de UE E E q ¿ : IIA DY , SO ñ EPIA LEA VITA PILA PAPI € AAA A AITANA A A AS CANINA PIS AAA A > a + pl A PAT e is pr . > A AA E E MA ARAS CA AS E pct alas £ Ñ > iS > E y A e E AS Smithsonian Institution ¡brartes Alexander Wetmore 1946 Sixth Secretary 1 953 . “¿AVES DE RAPIÑA | Y SU CAZA: - DUQUE DE MEDINACELI PMA AVES DE RAPIÑA Y SU CAZA, Ilustraciones de D. A. Cabrera. > ( (a EDICION Bn iy" 1 Blass, S. A. - Madrid, - Núñez de Balboa, 25. E MEU AS A A Yi WN MM N 1 ALAS h INTRODUCCION Llámanse aves en general a aquellos vertebrados de sangre caliente y reproducción ovípara, con el cuerpo recubierto de plumas y con extremidades torácicas dis- puestas para el vuelo. Las aves se dividen en siete órdenes, a saber: Aves de rapiña; Trepadoras; Pájaros; Palomas; Ga- lIlináceas; Zancudas o aves de ribera, y Palmípedas. En este trabajo sólo me limitaré al estudio de las aves de rapiña, y aun dentro de éstas, a las que en Es- paña pueden encontrarse, no mencionando más que de paso aquellas que accidental o casualmente se presentan, y deteniéndome menos en las que por mí mismo y por mi propia información no hayan podido ser observadas. No es, pues, esta obra completa en el sentido cientí- fico de la palabra; sería mucha pretensión de mi parte, principalmente por existir libros escritos por verdaderas autoridades en la materia, clasificadores eminentísimos como los hay en nuestro país. Además he de decir que, más modesto en mis aspiraciones, sólo he de tratar de vulgarizar, por decirlo así, el estudio de estas aves. Será, pues, este trabajo el de un aficionado al campo, el de a un cazador que se dirige a cuantos comparten sus gus- tos. He de procurar amenizar, en lo posible, con anéc- dotas, notas salientes, sucedidos, etc., el estudio particu- lar de cada ave y sus costumbres, con el fin de que siem- pre quede para cada especie algo que, por ser esencial- mente distinto de las otras, se grabe más en la memoria del lector y no pueda olvidarse fácilmente. Como se ve, lo único que quiero es que la lectura de este libro no resulte demasiado pesada, y así la genera- lidad de los lectores podrán adquirir algunas nociones acerca de las aves que con tanta frecuencia ven en el campo los que son cazadores, aprendiendo a distinguir- las al mismo tiempo que a apreciar el ejemplar de valor que maten, cosa que a muy pocos sucede. Si consigo que lean este trabajo y que no lo tiren al fuego demasia- do pronto, habré logrado el fin que me proponía. CAPITULO I Las aves de rapiña. Llámanse aves de rapiña aquellas cuya alimentación es esencialmente carnívora. Tanto la forma de su pico ganchudo y poderoso, como sus patas, que generalmente se llaman garras, provistas de aceradas uñas, les facili- tan el despedazar la carne con que se alimentan, y el vuelo poderoso y sostenido de que están dotadas les permite recorrer grandes distancias en busca de su presa y desarrollar gran velocidad para apoderarse de ella. Las aves rapaces pueden comprenderse en dos gru- pos o subórdenes: las diurnas y las nocturnas. Difieren entre sí, en primer lugar, por sus costumbres, pues, como lo indica su nombre, las unas salen de día y reposan de noche, cuando las otras hacen todo lo contrario. Tam- bién se distinguen estos dos grupos en su conformación, _pues mientras que las rapaces diurnas tienen los ojos colocados a los lados de la cabeza, los dedos desnudos y las plumas rígidas, las nocturnas, por el contrario, tienen los ojos dirigidos hacia adelante, o sea en la parte anterior de la cabeza; dedos cubiertos de plumas o pe- los hasta la misma base de las uñas, y las plumas que po O recubren el cuerpo sedosas y algodonosas, es decir, flo- jas, lo cual les permite volar sin ser oídas de noche, sor- prendiendo así su presa con más facilidad. Las aves de rapiña diurnas se dividen en dos grandes familias, a saber: las Vultúridas y las Falcónidas. Al- gunos autores añaden a éstas otra tercera, que llaman las Gypaetidas, representada únicamente por una sola especie, que es el quebrantahuesos o gypaeto (Gypáetus barbatus); pero realmente, para mayor claridad, puede muy bien considerársele como una transición entre las dos grandes familias antes citadas, pues participa de los caracteres de ambas, aunque con costumbres más pa- recidas a las vultúridas, por lo cual dentro de esta fa- milia la estudiaremos. Las rapaces nocturnas están todas comprendidas en una sola familia llamada Str3gidas. Cuando hayamos estudiado una a una en este libro todas las aves de rapiña propiamente dichas, me ocupa- ré de otras aves que, si bien no son del orden de las rapa- ces, pues están comprendidas en el de los pájaros, por sus costumbres semejan mucho a aquéllas y con fre- cuencia atacan a otros animales para apoderarse de ellos y devorarlos. Son estas aves las de la familia de las la- niidas, o sea alcaudones y las córvidas (cuervos, urracas, arrendajos, etc.). CAPITULO II Las aves de rapiña diurnas. Las Vultúridas. Las vultúridas o buitres son unas aves carnívoras que se alimentan casi exclusivamente de carne muerta y en descomposición muchas veces. Gustan de los cadá- veres de los animales, así como de los humanos, y los cuadros que nos representan estas aves devorando los cuerpos de los soldados muertos después de una batalla no son meras fantasías de los pintores, sino reproduc- ción de lo que en la realidad sucede o puede suceder. Hay en Bombay (India inglesa) una secta que se llama de los Parsis, que no entierran sus muertos. Los llevan a un recinto amurallado en las afueras de la ciu- dad, parecido por su forma circular a una torre de 30 a 40 metros de diámetro y sin tejado de ninguna clase, que llaman la Torre del Silencio. Allí colocan a los muer- tos en el centro del recinto. Apenas se ha retirado la gente, una bandada de buitres, que permanecen cons- tantemente posados sobre aquellas paredes, se abalan- zan sobre el cadáver del desgraciado y en poco tiempo no dejan nada de él. Esa es toda la inhumación que ha- cen sus correligionarios con los que profesan tan extraña religión. Los buitres están dotados de una vista maravillosa, descubriendo a grandes distancias la existencia de los restos de algún ser. Esto explica que apenas se ha ma- tado un bicho cualquiera de algún tamaño se vean bul- tres describiendo círculos en el aire, cuando momentos antes no había ninguno, lo cual sólo puede atribuirse a la excelente vista que tienen, pues éstas, como todas las aves en general, tienen el sentido del olfato muy poco desarrollado. Están caracterizadas las vultúridas por tener el pico encorvado solamente en la punta, la cabeza y el cueilo desnudos de plumas en dos de las especies (el buitre ne- gro y el leonado) y solamente media cabeza desnuda en el alimoche. El quebrantahuesos no presenta esta pro- piedad, estando cubierto todo él de plumas. Las alas de estas aves son anchas, redondeadas, y los pies muy fuer- tes, aunque las uñas poco aceradas denotan perfecta- mente en estas aves no están hechas para apoderarse de presas vivas. Son de todas las aves que pueblan nues- tra Península las mayores, excepción hecha del alimo- che. Bastante comunes en España, las vultúridas están representadas por tres especies: el buitre negro, el pardo y el alimoche. BUITRE NEGRO (VULTUR MONACHUS) El buitre negro. (Vultur monachus.) DESCRIPCIÓN El buitre negro, llamado también buitre monje por tener unas plumas muy suaves que rodean su cabeza, pasan detrás de la nuca y forman como una especie de capucha, es quizás (y así lo consideraba Buffon) la ma- yor de todas las aves europeas, pues llega a medir 1,30 metros de alto, y su anchura de alas oscila entre 2,40 y 2,75 metros. Yo he visto uno que tenía 3 metros. Como se verá, esta ave viene a ser casi tan grande como el cóndor de los Andes. Su plumaje es de color castaño obscuro grisáceo, uniforme; los ojos, castaños; el pico, largo, fuerte, derecho hasta la punta, en que es muy ganchudo, y el cuello, desprovisto de plumas o con sólo una pelusilla. Tiene reflejos de un azulado sucio, como la cera del pico; las patas, blancuzcas, con reflejos tam- bién violáceos, y la cola redondeada. COSTUMBRES Este buitre se diferencia, además de por el color por sus costumbres, del buitre leonado. Siempre son menos comunes los buitres negros que los leonados; pero, no obstante, se los encuentra juntos con frecuencia, y, me- nos sociables que aquéllos, rara vez se ven más de cuatro o cinco individuos de esta especie, mientras que los leo- nados constituyen a veces verdaderas colonias. Más es- crupulosos que las otras vultúridas, prefieren la carne de los animales muertos a los intestinos, que desprecian siempre que el hambre no les obliga a comerlos a falta de otra cosa. Dotados de una gran potencia digestiva, tragan hasta los huesos. A pesar de comer carnes muertas, los buitres en algunas regiones se alimentan de presas vivas. Esto sucede en Transilvania, o sea en el bajo curso del Danubio, y sobre todo en los Alpes franceses, donde per- siguen a los agnados trashumantes, devorando, no sólo las ovejas que mueren de cansancio, sino las que por en- fermas se quedan rezagadas y las que se extravían en la montaña. Su poderosa vista les permite acudir desde distancias verdaderamente increíbles al sitio donde per- ciben algo que puede servirles de alimento. Por eso en esta región de los Alpes franceses el número de buitres negros aumenta considerablemente, pues, con los buitres como en todos los animales en general, la abundancia de alimento se traduce en una reproducción más prolífica. Este buitre negro anida casi siempre en los árboles, mientras que el buitre leonado lo hace en las rocas. En- cuéntranse en pares, siendo rarísimo verlos en pequeñas colonias. El nido que, como he dicho, está construído toscamente con ramas de todos los tamaños, contiene generalmente un solo huevo (muy rara vez dos), más pequeño que los del buitre leonado. La cría que nace es de aspecto repugnante y está cubierta de una especie de pelusa. Unicamente a los cuatro meses empieza a aprender a volar. No parecen muy celosas estas aves de defender su progenie, pues si alguien se acerca al nido sa- len huyendo, contentándose con describir grandes círculos alrededor del árbol donde está el nido, pero siempre a distancia respetable. El buitre negro vive muy bien y mucho tiempo en cautiverio, y admite dentro de su jaula la presencia de otros animales vivos, como patos, cuervos y hasta lie- bres, y aunque se le deje sin comer varios días, no les causará el menor daño. En cambio, si estos animales se matan y se le dan, los comerá en cuanto se haya asegu- rado de que están realmente muertos. Lo mismo le da que se le den bichos muertos aún calientes que en estado de putrefacción, prefiriendo los mamíferos a las aves; pero lo que no come, aun cuando se vea acosado por el hambre, son los peces. Le gusta que se le ponga en su jaula agua para bañarse, y su gran fortaleza aguanta los cambios más bruscos de temperatura sin sufrir altera- ción alguna su salud. En la antigua Roma, era considerado el buitre como una de las cinco especies de aves que anunciaban el por- venir. Eran las otras cuatro el ratonero, el pigargo, el alimoche, y el águila. Generalmente era el buitre ave de mal agiero, y cuando los soldados, antes de una bata- lla, los veían volar sobre el campamento, consideraban la derrota como segura. Sin embargo, existió en los tiem- pos primitivos de Roma la creencia de que cuando se veían doce buitres, era señal de que se verían realizadas las esperanzas y puestos en práctica los proyectos con- cebidos. Así, por ejemplo, cuando Rómulo y Remo dis- cutían el sitio en que habían de construir la Ciudad de Roma, consultaron el presagio de los augurios para re- solver la cuestión, y Remo vió sólo seis buitres, mientras que su hermano vió doce, por lo cual se decidió escuchar a éste. | Augusto decidió fundar el Imperio Romano cuando, al dirigir en el campo de Marte la palabra a sus soldados, vió doce buitres volando. CAZA Para cazar el buitre negro sólo se requiere hacer un puesto con ramaje y muy disimulado y meterse en él, colocando previamente un animal muerto. Lo que sí se deberá procurar es usar un plomo gordo, pues la mucha pluma de los buitres, haciendo el efecto de una coraza, detiene los perdigones menudos, y puede ocurrir que se vayan heridos y no se cobren. Sólo exige un poco de pa- ciencia esta caza, además de que el cazador esté bien es- condido, pues no hay que olvidar la poderosa vista de que están dotadas estas aves. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Se encuentra el buitre negro en el Sur y Sudeste de Europa, cambiando de regiones según las épocas, pues no es sedentario. También se le encuentra en Asia y en el Norte de Africa. En el resto de este continente está reemplazado por otra especie análoga, pero distinta. En los Pirineos se presenta en el mes de Junio, donde la llaman Vautour Arrian, y se marcha en Octubre. En Rusia, al Sur de los montes Urales, era muy escaso hace años, pero en la actualidad ha aumentado mucho su número, debido, sin duda, a la epidemia de epizootia que padeció y padece el ganado de aquella región, con lo que la abundancia de alimento produce el aumento de su reproducción. En España es menos común que el buitre leonado, pero muchas veces se ven las dos especies juntas, según he dicho. BUITRE LEONADO (GYPS FULVUS) El buitre leonado. (Gyps fulvus.) DESCRIPCIÓN El buitre leonado tiene 1,30 metros de altura, y llega a alcanzar cerca de 2,70 metros de anchura de punta a Cabeza de buitre leonado. punta de las alas. Los dos sexos tienen casi el mismo ta- maño, siendo las hembras un poco más pequeñas, cosa DN ml Ñ DN ' lo De / Ji A Mi Me a de AROS: 714 1 ' py y ANS Buitre leonado visto desde tierra. rara tratándose de rapaces, en las que generalmente su- cede todo lo contrario. El cuerpo de este buitre es de color ceniciento con tonos rojizos, y el vientre algo más — 16 — obscuro; las plumas cobertoras de las alas, del mismo color, y bordeadas de gris, la cola, castaña, mezclada con rojo; el cuello, que parece a la vista enteramente pelado, está cubierto de una pelusa muy menuda y N SS AE PAN WN ÓN Garra de buitre leonado. blancuzca, semejante a una lana muy fina; tiene en su base un collar de plumas largas que le rodea, que en los individuos jóvenes es del mismo color que la espalda, y que va aclarando conforme pasa el tiempo, llegando a ser en los ejemplares adultos completamente blanco. La cera, o sea la membrana que se encuentra en la base del pico, y a través de la cual pasan los orificios nasales, es de tono azulado, así como las patas, recubiertas de plu- mas hasta un poco menos de la mitad de su longitud. Los dedos están provistos de uñas débiles y cortas en relación con el tamaño del ave. El iris es de color castaño. COSTUMBRES El buitre leonado, como las vultúridas en general, se alimenta de presas muertas, o sea de cadáveres de ani- males abandonados en el campo. Dotado de una vista poderosísima, descubre desde distancias verdadera- mente inverosímiles lo que va a constituir su alimento, guiándose muchas veces por el vuelo de sus congéneres cuando por sí mismo no apercibe nada, Esto explica que acudan tan pronto estas aves cuando se mata una res y se abandona. Son animales sociables entre sí, y es muy frecuente verlos en grupos y mezclados con los buitres negros y alimoches, con quienes muy a menudo com- parten su presa. Empiezan a anidar muy temprano, es- cogiendo para establecer su nido los peñascos y riscos más inaccesibles, y únicamente lo hacen sobre los árboles en ciertas regiones, como en el coto de Doña Ana (Huelva). El buitre no deja que se le acerque el hombre, si éste va a pie; pero es mucho menos escamón si le ve a caba- llo o en un vehículo cualquiera. Cuando se halla ocupado en devorar algún cadáver y viene a interrumpírsele, huye; pero muchas veces no puede hacerlo, por estar tan repleto que le faltan fuerzas para emprender el vuelo. En tal caso se pueden matar con un palo. He ob- servado algunos buitres bajo el peso de una digestión 2 ds da tan penosa que parecían muertos; los he cogido y aban- donado en un sitio cercano a la casa que yo ocupaba, y al volver al día siguiente he comprobado que se ha- bían ido tranquilamente, una vez pasadas sus molestias gástricas. CAZA Para matar buitres lo mejor es hacer un aguardo, bien sea con ramaje o subterráneo; en ambos casos, pro- visto de una tronera, habiendo colocado previamente, y mejor el día antes del que se propone uno cazar, un animal muerto. En ese puesto se esconde el cazador, y es seguro que, tarde o temprano, vendrán los buitres a comer la carne y se podrán matar con facilidad, a condi- ción de estar bien tapado. Sin embargo, a menos que se trate de obtener un ejemplar para colección, deben res- petarse los buitres, pues son animales que, lejos de ser ' dañinos, son sumamente beneficiosos, limpiando el cam- po de carnes en descomposición, focos de microbios de todas las enfermedades. El Rey Felipe IV tenía gran afición a cazar buitres, según puede leerse en libros de la época, y mandó hacer al Marqués de Flores, Alcaide de El Pardo, un puesto, cuya descripción haré en breves palabras. La buitrera (que así llamaban al puesto) tenía una bóveda de ladri- llo de quinientos pies de largo; era subterránea y sufi- cientemente alta para que cupiera un hombre de pie, y con varias troneras para poder tirar. Cerca del puesto ponían un animal muerto, al que acudían los buitres, matándolos el Rey, bien cuando devoraban la carne o cuando se posaban en las encinas que la rodeaban. Dice el libro que de este modo mató el Monarca muchos bui- tres en su Real monte de El Pardo. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Puede decirse que el buitre leonado es ave común en toda España, encontrándosele en terrenos llanos y mon- tañosos; pero esto que sucede en nuestra Península no ocurre en el resto de Europa. En las Islas Británicas es este buitre casi un animal mitológico, y en Alemania, Rusia, etc., es sumamente raro. Es algo más frecuente en las regiones mediterráneas. En Francia se le encuentra en los Pirineos Occidentales próximos a nuestra fronte- ra. En la región de los Alpes se ha podido observar un fenómeno curioso: los buitres suelen invernar en las lla- nuras francesas, y esto se explica por el traslado de los ganados trashumantes desde las altas montañas al llano en invierno, siguiéndoles los buitres, sin duda, para co- merse las crías que se pierden o quedan rezagadas, y de aquí proviene el antiguo refrán «Ubi pecora, 1b1 vultures», donde hay ganados, hay buitres. El alimoche. (Neophron percnopterus.) DESCRIPCIÓN El alimoche es el buitre más pequeño que tenemos en nuestra Península: mide 7o centímetros de alto por 1,65 a 1,70 metros de abertura de alas. El plumaje de este ave es de un color blanco sucio uniforme, menos las plumas largas de las alas, que son negras. La cabeza, Cabeza de alimoche. desprovista de plumas, es de un color anaranjado, y las patas son rojizas. El pico de estas aves es largo, delga- do, y encorvado en la punta. Los individuos jóvenes son de color castaño obscuro, que va blanqueando con la edad. COSTUMBRES En los alrededores de Madrid, en el monte de El Pardo, donde es bastante frecuente encontrarle, lo lla- man erróneamente quebrantahuesos. Leí en cierta oca- sión en un libro que era sumamente raro ver individuos ALIMOCHE (NEOPHRON PERCNOPTER US) jóvenes de esta especie, fácilmente distinguibles por su color castaño, completamente diferente del de los adul- tos, que, como ya hemos dicho, son blancos, y esto lo he visto confirmado más tarde en la práctica, pues ha- biendo descubierto en finca de mi propiedad un árbol seco donde todas las noches venían a recogerse los ali- moches y se reunía gran cantidad de ellos, hice un aguar- do con ramaje para poder observarlos, y no vi ni un solo individuo joven. Recuerdo que hace muchos años tuve un alimoche joven (que me vendieron con el nom- bre de águila) tan sumamente manso que venía a co- mer a la mano, a pesar de volar admirablemente y hacer frecuentes excursiones por los alrededores de la casa. Se alimentan estos buitres de toda clase de substan- cia muerta y en descomposición, no desdeñando los huesos que abandonan los otros buitres. En el desierto de Sahara siguen a las caravanas para comer los desper- dicios que arrojan, frecuentando también los alrededores de los poblados del Norte de Africa para comer la ba- sura que se tira. En Egipto es bastante común, por lo cual los ingleses lo llaman Egyptian vulture (buitre egipcio). El alimoche construye su nido, compuesto de ramas secas y forrado con toda especie de cosas, en los riscos más inaccesibles, y únicamente lo hace en los árboles en las regiones llanas. Otras veces aprovecha el nido abandonado de otra ave, cuervo, águila ratera, etc. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA El alimoche es bastante común en España, sobre todo en la parte meridional. Viene de Africa en la pri- mavera y cría en nuestro país. Es animal de climas meri- dionales, por lo cual rara vez se le ha visto en Alemania, Suecia, etc., habiéndose notado que el límite septen- trional elegido para criar son la parte de los Alpes que separa Francia de Italia. Habita, por lo tanto, en las cuencas de los mares Mediterráneo, Negro y Caspio; en Africa, en las Islas Canarias, en la del Cabo Verde y en toda la costa septentrional hasta el mar Rojo. En sus emigraciones invernales, dicen algunos que llega hasta el Cabo de Buena Esperanza. También los hay en Asia Menor y Persia. QUEBRANTA-HUESOS GRANDE (GYPAETUS BARBATUS) El quebrantahuesos. (Gypáetus barbatus.) DESCRIPCIÓN Constituye esta ave cierta transición entre los buitres y las águilas, pues participa de los caracteres de ambos, tanto en sus costumbres como en su conformación. Es Cabeza del quebrantahuesos. el quebrantahuesos una de las aves más grandes que existen en Europa, como que mide cerca de 1,50 metros de alto y su abertura de alas oscila entre los 2,60 y los 3 metros. Por encima del cuerpo es su color negro, con manchas blancuzcas en las plumas de los hombros. Las grandes de las alas y de la cola son de castaño obscuro y los cañones blancos; el pecho y parte anterior del cuerpo son de color de hierro oxidado, que varía en cla- ridad según la edad de los individuos. Como sucede con los alimoches, los quebrantahuesos jóvenes son de color castaño y van poniéndose más blancos con la edad. La cabeza tiene una banda estrecha, negra, que pasa por los ojos hasta el pico, éste obscuro, muy fuerte y encor- —— 24 o vado por la punta. Tienen debajo de la mandíbula in- ferior un mechón de pelos que forman como una brocha o barbilla negra, razón de ser del adjetivo barbatus pos- puesto al nombre genérico latino con que se le designa. Los ojos de estas aves tienen el iris casi blanco, o por lo ANOS ON da 7), 548 ; NN FIN EFZRNN A 0 0 " PIDA 1 A 2 Za a E A Quebrantahuesos visto desde tierra. menos amarillo muy claro, y la esclerótica que rodea el globo ocular, roja bermellón. Las patas y garra, aunque fuertes, no están proporcionadas a su gran tamaño. Son de color azulado, y sus uñas, aunque aceradas, no están muy encorvadas. COSTUMBRES Como el quebrantahuesos vive en sitios muy inacce- sibles de las montañas y no siempre ha podido ser ob- jeto de una minuciosa observación, he aquí el origen de la infinidad de fábulas que sobre él se han forjado, acu- sándole de llevarse corderos y cabritos y hasta niños; sin embargo, con sólo fijarse en la debilidad relativa de sus garras, parecidas a las de los buitres, se verá que difí- cilmente pueden cometer tales fechorías. Han llegado a acusarle de atacar rebaños enteros y acometer al hom- bre, cosa imposible, pues es cobarde y, como buen ave de rapiña, sumamente suspicaz, a pesar de vivir en sitios de difícil acceso; pero puede ocurrir, y ocurre, que, aun- que vea un cazador, no modifica el rumbo de su vuelo y pasa a tiro, habiendo pagado muchos de ellos con la vida el atrevimiento. Siendo de tamaño bastante mayor que el águila, debiera de poder levantar fácilmente un borrego y llevarle muy lejos; pero en esto se parece más al buitre que al águila, y cuando ataca, como suele ha- cerlo, bien sea a una cabra, borrego o rebeco, en la mon- taña, lo hace empleando la astucia y sin atacar cara a cara. Sorprende a los rebecos en el borde de los precipi- cios; pasa rozándoles a gran velocidad; les da un fuerte aletazo que los hace derrumbarse y despeñarse, y en- tonces baja y los engulle hasta no dejar nada, pues su voracidad es insaciable. Tiene en algunas regiones es- pecial predilección por las liebres de montaña, que coge con habilidad. Cuando está comiendo es tan glotón que no atiende a nada, siendo este el momento propicio para que el cazador a quien la suerte depara ocasión tan ex- celente, pueda acercarse a él y matarlo con facilidad. Es realmente una hermosa pieza que cobrar para un devoto de la escopeta. — 26 — Aunque, como acabamos de ver, este animal se ali- menta de presas vivas, participa en tal sentido más del buitre que del águila, y prefiere las carnes muertas. Se le llama quebrantahuesos por la facilidad que tiene en triturarlos, gracias a su robusto pico, y por la costum- bre, cuando se le resisten mucho, de remontarse con ellos a gran altura y dejarlos caer para que se rompan y comerse el tuétano. Lo mismo hace con las tortugas para romper el caparazón, y buena prueba de ello es el haberse encontrado alrededor de su nido cierta canti- dad de caparazones de estos quelonios (tortugas), prue- ba de que también son su alimento. Estas aves son notables por su longevidad, y en apo- yo de esta afirmación citaré un ejemplo. En una fonda de Durango han conservado vivo un quebrantahuesos durante cuarenta años. Procedía este ejemplar de la peña de Amboto, y es bastante curioso saber cómo fué capturado. Según parece, un pastor vió dos aves gran- des que luchaban en el aire a considerable altura, y de pronto observó que una de ellas con un ala averiada se desplomaba rápidamente hasta llegar al suelo, donde la cogió. Era el quebrantahuesos, que llevado a la fonda permaneció allí durante cuarenta años, como he dicho. El ala averiada no le permitió nunca volar, por lo que permanecía constantemente sobre la pared, siendo obje- to de la curiosidad de todos los viajeros de la fonda. Cada vez que pasaba yo por Durango me detenía a verle, y admiraba su gran voracidad y facilidad asombrosa para triturar los huesos que le echaban. Según me dije- ron, el ave que le había atacado, causa de su captura, era un águila real. Debe tener este animal gran faci- lidad para aguantar el cautiverio, pues conozco varios que desde hace bastantes años viven en jaulas más o menos espaciosas. Estas aves en cautividad sólo con- servan los tonos blanco y negro, lo cual pude compro- bar en dicho caso. Animal de montaña, anida en los riscos más inac- cesibles, y las grietas de las rocas donde construye su nido con ramas secas, forrándolo con pieles, pelos y otros restos animales. Deposita la hembra uno o dos huevos. Los pollos, al nacer, parecen contrahechos, y tienen todo el cuerpo cubierto de plumas blancas, tan tenues que semejan lanas. Más tarde, y hasta la edad de dos años, el color de la cabeza y del cuello es castaño obscuro, y la parte superior del cuerpo, gris, con manchas blanco sucio. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA La zona ocupada en el mundo por el quebrantahue- sos es bastante amplia. Se encuentra en Europa, en los Alpes, en los Pirineos, en las montañas del Tirol y, más al Sur, en la isla de Cerdeña. Claro está que esto no quiere decir que en todos estos sitios sea muy abundante, porque el quebrantahuesos suele estar en pares, y cada par tiene un radio de acción bastante extenso, por lo que siempre hay que considerarlo como una especie rara, de gran valor en una colección de aves. En Africa también existe el quebrantahuesos, sien- do abundante en Abisinia, donde sólo se alimenta de carnes muertas, prescindiendo de las presas vivas. En a España se encuentra esta rapaz en la mayoría de las sierras, donde, según algunos autores, come los cabritos y corderillos de los rebaños, por lo que es perjudicial. Existe en los Pirineos, Cordillera Cantábrica e Ibérica, Sierra de Gredos, Sierra Nevada, Serranía de Ronda, Sierra Blanca de Ojén, Tajos del Gaitán y, en general, en todas aquellas montañas donde encuentra riscos y peñascos; pero siempre se debe tener por especie rara, como ya he dicho, además de muy difícil de conseguir, precisamente por los sitios que habita. Puede, por lo tanto, el cazador que cobra una de estas aves estar sa- tisfecho, pues es una verdadera proeza. Es ave seden- taria. CAPEULO MI Las falcónidas. Las falcónidas son aquellas aves de rapiña diurnas que se alimentan casi exclusivamente de presas vivas. Tienen el pico corto en proporción con el tamaño del cuerpo, y encorvado desde su base. Sus alas son largas y sus dedos están provistos de uñas largas, aceradas y encorvadas. Prefieren las falcónidas las presas vivas a las muertas, siendo casi los únicos que suelen comer de estas últimas los milanos, que alguna vez pueden verse entre los bui- tres devorando los restos de algún animal abandonado en el campo. Las rapaces falcónidas gustan mucho de los mamíferos y de las aves, a los que dan caza, así como a los reptiles, y únicamente son insectívoros cuando no encuentran otra cosa. Las primillas, las más pequeñas de estas aves, suelen, por su poco poder, alimentarse de insectos, sobre todo de langostas en el verano; pero sl pueden también comen lagartijas, ratones, etc. Los halconeros dividían todas las aves de rapiña diurnas en dos clases: innobles y nobles, y únicamente las segundas podían emplearse en la cetrería. Más tarde Cuvier adoptó esta misma clasificación y distinguió los dos grupos marcados en las aves falcónidas, como tam- bién lo haré yo en este libro. Llámase cetrería al arte de apoderarse de la caza del campo con el empleo de aves de rapiña adiestradas al efecto. Desde luego las aves vultúridas o buitres no se po- dían emplear en cetrería; en primer lugar, por la pesa- Ala de ave remera. dez de su vuelo, y además por carecer del instinto de la caza, a causa de alimentarse exclusivamente de pre- sas muertas. Había, pues, que escoger entre las falcó- nidas. Esta familia se compone de muchas especies que presentan entre sí diferencias notables, y que influyen considerablemente en su manera respectiva de volar. De aquí que bajo este punto de vista particular del vuelo, se pueden dividir las falcónidas en remeras y veleras, según la manera de batir el aire al volar. Las remeras, son las que tienen las alas casi tan lar- gas como la cola, y la segunda pluma de las alas la más larga. Son éstas las de vuelo más rápido, y en ellas se comprenden los halcones propiamente dichos, las aves más apreciadas en cetrería. A * Y y > An Ala de ave velera. Las aves veleras tienen las alas bastante más cortas que la cola, y la pluma más larga del ala, la cuarta, en vez de la segunda, como sucede en las remeras. Las ve- leras, si bien de vuelo poderoso, sostenido y elevado carecen de la velocidad de las remeras, por lo cual sólo los azores, o sea el azor y el gavilán, por su ligereza y acometividad, podían emplearse para algunas cazas, y se llamaban veleras notables. Los halconeros, por lo que se deduce de lo dicho, es- cogieron para la caza las aves remeras o sea los halcones, y entre las veleras, los azores, denominándolos nobles, en oposición a las otras falcónidas, llamadas innobles, pues mientras las primeras solamente se 'alimentan de presas vivas que capturan merced a la rapidez de su vuelo, las segundas no desdeñan a menudo las carnes en putrefacción cuando no encuentran otra cosa. Garra de ratonero (rapaz innoble). Garra de azor (rapaz innoble). Queda, pues, hecha la distinción entre las rapaces que no se usaban en la cetrería, o innobles (águilas, mi- lanos, etc.), y las que se utilizaban para cazar, o sea, los halcones y los azores. Ahora procede estudiar cada una de las especies que componen estos dos grupos. Rapaces innobles. Las águilas. Las águilas forman una subfamilia de las falcónidas. Son aquéllas unas rapaces de gran tamaño, aunque más pequeñas que los buitres, y cuyo cuerpo está totalmen- te cubierto de plumas. Poseen gran fuerza, aun consi- derado su tamaño, y están provistas de poderosas ga- rras, terminadas en uñas aceradas y encorvadas. Esto, unido a la forma de su pico fuerte y curvo en la punta, con una escotadura por lo general en la mandíbula in- feriór, correspondiente a un diente de la superior, per- mite a estas aves atacar a animales de gran tamaño y fortaleza, por lo cual son muy temidas de los pastores en las montañas. Ellas son en realidad los autores de todas esas fechorías que el vulgo ignorante atribuye in- justamente a los buitres y quebrantahuesos, que no las cometen sino por excepción. Afortunadamente para todos aquellos a quien per- judican las águilas, que nunca son muy comunes, tam- poco se encuentran en bandos como los grajos, ni ani- dan en colonias como otras aves, pues de ser así consti- tuirían un verdadero castigo para las regiones que fre- cuentan. Todas las águilas están generalmente en pares, así en época normal como en la de la cría. La subfamilia de las águilas comprende tres géneros, en los cuales se incluyen todas (claro está que hablo de las que hay en España), a saber: Aquila, Halraetus y Pandion. En el género Aquila se comprenden las águilas propiamente dichas, que también pudiéramos llamar te- rrestres, y cuyas especies principales son: águila real, águila imperial, águila perdicera y águila calzada. Tam- bién hay otra especie (Aguila naevia), de la que no ha- blaré. Están caracterizadas las águilas propiamente di- chas por tener las patas cubiertas de plumas hasta el nacimiento de los dedos, por lo cual parece que llevan pantalones. Se alimentan de animales terrestres, mamí- feros o volátiles, pero no de peces, y anidan en los ár- boles, o más bien en las sierras, en las grietas y huecos de los peñascos. Los géneros Haliaetus y Pandion comprenden dos es- pecies: el águila pigargo, o de cola blanca, como dicen los ingleses, y el balbusardo pescador o águila pescadora. Estas aves, que llamaré águilas marítimas o acuáticas, tienen las patas desnudas de plumas; viven y anidan en los acantilados de las costas o en las proximidades de los ríos y lagunas y se alimentan con preferencia de pescado. Hecha esta distinción, pasaré a estudiar por separado cada una de las especies de águilas. ÁGUILA REAL (AQUILA FULVA) El águila real. (Aquila fulva.) DESCRIPCIÓN El águila real mide de 0,75 a 1,10 metros de altura, y de 1,90 a 2,25 metros de abertura de alas, según los individuos. Es de color castaño obscuro, algo más ro- Cabeza de águila real: jizo en el cuello, espalda y patas. Las plumas primarias son casi negras; las secundarias, castaño muy obscuro; la cola, gris obscuro con barras obscuras. El pico es azu- lado en la base y negro en la extremidad, que es ganchu- da. El iris es castaño, y la cera y patas, amarillas. Como todas las águilas, tienen los tarsos cubiertos de pluma hasta el nacimiento de los dedos. Las uñas son negras. El águila dorada (Aguila chrysaetos), que algunos ornitólogos consideran como una especie distinta del águila real, no es realmente sino una variedad. COSTUMBRES Es en verdad hermoso ver un águila volando, así por su tamaño y color, como por el poder que despliega en el aire; aunque también ofrece majestuoso aspecto cuan- '/ i y Y M7) 4 1 Garra de águila real. do se la ve posada sobre un peñasco. En esto se diferen- cia de otras aves mayores, como los cóndores, buitres y albatros, que pierden toda su magnificencia cuando cierran las alas y se posan. Por todas estas razones es por lo que desde la más remota antigiiedad ha sido considerada el águila como la reina de las aves. Los griegos hicieron de ella la com- pañera, al mismo tiempo que el símbolo de Júpiter, co- locando entre sus garras los famosos rayos vengadores. En todos los estandartes de los romanos, a juzgar por la historia, figuraba la imagen del águila, dando a en- tender la soberanía y el gran poder de Roma. Más tarde, reyes, emperadores y magnates adoptaron la figura del águila, de una o de dos cabezas, como emblema. Así se ve con frecuencia un águila abarcando con sus alas el escudo de las casas Reales o Señoriales. En América, casi todas las modernas repúblicas han adoptado como emblema la imagen del águila. En una palabra, se con- sidera al águila como un símbolo de valentía, fuerza y arrojo. Ahora lo que es preciso ver al estudiar las costum- bres de esta rapaz, es si merece en la realidad el elevado concepto que desde la más remota antigiiedad han for- mado de ella los hombres. El vuelo del águila es cierta- mente espléndido; puede remontarse a regiones de la atmósfera adonde no pueden soñar en llegar muchas aves. Es posible que el hecho de elevarse el águila a alturas que escasamente alcanza la vista humana, haya sido causa de que los primeros hombres la hayan con- siderado como mensajero de sus dioses, con quienes fue- ra a entenderse, cuando tanto se remontaba. La fuerza del águila es tal, que supera a la que por su tamaño le corresponde. Su pico afecta una forma muy a propósito para desgarrar las carnes de sus víctimas; las garras son enormes y las uñas muy afiladas. Esto unido a la robusta musculatura de sus alas, hace que para ella no sea difí- cil levantar un cordero, o un chivo de rebeco o cabra montés, y llevárselo a su nido para devorarlo o com- partir el festín con sus crías. ¿Quiere decir lo que acabo de citar que el águila sea el prototipo de la valentía? No, pues siempre son los animales que ataca más débiles que ella e incapaces de hacerla frente, y cuando no encuentra otra cosa, no des- deña las carnes en putrefacción que disputa a los bui- tres, siendo esta quizás la única lucha que a veces po- dría entablar con algún animal. A pesar de todo, gene- ralmente se alimenta de presas vivas, por lo que, cuan- do no ataca crías de rumiantes, como dejo dicho, la caza, bien sea de pelo o pluma, constituye la base de su alimentación. Construye el águila real un nido espacioso, ya en un árbol elevado o en lo más inaccesible de los riscos; pero prefiere generalmente esto último, en lo cual se diferen- cia del águila imperial, como más adelante se verá. En el nido del águila se encuentran restos de toda clase de animales, habiéndose hallado en una ocasión en el de una finca mía, hasta pedazos, pesuñas, etc., de un jabalí pequeño, lo cual prueba que pocos animales escapan a la voracidad del águila. En un autor de gran fama leo una anécdota que prueba la audacia de las águilas. Una vez en Alesse, pueblo de Suiza, del Cantón de Vaud, dos niñas, una de cinco años y la otra de tres, estaban jugando en los alrededores, cuando de repente se presentó un águila de regular tamaño y arrebató la primera de aquéllas. Des- pués de minuciosas y activas pesquisas por todos los riscos y peñascos circundantes, sólo se llegó a encontrar — 39 — en el nido del águila, y mezclados con huesos y restos de ovejas y cabras, un zapato y una media pertenecien- tes, sin duda, a la niña. También estaban allí las crías del águila, y únicamente dos meses después de la des- gracia fué hallado por un pastor el cadáver de la niña, sumamente mutilado y destrozado, sobre una roca, a más de media legua del sitio donde el águila había arre- batado su presa. Se emplea el águila real en cetrería en el Asia Cen- tral y es la mayor de las aves que se usan en esta caza. Sirve para cazar liebres, zorros, antílopes, cabras mon- teses, lobos y hasta jabalíes. Para llevarla colocan una especie de palo sobre la silla del caballo para que la ra- paz vaya posada en él. Lleva el águila la vista tapada y no se la descubre hasta el momento de aparecer la pieza de caza. El águila es poco manejable y, como to- das las águilas, aguanta mucho tiempo sin comer, por lo cual el adiestrarla para cazar resulta muy difícil, pues toda la doma en cetrería está basada en el hambre de las rapaces, que es lo que les obliga a perseguir a los animales con el fin de recibir su premio en alimento. Por esta razón el empleo del águila exige un estudio especial, cuyo secreto sólo lo poseen los halconeros asiáticos. Para dar idea de la osadía y al mismo tiempo de la voracidad del águila, contaré un caso que heleído en un libro antiguo de caza: Salieron una vez de paseo en su real monte de El Pardo el Rey Don Felipe III y la Reina Doña Margarita, cuando de repente vieron un águila que se lanzó desde gran altura sobre una presa que creyeron ser un conejo. Mandaron los reyes a uno de sus ballesteros que acudiera al sitio donde habían visto bajar el águila, y éste pudo comprobar que la ra- paz estaba devorando una perrita propiedad de la Reina, y que tenía en gran estima. Al llegar el ballestero huyó el ave de rapiña, que había empezado a comerse el cora- zón de la perrita, abriéndola un boquete por debajo del brazuelo. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA El águila real vive en toda Europa, Asia y América septentrional, frecuentando las regiones montañosas y pobladas de árboles. En España se la encuentra en las principales cordilleras de la Península. ÁGUILA IMPERIAL (AQUILA IMPERIALIS) El águila imperial. (Aquila imperialis.) DESCRIPCIÓN El águila imperial es algo más pequeña que el águila real, aunque tan sumamente parecida a aquélla en el plumaje en los individuos adultos, que el cazador que > l y ADE AO e A Sad a e AN NS a WN pe oB bi A o WN pea 1 ¿SW Sd 4 ¿Y JS: AA) ÍA AN a) UN ANOS ANS AU 0 MN NS SS Jj e si O DO LUN SN "a 0 AOS NS NS SS Loa ALO, AL NR Aguila imperial vista desde tierra. no sea un verdadero conocedor en materia de aves, pue- de matar cualquiera de las dos especies sin distinguirlas. Procuraré, pues, explicar las diferencias que existen en- tre estas dos clases de águilas. Hay algunos centímetros de diferencia entre el águila imperial y la real en lo que a su altura se refiere, pues rara vez la primera pasa de 85 a 9o centímetros, mientras que la segunda alcanza 1,10 metros. Y para no cansar al lector con números, diré que esto mismo ocurre con la abertura de alas, que siempre es mayor en el águila real. Las formas de la imperial son menos esbeltas y proporcionadas que de la real; su cabeza es algo más voluminosa, pero en cambio las patas y garras son bastante menos poderosas. El color del águila imperial es castaño obscuro, teniendo detrás de la cabeza las plumas de color leonado y en la espalda unas grandes manchas blancas, que alcanzan al nacimiento de ambas alas, por lo cual los ingleses la llaman wte-shouldered-eagle, en castellano, «águila de hombros blancos». Los individuos jóvenes, de que he visto varios ejemplares, procedentes de distintas fincas españolas y capturados por los guardas, son de color leo- nado uniforme, por lo cual parecen pertenecer a otra especie, y así lo han creído varios ornitólogos. COSTUMBRES Mientras que el águila real es ave de peñascos, riscos y montañas, la imperial parece preferir las llanuras, pues si la primera establece su nido en los acantilados, do- minando los precipicios, la segunda casi siempre lo hace en los árboles y aun en el suelo, entre las peñas o hier- bas altas. Esto no quiere decir que alguna vez no se la encuentre en nuestras sierras; aun así, casi siempre es- cogerá los árboles para anidar, de donde le viene su nombre de águila de los árboles o tree-eagle, como dicen los ingleses. Su alimentación es análoga a la del águila real. Come mamíferos, aunque sean de gran tamaño; tiene extra- ordinaria fuerza y destruye igualmente abundante nú- mero de aves, no comiendo carne muerta sino obligada por el hambre. En las estepas del Sudeste de Rusia per- sigue con sinigual tenacidad a los roedores, especialmen- te a los llamados sousliks. Es de costumbres esencial- mente emigratorias, en oposición al águila real, que es sedentaria. En España no es común, pero se la encuen- tra en los montes de El Pardo, en algunos riscos y en el coto de Doña Ana. Puede decirse que donde hay más probabilidades de verla es en las regiones con árboles. El águila imperial, así como las otras especies de águilas, sufre muy bien el cautiverio, y cogidas jóvenes pueden familiarizarse con los animales domésticos, sin hacerles el menor daño. Para probar lo bien que viven en cautiverio y al mismo tiempo la longevidad de estas aves, citaré algunos ejemplos. En el Castillo imperial de Viena existen siempre en cautiverio águilas vivas, se- gún costumbre inveterada de la Casa de Hapsburgo, y afirma la Historia que un águila real vivió desde 1615 a 1719. En Schenbrunn murió en 1809 otra águila que había vivido en la jaula ochenta años. En mi casa tengo hace algunos años una pareja de águilas reales que gozan de excelente salud. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Es esta especie propia de la Europa meridional, del Asia y del Africa. Rara vez se la ve en los Alpes y Pi- rineos. El águila perdicera. (Aquila fasciata.) DESCRIPCIÓN El águila perdicera es una rapaz de formas esbeltas, de pico bastante largo y ganchudo, al par que robusto, y cuyas patas están cubiertas de plumas hasta la base de los dedos, como las de todas las águilas propiamente Cabeza de águila perdicera. dichas. Las uñas aceradas, pero poco encorvadas, y las alas, cuando están cerradas, no cubren enteramente la cola, que es bastante larga. El plumaje, de tono leonado» es muy variable, según la edad, sexo, etc. Mide general- mente esta rapaz 77 centímetros de largo por 1,60 ó 1,65 metros de anchura de alas, siendo las hembras algo mayores que los machos, como sucede en casi todas las aves de rapiña. COSTUMBRES Es ave sedentaria. Unas veces parece tener preferen- cia por las proximidades de los pantanos cuando están cubiertos de árboles, y otras, por el contrario, le gustan ÁGUILA PERDICERA (AQUILA FASCIATA) las montañas desprovistas de vegetación y cuyo terre- no es áspero y abrupto. Establece su nido en los riscos. En la época del celo andan errantes, recorriendo gran- des distancias y llegan a formar pequeños grupos. Es- tablecido su nido, no tolera que otra ave construya el suyo en los alrededores. Es de carácter muy pendencie- ro, y reúne grandes condiciones para combatir y hasta vencer aves superiores a ella en tamaño, pues tiene la fuerza del halcón, la agilidad del gavilán, el valor del aguila y la ferocidad del azor. Nada, pues, tiene de ex- traño que varios observadores la hayan visto atacar a veces con gran energía a un quebrantahuesos y otras a un pigargo, así como a buitres y águilas. A todas las otras rapaces tiene declarada guerra sin cuartel. Está dotada de gran acometividad, y si bien es muy aficionada a aves acuáticas, cuando se establece cerca de las habitaciones emprende una campaña tan activa contra las gallinas que algunos campesinos se ven en la imposibilidad de criar estos volátiles, pues llega esta águila a arrebatarlas descaradamente delante de su amo. La gustan mucho las palomas, liebres y la caza en ge- neral, sobre todo las perdices, habiendo yo visto al abrir las aguilas que había matado, patas y picos de aquéllas sin digerir. Según cuenta un aficionado que tiraba a los patos en unas lagunas de Albania las aves acuáticas no tienen, según dicen, miedo a otras aves de rapiña, a pesar de ser tan respetables como los milanos; pero en cuanto notaban la presencia de un águila perdicera, manifes- taban con grandes gritos su intranquilidad. Las aves heridas por el perdigón tenían seguridad de ser devora- das por esta terrible rapaz. Algunas veces, como he dicho, se reúnen estas águi- las en bandadas de 20 individuos, pero se separan en pares antes de la construcción de los nidos. En cautiverio conserva el águila perdicera la fero- cidad manifiesta en su mirada seria e imponente. Ha- biendo sido cierta vez encerrada una de estas águilas en la misma jaula que un águila real, un buitre, un que- brantahuesos y una grajilla, vino a turbar la armonía que reinaba entre especies tan heterogéneas, matando, como es natural, a la grajilla, que era la más débil, y peleándose con las demás con gran furor. He tenido en mi casa mucho tiempo un águila perdicera, y admiro su resistencia física, pues teniendo una pata destrozada por el cepo en que fué cogida, a pesar de todo, desde el primer día comió con gran apetito y asombrosa regu- laridad. El águila perdicera es bastante apreciada por los hal- coneros asiáticos, pues su fuerza es suficiente para cap- turar en aquellas inmensas estepas cuadrúpedos de ta- maño y peso relativamente considerables. Algunos hal- coneros modernos han empleado en Francia esta águila con algún éxito para coger liebres en terreno descubier- to, a pesar de no ser ave velera notable como el azor o el gavilán; pero para coger conejos a la arrancada ca- rece de agilidad y velocidad. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA El águila perdicera se encuentra en Europa: En Es- paña, Sur de Italia, Grecia y Turquía. En Africa, en la región Noroeste; pero, sin embargo, recuerdo haber ma- tado varias en el Africa Oriental inglesa en 1909. Por lo menos sería una variedad de la especie, pues fijándome bien, no noto diferencia entre ellas y las que tengo de España en mi colección. En Asia habita esta rapaz la India desde el Himalaya a las costas meridionales. El águila calzada. (Aquila pennata.) - DESCRIPCIÓN El águila calzada es la más pequeña de las águilas propiamente dichas. Su tamaño es el de un halcón. Mide 0,50 metros de largo y 1,20 próximamente dé an- chura de alas. La hembra es algunos centímetros ma- yor. Por tener los tarsos o patas cubiertas de plumas hasta el nacimiento de los dedos es por lo que se consl- dera como águila, y de aquí el llamársela calzada. Es la única rapaz diurna de sus dimensiones que no tiene los tarsos desprovistos de plumas. El color de su pluma- je normal (pues es algo variable) es leonado; más claro y tirando a blanco en las regiones abdominales; pero lo que la caracteriza principalmente son unas manchas blancas en el nacimiento de las alas. Las patas, bastante fuertes, son de color amarillo limón; la cera, amarillo paja, y los ojos, castaños. COSTUMBRES Tienen estas águilas enanas una sorprendente rapi- dez en su vuelo; algunas veces describen caprichosos círculos a gran altura, y se dejan caer con increíble ve- locidad sobre su presa. Otras veces acechan posadas so- bre un árbol no muy elevado a los animales que han de servirlas de alimento. Muy cazadoras, persiguen con gran ahinco a los pajarillos, y también he podido ob- servar que comen perdices, tórtolas, conejos y, en ge- ÁGUILA CALZADA (AQUILA PENNATA) neral, toda clase de caza menuda. Pero desgraciadamen- te esta habilidad para apoderarse de sus víctimas, es aprovechada a veces por otras aves más poderosas que ella, como los milanos, que se las arrebatan y las de- voran. . Siempre se ve la pareja junta, siendo muy raro ver un individuo solo. El águila calzada anida en los ár- boles más elevados de los bosques, y, sumamente atre- vida en ocasiones, no consiente que en las proximidades de su nido, aves rapaces, aun mucho mayores que ella, pretendan hacerle en los alrededores. Aguanta perfectamente el cautiverio y, según algu- nos autores, se amansa muy bien. Yo he tenido ocasión de ver en Madrid un águila calzada cuyos compañeros de jaula eran dos águilas rateras y, lo que es más extra- ño, dos buhos, y que vivía en perfecta armonía con to- dos ellos. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA En general puede decirse que el águila calzada se presenta solamente en Europa en primavera y emigra en otoño al Africa, habiéndosela observado en grandes cantidades en el curso superior del Nilo. Frecuenta el Sur y Sudeste de Europa; es decir, Hungría, Grecia y Transilvania. En España se la ve con relativa frecuen- cla. En Asia se la encuentra en la India y Ceylán. El pigargo. (Haliaetus albicilla.) DESCRIPCIÓN Los pigargos difieren de las águilas propiamente di- chas, en que tienen las patas desprovistas de pluma, las uñas son fuertes y aceradas y el pico robusto. Un gris más o menos obscuro es el tono de su plumaje, y su cola blanca le ha hecho denominar en Inglaterra white- tailed-ea gle, águila de cola blanca. Ave sumamente gran- de mide 1 metro de largo y de 2,33 a 2,66 de anchura. COSTUMBRES El nombre de águila marina con que se designa el pigargo está ciertamente bien puesto, pues estas aves siempre se encuentran en las orillas del mar y en las proximidades de los ríos y lagos. Los individuos jóve- nes, cuando han aprendido a. volar, suelen alejarse bas- tante del litoral; pero en ese caso frecuentan los lagos. Ya más viejos, vuelven a las costas. Son muy sociables, salvo en la época del celo, en que se separan en pares. Viven en grupos, reuniéndose en el mismo bosque o en las proximidades de una roca determinada. Se ponen a cazar desde el amanecer, y su alimento consiste en peces y aves marinas. Los pingiiinos gusllemots, loros de mar y otras aves que bucean, están más expuestos a los ataques del pi- gargo que los que permanecen en la superficie, aunque parezca absurdo, pues éstos, cuando le ven llegar, se ÁGUILA PIGARGO (HALIAETUS ALBICILLA) escapan volando, mientras que los otros bucean, y en- tonces la rapaz los espera hasta que vuelven a salir a la superficie, y aunque vuelvan a bucear, acaban por can- sarse y ser presa del pigargo. Es el pigargo una rapaz muy feroz, que ahuyenta a las otras aves de rapiña; quita su presa a las águilas pes- cadoras que, como se verá más adelante, son de tama- ño bastante respetable, y algunos autores dicen que hasta las devora a veces. Caza en tierra mamíferos tan grandes como los zorros, y en el mar las crías de las fo- cas, y para coger los peces los persigue debajo del agua. He leído un episodio curiosísimo referente al pigar- go. Vió uno un pez de gran tamaño y se abalanzó hacia él; pero a pesar de clavarle las garras, era dema- siado pesado para poder sacarle del agua, y al mismo tiempo el pez no tenía suficiente fuerza para sumergir al ave; de manera que, como por el principio tan cono- cido en física, dos fuerzas iguales y contrarias se destru- yen, el pescado y el águila permanecían en la superfi- cie, uno nadando a toda velocidad, y otro con las alas abiertas, tratando de sujetarlo, hasta que unos pesca- dores en una lancha los vieron y los cogieron, pues la rapaz había hundido con tal ahinco sus garras en el cuerpo del pez, que no se podía desembarazar para es- caparse. El pigargo macho escoge una hembra por compañe- ra para toda su vida. Es, pues, una unión indisoluble; pero, sin embargo, otros machos le disputan la posesión de la hembra, dando esto lugar a combates terribles en- tre ellos. El pigargo que construye su nido en las proximi- dades del mar o de lagos y ríos, lo utiliza casi todos los años, por lo que casi siempre vive una misma pareja en un mismo sitio. El nido de pigargo tiene general- mente 1,30 a 1,60 metros de diámetro y 0,50 a 1 metro de alto. Está construído con palos bastante gordos, so- bre los cuales pone otros menores, y todo él tapizado de una especie de pluma o pelusa que la hembra se arran- ca de su cuerpo. | Es bastante curioso el sistema empleado en Noruega para cazar el pigargo. Construye el cazador en sitio ade- cuado una especie de caseta o refugio de piedra, en el cual se esconde, y a cierta distancia pone un pedazo de carne, atado con una cuerda larga, cuyo extremo llega a sus manos. Una vez que el pigargo ha agarrado la carne, el cazador tira, y el ave, no queriendo soltar su presa, llega a corta distancia del hombre, que entonces puede fácilmente o matarlo o cogerlo vivo. El pigargo en cautiverio es al principio muy fiero; pero llega a amansarse totalmente y a conocer al que le da de comer. Una vez un pigargo se escapó de un jar- dín zoológico; pero había perdido de tal manera la cos- tumbre de su libertad que diariamente volvía al jardín, atraído además por los gritos de sus congéneres cauti- vos, hasta que por fin se le volvió a coger con escasas dificultades. Pero si el pigargo se muestra dócil en cau- tiverio cuando está solo o con otros individuos de su especie, sucede todo lo contrario cuando se meten en su jaula aves de otra clase, y es casi seguro que matará las rapaces que se le unan, si son inferiores a él en ta- maño, y se peleará sin cesar con las que sean mayores. Esto es lo observado por los que han tenido estas aves en cautiverio. ( EXTENSIÓN GEOGRÁFICA El pigargo es propio de Europa y gran parte de Asia, presentándose en invierno en el Norte de Africa. Son siempre mayores los individuos procedentes de los cli- mas septentrionales que los del Mediodía, como sucede en general con todos los animales. El águila pescadora. (Pandion haliaetus.) DESCRIPCIÓN ¡Dl balbusardo, llamado águila pescadora, y de cuyo colorido general de plumaje podrá darse cuenta el lec- 1...» $> —“— Res e SAN 0/7, e ida Nido de águila pescadora en terreno llano. tor examinando la adjunta lámina, mide de 50 a 60 cen- tímetros de largo y de 1,65 a 1,70 metros de abertura de alas. Son de constitución muy robusta, a pesar de no ser tan grandes como otras águilas. El pico es bas- tante corto y muy encorvado desde la cera, que es azu- lada, así como sus patas, robustas, desprovistas de pluma ÁGUILA PESCADORA (PANDION HALIAETUS) y provistas de aceradas uñas. Tiene el plumaje liso. y aceitoso de las aves acuáticas. Las alas son largas, de modo que cuando las tiene cerradas pasan con mucho del extremo de su cola. COSTUMBRES Sabiendo que el águila pescadora, como su nombre indica, no vive más que de peces, fácil es determinar la clase de terreno que le gusta frecuentar. Toma como centro de operaciones su nido, que construye, si es en el interior de las tierras y en regiones muy pobladas de vegetación, en los árboles elevados, en la orilla o, por lo menos, en la proximidad de lagos o ríos, y, dotada de poderoso vuelo, le extiende mucho en busca de los peces, su alimento favorito. Si se instala en el borde del mar, hace el nido en los escarpados, acantilados y rocas de las costas. Si hay niebla sobre la superficie de las aguas, no sale a cazar, o mejor dicho, a pescar, hasta que se disipa la niebla, ocurriendo muchas veces que no emprende el vuelo hasta pasado el mediodía. Recorre a una altura media la superficie de las aguas que quiere explorar, y se queda algunas veces moviendo las alas sin cambiar de sitio, como hace el cernícalo. : De esta manera acecha el pescado, ocurriendo en ocasiones que al clavarle las garras lo hace con tanta fuerza, que, no pudiendo desembarazarse de él, en el caso de que éste sea más fuerte que la rapaz, es arras- trada al fondo del agua y paga con la vida su voracidad. Cuando por su peso excesivo no puede levantar el pez, lo arrastra a flor de agua hasta la orilla, donde lo de- vora. Sumamente delicada para comer, escoge los me- jores pedazos y desprecia los intestinos. Por ser exclusi- vamente pescadora, no molesta para nada a las aves acuáticas, que no sienten miedo alguno al verla. Al pa- sar por el Canal de Suez, en el lago Mezale, se pueden observar bastantes águilas pescadoras revoloteando en- tre los patos, sin que éstos parezcan inquietarse lo más mínimo con su presencia. Las otras aves de rapiña, es- pecialmente el pigargo y en Egipto el milano, son los grandes enemigos del águila pescadora, pues la persi- guen con gran tesón, obligándola a soltar su presa, de la que acto seguido se apoderan. En las regiones donde abunda el balbusardo es objeto de la persecución de los pescadores, a quienes quita su modo de vivir; pero en América del Norte la llegada de una pareja de estas águilas a una comarca es considerada como el anuncio de toda clase de dichas, por lo cual nadie las molesta. De todos modos, no es cosa fácil matar estas águilas, y sólo acechándolas en el nido es como podría obtenerse algún ejemplar. De este modo maté yo las dos que ten- go en mi colección, y que proceden de la isla del Peregil (Marruecos). El águila pescadora sufre muy mal el cau- tiverio, siendo una verdadera casualidad ver alguna en un jardín zoológico. Se ha observado que, a pesar de darles peces de muy buena calidad para comer, se han muerto casi todas al poco tiempo de capturarlas. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA El águila pescadora se encuentra muy extendida por el mundo. Las hay en toda Europa, en gran parte de — 5y — Asia y en la mayor parte de los ríos del Norte y Oeste de Africa. Algunos naturalistas pretenden que las águi- las pescadoras de Norte-América son de distinta espe- cie; pero otros, creo que con más fundamento, suponen que sólo se trata de una variedad local. En España es relativamente frecuente en las costas del Estrecho de Gibraltar, pero más aún en las africanas que en las es- pañolas. fi E. AS da do. 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Aves veleras por excelencia, apenas mueven las alas en el aire, cubriendo distancias inconmensurables, en par- ticular en la época de la emigración anual, aunque no todas son de paso, existiendo algunas sedentarias. Menores que las águilas, mas, sin embargo, de ta- maño respetable, no son valientes, pero sí muy voraces, por lo cual es caso frecuente verlas comiendo carne muerta con los buitres, mientras algunas especies, de Oriente sobre todo, viven en las ciudades y sus alrede- dores y comen todo lo que encuentran. En el campo, los pajarillos, la caza menuda, los roedores, reptiles, peces y, en caso apurado los insectos, constituyen su alimento. Aves perezosas, persiguen a otras rapaces con el fin de que dejen caer su presa y devorarla, ahorrán- dose así el trabajo de buscarla. En España sólo hay dos especies de milanos: el real y el negro. El milano egipcio pasa algunas veces a la parte Este de Europa, pero en nuestra Península no existe. MILANO REAL (MILVUS REGALIS) _— 6 — El milano real. (Milvus regalis.) DESCRIPCIÓN El milano real, llamado en Inglaterra red-Rite o' mi- lano rojo, tiene 0,65 a 0,70 metros de largo y 1,50 a 1,55 metros de anchura con las alas desplegadas. Su cabeza es de color blanco ceniciento, y está cubierta, así como Milano real visto desde tierra: el cuello, de plumas afiladas que tienen en el centro una línea muy estrecha, de color castaño. Las plumas gran- des de las alas son negras, y la cola que, como he dicho, es pisciforme, es de color rojo, y lo mismo el tono general del ave. Las patas, que, como las garras, son débiles en proporción al tamaño, son amarillas, como también la cera. Tiene el pico castaño y ligeramente festoneado en los bordes de la mandíbula superior. Los ojos son de color amarillo pálido, y he observado varios ejemplares en que son casi blancos. — 62 — COSTUMBRES En los tiempos de la cetrería era este milano objeto de caza para los halconeros; pero exigía para practicarla con éxito unos halcones que reunieran condiciones de rapidez, acometividad y resistencia tan grandes, que por el mucho precio que costaban sólo reyes y potentados podían procurárselos. De aquí el adjetivo de real con que fué calificado el milano. Es bastante sociable, y en la época de los pasos se reúnen grandes bandadas de estas aves; pero en muchas ocasiones he observado a los milanos cazando por pa- rejas. Antiguamente se veían en las ciudades de Europa los milanos reales como en la actualidad se ven en las de Asia y Africa los milanos egipcios y los milanos go- vinda, y según parece, en tiempo de Enrique VITI de Inglaterra había gran número de estas aves en las ca- lles de Londres. Comían todos los desperdicios que se arrojaban a la vía pública, y tenían tan poco recelo, que arrebataban su presa aun en mitad de las multitu- des más compactas. Por hacer el oficio de barrenderos estaba terminantemente prohibido hacerles el menor daño. A pesar de parecer el milano muy grande, gracias al largo de sus alas, su cuerpo no es muy voluminoso, ni sus medios de defensa muy potentes, pues, como he di- cho al describirlo, sus garras son débiles. Esta debe ser la causa de la cobardía de que le acusan los natura- listas, y por lo cual siempre ataca animales más flojos que él. Pero si cobarde, por lo menos es aprovechado, y es frecuente verle perseguir con tesón a otras rapaces para hacerlas abandonar su presa, contando con la su- perioridad de su vuelo poderoso y sostenido que le per- mite apoderarse de lo que aquéllas han cazado. Se alimenta de caza, pajarillos pequeños, reptiles, roedores e insectos, y no recurre a la carne muerta sino obligado por el hambre o cuando no tiene gana de dedi- carse a la caza, cosa que le sucede con frecuencia, por ser de un natural perezoso. | En algunas regiones es considerado como ave suma- mente útil, por la gran cantidad de roedores e insectos nocivos a la agricultura que destruye; pero los cazado- res no le perdonan la guerra que hace a las perdices, lie- bres, etc., de sus vedados, y los que tienen en su casa gallinas u otros volátiles domésticos, que los arrebata a veces con increíble descaro, no desperdician la ocasión de enviar una perdigonada a uno de estos bandidos del aire cuando se les pone a tiro. Por ser el milano de natu- raleza perezoso, siempre que puede aprovechar un nido antiguo de otra ave, lo hace. En caso contrario, cons- truye un nido primitivo en un árbol elevado y lo forra con toda especie de cosas, trapos viejos, pedazos de pa- pel, etc. El milano real en cautiverio se amansa fácilmente y hasta llega a conocer la voz de su amo. Puede además vivir en compañía de otras aves sin causarles daño, pues es demasiado cobarde para ello. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA El milano real es bastante corriente en España. En las llanuras de Castilla y en Andalucía se los ve con fre- cuencia. En la región cantábrica no abundan tanto, o yo he tenido menos ocasión de verlos. Se reconocen los mi- lanos en la esbeltez de sus formas, en su vuelo elegante, que efectúan moviendo muy poco las alas, y en la hechu- ra de su cola, que recuerda la de los pescados. El área de extensión de esta ave en el mundo es sumamente dila- tada; así que todas las llanuras de Europa, desde el Sur de Suecia hasta España, y por otro lado hasta Siberia, son patria de esta rapaz. En Africa es poco frecuente y está representada por otra especie que es el milano egip- cio. En la parte meridional de Francia es sedentaria. En Bélgica es de paso, y coincide en su ida y vuelta con las chochas. MILANO NEGRO (MILVUS ATER) El milano negro. (Milvus ater.) DESCRIPCIÓN Habiendo ya dado las dimensiones del milano real, me contentaré con decir, refiriéndome al milano negro, que es algo más pequeño que aquél. Su conformación general es muy parecida a la del real, diferenciándose únicamente en que la cola tiene menos pronunciada la forma de la de los peces. Los colores son mucho más apagados. El plumaje es por la parte superior de un co- lor castaño agrisado, y rojizo rayado con castaño muy obscuro por la parte inferior. Los ojos son obscuros, pera la cera y las patas, amarillas. Las plumas de la cabeza son estriadas en castaño sobre fondo blancuzco. A pesar de tener colores más apagados que el milano real, se parece tanto a éste en su hechura general, que confieso que la primera vez que maté un milano negro creí que se trataba de un milano real joven, o cuya pluma estaba aún sin mudar, y sólo cuando le identifiqué con mis li- bros de clasificación pude comprobar que era un milano negro, de lo cual me alegré infinito, pues no lo poseía en mi colección. COSTUMBRES Todo cuanto he dicho del milano real en lo relativo a sus costumbres, puede decirse del milano negro. No es un cazador muy hábil, a pesar de estar dotado de facultades para volar verdaderamente extraordinarias, 5 = 6 — por lo que siempre que puede persigue a otras rapaces para hacerlas abandonar su presa y devorarla, al igual de su congénere el milano real. Tiene gran audacia, como éste, para penetrar en los corrales y llevarse las gallinas; pero si una madre valiente le hace frente para defender sus pollitos, es tan cobarde que huye en segui- da. Lo que más caracteriza al milano negro, diferencián- dole en esto del milano real, es su marcada predilección por el pescado, que coge con alguna habilidad, aprove- chando el momento en que los peces están a flor de agua (caso frecuente en la época del desove sobre todo), pues no tiene, como el pigargo y el águila pescadora, la fa- cultad de bucear, por lo cual no es tan novicio como éstos para las pesquerías. Crían en la primavera en un nido construído toscamente en un árbol elevado, donde per- manecen las crías bastante tiempo, no separándose de los padres hasta que están ya muy adiestrados para vo- lar. En otoño se reúnen en grandes bandadas los mila- nos negros para efectuar su emigración anual. En cautiverio se conduce el milano negro como el milano real. Vive en buena armonía con sus compañeros de jaula; pero si se muere alguno de ellos, no le repugna devorar su cadáver. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA El milano negro está bastante extendido por toda Europa. Se le ve en las llanuras alemanas, en Hungría, Rusia, así como en toda el Asia central hasta el Japón. En Africa y Asia Menor es sustituido por el milano egip- cio, y en la India, por el milano govinda.. Lo mismo el milano negro, que el egipcio y el govin- da, forman un grupo llamado Hydrorctimia, o milanos acuáticos, sin duda por su preferencia hacia el pescado. En Francia es menos frecuente que el milano real, y según un autor competente, puede vérsele durante todo el año volando sobre el Adour entre Bayona y la des- embocadura de este río. En el resto de Francia se pre- senta accidentalmente. Esto sucede en Champagne, don- de cría algunos años, como ocurre en Suiza y parte sep- tentrional de Italia. En la parte meridional de Rusia, es decir, en la Besarabia y en el Cáucaso, se le observa con frecuencia con los buitres y, como ellos, se dedica a comer carnes muertas. En España se encuentra el milano negro extendido por toda la Península, y con frecuencia en los terrenos pantanosos, como las marismas del Guadalquivir, en las de la provincia de Valencia, Murcia, etc., pues sabida es la afición de esta ave a los terrenos próximos al agua. UN o diz 07 ye A EEN e es e Va AE PA pue: e IN AAA IIA X ro ONG hi? CA ed do: Nido: cor E Cda: | | E , y 48 p mi ey ms ¡Ve PEN ME 007 E WA) Ja 0 wo h la N' Para 4 0 vapde: a oi e AL y 1 1 y |! A ¡ 1 TO SN ADAN ico A E 4 NO ) vel! Pe li ' EN le ll un 10 Mi; Ni p k A y a Ñ LO vu 0 | Cad 1004 el S A e RIN Ue sua Suc, ALU Mn A IN FA , Dd Aoi E Y f Ñ O MO TO A ALEA SN IN: t MV RR A IAN Ie Ñ ' E E O ADAC SAR: 55 A | e DAA o A CA Mí dit 0 cm nda A PIN "CAPITULO Y Las buteónidas. Comprende esta subfamilia los tres géneros de buteo, pernis y circaetus. Las aves que forman esta subfamilia son de carácter más pacífico que las otras rapaces. Hay algunas de éstas que son sedentarias y otras emigrantes, distinción que se nota aun entre las de la misma especie. Su vuelo es lento, pero sostenido, y se mantienen mucho tiempo en el aire en busca de su presa; aunque otras veces emplean diferente sistema, cual es el pasarse horas enteras po- sadas sobre un árbol o pared vieja en acecho de sus víc- timas, abalanzándose con gran rapidez a capturarla cuando ven alguna. Viven en buena armonía con las demás aves, excepto con el buho, a quien detestan, por lo cual se matan muchas usando esta rapaz nocturna como cimbel, según más adelante se verá; pero en cam- bio algunas veces son hostigadas por rapaces inferiores en tamaño, y por urracas, arrendajos, etc. Se alimentan estas aves de roedores, insectos y rep- tiles nocivos, por lo cual son consideradas como benefi- ciosas por muchos naturalistas, a pesar de que suelen comer caza y algunos pajarillos, y de vez en cuando arrebatan algún pollo de los corrales, como por mí mis- mo he tenido ocasión de observar. Establecen estas aves su nido, generalmente de construcción muy tosca, sobre los árboles elevados. Se domestican fácilmente los bu- teónidas, y aun cogidos adultos se acostumbran al cau- tiverio. ÁGUILA RATERA O RATONERO (BUTEO VULGARIS) El ratonero. (Buteo vulgaris.) DESCRIPCIÓN El ratonero, vulgarmente llamado águila ratera, mide por lo general 0,65 metros de largo y 1,20 a 1,35 metros de abertura de alas. Es difícil describir el color de su plumaje, pues hay pocas aves que presenten varie- DORIAN Do AAN A A Nel Ratonero visto desde tierra. dad más grande, desde el castaño obscuro al leonado claro (tengo un ejemplar de este color en mi colección), y hasta el blanco, como ocurre a veces con las hembras muy viejas. Me limitaré, pues, a dar una ligera idea del plumaje más corriente en estas aves, que es castaño obscuro por encima, con el borde de las plumas algo más claro. Las de la cabeza son blancas en su base. Por debajo son estas aves de un castaño grisáceo, con ban- das transversales en el vientre y longitudinales en la garganta y pecho. La cola es castaña y rayada por diez o catorce bandas castañas por encima y blancuzcas por debajo; su forma es redonda. Las patas y la cera son E cu amarillas, el pico obscuro y los ojos castaños, más o menos obscuros, según los individuos. COSTUMBRES El ratonero en los países del Norte es ave de paso, presentándose únicamente en primavera, y pudiéndose allí observar, lo mismo a su llegada que cuando aban- dona la región, grandes bandadas de estas aves, pero sin que esto quiera decir que no hay excepciones. En nues- tras latitudes es ave sedentaria o, todo lo más, errante, ccurriendo a menudo que una pareja de estas aves se establece en un sitio y tiene un radio de acción relativa- mente limitado. Muestra predilección por los terrenos poblados de árboles, y si estos pequeños macizos fores- tales están entrecortados por praderas, es más que pro- bable que se encuentren ratoneros. Así sucede en los alrededores de Reinosa (Santander), donde abundan de una manera extraordinaria estas aves. Lo mismo cuando vuelan que cuando están parados se reconocen perfectamente los ratoneros, siempre que se tenga mediana costumbre y regular espíritu de ob- servación. Se distinguirán muy bien de otras. rapaces por su vuelo pesado, torpe y por los círculos que describen en el aire, profiriendo un grito muy parecido al maullido del gato. Cuando el ratonero está parado, cosa muy fre- cuente, pues le gusta colocarse durante largo tiempo en observación sobre un árbol al acecho de su presa, se le reconoce por su forma amazacotada y poco esbelta. Se alimenta el ratonero, como su nombre indica, de pequeños roedores e insectos, así como de reptiles, y se han dado algunos casos de ratoneros muertos por pi- cadura de las víboras de que querían apoderarse. Es un ave beneficiosa para la agricultura, a pesar de que hay quien dice que come mucha caza y destruye pajarillos. Mi opinión es que cuando una de estas aves se encuentra donde la caza es abundante, se aprovecha de ella para alimentarse; pero, por regla general, lo que más les sirve de alimento son, como hemos dicho, los roedores peque- ños, los topos, reptiles e insectos, y puede decirse que casi todos los estómagos que he examinado contenían restos de estos animales. Dice Lenz que cada ratonero come unos 10: roedo- res diarios, lo cual no es mucho, pues suman al año 3.650. Pero tal como se reproduce esta ave, resulta que supo- niendo que entre la pareja y las crías se reúnan 5 indi- viduos, por ejemplo, pues ascenderían a 18.250 los roe- dores destruidos por estas aves en el espacio de un año. Calculando en 30 diarios los roedores que consume cada rapaz, que es lo normal, pues hay que tener en cuenta su gran voracidad, entre los 5 individuos matarían al año 54.750 roedores. Por aquí se pueden apreciar los beneficios que esta clase de aves de rapiña reporta a la agricultura. Anida el ratonero en los árboles elevados, donde hace su nido con ramas secas, colocando las de mayor diámetro en la parte inferior y las de menor en la supe- rior, y forrándolo unas veces con un poco de follaje y otras con pelos y demás substancias animales seme- jantes. Otras veces aprovecha el nido abandonado de otra ave, reparándole toscamente. El ratonero aguanta perfectamente el cautiverio, y se acostumbra a la pérdida de su libertad, aun cuando haya sido capturado adulto. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Se encuentra el ratonero en gran parte de Europa y Asia Central. En las regiones meridionales es sedentario, mientras que en las del Norte sólo se ve en primavera y verano. En España es bastante común en todas par- tes, siendo abundantísimo en Reinosa (Santander), en cuya provincia se ven más en otoño e invierno que en verano, sin duda porque, no teniendo tanto que comer en los montes, se acercan más a las aldeas, pueblos y sitios habitados. En la cordillera del Guadarrama tam- bién son bastante frecuentes, pues muestran especial predilección por los pinos que allí abundan, por ofre- cerles, sin duda, sitios seguros para la construcción de sus nidos. En general, puede decirse que en España es ave bastante corriente, prefiriendo, como he dicho, las dehesas, encinares, robledales y pinares, o sean los sitios con árboles, a las llanuras peladas y desprovistas de vegetación. HALCÓN ABEJERO (PERNIS APIVORUS) El halcón abejero. (Pernis apivorus.) DESCRIPCIÓN El halcón abejero viene a ser del mismo tamaño que el ratonero anteriormente descrito, aunque quizás sea algo más fina su estructura física. La manera de volar es como la del ave que he citado, es decir, lenta, y, como ella, tiene costumbre de acechar su presa parada sobre un árbol, por lo cual es considerado el halcón abejero como animal muy perezoso. El color es muy variable, según la edad, sexo y otras circunstancias. En general, la parte superior del cuerpo presenta color castaño ce- niciento; la cola está cruzada por tres bandas transver- sales; la cabeza es de un gris azulado, y el vientre blan- co con manchas castañas. Sus uñas son tenues y el con- junto de las garras débil. Las patas, amarillas, así como la cera del pico. El color de los ojos es variable, unas ve- ces amarillo, más o menos obscuro, y otras anaranjado. Para distinguir cuando se ve volando un halcón abe- jero de un ratonero es preciso fijarse mucho y tener algunos conocimientos ornitológicos, y aun así no siem- pre se acierta, pues la manera de volar y la estructura de estas dos aves es muy parecida. COSTUMBRES En cuanto a lo que se refiere a su régimen alimenti- cio, como su nombre lo indica, esta rapaz tiene gran predilección por las avispas y abejas, aunque con esto no quiera decirse que no coma otra clase de insectos, habiendo autores que aseguran haber visto a estas aves desenterrar un nido de avispas y, terminada esta faena, dedicarse a comer otros insectos, como saltamontes, etc. Según parece, no devoran estas aves de rapiña más que las avispas que no han alcanzado su completo crecimien- to, no teniendo así nada que temer de su picadura. Esto parece explicar el porqué del hecho pocos renglones arriba citado. Alguna vez come esta rapaz liebrecillas, según algunos; pero lo más general es que se alimente de insectos, siendo quizás de todas las aves de rapiña la que menos acometividad tenga y cuyo carácter sea más cobarde e indolente. Lo que sí hace mejor que otras aves es correr por el suelo detrás de los insectos, y cuan- do quiere comer algo más sólido, persigue volando a otras aves como el azor, y se nutre de aquello que dese- cha éste. | A pesar de no causarles daño alguno, o por lo menos con poca frecuencia, no inspira el halcón abejero sino antipatía a otras aves, que sabedoras sin duda del ca- rácter cobarde que le es particular, le persiguen, sin atreverse, sin embargo, a atacarle francamente. El hombre en general respeta el halcón abejero, que por comer tantos insectos nocivos es muy beneficioso para la agricultura; pero como con las aves de rapiña sucede muchas veces que es difícil distinguirlas, de no ser algo ducho en la materia, pagan frecuentemente justos por pecadores, como vulgarmente se dice, y estas aves, sin duda alguna beneficiosas, son castigadas con pena de muerte por hechos cometidos por los azores, halcones o milanos, pues el vulgo designa a todas las rapaces con el nombre de águilas o aguiluchos, no sa- biendo distinguir unas de otras. E El halcón abejero construye el nido a una altura re- gular, y no se preocupa del confort de su futura progenie, pues se contenta con confeccionarlo con unas ramitas secas más O menos grandes. En nuestros climas esta ave, menos frecuente que el ratonero, sólo se presenta en primavera, procedente de Africa, adonde regresa en otoño después de haber criado entre nosotros. General- mente se suelen ver en pares cazando juntos; pero en la época de los pasos se aperciben bandadas enormes, como he tenido ocasión de observar por mí mismo en las pro- ximidades del Estrecho de Gibraltar en el mes de Mayo, cuando venían de Africa para repartirse por nuestra Península. El halcón abejero sobrelleva muy bien el cautiverio, y vive en muy buena armonía con sus compañeros de jaula. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Se le encuentra en toda Europa, menos en la parte septentrional; pero siempre, o casi siempre, es ave de paso que se va a Africa a invernar. En España se la ve en primavera y verano en muchos sitios. Yo los he ca- zado en el Guadarrama, y los he visto también con bas- tante frecuencia en el Campo de Gibraltar, sobre todo en el mes de Abril y Mayo, cuando llegan de Africa. Arévalo, en su libro Aves de España dice que se ven en Valencia a fines de Septiembre, es decir, en su paso de regreso, especialmente los años en que reinan los vien- tos del Oeste, y el señor Vayreda nos cuenta que en Ge- rona, adonde llegan en Marzo, se extienden por los gran- des bosques. El circaeto. (Circaetus gallicus.) DESCRIPCIÓN Es esta ave de gran tamaño, pues mide 70 centíme- tros de largo y de 1,80 a 1,90 metros de abertura de alas. Su cabeza es muy grande, sus garras desproporcionada- mente pequeñas y los dedos cortos en relación con sus considerables dimensiones. La parte superior del cuerpo es de color castaño ceniciento, y la inferior, por el con- trario, blanca con manchas castañas, rojizas, claras y más próximas entre sí hacia el cuello. La frente, garganta y lados de la cara están rayadas en castaño. La cola es por encima de castaño obscuro y tiene además tres ban- das anchas negras bordeadas de blanco. El pico es negro azulado, la cera y las patas de color plomizo. COSTUMBRES Aunque también se encuentra esta rapaz en los te- rrenos abiertos, prefiere en general las regiones cubiertas de árboles, y he aquí por qué he tenido mucha más oca- sión de observarla en los alcornocales del extremo me- ridional de España que en otros sitios. Por eso también existe en la provincia de Gerona, donde se parece el terreno al citado en primer lugar. Los sitios pantanosos tampoco disgustan a esta ave, sin duda porque en ellos encuentra abundancia de reptiles, que constituyen su principal alimento. Esta rapaz, que por la mirada de sus ojos, de color ÁGUILA PARDA O CULEBRERA (CIRCAETUS GALLICUS) amarillo brillante, recuerda algo al buho, tiene un vuelo pesado y sostenido, semejante al del ratonero y al del halcón abejero, no posándose por lo general sino muy temprano por la mañana y al añeadcekr, y pasando en el aire el resto del día. En actitud de reposo se muestran estas aves bastan- te confiadas, habiéndose dado varios casos de pasar un hombre a caballo por debajo del árbol donde están pa- radas sin que se hayan movido, contentándose todo lo más con trasladarse a un árbol muy próximo. La alimentación del circaeto consiste, como queda dicho, principalmente en reptiles, con predilección por los lagartos, pero también le gustan las culebras y sus semejantes; cosa fácil de comprender al examinar la for- ma de sus garras excesivamente cortas para su tamaño y admirablemente apropiadas para apoderarse de los reptiles. A pesar de todas estas cualidades no está exen- ta esta rapaz de las mordeduras venenosas de los rep- tiles, habiéndose dado el caso de perecer bajo la acción tóxica de estos animales. El águila culebrera, sin em- bargo, tiene tal instinto y tal habilidad para matar las víboras, que es rarísimo que muera de sus mordeduras. Los franceses llaman a esta águila Jean le Blanc, y en España se conoce por águila culebrera, sin duda refi- riéndose a su alimentación. Algunas veces también come conejos y pajarillos. El nido que construye el circaeto es pequeño en re- lación con su tamaño, y aunque emigra anualmente vuelve cada primavera a ocupar el que usó el año ante- rior, coincidiendo su llegada a nuestros climas con el == DN a momento en que los reptiles despiertan de su letargo invernal. Hacen el nido, pequeño como he dicho, en las ramas más horizontales de los árboles, y si no las en- cuentran, en lo más alto; pero en ambos casos su cons- trucción es primitiva y tosca. Generalmente ponen un solo huevo, rara vez dos, que incuban alternativamente el macho y la hembra, e igual proceden en la educación de su cría o crías. Dicen algunos naturalistas que al per- catarse de un peligro demasiado inminente transportan su progenie a otro lugar. Cuando se capturan jóvenes los circaetos se acostumbran bien al cautiverio, pero no es fácil hacerse con uno de ellos. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA En Europa, en general, como en nuestra Península, es ave que sólo se presenta en la primavera, y después de haber criado regresa a Africa, de donde procede. Se le ve con más frecuencia en los sitios poblados de arbo- lado. En la región meridional de España, en donde apa- recen muy temprano, sin duda por la gran proximidad a Africa, se ven muy a menudo. | CAPITULO VI Rapaces nobles. Los azores y los halcones. Los azores, es decir, el gavilán y el azor, son, de las aves veleras, las que por su rapidez de vuelo y acometi- vidad se emplean en la cetrería. Unicamente en Asia, según parece, se usaban unas águilas para cazar mamí- feros grandes como los antílopes; las demás veleras no sirven para nada. Existe gran diferencia entre la manera de cazar de los halcones y la de los azores. El Príncipe D. Juan Ma- nuel, sobrino del Rey Alfonso X (el Sabio) de Castilla, ya hace esta distinción en su libro de cetrería, y asegura ser muy superior la caza con halcón a la que con azor se verifica, como más entretenida y mucho más varia- das y numerosas las peripecias a que da lugar, sin duda por la manera tan diferente que tienen de atacar su presa estas dos aves. Veamos, pues, estas diferencias. Los halcones o aves remeras se remontan sobre la pieza «de que quieren apoderarse, y una vez encima se dejan caer sobre ella siguiendo un plano más o menos 6 A A a inclinado, según las circunstancias. Por el contrario, las veleras o azores se abalanzan directamente sobre el ani- mal que persiguen, tratando de alcanzarle por velocidad. La caza con halcón se llamaba de alto vuelo, y eran objeto de ella las garzas, las avutardas, las grullas y los milanos, que por ser aves de mucha fuerza y que se remontaban mucho, daban lugar a peripecias sin cuento con que se recreaban señores y halconeros. Cuentan que San Francisco de Borja se imponía como voluntaria penitencia y mortificación el no mirar a los halcones cuando perseguían una garza. Esa caza reque- ría para ser practicada con éxito un terreno descubierto y desprovisto de arbolado, a fin de que el halcón pudiera hacer mil evoluciones antes de capturar la pieza perse- guida. Era, pues, más noble el juego del halcón que el del azor. Es posible que la caza con azor fuese más reproduc- tiva, pero menos interesante, pues el ave intentaba ga- nar en velocidad a su presa, e inmediatamente se decidía si era posible capturarla o no. Es más bien la caza a traición, al acecho, y las víctimas que caían no morían en buena lid. Debe atribuirse esta diferencia entre la manera de atacar su presa los halcones y los azores a sus distintas costumbres cuando están en libertad y a la disparidad de terrenos que habitan. Los halcones tienen marcada preferencia por los si- tios descubiertos, estepas y llanuras. Anidan en los acan- tilados y rocas inaccesibles, desde donde domina gran extensión de tierra y puede espiar el paso de su presa. Por el contrario, los azores frecuentan los bosques o grandes extensiones de arbolado, donde hacen sus nidos, aguardando posados muchas veces al animal que quieren hacer su víctima. Como la vista está limitada por la ve- getación, tienen muy poco sitio para ver al animal que pretenden coger, por lo que siendo el camino que les separa de él muy corto, tienen que desarrollar gran velo- cidad en un momento dado, y de aquí su manera brusca y violenta de atacar. Lo que suelen hacer muchas ve- ces es posarse sobre los árboles al acecho de lo que pasa. Una cosa que distingue los halcones de los azores, además de la diferencia de longitud de las alas, de que ya he hablado, es que mientras los primeros tienen los ojos obscuros, los segundos los tienen amarillos o ana- ranjados, según la edad o el sexo. Los azores. El grupo de los azores comprende en nuestro país dos géneros, que son: astur y accipiter, o sea, respecti- vamente, el azor y el gavilán, que tanto por su estruc- tura y aspecto, como por el colorido de su plumaje y costumbres, son muy semejantes, casi idénticos, dife- renciándose sólo en su tamaño. Están caracterizadas estas aves por su cuerpo alargado, su cabeza pequeña y sus alas cortas, que en actitud de reposo sólo cubren la mitad de su cola. Es ésta larga, como también las patas, bastante delgadas además, pero provistas de garras ace- radas, encorvadas y potentes. Viven en terrenos poblados de árboles, donde ani- dan, y son grandes cazadoras, persiguiendo con gran ahinco a los animales de que piensan alimentarse, pues además de muy voraces son muy sanguinarias. Sufren mal el cautiverio por ser en extremo salvajes, y mucho menos toleran aún la compañía de otros animales en el recinto en que están recluídas. Aunque aves remeras, es decir, que la cuarta pluma del ala es la más larga, tienen un vuelo tan rápido y poderoso que han sido de- nominadas veleras notables, y tanto por esta condición como por su habilidad para capturar sus víctimas, fue- ron y son aún utilizadas para cazar por los aficionados a la cetrería. AZOR (ASTUR PALUMBARIUS) El azor. (Astur palumbarius.) DESCRIPCIÓN El azor es de tamaño considerable, pues mide 0,58 metros de largo y de 1,15 a 1,20 metros de abertura de co ANN Y INS e Lp RQ RS LS e Y 2 A aro Q <= n ess ESA «ua Re E E A 2: EDS E Garra de azor. alas; la hembra, que es mayor, tiene 0,72 y 1,30 metros, respectivamente. La espalda es castaña grisácea con re- flejos cenicientos. El vientre es blanco con multitud de rayitas onduladas, de castaño negruzco, la cera es ama- rilla clara y los ojos amarillo vivo (en los machos adul- tos son anaranjados). El pico es negro. MON + UA COSTUMBRES Aunque también se encuentra el azor en los bosques pequeños, entrecortados con terrenos despejados, pa- recen preferir, sin embargo, las grandes masas forestales. El azor es una rapaz cazadora por excelencia y que emplea multitud de medios para apoderarse de los ani- males con que piensa saciar su voracidad; así es que unas veces desplegando una velocidad asombrosa, alcanza a los animales más veloces, mamíferos o aves; otras, por el contrario, acecha el paso de sus víctimas, ya en un sendero, si se trata de cuadrúpedo, ya en el borde de una siembra, si son aves, o también en la orilla de un río o pantano donde su instinto maravilloso le indique que van a saciar su sed. Otras veces ataca a los volá- tiles domésticos de los corrales. Puede decirse, pues, que toda presa viva es objeto de persecución por parte del azor, de modo que desde la hermosa avutarda, la grulla, la garza y los patos, hasta los reyezuelos, o sean los pajarillos más insignificantes, todos son buenos para figurar en su menú. Su voracidad no respeta a los ma- míferos, siempre que reconozca que son más débiles que él, por lo cual las liebres, conejos y otros roedores de menor cuantía están expuestos a sus ataques, lo mismo que los reptiles. Es tan salvaje y sanguinario este animal que, no res- petando el amor conyugal ni el paternal, se pelea con su compañera y la mata, y a veces, a sus hijos. Al pare- cer, no come nunca carnes en descomposición y no re- curre a los insectos sino cuando no encuentra otra cosa. Se comprenderá, por lo que acabo de decir, que ta- les instintos cazadores, voraces y fieros, junto con la sorprendente velocidad de su vuelo, hayan sido utili- zadas para hacer del azor un medio de gran valor en cetrería, como una de las aves más poderosas destina- das a este objeto. Mata la caza por compresión, es decir, apoderándose de ella con sus garras y estrujándola con ellas con tal fuerza que las ahoga y tritura. Gracias a esta facultad es capaz de sujetar aves y mamíferos de peso y tamaño considerables. Así se explica que una hem- bra de azor, cuyo peso no excede de un kilo, llegue a sujetar una liebre que pasa de ocho libras. Sirve esta ave para cazar con ella lo mismo la pluma que el pelo, por lo que puede emplearse con éxito para cazar liebres, conejos, falsanes, perdices y patos. Además es ave su- mamente resistente, pues aguanta varias horas de tra- bajo y hasta un día entero, con tal de estar suficiente- mente entrenada. Dicen los que han practicado esta caza que con los azores resulta muy divertido capturar los conejos a toro suelto con hurón, para lo cual basta colocarse en la boca de la madriguera, y cuando sale el conejo, en vez de ti- rarle con escopeta, soltarle el azor para que lo alcance y lo capture. Anida el azor sobre los árboles elevados, pero gene- ralmente coloca su nido cerca del tronco. Lo construye con ramas secas, y lo forra con otras frescas que reem- plaza cuando se van secando. Dicen algunos ornitólo- gos ser caso frecuente que una misma pareja de azores se construya varios nidos, próximos unos a otros. De- fienden con gran coraje a sus crías, y no. temen en este caso ni al hombre. A pesar de cazar mucho, apenas dan abasto para saciar la voracidad de sus hijuelos. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA El azor de las palomas, así llamado también por la predilección que muestra en perseguirlas, es propio de toda Europa, Asia y Africa. Hay azores que son seden- tarios, y otros que se dirigen a las regiones meridiona- les al acercarse el invierno. En el extremo meridional de nuestra Península, es decir, en los inmensos: alcornoca- les que allí abundan, permanecen los azores durante todo el año; pero en la región central de España, así como en otras localidades, Granada y Gerona, por ejem- plo, parece que emigran en invierno. De. todos modos el azor, llamado también en algunos sitios gavilán gran- de, no.es ave común en: nuestro país. GAVILÁN (ACCIPITER NISUS) E E El gavilán. (Accipiter nisus.) DESCRIPCIÓN Omitiré la descripción del gavilán, pues hecha ya la del azor huelga completamente. El gavilán no es sino un azor reducido. Es lo que en geometría llamaríamos dos figuras semejantes, osea aquellas cuyos ángulos son iguales y cuyos lados son proporcionales. Lo que se dice de su conformación puede decirse de su plumaje, del color de sus ojos, patas, etc., y casi me atrevo a decir de sus costumbres, como podrá juzgarse por párrafos ulteriores. Es, pues, el gavilán un azor que en vez de las medidas ya dadas de esta ave, sólo llega a 33 centí- metros de largo por 66 centímetros de anchura de alas; la hembra, algo mayor, mide 8 y 14 centímetros más, respectivamente. Los machos adultos, como los del azor, tienen el plumaje algo más rojizo y los ojos anaranjados en. vez. de amarillos. COSTUMBRES El gavilán habita los terrenos con arbolado con pre- ferencia a las llanuras peladas. Aunque sus alas no.son muy largas, tiene gran agilidad para volar y gran faci- lidad para perseguir entre los árboles a los animales que asombra, pues, como el azor, tiene gran acometividad, con la diferencia de que ataca animales más proporcio- nados a su tamaño. El nombre con que en Inglaterra se designa a esta rapaz, que es halcón de los gorriones, sparrow-hawh, está muy bien puesto, pues con él se quiere decir, no precisamente que el gavilán no persi- gue más que gorriones, sino que da a entender la pre- dilección que muestra por los pajarillos. Con tal tena- cidad los persigue que pierde muchas veces la noción del peligro que puede correr; así es que cuando persigue a un pájaro, suele, sin darse cuenta, meterse en los cor- tijos, en las cuadras, en cualquier parte, en fin, y a me- nudo paga con la vida su imprudencia. También se les ha visto abalanzarse sobre los pajarillos que sirven de cimbeles a los que cazan avecillas con red, y ser cogidos por los bastidores. El gavilán es enemigo declarado de los pájaros. To- das las aves, desde la perdiz hasta los reyezuelos, están expuestos a sus ataques. Naumann cita un caso curioso que da idea de la valentía y atrevimiento de esta peque- ña rapaz. Vió una vez el célebre ornitólogo alemán una garza que volaba rozando la copa de los árboles, cuando de repente surgió un gavilán e hizo presa con sus garras en el cuello de la garza, obligándola a bajar hasta muy cerca de la tierra, pero percatándose de la presencia del observador, soltó el pescuezo de la zancuda y se alejó inmediatamente. Si se tiene en cuenta que la garza es tres veces mayor que el gavilán, podrá apreciarse la osadía de esta pequeña ave de rapiña. Con frecuencia emplea el gavilán la astucia para apoderarse de sus víctimas, acechándolas en el borde de los setos o volando sigilosamente a flor de tierra a horas en que comprende que las avecillas están paradas des- cansando en las matas bajas, bien porque sea aún muy de madrugada o la hora en que se recogen ya al acer- carse la noche. Todas estas fechorías que comete el ga- vilán con las aves de menor cuantía, son causa de que éstas, al verle, le persigan gritando, y es muy frecuente observar en el campo un gavilán rodeado de una nube de pajarillos que con sus gritos protestan de su presen- cia. Mas si estos enemigos son inofensivos para él no sucede lo mismo con las grandes rapaces, que sin el me- nor miedo atacan a veces al gavilán para devorarlo. Pero lo más temible para él es el hombre, que siempre que puede le manda un escopetazo, con perfecta razón. No debe respetarse al gavilán por ser ave sumamente dañina, pues además de devorar los pajarillos, benefi- ciosos para la agricultura y que alegran el campo con sus cantos, no perdona tampoco la caza, ni aun las aves de corral. Anida unas veces en los árboles altos y otras en los bajos, a escasa distancia del suelo. Construye el nido con ramitas y le forra la hembra con sus propias plumas. A pesar de su naturaleza feroz y salvaje, y precisamente por eso, se emplea el gavilán con éxito en cetrería. En Rusia, al Sur de los montes Urales, son muy em- pleadas estas rapaces para cazar codornices, y después de capturadas jóvenes se las enseña a cazar en verano y otoño, y al acercarse el invierno se las da suelta, para no tener que alimentarlas durante todo el año, pues hay gran facilidad de coger otras al siguiente. Muy pare- cido en pequeño al azor, tiene como él gran velocidad de vuelo, por lo cual es muy apreciado por los halconeros para la caza de pluma, perdices, codornices, zorzales, mirlos y en general de todas las aves proporcionadas a su tamaño. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Habita el gavilán en Europa, siendo sedentario en unas regiones y en otras de paso; también se encuentra en Asia y Africa. En España es bastante común, aun- que menos que el cernícalo y la primilla en la parte meridional. Los halcones. Los halcones son las aves antiguamente llamadas nobles por varias razones. En primer lugar, por la cate- goría social de las gentes que se servían de ellas para la caza, pues siendo de más precio su adquisición y más difícil su doma que la de los azores, sólo los mayores potentados, de más elevada posición social, podían te- nerlas, mientras que la generalidad de la gente cazaba con aquéllos. Se llamaban además nobles por su manera de atacar las presas en campo abierto y en buena lid, sin emplear más que la velocidad de su vuelo y la fuer- za de que están dotadas, no recurriendo a la astucia, es decir, al acecho, para apoderarse de ellas. También se llaman nobles por oposición a las demás aves de ra- piña, que cuando no encuentran otra cosa no les im- porta comer carne en putrefacción, mientras que los halcones no se alimentan más que de lo que ellos mis- mos capturan. Pertenecen los halcones a las aves remeras en lo que a su vuelo se refiere, es decir, que la segunda pluma del ala es la más larga. El poder de vuelo de esas aves, así como la acometi- vidad y valor de que están dotadas, además del instinto de la caza, innato en ellas, ha sido causa de que desde los tiempos de la cetrería fueran consideradas como las más a propósito para utilizarlas en la caza, alcanzando algunas precios fabulosos. Los halcones matan su presa por choque, los azores por presión, como ya he dicho. No hablaré aquí de cómo se adiestran los halcones para la caza, pues sería salirme del objeto de este libro. Me contentaré con enumerar las principales especies Lo y A) ADAN 4 0 E ra) e ¿Ka IIA AN NERÓN ANA SCS AA way Al E = pi Ña ma Vol NA ¡ : SS Se Me AN A A AS de 0 A NN A Ñ SO ' : y Halcón de cetrería preparado para la caza. que en cetrería se empleaban y se emplean aún hoy por algunos escasos aficionados. Eran aquellas el neblí, el gerifalte, el baharí, el sacre, el borni y el alfaneque, además del esmerejón y elalcotán. Sólo hablaré del neblí, o halcón peregrino, del esmerejón y alcotán y de los cernícalos, estos últimos casi impropios para la caza. — El halcón común. (Falco peregrinus.) DESCRIPCIÓN El halcón común mide de 40 a 50 centímetros de largo por 1 a 1,25 metros de anchura, según el sexo, Cabeza de halcón común. pues en ésta como en las demás rapaces es la hembra mayor que el macho. Son por encima estas aves de co- lor ceniciento obscuro, por la cabeza y el cuello, siendo Halcón común visto desde tierra. esta misma entonación con barras grises la que se ex- tiende hacia la parte inferior; los lados de la cera son- negros; el cuello y el pecho, blancos, un poco ocráceos; HALCÓN COMÚN (FALCO COMUNIS O PEREGRINUS) el vientre, blanco ceniciento con bandas transversales negruzcas, y la cola, negra, rayada con bandas ceni- cientas. Las hembras son de coloración algo más pá- lida. COSTUMBRES Era, después del gerifalte, el áve más apreciada en cetrería, empleándosela para cazar aves de vuelo pode- roso y elevado, y realmente, al estudiar sus costum.- bres, se comprende que en ella se hayan fijado para este objeto, pues no hay rapaz que la gane en acometi- vidad y valor, atacando sin vacilar seres de mucho ma- yor tamaño que él. Es tal su intrepidez, que se cita el caso de haber un cazador tirado una perdiz, y habiéndola herido, ver con gran extrañeza venir un halcón a arrebatársela antes de tener él tiempo de cobrarla. Por mi parte he visto una vez a un halcón entrar en un ojeo persiguiendo un bando de perdices. Por esto todas las aves, desde la alondra hasta los gansos salvajes, tienen algo que te- mer de esta rapaz, pues no pueden para defenderse de él recurrir al vuelo rápido, porque el halcón, que siem- pre caza por persecución y casi nunca al acecho, está dotado también de gran velocidad y de asombrosa. re- sistencia y llega a cansar a los seres más fuertes. Coge también con gran facilidad sobre el agua a las aves na- _dadoras. Las palomas tienen al halcón verdadero pá- nico, pues bien pronto da cuenta de ellas. Ocurrió una vez que en el mes de Septiembre un halcón vino a sentar sus reales sobre una de las torres 7 de la Catedral de París, y durante el mes que allí per- maneció estuvo alimentándose diariamente con las pa- lomas domésticas que revoloteaban por aquellos alre- dedores, hasta que los dueños de los volátiles se perca- taron de los destrozos que les causaba el intruso y ence- rraron las palomas. Entonces el ave de rapiña, viendo que se le acababa la comida, se decidió a emigrar. A pesar de ser el halcón el terror de las aves, es su- mamente curioso ver cómo en los acantilados que do- minan la costa en Dieppe (Francia), anidan a muy poca distancia del halcón aves destinadas sin duda alguna a ser sus víctimas, como las gaviotas, grajos y golondrinas. Cuando persiguen estas aves a una presa cualquiera van como ciegas, habiéndose dado el caso de halcones que persiguiendo aves acuáticas han buceado, o por lo menos intentado hacerlo, sin saber, y no pudiendo sa- lir del agua se han ahogado. Otras veces en tierra se han dado un golpe contra cualquier objeto duro y se han estrellado. Es curioso que un animal tan valiente como el hal- cón se muestre algunas veces tan cobarde, que deja que le arrebaten su presa aves como el milano, que muchas veces vive a sus expensas. Anida el halcón en los riscos inaccesibles y, como dejo dicho, en Dieppe siempre había una pareja en los alrededores. Cuando no quiere molestarse en hacer nido aprovecha uno abandonado por otras aves, arrebatán- dosele también a veces a viva fuerza, pues el que él construye es muy primitivo, aunque interiormente no resulta del todo inconfortable porque está forrado con plumas de sus víctimas. Al principio alimenta a sus hi- juelos con comida medio digerida que degluten en su buche; más tarde les dan pajarillos, y, ya más crecidos, les enseñan a capturar sus presas por sí mismos. El adjetivo de peregrimus que sigue al nombre de este halcón indica que tiene costumbres emigratorias, no obstante no ser regla general sino en los países del Norte. Cuando está encerrado se muestra el halcón suma- mente voraz, comiendo hasta mamíferos de gran tama- ño; pero aguanta también muchos días sin comer. En los tiempos de la cetrería era el ave más empleada, pues además de reunir excelentes condiciones su captura no resultaba demasiado difícil, por ser bastante común. Se le enseñaba sin dificultad a cazar aves muy diferentes entre sí. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Se encuentra el halcón común en un área bastante extensa. En las Islas Británicas se puede observar in- distintamente en los riscos de las costas como en los del interior. Existe el halcón desde el Noroeste de Asia hasta las costas más occidentales de Europa, y también en las del Mediterráneo, emigrando algunos individuos al Africa y habiéndosele visto en ocasiones cerca del Cabo de Buena Esperanza, como aseguran algunos au- tores. En España no puede decirse que es muy común, pero tampoco muy raro, sobre todo en las provincias de Levante y del Mediodía, en alguna de las cuales es sedentario. O El alcotán. (Falco subbuteo.) DESCRIPCIÓN El alcotán es una de las aves de rapiña más peque- ñas, pues mide 33 centímetros de largo y poco más de 80 centímetros de abertura de alas. La parte superior del cuerpo es de un negro azulado y la inferior de ama- rillo rojizo con rayas castaño obscuro. Tiene grandes bigotes caídos, de donde le viene el nombre de bigotudo con que se le designa en algunas regiones de España; la parte inferior de la cola y las plumas de las patas son rojizas; el pico, azulado y más obscuro en la punta; la cera, amarilla verdosa; los ojos, castaños; las patas, ama- rillas, y las uñas, negras. La hembra tiene los colores algo menos brillantes. En resumen, puede decirse que se parece bastante al halcón común, del que es una re- ducción, aunque el colorido en general es bastante más vivo. También la pluma es más suave que la del halcón común, y sus alas son más largas, en proporción con su tamaño, que las de aquél. COSTUMBRES Será quizás el alcotán o bigotudo una de las aves de rapiña más rápidas que existan; bien es verdad que su tamaño es reducido, así como su peso, estando pro- visto de alas muy largas, como ya he dicho. Esta velo- cidad de que está dotado le permite coger al vuelo aves tan rápidas como las golondrinas, vencejos y aviones, ” ALCOTAN (FALCO SUBBUTEO) == HOT -— de todos los cuales es el terror, pues parece perseguirlos con frecuencia para alimentarse de su carne, que cier- tamente debe de encontrar sabrosísima. No cabe duda de que las golondrinas, que en general se dedican a per- seguir y a molestar a las aves de rapiña, seguras de que gracias a la agilidad de su vuelo, escaparán a su ven- ganza, deben de encontrarse desagradablemente sor- prendidas cuando, sin saberlo, se encuentren en presen- cia de un alcotán, que nada tiene que envidiarlas bajo este aspecto. Por esta razón muchas de ellas encuentran la muerte cuando más en salvo se creían. También las alondras cuando se percatan de la pre- sencia de algún alcotán tratan de elevarse por encima de él, pues su maravilloso instinto les advierte que el alcotán sólo puede atacar a su presa de arriba a bajo, como sucede en realidad; pero muchas veces no les sale la combinación, siendo devoradas sin piedad. Como esta rapaz es también insectívora, captura con inaudita habilidad las langostas, saltamontes, libélulas y hormigas aladas. Anida generalmente en los árboles y, como el halcón común, forra su nido con plumas. Esta ave es de paso, es decir, que en invierno busca países cálidos. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA En Europa se encuentra en todas partes, así como en la zona templada de Asia. En nuestra Península no es ave común, excepción hecha de la provincia de Va- lencia, donde es frecuente. En Granada es sedentario. Por mi parte puedo decir que hasta la fecha, y a pesar A UA de haberme dedicado bastante a la caza de rapaces, no he tenido ocasión de matar una de éstas. El alcotán es quizás de todas las falcónidas la que mejor se amansa, por su natural dócil, llegando a cono- cer perfectamente a su amo. | En cetrería se adiestraba esta ave para cazar alon- dras, codornices, agachadizas, etc. ESMEREJÓN (FALCO LITHOFALCO) -- 103 — El esmerejón. (Falco lithofalco.) DESCRIPCIÓN El esmerejón es poco más o menos del tamaño del alcotán, aunque las alas quizás sean algo más cortas. El macho es ceniciento azulado por encima, más obs- curo en la cabeza y cola; tiene un collar rojizo manchado de negro en la parte inferior del cuello; la garganta es blanca; el vientre, rojizo, y por encima de la cola, gris; el pico, azulado; la cera, párpados y patas son amarillos y los ojos castaños. La hembra es de color en general más uniformemente castaño, siendo todos los demás to- nos mucho menos pronunciados. Es también algo ma- yor que el macho, como sucede en la mayoría de las aves de rapiña. COSTUMBRES Este pequeño halcón, que procede del Norte de Eu- ropa, es accidental en nuestro país en invierno, pero está muy lejos de ser común. Por mi parte sólo he matado un par de ellos. Es un ave de extraordinaria valentía, que persigue con encarnizamiento a los pajarillos, sobre todo a las alondras, para cuya captura tiene especial habilidad, por lo cual suele cogérsele algunas veces en las redes o bastidores que ponen los pajareros, al atacar a las avecillas que sirven de cimbeles. Como es tan va- liente, a veces ataca aves de tamaño muy superior al suyo, Unas veces anida en los huecos de las peñas y otras sobre los árboles, y con frecuencia aprovecha el nido abandonado de otra ave. Por tener el vuelo rápido y destreza asombrosa para apoderarse de las aves pequeñas, es decir, proporcio- nadas a su tamaño, fué utilizada con provecho en los tiempos de la cetrería, siendo más apreciado por algu- nos que el alcotán, por más valiente que éste; pero por su escaso tamaño sólo se servían de la hembra, que es algo mayor, utilizándola principalmente para cazar alondras. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Esta ave habita en verano las partes más septen- trionales de Europa, dirigiéndose en otoño e invierno a las más meridionales. También se encuentra en Asia y Africa septentrional. En España es rara. Los dos halcones que voy a describir, o sea el cerní- calo y la primilla, no tanto por su tamaño, casi igual al del alcotán y el esmerejón, como por no ser tan va- lientes como éstos, no se empleaban apenas en cetrería. CERNÍCALO (FALCO TINNUNCULUS) — 105 — El cernícalo. (Falco tinnunculus.) DESCRIPCIÓN Mide 3o centímetros próximamente de largo y de 65 a 70 centímetros de anchura con las alas abiertas. La parte superior del cuerpo de esta rapaz es de color rojo ladrillo, sembrado de manchas angulares negras; el cuello, la cabeza y la cola son de color ceniciento azu- Cernícalo visto desde tierra. lado, terminando la cola con una banda negra; el vien- tre, rojizo, más claro hacia la garganta, con algunas manchitas negras; el pico, azulado; la cera, los párpados y las patas, amarillas; las uñas, negras, y los ojos, cas- taños. La hembra, que aunque parecida al macho es algo mayor, tiene todos los tonos de sus coloridos más uniformes, siendo, por lo tanto, menos brillante de color. COSTUMBRES El cernícalo es ave muy común; mas, excepto algu- nos individuos aislados, sólo está entre nosotros en pri- mavera y verano, buscando para invierno climas más cálidos. — ¡TDÓL— : : Ys E S i z i , ¿ pS " 1 1 : 007777 EU A AIDA Mm PROA Y A £.. A ' A me. Lane TIN Ae, Cernícalo cerniéndose. Aunque pertenece a la familia de los halcones que' como habrá podido juzgar el lector por páginas ante- riores, hacen una guerra sin cuartel, no sólo a los paja- rillos, sino a toda clase de caza en general, el cernícalo es una excepción, y debe considerársele como rapaz be- neficiosa para la agricultura, pues limpia el campo de una inmensa cantidad de roedores e insectos nocivos. Así, por ejemplo, cuando las langostas asolan los campos en los meses más calientes del año, pueden verse gran- des cantidades de cernícalos que las persiguen y las de- voran. Muchas veces se los ve inmóviles y agitando las alas con rapidez en acecho de su presa; a esta actitud llaman los técnicos hacer el Espiritu Santo, pues recuerda la de la simbólica paloma. También, al igual de las otras ra- paces, describe círculos en el aire explorando así el suelo. Cuando ve alguna presa se deja caer con velocidad, siendo muy difícil verle cuando se posa en el suelo, por confundirse su color con el de la tierra. En Castilla, Extremadura, y en general en todas las regiones abiertas y de mucho horizonte de nuestra Pen- ínsula, es muy frecuente ver a los cernícalos y a las pri- millas, es decir, la otra especie de que a continuación me ocuparé, revoloteando sobre los sembrados en pri- mavera. Los lectores que viajan en automóvil por esas carre- teras habrán tenido ocasión de observar a estas aves posadas sobre los hilos telefónicos o telegráficos que bor- dean los caminos. Sin duda alguna el cernícalo debe esa carencia de — 108 — valentía que en él se nota, y se manifiesta en el hecho de elegir para su alimentación roedores, insectos, ani- males todos inofensivos e indefensos, a que la Natura- leza le ha dotado de armas también de muy poca fuerza, pues comparadas sus garras con las de los demás hal- cones, se ve que están en estado de manifiesta inferio- ridad. Por las razones indicadas muy rara vez sucede que el cernícalo se alimente de pájaros, y teniendo en cuen- ta la cantidad de roedores e insectos que destruye, sólo merece nuestra protección. Las rapaces nocturnas le inspiran un odio profundo, y cuando se cazan rapaces usando como cimbel un buho, es el cernícalo el que demuestra más acometivi- dad e insistencia en sus ataques. Indudablemente será el único caso en que esta ave se muestre valiente. Anidan los cernícalos en las rocas escarpadas, en los cortados o picos, aun en los de naturaleza terrosa, mos- trando en esto costumbres trogloditas, y muchas veces se ven los agujeros donde han instalado sus nidos mez- clados con los de las primillas y de los abejarucos. Los edificios ruinosos y abandonados, las torres de las igle- sias dentro de los poblados, son todos sitios donde el cernícalo establece su nido. Es muy curiosa la propiedad del cernícalo de aumen- tar o disminuir su reproducción, según la abundancia o escasez de alimentos para sustentarla, sobre todo cuando se trata de pequeños roedores. Así, cuando abun- dan estos pequeños mamíferos en una comarca, el cer- nícalo hace varias crías en una misma estación, mien- tras que, por el contrario, cuando estos animalitos esca- sean sólo hace una cría. Si llega el caso de hacerse los ratones de campo demasiado raros, los cernícalos, com- prendiendo, gracias a su maravilloso instinto, que no podrán alimentar a todos sus hijuelos, no vacilan en arrojar del nido alguno de ellos. Según parece, la lechu- za también presenta esta particularidad. Como he dicho, la carencia de acometividad del cer- nícalo le vedaba, a pesar de su vuelo fácil y ligero, el figurar como ave de cetrería. Sin embargo, en tiempo de Luis XIII se le empleó para cazar murciélagos. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Puede decirse que todo el antiguo Continente, de Norte a Sur y de Este a Oeste, sobre todo Asia y Euro- pa, es patria del cernícalo. En España hay individuos sedentarios y otros que emigran en invierno a Africa; pero en general puede considerársele como de las rapaces más comunes y so- ciables, pues se encuentran en los principales monumen- tos de nuestras ciudades, principalmente en las regicnes oriental y meridional. (MIO — La primilla. (Falco cenchris.) DESCRIPCIÓN La primilla es algo más pequeña que el cernícalo, al que se parece mucho y con el que se puede confundir de no estar ducho en esta cuestión de aves. En Anda- lucía designa el vulgo con el nombre de primilla a las dos especies. El plumaje del macho se parece al del cernícalo del mismo sexo; pero así la cabeza, que es cenicienta azulada, como la espalda, que es de color ladrillo, presentan más uniformidad en sus tonos y ca- recen casi por completo de manchas negras, o por lo menos son tan diminutas que apenas se ven. La hem- bra es del mismo color que la del cernícalo, aunque de aspecto menos fuerte. Existe una diferencia esencial que permitirá distinguir fácilmente las dos especies cuando se tengan las aves en la mano, .y es que el cernícalo tiene las uñas negras y la primilla blancuzcas. COSTUMBRES Al ver volar estas dos aves, de no estar muy cerca, será difícil decidir a cuál de las dos especies pertene- cen. Esta especie es más bien animal de llanura, que prefiere la vecindad de los pueblos de las campiñas a las montañas; lo cual se explica porque allí, como en las márgenes de los ríos, es donde tiene más probabili- dad de encontrar abundancia de insectos, que consti- tuyen su alimento. En verano y primavera se ven en las llanuras sem- PRIMILLA (FALCO CENCHRIS) MEE E" ed sy AT 3] - Ñ Lale —— A AIN LC AN Gb aid ALAN red | IM | o Ml pi IU L— Ji > a — RÁ y no | JU A ÓN ze A 7 1) óN Torres habitadas por primillas, — IZ bradas de Castilla y de Andalucía gran cantidad de estas pequeñas aves de rapiña, que, como los cernícalos, per- siguen las langostas y otros insectos, retirándose a ano- checer a las torres de las iglesias o a las ruinas, donde tienen establecido su nido o su refugio nocturno. Tam- bién se posan con frecuencia, como los cernícalos, en los hilos telegráficos de las vías férreas o de las carreteras. Anida la primilla en las torres de las iglesias y en otros monumentos. En todos los templos de Sevilla se ven las primillas en grandes cantidades y viven en bue- nísima armonía con otros habitantes de los campanarios y cornisas, como las palomas y cigieñas. No hay apenas torre de iglesia en España, sobre todo en la parte me- ridional, donde no haya primillas, pero pocas se que- dan entre nosotros durante el invierno, pues emigran a Africa. Además de aquellos sitios, anidan estas aves, como el cernícalo, en los acantilados terrosos. Por la naturaleza de su alimentación, esencialmente insectívora, debe respetarse esta rapaz, pues, lejos de hacer daño alguno, presta beneficios a la agricultura. En cautiverio, lo mismo el cernícalo que la primilla, llegan a hacerse sumamente mansos y a reconocer bien a su amo. A EXTENSIÓN GEOGRÁFICA En las regiones septentrional y central de Europa son muy raras, pues más bien es ave propia de las penín- sulas e islas meridionales. En España, aunque no tan común como la especie anterior, es frecuente en las ciudades del centro y mediodía. No creo que exista en la región cantábrica. CAPITULO VII Circidas. He colocado este grupo (que nada tiene que ver con los halcones o rapaces nobles, pues ninguna de las es- pecies que lo componen se emplea jamás para la caza), después de ocuparme en aquéllas, por considerarlo como grupo que marca la transición entre las aves de rapiña diurnas y las nocturnas, y si se examinan de cerca la estructura, vuelo, etc., de estas rapaces, se convence uno más y más de la verdad de esta aserción. Además de volar estas aves a poca altura y de su vuelo irre- gular que recuerda el de las lechuzas, tienen alrededor de los ojos una especie de círculo marcado de plumas que puede parecerse al de las strigidas, aunque menos pronunciado. En general estas aves prefieren las pro- ximidades del agua para sus correrías, y son animales propios de las llanuras. EZ 114 pan Arpella o aguililla de laguna. (Circus aeruginosus.) DESCRIPCIÓN Miden las arpellas 58 centímetros de largo y 1,30 me- tros, más o menos, de abertura de alas. El macho y la hembra difieren mucho en el color de su plumaje, y para no cansar al lector con descripciones, diré que el primero se parece mucho en su colorido general al del milano real, aunque los tonos son más apagados y des- vanecidos y los ojos y las patas son amarillos. La hem- bra es de color uniforme de chocolate, excepto la cabe- za que es de color leonado claro en su parte superior, por lo cual, y por ser algo mayor, se la distingue per- fectamente del macho cuando están volando. COSTUMBRES Como su nombre indica, esta ave frecuenta los pan- tanos y en general todos los sitios húmedos y llanos, no encontrándosela jamás en las montañas. Es en algunos sitios sedentaria y en otros migratoria, manifestándose bajo ambos aspectos en nuestra Península. Ataca a las aves acuáticas, pero, según dicen varios autores, es frecuente ver estos aguiluchos pasar sobre las grandes bandadas de palmípedas o zancudas sin molestarlas en lo más mínimo, lo cual claramente de- muestra que hacen objeto de sus acometidas a los indi- viduos aislados, pero no se determinan a lanzarse cuando hay grandes aglomeraciones de aves. En las cacerías de patos, fochas, etc., hacen estas AGUILILLA DE LAGUNA (CIRCUS AERUGINOSUS) — 115 — águilas su Agosto, como se dice vulgarmente, apode- rándose de las piezas heridas y llegando en su descaro a tal extremo que las arrebatan ante los ojos de los cazadores, y mostrándose tan ciegas que se las ha visto intentar llevarse cimbeles disecados. Seguramente los que lean estos renglones y hayan cazado patos alguna vez, bien sea en Daimiel, en la Albufera, las marismas del Guadalquivir u otros sitios análogos, habrán tenido ocasión de ver estas aves, y acaso a más de uno le ha- brán robado algún pato herido o alicortado. Es un ave muy difícil de matar, por tener muy des- arrollado el sentido de la vista, y percatarse por consi- guiente en seguida de la presencia del cazador. En el extranjero, donde se han estudiado todos los medios para destruirla, algunos guardas de cotos reservados a patos han empleado como cimbel en la primavera una hembra disecada, matando así algunos machos en la época del celo; pero el mejor medio de hacerles la gue- rra es cazándolos con el buho o gran duque, como se verá en la última parte de esta obra. De ese modo he podido yo hacerme con algunos ejemplares. No sólo se alimentan estas aves de palmípedas y zan- cudas, sino de reptiles y hasta de peces, según algunos. Estas aves anidan en el suelo entre los juncos de los pantanos, y si lo hacen en algún macizo de árboles, siempre escogen el que esté muy cerca del agua. El cre- cimiento de las crías de esta ave no es rápido, y a pesar de no ser las últimas en anidar, ocurre muchas veces que ya está muy entrado el verano y aun no han abando- nado el nido. — 110 — En los tiempos de la cetrería no se utilizó esta rapaz para la caza, pero los habitantes de las estepas rusas del Sudeste, o sean los Kirghizes y los Baschkirs, han lle- gado a amaestrarlas para la captura de los patos salvajes. Por ser muy arisca, esta rapaz aguanta mal el cau- tiverio, perdiendo con dificultad sus instintos salvajes. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA En general, puede decirse que donde hay pantanos, marismas, lagunas, etc., de alguna extensión no puede considerarse esta rapaz como rara, y realmente su patria es el mundo entero; así, por ejemplo, tanto en Egipto como en la India, se ven llegar grandes bandadas en invierno. En España las he visto en las marismas del Guadalquivir, como todo el que vaya embarcado desde Sevilla a Sanlúcar de Barrameda. Se podrá también verlas en La Laguna de la Janda, en la Albufera de Valencia y en general en todos los terrenos que reúnan las condiciones ya enumeradas. En Francia se ve el aguililla con frecuencia en la Camargue, o sea en el delta del Ródano, y es sedentaria en la mayor parte de los lagos y pantanos de aquel país. El nombre de strigiceps con que se designan las dos especies en que me voy a ocupar a continuación, denota que se asemejan mucho más a las strigidas o aves noc- turnas que la anterior, o sea el águila de laguna. Claro está que la forma de estas aves, esbeltas por excelen- — 117 — cia, en nada se parece a la amazacotada de los bu- hos y lechuzas; pero si se fija uno bien, se verá que tienen los ojos rodeados de círculos de pluma como los de las rapaces nocturnas, aunque quizás algo me- nos pronunciadas. Por tales causas, estas dos especies pueden considerarse como el puente, por decirlo así, entre las rapaces diurnas y las nocturnas. O > El ave de San Martín. (Circus cyaneus.) DESCRIPCIÓN El vulgo la llama milano blanco, entre otros nombres, y por esta denominación la designé yo cuando por vez primera me encontré en presencia de esta rapaz. En rea- lidad no es blanco el color de esta ave, sino gris perla, con las puntas de las alas negras; pero cuando se le ve volando resulta tan claro como el de la gaviota, y nada tendría de particular que alguien, nada inteligente en aves, la tomara por una de esas palmípedas marítimas, pues su vuelo es como el de éstas, pesado, y tiene tam- bién, como ellas, las alas muy largas, y si a esto se añade que muchas veces se la ve volando sobre las lagunas a escasa altura, la confusión del profano en esta materia resulta aún más explicable. Pocas aves habrá en la creación en que exista dife- rencia más grande entre los dos sexos que en esta rapaz. El macho adulto tiene el lomo de color ceniciento claro, el vientre blanco, la garganta listada de pardo y blanco, las puntas de las alas gris muy obscuro, es decir, casi negras; el resto de las alas también cenicientas y la cola con varias fajas obscuras transversales. El iris, la cera y las patas son de color amarillo limón. Mide 47 centí- metros de largo y 1,10 metros de anchura de alas. La hembra es mucho mayor que el macho y de un colorido enteramente distinto del de aquél. La espalda es casta- ño leonado, con tonos amarillentos, rojizos en la nuca AVE DE SAN MARTIN (CIRCUS CYANE US) y en las plumas cobertoras superiores; en el nacimiento de la cola por la parte superior tiene una gran mancha blanca que se ve perfectamente cuando vuela, y por la cual se identifica, como me ha sucedido a mí muchas veces, pues de lo contrario, nada de particular tendría confundirla con una rapaz cualquiera, un águila ratera, por ejemplo; pero en ningún caso con el macho, al que nada se parece ni en tamaño ni en colorido, y sí única- mente en su vuelo bajo e incierto y en la clase de terreno que frecuenta. Para dar idea de la gran diferencia que hay entre los dos sexos, diré que durante mucho tiempo en Inglate- rra se consideraba la hembra como una especie distinta, y se la designaba con el nombre de ring-tail, o cola de anillo, sin duda refiriéndose a la mancha blanca que rodea su base y a la que dejo hecha referencia. COSTUMBRES Se suelen ver estas rapaces, volando generalmente muy bajas, en las llanuras, vegas, pantanos y lagunas, cuya superficie rozan con las alas. Cazando codornices en la provincia de Soria y en Navarra he visto con fre- cuencia esta ave y la especie siguiente, y por cierto que el año pasado de 1915 vi un macho magnífico cuando perseguía yo a los patos salvajes en una laguna próxima a Pamplona. He observado la costumbre de estas rapa- ces de pasar próximamente a la misma hora por los mismos sitios, gracias a lo cual he logrado acecharlas algunas veces. Su alimentación es sumamente variada, y consiste e MU en pájaros, crías de aves acuáticas, reptiles, etc., y aun- que destruye algunos roedores e insectos nocivos, son mayores los daños que los beneficios que puede repor- tarnos, haciéndose acreedora a que le enviemos una perdigonada llegada la ocasión. Coloca el nido, que construye toscamente y forra con plumas y pelos de sus víctimas, en los bosques húme- dos, y también en mitad de los pantanos entre los jun- cos u otras hierbas acuáticas. Fuera de la época del celo se suelen ver estas aves aisladas. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA is propia de la mayor parte de Europa y también del Asia central, y aunque dicen algunos libros que se limita a la parte Norte de Africa, cuando fuí yo a cazar al Africa oriental inglesa recuerdo haberlas visto allí con frecuencia, sobre todo en las mesetas altas y llanas, donde he matado algunas. Puede decirse que, aparte los sitios que he indicado antes, y la provincia de Santan- der, donde las he visto, es menos abundante en España que el aguililla de laguna, de que ya me he ocupado. En algunas regiones es sedentaria, pero es mayor el núme- ro de aves de éstas de paso que el de las que entre nos- otros permanecen. CENIZO (CIRCUS CINERAC US) E «ENT El cenizo. (Circus cineraceus.) DESCRIPCIÓN Es muy parecida esta especie a la anterior, sólo que el macho es de un gris más obscuro que el del ave de San Martín, y el abdomen y los muslos, en vez de ser de un blanco puro uniforme, tienen manchas pequeñas y alargadas, de color rojo ladrillo. La hembra es del mismo color que la de la especie antes descrita, pero el de alrededor de los ojos es blancuzco y tiene la espalda de rojo fuerte. Los individuos jóvenes son de color cas- taño rojo. Tuve la suerte de matar una vez uno de estos últimos cazando codornices en vega de la provincia de Soria, y nadie de los que lo ven en mis vitrinas puede creer que sea de la misma especie que el macho adulto que también tengo en mi colección; tal es la diferencia de plumaje. Es menor esta ave que la especie descrita anteriormente. COSTUMBRES Pero todo lo que se refiere a su alimentación, nidi- ficación y costumbres queda dicho al hablar de la espe- cle anterior. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Se encuentra en los mismos países. En España es más rara. ab db UN O a do Pads peda, mA be añ EA $ Elo ¿E otr BR CAPARO IIA duo PAIR o Ar RN A dd $ glivmeabé e ME | | | | Sama reso A, A A AS A E ¡bio dio DN OS va din or 0ñ04 one a E | $ ve j dl Y E, WEN Pel ] A agro al socia. Es untada esta AIN pro] AIN ñ TONO alo 13 ] VIANA Es ) no O ' eh qe RADA " NET , ' y MOTA A ASOMO. MO YN PA , 0 E yo AA e | 2 BSqUi. A e98Ía e RONRIL AOL An 0 $e Ñ , ws EN ¡ lin ' í k ] AR y y f Mia Me A l q a DS NV CAPELULC" VEL Rapaces nocturnas. Ya he dicho que éstas componen una sola familia, la de las strigidas, caracterizadas por tener los ojos co- locados en la parte anterior de la cara, en medio de una , x= : Up. VIA NI ap Ep MÍ ? Cabeza de lechuza (rapaz nocturna). especie de discos formados por plumas que hacen las veces de radios; los dedos cubiertos de plumas O pelos, y éstas no rígidas como en las rapaces diurnas, sino flo- jas y sedosas; todas ellas tienen la cabeza gruesa. En España existen siete especies de nocturnas, a saber: el buho grande, el buho pequeño, la lechuza cam- pestre, la corneja, la lechuza común, el cárabo y el mo- chuelo. Las cuatro primeras tienen a los lados de la cabeza pequeños penachos de plumas que semejan orejas o cuernecitos; las tres restantes carecen de ellos. Garra de buho3 (rapaz nocturna). Como su nombre indica, sólo salen de noche y al amanecer dejan de cazar, retirándose, ora al hueco de un árbol, ora a la grieta de una roca o a un edificio en ruinas, según las especies. Estos son los sitios que sue- len escoger para establecer sus nidos. Gracias a la flexibilidad y suavidad de su pluma, el vuelo de las strigidas es muy silencioso, por lo cual sor- prenden con facilidad a su presa. Todas las nocturnas, con excepción del gran duque, que come alguna caza, son beneficiosas para la agricul- tura, pues destruyen gran cantidad de roedores e insec- tos nocivos. Deben respetarse, pero desgraciadamente los campesinos los consideran de mal agúero, acusándo- los de beberse el aceite de las lámparas de las iglesias, etc., y los matan cuando pueden, viéndose muchas veces estas aves muertas y clavadas en las puertas de las casas. En la antigúedad, el mochuelo era el pájaro de la diosa Minerva, y en la Edad Media era muy frecuente verle como compañero del alquimista, según puede ob- servarse en cuadros y grabados. Son siete las especies que de rapaces nocturnas tene- mos en España y las dividiremos en dos grupos, a saber: las que tienen a ambos lados de la cabeza unas plumi- tas que sobresalen, parecidas a orejas, y las que care- cen de aquéllas. En el primero se comprende el buho grande o gran duque, el buho pequeño, la lechuza cam- pestre y la cornejuela, y forman parte del segundo, el cárabo, la lechuza y el mochuelo. Esta división, poco científica, resulta más clara para el objeto de esta obra, que es vulgarizar el estudio de las aves. — 126 — El gran duque. (Bubo maximus.) DESCRIPCIÓN De todas las rapaces nocturnas la mayor es el gran duque, que es del tamaño de algunas águilas, por lo cual los ingleses le han bautizado con el nombre de eagle owl, o mochuelo-águila. Mide el gran duque 0,66 metros de largo y 1,60 metros de abertura de alas. Su plumaje está mezclado de castaño y amarillo, notándose más los tonos castaños por la parte de la espalda y el cuello; por debajo son más claros y más amarillos, con listas obscuras. El pico es negro y los ojos anaranjados, más o menos claros, según los individuos. Las patas tienen plumas hasta las uñas, y las dos plumitas de los lados de la cabeza son bastante largas. COSTUMBRES El buho se alimenta de toda clase de animales, ha- biendo autores que aseguran que ataca a mamíferos de gran tamaño. Por los nidos que he tenido ocasión de examinar he podido apreciar que gusta de toda clase de caza, habiendo visto en ellos restos de conejos, perdi- ces, etc. Es posible que durante la noche, favorecido por las tinieblas, se apodere de las crías y aun de los adultos de algunas rapaces, así como también de las córvidas, etc. Indudablemente es ésta la causa de que produzca el gran duque a las aves aversión tan grande y odio tan profundo, que basta ver un buho durante el BUHO GRANDE (BUBO MAXIMUS) día para que cualquiera de ellas lo acometa inmediata- mente con gran impetuosidad, para lo cual ha imagi- nado el hombre utilizarlo como cimbel para cazarlas, como veremos en la segunda parte de esta obra. El gran duque es de tan extraordinario valor que se le ha visto sostener combates con las águilas grandes, saliendo victorioso algunas veces. Verdad es que basta fijarse un momento en la estructura de esta nocturna para darse cuenta de la fuerza que puede desplegar. Durante el día permanece escondido en lo más espeso del arbolado o en los huecos de las peñas. Si tiene la desgracia de ser visto, aunque sea por un pajarillo in- significante, éste da inmediatamente la voz de alarma, y a los pocos momentos es el buho objeto de los ataques de todas las aves circundantes, grandes y pequeñas, pues, como he dicho, es odiado por todos los volátiles. Mas si, cuando levanta durante el día su vuelo, parece torpe y pesado, en cambio durante la noche hace gala de su agilidad y destreza, y se apodera de su presa con singular habilidad, por lo cual hace víctimas lo mismo entre las aves que entre los mamíferos y reptiles y aun hay quien asegura que también coge peces. Anidan los buhos en los orificios de los peñascos y en algunos árboles huecos, y se contentan con forrar el nido muy ligeramente con algunas hojas secas. Gene- ralmente anidan en los mismos sitios todos los años. He tenido muchos buhos en cautiverio, pues los he usado con frecuencia como cimbeles para matar rapa- ces diurnas; pero he de confesar que siempre he encon- trado estas aves sumamente ariscas y salvajes, y aun — TOR — cuando hayan sido cogidas pequeñas no pierden su ca- rácter indómito. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Son propias de la mayor parte de Europa y gran parte de Asia y Norte de Africa en la región montañosa del Atlas. No son raras en España, en donde en algunos sitios crían en la proximidad de las habitaciones. En las grandes masas forestales se encuentran estas aves, pero yo, a pesar de haber cazado mucho en ojeo y en sitios muy distintos de nuestra Península, las he visto muy pocas veces. BUHO PEQUEÑO (ASIO VULGARIS) El buho pequeño. (Asio vulgaris.) DESCRIPCIÓN Una vez descrito el buho o gran duque, tanto en lo que se refiere a su forma como a su colorido, me parece completamente ocioso hablar bajo este punto de vista del buho pequeño, por ser exactamente igual, no dife- renciándose más que en el tamaño, que es bastante menor que el de aquél. Mide el buho pequeño, tam- bién llamado por algunos medio duque, de 0,36 a 0,39 metros de largo y de 0,96 a 1,4 metros de aber- tura de alas. COSTUMBRES Habita en los bosques; únicamente de noche es cuan- do puede alguna vez merodear alrededor de los sitios habitados en busca de su presa. Es animal sumamente sociable, y fuera de la época del celo, en que se separan en pares, suelen vivir en bandadas más o menos nume- rosas, siendo muy frecuente que, cuando se ve uno en un árbol, en todos los próximos haya algunos indivi- duos de esta especie. En el monte de Viñuelas (Madrid, propiedad del excelentísimo señor Duque del Infanta- do) he podido comprobarlo, dándose el caso de que algu- nos ojeos se tiraban siempre buhos pequeños y en otros ya no se veía ninguno. Un amigo me decía que en una cacería vió salir va- rios buhos de estos de un mismo árbol, lo cual, como lo 9, anterior, es prueba evidente de la sociabilidad de estas rapaces. Se alimenta de roedores e insectos, y cuando ataca a los pájaros, rara vez a mayores que el mirlo. Es poco dañino para la caza y muy beneficioso para la agricul- tura, por limpiar los campos de roedores e insectos no- civos; no obstante, es objeto de persecución por parte del vulgo ignorante, que lo mata con facilidad por ser ave muy confiada que se deja acercar mucho, siendo necesario con frecuencia sacudir las ramas del árbol en que está posado para que se decida a emprender el vuelo. Esta ave no construye nido, contentándose muchas veces con depositar sus huevos en el abandonado por otra rapaz, y llega hasta aprovechar los de las ardillas. Mientras los padres alimentan a sus hijuelos, hacen gran consumo de roedores e insectos perjudiciales, prestan- do a los agricultores beneficios incalculables, que éstos, repito, lejos de agradecer, y esclavos únicamente de su ignorancia, les pagan muchas veces matándolos sin pie- dad. Ya dije que, también es odiado, como las demás rapaces nocturnas, por las otras aves, y que siempre que se deja ver durante el día es atacado por ellas. Se emplea con éxito como cimbel, bien vivo o disecado, para matar alondras y rapaces de menor cuantía. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Es el buho pequeño habitante de todos los sitios de Europa que estén poblados de árboles. También se le encuentra en el Norte de Africa, desde Marruecos hasta Egipto; en Asia, en las regiones de bosques al Norte del Himalaya hasta China, y, según algunos, en invierno se presenta también en la India. En nuestro país es bas- tante común en las regiones central, oriental y meridio- nal; pero como ocurre con estas aves que sólo salen de noche, parecen más raras que lo que realmente son, pues es poco frecuente verlas durante el día por estar escon- didas, y como son poco asustadizas, es preciso pasar por el mismo árbol en que están para que al levantar el vuelo dejen verse, circunstancia meramente casual. La lechuza campestre. (Asio brachyotus.) DESCRIPCIÓN Es esta especie del tamaño de la anterior, o sea el buho pequeño. Las diferencias consisten, pues, en su colorido, costumbres y sitios que frecuenta. La cabeza de esta rapaz es menor que la del buho pequeño; las plumitas sobre aquélla, que parecen orejas, están en esta ave más próximas que en la anteriormente des- crita y además son más cortas, por lo cual los ingleses la han denominado short-eared owl, o mochuelo de ore- jas cortas. El colorido general de su plumaje es ama- rillo pálido. Las innumerables rayas que cortan su fondo amarillo son castaño, más o menos obscuro, resultando todo el ave de un color más apagado, menos rojizo y más claro en su conjunto que el del buho pequeño. A pesar de todas estas diferencias, el vulgo confun- de las dos aves. Lo que más le distingue de la otra es- pecie es, no tanto su alimentación, que es análoga, sino los sitios donde se le suele encontrar. COSTUMBRES La lechuza campestre, por oposición al buho peque- ño, gusta, no de los bosques impenetrables, como aquél, sino de todo lo contrario, de los terrenos abiertos, el monte bajo y también mucho las orillas de los pantanos y Otros sitios húmedos. Por esta razón se le ha deno- minado, a mi parecer con gran propiedad, mochuelo de LECHUZA*"CAMP ES TRE (ASIO BRACHYOTUS) los pantanos. Permanece durante el día escondido en las hierbas altas. Su régimen alimenticio, como el de todas las rapaces nocturnas, consiste en pequeños roedores e insectos, rara vez en pájaros; pero tiene la costumbre de empezar a dedicarse a la caza cuando queda mucha luz de día. Construye el nido de una manera primitiva entre las hierbas sobre el suelo. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA ¿Cuál es la patria de esta ave? Puede decirse, sin temor a equivocarse, que el mundo entero, aunque, según parece, en Australia no existe. En las Islas Bri- tánicas llaman a esta ave mochuelo chocha, por coinci- dir su llegada con la de esas zancudas, y además por la naturaleza de su vuelo en zigzag. Dicen que no es muy rara en España, pero he de confesar que yo la he visto pocas veces. — 134 — La lechuza. (Strix flammea.) DESCRIPCIÓN La lechuza mide de 33 a 38 centímetros de largo y 1,8 metros de abertura de alas. Es de color muy claro; la espalda gris, muy mezclado con amarillo, mientras que sus plumas tienen manchitas muy pequeñas, blan- cas y negras alternadas. La cola tiene barras transver- sales, más o menos marcadas. La cara es generalmente blanca o rojiza, algunas veces algo más obscura la parte que rodea los ojos; el vientre, blanco, más o menos ro- jizo, con algunos puntitos de color castaño que van bo- rrándose a medida que los individuos avanzan en años, llegando los adultos a ser completamente blancos por aquella parte. Las patas están cubiertas de pluma muy tenue, pero los dedos aparecen casi desnudos. Por ser sumamente difícil describir el colorido de esta ave que tanta variedad de tonos presenta, recomiendo a mis lec- tores que, a pesar de la descripción que acabo de hacer y he procurado sea lo más clara posible, miren la lámi- na adjunta, que por ser, como todas las de este libro, copia exacta del natural, les dará idea verdadera de los colores de la lechuza. COSTUMBRES Habita ésta en las torres de las iglesias, en los edi- ficios ruinosos y en los desvanes de muchas casas de campo, donde permanece oculta durante el día, lanzán- LECHUZA (STRIX FLAMMEA) — 35. dose a cazar cuando llega la noche, con vuelo a flor de tierra, después de haber proferido un grito gutural algo desagradable, pero que indica claramente el sitio donde está el ave, pues fijándose de donde proviene no se tarda en percibir la rapaz. También vive la lechuza en los palomares; pero no causa el menor daño a sus habi- tantes ni a sus crías. En los desvanes son de suma uti- lidad, porque, según está calculado, dos lechuzas des- truyen tantos roedores como veinte gatos. Por esto y por la cantidad de aquéllos que devoran en el campo, se ve cuán injusta es la campaña que el vulgo igno- rante hace contra estas aves, clavando sus cadáveres en las puertas de las casas de labor como para hacer gala de la hazaña.-Es debida, en parte, la animosidad que sienten los campesinos hacia las lechuzas a la multitud de leyendas que corren sobre ellas y a la superstición popular que las considera aves de mal agiiero. Así, por ejemplo, si hay en una casa enfermo grave y se oye el soplido o bufido habitual de la lechuza, se considera como presagio de muerte. En España se le acusa de beberse el aceite de las lámparas en las iglesias. Por todo esto es por lo que los campesinos matan las lechuzas. En Alemania, lejos de perseguirlas, tratan de arre- glar en los tejados de las casas sitios adecuados para que en ellos aniden, pues bien comprenden los benefi- cios que les reporta esta ave. Cuando la lechuza se re- coge durante el día, se queda inmóvil, hasta el punto de que, instalada en la torre de una iglesia, ni aun el repique de las campanas es capaz de hacerla salir de su inmovilidad. Sus nidos se encuentran en los sitios que — 136 — acabo de decir, esto es, las torres, desvanes y cam- panarios. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Se encuentra la lechuza en toda Europa, existiendo en su parte septentrional en las grandes masas foresta- les. En España es muy abundante y además sedentaria. CORNEJA (STRIX SCOPS) — 137 — La corneja. (Strix scops.) DESCRIPCIÓN La más pequeña de todas las rapaces, pues viene a ser del tamaño de un mirlo, es por su forma un buho en miniatura; sin embargo, los colores de su plumaje son completamente distintos de aquél. Su color es cas- taño ceniciento uniforme, variado con tonos más obs- curos y más rojizos por la parte del vientre, y con líneas longitudinales castañas en el centro de las plumas; las plumillas que forman las características orejitas sobre la cabeza son bastante largas; las patas están provistas de plumas, pero los dedos desnudos y los ojos son amarillos. Hay dos aves que tienen casi el mismo color de plu- maje que la corneja, y son: el engañapastor o chotaca- bras, pariente próximo de las golondrinas, y que sin duda muchos lectores habrán visto posados sobre las carreteras en verano durante ambos crepúsculos, levan- tándose únicamente cuando parece que están a punto de ser aplastados por los automóviles, y el torcecuellos, ave trepadora del tamaño de un gorrión próximamente. COSTUMBRES La corneja es ave muy abundante en nuestra Pe- nínsula, aunque sólo permanece entre nosotros en los meses de primavera y verano, emigrando después al Africa. A pesar de ser tan abundante casi nunca se la ve de día, pues permanece en lo más espeso del arbo- lado, posada sobre las ramas y casi pegada al tronco, con el que, a causa de su colorido, se le confunde, ha- ciéndola invisible. Pero si no se la ve se oye de conti- nuo durante la noche, en primavera y verano, su silbido lastimero y no interrumpido sino algunos segundos de intervalo, en todos los sotos que bordean los ríos, en los jardines y en los parques del interior de las ciudades. Así sucede en Madrid, Sevilla, etc., que durante toda la noche se contestan con estos silbidos unos individuos a Otros, siguiendo su conversación hasta la llegada del día. Seguramente los lectores de estas líneas habrán ya hecho esta observación. Al anochecer empiezan a cazar, pues, como queda dicho, durante el día permanecen ocultas entre el ar- bolado. Se alimentan principalmente de insectos, y al- gunas veces de pequeños roedores. Su vuelo es más pa- recido al de los halcones que al de las otras rapaces nocturnas, aunque algo al de estas últimas en que se remonta poco del suelo. Aunque en estado salvaje come ratones, en cautive- rio se ha dado el caso de devorar pajarillos. Se llegan a domesticar perfectamente y conocen la voz de su amo, conservándose mucho tiempo cuando se les alimenta de ratones; pero es preciso en la época de su viaje anual tenerlas bien encerradas, pues de lo contrario se esca- parían para volver a las regiones donde acostumbran a invernar. S1 bien no construyen nido, rara vez aprovechan el abandonado por otra ave. Escogen generalmente para ello los huecos de los árboles, las grietas de los peñascos — 139 — y los orificios de las paredes de los edificios viejos y rul- nosos. Los pequeñuelos no abandonan a sus padres hasta que aprenden a comer solos, pero luego la familia se dispersa, y al final del verano emprende cada cual por su cuenta el viaje de retorno hacia climas más apacibles. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Estas pequeñas rapaces habitan en la Europa meri- dional, emigrando al Africa en invierno. También las hay en Asia. Las tres especies en que voy a ocuparme carecen de esas plumitas que parecen orejas y que tienen sobre la cabeza las que acabo de describir. El cárabo. (Syrnium aluco.) DESCRIPCIÓN El cárabo es, después del buho, la mayor de las ra- paces nocturnas. Mide 42 centímetros de largo y 1,20 me- tros próximamente de ala a ala. El color de su plumaje es rojizo, más o menos castaño, y mezclado con este mismo color sobre la espalda. En algunos individuos puede parecerse el color de esta ave al de la corneja, mientras que en otros es mucho más rojizo. Presenta esta especie, por lo tanto, grandes variedades en su colorido. COSTUMBRES Teme más que las otras nocturnas la luz del sol, por lo cual se oculta durante el día en los bosques más im- penetrables, prefiriendo aquellos en que hay gran can- tidad de árboles huecos, en cuyo interior se guarece du- rante el invierno, mientras que en el verano prefiere lo más alto. A pesar de ser, por regla general, habitante de los bosques, cuando la conviene busca albergue entre las ruinas de edificios abandonados. Para cazar vuegla a flor de tierra, pero no tiene la agilidad de otras aves. Se alimenta principalmente de roedores, pero tam- bién destruye gran cantidad de insectos, como las oru- gas que encuentra sobre los árboles. Debe, pues, ser considerada como ave sumamente útil. Aunque ataca siempre a animales que le son inferiores, tanto en tama- CÁRABO (SYRNIUM ALUCO) ño como en fuerza, no deja de demostrar en ocasiones valor y acometividad, habiéndose dado el caso de pe- learse con rapaces diurnas de regular tamaño y obligar- las a huir. La voz del cárabo, triste y lúgubre y que resuena los bosques, sobre todo en la primavera en la época del celo, puede imitarse con las sílabas hu, hu, hu. Yo conocí un campesino en los alcornocales próximos a Algeciras que imitaba tan perfectamente el grito del cárabo, que durante las noches de luna salía yo con él, y los hacía venir hasta el árbol bajo el cual me había colocado en acecho, con lo que pude obtener algún ejemplar, resul- tado que de otra manera me hubiera sido poco menos que imposible, porque a esta rapaz no se la ve casi nunca durante el día. Verdad es que en el tiempo que nos dedicábamos a esta caza estaban los cárabos en pleno celo. En verano, cuando después de unos días de mal tiempo se oye cantar el cárabo, es señal segura de que va a mejorar. Anida el cárabo en los huecos de los árboles, y muy rara vez en las grietas de las rocas o en los nidos aban- donados por otras aves. Vive en cautiverio y aguanta la presencia en su jaula de otros congéneres, con los que vive en perfecta ar- monía. Recuerdo haber tenido durante bastante tiempo un cárabo, que al principio se extrañaba algo de la gente y mostraba su indignación castañeteando con el pico, pero llegó a acostumbrarse de tal modo, que al poco tiempo no prestaba ya la menor atención a las perso- nas que lo visitaban. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Habita el cárabo en todos los bosques de Europa, menos en el extremo Norte, pues aunque leo en algún libro que en el extremo Sur tampoco existe, no estoy conforme, porque más al Sur que la región nuestra, vecina del Estrecho de Gibraltar, habrá poco en Euro- pa, y allí precisamente es donde creo que he podido comprobar mayor abundancia de estas aves. En Asia dicen que se ha visto en Siria. MOCHUELO (NOCTUA MINOR) El mochuelo. (Noctua minor.) DESCRIPCIÓN El mochuelo mide alrededor de 23 centímetros de largo y 55 centímetros, poco más o menos, de anchura. Es de color castaño grisáceo, con manchas más claras sobre la cabeza y espalda; el collar, blancuzcc; la gar- ganta y la parte superior del pecho, blanco amarillento, como también el alrededor de los ojos. La cola está cru- zada por cinco bandas rojizas; los tarsos cubiertos de pluma, más bien parecida a pelusa, y que va disminu- yendo a medida que se acerca a los dedos, ya casi des- nudos. El pico es castaño amarillento y los ojos de color amarillo limón. COSTUMBRES El mochuelo es ave muy común, y pocos serán los que no hayan tenido ocasión de verle. En toda Europa, y lo mismo en nuestro país, prefiere a los grandes bos- ques espesos y continuados, los pequeños macizos de árboles, rodeados y cortados por tierras de labor y te- rrenos descubiertos, como también las proximidades de los pueblos, pues lo mismo se acomoda para su reposo diurno en las paredes que rodean prados o huertos, en las torres y otros edificios ruinosos, en los huecos de las piedras y rocas, que en los árboles y los orificios de sus troncos, y hasta en los parques del interior de las ciu- dades, porque no parece temer la presencia próxima del hombre. En España, en las dehesas de encinas suelen abundar los mochuelos, y lo mismo en los olivares, de donde viene el antiguo refrán castellano cada mochuelo a su olivo. Por frecuentar las dehesas suelen cazarse algunas de estas aves en los ojeos que se dan para la caza menor. En cualquiera de los sitios que acabo de enumerar se quedan durante el día estas aves conser- vando perfecta inmovilidad, y con aspecto tan serio, que a los antiguos griegos se les ocurrió declarar a esta ave símbolo de la sabiduría, y representarla como atri- buto a la diosa Minerva. Al anochecer sale de su retiro y empieza a cazar. Se alimenta de pequeños roedores sobre todo, pero también come algunos pajarillos, insectos y murciélagos. Es, en suma, un ave beneficiosa que debe respetarse, pero en muchos sitios la superstición humana, atribu- yendo a su grito, muy parecido al maullido del gato, el anuncio de calamidades o desgracias, hace que muchas de estas aves paguen con la vida la mala reputación de que ciertamente no son acreedoras. Escogen los mochuelos para anidar los mismos sitios que para albergarse durante el día. Tiene, además del hombre, muchísimos enemigos entre la gente de pluma, y además de ser atacadas algunas veces por las rapaces diurnas, como el azor y el gavilán, reciben grandes muestras de hostilidad de todos los pajarillos, que los hostigan cuando tienen la desgracia de no estar bas- tante ocultos durante el día. Por esta causa se emplean con éxito los mochuelos, vivos o disecados y aun de ma- dera, para cazar alondras y otros pajarillos. En Italia se usan mucho con este fin, y se venden en los mercados. Allí gusta mucho tener mochuelos vivos en las casas, y para ello se preparan en los tejados de las casas sitios a propósito para que vengan a anidar, y cuando crían se cogen los pequeñuelos que se quieran, dejando los demás. De este modo se surten de mochuelos, bien sea por gusto de tenerlos en casa, o para usarlos como cim- beles para la caza de pájaros. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Se encuentra el mochuelo en toda la Europa central y en gran parte de Asia. Según algunos, la especie que habita en la Europa meridional, es decir, la de España y Grecia, sería otra especie distinta, mas en realidad creo que sólo se trata de una variedad local. En España es muy común esta ave nocturna, pero lo es más aún al Sur de la Cordillera Cantábrica que en las provincias del Norte. Después de haber hablado de las aves de rapiña pro- piamente dichas, he de tratar de otras que, si bien no están incluídas en ellas por los naturalistas, participan de las costumbres de aquéllas en muchas ocasiones. Forman estas aves a que me refiero dos familias: las laniídas y las córvidas, ambas incluídas en el orden de los Pájaros. 1O des td J Yi A ¿UR 4 IN ceafliD On sei vera cotilla ata DR 0 AA A eb aba Bal oL0 AMIGO: Bl IA - Jl ANUN A Oe db lab IA looks de dios 3d lps 100 AA Arde: 166 rd. 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A pesar de ser los alcaudones aves pequeñas, pues no exceden las especies mayores de las dimensiones de un mirlo, tienen gran ferocidad, y se ensañan con sus víc- timas clavándolas después de muertas en las espinas de los arbustos para ir devorándolas sucesivamente. Las aves que forman parte del grupo de las laniídas se llaman vulgarmente en castellano alcaudones. Hay varias especies, a saber: el alcaudón real (lanus excu- bitor), que en la parte meridional de Europa es el lanus — 148 — meridionalis, siendo ambas variedades los mayores de la familia; lanius minor (lanius rufus), así llamado por tener la parte superior de la cabeza rojiza; lanus col- lurio, poco común en nuestra Península. De todas estas especies sólo me ocuparé en el alcaudón real, represen- tado en nuestra tierra por el lanus meridionalis, pues por el carácter de este libro (ajeno a la pretensión de ser completo) y por ser, tanto por sus caracteres físicos como por sus costumbres, muy parecidas entre sí las diferentes especies de alcaudones, no juzgo necesario tratar de los demás. ALCAUDÓN REAL (LANIUS MERIDIONALIS) El alcaudón real. (Lanius meridionalis.) DESCRIPCIÓN Llamado en el resto de Europa lanus excubitor, está representado en España por una especie que casi pudié- ramos llamar variedad, pues solamente se distingue en Captura de halcones para la caza. Alcaudón en su observatorio. los tonos vinosos pálidos que tiene en las plumas del vientre. Es esta variedad el lanius meridionalis. Mide 25 cen- tímetros de largo. Es gris ceniciento por encima. Las alas son negras, con dos manchas blancas. Tiene otra negra detrás de los ojos, que se prolonga por debajo; la cola es blanca y negra, y el vientre, blanco en el lanus excubitor y blanco vinoso en el meridionalis. Pico cas- taño y ojos castaño obscuro. Buffon clasificaba los alcaudones entre las aves ra- paces. En efecto, como estas aves, comete, a pesar de su reducido tamaño, que apenas excede al del mirlo, numerosas fechorías. Basta con mirar la conformación de su cabeza para darse cuenta de sus instintos carni- ceros; por algo la han denominado también los ingleses con el nombre de butcher-bird, que en castellano signi- fica pájaro carnicero. El pico del alcaudón es de aspecto fuerte y ligera- mente encorvado por la punta, donde presenta una es- pecie de diente o hendidura, razón por la cual forman parte estas aves de la familia de los pájaros dentirrostros. COSTUMBRES No es ave rapaz, pues ya se recordará que una de las características de las aves de rapiña es estar provistas de potentes garras, con las que matan y despedazan sus presas al mismo tiempo que les sirven para transportar- las de un lado a otro, mientras que los alcaudones sólo cuentan para todos estos distintos fines con la robustez de su pico, siendo sus patas débiles. Habita el alcaudón las llanuras entrecortadas de matorrales de escasa al- tura, mostrando además gran predilección por los es- pinos. En estos terrenos encuentra abundancia de aves, a = 13X Lu las que hace guerra sin cuartel. Pinzones, ruiseñores, jilgueros, etc., todos están expuestos a los ataques del alcaudón, que los acomete usando las artimañas de las aves de rapiña, es decir, persiguiéndolos con sus vuelos que recuerdan a veces el de aquéllas, o bien acechán- dolos durante mucho tiempo posado sobre la parte más alta de un matorral. También tiene esta ave la facultad de imitar los cán- ticos de los que quiere devorar. Se dan casos de perse- guir el alcaudón aves de tamaño igual o superior a él, como los mirlos, y de atacar a las perdices cogidas en los lazos. Otras veces se le ha observado al parecer en excelentes relaciones con otros pájaros, en cuya com- pañía se le ve, y de pronto, sin saber por qué, abalan- zarse sobre uno de estos compañeros de ocasión y es- trangularle. Tiene la costumbre de clavar sus víctimas, insectos o pajarillos, en los dardos de los espinos, desplu- mándolos y desollándolos de esta manera con más faci- lidad, por lo cual también se le ha llamado desollado?. Muchas veces se conoce la presencia de los alcaudones por sus víctimas clavadas en los espinos. ¿Por qué se llama esta ave excubitor, que en latín quiere decir centinela? Por varias razones. En primer lugar, por el hecho de permanecer parado este pájaro durante horas enteras en acecho y a manera de vigía, posado sobre un arbusto en aguardo de su presa, y ade- más, por anunciar con gritos inquietos la presencia de aves que le son muy superiores en tamaño, por lo que le han utilizado los que se dedican a capturar halcones vivos para la cetrería para anunciar la llegada de la rapaz, con el fin de que los que manejan las redes se hallen listos para maniobrar con ellas. El alcaudón es también insectívoro, devorando gran número de estos animales nocivos; pero en los meses en que faltan se ensañan con los pajarillos, sobre todo el alcaudón real, del que me estoy ocupando, pues las otras especies, inferiores en tamaño, parece que son menos aficionadas a las avecillas y prefieren los insectos, por lo cual también se consideran menos nocivas. En los tiempos del auge de la cetrería se llegó a amaestrar los alcaudones para cazar los pájaros peque- ños, alondras, etc., y según nos cuenta la Historia, el que fué Duque de Luynes debió en gran parte la estima en que le tuvo su Rey Luis XIII a su habilidad para enseñar a cazar a estas aves. Aquel monarca las empleó para cazar en los jardines del palacio del Louvre los pajarillos, gorriones, etc., que allí abundaban. Los principales enemigos que tiene el alcaudón en el campo, además del hombre, son las rapaces diurnas, como el azor, milano, etc., que le hacen objeto de su persecución y le devoran a veces, y las nocturnas a quienes muestra el alcaudón odio tan profundo, que le basta ver una de día para acudir al sitio donde se en- cuentra y acometerla con gran furor. Por esto se com- prende que el hombre, que desea capturar los alcaudo- nes, haya descubierto como medio más seguro para ello poner de cimbel un mochuelo sobre una mata y untar con liga las ramas circundantes. De esta manera los alcaudones, al ver a la pequeña rapaz nocturna, vienen a posarse sobre estas ramitas y, pegados a ellas por el ungiúento, quedan así prisioneros en poder de su ene- migo. Durante casi todo el año el alcaudón vive solitario, reuniéndose en pares en la época del celo. Establecen el nido generalmente en un árbol espeso, y le forran con pelos de sus víctimas y también con hierbas. Los padres alimentan a sus hijuelos al principio con insectos y según van comiendo los dan pajarillos y pequeños roedores. Defienden con afán sus crías y no las abandonan hasta que, hacia el fin del otoño, comprenden que ya pueden vivir solas. | El alcaudón es ave que se domestica con facilidad y llega a conocer perfectamente a su amo. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Se encuentra en la mayor parte de Europa, en Asia y Africa (en su parte septentrional), y en América del Norte. | En España, Marruecos, etc., está representada por el alcaudón meridional (lanmúwus meridionalis), muy pare- cido a él, tanto por su aspecto como por sus costumbres. Esta variedad es muy temida en el Mediodía de Francia, o sea en el litoral del Mediterráneo, porque suele atacar los cimbeles de los que se dedican a cazar pajarillos con redes. AL Y DAR NO y e UR 0 ¿0 py idol IAS: ¡pea dls LA pd pS 7 EA vespa 3) pi bid gr EN E MA PES > dl ceo ' ii md ade ON Ibias 1d NEO IDA A IA AA ANA ela iv 0 Ñ tia Hol adi eUtrrah da ala oye de OVAL A Pe E A ] CÍA p oca 0 OMC 2D 0 9) ela 90 50010 AR DUO A AN E AS A AE pr E ll e e ENE PAN», LON Me Yes MAI > Menea Mateo "lali norisaginc 00% bacon dle soleado | 7 A E A O AS AN as A A | AN Yu io buraVamagot Marnsla Pa peca o de o cren, ea ola craneo Loro alió o a pica rod ot oeae Foo! a bi Ll A Ali PE de ol alDorbodd Lo; ri, bind) dro 60) Diab A A Ne 1900 MOS 001). 00D abloctid OLA OMA E AS, a) MNAE E NN cooling caalA W ¡ | A A AN A. AN oO ¿un ADA | MN A NA ELE res ui ETA SEEN vet Ara . IP AO AI A 0 12m Divo A AE mm) lo Aso A ARO 0 o IIA DINOS TN Isi gil, 9 lan 0 AAA NoEnd ingonia sl ae 5 0 eN Ñ : A Ñ Y Ñ Ñ ACA, AN ,* IN MP : A EAN A pr , CA APR A Ys ¡o IAN EN J SO, a Ad Y 1 ps de EUA E 7) CAPITULO A Las córvidas. Pertenecientes también al orden de los Pájaros, las córvidas están caracterizadas por su pico grueso, redon- deado y de bordes cortantes. Los orificios nasales se encuentran cubiertos de plumas sedosas y dirigidas hacia adelante; las alas alcanzan al extremo de la cola, ésta de forma redondeada, las patas son gruesas y cu- biertas de escudos que parecen escamas. Casi todas las córvidas son aves nocivas, pues si bien prestan ciertos servicios destruyendo algunos insectos perjudiciales a la agricultura, hacen una guerra sin cuartel a todas las aves pequeñas y a la caza en general, y no contentas con eso, en la época de la cría causan verdaderos estragos, destruyendo nidos para devorar los huevos que contienen. En las tierras recién sembradas son un verdadero azote, y cuando un bando de estas aves viene a posarse en ellas, dan muy buena cuenta de las semillas allí enterradas. Son todas las córvidas en extremo astutas e inteli- gentes, y difícilmente se ponen al alcance de la escopeta del cazador, por lo cual dicen los campesinos que ba- — 156 — rruntan la pólvora, dando a entender con esto la difi- cultad con que se dejan acercar. En cautividad llegan a familiarizarse con el hombre, y muchas de ellas aprenden a hablar y a silbar los aires que oyen. Debe, sin embargo, tenerse cuidado con ellas, pues es tal la atracción que sobre ellas producen los objetos brillantes, alhajas, etc., que se apoderan de ellos y los esconden, lo cual equivale a tener un ladrón en casa. CUERVO (CORVUS CORA X) — 157 — El cuervo. (Corvus corax.) DESCRIPCIÓN Mide el cuervo alrededor de 66 centímetros de largo y hasta 1,35 metros de abertura de alas. El color es enteramente negro con reflejos azules violáceos. El pico, también negro, es más largo que la cabeza. COSTUMBRES El manto negro que recubre al cuervo trae a la me- moria esos grabados y cuadros que nos representan a estas aves devorando en el campo los cadáveres de los soldados que sucumbieron en la batalla. También puede considerársele en imaginación durante la noche como lúgubre compañero de alguna bruja, y bien sea por su voz gutural y profunda, por su manto enlutado, o por el olor poco agradable que exhala su cuerpo, el caso es que siempre y en casi todas partes se le tiene por ani- mal nefasto y de mal agúero. Difiere, además del tama- ño, en sus costumbres, de todas las demás córvidas. En primer lugar, sus dimensiones son muy superiores a la de sus congéneres, y quien no los ha visto muertos y con las alas abiertas, no puede creer que un cuervo alcance cerca de 1,35 metros de anchura. Sus garras son más poderosas que las de algunas rapaces, como las águilas rateras y los milanos. Generalmente viven los cuervos grandes en parejas, contrayendo una unión el macho y la hembra que sólo — 158 — con la muerte se rompe, y hay que tener en cuenta que el cuervo es un ave notable por su longevidad, pues hay individuos que llegan a centenarios. ¿Ouiere decir esto que algunas veces no se vea a los cuervos en bandadas más o menos numerosas? No; pero es mucho menos fre- cuente que en otras especies de córvidas, que durante casi todo el año manifiestan su sociabilidad congregán- dose en grandes bandos. Según algunos, los cuervos soli- tarios que se ven son jóvenes que aún no han tenido tiempo de escoger compañera o compañero; pero, en general, cuando se ve o se oye un cuervo, no se tarda mucho en apercibir su camarada. El vuelo del cuervo es muy poderoso y sostenido, recorriendo grandes distancias sin el menor cansancio y permaneciendo en el aire durante largas horas. Por sus circunvoluciones recuerda algo a las aves de rapiña. ¿Qué come el cuervo? Para ningún ave parece más a propósito el epíteto de omnívoro que para ésta, pues de las cosas más heterogéneas se alimenta. Es vegeta- riano, en el sentido de gustarle las semillas, por lo cual se les ve en las tierras recién sembradas, y en los mis- mos sitios se muestra también insectívoro, siguiendo el arado del labrador y cogiendo en los surcos que va abriendo gran cantidad de larvas e insectos de todas clases. Si sólo se dedicase a capturar insectos y peque- ños roedores nocivos, sería ave beneficiosa; pero ataca a toda clase de caza de pluma y de pelo, no importán- dole nada que sean animales mucho mayores que él, a quienes no teme, pues tanto su astucia como su valor son extraordinarios. Por consiguiente, desde la liebre hasta el más insig- nificante ratón y desde las perdices y faisanes hasta los pajarillos más pequeños, cuyos nidos destroza para apo- derarse de los huevos o de los pequeñuelos, todos tienen que temer de él. Además de las presas vivas, también le gustan los cadáveres y restos animales y las carnes en descomposición. Así nos representan los artistas en sus cuadros a estas aves en el campo de batalla devorando las vícti- mas. Detestan los cuervos a todas las aves de rapiña en general, y cuando aperciben alguna en el aire no dejan de hostigarle; pero también a veces las siguen por sl pueden apoderarse de su presa. De todo esto se deduce que el cuervo es un ave tan perjudicial como las rapaces. Anidan en los árboles elevados y en las grietas de las rocas. Generalmente las dimensiones del nido son considerables. Algunas veces no desdeñan utilizar el nido abandonado de otra ave. Los padres no abandonan a sus hijuelos hasta que pueden ya buscarse la vida por sí solos. Pocos animales habrá que se domestiquen mejor que los cuervos, sobre todo cogidos pequeños en el nido. Como son inteligentísimos, llegan a conocer perfecta- mente a su amo, hasta tal punto, que recuerdo uno que se subía en la escopeta de su propietario y ni cuando dis- paraba se movía. Seguía a los cazadores volando de árbol en árbol, y cuando juzgaba que el paseo era su- ficientemente largo, emprendía el vuelo y regresaba a casa. Si veía pasar a sus congéneres salvajes, se elevaba rápidamente y los acometía y hostigaba, volviendo a — 160 — descender inmediatamente. Hacía buenas migas con los perros y otros animales domésticos de la casa; pero no toleraba la presencia de los extraños, y con gran astu- cia daba picotazos a los perros que no conocía, sustra- yéndose con pasmosa agilidad al comprender que iban a morderle. Hay que procurar, cuando se tiene un cuervo en casa, no tener joyas y otros objetos brillantes en sitios donde puedan verlos, porque es una manía de estas aves arrebatar estas cosas y esconderlas, lo cual equi- vale a tener en su domicilio un ladrón, porque de no averiguar el sitio donde los oculta, lo que no es fácil, pueden darse por perdidos. En Valencia, según parece, cogen los cuervos pequeños en los nidos para luego adiestrarlos en la caza de estorninos. También llegan los cuervos a hablar e imitar los gritos de otros animales. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA No puede precisarse cuál es la patria del cuervo, porque en realidad lo es el mundo entero. GRAJA (CORVUS CORONE) — 161 — La graja. (Corvus corone.) DESCRIPCIÓN La graja no es más que una reducción del cuervo. Hecha, pues, ya la descripción de éste, huelga aquí el repetirla. Mide 50 centímetros de largo y la abertura de sus alas está en proporción con su longitud. En el Norte de Francia apenas hay torre de iglesia que no sirva de refugio a estas aves y algunas de ellas son visitadas por bandadas inmensas. En estos pueblos dedican uno o dos días al año a cazar las grajas. En ellos todo el mundo coge la esco- peta, y llegan a matar una gran cantidad de estas aves, con cuya carne, según dicen, confeccionan una especie de pasteles que afirman ser manjar excelente. COSTUMBRES Las grajas viven por pares o reunidas en bandos. Los bosquecillos de árboles rodeados de campo o de labor son, al parecer, los sitios que prefieren; pero no les gustan demasiado las grandes extensicnes de arbo- lado, por lo que, si no son molestadas, no les importa vivir en la vecindad y aun en la proximidad del hom- bre, razón de vérselas en parques y jardines dentro de las poblaciones. La inteligencia de estas córvidas no es inferior a la de los cuervos; pero en lo que a su alimentación se re- fiere no causan los daños que ocasionan aquéllos, por- 11 a O que, como más pequeñas, no pueden apoderarse de ani- males tan grandes y se contentan con comer roedores : pequeños e insectos, que, como es sabido, son animales nocivos en alto grado para la agricultura. No debe, pues, tomarse en cuenta que de vez en cuando devoren algún pajarillo o ataquen una pieza de caza herida, y perdonándoles estas pequeñas faltas se les debe respetar, no haciéndoles objeto de nuestras persecuciones. También estas aves detestan a las rapaces, no per- diendo ocasión de manifestárselo y persiguiéndolas con sus gritos ensordecedores. Las aves de rapiña nocturnas son mucho más peli- grosas para las grajas que las diurnas, pues, protegidas por las tinieblas de la noche, pueden fácilmente devo- rarlas, y a sus crías. Por esta razón cuando se dejan ver durante el día, las grajas les devuelven la galantería y las hostigan sin piedad. Los mamíferos carniceros, como las martas, turones, ginetas y aun las zorras, también son enemigos de estas aves. Anidan las grajas como los cuervos, y sus nidos se parecen a los de éstos, aunque de tamaño más redu- cido, y están construídos en los árboles elevados o en las grietas de las rocas. Hay otra especie de graja, que es la cenicienta, a la que se ve con mucha frecuencia con las grajas ordinarias y llega a cruzarse con ella. Las crías que resultan se parecen bastante a las dos especies, pero en nuestra Península no ocurre esto, por no existir la graja cenicienta. Se amansan muy bien; pero son huéspedes incómo- — 163 — dos, porque además de su mal olor y suciedad, causan mil estragos, sobre todo en los gallineros, donde al menor descuido devoran los pollitos. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA En España se encuentra, aunque no en tanta abun- dancia como el cuervo grande. Algunos individuos son sedentarios; sin embargo, la mayoría emigra a Africa en otoño. En el resto de Europa, en Asia y Africa, se en- cuentran estas grajas; pero son exclusivas del antiguo continente, no existiendo por lo tanto en América. — 164 — La chova. (Corvus frugilegus.) DESCRIPCIÓN La chova se distingue del cuervo común, además del tamaño, que es igual al de la graja, en otra cosa que la distingue de tal manera de sus congéneres, que no es posible confundirla con ellos. Es esta particularidad el tener desprovista de plu- mas la base del pico y la parte anterior del cuello, donde la piel es callosa y grisácea. Esta singularidad tiene su explicación, como la mayor parte de las cosas de la Naturaleza, y proviene de la costumbre que tienen estos pájaros de revolver profundamente la tierra para buscar los insectos y larvas que constituyen su alimento. Pero solamente los individuos adultos presentan esta parti- cularidad, pues los jóvenes tienen plumas así en la base del pico como en la parte anterior del cuello, al igual de las otras especies de cuervos, por lo cual se pueden confundir con gran facilidad estos individuos jóvenes con las grajas, cuyo tamaño es igual al de la chova. Inútil me parece insistir sobre el color del plumaje de la chova, porque, como todas las aves córvidas de esta familia, es negro con reflejos violáceos. COSTUMBRES Se ven en invierno en Castilla estas aves en los terre- nos de siembras, donde buscan, al par que los insectos, CHOVA (CORVUS FRUGILEGUS) — 165 — las semillas, por lo cual pueden hacer algún daño. No quiere decir esto que a veces no coma algunos peque- ños roedores ni desprecie las materias en putrefacción. En las Islas Británicas es un ave bastante común, siendo allí la más abundante de todas las córvidas. Los ingleses las dan el nombre de rook, y para cazarlas hay unos pequeños rifles llamados rook rifle, pues por lo recelosas que son estas aves es difícil acercarse a ellas a tiro de perdigón. En tiempo de Enrique VIII se con- sideraba a la chova en Inglaterra como altamente per- judicial, y un acta del Parlamento decretó proceder a su destrucción. A pesar de eso, las chovas de aquel reino no muestran temor al hombre y frecuentan las proximi- dades de las habitaciones. Los ingleses llaman a las reuniones de chovas rookery. Crían estas aves bastante temprano, se reúnen en bandadas y empiezan a componer los nidos antiguos y a construir otros nuevos sobre los árboles elevados, no sólo para estar más a salvo de sus enemigos terrestres, sino para estar en mejor situación de dominar un hori- zonte más extenso y poder prevenirse contra sus ene- migos alados. Los nidos suelen estar muy próximos unos a otros. Mientras unos individuos de esta especie van a buscar los materiales para la confección del nido, los otros se quedan sobre los árboles de centinelas. Du- rante esta temporada en que las chovas están constru- yendo y reparando nidos, arman unos jaleos espanto- sos con sus gritos ensordecedores. Una vez pasada la época de la cría, las bandadas abandonan los árboles sobre que hicieron sus nidos, con — 106 — lo cual están de enhorabuena las gentes a quienes dia- riamente molestaban con sus gritos. En sus anuales emigraciones perecen algunas chovas, comidas unas por las alimañas de pelo y pluma, y muer- tas Otras a causa del cansancio del viaje. Antes de em- prender la marcha se juntan en bandadas numerosísi- mas, reuniéndoseles otras aves como las grajillas. En- tonces es cuando se ponen en evidencia sus asombrosas facultades para el vuelo. En España se ven bastantes bandos de estas aves desde Octubre hasta Marzo. Son estas aves muy difíciles de tirar por ser suma- mente esquivas, pero se les puede sorprender esperán- dolas debajo de los árboles donde acostumbran pasar la noche o donde tienen sus nidos. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Habita las llanuras del Sur de Europa; en Asia existe en el Afghanistán y Cachemira, y también se ven en Siberia. GRAJILLA (CORVUS MONEDULA) pe 167 AA La grajilla. (Corvus monedula.) DESCRIPCIÓN La grajilla es una de las aves más pequeñas de la familia de los cuervos. Mide 33 a 35 centímetros de largo y 66 a 69 de anchura; su color es negro, menos la cabeza y el cuello, que son cenicientos. » COSTUMBRES En Francia, tanto para anidar como para recogerse por la noche, tiene gran predilección por las torres de las iglesias y otros monumentos, aun en mitad de las ciudades más populosas, como en París, entre otras. Es tal su afición a anidar e instalarse en los edificios que, según cuenta un autor muy competente, al pro- pietario de una casa de campo en Francia, que estaba haciendo en ella obra, se le ocurrió practicar en las cor- nisas unos orificios con el fin de que estas aves vinieran a ellos, y en el otoño del mismo año todas las grajillas que merodeaban por los alrededores aprovecharon la nueva morada que se les ofrecía y se instalaron en ella, pues la abundancia de nueces que había en los árboles circundantes les suministraba alimento seguro. En la misma primavera vinieron cuatro parejas que criaron allí, y desde entonces empezó a formarse una colonia numerosa de grajillas, que ya no abandonaron el sitio, y que al mismo tiempo, confiadas en que nadie les mo- lestaba, se hicieron menos esquivas de lo que por natura- leza son estas aves. — 168 — También anidan en los bosquecillos rodeados de cam- pos. Cosa curiosa es que estas aves que allende el Piri- neo son tan aficionadas a sentar sus reales en las torres de las iglesias y otros monumentos, en España son ex- clusivamente campestres, escogiendo lo mismo para ani- dar que para recogerse los árboles y los terrenos cortado: a pico. He observado en varias ocasiones bandos que se refugiaban en las proximidades del túnel de un ferroca- rril, de donde expulsaron a unos cuantos cernícalos que allí solían anidar. Son animales en extremo sociables, que se reúnen en erandes bandos y se mezclan frecuentemente con los de chovas y grajas, de las cuales se distinguen muy bien a simple vista, además del tamaño, que es inferior, por su vuelo, mucho más parecido en ligereza y rapidez al de las palomas que al de las demás córvidas. Tiene la grajilla por enemigos, además del hombre, a los mamíferos y aves carnívoras, que no dejan cuando pueden de destrozar sus nidos y de comerse a las gra- jillas jóvenes, y a veces a las adultas. Tienen próximamente el mismo régimen alimenticio que las demás córvidas, y bajo este aspecto a los que más se parecen es a las chovas por su régimen frugívoro. En nuestras dehesas hacen gran consumo de bello- tas, y algunas pagan cara su voracidad, pues los pro- pietarios de las encinas no dejan de mandarlas de cuan- do en cuando una perdigonada, aunque no es cosa fácil ponerse a tiro de estas aves, pues pocas habrá dotadas de mayor astucia. | En muchos puntos de España es sedentaria la gra- — 169 — jilla, aunque es posible que en otros sea de paso; pero las que yo he observado están en el primer caso. Además de frutos y semillas, las grajillas destrozan gran número de pequeños roedores e insectos, pero en general se muestran más partidarias del régimen vege- tariano. Suelen en las primaveras anidar anualmente en los mismos sitios. Es cosa curiosa presenciar el paso de una rapaz por las proximidades de una colonia de grajillas. En el mo- mento en que ven al ave de rapiña, se abalanzan hacia ella y la hostigan persiguiéndola y atronando el aire con sus gritos. Es muy agradable tener una grajilla en estado de domesticidad, pues además de estar dotada de una facul- tad de imitación tan sorprendente que le permite no sólo imitar los gritos de los animales, sino muchas pala- bras del hombre, se acostumbra a conocer a su amo, y toma un cariño tal a la casa, que pierde la costumbre de emigración. Más curioso aun es que hay aves de éstas que se van con sus compañeras salvajes, y a la prima- vera siguiente regresan a la casa de su amo, agradecidas al buen trato que allí tuvieron, según han observado varios naturalistas. | Los ingleses consideran a la grajilla como perjudi- cial, sobre todo los guardas de los cotos de caza que las persiguen con gran tesón, poniéndolas cepos y ace- chándolas con la escopeta en la época en que, por tener que alimentar a sus crías, pasan siempre por los mismos sitios donde es más seguro sorprenderlas. Las que viven en los acantilados de las costas arrebatan el pescado a las aves marinas con quien conviven, y así, sin trabajo alguno, tienen la comida asegurada. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Se encuentra en casi toda Europa. En algunos luga- res sigue a las chovas en sus emigraciones anuales; pero parece que los viajes que emprende no son tan exten- sos como los de éstas. CHOVA DE PICO AMARILLO (CORVUS PYRROCORA X) — 171 — La chova de pico amarillo. (Pyrrhocorax alpinus.) DESCRIPCIÓN Mide la chova de pico amarillo 42 centímetros pró- ximamente de largo y 85 centímetros de anchura; su plumaje es negro con reflejos como el de las demás cór- vidas. El pico, fino y no muy largo, es de color amarillo, y las patas, rojas en los individuos adultos y negras en los jóvenes. Para darse bien cuenta del aspecto general de esta ave basta decir que se parece mucho a un mirlo macho, visto con cristal de aumento. En lo único que se dife- rencia es en el color rojo de sus patas, y eso únicamente en los individuos viejos, porque las de los jóvenes son negras. COSTUMBRES Los franceses llaman a esta ave Chocard des Alpes, refiriéndose, sin duda, a la gran abundancia de ellas existente en el referido macizo montañoso. A pesar de su denominación no se limita el área de extensión de este cuervo a los Alpes, pues se encuentra también en los Apeninos, Pirineos, en el Cáucaso y en las montañas de la península escandinava. En España, como en la mayor parte de los sitios que frecuenta, es sedentaria. Existe en los Tajos del Gaitán (Málaga), en las sierras de Granada y en los Pirineos españoles, así en los orientales como en los centrales y occidentales; pero el vivir en los riscos más inac- cesibles, donde permanecen casi constantemente mien- tras el mal tiempo no les obliga a descender a los va- a 172 a lles, dificulta mucho al coleccionista el hacerse con algu- nos ejemplares. Yo, sólo por efecto de la casualidad, pude obtener los que actualmente tengo en mi colección. Salí un día de San Sebastián con un amigo y me dirigí en automó- vil a lo alto del puerto de Lizárraga (Navarra), en la sierra de Urbasa, con intención de cazar aves de rapiña, usando como cimbel un buho disecado. Como el terreno, desprovisto de vegetación, no reunía condiciones para esta clase de caza, nos estuvimos paseando, notando la presencia de unas córvidas que en el primer momento me parecían cuervos de pico encarnado, en las que a continuación me ocuparé; pero a pesar de los esfuerzos que hicimos para ponernos a tiro, todo fué inútil; no se dejaron acercar. Un arriero que pasaba me indicó una sima, donde, se- gún me dijo, se recogían al anochecer todas las chovas de los contornos, y me aseguró que si aguardaba a que se cobijasen allí y después las hacía salir tirando unas pie- dras, podría matar cuantas quisiera. Esperé, pues, hasta la puesta del sol, y cuando vi que ya varios centenares de estas aves se habían metido en la sima, empecé a tirar piedras dentro, siguiendo el consejo del hombre. Eran tan astutas estas chovas, que a pesar de las piedras y el ruido que hicimos, se contentaban con pro- testar, armando un jaleo sin igual en su refugio subte- rráneo, pero sólo dos, jóvenes, y, por lo tanto, incautas, se decidieron a abandonar su guarida, cayendo ambas a mis disparos. Como eran jóvenes, tenían las patas ne- gras. Para lograr algunos ejemplares adultos, era pre- ciso venir al amanecer a este sitio y esperarlas cuando al rayar el día salieran a buscar su alimento cotidiano. Como parecía lógico que así las cazásemos, un mes después pusimos en ejecución nuestro proyecto, salien- do de San Sebastián a las dos de la madrugada, ama- neciendo en lo alto de la sierra de Urbasa y esperando al borde de la sima la salida de las chovas. Así matamos algunas, entre ellas, muy buenos ejemplares. He aquí cómo pude hacerme con esta especie, que en aquel sitio no era rara, pero que en general no es fácil de obtener, por los riscos poco menos que inaccesi- bles en que habita. Estas aves son de las que se ven a más altura en las montañas, hallándose cerca de la región de las nieves perpetuas. Cuando el tiempo es demasiado crudo, bajan a los valles, por lo cual en los Alpes son consideradas como precursoras del buen o mal tiempo. Es esta ave omnívora, es decir, que come de todo, cualidad que parece, como habrá podido juzgarse, común a toda esta familia de los cuervos. Comen frutas, semi- llas, insectos, y no desprecian la carne muerta, mientras que otras veces, sintiéndose aves de rapiña, persiguen como éstas a los animales vivos. Anidan en los riscos de las montañas, y durante va- rias generaciones habitan los mismos sitios. La chova de pico amarillo se amansa muy fácilmente, reconociendo perfectamente a su amo, aun después de una larga ausencia. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Habita las montañas elevadas de Europa y de Asia. La chova de pico encarnado. (Pyrrhocorax graculus.) DESCRIPCIÓN Esta ave, tanto por su tamaño como por su forma y color, se parece mucho a la especie anterior; la diferen- cia esencial entre ambas es el color del pico de ésta, que es rojo bermellón, y el ser más largo y encorvado que el de aquélla. Las patas en ambas especies son rojas. COSTUMBRES En cuanto a sus costumbres, son muy parecidas a las de la especie anterior, y buena prueba de ello es que se encuentran ambas especies juntas con frecuencia, aunque hay sitios donde se ve una sola. Para resumir, diré que lo que las distingue es que la chova de pico amarillo sólo vive y anida en las altas montañas, al paso que la de pico colorado se encuentra además en los acan- tilados de las costas. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA En España se encuentra esta chova en los mismos sitios que la especie anterior, y es caso frecuente ver las dos juntas y vecinas de nido. En Francia, aunque frecuenta los mismos lugares que la otra, su densidad es menor, siquiera su área de extensión sea mayor, así es que se encuentra, no sólo en las montañas, sino en los escarpados de las costas y en las islas del Océano. Aquí, como en las costas y en las C(CHOVA DE PICO ENCARNADO (CORVUS GRACULUS) — 175 — Islas Británicas, se alejan mucho tierra adentro para buscar su alimento, consistente en insectos y semillas, para lo cual es caso frecuente verlas en los campos la- brados a proximidad de las yuntas que aran. También comen restos animales que las mareas arro- jan a las playas y rocas del litoral. En Inglaterra ha disminuido mucho en sus costas esta especie, debido a que en algunos sitios es objeto de ataques por parte de los halcones peregrinos, que tam- bién anidan por esas proximidades, y que se consuelan de la falta de palomas silvestres que por allí va notán- dose, devorando sin piedad a las chovas jóvenes y viejas. Es esta especie, por lo que acabo de decir, habitante de las montañas y de las costas y tiene una vasta área de extensión en toda Europa. — 176 — La urraca. (Pica caudata.) DESCRIPCIÓN Mide la urraca próximamente 50 centímetros de largo y 60 centímetros de anchura; la cola, que es muy larga, tiene 28 centímetros. Su color general es negro atercio- pelado en las partes superiores, y en las inferiores y las escapulares son blancas. Si no fuera tan común se consideraría la urraca como ave preciosa por los reflejos metálicos de su color negro. COSTUMBRES Pero si bien es bonita, en cambio quizá existan pocas en el campo que sean tan perjudiciales como ella ni que reúnan peores condiciones. Cuando se la tiene en estado de domesticidad no habrá objeto brillante, joya, etc., que no sea objeto de sus robos, y si en la casa es mala, ya se podrá calcular los daños que en el campo ocasiona en estado salvaje. Se come no sólo las crías de los pajarillos, no perdo- nando tampoco a los adultos, sino toda clase de caza de pluma y pelo. Desvalija las gazaperas, no dejando un solo conejillo, y lo mismo hace con los nidos de perdiz o de faisán, no importándole nada que haya huevos o polluelos, pues en ambos casos los devora. Es un ene- migo declarado de la caza en general, y los guardas en- cargados de su custodia deben emplear todos los medios para destruirla. URRACA (PICA CAUDATA) Es cien veces peor que las aves de rapiña; principal- mente por ser mucho más abundante que aquéllas, causa de que se multipliquen sin límite sus fechorías. Los que vean sus cotos invadidos por estas aves pue- den decir que les ha caído una verdadera plaga, porque no es tan fácil extirparlas como a primera vista parece. El veneno ya sabemos los peligros que presenta en el campo, y con su astucia sin igual muchas veces evi- tan los cepos. Queda, pues, la escopeta; pero son tan listas las urracas, que frecuentemente parece que cono- cen la diferencia entre un bastón y un arma de fuego, aun cuando lo lleve la misma persona. En el primer caso se dejará acercar sin mostrar el menor recelo; pero en el segundo emprenderá inmedia- tamente el vuelo, dejando a su enemigo con la boca abierta. Es, pues, necesario acecharlas para tener pro- babilidades de matar alguna, para lo que hay varios medios. El mejor, sin duda, es emplear como cimbel un buho vivo o disecado, y colocar el puesto cerca de árbo- les donde se posarán las urracas para protestar con sus gritos de la presencia de la rapaz nocturna. Teniendo, pues, troneras habilitadas en el aguardo, se matarán á mansalva sobre los árboles. Pero de esta caza no hablo más, pues será objeto de la segunda parte de esta obra. También se las puede atraer al alcance de la esco- peta colgando de un árbol el cadáver de un ave de rapi- ña o de una de sus congéneres. Otro sistema que da excelentes resultados es des- truir con la escopeta su nido, pues de este modo, si no está dentro la madre, se tiene la probabilidad de destro- 12 — 178 — zar los huevos o de matar a las crías; pero será preciso destruir el nido completamente, porque por pocos res- tos que quedaran lo volvería a reconstruir. Asimismo se matan las urracas esperándolas al ano- checer, muy bien oculto en las alamedas donde tienen la costumbre de pasar la noche. Todos estos medios no son aún bastantes, y la acti- vidad que se despliegue para destruir este animal será escasa en proporción de los daños que ocasiona, pues además come los frutos de las huertas, las semillas, etc., y aun cuando alguna vez limpie el campo de alguna sus- tancia en descomposición, no debe tenérsele en cuenta este pequeño beneficio. Para dar idea de la audacia de la urraca diré que no sólo persigue a las rapaces, sino los grandes mamíferos como los jabalíes. Muchas veces se apodera por la fuerza de los nidos de otras aves, habiéndose dado el caso de librar combate una pareja de urracas con otra de buhos pequeños o medios duques, saliendo victoriosas y ma- tando a las dos rapaces nocturnas. También ocurrió atacar una bandada de urracas a un burro enfermo y no dejarle hasta verlo muerto, em- pezando entre todas a devorarle. Son tan astutas estas aves que con frecuencia, para despistar a sus perseguidores, construyen más nidos de los que necesitan y ponen los falsos en el sitio más os- tensible, para llamar así la atención de sus enemigos, mientras que colocan los verdaderos bien escondidos en lo más espeso del arbolado, para que pasen enteramente desapercibidos. Hacen sus nidos en los árboles elevados y suele ocu- rrir que el cuco real pone en aquéllos sus huevos, lo que se conoce cuando se encuentran más de siete, en cuyo caso dos o tres pertenecen al cuco real. Es la urraca abundantísima en España y además sedentaria, estando en algunos sitios tan localizada, que he observado que un barranco, un arroyo, aun dentro de una misma finca, le sirve de límite, no dándose el caso de verla traspasarlo. Esto que ocurre en pequeño en una dehesa sucede en las distintas regiones; pero, a pesar de todo, habiendo viajado bastante por España en automóvil, en pocos sitios he dejado de ver urracas. Se amansa muy bien la urraca, sobre todo cuando se coge pequeña en el nido, y llega no sólo a imitar a la perfección los gritos de los animales, sino a silbar aires musicales y a pronunciar algunas palabras. A pesar de todos estos encantos es un huésped incó- modo en las casas por la manía que tiene, y de que antes he hablado, de arrebatar las joyas y otros objetos brillantes y de esconderlos, siendo dificilísimo averi- guar su paradero. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Se encuentra esta ave en toda Europa y al Norte de Asia y de Africa. OÍ El mojino o rabilargo. (Cyanopica Cooki.) DESCRIPCIÓN Mide el mojino, llamado también rabilargo, 37 a 39 centímetros de largo y 44 a 45 centímetros de aber- tura de alas. La cabeza y parte superior de la nuca son de un negro aterciopelado; la espalda, castaña grisáceo claro; la garganta y los lados de la cera, gris blanco; el vientre, gris leonado claro; las alas y la cola, gris azu- lado claro; los ojos, castaños, y el pico y las patas, negras. COSTUMBRES Sus costumbres son parecidas a las de la urraca, pero no es ni con mucho tan dañina como ella. Es más bien insectívora y le gustan mucho las aceitunas. En el tiempo de la cría, lejos de separarse los bandos de rabilargos, es caso frecuente observar varios nidos en un mismo árbol. Son muy astutos, y cuando se ven perseguidos vuelan de árbol en árbol, pero siempre conservan cierta distancia entre ellos y el cazador, superior al alcance de una escopeta; de modo que el perseguirlos llega a atacar a los nervios, porque su vuelo es corto, y cuando se cree llegado el momento de disparar, se levanta fuera de tiro y resulta el cuento de nunca acabar. Segura- mente los lectores de esta obra habrán tenido ocasión de observar los mojinos, si han dado paseos por la Casa de Campo o El Pardo, porque allí abundan. MOJINO O RABILARGO (CYANOPICA COOKI) NT EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Es ave preciosa, que tiene además la particularidad de no encontrarse en toda Europa más que en nuestra Península y también en el Noroeste de Africa. En nues- tro país es propia únicamente de las regiones central y meridional. Habita las dehesas de encinas y en Anda- lucía los olivares, donde se la ve en grandes bandadas, por ser esencialmente sociable. — 182 — El arrendajo. (Garrulus glandarius.) DESCRIPCIÓN Mide el arrendajo 36 centímetros de largo, poco más o menos, y 55 centímetros de anchura. La cabeza está provista de plumas largas, de un blanco sucio, negras a lo largo de su talle. Tiene bigotes negros; por encima y por debajo es de un color gris vinoso; la parte de la garganta también es de un blanco sucio; las alas negras y las plumas cobertoras de las grandes remiges tienen unas rayitas alternadas de negro azulado y de azul claro. He visto a la venta en muchas tiendas abanicos preciosos hechos con estas últimas plumas. En efecto, son muy bonitas, como lo es sin duda alguna el con- junto del pájaro, cuya belleza sería mucho más apre- ciada si él no fuera tan común. COSTUMBRES ¿Es beneficiosa o nociva esta ave? Difícil es contes- tar categóricamente a esta pregunta tratándose de ani- males, como todos los de esta familia, de régimen ali- menticio de los más variados. En algunas regiones, como en la provincia francesa de Champagne, donde se han hecho desde hace ochenta años próximamente grandes plantaciones de coníferas, o sean pinos, en terrenos antes incultos, se observó que en varios sitios crecían entre los pinos unos robles. Mucho chocó a todo el mundo la existencia de esos arbolitos, pues no se sabía de nadie que los hubiera plantado. Era sencillamente el arren- dajo el que lo había hecho, y vamos a ver cómo. ARRENDAJO (GARRULUS GLANDARIUS) a — 183 — Como son muy aficionados a las bellotas, solían fre- cuentar los bosques de robles en busca de ellas. Las cogían y se las llevaban en el pico a un sitio oculto, y como el pinar era el que bajo este punto de vista reunía mejores condiciones, allí iban a saborear su manjar. De repente oían cualquier ruido, soltaban la bellota y des- aparecían. Así, algunas de ellas, abandonadas en tierra, prendían, con lo que se explica la existencia de esos ro- blecitos en mitad de los pinares. Considerado en aquel país al arrendajo como sem- brador de árboles, le perdonan otras fechorías que, allí como en todas partes, no dejarán de poner en práctica. Las costumbres de esta ave son muy parecidas a las de la urraca; pero es más propia de los terrenos con árbo- les, mientras que a ésta se la encuentra en todas partes. A pesar de ser frugívoro e insectívoro, también causa destrozos, no sólo en el tiempo de los nidos entre los pa- jarillos, cuyos huevos y pequeñuelos devora, sino entre la caza, pues ni las perdices, conejos, etc., se salvan de sus ataques. Tiene el arrendajo como enemigos entre los animales al milano, al gavilán, etc., y si su natural prudencia no le hiciese evitar el recorrer grandes espacios descubier- tos, el halcón peregrino seguramente le acometería. De noche también las rapaces nocturnas le molestan con sus ataques. Los mamíferos carniceros como las martas, ginetas, etcétera, también a veces suelen devorarlos. Pero es mucho más peligroso el hombre para el arrendajo que todos los animales, y para ponerse en salvo necesita — 184 — desplegar toda la astucia que le es propia, si bien no es tanta como la de la urraca. Lo que le pierde con fre- cuencia es su curiosidad, y buena prueba de ello es que con un reclamo de boca y escondiéndose bien se llega a atraer los arrendajos de los alrededores, como asimis- mo empleando como cimbel uno de sus congéneres ali- cortado. Por ser muy nocivo en los cazaderos debe ser objeto de tenaz persecución por parte de los guardas de los cotos celosos de cumplir con su deber, considerando que si la urraca es nociva, el arrendajo no le va muy en zaga bajo este punto de vista. En cautiverio, el arrendajo, sobre todo si se le ha cogido pequeño, llegará a amansarse y aprender a hablar y a silbar, pues habrá pocas aves que tengan tan des- arrollado el don de imitación, y esto, así en el estado salvaje como en el de domesticidad. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Es muy aficionado a los sitios donde hay robles, y se le encuentra en todos los bosques de Europa, con ex- cepción del extremo Norte. Lo mismo ocurre en Asia central y Noroeste de Africa. En España abunda bastante y es sedentario en muchos sitios, anidando en los bosques de encina o roble, donde construye nidos de forma semiesférica. Pocos son los que en invierno pasan a Africa, pero algunos suelen mudarse de unas provincias 'más frías a otras más tem- pladas. CARRACA O CARLANCO (CORACIAS GARRULUS) — 185 — La carraca. (Coracias garrula.) DESCRIPCIÓN Tiene la carraca o carlanco, poco más o menos, el mismo tamaño que el arrendajo, y sus colores son tan bonitos y tan poco corrientes que cuesta trabajo creer que se trata de un pájaro de Europa. Los colores que dominan en su plumaje son el verde y azul. En la frente y debajo del pico su color es blancuzco. La cabeza, cue- llo, garganta, pecho y vientre son de tonos verde azu- lado agua marina. La espalda y las plumas escapulares son de color leonado vivo, y las cobertoras superiores de las alas, azul violeta. Las otras plumas de las alas tienen el mismo color que la cabeza; el nacimiento de la cola, entre verde y violáceo; las remiges, castañas; las dos o tres primeras con barras verdes. El pico es ne- gruzco, las patas, amarillo claro, y los ojos, castaños. COSTUMBRES Muchas veces acecha su presa posada sobre los árbo- les, al igual de los alcaudones, y al parecer es grande la influencia que tiene sobre esta ave el ambiente atmos- férico, pues cuando hace buen tiempo se la ve luciendo al sol su portentoso colorido y haciendo gala de la agi- lidad de su vuelo ligero y elegante, mientras, por el contrario, si el cielo se muestra encapotado y nebuloso, se esconde en lo más espeso del arbolado. A pesar de sus afinidades con los abejarucos difiere — 186 — esencialmente de éstos en su poca sociabilidad, pues es raro ver muchas carracas juntas. Esencialmente bata- lladora, riñe mucho con sus semejantes, por lo que, fuera de la época del celo, lleva la carraca una vida errante y solitaria. Rara vez puede observarse alguna pequeña colonia de estas aves; pero en este caso las peleas entre los individuos que las forman son constan- tes. El régimen alimenticio de las carracas tiene por bases principales los insectos, que con extraordinaria habilidad suelen coger al vuelo, algunas ranas de peque- ño tamaño y los saurios o lagartos y lagartijas. Anida en los huecos de los árboles y grietas de las peñas, donde construye un nido sencillo, que se contenta con forrar con plumas y pelusa. EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Se encuentra en Europa, en Africa y en Asia occi- dental. Es común en ciertas regiones de Grecia, de Italia y Argelia. En España es bastante común en los meses “de primavera, pues aquí, como en las otras regiones meridionales de Europa, emigra al Africa en invierno, aunque cría entre nosotros. Suele coincidir en su llegada y partida con la de los cucos, abejarucos, oropéndolas y tórtolas. En España se encuentra muy especialmente en los alrededores de Madrid, según he podido observar, en los sotos de los ríos como los del Manzanares, Jarama, Henares, Tajo, etc. En el resto de Europa también frecuenta la carraca los linderos de los bosques y los campos incultos. — 187 — Ahora, antes de terminar, haré una observación, y es que aunque no figure la carraca en los libros de His- toria Natural entre las aves córvidas, tiene bastantes analogías con el arrendajo, y por eso he querido estu- diarlo en este lugar; mas para que no se tome esto por un error científico de mi parte, diré que el carlanco, o sea la carraca, representa sólo la familia de las coraci- das, al menos en nuestro país, según puede verse en el libro titulado Aves de España, por D. José Arévalo y Baca. Con esto queda terminada la primera parte de esta obra. En la segunda indicaré la manera de cazar, no sólo las aves de rapiña propiamente dichas, sino las córvidas y laniidas, que, aunque fisiológicamente no lo son, no desperdician la ocasión de demostrar sus instin- tos carniceros, por lo cual muchas de ellas, a pesar de prestar algunos beneficios destruyendo algunos insectos y roedores nocivos, sus fechorías, mayores aún que aquéllos, les hacen acreedores a nuestro odio y a nues- tra venganza. FIN DE LA PRIMERA PARTE Y de ne ] Mi de ¿bh hule DN ñ ce $ Y CRA! mo O no 5 e ¡SUN a td pt q de , el TDI o AS eg EN hi Ln es A dl , cod Ko nh ; Lis: yn) a): de Y Ns Baño Í PA, e 5 5 MR Es de » A pe ) Al epi Vid wi 5 de ) Y A dl IA Re y ió p A yab o A EN ll o aba 4d tata paeld cl Pri Dt Apo RETO ola oO y do del y ed blrido META hí ELY dd ME 5h $b: e SY; sis 2 pal GINO 7 Kod Y MB A ANO E encia Pd, oe OU O 100 EA UNA IE Ago TOR h de ¡OIR AULA di 0 AS IdEY Lo abit Desi paid ' Ñ , : k : h y ! ¡ bp rd LO MO A ye 0 MALIOO l Y' bi APO NIDO e RR ! AA Me MDO ene Sri / ' ' Ú ' LN e e 4 % eii cord. SEGUNDA PARTE La caza de las aves de rapiña con el buho o gran duque y otras rapaces nocturnas. EN e ME ¡CH ' uN so Me de A xD e y MN 1 AA Ú Ñ de ak ' o NN y y Ne EN ». A] di IM Y ' k y pi? NAO , € Ay O A IO UN NE A IR TO ST VD A PA ps AU lO eN h O IA O e de o o h UY 3 AN a i Y Y Ñ ME | í ) t% el ' . e me ' AN % ' TEM ; Í $ - 1 Ñ 4 ' ' ' h "e Ñ ' Y ' K ' - 3 LA í Ñ A EM “ q DA ' AN i 5 A, , dy y A h 1 Í ' Y j 0 q li y NS . Í LD SN % E ña y ) pa $ Él Xi vi E 1 4 A J $ / Y! / Y ON A i iS NR A A EN M Ú " mM Ú í , We UA e LUNY ns y y A 9) »* N O j ke b ' $ . á A *N 4 : DNI Y > ¡Ha A J Cl O mí y pe He ' A y l ! OT Lts 5 Á e A Y CCAA ER U TEO. Introducción. Enumeradas, clasificadas y descritas las distintas es- pecies de aves de rapiña que pueblan Europa, muchas de las cuales se encuentran permanente o accidental- mente en nuestra Península, procede ahora indicar los medios de que dispone el cazador, el coleccionista y hasta incluso el guarda para apoderarse de ellas, pues si al primero le interesa por el sport de tiro, y al segundo por ver unas cuantas especies más en las vitrinas de su gabinete de Historia Natural, no es menos importante para el tercero la destrucción de esas alimañas del aire, constante azote de la caza, cuya custodia le está enco- mendada. No hablaré aquí de los cepos y del veneno, pues son medios menos eficaces que la caza con el buho; me limitaré a la de las rapaces con escopeta donde se une lo útil a lo agradable para aquellos que tienen, no ya sólo afición, sino el instinto de la caza, y que podrán distraer sus ocios en los días interminables de la veda, restando enemigos a las perdices, liebres y conejos de sus cotos. La caza de aves de rapiña con el buho y sus simila- res está fundada en el odio profundo que inspiran estas aves nocturnas a las diurnas, por lo cual cada vez que se muestran durante el día son hostigadas por los agui- luchos, cuervos, urracas y arrendajos que denuncian su presencia, persiguiéndoles con sus gritos, vengándose así de los ataques que sus contrarios les dirigen a ellos y sus crías cuando, merced a sus vuelos silenciosos y a la obscuridad de la noche, los devoran sin piedad. En general puede decirse que cuanto mayor sea el cimbel mayores serán las aves que a él acudan; así, por ejem- plo, con el gran duque se tirarán aves de todos tama- ños, desde el águila real a la primilla y a las córvidas más pequeñas, mientras que con las lechuzas y medios duques se tirarán sólo gavilanes, cernícalos y acaso alguna águila ratera, y las cornejuelas y mochuelos servirán únicamente para cazar alondras. Desde hace mucho tiempo se practica este género de caza en Alemania y Austria, donde no sólo es conside- rado como sport, sino como utilidad, empleándolo los guardas para acabar con estos enemigos de la caza; pero en España desgraciadamente sólo somos media docena de aficionados. Yo le debo al buho casi todas las especies de aves de rapiña que tengo en mi modesta colección y que me hubiera sido poco menos que impo- sible matar de otro modo. Mucho celebraré que los que lean estcs apuntes se conviertan en nuevos adeptos de esta nueva clase de caza, pudiendo estar seguros de que además de prestar grandes servicios a la propagación de perdices, liebres, Rapaz nocturna hostigada por pajarillos. - A 0 (e a 0 Ñ e pa a % . Dn 7 e E 2 e Po O, MN o . » ” e E — 193 —- etcétera, tendrán ocasión de lucir su habilidad de tira- dores y matarán piezas que sólo se pueden obtener por casualidad en los ojeos y cazando en mano. Después de seguir los consejos, que con la claridad posible procuro dar en este libro, sólo una cualidad es necesaria para el cazador de aguiluchos: paciencia, pa- ciencia y paciencia. Así, pues, los monteros que esperan durante horas y horas el paso de una res, los cazadores de escopeta y perro que persiguen con tenacidad un bando de perdices por montes y vericuetos, más atentos al trabajo del perdiguero o pachón que al número de tiros y de piezas cobradas, aquéllos tienen mucho ade- lantado para alcanzar éxito en la caza de rapaces. Por lo contrario, los que únicamente son aficionados al ojeo y a disparar el mayor número de tiros posibles no podrán sufrir los desengaños que da la caza con el buho, pues si bien hay días afortunados en que podrán cobrar ocho o diez piezas en dos o tres horas, otras veces no dispararán, o sólo matarán uno o dos aguiluchos. No hay, pues, que desanimarse nunca; atender más al tama- ño y calidad de las piezas cobradas que a la cantidad, y acordarse que únicamente en la caza de agua se pue- den obtener más especies que con el buho. 13 ; MÍN 4 PR 6 18 MOI A sa 000 de h ANA AS A ' IN : 1] Ñ A Ñ 1é 3 Ñ 0 md LA NE | ¡ ; ' y Mi ¿e Y 4 Md NI 100 dado A | Re te dN PAN 2d EN va y PICASA an dr AAA Mi 0 ' ye hiedra 2 Y 1 e IA MOL SL Y NO 5 dat ME Y AN ce ni joo: mot do AN AT 1 job k ON "y dl Ne AN YA e Ed (y € ¿0 RADA mi a ANA A ' Y * . y Ú ES Le á Í ; 0 y? ! j ni Y 1 * TA 1) 5 ; $ ' Ñ i j e ' ' y J d ' y y My od / o de s ] E ( $ % 7 MO j PARA, Ya PITO JAN HANA . “ML d e " h dá 4 . IN y » . , 4 q CAPITULO II Un poco de historia. La caza con el buho, tal como hoy se practica, es de origen relativamente reciente, y los alemanes y austria- cos son los que la han introducido en Francia. Pero la teoría de usar el gran duque, no ya para matar, sino para capturar distintas especies de aves, es muy anti- gua. Los halconeros lo utilizaban en la Edad Media para atraer a las redes los halcones peregrinos o de paso, cogiéndolos para servirse de ellos luego como aves de caza; pero como se verá en los siguientes renglones, los romanos conocían ya la enemistad de las aves diurnas con las nocturnas. Dice Plinio el Viejo o el Antiguo en el libro X de su Historia Natural: Simili modo dissident corvus et mal- vus, corntces atque noctua, noctuae et ceterae minores aves, que en castellano se traduce como sigue: «La misma an- tipatía existe entre el cuervo y el milano, las grajillas y el mochuelo, las lechuzas y los pájaros pequeños. «Pero a pesar de conocer esta aversión de unas aves hacia otras, nunca se utilizó para nada en la antigiúedad. En la Edad Media, cuando la cetrería estuvo en su — 196 — apogeo, era el gran duque un elemento obligado, sobre todo para la caza del milano con halcón. He aquí cómo procedían para cazar el milano (falco milvus) que hemos descrito en la primera parte de esta obra: Buscaban en primer lugar los sitios más frecuenta- dos por los milanos, y cuando apercibían uno a gran altura, pues como se ha dicho anteriormente, el milano tiene un vuelo poderosísimo, el porte-duc, o sea el que llevaba un buho enseñado como los halcones a volver a la mano, lo echaba a volar, no sin haberle colgado antes de las garras ina cola de zorro para darle un as- pecto más extraño y entorpecer sus movimientos, no dejándolo remontarse. El milano que lo veía desde lo alto, descendía describiendo círculos, y cuando estaba suficientemente bajo, le soltaban dos halcones escogi- dos entre los mejores, empezando entonces la lucha con el milano hasta que lo mataban; entonces el buho, ter- minada su misión, volvía a la mano del que lo había soltado. También se empleaba el gran duque para cazar con halcón grajillas y urracas. En tiempo de Luis XIII el entretenimiento de cada buho costaba tres sols dia- rios. En la halconería real francesa el cargo o empleo de porte-duc o mozo de buho, como diríamos en caste- llano, subsistió hasta el reinado de Luis XV, con un sueldo anual de 500 livres. Más tarde fueron disminu- yendo estos sueldos, hasta que la cetrería real, después de la Revolución francesa, pasó a la Historia. En un libro publicado en 1660 con el título de Les ruses innocentes, en el cual se enumeran varios proce- “U99[PY UO09 OUR" [9P PZeO ¡a Í ¿Y Ñ rg mo nl ' Ñ e , EA A ze úl X ' des E dimientos para aprovecharse de las aves, se afirmaba ya la superioridad del gran duque sobre las otras aves nocturnas para coger las grandes rapaces. También trata de los modos de colocar las redes; pero como nos limita- mos aquí a la caza con escopeta, no nos detendremos a estudiarlos. El autor de este libro se llamaba Fray Fran- gois Frostin, religioso de Grammont, llamado el Solita- rio imventivo. Debió, sin duda alguna, ser un naturalista eminente para su época. A principios del siglo xIx había ya mucha gente en Alemania que cazaba las aves de rapiña con buho tal como hoy se practica, y hubo príncipes y grandes seño- res que se hacían construir en distintos puntos de sus propiedades puestos permanentes con todo género de comodidades. Lo mismo sucedió en Austria, Polonia y Rusia, y puede decirse que actualmente en esos países no existe una finca de caza cuyos guardas no usen el buho para destruir las aves de rapiña. Ya se ve, pues, por estas líneas la utilidad del ave fatídica que figuraba en la Edad Media en el laborato- rio del alquimista, eterno buscador de la piedra filoso- fal, y que también fué el pájaro favorito de la diosa de la Sabiduría Minerva o Athene, cuyo nombre griego de Athene noctua conserva el mochuelo actual. É A ON "A re UV A 2 Ki DN 5 1 1? Í ñ + $ ns / A AÑ TU AN p A m3 AIN AN Ni ! IAS ANY O RA Bo 4 Di io Mega | e Á y A » O ( SN UN ' y ' APT O IA AT AIN MN ' LE Ñ Y AA [ ERA O % M7 pe ¡Ñ 5 d% TN p y Y . ii AT AN Y " ] : IA ' . Wi ¿2918 74 ) » A y AN A / f ve ES j j ) ASE | ' yY dy YO 1 x ) NOA : ' OA sn , i ' Y E y E” AN ' p A 10 LA 4 Í Mee o le y EN TA: pr Sa j y P E / A ms ; MAI ATA No | y p m1 Y SE 0 e dd í RO AO NN Si A dl He RON CAPTITES. EH Distintas cazas con cimbel, señuelo o reclamo de vista. La caza de aves de rapiña con el buho se hace con cimbel o señuelo. Entiéndese por señuelo una cosa que llama la atención de las aves que vuelan en lontananza, haciéndoles variar su rumbo y trayéndolas a corta dis- tancia del cazador, que aguarda con redes u otros arte- factos, según el fin que persigue. El señuelo puede ser un objeto (el espejuelo de alondras), un animal muerto, un pedazo de carne o una o varias aves vivas, diseca- das o artificiales. Pueden por lo tanto dividirse los se- ñuelos en cinco clases, a saber: señuelos de terror, de curiosidad, de presa, de simpatía y de odio, según la impresión que producen a las aves y que facilitan su captura. Señuelos de terror. El gavilán artificial. En las palomeras de los valles de los Pirineos, donde tantas torcaces se cogen con redes durante el mes de Octubre, ocurre muchas veces que los bandos vuelan más alto que las redes, siendo por lo tanto imposible [61917918 UPJIAeS 14 PR, ti =, E dp : Cometa en forma de ave de rapiña. A O A cogerlos. Para remediar este mal se ideó la artimaña del gavilán artificial. Consiste este aparato en una especie de hélice metálica que se lanza a mano en medio de un bando de palomas cuando se considera que va demasiado alto. Estas creen que es un gavilán que intenta apode- rarse de ellas, e inmediatamente bajan precipitada- mente, cayendo muchas en las redes. La cometa en forma de ave de rapiña, utilizada en la caza de perdices en mano. Esta artimaña se usa en las Islas Británicas para la caza de perdices y grouse en mano. Ocurre algunas veces, cuando las perdices o los grouse han sido muy cazados, o cuando la estación está bastante avanzada, que, lejos de aguantar la muestra del perro, se arrancan a gran distancia del cazador, siendo por lo tanto imposible tirarlas. Para que dejen llegar al tirador, e impedirles levantarse, se lanza una cometa en forma de ave de rapiña, de 1,50 metros pró- ximamente, y que por lo general suele imitar un milano (de aquí que la palabra inglesa kite signifique a la vez milano y cometa). Es, pues, indispensable cazar a favor del aire de manera que la cometa, una vez elevada a cierta altura y manejada por un criado o compañero, preceda al tirador. Las perdices que ven sobre ellas la cometa no se atreven a emprender su vuelo, tomándola por un ave de rapiña, y con esto dan tiempo al perro para señalar- las y al cazador para tirarlas en mejores condiciones. A ¡Spiluelos de curiosidad. La caza de alondras con espejuelo. Todos los cazadores saben lo que son alondras, y por esto no me detendré en describir este interesante paja- Espejuelo para la caza de alondras. rillo que puebla nuestros campos, sobre todo en los me- ses de otoño cuando llegan del Norte, aunque algunos también anidan en nuestra Península. Caza de alondras con espejuelo. Antes de hablar de la caza del espejuelo, daremos una ligera idea de cómo es este aparato. Consiste en una pieza de madera en que están incrustados multitud de espejitos de un centímetro de diámetro y montada sobre un eje giratorio. Existen dos tipos de espejuelos: uno, que maniobra a mano y por medio de una cuerda el cazador, y otro accionado por un mecanismo de relo- jería; ambos deben de tener un movimiento rotativo al- terno, es decir, que dan unas cuantas vueltas en un sentido y luego en otro. Muchos cazadores prefieren el espejuelo de mano al mecánico, pues este último tiene demasiada regularidad en su movimiento, mientras que con el de mano se le puede dar más o menos velocidad, según lc requieren las necesidades de la caza. Colocado el cazador en un sitio bajo, con el fin de disimular lo más posible su presencia, y a una distan- cla máxima de 15 metros del espejuelo, hace girar el aparato, y el brillo de los espejitos al sol atrae las alon- dras que revolotean sobre el aparato, momento que apro- vecha el cazador para disparar. Es un medio eficaz y seguro para tirar estos pájaros, y se hacen cacerías bue- nísimas, disparándose así muchos tiros. El plomo mejor para alondras es el 10, 11 y 12, o sea la mostacilla. La época más favorable es Noviembre, cuando caen las primeras escarchas, sobre todo si se empleza a cazar a las seis o las siete de la mañana, que es cuando em- piezan a acudir bien al espejuelo. Esta caza tiene mu- chos adeptos y hay infinidad de cazadores en Madrid que se dedican a matar alondras por los alrededores al final de Octubre y durante el mes de Noviembre. — 204 — Señuelos o cimbeles de presa. Llámanse así a los que excitan la voracidad de las aves que están destinadas a atraer; así, por ejemplo, son los pichones y palomas que se colocan para que acudan los halcones peregrinos a las redes con que se capturan para luego utilizarlos en la cetrería. Captura de halcones para la caza. Para matar las aves de rapiña que prefieren la carne muerta y en descomposición, como sucede a las diver- sas especies de buitres y a los cuervos, basta con poner en sitio visible un cuerpo de un animal cualquiera, o los intestinos de una res, y hacer una choza o aguardo, y 'S313NQ IP PZPO — 205 — bien pronto acudirán todos los buitres de la región y se podrán tirar con toda tranquilidad. Lo que sí es indis- pensable es que el cazador esté muy oculto. Para que el lector se dé idea de la poderosa vista de que están dotados los buitres, les contaré lo que casi a diario ocurría cuando estuve en el Africa oriental ingle- sa en 1908-1900. Al matar una pieza de caza, lo primero que hacía- mos era desollar la piel del cuello del animal para lle- várnosla con el cráneo y los cuernos y conservar el tro- feo. Esta faena, dada la gran costumbre que tienen de ejecutarla los negros, duraría cinco minutos; pues bien, mucho antes de terminar, los árboles estaban llenos de buitres, de marabús y hasta de milanos, que esperaban que nos fuésemos para precipitarse sobre los restos del antílope y devorarlos. Es de advertir que cinco minutos antes no se veía ningún ave de éstas por todo el hori- zonte. En las monterías en España, cuando alrededor de las perreras se tiran las tripas de las reses muertas, todos los buitres acuden a comerlas desde unas distancias in- creíbles. Sólo se explica esto por la poderosa vista que tienen, pues el olfato de las aves está poco desarrollado. Esta artimaña para matar buitres la doy al lector a título de curiosidad, pero creo que estas aves no se deben matar de no ser para una colección, pues rinden grandes servicios al campo limpiándolo de toda clase de inmundicias que sólo son focos de infección. Los que hayan asistido en Andalucía a los tentaderos de reses bravas, habrán podido observar cómo se aglomeran estas aves sobre los caballos muertos, y cómo, cuando están — 206 — hartos de carne, se ven imposibilitadas para emprender el vuelo, pudiéndose matar con un palo. Recuerdo que en una ocasión en una finca mía me trajeron un buitre muy grande (2,68 de ala a ala), que habían cogido sobre el cadáver de una vaca muerta por el tren. Parecía muerto, pero sólo estaba bajo el peso de una penosísima digestión. Mandé que se lo llevaran a cierta distancia de la casa y que lo dejaran allí tendido. Al día siguiente, una vez pasadas sus molestias gástricas, habia empren- dido tranquilamente su vuelo. Debo advertir que ninguna de las tres especies de buitres que hay en España acuden al buho, o por lo menos yo no las he visto, y he cazado en sitios donde abundan. Tampoco creo que acuda el quebrantahuesos. Señuelos de simpatía. Con esta clase de señuelos se cazan las aves, apro- vechando el atractivo que ejercen entre sí los individuos de una misma especie. Así, por ejemplo, los patos sal- vajes cuando ven en un lago ctros de su especie, tienen tendencia a posarse allí para reunirse con sus semejan- tes. Daremos una ligera idea de cómo se practican estas cacerías. Caza de patos salvajes. Una vez instalado el cazador de aves acuáticas, puede emplear para atraer al alcance de su escopeta los patos salvajes, dos clases de cimbeles, a saber: los patos vivos o los artificiales. Los primeros tienen la ventaja de que, además de ser reclamo de vista, lo pueden ser de oído, pues chillan, y así llaman más la atención de sus com- pañeros; además, siempre va la diferencia de lo vivo a lo pintado, como vulgarmente se dice, aunque mucho menos que en otras cazas. En cambio, tienen el incon- veniente de ser más costosos, pues hay que alimentar- los todo el año, y además están siempre sujetos a enfer- medades o a que alguna alimaña o animal doméstico (un gato, por ejemplo) los devore. Para cazar con ellos con provecho hace falta tener lo menos diez cimbeles vivos, que se atan por una pata con una cuerda en cuyo extremo haya una piedra u ob- jeto que, tocando el fondo, hace las veces de áncora e impide que se vayan más lejos de lo que se quiera. Gene- ralmente se suelen usar como reclamos los patos reales o azulones (anas boschas), y conviene que en un lote de cimbeles haya machos y hembras. El cimbel artificial. En las cacerías de patos a que he asistido he visto siempre emplear el cimbel artificial. El tipo más corriente en estos señuelos es de madera, de tamaño natural y con las dimensiones y colores de las distintas especies de patos, es decir, azulones, rabudos, sarcetas, paletos, silbones, etc. También los hay para las fochas o galla- retas, y se colocan flotando a una distancia corta del puesto, atados o fondeados por medio de una argolla que tienen debajo, Delante de cada puesto se ponen más de 40, y realmente no se echan de menos los cimbeles “soyed 9p ezeo e] exed S9[eI91p1918 S9[9QUII) "guy Puo([ 9P 0309 [9 US SAIPSUP DP PZP,) vivos, pues los de madera cumplen perfectamente su cometido, y su mutismo está remediado con unos silba- tos que tienen los pateros o profesionales, que, cono- ciendo todas las clases de patos que pueden presentarse, emplean aquéllos con una oportunidad admirable, imi- tando a la perfección el grito de cada una de las espe- cies. En Valencia, en la Albufera y la Calderería, es decir, en los términos de Sollana, Sueca y Cullera, hay hombres muy prácticos en esta clase de caza. En el coto de Doña Ana (Huelva) he visto emplear con excelente resultado un cimbel sencillísimo para la caza de ánsares o gansos salvajes. Los gansos tienen costumbre de ir al amanecer desde la marisma a los arenales, pues toman, según parece, la arena como di- gestivo para asimilar todo lo que han comido por la noche. Los cazadores se colocan antes de ser de día para tirarlos en esos arenales, y para hacerlos bajar y ponerse a tiro, se usan unas siluetas recortadas en cinc con la for- ma de ánsares y que se colocan en las cimas o cuerdas de las dunas, engañando perfectamente a los gansos salvajes, que bajan profiriendo estentóreos gritos y describiendo elegantes círculos, dejándose fusilar por el cazador. También se emplean señuelos de madera para las cazas de chorlitos y avefrías en el tiempo del paso de estas aves. Caza de palomas torcaces. En los valles de los Pirineos, como he dicho ya al hablar del gavilán artificial, tanto del lado francés como del español, se cogen las palomas en grandes cantidades 14 A qa ee es y El señuelo para la caza de palomas. e NA con redes y escopetas, y para atraerlas se emplean cim- beles generalmente escogidos entre las que se capturan, y con los ojos tapados se las coloca atadas sobre una es- pecie de balancín puesto en sitio elevado y que se ma- neja desde tierra por medio de una cuerda. Cuando ven aproximarse el bando, tiran de ella, y hacen así perder el equilibrio a los reclamos cegados, que agitan sus alas para sostenerse, llamando la atención de las palomas torcaces que se dirigen hacia donde están las redes o los tiradores. Hay varias clases de palomeras o palombreres, como las llaman los franceses, estudiadas según vayan a ca- zarse las palomas con redes o con escopeta, pero el prin- cipio del cimbel en que están basadas es el mismo. Se empieza a cazar en Septiembre, y en la provincia fran- cesa del Bearn hay un antiguo refrán que dice: A la St. Micheu Vappeu, que quiere decir en el patois bear- nés, que por San Miguel hay que tener preparados los cimbeles. En Navarra, en Olza, el marqués de Vesolla tiene una choza muy bien instalada, donde se reúnen el dueño y varios amigos, que hasta se ponen a jugar a las cartas; el palomero que maneja los cimbeles, cuando ya ha traído el bando de palomas y está posado en los árboles cercanos a la choza, avisa a los cazadores, que interrum- pen su partida, y apuntando por unas troneras hechas al efecto, hacen una descarga cerrada a la voz de mando del palomero, cobrando gran número de torcaces. Vuel- ven a sentarse hasta que les avisan de nuevo, y con este sistema se obtienen excelentes resultados. NN VE Y ña PE /AEN AER Pl XV, ESTI fs od 4 % CÍA AAA Señuelo usado en los palomares de Castilla. En Andalucía, en la provincia de Córdoba, también se tiran las palomas colocando los cimbeles sobre las encinas o los alcornoques y haciendo unos aguardos alrededor del árbol. El que maneja el cimbel se coloca debajo del árbol, y de su posición depende mucho el resultado de la cacería. Se emplea generalmente como cimbel una paloma zurita. Con un buen palomero' se deben obtener muy buenos resultados, pues en tiempo de la montanera y en el invierno la abundancia de tor- caces es extraordinaria en esta comarca, por ser suma- mente aficionadas a la bellota, que constituye entonces su principal alimento. No he visto nunca cazar palomas con cimbeles artificiales, pero creo existen. Lo que sí hay en algunos palomares de Castilla es una paloma de madera toscamente construída y colocada sobre un palo encima de los tejados de estos edificios, destinada a llamar a las palomas zuritas para aumentar el contin- gente de las ya existentes. No hablaremos de los palo- mos llamados ladrones, porque eso ya no es propla- mente caza. Otras cazas similares. Los que se dedican a cazar con redes pajarillos, llevan en unas jaulas pequeñas jilgueros, verderones, etc., para que acudan los del campo y caigan en la trampa. La caza con reclamo de perdiz no es de vista, sino de oído, así es que no molestaremos a los lectores con su explicación, hecha en muchos libros que de ella e e UR tratan. Además, no habiéndola practicado nunca, no tengo de ella experiencia alguna. También las aves alicortadas o ya domesticadas pueden servir para atraer a sus congéneres sobre todo, y si son cuervos o arrendajos los que se quieren matar, si se les hace chillar, para lo cual se les puede poner las alas en cruz, es decir, sujetas al suelo con dos hor- quillitas de madera. Tendrá la ventaja este sistema de que con sus gritos ensordecedores acudirán todos los cuervos, arrendajos o urracas de la vecindad. Esta atracción que ejerce una ave herida o en situa- ción crítica está muy acentuada en los cuervos, y es por lo tanto frecuentemente aprovechable. Hay guar- das que han matado bastantes machos de aguilillas de laguna (falco o circus aerugimosus) colocando una hem- bra de esta especie, disecada, en el borde de un pantano en la primavera, o sea en la época del celo de estas aves. S1, por ejemplo, en un día de caza con el buho tiene uno la suerte de alicortar una aguililla de laguna (falco aeruginosus), lejos de rematarla, debe al contrario tra- tar de conservarla viva, pues será un excelente cimbel para atraer a sus congéneres. No teniendo más herida que la del ala (lo cual no deja de ser difícil, dadas las agrupaciones de plomos que hacen las escopetas mo- dernas), aunque por efecto de la rabia de sentirse cau- tiva rehuse todo alimento durante cinco o seis días, pasado este tiempo empezará a comer pajarillos recién muertos y ranas vivas, que serán convenientemente "9quuo otuo) Opea duos OPeyIo91[e OAIan) — 215 — atadas por una pata al palo donde esté posada y sujeta. Una vez en el campo se la colocará entre los juncos que rodean al pantano, y pronto vendrán las otras aguilillas de laguna a revolotear alrededor de su com- pañera, pudiéndoselas matar sin dificultad, si se está muy bien tapado y escondido. Recuerdo una vez que cazando yo en el Puerto de Navacerrada con el buho, me entró un halcón abejero, y lo alicorté del primer tiro, quedando en el suelo y profiriendo gritos de dolor. Unos segundos después bajó su compañero, al parecer a auxiliarlo, y tuve la suerte de derribarlo con el segundo cartucho. Ya se ve, pues, palpablemente la atracción que ejercen las aves heridas sobre todas las de su especie. Pero no se limita este efecto de imán a los de una sola especie, porque se han dado casos de acudir aves distintas. Así, por ejemplo, hay quien ha matado hal- cones peregrinos usando como cimbel un cernícalo. Aconsejo a los lectores que si se les presenta ocasión de usar aves heridas como cimbeles no la dejen pasar, sin perjuicio de colocar el buho, pues serán para esta caza una gran ayuda, llamando aún más la atención de las rapaces. Señuelos o cimbeles de odio. Están basados estos cimbeles en la enemistad que mutuamente se tienen ciertos animales; así, cuando un zorro, un jabalí, un gato, sobre todo si es de color claro, que llama más la atención, corre entre el monte, es perseguido muchas veces por cuervos, urracas y arren- _— 216 — dajos, que además profieren grandes gritos. Alguna vez en las cacerías he podido observar este hecho.. Las aves nocturnas grandes odian también a las pequeñas, pero realmente la antipatía más aprovecha- da es la que existe entre toda clase de aves diurnas (excepción hecha de las palmípedas, zancudas y galli- náceas) y las rapaces nocturnas. Entre esta clase de cimbeles está el buho o gran duque, con el cual se pueden matar toda clase de rapa- ces, córvidas y laniídas, desde el águila real al alcau- dón. Después, según se usen como cimbel aves noctur- nas de mayor o menor tamaño, se podrán matar rapa- ces más o menos grandes. Como este género de caza ha de ser objeto de otro capítulo, me limitaré a citar aquí la caza de pajarillos y alondras con el mochuelo pequeño (Athene noctua). Caza de pajarillos con mochuelo. Recuerdo que, efectuando un viaje en automóvil por el Norte de Italia (creo fué en el año de 1906) y visi- tando en Verona la plaza del mercado, notable por su carácter y los monumentos arquitectónicos que la ro- dean, me llamó la atención la cantidad de pajarillos pequeños muertos que se vendían en los puestos. Jil- geros, verderones, carboneros, pinzones, etc., en fin, muchísimas especies de esos deliciosos y armoniosos huéspedes de nuestros jardines estaban allí representa- das. Según me dijeron, en Italia, donde la caza propia- mente dicha no es muy abundante, se hace un consu- mo grande de estos animalitos. Caza de pajarillos con mochuelo en Italia Preguntándome yo cómo matarían tanto pájaro, en seguida hallé la contestación al ver que en los mismos puestos se vendían a precios muy módicos unos mo- chuelos pequeños vivos, que eran los destinados a atraer a los pajarillos al alcance de la escopeta del cazador. - Me acuerdo que compré vivo un medio duque, y cuando abandonamos Verona con el auto y salimos al campo, le di libertad. No puedo precisar ni dar muchos detalles de cómo usan el mochuelo vivo para matar los pajarillos. Uni- camente diré que en el recorrido entre Pisa y la des- embocadura del Arno vi un hombre que llevaba un palo muy largo en cuyo extremo superior iba sujeto un mo- chuelito en una especie de báscula que se manejaba desde abajo por medio de una cuerda. En su marcha el hombre hacía pasar el mochuelo por lo más alto de los plátanos que bordeaban la carretera. Otro hombre con una escopeta estaba al parecer preparado para disparar sobre los pajarillos que acudieran al mochuelo. Según me dice un amigo mío, en Palma del Río (Córdoba) había un hombre que, poniendo un mochuelo vivo en una percha que colocaba dentro de una mata, capturaba gran número de pájaros, en su mayor parte alcaudones, que se quedaban pegados en las ramas que rodeaban el cimbel, previamente untadas con liga. Caza de alondras con mochuelo. Es esta caza complementaria y auxiliar de la del espejuelo, usándose de ambas con frecuencia al mismo tiempo. 'opanfadsa Á opanyoov uo) Selpuoje op eze, * DI po AN E ] MIMO NA nu yy 2! A - 2 3 A AAN AS LOS v y UN al YN h Y reto INN vi "a eS A «sy jog pra nn, ec rn , .t, - (Etre ATA id METAS tl 2 ps SOS , ETT E 2», o: e ' citar ' iaa 9 A 0001 (RIE ee pe Generalmente se caza con mochuelo artificial, bien disecado, articulado de las alas o fijo, bien sea de ma- dera pintada, con los ojos de cristal. Se coloca el cimbel sobre un palo de dos metros de altura, a dos o tres me- tros del espejuelo, teniendo así la ventaja al nublarse el sol, de atraer las alondras cuando el espejuelo por falta de luz no cumple bien su cometido. Es importante colocar hacia el Mediodía los ojos del mochuelo, con lo que brillarán al sol y ayudarán al espejuelo para lla- mar los pájaros. Hay muchos aficionados al espejuelo que también usan el mochuelo. Los cimbeles de madera (muy suficientes) se encuentran en gran número de armerías españolas. Es posible que aún den mejor resultado que el mo- chuelo el medio duque y las lechuzas disecadas, bien fijos o articulados, con la ventaja de tener la probabi- lidad de tirar una ave de rapiña pequeña, un gavilán o un cernícalo, por ejemplo, sobre todo si el cazador está muy oculto, pues hay que tener en cuenta que estas aves son mucho más suspicaces que las alondras. En general, para todas las cazas con señuelo uno de los requisitos más importantes en el cazador, ade- más de la paciencia, es que sepa ocultarse bien, pues si el atractivo ejercido sobre las aves por las diversas cla- ses de cimbeles es grande, es mucho mayor aún el miedo que todos los animales tienen al hombre, de quien el instinto natural les hace huir. EN ay dat la 2% Sed | sii lor rd ' a y 08H vO E ' , - A ly EN % qe 0 % ind Pay Ant o dd ente caca $ Ñ ” A ole ajy hn q MN el sabs á e A q p " V 4 UN " Bo Ur ¿ car UN . A aróda Si yb, Pel y 07 p4A e , 4, 4 IN o A Ns de 1 id e al ] o Ú LIA pi: í EA ba PA, ) Ñ qe, . A hi p Í 10 A , : M7 "Y Ñ ANO FIA / ] E AA Yi A uy Ñ y ( Avid) braga: end: y ele | Mo ds » d ¿ e 0 ñ dd ' di , Ñ Dl iy? : E E $ E Ñ úl . ' 7 YE d EN e e . pa dee g,” Y p- ] l ; RS RS A E ect Ao po » 3 á y O á Ñ » A AP y ml pe 4 ALAN Na a e y á o ml 9 J A A A o. A e 25 12 IIA UL , y A * , Ou LE dd: i á . N + A E 40 el 0) M7 TN EN 1 f > 1 ) a A Ñ Y Y) di j ; ei ¿4% SBpulTa 20 691 Ñ “ r 5 ón ' E EN ñ Ñ q» Y CN . ' A AAN y? dust asi LY ' Pets: Í * A Ú , A o nero eS CN MN Ñ 4 CAPITULO IV El buho o gran duque. Dividiré este capítulo en varias partes: I. Descripción zoológica del buho o gran duque. II. Cómo y dónde puede uno procurarse un buho vivo. III. Cuidados que requieren estas aves, alimenta- ción, etc. Manera de tratarlas. Transporte para la caza. IV. Diversos métodos para cazar con el buho vivo. V. Ventajas del buho vivo sobre el disecado. El buho o gran duque. Bubo maximus o bubo ignavus.) El buho o gran duque es la mayor y más poderosa de todas las rapaces nocturnas. Los ingleses le llaman eagle-owl, es decir, mochuelo-águila, sin duda para dar a entender su gran tamaño. Miden generalmente 60 cen- tímetros de largo, y una anchura de punta a punta de las alas de 1,60 metros. >omo sucede en la mayor parte de las rapaces, las hembras son más grandes que los machos. Nada mejor que la lámina (pág. 126) puede dar idea del colorido de su plumaje y de sus ojos; pero — AD O hay que advertir que en ésta, como en muchas aves de rapiña, está sujeto aquél a grandes variaciones, según el clima en que se crían o la edad de los ejemplares. El buho o gran duque. El gran duque habita toda Europa y una mitad del Asia septentrional, no encontrándose en Africa más que en la región del Atlas. En Europa es bastante común en Suiza, Sicilia, Italia y Austria, en la península bal- kánica y en Rusia, pero está aún más extendido en la — 223 — parte meridional de Hungría, los Cárpatos, Bosnia, Her- zegovina y Transilvania. En Francia es poco frecuente, y sólo en las montañas y grandes regiones forestales puede hallársele. En España, sin ser común, existe, pero muy rara vez se le ve por sus costumbres nocturnas- Habita todas las sierras y regiones pobladas de árboles. A pesar de haber cazado bastante en los catorce o quince años que practico este sport, recuerdo haber matado muy pocos, y generalmente por casualidad al dar ojeos de caza menor. Más temprano que las otras aves nocturnas suele el buho emprender su vuelo silencioso en busca de su alimento, y a medida que avanzan las sombras de la noche va navegando por el aire con más facilidad, lle- gando a tener agilidad tan sorprendente, que no hay ave ni cuadrúpedo, por rápido que sea, capaz de esqui- var sus ataques. Es el buho una de las aves que crían más temprano, así es que a principios de Marzo empieza a escoger sitio para instalar su nido. Poco difícil en esta elección, lo mismo puede llevar sus lares a las márgenes de un pan- tano, que al hueco de un árbol, que a un orificio o cueva en el acantilado de una roca. Arregla muy a la ligera su morada con unas cuantas ramas secas. Otras veces no se molesta en hacer una instalación, y se apodera de un antiguo nido de cigieña, de aguilucho o de cuervo, donde no se toma el trabajo de hacer reparación alguna. Se alimenta esta ave de toda clase de caza, o sea, de conejos, perdices, liebres, etc., de ratas y roedores pequeños, y cuando no encuentra otra cosa, de insec- — 224 — tos. Debe tener predilección por los conejos, pues en casi todos los nidos que he visitado he podido observar cráneos y otros huesos de estos animales. Cómo y dónde se puede adquirir un buho vivo. Como en Alemania y Austria se practica tanto y desde hace ya mucho tiempo la caza con el buho, los campesinos conocedores del valor de esta ave se dedi- can a capturarla, haciéndola una guerra sin cuartel. Por esta causa en esos países va decreciendo esta especie al punto que sólo un veinte por ciento escaso logra esca- par a estas persecuciones. Además, el haber cortado gran número de árboles seculares en los bosques, ha obligado al buho a anidar en los riscos y peñascos, ocurriendo que el gran duque es actualmente ave de paso en regio- nes donde antes era sedentario. Para procurarse un buho vivo en Alemania o Aus- tria debe uno dirigirse a casas o establecimientos que se dedican a criar estas aves. Los pájaros jóvenes cues- tan de 45 a 60 francos, y los adultos de 65 a 80. En Francia son algo más caros, pues habiendo pocos no se encuentran fácilmente a la venta. . Yo he traído varios buhos de Alemania y Austria, pero no sé si por efecto de la aclimatación o por qué causa han vivido poco tiempo, y he de confesar que me han dado mejor resultado los que he encontrado en España, cosa bastante fácil dirigiéndose a guardas oO cazadores de oficio, pues, aunque no muy comunes estas aves, no es tampoco arco de iglesia para la gente de — 225 — campo el encontrarlas, sobre todo con el aliciente de una buena propina, que siempre será inferior al precio del buho en Alemania, si se tiene en cuenta los portes y otros gastos. Tiene, pues, todas las ventajas para los españoles el usar buhos cogidos en la Península. Cuidados que requieren estas aves, su alimentación y transporte para cazar con ellas. Ni es fácil elegir un buho, por la sencilla razón de que no hay mucha materia donde escoger, ni puede uno por lo tanto ser muy escrupuloso en esta elección. De- bemos, pues, tomar los buhos como vienen. Si se leen los libros extranjeros, se observará hilan muy delgado, como vulgarmente se dice. Oue si se deben preferir los machos, que si las hembras, que si deben desecharse los buhos menores de seis meses; en una palabra, alam- bican tanto, que si fuera uno tan exigente, dado el nú- mero escaso de buhos que hay ocasión de adquirir, sería imposible encontrar esa ave ideal y se quedaría uno sin cazar. Como yo no he pretendido que mis pá- jaros tuvieran una doma especial (y por experiencia hablo, pues he tenido bastantes buhos en mi poder), diré que con todos ellos he matado aves de rapiña. ¿Quiere decir esto que no hay pájaros mejores que otros? No; pero esta diferencia estriba más bien en la conducta del buho ante el aguilucho, y en la manera de avisar la presencia lejana o próxima del ave de rapiña. El buho que, cuando ve llegar un ave, eriza las plumas, ahueca las alas de una manera parecida a los pavos I5 a a. ae comunes cuando hacen la rueda y castañetea con el pico, toma a la vez una postura de desafío y de defensa, mezcla de valor y de miedo. Yo, según la frecuencia con que se colocan en esta actitud, los califico de me- jores o de peores. Algunas veces, cuando son rapaces pequeñas (cernícalos o gavilanes) las que acuden, entran tan de prisa que casi no dan tiempo al buho de ente- rarse de su llegada, en cuyo caso nada de extraño tiene que se quede impasible. Deben, pues (digámoslo así), hacer la rueda cuando se trata de un aguilucho que sea de un tamaño regular; pero repito que ésta no es con- dición indispensable, porque con todos los buhos se matan rapaces, aunque no se muevan, y buena prueba de ello es que con cualquier buho disecado, sin meca- nismo alguno, se caza muy bien, como veremos más adelante. La ventaja principal de los buhos que seña- lan la presencia de las rapaces es de avisar al cazador, que estando más prevenido tirará en mejores condicio- nes. Cuando se ve al buho con las plumas erizadas y mirando hacia el cielo, se experimenta una sensación parecida a la del cazador al ver al perdiguero ponerse de muestra, o a la del montero que oye cada vez más cerca la ladra de los podencos o los arrollones del monte. En todos estos casos es el anuncio de que se aproxima un bicho que pronto tendremos ocasión de tirar y quizá de matar. Una vez adquirido el buho, la primera cosa en que hay que pensar es en buscar el sitio donde se le va a instalar. Para los que vivan en una capital, en Madrid, por ejemplo, el problema no deja de ser arduo, sobre 'RBUIde1 9P SIAR SP] 33UY OYNQ 19P Puy oy todo si habita un barrio céntrico y además no tienen jardín o algo parecido. A los que estén en este caso y no tengan en las afueras un sitio que reúna por lo menos algunas de las condiciones que son necesarias, y a las que me voy a referir en el curso de este capítulo, les aconsejaría que se compraran un buho disecado, pues precisamente para estas personas parece indicado. Aque- llos que viven en el campo y aun en la ciudad, si tienen jardín grande o chico, podrán perfectamente tener uno o más buhos vivos, y a ellos me dirijo en estos renglo- nes, donde procuraré darles en pocas palabras una idea de los requisitos que ha de llenar la morada destinada a su buho o buhos. El tamaño del alojamiento variará evidentemente según que se trate de uno o de varios pájaros; pero, por lo demás, las condiciones necesarias serán las mismas. Si se tiene intención de mantener el buho a la intempe- rie, bien sea aprovechando un antiguo gallinero o pe- rrera O haciendo de nueva planta una jaula fija, se de- berá tratar de que esté al abrigo de la lluvia y, sobre todo, de los vientos relinantes que más azotan, procu- rando no restarle con esto la ventilación necesaria, para lo cual, si se tiene el buho bajo techado, se le dejarán las ventanas abiertas, tapadas con una tela metálica para que no se escape. Si el sitio destinado al pájaro estuviera de solana, es decir, orientado al Mediodía, con una tela u otra cosa cualquiera se tratará de que haya una sombra, aunque sea pequeña, pues no debe olvi- darse que a las aves nocturnas les molesta mucho la luz del sol. Será conveniente que el suelo de la jaula sea de — 228 — ladrillo o, mejor aún, de portland, estando además en plano inclinado, con un sumidero en sitio conveniente para que pueda lavarse bien, pues de no tener mucha limpieza no habrá quien aguante el olor a fiera que el buho, como todas las aves carnívoras, despide. El tejado de la jaula podrá ser de cartón embreado o de cualquier materia impermeable. Sería bueno, si está la que pudié- ramos llamar pajarera del buho al aire libre, que se pu- siera en un rincón de la misma un cajón con una entrada para que pudiera el pájaro dormir dentro. Y terminaré dando un consejo tan importante que el desatenderlo podría ser causa de la muerte del buho. No tengáis los pájaros al aire libre cuando la tempera- tura esté por debajo del punto de congelación, si vivís en el Norte o en la meseta central de España. En Anda- lucía no tiene tanta importancia, porque hiela menos. En los países fríos conviene que comunique con la jaula una pequeña habitación cerrada, para que el pájaro pueda pasarse por sí a ella cuando la temperatura exte- rior sea demasiado rigurosa, evitándose así el que lo cuida la molestia de transportarlo cuando empiezan las heladas. El buho o gran duque, justificando sus apariencias, es un animal sumamente fuerte y robusto; pero en per- diendo su libertad y una vez recluído en una jaula se convierte en un ave delicadísima. Además de estar su- jeto, como los demás pájaros, a las enfermedades que acarrea la muda de la pluma, infinidad de desarreglos gástricos le pueden ocasionar la muerte; de aquí que sea una cuestión capital su buena alimentación. De ella — 229 — se deberá ocupar con el mayor esmero todo aquel que no quiera ver morirse como chinches, según la expre- sión vulgar, los buhos de su propiedad. Ahí van unos cuantos consejos sobre el particular, sacados algunos de los libros escritos sobre esta materia en el extranjero, y otros además sugeridos por mi pro- pia experiencia. El buho en el campo no vive más que de lo que caza; no es, pues, como otras aves que devoran los cadáveres de otros animales que encuentran al azar. De aquí se deduce que el alimento de este pájaro ha de ser nece- sariamente carne fresca. Aconsejan los libros que se le dé de comer al buho aves o mamíferos, sin despojarlos de su pluma o pelo, y en efecto, esto, como todo, tiene su explicación. Las rapaces devoran su presa con tanta voracidad y gloto- nería que no tienen tiempo de separar la pluma o pelo de la carne. Esta operación se verifica en el estómago del ave. Las materias asimilables quedan, mientras que las que no lo son, los huesos, etc., forman con la pluma o pelo una especie de pelota que debe vomitar diaria- mente el ave cuando goza de buena salud. Es preciso estar seguro de que esta operación la verifica el buho con regularidad, pues de no ser así es señal evidente de que el pájaro está enfermo. Puede uno cuando está de caza alimentar el buho con las aves que se matan en el puesto, a condición de cortarles el pico y las uñas, para que aquél no se estrangule. La ración diaria de un buho deberá ser de un cuervo, arrendajo o urraca. Podrá dár- sele de cuando en cuando algún animal de pelo, para cambiar. Si no está en el campo, pueden comprarse en la plaza pichones, que también son un alimento excelente. Habiéndoseme muerto en poco tiempo algunos buhos, pensé si podría consistir en la alimentación, y aun a trueque de que se me muriera otro pájaro decidí cam- biarles el menú de sus comidas. En lugar de darles cone- jos o pichones les serví carne cruda sencillamente. ¿Querrán creer mis lectores que esto me dió mucho mejor resultado que el régimen alimenticio que aconsejan todos los sabios en la materia? Desde entonces gozaron los pájaros de excelente salud y duraron mucho más tiempo. No creo que los libros que se ocupan en este asunto digan ningún disparate; me limito simplemente a contar lo que a mí me ha sucedido, y, como dice el refrán: cada uno habla de la feria según le va en ella. Otro tema muy discutido es si los buhos beben agua o no. La cosa es tan sencilla que no es necesario pensar mucho para dar a este dilema una solución satisfacto- ria. Póngasele, pues, al buho un cacharro con agua, y de este modo el buho decidirá lo que más le convenga. Se procurará que la alimentación del buho sea mo- derada, y será bueno que un día a la semana no coma absolutamente nada. No hay que olvidar que en el campo las aves de rapiña comen mucho menos que cuando en reclusión reciben con regularidad su alimen- to, y además tienen allí mucho mayor desgaste de fuer- zas que en la jaula, donde observan una quietud casi absoluta. ¡Quién sabe los kilómetros que tendrán que volar para encontrar y coger un conejo o una perdiz y cuántos días se quedarán en ayunas! Hay que tratar a los buhos con suavidad; no hacer- les rabiar y no pegarles jamás. No hay que sentirse do- mador y figurarse que tiene uno delante una fiera; el aspecto del buho es feroz, pero en el fondo es mucho más el ruido que las nueces, y es en realidad bastante inofensivo. Una buena precaución será, cuando se tenga. que coger con las manos, proveerse de unos guantes gordos, algo así como los que se usan en esgrima, para evitar el contacto de las garras del ave, que podrían estar sucias con carne descompuesta y producir acaso una infección. Por el mismo motivo se tendrá cuidado de lavar muy bien las heridas que ocasionen los buhos ¿AA A A A PPP e e a a Caja de transporte del buho vivo, con las garras o con el pico. Nunca se debe coger al buho por las alas, sino por los tarsos, o sea por las patas. Se le sujetan con la mano derecha las dos extre- 0 SSI ASS EE Mr MA o A SS | o == Z ER S y == ATT xy IZ a dd ÓN, Cesta de transpote del buho vivo. midades a la vez, y con cuidado se pone el pájaro de- bajo del brazo izquierdo. Con este sistema se le podrán poner con facilidad en las patas las correas y mos- quetones. Transporte del buho al sitio de caza. Dejando a elección de cada uno el modo de trans- porte del buho, daré únicamente algunos datos que podrán ser útiles a los aficionados. Yo uso unas cajas cuadradas de madera de 50 ó 60 centímetros de alto por otros tantos de largo próximamente. Esta caja en su parte anterior tiene una puerta con reja de madera o de hierro y encima un asa. Puede la jaula ser de cesta y tendrá la ventaja de ser más ligera, pero en cambio perderá en solidez. Cuando se meta el buho deberá ya tener puestas las correas y los mosquetones que han de servir para atarlo al palo en que se ha de colocar para cazar, verificando su traslado como queda indi- cado más arriba. Lo mismo se hará cuando después de cazar se meta en la jaula. Hay en el extranjero quien tiene buhos enseñados al estilo de los halcones y los lleva al sitio de caza sobre el puño; para éstos son indispensables unos guantes de esgrima. Anillas y correas para sujetar al buho. CAPITULO V Empleo del buho vivo para la caza. Hay distintos modos o sistemas de emplear el buho vivo para la caza. Todos ellos tienden a un mismo fin, y es el tratar por distintos medios de que el cimbel se agite lo más posible para atraer así la atención de la aves de rapiña, objeto de esta caza. Antes de entrar en el detalle de estas diferentes maneras de cazar, creo conveniente explicar cómo ha de atarse el buho al palo donde se le va a poner. En primer lugar, deben atár- sele a los tarsos (patas) unas correítas de cuero flexible, pero fuerte, de 30 centímetros de largo por dos de ancho. Pueden estar permanentemente atadas, una en cada pata del buho, o ponérselas sólo cuando se va a utilizar para la caza (que es lo que yo hago): pero en ambos casos deberán tener en sus extremidades unas anillas. Provisto el pájaro de estas correas, está ya preparado para cazar con él, contorme a los diferentes sistemas o métodos que voy a indicar. : Primer método. Del más antiguo de todos ya nos habla Fray Fran- fois Frostin en su libro Les ruses immocentes, publicado — 236 — en 1660, sólo que entonces le usaban para atraer a los pájaros y capturarlos con redes. Los halconeros em- pleaban también un método semejante con el fin de hacer bajar al milano que se cernía en las alturas, como hemos visto al principio de este libro. Es preciso que el buho esté amaestrado a volar entre dos palos unidos por una cuerda de 20 Óó 30 metros de largo. La correa que lleva atada a uno de los tarsos tiene una argolla en una de sus extremidades y por ella pasa la cuerda que une los dos palos. A la voz de su amo el buho abandona el palo sobre que se encuentra y vuela hasta el otro, arrastrando con su correa la anilla que corre todo a lo largo de la cuerda, permitiéndole volar, pero al mismo tiempo impidiéndole escaparse, para lo cual, lo mismo el alto de la cuerda que el largo de la correa del pájaro, deberán estar calculados de manera que éste no pueda posarse en el suelo. La ventaja de este sistema está en la gran movili- dad del gran duque, que le hace muy visible a los ojos de las rapaces, y al mismo tiempo su vuelo, que puede parecerse a una huída, debe decidirlos a atacarle. Pero al lado de estas ventajas hay grandes inconvenientes que las impugnan. En primer lugar, la voz de mando indispensable para que el buho vuele puede revelar a los aguiluchos la presencia del cazador. La doma espe- cial que requiere este sistema, además de ser larga y complicada, exige un pájaro joven, siempre muy deli- cado. Ouerer amaestrar para esto un buho adulto sería perder el tiempo, y por último (y no es este el menor de los inconvenientes), en la colocación del puesto con res- *OPOFQUL IQ 11) E Tura NY mv E) / ys A Cn YO ya NE WS ll O A | AAN any pza a IN LN Ñ SN 2/1) : V AN Won CUA e a PE UN E E IA ms %. O ES .)) Ma , E A DAS UNO: har QA Dos ADO — 238 — pecto a los dos palos surge un verdadero problema. ¿Delante de cuál de los palos se coloca el aguardo? Es verdad que puede ponerse la choza equidistante de los dos postes, pero para ello será necesario reducir la lon- gitud de la cuerda a 18 metros, por ejemplo. Para abar- car todo el campo de tiro que ofrece el espacio que el buho ha de recorrer volando, será necesario abrir en el puesto una tronera muy ancha; le será, pues, suma- mente difícil al cazador esconderse para escapar a la perspicaz vista de las aves de rapiña. Doy este sistema a título de curiosidad, por encontrarle sumamente inge- nioso, pero ni es práctico, ni lo aconsejo a los aficionados. Segundo método. Este método sumamente práctico y sencillo no puede emplearse con todos los buhos, porque requiere como condición indispensable un pájaro muy despierto, vivo e inquieto. Al gran duque se le coloca sobre un palo en forma de T. Se le ata una correa de dos metros próxi- mamente a las pequeñas que previamente tiene sujetas en los tarsos, de manera que pueda el pájaro bajar y subir libremente del palo al suelo, y hecha esta opera- ción, no hay más que meterse en el puesto y esperar los acontecimientos. Es este método, a pesar de su sencillez, el más cien- tífico de todos, pues está estudiado, no tanto con el fin de atraer las rapaces, como con el de averiguar qué clase de ave de rapiña es la que entra al cimbel según los movimientos que éste ejecuta. Así, por ejemplo, si es hy 4) VÍ AÑ Pod TIA NU 5 0d nVi mv NAVY ES Segundo método. un águila grande, milano real, etc., se tirará del palo, y si es gavilán, cernícalo o primilla, se contentará el cimbel con manifestar alguna pequeña inquietud, sin abandonar el palo, o se quedará impasible, pues muchas veces la rapidez de estas aves no les da tiempo a nada. Según he leído en algunos libros, el buho debe aban- donar el palo y volver a él a la voz de mando; pero yo no lo he hecho nunca, ni es necesario, cuando se tiene un cimbel a propósito para poder emplear este modo de caza. De todoslos pájaros que han estado en mi poder (y han sido bastantes) sólo uno reunía condiciones para usarlo de este modo; pero he de confesar que era superior. Recuerdo una mañana que en menos de dos horas cobré con él un águila perdicera, dos águilas rateras, un milano real y dos cuervos, y luego por la tarde maté dos o tres piezas más. Trabajó muy bien, y en el mo- mento que entró el águila perdicera, bajó precipitada- mente del palo y esperó en el suelo en postura de desa- fío. Comprendí perfectamente que se trataba de una pieza grande, con lo cual me preparé y la maté bien, a pesar de la emoción que producen estas rapaces de gran tamaño, por mucha práctica que se tenga, cuando hay verdadera afición. S1 mis lectores creen que el buho que tienen es bastante vivo y despierto, deben emplear este sistema, que es ex- celente y a la vez muy sencillo. Cuando el pájaro, después de poco tiempo de estar colocado cierra los ojos y está como medio adormilado, en lugar de este método de caza deben adoptarse los que voy a indicar a continuación. A DITAASSOdA Tercer método. Si se les préguntara a los buhos y éstos pudieran contestar, seguramente protestarían de este método, el ] 5 : A : a ó , yn 1 y s 4 Hg al id Ú ie 4! > E : o A Mo: 3 5) 55) 4 as) z a e y 7 En > a md, EA E Y 1% ñ ] 3 i ó ! > A Te En 1 12 Y) j > hs NA 1 ¡ EU SN A o A pl y Tercer método. más incómodo y desagradable para ellos. Como todos los sistemas, que voy a explicar después, éste puede emplearse con toda clase de pájaros o cimbeles, pues 16 con él, como con los sucesivos, se obliga a los buhos a moverse, aunque ellos quieran amodorrarse. Se ponen en primer lugar dos piquetes o estacas verti- cales; se clava una traviesa horizontal, donde se ata al buho muy corto por una pata. A la otra extremidad se sujeta una cuerda que llega hasta la mano del cazador que está en el puesto. Al tirar el hombre de esta cuerda larga, el pájaro, que se siente cogido por la otra pata, resiste lo que puede a esta tracción, se sobresalta y aletea, pues por estar atado muy corto no tiene el recur- so de saltar a tierra, y trata de guardar su equilibrio. Es en realidad este sistema doloroso para el pájaro, porque de cuando en cuando puede uno propasarse y tirar demasiado fuerte de la cuerda. Otro inconveniente es que al cabo de algún tiempo el buho le coge el tran- quillo a esta maniobra, y se limita a estirar algo la pata que le tiran, sin mover las alas para nada, con lo cual no se ha conseguido el objeto apetecido. Dejo en libertad a los cazadores de ensayar este método; yo no lo considero el mejor, pero como es bas- tante sencillo, sobre todo para principiantes, nada se pierde con probarlo, y siempre se está a tiempo de ensa- yar otro, si éste no diera resultado. Cuarto método. En este método, en vez de actuar el cazador direc- tamente sobre el cimbel para que se mueva, maniobra desde el puesto el palo sobre el que se encuentra el pá- jaro, y que es movible. ta 243 ua Palo de movimiento horizontal La parte superior de este palo afecta la forma de T, pero el travesaño horizontal está unido al piquete vertl- cal por una bisagra que le permite describir un arco de círculo de go grados. A la misma extremidad de la parte horizontal de la T se encontrará una anillita a la que se atará una cuerda que, pasando primero por otra anilla y después por una poleíta al pie del pi- quete, llegará a manos del cazador. Del lado opuesto de la T, y reuniendo el tra- vesaño horizontal al pique- te, habrá un muelle o re- sorte en espiral, destinado a traerlo a su posición nor- mal cuando se ha tirado de la cuerda. En este mis- mo sitio irá colocada una anilla para atar el cimbel, que por cierto deberá tener Cuarto método.—Movimiento hori- zontal. una correa de 30 centímetros a lo sumo. — 244 — Maniobra del aparato. Al tirar el cazador de la cuerda se mueve el trave- saño horizontal, y al perder el equilibrio el buho, em- pieza, para recobrarlo, a moverse y aletear con violen- cia. Cuando la tracción sobre la cuerda cesa, el resorte antes mencionado hace volver el aparato a su posición normal. Es este modelo muy sencillo y fácil de construir, y por lo tanto no puedo menos de aconsejarlo a los afi- cionados. Piquete o palo de movimiento vertical. Consiste este aparato en un palo hueco, mejor dicho, en un tubo vertical (puede ser de hierro). En uno de los lados de este palo o tubo se practica un orificio, equidistante próximamente de sus dos extremos, y en él se coloca un eje con una polea vertical; más abajo habrá otra polea, colocada al pie del poste. En este tubo o poste irá enchufado, como un pistón en un ém- bolo, un palo macizo, terminado en su parte superior en forma de T. El mencionado palo correrá en sentido vertical todo a lo largo del tubo, y a su extremidad inferior irá atada una cuerda que, pasando por las dos poleas antes citadas, llegará al puesto del cazador. Será indispensable que el tubo esté bien fijo en el suelo, pues de lo contrario, al hacerse sobre él tracción podría caerse todo el aparato. El palo que ha de subir dentro del tubo tendrá un tope provisto de cuero, para evitar que haga ruido cuando baje bruscamente. Maniobra del aparato. Al tirar de la cuerda, sube todo a lo largo del tubo el palo macizo como un pistón en un émbolo, y al aflojarla, baja por su propio peso, movimiento al- terno que obliga al buho a mo- ver las alas para no perder el equilibrio. ; Desde hace algún tiempo he adoptado este sistema para ca- zar, pero he hecho en este apa- rato, de invención extranjera, una modificación que me atrevo a aconsejar a cuantoslo adopten. He sustituído el extremo del palo, o sea el travesaño hori- zontal de la T, donde se halla atado el buho, por un círculo con varios radios, también de la misma materia. En el centro hay dos anillitas, a las cuales A A a > “UT > SI. ¿7 Y AI A AE DR TA Cuarto método.—Movimiento vertical. — 2406 — ato respectivamente las dos patas del cimbel con unas correítas inferiores en largo al radio del referido círculo. Explicada mi modificación, voy a exponer sus ven- tajas. Con el palo corriente en forma de T, ocurre con mucha frecuencia que el buho intenta volar para esca- parse; pero como se encuentra sujeto por la correa, recibe tal tirón y sacudida que cae cabeza abajo, que- dándose colgado de las patas, siendo necesario muchas veces salir del puesto para volver a colocarlo en su sitio, operación que no redunda en beneficio del resultado de la cacería. Las rapaces ven mucho, y cuanto menos se salga del puesto, mejor. Con la modificación hecha por mí al aparato no puede ocurrir lo dicho en el párrafo anterior, por la sen- cilla razón de que, siendo las correas que sujetan al pájaro más cortas que el radio del círculo de madera, no puede llegar el ave al extremo de éste, ni, por lo tanto, quedarse colgado, si es que no se han cambiado las leyes de la gravedad. Ultimamente he perfeccionado este aparato con el fin de que reúna las condiciones de las jaulas de trans- portes para los buhos y al mismo tiempo sirva de pie al cimbel. Ya conocen, por mis anteriores descripciones, los lec- tores el pie o palo de movimiento vertical de mi inven- ción; saben, por tanto, que el sitio donde está el buho atado tiene la forma de una rueda, en cuyo centro va sujeto el cimbel por unas anillas. Pues bien; esa rueda en lugar de estar fija al palo se la desprende de él mediante un paso de rosca y se Ñ NN SN Ni AÚN MANN Uéd 1 1060) : HU 7 EN ¿ Al E CA i Hi HH | el pe | 41 | a 50 011 HH 1H pe , sil cl HH ae! dl ee A O e N ———> p Zi Y £ VI EN m all 1. y NY ANN eE: NAVA es" AQ hue: Ad UM PA AT Ins YAA: Cuarto método: —Sistema perfeccionado, — 248 — la lleva al sitio donde se tiene generalmente en casa al buho; se ata éste a la rueda y se la cubre con una especie de jaula sin fondo o tapa redonda de alambre cubierta de tela y provista de una anilla para su transporte. Hecho esto y colocado el palo en el sitio donde se. va a cazar, sólo resta atornillar la rueda, y, quitada la jaula que tapa el pájaro, quedará el cimbel dispuesto para la caza. Tiene este nuevo sistema varias ventajas. Evita, en primer lugar, la operación de sacar el buho de su caja en el campo y de atarle al palo, operación para la que se necesita dos personas y en la cual siempre existe, además de la exposición al picotazo, el temor que en un movimiento mal hecho pueda el buho escaparse. No es tampoco ventaja despreciable el que con este sistema se evita el llevar una caja de madera para el transporte del animal, que es sustituída por una tapa de alambre, siempre más ligera. Se ahorra, pues, un objeto que llevar, y esto no es poco en este género de caza, en la que, como en todas las demás, cuanto sea simplificar favorece su ejercicio. Por el dibujo adjunto podrán los lectores darse cuenta del aparato, y no dudo que habrá muchos que lo adop- ten porque además su confección es sencillísima. También el sistema que he descrito es bueno, aun- que no tan sencillo como el anterior. Ambos están fun- dados en el mismo principio que el del señuelo para cazar palomas torcaces, y los dos son muy recomenda- bles. ¿Cuál es el mejor? Lo dejo a la elección de mis lectores. No hay nada como ensayar. Cuarto método,—Sistema últimamente perfeccionado. — 250 — No debe olvidarse que cuando se usan estos palos movibles, acabados de describir, ni es necesario, ni se debe estar continuamente tirando de la cuerda. Cuando se ve que el buho está muy despierto, se sacude las plu- mas con frecuencia, tiene los ojos muy abiertos y mira a todas partes, no debe hacerse nada, pues no hay mejor reclamo que los movimientos naturales del cim- bel. Por el contrario, si se ve que el buho al cabo de algún tiempo empieza a cerrar los ojos y a quedarse dormido, entonces debe hacerse uso del palo movible, tirando de la cuerda cuantas veces se juzgue necesario. Los buhos suelen estar bastante espabilados durante dos horas próximamente. Claro está que esto no es una regla general, pues habrá algunos acometidos del sopor antes que otros. Pasado este tiempo habrá que desper- tarlo, porque el brillo de los ojos del pájaro atrae muy bien a las aves de rapiña, y cuando los tiene cerrados pasan más desapercibidas. Cuando se hace un aguardo muy largo y se tiene más de un buho, da muy buen resultado llevar dos cimbe- les. Se coloca uno en el palo y el otro se guarda dentro del puesto, metido en su caja o jaula; así, cuando se ve que el primero se va quedando dormido, se sustituye por el otro. Yo he hecho varias veces esta experiencia, y debo decir que no me he arrepentido. Cazando, como pudiéramos decir, con relevos, no es necesario el palo movible, y puede usarse el piquete fijo con idéntico resultado, — 251 — Apreciación sobre la caza con el buho vivo. Hice mis primeras armas en este género de caza con un buho disecado, y durante varios años seguí ensa- yando las distintas formas de cimbeles naturalizados que describiré en el próximo capítulo; pero desde la primera vez que cacé con el buho vivo no volví a usar el disecado. Los que se hayan dedicado a la pesca de los peces carniceros comprenderán muy bien la diferencia del cimbel vivo al disecado. El cebo vivo para las lubinas en el mar, los brochets (peces que no hay en España) en ríos y lagos, que consiste en un pececillo, de que aquéllos se alimentan, es siempre superior a todas las hélices, cucharas o peces artificiales con que se sustitu- yen. Las truchas se cogen mejor, sin duda alguna, con gusano de tierra O de carne, y hasta con saltamontes en su tiempo, que con la mosca artificial hecha de plumas. Es posible que esta última pesca de la mosca sea más sportiva, pero siempre se pescarán más truchas con los gusanos y saltamontes. Pues lo mismo que ocu- rre con la pesca sucede con la caza del buho. ¿Quiere esto decir que no se matan aves de rapiña con el buho disecado? No, señor, y buena prueba de ello es que yo, el primero, afirmo que con él he cobrado muchas rapa- ces; pero es evidente que se matan más con el vivo, y en este punto están de acuerdo todos los autores que — 252 — sobre esta materia han escrito. Como en toda clase de caza el objeto es traer el mayor número de piezas a casa, es indudable que debo aconsejar a mis lectores el buho vivo. Otra ventaja del cimbel natural sobre el artificial es que con él es mucho más entretenida la caza de rapa- - ces, porque señala su presencia, y ocurre como cuando se caza en mano con el perro, que muchas veces, aun- que no se tire, está uno divertido viéndole trabajar, mientras que con el ave disecada no hay más emoción que la del momento de entrar el ave de rapiña y de disparar. En sitios que no están muy habitados, como sucede en muchas regiones de España, y donde no se está in- comodado por la gente que trabaja en el campo, ga- nado, etc., en una palabra, donde por las razones indi- cadas no hay que trasladarse de sitio con frecuencia, puede usarse el buho vivo. En los lugares donde se está continuamente moles- tado por la gente, el ganado, los perros, etc., puede ser preferible el buho disecado, por ser su transporte más sencillo; pero en estos sitios habrá pocas rapaces gran- des, y será necesario contentarse con cernícalos, pri- millas o cuervos, pues, según nos dice un autor alemán, la primera condición para cazar con el buho es el de- sierto. Cuanto menos gente, menos cultivo, menos ga- nado, más aves de rapiña. Los dueños de cotos y que sólo piensan cazar en sus fincas particulares, deben, sin dudarlo, decidirse por el buho vivo. Dichas las ventajas, voy a citar los inconvenientes del buho vivo. Ante todo, lo primero que se necesita es tener un lugar adecuado para alojar el pájaro y que reúna las condiciones mencionadas al principio de este capítulo, mientras que el buho disecado se mete en su caja y se deja en cualquier lado, en un armario, por ejemplo. El buho vivo es, como ya he dicho, muy delicado, y es preciso que su dueño se preocupe todo el año de su buena alimentación, así como de su instalación, si no quiere que se le muera en breve plazo. Hecho el pri- mer desembolso (que además no es grande), el cimbel disecado dura toda la vida, y no necesita otro entre- tenimiento ni otro gasto que un poco de alcanfor para que no se apolille; es, por lo tanto, mucho más eco- nómico. Para concluir diré que el buho vivo da un contingente mayor de aves de rapiña al cazador y añade a las cacerías grandes encantos, por señalar la presencia de las rapaces, pero en cambio es un animal delicado y costoso de sostener todo el año. El gran duque disecado no atrae tan bien las aves de rapiña, ni es con él tan divertida la caza, pero no necesita en- tretenimiento alguno, siendo mucho más barato. Y para que el lector decida y quedar yo tranquilo, dedicaré el siguiente capítulo al buho disecado. CAPITULO La caza con el buho disecado y artificial. Estos buhos se encuentran en París en casi todas las armerías buenas. En la Manufacture francarse d'armes et cycles de Saint-Etienne, 42, rue du Louvre, donde yo he comprado algunos, cuestan 53 francos los fijos, 68 francos los articulados y 105 los mecánicos. Además hay unos artificiales, hechos de piel de liebre y alas de águila ratera, que cuestan 21 francos. De aquí que da dividirse este capítulo en varias partes: Buhos disecados fijos. Buhos disecados articulados. Buhos disecados mecánicos. Buhos artificiales. Accesorios para cazar con esta clase de cimbeles. Cuidados que exigen. Buhos disecados fijos. Un gran duque cualquiera disecado servirá bien para el caso, con tal de que tenga los ojos de su color natu- de BRA ral, es decir, anaranjado o amarillo azufre. Es posible que a algunos lectores les extrañe esta última obser- vación, pero yo, que desde hace mucho tiempo me de- dico a coleccionar aves, sé que hay muchos disecado- res que no dan ninguna importancia a lo del color de los ojos, cuando es una de las cosas que más caracteri- zan las diferentes especies. Será preferible también que el ejemplar esté mon- tado con las alas cerradas, porque además de ser ésta la postura natural, ocupa menos sitio que si las tuviera abiertas y es más sencillo su transporte. Los ojos, en cambio, deberán estar abiertos, porque no hay que olvidar que su brillo es una de las cosas que más llaman la atención de las rapaces. En cuanto a lo que al color del plumaje se refiere, con que sea el corriente bastará. Sí, por el contrario, el matiz de la pluma fuese anor- mal, albino, por ejemplo, ya no me atrevería a decir que no les daría algún recelo a las aves del campo, y en apoyo de esta teoría puedo citar un caso. Un amigo mío recibió de París un buho disecado, por cierto muy hermoso, pero de pluma tan sumamente clara que pa- recía casi blanca. Lo llevó un día de caza a un sitio muy abundante en aves de rapiña, y cuál no fué su sorpresa al ver que las rapaces revoloteaban alrededor, proferían grandes gritos, pero no se decidían a atacar- le francamente, no poniéndose al alcance de la esco- peta. Como ya tenía alguna práctica, y además de ca- zador es bastante observador de la Naturaleza, se le ocurrió si podría consistir en el color del cimbel, y al volver a su casa tiñó el ejemplar con café negro. A los — 256 — pocos días volvió al campo, y allí experimentó nueva sorpresa al ver, a los pocos minutos de estar en el pues- to, a un águila ratera atacar al buho con tal furia que, no contenta con pasar a pocos centímetros de él, lo destrozó a picotazos y zarpazos. - Se colocará el buho disecado, sea fijo o articulado, sobre un palo de 1,50 metros de alto. Aunque de menos eficacia que el buho vivo, el buho disecado fijo es preferible al articulado, manejado por manos inexpertas, pues de no imitar a la perfección los movimientos del buho vivo (cosa difícil), el agitar el cimbel a destiempo, lejos de atraer las aves de rapiña, las escama y ahuyenta. Buhos disecados y articulados. Los buhos articulados tendrán que reunir las mis- mas condiciones de color, tamaño y montaje que los fijos. El palo sobre que se les coloque será también igual, con la única diferencia de estar provisto de unas poleítas por donde deberán pasar la cuerda o cuerdas para la maniobra del cimbel. Se procurará afianzar bien en el suelo el citado palo, con el fin de que, al hacer la tracción sobre él, no caiga todo al suelo. Naturalmente, las poleas estarán del lado que mira al puesto, pues de lo contrario la maniobra será imposible. Hay varias clases o sistemas de buhos articulados, a saber: Buhos articulados de la cabeza y de las alas. Buhos articulados de la cabeza solamente. Buhos articulados de las alas y no de la cabeza. Buhos articulados de los tarsos. 1.—Buhos articulados de la cabeza y de las alas. Pueden éstos ser de dos clases: 1. Con una articulación para la cabeza y las alas, y una sola cuerda. Con este sistema el pájaro abre las alas al mismo tiempo que vuelve la cabeza. Esto no tiene más que una ventaja, y es que sólo se necesita una cuerda, siendo por lo tanto menos complicado; pero en cambio peca por dar al movimiento demasiada regularidad. En los pájaros vivos es raro que el acto de volver la cabeza y agitar las alas sean simultáneos. 2. Buhos con las articulaciones independientes y dos cuerdas. Una de estas cuerdas tira de la cabeza y la hace girar medio o un cuarto de vuelta, de izquierda a derecha, O al revés. Cuanto más pueda volver la ca- beza, mejor será. Cuando no se tire de la cuerda y se deje en su posición normal, deberá tener la cabeza com- pletamente vuelta hacia un lado, y el juego de la arti- culación le permitirá ocupar una posición enteramente opuesta, después de haber recorrido un sector de 140 a 170 grados. Tendrá un muelle de retroceso muy suave, para evitar todo movimiento brusco. Las alas pueden estar articuladas de dos maneras distintas. En el primer caso se abren como las puertas, es decir, girando sobre dos visagras verticales. Las alas resultan así independientes, pero tiene también un inconveniente, y es, que si el buho se halla colocado cara al viento, que es como debe estar para que no se 17 — 258 — alboroten las plumas y cause recelo a las rapaces, se le mete el aire entre el cuerpo y las alas y no las deja cerrarse, o lo que es peor, deja abierta una y la otra cerrada; movimiento y postura completamente inusi- tados en las aves vivas, y que hace al momento descu- brir el engaño a los aguiluchos. Otro sistema, también de dos cuerdas, hace mover las alas en sentido vertical, levantándolas simultánea- mente por una combinación de palancas. Tiene la ven- taja de que siempre están las alas bajo la tracción de las cuerdas, de modo que el viento no puede ejercer ninguna influencia sobre ellas. Aunque de aspecto ex- traño, parece ser que de muy lejos se ve muy bien, por lo cual se utiliza para atraer un ave de rapiña que pasa a gran distancia; pero tiene este sistema los mismos inconvenientes que el anterior. Buhos articulados de la cabeza solamente. A mí me parece que el movimiento de la cabeza es mucho más natural que el de las alas en un pájaro que está posado. Si alguna vez en vuestras correrías por el campo habéis tenido ocasión de ver un ave nocturna parada en un árbol y atacada por todas partes por pájaros grandes y chicos, habréis podido observar que el desgraciado mochuelo o lechuza, lejos de tomar una postura defensiva ante tanto enemigo, se contenta con volver la cabeza tranquilamente, mirándolos con aire de resignación a la vez que de extrañeza. Buhos articulados de las alas y no de la cabeza. Así como el movimiento de la cabeza es muy natu- ral, como acabo de decir, el de las alas es sumamente forzado, pues las aves no las suelen abrir más que para emprender el vuelo o para estirarse y atusarse, y estas dos posturas son completamente inimitables con cimbel disecado. He tenido varios de estos buhos comprados en Madrid y montados en Barcelona, pero no creo se haya dado el caso de que se tirara una sola ave de rapi- ña con ellos. Son una malísima imitación de los que vienen del extranjero, y además ofrecen el inconve- niente de tener las alas medio abiertas y con muy mala sujeción, de modo que cuando viene el viento de cara suelen adoptar unas posturas que sólo se pueden cali- ficar de grotescas. Espero que después de este panegí- rico no comprarán mis lectores un buho de esta clase, y harán bien, porque con él se llevarán un desengaño seguro. Buhos articulados de los tarsos. Sólo he visto un ejemplar de este modelo, y no lo he probado nunca, por lo que, no gustándome hablar de las cosas que no sé, me contentaré con dar de él una breve descripción. Este cimbel está articulado por las patas, es decir, que gira todo él sobre unas bisagras que están coloca- a 260 == das en la parte media de aquéllas. Se maneja por medio de una cuerda única, que tira hacia abajo y está atada al pecho del ave, y cuando deja de tirarse vuelve todo el señuelo a su posición natural, que es la vertical, por medio de un muelle de retroceso. Como he dicho, no sé si este modelo es bueno o malo; pero me figuro que no será nada extraordinario, y sin duda debe preferírsele el buho articulado solamente de cabeza. Buhos mecánicos. Es esta una invención relativamente reciente y sin ventaja de ninguna clase. Los movimientos del buho son producidos por un aparato de relojería que tiene cuerda para cincuenta minutos próximamente. Los hay que mueven la cabeza y las alas, y otros la cabeza sola. Estos últimos son preferibles. Además de estar, como toda máquina, sujetos a avería, y ser bastante más caros que los demás modelos, estos cimbeles dan a los movimientos tal regularidad que los hace enteramente antinaturales y, por lo tanto, poco eficaces para atraer a las aves rapaces de alguna importancia, siempre más recelosas, y sobre todo a los cuervos. Verdad es que hay el recurso de dejar que se acabe la cuerda o de no volver a dársela, quedando así convertido en un cimbel fijo (como he hecho yo varias veces); pero para este viaje no necesitábamos alforjas, como dice el vulgo, y es mejor procurarse de una vez un buho fijo, mucho más sencillo y económico. — 261 — Buhos artificiales. Hay unos buhos artificiales (y yo compré una vez uno por curiosidad) hechos con piel de liebre, cuyo color se parece bastante al del plumaje del buho. Las alas son de águila ratera y van cosidas al cuerpo del animal; los ojos son de esmalte y el pico de madera; en cuanto a las patas, las han suprimido, figurando que están tapadas por las plumas. Va todo montado sobre un travesaño que puede colocarse sobre un palo o sobre un árbol, a voluntad del cazador. Es fácil que se maten con él algunas rapaces, pero también pasarán muchas que no le hagan caso. Su ventaja principal es que no pudiéndose estropear fácilmente a causa de su senci- llez, puede tratarse con poco mimo y llevarse sin cul- dado en el morral de caza; además, siendo, como he dicho antes, de un precio módico, está al alcance de todas las fortunas y se reemplaza fácilmente con un modesto desembolso. No obstante, aconsejaré a mis lectores que gasten un poco más y se compren un buho disecado, que siempre será mucho mejor. Apreciación general sobre la caza con los buhos disecados. Como creo haberlo explicado antes, lo mejor para cazar aves de rapiña es el buho vivo, y después, sin duda alguna, el disecado fijo. De los cimbeles articu- — 262 — lados, que, como he dicho, considero inferiores en efica- cia al sencillo, el menos malo es, a no dudar, el que sólo tiene la cabeza movible. En cuanto a los cimbeles me- cánicos accionados por movimientos de relojería, tengo formado de ellos un concepto detestable. Esta es mi modesta opinión; el lector, pues, decidirá qué cimbel quiere comprar; yo me he limitado a exponer las ven- tajas e inconvenientes de cada uno de ellos. Por lo que al buho artificial se refiere, sólo lo he descrito a título de curiosidad, pues no habiéndolo probado nada puedo decir sobre su eficacia; pero me figuro que este cimbel no será de gran utilidad. Accesorios para la caza con los cimbeles disecados. Palos o piquetes. Hay diferentes palos que pueden emplearse para colocar el buho ante el puesto del cazador. Empecemos por el más sencillo que conozco, palo en forma de T de 1,50 metros de alto. Aunque no es indispensable sería bueno que la madera con que esté construído no haya sido despojada de su corteza, o que sea una imi- tación del natural. Es conveniente que el travesaño horizontal sea del mismo diámetro que el vertical. Este debe tener unas poleítas colocadas del lado que mira al puesto, para pasar las cuerdas cuando se caza con el buho articulado. También es muy bueno para poner el buho un árbol seco; pero naturalmente sólo puede emplearse cuando ya se tienen hechos en el campo puestos definitivos. En — 263 — el tronco de este árbol podrán ponerse las argollas o pasadores para el manejo de los señuelos movibles. Si se quiere alambicar mucho, pue- de procurarse que el árbol seco esté en armonía con los natu- rales que le rodeen; pero no es esto del todo indispensable. Pasemos ahora a examinar los palos o piquetes desmonta- bles, que sin duda alguna son los más prácticos, pues lo mis- mo sirven para aquel que cons- tantemente caza en el mismo puesto que para el aficionado nómada que va a probar fortu- na en los sitios más heterogé- neos. Este palo se diferencia del que en primer lugar he descrito en que, al igual de las cañas de pescar, se desmonta en varios pedazos, simplificando esto mu- cho su transporte. Hay aficionados que cazan con el cimbel colocado muy ba- jo, casi a flor de tierra. Es este sistema ventajoso para Cazar ciertas especies de rapaces, CO- Palos y piquetes para el buho mo el aguililla de laguna, que sii vuela siempre muy bajo y que, siendo bastante escamo- na, podría extrañar el palo más alto, sobre todo si es — 264 — un terreno desprovisto de árboles. Sin embargo, yo he matado estas aves con el buho colocado en un palo del tamaño corriente, o sea de 1,50 metros. Es, pues, prefe- rible usar un palo de esta altura, porque sin duda al- guna lo verán mejor las rapaces. En resumen, diré que para poner el buho disecado lo mejor es el palo desmon- table. Cuerdas. Las cuerdas no deberán ser demasiado gordas, por- que su mucho peso dificultaría la tracción sobre las articulaciones del cimbel. Su color será verdoso o cas- taño, según los tonos del terreno, con el fin de que no destaquen demasiado sobre él. Caja de transporte. Para llevar el buho se venden al mismo tiempo unas cajas de madera que tienen justo el tamaño del cimbel, provistas de unos tornillos, con el fin de sujetarlo y de que no se deteriore con el ajetreo del camino. Sobre la tapadera tienen un asa para llevarlas. Nada mejor que esto puede recomendarse para llevar los cimbeles dise- cados. En cuanto a los demás accesorios, cuerdas, pa- los, etc., cada uno los llevará como tenga por conve- niente. No hay que olvidar en casa un asiento plegable, y cuanto más cómodo, mejor; así estará uno más tiempo en el puesto y será más seguro el éxito de la cacería, pues la paciencia es la primera cualidad del cazador de aguiluchos. Caja de transporte del buho disecado. Cómo deben cuidarse los cimbeles disecados. Los cimbeles disecados son, como se verá, muy fáci- les de cuidar. Hay que evitar en lo posible que se mojen, no saliendo en los días lluviosos (malísimos además para cazar con el buho), y si una vez en el campo es uno sorprendido por un chaparrón, será bueno, al regreso, dejar secar el cimbel al aire para que no se despeguen — 2606 — las plumas. Después de haber usado el buho disecado se pasará un plumero con alguna frecuencia, atusando las plumas. Es muy importante fijar bien el señuelo en la caja que ha de servir para trasladarlo, para que las plumas no pierdan su frescura, aunque, como he dicho, ya los buhos se venden con cajas a propósito que reúnen todos los requisitos necesarios. Debe también evitarse meter el cimbel disecado en un morral de caza, saco o cosa parecida; en una palabra, no debe maltratársele. Un buho descuidado durante toda una temporada acaba por tener el plumaje tan sumamente despeinado, que las aves de rapiña llegan a conocer que no está vivo, y com- prendiendo el engaño, no acuden a él. Si se notaran algu- nos claros en el plumaje del buho, deberán tapársele, aunque sea con las plumas de otras aves, siempre que el color no desentone demasiado. Debe con frecuencia usarse alcantor, bencina y otros desinfectantes para pre- servar los ejemplares disecados de la polilla, y procurar que siempre haya en la caja algunos algodones empa- pados con uno de estos ingredientes. CAPITULO VIL Otros cimbeles que pueden usarse para cazar aves de rapiña. El medio duque o buho pequeño. El medio duque, como su nombre indica, es una re- ducción exacta del buho, pues tanto su color como su forma son idénticos a aquél, variando únicamente el tamaño. Mide generalmente de 35 a 39 centímetros de largo, y su anchura, de punta a punta de las alas, oscila entre 0,90 y 1,4 metros. Nada mejor que la lámina en colores puede dar idea del tono de su plumaje; así es, pues, que añadiendo que, como sucede en muchas rapa- ces, la hembra es algo mayor que el macho, creo que queda hecha la descripción de esta ave. El medio duque está extendido por toda Europa, sobre todo en su parte central. En Asia se le encuentra en grandes cantidades en el Himalaya. Animal muy sociable, se reúne en pequeñas tribus o familias, que únicamente se disuelven en primavera, época del celo, para ponerse en pares. Terminada la cría se vuelven a reunir. En España, sin ser muy comunes, se les ve algu- nas veces en el monte de El Pardo, donde tienen pre- ferencia por sitios determinados. Recuerdo en el bosque — 268 — de Viñuelas (Madrid) un sitio, donde siempre que se ojeaban perdices y conejos se mataban varios de estos buhos pequeños, prueba evidente de su gran sociabi- lidad entre ellos. El medio duque o buho pequeño. El buho pequeño, como todas las rapaces noctur- nas, cría muy temprano, así que al finalizar Febrero o a principios de Marzo, lo más tarde, pone la hembra, generalmente en un nido abandonado de urraca, gra- jilla o paloma torcaz. — 269 — Empleo del buho pequeño para la caza. Todo lo que se ha dicho acerca del buho grande vivo y su empleo para la caza puede aplicarse al pequeño. Siempre será preferible el vivo al disecado, en éste como en todos los cimbeles existentes; pero las dificultades para procurárselo son tan grandes y su sostenimiento tan delicado (yo tuve uno que me duró muy poco tiem- po) que, dado los resultados que pueden obtenerse con él, vale más adquirir uno disecado, fijo o con articula- ción, y de éstos únicamente hablaré en este capítulo. Por lo que a su eficacia se refiere, el buho pequeño ocupa el segundo lugar entre los cimbeles para aves de rapiña. Como sucede con el buho grande, se encuentran en casi todas las armerías de París ejemplares de estas aves disecadas, bien sean fijos o articulados. Y una vez hecha esta división, hablaré separadamente de cada uno de ellos. El buho pequeño disecado fijo. Es posible que siendo menos visible por su tamaño que el buho grande, sea también menos eficaz el medio duque fijo para las rapaces mayores que aquél, y que requiera movimiento para llamar más la atención de esas aves; pero es seguro también que este sencillo cimbel atraerá aves de rapiña de menor cuantía, como cerní- calos, gavilanes, primillas y algunos arrendajos y alcau- — 270 — dones, a condición, naturalmente, de estar muy bien tapado el cazador. Para lo que es un cimbel excelente, y que reemplaza con mucha ventaja al mochuelo ordi- nario, es para las alondras. Todo aquel que sea aficio- nado a matar estos pajarillos debe, sin dudarlo, encar- garse un buho pequeño disecado y fijo, y puede creerme que no se arrepentirá, e inmediatamente relegará al ol- vido en un armario los mochuelos que antes usaba. Tiene, además, la ventaja este cimbel de que con él puede el aficionado a alondras matar alguna rapaz pequeña. El buho pequeño disecado y articulado. Autores muy competentes consideran al buho pe- queño disecado y articulado tan bueno como el gran duque. Afirman que con él se puede matar toda clase de rapaces. Dicen, además, que siendo este cimbel muy manejable y fácilmente transportable, se debe recomen- dar a todos aquellos que no teniendo un sitio fijo donde cazar,*son, por decirlo así, nómadas, y les gusta ensayar en distintos terrenos. No siendo muy caros estos cimbe- les, nada se pierde por probar; pero, no obstante, creo que siempre será preferible el buho grande disecado. Otros cimbeles que pueden usarse. Hay un ave nocturna que se parece bastante por su tamaño y configuración al buho pequeño, y es la lechu- za campestre. No sé si la ha empleado alguien como cimbel, pero es posible que diera un resultado análogo. El ave nocturna que en España sigue en tamaño al gran duque es el cárabo. Para cazar aves de rapiña puede ensayarse esta ave y también la lechuza de las torres, pero únicamente cuando por casualidad se tuvieran en casa ejemplares de estos animales disecados, pues no vale la peña darse el trabajo de buscarlos siendo su eficacia dudosa. Estas aves, así como el mochuelo pequeño, pueden servir a las mil maravillas para matar las alon- dras, siendo poderosos auxiliares de los espejuelos. El harfang de las nieves. (Strix nyctea, Linn.) El origen del nombre de esta ave es una palabra sueca que significa destructor y devorador de liebres. Como se verá en la lámina, el harfang es blanco, con pintas negras. Los ojos son de color amarillo vivo. Como sucede a algunas aves, las gaviotas, por ejemplo, según van envejeciendo va haciéndose más uniforme la blan- cura de su plumaje, desapareciendo las pintas negras. Viene a tener el harfang el mismo tamaño que el buho, es decir, 54 centímetros de largo por 1,54-metros a 1,65 metros de anchura de punta a punta de las alas. El harfang de las nieves habita las regiones septen- trionales del globo Laponia, Groenlandia; la parte sep- tentrional de la península escandinava, de Rusia y de Finlandia; islas del Océano Glacial Artico, la bahía de Hudson en América, Terranova, y en Asia, la Tartaria — 272 — y Transbaikalia son los puntos del mapa donde vive. Se le ha visto varias veces posado sobre los hielos flo- tantes del mar. No es frecuente que abandone esas lati- El harfang de las nieves. tudes, y si alguna vez se ha visto alguno en Alemania u Holanda fué pura casualidad. Frecuenta las monta- ñas durante el invierno y el llano en el verano. Su vista, más perfecta que la del buho, le permite cazar más tarde por la mañana y más temprano por la tarde, siendo de todas las rapaces nocturnas la que tiene el vuelo más rápido. Se alimenta de conejos, liebres blancas, ptar- migan, etc. Hace su nido, sumamente sencillo, en los huecos de las rocas o de los pinos viejos, y se contenta con forrarle con sus propias plumas. Empleo del harfang para la caza. El harfang de las nieves vivo. Una vez me enviaron, al mismo tiempo que un buho, un harfang vivo de Hamburgo, por cierto hermoso ejem- plar. Lo llevé un día a un puesto que hice en Navace- rrada, y pude observar que, aunque atraía las rapaces, éstas no se determinaban a atacarle francamente, y se posaban en los árboles y peñas de alrededor, profiriendo grandes gritos. El cimbel señalaba admirablemente la presencia de sus enemigos, pero como éstos no se acer- caban a él, no me fué posible matar una solo. Al cabo de dos horas, y cansado de ver las aves de rapiña paradas gritando y fuera del alcance de mi escopeta, decidí qui- tar el harfang y sustituirlo por un buho común que lle- vaba de relevo. Apenas había colocado el nuevo cimbel entró como una flecha un águila calzada, que por cierto maté. Por este incidente podrán darse cuenta mis lecto- res del instinto maravilloso de que están dotadas las aves en general. Sentían indudablemente un odio grande hacia el harfang, puesto que a distancia se ponían a pro- testar de su presencia con sus gritos; pero conociendo perfectamente que se trataba de un animal extraño a 18 su país, no se decidían a atacarle abiertamente, ante el temor del peligro desconocido. Por este episodio de caza podrá apreciarse también la poca eficacia de este cimbel en nuestra tierra. Sin duda alguna, en Noruega, Suecia y otros países donde existe el harfang, será un cimbel tan bueno o mejor que el buho para cazar esos hermosos halcones llamados gerifaltes que allí se encuentran, y otros aguiluchos. El harfang de las nieves disecado. Menos eficaz aún que el vivo, creo que el harfang sólo puede emplearse a título de curiosidad, si por ca- sualidad se tuviese uno a mano (cosa difícil). Me parece que es perder el tiempo molestarse en buscar una de estas aves; en primer lugar, porque no se lograría fácil- mente el objeto apetecido, por ser animal muy raro, y en segundo lugar, porque, una vez el cimbel adquirido, sería una lástima desperdiciar puestos de rapaces que con un cimbel ordinario podrían dar excelente resul- tado. Con el harfang disecado creo que entrarían muy pocas rapaces. Siendo, pues, más difícil de encontrar, más caro y de menos eficacia que el buho, creo que la elección no es dudosa. Y con esto termino cuanto tenía que decir sobre los cimbeles para la caza de aves de rapiña, debiendo dedu- cirse de todo ello que el mejor señuelo es el buho vivo, y para el que no quiera arrostrar sus inconvenientes, el disecado fijo. Empleo del alcaudón para la caza con el buho. Aunque yo no le he empleado, hay aficionados que cuando cazan con cimbeles disecados usan el alcaudón. Los señuelos que no son vivos tienen el inconveniente Nr Ye a ; / %) po de , 1 , E. y bs De 1 SAN U pi N (e Je Y 0 A dl y dde DA No xa ip AE Y E ALS de a a Ms UE A A E All CU 97 Y ( y y HAT vi A A $6 1) NE 0 O AU lA ) / ¿lod Pl VA A AA A db MN a to apa , EA a e A de: y ó A IN Y) ¿q qe nl y INS hs | dy Y: JAN 00 li y ” A ( A E Ape A ri e : In W ' de , ÍA Y Dí | YA Ze EZ l 0 Ú my % Ud tio A NA oo | GAS Aa o ol Cn SS Ml Sd na Dd Y A ds dis SN Empleo del alcaudón en la caza del buho. de no avisar al cazador la presencia de las rapaces; hay, pues, cuando se está en un puesto, que poner una aten- ción grandísima, porque en cualquier momento puede presentarse un ave de rapiña. Como para tener éxito en 7 A esta clase de caza es preciso permanecer mucho tiempo de espera, es difícil prestar una atención continua, indis- pensable para tirar bien el ave que entra. Para remediar esto, han ideado algunos cazadores llevar un alcaudón. Este pájaro, que en España no es muy difícil de coger con liga o redes en la primavera, vive bastante bien en jaula. Metido en ésta se le lleva al campo y se le disi- mula, sin taparlo del todo. Mientras el pájaro esté tran- quilamente subido sobre su palo es señal que no hay nada sospechoso alrededor, pero en el momento en que, dando muestras de inquietud, trata de esconderse y se agita, es que hay alguna rapaz a la vista; el tirador debe, pues, prepararse. Como podrá juzgarse por esta descrip- ción, la utilidad del alcaudón es grande. Así también lo comprendieron los halconeros cuando ponían estos pá- jaros cerca de las redes para capturar los halcones o para prevenirlos de su presencia. CAPTTULO VILE Los puestos; sus diferentes clases. Elección del sitio para colocar el puesto. Lo primero que hace falta para cazar rapaces es que las haya; esto es axiomático. Voy, pues, a indicar varios medios sencillísimos para averiguar si existen aves de rapiña en el terreno donde se propone uno cazar. Si es en fincas particulares, puede uro enterarse por los guar- das si hay muchos aguiluchos que les comen la caza, cuya custodia les está encomendada. Si su contestación es afirmativa y son hombres de campo algo inteligentes, debe uno desde luego fiarse de ellos y ponerse a cazar. Supongamos que el cazador pretende colocar su puesto en un terreno cualquiera libre y que desconozca por com- pleto; en tal caso deberá informarse por los indígenas del país. Es importante al preguntar no designar las rapa- ces por su verdadero nombre, pues el vulgo ni los dis- tingue ni los conoce. Hay en la lengua castellana unas cuantas denominaciones que sirven para distinguir todas las rapaces. Así, por ejemplo, se pregunta: ¿Hay por aquí muchos aguiluchos, aguilillas, alcotanes, milanos, gavi- lanes? Según las regiones, usan unos u otros de esos nombres; así es que diciéndoles todos se tiene la seguri- — 278 — dad de acertar. También puede preguntarse a la gente de campo si existen en el país unos pájaros que les comen las gallinas. De este modo se puede obtener alguna in- formación. A pesar de todo, creo que, sin perjuicio de emplear el medio indicado, la mejor información que se puede ad- quirir es la propia observación. Cuando hay aves de ra- piña en un terreno se ven, pues como durante casi todo el día están volando, no pueden fácilmente escapar a la vista del aficionado. ¿Quién no ha visto en el campo las águilas rateras o los milanos con su cola pisciforme cer- niéndose en el aire y describiendo elegantes círculos? ¿Quién no ha notado unas aves del tamaño de una pa- loma zurita, pero mucho más esbeltas, agitando violen- tamente las alas sin cambiar de sitio, como hacen los cer- nícalos, las primillas y los gavilanes? En caso de haber observado lo que acabamos de decir, puede el cazador con toda tranquilidad instalar su puesto y colocar el cimbel, en la seguridad de que si no consigue ningún resultado no será por falta de aves de rapiña. Comprobada la existencia de rapaces en la región donde se va a probar fortuna, es preciso pensar y esco- ger el sitio donde va a instalarse el aguardo. La primera condición que deberá llenar es estar en el paso de las rapaces o ser un sitio frecuentado por ellas. Tienen las aves predilección por algunos puntos, aun en un mismo terreno, bien sea porque les coge de paso, o porque allí la abundancia de caza u otra circunstancia las atrae con preferencia. Esto es lo que en lenguaje cinegético se llama tener querencia a un sitio, El conocimiento de la querencia se obtiene con un espíritu de observación minu- cioso por parte del cazador. Sálgase, pues, muy temprano por la mañana, o a la caída de la tarde, que es cuando to- das las rapaces están cazando, y se dará uno cuenta de que en algunos puntos se verán cernirse en el aire con más frecuencia que en otros; eso será la querencia. La segunda condición que se exige para el sitio donde se ha de hacer un puesto es que sea muy visible. El fondo de un barranco será detestable para esperar agui- luchos, por la sencilla razón de que por muy poderosa que sea su vista no notarán la presencia del cimbel; por consiguiente, se escogerá con preferencia un lugar elevado que domine la mayor cantidad de terreno posible; así se tendrá la probabilidad de que todas las rapaces que pasen, aun las más lejanas, verán el cimbel y acudirán a él. Se procurará colocarse lejos de los caminos, veredas, habitaciones, etc. Cuanto más solitario sea el sitio, mejor. La costumbre de dejar el automóvil o el coche en que se ha venido cerca del puesto es muy mala, pues hay que acordarse de que las rapaces son muy escamonas, y que estos vehículos, objeto extraño para ellas, les inspi- rarán seguramente algún recelo. Los prados donde pace el ganado tampoco son muy a propósito para colocar el puesto, no tanto por los animales domésticos (recuerdo algunas regiones donde los aguiluchos están tan acos- tumbrados a ellos, que he visto rapaces posados entre una piara de vacas) como por los pastores y zagales que pueden hacer su aparición en cualquier momento y re- ventar la cacería. En una palabra, para esta clase de caza la soledad es indispensable. — "280 — No será malo que a la proximidad del puesto y al alcance de la escopeta haya un árbol, lo más desprovisto de hojas posible, que es lo que llamamos los aficionados al buho, árbol de tiro. Muchas veces algunas aves como el águila ratera, los cuervos, las urracas, arrendajos, etc., se posarán en él antes de atacar al buho y podrán ser muertos allí con gran facilidad. Los puestos y sus diferentes clases. Escogido el terreno donde se va a cazar, procede ocu- parse de la construcción del puesto, y de esto voy a hablar ahora. Claro es que, según la clase de terreno donde se encuentre uno, pueden variar los puestos hasta el infinito, pero pueden comprenderse todos en dos gran- des grupos, a saber: puestos fijos y puestos transpor- tables. Puestos fijos. Los puestos fijos pueden ser de distintas clases: 1. Puestos construídos sobre el suelo. 2. Puestos subterráneos. 3. Puestos mixtos que participan de los dos men- cionados. Antes de hablar de cada una de estas clases de pues- tos, me ocuparé de las cualidades que han de reunir todos ellos en general. En Alemania y Austria, donde, como he dicho, son maestros en este género de caza, hacen unos aguardos divinamente entendidos, lo mismo bajo el aspecto del campo de tiro abarcado que del con- fort interior, cosa sumamente práctica si se tiene en — 281 — cuenta que siendo aquellos países muy fríos, no podrían aguantar en invierno dos o tres horas seguidas varias veces a la semana. Estoy seguro de que algunos lectores me contestarían a esto que el mal estaba remediado con cazar sólo en primavera y verano, pero la afición no re- conoce estaciones, y además desperdiciarían ocasiones de matar algunas rapaces, que sólo frecuentan aquellas tie- rras en los meses más crudos. Como en España, afortu- nadamente, no conocemos esos climas tan rigurosos, ha- blaré de puestos que están más en armonía con las con- diciones de nuestras tierras y de más fácil construcción. Lo primero que hay que hacer es construir un puesto adecuado al terreno en que se está. Tener siempre la precaución de taparse muy bien por encima, pues es de donde más se puede ser visto. No tener miedo de exagerar las precauciones para conseguir este objeto, siendo todo preferible a que las rapaces se percaten de la presencia del cazador, en cuyo caso el fracaso es seguro. Para que os deis idea de lo que aumenta la visualidad mirando de arriba abajo, os presentaré dos ejemplos y os convenceréis. Si estáis en San Sebastián, verbigracia, tomad un bote y dad la vuelta a la isla de Santa Clara. Entre ésta y el monte Igueldo no hay mucha profundidad, pues ya veréis que aunque esté el agua muy limpia os costará mucho trabajo percibir el fondo. S1 después os subís al monte Igueldo y dirigís vuestras miradas al sitio donde antes estabáis con la lancha, po- dréis ver perfectamente todas las rocas del fondo. ¿No ven perfectamente desde un globo o aeroplano un sub- marino debajo del agua cuando desde un barco es cosa — 282 — imposible? Lo mismo que sucede con los dos ejemplos citados ocurre con las rapaces: descubren al cazador al través del ramaje del puesto, aun cuando a aquél le pa- rezca que está perfectamente oculto. Por esto se verá que todas las precauciones para taparse bien son pocas, y se explicará el que si en algunos puestos no entra nada es, sin duda alguna, porque las aves ven algo. Los cuer- vos, como más adelante veremos, son más suspicaces que los aguiluchos. Esto que acabo de decir se refiere, naturalmente, a los puestos de ramaje, pues en los sub- terráneos no puede el cazador ser visto por encima; por eso son estos últimos los que a la larga dan mayor con- tingente de piezas muertas. En verano, a causa de la mucha luz, es posible que en los puestos de ramaje no sea tan necesario extremar las precauciones para taparse, porque estando el caza- dor a la sombra, y siendo fuera la luz del sol muy fuerte, pasará algo más desapercibido; pero, sin embargo, no me fiaría yo mucho de esto y tendría el mayor cuidado, porque los desengaños en cuestión de caza, lo mismo en verano que en invierno, saben muy mal. Otro problema que hay que resolver es el de la tro- nera para tirar. Hay, pues, que hacer una abertura su- ficientemente grande para que en ella puedan circular con libertad los cañones de la escopeta y dominar la mayor cantidad de terreno posible y, sin embargo, no demasiado, pues dejaría entrar la luz, iluminando el in- terior de la choza, que debe estar lo más obscura posible. Se procurará que por esta tronera pueda el tirador (sen- tado o de pie) ver al mismo tiempo el pie del palo sobre — 283 — que está colocado el buho y unos 12 a 15 metros de es- pacio alrededor del cimbel para poder tirar. Si la tronera está orientada al Norte, no molestará al cazador el sol en el campo de tiro ni producirá reflejos de los cañones de la escopeta, que podrían ser perjudicia- les; pero yo no creo que esto tenga mucha importancia, y he hecho puestos con vista a cualquiera de los puntos cardinales sin notar diferencias apreciables. Para fondo de campo de tiro lo mejor es, indudable- mente, el cielo, porque los objetos se destacan más. Esto se conseguirá haciendo el aguardo en lo alto de un cerro. Será bueno, después de hacer el puesto, no utili- zarlo en algunos días, para que las aves del campo se acostumbren a él. Puestos construídos sobre el suelo. Puestos de ramaje. En casi toda España, salvo en su parte septentrio- nal, puede utilizarse durante todo el año esta clase de puestos. En el Norte sólo servirán en verano por ser las plantas en su mayoría de hoja caduca. Ofrecen excelente materia para el establecimiento de estos aguardos las matas grandes de encina, jara, cos- coja, madroño y lentisco; estas últimas sobre todo son buenísimas. He aquí cómo se procede: con un hacha o calabozo se ahueca la mata, dejándola las ramas de fuera, y con las sacadas del interior se tapa el aguardo por encima, procurando que no se vean los cortes fres- cos que haya hecho el hacha en la madera, no vayan a recelarse las rapaces. Si no fueran suficientes esas ramas — 284 — para completar la construcción del aguardo, se podrán coger otras, no demasiado cerca del puesto, a condición de que sean de la misma planta, pues si fueran de otra podrían extrañarlo las aves del campo. Abierta la tro- nera, que ya he dicho antes cómo tiene que ser, se faci- ae Y ps ARA e > TAIANA A, / 71/1M) o IN £ . HZ PIERCE Ns III) aw yn A NO E Mia, . UPV PR / % nd e np EA á e / , e Pa /L AL y IL A ¿4? 1 “Lita Puesto de ramaje. litará una entrada por un lado, que se tapará después de entrar. Terminada la construcción de esta choza primitiva, se dejará pasar un día o dos sin ir a ella, para que se acostumbren las aves. Aunque las ramas cortadas se vayan secando, no tiene importancia, porque como esto va sucediendo paulatinamente, no se enterarán los an'- males. Pueden hacerse varios de estos puestos con ca- rácter permanente en distintos puntos de una finca, y no necesitan más cuidado que visitarlos de cuando en cuando para lo que pudiéramos llamar refrescarlos, es decir, sustituir algunas ramas o reparar los desperfectos que pudiera haber causado el viento o la lluvia. Reco- miendo estos aguardos a todos los que cacen en montes de mata baja, en la seguridad de que obtendrán exce- lente resultado. No olvidaré los buenos ratos que he pasado en una mata de lentisco cazando aguiluchos. Choza de ramaje. En los sitios donde no hay plantas de hoja perenne, como sucede en el Norte de España, no se puede hacer en invierno el puesto que he descrito, pues por muy bien que se quisiera tapar el cazador, la falta de hoja lo difi- cultaría mucho, y no sería posible cazar más que en verano. La choza de ramaje resuelve esta dificultad. Es un puesto con carácter más permanente que el anterior, porque, en primer lugar, tiene un armazón de tablas; es, pues, como una casita de madera que se forra por el exterior con ramas secas o frescas en verano, hasta que desaparezca por completo la madera de la construcción. Tiene varias ventajas, y la primera, que en esta clase de puestos se está enteramente tapado por todas partes, toda vez que las paredes son opacas y lo único que hay que procurar es disimularlas bien bajo el ramaje. La tronera tendrá 50 centímetros de alto por 25 centíme- tros de ancho. Además, la obscuridad es casi completa dentro del puesto, garantía segura de éxito, pues alguna -— 280 — vez pueden las rapaces verle a uno por la tronera si el interior está algo iluminado. En invierno son buenas estas chozas, por estar al abrigo de los vientos, debido a sus paredes compactas. Son, por tanto, recomendables para las regiones de RR 4) ás AS 5 ¿Y 7" / NE Na q eo q Ñ . A Ny E ESTOS le ( E ESAS S O Ca ae O SS ph SN allimn as E Ns 1. SIN Nam E Choza de ramaje. : as, DNP nuestra Península donde el clima no se muestra muy clemente. En Andalucía los puestos sencillos de ramaje son muy suficientes. Una vez estas indicaciones hechas, dejo al buen cri- terio del cazador la construcción de estos puestos, se- guro de que cada cual con sus propias iniciativas logrará hacer algo más en armonía con sus gustos. No se pueden dar reglas generales. Hay gente que prefiere tirar de — 287 — pie, otras, sentados; unos aprecian más el confort que otros; en una palabra, que puede haber tantas clases de puestos como de individuos. Puestos subterráneos. Lo mismo los puestos que las chozas de ramaje son muy buenos, pero no pueden hacerse en todas partes. Hay regiones muy abundantes en aves de rapiña, cuyo suelo está completamente desprovisto de monte bajo, elemento indispensable para la construcción de los ya referidos aguardos. Las dehesas de la provincia de Sa- lamanca y muchas extremeñas son de encina y labor. En ellas, un puesto que sobresaliera mucho sobre el suelo sería más bien un espantajo que otra cosa, pues las aves de la región, no acostumbradas a verlo, se rece- larían seguramente. Sería necesario colocar el puesto debajo de una encina bastante grande para tener alguna probabilidad de éxito, y no me parece esta situación del cazador propia para favorecer el tiro de las rapaces, nunca demasiado fácil. Para esta clase de regiones está indicado el puesto subterráneo. Las opiniones más autorizadas en esta materia están todas de acuerdo en la apreciación que formulan sobre el puesto subterráneo en general. Es, a no dudar, de todos ellos el que a la larga produce más víctimas entre las alimañas del aire. ¿Por qué? Pues voy en pocas pa- labras a dar cuenta de sus ventajas principales. 1. Terminada ya la construcción de esta clase de puesto, no llama la atención de las rapaces, aun las más recelosas, porque la hierba crece muy pronto sobre él y — 288 — puede tomarse por un accidente insignificante del terreno. 2. En ningún otro aguardo existe una obscuridad parecida a la que aquí se observa. 3. Como la tronera está a flor de tierra, el cazador tira a las aves de abajo a arriba, aprovechando, por lo tanto, cuando le presentan más blanco, y además tiene como fondo el cielo, que es donde se destacan más los objetos. 4. Como sucede con todos los sótanos, cuevas, etc., la temperatura se mantiene siempre igual, y resulta caliente en invierno y fresca en verano. Además, no es imposible establecer en ellos un sistema de calefacción. Daré ahora una idea de cómo son estos puestos. Pro- curando que la tronera esté orientada al Norte, por razones ya expuestas, se trazará primero en el suelo con una azada el perímetro que ha de abarcar el futuro puesto. El sitio habrá sido elegido previamente confor- me a las instrucciones que creo haber dado antes. La figura geométrica que presentará el contorno trazado será la de un trapecio cuya base septentrional, o sea la que mire al buho, tendrá de longitud un metro, mien- tras que la meridional medirá dos, así como las laterales oriental y occidental. En un puesto de estas dimensiones cabrán perfectamente tres personas en el interior, aun- que solamente una haga uso de la escopeta, pues lo con- trario sería peligroso y superfluo. Entre amigos siem- pre se puede alternar. El puesto dentro de tierra tendrá una profundidad de 1,40 metros en toda su extensión, menos un pedazo — 289 — que se destinará a asiento y otro para hacer unos esca- lones de bajada. Claro está que estas medidas no pue- den tomarse como regla absoluta; el tamaño, los gustos y la comodidad individual del cazador pueden originar en ellas las modificaciones convenientes para cada cual. En todo caso el buho deberá colocarse a una distancia Corte vertical de un puesto subterráneo. máxima de 25 metros de la tronera (a mí, pareciéndome demasiado, siempre lo he puesto más cerca), y según Mr. Passerat, hombre muy competente en esta mate- ria, debe uno arreglarse para no ver, una vez colocado dentro del puesto, más que la cabeza del cimbel, supo- niendo éste sobre un palo de 1,50 metros de alto. Mi opinión es que esto último no es necesario. 19 E OU E Voy a decir algo de cómo estará construído el puesto subterráneo. Formarán lo que pudiéramos llamar el es- queleto unos piquetes fuertes, bien hincados en tierra, de manera que los que estén del lado de la tronera no sobresalgan del suelo más de 60 centímetros, y los de la parte posterior 10 centímetros, siendo así que el tejado o cubierta del puesto estará en plano inclinado. Con otras traviesas horizontales y algunas tablas por la parte superior, para impedir que la tierra caiga, y añadiendo una plancha de cinc que sirva de techumbre, sólo nos faltará cubrir nuestro primitivo edificio con la tierra extraída del hoyo para terminarlo. Las hierbas, que muy pronto crecerán, acabarán por equiparar el puesto al terreno circundante, y no habrá ave de rapiña, por perspicaz y recelosa que sea, que pueda sospechar que debajo de esa prominencia imperceptible de la tierra se esconde un enemigo que va a atentar contra su vida. El único inconveniente de esta clase de puestos es la humedad; pero esto queda remediado, bien sea forrando el interior con madera o cinc, o buscando el medio de desaguarlo. Nadie mejor que el propio interesado para resolver los casos particulares que puedan presentarse. Puestos mixtos. Como su nombre lo indica, participan a la vez de las propiedades de los descritos anteriormente. He aquí los casos particulares en que son utilizables estos aguardos: 1. Cuando el cazador se encuentra con una mata — 291 — demasiado pobre de vegetación y demasiado baja para hacer en ella una choza de 1,25 metros, mínimum. 2. Cuando hay un foso ya hecho que se puede apro- vechar con sólo añadirle un poco de ramaje para ocul- tarse. 3. Cuando por las condiciones del terreno, es decir, su humedad, naturaleza rocosa, etc., no se puede cavar un foso de 1,45 metros de profundidad. S=, A = o e IPUR 77 Corte vertical de un puesto mixto. 4. Supongamos que se quiere aprovechar un foso de 40 centímetros de profundidad en un terreno que no esté enteramente desprovisto de vegetación; pues fácil- mente se comprenderá que con sólo añadirle encima un puesto bajo de ramaje se tendrá un aguardo suficiente- mente alto con muy poco trabajo. Si, por ejemplo, la mata resulta demasiado alta, bastará con cavar algo — 292 — debajo y cortar con un calabozo por arriba para tener unas dimensiones normales. Cuando al querer hacer un puesto subterráneo se encuentra un suelo demasiado húmedo o cuya dureza exagerada impide continuar el trabajo, el puesto mixto es lo único que puede solucio- nar el conflicto. Arreglo interior de los puestos. Pocos muebles se necesitan en el interior de un aguardo; uno a tres asientos como máximum, según el número de ocupantes, son suficientes. Pueden ser fijos, es decir, hechos en el mismo puesto, o transportables y plegables, como los que se venden en las armerías. S1 se quiere establecer un armero rudimentario, en el caso de que se lleven varias escopetas, puede hacerse, aun- que considero mejor tener una sola y ésta siempre en la mano, para estar más prevenido. Calefacción de los puestos. El verdadero aficionado debe cazar en todo tiempo y encontrarse siempre prevenido, comprendiendo que en invierno es necesario defenderse de las inclemencias del tiempo, pues no hay caza en el mundo bastanta atrac- tiva para que deba sacrificarse la salud, el tesoro más preciado del hombre. Para ir al buho en invierno en esos días claros de helada en regiones frías, debe pen- sarse en instalar en su aguardo una calefacción, por muy primitiva que sea. La estufa de petróleo es muy buena, porque da bas- tante calor y no produce humo, cosa que hay que tener bastante en cuenta. Tiene, sin embargo, varios incon- venientes, como el de tenerla que llevar a cada sesión para que no se estropee, y además el de despedir olor y tufo. Una estufa de leña, lo más pequeña posible, y cuya salida de humos podría dársele por una de las paredes laterales del puesto, es bastante ventajosa. Se procurará que la madera que se queme sea lo más seca posible, para que dé menos humo; por más que encendiendo el fuego antes de ir al puesto, para que entonces ya esté calentado y no quede más que la brasa, se solucionará este problema. Si es en terreno de mata, las rapaces ex- trañarán menos el humo que en tierra pelada. Los puestos húmedos se secarán mucho con el empleo de estas estufas. Puestos perfeccionados. Los puestos de que he hablado hasta ahora, tanto por su sencillez como por su poco coste, están al alcan- ce de todo el mundo, tanto señores, como guardas en- cargados por éstos de destruir las rapaces de sus pro- piedades. Como resultado no pueden ser mejores, y con ellos se deben matar todas las aves de rapiña habidas y por haber; pero no puedo menos de hablar en este libro de los puestos perfeccionados, por si alguno de mis lec- tores tuviera la idea de hacerse construir uno. En la caza del buho ocurre como en todos los sports, que hay aficionados que sienten por ella tal predilec- ción que hacen de esto una verdadera profesión, y estos puestos de que me voy a ocupar no son sino el fruto de una larga experiencia de todos estos señores que, por decirlo así, han consagrado su vida a la caza de rapa- ces. Ya he hablado al principio de este libro de unos puestos de palomas torcaces en que se jugaba a las cartas esperando las palomas. Los verdaderos aficionados al buho ponen cierto amor propio en tener aguardos o chozas, casi con la categoría de casas, lo más confortables posible, fiján- dose sobre todo en dos puntos esenciales, a saber: Construcción y arreglo interior de los puestos sub- terráneos. Arreglo de las troneras, con el fin de que el campo de tiro sea lo más extenso que se pueda y las condicio- nes las más favorables. Voy, en primer lugar, a ocuparme de las troneras, que por su disposición facilitan el tiro. Troneras y campo de tiro. Ocurre muchas veces que las aves de rapiña pasan a bastante altura sobre el cimbel, de manera que si no se tiene en cuenta esto, o no se podrán tirar, o para poderlo hacer habrá que adoptar una postura forzada, poco favorable para el éxito de la puntería. Para resol- ver este problema, los aficionados perforan la tronera, no en una pared vertical, sino en una inclinada, que forme con la horizontal un ángulo de 50 a 60 grados, según la distancia a que se encuentre el cimbel. Con este sistema se aumenta considerablemente el campo de tiro, sin alterar para nada las dimensiones de la tro- nera. (Véase la figura.) a ] m A BEA a s s S a AS xs Ñ RS | E P VIh YY NY A Corte vertical de un puesto con tronera ordinaria. B El mismo con tronera perfeccionada, — 296 — Tiene, además, este modelo de troneras la ventaja de que lo mismo puede servir para los puestos de ramaje que para los subterráneos, mixtos o transportables. Cuando se quiera aplicar a los puestos de ramaje, con- vendrá hacerse un aguardo semejante por su forma a las conocidas chozas cónicas de los carboneros o pico- neros de nuestras dehesas, y que mida 3 metros de largo por 2,50 metros de ancho en el suelo, y 2,50 metros de alto. El sistema de puestos mixtos o medio subte- rráneos es aplicable en este caso, pues reduciría la ex- cesiva altura que da al puesto la forma cónica. Aún puede aumentarse el campo de tiro sin modificar las dimensiones de la tronera. Con la ventana abierta en la pared inclinada aumen- ta el radio de la escopeta en el sentido vertical, es decir, que se pueden tirar pájaros, aun cuando pasen a bas- tante altura sobre el buho, pero en cambio no se gana nada para correr la mano en sentido horizontal, si se da el caso de que pase un ave con velocidad rasando el suelo. Vamos, pues, a ver cómo se remedia esto. En lugar de que sea una sola pared la que esté incli- nada, serán dos las que formen la parte anterior del puesto, que entre ellas estarán en un ángulo obtuso, o sea bastante mayor de go grados (120 próximamente), y la tronera estará en su punto medio también doblada por la mitad. De este modo, aunque se reduzca algo el tamaño de la ventana, no solamente resultará orien- tada al Norte, sino también al Noroeste y Nordeste. Voy a explicar cómo con este sistema se aumenta con- siderablemente el campo de tiro. En un puesto de los corrientes, con una abertura de 25 centímetros de ancho, la vista del cazador abarca un ángulo de 75 grados próximamente, lo cual, a 25 metros fi . . .? s 1 o / * De O: > E, Y . Se J ao» a ES / » » S - € . ss 4 Ed .” . 1 . ñ . . Se bo a . Ed oe AS s cd pa . . s o » s . » - . . 1d . ! Lo, cd » ES SE AAA ELIAS E AS a IA .1 4 Sib ByA EA / A AA ANA 4 y LA pe 1 p AS a A A ..-! WR e ” Dg Y” s ed a. 1 Corte horizontal de tronera ordinaria. It Corte horizontal de tronera perfeccionada. de la choza, le viene a permitir un espacio de 25 a 35 me- tros para tirar; ve, pues, las aves 12 Ó 18 metros a la derecha y otro tanto a la izquierda del buho. En el puesto, con la pared que mira al cimbel incli- nada y truncada, tiene una tronera que equivale a dos separadas; suponiendo, pues, que tenga ésta 25 centí- metros de ancho, con sólo una pequeña inclinación de cuerpo, y siendo el ángulo de los dos planos de la pared — 298 — de 120 grados, le permite un campo de tiro de 63 a 70 metros. Claro está que estas medidas pueden variar según el tamaño del puesto y la distancia a que se en- cuentre el cimbel; pero nos basta como ejemplo. Para == 0) al Jl ¡NA 7 p! AA A Puesto subterráneo con tronera perfeccionada. resumir, la ventaja principal de esta clase de troneras es que, dadas dos troneras de la misma anchura, una abierta en un solo plano y la otra practicada en la inter- sección de dos planos, formando un ángulo de 120 gra- dos, el campo de tiro que ofrece la segunda es dos veces más extenso que el de la primera. Modelo de arreglo de un puesto grande subterráneo. Antes de decidirse a hacerse construir un puesto definitivo de cierta magnitud e importancia, es preciso que el sitio escogido, tanto por su colocación como por la querencia que a él puedan tener las aves de rapiña, reúna todas las condiciones apetecibles. Además, creo que para hacerse un puesto con carácter permanente de importancia es preciso que la finca sea propia del caza- dor, o por lo menos de una persona muy amiga que le permita cazar en ella. Llenados por el cazador todos estos requisitos, vamos a ver cómo se procede a la cons- trucción de este puesto. Plano de un puesto subterraneo perteccionado: a, tronera; b, mesa para car- tuchos; c, armero; d, ventanillas de observación; e, mesilla, f, perchero; g, asiento del cazador; h, estufa; 2, entrada; 7 y k, bancos. Supongamos que el propósito de uno es que la orien- tación del futuro aguardo sea Norte-Sur, cosa que, como ya he dicho, no considero del todo indispensable. Lo primero que se hará es mandar cavar un foso de 2,50 me- tros de largo por 2 de ancho y 1,50 de profundidad. Puede, si se quiere, adoptarse la forma de trapecio, en cuyo caso el lado Norte, o sea el que mira al buho, será de 1,25 metros de ancho, en vez de dos metros que ten- dría al adoptar la forma rectangular. De todos modos, al lado Norte no será rectangular, sino que tendrá forma de espolón, con un ángulo de 120 grados, a fin de hacer una tronera como la que he descrito antes. En cuanto al asiento, puede hacerse de madera o ser transportable, pero en lugar de una escalerita pequeña para bajar, podrá ponerse una escalera más sólida. La armadura del tejado estará hecha de vigas de madera, que no ne- cesitan ser exageradamente fuertes, dado el poco peso del edificio. Las paredes interiores pueden ser de alba- ñilería o, si no se quiere gastar tanto, de tablas de roble. La forma de espolón inclinado de la pared ante- rior, Oo sea Norte, presenta algunas dificultades en su construcción, pero, dadas sus ventajas, desde luego debe adoptarse. La armadura del tejado se tapa con tablas de roble embreadas y forradas de cinc, con el objeto de que no se pudran. La altura de la choza será de 1,90 metros para poder tirar de pie, por lo que el puesto para ello tendrá que sobresalir 60 centímetros fuera de tierra. Hecho esto se puede tapar todo con la tierra sacada al cavar el foso, dejando libre el lado de la tronera. La par- te de madera se podrá pintar del color de la tierra o ve- getación circundante, tratando de que se confunda con ellas y procurando que el total de la construcción no sobresalga demasiado y pase lo más desapercibido posi- ble. Se procurará cerrar la entrada que dará a la escalera de bajada con candado, pues podría, durante la ausen- cia del propietario servir de refugio a cazadores furtivos u Otra gente maleante. El suelo del puesto podrá ser de tabla, de manera que pueda taparse con una alfombra, estera o cosa pa- recida. Se podrán practicar en la choza varios orificios, de diámetro muy reducido, con el fin de poder explorar el horizonte. El mobiliario interior se compondrá de varios asien- tos, esmerándose sobre todo en el que ha de servir al cazador para que esté sentado, de manera que pueda ver bien el cimbel y dominar lo más posible el campo de tiro. Mesas para colocar cartuchos, perchas para la ropa, etcétera, todo esto lo dejo al gusto de cada cual. Se abrirán dos agujeros debajo de la tronera para que por ellos pasen las cuerdas que han de maniobrar el cimbel. A cierta distancia del puesto, algunos cazadores ha- cen un foso, no de mucha profundidad, que lo rodea de lejos, a fin de que las aves alicortadas no puedan pasar de allí cuando salen corriendo, y se pierdan. Puestos transportables. Los puestos que he descrito antes, y que pudieran llamarse de lujo, son sin duda excelentes y de una efi- cacia indiscutible, pero únicamente factibles para los — 302 — que cazan en fincas particulares. En España, sobre todo, es imposible, por muchas razones, construir uno de esos aguardos confortabilísimos en terrenos del do- minio público. Como este libro está dedicado, no sólo a los afortunados propietarios de fincas, sino a todos los mortales que sientan el fuego sagrado de la caza, voy a decir algo de una clase de puestos al alcance de todo el mundo, y que yo he empleado a menudo con no poco éxito. Me refiero a los puestos transportables. Hay muchas regiones que, aunque no despobladas de árboles, carecen de lo que llamamos monte bajo, por lo cual es sumamente difícil hacer un puesto de ramaje que resulte suficientemente compacto para que en él el cazador no sea visto por las aves de rapiña. En este caso hay que suplir artificialmente esta deficiencia, y esta laguna es la que viene a llenar el puesto transpor- table. Ocurre muchas veces que va uno a probar fortuna a regiones desconocidas y lejanas, donde generalmente se tiene que emplear distintos medios de transporte. Para trasladarse a ellas se necesita algo que sea manuable, a fin de poder llevarlo en coche, auto o caballería. Voy, pues, a suponer que llega el cazador a un terre- no en que, hechas ya sus observaciones, reconoce ser abundante en rapaces, pero en cambio ve que es muy pobre en vegetación y sólo tiene algunos arbustos ra- quíticos. Inmediatamente se recurre al puesto artificial, que, sea cual fuere su sistema, le ahorra la mitad del trabajo, pues es, o una tienda de campaña, o una choza con biombos plegables, o un armazón de madera muy ligero. Sea como fuere, sólo le faltará disimularlo con unas cuantas ramas para tener la seguridad de estar oculto a muy poca costa. Cuando termina la cacería, dobla su puesto y se vuelve con él a casa. Si va a regio- nes desconocidas, cuya vegetación no conoce, nada le cuesta llevar el puesto, y si ve que allí las matas que hay son pobres, lo pone, porque siempre le será de gran ayu- da para la confección de un aguardo de ramaje. Enu- meradas ya las ventajas de esta clase de puestos, voy a estudiar sus distintos sistemas. O sl Puesto sistema Stracke. — 304 — Puesto sistema Stracke. Se llama así este puesto del nombre de su inventor. Consiste en un cañizo muy ligero que se pone vertical- mente en el suelo, formando círculo, y que se cubre con un tejado cónico de la forma de un haz. Tiene este puesto una o dos troneras, a voluntad, de modo que el cazador no necesita más que llevar un asien- to plegable y ya está instalado. En Alemania se usa bas- tante este puesto en pleno campo descubierto para la caza de cuervos y sus congéneres. El cañizo puede estar hecho de paja de centeno, así como el tejado. Termi- nada la sesión, no hay más que enrollar el cañizo, como las esteras que se usan en las estufas, e irse con la mú- saca a otra parte. Como se ve, no puede ser más sencillo. Tienda-choza. He tenido ocasión de emplear este modelo de pues- to, muy usado en Alemania y Austria, pues una vez encargué uno, y sólo puedo tener para él palabras de alabanza. El armazón se compone de cinco pedazos de bambú de dos metros de largo. Cuatro de estas cañas se emplea- rán para los montantes, que se cruzarán de dos en dos, en forma de V invertida, y la quinta se colocará a lo largo de los vértices o intersecciones de los otros para formar el tejado. Todo el tinglado se cubrirá con una tela de color verdoso o barro, para que sea poco llama- tivo, y en ella estarán ya previamente practicadas una o más troneras. Puede disimularse perfectamente este *ezOYo-epuarL e IS as EA ple | ly dl) vi / , er A OS E 1] ? egg! 7 20 — 306 — puesto colocándolo debajo de un arbusto, sobreponién- dolo unas cuantas ramas, y si es en un terreno de sem- brados altos, tapándolo con unos haces de paja. Una casa de Berlín hace esta clase de puestos, que sólo pesan 7,5 kilogramos, y los vende al precio de 39 marcos. A ese establecimiento fué precisamente al que encargué el mío de que tan buenos recuerdos tengo. Hay otros varios sistemas en que se ha dado rienda suelta a la imaginación de los cazadores. Yo, por mi parte, los he usado de invención y de confección case- ra. Hablaré, pues, de ellos. El puesto del paraguas. Se necesita un paraguas de los ordinarios, lo más grande posible, ai que se quita inmediatamente la tela con que viene forrado y queda sólo la armazón. Des- pués se hace una especie de biombo circular, que se despliegue con unas varillas en forma de X, de la mis- ma manera que los matasuegras de nuestras verbenas. Se busca una clase de crudillo (que no deja de ser difí- cil de encontrar) que sea transparente para el que está en el interior y cerca, pero completamente opaco para el que lo mira desde fuera a distancia. El paraguas va forrado con el referido crudillo, de modo que una vez colocado en forma circular el biombo matasuegras, el paraguas abierto descansa sobre él. El biombo se forra también con una tela igual a la del paraguas, en la que se habrá abierto una tronera, y así queda ya hecho el puesto. Tiene la ventaja de que, aunque se disimule algo “sen3eled op 03sang Al SS S e ARO RÓS 1017 UN AA 308 con ramaje, pueden verse las rapaces al través de la tela antes de que entren al cimbel, dando así más tiem- po a prepararse. Las aves, volando a distancia, no des- cubren al cazador, siempre que éste se haya ocupado en cortar algunas ramas para que no esté el aguardo tan descarado. Este puesto no es malo, y su traslado es bas- tante fácil. Ultimamente sustituí la tela transparente por una opaca. La choza de biombos. De confección casera, como el anterior, es de todos los puestos artificiales el que mejor resultado me ha A II a a ASES _ e AS cm ” A LIDIA "J A d y ad) 19 Be Agatd! có, ¿llo A ES A ACES Je 0) NN DER o | pa Jn O E - STO . 5 — . No ES a“ Wy / + o Ma A j SS Ye Puesto de biombos. dado bajo el punto de vista de las rapaces muertas, y a no ser por otros inconvenientes que le he encontrado, sería el que con más entusiasmo recomendaría a los aficionados a esta clase de puestos. Es sencillamente una casita desmontable, compues- ta de varios biombos y un tejado formado de dos o tres pedazos que se reúnen al instalarla. Muy sólida, pues su armazón es de madera y las paredes de una tela muy fuerte, aguanta encima todas las matas que se le quie- ran echar para ocultarla, y si no se quiere tomar ese trabajo, aun en terreno abierto es completamente opa- ca, además de estar pintada de verde; pero poniéndola debajo de un árbol, por miserable que éste sea, está uno tan tapado como en un puesto subterráneo. Siendo muy grandes sus ventajas, los inconvenien- tes que tiene las superan. Es muy pesado; necesita va- rios hombres para su transporte y se acomoda muy mal en un auto o coche donde vaya gente. Hay, pues, que llevar otro vehículo solamente para el puesto, y además tres o cuatro hombres para que carguen con él desde el coche al lugar de caza; y si a esto se añade el buho, la escopeta, los cartuchos y los asientos ple- gables, resulta que hay que hacer una verdadera mo- vilización muy poco práctica; por lo cual, a pesar de sus excelentes cualidades, no puedo aconsejar esta ca- sita transportable. Por otro lado, si se hace más ligera, pierde mucho en solidez y consistencia. Ahora tengo un modelo parecido, pero más mane- jable, que aún no he puesto en práctica. Con esto he terminado todo lo que a los puestos se vol 1 MN Puesto-tienda perfeccionado. $ A ll IMM MJ A md | Da | Mi A id e "Leti A A) ¿e uds E Y EY IN di A A Ml SA A q ba, ..*. === AAA A ==> Puesto-tienda perfeccionado. refiere, quedando en que los más productivos son, sin duda, los subterráneos. De los demás, el lector, según las circunstancias en que se encuentre, podrá apreciar cuál es el que más le conviene. CABTTUECTA Colocación y maniobra de los cimbeles. Ya tenemos el buho (vivo o disecado); hemos esco- gido el sitio donde ponerle bien a la vista de todas las rapaces de la región, y construído un puesto del siste- ma que nos parecía llenar mejor nuestras necesidades; ¿qué nos queda que hacer ahora? Pues bien; en primer lugar, colocar el buho, y después maniobrar el cimbel, con el fin de atraer las aves de rapiña al alcance de la escopeta. Colocación del cimbel. Ya he hablado de los distintos sistemas de palos o piquetes sobre los cuales se pone el buho disecado o vivo. No insistiré más sobre este punto, por no ha- cerme demasiado pesado. El cimbel se pondrá, naturalmente, del lado donde esté la tronera del puesto, a una distancia máxima de 25 metros de éste. Mi opinión es que, si es posible, se ponga más cerca. Yo generalmente le coloco a 15 me- tros; pero como estas distancias cortas no influyen gran cosa con una escopeta regular, el cazador podrá deci- dirlo según las circunstancias. Si el puesto no estuviera en el mismo plano que el cimbel y se encontrara en una ladeza, por ejemplo, se procurará siempre que esté más bajo que aquél, aun- que, de ser posible, debe preferirse que estén ambos al mismo nivel. Cuanto más cerca se ponga el cimbel del puesto, mayor tendrá que ser la tronera para poder tirar los pájaros altos, pues de no ser así pasarán sin ser vistos. Si se pusiese el buho demasiado cerca, la tronera tendría que ser excesivamente ancha, corrien- do el cazador el peligro de ser apercibido. Generalmente se pone el buho enfilado con el centro de la tronera; pero como hay tiradores que corren la mano mejor hacia un lado que hacia otro, les voy a dar un consejo para que puedan tirar las rapaces en el sentido en que ten- gan más facilidad. Muchas veces, por no decir siempre, las aves de ra- piña atacan al buho por la espalda; así es que, ponién- dolo de manera que mire a la derecha, por ejemplo, entrarán de izquierda a derecha, y lo contrario suce- derá cuando se ponga al lado opuesto. De este modo podián los cazadores tirar en las condiciones que de- seen. Claro está que, como toda regla, ésta puede tener excepciones. Las cuerdas para manejar el cimbel se me- terán en el puesto por unos orificios previamente prac- ticados. Cuando se cace con un pájaro disecado y corra algo de viento, se procurará que le dé en la cara al cim- bel, con el fin de que no se le alboroten las plumas, cosa que podría inspirar algún recelo a las rapaces, pues sabido es que a las aves vivas nunca les ocurre esto, por fuerte que sea el viento. 0119 9P 1091 [4 2% “¿Se A DN 5 e, A : E e A / 0 ' ao a ÉS IAS , a e ps de E Y nd oe a So AAN a NERaN E e Amy e AL a Pm NS a A na ES cui => NI / Ñ NOS a e 31 - AS IN y d NN Sillas plegables. > ¿JS 0 '] , Ñ la Map E MES VIS NICO V Se y Í ñ Ñ Pe NO ds NAAA LAIA SO VINGO ¿de ribr da UN UN 1 pe SAN ) CARITULO. XI El tiro de las aves de rapiña en el puesto con el buho. El tiro de las rapaces con el buho es sumamente va- riado, pero no más difícil que muchos de los que se nos presentan en los ojeos. Las principales dificultades es- triban en la sorpresa, cuando no se está preparado (por más que con el buho vivo es algo más difícil), y el espa- cio limitado del campo de tiro. En los puestos de ramaje las hojas y el tamaño reducido de la tronera también se encargan de complicar la puntería, así como la dis- tinta intensidad de luz que hay en la choza con relación al exterior en todos ellos. Es más difícil apreciar las distancias desde dentro de uno de estos aguardos que fuera, porque la tronera estor- ba mucho a la vista. Muchas veces una mariposa o un abejorro me han sobresaltado, creyendo que la sombra que proyectaban era la de una rapaz, pues la tronera produce el efecto de un lente de aumento. En los pues- tos construídos sobre tierra se puede al instalarse tomar algunos puntos de referencia para no equivocarse tanto en las distancias, pero en los subterráneos esto es más difícil En estos últimos puestos, que generalmente son muy bajos, se tiran los pájaros en muy buenas condiciones, — 328 — porque ofrecen mucho más blanco. Se parece, pues, más este tiro al del ojeo. Nunca hay que tirar al bulto cuando entran varias aves, sino siempre escoger. Será también bueno no se- cundar cuando el primer disparo ha sido errado, sino esperar a que el ave se presente bien otra vez. Lo que es muy importante es cargar muy de prisa, porque hay muchos pájaros que acometen varias veces al cimbel, aun cuando hayan sido tirados. En esta caza, como en la de ojeo, es más prudente no cargar la escopeta hasta que está uno en el puesto. Voy ahora a dar una idea de los distintos tiros que pueden ofrecer las rapaces en el puesto del buho y a exponer algunos principios para disparar con.éxito. Si el pájaro pasa encima del cimbel, alejándose del cazador, se deberá apuntar delante, es decir, en este caso, debajo del ave. Si el pájaro pasa también de cola con respecto al cazador, pero a flor de tierra en un nivel inferior al de la escopeta, deberá echársele el tiro también delantero, es decir, por encima del volátil. Ocurre algunas veces que se ve venir la rapaz de pico en un plano más bajo que la horizontal, o sea, en la misma forma en que entran los conejos y las liebres en ojeo; lo más sencillo entonces es tirarlas igual, es decir, descubriendo mucho la pieza por encima de la solista, con lo cual se encontrará el ave con la muni- ción. Este caso y el anterior son poco frecuentes, y sólo se presentan cuando el palo del buho es exageradamente bajo o el aguardo está colocado en sitio elevado. Cuando el ave de rapiña viene derecha sobre el caza- dor a la altura de los ojos, lo más sencillo es figurarse , que está uno tirando una perdiz en batida, y hacer lo mismo que en ese caso. Varios tiros que suelen presentarse. Algunas rapaces pequeñas, como el cernícalo, pasan muy de prisa sobre el señuelo y describen también con gran rapidez una curva hacia arriba; será, pues, nece- sario para hacer blanco tirar algo encima del animal. Se deberá tirar a la espalda del pájaro que se aleja a la altura del tirador y proceder como en ojeo para las aves atravesadas. En general, a mí me ha dado mejor resultado disparar cuando el ave ha atacado al buho y se remonta, que cuando viene de pico a acometer al cimbel. En las águilas grandes les entra en este caso el plomo a contra pluma y no les sirve ésta de coraza; además, el tiro es menos precipitado y se está menos expuesto a matar el cimbel, si se caza con uno vivo. Las águilas rateras, que hacen varias circunvolucio- nes sobre el señuelo, y los cernícalos, que hacen lo que en la técnica del ornitólogo se llama el Espíritu Santo, es decir, que agita mucho las alas sin cambiar de sitio, se matan muy fácilmente si se da uno prisa. El tiro posado. Cuando hay un árbol de tiro, como dejo explicado, se podrán matar a algunas aves paradas. En este caso hay que apuntarlas como a un blanco fijo; pero es pre- ferible no disparar si el ave no está muy descubierta, porque las ramas pararían mucho el tiro y es fácil se fuera herida, pues estos animales necesitan muchos per- digones en el cuerpo para caer redondos. Asimismo hay que calcular muy bien la distancia, porque la diferencia de luz entre el interior de la choza y el exterior da lugar a muchas equivocaciones. Estos no son más que principios generales; pero como supongo que la mayor parte de los lectores serán caza- dores, y por lo tanto tiradores al vuelo, estoy seguro de que ellos mismos resolverán todos los problemas de tiro que se les presenten en el puesto del buho. Ya verán cómo este sport tiene el aliciente de poner a prueba la habilidad de cada cual, y cómo, no por estar en un aguardo, tiene algo de común con el asesinato que se comete con las pobres perdices cuando se cazan con reclamo. y vu, 7 SVIAON eh A " Y y de DN pco Pe AUN? LUN Y SARA NY ve A A Deer: Vi Dr Pee NS 0 y NON ' up pe $ Ú Ni | e att od Mi pto 6 CN N ley Deseo e PAN ind WN ul vel A dd pe RN IA NIN A dd: WEY SANO A) Al E AO | sde NI E AD ld A ALCÓN ñ SUL y A LN ara > Y LAO da. 10 UN A, AN o a vd Pe Ss JN YA pa Sao. de dao) MÍ! O dal A JN ' xs Vi De] vid Mic 00 hi LE 09 Wl AO 0 j OR pe 1 SI pe Ao de ¿e AÑ A qe de AN Y IA IA vue y odo. Det AO OS [q A A 4 6 É ñ y UN Ñ q ' 1 A 1d) SN Y lc Ñ Je e ro And pa A | NDS ANA ts ANA JUE da LÍA Hs ' E bi MA ¡Mafon Noj CJ eN : RAIN AN ADORO NU AO UA RON UN ¿ani AAA vN decides ¡A ROA PAD ¡ep ANN A ANS MU | Abs mM | AA pod ¿ti ¿Ae "78D DAR Mio $e SA Ñ A IN AO aia Deo | PIS NRO 140 y ANN EN CAPITULO XII Epocas mejores del año para cazar con el buho. Tiempo y horas más favorables. Una de las ventajas de la caza de aves de rapiña con el buho es que, con más o menos resultado, puede prac- ticarse todo el año. En tiempo de veda es un entreteni- miento para el cazador que no se resigne a colgar la escopeta hasta el otoño próximo, y que de esta manera libra a la caza en general de sus mortales enemigos. Claro está que las condiciones de la caza de aguiluchos varía en extremo, según el tiempo que hace y la hora en que se practica. Es, pues, muy bueno que el aficio- nado conozca la influencia que estos dos elementos pue- den ejercer sobre el resultado de su cacería, pero no es menos importante la estación del año en que se dedica a este sport, y de esto es de lo que voy a hablar en este capítulo. Estaciones. Primavera. Desde los últimos días de Febrero, es decir, en el preciso momento en que se cierra la caza en España, empieza una temporada excelente para matar aves de o rapiña. En este tiempo vuelven las rapaces que han invernado en Africa, para criar en nuestra Península, aumentando así considerablemente el contingente de las sedentarias, con la ventaja de que, no habiendo sido molestadas como éstas en una larga temporada y no teniendo por lo tanto malicia alguna, acudirán aun más francamente al cimbel y se matarán con más facilidad. Las primeras que suelen venir son las águilas cule- breras, siguiéndoles los milanos negros y halcones abe- jeros, además de otras especies. Si el país está muy poblado de árboles, como ocurre en los bosques de alcor- noques cerca de Gibraltar (que además les coge muy cerca de Africa), es fácil que estas aves de paso se paren allí para hacer sus nidos; si, por el contrario, es terreno pelado, seguirán su camino; pero en ambos casos acu- dirán perfectamente al cimbel si está bien colocado. Así es que en Marzo se tienen grandes probabilida- des de matar alguna pieza interesante, además de las muchas que hay en esta época del año. No sé si es por- que en este tiempo he cazado más que en otros; pero el caso es que conservaré siempre buenos recuerdos de los puestos de fin de Febrero, Marzo y hasta Abril. Tiene esta estación además la ventaja de que las aves que se matan entonces están en todo el esplendor de su plu- maje, y por lo tanto para el naturalista coleccionador adquieren doble valor. Desde mediados de Abril empieza un tiempo malo para cazar con el buho, porque las rapaces están ata- readas en la construcción de sus nidos y no se apartan mucho del sitio que han elegido con este objeto. Si se AO quiere matar algún ave de rapiña, será necesario, por medio de continuas observaciones y dando paseos por el campo, averiguar dónde están los nidos, hacer un puesto y colocar el buho en las inmediaciones. Cuando los pájaros se echan en el nido y empieza la incubación, es aún menos a propósito para cazar con el buho. En este tiempo he tenido varios puestos infruc- tuosos, y no aconsejaría a los que quieran debutar que lo hicieran entonces, porque es fácil que se desanima- ran. En muchas especies de rapaces el macho ayuda a la hembra en la incubación, y el individuo libre no se aleja mucho, y si ambos abandonaran el nido, no se apartarían más de 500 metros, poco más o menos; así es que de no estar colocado el puesto en ese radio el fracaso sería seguro. Aumentan las probabilidades de éxito cuando las aves tienen ya crías que alimentar, pues entonces los pájaros viejos recorren sin cesar el campo en busca del sustento de sus hijos; así, pues, si se observan bien los sitios por donde pasan para ir y volver al nido, y se instala el puesto de manera que lo encuentren en su camino, o mejor aún en las proximidades de donde tienen las crías, se podrán obtener buenos resultados. Verano. Ya entramos en una estación de las más favorables para el sport del buho. En Junio y Julio los pájaros jóvenes vuelan y campan ya por su respeto. La inex- periencia de la juventud hace que apenas vean el cim- bel acudan a él como fieras. Todas las rapaces de la región, viejas y jóvenes, revolotean por el campo, de modo que, si no hace demasiado calor, las sesiones de buho se verán coronadas por un espléndido resultado. En las comarcas muy cálidas, como Andalucía, será mejor no cazar desde las once de la mañana a las tres de la tarde, porque en esas horas las rapaces estarán posadas en los árboles al abrigo de los rayos abrasado- res del sol. Por la mañana, desde el amanecer, y por la tarde, será tiempo favorable y se tirará con seguridad. En la región central, en la sierra de Guadarrama, por ejemplo, se podrá cazar todo el día. Al final del verano, en el mes de Septiembre, las aves que vienen de paso del Norte se añadirán a las que han, criado en el país, por lo que, aun suponiendo que se hubiesen matado todas estas últimas (cosa imposible), darán un gran refuerzo a las futuras víctimas del puesto del buho. - En la región cantábrica y pirenaica he observado que en verano se ven menos rapaces que en otoño e invierno, y creo que debe atribuirse sobre todo a que en este tiempo están alejadas de los poblados y valles, por encontrar más alimento en los bosques lejanos y más altas montañas; así es que cuando los ratones, la- gartos, etc., se meten en sus agujeros, vienen al llano en otoño a merodear alrededor de los corrales en busca de alguna incauta gallina. Por esta razón, principal- mente, creo que se ven más al empezar las primeras lluvias otoñales que en plena canícula. Pero como todo en este mundo tiene su pro y su e contra, si el verano da una gran cantidad de aves muer- tas, en cambio la calidad es inferior; queriendo decir con esto que en este tiempo están las aves en un estado deplorable de plumaje, pues se encuentran en muda, y no se pueden disecar, porque al pasar, el bisturí para desollarlas va desprendiéndoseles la pluma. El aficio- nado que además es naturalista, prefiere matar un ave de rapiña en Marzo a tres en Julio o Agosto. Otoño. Los autores extranjeros bautizan el otoño con el nombre pomposo de Edad de Oro de la caza con el buho. Es una excelente época, en efecto, pues aún duran los pasos y por tanto, aunque la cría de rapaces de una región no haya sido muy abundante, siempre se irán renovando éstas, sobre todo en el mes de Octubre y a principios de Noviembre, con las aves que han retra- sado algo el regreso de su veraneo. Como los fríos no aprietan todavía, los pájaros no se dan mucha prisa en llegar a sus cuarteles de invierno, por lo cual, aunque de paso, se estacionan en las comarcas que les gusta. Donde más he notado la diferencia entre el otoño y el verano con respecto a la cantidad de rapaces es en la región septentrional de España. En verano en los valles de la provincia de Santander, por ejemplo, se ven pocas aves de rapiña, y desde principios de Septiembre cada día que pasa va aumentando la cantidad de las que se observan. También al final del otoño vienen grandes bandadas de grajos y chovas, pero ya hablaré en su lugar de esta caza y de las dificultades que ofrece. 22 Invierno. En invierno, como España es sumamente abundante en rapaces en general, se encuentran las sedentarias, que son muchas. Por consiguiente, el cazador que sabe apro- vechar los días claros y buenos se divertirá con seguri- dad. Entonces es cuando es ideal hacer algunos puestos en Andalucía, pues la temperatura es deliciosa; en cam- bio, en la región central y septentrional sería desagra- dable la estancia en el aguardo, y este es el verdadero momento de acudir a esos puestos confortables subte- rráneos, con calefacción, de que he hablado. También serán buenas estas esperas para los cuervos y grajos, que en esta época del año abundan. Horas más favorables para cazar con el buho. Es evidente que hay horas más favorables que otras para cazar con el buho, según las costumbres de las rapaces; pero como esto es una cuestión muy compleja, es imposible dar reglas absolutas, que podrían en la práctica y en casos particulares resultar inexactas. Por esto me contentaré con dar a grandes rasgos algunos principios generales, basados en parte en el sentido co- mún. Por la mañana temprano las rapaces abandonan el sitio donde han pasado la noche y se ponen a cazar. En verano, desde este momento hasta las once de la mañana se logrará tirar varias. ena a A esa hora, es decir, al mediodía, las rapaces se posan en un árbol tupido, hasta las dos de la tarde, para dige- rir lo que han comido por la mañana, al mismo tiempo que para descansar y librarse del calor. Desde enton- ces al anochecer puede permanecerse en el puesto con confianza. En invierno, primavera y otoño se podrá cazar todo el día, con tal de que sea bueno el tiempo. En Andalucía, en pleno verano, no habrá posibilidad de estar en el puesto en las horas de calor, cosa comple- tamente inútil, porque tcdas las rapaces están entonces a la sombra. Deberá, pues, cazarse desde el amanecer hasta las diez y desde las cinco al anochecer. Si con mucho calor se caza con un cimbel vivo, se verá que el pájaro se ahoga y está con el pico constan- temente abierto. Si se tuvieran dos buhos, convendría relevarlos de cuando en cuando, para que alternaran, pues no creo que sea nada beneficioso para ellos el calor asfixiante de nuestras regiones meridionales. Hay algunas aves de rapiña que un poco antes y un poco después, respectivamente, de la salida y puesta del sol, merodean aún para coger los pajarillos más despre- venidos. Son estas aves el:azor, el gavilán y las aguilillas de laguna, que bordean los pantanos en busca de alguna incauta ave acuática. En esas horas pardas podría el cazador matar una de estas rapaces, si permanece en el puesto y no se impacienta. En invierno, como los días son muy cortos, sólo se permanecerá en el puesto desde las ocho de la mañana a las cuatro de la tarde, siendo la hora de mediodía la más favorable. — 340 — Influencia del tiempo sobre la caza con el buho. En general, en cualquier época del año que sea, lo más favorable para la caza del buho es un tiempo claro, sereno y sin viento. En verano, el centro del día es menos a propósito, por estar las rapaces a la sombra; pero las mañanas y las tardes son excelentes. El tiempo nublado ya no es tan favorable, porque las rapaces no ven el cimbel como cuando hace sol. No debe uno dedicarse a este género de caza cuando llueve, pues sería trabajo inútil; pero, en cambio, las claras de- berán aprovecharse, porque nada les gusta a las rapaces como salir a cazar cuando después de la lluvia luce el sol. Con viento fuerte es enteramente inútil ir al puesto; en cambio, cuando después de algunos días de tiempo revuelto vienen unos cuantos claros, hay grandes pro- babilidades de obtener buenos resultados con el buho. Con niebla deberá uno quedarse en casa. Estos no son más que principios generales que algu- nas veces no están confirmados por la realidad; puede, por lo tanto, ocurrir que-con cualquier tiempo se vean rapaces, aunque no parece lo natural. Conforme el caza- dor vaya adquiriendo experiencia, conocerá como por instinto los días en que debe salir y aquellos en que ha de abstenerse de hacerlo; pero le aconsejo que le sirvan siempre de base las reglas generales que he expuesto en este capítulo. EAÁPTIUEC” XII España considerada bajo el punto de vista de la caza con el buho. España es, sin duda alguna, uno de los países de Europa más ricos en toda clase de aves de rapiña, pues además de no estar demasiado habitada para su exten- sión, tiene gran variedad de climas y altitudes. Sus es- carpadas sierras ofrecen sitios segurós para anidar a los buitres, quebrantahuesos y águilas de gran tamaño. La caza abundante de las llanuras y dehesas brinda a las rapaces de paso, como los halcones, con una deliciosa estancia, además de gran cantidad de animalitos con que alimentarse, y las marismas del Guadalquivir, las lagunas La Janda y Daimiel, son el paraíso de las agui- lillas de agua, que, dando caza a los patos, gallinetas y otras aves de ribera y palmípedas, lejos de pensar en emigrar, permanecen allí en su mayoría durante todo el año. Dentro de nuestras ciudades también están repre- sentadas las rapaces por las primillas, las más pequeñas de todas las aves de rapiña diurnas, que en grandes can- tidades anidan en las torres de las iglesias y otros mo- numentos. No hay más que darse un paseo por estas — 342 — ciudades de históricos recuerdos, y se verá gran cantidad de estos pájaros, que buscan refugio en las vetustas catedrales y otros templos, así como también en los antiguos monumentos. En Madrid también se verán las primillas en muchos edificios. Contribuye no poco a esta abundancia de rapaces que se observa en España la escasísima persecución de que son objeto. Realmente las aves de rapiña están en nuestra Península en el mejor de los mundos; tienen pajarillos y caza abundante con que alimentarse y raro peligro por parte del hombre, pues de no ser alguna que se descuide y pase algo demasiado baja las líneas de escopetas en un ojeo de perdices, las demás gozan de perfecta seguridad personal. Claro que en esto, como en todo, hay excepciones; pero, incluso en los cotos de caza, los guardas se ocupan muy poco de la destrucción de las rapaces, y muchas veces se pregunta uno a qué causa obedece esta negligencia. Voy, pues, a sacar de duda a mis lectores. El salir de casa sólo con la escopeta al hombro y pretender volver con un ave de rapiña muer- ta, es una cosa que sucederá de cada mil veces que se haga, una por casualidad. Son las aves de rapiña muy difíciles de matar y des- truir, y para lograrlo es preciso dedicarse a ellas espe- cialmente y emplear los medios que los técnicos extran- jeros nos indican, ya que en materia de caza, como en otras muchas son, desgraciadamente, muy superiores a nosotros. No me tomen mis lectores por un extranjeri- zado por lo último que he dicho; pocos habrá que sean tan españoles de corazón como yo; pero precisamente 7 AA 7 por eso reconozco nuestra inferioridad en muchas cosas, y trato de ponerlo remedio, como lo hago al proporcio- nar estos datos sobre la destrucción de rapaces. Hay cuatro medios para destruir las aves de rapi- ña, a saber: el veneno, los cepos, el puesto con el gran duque y la espera junto al nido en la época de la incu- bación y cría. El veneno, bien sea para aves de rapiña o alimañas terrestres, es eficaz, pero ofrece serios peligros, pues si no se recogen los pedazos de carne envenenada o los huesos de los animales muertos, matan todo lo que in- tente comerlo, como perros, cerdos, etc. Aunque este medio es quizá el más empleado en España para des- trucción de toda clase de alimañas, no es de aconsejar. El arte de poner cepos es bastante complicado; aconsejo a los lectores que se compren libros franceses, ingleses O alemanes que sobre la materia se han escrito, y en ellos encontrarán datos preciosísimos para emplear este modo de destrucción. No hablaré aquí de éste, por- que sería salirse del asunto de este trabajo. Con el buho se puede destruir en los cotos gran can- tidad de aves de rapiña, hasta el punto de acabar, si se tiene constancia, con las sedentarias. El propietario del coto puede (si es que no lo quiere hacer él mismo, como a mí me sucede) repartir entre sus guardas varios buhos vivos o disecados (yo creo que para este caso serán pre- feribles los disecados fijos); encargarles que hagan en distintos puntos de sus respectivos cuarteles unos pues- tos, donde se colocarán con el cimbel, y ofrecerles una recompensa por cada cabeza de ave de rapiña que pre- — 344 — senten. Si en vez de cabeza se prefiere que traigan las garras, será indispensable que presenten las dos para recibir el premio, pues de lo contrario con una sola ave harían doble negocio, como fácilmente se comprenderá. Ya verán los dueños de cotos, si escuchan estos conse- jos, cómo disminuirán las rapaces que hostigan la caza de sus fincas. La espera en el nido también da resultado; exige una gran observación para encontrar el sitio, pero, una vez hallado, el éxito es seguro. He empleado este medio una o dos veces para obtener unos ejemplares de rapaces que no tenía en mi colección. Como no se hace uso de ninguno de estos medios de destrucción en España, por eso se explica la gran can- tidad de rapaces que en ella existe. Sería difícil decir cuál de las regiones de España es más abundante en aves de rapiña; pero en mayor o en menor cantidad, están extendidas por toda la Península. En las marismas andaluzas y valencianas hay gran cantidad de aguilillas de laguna, que persiguen la caza acuática que las puebla. En todas las sierras existen las grandes rapaces, águilas, buitres y algunos quebrantahuesos; estos últi- mos, sobre todo, en las sierras de la cordillera Penibé- tica, o sea las de Ronda, Ojén, Marbella, Nevada, etc., y en Gredos y montes cantábricos. Por mi parte, creo que donde más rapaces existen es en la sierra de Guadarrama en toda su extensión y en los alrededores de Reinosa (Santander). El primero de estos dos sitios es muy cómodo para los madrileños e por su proximidad a la corte y fácil acceso por tren o automóvil; además encontrarán en él los aficionados gran cantidad y variedad de aguiluchos, teniendo pro- babilidades de matar grandes rapaces. Los alrededores de Reinosa son quizá más abundantes en aves de rapiña que el Guadarrama, pero en cambio no hay tanta diver- sidad de especies, predominando las águilas rateras y los cernícalos. Lo mayor que se puede matar allí es el milano real. El buen sitio está sobre la carretera de Burgos a Reinosa. Hay en España multitud de regiones abundantes en rapaces, y creo sinceramente que es de los países de Europa más a propósito para la caza con el buho. Ani- mo, pues, aficionados, y a probar fortuna. LAN AL! mi UNO ve ] CAPITULO XIV Caza de rapaces nocturnas con el buho. Aunque yo no lo he ensayado, es evidente que tam- bién pueden cazarse las rapaces nocturnas con el buho, y en Alemania y Austria hay aficionados que lo hacen, ahora bien, en este libro sólo hablo de ello a título de curiosidad. Es esta caza incómoda, por tener que veri- ficarse de noche, aprovechando, naturalmente, las de luna, y además difícil de practicar, pues precisa cono- cer los sitios que frecuentan las rapaces, cosa difícil tratándose de animales esencialmente nocturnos. No siendo para una colección, hay que abstenerse en gene- ral de matar los mochuelos, lechuzas, cárabos, etc., por ser animales útiles a la agricultura, a la que libran de multitud de roedores que le son nocivos; no tiene, pues, objeto la caza de estas aves. El buho es la única rapaz nocturna que hace algún daño a la caza. La caza del buho con el buho. Lo mejor es colocar el cimbel y hacer el puesto desde el anochecer en un sitio que ya se sabe de antemano que está frecuentado por buhos. El ir al azar es buscarse un uds la desengaño seguro. Las noches de luna serán las más favorables. Además, se procurará colocarse de manera que se tenga como fondo el cielo, pues de no ser así no se vería para tirar. El cimbel vivo, el único que debe usarse en este caso, reclama con la voz una vez puesto sobre el palo, y si hay alguno de sus congéneres en.los alrededores, le contesta. Otras veces sucede al revés, y en esto están las principales peripecias de la cacería, lo mismo que con el reclamo de perdiz, y como con éste el buho tarda más o menos en acudir. También vienen las otras aves nocturnas. El cárabo da generalmente unas cuantas vueltas sobre el cimbel y se posa con frecuencia en un árbol vecino, profiriendo su triste grito. El medio duque o buho pequeño no suele acometer al buho solo, sino reunido con otros de su es- pecie, para emprender esta hazaña. Las demás aves de esta familia se conducen con respecto al buho de una manera análoga. Como he dicho al empezar el capítulo, la caza de aves nocturnas sólo puede practicarse por curiosidad y cuando realmente se está seguro de que existen en el terreno y se conocen sus sitios preferidos, pero todo lo segura que es la de aguiluchos, considero ésta problemática. CAPITULO: XV Caza de las córvidas con el buho. El cuervo grande (coruus corax) se tira muchas veces en el puesto que aguarda uno las rapaces. Los cuervos suelen estar en pares y en bandadas reducidas; no pue- den, por lo tanto, ser objeto. de una caza especial. No sucede lo mismo con las otras especies de esta misma familia, como las chovas y grajos, grajillas, etc., nom- bres con que se designa vulgar e indistintamente cuer- vos de menor tamaño, como el corvus corone, corvus frugilegus, coruus monedula, etc., pues éstos forman, es- pecialmente en la época de los pasos, bandos enormes, muy a propósito para hacer en ellos grandes hecatom- bes, y de esto precisamente es de lo que me voy a ocu- par en este capítulo. : La mejor época para esta clase de caza es el otoño, cuando pasan las enormes bandadas con rumbo a las regiones meridionales de nuestra Península. En invierno se ven también estos pájaros, así como en otoño y al principio de la primavera, en el tiempo que llamamos los cazadores la contrapasa, o sea, el regreso hacia las regiones septentrionales. En verano sólo quedan las aves sedentarias que, como su nombre indica, pasan todo el año en nuestro país. Estas, más escamonas, son siempre más difíciles de tirar, porque por poco que un cazador aficionado ejercite el sport del buho, será difícil no haya tirado y errado alguna de estas aves, que ya jura en lo sucesivo no volver a caer en el engaño del cimbel. En las épocas citadas puede uno cazar con el buho las cór- vidas de paso en los alrededores de Madrid, en esas lla- nuras peladas de Castilla que son excelentes para el caso. El cimbel puede ser vivo, que siempre es lo mejor, o disecado, pero fijo, pues de no manejar el articulado con una perfección casi imposible de alcanzar, lejos de atraer estas aves huirían para no volver más, porque son mucho más recelosas que las rapaces. El puesto preferible e indiscutiblemente mejor es el subterráneo, porque, como se caza en sitios completa- mente desprovistos de árboles, la presencia de un puesto de ramaje en mitad de una llanura sería lo suficiente para ahuyentarlos. Si el cimbel se coloca en un palo más bajo que el que se usa para las rapaces, será mejor, porque obligará a los cuervos a descender más para atacarle, facilitando así su tiro. Si hubiera un bosque donde se supiese que tenían los cuervos costumbre de descansar con alguna frecuen- cla, se podría aprovechar para hacer en él un puesto de ramaje, arreglándolo de manera que se pudiera tam- bién tirar estas aves posadas en los árboles circundan- tes, donde también se pararán arrendajos y urracas; pero siempre será mejor el puesto subterráneo. Es tal la vista de estos animales que ven al cazador por la tronera, por lo cual se recomienda, no sólo el uso de ropa obscura y la mayor ausencia posible de luz den- tro del aguardo, sino el uso de una careta, para que no les llame la atención el color de la carne, y unos guantes para que no se vean las manos. Cuando un bando de cuervos ataca al buho no se deberá tirar al montón, sino apuntar a uno solo, pues de lo contrario no se matará ninguno, como sucede muchas veces. Se cargará la escopeta lo más deprisa posible, y como estas bandadas suelen dar varias acometidas, antes de retirarse habrá ocasión de hacer dos o tres carambo- las. Lo que se debe evitar es salir del puesto para reco- ger las víctimas, porque si hubiera otro bando que pu- diera entrar, es el medio más seguro de que no lo haga. Los cadáveres, y, sobre todo, los pájaros alicortados, lejos de ser un estorbo, son un cimbel excelente, que se convertirá en un auxiliar poderosísimo del buho. El plo- mo 4 y 5 me parecen muy buenos para tirar los cuez vos. Esta caza no es nunca tan interesante como la de las aves de rapiña; pero cuando no hay otra cosa no deja de ser entretenida, además de beneficiosa, pues sabido es el mucho daño que en nuestras siembras hacen estas aves. Tiene la ventaja de que si se da con un buen día de paso se tirarán muchos tiros. Lo que sí es necesario, antes de hacer el puesto, es fijarse bien en los sitios por donde pasan los cuervos, y en cada uno de ellos establecer un aguardo, porque no será bueno cazar siempre en el mismo punto, sino ocu- par alternativamente los más estratégicos. Hecho esto, y teniendo un día de esos claros y serenos de otoño o invierno por delante, no hay más que lanzarse al campo y seguramente, con un poco de suerte, se divertirá uno tirando cuervos y algunas rapaces. JUN e | Hb ] 1 hh ez e " AN ' ' .b Ú | 1 » ' Me nes Lab e | ey 1 NE 0 A Y e TÁ AN me h 1d ¿ NN y? a 0 dl Y % AN f he ( Mi ¿YN Í 02h AN NN sol O » Sy p SE : ñ y Y] UR o 1d +] de e 05 GEN blas ES Es a j á AÑ DA 104 j 0N) a (1 ME a A A O A AS ASIMILA dd SU sn MA y 0) / y! t IÓ A eeh Y gra Il qa AS e bj Pepa A y levis a La ri , 1 Í Ai Y A a ! : 4 Í e Ar NN 7 MERLO AT A la -d i y e Ñ 4 p il YA, fe PY y M ai AE ' - Med me MA UI AS h ] 1] h ) "A Ñ ' e? J yn ¡ y HN » ' AV Pa ) ' 1 qui S le OILd0) MN IE De P Ne Pi N d Me AA ' AN $ if L ASUMA Y inner E RN : 1 mn ¡ EN IE EAS eN AAETIgId AÑ sl " 1 y ] Y % VANO » A ni CABTTUEO: XVI De las diversas especies de aves que pueden cazarse en España con el buho. Como he dicho al principio de este libro, la caza con el buho es, con la acuática, aquella en que se obtiene mayor variedad de especies de aves. Se matan de este modo todas las de rapiña diurnas, excepción hecha de las tres clases de buitres y el gypaeto o quebrantahue- sos. También acuden a este cimbel, como se sabe, los distintos cuervos, los arrendajos y alcaudones. Si se quiere matar alondras o pajarillos, será preferible em- plear mochuelos o buhos pequeños, vivos o disecados. Las nocturnas también se pueden cazar con el buho; pero esto es ya algo más fantástico. Daré una lista de las aves que se matan con el buho o gran duque, siguiendo el orden de tamaño, y enten- diendo por éste la anchura que miden de ala a ala. Rapaces diurnas. Aguila real (Aguila fulva), de 1,90 a 2,54 metros. Aguila imperial (Aquila imperialis). Esta especie es algo más pequeña que la anterior. o Aguila culebrera, circaeto o Juan Blanco (Circaetus gallicus), de 1,70 a 1,80 metros. Aguila perdicera (Aguila fasciata), 1,60 metros. Aguila pescadora o balbusardo pescador (Pandion haliaetus), de 1,60 a 1,75 metros. Milano real (Milvus regalis), de 1,45 a 1,55 metros. Milano negro (Muilvus ater), de 1,40 a 1,50 metros. Aguila ratera o ratonero (Buteo vulgaris), de 1,25 a 1,35 metros. Halcón abejero (Pernis apivorus). Esta especie es del mismo tamaño que el águila ratera. Aguila calzada (Aguila pennata), de 1,16 a 1,22 me- tros. Azor o gavilán grande (Astur palumbarius), de 1,25 a 1,30 metros. Halcón común (Falco peregrinus), de 1,15 a 1,20 me- tros. Aguililla de laguna (Circus aeruginosus). Del tama- ño del águila calzada, pero de formas más esbeltas. Ave de San Martín (Circus Cyaneus). Más pequeña que la especie anterior. Cenizo o ceniciento (Circus cineraceus). Un poco menor que el Cyaneus. Gavilán (Accipiter misus), de 60 a 75 centímetros. Cernícalo (Falco tinnunculus). Del mismo tamaño, poco más o menos, que el gavilán. Esmerejón (Falco lithofalco). Más pequeño que las especies anteriores. Alcotán (¿Falco subbuteo). Igual de dimensiones que el esmerejón. ) AS 3 a O Primilla (Falco cenchris). La más pequeña de las rapaces diurnas. Las rapaces más comunes en general son el cernícalo y el águila ratera y, por consiguiente, las que más se tiran. Entrarán además al buho las distintas especies de cuervos, las urracas, arrendajos y alcaudones y mo- jinos. En la lista que acabo de dar se cuentan 20 especies de aves de rapiña diurnas, que con las seis de cuervos, las urracas, los arrendajos, alcaudones (de los que hay tres o cuatro clases), los mojinos o rabilargos y las siete especies de rapaces nocturnas, nos dan un contingente de más de 40 especies de aves que pueden matarse con el buho. Ya se ve, pues, que la cacería no puede ser más varlada. No he citado en la lista todas las aves de rapiña que hay en España; pero las que he omitido son tan raras o tan sumamente difíciles de obtener, que sólo puede suceder por casualidad; en este caso se encuentran dos especies de águilas, como el águila pigargo, el águila moteada y otras rapaces, como el buzo de los desiertos, especie africana que sólo accidentalmente puede pre- sentarse en España, uno de cuyos ejemplares tuve el gusto de matar en una finca mía en Espelúy (Jaén); el Buteo lagopus, que se puede decir no existe en nuestra Península, según casi todos los autores; el Falco eleo- nora, de los cuales he visto uno yendo en automóvil (sin escopeta, como naturalmente sucede en estos casos) por las inmediaciones del Guadarrama; el Falco vesperta- nus o halcón de patas rojas, y otras dos o tres especies. Cazando en nuestras dehesas y cotos lo que más se tirará con el buho serán eernícalos, gavilanes, águilas rateras y milanos. En algunos sitios como el Guadarra- ma también hay probabilidades de ver acudir algún águila calzada y halcón abejero, estos últimos desde Mayo a Septiembre. Las demás especies es enteramente cuestión de suerte el matarlas, y en cuanto a las aguili- llas de laguna, creo ya haber advertido en el curso de esta obra que aunque se podrán matar en un puesto ordinario, será mejor, si se tiene empeño en obtener esta especie, colocar un puesto subterráneo y el cimbel en un palo muy bajo a la orilla de los sitios pantanosos y terrenos de marismas. Se encontrará este pájaro en las marismas del Guadalquivir, la laguna de la Janda (Cádiz), la de Daimiel (Ciudad Real), la Albufera de Valencia, y en general en todos los terrenos pantanosos. De las córvidas, las más difíciles de matar son las gra- jas de pico colorado y las de pico amarillo, pues tienen sitios precisos en las montañas y riscos donde se en- cuentran, y de no ir allí sería una casualidad que acu- diera alguna al cimbel. Como se ve, son muchas las especies que en España se matan con el buho, y acaso sea la caza que más va- riedad ofrece. CONCLUSION Con esto doy por terminado este estudio sobre la caza de rapaces con el buho; ruego, pues, que me dis- pensen mis lectores las numerosas faltas de corrección en el estilo que hayan podido observar en él; todo lo he sacrificado a la claridad, aun a trueque de resultar pe- sado y machacón algunas veces. Es ésta una recopila- ción de principios y de reglas, fundados, como se habrá visto, en su mayoría, en el sentido común, instinto de la caza y conocimiento de las costumbres de las aves, confirmados por la experiencia y, por lo tanto, demos- trado por los hechos. Mi único objeto es despertar en los cazadores la, afición a este nuevo aspecto. bajo el cual se nos presenta el noble sport venatorio, ya que la Pro- videncia nos ha hecho nacer en un país que tantas bue- nas condiciones reúne para practicarlo. Si la lectura de este libro anima a los aficionados a ensayar la caza de aguiluchos, mucho me alegraré, pues habré logrado en- tonces el fin que me proponía. Sólo me resta ahora de- searles buena suerte, y que no olviden lo que tantas veces he repetido en el curso de esta obra, y es, que la primera cualidad del cazador de aves de rapiña es la paciencia. as "UA, Mt ) md IN A l 0 r ñ UN a TN vi Ñ A D% LE Ñ ” ADO HL Ñ ER RT ROTA NN : JN OT L AA Y q a de Ñ y UNO E ee, EN 7 h f 4 TA AN TA ' BET NDS ) y l y Md PA Ye) ¡ENS pe , a ; A PU Á q AA , ; el 7 A A Y A O E CUR APA ER ol, ; O , : FUE COW ROA 0 UB) ANTESRY kl ' FM * h ¡ EA e GEA GAN ¿AN ' : k i d A) q Mo 3 Í ; pl m A wr s me i H 1 18 yn $ f A AN n 4 / IT] nn Ñ AA 1 l " y qe ' y ) Ñ £7 7 Pi añ d E 4? | Ú o . y) A, : v A JON ae 500 APO AR ABRA IMOCOE ab An cn E LI ISR ES AN E E USO Edo ; Id vEY AE y RINA sa ES nd A yo a . p s Jn 5 DAS 4 ' E ¡ dl $ ¡3 Pi if o AÑ Nh, Ñ ye o DAS h $1 ) 0 Ñ 4 4 y e 44) o Pd y vel á Ñ 7 j vid $ e» É y J LO DAN . j Á MN 4. 5 ' , e y MA y ' pl Í OT 4 1 ' j e INDICE PRIMERA PARTE EXNTEOO ECON alo dls Estas sata dl y Saa alga 7 RA CABEFURO L Lasiaves de Tapllarndoai a a ds Y CAPÍTULO II. Las aves de rapiña diurnas. Las vultúridas .......... o A So E A A O O IO OO LE. e e O SO O de A A A A A AS EXPMITULO 1 Las talcómidaSo da o2de ¿al dado Rapaces ¡unobles. Las Aguilas... «o cocsooiacion cas co co A A A A cal o AS SE O. aio E a e A ER AS IA ALO oo ao a OolO SIB IIdiO d I A ooo LEO da OOOO e Elagulapescadora ea dd a aaa ae el MR ee a CAPLTUTO MELO Midanos sa aaa de dla leonado deter ra/ sio E Elaine a e llo ts e Eliana nero Alo ia feos 50 es ia estao CAPÍTULO VE Bas DUteonidas: ti e al a e aaa PITA LONCELO Ns o o lea ar ig a A o A A A A E IA A a TS A O CaPíTULO VI. Rapaces nobles. Los azores y los halcones. .......... TOSIZOEC a Po SU AAA ARA A E A AA Posta lc NS id Ta aia sita Ms E ser a REO NO Lo iaa dia a Aci Plalcotin ito tit E AI O ES EA ME o oo e o ao o Ócica ds ENCON ida atea La priomlldia 2d isara id ca dee ie a lo Páginas. Páginas CAPÍTULO VIL (CITCIAASS. sico. ao ar a do a a RIERA 113 Arpella o aguililla de laguna ......ooo.ooooooooorcorsarassaso» 114 El 8ve de San Martin ancergar osos e tela ele e alas Ji 118 LCODIED. vayas also ei e ia boa a ee A CapfruLo VILL Rapaces DOChUrnas. «op... ¿densa jala ela 123 ELPLn AOque ve... «eras a a 126 AAA A O O 129 alle chuza (campestre e aia llo lalo iii 132 AMECA is O AS NA oe 134 A E E AS O IE ao 137 CITADO) telefe te ofenda tallo le lalo eta oleto tere le rola ie ias! do dla al la oct 140 ¡Ma IS ANA OO OOO a Sala py aidO jo E 143 CAPÍTULO TX: Las laniidas. e coo a esla Rea pla 147 Eltalcaddón Tello tte rie alot rotos slo iO 149 CRPETOLO 2 as COLVIdAS: le lle iia la Nara ae 155 IA O RS A os DO DAS OO ES 157 ENE PTAJa ej rojo lla pslale galo Deje ya a eres dl O O sa 161 AN A O o to O IO AS E AE 164 EA ME o O NS IS oa yy pb pas pad. 167 a ehovalde (pies (amartlo e el 171 Paichova de pico encarnado leete 174 A SS AO OS OO SEO OS ÁSOto 176 Bl-mojnoprablargo iaa idad Dates [ciales loo aio 0 ala eee Se 180 ENArendajO. aio de oe ci ARE o 182 A MUIraca o varela rs foja lena elo cora lea yada eje A on Soo Or 185 SEGUNDA PARTE CAPÍTULO TL. Tntroducción.. sele alejo detal e allioli TAE 191 CarPÍTULO 11..Un poco de historia. ........« «0 «npleaolvalca alle al 195 CapítULO III. Distintas cazas con cimbel, señuelo o reclamo de vista. 199 Señinelos derterror. Elyyavilán artificial. Lo. ra o 199 a cometa¡en torma de aye de tapida 201 Señuelos de curiosidad. La caza de alondras con espejuelo ...... 202 Señuelos o cimbeles de presa. e... sido la aa 204 Señuelos de SIMparías eco cines AS de OS 206 Caza de patos salvajes .... 0000... e ea else a AE 206 El cimbel articles loto aterra odos isla elote fala lo tee Tole ae UN 207 Caza de palomas torcaces. ..c.o. co. me.nios ojo jala aaa lo od o 209 Otras'cazas ¡sInulares. ae lae aaa edo ASUS SI 213 Señuelos .o.cimbeles de Od1O. ne a 215 Caza de pajarillos con mochuelo. ........ooooooomooomm.o..»...o. 216 Gaza de alondras con mochuelo... .... .oasielo ea je leaf 217 Páginas. CAPÍTULO TV. El bubo o Pra IE Dicc cocer 221 Cómo y dónde se puede adquirir un buho vivo ................ 224 Cuidado que requieren estas aves, su alimentación y transporte PUES CALAS OA MAA A ad ds o add dl 225 Transporte del buho al sitio de CAZA ......-.<< oo oocoonctoizo 232 CapíruLO V. Empleo del buho vivo para la caza. ................. 235 A A A 235 A A A A 238 A A A A A AAN AR AAA 241 A A AI A 242 o a is AAA PA 243 a A GA A 244 Piquete o palo de movimiento vertical ................o.-.... 244 ARE E E A A 246 Apreciación sobre la caza con el buho vivO.................... 251 CapítuLO VI. Caza con el buho disecado y artificial. .............. 254 AOS ESCASOS a o das dj dz a 254 DOLO dicos Y SEICULA OS. ¿2 ¿om aida aaa 256 o MEP E AAA A RE 260 A cie e OLE rd dd aa dd da da 261 Apreciación general sobre la caza con los buhos disecados. ...... 261 Accesorios para la caza co1 cimbeles disecados ......ooooo.o..... 262 Cómo deben cuidarse los cimbeles disecados. .................. 265 CapíruLO VII. Otros cimbeles. El buho pequeño.............-...- 267 Empleo del buho pequeño para la caza. ..........oooooooo.o.- 269 PE PEQUE dE LO Doo coa nn 269 El buho pequeño disecado y articulado. ............o ooo... 270 a AAA 271 PERE DOS MEUES VIO an pda 273 Pl hartang de las mieves disecado. -..ooooo.. << --Boodo»» 274 Empleo del alcaudón para la caza con el buho................. 275 CapítuLO VIII. Los puestos; sus diferentes clases. Elección del sitio PILA CAER UPS e a o a e e 277 ii A AAN 280 DHES TOS EOS y o ls e e A 280 Puestos Construidos sobre el SUCIA nooo conan 283 a RUE AAA A A 287 aer A E A A 290 MNryeplo tección de Me PUESTOS. ¿mracnacroaronerandar dans 2s 292 CA OA PEREDA ¿ia a aaa aa ata ds AA 292 A AR E A AA 293 A A O. a mea AR ae all e a a le 294 Modelo de arreglo de un puesto grande subterráneo. ........... 298 A AAA 301 RR A IS, EAS 304 A A A A O IO TP 304 A A A 306 E A A 308 — 362 — Páginas. CapíTULO IX. Colocación y maniobra de los cimbeles.............. 311 Colocación del cimbel. 2 rt a de rapida ela cae ras 311 ElNarbolhidetiror. laos dis lo a e OD O AC SI BORA POR 314 Preparativos para la.Caza dela dro olaaa re ao alí e AA lee 314 Maniobra del ¡DUO VIVO atrenntainr a IO NO EA 316 Pl 'BUbo diSecadO' TO + canas rana ars da e Y GN 317 ENDURO MECANICO A A o 317 Maniobra del buho disecado y articulado ...............ooo.o.o.. 317 CarítULO X. Accesorios para cazar con el buho. Armas............ 321 IEDICIORES a it a ao al ia bl a des DIS A E ra SAA A aa 323 Otros (accesorios ae aladas leva tapo ao arOS ells as lab 324 CAPÍTULO -X1; Tiro de las aves de taPMiñla vs uc e a A 327 ESPE POSO. a a AO, 330 CaAríTULO XII. Epocas del año para cazar con el buho ............ 333 ESTACIONES: PENA Vera Sd 333 IMETAMO ant eee isis et des la cds. ETE. y ISI IN 335 A A E O ON O OO e aioo 337 TOYICTAO A a E RA ROMS 338 Horas más favorables para cazar con el buho ..........o.oo.oo.. 338 Influencia del tiempo sobre la caza con el buho................ 340 CaPíTULO XIII. España considerada bajo el punto de vista de la caza Con. el DUO A aa a es le ala O A 341 CaPíTULO XIV. Caza de rapaces nocturnas con el buho. ........... 347 Parcazaidelibuhocon elbuho A 347 CapríTULO XV. Caza de las córvidas con el buho .......ooo.o.oooo.. 349 CarítULO XVI. Diversas especies de aves que pueden cazarse en España/conel Dubois Se Ne RO 353 CONCLUSIÓN A ed O AA NN 357 E 2 AE AS ' ! 1) ll 14114 0 .A2M49 na y su caza / 03 I | nhbird OL696 ves de rapi WI | | | 3 3088 D | Sa VEIA de