al príncipe presente, faltando él, luego desfallecen: y que solo tiene sub- sistencia lo que se revuelve según razón y derecho, que no estriban en causa movediza. Porque todos uniformemente y sin discordia alguna reconocieron el derecho de la sucesión devuelta en D. Teo- baldo, Conde de Campaña y Palacín de Bria, por muerte de su ma- dre Doña lUanca, Infanta de Navarra, hermana de D.Sancho el Fuerte é hija del Sabio, y la única que entre todos los hijos de él dejó suce- sión y fué la de D. Teobaldo, ahora llamado para la Corona por ha- ber muerto antes su madre la infanta Doña Blanca.

2 La paz y concordia'en casa apresuró el allanar los tropiezos que podían resultar de fuera. Y en esa conformidad dicen unas memorias antiguas de la cámara de comptos, el Obispo de Bayona, D. García de Engui, el tesorero Garci-López de Roncesvalles y el Príncipe de Viana, D. Carlos, en sus crónicas que los estados juntos del Reino despacharon luego embajadores al rey D.Jaime de Aragón rogándole tuviese á bien levantarles el homenaje que algunos de los ricos hom- bres por complacer al rey D. Sancho le habían hecho; pues era tan claro y manifiesto el derecho de D Teobaldo, Conde de Campaña y Bria, como sobrino hijo de hermana del difunto rey D. Sancho; y que D. Jaime, como príncipe moderado y de natural inclinado á lo justo y razonable, levantó el homenaje. Para la justificación del dere- cho discernido en favor de D, Teobaldo ninguna necesidad hubo de aquella embajada; pues aquellos tratados, además de ser nulos por tantas razones ya ponderadas, aún cuando tuvieran valor, los tenía ya rescindidos el rey D.Jaime, apartándose del tenor de ellos y lla- mando tan á prisa á la sucesión de sus reinos á su hijo D. Alfonso, excluido en ellos como queda visto. Pero fué, sin embargo, bien orde- nada la embajada para obrar sin alteración de guerra lo que podía ser ocasión de ella sin esa buena atención de urbanidad con que se pidió como beneficio lo que era de derecho, y también para mostrar al Rey la uniforme conspiración de todos los Estados del Reino en mantener la fidelidad que debían á la sangre de sus reyes y contener á D. Jaime si algún contrario pensamiento tenía.

§.II.

Reconócese fué este el motivo de la embajada, y que no se aguardó á la respuesta para obrar luego todo lo que convenía á fin de introducir al sucesor. Aquellas me- morias de la cámara de comptos refieren que luego á gran diligencia se enviaron por legados de parte de los Estados el Obispo de Pam- plona, D, Pedro Remírez de Pedrolay algunos de los ricos hombres y señores de grande autoridad á Campaña en busca del conde D Teo- baldo, llamándole para recibir la Corona. Y el tiempo mismo arguye ¡^ presteza con que se pbrp, Porque, habiendo sido h muerte c^e s^

Rey d. teobaldo i. 227

tío el rey D. Sancho á siete de Abril, á cinco de Mayo ya D . Teobaldo se hallaba en Pamplona: y en veinte y ocho dias se derramó la fama déla muerte, se convocaron los listados, se despacharon y volvieron los legados de tan larga jornada con el sucesor llamado.

4 Fué su entrada en Pamplona de grande y universal alegría, que, ó desterró del todo ó templó mucho la tristeza pasada, viéndole entrará reinar con general consentimiento y gozo de todos cuando se temió turbación, tomándolo por agüero de feliz reinado: y lo que puede mucho con el pueblo, que se gana por los ojos, viéndole de semblante agraciado, gentil disposición y en edad ñoreciente, sufri- dora de cualesquiera trabajos que pudiesen ofrecerse por la repúbli- ca sin los inconvenientes de govierno mujeril ó de tutela en pocos años. Acrecentaba la alegría pública el verle afable y benigno, sin el defecto que se notó en el último y melancólico trozo del reinado an- terior; aunque en esta parte por los efectos se conoció que disimuló como en primera entrada algún tanto de severidad que se descubrió después.

5 La celebridad y buena acepción de la entrada fué mayor con la fama que en el tiempo de las consultas y embajadas se derramó más extendidamente pjr el pueblo de la alta calidad de los Condes de Campaña y Bria con el explendor de opulentos Estados y tratamien- to desde muy antiguo, no inferior al de los reyes, y enlazada con ellos por muchas líneas de parentesco y muy frecuentes matrimonios pro- miscuamente celebrados, dando y recibiendo sangre de ellos. En que ocurría el ejemplo doméstico de cuando su abuelo materno D. San- cho el Sabio de Navarra destinó á su hija la infanta Doña Berenguela para mujer de Ricardo. Hey de Inglaterra, Normandía y Potiers, des- tinó también á Doña Blanca la otra Infanta para esposa de su padre el Conde de Campaña, Teobaldo también de nombre, hijo del con- de Enrique de Campaña y de Madama, su mujer, hija de Ludovico VII, Rey de Francia, por este su primer matrimonio cuñado de los reyes Filipo Augusto de Francia y Enrique de Inglaterra, que llama- ron Corazón de León, y por su segundo matrimonio con Isabel subli- mado á Rey de Jerusalén y que gozó de aquel reino hasta su muerte. Y antes de entrar en él había corrido la Palestina con sus armas y conducta propia y con mucha gloria, en especial en el memorable cerco de Ptolemaida, en que había cargado la cristiandad contra la potencia de Saladino, y en que levantó los ánimos caídos por la perti- naz resistencia de los bárbaros con su llegada y la de sus floridas tropas; y después gobernó también las de su cuñado el rey Fihpo Augusto, quien se ks dejó encomendadas al retirarse á Francia. Otros, subitndo más arriba del abuelo Enrique por la ascendencia de nuevo huésped que les entraba, mencionaban al antiguo Odón, Conde de Campaña y Bria, á quien el emperador Conrado buscó por yerno, dándole pt.r mujer á su hija para establecer su potencia por la mucha que Odón tenía en Francia. Y así iban subiendo por los grados más remotos de la estirpe y ascendencia del nuevo huésped P. Teobaldo, en todos siglos ilustre y clara: y reputándola por digna

228 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA. CAP, í.

haberse ingerido en el tronco Real de sus antiguos reyes.

6 Y con el calor de esta alegría y conveniencia de apresurar las cosas para cerrar del todo la puerta á pretensiones forasteras, se aceleró de suerte la coronación, que vino á celebrarse tres dias des- pués de su venida á Pamplona en su Iglesia Catedral con gran con- curso y universal regocijo de todo el Reino: siendo alzado en el escu- do y aclamado rey con las ceremonias acostumbradas de los re3'es pasados, Lunes á ocho de Mayo, día en que se celebraba la aparición de S. Miguel: que quizá aceleró la devoción antigua y muy general de los navarros á su sagrado nombre desde los pricipios de la res- tauración de España, tomándole por día de feliz agüero. Quieren algunos que este fué el acto primero en que se usó de la ceremonia de ungir al Rey, trayéndola D. Teobaldo de Francia, donde era muy antigua. Lo cierto es, desde él se continuó en los reyes suceso- res. Si algunos de los que precedieron la usaron también no consta con certeza. El fuero primitivo nada habló de ella; aunque señaló y puso otras: como la de velar la noche antes en la iglesia Catedral el príncipe que se había de coronar y otras así.

Pi

§. ni.

|or Junio de este año proseguía el rey D. Teobaldo en Pamplona poniendo en orden desde ellas las cosas del Reino aunque salió presto á reconocer las ciudades y pue- blos más principales de él. En Pamplona es, y el mes ya dicho, la con- firmación del fuero que dio á los de Saracoiz su abuelo el rey D. San- cho el Sabio. Y hace mención del obispo D. Pedro Remírez, y que tenía en honor; D. Juan Pérez de Baztán, á Laguardia; D. Sancho Fer- nández, á Leguín; O. García Jiménez de Oriz, el castillo de Sardea; D. Furtado de Álava, á Irurita, y que era alcalde D, Martín deEchauri; D. Lope de Arreiza, Merino en Oeyerri; D. Gonzalo Morentín, Al- calde en las tierras de Éstella, y el Maestro Guidón, Cancelario del Rey.

8 Por Julio, Martes, antes de la festividad de Santa María Magda- lena yá le hallamos en Estella y confirmando en ella á los de Baigo- rri el fuero que les habían dado los reyes sus antepasados: y por sus buenos servicios añade que nunca sea empeñada la villa, sino cuan- do mucho encomendada en honor. La mención que hace de los caba- lleros descubre un parentesco digno de saberse y que se ignoraba, aunque se repite en muchas escrituras de este tiempo. Porque dice: Era Obispo de Pamplona D Pedro Remírez y su hermano D. Juan Pérez de Baztán, Alférez en Navarra, y que tenía por mano del Rey, Laguardia; D. Juan de Bidaiirre, á Viana; Roberto de Sezana, el castillo de Estella; Pedro Teobaldo, Preboste de Estella: D. Juan Pérez, Alcalde; D. Juan Pérez de Lodosa que tenía á Dicastillo; D. Bartolomé de Rada, el castillo de Leríni D. García López, Señor

^Q 4ifíV0¡ cf d^ ^^ma¡ D. GarQfcí MnQrC'Vídf á ^m Juan (^ei Pig

REY D. TEOBALDO I. 229

del Puerto; I), Sancho Fernández de Moniagudo, el castillo de Le- guin. De sueite que el obispo llevaba el apellido de los Piédrolas, ó por ser el materno también de D. Juan Pérez de Baztán, Alférez Mayor ó porque era el Obispo procreado de diversa madre. Kl de Baztán en el Alférez paterno es, y lo arguye el patronímico de Pérez derivado de D. Pedro de Baztán, bien conocido en el reinado pasado. 9 Por Aííosto el dia de S. Lorenzo en Estella se detenía el Rey y concedió á los de Etayo que fuesen perpetuamente realengos pagan- do cada año ochocientos sueldos, moneda de Navarra, al rey ó al que él la diese en honor y se notan con los mismos honores que en la pasada los señores, y con la misma nota de hermanos el Obispo y el Alférez Mayor. Y también es de este año y primero de Septiembre una permutación por la cual Doña Toda Rrodríguez, hija de D. Ro- drigo de Abarca, dio al rey D. Teobaldo el señorío de Cortes, villa y castillo, el bosque de Mora y viña de los santos, por los haberes y derechos que el rey tenía en las aldeas de Urroz, Azpura, Laboa, Muru Gorrizlucea, Artazu. Y después del obispo nombra al Alfé- rez Mayor D. Juan Pérez de Baztán con el nombre de Primipilario y teniendo D. Pedro Martínez de Lehet á Peralta; García Almoravid, á S. Juan del Pie del Puerto; D. Sancho Fernández de Montagudo, á Sangüesa la Vieja, D. Garcia López de Alfaro, á Puente de la Reina; D. Martín Jiménez de Aibar, á Arguedas; D. García de Aibar, á Ci- rauqui; D. García Jiménez de Huárriz, á Murillo; D Fernando de Lerat, á Aibar; D. Martín de Mañeru, á Funes. Y en el cartulario de D. Teobaldo se halla en instrumento aparte del mismo año y dia la aprobación con que D. Juan de Bidaurre, marido de Doña Toda Ro- dríguez Abarca, loa y ratifica esta permuta de su mujer. Y por todos estos instrumentos del cartulario magno y del de D. Teobaldo se podrá corregir el yerro de Guillermo Nángio, que parece atrasó has- la el año de 1239 la entrada del reinado de D. Teobaldo. Y también Oihenarto halló en el archivo de S. Juan del Pie del Puerto instru- mento en que D. Teobaldo confirmó á aquella villa el fuero y privi- legios dados por los reyes sus antepasados, y es de este año que co- rremos. Y con los instrumentos del reinado pasado se corrige el yerro de los anales tillienses que anticiparon esta entrada de D. Teo- baldo al año 1228. Nuestras cosas han andado tales por.manos foras- teras, que son pocas las que no piden alguna corrección.

§. IV. *^1 interregno de D, Teobaldo, aunque de tan breve Año

10 [-^tiempo, mientras se discernía el derecho de la sucesión 1 .^y llegó llamado en fuerza de él no fué sin desórde- nes, aunque domésticos; pero que, comenzando luego en la muerte de D. Sancho, prosiguieron algún tiempo después dando avilantez, como suele, la impunidad y poco vigor de los brazos de la justicia, flacos siempre mientras la cabeza no influye en ellos, ó influye remi-

230 LIBRO XXI DÉLOS ANALES DE NAVARRA, CAP. I.

sámente de lejos. Tanto daña á la república, que la suprema potes- tad esté algún tiempo suspensa y pendiente, t.n Tudela, ciudad po- pulosa de suyo y frecuentada de muchos forasteros de varios reinos cercanos, á quienes duelen los desórdenes menos que á los arrai- gados y naturales, por serles más fácil la fuga donde no tira y con- tiene el cariño de país propio, se comenzó á sentir primero el desor- den por haberse sabido primero la muerte del rey D Sancho, como sucedida alh'. Al principio parece fué con pretexto, al parecer hermo- so para con muchos y menos odioso con todos, de perseguir á losju- díos, gente aborrecible en la cristiandad por el pecado de sus ante- pasados, retenido con su secta pertinaz y por la codicia y excesos grandes de las usuras, á que es muy inclinada aquella perversa na- ción. De este desorden se pasó á otros que tocaban á intereses del fisco: y la misma vejación de losjudíos redundaba en daños de él, por lo que aquella gente pagaba por tolerarse.

1 1 Era Senescal de Navarra, Ponce Dumey, caballero venido, se- gún parece, de campaña con el Rey, y de los cinco en Bailío, que admite el fuero, extranjeros con el cargo de tal pedía á Tudela en nombre de ciudad y concejilmente la emienda y satisfacción de los daños y excesos: y después de varias demandas y respuesta com- prometieron, en fin, el Senescal y los veinte jurados de Tudela de estar al juicio de cinco varones, en que convinieron, y fueron; D. Gar- cía López, de Alfaro; D, Fernando, de Lerat; D. Juan Doelín Justicia de Tudela; D. Bernardo Durant y D. Elias David, de quien dijimos cinco años antes había fundado el monasterio de Santa Engracia de Pamplona. Y todos prometen estar á la sentencia que diese la ma- yor parte de ellos, y conjuran á los infan7ones, universidades y todos los de Navarra para que la favorezcan y hagan guardar.

12 Este acto se hizo en Tudela por Febrero del año 1235. Mas parece que no tuvo por entonces ejecución, si no que antes se turba- ron más en Tudela las cosas y auienazaron rompimiento. Porque por Octubre del mismo año hallamos unas treguas que se dieron el Se- nescal al Concejo y este al Senescal: este por y por losjudíos que defendía y sus valedores: y el Concejo por si y por los suyos. Son las treguas desde el Jueves antes de S. Simón y Judas hasta el dia de la Purificación de Santa MARI\ de Febrero, primero viniente, desoía sol puesto. Es con condición de que si de parte del Concejo alguno quebrantare la tregua, el Senescal obre en el como en traidor de sus cuerpos y cosas: y lo mismo el Concejo en el quebrantador de la parte del Senescal.

1 3 A que añade el instrumento: Ef es asipuesto, que demientre estas treguas fueren, ninguna labor sea feita de partes del Senes- cal, ni de partes del Concello: si non por la puerta nueva, que faz el Senescal, salva la cerca de la villa, que non sea tocada hasta que el judicio sea dado por la Cort de Navarra. Meten sus sellos ambas partes en la carta fechada en Tudela y partida por A. B. C.Y dice son testigos presentes que lo vieron y oyeron; D. Pedro Remírez, obispo de Pamplona; D. García Frontín, Obispo de Tarazona;

REY D. TEORALDO T. 23l

D. Pedro Martínez de Lehet; D. Pedro Jordán, D. Gil de liada, D. Martín Jiménez, de Aibar; 1). Juan Pérez, de Baztán; I). Sancho Fernández, de Montagudo; D. Juan de iJidaurre; D. García Jimi-nez de Guárriz: E otros muitos ricos ¡lomcs, et cabailleros, el liojncs de las bonas villas: que así habla el instrumento. Y se ve acudió mucho concurso de todos los Estados por atajar el riesgo, que arguye el haberse pactado por via de paz sobreseimiento de fortificaciones, üe la sentencia se hablará cuando la traiga el tiempo, que no fué lue- go; porque se tardó en darse.

14 Del resto del año apenas hay cosa memorable; solo que en el cartulario magno se ve un conocimiento por el cual el obispo D. l^e- dro reconoce debe al rey D. Teobaldo doce mil y sesenta y cinco sueldos y ocho dineros de buenos sanchetes, y le da por fiadores á D. Martín Pérez, Arcediano de la Tabla; á D. Iñigo Sotirana, Arce- diano de Santa Gema; D. Martín de Subiza, D. Sancho Martínez de Zabalza; D. García Pérez, de Ülloqui y D. Pedro Garcés, de Kusa. Y dice pone también en prendas los Palacios del Obispo llamados de JESUCRISTO, que eran donde ahora el hospital de peregrinos, lla- mado de Santa Catalina, y como Coire desde allí hacia el Mediodía la calle, que de aquí le ha quedado llamarse la del Obispo. Fué por Mar- zo y por el mismo mes, según se ve en una escritura de venta testi- ficada por Juan de Jaca: Notario del concejo déla Puente de la Reina, parece que el Rey fabricaba alguna obra en aquella villa; porque el senescal Ponce Dumey compra allí unas casas ^jara la obra del Se- ñor Ret/, que así habla. El precio es dos m.il sueldos, y las casas de Doña Elvira, mujer de D. Pedro de Gomacín, y la afrontación de ellas, de la rúa poblada de las prendas hasta la rúa poblada de la Navarrería. Y son testigos los jurados déla villa, que nombra; D. Mar- tín Guillermo, D. Orti de Ovanos, D. Bertelín, D. Juan de Larraga, D. Domingo de Artazu y D. Pedro y Izuco. Y dice tenía por mano del Rey aquella villa D, García López de Alfaro, y que el acto fué el dia Viernes á diez y seis de Marzo. Y en otra carta de venta de unas casas en Fontellas, hecha al Rey por Diciembre por Doña Urraca Gómez de Villela, se nota testificarla Pedro Fernández, Notario públi- co del concejo de Tudela, que es el compilador del cartulario que se llama de D. Teobaldo por haberle compilado por orden del Rey, y le comenzó el año siguiente á este.

§• V.

-^ ^steaño entra con buen pié desde el principio por

15 M Enero, como si apresurara el paso para darnos muy luci- JL__-^das memorias de la ascendencia y progenitores anti- guos de S. Francisco Javier, apóstol esclarecido de la India, y de in- numerables naciones pertenecientes á los reinos del Oriente, ignora- das antes y ya conocidas y celebradas por los milagros y empresas apostólicas de este insigne propagador del Evangelio, ytérmmos de

Año 12S6

232 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. L

la Iglesia en ellas. El rey D. Teobaldo, movido déla nobleza, lealtad y servicios de D. Adán de Sada, le dio este año el castillo y villa de Javier: y aunque no fué ahora á perpetuo, sino por su vida, dt-spués se extendió la donación y quedó por juro de heredad en esta nobilí- sima familia. Pero mejor lo dirá el Rey con s\i mismo estilo y pala- bras copiadas fielmente del cartulario del mismo Rey.

i6 >In Dei nomine. Sepan todos aqueillos, qui son, et qui serant, >que Nos, D. Tibalt, por la gracia de Dios, rey de Navarra et Conde ^Palatino de Champañía, et de Bría comendamos nostro castello de 5)Isavier con la vill et con todas sus pertenencias á vos, D. Ac.án de >Sada, nostro amado cabaillero et leal vasaillo, en cuanto viviéredes, >que lo amelloredes et lo pobledes. Et empués vostros dias, que el icasteillo de Isavier con la villa et con todas sus pertenencias «ít con >todo su amelloramiento torne á Nos, ó adaqueil, que terrá en gOí^rda »nostro Reino por nos qui que fuere ó adaqueil, que regnare empues >Nos Et de tal convenienza, que vos nos fagades del casteillo ele Isa- »vier con la villa guerra é paz, como de nuestras cosas propias de ivuestro cuerpo servicio. Et si por aventura damno viniese á nuestro »Regno, ó por furto, ó por robería, ó por otras cosas, que vos nin vaes- »tros homes ficiesedes, et non vos dtezassedes, como Nos, ó nuestra >Cort viésemos por bien, que vos nos rondades el casteillo de Isavier »con la villa et con sos pertenencias, et con su amelloramiento, á Nos »ó ad aqueil, qui térra en goarda nostro Regno por Nos, qui que fue- >re, ó aqui regnare empues Nos, senes mala voz, ni senes embargo, »nin senes contradito ninguno. Et si vos D. Adám de Sada non fide- »sedes estas cosas, que aqui son sobrescriptas, que fuesedes tal trai- »dor que vos no podiesedes salvar en ninguna Gort, ni en campo por »vuestras armas, ni por armas ayllenas.

17 »Et yo D. Adam de Sada atorgo todos aquestas cosas, que »aquí son sobrescriptas: et recibo el castiello de isavier con la villa »et con todas sus pertenencias en mios dias, et deviengo vuestro va- »saillo de él, et fago \'os pleito, et homenage á buena senes en- »gaino, que vos lo amellore, et le poblé, et empués mios dias, que »torne á Vos, et ad aqueil, que térra vuestro Regno en goarda por >Vos, ó á quien regnáre empués Vos, el castieillo de Isavier con la »villa et con todas sus pertenencias, et con su amelloramiento, et vos »faga guerra, ez paz del castieillo de Isavier con la villa, et de mió >cuerpo servicio. Et si por aventura daino vir.iese á vuestro Regno, »dent por furto, ó por robería, ó por otras cosas, que yo, ni míos ho* »mes ficiésemos, et non me drezas, como Vos ó vuestra Cort vidiese- >des por bien, que vos rienda el castieillo de Isavier con su villa et >con sus pertenencias, et con todo su amelloramiento á Vos, ó á quien atuviere en goarda vuestro Regno por Vos, q ü que sea, ó á quien >regnare empues Vos Et si yo así non vos nndies el castieillo de >Isavier con su villa, como escripto es, que 1'ut.s tan traidor, que non >me podíe salvar en Cort, ni en campo por m. s armas, ni por armas >aillenas. Et á mayor firmeza yo D. Adam de Sada do á Vos, mi sei- >nor Rey D. Tibalt fiadores D. Martín Aznáre/, filo de D, Aznar de

REY D. TEOBALDO. I. 233

»Sada, mi primo Cormano, et ú D. léñenlo de Sada, mi hermano.

i8 »En cual la testimoniedad Nos, D. Tibalt, Rey de Navarra, et »yo D. Adam de Sada metemos nostros feillos en esta carta por x>A. P). G. partida. Testimonias son, que esto oyeron et vidieron »D. Juan Pérez, de Baztan; I) Aznar de Caparroso, Sire Gui, de So- xtor, Sire Joan de Molinas, Caballeiros;D. Lope de Artaso, Prior del »Hospital de Roncesvals; D. Juan leñéguez Prior del Hospital de Je- í>rusalem de Navarra; D. Martín Pérez Prior de Piíiellas, Maestre »Robert Dalfin, Abat Daibar; D. Lop de Arcei¿, de Olcoz; Sire l.eo- »nes, Sire Girart, de Melarons; et ego Miguel de Soria, Escribano del »Rey, que escribí esta carta daten Olite, Dominica secunda mensis >Januarij. Anno Domini, M.CG XXXVl.

19 No escusábamos esta memoria, paga de deuda pública, y co- mún al nombre y méritos deS. Francisco Javier. Ni porque la gracia sublimó á los santos á más lucida nobleza se les debe callar lo que en esa parte les favoreció también la naturaleza, siendo asimismo don de Dios, aunque de muy inferior calidad El señorío de Javier, que ahora se donó por vida, arraigó después en juro de heredad en la misma sangre y familia, en D. Aznar de Sada, á quien llama primo hermano suyo D. Adán, por haber muerto sin sucesión, según pare- ce, de que se hablará cuando el tiempo lo traiga. De D. Aznar quedó el patronímico de Aznárez, que continuó y retiene hoy dia su poste- ridad.

S. VI.

uy cerca de Javier, á una legua, en el insigne y anti- ^^ i V/ I quísimo monasterio de Leire hubo este mismo año JL T Auna notable mudanza. Y fué: la de haberse dado á los monjes blancos de la orden y congregación del Cister, moviendo los monjes negros de S. Benito, que tantos siglos le habían poseído; aunque unos y otros vivían debajo de una misma regla en l;i substan- cia. La causa de la novedad dicen fué haber descaecido del fervor de la observancia prinr itiva: y pudo ocasionar esto la piedad de los reyes antiguos con lo que cargó de riqueza en aquel monasterio. La mu- cha pobreza y la sobrada abundancia igualmente dañan á la observan- cia regular. La estrechez muy constreñida busca ensanches paradesa- hogar'se: la sobrada abundancia logra los que ella misma prontamente ofrece. El tiempo solo vasta para obrar efectos semejantes, como en los cuerpos animados la remisión de fuerzas y vigor: y á todas las co- sas en general bástale s ser muy antiguas parí, flaquear. El rey D. Sancho el Mayor buscó en Cluni y trajo de allá la reformación de Leire cuando envió á Paterno y sus compañero.- . Y para el tiempo de S. Bernardo ya habían enflaquecido en Cluni la observancia el tiempo y la riqueza.

21 En el libro de la regla de Leire se nota negoció con el pontífi- ce Gregorio IX esta entrada de los monjes del Cister en Leire D. Do- mino-o de Mendavia, y que fué el primer abad di ellos en aquella

234 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. I.

casa, y que la entrada fué este año mil dos cientos y treinta y seis. Y en el cartulario de D. Teobaldo por Septiembre de él ya se reco- nocen instancias grandes que este abad hacía al Rey para la entrada de sus monjes en Leire. Ayudó muy singularmente para ella la de- voción grande del Rey á la congregación del Cister. Acababa de ve- nir de Francia, donde florecía mucho y se celebraba con la fama de grande observancia y santidad. Y fuera de esta común opinión, la casa de los condes de Campaña tenía muy singular devoción ú los mon- jes cistercienses, como se reconoce en las muchas cartas familiares del bienaventurado S. Bernardo al conde Teobaldo de Campaña. Conspirando el favor del Pontífice y del Rey, se consiguió la mudan- za este año; aunque ocasionó después muchos y pasudos debates, restituyéndose á veces los monjes negros y un grave daño, que fué perderse en estas transmigraciones muchos instrumentos antiguos, que podían dar mucha luz á la Historia: y en aquel monasterio, como anterior á la pérdida g3neral de España, es muy creíble se conserva- ban. Y de la pérdida de muchos confusamente las memorias antiguas hablan con queja.

22 Por los instrumentos de este año mil doscientos y treinta y seis se ve que el rey D. Teobaldo corría por varios pueblos del Reino reconociéndole por haberse criado fuera. Por F'ebrero, Viernes des- pués de la Purificación, en Monreal le hallamos dando fuero á los de Urroz ó confirmando el de su tío D. Sancho: y fuera de los doce sanchetes que le debía pagar cada casa y las calonias y homicidios, dispone salgan con el Rey á hueste y cabalgada. Llama al obispo D. Pedro Remírez de Pedrola: y entre los demás señores nombra á D. Furtado de Mendoza con el señorío de Peralta y Caparroso. Por Septiembre se hallaba en Olite, víspera de S. Mateo: y de ese dia es su carta de remisión á los de Garitoaín, que fuesen á aumentar la población de Monreal y labrasen allí casa.

23 Por Octubre estaba en Estella y vendió á los burgueses de la villa vieja por treinta mil sueldos de sanchetes el derecho del mercado que, dice, se tenga en la parroquia de S. Miguel}' plaza que está delante de su iglesia, quedándole al Rey los demás derechos su- yos, calonias, homicidios y enmiendas. Nombra muchos testigos; á D. Ponce, llamándole Senescal suyo; D. Sancho Fernández, de Mon- tagudo;D Martín Pérez, Prior de Pitillas.- D. Lope García, deOlcoz; D. Guido, de Sotor; caballeros, D. Furtado, de Mendoza; D. Corba- rán, de Lehet, D. Diego, de Haro; D. Corbarán, de Cidaurre; D. Gil García, de Jániz: D. Jimeno Pérez, de Jániz; D. Pedro López, de Vi- llatuerta, D García Pérez, de Iguzquiza; D. Pedro Sánchez, de Iguz- quiza; D. Pedro Miguel, de Arróniz: siendo obispo D. Pedro Remí- rez; Alférez Mayor, D. Juan Pérez, de Baztán; D. Juan Fleix, Caste- llano de Estella; D. Juan Pérez de la Tabla, Alcalde en ella y Rai- mundo, Prepósito ó Preboste.

24 Por Noviembre, víspera, de S. Martín, el Rey estaba en San- güesa reconociendo la frontera. Y de ahí es una carta suya en laque tributa las ruedas de Aispurz en diez cahíces de trigo al año, medida

REY D, TEOBALDO I. 235

de Urroz, con calidad de que los que las tomen puedan labrar muelas en término de Biguezal: y que si fuesen destruidas por guerra con Aragón y Castilla, no corra el tributo hasta que se asiente la paz.

25 Para fines de Noviembre, Jueves á veinte y siete de él, dia de los santos Facundo y Primitivo, ya había vuelto á Estella y dio carta á los de Mirafuentes y Ubago, de que sean perpetuamente realengas: y llama al Obispo y Alférez Mayor, hermanos, como otras veces: y con novedad es ya castellano de Estella Odón de Bazot.

26 Para principios de Diciembre estaba el Rey enTudela. Porque allí expidió una carta haciendo merced de unas casas y huerto en la parroquia de S. Julián de la misma Ciudad con todo su pertenecido á Doña Mayor, dama que dice había sido de la Condesa difunta, Doña Blanca, su madre, por los buenos servicios á ella y á él.

CAPITULO II.

I. Diíerencia Eobre los fueros 11. Memoria del Arzobispo de Toledo D. Rodrigo y de navegación en el Ebro. III. Dispone el Key jornada ultramarina. Sentencia sobre loa debates de Tndela IV. Homenaje del Señor de Agramont. Controversia sobre bidalguía y otras memorias. V. Vistas en Tudela del Key oon el Arzobispo do Toledo y el Seftor de Albarracín.

VI. Su i^artida á Bayona.

Parece corría felizmente la paz con Castilla y Aragón: porque reconociéndole á D. Teobaldo su derecho ma- nifestó los reyes convecinos, como príncipes templados estaban cebados, el de Aragón en la conquista de Valencia, el de Castilla en la de varios pueblos de Andalucía Y á D. Teobaldo, re- cién entrado en el Reino, no le convenía mover guerra no moviéndo- sela y meditaba en otra muy distante que no irritase á los vecinos, y por la cual convenía la paz en ca?a. Y á la verdad; como príncipe re- cién llegado y criado en las costumbres de fuera, no la tuvo muy cumplida á los principios, siendo el tropiezo sobre la inteligencia de .los fueros. Para lo cual por enero del año mil docientos treinta y siete en que entramos se juntaron Cortes en Estella. En las cuales sin poderse convenir el Rey con los caberos é infanzones del Reino, se hubo de recurrir al Papa por buen acuerdo, como se ve en el car- tulario del Rey en una carta suya que dice: Sepan todos aquellos, qiii son, et los qui son á venir, que Nos D. Tihalt, por la gracia de Dios Rey de Navarra, de Champaynna, et de Bría, Conde Palati- no, ficiemos tal avinienzia con Iqs Caberos et los Infanzones jurados de JSiavarra, que Nos de nuestra part por Nos, et de eillos de la su ya por si, enviemas nuestros mandaderos á la Cort de Roma, si- guiendo eillos su apellación, que dicen que han f'icha. Et los man- daderos nuestros et suyos digan las razones nuestras et suyas ante

Año 1337

22,6 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. II.

el aposioligo, amellorando cada uno sus razones al millor qui pu- dieren. Prosigue diciendo que deben estar á lo que el Apostólico mandare y que cincuenta de los dichos jurados le hicieron homena- je en sus manos de estar así y que caso que los demás jurados no estuvieren á ello, estos cincuenta le han de jurar de estar á lo que di- jere el apostólico y ayudarle contra los demás, y que el Rey les guardará sus fueros; así como se lo prometió el dia que fuéalzado por rey.

2 Y porque se supiese con claridad qué fueros son estos y á lo que ellos están obligados al Rey, y el Rey á ellos, dice ha sentado con ellos que se escojan diez ricos hombres, veinte caballeros, diez hombres de Ordenes, y que con el Rey, Obispo de Pamplona y con los de su Consejo pongan por escrito los fueros. Esta utilidad consi- guió la controversia 3' debate de pareceres, reducir lo que andaba obscuro y vagante á escrito claro y de pública autoridad. No hay da- ño ma3^or en la república que no saber los hombres en qué ley viven. Unos con la obscuridad disculpan la falta de observancia, otros con la sombra de ley aprietan con demasía.

3 Utilidad ó necesidad semejante parece movió por este tiempo también á los del Reino de Aragón á solicitar la compilación de su fuero, hecha el año de mil doscientos y cuarenta y seis por el sabio varón D. Vidal de Camillas, Obispo de Huesca, á quien el rey D.Jaime y los Estados de aquel Reino la encomendaron. Esta poca conformi- dad de pareceres encasa acerca de laintehgencia de los fueros debió de estorbar que el rey D. Teobaldo no intentase recobrar á Álava y Guipúzcoa, perdidas en el reinado anterior de su tio cuando por lo demás podía entrar en esperanza de conseguirlo por los nuevos y muy poderosos Estados que trajo al Reino, y muchos lazos de parentesco con varios príncipes de Francia, que podia coligar. Y más si solicita- ra al de Aragón, que no se duda estaría pronto al rompimiento con Castilla. Pero por estas causas se corría en buena paz con ella.

F

§. II.

n el archivo Real de la cámara de comptos se hallan

4 f^dos conocimientos del Arzobispo de Toledo, D. Rodrigo

¡Jiménez, y ambos con su sello y del año mil doscien- tos treinta y cinco, por los cuales reconoce que tiene por merced del rey D. Teobaldo á Cadreita y Arguedas por su vida: que es nuevo indicio de que corría y se continuaba la familiaridad grande que tenía ahora el rey D. Teobaldo con el Arzobispo de Toledo, D. Rrodrigo Jiménez, íntimo consejero y amigo del Rey de Castilla, D. P'ernando el Santo.

5 Del mes de Febrero de este año en que entramos, mil doscien- tos treinta y siete, se ve en el cartulario otro instrumento por el cual D. Berenguel de Cluniego reconoce que, no teniendo potestad de fabricar mohno en el Ebro, a ruegos del venerable Arzobispo de To-

EL REY D. TEOBAI.DO I. 23;

ledo, D. Rodrigo Jiménez, se, la había concedidí) D. Teobaldo, por la gracia de Dios, Bey de J^avarra, Conde Palatino de Campaña y Bria para fabricarle con azuda y cuatro ■ruedas; pero con calidad que quedase el paso abierto y libre á las naves á ida y vuelta, y sin embarazo alguno. Y es también condición que no le pueda enajenar á persona de otro reino de fuera y de pagar al año cincuenta suel- dos de censo.

6 Deleita en esta memoria el oir que entonces se conservaba toda- vía el Ebro navegable, como le celebra I 'linio en su tiempo .iesde Vares, cerca de Logroño, hasta los Alfaques de Toriosa, por doscien- tas y sesenta millas, llamcíi dolé rico por el comercio de su navega- ción, ¡(luánto entristece ver que hoy no lo es río que dio nombre de Iberia á toda España, cuando en otras provincias se conservan y aún se han hecho de nuevo navegables ríos menores, y acusa á los pobla- dores de una y otra orilla suya de no haberse sabido conservar si- quiera el beneficio que en él tenían y gozaban cuando otros le buscan y hallan en ríos de menos caudal! La causa son las presas de banda á banda, cogiendo todo el río y llamándole todo cada particular hacia su fábrica, y estorbando á los demás el comercio que ahora se asegu- raba, y á menos costa y con igual provecho se podía conseguir con sangrías y cauces estrechos y muy profundos: y siendo necesario para el riego y beneficio de los campos, levantando mucho el agua con azudas, como en este caso se disponía.

§. III.

Por Junio de este año ya se descubre nueva causa por la cual el rey D. Teobaldo corría en buena paz. con Casti- lla. Y fué el pensamiento en que entró de hacer jornada ultramarina á la recuperación de la Tierra Sarita, coligándose con varios príncipes, que comenzaron á tratar de la misma empresa soli- citados del papa Gregorio IX por el aprieto grande en que se halla- ban allá las cosas de los cristianos. A fines del año anterior ya el Rey había comunicado este su designio al Papa, y representándole el em- barazo que hallaba para la ejecución de él en la coligación entre de varios caballeros de su Reino, nacidade la diversa inteligencia de los fueros. Y el papa la procuró deshacer para allanarle el camino de aquella jornada, dando para eso su autoridad al Abad de Santa MA- RÍA de Iranzu y á los Priores de Roncesvalles y Tudela. De todo habla muy cumplidamente un instrumento, que por ser poco conoci- do y la importancia de la materia, exhibimos ente/amente traducido del que hallamos en latín en el archivo Real de la cámara de comp- tos. Cuyo tenor es este:

3 »Nos D Juan, Abad de Iranzu, D. Lope y D. Miguel Priores de »Roncesvalles y Tudela, Monitores diputados por el Papa acer- »ca de ciertas coligaciones hechas por algunos nobles de Navarra y ijQtros, á las cuales se han f^tado con vínculo de juramento á nuestro^

238 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. II.

»amados D. García López, de Valtierra; D. Fernando Martínez, de »Funes; D. Beltrár, de Aza^ra; D. Miguel Pérez, de Losarcos; D. Ji >meno Pérez de Sarasa; D. Martín Garcésde Eusa; D. García Pérez >de Olloqui; D Sancho Martínez de Zavalza; D. Furtado de Ollaca- srizqueta; D. Jimeno Sánchez de Iriberri; D. Jimeno Pérez de Arce; »D. Jimeno de Urbicaín; D. Adán de Sada; D. Gil de Urroz; D. Mi- j-^uel de Echagüe; D. García Remíri/; D. Miguel de Arbizu; D. Mar- »tín López de Ubago; D. Jimeno Pérez de Tidón, Comisarios {Ma- t>yorales es la palabra de que usa) de los caballeros juramentados, >salud y buen amor, llacémoos saber que nosotros, hemos recibido »una letras apostólicas de este tenor.

9 » Gregorio, Obispo, siervo de los siervos de Dios, á los amados »hijos el Abad de Iranzu y á los Priores de Roncesvalles y Tudela, »de la Diócesi de Pamplona, salud y apostólica bendición. Habiendo »oído poco que el carísimo en Cristo, hijo nuestro, ilustre Rey de j>Navarra, Conde de Campaña, en tanto grado le ha tocado la injuria »áei Crucificado y le come el celo de la tierra de su natividad, que «pospuestos todos los otros cuidados ha determinado pasar el mar jpara socorro de aquella tierra, tanto más nos gozamos cuanto cre- cemos que piocede de mayor devoción, que estando todavía en edad >tierna ofreciendo las primicias de su juventud á su Dios, y no solo «renunciando á sus cosas, sino también á mismo por Cristo, haya «tomado su cruz para poder vengar el oprobio de ella con que dan »en rostro los enemigos de nuestra Fé, si el Señor lo concediere. ¿> Siendo, pues así, como tenemos oído, que se han hecho algunas co- «ligaciones ilícitas contra el mismo Rey, y en perjuicio del derecho «de él por algunos nobles de su tierra y por otros á cuya observancia «se han estrechado con el vínculo del juramento, por esteescritoapos- »tólico mandamos á vuestra discreción que, si así es, amonestéis con «toda atención á los autores de esto, á que no obstante el dicho jura- »mento, disuelvan las sobredichas coligaciones y que con eficacia los »induzcáis á eso, obligándolos, si fuere necesario, con censura ecle- «siástica sin admitir apelación. Y si todos tres no pudiereis asistir á «esto, dos de vosotros lo podréis ejecutar. Dada en Viterbo, en las »nonas de Diciembre, en el año nono de nuestro pontificado.

10 »Por autoridad, pues, de las mismas letras os mandamos estric- «tramente que para el dia octavo después de la fiesta de S. Juan Bau- «tista, que está cercana, os halléis presentes en nuestra presencia en «Ohte para oir lo que de parte del Papa juzgaremos convenien- »te proponeros. Y no habiéndolo, tened entendido que nosotros pro- »cederemos contra vosotros cuanto pudiéremos de derecho. Dada el »Lunes, próximo antes de la fiesta de S Juan Bautista, año del Señor »mil doscientos treinta y siete. Hállase el instrumento original en el cajón de Tudela, aunque los tres sellos de los jueces se cayeron ya. Vése por él que los nobles de Navarra habían ó llamado ó admitido á esta junta algunos otros de fuera. Y el tiempo arguye detuvo el Rey las letras del Papa algunos meses, tentando medios más blandos de fQmpp^iciOn, y que no debieron de aprovechar; pues en fin se hubq

REY D. TEOBALDO I. 239

de valer de las letras que sin duda tuvieron buen efecto; pues el Rey se aprestó para la jornada y la (jecuto.

11 También importó para ejecutarla fenecer las diferencias de Tudela acerca de los cargos que la hacia el Senescal por dejar ciudad tan principal y fronteriza en todo sosiego de las turbaciones pasadas. Y en orden á eso este mismo año y mes de Junio pronunciaron su seniencia losjueces arbitros que fueron: D (García Jiménez, de lluá- rriz; Sire Girat de Melaron; I). Elias David y D, Juan Pérez, Alcalde de Estella. Eran muchas las demandas y quejas que el Senescal había juntado y fuera cosa larguísima y muy molesta referirlas todas. Ha- blando compendiariamente y de lo más granado, en tres órdenes di- vidieron la sentencia: una de derechos, que adjudicaren al Rey ab- solutamente: otra, hasta que el Concejo probase le pertenecía por fuero y dejándole su derecho á salvo: otra de excesos, que el Senes- cal acriminaba. De los cuales absuelven al Concejo por no haberse hecho con autoridad suya ni nombre de Concejo, sino privadamente y en estas reservan al Uey su derecho de seguir la justicia contra personas particulares si le pareciere. Kn este género son muchas he- ridas y algunas muertes, y algunas poniendo en la horca, todas obra- das en judíos, y talas y estragos en sus heredades, que parece fué el principio de esta turbación por el odio á esta nación por sus trates y usuras. P^xcasos contra personas tales suelen tener en el pueblo más de aplauso que de indignación, con que los delincuentes cobran avilantez y van perdiendo el respeto á la justicia, seguros de que no es fácil castigar lo que á muchos place.

12 En cuanto á las quejas del primer orden, mandaron que de los cincuenta mil sueldos de dinero de los caballeros del temple, que estaban á custodia del rey y se perdieron, el Concejo pague al Rey cuatro mil sueldos de que constaba se había valido el Concejo: y en cuanto á lo demás, perdido en otras partes, dilataron el juicio á más acuerdo. Que restituyan al Rey el pan que de él tomaron, menos aquel que el Concejo tomó para retener y asegurar los castillos, que por la cuenta los alborotados intentaron ocuparlos y el Concejo lo estorbó, poniendo guarnición y se vahó del trigo del Rey: que del soto cerca del puente, entre las dos aguas, paguen al Rey los cortes hechos en él; que de la puerta, ds nuevo abierta cerca de la brotarla haga el Rey lo que le pareciere, enmendándole el daño hecho en la renta de las dos tiendas: que las llaves de las puertas de la Ciudad sean del Rey y las haga guardar á su voluntad: que no puedan hacer torres ni fortalezas á daño del Rey: que en derecho del Rey no ha- ga embargos el Concejo ni se embarace con su peajero más que en dar testimonio verdadero de lo que hace y rogarle no haga violencia: que las torres y muros de la Ciudad, que el Concejo decía eran suyos, aunque á servicio del Rey, declaran son del Rey como cosa suya pro- pía: que en cuanto á los sotos y fronteras del Ebro el Concejo no había tenido culpa, pero que hallaban que el rey D. Sancho las había tenido, y que el Rey las debe retener: que el Martes día de mercado no se use otra medida que la del Rey: que en los demás dias puedan

24o LIBRO XX r DE ANALES DE NAVARRA, CAP. II

los vecinos de TuJela usar la de la Ciudad; pero no introducir el fo- rastero alo^una otra ni usar sino de las del Rey. En cuanto al segundo orden declaran: que la facultad de hacer molinos en el Kbro, la es- cribanía que el Concejo pretendía era suya, y el rey D. Sancho la había tcrido siempre el bgua de Ablitas, el no pagar lezta de f>lgu- nas cosas y otras pretensiones semejantes mantienen al Rey en su posesión mientras el Concejo no mostrare que por su fuero le per- tenecen.

1 3 Otros cinco cargos que se hicían exceptúan de su juicio y se abstienen en ellos Y son: el haber puesto sitio al castillo y ccmbatí- dole y vedádole la entrada de bnstimentos, y de los que intentaron entrar en guarnición por el río y Ics tiraron armas arrojadizas: el le- vantar empalizadas y atravesar cadenas contra el castillo: el no haberse tenido en el tratado que el Rey demandó é hizo con el Concejo á uti- lidad de los judíos, de donde resultó que estos perdieron más de on- ce mil libras: el haber combatido el torreón que llamaron de Monreal, y herido un hombre dentro de él; el haber obhgado hacer la vendimia antes de tiempo los judíos por miedo del Concejo, estando en la tre- gua, con que se perdió la cosecha: el haber el Rey, cuando llegó la primera vez á Tudela, pedido al Concejo que se asegurasen sus ju- díos y les diesen treguas, y no haber querido ellos hacer. Y así rema- tan la sentencia diciendo: Et estas cinco cosas, que aqui son escritas no los cuatro Alcaldes jurados sacamos de nuestro j udicio con pla- centería del liey, et del Concello, et remanenen á la voluntad del Bey, por demandar cuando savor oviere.

14 Y dejáronse sin duda en suspensión con gusto de ambas partes: del Consejo; porque el tiempo mitigase al Rey; del Rey, por dejarse mitigar y usar de mayor blandura y benignidad y con mayor decencia y decoro de su dignidad á sangre fria del encono, teniendo justa atención á los grandes y señalados servicios de ciudad tan pe- nemérita.que por un siglo entero en tantos torbellinos de guerras, en los tres reinados de su tio, abuelo y bisabuelo siempre había sido mu - ralla publica y baluarte firme de toda aquella frontera, en tanto gra- do, que los enemigos que corrieron por ella, y á veces muy pujantes, jamás se atrevieron ni á tentarla por la gran lealtad y valor de sus ciudadanos. Dióse la sentencia en Tudela en dos cartas partidas por alfabeto como se usaba, y con los cuatro sellos de los jueces

1 5 Por Julio, y á veinte y tres de él y dia Jueves se hallaba el Rey en Estella. Y se ve por un censo que puso allí sobre una casa en la Judería, depocaimportanciaporlo demás. Peronombraáü. Pe- dro Remírez por Obispo de l'amplona; á D. Sancho de Barasoaín teniendo el castillo de Estella; D. Miguel de Ovanos, Alcaide de ella; D.Juan Pérez de Baztán; Alférez en Navarra, y teniendo á Púnicas- tro, Dicastillo y Viana; D. Juan de Bidaurre, á Losarcos y Cirauqui; D. Jimeno de Aibar, á inzura y Oro; D. Remiro Férez de Arróniz á Irurita, Ausa y Atoún;D Ramón Tibaldo, Preboste de Estella: D.Juan Pérez de la Tabla, Alcalde de ella, y es el de la sentencia de Tíl- dela.

REY D. TEOBALDO. I 24I

16 Del mismo año 3' mes, y á diez y ocho de el, es un compromi- so sobre acudir con las décimas trece iíílesias al Arcediano de la mensa ó tabla: y se nombran por testigos presentes: D ( jarcia Jamá- riz, Prior de Pamplona; el Maestro D. Juan, de Sangüesa; Ü. García de Urroz; D. García, de S Martín; I). Diego, de Alió; D. Pedro, de Sotes; D, Jimeno Garcés de Arl.izu; D. Pedro Martínez, de Urriz; D. Martín Pérez, de Asteraín; D. (jil Laguardia; I). Hilario; D. Pe- dro Garcés, de Leoz, Canónicos de Pamplona; D. Furtado, de Olla- carizqueta; D. Pedro López, de Olloqui; D Lope Aznárez, de Lcha- laz; D. Jimeno Iñíguez, de Guérez, Caballeros; D, Juan López, deSa- da, escudero.

17 Por este año se abría en Villafranca una gran fosa para rega- díos tirada desde aquella villa hacia Tudela. Y el Rey concedió á per- petuo á D. Lope García de Olcoz Capellán suyo, licencia para fabri- car molino ó molinos en ella á expensas y provechos comunes igual- mente con el Rey en la fábrica y conservación: y con calidad de poder enajenar D. Lope aquel derecho como cualquiera infanzón del valle de Funes puede hacer de su propia heredad. Y advierte el ins- trumento, y es para lo que se trae, que Villafranca en los tiempos pa- sados se llamaba Alesneis. Lo cual se ha ignorado y errado mucho en ese nombre, y por aquí se entiende á qué pueblo le pertenecía. Y en fuerza de está carta lo hemos ido advirtiendo cuando ocu- rrido.

§.IV.

I ^or Septiembre Arnalt Guillermo, Señor de Agramont, g-^rev'onociendo por su señor ante todo hombre del mundo jL al rey D. Teobaldo, le hizo homenaje de manos y boca. Promete que cuando el Rey tuviere guerra, él y sus sucesores rendi- rán el castillo de Agramont al Rey y á cualquiera otro que reinare después de él en Navarra; con caUdad que se vuelva á los cuarenta días después de fenecida la guerra y con todas las armas y aprestos con que le hubiere recibido el Rey, y que á voluntad suya hará paz y guerra desde dicho castillo. Y que si desde él se hiciere algún robo ó daño manifiesto en tierra de la señoría de Navarra, promete estar y ponerse á merced del Rey. Y en caso dudoso, estar al juicio de su Corte de Navarra; pena de que faltando á lo que promete, quede por traidor, que no pueda salvarse por armas suyas ni por ajenas. Es con- dición también que el Rey al entregarse del castillo ponga un ca- ballero que jure en su ánima volverle al que fuere señor de Agramont al modo dicho. De los sellos que ambos pusieron en esta carta, el del Rey dura, aunque sea muy gastadoy quebrado,elde Arnalt Gui- llermo entero y sano: y tn él se ve el león rapante, que usan los Du- ques, señores de ese Lstado. Cítanse por testigos presentes de este acto; D. García Jiménez, de Huárriz: D. Aznar López de Caparros©; D. Guidón, de Sotor; D. Lamberto, de Castellón: D. Juan de Mohns; Caballeros y otros algunos. Tomo IV 16

¿4^ IJBRO XXI DÉLOS ANALES DE NAVARRA, CAP. I.

19 Por Noviembre se hallaba el Rey en Pamplona, y feneció una controversia muy debatida entre él y los hijodalgos del Reino sobre probanzas de hidalguía. Y con voluntad de ambas partes declara y establece que el que pretende ser hijodalgo y no deber pecha al Rey lo haya de probar con el juramento de tres caballeros y de tres infan- zones que sean señores de collazos ó collazo. Y que si no hallare tres infanzones que puedan jurar, meta otros tantos caballeros en lugar de ellos. Y que si el Rey ó el que tuviere su voz tuvieren sospecha de algunos de los que juran, deben los caballeros ¿infanzones jurar que no son heredados de collazos para salvar infanzones. Y que si alguno fuere acusado de haber jurado falso, hagan pesquisa de ello el Obis- po de Pamplona y el Alcalde mayor del mercado de Pamplona. Y hallando que juró falso, quede por perjuro y sujeto á las penas de tal y enmiende al Rey la valía de aquel pechero, y este quede por infanzón. Y en la carta de este establecimiento, hecha el Jueves pró- ximo después de la fiesta de Todos los Santos y partida por alfabeto, dicen ponen sus sellos el Rey el Obispo D. Pedro Remírez, D. Mar- tín Pérez, Arcediano de la tabla; D. García Almoravid, D' Sancho Fernández, de Montagudo; D Juan, de Bidaurre; D, Pedro Martínez, de Subiza.

20 También pertenece á este año el haber el Rey edificado á Castelnovo en el Pino sobre Abaurrea, en el término de Zazaoz, so- bre que contendían los de Salazar y Abaurrea y dejaron en manos del Rey el disponer de él. Y el Rey dispuso esto: amelloramiento de nuestro Begno, como él mismo habla en su carta dada en la Puente de la Reina, contentado á cada parte con que no venciese la otra, y aplicando al bien público el término contencioso Y también el haber encomendado á su amado (así habla) D. Martín Sanz, de Viana, el castillo de Asa y sus piezas con ciertas condiciones Y el haber do- nado franqueza del quinto de los animales de cerda al hospital de Roncesvalles por el alma del rey I). Sancho, su tio, en especial de la casa mayor del hospital deCilveti. Lo cual corrobora las buenas con- jeturas de haber sido en Cilvetielgran monasterio de S Zacarías que visitó y celebró el mártir S. Fulogio en su carta al obispo D. Guille - sindo. Y después, aunque este mismo año, donó el Rey á Roncesva- lles una plaza suya en Olite.

§. V.

E-^l siguiente 1238 renueva las memorias y dependen- cias con Navarra de la ilustre familia délos Azagras;se- uáñores de Albarracín, y da razón de los castillos de su frontera que agregó el rey D. Sancho en la de los moros. Domina- ba en aquel señorío, mantenido sin ejemplo contra reyes tan podero- sos y coligados como queda dicho, D Pedro Fernández de Azagra, el cual por Abril de este año vino á Navarra á verse con el rey D. Teobaldo, Y concurrió en Tudela fuera del Rey, también con

IlEY D. TEOBALDO I. 24^

D. Rodrigo Jiménez, Arzobispo de Toledo, Primado de España, y con el Maestro ü. Aznar, Obispo electo de Calahorra, que da qué pensar acerca de la causa de haber concurrido. En presencia de ellos prome- tió D. Pedro Fernández que dentro de cuatro años, que se contarían desde la fiesta de S. Juan Bautista primero veniente, entregaría al rey Teobaldo ó á quien su poder tuviese, los castillos de Gastelfabib y Adimuz dentro de treinta dias que el Rey se lo demandase. Y añade: con tantos de homes et con tantas de armas, et con tanto de con- duito, como los prís de Doña Sancha Periz de Vareya, et de Doña Müia, et diez mil moravedís de oro alphonsinos. No sabemos por dónde perteneciesen á estas señoras; sino es que el rey D. Sancho los huciese dado en gobierno á su padre de ellas y el dinero para guar- nición de ellos: y muertos ambos, los hubiese ocupado D. Pedro Fer- nández porqne no los ganasea los moros.

22 Hace pleito homenaje D Pedro Fernández de Azagra. Y aña- de: et si non lo cumpliese, que tengo hostages (son rehenes) en Tu- déla con mío cacrpo por los diez mil moravedís. Esto fué feito en presenf de D. Rodrigo, A^^zobispo de Toledo, et Primado de Espay- na, et Maestre Aznar, Esleyto de Calahorra, et Sire Joan de Molins^ et D. Aznar López de Caparroso, Cahalleiros, et Sire Leoines, Ma- yordomo del rey D. Tihalt de Navarra. Dice ponen sus sellos en carta partida el )^Qy y D Pedro, y que fué fechada en Tudela en el mes de Abril día Miércoles antes de la fiesta de S. Marcos Evange- lista.

2 i Qué causas trajesen á concurrir juntos en Navarra y ante el Rey á estos dos Prelados, en especial al Arzobispo, tan íntimo del Rey de Castilla, ü. Fernando, y por quien corría mucha parte del gobierno allá, gaiándonos por el tiempo y estado de las cosas en- tonces, solo nos ocurre como más creible, y aún eso vagamente, que fué, ó á solicitar que D. Teobaldo conmútasela guerra sacra ultrama- rina, en la que el rey D Fernando hacía con todo empeño á los mo- ros en la Andalucía, pues era una misma la causa de Religión: ó que, dificultando D. Teobaldo la jornada á la Tierra Santa sin seguridad muy cumplida de parte de Castilla en ausencia tan larga, el papa Gregorio, que la deseaba con ansia, la solicitó con el Rey de Casti- lla, D. Fernando, y quizá por medio de estos Prelados y D. Fernando se los envió para asegurarle que la ausencia por ningún caso le sal- drá diñosa de su parte. Inclinamos más hacia este lado el hallar en el archivo Real de la cámara de comptos una bula del papa Gregorio para el Rey de Castilla, exhortándole á la buena paz y amistad con el de Navarra l.o que no se puede dudar es que D. Teobaldo negoció primero esa segundad, porque sin ella era arriesgadísima la jornada, y estaba reciente el escarmiento de la que hizo su tio á África.

24. Parece estuvo muy despacio en Tudela D. Pedro Fernández de A /.agrá, y que estrechó de esta vez mucho con el rey D. Teobaldo: porque del mes anterior, Marzo, se ve también en el cartulario, como la carta pasada, otro instrumento por el cual juró sobre la cruz y evangelios desposorios de su hijo D. Alvaro Pérez de Azagra con

^44 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. II.

una hija del rey D. Teobaldo por nombre Doña Elide, para de San Juan viniente en cuatro años y desde luego señala á D, Alvaro por herencia propia á Santa MARÍA de Albarracín yChelance con todo lo que les pertenece. Añade que si muriese D. Alvaro, su primogéni- to, sin celebrar matrimonio, dará él á su segundo hijo D. Pedro Fer- nández, y á falta de él, al tercero, D. García Ortiz, y que traerá al que hubiere de ser á Tudela á celebrar las bodas. Y trata con gran reverencia al Rey, llamándole ,el ilustre nuestro Señor D. Teobaldo por la gracia de Dios, Bey de Navarra, Conde Palacino de Cham- paña y Bría. Intervienen en el acto D. Aznar López de Caparroso Guido de Sotor, caballeros, D. Ferrando Joaniz de la Orden de Uclés. El año es ciertamente este presente I238, aunque el compilador del cartulario omitió por descuido un número decenario X, en la era, como notó con acierto Ohienarto; aunque también á él se le pasó sin sentir una nota de unidad que se ve clara en el cartulario y reduce el acto á este año presente.

25 Esta hija del rey. Doña Elide y otra por nombre Doña Inés, que por muerte, según parece, de la primera antes de las bodas, casó con efecto con D. Alvaro Pérez de Azagra y otro hijo por nombre D. Guillermo, que descubrió Ohienarto, eran tan poco conocidos que aún el Arzobispo parece los ignoró del todo, habiendo estado en Navarra por ese tiempo, y contándole á D. Teobaldo bien despacio sus tres matrimonios é hijos que de ellos tuvo. Es creíble que estos tres hijos eran del primer matrimonio del Rey con . Getrudis, hija del Duque de Lorena, Conde de Metz: yque se contrajo en muy pocos años de edad del Rey el tiempo lo pide y la bula del papa Gregorio alegada el año anterior. Y como este matrimonióse declaró después por nulo por juicio de la Iglesia, como testifica el mismo Arzobispo parece omitió la memoria de estos hijos como de no legítimos, aunque la buena de matrimonio los pudiera admitir á ese honor y trata- miento de tales Después se hablará más de propósito de sus matri- monios é hijos.

§. VI.

E "echase de ver por los instrumentos de este año que el Rey por el mes de Abril andaba muy solícito y corriendo ^^por varias tierras sin descanso. Porque, fuera de lo obrado en Fudela, algo antes había estado en Estella á primero de ese mes, y fechada allí es la carta suya por la cual concede por mer- ced á los de Afarta, Acedo, Villamayor ó quizá Villamera (que no se distingue bien en el cartulario magno, muy gastado por allí ) que aque- llos pueblos sean perpetuamente realengos y no se puedan enajenar ni empeñar. Y después de su reinado menciona á D. Pedro Remírez de Piedrola, Obispo de Pamplona, y llamándole hermano de él á D. Juan Pérez de Baztán. Alférez Mayor en Navarra, y teniendo por ma- po del Rey á Viana D Pedro Martínez de Subizi, teniendo Laguardia

REY D. TFOBALDO I. 245

y S Vicente; D. García López de Alfaro, á Mendávia; D, Sancho de Barasoaín, el castillo de lístella; D. Raimundo Tibaldo, Preboste en ella; y D Juan Pérez, de la tabla, Alcalde de ella y D. Gonzalo de Morentín, Alcalde en las tierras de Estella. l']n la fecha hay un libero tropiezo; pero fácil de allanar. Porque dice es en Kstella ei dia Jueves de la Cena del Señor, el dia primero de Abril, año del nacimiento M ce XXXVII. Donde se ve omitió por descuido el compilador una de las tres unidades que habían de ser. Porque ese año de treinta y siete no fué Jueves sino Miércoles el dia primero de Abril, ni mucho menos Jueves Santo. Al siguiente treinta y ocho, en que fué la Pas- cua á cuatro de Abril, competen todas esas señas ciertamente.

27 Y habiendo pasado de allí á Tudela, donde fueron las vistas con D. Pedro Fernández de A2agra, el arzobispo D. Rodrigo y el Obispo electo de Calahorra, D. Aznar, á veinte y uno de Abril, que ese dia corresponde aquel año el Miércoles antes de la fiesta de S, Mar- cos; para el último dia del mismo Abril ya el Rey había pasado los puertos del Pirineo y se hallaba en Bayona de Francia para disponer y conducir los aprestos navales para la guerra sacra desde aquella ciudad marítima y amiga, y que corría debajo de la protección de los reyes de Navarra desde el tio el rey 1). Sancho, como se vio al año 1204 Esto se descubre por una donación que el Rey en aquella ciudad como en despedida hizo al obispo D. Pedro Remírez de toda la tierra y honor del castillo de S. Esteban de Monjardín c.rccptiiado, dice, el cuerpo del mismo castillo, que retenemos para JSios: y con cahdad que cuando el Rey le pida el dicho honor, el Obispo se le vuelva sin perjuicio del Rey por esta donación ni del Obispo por aceptarla (nótese para adelante.) Ponen ambos sus sellos. De lo cual se ve que el Obispo le acompañó hasta Bayona por lo menos, y qui- zá hasta sus Estados de Campaña y Bria,como al principio de la su- cesión, cuando fué a buscarle en ellos y llamarle para el lieino. Muy poco gozó de aquel honor el Obispo; porque á cinco meses después, Martes á cinco de Octubre de este año sucedió su muerte. Y vacó la Iglesia no poco tiempo, ayudando á eso la ausencia del Rey: y rigió la Iglesia como Gobernador el prior D García Janáriz.

CAPITULO III.

I. Jornada del rey D. Teobaldo á la Tierra Santa y Príacipea que concurrieron. 11. Paso del ejército cristiano por el monte Tauro y entrada en Antioquia III. Diminución del ejército y causas de ella. IV. Resolución del Duque de Bretraña y otros principes contra la voluntad del rey y sus efectos. V. Treguas con los infieles y retirad* de los cristianos

á Europa.

"legó el rey D. Teobaldo á sus estados de Campaña y Bría. . Y luego por las instancias del Papa apresuró con nuevo ^.^ X__^-^ calor los aprestos de guerra y levas de gente que 1239 tenía ordenado se hiciesen en ellos para juntarlos con las tropas que

H

246 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA. CAP. IIL

llevaba de Navarra y muchos caballeros de otras naciones que llamó á su sueldo, que le admitieron con prontitud y Uegría por la fama so- nora de los príncipes que se coligaban para la expedición de guerra sacra y también vista de toda la cristiandad, y tan ardientemente solicitada por el Vicario de Cristo. Creemos encendió mucho al rey D. Teobaldo para emprender esta jornada y vencer las muchas difi- cultades que ocurrían en ausencia tan larga de su Reino, cercado de reyes hereditariamente émulos de su Corona, el ejemplo doméstico y reciente del Conde de Campaña, D. Enrique, su tio, hermano de su padre y Rey de Jerusalén, y la fama clara de sus esclarecidos he- chos en la Palestina: como también los más antiguos desús progeni- tores: siendo gloria muy singular de la Casa de Campaña que apenas hubo expedición sacra en que no se hallase algún príncipe de ella.

2 Los príncipes que ahora se coligaron para pasar á ella cuenta Guillermo Nángio, monje de S. Dionís de París, escritor muy cerca- no al tiempo. Y son: el rey D. Teobaldo de Navarra, que pone en primer lugar como caudillo de los demás: Pedro, Conde de Bretaña; Enrique, Conde de Bar; Almerico, Conde de Monforte; Ricardo de Calvomente, Anselmo de Illa: y poco después Ricardo, hermano de Enrique, Rey de Inglaterra, y muchísima de la nobleza de los baro- nes y caballeros de Francia que cuatro años antes habían tomado la insignia de la cruz y aguardaban á que los príncipes de la liga se uniesen y moviesen hechos los aprestos.

3 Parece que el rey D. Teobaldo con las gentes de su conducta propia movió á ñnes del año i23S ó muy al principio del siguiente 39 y que embarcó sus gentes en Marsella. En el archivo Real de los comptos dura una bula de Gregorio IX exhortando á los de Marsella que diesen bastimentos y paso por las tierras de la Iglesia al rey D. Teobaldo de Navarra. Y otra también general para todos los fie- les, mandándoles lo mismo: y otra para todos los prelados, por donde pasaba contra infieles, celebrando siempre el celo grande del Rey en la defensa y aumentos de la Religión Cristiana. Cuatro cartas se con- servan allí mismo del Maestre del Hospital de Jerusalén para el Rey exhortándole á que apresurase la jornada: y otra también del mis.TO Maestre y de creencia con ciertos mensajeros que remitía: y serían para instruirle del estado de las cosas de los cristianos en Palestina y modo más conveniente de llevar Ja guerra. Y por ellas parece que el Rey, tocando en Sicilia con la armada, fué avisado que el Soldán de Icónio, uno de los más poderosos príncipes de los sarracenos, y que dominaba muy dilatadamente en el Asia Menor y otras provin- cias limítrofes, había tomado por su cuenta el defender contra el ejér- cito cristiano, que la fama publicaba marcharía, las estrechas gargan- tas del monte Tauro y cerrar el paso para Palestina, y que se apres- taba para eso con muchas gentes.

REY D. TEOBALDO I. 247

§•11.

|or lo cual el Rey y príncipes de la lio^a, haciéndose á la vela, tocaron la costa del Asia Menor, y en alj^unos de los puertos que seconservabantodavíaporlos cristianos y retenían los emperadores de Constantinopla tomó tierra el ejército. Y después de algún descanso del trabajo de la navegación, y vaivenes del mar, poniéndose con mucha prisa en buen orden, movió el campo cristiano con grande aliento la vuelta de las estrechuras del Tauro. Guardábalas el Soldán con ejército muy numeroso, que tenía tendi- do por las faldas y raíces de aquel monte, y llegaron á afrontarse el campo cristiano y el pagano. El cristiano, pidiendo luego á voces la batalla con la confianza de vencer: el pagano, no sin ella, por el nú- mero de tropas y ventaja del lugar, de mantener el puesto y frustrar á los cristianos el intento de romper aquellas cerraduras del monte. Con que juzgaban concluida la guerra, sin que la hubiesen podido introducir los cristianos en la tierra que pretendían ni pisar el suelo que de tan lejos habían buscado para sus combates.

5 E\ rey D. Teobaldo y los príncipes, habiendo tenido Consejo de Guerra, juzgaron no solo por conveniente sino por necesario é inevitable lograr luego la buena disposición de ánimos y ardimiento grande que mostraban los soldados antes que resfriarse con la de- tención que amigos y enemigos pudiesen interpretar á linaje de fla- queza y dificultad que los cabos sintiesen en la empresa. Lo cual en los principios de cualquiera otra causa mayores daños, haciéndose el juicio de los progresos y fin del semblante alegre ó triste de los principios. Y que en el caso no estaban menos interesados que en desmavar los ánimos de los bárbaros ó levantarlos á mayor espe- ranza y orgullo, concitando contra si todas las fuerzas paganas del Oriente, que acudirían prontas y alegres á acabar de vencer la causa que por confesión de los mismos cristianos se reputaba ya casi por vencida,

6 Con esta determinación, uniformemente tomada se puso el ejército cristiano en forma de batalla: y corriendo el Rey y los demás cabos por las ordenanzas y singularmen e cada uno por las tropas de su conducta, mostrando en el semblante y voces todo aliento, iban abordando á todos: que aquel era el dia y ocasión tan deseada y pedida por ellos y buscada desde tan lejos: que renovasen la me- moria de la causa que los havía concitado y traído de tan diversas gentes y regiones, que no era otra que la venganza justa y santa de las injurias de la cruz, con la cual, sacrilegamente ultrajada por los bárbaros, habían honrado y armado sus pechos: que se mirasen á ellos é hiciese cuenta cada cual que llebaba sobre si todo el honor y crédito de aquella triunfal seña que había coiKiuistado el mundo y obrado la salud pública de él rescatándole de la esclavitud infame del demonio: yque, como llevaba al pechosu honor, llevaba también

248 UBRO XX [ DE ANALES DE NAVARRA, CAP. III.

en su diestra el derecho de veno^ar sus ultrajes: que cada cual se ima- ginase alférez de JESUCRISTO, pues en hecho de verdad llevaba cada cual su seña y divisa principal: que se acordasen déla expecta- ción grande á que habían concitado con su jornada á toda Europa, que con toda ella á la vista, concurriendo á espectáculo como en tea- tro, para notar lo que cada nación se señalaba, hiciesen cuenta en- tralDan en batalla con la canalla de aquellos bárbaros tan rudos, que pudo engañar Mahoma con doctrina tan vil y perversa: y tan mal satisfechos de su valor, que llamaban en su ayuda y defensa las rocas y peñascos sin atreverse á hacer frente en las llanuras á los que de tan lejos y dejando sus casas venían á buscarlos en las suyas: que ellos mismos con su miedo habían dado contra la sentencia que merecía su desaliento y causa mala de pelear.

7 Entre estas semejantes voces que daban el Rey y los príncipes y sus cabos, y con singular celo personas del estado sacro, que en convocaciones de cruzada siempre concurrían muchas se dio la se- ñal de arremeter, recibida de los cristianos con tan grande ardor, por ser el acto primero en que con ansia deseaban señalarse, que pu- dieron vencer la dificultad de subir armados los repechos de aquel gran monte y disminuir la ventaja grande con que los sarracenos arrojaban sobre ellos incesantemenie y como de lugar superior con más descanso suyo y mayor violencia de las armas que jugaban, las lanzas, dardos, saetas, piedras y todo género de armas arrojadizas: y llegando ya á mezclarse con los bárbaros, se revolvieron con ellos tan denodadamente, que comentaron á hacerles perder tierrra, obligán- dolos á irse retrayendo hacia la aspereza mayor del monte, incli- nando la victoria conocidamente y hacia los cristianos, que mantu- vieron no poco tiempo aquel principio de ella. Pero los sarracenos en las retiradas que hacían iban mejorando mucho de puestos; por- que eran hacia las asperezas mayores, como más altas de aquella grande y soberbia montaña, cuyas cumbres tenían cogidas de grue- sas tropas y descansadas, bastando pocos para hacer frente y mante- nerla en las estrechuras, y llamando cuando se cansaban á las tropas que tenían enteras y descansadas de respeto.

8 Con esta ventaja grande pudieron alargar tanto tiempo el comba* te, que al cabo ya, al caer de la tarde, comenzó á sentirse alguna flaqueza en los caballos europeos de los cristianos, no porque fuesen menos fuertes y menos sufridores del trabajo que los asiáticos; sino ó porque no estaban bastantemente reparados del trabajo de nave- gación tan larga, porque con la ansia de pelear se apresuraron é hicieron largas las marchas más de lo conveniente: ó porque en el trance de arremeter con el demasiado ardor y emulación nacional de aventajarse, se tomó la carrera por los repechos desde muy lejos y con demasiada y dañosa fogosidad. Por cualquiera de estas causas, ó todas juntas, que todas pudieron concurrir, el efecto fué cierto Y los paganos, sintiendo la flaqueza y levantando alegres clamores de exhortación, y que avisaban á toda \j. ocasión, comenzaron á cargar con nueva y mayor fuerza á los cristianos que reducidos á

REY D. TEOBALDÓ I. 24O

solo el USO de la infantería y sin que pudiese abrig^arlos su caballería cansada por los costados en los rellanos, en queseallanabaalcrún tan- to la tierra y lograban los pao^anos, hiiieron con la suya de refresco, comenzaron, aunque sin desorden, y haciendo también frente á los costados á ir cerliéndoles los puestos que antes les habían ¡ganado, hasta llegar á la llanura, en la cual también tocaron algún tanto los bárbaros. Púdose temer un grande daño si el Rey. lospríncipes y sus cabos, reconociendo ya cercana la noche á viva fuerza de valor y avisando A los soMados les inportaba insistir por breve rato para descansar y reforzarse seguros toda la noche, no hubieran mantenido en preso el combate hasta que ella vino, y envolviendo á todos en tinieblas, departió los campos.

9 Muy poco dio al descanso aquella noche el rey O. Teobaldo; que juzgando consistía el buen suceso y el salir de aquel grande embarazo en la celeridad de prevenir á los bárbaros, con uniforme acuerdo de los príncipes, que abrazados del desmán fueron del mismo parecer, habiendo refrescado cuanto se pudo los caballos y soldados para el trabajo venidero, muy de madrugada y antes de la aurora y con gran silencio sacó el ejército y comenzó á subir á paso más len- to que el dia de antes las faldas de la montaría. Al efecto dijo que los bárbaros con sobrada alegría y seguridad de que los cristianos, ó no osarían tentar otra vez la fragura del monte, ó que cuando lo in- tentasen, los descubrirían á mucha luz y desde lejos, no habían echa- do fuera guardias sobre salientes que asegurasen el sueño á los de más. Porque al comenzar áesclarecer ya se sintieron acometidos de los cristianos que, irritados del dolor y coraje de la ultima parte del combate pasado, hirieron en ellos con grandísima brave/a. Y aunque los paganos intentaron ponerse en armas, fué tarde por hallarse cogidos del sobresalto y además de la confusión que él causa por la calidad del terreno, que desayudaba mucho á componerse en orde- nanzas. Con que los cristianos fueron atropeilándolos con graiide es- trago: siendo mayor en las estrechuras mayores en que, apiñándose la muchedumbre que buscaba escape, y embarazándose para él con la apretura, cerraban el paso para la fuga á los que con esperanza de ella hacían algún semblante de resistencia á los cristianos, y obliga- ban á tomar la fuga por despeñaderos.

10 De esta suerte los cristianos ganando ya un puesto, ya otro, pudieron enseñorearse de la cumbre del monte Tauro: y guarne- ciéndola de presidios, dieron lugar para que llegasen las demás tro- pas y pudiese conducirse el bagaje, de que se necesitaba mucho por el trabajo y afán de aquel dia, que sin duda fué grande el de ganar la cumbre de monte tan celebrado por su altura y fragosidad, aun- que fuese sin resistencia del enemigo. Habiendo descansado allí el ejército, se fué pasando el grueso todo del monte con sola la débil resistencia que se teñí?, á veces de algunas tropas desmandadas de bárbaros, que se mostraban por los lados en algunas peñas sobresa- lientes á los caminos, y desde ellas disparando á ratos nubadas de piedras y otras armas, se retiraban á prisa á las fraguras mayores del

25o LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. III.

monte que atravesado todo ,cl, descansó el ejército en tierra más be- nigna: y continuando después las marchas infestadas frecuentemen- te de los paganos con armas falsas, por fatigar con la vigilia y á ve- ces verdaderas, por tentar y lograr el lance, si acaso la continuación de las faltas había engendrado .descuido y alguna remisión de la vi- gilancia militar, arribó, en fin, el ejérciio de la liga cristiana á la ciu- dad de Antioquía.

§. ni.

"W ^1 rey D. Teobaldo hizo en Antioquía reseña y pasó

1 1 í-^ muestra general con los príncipes de todo el ejército. En

jL__^el cual refieren se halló que de las trss partes de gente que sacaron de Europa faltaban las dos por las enfermedades causadas de la navegación larga, diversidad de climas, reencuentros de los paganos, y aunque ninguno muy sangriento de parte de los cristianos, frecuentes en fin y que siempre gastan. A estas causas que señalan y expresan, seános lícito añadir para la diminución otra que quizá se calla por muy supuesta: la muchedumbre de bisónos que prontos al principio y encendiéndose con llamarada como de es- topa con el aplauso y celebridad de jornada ruidosa, cual suele ser siempre la de Religión, hallando después con la experiencia más áspera y trabajosa la milicia de lo que al principio imaginaron con el suelo y aprestos recientes, galas nuevas y alabanzas de los que los miran marchar desfallecen, en fin, y van desamparando furtiva- mente las banderas. Con que de muchos modos viene á ser verdade- ro lo que se dice, que son muchos los que toman la cruz de Cristo, pocos los que siguen con ella como él mandó. Pero el ejército sa- lió de Europa tan numeroso, que no por eso se cayó de la esperanza de pbrar muchos provechosos efectos. Y con esta confianza, moviendo los reales después de algúndescanso, continuó las marchas el ejército y llegó á la ciudad de Acre, que se retenía por los cristianos después de largo trabajo en su cerco, y estaba sita en lo más arriesgado déla frontera de los paganos. Y se ganaron en los tránsitos diversos pue- blos y fortalezas de ellos.

12 Allí se comenzó á sentir la plaga común y falta de casi todas las expediciones sacras á la restauración de la Tierra Santa, que des- pués de casi infinito gasto de tesoros de toda Europa y efusión de sangre de las gentes de ella, salieron infructuosas y se desvanecieron por la poca conformidad de las naciones que concurrían á ella, l'^n esta de ahora la causa particular fué que algunos años antes el empe- rador Federico había pasado allá con poderoso ejército y héchose coronar por Rey de Jerusalén: y sobre el rompimiento grande en que por otras causas anteriores andaba envuelto con el papa Gregorio IX, solicitador de esta liga de ahora, interpretaba esta jornada pre- sente como intentada para deslucir y desdorarla suya: y los soldados tudescos que había dejado en algunas guarniciones, llevando el aire

EL REY D. TEOBALDO I. 25 1

á los semblantes de su Señor, miraban con aversión al nuevo ejército, y lo que apenas podían mantener por mismos, miraban con malos ojos mantenido y promovido por otros: y se estragaban de ellos con manifiesta esquivez sin querer unir con ellos ni fuerzas ni consejos. Aún no fué este el mayor mal; porque esta desunión de ánimos le caía.en fin, por fuera al nuevo ejército de los cruzados. Kldañofrrande é irreparable fué que el contagio de la desunión penetró dentro del cuerpo de él por la emulación nacional que comenzó á arder entre los príncipes, á quienes como á señores de grandes Estados y auto- ridad casi soberana, no se podía pedirla obediencia llena y llana, sino precaria y á merced. Y cuando el General más ruega que manda relajado el nervio de la disciplina militar, que es la obediencia arma- da de la severidad, y respetable por la potestad del escarmiento, flaqueatodoel cuerpo del ejercito como compuesto de miembros poco manejables por la relajación de los nervios.

§• IV.

1 3 L^l mal tuvo principio en Pedro, Conde de Bretaña, JLjquien deseando con destemplada ambición señalarse entre los demás, menos observado en los reales ó por la ho- ra ó por la causa que se fingió para el movimiento, hizo con la gente de su conducta y designio privado una salida furtiva contra una villa de los paganos poco guarnecida: 3' cogiéndola de sobresalto.la entró y metió á saco, y volvió á los reales ostentando despojos, más para escondidos que para ostentados. Menos daño hiciera que la sa- lida hubiera salido desgraciada, pues el escarmiento en parte peque- ña del ejército hubiera contenido á los demás en la disciplina militar. La ventura en el desorden turbó todos los reales: á los príncipes y nobles de su séquito con la envidia de aquel mal entendido lucimiento y emulación de naciones: al vulgo de sus soldados con la codicia también de la presa y despojos: y á todos con el mal ejemplo, con el cual el que primero peca parece absolvió ya álos demás del empacho, y tolerado, estableció la impunidad de los excesos. Con que gran parte de los reales comenzó á tumultuar, en especial Almeiico, Conde de Monforte, Enrique, Conde de Bar, Ricardo, de Calvomón- te y Anselmo, de Illa, antesignanos y promotores de esta facción de hacer salida, emprendida pertinaz y temerariamente. Pues no basta- ron amonestaciones y protestas del rey D. Teobaldo, quo con los principales y más acreditados cabos corrió á detenerlos y les requirió mirasen que iban á perderse Que si iban fiados en la sahda feliz del Conde de Bretaña, ella misma más que ninguna otra cosa condenaba de temerario aquel movimiento: pues solo había servido de que des- pertasen y uniesen fuerzas con nuevo cuidado los bárbaros: que el ejército cristiano era recien llegado y sin noticias bastantes del país: que este se debía explorar primero y después de común acuerdo y unidas las fuerzas todas, y si contrapesadas con las de los paganos

252 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. III.

parecisen cortas, aguardando un poco las tropas de Ricardo, heimano del Rey de Inglaterra, que marchaba ya cerca, intentar facción Real digna del nombre cristiano. Y qué satisfacci(3n pensaban dar él y á toda Europa, suspensa con la expectación de sujornada, siporpasio- nes particulares de emulación, dividiendo consejos y fuerzas, y gas- tándolas en facciones de menos importancia desamparaban la causa pública que de tan lejos había traído?

14 Nada bastó para reprimir la emulación obstinada; y con ella y las tropas de su conducta se arrojaron fuera de las puertas de los reales, encaminándose á la comarca de la ciudad de Gaza, en Pales- tina. La safida fué tan mal ejecutada como resuelta. Caminaron toda una noche entera sin intermisión y sin dar descanso alguno álosca ballos, como si no los hubieran menester más que para viaje y no pa- ra batalla. Con este tan mal orden de marcha amanecieron cerca de Gaza metidos en unos pantanos y atrecho arenales tan profundos, que luego se reconocieron en gran peligro. Los paganos con la salida pasada habían llamado fuerzas da varias partes y encerrándose en Gaza en gran número, y explorado por toda la noche la marcha de los cristianos, y sabían mejor que ellos la calidad de los puestos, no perdieron la ocasión, y muy de madrugada hirieron en ellos con gran fuerza y vocería á su usansa: y sin que se pudiesen revolver por la fatiga grande de toda la noche y dificultad grande del terreno, en que como en red se habían metido, los derrotaron del todo y con ge- neral estrago que apenas escapó hombre que no quedase muerto ó preso. El Conde de Bar, Enrique, caballero de grandísimo esfuerzo y valentía ni vivo ni muerto pareció más, ni se pudo averiguar cosa alguna de él. El Conde de Monforte, Almerico, cayó en manos de los bárbaros y con otros muchos de la primera nobleza de Francia quedó en la miserable servidumbre de ellos.

i5 Fué tan notorio este gran desorden y exceso cometido por los franceses, que frustró todas las esperanzas de esta jornada concebi- das por toda la cristiandad, que Guillermo Nangio, escritor muy cer- cano al tiempo y de la misma nación, despuüs de haberle referido, no dudo decir: cebados^ pues en los aplausos de la mülcia temporal, como lioij día tienen de costumbre nuestros soldados, no atendieron como pedía la decencia, á la utilidad pública de la Tierra Santa, y apartnádose del consejo y designio común, jmr Justo Juicio de Dios cayeron y faltos de prudencia perecieron por su locura. Y Roberto Gaguino, escritor de la misma nación, aunque no de igual antigüe- dad, habiendo contado la entrada del rey D. Teobaldo en el Reino, añadió: el caed no mucho después, habiendo juntado de sus gentes y de los fraíleos un considerable ejército, pasó d Asia con áníino de socorrer á las cosas de los cristianos. Pero, derramándose en loza- nías y en hacer robos los francos, y no obedeciendo al rey D. Teo- baldo, la jornada se logró mal. ^.^ 16 Sabido en los reales el lastimoso estrago de los cristianos pu- 1243 blicado más aprisa por la jactancia y orgullo de los paganos que por relación de los nuestros, de los cuales apenas escapó alguno, fué

REY D. TEOBALDO I. 253

grandísimo el dolor y llanto, y muy lejos de aquel linaje de ale^rría, que algunos reciben del mal ajeno, que ya ellos antes previeron y con protesta amenazaron. Porque el mal era ya común de todos y recaía en los que le pronosticaron, viéndose tan empeñados entre naciones de bárbaros y vencedores, y con el ejército ya antes muy atenuado y falto de nuevo de muchas y lucidas tropas, y que podían ser de mucha utilidad si las manejara obediente la disciplina y buen consejo. Aña- día mucha causa al dolor el verse muchos desesperados del sueldo, que en mucha parte parecía forzoso haberse de divertir en el rescate de tantes nobles; que parecía cosa fea dejarlos en las mazmoras de los infieles. Lle^ó á tanto la turbación de los reales, que ya muchos deliberaban el dejar la empresa y volverse á Europa. Insistió el rey D. Tesbaldo con toda fuerza en detenerlos, representándoles muDho mayor riesgo en la retirada que en mantener los reales guarnecidos: que la retirada era patente confesión de la Jiaqueza que había de le- vantará grandísima esperanza los ánimos de los bárbaros, que, sin duda convocadrs de todas parte, les habían de cargar en las mar- chas y con la ventaja de escoger para pelear los lugares que más á cuenta les estuviesen, y no ignoraban: que Ricardo, hermano del Rey de Inglaterra, estaba cerca y llegaría muy presto con refuerzo de muy buenas tropas que suplirían la falta de las que se habían perdido por temeridad y falta de consejo: que con su llegada se to- maría el acuerdo más conveniente.

17 Con estas razones y con la hberalidad de tomar á sueldo su- yo á muchos que se hallaban faltos de él, pudo el Rey mantener los reales y detener á los turbados por algunos dias. Dentro de los cua- les, Ricardo de Inglaterra, oída la desgracia y el riesgo grande en que estaba el ejército disminuido, con verdadero celo del bien público y nombre cristiano, lejos de emulación de naciones y gloria vana de campear aparte, apresurando las jornadas llegó á los reales y los llenó de alborozo y levantó los ánimos del caimiento en que los tenía la desgracia con la vista de sus tropas florecidas y bien apres- tadas. Pero en cuanto al número de ellas y las del ejército, conferida bien la materia con el rey D. Teobaldo y los príncipes y cabos que habían quedado, se halló que, aunque eran las que bastaban para hacer rostro á los paganos, respecto de lo que estos habían aumen- tado las su3^as, convocándose y coligándose los soldanes }■ régulos de varias regiones confinales, llamándolos como á recoger despojos de cristianos la fama de la derrota que corría en todo el paganismo muy sonora y como suele suceder, sobre la verdad hinchada, no parecían las bastantes para emprender facción de conquista grande. Y pareció que el mayor fruto que se podía esperar en el estado pre- sente era conseguir unas treguas favorables á los cristianos y que de- sahogasen á los de Jerusalán y otras plazas que se tenían por los cristianos, de la estrechura en que se hallaban con la cercanía de otras de infieles y la guerra rota y que se procurase la restitución de los cautivos cristianos; sin los cuales parecía cosa fea volverse dQ la jornada emprendida.

254 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA, C^P. 1 11.

§• V.

eon este acuerdo, en que convinieron todos, comenzó ipear el ejército más desahogadamente, ostentando mayor esperanza de la que en hecho de verdad se te- nían; pero con suma vigilancia en explorar los movimientos del ene- migo y circunspección en tomar los sitios más convenientes para asentar los reales: derramando voces vagas de designios muy diver- sos, que tuviesen muy perplejos á los infieles: y sembrando entre ellos rumor de treguas con la cautela de que no pareciese la plática nacida de los cristianos sino de algunos de los mismos bárbaros, y como voz que les habían llevado a los de nuestro ejército, y ellos ha- cían semblante de desagradarse, cuando interiormente la estaban de- seando. De esta suerte llegaron á la ciudad de Jerusalén, donde se detuvieron algunos dias, teniendo el consuelo de visitar y adorar aquellos Santos Lugares, y consolando mucho á los cristianos que mantenían aquella ciudad y estrecha comarca: y dándola algún en- sanche, poniendo en sus manos algunas fortalezas y lugares que se habían ganado de los paganos; aunque ninguno se expresa de los de gran nombre: y en fin, con las treguas cuya voz se fué cebando, y al cabo no pareció mal á los infieles, cansados de la guerra, reforzada con tan frecuentes avenidas de gentes de Europa, y que recelaron se reforzase también entonces, atribuyendo á esa esperanza la gran confianza que ostentaba el ejercito cristiano: y engañados también en parte en el número de las fuerzas con que después de la derrota de Gaza había sobrevenido Ricardo de Inglaterra, que los critianos de industria publicaron muy grande, y se creyó; como quiera que lo próspero y adverso siempre soplo de popa el viento de la fama, y llena con mucha hinchazón las velas.

19 Aseguradas las treguas con muy favorables condiciones para los cristianos, y entre ellas la libertad de los cautivos en aquella guerra y rescate á dinero de los que se tenían de otras, dieron los Príncipes de la liga la vuelta á Europa por la mar, tocando según parece, en Roma. Por lo menos de Almeríco, Conde deMonforte, sa- cado del cautiverio, se sabe que de vuelta murió en Roma y fué ente- rrado en la Iglesia de S. Pedro con la ostentación que merecía, más la dignidad de su persona que el modo de portarse en esta guerra; pues fué causa de haber sido tan corto el fruto de aquella jornada. El rey D. Teobaldo paró de tránsito en Campaña y visitó aquellos sus Estados, á que llegó sin duda muy gastado y empeñado. Porque el arzobispo D. Rodrigo de Toledo, que acababa su Historia tres años después de estos sucesos, hablando de este, aunque con la suma bre- vedad que acostumbra, dijo así: este D. Teobaldo, encendido de celo de la Fó, juntando en su compañía número grande de caballeros^ príncipes y barones^ pasó á dar socorro á la Tierra Santa y ganó ffiuchos lugares <{ue restituyó á poder de los cristianos. Y allí á tg^

Rev d. teobaldo i. 255

dos los caballeros noxesitados, aún ú los fine no habían ido á sueldo suyo, hizo el gasto hasta la vuelta. Y ú lo más, que la astucia de los agarenos había hecho cautivos, dio libertad, parte con pactos, par- te con dineros. Vuelto á Campaña, gobernó con alabanza el Con- dado y el Reino: manso para todos, justo, pacífico y modestó que á este tiempo rnanda á navarra y Campaña, y el fíeñor dirija sus caminos. Hasta aquí el Arzobispo, que en breve comprendió mucho y lo estaba viendo.

20 Parece que esta retirada se deliberó y acabó de ejecutar en todo el año de 1224, porque hasta muy al principio del siguiente en ningún archivo hemos podido descubrir al rey D. Teobaldo, ya en Navarra de vuelta de esta jornada. Y por Abril de este de cuarenta y tres en que entramos, y en que el Arzobispo dice remata la escritura de su obra, ya la representa habiendo vuelto y gobernando en paz su Reino y estados, Y el tiempo mismo descubre otra causa nueva, ade- más de las dichas, para no proseguir esta guerra, que parece cier- to fué la muerte del pontífice Gregorio IX, que sucedió á 22 de Agos- to del año 1241. Cuya noticia, llegando á Palestina, acabó de resfriar los ánimos de los cruzados, muy gastados de fuerzas y con la poca unión y menos obediencia que se ha visto, viendo les había faltado el celo grande del Papa, que la había de reparar y promover con nue- vos refuerzos, y que tan ardientemente había solicitado aquella ex- pedición ultramarina, en que le gastaron los cuatro años intermedios, de que no se hallan otras memorias públicas de importancia.

21 Sino es que admitamos por tales una restitución de los cuar- tos de Biota, qne hizo D. Pedro Biota á S. Salvador de Leire y á su abad Valésio, que ya había sucedido alabad Domingo de Mendavia, el primero de los monjes blancos en aquella casa. Reconoce D Pedro pertenecer al monasterio, y se pone dos mil dineros de oro de pena si inquietare á los monjes en ese derecho, Y es el acto por Noviem- bre del año 1239. Y el de 1241. D. Pedro Jiménez de Sotes hizo una gran donación á Santa IMARIA de Pamplona por las almas de su pa- dre y difuntos de su obligación y remisión de sus pecados, de todos derechos suyos y de sus antecesores en Aparren con todos los her- bajes y bustos de varios términos que en el acto se nombran. Y el Arcediano de la tabla se obliga á acudirle por su vida con una por- ción canonical. Son fiadores: D. Furtado de Ollacarizqueta y D. San- cho Martínez de la Puente en doscientos maravedís alfonsis de oro cada uno. Y fué en presencia del prior D. García, el Arcediano ya dicho D. Lope Sánchez de Góngora y D. Jimeno Garcés de Arbizu, Canónigos de Pamplona.

256 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP, IV.

CAPITULO IV.

I. Convenios del rey con el seüor de Eala y con el cabildo de la Iglesia de Pamplona. II Matrimonio de la Infanta de Navarra con el hijo del Señor de Albarracín y otras memorias III. Keatitucióu del rey á D. Fortaner de Alascun déla villa de Siidava IV. Homenajes de varios señores al Key de Navarra, y providencias en el Gobierno de su Reino. V. Indicios de

guerra con Castilla.

§• I.

Habiendo vuelto el rey D. Teobaldo á Navarra, se apli- có luego con la solicitud acostumbrada al despacho: estando sin duda retrasados muchos negocios por su larga ausencia. Muy al principio del año de 1243 se ve un acto, en el cual D. Gil de Rada, Señor de Rada, con voluntad del rey D. Teo- baldo conviene en que el Rey elija por los de Santacara diez hom- bres de ella y D. Gil otros diez de los mejores de Rada que fenez- can los grandes pleitos y debates que tenían aquellos dos pueblos sobre la partición de términos. Es con calidad de repeler cada parte del juicio cualquiera electo por la otra: y que esta elija otro por él hasta convenir. Y en caso que los veinte no concordaren en el juicio, D. Gil de su parte compromete en D. Juan Martínez, Prior del Hos- pital de Jerusalén, D. Martín Garcés, de Eusa y el Deán de Tudela para que, jurando sobre los evangelios, den sentencia yfecezcan el pleito: habiéndose iníormado de cómo corrían los términos en tiem- po de su padre, abuelo y del tio y abuelo del rey D. Teobaldo. Di- ce ser hecha la carta el día Sábado próximo después de la fiesta de la Circuncisión de este año de 43, que fué dos de Enero,

2 Por Marzo se hallaba el Rey en Pamplona: y se convino con el prior D, García Janáriz y todo el capítulo de Santa MARÍA de co- brar á una y en compañía los derechos que pretendían en la villa de Aoiz, y fueron de una señora por nombre Doña Elvira: y el obispo D. Pedro lo aprueba y todos ponen sus sellos. El obispo D. Pedro, que por el nombre común también á su próximo antecesor D. Pedro Remírez de Piedrola puede equivocar, es ya D. Pedro Jiménez de Gazólaz, IV entre los de este nombae, hijo de D Jiménez de Gazó- laz, caballero muy principal en el Reino, y á quien habemos visto con honores del Rey. Dos años antes ó poco más había sido D. Pe- dro promovido á Obispo después de la vacante larga.

§. 11.

10 que dijimos de Doña Inés, hija de Rey, que por muer- te, según parece, de la otra hija, por nombre Doña Elide, ^prnmptida antes por esposa á D. Alvaro Pérez, hijo primogénito de D. Pedro Ferrández de Azagra, Señor, de Alba*

REY D. TEOBAIJíO I. 2^7

rracín, casó con tfecto con él, se ve concluido ya este año por un instrumento del cartulario que habla así <- Manifiesta cosa sea á los »que son. é han por venir, que yo D. Alvar Periz, á mi mujer »Doña Inés, filio del Rey de Navarra Sant (^hlla por arras aqueyíia, »que parte término con S^nta MARIA. et con Gailiel, et con \'iílor- »quemado, et con Terremocha, et con Villar del Salce de granja de los »Moriges, et doyela ú los Buenos Fueros de Aragón con sernas, con »entradas, con exidas, con montes, con ago^s, con yermos, con po- »hIados, con Vasayllos &c. y Incr/o su Padre: Et nos D. Pedro Fe- «rrandez de Azágra,Vrisayllo de Santa MARIA, et Seynnor de Alba- »rracín, otorgamos este dor^ativo sobredíto, que faz i). Alvaro á su »Mujer Doña Inés, et damos ñan/ñs de salvo á Fuero Daragón á »D. Joan Gonzalvez, et á D. Martín Gonzalvez. Testimonias oidores, »et veedores de este fecho, D. García por la gracia de Dios Obispo »de Segorve, et de Santa MARÍA. Y después de algunos caballeros, que por los apellidos parecen navarros, como D. Sancho Martínez, que llama caballero de Losarcos, D. Pedro Martínez de Andosilla y D. Jimeno Lópiz, caballeros de D, Pedro, nombra otros dos déla Orden de Santiago, diciendo: D. Ferran IbaineFt, et D. Yogue T ra- tres de Semeti ^ agüe, et Vecinos de Santa MARI A. Ponen sus sellos el padre el hijo y el Obispo Y es hecha la carta en Santa Olalla en los idus de Julio, que es á quince de él, en la era 1281 y año de Jesu- cristo 1243, que uno y otro especifica. Esta hija de D. Teobaldo, Doña Inés era poco conocida. Y esta nueva inclusión con Navarra de la casa de los Azagras originada de ella y conservando por tres reina- dos ya el glorioso título de vasallo de Santa MARÍA y Señor de Al- barracín sm reconocer vasallaje á otro con estar rodeado de tan po- derosos reyes, no era para omitir.

4 Por Octubre recibió el rey D. Teobaldo en su protección y de- fensa á los de la villa de Huarte en la provincia deLabort por y to- dos los reyes sus sucesores, y ellos á perpetuo se obligan á recono- cerle, dando cada casa doce dineros morlanes de renta. El instrumen- to del cartulario, que en esto habla, dice así: »In Dei Nomine. Sepan »todos aqueyllos, qui esta carta verán, que nos todos los vecinos de »la villa de Hurt, que es en Labort, de nuestro grado, et de nostra ^libera voluntad, sozmetemos perpetuamente a la comienda, al de- »fendimiento, et al francadge de D. Tibalt, por la gracia de Dios íhonradoRey de Navarra, et Conde Palacino de Campaña, et de Bría »et de sos Heredoros. E porque eyll nos recibies en so comienda, »et so defendimiento, et en so francadge por sí, et por los sucesores, »como en so carta es escripto, somos tenidos á eyllos, et obligados á »bona fi nos, et todos aqueyllos, qui serán empues nos, de donarlis »cada aynno, por la Fiesta de S. Miguel de cada una casa Xll. bonos »Morlánes. Et si por ventura Morlanes se camiaren á otro cuynno, »que paguemos la valía, quanto Morlanes valían al dia, que esta Car- eta so feyta. Et porque esta cosa sea más firme, ficimos fayellar con >los faycillos, nostro, el otro de Frayre Jnan Comendador de Sant jjoan del Cabo del Pont de Bayona, et el otro del Gonvent de Urdáis.

Tomo IV, 17

Año 1239

238 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP, IV.

»Actum est hoc anno Domini M.CG.XLIII mense Octobris.

5 Por el mismo mes se ve que D. García Ferrández, comendador y todo el convento del Hospital de Fuemayor de la Orden de San Juan, habiendo adquirido en Laguardia una casa de Doña Sancha y su hijo D. Gil, la cual ellos les donaron por sufragio de almas, el rey D. leobaldo no lo tuvo á bien, juzgando era desorden que los forasteros adquiriesen hacienda alguna de los de su Reino que per- teneciese á francos ó á labradores; aunque dio licencia para aquel caso. Y el comendador y convento reconocen que no lo pueden ha- cer sin licencia del Rey, y prometen para adelante no hacerlo sin ella. La carta de reconocimiento es hecha en Laguardia, dia Lunes próxi- mo á la fiesta de S. Lucas Evangelista de este año,

§, III.

J\ fines del cual parece se trataba con calor y siendo / \ medianeros Doña Garsenda y su hijo D. Gastón, ^ JL. Condes de Bearne, de que se restituyese á D. Forta- ner de Alascún el castillo y villa de Sádava, que el rey D. Sancho le había quitado por los excesos que desde allí había cometido en tierras de Navarra: y él y su madre le habían entregado porque los perdonase: de que se habló al año 122 1. Y en orden á la restitución de ahora se ve en el cartulario una testificación hecha este año por D. Pedro Jiménez de Olleta, como testigo que intervino en aquella entrega, y pone inserto el acto de ella. Y debió de disponerlo el Rey para que constase de su legítimo derecho y de cuanto daba á la in- tercesión en la restitución que hacía,

7 Pero no se efectuó esta hasta Junio del año siguiente 1244, co- mo se ve el acto mismo de ella en el cartulario. Y comienza: «En >el Nombre de Dios. Nos Doña Garsenda, por la gracia de Dios Con- »desa, et Vizcondesa de Bearn, et Nos so fiUo D, Gastón, por esa »misma gracia Vizconde de Bearn, facemos saber á todos aqueyllos, »qui agora son, et son por venir, que convenenzas fueron feytas en- :>tre el nostro amado, et hondrado Cormano D, Tibalt, por la gracia »de Dios Rey de Navarra, et^Conde Palacino de Champayna, et de »Bría, et nostro amado fiel D. Fortaner de Lascan en esta forma. Que- j>el dito D. Tibalt dio so Casteyllo de Sádava con todas sos pertenen- »cias, et poblado á D. Fortaner de Lascún, et á sos Herederos de »aqueyl Casteyllo, yermo, et poblado por sí, et por sos Herederos, ))qui ternan el Castieyllo devant dito el sobre dito D, Fortaner devi- »no home et Vasayllo del devant dito D. Tibalt, et de sos Herederos á »bona senes engaynno,

8 Las condiciones son: que D Fortaner y sus herederos en dicho castillo deben hacer desde él paz y guerra contra todo hombre del mundo en ayuda de D Teobaldo y reyes sus herederos: y que deben hacer servicio de caballeros á todo rey de Navarra como uno de los ricos hombres de Navarra que tienen honor en ella: cjue deben reci'*

REY D TRORALDO I. 209

bir dentro de dicho castillo á todo rey de Navarra y sus gentes siem- pre que quisieren entraren paz ó en guerra. D. Fortaner por y sus herederos da por fiadores, de queguardará estas conveniencias, á los ya dichos Condesa y Conde: y ellos se constituyen por tales por y sus herederos que fueren señores de Bearne, deque harán guardar estos convenios á U. Fortaner y sus heredores. Y caso que falta- ren á cualquiera de tlias, y después de un mes que el lley de Nava- rra lo hubiere hecho saber á los Condes, y ellos no hubieren hecho enmendar el quebrantamiento del pacto, vienen en que el Rey de Na- varra tome la satisfacción prendando bienes de los Condes y retenién- dolos hasta que los Condes contriñan á D. Fortaner y sus herederos embargando cuanto estos tuvieren dentro de su señorío, á que con efecto de satisfacción cumplida á todo rey de Navarra, atacando y observando las conveniencias asentadas. Y para mayor firmeza ponen los Condes sus sellos. Y dicen fué el acto en el mes de Junio de este año de cuarenta y cuatro Garibay le señaló en el año 12^7, mezclán- dole con otros, que ccn verdad pasaron en él; pero no éste. Y se ve habló en esa parte por relación ajena, y que no vio el instrumento del cartulario.

. 9 Alguno tropezará en el grado de parentesco que estos Condes de Bearne dan al rey D. Teobaldo, llamándole su cormcmo^ que vale tanto como primo. Pero, bien discernidas las lin.^as de la ascenden- cia, se reconoce el parentesco. La condesa Doña Garsenda, mujer de Guillermo, Conde de Bearne, fué hija del infante D. Alfonso de Ara- gón, Conde de Proenza, á quien su padre el rey D. Alfonso IL de Aragón heredó en aquel Estado, separándole del reino de Aragón, que con otros Estados tocó al hijo primogénito D. Pedro II de Ara- gón. Fl rey D. Sancho el Sabio de Navarra, abuelo materno del rey D. Teobaldo y el rey D. Alfonso II de Aragón, abuelo paterno de Dona Garsenda, casaron con dos hermanas, y Sanchas ambas é hijas del emperador D. Alfonso Vil de Castilla y León, como queda visto y es notoiio. Y de las dos hermanas procrearon el de Navarra á D. Sancho el Fuerte y á la infanta Doña Blanca, madre de D. Teobal- do: y el de Aragón á D. Pedro II y á D. Alfonso, Conde de Proenza, padre de Doña Garsenda. Con que esta y D. Teobaldo eran nietos de las dos hermanas Sanchas: y así primos segundos.

I o Del mismo D. Fortaner se ven en el cartulario el homenaje he- cho por él al rey D. Teobaldo en esta razón: y confesando que por los robos y daños que hizo en Navarra desde elcastilloy villade Sá- daba, el rey D. Sancho se la quitó y tuvo toda su vida. Y que, que- riendo ajustarse con el rey D. Teobaldo dándole satisfacción, halló montaban los daños veinte mil maravedís alfonsis de oro y peso. Y que, no teniendo de qué pagar tan grande suma, se aconsejó con sus parientes y por consejo de ellos recibió á Sádaba en homenaje del rey D. Teobaldo y reyes de Navarra á perpetuo con las obligaciones arriba dichas y las repite. Y da por fiadores además de los Condes ya dichos de Bearne, á D. Remón Guillermo, Vizconde de Sola, de piil y quinientos maravedís alfonsis, á D. Zavielde Murguía de otros

26o LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. IV.

tantos, a D. Fortún Aznarez de Scorón, D. Pedro Momiz y D. Gui- llen de Poyo de otros quinientos cada uno ámancomúnyporel todo. Es este acto posterior al pasado, hecho en el mes de Noviembre de este año, y en Tudela, donde el Rey estaba, presentes D. Pedro Jor- dán, de Peña; D. García López, de Alfaro; D. Pedro Sánchez, de Va- rillas; D. Lope Deán de Tudela; D. Martín Pérez, Prior de Olite, y el Maestro D. Berenguel, Canónigo de Tudela.

Hi

§. IV.

abiéndose dado esto al parentesco y buena intercesión ^' I* I de los Condes de Bearne, estando el Rey en Olite .por JuHo, llegó allá O. Remón Guillermo, Vizconde de Sola, y le hizo homenaje de manos y boca y reconocimiento de vasallaje. Y dice.- «So tenido de Vos servir contra todos los Homes »del Mundo, como leal Vasayllo debe facer servicio á Sennor, nom- »bradament contra Bearn contra Agramont, et contra todos los Ho- »mes del mundo, salvo contra aquella Tierra, que el Rey Danglate- »rra tiene quitament en so mano et so Dominio. Demás prometo, »que si el Rey Danglaterra, ó el Senescal de Gascoynna, ó qui quie- »re que viniese contra vostra Terra, á Vos ayude á defender como >leal Vasayllo et tenido á Seynnor, et non venga contra Vos por nia- >guno, ni por ninguna, et de tener, catar, et atender lealmente estas »cosas. Conosco, que fiz pleyto, et Homenage á Vos raio Se3mnor D. Tibalt de manos et de boca á bona fé, senes todo engaynno. yyReprométo el Bey después, diciendo. Et Nos D. Tibalt, per la gracia »de Dios Rey de Navarra, Conde Palacino de Champayna, et de »Biía, otorgamos, et prometemos á vos el nostro amado, et hondrado >Vasayllo D. Remon Guillelmo, Vizconde de Sola, cada aynno á la » Fiesta de S. Miguel sesenta libras de bonos Sanchetes. Demás otor- »gamos, que en toda guerra, que entradiésedespor Nos, si contecie- »se, que Nos ficiesemos paz con aqueyllos ó trégoas, que metamos vos con nosco en la paz, ó en la trégoa. Dicen ambos que meten sus sellos en aquella carta partida por alfabeto y que es hecha en Olite, año del Señor 1244, á tres de los idus de Juüo, que es á trece de él. Este homenaje parece en mucha parte renovado de otro en latín, que se halla en el cartulario haber hecho este mismo Vizconde de Sola diez años antes por Octubre en la primera entrada en el Reino de D. Teobaldo con la misma pensión de sesenta libras y ha- ciendo particular mención de reconocimiento y sujeción por el casti- llo de Mauleón.

12 Del mismo mes de Julio es también el homenaje de D. Gui- llermo Pérez de Castellón por el castillo y villa de Castellón, en que reconoce por y sus herederos que debemos y somos tenidos de fa- cer servicio cada uno con nuestros cuerpos, et con otro cabulleyro con nosco ensemble á Vos el dito D. Tihatt et ad aqueyllos, que mpu.es Vos regnarm en Navarra, como uno de los Micos homeSj

REY D. TEOBALDO. I 26 1

qiii Honor ierran en JSiavarra, son tenidos de facer servicio leal- mente á todo liey de Navarra.

1 3 Y como si el año conspirara en emplearse todo en homenajes, por Septiembre de este mismo se ve en el cartulario otro homenaje que Rogerio de Comenge (que es la antigua ciudad de Convenas, que fundó Pompeyode las reliquias de las milicias de soldados espa- ñoles de Sertorio, que hizo pasar á la Galia) y expresando ser hijos de Rogerio, Conde dePardiac, hizo al re}' D. Teobaldo, reconociendo le debía servir contra todos los hombres del mundo sin excepción al- guna. Y pone su sello en día Miércoles después de la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz de este año.

14 Por Marzo de este año se manifestó bien el deseo que el Rey tenía de acertar en su gobierno y en la recta administración de la jus- ticia. Porque, estando en Olite, deshi/o un agravio que él mismo ha- bía hecho por yerro, y le confiesa por ingenuidad digna de imitarse de los príncipes y sus ministros, á veces sobradamente tenaces de lo que una vez pronunciaron por no reconocer que pudo caber en ellos yerro. Y cuéntale el Rey en un instrumento del cartulario magno. Y dice que, habiendo hallado á los de la población de S.Juan de Este- 11a en posesión del mercado, se le quejaron de fuerza los del barrio de S. Miguel. A que añade: nos como home nuevo, qui non entendía- mos encora las costumnes, nin los f ellos sabíamos de Navarra. (Fué esto poco tiempo después que había venido de Campaña á reinar.) Dice que por hacer derecho puso en posesión del mercado á los de S. Miguel como se vio al año 12 36, y que por queja de agravio á los de S. Juan llamó á las partes á Corte, á Pamplona: y que en ella el obispo D, Pedro Jiménez y muchos ricos hombres y de rúa fueron de parecer que padecían agravio los de S. Juan; y así les restituye el mercado Y reconoce que si alguna vez la Corte ó algún rey sucesor suyo quitaren á los de la población el mercado, el rey les debe resti- tuir veinte mil sueldos de sanchetes. Es la carta hecha en Olite el mes de Marzo, Martes después de la fiesta de S. Benito.

1 5 Y en el mismo lugar y tres dias después, Viernes, dio fuera el Rey á los de Olendain. Y dispone que, pagándole cada año por San Miguel setenta cahíces, medida de Pamplona, la mitad de trigo y la otra mitad de hordio, y cuarenta sueldos, sean hbres de todas las obras reales y realengos á perpetuo y no se puedan enajenar de la Corona ni dar en honor á rico hombre ni á cabero ni á otro alguno. Año

16 Por Abril del año siguiente 1245 hallamos en la cámara de los comptos reales un instrumento perteneciente á Fuenterrabía, villa entonces y en nuestro tiempo decorada con el título de ciudad por el gran valor con que sufrió contra franceses el memorable cerco del año de i638, de que escribimos no poco un librillo. Este instru- mento descubre como por cifra cómo se corría por este tiempo y el próximamente anterior con Castilla. El contenimientopor sus mismas palabras es: Nos el Prebost, los Jurados, et todo el Conceijllo de Fonterrabía facemos á saber a cuantos estas letras veijren, que Nos á bona recibimos en nostra comienda, et en nostra defensión por

1245

202 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA. CAP. IV.

el tiempo, que la Tregua de los Reijes darára á los homes, et las feíimas, et todas las cosas del R-^gno de Navarra, cuanto nuestro poder se extiende, eijllos pagando en nostra Villa las costumnes, que hi pagar se deben. Nin debemos recebir en nosfra Villa ni en poder de illa nuil mal feytor, ni robería, que hifa^^a, si non fuere por mandamiento de nuestro Seynnor el Rey de Castella, ó daqueil, que térra la Villa por Honor. Prosigue obligándose el Concejo á no dejar salir de la villa al robador ni al hacierdarobada si se hallare en ella, reteniéndola, y al malhechor también mientras hubiere que- rellantes, y cumplir con ellos lo que fuere de derecho. Y ponen el se- llo de la villa el Sábado próximo después déla octava déla Resurrec- ción de este año de cuarenta y cinco.

Di

§. V.

je lo cual se reconoce que entre Navarra y Castilla se ^7 I pcorría ahora con tregua que arguye guerra en el tiem- po anterior. De la justificasión grande del rey D Fer- nando el Santo no creemos que la movió, valiéndose de la aus:encia del rey D. Teobaldo en guerra sacra y tan solicitada por el papa Gre- gorio. Lo más creíble es, según la licencia de aquellos tiempos, que los que gobernaban entonces las fronteras de Castilla contra Navarra tomando osadía de la ausencia de los dos reyes, ocupados ambos en guerra sacra, D. Teobaldo en la Palestina y D Fernando el Sar to en la Andalucía, muy y empeñado entonces en las conquistas del leino de Jaén, permitieron á la sorda correrías y rubos en Navarra., que oca- sionaron el que D. Teobaldo de vuelta hiciese algún movimiento de guerra por los agravios recibidos y que, andando enconadas y eriza- das en armas las fronteras, se interpuso la tregua de que aquí se ha- bla. Y temiendo quizás algo de esto el papa Gregorio IX, expidió una bula que se conserva en el archivo Real de la cámara de comptos, dirigida al Abad de Iranzu y Priores de Tudela y Roncesvalles. En que les dice que por cuanto el Rey de Navarra marchaba con celo cristiano á hacer guerra á los enemigos de la Fé, le toma á él, su mu- jer, hijos y Reino debajo de la protección apostólica, y que no con- sientan que alguno en su ausencia haga daño á sus cosas.

i8 Lo mismo sucedió al rey D. Sancho el Fuerte, su tio, en ausen- cia, no tan distante con mucho, á la frontera de los moros de Valen- cia y Murcia, que abrió y estableció con las armas, y el papa Honorio 111, le confirmó aquellas conquistas, como se vio el año I2i6 Del cual tiempo, fuera de la bula de confirmación allí exhibida, se conservan otras dos en el archivo de los comptos reales. Una, dirigida al Arzo- bispo de Toledo, D. Rodrigo, ordenándole no consienta daños en tierras del Rey en Navarra, que había partido contra infieles, y proce- da con censuras. Y otra, en que se explica más, dirigida á los aba- des de Fitero y de Veruela y Prior de Nájera, mandándoles que por cuanto el Rey de Navarra estaba ocupado en guerras contra los mo-

REY D. TEOBALDO I. 263

ros, no consintiesen que Antonio de 1-una y otros de Zaraj^oza, Ta- razona y Calahorra hiciesen daños en sus tierras, y procediesen con censuras: advirtiéndoles le tenía debajo de su protección apostólica. Siempre fueron desgraciadas á Navajra las ausencias de sus reyes, cualesquiera que fuesen las causas de ellas: y siempre padeció el tra- bajo de muy desvelados acechadores de ocasiones de sus daños.

CAPITULO V.

I. liompimieuto entre el Key y el Obispo de Pamplona 11 Memorias del oístillo de 8. Esteban do Monjanliu. 111. Fundación del convento de S Pedro de Pamiilona IV. Ho- menaje del Vizcouáe de Tartax al Key de Navarra. V. lieconciliación del Key con el Obispo VI. Varias memorias del reinado de D. Teobaldo. Vil. Torneo del Key á Koma, su vuelta y mercedes hechas á varios lugares. VIH- 8u muerte y otras memorias. IX. Bu elogio

Y sucesión.

I

§• I.

os males que vienen de fuera de casa suelen hallar con- suelo y aún remedio en la unión de los de adentro, re- ^^concentrándose el celo del bien público y tocan- do á recoger las fuerzas derramadas y armándolas para obrar con más vigor la resistencia: al modo que se reconoce en la misma natu- raleza insensible, que con un linaje de instinto que para su conserva- ción la imprimió su autor se ve encenderse más cuando se siente combatida de contrario por afuera. Pero llegamos al año 1246, en que le nació á Navarra un mal gravísimo dentro de sus mismas en- trañas, derivándose la enfermedad de la lesión de miembros del cuer- po, no como quiera, sino los más principales de él, las cabezas de uno y otro Gobierno, político del Rey y sacro del Obispo, D. Pedro Jimé- nez de Gazólaz A la destemplanza de ellos correspondió la gravedad de la enfermedad: y comenzando por desazones y desabrimientos, no paró hasta el último rompimiento, pronunciando el Obispo sentencia de excomunión contra el Rey, y poniendo entredicho general en to- da la Diócesi, de suerte que en ninguna parte se celebraban los Di- vinos Oficios sino donde asistía el Rey y los hacía celebrar eludien- do la fuerza de las censuras eclesiásticas, interponiendo varias ape- laciones: y porque el Obispo no la admitía, suspendiendo el efecto de las censuras, haciéndole pubhcar con públicos pregones en todo el Reino por traidor al Rey. Cosa que escandalizó mucho átodo el pue- blo de Navarra, pío naturalmente y venerador de las cosas sacras, y no acostumbrado á oir demostraciones tan ásperas como vedar ge- neralmente los Divinos Oficios y recurso á los templos y ser tratada la dignidad sagrada de los obispos con nombres tan infames. Seña- lóse en esto el burgo de S. Saturnino de Pamplona, cuvos ciudadanos no consintieron se diese en el pregón tan horioroso. Otros atribuyen esto á la Universidad de la Navarrería. De mejor gana oiríamos que conspiraron en eso unos y otros.

264 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. IV.

2 El Obispo, previniendo la violencia que de bando tan atroz se podía temer, previno la fuerza con la fusja, saliéndose del Reino y retirándose á Navardün, pueblo dentro de Aragón, en la Valdonsella, confinante con Navarra, de su Diócesi, y también de su señorío por donaciones antiguas. Y debió de ser por la deD. Sancho Abarca, que donó á Leire el señorío de aquel pueblo y también el de Apardós, por el entierro en Leire de su hermano el infante D. Ramiro, quien tuvo título honorario de Rey de Viguera y el señoiío de aquellos dos pueblos por merced del rey D. Sancho, su hermano. En la división de haciendas del monasterio de Leire y de la iglesia de Pamplona, que en lo antiguo anduvieron muy confundidas, parece cierto les quedó á los monjes lo de Apardós y al Obispo lo de Navardún, que halló ahora enajenado por ocasión y con pretexto de unos campos comprados, á cuyo título se llamaba y pretendía ser señor el compra- dor: y el Obispo, aunque fugitivo y derrotado, tuvo valor pera restau- rarlos por compra que hizo; y macizó de nuevo su señorío. Desde allí administró como pudo su Diócesi sin salir de ella. Y por las memo- rias allí le hallamos muy despacio: y tanto, que labró casa para los obispos sus sucesores, como si les facilitara el seguir su ejemplo con casa puesta para retiradas semejantes. Cuan lejos estaba de arrepen- tirse de lo hecho.

3 Los escritores domésticos que nos dejaren algunas muy cortas relaciones de nuestras cosas, todos hablaron en estos tan ruidosos y sangrientos rompimientos del Rey y Obispo. Pero en ninguno ha- llamos especificada la causa. Cosa sin duda fea verse abrazar los rei- nos y las potestades regia 5' pontificia sin saberse porqué: 3^ con sola la generalidad de que era sobre derechos que cada parte pretendía. Lo cual ningún lector ignora, sino que lo supone. Este vacío tan no- table en el cuerpo de la Historia fácil era llenarle con la inspección de los instrumentos de los archivos. Pero en nada menos que en ella trabajaron los antiguos para escribir. En parte descubrimos la causa de estos tan graves enconos y turbaciones de la república al año 1238, en la donación que el rey D. Teobalio ala despedida para la jornada ultramarina hizo el último dia de Abril en Bayona al obis- po D. Pedro Remírez de toda la tierra y honor del castillo de S. Es- teban de Monjardín, teniendo el Rey el cuerpo del castillo: y con aquella calidad' que no ociosamente advertimos se observase para adelante, deque el Obispo hubiese de volver aquel honoral Reysiem- pre que se le pidiese y sin perjuicio del Rey por hacer esta donación ni del Obispo por aceptarla. Y aquí se descubrían manifiestamente semillas de la discordia venidera y competencias entre el Rey y el Obispo sobre el derecho y propiedad de aquel honor y señorío que cada cual cautelaba.

4 Y porque no se dude de que lo que la disposición amenazaba sucediese, sucedió de hecho en el cartulario magno se verá al año 1255 una llenísima composición del rey D. Teobaldo 11, hijo del que ahora reina, con el obispo D Pedro Jiméricz y la Iglesia de Pamplo- na, en la cual se refieren las causas de los debates entre el Rey y el

REY D. TEOBALDO I. 205

Obispo. Y una de ellas es la pretensión del señorío y honor del cas- tillo de S. Esteban de Monjardín y del castillo que llannaban de Oro por un pueblo derruido de ese nombre allí cerca y cerca también del pueblo, quepor lacopiagrande de sal llaman Salinasyde Oro por la misma razón de cercanía. Y se añaden otras cosas también, como la mitad de las rentas y emolumentos temporales de la ciudad de Pamplona, los palacios que en ella edificó el rey D. Sancho y dife- jentes controversias acerca del modo de practicarse en las causas de jurisdicción eclesiástica. De todo lo cual se dará razón más cumplida- mente cuando el tiempo mismo señalado trajere estas cosas.

5 Parece que el obispo D. Pedro era muy ardiente y apresurado exactor de los derechos de su dignidad: y que luego, en entrando en ella, y estando ausente el rey D. Teobaldo en la guerra sacra, intentó pronunciar censuras contra él. Porque en el archivo de los comptos reales se conserva una bula del papa Gregorio IX, por la cual man- da que por cuanto el Rey de Navarra está en guerra contra infieles, no pueda ser excomulgado hasta volver. Acerca del castillo y honor de Oro no se duda que el rey D. García Remírez le donó al obispo D. Sancho é Iglesia de Pamplona, como también el de íluarte, luego que entró á reinar, por la grande devoción á Santa MARÍA y socorros con que le asistieron Iglesia y Obispo para mantener el Reino que acababa de recobrar en la guerra contra los reyes de Castilla y Ara- gón, como queda visto al año Ii55,

§• n.

cerca del castillo de S Esteban, que en lo antiguo lla- maban de Deyo por ser la fuerza principal de aquella J \ región, y después de Monjardin, según parece, por la copia de ñores que cría aquella montaña sobre le que suelen otras, es grande la confusión por haber corrido por muchas manos. El pri- mero que recobró establemente de los moros aquella fuerza fué el rey D. Sancho García, décimo abuelo de D Teobüldo, subiendo por línea de su madre la infanta Doña Blanca, Condesa de Campaña y Bría. Pero donóla luego el Rey con todo el Señorío del valle de San Esteban al monasterio de Santa MARTA de Irache: y parece cierto permaneció en poder de aquellos monjes hasta el reinado de D. Gar- cía, que llamaron de Nájera cuarto nieto del donador que con mu- cha dificultad y ruegos y por permut-tción adquirió aquel señorío, dando por él el monasterio de Santa MARÍA de íliarte de su patro- nato Real, quedó y dura anejo como priorato á Yrache. Y el Rey donó aquel honor á su hijo el infante D. Ramiro, como también el señorío de Calahorra. Aunque en esto mismo, que no parece se pue- de negar, pues consta de los instrumentos ya exhibidos, se atraviesa una grande dificultad, Y es: que el rey D. Sancho el mayor, padre de D. García de Nájera, en el m.strumento de los términos y derechos del obispado de Pamplona, cuenta también por del Obispo el castillo

206 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP, V.

de S. Esteban con sus villas é iglesias: y parece atribuye aquel seño- río á donación del rey D. Sancho Abarca su abuelo Lo cual no se ve cómo subsista, si aún en el tiempo posterior de D. García, biznieto del Abarca é hijo del mayor permanecía en el señorío de Irache. Sino es que sea soltura de este nudo el que, habiéndose donado á la iglesia de Pamplona á buena por inadvertencia, los monjts recla- maron después y recobraron aquel señorío, descubriendo el primer derecho donado por el conquistador de aquella fuerza,

7 Del tiempo intermedio entre D. García de Xájera y D. Sancho el Fuerte sin duda falta alguna escritura de donación Real que pu- diera dar mucha luz á la materia: pues queda visto que, reinando D. Sancho el Fuerte, el Obispo y la Iglesia estaban en profesión del castillo y señorío de Monjardín, Y al año 1223 se exhibió la dona- ción por la cual el Obispo de Pamplona, D. Ramiro y el Prior Ü.Lo- pe de Laguardia con aprobación de todo el capítulo, y poniendo su sello con el del Obispo, donaron á perpetuo al rey D.Sancho el cas- tillo y señorío de S. Esteban de Monjardín, y también el de Huarte, por los grandes beneficios y mercedes que había hecho á la iglesia de Pamplona. Y este nuevo y muy reciente derecho podía alegar el rey D. Teobaldo para su pretensión. Pero no le «iebía de querer ad- mitir ahora el obispo D. Pedro Jiménez, haciendo sospechosa la do- nación por ser D. Ramiro hijo del rey D. Sancho, y alegando no pudo enajenar bienes de la Iglesia. Aunque otras enajenaciones se hallan hechas después por los obispos, y de bienes de su dignidad, y subsis- tieron. De las memorias que han quedado de aquel tiempo no es po- sible apurarlo más, y á la Historia le loca más precisamente el hecho que el derecho.

8 De cualquiera manera que ello fuese, el año siguiente 1247 se pasó en Navarra con el mismo desconsuelo general del entredicho. Y se ve de una bula original que se conserva en el archivo del mo- nasterio de Santo Domingo de Pamplona, Por la cual el papa Ino- cencio IV concede al Prior y Religiosos de él no estén obligados á guardar el entredicho que el Obispohabiapuestopor pleitos que traía con el Rey de Navarra. Es expedida en León de Francia á 8 de los idus de Mayo, año cuarto de su pontificado que resulta este en que entramos. A tres de Marzo de él en Estella hallamos al Rey en una carta por la cual D. Fernando de Lerat le vende todos sus collazos de Urbe y sus tierras, exceptuando su Palacio y algunas piezas,

••1 Obispo en su retiro de Navardún no vivía ocioso;

¡pues se le debió ogaño el insigne aumento, si ya no le

^llamamos principio, del ilustre monasterio de monjas de la regla del religioso doctor S. Agustín, que llaman S. Pedro de Ribas por la advocac ion del príncipe de los apóstoles, á quien esta- ba consagrado, y de Ripasó Ribas por el sitio á la ribera del río Arga-

REYD. TEOBALDO. I. 2C7

debajo de las murallas de Pamplona. Habían vivido estas relip^iosas alg-unos años antes junto á la pequeña aldea du Baraniaín, una milla distante de murallas de Pamplona, valiéndose para la i<^lesia de una pequeña ermita y casi del todo derruida, dedicada al arcáncrel San Miguel, que por registrar con la vista un dilatado valle que corre hasta la montaña de Sarvil al Occidente y también hacia Pamplona por Oriente, llamaban valle Clara: y también parece había vivido antes de esto en Santa MARÍA de Arcella, muy derruida yá, también á igual distancia de Pamplona y tocando el camino que va de ella para la Puente de la Reina. Vivían con mucha estrechura de casa y necesidad de lo necesario; pero en medio de ella, siendo contraria á la buena observancia y ocasionadora comunmente de las quiebias de ella, con tan loable fama de virtud y santidad, que movió al Obispo, aunque metido en tan enconosos debates, á mejorarlas de edificio y rentas.

10 Estaba desamparado el monasterio dicho de S. Pedro de Ribas, en que habían vivido antes los religiosos del bienaventurado P. S. Francisco en su primera entrada en Pamplona; por haber subido arriba y hecho casa en el campo de la Taconera, fuera de la muralla antigua de la Ciudad, aunque muy cerca de ella, entre la parroquia de S. Lorenzo y la basílica de S. Antón, el muro en me- dio, que aquel fué el segundo suelo suyo y el de hoy el tercero. liste monasterio desierto donó ahora el Obispo á la Priora y monjas de S Miguel del valle Clara, que así las llama, con todos sus edificios y cuanto le pertenecía Y mandó á D. Martín Pérez, Arcediano de la tabla, que las pusiese en la posesión corporal de él, luego que fuese requerido de ellas. Y luego las dio licencia para pasarse á él. Como consta todo de su carta original que se conserva en el archivo. Des- pués con aprobación del capítulo las dio de dotación ciento y cin- cuenta cahíces de trigo de renta, situados en las que la mensa epis- copal tenía en los molinos de junto á Pamplona, y en adelante sus sucesores añadieron otras, poniendo por ejecución la obediencia á los obispos y vivir debajo de la regla de S. Agustín. La cual el Obispo en esta su carta dice habían profesado fsi fué ahora la primera vez se ignorg) La carta es fechada en Navardún, en el mes de Octubre de este año de cuarenta y siete. En virtud de esta comisión é ingi- riendo la carta de ella, dirigida especialm>ente al Axediano, dada en Navardún á 14 de las kalendasde Noviembre, que es á diez y nueve de Octubre de este año, el arcediano D. Martín Pérez por instrumen- to de testimonio suyo, que original se conserva en el mismo archivo, dice puso en posesión corporal del monasterio de S Pedro de Ribas á la Priora llamada Doña García de S. Esteban con las demás reli- giosas que antes se llamaban de Baraniaín: y que este acto fué en la vigilia de los santos apóstoles Simón y Judas, estando presente gran concurso del pueblo y nombradamente Fr. Pedro de Lérida, Prior de los Padres Predicadores de Pamplona, y algunos de los religiosos suyos, Fr Pedro de Legaría, lector y otios. El testimonio es dado al- gunos dias después á ocho de los idos de Noviembre, que es á seis de él y de este año de 47.

268 LIBRO XXI DE ANALES DE NAVARRA, CAP. IV. ""

II Y de la estancia algunos años antes en Baraniaín consta tam- bién una bula de Ü. Pedro, Arzobispo de Tarragona, en que conce- de cuarenta dias de perdón á los que dieren limosnas para el sus- tento de las dueñas ó señoras de Baraniain, cerca de Pamplona. Y es dada en Pamplona á 4 de Febrero, año del Señor 1244. No sabe- mos qué causa trajese acá por este tiempo al Metropolitano de Tarra- gona; sino es que fuese el concordar al Rey y Obispo, y hubiesen comenzado entonces los debates, aunque el rompimiento grande después fué ciertamente. Esto fueron los principios del ilustre y muy religioso monasterio de S. Pedro de Ribas, cuya opinión y fama de santidad en medio de la turbulencia de debates tan enconosos, que parece no admitían otro cuidado, se hizo atender y estimar: nacien- do como rosa entre espinas, y con tal fragancia de virtud y observan- cia religiosa, que se buscó para transplantarse á otros nuevos verge- les de casas religiosas, que reconocen á esta por su madre. Y desde el principio atrajo á mucha copia de doncellas nobles de lo más ilustre del Reino. Entre las cuales cuenta á Doña Berengaela, herma- na del rey D. Teobaldo, de la cual hace memoria el libro que llaman del Ob¿t de este monasterio, y señala su muerte á once de Febrero, diciendo á ses dia: Belenguéra monja, Priora, hermana del Rey de Navarra, Teobaldo. El año no se notó.

P

§. IV.

Jor este mismo tiempo, hallándose el Rey en Olite, le ^ ^"'^ buscó allí D* Ramón Arnalt, Vizconde de Tartax con otros señores para hacerle el homenaje que se ve en el cartulario del mismo Rey, Y su, contenimiento, resumido por muy largo, es: que el Vizconde de Tartax por y sus sucesores se recono- ce por vasallo del rey D. Teobaldo y sus sucesores reyes de Navarra, por Villanueva y su castillo y por la tierra de Mija y Ostavales. Ys^ obliga á hacer paz y guerra por su mandato contra todo el mundo con su cuerpo y con todos los hombres de las dichas tierras y rendir el castillo de Villanueva dentro de quince dias que el Rey se lo de- mandare con todas las armas y aprestos con que se hallare: con cali- dad que el Rey se lo vuelva con los aprestos que le recibió dentro de cuarenta dias que la guerra fuere fenecida. Que si acaeciese tenerla el Rey de Navarra con el de Inglaterra, de quien era vasallo el Viz- conde por otras tierras, el Vizconde sirva al 'le Inglaterra con su per- sona; pero que haya de dar un caballero que sirva al de Navarra con su persona, castillo y tierras dichas y con todos los hombres que de- ben servir al Vizconde

i3 El Re}' retiene todos los derechos y francaje que acostum- braron tener los reyes sus antecesores en Mija y Ostavales. Y jura el Vizconde todas estas conveniencias sobre la cruz y evangelios, y también la juran sus hijos Pedro Daxy Ramón Roberto, con calidad que si alguno de ellos ó de sus herederos ó sucesores falcare á cual

Rey d. teobaldo i. 269

quiera de ellas, queden por traidores y no puedan salvarse por armas suyas ni por ajenas en corte alguaa del mundo. Y además de esto el Vizconde dio fiadores de estar á todo lo pactado á I ). Remón Gui- llermo, Vizconde de Sola y U. Pedro Arnelt, Señor de Lusa, en mil marcos de fina plata, quinientos cada uno, Y ambos, que presentes estaban, aseguraron con escrituras aparte la obligación con clausula de pagar dicha suma dentro de cuarenta dias que el Rey se la de- mandase, y que no pagándola, el Rey tomare satisfacción prendando de sus tierras. Fue el acto en Olite, en el Palacio del Rey, en la vigi- lia de S. Clemente, año de Jesucristo 12,47. Y llámanse por testigos presentes; D. Sancho Ferrández de Montagudo, Senescal de Navarra D. Remón Guillermo, Vizconde de Sola, D. Pedro Arnalt, Señor de Lusa; D. León de Sezana, D. Gil de Velonesa, D. [Iug:ón de Cornei- llón, D. Roberto de Mesclínges, D, Pedro Garcés de Huárriz, D. Az- nar de Caparroso, D. Martín Garcés de Eusa y otros muchos.

terA

§. V.

|1 año siguiente 1248 se gastó en mucha parte en in-

14 |-^ tervenciones de varones calosos del bien público del es-

ado sacro y señores de primera autoridad, haciendo buenos oficios de medianeros para concordar al Rey y al Obispo, re- presentándoles el desconsuelo general que en tan larga duración pa- saba yá á escándalo público y á gravísima calamidad de la república, y que podía desdorar el buen crédito de ella para con las naciones cir- cunvecinas. Y tanto más confiadamente proponían estas razones, cuanto tenían de su parte el sentimiento y voz pública que anima á los que dan ios consejos y enflaquece la resistencia de los príncipes que los reciben, reconviniendo sus conciencias la queja pública que en fin penetra hasta sus retetes y prevalece á la lisonja, por más que les procure cerrar el paso. Discurríanse y proponíanse varios tempe- ramentos de cosas con que, cediendo de cada parte algún tanto, se llegase é un medio tolerable á entrambas, y venciéndose la mayor di- ficultad entre los reñidos, de parecer que reconoce el uno la victoria llena, y llana al otro, y que defendió mala causa el que cayó de toda.

1 5 Ayudaba á conseguir la concordia que se solicitaba el celo en la substancia buena y la intención sana de los reñidos, que por el te- nor de las demás acciones se reconoce en ambos: en el uno, por re- tener los derechos de la dignidad Real como la halló: y en el otro, de no perder los de la Iglesia, de que se miraba no tanto dueño para largar, cuanto tutor para mantener. Y aunque á veces el buen celo suele ser insensiblemenío nutrimento que ceba y alarga más la dis- cordia en los ingenios lerdos y obtusos que, asegurados de su inten- ción sana, cierran ciega y tenazmente con todo, teniendo por causa ciertamente de Dios cualquiera de su dictamen, en que no les acusa en conciencia; pero en los ingenios claros y despejados suele ser principio de concordia después que con la disputa se aclaró la razyi^

27o LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. V.

y comenzó á descubrirse reconviniendo á la ingenuidad y conciencia. Esta buena disposición de ánimos é ingenios y las continuas instan- cias de los medianeros celosos y temor de que el dolor y queja públi- ca no imputase á cada cual la causa, acabaron de madurar lareconci liación del Rey y el Obispo, á quien admitió el Rey á su gracia con amistad noble y generosa, que nada retiene de la ira pasada. Y co- menzó á respirar el Reino del ahogo del entredicho y se franquearon los templos y el n.curso en ellos á Dios y á sus santos con los sacri- ficios y Oficios Divinos.

A!

§. VI.

. _ 1 Rey hallamos este año corriendo por varios pueblos, ^" IJ\ Despachada en la pequeña aldea de Cizur hallamos .una cédula por mediado Marzo, tributando á los de Laquidaín las tierras que allí tenía, y eximiéndoles de obras Reales dentro y fuera; pero reteniendo los derechos de hueste, cavalgada, calonias y otros. Por principio de Mayo en Oliíe otra en la cual se da por pagado de cierta resta de pagamento en que D. Martín López de Noval fué fiador en la compra (dice) que nostro tio el rey D San- cho fizo nompadament de Oteijza^et Añezca de D.Blasco de Ala- gón, et de D. Artalt so Filio. Algún matrimonio parece tuvo acá D. JBlasco por donde le pertenecía este señorío.

1 7 Por fines de Junio estaba el Rey en Estella, y allí hizo donación á Hugas de Maya, criado de su Palacio y su mujer Doña Contesa de Lesquiera, de una pieza de tierra que el Rey tenía debajo de la peña de su castillo de Maya, llamada la del Vergel. En la villa de Ocha- gavia le representa otra carta el Miércoles próximo después de la fiesta de S. Lucas Evangelista, tributando su molino de Burgui á los de aquella villa por cincuenta cahíces de trigo al año medida de Pam- plona.

1 8 De allí parece pasó el Rey á Urdax, corriendo las montañas del Pirineo. Y á último de Octubre le buscaron allí el mayor y los ju- rados y el comunal concejo de la ciudad de Bayona, que así habla un instrumento por el cual toman en su guarda y encomienda al rey D. Teobaldo y toda su compañía para siempre que quisiera pasar por ella, y á todas las gentes de sus tierras para comerciar libremente: obligándose á que, si hubiesen de revocar este asiento por manda- miento del Rey de Inglaterra, su señor, lo harán saber á los vasallos del Rey, y que después del aviso tengun cuarenta dias para irse li- bres con sus haciendas: y lo mismo los que después del aviso por no haberle sabido llegaren á Bayona de aquende ó allende el mar. Este era en lo antiguo el legítimo y justo modo de comerciar. Y no los em- bargos súbitos y no prevenibles que, llamándose represalias, ya que se hacen, debieran justificarse sirviendo para satisfacción del vasallo de la Corona y recompensa de lo que perdió en la ajena. Dice el acto §er hecho en Urdax, en la vigiha de todos los Santos. Y por Marzo

REY E. TEOBALDO I. 27 1

del mismo año en Urdax se hallaba el Rey. Y lo muestra un despa- cho suyo, dado aHí íi los de Estalla, de cómo deben pagar el peaje de mercaderías de ida y vuülta de San Sebastián. Vése que por respeto y atención al Rey vinieron ahora los del gobierno de Bayona, y sa- lieron de ella cuatro leguas, y entraron dentro de los límites de Na- varra dos millas para hacer aquel acto.

Y

§. VII.

esto nos da á entender fué verdad lo que dijo el teso-

ig \/ rero Garci López de Roncesvalles en su breve crónica

y otros después: que el rey D Teobaldo reconoció el exceso grande con que había procedido contra el obispo D. Pedro Jiménez y quedó tan arrepentido de él, que partió en persona á Ro- ma para obtener del Pontífice llenísima absolución de las censuras y dar satisfacción cumplida de su yerro en aquella Corte: y que para eso fué el acto ya dicho y el tocar de tránsito en Bayona, como le vi- mos en ella para la jornada ultramarina de la Tierra Santa. Y puede ser nuevo indicio de esto el que el año siguiente 1249 carece de me- abo morías públicas, ocasionándolo su ausencia. Y el siguiente de 5o le 1250^ hallamos en París, Lunes de Cuasimodo, tiempo competente para haber vuelto y visitado de tránsito sus estados de Campaña y Bría, cercanos á aquella Corte. La carta que en esto habla, despachada en París, es una, por la cual concede álos vecinos del lugar de Oco por sus buenos servicios que sean perpétuamene realengos y nunca puedan enajenarse de la Corona. Para el despacho, cuando le bus- caba, presente estaba siempre aún en reinos extraños.

20 El siguiente de cincuenta v uno de vuelta le hallamos ya en Ano

1951

Navarra. En Pamplona por Julio concediendo á los de Estella la fran- queza de una feria que durase quince dias, comenzando de S. Miguel. Y es dada el Jueves próximo antes de la fiesta de Santa María Mag- dalena. Por Agosto en Abárzuza confirmando á los de Aranaz el fuero que les dio el rey D. Sancho, su tio, y mejorándole. Porque les remite las obi-as Reales dentro del término y de la torre y patronato de la iglesia que su tio había retenido. Y se conviene en que por estas cosas le aumenten las rentas de tres mil y cuatrocientos sueldos que pagaban á su tio hasta cuatro mil. Por Octubre en Tudela, Miércoles antes deS. Simón y Judas, concediendo á aquella ciudad feria franca de quince dias, comenzando desde la víspera de la Purificación. De- que se ve en el archivo de aquella ciudad la carta original con el se- llo pendiente, y en él el Rey á caballo armado de todas las armas 3' en el escudo las cadenas de Navarra con los nudos globosos en los encajes. Parece cierto había cesado ya del todo las quejas del tiempo pasado; pues así favorecía á aquella ciudad con beneficios.

21 En el año 1253 (el anterior vaca por falta de memorias públi- ¿^ cas) parece continuó el Rey su estancia en Estella. Hecha en ella y por Febrero, Lunes después de la ftesta del apóstol S. Matías , es la

272 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. IV.

carta Real á los de Egües, prometiéndoles que, pagándole lo que so- lían en Pamplona ó Tiebas á la elección del Rey, no los enajenará de la Corona y los absuelve de todas obras Reales menos las de los castillos.

22 Por la afición que había cobrado á los caballeros del hospital de S. Juan de Jerusalén por el valor y celo con que les había visto obrar en la Tierra Santa, les concedió este año, y también en Estella, Lunes vigilia de Santa MARÍA de Marzo, la gracia deabrir acequias en Cabanillas, sacando el agua del Ebro para regar sus campos.

23 Por fines de Junio en Fstella perseveraba, y Jueves después de la fiesta de S. Juan Bautista, dia 26 de aquel mes dio su carta para los de Amunárriz, absolviéndolos de toda carga y labores, pagándole setecientos sueldos de renta por todo y lo que correspondiese á he- redades que tuviesen fuera de los términos de su pueblo.

A:

§. VIH.

este tiempo sobrevino al rey D.'Teobaldo la enferme- 2* ^L\ dad de la muerte, la cual sucedió Martes á 8 de Julio .de este año de Jesucristo I253, como se ve en el capí- tulo del fuero que trata de los fallecimientos de los reyes Y el libro ya citado que llaman del Ohit del monasterio de S. Pedro de Pamplo- na, señala ese mismo dia de su muerte. El calendajio de Leire le anti- cipa un dia, diciendo murió en las nonas de Julio de la era de César 1 29 1. Pero el dia Martes observado arguye fué á 8 del lugar de la muerte se pudiera dudar si fué en Estella por la carta firmada en ella trece dias antes para los de Amunárriz; si el capítulo del fuero y uni- formemente los escritores y algunos no muy distantes no aseguraran fué en Pamplona y especificando fué en los palacios del Obispo. Pudo ser que, sintiéndose enfermo, se hiciese llevar á Pamplona para disponer sus cosas y ordenar allí su testamento: ó la enfermedad no fué muy larga.

25 Murió como príncipe muy católico, religioso y pió, y mirando el tenor de su vida y acciones, suelo sin duda, sin que le dañe el tropiezo con el. Obispo, cuya apresuración 3'a significada le puede ser disculpa: y el arrenpentimiento insigne pudo dorar el yerro. Fuera de que en carrera larga no tropezar una vez, en especial por cólera, movida de imaginar su autoridad ajada, apenas se cuenta príncipe alguno que lo haya conseguido. Declaró en su testamento por here- dero y sucesor sayo en el Reino y Estados de Campaña y Bría al principe D, Teobaldo, su hijo de poca edad: y por razón de ella en- comendó en él su Reino, hijos y mujer al rey D. Jaime de Aragón, con quien había tenido perpetua y estrecha amistad, haciendo toda confianza de su equidad y noble natural, que tenía muy experimen- tado: y no tanta de Castilla, de la cual vivió no solo con queja de lo pasado, sino también con recelo délo venidero; desde q[ue, habiendo muerto algo más de un año antes el rey D. Fernando el Santo, entró

REY D. TEOBALDO I. 2-]'í>

á reinar su hijo D. Alfonso XI, llamado el Sabio. Y el tiempo mani- festó que no fueron vanos ni su confianza ni su recelo.

26 Fué enterrado en Santa MARÍA de Pamplona, y en sepultura magnífica, como advierte el caftítulo del fuero: esmerándose sin duda en eso el obispo D. Pedro para honr;ir en muerte al que trato con aspereza en vida, imaginando que le obligaba á esta honrada demos- tración el oficio público, lil mismo capítulo del fuero atribuye á este rey la alabanza de haber, no solo jurado y observado el fuero, sino también la de haberle mejorado: honra que solo hace á el y á su abuelo I). Sancho el Sabio. Y ya quedan vistas varias cosas en que ambí'S le mejoraron. Reinódcsde la muerte de sutioD Sancho diez y nu«.:ve años tres meses y un dia: y desde que recibió la Corona en Pamplona un mes y un dia menos. Vivió cincuenta y tres años aún no cumplidos.

27 Nació el año de Jesucristo mil y doscientos. Y nació póstuno porqLfí en el mismo, á 24 de Mayo, murió su padre, el conde Teobaldo iV, t'-^ando en estado interesante á la infanta Doña Blanca y con solaunahijanacida quede ellatenía. Por la cual razón el rey Filipo Augusto de Francia, aguardando el parto, tomó en su tutela los Esta- dos de Champaña y Bría por ser el Conde difunto su sobrino hijo de María, hermana del rey Filipo por su padre, y hermana también por su madre del Rey de Inglaterra, l'icardo, por los dos matrimonios de Leonora, hija y herede 'a de S' Guillermo, Duque de Aquitania, pri- mero con Ludovico VII, Rey de Francia, después con Enrique II, Rey de Inglaterra. De este parto postumo nació el rey D. Teobaldo Y fuera de decirse así en el epitafio del padre en que el poeta llama al hijo niño nacido como el Fénix de las cenizas del padre^ lo asegu- ran de nuevo el arzobispo D Rodrigo, que llama al rey D Teobaldo hijo postumo, y también Higordo, escritor grave y muy exacto de aquella misma edad, cronista del rey Filipo Augusto.

§. IX.

ffue fes

lué D. Teobaldo en la guerra príncipe de mucho es- 28 ¡-^fuerzo y de mucha prudencia militar: en la paz alegre y festivo, muy aficionado á la Música y á la Poesía. En el Gobierno fué próvido y de pronto despacho. Hasta de la Agricultura no se extrañó é hizo traer de Champaña varias frutas, y entre ellas una casta de peras de mucho regalo que Garibay dice se llamaban en su tiempo Tibautínas: y que de Navarra hizo llevar otras frutas que allá faltaban. Pero en otra cosa de más importancia le quedó el Reino deudor á su providencia; y fué el cuidado de recoger instrumentos y escrituras de los reyes anteriores en el cartulario que de su nombre se llama de D. Teobaldo, y se comenzó á trabajar el año segundo y tercero de su reinado. Y fuera el beneficio lleno y grande, si se hubie- ran recogido las délos reyes primeros y muy antiguos. Pero el estar derraniadas en muchos y diversos archivos y la letra escabrosa de-

Torao IV. 18

274 LIBRO XXI DE ANALES DE NAVARRA, CAP. V.

bió de estorbarlo. Fué también aficionado á fábricas; pero de las que servían más al provecho que á la ostentación. Alg;unos castillos que- dan vistos fabricados de nuevo por él. En el de Tiebas. obra también suya, á dos leguas grandes de Pamplona hacia el Mediodía, podrá admirar y admirará sin duda aún la pericia moderna de fabricar for- talezas la buena industria y trazas ingeniosas délas antiguas. Porque reconocerá en lo que dura después del último cerco y del tiempo y descuido en reparar, que gastan aun más, fuera de la firmeza de mu- ros y torres grandes para aquellos tiempos, aunque flaca para el nuestro, tales compartimientos de oficinas militares en breve espacio y sustentadas de firmes arcos: retiradas subterráneas para la defensa en caso de perderse alguna parte de fortaleza, y surtidas ocultas para recobrarla que, admirando lo inventado entonces, perdonará fcícil- mente el grueso no igual á sufrir cañones de batir y los padrastros muchos y muy cercanos para armar baterías de ofensa. No fué falta de industria y pericia no prever los ingenios y máquinas de fuego que inventó después sin duda el infierno, inspirando ala malignidad del ingenio humano trazas exquisitas para dañar. Aún en lo que ya no se usa y arrimó el tiemgo se admira el primor: como en los tra- jes ya dejados la riqueza y artificio de las telas y bordados*

29 En cuanto á la sucesión y descendencia del rey D. Teobaldo, tres matrimonios le cuenta el arzobispo D. Rodrigo. El primero con hija del Conde de Lorena, que por averiguación de Pito en la genea- logía de los Condes de Champaña, se llamó Getrudis. Pero este matri- monio por juicio de la Iglesia se declaró por nulo. Sería por el mucho parentesco. Después estuvo tratado de casarse con Margarita, her- mana del Rey de Escocia, como lo demuestran las cartas de concier- to, hechas por Agosto de 12 19, que publicó en su Historia-Miscelánea Nicolao Camuzacio. Y no habiendo tenido efecto este tratado, casó con Inés, hija de Guiscardo de Beloyoco y Sibila, hija de FiHpo, Conde de Flandes y Henao. Y de este matrimonio nació Blanca, la cual, habiendo estado primero prometida el año de 1225 á Otón, hijo de Odón, Duque de Moravia y Conde Palatino de Borgoña y de su mujer Beatriz, después el de 1234, fué prometida también al primogénito de D. Fernando el Santo, D Alfonso el Sabio: como se ve en escrituras de la cámara de comptos que vio Oihenarto. y también nosotros, las cuales pasaron entre los reyes D. Fernando el Santo y D. Teobaldo, padres de los desposados. Y no habiendo tenido efecto ni uno ni otro tratado, casó finalmente con Juan, Duque de Bre- taña.

30 El tercer matrimonio de D. Teobaldo fué con Doña Margarita, hija de Arcembaldo, príncipe ilustre de la gran casa de Borbón y Estado de Dampetra, no Conde de Fox como dijo Beuter y siguie- ron otros: sobre lo cual le reprende Oihenarto. Pero débesele admi- tir la disculpa de que otros más antiguos que él cayeron en el mismo yerro. Este matrimonio se celebró por Marzo del año 1232, dos años antes que D, Teobaldo viniese al Reino. De este alcanzó ya nacidos el arzobispo D. Rodrigo al acabar su obraá D, Teobaldo, primogéni-

EL HEY D TEOBALDO I. I^b

tode los hijos varones que ahora entró á reinar, á D. Pedro, que tuvo el señorío de Muruzábal, y á Doña L'ionor, cuya infancia pideáDios prospere y ensalce. Pero des¡més nacieron, sin que se puda dudar, L), Enrique, que vino á leinar en Navarra, y tuvo en el reinado de su hermano D. Teobaldo el Condado de Renoy; si dado por su her- mano ó por su pndre de entrambos se ignora, y tiimbién nacieron después las infantas Doña Margarita, mujer de Ferrício, Duque de Lorena, y Doña Beatriz, mujer de llugon IV, Duque de Borgoña. Ni tampoco se puede negar tuvo D. Teobaldo otras hijas, como fue- ron Doña Elide y Doña Jnés, de las cuales la primera se concertó y la segunda se casó con efecto con el primogénito de los Azagras, señores de Albarracín; pues consta por las escrituras aut('nticas ya exibidas. Otro hijo por nombre D. Cauíllermo descubrió Oihenarto de un cartulario de Champaña, que se guarda en la biblioteca Real de París, en que dice se halla un acto público por el cual el oficial ma- yor de aquella ciudad admite el perdón y desistimiento de queja de cierto agravio hecho á Giraldo \ alencienas, clérigo, hermano del Maestro Jacobo de Valencienas por algunas (dice) ó algunos de la familia del venerable Señor Guillelmo, hermano del ilustre Rey de Navarra. De D. Teobaldo 11 parece se entiende. Porque el primero fué postumo V único hijo varón, sino es que fuese habido fuera de matrimonio. Y el tiempo de este acto inclina á eso; pues es el de 26 de Mar/o, año de 1 203, diez después que murió el primro De cuál de los tres matrimonios fueron procreadas Doña Elide, Doña Inés y Doña Berenguela, la que el monasterio de !S. Pedro de Ribas cuenta por monja y priora suya, ó si acaso fueron habilas fuera de él como dicen varios escritores de Doña Marquesa, que casó con D. Pedro, hijo natural del rey D. Jaime de Aragón, que fundó la nobilísima Ca- sa de íjar, no se apura con toda certeza.

3 1 Aqui solo falta el advertir y corregir un yerro que se cometió en el calendario de Leire: y puede turbar. Y es: que en él, después de señalar la muerte del rey D. Teobaldo con el yerro ya notado de un dia, diciendo en las nonas de Julio murió D. Teobaldo, Rey de Na- varra, en la era 1291, añadió el escritor con poco tiento: Y D, Pedro el hermano en la era 1295. Es creíble que esta nota escrita en latín se halló en memoria más antigua y significado en ella el grado del parentesco con sola la letra inicial F. que en latín es común á la voz filiiis y á la de frater^ y habiendo de sacar hijo^ saco hermano:, ma- yormente equivocado, con que este infante D. Pedro tuvo hermano rey por nombre D. Teobaldo. Pero era el segundo, no el primero, de quien habla la memoria y de quien expresó era hijo el arzobispo D. Rodrigo y las demás memorias arriba puestas.

ESCOLIOS Y ADICIONES

DEL

P. Francisco :: de Alesón ::

e fa Compañía óe ^esús.

AL LIBRO PRECEDENTE Y A LOS SIETE SIGUIENTES

se irán poniendo al fin de cada uno de ellos) de este tercer tomo

DE LOS

Rnales óe Hauarra.

Advertencia al que los leyere.

El padre José de Moret, mi predecesor en el car- go de cronista de Navarra, no pudo por haberle cogido antes la muerte, dar la última mano á lo que iba escribiendo, como consta haber sido su intento de un papel ó memoria que hallé de su misma letra en que se puso la ley de rece-

278 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA,

rrer lo escrito y examinarlo con toda exactitud para corregir y aña- dir, siendo necesario, algunas cosas en lugares que señala en este apuntamiento. Yo con esta licencia \que £Ín ella no me atreviera) to- mé el trabajo de hacer este espicilegio, recogiendo las espigas que, ó se le cayeron ú olvidaron á su hoz; aunque dejando no pocas, que á mi juicio desechó él mismo por haberlas reconocido huecas y va- cías de todo grano Quede al juicio del lector si las que yo doy aquí recogidas merecían también quedar entre la p:ija. Para esto, además de los libros y memorias que alH apuntó el P. Moret, me valí de otros muchos, especialmente de historiadores franceses que escri- bieron en su lengua y traen no pocas noticias pertenecientes á es- tos reinados, que por ser de reyes que de Francia vinieron á reinar en Navarra, teniendo allá grandes y poderosos Estados y muchas in- clusiones, y que algunos de ellos fueron juntamente reyes de Fran- cia y de Navarra, sus cosas anduvieron muy mezcladas con los suce- sos de Francia. Valga por testimonio de mi buena intención, ajena de toda emulación ambiciosa con el P. Moret, mi sincera confesión con el poeta.

; .• ; .• .• .• ; .• .• ; Quid enim contemlat hirundo Cycnis^. aut qiiiddam trémuUs faceré ártubus liaedi Consiniile in cursu posint, ut fortis equ¿ vis?

PRINCIPIO Y FIN DE LA LINEA. PRIMERA MASCULINA

DE LOS REYES DE NAVARRA

1234

I a primera línea de los reyes de Navarra tuvo principio en D. García Jiménez, elevado al trono el año de 71G, y ha- ^T-típnrln corrido de varón en varón sin interrup- ción alguna por espacio de quinientos y diez y ocho años, feneció en D. Sancho el Fuerte, Rey VII de este nombre y XXI de Navarra, á 7 de Abril de 1234. Parece que este rey previno las exequias á su Real estirpe, que veía acabarse, sepultándose él mismo en vida y úl- timos años de ella como en duelo perpetuo dentro del castillo de Tu- dela. Y á la verdad; no merecía menos honradas exequias una línea Real que fué uno de los dos brazos que excitó y animó la Divina Pro- videncia casi á un mismo tiempo en las montañas de Asturias y en la de los Pirineos para el destrozo y expulsión de la morisma Una línea Real que, habiéndose conservado siempre pura de toda mengua de bastardía ú otra alguna, resplandeció en ha zafias inmortales y co- ronó sus glorias con la mayor de dar reyes á todos los demás reinos de España: á Castilla el rey D. Fernando I el Magno, que después he- redó por su mujer el reino de León, y de quien en tiempo posterior se derivaron los reyes de Portugal: á Aragón el rey D. Ramiro I, el Cristianismo, que por muerte del otro hermano. Infante de Navarra de D. Gonzalo, heredo heredó lo de Ribagorza y Sobrarve.

REY D. TEOBALDO I, zTq

2 Muerto, pues el rey D. Sancho sin dejar hijos, recayó la Corona de Navarra inconcusamente, según derecho legítimo, en su sobrino D, Teobaldo V, Conde de Champaña y Palatino de Bria, hijo de su hermana la infanta Doña Blanca de Navarra, que para ese tiempo había fallecido; porque la otra hermana mayor Doña Berenguela, ca- sada con Ricardo, Rey de Inglaterra, era también muerta sin dejar sucesión alguna. Pero ya que en Navarra faltó la varonía de sus pri- meros reyes, la cual se conservó por mucho más tiempo que en los otros reinos de España, bien será que con alguna extensión y mayor claridad demos señas del origen y descendencia de la antiquísima y en todos tiempos muy esclarecida casa de los Condes Palatinos de Champaña y liria para que á más luces se vea que la Real línea de nuestros reyee nunca decayó de su primera nobleza.

ORIGEN Y genealogía DE LOS CONDES DE

ChampaSía.

1 \6Jando, pues, otros ascendientes en la oscuridad de re- I igiones incógnitas é impenetrables á los descubrimien- .4^^ tos de la Historia, tomaremos principio de Gerlón, Prín- cipe de la Real sangre de Dinamarca y primo hermano de Raulo, ó como algunos pronuncian Rolo, Duque i de Normandía. Fué Ger- lón hecho conde hereditario de Blois por donación del Rey Odón de Francia, confirmada después por el rey Carlos el Simple: y fué Con- de de Chartres por adquisición que hizo de los herederos de Hastín- go, primer Conde de Chartres, el cual, aunque champanes de origen, había seguido la fortuna del duque Raulo de Normandía. Así lo re- fiere en su Historia de Navarra, escrita en francés, Andrés Favín á quien seguimos en la contestura y serie de esta genealogía.

4 Gerlón tuvo por hijo y sucesor á Teobaldo, i de este nombre, Conde de Blois y de Chartres llamado el Viejo, y también el Caute- loso^ que casó con la hermana y heredera de Herberto, Conde de Champaña y de Bria, y de ella tuvo un hijo y una hija.

b El hijo fué Odón de Blois y de Chartres por parte de su padre. y por la de su madre Conde de Champaña y de Bria. Fué dos veces casado. De primeras nupcias con Alix ó Alésia, de la cual tuvo dos hijos: á Hugón, que murió Templario, y áFihpo, Obispode deBeovaís. De segundas nupcias con Berta, hija del emperador Conrado II y hermana de Enrique lll, también emperador, y de ella tuvo dos hijos. El mayor de ellos fué Edón II Conde de Blois Chartres y Turena, que casó con Matilde, hermana de Ricardo II, Duque de Norniandía, de la cual tuvo en dote parte del castillo de Dreux. El otro hijo fué Roger, Obispo de Beovaís, á quien su padre dio el Condado de esta ciudad, y desde entonces los obispos de Beovaís tienen título de Con- des. Odón II tuvo dos hijos.

6 El primero fué Teobaldo II, Conde de Blois, de Chartres y de

28o LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA,

Turena, que murió sin dejar sucesión. El segundo, que heredó á su hermano, fué Enrique I, cognominado Estefcuio, que casó con Alesia, hija de D.Guillermo y hermana de Enrique 1, Reyes ambos de Inglate- rra, y de ella tuvo cuatro hijos y una hija.

7 Délos hijos el primero fué Teobaldo III, llamado el Grande y el Padre de los Pobres, Conde de Blois, de Chartres y de Champa- ña. Este dejó el condado de Turena, dándolo en paga de su rescate á Godofre, Conde de Anjou, que le hizo prisionero en una batalla. El segundo hijo fué Esteban, Conde de Mortsing, de quien se derivó la ilustrísima rama de Boloña, inserta después en otra rama del Real tronco de Francia. El hijo tercero fué Enrique, monje de Cluni y Obispo de Lisestria en Inglaterra. El cuarto fué Guillermo, que no dejó más que una hija.

8 Teobaldo el grande tuvo de Matilde, su mujer, cuatro hijos y otras tantas hijas, de las cuales la última fué Alesia de Champaña, tercera mujer del rey Luis de Francia, llamado el Joven, y de es- te matrimonio nació el rey Filipo Augusto el (^Conquistador Los hijos fueron; Teobaldo el bueno, Conde de Blois, que casó con Alesia de Francia, hija del rey Luis VII y de Leonor de Aquitania, su primera mujer: y murió viviendo su padre, antes de heredar lo de Champaña, en la conquista dePtolemaida, donde se halló en compañía de Filipo Augusto, su sobrino y cuñado. Dejó algunos aijos; pero ninguno de ellos tuvo sucesión sino una hija por nombre Margarita, que heredó el condado de Blois: y de ella fueron descendientes los Condes de Blois de la casa de Chantillón sobre el Marne.

9 El segundo hijo de Teobaldo el grande y heredero suyo fué Enrique, II de este nombre, llamado el Largo por .su liberalidad ca- só con Madama Maria de Francia hija del rey Luis el Joven y her- mana de Alesia, la que casó con su hermano mayor. El tercuc fué Esteban, Conde de Sancerra, de quieii se prop.agó la casa de los Con- des de Sancerra. El cuarto fué GxúWtxmo el de las Bellas Manos, Arzobispo de Rems, Cardenal del título de Santa Sabina y legado en Francia que consagró y ungió por rey á Filipo Augusto, su sobrino.

10 Enrique el Largo, II de este nombre. Conde de Champaña y Bria, tuvo de su mujer Maria de Francia dos hijos y una hija: esta tu- vo el nombre de su madre y casó con Balduino, Conde de Flandes y primer emperador de Constantinopla, cuando el Imperio de Oriente entró y estuvo en poder de los francos Los hijos fueron: Enrique y Teobaldo, Conde de Bria y de Champaña, IV de este nombre. Enri- que el Largo fué á la Jornada ultramarina con el rey Luís el Joven su cuñado, y vino a morir muchos años después, eldeiiSi. De este prin- cipe liberal se refiere con aplauso que un dia de Pascua de Pentecos- tés, yendo á oír misa á la iglesia de San Esteban de Troya, en Champa- ña le salió at encuentro un caballero pobre y puesto de rodillas con dos hijas doncellas que llevaba consigo, le pidió la limosna compe- tente para darlas estado. Acompañaba al conda Enrique un vecino de Troya muy rico, llamado Arturo, con quien por ser hombre muy in- teligente solía comunicar sus negocios y tener sus confidencias. Ar-

REY D. TEOBALDO I. 28 I

turo, que pensó hacer lisonja al Conde, se adelantó á lo que no de- bía y reprendió con indignación al pobre caballero como á descortés 3' poco atento en hacer aquella demanda al Conde, que á la sazón estaba exhausto de dinero y sin tener qué dar por haber dado cuanto tenía. Entonces el Conde, oyendo un despropósito tan injurio- so á su liberalidad, se volvió contra Arturo y con mucha mesura le dijo: Mentís como villano en decir que Yo no tengo más qne dar: si tengo y vos mismo sois lo que al/ora tengo de dar. Y echando ma- no de él, se le entregó al cnballero pobre, diciéndole: 7ened amigo, Yo os lo doy: y sino os fuere de provecho, Yo quedo por fiador. El buen caballero sin turbarse asió fuertemente de Arturo y no le sol- tó hasta que recibió de él todo el dinero que habí;i menester para el remedio de sus hijas.

11 Enrique lll, hijo mayor de Enrique el Largo, vino á ser por el derecho de la primogenitura Conde Palatino de '3ría y de (Champa- ña. Pero no entró en posesión de estos Estados; perqué, viviendo aún su padre, fué á la conquista de la Tierra Santa er compañía del rey Filipo Augusto y de Ricardo, Rey de Inf^laterra, cuando tomaron la fuerte ciudad de Acre (por otro nombre Ptolemai !a.) Estando viudo y sin hijos, casó allá con Isabel, hermana de B: Iduino, IV de este nombre, Rey de Chipre y de Jerusalén. Y esta Un soberana y rica alianza que le sublimó al trono de estos dos reinos, le detuvo en la Siria hasta su muerte. De este matrimonio tuvo solas dos hijas: la ma- yor de ellas fué Alesia. Reina de Chipre, y la segunda fué Felipa, que casó con Arador de Breña: y de este matrimonio nació reobaldo de Breña.

12 Teobaldo IV, hijo segundo de Enrique el Largo, ocupó por la ausencia de su hermano (y según parece con tolerancia suya) los con- dados de Bria y de Champaña, no teniendo antes más que los feudos de los condados de Blois, Chartres-y Sancerra, y el del vizcondado de Chatodún en Apanaje, como dicen en Francia, y es para dar es- tado y poner casa competente á los hijos segundos de las grandes familias. Por lo cual Airardo de Breña puso después pleito á los con- dados de Champaña y Bria, y pidió la investidura de ellos al rey Fi- lipo Augusto, alegando que habían sido dados en dote por su suegro el conde Enrique III á Felipa de Champaña, su mujer. Pero la sen- tencia dada el año 12 16 por el parlamento de los Pares, que eran los jueces legítimos de estas causas, salió á favor de Doña Blanca de Na- varra, Condesa de Champaña, viuda de Teobaldo IV y madre y tuto- ra de Teobaldo V. V.\ cual consiguientemente hizo homenaje de di- chos Estados á Filipo Augusto en toda forma estando el Rey sentado en su trono en medio de los Pares.

1 3 Teobaldo iV casó con la infanta Doña Blanca de Navarra, ter- cera hija de D. Sancho VII el Sabio, Rey de Navarra, y de ella tuvo dos hijos; á Blanca de Champaña, que casó con Otón, Conde de Bor- goña, y á Teobaldo V, que nació postumo el año de l2ol, y fué Con- de Palatino de Champaña y de Bria por parte de su padre, y ahora por la de su madre vino á ser rey de Navarra. Con que se juntaron

282 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA,

en el escudo Real ú las cadenas las armas de Champaña, que eran dos bandas de argent en campo azul potenzadas y contrapotenzadas de trece piezas de oro.

soberanía y potencia grande

DE LA GASA DE CHAMPAÑA

I a grandeza y poder de los condes de Champaña eran de tan alta gerarquía, que, como dice Dupleix en su Historia ^i"- Francia, el Conde de Champaña tenía por va- sallos siete condes, que eran: los de Retel, Joiñi, Porcián, Brienne, Bresne, Grand-Pre y Russi, los cuales estaban obligados á hallarse cerca de su persona cuando él tenía sus audiencias extraordinarias para juzgarlas cosas de mayor monta en su villa capital de Troya, al modo que los Pares de Francia lo usaban con el Rey: y aun en tiempo de S. Luis este Conde se tenía por príncipe soberano. Porque el se- ñor de Joinvilla, Senescal de Champaña, que escribió la vida de este Santo Rey, dice de mismo en términos expresos que se excusó de acompañarle en su segundo viaje contra los sarracenos, con decir que no era su vasallo, sino del Conde de Champaña. Verdad es que le fué acompañando en el primer viaje sin apartarse de su lado en todo él, Pero entonces lo pudo hacer sin embarazo con licei)cia del Conde, que lo era nuestro rey D. Teobaldo I, el cual no se halló en esta jor- nada. Mas, hallándose en la segunda D. Teobaldo 11, debía el señor de Joinvilla, si allá fuese, hacer la corte á su Conde, el Hey de Nava- rra, y no al Rey de Francia; aunque le debía grandes atenciones. Y esta concurrencia parece pudo ser la causa de retraerle en esta oca- sión como á hombre muy discreto y gran cortesano, que no quería faltar ni al uno ni al otro.

LOS CONDESDE CHAMPAÑA, PARES DE FRANCIA

DESDE LA PRLMERA LXSTiTUCIÓN DE ESTA DIGNIDAD. NÚMERO DE LOS PRIMEROS PARES Y SU PREEMINENCIA

¥ \esde que hubo Pares en Francia gozó la casa deCham- M^'32Í / I Ipaña de la preeminencia y alta dignidad de la Pairía. JL^ Del tiempo en que ella comenzó, hay grande contro- versia entre los escritores franceses. Los más cuerdos y bien atinados refutan la vulgaridad de que fuese institución de Cario Magno, y dan por fábula de los romanceros antiguos lo de sus doce Pares, y por asentado con fundamentos muy sólidos que en esa segunda estirpe de los reyes de Francia, que fué la de los carlovingianos, y mucho

REY D. TEOBALDO I. 283

menos en la primera de los merovintrianos no hubo tal cosa. Porque no son señas ciertas los pocos vesticjios que de ello pretendieron des- cubrir algunos investigadores de esta antigualla: siendo como las pi- sadas mal formadas, que no se distingue bien si son de hombres o de- brutos. Es, pues, lo cierto que la dignidad de los Pares no tuvo prin- cipio basta la tercera estirpe de los reyes de Francia, que es la que hoy feliz y gloriosamente reina, habiendo comenzado en [Iug(jn Ca- peto el año de 989 y aún se duda sobre cuál de los reyes de ella fué el instituidor. Algunos dicen que fué Luis Vil, llamando el Joven, fundándose en que reinando él, asistió Enrique, Rey de Inglaterra, en cualidad de Par de Francia por Duque de Ñormandía á la consagra- ción de Filipo II, á quien Luis el Joven, su padre, hizo coronar durante su vida. Pero otros, fundándose en otra memoria más antigua, que es la primera causa ó pleito que se halla haberse decidido por el par- lamento de los Pares en presencia del Rey, atribuyen con más verosi- militud esta institución al rey Roberto, hijo de ílugón Capeto, y di- cen fué el año de 1020, que vino á ser ciento y diez y siete antes que Luis el Joven entrase á reinar. El pleito era entre Ricardo, II de este nombre, IV Duque de Ñormandía, y Odón, Conde de Chartres, y también de Champaña, por el castillo y villa de Dreux con sus perte- nencias, de que estaba en posesión el Conde de Champaña, y manda- do comparecer delante del rey Roberto, no lo hizo: y después se ex- cusó en carta que escribió al mismo Rey diciendo que, segian la noti- ficación que de parte de Ricardo su competidor se le había hecho, no estaba obligado á comparecer hasta que hubiese junta de sus Pa- res. * Ricardo llamaba sus Pares á los señores de su calidad asisten- tes en el parlamento sin los cuales no quería él ser juzgado, como también hoy se practica que los Pares de Francia no pueden ser ju7gados en lo tocante á su persona, honor y bienes, sino en el tri- bunal compuesto de los mismos Pares. Esta carta del Conde de Char- tres y Champaña anda inserta entre las de Fulberto Garnotense, llamado así por haber sido Obispo de Chartres, (en Latin Carnutum) que fué canciller del mismo rey Roberto.

El primero que por este Rey fué honrado con el título de^^.^^^^^ Par fué Enrique, su hijo mayor, al cual había dado el ducado dcNavar. Bcrgoña, devuelto á la Corona de Francia por mut rte de Enrique deeS^sfi Borgoña, su tio. Y de aquí nace el ser en todos tit mpos decano del colegio de los Pares el Duque de Borgoña ó el que se subroga en su lugar. El segundo fué el dicho Ricardo, Duque de Ñormandía. Después de él se siguió Guillermo, IIl de este nombre, Duque de Aquitania, llamado Cabeza de estopa. Fué el cuarto Guillermo tam- bién, III de nombre. Conde de Tolosa. El quinto Balduino, IV de es- te nombre, Conde de Fiandes, que llamaron el de la bella barba.

* Nec sibi EicJiardus competeré dicebat, ut me ad tale indiciwn exhiberet sine conventu PARIUM fuorum; hmc causa esf, cúr Ubi ad placitwm non ocurrí, Epist. Comitis Odonis ad Reg. Robert.

284 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA,

El sexto fué Herberto, Conde de Troya, de Champaña. Y todos ellos eran cercanos parientes y aliados del rey Roberto y señores de los mayores y más poderosos que había en Francia, y se portaban como príncipes soberanos sin más vasallajes al Rey que algún reconoci- miento que tal cual vez le hacían. Y habiendo también otros de esta misma esfera, queriendo que fuese el número de los Pares limitado, eligió á estos por tener de ellos mayor satisfacción y obligándolos mucho con esta honra hacerlos más adictos á y fortificar con el po- der de ellos su autoridad contra los atentados que de parte de los otros grandes señores podía temer.

17 Eligió también el rey Roberto seis Pares eclesiásticos. Délos cuales, como también de los laicos, los tres tienen títulos de duques; es á saber, el Arzobispo de Hhems y los Obispos de Laón y Langres y los otros tres de condes solamente, que son los Obispos de Beo- vaíg, Chalón y Noyón. Y parece los escogió entre todos los otros prelados de su Reino, asi por ser los más de ellos sus parit-ntes y aliados, como por tener sus obispados más cercanos á la Corte, sin atender á la preeminencia de las sedes. Kstos doce Pares antiguos se señalan y comprenden en estos dos versos truncados:

No. Cata. Belva. Tolo. Campania, Flandria snat Co.

Lingo, llhemen. Lauclii. JSor. Áqui. Burgandia siint Du. Esto es: Noviodunensis, Catalaunensis, Belvacensis (Episcopi) Todosanus, Campemiis, etc. Flandriis sunt Comités: Lingonensis, Rhemensis, etc. Laudunensis (Episcopi) Normanmis, Aqnitcmus, etc. Burguiidiis sitns Duces. El haber sido doce los escogidos dicen que nació del animo religioso y pío del rey Roberto en memoria del Sagrado Colegio de los Apóstoles, y también por imilación de algu- nos reyes más antiguos, que establecieron sus Consejos Supremos de este número con diversidad y mezcla de eclesiásticos 3^ seglares; aunque sin las preeminencias y honores de este de los Pares ni su perpetuidad en las dignidades y familias. Pero todas son conjeturas, y la de la piedad del rey Roberto es muy natural; porque fué prínci- pe muy religioso y devoto, en tanto grado, que su entreteiiimiento era componer himnos y cánticos sagrados en latín con tanta elegancia, que de ellos admitió algunos para su uso la Iglesia.

18 Lo que no se puede dudar es que la dignidad y representa- ción de los Pares fué grandísima y precelente á todas las demás; porque en las grandes funciones, como en las coronaciones de los reyes á que ellos asistían, se sentaban en mejor lugar que los prínci- pes de la sangre, aunque fuesen los más próximos. Como se vio en lo coronación de Carlos IV el año de 1 38o, en que hubo una muy no- table contienda entre los Duques de Anjou y de Borgoña, hermanos.

Dnpi.deDecía éste que por Par y Decano de los Pares de Francia debía pre-

tom°*9.ceder á su hermano en este acto. Aquel, como hermano mayor suyo

pág. 585y príncipe de la sangre más propincuo y además de eso regente de

Francia en la minoridad del Rey, sobrino de ambos, mantenía que

le era debido el primer asiento superior al de todos los Pares Esta

REYD. TEOBALDO. I. 285

diferencia fué decidida por la boca de! Rey mismo en favor del Duque de Borgoña, á causa de que esta solemnidad era principalmente del oficio (le los Pares de Francia, con todo eso el Regente había tomado el primer asiento. Mas el Borgoñón, queriendo hacer que valiese su razón apoyada con la sentencia del Rey, se metió entre los dos, puso allí su silla y dejó tras de y muy desairado ásu hermano. Algunos han querido que el renombre del atrevido S2 le dio por esto á Felipe, Duque de Borgoña Pero (como nota Paulo Emilio) más fundamento tiene que le adquirió en la batalla de Potiers, donde peleó en su tier- na edad con raro valor y sumo arrojo por h. defensa del rey Juan, su Dnpi. padre, quejuntamente con él quedó en ?lla prisionero de los ingleses, ^^laa* Por evitar estos enojosos encuentros de los Pares con los príncipes de la sangre en semejantes ceremonias, pretendiendosiempre ellos preceder en ellas aún á los hijos de los reyes, dispuso con mucha prudencia la reina Catalina de Médicis que sus tres hijos represen- tasen las personas de los tres Pares más ancianos en la coronación de Francisco II, su hijo mayor, que se celebró el año i559 á i8 de Septiembre. Porque, aunque para entonces los estados y señoríos á que estaban anejas las seis pairias antiguas seculares, menos el Con- dado de Flandes, poseido por el Rey de España, estaban ya incorpo- rados en la Corona de Francia, se nombraban personas que repre- sentasen en estas funciones á los primeros Pares para que esta re- presentación las condecorase y autorizase. Lo cual se observa también hoy, y os argumento de cuan elevada y preeminente era la dignidad de aquellos Pares De los que después se fueron añadiendo de tiem- po en tiempo por los reyes posteriores de Francia para premiar con este supremo honor personas de alto linaje y relevantes servicios á la Corona, no es de mi propósito el discurrir, bastando lo dicho para mostrar la calidad soberana y honores de los Condes de Champaña, que fueron de los primitivos Pares de Francia y ahora vinieron á ser reyes á Navarra.

SUCESOS DE D. TEOBALDO ANTES DE VENIR

Á SER REY DE NAVARRA.

ntes que D. Teobaldo llegase á ser rey le sucedieron ^9 ^1^ en Francia cosas muy notables. Frecuentaba mucho

la Corte del rey Luis VIH, su pariente muy cercano, y de tal manera le arrebató el corazón la extremada hermosura y dis- creción de la reina de Francia, Doña Blanca de Castilla, que padeció por mucho tiempo los tormentos de la pasión amorosa, que son in- comparablemente más crueles cuando ella tiene por objeto un impo- sible. Fuéle forzoso para llevar con el deb:.do tiento las riendas del decoro y del respeto retirarse á su Co'te de Champaña, como pru- dentemente se lo aconsejaren sus amigos, y se lo mandó resuelta- mente la misma Reina. Allí para divertir sus penas y melancolías se

286 LIBRO XXI DÉLOS ANALES DE NAVARRA

dio todo á la Poesía y á la Música, en que era muy diestro, habiendo cultivado muy diligentemente en sus primeros años el ingenio, que le tenía muy perspicaz,' con el estudio de las Buenas Letras, dignas de los grandes príncipes. Pero habiendo muerto el rey Luis VIII dio la vuelta á París: y pasado algún tiempo, explicó manifiestamente su amor á la Reina \iuda, Doña Blanca, con el fin de casarse con ella por estar á la sazc n Teobaldo también viudo. Ella, que erahonestísi- ma y prudentísima matrona, sacudió con mucha aspereza la proposi- ción y con repetidos desdenes rebatió las porfías del amor del Conde de Champaña. Mfs tales sacudimientos suelen ser soplos 'A fuego para encenderle n ás,

29 Por el testamento del difunto rey había quedado la Reina Go- bernadora ab.soluta del reino de Francia y tutora de su hijo el rey Luis IX el Santo, que no pasaba de doce años cuando murió el rey Luis VIH, su padre. Fué grande el sentimiento que de esta disposi- ción tuvieron mucho de los mayores señores de Francia, y vino á parar después en rompimiento declarado cuando vieron que la Reina, capacísima por sola de todo el manejo, no les daba á ellos parte al- guna en el Gobierno. De los que conspiraron contra ella, queriéndo- le quitar la Regencia y el hijo, fué el principal Filipo, Conde de Bo- loña, hermano del Rey difunto, á quien por esa propincuidad preten- dían los demás pertenecerle el gobierno de todo, y no á la Reina, que por mujer y extranjera debía ser excluida. Estos eran: Pedro, Duque de Bretaña y Roberto, Conde de Dreux, su hermano; Enguerrán de Cucy, llugón. Conde de la Marca y otro Hugón, Conde de San Pol, los Condes de Ponthieu y de Nevers, y también los Condes de lolo- sa y de Marsella con otros muchos grandes y poderosos señores. Nuestro D. Teobaldo fué muy solicitado de ellos para que entrase en la liga, y al cabo vino á entrar en ella, y más por despique de los des- precios que la Reina hacía de su amor, que no por los intereses de Es- tado que los príncipes conjurados le proponían.

21 Siguióse la guerra, en que al cabo venció la Reina, por ha- berla gobernado con grande sagacidad y prudencia, enflaqueciendo primero el partido contrario con quitarle y atraer á los sujetos de mayor autoridad y poder que en él había: estos fueron; el Conde de Boloña, su cuñado, y el Conde de Champaña, entrándole á cada uno por la parte que flaqueaba. El de Boloña, cabeza de todos los demás, adolecía de suspicaz y desconfiado, y así la prudente Reina sin faltar á la verdad aumentó artificiosamente sus sospechas y desconfianzas hasta el despecho: haciendo que se le diese á entender que sus cora- pañeros en la conspiración solo le habían buscado para que como hermano del rey difunto autorizase aquella liga con su persona y re- presentación, y no para entregarle el gobierno del Reino como de- cían, en caso de apoderarse de la persona del Rey; porque tenían re- suelto dar la Regencia á Enguerrán de Cucy, excluyéndole á él de ella: y que á ese fin habían tenido los coligados varias conferencias secretas sin llamar á ellas al Conde. Esto era cierto, y él tenía algu- nos recelos de ello, y así lo creyó todo fácilmente, y se adhirió lúe-

REY E. TEOBALDO I. ¿87

go á la Reina con mortal odio á los companeros Aún no fué menes- ter tanto para ganar al Conde de Champaña, quién adolecía de aman- te, Llamóle la Reina y solo con mostrarle agradable el semblante y decirle algunas blandas palabras que hicieron revivir en él las espe- ranzas de su deseado matrimonio con ella, le redujo muy brevemen- te. Mucho le importó á la Reina el tener de su parte al conde Teo- baldo, no solo por las fuerzas que quitó al partido contrario y añadió al suyo, sino también porque, manteniendo él sus inteligencias con algunos de los conjurados, la daba noticias y consejos muy impor- tantes para contraminar y desbaratar todos sus designios.

22 La noticia que más importó fué la que Teobaldo dio al mismo Rey de las asechanzas que los rebeldes tenían armadas para cogerle y apoderarse de su persona. Alcanzóle el aviso en el camino para Vandoma, donde estaban concertadas vistas, pedidas maliciosamen- te por ellos, ofreciendo dar cumplida satisfacción en ellas, sujetándo- se al Rey y á la Reina Regente, después de ser oídos. Caminaban el Rey y Consejo á las vistas con poca gente y llegaban cerca de unos bosques, en que con disimulo tenían repartidas varias tropas para lograr su intento. Y aquí fué donde el Rey tuvo el aviso: y al mismo punto torció el camino y se retiró al castillo deMon le Henri. Desde allí avisó á su madre el peligro y aprieto en que quedaba. Ella, que también estaba prevenida del Conde de Champaña, convocó los vecinos de París y con un elocuente razonamiento que les hizo, esforzándole con el afecto de madre y la indií^nación del agravio, los animó y persuadió á que sin perder tiempo fuesen á librar á su Rey. Así se ejecutó prontamente, juntándoüe ejército muy numeroso en que marchó también el Conde de Champaña, y llegando oportuni- simamente, cuando los enemigos se disponían á sitiar el castillo, fla- co é indefenso, sacaron de él á su Rey y lo trajeron á París en triun- fo. Por esta causa muy principalmente sintieron los conjurados ver á Teobaldo adherido á la Reina, pareciéndoles que no podían salir con su empresa sino le reducían á su partido.

2 3 A este fin le propusieron el matrimonio con Yolanda, hija única y heredera universal del Duque de Bretaña, Pedro, que después de la separación del Conde de Boloña era ya el jefe de los malcon- tentos. La tentación era fuerte sobre manera; porque este casamiento venía á hacer á Teobaldo con ventajas al príncipe más poderoso de Francia después del Rey con el aumento de tan poderosos Estados. Pero la Reina, que lo entendió, le detuvo cuando ya estaba vacilando y muy cerca de rendirse con algunas expresiones de agrado que le renovaron las esperanzas de su matrimonio. Viendo los conjurados que el Conde de Champaña menospreciando intereses tan ventajosos, quedaba firme en el partido de la Reina, fué tal el odio que le cobra- ron, que trataron de destruirle y d'íspojarle de todos sus Estados, vol- viendo contra él toda la guerra. Para esto tomaron el pretexto plau- sible de promover con las armas el derecho que Alesia, Reina de Chipre, tenía á los Condados de Champaña y Bria, como hija mayor de Enrique III, Conde de Champaña, que, como dijimos, vino á ser Rey

28S LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA.

de Jerusalén, y por ausencia suya entró á poseer esos Estados Teo- baldo IV, su hermano menor y padre de nuestro Teobaldo. Con elec- to, vino Aiesia á Francia llamada de los príncipes conjurados. Y ellos consiguientemente juntaron sus tropas y entraron separadamente por diversas partes en Champaña y Bria, destruyéndolo todo con ro- bos y con talas: y juntándose todos cerca de Troya de Champaña, formaron un poderoso ejército con el cual embistieron aquella pla- za. Y fué con tanto ímpetu, que hubiera caído brevemente sino fuera por el valor y pericia militar del Señor de Join villa, quien la gober- naba y pudo alargar el sitio por algún tiempo,

24 Hallábase ya la plaza en el último conflicto, y el conde Teo- baldo, que estaba dentro, á punto de venir á manos'de sus mortales enemigos, perdiendo juntamente todos sus Estados, cuando la Reirá dispuso que fuese con grande ejército á socorrerle su mismo hijo el rey San Luis, que aún no tenía entonces die;^ y seis años. Y esta fué la primera expedición y empresa militar de este gran xMonarca, y el prenuncio del valor, justicia y honor con que se había de portar des- pués en tantas otras ocasiones. Marchó volando á la testa de su ejér cito el Rey joven, y luego que se afrontó con sus enemigos, resolvió atacarlos sin dilación alguna en sus mismos reales, que tenían pues- tos en unas praderías y bien guarnecidos de fosos y de trincheras. Esta resolución les causó tanto terror, si ya no fué respeto á la per- sona de su Rey, que le hicieron una embajada pidiéndole humilmen- te que no quisiese pasar á dar la batalla en que iba á exponerse á los riesgos y contingencias de una fortuna adversa; y representando que ellos no habían tomado las armas contra su Magestad ni en perjuicio de su Reino, sino tan solamente por defender y promover el derecho de la Reina de Chipre, Aiesia de Champaña, injustamente desposeí- da de aquellos Estados, El Rey les respondió: que él había venido á dar socorro á un aliado y pariente suyo y que por salvarle estaba resuelto á exponer á cualquier peligro, y á todo trance su vida, Que en lo que tocaba al derecho de Aiesia, era contra toda razón querer- le ellos seguir y hacerle valer por vía de fuerza, y con las armas en las manos, cuando aquel derecho debía seguirse por vía de justicia y en toda buena paz. Que él estaba constituido por Dios para juez de aquella causa; y que acudiendo Aiesia á su tribunal, sería en él atendido su derecho, y pronunciada muy conforme á él la sentencia. Dicho esto, se dispuso el Rey á la batalla, sin querer que se le habla- se de tratados de paz, que también le proponían. Porque respondió resueltamente que no era tiempo hasti que los conjurados saliesen con sus tropas de los Estados del conde Teobaldo.

25 Ellos tuvieron por bien de conformarse con la resolución del Rey. Y habiendo quedado libre de tropas enemigas los Estados del conde Teobaldo, fueron oídos en justicia él y su prima la Reina de Chipre. Y la sentencia que se pronunció fué que el Conde quedase en la posesión y propi'.;dad de todos sus Estados; aunque condenándole á pagar una renta anual muy considerable á su prima la Reina de Chi- pre, y también otra grande suma de dinero pronto por una sola vez

REYD. TKOBALÜÜ I. 289

para recompensa de los gastos de su viaje y d j los que ella había he cho en esta guerra. Para dar cumplimiento el conde Teobaldo á esta condenación se vio precisado á vender los condados de Bles, Char- tres y Sancerra, el vizcondado de Chatodún y también otras tierras y jurisdicciones que le compró la Reina de Francia, Doña Blanca, y le sacó de este empeño y emlxirazo, dando j)rontamente el dinero, aun- que con grande utilidad del Real patrimonio de su hijo que, como buena administradora, procuraba aumentar sin j^erder ocasión alguna de ello. Desde entonces quedaron estos Estados enajenados del con- dado de Champaña é incorporados en la Corona Keal de Francia hasta que se separaron de ella por apanajes y mercedes que después hicieron sus reyes.

26 Scipión Dupleix en su Historia de Francia dice que los con- des de Champaña eran los señores más poderosos de toda Francia cuando poseían estos Estados juntamente con la Champaña y la Bria, y que nuestro Teobaldo se arrepintió presto de haberse desapropiado de ellos, y que, movido de despecho, se rebeló contra el Rey de Fran- cia, su bienhechor, para recuperarlos. Pero que le sucedió tan al re- vés que, apretado de las armas del rey Luis, le hubo de entregar tam- bién á Bray y á Montereau por redimir la vejación y volverá su gra- cia. Cita por autor de esta noticia á Nangis ó Nangio. Pero nosotros ni en el Padre Juan Bussieres, á quien principalmente hemos se- guido en la relación precedente, ni en otros escritores franceses ha- llamos tal cosa. Y la hace del todo incierta é increíble el tiempo en que él la señala, que es el año de 1235. Porque este año estaba D. Teobaldo en Navarra reinando, habiendo venido el anterior: y de ninguna manera hizo en él ausencia á Francia, ni la permitían los grandes embarazos que por entonces tenía en Navarra, en especial el cuidado de componer las turbaciones de Tudela: ni empresa tan ardua era para intentada por legados. Fuera de la suma ligereza de que jamás adoleció este Príncipe, de querer recobrar lo que no era suyo, sacándolo del poder de un tan poderoso Monarca, como era S. Luis, que por este tiempo había salido de tutela 3' adminis- traba por el reino de Francia; aunque siempre se gobernaba por los sabios y prudentes consejos de su madre la reina Doña Blanca.

NOTICIA DE HABER ESTADO EN NAVARRA D. TEOBALDO

ANTES DE VENIR Á REINAR.

O

tra noticia trae Andrés Favín en su Historia de Nava- rrj.J^!;

Hist. de Navarra

27 I |rra, y es de antes que Teobaldo llegase á reinar. Refie- ^I^^Ym re que su tío el rey D. Sancho, estando encerrado en el ^ ^^^' castillo de Tudela y muyaquejadodesu cáncer, le llamó y le hizo de- ToMO IV 19

290 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA.

clararporsulugartenicntegeneral y sucesor en el reino de Navarra con el común consentimiento de los listados del Reino: y que feobaldo álos principios se portó como debía con grande sumisión y respeto al Rey sutio, procurando darle gusto entodo. Pero que después, pareciéndole estar asegurado y bien firme en la silla del Gobierno, no tuvo la bue- na cuenta que era razón. Por lo cual descontentó de tal manera al Rey, que le mandó volver á Francia á gobernar sus Estados, quedan- do con gran sentimiento de que el sobrino le quisiese despojar de su autoridad antes de su muerte. Y que de este disgusto nació la extra- ña resolución de disponer de su Reino según su fantasia llamando al rey D. Jaime de Aragón para adoptarle por hijo, como lo hizo. Y aña- de sobre esta adopción una circunstancia bien notable. Y es: que fué pacto de ella que el rey de Aragón había de armar ejército con todo su poder para entrar en Castilla y recobrar las plazas usurpadas á la Corona de Navarra y retenidas por los castellanos: y que para los gastos de esta guerra el rey D. Sancho, que era el Príncipe más adi- nerado de su tiempo, dio cien mil sueldos de oro á D. Jaime, el cual para seguridad de este pacto dio en prendas á D. Sancho las plazas que ya quedan nombradas en la Historia. Que D. Jaime se valió de todo este dinero para asegurar la nueva conquista de Mallorca sin te- ner cuenta con la de Castilla: y que esto enfadó tanto á nuestro D. Sancho, que rompió con él, revocó la donación precedente y vol- vió á declarar por su heredero y sucesor en el reino de Navarra al conde Teobaldo, su sobrino. No alcanzamos de dónde pudo tomar esto Favín;sino es quefuese de algún cartulario antiguo de Champa- ña. Porque, aunque Garibay dice mucho de esto, no dice tanto, y el Padre Moret lo calla todo, como también los demás escritores y me- morias nuestras de aquel tiempo.

28 Garibay al año 123 1 dice que por aquellos dias D. Teobaldo, Conde de Champaña, comenzó tratos é intiligencias secretas con al- gunos caballeros de Navarra por suceder en el Reino en vida de D. Sancho, pareciéndole que por estar tan impedido de su persona el Rey, su tio, sería posible el conseguirlo: que el Rey, sintiendo mucho este desacato de su sobrino, y viendo que los castellanos, no conten- tos de las cosas pasadas, le hacían mucho daño, envió á llamar al rey D. Jaime de Aragón: que, habiendo este llegado á Tudela, se hicieron allí las adopciones recíprocas entre los dos reyes: que el de Navarra dio al de Aragón los cien mil sueldos, recibiendo de él en prendas á Herrera, Peñarredonda, Ferrellón y la Fajina. Y que, habiéndose ordenado las cosas de la guerra contra Castilla, dejando D. Jaime esta guerra, pasó á Mallorca á dar cobro en lo que era suyo. Por lo cual fué grande la indignación que el rey D. Sancho tomó contra el rey D. Jaime, no teniendo por de ningún efecto las filiaciones y concier- tos pasados. Pero Garibay no dice que el rey D. Sancho volvió á declarar por su heredero y sucesor al Conde de Champaña, su sobri- no, como lo dice Favín. Lo cual era consiguiente al tener por nulas las profiliaciones hechas: y lo más natural, después de haberlas res- cindido luego de su parte el rey D. Jaime, legitimando segunda vez

REY D. TEOBALDO I. 29I

ásuliijo D. Alfonso, como dice el Padre Moret, y declarándole por sucesor su3í'0 en todos sus reinos, con mandato á los ricos h(jmbres y ciudades de ellos, de que, en caso de muerte suya, le obedeciesen como á su Rey y Señor natural. Pero, siendo esto así ¿para qué fué el enviar los hstados del reino de Navarra embajadores al rey i). Jai- me sobre la venida á reinar del conde Teobaldo? Dijo bien el Padre Moret que no fué por necesidad de su consentimiento sino por aten- ción cortesana que se tuvo con él 3^ por remover para en adelante todo escrúpulo.

PLEITO DE DIEZMOS AJUSTADO ENTRE EL REY

Y LA IGLESIA DE TUDELA.

Año

Del año 1235, y mu}' álos principios de él, hallamos una memoria que nos avisa cómo á la entrada de su reina- 1235. do no solamente tuvo en Tudela sus diferencias y de- bates el rey D. Teobaldo con los del Concejo de aquella ciudad, sino también con los del cabildo de su iglesia colegial. Y fueron sobre si el Rey había de pagar diezmo de sus heredades. Comprometiéronse en D. García de Artiga, Comendador Mayor del Hospital de Jerusa- lén en España, en D. Juan Iñíguez, Prior del mismo Hospital en Na- varra, y en D.Miguel, Prior de Tudela, D. Sancho Martínez, de Za- balza y D. Aznar López, de Caparroso, caballeros. Los cuales dieron á favor del cabildo su sentencia, que por contener algunas cosas no- tables es digna de ponerse aquí como se halla en el archivo de la misma santa iglesia de Tudela con sus sellos pendientes de cera ama- rilla, vuelta casi en blanca por la mucha antigüedad. Su tenor es es- te: »Conescuda cosa sía á todos los Omes que son, et que son por »venir, que nos García Arriga Comendador Mayor del Hospital de »Jerusalén en Hespaña, é Johan Enueguez Prior daqueyll mismo > Hospital en Navarra, et Miguel Prior de Tudela, et Sancho Martínez >de Zabalza, et Aznar López de Caparroso Caballeros Juzgues pues- >tos por D. Tibalt Ondrado Rey de Navarra, et por Miguel Prior de >los Calonges de Tudela, sobre el clamo, et la rancura, que los di- íchos Prior, et Calonges habían del Rey D. Sancho Tio del Rey ■>D. Tibalt de las diezmas, que debía donar á la Iglesia de Tudela, >€t las había retenidas forzadas muyto tiempo, et del dito Rey D. fi- »balt, que eifa mientre las retenía, después queeyl so Rey entro ago- >ra oidas las razones, et las allegaciones, et las excepciones, et rece- »búdoslos testimonios, et diligentemente interrogados de la una, y »de la otra partida supiemos en verdat, que el Rey D. Sancho Abuelo »del Rey D. Tibalt donó siempre á la devant dita Eglesia sos diezmas, »et del dicho Rey D.Sancho Tio del Rev D. Tibalt muyto tiempo,

2^2 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVAkííA.

»entro á que vino de Marruecos, etpodieraos saber, ni so á nos de- »mostrada ninguna razón, ni carta, ni privilegio, ni ninguna otra co- >sa por ont eyl las retiñiese, ni retenerlas debiese. Ont nos, habudo »conseyllo de buenos, et sabios ornes juzgamos, que el sobredíto Rey >D. Tibalt done siempre mays por todos tiempos á la dicha Eglesia »de Tudela complidamente sos diezmas de pan, et de vino, et de »todas aqueyllas cosas, que dan, et deben dar diezma vecinos de Tú- ndela. Sobre la demanda de la diezma de la Lezda, et de las otras » cosas, que demandan los devant ditos Calonges, maguera que nos >hayamos recebudos testimonios, et seamos sabidores, en partida ^alongamos, et retenemos en nos el judicio de las devant ditas de- >mandas, entro á que nos seamos más ciertos, et hayamos más pleno íconsiello, cual judicio debamos dar sobre las dichas cosas. Aquest ídebant dito judicio damos, et juzgamos nos en tal manera, que sal- ivas sean sus demandas, et so escrito, de lo que non juzgamos á la >una, et á la otra partida. Et porque aqueste judicio sea siempre más >firme, nos García Artiga sobredito Comendador, et Johan Enneguez, >et Miguel devant ditos Priores con voluntad, et con otorgamiento de iSancho Martínez, et Aznar López sobredichos Caballeros siellamos >con nuestros sellos aquesta present Carta. Actum et cuarto Nonas »lannuarij, sub Era MCCLXXiII, que es año de Cristo M(2CXXXV. En este compromiso y sentencia es de notar la prudencia del Rey en querer ajustar estas diferencias por via de amigable composición: como también su piedad en permitir que uno de los jueces arbitros fuese el mismo prior de la iglesia de Tudela, que era cabeza de su cabildo. Esta dignidad se permutó después en la de deán, como hoy se ve.

PLEITO ENTRE EL OBISPO DE PAMPLONA

Y EL DE TARAZONA.

|Or otra escritura, que está en el archivo de la misma 30 |--^ iglesia colegial de Tudela consta que siguió un pleito muy reñido el Obispo de Tarazona contra el Obispo de Pamplona y el convento de Roncesvalles, y fué sobre diversas igle- sias y lugares que los reyes habían quitado al de Tarazona y eran de su obispado, como la iglesia de la Magdalena de Tudela que el rey D. Alfonso el Batallador dio al Obispo de Pamplona y el Obispo al monasterio de Roncesvalles, de quien el de Tarazona la recobró y es- tuvo separada algunos años de la matriz de Tudela y sujeta á la de Tarazona por ser de su obispo. Y este año de 1235, el sexto día de los idus de Agosto, que es á ocho del mes, el obispo D. García de Tara- zona con consentimiento y voluntad de Pedro de Navascues,Deán, y

EL REY D. TEOBALDO. I. 293

de todo el cabildode Tarazona hizo permuta con MiVrucl, Prior de la iglesia de Santa MARÍA de Tudela y su cabildo, dándoles la dicha iglesia de la Magdalena con todos sus derechos por la iglesia de Sor- ban, que el prior y cabildo de Tudela tenían en Cascante. Kl cual trueque hicieron por la utilidad que de él se seguía á entrambas igle- sias: y porque la de Sorban era de menos renta dieron el prior y ca- bildo de Tudela setecientos maravedís alfonsinos de buen oro y justo peso al Obispo de Tarazona y su Iglesia. De que hicieron escritura, la cual se halla en el archivo de'la dicha iglesia de Tudela. Y dice Pedro de Agrámente en la Historia que dejó manuscrita de Navarra, que de ella sacó bien y fielmente esta razón.

COMPRA QUE EL REY HIZO DEL

CASTILLO DE LOOR.

1236

1 cuidado que el rey D, Teobaldo tenía de poner en 31 |-^ seguridad y estado de buena defensa su reino se recono- Año

ce no solo en haber recobrado el castillo y villa de Cortes por la permuta que hizo dando su equivalente con Doña Toda Rodríguez Aljarca, como queda anotado en el cuerpo de los Anales al año 1235, sino también por la compra que hizo después el de 1236, del castillo de Loor. Flabía dejado este castillo Doña Urraca Gil al monasterio de Veruela del Orden Cisterciense en Aragón. Y ahora el Rey lo compró á su abad Fr. Martín con voluntad y consentimien- to del prior y convento con todos sus términos y heredades, piezas, viñas y huertos y con todos sus derechos, entradas y salidas, hierbas, aguas y poblados, desde el cielo hasta los abismos (que es fórmula de los curiales de aquel tiempo) por mil y doscientos sueldos, dineros sanchetes: y dio el convento por fiador á D. Sancho Fernández de Montagudo. Pónese por testigos de este acto: Pedro de Arceiz, hijo de García Valiente y Juan Cambiador vecino de Tudela y D. García Seménez de Huarriz y D. Aznar López de Caparroso, castellano del castillo de Tudela y Pedro Fernández, escritor del concejo de Tude- la que, rogado por el Abad, Prior y convento de Veruela, escribió es- ta carta, y para mayor testimonio y firmeza puso en ella su sello el dicho Abad. En Tudela á dos de Marzo, año de MCCXXXVL El instrumento de donde esto se sacó en resumen está en un libro muy antiguo que se halla en el archivo de Tudela y le cita el mismo Agra- monte al folio 96.

294 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA.

BUENA POLÍTICA DEL REY D, TEOBALDO

EN SU ENTRADA Á REINAR.

H¡n algunob escritores hemos leído que el rey D. Teo- baldo cuando vino á reinar á Navarra trajo de Champaña

Imucho dinero. Y se nos hace muy creíble, no solo por elproduc to tan considerable de aquellos ricos Estados, sino tam- bién por lo que adquirió con la venta que poco antes había hecho de los condados de Blois, Chartres, Sancerra y otras tierras: siendo muy verosímil que, aún después de pagadas las obhgaciones que le preci- saron á ella, le quedase grande suma y la reservase para entrar á rei- nar en Navarra, en que no podía dejar de pensar y tener esperanza muy próxima por las pocas que había entonces de que pudiese du- rar mucho tiempo la vida del rey D. Sancho el Fuerte, su tio. Y lo comprueba la suma brevedad con que, sucedida su muerte, vino á Kavarra: lo cual es indicio manifiesto de que estaba muy prevenido para la jornada. De cualquiera manera que sea, él empleaba muy bien su dinero, reuniendo al Real patrimonio lo que en tiempos pasa- dos había salido de él por donaciones y mercedes que los reyes hi- cieron á los vasallos en gratificación de sus servicios. Especialmente cuando los castillos y villas habían parado en poder de comunidades religiosas ( y con más razón, siendo ellas de fuera del Reino) á las cuales acomodaba más el dinero para emplearlo con utilidad y sin gravamen, que no los castillos con la carga totalmente impropia á su estado de defenderlos en tiempo de guerra. Fuera de que el Rey con el recobro de estas posesiones vendría á tener después de qué poder hacer mercedes á los vasallos que por sus revelantes servicios las me- reciesen: siendo como el mar Océano, que recoge en su seno las aguas que primero repartió en fuentes y rios, beneficiando las tierras que rodea para volverlas á dar otra vez, continuando perpetuamente el mismo beneficio. Que es lo que hace feliz y glorioso al Monarca, y felices también á sus vasallos como bien dijo el elocuente orador la- tino, Pacato, en su panegírico al emperador Teodosio:* Ano 33 D^ nuestro Rey D. Teobaldo 1. consta por repetidos instru- ías? mentos de este tiempo que se hallan en los archivos, que usó de esta sabia y noble política de adquirir para tener qué dar, siendo las ad- quisiciones no solo justas y sin violencia, sino antes bien con voluntad

* Niillan maioren credideyini Pn'iicipis felicita fetti, quan/eci- sse felicem^ etc. dedisse Iiomiui noiuini fatiim: ciim cnim, sicitt qiti omnia ambit Oceanus, agitas^ sug^erif terris, rccipit á terris: sie qitidqiiid vianatá Principe^ rcdíiiidat in Priiicípcw; etc. i'ei,eic.^g¡o- ri(£ coiisiilit miiuícns Imperator^ cuín dat pecunia ni revevsuram. Latin. Pacat. in Panegyr. ad Theodos.

REY D. TEOBALDO I. 2q^

y provecho de los vendedores, y siempre con mira del bien público.

Y así compró en muchos lucrares casas y suelos destruidos para la re- edificación y aumento de las poblaciones, aún con más beni<;na pro- videncia que la del emperador Vespasiano. De quien cuenta Sueto- nio que, viendo á la ciudad de Roma despoblada en muchas partes y afeada por las ruinas y vagos causados de los incendios y guerras pasadas, promulgó una ley en que mandó con todo rigor que los dueños de aquellos suelos levantasen allí casas dentro de tiempo se- ñalado: y de no hacerlo así quedasen para el fisco, por cuya cuenta correría el levantarlas ó á exi)ensas públicas ó de los particulares á quienes aquellos sitios se diesen libres de toda carga. Lo cual impor- tó mucho para la repoblación y primer explendor de Roma.*

34 Andrés Favín, Abogado del Parlamento de París en su His- toria de Navarra, escrita en lengua francesa, que dio á la estampa el año de 1612, dice de este Rey que cuando vino á Navarra la halló en muchas partes desierta y despoblada por causa de las guerras que habían precedido y que se aplicó del todo á repoblarla. Y á ese fin hizo venir de sus países de Champaña y Bría grande número de la- bradores que, avecindándose acá, se dieron al cultivo y labranza de las tierras que estaban yermas, (y muchas serían de las que el Rey adquirió por estas compras y permutas) con que en breve tiem- po Navarra se hizo marovillosamente fructífera y opulenta de bienes.

Y remata: por eso ¿a vida del campo es llamada la vida dichosa^ ino- cente y sin malicia^ y la agricultura es el mayor bien qne en este inundo pudo dar Dios á los Jiombres.

* Deformis urbs veteribns incendijs^ ac ruinis erat: vacuas áreas occuparc, el cediftcare, si possessores cessarente, cuicumque permisit. Suet. in Vespasian.

1238.

FONTELLAS ANEJO AL PATRLMONIO REAL.

Del año 1238 se ve de Tudela ya citado, fol. 82, al dorso >ño una memoria de haber dado D. Sancho de Barasoaín el lugar de Fontellas al Rey para él y sus sucesores, y haberle dado el Rey en pago para él y los suyos unas heredades en Mosquera: /o cwa/ /«tí fecho (dice la carta) año mil ducientos y treinta y oclio^ presente el Rey Don Teobaldo, siendo D. Pedro Obispo de Pamplona^ teniendo Don Juan Pérez de Baztcín á Puni- castro y Alesiies\ Don Gil de Rada^ á Valtierra; Don Pedro Martí- nez de Lehet, á Ar tajona] Don Furtado^ á Caparrosa y Peralta] Don Sancho de Barasonir^ á Estella y Arguedas: Joanes de Molins y García de Sotor y Leónio de Sezania asistiendocon el Rey cuan- do hizo la carta.

296 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA.

VENIDA A NAVARRA DEL ARZOBISPO DE TOLEDO

Y CAUSA MUY PROBABLE DE ELLA.

E~^ste año vino á Navarra el Arzobispo de Toledo. D. Ro- drigo Jiménez de Rada, y concurrió en Tudela con el Rey „^ y con D. Pedro Fernández de Azagra, Señor de Al- barracín, por el mes de Abril. El Padre Moret investiga las causas que le pudieron traer acá, y no toca una que á mi juicio era muy na- tural. Por este tiempo se dio principio, ó se continuaba 3'á la insigne fábrica de la iglesia del Real monasterio de Fitero á expensas del Arzobispo para entierro suyo y de sus antepasados: lo cual es muy verosímil. Porque nueve años después, el de 1247, estaba concluida esta suntuosa fábrica y recientemente, según parece por una bula de indulgencias que el papa Inocencio IV concedió ese año, que fué el cuarto de su pontificado, para todos los fieles que visitasen dicha iglesia el dia de su dedicación, que es á28 de Junio. Es, pues, cosa muy creíble que el arzobispo D. Rodrigo viniese entonces á Navarra á dis- poner ó ver ejecutar su obra que, siendo tan magnífica, bien eran menester los nueve años dichos, y quizás más para ponerse en per- fecci'ón. Y el ver al Arzobispo en Tudela á tan corta distancia de Fi- tero corrobora mucho nuestra conjetura. Para más confirmación de esto hicimos la diligencia de inquirir las memorias concernientes á ello en el archivo del Real monasterio de Fitero, y lo conseguimos felizmente por medio del reverendísimo señor el Padre Maestro Fr. Ignacio de Ostabat, su Abad actual y Diputado del ilustrísimo rei- no de Navarra que, favoreciendo á nuestros deseos y á la causa pú- blica, nos envió las siguientes escritas de su mano y firmadas de su nombre: y las exhibiremos aquí con más gusto y satisfacción por ser de mucho honor para el Arzobispo, uno de los más ilustres hijos que tuvo Navarra, y no menos para el Real monasterio de Fitero, que jus- tamente puede y debe contar entre sus mayores glorias el haber sido tan singularmente favorecido y honrado de un tan gran varón que fué la honra de aquel siglo por sus hechos y luz de todos los futuros por sus escritos. Son las que se siguen.

COPIA DE UN ASIENTO Y MEMORIA QUE HAY

EN EL LIBRO LLAMADO DEL TUMBO Ó BECERRO DEL REAL xMONASTERIO DE FiTERO AL FOLIO OOI.

37

U

Ttimamente con lo que se da fin á este capítulo, es con decir: que después del emperador D. Alfonso VII 3'-su hijo D. Sancho el Deseado, que fueron los que funda- >rony dotaren csta santa casa y monasterio el más principal bien-

EL REYD. TEOBALDO 1. 297

»hechor y por quien más obligaciones le corren á esta santa casa y »á sus monjes de encomendar á Dios y tener á memoria á todos sus «sacrificios, fuera de los sobredichos señores Emperador y Rey, es «nuestro ilustrísimo y reverendísimo señor y padre 1). Rodri<ro Jimé- >nez, Arzobispo que fué de la Santa I«-lesia de Toledo, quien nos » concedió una heredad de mucha consideración en Fitero, que era «entonces término de la villa de Tudujén, como consta de la dona- »ción orif^inal que está en el cajón 3 del archivo, que es el número »i6, del f¿ijo 10, firmada de su propia mano y sellada con su sello, la «cual pervino en su poder por muerte de su abuelo llamado D. Pedro «Tizón. Y no contento con esto el dicho Señor Arzobispo, por ser «tan devoto de esta santa casa y de sus monjes, nos edificó el templo «é iglesia tan sumtuosa que ahora tenemos; porque era pequeña la «iglesia que había antes, y la reedificó á su costa, que sería bien «grande, pues es de las suntuosas que hay en toda la Orden: y nos «impetró de Roma indulgencia para el dia de la dedicación de ella, «que es á veinte y ocho de Junio, del papa Inocencio IV, en que con- «cede cuarenta dias de indulgencia á todos los que la visitaren, como «parece del folio 394 de este libro: y su original está en el archivo en «el cajón 3, fajo 3, n. 21. Y fuera de esto hizo un sepulcro en la capi- «11a mayor para su enterramiento al lado del Evangelio: que hasta «hoy dura y durará con este epitafio: Sepulchram Rodevici Archie- ^piscopi Toletani. Pero no se sepultó aquí; porque, como murió fue- »ra de España, trajéronlo sus criados al monasterio de Huerta la Real «hasta allí, y de antemano, como era paso para venir á Fitero, nos lo «cogieron. Y en este sepulcro debió deponerlos huesos de su abuelo; «porque hay unos huesos en una arquilla amontonados, que es señal ^que no son de persona que en él fuese sepultada, sino que fueron «trasladados de otra parte, y que eran de hombre que en tiempo del «Señor Arzobispo estaba ya gastado, que por buena cuenta sin adivi-' «nar mucho se puede colegir ser los huesos de su abuelo.

COPIA FIELMENTE SACADA Y COMPROBADA

DE UNA BULA DE N. S5. P. EL PaPA InOCE.VCIO IV, CUYO ORIGINAL

QUEDA EN EL ARCHIVO DEL ReAL MONASTERIO DE FlTERO,

CAJÓN 3 DE PRIVILEGIOS Y DONACIONES ReALES, FAJO 3. N. 21.

Innocentius Episcopus servus servorum Dei. Dilectis Filiis Abbati & Conventui Monasterii Sanctae Mariae de Fitero Cisterciensis Ordinis, salutem & ApostoHcam benedi- ctionem. Licét is, de cujus munure venit, ut sibi á fidelibus suis di- o-né & laudabilitér serviatur, de abundantia pietatis suse, quce. merita

298 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA.

supplicum excedit & vota, bené servientibus multó majora retribuat, quam valeant promereri: nihilominus, tamén cupientes reddere Do- mino populum aceptabilem, fideles Cristi ad complacendum ei, quasí quibuadam illectivís praemiís, indulgentiis scilicét Se remissionibus invitamus, ut exindé reddantur divinae gratiae aptiores. Volentes, ut Ecclesia vestra túm ob reverentiam Beatae Mariae Virginis, in cujus est dedicata honorem, túm etiám, consideratione Venerabilis fratris nostri Archiepiscopi foletani, qui propriís sumptibus eam constru- xisse dicitur, congruis honoribus frecuentetur; ómnibus veré paeni- tentibus & confessis, qui Ecclesiam ipsam in die Dedicationis ejus- dem venerabilitér visita verint, de Omnipotenti Dei miseridordia Se Beatorum Petri & Pauli Apostolorum ejus autoritate confisi quadraginta dies de injunctis sibipaenitentiis annissingulis misericor- dialitér relaxamus. Datum Lugdum,tertio IdusMaii, Pontificatus no- stri anno quarto.

Año 1239

GENTE QUE EL REY D. TEOBALDO LLEVÓ DE NAVARRA

Á LA CONQUISTA DE LA TiERRA SaNTA YME.MOIUADEL PRIMER DEÁN DE TUDELA.

El año 1239 fué la jornada que el rey D. Teobaldo hizo á la Tierra Santa, y no es para omitido lo que, teniendo mucha verosimilitud, cede en grande honor de Nava- rra. Piciña y algunos otros escritores refieren que el Rey, además del grueso de tropas de infantería y caballería que sacó de Navarra, lle- vó también con sigo cuatrocientos caballeros navarros de solar co- nocido y sus armas en blasón para guarda de su persona y para va- lerse de ellos en los lances más arrestados. Dicen también que con esta gente y el séquito de los señores gascones dependientes suyos por hemenajes hizo una lucidísima y muy ostentosa entrada en Pa- rís, donde le estaba esperando el rey S. Luís. El cual, aunque mucho lo había deseado, no pudo ir en esta ocasión á la guerra sacra, por la que en este tiempo le amenazaba en casa de parte de Inglaterra, y se siguió poco después mezclada con la rebelión de algunos gran- des señores de su Reino. De todos alcanzó victoria muy gloriosa; pero siempre quedó con el dolor de haber sido esta guerra embara- zo para la otra que más deseaba. Verdad es que tuvo el consuelo y satisfacción de que en su lugar fuese á ella el rey de Navarra para quien es muy creíble negoció el bastón disponiendo los ánimos del papa Gregorio IX, que público la cruzada para esta sacra expidición, y de los grandes príncipes que tomaron la cruz para ella, y no mos- traron el menor descontento de ir debajo de la conducta del rey D. Teobaldo. Fué atención muy debida no solo á la dignidad Real

EL REY D. TEOPALDO I. 290

que en él resplandecía, sino también al mérito de la casa de Cham- paña, de la cual fué f^loria muy sin^rular que no hubiese habido ex- pedición sacra en que no se hallase cih^íin príncipe de ella.

40 liste mismo año de 1239 los can6ni;^os de Tudela hicieron por muerte del prior elección de deán en D. Pedro Ejiminio ó Jimé- nez, que fué el primer de¿m que tuvo esta iglesia como consta de pa- peles antiguos que ella tiene en su archivo.

NOTICIA DE CABALLEROS FANGESLS Y NAVARROS

QUE FUERON Á LA CONQUISTA DE VALENCIA, ESTANDO EL REY TEOBALDO EN LA GUERRA SACRA.

De todos estos tres años faltaban memorias públicas por 1240 la ausencia del Rey á la guerra sacra, como advirtió mi el Padre Moret. Ni se dice quién quedó con el gobier- no de Navarra, aunque creemos fué la reina Doña Margarita deBor- bón, su mujer. Más cierto es que en los Estados de Francia prosi- guió gobernándolos el señor de Joinvilla, Senescal de Champaña y Bría, y uno de los caballeros más celebrados de aquel tiempo por su valor, discrección y prudencia Este caballero en la Historia que de- jó escrita de aquellos tiempos dice al cap. 16 (como le cita Dupleix) que mientras los señores franceses trabajaban en levante por la reli- gión cristiana contra los sarracenos, otra partida de caballeros fran- ceses pasó á España en ayuda del rey D. Jaime de Aragón contra los moros, y que contribuj^eron mucho para las conquistas de Valen- cia, Cartagena y Murcia, y que en reconocimiento de este servicio el rey D.Jaime honró á los franceses con ricos presentes, además de los despojos de los enemigos, que fueron repartidos entre todos. Esto nos despierta la conjetura de que hicieron lo mismo algunos caballe- ros navarros que no fueren con su Rey á la Siria; porque por los ins- trumentos de los años siguientes consta que el rey D. Jaime hizo mercedes dando señoríos en su Reino á algunos caballeros de Nava- rra, y no sabemos qué otro servicio le pudieron hacer.

MEMORIA DE TUDELA, QUE INDICA EL CUIDADO QUE EL Rey tenia déla repoblación délos lugares del reino.

Del año 1243, estando ya de vuelta el Rey en Navarra» año se halla en el libro viejo que dijimos de Tudela al folio 90, una memoria, y es de la donación que el Rey hizo á Doña Maria de Calahorra de un cobertizo ó corral delante de

300 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA.

la carnicería nueva de Tudela, con la condición de fabricar casa en aquel sitio dentro de cuatro años: y ella da por fiador á Nicolás, Prior de Santa Cruz. Es hecha la carta en el mes de Enero año del Señor 1243. Y esto confirma lo que dejamos anotado al año 1237 acerca del cuidado y buena providencia del R.ey en orden á la repoblación de los lug-ares del Reino. Este Nicolás fiador de esta escritura era prior de la iglesia de la ermita de Santa Cru2, que está extramuros de la ciudad de Fudela, junto al Ebro, en el camino para Castejón. antes de llegar al molino nuevo donde solo hay ahora un ermitaño, El priorato de esta iglesia se anexionó é incorporó después con la dignidad del deanato, y por esto se dice vulgarmente que el deán de Tudela es sacristán de Santa Cruz.

NOTICIAS DEL PRINCIPIO QUE TUVO EL DOMINIO

DE LOS INGLESES EN GUIEXA, Y EL TIEMPO QUE DURÓ.

^-7 TT^n estos años intermedios hasta el de 1249 no tenemos J_icosa digna que notar; porque, aunque hemos visto algu- nas escrituras de arrendamientos, permutas y concesiones del Rey Años pertenecientes á]ellos que no van en la Historia, más nos parecen J2I.5 de carga que de adorno de ella. Solo se ofrece decir con ocasión de 12Í6 los homenajes de los señores gascones y pactos déla ciudad de Ba- 1248 yona hechos á nuestros reyes, en que se saca á salvo la obediencia al Rey de Inglaterra, como la Guiena ó Aquitania vino á poder de ingleses y hasta cuándo duró su dominación en ella. Porque esta no- ticia servirá de dar luz á nuestra Historia, en que con alguna obscu- ridad se repite esto muchas veces. Impoita, pues, saber que la mo- narquía francesa estuvo desde sus principios con unión entera de sus partes, obedeciendo todas sus provincias igualmente y con inme- diación solo al Rey. Así corrió hasta el año de 987, en que Hugón Capeto entró á reinar, dando principio á la tercera estirpe de los re- yes de Francia, que es laque hoy permanece y nunca estuvo tan flo- reciente y gloriosa.

44 Como Hugón Capeto adquirió el Reino más por la benevolen- cia y el favor de los grandes que no por el poder propio y violencia de sus armas, tuvo por buena política la que justamente pudo ser me- recido castigo de su ambición. Y fué pensar que debía conservar con arte lo que con ella había obtenido: y que para eso convenía dejar bien pagados y tener contentos á los señores que le ayudaron á subir al trono y de la misma suerte le podían derribar de él. Pero como ellos son gente que no se contenta con poco, fué forzoso conceder- les como patrimonio y posesión propia para y para su posteridad las provincias que solo tenían en administración y gobierno, retenien- do, empero, el Rey el supremo dominio que solo era conocido por las señas de algún reconocimiento que de cuándo en cuándo le hacían.

REY D. TEOBALUO I. 30I

De esta suerte se desmembraron de la Corona I^eal muclias provin- cias de Francia, que como huesos dislocados ó mal unidos, causaron dolor y flaqueza á su cuerpo en vez de darle vi^ror y consistencia. Porque, si bien los señores así sublimados no tenían nombre de reyes sino solo de duques y condes, en realidad su autoridad y poder vino á ser como de reyes, no quedándole al Rey más que la sombra y títu- lo vacío en las provincias que ellos poseían, por cuanto el mismo do- minio alto que en ellas se había reservado andaba por el suelo siem- pre que la fuerza y el poder de los señores prevalecía. El «rrande abu- so de la suma autoridad que los señores se arrogaron se conoce bien Dupi. en lo que al mismo Capeto y ásu hijo Roberto, que y á reinaba junta- '^o'^' ^^ mente con su padre, les sucedió con Guillermo de Tallerand, Conde ^^'' ^ de Angulema, de Perigorty de Agenoís. Este Conde había puesto si- tio á la ciudad de Turs, y los dos reyes, no pudiendo tolerar tan gran- de osadía, le escribieron muy severamente para que se abstuviese de aquella interpresa. Y entre otras cosas por modo de reprensión le de- cían: ¿Quién es el qne á vos os hizo Conde? A lo cual Guillermo les respondió por los mismos términos: ¿Y quién es el que á vosotros os hizo Reyes? Como queriendo decir que Capeto y su hijo no estaban menos obligados á los señores franceses por sus reinados que los se- ñores á ellos por haber hecho hereditarios sus gobiernos. Este fué el origen que tuvieron los Duques de Borgoña, Guiena y Bretaña, y los Condes de Tolosa, Champaña, Flandes, Anjou y otros, y la cau- sa de la ruina de Francia en muchas ocasiones por los grandes vaive- nes que ella padeció con las inquietudes de estos príncipes.

45 La provincia de Guiena estuvo separada en esta forma de- bajo del señorío de sus duques hasta el año 1138, en que para breve tiempo se reunió á la Corona de Francia por el matrimonio del rey Luis Vil, llamado el Joven^ con Leonor, heredada de este ducado y también del condado de Potiers. Era Leonor hija mayor de S. Guiller- mo, Duque de Aquitaniay Conde de Potiers, en quien tan maravillo- samente resplandeció el poder de la divina gracia, que después de ha- ber sido gran pecador vino á ser grande santo y astro de primera magnitud en la exclarecida familia de los ermitaños de S. Agustín. Para lo cual parece escogió este gran Doctor de la Iglesia, condeco- rado por ella con el especial título de Doctor de la Gracia; por ser Guillermo uno de los más lucidos triunfos de la misma gracia que él defendió é ilustró tan ventajosamente con sus escritos. Pero la duque- sa Leonor mostró bien, que pegándose tan frecuentemente la enfer- medad, la salud nunca ó rara vez se pega. Porque, imitando al Duque su padre, en lo malo antes que en lo bueno, dio mala cuenta este su primer matrimonio, que difamó con sus desenvolturas: siendo ellas motivo para que se anulase. Aunque la causa fué el parentesco no dispensado que se halló después entre el Rey y ella, y no se advirtió cuando se contrajo. Disuelto este matrimonio, casó Leonor el año 1 151 de segundas nupcias con Enrico, Conde de Anjou y de Turena y Duque de Normandía, declarado ya por heredero del reino de In- g-latera, que entró á poseer dos años después. Y con el aumento

3o2 LIBRO XXI DE LOS ANALES D¿ NAVA^Íü A.

tantos y tan poderosos Estados en Francia vino á ser Inglaterra terri- bilísima á la misma Francia, y le pudo hacer la guerra con ventajas por espacio de trescientos años que la Guiena estuvo en poder de los ingleses hasta que enteramente fueron echados de ella, siendo rey de Francia Carlos Vil, y Capitán General de esta conquista el famoso Conde de Dunois, 3^ la última de las plazas conquistadas Bayona, que se rindió á 21 de Agosto del año de 145 1, y el dia siguiente se vió por espacio de media hora sobre esta ciudad una cruz blanca en el aire, aprobando el cielo con esta milagrosa señal la victoria y como echando el sello á la permanencia de estos Estados reunidos á la FVancia.

PEREGRINACIÓN DEL REY D. TEOBALDO Á ROMA

PARA EL SOSIEGO DE SU CONCIENCIA.

E"*^ ste año partió el rey D. Teobaldo á Roma, después de haberse compuesto y hecho las paces con el Obispo -^ de Pamplona, Entre las personas de autoridad que intervinieron para la reconciliación, hay quien cuente al rey D. Jai- me de Aragón. Y sin dificultad lo creemos de su piedad y del amor que tenía al rey D. Teobaldo, y también de su atención al Obispo re- fugiado en su Reino.

47 Considerando el motivo que el Rey tuvo para hacer esta joma- da, bien podemos decir que también la púrpura de los reyes está su- jeta á la polilla; sin que baste á preservarla el oreo de las adulaciones, que es el aire que reina más en la Corte. Y esto sucede no solamente porque las grandes y soberanas ocupaciones, como son las de los re- yes, traen grandes y profundos cuidados; sino también porque las más finas y más nobles conciencias suelen padecer mayores y más agudos remordimientos. Bien que este linaje de polilla no destruye lo que roe; sino que es como la lima, que deja más sólido y más terso lo que come. El Rey, después que se pacificó con el Obispo de Pam- plona, tuvo muchos y grandes escrúpulos sobre los excesos que aca- so había cometido en los lances pasados, y no los había visto ni co- nocido bien cuando aún estaba humeando la pasión de la ira, y des- pués claramente advertidos en la serenidad del ánimo y despejo de la razón le inquietaron y perturbaron en grande manera. Ayudaba á es- to su piedad natural y la reverencia á la Iglesia heredada de sus ma- yores, que siempre se esmeraron y dieron en este punto muy señala- dos ejemplos, y no los podía ignorar el Rey, especialmente el de su bisabuelo Teobaldo el Grande, Conde de Champaña, el cual por man- tener la autoridad y decretos del papa Inocencio 11, tuvo grandes encuentros y debates con el rey Luis VII de Francia. Pondremos aquí el suceso por lo que pueda servir de ilustración á este paso de nuestra Historia.

Rey d. teobaldo t. 303

EJEMPLO GRANDK DE OBEDIENCIA Y RESPETO

AL SUMO PONTÍFICE DE TEOBALDO EL GRANDE, CONDE DE CHAMPAÑA» BISABUELO DE NUESTRO REY D. TEOBALDO I.

Este rey, que era mozo ardiente en demasía, mando echar de la iglesia de Bourges á Pedro, su Arzobispo, promovido por el Sumo Pontífice á aquella dignidad, dándole por nula la elección que el cabildo contra todo derecho y solo por adular al Rey había hecho en otro sujeto de su agrado. El Arzobispo desposeído, que sabía bien cuan adicto era al Papa el Con- de de Champaña, con recomendación y aún mandato que para él llevó del mismo Papa, como escribe S. Bernardo, * acudió al conde Teo- baldo, quien le recibió en su protección y se opuso con valor cristia- no á la voluntad del Rey, tomando por su cuenta restituirle á la sede de Bourges con todo empeño y á todo riesgo por el respeto que á la Silla Apostólica profesaba. A esto se añadió que Raulo, ó como aho- ra, decimos Rodulfo, Conde de Vermandoís, primo del Rey, habiendo repudiado á su esposa legítima, se volvió á casar con Alesia, herma- na de la reina Leonor de Francia. El matrimonio se consumó por con- sentimiento del Re}^ y determinación de algunos obispos que dijeron lo que él y Rodulfo querían. Teobaldo tomó también á su cargo la causa de la repudiada y dio aviso de la injusticia al papa Inocencio, el cual envió á Ivon, Cardenal por legado á Francia. El legado, cono- cida una y otra causa, pronunció la sentencia mandando que el arzo- bispo Pedro fuese restituido á su dignidad y que Rodulfo volviese á cohabitar con su primera y legítima mujer. Y porque á esto se resis- tían los protegidos del Rey, excomulgó á Rodulfo y á los obispos que autorizaron su segundo matrimonio y puso entredicho en todo el rei- no de Francia.

* Divus Bern. Epist. 216, ad Dom. Pap. Innocent. Quid meriiit Comes TJieobaldiis? Quid peccavit homo Ule? Si peccatiim est, quod diligit jiistitiam^etc. odit iniquitatem^ non potest exctisari. Si pee- catum est, quód reddit Regi^ quoe Regis siint^ etc. quoe siint Dei, Deo^ non potest exciisavi. Si Archiepiscopum Bituricensem stisce- pit ad imperiiim vestrum, hoc est máximum^ etc. primum peccatum.

ídem ad eundem Pap. Innocent. Epist. 217. Nusquán fides, nu- sqiiáin innocentia tuta. Amator innocentioe., etc. pietatis cultor Co- mes Teobaldiis pené traditus est in animaní inimicorum ejus. Lnpul- sus est, iit caderet] sed Domimis suscepit euin, etc., gaudet, quód Jiistitia^ etc. obedientiavestva in causa sit.

304 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA.

49 Quedó el Rey sumamente amargado é irritado de esta senten- cia: 3' porque no podía tomar tan fácilmente venganza del Papa, se volvió furiosamente contra el Conde de Champaña. Entró con ejército en sus tierras, y hallándolas desprevenidas, las saqueó corriéndolas á fuego y á sangre sin perdonar ni á lo profano ni á lo sagrado. Y fué tan ciega y precipitada su cólera, que llegó á cometer un sacrilegio en extremo horroroso y execrable. Habiendo tomado por asalto la vi- lla de Vitri, sus vecinos de todos estados, sexo y edad en número de mil y quinientas personas (algunos escriben tres mil y quinientas) se aco^neron como á asilo y lugar de refugio á la iglesia mayor y mandó el furioso Rey que allí les pusiesen fuego, con el cual se abra- saron todos, quedando sus cenizas mezcladas con las de los retablos é imágenes sagradas; porque todo ardió sin que á cosa ninguna de aquel templo perdonasen las sacrilegas llamas. Harta con tantas crueldades la venganza del rey Luis, comenzó á serenarse su ánimo y á conocer él la fealdad de sus delitos, acusándole de ellos el triste silencio de los cortesanos que andaban á su lado y estaban aturdidos de lo que había pasado sin atreverse á decírselo claramente. Acabólo de conocer con las agrias reprensiones y espantosas amenazas que S. Bernardo, el oráculo de la Iglesia en aquel tiempo, le hizo de par- te de Dios por cartas que le escribió, acriminando sus excesos y vol- viendo por la inocencia y católicos procedimientos del conde Teo- baldo.

50 Con esto fué tan extremo el arrepentimiento y horror que tuvo de su culpa, que pasó á manía, como si los hollines del fuego de su cólera, luego que ella hizo asiento, hubieran caído de golpe en el fondo de su corazón. Todas las virtudes (fuera del amor de Dios, que no tiene tasa) piden el buen temperamento que les da la prudencia. No cesaba de llorar el afligido Rey con un tedio total del Gobierno y tal caimiento de ánimo, que se rozaba con la desesperación. Por lo cual fué necesario que el mismo S.Bernardo viniese en persona á con- solarle y curarle la llaga que con santo celo y deseo de su bien le había abierto para su medicina, y el Rey con su mal régimen la hacía mortal. Fué esto al tiempo que el papa Inocencio, habiendo publicado la cruzada para la conquista de la Tierra Santa y nombrado á S. Ber- nardo por legado suyo, rehusando él lo honorífico de este cargo, se contentó con el oficio de trompeta de esta guerra sagrada, y andaba concitando para ella á los príncipes cristianos en FranciayAlemania. Llegando, pues, en esta sazón á visitar al rey Luis Vil, de Francia, escriben que le habló de esta manera.

61 »¿Hasta cuándo. Señor, hasta cuándo os habéis de dejar opri- »mir tan tiránicamente de vuestras pasiones desordenadas que, ha- >ciendo brecha á vuestra conciencia, violencia á vuestra razón, agra- »vio á vuestra magestad, infamia á vuestra reputación, ellas os llevan >con la rapidez de sus movimientos de un extremo á otro? El temor »de Dios y la reverencia de su santuario no pudieron ser bastantes refrenar vuestro furor, tan ciego y desatento, que prorrumpió en »un ímpetu brutal y pasó á profanar los templos de Dios, sagrados

REYD. TlíüBALDO I. 3O5

»monumentos de la piedad d3 vuestros reli^rjo.sos antepasados por la lefusión de la sangre de vuestros vasallos inocentes, por cuya salud >estaís obli,o-ado á derramar la vuestra: y ahora en vez de volveros á »Dios por medio de una perfecta penitencia é implorar su bondad, »os estáis consumiendo con una lánguida tristeza: como si por una »desconfianza contraria á la cristiana hubierais entrado en deses- »peración de su misericordia infinita. Yo bien quiero que el pecador, «teniendo reconocimiento de su pecado, esté triste; pero que eso sea »sin desolación: que esté humilde; pero que sea sin cobardía: que »esté temeroso; pero que sea sin desesperación: que tenga contri- »ción; pero que sea sin flaqueza: que tenga gran pesar de su caf- ada; pero que sea sin desconfianza de levantarse de ella. Lo que » quiero para la perfección de su penitencia es que ella sea nacida »de lafé, acompañada de la esperanza y seguida de la caridad. lía, »pues. Señor, acordaos de que no solamente sois cristiano, sino tam- »bién uno de los mayores monarcas de la cristiandad y el hijo primo- »génitode la Iglesia universal. Considerad bien que esta cualidad os » obliga á extinguir prontamente el rumor del escándalo que habéis »dado á vuestra madre por una acción directamente contraria á vues- »tra profesión. Tened horror ala enormidad de vuestro pecado. Im- »plorad la misericordia de Dios, que está más pronto á concedérosla »que vos á pedírsela. Apartad de vuestro espíritu ese decaimiento me- »lancólico que roe vuestro corazón, que adormece vuestro entendi- » miento, que evacúa vuestro cerebro, que deseca vuestros huesos, que ilíquida vuestros ojos, y para decirlo en una palabra, que amortigua »todos vuestros sentidos y todas las potencias de vuestra alma. Reser- »vad vuestra Real persona para una ocasión que se ofrece, y es la »más propia para el aumento de la gloria de Dios, para la dilatación >de su Iglesia, para el honor de la Francia, para el alivio de vuestros »hermanos los cristianos de la Tierra Santa, para la expiación de »vuestros pecados y para la segundad de vuestro perdón. El cual, ^mediando en vos esta disposición cristiana, yo os prometo de parte » de Dios Todo Poderoso cuj^a misericordia es infinita.

52 Grandemente se consoló el Rey con este razonamiento del Santo y, habiéndole abrazado estrechamente, puso con toda resigna- ción en sus manos su conciencia y todos los movimientos de su alma con tan buen efecto, que salió de aquel lastimoso estado por el medio de una verdadera penitencia. A que añadió el voto de ir á la conquista de la Tierra Santa, que cumplió después, aunque con infeliz suceso, siendo el primero de los reyes de Francia que á ella fueron en perso- na. Pero después de haber hecho lo que era debido á la satisfacción divina, era menestersatisfaceráloshombres. El Papa extremadamente ofendido de acciones tan crueles é indignas de un príncipe cristiano, especialmente por haber sido contra Teobaldo, defensor de su auto- ridad y ejecutor de sus órdenes, estaba á punto de lanzar sus rayos excomulgando al Rey. El mismo Teobaldo, que no cesaba de que- jarse á S. S. por lo que había padecido por esa causa, estaba para romper de guerra con el Rey, confederándose con el Conde de Flaq- Ti>MO IV. 20

306 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA.

des, que también estaba muy ofendido de él. Viendo esto S. Bernardo, juzgó prudentemente que era necesario comenzar por la satifacción del Conde de Champaña; porque, mitig-ado éste, sería más fácil al- canzar el perdón del Papa. Dejando, pues, bien dispuesto el ánimo del Rey, partió luego á hablar al Conde; y aunque á los principios le halló sumamente irritado y renitente á la paz con el Rey, última- mente le redujo á ella, ayudando mucho á su elocuencia divina el natural piadoso del Conde, que con magnanimidad cristiana sacrifi- có en esta ocasión su interés y desagravios al bien público, á la quie- tud de la Iglesia y al buen expediente de la guerra contra infieles, en que ella era tan interesada. Porque no solo se contentó con admitir los pactos de la paz que S. Bernardo le propuso; sino que él mismo fué el intercesor más poderoso con el Papa, de quien consiguió el per- dón para el Rey, la absolución para Rodulfo y los obispos excomul- gados, y que se levantase el entredicho que estaba puesto en toda Francia. Todo lo cual se ejecutó con consuelo y alegría grande de todos los pueblos: siendo primero restituido el arzobispo Pedro á su Iglesia de Bourges y dando seguridad el conde Rudulfo de volver á cohabitar con su primera mujer; aunque después no lo cumplió y el Papa volvió á excomulgarle.

53 De aquí tomaron ocasión los malsines y émulos del conde Teobaldo para irritar de nuevo contra él al Rey de Francia que, como mozo, se dejó impresionar demasiado, cargando la culpa de esta no- vedad al Conde de Champaña; sin querer hacerse cargo por la pa- sión con que le amaba, de que toda era del conde Rodulfo, que per- sistía pertinazmente en su adulterio con Alesia, su pretendida mujer. Y no será temeridad el juzgar que ella y su hermana la reina Leonor fueron la^ que más encendieron el ánimo del Rey, si hacemos refle- xión sobre la carta que S. Bernardo le escribió, * reprendiéndole en este punto con su energía y franqueza acostumbrada: especialmente cuando le dice que se dejaba llevar de los adúlte. os, según el texto del Psalmista. Y si así fué, bien puede tenerse su dicho, no solo por re-

* Sctus. San Bern. Epist. 220. ad Luiov. RegemFrancor. 0¿/Íí¿/'5C- cavit Comes T/ieobuldus, iit irarn vóstrain fursnm iiicitrrere merere- tur^ qui etc. absolutionern C )mitis Rodiilplii licet injustam (sicut scitis) tanto laboreet di/ñciiltate obti)i;iit^ etc. redivivaní excom- municationeni^ quamvis justissiine redeuntem^ nec qucesivít^ neo qucerit?

Et sequenti Epístola 221. ad eundem. No I i te fruirá occasionem siimere de Comité llieobaldo ad exciisandas excusationes in pecca- tis. '^** Non tacebo qiiod cum excommunicatis iterató fcedus el so- cietatem inire sata^itis: quod in necem hominum, combustionem domorum^ destrnctionein Ecclesiariim^ dispersionem pauperum, raptoribns^ et príedonibiis (sicut dicitur) adhceretis^ juxta illud ProphetcE: Si videbas furein^ currebas ciim eo] et cum adulterio portioncm tuam ponchas, Psalm. 49.

EL REY D. TEOBALDO. I. 307

prensión de loqu3 ahora pasaba, sino tamljió.i j) )r prf)fjcíadc lo que sucedió después. Porque la Reina, á quien tanto defería el Rey en estos lances, había de ser adúltera, como lo vino á ser con í^rande escándalo y deshonor del tálamo Real, y j)or este delito, repudiada del Rey, que con la afrenta más sensible pagó la culpa de haberse puesto ahora de parte de los adúlteros con tanto empeño y tales atro- cidades.

5 \ Siendo tan manifiesta la inocencia y pureza de intención del Conde de Champaña en estos reencuentros, como consta de los repe- tidos testimonios de S. Bernardo, que lo tocaba con las manos y lo estaba viendo con ojos de santo y de varón discretísimo, es cosa ma- ravillosa cuánto cargan al Conde los historiadores franceses, di- ciendo que Teobaldo con pretexto de religión y de obediencia á la Sede Apostólica fomentaba la rebelión; sin considerar tampoco la impropiedad de esta voz; pues los Condes de Champaña eran seño- res soberanos de sus Estados, y con besar la mano sola una ó dos veces en su vida al Rey de Francia cuando le hacían homenaje por ellos y cuando asistían á su coronación, tenían cumplido con él. Cuanto y más, que aún él, que es con toda propiedad vasallo, no de- be ser llamado rebelde, hablando católicamente, por ejecutar las órdenes del Papa en materias eclesiásticas, aunque sean contra la voluntad del Re}'. Pero el mayor y más convincente testimonio á fa- vor de la inocencia del conde Teobaldo fué el que dio después el mismo Rey de Francia, Ludovico VIL Porque, acabando ya de abrir los ojos con el agraz que en las niñas de ellos le echó la reina Leo- nor, luego que la repudió y se declaró por nulo el matrimonio á causa de cierto parentesco de afinidad, en que no se advirtió' ni se dispensó cuando se contrajo, desengañado el Rey, favoreció y honró al conde Teobaldo en tanto grado, que muerta (no mucho tiempo después) su segunda mujer l)oña Constanza de Castilla, le buscó por suegro, pidiéndole por mujer á su hija Alesia de Champaña y En la por yernos á sus dos hijos Teobaldo y Enrique, que|casaron, como ya ¿e^ios dijimos, con Alesia María de Francia, que solas le quedaron de la ^^^^^ reina Leonor, y se dieron por legítimas por la buena del matrimo- *™^' nío y haber sido procreadas mucho tiempo antes de los excesos de la madre.

55 En vano, pues, quieren deslustrar los escritores franceses es- t; s a Clones heroicas y expresivas de la reverencia á la Santa Sede Apostólica del Conde de Champaña, Teobaldo el Grande, merece- dor por solas ellas de este nombre, cuando no hubiera tenido otras muchas que le hicieron muy digno de él. Y también merecían ejem- plos tan ilustres que nuestro rey D. Teobaldo I, biznieto suyo, se moviese ahora por ellos á ir á Roma para hacer reverencia y dar sa- tisfacción cumplida de su yerro (aunque no cierto del todo) al Sumo Pontífice, que también era Inocencio, aunque IV de este nombre. En él halló toda buena acogida y muy singular estimación de su ejemplar y muy loable peregrinación, y consiguió de S. S. cuanto deseaba acerca de la quietud y seguridad de su conciencia. Y también,

j>08 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA.

como refiere el obispo Sandóval, el don preciosísimo de una sagrada espina de la corona en nuestro Redentor, que, estando de vuelta en París, dio el Rey al Real monasterio de S. Dionis como prenda de su afecto y devoción á aquella casa y á toda la Orden Benedictina.

PRIVILEGIO DE LAS AGUAS DE TARAZONA, DADO

A TUDELA POR EL REY D. JaIME DE ArAGÓN.

Xfio ¥ \ el año 1251 se guarda en el archivo de Tudela una

^^^ 56 I Imemoria que no es para olvidada, yes; un privilegio K y por el cual el rey D. Jaime de Aragón concedió á los vecinos de aquella ciudad los derechos de las aguas que tienen de Tarazona. Su tenor es como se. s'ignQ: Novcrint tuiiversi, qiiod Nos lacobiis Dei gratia Rex Aragonuin^ Maiorcarmn et. Valentice, Co- mes Barcinonensis et. Urgelli et. Dominus Montpelleri concedí- mus vobis universis hoininibus de Tudela prcesenfibus, etc. futuris in perpetuum, qiiod Jiabetis^ etc. percipiatis liberé sine alicuius impedimento^ etc. contradictione onines aguas, quas Jiabere, etc. percipere debetis in termino Tirasome^etc. quibuslibetaliis locis ter- ree nostriB, mandantes justitice, Inratis^ etc. toti Concilio Tira- sonce^ etc. universis aliis subditis nostris prcesentibiis^ etc. futuris., quod in prcedictas aquas nullum impedimentum, vel contrarium vobis faciant, sed eas z'05, etc. ves tros haber e., etc. percipere sine im- pedimento., etc. contradictionz aliqua permittant, sicút ipsas debetis percipere, etc. habérr, si confidunt de nostra gratia, Tel amore. Datum Tirasonce quarto mensis lunii. Anno Domini MCCLÍ.

57 No sabemos si ya para este tiempo estaba en Navarra el rey D. Teobaldo de vuelta de su peregrinación á Roma; porque el pri- mer instrumento traído por el Padre Moret, qi:;e le descubre acá, es , del mes de Julio de este mismo año. De cualquiera manera que sea, por este privilegio se manifiesta y se confirma la buena correspon- dencia entre los dos reyes y reinos de Navarra y Aragón, y aún es indicio de que D. Teobaldo al partir á Roma dejó encomendado su Reino ala protección del rey D. Jaime.

DETENCIÓN DEL REY EN FRANCIA DE VUELTA DE Roma y causas de ella.

irca de tres años estuvo el Rey ausente de Nava- 58 fi rra en esta ocasión. Y haciendo reflexión sobre las causas

'que le pudieron detener tanto tiempo en Francia (porque todo el viaje de Roma cabía largamente en medio año) luego

EL REY D. TEOBALDO I. 30^

nos ocurren los sucesos de aquel Reino á esta sazón, que necesaria- mente pedían la presencia de nuestro Rey. Hl Señor de joinvíUa, Se- nescal de Champaña y Gobernardor de aquellos Kstados, había ido acompañando al Santo Rey Luis á la Siria el año de 1248 y aún no había vuelto; y en ausencia tan larga de Gobernador no dejaría de haber en ellos algunas cosas á que dar providencia. Pero lo que más cuidado pudo dar fué la grande sedición que por este mismo tiem- po se concitó en París y en las provincias comarcanas, y se llamó pas- toril por haber tenido principio de conmoción de la gente del campo. 59 Llegó á Francia la tristísima nueva de haber cautivado los sa- rracenos á su Santo Rey, y juntcándose en varias partes, esta pobre gente gritaba y publicaba que esta era la ocasión en quetodo el mun- do debía tomar la cruzada y marchar á la Tierra Santa á sacar de cautiverio á su Rey. Su voluntad á los principios fué bonísima; pero «urrIo después se trocó en perversa y diabólica. Porque, agregándose á los ^^^^' rústicos muchos hombres malvados y facinerosos de París, con esta infernal levadura se corrompió toda la masa. Los más atrevidos y sa- gaces de ellos se hicieron cabezas de estas tropas que se aumentaban más cada dia, y el desorden y tumulto creció tanto, que ni las leyes ni los magistrados ni la autoridad de la Reina Regente, Doña Blanca, tuvieron bastante poder para detener el curso arrebatado de la sedi- ción ni por representaciones benignas ni por fuerza de armas. Las cabezas de los sediciosos tomaron el nombre de Maestres, y todos eligieron una suprema cabeza á quien llamaron el Gran Maestre. Al tumulto se añadió la supertición, habiendo entre ellos muchos em- busteros que decían haber tenido visiones y revelaciones divinas para publicar una cruzada general délos franceses á fin de ir prontamente al socorro del Rey contra los sarracenos: y juntamente con esto pre- dicaban al pueblo otros mil desatinos, vendiéndose por verdaderos profetas. En lo que su predicación más insistía era en persuadir que las calamidades públicas nacían del enojo de Dios por los pecados de los eclesiásticos. Y de tal manera animaban y encendían á sus oyen- tes, que con pretexto de reformación buscaban furiosamente á los clérigos y los mataban saqueándoles las casas y robando todos sus bienes. Donde más estrago hicieron fué en la ciudad de Orliens, en la cual entró con numerosas tropas su Gran Maestre y no dejó clérigo á vida. Mas, pasando de allí á la ciudad de Burges con intención de hacer lo mismo en ella, halló bien prevenida á la nobleza del país de Berri y otras gentes de valor, que le salieron al encuentro y deshicie- ron sus tropas, y á él le dieron la muerte entre Morte-mer y Villanue- va, quedando muertos también ocho mil de sus rústicos. Los demás con este ejemplo fueron perseguidos en todas partes y muchos de ellos fueron muertos en varios reencuentros, muchos en las horcas y muchos escapándose secretamente volvieron bien escarmentados á sus arados y azadas. Así quedó extinguido el tumulto de los rústicos, que no pudo dejar de tocar y cundir mucho en las provincias de Bría y Champaña, que son de las más cercanas á París, y tener cuidadoso y ocupado en ellas á nuestro rey D. Teobaldo.

310 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. V.

NOTA SOBRE LA TUTELA DE TEOBALDO EN SU

MINORIDAD.

e los dos años que vivió después de haber vuelto de

Año3 6o i iesta jornada no hay cosa digna de notar. Solo se ofre-

1253 A_-/ce advertir que lo que el P. Moret dice en el elogio de

este Rey después de su muerte que el rey Filipo Augusto de Francia,

sutio, tomóen su tutélalos Estados de Champaña y Bría cuando

murió el conde Teobaldo IV, su padre, se debe entender que los tomó

en su protección; por ser cierto que la condesa Doña Blanca, Infanta

de Navarra, su madre, quedó con el gobierno de aquellos Estados y

con la tutela del hijo que le naciese. La cual administró ella después

por mucho tiempo; pues en su favor y en su nombre salió el año de

EiAbb. i2i6 1a sentencia dada en Melún por el parlamento de los Pares

Bi ibi¿! contra Erardo de Breña, que tenía puesto pleito á dichos Estados,

J°g*^^|*^; como dijimos en la genealogía de los Condes de Champaña, y lo

nuscri. trae Choisi en la Historia de Filipo de Valoís. Y es arg-umento de que

folio 112 el conde Teobaldo, aunque ya tenia diez y seis años entonces, aún

y ^'^^- no había entrado á gobernarlos por sí.

AFICIÓN DEL REY A LA POESÍA Y MÚSICA.

Ai

lo que el P. Moret dice en este mismo lugar que el rey

61 ^^ D. Teobaldo fué muy aficionado á la Música y á la .Poesía, podemos añadjr lo que refiere la crónica ge- neral de Francia, citada por Favín, Y es: que compuso las más bellas canciones y las más deleitables y melodiosas que hasta entonces se habían oído en Francia, en voces }■ en instrumentos: 3- puestas por el en música las hizo escribir en el salón de su Palacio de Provins, y

Fav. también en el de Troya: y se llamaban Las canciones del Rey de Na- áe Na- vavra: siendo las más célebres de aquellos tiempos. El mismo Favín sT'et^ pondera mucho la elegancia de sus versos diciendo que eran testimo- 301. nios fieles de la gallardía de su Real espíritu, y de que en aquel tiem- po la universidad de París, donde este príncipe tuvo su educación, era fecunda de hombres sabios en todo género de letras. Y trae para prueba algunos de estos versos que aún en el traje poco pulido del lenguaje francés antiguo parecen bien y son muy garvosos por la mucha alma que tienen.

62 Por último, digamos con Esteban de Garibay, que en una co- sa fué desgraciado este Rey. Y es en no haber tenido escritores que encomendasen ala posteridad de los siglos futuros sus hechos, que sin duda fueron memorables y dignos de fama inmortal.

REY D. TEOBAI.OO I. 3II

RELACIÓN DE LO QUE RESUf/FA DE INSTRUMENTOS

ACERCA DEL REXIDO PLEITO ENIRK El, SEXOJl OBISPO D. PeDJ'.O JiMENEZ

DE Gazólvz, Obispo de Pami>lona, y el key D. Teobaldo i. por el

ORDEN QUE CONSTA DE LOS QUE ESTÁN EN EL ARCHIVO DE LA SaNTA

Iglesia Catedral de la ciudad de Pamplona.

jopia del pedimento ó demanda puesta por el señor 63 I obispo D. Pedro al Rey ante el Cardenal de S. Cosme y

'S.Damián, D. Gil, Delegado Apostólico, contra elArc/an rey D. Teobaldo, en que se queja de las violencias que hacía ^prn^°" el Rey álos vecinos en las presentaciones de las abadías, usurpación ¿^^'l-^^' de la jurisdicción eclesiástica y diferentes bienes en Pamplona, daños «^o de causados y haberse apoderado délos castillos de Oro y Huarte y^^*°' del de Monjardín con los lugares de Villamayor, Labeaga, Iguzquiza, Darqueta, Luquiaín, Urbiola, Adarreta y collazos de Bearín. El pro- ceso empezó el Lunes 29 de Enero de 12 i6 y siguen los enanzos de s él con el sello del Cardenal. '^pi^^

Copia del pedimento precedente, pero sin sello ni notario. n. 25.*

Bula del papa Inocencio IV, dada en León á 17 de Abril, año 3 cuarto de su pontificado, es de Jesucristo 1246, en que ingiere el pro- ^^i*' ceso y pedimentos con lo actuado en la causa del Rey y Obispo ante n- 2. los auditores Juan de S. Germán y Guillermo Doure.

Bula del papa Inocencio IV, dada en León en 5 de Mayo, año^^^* ^ cuarto de su pontificado, que es de Jesucristo 1247, cometiendo al d.epísc Señor Obispo de Olorón que notifique al rey D. Teobaldo la senten-°"^'^ ^' cia pronunciada por el Cardenal de S. Cosme y S. Damián, y se la haga cumplir.

El despacho ó proceso actuado ante el auditor Juan de S. Ger- 5 man en la causa del señor obispo D. Pedro con el rey D. Teobaldo, ^^°* >• en que se determmo que, atenta la contumacia del Key, sele diese la núm. 27 posesión al Señor Obispo de los derechos y cosas pedidas cansa rci serva lid ce. Es dado en León á 17 de xMayo de 1247, ante Salustio de Galacio, Notario, con su signo y el sello pendiente.

Despacho de los señores D. Pedro, Arzobispo de Tarragona, y q D. Raimundo, de Lérida, en que cometen al Abad de Poblet y á^ica_i^ Fr. Bernardo Amaños, monje de él, intimar al rey D. Teobaldo m'iiii ¿1. su sentencia del Maestro Juan de S. (jermán, que es la del instru- mento anterior: y S.S. la había confirmado con el Sacro Colegio, y que se entendiese mientras el Rey no dedujese justas causas porqué se hu- biese de revocar. La comisión es dada en el mes de Julio de 1247, y la copia la dio dicho Fr. Bernardo con el sello del Abad, depositán- dola en su monasterio á cautela. Y la bula del papa, que se ingiere, es de 4 de Junio del mismo año, cuarto de su pontificado, que es de Je- sucristo 1247.

312 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA

7 Relación del Señor Obispo de Olorón, de que vino á Navarra ^•■^a.5 y pasó á Estella á intimar al rey D. Teobaldo la sentencia in-

n.7. terlocutoria pronunciada contra él á instancia del Señor Obispo y su Santa Iglesia, y que le requirió obedeciese y dalia dilaciones, amena- zándole al Señor Obispo y deduciendo tenía rescripto cometido al Prior deRoncesvalles y Deán de Tudela para que censurasen á cual- quiera; que procediese contra el Rey ó pusiese entredicho en el Rei- no. Que un soldado difamó á dicho Señor Obispo de Olorón y la dis- puso traición. Por lo cual salió del Reino y el Señor Obispo de Pam- plona le requería volviese á Navarra. A que respondió no atreverse. Y hace relación, empezando desde 27 de Febrero de 1247, con el se- llo de dicho Señor Obispo, sin notario.

Se advierte que, aunque parezca ser contradicción el que en 27 de Febrero de 1247 empezase este Señor Obispo las diligencias de la ejecución, cuando la bula del papa Inocencio IV. en que se le dele- gó, es del dia 5 de Mayo del año cuarto de dicho Papa, que es de 1247. Mas en la realidad no la hay; porque en aquel tiempo en Nava- rra se contaba el año desde veinte y cinco de Marzo. Y así el 27 de Febrero de 1247 fué á nuestro modo actual decentar año 1248 y con- siguientemente meses mucho después de la expedición de la bula.

8 Sentencia de entredicho puesto en todo el reino de Navarra por los Men*'sffi señores Arzobispo de Tarragona y Guillermo de Lérida, delegados

"•^^- apostólicos, por no querer obedecer el rey D. Teobaldo la sen- tencia interlocutoria pronunciada contra él á instancia del Señor Obispo y su Iglesia: y viendo la contumacia del Rey, la promulgan, mandando á los capellanes de Uncastillo y Sos la publicasen y al mismo tiempo excomunión contra los que no observasen el entredi- cho y contra los Consejeros que lo habían sido del Rey en la resis- tencia. Fué pronunciada en 13 de Mayo de 1248 ante Miguel Aleña- rlo, Notario con su signo, firmas de dichos Señores Prelados y sus sellos, g Bula del papa Inocencio IV, dada en León el dia 7 de Diciembre

Arca 3, del año sexto de su pontificado, que es de Jesucristo 1248, en que co- 'n.^3?°niete á los señores Arzobispo de Tarragona y Lérida á súplica dei Señor Obispo de Pamplona y su Iglesia, que puedan promulgar cen- suras y poner entredicho en Navarra hasta la ejecución de la senten cia pronunciada por el señor D. Juan de S. Germán sin embargo del privilegio que suponía tener el Rey de Navarra para que no se le pu- diese imponer censuras ni poner entredicho en Navarra, su Reino, sin hacer mención específica del tal indulto.

Sin duda á soHcitar esta nueva bula dio motivo lo que refiere el P. José Moret en la Historia al cap. 4. §. 5., núm. 17; y al cap. 5. §, i, núm. 5, que debe tenerse presente: y lo que relata el Señor Obispo de Olorón en el instrumento referido arriba del año 1247, cuando pasó á Estella á notificar la sentencia al rey D. Teobaldo, y que le respondió tenía bula cometida al Abad de Iranzu, Prior de Ronceí- ArcaLi- "^' ^llss y Deán de Tudela, para no poder ser censurado, tera c. Bula del papa Inocencio IV, despachada en León en 3 de Mayo, año

EL REY D. TEOBALDO. I. 313

sexto de su pontificado, que es de Jesucristo 1249, en que comete al Prior de S. Salvador de Leire y al Arcediano de Valdonsella compe- la á los Señores Arcedianos de la Tabla, 1). Miguel l'érez y de la Cámara D. García Ortíz. pag-uen las raciones y vestuario á los seño- res prior y canónigos que estaban desterrados por el Rey por la cau- sa de inmunidad.

Bula del papa Inocencio IV, su data en León, 1 1 de julio del ano u séptimo de su pontificado, (que es de Jesucristo 1249, porque empezó ¿""^^^ en Junio del mismo) en la cual comete al Señor Obispo de Ülorón n. 7. que si el Rey de Navarra desde el dia de la fechahasta primero de Sep- tiembre siguiente restituyese al SeñorObispode Pamplona, canónigos de ella, rectores de diferentes iglesias y otros clérigos y seculares lo que de su orden se les había quitado desde la introducción del pleito, les levantase el destierro, diese seguridad y salvaguardia por sus perso- nas con que el Rey ejecute esto que declare dicho Señor Obispo de Olorón que las sentencias suya y de los señores Arzobispo de Tarra- gona y Obispo de Lérida, que habían pronunciado de entredicho eclesiástico, eran nulas y las anulase.

No debió de surtir efecto la promesa, que sin duda haría el Rey al Papa para la expedición de la bula antecedente; porque se halla el siguiente instrumento.

El dicho señor D. Pe 1ro, Obispo de Pamplona, denunció por pú- la blico excomulgado al señor rej^ L). Teobaldo por usurpador é invasor ¿''J^V^^^; de las cosas de la Iglesia y del dicho Señor Obispo y de otros ecle- u a. siásticos, y le amonesta cese, que de lo contrario procederá á agra- var las censuras. También amonesta al Rey y de su Senescal hagan cesar las fuerzas que los merinos y otros ministros Reales ejecutaban poniendo abades y quitando otros. Amonesta á D. Guillen de Orio, Arcediano de la Cámara, pague el vestuario á los canónicos que es- taban desterrados por la defensa de los derechos de su Iglesia y pa- gue al Señor Obispo, conforme lo tenía mandado él cabildo, los gas- tos hechos en la curia romana en los pleitos de la Iglesia. Y le cita comparezca á disculparse si pudiese, de que estando excomulgado, sin embargo de las censuras exigía y cobraba por fuerza los dere- chos del Arcedianato. Que procurando ser antes absuelto, se ordene en las primeras temporadas. Denuncia excomulgado al aÍ3ad y mon- jes del convento de la Oliva por haber quebrantado el entredicho puesto en el Reino, y por no haber recibido un racionero y abad de Carcastillo. Denuncia también excomulgados á D. Martín Semenci de Aibar: Juan Garceci, de Yániz; D. Pedro Garceiz, de Bariz y Maes- tre Berenguel, de Tudela. Esta sentencia se publicó en Sos los dias Jueves 7 de Octubre, Lunes 11, Miércoles 13, Viernes 15, en Navar- dún. Y el Jueves 21 del mismo mes, estando junto y convocado el ca- bildo de Pamplona en dicho lugar, se volvió á publicar y últimamen- te se repitió la publicación en iS'avardún, Jueves 4 de Noviembre de 1249. Está este instrumento con distintas íirmas y cuatro sellos pen- 13 dientes. ^H^ospi-'

Despacho del señor obispo, D. Pedro, dado en Sos en 8 de Abril taiarij

314 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA.

de I2D0 a favor del señor hospitalero D. R. para que se le pagasen nueve libras de sanchetes por el arcedianero de la tabla por la ración mientras estuviese desterrado por el derecho y libertad de su iglesia: dado sin notario, con el sello pendiente de dicho Señor Obispo. j^^^* ^ Bula del papa Inocencio IV, su data en Bríjia á 20 de Setiembre año D.Epiac IX de su pontificado, que es de Jesucristo 1251, en que manda á B., subdiácono, su capellán y deán petracense, que sino estuviese he- cha plenamente por el Rey la restitución al Señor Obispo de Pam- plona, reponga al Reino en entredicho. Este se descubre fué el Nun- cio y, electo Arzobispo de Ñapóles. Arca 3 Bula del papa Inoceucío IV, despachada en Perusioá 13 de Julio, D.Episc X ¡año de su pontificado (que es de Jesucristo 1252,) en que mandó °^°^' á los Señores Obispos de Olorón y Lérida procediesen á la ejecución de la sentencia pronunciada por el Maestro Juan de S. Germán en fa- vor del Señor Obispo de Pamplona contra el rey D. Teobaldo, aten- to á que, si bien el entredicho puesto lo había levantado S. S., no había el Rey dado cumplimiento: y que dichos procedimientos fuesen sin embargo de cualesquiera privilegios é indultos que tuviese el Rey. 16 Otra bula del mismo papa Inocencio IV, dada en Perusio á 3 de ü'^Rpislí ^'^^^'^ del año de su pontificado (que es de Jesucristo 1253,) n.6eise-enque manda á los Señores Obispos de Olorón y Lérida procedan á ^"" "■ la ejecución déla sentencia del Señor Cardenal de S. Cosme y S. Da- mián y del Maestro Juan de S. Germán, á instancia del Señor Obis- po contra el Rey, y repongan al Reino en entredicho eclesiástico; respecto de que, aunque había sido levantado por Bernardo, electo Ar- zobispo de Ñapóles 3^ Nuncio de S. S. especial al Rey sobre el caso. El dicho Santo Padre había entendido por relación del expresado su Nuncio Apostólico que el Re}' no quería obedecer ni entregar la pose- sión conforme se mandaba en las sentencias. Arel 5 y^dimiis dado por el Señor Obispo de Pamplona, D. Pedro, de una D*^Bpisc bula del papa Inocencio IV, dada en S. Juan de Letrán en 4 de No '^- ^^- viembre del año IX de su pontificado (que es de Jesucristo 1253,) en que manda á los Señores Obispos de Olorón y Lérida pro- cedan á la ejecución de la sentencia obtenida por el Señor Obispo de Pamplona contra el Rey, sin embargo de haber muerto este ejecu- tándola contra la Reina y otro sucesor en el Reino. 18 Despacho del señor obispo D. Guillermo de Lérida, dado en 14 de d'"epís^c '-^bril del año 1254, con inserción de las dos bulas del papa Inocencio núm.36. IV, de 3 de Enero, año X de su pontificado y 4 de Noviembre del ario XI que son 3 de Enero y 4 de Noviembre del año de Jesucristo 1253, porque por Junio de él se cumplió el año diez y em- pezó el once de su dicho pontificado y son las referidas en este ex- tracto supra num. 16 y 17, y en dicho despacho el Señor Obispo de Lérida, refiriendo haber muerto su colega el Señor Obispo de Olo- rón, manda á Sancho Urdániz y Pedro Miguel, racionero de Santa MARÍA de Uncastillo y á Nicolás de Sa de S. Martín de la misma vi- lla repongan al reino de Navarra en el antiguo entredicho puesto por el Señor Obispo de Olorón por no haber obedecido el Rey de Nava-

EL REYD. TEOBALDO 1. 3I5

rra las sentencias pronunciadas por el Cardenal de S. Cosme, S. Da- mián y Juan de S. Germán: atento á que había sido suspendido por S. S. por el tiempo de un año y deputado al señor D. i^ernardo, Dean Petracense, electo Obispo de Ñapóles, para que compusiese las dife- rencias, y sin embargo de todo ello y haber muerto el Rey, y que por la Reina no se daba cumplimiento, mandó dicho Señor Obispo la re- posición, estando cerca de Navardún dicho dia, y que se publicase el entredicho si desde su data al dia de la Ascensión del Señor no se daba cumplimiento.

Bula del papa Inocencio ÍV, en que comete á los Señores Obispos ig de Siorüenza y Osma declaren que la intención de S. S. v su voluntad Arca 3. es que cualesquiera indultos, gracias o privnegios concedidas al iiey núm.ia. de Navarra para no poder ser censurado ni puesto entredicho ecle- siástico en su Reino no pueden impedir la jurisdicción delegada á los jueces apostólicos para la ejecución de las sentencias del Señor Obis- po de Pamplona y su Iglesia contra el Rey; pues en cuanto á eso las dio por revocadas y reformadas una vez nombrados los jueces con- servadores. Es despachada en Agnánia, el dia 6 de Julio, año doce de su pontificado, que es de Jesucristo 1254.

Bula del papa Alejandro IV, despachada en Ñapóles en 29 de Ene- ro del año primero de su pontificado, que es de Jesucristo 1255, en Arca 4. que manda á los Señores Obispos de Olorón y Lérida que, si es cier- °if^^.^° to que su predecesor Inocencio IV les mandó al dicho Señor Obispo de Lérida y al antecesor de Olorón que dentro del reino de Navarra ó en un lugar vecino denunciasen públicamente á su Rey, que cum- pliese con las sentencias pronunciadas á favor del Señor Obispo y su Iglesia, y que de no cumplir con ellas, pusiesen entredicho y ejecu- ten lo que les estaba mandado al tenor de las bulas de dicho papa Inocencio IV, sin embargo de la muerte de éste.

Bula del papa Alejandro IV, dada en Agnánia, año primero de su 21 pontificado, despachada en 22 de Julio de 1255, dirigida al Prepósito p'"Kpig^¿ de Huesca y Pedro López de Bagón, Canónigo de la misma Iglesia, 'i'^'™- ^1 para que procedan contra el Rey de Navarra y ejecuten las letras de su predecesor Inocencio iV, en que declaró que el indulto del Rey para no ser censurado ni puesto entredicho en el reino de Navarra no emprendía la causa del Señor Obispo de Pamplona y su Iglesia ni impedía la ejecución de las sentencias.

Esta precisión de obedecer las sentencias y mandatos apostólicos traería la concordia que el Padre José Moret en el lugar citado dice se tomó entre el dicho señor obispo D. Pedro y S. M. el rey D. Teobal- do II el año 1255, 3^ sin embargo de que se remite dicho Padre Mo- ret á que más largamente la expresaría cuantío llegase al dicho año, lo cierto es que en él y siguientes la omitió: 3^ en ella no debió de in- tervenir el cabildo déla Santa Iglesia de Pamplona, aunque esté co- piada en el cartulario magno de la cámara de comptos; pues se verifi- ca por los instrumentos siguientes. 22

Bula del papa Alejandro IV, expedida en Vitervo á 9 de Septiem- Arca 2. bre del año tercero de su pontificado (que es de Jesucristo 1257,) en n. ^7!°

3l6 LIBRO XXI DE LOS ANALES DE NAVARRA.

que á instancia del prior y cabildo de la Santa Iglesia de Pamplona anula é irrita la concordia que se había tomado entre el Señor Obis- po y el Rey de Navarra acerca de las diferencias que habían tenido. 23 Bula del papa Alejandro iV, su data en Agnánia, á 17 de Setiem-

DE)?sc^^'^ del año quinto de su pontificado (({ue es de Jesucristo 1259,) di- n's. rígida al Arzobispo de Toledo, en que expresa que, habiéndose hecho concordia entre el Señor Obispo de Pamplona y el Rey, se pidió la confirmación apostólica, que se opuso el cabildo y se cometió la cau- sa al Cardenal de Santo Angelo, quien hizo relación á S. S. y Sacro Colegio, y oídas las partes, se declaró nula y ninguna, y canceló el instrumento de ella, que estaba en los autos, mandando que las cosas se restituyesen al estado de antes de la concordia, como más latamente le constaría por las letras y sentencia del dicho Cardenal, Y aprobán- dolo todo S. S , manda al expresado Señor Arzobispo que por ó por otro haga se ejecute.

El despacho del Cardenal no se halla en el archivo de la Santa Iglesia de Pamplona. Pero se encuentra en él un requerimiento he- cho por dicho señor obispo D. Pedro al rey D. Teobaldo, de que declarase si quería guardar la paz con él y la Santa Iglesia, y la respuesta del Rey que quería; pero no se puede certificar la fecha y año. Y se halla este instrumento Arca Lit. B. num. 63, y por ello no se ha puesto en el lugar que corresponde. El Padre \foret cap, 5, §. 7, num. 19, pone viaje del rey D. Teobaldo I á Roma, por rela- ción del Tesorero Garcí López de Roncesvalles en su breve crónica, suponiendo al número primero la composición anterior entre Rey y Obispo. Pero es muy difícil de ajustar semejante viaje por este tiem- po, que era el año 1248, con los instrumentos citados de los años de 1248 y 1249. Más verosímil y acomodable es desde el año 1250, I25i,y 1252, en que coincide la venida á Navarra del Nuncio D. Ber- nardo, Deán Petracense, Arzobispo electo de Ñapóles.

Este es un extracto de lo que más largamente consta por instru- mentos que sobre este negocio se hallan en el archivo de la Santa Iglesia Catedral de la ciudad de Pamplona: de donde lo sacó el señor D. Fermín de Lubián, Prior cuando se está haciendo esta reimpresión de estos Anales, de la misma Catedral. Por esta relación se echa de ver la equivocación que en este asunto padecieron los historiadores. Y pudo consistir en la reconvención que contra el Rey hizo en la cu- ria romana ante el sumo pontífice Inocencio IV el Obispo de Pam- plona. Pero S. S. no dio la comisión de poner en entredicho sino al Arzobispo de Tarragona y á los Obisposde Olorón y Lérida. Los cua- les efectivamente lo pusieron y repusieron como manifiestamente se ve por lo que se dice en esta relación. Lo que el señor D. Pedro Jimé- nez de Gazólaz hizo fué denunciar por público excomulgado al rey D. Teobaldo. Y esto también pudo ser ocasión del tropiezo de los historiadores. Por no alterar la serie de la narración no ha parecido insertar estas memorias en el cuerpo de la Historia: dado que no las hubiera omitido la conocida escrupulosidad del Padre José Moret en este punto; sino se hubieran huido á su extremadísima diligencia.

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LIBRO XXII

DE LOS

DE

NAVARRA.

CAPITULO I.

I. Sucesión del rey D. Teobaldo, II de este nombre t alianza

CON EL REY D. JAIME DE ARAGÓN. 11. PREVENCIONES DE LA EEINA MADRE TARA LA SEGURIDAD DEL REINO. II. CORONACIÓN DEL REY, JUR.AMENTO Á LOS

Estados del Reino y forma de gobierno en su minoridad.

I a muerte del rey D. Teobaldo turbó luego y no ^^poco el estado de las cosas dentro y fuera del Reino: siendo la causa }■ ocasión de ambos movi- mientos la poca edad de su primogénito y sucesor D, Teobaldo II, que varias memorias llaman el ¡iinior ó más mozo, para distinguirle de su padre, siendo común á entrambtDS el nombre de Teobaldo. En casa se turbaron sobre la forma de juramento que había de hacer el niño Rey á los Estados del Reino y modo con que había de correr el gobierno en su menor edad y juramento que le habían de prestar so- lemnemente en su elevación. Fuera se sintió el nuevo movimiento de parle de Castilla. Porque el rey D. Alfonso llamado el Onceno pro-

Año

1253.

31 8 LIBRO XXII. DE LOS ANALES DE NAVARRA CAP. I.

míscuamente en Castilla, que en León por launión de aquellos reinos con el gran poder de ellos y lo mucho que le aumentó su padre, el santo rey U. Fernando, con las conquistas de la Andalucía, habiendo heredado de su padre el poder, más que la templanza de natural, oída la muerte del rey ü. Teobaldo, luego hizo semblante de acome- ter de guerra á Navarra y ocuparla: tomando, como suelen no pocas veces los príncipes muy ventajosamente poderosos en vez de dere- cho la ocasión de guerrear y ensanchar su señorío: y teniendo por tiempo muy oportuno para eso la mudanza de rey, su edad pupilar, viudez de la madre y tutela de mujer.

2 Pero la viuda reina Doña Margarita de Borbón, de quien es tan grande el silencio, que en todo el reinado de su marido no suena en acto alguno, descubrió súbitamente en la ocasión un ánimo muy varonil, dotado de mucha prudencia y actividad en el buen expedien- te de los negocios más difíciles. Y mostró que las buenas princesas saben contenerse en el retiro que les pide el sexo, dejando reinar á sus maridos sin introducirse ni sobresalir odiosamente en su Gobier- no, reservando el valor y prendas con que extraordinariamente las favoreció la naturaleza á la ocasión y necesidad de suplir la falta de sus maridos, en mantener los hijos comunes y reino encomendado. Previendo, pues. Doña Margarita con prudente solercia lo que se po- día temer de la facilidad en moverse l3. Alfonso de Castilla, había dado prontamente aviso al rey D. Jaime de Aragón de la muerte del rey D. Teobaldo, su marido, luego que sucedió, acordándole la estre- cha y continua amistad con que habian corrido ambos Reyes,, y que D. Teobaldo la había sellado con el último acto de la vida, enco- mendando en su testamento á su amistad y nobleza de natural la protección de sus hijos, mujer y Reino: dando ocasión para que la amistad, que suele prometerse Jiasta la muerte, pudiese pasar más allá de ella. Que el renoi'arse aquellos antiguos vínculos lo mere- cía la confianza Jieclia y lo pedia el tiempo y las conveniencias de ambos reinos, contra los cuales mostraba tan mal semblante el Rey de Castilla, D. Alfonso, tan fácil en trocar la paz en guerra como los matrimonios en divorcio.

3 Recibió el aviso el rey D.Jaime, aunque envuelto en sentimien- to de haber faltado el re}' D. Teobaldo, que siempre le había sido buen amigo, con agrado grande respecto de la reina Doña Margari- ta y su hijo el niño rey D. Teobaldo; así por la honorífica confianza que de su amistad y noble natural había hecho el difunto rey D. Teo- baldo como porque se hallaba en grande rompimiento con su j^erno D. Alfonso, Rey de Castilla, quien, habiéndose casado con su hija la infanta Doña Violante, 3^ teniéndola en estado interesante, con enor- me agravio se había divorciado de ella y hecho venir á Doña Cris- tiana, hija del Rey de Noruega, para casarse con ella. Y por haber lle- gado la nueva esposa al tiempo mismo del parto de Doña Violante, entregándola con igual ligereza de ánimo para casarse con ella á su hermano el infante O. Felipe, destinado ya para la Iglesia y Arzo- bispado de Sevilla. Del cual deshonor hecho á su persona, vivía abra-

REY TEOBALDO I. 3I9

sado el rey D. Jaime: y le importaba tener valedoresde tan justa cau- sa contra el poder grande del yerno que, fiado en solo él, se atrevía á cosas tan enormes. Por lo cual, abrazando muy gustosamente el re- novarlas alianzas antiguas con Navarra, ya que por ocupaciones no podía partir luego á verse con la reina Doña Margarita, despachó á toda prisa á su hijo primogénito y heredero, el infante D. Alfonso, que en su nombre las renovase y confirmase. Y la Reina, sabedora de que el Infante se acercaba para las vistas y tratados, apenas acá badas las honras funerales de su marido, sin dejarse vencer de la tris- teza ni entregarse á los llantos mujeriles desaprovechados, atenta so- lo al bien público, cogiendo á su hijo D. Teobaldo, corrió á encontrar- se con el Infante.

4 Fueron las vistas en Tudela. Y acerca de ellas se debe adver- tir que Jerónimo Zurita y Esteban de Garibay padecieron alguna equivocación de los sucesos de este año, y parece que ignoraron este acto primero en Tudela, de la Reina y del Infante, y le confundieron con otro del año siguiente, en que intervino en persona el rey D. Jai- me, y pasaron aquel suceso á este año presente, que no le pertenece. Exhibiremos en este el tratado de estas alianzas renovadas, y con las mismas palabras con que se halla al fin del cartulario de D. Teobaldo cuyo tenor es este: Sepan quantos esta carta vieren, como Nos, Do- ña Margarita, por la gracia de Dios Reynade Navarra, de Cam- payna^ etdeBria, Condesa Palacina, otorgamos á Vos, D, Alh/onso filio mayor, heredero del Rey Daragón, todas aqiieyllas convenien- zas, que Nos por Nos, et por nostro Filio D. Tibalt, Rey de Navarra ó por qualquiera otro nostro Filio, que será Rey de Navarra, ha- vemos con vuestro Padre, por aqueyllamisma gracia Rey , Daragón, que seremos daqui adelante por todos tiempos Amigos vuestros, et Amigos de todos vuestros Amigos, et Enemigos de vuestros Enemi- gos, que vos ayudáremos con todo nostro poder á de/endervos, . et to- da vuestra Señoría contra quiquier, que Rey sea, ó Jiaya poder de Rey, que tuerto, ni mal ninguno Vos quisiese facer, sacado contra el Rey de Francia, et contra el Emperador Dalamaynna, et contra las Personas de Francia, á qui nos somos tenidos por Seynorío. Et prometemos vos generalment todas las otras convenienzas, que vuestro Padre Rey Dcñ'agón con Nos, et Nos con eyl; asi, et en aqueylla forma misma, como son escripias en las Cartas, que Nos havemos con eyl, et eyl con Nos. Et por todas estas convenienzas tener, et cumplir, asi como dicho es, Juramos sobre la Cruz, et los Santos Evangelios, et facemos vos Homenage por Nos, et por nostro Filio. En testimonio de la qual cosa ficiemos seellar esta Carta con nostro seyello pendient: et fue feyta en Tudela en el primero dia de Agosto^ en el aynno de mil, et docientos, et cinquenta, et tres. Hasta aquí la carta de la Reina. Y luego en ella misma el infante D. Alfonso recíprocamente repromete, jura y hace homenaje en la misma forma que por no alargar, no se repite, las conveniencias y tratados del rey D. Jaime, su padre: salvo que no exceptúa de la liga ofensiva persona alguna. Y es en Tudela en los mismos año y dia.

320 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. I.

§• 11.

Y;

despidiéndose á toda prisa, aunque con las demos- traciones de amor y firme amistad que la liga y tiem- po de obrar pedían, volvió la Reina á Pamplona y re- forzó luego las guarniciones de las plazas y castillos de la frontera del Reino contra Castilla. Y sin perder tiempo, por si la guerra oca- sionaba el haber de traer aprestos ó socorros de fuera por la mar, apresuró y obtuvo que la ciudad de Bayona renovase la carta de se- guridades que se había dado al rey D. Teobaldo, de que se habló al año 1248. Y todo esto con tal presteza, que la carta en que el conce- jo de Bayona renueva y ratifica á la Reina y su hijo L). Teobaldo aquellos tratados con su padre, es fechada en Bayona el dia 13 antes de las calendas de Septiembre, que es á 20 de Agosto de este año, corno se ve en el mismo cartulario. Todas estas cosas pudo obrar la vigilancia y actividad de la Reina en cuarenta y tres dias después de la muerte del Rey, su marido. Tiempo que no les bastara á otras para los funerales, vestir de lutos el Palacio, recibir pésames de Señores, Ministros y Universidades y enjugar las lágrimas.

6 Dado lo que pedía la seguridad contra los movimientos de fue- ra, cargó el cuidado en el gobierno doméstico, de que la aseguraba más la fidelidad de los naturales y buen amor con que en general habían corrido con el rey D. Teobaldo, y el cariño que se iba con- cillando el hijo por las buenas muestras que descubría de su ex- celente natural; aunque con algunas menores quejas que había del gobierno del padre, y se esperaban remediar en la entrada del hijo. Y en orden á eso hubo varias juntas y conferencias sobre la forma del juramento que había de hacer el Rey á los Estados, y del go- bierno que había de tenerse en su menor edad, que no pocos preten- dían durase hasta que tuviese veinte y cinco años D. Teobaldo, que en cuanto podemos entender, al tiempo que esto se trataba apenas tenía catorce cumplidos. Aunque después se contentaron con que fuese hasta el veinte y uno.

7 En orden á lo cual hallamos en el archivo de Olite un pergami- no de letra antigua, aunque no legalizado, que parece fué la forma del juramento que se levantó: y en cu3'a observancia se juramenta- ron muchos de los que concurrían en la junta de los Estados para esto convocados. Y las clausulas de él y condiciones que se pedían con mu}' poca diferencia se ven puestas en el juramento solemne que con efecto hizo el Rey en su elevación, que se exhibirá luego. Y con tal fuerza se coligaron á que se habían de admitir las condiciones que se pedían, que al pié de ellas se dice: Esta es la forma de la Jura^ que

facen los Ricos hombres de las Villas. Yo juro por Dios, et por es- tos Santos Evangelios, et por esta Santa Cruz, que si D. Tiball non quisies jurar todas estas cosas, assi como escripias son en esta Car- ta, que no lo otorgue por Rey, ni tenga por Seynnor ata que jurado las haya, si non quisies desfacer las fuerzas, quefeitas son^ et qui-

REYD. TEOBALDO. II. 321

seis sacar de Fuero^ ó ser fuerza ú ningún JUconie, ó á ningún Ca- botjlíero, ó á ninyun Infasofi, ó d las Villas, ó á los Ornes, (pie en esta farsa serán, que li ayude lealment por la forza, que feita é, ata que la forza sea desfeyta ad aqueyl, ó ad aqueyllos, á qui se fará, que destajara sean. Estos sobrenominados Jurados se deben ayudar por la Jura, que feyta han contra todos aqueyllos, que en esta Jura no qucyrran estar; que de Navarra sean, et si ninguno de estos Ju- rados venga contra esta Jura, singue por tal traydor, que no se pue- de salvar por sus armas, ni por otras. Esta Jura se face, salvos los derreylos del Rey, et debe ser tenida, ata que D. Tibalt sea de edat de XXV. ayunos.

§. III.

justadas, pues, las demandas y cosas que para la co- ronación se pedían, templándose algunas y admitién- JL JBLdose las más por juzgar la reina Doña Margarita y los de su Coi;sejo que las pedía la menor edad del Rey, y que si bien pa- recía estrechaban algún tanto su potestad, no siempre es el mayor poder el más suelto y ubre; sino que antes le importa al mismo ce- ñirse algún tanto para la duración y estabilidad; porque se disipay des- vanece á orisa el que se difunde y derrama mucho, como sucede en la misma naturaleza: juntos en Cortes los Estados en Pamplona, fué elevado ea el escudo, coronado y aclamado con las ceremonias acos- tumbradas el rey D. Teobaldo y ungido por D. Pedro Jiménez, Obis- po de Pamplona, haciéndose en ella y en todo el Reino muchos rego- cijos y alegría públicas. Fué este acto el Jueves á 27 de Noviembre de este año de 5?. ¡Tanto tardaron en ajustar la forma del juramento 3' gobierno desde la muerte de su padre, que fué á 8 de Julio! Las co- sas que se pidieron para la coronación se descubren en el juramento que para ella hizo el Rey. Del cual se dieron luego varias copias con pública á las Universidades del Reino: y hemos visto no pocas en sus archivos uniformes todas. En el de Olite se ve con un sello gran- de pendiente y en él efijiado el Rey á caballo con espada levantada y embarazando el escudo. Su tenor es éste.

9 »Nos D. Tibalt, por la gracia de Dios Rey de Navarra, de Cham- »paynna, et de Bria, Cuende Palocín, juramos por Dios, et por estos »Santos Evangelios, et por esta Santa Cruz, que á todo el Pueblo del >Regno de Navarra, álos qui ahora son ni serán en toda nuestra vi- >da, especialmente á la Iglesia, et á los Clérigos, et á todos los Ricos »homes, et á todos los Cabaylleros, et á todos los Infanzones, et á >todos los Francos, et á todo el Pueblo de Navarra, que tenga Gas- »cunos (vale á cada uno) á lures Fueros, et en lures franquezas: et »en todos lures dreytos, et buenas costumnes entregament, assi como »nunca millor las hovieron lures Antecessores de los nostros, ni ey- >llos mismos, et jamays que no los desaforaremos en toda nostra vi- »da, ni lis tolgamos pada de lures, franquezas, ni de lures dreytos, et Tomo IV, ai

322 LIBRO XXII DE ANALES DE NAVARRA, CAP. I.

Dbuenas costumnes, ni otri por Nos, ni soframos, que otri por Nos »que en ninguna cosa los entraya. Juramos, que desfarémos todas »las fuerzas, et todos los tuertos, et todas las malas tueltas, et todas >las malas costumnes, que D. Tibalt nostro Padre fizo, et so Tio el >Rey D. Sancho, et el Padre del Rey D. Sancho, las que serán traba- »das por verdat, et mostradas por el buen dreyto, et nunca mays »en la nostra vida non sean presas, ni demandadas aquestas, ni otras ^ningunas por Nos.

10 ^Jurarnos que non soframos, que ningún homne, ni ninguna »muyller del Reyno de Navarra sea preso so corpo, ni ninguna ren >de las sus cosas, eyl, ó eylla, dando fiador de dreyto por tanto, como »su Fuero mandare, si non fuere por ventura traydor juzgado, ó la- »dron, ó robador manifiesto, ó encartado de como use es. Pero si por » Fuero habcmosnos de ser emparanza, que sea -eyta, et el fiador ^prometido de como su Fuero manda de aqueyl, á quien la emparan- »za mande ser, en todo, et por todo, que mantengamos Nos también »en la emparanza como en todas las otras cosas á su Fuero á cada »uno del Regno de Navarra.

11 ^Jurarnos, que ningún pleyto, que vienga en nostra Cort, que »non sea juzgado, si non por conseyllo del Amo, et de los XH. Con- »seyllos, ú de la mayor partida de eyllos, que en la Cort serán, et to- »do esto que sea feyto por lur Alcalde, entre quien el pleyto es, et á »so Fuero de cada uno, si non es con voluntat de ambas las partidas. »Pero que si algún pleyto granado, como deraptamiento,ó otro pley- »to grant hade ser judjado en nostra Cort, estos XII. Jurados han »de ser por Nos todos á nostra Cort, asi que por conseyllo de nostro »Amo, et de estos XII. ú de la mayor partida de eyllos, podamos fa- »cer todo dreyto. Et si el Amo no hi fuese, ó non hi podiese, ser que »con la mayor partida podamos facer dreyto. Y si por ventura el Amo »ó alguno de los Conseyllos pasase de aquel siglo, que hayan poder »los Esleydores de poner otro en su lugar, ata que el Rey sea en »edat de XX. et un anno.

12 «Juramos aun, que non daremos honor, ni honores, Castieyllo, »ni Castieyllos, tierras ni heredamientos ningunos senes conseyllo »del Amo, et de los Conseyllos devant ditos, ú de la mayor partida »de eyllos de aqueylles, que con nos serán en el logar. Et maguer »Nos non podamos dar, ni toller nin.ü^una cosa de estas sen lu con- >seyllo; pero e3'llos por su cabo no han poder de dar, ni toller nin- »guna de las sobreditas cosas senes nostra voluntad. Juramos que «tengamos firme esta moneda por doce annos. Et en est comeyo, que »non la abatamos. Juramos, que en nostra vida non batamos sinon »una moneda en Navarra. Juramos, que cuando nos acaesciese de ir >en Campaynna, ó en otro lugar, Nos leyssarémos Senescal en Na- »varra nostro Amo, ó otro cual Nos verán por bien los XII. Gonsey- »llos devant ditos, ó en cual la mayor partida daqueyllos, que con »Nos seyrán, se acordarán segunt la demanda, que nos lis farémos. ajáramos, que seamos en goarda de un buen home de Navarra, el ^cual fuere esleyto por aqueyllos homes, que los Ricos homes; las

REY D. TEOBALDO 1 1. 323

»Ordenes. los Cabaylleros, et lo Infanzones, et los Francos de la Vi- »llas de Navarra verán por biet %***^*** Los demás se acordaren, »ata que nos seamos en edat XX. et un anno, et que entre tanto i>Nos iscamos {vale salgamos, y es voz Vascóiiica) de su goarda, et »de su conseyllo, ni de los buenos homes Jurados, que esleytos serán >por conseyllarnos en todas las cosas, que caben en el P'uero de Na- >varra.

1 3 > J'odas estas cosas, como escriptas son en esta Carta, otorga- »mos, confirmamos Nos D. Tibalt et juramos, que tendremos, et cum- íplirémos, et farémos tener en toda nostra vida al pueblo de Navarra »así como escripto es de suso. F^t por aquesta razón damos á nostro »amados Burgueses de Olit en memoria daquesta cosa esta present- »Carta seyllada con nostro colgado seyllo. Dat. Pampilonae mense »Novembris, anno Domini miUesimo ducentisimo quincuagésimo »tertio.» Hasta aquí el juramento.

14 Por cuyo tenerse ve que, cautelando los daños que podía ocasionar la menor edad del Rey, de que suelen aprovecharse con demasía y quiebra de las leyes los que ocupan su lado, se estableció hubie u de estar á educación, custodia y guarda de hombre natural navar.o hjsta tener veinte y un años: y que éste fuese elegido por los doce '-'onsejeros que los Estados nombrasen por electores y del Con- sejo áv{ Rey para definir los pleitos y proveer lo que tocase al Go- bierno: y que esto fuese aún en caso de ausencia del Rey, y dejando por Senescal en Navarra al electo por su guarda y ayo. Llama á éste Nuestra amo. £n que se ve duraba el estilo antiguo de llamar Amo al educador, ayo y guardar del príncipe: y á este Creato; porque se criaba en su custodia en la menor edad. Con la cual voz de Creato con relación á Amo, así en las Investigaciones como en los Anales hemos dado luz á memorias muy antiguas, en la que por ignorársela significación de esas voces, se habían cometido grandes yerros y de- rramádose mucha niebla en nuestra Historia. También se reconoce había algunas quejas de los gobiernos pasados, Para cuyo remedio se establecieron ahora jueces de Emparanzas sobre los deshereda- mientos y fuerzas hechas por los reyes pasados. Y luego desde el año siguiente se comienzan á ver muchas sentencias de estos jueces, derramadas por varios archivos. Y se notarán algunas.

1 5 Si se eligió luego ayo y guarda del Rey con el nombre de Aíno y potestad que se le adjudica y quien fué electo para ese cargo, no se puede con toda certeza señalar por no hallar instrumentos que con expresión lo digan. Pero por los actos siguientes se colige vinieron los Estados y los doce Consejeros nombrados por ellos en que que- dase esa potestad y honor en la reina madre Doña Margarita hasta que partió á Champaña y Bría á poner en buena forma aquellos Es- tados por el celo grande, actividad y prudencia que había mostrado desde la muerte del rey D. Teobaldo, su marido, en la buena gober- nación de las cosas del Reino. Y así todos los actos públicos siguien- tes corren en cabeza como de tutora llena y cumplidamente de su

324 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA, CaP. II,

CAPITULO II.

1. Movimientos de Castilla contra Navarra, vistas de los reyes de Navarra y Aragón y alianzas renovadas. II. Sentencias dadas por los Jueces de Emparanzas. Ul. Batalla de Navarra con Aragón contra el Castellano, suspendida y paz concertada. IV. Prevenciones de guerra en Navarra y Aragón y antes del Rey de Castilla. V. Nuevas vistas de los reyes de Nava- rra y Aragón y alianzas del Infante de Castilla y del Beñor de Vizcaya con estos reyes. VI. Varias memorias. VII- Paz con Castilla. VIH Muerte de la Keina de Navarra, Doüa Margarita

I.

ASO i \idas en Castilla las alianzas entre Navarra y Aragón,

ifl64 I I lluego, al abrir la primavera del año 1254, se sintió car- V^gaban nuevas y grandes tropas de Castilla en la fron- tera de ella contra Navarra con manifiesto indicio de que el rey D. Alfonso intentaba rompimientos de guerra y entrada en ella. Y en Navarra se hicieron nuevos llamamiento de guerra, y se reforzaron las guarniciones de toda su frontera. Y el rey D. Jaime de Aragón, pronto en la observancia de las alianzas asentadas por su hijo primo- génito con poder suyo, hizo también llamamiento de sus gentes de guerra para las fronteras de su reino de Aragón que confinan con las de Castilla y Navarra, y dispuso vistas con el rey D. Teobaldo de Na- varra. Y se tuvieron á cinco de Abril en Montagudo, pueblo último de Navarra, distante solas cuatro millas de Tarazona,

2 Allí en concurso de no pocos de los ricos hombres y caballeros de Aragón y Navaira, no solo se revalidaron las ahanzas pasadas, si- no que se estrecharon más y con nuevos lazos. Prometió D, Jaime asistir al rey D. Teobaldo por su persona con sus vasallos y todo su poder á defender su reino y señorío de Navarra contra todos los hombres del mundo, exceptuando á solo el Conde deProenza Carlos, hermano del Rey de Francia. ¡Memorable documento de cuan lejos están de la providencia humana los acaecimientos venideros; pues exceptuó de la hostilidad solo entre todo el hnaje humano al que en todo él había de ser el enemigo más capital de su casa y de su hijo D. Pedro, sucesor en su Reino! D, Teobaldo prometió asistir al rey D. Jaime de Aragón con todo su poder contra todos los hombres del mundo, excepto el Rey de Francia y sus hermanos. Prometió ade- más no casaría con hermana ni con hija del rey D. Jaime. Y ambos se obligaron á tener firme aquella alianza sin admitir contra ella tre- gua ni algún otro tratado sin sabiduría y voluntad de ambos reyes. Y ambos también se dieron rehenes de castillos: el de Aragón dio luego a Uncastillo, Ruesta y Sos: con calidad que estuviesen en fide- lidad en poder de caballero aragonés por naturaleza el que escogiese el rey D. Teobaldo: y que se desnaturalizase en cuanto á este acto para hacerse vasallo del Rey de Navarra, haciendo homenaje de te-

REY D. TEOBALDO II. 325

nerlos en rehenes por él y de rendírselos como á señor, caso que el de Aragón faltase á lo pactado, pena de que, no haciéndolo, quedase por traidor igualmente que el que se levanta con castillo de su señor. Con las mismas calidades entregó el rey D. Teobaldo los castillos de Gallipienzo, Arguedas y Monreal en rehenes y prendas de seguridad. Y ambos reyes se hicieron recíprocamente homenaje de estar á lo pactado.

3 Juraron estas alianzas de parte de Navarra, de los ricos hom- bres: D. Sancho Fernández Montagudo, Senescal de Navarra; D. Gil, de Rada: D. García, Almoravid; D. Fernando, de Lerate; D. Gonza- lo Joániz, de Baztán, (su padre D. Juan Pérez, el Alférez Mayor pare- ce era ya muerto) D. Martin Jiménez, de Aibar; Ramiro Pérez de Arró- niz; D. Corbarán, de Lehet; D. Artal, de Luna; D. Pedro, de Varillas; D.Sancho Pérez, de Varillas. De los caballeros: D. Jimeno Sánchez, de Funes; D. Juan Garcés, de Peralta; D. Roldan Pérez, de Eransus; D. Martin Iñíguez, de Oriz, y seis de los más principales ciudadanos de Tudela. De parte de Aragón juraron los pactos: de los ricos hom- bres: D. Bernardo Guillen, de Entenza; D. Pedro Cornel, D. García Romeo; D. Alvaro Pérez de Azagra, hijo del Señor de Albarracín; D. Guillen, de Pueyo; D. Beltrán, de Abones. Y de los caballeros: D. Martin Pérez, de Artajona; D. Hurtado, de Lihori; D. Pedro Pé- rez, de Tarazona; D Iñigo, de Oriz; D. Pedro Jordán, de Egea; Rui Jiménez, de Luesia; D. Pedro Ramírez, de Oria; D. Ponce, de las Celias, y nueve vecinos principales de Tarazona.

4 Al fin de estos tratados de Montagudo algunos prelados y se- ñores de buen celo, poniéndose de una y otra parte, obtuvieron que no se llegase luego á rompimiento; sino que se diese tregua al rey D. Alfonso de Castilla hasta S. Miguel de Septiembre para deliberar en lo que convenía. Y los de Aragón y Navarra se partieron para te- ner prontas sus tropas y cargar con ellas juntas al ejército de Casti- lla, á donde quiera que se desmandase. Y estuvieron las fronteras de los tres reinos por la parte donde todos tres confinan, erizadas y puestas en armas.

5 Por el mes de Agosto se volvieron á ver los reyes en la ciudad de Estella, á donde fué D, Jaime á conferir el modo de llevarse la gue- rra cuando se rompiese como se creía. Y estando allí, llegó D. Die- go López de Haro, Señor de Vizcaya, que había roto con el Rey de Castilla y se hizo vasallo del rey D. Jaime de Aragón. El cual le tomó en su protección y prometió serle valedor en su causa contra su yer- no el de Castilla y defenderle de todos sus agravios, y le dio el valor de quinientas caballerías, las cuatrocientas en tierras y vasallos y las ciento restantes en dinero, de sueldo con que le sirviese en la gue- rra contra Castilla De lo cual hizo D. Diego pleito homenaje al Rey allí en Estella ante el Obispo de Valencia y D. Beltrán Abones, D. Sancho González de Heredia, D. Orti Ortiz de Stúñiga y otros caballeros.

326 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. II.

§■ II.

¡n conformidad de lo prometido en el juramento del

rey D. Teobaldo acerca de los jueces de Emparanzas, á

Ifines de este año j-a se halla en acto público el uso de aquella potestad instituida. Porque en el archivo de las monjas Benitas de Lumbier se ve un instrumento orio^inal con los sellos de congr. los scís jucccs de Emparanzas, de que duran los cinco, el cual exhi- 16 núm-binios en el libro de las Congresiones Y los jueces que se nombran son: D. Martín Périz Deusa; D. García Martínez, de Losarcos; D. Mar- tín Périz, de Oilleta; D. Pedro Sánchiz, de Iguzquiza; D. Semeno, de Necuesa; D. Gonzalo Garceiz de Morentín: >Cabaylleros Pesquiri- »dores, et Jugues puestos, et establecidos por D. Tibalt, etc. et por »los Cabaylleros, et por »los Infanzones de Navarra sobre las Em- >paranzas, et los desheredamientos, et las fuerzas feytas de hereda- >des, las cuales el Rey D. Sancho, Tio del sobredito Rey D. Tibalt, »et D. Tibalt mesmo havian feyto et lur Regno á Cabaylleros, et á »Dueynas, et á Infanzones, et á todo home de Linage, etc.

7 Ante estos jueces presentó querella de agravio la abadesa de aquel monasterio, que con la advocación de S. Cristóbal estuv? mu- chos años á un tiro de piedra del de S. Salvador de Leire, y > i ven allí algunos, aunque muy pocos, vestigios: y después se tras' ido á la iglesia de Santa María Magdalena de Lisabe, mu}' cerca de ^^um- bier, y con el sitio mudó la advocación en la de la Magdalena, y la re- tienen en el tercer sitio que hoy ocupan dentro de aquella villa Era la queja sobre que algunos de los labradores de Apardués y Caba- nas que eran del señorío de las monjas, pasándose á vivir á Lumbier á la nueva población que aumentó el rey D. Sancho el Fuerte y aca- bó su sobrino D. Teobaldo I, retenían las heredades dadas por el mo- nasterio y negaban la pecha qne por ellas debían, queriéndose valer para eso de la inmunidad del nuevo suelo que habitaban. Y los jue- ces los condenan á pagar al monasterio la misma pecha que solían antes de pasarse á Lumbier y la que pagaban entonces los que se habían quedado en Apardués y Cabanas. Es la sentencia dada en Pamplona, miércoles antes de la Natividad de este año. En el lugar ya dicho de las Congresiones y también en los Anales al año 991 se vio que este señorío de Apardués le donó el rey D. Sancho Abarca á Leire por haber enterrado allí á su hermano el infante D. Ramiro, que se llamó Rey de Viguera, y el modo con que pervino después en las monjas que poseen hoy los términos de aquel lugar, derruido ya en las guerras civiles de tiempo posterior. Otra sentencia seme- jante de los mismos jueces de Emparanzas se ve adjudicando á los caballeros é infanzones de Santacara el goce de la hierba y leña de los sotos viejos qne les había tomado el rey D. Teobaldo difunto. El año no parece.

REY D. TEOBALDO 11. 327

§. III.

Pero volviendo á los aprestos y disposiciones de la gue- rra que amenazaba ahora con Castilla, el rey D. Jaime se vio otra vez con el rey D. Teobaldo en Hstella, de- seando con ansia llegar á trance de batalla con su yerno el Rey de Castilla, abrasado, además de los agravios en el tratamiento indigno de su hija, también déla mala con que le retenía algunas fortalezas de Aragón, que los reyes pasados de aquel reino habían puesto á los de Castilla en rehenes y prendas de seguridad para cierto tiempo que había mucho que era pasado: y no menos irritado de las asisten- cias y socorros que daba á los moros de Valencia para sublevársele. Con el mismo ardor llegaban ya á desear el trance de rompimiento el rey D. Teobaldo y los ministros de su educación y gobierno, y gene- ralmente todos los navarros, escandalizados de la osada pretención con que el de Castilla pedía á Navarra como herencia suya; cuando de parte de D. Teobaldo se le pedía con tan constante y claro título la restitución de Álava y Guipúzcoa, usurpadas á su tío D. Sancho el Fuerte sin otro derecho que el de la fuerza y armas y la ocasión de ausencia, que las favoreció: fuera de la Rioja y Bureba y demás provincias usurpadas con igual derecho: sino le hacía mejor el ser agravio más antiguo, lo cual algunos suelen alegar en parte de dere- cho. Estaban las fuerzas del rey D. Alfonso, llamadas de ambas Castillas y León, acuarteladas en Calahorra, Alfaro y sus comarcas: las de Aragón, enTarazona; las de Navarra en Tudela; que sirvió en esta guerra, como en otras de plaza de armas: y habiéndose juntado unas y otras, campeaban yá, buscándose para romper de batalla. Y habían llegado á darse vista á solas dos millas de distancia interpues- ta entre los de Aragón y los de Castilla.

9 Hubiérase llegado sin duda al último conflicto y á fenecer los pleitos por juicio del acero, que entre príncipes soberanos es el que solo da la sentencia, á que se obedece; porque á la razón no suelen reconocer por juez competente. Pero interpusiéronse tantos prelados celosos 3^ señores de primera autoridad, condolidos del estrago grande que amenazaba el coraje con que venían los ejércitos á bata- lla, y representando los daños irreparables que se habían de seguir ala cristiandad á cualquiera parte que inclinase la victoria; por tener los reyes, el de Aragón en el reino de Valencia, el de Castilla, en Andalucía, conquistas recientes y no llanas y del todo aseguradas con que, oído el estrago y empeño de proseguir guerreándose, los moros habían de levantarse á grandísima esperanza y hacer el últi- mo esfuerzo para recobrar á prisa lo que por muchos años se les ha- bía ganado, que en fin pudieron contener y reprimir el ímpetu de los ejércitos. Dicen tuvo muy principal parte en esto un caballero catalán natural de Besalú por nombre D. Bernardo Vidal, muy acep- to al rey D. Jaime, al cual con prudentísimas razones persuadió que

328 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP, II.

admitiese vistas con su yerno el Rey de Castilla y tentase si las vistas daban sin estrago lo que las armas buscaban con él, Tuviéronse con efecto las vistas en Tarazona y Agreda, y por entonces con buen efecto, porque se allanó el de Castilla á la restitución de las fortale- zas puestas en rehenes de parte de Aragón en tiempos pasados, y á dar por buena á su suegro la asistencia y custodia de Navarra en la menor edad de D. Teobaldo, que le había encomendado el Rey su padre en su testamento.

§. IV.

Afio ^ I ^odo parecía corría bien, si la facilidad de mudar pa-

lo I recer, de que adolecía y fué notado, D. Alfonso de Cas-

A tilla no hubiera perturbado el estado de las cosas. Y tan á prisa, que al principio del año siguiente 1255 hubo de p?rtir arre- batadamente desde Huesca el rey D. Jaime á Galatayud y íirrimarse á la frontera por las muchas y nuevas tropas de Castilla qi e carga- ban hacia ella, habiéndose primero pretextado el levantarse y refor- zarse con la voz de guerra contra los moros de Anladucía. Con que luego volvieron á armarse las fronleras, llamando i"i la suya D.Jaime todas sus fuerzas, y á la suya D. Teobaldo muchas y muy Heridas tropas que había juntado de todo el reino de Navarra, sobre manera irritada de la inicua pretensión de D. Alfonso y de sus Estados de Francia y oíros señores de ella que habían hecho homenaje A su pa- dre y venían con gusto á servir al hijo, movidos de la causa y razón que ie asistía, y de la especial afición que naturalmente engendra la compasión en agravio de pupilos y asechanzas que se ponen á la menor edad. Y esta turbulencia de guerras y movimientos de armas en la primera entrada de reinado, consejos y juntas que en su presen- cia se tenían, y en edad}/ a apta para observar y aprender, ayudaron mucho sin duda á D. Teobaldo para la consumada prudencia militar que resplandeció y se celebró después en él, y de que se verán ejem- plos.

1 1 Parece que el rey D. Alfonso de Castilla andaba para intro- ducir la guerra, aguardando ocasión ó de descuido en asistirse los reyes de Navarra y Aragón, ó de discordia doméstica en alguno de los dos reinos que enflaqueciese las fuerzas: teniendo por muy arries- gado arrojar á la suerte del dado las suyas contra las que hallaba constantemente bien unidas. Con que hacía semblante, no de quien con ímpetu de carrera derecha mete las armas, sino mucho más de quien las revuelve entorno, buscando ocasión ó llamándola y convi- dándola: no de otra suerte que el general que, dudando asalrar mura- llas fuertes, da vueltas en torno bascando portillo flaco ó poco guar- dado. Y á la verdad; no le faltaba disposición para la esperanza de turbación doméstica. Porque el Infante de Aragón, D. Alfonso, hijo primogénito del rey D. Jaime, andaba á este tiempo mal avenido con su padre por haber heredado á D. Pedro, hermano suyo menor, en lo

EL REYD. TEOBALDO II. S2C)

de Cataluña desde el Ebro al Pirineo, de que se tenía y publicaba por muy agraviado, y no le faltaban valedores, y el mismo Rey de Castilla lo era, teniendo públicamente con él ciertas alianzas. Sobre las cuales, requerido el hijo el año antes por el padre, hizo pleito ho- menaje de no ayudar al Rey de Castilla si viniese con ejército contra Aragón; sino que antes estaría por su padre, sin embargo de dicha alianza. Y por Diciembre del mismo año, que es el anterior á este, había en Huesca asegurádose más del hijo, habicndole halagado con la procuración ó gobernación general de los reinos de Aragón y Va- lencia. Después de eso D. Alfonso de Castilla ostentaba artificiosa- mente las armas por las fronteras de Aragón y Navarra, amenazando aquí la guerra para conmoverla en las entrañas de Aragón: sabiendo que los pactos apremiados entre padre é hijo se deshacen á prisa, y que el agravio no muere sino que duerme ó hace del dormido hasta la ocasión.

§■ V.

lero en vano acecha á la casa del v ciño el que no """^^ guarda bien la suya. D. Alfonso de C-.stilla tenía den- tro de su Reino muchos quejosos y agraviados: y le es- tuviera mejor tener sosegados íi los suyos, obrando según derecho, que turbar á los extraños. Pero ya es antiguo entre los príncipes que, pudiíndo vivir quietos y sin recelo y ámenos consta gobernando con justicia, olvidados de ella, librar su seguridad en el desasosiego y turbación de sus vecinos: buscando como salud propia la enferme- dad ajena. Vióse ser esto así muy presto y en este mismo año Por- que, habiendo el roy D Jaime partido á Estella á vistas con el rey D. Teobaldo para conferir sobre la guerra que había resucitado, es- tando allí á 6 de Septiembre, llegaron á aquella ciudad muchos hués- pedes honorables que le buscaban, ó mantenedor de sus derechos ó vengador de sus agravios, y á D. Teobaldo también para unir causa y aumentar fuerzas á la coligación.

i3 Era uno el Infante de Castilla, D. Enrique, enajenado á todo rompimiento de su hermano el rey D. Alfonso, coa oíros caballeros de su séquito, y que seguían su fortuna. El otro era D. Lope Díaz de Haro, recién heredado en el señorío de Vizcaya por muerte de su padre D. Diego López, que el año pasado había hecho homenaje y prometido servir al rey D. Jaime, y poco después murió en Bañares. Y el hijo, aunque de poca edad, seguía los agravies de su padre, y vino á Estella rodeado de muy lucida parentela de caballeros de Alaba y Vizcaya, quien es se tenían por agraviados en la cabeza de su linaje: y con su asistencia y consejos aseguraban en sus pocos años la firmeza de los pactos que allí se hiciesen, ratificándose los hechos con su padre. Sus nombres, como de personas m.uy nobles y enaje- nadas recientemente de la Corona de Navarra, y no por voluntad propia, sino por necesidad de la fortuna, parece se deben á esta His-

33o LIBRO XXII DÉLOS ANALES DE NAVARRA, CAP. II.

toría. Eran los que venían acompañando al niño D. Lope Diaz de Vizcaya: D. Sancho García, de Salcedo; D. Diego López de Mendo- za; D. Gonzalo Ruiz de la Vega; D. Lope Velasco; D. Gonzalo Gó- mez, de Agüero; D. Gonzalo González, de Lucio; D. Iñigo Jiménez, de Nanclarez;D. Diego Ruiz, de Trespón;D. Lope Díaz, de Mendoza; D. Miguel Iñíguez, de Zuazu; I). Sancho González, de Heredia; D. Lope García de Salazar; D. Diego Gonzáles, de Zavallos; D. San- cho Martínez de Bañares; D Fernán Ruiz, de Mianzas; D. Diego López, de Franco; D Rui Sánchez, de Landa; D. Lope Iñíguez, de Orozco; D. Fortún Sánchez, de Verasuri; D. Juan Martínez, de He- redia; D. Sancho Pérez, de Gazco; D. Gutier González, de Maya; D. Gonzalo Ruiz y otros

14 A todos recibió con mucho agrado el rey D. Jaime, y prome- tió favorecerlos contra el Rey de Castilla y contra todo hombre del mundo, exceptuando solos álos reyes de Navarra y Portugal y al Conde de Proenza. Y el Rey y el Infante se hicieron recíprocamente homenaje de asistirse y no admitir paz ni tregua con el Rey de Cas- tilla ha&ta tener satisfacción de él en sus agravios y con voluntad de ambos. Y los caballeros que venían con D, Lope Díaz juraron so- lemnemente servir al Rey de Aragón en la guerra contra Castilla y hacer que D. Lope Díaz guardase lo prometido y lo jurase en te- niendo edad para ello,y que lo jurasen también todos los caballeros de Vizcaya, sus vasallos: y que no admitiría paz ni tregua con Casti- lla hasta que el de Aragón feneciese sus diferencias con él á toda su satisfacción y ajuicio de D. Sancho García de Salcedo y D.Lope de Velasco. De esta suerte los reyes de Aragón y Castilla, haciendo cada cual suyas las fuerzas que quitaba al otro la discordia doméstica y D. Teobaldo, teniendo sin ella' bien unidas y firmes tedas las su- yas, tuvieron como suspensa en balanzas la guerra por todo este año.

E'^n el discurso y lances de ella dicen que el rey D.Jaime se valió mucho del excelente juicio y prudencia singular aitíen el sexo de Doña Teresa Gil de Vidaurre, señora muy noble, que trataba tiempo hacía como amiga, y que en fin la ad- mitió á matrimonio, dado por legítimo por juicio de la Iglesia. Lo que no se puede dudar es que este año en Zaragoza por Mayo la donó el señorío de la villa y castillo de Ej erica en el feino de Valencia con todas sus alquerías, rentas y términos'para que las gozase y también un hijo que de ella tuvo, en el cual se fundó una muy ilustre casa. De este hijo dicen casó después en Navarra con Doña Marqu:ísa, hija natural de D. Teobaldo II, y según otros del L habida en una señora principal llamada Doña Marquesa López de Rada; sin que ni unos ni otros descubran fundamento seguro ni nosotros le tengamos asegurado del todo. Pero puede se indicio de esto el que los señores

REY D. TEOBALDO II. 331

de la muy ilustre casa de hijas de muy antiguo siempre han divisa- do su escudo juntando con los bastones de Aragón las cadenas de Navarra.

i6 También dicen que por este mismo tiempo el rey D. Jaime, agradado de las buenas asistencias y servicios en esta guerra de D. Sancho Fernández de Montagudo, rico hombre de Navarra y que había sido senescal en ella, le donó para ól y sus sucesores la villa y castillo de Trasmoz. Y con calidad que realza el don, y fué: que si el Rey tuviese guerra con Castilla, no estuviese obligado á darle el cas- tillo sino solamente paso por la villa; y si la guerra fuese contra el Rey de Navarra, no estuviese obligado á servir con él y el castillo quedase á su disposición, con calidad que no hiciese desde él mal ni daño alguno en tierras de Aragón Lo mismo y por la misma cau- sa, refiere Zurita, hizo con otro caballero de Navarra, D. Sancho Martínez de Oblitas, donándole la villa y castillo de Urrea sobre el río Jalón.

§. VII

j Lj^I año siguiente i256 trajo la paz a todos tres reinosi JLj rnás la necesidad de la paz que el amor de ella. A la verdad, á todos tres reyes importaba sumamente A D. Teobaldo, por su menor edad y por no tener en ella y entrada del Rei- no un tan poderoso enemigo sobre sí, A que se añadía que tam- bién en los Estados de Francia le habían movido príncipes ému- los muy reñidas controversias por las cuales había ya partido á Champaña su madre la reina Doña Margarita á poner en buen estado aquellos señoríos. A los reyes de Aragón y Castilla con la discordia y guerra que traían entre les nacían discordias domésticas en las entrañas de sus reinos con la enajenación ya dicha de los dos infan- tes y tantos caballeros de su séquito; y las que en otro tiempo solo suelen ser quejas llamadas y cebadas con la buena ocasión de ejér- citos forasteros rondando y convidando por las fronteras, revientan fácilmente en facciones armadas y sangrientas.

18 Y fuera de este mal dentro de las entrañas de sus reinos sen- tían otro grande en las fronteras distantes de ellas. D. Jaime en las de Valencia, que menos asistidas con esta diversión, las corrían los mo- ros con robos y estragos y pérdida de algunas fottalezas que gana- ron ayudados con frecuentes socorros que de los presidios conlin- dantes de una y otra Castilla se les suministraban: siendo el incentor de aquella rebelión un caudillo moro muy valiente y muy astuto, por nombre Alazdrach, pertinaz enemigo del rey D. Jaime y demasiado favorecido del rey D. Alfonso; pues le admitía á vistas y toleraba pu- siese sus pendones en los castillos que el moro ganaba á D. Jaime: y cuando éste le tenía apretado, intercedió con el sueí^ro para alcanzar- le tregua, y después para alargársela. Aún mayores eran los daños que sentían D Alfonso de Castilla por la parte de su Reino, más dis-

332 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP, II

tante de los confines de Navarra y Aragón, en Andalucía y comarcas de Sevilla, recientemente ganadas por su padre. Porque, viéndole cargar con su poder á parte tan distante y toda aquella frontera me- nos abrigada, los moros de Niebla, tierras de Algarve y finitimas, juntándose en gran número, hicieron poderosas entradas en tierras de D. Alfonso, y ganaron en ellas muchos castillos y pueblos de grande importancia en grave daño de los cristianos.

19 Los males de la guerra, dañosa á todos tres reyes, les abrieron los ojos para volverlos ú contemplar agradable y serenamente los bienes de la paz. Y en orden á establecerla, por Marzo de este año más reducibles y con mejor disposición de ánimos tuvieron vistas en Soria los reyes suegro é yerno, y llevando el suegro D, Jaime pode- res de D. Teobaldo para ajustar la paz convenible á todos conforme á la estrecha y firme liga con que habían corrido. Y con efecto; la ajustó á satisfacción de todos los reyes y también del infante D. En- rique, del Señor de Vizcaya y caballeros del séquito de entrambos, que se habían enajenado de Castilla: dejando D. Alfonso las preten- siones de Navarra, tan desviadas de la razón y equidad y seguidas por cuatro años por sola la esperanza del poder y la ocasión: hacien- do también mejor semblante á las leyes de su matrimonio, que expe- rimentaba ya repetidamente fecundo, si se le había malquistado la esterilidad de seis años, y viniendo en la restitución de los castillos de i\ragón puestos en rehenes y aún ofreciendo otros de Castilla en las fronteras de Navarra 5' Aragón, que fuesen prendas de esta paz. Aunque esta parte la tardó en cumplir.

20 En las vistas de los reyes del año anterior, estando afrontados los ejércitos, refiere Garibay que el rey de Castilla pidió algunas con- diciones graves y pesadas para Navarra; como que el rey D. Teobal- do hiciese algún reconocimiento al de Castilla, al modo que algunos antecesores suyos le hicieron. Y que el rey Ü. Teobaldo y muchos caballeros le admitieron con mucho disgusto del rey D. Jaime, y con- tradiciéndolo el senescal D. Sancho Fernández de Montagudo con otros caballeros navarros, y señaladamente el burgo de S. Saturnino de Pamplona. Por lo cual pasa á decir que el rey D. Teobaldo casti- gó á los ciudadanos de él en pena pecuniaria. Aunque después, reco- nociendo que aquella retenencia había sido por amor y fidelidad que le guardaban, arrepentido, estimó el hecho y remitió la pena; aunque dice que de allí adelante en las cosas tocantes á Castilla no se ponía el sello del burgo de S. Saturnino. Todo lo cual se dice sin funda- mento alguno que hayamos podido descubrir Zurita, que escribió co- piosamente todos los lances de esta guerra y produce varios actos pú- blicos de ligas y concordias pertenecientes á ella, nada de todo esto halló en los archivos ni memorias de Aragón, siendo cosas tan gra- nadas Ni nosotros tampoco descubrimos rastro alguno de ellas en los actos públicos que les corresponden y se conservan en el archivo Real de la cámara de comptos. Y aunque Garibay podía alegar para estas cosas un escritor á él como á un siglo, podía hacerle sospecho- so en esa parte; pues otros que precedieron á ese mismo otro siglo

EL REY D. TEOBALDO. II. 333

y á Garibay dos, y les caían aquellas cosas más de cerca, ni una pa- labra hablaron de ellas siendo de tanta monta.

21 Fuera de que luego se viene á los ojos la desproporción gran- de é increíble de que D. Teobaldo en aquellas circunstancias, en que tanta dependencia tenía de D. Jaime de Aragón, valedor y como tu- tor y padre de su menor edad, y estrechado consigo con tantas ligas, la quisiese enajenar de con tan grave causa de dolor; por sumitirse á quien tan declaradamente quería deprimir su dignidad Real: y esto á vista del ejército con que L). Jaime se la quería mantener en cam- paña, y en que el mismo D. Teobaldo tenía unidas y coligadas las fuerzas de su Reino. Ni la autoridad de D. Jaime por su valor y po- der, y por el testamento del rey difunto, ni la del Senescal, que la tuvo muy grande y se la aumientaba la causa, ni la de los otros caballeros de sentir contrario, y de una Universidad tan ilustre como la del burgo de S, Saturnino de Pamplona, y que había de llamar á otras con el ejemplo, era para atropellar sin gravísimo riesgo de rasgarse el Reino en facciones civiles Ni D. Alfonso de Castilla estaba en estado de pe- dir condiciones tan orguUosas, estando coligados contra él, además de los dos reyes, también su hermano el infante D. Enrique con los de su séquito y el Señor de Vizcaya con tanta parentela y tan lucida, y corriéndole las tierras con tantas pérdidas los moros Y cuando las pidiese afectadamente y con artificio para evadir las instancias que por todo el tiempo de esta guerra se le hacían de la restitución de Ala- va y Guipúzcoa, Rioja y otras provincias usurpadas á la Corona de Navarra, era muy somero y fácil de penetrarse el artificio de pedir cosa exorbitante para que no le instasen pidiendo lo razonable y jus- to, y no para que por él hubiese de blandear el rey D. Teobaldo en la persistencia de alianza tan firme, tan seguida y que tanto le impor- taba,

22 El sentimiento grave que dice tuvo el rey D. Jaime por esta causa descubre la falsedad: constando ciertamente que este mismo año y el siguiente, renovándose la guerra, corrieron los dos reyes con la misma amistad, estrechez y unión de tropas, yendo D. Jaime á Es- tella á tener vistas con D. Teobaldo y conferencias para la guerra, y dejando D. Teobaldo en la ausencia que luego se le ofreció todo su Reino adicto á los consejos y voluntad de D. Jaime: y también la disposición de su matrimonio. Todo lo cual está muy lejos de la ofen- sa y encono de D. Jaime, Y el que introduce del rey D. Teobaldo contra el burgo de S. Saturnino de Pamplona es nuevo argumento del engaño que este escritor padeció. La retinencia de ciudades á la voluntad de sus príncipes por no venir en la mengua de su honor y dignidad soberano no se castiga con penas pecuniarias: y aun cuan- do causa dolor, se significa de otro modo Y á quien reconoció, en fin, la fineza de obsequio y lealtad, y arrepentido y agradecido remi- tió la pena de dinero, mucho más fácil y menos costoso era restituir el honor del sello, común á otras ciudades, y cosa monstruosa conti- nuar el castigo cuando estaba reconociendo el nuevo mérito y obse^

334 LIBRO xxir de los anales de navarra, cap. li.

23 Fuera de que en ésto mismo el hecho se comprueba falso. El sello de S. Saturnino de Pamplona se ve en cualesquiera otros actos públicos para los cuales se pedían los de las otras universidades y pueblos más principales del Reino. Y además de la precedencia con otra singularidad aún más del caso, y es: que el sello de marcar la moneda pública de plata se continuó y observó estando en guarda de los vecinos de S. "Saturnino por casi otros dos siglos después, y hasta el rey D. Carlos l!l, marcíindose con las armas mismas que divisaron los del burgo, la Juna en creciente y la estrella encima: como lo tes- tifica el Rey en su privilegio de la unión de Pamplona, y se vio en las

lib^f' Investigaciones por sus palabras mismas. Y allí se exhibió moneda, cap. 9. de que se colige que esta costumbre de marcar la plata con el sello y armas del burgo de S. Saturnino se usaba en el reinado de D. San- cho el Fuerte. Y en el año 1212 con ocasión de la victoria de las Na- vas de Tolosa se habló de la introducción de esa divisa y causs de ella. Así que por estas razones y otras varias que se dejan conside- rar se convence que esta narración, aquí sin intento ingirida, es no solo ajena de la ve/dad sino de toda verosimilitud y buena propor- ción de cosas, y que se creyó de ligero.

§. VIII.

o que no se puede dudar es que, cuando comenzaba á

24 I lograrse con alegría la paz ajustada en Soria, sobrevino á [Navarra un accidente de sumo dolor, que fué la

muerte de la reina madre Doña Margarita de Borbón, princesa de gran valor y prudencia, como se ve por los hechos referidos Su- cedió su muerte en Pruino, pueblo principal de Champaña, donde es- taba administrando y poniendo en buen cobro aquellos Estados del Rey, su hijo: y por la gran devoción que tuvo á la Orden del Cister y al bienaventurado S. Bernardo, por destino suyo fué enterrada en el insigne monasterio de Claraval, donde había sido abad. Sucedió su muerte este año de cincuenta y seis á dos de los idus de Abril, que es á doce de él, como señala el capítulo del fuero que es la memoria más antigua aunque algunos modernos la anticipan un dia.

REY D. TEOBALDO 1 1. ^35

CAPITULO ÍIÍ.

I. Jornada del rey á sus estados de Francia. D. Alfonso, Rey de Castilla, electo Emperador de Alemania y paz con Aragón turbada y restablecida. U Familiaridad del rey D. Teobaldo con B.Luis, Rey de Francia, y su matrimonio con Doña Isabel, hija del Santo. 111 Reliquia de la es- pina y varias memorias de aquel tiempo. IV Paz asegurada con Castilla y mercedes del Rey á TarioB lugares. V. Otras memorias. VI. Fundación del convento de Santo Domingo de Estella. Vil. Otras mercedes del Rey y memorias de su reinado.

§• I.

I a muerte de la reina Doña Margarita puso en necesidad de hacer jornada á Francia al rey D. Teobaldo, su hijo, ■^f n sucedería en los cuidados que la habían lle- vado allá, y de asegurar de pretenciones muy pertinaces de príncipes émulos los señoríos de Champaña y Bria, y sentar buena forma en el gobierno de ellos. Cuanto necesitaba á hacer la jornada la causa dicha, facilitaba que se hiciese la buena sazón de la paz ajustada en Soria por el rey D. Jaime, Y para que esta se tuviese por íirme y du- radera de parte de D. Alfonso de Castilla, por quien más creíblemente podía peligrar, creemos ayudó aún más poderosamente que las causas mismas que movieron á ajustaría paz, un suceso nuevo que le sobre- vino y le arrebató hacia todo el cuidado y fuerzas del alma. Y fué: que, haciendo vacado elimperio deAlemaniaáeste tiempo pormuerte del emperador Guillermo, discordes los electores de aquella suprema dignidad, eligieron por sucesor en ella los tres de ellos, que fueron el Arzobispo de Tréveris, Duque de Sajonia y Rey de Bohemia por su procurador, y según se alegaba, también por el procurador del Marqués de Brandem burgo, á D. Alfonso, Rey de Castilla y León, mirándole como nieto del emperador Filipo, procreado de su hija Doña Beatriz, mujer del rey D. Fernando el Santo: los demás á Ri- cardo, Conde de Carnualla, hermano del Rey de Inglaterra, que arrebatadameute apresuró su unción y coronación en Aquisgrán: con inumerables é interminables excepciones y alegaciones de una y otra parte acerca de la legitimidad de la elección que rasgaron en facciones á toda Alemania y cargaron de pesadísimos cuidados á la Silla Apostólica. Esta nueva dignidad ocupó todo el ánimo del rey D. Alfonso, amicísimo de gloria, y autoridad, Y la prosecución en pretenderla cargó á sus reinos de grandes gastos y ocasionó otros daños gravísimos en ellos con solo el rumor de ausencia á tomar la posesión.

2 La que hizo el rey D. Teobaldo fué, dejando encomendado su reino á la buena amistad del rey D. Jaime y apretadamente encar- gando al senescal D. Jofre, Señor de Barlemont, y á los que dejaba en el Gobierno, conservasen la gracia y benevolencia de él y estu- viesen muy adictos á su voluntad y Consejos, Esto solo duró alguno^

336 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. III.

meses. Pero dentro del mismo año se vio alguna turbación. Como los recelos de la guerra con enemigo poderoso habían unido á navarros y Aragoneses, así la seguridad de la paz, viendo engolfado en sus nuevos cuidados á D. Alfonso de Castilla, los dividió algún tanto y se comenzaron asentir correrías y presas por las fronteras de uno y otro reino, sin que se avise la causa de tal mudanza y novedad. Falta muy ordinario en nuestras cosas saberse los efectos; ignorarse las causas. Algunas quejas antiguas que, ó se toleraban ó se contenían en el silencio por ia necesidad de la guerra, brotaron ahora con la paz. Y los capitantis que presidiaban las fronteras, dispensaban á la sorda en el rigor de la disciplina, mihtary en vez de extinguir las controversias, que casi nunca faltan entre confinantes acerca de sus términos, las cebaban con buen pretestodemantenerloqueera délos pueblos que guarnecían: sintiendo más interés en las presas que en la paz. Que no fué con sabiduría y voluntad de los reyes, lo ar^^uye con certeza la prontitud de emtrambos á soldar la paz quebradiza. D. Teobaldo, oyendo con gran dolor los movimientos de armas, apre- tó de suerte con h.s órdenes convenientes para reprimirlos del todo y no permitir cosa en contrario: y á este fin apretó de suerte a su se- nescal de Navarra. D. Jofre de Barlemont. que hubo de partir lluego éste á Barcelona en busca del rey D, Jaime á solicitar la quietud de las fronteras y asegurarla de parte de Navarra. Fué muy bien recibi- do de D. Jaime, quien prontamente otorgó la tregua á trece de No- viembre. Y con nuevas y másseveras proviciones de ambas partt - se puso remedio á la inquietud.

§. II.

^ / asegurado el rey D. Teobaldo de ese cuidado, trató W^ muy estrecha y familiarmente con el Santo Luis, Rey JL de Francia, que nomuchoantes había vuelto á su Reino de la jornada ultramarina, que emprendió por la restauración de la Tierra Santa: y saliendo muy infehz con pérdida de su ejército, pri- sión suya y de sus hermanos, le sublimó más que pudiera la prospe- ridad y con gran consuelo del linaje humano; pues acreditó con ejemplo singular ó muy raro que él bueno crédito no pende de la for- tuna, y que cualquiera hombre puede ser grande con solos sus pro- cedimientos.

4 Con la comunicación frecuente de D. Teobaldo en orden á la más segura conservación de sus estados, se le fué aficionando mucho el Santo Rey, reconociendo en él dos prendas, que rara vez suelen an- dar juntas: viveza de ingenio y sosiego de juicio, y lo que valía mucho con el Santo Rey, piedad con las cosas sacras y composición de cos- tumbres. Y fué de suerte que no solo le fué buen valedor en la manu- tención de sus Estados de Champaña y Bria, extinguiendo las compe- tencias de los príncipes pretensores, sino que por estrecharle más QOnsigo, entre muchos príncipes le eligió por yerno, dándole en ma-

ÉL REYD. lEOBALüO II. 3^7

trimonio ásu hija Madama Isabela, princesa muy parecida á su padre en las costumbres. Celebráronse las bodas en Melodún, pueblo de Champaña, con grandes alegrías y regocijos públicos, á j)rincipios del año 125S, en aquellos Estados y Corte de Francia y por todo el reino de Navarra. Y en esta se volvieron á renovar poco después con la entrada de los reyes en ella, dejando en buen estado las cosas de Francia y asegurándole al abrigo del Santo Rey, estrechado con el nuevo lazo. Vino con mucho gusto en este matrimonio el rey í). Jaime, quien deseaba casar á su hija la Infanta con F'ilipo, primogénito del rey S. Luis, y enlazar de nuevo consigo ambas casas.

e esta vez parece cierto fué el traer D. Teobaldo á Na- varra la inestimable reliquia de la espina de la co- rona del Salvador del mundo que, colocada en ri- quísimo relicario, se adora en el sagrario de la iglesia de Santa MAR.1A de Pamplona La cual el santo rey Luis hizo quitar de la co- rona del Salvador, que se conserva en el monasterio insigne de S. Dio- nisio de París, entierro de los re3'es de Francia; y la donó al rey 1). Teobaldo, su 3'erno, como don nupcial yentre cariños de la despe- dida con su hija. Dos espinas sagradas venera en su tesoro de reliquias la iglesia de Pamplona: esta ciertamente donada por el rey S. Luis; la otra se cree traída por D. Teobaldo, el padre, de vuelta de su jor- nada ájerusalén.

6 Muy al principio de la primavera volvieron de Francia los reyes á Navarra; pues, habiéndose detenido en Pamplona, ya se hallaba el rey D. Teobaldo en Olite el Sábado segundo de Abril, que fué á tre- ce de él: del cual dia es la carta en que promete á sus labradores de Lerauz, Lizoaín. Redín, Ozcáriz y Leyún que nunca los enajenará á rico hombre ni caballero, y que siempre serán realengos. Este mismo año por mes de Junio los seis jueces de Emparanzas, nombrados al año 1254, con las mismas palabras de su potestad dieron sentencia que los caballeros, infanzones y labradores de Iriberri, Irascetay Uz- queta debían gozar el monte llamado Alditurri, que les tenía forzado el rey D. Sancho, tio de D. Teobaldo.

7 El año siguiente 1259 corrió constantemente la paz entre ara- goneses y navarros; aunque fué muy grave la ocasión de turbarse por los grandes alborotos que movieron muchos de los ricos hombres y señores de Aragón y Cataluña, incitando al infante primogénito D. Alfonso contra su padre y muchas solicitaciones de los alborota- dos para atraer á su facción al rey D. Teobaldo. Pero él, atento á los asientos de la paz con D. Jaime 3- á lo mucho que estaba debiendo á su buena amistad, no quiso dar oídos á las sugestiones 3^ novedades intentadas. Y D. Jaime con toda prudencia deshizo aquel nublado, haciendo al reino de Valencia dependiente del de Aragón y declaran- do por heredero de entrambos á D. Alfonso.

Tomo iv 23

338 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. lU.

§• IV.

E""^l año siguiente de 1260 se aseguró aún más la quie- tud de la frontera. Porque el rey D. Alfonso de Castilla .-u^con los cuidados grandes en que le había metido la pretensión del Imperio, á cuya profesión le llamaban ardientemente y con legacías muy autorizadas sus parciales, estaba harto embaraza- do: y añadiéndose el levantamiento que intentaba en Andalucía su hermano el infante D. Enrique, y la necesidad de poner freno á los moros que por aquella parte se le habían desmandado mucho, vino, en fin, de muchas dilaciones en cumplir con efecto lo que había pac- tado él en asiento de la paz de Soria: y entregó ahora las fortalezas de Cervera, Agreda, Aguilar, Autoly Arnedo por rehenes de segu- ridad, poniéndolas en fidelidad en manos de U. Alfonso López de Haro, que para el caso se desnaturalizó de Castilla é hizo homenaje: y de parte del rey D. Jaime se entregaron otras cinco fortalezas con la misma calidad en manos de Bernardo Guillen de Entenza, rico hombre de Aragón. Y como las fortalezas entregadas para este efec- to de parte del Rey de Castilla eran aún con mayor cercanía que de Aragón, fronterizas á Navarra, quedó la frontera de ésta más asegu- rada, estando las prendas de la paz en manos del rey D. Jaime, Prín- cipe de mayor templanza y mucho más favorable á Navarra. ;^fiog 9 Esta nueva seguridad, afianzada con rehenes, debió de ocasio- 1261 nar que de los dos años siguientes sesenta y uno y sesenta y dos no se hallen memorias públicas de alguna monta y dignas de escribirse, por ser la guerra más fértil de sucesos memorables que la paz. Y así ^60 vacan. El siguiente de 1263, por Enero asistía el Rey en Tudela é hi- 1263 zo merced en ella de quince libras de sanchetes de renta por su vida á D. Añero Sánchez, á quien llama su armígero ó paje de lanza, si- tuadas sobre el peaje de Pamplona. Y dice se las dona por los gran- des y largos servicios que á él y al Rey, su padre, había hecho. Es del Jueves después déla fiesta de S. Vicente. Y el rey D. Enrique, su hermano, llamándole también armígero suyo, le confirma la merced en Sangüesa, Sábado después de la fiesta de S. Nicolás del año 127 1. 10 Por Febrero ya estaba en Estella. Y dio en ella á los de la vi- lla de Torralba el fuero mismo que tenían los de la Rúa de S. Martín de Estella. Parece que esta villa se repoblaba ó aumentaba entonces; pues señala á los pobladores lo que habían de pagar por fosadera por S. Miguel, según los solares que se repartirían. Y quiere que los ca- balleros é infanzones que fueren á poblar gocen de la misma calidad que gozaban en los pueblos de donde salieron. De Estella pasó á Pamplona. Y Viernes antes de S. Benito, á 16 de Marzo, hizo en aquella ciudad merced al monasterio de Santa MARÍA de Iranzu de no pagar derecho alguno del sello Real cuando se hubiere menester del Rey, de su senescal ó su lugarteniente, habiendo confirmado an- tes los grandes privilegios que el rey D. Sancho el Sabio, su bisabue-

REY D, TEOBALDO II. 33^

lo, dio á aquella casa, como se vio al año 1 176. Los cuales había tam- bién confirmado su i)adre el rey D. Teobaldo en Tudela por Marzo del año 1237. También aquí en Pamplona y dos días después déla merced hecha á Iranzu, Domingo á diez y ocho de Marzo, reveló á sus labradores del valle de S. Esteban de la carga de un peón cada semana, y á las viudas en la proporción que les tocaba, conmutándo- lo en dos sueldos y medio por casa por S. Miguel, y poniendo tam- bién moderación en el tributo del vino; aunque retuvo el derecho de las obras.

.^- V.

E^'^ste año ya suena senescal diferente, y que después de D. Gaufredo, ó como pronunciamos, Jofre, Señor de _^Baurlemont, que otros poryerro llaman Beaumont, lo era ya Clemente Launay. Porque en un instrumento de S. Salvador de Leire se contiene que el abad D. Sancho y prior D. Salvador, y todo el monasterio moderan la pecha de sus labradores de Yesa y la señalan. Y se dice que esto fué á ruegos del noble varón D. Clemen- te Launay, Senescal en Navarra. Entre las demás cosas se pone: que si alguno muriere sin hijo ó desamparare la tierra, todo el mueble y raiz sea dado al pariente ó parienta más cercano á juicio del abad y monasterio, ó repartido entre todos los vecinos, conservando la here- dad y también se impone á ellos conservar la puente entre Tor y Yesa, que es por la que se pasa el rio Aragón. Es la carta fechada en Marzo, dia de S. Benito, déla era 1231, que es el año presente de sesenta y tres. Y remata: reinando D. Thibalt en Navarra; obispo en Pamplona, D. Pedro Jiménez de Gazólaz; Merino en Navarra, D. Gar- cía López de Grespurta; Señor en Javier, D. Aznar de Sada. Y esta última nota confirma lo que dijimos al año 123Ó de D. Adam de Sada y su primo hermano D. Aznar de Sada, en quien vino á recaer el se- ñorío de Javier y de quien se introdujo en la familia establemente el apellido al principio patronímico y después conservado de Aznárez. 12 A este año pertenece también una gran novedad emprendida con sobrada cólera y llorada después con dolor tardío. Y fué: que no pocas villas y de las crecidas del Reino, como son Miranda, Falces, Peralta, Lerín, Sesma, Cáseda y Baigorri, mal avenidasy teniendo fuer- tes debates sobre la provisión de los rectores y abades de sus iglesias en las vacantes, se despojaron del derecho de patronato de ellas, ce- diéndole á perpetuo por vía de paz en el rey D. Teobaldo y sus su- cesores. Y de esta cesión mal considerada se hallan varias cartas de este año en el archivo Real de la cámara de comptos y en el cartula- rio magno: y asimismo el arrepentimiento de alguna de dichas villas y su conato tardío y desaprovechado de recobrar el derecho antiguo y usar de él, aunque sin efecto. ¡Digna pena del consejo consultado con la ira! A ser en tiempo de L). Teobaldo, según era grande su be- nignidad, creeremos se le hubiera restituido. Pero no todos los tiem- pos llevan príncipes que larguen lo que una vez justamente adqui- rieron.

340 LIBRO XX[I DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. IlL

§.vi-

|n el año siguiente 1264 resplandece mucho la piedad XÍ64 13 |-^ del Rey en varias donaciones. La primera en tiempo,

f

jsegún resulta de los meses, es el haber comenzado la fundación del convento del bienaventurado Padre Santo Domingo de la ciudad de Estella. Ya cuatro años antes, el de sesenta, había donado el Rey suelo para fabricar á dos Religiosos de la Orden que trataban de eílo, llamados Fr. Pedro Miguel y Fr. Fortunio, que era hermano suyo. Y ahora, estando el Rey en Estella, les donó la igle- sia de Todos Santos, que era de patronato suyo, y los derechos Reales que la pertenecían y algunas fábricas que tenía el Rey comenzadas, y una viña suya que había comprado á D. Juan Gros. La cual dice, atiene de una parte al muro de la villa y de la otra á la carrera que va del Castillo á la puerta de la Judería, para que hagan allí su mo- nasterio, que toma debajo de su Real protección y de los reyes sus sucesores. Como consta de su carta, dada el Domingo de Ramos, que fué á trece de Abril de este año: y se ve en el cartulario magno. Y en memorias antiguas de aquella casa se nota que este mismo año se puso convento allí en el capítulo provincial de Salamanca, y se ad- mitió como tal. Después le aumentó el Rey con dones. Y notan con acierto aquellas memorias antiguas que fué devotísimo de la Orden de Predicadores, como se verá adelante.

14 En Pamplona le hallamos por Julio, víspera de la translación de S. Benito, dando á censo á Martín Garballa lo que tenía en el lu- gar de Asanza. En Estella otra vez por Agosto, Sábado á diez y seis: en que dona á Roncesvalles el patronato de Santa MARÍA de Mu- nilla, cerca de Logroño. Cu3'0 derecho, dice, había pedido á los pa- trones y que, habiéndosele cedido, se le dona á Roncesvalles con to- dos sus derechos: con calidad que pongan allí comendador ó que lo anejen á encomienda del reino de Navarra, y no á la de Logroño ni á alguna otra de Castilla. Y dice lo hace porque se conserve la memo- ria de los términos de su Reino. Y para esto mismo quiere que Ron- cesvalles le pague cada año dos sueldos de la moneda corriente por reconocimiento de ella: y que sea por el tiempo mismo en que pagan la fonsadera los de Laguardia, en cuyo término, dice, estaba Mu- nilla.

§. VIL

os dias después, Lunes á diez y ocho de Agosto, ya se 1 5 I Bhallaba en el Puente de la Reina. Y dada allí es la carta

para los del Pueyojunto á Tafalla, en que asegura á aquel concejo que, pagándole sus labradores los cuatrocientos cahíces de renta, la mitad trigo y la mitad hórdio, no los enajenará ni por renta ni por trueque de la corona Real (muy crecido debía de ser entonces

Di

REY TEOBALDO II. 34I

aquel pueblo, que respondía con tal rédito al fisco. Parece sería de

los pueblos que llamaban novenarios; porque contaban novecientas familias.) Y asimismo les remite los homicidios casuales. Lo cual también hace á !a villa de Barasoaín en otra carta suya dada en Otite el Miércoles primero de Septiembre, que fuéá tres de él. Y desde este tiempo hallamos comenzó D. Teobaldo á remitir el derecho de los homicidios casuales: y que fué continuando este beneficio á otros pueblos después. Continuando el Rey semejantes obras de piedad, estando en Tudela, Jueves á trece de Noviembre, donó á los Religio- sos de la Caballería del Templo un monte entre Ribaforada y Cortes: cuyos términos va demarcando en la carta.

16 Singular fué sin duda el celo, actividad y presteza con que corría el Rey por varios pueblos del Reino, visitándolos personalmen- te para poner en todo buen orden: anteponiendo la vista ¿i las relacio- nes de lejos, que no suelen ser tan seguras y tan cumplidas: y que en orden á eso ni perdonaba á su fatiga ni á la inclemencia mayor de los tiempos. Pues, estando en Tudela á mediado de Noviembre, para el último dia de Diciembre le hallamos en Urdax atravesando la fragura y nieves del Pirineo, y á la raya misma de Francia con in- dicio claro de que le llevaba allá y á vistas con el Santo Luis, su sue- gro, algún cuidado muy grave. Estando en Urdax expidió la carta de fuero á sus francos; que así los llama, de la villa de Lanz, por la cual pasaría sin duda, siendo el camino real y derecho: y es nuevo indicio el haberle donado los vecinos el molino que era de la villa, como él mismo dice en su carta, y parece fué en alegría de su presencia y hospedaje. Quiere que tengan el mismo fuero que los del burgo de S. Cérnvi de Pamplona. Así habla. (Tan antigua es la inmutación del nombre de S. Saturnino en S, Cérnin.) Y quiere que el fuero sea el mismo, cnanto en Facenderas^ et en Jiidicios: mas mandamos^que non hayan alza (vale apelación) si non ante Nos. Y por cuanto en las cartas anteriores no es tan frecuente el hacer mención de los ofi- cios públicos y señores que tenían honores del Rey, y aquí la hay, la exhibimos. Feí liada, dice, la carta en Urdax, víspera de Año-Nttevo, el dia antes de las kalendas de Enero, en el año del Señor mil dos- cientos sesenta y cuatro: siendo D. Pedro Jiménes Obispo de Pam- plona] el Maestro Bibiano, Obispo en Calahorra y Canciller nues- tro: y teniendo D. Gonzalo /z/íí;¿/2: (de Baztán) Alférez Mayor, La- guardia; D. Gil de Rada, á Falces Sarazaz; D. García Almoravid, á Larraga; D. Juan de Bidaurre, á Cirauqui; D. Sancho Pérez de Lodosa, él Lerin y Carear; D.Jiíneno de Aibar, á Santa MARÍA de Ujtié; D. Pedro Martínez de Subiza, á Cáseda; D, Ramiro Pérez de Arróniz, á San Adrián; D. Pedro Vareillas, á Cortes; D. Roldan Pérez de Eransits, Alcalde Mayor en Navarra; D. Pedro González de Moréntin, Alcalde de Estella.

ij El iMaestro Bibiano sucedió en el obispado de Calahorra á D. Aznar López de Cadreita, hijo de D. Lope Jiménez de Cadreita, caballero navarro, y en cuanto podemos entender, hermano del Ar- zobispo de Toledo, D. Rodrigo Jiménez. Al cual y á D. Aznar, lia-

Año

342 LIBRO XXir. DE LOS ANALES DE NAVARRA CAP. IIL

mandóse Obispo Electo de Calahorra, vimos como personas muy con * juntas enTudela el año 1238. Y D. Bibiano, sucesor suyo ahora en la Sede de Calahorra, parece tuvo inclusión acá; pues le llama el Rey Canciller suyo.

CAPITULO IV.

I. Segunda jornada del Bey á Pr.ANciA. II. Origen de la ilustre casa de Enriquez DE Lacarra. III. Vuelta del Bey á Navarra y homenajes que la hacen algunos señores. IV. Tratados de matrimonio para el infante D. Enrique y mercedes del Bey á varios pueblos

V. HOMENAJE al BEY DEL SEÑOR DE AgRAMONT. VI. VARIAS MEMORIAS Y PENA DE FALSARIOS DE MONEDA.

ue al rey D. Teobaldo llevaba cuidado grande á Fran- 1265 I I icia a sus Estados y Corte de su suegro S. Luis, el tiem-

VJ^^vpo lo dice; pues fué en el corazón del invierno, y habiendo de pasar la aspereza 3^ nieves del Pirineo. Cuál fuese el cui- dado, nadie lo dice. Ni nosotros podemos decirle con seguridad. Ba- rruntarle de alguna manera, sí, guiándonos por las circunstancias del tiempo. Parece que áeste tiempo murió su hermano el infante 1). Pe- dro, Señor deMuruzábal. Y sucedió su muerte en (Champaña, donde gobernaba por el Rey su hermano aquellos Estados, fué enterrado en Pruino, como descubrió Pedro Piteo no avisarse de fuera, en casa se ignora.) Que el año de su muerte fuese á fines del pasado lo SiVguye la arrebatada jornada del Rey su hermano de tránsito en Ur- dax el dia último de él: y en tiempo tan áspero, que á ser menor el cui- dado, á otro más blando se dilatara. Pero este era gravísimo, y se en- volvían en uno muchos: la falta grande que su difunto hermano ha- cía para la conservación de aquellos Estados de Champaña y Bría, per- tinazmente pretendidos por otros príncipes émulos, que en cuanto hemos podido descubrir, alegaban pertenecer á dos hijas que dejó el conde D. Enrique, Rey de Jerusalén, hermano mayor de 1). Teobal- do, abuelo paterno del que ahora reina y de sus hermanos los infan- tes D. Pedro, que murió ahora, y D. Enrique, que reinó después: y en cada sucesión de aquellas hijas y cualquiera ocasión buena renova- ban la pretensión y la esforzaban con las armas, no tolerando se ex- cluyesen por hijas. Aunque los reyes de Enrancia, San Luis y su pa- dre, siempre tuvieron por mejor el derecho de la varonía de D. Teo- baldo, y le abrigaron.

§. II.

^uera de este cuidado instaba otro, que era el tratar I de dar estado al infante D. Enrique; porque de la reina Doña Isabel, hija de S. Luis, se había comenzado á rece- lar esterilidad, no habiéndose experimentado fruto alguno en siete

EL REY D. TEOBALDO. II. 343

años de matrimonio con í^ran dolor de lodo el Reino y muy sinf^ular del rey I). Teobildo, su marido, que la amaba mucho por sus pren- das y por hija del Santo Rey. Y por este cuidado de la sucesión antes se le había tratado matrimonio al infante D. Pedro, que era el inmediato heredero á falta de sucesión de D. Teobaldo. Y Juan Ti- llio en el tratado de las cosas de Francia en el capítulo de la estirpe de los Condes de Artois descubrió estos tratados de matrimonio pac- tado entre el Infante de Navarra, D. Pedro, y Amicia, hija del prín- cipe Pedro Courtén, Señor de los Estados de Conches y Mehuno. Y confirma este mismo cuidado de la sucesión el que luego, muerto D. Pedro dentro del año en que entramos 1265, se le trató matrimo- nio á su hermano menor D. Enrique, como se verá luego. Y debió de ser efecto de las vistas del rey D. Teobaldo con el Santo Rey, su sue- gro. Y la buena ley pedía se hiciese muy á gusto suyo.

3 Pero hubo de desbaratarle y frustar tantos cuidados y consul- tas en orden á la comodidad y conveniencia del infante D. Enrique una lozanía suya, propia de la edad juvenil, con qne se descompuso mucho con el Rey su hermano, y parece cierto fué en esta ausencia. Cudl fuese la causa del todo se ignora. Porque el Rey en las cartas circulares que sobre ella escribió la calla. Pero ellas mismas descu- bren fué de gravísimo sentimiento al Rey. En el archivo de Olite se conserva una de estas cartas, habiéndose enviado varios ejempla- res á las otras buenas villas por mano del senescal, que despachó lue- go á Navarra. Su tenor es este: «Nos D. Tibalt, por la gracia de Dios » Rey de Navarra, de Champaña, et de Bría, Conde Palacín, al Al- »calde, et á los Jurados, et al Conceyllo Dolit, saludes, et bon amor, > como áhomes á qui Nos mucho amamos, et en qui mucho fiamos: »Sepades quenostro Hermano Don Henric es desavenido con Ñusco grant so tuerto de eyll, et assi como lo podredes entender por el »^enescál, á quien Nos li havemos mandado, que vos lo diga; porque »sería luengo de enviarvoslo decir por carta. Et por esto Nos have- »mos le vedado, et defendido, que no entre en nostro Regno. Ont vos ^mandamos, que non lo recibades en vostra Villa, ni á eyll. ni á nin- »gun home de su corapayna, ni de so atenimiento, nin les dedes nin- »guna ayuda, ni conseyllo, ni fagadespor eyll ninguna cosa. Et este ^•mismo mandamiento avemos fecho á todas las otras \'illas de nos- >tro Regno. Et nengunos, que al ent ficiessen, farían contra su fide- »lidat, et ponemosles pena de perder cuerpos, et haveres. Et vos fa- »cer lo que siempre ficiestes, como leyales Vasayllos. Et facer lo que >el Senascál vos dirá de nostras partes en esto.et en tal guisa que nos »ayamos que agradecer. Et si Uios quisiere. Nos seremos ayna en ))la tierra, libradas algunas cosas, que avemos á librar desta partida, »et facer vos emos entender meyor quanta: yerra nostro Hermano es- »cuantra: porque Nos non podemos excusar, que esto non vos Man- » demos.

4 Hasta aquí el Rey en su carta, de que pende sello de cera ro- ja y en él rey efigiado á caballo embrazando escudo y en él y el cuer- po del caballo sembradas las cadenas, y por el otro las tres bandas

344 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. IV.

atravesadas de Champaña. Lo que entonces no haría falta por la no- toriedad, que es carecer la carta de fecha, notando lugar y tiempo, la hace ahora muy grande. Porque, á tenerla, pudiéramos colegir con más seguridad la trabazón y engace de las cosas dichas, y por la disposición del tiempo barruntar la causa de tan grave enojo del Rey, que ahora se habrá de dejar ala sospecha.

5 Y tomándola como tal, solo nos ocurre decir que por este tiem- po con muy poca diferencia resulta el galanteo sabido del infante D. Enrique con una dama de la noble casa de l^acarra en Navarra la baja, cuya honestidad no habiendo podido expugnar con ruegos im- portunos y dádivas, venció, en fin, con la esperanza de matrimonio. Disculpa ordinaria, pero siempre flaca, de la flaqueza mujeril. De la cual comunicación nació D. Juan Enríquez de Lacarra, en quien se fundó la muy ilustre casa de los señores de este apellido: y de la cual se propagó el muy esforzado caballero Mosén Martín Enríquez de Lacarra, Alférez del estandarte Real, cuyos memorables hechos da- rán en adelante materia á la Historia. Si en esta ausencia del Rey comenzó su hermano D. Enrique á obrar más libre y descubierta- mente en su galanteo é intento, de que avisado el Rey, se encendió en el enojo grande y avisto, avivándosele la circunstancia de que, cuando él le destinaba para sucesor en la Corona y le andaba solíci- tamente previniendo esposa digna de la dignidad Real, él se le qui- siese casar con dama, aunque noble, en fin vasalla suya: y que la carta pública tan severamente escrita retrajo á D. Enrique del inten- to juvenilmente tomado, quede á juicio del lector. Los hechos son ciertos y el tiempo en poquísima distancia él mismo para que pudie- se instruir un hecho en el otro. Y lo que mucho ceba la sospecha, para fines de ese mismo año D. Teobaldo había reducido ásu her- mano á tratados de matrimonio dispuesto por su mano.

§. IIl.

"If^o que con toda certeza podemos asegurar es que D. Teo- 6 I baldo dio con grandísima prisa vuelta al Reino, cumplien- |do con lo que ofreció en su carta. Porque á I5

de Febrero de este año le hallamos de vuelta en Roncesvalles: y se ve en un instrumento, que original se conserva en aquel archivo, y también en el cartulario magno con la misma fecha y contenimien- to. Y es: que, habiendo sabido de tránsito por relación del prior y convento que los cofrades, que llaman de la caridad, de aquella ca- sa, y eran los de Valde Arce, Valderro y Ezteribar, se habían retira- do de la cofradía y no acudían los dias señalados de junta por ha- berles el senescal llevado calonia de una muerte que se había hecho en uno de a^[uellos dias, el Rc}^ los exhorta á que vuelvan y conti- núen aquellos actos: y les asegura que por caso semejante á ningu- no vendrá daño alguno sino á solos losperpetradores. Y mandaque en dias tales nadie pueda hacer embargo á otros, sino solos los peregri-

EL REY D. TEOBALDO 11. 345

nos viandantes. Y les avisa tiene dada su salvaf^uardia Real al conven- to:}'demarca sus términos de inmunidad hasta Sorguinariza y otros que señala. Remata la carta diciendo ser í/ac/a en Roiicesvalles^ quince días dentro en Febrero añodel SeTior mil doscientos sesenta y cinco. Y es para lo que se trae y lo que descubre la infatigable laboriosidad del Rey, y cuan ajeno vivía de regalo y delicias; pues en mes y medio pudo andar y desandar camino tan largo, despachar negocios arduos y atravesar de ida y vuelta el Pirineo, intratable por aquel tiempo, y áspero aún á los peones de trabajo.

7 Lo restante del año parece gastó el Rey en la reducción de su hermano D. Enrique y en atraer ásu dependencia y homenaje seño- res de estado y gran valor para servirse de ellos en la guerra contra infieles, en que pensaba yá. Y es creíble habían conferido sobre ella secretamente los dos reyes, suegro y yerno, en las vistas próximas. Acerca de esto se hallan en el archivo Real de la cámara de comp- tos tres instrumentos de homenajes hechos al rey D. Teobaldo den- tro de este año, y con muy poca diferencia de dias. Uno, de Arnaldo de España, Vizconde de Coserans. Porel cual dice que reconoce ser hombre vasallo deD. Teobaldo, por la gracia de Dios ilustre Rey de Navarra, de Champaña 3^ de Bría, Conde Palatino, por cien libras de torneses pagaderas ciida año en las ferias de San Ayulfo en Pruino. Hácele homenaje y promete guardarle fidelidad y ayudarle contra todo hombre sin excepción alguna. Dice (y lo mismo cautelan los otros dos señores, de quienes se hablará luego) que el Rey debe ha- cer las expensas siempre que de orden suyo montare á caballo para irle á servir, como lo acostumbraba hacer con los otros señores y caballeros de su Reino. Pone su sello: y dice es fechada la carta en la región de Riparia (el nombre del lugar está con abreviación, que no se entiende) dia de Santa Catalina, virgen, del mes de Noviembre del año del Señor 1265.

8 El otro es de Bernardo, Conde de Convenas ó Comange, que se reconoce caballero dependiente y hombre de fidelidad del rey D. Teobaldo por cien marcas esterlinas que dice valían tres mil suel- dos de morlanes. Y es la carta fechada en Tolosa por Noviembre de este mismo año. El tercero es de Bernardo, Conde de Estarac, her- mano y sucesor en el condado de Centullo, hijos ambos de Centu- 11o I. que intervino en la batalla de las Navas de Tolosa. Reconócese vasallo del rey D. Teobaldo por cincuenta marcas esterlinas, que va- lían mil y quinientos sueldos de morlanes, pagaderos cada año por S. Miguel por todo el tiempo de su vida en el convento de los Padres Predicadores de Tolosa; hasta que Guillermo Gaufrido, Abad de Be- llapertica, delaOrdendel Cister, y Raimundo Guillermo de Caupona caballero, por convenio que tenían con el rey D. Teobaldo 3^ en su nombre le señalen en el condado de Vigorra, tierras al valor de las dichas cincuenta marcas esterlinas. Y caso que no puedan, el Re3' se las sitúe en otra parte á satisfacción de dos hombres buenos que el Rey y el Conde elijan. Oblígase á servir al Re3' y a3'uiarle contra to- do hombre, excepto el Conde de Tolosa, á quien debía fidelidad por

346 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE N/VVARRA, CAP. IV.

homenaje. Pone su sello y dice da la carta en Mons de Estarac, eldia Jueves después de la fiesta de S. Andrés Apóstol de este mismo año.

I on las dependencias dispuestas de estos señores, cu- yos Estados estaban cercanos á Bearne, parece encaminó el rey D. Teobaldo el intento de casar allá al infante D. Enrique, su hermano. El enojo significado á los pueblos del Reino en su carta no fué para seguirle sino para reducirle á él á lo que más le convenía. El rigor y aspereza nunca fueron naturales á D. Teobal- do. Usó de la severidad como de medio para aprovecharle más, re- trayéndole de lo que la dañaba y como hermano mayor hizo con el menor el oficio de padre, que esconde el cariño y arma á veces el semblante de aspereza para mayor bien del hijo. En viéndole recono- cido, le dispuso luego matrimonio muy competente dentro de este mismo año. En el archivo Real de la cámara de comptos, en el cajón perteneciente al condado de Eox, hallamos un instrumento con tres sellos: en el cual el rey D. Teobaldo y D. Gastón, Vizconde de Bear- ne, conciertan matrimonio entre D. Enrique, hermano del Rey y Doña Constanza, hija primogénita y heredera del Vizconde. Y Ar- naldo Oihenarto dice, que además de este instrumento que halló en Pamplona, hallaba también otro en el archivo Real de Pau del mis- mo contenimiento y fecha del año 2Ó5, á tres de los idus de Diciem- bre, que es á once de él.

10 Parece que esta señora Doña Constancia estuvo primero con- certada con el infante D. Alfonso, hijo primogénito del Rey de Ara- gón, D. Jaime, que murió muy apresuradamente después de dos desposorios. El matrimonio era de mucha conveniencia , por la herencia que traía del Estado de Bearne, confinante no solo con Navarra la baja, sino también con la alta. Pero este matrimonio no tuvo efecto. La causa se ignora. Y casando después Constancia con Enrique, hijo del rey Ricardo de Inglaterra, murió sin dejar su- cesión alguna y se devolvió la herencia de Bearne en Margarita su hermana segunda que, casando con Rogerio Bernardo, Conde de Fox, unió los dos Estados de Bearne y Fox. Pero no cesó D. Teobal- do de solicitar á su hermano D. Enrique matrimonio de mu}' alto es- tado y honor, como después se verá. 126S ^^ ^^^ ^^^ instrumentos del año siguiente 1266 se confirma de nuevo corrían los hermanos en toda paz y hermanable amor: pero el buen orden del tiempo pide demos razón primero de los que prece- dieron en él. Por Marzo dio á los de Olite privilegio de feria de quince dias: y quiere comience á primero de Mayo. La carta se nota hecha el dia Jueves después de la Dominica Lcetare Uierusalem^ que es la cuarta de Cuaresma, que aquel año cayó á 7 de Mnrzo, y el Jueves á 1 1 de él. El lugar ya no se divisa. El re}^ D. Felipe I la confirma y muda al dia de Todos los Santos y siguientes, en París por Enero de mil trescientos y dos.

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12 Viernes antes de la fiesta de S. Marcos Evaní^elista se hallaba el Rey en Pamplona. Y dio á los de Kstella el privile<^io en que les remite los homicidios casuales, y manda la unidad de los oficios públicos, y que tengan un mismo alcalde, un preboste, y unos mis- mos jurados. Parece había venido á Pamplona desde Estella. Porque el Sábado primero del mismo mes de Abril y á tres de él, que uno y otro individúa su carta, en Kstella estaba y tomó en su protección y custodia el monasterio de monjas de Santa MARÍA de Salas, fuera de los muros de aquella ciudad: y quiere esté sujeto al monasterio de Iranzu: y que el abad de este tenga la visitación y corrección, como lo acostumbraba en casos semejantes el Orden del Cister. Por haber- se extinguido aquel monasterio por las causas que se dirán adelante, se dio aquel suelo y casa á los religiosos de nuestra Señora de la Merced, que hoy le habitan.

13 En Pamplona ajustó con los de Legarla tuviesen á censo las sernas, huertos y ruedas del Rey, pagándole mil sueldos cada año y con calidad de mejorarlas, y dándoles á perpetuo el ser realengos: y fue Viernes primero después de S. Lorenzo, que resulta á trece de Agosto. Y pocos dias después dio á sus labradores de Méfida cuanto allí tenía, piezas, viñas, huertos y otros derechos, reservando el cas- tillo, por doscientos cahíces de trigo de renta medida de Pamplona (viene á hacer ochocientos robos) y cierta suma de sueldos de san- chetes, que tampoco se divisa.

§. V.

Por Septiembre por Navarra la baja andaba el Rey. Y en S. Juan del Pie del Puerto, villa principal de aquella merindad, que llaman de Ultra-Puertos, se halló Ar- nalt Guillen, Señor de Agramont, con sus hijos, y le hizo homenaje de fidelidad por el castillo de Agramont, con calidad de servirle con- tra todo hombre del mundo: y de que cualquiera señor de Agramont debe rendir aquel castillo siempre que el Rey se lo demandare para hacer guerra ó paz: que muriendo el Rey de Navarra ó el señor de Agramont, debe el que sucediere en aquel señorío ir dentro de treinta dias á hacer el juramento y homenaje al rey que al tiempo reinare en Navarra: que ningún señor de Agramont pueda hacer ni aconsejar hurto ó robo en dicho castillo ni en lugar alguno del señorío de Na- varra, sino es á su enemigo sabido: que si el robo ó mal hecho fuere manifiesto, el señor de Agramont quede á merced del rey que al tiempo reinare en Navarra, en cuanto al castillo y todas sus cosas: que si no fuese manifiesto, el señor de Agramont haya de estar al juicio y derecho como mandare la Corte del rey de Navarra. Es condición que dentro de cuarenta dias de la guerra fenecida haya de volver el rey el castillo al señor de Agramont con todos los aprestos con que se halló en la entrega. Y pónese por penas de no cumplir con las condiciones el quedar tal traidor, que non me pueda salvar por mis

348 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. IV.

armas ni por ay llenas. Todo esto otorga y jura sobre la cruz y evan- gelios, y también sus hijos Arnalt Guillen y Oger de Sarburu. Y cita por testigos presentes: al infante D. Enrique, D. Clemente Launay, Senescal de Navarra, D. Bernardo Daasa, D. Martín Garcés de Eusa D. Jimeno de Sotes, caballeros. Y los tres, padre é hijos, ponen su sellos en la carta que dice fué dada enS. Juan del Pie del Puerto, dia Sábado, primero después de Santa Cruz de Septiembre (que sale á diez y ocho de él) año del Señor mil doscientos sesenta y seis.

15 De dos dias después. Lunes vigilia de S. Mateo, y en la mis- ma villa deS. Juan, que todo se nota en la carta, se halla en el Real archivo de la cámara de comptos otro instrumento, como el pasado también. Por el cual el rey D. Teobaldo: «Damos, dice, ánostro ama- ndo Ric hombre D. Arnalt Guillen Se3^nnor Dagramont diez cabay- »llerías para en todos sus dias, que non li podamos tollir, nin men- »goar Nos, nin otro Rey ninguno de nostro Linage, que regnáre em- jpues Nos en Navarra, eyll teniéndonos los paramientos, que con »Nos, de que Nos tenemos la so Carta abierta con so seyllo pendent, »et con eyllos de sus Fijos Arnault Guillen, et Augér de Soraburu, >et faciéndonos servicio así como los otros Ricos homes de Navarra, »cuandonos lo lloviésemos menester. Et estas debant ditas diez ca- cherías li asignamos en Roncesvalles, en nostro Peage, et en la Villa >qui andan siempre por diez Caberlas. Et si de sieyll deviniese, da- »mos estas diez Caberías á D. Arnalt Guillen so Fijo, que las tenga »en so vida, cumpliéndonos, et sirviendo, como so Padre debeacom- »plir, et servir. Etátot otro Seynnor Dagramont daqui adelant damos »seis Caberías.» Prosigue asegurándola situación de ellas, y poniendo ísu sello Real ala carta. De dos dias después, y luego añade: En ro- gamos al lionraáo Padre en JESUCRÍSTO D. Pedro por la gracia de Dios Obispo de Pamplona, et al Infante D. Enrique nostro Jier- jnano, á D. Gonzalvo Juaynnes de Bazían Alferiz nostro en Nava- rra, á D. Pedro Sanchiz Seynnor de Cascant, á D. García Almcra- vit ííD. Foríún Alinoravít, á D. Clemente Launay Senescal en Na- varra, que posiesen sos seyllos en esta Carta. Y los van poniendo por el mismo orden que los pidió el Rey.

16 Y es de alabar su piedad en preferir el del Obispo al del in- fante su hermano, cosa bien poco usada en aquel siglo. Reconócese por estos actos cuan amigablemente corrían los dos hermanos. Rey é Infante, después del enojo pasado. Esta es la última memoria que ha- llamos del obispo D. Pedro Jiménez de Gazólaz. Y muy poco le du- ró la vida después de este acto, según le señalan el dia de la muerte Garibay y el obispo Sandóval, y éste, alegando memorias de la Igle- sia, que dicen fué Lunes á veinte y cinco de Octubre de este año. A que podemos añadir otra memoria del libro del Obijt de las monjas de S. Pedro de Ribas, que señala el mismo dia de su muerte: y le nota- rían con exacción, como de padre y como fundador que las dio regla, casa y dote de seiscientos robos de trigo de renta.

A'

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§■ VI.

fin de este año se halla donó el Rey al prior y conven- 17 / % to de Roncesvalles remisión de derechos del sello .Real, cuando le hubiesen menester, Y es la data del Viernes primero después de Santa MAR I A de Diciemljre. Parece entiende la Concepción: y el Viernes después ser¿i diez de aquel mes.

18 Notando este mismo año, dijo Garibay, que por estos dias D. Gonzalo Juánez de Baztán, caballero de gran solar y linaje, des- naturalizándose de Navarra, pasó á Aragón, y dando obediencia al rey D. Jaime, labró en la frontera un castillo llamado Boeta desde el cual hacía cada dia muchas correrías y cabalgadas muy dentro de Navarra; y que siempre tenía en gran cuidado la frontera. Esta na- rración va del todo desordenada. Y manifiestamente la convencen de falsa los actos de este mismo año y los anteriores de este reinado, y los que se verán de él y del siguiente. En los cuales constantemente se halla D. Gonzalo Juánez de Bastan, Alférez del estandarte Real, como también su padre D. Juan Pérez de Baztán, y suscribiendo con gran frecuencia los actos públicos en buena paz y gracia de los reyes de Navarra y con honores de ellos. Ni cabe en la estrecha amistad y unión que tenían entre D. Teobaldo y D. Jaime, y ambos con el rey San Luis, que el de Aragón tolerase esto; ni en la frontera de Nava- rra hay ni se ha nombrado jamás Boeta. Equivocóse con Bíota, Pero esta erayá muchos años antes que la nueva plaza imaginaría que es- te autor atribuye á D. Gonzalo. Todo va desbaratado.

19 El año siguiente 1267 se padeció no poco trabajo en la mone- Año da de oro que, adulterada fuera, se introducía en Navarra y por otros reinos de España con el grave perjuicio de embarazarse el comercio corriente por hacerse sospechosa también la legítima. A este daño puso remedio el rey D.Jaime de Aragón. Porque, sintiendo que el mal nacía de su Reino, mandó hacer diligente pesquisa y habiendo en juicio convencido de este delito algunas personas nobles, estando en farazona por fin de Octubre, las hizo dar la muerte, sumergién- dolas en el agua. Ahora se les da la muerte en el fuego, cuando se les da. Que si ha sido mucha la moneda adulterada y cuantiosa la ganancia de ella, á veces se conmuta la pena en intereses del fisco: siendo la grandeza del delito título para la impunidad. Este género de suplicio de muerte de agua veremos usado después en Navarra.

20 Por Abril de este año. Jueves después de Pascua, D. Sancho Pérez de Varillas, caballero, donó al rey D. Teobaldo la villa de Mu- rillo con todos los derechos que le podían pertenecer por D. Pedro de Varillas, su hermano: pagando el Rey mil y quinientos maravedís que dejó de deudas, y manteniendo dos capellanías que dejó funda- das por su alma en su testamento.

1267

1268

350 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. V.

CAPITULO V.

I. Turbaciones del monasterio de Leire y jornada del Rey á Francia. II. Matrimonio DEL infante D. Enrique con Doña Blanca, hIjA del Conde de Artois. III. Memoria de Ar- MENGOL, Obispo de Tamplona, y otras del tiempo. IV. Jornada de Teobalüo con San Luis á

LA guerra sacra Y MERCEDES HECHAS EN EL VIAJE.

íguese el año 1268, en que comenzaron la.s turbaciones Año I "^^grandes que se continuaron por no pocos años después

entre los monjes blancos y negros sobre la posesión del antiquísimo y Real monasterio de S. Salvador de Leire, que con es- tas mudanzas perdió mucho de sus rentas, y lo que puede doler más, de los instrumentos que podían servir al descubrimiento de las me- morias de la antigüedad. Y traían de contado un daño, y era: que la turbación de los monjes entre envolvía en controversias y parcia- lidades á los del estado secular que, cuando la materia es pía y sacra suelen cargar con más fuerza hacia la opinión á que los inclina la afección particular. En el archivo de Leire se ve una memoria que dice: que este año en los idus del mes de Julio, que es á quince de él, recibió el abad Raimundo de Benearnio el gobierno del monasterio de S. Salvador de mano del rey D. Teobaldo. Y esto arguye despojo precedente; pues había treinta y dos años que D. Teobaldo, el padre, con voluntad del Papa había introducido en el monasterio de Leire á los monjes blancos del Cister, expeliendo los negros. Y este despojo que arguye la restitución hecha ahora, descubre ciertamente ausencia fuera del reino del rey D. Teobaldo. Porque á estar presente, por ningún caso le consintiera, según era grande el amor que tenía y tu- vo toda su vida á los monjes del Cister.

2 Y parahacer esta ausencia y jornada á Francia este año D. Teo- baldo, eran muchas las causas: las instancias grandes que hacía el pontífice Clemente IV solicitando á los príncipes cristianos á tomar la cruzada y emprender jornada ultramarina en socorro de los cris- tianos de la Tierra Santa, que se hallaban muy apretados de los bárba- ros. Esta jornada abrazó muy desde el principio el rey S. Luis, como tan propia de su gran celo: y también el rey D. Teobaldo, en quien reinaba mucho la piedad y la iniciaban mucho á empresas semejantes los ejemplos domésticos del Rey su padre y de su tio, hermano de su abuelo, el conde D. Enrique, Rey de Jerusalén, y recientemente el ejemplo del Santo Rey, su suegro, con quien era preciso conferir en los designios, aprestos y tiempo de la partida para concurrir: y lo que sumamente importaba, en la seguridad con que D. Teobaldo ha- bía de dejar su reino de Navarra, codiciado de D. Alfonso de Casti- lla, y que se podía aprovechar de su ausencia forzosamente larga.

3 El tiempo trajo la oportunidad de curar este receloólapruden-

REY D. TEOBALDO II. 351

cia de los reyes, suegro y yerno, y la maduró, apresurando alf^ún tanto el tiempo para lograrle. Tenía el rey S. Luis concertado matrimonio de su hija Madama Blanca con D. Fernando, que llamaron de la Cer- da, hijo primogénito y heredero del rey D. Alfonso el Sabio de Cas- tilla y León. Y dispusieron los reyes que la entrega de la esposa fue- se entonces y el tránsito por Navarra para encariñarla de nuevo con agasajos de hospedaje con su hermana Isabela, Reina de Navarra. En la cual al tránsito de esta Princesa se hicieron grandes alegrías públicas; sin que se omitiese demostración alguna de festejo y rego- cijo. Y muchos señores y caballeros del Reino la fueron acompañan- do como á hermana de su Reina hasta Logroño, donde el rey i). Al- fonso con su hijo el infante D. Fernando y muchos señores de sus reinos aguardaban. F^ntre las dos hermanas y los buenos oficios que el Santo Rey, padre de ellas, atravesó y también D, Teobaldo con el nuevo lazo con Castilla, se pudo asegurar la quietud y paz de que ne- cesitaba su ausencia en la jornada ultramarina.

§.1L

tra causa concurrió también para la que hizo este año JD. Teobaldo á Francia. Y fué: el cuidado de la suce- sión, que ya no se esperaba de su mujer la reina Doña Isabel. Y se arriesgaba de nuevo en el viaje á guerra ultramarina sino daba estado á su hermano el infante D. Enrique. Yya que no tu- vo efecto el matrimonio de Doña Constancia, heredera de Bearne, movió tratados de él con Doña Blanca, hija de Roberto, Conde de Artois, hermano de S. Luis. Y ningún medio mejor para conseguirle, como se consiguió, que el mismo Santo y la atención honrada de que, no habiendo dado sucesión á Navarra en la hija, la procurase dar en la sobrina, hija de su hermano. Estas causas parece detuvieron en Francia mucha parte del año á D. Teobaldo. Y á eso atribuímos el no hallar en los archivos de acá memorias suyas ni otro acto público que una pesquisa hecha por D. Pedro Gavarda, Merino del Rey, sobre los herbajes de Santacara en presencia de los alcaldes de ella, Méli- da y Caparroso. El año siguiente 1269 se concluyó este matrimonio Año habiendo precedido dispensación del Pontífice por el parentesco de los desposados. Al Infante para su estado, y el de su esposa, en caso que no entrasen en la sucesión del Reino, se señaló el señorío de Ronay: y D. Enrique comenzó luego á intitularse Conde de Ronay.

p:

|0r Marzo absolvió el Rey á perpetuo á todos los colla- zos del monasterio de Leire de la carga de castillos y todas obras Reales por diez mil sueldos de sanchetes que le habían dado por mano del abad Raimundo: oportuno socorro para los gastos de la guerra sacra que se aprestaba. Con dos mil sir-

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352 LIBRO XXII DE LOS AÑALES DE NAVARRA, CAP, V.

vieron al Rey los de Artajona en la misma oportunidad, rogándole les quitase los homicidios casuales. Y el Re}', estando en Estella el Jueves después de la fiesta de S.Juan Bautista de Junio, dice condes- ciende con sus ruegos y añade unas palabras dignas de príncipe, y que debían imprimirse en los ánimos de todos: Mayormente si las pregarías saben natura de piedad^ en la ciixl Nos queremos siem- pre regnar. Y así absuelve á perpetuo al Consejo de los homicidios casuales, que dice son los que suceden sin saynna, ó baraylla^ y ex- plica más en particular. También estaba el Rey en Estalla á cinco de julio. Y absolvió á las monjas de Santa MARÍA de Salas del censo que le pagaban de treinta y cinco sueldos por varias plazas ó suelos de casas, en especial la de D. Sancho Ponz.

6 De Estella pasó á Pamplona. Y en ella se hallaba á principios de Julio, Martes primero después de la octava de S. Pedro y S. Pa- blo, y expidió la carta de fuero á los de Aguilar debajo de Marañón, dándoles el mismo de Viana, y que tengan mercado todos los Martes. En esta escritura se menciona O. Armengol, Obispo de Pamplona; D. Gonzalvo Joannis, de Baztán, Alférez Ma3'or, teniendo áMendi- gorría; L). Gil de Rada, á Falces; D. Pedro Sánchiz de Cascant, á Roncal y Sarazaz; D. Corbarán de Vidaurre á Lerín y Baztán; D.Juan de Vidaurre, á Goiñerri (que parece es el Val de Goñi:y el Palacio original de Vidaurre allí muy cerca cae): D. García Almo- ravid, á Monreal; D. Ramiro Périz de Arróniz, el Valle de San Es- teban; D. Pedro Martínez de Subiza, á Cáseda; D. Roldan Pérez de Eransus, Alcalde Mayor en Navarra; D. Martín Díaz de Merifuentes, Alcalde del Mercado de Estella, y Miguel de Pamplona, Notario del Rey, que escribió la carta.

7 Esta es la primera memoria que del obispo Armengol hallamos después de la muerte de su antecesor D. Pedro Jiménez, como dos años y medio antes. Si fué la vacante larga ó falta de memorias pú- blicas la que ha suprimido su nombre hasta ahora, del todo ignora- mos. Algunos le hacen natural de Castilla, con solo el ligero funda- mento de haber tenido un secretario por nombre lllescas. A nosotros más nos suena el nombre de Armengol á Ermengaudo y á Cataluña y á que en su elección intervino alguna buena atención á obligar de nuevo á D. Jaime de Aragón para la ausencia que había de hacer D. Teobaldo, Y la casa de los Condes de Urgel, en que es familiar el nombre de Armengol, bastantes inclusiones tenía en Castilla para te- ner secretario de allá. El fué muy buen obispo, que es lo que importa- ba, celador de los bienes de su Iglesia, y que socorrió con los de su mesa con muy generosa liberalidad á las necesidades de su cabildo.

8 Lo restante del año gastó el Re}' visitando varios pueblos. En trado Septiembre se hallaba en Estella. Y el Lunes derpués de S. Ma- teo concedió á los francos de S. Juan en ella que puedan hacer juntas en el hospital, atento era cofradía y las juntas para ejercitar obras de caridad. Por Octubre alivió el Rey á sus labradores de Gulina, Aguí- naga, Cia de Horreya, Larrainz y Larumbe, la carga de acudir á las Qbras Reales de castillos y fortalezas, en que, dice, eran muy grava-

REY D. TEOBALDO II. 353

dos: y los absuelve de ella del todo, conmutándosela en que cada ca- sa le pague á principio de Enero dos sueldos, y la viuda solo uno. También parece que en reducirla carga adinero se miraba á la gue- rra que se disponía. Parece que por otoño visitó el Rey á Navarra la baja, aprestando la gente de guerra que le había de seguir, y que la carta próximamente puesta se despachó allá; aunque no expresa lu- gar. Porque del mismo mes de Octubre es otra suya fechada en Ostá- vales, en que explica algunos fueros de los de Kstella, á quienes di- ce amaba mucho: y entre ellos, que todo hombre ó mujer que goza del prilegio de la viudez, que llaman viudedad, haya de dar cada año y á su tiempo cuatro labores á las viñas que por ella gozaba, y son; escabar, podar, cavar y vinar, y que sino pierda el privilegio. Absuélvelos de batalla de fierro para los juicios. Ordena que el que viniere á poblar á Estella se })resente ante el alcalde {)reboste y ju- rados, y el admitirle sea como el fuero manda. Y que los cabe/.ale- ros cumplan con su obligación dentro de treinta dias. Es dada el Sábado después de la fiesta de S. üionisio en Octubre. Por el mismo mes de Octubre disponía el Rey, estando en Lezinaún, hacer una nueva población en el sitio que dice llamaban el Espinal entre los burgos de Ronces val les y Vizcarret. Y por no perjudicar en algo al hospital de Roncesvalles, con voluntad de los de Valderro, de donde eran los pobladores, señala al monasterio los términos que va aco- tando como baja el agua de la bustalizade Ansón bástala puente de piedra de Roncesvalles: y quiere que los pabladores del E^spinal no tengan presentación ni otro derecho en la iglesia, sino que sea de Roncesvalles.

§. IV.

"W" legamos ya al año 1270, memorable por la guerra sacra 9 I Contra los paganos y variedad de sucesos notables. El rey- 1370

D. Teobaldo en conformidad de lo que tenía tra

tado con el rey S. Luis, su suegro, que con sus tres hijos, Filipo el pri- mogénito, Juan, Conde de Nivers, y Pedro, Conde de Alenzón, ha- bía ya tomado la insignia de la cruzada, habiendo aprestado y puesto en marcha las tropas que había dispuesto do Navarra, señores depen- dientes y caballeros que de nuevo había llamado á su sueldo para unirlas con las que esperaban en Champaña y Bría, dejando por Go- bernador del Reino al infante D. Enrique, su hermano, y llevando consigo á la reina Doña Isabel, su mujer, para darla aquel consuelo de visita y despedida del Santo Rey, su padre, en jornada tan larga y peligrosa, y para que quedase en la gobernación de los Estados de Champaña y Bría en su ausencia, partió con grande acompañamiento de Navarra muy al principio de la primavera de este año. Y habiendo tomado la sobrevista de la cruz con mucha solemnidad con los de- más príncipes que habían sobrevenido: Alfonso, hermano del rey S. Luis, Conde de Potiers; Roberto, Conde de Artoís, hijo del otro Tomo iv 23

Afio

354 LIBRO xxn de los anales de navarra, cap. V.

Roberto, hermano del rey S. Luis, con cuya hija Doña Blanca queda- ba casado el infante D. Enrique, Gobernador de Navarra; Guidón, Conde de Flandes; Juan, hijo del Conde de Bretaña, casado con hija del Rey de Inglaterra, y otros muchos y grandes señores, barones y caballeros movidos con el ejemplo de sus reyes y príncipes de la sangre comenzaron á encaminarse la vuelta de Marsella y Aguas- muertas, puertos del Mediterráneo, poco distantes entre y destina- dos para hacer la masa del ejército cristiano de los que se habían cruzado y tomar la navegación; que en un puerto solo parecía difícil acomodarse la multitud grande que había concurrido de los cruza- dos, que inundaban las campañas y comarcas. Vése que elrey D. Teo- baldo salió de Navarra al asomar la primavera, y asimismo que mar- chaba con muy tierno cariño de Navarra, y como si presintiera no había de volver á ver su reino en las muchas mercedes que por el ca- mino iba despachando como en despedida última.

10 Una es al monasterio de S. Salvador de Leirey á su abad Rai- mundo, que él había restituido con sus monjes cistercienses. Y este acto ya es de quince dias antes de las calendas de Mayo, ó catorce de Abril, y expedido en la ciudad de Nemaux, acercándose al mar. Y aunque en él no dio cosa alguna de nuevo, le hizo mayor beneficio que si le diera mucho, omitiendo esto. Porque fué asegurarle el dere- cho y dominio de cuanto estaba poseyendo, de que faltaban algunas cartas instrumentales robadas por malicia y confirmar todas las dona- ciones de reyes, obispos, señores y cualesquiera otros, y señalando todos sus bienes tan menudamente, que admira los pudiese compren- der todos en un camino de tanto estruendo y bullicio. Y se habrá de recurrir que de acá llevaba minuta muy exacta de todos y que no quiso dilatar para la vuelta aquella confirmación amplísima, expo- niéndola á las contingencias de mar, guerra y de la muerte que pa- rece barruntaba Vése el instrumento horiginal hermosamente dis- puesto con el sello grande pendiente de cordones de seda verde, por la una parte con el Rey á caballo, sembradas por todo él y el cuerpo del caballo, las cadenas de Navarra, y por la otra tres bandas atrave- sadas de esquina á esquina, que es la insignia de Champaña. Exhibir la carta toda fuera cosa muy larga. Pero tampoco se puede omitir el exordio, donde resplandece mucho su insigne piedad y devoción. Traducida del latín dice:

11 En el nombre de Dios. Por cuanto pertenece á la decencia de la liberalidad Real aumentar con mayor propensión de munifi- cencia los monasterios é iglesias en los cuales la medida y tasa me- jor es la inmensidad de las cosas donadas y el conservar, defender y amparar con toda solicitud y diligencia los bienes de ellas como consagrados al obsequio divino, para que perseveren perpetuamen- te intactos é ilesos. Por tanto^ Nos, D. Teobaldo, por la gracia de Dios, Rey de Navarra, de Champaña y de Bría, Conde Palatino, hacemos saber á todos los presentes, pasados y venideros que como el monasterio de S. Salvador de Leire, del orden del Cister, si- to en nuestro Reino^ fundado y dotado por nuestros progenitores^

EL REY D. TEOBALDO II. 355

liaya sido defraudado por dolo y malicia de algunas personas de algunos privilegios é instrumentos de reyes^ prelados nobles y de otros: y porque los males que de nuevo salen necesitati de reparo nuevo, hemos tenido por conveniente proveer al dicho mo- tiasterio de saludable remedio. Y porque eti adelante no pueda por esta causa ser damnificado y queriéndole preservar de todo grava- men^ vejación, perjuicio y pérdida; en suplemento de dicJios instru- mentos fortalecemos al dicho monasterio con el presente privilegio. Concedemos, pues, y confirmamos al dicho monasterio y á vos Fr. Raimundo, Abad, todo el convento del mismo lugar, y á to- dos 7)uestros sucesores de la Orden del Cister presentes, pasados y venideros, todos los bienes y posesiones que el cucho monasterio te- nia ó debía tener en todo nuestro Reino, cuando los dichos privile- jiosó instrumentos fueron substraídos y todos los que ahora tiene y posee ó debe tener ó poseer: ora sean adquiridos por donaciones de los reyes, príncipes, prelados, nobles ó de otros Cualesquiera, ó por compra, permutación ó de cualquiera otro modo. Válos contando muy largamente. Y á cualquiera de su linaje que contradijere ó aten- tare algo contra este privilegio le dice se tenga por indigno de la su- cesión. Y á cuaquiera otro extraño que invadiere dichos bienes ó per- turbare á los monjes en la posesión de ellos le pone de pena quinien- tas libras de oro que haya de pagar á la parte del Rey, y que resti- tuya al monasterio el daño hecho al doble. Fechada en la ciudad de Nemaux, el año mil doscientos y setenta, á quince de las calendas de Mayo.

12 Confirma el tiempo de la partida y lo dicho ya del Gobierno del Reino dejado á su hermano D. Enrique un despacho de éste, que se halla en el cartulario magno, en el cual llamándose Filio del Rey de Navarra, Conde de Ronay, Gobernador de Navarra, dice que por cuanto el rey D. Teobaldo, su padre, había dado por fuero á los de Murillo cerca de Alloz, Lacar y Arandigoyen la franqueza de to- das cargas, salvo hueste y cavalgada: y que no pudiesen ser enajena- dos de la Corona, pagándole cada año quince libras de sanchetes: y que, sucediendo el rey L>, Teobaldo, su hijo, y viendo la gran diminu- ción de aquel pueblo, ocasionada de la franqueza que había dado á los de Estella de las tierras cargosas dentro del término de Murillo por doce mil sueldos con que le habían servido los de Estella, les ha- bía rebajado cinco libras de las quince, el Infante lo confirma. Y dice que por mandato del Rey, su hermano, les da su carta fechada en Tie- bas este mismo año de setenta, Sábado después déla fiesta de S. Sal- vador, que aquel año resulta veinte y cuatro de Mayo.

13 Ibase acercando el Rey á la mar, según llegaban las tropas y príncipes cruzados. Y según lo que esperó en la cercanía parece fué de los primeros que acudieron á saltar en la armada y hacerse á la vela. A siete de junio de este año en Aix de la Proenza firma un des- pacho por el cual, oída la controversia que traían unos bailes su3'os con los pueblos de Yhoc y Armendáriz, queriendo cobrar de ellos cierto pedido y alegando ellos que solos debían pagar tres pedidos

350 LIBRO XXri DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. V.

del Rey, jornada del Rey de Navarra allende el mar, casamiento de la hija primera del Rey, redención del cuerpo del Rey, si, lo que Dios no quisiese, fuese ])reso, dice que, habiendo averiguado la verdad, declara que solo deben el pedido en estos tres casos expresados y además el francaje.

14 A dos dejulio dentrodela roca de Marsella estaba y á. Y en ella remite álos de Viana los homicidios casuales que aconteciesen sin cul- pa alguna de hombre, como se ve en su carta en aquel archivo. La cual habla generalmente con todo el Reino. Y dice hace esta remisión entendiendo^ et queriendo ¡a pro de todos los nuestros Jiombres del nuestro Regno de Navarra, ct por sacar ende mal Fuero, que era con pecado, quitamos, etc. leyssamos por siempre doy adelant en re- missión de nostros fayllimientos por Nos, et nostros Sucesores, to- dos los Homicidios casuales. Explícalos en particular y compren- diéndolos en general con decir son todos los que sucedieren senes Chipa de hombre. Este beneficio dejó el piadosísimo Rey á todo su Reino como en despedida, siendo el primero en cuanto sabemos que con mucha justificación y ajustamiento de conciencia reconoció cul- pa en la antiquísima costumbre y muy recibida en los reinos de Es- paña. Y sin reparar en la diminución del fisco, la abolió á perpetuo en el su3'o, no queriendo interés de pena donde no había culpa. Por- que lo demás parecía multar á la república porque la naturaleza hu- mana era mortal; como si no la bastara por pena el serlo. De dos dias después, cuatro de Julio de este mismo año, y fechada cerca de Marse- lla, porque entenderá la roca de ella, que señala el instrumento an- terior, se ve otra carta suya de remisión semejante á los de Tudela, y también de cierto derecho de las juras que dice tenían por fuero: y no se entiende bien por estar allí muy gastada la letra del cartulario magno.

15 Hace seguido esto con la precisión de año y meses por desha- cer un yerro cometido en la razón del tiempo por algunos escritores bien cercanos á él, que anticiparon un año más de lo justo esta jorna- da memorable de los príncipes cruzados, y entre ellos el señor jonvi- 11a, que si, como acompañó al rey S. Luis en las demás jornadas, le hu- biera podido acompañar también en ésta, para la que le convidó, cree- mos hubiera evitado el yerro. Pero, fuera de que queda convencido con los instrumentos de los archivos, que tienen la primera autoridad, algunos de estos escritores deshicieron su dicho, reca3'endo en el año cierto y notorio de la muerte del rey S. Luis cuando la señalan y señalándola dos meses escasos después de haberse embarcado.

EL REY D. TEOBAl.DO 11. 357

CAPITULO VI.

I. NayEGACICiN de la AIíMADA CRIfcTIANA A LA ISLA DE CKRHEÑA. II. REfiOLCCI(')N DE PAFAB Á TÚNEZ, Y LO QUE ALLÍ SUCEDIÓ III. ENFERMEDAD DEL EJKRCITO CRISTIANO Y MUERTH

DK S. Luía.

A primero de Julio se hizo á la vela el rey S. Luis en el aso puerto de Aguas-muertas, habiendo dejado por Go- bernadores de su Reino á tres muy esforzados y sa- bios varones, Simón de Neila, el Conde Vandoma y el Abad de S. Dionís, y prevenido en aquel puerto y en el de Marsella con los avisos, siguiese su rumbo toda la armada y concurriese en el puerto de Caller de Cerdeña, donde se había acordado entre los príncipes se juntasen todas las fuerzas de la liga cristiana, Pero fue tal en el Santo Rey el ardor de lograrlas en causa de la Religión, que el pri- mero para dar ejemplo y mover con él la presteza de los demás, sa- lió del puerto con solos cuatro bajeles: el suyo piopio, en que se ern- barcó con su hijo Pedro, Conde de Alezón: otro, en que iba su pri- mogénito Filipo con su mujer Doña Isabel, hija del rey D, Jaime de Aragón: otro, en que iba su sobrino Roberto, Conde de Artoís, con su mujer también (tal ardimiento había infundido la causa y fama de la jornada, que aún el sexo frágil se arrojaba á los riesgos de guerra y mar:) otro, en que iba su hijo Juan, Conde de Nivers. Siete dias tar- daron en arribar al puerto de Caller: y aún el octavo apenas le pudie- ron tomar luchando con las olas y los vientos sobre manera recios y contrarios, que esparcieron las naves, aunque nunca tanto que les cjuitase el consuelo de divisarse de muy lejos.

2 Parece conspiró la tierra con el mar en el mal tratamiento. Por- que, arribando á ella el Re}^ fué tratado de lor isleños como si las armas qun guiaba fueran contra cristianos y no paganos, enemigos comunes. Apenas se le concedió el uso del agua dulce de que venían todos sumamente necesitados por haberse corrompidola que traían, en tanto grado, que ninguna manera podía beberse sin mucha ven- tilación, y aún así no sin bascas. De este trabajo, sucusión grande de la mar y vaivenes recios de las naves habían enfermado no pocos, Y pidiendo el Rey por su dinero y justo precio mantenimientos com- petentes, no se traían sino pocos panes y hortalizas bastas. Y esto mis- mo con dos agravios: uno, que los isleños, como quienes vendían la necesidad, bajaron súbitamente y casi á la mitad el valor justo y reci- bido aún de los extraños, de la moneda forastera y sueldos turonen- ses. Otro fué. que encarecieron con grande exceso los bastimentos, aun respecto del valor ya deprimido de la moneda. El trabajo délos enftrmos fatigaba más al piadoso Rey.

3 Pidió con legacía al Gobernador de aquel pueblo admitiese á

358 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VI.

los enfermos para curarse á expensas propias en la parte alta de la ciudad, que llaman Castillo, por ser la parte baja muy mal sana. Ni aún en esto se vino; y por gran cósase admitió en que pudiese subir el Rey como entrase con muy poco acompañamiento, vendiendo por beneficio tenerle á merced. Pero como no buscaba el regalo para si sino para sus enfermos, no leadmitió, aunque hizo semblante de agra- decerle. Y alojó como pudo á los enfermos en el monasterio de los Padres de S. Francisco y casas bajizas de aquella parte baja. Discul- paban los isleños lo hecho con órdenes de la república de los pisa- nos que dominaban aquel país y enemistades que traían con losgeno- veses, de los cuales se componía mucha parte de la marinería de aquella armada. A tanto llegó el tratamiento indigno, que no pocos capitanes vocearon al Rey que acometiese de mano armada al Casti- llo, y ganado, le arrasase; pues lo podría hacer fácilmente con las fuerzas de la armada que por horas se esperaba: y se mostraban pron- tamente á ejecutarlo. Pero el Santo Rey repelió el consejo del estra- go; porque, oido no infamase las banderas divisadas con la cruz del que venció sufriendo en ella; si habiéndolas desplegado para defensa de la cristiandad, las miraba Europa al principio de la jornada en - sangrentase en san gre de cristianos.

a:

§. II.

1 cabo de algunos pocos dias llegó la armada toda en grande número de bájales, habiendo luchado casi todo .el viaje con la misma braveza y furia de los vientos y olas. Y fueron entrando en el puerto por este orden. El rey D. Teo- baldo con todas las naves y gentes de su conducta: Alfonso, Conde de Potiers, hermano del rey S. Luis; Guidón, Conde de Flandes: Juan, primogénito del Conde de Bretaña, y tantos señores y varones ilustres, que los escritores de aquella edad disculpan el no contarlos por ser carga grande. Y luego, habiéndose saludado y descansado al- gún tanto de la fatiga grande de la mar, juntó el Rey Consejo de Guerra de los príncipes y cabos de mayor experiencia para resolver qué tierra de paganos había de tomar la derrota la armada con mayor utilidad de la cristiandad. Lo cual parece se había diferido resolver has - ta estar muy empeñados en la mar; porque no previniese la fama con la noticia á las tierras en que se hubiese de cargar. El presupuesto general de los cruzados era que la navegación se aprestaba ó para Palestina ó para Egipto. Pero el rey S. Luis en este Consejo descu- brió otro pensamiento.

5 Había tiempo que el Rey mahometano de Túnez le había significado con varias legacías deseaba mucho hacerse cristiano y bautizarse con todo su reino si lo pudiese conseguir con alguna segu- ridad de no caer en las iras de todos los reyes y príncipes de su falsa creencia, que se habían de armar luego para la venganza de la reli- gión mudada. Ninguna cosa deseaba el Rey con mayor ansia que ser

REYD. TKOBALDO 11. 35^

padrino de aquel Bautismo. Y le parecía se le allanaba el camino pa- ra llegar á él al Rey moro, arrimándose un ejército invencible y con las asistencias que se le habían de asegurar para adelante: ponderan- do con entrañable dolor ver contaminada con los errores del falso Mahoma el África toda, en la cual en los siglos pasados y en el de S. Agustín, á quien tenía muy cordial devoción, había florecido tanto la Religión cristiana.

6 Esforzaban otros la proposición del Rey, agradados de ella, ponderando, que pues la superstición de Mahoma dominaba el Áfri- ca toda por más de mil y doscientas leguas de . carrera continuada hasta tocar en Egipto, y luego sin división toda aquella rica y fértil provincia, y la Palestina y Siria, que se iban continuando sin inter- posición alguna de tierras de diferente religión, convenía no solo á la propagación de la Fé, sino también á la razón y forma de la guerra y comodidad de llevarla, interponer en Túnez un reino cristiano que quebrase como á la mntad del curso aquel pernicioso arcaduz por el cual corría tan largamente y sin tropiezo alguno la superstición mahometana: que á aquel reino de Túnez podían amparar y asistir los príncipes cristianos de Europa con mucha mayor facilidad que trasportar la guerra á Siria y Palestina cada vez que se movían: en que, como lo decía la experiencia tantas veces hecha, se habían de gastar en el viaje más de la mitad de las fuerzas antes de afrontarse con los enemigos que se buscaban, fuera de lo que retraía á los príncipes de jornadas semejantes el haber de desamparar sus reinos y Estados á tan inmensa distancia: c|ue la reducción de aquel reino parecía fácil en la disposición de aquel Key: 3^ cuando no estuviese á lo ofrecido tantas veces, no muy difícil la conquista: que la ciudad de Túnez, ca- beza de todo aquel reino, que caería con ella, era muy populosa y co- mo tal, no muy firmemente guarnecida de murallas, y que no podría durar contra tan gran poder como el que se llevaba: que la fama pú- blica de no pocos años aseguraba que de Túnez se enviaban asen- tadamente muy gruesos suplementos y reclutas de infantería y caba- llería cada año al Soldán de Babilonia: que no sería pequeño fruto de la jornada desarmar la guerra en su origen y cortar el rio en su fuen- te: que juntamente era ciudad riquísima por el comercio grande por rnar y tierra: y porque la había perdonado muchos años había la guerra: y que de sus despojos se podían suplir en no poca parte las expensas de la guerra cristiana.

7 Corría felizmente la proposición, cuando se atravesó una, más que dictamen, duda pura y escrúpulo de conciencia, y de pocos, de si se cumplía bastantemente con el voto de cruzada á favor y soco- rro de la Tierra Santa con la guerra en Túnez. A que se respondió prontamente por muchos que el cortar las raíces era desvirtuar y des- truir el tronco: y que el fin y los medios, ó necesarios ó muy útiles para el fin, pertenecían á una misma inspección. Y conformándose y aprobándolo el legado apostólico Simón, Presbítero Cardenal del título de Santa Cecilia, que de orden del Pontífice y con poderes su- yos muy amplios seguía esta jornada, se votó la ida sobre Túnez con

36o LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VI.

tan uniforme aprobación de todos, que oprimió luego la admiración y extrañeza que comenzó á despertar en el vulgo de los soldados la novedad de la jornada, estando en la persuasión de que se navega- ba á Palestina ó Egipto: juzgando todos no podía dejar de ser salu- dable el consejo que con tanta uniformidad aprobaban tantos, y los más interesados en el acierto.

8 Envióse luego una embarcación ligera á Sicilia á Carlos, Conde de Anjou, hermano de S.Luis. Al cual pocos años antes había dado la Silla Apostólica con general aplauso la investidura y corona de aquel Reino, del Ducado de Apulia y Calabria y Principado de Ca- pua, conspirando en aquella dignidad tres pontífices sucesivamente, Alejandro, Urbano, y Clemente, cuartos todos, que le buscaron y lla- maron para defensor de la Iglesia contra el tirano Manfredo, que en- tonces se hallaba en la posesión de aquellos señoríos y de algunas tierras de la Iglesia: y para aumentar sus fuerzas, corría confederado con los sarracenos. Habíale Carlos desbaratado y muerto en batalla con toda su facción, llenando la expectación que de su valor y pren- das se había tenido. Y ahora, no faltando á la ocasión que se ofrecía de nuevos servicios á la Iglesia, que tan obligado le tenía, había vo- tado la cruzada de este año y disponía armada en Sicilia, pareciéndo- le empresa de todo su linaje esta en que todos sus hermanos y sobri- nos navegaban. Y diósele aviso que cargase sobre Túnez y siguiese el curso de la armada con la que aprestaba. Y luego con el vigor y presteza, que infunde la uniformidad de pareceres. Martes á quince de Julio, tendiendo las velas al viento, que pareció aprobaba la reso- lución tomada, soplando favorable contra el Mediodía, salió la arma- da toda del puerto de Caller: y Jueves á 17 descubrió la tierra de África y cabos sobresalientes de Túnez y sus montañas vecinas.

9 Envióse el Almirante General de la armada á reconocer una pequeña isla y algunas naves que se descubrían, con orden de volver con relación exacta de lo que hallase de disposición para desembar- car el ejército. El Almirante, interpretando á su antojo la orden, y extendiéndole, se apoderó de las naves, dos de moros, que se halla- ron vacías, y otras de mercaderes. Y saltando en tierra y ocupándo- la, envió el aviso al Rey, pidiéndole socorro para mantener el puesto Aunque desagradó generalmente á todos el exceso, metido en Con- sejo de Guerra, pareció seguirse, sucedido 3'a. Y habiéndosele envia- do socorro pronto de ballesteros diestros, al romper el alba del dia siguiente, arrimándose á tierra las naves, comenzaron todos á saltar en ella lo más armados que podían 3^ á toda prisa; porque se descu- brían cerca no pocas tropas de moros, infantes y caballos que, aunque se ostentaron, no se atrevieron en fin á lograr la ventaja y buena ocasión del desembarco, tan expuesto á confusión y desorden instan- do el enemigo.

10 De aquel puesto, por haberle hallado falto de agua, aunque se había ocupado y armado tiendas, pasó el ejército puesto en batalla á un valle debajo de las ruinas de la antigua y memorable ciudad de Cartago. En este valle se socorrió algún tanto la necesidad pjr ha-

EL REY D. TEOBALDO II. 36I

berle hallado al<>-unos pozos que los naturales habían abierto para re- gar sus heredades. En las ruinas de Cartago había un peíjueño [)ue- blo murado y con alguna guarnición, y acometiéndole de mano ar- mada por más que apresuraron á socorrerle gruesas tropas berberis- cas de infantes y caballos, saliendo á su encuentro el ejército cristiano puesto en batalla, aseguraron á los asaltadores que á escala vista se le llevaron: y sin pérdida más que de un soldado se degollaron dos- cientos moros, fuera de otros que, retirándose á cuebas subterráneas, perecieron á fuego y humo que se les introdujo. Este puesto pareció guarnecer, así por la comodidad y cercanía del puerto como para cuartel más seguro de las mujeres que seguían á sus maridos cruza- dos y retirada de heridos y de enfermos. Y delante de él y casi en tor- no se formaron muy dilatadamente los reales, divididos por cuarteles según las naciones y príncipes que las traían á su conducta, y se tiró un gran foso que los ceñía á todos: y se echó bando general que ninguno saliese de los reales por su antojo y sin que se moviese su bandera y con orden de sus cabos: pena de que al que así saliese, ninguno de los de su cuartel ni los cercanos saliesen á socorrerle por más que pidiese socorro, retirándose á los reales. Lo cual se orde- nó para estorbar muchas y perniciosas lozanías de mancebos cristia- nos muy ardientes, que por ostentar valor y señalarse, en especial noveles, que suelen adolecer más de ese vicio, salían por su antojo á provocar á los moros. Los cuales, aunque respondían á la provoca- ción, igualándose al parecer al número, siempre era con doblez y ventaja, echando por los costados secretamente tropillas pequeñas de caballos, que ciñesen á los incautos, sin respeto alguno al pundonor y con sola sed de sangre cristiana. De que se seguía turbarse los reales en tumulto cada momento.

II Aguardábase en los reales alguna novedad del Rey moro de Túnez. Pero el efecto de esta guerra acreditó de justo el recelo ge- neral de Europa, de que con africanos nunca se contrata sin riesgo de doblez y fraude. Porque, teniendo ya en su casa y á su disposición un ejército floridísimo que le asegurase, no solo en los intentos tan- tas veces significados con legacías, sino también en su Corona, más segura en el poder y asistencia de los príncipes de Europa, valedores ciertos, en especial en causa de Religión, y con sola la estrechura del Mediterráneo en medio, que en la quebradiza de sus mismos natu- rales, entre los cuales no dura la corona más que hasta la ocasión de arrebatársela al que la tiene, no solo no se aprovechó de la ocasión; sino que con fuerzas y fraudes hizo vivísimos esfuerzos de resistencia y de acabar con la cristiandad, que venía armada á ayudarle, ase- gurarle y aumentarle la Corona. Y juntando todas las fuerzas de su Reino y varios príncipes de su dependencia y tributo y otros que llamó á su sueldo, puso en campaña un poderosísimo ejército, y ma- yor que el nuestro en el número, con que le vieron algunas veces cu- brir la campaña toda desde nuestros reales hasta cerca de la ciudad de Túnez por espacio como de diez millas de tierra.

12 En cuanto podemos entender, aquel Re}' pagano con la aso-

302 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. Vi.

nada ruidosa de la cruzada que se iba disponiendo por Europa, quiso ganar para todo trance con apariencias de piedad al rey S. Luis, que se publicaba cabeza de ella; porque le perdonase la guerra como amigo secretamente confederado en seguir los progresos que en otra parte consiguiese la guerra. Y si así fué, como parece cierto, con las mismas trazas con que quiso alejar la guerra de su casa, la llamó á ella. ¡Tales son á veces los consejos y trazas de los hombres.! Nuevo indicio de su perfidia y de cuan lejos estaba de ayudar á la causa cristiana descubrieron dos soldados catalanes que, huyendo de los reales de los moros, pasaron á los nuestros y aseguraron que el Rey de Túnez había hecho poner en prisiones á todos los soldados cristianos que tenía á su sueldo, publicando les había de cortar á to- dos las cabezas si el ejército cristiano se arrimaba á Túnez, y les da- ría libertad si, retirándose, desistiesen de la empresa: faltando á la buena de haber sido admitidos á sueldo como soldados y hacién- dolos por fuerza rehenes de su seguridad, con que necesitar á desis- tir á los príncipes que había no dudosamente convidado.

13 Iban enconándose cada dia más los ánimos de una y otra par- te: de los nuestros por la perfidia descubierta: de los moros, por los fosos y obras con que se guarnecían los reales con indicio manifiesto de empresa muy de propósito tomada. Con que apenas se pasaba dia en que no saliesen tropas gruesas de á pie y bandas de caballos á dar en los trabajadores y perturbar con gran tumulto los reales. Un día en especial se armó disposición de batalla justa, aunque errándose mu- cho de una y otra parte, y de entrambas por causa muy semejante, y fué sobrada confianza de unos y otros. El Rey de Túnez había de- nunciado en público que el dia siguiente saldría con todas sus fuerzas en busca de los cristianos para darles batalla. Su temeridad en des- cubrir designio que pensaba ejecutar igualó la nuestra con el despre- cio de aquella voz que, habiéndose publicado, se despreció como fá- bula. El bárbaro ejecutó lo ofrecido, y al romper el alba se descubrió, cubriendo la campaña de escuadrones en forma de cuñas, y arrojan- do por ambos costados innumerables batallones, y tan extendida- mente, que tocaron cerca de la mar y de nuestras naves, donde se tenían los bastimentos. Y aunque los guardias sobresalientes tocaron reciamente al arma y el rey S. Luis, á cuyo cuartel se tocó más á prisa, salió á campo con su batalla y los demás príncipes hicieron lo mismo, no fué con aquella presteza que trae el caso pensado y creí- do. Y aunque fué muy breve la tardanza, y solo en ordenarse para salir, fué la que bastó para que el Conde de Artois, Roberto, que se hallaba hacia la marina con un buen trozo de caballería, no se em- peñase, aunque lo deseó, en cortar una ala de la del enemigo: y la que bastó para que el Rey moro tocase á prisa á retirada con la ufa- nía de haber buscado tan cerca de sus estancias á los cristianos. Ni el rey S. Luis resolvió cargarle en la retirada; porque desde el prin- cipio se le conoció el dictamen, de que por no empeñar en muy du- dosos riesgos la salud de tantos príncipes como había movido su au- toridad y ejemplo, se debían aguardar las fuerzas del Rey de Sicilia,

REY TEOBALDO 11. 363

Carlos, su hermano, que por días se esperaba, y no arrojar á suerte dudosa del dado tan grande resto tan lejos de casa y donde no se podía reparar. Con que los moros ejecutaron la retirada con solo un ligero descalabro, que les dieron treinta caballos nuestros, rompiendo y poniendo en fuga mucho mayor tropa de moros y matando trece: que fué indicio de lo que se pudo esperar. Pero estorbólo el siempre fatal desprecio del enemigo y el descuido nacido de so])rada confian- za, de que no se atrevería á salir á campaña y acercarse: pecando contra la razón clara y las frecuentes experiencias, que dictan impor- ta mi^s que el cuidado sobre que no falte; porque en la sobra solo hay una pequeña incomodidad presente: en la falta, daño grave é irreparable, y á veces no concluir la guerra que se pudo con un lan- ce bien logrado y prevenido con la vigilancia.

^. IIl.

muy pocos dias que faltó el ejército en tierra de África,

14 / \ se comenzó á sentir en él grave enfermedad, ó por pe- .nuria ó mala calidad del agua dulce, ó por inmutación

de los alimentos estragados de los aires de la mar, ardor'Jnmodera- do del clima de África para cuerpos europeos, y lo que se tuvo creído por destemplanza irregular de constelación celeste. Y cundió de fuerte en poco tiempo, que no solo corría por el vulgo de los soldados en gran número, sino que se cebó también en muchos de los prínci- pes y cabezas de él, á quienes no suelealcanzar tanto la incomodidad de los víveres. A tres de Agosto murió retirado á su nave para curar- se, Juan, Conde de Nivers, hijo del Rey. Cuatro dias después el Car- denal Legado, Simón, substituyendo en su cargo á un religioso del Orden de Predicadores, no sin muchas controversias sobre si pudo el legado subdelegar entre jurisconsultos disputadores, que ni entre las armas y enfermedad faltaron, cuando había más necesidad de que disputasen los médicos. De Filipo, primogénito del Rey, se apoderó una recia fiebre cuartana, que le debilitaba mucho. Y al mismo Rey, su padre, fatigaba mucho una disentería. Con que en no poca parte hubieron de substituir en sus cuidados, fuera de los propios, su yerno, el rey D. Teobaldo, su sobrino el Conde de Artois, Roberto, Juan, primogénito de Bretaña, y algunos otros príncipes á quienes perdonó la enfermedad. Y en este común trabajo se señaló mucho y ganó gran crédito en los reales el rey D. Teobaldo por la beneficencia insigne y suma liberalidad en socorrer á todos los necesitados.

15 Peleábase á un mismo tiempo en los reales cristianos, dentro con la enfermedad, fuera con los rebatos de los paganos, quienes sabe- dores de la enfermedad, los arreciaban y con gran frecuencia. Aunque también á ellos tocó la enfermedad. Pero tenían más prontos, como en casa, los remedios 3dos reclutas para substituir sanos por enfermos. A los nuestros faltaba uno y otro, que suplía el valor, mantenienoo el crédito de las armas cristianas mientras llegaba el rey Carlos de

364 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP, VI.

Sicilia, á quien con nueva razón se aguardaba ya por la multitud de los enfermos y los que morían. Y fué el sustentar el crédito de las banderas cristianas con una ventaja reconocida por los mismos pa- ganos. Porque, aunque eran muy frecuentes sus arremetidas contra nuestras guardias sobresalientes, y luego prontas las retiradas para cebar y sacar muy afuera algunos pocos mancebos nuestros sobrada- mente ardientes, sobre los cuales revolvían luego con los caballos y los ceñían y mataban: en engrosando algún tanto cualquiera peque- ña tropa nuestra hasta en número de ciento ó doscientos, escapaban al punto en fuga deshecha, y no parecían más hasta descuidar á los nuestros con la tardanza, por muy excesivo que fuese el número de ellos.

16 Agrávase en el entretanto y por dias la enfermedad del Santo Rey, y en tanto grado, que le puso al cabo. Y reconociendo el peli- gro, se armó con las armas de caballero cristiano, los Santos Sacra- mentos de la Iglesia. Y tan en y sin la desgracia frecuente en prín- cipes de dárseles tarde el desengaño ó de tomarle ellos por el inmo- derado amor de la vida y de lo mucho que con ella dejan, que res- pondió fiel y puntualmente á todas las oracionesy rogativas sagradas que en aquellos actos se acostumbran, aun á las de la Unción postri- mera. Y aunque por toda su vida había dado muy lucidos ejemplos de santidad, como antorcha que se acaba, dio entonces más vivas y vigorosas llamaradas. Hízose echar en un estradillo cubierto de ce- niza sembrada en forma de cruz para morir en la que vivió siempre y traía en la sobrevista de su empresa presente: y en presencia de todos los príncipes dio á su primogénito Filipo los admirables docu- mentos de reinar como príncipe cristiano que, barruntando ya cerca- no su acabamiento, le dejó escritos de su mano en lengua francesa como en testamento, y escritos, por no fiarlos de la memoria, que se pueden ver en el Señor de Jonvilla, Guillermo Nangio. Y entrando en la agonía y desfalleciendo la voz, la esforzó varias veces para en- cargar que en todo caso le dispusiese la predicación del Evangelio en todo el reino de Túnez. Plaqueando aún más la voz, y tanto, que no se percibían las palabras, sino arrimando mucho el oído, cuanto se percibió del débil murmurio, todo fué sin interrupción alguna in- vocación de varios santos, y muchas veces repetida la de S. Dionisio, Patrón del reino de Francia, y la de Santiago Apóstol, Patrón de Es- paña. Por padre y madre parece que le venía como hereditaria la de- voción particular á tales Patronos. Y fué con una singularidad que se observó, y dio mucho qué pensar. Y fué: que cada vez que repetía la oración de S. Dionisio esforzaba mucho la voz en las últimas pala- bríis de ella, en que se pide á Dios despreciar las prosperidades del mundo y no conturbarse con sus adversidades. En la de Santiago era siempre el esfuerzo y aliento de la voz en las palabras primeras: Sed, Seíior, saiitiñcador y custodio de vuestro pueblo: como si en unas y otras hiciera la fuerza singular su espíritu. En los últimos alientos de su vida cifró y dejó dibujados los cuidados de toda ella, desprecio de toda prosperidad mundana, fortaleza imperturbable en

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las pruebas mayores en la adversidad, celo ardiente de la santidad y defensa del pueblo que le encomendcj Dios, y á quien miraba rodea- do de bárbaros mahometanos, é invocando al santo sin<:(ularmente guerreador contra ellos, lintre estos piadosos actos, clavando los ojos en el Cielo, como quien enderezaba á él su espíritu, dio el alma á Dios el dia 25 de Agosto de este año 1270 al punto de mediodía.

17 ¡¡¡Príncipe por cierto digno de tal muerte, lejos del Palacio, le- jos del regalo y las delicias, en un pabellón de campaña, guerreando por la Religión y arrojando en causa de ella no solo su patrimonio y rentas de su Corona, sino su linaje todo, hijos, hermanos, yerno, so- brinos, sin reparar en el riesgo de la sucesión, primer cuidado de los soberanos, por dar la salud del alma y ser padrino de un bárbaro que, habiendo llamado para su mayor bien, le resistió armado cuando se le llevaba!!! Rodeando sulecho cristianamente humilde y cenicien- to tantos príncipes guerreros, que aún al asistirle armados por los fre- cuentes é inciertos rebatos de la morisma, luchaban con el dolor y lágrimas: reprimiéndolas por no agravar el desconsuelo del que sa- bían se condolía más de la pena que causaba á los suyos, que lo que se dolía de su mal, y que en viéndole difunto y en estado en que no se le dañaban sus lágrimas, prorrumpieron en ellas y se rindie- ron á la fuerza de la humanidad, corriendo el llanto tan generalmen- te, que no hubo alguno en los reales tan dilatados que no le llorase como á padre de todos y de cada particular.

CAPITULO VIL

I, Llhgada de Carlos de Anjou, Rey de Sicilia, A Túnez con en armada. II. Batalla

CON LOS INFIELES Y VICTORIA DE LOS CRISTIANOS. III. SEGUNDA BATaLLA Y VICTORIA COMPLETA

IV. Treguas con los infieles, v. Vuelve á Sicilia la armada cristiana, vi. Muerte y testamen- |to del rey D. Teobaldo' Vil. Su elogio y muerte de la Reina de Navarra. Doña Isabel.

j^ ^omo si el alma del rey S. Luis hubiera salido del cuer- ^so I te po solo en busca de la armada de su hermano para apresu- ^.^__^''rar su llegada, que mucho había solicitado por cartas, porque no faltase á la causa de la un solo pariente que le restaba, se observó en los reales que, no solo el mismo dia sino á la misma hora en que espiró el Rey se comenzó á divisar entrando en el puer- to de Túnez la armada bien numerosa del rey Carlos de Siciha, su hermano. Pero ignorándolo que pasaba, entró la armada con todas las demostraciones de festejo y alegría, ondeando por el viento mu- chas flámulas y gallardetes de seda de diversos colores y resonando por la playa y costas vecinas gran copia de clarines. ¡Agradable ex- pectácuio para otro tiempo!

2 Pero saltando en tierra Carlos, y reconociendo que los sem- blantes de los que se arrojal^an de los reales no salían á la alegría

366 LIBRO XX( DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VII.

provocada y causas de ella, y que ninguno de los príncipes sus parien- tes se salía á recibir, barruntó algún mal. Y corriendo á la tienda del Rey, su hermano, le topó difunto, y tan recientemente, que halló el cuerpo caliente todavía. Nueva causa de dolor por tan breve tiempo no haber alcanzado el consuelo siquiera de la ultima despedida ni ha- bérsele dado al moribundo con su llegada y vista. Y suspendido por breve rato, sin duda en la contemplación de los heroicos actos de su vida y con admiración de que á varones tales alcance también la muerte, arrojándose por tierra, le adoró como á santo Y como de tal impetró por gran don del primogénito Filipo, su sobrino, que se acla- mó por sucesor de la Corona de Francia y Gobierno del supremo bastón de aquella empresa, las entrañas y carne menos sólida del cuerpo que con ciertos baños se desprendió de los huesos para lle- varlas como reliquias á su reino de Sicilia, donde en la Iglesia Cate- dral de Monreal, junto á Palermo, las colocó de vuelta con gran ve- neración y pompa, que los huesos se debían á S. Dionís de París por elección del difunto. Pero corrigiendo á prisa los semblan- tes tristes y esforzando en ellos, sino alegría, vigor por infundirle al ejército y repararle de la tristeza y caimiento de ánimo que había causado la desgracia, los tres re3^es y demás príncipes y cabos de mayor autoridad, juntándose á Consejo de Guerra para tratar de có- mo se había de llevar, resolvieron uniformes hacérsela de más ar- diente hostilidad al Rey de Túnez, irritados de nuevo de la pérdida de tal Rey y costa que les había hecho la burla de su llamamiento infiel, y cargándole más crudamente con la guerra que había querido alejar con doblez y fingimiento. Y el rey Carlos se acuarteló luego algo distante de los reales mayores hacia la marina y estrechura por donde se comunica el mar con el estanque ó laguna grande de Túnez que llaman Estaño: ó para señalarse más con su gente dividida, ó pa- ra poner espanto á los bárbaros con la amplitud y ensanche de los reales.

§. II.

legó muy á prisa al Rey de Túnez la noticia de la muerte del Rey S. Luis; que lo que se lloraba por todos los reales I mal se podía disimular. E imaginando al ejército muy desanimado con su falta, y queriendo pulsar las nuevas fuerzas traídas de Sicilia, que le pareció no ser tantas como las que había consumido la enfermedad, hizo un dia semblante de salir á pelear sin ánimo de llegar á eso sino solo de explorar. Aguardó dia en que co- rría sobremanera recio un aire de Mediodía, frecuente en especial en el estío en aquella región: y arrojó delante una mediana banda de ca- ballos con orden de acercarse mucho 3' trabar escaramuza con una guardia sobresaliente de cristianos: teniendo al mismo tiempo escon- didas en unos olivares que caían al costado derecho de los nuestros gruesísimas tropas de caballería. Halláronse aquel dia en la guardia

REY D, TEOBALDO II. 367

llugón de Bauceyo y Guidón, su hermano, caballeros nobles, valien- tes y ejercitados, y algunos otros soldados del mismo valor que, irri- tados del atrevimiento de los moros con tan moderado número, pre- valeciendo la sol:)rada fog-osid.id francesa á los desengaños pasados, y mirando más á la frente que al costado, salieron impetuosamente contra ellos: y echándolos del campo, se empeñaron con demasía en seguirlos. Y á ese tiempo descubriéndose los de la emboscada del olivar, corrieron á toda prisa á ganarles la retirada, y les cortaron el paso de ella, ciñéndolos en torno entre muchos millares de moros. Y aunque vendieron muy caras las vidas, los mataron á todos. De uno en especial decían después los moros que, derribado del caballo y desjarretadas ambas piernas, estribando en las rodillas, peleó de suer- te que mató algunos antes que le pudiesen acabar.

4 Tocóse vivísima arma por los reales todos y los Reyes, que de- seaban con grande ansia la ocasión de pelear, y la tuvieron por cier- ta, viendo tender muy dilatadamente sus haces á los moros, sacaron con gran presteza de los reales sus gentes divididas con las señas y divisas de cada una, llevando el rey Filipo de Francia la batalla de enmedio; su cuñado el rey D. Teobaldo de Navarra, el cuerno dere- cho contra el olivar; el Rey de Sicilia, Carlos, el cuerno siniestro ha- cia el Estaño, que le caía á mano izquierda, de suerte que no le pudie- sen acometer por aquel costado. Y con marcha muy pronta y en toda buena ordenanza se afrontaron con los bárbaros; aunque no sin gran trabajo. Porque el viento recio y vehemente daba de rostro á los cris- tianos, levantando mucho polvo del suelo, todo por allí arenoso, y dando con él en los ojos de los nuestros.

5 Y esta incomodidad, de suyo tan pesada y natural, la agravó mucho el sagaz pagano con la industria. Porque, como quien esco- gió el dia, había salido con gran multitud de gastadores proveídos de palas con que incesantemente levantaban nubes de arena al aire, que hería con ellas los ojos de los nuestros con tan espesos remolinos de polvareda, que los cegaban y dudosamente conocían los camara- das y compañeros de hilera. Tuvieron por cierto los Reyes que los bárbaros arremeterían luego, logrando tan gran ventaja. Y recono- ciendo en la retirada riesgo de descomponerse con la confusión de la gran polvareda, que absolvía no poco del empacho, ó por lo menos mengua de honor de las banderas cristianas si se retiraban después de afrontadas con el enemigo, en especial si él las seguía algún tanto, que parecía cierto, resolvieron avisándose por corredores prontos, estarse inmobles con los escuadrones en batalla, resueltos á hacer muralla de sus caballos y cuerpos con que detener la furia de los bár- baros y herir ciegamente á los que sintiesen mezclarse con ellos. Y de hecho persistieron inmóviles no poca parte del dia.

6 Pero el pagano, que con menos fatiga del viento y polvo que le daban de espaldas reconoció el ejercito cristiano por varias partes y descubrió en él la fortaleza y buena ordenanza de los batallones y escuadrones, la variedad de señas y divisas de las naciones, ondeando al viento, que á veces las revolvía á las astas de que pendían^ y á ve-

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ees las desplegaba, y entre las nubes de polvo á ratos, como relám- pagos breves el resplandor de las ñnas y lucientes armas y de los es- cudos contra])uestos al sol que la necesidad obligaba á tener levan- tados para defender los ojos y respiración contra el viento y polvo contra enemigos conjurados por los bárbaros, y que la persistencia tanto tiempo en el afán argüía un restadísimo tesón y coraje de pelear, concibió tan gran pavor que, no atreviéndose á mezclar de batalla y malogrando tan ventajosa ocasión de darla, tocóá recoger sus tro- pas á los reales, que tenía no muy distantes. Y los Reyes, que ya con menos polvo por haberse retirado los de las palas, le vieron entraba en ellos, con buen orden retiraban las suyas, combatidos de contra- rios afectos, coraje por haberse frustrado el dia y algún consuelo por haberle obligado al enemigo á confesar su miedo, no habiéndose atrevido á pelear con tan gran ventaja.

7 Esto mismo parece comenzó á quemar al bárbaro, después de pasado el horror que le causó la vista y semblante del ejército: ora fuese que él por mismo lo ponderó: ora que se lo hubiesen adverti- do algunos de los régulos de su obediencia y sueldo. Y por recobrar el crédito perdido, resolvió venir á batalla. Y juntando una innume- rable multitud de combatientes, salió á darla derramando extendida- mente sus tropas en la campaña intermedia entre sus reales y los nuestros, que distaban entre cuatro millas ó una legua grande. Sa- lieron los Reyes con grande alegría á recibirlos, llevando la misma forma de batalla que la vez pasada. Y al quererse encontrar, arroja- ron los moros y árabes horrenda vocería envuelta en el ruido de mu- chas trompetas, añafiles y adufes de descomunal grandeza, todo á su usanza, para poner espanto. Ninguno causaron á los cristianos, que despreciaron la hazañería, y sabían no está el valor en hacer mucho ruido. Y como llevaban el coraje represado de muchos dias, arrojaron todo el raudal de él con tanto denuedo y braveza, que luego comen- zaron á flaquear los escuadrones paganos y á hacer retiradas, en que volvían á componerse y hacer rostro; pero no cerca ni con tesón de mantener el suelo que pLsaban, y queriendo reducir la batalla toda al uso de armas arrojadizas, saetas, lanzas, dardos. Y aunque de parte de los cristianos había buena copia de tiradores diestros, y se les res- pondía con nubadas semejantes, era con dolor, de que la fugacidad de los bárbaros burlase el encuentro recio y que se llegase á los bo- tes de lanzas y golpes délas espadas en que eran superiores, además del valor y destreza por el uso y ejercicio, también por las recias ar- maduras de defensa que llevaban. Y aunque al pararlos paganos, los cristianos escuadronados y sin descomponerse, hacían prontas y fuer- tes arremetidas, atropellando y echando por tierra cuantos alcanza- ban, y como creciente de mar iban inundando la campaña y ense- ñoreándose de ella dilatadamente por todas partes, no era con tanta sangre como había menester su sed para satisfacerse.

8 Pero ayudó mucho á que el estrago fuese mayor una estratage- ma tomada de los mismos moros, de que se valió el rey Carlos de Si- cilia. El cual, habiendo con la vanguardia del cuerno izquierdo há-

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cia el Estaño llevado, retirándose á los moros por casi una milla, te- niendo de ante mano instruidos á los suyos, comenzó á fin<:(ir lenta- mente alguna remisión y flaqueza en pelear para cebar á los bárba- ros y empeñarlos, dejándose cargar hasta meterlos tan adentro que, cuando quisiesen retirarse, los escuadrones cristianos que le caían á mano derecha los pudiesen apretar y detener de aquel costado. Su- cedióle como lo había pensado. Porque los moros, sintiendo la re- misión de pelear, revolvieron sobre él, ya muy recobrados, y recono- ciendo que la misma resistencia de los cristianos era muy floja y dé- bil, y perdiendo por momentos del caiT)po que antes habían ganado, interpretándolo á desaliento de ánimos ó cansancio de los caballos por el peso mayor de las armas, y que sería grande gloria suya que cuanto se había perdido de campo por todas las demás frentes de su ejército ellos habían compensado por su parte y entrar en sus reales, blasonando haberse llevado de calle uno de los cuernos del ejército cristiano, renovando la algazara y vocería de avances, arremetieron con grandísimo ímpetu á los cristianos, que ya más francamente iban largando la campaña; y aunque á veces hacían rostro, parecía era más para mantener de alguna manera la honra que con esperanza de vencer.

9 De esta suerte, habiéndolos empeñado hasta bien adentro, hizo Carlos á los suyos la seña concertada de revolver. Y ellos, como si arrancaran fogosos el valor que habían tenido cerrado en vainas, re- volvieron con tan bizarro aliento y encuentro tan impetuoso, que rompieron los escuadrones délos moros y los llevaron con fuga des- tiecha, atropellando por la campaña, y con tanta apresuración, que Tiuchos de ellos tomaron la carrera, metiéndose por el Estaño, que ísperaron esguazar por cerca de las orillas; pero, dando en vados in- ieles y profundos, perecieron anegados. No fué mejor la fortuna de os que por declinar aquel riesgo tomaron la fuga por tierra hacia ;us reales. Habían los moros no lejos de ellos abierto muchas y pro- fundas fosas y pozos, ó buscando agua dulce, de que también pade- :ían penuria, á lo que más se creía para que los cristianos, empéña- los en algún alcance, se precipitasen en ellas, ignorando la disposi- :ióa del terreno. Y ahora ellos mismos cayeron en el lazo que habían ;rmado. Porque con el miedoy turbación grandedel alcance quemuy sangrientamente se seguía, y ofuscados con el viento y polvo que hu- y^endo les daba de cara, aunque mucho menor que la vez pasada, Dcrdieron del todo el tino de las torceduras para declinar el riesgo: y ropas enteras, confusas y arremolinadas, se precipitaron en los fosos, ■evolviéndose y oprimiéndose en ellos hombres, armas y caballos: y ivisando con su ruina el riesgo á los cristianos para declinarle. De is'.a suerte, avanzando por todas las frentes las batallas de los Reyes, icabaron de arrojar á los bárbaros de toda la campaña y obligaron á :errarse dentro de sus reales. Y habiéndose detenido cerca de ellos ilgún tiempo con los escuadrones en batalla, dando en rostro á los bárbaros con su fuga y encierro, y asegurando álos que recogían los lespojos del campo, dieron la vuelta á sus cuarteles, más alegres, T0.M0 IV. 24

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aunque no satisfechos; sin embargo que murieron á hierro aquel dia tres mil mahometanos, fuera de la multitud grande de los anegados , en el Estaño y despeñados en los fosos.

§. III.

6on la cercanía de los reales paganos mejor reconoci- disposición del Estaño, tocando ala parte más orien- tal de ellos, se advirtió una comodidad grande que se debía quitaral enemigo: y se pudo desde el principio. Y era; quitar- le el uso del Estaño, por el cual conducía desde la ciudad de Túnez hasta el real con toda comodidad los víveres recientes por dias y por horas. En lo cual, fuera de la ventaja de portear por el agua, sufrido- ra de grandes cargas y á poca costa, le obligaban á rodeo grande y por arenales á veces en que se fatigaban mucho las bestias de carga; pues, habiendo atravesado por tierra igual distancia que la que corre el Estaño desde Túnez hacia el Occidente, habían de torcer después hacia el Septentrión trecho grande para tocar en los reales los que con- dujesen los víveres. Con este designio cargó toda la fuerza de los reales cristianos en fabricará grande prisa galerillas pequeñas que, movidas con artificio de ruedas, se metieron en el Estaño, bien pre- venidas de remos y armadas de muchos y diestros tiradores que, co- rriendo todo aquel gran largo, le despejaron en breve de las embar- caciones enemigas, ganando muchas y en ellas bastimentos recientes y de mejor calidad que los de nuestros reales, y echando á fondo otras que intentaban resistencia: poniendo mucho terror á la ciudad de Túnez, que miraba desde sus murallas los asaltos que se hacían muy cerca de ellas á veces. La cual fué otra nueva y no pequeña uti- lidad. Y aún se comenzó á fabricar por los nuestros un pequeño cas- tillo movedizo, formado de maderos gruesos que arrimar á la margen del Estaño por parte que incomodaba mucho al enemigo. Pero no hubo tiempo ni necesidad de acabarle.

II Siguióse el efecto, previsto y pretendido. Y" en los reales pa- ganos comenzóse á sentir luego grande carestía de bastimentos y la queja que siempre acompaña al hambre. Y el Rey de Túnez, viendo que no podía mantener los reales, sino que los había de abandonar y mover hasta muy cerca de Túnez: y que, cargándole los cristianos, habían de apretar á un mismo tiempo por hambre al ejército y la ciu- dad, con consulta y parecer de sus régulos, sátrapas y cabos de más experiencia resolvió hacer el último esfuerzo y echar el resto de su poder juntando y aprestando cuantas fuerzas pudo, viniendo á batalla más constante y duradera: fiando también en que el ejército cristiano estaba notablemente atenuado con el contagio de la enfermedad, que cada dia cundía más, y que su ejército excedía con gran ventaja en el número. Llegóse á entender en los reales cristianos esta resolución y causó gozo y juntamente cuidado. Era el gozo, porque parecía que aquella batalla había de concluir la guerra, en que no se podía durar

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más tiempo por la infección del aire y multitud de enfermos de que estaban líenoslos reales. Daba cuidaio, el persuadirse que el enemi- go, tantas veces golpeado y escarmentado, no vendría á batalla sino

; fiando en alguna oculta estratagema que turbase mucho nuestro ejér- cito en la instancia misma de la batalla. Y con muy acertada provi- dencia, dieron en recelar sería sin duda que, sobrándf le gente para todo, arrojase gruesas tropas por los olivares que se dilatan mucho hacia el Occidente; y con rodeo grande, por no topar con el cuerno derecho que llevaba con su gente el rey D. Teobaldo, asaltar repen- tinamente los reales cristianos, donde estaban la reina Doña Isabel,

1 mujer del rey Filipo de Francia y otras muchas Princesas, y hallán- dolos con menos defensa, ganarlos, ó cuando menos turbarlos tanto, que los Reyes porfuerza se viesen obligados á dejar la batalla comen- zada ó desmembrar el ejército para recobrar ó mantener los reales. Lances ambos peligrosísimos. Con que resolvieron uniformes que, aunque el ejército estaba muy gastado por la multitud grande de muertos y enfermos, y aunque faltasen los que corrían el Estaño, convenía mucho más que los reales quedasen asegurados con muy firme presidio y entrar en la batalla con menos grueso de tropas, pe- ro seguras, de que ningún accidente las pudiese turbar por las espal- das: remitiendo lo demás á la causa de Dios que mantenían y á la ventaja grande de valor tantas veces reconocida por los mismos pa- ganos.

12 Y en esa conformidad y en comenzando ellos á sacar su ejér- cito á campo, dejando los Reyes en los reales á Pedro, Conde de Alenzón, hermano del rey Filipo, con muy reforzada guarnición y toda la milicia de los caballeros del Hospital de S. Juan de Jerusalén y todos los vivanderos de los cuarteles aprestados con las armas ga- nadas en los despojos, sacaron sus huestes en batallas con la misma forma que antes. Y marchando á paso lento por no gastar las fuerzas, se afrontaron con los bárbaros: conjurándose todos en el camino con restadísima resolución de dar fin y conclusión á la guerra aquel dia y encendiéndose con coraje unos á otros, y voceando era ya caso de vergüenza que aquella vil canalla y chusma agregadiza del falso Ma- homa burlase tantas veces con astucias de cobardes las armas y va- lor de tantos varones esforzados, soldados de profesión, y jurada á Dios y la gloria de las banderas cristianas señaladas con la cruz sa- crosanta, esforzando esas mismas voces los reyes, los príncipes y los cabos: y con este ardimiento cerraron tan impetuosamente é hicieron en el primer encuentro tan terrible impresión en los escuadrones mahometanos que, aunque forcejaron algún tanto más á tenerse fir- mes, conforme lo que les habían prevenido y les voceaban sus cabos, como quiera que no se aprende bien de primera vez contra la cos- tumbre de toda la vida, y venciendo la inclinación natural al apremio de la obediencia, sin poderlos detener, se volvían á sus artes antiguas de retiradas. Y los cristianos, enseñados de la experiencia, á paso muy acelerado, aunque escuadronados y sin descomponerse, embestían en ellos con viva y fugosa instancia sin darles tiempo de volverse á

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ordenar: y compitiéndose con la emulación nacional, y llevando las frentes iguales por todas partes, iban atrepellando á los moros por toda la campaña.

13 A este tiempo se descubrió que el recelo y cuidado de guar- necer mucho los reales había sido muy acertado, aunque no lo enten- dieron entonces los que peleaban. Porque, durando la batalla, sa- liendo de aquel mismo rodeo grande de los olivares, se dejaron ver algunas bandas de caballos de moros que llegaron á tocar cerca de las ruinas de los muros de la antigua Cartago: y encontrando con algunos pocos mozos del servicio de los cuarteles cristianos, que con sobrada codicia de coger algunas armas que se divisaban en la cam- paña habían salido furtivamente de los reales, los rodearon y mata- ron. Y ora sea que por relación de ellos antes de matarlos entendie- ron la firme custodia con que se tenían los realesí ora que ellos mis- mos la explorasen por sus ojos, descubriendo los frecuentes y nume- rosas guardias y el resplandor de muchas armas que sobresalían á las fortificaciones: ora que la apresurada fuga de los suyos en la ba- talla los hizo caerse de ánimo y que no se atreviesen á sacar de la espesura de los olivos el grueso mayor que escondían, en brevísimo tiempo desaparecieron todos sin intentar siquiera una arma falsa muy tumultuosa que por las espaldas retardase algún tanto á los cris- tianos el proseguir la victoria, que por momentos se declaraba más por ellos y con terrible estrago ya: no sirviendo los esfuerzos que re- petían los cabos délos moros para detenerlos y que peleasen firmes, sino de detenerlos en la fuga para que cayesen en la batalla. Hasta que, rota del todo la obediencia, todo el campo pagano se arrojó en fuga abierta y deshecha en busca de sus reales 3^ con mayor matan- za al querer entrar en ellos por la prisa y confusión con que se em- barazaban unos á otros rodando por los fosos.

14 Y los cristianos, tomando un brevísimo aliento y viendo que no se acababa la gaerra como había resuelto sino ss ganaban los reales, levantaron grandes clamores de avance exhortándose á asal- tarlos. Y ya unos batían y trastornaban las puertasyotrosarrancaban las estacadas, trayendo con las estacas al foso la tierra con que le ce- gaban; cuando los Reyes y cabos, reparando que no se descubrían de- fensores de adentro, entraron en recelo de astucia africana largar los reales francamente para revolver sobre los nuestros derramados en la presa y cargados con el peso de ella. Con que luego corrieron por todas las batallas vigorosos bandos de los Reyes para que nadie fue- se osado á extender la mano á despojo alguno hasta que se diese la señal de meter á saco los reales: y los fueron pasando escuadrona- dos y en toda buena ordenanza de batalla cuanto el embarazo de los reales lo permitía, hallándolos por todas partes no menos llenos de enfermos que los nuestros, y también de muchos heridos en los reencuentros pasados. Y divisando de lejos que el enemigo se arroja- ba fuera de los reales por la parte contraria de ellos, atravesaron todo el grueso de ellos, siguiéndolos y salieron de la otra parte á una lla- nura que ya los bárbaros habían pasado con muy apresurada carrera

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y acogídose á unas ásperas montañas que allí en frente y á poca dis- I tancia se encumbran, guarneciendo las estrechuras de entrada y su- bidas agrias con la mejor gente.

15 Paró en la llanura el ejército vencedor. Y llegó en él á consul- tarse si se arrojaría á ganar la montaña. Mas, pareciendo intolerable el trabajo del diay que, aunque le habrían podido sufrir los caballos berberiscos, ligeros de suyo y armados á la ligera, era muy dudoso lo pudiesen los nuestros con el peso de las recias armaduras y riesgo evidente de perder la jornada, tan feliz hasta allí, asaltar una monta- ña ignorada de los agresores, muy sabida de los defensores por es- trechuras cogidas de antemano y escogidas para la resistencia, y con la ventaja de arrojar peñascos en favor de los suyos peleando abajo los que ocupan las cumbres, se desistió luego de aquel destemplado pensamiento nacido déla fogosidad, siempre inmoderada de la felici- dad y victoria. Y habiéndose detenido el ejército algún tanto en la llanura provocando con los clarines y trompetas á los bárbaros, lla- mándolos como por irrisión á nueva batalla y cantando á sus ojos la victoria, se dio vuelta á los reales enemigos y la señal deseando de meterlos á saco que ejecutaron los soldados, no solo con la codicia de quienes reputaban los despojos por tan propios como el sudor y sangre con que los habían ganado; sino con estrago también de ira y venganza echando por tierra las tiendas de campaña y arrasando cuanto se levantaba sobre la tierra y parte también de las fortifica- ciones. Y pasando más adelante la ira y encrudeciéndose los ánimos con el recuerdo de que los paganos á ningún cristiano habían dado cuartel sino muerto á todos, dieron sobre los enfermos y heridos y á todos los acabaron á hierro. Pudo parecer no se acaba con la muerte el enojo. Pues porque la corrupción de tantos cuerpos muertos no inficionase más el aire, y para poner mayor terror á los bárbaros de los cadáveres de la campaña y de los cuarteles, se hicieron á trechos grandes hacinas}' rimeros, 3^ arrimándoles todo el maderaje del ser- vicio de los reales, les pegaron fuego 3' ardieron en hogueras. Cosa sobre que hicieron grandísimos llantos 3' lamentos los bárbaros que lo miraban de la montaña.

16 Kl despojo fué mu3^ rico, en especial en las tiendas de los mu- chos régulos y príncipes de la morisma, llamados para tentar el últi- mo esfuerzo. Y no fué lo menos estimable en él alguna copia de bas- timentos recientes y más sanos que el Rey de Túnez á mucha costa después de ocupado por los nuestros el Estaño había hecho condu- cir para algunos dias por templar la queja del hambre, que fué de no pequeño alivio á muchos enfermos, sin que dejase de alcanzar algo álos sanos. Y los Reyes con toda lapresay despojos asegurados 3' enviadas delante dieron la vuelta y entraron con grandes aclama- ciones en los reales cristianos, que festejaron la victoria con menos horrorosos fuegos y luminarias de toda alegría.

374 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. MI.

§• IV-

E"^sta derrota acabó de derribar de ánimo al Rey de Túnez, régulos y príncipes moros de su consejo y valía, .,*<ddándose todos por perdidos. Con que despachó á to- da prisa mensajeros á los reales cristianos pidiendo treguas, y con tales condiciones, que ellas mismas decían las había dictado la nece- sidad extrema y último ahogo. Ofrecía pagar todos los gastos hechos en la guerra al re}^ Filipo 3^ todos sus barones: pagar también al Rey de Sicilia todas las pensiones retrasadas de los años pasados, con que se había levantado el Rey de Túnez reino tributario al de Sicilia mu- chos años había: licencia franca para que se predicase en Túnez la cristiana 3^ libertad cumplida para los que la quisiesen recibir y bautizarse: y otras varias cosas, todas aseguradas con las cauciones de rehenes ú otras que pareciesen. Hubo en los reales Junta grande de Guerra de los re3^es, príncipes 3' cabos sobre la propuesta. El ejér- cito, estaba de antemano dividido en dos opiniones. Algunos eran de parecer que se pusiese luego cerco á Túnez: y ganada, se dejase en ella uno de los príncipes de la primera autoridad con muy numeroso presidio con que la pudiese mantener. Otros, 3' con ellos como en ma- teria de saco y presa pronta, todos los soldados gregarios que se lle- vase el cerco por asaltos, y ganada Túnez y saqueada, se arrasase toda sin dejar piedra sobre piedra Y á esta opinión inclinaba no po- co el rey Filipo.

18 En esta ocasión se señaló mucho la prudencia de los re3'es D, Teobaldo de Navarra y Carlos de Sicilia, que ponderaron larga- mente que uno y otro consejo eran dañosos al fin que se pretendía, y debía pretender de transportar el ejército á mejores aires y basti- mentos sanos; pues estaba tan cosumido con los muchos muer- tos y enfermos, y cada dia se consumía más con el contagio: que el cerco á la larga ó llevado por asaltos igualmente debilitarían el ejér- cito, uno lenta y el otro apresuradamente: y todo era una cuenta para un ejército, que se iba atenuando tanto, que se podía tener le suce- diese lo que al enfermo, que, sobrándole remedios, le faltaban fuerzas: que el conservarlas debía ser también el primer cuidado en el cuer- po del ejército: que al principio de la guerra y de saltar en África podía tener más uso aquel consejo; pero no habiéndoseles dado tres meses.de campaña para fortificar más 3' más á Túnez á los moros que habían experimentado sagaces y muy próvidos: que si los habían ha- llado flojos en la campaña y en retener el suelo que pisaban, detrás de muralla se hacían osados los tímidos: 3^ que también los habían hallado prontos y mu3' diestros tiradores de todas armas arrojadizas: y que esto importaba mucho para sufrir y alargar los cercos, en que no se peleaba midiendo espadas é impeliendo con los golpes y en- cuentros de los escudos, sino disparando desde las torres y muros ese linaje de armas: y que en las mismas brechas, cuando se llegasen

REY D. TEOBALDO 11. 375 '

á abrir, dando cargas y retinándose a prisa, y sucediendo otros á su usanza, habían de ensangrentar mucho los avances y asaltos: que cerco de ciudad tan populosa pedía gran dilatación de cuarteles y con ejército tan atenuado no tan firmemente guarnecidos que pu- diesen por mismos durar mucho ni ser socorridos prontamente por la distancia: y se daba lugar á que los bárbaros con la confianza de la montaña, cerca para sus retiradas, los asaltasen y maltratasen mu- cho: que Túnez arrasada á nadie aprovechaba; durando, quedaba tributaria á los cristianos y publicándose en ella el Evangelio y lográn- dose las grandes sumas ofrecidas por la tregua: que no dudaban ten- dría esa opinión valedores muchos en número, los soldados gregarios todos que, ajenos del bien público, no pensaban en otra cosa que en el saco y presa que los había de enajenar luego de las banderas; pues, en viéndose ricos, no veían la hora de huirse á sus tierras á gastar alegremente entre los suyos lo ganado y blasonar hazañas: que man- tenerse Túnez cuando se supiese ganada con tantos riesgos, dejando un príncipe de los primeros con presidio muy grueso ¿pedía la consi- deración de que tan grande había de ser el grueso con que quedase? Si mediano no más, le diesen por consumido todo dentro de un mes con el contagio que corría tres y proseguía con más fuerza y con los esfuerzos que haría toda Berbería acuestas y todos los reyes moros comarcanos, convocándose en causa de religión y mala vecin- dad, y con la seguridad de que el mar y el invierno peleaban en su favor, estorbando el ser socorridos los que allí quedasen: que si el pre- sidio había de ser extraordinariamente grande, como parecía forzoso, era desmembrar muchísimo el ejército, con que la primavera siguien- te habían de navegar á Siria y Palestina, que era el principal intento de aquella cruzada: que para cercar á Túnez se debía primero poner en consideración qué se había de hacer de los reales donde estaban. Si retenerlos al mismo tiempo que los de Túnez, era obra de dos ejér- citos llenos, cuando no tenían más que uno tan disminuido: que se acordasen del cuidado y aprieto en que los puso el dia de la última batalla el haber de dejar bien presidiados los reales por la falta de gente, no habiéndose de salir más que media legua á recibir al ene- migo: ¿qué sería tener que correr desde Túnez ádar socorro más de tres leguas, que para el ejército era jornada de un dia, en que se podía haber perdido todo antes de llegar.^ Si transportar á Túnez entera- mente los reales les parecía mejor, dejando á un lado el trasiego in- menso de tanta multitud de enfermos, ponderasen si cabía en la pru- dencia y punto de caballeros cuando pudiesen olvidar que eran reyes y príncipes soberanos, meter ala Reina de Francia y tantas princesas de tan alto estado en tantos y tan aventurados riesgos, entre una ciu- dad populosa y bien armada y una montaña cogida de ejército de bárbaros, distando entre poco más de media legua. ¿Qué arrebatos y acometimientos habían de tener mientras fortificaban los nuevos reales y tan dilatados? Que á ninguno debía retraer de aquel consejo el miedo de la fama: que el mundo era testigo que se había peleado por tres meses casi en continua batalla contra paganos muy superio-

376 LIBRO XXII. DE LOS ANALES DE N\V ARRACAP. Vil.

res en número y en las coniDdiiades déla campaña: que se había peleado contra el hambre, contra la sed, contra las influencias mis- mas inevitables de los astros, que á nadie se le imputan: que el haber persistido tanto contra ellas, corría más riesgo se atribuyese á teme- ridad que á mengua de valor: que se habían arrojado siempre los in- fieles de la campaña por tierra y agua, dándoles derrotas memora- bles, ganándoseles los reales, obligándoles á meterse por la aspereza de las montañas con torpe huida: que los dejaban tributarios y redu- cidos á pagar á los vencedores los gastos de la guerra, con que los habían vencido, rescatado la libertad del Evangelio, cautivo en las mazmorras de Túnez, apunta de lanza y filo de espada y vuelto mu}^ colmadamente por la gloria de las banderas cristianas: que si las condiciones ofrecidas por el bárbaro parecían ligeras, se le agrava- sen: que le obligasen luego á dar libertad á todos los cristianos que, andando á buena fe por su reino, había metido en calabozos desde el principio de la guerra: queá los Padres Predicadores de Santo Do- mingo que antes de ella predicaban en Túnez precariamente y á mer- ced y con la licencia costosa para el Rey, se les señalase casa é igle- sia propias, libres y aseguradas para doctrinar, mstruir y bautizar á cuantos quisiesen ser cristianos: que se aboliese el duro impuesto con que el Rey de Túnez hacía pagar la décima de cuanto llevaban á to- das las naves que tocaban en sus puertos: y que por lo menos las de los cristianos quedasen exentas de todo tributo 3' con la obligación de hacérseles buen hospedaje: que aquellas condiciones no alargaban la guerra ni los riesgos del contagio: y que creían que el Rey de Tú- nez, tan reciamente quebrantado, las admitiría luego todas: que el prudente recelo de la diminución grande del ejército persistiendo contra la peste, con que todo lo obrado y ganado se perdiese, era el quicio en que se revolvía el acierto: y que para él importaba traer an- te los ojos la calamidad del Santo Luis, de pía y honorable memoria, á quien otra pestilencia semejante á la que estaban padeciendo ha- bían ido en Siria consumiendo el ejército de suerte que quedó con llanto de toda la cristiandad derrotado y cautivo en poder de los bár- baros paganos.

19 Aunque la experiencia del rey Filipo no era mucha, el inge- nio era perspicaz para percibir y estimar los consejos mejores que se le daban, y dócil para abrazarlos, aunque él no los hubiese hallado, Y así, aunque inclinado antes á la parte contraria, asintió llenamente á los consejos de los dos Reyes, cuñado y tio, con general aprobación de los cabos, á quienes hizo gran fuerza el peso y madurez de razones en que se había fundado. Aunque para con el vulgo de los soldados no pudo evitar el rey Carlos de Sicilia alguna censura y nota de que el interés de las pensiones de Sicilia, cobraderas luego y pagaderas después, le habían tirado mucho hacia el dictamen del rey i). Teo- baldo de Navarra. Pero fué injusta y de hombres doloridos la queja en la generosidad de aquel príncipe, de antes muy conocida: y la autoridad de los reyes, príncipes y cabos la oprimió. Remitiéronse luego al Rey de Túnez las condiciones por él ofrecidas, y las de nue

REY D. TEOBALDO II. 377

vo impuestas: con denunciación de que se aparejase para la f^uerra sino kis admitía y ejecutaba luef^o todas: y que debajo de ellas se le aseguraban las treguas pedidas, y que serían por diez años. Admi- tiólas el de Túnez todas, como que en el ahdgo ase de lo que halla á mano, aunque sea punta de espada que se la hiere: haciendo la cuenta de que ganaba lo que no perdía }' cuanto le dejaban. Y así, luego pron- tamente pagó de contado y en oro una grandísima suma de los gas- tos de la guerra y pensiones retrasadas deSiciliay la mayor parte de la que se había tasado; que toda no pudo ser luego. Pero aseguróla con todas las demás condiciones á satisfacción de los vencedores.

§. V

20

os tres reyes y los príncipes de la sangre y señores gran- des que no veían la hora de dejar á África apestada, en [especial el rey Filipo, apretado de repetidas cartas

de Simón, Señor de Nigela, y el Abad de S. Dionís, dos de los tres gobernadores que el rey S. Luis dejó en su ausencia, instando en la suma de necesidad de su presencia en Francia, se embarcaron luego: y con felicísima navegación arribaron á Trápana, puerto de Sicilia, donde fueron muy festejados y regalados de su rey Carlos. Muy con- traria fué la suerte de gran parte de la armada que quedó en Túnez para la embarcación y avío de lo más embarazoso; porque, mudándo- se los vientos en medio del viaje, se levantó una borrasca tan atroz, que de las mismas naves ancoradas dentro del puerto de Trápana arrancaron algunas los embates furiosos délas olas y volvieron á me- terlas en el puerto de Túnez. Entre estas causó horror y miedo de algún encantamiento diabólico la de la persona del rey FiHpo, mayor y muy robusta, que llamaban Puerta del gozo. Porque, saliéndose á la mar como si se hubiera apoderado de la nave, y gobernarle algún maligno espíritu, sin que fuerza ni industria humánalo pudiese es- torbar, se iba derechamente á encontrar con las otras naves que ve- nían de Túnez, y maltrató algunas con el recio golpe del encuentro. Perecieron en esta tormenta diez y ocho naves cumplidas, fuera de otras embarcaciones menores, y en unas 3^ otras como cuatro mil personas de ambos sexos. Cosa que aguó no poco el gozo de las victorias pasadas.

§. VI.

No fué sola esta la desgracia de la retirada. La salud, que le duró robusta al rey D. Teobaldo de Navarra en los trabajos y riesgos de campaña de tanto afán, ardo- res destemplados de África 3^ contagio del aire, le faltó en el descan- so de Sicilia y regalo del rey Carlos, amigo 3' compañero en las ba- tallas y tio de su mujer la reina Doña Isabel. A pocos dias de haber

378 LIBRO XXII. DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VIL

aportado á Trápana, adoleció gravemente. Y reconociendo su peli- gro, con la piedad insigne que había profesado en vida, como muy cristiano y religioso Príncipe, se previno para la muerte recibiendo los Santos Sacramentos de la Iglesia: é hizo su testamento que exhi- biéramos con mucho gusto á haberle podido descubrir entero; por- que le creemos lleno de piedad y misericordia. Reconócese por algu- nos de los legados pios que duran en el cartulario magno, y el rey Filipo, su cuñado, hizo se acabasen de cumplir, teniendo la tutela de la niña reina Doña Juana, su sobrina, hija de D. Enrique.

22 Pero, aunque se ocultó á la suma diligencia del Padre Joseph Moret, no pudo esconderse á la erudición infatigable del Señor D. Fermín de Lubián, Prior, cuando esto se imprime, de la Santa Igle- sia Catedral de Pamplona. Qiiien, registrando su iglesia, vino á tro- pezar con él en uno de los cajones de la sacristía vieja, en donde es- taba como papel desechado. Así como le halló lo puso en el archivo de la misma Catedral. Y allí se ve sellado con el sello del mismo Rey y certificado por el señor 1). Sancho García de Huarte, Arcediano de S. Pedro de Osún. Y del mismo modo ha parecido ingerirlo en el cuerpo de la Historia; pues con tan precioso tesoro quedará grande- mente enriquecida: y se echará de ver con cuánta razón se lamenta- ba de su falta el autor de estos Anales. Dice así:

23 »Noiierint vniíiersi presentes litteras inspecturi, quod Nos San- »cius Garsie de Huart, Archidiaconus Sancti Petri de Oson et Offi- >cialis Pampilonensis, tenuimus, vidimus, et legimus instrumentum >publicum testamenti bone memorie Illustrissimi Domini Theobaldi »Junioris quondam Regis Nanarre sigillo eius sigillatum, in cuius or- >bita tales littere continentur: Sio-jllum Theobaldi Dei g^ratia Reo:is »Naiiarre Carapanie, et Brie Comitis Palatini: non ¿<bolitum, non »cancellatum, necin aliquasui parte uiciatum. Cuius instrumenti tenor >talis est.

24 >In nomine Sánete et indiuidue Trinitatis. Nos D. Tlieobaldo, >por la gracia de Dios, Rey de Nauarra, de Campania, é de Bria > Comíate Palatino, temos á saber á quantos esta present carta iiieren 3>que Nos estando en nuestro pleno ses.so, é en nuestra c;>mplida me »moria, maguer que enfermo del cuerpo, por remedio de nuestra Al »ma, é de las Almas de nuestros Predecessores, fazemos nuestro tes >tamento, é ordenation de nuestra postremera iiolimtat de las cosas >que pertanecen al nuestro Regno de Nauarra, é de todas sus perte »nencias en esta manera.

25 »Primerament queremos, et ordenamos, é mandamos, que to- »das nuestras deudas sean rendidas á nuestros deudores. E otrosí »que todas aquellas cosas, que nos ouiemos á tuerto, ó de mala ga- »nancia, ó por fuerea fueron presas por Nos, ó por nuestros Seriiien- »tes, ó por nuestros officiales en nuestra uo^, de las quales será cierto, »et pro'.iado en iierdat, sean rendidas á aquellos, de qui aquellos bie- »nes ouiemos. E porque esto mas ante sea complido, queremos, é ^mandamos, que nuestros Cabecaleros, los quales nombraremos de >iuso, asignent quatro buenos homiues, los quales de dos en dos en

EL REY D. TEOBALDO lí. 379

>las Tierras del nuestro auant dicto Rcgno fagan pesquissa diligel- »ment de todos nuestros tuertos, é lo que fallaren en uerdat, en- »miendenlo. E si porauentuní aiiiniere, que aquellas personas, á las »quales esta emienda se deue fazer, ó lures herederos non pareciesscn. >nin pudiessen seer trobados, Nos queremos, é ordenamos, por re- » medio de nuestra Alma, é de las Almas daquellos, de los quales fue- »ron aquoUos bienes, sean todos espendidos en ayuda de la Sancta > Tierra dultramar por aquellos hombres, los quales Nos assignaremos espender en la deuant dicta Tierra los otros nuestros bienes en >nuestro nombre, por auer la Indulgencia é complir la nuestra Ro- >mei'ia.

26 »Item mandamos en Sancta MARÍA de Pamplona noiiem li- sbrasde renda pora vn Capellán perpstual, que cante por Nos cada >dia, en el Peage, porrecebir á laSant Miguel, esto es á saber, cada >dia sex dineros, é que aya veint sueldos pora «estir, é es assaber, »que deue recebir cinquenta sueldos por la Fiesta de Sant Miguel, é >otros cinquenta sueldos por la Nadal otros cinquenta sueldos por la » Resurrection, é otros cinquenta sueldos por la Sancta Maria Mag- idalena. E queremos, que si el Capellán non se mantouiesse hones- »tament, é limpiament, é non continuasse su officio, el Rey con con- ))seyllo, é con consentimiento dell Obispo podiesse toller ad aquel, é »poner otro: eupero si el Capellán fuesse embargado de enfermedat >manifesta, podiesse meter el dicto Capellán otro en su logar, é el »no perdiesse su renda. ítem mandamiis al Conuento de la dicta >Ecclesia cient sueldos en el Peage, que fagan pitancia al dia, que ce- 3>lebraren nuestro Anniversario.

27 »Item mandamiis á la Eí'desia de Tudela cinquenta sueldos en ■s>e\ Peage de Tudela á pagar por la Sant Miguel, por partir á los Ca- >nigos, é Racioneros, é Medios Racioneros, que fueren presentes en >el Coro al dia, que celebraren nuestro Anniversario. Iten manda- 2>mns ala obra de la dicta íícclesia cincientos sueldos. ítem dessamns »veint sueldos de renda en el dicto Peage al dia, que celebraren la » Fiesta de Sancta Anua, á partir en la manera sobredicta en la Eccle- »sia antedicía.

28 »Item dessamns al Hospital de Ron^asualles decem libras en >el Peage de Ron^asualles pora una Capellanía perpetual en la ma- »nera, que es dicta del Capellán de la Ecclesia de Pamplona, é pueda s>mudar el Rey de Conseyllo del Prior al dicto Capellán por los ca- »sos sobreílicto.s del Ciipellaii de la auant dicta Ecclesia de Pamplona. »Item dessamns trecientos sueldos al dicto Hospital en el Peage de >Ron^asnalles por fer pitanca al dia, que celebraren nuestro Anni- »uersario: en tal manera que cuantos ninieren al dicto Hospital, todos >hayan cada uno tanto quanto uno de los Frayres, pan, en vino, é » carne, ó pescado fresco, si podieren fallar, ó otro, si dia de carne non »fuere. Ítem dessamns al dicto Hospital, por fer, é complir la casa, »que es compecada de partes del viuer, tres mil sueldos.

29 »Item mandamns á Sancta MARÍA de Irach, quaranta sueldos »de renda sobre los estales de la Garncieria de Stella, por fer pitanza

38o LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VII.

»al dia, que celebraren nuestro Anniuersario, al Coniiento. ítem man- ídamiis quaranta sueldos al Monasterio de Urdax en el Peage de >Ma3'a, por fer pitan(,*a al coniiento al dia, que celebraren nuestro >Anni versarlo, é que beiían vino en aquel dia. ítem mandamus á la sobrade la Ecclesia mil sueldos.

30 íltem mandamos á todos los Capellanes Beneficiados en el »nuestro Regno de Xauarra, siquier de Ecclesia, si quiere de Ración, »si quiere de Media Ración, si quiere gracieros á cada Missa Canta- »no dos sueldos, é rogamoslis, et pregamos, que cada uno cante por >nuestra Alma quatro Missas de Réquiem. Otrosi mandamus á todos »los Beneficiados del nuestro Regno Euangelisteros, Epistoleros á »cada uno doce dineros, é rogamoslis, ¿pregamos, que cada uno di- »ga por nuestra Alma sendos Psalterios.

31 ítem mandamus á todos los empsíredados, é emparedadas á »cada uno tres sueldos, que rueguen á Dios por Nos. ítem manda- »mus á todos los ciegos del nuestro Regno á cada uno doce dineros. »Item mandamus á todos los contreytos del nuestro á cada uno un asueldo. ítem mandamus á todos los Mesyellos á cada uno uu sueldo, »é esto entendemos délos que son naturales del nuestro Regno, ó jquefa^'en morada hy,

32 »ltem mandamus al Hospital deSancta MARÍA de Pamplona ísexanta sueldos pora pitanca para los Frayres, é Sórores é enfermos »daquel Logar por al primer dia> que fieeren nuestro Anniuersario »después nuestra muert, é á todos los otros Hospitales de Pamplona, á »cada uno veint sueldos: al Hospital de Velat cinquenta sueldos: al » Hospital de Sant Pedro de Stella cinquenta sueldos: á todos los otros, j Hospitales de Stella, á cada uno veint sueldos: al Hspital de Sumi- >port veint sueldos: al Hospital de Bargota quaranta sueldos: al Hos- »pital de Cogullo, trenta sueldos: á los Hospitales que son en la Puent >de la Re3ma, é en los Archos, é en Viana, é en la Guardia, é en Olit, en Sanguessa, é en Tudela, cada diez sueldos: al Hospital de »('ubiurrutia diez sueldos: al Hospital de Muniella diez sueldos: A »todos los otros Hospitales, ó se reciben Pobres en nuestro Regno, cada Hospital tres sueldos.

33 >Item á los Freires de la Trinidat de la Puent de la Reynamil ^sueldos, por fazer sus Casas. ítem á los Freyres d('s.sii misma Orden, »qui moran en Cueuas, dozientos sueldos para la obra de la Ecclesia, por fer otras casas, si fuesse feyta la Eglesia.

34 »Item á la Confrería de los sessanta de Stella ceynt, é veint >sueldos de renda en el bidinage de Stella, que tengan un Capellán, »que cante cada dia Missa en un die de Requien por nuestra Alma, j>en el otro dia de Sancta MARÍA, ó de Sant Spirit, qual más quisie- >re, por el buen estado del Rey, é de la Tierra, mayorment por buen » estado de la villa de Stella. del Pueblo, é del término: Otrossi dessa- >mus á los avant dictos Sessanta quatro libras de renda sobre el bi- >dinage de Stella, á prender por la Sant Miguel, que den á uestir, é a »cal^'ar cadanuo por la Fiesta de Todos Sanctos á trefe Pobres por » nuestra Alma.

REY D. TEOBALDO II. 38I

3^ »Item mandamus al Monasterio de Sant Saliiador de Leyre de *la Orden de Cestel cinquenta sueldos de renda en el Peaf^e de San- »gues.sa, por fer pitanza al Connentodaquel Lo<:^ar aldia, quefirieren »nuestro Anniuersario, é mil sueldos en dineros pora la obra daqueli ^Monasterio. ítem mandamus al Monasterio de laOlyua desa misma » Orden sessanta sueldos de renda en el Peage de Tudela, por fer pi- ítanca al Coniiento daquel Logar, el dia que celebraren nuestro »Anniiiersario, é mil sueldos por las vidrieras de la Ecclesia. ítem al >Monasterio de Irán cu sessanta sueldos por pitanra al Coniiento al »dia, que celebraren nuestro Anniuersario, sobre el bidinage de Ste- >lla, é mil sueldos pora la obra del Refectorio. ítem al Monasterio de >Marciella, sessanta sueldos, por fer pintanca al Conuento al dia, >que celebraren nuestro Anniuersario, en el Peage de Tudela, é dos »mil sueldos en dineros pora la obra de la Eglesia. Ítem al Monas- »terio de Tulebras sessanta sueldos por pitanza al Conuento al dia. >que celebraren nuestro Anniuersario, en el Peage de Tudela, é mil >sueldos pora la obra.

36 »Item al Monasterio de Sancta MARÍA de Salas de Stella qua- >ranta sueldos por pitanca al Conuento al dia, que celebraren nues- »tro Anniuersario, en el bidinage de Stella, é mil sueldos á la obra. »Item al Monasterio de Sancta Gracia de Pamplona sessanta sueldos »porpitanoa al Conuento al dia, que celebraren nuestro Anniuersa- >rio, en el Peage de Pamplona, é mil sueldos por crecer el Dormito- »rio: é otros mil sueldos pora comprar vherto á essanchamiento de la »casa á recreatión de las Duenuas, ó puedan ir honestament, á te- »nient del Monasterio. ítem al Monasterio de Sancta Clara de Tude- »la quaranta sueldos por pitanca al Couneuto al dia, que celebraren »nuestro Anniuersario, en el Peage de Tudela, é mil sueldos á la >obra. ítem al Monasterio de Sant Per de Ribas cinquenta sueldos »por pitanca al Conuento al dia, que celebraren nuestro Anniuersa- »rio, é en el Peage de Pamplona: é mil sueldos, por comprar renda »á la Enfermería. Ítem al Monasterio de Sancta María de la Verta de »Stella veint sueldos por pitanca al dia, que celebraren nuestro Anni- >uersario, en el bidinage de Stella, é cincientos sueldos pora la obra »Item al Monasterio de Sant Christoual cerca SantSaluadorde Leyre »diez sueldos pora pitanza al Convento al dia, que celebraren nues- »tro Anniuersario, en el Peage de Sangues.sa, é trecientos sueldos >pora la obra. Ítem al Monasterio de las Duennas de la Orden de >Ronzasualles sessanta sueldos por pitanca al Conuento al dia, que >celebraren nuestro Anniuersario, en el Peage de Sanguessa, é mil »sueldos ala obra. Ilem al Monasterio de l'eruela cient sueldos. ítem »al Monasterio de Fitero cient sueldos. ítem al Monasterio de las Duenuas de Monasterio berria cient sueldos por pitanza á la primera »uez, que fi/.ieren nuestro Aniiiversario.

37 «ítem á los Freyres Predicadores de Pamplona tres mil sueldos »á la obra, é por fer pitanca al Conuento cient sueldos. ítem dozien- >tos kafis de trigo sobre nuestra renda de Tafalla, á pagar á quatro >anuos dadauuo cinquenta kafiices, é cien coquas de vino en núes-

382 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP. VIL

»tra bodega de Olyt, á pagará quatro aniios cadaimo veint é cinquo. >!tem dessamos á los Fniyres Predicadores de Stella mil libras pora »la obra, menos de los otros veint mil sueldos, que mandamusá ellos »tomar en Campanna, é do^-ientos kali/.es de trigo sobre nuestra reñ- ida de Villatuerta, á pagar á quatro anuos cadaimo liiiquenía kafires, »á cient coquas de vino en nuestra liodega de Stella cadaimo veint é >cinquo cargas. Ítem pora edificar un Conuentode lur Orden en Tu- »dela veint mil sueldos. ítem pora edificar un Conuento de lur Urden j>en Sanguessa veint mil sueldos. ítem mandamus ácada Casa de lur »Ürden en la Prouincia de Hespaniia cient sueldos pro pitanea. ítem jal Conuento de lur Orden de Bayona cinquenta Hafices de trigo en «nuestros algorios de Pamplona. Ítem al primer Capítulo Pronincial »de Hvspannaeiipues nuestro óbito quatrocientos sueldos por dos pl- atáneas, que fagan nuestro Anniuersario. Ítem al Conuento de lur í Orden de las Doenuas de Madrit cien sueldos por pitanea. Ítem al í Conuento de las Duennas de Sant Steuan de Gormaz cient sueldos 5por pitanea.

38 »Item mandamus á los Frayres Menores de Pamplona tres mil ^sueldos á la obra de la Glesia. é cient sueldos por pitan^-a. ítem á )^los Frayres Menores de Stella dos mil sueldos á la obra de la Egle- isia, é cient sueldos por pitanea. Ítem á los Frayres Menores de Olyt >dos mil sueldos á la obra de la Glesia, é cient sueldos por pitan<^a. »Item Fratribus Menores de Sanguessa dos mil sueldos pora la obra >dc la Eglesia, é cient sueldos pro pitanza. ítem á los Frayres Meno- »res de Tudela dos mil sueldos ala obra de la Eglesia, é cien suel- ídospro pitancia. Ítem ad edificar una Casa de lur Orden en la Guar- idla quinze mil sueldos, si por licencia de la Orden fuere de la »Prouinciade Nauarra, é de Aragón. ítem por edificar una Casa de »lur Orden en Sant Johan del Pie del Puerto quin^-e mil sueldos, si >por licencia de la Orden fuere de la Prouincia de Nauarra, é de Ara- »gon. ítem al Conuento de lur Orden de Tarac^'ona do^-ientos sueldos »pro pitanea. Ítem á todos los otros Conuentos de lur Orden déla » Prouincia de Navarra, é de Aragón cada cient sueldos por pitanea. >Item al Capitulo Prouincialde Aragón de aquella misma Orden tre- scientos sueldos por dos pitaneias, que celebren nuestro Anniuersa- >rio. ítem al Conuento de Logroño de lur Orden cient sueldos pro »pitane¡a. ítem al Conuento de Victoria de lur Orden cient sueldos »por pitancia. ítem al Conuento de lur Orden de Vilforado cient ))sueldos por pitanea. ítem á cada Conuento de las Duennas de la Cr- iden de Sant Damián en la Prouincia de Aragón cient sueldos por » pitan (_'ia.

39 »Item otrosi mandamus, que todos nuestros omnies de nuestro »Regno, que á nos pechan sean quitos de la meatat del pecho, que »denen por la Sant Miguel á Nos en el primer auno de nuestro óbito: si por auentura nuestro Suceessor se touies por agrauiado de les- >sar toda esta medietat en un auno, que lis sea quita la quarta part >en el primer auno, é la otra quarta part en el segundo auno enpues »nuestro óbito. ítem quitamos pora siempre todas las Calonias, que

EL REY D. TEOBALDO II. 383

ipertanecen á Nos por Homicidio casual en todo nuestro Regno de »Nauarra. ítem queremos, é mandamos, que quantos dineros en este »nuestro testamento mandamos son, é non asssignados, onde sepreii- >|»'uan, sean demandados con testimonio de este destin á losExecuto- »res del nuestro testamento de campaima, é ellos que los paguen.

40 »Esta Carta de nuestro testament, é de nuestra postremera uo- jlontat estaule^-emos por ley de seer guardada firmament emponieiido »á los nuestros Herederos, é á nuestros Successores sub entramina- »tion del indicio de Dios, que ellos la fagan guardar inuiolablement. »E demás iii(ln«i'amoslos, é damoslos por indignos de nuestra succes- »sion, é daquesta hora en adelant les priuamos dcllii, si por feito deüos »ó por negligencia la execucion de aquest nuestro testament, é de ^nuestra postremera iiolontat fuere embargada.

4i »A todas estas aiiantditas las cosas, c á cada una dt'llas por si, »lealment, é finalment exeguir, é complir, estaubleremos nuestros ca- »be^*aleros el Obispo de Pamplona, el Prior de Ronoasiialles, U. Mar- »tin Guar^-ez de Eussa, é Frayre Benedit de la Orden de los Predica- »dores, dantes á ellos pleno poder de declarar, é de enterpretar todas »las cosas sobreditas, é cada una dellus por si de las quales, ó cerca, »ó contra esta nuestra ordenación podiesse question, nin dubdanen- »guna nacer. E si por auentura todos quatro en semble non podie- »ssen, ó non quisiessen conuenir, eiipero que tres dellos, ó dos, si mas »non fueren, fagan é enancen en complir este nuestro testamento >asin como si todos quatro fuessen.

42 »Actum x\nno Domini MCCLXX. mense Novembris apud »Portum Cartaginis in Tunicio presentes fueron, que oyeron, é uie- »ron déla boca del Rey, é fueron clamados por seer testimonia de to- adas estas cosas Fray S.vmon de Val de la Orden de los Predicadores, »é Fray re Pedro López de Sarria des.sa misma Orden, é D. Giiarcia »Martinez de Yriz, é D. Alffonso Diaz de Falces. E en estaulece- xmiento, é confirmación de todas estas cosas mandamos esta Carta jsiellar con nuestro Siello maior=In cuius rei testimonium nos prse- »dictus Officialis presentí transcripto sigillum nostrum duximus »apponendum. Datumanno Domini MCC. Septuagésimo octavo pri- >die Kalendas Febroarii= y Sigilli=

NOTA: El instrumento auténtico, de donde se ha sacado la precedente copia, so halla en

el Archivo de la Catedral de Pamplona, Arca H, nii.o 32. Es un Vidimus 6 trasunto autorizado por el Sr. D. Sancho Garcia de Huart, Oficial de Pamiilona y Arcediano de Usuu, escrito en un pergamino 0'39 m. de alto por 0'46 va. de ancho, que se conserva en buen estado, y lleva, pendien- e su sello, es decir, el del Oficial, y no el del Rey, como con manifiesta equivocación se dice en el t jmo 3.0 délos Anales de Navarra, pág. 321, edc. de Pamplona del año 1766. Dicho sello, que es circu- lar, y de 0'03 m. de diámetro, está impreso en cera con una inscripción en que, si bien están gasta- das algunas letras, todavía so iinede leer con ba?tante cliridad OFríCIALISPANPiLO....P,...S, esto es, OFFICIALIS PAMPILONEMálS, Probiblemeutola inscripción íntegra contenia + S (sigillum) OFFICIALIS PANPILONENSIS. y no má-;, pu;3 no aparece espacio para más palabras ó letras en el círculo que ca- si cierra del toüo con 1 is q:ij actujhmnte so leen.

384 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA, CAP, VIL

43 Y repartiendo muy francamente entre los señores, caballeros y soldados de su conducta en aquella guerra los despojos que le to- caron de ella, y despidiéndose de ellos con gran ternura y encomen- dando su alma á Dios por cuya había emprendido aquella jorna- da y disponía atravesar á Siria y Palestina para la primavera, espiró el rey D. Teobaldo 11 en Trápana, Viernes, el dia de las nonas de Di- ciembre, que es á cinco de él. Un Calendario ó martirologio vitria- cense sacó á cuatro. Pero del dia mismo de las nonas son muchas las memorias de Navarra: y entre ellas el capítulo del fuero que habla de los fallecimientos de los reyes. Y muriendo en el confín de uno y otro dia, cabe con verdad esa pequeña diferencia.

§. VIL

""^ué muy grande el sentimiento que hizo en su muer-

44 l^te todo el ejército de la cruzada y príncipes de ella. Gui- llermo Nangio, monje de S. Dionís de París, escritor de

aquella misma edad, y que estaba viendo lo que escribía, dice: que la muerte del rey D. Teobaldo^ mity dolorosa á todos, cortó al cuerpo de aquel ejército el mejor mienibro: porque era, después del Rey de Francia, el de mayor poder: varón señalado en consejo y para los necesitados larguísimo distribuidor de beneficios y mercedes. Mu- rió en lo más robusto de su edad hacia los treinta y uno ó treinta y dos años de ella. El Arzopispo de Toledo, D. Rodrigo, cuando acaba su obra al año 1243 llamó infancia la edad, en que dejaba á D. Teo- baldo, y su hermano menor el infante D. Pedro. Y esa edad resulta hasta las nonas de Diciembre de este año de setenta en que murió, la más robusta y de mejor sazón para varón de gran consejo y de mayor uso para las guerras de la Iglesia contra infieles. Las cuales siguió con el mismo ardor y celo que su padre y Enrique, su tio, her- mano de su abuelo. Reinó desde la muerte de su padre diez y siete años, cuatro meses y veinte y siete dias.

45 Su cuerpo, embalsamado y muy preservado por los suyos con vanas confecciones aromáticas, fué llevado á sus Estados de Francia á una con los de su suegro S. Luis y su cuñado Juan, Conde de Ni- ver. Dolorosísimo recibimiento parala viuda Reina de Navarra, Doña Isabel, tres prendas tan amadas perdidas en una solacampaña; marido, padre y hermano: llorólas con inconsolable llanto. Y aunque criada desde su niñez santísimamente en la educación de su padre, con el nuevo desengaño de la burla de las cosas del mundo, con voló de continencia viudal se entregó toda á la oración y limosnas, y al llan- to en que solo hallaba algún alivio mientras le duró la vida. Pero como no era vida para durar la de tanta amargura, faltóle muy pres- to, aún no cuatro meses y medio enteros después, muriendo en Hier, villa de la Provenza, á 17 de Abril del año siguiente 1271.

46 Fué enterrado D. Teobaldo en Pruino, villa principal de su Condado de Bría, distante catorce leguas de París, en la iglesia de

riEY TEOBaLDO II. 3^

los Padres de S. Francisco, que elidió por serles también muy devoto, y les dejaba fundado el monasterio de Sangüesa, y por el cariño á su hermano el infante D Pedro, que enterró allí. El mismo entierro se dio á la reina Doña Isabel, y le eligió por descansar de las bo- rrascas del mundo en el mismo puerto y en la compañía de su mari- do. Fué D. Teobaldo príncipe digno de más larga vida y de plumas que hubieran trabajado más en descubrir sus hechos en mucha parte ignorados.

ESCOLIOS Y ADICIONES.

Forma de gobierno en la entrada a reinar del rey D Teobaldo II

"|r """^ué D. Teobaldo II uno de los mejores reyes que I l-^tuvo Navarra, la cual pudo contar con mucha razón en-

JL tre sus mayores desgracias la poca duración de su rei- nado: y de esta pudo ser pronóstico la madurez apresurada de su jui- cio y talento para el gobierno, de que luego dio grandes muestras, y no solo en flores sino en frutos muy sazonados. Por ser de quince años, aún no bien cumplidos cuando murió el rey su padre, los ricos bombáis y los Estados del Reino determinaron, consintiéndolo él, y la r( ira Doña Margarita de Borbón, su madre, como queda visto, que h; sta cumplir veinte y un años no había de entrar á gobernar, sinc que antes bien, el Rey y el Reino habían de ser gobernados por 1' amo ó ayo y doce consejeros escogidos entre los ricos hom- bres: > después de todo eso vemos que ya el Rey gobernaba por á lo.s iez y seis años de su edad, uno después de su coronación. Lo cual es indicio manifiesto de la grande capacidad que luego se des- cubrió en el Rey joven. Pero es de admirar que los ricos hombres se quisiesen despojar del interés y honor de gobernar, alguno de ellos comD amo, por el tiempo señalado y pactado; sino es que fuese por difeíc acias que acaso hubo entre ellos sobre quién había de ser el eleg do para dicho cargo, y que hubiesen convenido en poner desde luego el manejo en poder del Rey, á quien miraban sin envidia y con respeto y le tenían ya por muy capaz de él.

OFICIO DE AMO DEL REY COMPARADO

AL DE MaIRE del PaLACIO DE LOS REYES ANTIGUOS DE FRANCIA.

B

'ste cargo de Amo^ nunca oído ni visto en Navarra

hasta este tiempo, venía á ser los que el de Maire

del Palacio usado antiguamente en Francia; y quizás de allá

lo tomaron acá en esta ocasión. Maire es lo mismo que ma/ys*

Tomo VL 25,

386 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA.

tre. En latín Magister^ que en nuestra lengua española se interpreta bien maestro y amo. Leendre en su Historia novísima de los reyes de Francia explica bien la esencia y propiedades de esta dignidad: ^ey^' >Dagoberto {dice él) cuando murió no dejó más que dos hijos á Si- Dagob >geberto, lil de este nombre, que gozaba el reino de Austrasia, y á »Clovis II, á quien su padre había nombrado rey de Neustria y de »Borgoña. El mayor tenía ocho años, el menor entraba en los cinco. »La poca edad de estos príncipes, su cortedad de genio y la imbecili- >dad de los que les sucedieron fueron los primeros pasos por donde »los maires del Palacio montaron finalmente sobre el Trono. De pu- >ros ministros vinieron á ser los tutores de los reyes, y por insensi- >blemente los dueños de todo el Reino. Como el príncipe es el prin- >cipio de la autoridad, enteramente la viene á poseer el que es dueño >del príncipe. Esta especie de gobierno acomodaba á los grandes y »de ninguna manera desacomodaba á los pueblos El maire manejaba »á los unos y trataba mucho mejor á los otros de lo que habían hecho »algunos de los reyes que, demasiadamente celosos de su potencia, »habían creído que su seguridad dependía de oprimir el pueblo para »hacérlo más sujeto y menos capaz de la rebelión. Los grandes elegían »el maire. Este Ministro tenía poder de vida y de muerte, de hacerle la »guerra y la paz como dueño absoluto de los ejércitos y de las >fianzas, poseía lo esencial de la regalía. La ambición de llegar á este j-gran cargo fué la causa de todas las guerras que conmovieron los »tres reinos hasta el fin de la primera estirpe.

DIFERENCIA DEL CARGO DE MAIRE DE PALACIO

AL DE CONDE DE PALACIO, CONDESTABLE Y MARISCAL QUE VENÍAN

A SER.

% 1\ ^&^"os confunden el cargo del maire del Palacio con Z_A el de conde de Palacio; pero fué muy diferente. Porque ^ » el conde de Palacio no tenía jurisdicción más que en los domésticos del rey y los que seguían su Corte: y el maire de Pa- lacio tenía jurisdicción sobre todos los oficiales del Reino además de la superintendencia y dirección de los negocios de Estado en la mi- licia, en la justicia y en las finanzas con igual autoridad á la del mis* mo rey. Asi lo afirma Dupleix en el tomo 2 de la Hist. de Franc. en el rey Hugón Capeto pág. 7. Y para prueba de esta distinción cita á S. Gregorio luronense, que en el cap. 3o del lib. de su Historia refie- re que el rey Childeberto deputó á Florentino y á Raulo, el uno maire y el otro conde de Palacio, para que fuesen á arreglar los tri- butos de las provincias de Poetú y de Turena. De esta dignidad de condes de Palacio, grande en sí, aunque inferior á la de maire, cree- mos que se derivó el título de condes palatinos en los señores de

EL REY D. TEOBALDO II. 387

algunas provincias, como de Brí i y del Rhin, aunque allí no tenían el ejercicio de este cargo, solo por haber si Jo sus ascendientes con- des del P-ilacio de ¡os reyes de Francia, y no ser para olvidado este honor, con el cual quedó en lo más antiguo condecorada la familia.

4 . Ya que se ha ofrecido hablar de los oficios honoríficos de la Real Casa de Francia, bien será no pisar en silencio los de condestable y mariscal que de allá se tomaron después en Navarra K\ nombre de condestable, que en Francia se dijo primero Comte destable y des- pués '^onnestahle, se tomó del latino Comes stabiili, que tuvo su uso en la iecadencia del imperio romano, y significa conde del establo ó cabali-^riza, y venía á ser lo mismo que hoy es el caballerizo mayor. No . o á los principios otra intendencia que la de la caballeriza del rey; p ro con el tiempo se extendió su autoridad y superioridad á to- da la aballería de Francia. Y como antiguamente la caballería solo se componía de la nobleza, y por esa razón los jefes de la caballería comandaban en Francia y aún comandan hoy en dia á los de la in- fantería cuando se hallan juntos en guarnición ó en alguna facción, de ahí nació que la autoridad del condestable se extendiese á toda la milicia del Reino; de suerte que el condestable venía á ser el genera- lísimo de las armas.

5 El nombre de mariscal es compuesto de mark^ que en lengua- je antiguo Gáulico significa caballo y de Schal, que significa maes- tro ó intendente: y los mariscales tenían la intendencia de la caballe- riza del rey debajo de la mano del condestable ó caballerizo mayor, siendo caballerizos segundos: y al mismo tiempo que se amplió la dignidad y autoridad del condestable, se amplió también la de los mariscales á proporción en la misma forma y quedaron con el grado de capitanes generales, que es el que hoy tienen Antes del reinado de Francisco I nunca hubo más de dos mariscales en Francia Este Rey puso dos más para emplearlos en las grandes y diversas gue- rras que á un mismo tiempo tenía. Después fué creciendo su núme- ro, y nunca estuvo tan crecido como ahora,

DEL TIEMPO EN QUE EL REY COMENZÓ

Á GOBERNAR POR

r J\ s^"*^^^' pues, que ninguno de los ricos hombres de L—k Navarra ejerció la potestad de amo por no hallarse ^ ^memorias de despachos algunos en su nombre, dice el Padre Moret, que la transfirieron en la reina Doña Margarita, y que usó de ella hasta que pasó á los Estados de Champaiía y Bría. Gomo quiera que sea, lo cierto es que muy presto entró el Rey á gobernar; porque el año 1264, el siguiente á su coronación, se halló en las vistas de Montagudo con el rey D. Jaime; y según parece, pac- uSi

388 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA.

tando en ellas por sin asistencia déla Reina, su madre, de la cual no se hace mención. Acerca de estas vistas se ofrece notar que, no solamente prometió D Teobaldo no casar con hermana ni con hija del Rey de Castilla, sino que se concertó de casar cuando fuese ma- yor con Doña Constanza, Infanta de Aragón: y en caso que esta mu- riese antes, con su hermana menor la infanta Doña Sancha, hijas am- bas del rey D. Jaime: y si D. Teobaldo viniese á morir antes que éste matrimonio se efectuase, con cualquiera de sus hermanos que le su- cediese en el Reino, ó D. Pedroó D. Enrique. Y para que así este pac- to como los demás asentados en estas vistas tuviesen más firmeza, se convino en que el Papa los confirmase y lo mandase guardar con graves censuras y penas.

7 Pero lo que no tiene duda alguna es que el año siguiente de 1255 ya el Rey gobernaba por sí. Consta de un despacho suyo que se halla original en el archivo de la iglesia colegial de Tudela. Y es del tenor siguiente: reo6a/íío, x^or la gracia de B ios, Bey de Nava- rra, de Champaña y de Bria, Conde Palatin, á D. Lope Ortiz, Bai- le de Tudela, ó al Baile que fuere en Tudela, salud, et amor: Man- damos vos, que dédes cada año las decimas de todas nuestras here- dades, que nos havemos en lúdela, á la Iglesia de Santa MARÍA de Tudela, asi como les fueron adjudicadas, que debían de ser da- das, en tiempo de nuestro Señor Padre, á quien Dios faga buena merced. Dada en Ronces valles, Jueves primero empues la Octava de las Kalendas de Enero. Auno Domini MCCLV.

8 Por la cuenta, la sentencia dada veinte años antes por losjueces arbitros sobre este punto contra el rey D. Teobaldo, su padre, ó no había tenido cumplimiento ó se cumplía mal, y ahora lo enmendó el Rey con mucha piedad para con su padre y para con Dios, siendo el más importante sufragio del alma el pagarlas deudas y especialmen- te las que se deben á Dios. Por ventura fué este el primer despacho que dio el Rey. Hacelo muy creíble el ser su data en Roncesvalles, y que se hallase allí de vuelta, habiendo ido acompañando á su madre hasta la ra>a de Francia cuando pasó allá, que parece fué por este tiempo: y que la Reina, si hasta entonces tuvo el gobierno, como in- sinúa el Padre Moret se lo dejó al despedirse al Rey, su hijo, con consentimiento y aprobación del Reino.

MITRA Y ANILLO QUE EL REY CONSIGUIÓ

PARA EL DEÁN DE TUDELA

Del año de 1267 hallamos una noticia en la que también se descubre su gran piedad. Y es: el haber procurado y conseguido del papa Alejandro IV. que condecorase al Deán de la misma iglesia de Tudela con el honor de mitra y anillo,

REYD. TEOBALDO. II. SSg

como consta de las letras apostólicas originales que ella conserva en su archivo. Y son las siguientes: »Alexander Episcopus servus ser- >vorum Dei, dilecto Filio Decano Ecclesiae Tutelensis Tirasonens. »Diaeces. salutem &. Apostolican benedictionem. Cúm in Preaelato- »rum ornatu decoro Ecclesiae decorentur & ipsarum mejoritas veriús »ottendatur in eorum honorificentia grandiori, quandóque Romanus »Pontifex ipsos prsevenit privilegio gratise singularis: ut igitur Eccle- »sia Tutelana, quam obtentu charissimi in Christo Fílii nostri illu- »stris Regis Navarrae Campanias & Brise Comitis Palatini pro ea »Apostolicom gratiam imploratis, gaudere volumus praerogativa gra- »tiae specialis, in Sponsi sui decentta decoretur, usum Mitrae & »AnnuIi tibi & Succesoribus tuis autoritate praesentiun duximus »concedendum. Nulli ergo omnino hominunliceat hanc paginan no- »strae concessionis infringere, vel ei ausu temerario contraire. Si quis »autem hoc ausu temerario attentare prsesumpserit, indignationem »Omnipotentis Dei & Beatorum Petri & Pauli Apostolorum ejus se »noverit incursurum. Üat. Agnaniíe. Anno Incarnationis Dominicae »millesimo ducentésimo quinquagesimo séptimo. En el plomo pen- diente, que esta Bula tiene, están de una parte efigiadas las cabezas y rostros de los Apostóles S. Pedro, y S. Pablo con estas letias S. PE. S. PA. y en el reverso dicen las letras, ALEXANDER PP. IlIÍ.

PRIMERA JORNADA DEL REY Á FRANCIA,

CAUSAS PARA ELLA Y SUS EFECTOS.

iste mismo año de 1257 hizo el Rey su primera jorna- lo |-^ da á Francia. Y porque el Padre Moret, hablando de las

icausas que tuvo para hacerla, dice solo por mayor que fué por asegurar de pretensiones muy pertinaces de príncipes émulos los señoríos de Champaña y Bría sin especificar cuáles fue- sen, será bien que digamos con más expresión lo que en esto hubo. El rey D. Teobaldo I. antes de venir á reinar, y siendo solamente Conde de Champaña y Bría, tuvo de su segundo matrimonio una sola hija llamada Blanca, que casó como queda dicho, con Juan el Rojo Duque de Bretaña I, de este nombre. Esta Blanca, media hermana de D. Teobaldo II, luego que murió el padre, puso su demanda preten- diendo, no enteramente los Estados de Champaña y Bría, sino algu- na parte de ellos: y esta pretensión parece que fué la que obligó prin- cipalmente á la reina Doña Margarita á ir primero á Francia para opo- nerse á ella después de haber compuesto con tanta diligencia y con tan buen suceso las turbaciones de Navarra. Con que, habiendo muerto la Reina madre sin dejar fenecidas estas diferencias, fué pre- ciso que partiese el Rey á concluirlas. Luego que allá llegó fué á bus- car al rey S Luis, que entonces se hallaba en la villa de Soifons: y

390 L'BRO XXI I DE LOS ANALES DE NAVARRA,

sabiéndolo su hermana, la Duquesa de Bretaña, partió también allá. Ambos hablaron de su pleito al Santo Rey, el cual lo remitió al Par- lamento de sus Pares en Paris, para que fuesen oídas las partes en justicia y se pronunciase la sentencia según el mérito de la causa. De Soifons pasó el Rey de Francia á París y fueron con él nuestro rey D. Teobaldo y el Duque y Duquesa de Bretaña para seguir su pleito en que estaban muy empeñados y fervientes. Poco tiempo des- pués fué el tratarse del matrimonio de D Teobaldo con Madama Isa- bel de Francia, hija de S. Luis, á quien de su parte la pidieron por mujer los condes y señores de la Clorte de Champaña. Y el Santo Rey, aunque estaba muy inclinado á este matrimonio por las venta- josas prendas que había reconocido en el rey D. Teobaldo y grande cariño que le había'cobrado, después de eso respondió que no ven- dría en ello hasta tanto que el Rey de Navarra se i^econciliase con el Duque y Duquesa de Bretaña, sus hermanos, y quedasen ajustadas las diferencias que entre tenían. Al punto trató D. Teobaldo de po- ner en ejecución lo que S. Luis quería: y consultándolo con los de su Consejo, dio cumplida satisfacción á los Duques y se compuso amiga- blemente con ellos. Aprobó el Rey de Francia el acuerdo hecho, y luego se celebraron las bodas con Real magnificencia en la villa de Melún.

11 No solamente ayudó el rey S, Luisa su yerno D. Teobaldo para el ajuste de estas diferencias, sino también de otras, que eran más ejecutivas y sangrientas; porque se pleiteaban con las armas en la mano. Estas fueron: con el conde de Chalons y con su hijo el donde de Borgoña por los límites de sus Estados confinantes con la Champaña y también por derechos que alestaban deducidos de la otra Blanca de Champaña, tia de D. Teobaldo U, hermana de su padre, que casó, co- mo queda dicho en la genealogía de los condes de Champaña, con Otón, Conde de Borgoña. Todas las ajustó el rey S Luis, como i.am- bién otras por este mismo tiempo, muy reñidas entre los Conc^.ñ de Bar y Luxembug, con piedad y celo verdaderamente cristiano Y es muy digna de notar la respuesta que en esta ocasión dio este gran

. Rey á su Consejo de Estado. Hízole éste una representación sobre que era más conveniente para el bien de su Reino dejar que se gue- rreasen los Príncipes vecinos que no ponerles en paz; porque gas- tándose y enflaqueciéndose sus fuerzas con las guerras que entra traían, sería más respetado y temido de ellos. A que respondió: Que él quería mucho más el ser amado (¿ue temido de sus vecinos: fuera de que no había cosa tan agradable á Dios como el poner paz y unión entre los enemigos-. Respuesta por cierto digna de un rey cristianísimo, que para ser verdaderamente feliz de be sacudir de todas las máximas del Estado cuando sí)n contrarias á la doctrina de Jesucristo. ¡Y cuan desdichados s m los que al CDn- trario, dtrsconfiai.dudelas promesas de Dios (que no desampara jamás á los que guardan su ley) prefieren los consejos de Maquiavelo á los preceptos evangélicos!

12 Andrés Favín en su Historia de Navarra dice que la reina Do-

EL REY D. TEOBALDO II. Sgl

ña Margarita vino en esta ocasión á Francia en compañía del Roy, su hijo, y que concurrió con él para pedir por mujer á la Princesa Ma- dama Isabel y para el ajuste con la Duquesa y Duque de Bretaña, y consiguientemente pospone su muerte un año, diciendo que fué el de 1257, á fines de Marzo. Pero tenemos por cierto que no lleva bien la cuenta, y que la del Padre Moret va más ajustada y es la cierta, de- biendo hacer mucha tuerza el capítulo del fuero que él cita, y la se- ñala el año anterior de 1256, quedando el Rey en Navarra. Favín de- bió de equivocar con el Rey al infante D. Pedro, su hermano, que vino en compañía de su madre á Francia.

NOTICIA. DE LA CORONA DE ESPINAS DEL Salvador y otras insignes reliquas colocadas en la

SANTA capilla DE PaRÍS,

Ai

/% cerca de la espina sagrada que el rey S. Luis dio á lo / m j3^ Teobaldo en esta ocasión del matrimonio con su

Biera

.hija, se ofrece advertir que la corona de espinas, de donde ella se sacó, no está ni estuvo jamás en el monasterio de San Dionís, como dice Garibay, que en este paso fué guía poco cierta del P. Moret. Los historiadores franceses que la vieron y la adoraron, y no pudieron ignorar el lugar donde en todos tiempos estuvo colocada, todos convienen en que es la santa capilla fabricada por el rey San Luis en su Real Palacio de París con grande magnificencia y copio- sas rentas que la dejó para su conservación: y sobre todo, la enrique- Dnpi. ció con admirables reliquias, siendo una de las más preciosas la co- ^°'' roña de espinas de nuestro Salvador. Este tesoro sagrado dio el nom- bre de santa á esta capilla, que este rey fabricó para depósito de él. Luego que ella se acabó envió á pedir la corona de espinas á Balduino II, Emperador de Constantincpla, y traída á Francia, la recibió el Santo Rey en el bosque de Vincenas.De allí la hizo traer á esta santa capilla en procesión solemne del clero y de todos los gremios de la villa de París, asistiendo él mismo á ella los pies descalzos, acompa- ñado de sus hermanos. Y habiendo sabido de los mensajeros que fue- ron á Constantinopla por ella que el mismo Emperador había empe- ñado por una gruesa suma de dinero un pedazo grande del sagrado madero de la cruz en que se obró la salud de los hombres, y junta- mente la esponja en que á nuestro redentor dieron á beber hiél y vi- nagre en la misma cruz y el yerro de la lanza con que fué traspasado su sacro santo costado, el piadoso Rey envió prontamente todo el dinero para desempeñar estas preciosísimas reliquias. Y habiéndolas recibido, las hizo también poner en la santa capilla con la misma ve- neración y solemnidad que poco antes había ordenado para la colo- cacióndela corona de espinas. Todo esto sucedió por los años de 1238

392 LIBRO XXI I DE LOS ANALES DE NAVARRA.

y 1239, diez ocho años antes que esta sagrada espina se sacase para el rey D. Teobaldo.

SEGUNDA JORNADA DEL REY A FRANCIA

Y MOTIVO DE ELLA.

Di

jejando los años intermedios hasta el de 1260, en los Afio M I icuales no tenemos cosa particular que añadir ni notar 1S65 ^£_>/á lo que con grande comprensión escribe el Padre

Moret, debemos convenir con él en que por este tiempo hizo ei rey D. Teobaldo jornada á Francia, y que el motivo fué la muerte del infante D. Pedro, que hizo mucha falta para la conservación ie los Estados de Champaña y Bría, que gobernaba y eran pertinazmente pretendidos por otros príncipes émulos. Pero no podemos asent., i su conjetura de que estas pretensiones se fundaban en los dertcbos ale- gados por ellos y deducidos de las dos hijas que dejó el conde D, Enrique, Rey de Jerusalén, hermano mayor de D Teobal lo, abue- lo paterno del que ahora reinaba. Porque estos derechos se extir.guie- ron y cesaron del todo por sentencias que enjuicio coiitradict'>riose dieron por el Parlamento de los Pares á favor de D. Teobaldo 1 an- tes que viniese á reinar á Navarra el de Filipa de Champaña el año de 1 2 16, reinando Filipo Augusto en Francia: y el de la otra herma- na, Alesia de Champaña, Reina de Chipre, el año de 1229, reinando el nieto S. Luis, como dejamos dicho. Y no hallamos memorias ni rastros algunos de los escritores franceses de que los herederos de estas dos hermanas suscitasen jamás estos derechos, muertos ya y enterrados con toda solemnidad. Si nos hemos de gobernar por con- jeturas y barruntos, lo más natural y verosímil es decir que estos príncipes émulos eran los Condes de Ghalons y de Borgoña, por el derecho que alegaban deducido de BlancadeChampaña:y que siem- pre insistían con pertinacia en seguirle sin aquietarse después de repetidos pactos y concordias, como malos vecinos que de cualquie- ra ocasión se valen para renovar sus pendencias: y de esto hallamos no pocos indicios en las historias de Francia.

FUNDACIÓN DEL CONVENTO DE LOS RELIGIOSOS

PREMONSTRATENSES EN TuDELA.

Afio

«no 1 5 Tí^^ ^^° '268 da el P. Moret otra jornada del Rey á

"W X-J Francia, colegiéndolo del despojo hecho en los

monjes blancos cistercienses del monasterio de Leire, los cuales

él restituyó ahora; porque dice que, á estar presente en Navarra al

REY D. TEOBALDO 1 1. SgS

tiempo de ser despojados, de ninguna manera lo hubiera consentido el Rey por el grande amor que les tenía. La conjetura es muy pruden- te, y la jornada fué cierta; pero nosotros hallamos un testimonio más auténtica de ella. Y es el despacho que el Rey dio en Troya de Champaña á principios del año siguiente para que viniesen á fundar convento en Tudela los religiosos premonstratenses del monasterio de Grandimont, en Francia, en el Obispado de Limegos, á los cuales dio después el sitio para fundar extramuros de la ciudad donde está la iglesia de S. Marcial, con otros derechos y rentas por la salud de su alma y las de sus predecesores, como se dirá en su tiempo. Ahora concedió á todos los de esla orden plena facultad para entrar y salir de Navarra, haciéndolos libres de todo servicio y paga, como se ve en este privilegio »Nos Theobaldus Dei gratia Rex Navarrae, Champa- »niae et Bri;e Comes Palatinus, notum facimus universis praesentes «litteras mspecturis, quod Nos pro salute animas nostrae, Parentum, »et Praedecessorum nostrorum concedimus liberahter et dona- »mus in perpetuum Fratribus Grandimontani Ordinis Tutelae com- »murantibus; necnon et caeteris Fratribus ad dicvum locum Tutelae >eurjtibus, et redeuntibus praesentibus pariter et futuris, ut dicti íFr tres cum rebus suis ómnibus liceté possint iré, et rediré, in- »gr di, etc. exire per totam terram Regni Navarrae, eosden ab om- »ni pedágio in dicto Regno nobis debitó eximentes, et quod pro lit- »tens suis propriis impetrandis in nostra Curia, vel cujuslibet vices >nostras gerentis in Regno nostro nihil solvere teneantur. In cujus »re¡ testimonium sigillum nostrum praesentibus duximus apponen- »dum. Datum apud Trecas die Veneris post Ramos Palmarum. Anno »Domini MCCLXVIllI.» De suerte que el Viernes Santo del año de 1269 aún se hallaba el Rey en Francia y en Trecas, que es Troya, ciudad capital del condado de Champaña, habiendo pasado allí mu- cho tiempo antes, que todo fué menester para concluir los negocios que allá le llevaron. Y porque el de mayor empeño fué el conferir con el rey S Luis y disponer los aprestos para la guerra sacra, y el Padre Moret habla con mucha concisión en esto, procuraremos po- nerle aquí más difusamente como lo hallamos en los escritores de Francia.

CRUZASE EL REY DE NAVARRA PARA IR

Á LA GUERRA CONTRA INFIELES EN COMPAÑÍA DE SU SUEGRO EL

SANTO REY LuiS.

iir-~"^staba el piadoso y heroico corazón del santo rey Luis 16 1^ IX de Francia atravesado de agudísimo dolor desde la ^^^

JL__^lamentable pérdida que la cristiandad había padecido "^ en su primer viaje ultramarino; aunque como los santos de todo sa- can ganancia para el alma, sacó él la que con sinceridad explicó al

394 LIBRO XXII DÉLOS ANALES DE NAVARRA.

rey Enrique de Inglaterra, que de vuelta de esta jornada había pasa- do á Francia á visitarle y darle el pésame de la desgracia Díjole, ha- 1 SBier.blando con él familiarmente: Rey amigo, son iudecihles los trabajos y calamidades que en el cuerpo y en el alma he padecido por todo el tiempo de esta mi peregrinación^ emprendida por el amor do Jesucristo. Todas las coscts me salieron adversas, aún las prosperi- dades mismas: con todo eso, siempre di gracias al Altísimo como si todo me sucediera bien: y volviendo con la consideración á lo que dentro de mi pasa^ os puedo asegurar que estoy más gozoso de la paciencia que Dios entre tantos males fué servido de darme, que si hubiera conquistado con mis armas á todo el mundo. Deseaba, pues, con grande ansia borrar la mengua que de aquella infelicidad se ha- cía, pegado al nombre no solamente francés, sino también cristiano, haciendo segunda jornada contra infieles. Tenía comunicados sus intentos con el Rey de Navarra, D. Teobaldo, su yerno, de quien ha- cía muy singular confianza y deseaba mucho llevarle en su compañía, y á ese fin le ayudó mucho para allanar Jos estorbos que le podían impedir la jornada y ahora le tenía cerca de en Francia.

17 Para proceder con más madurez en negocio tan arduo juntó el Santo Monarca su Consejo de Estado y Guerra, y casi todos los consejeros le disuadieron la empresa representándole: que ni su edad avanzada, que se acercaba á los sesenta años, ni su salud quebran- tada con su grande austeridad de vida y aún postrada con los conti- nuos trabajos, f rincipalmente con los de su primer viaje infeliz á la Tierra Santa, estaban para exponerse á nuevos riesgos y desgracias: que si no tenía fuerzas para ir de su Palacio á la Iglesia de S Fran- cisco, muy cercana al Palacio, sin el arrimo de alguno de los gentiles hombres que le acompañaban 3' sostenían, ¿cómo podría ir á la Pales- tina, haciendo un viaje tan largo y tan lleno de azares y fatigas por mar y por tierra? Que era tentar á Dios el buscar nuevos peligros, de los cuales se podía esperar poco fruto: y más, cuando aún se estaban padeciendo los efectos de los primeros en que le h.ibían metido su piedad y su celo: que si sus piadosísimas entrañas estaban conmovi- das de las miserias y aprietos en que se hallaban los cristianos de la Siria, y clamaban por el remedio, también debía compadecerse de sus vasallos de Francia, que con su ausencia quedarían sin duda en el mismo trabajo y desamparo: y ¿qué razón había para negarse á los propios por darse á los extraños? Que el vínculo de la justicia debía atarle más que el de la caridad, y no se le podía estimar que reme- diase á los ajenos cuando dejaba perdidos á sus vasallos.

18 El Santo Rey, que era muy dócil y de grande blandura con sus subditos, no quiso resistir á sus persuasiones, ni poner en dispu- ta las razones que le proponían. Pero, ora sea que él mismo había solicitado al papa Clemente IV secretamente á que enviase un le- gado á Francia (como dice Nangis) para que se entendiese que no procedía ligeramente en esta resolución: ora sea que esto hubiese nacido del mismo Pontífine, compadecido de los grandes trabajos que padecían los cristianos de la Tierra Santa, en fin, llegó el legado á

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Francia, y fué Simón de Bría Cardenal de Santa Cecilia, natural de Champaña como dice Baronio, y vasallode nuestro rey D. Teobaldo, y el mismo que después fué papa Martino IV, á quien para mover á mayor conmiseración vinieron acompañando los embajadores de los cristianos. Con esta ocasión juntó el rey S. Luis Cortes generales en París para deliberar en ellas sobre la guerra sacra que el Pontífice tan ardientemente deseaba y promovía. En estas Cortes hizoeliega- do un razonamiento muy elocuente y eficaz, representando con gran viveza la desolación de ios miserables cristianos orientales, la con- fianza que ellos tenían de las armas francesas y el mérito para con Dios y honor para con los hombres de los que se cruzasen para una tan justa, santa y noble guerra. Notablemente se conmovió toda la asamblea con esta exhortación. Y el Santo Rey, queyá de antes esta- ba muy movido, como tan acostumbrado á dar ejemplo á sus vasa- llos en todas las acciones virtuosas, tomó la cruz al mismo punto que el legado dio fin á su discurso y se la puso á sus tres hijos que esta- ban presentes: Filipo, su primogénito, Pedro, Conde de Alensón y Juan Tristán, Conde Nevers. A imitación de S. Luis la tomó in- mediatamente nuestro rey D. Teobaldo, su yerno, y juntamente Alfon- so, Conde de Potiersy de Tolosa,su hermano, y después de ellos Ro- berto, Conde de Artois, su sobrino, hijo de hermano y concuñado del rey D. Teobaldo, por el matrimonio del Infante de Navarra, D. Enri- que, con hermana suya; Guidón, Conde de Flandes; Juan, hijo del Duque de Bretaña, sobrino del Rey de Navarra, yerno del de Ingla- terra, y muchos otros grandes señores, barones y caballeros de los reinos de Francia, Inglaterra }'• Navarra, y no pocos de otras partes que todos con emulación noble y religiosa siguieron el ejemplo de S. Luís.

GENTE QUE LE SIGUIÓ DE NAVARRA.

"w **«steacto de tomar la insignia de la cruz para la gue- /9 |-^ rra sacra fué según parece, el año de 268, viviendo aún 1 ^p1 papa Clemente IVquien murió es'p año á 29 de No- viembre, después que á este fin envió el legado á Francia, en donde á la sazón se hallaba el rey D Teobaldo. El tiemp 3 intermedio hasta el de 1270 se gastó en los aprestos para la guerra entonces resuelta. Y habiéndolos dispuesto nuestro Rey en sus Estados de Francia, dio la vuelta á Navarra por la primavera del año 126. y acá gastó este ^^^ año r:n disponer lo mismo. Muchos délos señores vasallos y depen- i269 dientes suyos de Navarra y de Gascuña tomáronla cruz para seguir- le, como también algunos de Castilla y de Aragón, y Garibay nom- bra de Castilla, ú D. Juan Núñez deLara, hijo mayordel conde D. Ñu- ño González de Lara. El Doctor Piciña hace la lista de muchos que pondremos aquí para consuelo de los que son ó pretenden ser descen- dientes de tan ilustres caballeros. Dice que fueron llamados y esco- gidos por el Rey (algunos irían antes que los llamase) muchos hidal-

Afis

396 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA.

gos y caballeros de su Reino, como fueron: los señores de Agramont con los de su bando de la parte de vascos; y de las montañas el Se- ñor de Luza con los suyos; D. Corbarán deLehet, con su casa y parien- tes; D. Juan de Urreta, con los suyos; el señor deMontagudoy D Die- go Velázquez de Rada: el Señor de Aibar con las gentes de la Ribe- ra; D. Iñigo V^élez de Guzmán y D. Ladrón de Guevara, su hermano: D. Iñigo de Avalos con los de la Divisa; D. Martín de Avalos. Señor de Leiva; D. Aznar de Torres, Señor de Cortes; D. Diego Fernández de Ayanz, Dr. Pedro Pérez de Lodosa, D Iñigo Vélaz de Medrano; D. Sancho Remírez, de Arellano, Señor de la casa de Bidaurreta y tierras de la Solana, y otros muchos nobles y caballeros de no menor calidad con D. Juan González de Agoncillo, Alférez.

MERCEDES QUE HIZO Á LA DESPEDIDA.

T^ntre las otras mercedes que el Rey hizo ste año de 1269 *-2al despedirse de Navarra para esta jornada, una fué á los mismos reli;4Íosos de Grandimont que vinieron á Tudela. Seis meses antes les había dado, como anotamos en su lugar, el privilegio de en- trar y salir libremente del Reino sin pagar peaje ni cosa alguna por el sello Real en los despachos que obtuviesen. Ahora les dio sitio muy capaz y acomodado para la fábrica del convento y rentas muy copiosas para mantenerse en Tudela, queriendo que fuese en pura y perpetua limosna, como dice el privilegio de esta concesión, donde todo se contiene por menudo, y le exhibiremos enteramente inserto en el de su confirmación, hecha después por el rey D. Enrique. La per- petuidad de esta limosna durará en el cielo, en la tierra no se logró, aunque tanto la deseó el Rey, habiéndose extinguido en Tudela muchos años este convento. La carta de esta donación fué fecha- da (así remata ella) en Belín, en Vasconia, el dia Miércoles más cer- cano antes de la fiesta de S Lucas Evangelista, en el mes de Octubre, año del Señor 1269. Notario Natín Stello.

GUERRA SACRA A QUE FUE EL REY D. TEOBALDO EN compañía de S. Luis y varias circunstancias de ella.

T^ 1 año siguiente de i27o se puso en ejecución la guerra 1370 -Eá sacra, y si el Señor Joinvilla y otros la ponen antes, se de-

be ententeder que hablaron de su publicación y aprestospara ella; por- que ellos mismos, conformándose con la corriente de los escritores, dan en este año los hechos y trances de esta guerra. Al paso que el rey D, Teobaldo se movía en Navarra, para ella, se movía tam- bién en Francia su sinto suegro, según lo acordado entre ellos. Este reUgiosísimo Monarca, teniendo sus numerosas tropas

REY D. TEOBALDO II. ^97

á punto de embarcarse en los bajeles que estaban prevenidos en gran número en diver.-os puertos de Lenguadoc y de í*rovenza, principalmente en Aguasmuertas y en Marsella, siendo Floren- cio Varenes General de toda la armada, fué á tomar en la igle- sia de S. Dionís el estandarte del Santo Mártir, Patrón de su Reino á cuya protección lo dejó recomendada, y partió á embarcarse á Aguas- muertas. Hizo primero su testamento, en el cual todo es piedad para con Dios, devoción con los santos, liberalidad con las iglesias, cari- dad con los pobres, cuidado y providencia del bien y conservación de su Monarquía y afecto paternal á sus vasallos. Dejó por Goberna- dores del Reino en ausencia suya á dos ilustres varones; Mateo de Vandoma, Abad de S. Dionís, y Simón de Glermont, Conde de Nec- ia, personas de condición no suspecta, cuya fidelidad, prudencia y su- ficiencia tenía bien conocidas El Padre Moret añade por tercer Go- bernador al Conde de Vandoma, siguiendo en esto á Garibay, que únicamente lo dijo equivocado, según parece, con el título de Conde, propio de Simón de Clermont, y con el apellido de Vandoma, propio del abad Mateo, de los cuales forjó un Conde de Vandoma, tercer Gobernador de Francia, siendo cierto que no le hubo: pues ninguno de los historiadores franceses le menciona, señalando todos ellos so- lamente á los dos sobredichos: y Favín con esta expresión: Nombró por Gobernadores del Reino á dos muy prudentes personas, Maleo de Vandoma^ Abad de S. Dionís, en Francia, y á Simón de JSieela, caballero muy esforzado.

22 La Reina de Francia, Margarita, estaba para ir acompañando ?°^" al Santo Rey, su amado esposo, en esta jornada, y de hecho fué con

él hasta Aguasmuertas para embarcarse. Pero, no permitiéndose pa- sar adelante, rehusó la regencia del Reino, que no se podía negar, quedando en él: y se retiró al Palacio del bosque de Vincenas, donde en soledad y oración tuvo muy presente delante de Dios al Rey au- sente. La Reina de Navarra, Doña Isabel, fué también acompañando al rey D. Teobaldo, su esposo, Y aunque el Padre Moret, siguiendo también en esto á Garibay, dice que la llevó consigo de Navarra pa- ra dejarla en Francia gobernando los Estados de Champaña y Bría, más cierto nos parece, por lo que después se verá, que se embarcó con él y pasó á África, acompañando siempre á su esposo y á su pa- dre hasta la muerte de uno y de otro.

23 Entre los príncipes convocados para esta jornada los historia- dores franceses cuentan también al rey D. Jaime de Aragón, de quien dice el Padre Busieres que juntó armada compuesta también de gen- te de Castilla que le envió el rey D. Alfonso, su yerno, y que, habién- dose embarcado él mismo en ella, por una recia tempestad que so- brevino se vio obligado á volverse al puerto de Barcelona, de donde había salido. Y Dupleix, citando la crónica de los condes de Monfort, dice que el Rey de Francia prestó al de Aragón para este viaje 3oo, marcos de plata, y que después de esto el aragonés no fué en perso- na, sino que para satisfacer de algún modo á su promesa, envió algu- nas tropas. También cuentan á Eduardo, hijo de Enrique III, Rey de

SqS libro XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA.

Inglaterra, y los in^desos, como Polidoro Virpfilio, dicen de él que, ha- biendo venido con loderosa armada ¿juntarse con el rey S. Luis p¿ ra ir con él á Siria ó Egipto, después que vio se mudaba de resolución y se determinaba el ir á Túnez sin querer desembarcar en aquel puerto, tomó la derrota de la Siria, y surgió felizmente en el puerto de Acre con todas susfuer:;':as. Pero Nangis, historiador francés, escribe que Eduardo se halló . n el sitio de Túnez, y que después de la muerte de S. Luis hizo estt viaje á la Siria, acompañándole buena parte de la nobleza francesa, ([ue llevaba muy mal que, haciendo tregua con el Rey moro de Túnez, se quisiese retirar el ejército cristiano sin dejar concluida la empresa de África.

24 Acerca de la mudanza de resolución, en que no convino este príncipe, se ofrece advertir una disonancia. Y es: que el Padre Moret dice que la Junta y Consejo pleno que se tuvo para deliberar sobre este punto fué en la isla de Cerdeña, después que llego allí toda la armada cristiana: y todos los demás historiadores dicen que esto que- daba yá resuelto antes de salir de los puertos de Francia la armada. El principal estudio de los que hacen escolios sóbrelos autores, como ahora los hacemos sobre el Padre Moret, es examinar las diferentes lecturas, y haciendo juicio de ellas, conciliarias si es posible, y no siéndolo, pronunciar la sentencia según la verdad, si esta se com- prueba, ó según la mayor verosimilitud que con bastantes fundamen- tos se descubre. Siguiendo esta regla, debemos decir que lo más ve- rosímil es que esta nueva resolución se tomó antes que la armada saliese de Francia: lo uno, porque así lo dicen uniformemente todos los historiadores franceses: lo otro, porque una resolución de tanta monta no era para tomarse sobre la instabihdad de las ondas del mar, ni en una como venta que se encontraba en el viaje, cual fué la isla de Cerdeña, á donde, según la narración de los demás historiadores, más se llegó por azar y de arribada para recobrarse y rehacerse de la tormenta pasada que no de propósito y de caso pensado y por or- den previo como quiera el Padre Moret. Pero lo que más fuerza nos hace para ser de este sentir es lo que él mismo dice: que se tomó la resolución de ir á Túnez; conformándase y aprobándolo el Legado Apostólico Simón^ Presbítero Cardenal del Titulo de la Santa Ce- cilia. Porque si éste la aprobó, no pudo ser después de haber salido de Francia la armada, sino algún tiempo antes: siendo cierto que él no se embarcó en esta armada ni pasó á lúnez; porque el legado que allá pasó fué sin duda otro diferente, pues murió allí poco tiempo después de haber llegado. Aunque el P. Moret va consiguiente en decir que el legado que murió fué el mismo cardenal Simón. Pero esto no pudo ser; porque algunos años después, el de 1281 y los tres siguientes, hallamos en el cardenal Baronio, que vivía y reinaba Ann»i Si'^ón de Bría, siendo Sumo Pontífice con el nombre de MartinoIV. Eccies.Es verdad que él fué el legado que vino á Francia á concitar al Rey Tom.i3y ^ i^g Príncipes para la guerra sacra; pero de ninguna manera pasó á ella, sino que en ese tiempo estuvo ocupado con los demás carde- pales en la elección de pontífice: siendo la vacante tan larga, que du-

REY D. TEOBALDO 1 1 . ^99'

dos años, nueve meses y dos días desde que murió Clemente IV hasta que fué electo Gregorio X. *

25 Gomo quiera que ello fuese, el suceso de esta jornada salió desgraciado, y no correspondió con mucho á las esperanzas que se habían concebido. Muchos atribuyeron esta mudanza de resolución á las persuasiones del rey Carlos de Sicilia, que envió á su hermano S. Luis embajadores á este fin asegurándole que el Rey de Túnez se convertiría sin eluda á la religión cristiana lue;,^o que se viese apoya- do con sus armas A lo cual se inclinó más fácilmente el Santo Rey por haber tenido del mismo Rey de Túnez embajada expresa en que le daba esperanzas de su conversión. Lo que no se puede dudar es que la intención de S. Luis en mudar de parecer fué pura, santa y justa, mirando solo al bien común de toda la cristiandad. Peroladel Rey de Sicilia, su hermano, que con pretexto de mayor piedad le su- girió este pensamiento, fué en sentir de muchos muy inicua; porque solo puso la mira en su interés particular por esperar que si el Rey de Túnez quedaba vencido, le pagaría á él mismo tributo que solía pagar antes á los reyes de Sicilia: y también que de esta suerte esta- rían seguras las costas de aquella isla, que solían ser deliciosas gale- rías por donde libremente se paseaban las naves de Túnez con gran- des ganancias de robos y de presas.

ÚLTIMOS SENTLMIENTOS DE PIEDAD DEL

SANTO REY LuiS.

- I 3 or la común edificación y en reconocimiento del parti- ^ 1^ cular amor que, como notó bien Garibay, tuvo S. Luis, Jl no solamente al Rey D. Teobaldo, su yerno sino tam- bién á todos los navarros, añadiremos aquí algunas cosas á loque es- cribió el Padre Moret, Postrado el Santo Rey de su última enfer- medad, y sabiendo que se acercaba el fin de su peregrinación, hizo llamar á los príncipes cruzados, entre los cuales contaba y estimaba por hijo al Rey de Navarra, y rodeando todos con semblantes tristí- simos y llorosos su cama, les hizo con tiernas expresiones un razo- namiento admirable. En él lessignificó el sumo gozo de que en aque- lla hora estaba bañada su alma: y que si alguna cosa de este mundo podía turbar aquella grande alegría suya, eran ellos por haberlos sa- cado de la comodidad y regalo de sus casas á las descomodidades y peligros de la vida en que ahora se hallaban. Aunque, viendo que habían emprendido por la causa de Dios la presente guerra y sellados

* El P. Busieres, hablando del rey S. Luis, cuando juntó las Cor- tes del Reino para esta jornada, dice: Operiens opporttmUaten co- mitia convocat, adornatqne Legatiim Aposiolicun Simonen Brien- semetc, is postea Pontifex Martimis Quartus.

40Ó LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA.

con la cruz estaban alistados en la milicia del Rey de los Reyes, esto mismo era lo que aumentaba más su gozo y le causaba mayor con- suelo por entender y creer firmemente que aquel Señor, cuyas ban- deras seguían, con su bondad infinita los ampararía, con su poder inmenso los defendería y con sus infalibles auxilios los sacaría libres y triunfantes de todo riesgo. Y que así les rogaba, que este pensa- miento que á él le servía de consuelo, al salir de esta vida fuese para ellos de consorte y aliento, quedando en ella: que no era razón de- rramasen ellos lágrimas cuando él estaba rebosando gozos, y por tanto debían darle parabienesyexcusar llantos. Sobre todo les encar- gó que se acordasen siempre de la primera milicia en que estaban alistados desde que fueron señalados con la cruz sacrosanta en el Bautismo, y prometieron con juramento hacer guerra á los vicios y emplearse toda su vida en el servicio de Dios y en el ejercicio de las virtudes. Díjoles que muy presto llegaría su hermano el rey Carlos de Sicilia con su armada, y que con ese socorro, no solo quedarían fue- ra de todo riesgo, sino que también alcanzarían muy cumpHda victo- ria. Y mostrándoles á su hijo Filipo, concluyó diciendo que se lo de- jaba por rey y por padre que fuese digno de la gloria de sus proge- nitores.

27 Tomando después de la mano al mismo Filipo, le hizo otra ex- hortación particular, instruyéndole en el modo de reinar con acierto y felicidad. Y porque no se le borrasen de la memoria los avisos im- portantes en ella contenidos, no queriéndolos fiar solamente á la voz, se los dio también en un papel, que antes había escrito de su propia mano. Hace mención de ellos el Padre Moret. Mas por excusar á los lectores el trabajo de buscarlos y leerlos en los autores que cita, y escribieron en lengua extraña, y porque no debe ser carga á la His- toria lo que puede servir de edificación para todos, y merece estar grabado en la memoria de los reyesy de todos los grandes del mun- do nos ha parecido, conveniente hacerles lugar aquí, donde caben muy bien.

AVISOS DEL SANTO DEJADOS COMO EN

TESTAMEiNTO A SU HIJO MAYOR.

H

ijo mío muy amado: Yo te enconmiendo sobre todos 28— I. I"""! las cosas que ames á Dios de todo tu corazón y de todas tus fuerzas; porque sin este amor (el cual con- >siste en no hacer nada que le sea desagradable) ninguno se puede »salvar; de tal manera, que le vale más sufrir toda suerte de tormentos >que ofender por un solo pecado mortal á la Magestad Divina.

II >Si Dios te envía alguna aflicción llévala con paciencia y dale »gracias y alábale por ello, considerando que tienes merecido un

REY D. TEOBALDO II. 4OI

))castigo mayor para (|ue él lo vuelva en provecho tuyo y salud de »tu alma. Si al contrario, te envía alguna prosperidad, recíbela con ))acción de «gracias sin enf^reirte ni hacerte insolente por ello, ora »sea por vanagloria de alguna otra manera; porque es cosa muy aje- »na de toda razón que tu ofendas á Dios porque él te hace bien.

III. »Yo te exhorto también á que te confieses con frecuencia, ha- iciendo elección de buenos y sabios confesores, que sean capaces >de mostrarte de qué cosas te debes abstener y cuáles son las que »debes hacer. Pórtate con ellos con tal modestia, que no teman re- »prenderte amigablemente y con libertad.

IV. »Procura oir devotamente la Misa y los Oficios Divinos que »se hacen en la Iglesia, ó rezando ó meditando en ese tiempo sin par- »lar con nadie, sin distracción de la vista ni de los otros sentidos; y »singularmente, cuando se hace la consagración del Cuerpo y de la »Sangre de Nuestro Señor JESUCRISTO en el Sacrosanto Misterio »de la Misa.

V. »Ten el corazón enternecido por la caridad y compasión para »con los pobres y otras personas afligidas: consuélalas y socórrelas «piadosamente en cuanto pudieres.

VI. »Debes mantener los buenos reglamentos y ordenanzas de tu » Reino y abrogar ó corregir las malas.

Vil. »No te dejes llevar de la avaricia 3^ de ninguna .suerte car- »gues á tu pueblo de tallas ni de subsidios, sino es que te obligue á »ello alguna urgente necesidad de tu Reino.

VIH. »Cuando tuvieres el corazón oprimido de alguna pesadum- »bre ó enfado, decláralo á tu confesor ó á alguna otra persona pru- »dente y discreta para que con sus documentos suaves te alivie y te » consuele.

IX. »Ten cerca de ti hombres modestos, discretos y ajenos de »toda codicia, ora sean eclesiásticos, religiosos ó seglares: y huye la ^compañía de las personas viciosas.

X. »Deléitate de oir la palabra de Dios y de imprimirla en tu co- »razón: y haz á menudo oración á Dios con celo y devoción ardiente »y dale gracias por los bienes y favores que recibes ordinariamente »de su bondad.

XI. »Ama tu honor: y de ninguna manera permitas que en tupre- ísencia nadie tenga atrevimiento para decir alguna palabra menos »decente ó que pueda inducir á pecado: ni tampoco que se murmure »de otro, sea en presencia ó en ausencia. Mas sobre todo no sufras »jamás que se suelte palabra alguna contra la honra de Dios, de su «gloriosa madre ni de los otros santos.

XI[ »Sé ju.sto 3' recto con tus vasallos é inclínate ala parte del »pobre en tanto que no se descubre la verdad por la parte contraria. »Si tienes diferencia, con otro ponte de su parte hasta tanto que tu »buen derecho sea manifiesto; para que así tus oficiales te den buen «consejo con más libertad. Si conoces que retienes alguna cosa de »otro ó por tu causa ó por la de tus predecesores, restituyela sin dila- «ción.

T0.MUIV. 2Q

402 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA.

XIII. »Sé benigno y liberal con tus criados; pero con g-ravedad >en tus palabras y acciones para que ellos te amen y respeten junta- emente como á su señor y su dueño.

XIV. »Ten cuidado de hacer vivir en paz á tus vasallos con su- >jeción á la justicia: ámalos y manténlos en sus antiguas libertades y »privilegios, particularmente á las buenas villas; porque las riquezas >y las fuerzas de tus buenas villas te har¿ín formidable á tus enemigos »y á los grandes de tu Reino.

XV. » Ama y honra á los eclesiásticos y á los religiosos: y no per- »mitas que nadie se apodere de las rentas, donaciones y limosnas »que tus predecesores les dejaron. De mi abuelo el rey Filipo se scuenta que un dia uno desús Consejeros le representó que los ecle- »siásticos le usurpaban sus derechos y libertades con lesión de su »justicia y que era maravilla que lo quisiese sufrir. A lo cual el Rey, »mi abuelo, respondió que así lo tenía creído; pero que tenía recibi- »das tantas gracias y tantos bienes de la Bondad Divina, que quería »más hacer suelta desús propios derechos que meterse en pleitos con »los eclesiásticos.

XVÍ. » Honra mucho y ten grande respecto á tu padre y á tu ma- »dre, y obedece á sus mandatos con reverencia.

XVÍI. »Da los beneficios eclesiásticos á personas capaces y que >no posean antecedentemente otros beneficios, tomando para eso »consejo de hombres religiosos y de santa vida.

XV'llI. «Guárdate bien de hacer guerra á ningún cristiano sin «ocasión muy importante y madura deliberación de tu consejo: y si »por ventura te ves obligado á eso, conserva á los inocentes, á las «gentes de la Iglesia y á sus bienes. Si sucede también entre tus va- >sallos algún debate, pacifícalo al punto.

XIX. «Pon gran diligencia y examen en el modo de portarse de »tus prebostes, bailios y otros ministros para que ellos procedan en «sus cargos con conciencia, integridad y rectitud.

XX. »Sé celoso y obediente á nuestra Madre la Iglesia Romana >y al Sumo Pontífice como á tu padre espiritual: y orden para que >ningún vicio tenga vigor en tu Reino, y especialmente la blasfemia >y la herejía.

XXI. «Mide el gasto de tu casa de tal manera, que no haya exce- lso en él ni tampoco se falte á la decencia.

XXII. «Por último, hijo mió, Yo te ruego que, si vengo á morir «antes que tú, hagas socorrer á mi pobre alma con Misas, oraciones >}' limosnas: que des aviso á todas las comunidades religiosas del «Reino para que me hagan participante de sus sufragios, y que me «den también parte en todas sus buenas obras. Yode la mía, aman- «tísimohijo mío, te doy todas aquellas bendiciones que un hijo pue- «de esperar de su padre, rogando á toda la Santísima Trinidad, al «Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, y á todos los santos del cielo que «te guarden de todo mal y singularmente de morir en pecado mortal; «para que después de esta mortal vida nos podamos hallar juntos en «la presencia Divina para darle gracias y alabanzas en la eternidad »de los siglos. Amen.

EL REYD. lEOBALÜÜ II. 4Ó^

Estos fueron los sabios documentos que el santo rey Luis dio al re}^ Filipo, su hijo, como en testamento en aquella última hora: y bien se puede decir que en ellos le dejó para memoria su retrato.

MEMORIA ESPECIAL QUE EL SANTO TUVO

DE SU HIJA LA ReINA DE NaVARRA.

ntes de esto había dado á la Reina de Navarra, Doña 29 / \ Isabel, su muy querida hija, otra semejanteinstrucción .acomodada á su persona para bien vivir, la cual no ha llegado aún á nuestras manos. Aunque sabemos, por lo que dice Dupleix. que anda impresa en lengua francesa juntamente con la pre- cedente, con el testamento de S. Luis, con su canonización y dos ser- mones de sus alabanzas compuestos por el papa Bonifacio VIlí, quien le canonizó al año tercero de su pontificado el de 1297, y el vigésimo séptimo después de la muerte del Santo, reinando en Francia y en Navarra su nieto Filipo el Hermoso. Y la crónica de S. Dionís refie- re que el buen Rey acompañó la exhortación dada á su hija de tres cadenas de hierro para disciplinarse y de un cilicio, de que la religio- sa Princesa usaba todas las semanas. Que estas son las pedrerías pre- ciosas, las joyas, los colores, los polvos, las aguas de olor y los per- fumes con que las señoras devotas procuran hacerse agradables á Dios y no á los hombres. Esto nos hace creer que la reina Doña Isa- bel pasó con el re}^ D. Teobaldo á África y asistió á la enfermedad y muerte de su santo padre, y que recibió de su mano propia el papel de la exhortación, el cilicio y las tres cadenas, y que eran las mismas de que el Santo usaba todos los Viernes después de confesarse, como lo refiere el Señor de Joinvilla, su familiar, porque, acabada la Confe- sión (dice este autor, que lo observaba todo) desnudaba las espaldas y daba estas cadenas á su Confesor para que le azotase con ellas: y cuando el Confesor aflojaba la mano, le hacía una seña para que la apretase más. Uno hubo entre otros que no necesitaba de esta se- ña, sino de la contraria; porque sin discreción alguna ni considera- ción de su delicadeza le diciplinaba siempre con todo rigor. Mas el Santo ni á él ni á otro dijo palabra sobre esto, mientras este confesor vivió. Después de su muerte se lo decía algunas veces sonriéndose á los otros confesores que tuvo para pedirles que no le tratasen con tanta blandura. A donde quiera que el Santo Rey iba llevaba siempre consigo estas mismas cadenas mu}' bien guardadas en una arquilla como si fueran J03'as, y como tales se las dio ahora á su hija la Reina de Navarra, como quien sabía que en ninguna otra persona podía estar tan bien empleadas ni tener el aprecio y uso que él de- seaba.

404 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA.

MUERTE PRECIOSÍSIMA DEL REY S. LUIS.

d:

espués que el Santo Rey hizo estas exhortaciones, co- ■5*^ I Inociendo que se acercaba su último dia, no quiso que le hablasen de otra cosa sino de lo perteneciente al fin de un perfecto cristiano y á la salud de su alma. Dios le conservó todos los sentidos exteriores é interiores tan enteros con el juicio y la memoria durante su enfer.nedad, que no se le reconoció otra fla- queza sino la de la voz en los últimos instantes de su vida, y aún es- ta la esforzaba á ratos. Porque al recibir el Sacramento de la Extrema- unción, el mismo dia en que murió ayudó al Sacerdote que se le da- ba á decir los siete Psalmos Penitenciales, y respondió él mismo á todas las preces y letanías. También se le oyó repetir estas palabras en los últimos períodos de su vida: Por el amor de Dios trabajamos en plantar la Religión Cristiana en Túnez; y quién será el más á propósito para ir á predicar el Evangelio al Rey de Túmz? Y aún nombró para este efecto á un religioso de Santo Domingo, el cual había estado allá otra vez, y era conocido de aquel Rey infiel. Cuya conversión deseó siempre con tanto celo que, estando en París los embajadores del mismo Rey, quiso que asistiesen con él á un Bautis- mo que se hacía en la iglesia de S. Dionís con grande ceremonia y mag^nificencia. Y estando en él, se volvió á ellos con agfradable ros- tro y les significó su religioso celo con estas palabras: Decid á vues- tro Rey que deseo sii salvación con tal pasión^ que quisiera estar cautivo en una mazmorra de moros^ aunque fuese sin ver toda mi vida la luz del sol porque él y sus vasallos recibiesen este sagrado lavatorio.

31 Este solo cuidado le quedó al salir de esta vida. Al mismo punto que espiró se notó con grande admiración de los circunstantes que su rostro, que estaba ajado y desfigurado con la enfermedad, se volvió hermoso y brillante sobre manera, coloridas las mejillas, la boca suavemente risueña, los ojos notablemente alegres y con ademán de quien miraba á todos con agrado, como si su alma gloriosa comu- nicara sin dilación á su cuerpo los resplandores de la gloria en agra- decimiento de la buena compañía que le había hecho en esta vi- da y en significación del vigor y esfuerzo que después de ausente había de alcanzar de Dios para los suyos. Como bien se vio en el progreso de esta guerra, de la cual se dice que en sus principios fué más gloriosa que en su fin: y más dichosa en su fin que en sus prin- cipios; aunque después de haberse acabado fué infelicísima y funes- tísima para Navarra por la pérdida de su Rey y de su Reina.

EL REY D. TEOBALDO II.. 405

LUGAR EN QUE MURIÓ Y FUÉ SEPULTADA

LA Reina de Navarra.

t~"^n el dia de la muerte del rey D. Teobaldo conviene Favín con el P. Moret, que la señala como él á 5 de Di- ^^ciembre de 1270. Pero disconviene en el déla muer- te de la reina Doña Isabel, que el P. Moret dice haber sido á 17 de Abril de 1271, cuatro meses y medio enteros después de la del Rey. Y F'avín, que fué á 27 del mismo mes; y para haber de ser los cuatro meses y medio enteros después, así debía ser. También disconviene en el lugar de la muerte, que el P. Moret dice fué en lliers, villa de Provenza, y Favín, que fué en las islas de Llibes ó Hieres pertene- cientes ala Provenza. Lo cual es cosa muy diferente; porque Hiers, es una villa sita en tierra firme, á la costa del mar, enfrente de estas is- las á las cuales da nombre: y las islas, como tales, están dentro del mar. Nosotros nos inclinamos mucho á que la Reina murió en algu- na de ellas, como dice F'avín: y que fué de vuelta de Sicilia, siendo forzoso parar allí por no permitir la enfermedad de que venía toca- da, el pasar más adelante á desembarcar en Marsella. Esta conjetura se corrobora mucho con lo que acerca de esto escribe el Padre Bussie- res en su Historia de Francia. Hablando de los príncipes que murie- ron al volver de la guerra de Túnez* dice en particular de la santa Reina de Navarra, Doña Isabel, que después de haber asistido á tres entierros, que fueron el de su padre, el de su hermano y el de su es- poso, y sin haber tenido hijos algunos, murió en el viaje para Mar- sella ccn el ahogo de su pena y con el incendio de su amor que, echan- do menos las muy amadas prendas que había perdido, las buscaba con suspiros ardientes. De aquí se infiere lo primero; que la Reina murió en las islas de Hieres, que son las que se encuentran en el ca- mino viniendo de Sicilia para Marsella, y no en la villa de Hiers, que está desviada; y aunque concediéramos que la Reina hizo este viaje para Marsella viniendo por tierra desde Provins Pruino en latín) donde el P. Moret y Garibay la quisieron dejar ausente de su marido, aún venía á quedar Hiers más á trasmano. ¿.Y para qué había de andar la afligida Reina desde Provins á Fliers y á Marsella ciento y cincuenta leguas camino sin necesidad muy urgente, la cual no se

* Jmó nec Regibiis prospcruní iter^ nec inceris cxpers reditiis contigit. Drepani TJieohnldiis Navarne Rex morbo vitam c/ausit, prcestajitissinuis jin'enis, nec indignus, qiiem Liidovictis affinitate adjiíngeret. Uxor Isabclla Ltidovici Filia tergeinino dr/iincta/iine- ri\ pah'is, fratris et cuiinigis^ cúni nec ¡iberos iillos siiscepisset^ iii itinere ad .Uasnli.un ubiit^ intercliidente m.erore spiritnm et amore clinrissiiua capüa reposcente.

406 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA,

descubre? Y si se discurre que fué para ir á recibir los huesos de su esposo, padre y hermano, no se debe admitir el discurso; porque lo más natural era que, la que tan afli_^ida estaba, no fuese ni la deja- sen ir cuando ella quisiese á buscar la ocasión de nueva pena y dolor. Infiérese, pues, lo segundo: que la reina Doña Isabel pasó con el rey D. Teobaldo á Túnez, que le acompañó á Sicilia, que asistió en Trápana á su muerte, como antes en África á las del Santo Rey, su padre, y de su hermano, el Conde de Nevers, como dice Busieres, y que de vuelta murió en el camino.

35 Acerca del lugar de su sepultura 3- la del Re}^ su esposo, que es cierto fué una misma, también discrepa Favín del P. Moret, di- ciendo éste que fué en la iglesia de los P. P. de S. Francisco de la villa de Provinsy aquel que fué en la de los P. P. de Santo Do- mingo déla misma villa. Kl P. Moret, que eligió el Rey aquella igle- sia para su entierro por ser muy devoto de los religiosos de S. Fran- cisco, á quienes dejaba fundado el monasterio de Sangüesa, y por el cariño á su hermano el infante D. Pedro, que se enterró allí. Favín, que eligió la de los Padres de Santo Domingo, de quienes este Rey era también muy devoto y había hecho fabricar ó acabar la fábrica de aquel monasterio é iglesia donde estaban enterrados sus predece- sores los Condes de Champaña. Oídas las partes, ahora la sen- tencia el lector.

OTRAS MUERTES DE PRÍNCIPES.

|1P. Bussieres 3^ comunmente todos los historiadoros 34 ^-^ franceses: cuentan también otras muertes de i)ríncipes

Ique después de esta jornada de Túnez no volvieron más á Francia, como son la de Alfonso, Conde de Tolosa y Potiers, hermano de S. Luis, á quien siempre acompañó en todas lasque hizo. Y partiendo ahora de Sicilia para Roma, sin llegar allá, murió en (>orneto, lugar de Toscana, 3' poco después Madama Juana, su mujer y su inseparable compañera. Por muerte de ambos, que no dejaron hijos, se reunieron los condados de Tolosa y Potiers á la Corona de Francia. Al nuevo rey de ella, Filipo el Audaz, también le alcanzó su trabajo, y con muy singular y lamentable desgracia. Porque, pasando también á Italia después de haber enterrado en el monasterio de Monreal, junto á Palermo, las entrañas}^ carne separada de los hue- sos de su santo padre, al caminar por Calabria, pasando un riachuelo la reina Doña Isabel, su mujer, hija del rey D.Jaime de Aragón, ca3'ó del caballo en el encuentro de una peña, 3' de enfermedad que con- trajo de esta caída, murió estando en cinta de ocho meses á los veinte Agr -y cuatro años de su edad. De aquí debió de nacer el yerro de algunos cTtand^ que, cquivocados con el nombre, muerte y preñado de Doña Isabel, á Zurita Reina de Francia, escribieron que la Reinade Navarra, Doria Isabel, cuya muerte sucedió en este tiempo, estaba en cinta cuando murió.

REY D. TEOBALDO 11. 4O7

RELIQUIA INSIGNE DE LA ESPALDA DE S.Andrés traída á Estella.

obernando en ausencia del rey D. Teobaldo el Reino ■í5u hermano, el infante I). Enrique, este año de l27ono se ofreció acá cosa notable si no la venida á Navarra del infante D. Felipe de Castilla, para reducirle á entrar en la liga que en Lerma habían hecho él y otros grandes señores de Castilla contra el rey D. Alfonso, su hermano. Pero esto ya lo refiere el P. Moret con la exacción acostumbrada, juntándolo con la otra venida queal mismo fin hizo este Infante el año siguiente, en que D. Enrique era Rey de Navarra, Y también otro suceso que omite el P. Moret, y nos pa- rece muy digno de escribirse; pues autor extraño y de grande auto- ridad y nombre, como es Ambrosio de Morales, le refiere y la tradi- ción inconcusa de la ciudad de Estella, recibida comunmente en todo el Reino, lo apoya.

36 Un obispo de la ciudad de Patras, en la Acaya, provincia de ^fj*'" Grecia, determinó venir en peregrinación á Santiago de Galicia, y de Es- para dejar alguna memoria digna de su devota veneración en el tem-9.*c"£ÍpÍ7! pío del Santo Apóstol, Patrón de España, tomó con consentimiento del cabildo de su iglesia de Patras una espada del cuerpo de S. An- drés Apóstol, que había padecido martirio.en aquella Ciudad, y esta- ba sepultado allí, y de todo sacó testimonio auténtico, que juntamen- te con la sagrada reliquia incluyó en una caja para traerla consigo. Llegó de tránsito á la ciudad de Estella á pié y sin comitiva de cria- dos, habiendo emprendido en esta forma su peregrinación para ma- yor humildad y mortificación, como reyes 3^ grandes príncipes no pocas veces lo ejecutaron. Allí ca3'ó enfermo el Santo Obispo, y sin decla- rar quién era, se hospedó entre los otros pobres en el hospital, donde se leagravó la enfermedad y murió en breve, reteniendo siempre pegada á su cuerpo la preciosa reliquia que consigo traía. Enterráronle sin reparo alguno en el cementerio de la iglesia de S. Pedro. Así lo dis- puso la Divina Providencia, tomando por su cuenta descubrir aquel inestimable tesoro con señales del cielo, que como lenguas de luz le publicasen y persuadiesen mejor su veneración y su culto. Porque la noche siguiente advirtió el sacristán de la iglesia de S. Pedro un grande resplandor como de estrellas sobre la sepultura del peregrino Obispo, y repitiéndose la maravilla la siguientes noches, quedó con- vencida por la experiencia de los ojos la incredulidad de los clérigos de la misma iglesia, quienes, desengañados, registraron el sepulcro, y desnudando el cadáver, hallaron con admiración la caja, y dentro de ella la espa da y el testimonio de ser sacada del cuerpo sagrado del aoóstol b. Andrés. Regocijóse la Ciudad con la noticia de haberse hallado tan precioso tesoro: dieron sepultura más decente al difunto

4o8 LIBRO XXII DE LOS ANALES DE NAVARRA.

Obispo, y colocando dignamente la reliquia, la expusieron al culto y veneración de todos los fieles en la misma iglesia de S. Pedro, á quien de justicia se debía, no solo por ser tesoro descubierto en territorio suyo, sino también por razón de herencia, siendo despojo sagrado de S. Andrés, su hermano.

37 Desde entonces la veneran en aquel templo los felices ciuda- danos de Estella con el más cordial y reconocido afecto: y el Rey de Navarra, Carlos 11, el año de 1373, ciento y tres después de su des- cubrimiento, hizo hacer un relicario piramidal de oro esmaltado para colocarla en él y concedió el extraño privilegio de las Palmadas. Es- te era, que en todos los costales ó sacos de trigo que entrasen en la ciudad de Estella el dia Jueves pudiese un ministro entrar la mano abierta y todo el grano que sacase en la palma fuese para S. Andrés y el culto de su espalda. Esto, que no tenía incoveniente en la since- ridad de aquel siglo, ocasionó después embarazos al comercio y se conmutó en la obligación que hizo el regimiento de aquella CiuJ.id, de pagar todos los años diez reales de censo perpetuo á S. Andrés, de que hay auténtica escritura en su archivo. El emperador Carlos V y el rey Filipe 11, su hijo, pasando por E!stella, veneraron y adoraron esta reliquia é hicieron considerables limosnas para el ornato de su capilla Y últimamente el regimimiento de la misma Ciudad, obligado de los continuos milagros que el apóstol S. Andrés hacía en benefi- cio de sus naturales, votó el patronato el año 1626 para hacer perpe- tuo su agradecimiento, poniéndose con rendido afecto debajo de la protección de este gran Santo, que admitió con agrado el obsequio, como lo mostró con señales visibles el cielo. Porque, Domingo dos de Agosto de ese mismo año, en que se celebra la fiesta de su admirable reliquia, se apareció sobre su capilla una aspa refulgente, de que se recibió información jurídica

FIN DEL TOMO CUARTO.

índice

DE LOS LIBROS Y CAPÍTULOS CONTENIDOS EN ESTE CUARTO TOMO DE LOS ANALES DIÍL IlEINO DE NAVARRA.

LIBRO XIX. Capítulo III.

PÁGS.

I. Resultas de la defensa de Calatrava y donación del Rey á los de Mendigorría. II. Muerte del Rey de Castilla, nuevas alteraciones de los reinos de Iispaña. III. Paz entre Aragón y Navarra. IV. Muerte del Obispo de Pamplona, D. Lope. 9

Capítulo IV.

I. Entrada del Navarro por la Rioja y Bureba. II. Varias do- naciones y muerte del conde D. Ramón. III. Paz renovada entre Navarra y Aragón. IV. Jornada del Rey á Murcia en socorro de su rey Lope contra otros moros. V. D. Pedro Ruíz de Azagra, Señor soberano de Albarracín. VI. Repo- blación del monasterio de Fitero 14

Capítulo V,

I. Venida del Rey de León á Navarra y donación del infantaz- go á la Reina, su hermana. II. Varias memorias y sucesión de D. Pedro París á D, Bibiano en el Obispado de Pamplo- na. III. Otras memorias y la primera del apellido de Men- doza. IV. Providencias de los Reyes de Navarra y Aragón. V. Guerra entre Aragón y Navarra. Fundación del Caste- llón de Sangüesa. VI. Donaciones del Rey y prosecución de la guerra. VIL Otras donaciones 23

Capítulo VI.

I. Liga de Aragón y Castilla contra Navarra. Donaciones del Rey de Navarra. II. Memoria del Santuario de Nuestra Se- ñora del Puy de Estella y composición acerca de sus iglesias entre el Obispo de Pamplona y monasterio de S. Juan de la Peña. III. Invasión del Castellano y Aragonés en Navarra. Donación del Obispo de Pamplona á la Vizcondesa de Ba- yona. IV. Fundación del monasterio de Iranzu. V. Jornada de Aragón y Castilla contra moros, y otras memorias. VI. Sucesos del Obispo de Pamplona y una donación á Leire. 37

410 ANALES DEL REINO DE NAVARRA.

Capitulo YII,

PÁGS

I. Pactos de Aragón y Castilla contra Navarra. 11. Pactos y paz de Navarra con Castilla. III. Muerte de la reina Doña Sancha y fundación del monasterio de monjas del Cister en Marcilla. IV. Memorias del tiempo. V. Fundación de la ciu- dad de Vitoria. VI. Fueros á varios lugares. Vil. Fundación de Villaba. Franqueza de Navascués. VIII. El Señor de Al- barracín defendido contra Aragón y Castilla. Desposorios de la Infanta de Navarra con el heredero de Inglaterra. . . 47

Capítulo VIH.

I. Aumento de población en Estella y en Pamplona. II. Algu- nas memorias. III. Obras piadosas del Obispo de Pamplona. IV. Matrimonio de la Infanta de Navarra con el Rey de In- glaterra. V. Providencia del Rey acerca de los desafíos. VI. Otras providencias. VIL Muerte y elogio de D. Pedro París, Obispo de Pamplona. VIII. Muerte y elogio del rey D. Sancho el Sabio de Navarra 62

LIBRO XX.

Capítulo I.

Coronación del rey D. Sancho el Fuerte y elección deD. Gar- cía para Obispo de Pamplona. II. Guerra de Miramamolín en, España. III. Alarcos ganada por los moros y fatal suceso del Señor de Vizcaya. IV. Rompimiento de León y Navarra contra Castilla. V. Fuero á los de Urroz 77

Capítulo II.

Vistas de los Reyes de Navarra, Castilla y Aragón entre Agreda y Tarazona, y homenaje del Vizconde de Lartax al Rey de Navarra. 11. Varias memorias. III. Tratados de ma- trimonio de la hija de Miramamolín con el Rey de Navarra. IV. Invasión del Miramamolín en tierras de cristianos y de los reyes de Castilla y Aragón en Navarra. V. Satisfacción al Pontífice sobre los tratados del matrimonio. VI. Sucesos del tiempo. VIL Donación del Rey á la Iglesia de Pamplo- na. VII I. Su jornada á África 92

índice, 411

Caiiítiilü ni.

PAGS.

I. Detención del rey D. Sancho en África y causas de ella.

II. Invasión de los reyes de Castilla y Ara<rón en Navarra.

III. Cerco de Vitoria y pérdida de Álava y Guipúzcoa.

IV. Vuelta del Rey á Navarra. V. Rogerio ílovedén defendi- do en la relación de estas cosas del rey D. Sancho. . . .110

Capítulo IV.

I. Varias donaciones y memorias. II. Homenaje del Señor de Agramont al Rey de Navarra. íll. Providencias del Rey en su Gobierno y otras memorias con la de la muerte de D. Gar- cía, Obispo de Pamplona. IV. Paz con Aragón. V. Enagena- ción de Castilla y refugio en Navarra del Señor de Vizcaya con otras memorias. Vi. Muerte del Infante de Navarra y tregua con Castilla. Vil. Fueros á varios lugares. VÍII. Vis- tas de los reyes de Navarra y Aragón y otros fueros. IX. Guerra de Castilla contra moros y memorias de Navarra. 135

Capítulo V.

I. Jornada del rey D. Sancho contra moros. II. Muerte del Obispo de Pamplona, D.Juan, y sucesión de D. Asparago. III. Sucesos del ejército cristiano. IV. Batalla de las Navas de Tolosa. V. Prodigios del cielo en esta batalla. VI. Princi- pio de las cadenas en el escudo de Navarra. VIL Plazas ga- nadas á los moros 154

Capítulo VI.

I. Providencias del Rey en las discordias de Pamplona, y otras memorias. 11. Pactos del Señor de Albarracín con el Rey de Navarra. III. Memoria del Arzobispo de Toledo, D. Rodrigo Jiménez, 3' otras del tiempo. IV. Cartas de profi- liación. V. Jornada del rey D. Sancho contra moros, y otras memorias con la elección de D. Guillermo en Obispo de Pamplona. VI. Fundación de Viana, y otras memorias. . 182

Capítulo VIL

I. Providencia del Rey en frontera de Aragón. II. Muerte del Obispo de Pamplona, D. Cjuillermo, y sucesión del infante D. Remigio en el Obispado con otras memorias. III. Provi- dencias en las disensiones civiles de Pamplona. IV. Otras memorias. V. Tratados del infante D. Fernando de Aragón

412 ANALES DEL REINO DE NAVARRA.

PÁGS

con el rey D. Sancho de Navarra. VI. Varias memorias y do- naciones. Vil. Homenaje del Señor de Lusa al rey de Nava- rra y fuero de Aezcoa. VIII. Fundación de Santa Engracia de Pamplona y principios de S. Pedro 199

Cfliíitulo YIII.

I. Vida retirada del rey D. Sancho en Tudela, visita del rey D.Jaime de Aragón y resultas de ella. II. Pactos de adop- ción recíproca éntrelos dos Reyes. III. Disonancia y nuli- dad de estos pactos. IV. Turbación en la Iglesia de Pam- plona y otras memorias. V. Muerte del rey D. Sancho y en- tierro enSanta MARÍA de Roncesvalles. VI. Su elogio . . 212

LIBR O XXI.

Capítulo I.

I. Embajada de los Estados del Reino al rey D.Jaime de Ara- gón. 11. Llamamiento y venida del Rey D. Teobaldo á Na- varra y su coronación en Pamplona. IIL Algunas memo- rias. IV. Composición de las turbaciones de Tudela. V. Do- nación del castillo y villa de Javier á D. Adán de Sada. VI. Primera entrada de los monjes blancos en Leire. . . 225

Ciipitiilo II.

I. Diferencia sobre los fueros. II. Memoria del Arzobispo de Toledo, D. Rodrigo, y de navegación en el Ebro. III. Dispo- ne el Rey jornada ultramarina. Sentencia sobre los deba- tes de Tudela. IV. Homenaje del Señor de Agramont. Con- troversia sobre hidalguía y otras memorias. V. Vistas en Tudela del Rey con el Arzobispo de Toledo y el Señor de Albarracín. VI. Su partida á Bayona 285

Cupitiilo III.

I. Jornada del rey D. Teobaldo á la Tierra Santa y prínci- pes que concurrieron. II. Paso del ejército cristiano por el monte Tauro y entrada en Antioquía III. Diminución del ejército, y causas de ella. IV. Resolución del Duque de Bre- taña y otros Príncipes contraía voluntad del Rey, y sus efec- tos. V. Treguas con los infieles y retirada de los cristianos á Europa 245

Índice. (nintiilo IV.

I. Convenios del Rey con el Señor de Rada y con el capítulo de la Iglesia de Pamplona. II. Matrimonio de la Infanta de Na- varra con hijo del Señor de Albarracín y otras memorias. III. Restitución del Rey á D. Fortaner de Alascún de la villa de .

Sádava. IV. Homenajes de varios señores al Rey de Nava- rra, y providencias en el Gobierno de su Reino. V. Indicios de guerra con Castilla 256

Capitulo V,

I. Rompimiento entre el Rey y el Obispo de Pamplona. II. Memorias del castillo de S. Esteban de Monjardín. III. Fundación del convento de S. Pedro de Pamplona. IV. Ho- menaje del Vizconde de Tartax al Rey de Navarra. V. Re- conciliación del Rey con el Obispo. VI. Varias memorias del reinado de D. Teobaldo. VII. Jornada del Rey á Roma, su vuelta y mercedes hechas á varios lugares. VIII. Su muerte

y otras memorias. IX. Su elogio y sucesión 263

Escolios y adiciones del Padre Alesón 277

Relación de lo que resulta de instrumentos acerca del reñido pleito entre el señor obispo 1). Pedro Jiménez de Gazólaz, Obispo de Pamplona y el rey D. Teobaldo I. por el orden que consta de los que están en el archivo de la Santa Iglesia Catedral de la ciudad de Pamplona 3ll

LIBRO XXII. Capítulo I.

I. Sucesión del rey D. Teobaldo, II de este nombre, y ahanza con el rey D. Jaime de Aragón. II. Prevenciones de la Reina madre parala seguridad del Reino. III. Coronación del Rey. Juramento á los Estados del Reino y forma de gobierno en su minoridad 317

Capítulo II.

I . Movimientos de Castilla contra Navarra, vistas de los reyes de Navarra y Aragón y alianza renovada. II. Sentencias da- das por los jueces de Emparanzas. III. Batalla de Navarra con Aragón contra el Castellano suspendida y paz concer- tada. IV. Prevenciones de guerra en Navarra y Aragón y artes del Rey de Castilla. V. Nuevas vistas de los reyes de Navarra y Aragón, y alianzas del infante de Castilla y del

414 ANALES DEL REINO DE NAVARRA.

PÁGS.

Señor de Vizcaya con estos reyes. VI. Varias memorias. VIL Paz con Castilla. VIII. Muerte de la Reina de Navarra, Doña Margarita 324

Capítulo III.

I, Jornada del Rey ásus Estados de Francia. D- Alfonso, Rey de Castilla, electo Emperador de Alemania, y paz con Ara- gón turbada y restablecida. II. Familiaridad del rey D. Teo- baldo con S. Luis, Rey de Francia, y su matrimonio con Doña Isabel, hija del Santo. III. Reliquia de la espina y varias memorias de aquel tiempo. IV. Paz asegurada con Castilla y mercedes del Rey á varios lugares. V. Otras memorias. VI. Fundación del convento de Santo Domingo de Estella. VIL Otras mercedes del Rey y memorias de su reinado. . 335

Capítulo IV.

L Segunda jornada del Rey á Francia. II. Origen de la ilustre Casa de Enríquez de Lacarra. III. Vuelta del Rey de Nava- rra y homenajes que le hacen algunos señores. IV. Tratados de matrimonio para el infante D. Enrique, y mercedes del Rey á varios pueblos. V. Homenaje al Re}' del Señor de Agramont. VI. Varias memorias y pena de falsarios de mo- neda 342

Capítulo V,

I. Turbaciones del monasterio de Leire y jornada del Rey á Francia. II. Matrimonio del infante D. Enrique con Doña Blanca, hija del Conde de Artois. III. Memoria de D. Ar- mengol. Obispo de Pamplona, y otras del tiempo. IV. Jornada de D. Teobaldo con S. Luis á la guerra sacra y mercedes hechas en el viaje 350

Capítulo VI.

L Navegación de la armada cristiana á la isla de Cerdeña.

II. Resolución de pasar á Túnez y lo que allí sucedió. III. Enfermedad del ejército cristiano y muerte de S. Luís. . . 357

Capítulo VII.

L Llegada de Carlos de Anjou, Rey de Sicilia, á Túnez con su armada. II. Batalla con los infieles 3^ victoria de los cristianos.

III. Segunda batalla y victoria completa. IV. Treguas con los infieles. V. Vuelve á Sicilia la armada cristiana. VI. Muerte y testamento del re}' D. Teobaldo. VIL Su elogio y muerte de la Reina de Navarra, Doña Isabel 365

Escolios y adiciones del P. Alesón 385

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