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librería hispano-uruguaya

55Pasage del Mercado- Viejo 55 MONTEVIDEO

THE LIBRARY

OF

THE UNIVERSITY

OF CALIFORNIA

LOS ANGELES

L^ ~

®ra©raGA AMEMflSAim.

TOMO VII.

APUNTES BIOGRÁFICOS

DE

Escritores, Oradores y Hombres de Estado de i.\ República Argentina.

POR EL

I)r. D. JOSÉ MARÍA GUTIÉRREZ.

Siendo esta obra propiedad de la Biblioteca Americana, el Editor perseguirá ante los tribunales, i quien la reimprima sin su permiso.

APISTES BIOGRÁFICOS

DE

Escritores, Oradores y hombres de Estado

DE LA POR EL

Dr. D. *UAN II. (¡ITIERREK.

Je voudraís que chacun écrivit ce qifil sait, et autant qu'il sait, non en cela seulement, mais en tout autre sujet.

M. Montaigne, Ess. L. í, Chap

BUENOS AIRES.

* e Mayo, Calle de Belgr&no núxn. 107,

1860.

z\o5 s i

ADIÓS!

Con este tomo queda aplazada por ahora la publicación déla Biblioteca Americana. Son bien notorios y conocidos los sucesos políticos que nos obligaron á suspenderla á mediados del próximo pasado Mayo, y no juzgamos necesario ni creemos oportuno entrar en este momento en el análisis de las diversas causas que nos impiden continuarla hoy; pero como muchos suscriptores han tenido la bondad de escribirnos, manifestándonos el deseo de que se publicase al menos el tomo anunciado y pen- diente de los Apuntes biográficos del Dr. D. Juan M. Gutiérrez, hemos hecho un arreglo con D. Car- los Casaballe, á fin de complacer á dichos suscrito- res y complementar las Máximas y pensamientos de aquel distinguido escritor.

Al despedirnos, pues, de nuestros constantes favorecedores, solo nos resta rogarles admitan este último tomo, protegiendo asi el desinterés y buena voluntad con que el Sr. Casaballe ha querido impri- mirlo por su cuenta y riesgo, contando principal- mente con el crecido número de suscriptores que

tenia la Biblioteca cuando se suspendió. Por nuestra parte nos daremos por muy satisfechos, si al alejarnos de Buenos Aires vinculamos nuestro recuerdo y ponemos punto á nuestras tareas lite- rarias eon la publicación de este libro por tan- tos conceptos recomendable.

Desde Montevideo para donde partimos mañana hacemos ardientes votos por la felicidad de Buenos Aires y la unión de la República Argentina, como la comprendieron sus ilustres fundadores, espe- rando que si no nos es dado mas adelante llevar á feliz término la obra emprendida, otros habrá mas capaces que, en época mas propicia, sabrán fecundizar la idea en jérmen que nosotros apesar de todos nuestros esfuerzos no hemos logrado ni lograremos tal vez desarrollar. Entre tanto como la esperanza es lo último que abandona al hombre, confiamos todavía, y estrechando la mano á nues- tros amigos, les decimos únicamente : Adiós!

Buenos Ayres, 2 de Enero de 1860.

A. Magariños Cervantes.

P. D Esto escribíamos hace tres meses: y recien en el diadela fecha, 4 de Abril, llegan á nuestras manos las primeras pruebas del mencionado libro. En una estensa y afectuosa carta, nos esplica el Sr.

Casaballe los motivos ágenos á su voluntad, que han retardado la impresión, y como esta circunstancia, nacida principalmente del escesivo trabajo de que se amenudo recargada la imprenta de Mayo, ha da- do margen á diversas interpelaciones, trascribimos á continuación la carta que al efecto publicamos en los periódicos de Montevideo.

Solo nos resta añadir respecto de dicha carta, que resueltos á llevar adelante los propósitos en ella consignados, bajo las condiciones y en la forma es- presada, la reproducimos aqui con el doble objeto de que llegue á noticia de los suscritores que no la hayan leido, y como una promesa que si obstáculos insuperables no lo impiden, mes mas ó menos, ha de convertirse en realidad.

Dice asi: Sres. Redactores de la Tribuna.

Buenos Aires. Montevideo, Marzo ÍU de 186O.

Muy señores mios. —Uno de mis amigos ha teni- do la bondad de enviarme, dentro de una carta que he recibido con bastante retrase, por estar equivo- cada la dirección, un párrafo inserto en la Tribu-

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na del 7 del corriente, en que ustedes tienen la bon- dad de dirigirme algunas preguntas á nombre de la literatura del Rio de la Plata.

"¿Por qué, dicen ustedes, hoy que la oliva de la paz da sombra á estos pueblos, no continúa el señor Magariños Cervantes la publicación de la Biblioteca Americana?

"Obras de esa naturaleza no deben cesar jamás, por su intrínseca importancia, cuanto por el esti- mulo que despiertan en la juventud etc."

Agradeciendo cordialmente esta afectuosa indi- cación, que ya me habian hecho otros periódicos y varios suscritores, les diré que al alejarme de Bue- nos Aires en Enero de este año, dejé á D. Car- los Casaballc un tomo del Dr. D. Juan M. Gutiér- rez con un pequeño prólogo en el que me despedia de los suscritores y esplicaba las razones que me obligaron á suspender la Biblioteca un mes después del pronunciamiento de los pueblos de la Confe- deración .

Ignoro los motivos que habrán impedido al se- ñor Casaballc cumplir la formal promesa que me hizo de imprimirlo : probablemente la escases de operarios será la causa. Yo creyendo que et refe- rido tomo se publicaría mas pronto, juzgué inútil hacer ninguna advertencia al público, y por ese mo- tivo he guardado silencio hasta ohora, en que la in-

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terpelacion de la Tribuna me pone en el deber de romperla

La favorable aeojida que obtuvo esa publicación, que al suspenderse por los sucesos de la guerra, contaba con novecientos suscri lores en la Repú- blica Oriental, Estado de Buenos Aires, Confedera- ción y Paraguay, según consta de las listas publica- das al fin de cada tomo, me hizo creer en la posibi- lidad de que alcanzase larga vida, y mas de una vez be ideado diversas combinaciones para llegar á ese resultado.

Una de ellas era publicar un periódico politico, comercial, judicial y literario, órgano de los intere- se .; permanentes y generales de la República Orien- tal, titulado EL URUGUAY, y que por el fondo y por la forma justificase su título; y si lograba reu- nir una suscricion suficiente á costear los crecidos gastos que demanda, agrandarlo de manera que se pudiesen dar cabida en él mas adelante, á los tomos de la Biblioteca, de modo que los suscritores reci- biesen cada mes el periódico y un libro intercalado en él por el mismo precio de otro cualquier dia- rio.

La nueva situación en que lia entrado el pais des- de el Io de Marzo y otras, circunstancias que seria largo esponer, me han hecho volver á pensar en mi antiguo proyecto; pero al ir á ponerlo en planta,

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he tropezado con dificultades mas serias de loque me imaginaba.

Y no vayan ustedes á creer que los obstáculos nacen de las autoridades ó cosa parecida: no: son por ahora puramente materiales. Nada temia ni temo del Gobierno ni de los partidos, porque el móvil, las tendencias, loa principios que ese perió- dico sostendría, no pueden ser mas dignos y eleva- dos.

Espondrelos aqui en breves palabras, para jus- tificar lo que avanzo, copiando un párrafo del pros- pecto que tenia escrito desde el 2 de Marzo.

"EL URUGUAY, caso que se publique, no levantará ningu- na bandera de partido: periódico nacional, en la noble espre- sion de la palabra, y consagrado únicamente á los intereses permanentes y generales del pais, buscará la solución de nues- tras problemas sociales, no en pequeñas y transitorias cuestio- nes que solo conducen á perpetuar, con mengua de todos, los odios que nos dividen, sino en el estudio práctico de la Consti- tución: en la recta observancia de la ley; en el respeto á las au toridades emanadas de ella, en el mutuo y franco cumplimien- to de los derechos y deberes que asigna é impone á Gobernan- tes y á gobernados; en la propaganda de los altos principios de la democracia; y finalmente en el análisis y difusión de las bue- nas doctrinas, aplicables á nuestras necesidades: esas doctri- nas que abarcan los diversos ramos del saber humano, relacio- nados con los elementos que constituyen la vida política, econó- mica, intelectual y moral de las naciones; y que valen la pena

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de que a su triunfo consagren sus esfuerzos todos los hombres de corazón é inteligensia, sin mas recompensa acaso que el aplauso y simpatía de los buenos.

"El jérmen de este pensamiento se encuentra en varias de mis publicaciones anteriores (véase el programa de la Revista española de ambos mundos y Biblioteca Americana t. 5 ° pag. 273) y desde que regresé de Europa se ajita en mi cabeza. ¿Habrá llegado el momento de realizarlo? Lo ignoro aun; pero de él forma parte la Biblioteca Americana, aunque no me sea posi- ble continuarla inmediatamente; puesto que, prescindiendo de lo que dejo apuntado mas arriba, compromisos contraidos y las atenciones de mi estudio de abogado que no pienso ni quie- ro cerrar, no me permitirán consagrar al mismo periódico sino una parte de mi tiempo, como tanto: otros letrados que han sido y son á la vez periodistas; ya que por desgracia todavía la vida de escritor público entre nosotros, 6i bien tiene mas impor- tancia de lo que jeneralmeute se cree, no es una profesión que recompense los disgustos y compromisos que ocasiona, ni al que la ejerce la consideración que merece cuando se desem- peña con altura y dignidad.'1

Esla sencilla exposición convencerá ú ustedes que no he renunciado completamente á mis antiguos propósitos, y que la literatura del Rio de la Plata tiene en todavía un obrero aunque humilde, de- cidido y perseverante.

En fin, ohrasson amores, y concluyamos que esta carta ya se va haciendo muy estensa. Voy, pues, á trabajar con doble emp ño para llevará cabo mi idea, que necesariamente exi!e algún tiempo antes

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de poderla plantear como deseo; pero sino logro vencer 1 s dificultades materiales, ó no v<jo condi- ciones favorables para el desarrollo del fin que me he propuesto, quedará aplazada la aparición del URUGUAY, para tiempos mejores, y con él la con- tinuación de la Biblioteca. Entre tantc aprovecho la ocasión que ustedes me ofrecon para disculpar- me con ios suscrito res de aquella publicación y dar- les las esplicaciones que anteceden. Por consiguien- te agradecería á ustedes lo mismo que á sus cole- gas de Montevideo me hicieran el obsequio de re- producir esta carta, si la creen digna de ocupar un lugar en sus columnas; hay en ella algunas ideas que conviene popularizar, y me interesa que esos suscritores y mis amigos personales sepan al me- nos que no depende de mi buen deseo complacerles desde luego, sino de circunstancias superiores á mi voluntad.

Esperando que asi lo hagan, les doy las gracias ilo ante mano y me repito etc.

Alejandro Magariños Cervantes.

BIOGRAFÍA

UE

D. BERMRDISO RIVADAVIA.

Los hombres notables de la revolución argentina de quienes nos separan el tiempo y la muerte, so- portan bajo sus humildes sepulcros el doble peso de la losa y de la indiferencia.

La vida de nuestro pueblo ha sido turbulenta, rá- pida como un torrente. Nos hemos derrumbado por sus aguas, sin hallar aquel reposo que exige la contemplación de la historia para poder distinguir con claridad la fisonomía de los personqges que en ella se ilustraron.

Mientras tanto, los pueblos, como las familias se robustecen para las luchas en que la virtud sale

u

triunfante, volviendo la vista en las horas de con- flicto á las imágenes respetadas de los antepasados que conservó el arte ó perpetua la tradición.

Quien, en los momentos de fragilidad, en las indecisiones de la conciencia, no ha hallado el buen camino á la luz de la mirada de su padre, aun arro- jada desde la región de la muerte? Nos retraemos de una acción que nos reprobaría desde su tumba aquel á quien hemos amado y respetado en vida,

Y como el ciudadano es un hombre, y el pueblo es la colección de las familias, y la patria el hogar de una sociedad entera; ese mismo poder morijc- rador que ejerce sobre el individuo el recuerdo de sus antecesores, se ejerce también sobre las nacio- nes por la memoria de los varones eminentes que son sus gloriosos projenitores.

El viento de nuestras querellas ha llevado en pe- dazos á nuestros viejos proceres. Es preciso bus- car la huella de sus pasos en los caminos del des- tierro, en el pavimento de las cárceles, en la som- bra triste á donde les confinó la injusticia ajena á los propios desengaños.

Ks necesario lavar de sobre ellos las manchas de lodo con que les salpicó el carro revolucionario, se- parar sus mutilaciones, colocarles en dignos pedes- tales, á fin de que la juventud les venere y se esti -

mulé al bien para no ser bastarda de tan noble ge- nealogía.

Son estas, sin duda, las consideraciones que han inspirado el pensamiento de formar la presente galería de hombres célebres del pais, entre los cua- les se coloca con justicia en primera línea á D. Beknardino Rivadavia.

Fueron sus padres, el abogado de la Real Au- diencia D. Benito González de Rivadavia y Da. Maria Josefa Rivadavia, y nació en esta ciudad de Buenos Aires el dia 20 de de Mayo de 1780.

En diez años menor que D. Manuel Belgrano y dos'mcnor que D. José de San Martin, célebres ge- nerales de nuestra independencia: menor tres años (pie el Dr. D. Mariano Moreno, aquel que como un meteoro brillante cruzó el cielo de Mayo y se apagó en la inmensidad del océano.

I^a profesión del padre y las tempranas preven- ciones del espíritu llevaron naturalmente al Sr. Rivadavia á la carrera de las letras.

Los reales eitudios existían en Buenos Aires des- de el ano 1772, época en que se fundaron, con los bienes secuestrados á los jesuítas, bajo la direc- ción del Signo y desgraciado santafesino Dr. D. Juan Baltazar Maciel.

El personal decente del establecimiento acadé- mico, como denomina el historiador Funes al pri-

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mor colegio Bonaerense, se componía de dos pre- ceptores de latinidad, de los cuales uno debía en- señar la retórica; de un maestro de filosofía y tres de teología. Estas cátedras reunidas y aumenta- das tal vez en número, pasaron á formar el colegio de San Garlos en donde desde el año de 1785 se educaron los hijos de Buenos Aires que no querían ó no podían trasladarse á la antigua universidad ¿le Córdoba.

La enseñanza déla lengua latina se mantuvo á la altura de las necesidades de la escolástica, hasta que la fortuna trajo alpais al presbítero D. Pedro Fernandez, literato imbuido en las bellezas de los clásicos latinos, á cuya difusión entre los jóvenes se consagró durante cinco años desde el de 1790.

Fué en la escuela de este hombre útil y modesto, en la que se inició el Sr. Rivadavia en los rudi- mentos del saber, según la disciplina ordinaria. El mérito del maestro se mide por la gratitud que le conserva el discípulo.

"Mientras el Sr. Rivadavia tuvo influencia en los destinos de nuestro pais (dice el ilustrado editor del Triunfo Argentino, se hizo un deber en protejer al \ iejo presbítero que había sido su maestro: razgo noble que le agradecemos en lo mas profundo de nuestra alma."

El pobre anciano Fernandez, entendido en agri-

cultura y aficionado á los campos, como Virgilio cu- vas geórgicas y églogas sabia de memoria, aceptó con gusto la dirección de una colonia de estrangeros, establecida en la chacarita de los colegiales en don- de el nombre del Rector Chorroarin debia salvarse del olvido según las intenciones del decreto de 25 de Setiembre de 1826. Bastóle este delito para que pasada la Presidencia se le dejase morir en la oscuridad y en la miseria.

Muchos porteños distinguidos en las letras, en la magistratura y en la diplomacia, y que han prestado eminentes servicios á la patria fueron condiscípu- los del Sr. Rivadavia.

Kducáronse con él, el inspirado autor del himno nacional, fundador del Departamento Topográfico y creador de la estadística entre nosotros, Dr. D. Vi- cente Ix)pez: el que supo fundir cañones, disparar- los con valentía y coronarse con laureles tan inmor- tales como los del héroe, cantando la Libertad de Lima, D. Esteva n de Luca: el elocuente orador en el pulpito y en Ja tribuna parlamentaria, Dr. D. Ju- lián Segundo de Agüero: el que fué digno de arran- car con shs virtudes á la lira de D. Juan Cruz Varec la una de^as mas entonadas elejias de la musa ar- gentina, Dr. D. Matías Patrón

Todos estos conocieron al Sr. Rivadavia en la ín- tima familiaridad de las aulas, sin que pudieran

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comprender entonces que la frente noble y desen- vuelta, sombreada por abundante cabello renegri- do, que el aspecto grave y la seriedad adulta de aquel joven eran otras tantas promesas de las cali- dades de iniciador y de reformador que habia de desenvolver en alto grado cuando invistiese la auto- ridad para cuyo lustre habia nacido.

En la flor de la vida y en medio de la monoto- nía de la existencia colonial se encontraban aque- llos jóvenes, cuando la inesperada agresión britá- nica vino á sacudirles como con el golpe de una cor- riente galvánica.

El pueblo de Buenos Aires se alzó á manera de DO solo hombre. Todos los habitantes fueron sol- dados. Uno de los condiscípulos ya mencionados del Sr. Rivadavia, recibió la insignia de doctor en leyes sobre el uniforme de capitán de Patricios. Con el mismo grado sirvió el Sr. Rivadavia en el batallón de gallegos, el cual se señaló en varios en- cuentros con el enemigo, muy especialmente en el lance de la desgraciada defensa de los pasos del Ria- chuelo contra las legiones del Mayor Oawfur.

El francés D. Santiago Liniers fué el héroe de la Defensa y de la Reconquista en los años de 1806 y 1807. Sus hechos meritorios despertaron los ce- los del Cabildo hasta el punto de empeñar esta cor- poración todo su influjo para que la corte de España

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no le recompensase con el mando efectivo del vi- reinato, acéfalo por la fuga cobarde de Sobremonte y por las medidas tomadas contra este indigno man- datario por la Audiencia gobernadora.

Los adversarios del vencedor obraron en seguida mas abiertamente contra él y llegaron hasta los he- chos. La primera revolución armada que presen- ció Buenos Aires fué la que tuvo lugar el 1 . ° de Enero de 1809, especie de tumulto militar sofocado principalmente por la actitud decidida que los pa- tricios tomaron unánimes en defensa de la autori- dad de Liniers. ' 'Cuando los españoles se dividie- ron entre Liniers y Alzaga (dice un escritor argen- tino) Rivadavia se puso del lado del primero porque la idea americana en ello ganaba, y su resolución fué de gran peso para hacer inclinar la balanza en favor de Liniers."

i/os que están al cabo de las curiosas complica- ciones de aquella época, aseguran que este no solo era el caudillo querido del pueblo por sus brillan- tes proezas, sino porque los sucesos le habían colo- cado, sin que él mismo lo percibiese, á la cabeza de los instintos patrios, despertados con el senti- miento del propio valor, en oposición al prurito de superioridad y predominio del partido peninsular.

El jérmeh de la revolución habia llegado hasta nuestras playas, sin duda, con las ideas de la filoso-

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lia política de la Francia moderna; pero puede de- cirse también que la revolución de 1810, tan favo- rable al desenvolvimiento del comercio inglés en estas regiones de América, fué avivada indirecta- mente con el toque de las generalas con que el tam- bor argentino, convocaba á la defensa contra los soldados de la Gran Bretaña.

La posición en que la fuerza de las cosas babia colocado á Liiiiers, era ya de suyo una poderosa razón para que el Sr. Rivadavia se hubiese condu- cido para con él de la manera que hemos visto en el suceso del 1. c de Enero. Pero, militaba amas una circunstancia personal que comprometía su gra- titud para con el gefe bizarro de la defensa de Bue- nos Aires.

Liniers, para arrancar de manos de sus enemi- gos domésticos una arma terrible, dispuso que la jura de Fernando Y1I se verificase el dia 21 de agos- to de 4808, inmediatamente después que llegó á es- te puerto la noticia de la exaltación de aquel mo- narca al desacreditado trono de sus padres. Aque- lla ceremonia debia tener lugar con el aparato y la pompa de que era capaz una ciudad rica y popu- losa, y ocupar en la fiesta un lugar señalado el Alfé- rez real; empleado de cuenta cuya única incumben- cia era pasear erguido el estandarte de la con- quista.

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El virey Liniers, nombró para desempeñar aquel cargo al capitán Rivadavia suscitándose con motivo de este nombramiento un conflicto de com- petencia de autoridad entre el virey y el cuerpo capitular del cual salió este triunfante, eligiendo en consecuencia otro alférez real mas de su amaño que el criollo Rivadavia.

"No era aquel tiempo de abrir al pueblo los se- cretos," dice el mas sentencioso de nuestros esca- sos historiadores. Mal interpretaría las disposi- ciones del ánimo del Sr. Rivadavia, quien juzgare de ellas y de sus ideas de entonces, por el papel que se disponía á desempeñar en las festividades de la jura réjia. En medio de aquel concurso y de aquel júbilo popular, usando de las espresiones del mismo escritor, no dejaban de encontrarse algunos patrio- tas de fino tacto político, á cuya vista no se escapa- ban los primeros crepúsculos d<i dia que iba á na- cer para la America, y cuya inclinación nativa lle- vaba sus juramentos á la patria, como acreedora de mejor derecho.

La vida entera del Sr. Rivadavia nos autoriza para asegurar que era él del número de aquellos patriotas avisados que disimulaban ante la muche- dumbre y preveían para todos la próxima aurora de una luz que ardía y brillaba en el interior de cabezas privilejiadas.

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Serias dificultades se presentaban á los hijos del pais para la elección de una carrera.

Aquellos mismos que habían nacido en el seno de familias acomodadas, si no eran abogados ó sa- cerdotes, no encontraban colocación lucida en la saciedad sin grande pena y con sacrificio de mucho tiempo.

Las ciencias materiales no se han cultivado entre nosotros hasta mucho después de 1801 . La escuela de náutica, abierta por el distinguido ingeniero D. Pedro A. Cervino, durante la administración del virey D. Joaquín del Pino (1801 á 1804) no mere- ció sino una fuerte reprobación de la corte. Los ingenieros que median las propiedades rurales eran los pilotos mercantes que habían aprendido á cuar- tear la aguja náutica en las pucrt s de Cádiz ó del Ferrol.

La literatura, esta madre amorosa con que nos ha dotado la sociedad moderna, si daba fama escasa no proporcionaba, por cierto, medios sobrados de subsistencia. Las carreras, pues, eran reducidas en número, ó mas bien dicho, estaban limitadas á tres para los hijos del pais, el foro, la iglesia, la oficina. El comercio, puede decirse con verdad que estaba reservado con todo el provecho y la respetabilidad que proporcionaba sn ejercicio á los españoles europeos.

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El cultivo general de la inteligencia no debía servir mas que para tormento de quienes le com- prendían. La imprenta materialmente imperfec- ta y escasa, erizada de peligros y embarazada con las mil trabas de la legislación, no presentaba estímulo para producir, ni facilitaba empleo de pro- vecho al que se sentía capaz de escribir para el público.

" Es una pérdida para las letras americanas, di- ce el autor del Ensayo de la historia civil de Bue- nos Ayres, que por falta de imprenta quedasen iné- ditas las producciones del Dr. D. Juan Baltazar Ma- ciel. Haria un gran servicio á la patria, añade, quien recogiera las que andan esparcidas en manos de muchos." Por la misma falta de medios de publi- cidad han caido en el olvido mas profundo los tra- bajos literarios de otros compatriotas ilustrados que contrajeron su vida al estudio y escribieron cosas dignas de memoria. ¿Quien nos devolverá la historia natural y política de Cuyo escrita por el abate mendocino D. Manuel Morales? ¿Quien la historia del Rio de la Plata, escrita por Iturri para rectificar los errores del español Muñoz? ¿Quien de entre los que vivimos, ha oido nombrar siquiera á los porteños D. José Perfecto de Salas y los Ros- picllosis? ¿Quien al riojano Camaeho y a los para- guayos Cañete y Barrientes?

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Sin embargo, todos ellos son gloria de nuestra literatura antigua, y nos llenaríamos de justo or- gullo si llegásemos á poseer la colección de sus es- critos.

La dificultad para tomar una posición social, era aun ardua para aquel que como el Sr. Rivadavia se sentia llamado por vocación á la vida pública. Bajo el réjimen colonial no era posible alcanzar sino una parte pasiva ala gestión de los negocios de gobier- no, y esta situación humilde no podia convenir á un hombre de ingenio y de luces. La iniciativa no partía de aqui.

Se pensaba en Madrid, y ese pensamiento, con- cebido en otro mundo, se ejecutaba en el nuevo, por los empleados reales, como se ejecuta una evolución militar. Fué por esta razón que e\ Sr. Rivadavia permaneció perplejo por algún tiem- po acerca de la carrera que debería abrazar.

Se ensayó en el ejercicio de comerciante y tomó a su cargo negocios cuantiosos que no le dieron re- sultados satisfactorios.

Abrió estudio de abogado, pero no persistió mu- cho tiempo atado al potro en que las difusas cavilo- sidades de Parladorio de Farinacio ó Baldo coloca- ban al Togado, antes que los espositores modernos, el buen gusto introducido hasta en la jurispruden-

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cia, y los nuevos códigos hubiesen cundido entre nosotros.

Tanto en el foro como en el comercio no dio mas que los primeros pasos, "afectando ser grande y sa- bio en todas las carreras," como le dijo con inten- ción de censura, uno de sus ilustres contempo- ráneos, en una de aquellas ocasiones en que el celo por los intereses ágenos que se patrocinan ante los tribunales, ofusca la imparcialidad de la razón mas recta. Aquel apostrofe que nuestra historia escri- ta ha querido consignarnos, vale para llenar un va- cio en ésta noticia biográfica, y para deducir que do- minaron en el Sr. Kivadavia desde su juventud, las altas inspiraciones que le han traido su merecida nombradla. Dedúcese también de aquellas mismas palabras que ya desde entonces, sus actos y su per- sonaje revestiandel aire de dignidad y elevación que son como el reflejo externo de la conciencia del valer individual.

La revolución llamaba mientras tanto á nuestras puertas, trayendo consigo sobrada tarea y aplica- ción para los talentos y las virtudes.

La Junta central que gobernaba en le Península, cuando la invasión francesa dominaba casi todo el territorio, acertó á herir al pueblo de Buenos Aires con la elección de los altos funcionarios que destinó al gobierno del Rio de la Plata. Hidalgo de Cis-

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ñeros elevado al rango de virey, Elio al de sub- inspector general y Nieto al de gobernador de Mon- tevideo, no podian ser por sus antecedentes sino instrumentos para abatir á los nativos del pais y para ensalzar una facción de españoles intoleran- tes, ensoberbecidos con sus caudales y con los re- cientes triunfos sobre los ingleses que se atribuían como gloria exclusiva de ellos.

Conociendo Cisneros el estado del espíritu pú- blico en Buenos Aires, no quiso bacer la entrada oficial en esta ciudad sino después de haber recibido el bastón de manos de Liniers en la colonia del Sa- cramento. Las desconfianzas mutuas entre el nue- vo gefe y los que habían de obedecerle, establecie- ron una frialdad que fué rápidamente tomando cuerpo hasta convertirse en una protesta de hecho por parte del mas poderoso que era el pueblo.

Buenos Aires había medido sus fuerzas. Las re- voluciones del Norte de América y de la Franciti habían puesto en muchas manos la cartilla á la mo- da de los derechos del hombre, y la Rejencia mis- ma, vencida por la corriente contemporánea, aca- baba de declarar á los americanos dignos de ser libres.

Al fin, un número reducido de porteños deno- dados, tomaron la resolución de arrastrar el poder del virey, en cuya persona mal querida se dispo-

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nian a mostrar la repugnancia que les causaba el gobierno de origen metropolitano. Contando con la simpatía de sus compatriotas, arrojan á Cuneros de su asiento y colocan en su lugar una junta de nueve individuos suficientemente autorizada para gobernar provisionalmente el vireinato hasta la reunión de un congreso general formado de los di- putados de todas las provincias.

Este hecho que contamos como el primero en las glorias de nuestra carrera politica, tuvo lugar el 25 de Mayo de 1810.

La revolución de ese dia fué verdaderamente po- pular y sin derramamiento de sangre. Intervino ( n ella la razón, no la violencia. Las puertas del Cabildo habían permanecido abiertas muchas ho- ras á la principal y mas sana parte de este vecinda- rio, convocado con el fin de opinar acerca de las modificaciones que la situación exijia en el gobier- no. El Obispo, los Oidores, los generales de ejér- cito, el Asesor, todos los empleados de nota, fueron escuchados y consignaron sus opiniones en un re- jistro bajo sus firmas. El comandante del batallón de Patricios fué quien arrastró la opinión de la asam- blea, y mereció el aplauso déla multitud reunida en la plaza, declarando en su voto que el pueblo era el único que podia conferir la autoridad y el mando.

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Al pié de este voto escribieron sus nombres, More- no, Chiclana, Vieites, Passo, Belgrano, Castelli, Al- berti, Larrea etc. etc, y D. Bernardino Rivada- via.

Desde ese instante, estos hombres audaces echa- ron sobre sus reputaciones una responsabilidad que se mantendrá llamada ajuicio mientras exista la historia. Terrible situación, que es como el cas- tigo de quienes se elevan tan alto que alcanzan á tocarla fama.

Uno de los primeros episodios de la cuestión na- cional, obligó al Dr. D. Mariano Moreno á renun- ciar el cargo de secretario de la Junta gubernativa, á mediados de Diciembre de 1810. Aquel hombre de genio, á quien sus contemporáneos llamaron el Marcelo argentino, dejó un vacio difícil de llenar.

El secretario de la primera Junta habia impreso carácter y dado fisonomía democrática á la revolu- ción y echado al pueblo en la via del entusiasmo, con una elocuencia de que dan testimonio estas pa- labras memorables de uno de sus decretos: "un ha- bitante de Buenos Aires, ni ebrio ni dormido debe tener inspiraciones contraía libertad de la patriaa."

El puesto dejado por el Dr. Moreno debió ser ocupado necesariamente por una persona de su mis- mo temple, y capaz de dar comienzo ala reforma

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social y. administrativa que exijian los nuevos fineg del gobierno recien creado.

1). Bernardino Rivadavia fué señalado por la opinión pública para reemplazar a Moreno. 1.a Junta ejecutiva instalada el 23 de Setiembre de 1S11, que funcionó bajo la presidencia del hon- rado y enérjico Chichina hasta Octubre de 1812, le nombró su secretario en los Departamentos de Gobierno y Relaciones Estertores.

En el año que media entre aquellas dos fechas, se sucedieron como en torbellino los sucesos de todo género. Causa admiración respetuosa la entereza de corazón y la claridad de juicio que supieron des- plegar nuestros padres en situaciones tan difíciles.

Dos ejércitos improvisados en pocos meses obra- ban en el Perú y en la Banda Oriental, y era ne- cesario proveer á la dirección y á las inmensas necesidades de uno y otro.

Las negociaciones con Vigodet y con el enviado del Principe Regente de Portugal para el arreglo de las complicadas cuestiones de la provincia oriental, exijia por si solas, una contracción de todos los instantes y el empleo de una sagacidad que salvara con honra los peligros presentes sin comprometer los planes de la independencia que tenia trazados la autoridad que gobernaba aparentemente en nombre del rey de España. Nuestras costas eran teatro

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frecuente de impensadas invasiones de los marinos de Montevideo enseñoreados de las aguas de los nos. El gobierno patrio no contaba todavía con el valiente granadero que habia de escarmentarles en las barrancas de San Lorenzo.

Apar de estos conflictos que pueden llamarse estertores, asaltaban á la autoridad otros mas in- mediatos y no menos premiosos. El rumor sordo de las conspiraciones se apercibía á veces como resultado de las parcialidades, tanto mas encona- das, cuanto que sus banderas en lugar de colores de principios mostraban letreros de nombres propios. Esta situación del espíritu público dio su íruto amargo el 7 de Diciembre de 1811. En aquel dia "cediendo á las intrigas y á las seducciones de los enemigos de la patria" según el lenguaje oficial de entonces, una porción de soldados del regimiento número 1.° de la guarnición, desobedecieron al gobierno y consternaron al vecindario con una es- cena de sangre. La fuerza trajo á los rebeldes á la antigua subordinación; pero antes que la ejercitase el gobierno, agotaron sus miembros todos los me- dios pacíficos, y hasta tuvieron el heroísmo de presentarse ante los amotinados sin mas armadura qire la persuacion.

No fué este el único ni el mayor peligro de que triunfó aquella administración. En los primeros

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dias del mes de Julio de 1812 hubo de estallar una conspiración contra-revolucionaria, de la cual ha- brían sido los miembros de la Junta las primeras víctimas si por suerte de la buena causa no hubiera abortado el terrible plan que los conspiradores habían tramado. La habilidad é incontrastable firmeza deD. Bernardino Rivadavia, dice un escri- tor argentino, contribuyeron a descubrir y ú vencer la vasta y poderosa conspiración de Alzaga. amago el mas serio entre cuantos lian podido poner en peligróla independencia del Rio de la Plata.

La administración de la Junta fué tan laboriosa como las circunstancias lo exijia. Apenas habían transcurrido seis meses después de su, instalación cuando ya había dotado al "ejército de la patria," como entonces se decia, de un Estado Jeneral para su uniformidad y disciplina y de un plan metódico para la reforma de los abusos introducidos en él. Se habían establecido fábricas de fundición de ar- mas y de pólvora en la capital y en Tucuman. Las famosas baterías del Rosario fueron construidas entonces para facilitar la navegación y el comercio con el Paraguay. Fué también entonces que se creó el regimiento de Granaderos á caballo tan digna- mente mandado por San Martin y Laval'e en épocas distintas. Se creó una cámara de apelaciones en sostitucion de la audiencia. Los ejércitos del Perú

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y de la Banda Oriental fueron socorridos con mas de ochenta mil pesos en dinero efectivo. Se convo- có á los caciques de la pampa á un gran parlamento á fin de asegurar las comunicaciones con Patagones y levantar poblaciones en Salinas y en otros puntos adecuados del desierto. Por último, y dejando de enumerar cien disposiciones mas, todas importan- tes, el gobierno de la Junta estableció la libertad de imprenta y la seguridad iudividual, bajo la éjida de los estatutos constitucionales, cuyos bienes eran desconocidos en estos países desde el tiempo de su descubrimiento y conquista. " Asi se espresa un do- cumento de aquellos tiempos.

El gobierno de :a Junta se ocupó del presente pre- parando el porvenir. Fué practico y ejecutivo sin materializarse, no sacrificándolo todo á las urgen- te» realidades del momento. Se apoyó tanto en las fuerzas morales de la opinión como en la fuerza efectiva de los ejércitos. Supo fundir cañones á la Gomer; pero también fué hábil para exitar el pa- triotismo hasta el bello sexo. Las damas mas distinguidas de Buenos Aires contribuyeron con una suscripción crecida para cubrir el valor de un bri- llante armamento que el Estado no podía pagar pol- la penuria de su U soro. Al dar cuenta estas damas del obsequio que hacían al gobierno, y de ia poética idea de inscribir siss nombres en las armas adquiri-

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das y distribuidas por ellas, decian en un documen- to digno de recordarse: "Cuando el alborozo pú- blico lleve hasta el seno de nuestras familias la nueva de «na victoria, podremos decir en la exalta- ción del entusiasmo: yo armé el brazo de ese va- liente que aseguró su gloria y nuestra libertad."

Las reuniones y fiestas públicas comenzaron des- de aquel tiempo, con las armonías de los himnos patrios escuchados por la concurrencia puesta en pié y las cabezas descubiertas. El aniversario de Mayo de 1812 fué una especie de palenque noble y pacífico, abierto al mérito y á las virtudes, premia- das ante la muchedumbre para inspirarla una emu- lación fecunda. Las sumas de dinero que en los años anteriores se habían consagrado á vulgares y dispendiosas diversiones, se aplicaron en 1812 á socorrer las viudas, hermanas é hijas de los solda- dos muertos al servicio de la causa común, á dotar doncellas pobres y á libertar esclavos. Fomentóse la población; se honraron las letras dando á un afamado literato la comisión oficial de redactar nuestros anales, y se buscaron en Europa sabios y profesores para derramar en el pais los conocimien- tos útiles. Las trabas del comercio se alijeraron, á la enseñanza se le dio ensanche y protección. Un vasto establecimiento "en donde debia formarse ei químico, el naturalista, el jeometra etc.," bajóla

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dirección de maestros afamados del viejo mundo, es concebido por la Junta., y se abren suscriciones en la capital y en las provincias del estenso virei- nato, para llevar a cabo una idea de tan feliz inspi- ración. "Kada importada, decia con este motivo un aviso oficial, que nuestro fértil suelo encerrase tesoros inapreciables en los tres reinos de la natu- raleza, si privados del auxilio de las ciencias natu- rales, ignorásemos lo mismo que poseemos." A medio siglo seria oportuno repetir estas mismas palabras, porque ahora, como entonces, esperimen- tamos la necesidad de dar á nuestros estudios un carácter mas exacto y mas aplicable al aprovecha- miento de la naturaleza del suelo argentino, en el sentido déla industria.

La Europa no podia ser indiferente á los nota- bles sucesos de que la parte española de América ora teatro desde 1810. La España hacia esfuerzos de todo jénero para mantener su predominio y pa- ra robustecer la defensa de sus derechos, no solo por medio de las armas sino también de las in- fluencias de los gabinetes europeos, casi todos de- votos á ella ó cuando menos al principio lejitimista que representaba.

Llevamos adelante una revolución que habia de dar forzosamente un nuevo mundo al réjimen re- publicano, y las monarquías no podian menos que

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oponerse á la realización de este hecho. La Espa- ña tenia de su parte á todos los gobiernos absolutos del viejo mundo, y acababa de despertar las simpa- tías de la Inglaterra, aliada suya en la heroica re- sistencia contra la invasión de los franceses. Los peligros que de esta situación podian resultar para la revolución americana se presentaron de bulto con la vuelta de Fernando YII al trono de sus ma- yores. Casi al mismo tiempo que llegaba á Bue- nos Aires la noticia de este suceso y de la- caida de Napoleón, llegaron avisos fidedignos de la espedi- cion poderosa que el gobierno español preparaba para avasallar al Rio de la Plata. Espedicion para la cual no contaba únicamente con sus recursos propios, sino también con el buen éxito de las ne- gociaciones entabladas para sacar auxilios de pro- visiones y de fuerzas de los puertos del vasto litoral brasilero, sujeto á las influencias de la casa de Bra- ganza. Esta influencia podía estenderse á toda la costa oriental del Rio de la Plata, que en 4817 fué ocupada realmente por los portugueses so protesto de sofocar la anarquía.

la política del Ministerio británico añadía nue- vas dificultades á la marcha de la independencia. Cuando los borbones de la Península se restable- cieron de las usurpaciones del Corso, Lord Stran- ffordt exijia mas bien que aconsejaba en nombre

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de su gobierno, la adopción por el de las Provincias Unidas "de una conducta política cual convenia al nuevo orden de cosas" de la España.

Fué entonces y en mérito de tan complicada si- tuación, que se acordó por el gobierno la misión diplomática de los Sres. Rivadavia y Belgrano cerca de los gabinetes de Madrid, París y Londres. En 1814 debieron partir estos señores del Rio de la Plata, y no seria sin emoción que al llegar á la linea que separa al globo en dos hemisferios, tocaron con el inmenso sepulcro de su predecesor y nues- tro primer plenipotenciario en el estrangero.

El titulo diplomático de aquellos señores era el de Diputados del gobierno de las Provincias Unidas, y los objetos de su misión de la mayor importancia, pues, usando de las palabras de un distinguido ac- tor en los sucesos argentinos de aquella época, "se dirijian á ganar tiempo y prevenir los resultados de una invasión; objetos, añade, que se hallan es- pecificados en las actas del Consejo de Estado, des- puesde aprobadas por la soberana Asamblea Jene- ral Constituyente."

Esta aseveración está de perfecto acuerdo con el testo de una nota oficial del Sr. Rivadavia, datada en Perpiñan á 19 de Agosto de 1816, en la cual dice á su gobierno: "En mi propartida de la corte de "Madrid recibí eldiplomade 19 de Febrero último,

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"por el que V. E. se ha dignado nombrarme por "Diputado de esas provincias cerca de la Corte de "Paris con estension á otras potencias •• Recibí "igualmente la instrucción á que se refiere, y tengo "la satisfacción de asegurar á V. E. que todas mis "operaciones han prevenido el punto principa] á "que se contrae, que es el de neutralizar todo pro- "yecto de espedicion de la Península con dirección d "esas playas."

A 21 de Diciembre de 1815, el ministro español D. Pedro Cevallos dirijió de^de Madrid al Sr. Riva- davia una nota, haciéndole saber que era voluntad de S. M. que en vista de aquella real orden que le comunicaba con mucha gusto por los informes que tenia de sus apreciablcs cualidades, se pusiese en camino para aquella corte y se presentase á tratar del objeto de su misión, que seria atendido por S. M. en todo lo que fuese eompalible con su dignidad \ su decoro

El Sr. Rivadavia no entró a Madrid hasta el 20 de Mayo de 1816, y al siguiente dia fué recibido por el primer ministro á quien en esa ocasión presento su credencial. Alojaba nuestro Diputado en la ca- lle del Desengaño, casa número A, cuarto segundo.

Tenemos á la vista algunas notas originales del mencionado ministro de Estado, Cevallos, pasadas al diputado argentino. Se en ellas que desde

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las primeras conferencias en que el rey se prestó á oir las espresiones de sumisión y vasallaje de los que se dicen diputados del llamado gobierno de Buenos Aires, comenzó la diplomacia peninsular á aperci- birse de que bajo aquellas formas respetuosas habia la intención formada de una completa emancipación. No era estrano. Las conferencias comenzaban en Junio de 1816, es decir, un mes antes que el congreso de Tuouman dijese al mundo que era voluntad unánime é indubitable délas Provincias Unidas en Sud-América romper los violentos vín- culos que las usaban á los reyes de España."

El ministro Cevallos halló que el documento que acreditaba el carácter público delSr. Rivarlavia era informal y á tal punto desnudo de autenticidad que daba motivos para sospechar de su legitimidad. Estas cavilosidades de Cevallos eran alimentada por los informes personalmente interesados que le comunicaba D. Manuel Sarratea, quien según el mismo ministro también se decía diputado. Sar- ratea aseguraba que los poderes del Sr. Rivadavia estaban revocados. Las pasiones de la lucha intes- tina habían atravesado el océano y se ejercitaban en mengua del crédito del pais y de su causa, en el seno mismo de los gabinetes de Europa.

El Sr. Rivadavia tenia instrucciones precisas para arreglar á ellas su conducta, pero acabamos de ver

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que no eran de naturaleza para manifestarse á las cancillerías de Fernando MI. Cuando el ministro preguntó al diputado que si las tenia, contestóle éste que ni la llevaba ni iashabia pedido á sus comiten- tes, dando por razón, que habiendo en la Junta de Buenos Aires algunas cabezas exaltadas le había pa- recido preferible no llevar instrucciones á llevarlas tales que pudiese irritar el ánimo de S. ft

El Sr. Ri\ada\ia deseando tener algo de impor- tancia para la causa de su pais, á pesar del mal sezgo que tomaba la negociación invocó por medio del director de la compañía de Filipinas D. Juan Manuel de Gondasegui, no sabemos que capítulo de sus instrucciones.

Esta contradicción, entre no tener guia escrita de su conducta y apelar á ella al mismo tiempo, aumentó las sospechas del ministro contra la buena con que obraba el diputado, y dictóle los siguien- tes párrafos de un oficio fecha 21 de Junio que creemos deber consignar al pié de la letra. Dicen así: "Las sospechas crecieron con la noticia de que los corsarios de Buenos Aires se habían aposta- do á las cercanías de Cádiz para hostilizar nuestro comercio; y esta noticia unida al retardo de la veni- da de V. dieron á las sospechas un grado de eviden- cia de que los designios de Buenos Aires no eran otros que los de ganar tiempo y adormedecer Jas

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providencias reclamadas por la justicia y por el decoro del gobierno.

"Después que este ha puesto en práctica todas las medidas reclamadas por la clemencia, y por el de- seo de poner fin á una discordia intestina que hace la desolación de unos pueblos hasta ahora felices, asi por su aventajado clima como por la prudencia y suavidad de las leyes que los regían; es preciso que acordándose de su decoro, corte el hilo de unas conferencias destituidas por parte de V. del candar, buena y sincero arrepentimiento que debían ani- marlas singularmente cuando se entablaron bajo de la autoridad de un soberano que ha querido que el atributo de padre de sus pueblos resalte sobre los demás de su soberanía.

"En consecuencia ha determinado S. M. que V. se retire de España para donde guste, bajo la salva- guardia de su real garantía; pues como quiera que esta se concedió á un sujeto que se creyó adornado de las calidades que inspiran la confianza, y des- pués de las conferencias á otro muy distinto á los ojos de la ley, sin embargo, elieyse desentiende de sus derechos y solo se acuerda de lo que se debe á si mismo. Lo participo á V. de real orden para su inteligencia y puntual cumplimiento."

El diputado debió hacer al ministerio español una esposicion siete dias después de la nota que acaba

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de transcribirse, sincerándose de los cargos que en ella se hacían á su persona r carácter, exposición que fué tachada por Gevallos de inexacta, y conside- rada indigna de toda atención. Sin embargo, el ministro no pudo menos que establecer oficialmen- te una diferencia éntrela persona del Sr. Rivada- via y el gobierno de que emanaban sus poderes, sen- tando que sus observaciones sobre la falta de candor y buena no recain sobre el diputado, sino sobre la comisión que desempeñaba, pero sin embargo, le re- petía que el decoro del rey no permitía por mas tiempo la prolongación de su permanencia en la Península. En consecuencia salió el Sr. Rivadavia

de Madrid el día lo de Julio de 1816, llevando con-

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sigo el convencimiento de que la corte de España estaba irrevocablemente decidida ano entrar por partido alguno "racional, ni á aquietarse sino con el estremo de dominación que produce una con- quista que ensangrienta el resentimiento y el furor á las guerras civiles."

En comunicaciones de 8 y 18 de Enero de 181 ti dio cuenta el Sr. Rivadavia á su gobierno de los incidentes de esta negociación y del éxito de ella. Asi se infiere de una nota datada en París á 10 de Setiembre del mismo año, dirijida también á su gobierno. En esta misma nota se lee lo siguiente: "Es de mi deber participar á V. E. que cuando salí

de España se activaban por toda ella las providen- cias para embarcar en Cádiz una espedicion contra esa capital y dependencias al mando del conde deLa- bisbal: su número no era aun conocido del público, pues ya se decia de siete, de diez y aun de diez y oclio mil hombres de tropa de línea de toda arma.

También juzgo de mi obligación avisar áV. E. que era persuacion universal en la corte de Madrid y en toda España, que dichas fuerzas operarían con- tra ese pais aliadas con las de S. M. el rey de Portu- gal y Brasil."

Con respecto á su conducta en la negociación, el diputado Rivadavia se espresa asi al final de esta co- municación: "Yo eseguro á Y. E. que he llenado todas las instrucciones de mi comisión, y que no he omitido medio para persuadir ala corte de Madrid de las buenas disposiciones de esos pueblos, asi como para demostrar la justicia y los derechos no solo de ese pais, sino de todas las pobkiciones de América d quienes considero en un caso absolutamente idéntico.1'

En la diplomacia como en la guerra, el pueblo argentino no fué jamás egoísta. Su sangre y su pen- samiento concurrieron jenerosamente á la obra de la independencia, emprendida casi á un mismo tiempo por toda la América de orijen español. El carácter del Sr. Rivadavia se prestaba naturalmente h la idea jeneralízadora que fué como la base de la

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doctrina política del gobierno creado por la revolu- ción de Mayo.

Estos antecedentes auténticos dan gran peso a las siguientes palabras que transcribimos del libro titu- lado Rosas y tis opositores, cuyo autor se haya bien informado por relaciones que habia oído de la boca misma de testigos y contemporáneos del Sr. Riva- davia. Tuvo la valentía (dice el autor de aquel li- bro refiriéndose al diputado argentino) tuvo la va- lentía de decir rostro á rostro a Fernando Vil que la independencia americana era ya una necesidad. YA ministro Soler que entró con él en una discucio n sobre este punto, salió de ella convencido, y la cor- to de Madrid alarmada del proselitismo que hacia el americano Ilivadavia, ordenó que saliese de los do- minios españoles.

F.ra pues , con mucha verdad que decia á su ami- go C iclana desde París en carta confidencial tedia- da á 14 de octubre de 1816.. .. « Yo he trabajado cuanto podia y acaso mas de lo que dcbia : no puedo referirle aun cuanto he hecho, cuanto rae he espuesto y los lances que he tenido por conse- guir la libertad y bien posible de nuestra compa- sible patria »

A dar crédito á los escritos sueltos que éfl jus- tificación propia han dado en 1820 algunos altos f u! cionarios , debieran obrar en nuestros archivos

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los documentos suficientes para probar que , si por un abuso de facultades hubo quien en nombre de las Provincias Unidas negociase con la corte de Es- paña por conducto del conde de Cabarrus , el es- tablecimiento del infante D. Francisco de Paula en el Gobierno de este pais, no faltó tampoco quien en representación de los intereses verdaderos de la revolución se opusiese, en el teatro mismo de aquellas desacordadas negociaciones, á la realiza- ción de un plan que contrariaba el deseo mani- fiesto de estos pueblos. La gratitud que este servi- cio debe despertar en nosotros, recae de justicia sobre la memoria del Sr. Rivadavia, quien des- cubrió y deshizo , según toda probabilidad , aque- llos errores hijos tal vez de la debilidad del espí- ritu mas que de la falta de probidad patriótica.

El Jeneral D. Manuel Belgrano partió de Lon- dres para el Rio del Plata el 45 de noviembre de i 84 o, y desde entonces; los graves negocios de la misión de que hacia parte , quedaron al cuidado esclusivo del Sr. Rivadavia.

La situación personal de este era embarazosa, no solo por el recargo de quehaceres y responsa- bilidad, sino también por la escasez de medios pecuniarios para atender á los gastos ocasionados por repetidos viajes , por una estensa correspon- dencia ( llevada por él solo , pues no tenia ni se-

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cretario ni escribiente ) « estando para nada me- nos aparejado que para pendalista, » como el mis- mo lo aseguraba á un amigo, y por la necesidad de sostener el decoro de la posición que ocupaba. Todo el caudal de que había podido disponer desde la separación de su amigo el Jeneral Belgrano hasta principios de febrero de 1818, estuvo reducido ú trescientas sesenta libras esterlinas , que distri- buidas en veinte y siete meses que median entre ambas fechas , corresponden á sesenta pesos men- suales. El crédito pecuniario de nuestros supremos Directores no debia ser muy grande entonces en las plazas estrangeras, pues nos consta por do- cumentos fidedignos que la casa de los señores Hallet de Londres , no honraron la libranza de diez mil fuertes que á favor del diputado habia librado el Jeneral D. Ignacio Alvarez, encargado provisoriamente del ejecutivo nacional.

A mediados de octubre recibió en Paris el Sr. llivadavia la noticia semi-oficial de la declaración de la independencia proclamada por el congreso. •• Rindo á V. E. , decia el Director con este motivo. Ins mas sinceras felicitaciones y le protesto los mas vivos votos por su felicidad y acierto. >• El dia 12 de Diciembre siguiente , llegó á sus manos un ofi- cio del gobierno de las Provincias-Unidas; comu- nicándole en forma aquella misma noticia acom-

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panada de « copias certificadas de la declaración de la Independencia » y advertiéndole del riesgo que corría su persona si aun se hallase en la corte de Madrid , y de la necesidad de retirarse de ella.

Con motivo de esta comunicación tuvo oportu- nidad el Sr. Rivadavia de manifestar nuevamente el patriotismo de sus sentimientos, espresándose asi en contestación. « Me lisongeo de haber anti- cipado mis felicitaciones por tan plausible é im- portante suceso. Las repito con una plenitud de gozo que me hace en parte olvidar que esta sanción aunque tan justa y necesaria, no debe mirarse en la actualidad por todos los que tenemos el ho- nor de pertenecer á ese pais , sino como nuera obligación que nos impone el sacrificio de nuestras pasianes , la dedicación de nuestros talentos y la concentración de nuestras fuerzas, para realizarla c&n la celeridad que exije la situación urgente de esos pueblos. »

A fines de Diciembre de 1816 fué instruido el Sr. nivadavia de que en la isla Antigua habia sido cap- turada por la corbeta Branes de S. M. B. , una fragata de guerra con pabellón argentino coman- dada por el coronel D. Guillermo Brown. 1.a cap- tura tenia por prctesto la falta de los papeles que el derecho de las naciones requiere para ejercitar el corso, vía noticia de este suceso llegaba al co-

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nocimiento del Diputado con colores poco favora- bles á la probidad tantas veces acreditada del que fué después nuestro glorioso almirante. En este acontecimiento de suma trascendencia en aquella época , procedió el Sr. Rivadavia con actividad y acierto. Su primer paso fue autorizar á los Sres. Hallet hermanos y compañía de Londres, para que procedieran judicialmente á reclamar el bu- que de guerra y las presas de su convoy, en nom- bre y representación del gobierno de las Provincias l'nidas.

Apenas el coronel Brown se vio envuelto en aquellas dificultades se dirigió á los Diputados de Buenos Aires en Europa, dándoles cuenta de las circunstancias en que se hallaba. Y como fuese <>1 Sr. Rivadavia el único representante del gobierno de las Provincias Unidas del Rio de la Plata que á la sazón se hallase allí , se creyó en el deber y con el derecho de contestarle asegurándole que desde luego se hubiera dirijido al Lord Vizconde Castle- reaght en los términos exijidos por los intereses y derechos de su gobierno , si no hubiese visto con placer que el coronel Brown le aseguraba de que dentro de pocos dias seria declarada libre la fra- gata de su mando : que en tal concepto creia mas prudente reservar todo paso oficial hasta recibir noticias auténticas y pormenores del suceso.

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El Sr. Rivadavia no perdió esta ocasión para le- vantar el espíritu del prisionero comunicándole la reciente declaración de la independencia y los su- cesos prósperos de los corsarios de Buenos Aires sobre las costas españolas del Océano y el Mediter- ráneo. Y como el bravo coronel pidiese en su co- municación reglas acertadas para dirijir su con- ducta, no quedó corto el Sr. Rivadavia en satis- facer aquel deseo , haciéndolo con tanto peso que seria una usurpación á su fama el no consignar aqui aquellas reglas, ya que la casualidad las ha traído á nuestro conocimiento. « Como V. S. tie~ ne la bondad , le decía con fecha 5 de Enero de 1817, de pedir consejos amistosos, yo opino que el interés del Estado, de V. S. y su honor mismo exigen con urgente preferencia que asi que se ha- lle V. S. en disposición, retorne con toda brevedad á Buenos Aires, participándome en todo caso su determinación y cuanto sea digno de una noticia oficial."

Un subalterno de aquella espedicion se había di- rigido también á los Diputados, y según parece, con espíritu poco favorable al gefe á quien estaba subor- dinado. Al contestarle el Sr. Rivadavia en la mis- ma fecha que lo hacia al coronal Brown, lo hace con palabras que tampoco deben condenarse al ol- vido. Si las que hemos copiado honran la previ-

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sion del diplomático, las siguientes demuestran el culto que prestaba el ciudadano, en toda ocasión, al principio de autoridad que mas tarde se esforzó en radicar en su patria. "Creo tan de mi deber co- mo del interés de Yd., escribia al mencionado ofi- cial, el prevenirle á nombre de nuestro gobierno que por ningún motivo se separe V; ni consiguien- temente su tropa déla espedicion, basta que esta regrese á Buenos Aires, ó que otros resultados que imposibilite]! este caso le faculten á Yd. á bacerlo; y aun entonces no lo deberá ejecutar sin orden espre- sa de su gefe. El contesto de su oficio me obliga á recordarle que un oficial de verdadero mérito, cuan- tos mas conocimientos posea, aun sobre sus geíés, tantos mayores deberes le ligan á la observancia de la disciplina. Yo me lisongeo de que Yd. conocerá bien la importancia de este principio, y toda la tras- cendencia de cualquiera infracción de él. Asi es- pero, que, tan celoso de los intereses de su patria como exacto en el cumplimiento de sus obligacio- nes, sabrá continuar todos los sacrificios que estas le demanden, proporcionando á nuestro gobierno la satisfacción de premiar á un oficial que lia sabido

completar su mérito "

La* esperanzas del coronel Brown fueron bur- ladas. La "Hércules," que asi se llamaba la fraga- ta de su mando, fué declarada buena presa por los

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tribunales de Antigua, como lo fué mas tarde por el almirantazgo de Londres. Para ventilar sus de- rechos ante los magistrados que componían esta corte militar, se trasladó el coronel Brown á aque- lla capital, desde donde se puso en correspondencia con elSr. Rivadavia. El coronel Brown comuni- có al Diputado argentino los antecedentes necesa- rios para que éste formase juicio de aquel suceso ruidoso y para vindicarse de los cargos que la opi- nión hacia recaer sobre él, no sin algunos visos de bien fundados. Pretendía también el coronel que el Diputado se trasladase á Londres y tomase parte personalmente en el proceso que bajo la dirección de letrados ingleses habia entablado contra las autoridades de la Antigua.

El Sr. Rivadavia dio contestación á la nota do Brown desde París, con fecha 27 de Junio de 1817, observando que si á él le tocaba "la defensa de nues- tros derechos y el honor á¿ nuestro pabellón, no era aquel el campo en donde debieran defenderse, porque ni el caltallero Stirling, ni el subdelegado de la marina Antigua, ni la misma corte del almi- rantazgo habían atacado el honor y la propiedad del supremo gobierno de las Provincias Unidas del Rio de la Plata, sino el ministerio de S. 31. Británi- ca A este, pues, corresponde esdnsiv ¡mente la

subganaeion de todos los daños y perjuicios irro-

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gados á dicho gobierno, y un enviado no puede ni debe exij irlas de otra autoridad de esa nación. Esta determinación de no presentarse en la capital de Inglaterra, sino en caso absolutamente necesa- rio,tenia por verdadero motivo evitar el hacerse el blanco inmediato de desaires que preveía por el si- lencio del gabinete y por el curso parcial déla sub- sanacion del negocio, en el cual había tomado parte el Cónsul de España desde su iniciación ante los tri- bunales. Mas no por esto dejó el Sr. Rivadavia de atender los intereses argentinos. Con la misma fe- cha de la nota el coronel Brown dirijió una dete- nida comunicación a los señores Hallet hermanos y compañía, dándoles bases y razones en que se fun- daron para reclamar del ministerio de Rela< iones Estertores del gobierno inglés la satisfacción que el proceder del ComandanteStirling y la corte del almi- rantazgo déla Antigua le ponian en el deber de dar. Como el Sr. Rivadavia tenia á la vista una copia legalizada del espediente obrado en la citada isla, puede considerarse como un estracto de él la rela- ción que hace de los hechos, los cuales nos parecen interesantes para la historia, por lo tanto oportuna la transcripción siguiente de algunos párrafos de ia nota dirijida ala casa de Hallet. "Partiendo dclprincipio de la absoluta neutralidad (dice la no- ta) que en la guerra de España con las provincias

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del Rio de la Plata ha proclamado y protestado el gobierno inglés, enunciaré los datos y hechos mas esenciales. La fragata "Hércules" era bajo todo respectos un buque de guerra del Gobierno de Bue- nos Aires: la comisión y el destino son los que dan este carácter según las convenciones y prácticas que forman el derecho marítimo.

El que la propiedad del buque sea de un particu- lar nada altera esta calidad, y la nación inglesa es la que puede suministrar mas pruebas de esto. El comandante de dicho buque D. Guillermo Brown es un oficial de las provincias del Rio de la Plata: él es de origen inglés; mas en el momento que admi- tió el primer despacho del supremo gobierno de di- chas provincias, revistió todas las calidades que les autorizaban á obrar como oficial de honor en una guerra contra aquel pais. Los vasallos de S. M. B. han tenido hasta ahora la facultad de hecho y de derecho para consagrar sus servicios á cualquiera nación, como no sea contra la suya. Y sobre todo, el caballero Brown hacia sobrado tiempo que ser- via al gobierno de Buenos Aires, para que el de la Gran Bretaña pudiera haberlo sabido y reclamado, si juzgaba que los servicios de él contrariaban sus intereses ó su política.

«En la espedicion de que era parte la citada «Hércules» no intervino la mas mínima propiedad

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inglesa. El armamento, pertrechos y habilitación misma eran de la propiedad y costo inmediato del gobierno de Buenos Aires, como consta de los do- cumentos que obran en el espediente.

El casco y aparejo del buque que formaban toda la propiedad del olicial Brown, no puede calificar- se por ningún sólido principio de propiedad inglesa: ella pertenecia antes al mencionado gobierno que habia comprado dicho buque para su servicio, del que hizo donación á uno de sus oficiales premiando al mérito y animando la emulación de los que le servían.

«El arribo de la fragata «Hércules» á la Barba- da, considerado como buque de guerra no ha con- travenido á ninguna ley marítima de comercio ó colonial que autorice á su aprehensión y confisca- ción, y aun cuando se le gradué de buque mercan- fe, habiendo arribado por necesidad, y no probán- dole hecho ni intención de hacer alguna introduc- ción clandestina, como lo comprueba el proceso, por los tratados y leyes colonialesde España misma, no puede negársele en tal caso el auxilio que su ne- cesidad demanda ni menos detenerlo »

Hemos dicho que sobre la conducta del coronel Brown pesaban algunas sombras; él bien lo cono- cia, pues ofreció al Sr. Iüvadavia una plena satis- facción prestándose á darla personalmente en Pa-

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ris mismo si asi se lo exijiese el Diputado de su go- bierno.

El Sr. Rivadavía con la imparcialidad que cor- respondía en negocios tan graves, no quiso disi- mularle ni la naturaleza ni la fuerza, tal vez aparen- te, de los actos que empañaban la fama del buen ma- rino; pero tomando en cuenta la instancia que este hacia para lavarse de toda mancha, tuvo la discre- ción el Sr. Rivadavia de tranquilizar el espíritu de quien podia aun prestar á la causa de la indepen- da servicios de consideración. En la nota mencio- nada del 27 de Junio le decía: «Pasando á lo que toca á su honor personal, aseguro á V. S. con la franqueza que me pide; que mi opinión del benemé- rito coronel Rrowu es siempre la misma que he te- nido la satisfacción de manifestar en toda oportu- nidad, y le protesto que me lisongeara mucho po- der obrar siempre conforme á ella. Persuádase V. S. que conozco sobradamente los enemigos que forman el mérito y la desgracia, mayormente si los accidentes prestan la decoración del celo á la ca- lumnia. En easo semejante, donde hay un mérito bien fundado y un talento que hacer valer no falta mas que el carácter, y yo me congratulo de entreveer este en su persona. » . La nobleza de este lenguaje, los principios de de- recho público y los pormenores históricos que en-

cierran las dos notas que en parte dejamos copiadas, las dan una importancia que hace que tengamos á dichala conservación de tan preciosos documen- tos. Por cierto que de la lectura de ellos uo po- dría traslucirse Ja situación personal del autor, ni. los motivos de desaliento que en el instante de fir- marlos debían obrar sobre su ánimo. Dejaremos que él mismo pinte esa situación en el siguiente pár- rafo de su comunicación de 24 de Mayo de 1817, al Director Puyrredon, que dice asi: «Acabo de recibir un oficio de Y. E. datado en esa capital á 3

de Enero del corriente año en que rae íntima

que no apareciendo motivo de conveniencia que pueda fundar mi residencia en Europa para lo su- cesivo, regrese á ese pais Yo obedezco á la or- den de Y. S. y desde luego no promederia un mo- mento entre la obediencia y la ejecución si no me retuvieran motivos insuperables por el presente. En los puertos de Erancia no será fácil encontrar buque que haga viaje directo a esa por loque pro- bablemente me veré obligado á pasar á Inglaterra. Mas no tengo recurso alguno para hacer frente á los gastos precisos de mi transporte. YT sobre todo, no hace honor á ese gobierno ni á mi persona el salu- de esta capital sin cubrirlo que debo en ella, ma- yormente cuando se me ha anticipado bajo la sola ¡¿arantia de mi persona. »

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El 10 de Diciembre de aquel mismo año recibió nuevos plenos poderes para constituirse en órgano del gobierno de las Provincias Unidas de Sud- Amé- rica cerca de los soberanos de Europa, con el objeto de conquistar la estima de estos á favor de aquel go- bierno, el cual estaba seguro de granjeársela por la bondad de su conducta, según la espresion oíicial de los respectivos documentos diplomáticos.

Por los antecedentes que tenemos ala vista veni- mos en conocimiento de la importancia de los tra- bajos del Sr. Rivadavia en Europa; pero no pode- mos trazar una bistoria de ellos por lo incompleto de aquellos mismos antecedentes .

El Diputado argentino no dejó de negociar un solo momento, á fin de inclinar al gabinete francés á protejer con su fuerza moral la independencia de esta parte de América, conato principal de nuestra política esterior. El Sr. Rivadavia babia conse- guido captarse la amistad de escritores y personajes influyentes capaces de obrar sobre la opinión del pueblo francés y sobre la política de su gabinete. Monseñor Deprat puso su pluma calorosa al servi- cio de la gran causa americana, y los sentimientos democráticos del noble general Laífaycíle, no per- manecieron inoficiosos ante las hábiies instancias del Sr. Rivadavia cuyo elevado carácter supo apre-

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ciar aquel hombre tan simpático para los amigos déla libertad.

Debiendo respetar el punto político de partida del monarca francés de aquella época, el Sr. Riva- davia declaró que el gobierno que representaba ha- bía seguido una conducta conforme con las doctri- nas conservadoras proclamadas por el Congreso de Viena de 9 de Junio de 181o. Que aquel creia, por consiguiente, cumplir con sus deberes, perseveran- do en la línea de conducta que había seguido, em- pleando con respecto del Rey de España todos los medios de conciliación que estuvieran á su alcance, aumentando y fortificando los medios de defensa» al mismo tiempo que se esforzaba por mejorar y perfeccionar sus instituciones. Hacia esta declara- ción con motivo del Congreso de soberanos que de- bía tener lugar en Aix-Lachapelle, y en el cual, se- gún los cálculos del Sr. Rivadavia, debería tratarse la gran cuestión americana á instancias del gabinete peninsular. Los esfuerzos de nuestro diplomático se contrajeron por tanto á presentar la causa y el crédito del gobierno de las Provincias Unidas bajo puntos de vista favorables, demostrando en labo- riosas memorias que redactó al efecto, el progreso creciente del comercio, de la riqueza y de la civili- zación del Rio de la Plata, asi como de los Edemas Estados que tenían un propósito común coifnues-

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tras Provincias. "La existencia política, la org£- nizacion interior y las relaciones esteriores de la parte mas vasta, hermosa yíértildela América, fde- cia el Sr. Rivadavia en lo de Octubre de 1818, en nota confidencial escrita en francés al Jeneral Dessa- les, ministro de Relaciones Esteriores) no es nego- cio que pertenezca esclusivamente á la España: es del interés de todo el mundo civilizado. Las dos potencias americanas reconocidas por la Europa, se encuentran comprometidas en las numerosas complicaciones que acarrea la prolongación de una lucha desoladora, sostenida en el nuevo mundo du- rante casi nueve años; lucha cuyas consecuencias son perniciosas para todas las naciones mercantes- Ha ya muchos años que las Provincias Unidas de Sud América y recientemente Chile, han conquista- do cuanto titulo puede exijirse a un pais nuevo para

merecer una constitución nacional Hasta

hoy no se ha presentado á la América la ocasión de hacerse oir y de esplicar de una manera adecuada á

la gravedad é importancia desús intereses Yo

me hallo en situación de dar á este respecto todas las esplicaciones que se creyeren necesarias.

Nuestra diplomacia en Europa no perdió de vista, ni por un solo instante, un peligro cuya gravedad dehia disimularse y en previsión del cual era pru- dente captarse simpatías en los gabinetes de primer

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orden. Consistía ose peligro en una espedicion preparada en Cádiz, cuyo número de soldados mon- taba á 18 ó 20,000 hombres, según los Bandos que «mi tinta colorada imprimía y hacia colocar el go- bierno de Buenos Aires en las esquinas de esta ciu- dad, y ante cuyo buen éxito probable trepidaban aquellos gabinetes para decidirse al reconocimien- to de nuestra independencia. "La España, decia con este motivo el Sr. llivadavia al ya mencionado ministro de relaciones esteriores de Francia, podrá causar una sorpresa á la buena de la Europa; pe- ro no está en su poder el alucinará la América

>"o nos és indiferente, por cierto, que esa espedi- cion parta ó no, puesto que en las Provincias Un i das de Sud-América, la vida y la fortuna de cada ciudadano están identificadas con las de todos los demás; pero el señor Ministro me permitirá asen- tar aqui dos verdades que sobradamente se justifi- carán con el tiempo. La primera es que ni el go- bierno ni el plenipotenciario de aquellas provincias consentirán jamás en desliarse un solo paso del ca- mino que llevan, ni cederán un punto déla justa solicitud de que se impida á la espedicion militar el zarpar de los puertos de la península. 1.a segunda es, que si la espedicion llegase á realizarse, entonces cesarán todas las consideraciones y miramientos, y la fuerza se encargará de hacernos justicia/'

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Fácil es de comprender que la política francesa era dilatoria tanto como indecisa. El Diputado que usaba tanta firmeza en sus comunicaciones no tenia acceso fácil para hacerse escuchar de viva voz como deseaba.

Para conseguirla, ocurrió á la influencia de sus respetables amigos, y especialmente á la del Jeneral Laffayette, quien levantándose mas alto que los con- sejeros del Borbon restaurado, comprendia cuanto ganada el prestigio un tanto débil de la Francia, si se decidia á favor del Sur de la América en los tér- minos que lo habia hecho en otro tiempo con res- pecto al Norte.

El noble Jeneral que conocía todo el poder de convicción en que abundábala palabra del diplomá- tico argentino y que se interesaba en su causa, tenia particular empeño en acercarlo al Ministro de rela- ciones esteriores. Dirijióle con este fin una memo- ria sobre el estado general de los negocios de la América meridional, en la cual comenzaba por dis- culparse de su injerencia en materias de tan aka po- lítica, recordando que estaba suficientemente justi- ficado por la que habia tomado en la causa de los norte-americanos cuarenta y dos años antes, y ana- dia: "La emancipación de la América española, inspirada por la revolución de los Estados Unidos, ha sido acelerada por la revolución europea. Cual-

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quiera género de oposición á ella no puede condu- cir sino á aílijir la humanidad sin dañar en lo mas mínimo á esa misma independencia. ¿Qué haré hoy la Francia? Al instinto despótico de Bonapar-

te repugnaba la política generosa lia llegado

el momento en que el gobierno constitucional pro- cure su apoyo en la opinión del pais, y sus alianzas en la simpatía liberal de los demás pueblos. Me guardaré de hacer al rey la injusticia de creer qufr> quiera comprometer nuestros intereses y sus debe- res por atender á cortesanías de familia. En otro tiempo eran dueños en gran parte del comercio de la América española, llevando allí nuestros produc- tos al través de la España y por intervención de las casas francesas establecidas en Cádiz. De aquella ventaja real solo nos ha quedado la conocida prefe- rencia que aun dan aquellos pueblos á nuestras mer- caderías; preferencia que los ingleses se empeñan en que caiga en olvido Para indemnizar á la Francia de la pérdida de la consideración política debemos ponernos francamente como en 1778, sin que ahora existan los peligros de entonces, á la ca- beza de la independencia americana, para asegurar provechos que no tardarán otros en arrebatarnos. .. Por lo demás mi misión se reduce á presentar á V. E. en la noche de hoy al Sr. Rivadavia, quien no so- lo está autorizado para hablar en nombre del pais

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de su nacimiento, sino también de Chile, en donde las armas argentinas han sido tan felices como lo serán pronto en el Perú.

En la noche del 49 de Enero de 1819 el marqués deLaffayettc y el Diputado de Buenos Aires descen- dieron de un mismo carruaje á la puerta del ministro de relaciones exteriores de Francia. En aquella oca- sión debieron tratarse los importantes negocios que las transcripciones que dejamos hechas dan á co- nocer en defecto de documentos mas esplícitos que no han llegado á nuestras manos.

El Sr. Rivadavia tuvo orden de su gobierno de pasará Londres, reemplazándole en el carácter de Diputado cerca del gobierno francés el Dr. D. Va- lentín Gómez. Las instrucciones dadas á este últi- mo están firmadas por el ministro D. Gregorio Tagle á 21 de Octubre de 1818, y de esta misma fecha es la orden dada al Sr. Rivadavia para trasla- darse á la corte de Inglaterra, según el tenor del articulo 4.° de dichas instrucciones.

En una nota datada en París á 18 de Junio de 1819, dio cuenta el nuevo Diputado de su primera conferencia tenida con el ministro de relaciones exteriores el dia 1 .fi de aquel mismo mes, en la cual le habia declarado que en concepto del gabinete francés dependía la suerte de la independencia ame- ricana de la aceptación de la forma monárquica

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constitucional, y que partiendo de esta persuado», manifestada con franqueza, le habia propuesto para el gobierno de esta parte de América, al príncipe europeo, heredero del reino dcEtruria, entronca- do por línea materna con la dinastía de los Borbo- nes. I-a manera como el congreso miró aquella proposición que el Sr. Gómez comunicó con una circunspección que le honra, fué el motivo que mas de cerca decidió de la suerte funesta que cupo al cuerpo nacional que habia declarado nuestra inde- pendencia en el acta memorable del 9 de Julio d 1810. Cayó envuelto en un famoso proceso y los tiros que le derribaron tuvieron alcance para herir á los Diputados que representaban en paises estran- geros al gobierno de las Provincias Unidas. Estos diputados eran tres en aquel momento, I). Manuel José García, D. Valentín Gómez y D. Bernardino Rívadavia. Una nota de idéntico tenor, en cuya lacónica redacción se advierte el intencional olvido de toda forma y de todo comedimiento, les anuncio que quedaban sin valor sus poderes y que en conse- cuencia regresaren sin demora á esta capital? El Sr. Rivadavia recibió esta intimación el 2 de Julio de 1820.

Disueltas las autoridades nacionales, cayeron las provincias antes unidas en una especie de aisla- miento oscuro y estéril. En todos los puntos del

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vasto territorio argentino dejó de existir el gobier- no fundado en la razón y en la ley. Las calles y plazas de la capital misma se convirtieron en teatro de una desgreñada guerra civil, y sobre la superfi- cie social aparecieron esas influencias de baja es- traccion que cobran albedrio pernicioso cuando las riendas gubernativas pasan á cada instante de una mano á otra mano por falta de alguna bien inten- cionada que las rija con energia y tino.

Forzoso era de en medio de este caos bacer bro- tar la luz; evocar el orden del seno de la anarquía. y construir el poder administrativo con los escom- bros de la autoridad derribada por la demagogia. Esta fué la obra difícil que el pueblo de Buenos Aires; en un momento feliz de reposo, encomendó á la persona de un guerrero de la independencia.

Todos los amigos del orden se asilaron al rede- dor de la silla del gobernador D. Martin Rodríguez. La campaña, reducida á una frontera estrecha y mal defendida, trajo también su continjente de fuer- za en apoyo del nuevo magistrado en quien confiaba para dar mas ámbito á su pingüe industria especial y para garantir las propiedades rurales contra la ra- pacidad de los bárbaros. La esperanza pintábase en todos los semblantes. La masa del pueblo dotada de esa adivinación de lo futuro que está negada al individuo, preveía que comenzaba una época nueva,

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j (|iio las promesas de la revolución iban á tener en los hechos mas realidad que en las columnas gárrulas de las gacetas. Fatigados estaban los ciudadanos de glorias militares y de venganzas domésticas; ansia- ban por el reposo de la paz y por la dulce satisfac- ción de poder amarse como hermanos.

Bajo el influjo de esta disposición de los ánimos, nada recomienda tanto el mérito y el carácter del Sr. Rivadavia como el nombramiento que invocan- do "el voto público de sus conciudadanos;" hizo en él el gobernador Rodriguez para desempeñar el Ministerio de gobierno, por decreto del 19 de Julio de 1821. "La importancia de sus servicios y la estension de sus luces," eran otras tantas calidades, que según el mismo gobernador le señalaban para ser llamado á aquel importante destino.

Los antiguos, ha dicho el mas afamado de los políticos prácticos, inventaron el rio del olvido, al contacto de cuya corriente se desvanecían en las al- mas los recuerdos de la vida. Pero el verdaderr Leteo después de una revolución se forma de cuan - to puede abrir al hombre las sendas de la esperan- za. Este ingenioso pensamiento, bajo formas mas graves sin duda dominaba el ánimo del nuevo mi- nisterio. Esplicándose con alta y generosa filoso- fía los errores de todos, (de los cuales él mismo no se consideraba exento) como consecuencia de la

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marcha torrentosa de la conquista de la indepen- dencia, se propuso curar esos errores, "cerrando para siempre el periodo de la revolución, no acor- dándose mas ni de las debilidades ni de las ingrati- tudes/' Nueve días después de su aceptación del ministerio, y la primera vez que en este carácter se presentó en la Sala de Representantes, fué para prpnum^ar la siguiente declaración que establece un programa üm lacónico como bello. "El gobier- no quiere constituirse en protector de todas Jas se- guridades y en un conservador áe todas las garan- La Providencia Tinole en auxilio para que pudie- ra dar cumplimiento á los votos de su política con- ciliadora. El ministro sabia aprovechar los instan- tes oportunos, y sabia también que cuando la gene- rosidad no es simulada tiene eco inmediatamente en el corazón argentino.

En la noche del 26 de Setiembre llegó á Buenos Aires la noticia de un gran triunfo obtenido por nuestras anuas coaiigadas con las chilenas. El Jcneral San Martin habia entrado victorioso á la ciudad de los lleves, á la resistente capital del Pe- rú, asiento del poder peninsular en aquel rico é in- menso pais.

Según la espresion de nuestro gobierno queda- ban colmadas con aquel acontecimiento las nobles

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aspiraciones concebidas en 25 de Mayo de 1810. Los pueblos del continente gozaban ya de indepen- dencia; que fuesen libres y dichosos debia sor la única ambición que cupiese para en adelante á la provincia de Buenos Aires.

Tan grata nueva y tan hermosos sentimientos fueron llevados al seno de la Sala de Representan- tes el dia siguiente, con la mayor solemnidad, por los tres secretarios de Estado, al mismo tiempo que el proyecto de ley de olvido que fué el primer paso con que el Sr. Rivadavia abrió la serie de su» trabajos políticos. Tendia esta medida á tranqui- lizar y consolar los ánimos, á avivar la en la li- bertad civil ahogada en la grita de los pnrtidcs apasionados, conquistar entre las parcialidades en que el pais se encontraba dividido, las capaci- dades y las influencias que pudieran concurrir a la reforma jeneral que se disponía a emprender la administración. Estas miras eran las vastas é im- parciales que alcanzaron hasta a los antiguos ve- cinos españoles de esta ciudad, á quienes las exi- jencias de la época negaban desde 1817 el inocen- te derecho de unir su sangre en lejítimo matri- monio á las mugeres argentinas* La justicia po- lítica fué pues absoluta para todos los habitantes de la provincia de Buenos Aires.

Para apreciar bien el mérito de los trabajos que

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distingen á la administración que rijió al pais des- de mediados de 1821 hasta el 9 de Mayo de 1824, seria preciso trazar un cuadro detenido de la si- tuación délas cosas, del estado de la cultura pública y de las propensiones generales de la opinión, ante- riores á aquel brillante periodo. Dice con propiedad un escritor inglés, testigo de aquellos trabajos, que nada es tan capaz deshacer el elojio cumplido de los talentos del primer ministro del General Rodríguez como la comparación del estado del pais entre las fechas en que se encierran los tres años durante los cuales desempeñó aquel empleo el ~Sr. líivada - via. A pesar de la dócil voluntad que se sentia en la población para obedecer á un buen gobierno, existia una fuerza secreta que desviaba y detenia su acción; fuerza formada principalmente por las as- piraciones envidiosas apoyadas en hábitos rancios y en preocupaciones que una prensa sin doctrina so- cial habia irritado sin correjir.

Comprendió el Sr. Rivadavia que en situación semelante debia el gobierno administrar y doctri- nar á un tiempo, y que la autoridad, á la cual le- vanta siempre los ojos el pueblo, debia presentar- se como modelo* de los que la obedecian. Com- prendía también que en una república, mas que bajo cualquiera otra forma de gobierno, necesita la autoridad revestirse de la fuerza moral que nace

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de las virtudes cívicas y de la conciencia de los de- beres, y adquirir respeto y prestigio, no por la popularidad que se compra á precio de concesiones y debilidades que acaban por suprimir á la autori- dad misma, sino por la bondad de sus medidas, por la razón y el acierto de ellas y por la valiente constancia para sostenerlas á t pesar á veces de la opinión pública cuando se pervierte ó estravia.

El ministro del General Rodríguez no confió en si solo : mas que en él y en sus hábiles compañeros puso su confianza en la verdad del sistema represen- tativo que francamente había aceptado y acababa de estudiar al natural en las instituciones de la Ingla- terra.

En primer lugar exijió de la administración de just cía, ese gran poder del Estado, toda la impar- cialidad y todo el saber que constituyen sus princi- pales elementos, elevando á la magistratura los le- trados mas íntegros é inteligentes. Y como el sis- tema democrático es una burla cuando los repre- sentantes del pueblo no son mas que la significa- ción de un partido ó de las veleidades del aura po- pular de una mañana de elecciones, ejerció su inílu encía para que en losbancosde la legislatura se senta- sen los mas dignos, los mas entendidos y respetados entre los vecinos de la Provincia. Sus atrevidas reformas habrian hecho fracazaral gobierno, si sus

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proyectos no se hubiesen convertido en ley por el voto de los ciudadanos á quienes acataba toda lo so- ciedad. En una palabra, el Sr. Rivadavia que no te- mía ni envidiaba la snperiodidad de nadie, y que se consideraba en tín puesto merecido, por el testimo- nio de su propia conciencia, trató de que los poderes públicos se colocasen á la altura de sus miras, y las personas que los componían al nivel de su ilus- tración y de su altísima moralidad.

£1 Sr. Rivadavia, usando de dos voces de su pre- dilección, era «eminentemente gubernamental. »Y. añadiremos, uno de los argentinos mas demócrata, tomando esta palabra en su hermoso yjenuino sig- nificado.

El brazo de este hombre de estado no manejó sino los verdaderos resortes de los gobiernos libres. Los hilos secretos é ingeniosos con que se traman las redes políticas, son demasiados tenues para que no se rompiesen en sus manos de hércules. La li- bertad, la publicidad, el respeto por la dignidad de las personas, la consistencia de las relaciones so- ciales por medio de la instrucción y de la mejora moral de los individuos, y, según su bella esprcsion, la confianza en el imperio del bien. . . . tales eran aquellos resortes.

No somos nosotros los que loaseguramos a título de biógrafos panegiristas : son deducciones de sus

propios actos administrativos. El Sr. Ilivadavia nos ha legado un precioso cuerpo de doctrina sociaf y gubernativa en los considerandos de los decretos <jue firmó, en los mensages del Ejecutivo á las Cá- maras, Queria ser obedecido mas que por la fuerza del mandato por la deí convencimiento obrado por el raciocinio que precedía á sus disposiciones.

Traigamos á la memoria algunas de sus máxi- mas :

« La publicidad es la mejor garantía de la buena délos actos, mayormente en aquellos cuya desi- cion está sugeta á una arbitrariedad necesaria.

»No hay instituciones que contribuyan tanto á la civilización de un pueblo, como las que inducen en- tre los individuos respeto recíproco en maneras y en espresiones.

"Pso hay medio ni secreto para dar permanencia á todas las relaciones políticas y sociales como el de ilustrar y perfeccionar tanto a los hombres como á las mugeres, á los individuos como á los pueblos.

» La ilustración pública es la base de todo sistema social bien reglado, y cuando la ignorancia cubre á los habitantes de un pais, ni las autoridades pueden con suceso promover su prosperidad, ni ellos mis- mos proporcionarse las ventajas reales que esparce el imperio de las leyes.

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» Todo premio adjudicado al verdadero mérito, sino es un tributo de rigorosa justicia, es segura- mente un resorte de los que mas ventajosamente promueven la perfección moral.

» Es cierto que la opinión pública, especialmente en países inespertos, se estravia de suyo, es á veces sorprendida y frecuentemente resiste á la acción del poder; pero en todos esos casos sosteniéndose esta sobre la masa de los intereses ú obrando al frente de la corriente por medio de la instrucción, de la libertad y de la publicidad, el triunfo es tanto mas cierto y glorioso cuanto que se reviste el imperio del bien. »

Cerraremos esta incompleta página de un verda- dero libro de oro con un pensamiento que muestra toda la liberalidad de las miras de aquel exelente estadista :

« Es preciso, decia, que los pueblos se acostum- bren á ser celosos de susprerogativas. »

En el momento mismo en que desde la altura del mando emitia este principio, ponia en manos del pueblo los medios para que conociese la estension y la naturaleza de esa prerogativa, encargando la tra- ducción del libro de su amigo M. Daunau, « de las garantías individuales » á uno de nuestros mas se- ries literatos de aquella época.

Esta traducción, publicada en crecido número de

ejemplares, ha sitio uno de los libros en que hemos aprendido á leer y á pensar muchos hombres ho\ maduros, ó mas bien dicho, una jeneracion entera.

Consiste, pues, la principal gloria delSr. Rivada- viaen haber colocado la moral en la región del po- der como base de su fuerza y permanencia, y en comprender que la educación del pueblo es el ele- mento primordial de la felicidad y engrandecimien- to. Sobre estas columnas fundó una administración que todavía no conoce rival en estos países, y parte de cuyas creaciones, como puntos luminosos, han lucido hasta en las negras horas del gobierno bárba- ro que por tantas años mantuvo detenido el carro del progreso argentino.

Apenas ocupó el puesto de ministro, erigió la Universidad mayor de Buenos Aires con fuero y jurisdicción académica, como estaba acordado por reales cédulas desde el año 1778. Fué este su primer paso en la tarea de fundar establecimientos de en- señanza alta y primaria, bajo un sistema general, oportuno para desarrollar la educación pública al abrigo del sosiego y del nuevo orden que sucedía á la anarquia.

Inmediatamente después fundólas escuelas gra- tuitas bajo el sistema rápido y económico de Lan- caster, no solo en los barrios de esta ciudad sino en los mas apartados pueblos de campaña, confian-

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do la inspección general de todas ellas a un sacer- dote recomendable por su ilustración y conocido por su jenerosa filantropía. El premio dado por el Si*. Rivadavia al difundidor del benéfico preserva- tivo de Jenner, fué el encargarlo de dirijir el espí- ritu de aquellos mismos niños euyá salud corporal habia salvado.

Pero mi pensamiento orijinal, y mas fecundo fue el de apoderarse, á favor del bien público, de las hermosas cualidades del corazón femenino. Sabia elSr. Rivadavia son palabras suyas que la natu- raleza al dará la mujer distintos destinos y medios de prestar servicios, dio también á su corazón y á su espíritu calidades que no posee el hombre, quien, por mas que se esfuerce en perfeccionar las suyas se alejará de la civilización si no asocia á sus ideas y sentimientos la mitad preciosa de su especie. La Sociedad de Beneficencia se ha defendido en épocas de retroceso social por la propia importancia de sus tareas, y ha podido educar dos jeneraciones de ma- dres morales é instruidas que han dado entre cari- cias los primeros consejos y las primeras lecciones á centenares de ciudadanos. La Sociedad de Bene- ficencia es una escuela normal donde se forman exelentes y dignas n aironas que se sucederán unas á otras practicando el bien y ejerciendo la insigne majistrat ura de la mejora de sexo, mientras exista

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esta ciudad que la respeta y ama. La anciana mo- ribunda les dirije las últimas bendiciones desde el lecho de la misericordia, y la tierna niña en el albor y fuerza de la vida, desde el banco de sus labores, eleva también sus puros agradecimientos á esas se- gundas madres que les dio la patria por la mano ve- nerable de Ilivadavia.

Cuadro demasiado estenso seria el que compren- diese todos los pormenores de las reformas empren- didas en la administración de Rodríguez. Ellas abrazaron desde la economía interior de las oficinas hasta los actos ejercidos por el pueblo en ra/on de su soberanía ; desde las prácticas forenses hasta los hábitos parlamentarios; desde la política del cuar- tel del soldado hasta la clasiücaeicn de las recom- pensas á que eran acreedores los jefes del ejército. Como la reforma tuviese la inflexible intención de desarraigar abusos é introducir economía en la aplicación de la renta pública, no pudo ponerse en práctica sin lastimar intereses, personas y corpora- ciones que se sublevaron contra sus tendencias. Estas reformas fueron sancionadas por los repre- sentantes del pueblo. Por fortuna los lejisladores de entonces tenían en el ejecutivo un brazo fuerte para hacer cumplir la ley, y una voluntad que no se arredraba en presencia de las dificultades. El Mensaje del año 23, hablando de la reforma, se

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espresa en estos términos : " Esta obra ardua ha sido ordenada con valentía por las dos lejislaturas precedentes, y el gobierno para ejecutarlo ha debido vencer grandes resistencias y chocar con sentimien- tos personales y preocupaciones comunes." Estas palabras demuestran las resistencias halladas para obrar el bien y acelerar la marcha de la civiliza- ción. Dejan traslucir al mismo tiempo cuales de- bieron ser las' luchas diarias, sostenidas por los hombres colocados al frente del movimiento reje- nerador. Disculpable habria sido que se manifes- tasen engreídos por el triunfo y agriados por las ofensas recibidas en retribución de beneficios tan importantes, ^adadeeso. Una severa templanza rebosa en todo aquel documento, modelo de filoso- fía política. En él se espiiean y se absuelven los errores de la opinión y se esperanza hasta en la exaltación de las pasionas para llegar al blanco á que se dirijia el gobierno, asi que esas pasiones en- trasen al cauce que la ley acababa de señalarlas. El Mensaje continúa así :

"Establecidos ahora los fundamentos del sistema representativo, es forzoso que la conducta del go- bierno sea conservadora. El tiempo debe consoli- dar lentamente lo que acaba de construirse con tan- tas fatigas y peligros : él tranquilizará los ánimos ajitados de las pasadas contiendas : las pasiones su-

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Llevadas se amanzarán gradualmente y servirán también bajo el imperio de instituciones saluda- bles. »

La ley de reforma eclesiástica dictada en 21 de Diciembre de 1822, fué pretesto para que los mal avenidos, los aspirantes y los adoradores del statu quo, formasen una especie de coalición en nombre de la creencia de nuestros mayores, haciendo enten- der al vulgo que se atacaban sus dogmas venerandos y el lustre de su culto. Los principios relijiosos del primer ministro fueron puestos en duda, y la ca- lumnia declaró ateo á quien habia contribuido para que el seminario conciliar, mal organizado y pobre en rentes, fuese levantado á la categoría de colegio nacional de estudios eclesiásticos ; á quien se pro- ponía dignificar el sacerdocio para que fuese capaz de desempeñar la alta misión decente que el gobier- no se disponía á confiarle. El Sr. Rhadavia quiso dar al clero de Buenos Aires, en aquella época, una prerogativa que el clero francés aun no lia podido conquistar del todo a pesar de su ciencia y acredi- tada moralidad la de participar libremente en la educación y en la civilización del pueblo. Estas intenciones fueron manifestadas con palabras ter- minantes y con actos notorios. La sede en aquella época estaba vacante. El ardor de la revolución y la lucha intestina habian dado sus frutos hasta en el

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corazón de la tribu de Levi, y el pavimento de los claustros habia sido mancillado con sangre en la hora en que el crimen cree conseguir impunidad con las tinieblas. La autoridad civil no podia ser indiferente á este espectáculo. Ojalá que el Sr. Ri- \ adavia hubiera encontrado en su tiempo á la ca- beza de la diócesis uno de esos fuertes varones que saben ir al fondo de las intenciones del Evanje- lio por los caminos mas cortos ! El se hubiera abrazado con el santo pastor y habríale cedido la iniciativa en la parte eclesiástica de la reforma. Pero aquel deseable obispo no existia. En su de- fecto el Sr. Rivadavía ordenó que se estableciesen conferencias semanales para todos los individuos del clero sobre materias de ciencias eclesiásticas. El decreto de 5 de abril de 1823, se funda en estas bellas consideraciones : " No basta que el clero de Buenos Aires obtenga por su santidad una reputación distinguida, ni que los servicios en la causa de la independencia le designen un buen lugar entre las clases que han contribuido á establecerla. Es me- nester algo mas ; es menester que su crédito se eleve por la civilización, y que llegue por este medio á po nerse en estado de cargar con la responsabilidad de difundirla.»

Esta es la verdadera tendencia de la reforma eclesiástica tan desfigurada por la oposición con-

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temporánea ú ella. Bajo la faz en que la presenta- mos será mirada por la historia. El sabio esta- dista mártir de su moralidad y de su honradez, queda lavado con la unción de sus propias palabras, de la mancha de incrédulo con que el espíritu vul- gar del partido pretendió empañar su memoria. En la vosta razón delSr. Rivadavia habia lugar para los axiomas de la ciencia y para las verdades de la relijion heredada que no se desprenden jamás del alma de los bien nacidos : asi como tenian cabida en los estantes de su biblioteca los escritores de la escuela del siglo XVIII y ios ascéticos de la época brillante de la prosa española.

La atención del Sr. Rivadavia no estuvo entera- mente absorta en los límites del gobierno de que era miembro. Al crear instituciones útiles, y al mejo- rar las formas representativas en Buenos Aires, creia hacer una obra de modelo y aplicación para las demás provincias de la república, que de manco- mún y debidamente representadas habían procla- mado la independencia como un solo cuerpo de na- ción. LosYÍnculos de la unión se hallaban desata- dos en 1821. A la representación nacional disper- sada por la anarquía habia sucedido la tentativa de otra cuyos miembros reunidos en Córdoba tuvie- ron mas de una vez que defenderse contra las acusa* ciones de conspiración que les hacían sus propios

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comitentes. Quedó sin efeeto esta tentativa de con- greso. La reunión de otro nuevo era completa- mente imposible en aquellos momentos, El Sr. Kivadavia tuvo que aceptar el papel de ministro de un gobierno provincial á pesar de sentirse con la fuerza y la voluntad sobrada para encargarse de los destinos nacionales. El pensamiento de toda su vida fué la unión nacional. En una ocasión en que circulaban en Europa noticias precursoras de la caida del Directorio y de la disolución del Congreso, se espresaba de la manera siguiente en una nota ofi- cial de 28 de Junio de 1818 " La unión de esas provincias es indispensable á su existencia nacional. Si la administración central deja de existir por algún tiempo, debe ser por consultar á su mejor y mas só- lido establecimiento. "

La idea de la organización del territorio de un pueblo que tantas virtudes y jénio había mostrado en común durante la lucha de la independencia, no podia dormir en la cabeza del hombre que ha- bía sido vocal de las primeras juntas, represen- tante de las Provincias Unidas cerca de las cortes estrangeras y actor principal en el movimiento re- volucionario á que el pais entero habia contribuido

con su sangre y sus tesoros Sobre lajenera-

cion que vivia entonces no habian pasado los veinte

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sitos de aislamiento que llevan el apellido y la di- visa de Rosas,

El i-establecimiento de la unión de los pueblos argentinos, tan ansiada por Rivadavia , se preparó por él con habilidad y discreción. Esa unión, decia , es necesario que se obre por el convenci- miento de que las ventajas son superiores, res- pecto á cada una de las partes concurrentes, á cual- quier perjuicio real ó de mera opinión, que á al- guna de ellas puede ocurrir. * La explicación de esas ventajas y del pensamiento desinteresado del gobierno de Buenos Aires fué confiada al blando y persuasivo tucumano Dr. Ü. Diego Estanislao Zavaleta, con sujeción á las notables instrucciones datadas á 30 de Mayo de 1823 bajo la tirina de D- Bernardino Rivadavia. Pero antes de tomar la ini- ciativa « para reunir todas las provincias del ter- ritorio que antes de la emancipación componían el vireinato de Buenos Aires ó del Lio de la Plata, en un cuerpo de nación administrada bajo el sis- tema representativo, por un solo gobierno y por un mismo cuerpo legislativo, » quiso el estadista porteño poner de bulto con los hechos la conve- niencia de la unión y hacerla apetecible con bene- ficios prácticos para los pueblos invitados. Seis jóvenes de cada uno de los territorios (pie estaban entonces bajo gobiernos independientes , fueron

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mantenidos y educados en los colegios de Buenos

Aires. Medida excelente cuyo resultado fué esta- blecer entre aquella numerosa juventud, vaciada en un mismo molde intelectual, vínculos estrechos y fraternales que con el tiempo debían producir una acción armoniosa en la maquina del Estado.

Dictóse al fin Ja ley de 27 de Febrero de 1842, facultando al ejecutivo de la provincia de Buenos Aires para reunir la representación nacional. Esta ley fué precursora de varias medidas que mas tarde facilitaron al congreso de 1826 y al presi- dente que nació de su seno, el ejercicio de sus res- pectivas funciones. Las relaciones y el crédito que al gobierno provincial habían grangeado la eleva- ción y justicia de su conducta, permitiéronle la formación de compañías europeas , con fuertes capitales, para la explotación de los metales pre- ciosos, para facilitar el comercio interior, la na- vegación de buques á vapor, y para establecer un banco nacional que sustentase esas mismas em- presas proveyendo á las provincias del mmierario que necesitaban para alentar sus respectivas in- dustrias.

El autor de este plan preparatorio para el res- tablecimiento de la unión argentina, tuvo la opor- tunidad de ser su agente en los centros europeos de actividad y riqueza. Habiéndose negado por

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Irea veces el Sr. Rivadavia á continuar en su cargo de ministro de gobierno al comenzó r la adminis- tración del jeneral Las lleras, fué nombrado mi- nistro Plenipoícnciario y Enviado Extraordinario cerca de las cortes de Inglaterra y de Francia, por decreto de 17 de Febrero de 1825, época en que el gobierno de la provincia estaba ya encargado del poder ejecutivo nacional.

Fué dorante esta misión que tuvo lugar la ra- tificación y cange del tratado celebrado con Ja Gran Bretaña. Et nombre delSr. Rivadavia corre á par del afamado Ministro M. Canniog en la úl- tima página de aquel documento á que debe Bue- nos Aires adquisiciones de que ya se apercibe, y oirás que el tiempo está encargado de revelar en toda su importante trascendencia. Pero el patrio- tismo y las luces del diplomático arjentino no le per- nrtian ceñirse á procederes de mera forma. Las respetuosas consideraciones que mereció del ga- binete inglés, le ayudaron para emplear con fruto de su pais el año escaso que permaneció en Europa en desempeño de sus nuevas funciones. Consogróse con empeño á dar á conocer la aptitud del pais que representaba para empresas industria- les en grande escala, y para un desarrollo comercial mas estenso que el que hasta entonces babia recibi- do. La prensa de Londres reveló, por primera vez,

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puede decirse, Jos eaudolosos veneros de preciosos minerales que encierran las Cordilleras del centro y'de los estrenaos de nuestro vasto territorio, y las ventajas que reportaría una numerosa emigración agrícola, estableciéndose en los llanos fértiles y es- tensos que riegan nuestros rios caudalosos bajo el clima hospitalario de una zona templada.

Las garantías que en favor de la civilización y ri- queza del pais acababan de obtener los subditos bri- tánicos por los tratadas que son el punto de partida del jeneroso derecho público que nos rije, fueron el natural apoyo de la confianza con que se arriesgaron fuertes capitales europeos á trasladarse á rejiones lejanas pero que tanto prometen á la industria y al trabajo intelijente bajo la custodia de las leyes sabias. El crédito, elemento moral de los gobiernos, obró su preciosa consecuencia, convirtiéndose en valores positivos. Si los frutos posteriores no correspon- dieron á las esperanzas concebidas en vista del mo- vimiento favorable de la opinión exterior hacia nosotros, no fué culpa de quienes excitaron ese mo- vimiento con tanto acierto como con medios tan lejítimos ; culpa fué de la mala estrella que guió por tantos años nuestros destinos*

Siempre que busquemos con verdad el camino de nuestro engrandecimiento, le hemos de hallar por el rumbo trazado por la escuela económica y admi-

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nistrativa deque es fundador el Sr. Rivadavia. El orden y la paz interior, serán en adelante como lo fueron desde i 821 hasta 1827 las proclamas mas elocuentes para traer pobladores al seno de nues- tros desiertos, y capitales á la masa de nuestra cir- culación monetaria. Estas verdades son vulgares en nuestros dias. No le eran cuando se anuncia- ban y aplicaban por primera vez. Los que derra- maron tales ideas como una semilla que alguna vez habia de fructificar, fueron tenidos por visionarios y utopistas. Sin embargo, la fábula se hizo verdad. Las garantías acordadas al estranjero han salvado nuestra civilización naciente y la dignidad del ciu- dadano.

El dia 8 de Febrero de 1826, en el salón principal de nuestra vieja fortaleza, entre un crecido número de ciudadanos y en presencia de los jefes del ejército y de los departamentos todos de la lista civil, tuvo jugar un acto importante y trascendental para la suerte del pais.

En aquel dia y en aquel lugar, el gobernador de la provincia de Buenos Aires proclamó á D. Bernar- dino Rivadavia, presidente de las Provincias Unidas del Rio de la Plata.

El Congreso, haciendo justicia á los méritos con- traidos poraquel ciudadano habíale cscojido paraele- varle á puesto tan honroso como erizado de espinas.

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Al tomar el Presiden te las insignias del mando y el Je- neral D Juan G. delasHerasalenlregárselas, pronun- ciaron palabras que honran á uno y otro. Los méri- tos de la administración que se retiraba fueron re- conocidos y aplaudidos por el Presidente, quien á su vez fué alentado con la halagüeña perspectiva de una marcha gloriosa. Tan nobles deseos se frustraron completamente. El Gobierno de" la presidencia halló un terreno conmovido que no le permitió asentarse. El Sr. Rivadavia no podia fundar su gloria en los triunfos militares sino en las conquis- tas del pensamiento con armas pacificas de una ad- ministración arreglada. Mientras tanto el pais es- taba comprometido en una guerra esterior, en la cual las victorias sobre el enemigo fueron una ver- dadera derrota para el poder del Presidente. Otras causas combinadas con esta no permitieron al réji- men nacional mas que una duración cortísima.

El Sr. Rivadavia renunció el cargo de Presidente y cesó en sus funciones á fines de Julio de 4827.

Al descender de la presidencia, el Sr# Rivadavia dirigió una carta autógrafa á cada uno desús minis- tros, dándoles gracias por la cooperación que ha- bían prestado á su gcbierno, y asegurándoles de la aprobación que le merecía la conducta de los em- plados en los tres departamentos de la administra- ción. Las contestaciones de los Señores Agüero,

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Cruz y Carril son un "testimonio de los sentimientos nobles y afectuosos que el magistrado Labia sabido despertar en aquellos hombres notables. En mo- mentos eu que declinaba el valimiento del gober- nante, y en que ya se divisaba delante deél el cami- no lóbrego qee iba á recorrer en el resto de sus tlias, no pueden ser tachadas de lisonjeras las es- presiones con que los ministros contestaron al Sr. Rivadavia. El de hacienda se espresaba asi : "La administración de V. E. deja descubierto el secreto y en él la garantía que faltaba á los intereses socia- les. No mas el saqueo y la violación de las pro- piedades particulares serán en nuestra patria sufi- cientemente escudadas con los nombres de patrio- tismo y de obligación. ... La mas grata recom- pensa que me queda es haberme empleado en el ser- vicio de la nación, bajo las órdenes del hombre pú- blico que en la historia du la América española ocu- pará el lugar m;is distinguido, por su constante em- peño en propagar la civilización délos verdaderos principios con que, en menos tiempo, y escusando mil calamidades, los moradores de estas rej iones puedan llegar á la ventura social, y las diversas sec- ciones del continente elevarse á un grado de prospe- ridad prodigiosa. "

1.a nación pasaba por una verdadera crisis. El carácter provisorio que imponía al nuevo presidente

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la ley de 3 de Julio, la reunión próxima de una con- vención nacional; la disolución del Congreso asi que se tuviere conocimiento oficial de la instalación de aquella ; la guerra civil que alzaba !a rebelión por una parte, y por otra la guerra eslrangera, co- locaban al pais en una situación que se agrababa con la decadencia del comercio y los excesos del ajio y con el mal éxito de las negociaciones diplo- máticas entabladas para terminar la contienda con el Imperio. Las pasiones politicas se hallaban exaltadas. ti Gobierno Nacional caía enlutando el corazón de uno^ y vistiendo con colores alegres las ambiciones de otros. Los numerosos amigos de un orden de cosas que databa desde 1821, se sen- tian sin apoyo y se consideraban entregados por la renuncia del Sr. Rivadavia á las consecuencias de una reacción que comenzando por las formas habia de llegar hasta las ideas. Para calmar estos temo- res y para templar el ardor de los partidos, revis- tiéndose el Sr. Rivadavia de esa grave tranquilidad que mostró tantas veces en los momentos críticos, dirijió al pais las siguientes palabras que se deslu- cirían con cualquier comentario :

"Argentinos : No emponzoñéis mi vida hacién- dome la injusticia de suponerme arredrado por los peligros, ó desanimado por los obstáculos que pre- senta la majistratura que me habéis conferido. Yo

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hubiera arrostrado sereno aun mayores inconve- nientes, si hubiera visto por término de esta abne- gación la seguridad y la ventura de la patria.

M Consagradle enteramente vuestros esfuerzos, si queréis dar á mi i elo y á mis trabajos la mas dulce de las recompensas. Ahogad ante sus aras la voz de los intereses locales, de la diferencia de partidos y sobre todo, la de los afectos y odios personales, tan opuestos al bien de los estados como á la conso- lidación de la moral pública. . . . Abrazaos como tiernos hermanos y acorred como miembros de una misma familia á la defensa de vuestros hogares, de vuestros derechos, del monumento que habéis alza- do á la gloria de la nación. Tales son los deseos que me animarán en la oscuridad á que consagro mi vida ; tales los que me consolarán de la injusticia de los hombres; tales, en fln, los que me merecerán un recuerdo honroso de la posteridad. "

El Congreso que declaró la independencia ter- minó su carrera bajo la acusación de traidora la patria. El primer Presidente y sus actos fueron llamados al tribunal de la opinión pública por los hombres públicos que no acertaron á disimular su parcialidad El Mensaje pasado á la legislatura por el gobierno que restituyó á Buenos Aires su antigua forma provincial, es un documentocuya lectura des- consuela al mismo tiempo que demuestra la inten-

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sidad de los odios que fermentaban dispuestos á es- tallar bajo la silla del Presidente y en la tribuna del Congreso. Aquel Mensaje clasificó al pensamiento del réjimen general del pais, como "un instante desgraciado de delirio" : y declarando que "la con- centración y la desunión se habían hecho igualmen- te impracticables", colocó á las provincias en una situación incierta que no podia conducirlas sino á la anarquía, óá caer en manos de jefes irresponsables y vitalicios.

Apartado el Sr. Rivadavia de la vida pública, la privada fué para él en lo sucesivo y hasta el fin de sus dias, una perpetua expatriación Para com- prender las tribulaciones de su espíritu, bastará transcribir las siguientes palabras eccriias por él en Paris en Mayode 1835 : "Son estos los momentos mas tristes de mi vida. Un amigo me instruye sobre la estrema degradación y miseria de mi desventu- rada patria. No he recibido una sola letra que me consuele sobre la situación de mi esposa é hijos, ni

recuerdos de mis an igos , sin embargo no

puedo dejar de pensar constantemente en esa Repú- blica Argentina que se arruina y degrada cada vez mas. Ni seria digno ni posible separar mi ánimo de

la contemplación de tan cara y amada patria '■'

En aquellos momentos lamentaba la muerte de un noble y respetable estrangero amigo suyo , « ' el único

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ser, según su propio testimonio, á quien debiera favores en su desgracia. " Pero tantas desventuras no abatían su alma bien templada. Cuantos mas motivos se le agolpaban para quejarse de la ingrati- tud de la patria, mas se identific ba con ella consa- grándola sus desvelos. Nada podia bacer ya en su servicio el estadista repudiado, pero si el literato estudioso. " Para aliviar su espíritu " emprendió entonces Ja traducción de los viajes de D Félix Aza- ra, "porque era lo mejor que se habia publicado sobre su país. "

El Señor Rivadavia cedió este manuscrito al Sr. D. Florencio Várela el año de 1842, en Rio Janeiro, al separarse ambos " para no verse mas en este mundo. " El tomo segundo de la Biblioteca del Comercio del Plata, contiene la primera edición de este escrito tan importante para el conocimiento de la bistoria naturaf del Rio de la Plata y Paraguay. Tal vez hasta el año 4o, época de aquella edición, no se conocían las exactas observaciones del ilustre geógrafo y viajero en la lengua en que se tiabian re- dactado.

Al hablar de los trabajos diplomáticos del Sr. Ri- vadavia en Europa, hasta poco antes de 1820, he- mos procurado bacer las transcripciones que ha sido posible de su correspondencia oficial, para pro- bar indirectamente el ningún fundamento de las

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acusaciones que se le han hecho acerca de sus pre- tendidas tendencias á raonarquizar la América. El señor Rivadavia no ha dado un paso, que nos conste, en este sentido. Ilabrá si se quiere, escuchado pro- posiciones y aun abierto esperanzas sobre semejan- te pensemiento en circunstancias en que era preciso, para no comprometer nuestra independencia ni el éxito de la lucha con el poder español, calmar los celos que en los gabinetes de los soberanos europeos despertaban los gobiernos insurjentes del nuevo mundo. Pudo haber en su ánimo momentos de duda acerca de cual fuese la forma política mas con- veniente para constituir su pais. Y esto nada ten- drá de estraño, pues trepidaciones de la misma especie hallaban escusas en 1846 para el sesudo redactor del Comercio del Plata, en consideración al espectáculo de sangre y de lodo que por treinta y seis años presentaban las repúblicas americanas. La calumnia, sin embargo, valiéndose de la discreta reserva en que se envuelve toda negociación diplo- mática, por inocente y lejítima que ella sea, prohijó aquella suposición Vulgar y la presentó con el carác- ter de acusación oficial, durante la última residen- cia del Sr. Rivadavia en Francia. Fué entonces que él tuvo el noble coraje de presentarse en Buenos Aires, á mediados de Mayo de i 854 para vindicarse de las acusaciones que se le hacían. Solo dos lio-

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ras pudo permanecer bajo el techo de su propia casa y en la ciudad de su nacimiento. La autoridad lo obligó á reembarcarse y á esperará bordo de un buque durante veinte dias la decisión de la Sala de Representantes sobre la reclamación entabladaante ella por acto tan injusto.

£1 Sr. Hivadavia se asiló entonces en el Estado Oriental. En una hacienda de las inmediaciones de la Colonia del Sacramento se consagró á ocupa- ciones rurales. Rodeado estaba de colmenas, de su querido rebaño de cabías del Tibety de plantas úti- les y exóticas, cuando en Octubre de 1836, por or- den del gobierno de aquel pais, fué deportado á la Isla de Ratas en la rada de Montevideo, y de alli desterrado con otros argentinos notables á la isla brasilera de Santa Catalina.

Peregrino y proscripto por Europa, por el Es- tado Oriental, por el Brasil, rindió al Gnel espíritu en la ciudad de Cádiz el 2 de Setiembre del año del Señor. MDCCCXLV.

El Sr. Rivadavia es sin disputa un argentino digno de preferente lugar en el panteón de nuestros gran- des hombres.

Su razón fué elevada ; su carácter recto y firme ; su voluntad constante; sus intenciones intacha- bles. Nadie ha hecho mas que él á favor de la civi- lización y de la legalidad en estos países. Nadie

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lia amado con mas desinterés yiras sin lison- ja, mas de teros ai pueblo. Nadie ha respetado mas que él la dignidad de los compatrio- tas. Túvola conciencia de nuestras necesidades y se desveló por satisfacerlas. Trajo a sn rededor todas las inteligencias, diólas impulso y las preparó un teatro útil y brillante de acción. Buscó en el fstranjero las ciencias de que carecíanlos y Jas ac' - mató en nuestro suelo. Compensó y alentó losser- \ icios y las \ irtades ; pro tejió las artes y confió mas en el poder de la razón que en la foer v-.

Su mérito es tan positivo como su gloria será «'terna.

Sus bendecidas cerinas están entre nosotros. Tán- dem qaieca . La mano del agradecimiento las ha devuelto á la Patria como un tesoro usurpado. Del fondo del sepulcro qi?e las custod a, saldrá constan- temente una voz que resonará como in aplauso ó como una censura en la conciencia de nuestros mandatarios.

Breves apuntamientos para la biografía de

1). JOSÉ ANTONIO MIRALLA.

En el número de los arjcntinos que se han gran- jeado fama fuera de la patria, debe contarse al Sr. D. José ANTONIO Miralla.

Él "era ineapaz de olvidarse [son sus propias pa- labras] délas Provincias donde habia tenido el ho- nor de nacer, y mucho menos de la gran ciudad donde recibió su instrucción." Esas provincias eran las arjentinas, y Dueños Aires la gran ciudad.

El hombre que asi se espresaba después de 12 anos de ausencia de la patria, merece cuando me- nos, el afecto de sus paisanos.

Nosotros liemos sentido siempre simpatía por Miraila, avivándose toda vez que la casualidad nos presentó este nombre mezclado con algún incidente ó unido á algunas |»ersonas notables en la historia moderna de la América independiente.

Hemos recojido esos pocos incidentes; conoce-

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mas algunos pasos déla carrera de Miralla; pero ig- noramos con precisión donde y cuando termina [1]

Miralla hizo sus estadios en elGolejio de Buenos Aires durante el rectorado del Dr. U. Luis José Chorroarin [2]. Permaneció en esta ciudad hasta 1810 y probablemente ya no residia en ella el dia 25 de Mayo de aquel año.

jN'o hemos podido rectificar la verdad de algunas curiosas anécdotas referentes á Miralla y á la pro- tección que le dispensó cierto artífice italiano de una custodia famosa, que pasó al Perú después de haber espuesto al público en uno de nuestros tem- plos aquella joya destinada al culto.

El hecho es que en 1842 se le á Miralla en Li- ma, dando cuenta, en un cuaderno de pocas paji- nas, "de las fiestas celebradas en la Ciudad de los lleves con motivo déla promoción del Exmo. Señor

(1) Según datos vagos, Miralla ha debido morir en Colom- bia, tal vez en Nueva Granada, el aTio de 1826. Con fecha 14 de Enero de 1857, nos prometen desde Valparaíso algunas no- ticias pedidas sobre el particular á Bogotá. No nos merece en- tera fé las que el editor bonaerense de las Cartas de Jaco- bo Dortis.

(2) El Real Colejio de San Carlos íundado el 3 de Noviem- bre de 1783- El Dr. Chorroarin era ya Rector de este estable- cimiento el año J792.

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I)r. D. José Baquijano al Supremo Consejo de Es- tado."

Las descripciones de festividades públicas forma- ron un ramo especial déla literatura peruana. En época en que el talento del escritor tenia allí pocas aplicaciones, era una buena fortuna la oportuni- dad de lucir erudición y facundia en el pancjirico de algún personaje ó en la relación de la alegría ó del dolor del público en ocasiones estraordina- rias.

Miralla se maniflesta en ese escrito digno de de- sempeñar una tarea que él quiso confiar (como lo espresa en la dedicatoria/ la pluma delicada de un ilustre literato." >'o faltan allí, ni las citas la- linas, especialmente de Lucano y de Ovidio, ni la desenfadada verbosidad á que la jeneralidad de los escritores limeños tenían atostumbrado eloido de sus conciudiadanos.

Sin embargo, cualquiera que lea el discurso que encabézala "breve descripción," no podrá menos de advertir que es fruto de la cabeza de un hombre de ingenio, no mal preparado para honrar la car- rera de las letras.

Es demás decir que en este cuaderno abundan los versos en todo metro y medida, la mayor parte anónimos. Sospechamos que muchos pertenece- rán á Miralla y especialmente el siguiente cuarteto

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que fué colocado sobre el frontis iluminado de fas casas consulares: el dejo á culto que tienen esos cuatro versos, es propio del terreno en que nacie- ron .

Estas llamas ardientes simbolizan El amor que mereces á este pueblo: Su inquietud el deseo de tu gloria, Su claridad la luz de tu consejo.

La única compo-icion poética, firmada con ini- ciales que allí se rejistra, pertenece al Dr. D.José Sánchez Carrion, quien mas tarde se hizo notable por la parte que tomó en la emancipación del Perú y por el cargo de Ministro jeneral de Bolívar que desempeñó hasta la batalla de Junin. Este personaje se liga con nuestra historia en cuanto se le consi- dera por algunos como un rival poco jeneroso del Dr. Monteagudo, asesinado en las calles de Lima durante la influencia política de Sánchez Carrion.

Baquijano pasó á Madrid á tomar posesión de su empleo, y entendemos que llevó consigo á Miralla de quien se habia declarado protector.

Es de presumir que la gratitud no ílaquease en el ardiente corazón de Miralla; pero también es presu- mible que sus opiniones políticas y su devoción ala causa de la independencia americana, levantasen un celaje opaco y frió en las relaciones amistosas

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entre el magnate protector y su protejido, novel y oscuro literato republicano.

Baquijano, Conde de Vista Florida, estaba ligado con estrechos vínculos á dos Ministros del absolu- tismo de Fernando VII, ambos, por una aberración singular, nacidos en América. El uno era el Duque de San Garlos, peruano, y el otro el mejicano Lar- dizabal.

La reunión á Cortes habia hecho de Madrid la residencia de muchos americanos distinguidos, quienes se dividieron, alistándose en uno ú otro de los dos grandes partidos queajitaban entonces á la Península.

Los americanos liberales que veian en el triunfo del sistema constitucional de la Metrópoli, el triunfo también de la libertad en América, manifestaron con una loable valentia su indignación contra el decreto de 4 de Mayo de 1814 aboliendo la consti- tución y disolviendo en consecuencia las cortes del Reino.

Algunos de aquellos, como D. Vicente Roca- fuerte, y Rivero, diputados por las ciudades de Guayaquil y de Arequipa, llevaron la enerjia de sus convicciones y principios hasta negarse á asistir á una audiencia real, declarando que no era digno de sus respetos un monarca que hacia jemir en las cárceles á los diputados liberales cuyas opiniones

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estaban garantidas por el rejiraen constitucional bajo cuyo imperio las habían emitido. Esta valien- te determinación fué, como es de creerse en los momentos de la reacción absolutista," castigada ejemplarmente. Arrebatado Rivero de los brazos de su joven y reciente compañera, fué encerrado en la oscuridad de una prisión de estado, en donde ji- mio durante seis años.

Si Miralla se hallaba entonces en Europa es de presumirse que pensase como el ecuatoriano Roca- fuerte: decia este, "que, los americanos eran mas delincuentes que los españoles en reconocer ai rei absoluto, porque sufrian mas de su lejano despo- tismo y porque habia llegado la época en que era obligación de ellos trabajar en sacudir el yugo espa- ñol y combatirlo de todos modos."

Al fin de una carrera llena de amarguras y de tantos desengaños como importantes servicios ha- bía prestado á la libertad y á la ilustración del nue- vo mundo, el mismo Rocafuerte volviendo la me- moria á la aurora de la revolución esclamaba des- de Lima en 1844: «En esa época feliz yo conside- raba toda la América española como la patria de mi nacimiento. » Esta también era la manera de sentir de todos los americanos ilustres que el espíritu de fraternidad íilosóíiea del siglo XVIII, habia prepa- rado como por milagro para esa larga y heroica lu-

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cha de que había de resultar independiente un mundo entero.

Bolívar, Morelos, San Martin, se buscaban anhe- lantes con el pensamiento en ese océano de llanu- ras, de bosques y montañas vírjenes que fueron tea- tro de la lucha de la emancipación, deseándose mutuamente el acierto y la victoria en la idéntica causa que sostenían.

Camilo Enriqucz no reconoce en los Andes el poder de separar en dos patrias el suelo chileno y el argentino, y electriza simultáneamente con sus escritos republicanos á Santiago y á Buenos Aires. El Dr. D. Bernardino Vera, ignorado y completa- mente desconocido á las márjenes del Paraná, don- de tuvo su ilustre cuna, vivirá eternamente en los fastos de la revolución chilena, como pensador, comomajistrado, como poeta, como patriota.

A este tenor, muchos otros americanos fueron del mismo modo de pensar que Rocafuerte. Miem- bros de una misma familia por los principios, las aspiraciones y los fines, siguieron el rumbo que el destino quiso señalarles y cultivaron el campo de la independencia con la pluma y la espada como una heredad común. Las victorias de Boyacá y de Maypu alcanzadas por dos distintos héroes en dos opuestos estrenaos de la América española, son tan hermanas como Leutres y Mantinea.

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Miralla vivía en la atmósfera de esas mismas je- nerosas ideas. «A pesar de haber sido el princi- pal é inalterable anhelo de su alma el volver al círculo de sus amigos y paisanos y al grato calor de sus hogares,» como lo decia á su antiguo maestro en Julio de 1822, el destino le detenia en la Habana en donde por aquel tiempo era vecino comerciante y propietario acaudalado.

El restablecimiento de la Constitución en Cádiz permitió.á los amigos de la independencia ameri- cana residentes en la principal de las islas Antillas, mayor libertad para sus proyectos y trabajos Exis- tia en la Habana una asociación secreta relacio- nada con otras de la misma especie en Caracas, cu- yo objeto era ganar prosélitos y difundir ideas á favor de la gran causa de nuestro continente.

En esos trabajos tomó Miralla una parte activa, y aprovechando de la libertad de imprenta que el movimiento revolucionario de Riego y Quiroga ba- hía devuelto á los subditos españoles, se asoció á Fernandez Madrid para escribir en el sentido de la independencia y de la democracia.

En 1821 fundaron ambos en la misma Habana un periódico titulado el Argos, para influir en la política del continente y en especial en la de los ha- bitantes de Méjico, en donde acababa de darlturbi- de el grito de independencia, (24 de febrero de

103 Í821.) Las ideas monárquicas del plan de Iguala de- jaban demasiado transparente los fines de ambi- ción personal que se realizaron en 18 de Mayo de 1822; dia en que se vio en América la parodia de un Emperador consagrado por el motin militar de un sárjenlo. Los verdaderos patriotas mejica- nos quedan entrar francamente en el camino natu- ral de los destinos de América que ellos compren- dían y -aceptaban como ley infalible en lo futuro. Aspiraban al triunfo del sistema democrático re- publicano y á la comunidad de principios é intere- ses entre los nuevos Estados que nacían á la inde- pendencia, para que esta gran familia de naciones llegase á ser próspera y feliz por medio de la paz, del orden y de una sabia administración económi- ca. El programa del Argos era este mismo, y es- tas las ideas y tendencias á cuyo servicio se pusie- ron sus inteligentes redactores,

Fernandez Madrid, nacido en Cartajena de la an- tigua Colombia en 178Í), y cuya existencia se apa- gó en las cercanías de Londres en Junio de 1830, no es mas conocido que su amigo Miralla, compatriota nuestro y educado <?n esta capital, objeto constan- te de sus simpatías y recuerdos.

La amistad entre estos dos ilustrados y bene- méritos americanos redunda en elogio del que es objeto de esta breve noticia. Madrid llegó á te-

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ner, dentro y fuera del territorio de Colombia las posiciones mas elevadas de la magistratura y de la diplomacia. Orador elocuente, versado en las cien- cias, ha salvado su nombre del olvido, no tanto por el distinguido papel que desempeñó en el teatro de la política, cuanto por las amables calidades de su carácter y por su aventajada inspiración poética.

Natural es presumir que entre el Argentino y el Colombiano que habian fundido sus pensamientos y pasiones políticas en el molde de las columnas del Argos, existiese una especial analojía en el carácter ven las propensiones del espíritu, cultivado en am- bos por la disciplina de la escuela y por la enseñan- za práctica que proporcionan los viajes.

Madrid ha dejado en su colecciou de poesías, pu- blicadas en Lóndresen 1828, huellas bien marcadas de la intimidad con Miralla, de las inclinaciones literarias de este, y de su influencia en la sociedad habanera en cuyo seno pasaron ambos juntos mu- chos años.

Una de esas composiciones forma por sola un rasgo sumamente característico de la fisonomía de nuestro ilustre compatriota. Ella coloca á Miralla en el numero de esos varones insignes en mere imieu- íos, cuyas palabras son poderosas para aplacar el mar de las iras populares.

Ule regit dietis ánimos, et peclora mulcet.

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Esa composición no necesita esplicaciones ni co- mentarios: las relaciones entre las colonias del golfo mejicano y su metrópoli de entonces, esplica- rán los motivos posibles de la asonada que oca- sión al

Soneto. Al ciudadano Mírala, con motivo de haber sose- gado el furor popular del pueblo i lo de Abril de 1820. Visteis alguna vez del mar airado Encresparse las olas ajiladas, Cuando de opuestos vientos contrastadas Bramando sin piedad se han levantado?

Ya descienden de un cielo encapotado Las centellas por Júpiter lanzadas; Ya no atiende á las velas destrozadas El marinero absorto y consternado.

Pero armada la diestra del tridente, Habla Neptuno y calla el océano Que la voz reconoce omnipotente.

Imájen de ese mar fué el pueblo Habano, Y de Neptuno el joven elocuente, Que aplacar supo su furor insano.

La otra composición es una sátira bella y orijinal escrita en tercetas fáciles y de grata lectura bajo la

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inspiración de estos dos versos que dictó Mi ralla pa- ra que sirvieran de tema al poeta:

Hay en el m ;ndo dos felicidades, Una ser rico, yolra ser soltero.

Dedúcese de la lectura de esta sátira que era co- mún á ambos amigos la inclinación á escribir en metro:

No mas el lienpo en rersos malgastemos, Porque ala som'ra del la reí de Apolo, Coronados y hambrientos moriremos

Dedúcese también de la lectura de esta composi- ción, que doce años de apartamiento de la patria, no habían desvirtuado en Miralla las amables do- tes intelectuales y los jeniales arranques de un ca- rácter desenvuelto y comunicativo que con frecuen- cia acarrean el elojio ó la crítica de los estraños á

los hijos de nuestro país!

Porc¡- esabes hablar eres pedante;

Porq e entiendes de lodo eres lijero;

Por ameno y jovial eres tunante.

Asi te juzga el público habanerol

Otros hechos parciales que han llegado á nuestro conocimiento prueban el amor á las letras y la apti- tud para cultivarlas que asistía á Miralla. Rayaba alto en un lujo en que pocas veces pecan los ameri-

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canos estudiosos. No solo estimaba las buenas obras y los autores clásicos, sino también las bellas ediciones acreditadas entre los eruditos. Com- placíase en leer a Homero, á Horacio, á Lafontaine, al Tasso, en anchas pajinas de bien abatanado papel y en tipos vaciados en moldes artísticamente correc- tos.

Este placer, propio de un hombre de gusto y en- tendido, quiso compartirle con sus compatriotas destinando a la biblioteca pública de Buenos Aires, en donde existen hoy, treinte y ücte volúmenes de las ediciones in-folio del Bodoni, muchas de las cuales eran ya raras en Europa en 1822, según la indicación del donante en la carta con que remite el obsequio desde la Habana á su respetable rector el Dr. D. Luis José Chorroarin. (1) Esta carta cuya fecha es de 27 de Julio de 4822 se publicó en el Ar- ijos de Buenos Aires del Sábado 28 de Diciembre de aquel mismo año. El mismo periódico, cuya re- dacción se señaló en su larga carrera por inteligente y noticiosa, habia anunciado de antemano el dona-

(1) Mira'.la libró con los libros una cantidad para que fue- sen encuadernados en Buenos Aires, porque en la Habana no habia entonces nn artesano capaz. En Buenos Aires no existia tampoco; pero no faltó un atrevido que envolviese en badana verde aquellos preciosos volúmenes y sobre todo que hiciera la heregia de recortarles los márjenes. Ahí están bien maltraía- dos en aquelestablecimiento, con aire de libios de caja de co- merciante pobre.

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tivo de Míralla, agregando: "D. José Antonio Mira- Ha, hijo de esta ciudad, que se halla en el dia en la Habana ejerciendo el comercio es un argen- tino muy r- comendable por sus talentos y por el número considerable de idiomas que posee. Cuantos prrteiios han visitado aquel puerto, hacen elojios de la c rdialidad con que los ha tratado." (Argos número 90— Miércoles 27 de Noviembre de 1822.

Fruto de su inclinación al estudio de las lenguas, es su traducción del orijinal italiano de la afamada obra de Foseólo, titulada: últimas cartas de Jacobo Dortis. Este libro, reimpreso en Buenos Aires en 1855, por un porteño amigo de las letras, que ha- bía tratado y estimaba á Miralla, es el único docu- mento que haya llegado a nuestras manos, mediana- mente apropiado para dar testimonio de los dotes ó délos defectos de su estilo.

Esa versión es fácil y correcta, y conserva trans- parente, sin daño de la lengua patria, las formas mórbidas del orijinal italiano, indecisas y vaporo- sas á veces, enérjicas y lúgubres con mayor frecuen- cia. Miralla habría sido capaz de traer al dominio del habla española los recónditos tercetos de la Divina Comedia, como puede juzgarse por la mues- tra que nos ofrece la versión de las últimas cartas. Es imposible traducir con mayor concisiou, con

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mas eficacia, aquellos dos encistiquios del Dante tan conocidos como citados;

Come sa di sah

Lo pane altruV ~

Ah! como sabe a sal el pan ajeno!

Algunos trozos de la trajedia de Alfieri, interca- lados en el testo orijinal, han sido traducidos en

verso con igual propiedad y maestría.

El aciertoen traducir de que dio pruebas nuestro compatriota faltóle para elejir el objeto de su "prin- cipal obra literaria" (2) La familia enfermiza de Verther pudo llegar vigorosa hasta el umbral del siglo presente; pero hoy no puede tener descenden- cia en las Repúblicas que crecen en el nuevo mun- do, sin ruinas del tiempo sobre sus juveniles espal- das, y que andan alegremente el camino hacia lo venidero en que tantas esperanzas de hoy han de ver cumplidas. Podemos aceptar la dulce y fecun- da melancolía que el cristianismo hace brotar del contraste entre nuestra na Ja y la eternidad; pero de manera alguna la amarga y venenosa desesperación que proviene de la duda ó del ateísmo. Estamos por lo tanto los argentinos, en el deber de buscar en el rastro de la existencia andariega y desprendida

(2) Asi denomina el editor de Buenos Aires la traducción de esas cartas.

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del Sr. Mi ralla, otros títulos para colocarle en el lugar que le corresponde por su indudable mérito como literato, asi como los tiene ya granjeados, co- mo patriota, para nuestra gratitud y nuestro cari- ño. Alentará otros para que efectúen esas indaga- ciones, es el objeto que nos hemos propuesto al es- cribir estos lijeros apuntes que reclaman la indul- jencia de los lectores.

D. HIPÓLITO VIEITES.

D. Hipólito Vieites sobrevivió apenas cinco año» á la revolución de Mayo, no obstante, tuvo en ella una parte muy principal. El Dean Funes le coloca en la lista de aquellos "hombres atrevidos en quie- nes el eco de la libertad hacia una impresión irre- sistible." La casa del Dr. Vieites en la calle de Vene- zuela] (dice un testigo presencial) servia frecuente- mente de punto de reunión á los iniciados en el pen- samiento de formar un gobierno independiente de la antigua metrópoli.

El primer gobierno patrio le confió una comisión importante al lado del jeneral D. Francisco Antonio Ocampo, jefe de la expedición auxiliadora á las pro- vincias del interior del Vireinato. Intervino con esta ocasión en el famoso suceso de la prisión de Liniers y contribuyó á que se ejecutase sin demora la orden cruenta pero enérgicamente necesaria que para salvar la revolución hizo célebre el lugar de la Cabeza del Tigre.

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Obtuvo otros muchos empleos que dan testimo- nio de la jeneralidad de sin» conocimientos y de la confianza que inspiraba á sus compatriotas. , Fué miembro de la Cámara de Apelaciones en 1812. En noviembre de este mismo año le nombró el Gobierno para que con otros ciudadanos pre- parasen las materias que habian de ventilarse en la Asamblea Nacional que estaba convocada para el próximo Enero. Según el tenor de la circular gu- bernativa, el Señor Yieites y sus asociados debían "trabajar muy particularmente en la ilustración metódica de los ramos relativos ala prosperidad ge- neral y común seguridad de estas provincias, for- mando al mismo tiempo un proyecto de constitución digno de someterse al examen de los Representantes de ellas, y de llevar á estos países al punto de eleva- ción y grandeza á que les llama el destino."

Reunida la Asamblea jeneral, tomó asiento en ella como diputado por Buenos Aires, y desempeñó la Secretaria de ese cuerpo lejislativo acompañado del Sr. Dr. D. Valentín Gómez.

El mejor título del Dr. Yieites á la atención de la posteridad del país es su aplicación apasionada al estudio de las cuestiones económicas é industriales á que tan poco se inclinaban en la época en que él se formó los hombres de carreras liberales. Promo- ver la riqueza del pais por la libertad del comercio,

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por la difusión de las ciencias aplicables, y por el cultivo inteligente de la tierra; tal fué el pensamien- to constante de la buena cabeza de aquel ilustrado patriota. Para servir á este fln, fundó el periódico titulado: Semanario de Agricultura, Industrian Co- mercio, cuyo primer número apareció el miércoles Io de Setiembre de 1802. Solo las atenciones de la defensa del p;iis en 1807 contra el enemigo exterior, pudieron arrebatar la pluma á la mano incansable de Yieites. Cinco años consecutivos y sin tregua, combatió contra la pereza, contra los abusos, con- trallas ideas estraviadas, y otros tactos empleó en derramar ideas sanas y buenos principios que al fin fructificaron á pesar del mal preparado terreno en que caia la exelente semilla. Sus contemporáneos le lucieron justicia, y el Yirey Uniera en comunica- ción de Setiembre de 1806, pidiéndole su coopera- ción para la defensa contra las fuerzas británicas, le decia: "los escritos de V. no respiran mas que el mas puro patriotismo, amor á las artes, y mas acen- dradas ideas morales."

Llegará dia en que los agricultores de Buenos Ai- res levantarán una estatua á Yieites como al primero de nuestros escritores que, por medio de la prensa trató de ennoblecer y de alentar el arte de cultivar la tierra. Antes que Grigera publicase su cartilla rara), que aun se reimprime como un prontuario

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ití

útil, había llenado Vieites la misma necesidad bajo una forma mas didáctica y con mas método, guar- dando el sencillo proceder de preguntas y respuestas.

Los papeles públicos de los primeros años de la revolución abundan en rasgos jenerosos del carác- ter del Señor Vieites. Dotó jenerosamente de varias obras de su uso á la biblioteca pública de Buenos Aires, y como las dádivas del hombre de juicio tien^ den á ser fecundas y se hacen con discreción, donó entre aquellos libros, en lengua española, el tratado mas estenso y de mejor doctrina que sobre la in- dustria rural era conocido en aquellos tiempos. h\ ejemplar del diccionario de Agricultura de Rozier que pertenece á aquel establecimiento público con- serva todavía el nombre respetable de su primer poseedor.

Hombre de este carácter no podía mantener es- clavos á su lado ni con permiso de la ley y del há- bito. Cuando se formó una Compañía de Castas para engrosar con ella las filas del ejército del Perú, el Sr. Vieites dio la libertad al único esclavo que poseía y le colocó bajo las banderas de la patria. Murió en Buenos Aires el dia 27 de Setiembre de 1815. (1)

El Dr. Vieites tuvo un hermano, canónigo de la

(1) O el 5 de Octubre del mismo año: esta fecha nos es dudosa.

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Catedral de Buenos Aires, no menos decidido que él por la causa de la revolución desde sus primeros síntomas. Era aquel sacerdote hombre (Je talento é instrucción y nos aseguran que escribió y publicó por los años de 1812 una cartilla ó catecismo poli- tico que no hemos visto.

El buen canónigo cayó en cama postrado por una parálisis. De aquí tomó causa el mal espíritu anta- gonista del orden nuevo, para atribuir aquella des- gracia física á castigo del cielo. Los hechos reales de decisión patriótica se agravaron con la calumnia que nunca se hace esperar, siendo, á veces, no tanto hi- ja de la perversidad, cuanto de la propensión del vulgo á exajerar las cosas y á darlas tintes vivos y novelescos.

Como su hermano D. Hipólito habia ayudado á formar la sumaria en el proceso de la conspiración de Alzaga; tomaron de aquí ocasión para suponer, que el dia de la ejecución de este altivo español, habia empapado su pañuelo en sangre: afeaban mas esta acción los impostores recordando que era un ministro de paz aquel á quien se la imputa- ban.

Cuando llegó este maligno rumora oidos del canó- nigo Yieites, no pudiendo incorporar su cuerpo, le- vantó los ojos al cielo esclamando : ¡ Qué calumnia !

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Era un hombre caritativo y bondoso; un santo, se- gún la espresion de una persona que le trató hasta su último dia.

D. JUAN 1GMCI0 GORR1T1.

D. Juan Ignacio Gorriti, es hijo de la provincia arjentina de Jujuí : recibió su educación literaria en el colejio de Monserrat de Córdoba Len tiempo que lo dirijia la comunidad de PP. franciscanos, sucesores de los espulsados jesuitas en la función de dirrir la enseñanza. A consecuencia del mo- vimiento revolucionario de 18Í0, vino á Buenos Aires en el carácter de diputado por su provincia, v como tal votó en 18 de Diciembre de aquel año memorable á favor de la incorporación de los Diputados de las Provincias, á la Junta provisio- nal gubernativa. En 1813 obtuvo una silla de canónigo en la catedral de Salta de la cual llegó á ser Arcediano. Se atribuye á su doctrina y á su ejemplo una parte muy principal en el espíritu de independencia que manifestó el clero y la pobla- ción de la provincia de Salta durante la lucha con los ejércitos realistas. Posteriormente sirvió en

'_ H8 el ejército del Perü el empleo de Vicario Jeneral castrense. Después de los trastornos del año 20, la provincia de Salta, á imitación de la de Bue- nos Aires, trató de reparar sus males creando una administración arreglada é inteligente. En esta tarea prestó el Sr. Gorriti tan eficaz cooperación que logró acabar de conquistar la confianza que desde muy atrás le dispensaban los Sáltenos, quienes le nombraron diputado para el Congreso Nacional de 4824 que se abria bajo lisonjeros auspicios. La figura del Sr. Gorriti en aquel cuerpo compuesto de personas notables sobresale en los primeros planos por la buena ley de su elo- cuencia, la alta moralidad de sus sentimientos y la robustez de su razón. Sobre el fruto final de aquel Congreso, la Constitución llamada vulgar- mente unitaria, tenia el Sr. Gorriti un concepto favorable que espresaba de esta manera . " Ese código reúne todas las ventajas del sistema fede- ral con las del de Unidad, evitando los inconvenien- tes de ambos. " Lleno de este convencimiento aceptó la comisión de presentar la Constitución á las autoridades de Córdoba en nombre del Congreso. El éxito de esta misión no fué favo- rable como es notorio, y la manera como fué desempeñada consta de un informe detenido pa- sado por el Sr. Gorriti al Congreso con fecha 8

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de febrero de 1827; informe, que según su autor, seria ' una lección bien instructiva para la pos- teridad. " El último dia de Agosto de aquel mis- mo año regresó á Salta. En 1829 fué electo go- bernador de esta provincia, cargo que desempeñó hasta 1831. En esa época se espatrió voluntaria- mente á Bolivia en donde murió rodeado de la estima y de las consideraciones debidas á su ta- lento, méritos y servicios. Según el editor del libro del Dr. Gorriti, publicado en Valparaíso con el título : "Reflexiones sobre las causas morales de las convulsiones interiores de los nuevos Esta- dos Amerieanos, etc., " este señor dejó escrito una memoria sobre la conducta que observó en ol Congreso de 1823 y sobre toda su vida pública : interesante documento que permanece inédito, no sabemos en poder de quien.

D. J111AN NAVARRO,

El presbítero Dr. D. Julián Navarro : hijo de Buenos Aires. El General San Martin le recomien- da por el valor con que animó á los patriotas en la jornada de 5 de febrero de 1815, administrándoles al mismo tiempo sobre el campo de batalla los auxi- lios espirituales. Esta reoomendacion se encuen- tra en el parte que dio al Gobierno aquel jeneral, déla importante victoria de San Lorenzo, preludio de otras mas gloriosas. En 1816 fué nombrado capellán del regimiento de artillería y catedrático de vísperas de los estudios públicos de esta capital.

El Dr, Navarro hizo parte de la espedicion á Chile al lado del jencral San Martín. Allí obtuvo muy pronto empleos de lucimiento, pues en 1819 era Rector del seminario de Santiago.

En aquella ciudad ha muerto pocos años en uoa edad avanzada, con fama de injenio agudo pero no en olor de santo.

D. FRANCISCO JAVIER ITURRI

El abate D. Francisco Javier Itirri, de la Com- pañía de Jesús, era natural de la ciudad de Santa de la Vera Cruz. I^i espulsion de los dominios de España de aquella orden célebre, abrió al P. Itur- ri el mismo campo en que se ilustraron Clavijero, .Molina, Velazco y otros jesuítas americanos. El Sr. Funes en el prólogo de su Ensayo, dice lo si- guiente : " Tenia ya muy adelantado mi trabajo cuando leí en llenas y Panduroque el V. Abate D. F. J. Iturri había concluido su historia de esta parle de América. " Esta importante obra debe existir manuscrita en alguno de los colejios ó casas déla orden de Jesús en Roma ó en Boloña, ciuda- des en donde residieron los expulsados que se diri- jieron á Italia. Solo se conoce de nuestro P. Iturri dos pequeños volúmenes de cartas sobre crítica his- tórica americana, publicados en Madrid ; uno de los cuales se reimprimió en Buenos Aires en 1818, á

122 costa del Dr. Soloaga, intimo corresponsal del au- tor. (1) Este escrito se contrae a rebatir algunos errores cometidos sobre la naturaleza y productos del suelo americano, por D.Juan Bautista Muñoz, en la Historia de América que nunca concluyó, y para cuya formación liabia reunido laboriosamente gran copia de documentos. Ese escrito es datado en Roma a 20 de Agosto de 1797, y en él hace mención varias veces el autor, del trabajo histórico de que se ocupaba y al que se refiere el Sr. llenas, quien debia estar bien informado acerca de los trabajos li- terarios de los miembros de la Compañía de Jesús, contemporáneos suyos.

No sabemos si la carta del P. Iturri, de la cual copia un párrafo el Dr. Funes en la paj. 5G1 del t. 3o de su Ensayo, corresponde á las impresas ó si era una epístola confidencial y manuscrita. El deán es un autor muy de la escuela opuesta al historia- dor Prescott. Este deja en pié los andamios que le sirvieron para levantar su fábrica histórica: aquel quisiera pasar por único testigo de los suce- sos que relata : aborrece las citas y poco se ocupa de las datas.

(1) Esta obra que no conocemos, se encuentra catalogada del modo siguiente en la (Colección de obras impresas y manus- critas formada por D. Pedro de Angelis 1853 : Cartas cri- ticas sobre la historia de América de D. Juan Bautista Mu- rió:. Madrid. 1797, 2 vol, en-12

D. PANTALEON RIVAROLA.

El Dr. D. Pa\tali:on Rivarola fué un sacerdote mituralde Buenos Aires, capellán del Tejimiento del Fijo, muy dado al cumplimiento de sus santos deberes; versado en la literatura antigua y en la his- toria de su patria. Escribió dos largos roman- ces describiendo la Gloriosa reconqu:sta y la (lloviosa defensa de la capital del virreinato en los años de 180Gy ,807. Al emplear un metro vulgar y \m estilo que raya en prosa desaliñada, tuvo en vista el que sus producciones se hicie- sen familiares con el pueblo y fuesen " cantables para los labradores, para los artesanos, para las mujeres, en los campos, en los talleres, y hasta en las plazas públibas. " Son palabras testadles del autor.

D. PANTALEON GARCÍA.

El M. R. P. Fr. Pantaleon García del orden de San Francisco, nació en Buenos Aires y vistió su humilde hábito en esta misma ciudad, pasando muy joven, pero ya sacerdote, á la de Córdoba, del Tucu- man. Allí se ilustró en el pulpito, y en el desem- peño de las cátedras que la Universidad le confió desde el año 1780.

Una parte de los sermones panejíricos de este notable fraile se publicaron en Madrid en 6 volú- menes el mismo año de nuestra revolución. La últi- ma de sus obras impresas es la oración fúnebre que pronunció en las exequias del estimable Fr. Caye- tano Rodríguez, de quien no solo debió ser un her- mano en el claustro y la penitencia sino un amigo en el patriotismo y en la comunidad del amor á los buenos estudios.

El P. García tenia una voz sonora y penetrante, espresion viva, presencia grave y circunspecta : sus panejíricos son elocuentes y llenos de sana y opor- tuna erudición.

D. RAMÓN DÍAZ.

Dr. D. Ramón Díaz. En la calle central del cemen- terio de la Recoleta, existe una modesta tumba, le- vantada á espensasdel Estado para encerrar los res- tos mortales del Dr. D. Matías Patrón y Salgado. Descansan allí mismo las cenizas de los dos herma- nos, D. Avelino Diaz y Salgado, el Euclides del Rio de la Plata, y D. Ramón, objeto de esta breve noticia. Sobre esa tumba que encerró avara tres primave- ras cargadas de frutos en flor, pudiera escribirse eon propiedad los siguientes versos de un romance castellano del siglo XV:

una tierra les crió, Una muerte les llevó, Una gloria les posea.

El Dr. Diaz falleció á la edad de veinticuatro años, el dia 6 de diciembre de 1824, ejerciendo el empleo de Defensor de Pobres. En el desempeño de esta magistratura mostró un corazón compasivo, y su

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caridad por los desgraciados le permitió conseguir que se tuviese por práctica de nuestros tribunales el aliviar de los grillos á los reos de graves delitos después de prestada la confesión en el proceso. Solo en lo interior de su bella conciencia pudo gozar de la recompensa de estos servicios á la humanidad afli- gida. Él no pudo ver el séquito de desvalidos que le acompañaron con llanto hasta la última morada. Los Diaz fueron predestinados á despertar estima- ción y amor, en los cortos años de su existencia. D. Avelinofué conducido al cementerio desde la iglesia de Monserrat, en brazos de sus amigos y numerosos discípulos poseídos del mas amargo dolor por su pérdida irreparable para las ciencias físico-matem 1- ticas y para la sociedad que honraba con sus vir- tudes.

El Dr. D. Ramón Diaz desempeñó durante tres legislaturas consecutivas el cargo de diputado; y el de Procurador jen eral de Provincia.

Su modestia quiso ocultar un hecho que nos com- placemos en revelar y en agradecerle. Suya fué la idea de reunir en un volumen todas las composicio- nes en verso que se habian compuesto y publicado en Buenos Aires desde 1810 y que podian servir para alentar el espíritu público en el camino de mejoras morales y material s en que entró el pais pasa- dos los conflictos del año 20. D. Ramón Diaz fué el

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compilador y el editor de la Lira Argentina, impresa en Paris en 1824; libro que puede considerarse co- mo el primer tomo de los anales de la poesía del Rio de la Plata.

HM-

D. JOSÉ RIVERA INDARTE.

D. José Rivera Indarte. Nació en la ciudad de Córdoba del Tucuman el día 15 de Agosto de 1814. Hizo susestudiosen la Universidad de Buenos Aires, desplegando desde niño suma aplicación á los libros y una inclinación á la carrera periodística que acabó por ser la vocación y el empleo de toda su existen- cia. Apenas contaba 18 años fundó en Montevideo, bajo la protección del Sr. D. Santiago Yasquez, el periódico ministerial titulado El Investigador. Con- fiado en sus fuerzas y decidido ya por uno de los dos grandes partidos que luchaban en el Rio de la Plata, se hizo cargo de la redacción del Nacional de Mon- tevideo en el mes de Julio de 1859. Solo se apartó de este puesto y de las penosas obligaciones que le imponía, cuando se sintió rendido por la dolencia contraída en una brega de seis años. El espíritu, tendencia y medios de este diario están reasumidos en el libro que se titula Rosas y sus opositores, re-

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impreso en Buenos Aires después déla desaparición del tirano- Indarte escribió versos de los cuales se salvaron algunos en la memoria de los hombres de gusto. En 1855 se reunieron estos versos en un li- bro impreso en Buenos Aires llevando al frente una biografía critica del autor, obra del Sr. Coronel D. B. Mitre, en la cual se mencionan todos los escritos de Indarte, sus viajes, padecimientos y demás vici- situdes de una existencia trabajosa y poco mimada de la fortuna. Murió de una enfermedad pulmonar eldia 19 de Agosto de 1845 en la ciudad del Destierro, en la isla brasilera de Santa Catalina.

PATRICIO DE BASABILBASO

D. Patricio de Bvsabilbaso, hijo de Buenos Arres, se educó en el antiguo colegio de esta ciudad bajo el rectorado del Sr. Dr. Achega;

Mi venerable maestro siempre amado, Que del estudio en la tortuosa vega Dirigió mi razón con celo honrado, como él mismo lo dice á la pág. 20 del poemita es- crito en octavas, de donde se han tomado las que se registran en la presente colección. Siguió la car- rera del comercio y residió muchos años en Méjico, en las Antillas y en Estados Unidos donde contrajo matrimonio. Era entusiasta admirador de los Ame- ricanos que se habian señalado por sus talentos y por su airjor á la libertad. Movido de este senti- miento promovió en 1835 la reimpresión de las cartas de Jacobo D'Ortiz traducidas por D. J. Anto- nio Miralla. Murió en Buenos Aires poeo tiempo después.

IV CAYETANO JOSÉ RODRÍGUEZ.

Jamas la patria podrá olvidar su memoria pues es la de un hijo en quien se reu- nían los mejores talentos a una vida llena de probidad,

(Argos del sábado 23 de Enero 823.)

Hombre de cualidades muy amables, y particularmente recomendable por su erudición y genio.

(Moreno, vida y memorias.)

Fu. Cayetano José Rodríguez, relijioso francisca- co, lector jubilado, Ex-Provincial, Examinador Sinodal de los obispados de Buenos Aires, Córdoba, Paraguay y Concepción de Penco, nació en el Rincón de San Pedro, y tomó el hábito en el convento de la orden en esta Capital, el dia 12 de Enero de 1777, pocos meses después de haber cumplido diez y seis años de edad.— En aquella época el joven Rodríguez, poseía, según su panegirista, una alma buena, un corazón del cielo, y un ardiente amor á las letras. Por estas calidades se hizo acreedor á acercarse al

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altar antes de tiempo, recibiendo á la eJad de 22 años las órdenes de sacerdote de manos del Señor San Alberto, obispo de Córdoba.

El Padre Rodríguez, ante todo, fué un sacerdote tle la creencia y de la doctrina católica. Orar, asis tir al confesonario, endulzar con las esperanzas de mejor vida los últimos instantes délos enfermos, fueron sus principales ocupaciones. Fué director, durante veinte años, de la conciencia de las monjas ile Santa Catalina y Santa Clara, y por cinco de aquellos años, "cargó sobre sus hombros todo el peso de la Santa Casa de Ejercicios," que supone la tarea de pláticas espirituales diarias, la asidua con- tracción al confesonario, y la atención molesta á las consultas personales sobre intereses déla con- ciencia ó del mundo. Para el desempeño de estas dos ocupaciones tenia que caminar diariamente la larga distancia que media entre el monasterio de Santa Catalina y la Casa de Ejercicios, puntos dis- tantes entre si mas de media legua.

El descanso del P. Rodríguez sra el estudio de la ciencia y de las bellas letras. Tanto en el con- vento grande ile Buenos Aires como en la Universi- dad de Córdoba, dictó filosofía, teología y escritura, introduciendo en esta enseñanza métodos mas ade- lantados y principios mas exactos que aquellos en que se habían educado. "Es verdad, dice el elocuente

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"orador desús honras fúnebres, que tuvo la des- agracia de que le formase las entrañas un maestro "que juraba en Aristóteles. ¿Pero no es su ma- "yor gloria haber debido á su genio distinguirla "moneda falsa de la verdadera?" Según este mism > contemporáneo, detestó el P. Rodríguez el ergotis- mo, la teología sistemática y las cuestiones inútiles. En la enseñanza de la fisica hizo por primera vez comprender á susdiscípnlos,que era esta una ciencia de hechos y de mera espécimen tacion.

El P. Rodríguez se declaró decididamente en favor de la emancipación. El movimiento de 1810 era una realización de anlfguos deseos suyos, aunque no fuese mas que considerado como el precursor de mejores destinos para los despejados talentos de los hijos de América. Sus discípulos, en la secreta fidelidad del claustro, le oyeron lamentarse mas de una vez del apocamiento á que tenia reducido el pensamiento patrio Ja política colonial. Preparado muy de antemano para las nuevas luchas, pudo escribir desde los primeros ilias de 31 a yo un mani- fiesto sobre las vejaciones que habia recibido la América de sus dominadores, y alentar el fuego de la libertad en canciones y poesías patrióticas, algu- nas de las cuales se entonaban al rededor del monumento levantado á la memoria de la rejenera- cion.

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Su patriotismo fué de exelente ley. Preparar á los compatriotas para los meros destinos á que les lla- maba la revolución, fué uno de sus primeros obje- tos. Esos destinos los previo con la sagacidad de su jénio, desde un tiempo en que debia ser una insensatez si un delito el imajinarlos. Cuantas veces no esclamaba bajo las bóvedas de sus aulas : "qué haya uno nacido en un suelo en que el jénio "oprimido pierde su vigor ! Los americanos "son culpables; nos agoviamos bajo el yugo cuando '•tiempo se nos viene á las manos el sacudirlo. "Pero es necesario trabajar, ilustrarnos : no se qué "presajios advierto de libertad y es necesario for- ''mar hombres." >

Magníficas palabras conservadas por un testigo ; tanto mas notables, cuanto que resonaban en las pa- redes de un convento de franciscanos !

Lleno de esta idea de preparar hombres para la libertad, abrió las puertas de la biblioteca de San Francisco á cuantos talentos jóvenes aparecían con algún lucimiento. El Dr. D. Mariano Moreno fué uno de estos, y la protección del ilustre fraile le siguió hasta Chuquisaca á donde fué á completar la educación que bajo tan buenos auspicios habia co- menzado en Buenos Aires.

El P. Rodríguez fué un apasionado activo de la libertad de su patria y daba por infecundos y mal-

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gastados los años transcurridos bajo el réjimen co- lonial. Sleñles Iransmisximus anuos fueron las pa- labras sentidas que él adoptócomo epígrafe de alguna de sus producciones para representar aquella idea.

El Congreso de Tucumau instalado el 24 de Mar- zo de 1816,lecontóentre sui miembros y fué redac- tor de las actas de sus sesiones. Representante allí de la Provincia de su nacimiento, tuvo la gloria de firmar el acta famosa de nuestra independencia, cu- ya fecha inolvidable es de 9 de Julio de aquel mismo año.

Hasta aquí las tareas del P. Rodríguez no habían debido inquietarle ni acibararle el espíritu. No habia hasta entonces descendido á la lucha de la prensa periódica. La revolución habia marchado con su espíritu hasta entonces en cuanto á los prin- cipios fundamentales de ella y á su propósito final. Pero en el año 1822 se presentó una novedad que le obligó á tomar la pluma del periodista. La refor- ma eclesiáslica suscitó dos campos en la opinión pública y uno y otro tuvieron sus sostenedores y paladines. El Ambigú, el Espíritu, el Centimla, sobre todos, eran periódicos consagrados á soste- ner las medidas gubernativas. Y como el terreno era resbaladizo, se fueron mas allá de lo que habría sido conveniente en un pueblo católico. La obra del hombre, en cuanto habia abastardeado la in-

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fluencia religiosa y sus formas, necesitaba pasar por el crisol en que se habian depurado la forma y los medios del sistema político anterior á 1 810. Estoes evidente: una revolución no se completa, si en su marcha no pasa abatiendo las cabezas de las amapolas cargadas de opio nocivo arraigadas en el campo de las ideas. Pero ¿era político para llegar á este fin, maltratar con la irrisión y las púas de acero del lenguaje volteriano, á antiguas comuni- dades, á las cuales pertenecían hombres del mérito y de la constancia de alma delP. Rodríguez?

Jamás los frailes, la lejilimidad desús propieda- des, los derechos de la iglesia, fueron mejor defen- didos que en las columnas del Oficial de día. Allí derramó Fr. Cayetano, todo su saber, la amenidad de su estilo, y la elevación de su alma, resistiendo con una moderación ejemplar á caer en los exesos á que casi le forzaban sus adversarios.

En esta amarga tarea falleció en Buenos Aires á la edad de C2 años cumplidos, el dia 21 de Enero de 1823.

El claustro americano, ha producido como el español sus Leones y González. Méjico se gloría de su Navarrete; Lima de su Delso; Buenos Aires de su Rodríguez, que merece un lugar distinguido entre sus mejores poetas.

Su exesiva modestia hizo que no diera versos á la

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imprenta con su nombre. Son muchos los que es- cribió, de votos, patrió ticos, y tamben inspirados por los intereses del mundo que hasta en el claustro en- tran a asirse de los corazanes sensibles. Hemos tenido en nuestro poder una colección de sonetos de puño y letra del P. Rodríguez, y nada seria mas fácil á una persona empeñosa que el reunir todas las composiciones que de pública voz y fama perte- necen á este escritor y deben hallarse en poder de los. amigos de las musas argentinas.

"Aquí está sepultado el que con sus virtudes pa- trias cuidó de su nación y alcanzó gloria dando á "su pueblo lecciones de un buen ciudadano." Este es el epitafio que le destinaba otro fraile compatrio- ta, no menos notable por su talento y carácter, el P. Fr. Pa nta león García.

II. BERMRDO MOMAGIDO.

El Dr. D. Bernardo Mosteagudo tuvo su humilde cuna en la ciudad delTucuman, y es tradición que se hallaba, por.parte de madre, en el caso de aque- llos de quienes dice Lope de Vega

Haberles dado el sol mas fuerte.

En el con. un camino de la muerte, (i)

Él no aceptaba esta suposición: la contradice en una carta (datada en la Punta de San Luis á 10 de Marzo de 1813, que tenemos original á la vista) de- sahogándose con vehemencia de la ofensa personal que semejantes rumores le causaba. En uno de los párrafos se léelo siguiente:... "Yo no hago alarde "de contar entre mis mayores, títulos de nobleza * 'adquiridos por la intriga y acaso por el crimen; "pero me lisonjeo de tener unos padres penetrados "de honor, educados en el amor del trabajo y de- centes sin ser nobles."

(1) Dragontea C. IV.

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Montcagudo hizo probablemente sus primeros es- ludios en Córdoba pero de cierto los completó en Chuquisaca, poco mas ó menos en la misma época en que se hallaban allí con igual objeto Moreno, Agrelo y otros argentinos que tan principal parte ha- bían de tener en los hechos de la revolución que ya se aproximaba.

Cuando Montcagudo se presentó en la escena del Rio de la Plata no era un novicio en los peligros, ni era aquella la primera vez en que daba pruebas del ardor de su carácter. En la insurrección de Charcas del año 1809, fué él uno délos mas decididos por la idea de formar una Junta Gubernativa; como efectivamente se formó, instalándose el dia 2o de Mayo. Estos sucesos no eran mas que síntomas pre- cursores de lo que dentro de un año justo, á contar desde aquella fecha, habia de verificarse definitiva- mente en el Yireynato del Rio de la Plata. La junta fué disuelta por, una inmediata reacción y Montca- gudo , perseguido y condenado á muerte se asiló en Buenos Aires en donde iba inmediatamente á encon- trar la atmósfera que convenia al elevado grado del ardor de su carácter y á la estension de su inteligen- cia. En 1811 tomó parte en la redacción de la Gaceta, devolviendo por un momento á este periódico, algo del brillo y de la energía del estilo de su ilustre- fundador. También redactó otros periódicos. El Mar

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tir ó libre, el Independiente, el Grito del Sur, fueron el eco de un espíritu tan frenético de democracia que tenia per favorable al despotismo la doctrina misma del contrato social. Tal es la ingenua y pos- terior confesión de su popio redactor.

En el seno de la Asamblea Constituyente insta- lada á principios del año 1813, se mostró Montea- gudo, promotor inteligente y celoso sostenedor de las grandes medidas de reforma dictadas por aquella corporación nacional.

En el mes de Julio de 1815 ausentóse de Buenos Aires para un viaje á ultramar que duró hasta fines de 1817. Después de visitar á Rio Janeiro recorrió gran parte de la Europa: en Marzo de 1817 estuvo Monteagudo en Burdeos, según una carta autógrafa de este, que tenemos á la vista.

Vuelto á su patria, pasó al lado del General San Martin á desempeñar en las gloriosas campañas de Chile el cargo de Auditor de guerra. No debió este empleo á otra influencia que á la de su mérito reco- nocido por las autoridades chilenas según consta de documentos oficiales. Un solo dia no se apartó de su jefe en aquellas rudas y peligrosas operaciones mi- litares, En la noche del espantoso desastre de Can- cha-rayada, el Auditor se separó de San Martin á la altura del pueblo de San Fernando para pasar á Mendoza, en donde tomó parte indirecta, pero pro-

u\

bablemente decisiva, en la suerte de los hermanos Carrera, acusados de delito de lesa patria. Condena- dos estos a la pena capital por el fiscal de la causa, quiso oir el gobernador de Mendoza el parecer do algunos letrados y entre estos el del Dr. Monteagudo: «ste se pronunció por la necesidad de cumplir una sentencia justificada por la indudable naturaleza del delito de que eran acusados los reos.

Monteagudo mantuvo la confianza del libertador de Chile, con quien pasó al Perú desempeñando el mismo empleo de Auditor del ejercito.

Las relaciones entre Monteagudo y San Martin eran de data antigua; venían desde el movimiento semi-popular y semi-militar que derrocó la junta de que era secretario D. Bernardino Rivadavia, el dia 8 de Octubre de 1812. Monteagudo fué el alma de aquella revuelta, que San Martín apoyó, desple- gando en la plaza principal de Buenos Aires, la lu- cida linea de sus granaderos á caballo.

Eo 3 de Agosto de 1821, --el jeneral San Martin se declaró Protector del Perú y formó un ministerio en el cual dio el departamento de guerra y marina al Dr. Monteagudo. Duró en el manejo de este ramo de la administración hasta el Io de Enero de 1822, pasando en este dia á desempeñar el ministerio de Estado y Relaciones Esleriores. El cumplimiento de los deberes de tan elevados puestos le trajeron

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muchos compromisos y sinsabores, y por último le ocasionaron el horrible fin que tuvo, en la flor de su edad, el dia 28 de Enero de 1825. En una de las calles principales de Lima, frente al convento de San Juan de Dios que sirve hoy de paradero interior al ferro-carril del Callao, exhaló el aliento varonil y patriótico bajo el golpe del bárbaro y traidor cu- chillo de un negro, instrumento de alguna venganza fanática que aun permanece entre misterios. Bolivar mandaba entonces en el pais, y Monteagudo conser- vaba el puesto oficial que le habia acordado San Martin.

El Dr. Monteagudo promovió activamente la ins- trucción pública en el Perú, mientras influyó en los consejos de su gobierno. La biblioteca pública de Lima le reconoce como á su principal fundador. A él también es debido la inspiración y redacción del decreto de 10 de Enero de 1822 creando el estable- cimiento literario con el título de Sociedad Patrió- tica de Lima, compuesto de 40 miembros, con el fin que aparece en el artículo 8* que dice así: "El objeto de esta sociedad es discutir todas las cuestiones que tengan un influjo directo ó indirecto sobre el bien público, sea en materias políticas, económicas, ó científicas, sin otra restricción que la de no atacar las leyes fundamentales del pais ó el honor de algún ciudadano." En el notable considerando de este de»

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creto asienta su redactor que la instrucción pública es la primera necesidad de las sociedades, y que el gobierno que no la fomenta comete un crimen que la mas distante posteridad tiene derecho á vengar, maldiciendo su memoria." Como todos los creado- res jenerosos de instituciones análogas en nuestra América, túvola honrada sencillez de creer que la sociedad patriótica, incorporaría pronto a la patria de Baquijano y de Olacide á la lista deaquellos pue- blos célebres por los continuos esperimentos que se hacen en ellos de la fuerza intelectual que esla última barrera de la Urania.

El viaje á Europa tuvo gran influencia sobre las maneras y las opiniones de Monteagudo. El demó- crata exaltado regresó dispuesto á volver de sus pri- meros pasos y á influir para que la revolución ses- gase de la dirección que él habia contribuido a im- primirla. Este cambio está confesado por él mismo, en una memoria que escribió en Quito y que la prensa del Paciüco ha reimpreso varias veces; con- traída á esplicar los principios políticos que le ha- bían guiado en la administración del Perú. (1) El

(1) A mas de esta memoria escribió y publicó los siguientes opúsculos: Esposicio» de los tareas del gobierno, desde su ins- talación hasta 1822; Lima 1822. Ensayo sobre la necesidad de una federación jeneral entre los Estados Hispano- America nos; Lima 825, en 8o. Oración inaugural en la apertura de la so- ciedad patriótica de Buenos Aires, 1812 en !x ° .

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Censor de la Revolución que publicó en Chile en 1819 fué el agua con que pretendió apagar la hoguera le- vantada por las ráfagas del Mártir o Libre.

El futuro biógrafo de este sobresaliente argentino tomará talvez por epigrafe de su trabajo los siguien- tes versos de D. Estevan Echeverría, que describen con rara y armoniosa concisión el camino de aquel bello meteoro del cielo de nuestra política :

Monteagudo,

El de gran corazón é injenio agudo,

Del porvenir apóstol elocuente,

Que entre las pompas del marcial estruendo,

Fué desde el Plata hasta el Rimac, vertiendo

La viva y la lumbre de su mente.

(Avellaneda, poema).

D. MAMEL JOSÉ DE LABARDEN.

El nombre del Dr. D. Mascel José de Larardex, estaría hoy envuelto en el olvido mas profundo, si el primer periódico que se publicó en Buenos Aires alcomenzar el siglo presente, el Telégrafo Mercantil, no hubiese dado á luz la oda reimpresa en la página 370 de la Lira Argentina. Aquella oda tiene por asunto el magesluoso rio Paraná, y parece escrita en el año de 1801.

Sin embargo la fama literaria del Sr. Labarden debia ser grande en los años inmediatamente ante- riores á la revolución. El Dr. D. Vicente López al comenzar su canto El Triunfo A rgentino (Noviembre de 1807) pide silencio ''al sublime acento de aquel hijo de Apolo" para dar salida al entusiasmo de su pecho.

El Sr. Labarden nació en Buenos Aires, siguió la carrera del foro, y desempeñó el cargo de Auditor de guerra del ejercito reconquistador en 1807. Su muerte ha debido tener lugar por lósanos 1812 ó 15 .

10

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Refiere la tradición que él fué el promotor de fa primera casa de comedias que se edificó en Buenos Aires, la cual estuvo situada en el parage que hoy ocupa el mercado público. Aquel edificio, que no debia ser muy sólido ni muy suntuoso, pereció por las llamas el año 1793. De esta afición al arte dra- mático que se atribuye al Dr Labarden, da testimo- nio afirmativo una trajedia que de su pluma se con- serva con el título de Siripo, personage muy cono- cido en los fastos de la histori i novelesca y primitiva del Rio de la Plata. Esta trajedia se representaba frecuentemente en Buenos Aires en los aniversarios de sucesos prósperos déla revolución, despertando mucho entusiasmo en los espectadores. No la cono- cemos, pero sabemos que existen copias de ella en Buenos Aires. Seria una buena acción el rescatarla de una pérdida segura, conservándola en los archi- vos de algunos de los cuerpos literarios que acaban de fundarse en Buenos Aires.

El Dr. Labarden fué de carácter amable, caballe- roso, culto de maneras, dado al trato social, y al mismo tiempo enemigo del bullicio y de la multitud, tanto como su maestro Horacio:

Odi profanum vulgns, et m\e\

Amó la vida retirada y las tranquilas tareas del campo, en las cuales procedió con el acierto de un

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hombre ilustrado. Por una casualidad rara podemos asegurar que élantes que nadie tuvo la idea de mejo- rar con la cruza de razas mas perfectas, la calidad de las ovejas del Rio de la Plata. En un libro de cuen- tas de la casa de comercio de D. Tomas Antonio Ro- mero, aquel "jenio vasto y emprendedor", como le llama el Sr. Funes, hemos hallado con fecha 10 de Diciembre de 1791, la partida siguiente: "Por 187 "ps. Vi rs. corrientes que han tenido de costo y "gastos diez carneros y veinte ovejas que de su cuenta "y riesgo se embarcaron en Cádiz abordo de la fra- "gata Santa-Ana, como consta por menor de su. ' respectiva cuenta etc."

Este ganado lanar no podía ser sino merino, pues bien notorio es que la España posee esa especie; que en aquel suelo es en donde adquirió, siglos hace, la perfección que la distingue, y que de allí se esten- dió á Alemania primero, y después á Francia bajo el reinado de Luis XVI.

En aquella época residió el Dr. Labarden en lo que es hoy Estado Oriental y entonces se decia, la olra banda, en una estancia llamada del Sauce en las cercanías del pueblo del Colla. Sospechamos que de- sempeñaba el cargo de administrador de las propie- dades rurales de la Corona conocidas con el nom- bre de Estancias del rey. En el mismo libro de la

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casa de Romero, aparece comprada en 1793, para el mismo Sr. Labarden, y por el precio de 40 ps. 2i/2 rs. la obra de Barcarcel sobre Agricultura. En aquel año tenia esposa y madre vivas.

D.BERNARDO VERA Y PINTADO

El Dr. D. Bernardo Vera y Pintado, nació el año 1780 en Santa de la Vera-Cruz, ciudad natal del jesuíta D. Javier Iturri y de D. Juan Baltazar Ma- ciel, afamados por su literatura.

Ligado por relaciones de parentezcoá la familia del teniente general D. Joaquín del Pino, que mas tarde fué Virey de Buenos Aires, se trasladó con este á Chile el año 1799. En la Universidad de San Felipe completó su carrera literaria graduán- dose en cánones y en leyes.

En esta real Universidad, para recibir grados por aquella época, era preciso prestar seis exámenes solemnes : cinco de instituta y uno de cánones y leyesen el cual se absolvían, cuando menos, treinta y tantas proposiciones relativas a ambas facultades. Los catedráticos eran cuatro : dos deprima de leyes, uno de decreto y otro de insliluta. Los jóvenes que se dedicaban al foro, no solo concurrían á la Aca- demia de práctica, sino también al estudio de algún

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abogado de nombradla durante los cuatro años áA curso jeneral de derecho. La Universidad perci- bía cien reales por cada grado.

El Dr. Vera se distinguió desde muy temprano y se granjeó la simpatía de los hijos de Chile, por sus talentos y su carácter jeneroso, según la espresion de uno de ellos. Desempeñó varios destinos públi- cos antes de la revolución y formó numerosos dis- cípulos en la Academia práctica de jurisprudencia que estuvo algunos años bajo su dirección.

El primer suceso que atrajo la atención pública sobre su persona al abrirse la era que comienza en 1840, fué un acto despótico del presidente Carras- co. Urgido este por los conflictos que le rodea- ban al recrearse la revolución, tomó una medida que vino á mostrar toda la popularidad del Dr. Vera. Siguiendo aquel mandatario los consejos ét la Audiencia, se decidió á poner presos á aquellos individuos que mas indicados estaban de conspira- dores ante el partido peninsular. Fué el Dr. Vera uno de los tres que en la noche del 2o de Mayo ca- yeron en poder de la fuerza armada, estando en una casa particular. Trasladados á un cuartel, se les hizo salir inmediatamente, y en la alta noche, para el puerto de Valparaíso escoltados con 42 dragones á caballo. Llegados allí los pusieron á abordo del

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fragata Astrea; en donde, y mas tarde en el castillo de San José, se les siguió una causa.

Los padecimientos de aquellos patriotas irrita- ron los ánimos de los Santiagueños, y el Cabildo tuvo el noble corage de interesarse por su suerte ante la autoridad de Carrasco. Pero, equivocado este mandatario sobre la situación de las cosas y afectando una enerjia que no era natural en su ca- rácter, hizo que los detenidos en la fortaleza de San José se embarcasen en la corbeta Mionlina pró- xima á zarpar para el Callao. Vera quedó en tierra so pretcsto de enfermedad.

Mientras tanto los principales vecinos de Valpa- raíso que liabian tomado relación con los presos, se interesaban por su suerte é influían para que se re- uieasen las órdenes del Presidente. La solicitud que con este objetóle dirijieron, llegó á la capital elli de Julio y con ella se tuvo un conocimiento exacto de la aflijida situación en que se encontra- ban aquellos que eran ya considerados como victi- mas de la causa del pueblo. Subió de punto la exaltación de este. Juntóse por todas partes la po- blación en corrillos, y como resultado de la volun- tad jeneral se pidió la reunión estraordinaria del Cabildo. Verificóse esta ; pero muy al principio de la sesión se convirtió en Cabildo abierto, es de- cir en una asamblea de notables en la cual podían

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estos discutir y deliberar en razón de lo eslraordí- nariodelas circunstancias y la gravedad del ob- jeto.

Aquella reunión de ciudanos nombró una diputa- ción cerca del Presidente, la cual fué desairada por és- te. Entonces el pueblo le notificó en términos mas enérgicos su voluntad, y después de varios inciden- tes que agravaron el descontento general y los mo- tivos de queja del vecindario, se vio Carrasco en la necesidad de separarse del mando, pretestando el mal estado de su salud. Este fué el primer paso á la indepedenncia de Chile.

El 18 de Setiembre se efectuó en aquella repúbli- ca el mismo cambio poli tico que habia tenido lugar en Buenos Aires, el 25 de Mayo de 1810. Cuatro dias después de aquella fecha entró en Santiago el Dr. Vera. "Volvió este á la capital (dice el histo- "riador español déla revolución de Chile, el P. "Martínez) con innumerable acompañamiento de "los personages déla ciudad que en carruages y á ' 'caballo lo recibieron y entraron como en triunfo, "celebrando y admirando á este sugeto como á una "de las primeras columnas que debian de erijir y "sostener el plan de la revolución.»

Instalado el primer congreso chileno fué nom- brado el Dr. Vera secretario de ese cuerpo tenien- do por compañero de tareas al famoso clérigo de la

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buena muerte Camilo Henriquez. Uno y otro per- tenecían al partido republicano como decididos par- ciales del Dr. Rozas, el Moreno de la revolución chilena.

Estos dos amigos consagraron también sus talen- tos á despertar é ilustrar el espíritu público por medio de los escritos periódicos. Asi que se pudo obtener una imprenta, fundó Camilo Henri- quez el primer periódico que conoció el pueblo chi- leno, con el título la Aurora. Vera fué su coopera- dor incansable, y sus artículos llevan por firma el siguiente anagrama de su nombre ó de sus dos ape- llidos : David Parra y Bedernolon.

Fué el Dr. Vera el primer representante del go- bierno de Buenos Aires cerca del de Chile; cargo que tenia por objeto uniformar la marcha de ambos en Ja empresa que acababan de acometer, y atender la propaganda de la idea revolucionaria por todo el litoral del Pacífico. En este cargo se desempeñó con tanta actividad como desprendimiento. La jenerosidad fué siempre en él un rasgo muy visible de su carácter. En las penurias que padecía el enrió de su patria adoptiva, el Dr. Vera no trepi- do en ofrecer el fruto de su trabajo y de su econo- mía para ayudar ala marcha naciente de la revolu- ción. La Junta de gobierno contestó á tan noble ofrecimiento en los términos siguientes : "La

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"Juntase cubre del mayor gozo cuando ve despren- derse á V. de todos sus bienes por amor á la cau- "sa común: contará siempre con su fidelidad, le "distinguirá entre los mejores patriotas, y le será "de la mayor satisfacción tener oportunidad de "acreditar su reconocimiento. Asi lo entenderá "V. en respuesta á su representación fecba del dia."* —Febrero 7 de 4811."

Vera fué instado varias veces por D. Bernardino Rivadavia, cuando era éste secretario del Gobierno de Buenos Aires en 1812, para que pasase á aquel!:1 capital á ocupar un destino. Con este motivo, er. una carta confidencial le contesta, dándole idea efe sus aptitudes y hábitos, de la manera siguiente : "Santiago 24 de Julio de 1812 ••• "Cuando V. se * 'empeña en convidarme con esa capital me bace mas "Iionor que el que merezco porque no me conoce. "Permítame que le bable con toda la franqueza que "me caracteriza. Yo no soya propósito para co- "mision alguna militar: abomino esta carrera. "Tampoco tengo aquella luz de alta política qm "las circunstancias exije la grande estension del "gobierno superior de un Estado naciente. Mis "talentos no pasan la raya de comuaes; tal cual "expedición en la pluma, y el deseo de formarme 1 'por principios de pura reflexión y estudio sobre "el bombre, acaso los bago aparecer mas de lo que

Vio

"son. Carezco de erudición, porque ni he sido "muy aplicado á la historia, ni me ha sobrado tiem- "po para dedicarme á ella : ahora empiezo. Ca- cado cinco años hace en Chile con una joven in- "dotada y con dos hijos, el foro ha hecho toda mi "subsistencia. Lo desamparé desde que acéptela "Diputación de Buenos Aires. Su corta renta es la "que sufraga á las urgencias diarias porque nada he "guardado ni he podido guardar de los honorarios "de la abogacía que siempre han seguido la natura- leza de mi genio desprendido de intereses- •• "Diré mas : soy honrado : amo la justicia, y mi co- "razon solo deja de ser benigno cuando se le ataea. "Los derechos de los pueblos y la libertad bien "reglada, son mi manía"

No sabemos precisamente en que fecha, pero $s indudable que atravesó la cordillera y llegó ú Bue- nos Aires, en donde desempeñó empleos y comi- siones de mucha importancia. En una de cst unió al general San Martin, gobernador de Cuyo entonces, ácuyo lado sirvió de secretario.

En toda época tuvo la fortuna el Di*. Vera de prestar sus servicios á la revolución de Chile y al progreso social de aquel pueblo que le daba hospi- talidad. O'Higins le encargó la redacción del ma- nifiesto justificativo de la independencia que se pre- paraba á declarar. Habiendo cedido el jeneral

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"Juntase cubre del mayor gozo cuando ve despren- derse á Y. de todos sus bienes por amor á la cau- "sa común: contará siempre con su fidelidad, le ' 'distinguirá entre los mejores pa'riotas, y le será "de la mayor satisfacción tener oportunidad de "acreditar su reconocimiento. Asi lo entenderá "V. en respuesta á su representación fecha del día." —Febrero 7 de 1811."

Vera fué instado varias veces por D. Bernardino Rivadavia, cuando era éste secretario del Gobierno de Buenos Aires en 1812, para que pasase á aquell;; capital á ocupar un destino. Con este motivo, en una carta confidencial le contesta, dándole idea sus aptitudes y hábitos, de la manera siguiente :

"Santiago 24 de Julio de 1812 "Cuando V. se

"empeña en convidarme con esa capital me hace mas "honor que el que merezco porque no me conoce. "Permítame que le hable con toda la franqueza que "me caracteriza. Yo no soya propósito para co- "mision alguna militar: abomino esta carrera. "Tampoco tengo aquella luz de alta política que v.: "las circunstancias exije la grande estension del "gobierno superior de un Estado naciente. Mis "talentos no pasan la raya de comuoes; tal cual "expedición en la pluma, y el deseo de formarme "por principios de pura reflexión y estudio sobre "el hombre, acaso ios hago aparecer mas de lo que

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"son. Carezco de erudición, porque ni Le sido "muy aplicado á la historia, ni me ha sobrado tiem- "po para dedicarme á ella : ahora empiezo. Ca- cado cinco años hace en Chile con una joven in- dotada y con dos hijos, el foro ha hecho toda mi "subsistencia. Lo desamparé desde que acéptela "Diputación de Buenos Aires. Su corta renta es la "que sufraga á las urgencias diarias porque nada he "guardado ni he podido guardar de los honorarios "de la abogacía que siempre han seguido la natura -

"leza de mi genio desprendido de intereses

"Diré mas : soy honrado : amo la justicia, y mi co- "razón solo deja de ser benigno cuando se le ataca. "Los derechos de los pueblos y la libertad bien "reglada, son mi manía"

No sabemos precisamente en que fecha, pero es indudable que atravesó la cordillera y llegó á Bue- nos Airea,, en donde desempeñó empleos y comi- siones de mucha importancia. En una de estas st> unió al general San Martin, gobernador de Cuyo entonces, ácuyo lado sirvió de secretario.

En toda época tuvo la fortuna el Dr. Vera de prestar sus servicios á la revolución de Chile y al progreso social de aquel pueblo que le daba hospi- talidad. O'Higins le encargó la redacción del ma- nifiesto justificativo de la independencia que se pre- narafa á declarar. Habiendo cedido el jeneral

La Patria nos convoca Con noble y sua e voz, A rendir á la ciencia El merecido honor.

Creemos que es digna de conservarse en la me- moria la mayor parte de esta composición que falla en la Lira Argentina.

No hay libertad sin luces; Al pueblo oscurecido De sus grillos el ruido Jamás le desportó: La gran filosofía Del error ha triunfado, Y alegre ha levantado Su augusto pabellón.

La patria j ene rosa Hoy sus luces nos brinda; Habrá quién no se rinda A su tierna moción? O Libertad! ó Patria, O época luminosa, La juventud virtuosa Os llama á su favor.

O padre de los hombres Que libres les formaste.

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El bien que los donaste No lo usurpe el error! Que de una vez acabe Al último tirano, Esa divina mano. Que á Chile protejió -

Libertado Chile completamente de la dominación española, volvió el Dr. Vera á contraerse á su ejer- cicio de abogado, y á escribir para los periódicos sin descuidar la dirección de los jóvenes que sepo- nian al amparo de sus luces y de su espericncia. En estas tarcas le tomó la muerte en la madrugada del 27 de Agosto de 1827.

El sentimiento público rodeó su féretro. Los ar- tículos necrológicos que se publicaron en su obsequio se reimprimieron en grandes telas de seda á costa de sus numerosos amigos; y uno de los discípulos pronunció un elogio fúnebre (que corre impreso) en la Capilla del Instituto Nacional.

Como epílogo de los anteriores apuntamientos transcribiremos la rápida y exacta pincelada con que el Sr. D. Manuel Antonio Tocornal retrata al Dr. Vera, en su conocida Memoria sobre el Gobierno Na- cional de Cíale.

* 'Se repetirán siempre con entusiasmo ^dicc aquel "distinguido é ilustrado chileno) los himnos á la pa-

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"tria que entonó el Dr. Vera en los primeros díasele

"nuestra existencia política Elocuente, vivo y

"animado hasta en el trato familiar, fué uno de los "jenios que honran nuestra naciente literatura "Jamás abandonó su patria adoptiva que le contó en "«1 número de los defensores de su independencia".

D. JIL1W LEIVA.

ElDr. D. Jilian Leiva "Abogado de mucho crédito en el foro argentino, en una época en que no falta- ban talentos que lo ilustrasen", según se espresa D. P. de Angelis en uno de los prólogos de los Docu- mentos Históricos, es una de las entidades literarias del pais cuyo nombre y producciones merecen sa- carse del olvido.

El Dean Funes en la pág. 11 del tom. Io de su Ensayo, hace terminante mención de un dictamen critico del erudito Dr. Leiva, sobre la parte histórica de las obras de D. Félix de Azara. Existe en nuestro poder un m. s., en el cual me parece reconocer, de una manera inequívoca, la forma de escritura del Sr. Leiva. Es una representación al Virey con fecha de febrero de 1805, en nombre del Procurador Sin- dico de esta Capital, contraída á convencer de la ne- cesidad que habia de formar nuevas poblaciones en las vastas campañas que corren al medio dia de Bue-

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nos Aires habitadas entonces por los indios. Escri- bió también el informe que el Virey Arredondo elevó á su corte sobre materias de su gobierno, publicado por primera y única vez cu la mencionada colección de documentos.

Por estos antecedentes y por el tenor de la carta alDr. Funes que damos á luz y poseemos orijinal, con algunas enmendaturas de mano ajena que mani- fiestan la intención de un plagio, se deduce que el Dr. Leiva fué hombre versado notablemente en el estu- dio de nuestras antigüedades históricas y de los he- chos administrativos que se relacionan con el cono- cimiento del país en que habia nacido.

El Dr. Leiva, debió haber hecho sus estudios de leyes y jurisprudencia en la Universidad de San Fe- lipe, pues pcrtenecia al foro chileno por los años de 1783.

En los dias de la revolución, desempeñaba el Dr. Leiva el cargo de Síndico Procurador, y como tal, era de su incunvencia la citación del pueblo para los cabildos abiertos. Sabido es que el 24 de mayo se elijió popularmente una junta presidida por el Virey. Pesada bien esta resolución, se resolvieron los pa- triotas á provocar una nueva asamblea de vecinos, y como é la media noche del 2A, se encaminó á ca- sa del Dr. Leiva una comisión de aquella con el ob- jeto de preparar lo necesario para el plan que se

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proponían. Un testigo ocular ha descripto la en- trevista de los comisionados con el Dr. Leiva, del modo siguiente:

"El Procurador, sallando de su cama acudió á los golpes dados a la ventana de su habitación, y abriéndola oyó la notificación déla voluntad de los patriotas, hecha en el lenguaje una intimación perentoria. La prudencia y circunspección del Dr. Leiva, no podían reconciliarse llanamente con la iniciativa á otro llamamiento del pueblo para des- truir lo que pocas horas antes se habia sancionado con su beneplácito. Luchaban en él, notoriamente, sus sentimientos pat:ióticos y la responsabilidad de sus deberes oficiales. Negóse á la solicitud. Vencido, empero, por reflexiones calorosas, ofreció en fin que invitaría al Cabildo á convocar al pueblo una vez mas (1).

Pasó sus últimos años en una casa de campo en el pueblo de San Isidro. Nombrado en 25 de agosto de J 815 "pa a componer la Comisión de los cinco in- dividuos que habían de estender las instrucciones que la Asamblea Electoral habia de dar á los Diputa- dos nombrados por esta provincia para el futuro Congreso general," se negó a aceptar este cargo fun-

(!) General D. Tomas Guido: Reseña histórica de los suce- sos de Mayo. Plata Cienliíko y Literario. T, 6. pag. 156 y 157,

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dándose en que atacado de una parálisis que le pri- vaba de todo trabajo mental, no habia podido acep- tar tampoco los empleos de Presidente del Tribunal de Concordia y el de Diputado á la Asamblea Consti- tuyente por la ciudad de Córdoba.

El Dr. Leiva, era alto de estatura, corpulento, y de aspecto respetable. Falleció el último dia del carnabal de 1818, á la edad de 75 años cumplidos.

D. ANTONIO SAENZ.

EIDr. D. Antonio Saenz (presbítero) puede con- tar como su principal mérito la elección que en él hizo el Gobierno en 16 de febrero de 1821 , para fun- dar la Universidad de Buenos Aires y arreglar todos los departamentos que debían componerla según un reglamento formado por el mismo Sr. Saenz. A este título se conserva en la Sala de Grados de aquel establecimiento el retrato de este ciudadano reco- mendable.

Nació el Dr. Saenz en Buenos /Vires á 6 de Junio de 1780 y entró al Colegio de San Carlos á los 15 años de edad : allí hizo sus estudios de latinidad, filosofía y teología hasta fines del año 1800, siendo Rector el Dr. Chorroarin, y el Dr. D. Diego Estanis- lao Zavaleta uno de los profesores. Al año siguien- te emprendió viaje para la ciudad de la Plata con el fin de graduarse en cánones y dedicarse á la ju- risprudencia ; todo lo que consiguió con aplauso,

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hasta matricularse entre los abogados de la Real Audiencia déla Plata, el año 1804. En 1805 re- gresó á Buenos Aires y fué inmediatamente nom- brado por elVircy en clase de sostituto de la Ci le- dra de Teologia que rejenteaba en propiedad el Dr. D. Matias Camacho. A este cargo se le acumuló el de Secretario Capitular y Notario de la Iglesia que le confirió el Dean y Cabildo de la misma. Las mismas autoridades le confirieron en 1807 el em- pleo de deíensor general de los derechos y acciones de la Santa iglesia Catedral y del Cabildo eclesiás- tico.

Desempeñaba este cargo y otras honrosas y be- néficas comisiones, cuando en la noche del lo de .Marzo 1808, fué asaltada su casa por unajuerza ar- mada que puso en consternación á su respetable madre y familia. El promotor fiscal en lo eclesiás- tico, apoyado en aquellos soldados, tenia orden de apoderarse de la persona del Dr. Saenz.

El delito de que se le hacia reo era haber re- dactado una presentación al rey quejándose de al- guno.} malos procederes del Obispo, y se le acusaba especialmente de haber cohechado y engañado á va- rios de los sacerdotes que firmaban e! recurso al Trono. Fué esta una causa sumamente ruidosa en aquel tiempo, hasta el punto de intervenir en ella el Yirey y el Cabitdo de una manera pública. Con

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este motivo escribió el Dr. Saenz un notable recurso á la Audiencia pidiendo declaración de fuerza de los procedimientos de la Curia al formar y dirijir el proceso que se le seguía. Este documento' es digno de la luz pública por lo que ilustra acerea de las formas judiciales de aquella época, del estado, del clero entonces, y del estado social todo en la víspera de ¡a revolución. Se lee con el interés que des- pierta una historia viva y bien narrada.

Después de la revolución desempeñó el Dr. Saenz muchos cargos públicos ; fué miembro de la Junta <*e Observación en 1815 y uno de los redactores del Estatuto que dio aquel cuerpo para el gobierno del Estado Nombrado catedrático de derecho natural y de Gentes escribió un curso sobre estas materias acerca del cual corre impreso en 1823 un informe . firmado por los Drcs. Castro y Acosta. Se por este informe que el Dr. Saenz había tratado en el Capítulo 3o del T. Io de su obra, sobre el antiguo uso de los duelos, u produciendo el convencimiento y poniendo en claro que lejos deser los duelos la prue- ba del 1 onor, son un testimonio de bajeza, porque son opuestos á todas las ideas de deceneia y de jus- ticia natural, á no ser que se quieran tomar de los tontos y 1 s locos las ideas que constituyen el verda- dero honor, como dice oportunamente Puffen- ílorf. " " Omitimos (agregan los señores del in-

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forme) analizar los exelentes principios é irresisti- bles demostraciones que contiene este capitulo in teresante, porque ya lo vemos publicado en la Abeja Arjentina, que, dándole todo el aprecio debido, lo ha con Aderado digno de ilustrar al público. "

En el Cabildo abierto de Mayo de 1810, debe no- tarse la manera como el Dr. Saenz emitió su voto : es ya el caso, dijo, de que el pueblo reasuma su origi- naria autoridad y derechos. En mayo de 1810 solo podian espresarse asi los caracteres muy enérjicos y las inteligencias muy cultivadas.

El Dr. Saenz murió á las 4 de la tarde del 25 de Julio de 1825, á los 44 años, un mes y 15 dias de edad. El Gobierno le decretó una sepultura de pre- ferencia en el cementerio público.

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D. MANUEL MORENO.

Ha muerto en el retiro después de 55 años de carrera pública. Su íinha sido digno del varón fuerte y del cristiano. (Orden, 30 de Noviembre 1857.)

D. 3ÍAMEL Moreno, que falleció en Buenos Aires, su ciudad natal, el 18 c'e Diciembre de 1857 á la edad de 77 años, se recomienda muy especialmente por su dedicación á ilustrar la memoria y los tra- bajos de su distinguido hermano el Dr. D. Mariano Mereno, secretario de la primera Junta. Él reco- jió las últimas palabras de éste, y yendo en clase de secretario de la legación á Inglaterra despachada en 1811, en nombre del gobierno de las Provincias Unidas del Rio de la Plata . Apesar de las impresio- nes dolorosas de semejante catástrofe á que el Océano mismo daba solemnidad, tuvoD. Manuel bastan te fuerza de espíritu para publicar inmedia- tamente en Londres el volumen que lleva por título- "Vida v memorias del Dr. D. Mariano Moreno etc. »

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en cuyo testo dio oportunamente una idea de la revolución del Plata y de las repúblicas hermanas, contribuyendo a despertar en Inglaterra el interés público á favor de las colonias españolas que se le- vantaban contra una Metrópoli que no merecía go- bernarlas. Estas memorias se tradujeron al in- glés en 1813 y se publicaron en la Revista titulada Monihly Magazine, vol. 35, en la parte consagraba al recuerdo de personas ilustres. En la larga residen- cia que D. Manuel Moreno hizo en Inglaterra desde principios de 1829, dio otra forma á aquel primer estudio sobre su hermano, y dio á luz en 4836 el primer lomo de la "Colección de arengas en el foro y escritos del Dr. D. Mariano Moreno etc." adorna- do de un prefacio maduramente escrito, en el cual se enlaza la biografía con la historia del pais y con muchos curiosos accidentes hasta fines del primer año de la revolución. Estos dos libros harán eter- na entre nosotros la hermandad de la sangre como del ingenio, vinculada en las personas de D. Mariano y D. Manuel Moreno.

Era ya este un empleado distinguido cuando se le nombró secretario de la Legación primera á Ingla- terra. Perseguido en 1817 por sus opiniones en la ardorosa cuestión de la invasión portuguesa en el Estado Oriental, espatriado también por la misma causa, permaneció en Estados Unidos hasta media-

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dos de 1821. "Alli lia estudiado la facultad médi- ca, [dice el Argos de 11 de Setiembre de aquel año, anunciando su regreso á Buenos Aires] y se asegura que en los últimos meses estaba al servicio delcnvia- do deColombia cerca de los Estados Unidos, enclase de secretario y que viene en una comisión muy im- portante." Inmediatamente después, fué electo di- putado á la Junta de Representantes; cargo que de- sempeñó en todas las lejislaturas por reelecciones sucesivas basta el año 1826. Entonces pasó á re- presentar a la Provincia Oriental en el Congreso constituyente en donde perteneció al partido que sostenía en el seno de aquella corporación la ven- taja de la forma federal sobre la unitaria. En aquel mismo año se negó 5 aceptar el cargo que le confería el Presidente Rivadavia, de Ministro Ple- nipotenciario cerca del gobierno de Washington. Elevado al mando de la Provincia el Coronel Uorrcgo, aceptó el Sr. Moreno, el puesto de mini- tro de Gobierno y Relaciones Exteriores, que llegó á hacérsele insoportable como se advierte de sus repetidas renuncias, de las cuales la última tiene la fecha de Diciembre de 1827. El 13 de Noviembre del año siguiente, hecha ya la pazcón el Brasil, salió de Buenos Aires a bordo del paquete británico Nocton con el carácter de Enviad > Estraordinario y Ministro Plenipotenciario cerca del Gobierno de

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S. M. B. A consecuencia del movimiento militar de primero de Diciembre fué suspendido de sus funciones por la administración de D. Juan Lava- He ; pero no por eso salió de Inglaterra. Allí es- cribió un opúsculo defendiéndose de lo que él llamó "calumnias del Tiempo y el Pamp-ro,» que ilustra en algo la triste historia de aquella época : pamfleto escrito con moderación y que prueba que el Sr. Moreno no aspiraba á los empleos á que ponen la mira los ambiciosos turbulentos y que preferia vivir lejos de su pais espuesto á la dolencia de las revueltas, para curar las cuales, no se queria aplicar la medicina que él habia aprendido en Estados Unidos. Parece que lo mas importante de su cómoda comi- sión á Inglaterra fué la discusión que sostuvo sobre los títulos argentinos á la posesión de Malvinas. Publicó sobre esta interesante materia una memo- ria con un mapa, que si en nada ha mejorado nues- tro sufrido desaire de 1833, ha servido para dar muestras de que el diplomático porteño podia ha- bérselas en erudición sobre descubrimientos marí- timos en el Continente Meridional de América, con los Lores mas espertos del almirantazgo.

El Sr. Moreno, como Ministro Plenipotenciario en Londres desempeñó una comisión importante y laboriosa —la de examinar y juzgar las reclama-

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dones británicas por causa del corso marítimo de la República durante la guerra con el Brasil. 1.a discusión de las reclamaciones duró desde Noviem- bre de 1851 basta Setiembre de 1852, en cuyo pe- riodo se liquidaron 27 casos, cuyo valor ascendió á 25,501 libras. En el curso de esta negociación tuvo lugar un incidente curioso. El comisionado por parte de Inglaterra era un Mr. Bruce. Al emitir este su opinión sobre la captura del bergantin Anna se deslizó y maltrató no solo al gobierno argentino sino á la República, declarándola incapaz de gober- narse por misma atendidos sus antecedentes co- loniales. El Sr. Moreno, resentido de que en de- sempeño de una comisión de reparación voluntaria se insultase al pais que representaba, declaró al gabinete deS. M. que no continuaría desempeñan- do su comisión mientras tuviese por asociado á aquel gratuito denigrador de su patria. El Minis- tro Palmerston hizo justicia á la enérgica nota de nuestro plenipotenciario y mandó testar todas las clausulas ofensivas en el parecer firmado por Mr. Bruce.

El proceso de estas negociaciones puede estudiar- se en un libro que publicó el mismo Sr. Moreno en Londres en 1855 con el siguiente título : "Recia - "mariones examinadas y juzgadas por la comisión "mista, reunida en Londres por parte del gobierno

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"deS. M. Británica, y el de las Provincias Unidas "del Rio de la Plata, en virtud de la convención de "19 de Julio de 1850, sobre indemnización desúb- "ditos británicos por actos de corsarios de la Repú- "blica en la última guerra con el Brasil : que com- ' 'prende varias cuestiones de derecho público naval. "Publicación hecha de los documentos oficiales.» Este libro está en español é inglés, y como se ad- vierte en su título, merece un lugar en toda biblio- teca de escritos sobre materias de derecho público internacional, especialmente en cuanto á corso y apresamiento de naves mercantes.

D. Manuel Moreno, amaba el retiro y el estudio. Era un verdadero hombre de letras como lo prue- ban sus escritos ;, la escojida biblioteca que dejó ú su muerte, la primera en nuestro concepto entre cuantas peretnecen á particulares en Buenos Aires sin hablar de los de ciencias especiales. Era un ver- dadero conocedor de los libros curiosos y raros , sin despreciar los útiles.

El Dr. Moreno desempeñó por muchos años el cargo de bibliotecario, cuidando con celo intelijen- te del i mejora y conservación de un establecimien- to que se liga á la memoria de su ilustre hermano su verdadero creador y primer protector oficial. Contribuyó á la redacción de la Abeja Argentina en clase de miembro de la Sociedad Literaria fun-

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dada en 1S:*2, y fué el primero en Buenos Aires que enseñó en público la química esperimental, sen icio que el espíritu de partido le retribuyó con lio apodo que aun se conserva en la memoria de los lectores del Granizo.

En la reciente publicación de ios escritos históri- cos t!el Sr. D. Ignacio Ñoñez, puede verse una bio- grafía de Moreno donde se hace prolija resena de los dest nos públicos fjAie desempeñó.

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D. MIGUEL CALISTO DEL COBRO.

El Dr. D. Miguel Calisto dfx Corro nació en la ciudad de Córdoba del Tucuman, el dia 14 de Octu- bre de 1775. A la edad de 23 años recibió el grado de Dr. en Teología en la Universidad de su provin- cia. En 1805 se presentó á hacer oposición á la silla magistral del Cabildo Eclesiástico de Córdoba en cuyo acto se desempeñó con mucho lucimiento. Confiado en sus luces y actividad le encomendó el claustro de Doctores una comisión cerca del Yirey, y del Soberano (si hubiese sido necesario recurrir á él) para recabar el cumplimiento de ciertas Reales cédulas de Carlos III, por las cuales se mandaba que no pudiesen rejentear las cátedras de aquella Uni- versidad sino miembros del clero secular. Esto tenia lugar en 1806, y ene*! mismo año fué nom- brado cura interino de la ciudad de Salta, destino que sirvió hasta fines de 1808.

El Dr. Corro fué del número de aquellos argén-

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tinos que presintieron y concurrieron á acelerar la revolución americana A fines del año de 1809 hizo circulnr en Córdoba un escrito que se suponía hecho en Buenos Aires, contraído á despertar los instintos de independencia y de libertad en el pue- blo. El primer aniversario del 25 de Mayo cele- brado en Córdoba, fué solemnizado en el templo con una oración pronunciada por elDr. Corro, ora- ción que mas tarde dedicó su autor á la Asamblea Nacional. >*o deja de ser curioso el nrodo (orno el sacerdote católico y el hombre de una revolución democrática se esplican por una so'a boca desde el pulpito y en lengua española acerca de la lejitimidad orijinaria del poder. "Es ya un dogma politico (dice el Dr. Corro en la 2' parte de su oración) que la autoridad de los Reyes emana ordinariamente de !a voluntad de los pueblos. Sea cual fuere el oríjen de las sociedades, lo cierto es que á ninguno, á excpcion de !os Reyes de Israel, ha conferido Dios inmediatamente la autoridad y el derecho de rei- nar. Cuando San Pablo escribiendo á los Roma- nos, asegura que toda potestad viene de Dios ; non est polestas nisid Deo; no quiso decir con esto que era Dios el que inmediatamente la concedía ; este seria un absurdo que contrasta enormemente con el orijen é historia de todos los reinos é imperios. Aunque las obligaciones que resultan del pacto, de

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as promesas y convenciones, se fundan en acuella ley eterna que manda á todos ser fieles ú ella, ¿ ha- bremos de decir por eso que la acción ó derecho que de ellas nace venga inmediatamente de Dios? A la verdad si buscamos el oríjen primordial de todas las obligaciones, hallaremos no ser otro que Dios y su justicia. Pero distingamos los derechos y por ellos conoceremos mas bien el oríjen inmediato de toda autoridad. "

Al comenzar el año 18 :G le nombró la provincia de Córdoba Diputado al Congreso reunido en Tucu- man ; pero no pudo tener la gloría de poner su nom- bre al pié de la acta de decoración de la Indepen- dencia que hace tan célebre á aquella reunión de patriotas ilustres.

Cuando aquella declaración tuvo lugar el Dr. Corro, en su caráter de Diputado, desempeñaba la impor- tante comisión de interceder por la paz interior, y de inducir á la provincia de Santa Fé, á la Oriental dominada por Artigas y al Paraguay á que enviasen sus Representantes al Congreso de la Nación.

Trájole la vejez al benemérito Dr. Corro uno de sus favoritos achaques la ceguera. Para iivertir la lentitud de unas horas pasadas en la inacción y la oscuridad se propuso reveer los manuscritos de sus numerosos sermones, valiéndose de la intervención

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de su sobrina Da. Patricia Bustamanie, que le hacia la lectura de ellos. Corregidos y enmendados se imprimieron en Filadelfia el año 1849, en tres vo- lúmenes en K°.

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D. ESTEYAN LUCA Y PATRÓN.

Por muchos títulos se salvará del olvido el nom- bre de I). Estevas Luca y Patrón. El pasará á la posteridad mas remota unido á hechos grandes y á gloriosos acontecimientos del pueblo argentino.

Mucho antes que la robusta entonación de López prorrumpiese en el himno nacional, en lira mas humilde pero con sentimiento y fé, ya habia canta- do el Sr. Luca dos canciones alentando la lid tre- menda contra los tiíanos que osaban oprimir la América. "

Estas bellas composiciones tienen la misma fe- cha de la revoluti n y debieron ser muy populares en los dias en que aparecieron causa de la|sencilltz del metro y de la oportunidad de los conceptos.

Cuando San Martin coronó los trabajos de su gran campaña comenzada en Chacabuco, clavando la bandera de la independencia en el palacio de los Vireyes de Lima, Luca, que ejercitándose en cantar

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otros episodios de la guerra, habia desplegado su talento y su estilo, fué el poeta que con mas digni- dad y grandeza eelebró aquel acontecimiento.

El "Canto lírico á la libertad de Lima " que co- mienza :

No es :ado á los tirano i Eterno hacer su tenebroso imperio

fué premiado por el gobierno, adjudicando á su au- tor una colección de los épicos mas célebres entre los antiguos y modernos.

Bajo el uniforme desarjento mayor de artillería que vistió el Sr. Lúea hasta 1822, se escondía un filósofo amigo de la paz y de las artes útiles, Vuelta en la provincia de Buenos Aires, después de los trastornos del año 20, él se asoció á la obra de reje- ncracion social comenzada con tan buen éxito y luci- miento, y publicó su notable composición al pueblo de Buenos Aires en el periódico titulado la Abeja Ar- jenli a, redactada por los miembros de la sociedad literaria. Llamárnosla notable mas por las ideas que por la forma, mas por su moralidad y sus acerta- das miras sobre lo venidero que por el calor de la inspiración y las calidades puramente poéticas; y mas que todo porque encierra los primeros jérme- nes de muchas ideas que si pareciensen vulgares seria porque se han dcsvii tuado á fuerza de repetirse, y han

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pasudo al tesoro común de los convencimientos con- quistados por toda la sociedad arjentina.

Lu a, discípulo de Fernandez en el Colegio de San Carlos, era gran conocedor de los maestros latinos, y comete al comenzar aquella composición una figura verdaderamente horaciana, imitando aunque remotamente, la profecía de Rereo. "Mués- trase sobre las aguas, el Taiuyv, con serena frente hablandoá la prole hermosa de la victoria." "Aban- donad, les dice , la molicie de las ciudades y el lujo corruptor que entregó á Roma, cuna délos Camilos y los Fabios, al ] oder del Godo. No durmáis im- prudentes en el ocio muelle de una paz engañoso. Corred á los campos hoy desiertos, á esa vastísima llanura que como el mar no tiene horizontes. Me- jorad allí la raza del caballo jeneroso : esquilad el bello.i que defiende al hombre de las injurias del invierno ; y acreced el número del útil animal que sabe romperel seno de la tierra con el corvo íilo del arado. Los campos llenos ahora del espinoso cardo, se cubrirán de las rubias espigasde Céres y se funda- rán con el trabajo pueblos venturosos y en tanto número como las estrellas. Crecerán á par de vues- tros hijos los árboles cargados de frutos y de som- bra . y de misterio para los castos amores. La fama de tamaña ventura resonará en los climas remotos, y los pueblos desgraciados que beben las frias aguas

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del Volga y.del Danubio vendrán á buscar asilo cntn nosotros. "

Talvez para mayor gloria suya, ha querido el dos- lino que no se conozcan de este poeta, masque sus composiciones patrióticas. Todos sus papeles se hundieron con él en un leño náufrago sobre los bajíos del Banco- InyUs, en el mes de Marzo de 1824.... D. Juan Ramón Rojas, militar y versifi- cador, pereció también en un naufrajio. Regre- saba de una legación diplomática á Ja corte de Rio Janeiro confiada por el Gobierno Argentino al Sr. ¡)r. D. Valenlin Gómez, y á él como secretario. Había compuesto ou poema con el titulo La Marti- hiana, cuyo asunto debiaser lascampañas del Gene- ral San Martinen Chile y el Perú. {Argos de 27 de Octubre de 1821.)

El Sr. Luca no fué únicamente un literato dis- tinguido. Los estudios de humanidades no le pa- recieron bastante para llenar con inteligencia el lugar que la revolución brindaba á la juventud vir- tuosa y seria. Dedicóse á las ciencias exactas, ácsas grandes ausiliadoras de la fuerza que transforma á la naturaleza venciéndola bajo las máquinas del hombre. Si compuso himnos para entusiasmar al pueblo en el albor de la revolución, también supo fundirlos cañones y templar las hojas de las espa- das con que se equiparon nuestros primeros ejérci-

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ios improvisados. El fué discípulo del coronel D. Anjel Monasterio, (el amigo del sabio Jovellanos), y su sucesor en la dirección de la fábrica de cañones y fusiles establecida desde 1812.

D. Estevan Luca contaba apewas 58 años de edad cuando pereció : habia nacido en Buenos Aires el dia 2 de Agosto de 1786, Su vida fué corta pero bien aprovechada. Defendió á su patria y la ilustró con sus talentos, dejando conquistado con su dulce carácter las simpatiasque sus versos revivirán cons- tantemente.

->»*•

D. FLORENCIO BALCARCE.

To he sido una gota del agua que llueve, Perdida, de noche, que el polvo hebíó. F. Ba IX ARCE. En su muerte, perdió nuestra patria in- fortunada una délas mas robustas in- telijencias, un espíritu abierto á gran- des concepciones. (Comercio riel Plata, núm. 162 - marzo 24 de 1846.)

D. Florencio Bvlcarci-, hijo del virtuoso ^encedor de Suypacha, murió ú la edad de 21 años, en Bue- nos Aires, ciudad de su nacimiento, el dia 16 de Mayo de 1839.

El joven Balcarce no solo tenia un talento natu- ral muy distinguido sino también mucha contrac- ción al estudio serio. Al examinar sus trabajos emprendidos, los libros de su pequeña biblioteca y los apuntes tomados por él en los bancos de las aulas, se advierte inmediatamente la buena direc- ción que dabaá la cultura de su espíritu. La ame- na literatura no formaba su ocupaci n principal, sino el empleo honesto y laudable délos momentos

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ile descanso. En la época en que él se educaba ha- bían declinado mucho los estudios públicos en Bue- nos Aires, y aspiró a beber su instrucción en mejor fuente. Quien á su edad y propensiones no sue- ña con las escuelas de Europa, con sus grandes bi- bliotecas y con el nombre de sus sabios? Balcaree pudo realizar este sueño, y partió para la capital de la Francia en Abril de 1857. Allí se propuso adquirir conocimientos jenerales, y profundizaren especial la ciencia de la filosofía por cuyos proble- mas manifestaba una predilección innata. Fueron sus maestros, entre otros, los señores Saint-IIilaire, Jouffroi, Lerminicr, celebridades con cuyos nom- bres estamos familiarizados y que entonces estaban al frente de las aulas mas concurridas de París.

El barrio latino fué la patria y el mundo esclusi- vo de Balcaree durante dos años seguidos; dos años que él supo duplicar en duración por su infatigable asiduidad al trabajo y sus largas viji- lias.— No iban á la paren él la robustez de su cabeza con la de los densos miembros de su cuerpo. Su cerebro, materialmente muy desarrollado, absorbía egoísta la vida toda de la existencia que presidia, y llegó dia en que la atmósfera de París no fué res- pirable para los pulmones debilitados del joven estudiante. Pensó entonces en los aires patrios, en el agua balsámica de su rio natal, en su familia,

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y vióse forzado á sacrificará la esperanza de mejor salud la cosecha de saber que se prometía recojer madura por una larga permanencia en Europa.

Esta esperanza fué otra ilusión desvanecida. Bol- caree estaba condenado á morir apenas pisase de nuevo el umbral de su casa en la calle que lleva su glorioso apellido, y a dar razón á la exactitud de este pensamiento de Ercilla:

Aquel/a vida es bien afortunada

Que una tenv rana muerte la asegura.

Por qué ¿quién puede sernos garante de que mezclado al movimiento de nuestra época, no ha- bría naufragado en algún error, en alguna pasión, ó no se hubiese alistado en algún partido doméstico que le atrajese la enemistad- de una gran parte de sus propios conciudadanos? Su temprana desapa- rición de este mundo, la inocencia de sus actos hasta el momento de entregar su alma al Creador, le aseguran una memoria de amor y de Simpatías en- tre sus compatriotas, mientras haya (y esto será por siglos, amor á la poesía en la ciudad donde fué con- cebido aquel injenio prematuro.

Balearos tradujo del francés al castellano el es- tenso curso de filosofía de Mr. Laromiguiere ; e| drama de Dumas titulado Catalina Howard, y escri- bió una novela histórica, y mochos artículos litera- rios para los periódicos, antes de salir de Buenos

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Aires. Pero estos trabajos, a pesar de lo que reco- miendan á quien en tan corta edad los emprendió y realizó, no son sus timbres ni la prenda de la dura- ción de su memoria. Unas cuantas composiciones poéticas escritas con arte, y sentidas con toda la ver- dad deque es capaz el corazón, son las hojas déla corona de su fama. Cuando se conocieron por primera vez en Montevideo (en 4855) esas composi- ciones, escribió sobre ellas D. Florencio Várela un artículo publicado en el número 8 del Iniciador, del cual tomárnoslas siguientes palabras: "D. Florencio Balcarce aparece ahora en la escena lite- raria para ocupar después un lugar muy distinguido éntrelos poetas argentinos. Cuenta apenas 25 años, y sería una injusticia no reconocerle ya acreedora aquel título tan difícil de merecer. En las dos úni- cas composiciones suyas que hemos tenido la fortu- na de ver, (la Partida, y la canción á las hijas de* Plata) se descubren ya todas las dotes del verdadero poeta : corazón muy sensible, imaginación ardien- te, inspiraciones elevadas, abundancia y piopiedad de imágenes, colores naturales animados, vivísi- mos, gala de dicciou, pureza de lenguaje, y un esti- lo lleno de lozania y de soltura capaz de prestarse todas las entonaciones.»

El noble entusiasmo del distinguido crítico no le cegaba al espresarse así. Es imposible pensar do

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versa manera al leer los versos de la Partida sau- mados con el aroma de una melancolía grave y de un patriotismo intenso. Imposible es repetir sin conmoverse aquel final de todas las estrofas,

Adiós, Buenos Aires, amigo-, adiós,

cuando se sabe que aquella despedida será eterna dentro de peco tiempo.

Las ideas mas poéticas están encerradas en este cuadro limaado. Grandeza de Dios y de la Crea- ción; pequenez fuga/ de la criatura, presentimientos de gloria y de muerte; profecías de una libertad próxima, imprecaciones contra los tiranos inicuos. Todo esto, naturalmente traído y bien dicho, for- man entre luces vivas y sombras profundas un cua- dro que deja al que le medite una impresión dura- lera.

Antes de escribir estos adioses babia dirijido una composición notable á su condiscípulo el Sr. D. Víctor Silva, al ordenarse este de Sacerdote, en la cual ledescribe con severidad y seso las obligacio- nes que imponen el estado á que iva á consagrarse.

El comienzo de esta composición es muy feliz :

Humilla al polvo la elevada frente

Y á Dios entona, ó Víctor, alabanza, Qué él te estendió su mano omnipotente,

Y con paterno anhelo

Alzarte quiso á celestial bonanza.

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Una composición existe también de Balea rce que es una muestra de su talento y una prenda de la uti- lidad social de sus trabajos literarios para un porve- nir á que no pudo alcanzar. Es una canción que puede titularse : el cigarro, mode'o de tilosofia po- pul r y de sencillez y nobleza de lenguaje á la vez. Oh anciano, guerrero en otro tiempo, fuma a la puerta de su rancho y compara las vicisitudes de la vida con las diversas transformaciones á que e fuego condena á su cigarro basta convertirte en un pucho inútil. Si algo fuese capaz de dar una idea en lengua estranjera a la francesa, del senti- miento melancólico y prácticamente íilosóGco que bay en el fondo de las canciones de Bcranger, es sin disputa esta cancioncita de Balcarce enteramen- te orijinal y escrita, como se claro, para mos- trar como se pueden ennoblecer y como son pro- pios para el arte los incidentes de nuestra natura- leza, de nuestra civilización y de nuestrascostu -i. bres. Cuando la pintura tenga entre nosotros mas adep- tos que boy, lia de inspirarse alguno de ellos en la siguiente estrofa que por sola es un cuadro tra- zado con la pluma :

En la cresta de una loma, Se alza un ombú corpulento, Que alumbra el sol cuando asoma Y bate si sopla el viento :

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Bajo sus ramas se esconde

l'n rancho de paja y barró,

Mansión pacífica donde

Fuma un viejo su cigarro. Balea rce tiene muchos puntos de contacto y do similitud con Adolfo Berro, esa otra esperanza arre- batada en floral Parnaso de la opuesta orilla del Plata. Pe rolo que mas les asemeja es el buen rum- bo en que ambos se habían colocado al comenzar sus escursiones literarias. Uno y otro habían hecho un estudio esmerado de los recursos del idioma en que debían espresar sus pensamientos. Leían en los anti- guos; se inspira b n en una de las eternas fuentes de toda poesía, en la Biblia ; y eran originales, pro- cediendo con los elementos patrios, como h.s maes- tros habían procedido con los que les fueron fami- liares. La inspiración sola no basta para alcanzar Ja palma de poeta en las sociedades cultas y artifi- cíales, se necesita la iutei Tención del arte, sin el cual la espontaneidad misma marcha tímida como si la fallase luz y aplomo. Para los poetas hechos por la naturaleza, es para quienes justamente es- cribió este precepto el amigo de los Pisones ; Su- pere est princip\um et fom : Y eso, que él sabia muy

bien que los poetas

Son genvs irriíabi e en estremo

Y les hay que aspirando ú ciego culto -

Hasta el consejo toman por insulto.

D. FRANCISCO AGISTIN jt'RIGHT.

D. Francisco Agustín Wright, perteneció á una familia antigua y conocida de Buenos Aires. Su apellido y sus facciones, justificaban en él su cono- cida predilección por los usos y por el idioma de la nación inglesa.

Wright comenzó á aparecer en la vida pública bajo la bandera del partido federal, y fué blanco de los tiros satíricos de los periódicos del partido contrario. Representó varias veces al pueblo, fué jefe de un batallón de cívicos, y tomó una parte muy activa en los sucesos que restablecieron en el mando á D. Juan Manuel de Rosas, después de la administración de Balcarce, echado á tierra por una revolución. Wright pertenecía á la cámara de di- putados y como tal se negó á votar por las faculta- des estraordinarias, perdiendo de este modo la con- fianza de los Restauradores, de quienes tuvo que 'luir á Montevideo en busca de seguridad personal.

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En aquella ciudad , donde murió eslimado de todos, escribió una estensa obra que comprende la narración prolija de los acontecimientos del asedio que sufrió aquella plaza por D. Manuel Oribe.

El Sr. Wright era hombre de principios rectos y un buen patriota, y mereció la amistad de per- sonas caracterizadas y de mas edad que él, como lo prueba la dedicatoria de uno de sus escritos. Su Breve Ensayo sobre la prosperidad de los Estrange- ros y decadencia de los nacionales (1855;, que está dedicado á los Señores D. Vicente López y D. Ma- nuel García, es un escrito contraido a mostrar poi- qué el estranjero adquiere una posición mejor que el hijo del pais, á pesar de tener que vencer una gran porción de inconvenientes y resistencias que el autor examina con detención. El pensamiento fundamental de este escrito se reasume en estas pa- labras de su página 52 : « los estrangeros y el libre ejercicio de sus industrias es enteramente ventajoso al pais y voy á demostrar que cualesquiera restric- ciones ó prohibiciones hacia ambos respectos, en tiempo de paz, es un quebrantamiento á los trata- dos que tenemos con las Naciones Amigas, y á lo que hemos ofrecido al mundo entero; cuando he- mos llamado a voces á los hombres de todos los países á vivir entre nosotros. »

Escribió también las biografías de los bravos D.

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Federico Brandsen y D. Tomas Espora. La primera se registra entre los documentos históricos dados á luz por el Sr. Lamas en Montevideo en 1849, y la segunda se imprimió en Buenos Aires con este titulo : « Noticia del Sr. Coronel D. Tomas Espora que falleció en esta ciudad el 2o de Julio de 18.":;. Por un amigo suyo. »— (1855.)

D. JUAN CRISOSTOMO LAFIXIR.

En la parto mas central de la Sierra de la provin- cia de San Luis, y á la falda del cerro Tomalarta, llamado también Cerro Rico por la abundancia de oro que le hizo célebre en otro tiempo, existe un valle denominado de la Carolina, y un pueblo do este mismo nombre en el dia decaido y casi desier- to. En este humilde lugar fué en dónde vio la luz el dia 27 de Enero de 1797 el Di*. D. Jcifl Ciusós- tomo Lafinl'R, hombre entusiasta y activo, conde- nado por su temperamento á gastarla existencia en pocos años, y cuyos escritos (los que nos son conoci- dos, al menos} son inferiores á su fama y al talento que le atribuyen los contemporáneos.

Frecuentaba Lalinur las escuelas de Córdoba, cuando emprendió sus campañas del Norte el jene- ral D. Manuel Belgrano. Dejando entonces el man- teo de estudiante de ciencias morales, ciñó la es- pada y dio otra dirección á su espíritu, pues según

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espresion de él mismo tuvo la honra de pertenecer á la Academia de matemáticas fundada en Tucuman por equel jeneral para instrucción de los cadetes de su ejército; "academia á que se agolpaba la juven- tud á sorprender á la naturaleza en sus misterios y á fecundar desde temprano el jérmen de la glo- ria."

No sabemos en que época abandonó una carrera que no debia ser la de su verdadera vocación. Pera antes de pasar á la ciudad de Mendoza en donde fundó un colegio en 4822, se habia hecho notable en Buenos Aires como periodista, como poeta, y sobre todo como innovador en la enseñanza de la filosofía. Esta última circunstancia, le atrajo algu- nos disgustos que le decidieron a avecindarse en Chile en cuya capital se graduó en ambos derechos el año 1823, tomó estado, y murió el 13 de Agosto de Í8%*.

La muerte del jeneral Belgrano hizo una viva sensación en el alma impresionable de Laíinur y arrancó á su lira tres composiciones poéticas que le colocan en un lugar distinguido entre los poetas argentinos. El Canto eleyiaco, el Canto fúnebre y la oda á la Oración fúnebre pronunciada por el Dr. I). Valentín Gómez en las exequias del héroe y del patriota ejemplar, [apagan en nuestro concepto los acentos de dolor con que otros vates lloraron el mis-

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mo lamentable acontecimiento. En esoscantos se re- velan todas las dotes y todos los defectos de la musa deLafinur. Son inspirados por un dolor verdadero por un aprecio reflexivo do las virtudes del ciuda- dano y del guerrero, y parece como (pie se exhalase desús estrofas algo délas entrañas de un hijo. La inspiración corre a par de la incorrección ; la natu- ralidad, el sentimiento, la gracia y la harmonía se mezclan alternativamente con los conceptos oscu- ros y p nderativos, y las frases desaliñadas, aunque sea verdad que estos defectos son en menos número que las bellezas y los rasgos verdaderamente poéti- cos de las tres compos ciones en general. Todas ellas brotan déla fuente poética en el carácter de una inspiración innegable, y pocas veces hallamos en las obras de nuestros versificadores modos de comenzar mas felices que los que se advierten en estos de Lalinur. La interrogación es si; figura favo- rita :

Porqué tiembla el sepulcro, y desquiciadas

Sus sempiternas losas de repente,

Al pálido brillar de las antorchas

Los justos y la tierra se conmueven? Asi se introduce el poeta en su Canto elegiaco, y con nomenosbrio y entonación prorrumpe al ento- nar su canto füne're :

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Adonde alzaste fugitivo el vuelo, Robándote al mortal infortunado, Virtud, hija del cielo?.... Pero en nuestro concepto las estrofas regulares con que celebró la elocuencia del orador sagrado son de un mérito mayor y mas orijinales que los anteriores silvos. El asunto también, como menos trillado, liberta al autor de la remora de las remi- niscencias y de los modelos y le obl ga á buscar un cauce propio para darsalidaá los sentimientos en que reboza. Qué natural y digna introducción ! : Era la hora : el coro majestuoso Dio á la endecha una tregua ; y el silencio, Antiguo amigo de la tumba triste, Sucedió á la harmonía amarga y dulce....

Pinta en seguida la urna solitaria presidiendo la augusta escena, y supone que todas las virtudes que andaban en'torno de aquella, levantando al cielo, llanto, esperanzas y amores, volaron á posarse en loslábios del sacerdote eocuente; y los hombres se dolieron de ser hombres al escuchar sus ncentos. Los suspiros del pueblo llegan por una senda muda y misteriosa hasta el orador, y avara el alma, re- coje sus palabras cual si fuesen reliquias del héroe que elojia Esta oda es una joya de nuestra lite- ratura.

Artículos Críticos y Literarios

DEL

Dr. D. .HAX HARÍA <;i TIERREX

LA QUICHUA EN SANTIAGO.

l'.N RATO DE CONVERSACIÓN ESCRITA CON EL Sr. D. B.

poicel qle se permite su atento s. s. jlan mari v Gutiérrez.)

Buenos Aires, Enero 16 de 185G.

Es un hecho, al abrigo de toda duda, que la po- blación de la provincia Argentina de Santiago del E:tcro habla la lengua quiehua ó quichua, que es la lengua jeneral del Perú. Si esa parte del territo- rio de la Confederación se hallase inmediatamente en contacto con la República Boliviana, no causaría tanta estrañeza el fenómeno que acabamos de seña- lar; pero no es así. Entre la parte meridional del territorio Boliviano y la Provincia de Santiago, se interponen otras provincias arjentinas cuyas po- blaciones no conocen la lengua de los Incas y hablan el español únicamente.

El Sr. Poucel, con la sagacidad de inducción que le es familiar, ha echado de paso algunas ideas sq-

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bre esta materia en un articulo recientemente publicado en el Orden ; ideas que nos proponemos ayudar un poco con los presentes renglones.

La cuestión histórica que á este respecto debe ventilarse es : ¿ Los pobladores primitivos de los llanos de Santiago, se establecieron allí durante el gobierno de los Incas, ó con posterioridad á la con- quista del Perú por las armas españolas? rs'os pa- rece que por mucho que se compulsen los elemen- tos deficientes que componen la historia de esta parte de América, no se hallarian pruebas termi- nantes para asegurar lo primero ni para negar lo segundo. Los Incas eran conquistadores é invaso- res : hicieron por muchos siglos el papel de los ro- manos, y se dicede ellos como se ha dicho de los Señores del mundo, que tomaban lo mejor de los usos y costumbres de los pueblos que sometían á su dominio. Eran tolerantes y trataban de alijerar la mortificación de la conquista derramando gn sus nuevos dominios los beneficios de la exelencia de su gobierno, de su administración y de su civiliza- ción verdaderamente notables. Es de creer, pues, que tanto por medio de las armas como déla habi- lidad, y sobre todo ¡or la fuerza de espansion que tienen en los pueblos adelantados, se e tendió el Imperio de los Incas en el ámbito que le señalan los historiadores. Oigamos á este ivspecto al Sr.

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Prcscott (Guillermo] , quien, refiriéndose ú la re- lación man u se rita de Sarmiento, á la Crónica del Perú de Cieza de León y al exactísimo y bien infor- mado Gareilasode la Vega, dice lo siguiente : " El "Imperio del Perú, en la época de la invasión cs- " pañola, se estendía por la costa del Pacifico, desde " el segundo grado, por mas ó menos de latitud '• Novfe hasta el 57 de latitud Sur; línea que des- " criben actualmente los límites occidentales de las " repúl) icas modernas del Ecuador, Perú, Bolivia " y Chile. Su anchura no puede ser determinada '* con exactitud, porque aunque totalmente limitado " al Oeste por el gran Océano, háci i el Este se dila- " taba en varias partes nnicfio mas allá de los mon- '? tes, hasta los confines de las tribus bárbaras, cuya '' exacta situación no es conocida y cuyos nom' res *' han sido borrados del mapa de la historia. "

En las palabras que quedan subrayad.*;* en esta arga cita déla Historia de la Conquista d l Perú con observaciones prel minares sobre ¿a civilización de los Incas, puede apoyarse cualquiera que tenga interés en sostener que antes déla conquista fueron del Señorío del Inca las llanuras que median entre los rios Salado y Dulce. Veamos ahora los datos queenclotro sentido presentan los historiadores déla conquista del Tucuman, compulsados por el Dr. Funes, en su Ensayo Histórico, al que seguiré -

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mospara no acumular autoridades en una nota pa- sajera.

Supone el Dr. Funes que deseando D. Francisco Pizarro alejar la influencia poderosa de su rival D. Diego de Almagro, tuvo la habilidad de persuadirle la conveniencia de la conquista de Chile, la cual em- prendió Almagro por los años de 1555, tomando la ruta de Tupiza, y de aquí la del valle de Chicoan, jurisdicción de Calchaqui. Si esto es exacto, el ejército español en camino para Chile, se internaba en la provincia llamada entonces del Tucuman, no por espíritu de conquista sino con el objeto de evi- tar las* desiertas é inhospitalarias soledades de Ata- cama que separan á Chile del Perú. La resistencia á los invasores comenzó desde Jujuy. De cinco sol- dados españoles que se separaron del grueso del ejército, fueron tres despedazados cruelmente pol- los indios ; y cuando la totalidad del mismo ejército atravesaba el citado valle de Chicoan, fué atacada por la retaguardia con tanta enerjia, que mataron al caballo del jeneral escapado difícilmente con vida á merced del oportuno socorro que le prestaron sus muy leales soldados. Almagro no pudo vengarse de este insulto. Los indios tomaron las alturas y se burlaron de las fuertes caballeras que destacó en su persecución. La relación algo confusa é incompleta del Dean, deja lugar á penas para suponer que el

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ejército de Almagro entró ú Chile por la altura del valle de Calchaqui, lo que, según las mejores car- tas, cuadra bien con a proposición que hicimos an- tes, pues en aquella altura termina el desierto Atacama y comienza el suelo fértil de Chile.

Este ejército español se componía de 570 españo- les y 45,000 indios peruanos. Se pues que para lasempresasde conquista se valían los españoles de sus nuevos subditos, acostumbrados per sus enveje- cidos usos á invadir tierras estranjeras ya impo- nerles el uso d? su idioma que era en lo que princi- palmente hacían consistir los Incas el buen éxito definitivo y la perpetuidad de sus conquistas.

No seria estrano, pues, que cuando poco mas (árdese concedió la Capitanía General a aquel Diego de Hojas que tanto se había señalado en la conquis- ta de Nicaragua y en otras grandes empresas que supo llevar á cabo con reducidos recursos, nada ten- dría de estrafio, repetimos, que trajese consigo al- gunos aliados peruanos aunque no fuesen en el cre- cido número de 15,000. En esta suposición y aunque según puede deducirse del historiador que seguimos, el Capitán General Hojasestendió sus con- quistas hacia Catamarca en donde halló una resis- tencia que le costó la vida, puede creerse sin em- bargo y sin violencia de la razón, que los pobladores

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de Santiago, (entonces, y hasta mucho tiempo des- pués, comprendidos en la jurisdicción del Tucu- inan) son el resultado déla conquista española como lo presume también el Señor Poucel.

Porqué 'a influencia de los ausiliares peruanos del conquistador español se fijó de preferencia' en aquel punto, no puede tampoco aplicarse de otro modo que lo hace el Sr. Poucel, es decir por las afin dades del indíjena Sanliagueño con el Perua- no, lo que dice mucho á favor del primero, aten- diendo el grado de adelantamiento social é intelec- tual que no puede negarse por entonces á la raza de la lengua quichua. Es de añadir que cuando pol- los años de 1550, después de la catástrofe de Ro- jas, recayóla Capitanía de Tucuman en otro Ca- pitán de la conquista del Perú llamado Juan Nunez de Prado, quien abrió la vanguardia de sus con- quistas con 84 soldados y muchos indios amigos. Esta vez los indíjenas se presentaron mas dóciles. Los de Calchaqui se convinieron en formar una nación con lade su propio invasor, y los habitantes del Valle de Catamarca, los de los Rios Salado y Dulce, ios de la jurisdicción de Santiago y los belicosos Lules se sujetaron con grande docilidad.

Estos hechos posteriores justifican aun mas las suposiciones que quedan aventuradas en un

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pnnto todavía tan oscuro de nuestra historia i . Volviendo al hecho constante de que la lengua hablada hoy por el pueblo de Santiago del Estero, es la misma llamada por los escritores la lengua jeneral del Perú, tengo motivos para creer que la adulteración que haya podido sufrir en las llanuras, distante de su anjeo y circundada de pueblos que hablan un idioma tan superior como es el caste- llano, no es de gran consideración. Conocemos personas cultas de la Provincia de Tucuman que han aprendido el quichua en largas residencias que en su juventud hicieron en los linderos de ambas

(1) Existe en el valle de Calchaquf, situado al N. O. de la ciudad del Tucuman, vastos enterratorios ó huacas ala ma- nera de los peruanos. Estos monumentos son los mas caracte- rísticos de aquella civilización, por cuanto preparaban sus mo- mias de una manera especial y porque enterraban sus muer- tos con objetos de sus usos, particularmente vasos de una cons- trucción especialísima ya bien conocida en Europa. En el ca- tálogo de los libros y papeles vendidos al instituto histórico Irasilero, por el Sr. D. Pedro de Angelis, se registra la obra siguiente, escrita por un Chileno avecindado en la ciudad de Salta : Monumentos del tiempo de los Incas, cuyos vestigios se admiran en las provincias que componían la intendencia del Tucuman, por D. Filiberto de Mora. Manuscrito autógrafo. (Catálogo de Angelis, publicado en Buenos Aires en corto número de ejemplares.)

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provincias, y que teniendo después que atravesar el territorio de Bolivia y del Perú á causa del co- mercio en muías, se hicieron entender y enten- dieron perfectamente á los quichuas puros con el idioma que hahian aprendido en Santiago.

Los Santiagueños tienen, como es natural mucho apego a la lengua que para ellos es materna El es- pañol es el la Un de aquellos scitas, la lengua oficial en que no derraman ni los sentimientos intensos, ni las confianzas íntimas de la familia y de la amistad. La ola creciente de la civilización debe respetar ese rasgo variado de la fisonomía del pueblo argentino. Y lejos de desdeñar la parte culta de Santiago el es- presarse en aquella lengua, debe al contrario esfor- zarse por llevarle á las fuentes puras de su origen y lavarla allí de las manchas que han de desfigurarla probablemente por las muchas pecaminosas influen- cias que la combaten. Los sacerdotes en especial, de- bían allí aprender en las gramáticas y diccionarios (pie dejaron de la lengua quichua los misioneros je- suítas, la p reza de que esta es susceptible para der- ramar con majestad y eficacia la palabra de Dios en- tre aquel pueblo tan indutrioso y simpático. Si se tratara de algon dialecto pobre y oscuro, encerrado en espacio reducido, y empleado como signo de gro- seras ideas por una tribu poco numerosa, nos guar- daríamos de recomendarla como digna de estudio,

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de conservación y mejoramiento. Pero la lengua de ra gran civilización peruana es hablada actualmente por mas de dos millones de americanos, y sus exc- lencias como idioma claro, espresivo y liarmonioso están atestiguadas por muchos escritores de nota. Nos contentaremos con reeordar lo que á este res- pecto dice un célebre Granadino, el malogrado Cal- das, a quien cupo en sus montañas natales de Améri- ca la misma suerte que al francés Lavoisier, pidiendo en vano una tregua a la muerte (que no le mandaba Dios para terminar un trabajo útil. "Los peruanos "siempre exactos, siempre cuidadosos en dará las "cosas nombres tomados de sus virtudes, dice el "fundador del semanario di Nueva Granada) 6 su "ligur.i, de su situación ele., llamaron á las yerbas "por sus virtudes y por sus usos en la medicina, en "las artes, y en la sociedad. Cuando se conoce un ''poco su lengua, eslalengua átihénwtt, dulce y fle- "xible, esta lengua <¡ue representa en el nuevo fcofl- "tinente á la Toscuna del antiguo, entonces se co- "noce el juicio y la elección que tuvieron los pe - "ruanos en la imposición de los nombres á todos los "objetos que los rodeaban. Un volcan que arroja de "su cima columnas de humo espeso mezclado con "llamas, se le nombra Cotopax't (masa de fuego); "otro que lanza de su seno nubes de arena, cou- "mueve los fundamentos de la provincia, y arruina

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''los templos y los edificios, se le llama el Pichincha "{«/ terrible, el amenazador): una cima inmensa cu- "bierla de nieve, y colocada al otro lado de un rio, ''se nombra Chimborazo {nieve alolro lado}: una po- blación establecida en una garganta estrecha que "corta la Cordillera, se le impone el nombre de l.ac- "ta cunga (garganta estrecha); y en fin á una planta "que fortifica los músculos, que da rigor, que hace "andar á un tullido, le llama. .. .calpaclúna yuyu "(yerba que hace caminar). Los nombres de esta "lengua contienen las virtudes de las plantas y la& 'cualidades de todos los objetos. Al oir los nombres "de las plantas casi se saben sus virtudes. ¿No es esto "mas sabio, mas imp ¡ríante á la humanidad que "esos nombres que ha criad i la adulación, el reco- nocimiento ó el interés? Qué idea nos pueden das "de una planta \as yacas diascorea , plinia, busfoniea, "sigesvechia? " Para dar algún idea mas de esta lengaa, copiamos aquí la esclamacion patética de una madre que acababa de perder un hijo tierno: thaupipurchapi tutayarca! (en la mitad del dia le anocheció). Si Litase armonía á estas dos p ¡labras nadie podrá tachadas de faltas de elocuencia y de laconismo (1).

(1) M. A. D'Orbigny hablando de los quichuas seesplica mi

con respecto al idioma: leur langnc est remplie de ligares

gcacieuse.5, descomparaisons justes, deproverbesnaifs, et peint

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Hay una circunstancia digna de lomarse en cuenta y que prueba la exclencia de la lengua quichua. Tal es la de haberse naturalizado muchas de sus palabras en el lenguaje usual de las poblaciones civilizadas, aun en aquellas que por su situación jeográíica no están en contacto inmediato con los indígenas que hablan la quichua. Como se verá mas adelante, isi>. palabras inoculadas en el habla de los españoles. <s deeirde losconquistadores, responden á usos «'ideas mas adelantadas en el imperio de los Incas que en las sociedades formadas en el molde de la civilización española. En las ciudades de Chile, Santiago y Co- piapó, por el centro de las cuales corren rios que la» divide en dos partes, se llama bario de la Chimba al suburbio que eslá al otro lado del rio separado de la parle principal déla población. Chimba, en quichua significa del otro lado. Ya\ el fondo del valle de Co- piapó y en toda la provincia llamada modernamente de Alacama, centro de afamados laboreos de metales de plata y cobre, la mayor parte de los términos téc- nicos de minería que allí se emplean son los mismos que usan los potosinos y demás mineros del Perú, términos que pertenecen á la lengua quichua sin dis-

avec forcé, ct é lozanee les passions vives, l'amour surtoul, lapl»» eirtrainante de tontos-

Alcide D'Orbigny p. 281. L'homme atnericain {de l'Amerique meritlionale) etc. eic, tom. \tr. París lS'd'J.

OJO

puta ulguna. De estos rmmlamos tefe sigüiéilteS': A-

pir, poruña, chancar, canc/ia etc. Cuando los espa- ñoles bajóla bandera del jeneral Valdivia comenza- ron la famosa guerra contra el resistente araucano, y t estaban allí en uso palabras quichuas que D. Alonzode Ercilla consideró tal ve/como pertenecien- te á la lengua chilena, pues incorporó las palabras i; Llanto, Palla etc. en la Declaración que puso al frente de su conocido y famoso poema, para inte- ligencia del lector no familiarizado con las cosas de India*'.

[fe ciudad de Buenos Aires situada en el estremo sur de la parte poblada del Continente español de la América, distante centenares de leguas del Cuzco y de Quito, emporios de la civilización de los Incas, lia dado carta de ciudadanía á muchas palabras de la lengua quichua, sin el ausilio de las cuales, á veces se hallarían muy embarazados sus habitantes para espresar ciertas ideas. Mientras tanto, no goza de la misma prerogativa la lengua guaraní que es sin disputa muy bella, muy propia y llena deimájenes, ha sido hablada, y lo es todavía, en lugares inme- diatos y que se hallaron siempre en constantecomu- nicacion con la antigua Capital por los canales de los crawles ríos, (i) Nosotros tenemos rejist radas

(i) La palabra tapera, (habitación arruinada) y alguna otra que se nos escapa, son las únicas palabras del gnaraní acepta- das en el leuguaje habitual de la provincia de Buenos Aires.

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como veinticinco de esas palabras quichuas corrien- tes en nuestro lenguaje vulgar, y de entre ellas da- remos el significado de las siguientes como mas ca- racterísticas, valiéndonos para probar su oríjen del Vocabulario de la lengua natural del Perú, etc., del padre Diego González Olguin, impreso en Lima en el año !608. Cancha, patio ó corral esta palabra se aplica entre nosotros para designar un espacio estenso de terreno bien nivelado, y así decimos, cancha de pelota, cancha de ¡oíos, al patio donde tienen lugar estos juegos. (ancli<i de un horno de ladrillos, es el lugará propósito para poner en orden el ladrillo crudo para que se oree antes de ponerle á la acción del fuego. Cancha, en nuestros rios, sig- nitica una larga porción en que se mantienen rectos y sin serpenteos, conservando una misma dirección. Pucho ó puchasen sobras, reliquias). De estas pala- bras hemos hecho el espresivo modismo no vale un pucho para despreciar el valor ó la importancia que indebidamente se quiere dar á una cosa cualquiera. La aplicación mas terminante que hacemos de la pa- labra pucho, es el resto ó sobra que se arroja del cigarro que se ha fumado; así decimos : pucho de c ¡(jarro, tí)

(i) D. Florencio Balcarce, muerto en el verdor de su juven- tud y después de haber enriquecido su espíritu con las lecciones

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(hhacra heredad de labor, tierras ó huertas . Mosotros usamos esta palabra en la mi ma significa- eion escribiéndola con una sola h Es palabra de uso indispensable. De la palabra chharqul , que en quichua significa tasajo ó retina y también el cuerpo de un animal ó del hombre flaco ó seco, hemos hecho la voz charque que solo usamos en la pri- mera significación, cuando la carne es seca al sol. Esta palabra tiene sus derivados, corno charqueada. el lugar de la faena del charque; y charcon que se dice del animal enjuto pero fuerte, especialmente del caballo. Chhasca (melena) se emplea en Buenos Aires, aunque no jener; luiente, para designar un cabello mal cuidado y abundante. De Chasqui, se ha hecho en casi toda la América del Sur Chasque,

cielos mas célebres profesores de París desde 1887 á 1839, en- nobleció esta espresion vulgar dándole cabida en su afamada canción el cigarro, en la penúltima estrofa que dice así ;

Qué nos dejan en sus huellas La grandeza y los honores? Por la paz hondas querellas. Los abrojos por las flores. La patria al que ha perecido

Desprecia como un guijarro

Como yo arrojo y olvido El pucho de mi cigarro. (América Poética, paj. 58 y 59.- Valparaíso 1346.)

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que significa, como entre los Incas, el correo ó es- preso despachado para dar una noticia especial y urgente. La Chhuspa, bolsa en que los peruano?; guardan el maiz, la coca y demás enseres de viaje y llevan al hombro á guisa de maleta, se ha convertido entre nosotros en Chuspa, especie de talego largo y angosto, hecho jeneralmenlc del buche del avestruz ó de la piel de animalillos silvestres y pequeños que sirve á nuestros paisanos para guardar el tabaco, el papel y los avíos de encender. Vulgarmente se compara con una Chuspa el seno de las mujeres cuando está lacio y flaco por falta de cuidado, por la edad, <etc

Huasca soga ó cordel grueso), es una palabra que escribimos guasca, y es la única que empleamos para significar la cuerda hecha de cuero de anima- les que tiene infinitos usos en nuestras industrias : tiene ú mas entre nosotros, el derivado yuascaso que es el golpe d do con una guasca. Vincha 'cinta ó apretador délos caballos se emplea cu el mismo sentido aun cuando sea un pañuelo el que se ajuste á la frente como tienen de costumbre las jentes hu- mildescuandoles duele la cabeza. Yuyu hortaliza, yerba de comer). E nuestra voz favorita para indi- car cualquiera planta espontánea é inútl : se usa jeneralmente en plural, y cambiando la u en o : yayos. Humita boHicos de maiz como tamales)

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dice el P. Olguin, describiendo así con la mayor exactitud el plato que llamamos umitas y que con- siste en maiz tierno guisado y envuelto en la hoja déla planta del mismo maiz (chala). Dispuesto asi forma lo que en el Perú se llama tamal, palabra probablemente quichua que no ha llegado hasta no- sotros. Pampa; este nombre con que designamos la llanura poblada á este lado de los Andes por la raza Araucana, significa en quichua plaza, suelo llano, llanada, sábana, campo abierto. Para noso- tros representa la idea de estension inmensa y soli- taria. Llamamos pampas á los indijenas del desier- to indicado antes. Chuccho, es el frío con temblor que produce la fiebre y especialmente la llamada terciana (calofrió). "Me chucho" se dice en Buenos Aires cuando se siente esa impresión que los franceses distinguen con la espresion chair de pouie. La palabra cháguara con que designan los niños de Buenos Aires el hilo torcido consistente que Jes sirve para hacer bailar el trompo, Jta supongo deri- vada de chahuarhuana, que significa en quichua soga de cáñamo, aunque también puede proceder del nombre de un aloes del chaco llamado chaiauar, según el Sr. Arenales en su conocida obra sobre aquella rejion paj. 221. Dar cháguara, es un modismo humanítico de nuestra ciudad que signi- fica—alentar á una persona á que muestre ó descn-

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vuelva alguna propensión inocentemente ridicula. La agricultura debe algunas voces á la misma len- gua del Perú : decimos maiz ó trigo chuso al que se halla en el caso descripto por el P. Olguin <n el vocablo chuss > de su citado diccionario : "maizó trigo chupado, no lleno, arrugado por helarse en leche, ó faltarle el agua al granar, que molido es todo cascara ó afrecho; " y llamamos chaucha á la vaina tierna en que se encierra el poroto, que es la misma acepción que esa palabra tiene en quichua ctc, etc. Es sabido que los lucas contraían espe- cial atención a la construcción y m jora de los cu- minos de los cuales había algunos que atravesaban toda la estension del imperio y que se llamaban por antonomasia del Inca, porque este monarca transi- taba por ellos en sus visitas olicialcs. A, distancia como de 5 á 4 leguas habia en estos caminos unas posadas que se llamaban tambos, y con este mismo nombre se denominan todavía en Lima algunos grandes edificio* construidos por particulares para proporcionaralojamiento á la jenle sus bestias que entran del interior con cargas ó productos para ali- mentar 1 s mercados. nosotros hemos adoptado esta voz pero dejenerándola notablemente en su significado : llamamos tambo al logar donde se atan y ordeñan las vacas : lamberos alas vacas mansas cuya leche se deslina para beber, hacer mantequilla,

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ó quesos; y también llamamos tambo a) lugar donde se reúnen los negros africanos á bailar y á tener sus juntas y reuniones, tope de Vega, haciendo en su rica imajinacion una mezcla graciosa de cosas ame- ricanas ha introducido esta palabra en el siguiente estribillo de una caneioncilla preciosa : Piraguamonte, piragua, Piragua, geñzarizagüa;

liio, Bto, Que tni tambo lo tengo en el rio.

Porúltimo recordaremos una palabra cuyo signi- ficado no es misterioso hoy para nadie en el mundo porque ¿quien no conoce la substancia llamada guano y sus felices aplicaciones al abono de las tierras cansadas? Es probable que esle descu- brimiento arrebate al elenco peruano de las voces porteñas. esta que hasta nuestras damas emplea- ban sin saber lo que decían en la frase siguiente para ponderar el exeso de las tareas de una per- sona : « trabaja hasta echar el guano. » Esta circunstancia es nueva en la historia del lenguaje , porque es cosa que no se ha visto nunca abando- nar el empleo de una palabra en el mismo momento en que se aclara ó se conoce su verdadero valor y significado.

La lengua quichua como c si todas las america- nas es lengua hablada únicamente, porque no consta

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que so huya escrito en ella obra alguna de torga estensión como sucede con la mejicana en la cual se conservan algunos manuscritos históricos redac- tados por indíjenas educados por los europeos. Sin ••mbargo existen escritos en la lengua jeneral del Perú algunos sermonarios, devocionarios, etc., y las siguientes que copiamos de catálogos hechos por personas muy versadas en la bibliografía americana.

1. Gramática de la lengua quichua ó del

Perú, por*Frai Domingo de Sto. To- mas. Valladolid, 1560, in-12.

2. Vocabulario de la lengua jeneral del

Perú, llamada quichua ó del Inca, etc. Por el P. Diego González Olguin. Lj ma 1008. A.° grandes de 530 f.

3. Lexicón de la lengua quichua, por Ira i

Domingo de Sto. Tomas. Valladolid 15G0.

i. Ritual para los curas del Perú, por Boca negra. Lima 1(>.~>1 ; in-1".

5. Arle y vocabulario de la lengua qui- chua, por el P. Torres Rabio. Lima i75i, in-12° i).

(i) No se ha tenido a la vista el exelenie catalogo de M. d<; Compras.

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La topografía etnográfica del actual territorio de la República Arjentina no se halla ni siquiera en la cuna. Los historiadores modernos la han descui- dado enteramente, y los antiguos deben leerse con suma precaución para no caer con ellos en errores de nota al señalar las localidades ocupadas por las razas primitivas. En esta materia hay que atender ante todo á fijar el número de naciones verdade- ras existentes en la época de la conquista ; y á nues- cho inicio no debe considerarse como una nación sino aquella que habló un idioma especial comple- tamente diferente de los demás conocidos, teniendo en cuenta que muchas de estas lenguas tenían sus dialectos derivados de ellas, ó corrupciones prove- nientes de la separación y apartamiento de un grupo del seno de la familia principal. En la colección de Documentos de D. P. de Angelis hay una rela- ción de las naciones que repartió en encomiendas el 2.° fundador de Buenos Aires, D. luán de Ga- ray. Pero esas no pueden considerarse como na- ciones sino como parcialidades ó tribus de la Gran nación Guarani, la que, en la parte de la provincia de Buenos Aires, no pasó jamas á la rjen dere- cha del Paraná. Los nombres que se dan en aquel repartimiento de carne humana en esas supuestas naciones deben ser los de sus jefes ó los de los Ju- gares que ocupaban en aquel momento.

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La nación querundio querand'i, era la Señora del terreno sobre que se asienta Buenos Aires. Era una raza de valientes que se extinguió completa- mente sin dejar rastros de su idioma en ningún objeto topográfico. Los Hombres de lenguas indí- jenas que cons rvan los lugares, arroyos, lagunas, etc., de la provincia de Buenos Aires, son de oríjen '.uarani y araucano. Los nombres guaraní son en pequeño numero y sobre el litoral, mientras que los araucanos son muchos y comienzan desde la márjen exterior del Rio Salado. Los indios quilines del Tucuman, trasladados desde allí á cuatro leguas al sur de Buenos Aires, no han dejado mas rastros que el del nombre de nación ó parcialidad dado al pueblo que se fundó con ellos y que hoy es comple- tamente de jente blanca agricultora. (Véase A:ara, t. %? p. 2Í1, Cná. del C. del Piala.)

Las huellas impresas en la nomenclatura topo- gráfica por las naciones de oríjen chileno,' pueden ser efecto de una conquista hecha sobre los habi- tantes indíjenas por aquella raza que es numerosa y aguerrida, borrando las denominaciones ante- riores dadas á los mismos objetos por los primiti- vos señores del suelo de la llanura arjentina. Sin embargo, los rastros de estos no se advierten en ninguna parte, y hay motivos para creer que la rejion oriental de las Cordilleras hasta la actual

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frontera sur de Mendoza, no fué poblada sino pol- los llamados actualmente indios pampas, quienes pasaron los montes atraídos por los ganados y ca - bajíos alzados de los establecimientos cristianos, que recobraban en aquellas pingües y solitarias de- hesas su ferocidad é independencia primitivas bajo la denominación de baguales.

Leyendo en el único libro que queda de la his- toria de esas pobres razas perseguidas, y extinta», muchas de ellas, cuyas pajinas se componen de los nombres propies de las localidades, hay motiva paré presumir que en las actuales jurisdicciones Catamarcayla Rioja existió una raza que poseía un idioma peculiar, pues los nombres terminados en gasta y en gala que allí son frecuentes como si- nogasta, adalgala no corresponden, según lo que podemos nosotros alcanzar, á la lengua del Perú « quichua.

La historia ha conservado el nombre de la na- ción que poblaba en tiempo de los conquistadores Jas provincias denominadas de Cuyo, que son Men- doza, San Juan y San Luis. El P. Jesuíta Ovalle, consagra en su historia de Chile al^uu capítulo á esa nación que se llamaba de los Guarpes, y de cuya lengua escribió su arte y compuso su vocabu- lario el P. Valdivia, famoso misionero de la Conr-

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pañia de Jesús, según le afirma el mismo historia- dor Ovalle.

El Entre-Rios y Corrientes estuvieron induda- blemente ocupados por las tribus de la gran nación Guaraní, cuyo idioma se habla actualmente por ía mayoria de los habitantes civilizados de la segunda de aquellas provincias argentinas, lo mismo qu« sucede en el Paraguay. Los guaranis que eran emi- grantes como pocas naciones indijenas no atrave- saron con sus aduares lengua y costumbres á esU parte del Paraná, sin duda detenidos por el ancho de este rio al acercarse al Plata (1) Sin embargo el gran ángulo formado por el cabo de San Antonio en este rio, que ce de parte de tierra sumamente pantanoso, lleva el nombre. Rincón del Tuyú que significa barro en la lengua guaraní , lengua que denominaba las cosis, como C Idas observa de la quichua , describiendo algunas de las principales propiedades del objeto denominado.

Este es el único rastro guaraní que sobresale la nomenclatura topográfica de. la tierra firme de la provincia de Buenos Aires. Varios de los ria-

(1) Según Azara el pueblo de! Baradero sebre el Paraná en la Provincia de Butnos Aires, debió fundarse con indios de una parcialidad Guaraní. Pero esto debe considerarse como huí emigración forzosa provenida de la conquista.

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chos formados por el Paraná al incorporarse al Plata, mantienen muchos de ellos sus primitivos nombres guaranís, como el carré, por ejemplo, que significa tortuoso y al cual llaman los españoles de las nueve vueltas, justificando la propiedad del sus- tantivo-adjetivo indijena.

Las líneas que quedan escritas son unos cuantos rasgos lijei'isimos sobre una materia que sería cu- rioso aclarar y sobre la cual debe fijarse en ade- lante le atención de los viajeros sabios que visiten estas rejiones. El Sr. d'Orbigny ha señalado el pri- mer rumbo en la carta etnográfica que acompaña á su obra sobre el hombre de la América meridio- nal ; pero él se ha contraído únicamente á las principales razas conocidas , dejando los detalles para los que hayan de succderle en las investiga- ciones mas prolijas de esta misma naturaleza.

Jfr¿N María Gutiérrez.

A (MEDERA(]A0 DOS TAMOS,

POEMA POR DOMINGO GONSALVES DE MAGALHAES

(Rio Janeiro en casa de Paula Brito, impresor de la corte. 1856. 1 v. fol. men. de340pags.)

-Se siente ondear como á mane- ra de uu perfume de flores de la In- dia en ese poema escrito bajo ol cielo del trópico. Los dulces acentos de su melancolía en nada han alterado los fenómenos; y al dar el arte mayor poder á las impresiones sabe añadir grandeza y axactitud á las imágenes como le acontece toda vez que ocurre á fuentes puras.

(A de IlLMBObDT, hablando de la grande epopeya de los portu- gueses,

\á)S indios Tamoyos fueron para la ciudad de Rio Janeiro , lo que los Querandies para Buenos Aires, los primitivos y denodados habitantes de la tierra <mi que el conquistador europeo plantó la cruz afian- za ndola con la espada.

Nc hay americano dotado de sensibilidad y de

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2'2G -a

fantasía que al hojear las crónicas y leyendas pa- trias no sienta fraguarse en su cabeza el poema ani- mado de aquellas luchas en que se cruzaba la es- pada y la macana {i), la bala del mosquete y del arcabuz con la flecha armada del colmillo de un yaguar, del hueso de un yacaré ó del fragmento de un pedernal aguzado á fuerza de paciencia. La ino- cencia iba desnuda por una parte, sin mas lójica que una musculatura que raza alguna puede mos- trar mas consistente, y por otra la estrategia y la disciplina militar se presentaban rerestidas del ace- ro de las cotas de malla. Los unos tenían á su ser- vicio el rayo de los cañones; apenas si los otros podian disparar con mal amaño algunos haces de arbustos encendidos en el estremo de sus flechas para destruir las tiendas de campaña que se han convertido en ciudades.

Algunos americanos del habla española, durante el gobierno metropolitano, emprendieron escur- siones de mal éxito en ese campo seductor. Saa- vedra Guzman cantó las hazañas de Hernán Cortés desde su arribo á las costas mejicanas hasta la

(1) Esta palabra tan vulgarizada entre nosotros, es una con- tracción de la voz quichua vinn macana, cuyo significado es- líen asi el P. Holguin en su vocabulario : porra de armas de querrá, como bastón.

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¿lleve prisión de Guatiraoziu. Pedro de Oda, na- cido bojo la tienda de un conquistador, ha cantado las mismas proezas que dieron á Ercilla una cele- bridad tan persistente. Peralta Barnucvo, bajo el título do Lima fundada compuso mil ciento cua- renta octavas, para decantar toda la historia del descubrimiento y sujeción de las provincias del Peni por el marqués de los Atalnllos.

Estos poemas impresos por primera vez en -1599, 1GÜ5 y 1732, fueron compuestos bajo influencias poco favorables al aprovechamiento de la abun- dante cosecha de poesia verdadera y orijinal que presentaban sus asuntos. Los autores de esos poe- mas, á pesar de su oríjen indijena, se apasionaron mas que el mismo autor madrileño de la Araucana, de los héroes castellanos, dejando sin relieve la constancia de los naturales en la defensa audaz, y paciente al mismo tiempo, del suelo patrio. Tam- poco acertaron á interesar la sensibilidad del lec- tor con los inauditos é inmerecidos padecimien- tos de los desventurados moradores de este nuevo mundo, condenados por la fatalidad de leyes in- mutables y ajenas al criterio humano, á abonar con sangre y con sudores de muerte el terreno en que la Europa habia de establecer la civilización cristiana.

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En esas largas epopeyas, dignas no obstante de ser leídas, no hay que buscar la perspectiva ar- tística ni el fondo natural del paisaje , en cuyos primeros planos se agrupan ex-abrupto los perso- najes y se traman y desenvuelven las escenas de dramas siempre bélicos en cuyo desenlace es casi siempre seguro el exterminio de una tribu y la desaparición de un idioma. A veces la buena in- tención amanece en el espíritu de los autores y esperimentan como una visión confusa de la mag- nificencia de la naturaleza vírjen y de lo pintoresco de las costumbres y usos primitivos. Pero, ni esa rntension es perseverantemente auxiliada por la voluntad , ni la visión llega á tomar cuerpo bas- tante para que se aperciba bien. De manera , que, esos poemas, por lo jeneral, parece que tuviesen por teatro el vacío, y que sus héroes, que tan re- cios mandobles se regalan, fuesen creaciones osiá- nicas de aquellas que escojen la rejion de las nubes para campo de sus batallas fantásticas.

Es verdad que Peralta, imitando sin duda á al- guien, forma en verso la nomenclatura descriptiva de los frutos y flores peculiares á los climas tropi- cales del Perú, sin olvidar la granadilla ó pasio- naria en cuyos pétalos con los ojos de una le sen- cilla y sincera los instrumentos del mas santo de los martirios. Pero al consagrar un canto es¡ e-

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cial 5 esta materia, la separa y aisla, siguiendo el método científico de los historiadores jesuitas de América que destinan un libro aparte á sus cró- nicas, á los productos, maravillas y fenómenos de la naturaleza ; algunas veces bien mal observados y peor descriptos, sea dicho de paso.

Aunque el poeta verdaderamente inspirado, in- venta, y se adelanta «¿ los preceptistas y da á estos la materia para que por ella sientan y deriven sus reglas y establezcan la disciplina literaria de la composición, del gusto y del estilo ; aunque el arte antiguo, fuente eterna y perenne de la verdadera y sabia inspiración, pudo haber dado á los adep- tos de su escuela medios suficientes para sacar todo el fruto que les brindaba la orijinaüdad delnue\o continente, sin embargo, asi como el descubri- miento de la cuarta parte del mundo fué reservado al siglo XVI ( siglo de grandes novedades) asi pa- rece reservado al presente, en que la humanidad ensancha tanto sus fuerzas, el conocimiento com- pleto de los ricos m ñeros que para la imajinacion y el arte encierra este suelo tan querido y risueño. El jénio apenas si ha comenzado su explotación ; pero ha dado ya los primeros pasos, y en esta co- mo en toda ruta desconocida el señalamiento del rumbo es casi una prenda de seguridad para el acierto y realización de la jornada.

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La América necesitaba emanciparse para tener conciencia de si propia. El astro de la monar- quía señalaba la dirección en que habian de ji- rár las plantas vivaces y jugosas que brotaban en- tre nosotros en el terreno de la intelijencia. La an- tigüedad y la superioridad de las escuelas ; la mayor y mas próxima protección al injenio, la facilidad para instruirse y para producir por la prensa, re- dujeron por largos años á los hombres estudiosos de América á la humilde condición de pupilos de los peninsulares, precipitándose con la exageración que es natural , por el lamentable despeñadero abierto por el gongorismo y por los cultos al aba- timiento de las letras españolas. Cuánto talento, cuánta erudición, cuántas bellisimas dotes han mal- gastado los antiguos americanos en escribir versos hinchados y prosa tan inflada que no resistirían á la picadura de un alfiler ! Y sin embargo, cuánta perla de buen oriente podría hacer brillar al sol el paciente erudito quede entre aquella lobreguez de mal gusto estrajese lo que es pena que permanezca en oh ido !

Aquel meteoro social que en el segundo lustro de este siglo cundió por las colonias españolas y electrizó las almas, fué una verdadera ráfaga de iuz celestial. Llovieron también entonces lenguas de luego sobre cabezas nuevas é ignoradas, v comenzó

SI

la conquista de la doctrina democrática y de los justos derechos del individuo, por medio de la es- pada de los héroes improvisados y fe palabra de los oradores y poetas que de nadie habían apren- dido el arte de conmover, y de avasal'ar las vo- luntades.

El nombre de Olmedo se asocia perdurable al del vencedor en Junio, como se asociaron mas tarde los de Lalinur y de Belgrano, de Lúea y San Mar- tin, de D. J. C. Várela y de Alvear. Fernandez Madrid emplea las formas de la elejía antigua para avivar el resentimiento de la oprts on y el espíritu <le emancipación , presentando cuadros patéticos de los padecimientos de aquel Inca cuya empinada estatura no alcanzó á saciar la codicia de oro de sus vencedores y se hundió en el sepulcro con todo su imperio y sus códigos. Ueredia desde las alturas monumentales de Cholula se engolfa en sublimes meditaciones sobre las jeneraciones y pueblos de- saparecidos de sobre el suelo de Anahuac; llora en el destierro la ausencia del sol tropical de su cuna; traslada al. verso las magniliceneias del Niá- gara, y se convierte sin sentirlo en creador ins- pirado de un jéncro de literatura americana en la cual , entre nosotros, es el Sr. D. José Marmol su succesor y rival en este torrente de armonías y de

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reflejos de rubíes y diamantes que él lia llamado El Percgiino.

En las obras firmadas con estos nombres, y en otras que no es del caso mencionar, se baila la solución práctica de esta cuestión tantas veces plan- teada : existe, es posible una literatura americana?

Seria largo transcribir todo lo que en crédito y elogio de nuestros injenios anteriores á la revolu- ción han espresado los literatos peninsulares Nos limitaremos a citar unos cuantos entre los eminen- tes escritores estranjeros que, de paso, han re- suelto afirmativamente aquel problema.

« La raza criolla, dice M. de Sa'nte-Beuve, pareco creada para darse al canto, y á los sueños de la fantasía. » « Resplandeciente de juventud, la Amé- rica debe concebir pensamientos tan nuevos y fla- mantes como ella En aquellas comarcas mi- madas sin tasa por la naturaleza, el pensamiento debe ensancharse á par del espectáculo que ante él se ostenta La América debe permanecer aje- na á toda imitación y solo la cuadra tomar por unía á la observación propia. » De esta manera se ha expresado un historiador francés de la lite- ratura brasílica. Cuando el jenio de águila de Hum- boldt, en su mas reciente y notable producción , examina la parte que ha cabido á la pintura de pai- sagecnlos progresos del estudio de la naturaleza.

lia estampado las siguientes líneas que parecen dic- tadas al pincel del artista por la observación, esta gran reveladora de las verdades : «Existen en la America del sur, (leemos en elKosmos ) populosas ciudades que se alzan hasta cerca de 43 mil pies sobre el nivel del Océano. La vista descubre desdi aquellas alturas toda la variedad de ve jétales que proviene de la diversidad de los climas. Cuanto no debemos esperar de los esfuerzos del arte apli- cados á la naturaleza, cuando desapareciendo la discordia y reinando las institucionos libres se des- pierte en aquellas rej iones el sentimiento del arte! 1 1 pieturá póésit.

VA \ iejo mundo espera las revelaciones del nuevo en los fenómenos de la imajinaeion, del senti- miento y del estilo, yes en este concepto que M. Augusto de Saint-Ililaire, examinando una obra americana de ciencia y de erudición, dijo no ha muchos años : « También ellos ( los hijos de Ani - rica) tienen mucho que enseñarnos. »

Sin mengua de mérito alguno , sin desvirtuar los esfuerzos anteriores espontáneos, ó premedi- tados, para d r color nacional ó indíjena á las producciones de la fantasía, puede asentarse como principio jeneral que, ha ta la época en que apa- recieron las doctrinas y las obras llamadas román- ticas, ese color no ha sido subido ni intencional

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de veras en los poetas sud-americanos. D. Estevati Echeverría es el primero entre los nuestros que emprende la pintura de la fisonomía poética del desierto, colocando en la vasta soledad de la pam- pa dos seres de su invención, seres que al mismo tiempo son reoles por los hábitos, por las escenas en que son actores y por los sentimientos de la so- ciedad que reílejan.

La Cautiva señala una época notable en las letras del Rio de la Plata y establece un punto nuevo de partida á nuestra novel y escasa literatura poética

La marcha que de la poesía española en América liemos tratado de trazar en pocos renglones, es en gran parte la misma que han seguido las produc- ciones de la musa en la parte de nuestro continente que habla y escribe en portugués. Con la diferen- cia única que habiéndose conservado la unidad na- cional en el imperio, no ha habido alli dispersión en la familia de los poetas anteriores á la emanci- pación , formando todos un Parnaso mas numero- so, mas homojeneo y también mas característico.

Santa Rita Duráo que canta las aventuras de Diego Alvarez, el hijo del trueno y dragón de ios mares, pertenece al siglo de Peralta, y su Caramurú puede hacer juego en sus bellezas y lunares con el poema de Lima Fundada, Entre la aparición del Cara- murú en 1781 y la del poema titulado el Uruguay,

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digno de la atención de los lectores argentinos bajo muchos respectos, puede colocarse un gran núme- ro de producciones de la musa brasilera alas cua- les como á las nuestras de aquellos mismos tiem- pos es aplicable el juicio que hace de ellas el ilus- trado autor de la historia de la poesía y de la lengua porlufjuesa, al trente del Parnaso lusitano 1 . « Cierto es ( dice ) que las majestuosas y nuevas escenas deja naturaleza de aquella vasta rejion de- bieran haber dado á sus poetas mas orijinalidad, mas variedad en las imájenes, en la espresion y en destilo. Pero debe tenerse en cuenta para su des- cargo que el espíritu nacional fué apagado en esos injenios por la educación europea : manifiestan como a manera de recelo de mostrarse america- nos; de donde proviene cierta afectación é impro- piedad que desluce sus mejores cualidades. »

Pero donde el sincronismo histórico entre una y otra literatura viene á ponerse de bulto, es cuan- do se personifican en D. Estevan Echeverría, y en el Sr. Magalháes autor del poema cuyo título enca- beza este escrito.

El Sr. Magalháes nació en el suelo pintoresco de Piio Janeiro y recibió una educación literaria apro piada al sano desarrollo de las dotes intelectuales

(1) París 1826.

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que debia á la naturaleza. Los autores que primero manejó, fueron los que en un tiempo no muy dis- tante se apellidaban clásicos como por escarnio. Les poetas é historiadores de aquellas dos fecundas y seductoras literaturas que envueltas en el sudario oscuro de sus muertos idiomas reviven con cada jeneracion , cada vez mas brillantes y mejor com- prendidas, abrieron las puertas de la orijinalidad al Sr. Magalháes. Él no hubiera podido llegar á ser innovador y á señalar nuevas rutas, si no se hu- biese robustecido con el estudio de aquellos maes- tros : ellos enseñan por donde y como se llega á la fuente de toda poesía que es la naturaleza, en las cosas, y en el hombre, en las profundidades del alma y en esa región de los meteoros de la luz y de colores que se llama la fantasía.

EISr. Magalháes apareció como Echeverría cuan- do menos se le esperaba, trayendo como este el sentimiento, el colorido, la melancolía y el perfu- me relijioso que traspiran en las composiciones de Chateaubriand y de Lamartine. El libro con que se hizo notar el Sr. Magalháes titulábase Suspi- ros poéticos e saudades ; portada bien significativa para preparar al hallazgo de las dulces penas y de las nobles esperanzas encerradas en aquellas paji- nas aplaudidas del público y hábilmente aprecia-

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das en su tiempo por escritores de nota como Eva- risto Ferreira y el vizconde de Cayrú. Echeverría denominó consuelos á la primera colección de poe- sías que publicó en 1834. «< líe denominado así estas fugaces melodías de mi lira, decía el autor en una nota, porque ellas divirtieron mi dolor y han sido mi único alivio en dias de amargura. Ellas pin- tan en bosquejo el estado de mi ánimo en una «•poca funesta»... .Los Consuelos eran el canto de la resurrección penosa de una alma que casi había naufragado para siempre. Los Sus, iros Poéticos salvaron a su autor á las puertas ya del sepulcro sembrándole de agradables perspectivas para lo futuro el tiempo de su convalescencia. « Moribundo estaba, dice Magalháes, cuando mis amigos los man- daron imprimir para consolar el último crepús- culo de mi existencia.

Querían adormecerme el alma y volverla á la vida. Lo consiguieron, y este libro fué mi salva- dor, o

VA Sr. Magalháes recobró sus fuerzas para em- plearlas en nuevas y mas serias tareas : escribió varios dramas, el Otijiato, Antonio José, Maza- nielo etc. , y coopero como secretario del ilustre Barón de Cavias á la hábil pacificación de Rio Gran- de, trabajo en que no brilló menos la discreción que la clemencia, únicos remedios heroicos para

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curar las heridas causadas por las armas de her- manos cuando se vuelven unos contra otros por instigación del infierno. Dice a favor del juicio y del carácter del Sr. Magalháes el haber contribuido á que se procediese de una manera jenerosa en una querella de familia. Eso es amoldarse á los conse- jos de la historia, mostrar una política profunda y comprender bien la índole 3e la filosofía que preside á la dirección de los hechos y de las cos- tumbres del siglo. Cuando el Cristo vino a redimir el mundo de las pasiones paganas traia en los dos brazos de su cruz estas palabras : caridad, perdón; palabras que supieron fecundar unos humildes pescadores, pero que no han sido comprendidas por el orgullo de algunos sabios.

El arjentino autor de los Consuelos se vio pre- cisado á abandonar sus bienes de fortuna y su par- al dia siguiente de haberle dotado con la segunda edición de aquellos cantos tan nobles y armonio- sos, y fué á morir prematuramente en tierra es- traña en medio de una lucha civil encarnizada cu o término no podia preveer. Su lira de paz sonó dos veces en el e-tranjero para llorar la sangre ino- cente y la mala estrella de sus compatriotas, en los campos del sur de Buenos-Aires y en la victoria de Oribe, cuyo botín fué la cabeza de Avellaneda presentada oficialmente á Rosas. El último eco que

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escucharon sus oidos no fué el de la voz de sus amigos, casi todos dispersos, sino el del canon del asedio de la nueva Troya. El pasó su vida en esa ardua (arca que consiste según la espresiva idea de un poeta francés en faire un avenir á m lom ' e. Y sin embargo sus restos no descansan al lado de sus padres, sino en un rincón estranjero y olvidado.

Antes de entrar al lijero anális que nos propo- nemos hacer del poema del Sr. Magalháes, quere- mos lijarnos un momento sobre su dedicatoria al emperador.

Nos llama la atención esta dedicatoria, por que al poner un poeta una producción suya en manos de un monarca , necesita para no pasar por lison- jero fundar su predilección en razones que honren «1 autor y al Mecenas. No es el subdito rendido, ni el cortesano de vértebras flexibles quien se inclina con aquella admiración rastrera que lauto afea las pajinas primeras de muchos buenos libros, sino el hombre que halla en el monarca las calidades que exíje para sus amigos. La dedicatoria del Sr. Ma- galháes es la noble acción de un ciudadano lib e pero agradecido y la espresion razonada de ese mismo agradecimiento. Bajo las formas cultas y pulimentadas con el roce social puede haber tanta independen ia democrática como en las declama- ciones de Bruto en la trajedia filosófica. « No es

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la gratitud del individuo, dice el poeta á su sobe- rano, sino el sentimiento patriótico de reconoci- miento por la justicia y clamor d las instituciones libres que distinguen á V. SI. lo qu3 me induce á ofrecerle este trabajo literario. »

Y para que nadie pueda tacharle de inexacto hace la siguente reseña de las conquistas alcanzadas por d Brasil en el terreno fundamental de la civiliza- ción, bajo el ala de la buena índole del monarca. « La instrucción pública propagada y pr< tejida ( añade) , la entera libertad de imprenta, la inde- pendencia de la tribuna y la libertad de los cultos, los puestos públicos abiertos á todos los talentos y capacidades, las trabas del comercio rotas, todos estos grandes bienes y los que de ellos necesaria- mente se derivan, están ahí para presentar al Bra- sil como una nación constituida con arreglo á la dignidad de la naturaleza humana, y conforme al dictamen de la razón ilustrada y déla buena polí- tica, y para dar al mismo tiempo de V. SI. I. una idea al mundo de un principe perfecto, contraído exclusivamente á promover la felicidad de su pue- blo."

Nuestro Echeverría hubiera buscado en vano (en su tiempo) en toda la estension que abarca en Amé- rica el habla española un magistrado protector de

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la instrucción, respetuoso por la dignidad del hom- bre, á quien manifestarle su gratitud de patriota asociando su nombre duradero de poeta al del ■landatario digno de estima y defama. Ilubiérale buscado sin fruto. Por eso en la primera edicioi •le los Consuelos cada composición está dedicada á uno de sus amigos íntimos, su Elvira al Dr. D. José 11. Fonseca; la Cautiva á nadie; el Avellaneda tu- cumano que mejor había pintado el paraiso argen- tino. En la nobleza de sus ideas no cabia sino la indignación contra los mandones voluntariosos ó los indolentes é ignorantes administradores que las pasiones sublevadas ó las nociones torcidas so- bre el uso del derecho de elejir, levantan al poder para remora del verdadero progreso.

Entremos á dar una idea del poema de que nos ramo? apartando.

Acosados de las repetidas invasiones de los lusi- tanos, se confederan los Tamoyos. Estos valien- tes descendían de la raza de los Tupis, pero no va- gaban errantes por los desiertos como los feroces Aimores. Eran los Tamoyos dados á la poesía y al canto, y eslaban persuadidos de que la armonía de sus gargantas les era comunicada por las aguas puras del Carioca. Poetas y músicos, eran altivos al mismo tiempo que tratables. Les diversas tribus

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acertada. Haciendo ptttf i estos dos interesará personages por todos las visicitudes de la guerra y de las modificaciones ocasionadas en torno de ello* |>or la civilización y la relijion cristiana que ade- lanta su conquista, ha logrado mantener cierta unidad de acción deque carecería una obra cuvo carácter es descriptivo y concebido con la idead*» idealizar algunos ra ¡íos aislados de las costumbres primitivas, trazadas sobre el fondo pintón-seo y su- blime de una naturaleza que dejará siempre ateas al pincel mas diestro y a la poesía mejor inspirada. De este modo aumenta también el interés del lector porque es propensión humana tomar ma- yor parte en los dolores individuales que en las ca- tástrofes colectivas por grandes y célebres que sean Jos pueblos ó asociaciones de hombres que las es- ¡«•rimenlen. En medio de las llamas de Troya no distinguirá la posteridad sino á la familia de Pria- ino, y uno de los cuadros mas patéticos de la epo- peya antigua será siempre el que presenta el hijo de Anquises seguidode su esposa y doblado bajo el peso de sus penates.

liemos visto ya quien era Airnbíre; veamos ahora bajo que aspecto senos presenta su querida.

El ejército de los Tamoyos está en marcha: es Ja madrugada. Ujs guerreros sacuden las cabeza»

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emplumadas para espantar al sueño y la pereza, remedando un campo sembrado de osftts -ih.-stres qn.' v<MT-iih-n, pasado el \iento -pie las dobló. Só- brela cumbre de una eminencia, luuazu, contení - plati\a, don «mando en ondas fluctúan! ello,

>c desaparecer á h> lejos aquel ejército al que >an incorporación mi< deudos y á cuyo frente camina Aimbirc Ya trepan una colina, \ nd< n i

¡i | i, tinjiendo los ros á la distancia

arbustos débiles en medio a los robustos troncos de la selva. La melancolía la tiene aprisionado 1 1 corazón. Fulos verdea ramos de un árbol inme- diato, 1 1 r del Brasil, modula can- cionesdeamor y de dulces recuerdos. "Canta, la diee entonces el poeta, canta, virjcn del boOfOO, urjen de ojoi n. gros, b< II I Luazú. Kl canto que desde el alma se levanta al cielo, mitiga i n media - niente las tngostias del eorazon que llora. Aeoni- j>aña al dulce saibá que te convida."

La hija de) desierto prorrumpe en estas ende-

-

Ved me aquí sola de mi padre ausente, ausente del querido bien amado; como tórtola viuda solitaria en desierto arenal su mal llorando.

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acertada. Haciendo pasar á estos dos interesantes personages por todas las visicitudes de la guerra y de las modificaciones ocasionadas en torno de ellos por la civilización y la relijion cristiana que ade- lanta su conquista, ha logrado mantener cierta unidad de acción de que carecería una obra cuvo carácter es descriptivo y concebido con la idea d* idealizar algunos rasgos aislados de las costumbres primitivas, trazadas sobre el fondo pintoresco y su- blime de una naturaleza que dejará siempre atrás al pincel mas diestro y á la poesia mejor inspirada. De este modo aumenta también el interés del lector porque es propensión humana tomar ma- yor parte en los dolores individuales que en las ca- tástrofes colectivas por grandes y célebres que sean los pueblos ó asociaciones de hombres que las es- pe rimen ten. En medio de las llamas de Troya no distinguirá la posteridad sino á la familia de Pria- mo, y uno de los cuadros mas patéticos de la epo- peya antigua será siempre el que presenta el hijo de Anquises seguido de su esposa y doblado bajo el peso de sus penates.

Hemos visto ya quien era Aimbire; veamos ahora bajo que aspecto se nos presenta su querid*.

El ejército de los Tamoyos está en marcha: es la madrugada. Los guerreros sacuden las cabezas

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emplumadas para espantar al sueño y la pereza, remedando un campo sembrado de cañas silvestres que se ergnien, pasado el viento que las dobló. Só- brela cumbre de una eminencia, Iguazú, contem- plativa, derramando en ondas fluctuantes el cabello, desaparecer á lo lejos aquel ejército al que van incorporados sus deudos y á cuyo frente camina Aimbire, Ya trepan una colina, ya descienden á un precipicio, íinjiendo los guerreros á la distancia arbustos débiles en medio á los robustos troncos de la selva. La melancolía la tiene aprisionado el corazón. En los verdes ramos de un árbol inme- diato, el saibá, el ruiseñor del Brasil, modula can- ciones de amor y de dulces recuerdos. "Canta, la dice entonces el poeta, canta, virjen del bosque, vírjen de ojos negros, bella Iguazú. El canto que desde el alma se levanta al cielo, mitiga inmedia- mente las angustias del corazón que llora. Acom- paña al dulce saibá que te convida."

La hija del desierto prorrumpe en estas ende- chas:

Vedme aqui sola de mi padre ausente, ausente del querido bien amado; como tórtola viuda solitaria en desierto arenal su mal llorando.

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Hasta hoy estaba de mi padre al Jado,

Al lado de mi amante ambos huyeron,

Gomo veloces ciervos de la selva: mi dicha pasó ya: soy desgraciada. Los ecos respondieron: ¡desgraciada!

Desgraciada! y aun vivo? ir á la guerra en compaña del padre y del amante, escucharles la voz y acariciarles, y á par de ellos morir, mas me valiera. Y el eco respondió: mas le valiera!

Oh jénios que pobláis grutas y valles, jénios que contestáis á mis acentos, id y al amante murmurad al oido que esta su ausente de tristeza muere. Los ecos repitieron: muere! muere!

Esta última palabra resonó largo tiempo. La joven suspendió su caqto y repitió en voz baja el estribillo de los ecos como si la asaltara algún pre- sentimiento. Enjuga sus negros ojos cansados de llorar; pero vuelven á brotar las lágrimas que le caen como lluvia de p rías sobre el seno tostado, ;.si como gotea abundante la linfa pura déla hen- dida Taboca. El saibá se entristeció al oiría modu - lar quejosas é interrumpidas notas, y como si obe- deciese á un mandato secreto apagó sus trinos. Tal

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vez juzgándose vencido, hizo silencio para aprender nuevas armonias; no pudiendo rivalizar con la voz t de aquella criatura humana. "Quien presume co- nocer bastante observa el poetaj los instintos de semejantes seres y los misterios íntimos de la vida, para alirmar ó negar estas apariencias"?

Parece que en este rasgo tradujese el Sr. Magal- háes aquellos conocidos versos del epilogo de la Cautiva:

Quizá los sueños orillantes De la inquieta íanlasia, Forman coro en la armonía De la invisible creación.

La espedicion de las tribus reunidas de los Ta- moyos, como s ' \<;, comienza bajo la influencia de presentimientos funestos. Nos hemos detenido en ella, porque pone de manifiesto el tinte de melanco- lía y de sensibilidad que constituye el fondo de la pecsia del autor, sin dejar por eso de dar toques cnérjieos á sus demás cuadros en los lugares que lo exig3 el efecto. Por ejemplo; los tamoyos forman un campamento en donde se sirven manjares sil- vestres y licores y se discurre sobre las operaciones militares que deben acometerse y en donde, en fin se alientan reciprocamente á la constancia y al valor

248 por el recuerdo de sus derechos á la voz elocuente de sus caudillos, de sus sacerdotes y vates, entre quienes se distingue Coaquira. Con este motivo se ensaya en imitar los caracteres y elementos de la oratoria primitiva y salvage de los cantos de guerra de que toda tribu americana estaba dotada. aquí esos pasages, y como se desempeña el autor: usamos del verso para acercarnos en lo posible a losefectos rítmicos del orijinal:

Reina el silencio. Coaquira entonces

Sobre una prominencia solevanta Para que le oigan todos y le vean, Y la punta del arco clava en tierra. Un albo vaso de enemigo cráneo De licor espumoso rebosando Lleva al labio, y apui'a: de improviso Sacro fuego devora sus entrañas: Inflámanse sus ojos circuidos De una aureola de sangre; como espinos Sobresu frente críspanse sus canas; Crujen sus dientes, hincha las mejillas, Dilátase su pecho, y se estremece Como á los calofríos de la fiebre.

Plácida resplandece en quieto cielo La luna cuya lumbre baña el rostro

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Con albor macilento al indio vate, Mientras con esa luz contrasta el rojo Resplandecer de las hogueras que arden. Apenas si interrumpe allí el silencio El blando soplo de nocturnas auras Que estremecen las hojas murmurando. Sacro horror de los pechos se apodera De cuantos alli están. Remeda el bardo Fantasma aparecida en un ensueño, ( ) maléfico genio que se antoja En solitaria noche al peregrino.

Despavoridos ojos por el campo Vibra, y después en el cénit los clava. Levanta hacia los cielos ambos brazos

Y con potente voz, ronca, espantosa Entona asi su cántico de guerra:

«Gloria, gloria á Tupan, su voz resuena Desde la choza erguida en la montaña Hasta la oscura cueva délas fieras.

«El cielo es de Tupan, la tierra es nuestra; Con sangre la regaron nuestros padres

Y nos toca morir para vengarlos.

«Fueron nuestros mayores el azote Del terrible aimoré que carne viva Devora, y bebe nada mas que sangre.

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«De qué nos sirve el brazo, el arco y flechas Si el íicro portugués impune huella Nuestra tierra y cautiva nuestros hijos?»

Danza veloz emprenden los Ta moyos En torno de Coaquira repitiendo: «El cielo es de Tupan, la tierra es nuestra »

En nueva inspiración arde la mente Del bardo de la tribu y continua:

«Tal vez es esta noche la postrera Que presencie en algunos de nosotros La luna el inocente pasatiempo.

«Cuando meñana el sol dore el racimo De las palmas del monte, ya marchando Le hemos de saludar todos armados.

«Bebamos y danzemos en compaña De nuestros hijos y mujeres hora, Que solo en guerra es de pensar mañana.

«Tupan es con nosotros! En la sangre enemiga lavemos nuestro oprobio, y que yazcan sus cuerpos insepultos.

"Repudíelos la tierra de su seno; que negros urubús pasten sus miembros; y muera el que piadoso toque á ellos.

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«De heredado valor, ejemplo nuevo demos á nuestros hijos. Muera el flaco que no sepa vengar ;;1 deudo muerto.»

Cesa el Tamoyo trovador y en tierra eae arrobado en éxtasis. En torno de él la tribu se ajita, danza y canta:

«El eielo es de Tupan, la t erra es nuestra La propiedad de estas escenas y su naturalidad saltana la vista. Aquí no hay imitaciones de In- cautos de los bárbaros de uno y otro mundo, poe- tizados por Chateaubriand en los Mártires y en los Xatches. Es una poesía verdaderamente orijinal y americana: sin conocer probablemente la Caulira. el Sr. -M-ignlhaes, ha empleado en su himno guer- rero algunas pinceladas idénticas á las que empleo Echeverría poniendo en boca de un pampa inspi- rado por el licor la valiente estrofa que sigue:

Guerra, guerra yeslerminio al (¿rúnico dominio del huinca; engauosapaz: devore el fuego sus ranchos, que en su vientre los caranchos ceben el pico voriiz.

Hacemos estos paralelos con el objeto de mostrar

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que puede tomar caracteres especiales la poesía en América, esplotando con inteligencia sus verdade- ras fuentes.

Entre las dificultades de la empresa de los Tamo- ros debe contarse el desaliento de los guerreros mismos de quienes se apoderan á veces los senti- mientos supersticiosos inspirados por sus sacerdo- tes. En medio déla noche aparéceseles el Payé tra- yendo en el estremo superior del arco un cráneo blanquecino por cuyas huecas órbitas reboza la luz de la resina ardiendo. Parece una momia anima- da que surjiese del centro de la tierra. Sobre sus huesos descarnados se pega macilenta y rugosa una piel semejante ú la corteza de un tronco añoso. " Huid, Tamoyos mios, les dice, huid. Dejadles las margenes deleitosas de Nitheroy que ellos tanto envidian y en donde pretenden á costa vuestra apa- centar su ocio y levantar ciudades con el trabajo

de vuestros brazos Huid y seréis libres, que

todo es nada en comparación de la libertad. Sacad únicamente de esta tierra, que no puede ya llamarse vuestra, los huesos de vuestros padres para que no los profane el pié de tan feroces enemigos! »

Copiemos del poema otra bellísima escena que servirá para caracterizar los sentimientos de Aim-

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bire. El sol se pone; el héroe acompañado úni- camente cid hermano de su querida lguazú.

¿Adonde van silenciosos uno en pos de otro esos dos bultos de porte agigantado y de tostado cútiz, que parecen al claro de la luna dos junios noctur- nos? siguen la márjen de un rio. Aimbire, en que piensas, le pregunta Parabusú, estamos todavia «listante? Aimbire levanta los ojos a los luceros de la conste'acion de la cruz del Sur, y bajándolos len- tamente: no, le responde, solo nos faltan unos po- cos pasos, llegaremos al salir el sol. Mucho an- tes de la aurora; cuando la luna brille en la mitad del cielo •• ya estamos cerca No oyes un rumor? Si, es el rio que se despeña en cascadas No equivocarás el sitio?— Bien presente le tengo; paré- ceme que estoy viendo todavia á mi anciano padre recostado al tronco de un gran árbol que entre otros mas pequeños se levantad la margen de la < rriente. Existirá aun? No habrá sido devorado por el fuego europeo? Suspira Aimbire y no repli- ca. Reina entre ambos el silencio por algún tiem- po, hasta que Parabusú le pregunta con calma: en que piensas, Aimbire?— Y til? Y ambos á un tiem- po pronuncian el nombre de lguazú. Pensaba en ella, continúa Aimbire; pareciame que la oia, que me llamaba por mi nombre con voz tan ahogada y

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sentida que me llenaba el pecho de pavor y de pena. Y á parecíame, le dice el amigo, que la vcia caer en manos de nuestros fieros enemigos. Calla, Parabusú, ¿que te atreves a decirme? No mas: esos recuerdos me horrorizan. Ah! cuando tendrán fin nuestras desgracias? Mucho hemos sufrido, y el corazón me dice que mucho mas hemos de padecer aun. Que torrente de males han descargado sobre ■osotros esos hombres crueles que nos han puesto en la alternativa de una guerra cruenta ó de una ¿ura esclavitud! Ah! no, tu no sabes lo que es ser esclavo! no ser dueño de si mismo; vivir sin honra, dormir y despertar por voluntad agena; obedecer callando con rostro complacido; sufrir sin quejar- se; comer con lágrimas; trabajar, trabajar al sol, á la lluvia, para que el amo viva abundante y tran- quilo! Ah! no sabes lo que es ser esclavo; yo sí.

Cuando pienso en esto me abrasa la ira

Mi padre; desgraciado! murió en la esclavitud: si vivo es para vengar tamaña infamia, Ellos me la pagarán con un mar de sangre. Asi pudiesen ro- dar sus cadáveres hasta las playas de donde zarpa- ron, que entonces arrojaría al mar sus cadáveres para que llevasen nuevas de nosotros á sus herma - nos y amigos!

Discurriendo de esta manera llegaron á un valle

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cuyo suelo estaba sembrado d ! troncos envejecidos de árboles corpulentos que el hacha y el fuego ba- dián derribado con trabajo para proporcionar al hombre un alimento mezquino. Vn hermoso ya- lai, herido en Ja raja-, cediendo a su p so, caia so- bre el rio formando una puente rústica y peligro- sa. Pasan ambos por ella, Aimbire reconoce el lugar apesar délos multiplicados y empinados ár- boles caidos en tierra. Vaguea con la vista por aquellos troneos jigantes que parecen esqueletos de. una raza titánea respetada por los siglos. Un so- plo de muerte le hiere el pecho anhelante y la sán- grese le agolpa tumultuosa al corazón recela,

teme no hallar lo que basca avanza el paso pol- la márjen del rio, y distingue negrear al resplandor de la luna el bulto inmenso del árbol robusto por- que ansia líelo aquí —exclama; corre, le abraza, le besa y riega con su llanto aquel monumento del bosque á cuyo pié enterrara el vaso tosco de barro que contiene el cuerpo de su padre. Aíánanse á porfía los dos amigos, cavan y desentierran la una. Al verlo, exclama Aimbire enternecido: Oh Cairua'i, ilustre guerrero que después de una vida gloriosa tuviste una vejez tan escasa de fortuna y cerraste los ojos en los dolores del cautiverio. Oh! Cairuzú, padre mió! desde aquella noche en que

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aquí escondí tus huesos la luna que me aclara lo atestigüe" desdeesa noche en que juré. tu venganza, no he descansado un solo dia. De esta tierra ba- ñada con tu llanto, tierra de esclavitud que alimen- ta la codicia de un magnate, vengo a rescatar tu

cuerpo te prepararé otro descanso en aquel

waonte que mira al mar, que tomará tu nombre para eterna memoria y en donde el paso del bár- baro extranjero no haga estremecer tus cenizas. Pero, antes que mis hombres te alejen de este lu- gar daré castigo al cruel que incauto duerme en

estas cercan ias

Efectivamente: eran aquellos los campos que la invasión había convertido en propiedad de Blas Cubas, á quien Aimbire debía sus martirios y los de su padre. El mismo habia sido el ma- tador de su primera esposa, y de su hija primojé- nita. El Tamoyo, ayudado de su amigo incendia los plantíos y embaraza las salidas de la habitación del cristiano con pesados trozos de piedra. El in- cendio y el humo crecen, arden ya los techos. Aimbire como el cazador que espia la fiera, acecha por la ventana que al fin se abre. El bulto de un hombre despavorido se lanza por ella pálido como un fantasma que se despoja del sudario y huye. Aimbire le reconoce y le caza como un demo-

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nio se apodera del alma condenada que le pertenece por un contrato infernal Mírame, Blas Cubas, mírame, conóceme. No quiero que perezcas an- tes que sepas quien se venga de matándote. Aim- liire le hace una larga relación de las crueldades i(ú lusitano con su familia y con sus amigos. Acuér- date, le dice, del pobre Guarativa á quien amar- raste á un árbol á cuyo pié hervía un hormiguero y le azotaste hasta arrancarle la piel con la sangre dejándole en llaga viva. Acuérdate de los supli- cios de aquella victima en cuyas úlceras negreaban enjambres de hormigas que le mordían el cuerpo convulsivo.

1.a vida del vencido tenia un ángel que la custo- diaba, su hija María, que romo una aparición del cielo, cubre con sus desnudos y torneados brazos el cuerpo del padre cuya salvación pide con lágrimas. El Tamoyo, desarma su ira y se deja vencer por los ruegos de la inocencia. Otros héroes mimados por la fortuna, observa aqui él autor, celebrados por altisonantes poetas, no dieran ejemplo de pie- dad semejante en el momento en que blandían el hierro de la venganza.

Los presentimientos de los dos amigos eran de corazones leales. Iguazú habia caido prisionera en manos cristianas y padecía cautiva lejos del

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objeto de su cariño. A par de otras indias compa- ñeras suyas habia tenido que sufrir mal trato y los lascivos atrevimientos, para salir victoriosa de los cuales habia puesto á prueba su egregio valor y su constancia. El poeta echa un velo sobre estas es- cenas, porque como él dice bellisimamente:

No hulla deliite el numen que le inspira

Con hechos que al pudor la faz coloran (p. 227)

Con cuanto dolor supo Aimbire la suerte que le cabia á su prometida, nada menos que cautiva en poder del aborrecido Cubas. Devora el furor den- tro del pecho, como el fuego subterráneo que cal- cina las entrañas de la tierra. La fortaleza de su voluntad contiene la explosión de su ira. Descu- bre á Pindobuzú postrado en el suelo, llorando por su hija querida, reclinada la cabeza sobre el hombro del hijo también aflijido. Entonces da rienda á su cólera: Oh! Pindobuzú exclama, enjuga el llanto, prepárate para una venganza ejemplar, Iguazú será libre, te lo prometo. Con ella te daré en represalias cuantas hijas y espo- sas quieras de esa raza de crueles. Haré correr rios de sangre] y alzaré un monte de cadáveres. Opiparo banquete dispone brazo á los ham- brientos cuervos. Al mar canoas, al mar vole- mos

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Una batalla tieue lugar. En aqual campo halla el ofendido su venganza. Veamos el papel que ha- ce allí Aimbire y como describe el poeta el nuevo encuentro de aquel con Blas Cubas:

Cansado de esparcir muerte y espanto, Aimbire se adelanta, revolviendo Los ojos que el furor en sangre tifie, Busca sus principales enemigos Para verles morir bajo su brazo. "Traidor Tibirizá, donde te escondes Cayubí, (hiñambeba"! asi diciendo Tropieza rota D. Blas. "Kivs tú, infame! Te concedí la vida, h y de tu muerte vienes en busca" Por vengarme vengo, el portugués le replicó; salvaje, esclavo en vi fétido , reconoce, á señor en mi que te castiga. Y al espresarse así descarga yn golpe que en la maza del indio no hizo mella. Mas vigor en la lengua que en el brazo tienes, y es poca gloria arrebatarte la vida .que desprecio y te regalo. Mas, ven conmigo y muéstrame primero en donde está Iguazú, dónde el infame que consumó su rapto y cautiverio." Júzgale descuidado el lusitano

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y con cautela previniendo el arma

le dice con irónica sonrisa:

Quiero ahorrarte la pena de llorarla.

Y yo el infame peso de tu vida,

y con pronta respuesta pronto golpe

aséstale el Tamoyo, retumbando

á un mismo tiempo el golpe, la respuesta

y la caida también del alevoso.

La muerte lenta y cruel que merecías

no me es posible darte ; estoy á prisa ,

dijo el Tamoyo, y en su propia sangre

dejo teñido el cuerpo de Blas Cubas....

Pero no era la victoria alcanzada con sangre la que habia de volver al cacique á la mujer de sus sueños. En éste poema hacen un papel principal los famosos misioneros Nóbrega y Anquieta cuyas intenciones y santidad ofendidas en sus compañe- ros por el autor del Uruguaya, ha vindicado sin afectación el Sr. Magalháes. En tanto que la carni- cería tenia lugar, el segundo de aquellos bene- méritos sacerdotes oraba en el templo humilde y recien levantado como prenda de paz y de cultura en aquellas soledades que hoy forman los bellos y pintorescos alrededores de Rio Janeiro. El santo raron manifiesta en su rostro las señales del extá-

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sis y presta profunda atención como si diese el oido á la voz de algún raensagero misterioso. Cesa el órgano; el ministro de Dios pónese en pié y di ri- jiéndose á Iguazú que estaba en el templo con las mugeres cristianas, tócala el hombro y la dice ; « hija, levántate, ven conmigo. » Absorta la con- currencia ábreles camino y todos se preguntan cu- riosos : ¿dónde irán ?— Marchan silenciosos por las tinieblas ; Iguazú llena de asombro y de incer- tidumbrc : el pié de ambos evita mancharse en la sangre que cubre el suelo. El sacerdote se detiene al fin y esclama ¡Aimbireü Aquella voz parecía resonar en una bóveda armoniosa. Aimbire! Aim- bire ! repite varias veces. El rabioso Tamoyo acude al llamado despavorido y chorreando sangre. Toma á Iguazú ; huye. El indio fascinado vuelve los ojos á su amada, en tanto que desapareciéndose Anquieta súbitamente, repite al ocultarse del todo: huye.

Reflexionando Aimbire sobre mismo, en aque- lla especie de tregua á sus afanes y desgracias, se cree digno de ser feliz y declara ante los suyos que toma á Iguazú por esposa. Esposa solo en el nombre la virjínea flor del bosque estaba todavía en pim- pollo : era preciso esperar la aurora que la diera el perfume y néctar. Los indi s sabían respetar

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severamente á esas impúberes esposas que según sus Usos tenían derecho de elejir. No eran tan bru- tos ni lascivos que cojiesen fuera de sazón los fru- tos del amor. Amaba Aimbire á su tierna esposa como un lirio próximo á abrir su mimoso cáliz á los besos del colibrí-.

Iguazú traia al volver a su tribu inoculadas en el alma las verdades del evanjelio. Su esposo mis- mo no podia resistir á las tentaciones de aquel nuevo misionero cuya palabra llegaba con los ecos simpáticos al fondo de su alma. Así, cuanjo lle- garon Anquieta y Nóbrega á inducir á los Tamo- yos a la paz y á la adopción del evanjelio, con dis- cursos llenos de elocuencia y de unción, vieron que á imitación de la india convertida, todos aque- llos adoradores de Tupan se postraban en el polvo de los desiertos en donde por primera vez; se con- sumaban los misterios del cristianismo.

I^a ambición del conquistador vino á despertar de nuevo en el ánimo de los Tamoyos los resenti- mientos y la inn ;ta inclinación de la independen- cia, burlando los pacíficos esfuerzos de los misio- neros. Las naves de Mendo de presen tanse pre- ñadas de soldados y muerte para echar á los franceses, aliados de los Tamoyos, del pais de Nithcroy y fundar la capital de Rio de Janeiro.

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Aimbire duda nuevamente de la lealtad lusitana* enciéndese otra vez en ira, hace sonar las trompas guerreras y parte con sus parciales al encuentro de los recien llegados. Nada le detiene, ni las obser- vaciones de otros caciques de su raza, ni los peli- gros á que de nuevo pueda esponerse la joven cuya existencia depende ya de su apoyo. Pronto se en- cuentra con sus huestes al pié de la reciente forta- leza : la asedia meses enteros; la lucha es porfia- da ; á los Tamoyos que caen á las balas suceden otros, como olas que crecen unas en pos de otras.

El mismo Mendo de acude al lugar de la lu- cha. Aimbire le reconoce, y levantando los ojos desde el nivel del Océano hasta las montañas su- blimes que dan majestad al golfo, los vuelve hacia los suyos y los fija con detención especial sobre su esposa. Parece que diera el último adiós á tan ca- ros objetos, y la lágrima de dolor que no se mues- tra en sus ojos le cae petrificada y ardiente sobre su corazón. « A las trincheras ! esclama derre- pente; combatir ó morir. » Dice, y se lanza ala pelea No son hombres sino Icones los que ba- tallan ; la sangre espumosa forma lagos. Los ojos de Aimbire parecen dos relámpagos : ensánchasele el alma como el mar al trueno de la artillería. Pa- rece que desafiara al cielo y al infierno, á las balas

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de los arcabuces y á los escombros que vuelan a su derredor. Su esposa, Iguazü , cae á su lado herida de muerte «n el mismo instante en que el enemigo proclama la victoria. Mañana la cruz se alzará so- bre aquel campo perdido para siempre para su* moradores primitivos. Aimbire se detiene pasmado y blandiendo su maza feroz grita con todas sus fuer- zas : Tamoyo soy, y quiero morir libre como le- jitimo Tamoyo. Soy el último de la raza : no daré á mis enemigos la gloria de arrancarme la vida. » Dice, y blandiendo sus armas, por entre contrarios y cadáveres se abre paso al mar y se arroja en sus abismos.

Asi perece con sus amores, sus deudos y su pa- tria el Héctor salvaje de esti epopeya americana.

>"os hemos visto forzados á encerrar en poco es- pacio diez cantos que forman 540 páginas en folio menor, y á no bosquejar mas que la fisonomia des- carnada de dos de sus actores. Hay en el poema, sinembargo, variados é interesantes caracteres, co- mo por ejemplo, el del calvinista francés Ernesto aliado y compañero de armas de los Tamoyos, á quien Aimbire premia con la mano de su hija del primer matrimonio. El sabio Anquieta,

que mundanas pasiones no cobija bajo la capa de Jesús....

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está representado como pudiera estarlo en la his- toria mas severa y sin que el tinto poético aparezca por eso descolorido. Al contrario sobre todos los perfumes de aquellos delici sos bosques y valles se levanta como una columna de incienso, el que ex- hala el alma de aquel varón, impregnando las pá- ginas del libro de una mansedumbre verdadera- mente celestial. Los caracteres, lenguage y hechos de los personages indígenas son bien escojidos, ale- jan por mi novedad característica todo jénero de monotonía y sin embarazarse ni producir oscuri- dad, contribuyen no solo á completar el cuadro de aquella edad y costumbres, sino á desenvolver el plan que es tan sencillo como e) de una leyenda. El arte principal del autor consiste en ocultar bajo la sen- cillez mas depurada, el trabajo y la detenida medi- tación que el desempeño de la composiciou arguye. El Sr. Magalháes conoce la historia de su pais, ha hecho estudios serios de las crónicas y de la natura- leza. No pinta sino con colores americanos. Sus cuadros tienen la orijinalidad de la verdad. En nada se parecen sus indias adornadas de plumas á las ridiculas Atalas y Coras de las litografías euro- peas. El Sr. Magalháes ha hecho gala, á mas, de sus conocimientos en la filosofía relijiosa. Apro- vechando discretamente de la idolatría de los bar-

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liaros, de la creencia disidente délos franceses par- ciales de Coligny que habían llegado a aquellas playas á fundar una Francia antartica, y de la doctrina ca- tólica, profesada por los lusitanos y predicada pol- los misioneros, pone en boca de los caciques, de Anquieta y de Ernesto, instructivos discursos en apoyo de las respectivas creencias de estos, y en los cuales se ventila á veces con novedad la sofistica cuestión planteada por Rousseau sobre si es ó no propicio á la felicidad del individuo el progreso de la cultura social. II1 aquí de que manera el sabio Anquieta comprende la tarea que á él le cabe para la dicha de sus semejantes como moldado pacifico de la conquista :

No, lusitanos !

otra es nuestra misión. La luzde Europa no sus errores difundir debemos en esta tierra santa, hospitalaria, debe al amparo de la cruz sembrarse la justicia y la paz entre los hombres.

Levantemos la cruz, la cruz, del Cristo, Signo de redención que en otro tiempo allá en el capitolio salvó á Roma, cual la arca santa que arrancó al diluvio la prole antigua. De la cruz en torno

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apréndala verdad rstejentio,

y caígales la venda de los ojos,

como en otras edades disipóse

el error de los bárbaros del norte

I ji las obras poéticas, la poesía es todo. Aunque cuanto la constituye pueda caber en una noble prosa como está probado por repetidos ejem- plos, es preciso convenir, sin embargo, en que hay mucho de arte en la poesía y que por con- siguiente ella debe halagar el oido con los soni- dos,— fm que solo se consigue plenamente por medio de la versificación, es decir por el pe- riodo medido y por consonante. Estamos persua- didos de que el Sr Magalháes habría dad > un grado mas de perfección á su poema, si le hubiese com- puesto en estancias regulares, ó en octavas italianas á imitación das Ludadas ó del Curawurú de Duráo. La rima e< una esclava para el que conoce su idioma y tiene imajinacion : solo es estorbo, por dicha, para aquellos versificadores á quienes, según el di- cho epigramático de Horacio, no pueden soporta r ni los postes. La lenta remora del consonante sa- zona, por decirlo asi, al pensamiento que busca una forma definitiva al bregar con ella, saltan chispas de gracia, de novedad y eficacia que el prosador no habría hecho brotar jamás en el camino llano de

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su pluma: Manzoni la ha llamado con razón inspi- ratrice, porque es un verdadero jenio, aunque su- balterno, en el coro de los que inspiran la labor del poeta.

Los escritores que hacen sensación en nuestros países meridionales, no deben apoyar ningún mal ejemplo en literatura, porque hay en nosotros uua lijereza, una laxitud innatas que nos inclinan a bus- car sendas fáciles y á ahorrarnos trabajo mental.

La poesia, que puede considerarse co:r.o el lujo superfluo de la república de las letras, es preciso que se presente siempre, como el oro y la seda, bajo las formas mas acabadas y como fruto de un esmero artístico en consonancia con la preciosidad de la materia primera, si es permitida esta espresion pro- fana. No se crea por esto que carece de armonía, de número ni de entonación el verso libre en que está escrita la Confederación de los Tainoyos. No aceptamos este jénero de versificación por masque Heredia y Basilio de Gama en América, y Quintana y Moratin en Europa, hayan dado bellísimas mues- tras de lo que pueden el talento y el estilo para pro- ducir armonía con instrumentos mal encordados.

Lunares mas visibles que este hemos creído en- contrar en la obra de que nos ocupamos.

Parece que la organización del autor no estuviese

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predispuesta sino para sentir y pintar la voluptuosi- dad perfumada y luminosa de la naturaleza inani- mada. El amor á Dios la patria, se presentan también en el poema con la conveniente exaltación y con todo el calor con que la esperimentan las al- mas de buen temple. Pero el amor humano, el amor entre esos dos seres que desde la tentación del paraíso se dicen al oido palabras que producen in- cendios y que los ata por el mas santo y dulce de los vínculos, ese amor no se muestra en los labios de personage alguno del poema ; dejanuo asi sin pulsar la cuerda á que el corazón del hombre es mas sensible, y malogrando la oca- sión de beber en la fuente inexhausta de la ins- piración mas viva. El casto Virjilio comunicó has ta cier o punto su carácter al pió Eneas ; pero supo revivir en el pecho de la reina de Cartago lus vcsli- yios de la anliyua llama. Es tanto mas sensible este vacio cuanto que aquella pasión, como todas las de- mas que mueven á la humanidad, reviste caracteres especiales y aspectos distintos según el grado de ci- vilización que ocupa en la escala social y según otras influencias que el vate debe tomar en cuenta tanto como el íibiolojista. Que enérgico y orijinal debió ser aquel afecto en hombres que amaban á sus padres y ú la patria con la vehemencia de Aimbire !

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Aimbire ama, es verdad, á Iguazú ; no quiere vivir un momento mas que ella ; pero deseamos conocer como se espresa ria ese amor en el lenguage del de- sierto adornado con las imújenes sujeridas á la pa- sión por los torrentes y las selvas.

El chileno Oha, que hemos citado al principio, no solo salpica su poema con escenas amorosas, sim que interesa con ellas el alma y los sentidos, pintan- do al desnudo las desgracias sin atavio de Fresia, jugueteando con su amante en las aguas corrientes de Arauco sombreadas de enredaderas y propicias al misterio.

La belleza airada y celosa d^ Moema forma uno délos episodios que salvarán del olvido el poema épico de la Conquista de Bakia, escrito por un fraile Agustino.

Las relaciones místic s entre el sai d y la donce- lla son de un efecto esquisito; pero el amor hu- mano se compone, según la espresion de un poeta, no solo de « los delirios del alma sino también de los estremecimientos de la carne. »

Por que condenar á la india brasíliea al cono- cido destino de Átala ? Acaso no santifica la reli- jion los apetitos lejitimos que la naturaleza pone en nuestras entrañas? Hay ausencia completa de la muger en el poema del Sr. Magalháes. Iguazú es

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un pimpollo, una promesa, pero no una esposa. No hay alli como en la Araucana, por ejemplo, madre alguna que arroje el hijo á su cobarde com- pañero ; ni una Glaura, ni una Tcgualda en fuerte hora nacida, « espaciosa de pecho y de dientes en- gastados entino coral » En aquel Edén de poesía no hay una sola Eva.

botaremos también algunas contradicciones en el carácter de Iguazú. En su bella y sentida canción que hemos traducido habla ella del amante querido. ; Habiase despertado en su corazón el sentimiento del amor de esposa cuando no era todavía una mu- ger, cuando todavía , según la poética espresion del autor, no había abierto el broche á los besos del colibrí aquella azucena silvestre ! ¿Sientan bien, por otra parte, las sombras de la melancolía soLre aquella tierna niña, siendo así que las aflicciones de esa dolencia vaga del alma son fruto por lo ge- neral de cierta esperiencia de la vida y del ejercicio déla sensibilidad?

Algo podíamos añadir á esta critica en cuanto al uso de lo maravilloso que el autor ha introducido en la máquina de su poema. El sueño de Jagoan- haro le permite al poeta desenvolver las pajinas de la historia futura de su patria; pero por mas ele- vación que haya logrado dar á la intervención de

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Satanás en las filas opuestas á la cruz, enarbolada ñor los misioneros, no quisiéramos ver allí lo que ho nos parece estemporáneo ni mal traido en las octavas del Tasso, en consideración á la época en que nació la Jerusalem libertada.

Anjel antes de luz, hoy de tenieblas maldito Lucifer ! perdiste el cielo

Todo esto es muy bello. Seria, empero, mas na- tural y no menos poético, poner en el corazón de un europeo influyente las pasiones á las venganzas del ángel caido. El autor de la Araucana dice ter- minantemente que los conquistadores españoles mas que otras gentes, eran

Adúlteros, ladrones, insolentes.

Serian de mejor condición los lusitanos? Con semejantes calidades no podia faltar entre ellos ai- auno que produjese los mismos fines para que sirve la evocación del espíritu malo entre losTamoyos.

Desearíamos también que la erudición del Sr. Magalháes y su menudo conocimiento en las cos- tumbres primitivas de sli pais no lo llevase á refe- rir algunas que son aberraciones de la inocencia y la ignorancia y perjudican al carácter varonil de aquel Has razas. El ejemplo de ternura conyugal tal cua-

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se lee 011 Ja pajina 09 del poema, no nos sensibi- liza ni le (Termos un rasgo noble

Si cuando las mujeres de nuestros queraitdies se entraban con sus recién nacidos á las aguas del Plata , hubiesen ocupado sus varones el lugar que dejaban en el hamaca, no esperimenlariamos por ellos profunda simpatía, ni les ofreceríamos (como lo hacemos ahora a la juventud bonarense como dignos de la resurrección que sabe dar el injenio á los pueblos estío los que solo viven en los anales de la historia.

El Sr. Magalhaes ha hecho con su poema un ser- vicio á las letras americanas, dando una prueba mas, entre las poquísimas gufi existen, de la posi- bilidad que hay de interesar el sentimiento y la imajinacion con nuestras crónicas primitivas, dán- dolas por fondo las peculiaridades de nuestra es- plendida naturaleza. Es por esta razón que hemos escrito la presente noticia , sintiendo no haber contraído á ella mayor estudio y meditación. El Sr. Magalhaes puede con mas razón que su compatriota el autor del poema Iraguay, decir al suyo : ; serás leído l Eo será en todas partes. Para sus paisanos será no solamente un poema sino una buena acción.

Bajo estos dos aspectos recomendarnos también su lectura á la jeneracion joven de Buenos Aires

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que hoy se prepara para ilustrarlo en un dia pró- ximo con las producciones de su espíritu privilo- jiado.

EL D, D. TEODORO 31. VILAttDEBO.

Gomo si estuviese dotnda de un instinto ínfer- nal de dominación , la fiebre pestilente acaba de conseguir victoria sobre uno de sus mas denoda- dos é intelijentes adversarios. El jeneroso orgullo del que se consideraba fuerte por la ciencia, ha sido castigado por !a mano misteriosa de la naturaleza. El I)r. Yilardebó ha muerto de la fiebre amarilla en la noche del Sábado al Domingo 2í) de Marzo último, á la cabecera de los enfermos, esforzán- dose por tranquilizar los ánimos aterrados por la secreta y rápida circulación de la muerte, como es- pira gloriosamente el guerrero al pié de su ban- dera.

En medio del silencio egoísta que se apodera de las poblaciones azotadas por la peste, no han faltado en Montevideo ecos que repitan el dolor especial causado por la muerte de aquel hombre distinguido.

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El Dr. Yilardebó habría sido estimado en cual- quier pai te del mundo por sus luces, por su noble carácter, por su constante devoción á las ciencias y al estudio ; pero en esta parte de América donde tan pocos de sus hijos se consagran por puro amor, por irresistible vocación al cultivo de los conoci- mientos recónditos que tienen por base la obser- vación y cálculo, era una especie de escepcion v un objeto de orgullo para les hombres de su propio orijen.

Nosotros i:o podemos hacer una biografía de la noble víctima. Hemos estado privados por largos años de su agradable trato y de sus instructivas conversaciones. jNo estamos iniciados en la marcha de su espíritu desde el año ¿845, ni de sus proyec- tos científicos, ni de los trabajos á que ha sabido consagrarse después de aquella época, aparte del ejercicio de su profesión de médico. El Dr. Yilar- debó, bajo aquellas formas sociales y amables con que aparecía revestido en público, ocultaba la se- vera y elevada rejion en que se mantenían sus ideas constantemente. Sn silencioso gabinete era el oasis de sus sueños en ese arenal que atravesaba como médico en las horas de su práctica de cada dia.

El Dr. Yilardebó comenzó sus estudios mayores en la Universidad de Cervera. Creyendo que su vo-

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cacion le llamaba á consagrarse á las matemáti- cas, hubo de dedicarse á ellas esclusiv amenté, y auo fué invitado para rejentaralli una cátedra de cálculo trascendente. Otra era la profesión á que su destino le llevaba. De España pasó á Francia para dedicarse á la medicina y fué discípulo de la escuela de Paris hasta recibir en ella su diploma conquis- tado con un trabajo asiduo, una conducta ejem- plar y lucidos actos cientiGcos, de cuyo mérito pue- de dar testimonio la notable tesis que leyó para recibir el grado de Doctor en la famosa Universidad de aquella capital. Al frente de esa tesis habia es- crito con ternura el nombre de su padre, pensan- do al escribirle en los servicios próximos que iba á ofrecer á su querida patria después de una larga ausencia y de muchos desvelos.

La fama de su mérito se adelantó á él en Amé- rica. Poco antes de partir para Montevideo, ha- bia sido elejido para componer una comisión de distinguidos profesores franceses encargados ofi- cialmente de estudiar en el >'orte de Europa el ca- rácter y los síntomas del cólera en sus primeras invasiones en aquella parte del mundo.

Esto era por los años 1830 y tantos : estaba en- tonces en la plenitud á¿ su robustez y de su fuer/a: su estatura era alta, su semblante simpático, sus

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modales benévolos y cultos, y su palabra pura y perfectamente acentuada no dejaba nunca traslu- cir <pie poseía fundamentalmente muebos idiomas estranjeros, porque habia cultivado con preferencia el que amaba y respetaba como heredado de sus padres. No nos engaña la afición de amigos. Pode- mos citar un ejemplo práctico del encanto de la conversación intima del Dr Vilardebó, con tal que ella se contrajera á materias científicas y graves. A las oraciones de una tarde del verano de 1841 se reclinó nuestro amigo en una hamaca corren - tina, colgada á las paredes de nuestra habitación. Era la primera vez que descansaba el cuerpo sobre las redes de aquel lecho americano, y las obser- vaciones que hizo con este motivo nos autoriza- ron para decirle : « Querido Doctor : haga V. de cuenta que se encuentra V. en este momento en las soledades primitivas de Nueva Granada y que ha hallado V. allí como A. Humboldt á aquel pobre americano del Pozo, sediento de los raudales de la ciencia europea, que el sabio viajero describe con tanta admiración en una de sus obras. Iíábleme Y. de Paris, del Paris intelectual que Y. conoce tanto, <'e los profesores que allí se distinguen, de las teo- rías científicas á la moda, y de las verdades incon- cusa- que la observación ha arrancado del avaro

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seña de la naturaleza. » Con qué modestia y con cuanta gracia, comenzando por la parte pintonera de las costu ml)res de las escuelas francesas, fué re- montando hasta la parte ardua y elevada á que le con- vidábamos;'» subir! El sol del dia siguien te bañábalas azoteasdela'blanca y rizueña Monten ideo, cuando nos despedíamos después de haber pasado una noche (í//. ra, como él decía, inolvidable para nosotros. Seria- mos incapaces de reproducirlo que dijeron de bunio y de interesante los labios que hoy están para'siem- pre mudos. Pero un biógrafo del lamoso fisico, M. Ampere, hablando del inmenso saber de este pro- fesor, ha descripto con una rara lidelidad el cua- dro que acabamos de dibujar con vagos perfiles. « Habló (rere horas con una lucidez no interru a- pida : y como el mundo es infinito, y todo en él se encadena, y Ampere le conocia zona por zona y de un circulo al otro, sus palabras corrían sin cesar: si el cansancio no le hubiese detenido, creo que aun continuaria. ¡ Oh ciencia! Esta \ez habíais puesto bien ú descubierto el puro, bullente y sagrado ma- i.antial de tus verdades ! »

Ocupaba mucho alSr. Yilnrdebó la idea de hacer un estudio formal de la historia política y natural del pais de su nacimiento. V como la historia civil del territori ) oriental está ligada desde la conquista

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Ú la jeneral del antiguo Yireinato del Rio do la Pia- se estcridian á todo él sus investigaciones Llegó á reunir muchos é importantes mapas, planos par- ciales y documentos escritos para servir á sus mi- ras, y aun redactó unas décadas que, mas que un trabajo histórico completo, eran un cuadro erono- iójico de acontecimientos y descubrimientos espli- cados con los preciosos materiales que había sis- temado laboriosamente. El estudio de las razas ex- tintas de la grau familia guaranítica que habían poblado las tierras comprendidas entre el Uruguay y el Plata, habíale llamado su atención con prefe- rencia, y deben existir entre sus papeles apuntes útiles sobre esta interesante materia y en especial sobre el carácter, hechos y costumbres de aquellos lamosos charrúas que fueron rebeldes per siglos á la espada la doctrina déla civilización. Cree- mos que los primeros pasos que se dieron en Mon- tevideo para formar una asociación de personas, que se contrajesen á la jeograüa y á la historia pa- tria, fueron dados por el Sr. Yilardebó. Esta idea se realizó mas tarde, quedando hasta ahora en es- tado dejérmen, como quedan siempre entre noso- tros las ideas de esta raturaleza.

El segundo viaje que emprendió a Europa el Sr. Yilardebó debió tener por objeto, si no estamos

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mal informados, el perfeccionar sus conocimien- tos púa realizar sus escursiones científicas en el territorio oriental. Al ocuparse déla geografía prác- tica, al estudiar la geolojia especial de aquel suelo, advertió que las nociones generales que poseía so- bre estos ramos no eran suficientes para llegará la perfección á que íispiraba, y para responderá las exijencias que liene en la actualidad el mundo científico. Adelantado ya en la vida, pudiendo go- zar de la independencia que ya liaba conquistado, se resignó por amor patrio y por devoción al es- tudio, á volver á la humilde condición de discípu- lo, interrogándolos sabios especiales y sentándose en los bancos del aula como en los años de su pri- mera juventud. El aspiraba á determinar astro- nómicamente los puntos principales que habían úc servirle de base para formar en seguida la red tri- gonométrica de su cartas, asi como aspiraba con este segundo objeto á perfeccionarse en el manejo de los instrumento jeodésicos. En el estudio de ios minerales, y de la formación de los terrenos, en la clasificación délos abundantes restos fósiles que en esos mismos terrenos están como incrus- tados desde las épocas antediluvianas, aspiraba igualmente á presentarse digno de los jeól gos y de los paleontógrafos mas acreditados. Es lástima

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que las inquietudes políticas y otras causas de desa- liento que militan en América para esterilizar los mejores propósitos, hayan detenido al Sr. Yilar- debó en esfe camino tan honroso como útil. Su espíritu debe haber padecido mucho con los obs- táculos que encontró invencibles para la prosecu- ción de sus miras, pues hemos sido testigos de la satisfacción con que decia hablando de la firme re- solución que tenia de entregarse á ese género de trabajos ; « Para quien desea formarse un nombre en la carrera científica, nada es tan penoso como Ja indecisión del rumbo que haya de seguir. Yo le he hallado ya. Mi ocupación en adelante será el estudio de la naturalez ; y de la historia civil de mi pais. » %• La muerte lo ha sorprendido sin haber satisfecho tan laudable ambición. Lsta es la historia del hombre.

Lo repetimos, el espíritu y el carácter del Dr. Vi- lardebó eran serios y reflexivos. El profesaba prin- cipio de que no se puede e creer en la vida mas que un sacerdocio, y que los ocios del medico son la meditación y el estudio. El profesaba también la máxima de Plinio el viejo : para él> v vir era ¡W.r. Si las cuestiones de la política intestina de su país no le eran indiferentes por la relación que tienen con la felicidad pública, nunca quiso

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tomar una parte activa en ellas, dejando la ¡ostión de los negocios de estado á cabezas mas audaces ó á personas mas presumidas de entender la táctica de los movimientos gubernativos. El era uno de esos pocos hoibfcres con que contamos en estos paises para que se coloquen ú la cabeza de la falanje científica que es preciso organizar alguna vez para sacar de la pereza en que yacen las fuerzas de la naturaleza y devolverlas activas á las necesidades de un pais que se desarrolla como un niño bien constituido, ú pasos de gigante.

Si hay un consuelo para los amigos del Dr. Vi- lardebó al verle detenido en la vida, no por el can- sancio de los años sino por el veneno traidor de una epidemia inesperada, es sin duda la idea de <pie lia sucumbido en el lugar de honra á donde le llamaban sus deberes. La actitud del médico que sucumbe al mal que en aquel momento combate. es mas modesta, pero no menos meritoria que la del soldado que la vida en su puesto. Nosotros, sin embargo, colocamos al Sr. Vilardebó masar- riba de los héroes de espada, dándole el lugar que merece entre los hombres sabios y rectos que se sacrifican por la humanidad. Tenemos á la vista la carta de un digno y respetable europeo que ha tra- tado al Dr. Vilardebó hasta sus últimos instante- i

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do ella estractamos las siguientes palabras ; «< Estoy eonveneido por csperiencia propia de que hay al- mas tan nobles y sublimes en el seno de las civili- zaciones jóvenes, como en el de las antiguas. Vi- lardebó me recordará siempre la verdad de este principio, que para mi es sin contradicción. »

Quien conoce el mérito moral é intelectual de la persona que escribe estas palabras, sabe que ellas son el mayor elojio que se puede escribir sobre el sepulcro del amigo malogrado á quien deseamos paz.

HONORES FUEBRES

Ll Domingo alus 11 déla andaba íueron lleva- dos al Cementerio del Norte los restos mortales del Dr. O. Yieente López.

Seguía al ataúd una larga fila de carruages cori- dueiendo lo mas distinguido de esta sociedad, que espontáneamente acudía ;'i rendir el último tributo de respeto ó de amistad al ilustre tinado.

Terminadas las preces religiosas el Dr. D. Juan Marta Gutiérrez pronunció sobre la tumba el bello j sentido discurso que insertamos en seguida. El Sr. D. Mariano Várela dijo en seguida algunas pa- labras muy oportunas, y otro caballero tomó tam- bién la patatar* para liacer el elojio del varón justo que después de tantos servicios á la Patria, ha ido á descansar en el seno de su Creador.

(Ll Orden del 14 de Octubre de 1856.)

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PRONUNCIADO TOR EL DR. D. JüAN M. GUTIÉRREZ, Eli EL SEPULCRO DEL

Doctor Don Vicente López.

Señor esll

La muerte no ha completado su triunfo sobre el hombre qu? aquí yace. La tierra ha eaido sobre sus restos, pero no el olvido. Las jeneraciones ar- gentinas al sucederse unas á otras,- trasmitirán á la Mías remota posteridad el nombre, las virtudes, el patriotismo y el claro talento del Sr. Dr. D. Ticen le Ix>pez y Planes.

El que narrase la vida tan llena y completa de es- te varón benemérito, baria á la vez la historia labo- riosa de nuestra patria desde los primeros años de este siglo. El fué uno de esos^ seres privilejiados que recibieron de la Providencia las dotes necesarias para emprender la obra de la rejeneraeion de Amé- rica. El pertenece á esa jeneracion denodada que en los campos de batalla, en las asambleas, en los consejos del gobierno, por medio de la acción y de la palabra, estaba destinada por Dios para transfor- mar una colonia en una nación independiente.

En diferentes climas de este mundo, mi corazón

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se conmovió siempre, (como el corazón de un hijo cuando una de esas almas bien templadas remonta- ba al cielo. En este momento yo lamento la pérdi- de de uno de los padres de mi patria y también de mi inteligencia. A este último titulo, escusadine. señores, si ante esos labios elocuentes que ha enmu- decido el sueño eterno, se atreven á abrirse los inios. Yo no soy capaz ni siquiera de comprender todo el valor moral de ese republicano según el fvangelio; de ese justo acrisolado por la íilosolki; deesa cabeza escojida é indagadora que tras las hue- llas deiSeWton sabia seguir el curso de los astros, y cantar inspirado como V. . Luis de León sus mis- terios y sus armonías reveladas por el sentimiento de lo intinito.

Señores, somos argentinos: somos hombres de amor, de sentimiento y de entusiasmo. Estas mag- nilicas cualidades hervían ardientes en el alma del Dr. López: él fué nuestro compatriota por escele n- cia. Nuestro amor debe derramarse á torrentes sobre su tumba como nuestras lágrimas.

I*\s fuerzas morales tuvieron para él en las difl- eultades de la vida, dos fuertes columnas de apoyo la relijion de sus padres y la relijiou de la Patria.

Le habéis conocido, Señores: Aquel manso filó- sofo, cu\a palabra escojidu, mesurada, armoniosa,

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acariciaba amorosamente ei oido de quien la escu- chaba: aquel cristiano que amaba al prójimo como asi mismo: aquel hombre de paz que estudió por iu- clinacion la ciencia de distribuirla justicia. ese mismo fti rrero intrépido y audaz cuando el

peligro de la patria puso una espada en sus manos de ciudadano. Las insignias de maestro en leyes. le fueron colocadas en la Universidad de Chuquisa- ca sobre el uniforme de capitán de Patricios con que se habia distinguido en las famosas acciones de guerra de 1806 y 1807. en las calles y suburbios vk- la ciudad que tanto amó-

Bautizado por los peligros en la religión de ¡a gloría, la gloria estará siempre desvelada sobre su tumba.

El Dr. López fué una de esas criaturas á quienes Dios tanto ama, que las identifica con su patria, dándoles un instante de inspiración para que en el reasuman y den forma al instinto característico de esa raísma patria en toda su prolongada duración.

La noble igualdad de la democracia: el presenti- miento de la realidad de la independencia en el al- bor de la lucha que habia de conquistarla: la en la libertad, todas estas aspiraciones realizades mas tarde á fuerza de sangre y de heroísmo, él las impu- so como de á su pueblo y al mundo, desde los

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primeros días de nuestra revolución en licas estrofas de la marcha nacional argentina. Himno sagrado que repetímos en las glandes con- memoraciones patrias, puestos en pié y con la cabe- za descubierta por respeto á la santidad de los con- ceptos y á la sangre de nuestros mártires: ¿Cuán- t< i no habrá contribuido á alentar el esfuerzo de nuestros viejos soldados desde las márjenes del Pla- ta hasta los torrentes del Ecuador? Vosotros, se- ñores, conocéis las emociones que en la niñez y en la edad madura produce en todo pecho argentino e>e himno para nosotros inmortal. Yo be com- prendido todo su poder y toda so influencia cuan- do me he sentado á la orilla del Maipú y á las faldas del Pichincha. El agua que corría, la brisa que pa- saba por mis cabellos, me traia los versos patrios del poeta como si saliesen de las tumbas de nues- tros guerreros que pelearon allí por la libertad de dos repúblicas hermanas. Áh! señores, el molde en donde se vaciaron tan sublimes y armoniosos pensamientos tiene ya en esa fría tierra la almoha- da de la noche sin día siguiente.

Ah! y cuan sin vanidad era en medio de una do- ria tan envidiable! El premio de merecerla, con- sistia, para él, por bendición del cielo, en encon- trarse estimulado para obrar bien, para amar mas,

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ÍNDICE

Adiós

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Pif.

S

Biografié.

D. Bernardino Rivadavia j ,~

« José Antonio Miralla <).*;

« Hipólito Vieites 111

« Juan Ignacio Gorriti 117

« Julián Navarro 120

« Francisco Javier Iturri 121

« Pantaleon Rivarola. |J3

« Pantaleon Garcia 124

« Ramón Diaz 125

José Rivera Indarte. 128

Patricio de Basabilbaso 130

Cayetano José Rodríguez 131

« Bernardo Monteagudo 138

Manuel José de I^abarden 115

ti: »i: EitiMiiM.

DICE.

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3,

carré

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226— "

8,

lógica

loriga

270— "

9,

desgracias

gracias.

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