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SUCESORES DE N. RAMÍREZ Y C". EDITORES
BARCELONA
AMESIOANOS
CÉLBBRBS
GLORIAS DEL NUKYO MUNDO
POR LA
BARONESA DE WII^SON
TOMO II
i <^OP
BARCELONA
TIPOLITOGRAFIA DE LOS SUC. DE N. RAMÍREZ Y C
Pasaje de KscudilleíS, número 4
1888
AMEElCAÍsOS CÉLEBRES
TOMO SEGUNDO
BARCELONA
I.Ml'. StCKSOKKS IJK N. EaMÍUEZ Y C.
Pasaje de Escndillers, 4
188 8
Es PltOPIKDAD DE LOS EdITORKS
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BRAULIO (JARIIILLO
AMERICANOS CÉLEBRES
BRAULIO CARRILLO
diáfano y hermoso cielo de Costa Rica, cobijó en Cartag'o La cuna del benemérito Carrillo, en el primer año del sig'lo xix: y como en aquella época la Universidad de León (Nicaragua) era la más cercana, notable y á propósito para que la juven- •ostarricense recibiese esmerados estudios, á ella con- (') el niño Braulio hasta recibirse de abog-ado. El estudiante presenció en Nicaragua los primeros esfuerzos de los patriotas La Cerda, Soto y Argfüello, para dejar de ser colonos y convertirse en ciudadanos, y las terril)les persecuciones, los destierros y por último, el triunfo de las ideas liberales proclamadas el 15 de Septiembre de 1821. Braulio Carrillo albergaba alma grande y enérgica en pequeña estatura, inquebrantable fuerza de voluntad, carácter resuelto, serio, honradez á toda prueba v modestas costumbres. Concluida su carrera v deseoso de conocer todo el Centro América, visitó el Salvador, Honduras, Uuatemala v di<) vuelta al suelo patrio en I80O.
Su notable instrucción, su amor al trabajo, v la austeridad que demostraba en el cumplimiento de sus deberes, le conquistaron popular reputaci(')n v el honroso cargo de Fiscal en la suprema corte de Justicia, de la cual fué poco después Presidente.
AMERICANOS- f!KLKBRp:S
II
Mandaba por aquel tiempo en Costa Rica el honrado ciudadano D. Juan Mora, que á raíz de la independencia había sido electo jefe supremo y era liberal conservador y hom-bre de prestigio y popu- laridad.
Carrillo, asociado con otros jóvenes, intentó algunas reformas en la administración judicial para los nombramientos de jueces y magistra- dos; pero juicioso y reservado, rechazó la idea de atropellar el orden y de crear conflictos y desavenencias.
En 1834 fué nombrado para representante de Costa Rica en el Con- greso federal que se encontraba reunido en Sonsonate (vSan Salvador), y el que poco después se trasladó á la capital en abierta pugna contra el jefe Sanmartín, que fué derrotado por las tropas federales y las del Estado de Guatemala el 23 de Junio de 1834 y completamente disper- sas sus fuerzas el 4 de Julio.
D. Braulio Carrillo se ausentó del Salvador y llegó á Costa Rica en 1835, precisamente en momentos en que 1). ^lanuel Fernández había sido nombrado vicejefe, y que por dimisicni del jefe D. José Rafael (lallegos, desempeñaba provisionalmente aquel cargo.
Carrillo fué electo primer jefe del Estado durante los dos años que faltaban para concluir el período de Gallegos.
La asamblea del Estado había decretado la supresión de diezmos el 31 de IMarzo de 1834, y Carrillo expidió otro decreto el 20 de Agosto del año siguiente, suprimiendo varios de los días festivos y las procesio- nes por las calles en los destinados al trabajo. Ambos acuerdos fueron desaprobados por el clero, y como también había producido verdadero descontento y seria alarma la traslación del Gobierno desde la capital Cartago, á San José, alteróse el orden, y D. Desiderio Cuadra, vicario capitular de Costa Rica y Nicaragua , que componían una sola Diócesis, tomó parte en contra de Carrillo por los decretos ya mencionados.
BRAULIO CARRILLO
III
El Gobierno resistirá con entereza y triunfó del pronunciamiento, dejando afianzado el principio de autoridad y consolidada la tranquili- dad pública.
Al concluirse la lucha, present<5 Carrillo su renuncia del mando á la Asamblea Constituyente; pero esta corporación crey(5 que podía ser per- judicial á los intereses del pueblo admitir la dimisión del jefe supremo, manifestándole en nota oficial cuan necesarios eran aún sus servicios l)ara el país, y restablecidos los diezmos por acuerdo del 11 de Marzo de 183(j, continuó el })rimer magistrado ejerciendo el poder hasta 1837, época en la cual concluía su corto período, después de haber sofocado un conato de revolución acaudillada por el coronel Quijano, que había inva- dido el Guanacaste con algunos nicaragüenses.
Carrillo desplegó en aquella intentona no sólo gran actividad, sino severa entereza para castigar á los culpables, y promulg() un decreto })oniéndolos fuera de la ley y sometiéndolos á la justicia pública, pues que el artículo 1.'^ dice así:
« Se ponen fuera de la protección de las leyes á Manuel Quijano, Pedro Avella a^ ^Manuel Dengo, por haber invadido con armas el Estado y á los que en ésto les acompañen; en consecuencia, cualquier persona puede ({uitarles la vida sin responsabilidad, y ejecutándolo con alguno de los tres primeros si fuese de sus mismos cómplices, queda indultado de la pena que por su complicidad mereciere».
IV
I). Manuel Aguilar sucedió á Carrillo como jefe supremo y D. Juan ^lora como vicejefe, pero á pesar de que ambos atendieron con paternal esmero para contrarrestar los terribles estragos del cólera, ocupándose eficazmente de la higiene pública y en auxiliar á las poblaciones durante la asoladora e[)idemia, reinaba profundo descontento, y la opo- siciiMí contra Aguilar era base de serios conflictos. El 2(5 de Agosto de IH.'jT, estall<) un [)roniniciamiento que el Gobierno paraliz(') con mano
AMERICANOS CELEBRP:S
fuerte expulsando á varios de los sediciosos; pero la revoliici<')ii no estaba sofocada; D. Braulio Carrillo atizaba el fuego de la discordia, aspirando de nuevo al supremo poder.
El 27 de Mayo de 1838, estalló el motín provocado por Carrillo, (pie vestido con la mayor sencillez, se había presentado en la plaza en momentos que tenía lugar una parada, y arengando á los soldados y excitando su amor propio con el recuerdo de pasadas glorias, les impulsó á la revolución al grito de « ¡Viva el jefe del Estado D. Braulio Carrillo! ».
La sedición triunfó, y Aguilar y Mora salieron desterrados por el hombre que con censurable afán de mando mostraba la nueva senda para violar las instituciones y atacar á la legitimidad y al derecho. ¡Lamentable ejemplo seguido con frecuencia y que ha dado resultados de gran [magnitud en contra de los países americanos; dañada semilla (pie al brotar ha sembrado la ruina, la paralización y el luto!
V
Había sido Aguilar hombre conciliador, amante del cuni})limiento de su deber, recto en sus disposiciones, todas aprobadas por la Asamblea; y aun para castigar á los perturbadores del orden público, se sujet(') á la opinión del alto cuerpo nacional. Nada autorizaba la insurrección, nada podía absolverla. Los pueblos no protestaron, por debilidad tal vez, y numerosas firmas llenaron las actas.
Esta falta de Carrillo, si bien inñuyó desfavorableuiente en la opinión pública, no impidi(^ reconocer (jue el golpe inconstitucional ([uc le investía de nuevo con la suprema autoridad, era base de la organiza- ción de Costa Rica, unida hasta entonces y formando un todo con los demás Estados del Centro América.
Estableció los códigos civil, penal y de procedimiento; reglament(> la policía, organizó los tribunales y la Hacienda nacional. Las disposi- ciones, planes y decretos de Carrillo tendieron á la completa autonomía del país; siendo su constante afán engrandecerlo y mejorarlo dotán- dole con puentes, caminos, edificios, alumbrado en varias poblaciones y haciendo reformas para embellecerlo y poniendo los cimientos para su progreso y riqueza.
HRAILIO CAKRILLO
VI
Entre los acuerdos de Carrillo hay varios que le hacen merecedor de justos elogios, por más que en ellos se encuentre el deseo de tomar la ini- ciativa, más bien ({ue la madurez de planes destinados á desarrollar la instrucción popular y á formar ciudadanos útiles é instituciones benéficas.
Algunas tentativas de revolucicni , provocaron terribles castigos y sentencias de muerte conmatadas })or destierro. La severidad y dureza contra los revolucionarios obscurecieron acciones bellísimas y sobresa- lientes hechos de la vida de Carrillo: muchos de sus decretos fueron arbitrarios, y en Marzo de 1<S41 se había declarado jefe supremo perpe- tuo, promulgando la célebre Ici/ de (jarantías, sobreponiéndose á liberta- des, derechos y leyes, é imponiendo omnímoda su voluntad.
El mando de Carrillo puede considerarse como una dictadura, y á pesar de que en ella resaltaran grandes condiciones de mando, sin embargo, pesaba sobre los pueblos y creaba descontentos y enemigos, precisamente cuando la América Central atravesaba por una serie de acontecimientos políticos (pie la conducían á la ruina y á la anarquía.
Los pueblos, en tal conñicto, no vieron su salvación sino en el invicto Morazán, y llamado por beneméritos patriotas centroamericanos, se presentó en 1S42 en aguas costarricenses.
La noticia alarmó á Carrillo, que ex})idp() correos á todas partes para organizar la defensa, y setecientos hombres, puestos á las órdenes del general Villaseñor, salieron á batir á Morazán.
\u
No repetiremos detalles que ya hemos consignado, ^ ni acontecimien- tos que dieron por resultado el convenio de Jocote, la caída de Carrillo
Biogratia ilo ^[orazúii.
10 AMERICANOS CÉLEBRES
V SU expatriación que le llevó á las repúblicas del Sur, y por último, á San Salvador. En San Miguel , vivió durante algún tiempo ejerciendo la abogacía y deseando en vano volver á Costa Rica.
Vu decreto fechado en San José en 5 de Octubre de 1842, prohibía A'olver al suelo patrio á los proscriptos, y Carrillo estaba sentenciado á la triste vida del destierro.
Tres años más tarde fué víctima de un crimen y de una venganza personal.
Las luchas civiles dieron facilidad al hombre que, resentido por la pérdida de un pleito, se asoció con algunos facinerosos, y sorprendiendo á Carrillo en un bosque solo é indefenso, lo asesinó villanamente.
Contaba cuarenta y cinco años. Su trágica muerte despertó en Costa Rica profunda piedad y generoso interés hasta en el corazón de sus ene- migos políticos. Recordáronse sus servicios, su honradez y sus sencillas costumbres, lamentando que hombre de tantos méritos hubiera tenido tan prematuro y desastroso fin.
Sus restos fueron transportados en 1849 por orden del Gobierno de Costa Rica, y descansan hoy en San José, en el seno de la patria que venera y respeta la memoria de uno de sus hijos más notables.
Enemigo del hombre vicioso, admirador del hombre de talento y amante del trabajo, premiaba y estimulaba con largueza al último, á la par que anatematizaba y perseguía tenazmente al primero.
Sus errores y las sombras de su mando, desaparecen ante las brillan- tes cualidades del ciudadano probo y abnegado.
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benjamín feanklin
BENJAMÍN FRANKLIN
^x una pobre casa de Goveriior's Eiland, en las cer- "" - canias de la Atenas norteamericana (Boston), nació el 17 de Enero de 170G, el niño que andando el tiempo, había de ser orgullo y gloria de su patria. Destinado estaba á la fabricación de velas y jabón, como su padre; pero siendo el más joven de sus seis her- manos, más delicado de salud y tal vez porque aun desde la niñez manifestaba despejada inteligencia , obtuvo, ya cumplidos los doce años, el puesto de aprendiz en casa de su hermano Santiago, en donde i)or ser éste impresor, consagraba todos sus momentos de ocio y aun las horas de la noche al estudio, desarrollándose con él, la natural tendencia á la literatura. Ya en 1720, se publicaron algunas de sus producciones en \\n perió- dico propiedad de su hermano, y poco después pasó á Filadelfia y de allí en 1723 á Londres, con el objeto de adíjuirir cuanto necesario fuera para instalar una imprenta; proyecto que, á pesar de sus esfuerzos y del empeño que en llevarlo á cabo tenía, no logró realizar por entonces. De regreso á Filadelfia, hubo de aceptar el puesto de tenedor de libros en la casa del comerciante Denham, si bien fué de corta duración su estancia en ella. Su muerte le" privó de su protector, y Benjamín Fran- klin, se encontr*') de nuevo sin otra riqueza (|ue su perseverancia y su talento.
12 AMERICANOS CÉLEBRES
II
Pero tenía A'einte años y era norteamericano. Es decir, contaba con el poderoso auxiliar de la juventud y del carácter emprendedor y labo- rioso de los hijos del Norte América, poseyendo además un corazón lleno de entusiasmo y ansioso de gloria.
Resplandece en los Estados Unidos el espíritu de protección , v j^racias á Ui de alj^'unos amig-os, consiguió Franklin fundar una imprenta, y de lleno entró en la senda literaria alcanzando en ella, honra y prez.
E¡ Ahiiaiiaqnc del huen Ricardo^ publicado en 1782, fué un modelo de originalidad en el estilo y en los pensamientos, y en ellos se reflejaba la moral más práctica y bella, y el amor á la humanidad.
Adviértese en sus producciones, la elevación de un fil()sofo y la de un sabio, y el anhelo é interés vehementísimo por el desarrollo de las gran- des y sublimes virtudes en el hogar y en la sociedad.
Realmente, su libro Proverbios del viejo Enri(iue ó la (dencia del huen liieai'do, es una de las obras más perfectas por sus tendencias V singula- rísima forma.
Pero no era la literatura para Franklin, sino agradable pasatiempo; distracción en los profundos estudios de la Física y de la Mecánica.
Le estaba reservada gloria mayor, y el lauro de útiles y grandiosos descubrimientos.
III
Por medio de ensayos experimentales, resolvi() ])roblemas hidrodiná- micos, é hizo notables estudios relativos al calor económico: su incansa- ble actividad y amor á la Física y á la Mecánica, le hacían creador de aparatos sencillísimos para sus experimentos; y cuando se estudia la vida de Franklin y se le ve usando como péndulo })ara medir el tiempo, una insignificante varita, se recuerda al sabio colombiano Caldas y á sus aparatos inventados por él.
BENJAMÍN FRANKLIN 13
Son dos hombres que tienen en su vida grandes puntos de con- tacto; ambos están identificados con el progreso científico de su suelo patrio; ambos eran sencillos en sus gustos, modestos en sus costumbres.
Por el año 1747, había ya conquistado el sabio norteamericano la consideraci(')n debida al genio, y el entusiasmo por sus investigaciones sol)re la electricidad.
En 1700, tuvo Filadelfia un pararrayos colocado por Franklin en casa de M. AVest; formábale una barra de hierro aguzada en la extremidad superior y puesta en comunicación, por medio de una varilla metálica, con otra que llegando hasta el suelo, se introducía en él á gran profun- didad.
El rayo casi inmediatamente hizo ver la utilidad del aparato.
En 1783, se encontraba en París el afortunado inventor, negociando el célebre tratado de paz y reconocimiento de la independencia ameri- cana: entonces, en su propia casa, colocó un pararrayos, el primero que se veía en París.
Francia é Inglaterra , no habían concedido á la invención el valor que tenía, v no faltaron físicos que intentaron reformarla, pero sin éxito, demostrando la experiencia, cuan acertado estaba el sabio americano.
IV
Su inteligencia y prestigio, le llevó á ser doctor en Derecho de la ITniversidad de Oxford, Director general de Correos en las colonias inalesas del Norte América y delegado de Pensil vania en Londres.
Su talento, sus apreciaciones en la trascendental cuestión americana, aumentaron la fama (pie el docto hijo de Boston había conquistado, y de tal modo, que á su regreso á Filadelfia, después de haber corrido grave riesgo en la Metrópoli inglesa, en la cual era ya un rebelde, fué desde entonces más admirado aiin el patriota, el hombre consagrado á la emancipación de su patria, que el sapientísimo físico y mecánico que de los fen(')menos de la electricidad hizo surgir el pararrayos.
Como ya hicimos referencia, fué nombrado en 1775, embajador de los Estados Tenidos en París, cuando aun la independencia de su patria no había sido reconocida, ocupando tan alto cargo hasta 1785.
14 AMERICANOS CÉLEBRES
Tuvo la (gloria de firmar los preliminares de paz con Ingdaterra, y haber contribuido á tan feliz solución.
Avanzadísima era ya su edad al regresar á su país: contaba setenta y ocho años; pero aun, como presidente del Cong-reso de Pensilvania, empleó su inteligencia en bien de la patria.
El 17 de Abril de 1790, fué un día de duelo para el Norte América, y es aniversario de imperecedero recuerdo: el de la muerte de Franklin.
Al entregar su cuerpo á la Tierra, adquirió segunda vida en el templo de la inmortalidad.
ABDON CALDEIION
ABDÓÍí CALDERÓN
EL HÉROE DE PICHINCHA
ORRÍA el año de 1822: el sol de Mayo iluminaba con
brillantes fulgores la cima del volcán Pichincha, y
en su regazo bullía y se agitaba la ciudad de Quito,
temerosa é impaciente por el resultado de la batalla
que entre realistas y patriotas se libraba en aquellos
momentos.
Al sur del volcán y á una altura de tres mil sete- cientos cincuenta metros sobre el nivel del mar, esta- ban escalonadas en el descenso de la loma, las fuerzas ^^^E independientes mandadas por el intrépido general Sucre.
En la noche anterior á la batalla , — 23 de Mayo, — los soldados habían escalado las peñascosas faldas del Pichincha, y en tales posiciones aguardaban á las tropas realistas del virrey Aymerich, que subían por los difíciles descensos del volcán.
Las empinadas crestas del Rncu PichincJia y de Guagua Pichiucha, ^
})arecían los testigos impasibles v severos de aquel desafío de principios.
Los jueces inexorables; los mudos representantes de la raza de los incas.
El lujo y gala de la pr(')diga Naturaleza, los frescos valles bañados
por mágica luz, la lozanía de aquel risueño todo, hacían singular con-
' Picliinclia viejo y I'icliii
ICilil IIIIK
16 AMERICANOS CÉLEBRÍ^S
traste con el fragor del combate empeñado y con la sangre que enrojecía ya el manto de esmeraldas que cubre el montecillo.
Con igual denuedo se batían los soldados de España y los de la liber- tad, siendo de éstos el batall(5n Yaguaclií el más em})eñado en la contienda.
JI
Mandaba la tercera compañía un joven guayaquileño, esforzado y entusiasta republicano, vastago de noble y vigoroso tronco: batíase con denuedo, y peleaba además con la desesperaci<')n y el dolor producido en él, por el fusilamiento de su padre. Este joven, destinado en ese día á escalar el templo de la inmortalidad, era Abdón Calderón. '^
Su ciudad natal era Guayaquil: sus padres, D. Francisco Calderé)n y doña N. Garaicoa, respetada matrona y decidida republicana.
Diez años hacía que el denodado coronel Calderón, había sido víc- tima de su patriotismo. En la acción de San Antonio, mandaba una parte de las fuerzas patriotas que fueron atacadas por el virrey Sámano; pero la suerte protegió á los realistas, así como en el combate de Ibarra el 1.'^ de Diciembre de 1812.
Derrotados los independientes, huyeron Calderón y varios compañe- ros de infortunio, con dirección á la Nueva Granada, para engrosar las ñlas de los republicanos que se batían en el Cauca.
Los vencedores persiguieron activamente á los fugitivos, y no habían vencido larga jornada, cuando los realistas lograron darles alcance y conducirlos prisioneros á Ibarra , en donde fueron fusilados en el mismo día. Calderón, D. Manuel Aguilar, el francés Marcos Buyón y otros.
En ese funesto combate se sacrificaron nol)les vidas, útiles y glorio- sas para la patria.
El recuerdo de aquel terrible episodio vivía siempre en el corazón del valeroso hijo del Guayas, y esto, unido á su acendrado amor por la independencia, le prestaba brioso empuje y sed de triunfo y de ven- ganza.
- Hermano de D.' Baltasara Caklorún de Roca Fuerte, esposa del procer ecuatoriano do este nombra
AI5I)(')X ('ALI)i:ií<)X 17
II
Casi, en el principio de la {xcciun, una bala encmif^'a le hirió en el brazo derecho, imposibilitándole para seguir manejando la espada; pero impávido, sereno, sin cuidarse de la sangre que de su herida corría, ])asó á la mano izquierda el acero y continuó luchando sin que decayora .su animoso espíritu: al contrario, podría asegurarse qne, cual león herido, sintió crecer su arrojo y su braveza, puesta de nuevo á prueba })or otra bala, que rompiéndole el hueso del antebrazo, hizo saltar la espada de su mano.
No por eso quedó fuera de combate. El alma de Calderón estaba tem- plada como el acero, y ligado su brazo por un sargento y sostenido por un })ai'iuelo colgado del cuello, y con la espada colocada en la vaina, á la cintura, siguió mandando á la cabeza de sus bravos soldados con bizarra serenidad.
La resistencia de los españoles era tenaz: disputaban palmo á palmo el terreno, y con estoica constancia defendían sus "posiciones, haciendo murallas con sus cuerpos.
Era preciso forzar la última que aun conservaban en la falda del niontecillo, y la tercera compañía del Yaguachí adelantó sobre los enemigos.
(^alderón sintió un dolor vivísimo: un balazo le había dado en el muslo izquierdo, poco más arriba de la rodilla, desastillándole el hueso. Pero los momentos eran supremos; los españoles lanzaban su reserva, y la batalla se decidía en aquel instante. El heroico guerrero dio una carga con su compañía , sostenido por la fuerza moral , pues la física le abandonaba va.
I Y
La victoria estaba ganada; pero no sin que una de las últimas balas
fuese á destrozar el muslo derecho de Calderón.
Al caer exánime, exclamó: «Hemos vencido; ahora se puede morir
en paz ». *
18 AMERICANOS CÉLEBRES
Sus soldados, que le adoraban, le recogieron con religioso respeto, y envuelto en una ruana, lo condujeron al campamento.
Al amanecer del día siguiente, se extinguía el soplo de vida (^ue aun tenía el valeroso joven.
El general Sucre le ascendió á capitán después de muerto, y Bolívar, admirador de todo lo grande, quiso honrar su memoria con el decreto siguiente:
• «1.*^ Que á la tercera compañía de Yaguachí, no se le pusiera otro capitán.
»2.*^ Que siempre pasara revista en ella como vivo, el capitán Calde- rón, y cuando fuera llamado por su nombre, toda la compañía respon- diera: «Murió gloriosamente en Pichincha, pero vive en nuestros » corazones».
»o/^ Que á su madre D.''^ N. Garaicoa, de Guayaquil, se le pagara mensualmente el sueldo que disfrutaba su hijo » .
¡Gloriosa ovación y recompensa justa á tanto merecimiento!
FRANCISCO MOEAZAN
FRANCISCO MORAZÁN
uÉ extraña simpatía nos liga á veces con determinadas individualidades? ¿Qué intraducibie atracción ejercen sobre nosotros, su nombre, sus triunfos, su historia y el trágico desenlace de su vida?
¿Existe, por ventura, algún lazo misterioso que nos une con el pasado y nos identifica con aquellos seres, cuyas ideas fueron las mismas que hoy se agitan en nuestra imaginaci(5u y hasta impulsan nuestros actos?
La azarosa existencia del general D. Francisco Morazán, ha desper- tado en mí, no sólo interés sino entusiasta admiración, y con cariñoso empeño, evoco su recuerdo y trazo los hechos más culminantes que ins- piraron culto y respetuoso amor en muchos, y el odio implacable de aquellos que, eran demasiado pequeños para juzgar y comprender la grandeza de sus ideas y la hidalguía de su corazón.
II
El día oO de Agosto de 1882, llegué á Chinandega, alegre y pintoresco verjel de Nicaragua, y entre las personas que festejaron, halagaron y acogieron á la peregrina, se encontraba un hijo del general Moraz;ín, del héroe centroamericano: á él debí el retrato que aconq)aña á este perfil biográfico; él también desvaneció algunos errores que en mis apuntes había. ¡Que vayan estas líneas hasta el modesto hogar de la.
20 AMERICANOS CÉLEBRP^S
familia Morazáii, como un recuerdo de aquella que cumple hoy la pro- mesa empeñada entonces!
El legendario apóstol de la unión centroamericana, nació en Teoni- cigalpa (Honduras), en 1799; su padre era criollo francés, natural de una de las islas de la India Occidental y su madre hondurena. Sus pri- meros años pasaron dedicados á los cortos estudios que en aquella época se podían proporcionar, hasta que la provincia de Honduras fué inva- dida por las tropas del presidente Arce, al mando del coronel don Justo Milla, para derrocar á D. Dionisio Herrera, jefe del Estado de Honduras y liberal honrado. Entonces se revelaron las elevadas prendas morales de Francisco Morazán. Su carácter era vivo, enérgico, intré- pido; estaba dotado de claro entendimiento y cultura natural. Su pre- sencia era distinguida, la estatura gallarda, el semblante noble y simpático, la mirada profunda y penetrante: tenía las cejas bastante poljladas, indicio de voluntad absoluta; su nariz podía calificarse como aguileña, su frente era ancha y toda su persona llevaba el sello de superioridad.
La tempestad revolucionaria se extendía por todo el Centro Amé- rica, y la federación sucumbía en las pampas de Chalchuapa, cuando apa- reci(') en la escena política el hombre que enarbolando el estandarte de los libres, se declaraba defensor de la agonizante república. Su primer triunfo fué el de la Trinidad. A^ictorioso y dueño de Comayagua (Hon- duras), entró en la capital encargado del Poder ejecutivo como el m;ís antiguo de los consejeros, é inmediatamente se consagr() á organizar el ejército destinado á socorrer á los salvadoreños. El general Morazán se puso al frente de la expedición, y sin vacilar, salió para San Miguel, arrostrando las torrenciales lluvias: la falta de víveres y las privaciones de todas clases, viendo de día en día disminuir su ejército; entonces se dio la acción de Gualcho, en la cual se cubrieron de gloria hondurenos y nicaraíiüenses: «...de Gualcho me dirigí á la ciudad de San Miguel en busca de recursos para pagar los haberes atrasados á los soldados, ves- tirlos y darles de gratificación medio sueldo que se les había ofre- cido». ^ Corta fué la permanencia de Morazán en San Miguel. El general Arzú se dirigía al Lempa mandando una división, y el valiente hondu- reno marchó á impedir el paso del río al enemigo.
* Memorias de Morazán.
FRANCISCO MORAZÁN 21
Este adelantó ocupando la hacienda del Socorro, situada, — dice Gar- cía Granados, 'en sus memorias, — como á ochocientas varas de la mar^i^en del río, y comprendiendo la imposibilidad de pasarlo por aquel punto, descendi(5 hasta tres leguas y' empezó á cruzarlo en dos canoas que al efecto había conducido por el bosque hasta aquel sitio.
Cuando Morazán tuvo noticia de que el enemigo desembarcaba, ya era tarde , y Aycinena , jefe de la división compuesta como de cuatro- cientos hombres, había logrado hacer pasar unos ciento cincuenta. Sin embargo, el jefe hondureno intentó impedir á los serviles la mar- cha hacia San Miguel; pero aun cuando el encuentro fué reñido, tuvo ([ue abandonar las orillas del Lempa. Morazán se encontraba escaso de fuerzas, y deseando rehacerse para conseguir el completo triunfo sobre los serviles, se retiró á Tegucigalpa; pocos días después, con la prodi- giosa actividad que le era característica, emprendió de nuevo la cam- pana y venci(') al enemigo en San Antonio: «La capitulación que redacté, — dice el general Morazán en sus memorias, — fué firmada inme- diatamente, y con sorpresa vieron los enemigos que aun cuando ellos habían convenido ya en ser mis prisioneros de guerra, se les dejaba en libertad ])ara volver á Guatemala, suministrándoles además el dinero necesario para el prest del soldado y concediéndoles como uiía gracia todo lo que solicitaban).
III
Tan noble comportamiento aumentó el entusiasmo general, cuando Morazán, victorioso, entró en la capital de San Salvador.
Sin descansar, y para no dar tiempo á que las tropas del Gobierno se reorganizaran, salió el intrépido jefe para Ahuachapán, y de allí siguió hasta Guatemala, precedido por mil hombres que mandaba el general Prem: las tropas de Morazán ocuparon la Antigua, ' reinstalándose en aquella ciudad las autoridades de 1826 y formando un Gobierno pro- visional.
' Guatomalíi. ccrcaníi ¡'i la capital actual.
AMERICANOS CELEBRES
El coronel Cayetano Cerda había sufrido por imjDrevisión un desca- labro en Mixco, que defendía por orden de Morazán; pero la derrota tuvo su desquite en San Miguelito, y sobre todo en la brillante jornada de las Charcas, que abrió al vencedor las puertas de Guatemala. El cau- dillo procuró en vano que la ciudad se entregase sin derramar sangre generosa en defensa de un partido que sólo había causado trastornos al país y asoladora guerra: ([ue carecía de prestigio y que trataba de des- truir la ley fundamental de la república, para gobernar despóticamente apoyado por fanáticas preocupaciones. El generoso empeño por llevar á término una honrosa transacción, no tuvo éxito propicio, á pesar de que el heroico jefe republicano ofrecía olvido y la seguridad de la clemencia en el vencedor.
Desechando las proposiciones, continu(j Morazán el ataque, (jue se prolongó durante tres días, hasta que el 11 por la mañana, recibía una comunicación de I). Mariano Aycinena, pidiendo se suspendieran las hostilidades ínterin se llevaba á efecto la capitulaci()n. El 11) Abril de 1829, era Morazán dueño de la capital gualtemalteca, v i)or segunda Aez, en el espacio de algunos años, triunfaba el principio liberal.
iMorazán convocó inmediatamente al Congreso y al Senado; las auto- ridades que estaban en la Antigua se trasladaron á Guatemala, y el ilustre D. José Francisco Barrundia (jue andaba desterrado, fué elegido jefe del Estado y relev() al benemérito Centeno de a(j[uel cargo que ejercía provisionalmente. El Congreso, instalado en 22 de Junio, se ocupó en la elección de presidente interino, nombrando para este puesto al honrado y sencillo Barrundia. Morazán continuó de (coman- dante general del ejército aliado.
A la sazón se trataba en España de reconquistar algunos de los países emancipados en América: Méjico y la República Central eran las ([ue estaban más expuestas á la anunciada invasión : ésta se llevó á efecto en Tampico al mando del coronel Barradas: v no sólo el general López de Santa Ana y el esforzado Mier y Terán volaron en auxilio del invadido territorio, sino que el insalubre clima fué el poderoso auxiliar (jue activó la ruina de la expedición y el rendimiento de Barradas.
Morazán, había dictado sus órdenes para fortificar los puntos de Centro América que pudieran dar fácil entrada á los españoles. El mal éxito en Méjico disipó la nube ({ue empañaba el horizonte.
FRANCISCO .A[OUAZÁN 23
lY
Entre tanto los decretos ele expatriación que comprendían gran número de individuos, no sólo de Guatemala sino de los varios Estados de la República, habían llevado á extranjeras playas á numerosos des- i'ontentos, y éstos trabajaban sin cesar para encender otra vez la tea de la revolución.
El departamento de Uolandio, en Honduras, se declaró en abierta rel)elión.
Morazán era jefe del Estado y general en jefe del ejército centro- americano: con la bizarría y abnegación propias de su patriotismo, march(') contra los enemigos del orden, los batió en Las Vueltas deJ Ocofe y después en Opoíeca , restableciendo la paz en el Estado hondu- reno y en el de Nicaragua, agitado también é intranquilo.
El valor, el amor y la gratitud de los pueblos llamaron á Morazán á ocupar la suprema magistratura en 1830, abriéndose con su robusta iniciativa ancha senda para el progreso, y dando impulso general á todos los ramos de riqueza y preponderancia pública.
Pero de nuevo lucha fratricida, lucha civil paralizó el movimiento regenerador, y Morazán tuvo que correr al campo de batalla, y confiar á las armas la salvación del país. La victoria coronó sus esfuerzos en San Salvador, á donde trasladó la residencia del Gobierno para contra- rrestar ri^'alidades y atender á la total pacificación de aquel Estado. No €onsigui<') el noble caudillo apagar la tea de la discordia; la lucha conti- iiu('), y San INIartín , jefe entonces del Estado de San Salvador, se declaró completamente enemigo del Presidente, á pesar de haber éste agotado todos los medios de conciliación.
Además de la situaci(')n del Estado salvadoreño, tenía Morazán fija la atenci(')n en las tendencias separatistas, cada día más acentuadas, y las cuales han formado en Centro América, en vez de una grande y pode- rosa naci(')n, cinco débiles repúblicas.
El mañana se presentaba cada vez más sombrío y el cólera como auxiliar de los revoltosos, invadió los pueblos centroamericanos dando armas á los reaccionarios, quienes acusaron al Gobierno de haber enve-
24 AMERICANOS CÉLEBRES
licuado las ag'uas para concluir con los inclíg-enas, de la misma manera que en España, en 1834, se invent(5 aquella patraña para abusar de la credulidad pública y llevar á cabo un terrible plan político. ^
En tal estado las cosas, y extendiéndose el contagio físico y moral., estalló en Santa Rosa (Guatemala), un motín que tenía por jefe á Rafael Carrera, el hombre destinado á disolver la federación centro- americana, y á minar el poder y la política del invicto Morazán.
Era el nuevo revolucionario hombre obscuro, sin instrucci<')n y sumamente joven cuando capitaneó el levantamiento de Santa Rosa. Hijo de indio y de negra, tenía la actividad de acción y la enérgica y selvática naturaleza africana. Cuando el cabecilla Carrera tome') las armas contra el Gobierno, las ideas reaccionarias se despertaban en tumultuoso tropel, y el edificio levantado por el intrépido ISforazán. amenazaba desplomarse para siempre.
Llamado por la Asamblea , y comprendiendo que su intervención era indispensable para el orden público, se trasladó Morazán de San Salva- dor á Guatemala, en donde fué recibido con entusiasta regocijo; al día siguiente de su llegada tonn') posesicni de la suprema magistratura.
Carrera, en tanto, cometía crímenes y atropellos inauditos; más ([ue soldados mandaba cuadrillas de bandoleros, que por todas partes sa([uea- ban , robaban y asesinaban. La bizarría y acierto de IMorazán , los^ puso en derrota. Entonces, organizadas las divisiones })ara concluir con los facciosos y seguro del triunfo, volvi(') á San Salvador para ocu- parse de asuntos del Gobierno; pero Carrera, alentado ])or la marcha del Presidente, se lanzó con más vigor que nunca, y ya vencido, ya vencedor, continuó sus excesos y tropelías; su rapacidad no conoci('> límites, Y los incendios, los asaltos y la inmoralidad llegaron á tal extremo, que inspiraron terror general.
Estudiando los historiadores, causa repugnancia y espanto leer los detalles de los abusos cometidos por el cabecilla y sus soldados, y apenas puede comprenderse que aquel hombre fuera después y durante largo tiempo, el mandatario supremo y el arbitro de la })()lítica gualte- nuilteca.
' La mortandail do los frailes, acusados do envenonaiiiicnto Jo fixontes y do frutns en ÍH\L
FRANCISCO MoRaZAX
V
Moi-fiziiii había vuelto á Guatemala para ponerse otra vez al frente de las tropas y dar caza á las terribles facciones. En aquella época, el partido conservador, el representante de la alta clase, el que deseaba g'uardar inc»'>lunies sus derechos y sus ambiciones, se postrcj á los pies de ]\[orazán y le coIuk) de agasajos; deseaba atraerle á sus filas, no perdonando medio para conseguirlo y no contando con la dignidad de carácter ni con la firmeza de sus ideas, propuso á Morazán la dictadura absoluta, sin trabas, pero que aboliera toda instituci(')n liberal. Tan absurda proposición no podía ser atendida por Morazán; sus principios, sus convicciones, la marcha de su vida entera se oponían, y hubiera sido una mancha en aquella noble existencia: era republicano, era amante de la libertad. ¿Cómo, pues, podría convertirse en Dictador? El ilustre vencedor en (ludlclio, no podía rebajarse hasta á abdicar la altiva independencia de sus ideas, ,sus compromisos políticos, el respeto y cariño á sus amigos y compañeros. Kechaz() con tesón y se dispuso á entrar en campaña, marchando á San Salvador con las tropas federales en persecución de Carrera, que había invadido aquel territorio, devas- tando cuanto á su paso encontraba y sembrando por todas partes la ruina y el terror.
Morazán derrotó y puso en fuga al atrevido cabecilla, quien so internó de nuevo en Guatemala, continuando la vida de rapiña y de excesos, hasta (pie en Diciembre de 1838 se firmaron los tratados de Ixin- concito, ratificados por Morazán para consolidar el orden y la paz. El general convocó la asamblea ordinaria, la cual se instaló el 30 de Enero de 1839.
El 1.'^ de Febrero terminó el segundo período del mando de Morazán, y aquel hombre ilustre y honrado salió del poder con gloria y dignidad; pero desprovisto en gran parte de su prestigio por las intrigas de sus enemigos.
El ])artido conservador empezaba de nuevo á tener influencia en los negocios públicos, valiéndose de Carrera para conseguir sus planes: y
tl(i AMERICANOS CELKBKKS
■(V)sta Rica, Honduras y Nicaragua, hacían jirones la federación centroamericana, dando por resultado, la invasi()n de San Salvador por fuerzas nicaragüenses, al mando del coronel Méndez, decididas á con- cluir con Morazán y con la Uniíni. Ya en Guatemala tomaba cuerpo la idea de nombrar á Carrera presidente vitalicio y ejercer ])rotectorado sobre los demás Estados constituidos en naciones. En los primeros encuentros con las tropas federales, fueron vencedores los (j[ue, sin .motivo alguno, invadían el territorio salvadoreño; pero en diboa, la suerte les fué contraria , sin (|ue por esto desmayaran en su propcVsito. ]\rorazán era únicamente jefe de armas, y aun cuando con muy escasas, fuerzas, salié) de la capital salvadoreña para batir al enemigo al frente de unos seiscientos hombres.
El día 5 de Abril de 18o9, ocupó la hacienda del Espíritu Santo, y este mismo día se empeñó la batalla, sin resultado decisivo hasta la mañana siguiente, en que Morazán obtuvo completa y gloriosa victoria , debida á su valor y serenidad, pues en persona se lanzó, espada en mano, sobre las tropas aliadas; en los momentos su})remos del combate recibi('> una herida en el l)razo derecho. La acción fué sangrienta, v quedaron en el camjx) trescientos diez y nueve cadáveres; los numerosos prisioneros lograron libertad y permiso para volver á sus h(^gares, y Moraziín se i'síorz(') en hacerles ver cuan injustos eran los (pie le calumniaron, pre- sentándole como enemigo de Honduras, su patria. Esta brillante jornada liizo temer á sus enemigos que recobrase el perdido prestigio, y acelerí') el triunfo de Carrera y su entrada en Guatemala. Llamado por los conser- vadores ^ el día 1.') de Abril de 18o9, Carrera y sus salvajes conq)añeros. invadieron por sorpresa la capital, allanaron las casas de ciudadanos respetables, como la del general Salazar, jefe provisional del Estado, y la del benemérito Barrundia.
Las tropelías y violencias de toda clase infundieron es])anto general. y Guatemala qued() á merced de a({uel hombre, (pie debía ejercer pode- rosa influencia por largo espacio de tiempo.
' M(>NTi-i-Ai:. I'eserio Iiistói-icx del Centro Aiiu:ri.c<i. •
FRAX(íISCO MORAZÁX 27
VI
El S (le Julio, fué Morazáii electo jefe del Estado del Salvador, aconte- ^•¡luieuto que despertó más vigoroso que nunca el odio de sus enemigos V la idea de aniquilarlo.
A pesar del tratado de paz firmado en 5 de Junio, volvió Honduras á tomar las armas, y Carrera, ya con el grado de brigadier, se dirigió <í la frontera, mandando mil doscientos hombres y dando una proclama en la que excitaba á los salvadoreños á un levantamiento. Se acercaba v\ momento de terrible prueba para el gran corazón de Morazán. Las fronteras estaban amenazadas por enemigos numerosos, el Tesoro exhausto, el ejército muy reducido y la traición acechando su presa. Eii tales circunstancias, se dirigió el héroe á Suchitoto, con trescientos hombres, para observar los movimientos del general hondureno Ferrera, (|ue había invadido las ciudades fronterizas: su marcha dejó libre el campo para que, en la capital, una facción sorprendiera el cuartel y se hiciera dueño de la ciudad y de la familia del general Morazán, que fué reducida á prisión.
Los revolucionarios hicieron reunir la municipalidad, y acordaron, con ella , enviar dos comisionados al jefe del Estado para que resignase el mando, pues en caso contrario, sería su familia pasada por las armas: l(^s enviados eran D. Pedro Zeledón y Tomás Alfaro.
Morazán, al escuchar tal proposición, guardó silencio; sacó su caja de rapé, tomó un polvo, y pronunció estas palabras: «Los rehenes que mis enemigos tienen, son para mí sagrados, y hablan muy alto á mi Corazón; pero soy el jefe del Estado y debo atacar pasando sobre los cadáveres de mis hijos; mas no sobreviviré un momento á tan horrible desgracia». Dio la orden de ataque, y pocos momentos después la vic- toria coronó su frente. ^
líasgo digno del héroe inmortal y de la grandeza de alma del j)atriota.
* LoiíF.Nzo Mi>xTrrAi!, Resfila Iiistórica del Centro Auiér/cn.
28 AMERICANOS CÉLEBRES
La derrota de Ferrera cu Perulapán, corono las victorias del ínclita guerrero y dejó libre el territorio salvadoreño; poco después, tropas hondurenas volvieron á invadirlo hasta San Miíi'uel.
A pesar de su deseo conciliador, no pudo menos Morazán de hacer la guerra á Honduras, y el general Cabanas, con doscientos hombres, pasó la frontera , llegó hasta Comayagua y la ocupó ínterin el Gobierno em- prendió la fuga para Olancho.
El general Cabanas continuó para Tegucigalpa; obtuvo á su paso el hermoso triunfo de la Soledad, y entró sin resistencia en la ciudad: desde allí marchó á Choluteca, pero se replegó hacia Tegucigalpa, y en la acción del Potrero, fué vencido por Quijano, siéndole preciso efec- tuar la retirada y abandonar el suelo hondureno.
No descansaban, en tanto, los enemigos de Morazán, sembrando- infames calumnias para aislarle hasta de los unionistas, haciéndoles creer que el noble campeón de la república era el obstáculo para reor- ganizar áésta, y que al desaparecer la causa, volverían la paz y la tranquilidad á los Estados Centrales de América.
Olvidábanse la gloria y los servicios de Morazán; su prestigia sucumbía, y grandes dificultades paralizaban todos sus planes: sin embargo, su energía no se doblegó, y jugando el todo por el todo, quiso salvar al país y salvarse, marchando sobre Guatemala para triunfar de Carrera v de los conservadores.
Rápidamente se dirigió á la capital, y, ya á sus puertas, foruu) el plan de ataque; hizo adelantar sus fuerzas divididas en tres colmnnas, y éstas ocuparon la plaza desalojando al enemigo. Lanzóse Carrera para destruir las trincheras que habían levantado los salvadoreños, y enton- ces bizarramente acudió ]Morazán con el resto de sus valientes.
El combate se generalizó, y la victoria parecía acompañar á ^lora- zán una vez más; pero estaban agotadas las municiones: el ejército de Carrera superaba en número al de ]\Iorazár. ; la ciudad estaba cercada y la derrota era inevitable.
¿Caer en manos de Carrera? Lnposible. Y á todo trance pensó Mora- zán en salvar el resto de su ejército, y retirarse. Con peligro inmenso, con dificultades casi insuperables, lograron aquellos heroicos hijos del Salvador abrirse paso entre una lluvia de balas y efectuaj- su retirada por la garita del Incioiso á Mixco hasta la antigua Guatemala. Pocoí> días después entraba Morazán en la capital de San Salvador.
l-RAXCISCO MOKAZAX 29
Vil
Honduras fc'licit() al Gobierno de Griiatemala por la derrota de Mora- y.fín, disponiéndose, así como Nicaragua, á perseguir al Urano, para que las repúblicas centroamericanas recobraran su ya expirante naciona- lidad.
La caída de Morazán no admitía duda, y engañados los pueblos, ^e coligaban contra el único sostenedor de su unión y de su libertad: ¡funesto error!
El noble corazón de Morazán quiso evitar se derramara más sangre de hermanos, y se embarc() en la Libertad, á bordo de la goleta Tzalco, . €on rumbo á Costa Rica, en donde le fué negada la hospitalidad.
El suelo colombiano le dio asilo, y desde allí dirigió un elocuente maniñesto á los pueblos centroamericanos. Los acontecimientos se habían precipitado: todos los Estados se encontraban despedazados, oprimidos y diezmados, y los verdaderos amantes de su nacionalidad y de la unión, llamaron á Morazán como á su salvador.
El generoso adalid no vaciló: la patria estaba en peligro; voló á su .socorro: desembarcó en la Unión: reunió algunas fuerzas; se reembarcó y fondeó en Acajutla; bajó á tierra y se internó hasta Sonsonate. Costa Kica reclamaba su auxilio contra Carrillo; soñaba con la idea de ser su libertador, y reorganizar allí la Unión , que era su pensamiento fijo.
Desde Acajutla hizo rumbo á la isla de Martín Pérez, en el golfo de Fonseca, y en aquel punto organizó su ejército compuesto de quinientos hombres, según afirma el coi-onel Riveras, jefe que acompañaba á Morazán ; con su escuadrilla , que la formaban cinco buques , salió para Caldera, en donde desembarcó el 7 de Abril de 1842.
El jefe supremo de Costa Rica, D. Braulio Carrillo, organizó inme- diatamente una división de setecientos hombres, al mando del coronel Villaseñor, para oponerse á la marcha del general Morazán; pero aquél propuso á los jefes y oficiales hacer un convenio con Morazán; todos ace})taron, y ambos ejércitos fraternizaron y celebraron un tratado exigiendo á Carrillo depusiera el mando y saliera de Costa Rica.
El jefe supremo ratificó y aprobó con algunas modificaciones el tra- tado de Ocote, y persuadido no podía oponerse, aguardó á Morazán
30 AMERICANOS CÉLEBRES
para entregarle el mando y abandonó á Costa Rica . Tal era el prestigio- del vencedor de Charcas.
Su primer acto fué abrir las puertas del Estado costarricense á los emio-rados políticos, no sólo hijos de aquel suelo, sino de todos los del Centro América, derogó los decretos que había dado (barrillo en per- juicio del comercio y de la propiedad; restableció las garantías indivi- duales y políticas ; se consagró á reformas urgentes y á útiles innovacio- nes y convocó la Asamblea constituyente. Instalada ésta, nombre') á Morazán jefe del Estado.
VIII
El presidente de la Asamblea, presbítero D. José Francisco Peralta, decía en un discurso de inauguración: «Saludemos, señores, con grati- tud, al sol que el día 7 de Abril de 1842 alumbró al libertador de Costa Rica y á sus huestes valerosas; señalémosle como el primero de nuestra regeneración política. Señor general Jefe supremo, quiera la Prcn iden- cia que este día tan memorable en nuestro país por la libertad que os- debe, sea la primera hoz que penetre el caos en que se halla Centro- América y el principio de nuestra nueva gloria .
Terrible sensación causó en (Tuatemala la elección del antiguo presi- dente para jefe del Estado de Cosra Rica y la caída de Carrillo; las rela- ciones entre ambos países se interrumpieron, y lo mismo sucedió con los demás Estados: creían que Morazán había caído i)ara siempre, y el logro de sus planes estaba de nuevo amenazado. Se reanudaron las intri- gas, y por medio de hábiles auxiliares, se propaló entre el pueblo la idea de próxima guerra y el riesgo de (j[ue ésta causara la ruina de Costa Rica.
El Estado no quería lucha, no estaba dispuesto á secundarla noble- ambición de su jefe, y la convocatoria y llamada á las armas para reor- ganizar la Unión, encontró resistencia y predispuso los ánimos para la rebelión.
Un acontecimiento de profunda trascendencia aumentó las dificulta- des que rodeaban al general Morazán. «El coronel Molina, gualtemal- teco, al servicio del Estado, reunió algunos soldados en el pueblo de Bagases, y marchó sobre el Guanacaste á atacar al general Rivas, jefe
FH AXnscO MOHAZÁX 31
(le la (livisi(')ii (le Naiiiiiiardia del ejército c'\])C'(li('i()iiai"i(>, (¿iic se prepa- raba para la e<)ii(|iiista de los otros Estados. El ueiieral Kivas le opuscr resistencia en la entrada de la ])ol)laci()n, v fué muerto juntamente con el oficial Eduvijes y otro individuo de su tropa: este atentado no tuvo niniiiin color político, y fué puramente el primer acto de una ven^-anza personal. El coronel Molina estaba en vísperas de enlazarse con una seño- rita del (luanacaste, donde servía en la (Comandancia departamental, y había pasado á San José á evacuar las diligencias necesarias para la l)oda. A su regreso, encontrando desviada la voluntad de su novia, y viendo la preferencia por su rival (el mencionado Eduvijes, favorito de Rivas,) al mismo tiempo (pie la Comandancia departamental se había mandado reasumir por dicho general, y atribuyendo esta desgracia á los informes siniestros de aquellos señores, le sobrevino mía fiebre, perdic) la raz()n y se hizo criminal: aunque protestó su lealtad y obe- diencia al general Morazán y permaneció en completa inacción postrado en su lecho, sin tomar medida alguna para salvarse, Morazán emió una divisi()n á prenderle, y vendido por uno de sus cómplices, fué capturada, sin ofrecer ninguna resistencia, v pasado por las armas en Punta Are- nas, habiendo antes corrido la misma suerte el oficial Guerrero, otro de sus cómplices ».
Se preparaba activamente el embar(pie de las fuerzas expediciona- rias, cuando Alajuela di(') la señal para la revolución: preparado el pueblo de San José por los enemigos del jefe del Estado, secundó el movimiento, poniendo á la cabeza á.D. Antonio Pinto, hombre rico y emparentado con familias influyentes.
La insurrección se formalizó, y cuatrocientos hombres atacaron la guardia de Morazán, (pie se componía de cuarenta salvadoreños, los que se batieron con heroísmo tan singular, que hicieron frente á las nume- rosas fuerzas de los insurrectos, ciue, según Mont-ufar, subían á mil hombres.
La lucha continu() encarnizada y tenaz: los sitiados disminuían; los sitiadores aumentaron: el conflicto crecía y la sangre se derramaba á torrentes. El capellán D. José Antonio Castro propuso una capitulación á JMorazán , garantizándole vida, hacienda y libre paso hasta dejar el país: el caudillo rehusó. Tal vez aquella alma altiva creía cobardía ren- dirse, y opt() por la resistencia, que era ya imposible.
Queriendo salvar á su esposa, la hizo salir para buscar refugio en
32 AMERICANOS CELEBRES
uiui casa cercana, la de los señores Escalante; pero la turba la tomó pri- sionera Y la condujo á casa del jefe Pinto: de allí la infeliz señora se trasladó á la morada del padre Blanco.
A cada instante aumentaba el peligro. Morazán carecía de tropas, de víveres j de municiones. El general Sajet, que preparaba en Punta - Arenas el embarque de la expedición y tenía orden de acudir á la capi- tal con refuerzos en el caso de no recibir parte diario del jefe, no lleo'aba; los valerosos p.artidarios del caudillo morían en su defensa, y al perder la vida aumentaban el vacío y lo terrible de la situación.
El hambre hacía desmayar á los más intrépidos, y Morazán se resol- v¡(') á romper la muralla de enemigos y salir de San José. El noble Cabanas, con treinta hombres, sostuvo la retirada de aquel corto número de amigos leales que acompañaban al ilustre prófugo, herido y desalentado.
Su primer impulso fué marchar á reunirse con Sajet. En ese caso, tal vez la historia de Costa Rica no tendría hoy la lúgubre página del 15 de Septiembre. Pero aceptando la opinión de otros jefes, en particu- lar de Villaseñor, se dirigió á Cartago, poniéndose en manos de Mayorga, ([ue había sido su amigo; pero que en el momento más supremo, no sólo faltó al sagrado deber de la amistad^ sino también al respeto debido al infortunio. Morazán, advertido por la compasiva y generosa señora de Mayorga, quiso ponerse en salvo: pero la casa estaba cercada y el caudillo, con los suyos, fué reducido á prisión.
Un español, D. Buenaventura Espinac, complicó más la triste situación, desviando de Cartago al único que podía aún salvar á Mora- zán. Salió en busca de Cabanas; le hizo creer que el jefe marchaba hacia Matina; que disolviera las fuerzas que llevaba por ser ya inútil su ayuda, y el honrado militar, juzgando por sí mismo, dio crédito á Espinac y corrió á reunirse con Morazán; pero al llegar á Paraíso fué hecho prisionero.
IX
Entre tanto, Morazán había sufrido la humillación de ser tratado como el último de los criminales: á él y á sus fieles amigos y compañe- ros les aseguraron con grillos.
KHAXCISCO MOIÍAZAX 33
Dos rasgos de abiiegaci<')n y de cariño, enaltecieron la cobardía de aquel acto. El general Villaseñor, quiso suicidarse: tomó un puñal, é hiriéndose gravemente, cayó al suelo bañado en sangre; aun así le pusieron los grillos. El joven y valiente general Saravía , el fiel y adicto amigo del vencedor de Charcas, no pudo sobrellevar la ignominia que se infería á su jefe, y quiso con una pistola poner ñn á su vida: Morazán le contuvo, pero un momento después era cadáver; una terrible convul- siíui había cumplido su deseo.
Don José María Castro, ^ D. Mariano Montealegre y el Dr. Madrid, optaron porque se juzgara al ilustre preso, sometiendo al cuerpo legisla- tivo si había ó no lugar á la formación de causa y en el primer caso, juzgarle según la ley, puesto que era jefe del Estado.
Pero la animosidad fué más fuerte que la razón; el funesto Herrera, consejero y secretario de Pinto, 1). Luz Blanco y otros, decidieron la muerte de aquel que había sido acogido y venerado á su llegada como redentor de la patria.
La sensata y justa opinión de los primeros, el rencor, la injusticia y el empeño de los segundos, hacía vacilar al general Pinto, inclinando la balanza en favor del destierro de Morazán; pero triunfaron los perversos amaños de D, Luz Blanco y de Herrera, que explotaron hábilmente la sencillez y el amor de la familia de Pinto, pintándola con vivos colores la venganza que tomaría más tarde Morazán, si se salvaba entonces.
X
La sentencia de muerte comunicada al héroe, no alteró la serenidad de su semblante ni la tranquila expresión de su mirada. Moría por su patria; la conciencia nada le reprochaba; había sido siempre leal á sus principios de libertad, y su nombre pasaría sin mancha á la pos- teridad.
Su hijo Francisco, - escuchó la postrera voluntad de la insigne víctima. Su testamento es el del justo; refleja la grandeza de su alma y
1 Despiiés presidente de la República y de cuyos labios escuché los terribles detalles.
2 Á quien conocimos on Chinandega (Nicaragua).
*
34 AMERICANOS CÉLEBRES
el inextinguible amor á Centro América. De él copiamos algunos párra- fos: «San José, Septiembre 15 de 1842, día del aniversario de la inde- pendencia: en nombre del Autor del Universo, en cuya religi<)n muero, declaro que soy casado y dejo á mi mujer por única albacea: declaro (pie todos los intereses que poseía míos y de mi esposa, los he gastado en dar un gobierno de leyes á Costa Rica, lo mismo que diez y ocho mil j)esos V réditos que al señor general Pedro Bermúdez debo: declaro (pie no he merecido la muerte, porcjue n,o he cometido más falta que dar libertad á Costa Rica y procurar la paz de la república; por consi- guiente, mi muerte es un asesinato, tanto más agravante, cuanto ([ue no se me ha juzgado ni oído; yo no he hecho más (|ue cumplir las cn-de- nes de la Asamblea, en consonancia con mis deseos de reorganizar la
república . Declaro (|ue mi amor al Centro América muere conmigo;
excito á la juventud, que es la llamada á dar vida á este país que dejo con sentimiento, por quedar anarquizado, y deseo (][ue imiten mi ejemplo de morir con firmeza, antes que dejarlo abandonado al desorden en que desgraciadamente hoy se encuentra. Declaro que no tengo enemigos, ni el menor rencor llevo al sepulcro contra mis asesinos, que les perdono v les deseo el mayor bien posible».
En los postreros instantes de su vida, pidi(') (|ue sus restos fueran trasladados á San Salvador; allí le amaban y conq)rendían. ' Villaseñor fué fusilado á la par cjue Morazán.
Era el día aniversario de la independencia; el sol ¡joniente lanzal)a sus postreros resplandores^ cuando el invicto defensor de los pueblos libres desapareci(5 de la tierra.
Su valor temerario, sus victorias, su noble desinterés v trágico fin, han hecho del ji'eneral Morazán el héroe legendario de Centro América.
* Kn Síin Salva<loi'. el uouiln'c de "Morazán y su rceucrdo es tan voneru'lo eonio 'iiioi'i'lo.
FRANCISCO DE PAULA SANTANDER
FRANCISCO DE PAULA SANTANDER
L Último tercio del sigio xviii fué feciuulo, no sólo en dramáticos acontecimientos políticos y trascen- dentales evoluciones europeas, sino en haber dado ser á gran número de individualidades destinadas á ejercer en tierra americana, poderoso influjo en la época de su organizacié)n y durante la guerra, entre las colonias españolas con la metrópoli.
El Rosario de Cúcuta fué cuna, en 1792, de uno de los que pertenecieron al gran núcleo de beneméritos é inmortales })róceres, y que vastago de ilustre rama, sir- vi(') desde juveniles anos en la ya iniciada campaña separatista, unido en comuni()n de ideas con los nobles evangelistas <lel principio liberal.
Brillante en los estudios que sigui<) en el Colegio de San Bartolomé, cu Bogotá, y distinguido por el talento (pie empezaba á demostrar, fué destinado, en 1<S10, á la secretaría de la Comandancia de armas de Mari(piita , empezando á formarse para la guerra con D. Manuel (Vis- tillo y Rada.
Sucesivamente ociqx) diferentes cargos, hasta (pie, defensor de la causa federal, fué herido y hecho prisionero en 1<S12, en la derrota de las fuerzas de la Tniíni, mandadas por Baraya contra los centralistas á las órdenes de Nariño.
Sii] AMERICANOS CÉLEBRES
Prancisco de Paula Santander, era sargento mayor cuando en Angostura se dio la acción entre las diezmadas tropas del jefe español Correa, vencido en Cúcuta por Bolívar, y las que mandaba el coronel Manuel Castillo: en este reñidísimo encuentro, adverso para los realis- tas, puso en relieve Santander, su bizarría y patriotismo, y más tarde en Loma Pelada, derrotó al audaz guerrillero Matute, aun cuando á sil vez fué vencido por el capitán Bartolomé Lizón en la llanura de Carrillo, salvándose Santander milagrosamente.
II
El coronel escocés Mac Gregor tomó el mando de las tropas de la T'niíui, y Santander pasó á sus órdenes como segundo jefe, teniendo e¡i 1S14, la gloria de contribuir valerosamente á la emancipación de los l)ellísimos y lozanos campos de Ciicuta, alcanzando señalado triunfo en San Faustino, ínterin Mac Gregor batía á Lizón y le obligaba á huir en dirección á Maracaíbo.
Ya establecido el cuartel general en el Rosario, renunció Mac Gregor el mando, y el coronel Santander volvió á ser nombrado segundo jefe de la frontera, á las órdenes del bizarro Urdaneta, sufriendo con las tropas el hambre, la desnudez y el malestar natural en tan críticas cir- cunstancias, resguardando la frontera según las órdenes del Gobierno, y retirándose á las alturas de Chopo, cuando el enemigo, fuerte de dos mil hombres, invadía los valles de Cúcuta.
En Febrero de 1814, volvió Urdaneta á ocuparlos, pues los españoles se retiraron por orden de Calzada, á consecuencia déla derrota sufrida por Pacheco en Guadalito, batido por las escasas tropas al mando de Páez.
Entretanto, Santander, con su columna de cuatrocientos hombres, había interceptado el paso de los realistas al interior de la Nueva Gra- nada; y los valles de Cúcuta que rebosan lozanía y feracidad, que presentan admirables paisajes, que ostentan el lujoso atavío de la natu- raleza, estaban fertilizados por sangre generosa de uno y otro bando.
FRANCISCO DE PAULA SAXTAXDF.K 87
III
Los realistas habían ocupado á Pamplona, y Santander con quinien- tos hombres, estaba cortado en Ocaña; ^ pero con sereno valor y gran acierto, emprendió la retirada que, según afirman todos sus biógrafos, es una de las páginas más brillantes de su carrera militar; pues (pie reuniéndose- sus tropas en Pie de Cuesta con las de Urdaneta y Rovira, fueron la base del nuevo ejército de operaciones contra Calzada. En corto tiempo organizó dos mil quinientos soldados, que batieron más tarde al jefe español en Cachiri; y á su vez, fueron días después derrro- tados por aquél, dispersados completamente y muertos ó prisioneros.
El general Servíez y su segundo, que lo era Santander, se retiraron hasta el Socorro.
Sería ajeno á nuestro cuadro biográfico, reseñar los continuos reve- ses de aquella campaña y los triunfos de los españoles: reservado está para obra de mayores proporciones, '^ por lo que nos concretamos hoy á seguir al coronel Santander, hasta el nuevo teatro de sus campañas^ en aquellos llanos del Apuré y del Arauca.
Rápidamente recorreremos esta época de la vida del soldado, fecunda en sacrificios, privaciones y abnegación, y durante la cual, no sólo combatió con el enemigo de la libertad, sino también con la miseria y la inclemencia de largos inviernos, la falta de pan y abrigo, la peli- grosa compañía de miles de alimañas y los ataques de las fieras.
lY
Nombrado Santander, en 1816, para mandar en jefe á los llaneros de Venezuela, hombres semisalvajes , ^ osados, vigorosos y acostumbrados á vivir en la intemperie y en medio de campos anegados, vacih') en acep-
' En la hiogriií'ía de Bolívar so habla de varios de estos comljates y de lina parte de la historia deesa ójioea.
-^ América y su histuria.
3 Véase José Antonio Páez.
BS AMERICANOS CÉLEBRES
tar: sus costumbres, su carácter, su educación, no eran á propósito para dominar á los que ponían bajo sus órdenes, y aun cuando sus obser- vaciones y renuncia fueron desechadas, sólo ejerció su cargo corto espacio de tiempo, hasta que la insurrección de tres escuadrones le hizo de nuevo insistir en su dimisión, que entonces fué admitida, y nombrado ráez comandante general del ejército, y dividido éste en tres brigadas, dióse el mando de la segunda á Santander.
En esa gloriosa campaña del Apuré, inmortalizada no sólo por las hazañas del Bayardo Venezolano (Páez), sino por el heroísmo de otros jefes, no escasearon tampoco los laureles para Santander, ya al frente de su l)rigada, ya perteneciendo al Estado Mayor del Libertador en la l)atalla de (^alabozo, La Puerta, Hincón de los Toros y otras no menos inemorables.
Los españoles, en diferentes encuentros, habían obtenido señalados triunfos, disputados con encarnizamiento y bravura á los independien- tes. V éstos renovaron los marchitos laureles con otros recogidos en Cañafistola, Las Queseras del Medio y Cantaura.
El libertador Bolívar ascendió por aquel tiempo al subjefe de Estado j\[avor, Santander, á general de brigada, ordenándole marchase á Casa- nare para organizar las tropas destinadas á la campaña de Nueva (iranada, v el 29 de Enero de 1819 se encontraba en el punto designado.
Tres meses después, había organizado con varias partidas de los jefes Pérez. Galea v Moreno, un ejército de mil doscientos infantes y seiscien- tos caballos, y burlando al coronel español Barreiro y evitando jugar en una batalla el iodo por el todo, reservó aquellas tropas para gloriosos y decisivos resultados.
V
Invadida la Nueva Granada por Bolívar é iniciada la campaña redentora con gran número de jefes entudastas, bizarros y audaces, como Soublette, Anzoátegui, Santander, Obando, Páris y otros, alcanzó feliz término en cuarenta y cinco días, con la toma de Bogotá y tras una serie de ruidosas y l)rillantes victorias.
i"i;axcis((» dk i'Ai la sAxrAxnKi! í31>
Bolívar creHl)íi bi gran rc'})iiblica de Colombia, y Santander era vice- presidente de C'undinamarca, nombrado en Angostura por el Congreso de la naciente república.
VI
I)esde a(]uel momento se presentó Santander bajo nueva faz. Desti- nado á la sublime tarea de la organización y administración del país, y encumbrado por su mérito y noble ánimo á un puesto dificilísimo, lleno de peligros y dificultades, pero glorioso y útil, cumplió su misión con probidad, inteligencia, ])atriotismo sin mancha, firme voluntad y espí- ritu organizador, (pie eran las especiales condiciones de su carácter.
Con celosa actividad, arregló las rentas públicas y los tribunales: organizó y aument<'> el ejército; se ocupó de la defensa nacional; busc<') y creó recursos para (pie las tropas no carecieran de lo necesario; con robusto esfuerzo procuró establecer administración y forma republicana, desarrollando el orden político, el sentimiento del deber, el derecho individual y la })ráctica de la vida del ciudadano; todo esto entre las su})remas dificultades de la guerra, siempre continua y encarnizada, la falta de dinero, la incesante amenaza de los españoles y la necesidad de nuevos ejércitos para reforzar los destruidos en la lucha.
Santander estaba dotado de ex([uisito tacto político, era austero en observar las leyes, activo para hacerlas respetar, y la historia le reco- noce el indisputable niérito de haber difundido los principios liberales, cuando la reciente evolución política y lo arraigadas que estaban las ideas dominantes durante trescientos años, hacían difícil darles distinta direcci<')n.
En la vida, del general Santander se registran algunos errores. ¿Quién no los comete? Todos los biógrafos han desaprobado algunos de sus actos políticos, entre otros sus ata(pies, ya directos ó indirectos con- tra el hombre más grande de la independencia del Sur América, tanto más extraño cuanto (pie, hasta ])or gratitud, debían no haberse for- mulado.
El motín de la división colombiana ó la sedición militar, que tuvo lugar en Lima el 2(5 de Enero de 1S27, y la aprobación hecha por
40 A>[ERICAX08 CÉLEBRES
Santander de aquel hecho, indigno é hirió profundamente á Bolivar^ quien, desde entonces, para siempre y totalmente, rompi<5 toda relación con el vicepresidente de Colombia.
VII
En Julio de aquel mismo año, debió estallar en Bogotá un movi- miento revolucionario contra la autoridad de Bolívar, con la aprobación de Santander; pero felizmente el leal y caballeresco general Soublette, conjuró la tempestad é hizo reflexionar al vicepresidente y retroceder ante la mancha que caería sobre su nombre y la severidad de la historia para juzgar aquel acto.
Una revolución contra Bolívar, con Santander al frente, ¿no habría empañado toda aquella benemérita carrera del soldado y del hombre' político?
La generosidad del Libertador no se desminti() jamás en las repe- tidas tentativas contra su mando, ni en las inconsecuencias de que en esa época se hizo culpable el general Santander.
Más aún: á consecuencia de a([uel incalificable atentado contra la vida de Bolívar, en la noche del 2~) de Septiembre de 1S2S, la justa espada de la ley condene) á los acusados á la pena capital, entre éstos Santander. Conmutada en destierro y destituci()n del empleo de general la sentencia por el Consejo de (lob.ierno, al cual había sometido Boli- var la causa, aprobó el Libertador el dictamen.
VIII
Más tarde, prisionero en Bocachica (Cartagena), solicit*') se le })er- mitiera pasar al extranjería y Bolívar autorizó al Consejo para resolver: la decisión fué favorable, y en la fragata CiiiuHiKinKirca sali<'> Santander para Puerto Cabello, y de allí fué enviado por Páez á Europa , en un buípie mercante que hacía rumbo para Hamburgo.
En 10 de Junio de 18,-n , cuando va BoJivar descansaba en el sei)nl-
]• KANCISCO DE PAULA SANTANDER 41
ero, le fueron devueltos sus honores y grados militares con todos los derechos de ciudadanía, acordando el Gobierno regresara á la patria, á la cual, en 1837 y 1889, prestó grandes servicios como representante al Congreso de la nación.
Esta gran entidad política, que á pesar de los errores rápidamente mencionados, es una de las figuras más bellas y culminantes de la Gran Colombia, acabó su benemérita carrera el 5 de Mayo de 1840.
El práctico y habilísimo hombre de Estado, el elocuente orador, el popular ciudadano, legó á la historia y á su familia ' nombre respetado V recuerdo querido é inmortal.
* Tenia 'los hijas.
JOSÉ BONIFACIO ANDRADA Y SILVA
I A celebridad del ilustre brasileño que allá por los años de ITGo, nació en la })rovincia de San Pablo, no es de las (|ue crecen á favor del incienso de un partido ni de las que se exting^uen cual fuego de hoja seca, que lanza resplandor por un instante Y desa})arece sin dejar l)rasa entre la ceniza, (jue sea capaz de reaniuiarlo, pues que á ser de ese modo, no tendría hoy el _<>-ran ciudadano tan justo Y merecido renoml)re.
La TTniversidad de Coiuibra fué el centro en donde siguió los estudios de Derecho y C^iencias naturales, y como descolló entre la juventud de entonces, por sus adelantos como naturalista, fué nombrado por la reina D.''' María para formar ])arte en la comisicni científica, que en 1790 recorri(') Europa, y que contaba en su seno al médico Amado Cámara, insigne hijo de Pernambuco.
Cuando Andrada y Silva volvió á Portugal, no sólo hal)ía adquirido en su viaje extensos y profundos conocimientos, sino que el frecuente é intimo trato con los sabios alemanes, franceses, ingleses é italianos, inculcó en su mente ideas vastísimas de progreso y liberales aspi- raciones.
Sus notables trabajos científicos y literarios fueron })ublicados, circu- laron por toda Europa y enriquecieron las columnas de los periódicos de
JOSÉ BONIFACIO ANDKADA Y SILVA 43
Akinaiiia, Francia. Italia y otros países que á la sazón estaban á la cabeza de la civilizaci(5n, y consideraban al sabio brasileño como luminoso astro de la Ciencia.
II
Coimbra, en donde había corrido la alegre existencia del estudiante^ le recibió con alborozo y orgullo, y en breve se holgaba de contarle en el niunero de los profesores de la Universidad, para las cátedras de Geo- desia y Metalurgia, creadas para Andrada y Silva; y si respetado era por su esclarecida inteligencia y el incansable afán en el desempeño de su cargo, fué más admirado aún en la invasión francesa de LS08, por la actitud patriótica que tomó y los grandes servicios prestados en la Dirección de Policía de Oporto, que le había sido encomendada.
No existe empleo más noble y á la vez más difícil, que el de adminis- trar justicia; pues la severidad impuesta al magistrado, colócale á veces en crueles alternativas que ponen á prueba su generosidad y benevolen- cia, en pugna con el deber: sin embargo, Andrada y Silva, abrió las puertas de las cárceles á numerosos inocentes acusados de traición, y no se arredró por ser acusado él mismo por su benignidad.
Ya por entonces, en alas de la fama, había corrido su nombre por el Universo, y desde las capitales más adelantadas, recibía Andrada y Silva nombramientos de socio para las Academias de Ciencias de Copen- hague y Turín, para la de Historia Natural de París, de Geología de Londres, de Física de Genova, de Filosofía de Filadelña, de la Lnperial de Medicina de Eío Janeiro, de la Real de Ciencias de Lisboa y otras. Andrada y Silva, era ya una gloria nacional; y la nobleza de carácter, la probidad, la clara inteligencia del sabio y la modestia del hombre sencillo, le granjeaban mayor popularidad.
44 AMERICANOS CÉLEBRES
III
Trasladémonos al Brasil: de regreso en su patria, encontraremos, en 1819, al doctísimo Andrada y Silva, v le seguiremos en su excursión científica de 1820, fecunda en resultados y en descubrimientos para la (Uencia.
En 1821, era ministro del Interior y de Relaciones exteriores. Fué época memorable, porque el Príncipe Regente se disponía á salir para Lisboa, el 9 de Enero de 1822, y Andrada apoyó el voto popular para ([uc 1). Pedro quedara en el Brasil y llevara á cabo la scparaci(')n de la Metrópoli.
Andrada, fué nombrado Vicepresidente de la Junta gubernativa de San Pablo, siendo el alma del movimiento separatista y el hombre (pie con su influencia impulsó á D. Pedro, y tal vez le decidi() á proclamar la independencia del Brasil y el Imperio el 7 de Septiembre de 1822: ;i ese acto solemne se le da en la historia nacional el nombre de (Ir/lo (h* Jpiratif/a.
Andrada y Silva, fortaleció por sus consejos la naciente soberanía, y la escuadra brasileña, mandada por el célebre lord Tomás Cochrane, el intrépido inglés que en Chile y en el Perú ayud(') con hidalga bravura al triunfo de la libertad, sostuvo con gloria los choques contra la escua- dra portuguesa, y en el espacio de seis meses ensanch(') el dominio de don Pedro, libertó provincias, apresó ciento veinte buf[ues enemigos é liizo que el ejército enemigo abandonara el Brasil.
El 8 de Mayo de 1823, se reunió la Asamblea, y dividida en dos par- tidos, uno exaltado y otro moderado, éste se declar() en guerra abierta contra la política de acción y las ideas radicales del ilustre Andrada, ([ue se encontraba apoyado en el -Consejo del Em})erador, por uno de sus hermanos, y por otro en la misma Asamblea.
Aquellos tres heroicos brasileños, sostuvieron la oposición exaltada; pero llegando ambos partidos á ser una barrera para la marcha del país y para el Emperador, éste cercó el palacio de los diputados y les intim(') la disolución de la Asamblea, ofreciendo convocar otra que constituyese y consolidara el nuevo régimen.
JOSÉ BOXHACIO AXDKADA Y SILVA 45
x\iidrada y Silva, fué desterrado con sus hermanos, pero con una ])ensi(')n del o'obierno imperial.
lY
Cinco años más tarde', pisaba de nuevo Andrada el suelo patrio, en donde vivi() alejado de la política hasta 1831. El Brasil había atravesado situaciones dificilísimas: la tormenta política rugía y amenazaba al Imperio y á las nuevas instituciones, llevando á D. Pedro I hasta la abdicación, en 7 de Abril de 1831.
Andrada fué uno de los tutores del nuevo emperador D. Pedro II, y i*es(') fii ese cargo en 1833.
Su larga y brillante carrera se prolongó aún cinco años más, y á los setenta y cinco de edad, bajó á la tumba, dejando inmenso vacío y el recuerdo imperecedero de su sabiduría, de sus revelantes prendas como ciudadano y de la sencillez de sus costumbres.
Fai 1872. se levantó en Río Janeiro la estatua en bronce del patriota insigne, v el emperador Pedro II, presidió tan justo y solemne acto, digno del monarca liberal y sabio reformador y del que había vivido consagrado á los intereses y gloria del Brasil.
JOSÉ BALLIVIÁN
É uno de los soldados que con poderoso brío con- tribuyeron á convertir en naciones los pueblos conquistados por la España del si<2;lo xví.
Pertenecía á familia bien acomodada y vi(') la primera luz en la Paz de Ayacucho, en el mes de Mayo de 1804.
Como cadete sirvicS con las tropas españolas: pero el amor á la patria le llev(> nuiy joven bajo las órdenes de José Miguel Lanza, ilustre guerrillero boliviano que jamás cedió ante las armas realistas, y que desde 1811 á 1824, enarbol() la bandera revo- lucionaria y se hizo temible á los ejércitos de Laserna y Olañeta.
Lanza es uno de esos tipos de las antiguas tradiciones que ])re()cupan la imaginación con sus hazañas; es el atrevido campe(')n de la Edad ^ledia; el moderno cruzado, que en vez de medir sus armas con los infie- les para reconquistar el sagrado espacio (jue por algunas horas fué la tumba del más insigne de los legisladores, del más heroico de los márti- res, las medía con los españoles para recuperar el patrimonio de los incas á la sombra del estandarte del Derecho y predicando el evangelio de la libertad.
Toda la familia de Lanza perteneci() á tan sublime hueste; pero entre
JÓSE BALLIVIAX
.losÉ liALr.iviÁx 47
sus lierniauos, uiuuuuo como José Miguel podría ser el héroe de una novela, en la ([ue rebosaría la originalidad de los episodios y lo extraño de aquel ser valiente, audaz, con brazo de hierro y corazi'ni de acero.
Su bravura conípiistó grado por grado el de general, que le otorg(') el Gobierno de Buenos Aires, y niuri(3 como leal, defendiendo al noble Sucre en el motín de cuartel, ([ue cost() uii brazo al vencedor de Aya- cucho.
II
Todos a([uellos (pie se habían formado en la escuela de Lanza y al calor de su entusiasmo patri()tico, fueron valerosos y ad(piirieron mere- cida fama C(^mo guerreros y patriotas. Entre los más insignes, citaremos á José Ballivián, ([uien , durante las luchas civiles de Bolivia ya cons- tituida en Repéiblica , pele(') con fortuna v valor, elevándole acpiél á teniente coronel: v cuando el protector Santa (U'uz marcln) al Peni, sigui(') l)ajo su bandera, distinguiéndose en la campana de pacificaci(5n v^ siendo ascendido á general en la batalla de Yanacocha , en la cual despleg(') el ari'ojo y pericia de los héroes.
En I chumayu, combati(') contra el desventurado y bizarro Salaverry^, que, entusiasta por el arrojo de su enemigo, le felicit() sinceramente y le manifest(') su admiraci<')n.
!Más tarde forme') parte de la expedicicni ;í Paucarpata, la cual, sin combatí', (li() por resultado el pacto (pie lleva su nombre.
Era Hallivijín de car;ícter enérgico, in(j[uieto y ambicioso; y aun cuando no dotado de gran ilustraci<')n , poseía natural inteligencia y facilidad para achpiii'ir los conocimientos (pie le faltaban y el l)arniz social j)ara el mando supremo al cual aspiraba.
Dui'ante su estancia en Lima y unido por amistoso lazo con el ilus- trado español José .loa([uín de ^íora , recibi») de éste lecciones de filoso- fía y de literatura, tomand<^ á la vez algo de su aspecto y de su trato, condiciones ([ue en no lejana época le hicieron más culto en la forma y más sagaz en el fondo.
48 AMERICANOS CÉLKBRKS
111
Vencido Santa Cruz en Yungay y disuelta la confederación, subi('t Velasco al poder como presidente interino, formando el «gobierno que se llannS de la Restauración, j contra el cual se pronunció el general Ballivián, proclamándose jefe supremo apoyado por una parte del ejército.
La campafia le fué desfavorable, y después de inútiles esfuerzos vióse obligado á desistir por entonces de sus planes y á refugiarse en el Perú, acechando desde Puno el momento á })rop()sit<) j)ara renovar la lucha.
Por entonces firmóse el tratado perú -boliviano, y hechas las elec- ciones populares parecía haberse consolidado Velasco, electo Presidente constitucional, cuando un nuevo acontecimiento turbó el orden y fué causa de terribles castigos.
El batallón Legión se sublevó en Oruro, aclamando al general Balli- vián como jefe del Estado: el Gobierno sofocó el pronunciamiento con enérgica entereza, y no vacil<) en hacer pesar sobre los culpables todo el rigor de la ley; pero casi al propio tiempo tenía lugar otro levanta- miento acaudillado por el general Agreda y en favor del protector Santa Cruz. El Presidente fué hecho prisionero, y los vencedores organizaron el gobierno de la Regeneración , en momentos en ([ue varias de las pobla- ciones se pronunciaban en favor de Ballivián. Velasco, desterrado en .Tujui, intentaba recobrar el poder en Tarija, y (lauíarra invadía Bolivia pretextando oponerse al triunfo de Santa Cruz. ¿Ccuno salvar tan difíciles circunstancias y tan encontrados hechos que amenazaban convertir al país en un caos, en un abismo de males y en campo de odios y ambicio- nes? Tales fueron los cimientos para la elevación de Ballivián, que proclamado por el ejército como salvador de la patria, volvió del destie- rro á recibir del mismo Velasco, las tropas que todavía le eran fieles para combatir á Gamarra, acampado y fortificado en Viacha.
Ballivián organizó su ejército en Sicásica y se puso en marcha con cuatro mil hombres, situándose en la llanura de Yngavi , á donde fué ;í encontrarle, abandonando sus posiciones, el poco prudente Gamarra.
JOSÉ BALLIVIÁN 49
Empeñóse el combate, indeciso por la porfía de ambos ejércitos y el arrojo de los jefes de uno y otro bando: una parte de las tropas perua- nas perdía terreno y se dispersaba: los bolivianos cargaron con más brío sobre el centro del enemig-o que hacía desesperada resistencia, cuando decidió la batalla el general Clamarra, que herido de muerte, cay() combatiendo. La victoria de los bolivianos fué completa, y el ejér- cito invasor, desbandado, perseguido y en parte prisionero, no podía disputar la palma á Ballivián.
IV
El Dictador, arrullado por el aura popular, engreído con el triunfo y omnipotente, fué arbitro de la suerte de Bolivia, y más que nunca conso- lide') el militarismo, poderoso siempre en la tierra predilecta de Bolivar.
No puede negarse á Ballivián, su acierto político al rodearse en su administración de elevadas inteligencias y de honrados ciudadanos. Su noble aspiración para las reformas útiles, el impulso á la instrucción pública que tuvo eficaz auxiliar en el sabio hombre de Estado, en el pru- dente y docto boliviano, ministro de Instrucción pública, D. Tomás Frías.
La escuela de cadetes creada en la Paz, la conversión de la Deuda, la iniciativa para la Cajas de Ahorros; la creación de la Comisión de Estadística y los empadronamientos, son hermosas páginas de aquella época y honran al Dictador.
Uno de los más bellos pensamientos de Ballivián , fué renovar el de Bolívar, para reunir un Congreso americanista y establecer fraternal apoyo entre los pueblos del nuevo Continente é inquebrantables lazos provechosos para su prosperidad.
Desgraciadamente, las perdurables desavenencias entre el Perú y la Repiiblica boliviana, hicieron imposible tuviera feliz éxito la idea gran- diosa y benéfica del Libertador.
Varias conspiraciones atentatorias contra la autoridad del jefe supre- mo, fueron motivo de crueles ejecuciones, sin que por el temor cesaran los conatos de revolución, y uno de ellos fué acaudillado por el coronel
50 AMKKICAX08 CÉLKF.IfKS
Isidoro Bt'lzii, ' que asaltó el palacio resuelto á cometer el asesinato de Balliviáu, scg'ún opinión de al<i'unos historiadores; pero éste se saly(> escalando una muralla, y como los soldados insurrectos vieran llejj;"ar <los batallones, vacilaron y retrocedieron. Belzu, desconñ(') de su lealtad V abandonííndolos, emprendió la fn:L>a.
Perú V Bolivia se aprestaban otra vez á la í>uerra, v ésta hacía , crecer la animosidad contra el [^residente aumentando el descontento :Lieneral, que se manifestaba por frecuentes conjuraciones y la intranqui- lidad y agitación que en todo el país reinaba.
El Congreso de 1847, había negado su voto en favor de la contienda (pie el general Ballivián v el mariscal (■astilla, intentaban resolver con las armas en la mano, en vez de cpie la diplomacia y la buena fe resta- blecieran la armonía entre ambos (Tol)iernos.
La efervescencia había llegado á su colmo, y el Sur se levantaba contra el Dictador para derrocar la ('Onstitución de 1S4,-), y poner vigente la de 1839.
El general Ballivián march(') al frente de las tropas que estaban des- tinadas para la guerra del Perú y ganó la batalla de Vitichí; ])ero com- ])rendiendo ([ue su prestigio y popularidad decaían, desisti(> de la lucha V firmó el tratado de libre comercio, por el cual el Perú no debía impo- ner derechos á las mercancías de paso por Arica para Bolivia, ni ésta acunar en lo sucesivo moneda feble; pero si bien la causa primordial ([ue había agitado al país desaparecía, no consiguió Ballivián restable- cer su prestigio que minaba Belzu, hasta que consiguió contar con gran parte del ejército.
No era Ballivián hombre capaz de resignarse ni de abrigar temor de- sús enemigos, pero rechazaba instintivamente la idea de la contienda civil, y resolviendo abandonar el mando, lo entregó en manos del Pre- sidente del Consejo de Estado, y ])oniéndose al frente del ejército fiel, se dirigió hacia el Norte para emprender la campaña contra Belzu.
' Presi'.lonto más tarde de Bolivia. — Muerto en una revuelta siendo jiro.-idento Melgarejo.
.losK i;a[.li\iax
ol
Kl coincnciiiiiciito de (\uv la iiisurrec'ci<ni era viu'orosa y extensa, aíiriiu) su pr(>j)(')sit() de alejarsi- no s(')l() de la política, sino de Bolivia: sali<'> [)ai-a (Miile y de allí pase'» más tarde al Brasil, convencido de que el aura popular es Noluble como las olas, (pie si liov apacibles a' suaves acarician \' arrullan, mañana altivas y amenazadoras arrastran al abismo.
l>alli\ ian muri('> en ivío .bineiro, en 1X52.
JUAN JOSÉ FLORES
REEKÍAMOS faltar al })]an de nuestra obra, si liahicii- (lo colocado en ella i'i los que iniciaron la indepen- dencia en cada país americano , no niencion/iranios al primer presidente de la república del Ecnad(^r, (jue si bien venezolano de nacimiento, tuvo su prin- cipal escenario político en el suelo ecuatoriano.
Era hijo de español, y naci«') en Puerto (^abello en Julio de 1<S(J0. vSu primera infancia la pas() al cuidado de I). Mcente ^Molina, sujeto de honradez acrisolada V de carácter franco v bondadoso. La g'uerra en Venezuela había tomado ya un carácter fuer- temente agresivo, y Juan José Flores vi(')se obligado á emigrar de su ciudad natal á Valencia, en donde, á la corta edad de doce años, se dedic() á practicar la Cirugía, presenciando los tristes días d(d primer sitio de la ciudad ])or Ceballos y los del segundo por Boves y Morales, cayendo en poder de éstos cuando la ])laza capitul(>, en 1S14. Salvado Flores como por milagro con dos de sus compañeros, fué conducido á Barinas prisionero, y allí, protegido por uno de los jefes, se consagró al comercio, pues que su patrimonio era corto y le precisaba aumentarlo con su trabajo, hasta que más tarde se le traslad() á Guas- dualito, en donde permaneció durante algún tiempo con sus dos amÍ2"os.
JUAX JOSÉ FLORES
JUAN JOSÉ FLORf:S 53
II
La carrera militar de Juan José Flores, comenzó al cumplir los catorce anos, que nombrado cadete y poco después alférez por el l)ri<j;'a- dier patriota liicaurte, formó parte de a([nel ejército del Apuré^ tan denodado como célebre en los anales de la independencia venezolana.
Ya en algunas pág-inas de este libro, hemos reseñado los combates y ^ ictorias de tan famosa época, y en ésta se distinf»'uió Flores por su bizarría, su serenidad, empeño y subordinación: día por día fué ascen- diendo y formándose en la escuela del Libertador, del g'eneral Páez y de otros jefes (pie ya gozaban alta fama militar.
Ostentaba sobre su pecho la cruz de Libertadores cuando marchó á la Nueva (iranada en pos de nuevas gdorias: en 1S20 fué ascendido á teniente coronel, y en 1S21 se batió en Carabobo y era jefe de Estado ?iIavor en el ejército de Occidente.
Asisti(') á todas las funciones de armas que fueron corona de Bolívar, v en Cuenca, estando á su cargo el Estado Mayor, general libertador, alcanz('» el ascenso á coronel.
III
Va\ 1.S2o, desgraciado en el mando civil y militar de Pasto, vivió retraído en Popay/m, hasta (pie se le nombró segundo del general Salom, volviendo á encargarse en 1.S24 del mando en jefe de aquel cuerpo de ejército, que triunf() en Sucuimbio y pacificó Pasto, termi- nando la guerra del Sur.
Ya entonces era Flores comandante general del Ecuador, y como su valor y pericia se hicieron aún más notables en la sublevaci()n militar de Quito y (Guayaquil, fué ascendido á general de brigada y conquistó la gratitud del pueblo ecuatoriano: la conducta del general Flores, en los momentos en que la tercera división colombiana sublevada en el
54 A^IEEICAXOS CÉLEBRES
Peni, intentaba llevar la íi'iierra á ('(^lonibia. t'iu' valerosa v divina, y mi tact(^ V esfuerzo llev(') ;í feliz término la eonti'arrc'voluei<'»n.
Nonil)ra(lo para el mando en jefe del ejército de operaciones en la defensa contra las tropas peruanas, y concentradas sus fuerzas en Cuenca, reconoci(') al insio-ne luariscal de Avacucho como director de la campaña. ?í (piien l>olivai' acababa 'de investir con plenas facultades v con el mando civil y militar de los tres departamentos del Sur, (jue- dando Flores de comandante en jefe. En la batalla de Tarípii, el denuedo de Flores y su impetuc^sidad en el combate, «¿'anaron cd asccíiso á g-eneral de divisiíni . (pie Sucre le otor,ii'(') en el mismo cam))o de batalla con el valiente O'Leary. (pu' ;í su vez fué ascendido ;'i ueneral de brigada.
La acción de Tarípii di(') por resultado v\ desaliento en il ejército ])cruano, el convenio de Oir<')n v la retirada de Lámar.
El comportamiento de Mores fué tan l)rillante en a(piel combate v durante toda la campana, ([ue el Libertador le decía en una de sus cartas:
«Diez millones de uracias, mi (pierido Flores, por tan inmenso ser- vicio á la patria y á la gloria de Colomlua: yo dcd)o ;í V. nnudio. inñ- nito; más de lo (pie puedo decir. Los servicios de \. no tienen precio ni i-ecompensa: pero era mi de))er mostrar la üratitud de (V)loml)ia hacia usted. Quise enviarle desde Popayán el despacho de general de (b^ isié)n. mas no hubo yía seuu ra : TaiMpii se lo (li('). y esto vale unís
En otra, fecha IS de ]\Iarzo. decía el Libertador:
«Me llena Y. de liozo con las expresiones de consa«^racié)n con <pie empieza Y. su carta. Las heridas (pie Y. deseara, las hubiera sufrido mi coraz(')n con mayor dolor (pie Y. mismo: su ])ér(lida sería irreparable para Colombia, para la amistad y para nuestra gloria. Va V. se ha sentado entre los inmortales, y por lo mismo no (Ud)e ))erecer. Estoy lleno de gratitud por Y., pues sus servicios en esta ocasiíui, han sido imcomparables: todo el mundo está lleno de admiracicui ])or Y.: pero la mía , creo no tiene rival » .
El premio á tan brillantes servicios, fué, además del generalato, ( 1 mando civil y militar del Sur, con el cargo de Prefecto general y comandante en jefe del ejército.
¡CAN .)(>>!•; FLOIÍKS
IV
Llegó el MÜo de I80O, fecundo en acontecimientos ([iie fueron de gran trascendencia para América. La gran república de Colombia dejaba de existir para formar tres naciones, y caía envuelta en el sudario de Boli- var, su inmortal fundador. Venezuela había dado su primer paso y el Ecuador sigui(') sus huellas.
Varias de las autoridades de la })rovincia de Pasto, pidieron la sepa- raci(')n de Colombia del departamento del Cauca é incorporaci<)n al Ecuador.
Flores accedi(') á la solicitud, y dio cuenta al Poder ejecutivo: ])ero el prefecto del Cauca y el comandante g-eneral José María Obando protes- taron, marchando el último con tropas para impedir la desmembración de territorio.
Los tres de])artamentos que habían formado la antigua presidencia de Quito, estaban decididos á separarse de la gran re])ública y crear naci()n independiente como Venezuela, si bien la Prefectura general constituida por Bolívar, hacía estuvieran administrados como país libre y extraño al Gobierno central.
V
El día 12 de Mayo de 1830, el Dr. Ramón Miño se dirigió á Flores, manifestando en respetuosa comunicaciíui , que el pueblo ecuatoriano ansial)a usar de sus derechos y organizar su administracicni , para L^ (jue ])edía la convocatoria de una asamblea que decidiera en tan impor- tante cuestión.
Flores accedi(') sin vacilar, cual si no fuera extraño al pensamiento de separaciíju, y al día siguiente, 18, reunidos en el salón de la Univer- sidad de Quito los vecinos más autorizados, declararon al Ecuador estado libre é independiente, y al general Juan José Flores, su jefe supremo civil y militar.
5G AMERICANOS CÉLEBRES
Debía reunirse un Cong-reso constituyente, después que los pueblos expresaran en actas su voluntad soberana ])ara organizar el (lobierno nacional. El 81 de Mayo, expidió Flores el decreto convocando el Con- £>'reso constituyente, del que la ciudad de Riobamba había de ser el centro, y desde entonces pudo considerarse al Ecuador independizado de Oolombia y á Flores presidente de la República. Entre tanto, las faccio- nes desgarraban la tierra colombiana, haciendo vacilar la nave del Estado, sin que los esfuerzos de Mosquera ni del discreto (-^alcedo pudie- ran conciliar los partidos ni las exigencias de las tropas, relativas á sueldos atrasados y pag'o de éstos cuando las cajas estaban vacías y el Gobierno era impotente para salvar la dificilísima situaciini.
Bolivar, salía ya para la costa puesto fuera de la leij por el Cong-reso de Venezuela.
El Ecuador, en aquella memorable época, fué tan ag^'adecido como noble, levantando acta de respetuosa admiraci(3n , de cariño y de piedad para el Libertador.
«Señor, — decía, — servios eleg'ir para vuestra residencia esta tierra que os adora y admira por vuestras virtudes: venid á vivir en nuestros corazones y á recibir los homenajes de gratitud y de respeto que se deben al g-enio de la América, al Libertador de un mundo».
El Cong-reso del Ecuador dictó en 24 de Septiembre el decreto que proclamaba Padre de la Patria y Proteetor del Sur de Colondtia , al héroe de tantas hazañas.
Y I
En 11 de Septiembre de ISoO, reunido el Cong-reso ecuatoriano en Riobamba, nombró Presidente á Flores y Vicepresidente al sabio Ohnedo, y constituyó al país satisfaciendo el voto po})ular.
No tardaron en sobrevenir graves conflictos que amenazaron la naciente República y fueron base de nuevos triunfos para el general Flores.
El espíritu revolucionario que en Bog-otá se manifestaba entre el ejército, se extendió hacia Guayaquil en momentos en que el general Flores se encontraba en Pasto sosteniendo la manifestación del Cauca,
.ir.VX JOSÉ FLOHKS 57
í'avñr;i1)k' á su auexiúii al Ecuador y rechazando las pretensiones de integridad (|ue abrig'aba C/olonibia.
El g'eneral Luis Urdaneta llei^'ó á (íuavatiuil, é invocando el sag'rado nombre de Bolívar entre los oficiales y soldados acantonados en aque- llos puntos,. consi<iUÍó sublevarlos contra las nuevas instituciones, pro- clamar al Libertador y la reincorporación á Colombia.
En Cuenca y en otras poblaciones, siguieron las tropas el mismo ejemplo, hasta llegar la rebelión á Quito, en donde la oficialidad y jefes de granaderos se unieron al movimiento de (ruayaquil, apoyados })or izenerales apasionados por el Libertador; y creyendo que éste había de ^'olver á tomar el niando en Colombia, se adueñaron de la población el í) de Diciembre, aun cuando á este pronunciamiento siguió el 11 una <:'ontrarrevoluci<')n.
Batidos algunos cuerpos de los rebeldes mandados por el coronel ^fanuel INlaría Franco, y merced á las acertadas operaciones de Flores, <[ue se había apoyado en la mayoría del país, emprendió la campana contra Frdaneta, que había ocupado á liiobamba, y que desechando algunas proposiciones de paz, hechas para ganar tiempo por el hábil Presidente, adelant(') hasta Ambato, y allí, atendiendo á nuevas comu- nicaciones de Flores, estipuló un armisticio, nombrando comisionados })ara un arreglo definitivo, (pie debía ser más fácil por la noticia reci- bida de (|ue Bolívar se em1)arcal)a para Europa.
VI r
Los comisionados del Gobierno y los del jefe colombiano no pudieron concluir un .<*onvenio: pero entre tanto, Flores aprovechaba para orga- nizar sus fuerzas, hasta que Urdaneta rompió de nuevo las hostilidades, sospechando tal vez el })lan de su enemigo.
l)es})ués de vacilaciones por ])arte de Urdaneta y astutas maniobras de Flores para alcanzar la deseada paz, se llevó á efecto ésta con una tran- sacci'ni, suspendiendo la campaña ínterin pudiera averiguarse si Bolí- var tomaba una vez más el mando de Colombia, en cuyo caso el Estado del Ecuador reconocería su autoridad; y de lo contrario, si no existiera <') se hubiese ausentado, debía reconocer I'rdaneta al Gobierno del Sur y
TíH AMKKICAXOS rKí.KBRKS
someterse á su coiistitucióii y leyes. La muerte del Libertador v la uoti- eia de ella. di<) origen á (]ue se prouuuciaseu los pueblos por el restahle- eimieuto de la (^)ust¡tuci(ui , y auu cuando el gem'ral eolomhiauo iuteut<) continuar la guerra, vi()se precisado á desistir por(jiU' las tropas le abandonarou pasáudose al general Flores, (jue g'cneroso y nol)l(' |)roteg"ió á T'rdaneta con una escolta para (jue siu riesgo pudiera salir del Ecuador, l^a calma se restableci<') eu el ])aís.
V 1 1 1
En el mes de Septiembre de 18.-U, se reuuió el ])rimer Congreso cons- titucional, y por decreto admiti() la iucorporaci<)U del departamento del Cauca al Ecuador, uiedida desaprobada por el ÍTobiei-no de Colombia y causa de nuevos trastornos.
La sublevaci<)n de los soldados del batallón Vargas, en Quito, pudo acarrear terribles consecuencias, y sobre todo porcpie la vida dv\ Presidente estuvo en grave riesgo, y debió su salvaciíui á su agilidad v al loable impulso de un soldado de los sublevados, (pie (lesvi(') el tiro destinado á matar á Flores.
Muchos de los culpables perdieron la vida en la perseeuci(')n y otros fueron fusilados en Quito: al dar cuenta al Cíuigreso de aípiellos casri- gos, decía el Presidente en su mensaje:
«Cuando la historia del Ecuador refiera ([ue un cuei-po de tro])a (pie- brantó las leyes de la obediencia y del Innior militar, referirá también (pie la espada de la ley cay() sobre las cabezas de los c(Mnplices en tan nefando crimen, y (pie ningvnio de ellos sobrevivi(') al delito».
En aquella legislatura se presentaron varios proyectos para premiar al general Flores por los servicios prestados al país en la reciente revo- lución, y por último, se di(') un decreto declarando al Presidente Bnirmí'- rito de ¡a Patria y padrr prolcdor dcJ Estado; pero el general Flores, con honrosísima modestia no lo sanciouí). juzgando la recompensa inme- recida.
.ll'AX .lOsT; FF.OHKS 51»
IX
Coineiizaha el ano 1S,')2, diseutiéiidosc por los (iobicnios ecuatoriano V colombiano la anexi('»n del ('auc^i, defendiendo el i'dtinio sus derechos s(>l)re aípiel territorio v el primero apelando á una coiiNcncifUi de ])leni- potenciarios para resolver la cuesti()n de límites.
Ya en Poparán había tenido lu^ar un pronunciamiento encal)ezado ])or v\ ;^-eneral I). José Hilario L(')pez, en favor de la reincorporación ;í (^olombia.
Los (iobiernos ecuatoriano y colombiano no estaban dispuestos á ceder, v el o'eneral Flores resolvió emplear la fuerza de las armas para cf)nservar el departamento del Cauca; y había dictado disposiciones y escalonado cnerpos de ejército, cuando el Gobierno central envió comi- sioiuxdos para restablecer la paz entre ambos países, en virtud de un decreto por el cual el poder ejecutivo reuniera nn Con,u'reso de plenipo- tenciarios de Venezuela, Colombia y el Ecuador.
Entabladas las negociaciones, se prolongaron sin obtener resultado definitivo, cuando una insurrecciíni militar consterm') al Ecuador é hizo im[)osi1)le todo conveni(^ con los comisionados neogranadinos.
Los sul)levados en Latacunga, cometieron los mayores desórdenes y recorrieron ])arte del país con direcci(')n á (jluayaquil: pero el coronel Otamendi los derrot(), ([uedando nnos en el campo, otros (pie huyeron desbandados y otros fueron pasados por las armas.
X
Varios sucesos habían determinado la cuestión de Pasto en favor de Colond)ia, precisamente en momentos en que Flores salía de Quito con refuerzos y decidido á impulsar vigorosamente la campaña, en la cual, las deserciones, la traición y los pronunciamientos, habían tenido tan desastroso influjo. La retirada de la división que mandaba el general
(30 AMERICANOS CÉLEBRES
FaríVui, fué la base para aquel resultado; y aun cuando Flores marcli''» hasta Tuquerres, vio que era difícil volver á apoderarse de Pasto, ocupado ya por 0])ando y fuerzas neog'ranadinas: entonces trat(') de ajustar mi armisticio, y sometido al Congreso ecuatoriano, éste fué de opini(')n (|ue Flores viese la manera más adecuada y decorosa para el arreglo de la>^ •diferencias con Colombia; y aquella guerra de un año, fecunda en ren- cores y en tristes episodios, concluyó por un tratado de paz celebrad) el 8 de Diciembre de 1832.
Flores, durante aquel tiempo, había tenido que atender á la luch i interior y exterior y sufrir las consecuencias de insurrecciones y la faltü de patriotismo en los mismos jefes que mandaban las fuerzas en el Cauca : así, pues, si muchos lo han censurando, empañando su gloria de soldado y su acierto político, otros más imparciales y justos, culpan á las cir- cunstancias especiales que le rodearon, y que salvó con sagacidad y entereza.
XI
Ya por entonces había decaído el prestigio del general Flores: los pueblos no rinden incienso durante largo tiempo al mismo ídolo; los hombres de Estado se gastan, y el entusiasmo poi)ular se amortigua con pasmosa facilidad. El descontento era general en el Ecuador: todas las clases sufrían por la deplorable decadencia de la Hacienda y la })enosa crisis monetaria, ([ue acarreaba abusos, contra los cuales era impotente el Gobierno. La acuñación de moneda falsa, se había hecho una nece- í^idad, y hasta las mismas autoridades hacían forzosa la circulación: el favoritismo de que disfrutaban algunos hombres, en detrimento de otros respetados y ([ueridos por el pueblo; el desconcierto que reinaba en todos los ramos y la falta de medios para combatir tantas dificultades y sacar al país de aquel caos, debía dar y dio por resultado una revo- lución.
Las economías que el Gobierno puso en práctica, los buenos deseos para conjurar el mal, fueron ineficaces; y la oposición se desencadenó contra Flores y sus ministros, teniendo por elocuente auxiliar á un
JUAN JOSK FLORKS Gl
hombre ([ue debía ocupar en la historia del Ecuador una de las páginas más bellas: Vicente Rocafuerte. "■
El (hiUcño JJhre era por aquel tiempo campo de acci<')n, en donde Aii^'orosamente se atacaba al Gobierno; y tales carg-os se hicieron al Presidente, v de tal fuerza, que éste, con digna actitud, tuvo que buscar en la ley su descargo y protecci()n.
El 10 de Septiembre se reuni(') el Congreso constitucional; y corno- corría muy válida la voz de reelecci<ni en favor del general Flores para- la Presidencia, éste, en su mensaje, desminti<S el dicho con hidalga sin- ceridad.
:< Toca al (-ongreso, — dijo, — desmentir con su sabiduría los rumores ([ue ])ara mancillar mi honor han propagado los enemigos del reposo ])úblico. Si mis pequeños servicios tienen alguna aceptación á vuestros ojos, os pido como la única recompensa, en nombre de la libertad, que al iniciar las reformas que demanda nuestro Código fundamental, no to([uéis en manera alguna aquel artículo cuya alteración pudiera dar fundados motivos, para que se creyese que yo aspiro ;í la reelección de l^residente >.
Xlí
Algunas tentativas para alterar el orden público, dieron origen á cpic se le otorgasen á Flores facultades extraordinarias, empleada.; inmediatamente en disolver la sociedad de El (Jn'iteño Líhrr, en prender ;'i varios de sus miem})ros y en desterrarlos al extranjero; y como la violencia era el peor de los medios para que enmudeciera la oposición, ésta fué más violenta y más intransigente. Algunos diputados manifes- taron su descontento por las amplias facultades concedidas al Presi- dente, entre ellos I\ocafuerte, ([ue fué destituido con varios y desterrado al Perú; otros desistieron de asistir al Congreso, y la agitaci(')n y el malestar lleg() ;í su colmo.
La revoluci(')n fué un hecho el día 12 de Octubre, en que el coman- dante de artillería ^Mena, levantó en Guayaquil el estandarte de la rebe-
' Vúaso su biograí'la.
G2 AMEIÍICAXO.S CÉLEBRES
li(')]i: V aun cuaiido los primeros jefes de ella fueron impopulares, cont<') después con el a})ovo de hombres notables, entre ellos Hoeafuerte, que caminaba ])or el Naranjal en direccicni á la costa, cuando los rebeldes fueron á su encuentro y lo llevaron en triunfo á (iuava(piil.
Aprovechando la salida de Flore ^i, ({ue marchaba contra los pronun- ciados en el (xuayas, se tramó un levantamiento en Quito, a- la conjura- ciini que desde su oi'i_i>en tuvo traidores en su seno, fué delatada y no estalló sino para hacer víctimas en la triste noche del lí> de Octubre de m\}\.
La revolución en (iuaya([uil presentaba aspecto amenazador, v tenía á su cabeza como jefe su})remo á Hoeafuerte: Flores contaba con elementos para vencer, y mediante una hábil estrate<iia . se apoder(') de h\ poblaci('>n (|ue haV)ían abandonado los principales jefes revoluciona- rios, i)ara refugiarse en la fragata (lolninhia , desde donde Eocafuerte continuó la resistencia con inmensas diñcultades, ])or la falta de víveres V i\v recursos pecuniarios.
En lSo4, se multiplicaron los horrores de la lucha civil en el departa- mento del Guayas, que hizo más terrible la jíchre amariJht desencade- nada contra los infelices ecuatorianos.
En el interiíu*, la tea de la discordia ardía también, y otro jefe supremo había sido aclamado por la revoluci('>n.
Entregado por traición Rocafuerte á Flores, éste, sagaz como siem- pre, no abrigó ni por ini instante la idea de manchar su nombre con la muerte del sabio g'uayaíiuileuo, y se propuso hacer de él un amig'o.
Ambos deseaban la [)az: y Rocafuerte acept(') las proposiciones del g'eneroso Flores, ayudándole después en la tarea de pacificación, larg'a y refiida en el norte del país, porcpie reconocía por caudillo al doctor don José Félix Valdivieso.
Al concluir el ])eríodo constitucional del general Flores, fué nom- brado Rocafuerte jefe su])remo del Guayas, y como continuaba la guerra civil, encargó á Flores el mando en jefe de las tropas, poniéndose éste en campana contra el ([ue se llamaba Ejrrcito íirsiaurado)', mandado por el general Barrig-a. La célebre batalla de Miñarira , puso fin á la san- g-rienta contienda, y ocupado Quito por el victorioso y magnánimo Flores, se organizó el Gobierno provisional de Rocafuerte.
.HAN' JosK r[.<»RKS 63
XIll
Kn a([iR'llH ()C;isi('ni fué lioiirosísiinn la conducta de Flores y .su noble <M»iH})ortainient<> con los vencidos en Quito, entre los cuales habían encarnizados enenii<;os suvos: co))ianios al<i'unas de sus [)alabras de la j)roclania ([ue di*') en la cai)ital.
l*ara facilitaros este examen, tócame deciros (jue ningún ciuda- dano, ni los diputados de la proscripción, ni el mismo üeneral vencido ([ue vínc entre nosotros, han sido molestados ni reconvenidos: todos dis- frutan de las íi'arantías prometidas; todos <i'ozan de los bienes de la paz. Los emij^rados (¡ue de mí solicitaron permiso para volver ;í sus hograrc'^^, lo obtuvieron sin ninguna restricci(')n, y los (jue no han participado de este l)eneticio, es sin duda, porque no han (pierido. mas no ])orque les haya puesto estorbo ni embarazo >.
Después de la llegada de Rocafuerte á Quito, se retir('> ;í su hacienda de Eh'irtí , situada en las risueñas nn'irgenes del Babahoyo, y reunida la Oonvenci()n de Ambato el 22 de . I unió de ISI)"). recibi() el decreto de acciíhi de gracias ' [)or sus victorias y empeño en afianzar la paz.
Dos ó tres veces abandonó su retiro para vencer á los ])erturbadores del orden , y por completo había recobrado su infiuencia política y gozaba de mayor prestigio ([ue anteriormente, siendo electo senador en IHoT y Presidente de tan alta (■ánnira: concluido en l<S,->9. el fecundo y ])enéfico período de Rocafuerte, ascendió de nuevo al solio presiden- cial. En 1840, se renovaron las dificultades en la Nueva (iranada, y Flores intervino y apoyó al general Herrán , y en 1841, con facultades extraordinarias, se dirigió á Pasto, que por decreto del (i de Mayo, se puso bajo el protectorado del Ecuador, así como el cantíni de Tuquerres.
Durante aquella campaña, el general Flores sostuvo combates, ven- ció á los facciosos y á los indios, y pacificó la provincia de Pasto, poniéndola en manos del general Mosquera con desinteresada lealtad.
El año de 1842, se pasó tranquilo y consagrado á útiles reformas y á la administración del país.
' Vt'aso H(jc:ti'uri-tj.
G4 AMERICANOS CÉLEBRES
En 15 de Enero de 184,'], se rcnni(5 la Convención de Cuenca, que san- cionó una nueva constitución y elev() al general Flores por tercera vez^ en el término de trece anos, al mando supremo; v aun cuando estalló una insurrección cimentada en un impuesto decretado por la C<uiven- ción V se sucedieron las conspiraciones, el Clobierno sali() vencedor de ellas, y continuó su marcha sin que en 1844 se turbase el orden público.
En Guayaquil, se maquinaba desde hacía algún tiempo, y en abierta lucha desconocieron los revoltosos al presidente Flores, estableciendo un (xobierno provisional: en aquella insurrección, tonu') parte activa el gobernador de Manabí, José Alaría Turbina, ' amigo de Flores, joven popular, inteligente y ambicioso de renombre.
El pronunciamiento de Guayaquil lleg(') á noticia de Flores, cjue, decidido á sofocarlo, salió inmediatamente para la costa; pero enfermo en La Tacunga, hubo de detenerse algunos días y hacerse conducir en liiimaca hasta Guaranda, desde donde dictó sus (u-denes.
El general Otamendi, que había tomado posiciones y fortifici'ulose en Elrira, hacienda perteneciente á Flores, fué atacado por las tropas revolucionarias mandadas por el veterano general Elizalde.
El combate fué sangriento y completa la derrota de los sublevados.
Seis días más tarde, Elizalde había reorganizado su ejército en Gua- ya([uil, y volvía para combatir de nuevo, cuando va Flores se encon- traba en Babahoyo; el resultado de esta segunda tentativa, fué tan infausta para los sublevados como la primera. La guerra se había gene- ralizado en el interior, y en varios encuentros fueron vencidas las tropas del Gobierno; los motines, las insurrecciones se multii)licaban por todas partes, y la situaciíúi de Flores lleg() á ser en cada hora más difícil. Sin embargo, aun contaba con hombres fieles y soldados aguerri- dos, cuando tonu) una determinaci()n que, considerada bajo el punto de vista del patriotismo, fué grande, generosa y noble.
Con ella evit() mayores conñictos y derramamiento de sangre de hermanos. Flores propuso al general en jefe del ejército enemigo, la suspensión de hostilidades, y aceptada, se entablaron negociaciones de paz.
' Presidonto más tardo del Ef nador: on r.atnral do Ambnto: homhro dotado do tdaro talento y do eraad íictividad; hoy vive modostamonto en Babahoyo. provincia do Los Ríos.
.H'AX JOSÉ l-LOKKS 65
El 17 de Junio de 1(84"), se celebr*') el tratado en la hacienda de A'ir- üinia, estipulando por convenio adicional, que el <¿'eneral Flores se ausentaría del Ecuador y permanecería en el extranjero por espacio de dos años; que se le conservarían sus orados, bienes, honores y rentas; (][ue se le pagaría cuanto le fuera adeudado y la suma de veinte mil l)esos para vivir en Europa , así como se le entregaría á su esposa la mitad del sueldo que á él correspondía como general, y que ])asados dos anos podría volver á su patria.
El general Flores salió en el bergantín Seis de Mdrzo con rumbo á Panamá.
XIY
La revoluci<5n del G de ]\Iarzo de 184"), fué completamente popular y base de la Convención de Cuenca del mismo año. Quince años vivió Flores lejos del Ecuador, y dolorosamente afectado por la anarquía que reinaba en el país, intente) en una borrascosa época llevar una interven- ci<)n extranjera , medio reprobado y censurado por toda América y que no tuvo efecto, por la protesta ([ue hicieron en París y Londres los ministros ecuatorianos.
En 18G.-), regresó Flores al Ecuador y contribuyó con su espada al triunfo de García Moreno, contra los revolucionarios en Bodegas, Paso del Salado y Guayaquil. ^
Más tarde volvi() á batirse en servicio de su patria adoptiva, poco tiempo antes de su muerte acaecida por el año de 18G4.
Poseía el general Flores gran afabilidad de carjicter, con la cual seducía hasta á sus mayores enemigos y se hacía simpático á primera vista; era burlón con gracia y amaba las ciencias y las letras; en estas lUtimas había hecho algunos ensayos no desprovistos de inspiraci('»n V facilidad.
• En 1850, 18Ó1 y 1860. so siicedioroii las revoluciojies en el Ecuador: en 1881. fué electo presidente García Moreno hasta ISBó; en 18(39 volvió á ser Presidente hasta 187o; entonces pensaba en la reelección, cnando fué asesinado el 6 do Agosto <lo 1875 por un colombiano llamado Rayo, despides de haber ejercido poder a))solnto y autocrático.
* 5
66 AMERICANOS CÉLEBRES
La historia juz<>ará algunos de sus actos, por(|ue el poder escarba muy pesada en la cual se encuentran grandes escollos. Con preclaras condiciones de mando, se cometen á veces censurables errores (pie la fuerza de las circunstancias hicieron necesarios, ó lo apremiante de los momentos no permitió madurar las ideas ó desistir de ellas.
Flores cumpli(') su misión v baj<') al sepulcro honrado y respetado.
J. JOAQUÍN DE OLMEDO
JOSÉ JOAQUÍN DE OLMEDO
"%
(EL CANTOR DE JÜNÍN)
Fiír el padre de la 'patria, el ídolo del pueblo; pcsryo todos los talentos , practicó todas las virtudes.
f\i\^ las siete de la noche, ^ cuando desde el vapor f^nhnnhia, divisamos por vez primera la pintoresca ciudad de Guayaquil. ¡Cuan hermosa y alegre aparcci(5 á nuestros ojos, blandamente acariciada })or el tranquilo Guayas, que amoroso, rinde tri- buto á la feliz sultana!
Después de algunos días de navegación, y aun con- movida por el último adiós dado á mis amigos al aban- donar el puerto del Callao, sentí suprema satisfacción al encontrarme en un nuevo país, en el cual me presentaba '~' mi fantasía horizontes ignorados. >> Experimenté el anhelo de encontrarme en tierra, halagada por el cariño y hospitalidad tradicional en los pueblos hispano-americanos.
»A la mañana siguiente, víspera del S de Ociuhre, desembarqué. Guayaquil estaba de fiesta, ataviada como una hermosa prometida, risueña v feliz: la alegría rebosada en los semblantes y en los corazones.
* 1)0 mi THarii)
68 AMERICANOS CÉLEBRES
»¡Era el aniversario de la independencia! ¡Érala fecha conmemo- rativa de aquella, en que la hija se emancipó de la tutela de la madre, aspirando á formar familia y hogar! »
Es la risueña ninfa del Guayas, cuna de hombres eminentísimos en política, ciencias y letras, y diríase que en la fecunda y lozana ima- íiinación de sus hijos, se refleja la galanura y deslumbrador atavío de la Naturaleza, los perfumes y exuberancia de sus jazmines del Cabo, ' que embalsaman el ambiente y reprean la mirada.
En las orillas de aquel espléndido río, sombreado por verdes y esbel- tas palmeras, por tupidas selvas de árboles tropicales, que bajo el peso del sabroso fruto inclinan á la tierra su ramaje: bajo un cielo siempre azul, siempre sereno, que cual en limpio espejo se refleja en las serenas ondas del Guayas; en la Georgia de América, llamada así por el especia- lísimo y gracioso tipo de sus mujeres, nació en 1782, el sabio patriota, el arroíi'ante cantor de Junín.
II
A la fiebre de la inspiración homérica, reunió Olmedo la austeridad y severa precisión de Tácito; el ardiente sol del Ecuador prest() á su lira patriótico entusiasmo; las templadas brisas de la ciudad de los Reyes, el dulcísimo estro poético.
Era clásico por sus estudios, que siguió en el colegio de San Carlos, de Lima, hasta doctorarse en Leyes; carrera no de acuerdo con su amor á las letras, por las cuales la abandone).
Tenía Olmedo carácter noble y amable, clarísimo talento, cultura v vasta instrucción; la frente despejada y espaciosa, albergue de múlti- ples y generosas ideas; cejas pobladas, ojos negros, de reposada expre- sión, mediana estatura y aspecto digno y modesto.
Diputado por Guayaquil á las Cortes españolas de 1812, se distingui(> en ellas por su liberalismo y su decidido enq^eño por las reformas que América anhelaba.
Volvió al suelo patrio y encerrado en sí mismo, permaneció hasta el
' Gardenias ninj- abunilantos en la costa ecuatoriana.
JOSÉ JOAQUÍN DR OLMEDO 69
iiicmoral)lx? 20 de Octubre: el ^rito de independeiicia despertó su ciitusiiisiuo, y formó parte de la Jimln de (lohio-no provi.'^oria con Jinieno y Roca.
Los reveses de las tropas independientes abrumaron á la Junta, y á pesar de la capacidad de Olmedo, corría la revolución á un abismo, cuando dos <>enios volaron á salvarla: Bolívar y Sucre.
ÍII
La gran Colombia tendió sus brazos \ recibió en ellos ul Ecuador. Guayaquil se dividió en dos bandos; uno, uniéndose al gran todo creado por Bolívar: otro, buscando cariñoso hogar en el Perú.
Olmedo y sus compañeros fueron á tomar asiento en el último, en 1822, y allí, el aura popular, la admiración y el amor acompañaron al poeta del Guayas.
El Congreso constituyente de la República peruana lo llamó á su seno, y nombrado de la comisión encargada para solicitar el apoyo del Libertador y el Ix-azo de los soldados colombianos, en favor de la santa causa de la libertad, cumplió con patriótico anhelo y obtuvo el éxito, decidiendo al héroe á completar la magna evolución.
IV
¡Gloria al cantor de Junín y de Ayacucho! Inflamada su mente por la epopeya de la Lidependencia, pulsa la lira y canta: ¡es el Homero de aquella Ilíada, es el ruiseñor de un esplendoroso aurora; Olmedo la brinda su tributo!
Ei^ta es la hora feliz; desde aquí empieza la nueva edad, al Inca prometida , de libertad, de paz ij de grandeza.
Sus versos son perlas engarzadas en corona de oro purísimo, para ceñir la frente del vencedor.
70 AMEEICANOS CELEBEES
En jig'aiitesco grupo aparecen los hombres y los hechos, iluniinados^ por los fulgores de la inspiraci(5n, y la fama lleva á un tiempo mismo en sus alas y á través del Universo, el nombre de los ínclitos guerreros y el del vate inmortal.
«Confieso á V. humildemente, — decía Bolívar en su carta, escrita desde el Cuzco en 12 de Julio de 1825, — que la versificación de su poema me parece sublime: un genio lo arrebató á Y. á los cielos: V. con- serva en la mayor parte del canto un calor vivificante y continuo; algu- nas de las inspiraciones son originales; los pensamientos nobles y hermosos; el rayo que el héroe de V. presta á Sucre, es superior á la cesión de las armas que hizo Aquiles á Patroclo. La estrofa ciento treinta es bellísima; oigo rodar los torbellinos y veo arder los ejes; aquello e.s griego, es homérico. En la presentación de Bolívar en Junín, se ve, aun- que de perfil, el momento antes de colocarse Turno y Eneas; la })arte que usted da á Sucre, es guerrera y grande, y cuando habla de la ^lar, me acuerdo de Homero cantando á su amigo Mentor.
» Permítame A^. , ([uerido amigo, le pregunte: ¿JJe d(')nde sacó) usted tanto estro para mantener un canto tan bien sostenido desde el princi- pio hasta el fin? .
»E1 término de la batalla, da la victoria; y V. se la ha ganado, por- que ha finalizado su poema en dulces versos, altas ideas y pensamientos* filosóficos.
»Su vuelta de Y. al campo es pindárica , y á mí me ha gustado tanto, que la llamaría divina .
Bolívar envió poco después á Olmedo á Francia é Tuglaterra como representante del Perú.
Yeamos un párrafo de su carta del Cuzco, de 27 de Junio de 182").
«Yo no dudo que Y. llenará dignamente su comisi(')n á Inglaterra^ tanto lo he creído, que habiendo echado la faz sol)re todo el Imperio del Sol, no encontré un diplomático ([ue fuese capaz de representar y negociar por el Peni, más ventajosamente que usted.
»Uno á Y. un matemático, ^ porque no fuese que llevado Y. de la verdad poética, creyese que dos y dos formaban cuatro mil; pero Eucli- des ha ido á abrirle los ojos á nuestro Homero, para que no vea con su
Paredes.
JOSÉ JOAliUiX DE OLMEDO
iinaoiiiaci(')ii , sino con sus miembros, y para que no le permita que lo encanten con armonías y metros, y abra los oídos solamente á la ])rosa tosca, dura y despellejada de los políticos y de los publícanos .
Vivió Olmedo en Europa, en los círculos de los sabios y de los pensa- dores, y en frescos y abundantes manantiales, adíjuiric) nueva savia y nuevo viii'or político.
V
La carta fundamental de Bolivia, fué desaprobada por Olmedo; el austero republicano no admitió presidencia vitalicia, creíala contraria al principio de libertad de los pueblos. Era imponerles un soberano, y abandonando, por su desacuerdo con el Gobierno, las márgenes del Táme- sis, volvió á Guayaquil aislándose en su modesto hogar.
Allí ios trabajos literarios le preocuparon por completo, hasta que (íi ISoO, ya independiente el Ecuador, fué electo para ser Vicepresi- dente; cargo que rehusó, admitiendo el de Prefecto del departamento de (Guayaquil.
Sus especiales ideas le hicieron renunciar más tarde; y la traní^uili- dad doméstica volvió á ser su encanto hasta 1X85, que, como diputado, asisti<) á la Convención de Ambato, Era á la sazón poder ejecutivo el justo y renoml)rado ecuatoriano Rocafuerte, quien inútilmente preten- di<) tener á Olmedo á su lado.
El modesto y sin ambición poeta, prefiri(> las letras á los honores ]iolíticos, y sólo en 1845, le volvemos á encontrar formando parte del Gobierno provisional con Noboa y Roca, creado á consecuencia de la re- volución que estalló, rechazando los actos de la Convenci()n de Ambato; ])ero constituido el país legalmente, abandonó Olmedo la escena })iiblica [)ara volver á seguir su vida consagrada al estudio y á las letras.
Su oda al general Flores, vencedor en ]\Iiñarica, es una de sus más bellas conq)osiciones.
T'^n día, el 17 de Febrero de 1847, se exting'ui<) la inspiraci<')n del sublime genio ecuatoriano; bajó al sepulcro para cantar los misterios de la eternidad: su tarea en la tierra había concluido, y el trovador de los héroes de .Tunín, dej(> un vacío en su patria y un nombre más en el tem- plo de los inmortales.
AísDliÉS SANTA CRUZ
existían descendientes de aqnellos poderosos incas, que un tiempo fueron soberanos del rico y dilatado imperio del Perú.
Aun los indios prestaban entusiasta culto al g'randiot-o - ^^ ,_., pasado (pie sus mayores disfrutaron, y todavía estaba
^^\uvr*5í: " iiii^iy reciente la trágica muerte del último (pie había osten- tado el ¡Jaldo, ' que como á hijo del Sol le pertenecía.
Tumac-Amaru, el cacique de Tung-asuca, el g-eneroso y bravo heredero de los antiguos señores , había perecido en el patíbulo el 18 de Mayo de 17<Sl, por haber sido el caudillo de la sangrienta revolución que estalló el 4 de Noviembre de 1780, en el banquete que en celebridad de los días del rey Carlos III, se celebraba en casa del cura de Yanaoca.
En el distrito colonial de las Charcas, en la ciudad de la Paz, vivía á los últimos años del siglo xvín , la inca Huarina , y á ella debió el ser Andrés de Santa Cruz, que en la historia de la futura Bolivia había de ocupar brillante página.
' I.laufn, especie de guiruaMa ó corona uno níialiari los incas como insignia real.
ANDRÉS SANTA CRUZ
AXDIIKS SAXTA CRUZ 73
11
Muy joven se C()iisa«>r(') á las anna.s: era decidido, intrépido y ambi- <'ioso de taina; condiciones para escalar elevado puesto y satisfacer los ni;ís exi<j;"entes deseos de mando y predominio.
8irvi() primero en las filas españolas, y ya era teniente coronel cuando las victorias de Bolívar en Venezuela y en Colombia y las felices campañas de San Martín en Chile, abrieron nueva senda á sus ideas y decidieron de su porvenir.
Emprendida por San Martín la campaña de la Sierra en que Arena- les o-anó honra y prez, derrotado O'Reilly y tomando la revolución amenazador incremento, pasó Santa Cruz á formar parte de las fuerzas patriotas como coronel, g"rado reconocido por el protector San Martín.
Las alturas del Pichincha fueron testigos de su arrojo en la batalla (pie lleva a({uel nombre, ganada por el invicto Sucre, y en Junín fué el jefe del Estado ^fayor general. Más tarde, en la campaña del Alto Perú, mandando la divisi(')n de auxilio para los alto -peruanos^ sufrió Santa Criií fuertes descalabros, y en una desastrosa retirada perdió la mayor parte del ejército.
Los generales Olañeta, La Serna y Yaldés, operaban en el x\lto Peréi, y los independientes sufrieron por entonces formidable persecución de aquellos jefes realistas.
Asegurada la independencia por las batallas de Junín y de Ayacu- cho, era Lolivar Dictador y Presidente del Perii, cuando Colombia reclam(') sus servicios, y parti(') dejando interinamente nombrado un Consejo de ministros presidido por Santa Cruz, ([ue desempeñaba á la saz(')n la presidencia del Consejo de Estado.
IIT
liia c(»nspiraci()n militar derrocó al gobierno que Bolívar había establecido: v el nuevo, tuvo también por jefe á Santa Cruz, que ya por entonces abrigaba ideas de federación ó de incorporación entre Bolivia y el Perú. ])r(^yectos que rechaz() el noble Sucre, lo que tal vez fué base
74 AMERICANOS CÉLEBRES
de los motines y sublevaciones que dieron por resultado la (liniisi()n del mariscal de Ayacucho, y la salida de Bolivia de a(|uel inmaculado gobernante, que puso los cimientos para constituir el país y dict(> sabiíw leyes y provechosas disposiciones.
Estaba Santa Cruz de plenipotenciario en Chile, cuando en 1829 fué electo Presidente provisional, y desde esa época reveh) el sagaz boliviano su relevante mérito político administrativo. No había sido extraño á las insurrecciones (pie en Bolivia habían tenido lug-ar, y preparado el terreno para que sus proyectos de confederación alcanzaran feliz éxito.
Con tal propósito, organizó y aumentó el ejército para ([ue en su día invadiese el Perú, é ínterin se dedicó á dotar á Bolivia con útiles leyes y brillante administración.
Los Códigos civil y penal, de minería y de procedimientos, se debie- ron al activo gobernante, así como las universidades de Cocliabamba v de la Paz: la instrucción pública mejor() y fué objeto de su predileccitni: los ingresos crecieron, el comercio prosperó v la fabulosa economía del Presidente había dado grandes resultados para el país, ciumdo en IS.n. se reunió un Congreso que dio nueva constitución y aciano) presidente efectivo á Santa Cruz.
Una de las cualidades de Santa Cruz (pie le honraron v honraif su memoria, fué el profundo carino y entusiasta admiración ([ue siempre conservó por el libertador Bolívar, y cuando el gran patriota americano era víctima de la ingratitud y de la exaltación de los partidos, cuando pensaba dirigirse á Europa, proyecto que la muerte impidi<') realizar, Santa Cruz, dolorosamente afectado por el infortiniio del héroe, le escri- bía en Octubre de 1830.
«El presidente de la República boliviana, tiene la honra de saludar en nombre de la nación, al jefe de la libertad americana, al fundador de su patria. Instruido de vuestra separación de América, no puede pres- cindir de seguiros con su corazón y transmitiros los sentimientos m;ís puros de gratitud y respeto (|ue afectan al pueblo boliviano, constante siempre en amaros y en recordar los beneficios (|ue os dt?be».
En esta nota expresaba Santa Cruz el deseo que abrigaba la Re})ú- blica boliviana, de (|ue Bolívar la representase como Ministi-o Plenipo- tenciario acerca de la Santa Sede.
AXDKÉS SANTA CKUZ 75
IV
El proo-rcso y buen sistema de gobierno (jue imperaba en Bolivia, la confianza y el prestigio que tenían todas las clases por el Presidente, el orden en el interior, el crédito en el exterior, aseguraban el triunfo ([ue de largo tiempo ambicionaban , y las discordias civiles del Perú fueron el eficaz auxiliar para sus planes.
La hermosa tierra de los incas, estaba desgarrada por las facciones ([ue hostilizaban al presidente Orbegozo, y que tenían por caudillo unas al general Salaverry, y otras al mariscal Agustín Gamarra, al insigne patricio, (jue en la canq^ana de libertad había contribuido al triunfo con su denodado esfuerzo, y había sido ascendido á gran mariscal, cuando en 1S2S invadió á Polivia con el ejército que él había organizado (cinco mil hombres), y cerr<) la campana con el tratado de Piquiza de honro- sísimas condiciones para el Perú.
Gamarra había sido Presidente cinco años y tuvo por sucesor á Orbe- gozo; pero desavenencias entre ambos ilustres peruanos, hicieron que el primero enarbolara la bandera revolucionaria, proclamando al general Bermúdez. Por entonces, reconciliados los dos jefes en Maquinguayo, emigró Gamarra á Bolivia; pero el esforzado cuanto infeliz Salaverry continu() la canqjaña contra Orbegozo, y fué el anhelado pretexto para ([ue Santa Cruz invadiera el territorio peruano.
V
Desde Puno comunicó á la Cámara boliviana, el plan de confedera- ei(ni (pie había de llevar á efecto, por convenio hecho con el gran maris- cal presidente del Perú, Luis José Orbegozo; y se puso en marcha para combatir á (ianiarra, ([ue, enemigo de la intervención, había organizado un ejército en el sur del Perú, de acuerdo con Salaverry, (pie á su vez hacía frente á los aliados de Orbegozo.
En la batalla de Yanacocha, Santa Cruz recogió los laureles de la
76 AMERICANOS CÉLEBRES
victoria venciendo á Gamarra , y en la de Socabaya fué también vencedor de Salaverry: ^ libre ya para poner en ejecución sus proyectos, dividi(') el Perú en dos Estados: Sud-peruano y Nor-peruano, estableciendo por decreto de 28 de Octubre de 183G, la Confederación Peru-Boliviana, que- dando Orbegozo de Presidente del Estado Nor-peruano.
El Cong-reso de Bolivia, sancionó, autorizó y premió los triunfos y disposiciones de Santa Cruz , que fué aclamado mariscal y protector de la Confederación é hizo su entrada en Lima con fastuosa pompa, porque si bien era gran político y hábil gobernante, se dejaba fácilmente dominar por la vanidad, defecto característico en Santa Cruz.
El hombre de Estado boliviano, planteó las bases de saina adminis- tración para la Hacienda pública, la prosperidad comercial y el presti- gio exterior.
Y I
Sin embargo, la nueva organización política á pesar de las sobresa- lientes cualidades del Protector, no satisfacía ni á los peruanos ni á los bolivianos; y Chile y la República Argentina, alarmadas con el vuelo ([ue andando el tiempo pudiera tomar la Confederación, se declararon hostiles á Santa Cruz, y favorables á los planes de los (|ue ansiaban res- tablecer la unidad peruana.
El coloso de la política chilena, el ministro T^ortales, se pre})aró para la guerra, - é hizo saber que la obra de Santa Cruz era indigna usurpa- ción y amenazaba la tranquilidad de las naciones Sur-americanas, y en consecuencia Chile rompió las hostilidades. I). A^ictoriano (larrido, como comisionado de la República, salió para el Callao en donde hizo presa de las naves peruanas Santa (Iruz , El Arcquipcrio y La l^'ruriaiía , acto que encolerizó al Protector, hasta el punto de hacer prender al cónsul chileno La valle, que merced á la pronta mediaci(')n del ilustre O'Hig- gins, que vivía desterrado en el Perú y aprovechaba sienqn-e la ocasi<')n
< La cabeza do Salaverry. había sido i)nosta A precio y ofrecido por olla diez mil pesos; este detallo re encuentra en la biografía do Portales, por Bicuña Mackeuna.
^ El pretexto fué la expedición armaila. capitaneada por ol benemérito general D. Ramón Freiré, que babia encontrado apoyo en Orbegozo.
ANDRÉS SANTA CRUZ 77
para servir á su patria, recibió sus pasaportes y sali<') para Chile, fírmándose un tratado provisional entre el comisionado chileno y el general peruano Herrera.
Declarada por Portales la guerra al Perú, zarparon de Valparaíso las naves que llevaban á su bordo á la expedición mandada por el célebre marino, Blanco Encalada; pero no tuvo resultados: pues Santa Cruz alcanzó ventaja y celebró en 17 de Noviembre de 1837, el tratado de paz de Paucarpata.
VII
El hombre extraordinario y arbitro de los destinos de Chile no desis- tió de la guerra, y otra nueva expedición al mando del general Bulnes, se preparó á salir para el Perú.
Portales no vio el resultado, pues por efecto de una conjuración del batallón Maipu pronunciado en Quillota, fué villanamente asesinado el omnipotente ministro en las Alturas del Barón; pero este terrible acon- tecimiento no suspendió las disposiciones tomadas, y la expedición salió de A^alparaíso y emprendió la campana contra Santa Cruz.
Las armas argentinas habían sufrido algunos reveses en Iruya , Hua- mahuaca y Montenegro, en los encuentros con las fuerzas confederadas peru-bolivianas; pero el edificio levantado por el Protector, no tenía sólidos cimientos y amenazaba ruina y ya Orbegozo había desertado de sus filas, declarándose partidario del antiguo sistema de unidad peruana.
Las tropas chilenas impulsaron en el Perú las corrientes contrarias á la confederación, y el afortunado ambicioso apeló á las armas; éstas^ fueron también desfavorables para Santa Cruz. *
La suerte se había cansado de colmarle con sus favores, y en la batalla de Yungay dio el triunfo á los chilenos y peruanos que acompa- ñaban á la expedición, y casi al mismo tienq)o se pronunciaba Bolivia en favor de su primitiva autonomía proclamada por Ballivián y Velasco : Santa Cruz, en aquella desecha tempestad, se refugió en (Tua- yaquil.
En 1843, intentó sin éxito penetrar en Bolivia; pero las autoridades peruanas le prendieron y enviaron á Valparaíso. Chile, Perú y Bolivia ^
78 AMERICANOS CÉLEBEES
concertaron desterrarlo á Europa, y en 1849, le nombraron Ministro Plenipotenciario en París, Londres, Roma, Madrid y Bruselas, con- .sio-uiendo de ese modo, crearle una posición honrosa en el extranjero.
VIII
Años después salió para las repúblicas del Plata, en donde enlazó á su hijo mayor con una hija del célebre uruguayo general Urquiza, el bizarro vencedor de Rosas en Monte Caseros. ''
Santa Cruz yoIvÍ(') á Francia y se retiró á Versalles, hasta que en ISGo, fué nombrado Ministro Plenipotenciario de Bolivia y negoció un tratado de comercio ventajoso para su patria, á la cual amaba con desinteresada abnegación.
El mariscal Santa Cruz, muri(') en l<S()r) en el castillo de Beauvoir, cerca de Nantes.
El gobernante, el legislador, el soldado de la libertad, dejó de existii- lejos de su patria, i)ero rodeado por la pública consideración y el respeto debido á su honradez, á su valor y á su larga carrera, fecunda en méri- tos y en patrióticas glorias. -
' La batalla citada, dei-rocó á T). -Juan Manuel liosas, y l'iviiii/ca so ciicargij di' coustituir al iwiis invitamlo i'i los Gobiornos de varias in-ovincias, á xxna Convoiición qne se celebró en San Nicolás, ol ül de Mayo tle 1852. l'rqniza fué Presidente y so lo deben lineas do vapores, centros de comercio y respetabilidad en el interior y en el exterior. En 1861. después do un combate, renunció el maiido en el g;eneral Mitre, aclamado entonces Pre- .sidente do la República.
Sus últimos años los pasó en su soberbio palacio do San José en Entre-Rios. en donde nuirió asesinado en brazos de su hija Dolores, por un grujió de hombros armados. Se han hecho sobro este acontecimiento diferen- tes comentarios; unos dtiii origen al asesinato en nna venganza, en otros es un hecho misterioso ó una combi- nación délos hombres de Buenos Aires; lo que sí fué cierto, que los hombres más notables do Entre-Eíos formaljan parte déla conspiración.
La vida de Ur<juiza fué útilísima para su patria: salvó á las i)ro\incias del Plata >■ al l'iuguay del yug.) dfi Rosas, estableció la Constitución Nacional Argentina, imjiulsó la inmigración, los ffMTocarriles, el comercio y en todos los ramos i)rotegii) el ]irogroso; ei-a gobernadoi' de Entre-Rios. en la época del asesinato.
- A nuestro entender la única nub<^ que lia cmiiañado la vida de Santa Cruz, es el rigor (juo usó con el des- venta ra<l o Salaverrj .
VICENTE ROCAFUEETE
É aquí uno de los prohombres del Ecuador más justa- mente célebres, virtuosos y de veneranda memoria para sus compatriotas.
Nació en Guayaquil el o de Mayo de 1783, hijo de I). Juan iVntonio Eocafuerte y de D.'^ Josefa Bejarano. De noble alcurnia y favorecido por la fortuna, no fué su educación como aquella que generalmente se recibía en América en épocas tan atrasadas. Muy niño, Vicente Rocafuerte fué conducido á España, y empezó sus estudios en el colegio de Nobles, en Madrid, y como debía ingresar más tarde en el regimiento Granaderos del Estado >^, deseoso su tío, el coronel Bejarano, de que su instrucción fuera más profunda, lo llevó á Francia, al colegio de San Germán - en - Laya .
La revoluci<')n francesa, las avanzadas ideas puestas en práctica y el entusiasmo (pie difundían en juveniles pechos, ejercieron también su incontrastable influjo en el porvenir del ecuatoriano que hoy evocamos })ara este bosquejo.
En París se había relacionado con Simón Bolivar, joven de su misma edad, con el ([uiteño Montúfar, con Fernando Toro y otros muchos ame- ricanos, que ya soñaban con la emancipación del vasto Continente, y que unidos p(»r ideas, lo fueron también por fuertes lazos de amistad.
80 AMERICANOS CÉLEBRES
II
En el manifiesto dado más tarde á la naci(5n por T). Vicente Roca- fuerte, expresa la honrosa parte que tomó en la independencia del Ecua- dor, y da alg'unos detalles relativos á su familia.
..De lo expuesto, — dice, — resulta: Que en la hacienda del Naran- jito, que pertenece á mi casa, se formó el plan de independencia de Quito, que se ejecutó en la noche del 9 de Agosto de 1809. Que en el Ecuador, mi tío el coronel Bejerano y yo, hemos sido los primeros per- seguidos por la causa de la emancipación, y permítaseme añadir ahora, (pie mi tío el Dr. D. Pablo Arenas, fué una de las víctimas del 10 de Agosto; que mi suegro, el Sr. Calderón, uno de los primeros jefes de la independencia, fué cruelmente pasado por las armas por los españoles; que mi cuñado Abdón, ^ murió heroicamente en la batalla de Pichincha, todo lo que prueba que mi familia es una de las (pie más servicios han hecho á la causa de la independencia. Que mi casa, (¡ue era una de las más ricas del Ecuador antes de la revolución, es (piizás la (|ue más ha perdido en bienes de fortuna en la transformaci<')n del sistema colonial al de la independencia. Que en el año 10 fui nombrado Alcalde ordinario para promover las ideas de independencia; ([ue en el año 11 fui nom- brado Procurador general, auuíjue no admití el cargo por atender á los nef^ocios de mi casa, en consecuencia de la nuierte de mi cuñado, el comandante general de ingenieros D. Luis Rico, ([ue acaeci(i en ese tiempo. Que en el año 12 fui nombrado diputado á las Cortes de España, por la provincia de Guayaquil».
Entusiasta D. Vicente Rocafuerte por la libertad americana, y opuesto á las ideas del gobierno de Fernando VII, tuvo que a})elar á la fuga para librarse de un auto de prisión extendido contra él, y refu- giado en Francia, se consagre') durante algún tiempo á viajar por Ingla- terra, Italia, Rusia y Alemania, volviendo á ÍTuayaípiil en 1S17, y visitando dos años más tarde el Perú y los Estados Unidos.
En tan prolongados viajes había adquirido profundos conocimientos, estudiado la política de cada país y tratado con los hombres más emi-
' Véase ol héroe del Pichincha.
A'ICKNTK HOCAITKKTE S t
nentes, y habiendo recibido durante su estancia en los Estados Unidos una carta de su cunado el general Gaínza, nombrado por Iturbide su primer edecán , en (]ue le rogaba fuese á México á pasar algún tiempo en la intimidad de la familia, efectuó su viaje á la República mexicana y fué nombrado por los «Escoceses», sociedad secreta contraria al imperio y partidaria de la república, para una comisión privada en los Esta- dos Tenidos, en cuyo país escribió y publicó el bosquejo de la revoluci<')n de México, desde el grito de Iguala hasta la proclamación im})erial.
III
En 1824, fué nombrado por el Gobierno de México para desempeñar una importante misión en Londres, y prestó notorios y grandes servi- cios á la República, y avudó á que se concluyera un tratado de comer- cio y navegaci(')n entre ambos países, después de haber sido reconocida la República mexicana por la (irán Bretaña.
En Febrero de 1827 desembarcaba en Yeracruz, portador del tra- tado, y á pesar de las dificultades que acumulaba el ministro de los Estados Unidos, consiguió se ratificase, saliendo de nuevo para Lon- dres, en donde llevó á efecto el canje, algunos días antes que el sabio (^aning bajara al sepulcro.
Ocupado siempre en el servicio de América, hizo publicar varias obras de utilidad para la enseñanza populai*, tales como los «Catecis- mos», ])or Ackerman; «Elementos de Hacienda» y «Diccionario de Hacienda», por Canga-Arguelles; «Teología Natural», de Paley; «Vida literaria de D. F. L. Yillanueva » , y un Curso de estudios militares para los jóvenes americanos independientes, escrito por el general don Evaristo Sanmiguel.
En 1820, solicit(') sus cartas de retiro; pues las continuas revoluciones de ^léxico habían desmoronado el crédito de aquella República, y Roca- fuerte, disgustado y triste, había resuelto abandonar á Europa.
Invitado por Lafayette, el generoso amigo y conq)añero de Washing- ton , que desde el suelo francés corri(') en alas de su entusiasmo á defenderla causa de la emancipación norteamericana, pasó Rocafuerte á París y perinaneció dos meses al lado del ilustre caudillo; pero en Febrero de 18,')0, })isaba de nuevo las playas mexicanas.
* c,
82 AMERICANOS CÉLEBRES
JjO.s rudos ataques dirigidos contra la administración del general Bustamante desde las columnas del Féiit.r de h( Lihcrlad , dieron lugar á ([ue liocafuerte fuera preso y conducido á Chalco : corto tiemj)o perma- neció en la cárcel, y cuando ya libre acariciaba la esperanza de volver íi su país, un comandante de armas de Iguala hizo lo prendieran por segunda vez, exponiéndole á perder la vida por el rigor del tratamiento (pie empleó con él, hasta que probada su inocencia, fué puesto en liber- tad. Pero no habían concluido aún sus desgraciadas aventuras. En la orilla del Mescala cayó en las manos de un general revolucionario, á quien costó inmenso trabajo disuadir de la idea de fusilarlo y conven- cerle de que no era (jarhiipín. '
Reintegrado el general Pedraza en sus derechos constitucionales y ocupando el solio presidencial, llamó á liocafuerte á México, pensando en corresponder á los servicios que había prestado á la nación el inteli- gente ecuatoriano: pero ya era tarde, pues éste prefiri(') dirigirse á (xua- yaquil,* su patria, á donde llegó en Febrero de 18o,'), y electo diputado poco después por la provincia de Pichincha , trabajó afanosamente y con brío en favor del orden legal y de las instituciones liberales.
8us ataques, al Gobierno presidido por el general Flores, dieron margen á que fuera preso v enviado á la costa, con el objeto de embarcarle para el Perú; pero la revolución de (luayaquil inq)idi(') su embarque devolviéndole la libertad, y nombrado jefe supremo del <lepartamento se puso al frente de la insurrección, trasladándose más tarde á Lima, con el objeto de conseguir armamento y vestuario para la campai'ia.
Importantes, múltiples y tristes acontecimientos políticos tuvieron lugar por entonces en la República ecuatoriana, los cpie llevaron al general Flores á Guayaquil, en donde la revolución contra su autoridad tomaba proporciones alarmantes, uniéndose al derramamiento de san- gre el terror causado por la asoladora epidemia de la ñebre amarilla.
Funesto fué aquel año para el infortunado Ecuador, pues en él tam- bién sucumbieron en el encuentro de Pesillo entre las tropas del Gí)bierno, al mando del general Pallares y las sublevadas, el general Sáenz y el Sr. Zaldunvide, que emigrados en Pasto, habían entrado en .su patria enarbolando la bandera revolucionaria.
• X'omljro quo se da á l(>s espaüoltis on México
VICKXTE KOt'AFUKin'E Ki
IV
¡ Infelices mártires del fanatismo político, asesinados vilmente después (le lial)erse rendido! El g'eneral Sáenz, era distinguidísimo oficial del batallíMi Infante» que había pertenecido al ejército español y (]ue abrazó la causa americana; era joven, de gallarda apostura, de familia distinguida, y su muerte causó dolor general. El Sr. Zaldunvide era uno de los fundadores de la sociedad El Oiu'fcíio Libre, j)atriota eminente y (|ue también pertenecía á familia que se había batido por la causa de la in(le})endencia y que era de las más distinguidas del Ecuador.
(Tuiado Rocafuerte en Lima por su sienqjre acendrado patriotismo, ^ v como encargado del Supremo (Gobierno del departamento del Guayas, invit<') al (lobierno del Perú para que interpusiera su mediación con el del Ecuador é intentara concluir con la guerra que tantas víctimas hacía y causaba incalculables trastornos; indicando se suspendieran las hostilidades ínterin se reunía una Convención para decidir lo más con- veniente ])ara el país.
El jefe supremo había vuelto del Callao á Puna, - cuando el general revolucionario Mena resolvi»') traicionarlo entregándole al presidente Flores con los coroneles 1). Francisco Labayen, 1). Ricardo Wright y el teniente coronel Tlivas, todos hechos prisioneros por el comandante Ponte.
Fna entidad ' de la nombradía del prisionero; una entidad de los antecedentes y posici()n del Sr. Rocafuerte, no podía perderse impune- mente sin causar un ruidoso escándalo en toda América, ni dejar de perderse el mismo (pie consintiera en ello. El general Flores, por lo tanto, prefirií) salvarle, sin mancharse con la sangre de un personaje ilustre, vinculado desde nniy atrás con otros ilustres americanos, y le salvó generosamente á despecho de las almas ruines, y se salvó él mismo de una ignominia inevitable.
y Y no s(')lo le perdonó la vida, sino que, conociendo acertadamente
' Xumoropos datos q\io tenemos á la vista así lo afirman y demnestran.
- Ecu idor.
^ I'KDito Fkumíx CiíiiAr.Los, Jíesttmen di' la líigforiii del Ecuador.
84 AMERICANOS CÉLEBRES
cuáles eran el talento, carácter elevado, anibicicni y demás pasiones poderosas del prisionero, calcul() con tino y con destreza las ventajas ([uc podía sacar si lograba hacerse amig-o suyo y tenerle de su parte. En consecuencia, envió á su confidente Dr. Daste, acompañado de algún otro, á que le aconsejasen propusiera arreglos, seguro de que serían escuchados como si aun mantuviera todavía el papel de beligerante».
El convenio del o de Julio entre el Presidente Flores a- Rocafuerte no se publicó, pero sí se puso en práctica; convenio que })onía término ;í las rencillas políticas, puesto que el artículo 1." decía: «Habrá entre ambos amistad sincera, fiel y constante, y procurarán que se extienda á todos sus amigos '. Y en 19 de Julio se pactó públicamente otro con las siguientes condiciones :
«Los infrascritos, animados del más vivo deseo de poner término ;í las calamidades que afligen al Ecuador y de restablecer la paz de un modo sólido y ])ermanente, han convenido en los artículos siguientes:
«Artículo 1." Habrá paz, uni()n, concordia sincera y fraternal entre todos los ecuatorianos.
»Art. 2/^ 8e reunirá un (^ongreso extraordinario con el princi})al objeto de crear una Convención nacional (j[ue se ocupe de los grandes arreglos y reformas, que, ajuicio de la Convención, sean necesarias para el bien y prosperidad de los pueblos.
;>Art. o." El Sr. Vicente Rocafuerte, mandará el departamento del Guayas, con el carácter de jefe su})erior.
»Art. 4.'^ La pl/iza de (luai/dqnil scrt'i ¡jKai'iiccidif con (¡oscÍí'hIos- Itotiihi'es de rada una de Jtt.s diuisioiirs del cjri'cilo del Kcua(hn\
» Art. 5.'^' La caballería y el resto de la infantería de las fuerzas que se hallan actualmente en Sonó y la fragata C(dond>ia , se acantonar;ín entre Taura, el Morro, Puna y fSanta Elena; y las tropas que est;ín situadas en Guayaquil, se compartirán en Daulc y Samboronchni, mas no podrán pasar al interior del Estado, entre tanto no se haya publicado el decreto de amnistía de que habla el artículo 12 en todos los pueblos.
VrCKXPE ÜOt'AlTKIM'K 85
»Art. G." Líi fragata CoJonthia permanecerá en el fondeadero de Tuna con la guarnición de cien hombres y otros tantos de tripulación, bujo Jii ¡/(waiil/ii (li'l si'Hdr Comodoro dr los Estados Ihiídos en d Pavíficn, Ji((s((( (¡uc I(( (lonvciicinii dispoití/a de es(c buque.
»Akt. 7/' Todas las fuerzas útiles serán desarmadas en Guayaquil, á excepci(')n de dos buques que se destinarán al servicio de la nación, tripulados y armados con marineros y jefes de cada una de las partes.
>>Akt. 8." L')s Sf'riorcs Jefes ¡/ oficiales serán ¡'ecouocidos eu los empleos que aeíualnieiite tieneit , // al efecto se les e.rpcdii'áu por el Gohio'uo sus corres- ¡xiitdicides dcspaclins.
;:>Akt. 9." La deuda causada por el ejército, fragata <i Colombia » y fuerzas útiles, desde el h^ de Octubre del año pasado, será reconocida como deuda pública.
; Art. 10."^ El Gobierno abonará mensualmente las medias pagas y sos- laidrá el ejército conforme á ordenanza en sus acantona)nientos.
»Akt. 11.*^ Los Comisarios de cada una de las partes , harán los ajusta- iiiiciilos de los sueldos devengados.
; Art. 12.^ Se dará por el Gobierno un decreto de olvido para que ningún individuo sea perseguido por sus opiniones politieas, aun que las haya soste- nido con l((s arna^s eii la mano. Regresarán al país todos los que han sido 4\i-pulsados desde el li de Septiembre hasta la fecha.
Art. lo.** Todos los militares guardarán entre sí buena armonía y amistad, quedando sujetos á las penas de ordenanza los que promovie- ren disgustos y disensiones por las cosas pasadas.
En fe de lo cual, los infrascritos lian suscrito y firmado este con- venio hecho en Guayaquil á 19 de Julio de 18o4. — Firmado. — Juan José Flores. — Vicente Rocafuerte».
El período administrativo constitucional del general Flores, terminó el 10 de Septiembre, y sin vacilación dejó el mando, aunque por las anormales circunstancias que atravesaba el Ecuador no tuviera todavía sucesor legal, por lo cual Rocafuerte, convocó á respetables ciudadanos para (pie éstos resolvieran lo que fuese conveniente para el departamento que estaba á su cargo.
8G AMERICANOS CÉLEBRES
VI
El acuerdo de la Asamblea dio de nuevo el mando á Rocafuerte como jefe supremo, decidiendo que éste se pusiera de acuerdo con los demás jefes de departamento, para convocar la ( 'onvenciíni como medida de trascendencia y de perentoria necesidad.
La política se presentaba tempestuosa y difícil. Las facciones ensan- ,i>-rentaban el suelo ecuatoriano y la revoluci(>n toma])a un as])ecto tanto nuís encarnizado, cuanto que se convirti(') en arma i)ara venganzas y desagravios personales: y el general Flores, con el ejército llamado r(ni- rnicional, adelantaba por el interior para batir al general Barriga, ([uicn, con sus fuerzas, estacionaba en Ambato, ameno, sano y templado oasis (pie se encuentra en el camino ([ue conduce á Quito.
Los movimientos de uno y otro ejército los hicieron avistarse el LS de Enero de LS.');"), eu una llanura llamada de ]\ririarica, célebre en la histo- ria ecuatoriana por la sangrienta batalla del mencionado día, ([ue puso punto final á la desastrosa guerra de un año, dando el triunfo á Flores y dejando en el campo ochocientos cadáveres anegados en un mar de sangre.
Volvamos la vista á Guayaipiil y veamos á Rocafuerte desenq)eñando el gobierno provisional y justamente ([uerido por las sabias disposicio- nes que abolieron el tributo de los indios del departamento del (Uiayas, reorganizaron la administraci<')n, suprimieron inveterados abusos y derogaron derechos y gabelas que eran remora para el adelanto de hi industria. El decreto del LS de Febrero de 18.')5, convocó la Convencí* ni para el L*^ de Junio, dejando excluidos para la votación al jefe supremo, á los ministros, presidentes de tribunales de justicia, gobernadores, sacerdotes cou jurisdicción y los que componían sus cabildos, los ])árro- cos, los tenientes pedáneos y los militares en actual servicio.
En el mes de Abril sali() Eocafuerte para Quito, y á su llegada di(') una proclama de la cual extractamos algunas palabras que retratan su fuerza de voluntad y entereza.
«No haré caso de las opiniones particulares cualesquiera (pie sean ('> hayan sido; seré muy indulgente eu este punto, pero seré igualmente
VICKXTK ROCAl TKirrK H?
inflexible en la severa aplicación de la ley contra los facciosos que inten- taren turbar la tran(j[uilidacl pública».
Es de notar la admirable consa<4'raci<)n del Jefe sn])reino á las reformas de cárceles, escuelas, oficinas, cuarteles, caminos y benéficas instituciones (pie plantee'), entre éstas el colegio de Santa ]\raría del Socorro.
Fué intransii>'ente con todos los que atentaron al orden público, fuera con la pluma ó con las armas, y en su decreto del 24 de Abril, amenazaba á todo revolucionario con el destierro, la pérdida de la ciuda- danía y la confiscación de todos sus bienes, y que serían vendidos éstos para ([iie su producto resarciera los males ocasionados.
Rocafuerte, como hombre de elevadísimo talento, conocía los medios de halagar, de entusiasmar y de hacerse amable con todos, vaciando su bolsillo con mano g'enerosa para socorrer á los desheredados por la fortuna ó abatidos por el sufrimiento físico.
Tenía además hcUísituo (Iccii', y cautive') más de una vez al auditorio en actos públicos.
El 22 de Junio se instah') la Conveiici(')n, y el hombre destinado para presidirla, era el elocuente é insigne poeta Olmedo.
VII
Por el primer acuerdo quedó nombrado Rocafuerte Presidente provi- sional, retirándole las facultades extraordinarias de que disfrutaba; después discutieron los convencionales la nueva constitución más liberal y propia de un país independiente que la de 18.-)0; pues ésta era en extremo defectuosa y propicia para el extenso poder que ejercía el gene- ral Juan José Flores, primer presidente de la República ecuatoriana, quien, por un decreto expedido en la misma fecha en que se daba la nueva constitucieni, quedaba como g-eneral en jefe y en el pleno r/ocr th' iodos los (h')-<'chos que eonipeten ó un eeuutoriano de nacimiento.
Otro notable acuerdo de la Convención, fué el de protectorado para los indios, así como la aprobación de leyes orgánicas de alta importan- cia y de utilidad pública.
>!^S AMERICANOS CELEBRES
liocafucrte fué electo presidente de la República, y al tomar posesión en <S de Agosto, escuchó de los labios del Presidente de la Convención, frases de tal austeridad y profnnda enseñanza , que debían grabarse con letras de oro en el libro de la Historia.
«La Convención nacional, — dijo, — después de haber sancionado la institución en que deja escrito los derechos del pueblo ecuatoriano v establecida la forma de su gobierno, ha querido confiar este caro depósito á vuestras manos, para que lo conservéis íntegro, ileso, como lo habéis recibido.
»E1 poder público no es una propiedad que se adquiere, no es un fuero, no es un premio que la nación concede; es una carga honrosa v grave; es una confianza grande y terrible que lleva consigo grandes y terribles obligaciones. El ciudadano investido con el poder, no tiene otros derechos ni otras prerrogativas, que la de tener mayores faculta- des para hacer el bien, y la de ser el primero que tiene que andar por la estrecha senda de las leyes; ni debe proponerse otra recompensa (|ue la esperanza de merecer un día, por su moderación, constancia y cordial sumisión á esas mismas leyes, el amor de sus conciudadanos y la gra- titud de la patria».
¡Qué período de noble desinterés, de activa tarea en gloria y bien de la patria, de moralidad y respeto interior y exterior, de sano ejemplo V abnegado empeño!
Las simpatías se despertaban poderosas en favor del sabio gober- nante que, consagraba todas sus acciones al prestigio nacional.
Su eficacia v la del sagaz ministro Tamariz, dieron resultados prove- chosos para encauzar la corriente de la Hacienda pública, que de largo tiempo corría sin dique á segura bancarrota, arrastrando en su tortuosa carrera el porvenir y la esperanza de numerosas familias.
Rocafuerte, luchó sin descanso contra las preocupaciones que habían entronizado los altivos aventureros, pobladores un día de la tierra de los Scyris, y di() amistosa acogida en palacio y asiento en su mesa, á cuan- tos rendían culto á las artes y eran por su ingenio una gloria nacional.
VICENTE ROCAFUERTE 89
Yin
Dt'siii-aeiadanieiite, Li paz tan deseada por el Presidente, no fué duradera: varios jefes desterrados en el Peni, entre ellos el coman- dante (luillernio Franco, de acuerdo con otros descontentos en el Ecua- dor, llegaron á Tumbes, al propio tiempo que el coronel Agustín Franco se dirigía á Esmeraldas, para empezar la campaña é iniciar nueva lucha civil, funesta para los revolucionarios y de corta duraci(5n; míos fueron nuiertos, otros derrotados y dispersos, y aquellos pocos que <*averoH prisioneros, encontraron la inflexible A^oluntad de Rocafuerte, ([ue les conden(') á ser pasados por las armas, para asegurar la tranquili- dad pública.
Otros desórdenes ocurrieron por entonces, ajenos á nuestro propó- sito, y entre tanto seguía su marcha gubernativa el preclaro patricio i'Cuatoriano, planteando sistemas económicos, amortizando la Deuda pública, haciendo respetar las sabias y acertadas disposiciones, certero golpe para el contrabando, y con rápida probidad, poniendo valla á toda codicia ilegal ó ambici(')n bastarda con los decretos del 10 de Febrero.
La íirme é inquebrantable actitud del Gobierno, si bien era apro- bada V satisfacía á los hombres sensatos y honrados, encontraba oposi- <'i(')n en a([uellos perjudicados en sus aspiraciones, y de nuevo se turbó la i)az, y con la misma entereza y severidad, fueron perseguidos y casti- gados los rebeldes, y su jefe, el joven comandante Maldonado, fué conducido á Quito y puesto á disposición del Gobierno. El Presidente, firme en sus deseos de restablecer el orden y castigar todo conato de revolución, le condenó á muerte.
El 25 de Noviembre de 188(5, á los noventa años de haber sido demoli- das, en 1741), por orden del rey de España las pirámides de Caraburo ¡/ ( h/(inih((r(>, levantadas en 1740, ^ por los científicos académicos franceses, Luis (ilodin, Pedro Bouguer y Carlos María de la Condamine, se resta-
" T)ico ol I'. \'('I:is((i. quo fué cu Xovionibre de ll^Mr. poro fué, según datos fidedignos y versión del historiador don Ferinin Ctitiallos. en ol uño 1710.
00 AMKRICAXOS CÉLEBRES
blecieron por orden de Rocafuerte, asistiendo éste á la solemne cere- monia, con los ministros, antoridades, cner])o considar y empleados^ superiores.
El 3 de Enero de 18.-)7, se reuni(> el Cong-rcso extraordinario convo- cado por el Presidente, para ([ue fuese juez de sus actos gubernativos: el mensaje es una página admirable del sabio legislador, cuadro exacto y elocuente del estado de la nación, y de la necesidad que había dictado los decretos del 10 de Febrero.
Entonces y como siempre, frente á frente Rocafuerte con la oposición (pie en el Congreso le hacían la mayoría de diputados y senadores ])arti- darios ó instrumentos del general Flores, destituyó al ministerio, san'/'/i- iio hecho ni cJ altar de la patria, y obligado por la imprescindible necesidad de evitar un conflicto, dadas las aspiraciones de Flores y la tendencia á ([ue el Ecuador tomara parte en la guerra de diile contra la Confederaci()n peruano-boliviana^ presidida por el protector Santa (^•uz. La energía de Rocafuerte triunfó de las asechanzas de sus enemi- gos, de la acusación presentada por el diputado Atanasio Carri<')n , de los ataques (|ue le dirigieron , aun cuando la legislatura anul(') los nota- bles acuerdos del 10 de Febrero, y condenó al honrado y d(^cto ministro Tamariz, á dos años de suspensión en los destinos públicos.
Corrió el año de ISoT, sin alteraci(')n en la política, á pesar de los conatos de rebelión por el general Otamendi y })or el coronel .losé María Frbina : ^ y lHo8 hubiera transcurrido á su vez en el seno de la tran([ui- lidad, sin la sublevación de Riobamba, acaudillada ])or el coronel Alejandro Machuca, instigado éste por Valdivieso, exjefe supremo de (^uito en la época de la última guerra civil.
Sin embargo, también Rocafuerte, con habilidad y con fortuna^ reconquistó la paz, y el .'H de Enero de 18o9, descendí*') de la suprema magistratura con la conciencia satisfecha por el deber cum})lido, dejando á la nación tranquila, adelantada, guarnecida por ejércitos bien equipados, con la Hacienda organizada y con prestigio en el extranjero.
Al entregar las riendas del Estado, tenía éste escuelas, hospitales^ casas de asilo y colegios militares, y Rocafuerte dejaba el puro ejemplo de una honrada administración, y el recuerdo de sus altas cualidades y de su sabiduría.
' l'iosiilonte niAs tarde del Ecuador.
Vlf'KXTK KOCAFri:RTE 91
Quince días después, fué electo Presidente el general Juan José Flores, y Kocafuerte era nombrado o-obernador de Cluayaquil.
IX
La acuñaci<')n de moneda falsa en aquel departamento, di(') lug"ar á serios conflictos por las disposiciones tomadas por la autoridad v la (^orte superior de Justicia y la desaprobaci(5n de la sentencia por el gobernador T^ocafuerte. Apoyaban unos su fallo en el Cíkliii'o penal y defendían con calor su derecho, ordenando se procediera á inutilizar por completo la moneda falsa que existiese; ¿pero cómo? ¿Acaso podía lle- varse á cabo sin acarrear completo desconcierto en el comercio?
Todo el metálico que entonces corría en el Ecuador, era falso, y circulaba hacía más de tres anos, porípie la escasez de fondos no había [)ermitido fuera amortizado por el Gobierno.
Kocafuerte emiti() billetes para retirar de la circulación la moneda falsa, y esto por disposiciíni del Gobierno, como línico medio para la conA'eniencia pública.
Desarrollóse á la saz<^n en (ruayaquil la terrible //>/>/ v <un(iri¡l<(,. aumentando el pánico y malestar g'eneral y poniendo á prueba una vez más la abneo-ación del insio-ne Rocafuerte, que provey<) á la poblaciéni (le cuanto en tan aflictivos instantes necesitaba, socorriendo con mano })ródi<i"a á las infelices familias de los atacados.
El 1") de Enero de lH4.j, se reuni(') la Convencifui en Quito, y elect<> diputado, fué <'l único que en la Asamblea combati(') vig'orosamente la reelección del presidente Flores, por ser anticonstitucional y contraria á la ley fundamental, por más que ésta hubiera sido reformada para el resultado apetecido.
Si Rocafuerte había sido fiel al gobierno legal de Flores, no podía serlo al nuevo período de los ocho anos, por lo cual, abandom'» el Ecua- dor y se íraslad(') á Lima.
í)2 AMERICANOS CÉLEBRES
X
El Gobierno provisional creado en 1845 por la revolución de Cluaya- qiiil contra el poder de Flores, nombró á Rocafuerte su encargado de Negocios en el Perú, y al finalizar el mismo año asistió como diputado á la Convención de Cuenca.
Sucesivamente fué Senador y Presidente del mismo alto Cuerpo. En 1S45, Ministro Plenipotenciario en Perú, Bolivia y Chile, con la noble misión de acordar la defensa contra la expedición proyectada desde Europa por el general Flores, y por último. Plenipotenciario al Oongreso americano, que debía reunirse y se reunió en Lima, en dicho año de 1846.
Nombrado para este último cargo, y ya moral y físicamente abatido y enfermo, emprendió el viaje al Perú, llevado sólo por la fuerza de voluntad y el deseo de servir á su patria.
¡Postreros esfuerzos de aquella energía poderosa!
El IG de Marzo de 1847, se apagó á la edad de sesenta y cuatro años la luz de aquella inteligencia, que durante largo período había ejerci- tado filantrópico y útil influjo en el Ecuador.
Espléndido mausoleo de mármol levantado por el amor conyugal , ' encierra sus restos. Años después, el pueblo guayaquileño perpetuó en bronce la imagen del patricio, como sus hechos han perpetuado su recuerdo.
' La esposa de Rocafuerte, fué la ilustre matrona D.» Baltasara Calderón, hermana del héroe de Pichincha,
FELirE SANTIAGO DE 8ALAVERRY
'■vV
^A novela no es sino la fotografía de personajes y de episodios de la vida real: el escritor, con las galas de su fantasía, con los perfiles de su deli- cada inventiva, les presta mayor relieve y poé- tica aureola; pero recorriendo la historia, c> identificándonos con la vida y con los hechos de determinadas individualidades , encontraríamos^ en cada pensamiento, en cada etapa de su agitada existencia, el inmortal tipo caballeresco é ideal que presta á una novela palpitante interés y gráfico carácter. T^no de esos seres sublimes, guerrero audaz, belicoso é intrépido^ dotado con todas las nobles cualidades de los héroes, adornado con el deslumbrador atavío de la belleza física y de la juventud, es el que hoy penetra en el santuario de nuestros ilustres, entre el corto numera de grandiosas figuras que con amor hemos agrupado.
II
Felipe Santiago de Salaverry era limeño, y bajo aquel cielo de incom- parable pureza, de ardientes reflejos, de prodigiosos celajes, vi(5 la primera luz en 180G.
04 AMERICANOS CÉLEBRES
Las tibias íiuras del Eiiiiac, prestaron á su infancia suaves arrullos, dulces armonías, plácidos ensueños; las verdes y frescas praderas baña- das por el ardientísimo sol de los incas, fueron teatro para sus jueg'os de niño; la voluptuosa atmósfera sin par, desarrolló en el adolescente el apasionado carácter, y era colegial en San Carlos, cuando los albores de independencia despertaron su alma de fuego y su ambición de gloria.
Sus padres no soñaban con los peligros de la guerra para el hijo amado; pretendían la plácida existencia y los triunfos del foro ([ue su claro talento prometía.
Inútil empeño era solicitar su beneplácito. Para marchar á la pelea jamás se lo darían, por lo ([ue el colegial de catorce años, sin vacilación ni temor, dio rienda suelta á su albedrío y busc('> en la fuga, la realiza- ción del pensamiento que en su mente había brotado y le dominaba por completo. En breve troc(') los libros por la espada; y su habilidad, su osadía y tesón , burlaron las avanzadas del ejército español y con la sangre fría de un veterano, se presentó en Huaura al general San Martín.
Su apostura era marcial. Su mirada brillaba de entusiasmo; su pala- bra revelaba la decisión. El jefe de las fuerzas libertadoras admir(') en el adolescente al futuro héroe, y cortas horas habían jiasado, cuando ya era cadete en el batallón - Numancia^, que se disponía á entrar en cam- paña.
III
La gloria le tonu) bajo su protecciíui; por ella escudado, })ele(') como un león v se hizo notable en los combates: su carrera militar fué tan rápida como gloriosa. San Martín, Bolívar, Sucre y otros ilustres guerreros le sirvieron de modelo en la azarosa senda de la guerra, y en el escenario de grandes batallas y de heroicas victorias como la de Junín y la de Ayacucho, puso en relieve sus hazañas y su temeraria intrepidez.
Generoso hasta el sacrificio, patriota exaltadísimo, ansioso de renom- bre, ganó todos los grados con su espada, y á los veintiocho años era general.
IKl.Il'i: SANl'lAdO PK SALAVKHHV 95
Poseía espíritu orj^aiiizador, carácter para el mando, riqueza y <.'\uberaucia de ideas, elocuencia arrebatadora, con la cual, hablaba á sus soldados y los conducía al triunfo cautivos de su palabra y dis- puestos á nutrir por él y por la patria.
La vida de Salaverry es la de un paladín de la Edad Media, la de un soldado legendario, la de un ser fantástico á veces; está mezclada en todas las oloria.s de la independencia peruana; se destaca en la brillante epopeya (jue inici(') San Martín y coronó Bolivar. Tiene todos los fulgo- ri's de aquellas mágicas alboradas, todo el prestigio del reñido é inmor- tal antagonismo entre la altiva y secular Europa, y la joven y fogosa América.
¡Fué un huracán: debía desaparecer en desecha tenq)estad!
MV
Era una época luctuosa para el Perú: la lucha civil ensangrentaba el suelo: la anarquía esterilizaba los triunfos de la independencia.
El bizarro general D. Luís .José Orbegozo, presidente de la República, hal)ía solicitado el apoyo del general Santa Cruz, presidente de Bolivia, <pie, ambicioso de formar una confederaci()n entre ambos países, y aprovechando de las discordias y desuni()n entre el gobernante del Perú y el general Salaverry opuesto al plan de confederaci<)n , pas(^ el Desa- guadero mandando un ejército de cinco mil hombres.
El general Clamarra, enemigo político de Salaverry, se unió con éste para combatir la intervención, y el primero fué derrotado por Santa Cruz en la acción de Yanacocha.
No por este triunfo se afianzó la confederación, ni termin() la guerra.
Salaverry sostuvo la campaña con pasmosa actividad; la suerte le acmnpañaba siempre, auxiliada por la firmeza de su carácter é infati- gable constancia. Su figura adquiría proporciones gigantescas; sublevá- l)ale la idea de ([ue extranjera planta se grabara en el suelo de la patria intentando subyugarla, y su acendrado civismo prolongó la lucha y multiplicó sus recursos y esfuerzos.
Las tropas de Santa Cruz le perseguían en todas direcciones: cuando
96 AMEEICAXOS CÉLEBRES
pensaban cercarlo y batirlo en determinado Ingar, se aparecía en otro á g-ran distancia, tomando la ofensiva y persig'niendo á sn vez. Sn sagaci- dad burlaba las pesquisas: en vano los soldados peruanos y bolivianos, pugnaban por apoderarse del caudillo, que éste sagaz y activo eludía las emboscadas y el encarnizado empeño de sus enemigos.
La derrota en el disputado combate de Socabaya , 7 de Febrero de 183G, fué el triste desenlace de la campaña y el término de una exis- tencia tan heroica como brillante.
V
Salaverry cayó prisionero: la razón política, es decir, la ambiciosa tendencia de Santa Cruz, aconsejaba el exterminio de un enemigo peli- groso: el egoísmo era terrible móvil, y Salaverry fué víctima de él.
Arequipa presenci() la sublime escena de aquel drama , el día 9 de Febrero de 1836.
Antes de salir para el sitio en que debía ser pasado por las armas, brotó de los labios del héroe elocuente protesta.
¡Cerremos con sus propias palabras, la postrera y triste página del libro de su vida!
«Protesto ante mis compatriotas, ante la América, ante la historia y la posteridad más remota, del horroroso asesinato que se comete con- migo. Habiéndome entregado espontáneamente al general Miller, él me ha presentado como prisionero á Santa Cruz, que sobre cadáveres perua- nos quiere cimentar su conquista. Yo debía haber sido juzgado conforme á las leyes de mi país, y no por un tribunal de esclavos (pie me ha con- denado sin oirme. He sido sometido á un Consejo de guerra verbal, ante el cual solamente protesté de su incompetencia y de la im])osibilidad de reivindicarme, á tan larga distancia de mis papeles justificativos. Me retiré después, y he sido condenado: ¡Peruanos!... ¡Americanos!... ¡Hombres todos del Universo!... Ved aquí la verdadera conducta del conquistador, con un peruano que no ha cometido delitos, que no ha tenido otra ambici(')n que la felicidad y gloria de su patria , })or las cua- les combati(í hasta el momento de su muerte; ved aquí, cuan horribles
FELIPE SANTIAGO DE SALAVERRY 07
son los primeros pasos del que ha jurado enseñorearse del Perú, destru- yendo á sus mejores hijos.
»En capilla en Arequipa. — Febrero 18 de l8Sü. — Felipe Santiago DE Salaverky.-
Tenía entonces veintinueve años y once meses de edad. ^
' La muerte de Salíiverry dejó eii la orlaudad al hijo del amor, Cai'los Angnstu, cuando ésto contaba seis años. Las flores y alegrías do la infancia, se trocaron en luto y amargura. Más tardo su poética y brillante ima- ginación, ha enriquecido la literatura peruana con dulcísimas é ins2iiradas composiciones: también so ha dedi- cado á la literatura ilramática, j' sus obras, representadas en todos los teatros de la América del Sur, rebosan originalidad, poesía y pensamientos bellísimos, reflejándose en algunos de sus versos la melancolía de sus jirimeros años.
JOSÉ CECILIO DEL YALLE
\ A vida de los hombres-genios, guerreros, filósofos, legisladores, eminentes patriotas ñ esclarecidos atletas del pensamiento, ([ne con su ])luma se inmortalizaron, es cam})o vastísimo ])ara estu- diar el progreso humano, í'otogr/ifico cuadro de los pueblos V digna enseñanza j)ara las genera- ciones, pues que los privilegiados seres (pie se elevan y sobreponen á la generalidad, ya olvidados en su época, ya mal juzgados en ella, se destacan más arrogantes y gloriosos cuando los años pasan y sus méritos aparecen descartados de nubes ó de sombras (pie injustamente los empañaban.
Las generaciones honran á los héroes y á los genios; los coronan con la eterna siempreviva y los presentan á la universal admiraciíSn.
La idea de la justicia p(5stuma, es el bálsamo y la esperanza de a(]uc- llos que sembraron glorias para recoger decepciones: (pie derramaron torrentes de luz para quedar envueltos en las brumas del olvido: (pie tuvieron por bello ideal la pureza y límpido cendal del cielo, para vivir entre las tempestades y la obscura noche de la ingratitud.
JOSÉ CECILIO DEL VALLE
JOSÉ CECILIO DEL VALLE 99
II
¡Qué noble ejemplo el del sabio hondureno que hoy bosquejamos á grandes rasgos! ¡Qué vida tan útil! ¡Qué honra para Choluteca haber sido su cuna !
Otra estudiosa inteligencia ha presentado en acabado y luminoso cuadro, la gran figura de José Cecilio del Valle. ^ Nos permitiremos copiar las ideas emitidas en la dedicatoria al presidente Soto, para prestar mayor relieve á nuestro imperfecto boceto.
«Señor, — dice: — Vos habéis tenido piedad del pasado, rehabili- tando la memoria del gran Valle, y yo he querido tener piedad de la Historia, rechazando el estrecho, el inmoral criterio de las circunstan- cias , al escribir su biografía y juzgar los principales acontecimientos de ,su época. Ese criterio, no es el criterio de la Ciencia, no es el criterio de la razón, no es el criterio de la recta justicia, no es el criterio del noble sentimiento. Señor: Yo que tengo la buena suerte de estar de acuerdo con vuestras elevadas ideas, sé que estáis de acuerdo con mi criterio histórico; sé que no queréis hacer de la Historia un Santo Oficio, una despiadada Inquisición. Nosotros no podemos decir á libera- les ni á conservadores, «creed ó arded»; nosotros somos y debemos ser de nuestro siglo de tolerancia, de libertad y de crítica imparcial; nos- otros, cueste lo que cueste, debemos mirar al porvenir de las ideas, que
es el porvenir de nuestra patria >
En las orillas del hermoso río Choluteca, se deslizó la infancia del futuro patriota que, hijo de familia de alto linaje, rico, no sólo en per- gamino, sino también en valiosa hacienda, no adquirió, sin embargo, la instrucción que hoy adquieren hasta los más humildes, por carecer de centros destinados á la enseñanza y de escuelas en donde pudiera con- seguir útiles conocimientos. Tenía nueve años - cuando fué llevado á Guatemala por sus padres , y á poco era colegial en « Betlén » y empe- zaba sus estudios de primeras letras.
' Eamón Rosa, ilustradísimo y bonemórito hondureno, escribió la biografía de Valle oii 18S2, por encargo <lel Presidente D. Marco Aurelio Soto.
* Nació el 22 de Noviembre de 1780.
100 AMERICANOS CÉLEBRES
III
No era época á propósito en América para el desarrollo de la inteli- gencia ni para impnlso del natural talento, y menos aún en Guatemala, alejada, y á gran distancia, de las poblaciones más adelantadas enton- ces; pero el audaz é intrépido franciscano Goicochea , planteó reformas y estableció plan de estudios, que fué de grandes resultados para la juven- tud, y los cuales felizmente brindaron á Valle manantial fecundo en donde saborear los raudales de sabiduría emanados del docto maestro, y que al pasar más tarde á la Universidad de Guatemala, facilitaron sus rápidos adelantos y le dieron el resultado de ser elegido ^ para el exa- men público de Lógica, Metafísica y Física experimental, y el cual fué un verdadero acontecimiento y de brillante resultado itava Valle. Con incesante y sin par afán, poseyó el joven privadamente el álgebra, geo- metría, literatura, francés, inglés é italiano, haciendo sus constantes amigos y nobles compañeros de los autores clásicos latinos, ingleses, españoles y franceses.
No hubo terreno que su deseo de saber no invadiera , ni fuente que no buscara con anhelo para apagar la sed de ciencia que le dominaba.
En Agosto de 1803, concluida su brillante carrera, se examiiuj y recibió de abogado, y aun cuando muy joven, tenía ya la sensatez, aplomo, cordura y profundidad de un genio. Celosísimo en el deber, anciano por lo reposado de las costumbres, modesto y sencillo como ignorante de su propio valer, entusiasta por las artes, — pues que era artista por el amor á lo bello, — fácil en la palabra, suave en el trato, digno en la apostura: tal era José Cecilio Valle.
Tenía la frente espaciosa, capaz de contener gran cúmulo de ideas, pero medio sombreada por el cabello; la mirada de sus ojos negros lan- zaba destellos de inteligencia; la nariz era regular, el color del cutis moreno pálido, la boca bien delineada y el todo distinguido y simpático.
' Sogún costumbre de elegir iilio de los ahimnos al concluir el año escolar, jiara el examon que demuestra ol pro^'roso en los estudios.
JOSÉ CKCILIO DEI. VAI.I.K 101
IV
La cai)aci(l;ul de Valle, llamó la atención del Capitán general, y feliz en ntilizarla, le nombró Censor de La Gaceta de la ciudad de Guatemala, Diputado interino de la Comisión gubernativa de Consolidación y Defen- sor de Obras ])ías.
En Febrero de ISOG, se le dio el cargo de Asesor del Consulado; en -\rarzo del año siguiente era Fiscal del Juzgado de los Reales Cuerpos de Artillería é Ingenieros, y más tarde Asesor de los mismos, siendo de advertir (pie la mavor parte de los destinos los desempeñó honorífica- mente. En ISOO, fué electo Diputado de la Junta Central de la provincia y Secretario de la junta preparatoria.
En 1810, se agitaron las regiones americanas en las primeras convul- siones de independencia: la chispa de insurrección se extendió por el Centro América, y Valle, empleado por las autoridades españolas é hidalgo y caballeresco, fué consecuente con sus amigos y neutral en las cuestiones entre la ^Metrópoli y las Colonias.
El arzobispo de Guatemala, Frav Ramón Casaus, decía en 1815: : Este sujeto ha brillado como modelo de lealtad española , de patrio- tismo verdadero y de adhesión heroica al legítimo Gobierno, á pesar de lo que por estos nobles sentimientos ha tenido que sufrir por los tiros de la envidia y malignidad de los propensos á la disolución del Estado monárquico ».
Considerado Valle bajo el punto de vista de americano, faltó enton- ces á sus deberes cívicos; pero reñexionando en la posición que ocupaba y los múltiples cargos que debía al Gobierno español, es disculpable que viese tal. vez como una traición el separarse de la senda que había seguido hasta aquella época, y sin duda debió empeñarse en fuerte lucha consigo mismo para sostenerse fiel á los cargos que desempeñaba.
Creemos muy á propósito citar unos párrafos de D. Ramón de la Rosa (hondureno) en la biografía de Valle, ocupándose precisamente de la actitud del sabio compatriota.
< No es para todos el heroísmo de las revoluciones redentoras. Valle no tuvo ese heroísmo, y lo siento y debe deplorarlo la Historia, pues es
102 AMERICANOS CÉLEBRES
de desearse que el sabio estadista hubiese dado en todo y por todo uu alto ejemplo de desprendimiento, de abneg-ación y de elevadas miras; su sumisión á la Colonia, según el criterio del arzobispo Casaus, imitada por los americanos, habría hecho la felicidad de América. Este es el absurdo de los absurdos; y no se crea que hago esta afirmación en menosprecio, y menos en odio á España.
» España nos dio toda lo que podía darnos; su noble sangre, su habla hermosísima, su religión, sus caballerescas costumbres, su genio atre- vido, espiritual y sus protectoras leyes de Indias, que han permitido para su eterna honra que hayan vivido y vivan al lado de sus biznietos, millones de los biznietos de los indios, que han venido, de manera gra- dual, civilizándose y formando un gran elemento social de nuestra América.
> Este honor insigne corresponde á España , nuestra madre patria , de ([uien tenemos los vicios, pero también las preclaras virtudes. Nuestra independencia se ha operado, porque debía operarse, en cumplimiento de indefectibles leyes históricas. Fué natural el resentimiento, fué natu- ral el odio en tiempo de acerbas, de crueles luchas; pero hoy, ley de amor, debe presidir á nuestras relaciones con la madre patria. Sus dolo- res son nuestros dolores, sus errores son nuestros errores, sus alegrías son nuestras alegrías, sus glorias son nuestras glorias, su historia es nuestra historia, y á buen seguro, en lo porvenir, sus destinos serán nuestros destinos • .
V
En 1812, dispuso la sociedad Amif/os de Guatemala, se diese la ense- ñanza de la Economía Política, y Valle fué nombrado para regentar la recién creada cátedra. Su plan de enseñanza y exposición fué habilí- simo, lleno de ciencia, descollando la riqueza de ideas, la elevación de conceptos y doctrinas completamente nuevas y anteriores á las de Stuart Mili, á las de Rossi, de Courcelle-Seneuil y otras lumbreras en Economía Política.
JOSÉ CECILIO r>EL VALLE 103
El carácter de Valle no se prestaba, como dice su biógrafo Ramón de la Rosa, á locos devaneos, y sólo podía imperar en aquel corazón un amor grande, único y exclusivo, como el que consagró á la que fué su esposa. ^
Su hogar fué un templo de virtudes, de constancia y de felicidad. En 181o, recibió nuevas muestras de consideración y fué agraciado con el nuevo destino de Auditor de Guerra del ejército y provincia de (iuatemala , consagrando los ratos de ocio á escribir Memorias sobre Jurisprudencia, Comercio, Economía Política y otras particulares de interés general, y mientras el huracán revolucionario se desencadenaba obedeciendo á naturales causas. Valle permaneció frío é impasible, y como Fiscal interino de la Real Audiencia, pidió en 4 de Julio de 1817 se ampliara la Real Cédula de Fernando VII, que concedía un indulto üeneral con motivo del fausto acontecimiento de su matrimonio.
La amnistía fué un rasgo de Ja real piedad para con los insurrectos que gemían en las cárceles, víctimas de su liberalismo y de su amor á la patria. Los primeros pasos en favor de la independencia, no tuvieron éxito hasta 1820, en que el Capitán general de Guatemala, D. José de Bustamante y Guerra, transmitió el mando á su sucesor D. Carlos Urru- tia , ([ue indulgente y débil, dejó en libertad á los independientes, lo» cuales, al restablecerse en España la Constitución del año 12, adquirie- ron mayor vuelo é impulso con la franca emisión del pensamiento, que en el Editor Constitucional , fundado por el Dr. D. Pedro Molina, y en La Patria, órgano creado por Valle, propagaba las ideas y convicciones políticas de cada uno de los jefes del partido gazista y caco: el primero- tenía á Valle por caudillo, el segundo á Molina y á Barrundia.
VI
Ambos periódicos eran de lucha y encontrados en ideas: el de Valle era moderado, el de Molina era la bandera del radicalismo sin mira- mientos ni trabas.
' Josefa Valoro: cinco hijos fueron el fruto de aquel ontraña'ilo y nunca dcsnicntido ciriño.
104 AMERICANOS CÉLEBRES
¡Qué herniosa bíitalla la de aquellos dos hombres insignes! ¡Qué noble combate de aspiraciones, de patriotismo! De aquel siníj;"ular anta- gonismo surgió la independencia centro-americana.
Instado Urrutia por la Diputación provincial de Guatemala , deleg<'' el poder en D. Gabino Gaínza, subinspector del ejército, que voluble v poco hábil piloto, no acertó á defenderse de los escollos que la opinión pública, cada día más pronunciada, oponía al sistema colonial.
La revoluciíHi obtuvo completo triunfo en México, y con tal suceso creci() el deseo de los guatemaltecos, y condescendiendo (íaínza á sus instancias, convocó una junta para que en ella se decidiera la marcha política del país.
En aquella memorable reunión pronunci() Talle un discurso ([ue arrebató, aun cuando contra la impaciencia ])opular, propusiera consul- tar á las provincias antes de proclamar los nuevos principios.
La junta, electrizada por el delirio de las masas y participando de su entusiasmo patrio, resolvi(') declarar la independencia del Centro Amé- rica, y Valle fué el encargado de redactar el famoso documento v el manifiesto que di() el capitán general Gaínza.
La vacilaci(')n había cesado: Valle era ya un ciudadano ansioso de afianzar la joven República, y trabajaba con fe y tesón, ofreciendo su clarísimo talento en aras de la nueva nacionalidad. Aballe era la cabeza organizadora, el alma de la evoluci(')n que cambiaba totalmente la faz política de la América Central.
La administracióii se organizó bajo la sabia direcci()n del hombre infatigable que adivinaba las necesidades y peligros de la transforma- ción político-social; pero con dolor profundo vio surgir en el horizonte las ambiciones y las rivalidades y dividirse en partidos (pie })odían crear graves conflictos á la naciente República.
El imperio de Iturbide en México, hacía soñar con anexiones y risueilo porvenir á la sombra de la bandera imperialista, y más honda se hacía á cada instante y más se arraigaba en algunas provincias la idea de unión á México, mientras en otras proclamaban, como en San Salvador y Tegucigalpa, la absoluta separación y la creación de pue- blos libres. Costa Rica manteníase neutral.
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Vil
Noticioso Iturbidc de aquellíis favorables disposiciones, hizo pasar una nota á (laínza, (|ue desde la proclamación de Independencia había quedado de jefe superior político y militar, y en ella expresaba que (íuatemala, careciendo de elementos })ara constituirse en nación, debía ibrniar un <ira}i todo con IMéxico, aceptando el })lan de l^-uala y tratados de ('('«rdoba: que el Imperio la protegería contra .los planes extranjeros y que un ejército marchaba ya hacia la frontera ])ara guardarla y defenderla.
I^os partidarios del Imperio batieron palmas, y uno de éstos, el IMarqués de Aycinena, fué de opinión, aprovechando de las perplegida- (les de la Junta, que los ayuntamientos en cabildo abierto, interpretaran la voluntad popular, y que ésta diera su voto para la organización del país.
Al C'Ongreso tocaba resolver en tan cárdua alternativa; pero precisa- mente se someti<) el fallo, no á hombres de gran alcance y talento, sino al ])opular criterio, porque éste no podía ser tan docto como el de aqué- llos, V era fácil cohibirlo y desorientarlo.
El resultadf) fué el (¡ue ambicionaban los anexionistas.
Algunas provincias se sometieron á la opinión de la Junta provi- sional: otras encomendaban al Congreso la difícil solución: varias acep- taban la anexión })ajo ciertas condiciones; sesenta y siete ayuntamientos .se abstuvieron de vf)tar.
En la solemne reuni(')n del día T) de Enero de JS22, presidida por (íaínza, se discutió para resolver si la anexión á México era (') no conve- niente para el antiguo reino de Guatemala.
La mayoría fué favorable al sacrificio de la patria. El plan de las Irrx (i<tranii<if< ^ y los tratados de Córdoba, eran desde entonces la ley y constitución para el Centro América.
' So llamó t¡inil)ii''n do os!o nioilo ol i)l!in (l(t Tp^nala . pon^iio encorraliii tros puntos csenoialos: la conserva- <i(')n do la líoligión ("ati'ilioa. Ajiostólioa. Romana, la indopendcnoia de Xiicva Kspaña Lajo un fioliiorno monái- quico moilerado y la unidad do ainoricanos y europeos.
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La VOZ elocuentísima de Valle ,se alz(') potente, protestando en vano contra un acto á todas luces contrario al patriotismo y á las ideas de libertad.
Valle, franco y decidido, libre ya de los compromisos que en un tiempo le hicieran indiferente, en apariencia, á la evoluci(5n llevada A cabo, se colocaba á la altura de la situación y exclamaba:
.<Bien administrada — Guatemala — por un Gobierno que quiera, sepa y tenga las facultades precisas para desenvolver aquellos gérmenes ,^ Guatemala, no sólo puede ser nación independiente, sino rica también, fuerte y poderosa; pero mal administrada por un Gobierno que no quiera , ó no sepa , ó no esté bastante autorizado para desarrollar sus elementos, Guatemala no podrá ser independiente y libre, grande ni rica. Ved esas tierras tendidas, fértiles y bien situadas, serán jardines si el propietario dueño de ellas quiere y sabe labrarlas; serán malezas, abrojos ó gramas, si no tiene voluntad ó pericia para cultivarlas.
» Mirad á ese joven robusto y bien dispuesto para recibir la educa- ción más feliz: será pequeño si su preceptor no quiere que sea grande; pero será sabio si su maestro quiere que sea ilustrado.
»Un pueblo de dos millones de habitantes colocado en lo mejor del Nuevo Mundo, tiene principios ó recursos que no teme llamar inmensos, acaba de proclamar con todos los acentos de la alegría, con todos los idiomas del gozo, su libertad é independencia absoluta. ¿Podrá pensarse que quiera perderla ahora que empieza á gustarla? Los hombres de Gua- temala son como los de Chile, los de Buenos Aires, los del Perú, los de Colombia, los de México: quieren ser independientes y tendré por men- tirosos á los que supongan en ellos voluntad contraria : no hablan lo que sienten ó son locos que han perdido la razón, los que dicen que aman la esclavitud.
>Sólo Guatemala puede decidir de Guatemala; y esta voluntad no se ha pronunciado hasta ahora: Guatemala no debe ser provincia de México, debe ser independiente; esto es lo que enseña la razón, lo que dicta la justicia, lo que inspira el patriotismo».
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Centro América, era una provincia del emperador Iturbide. Valle, había bnscado en su hogar poderoso consuelo á tan amarga decepción: sus ideas elevadísimas y patrióticas, se esparcieron en la profusión de escritos que en aquella época brotaron de su fecunda pluma.
El grandioso empeño de Bolívar, tendiendo á la unión de todos los })ueblos sud-americanos, había también germinado en la mente de Valle, y en El Amujo de la Patria, se expresaba de este modo.
«La América se dilata por todas las zonas, pero forma un solo Conti- nente; los americanos están diseminados por todos los climas, pero deben formar una familia. ¿Si la Europa sabe juntarse en Congreso cuando la llaman á la unión cuestiones de alta importancia , no sabrá la América unirse en Cortes cuando la necesidad de ser ó el interés de existencia más grande la obliga á congregarse? Oíd, americanos, mis deseos. Los inspira el amor á la América, que es nuestra cara patria, mi digna cuna ».
A estas palabras, seguía el plan para el Congreso americanista.
Políticos profundos han prodigado á Valle justos y entusiastas elo- gios, por haber iniciado la idea madre * de esa liga que sería inagotable cosecha de bienes para las repúblicas hermanas,
IX
San Salvador se preparaba á resistir con las armas á la ya decre- tada incorporación á México, y Valle fué elegido jefe superior político de aquella provincia que enarbolaba el estandarte liberal con patriótico brío. Valle no aceptó el nombramiento; pensaba ir á México y defender allí la causa centro-americana, pues había sido electo diputado por Tegucigalpa y Chiquimula. Su amor á la libertad y á la nación que fué
* Bernardo Moiiteagu<lo. El hombre ile Estado argoniino, ministro más tarde de Bolivar en el Perú.
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í^ii cuna, le prestó valor para el prolongado viaje y para la dolorosa se})aración de su familia á (|uien idolatraba.
A su arribo á México, Iturbide se había hecho coronar con gran pompa, tomando el nombre de Agustín I, emperador; el Congreso recibió en su seno el día o de Agosto de 1822, al sapientísimo centro ame- ricano.
Dos días después, fué nombrado individuo de la Comisión de Consti- tuci<')n, y desde entonces, procuró conquistar simpatías que respondie- ran á su plan de independencia para la patria , y como la situaci()n del hnperio no aparecía sólida y el trono vacilaba al choque de los partidos y de las conspiraciones, no dud<') en obtener algún día el cumplimiento de su deseo.
Las altas dotes parlamentarias que poseía Valle, y que en más de una ocasión le proporcionaron brillantes triunfos en el Congreso mexi- cano, le habían granjeado prestigio y admiración entre sus conq:)afieros, que lo nombraron Vicepresidente de la Cámara.
Tal muestra de confianza daba mayor vuelo á las esperanzas de Aballe, cuando el 2G de Agosto fué reducido á prisión con otros diputados de la oposici()n, y conducido como reo de Estado al convento de Santo Domingo, en donde abandonado y en conq^leta incomunicacitni , vi(') pasar las semanas y los meses con el i)ensamiento fijo en la lejana tierra natal y en la adorada familia, sirviéndole de consuelo y lenitivo en sus pesares, los libros que en la biblioteca del convento había hallado, mer- ced al benévolo interés de los religiosos.
Da bella figura del infeliz patricio, se destaca en esa época coronada con la doble aureola de la sabiduría y del infortunio. Sn inteligencia se depuraba y enri(|uecía más y más con el estudio de seculares pergami- nos, y perdido en nuevos horizontes, se olvidaba de sus amarguras y de las injusticias de la humanidad, cuando el 22 de Febrero de 1S2,'), recibi(') su nombramiento de Secretario del Despacho y Relaciones Exteriores. ¡Lo firmaba Iturbide!
]\Iudo por la sorpresa, se dej(> conducir Valle por una escolta hasta Zapaluta, morada entonces del Emperador, y á pesar de que modesta- mente rehusó el elevado y honroso puesto, debió ceder ante la insisten- cia del Soberano, que quería recompensarle los males sufridos.
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La situación de Valle era nuiy crítica : servidor del Imperio, aparecía como tránsfuga en el campo republicano, cuando después de haber renunciado por seg'unda vez, vióse precisado á continuar por no serle admitida su reniijicia.
;La tempestad se cernía amenazadora é inevitable! ¡El trono estaba herido de muerte, y Yalle trabajaba con ahinco para que la catástrofe fuera menos violenta, y la moderacitni fué el norte de su política!
Llegó el momento supremo: proclamada la república en Veracruz por el general Santa Ana , con el plan de Casa Mata, aceptado por Bravo, Guerrero y otros jefes, vióse precisado Iturbide, para evitar los desastres de la guerra civil, á abdicar en 20 de Marzo^ embarcándose en Veracruz con su familia el 11 de Mayo, en el bergantín inglés Rawlins.
Instalado de nuevo el Congreso que había sido disuelto en Octubre, creó un Poder ejecutivo en .'U de Mayo de 1823, que componían Bravo, Victoria, Guerrero y Negrete. Valle volvió á su asiento de Diputado, y el 12 de Abril, pidi() en razonada exposición se anulase el acta de incor- poración de Guatemala á ^México, y en un profundo y bellísimo discurso, demostró lo injusto y arbitrario de aquel acontecimiento. Su voz inspi- rada, su noble actitud y profundas teorías, devolvieron la libertad al Centro América, hecho culminante de la vida del docto hijo de Hon- duras.
Los deseos de Valle estaban satisfechos, y con el corazón henchido de alborozo, dirigi<S una nota al Congreso expresando que electo diputado para la Asamblea de Guatemala, tenía que partir con sus compararos guatemaltecos.
Comenzaba el ano lí^24, cuando el esclarecido Valle volvió al seno de la patria y al amor de la familia.
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XI
Ruidosos acontecimientos habían tenido lugar en la América Cen- tral. Todos los pueblos ardían en el fuego de la discordia, cuando el 24 de Junio, instalada la Asamblea Constituyente, declaró en 1.*^ de Julio de 1823, la independencia total de las provincias que componían el antiguo Reino de Guatemala , y organiz(5 un poder ejecutivo provisio- nal compuesto de tres miembros, D. Manuel José Arce, D. Pedro Molina y D. Juan Vicente Villacorta, entrando Valle en la segunda elección de la Asamblea á formar parte del poder ejecutivo, y tomando posesión de tan honroso cargo á su vuelta á la patria.
La vida de Valle se consagró al trabajo asiduo como Presidente de la Comisión de Hacienda, como redactor de la Gaceta del Gobierno Supi-euio de Guatemala y como miembro del poder ejecutivo.
Promulgada en Noviembre de 1824, la célebre constitución federal que anulaba las esperanzas del partido centralista é instalado el primer Congreso, procedió á las elecciones para Presidente de la República. El voto popular favoreció á Valle; pero las combinaciones de la política, los planes de los partidos y tal vez el temor de su carácter dominante y absoluto, influyeron para que bajo insignificante pretexto, se anulara la elección y se eligiera en el Congreso al general Arce para Presidente, y á Valle, Vicepresidente.
La ciencia, la sabiduría, la probidad de Aballe, su capacidad admi- nistrativa, sus profundos conocimientos en Economía Política, la severi- dad y rectitud del sabio, hubieran tenido bienhechora influencia en momentos tan difíciles: pero Valle renunció la A^icepresidencia é insistió hasta que le fué admitida por el Congreso, y resentido tal vez ó cansado de la política, volvió á la vida doméstica, al estudio y al trabajo inte- lectual.
Entre sus publicaciones más importantes, citaremos E¡ Redactor Gene- ral, que alcanzó justa fama por la forma y por el fondo de las cuestiones de que se ocupaba, todas de palpitante interés para la América y reve- lando los extensos conocimientos de Aballe.
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Eli 1826, fué elegido diputado por la capital de Guatemala, Santa Bárbara y Chiquimula , y en los debates parlamentarios alcanzó nuevos lauros y sobresalió una vez más.
En Junio de 182G, el Congreso clausuró sus sesiones, y Valle, patriarca de su hogar y alejado de la escena política, vio desencade- narse los terribles desórdenes de 1827, 1828 y los cuatro meses de 1829, hasta el triunfo del noble Morazán.
Centro América era un caos: la tea de la guerra civil lanzaba sinies- tros resplandores por todas partes: cada Estado defendía sus derechos hollados y las agresiones injustificadas. Época terrible fué aquella para los centro-americanos, y podrían citarse en la desastrosa lucha, episodios aislados dignos de los guerreros romanos y de los tiempos de Alejandro.
XII
El 24 de Junio de 1829, el Congreso volvió á sus tareas, y Valle á su puesto de diputado para apoyar la reorganización de la República.
La Sociedad Económica disuelta en 1825, reanudó sus reuniones, y el 21 de Noviembre, se escuchó la voz de Valle desarrollando nuevas ideas y presentando desconocidos y radiantes horizontes: no tenía Aballe esa elocuencia que forma caprichosos giros , que murmura , que sonríe ó (j[ue es el ronco trueno en desecha tempestad. «Era, — dice Ramón Rosa, — la elocuencia del Parlamento y de la Academia; no era la elocuencia de las luchas ardientes impetuosas; era la elocuencia de la razón que inq)era sin grandes arrebatos, sin grandes arranques de entusiasmo, (j[ue impera en fuerza del convencimiento. La elocuencia de Valle, era la elocuencia de Mr. Guizot, con quien tenía grandes afinidades como ora- dor: enseñaba y convencía más bien que peroraba y fantaseaba; como Guizot, era grave en su carácter, severo en su apostura y de ordinario sobrio en el decñr »
Morazán , de triunfo en ti'iunfo y sobre alfombra de laureles , había llegado hasta la capital de Guatemala. El ínclito guerrero, el pacificador de Nicaragua, seguía sus campañas ínterin el honrado D. José Fran- cisco Barrundia gobernaba; y los pueblos, en uso de su derecho, con
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libertad y sin desorden, emitían su voto en favor del candidato de su predilección.
Dos hombres eran los privilegiados: dos armas llevaban la ventaja y obtenían el sufragio de sus conciudadanos: la pluma y la espada; Morazán y Valle. El primero alcanzó la mayoría: el segundo, sin celos ni despecho, aplaudió el triunfo del soldado. Había sido justo, legal, reposado y digno de un pueblo grande é independiente: ¡Noble impulso y acendrado patriotismo presidió para la elección de Morazán!
Barrundia, el austero, el amigo prudente republicano, era el dele- gado del victorioso caudillo, y vio con alborozo que se le aclamaba Presidente. El IG de Septiembre, en medio de los regocijos públicos por el aniversario de la independencia, que había sido el 15, entregó el mando en el Congreso al vencedor de Charcas.
Al felicitar los Estados al general Morazán^ felicitaron á la vez al sencillo y modesto Barrundia, por la sensatez, la cordura, la probidad y la justicia que había presidido durante su mando. Era Barrundia uno de esos hombres cultos, ilustrados, de gran prestigio, de sólido talento y notable a la vez como escritor. El, como Trinidad Cabanas, Dionisio Herrera, Pedro Molina, José de Irrizarri, José Batres Montufar, Mariano Gal vez y otros, son honra y prez del Centro América.
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El general Morazán nombró al sabio Valle, ^Ministro de (dentro Amé- rica en Francia; pero ignoramos las causas por las cuales el profundo estadista rehusó aquel honroso cargo.
El período presidencial de Morazán, fué agitadísimo, y la iiupiebran- table voluntad de aquel hombre valeroso, hizo frente á los peligros ([ue por todas partes amenazaban al país y trastornaban el orden.
¡Inspira profunda admiración, simpatía y piedad, 'la vida de esi- grande hombre centro-americano, y el fatal desenlace ([ue su inteligencia y sabia política no pudo contrarrestar !
En medio de los tumultos y de las sediciones, preocupado á cada instante por nuevos disturbios, vio llegar el fin de su período presiden-
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cial, y fiel observador de las leyes é instituciones, dejó en libertad al pueblo para elegir el sucesor.
Por tercera vez se declaró la opinión pública favorable á José Cecilio del Valle, y obteniendo mayoría, fué electo Presidente del Centro Amé- rica.
Por arbitraria intriga del Congreso, se había anulado la primera vez la libre y popular elección. El general Arce subió al poder en lugar de Valle, y el Centro América vio defraudado su deseo. La segunda, compitió en prestigio con Morazán; la mayoría favoreció al caudillo. La tercera, fué la muerte quien se opuso al voto nacional, no permitiendo que Valle ni aun llegara á conocer la voluntad de la nación.
Encontrábase en su hacienda de la Concepción, cuando el 1.^* de Febrero de 1834, se sintió acometido de insignificante dolencia^ que se agravó el 22; pero á la cual, el doctor Flores no dio importancia, y dado su parecer á la familia, resolvió trasladar al enfermo á Guatemala, conducido en camilla y con grandes precauciones y cuidados.
A corta distancia de la hacienda el alivio fué notorio, y la marcha continuó sin incidente hasta que en la noche tomó repentinamente la enfermedad altura alarmante, declarándose fuerte delirio, durante el cual, la mente de Valle se preocupó del estado de su patria y de su elec- ci('»n para Presidente, que repugnaba por temor á no responder á las aspiraciones del país. El estado de Valle empeoraba; el delirio cedió, pero la fatiga era grande y parecía querer ahogarle.
XIV
Eran las diez de la mañana del 2 de Mayo de 1834.
La muerte se acercaba en momentos solemnes; cuando tan necesario era Valle para salvar á la patria, descendía á la tumba apagándose aquella existencia tan meritoria y honrosa.
La llanura en que la camilla estaba detenida, era lozana, fresca y risueña; el sol la bañaba con ardientes rayos y la naturaleza sonreía.
No era el lúgubre cuadro de la muerte: era la luminosa aureola del hombre justo.
114 AMERICANOS CÉLEBRES
¡Aun su mirada buscó al hijo de su amor; todavía su mano estrechó la del niño que pocos minutos más tarde era huérfano!
¡La patria estaba de duelo!
Don José Francisco Barrundia consagró á la irreparable pérdida del patricio, frases admidables.
<' Ha muerto Valle, — dijo, — este hombre era conocido en Europa: su cabeza fué una luz, su boca fué el órgano de la elocuencia en la tri- buna; sus escritos la honra de la patria y de las ciencias. Se hundió Bentham en la noche eterna en Inglaterra; desapareció su amigo Valle en Centro América. Ciudadano pacífico, cultivó con ardor la sabidudría; él estaba lleno de todos los principios elementales de gobierno; él escribía para la gloria nacional y por el interés de la humanidad; su concepción profunda y exacta, aparecía en un lenguaje pausado, puro y majestuoso, que presentaba los objetos por todas sus fases y se desarrollaba en una argumentación clara y victoriosa. Su carácter firme y decidido, tenía acaso los caprichos y las singularidades del genio.
»Bajó ya á la tumba, cuando su sentimiento por la nacionalidad, cuando los votos del pueblo le ponían al frente de la república agitada.
»¡ Honor de esta cara patria!... ¡Descansa en paz!... ¡Recibe el tri- buto de los sabios y el gemido de tus amigos! ¡Únete á Bentham y á los otros sabios! ¡Pensador luminoso, el crepúsculo de tu ocaso brillará siempre en la nación! ¡Que el honor de los hombres ilustres corone tus sienes y que enjuguen el llanto de tu familia , la virtud inmortal y los acentos de la patria ! »
Los poderes públicos de Guatemala, las Asambleas y corporaciones centro-americanas, todas las clases, todos los partidos, expresaron el pesar inmenso exhalando un grito de dolor profundo.
La Presidencia de la República, fué de nuevo otorgada al infortu- nado y glorioso Morazán.
¡Desde el sepulcro de Valle, el destino le marcaba la senda del cadalso! ¡La vida del sabio tal vez hubiese sido su salvación!
Los honores fúnebres decretados por las asambleas de los Estados, respondieron á los relevantes méritos de Valle.
¡Aquel hombre tan grande por su talento, tan general por su ciencia, que poseía todas las glorias, todos los conocimientos, desapareció en los misterios de la eternidad!
J08É CECILIO DEL VALLE 115
Era un pensador profundo, publicista, político, orador, sabio en todas las esferas de la ciencia, singularísimo en su decir y en la forma y fondo de las ideas: al estudiarlo, se saborea la originalidad y la riqueza de pensamientos. Valle tenía imaginación verdaderamente excepcional, y su elocuente biógrafo I). Ramón de la Rosa, ha sabido comprenderle y analizarle.
Centro América venera el recuerdo de Valle , y el Gobierno de Hon- duras, bajo la presidencia de D. Marco Aurelio Soto, honró al hijo insigne decretando se le erigiera una estatua.
¡Noble tierra centro-americana, fecunda en gloriosos anales, cuna de esclarecidos varones! ¡Patria de Valle, de Morazán, de La Cerda, de Barrundia y de Cabanas! ¡Si ellos te dejaron el recuerdo de sus vir- tudes esclarecidas, tú les honras y enalteces!
JOSÉ GASPAR RODRÍGUEZ FRANCIA
Ko liai/ piifria cuando inipera la Urania, dice Cicerón; no Innj sociedad con un tirano.
X la hi.storia de la América libre, de la xVmérica - republicana, descuellan algunas figuras sombrías, terribles y odiosas, que arrogándose una autoridad absoluta y cruel, han hecho retroceder á los pue- blos siglos y siglos, colocándoles en la condición de aquellos esclavos de un señor de horca y cuchillo, de un soberano feudal, que disponía de vidas y haciendas, de la honra de la esposa y de la pureza de la virgen. ^. El doctor Francia y D. Juan Manuel Rosas, son los
J ^^^^^^ déspotas crueles y sanguinarios, los dictadores que ocu- ^^ pan el puesto más culminante en ese cuadro de triste celebridad, y la República Argentina y el Paraguay el campo de batalla de sus sangrientos combates.
II
En 17G1, nació José Gaspar R. Francia, hijo del brasileño García Rodríguez Francia, establecido en el Paraguay por contratos con el Gobierno español, para la explotación del tabaco.
JOSÉ GASPAR RODRÍÍiUEZ FRANCIA 117
Aun cuando recibió la primera enseñanza en Córdoba, y cursó Dere- cho canónico en aquella Universidad, no descolló por sus adelantos ni por el amor á los estudios, y sí por las condiciones especiales de su carácter irascible y dominador.
Consagrado más tarde en la Asunción á la jurisprudencia , hubiera pasado desapercibido fuera del círculo de los que como legista le cono- cían, sin la revolución que triunfó el 15 de Mayo de 1811, acaudillada por Pedro Juan Caballero.
Establecido un Congreso paraguayo cuya ley fundamental era, sin- ceridad y protección á los pueblos hermanos, valor contra el enemigo, desprecio y castigo para los traidores; declarado el Paraguay completa- mente independiente de lo que se llamó el virreinato de Buenos Aires y hecho un tratado con el Gobierno de este país, ya empezó á manifes- tarse la ambición del doctor Francia y su sed de dominio absoluto.
Tenía el futuro Dictador, carácter sombrío, desconfiado, observativo é implacable en sus odios.
Estudiándole detenidamente recogiendo datos y episodios aislados, podría inferirse que átomos desprendidos de Cromwell, de Tiberio, de Luis XI y de Sila, habían buscado nueva cárcel en el doctor Francia, formando un ser extraño, insociable, maniático é inconcebible en un país recién constituido bajo la ensena de la libertad.
Sus primeros pasos fueron, alejar á los que habían contribuido á que formara parte del (lobierno provisional: el bondadoso Velasco, antiguo gobernador español y el honrado D. Pedro Somellera, deseosos de utili- zar los conocimientos de Francia , eran quienes habían aconsejado se le diera parte en la Administración; y como su inteligencia era superior á la de cuantos diputados formaron el Congreso de 1813, fácilmente alcanzó Francia que constituyeran el país según su deseo, dando al Paraguay el título de República en vez de provincia, y confiriendo el poder ejecutivo á dos cónsules, Francia y Yegros, que habían sido presidentes de la Junta gubernativa en 1811, y hombres populares, sim- l)áticos y de reconocida competencia ])olítica.
118 AMERICANOS CÉLEBRES
III
El ambicioso y astuto Francia , estableció la marcha de la Adminis- tración judicial, organizó el ejército, y no presentándose aún como señor, procuró ganarse partidarios que le aclamaron Dictador por tres años en la legislatura de 1814, y concluido aquel término se le confirió la dictadura perpetua invocando el voto nacional y la libertad.
Desde esa época, pudo exclamar como Luis XIV: El Estado soy yo.
Por sistema y por cálculo, adoptó desde entonces severidad impo- nente; y su consagración á las tareas gubernamentales, sus asiduos estu- dios en las ciencias y su alejamiento de toda distracción que no fuera seria é instructiva, le granjearon el respetuoso acatamiento de todos y la veneración del pueblo.
A favor de los años se obscurecen y se pierden los hechos que sólo se transmiten por tradición, y ya ocultos en la bruma del pasado, se juz- gan como invenciones del vulgo ó exagerada herencia del rencor y odio político.
La verdad y exactitud histórica, requieren, pues, señalemos la doble faz y algunos rasgos característicos que puedan presentar al tirano paraguayo, con todos sus defectos y las buenas cualidades que á la par poseía.
Entre las últimas, resalta el desprendimiento de sus intereses que con mano pródiga derramaba para sus amigos, á la vez que era severí- simo en cuanto se relacionaba con las cajas del Estado, llevando su eco- nomía en la Hacienda pública , hasta no recibir sino la tercera parte de los sueldos á que por su alto cargo tenía justo derecho.
En la primera época de su dictadura, efectuó grandes reformas, entre otras, la abolición de los cabildos populares, sustituyéndolos por juntas de alcaldes y regidores escogidos por él , y enteramente adictos para consolidar su dominio.
El terrible Tribunal de la Inquisición, que en el Paraguay ejercía su omnímodo poder, por medio de un comisario, fué también suprimido; y como los indios del Chaco hacían frecuentes invasiones, coronó la línea de defensa de las fronteras con nuevas fortificaciones, reprimiendo enér- gicamente las algaradas de las tribus salvajes.
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lY
Por los años 1816 y 1817, se había apoderado de las provincias de Entre-Ríos y Corrientes y del territorio de Misiones, el feroz caudillo argentino José Gervasio Artigas, llamado por el pueblo el Patriarca de la Federación, porque se batía en la banda oriental contra Buenos Aires.
Fuerzas paraguayas habían marchado á la defensa del territorio invadido; pero derrotadas por Artigas, incendiaron y asolaron las aldeas V casas extendidas entre el Paraná y el Uruguay, para que el vencedor no encontrara ni víveres ni apoyo. Dicen Terán y Gamba, que quince poblaciones fueron destruidas por ambos bandos; y esto, unido á los estragos que causaron los portugueses en el mismo territorio de Misiones al renovar sus hostilidades contra Montevideo, aislaron al Paraguay, pues el dictador Francia cerró los puertos de la República , prohibió la emigración y redujo á los paraguayos á vivir como en clausura, ence- rrados en sí mismos, sistema que salvó á la nación de las luchas civiles y de la anarquía en que se agitaban los países vecinos.
V
El cruzamiento de las razas, la igualdad establecida entre ellas, la preponderancia otorgada á los criollos, fué uno de los sabios actos polí- ticos, pues de ese modo debilitaba el elemento extranjero y creaba otro puramente nacional.
La agricultura recibió gran impulso, y la industria pudo también contar con maestros inteligentes y obreros laboriosos y entendidos.
Poco á poco extinguió cuanto se relacionaba con Europa, y como Enrique VIH, se proclamó Jefe de la Iglesia paraguaya, suprimiendo seminarios, conventos y Autoridad episcopal, persiguiendo entonces cruelmente al obispo García de Panes.
Refiriéndose á la persecución de este venerable sacerdote, dice don Mariano A. Molas en su Descripción Histórica del Paracjuay: «Tiró á per-
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seguir al Obispo hasta envenenarlo finalmente, y después de hacerle padecer como queda dicho». Otros historiadores dicen murió de pesa- dumbre en la cárcel.
Las procesiones fueron abolidas, así como también muchos de los día^ festivos; y los bienes del clero enriquecieron las arcas del Estado.
«Los clérigos y la religión, — decía, — no sirven á estas gentes para creer en Dios, sino para temer al diablo».
En la naturaleza de Francia, existían dos poderosos rivales, que alternativamente alcanzaban el triunfo: el bien y el mal; y puede asegu- rarse que el último, comenzó á reinar despóticamente desde 1820.
En tres ó cuatro conspiraciones que contra su despotismo se fragua- ron , fué inexorable , y animado por el espíritu de Felipe II ó de Luis XI , sacrificó á los cidpables en misteriosas mazmorras, ó en sombríos calabo- zos; y el crimen, avergonzado de la luz del sol, se envolvió en las tinie- blas de la noche para dejar ignoradas las terribles ^ijecuciones. Cuanto podía hacerle sombra, lo destruía sin piedad; y redujo el Paraguay á un ingenio de esclavos, del cual, él era el capataz que les manejaba con brazo de hierro y los dominaba por el terror.
VI
Las crueles y sanguinarias hazañas del gancho oriental Artigas, sufrieron en aquella época grandes reveses, y al fin, vencido y abando- nado por los suyos, se vio el terrible uruguayo en la dura necesidad de pedir asilo al tirano Francia; concedióselo éste, pero casi inmediata- mente lo envió á Curuguaty, dándole casa, terreno y una pensión para vivir: más tarde fué llamado por López, y pasó á la Oíacra de Ibirai, cerca de la Asunción , y pobre y proscripto por el peso de sus terribles recuerdos, vivió hasta 1850, época en la cual tenía noventa años.
VII
Han corrido pocos años desde que en una república del Centro Amé- rica, eran un credo de felicidad las palabras estar bien con el Sr. Presi- dente, para no exponerse á ¡persecuciones, á calumnias ó á triste ostracismo.
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Del doctor Francia, pudiéramos tdinhiñi decir que tenía algunos pun- tos de contacto con el Dictador á quien aludimos y que descansa en el sepulcro.
El sistema de terror planteado desde 1820, adquirió cada día nuiyor incremento; y ya el sagrado de las familias, la investigación íntima ^ la tortura y los más crueles tratamientos, hicieron temible el nombre del Dictador: jamás el despotismo ?e ha presentado más descarada- mente que en ese funesto período y el resultado inmediato fué el envilecimiento del pueblo paraguayo y la falta absoluta de voluntad propia.
Francia había suprimido los ministros, y sólo tenía un Secretario general, D. Bernardino Yillamayor; pero al suicidarse éste, fué susti- tuido por una especie de fiel de fechos, elegido entre sus adictos; y uno de ellos llegó á ser tristemente célebre, Policarpo Patino, (pie secund(> todos los tiránicos actos de Francia.
Descubierta la conspiración que debía ser apoyada por el entre-riar.o Ramírez, se condenó á los reos á la última pena, á confiscación de bie- nes y al arrasamiento de la casa que habitaban, por delito de lesa patria, por intentar el asesinato del jefe del Estado, y la distribución de las rique- zas de sus víctimas, y además por el plan de entregar el Paraguay á Buenos Aires.
¡Qué hombre! ¡(jué horror! ¡([ué humillación para un pueblo! ¡Nada falta en aquella causa! ¡El tormento, que tenía por irrisorio nombre Cámara de la Verdad^ en donde los indios juaycurues rasgaron las carnes de los infelices procesados y emplearon el refinamiento de la crueldad, para obtener declaraciones arrancadas por la desesperación!
Entre los presos estaban Yegros, Caballero, Montiel, Acosta, Valdo- vinos y otros muchos. Simón, el esclavo de la casa de Yaldovinos, expiró en el tormento, sin que uua palabra saliera de sus labios; sin que el tirano consiguiera hacerle faltar á la lealtad para sus dueños.
Caballero, fué el único que se salvó del tormento, por haberse dado la muerte antes, pidiendo que su sangre cayera sobre el Nerón del Paraguay.
¡Aquellos mártires salieron al patíbulo como héroes; su noble sangre no redimió á la patria ni rompió sus cadenas! ¡La nobleza paraguaya sucumbi() á manos del autócrata!
Poco á poco desaparecieron misteriosamente todos los encausados
122 AMERICANOS CÉLEBRES
políticos; y el país, más que nunca, quedó sometido al déspota, consa- grándose á la agricultura y al nacional adelanto.
La instrucción primaria adquirió gran impulso, y libre por entonces de luchas y conjuraciones, se dedicó Francia á mejorar las carreteras, á construir cuarteles, escuelas y á introducir benéficas reformas.
En 1825, el libertador Bolívar se dirigió á Francia encareciéndole la necesidad de que «pusiera término al estado de aislamiento y neutrali- dad que observaba hacía más de doce años, y proponiéndole enviar y recibir agentes y representantes de uno y otro Gobierno». La respuesta de Francia fué la siguiente:
«Al Excmo. 8r. General Simón Bolívar,
PRESmEXTE DE COLOMBIA.
> Patricio: Los portugueses, porteños, ingleses, chilenos, brasileños y peruanos, han manifestado á este Gobierno iguales deseos á los de Colombia , sin otro resultado que la confirmación del principio sobre que gira el feliz régimen que ha libertado de la rapiña y de otros males á esta provincia , y que seguirá constante hasta que se restituya al Nuevo Mundo la tranquilidad que disfrutaba antes que en él apareciesen após- toles revolucionarios, cubriendo con el ramo de oliva el pérfido puñal, para regar con sangre la libertad que los ambiciosos pregonan; pero el Paraguay no lo desconoce, y en cuanto pueda no abandonará su estado, al menos en cuanto yo me halle al frente de su Gobierno, aunque sea preciso empuñar la espada de la justicia para hacer respetar tan santos fines, y si Colombia me ayudara á ello, me daría un día de placer y repartiría con el mayor agrado mis esfuerzos ante sus buenos hijos, cuya vida deseo que Dios Nuestro Señor guarde muchos años.
■^Asunciüii, Í-J.j de A¡¡otito de JS^Jd.
»JosÉ Gaspar Francia». ^
Cuando Francia llegó á la avanzada edad de setenta años, crecieron «u despotismo y su crueldad. Más receloso aún que anteriormente, más tirano y maniático, ordenó fusilamientos y prisiones injustificables, llenando las cárceles con inocentes ó culpables, nobles ó plebeyos, hom-
1 La nota de Francia fué publicada on El Federalista do Caracr.s del 21 de Diciembre de 1867.
JOSÉ (ÍASPAR RODRÍGUEZ FRANCIA 123
bres ó mujeres, sacerdotes o seglares. La miseria invadía las casas de familias dig-nísimas; los arrebatos del Dictador dejaban los hogares enlu- tados y sombríos; el brazo de hierro, la cadena y los grillos pesaban cada día más sobre el desventurado paraguayo. El apóstata, que hacía <!reer á sus oficiales era inmortal y á sus sátrapas, los comandantes de partidos, que se salvarían con él, ordenó degollar los rebaños que tenían la plaga de la garrapata, y como la orden se cumplió, no sólo en los infestados sino también en los que no lo estaban, los más ricos hacendados se arruinaron completamente, castigados tal vez por ser refractarios á la detestada dictadura.
YIII
La locura ¡de Francia llegó al extremo de exigir, que cuando salía á <íaballo se tornasen los transeúntes pecho á la pared, para no faltar al respeto debido al fijar su vista en el Dictador, así como debían cerrarse las puertas y ventanas á su paso.
IVIedio postrado por la parálisis y por la vejez , continuó gobernando hasta el 20 de Septiembre de 1840, día en que expiró en brazos de su médico Vicente Estegarribia.
Pocos días antes, el fuego había destruido parte del palacio, convir- tiendo en cenizas el archivo oficial del Dictador. ¿Fué casual? ¿Fué obra de aquel hombre casi agonizante, para que desaparecieran docu- mentos que más tarde pudieran tomarse como delatores de su crueldad?
IX
El pueblo en masa corrió al palacio al esparcirse la noticia de que el Paraguay, ante el cadáver del tirano, recobraba su libertad.
El estupor embargó ala muchedumbre; los gritos de pesar resonaron en aquel sombrío recinto; el populacho lloraba la pérdida del déspota, y íil verse libre del yugo que durante veintiocho años le había reducido á la más abyecta servidumbre, no se alegraba, no comprendía ya ni las
124 AMEEICANOS CÉLEBRES
aspiraciones del pueblo independiente, ni la degradación é impotencia en que vivía.
Multitud inmensa recorría las calles de la Asunción, y las intiji'rcs, mesándose el cabello, gritaban desesperadas: «Posible es que te Jiai/as niacrto^ wi hombre grande». ^
Para completar nuestro cuadro histórico faltan algunos detalles.
Era el dictador Francia de estatura elevada, delgado, de ojos muy vivos, frente despejada, nariz aguileña, aspecto severo que inspiraba respeto y temor, mirada penetrante, y en los rasgos de su fisonomía, acusaba la rigidez é inñexibilidad de su carácter.
La gravedad del mal no le hizo reconciliarse con la religión católicay ni tampoco pensar en disposiciones de ultratumba.
«No tengo de que disponer, — dijo al indicarle la conveniencia de hacer testamento; — mis soldados son mis herederos».
Las honras fúnebres fueron suntuosas; y, ¡caso extraño! la tristeza cubría los semblantes del pueblo que seguía al cadáver; copioso llanto bañaba las mejillas; el público dolor acompañe) al tirano hasta el pos- trer asilo.
Cuéntase un episodio, que aun hoy es un misterio, y completa la historia del dictador Francia. En la iglesia de la Encarnación, y en rico sepulcro, habían sido depositados sus restos; una mano ofendida^ una venganza de largo tiempo esperada, el odio, destruyó el fúnebre monumento; las sombras de la noche envolvieron con su manto el signi- ficativo hecho.
En la majestuosa Basílica de la Historia no deben aparecer los nombres de los tiranos; negro crespón ha de cubrirlos: el vacío para su memoria.
¡Oh, nobles hijos de la libre América!
La tiranía es la lepra de las naciones; es la ponzoña que lentamente las consume; es la abrasadora lava que esteriliza y seca para siempre el manantial de la riíjueza y de la prosperidad.
' Dotallos tomados de la Descripción Histórica (leí l'araguaij, por D. Mariano Antonio Molas.
ANDRÉS BELLO
ANDRÉS BELLO
^^■ |
^
A niajcHtuo.sa pompa americana, su cielo de pureza sin par, la magnificencia de las perspectivas, la sonrisa de aquel suelo siempre florido, siempre lozano, eternamente fresco y primaveral, visten con luminosos destellos el laúd del poeta y lo engalanan con flores de inmortal perfume.
Los ríos que asemejan mares, dan vigor y energía al pensamiento; los elevados riscos y colosales cordilleras, variedad y grandeza; las tumultuosas cata- ratas, el inagotable raudal de poesía. La literatura americana es singularísima, porque armoniza con las costumbres, con el clima y con el lujo de aquel suelo, y es exacto reflejo <le la juventud y savia de los pueblos que aun á principios de este siglo no habían llegado al rango de naciones.
El pintoresco cuadro de las primitivas nacionalidades y la heroica lucha sostenida primero por los sencillos é infortunados indios, y después por los apíSstoles del evangelio liberal, presentan vastísimo campo al brindar detalles de colorido sin rival.
Estudiando su pasado y su presente, se tropieza á cada paso con hombres que nada pueden envidiar á la gdoria de los grandes ingenios europeos; corrección, fácil decir, clásica forma, maravillosa riqueza de ideas, originalidad, y lirismo dulce, suave y armonioso.
126 AMERICANOS CÉLEBRES
Adviértese en la mayoría de los escritores americanos, facilísima elo- cuencia, y en ella la augusta majestad inspirada en las sublimes galas de sus campos 6 en la epopeya de su emancipación. En las poesías y aun en la prosa, se nota el amor á los clásicos griegos y latinos, y también el estudio de Rioja , Herrera y Quintana ; pero esto en lo (pie se refiere á la forma y corrección de estilo; que sobra natural inspi- ración en la poesía americana y rebosa en ella el singular encanto y los brillantes fulgores de su fantasía tropical.
La conquista fué inexorable, que á no serlo, hoy podrían juzgarse v conocerse las obras de los bardos anteriores al descubrimiento, como Nezahualcoyolt, los poemas del reino quiche, las leyendas peruanas, las composiciones amorosísimas de los toltecas, las de los quitus y de los chibchas y muiscas.
En la época del coloniaje, también, aunque no en gran niímero, sobresalieron escritores de brío que en más vasto campo presentare- mos. ^ El estro poético ha sido y es en América privilegio de sus hijos, y recuerdo haber encontrado en insignificantes pueblos colombianos, la inspiración sin forma, pero vigorosa, rica y bellísima.
II
Hoy colocamos entre los predilectos de nuestra galería, al Fénix de /o.s (iigenios americanos.
Tres años antes de que fuera huésped del mundo el libertador Bolí- var, en su misma ciudad natal, la alegre Caracas, vio la luz del día un niño, - que desde sus primeros años manifestó señalada afición por el estudio y precoz entusiasmo por las letras, complaciendo en esto á su maestro el sabio mercedario fray Cristóbal de Losada y estimulando su deseo en favor del aventajado discípulo.
El natural despejo de Andrés Bello, se desarrolló rápidamente bajo la dirección y empeño del ilustrado fraile, y si bien su fortuna no estaba
' En una obra proyecta'la y que tiene por titulo, Literatura del Continente americano. - En 1780.
ANDRÉS BELLO 127
á la altura de la noble casa á que pertenecía, no por esto fué más lenta 8u reputación literaria, y ya en 1S07 formaba parte de la Secretaría del capitán general Vasconcelles, fallecido en Octubre de aquel año.
En 1810, se le confirió el cargo de Secretario en la legación que tenía por jefe á Bolivar y que marchaba á Londres, para alcanzar la protec- ción del Gobierno británico en favor de la independencia; pero como el plan fracasara y el Libertador regresase á Caracas, Bello, reducido á la mayor estrechez, se dedicó á dar lecciones de castellano, arraigándole en Inglaterra una rubia hija de Albión, hermosa é inteligente, que unió su suerte á la del poeta, haciendo la pobreza de éste menos penosa.
Bello desempeñó sucesivamente la Secretaría de la legación de Chile y después la de Colombia; y entre tanto, con asiduos trabajos literarios^ daba á conocer en Europa á los pueblos americanos, y ayudaba á éstos con su pluma á la obra de la emancipación.
El Censor Americano , fundado por el sabio guatemalteco Irrizarri, fué uno de los primeros periódicos en que colaboró; y La Biblioteca Americana y El Repertorio Americano, dieron más tarde honra y prez al clásico poeta venezolano.
Sin embargo, gloríase justamente Chile de ser la patria adoptiva de aquel genio; pues decepcionado en sus aspiraciones y no encontrando en Colombia la recompensa que merecían sus servicios, se dirigió á la Repú- blica que le ofrecía alto puesto en el Ministerio de Relaciones Exteriores, derramando en aquel suelo durante veintitrés años, torrentes de sabia y profunda ilustración y las ñores de su privilegiada inteligencia.
¿Para quién puede ser desconocido el nombre de Andrés Bello?
Como Poeta, es el Herrera de América; ñorido, ameno, inspirado, correctísimo, elevado en los conceptos, armónico y dulcísimo.
Deslumhra en su composición La América, por la profundidad del asunto, por la belleza de la ejecución, por la verdad en los detalles y por el entusiasmo patriótico en que rebosan tan gallardos versos.
La fecunda imaginación pintó con gráfico pincel y puso en relieve como en admirable panorama, las bellezas del Nuevo Mundo, los múlti- })les productos de sus campos y su alegre variedad, en la admirable oda ;.í la A(/ricu liara de la Zona Tórrida!
Las correctas quintillas El .Incendio^ ^ tienen tanta naturalidad y
' En la iglesliv llamada do la Compañia, en Santiago de Chile.
128 AMERICANOS CÉLEBRES
gráfica soltura, que el áuiuio se coumueve ante el desastre que largo espacio lamentó Santiago de Chile.
jQué lujo de elevados pensamientos campea en la oda AJ 18 de Sep- iicinhre, ofrenda bellísima y sencilla á la vez, depositada en el altar de la patria chilena !
Resalta en todas las obras del ilustre clásico, la facilidad del len- guaje, y su brillante estro invade todos los terrenos, y no es menos admi- rable en las traducciones del francés y del latín : confesamos que en una de aquéllas, nos parecen más bellos los versos castellanos que los fran- ceses.
Debe Chile al sabio y erudito Bello, notables trabajos y asiduo afán en obsequio de la instrucción pública, y entre los primeros. Lecciones de Ortología y Métrica, que le abrieron por su mérito las puertas de la Aca- demia Española.
El Código Civil Chiloío, revela las culminantes dotes y la profundidad meditativa en todas las materias, así como la perfección de su talento privilegiado.
La juventud chilena abriga eterna gratitud por sus obras científicas, en las cuales, generaciones y generaciones encontrarán alimento para la inteligencia, útiles y magistrales reg-las é inaí^otablc fuente de sa])i- duría.
Al fundarse la Universidad de Chile, fué nombrado Rector, cargo que desempeñó hasta la muerte. En aquel centro de estudios y nobles aspiraciones, levantó sagrado templo á la Ciencia perfeccionándola y enalteciéndola.
La gloria no alteró la modestia ni la bondad característica de Bello. El diplomático, el poeta, el educacionista, el hombre probo colmado por la Providencia con todos los dones, adornado con todas las virtudes, acabó su laboriosa vida en Santiago de Chile á la edad de ochenta y cinco años, el 15 de Octubre de 1865.
El respeto, el amor y la veneración pública, forman su corona inmar- cesible. ¡Bello no ha muerto! Vive en el corazón de todos los hijos de la culta Chile, su patria adoptiva.
HORACIO MANN
J
Aijiidar d la instrucdóa populiir, es ayuúnr al eiu/randficimieiito de la patria.
menos gloriosa que la corona de laurel que ciñe la frente de un guerrero, es aquella que la gratitud general otorga al que, como Horacio Mann, es bien- hechor de la humanidad, pues que le consagra su inteligencia, su paternal solicitud y su abnegación. Horacio Mann, es uno de esos seres que perte- necen á todas las clases, á todos los partidos, á todas las nacionalidades.
Su patria es el Universo ; sus principios , como caudal fertilizador, se extienden por todos los pueblos. •
El generoso esfuerzo en favor de la educación y de las reformas en las escuelas, fué el constante afán de su existencia; la tarea de infundir conocimientos útiles y virtudes, su principal anhelo.
Sus padres no eran ricos: vivían modestamente en Franklin, en el Estado de Massachussetts, con los productos de una pequeña hacienda, en donde, en 4 de Mayo de 179(), nació el niño que tantos bienes estaba destinado á derramar.
No contaba aún trece años, cuando la muerte arrebató á sus padres, y sin grandes elementos para su educación, tanto por la escasez de recursos cuanto por la insignificancia del lugar, adquirió algunos cono-
* 9
130 ' AMERICANOS CÉLEBRES
cimientos en la mísera escuela pública, y ya su espíritu observador se fijó en el local que ser^■ía para la enseñanza y que él ha descrito con admirable precisi<')n y sencillez.
Débil por herencia, pues su padre sucumbió minado por la tisis, ])asó alg'unos años luchando con su propia naturaleza, hasta que su valor moral se sobre})uso al mal físico, aun cuando. en la miserable aldea no podía desarrollar las condiciones intelectuales, por más que as})irase desde temprana edad á girar en más ancho campo.
Más tarde, recordando a([uellos primeros años en que su imaginación tenía que encerrarse en tan estrechos límites, decía en una carta:
Considero como una irreparable desgracia no haber disfrutado durante mi niñez, dotada naturalmente de un g-enio expansivo y viva- racho; la pobreza de mis padres no me permitió desahogos ni diversio- nes. Conveng'o en (jue el trabajo sea la nodriza del hombre; pero á mí me nutrió demasiado con su amarg'a leche.
: En el invierno, mis (piehaceres dentro de la casa eran de un género tan sedentario, que me destinaban á la inmovilidad, mientras que en el Aera no, las labores del campo eran tan recias, que muchas veces no alcanzaba uno á satisfacer el sueño: ni memoria conservo del tiempo en (pie comencé á trabajar.
> Los días de recreo (no días, que jamás disfruté uno, sino horas de recreo), me costaban una redoblada tarea á ñu de darme un rato de ocio en que jug'ar con mis conq)añeros.
> Acostumbrad á vuestros hijos al trabajo, pero que éste no sea duro; y á menos que sean linfáticos, dejadlos dormir cuanto g-usten.
> ¡Cuántas veces, siendo niño, no me detuve como el cervatillo de Aken- side para contemplar la caída del sol, ó me recostaba de espaldas por la noche á mirar las estrellas con toda la avidez de nuestros sentidos y facultades retentivas! ¡Desde qué época se nos enseñaba, ó mejor dicho, cuántos embarazos no se interponían entre nosotros y la sublime misión de la Natura !
»Si estuviera en mí, derramaría lumbre por toda la tierra, como el labrador desparrama el trigo en los prados.
HORACIO .MAXX 131
Xiiiica me he embriagado en mi vida, sino tal vez por los humos del })lacer ('> de la cólera: jamás reneg'ué,'v el leng-uaje profano me fué siem- pre desagradable y re})ulsivo: tani})oco he usado el tabaco en forma alguna: temprano me resolví á no ser esclavo de ningún vicio: por lo demás, mi vida })ública es tan conocida de todos como de mí mismo, v como acontece de ordinario á los hombres públicos, oíros ron/prciiden ji/iicho iio'jor mis niofií'Os».
l'na casualidad le puso en el verdadero camino que debía seguir, mostrándole más vastos horizontes, ensanchando sus conocimientos v desarrollando su clara inteligencia.
I 11 profesor llamado Barret, pobre en fortuna, pero rico en sabidu- ría, se instal(') en la localidad que habitaba el joven Mann, y éste acudió solícito á beber en a<|uella fuente, que en vez de apagar su sed de estu- dios, la hizo nnís ardiente é inextinguible.
Por pi-imera vez el latín y el griego sonaron en los oídos de Horacio como celestial armonía, y desde aquel instante el afán de estudio absor- l)i(') su ser.
Después entr(') en la Universidad de Brown y trabajó sin descanso para alcanzar laureles universitarios.
Penosa enfermedad (pues el físico se sublevaba siempre contra la tira- nía moral) le postró, separándole forzosamente de sus tareas, y cuando pudo volver á ellas, al)ri(') una escuela con el objeto de subvenir á sus gastos de estudios, y éstos fueron tan brillantes, que obtuvo el puesto de honor por el tema y desarrollo de su disertación v Carácter progre- sivo de la raza liumana».
Era audaz en sus investigaciones, pensador serio y reflexivo, dotado de maravillosa actividad y de enérgica perseverancia.
II
En la carrera del foro alcanz('> rá})idamente gran rej)utación, y en 1S27, con aplauso y simpatías, fué electo representante del condado de Dedham, en la legislatura de Massachussetts, y aun cuando no era hom- bre para militar en el canqx) político por sus ideas y carácter, sin embargo, se afili(!) en el partido de los irhit/s, ó republicanos nacionales, pero sin otro norte ([ue la justicia y la rectitud administrativa.
♦
132 AMERICAXOS CÉLEBRES
Sus triunfos oratorios fueron muchos, y el primero lo obtuvo contra- rrestando un bilí que se oponía al progreso de las opiniones religiosas, pues aunque la ¡e(jislac'i6n del Estado, ¡a decisión de Ja Corte Suprema y una enmienda de la Constitución ^ tenían elevado carácter de igualdad para todas las religiones, sin embargo, el bilí mencionado amenazaba estable- cer preferencia para una de ellas, algo en contraposición con las ideaos del siglo XIX.
Horacio Mann gañó, y su victoria fué brillante y decisiva, granjeán- dole general estimación como orador y numerosos partidarios.
Redactó y apoyó la ley que tuvo por objeto concluir con el juego de lotería; y la humanidad doliente le debe su iniciativa en la fundaciíni del hospital de dementes en Worcester, su organización y adminis- tración.
En la honrosa carrera que había recorrido, su corazón sufri() heridas profundas, pues casado con una hermosa criatura, hija del Rector de la Universidad de Brown, prendado de sus gracias y de sus bellas cualida- des, vio á los dos años de matrimonio desaparecer la estrella que ilumi- naba su hogar con suave resplandor, dejándole triste y solitario.
111
El condado de Suffolls. le eligi<') senador, y en 183G, por unanimidad de votos, ascendió á la presidencia de a({uel alto CHierpo, y siempre reelecto, ocupó el mismo puesto hasta abandonar la vida })iiblica.
El nombre de Horacio Mann está asociado á toda reforma útil, jí toda innovación noble, á cuanto se relacionaba con el bien de la huma- nidad, así como tomó parte activa en corregir vicios y abusos, entre ellos la embriaguez, para la cual se votó una ley imponiendo castigos al reo de tan repugnante crimen.
El ilustre norte-americano tenía ideas prácticas; era severo en sus juicios y buscaba siempre la base, el fondo de las cosas, sujetándolas después á razonada discusi()ñ, en la cual triunfaba su elocuencia y pro- funda convicción.
r
' Domingo Sakmikxto, Vida de Horitcio Man)
HORACIO MANN l'33
IV
Son notables algunas de las frases dirigidas á la juventud, enco- miando la moderación en todo y las ventajas que de ella resultan.
«Un joven moderado, — dice, — reverencia la Divina Sabiduría, por la cual ha sido tan asombrosamente hecha su constitución física , y la conserva pura y limpia como templo adecuado para la mansión de Dios. Por cada concesión hecha á los apetitos que enervarían al cuerpo ó ale- targarían la vivacidad de los sentidos, ó nublarían el luminoso cerebro, él tiene un vade retro tan duro y tan profundo, que el Satanás de la ten- tación se alejaría de su presencia lleno de vergüenza y desesperación >.
Nombrado en 1837, Secretario del Consejo de Educación, lo abandonó todo para dedicarse á su pasión favorita: la instrucción popular. Su for- tuna, sus libros, su apoyo, estaban siempre al servicio de los pobres que carecían de recursos para los estudios, y gratuitamente daba lecciones y propagaba en ancho círculo sus conocimientos y entusiasmo por el pro- greso de la educación.
Juzguémosle en los párrafos de una carta dirigida á su hermana, digna V virtuosa criatura que se consagró también á la enseñanza y tenía en Rho de Island (Providencia) una escuela gratuita para niños de color.
En otra obra que próximamente verá la luz pública, nos ocuparemos de esa abnegada educacionista y de la admirable madre de Horacio Mann. ^
< He aceptado el empleo de Secretario del Consejo de Educación , y como sus deberes me quitarán todo el tiempo, por necesidad he debido renunciar á mi profesi()n á fin de consagrarle toda mi atención.
» Muchos me desaprueban el que deje la posición que ocupo, en la que hasta hoy me ha ido tan bien como podía esperar; otros piensan que mi posición política no era ya para abandonada, prefiriéndola á un puesto cuyos frutos sólo verán otras generaciones, y que mi presente
' ¥^-a. éilihro Mujeres americanas.
134 . AMERICANOS CÉLEBRES
posición en el Senado era preferible á andar de condado en condado buscando la felicidad de los niños, que nunca saben de díhide les vendrá el beneficio, y arrastrando los celos, preocupaciones y mala inteli«^encia de sus padres. ¿Pero no es mejor hacer un bien que ser elogiado por ello? Si no hubiera de sembrarse otra semilla que aquella que asegura en vida una buena cosecha, la especie humana hubiera vuelto á la barbarie.
»Si yo llego á descubrir qué resortes seguros se pueden tocar para que de un niño que no piensa, que no reflexiona, que no habla, se haga un noble ciudadano pronto á defender sus derechos y á morir ])or la justicia; si sólo consigo obtener y difundir en este sentido alguna buena idea y cosas semejantes, ¿no habré de lisonjearme de que mi ministerio no haya sido del todo vano? >
El cargo de Secretario del Consejo de Educación, no podía ser ambi- cionado por el cortísimo sueldo, pues sólo era de mil pesos, admirándose mayormente aún la abnegación de Horacio Mann , puesto que para ejer- cer su noble misión y consagrarse á plantear reformas y á dar c'nsanche á sus ideas, renunció la senaduría y todos los cargos que desenqjeñaba.
Hubo, sin embargo, un competidor en la primera elecci()n , aun cuando después y durante once fué reelegido en todas.
Llamábase Mr. Dwight; pero generoso también y entusiasta protec- tor de la idea, dio diez mil pesos en 1845 para fundar la primera Escuela Normal.
Al aceptar Horacio Mann, el cargo de Secretario del Consejo educa- cionista, luchó con todos sus amigos y partidarios que se oponían á su alejamiento de la escena pública, no pudiendo admitir ({ue abandonara honrosísimos y elevados puestos para ocupar otro más inferior, á su parecer, sin adivinar la importancia que llegó á obtener ni el resultado benéfico para el país.
V
Con rápida y segura acción planteó el hábil reformador su plan de innovaciones y sabias leyes para las escuelas: protectores decretos ope- raron en corto espacio de tiempo ventajoso cambio.
H()HA( 10 MAXN 135
Las escuelas tuvieron recursos de ([ue carecían hasta entonces; se crearon establecimientos normales, y el público con su justo criterio, apreció el beneficio que Mann hacía á su país.
Hubo, sin embargo, que luchar y combatir con aquellos que no encontraban lucro en el nuevo sistema, ó eran refractarios á toda reforma . y llegaron á proponer un hill que aboliese el Consejo de Educaci<)n, las escuelas normales y cuantas innovaciones se habían hecho.
Pero Horacio Mann , con destreza , destruyó siempre los planes de los enemigos del progreso y continuó su obra civilizadora.
Había contraído segundas nupcias á los diez años de su viudez, y la nueva compañera del templo doméstico, tenía singular talento y era tan entusiasta por la educación como aquel que la dio su nombre.
En 184.'>, visiti) Horacio Mann á Europa para estudiar los grandes centros de instrucción pública, y en un notable Informe dio á conocer el gran resultado de aquel viaje: con prolijo interés adquirió un caudal de datos para las escuelas normales de primera enseñanza; formulaba planos sin descanso para levantar edificios escolares impulsando la construcci(')n é inauguraci(ni de dos escuelas normales; trabajó incesan- temente para que por todas partes se difundiera el interés por la educa- ción é instrucción y se comprendiera el vahn* que encerraba.
En 1S4S, muri() Juan Quincy Adams, diputado por el distrito que habitaba ]\Iann, y éste fué nombrado para reemplazarle.
El filantrópico y noble corazón de Horacio que sentía fraternal inte- rés por todos los seres, no podía tener indiferencia para aquellos que arrastraban la cadena de esclavos, y en Febrero de 1850 pronunció su famoso discurso sobre la abolición de la esclavitud, causando profunda sensaci<)n, tanto más, cuanto (pie Webster, el célebre orador y estadista contrarrestó las opiniones de ]\[ann, que eran ya las de la mayoría sen- sata é ilustrada. La cuesti()n adquirió proporciones colosales y las ideas de ambos populares ciudadanos, formaron dos poderosos partidos.
Kn Febrero de 1<S51, el elocuente y generoso protector de los esclavos, levant<') de nuevo su voz para tratar de la ley de extradición de siervos, porque aquel hombre tan ilustrado y justo los consideraba como herma- nos en la gran familia universal.
La ¿ibolición de la esclavitud es hov un hecho grandioso: el comercio de carne liumana horroriza y apenas se comprende haya habido épocas
13G AMERICANOS CÉLEBRES
en que á sangre' fría se cometieran tales injusticias y se hicieran con indiferencia tantas víctimas.
En 1(S52, ocupó el ap(5stol de la Instrucción el rectorado del coleg-io de Antioquía, Estado de Ohío: entonces surgió en su fecunda mente la idea de proporcionar estudios á la mujer, que fueran más adecuados para crearse porvenir y posición independiente, creyéndola con bastantes a])titudes para ser útil á sí misma y á los suyos en límites menos estrechos.
En Junio de 1859 y el mismo día de exámenes en el Colegio, fué aco- metido Horacio Mann, por fulminante fiebre cerebral, y á los pocos días habían perdido cuantos le rodeaban la esperanza de salvarle.
.< ¡Oh! ¡cuánto les amo! ¡cuánto les amo! — decía, recordando á pro- fesores y á sus ausentes amigos, — ruego que así se les exprese. ¡Av! ¡Mis planes, mis bellos planes para el Colegio! » . . . y con el pensamiento fijo en la única y exclusiva aspiración de su vida, expiró el noble hijo de la Gran República, el que trabajó constantemente para la elevaci(')n intelectual y moral de la humanidad.
En Boston, la ciudad de los sabios y de la aristocracia intelectual, v en la cima de Beacon Hill , se levanta la estatua de Horacio Mann : los niños y los maestros en cuyo corazón vivía, contribuyeron con su modesto óbolo á perpetuar el recuerdo de su sublime protector, y una mujer '' dio cuna al pensamiento.
¡Loor al pueblo que supo guardar incólume la gratitud y honrar á su hijo predilecto más allá del sepulcro!
• La señorita Stebbins. — La cstatxia costó cinco mil posos.
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RAMÓN CASTILLA
RAMÓN CASTILLA
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el inmortal combate de Juiíín y en la decisiva acción de Ayacucho, batíase' un joven teniente coronel con vigoroso arrojo, conquistando mere- cidos lauros en la victoria que aseguraba la inde- pendencia peruana. Había militado anteriormente en las filas realistas, en las cuales sentó plaza á la edad de diez y siete años; i)ero ya á los veinte, entusiasta por el credo republicano y por la emancipación del Perú, tomó parte en la lucha y se consagró al triunfo de la sublime idea.
Ramón Castilla ^ era uno de esos seres nacidos para derramar bienes, y que dotados de altísimas virtudes, las transmiten á los pueblos entre los beneficios que derraman.
En 1834, fué ascendido á general de brigada, honroso grado que su valor alcanzó en la contienda entre el g-eneral Gamarra y el general Orbegozo, siendo Castilla partidario del último. Derrotado en Yanacocha y Socabaya, buscó en Chile seguridad y asilo, y el 20 de Enero de 1839, se encontró como general de división en la campaña restauradora ([ue tuvo brillante desenlace en la célebre batalla de Yungay, entre el ejér- cito chileno-peruano al mando del insigne general Bulnes, y el peru- boliviano á las órdenes del Protector Presidente de Bolivia, Santa Cruz.
' Kaciü on Tarapucá, en 1797.
138 AMERICANOS CÉLEBRES
Las luchas civiles eiisaiigreutaroii una \qz más el suelo de los iucas^ después de la muerte del presidente g*eneral Clamarra; y el ejército y la mayoría de la liepública aclamaron en 184o á Vivanco como supremo Director. Numerosos descontentos pululaban rechazando la política del Dictador y combatían para derrocarlo, entre ellos, Torrico y San Román en Puno, Nieto y Castilla en Moqueg'ua; y vencedor el último en Carmen Alto en Julio de 184-4: y convocado el Cong-reso en 1845, fué electo Presidente, asociando desde entonces su nombre á sabias y iitiles reformas, á notables innovaciones y á prog'resivos adelantos.
II
El mando de Castilla se prolonga') durante catorce años, y á él debi(> el Perú su crédito interior y exterior, y decidido apoyo para toda empresa industrial y útil.
El patriotismo de Castilla y el amor á la libertad, lo hicieron digno de la alta estimación que le profesaron los pueblos, que espontánea- mente lo aclamaron varias veces primer Magistrado de la naci()n.
En 1849, expidió el justiciero y célebre decreto ^ aboliendo el trilnito (pie pagaban dos millones de indios á los antiguos conquistadores: no menos humanitario y digno de su gran corazón, fué el decreto dictatc- rial de 1854, por el cual, treinta mil esclavos fueron otros tantos ciuda- danos útiles y agradecidos, por los derechos sociales (pie desde aíjuel día disfrutaban.
Sus sentimientos liberales, su carácter refractario á toda tiranía y opresión nn^ral, concedieron amplia libertad en las elecciones^ y la prensa disfrutó de la misma facultad y autonomía.
Con un hombre tan benévolo para sus semejantes, no podía existir el cadalso político, por lo (j[ue fué abolido, y no existe sentencia de muerte autorizada con la firma de líamón Castilla.
El camino de hierro de Lima al Callao, fué el primero de la América del Sur, y el (pie conduce á Chorrillos también se construy() durante el mando de Castilla.
Consagró sus desvelos á establecer colonias y á fomentar la inmig-ra- ción, procurando hacer grato y amable el nombre peruano, é im})ulsar el comercio y la industria.
KAM('>N CASI'ILI.A 13Í)
III
Contaba setentíi afios, cuando no conforme con la marcha del dictador Don Mariano Ignacio Prado, promovi(') una revolución militar, muriendo como soldado en el campo de batalla, al frente de las tropas sublevadas.
En su prolongada carrera di() repetidas muestras de su acendrado amor por América v de su celo por su autonomía, haciendo fracasar, secundado por el benemérito ministro de Relaciones Exteriores, José (ireíi'orio Paz Soldán, los planes del u'eneral Juan José Flores, cpiien, menoscabando sus pasadas glorias y por resentimientos políticos, intent<>, de acuerdo con la Reina I).'' María Cristina de Borbón, llevar ;i efecto un cambio político en contra de la libertad americana, hecho incomprensible en hombre de tanta valía.
El sublime rasgo de Castilla y los decretos de abolición del tributo y de la esclavitud, son las más bellas páginas de su gloriosa vida.
Tenía el mariscal D. Ramón Castilla, carácter enérgico, originalí- simo, y estaba dotado de alma grande y de superior entereza. Era gra-- cioso, oportuno y decidor, siendo numerosas las anécdotas que de él se refieren y. (pie demuestran su ingenio y su vivacidad de imaginación.
Las elevadas condiciones de mando, las nobles y generosas aspira- ciones, prestan al mariscal Castilla inmortal aureola, y han hecho su recuerdo popular y (juerido en el Perú.
CARLOS ANTONIO LÓPEZ
Y SOLANO LOTEZ
EspuÉs de \a nebulosa época del doctor Francia, al desaparecer en el sepulcro, al desvanecerse el tirano, se ilumina el país con los fulg'ores de una era que abarca más anchos horizontes, y en la cual ocupa la suprema magistratura Carlos Antonio López, ciudadano modesfo y dedicado al foro y á la enseñanza secundaria..
Era natural de la Asunción y había nacido en 1810. La ley de IG de Mayo de 1S44, prolongaba el período presidencial por diez años y autorizaba la reelecciíhi. El Presidente era jefe supremo de mar y tierra, arbitro en la Administración civil y militar, Gran Patrono de la Iglesia y con 'exclusiva autoridad en todos los ramos, apoyada por un Consejo de Estado que dictaminaba , dejando sin embargo en libertad al Presidente para aceptar ó no el dictamen.
A(j[uella ley ponía límites á las garantías, á la igualdad legal, al derecho de quejarse ante el Clobierno, á la salida del país, á la abolición de la esclavitud y á la protección judicial.
El número de diputados se redujo á doscientos, los que debían con- gregarse cada cinco años para ocuparse de votar los presupuestos, de presentar proyectos de leyes generales, resolver en casos de guerra y fijar los límites de las fronteras.
SOLANO LÓPEZ
CARLOS ANTONIO I.Ól'KZ Y SOLANO L('»I'KZ 141
El completo retraimiento de Francia, había hecho que el Paraguay- no estuviera aún en relaci<'>n con las naciones europeas y americanas* pero antes de pasar el primer año de la presidencia de López, estaba ya reconocida la república por los principales países de Europa y del Nuevo ('Ontinente.
El arbitrario Rosas, cerr(5 por dos decretos los puertos argentinos para el comercio del Paraguay; y asumiendo López dignísima actitud^ dirigió una nota al Gobierno de Buenos Aires, manifestando su resenti- miento en razonadas reflexiones, entre las cuales añadía: «El Paraguay es inconquistable; puede ser destruido por una fuerte potencia, pero no esclavizado por ninguna».
A pesar de la discordia entre ambos gobernantes, no se rom})ieron las hostilidades; y López se consagró á llevar inmigración, aun cuando los extranjeros estuvieran sujetos á no casarse con naturales del país sin permiso del Gobierno; tampoco podían afincarse sin estar auto- rizados para ello.
El presidente López organizó ejércitos y creó marina; prestó deci- dido a})ovo á la industria v fomentí) la agricultura. Como la hierba mate v el tabaco son manantiales de riqueza para el país, dio á estas produc- ciones mayor desarrollo.
Se abrieron caminos, escuelas, se mejoraron las antiguas carreteras y se construyeron edificios públicos, así como se aumentaron los fuertes para prevenir las invasiones indias por el Chaco.
La Administración, á pesar de ser omnipotente, fué benéfica jjara el país, y el Congreso reunido en 1849^, aprobó sus actas y elogió su mar- cha administrativa.
II
La cuesti()n de límites provocó las primeras desavenencias con el Brasil, por([ue en detrimento del Paraguay intentaba extender su terri- torio, invadiendo parte de los lugares pertenecientes á la república vecina; pero ésta se o])uso y rechazó á los brasileños. El Lnperio enton- ces retiró del Paraguay á su representante.
Por encono de los partidos y malestar general, había sido derrocado
142 AMEKICAXOS CÉLEBRES
vi dictador ai\ü'entiiio Rosas, y el Gol)ieriio provi«ioiia] , no sólo rccoiio- <;-i(') la independencia del Paraguay, sino que los puertos fueron de nuevo libres para el comercio.
La República estaba tranquila y pros])eraba á la sombra de un poder que si bien absoluto, era prudente é innovador; y el Congreso nacional de l<sr)4, reunido para la elección de Presidente, puso de nuevo la suerte del país en manos de López, quien línicamente acept<') por tres años lasuprema magistratura, en vez de diez ([ue marcaba la lev.
El carácter del general López, era enéigico, astuto, altivo é inti-an- sigente en cuestiones de honra ó de independencia nacional.
Era amante de su patria hasta la exageraci<)n , v tal lia sido uno de sus principales méritos.
Los tratados con potencias extranjeras, abrieron ancho campo \ alentaron al espíritu de empresa, aletargado (') muerto durante el mando del doctor Francia.
La frialdad continuaba entre el Brasil v el Faraguav, v una escua- dra del Lnperio suliió hasta el río Paraná: L(')pez di(') orden para que se detuviera, v llamamlo á la cai)ital al comandante Ferreira de Oliveira, celebr(') un tratado dé comercio v una tregua por un aílo para resolver la cuestitni de límites.
Numerosos colonos franceses, fundaron casi en la misma é])oca la Nueva Burdeos en el (irán Chaco, conocida hov con el nombre de Villa Hay es.
En 1S57, concluían los tres ai'ios aceptados por L(')pez, y los pueblos lo eligieron para otro período de diez ailos.
En 18G0, fué mediador en la lucha entre los generales rrquiza y IMitre, y consigui(') se firmara un tratado por el cual ([uedaba iniida la provincia de Buenos Aires á la Confederaciíni Argentina, de la ([ue se había independizado en Lsr)4.
La marcha de L(')pez continu(') siem})re en favor del progreso del país, y el primer camino de' hierro construido en las repúblicas del Plata, fué en el Paraguay: la ri([ueza aumcnt<') por el tráfico, por la canalización de los ríos, ([ue facilitaron la exportación é importación: el astillero, la construcción de muelles y de una fundici(')n, harán grato el recuerdo de uno de los gobernantes más notables de acpiella República.
A los veinte anos de asidua laboriosidad administrativa, el 10 de Septiembre de 1862, descendi(') al sepulcro D. Carlos Antonio López.
(AKLOS AXTOXIO L(')1'EZ Y SOLANO L<')I'EZ 143
En SU testaineiito, hfihía iioiiibrado vicepresidente á su hijo Fran- oi.seo Solano L(')pez, mientras (pie el Congreso nacional acordara á (juien del)í;i elevar ;í jefe de la nación.
H
Solano L(')pez, en IS"),'), había estado en Francia é Inglaterra como plenipotenciario del l'araguav, })ara firmar los tratados de comercio y navei>aci('>n , y acredit(') más tarde su sagacidad, cuando fué mediador en las discordias civiles de la Confederaci()n Argentina: su cultura y su talento le conquistaron general aprecio.
Cuando muri<') el general Carlos Antonio López, contaba su hijo treinta v seis aí'ios de edad, pues había nacido en la Asunción en 1827. Su carácter, sus estudios y sus viajes garantizaban una época feliz para la líepública, por lo (¡ue ni el Congreso ni el voto popular, vacilaron en elevarlo al solio presidencial.
Al iniciar su marcha política, di(') nuevo vuelo á las risueñas espe- ranzas de la nación con las levantadas ideas (¿ue vertió en su proclama.
«El voto luiánime de vuestros representantes, — decía, — acaba
de elevarme al puesto de primer magistrado del país: lleno de abnega- ci(')n hacia mi patria, he aceptado esta difícil misión. Este patriotismo y la nni(')n de todos los habitantes, me hacen esperar que la República del Paraguay, realizará un día la obra de su regeneración política, sin tener que enjugar las lágrimas amargas de un conflicto de familia -.
La índole de Solano López era altiva y dominadora, y á pesar de la educaciíMi y de las costumbres sociales adquiridas en los salones euro- peos, siguió la senda de sus predecesores y fué más bien un dictador, un monarca absoluto, que el presidente de un país republicano.
Sin embargo de esa ambiciini de predominio, que desde luego manifestó, su nombre lia quedado en la historia como el de un héroe legendario, cual el de un valeroso guerrero de la Edad media.
Corto fué el tiempo de su mando, fecundo en acontecimientos y céle- bre por sus desastres y heroísmo.
Solano L(')pez, había aumentado la marina y se ocupaba en formar y disciplinar un fuerte cuerpo de ejército de treinta mil hombres, cuando
144 AMERICANOS CÉLEBRES
las exigencias del Gobierno brasileño con el Uruí>uav, dieron niaruen ;í que ofreciera su mediación al Brasil, la que no fué aceptada por creer de fácil arreglo la cuestión.
No lo pensó así el gobierno de López, y como en una invasicni del territorio uruguayo, miraba en peligro al Paraguay, dirigió enérgica protesta al Gabinete de San Cristóbal , á pesar de la 'cual las tropas bra- sileñas ocuparon territorio del Uruguay, dando con este paso motivo á López para romper las hostilidades.
Ya dispuesto el ejército, solicitó del Gobierno de Buenos Aires y del presidente general Mitre, el permiso para que sus soldados pudieran tener libre el paso por la provincia de Corrientes.
La contestación fué negativa, y tornábase en hostil al exigir pronto explicación relativa á las tropas ([ue se aglomeraban en la frontera.
López, sorprendido é indignado, declaró la guerra al Estado argen- tino, previa anuencia del Congreso.
Entre tanto en el L^ruguay, causa primordial de aquel conflicto, tenía lugar un cambio de Gobierno, y ocupaba la presidencia el general Venancio Flores, que protegido por el Brasil y por el general Barto- lomé Mitre, había derribado á Berro y era ya aliado del Imperio y de la Confederación Argentina contra el Paraguay.
1\
Encontrábase Solano López, frente á frente contra tres adversarios, y aquí empieza esa epopeya de tres años, el más brillante florón de la historia del Paraguay y glorioso é imperecedero monumento de su heroicidad. ,
Empeñada la contienda, no sabemos que admirar más en ella: si las especiales condiciones del guerrero y su tenaz resistencia, ó el prestigio sobre las masas y el fanatismo patrio que logró inspirarlas.
Hombres, mujeres y hasta los niños corrían á la lucha, y los genera- les paraguayos Duarte, Estígarribia, Robles y Caballero, rivalizaron en sereno valor y en heroicos rasgos, con el dictador y general en jefe (|uc constantemente estuvo á la cabeza del ejército.
CÁELOS ANTONIO LÓPEZ Y SOLANO LÓPEZ 145
El intrépido Robles desembarcó en Corrientes con tres mil hombres y tom(') posesi(5n de la capital, organizando en ella un Gobierno provi- sional mientras doce mil soldados al mando de Duarte y Estigarribia, marchaban por las Misiones argentinas para invadir la provincia de Río Grande.
Trece mil soldados al mando del general Flores, atacaron á Duarte y sus dos mil quinientos hombres en Yatay: la superioridad de fuerzas no aterró á los nuevos numantinos; se batieron intrépidamente y sólo se rindieron al exhalar el último suspiro.
Estigarribia capituló en Uruguayana , y la fuerza de los aconteci- mientos hizo necesaria la evacuación de Corrientes por las tropas paraguayas.
López ordenó la concentración de todo el ejército en el Paso de ¡(I Patria y tomó el mando en jefe.
En esa guerra hay episodios dignos de ser cantados por Homero. Cerca de Corrientes existe un sitio llamado el Riachuelo en el cauda- loso río Paraná; allí se encontraron los diez vapores de la escuadra brasileña mandada por el almirante Tomandaré, con ocho de la para- guaya á las órdenes del almirante Mesa y del general Robles.
Rómpese el fuego y durante ocho horas se baten los paraguayos y brasileños sin descanso y con arrojado tesón.
Robles y los suyos demostraron admirable bizarría; cuatro de sus vapores zozobraron y los otros restantes tuvieron que abandonar el escenario de sus hazañas; mil doscientos hombres perecieron; y Robles, herido y prisionero, invocaba á la muerte en la cámara del jefe enemigo.
Cuéntase que los soldados paraguayos, se arrojaban á nado é intenta- ban á brazo tomar los buques brasileños, perdiendo la vida entre las ondas para no entregarse á los contrarios.
En la batalla de Curupayti y en la de Tuyuti, derrotó López á los aliados, tomándolos pertrechos y prisioneros.
Mezclábase con el júbilo de esas victorias la profunda amargura por los estragos causados por el cólera , cuya terrible epidemia asolaba al Paraguay.
El más poderoso baluarte de López, la fortaleza Humaita, cayó en poder de las tropas aliadas, agotadas las provisiones y después de haber .sido defendida por el bravo general Caballero con temerario valor.
* 10
146 xVMERICANOS cíí:lebres
La nación paraguaya estaba reducida á mujeres, niños y á octog'c- narios; la g'uerra y el colera habían dejado desiertos los hogares é inde- fensas las poblaciones.
La grandeza de alma de López, resistió tan reiterados golpes, y errante y fugitivo, aun oponía á sus contrarios su perseverancia v la hábil lucha de guerrillas; nada quedaba de sus ejércitos: había visto caer á su lado hasta un valiente hijo suyo, niño de doce á catorce años, que perdió la vida combatiendo. Algunos leales le acompañaban v los espesos bosques le dieron asilo.
Rechazó con orgulloso desdén toda proposición de paz y con unos pocos se retiró á Cerro León.
La veracidad del historiador nos obliga á consignar algunos hechos que empañan tan gloriosos infortunios.
Y
Los fusilamientos del hermano del dictador López, de Bérges, del coronel Alen y del obispo Palacios, no admiten disculpa, ni puede do- minarse el horror que inspiran.
Otras crueldades, otras vidas inocentes acusadas injustamente de atentar contra la existencia del jefe de Estado, son negra mancha en el brillante cuadro del heroísmo paraguayo.
En breve la Asunción se vio ocupada por el Marqués de Caxiás, que había reemplazado al general Mitre en el mando de las tropas. Una legión de emigrados paraguayos las acompañaban y precedían en su entrada á la capital.
Ocurrió entonces algo extraño y conmovedor.
Con las fuerzas vencedoras, llegaron á la capital numerosos extran- jeros que ocuparon casas y edificios abandonados por sus moradores: pero éstos, que cuando ordenó López desalojar la ciudad, habían seguido al Gobierno y al ejército paraguayo, volvieron á sus hogares, pobres, des- nudos, enfermos, estenuados, y se consideraron venturosos recibiendo hospitalidad de los que, como dueños, ocupaban sus propiedades.
La o"uerra tocaba á su fin.
CARLOS AXTOXIO LÓPEZ Y SOLANO LÓl'KZ 147
López oponía aún resistencia desde la cordillera en donde había logrado rennir algnnos soldados, porque la pérdida de su ejército, los tres años de continuo y adverso combatir, no lograron doblegar su espíritu.
El último baluarte que aun le quedaba era Cerro Cora: allí se hacía fuerte: pero atacado por fuerzas brasileñas, rindió la vida combatiendo con desesperado y valeroso arrojo el 1.'^ de Marzo de 1870.
VI
Era un tirano; pero considerándole á la cabeza del ejército, se admi- ran en él las cualidades de un gran guerrero, el ardor impetuoso, la audacia, la sangre fría y la "fuerza para soportar el cansancio, los reve- ses y las decepciones.
Al empeñarse en aquella guerra que arruinó al Paraguay, no lo hizo sólo por propia iniciativa, sino instigado por una mujer tan bella como altiva y ambiciosa : Elisa Linch.
Era sueca: había conocido á López en París, y desde entonces ejerció sobre él la poderosa y doble influencia de su talento y de su grande hermosura.
Durante algún tiempo fué la soberana en el Paraguay; y al estallar la guerra , la vemos alentando á los soldados en nombre de la patria y recorriendo las trincheras.
El año 1875 la conocí en Buenos Aires; estaba acompañada por dos ó tres niños que tenía de López.
La curiosidad y el anhelo de recoger noticias, hizo que proA'ocara una entrevista.
Su presencia era arrogante, como la de quien está acostumbrada ;l mandar y á ser obedecida.
Sus ojos azules tenían indefinible expresión, infinita dulzura; pero al propio tiempo revelaban la enérgica voluntad, el indomable espíritu de la rebeli('>n cuando el enojo los iluminaba.
En la voz se operaba la misma transformación, y entonces se com- prendía que en la guerra secundara al Dictador é incitara á los soldados á vencer ó á morir.
148 AMERICANOS CÉLEBRES
Creemos completar con estos detalles la vida de Solano L(5pez, qne si bien presenta rasgos crueles de tiranía y de injustas violencias, si apa- rece manchada con la sangre de nobles ciudadanos, es de ghn-ioso recuerdo por su heroísmo y por la generación que sucumbió glori(xsa- mente en el campo de batalla.
Su muerte fué el digno epílogo de aquella lucha de titanes.
JUAN MANUEL EOSAS
fox tan contradictorias, las opiniones emitidas desde algunos años á esta parte, concernientes al célebre Dictador de la República Arg-entina, son tan extraños los hechos que resonaron en toda América y llevaron el nombre de Rosas hasta los confines de Europa , que aun hoy sería imposible l)oder emitir un juicio exacto, ni publicar los hechos de aquel hombre que ha dejado indeleble recuerdo y que ejerció la dictadura por una ley que coexisti(5 con su Gobierno, y se renovó treinta y tres veces.
Antes de ocuparme de la espantosa celebridad de Rosas, copiaremos de La Libertad de Buenos Aires, un artículo refutando varios de los acon- tecimientos que más empañan la memoria de Rosas.
II
«Un anciano espiritual nos preguntaba ahora dos años: » — ¿Cree V. en la existencia de Nerón? > La respuesta no merecía sino una sonrisa.
» — Es que creo que la historia miente tanto, — nos replicó, — que hay momentos en que á juzgar lo que se escribe sobre lo que he visto,
150 AMERICANOS CÉLEBRES
» sobre sucesos de ayer no más, que he venido á dudar de lo que se ha » dicho respecto de hombres y cosas distanciadas por los sio-los.
»La persona que así nos hablaba, se refería á narraciones que aca- chaban de aparecer sobre I). Juan jManuel Rosas, presentánd(^le autor ;>de un cúmulo de extravagancias tales y de crueldades sin nombre, sufi- -cientes para tener al hombre por un loco y por un monstruo.
>c — ¿Pero qué no son exactas esas exposiciones? — le observamos » sorprendidos de lo que oíamos. — Desde muy niños habíamos visto » referir esas acusaciones, habíamos leído gran parte de lo ([ue se había • escrito en contra de Rosas; no habíamos escuchado una palabra A'indi- »catoria, algo que negase, por lo menos, que explicase en último extre- ^mo, ese cúmulo de atentados que han venido á f(n-mar la creencia » popular, respecto del Dictador de veinte años.
» Nuestra duda no sorprendió al anciano. Mientras más antiguo es el >:> período de una historia, tanto más depurado se encuentra, porque »el transcurso de los años y de los siglos permite la investigación » desapasionada, y da tiempo á que se conozcan los archivos primados y » secretos del pasado.
»No hace tanto tiempo que hemos visto aparecer la vindicación de » Lucrecia Borgia, después de cuatro siglos de execración universal. »Maquiavelo ha ofrecido el mismo ejemplo.
»La historia contemporánea no puede aspirar á resultados defini- >tivos, á decir la última palabra. Las pasiones, los sufrimientos, los » sacrificios, no discuten ni se someten á la razón.
» Obedeciendo á estas consideraciones y al conocimiento particular »que adquirimos de un número dado de documentos y exposiciones que » el anciano amigo nos facilitó, fué que suspendimos la continuación de »la historia de Rosas.
»No er?i posible ir adelante sin tener el completo de los papeles de »la dictadura, porque nos exponíamos á sabiendas á ser enrostrados »por los que habían militado en esa época, sin tener como justificar lo » que aseverásemos'.
» Desde entonces hemos estado procurándonos los conocimientos que > necesitábamos, examinando acusaciones, depurando los hechos y pre- » parándonos para el conocimiento exacto de los sucesos, á dar la expli- »cación de ellos, los móviles que los producían y el plan y pensamiento »á que obedecían.
JUAX MANUEL EOSAS 151
»A medida que hemos avanzado en esas investig'aciones, hemos » venido á adquirir el convencimiento de que la historia del Dictador »y de la Dictadora, no es conocida á la luz de la verdad.
»E1 extravío público se debe á dos circunstancias.
-La primera, á que hasta este momento no se conoce sino la acusa- »ción hecha á Rosas y á su g'obierno.
La segunda, á que Rosas y los que estaban en actitud de hacer -esclarecimientos, se negaron á ello por diferentes razones.
III
» — ¿Será tiempo de que se me oiga? — interrogaba Rosas en varias »de sus correspondencias escritas en Southampton, y él mismo se con-
> testaba: — creo que no. Para vindicarme, — agregaba — necesitaría
> perjudicar á muchos y echar mano de mis papeles, que exhibirían » documentos que aun considero deben esperar su época.
» Realmente, hasta ahora no se conoce por el público la palabra de » Rosas en el ostracismo, ni sus papeles valiosísimos.
»D. Juan Manuel Rosas se ocupó durante su retiro en Inglaterra, »en llevar una larga correspondencia, en la cual se hacía cargo de las » acusaciones que la prensa le dirigía, dilucidando cada hecho con pro- »lijidad, dando la razón de sus actos ó refutando los que consideraba » falsos.
> La colección de esas comunicaciones podrían formar un grueso » volumen, que sería tenido como las memorias inéditas del Dictador.
»Esas cartas, cada una de las cuales es un cuaderno escrito con » claridad, adicionadas de los documentos que cita, servirían para la » historia como ninguno de los libros que han visto la luz pública en »pro y en contra de Rosas.
» Aparte de esa fuente de esclarecimientos^ hay otras de suma impor- »tancia, desconocidas enteramente hasta el presente, y que traerían »una luz poderosa para alumbrar las tinieblas que obscurecen esa época.
»Esos archivos, esas relaciones, no niegan ninguna de las ejecucio- »nes y muertes del tiempo de la dictadura; las explican, dan á cada cual »su participación, no aparecen como hechos brutales de una fiera que
152 AMERICAXOS CÉLEBRES
»se entretiene en derramar .sangre, ni como resultado de un demente >que no tiene conciencia de lo que hace.
»Pero allí mismo se encuentra el desmentido á muchas historias » novelescas que han circulado, y que todas ellas forman la conciencia » pública.
> Queremos citar por vía de corolario, una de esas invenciones acli- » matadas en la opinión, y que al verla desmentida se han de sorprender.
^¿ Quién no conoce la fuga del doctor D. Valentín Alsina, de la » prisión en que estaba poco antes de la ejecución del coronel ^Maza?
»Esta narración popular dice: el doctor Alsina iba á ser fusilado <> >> asesinado.
»Era necesario salvarle de las garras del tigre. La señora dona » Antonia Maza, esposa de aquél, acometió la empresa, disfrazándose de » guardia marina, yendo á bordo en una noche lóbrega, con una orden » falsa para que le entregasen al preso y ponerlo en salvo en vía de » Montevideo.
»¿ Quién duda de esa historia?
»Sin embargo, de documentos que existen, resulta este curiosísimo » hecho: quien hizo fugar al doctor Alsina, fué D. Juan Manuel Rosas.
»E1 tigre se convierte en protector, y la novela queda fuera de » lugar.
)> Adelantemos otro hecho.
»¿ Quién no conoce los pormenores del asesinato del coronel Maza? >> Rosas aparece tras de la puerta, gozándose en la muerte del que había »sido su amigo.
»Los documentos dicen esto otro:
» Rosas dormía esa noche desde las oraciones hasta las doce. Al coro- »nel Maza, le había mandado decir dos veces repetidas: < Que se vaya »del país, porque no podré salvarlo >>, consejos que no escuchó la víctima.
»¿Por qué no podía salvarle?
»He aquí una explicación que la historia hará, porque existe consig- »nada por gentes que han muerto y constatada por papeles ([ue son de » aquella época.
»La misma ejecución de Camila O'Gorman, el hecho más inexplicable » de la dictadura , el que fué un campanazo dado en todos los países » conocidos, no ha sido explicado aún.
»Se conoce la desgraciada historia de esa joven, todo un poema de
JUAX MAXUEI. ROSAS 153
» sufrimientos y de dolores; pero no se conocen las causas de ese aten- »tado ni las consideraciones v consejos que obraron para llevarlo á »cabo, en nin<4iin caso justificable.
» Pasando de esta orden de sucesos, á otro que se relaciona con la » demencia, podemos citar otros hechos que han pasado y circulan coma » moneda de buena ley.
>No sólo se ha repetido en todos los tonos, sino que se ha llegado > hasta publicar un decreto de Rosas, condenando á San Martín, patrono »de esta diócesis, por francés y como tal, salvaje unitario, suprimiendo su festividad.
>No ha podido dudarse de ese decreto, de esa extravagancia, que > llegó á repercutir en el Timen de Londres, en 1876.
» Podemos asegurar, á vista de documentos incontestables, que ese » decreto es apócrifo; que lejos de prohibir esa festividad, la estimulaba » anualmente. Según los referidos documentos que empiezan en 1884 y » acaban en 1851, la víspera del Santo Patrono, se le pedía á Rosas, por » medio de un oficio, la medalla que se le había ofrecido por su expe- »dición al desierto, para adornar la imagen durante la ñesta.
»No hay ejemplo de un solo año en que no remitiera la medalla con »una contestación satisfactoria.
»A1 traer al recuerdo los hechos expuestos, no tenemos otro objeto »que el confirmar lo que decíamos anteriormente: la historia no ha » podido escribirse sin el estudio previo de los archivos privados del Dic- »tador y el de sus amigos, y sin tener á la vista las explicaciones dadas »por los mismos que han sido acusados, y que aun no han querido defen- »derse ó explicar las causas y participación de sus actos.»
IV
«La historia de la tiranía de Rosas es la más solemne y la más triste página de la especie humana , tanto para los pueblos que de ella han sido víctimas, como para las naciones, gobiernos y políticos europeos ó ame- ricanos que han sido actores en el drama ó testigos interesados.» '
' DoMiNco P. Saiímikxto, 18Ó1. — FAfUNDO (iuiuooA. Cicilización ¡j bu rbaríe.
154 AMERICANOS CÉLEBRES
Corría el mes de Marzo del memorable año de ITOo, cuando naci('» Don Juan Manuel Eosas en Buenos Aires, descendiente del noble Ortiz de Eosas, capitán general, Presidente de Chile y Conde de Pol)laciones.
Muy niño fué destinado al pastoreo y habitó en el campo, en a([uellas extensísimas pampas cubiertas de o-anado, en donde vivían los //í/^ír//n.s con la especial existencia del desierto, independiente, ruda, semisalvaje. y á la par poética y majestuosa, y sobre todo orig'inal y á propósito para desarrollar la fuerza y vig'or del león, y la astucia é instinto del tio-re.
Huido Eosas de la casa paterna y errante por algún tiempo, se encontró un protector en D. Luis Dorrego, y en su <".s7r///tvV/ , empleado en uno de los saladeros, empezí) á cultivar la escritura y la aritmética, (pie el bondadoso doctor D. Manuel Vicente Maza le enseñaba: estos dos hombres fueron la base, el cimiento del futuro poder de Eosas.
No tiene explicación que en vez de continuar llevando el honroso apellido Ortiz de Eosas, se hiciera llamar desde entonces Juan Manuel EosaS;, aun cuando Eivera Indarte, añade fiir completar el escándalo , de sa rebelión filial.
Su espíritu dominador empezó á manifestarse desde entonces, pues sin noción alguna militar, formó á manera de colonias, milicias que fue- ron después su principal apoyo. Hasta el año 1820, fecundo en trastornos para Buenos Aires, permaneció casi desconocido, y entonces fué elevado por Dorrego á capitán de milicia, y un poco más tarde á comandante, siendo gobernador de Buenos Aires, D. Luis Dorrego.
y
Consultando los diferentes biógrafos de Eosas, es diñcilísimo formar juicio exacto de la terrible éi)oca de su mando, pues si algunos hacen refutaciones relativas á varios de los actos más culminantes de su Gobierno, como los que al principiar este boceto hemos consignado, otros los afirman; y en Buenos Aires hemos escuchado de labios autoriza- dos, el relato de las extravagancias y locuras de Eosas, y en interesan- tes conversaciones, recogíamos ávidamente la opinión de hombres, testigos de hechos, que no admiten duda ni disculpa.
JUAX MANUKL ROH.AS 155
lieferíase don J. C, conocidísimo en Buenos Aires, á un aconteci- miento presenciado por él, acto cruel é incalificable.
Tratábase de una delación tan frecuente en aquella tenebrosa época.
Sin dar tiempo á que el infeliz delatado se defendiera y probara su inocencia, fué preso, condenado á muerte y ejecutado.
Sabe entonces Rosas, que por lamentable equivocación había sucum- bido un inocente, y que existía el verdadero culpable (un salvaje unita- rio), é inmediatamente ordena su prisión y su muerte, así como la de a(|uel ({ue había sufrido el error en la delación.
Aun existen sanguinarias huellas de la Mazhorca , de la gavilla de asesinos que llevaba ese nombre, y fuerza es creer que sus abusos y crí- menes fueron autorizados por Rosas; pues de lo contrario, aquéllos no hubieran quedado impunes ni se cometieran á la luz del sol.
En el empleo de comandante de campaña, llegó Rosas á ejercer ver- dadero dominio y á imponerse con absoluto poder, hasta que la suble- vación contra el bizarro general Lavalle, secundada por López, gober- nador de Santa Fe, al derrocar al benemérito general elevó á su ene- mi o-o al aobierno de Buenos Aires.
Y[
En el provisional gobierno del honrado Yiamont, ejerció Rosas su potente iniciativa en la marcha política y en la administración del país; y cuando en 1880 fué nombrado Gobernador de la provincia, ya su despótica voluntad usurpó todos los poderes é inició el sistema que durante diez y siete años debía pesar sobre el pueblo argentino.
El general D. Juan Ramón Yalcárcel, sucedió á Rosas en Diciembre de 18.-)2, como gobernador de la provincia de Buenos Aires, y su política ■conciliadora y suave, enteramente opuesta á la anterior, intentó calmar á los partidos que á la sazón estaban muy exaltados , y oponer á la agi- taci()n pasada una era de tranquilidad y confianza.
No estaba de acuerdo el temible Rosas con la nueva marcha, y se proponía á la vuelta de la campaña contra los indios, derribar á Val- cárcel con una insurrección militar, cuando sus amigos y su esposa
156 AMERICAXOS CÉLEBRES
Encarnación Ezcurra, tan osada como el caudillo de las pampas, ([uisie- ron promover la caída del Gobierno; pero ésta tuvo lug-ar por algunos hombres de otra fraccicni, los que triunfantes dieron el mando al gene- ral Yiamont.
El nuevo poder ejecutivo, con patriótico deseo, se propuso com- batir á Rosas por medio de la prensa, ó ganarlo para el régimen recién planteado; pero falto de energía y de actividad tratándose de un hom- bre como el jefe del ejército de la provincia, era dificilísimo el triunfo.
Creóse por entonces la sociedad popular Restauradora, el club de facinerosos, la amenaza de aquellos que no pertenecían al partido de Rosas, la Mazhorca, que ensangrentó á Buenos Aires, el poderoso auxiliar, el onniipotente brazo del tirano que ha legado á la posteridad fatídico recuerdo.
El digno general Viamont, no logró contrarrestar á los feroces dema- gogos, y dejó el mando y el camino franco para que se estableciera el gobierno tiránico de D. Juan Manuel Rosas, que clava en la calta Baenos Aires el cucfu'Uo del (jaacJio, ij ¿lesfruye la obra de los siglos, la cleUizaciún ij la libertad. ^
Y II
La Sala de Representantes, vencida por el terror, aclamó á Rosas Gobernador de la provincia, con la suma del poder público <) sea absoluto.
El valeroso oposicionista Rivera Indarte, refiere en la obra liosas // sas opositores., «que se hizo un simulacro de elección popular, exigiendo Rosas á la degradada y oprimida Sala de Representantes, que se confor- mase por una votación nominal de los habitantes de la ciudad de Buenos Aires.
» la Mazhorca se encargó de hacer votar. Se dividió por cuar- teles, y fué de casa en casa compeliendo á los ciudadanos y no ciudada- nos, porque Rosas dijo c[ue quería que éstos también dieran su opini<')ii.
1 D(jMiN(i<j Sakmiexto: I'úyina de la vida de Facundo Quirorja.
JUAX MAXUP^L ROSAS ' 157
» ¿Quien era tan valiente en Buenos Aires para decir soy de opinión que Rosas no sea Gobernador en una mesa electoral rodeada por asesi- nos ávidos de sano-re y alentados con la impunidad?».
Seg"iiir al Dictador durante diez y siete años, sería imposible. La exaltación de los partidos en aquella época, la falta de documentos para refutar ó corroborar los hechos, hacen la tarea difícil, y la severa recti- tud del historiador retrocede ante el injusto fallo.
Yin
En la pistoresca orilla del anchuroso Plata, descuella como gallarda gaviota sobre verdes algas, la capital uruguaya, la risueña Montevideo, asilo de los proscriptos y campo de operaciones de los descontentos, durante el largo período de Rosas.
La generosa protección del general presidente Rivera, menguaba en parte el dolor del ostracismo, haciéndolo más soportable creando ef?pe- ranzas para la salvación de la patria, oprimida y esclavizada.
Pero el noble apoyo despertó las iras del tirano, y como en Buenos Aires habíase refugiado el expresidente uruguayo general Oribe, derro- cado por Rivera, puso á sus órdenes un ejército que vengara propias y extrañas ofensas, el (|ue internándose en suelo oriental, llegó hasta Mon- tevideo para tomarle por asedio. Allí los emigrados argentinos derrama- ron entonces su sangre por el caudillo que les protegía contra el déspota, y aquel glorioso sitio fué la inmortal corona de los sitiados.
Empezaba el año de 1843 y con él la gloriosa resistencia de la plaza, que por espacio de ocho años, fué en el Universo ejemplo de heroísmo y de constancia.
Elntonces tuvieron origen las dos banderías, los dos partidos conoci- dos con los nombres de blanco y colorado: el primero desigjiaba á Oribe y á sus secuaces; el segundo á Rivera y á sus valerosos aliados, contán- dose entre éstos multitud de europeos.
América y Europa tenían fijas las miradas en aquella guerra, en aquella batalla tenaz; y aun cuando Rosas sant'ificaba la causa y Ja cn(jra)idcci(( aclamándose defensor de la índepoidéncia a)nen'ca)ut * logrando
' Marinos y Ckkvantks. Estudios históricos del Rio de la Plata.
158 AMERICANOS CÉLEBRES
conquistar prestigios y aura popular, su carácter, su despotismo y las persecuciones inicuas y sangrientas, hacían noble y santa la resistencia del Uruguay y de los extranjeros.
IX
Un tratado ([ue Rosas consiguió ajustar con Inglaterra en Noviem- bre de 1839, y con Francia en Agosto de 1850, puso fin á situación tan tirante.
Los buques apresados fueron devueltos y la isla de ^Martín García. El pabellón argentino vióse saludado por los europeos con veintiún caño- nazos: las tropas francesas que apoyaban á Montevideo, recibieron (>rdenes perentorias para retirarse, y la capital uruguaya se vi(') libre de los sitiadores.
Rosas apareció á la sazón más fuerte y poderoso que nunca.
Todo plegaba ante su voluntad; sus enemigos ó habían perdido la vida á manos de sus seides ó se consumían en el destierro.
El terror paralizaba todo sentimiento de rebelión y aparente tran- (juilidad; el hielo del abatimiento ocultaba el fuego del volcán, (|ue podía estallar al menor impulso.
La degradacifni del país llevada á cabo por ese terrible Calígula de la América latina , era total. Rosas dominaba todo y había procurado centralizar en él la dictadura de cada individualidad de la provincia, lo cual consiguió en gran parte con la muerte de Facundo Quiroga, el salvaje autócrata de los ¡/auchos; con la del odiado gobernador de Mendoza, el sanguinario fraile Félix Aldao, con la de L<')pez, los Reina- fés y otros caudillos que gozaban popularidad en determinadas regiones del vasto territorio ara'entino.
* X
El general uruguayo Justo José de Lr(|uiza, había sido uno de los más adictos servidores de Rosas en la campaña contra los unitarios y en la invasión del Uruguay en 1845.
Soberano por su prestigio en la provincia de Entre-Híos, de la cual
JUAX MANUEL ROSAS 159
era Gobernador, había efectuado en ella g-randes reformas; y la ri(j[ueza V el bienestar (jue rebosaban en aquel territorio, despertaron en Rosas recelos y animosidad.
A pesar de los esfuerzos del Dictador, las provincias solicitaban siempre constituirse como federación, y el descontento oculto por el temor se .extendía, sin embargo, cada día más.
Fr([uiza formó el })lan de libertar á su patria, aniquilando al hombre que era su verdugo.
A principios de Mayo, Corrientes y Entre-Ríos, negaron obediencia á Rosas, declarando le retiraban los poderes á él delegados.
Por un tratado, hizo Urquiza en 1851 alianza con el Brasil y con el rruguav; organizado el ejército y aumentado con los numerosos descon- tentos, emprendi(') la campana salvadora y la batalla de Monte Caseros fué el sudario de la dictadura.
Rosas había concluido su carrera política y si bien dejaba funesto recuerdo, tal vez exagerado por las pasiones de partido, por las ven- ganzas personales, por acontecimientos que aun es imposible juzgar^ sin embargo, en el sombrío cuadro se destacaban algunos detalles que juzgamos favorables al Dictador argentino v que debemos consignar.
Sus adversarios, los ({ue heridos en sus más caras afecciones, acogían, comentaban y exageraban los hechos y se complacían en propalarlos, acusaron á Rosas de malversar los fondos públicos, de falta de lega- lidad, de conñscación de bienes en provecho propio, de tráficos ilegales para enriquecerse; pero no existe duda del desprendimiento de su carác- ter, de (|uc poseía grandes propiedades de campo cuando escaló la dicta- dura y de que vivió modestamente después de su derrota y murió pobre.
XI
Rosas acató la inconstancia de la fortuna, y disponiendo de fuerzas y de prestigio, renunci(') á continuar la campaña y un buque inglés lo condujo á Europa.
Cerca de Southampton compró una hacienda (Swthlingj, y allí vivió largos anos hasta cumplir los ochenta y cuatro y descansar de aquella larga existencia en Marzo de 1877.
IGO AMEKICAXOS CÉLEBRES
El ilustre Lord Palmcrston , fué su más íntimo amigo en Inglaterra, y sería verdaderamente curioso conocer la asidua correspondencia que «e cruzó entre ellos.
La hija de Rosas, la calumniada y bondadosa Manuela ,' se enlazó con el argentino señor Terrero y ha sido modelo de virtudes domésticas.
¿No es ella la que podría descorrer el velo que cubre los aconteci- mientos más censurables de la dictadura? Poseedora de documentos y de todos los secretos, respondería á la pregunta de Eosas: ¿Será tiempo de que se me oiga?
Hoy todos los que pudieran aparecer perjudicados han muerto y la vindicación de algunos actos, sería digno de la piedad filial, luz para la historia y campo abierto para nuevas investigaciones.
JUAíí PABLO DUAKTE
>, 1S7(), luiirió en Caríicas triste y solitario un des- venturado proscripto dominicano: era Juan Pablo lañarte.
Su historia era corta y conmovedora, su infor- tunio grande y su nombre el de un ])atriota abne- gado ^• digno de jjerdurable recuerdo.
Había nacido en Santo Domingo en 1<S13, es decir, algunos afios antes de (pie los haitianos extendieran su dominio })or toda la isla, y cuando aun en su unís tierna edad pudo recibir en su patria la primera enseñanza, continuada más tarde en Barcelona (España), en donde cursó Latinidad, Filosofía y Matemáticas, sobresaliendo entre sus com- ])añeros por su nu'rito inttdectmil.
II
Sil recto criterio v las ideas liberales (pie en su mente se agitaban. U- hicieron m;ís tarde forjar en suelo patrio planes de independencia y sublevarse contra el yugo haitiano; pero anhelaba transmitir la savia de acpiellos ])rincipios á la juventud, dedicándose á instruirla en uni(')n
102 AMERICANOS CÉLEBRES
con el presbítero D. Antonio Gutiérrez, y á la propaganda del verbo liberal por medio de la sociedad La Triniiaria.
La revolución haitiana del 24 de Marzo de 184o y la persecuci(')n de Herard contra los separatistas, llevaron á Duarte á suelo extranjero, sin que abandonara su prop(5sito, madurando en el ostracismo el plan que debía dar la victoria y crear patria.
Ya resuelto se dirigía á Curazao, cuando llegó á su noticia que la revolución había estallado y que Santo Domingo era libre: activó su marcha, y cuando llegó al suelo natal, fué aclamado con entusiasmo, dándole el nombramiento de general y un puesto en la Junta Central. Surgían por entonces desavenencias entre el Gobierno y Santana, ven- cedor en la campaña contra los haitianos.
Duarte marchó como designado por la Junta á entenderse con el triunfante- general, pero sólo consiguió acarrearse su enemistad.
El desvelo más constante de Duarte era el servicio de la patria, y marchaba hacia el Cibao para contrarrestar los planes de Santana, cuando sus partidarios y amigos, acaudillados por el general Mella, le proclamaron Presidente de la República: pero ya Santana había entrado en la capital y escalado la suprema magistratura.
III
Duarte, acusado como revolucionario, fué preso en Puerto Plata, conducido á Santo Domingo y encerrado en la Torre del Homenaje, hasta que condenado á ostracismo perpetuo, abandonó la tierra natal.
El más profundo misterio cubrió su existencia por espacio de veinte años. ¿En dónde se ocultaba el benemérito patriota? ¿Qué país le había prestado asilo?
La República, entre tanto, después de incesantes revoluciones, dejaba de ser nación para tornarse en colonia; arriaba el pabellón de 1844 para enarbolar los colores de Castilla.
La magna transformación llegó hasta el albergue en donde vegetaba Juan Pablo Duarte. ¡La patria estaba en peligro, la patria zozobraba, y voló á su socorro !
JUAN PABLO DUARTE 163
Su repentina aparición en el Cibao, causó profunda sorpresa, pero no entusiasmo, v tal vez deseando alejarle, se le envió en comisión al extranjero.
IV
Aílos más tarde murió su enemigo Santana, desprestigiado, escu- chando en su agonía el estampido del cañón y el rumor de la batalla. ;E1 edificio que había levantado sobre frágiles cimientos se des- moronaba!
Santo Domingo volvió á emanciparse por la incontrastable voluntad de sus hijos; se renovaron las luchas civiles y los enconos de partido, y en aquel tempestuoso oleaje, no hubo quien recordara á Duarte. ¡Había caído en el insondable abismo de la indiferencia popular!
El, en tanto, moría en Venezuela balbuceando: « ¡Viva la patria! »
.JUAN BROWN
'\í^^m)¿
i\ 1815, nació el heroico abolicioiiii^ta iiorte-aiíieri- cano, en el Estado de Coiuiecticut, en donde pensador y reflexivo desde niño, se deslizaron los primeros años de su vida, entre los juegos de la in- fancia y los estudios aun escasos en acpiella época. Cuéntase ((ue desde niuv jo\en , soñaba con la libertad de los infelices esclavos, no coniprendiendo (|ue la tei"rible diferencia de razas y color, autoi-izase para el inhmnano comercio, ni ])ara ejercer la tiranía sobre aijuellos seres arrancados á su patria y á su familia, ])ara convertirlos en objeto de lucro y de prosperidad ajena. Poco á poco, el humanitario pensamiento se apodere') de llrown, dominándole por completo, hasta que en su mente, centro de exaltado entusiasmo y de férrea voluntad, surgió la idea de la consagración al triunfo del gran principio abolicionista, y habiéndose trasladado al Estado de Kausas, se lanzó en 1854 á la lucha pro])agandista. rico en valor, en temeridad y en inteligencia.
El odio encarnizado de los esclavistas, fué jjoderoso diíjue contra sus primeros esfuerzos y los de acpiellos (pie con él em])rendían la noble cruzada.
Las consecuencias fueron desastrosas, y Brown, vi(') taladas sus tierras y en grave riesgo sus intereses en cho(pie con los ck- sus con-
.ÍÜAN BROWN 105
trarios, Kansas, fué testigo por entonces de terribles escenas, ocasiona- <las por ambos principios, y fueron el prólogo del terrible drama que debía representarse más tarde.
No era Brown hombre capaz de ceder en la contienda, aunque eu ella })erdiera fortuna, posición y hasta la vida; v como los aconteci- mientos demostraban cada día más, el rencor del bando esclavista, se alej<) de Kansas y se marchó á Nueva York, en donde poseía una casa de canq)o, para en la soledad y aislamiento madurar nuevos planes y trn bajar sin descanso en favor de su realización. A pesar del carácter })rudente y reflexivo de Brown, cansado tal vez de un combate teórico y hasta entonces estéril, se decidió á obtener el triunfo v la emacipación de los esclavos por medio de las armas, y el IG de octubre de 1859, á la cal)eza de veinte ó treinta hombres, entre los cuales contaba dos hijos suyos, tomó el arsenal de Harper's Ferry, en Virginia, y con elocuente y entusiasta palabra, llamó á las armas á los que intentaba libertar: pero á su generosa iniciativa sólo respondieron el dolor v la decepción.
II
Los esclavos indolentes, irresolutos (') temerosos, no ayudaron al hombre ilustre y abnegado, que se sacrificaba por conquistar sus derechos y su autonomía, emancipándoles de la forzosa servidumbre.
Todavía en el Norte no se había alzado el grito contra la esclavitud; pero ya los sangrientos conflictos de Kansas y la propaganda del ani- moso Brown, empezaban á obscurecer el horizonte de la gran Repiíblica, presagiando tempestad.
La revolución era inevitable v estaba en el pensamiento del Gobierno y de las masas.
FA Sur se presentaba rebelde y amenazador, preparándose á una Inclín fratricida, sangrienta y única en la historia por los elementos, la perserverancia de ambos partidos y el número fabuloso de combatientes.
Ya Abraham Lincoln, liabía pronunciado aquellas palabras memo- rables que decían: Había prometido implícita, ya ((ue no explícitamente sostener el derecho y el deber del Congreso, de prohibir la esclavitud en todos los territ(n'ios de los Estados ünidos>-.
166 AMERICANOS CÉLEBRES
III
DesgTaciadamente, Brown no presenció el triunfo de su idea. Cercado en Harper 's Ferry el 18 de Octubre de 1859, por tropas federales, se defendió encarnizadamante; sus compañeros uno á uno cayeron á su lado; sus dos hijos haciéndole muro con su cuerpo, murieron gritando: «¡Viva la abolición de la esclavitud!» y Brown herido y prisionero, fué acusado de traición, de asesinato y de haber intentado sublevar á los esclavos.
La causa siguió con rapidez; la inexorable sentencia de los jueces condenó á Brown á la pena de muerte en horca.
La agitación era indescriptible; como hemos indicado, los ánimos estaban exaltados en el Norte, y el cruel fallo conmovió profundamente al pueblo; la protesta fué general. Sin embargo, el 2 de Diciembre de 1859, murió Juan Brown sereno, tranquilo y confiado en que había defendido un sagrado principio, que éste triunfaría y que entonces su nombre grabado en el corazón de sus compatriotas, pasaría á la poste- ridad.
IV
Cuatro años más tarde, después de una guerra desastrosa, decretaba el presidente Lincoln la abolición de la esclavitud en toda la República : ¡Brown había logrado la victoria y la veneración del pueblo norte-ame- ricano !
El apóstol abolicionista, debió extremecerse de júbilo en su tumba; su martirio, cantado por el inmortal Víctor Hugo, fué fructífero para la humanidad.
FRANCISCO DEL ROSARIO SÁNCHEZ
/
\ UÁN azarosa ha sido siempre la vida de los reden- tores de la humanidad! ¡Las sublimidades de la tierra son por lo general mal comprendidas, porque cuando del gran templo de la*s ideas se desprende una proyectando vasto foco de luz, ésta ofusca y llega á herir á los átomos que giran en espacios menos lumi- nosos y más reducidos! ¡En todas las evoluciones socia- les se destacan algunos seres que sobreponiéndose á la generalidad, dominan, luchan en pro de grandiosas reivindicaciones y en su heroísmo van hasta el sacri- ficio, hasta el martirio, hasta el Gólgota!
II
Francisco del Rosario Sánchez, ^ era incansable propagandista en. favor de los derechos y libertades patrias: los dominicanos carecían de unos V de otras: vegetaban bajo el dominio de Boyer, y Sánchez idola- traba el suelo en donde se meció su cuna, en donde jugueteaba cuando
^ Nació en Santo-Domingo, on Marzo do 181'J.
1()S AMKKICANOS CÉLEBRES
niño, en donde había aj^-eudido desde el reí>'azo de su madre á odiar á la tiranía.
Después de la insurrección del 22 de jMarzo. v como era de los ]ná,s intrépidos y osados revolucionarios, Herard le persi<¿ui(') sin tregua y le hizo ))lanco de su furor; varios de sus compañeros lo<>raron embarcarse, huyendo del encono del tii-ano: j)ero ])ostrado j)oi- i>i-ave dolencia (juedij Sánchez oculto y pernianeci(') largí) tiempo al borde del se])ulcro.
Tan providencial circunstancia le salv(): por todas ])artes corría la noticia de su muerte y de haber sido enterrado en la ermita del Car- men: sus amio'os lamentaban tan cruel pérdida, ínterin los enemijios celebraban tan fansto suceso.
Sánchez, tranquilo y sin temor, ocupábase acti\Mmente en fraguar la revolución, y comprendiendo ha1)ía lleu'ado el momento favorable, dio el o-rito de independencia C(ni los esforzados ])atriotas cpu' le secundaban, lanzándose á la Puerta d(d Oonde el día 27 de Febrero de 1(S44, consi- guiendo ([ue al día siguiente, el comandante de Santo Doming'o, general de brigada Desg'rotte, se sometiera á una capitulación y entregase la plaza el 2í) de Febrero de 1844.
;E1 ])aís era independiente!
La Junta Giüjernativa se ocupó de (jue los pueblos se identificaran con el alzamiento de la cai)ital, y Sánchez, entusiasta por I). Juan Pablo Duarte y creyéndole indispensable para la obra redentora de la cual había sido el primer apóstol, envió un buque á (Hiracao en busca del proscripto.
El patriotismo, actividad v noble empeño de Sánchez, se hicieron notables en la jefatura del departamento del Ozama , y más tarde en la presidencia de la Junta Central, cayendo con ella en el g'ol])e de Estado del 12 de Julio.
Tomó parte en la nueva Junta de Gobierno presidida por el general Pedro Santana; pero fiel á Duarte y perseguido éste por los odios ])olíti- ticos, participó aquélla de la ])ersecución.
KKAXCIsco DKI, ROSARIO SÁNOllKZ 169
j Un dííi fué reducido á prÍ8Íóii, y aquel pueblo á quien había hecho libre é independiente, a(|uellos hombres ([ue eran ciudadanos por su iniciativa, pidieron á aritos su cabeza, premio reservado á la abne- nación y al sacrificio!
TV
E\ mar se presentaba tempestuoso é imponente; en su profundo seno ])ramaban las olas y se levantaban con sin igual furor, estrellándose contra velera nave que era juguete del poderoso elemento. Montañas de agua amenazan hundirla en el abismo y dar inmensa é ignorada tumba íí Sánchez, desterrado de su [latria y abandonado á merced del mar y del viento.
Las playas de Irlanda fueron hospitalario puerto para el iiáufrago, v desde allí, animoso é intrépido, volvió á emprender la peregrinación Jiasta Cura(;ao: ¡allí estaba cerca del país de su nacimiento y parecíale no se encontraba tan lejano y solitario!
¡Cuatro años se aliment(') con el pan del destierro! ¡ Cuatro años vivi<) aislado, sombrío y entregado á la desesperación!
El (Tobierno de Jiménez, sucesor de Santana, dio en 1848 un decreto de anniistía general, y entonces volvió á pisar el suelo dominicano; la emulación y la calumnia acogieron al infeliz desterrado. Rechazados sus ser\ icios en el ejército, se consagr(') á su carrera de abogado hasta 1855, ([ue, complicado en una cons])iraci<)n política, volvi() á tomar el camino del destierro.
Los trastornos y luchas de partido, elevaron poco después á la Presi- dencia ;í 1). Buenaventura Báez, y Sánchez fué nombrado comandante de armas de la ciudad de Santo Domingo. Coincidencia extraña; el capriclio de la fortuna i)uso j)reso á Santana y sometido á la autoridad de Sánchez.
¡Su encarnizado enemigo indefenso en sus manos! Sin embargo; ¡el alma grande del digno patriota no podía abrigar el ruin sentimiento de la venganza, y su generosidad le devolvió bien por mal!
Después de la revoluciíui de 1857 ([ue combatió Sánchez, al lado del
170 AMERICANOS CÉLEBRES
general Cabral, se encerró de nuevo en su despacho de abogado: pero el infortunio no se había cansado de perseguirle, y calumniado se le deportó á San Thomas.
V
Toca á su término este rápido boceto; anexionado Santo Domingo á España, intentó el patriota infatigable devolver á su ])atria la perdida libertad.
Dirigióse al Cibao y en « El Cercado » enarboh) la bandera republi- cana; ¡el temor acobardaba á los que podían apoyarle! ¡la traición le perseguía , y los traidores estaban á su lado ! Sus esfuerzos eran supre- mos, tratando en vano de reanimar el abatido espíritu nacional.
Pensó en expatriarse; nada podía hacer contra los enemigos, ni con- tra los traidores; de ellos era el triunfo; ])ero su contraria suerte le hizo caer en una emboscada, y herido y prisionero le condujeron á San Juan, V el Consejo de Guerra condenó á muerte al valeroso caudillo.
El 4 de Julio de ISGl , fué pasado por las armas con veinte de sus adictos y esforzados compañeros.
Corrieron cuatro años : el pueblo dominicano recobró sus derechos y prerrogativas de nación libre, y los restos del infeliz patricio fueron solemnemente transportados de San Juan á la capital.
¡Los fratricidas hicieron del más resuelto de los dominicanos un mártir; la gratitud nacional y su civismo inmaculado han hecho un héroe! ¡Las obras del heroísmo y del valor son eternas!
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BENITO JUÁREZ
BENITO JUÁREZ
\ A tarea que vamos desempeñando con escasas fuer- zas, pero rica en buen deseo, entusiasmo é im- parcialidad, se hace más grata aún, al tratarse de personalidades que inspiran respetuosa admi- ración, y cuyo nombre se pronuncia con cariño y se conserva en el santuario de los recuerdos como pura esencia en berberisco búcaro, como ejemplo puro é inmaculado de esclarecido civispio y de abnegación por la libertad de los pueblos.
Hemos vivido en Méjico; hemos escuchado con fre- cuencia un esclarecido nombre siempre repetido con amor, siempre presentado como símbolo de honradez y de sinceridad, de modestia y de virtudes sociales y domésticas.
Hemos visto pasar los años y crecer este tributo de pública vene- ración, y como el tiempo depura los hechos, éstos agigantan cada día más en el vasto panorama de la historia, la figura de D. Benito Juárez. Es Juárez el representante genuino de un gran pueblo de valientes, refractarios á todo yugo, á todo dominio extranjero; es una persona- lidad que caracteriza una larga época de perseverante lucha, de magna trascendencia en la historia mejicana.
No abrigamos la pretensión ridicula de escribir la vida del insigne procer, privilegio reservado á pluma de más valía; pero sí pretendemos
172 AMKKU'AXOS CKLKlíKEiS
foniiar mi cuadro histórico con los licciios más culminantes, y rendir un homenaje de respeto al fundador de la libertad mejicana, al sublime y venerado patricio.
II
l'iio de los Estados mejicanos, notabilísimo por sus recuerdos nacio- nales antiguos y modernos, es el de Oaxaca, teatro de acontecimientos políticos que han ejercido notorio influjo en la República , de j^randiosos y democráticos empeños, de liberales iniciativas v de victorias de })rincipios.
Cuna también de hombres de temerario valor, como Porfirio Díaz, de preclara inteligencia como Ignacio Mariscal, de honrada firmeza v caballeresca hidalguía como el general Francisco Loaeza, a' de acri- solado y heroico patriotismo como Benito Juárez.
Nació éste en un pintoresco pueblecillo de indios, llamado San Pablo (iuelatao, y fué bautizado en Santo Tomás de Ixlán.
Sus padres, Marcelino Juárez y Brígida (larcía, eran indios de pura raza y se ocupaban en el cultivo de una pe({ueña tierra (pie les constituía modesto bienestar; pero ambos nmrieron dejando huérfano n su hijo en la tierna edad de tres anos, y al cargo de su abuela paterna Justa IjÓ\)vz. También perdi(') en breve á su segunda madre, v entonces encontr(') aco- gida en casa de su tío Bernardino Juárez.
El pueblo se [)restaba poco (> nada para la educaci<ui aun la más sencilla, y de ese modo el futuro jefe de la Bepública, alcanz(') á cumplir doce años sin conocer bien ni aun el castellano, pues (|ue los indios de (Uielatao hablan uno de los tantos dialectos zapotecas.
No había nacido, sin embargo, el indicciío jjara vegetar en la igno- rancia: ya en su vivísima inuiginaci(')n se dibujaban horizontes más vastos, y se sentía inclinado á buscar otro centro y otros conocimien- tos de que carecía.
Estaba dotado de carácter firme y sobre todo constante, de sagacidad y de cordura, y con estos naturales elementos abandonó la casa de su tío y se fué para Oaxaca, en el ano ISIS.
Allí encontr<'> lo (pie su instinto le aconsejaba; medios para aprender
KKMI'O .irÁHKZ 173
ií leer, escribir, aritinética v «gramática. Buen ejemplo en el benévolo D. Antonio Salanueva , ([ue era tercero descubierto de la Tercei-a Orden de San Francisco, considerado como fraile sin voto de clausura ni de castidad.
No seguiremos á Juárez en su primera enseñanza, ni más tarde en el Seminario Eclesiástico de Oaxaca, ni en su salida de éste para ingresar v^\ el famoso Instituto de Ciencias y Artes, que dirigido por el Reve- rendo maestro fray Francisco Aparicio, iniciaba en la capital del Estado ideas más avanzadas v principios que dieron después valioso fruto é inculcaron en el joven Juárez, las nobles aspiraciones que habían de ser su credo político.
Concluidos sus estudios de Derecho, se recibió de abogado en lo de Enero de 18^)4, v aun cuando ya en algunos acontecimientos había tcnnado parte, empez() particularmente desde esa época á señalarse por sus ])rincipios liberales y á consagrarse á la política, para la cual tenía grandes aptitudes.
Juárez fué regidor del Ayuntamiento en IS.'Jl; diputado á la legisla- tura del Estadía en el año siguiente; encausado y preso por corto tiempo en 18o(). por(pie se le acus(') de tomar parte en una conspiración liberal.
Era Juez de lo (Uvil v de Hacienda, cuando en 1845 fué llamado por el general Iamui ¡)ara Secretario de (lobierno, y como el Sr. Juárez no transigía jamíís con ideas que no estuvieran á la altura de las más avan- zadas y liberales, o})t(') poco después por separarse del puesto (jue desem- ]Kiñaba y ocup(') el de Ministro ñscal del Supi-enn^ Tribunal de Justicia, hasta el triunto del funesto plan de San Luis, ])roclamado por Paredes y Arrillaga.
Tristes circunstancias atravesaba la Kepiiblica ; la desorganiza- ei('>n era conqdeta; el Erario estaba exhausto; la guerra con los Esta- dos Unidos exigía grandes sacrificios y amenazaba tener desastrosas consecuencias, pues el enemigo adelantaba y en el llano de Palo Alto, había vencido al jefe mejicano general Arista. Aquella guerra ([ue podría haberse evitado por la diplomacia de los gobernantes y siguiendo la opiniÓTi del benemérito 1). José Joaquín de Herrera, debía ser tanto más funesta y difícil, cuanto que estaban empeñadas en ella dos razas que siempre viven y vivirán en completo antagonismo de ideas.
El malestar y la ansiedad habían llegado á su colmo, y el pronvnicia- miento de (ruadalajara complic(') más aiin la situaci()n; y no por haber
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nombrado el Congreso un Gobierno provisional con el <>eneral Paredes al frente, se consiguió conjurar la marcha de los acontecimientos, pues el general Salas se sublevó en la Cindadela con una gran parte de la guarnición, aclamando á Santa Ana, ausente entonces. El Presidente interino, fué preso y mandado al castillo de Perote en Agosto de 184(1.
El Estado de Oaxaca, no conforme con la marcha iniciada por la revolución, formó una Junta y nombró un triunvirato para ejercer el poder ejecutivo, compuesto de los señores Fernández del Campo, Artea- ga y Juárez; éste marchó poco después á la capital como diputado al Congreso General Constituyente, en donde tomaron mayor vuelo sus convicciones. Era entonces Vicepresidente de la República, el doctísimo Gómez Farias.
Algunos historiadores no aprueban que el Sr. Juárez abandonase su puesto en el Congreso , en instantes en que la patria estaba en peligro y necesitaba que los diputados acudieran á su llamamiento para discutir y resolver según la gravedad de los sucesos; ])eYO es de suponer que el procer oaxaqueño, creyó que en aquellos momentos de crisis y de angus- tia nacional, sus servicios á la patria habían de ser más importantes en el Estado de Oaxaca, que en el Congreso.
El gobierno de Juárez en aquel Estado, se prolongó desde Noviembre de 1847, hasta Agosto de 1852.
Otros comprenden el móvil que lo condujo á su país natal, en el que reinaba la anarquía y el espíritu de rebelión , que cesó con su llegada y más aun con su elevación al supremo Gobierno del Estado, en Noviem- bre de 1847, por renuncia de Arteaga.
Reelecto en Agosto de 1849, continuó en aquel elevado cargo hasta 1852.
III
Los norte-americanos continuaban imponiéndose y triunfando en suelo mejicano, y ya en varias poblaciones ondeaba el pabellón estre- llado. Juárez, con la constancia y serenidad que en tiempo de la inter- vención fueron sus principales auxiliares, creó una maestranza y se ocupó activamente de organizar tropas y reunir pertrechos para soste- ner la guerra á líi cual estaba resuelto.
BENITO JUÁREZ • 175
Después del combate de Molino del Rey, siguió el ejército invasor hasta el pintoresco palacio de Chapultepec, y á pesar de la resistencia i[ue encontró en la capital, se hizo dueño de ella precisamente en días en que el presidente Santa Ana había dado un decreto renunciando el mando, y retirado á Tehuacán solicitaba pasar á la capital de Oaxaca, intento frustrado por la enérgica negativa de Juárez, apoyada por el Ayuntamiento y por la legislatura, que veían en la presencia de Santa Ana un cimiento de trastornos y motines.
La paz con los Estados Unidos se firmó poco después, y Juárez, con tranquilidad y empeño, se consagró á levantar el abatido espíritu del país y á emprender reformas necesarias é importantes de acuerdo con sus ideas.
Época feliz y de eterno recuerdo para Oaxaca , fué aquella en que gobernada por un hombre eminentemente popular, vio asegurado el <n-den público, amortizada la cuantiosa deuda del Estado y reforma- dos todos los ramos de administración. Juárez abrió caminos, edific*') puentes, atendi('> á la descuidada instrucción pública y estableció un régimen total de mejoras y de saludables iniciativas; y cuando se retir»') á la vida del hogar, cuando modesto y satisfecho de haber cumplido con su deber de magistrado, se dedicó á la dirección del Instituto de Ciencias Y Artes que le había sido conferido, el cariño de sus conciudadanos y la alta consideración de que disfrutaba , fijaron en él la atención de toda la República, y el Estado de Oaxaca adquirió una preponderancia n<> desmentida hasta hoy.
A la sencillez de costumbres y al sosiego doméstico tan en armonía con el carácter de Juárez, se opusieron las discordias civiles y las gue- rras que debían formar el luminoso cuadro de su vida.
Triunfante la revolución iniciada en Jalisco por el general Uraga , derrocado Ceballos y proclamado Santa Ana dictador, fué objeto Juárez de injusta persecución, hasta el punto de que sin darle tiempo para des- pedirse de su familia, se le condujo preso á Puebla, de allí se le confinó ;í Jalapa, más tarde á Huamantla, y por último, arrancado violentamente de una casa en donde se encontraba de visita, se le hizo subir en un coche C[ue lo condujo á Veracruz, en donde permaneció incomunicado en las mazmorras de San Juan de Ulloa, hasta que tres días después fué conducido á bordo de un buque inglés con rumbo á la Habana, sin recursos y sujeto á la protección de sus compañeros de viaje.
176 AMERICANOS CÉF-KIJRKS
Eli Nueva Orleans debi(') á su laboriosidad la subsisteiu'ia , y su infortunio crecía y era más aniarfio por estar separado de su amante compañera la virtuosa D." Maríi-arita ^laza, que desde 1S4)) compartía las alegTÍas y pesares del ilustre jiatricio.
El pronunciamiento de iSoóle abri() las ])uertas de la patria; el plan de Ayutla, cpie tenía p(n- caudillo al «ieneral Alvarez v (pie tendía ;í radicales reformas, fué simjiático para el noble desterrado.
Juárez desembarcó en Acapulco y se uni(') á las fuerzas su1)1('n adas, y cuando éstas triunffiron y el "eneral Alvarez ascendi(') á la prinu-ra magistratura, fué nombrado Ministro de Justicia, y un mes des})ués dio la notable ley sobre fueros militares y religiosos y para la sn])resi(')n de tribunales especiales, ])ues estaban en completo desacuerdo con la igual- dad de clases (pie regía en la Kepública.
El presidente (V^monfort, nombró á Juárez (lobernador de Oaxaca, y en esta segunda época , desarrolb) todas sus condiciones de háliil legisla- dor y político, llevando á término mejoras de reconocida trascendencia en Hacienda, en . Justicia y en diferentes ramos.
Electo por voto nacional. Presidente de la Suprema Ooi-te de Justicia, y más tarde llamado jior (íomonfort al Ministerio de la (iobei-nacií'vn. desempeñaba este último puesto, cuando el golpe de Estado del (ieneral Presidente, puso en sus manos el destino de la IJepiiblica autorizado })or la ley.
El desengaño hizo abandonar el suelo patrio al general ('ouumfort, v antes de partir (li() libertad á Juárez, á ([uien híibía hecho ])render en los primeros momentos del motín, temiendo su intluencia , su rectitud y la oposición á los principios reaccionarios.
El activo (lem()crata marchó inmediatamente para (íuanajuato, y allí íbrm(') su ^Finisterio. j)ues que varios de los Estados coligados lo habían aclamado Presidente de la Re])ública.
La batalla de Salamanca ganada por las fuerzas (pie habían salido de Méjico contra las tropas de los Estados, entreg('> á duárez prisio- nero, así como á los ministros, y ya los soldados tenían orden de fusi- larlos, cuando el ilustre y lioy venerable ])oeta (fuillermo Prieto, alcanzi'» gracia, merced á la elocuencia de su palabra ó tal vez á interesadas miras del oficial Peraza.
KKNITO JUÁREZ 177
IV
¡Cuáii azarosa es la vida política y qué estudio tan variado presenta cu las repúblicas hispano-aniericanas!
Instado Juárez por el teniente coronel Lauda , para que diera la orden y suspendieran el fuego las tropas constitucionalistas contra los revolu- i'ionarios, contestó con la mayor serenidad y entereza: «Que estando preso, no podía dictar mandatos». Furioso Landa, le amenazó con la pérdida de la vida; pero almas tan bien templadas como la de Juárez, ni se abaten ni se humillan; con majestuosa dignidad contestó, que la exis- tencia de un hombre nada valía en comparación de los intereses de los pueblos.
Por capitulación de los amotinados con las autoridades del Estado de Jalisco, se vio libre Juárez, y en breve se puso en marcha para Vera- cruz, por creer era lugar más seguro para la instalación del Gobierno: escoltaban al Presidente y á los Ministros, setenta hombres de policía dr Méjicf), mandados por el coronel Iniestra, y como descubierta niarchal)a el práctico y denodado coronel Rocha (hoy General) con el .")," batalhni.
En Santa Ana Aeatlán, sustuvo la escolta un combate con las tro- pas de Landa , fuerte de seiscientos hombres y de dos piezas de artillería.
En 2í) de Agosto de ISGG, escribía el Sr. Juárez á otro ilustre hijo de Oaxaca, al diplomático Matías Romero, y relataba el encuentro con las tropas insurrectas.
Respecto del sucedo de Santa Ana Aeatlán, debo decir, que después de hal)erse roto los fuegos entre la pequeña fuerza que yo llevaba y la que mandaba el teniente coronel Landa, me manifestó el señor general don Francisco Iniestra, jefe entonces de mi escolta, que si el enemigo empren- día el asalto, era inevitable nuestra pérdida, porque las municiones se esta1)an ya agotando, el edificio en que nos hallábamos era muy débil, ^ y el enemigo contaba con cerca de seiscientos hombres, no pasando de ísetenta los nuestros; lo (¡ue me participaba para que pensara en el modo
' Kl mesón de Siiuta Ana Aeatlán, á doi-e leguas de Guailalajara.
* 12
178 AMEEICAÍÍOS CÉLEBRES
de salvarme, y le diese ordenes que él cuiupliría exactamente como era su deber. Manifesté á los señores Ministros que me acompañaban , lo ({ue acababa de participarme el Sr. Iniestra , y les dije que mi opinicui era (}ue ellos y los demás empleados que formaban mi comitiva, podían salirse de aquel local con todas las precauciones posibles para no ser vistos del enemigo, y ocultarse en algunas casas de la población (') marcharse al campo para librarse de las consecuencias de un asalto, que induda- blemente emprendería el enemigo en el resto de la tarde ó en la madru- gada del día siguiente; que yo me quedaba á seguir la suerte de nuestras fuerzas, y que el medio de salvaci(5n 'que yo les indicaba, no les era indecoroso, ])orque no ejerciendo ellos mando alguno militar en a(|uellos momentos, ni siendo nombrados para permanecer constantemente á mi lado, en situaci(5n en que nada podía despacharse en los ramos de gobierno, no tenían el mismo deber estrecho que vo de permanecer en mi puesto en aquellas circunstancias.
» Ellos, sin embargo, me contestaron de un modo enérgico y resuelto que no aceptaban mi indicación, cualquiera que fuese la suerte que me tocara. Les di las gracias, y dispuse que si en el resto de la tarde no sufríamos un asalto, aprovechásemos la noche para ronq)er el sitio, único medio de salvación que nos quedaba. Se comunicó la orden al señor Iniestra, y emprendimos nuestra marcha á las once de la noche .
V
Continuó el Gobierno su viaje erizado de peligros: lleg(') á (^>linia, con el pesar causado por la noticia de que el jefe Parrodi, sin combate y sin gloria, había capitulado en Guadalajara.
Juárez era de esos seres que en lucha con grandes dificultades, en días azarosos, en momentos en que el desaliento obscurece la razón y amengua el ánimo, desplegan mayor grandeza y enérgica voluntad.
Decidido á llevar adelante su plan y que éste respondiera á la con- fianza que en él había depositado la nación, nombró á D. Santos Dego- llado, Ministro de la Guerra con amplias facultades, para el mando en jefe de las fuerzas del Norte y Occidente, y embarcándose en el Manza-
HENITO JUÁREZ 179
nillo el 14 de Abril de 1858, con su8 ministros D. Melchor Ocampo, Ruiz, Prieto y Guznián á bordo del vapor Jhon L. Stcphens, pasó por Acapulco, y atravesando el istmo, siguió su viaje desde Colón para la Habana en el vapor Granada, continuando de la rica Antilla para Nueva Orleans, en el Filadelfia y de a(j[uella capital para Veracruz en el Tennt'sset'% y el 4 de Mayo pisaba de nuevo las playas mejicanas.
Con la perseverancia que caracterizaba al benemérito oaxaqueño, se propuso avanzar en el camino de las reformas, y con la convicción del triunfo contra la dictadura, no perdonó medio alguno para organizar fuerzas y procurarse recursos, creando entusiasmo, popularidad y adhe- sión á la causa del progreso.
Juárez y sus patriotas ministros, tuvieron que luchar con exigencias extranjeras, con las intrigas de los reaccionarios, con las hostilidades de unos, con los manejos de otros, con el mal estado de la Hacienda, con las susceptibilidades de los norte-americanos y con la desconfianza de los franceses.
Juárez hizo fortificar el puerto y aprestar la plaza para la defensa, abriendo fosos, artillando murallas y guarneciéndolas con mil quinien- tos soldados: las fuerzas constitucionalistas se extendieron por diferentes puntos, ascendiendo en breve á siete mil hombres el ejército liberal.
El Gobierno de la ley y de la constitución de 1857, encontraba cada día mayor apoyo, y éste creció, cuando Mac Lañe, ministro de los Esta- dos Unidos , reconoció á Juárez como Presidente, y cuando el Gobierno de Washington recibió al representante mejicano don José María Mata, lo que fué un* nuevo motor de gran fuerza contra los reaccionarios.
Estos triunfos morales, que ejercían bienhechora influencia y aumen- taban el prestigio del Gobierno legítimo, no eran, sin embargo, suficien- tes para disminuir la gravedad de la situación, y Juárez fluctuaba entre la opinión de muchos que creían ver en los Estados Unidos el solo punto de apoyo y protección, y su propio impulso, que rechazaba todo extraño auxilio, intentando cuanto estuviera á su alcance para evitarlo.
í^l 12 de Julio de 1859, expidió el notable decreto de reformas radi- cales y de inmensa responsabilidad y trascendencia, que definitivamente imponía la independencia de la Iglesia y del Estado, extinguiendo toda congregación religiosa y aboliendo las corporaciones regulares masculi- nas; declarando por ley cerrados los noviciados de monjas, y de propie- dad del Estado los bienes clericales, y la venta de éstos facilitada por el
180 AMERICANOS CÉLEBRES
pago de uiiíi parte de su valor, en títulos de la Deuda pública y de la capitalización de empleos.
Un elocuente manifiesto acompañó á este decreto, y en ambos docu- mentos puede observarse la firmeza de carácter de aquel hombre insigne y su alma de acero, que jamás vacilaba ni cedía en aquel prolongado combate, ni ante los reveses sufridos.
YI
El jefe reaccionario general Miramón, había dado al propio tiempo un manifiesto á los pueblos; pero las acertadas medidas de Juárez, des- concertaron por completo á los partidarios del plan de Tacubaya refor- mado. El golpe relativo á los bienes del clero fué de tal naturaleza, que dadas las condiciones en que ¡habían vivido las colonias hispano-ameri- canas, aun después de haberse elevado al rango de naciones, ronq^ía bruscamente con el pasado, y creando nuevos intereses, los colocaba como baluarte contra los retr<)grados (') refractarios á los principios de progreso y libertad.
Como sucede siempre en toda innovación radical, se declaró el des- acuerdo entre varios de aquellos más afectos á Juárez, y algunas disposi- ciones exigidas por las circunstancias, promovieron seria o])osicióii v frío alejamiento.
No se detuvo el Presidente en la senda de reformas: sigui<') adelante intrépido, y sin reparar en los obstáculos, estableció por ley el matrimo- nio civil, segundo y certero golpe que arrebataba otro jirón al omní- modo poder ejercido por el clero, á pesar de la ruda oposición de éste y del fanatismo aun muy arraigado en las masas })opulares.
Arreciaron los contratiempos, y Juárez, severo en el cumplimiento de su deber, resistió á los ata(pies, á las hostilidades, á la falta de recur- sos, á las victorias de Miramón y á cuanto se oponía á su propósito, ínterin se ocupaba sin descanso de todo lo necesario á la defensa de Veracruz, que fué declarada en estado de sitio el 21 de Enero de 18G0.
Desde el 7 de Marzo al 21, resistió la plaza el ataque de los reaccio- narios, y el enemigo se retiró sin haber conseguido resultado satisfac- torio y derrotado moralmente, pues su prestigio decaía y se estrellaba
ÜKXirO JUÁREZ 181
ante el g'raiidioso evangelio liberal y la inquebrantable voluntad de Juárez.
«Yo no ,sov jefe de un partido, — decía á los diplomáticos (jue mediaron para resolver aquella lucha fratricida; — soy el representante legal de la nación. Desde el momento que rompa yo la legalidad, se accá- baron mis poderes: terminó mi misión. Ni puedo, ni quiero, ni debo hacer transacción alguna, porque desde el momento en (j[ue la hiciese, me desconocerían mis comitentes, porque he jurado sostener la Constitu- ción, y por(j[ue sostengo en plena consecuencia la opini<hi pública. Si ésta se manifiesta en otro sentido, seré el primero en acatar sus resolu- ciones soberanas».
Con la Constitución en la mano apoyaba todos sus actos, y en G de Noviembre de 18G0, convocó á elecciones extraordinarias de Diputados y Presidente de la República.
En algunos combates habían obtenido ventajas los liberales, y cada día se consolidaban más , á pesar del cúmulo de inconvenientes que sur- gían y de la división entre las ideas de Juárez y las de algunos jefes que no comprendiendo la proximidad del triunfo, se esforzaban en dar á la política distinto rumbo.
La batalla de Calpulalpam, al derrotar á los reaccionarios, abrió las puertas de la capital á Juárez, al constante sostenedor de las reformas; y su entrada, que se verificó el 11 de Enero de 1861, dio margen á brillantes y sinceras demostraciones de regocijo.
Victoriosa la noble causa ;, no podía sin embargo disfrutar de tran- quila existencia, ni creer en un futuro de paz y de ventura.
Por entonces aparecía ya en el horizonte la imbe de la intervención europea, que convertida en deshecha tempestad, descargó más tarde sobre Méjico y lo asoló durante seis años.
Las facciones continuaban; en los Estados reinaba la anarquía y el descontento; los partidos, antes que deponer sus particulares opiniones en el altar de la patria, se agitaban para la elección de Presidente, otor- gando su ])referencia á determinadas individualidades, como al vence- dor de Cal[)ulalpam, Ortega; al sabio Lerdo de Tejada, á Degollado y á Uraga.
El clero, que se creía rebajado y odiaba á Juárez, tomaba parte activa en la política, y el cuerpo diplomático extranjero no podía dudar del programa del Gobierno y de sus intenciones, cuando el Minis-
182 AMERICANOS CÉLEBRES
tro de España , el Nuncio de su Santidad y los Encargados de Negocios del Ecuador y Guatemala, recibieron sus pasaportes al propio tiempo que se desterraban del país al arzobispo Garza y á cuatro obispos: D. Joaquín Madrid, D. Clemente de Jesús Munguia, I). Pedro Barajos y D. Pedro Espinosa.
A pesar de tan encontradas corrientes , no desconocían los amantes del orden, que Juárez era el fínico capaz de conducir la nave del Estado entre los escollos de la situación, la que distaba mucho de ser lisonjera y auguraba tormentoso porvenir.
YIT
No es fácil tarea encerrar en los límites que deben tener estas biografías acontecimientos de tal magnitud, y en la ligera reseña que de ellos hacemos, no podría resaltar en toda su extensión el angustioso estado del país, arruinado por cuarenta años de discordias civiles, des- moralizado en su organización política y combatido por revolucionarios y descontentos que pululaban por todas partes y que veían en la desas- trosa guerra de los Estados Unidos entre esclavistas y abolicionistas, un elemento protector para el desorden, los motines y las invasiones por la Baja California y otros puntos.
La Deuda interior era enorme; la exterior crecidísima; las rentas habían sufrido considerable disminución y los recursos del Gobierno eran limitadísimos. Las aduanas estaban empeñadas; los Estados no daban los productos que generalmente tenían y el Gobierno no podía obtener los recursos que formaban la riqueza pública.
Formándose una idea de aquel caos, podrán apreciarse los méritos de Juárez y la obra colosal de la regeneración de la patria , que le hicieron digno, no sólo de eterna gratitud, sino de la veneración de nacionales y extranjeros.
A pesar de tal situación, la reforma imperó en todos los ramos, siendo Juárez quien verdaderamente inició la nueva era.
Leyes para los ayuntamientos , para la libertad de imprenta , para la prensa, organización de los poderes judiciales, planes de estudios, pro- yectos de caminos de hierro, líneas de vapores por el Pacífico, mejoras
BKXITO JUÁREZ 183
t'ii lo8 asilos, en las cárceles, en los colegios, en la instrucción pública y otras no menos importantes, preocuparon constantemente la atención del jefe del Estado.
Se aglomeraban los obstáculos, las sediciones se sucedían, teniendo Juárez que enviar tropas para contener y rechazar á los revoltosos, que aniquilaban la ri(|ueza pública exigiendo contribuciones á los pueblos y merodeando por toda la República.
Los días se gastaban y las dificultades crecían; el torbellino de los acontecimientos era cada vez mayor, alentado por la esperanza de que el conñicto internacional se resolviera en contra de loa liberales y fuera base de triunfo para los conservadores; los abusos, lógicos en un estado tan anormal, llegaron hasta el punto de provocar informaciones y for- mación de causa contra individuos que disfrutaban prestigio y conside- ración, como aconteció en los desórdenes de Laguna Seca y con robos y atropellos. — El 22 de Marzo sucumbió por grave dolencia el benemérito ciudadano D. Miguel Lerdo de Tejada, candidato á la presidencia de la República, y el único que en su alta capacidad y servicios podía compe- tir con D. Benito Juárez para alcanzar la suprema magistratura.
Los revolucionarios, continuando su obra destructora, oponían la valla (le la rebelión al progreso y á las reformas, y la muerte del ilustre don Melchor Oampo, del sabio, del inmaculado liberal, cuya vida polí- tica fué tan pura y sin tacha, vistió de luto á la República, y este cri- men cometido por los reaccionarios Márquez y Zuluaga, dio la medida de su audacia.
D. Santos Degollado, fué otra de las víctimas sacrificadas por los terribles perturbadores del orden, y el general Leandro Valle regó con su sangre el monte de las Cruces, villanamente fusilado por Gálvez y Buitrón.
VIII
El 11 de Junio de 18G1, proclamó el Congreso presidente de la Repú- blica al ciudadano D. Benito Juárez, y si bien el noble jefe del partido liberal era el (¿ue con mano firme podía contrarrestar los muchos males que pesaban sobre el infortunado Méjico, no podía dudarse que podero-
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sas trabas se opondrían al resultado inmediato de sus esfuerzos y á la completa pacificaci<)n del país.
Apenas iniciado el nuevo período del Sr. Juárez, se multiplicaron las complicaciones, pues Comonfort se presentó en la frontera, y Manuel María Yáfiez se alzó en armas en Guanajuato y quiso hacerse fuerte en la Sierra, y D. Manuel Robles Pezuela, uniéndose á los reaccionarios, aument() su vuelo y sus esperanzas, á pesar de que el valeroso general Porfirio Díaz y el popular (xonzález Ortega, habían obtenido un bri- llante triunfo sobre Márquez y Zuluaga en Jalatlaco.
Juárez, como robusta encina expuesta al choque del huracán, como potente nave combatida en deshecha tempestad, hacía frente á tantos v diferentes elementos, y cuando cincuenta y un diputados osaron solici- tar que abandonara el mando, se consolidó aún más su prestigio por la actitud pública, y la (]ue asumieron la mavoría de los Estados en favor del Gobierno legal.
D. Juan N. Almonte, que apoyaba eficazmente á la reaccicui y al clero, opuesto á las leyes de reforma y á la marcha de Juárez, asegu- raba que los ejércitos aliados se hallaban próximos á Méjico, y que ellos darían buena cuenta de los liberales y arreglarían la cuestión satisfac- toriamente.
La ley del 17 de Julio suspendiendo los pagos, inclusives los corres- pondientes á la Deuda inglesa y convenciones diplomáticas, ha})ía sido el pretexto para que las potencias extranjeras hicieran el tratado del ol de Diciembre, y la casualidad ayudó á que se llevara á efecto la inter- vención de Francia, España é Inglaterra. ^
Viendo Juárez inevitable el choque internacional, tomó alg'unas pre- cauciones para la defensa, resuelto á sostener la integridad nacional y la bandera de la libertad.
El ilustre Lincoln no era partidario de que los europeos dirimiesen cuestiones americanas, y ofrecía su apoyo á Juárez á pesar de la guerra que sostenía contra el Sur.
La discordia civil, el país invadido por extranjeros apoyados por ilusos () por traidores, la Hacienda en bancarrota, las opiniones dividi- das, aun en el seno de los liberales, que destruían proyectos y sabias dis-
' Dicen íjuo felobrajido la vi( toria ilo .Jalatlaco, cajó una líala ct-vc-a del niiiiistro francés Salipny. en la- casa (le la Legación, por lo que pretendió se atentaba A sti vida, y aun cuando de las averiguaciones resultara ser falso, aquel ministro se aprovechó del protexto para activar la intervención.
BENITO JUÁREZ 185
posiciones destinadas á la salvación del país; y éste débil, ani(|uilado c impotente ante la prolongada serie de trastornos y de luchas: tal era el triste espectáculo que ofrecía Méjico al finalizar el año 1861.
Desde el 17 de Diciembre estaba ocupada la plaza de Veracruz por fuerzas españolas al mando del brigadier Rubalcaba, y el general Gasset, esperando la llegada de los representantes de las naciones alia- das, había tomado posesión en nombre de la Reina Isabel II.
Juárez, previsor siem})re, hizo sacar de Veracruz todos los pertrecho» de guerra, archivos y cuanto era necesario é importante, consagrándose activamente á organizar ejércitos y prepararse con recursos para com- batir al extranjero.
IX
Hemos llegado á la página de oro de la vida de Juárez, á ese período culminante en que su nombre fijó la atención de América y de Europa, y en (pie su voluntad de hierro, sobreponiéndose á todos los obstáculos, alcanzó el triunfo y excit() el asombro universal.
Propalaban los mejicanos adictos á la intervención, que ésta era pacífica, y que el país sólo alcanzaría bienes y la tranquilidad deseada.
Poco de acuerdo estaba esa opiniíhi con los proyectos que en Europa se fraguaban, tratando en ellos de escoger un monarca para Méjico 6 imponer una dinastía y alzar un trono en el suelo de los libres.
Prudente y guiado por su recto criterio, aceptó Juárez los pactos que se celebraron en la Soledad entre los comisarios extranjeros y el señor Doblado, representante del Gobierno constitucional, reconocido ya para entablar negociaciones que pudieran ser honrosas, y de acuerdo con los principios que sostenía el Presidente.
Continuaban llegando tropas francesas, inglesas y españolas, y los reaccionarios hablaban sin rebozo de la monarquía y del archiduque Maximiliano, del apoyo de Napoleón III y de la próxima evolución polí- tica que había de efectuarse en Méjico.
El comisario francés se negó á nuevas conferencias, y rompió abier- tamente el pacto de la Soledad, sin tener en cuenta á los aliados, y como Almonte se había proclamado jefe supremo interino de la Repú-
18G AMERICANOS CÉLEBRES
blica, llamó á su lado á los descontentos y sublevados, protegido por el oeneral Laurencez, mientras que el g'eneral D. Juan Prim, ante una junta de jefes españoles, declaró su propósito de alejarse de Méjico con sus tropas, puesto que los franceses no seguían la marcha trazada en las bases del tratado de Londres.
Juárez, en vista de la decidida actitud de los franceses, y agotados los medios de avenencia, se dirigió á los gobernadores de los Estados para que pusieran las milicias sobre las armas y pedirles el contingente aprobado, tomando otras disposiciones para sostener la guerra.
Por entonces dimitió el Sr. Doblado, creando un nuevo conflicto en aquella aglomeración de sucesos de tan inmensa trascendencia : en aquel cielo sombrío y amenazador, sólo un punto había brillante, puro v luminoso: aquel en donde, como un gigante, se elevaba la figura de Juárez, en torno del cual agrupábase la mayoría de los mejicanos deci- didos á morir antes que á perder su autonomía.
El Congreso cometió un gravísimo error : en tan críticos momentos í^uspendió á Juárez las facultades omnímodas que tenía, y como la sor- presa fué grande y el temor era mucho por lo numeroso del ejército invasor, se vio precisado el cuerpo legislativo á devolver al Presidente los poderes de que le había privado.
Ya los franceses habían medido sus armas con los mejicanos el 5 de Mayo de 1862 en Puebla, en donde el héroe de aquel día memorable fué el general Zaragoza, para el cual, el amor patrio era una religión. En 1861, habíase incorporado al ejército de Oriente, que á la sazón man- daba el general Üraga , sin que le desviaran de su deber el gravísimo estado de salud de su esposa y á la cual no volvió á ver más.
El héroe del 5 de Mayo, legó á la historia mejicana una página sin par.
En Barranco Seco tuvo lugar un combate reñidísimo: allí pelearon hermanos contra hermanos, los traidores con los leales, siendo estos últimos derrotados por el auxilio que fuerzas francesas prestaron á Márquez y á los suyos.
Las cumbres de Acultzingo fueron teatro de otra batalla , también contraria á las armas de los liberales; pero no por eso desmayaban en el azaroso camino.
Como puede comprenderse, la responsabilidad de Juárez era inmensa y la situación desesperada , sobre todo por la escasez de recursos ; y parece milagroso pudiera vencer tal cúmulo de dificultades.
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Siiíí acuerdos eran acertados, severos á veces, pero necesarios, como el de la confiscación de bienes de todos aquellos (jue auxiliaran á los invasores, aun cuando ñiera por medio de la prensa.
La mayoría de las repúblicas hispano-americanas, muy en particular la del Perú, expresaban sus simpatías por aquella heroica resistencia de .lufírez y de los mejicanos fieles á su independencia, y el anatema gene- ral caía sobre aquellos que ayudaban al enemigo y se^ convertían en verdugos de su patria, pues la República ardía en discordias, abriendo fácil camino al invasor.
Puebla estaba sitiada: el general González Ortega la defendía vigo- rosamente, V sus tropas disputaban el terreno formando trincheras con sus cadáveres; el enemigo abrasaba con su artillería, y ya se había apo- derado del fuerte de San Javier: los edificios se convertían en cenizas; la falta de víveres hacía más angustioso el estado de los sitiados. Juárez, deseando romper el cerco de la ciudad, convino con el general Comon- fort, — quien, al tratarse de guerra extranjera se había puesto como bueno al servicio de la patria, — el modo de auxiliar á los sitiados; pero derrotado por los franceses, dej('> en poder de éstos hasta los víve- res que conducía á Puebla.
La defensa era ya imposible. González Ortega y sus valientes tuvie- ron el supremo dolor de entregar la plaza al enemigo.
X
El patriotismo de Juárez, su espíritu firme, su digna actitud, ni variaron, ni decayeron ante aquel nuevo desastre.
El distrito federal fué declarado en estado de sitio: se organizó la defensa de la capital, y el jefe del Estado hizo saber en elocuente procla- ma , que jamás aceptaría ninguna proposición de paz hecha por los franceses.
En Mayo de 1863, decretó el Congreso la traslación del Gobierno á 8a n Luis de Potosí, por creer imposible la defensa de Méjico^ y el señor Juárez, acatando esta determinación, se dirigió al punto designado; desde allí procurí) alentar el decaído espíritu, fortalecer el entusiasmo
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patrio y transmitir el sublime fuego que le impulsaba á la temeraria resistencia.
En Diciembre salió para el Saltillo y Monte-Rey, en cuyo pmito se había sublevado el gobernador Vidaurrí: destituido por Juárez y odiado por el pueblo, huyó y fué á encontrar protección entre los invasores.
XI
Los Ministros y el Presidente permanecieron en Monte-Rey hasta Agosto de 1864, y en aquella época, atacada la ciudad por los mejicanos al mando de Quiroga, hubo Juárez de buscar nuevo asiento j)ara el Go- bierno en Chihuahua, sin que durante aquella peregrinación descuidara nunca la defensa, organizando tropas y ocupándose constantemente de la administración.
El Ministro de la Guerra que lo era á la sazón Negrete, por haber sido en Noviembre de 1808 asesinado Comonfort, salió para la frontera de Durango, y después de larga y penosa marcha, ocup() el Saltillo, Parras y Monte-Rey; pero los enemigos se extendieron nuevamente por Coahuila y Nueva León, dirigiéndose á la vez contra Chihuahua, asiento del Gobierno.
Entonces Juárez marchó para Paso del Norte, y desde allí hizo saber estaba decidido á no abandonar el territorio mejicano, v tanto en la circular del Sr. Lerdo de Tejada del L5 de Agosto de L^Gó, como en una carta del Presidente publicada en aquella época, se revela la poderosa fuerza de voluntad, de aquel que siendo el poder legal tenía en sus manos \á suerte de la República y debía salvarla (') morir.
En Noviembre de aquel aí'io rechazó con entereza, como nocivo á los intereses de la patria, la pretensión del general González Ortega, que solicitaba el mando supremo, pues que en 80 de aquel mes concluía el período constitucional del Sr. Juárez; pero éste, atento sólo á evitar nuevas complicaciones, expidió un decreto prorrogando su mando hasta que pudiera constitucionalmente elegírsele sucesor.
Aquella importantídma decisión influyó poderosamente ;, y más tal vez de lo que á primera vista parece, en el porvenir de la nación.
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.liiárcz, acosado por toda clase de dificultades, jamás nhando}tó d .suelo pafrio, y es de extrañar que el sabio historiador César Cantú, en la biografía del infortunado Maximiliano, diga aludiendo á Juárez: n Desde cJ (errilorio adiclo (es decir, los Estados Unidos) scf/uía liiuJáiidose lef/ítinio jefe de Méjico y. No es éste el único error que comete al ocuparse de a([uella República, tanto en la é})oca de su independencia, como en la de la invasión y del Imperio.
XII
En Junio de ISGo, había ocupado Forey la capital poco después de hal)erla abandonado Juárez, y el IG de Junio por un decreto, conyocó una . I unta superior de Gobierno; el 18 nombró á los que debían componerla, y el 22 fueron encargados del mando provisional , los Sres. Juan N. Al- monte, Mariano Salas y el arzobispo Pelagio Antonio Labastida.
Era el primero, hijo de Morelos, el insigne general de la independen- cia mejicana, y el apellido Almonte derivaba de la costumbre que el ]u roico caudillo de Cuantía tenía para alejarlo del peligro.
Había sido educado en los Estados Tenidos, y su inteligencia é instrucción lo elevaron á los primeros puestos en la carrera política, distinguiéndose por sus ideas altamente patrióticas, y llegando hasta el }>unto de que siendo Ministro de la Guerra , presentó á las Cámaras un proyecto de acuerdo que decía:
Son traidores á la patria todos los que con hechos ó por escrito fniiRiitan las miras de cualquier potencia extranjera, ó de los aventu- reros de Tejas, para la desmembración del territorio de la República ó para su dominio, como asimismo los que lo hagan de palabra, calificada por juez com})etente, de criminalmente vertida con tales objetos».
El proyecto se aprobó y fué ley.
Varias yeces Ministro, tomó parte en los principales acontecimientos políticos, y representó á Méjico en los Estados Unidos y en Europa: su ambición, su continuo afán por ocupar la presidencia de la República, h> lucieron conspirador, y defraudado de sus esperanzas, empezó á pensar en la intervención extranjera, idea que surgió en su mente durante la guerra de los Estados Unidos con Méjico,
190 AMERICANOS CÉLEBRES
Más tarde, y siendo Ministro de la República en Francia. Inglaterra y España, firmó el tratado Mon-Almonte, y preparó la funesta invasión que tantos trastornos llevó á Méjico.
¡Morelos en su tumba, debió extremecerse de dolor y de indig'naciíui; balas enemigas habían cortado su vida por defender á la patria y hacer- la independiente, y su hijo atentaba contra aquel sagrado principio y llamaba al extranjero para empapar en sangre el suelo mejicano!
XTÍI
A la Regencia, siguió el Imperio; la antigua Tenoctitlán fué la her- mosa corte de Maximiliano de fíapsburgo, y el palacio de Chapultepec la suntuosa morada de los aztecas, centro de saraos y de festines en donde los reaccionarios halagaban al engañado monarca, haciéndok- soñar con cercano triunfo y con reinado venturoso, cuando por toda la República se extendía el odio al extranjero y se pensaba en su des- trucción !
Allá, en el interior, el patriótico corazón de Juárez velaba por Méjico, jurando perecer en la contienda si no obtenía la victoria , y el poderoso brazo y denodado esfuerzo de Porfirio Díaz, rechazaba las águilas francesas, amenazando al vacilante trono secinidado por bravos compañeros y por el patriotismo y amor de sus soldados.
Ya avanzando y reduciendo al errante Juárez y su gobierno á las úl- timas trincheras , ya vencidos y en retirada , pugnaban los franceses por cumplir los descabellados planes del ambicioso Napolecni III, sin lograr el dominio de un país que, como España en 1808, se levantaba en masa contra el invasor, y como aquellos denodados 'patriotas del 2 de ]\[ayo y de Bailen, se defendían con el valor de la desesperación y con la fe en justa y santa causa.
Libres ya los Estados Unidos del dogal de la guerra civil, protest(> su Gobierno contra la ocupación de Méjico, y exigió del autócrata fran- cés la retirada de las tropas.
El Archiduque, como nave combatida por contrarios vientos y expuesta á zozobrar, seguía sin rumbo fijo y en vano trataba de contra-
BENITO JUÁREZ 191
vrestar el choque de los odios, de las ambiciones y de la impopularidad de su Gobierno.
Los republicanos habían recobrado el terreno perdido: y asesinado el presidente Lincoln en la noche del 15 de Abril de IHGó, había sido reconocido Juárez como jefe legal del Gobierno mejicano por el nuevo presidente Johnson.
1]1 Imperio se desmoronaba . Maximiliano expedía decretos y dictaba disposiciones, algunas de éstas útiles y otras altamente desacertadas, ñuctuando entre el partido liberal y el conservador (pie le habían dado la corona; su marcha política descontentaba á todos, y su ánimo, can- sado de la lucha estéril, le aconsejó la abdicación.
Aípiella medida que era prfidente y necesaria le hubiera salvado de la terrible catástrofe de Querétaro: pero Márquez, Miramón y otros, le hicieron retroceder en su propósito, y aun cuando vacilante, se resolvicí' á permanecer en aquel país en donde tantas amarguras había sufrido.
Las t^i'opas francesas empezaron a desguarnecer las poblaciones y á prepararse para el embarque.
Chihuahua qued(') libre de los invasores, y Juárez y sus Ministros" salieron de Paso del Norte ^ para aquella ciudad, en donde se instalaron.
El general Olvera fué derrotado por los rej:)ublicanos, Megía lo era á su vez en Matamoros y Corona, y otros adalides de la libertad, alcan- zaron señaladas victorias sobre los imperialistas.
Las tropas invasoras empezaron á embarcarse en Enero, y en 12 de Marzo los últimos soldados de Napoleón abandonaban las playas de Ve- ra cruz.
Juárez se trasladó á Durango en Enero de 1867, después pasó á Zacatecas; pero atacado por Miramón se dirigió á Sombrerete, habiendo estado expuesto á caer en manos de los enemigos que acometieron el coche en donde viajaba.
Derrotado Miramón en San Jacinto, volvió Juárez á Zacatecas y desde este punto marchó para San Luis Potosí, cuando reducidas las fuerzas imperiales á dos cuerpos, uno sitiado en Méjico por el ilustre jefe general Díaz, y otro en Querétaro, al que asediaba el valiente Escobedo^ no era posible se hiciera esperar mucho el triunfo de los republicanos.
' He visitado en Puso dpi Xorte, la modesta casa que habitó Juárez durante aquella época fecunda en pi-ivaciones, en zozobras y en esperanzas.
192 AMERICANOS CKI^EHIIKS
XIV
Ya en Julio del año anterior, había .salido para Europa la infeliz princesa Carlota, y con el juicio vacilante y el corazón desgarrado por la inquietud y el temor, intentó, aunque en vano, conseguir auxilios y apoyo para el mal aconsejado Maximiliano.
Setenta días de incesante combate dur(') la resistencia de Querétaro, y por último fué tomada en 14 de Mayo de 18G7 , asegurando testig'os de reconocida veracidad, que el coronel López, á quien el infortunado Archiduque había colmado de favores, entregó la ciudad.
Varios documentos relativos á la traición , han sido publicados en estos últimos tiempos, y como detalle histórico de alta importancia, publicamos uno de ellos.
El general Escobedo, tal vez por generoso impulso había negado que López, edecán del archiduíjue Maximiliano hubiera entregado la ciudad de Querétaro á las fuerzas republicanas: el coronel D. José Rincón Ga- llardo, en una carta publicada en León, en Junio de 1S87, hace el exacto relato de aciuel acontecimiento v dice:
<í Lró)! , .") (Ir .lint lo de ISS/. ^
< El 14 de Junio de 1<S()7, á media noche, el general Velez me comu- nicó la orden dada por el cuartel general, de atacar el convento por el frente costado del cementerio con dos columnas, á las (pie deberían apoyar los batallones de Xiicra León y Suprcntos l'odcrrs, nnmdados por los coroneles Carlos Maguen y Pedro Yepes, (|ue á este efecto acompa- ñaban al general Velez. El ataque estaba ya preparado conforme á las órdenes recibidas, cuando se presen t(') el general Escobedo á revocar sus primeras disposiciones y me orden<) personalmente colocase, tomando todas las precauciones para no despertar la atención i)ública, veinti- cinco hombres, bajo las órdenes de un oficial seguro, frente á la pared de la cerca del cementerio. Este oficial debía recibir un jefe que saldría de la plaza á las tres de la mañana.
• Esta carta fnó publicada en ol Xoiireini Mmxlr. ol VO de -lulid .lo 1887.
BENITO ,iuáre:z 193
»Esta orden, de una ejecución peligrosa, fué llevada á cabo por M. José María Rangel, comandante del 7.*^ batallón. A la hora indicada por el general Escobedo, se presentó Miguel López, conducido por Ran- gel; yo lo recibí y lo presenté inmediatamente al general Velez. Tuvieron una corta entrevista y el General, poniendo á mi disposición el batallón de Nueva León, me ordenó me dejase guiar por López y siguiese estrictamente sus indicaciones. Marché á la cabeza de dicho batallón, acompañado por López, por el teniente coronel Nosti y los ayudantes Joaquín Cuevas y Trinidad Vázquez: penetramos en el cementerio y sorprendimos tres destacamentos enemigos, situados en diferentes puntos. La misma operación fué ejecutada en las alturas del fuerte del cual nos apoderamos, así como de la artillería, haciendo prisionera á la guarnición.
»A1 bajar del convento, encontré al Emperador vestido de paisano y únicamente acompañado por el general Castillo; ordené á mis soldados los dejaran pasar y obré así con la convicción que para ellos no había salvación: cuando lo juzgue necesario daré las razones que me movieron para no prenderlos.
»E1 general Velez, situado en punto conveniente, me comunicó las «h'denes, y habiéndole dado parte del éxito de la empresa, me ordenó adelantase hacia el convento de San Francisco, siempre acompañado por López; ejecuté esta orden y obtuve la rendición de algunas tropas, entre las cuales se contaba un regimiento de húsares húngaros, llama- dos, según me dijo López, Guandias de la Emperatriz.
» Estando ya en nuestro poder el convento de San Francisco, dio el general Escobedo orden para ocupar la plaza , terminándose así aquella memorable jornada.
»Tal es la verdad en resumen, pero fiel y exacta, que no pueden dis- frazar la traición ni las pasiones de partido.
> J. ]\r. RiNcé)x Gallardo >.
La ocupación de Querétaro, entregó prisioneros al desventurado Maximiliano, á Miraniíni y á Megía.
Sabedor Juárez de aquel trascendental suceso, dispuso que fueran juz- gados los presos conforme á la ley del 25 de Enero de 18G2, y con la entereza del que cumple con un sagrado deber, se negó, pronunciada
* 13
1!)4 AMERICANOS CÉLEBRES
la sentencia , á conceder el perdón y contuvo el natural impulso que le dictaba la clemencia
En 29 de Mayo de 1867, en comunicación dirigida al general Escobedo, decía el archiduque Maximiliano: ^
«Llegó vez en que dudé de la firmeza y consolidación de un trono, y como mi única mira al ocuparlo, ha sido el bien y la felicidad de Méjico, me ausenté de la capital y me detuve en Orizaba , para pensar y escoger con más detenimiento y madurez una resolución definitiva: libre ya de toda presión extranjera, llamé en mi auxilio á los Consejos de Ministros y de Estado, á quienes expuse con franqueza los fundamentos de mis dudas: oído su parecer me resolví á volver á la capital , decidido á convocar un Congreso para explorar la voluntad nacional: invencibles obstáculos que á nadie se ocultan, frustraron mi designio; marché entonces á ponerme al frente del ejército del interior, no con el exclusivo objeto de sostener mi trono con las armas , sino con el de provocar siempre un desenlace pacífico y honroso, un medio que pusiese término á las diferencias, sin efusión de sangre; pero muy á mi pesar, trabóse en esta ciudad una lucha terrible en la que he sucumbido».
XY
El 19 de Junio de 1867, presentaba el cerro de las Camj)anas, aspecto solemne, imponente, terrible.
Maximiliano de Hapsburgo y los generales Miramón y Megía, morían víctimas, el primero de la tenebrosa política de Napoleón III, y 'los segundos del funesto empeño de un partido que anegó en sangre la República y agotó su riqueza
Cuando los tres pelotones hicieron fuego, cayeron Mirannni y Megía, pero Maximiliano no habia muerto, y exhaló tres gritos de agonía. ^
' Ji'AX i>E Dios Akias: Rese.ñn histórica, Méjico. 18)7.
'■^ Leclercq dice también, (jiie señalaban el sitio en donde tnvo Ingar el drama histórico, tres cruces y dos montones de piedras, que ya no e.xisten, según en \SV> aseguraba el citado escritor francés.
También dice en su libro. Viaje á Méjico, qiie el convento de Capuchinos que sirvió en (¿nerétaro do cArccl al archiduqvie Maximiliano, es hoy un cuartel.
BKNITO .irÁREZ 11)5
El 21 de Junio ocupó á Méjico el o'eneral Porfirio Díaz, y el 20 de Julio, entraba el Sr. Juárez en la capital de la República, acompañado por la admiración «¿eneral y el respeto debido á sus altos méritos.
Las repúblicas americanas, las naciones europeas, le demostraron sincero entusiasmo y simpatías, y convocado el Congreso, fué electo Presidente para el nuevo período; la gran mayoría de votos demostró la confianza de aquel pueblo en el salvador de la libertad y en el regene- rador de sus instituciones.
En la nueva era surgieron divisiones, malestar y turbulentos suce- sos; pero aun en medio de la intranquila superficie del mar de la política, se consagró Juárez á encauzar varios ramos de Administración que se encontraban desorganizados ó suspensos, efecto de la cruenta batalla (pie el país había sostenido.
Fijaba su atención la anarquía de los Estados, los atropellos y los desórdenes que eran frecuentes; y las facultades extraordinarias de que había estado investido hasta su reelección, las empleó en organizar la instrucción pública en general, en crear escuelas de Ingenieros, de Medi- cina, de Bellas Artes, Jurisprudencia, Agricultura y otras varias. Los privilegios para la construcción del ferrocarril de Méjico á Veracruz , y del istmo de Tehuantepec fueron renovadas; también reorganizó los tribunales.
Una de las cualidades culminantes en el Sr. Juárez, fué la modera- ción y la prudencia que presidían todos sus actos. Recorriendo la histo- ria contemporánea de las repúblicas hispano-americanas, se destacan los abusos cometidos por aquellos hombres á quienes circunstancias espe- ciales han concedido omnímodo poder; Juárez, jamás abusó de la supremacía que le otorgaba el país.
Serios trastornos conmovieron de nuevo á la República , y la subleva- ción de Negrete y Rivera , el desacuerdo del gobernador de Querétaro y la sorda protesta contra varias de las disposiciones del Gobierno, los motines de Puel)la de Sinaloa, Jalisco, Durango y Guanajuato, agitaron los ánimos, paralizando el comercio y renovando la intranquilidad general.
La tea de la discordia y la guerra civil , amenazaron una vez más al desdichado Méjico, y el año de 1869 corrió entre pronunciamientos y calamidades públicas.
Juárez, exento al cansado que debía producir en su espíritu el estado
196 AMERICANOS CIÓLEBRES
anormal de tan largos años, luchó de nuevo por el orden y por sostener el régimen liberal, y si bien el Congreso le había negado las facultades extraordinarias para combatir á los revoltosos, de nuevo necesitó apelar á ese recurso para restablecer la calma y concluir con las exigencias de los partidos, ante los cuales guardó siempre Juárez la dignidad y enér- gica actitud propia de su alto puesto.
Sofocada la rebelión, se presentó nuevo motivo de disturbios. Las elecciones para presidente; y en ellas el sufragio estaba dividido entre los señores Lerdo de Tejada, Juárez y Porfirio Díaz.
Volvieron los motines á poner trabas á la marcha del Gobierno, y los revoltosos apelaron á las armas para impedir la reelección de Juárez, (piien, deseoso de llevar á cabo la grande obra de la reforma y reorga- nización del país, aceptaba la idea de sus partidarios, aun cuando el mando hubiera tenido para él tanto desasosiego y amargura.
En Octubre de 1871, el Congreso proclamó como jefe de Estado, al Sr. Juárez por mayoría de votos; pero el partido porfirista, haciendo al Estado de Oaxaca centro de sus operaciones, se declaró en rebelión contra el Gobierno, y el caudillo Porfirio Díaz, dio su manifiesto desde su hacienda de la Noria, proponiendo una junta de Notables para cons- tituir al país.
Los generales Rocha y Alatorre, salieron á sofocar la revolucnni , v derrotaron el primero, las fuerzas de Treviño en Nueva León, y el segundo, las de Oaxaca.
Entre tanto, y creyéndolo de absoluta necesidad, se promulgó la ley de amnistía para delitos políticos, combatida hacía largo tiempo: pero los ánimos estaban exaltados y rebocaba el descontento, y aquella ley no dio el resultado apetecido.
Por entonces, y unido al desaliento político, sufrió el Sr. .Juárez profundísimo pesar, causado por la muerte de su digna compañera D.''' Margarita Maza.
Terrible fué la herida, y la salud del Presidente, ya muy alterada, se resintió más aún; pero sin inspirar temor de próximo desenlace.
BESITO JUÁREZ 197
XYI
Eli la noche del 18 de Julio de 1872, sintióse Juárez triste, abatido y enfermo, por lo cual, se recogió más temprano, y después de corta €onversacióii con el Sr. Maza, el médico y otras personas que lo rodea- ban, quedó como dormido.
Nadie se atrevió á interrumpir su sueño; pero más tarde y extra- ñando tan profundo reposo y siendo ya hora de retirarse, se acercaron á su lecho y lo llamaron: fué en vano.
Aquel hombre grande y objeto de universal admiración, ya no existía; había muerto sin agonía, sin sufrimiento.
Juárez era de pura raza india: tenía el color obscuro, pómulos pro- nunciados, ojos negros, manos y pies pequeños; era sereno, enérgico, prudente y dotado de perseverante fuerza de voluntad.
Sobresalía por la sencillez de sus costumbres; era modesto y sin ambición de honores; parco en la mesa, sobrio en todo, verídico y hon- radísimo, modelo en el hogar doméstico, como lo era en la vida pública. Su misión fué augusta, grandiosa. Su gloria pertenece á todo el Conti- nente americano.
La calumnia tenaz, perseguidora de todo lo grande, ha pretendido manchar la memoria de Juárez, no consiguiendo sino enaltecerla más.
En la biografía de Maximiliano, dice César Cantú:
V Juárez prometió á los Estados Unidos el territorio de Sonora, consiguiendo así, que lo reconociesen como Presidente».
Parece imposible, que tratándose de una individualidad cuya vida pública es tan conocida, y durante la cual brilla con todo su esplendor la constancia para defender la integridad nacional, y á pesar de la resolu- ción de Juárez, para no solicitar — ^sin embargo de lo crítico de las cir- cunstancias,— la protección norte-americana, se lleve el error ó parcia- lidad, hasta el punto de inventar hechos, que por lo inverosímiles ni aun necesitarían refutarse.
D. Benito Juárez, Secretario de la Legación de Méjico en París, é hijo del ilustre patricio mejicano, publicó en Mayo de 1885, una carta que, tratándose del pretendido despojo del territorio, dice así:
198 AMERICANOS CÉLEBRES
XVII
« París '20 de Mcujo de 1885 y>. »Sr. Director del «Nouveau Monde»:
»He leído en estos días, el tomo que contiene los últimos treinta años de la Historia Universal, de César Cantú, (editor Fermín Didot, París); en la que se encuentra una biografía de Maximiliano. Por poco que se esté al tanto de los sucesos de aquella época , desde luego se echa de ver en ese escrito, multitud de errores en los nombres^ fechas y hechos. El historiador no ha recibido ning-ún informe exacto, y jamás ha tenido en sus manos ninguno de los documentos indispensables para poder escribir una obra histórica.
» Seguro es que personas más competentes, se encargarán de escribir un juicio crítico de la obra de que se trata; pero entre tanto, yo debo no sólo hacer rectificación , sino protestar enérgicamente contra ciertos capítulos referentes á mi padre, so pena de faltar á mis deberes de hijo, [pues que mi silencio parecería autorizar aquella actitud, (jue son otras tantas calumnias.
»Dice César Cantú, que mi padre Benito Juárez, fué el jefe de una cuadrilla, que ofreció el Estado de Sonora á los americanos, y ([uc el cadáver del archiduque Maximiliano fué devuelto en cambio de dinero.
»En primer lugar, mi padre no fué jefe de cuadrilla, sino el jefe del partido liberal y nacional de Méjico, que luchó constante y enérgica- mente por conservar la independencia y autonomía de la patria , y fué Presidente de la República por dos veces, elegido según las leyes consti- tucionales del país.
» Nunca ofreció al Gobierno de los Estados Unidos del Norte, ni el Estado de Sonora, ni parte alguna del territorio mejicano, por pequeño que fuese. Por el contrario; siempre rehusó el socorro de tropas regulares ó voluntarias, que las vecinas repúblicas hubieran podido proporcionar- nos en gran número.
» Como lo prueban muchas notas diplomáticas publicadas en aquella época en América y en Europa, el almirante Tegetthoflf, ({ue fué enviada
BENITO JUÁREZ 199
á Méjico para llevarse el cadáver del Archiduque, fué perfectamente recibido por el Gobierno; y sin gasto alguno, sin que hubiese tenido que dar un centavo á nadie, fuéronle facilitados los medios necesarios para cumplir su misión , bajo las condiciones y formalidades que sólo imponía la razón de Estado.
Todos los documentos relativos á esta traslación del cadáver, fueron publicadas en el Diario Oficial de Méjico.
»Todo esto es la verdad, mientras que las apreciaciones del autor de la Historin de los últimos treinta años, son el producto de un espíritu violento ó apasionado, ó bien la calumnia inconsciente de la demencia, señal tan frecuente en los individuos gastados por el trabajo intelectual durante muchos años.
»Lo que en defensa del honor de mi padre acabo de decir, puedo pro- barlo por medio de documentos oficiales, cuando se quiera; mientras que César Cantú no podrá exhibir en apoyo de su narración la más mínima prueba , y lo desafío en toda forma , si esta carta llegare á su poder, á que acredite la verdad de sus asertos; así, pues, estoy en mi derecho de repetir, como lo dije al principio de esta carta, que todo lo (|ue en su obra se refiere á mi padre, no es sino un tejido de calumnias, poco dignas de la reputación literaria que á fuerza de estudios y trabajos ha sabido adquirir.
» Benito Juárez (Hijo)».
XVIII
La cesión de Sonora se propaló por los enemigos de Juárez y se extendió por Europa, pues que el general O'Donnell, Duque de Tetuán, dijo en plena Cámara en 24 de Diciembre de 18G2.
«Juárez, como mejicano, tiene para mí una mancha que jamás podrá borrar; Juárez ha firmado un tratado por el cual vende á los Estados Unidos dos provincias á título de prenda por dos años, en garantía de un empréstito.
» esa es una mancha que no sé cómo mirarán los mejicanos: si
yo fuera mejicano, no se la perdonaría jamás».
200 AMERICANOS CÉLEBRES
Juárez, con la dignidad que le era característica y con la prudencia, * norte de sus actos, contestó á tan terrible insulto con las siguientes líneas :
«PALACIO NACIONAL.
»MrJiro, Fchrero í?¿* de tHO'i. »Sr. Director del «Dlvrio Oficial».
»Muy Sr. mío y de mi aprecio: Acabo de leer en el Monitor RepuJdi- cfuio de hoy, el discurso que el Sr. O'Donnell, Presidente del Consejo de Ministros del Gobierno español, pronunció en la discusión del proyecto de contestación al discurso de la Corona , y he visto con sorpresa entre otras especies inexactas, que el Sr. O'Donnell vierte, sobre el modo de juzgar á los hombres y las cosas de Méjico, las siguientes frases: «Juá- rez, como mejicano, tiene para mí una mancha de las que no se borran jamás: la de haber querido vender dos provincias de su patria á los
Estados Unidos» Esta acusación hecha por un alto funcionario de
una nación, y en un acto demasiado serio y solemne en que el hombre de Estado debe cuidar de que sus palabras lleven el sello de la ver- dad, de la justicia y de la buena fe, es de suma gravedad, porque pudiera sospecharse que por razones del puesto que ocupa, posee docu- mentos que comprueban su dicho, lo que no es cierto. Queda autorizado el Sr. O'Donnell, para publicar las pruebas que tenga sobre este nego- cio. Entre tanto, cumple á mi honra manifestar, que el Sr. O'Donnell, se ha equivocado en el juicio que ha formado de mi conducta oficial; y yo autorizo á V., señor Redactor, para que desmienta la imputación que con tanta injusticia se hace al primer jefe del Estado .
»Soy de Y., señor Redactor, su atento servidor.
» Benito Juárez».
El Sr. D. M. M. Zamacona, decía en el Diario Oficial., á continuación de la carta que antecede:
«La suceptibilidad característica del presidente déla República en la materia en que tratamos, nos explica la premura con que apenas lle- gadas las últimas noticias de Europa, se ha movido á hacer por sí mismo y en cartas de su propio puño, la explicación que acabamos de
BENITO JUÁREZ 201
insertar. Con ella invita al Sr. Mariscal O'Donnell, á publicar los datos <[ne ha tenido para atribuir al Presidente de Méjico, la intención de enajenar parte de nuestro territorio, y nosotros estamos seguros, que esos datos nunca verán la luz, porque es imposible producir la prueba de lo que jamás ha acontecido. Esto lo sabe toda la República, y á no ser indigno del jefe de la nación apelar á testigos, habría podido invocar el testimonio de ocho millones de mejicanos.
»E1 Sr. Mariscal O'Donnell, reproduce, sin saberlo, una de esas calumnias que los enemigos personales del Presidente han ido á propa- gar á Europa, desengañados de que su carácter inverosímil y absurdo, las hace de imposible circulación en Méjico. Alguna vez se ha intentado a([uí mismo esgrimir esas armas contra la persona del jefe actual de la nación : pero una vindicación victoriosa ha sido el resultado inmediato, y la opinión pública ha pagado su acostumbrado tributo á la justicia y confundido al calumniador».
Parécenos que la razonada carta del ilustre mejicano, daba una lección á los políticos europeos, que con ligereza suma emiten á veces y con frecuencia injustas opiniones relativas á los países hispano-ameri- canos, y sin conocimiento de causa.
Ya anteriormente el ilustre D. Francisco Zarco, director del perió- dico El Si(/Jo XÍX^ se había ocupado del asunto de Sonora, y de su artículo copiamos algunos párrafos.
«El país entero recuerda, sin duda, las aflictivas circunstancias que rodearon al Gobierno constitucional en los primeros días de su perma- nencia en Yeracruz, cuando el desaliento reinaba en los puntos someti- dos á la reacción, donde en verdad los liberales no abundaban tanto como hoy. Era congojosa la situación interior de la República; era desesperada su situación exterior, después de haber sido reconocido el simulacro de poder que creó la facciíui tacubaista como gobierno legítimo del país, gracias á las intrigas de un diplomático europeo de inolvidable memoria.
202 AMERICANOS CÉLEBRES
» Entonces se vio como una esperanza, como una ventaja, que el Gobierno constitucional log'rara el ser reconocido por los Estados Unidos de América, prometiéndose el partido liberal, que el ascendiente moral de la vecina República, su interés mercantil y aun su apoyo físico, fue- ron auxiliares de la causa nacional y apresuraron el triunfo de los bue- nos principios.
»De esta aspiración, que llegó á ser general en los liberales más patriotas é ilustrados, hubo uno que no participó de ella, que se negó abiertamente á llamar en su auxilio tropas extranjeras, ya fuesen del ejército regular de los Estados Unidos, ya voluntarios.
»E1 hombre que creía que este arbitrio era contrario al decoro nacio- nal; el hombre que previo peligros para la independencia en este recurso extremo; el que no desesperó del pueblo mejicano, creyendo que solo v sin extraño auxilio había de reconquistar su libertad y sus instituciones, fué el Presidente de la República , y gracias á su resistencia tenaz y obstinada, fracasó la idea de todo tratado de Gobierno á Gobierno y de todo contrato con particulares que tuviera por objeto la venida á la República de fuerzas extranjeras que siguieran las banderas consti- tucionales.
>>E1 Sr. Juárez mereció entonces de muchos de sus amigos la califica- ción de obstinado y pertinaz, que se repitió más tarde cuando con el mismo tesón se negó á aceptar la conciliación con los reaccionarios y la mediación de las potencias extranjeras, en el arreglo de nuestras cuestio- nes interiores. Dos ideas capitales inspiraban el ánimo del Presidente; un celo escrupuloso por la independencia, por la nacionalidad de su país y por la integridad de su territorio, y una confianza ilimitada en el triunfo de la opinión pública, y en que el pueblo por sí solo había de recobrar sus derechos sin la mengua del auxilio extranjero».
Un servidor del infortunado Archiduque, D. Francisco Arrangoiz, en su obra Méjico desde 1808 hasta 1867, da por cierto que una de las prin- cipales causas que movieron á Napoleón III para la descabellada inter- vención, «fué apoderarse del Estado de Sonora, ^ establecimiento colonial, que habría sido una adquisición grande y útilísima para la Francia y>.
' Página 143, tomo iii.
hf:nito JUÁREZ 203
Más adelante añade:' <Las minas de Sonora eran el neg-ocio que tenía más aficionados; ignoraban éstos como ignoraban entonces los mejicanos, que Napoleón había tomado sus medidas para convertir en colonia francesa á aquel Estado».
D. Matías Romero, Ministro de Méjico en Washington, se dirigía en Febrero de 1865 al secretario William Seward, protestando «contra la cesión que el Archiduque de Austria, Fernando Maximiliano, ha hecho ó está para hacer al Gobierno francés de varios de los Estados de la República mejicana». -
XX
No solamente se han cometido graves errores tratándose del* Sr. Juá- rez en el terreno de la integridad nacional, sino también en otros de alta trascendencia para la honrosa memoria del egregio ciudadano.
El respetable historiador César Cantú, amigo y profesor de Maximi- liano, no imparcial en sus juicios, dice al ocuparse de la entrega de los restos del infortunado príncipe :
«El cadáver de Ma.riniHiano, que .se habían eoniproinetido á entregar /o.s* matadores del prtiieipe, lavo que rescatarse á fuerza de ruegos g dinero, á aquella oligarquía sin honra g sin erttrañasy>.
El historiador Sr. D. Aniceto Zamacois, en su Historia (general de Méjico, manifiesta que:
«El gobierno de I). Benito Juárez, guardó con el cadáver del emperador Maximiliano las más distinguidas consideraciones, // se mostró atento, des- interesado g afable con el personaje enviado por el emperador de Austria para llevar el cuerpo de su desgraciado hermano ».
«El cadáver de Maximiliano, — añade el Sr. Zamacois, — estaba vestido de negro y acostado sobre almohadones de terciopelo, en ataúd de palo de rosa , trabajado de una manera elegante que revelaba el buen Í>"usto V la laboriosidad del constructor». ^
' Página 153, tomo ni.
•^ La corresiiondoncia do la Logacióu mojioana en Washington, tomo v, contieno curiosísimos detalles- é importantes noticias de aquella (''pooa.
3 Esta caja es la misma iine tiene hoy el Archiduque en el panteón de familia en Viena.
í204 AMERICANOS CÉLEBRES
Xo }iay, no puede haber quien dude ni haya dudado del acrisolado patriotismo del hombre que salvó á la Eepública mejicana , y que era incapaz de hacer de una cuestión de honra, cuestión de dinero.
El Presidente de la República dispuso la siguiente afirmación , para que nunca, ni por nadie, pudiera ser empañada la memoria de Juárez:
://' Que Juárez no hizo trato alguno con los Estados Unidos^ vendiendo, cediendo ó empeñando ni á Sonora ni d ningún otro Estado, territorio de la Repúhliea ; "-J.^, que fué de todo punto falsa la aseveración acogida por César Cantú^ de que Juárez g su Gobierno vendieran el cadáver de Maximiliano.
XXI
Los restos del Archiduque fueron entregados al almirante Tegetthoíf. El cadáver, perfectamente embalsamado, fué conducido á bordo de la fragata Novara, habiéndose tomado todas las precauciones para que el movimiento del viaje por tierra y mar, no pudiera descomponer ni las- timar con su sacudimiento los restos del archiduque de Austria.
< El Gobierno mejicano ha creído de su deber en esta ocasión, no economizar gasto alguno, y proceder con el lujo y el decoro que corres- ponde á la nación que representa, y si algo puede decirse en Europa en las actuales circunstancias respecto de nuestra conducta, es que si una imperiosa necesidad política obligó á Méjico á aplicar la última pena á un invasor extranjero, Méjico, sin embargo, sabe imponer silencio á sus pasiones en presencia de un sepulcro. Con la devolución que hace- mos á la Europa del cadáver de Maximiliano, ocurren profundas y graves reflexiones, y la historia ofrece una lección que debe aprove- charse, ya que la suerte de Iturbide no enseñó nada útil á los enemigos de las libertades de Méjico.»
Así se expresaba el Diario oficial del Gobierno Supremo de la Repú- blica.
Corresponde al domingo 10 de Noviembre 1867, tomo 1.^, número 83.
El Gobierno costeó todos los gastos del embalsamamiento, habiendo pagado á cada uno de los tres que tomaron parte en aquel delicado asunto, dos mil pesos como honorarios de su trabajo, y al doctor Ignacio Rivadeneira, mil pesos como gratificación. Además de estos honorarios
BENITO JUÁREZ 205
se originaron otros gastos que fueron religiosamente pagados por el (xobierno del señor Juárez.
Ha quedado, pues, completamente desmentida la calumnia que el
príncipe Salm-Salm. que fué hecho prisionero en Querétaro, asentó en
sus memorias, en las cuales dice tratándose del cadáver del Emperador:
Lo guardó el Gobierno republicano para una especulación baja. » Es de
notar que el príncipe debió su vida á la clemencia de Juárez.
Con los detalles que anteceden , hemos completado el bosquejo bio- gráfico del inmortal patricio mejicano. Su gloria sin mancha, sin nubes V sin ocaso, brillará más pura y más radiante en las edades venideras; la historia justa é imparcial, lo ha colocado ya en el santuario de sus predilectos, y con caracteres indelebles transmitirá á los pueblos como noble ejemplo, sus virtudes, su nombre y su abnegado y sublime patrio- tismo.
MANUEL PARDO
;AY páginas en la historia ele los pueblos, que apare- cen radiantes y llenas de luz á pesar del fúnebre crespón que las cubre, y éste, realzándolas, destaca los hechos y los presenta á las futuras generaciones puros y brillantes como joya valiosa incrustada en sombrío jaspe.
Ajenos á las pasiones políticas que dominaron al Perú durante la vida pública de D. Manuel Pardo, imparciales y verídicos en nuestros juicios, vamos á trazar no una completa biografía, que para ello nos creemos faltos de hábil pluma y de elocuente palabra , sino un boceto de la existencia del doctísimo limeño.
Considerábanse como héroes en la antigüedad, á los hombres que á favor de incesante lucha, ceñían su frente en el campo de batalla con el laurel de la victoria, y subyugaban naciones y razas por la ley del más fuerte ó por noble deber de justicia.
Hoy son heroicas también las inteligencias consagradas al bien ge- neral, á extender la luz de la ilustraci(5n, á defender innovaciones gran- diosas y útiles, á gobernar los pueblos con sabias leyes, y á dotarlos con nobles instituciones y sólido prestigio.
Bolívar, fué un héroe dando libertad á los pueblos americanos, y lo fué también Portales, por el impulso que prestó á la preponderancia de Chile y al orden interior del país.
MANUEL PARDO
MANUEL l'ARDO 207
JI
Pocas son aquellas personalidades contemporáneas que nos hemos propuesto presentar en nuestra galería de americanos célebres, porque á la verdad, á raíz de los acontecimientos, no existe aun el imparcial criterio, hijo del tiempo, ni el razonado fallo de la posteridad.
Pero hemos pensado que tampoco debemos omitir el hacer mención de hombres que por su talla política, marcan una época en su patria y lian tenido poderosa influencia en el camino del progreso moral y material.
La alegre ciudad de los Reyes , la coqueta y animada Lima , fué cuna de D. Manuel Pardo, el 12 de Agosto de 1834.
Su padre D. Felipe Pardo y Aliaga, era no sólo ilustre por su familia, sino más todavía por la elevación de su talento literario y por la con- sagración á los intereses patrios.
La madre del procer peruano D." Petronila Lavalle de Pardo, ^ era señora de grandes virtudes, alegría del hogar doméstico y consuelo del hombre que ya en el ocaso de la vida, abatido por las decepciones polí- ticas y por los males físicos, no tenía más rayo de sol que el amor de su familia.
III
Las crisis y revoluciones que se han sucedido en la mayoría de las repúblicas hispano-americanas, han creado grandes diñcultades para los hombres públicos y ha sido tan deshecha la tempestad de los partidos, que en ella han naufragado pensamientos elevadísimoS;, y ha surgido del borrascoso oleaje la ingratitud hacia los más esclarecidos servidores de la })atria, y terribles desengaños para aquellos.
Trastornos políticos de gran consideración, llevaron á Chile á don Felipe Pardo; y su hijo Manuel, muy niño entonces, hizo sus primeros estudios en aquella república : más tarde los completó en Europa , y ya
' En 1878 vivía aún la digna matrona.
2U8 AMERICANOS CKLEBIÍES
de regreso en el Perú, se dedicó al comercio, aumentando su capital con honroso trabajo y acertada perseverancia.
La atención pública empezó á fijarse en D. Manuel Pardo, cuando en 1864 fué uno de los que llevado de ardiente patriotismo, firmaron la declaración de guerra á España; pero en 18G5, la revolución restaura- radora contra el Gobierno del general Pezet, que tenía por jefe al general D. Ignacio Prado, puso en relieve su elevadísima inteligencia y vastos conocimientos en todos los ramos administrativos al ser nom- brado Ministro de Hacienda.
La moralidad, la economía, la probidad y reformas de gran tras- cendencia, fueron la base de resultados benéficos y útiles para el Perú.
IV
Sin esfuerzo y con satisfactorio éxito, creó rentas al establecer impuestos moderados, medida tanto más sabia cuanto que encerraba doble objeto: dar al país recursos que fueran siempre punto de apoyo en difíciles circunstancias é inq^ulsar el amor al trabajo, que decaía por efecto de la natural riqueza del país y de la facilidad con la cual se creaban intereses particulares.
Durante dos años, viudas, huérfanos, cesantes y retirados, cobraron sus haberes con exacta puntualidad; pero se suprimieron las subven- ciones y los sueldos que había otorgado el favoritismo.
En dos años crecieron las entradas de aduanas y los precios del guano, y con tal sabiduría manejó D. Manuel Pardo la Hacienda, que casi alcanzó á nivelar los gastos públicos con las entradas.
Por ese medio, el general Pardo, ante la Asamblea Constituyente en 1867, exclamó: «Os traigo honra, gloria y Hacienda y>.
Pardo ejerció en todo su influencia salvadora, y no es de extrañar que, cortando de raíz abusos y desterrando aspiraciones bastardas, se conquistara la gratitud y respeto de la mayoría del pueblo peruano, pero también la enemistad rencorosa y mezquina de los que salían perjudicados en sus intereses y en sus ambiciones. •
Toda reforma encuentra oposición; toda idea innovadora, refrac- tarios á ella.
MANIKI. i'Auno 200
Va\ el libro de la vida de I). ^Manuel Pardo, hay una página escrita í-Dii caracteres de oro: la de 1S()(S.
Lima estaba diezmada por asoladora epidemia, por la fiebre ama- rilla: sus calles y plazas generalmente concurridas y animadas se A cían desiertas. El pánico era general: el luto y el dolor extendían su dominio por todas partes: el llanto nublaba los hermosos ojos de las limeñas, y con el corazón desgarrado miraban su hogar vacío, ú á sus deudos más queridos luchando con la muerte.
S(')lo un ser extraordinario no temía al contagio, no se arredraba [)ara combatirlo, llevando su abnegación y sus cuidados á los hospita- les, á las casas de los atacados, secundado por un núcleo de hombres l)eneméritos, providencia de la ciudad de Lima.
Era D. Manuel Pardo, presidente de la Beneficencia, y quien vio morir á uno de sus hijos de la espantosa epidemia, cuyos gérmenes, sin duda, había llevado él mismo á su hogar.
Desde esa época, el nombre del filántropo limeño se grabó en todos los corazones, aumentándose la gratitud cuando nuevas calamidades })úblicas necesitaron de su eficaz auxilio.
VI
Preocupado de cuanto tendiera al bien de la humanidad, fundó una casa para los infelices niños huérfanos, creó el Hospicio de mendigos. Salas de asilo para niños, al cuidado de Hermanas de la Caridad; empezó la construcción del notable Hospicio de Santa Rosa, establecimiento que reúne grandes condiciones higiénicas y para el cual había legado fondos el filántropo D. Pedro González Candamo.
Creó para el pueblo y organizó sabiamente, la Caja de Ahorros, que es hoy banco seguro y fondo permanente para el artesano.
I). ^lanuel Pardo, no omitió esfuerzo ni activa cooperaci(')n para que estos establecimientos tuvieran todos los adelantos y condiciones nece-
* 14
210 AMEKICANOS CÉLEBRES
sarias para el bienestar de los desheredados, y el civismo y las virtudes del prohombre peruano han sido reconocidas hasta por los eneniio-os.
Fué por entonces nombrado Alcalde municipal, y su crédito y pres- tigio era tal, que por primera vez se consio-ui(5 un empréstito público de cien mil soles. ^
Su laboriosa tarea fué rica en resultados para el país; la industria le debió el más amplio desarrollo; la instrucción pública, sus reformas y organización; mejorando y embelleciendo las plazas y paseos de Lima, y poniendo en práctica el importante proyecto de la canalización de las calles, iniciada en tiempo del alcalde Sr. Bresani, el elocuente apóstol del trabajo, excitó la noble emulación de los industriales para la primera Exposición del Perú.
Era contrario al militarismo y aspiraba á crear un partido fuerte, enérgico y digno, pero exclusivamente civil; lo organizó como bandera de orden y de regeneración, y en él se afiliaron todas las clases sociales, todos los ciudadanos honrados, inteligentes y liberales.
VII
Llamado por el coronel presidente Balta para organizar la Adminis- tración pública, manifestó en más ancho campo su talento organizador V la superioridad de su inteligencia.
Llegó el terrible y sombrío mes de Julio de 1872.
Un drama sangriento, rápido, inesperado, vistió de luto á la risueña Lima.
El puñal del asesino cebándose en la víctima que yacía en el pobre lecho de una prisión ; - el populacho desencadenado y feroz ; la dictadura déspota y salvaje; el encendido fuego de una hoguera y allá en el fondo las altas torres de la catedral, de las cuales pendientes se balanceaban los cadáveres del dictador Tomás Gutiérrez y de su hermano Silvestre.
Las aguas fuertes de Goya, tal vez no hubieran prestado al cuadra toda su terrible verdad.
La justicia popular es inexorable y cruel.
• Duros.
* El presidente Balta, asesinado por Marcelino Gutiérrez, Juan Patino, Narciso Najar y tres oficiales más: el desgraciado Presidente recibió once heridas de revólver rifle é instrumento cortante.
MANUEL PARDO 211
VIII
La voz general designo á D. Manuel Pardo para la presidencia, el único que podía calmar y restablecer el orden en aquellos momentos de consternación y ansiedad pública.
El 2 de xlgosto de 1872, prest(5 juramento y tomó posesión del puesto que le otorgaba el voto popular.
Sabias leyes, honrada administración, poderoso impulso en todos los ramos, creciente crédito, dieron un ejemplo único en la historia de América .
El partido civilista, sin dinero y sin ejército, consolidó la paz y el bienestar de la nación, ayudado por la Guardia nacional establecida ya en toda la República.
El 20 de Noviembre de 1872, quedó legalmeiite abolido el reclu- tamiento. Pero la grande obra administrativa del preclaro leg'islador, fué la ley de municipalidades: la descentralización es y será la página más sublime del mando civilista.
La reforma en las oficinas del Estado, las economías, la creación de escuelas normales, la severidad contra los abusos, la organización del ejército y tantas disposiciones encaminadas al progreso nacional, han dejado eterno recuerdo de esos cuatro años en que la gran figura polí- tica de D. Manuel Pardo, se impuso para el bien del país.
IX
En aquella época, llegué yo á Lima y conocí al ilustre Presidente. Tenía seriedad agradable y amena conversación; gustaba de asuntos literarios y se complacía en proteger y apoyar todo pensamiento instruc- tivo y grande.
Su semblante acusaba al hombre pensador y observativo. Tenía esta- tura regular, constitución robusta, cabello negro y la mirada profunda, reflejando la poderosa labor del entendimiento.
21-2 AMERICANOS CÉLEBRES
El <>()beriiante, el celoso inaí»'istrado, desaparecía en el lioo-ar domés- tico: allí lio era sino esposo amante de la virtuosa ^lariana líarreda, de la matrona que respetaba toda la República, por su noble dií>'nidad. por su sencilla existencia, por el profundo amor ;í I). Manuel Pardo V por sus sentimientos maternales.
El supremo magistrado dejó el mando sin haber perdido nada de su prestigio: el aura popular que acarició su elevación, lo acompañó al descender á la vida privada.
Y sin embargo, tenía poderosos enemigos, émulos envidiosos de su popularidad: por tres veces habían intentado asesinarle, encontrando brazos á fuerza de oro, «pie se prestaran á cometer un crimen.
En cada nuevo atentado recibi() mayores muestras de consideraci<')n A' de cariño.
En Junio de 1877, salió para Ohile alejándose voluntariamente de la escena política , para ([ue no mezclaran su nombre en los trastornos y luchas civiles.
En 1878, recibi<) en suelo chileno la noticia de haber sido electo Senador, y poco después Presidente del Senado.
En Agosto llegó á Lima para trabajar en interés de la patria.
Se dijo que su esposa, viendo el encono de sus enemig'os, se afectó dolorosamente el día de su llegada: tristes presentimientos sobrecogie- ron su corazón amante.
Las pasiones políticas se agitaban como las olas del mar embra- vecido.
Sus enemigos temían la poderosa influencia, su fuerza de voluntad ])ara refrenar y destruir las maniobras contrarias al orden y al progreso del país.
Pardo era la valla, era el escudo en donde se estrellaba la anarquía: se necesitaba demoler la primera é inutilizar al segundo.
La ejecución del plan fué instantáneo, las consecuencias tristísimas é irreparaliles.
MAXUKL l'ARDO 213
X
A las dos de la tarde del día 1(5 de Noviembre de 1H78, D. ^Manuel Pardo se dirigía al salón de sesiones del Senado,- después de haber pasado })or la im})renta de El (loiitrrcio y haber corregido las ])ruebas del dis- curso del día anterior, relativo al provecto de lev de aniortizaci<')n de billetes ñscales.
La guardia , formada para recibirlo, le tributó los honores de su elevado cargo; avanzó algunos pasos hacia el patio interior acompañado por el senador Rivas. En aquel instante se desprendió de las filas de la guardia un miserable, el sargento Melchor Montoya, y disparó su rifle ;í tres pasos del Presidente del Senado, a' por la espalda.
El doctor Kivas sintió la rozadura de la bala, al propio tiempo que veía A'acilar á D. Manuel Pardo y que palidez cadavérica cubría su rostro, cayendo poco después en brazos del Senador doctor Velez, que había acudido al ruido del disparo.
El crimen estaba consumado; momentos después, activas medicinas devolvieron al herido pasajera energía, y con voz balbuciente preguntó:
— ¿Quién me ha muerto?
— Pn soldado, — contest(') el doctor Velez.
— Pobre y desgraciado, — murmure) Pardo, añadiendo: — ¡Que el Congreso se acuerde de mi familia! ¡Tengo deudas!
¡Sublime declaracií'm del patricio honrado! ¡Moría pobre!
Entre tanto, la noticia, rápida como el relámpago, había cruzado Lima, llegando al hogar de la víctima; su esposa, loca de dolor, se diri- gió al Senado acompañada por uno de sus hijos.
Desgarradora fué la escena que tuvo lugar en aquel templo de las leyes, entre la atribulada familia y los (pie deseaban evitar al insigne patricio el mayor tormento en la agonía; su despedida de tan queridos seres.
El Gobierno decretó los honores de Presidente de la Pepiiblica, para los funerales de D. Manuel Pardo.
Desde a([uel momento perteneció á la historia peruana, de la cual es una de las más brillantes y notables figuras.
214 AMERICANOS CÉLEBRES
XI
Los hechos, despojados del carácter que presta la exaltación política, aparecerán bajo su verdadero punto de vista; las generaciones respeta- rán el nombre de D. Manuel Pardo, como venerado ejemplo de ciuda- dano probo V de hombre honrado y justo. Sublime aunque tardía recompensa para el talento y las virtudes cívicas.
El 2o de Septiembre de 1880, fué fusilado en Lima Melchor Montoya. ^
' FJ uiuiia que mató á J'nrdo. — En la colección de armas del señor comandante de la Guardia mnnicipal do Santiago, se encuentra el fusil Con\l)lain. con qi\e el sargento Montoya dio muerte al ex-Presidente del Perú, don Manuel Pardo.
Fué hallado en xin subterráneo que había eui la Intendencia do Lima, en la ópoca de la entrada á esa cajii- tal del ejército chileno: y con motivo del hallazgo y para dejar constatada la identidad del arma homicida, se levantó entonces el acta que va á continuación, la que original se encuentra también en poder del mismo señor comandante:
«En Lima, k 27 días del mes de Febrero de 1881. al tomarse inventario de la existencia de varios artículos en los sótanos de la Intendencia de Policía, fué descubierto por el sargento mayor D. Julio García Videla, el rifle Comblain con que fué asesinado el ex-Presidente del Perú, D. Manuel Pardo.
»I)icho i'ifle tiene pegado en la culata un papel con lo siguiente:
<;6 de Noviembre. Recibí el 3 de Diciembre, remitido del batallón Gendarmes de IJin^a. el rifle Com1)lain »qiie fué del sargento Melchor Montoya. como cuerpo de delito y con el que so dio la muerte al ex-Presidento »del Senado T). Manuel Pardo.»
»Para constar la identidad del citado rifle, se levantó la presente acta ñrmando todos los testigos que pre- senciaron el hallazgo de dicha arma. — Jn-io Gakcía V. — Josí: Eciievkuuí.Al. — Fkdkkico Matuüana. — Eafaei. 2." Gaufias. — Testigo: Liías VALKi!t>.^> (Df.batks)
PORFJRIO DÍAZ
PORFIRIO DÍAZ
Cuando se trnta de la salud de la patria , no se vacila en exponer la vida.
CoXITCIO.
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X
verbo de la libertad había ya arraigado en meji- cano suelo, cuando educábase en Oaxaca, allá por los ailos de 1847, un niño destinado á ser el adalid de la patria independencia. Formábase el mancebo á la sombra de sentimientos liberales que abriga- ban aquellos á quienes su educación estaba encomen- dada, y bajo el influjo de impresiones y tendencias que halagaban su juvenil corazón, desarrollábase su fe repu- blicana, robusteciendo el creciente y sagrado amor patrio, amor que transmitía é inculcaba á sus compañeros de colegio, excitando en ellos ardiente entusiasmo y el odio al invasor, que á la sazón lo era el pueblo norte-americano.
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II
Una no interrumpida serie de acontecimientos políticos á cual más transcendentales, pusieron en relieve algunos años más tarde las ideas y aspiraciones del joven oaxaqueño, cuya vida es un vasto panorama his-
21G AMERICANOS CÉLEBRES
tórico, en el cual se destaca su varonil figura como ciudadano, como i^'uerrero, como magistrado y como legislador.
En esa existencia tan brillante, tan útil á su patria, se advierte algo más que el valor del militar pundonoroso, algo más (pie el cumplimiento del deber, más aún que el impetuoso juvenil ardor, que en 1850 hacía sublevar al alumno del Instituto de Oaxaca ' contra el famoso «Plan de Jalisco», que dio por séptima vez el mando al general Santa Ana, ([ue se encontraba á la sazón en Turbaco (Colombia).
En la naturaleza privilegiada de Porfirio Díaz, se albergaban el valor temerario, el ardiente anhelo de gloria, la energía y la fuerza de voluntad de los héroes.
III
En los diferentes cargos que desempefnj al comenzar su carrera militar, reveláronse las especiales condiciones de su carácter, ([ue andando el tienqjo debían ser tan bienhechoras y de tal valía para su patria.
Observador, activo, dotado de excelente sentido práctico y poseyendo en alto grado el espíritu del progreso, apenas el general Alvarez procla- mara en 1855 el «Plan de Ayutla», cuando se le vi(5 prestar inq)ortantes servicios á la causa liberal, desplegando el arrojo del soldado ;í la vez ([ue la previsi(5n del estadista.
En el cargo de Subprefecto del departamento de Ixtlán, lucln') sucesi- vamente con la escasez de recursos, con las dificultades para organizar fuerzas é improvisarlas, abasteciéndolas con todo a(j[uello de (¿ue care- cían para el necesario sustento, el que con frecuencia, Porfirio Díaz, buscaba en el campamento enemigo, conquistándolo con su espada y sin vacilar ante los peligros ó los sufrimientos.
Desinteresado y leal, celoso guardián de su honor militar y de los principios que profesaba, se le ve siempre y en diversas ocasiones sacri- ficar en el altar de la prosperidad é interés general , el suyo propio, y levantar en su corazón un santuario al amor patrio y al deber.
' Tenia ontonces veintitrés años: había nacido en 1830.
PORFIRIO DÍAZ 217
Ya empezaba la lucha de Reforma , ({ue durante larjj^'o tiempo caus<> tan serios trastornos y sembró la consternación y el luto en suelo mejicano.
Llamado Porfirii^ Díaz á las armas, se hizo cargo del segundo bata- llón del Estado, en Diciembre de 1850, y en lo de Agosto del año siguiente, derrot(j en la acción de Ixcapa la numerosa fuerza c[ue man- daba el coronel Salado, recibiendo en ella grave y i)rofunda herida (pie puso en peligro su existencia.
Apenas convaleciente, y sitiada Oaxaca por los reaccionarios, al mando del español José María Cobos, se le encomendó la defensa de Santa Catalina con algunos ejutecos y los serranos de Ixtlán , í[ue volun- tariamente se habían puesto bajo las órdenes del comandante Díaz.
í]l enemigo estrechaba el asedio; los víveres empezaron á escasear, y la disciplina se relajaba por lo crítico de la situaci*')n: la sagaz inven- tiva y bizarría de Porfirio Díaz, lo condujeron el 9 de Enero de 1808, al asalto de una trinchera de los sitiadores formada con sacos de harina, de los cuales intentó apoderarse, resistiendo el incesante fuego para dar tiempo á la llegada de los encargados del transporte: éstos no llegaron y el intrépido jefe obedeci(^ la orden de retirada.
Pocos días después, el 1(5 de Enero de 1808, triunfó en Oaxaca la causa de la Reforma, y en Febrero del mismo año, el joven y ya bene- mérito oaxacpieño, alcanz() mi brillante triunfo en Jalapa contra los reaccionarios á las órdenes de (V)bos. Ocupada la ciudad de Tehuante- pec, ascendido el vencedor á teniente coronel, se le confirió el mando militar del departamento, puesto en aquella época muy peligroso y de alta responsabilidad, pues los elementos para la defensa se reducían á ciento cincuenta hombres, nn cortísimo número de pertrechos de guerra y absoluta falta de dinero.
Al recorrer y estudiar la hermosa carrera del general Porfirio Díaz,- encontramos en ella algunos puntos de contacto con la del ilustre gene- ral venezolano José Antonio Páez: en ambos se reí>"istran hechos de temerario valor, de intrepidez heroica, de ingeniosa estrategia militar y de sabia direcci(')n política.
218 AMERICANOS CÉLEBRES
IV
Obligado por la marcha de los acoiiteciinicntos y por la incomunica- ción con la capital del Estado, había dado el Gobierno amplios poderes á Porfirio Díaz, quien, rodeado de dificultades, careciendo de recursos, no esperando auxilios ni refuerzos y siempre en lucha con los enemigos, sostuvo gloriosamente la campaña, y su inteligente actividad suplió á cuanto era indispensable en tan anormales circunstancias.
Veíase cercado en la misma población por los ¡xilriciox, nombre que llevaban unos quinientos tehuantepecanos hostiles á las reformas libera- les y á las autoridades que sostenían aquéllas, y que apoyados por la mayoría de los habitantes, tenían constantemente en jaque á las fuerzas del Gobernador militar.
En un raiicJio llamado Lus Jicaras, cercano á la ciudad, se habían reunido varios de los jefes enemigos con una gran partida de soldados, que sin temor ni precaución se entregaban al descanso.
Eepentinamente se ven envueltos por una columna de constituciona- listas, al mando de Porfirio Díaz. Empen(')se la acción: uno y otro bando peleó con encarnizamiento. Las tropas del Gobernador eran inferiores en número á los reaccionarios; pero ¿qué importa? Aunque combatiendo uno contra tres, arrollan, dispersan, matan y alcanzan la victoria. El coronel Conchado, el más atrevido y temible de los guerrilleros, quedó muerto en el campo con otros compañeros, y el caudillo liberal pudo vanagloriarse de las consecuencias de aquel triunfo, que apaciguó la continua alarma en que vivían y demostró á la reacción la superioridad del vencedor.
Por esta acción de guerra, fué ascendido á comandante de batallón en 22 de Julio de 1858.
De triunfo en triunfo, adelantó abriendo camino y ensanchando el círculo de sus operaciones, á pesar de que suprimida la división de Departamentos en el Estado de Oaxaca, quedaba con menor grado de autoridad y gravemente comprometida su salud, hasta el punto de que confiados los patricios en la inacción forzosa del jefe político, cargo que entonces desempeñaba el comandante Díaz, intentaron atacar
PORFIRIO DÍAZ 219.
el cuartel. La noticia del peligro llegó hasta el enfermo: levántase sos- tenido por la fuerza moral, empuña la espada, corre á la pelea y derrota al enemigo.
Desfallecido por el violento esfuerzo, cayó al suelo: sus valientes sol- dados lo levantaron en sus brazos y lo condujeron á su domicilio. •
En Noviembre de 1859, vencedores los cobos del general D. Ignacio jNIejía, se posesionaron de Oaxaca y organizaron una columna, desti- nada á tomar un depósito de armas y pertrechos que existía en Tehuan- tepec, así como á batir al teniente coronel Díaz, ascenso que había ganado en Ld Mi.rlrqiu'Ud combatiendo á los patricios. Sabedor del plan, resolvió burlar al enemigo, y desobedeciendo las órdenes del Ministro de la Guerra D. INIelchor Ocampo, quien le prevenía se retirase con sus tropas á Yeracruz y destruyera las armas y pertrechos, hizo trasladar á Juchitán ^ el precioso depósito en carretas y abandonó Tehuantepec, ocupada poco después por las tropas de Cobos.
Era el 24 de Novieijibre de 1859: organizadas sus fuerzas, compuestas de trescientos hombres de infantería, adelanta el joven jefe á encontrar al enemigo hasta la ciudad que pocos días antes había evacuado; llega, sorprende las avanzadas, ataca el cuartel, se bate denodadamente hasta apoderarse de aquel importante punto, persigue por las calles á la caba- llería contraria, sin concederle ni aun el honor de batirse, la arroja al campo, la dispersa y logra un triunfo tan completo como glorioso.
Aquel mancebo de veintinueve años estaba dotado de carácter emprendedor y audaz, de valor singular y de fría serenidad ante el peli- gro, condición especialísima en Porfirio Díaz.
Desde su nombramiento como Gobernador, comandante general de Tehuantepec, había demostrado, no sólo grandes facultades como gue- rrero, sino también como hábil gobernante.
8u celo se extendió á todos los ramos, y admirable es que consiguiera atender al desarrollo del comercio, de la enseñanza, al pago puntual de sueldos, al equipo de los soldados, á la continua y porfiada contienda y á crear recursos que cubrieran las necesidades perentorias y apre- miantes.
El año de 18G0 empezó con el encuentro de Mitla, fuerte el enemigo con mil hombres y el coronel Díaz con quinientos ocho.
' Puo1)lo ilisliuito (!<■ seis A siete leguas do Tehuantepec.
220 AMERICANOS CÉLEBRES
Líi acci(5ii .se enipcñ(), é indecisa al principio por haber tomado los contrarios las posiciones que ocupaban algunas de las fuerzas liberales, fueron, sin embargo, derrotados, y la acción quedó por las tropas de Porfirio Díaz, recobrando el terreno perdido y apoderándose de la arti- llería, que las hostilizaba con sus fuegos, aun cuando el valiente jefe tuvo que retirarse abandonándola, pero no sin inutilizarla, dirigiéndose con su diezmada fuerza al encuentro de la brigada de la Sierra . para incorporarse á ella.
V
En Mayo de 1860, mientras el coronel Salinas se dirigía á Ixthín con la idea de buscar recursos necesarios para la campana, supo Porfirio Díaz (pie los habitantes de Ixtepezi se estaban batiendo en las calles con el enemigo, esperando recibir auxilio. Inmediatamente salió para a([uel punto, y cuando llegó ya los moradores del pueblo lo habían abando- nado y seguían batiéndose al retirarse á Ixtlán : Díaz y sus soldados empeñaron el combate, v desconcertando á las tropas de Atanasio Trejo, las derrotaron y persiguieron durante más de cuatro <) cinco leguas.
El Gobernador civil de Oaxaca, D. Marcos Pérez, había nombrado á Porfirio Díaz, comandante en jefe de las tropas del Estado: pero en el generoso coraz()n del caudillo no tenía cabida la ambicifui , y con noble deferencia, cedi(') acpiel honorífico puesto al coronel Crist(')bal Salinas, quedando el coronel Díaz como mayor general segundo jefe.
De triunfo en triiuifo y haciendo cada vez más ancho su campo de acción, llegó nuestro héroe á ser electo diputado al (Congreso de la Unión, y cuando ya el Gobierno constitucional, triunfante de los reac- cionarios, había vuelto á ocupar la capital de la República.
Las partidas revolucionarias á las órdenes de Márquez y otros jefes, dieron nuevo lustre y prestigio al bizarro coronel, que en Jalatlaco conquistó por su audacia y denuedo el ascenso á general de brigada.
Cercanos acontecimientos le preparaban un vastísimo campo de acción, anchuroso escenario en donde alcanzar inmortal página en el oran libro de la historia nacional.
PORFIRIO DÍAZ "221
J^a aurora de 1862 aparecía entre sombríos celajes: el sol de la liber- tad se ocultaba bajo nubes amenazadoras.
El suelo de los aztecas era hollado por extranjera planta, y América, la sultana de dos mares, la viri>en de sin par hermosura, iluminada con los radiantes fulgores de su sol tropical y ciñendo la nivea diadema de su majestuosa cordillera, presenciaba muda de asombro y de altiva indi«»- naci<')n a(j[uella lucha, en la cual medían sus fuerzas la poderosa Europa V la ])atria de Cuautimoctzin; lucha de ideas, lucha de atletas, con- tienda de dos poderosos principios, ó mejor dicho, de uno joven, Adg'o- roso y fuerte contra el espíritu de dominio y de conquista : la justicia y el derecho contra la fuerza.
La invasión francesa y el Imperio, fueron una terrible, pero heroica epopeya. El pueblo mejicano escribi(> con sangre en los campos de batalla las gloriosas páginas de -su historia.
¡Memorables fueron aquellos seis años de reñidos y continuos comba- tes, de episodios que más y más enaltecieron á los que defendían palmo íí palmo el patrio suelo!
La convicción del triunfo, no abandonó ni un solo instante á los que peleaban por su libertad y su independencia.
Las hazañas y los gloriosos hechos de aquella era inmortal, merece- rían detenido examen y mayor espacio, para que, recreando el ánimo, sirvieran á la vez de luminoso ejemplo.
Asombrosa fortuna presidió durante la prolongada contienda á todos los actos del general 1). Porfirio Díaz; cada batalla era una victoria, y de no haber sido en el siglo xix, acaso los soldados enemigos hubieran creído que el valeroso adalid estaba acompañado por sobrenatural poder, pues de tal manera se multiplicaba y cou pasmoso denuedo, reorganizaba sus escasas fuerzas y hacía frente al invasor.
Conocedor del terreno, perito en las estrategias de la guerra, rápido cu las determinaciones, infatigable y perspicaz, no concedía momento de reposo á los imperialistas; y de improviso, cuando más escasos eran •sus elementos, empeñaba el combate con prodigiosa intrepidez, resistía, acosaba y los vencía.
La intervención sembraba odios y desencadenaba tempestades, desde <[ue roto el pacto de la Soledad ^ se habían empezado las hostilidades.
' Véíise Benito -J uároz.
AMERICANOS CELEBRES
En el primer encuentro, en el sitio llamado E^fcamchi, fueron venci- dos doscientos zuavos por cuarenta mejicanos de la brigada del general Díaz, y aquél fué el prólogo de la encarnizada lucha.
Mandaba entonces la segunda brigada del ejército de Oriente, el general Díaz, que al tener noticia del suceso voló al llano de Esramchi, y tuvo la gloria de ser el primero que contuviera la marcha del invasor: la retirada hasta Puebla puede calificarse como brillante victoria.
El ejército francés había seguido á las tropas mejicanas, y con ellas vamos á encontrarlo en el asalto de Puebla, el memorable 5 de Mayo de 18G2.
Esa fecha inmortal en la historia mejicana, fué también el más her- moso lauro para la corona del general Díaz.
VI
Los franceses habían pernoctado en Amozoc, y las tropas mejicanas ocupaban la ciudad y los fuertes de Guadalupe y Loreto.
El 5 de Mayo, en la madrugada, dispuso el general Zaragoza que la división Oaxaca, mandada accidentalmente por el general Porfirio Díaz, tomara posición en el extremo de la calle que sale á la plazuela de la Ladri- llera de Azeárate, con dirección al camino de Amozoc, ' y todas las demás fuerzas, hábilmente distribuidas, ocuparon los puestos designados espe- rando al enemigo, que no tardó en aparecer en la cumbre de la Sierra de Amaluca y de las Navajas; eran los célebres zuavos de África, aque- llos guerreros que Napoleón III miraba con singular preferencia.
Casi al propio tiempo, el enemigo invadía á la vez el camino de Amozoc á Puebla, y después de tomar el rancho adelantó, rompiendo el fuego contra los fuertes.
Los franceses fueron rechazados vigorosamente por los bravos defen- sores de la plaza, y las acertadas disposiciones adoptadas por el intré- pido general Zaragoza, para rechazar al enemigo, dieron el más bri- llante resultado.
« Itínf.o Paz. Datos hiogrdflcos del general de división, C. Porfirio Din::.
PORFIRIO DÍAZ 223
Creemos de interés histórico reproducir el parte del g-eiieral Díaz.
« Cuartel Mae>;tre. — Ejército de Oriente. — /i.'^ Üieisióít. M((t/oría general .
Me es grato poner en conocimiento de Y., los pormenores de la fun- r. ción de armas de ayer en lo relativo á la ?).^ división qne actualmente mando.
>^A las once y media de la mañana, cuando las columnas del ene-
> migo estuvieron al alcance de nuestra artillería, comenzó un fuego
> activo de esta arma, por una y otra parte: durante este cambio de pro- yectiles, y durante los primeros ataques que la infantería enemiga di()
> á los fortines de Guadalupe y Loreto, las columnas que estaban á mis ; órdenes permanecieron en quietud , puesto que según instrucciones
> superiores, no llegaba aún el momento de moverlas.
; Entre las dos y tres de la tarde, cuando más se empeñaba el coni- »bate en los fortines antes mencionados, observé que una gruesa columna vde infantería se dirigía á mi frente apoyada por un escuadrón, y tra- » yendo á vanguardia una numerosa línea de tiradores que ya comenza- >'ban á batir al batallón Rifleros de San Luis, que en la misma forma -cubría nuestro frente.
>> Rifleros, permaneció combatiendo en su puesto, en términos que al reemprender su retirada, según instrucciones que proveían al caso, ya no »sólo era batido por los tiradores enemigos, sino comenzaba á sufrir los
> fuegos de la columna; en este momento mandé que el batallón Guerrero, »á las órdenes del teniente coronel C. Mariano Jiménez, se moviese en » columna hacia el enemigo, y desplegando sobre la marcha en batalla á
> su frente, la batiese sin dejar de ganarle terreno: comprometido este «batallón en un serio combate y habiéndose alejado mucho, era indis- impensable protegerle y doblar su impulso en caso necesario, y á este
efecto destaqué los batallones primero y segundo de Oaxaca al mando »de sus respectivos jefes, C. coronel Alejandro Espinosa del primero »y C. teniente coronel Francisco Loaeza del segundo, formados en una »sola columna, y siguieron al enemigo con tal impulso, que lo fueron » desalojando sucesivamente de las sinuosidades del terreno, que era una »continuaci(')n de parapetos sobre la llanura: cuando nuestro ataque »daba este plausible resultado, las columnas francesas, que por última
•224 AMKRICAXOS CÉLEBRES
» vez y con indecible vigor atacaban al fortín de Guadalnpe, se convirtie- »ron en torrentes de fngitivos, qne veloces descendían del cerro y pare- >^cían pretender cortar á los que combatíamos en el valle. En este » momento, mandé que el batallón Morelos, que hasta entonces formaba »mi reserva, se moviese en columna mandado por su teniente coro- :-nel C. Rafael Ballesteros, y con dos piezas de batalla viniese á reforzar » mi izquierda como lo hizo, acabando de rechazar á las (|ue no consu- »maban aún su fuga. Mandé también, que por la derecha marchase » Rifleros con los escuadrones lanceros de Toluca y Oaxaca, en paralelo »con Morelos y á su altura. Cuando en esta forma perseguía al enemigo, » recibí repetidas órdenes para hacer alto, y lo verifiípié dejando á mi » retaguardia el sitio del combate, y con el enemigo al frente en el más » completo desorden y á distancia de setecientos metros. P]n esta situa- »ción, y cambiando muchos tiros de artillería, permanecimos hasta las » siete de la noche, hora en que por orden superior volví á ocupar mi ;> línea. Por nuestra parte, hay que lamentar la pérdida del valiente » capitán C. Manuel Várela y subteniente C. Manuel González, así como > la herida del C. capitán José Omaya. El adjunto estado expresa los » muertos y heridos de la clase de tropa pertenecientes á esta d^' visión. »sin comprender á los lanceros de Oaxaca, por haberse considerado en la » primera brigada de caballería. No puedo decir con certeza el número » de muertos y heridos del enemigo en esta línea, porque una comisiíni » había comenzado á recogerlos antes que yo pusiese atención en ellos. »y sólo puedo asegurar, (pie he visto levantar más de veinte cadáveres »del enemigo y un número de heridos mayor que no puedo calcular, y » muchos de éstos han visto á los contrarios levantar multitud de heridos >que conducían á su campo.
» Sírvase V. felicitar á mi nombre, al C. General en jefe, aceptando »para sí la promesa de mi aprecio y debida subordinaci<')n.
» Libertad y Reforma. — Campo sobre el enemigo. — INlayo G de 18G2.
POKFIíno DÍAZ).
PORFIRIO DÍAZ 225
VII
También reproducimos algunos párrafos del parte del General en jefe.
«Después de mi movimiento retrógrado que emprendí desde las cum- »bres de Aculcingo, llegué á esta ciudad el día 3 del presente mes, » según tuve el honor de dar parte á Y.
»E1 enemigo me seguía á distancia de una jornada pequeña, »y habiendo dejado á retaguardia de aquél la segunda brigada de caba- » Hería, compuesta de poco más de trescientos hombres para que en lo » posible le hostilizara, me situé como llevo dicho en Puebla.
»A las cinco de la mañana del memorable día 5 de Mayo, aquellas » fuerzas marchaban á la línea de batalla que había yo determinado, y »([ue verá Y. marcada en el croquis adjunto.
s A las diez de la mañana se avistó el enemigo, y después del tiempo »muv preciso para acampar, desprendió sus columnas de ataque, una » hacia el cerro de Guadalupe, compuesta como de cuatro mil hombres »con dos baterías, y otra pequeña de mil amagando nuestro frente. »Este ataque, ([ue no había previsto, aunque conocía la audacia del ; ejército francés, me hizo cambiar mi plan de maniobras y formar el de ) defensa , mandando en consecuencia que la brigada de Berriozábal á »paso veloz, reforzara á Loreto y Guadalupe, y que el cuerpo de carabi- » ñeros á caballo, fuera á ocupar la izquierda de aquellos para que car- »gara en momento oportuno.
> El C. general Díaz, con dos cuerpos de su brigada, una de la de »Lamadrid con dos piezas de batalla y el resto de la de Alvarez, contu- > vieron v rechazaron á la columna enemiga, que también con arrojo » marchaba sobre nuestras posiciones: ella se replegó hacia la hacienda »de San José Rentería, donde también lo habían verificado los rechaza- »dos del cerro, que ya de nuevo organizados se preparaban únicamente »á defenderse, pues hasta habían claraboyado las fincas; pero yo no
* i5
•226 AMERICANOS CÉLEBRES
» podía atacarlos, porque derrotados como estaban, tenían más fuerza :> numérica que la mía: por tanto, mandé hacer alto al ciudadano f^ene- »ral Díaz, que con empeño y bizarría los siguió; yo me limité á conser- »var una posición amenazante.
» Ambas fuerzas beligerantes estuvieron á la vista hasta las siete de »la noche, que emprendieron los contrarios su retirada á su campamento de la hacienda de los Alamos, verificándolo poco después la nuestra á > su línea.
»Las armas nacionales, C. Ministro, se han cubierto de gloria, v j)or »ello felicito al primer Magistrado de la Eepública por el digno con- »ducto de Y., en el concepto de ([uq puede afirmar con orgullo, ([ue ni un >solo momento volvió la espalda al enemigo el ejército mejicano, » durante la larga lucha que sostuvo.
> Al rendir el parte de la gloriosa jornada del día 5 de este mes, » adjunto el expediente respectivo en que constan los pormenores y deta- »lles expresados por los jefes que á ella concurrieron.
» Libertad y Reforma. — Cuartel general en Puebla, í) de Mayo » de 1862.
»J. Zaraííoza.
»Sr. C M'ni'isiro de hi (lupvra. — Méjico >-'.
Yin
Nombrado el general Díaz (Tobernador y comandante militar del Estado de Veracruz, reveló en aquel cargo cuanto podía esperar el país de sus altas dotes gubernativas, y cuando deseoso de tomar parte más directa en la campaña, pidió y obtuvo volver al ejército, dejó en el Estado recuerdo imperecedero.
El denodado general Zaragoza, había muerto del tifus en Puebla el S de Septiembre de 1862, y su sucesor González Ortega, sabiendo que los franceses pensaban de nuevo tomar la ciudad, se propuso defenderla á toda costa.
PORFIRIO DÍAZ 227
El 1.*^ de Abril ocuparon los invasores el fuerte de San Javier, cuando ya habían cerrado la línea de circunvalación, y continuaron avanzando á pesar de la encarnizada resistencia de los sitiados; el cuar- tel de San Marcos fué asaltado, y el indomable arrojo de Porfirio Díaz hizo retroceder al enemiji'o, después del combate sostenido en el patio de la propia casa (pie habitaba el caudillo.
Aquella obstinada defensa tuvo episodios dignos de los héroes de Plutarco, y sangrientos encuentros, en los cuales descuella como los heroicos personajes de Homero, la figura de Porfirio Díaz.
Allí donde el peligro era más recio, aparecía ante los asombrados ojos de los enemigos; en todas partes estaba con incansable tesón y rara iniciativa, para contrarrestar los planes de los imperialistas.
En vano el presidente Juárez intentó socorrer á los sitiados, en vano pensó en proporcionarles víveres, todo fué inútil, é imposible ya de continuar la defensa, se rindió la plaza al general Forey.
El valeroso Porfirio Díaz burló la vigilancia del enemigo y se diri- gió á Méjico, después de haber protestado por escrito que jamás olvida- ría sus deberes de soldado, y que los cumpliría peleando sin reposo contra los enemigos de su patria.
Sucesivamente brindó el Gobierno al héroe de Puebla con el mando en jefe de las fuerzas que guarnecían la capital y con el Ministerio de la Guerra: su modestia le hizo rehusar ambos cargos, aceptando únicamente el mando de una división.
Por entonces, decidió el Congreso la marcha del Gobierno para el interior, por creerlo necesario para su seguridad en aquellas azarosas circunstancias, y el general Díaz cubrió la retaguardia, y con la enérgica actitud que le era característica, evitó que las tropas se desbandaran imponiéndose para mantener el orden y la disciplina.
Encargado de la defensa de los Estados al Oriente de la República, march() desde Querétaro á Oaxaca, con el pequeño ejército de operacio- nes con tanto trabajo organizado.
Aquel hombre, genio de la guerra, llegó á Taxco, batió la guarnición, tom(') la plaza y á fines de Noviembre de l.SGo, estaba ya entre Puebla y Oaxaca, campo destinado para sus operaciones.
S()lo con un ayudante se internó en el Estado oaxaqueño, y la Legis- latura y el Gobierno, le encargaron del mando civil y militar.
Los pueblos de los Estados de Chiapas y Tabasco, invadidos por los
228 AMERICANOS CÉLEBRES
imperialistas, deseaban sacudir el yugo, y el nombre de Porfirio Díaz^ fué la chispa eléctrica para conmover los ánimos y prestarles energía para la resistencia.
El o-eneral Díaz , entre tanto, era el alma de la administración de cuatro Estados: Veracruz, Puebla, Oaxaca y Tlaxcala.
Su fecunda imaginación creaba elementos para la campaña, mantenía la más estricta moralidad, organizaba tropas de tres armas, y sostenía un ejército de cinco mil hombres que había logrado improvisar.
Guerrero, estadista y legislador á la vez, abarcaba con su mirada de águila las operaciones contra el invasor, la administración de los pue- blos, los auxilios á Chiapas y á Tabasco y el mando de la división de operaciones conservando en situación tan anormal, la independencia de los Estados en su régimen interior.
En aquella época había sido ya ascendido á general de divisi(')n.
Una combinación mal apoyada por el jefe mejicano, enviado al encuen- tro del enemigo que avanzaba en dos columnas hacia los pueblos limí- trofes, entre Puebla y Oaxaca, ínterin el general Díaz marclial)a á su vez cni el grueso de las fuerzas, dio por resultado la muerte y dispersión de gran número de soldados y la pérdida de armamento, así como el des- ánimo de las tropas republicanas ante la superioridad del enemigo.
La escasez de recursos era cada día mayor; las deserciones aumen- taban; el ejército liabía disminuido, y algunas })()b]aciones del Estado se hallaban en poder del invasor, ([ue el 18 de Diciembre de 1S()4 se encon- traba en Etla , distante doce millas de Oaxaca.
IX
En Noviembre había intentado el general D. José L(')pez Uraga, inclinar el ánimo de Porfirio Díaz en favor del Imperio, ofreciéndole el gobierno de los Estados de línea, é interesando su amor propio y expre- sándole sería su asentimiento un señalado servicio á la nación.
La altivez del patricio, la indignación, el patriotismo ofendido y el amor á la libertad, dictó sublime contestación al intrépido jefe, y en ella hay palabras de espartana austeridad.
«La sangre que circula por mis venas, es poca cosa para tributarla á »la noble y elevada causa de la República, y los ilustrados Gobiernos
POKFIRIO DÍAZ 229
» V heroicos pueblos de los Estados que me obedecen con patriótica abne- »g'ación, harían muy bien en maldecir mi nombre, el primer día en que » vacilara por un solo momento, en vivir para la patria y en morir por
> ella como buen mejicano.
;. He juzgado conveniente noticiar á V. lo expuesto, porque así
» como estoy decidido á no dar un paso fuera de la línea trazada- por el » honor, y á no perdonar medio que conduzca á la mejor defensa nacio- » nal, quiero también que atestigüe V. de mi comportamiento, y seguro »de mi resolución no haya motivo de dudas, y sea el primero que con
> severidad me juzgue, si llegase á faltar á mis deberes».
Bajo tristes auspicios comenzaba el año 1865.
Numerosas fuerzas francesas mandadas por el general Bazaine (de funesto recuerdo para Méjico), y por el general Courtois d'Hurbal, con imponente tren de artillería, pertrechos y víveres, formaban un círculo formidable en torno de la plaza.
Las deserciones iniciadas desde Nanahuatipam, arreciaron, no sólo de soldados, sino de jefes y oficiales.
Los recursos eran cada día más escasos, y á pesar de que el general Díaz multiplicaba su actividad y su acierto en las operaciones, no lograba ya evitar la desmoralización creciente ; la caballería enviada para sorprender los convoyes del enemigo, y los refuerzos para inutili- zarlos y batirlos se desbandó; el auxilio de tropas que llegaba de Tehuantepec se pasó á los contrarios, y todo conspiraba contra los heroicos defensores de Oaxaca.
Porfirio Díaz se había cubierto de gloria en Aguilera, y en medio de nutridísimo fuego acosado por todas partes, asombró con su estoico valor é hizo milagros de heroísmo, cual si buscara en la muerte la solución del difícil problema.
Otra deserción importantísima, la de dos compañías, puso el colmo á tan angustiosa situación, y entonces, reunida la Junta de Guerra, fué casi unánime en opinar la rendición.
Cuando el general en jefe escuchó el parecer del Consejo, determinó mandar al campo enemigo al coronel Ángulo; pero como llegase la noche y no volviera, marchó á presentarse al mariscal Bazaine, ^ deci-
* fe de Febrero do 1865.
230 AMERICAKOS CÉLEBRES
dido á sacrificar su vida por salvar la del ejército, para desmentir los rumores de su resistencia á la capitulación. « Vengo á roidinitc, — dijo al »general Bazaine, — porque no tengo ya elementos pava ¡a luclia. Soy el » único responsable de la guerra, y el ejército francés sabe que los venci- » dos son desgraciados , pero no criminales » .
En los episodios de la vida Porfirio Díaz, se encuentra con frecuencia mucho de legendario y hasta de fantástico: parece un guerrero de la Iliada: sólo falta la pluma homérica para presentarle con verdadero colorido.
Prisionero de guerra en Puebla, vegetaba bajo el peso del rigor que con él y con los demás prisioneros se ejercía, devorado de impaciencia y ansioso de volver á tomar las armas.
¡Cuántas veces pensó en la evasión! pero, ¿cómo aumentar con ella los sufrimientos de sus compañeros?
Ocasión propicia se presentó más tarde: canjeados la mayoría de los presos y negada para él esa gracia, pens(') en la libertad y en los medios de conseguirla.
El general Thun había reemplazado al benévolo autriaco, comandante Schismodia, y hacía guardar con especial vigilancia al general Díaz: éste, con riesgo, pero sin temor, al cual es ajeno su valeroso corazíui, se deslizó por una cuerda hasta la calle, y en el mismo día, llegó á San Pedro Cayuca: ya rodeado por catorce hombres, entusiastas liberales y acompañado por el coronel Bernardino García, comenzó de nuevo la serie de hazañas que le hacían temible á los imperialistas.
X
El día 1.^ de Octubre, derrotó en Tulancingo al coronel Visoso, tomando armas, caballos, dinero y treinta y cinco prisioneros, y provisto de doscientos fusiles y algunos soldados, que al visitar en la Providencia al noble y generoso general Alvarez pudo conseguir, enq^ezó á organi- zar sus fuerzas, aumentadas con las que puso á sus órdenes el general Jiménez y con las de los coroneles Segura, García y Cano, formando una columna de cuatrocientos hombres, con la cual desalojó á la guar-
l'ORP^IRIO DÍAZ 231
Ilición íiustriaca que ocupaba á Tlapa, y cuya población pensaba hacer centro de sus operaciones.
Venció de nuevo al coronel A^isoso, ocupándose después de asuntos relativos á la administración del Estado de Oaxaca, y de aumentar su ejército, al que acudían voluntarios de todas partes, mientras que el ene- mig'o se oponía con todas sus fuerzas á la marcha del arrojado general.
La falta de elementos para sostener la tropa, obligó después á Porfi- rio Díaz á licenciarla , y parécenos verle en Quetzala con algunos fieles, contento y satisfecho, aun cuando carecía hasta de lo más indispensable.
Poco después volvió á emprender la guerra , y en sus variadas com- binaciones causaba continuamente pérdidas al enemigo, apareciendo en diferentes puntos, burlándola vigilancia, asombrándoles con aquella incesante persecución y buena fortuna en las operaciones.
La fuerza de setecientos hombres que mandaba el general Díaz, esta- ba sin vestuario, con pocas armas y escasísima de parque; pero aun en tales condiciones, desafió á los imperialistas y trabó la acción del 8 de Octubre, en la cual derrotó al general Oronoz, después de haberlo aislado (con habilidad suma) de las otras columnas del Imperio.
El caudillo permaneció tres días en Michuatlán, org-anizaiido tropas con los prisioneros y pertrechos tomados al enemigo, y creando hospi- tales para los heridos, dirigiéndose después sobre Oaxaca que Oronoz defendía.
Empezó el sitio, y aun cuando el Gobierno imperialista envi() un auxilio de mil quinientos hombres para sostener la defensa de la plaza, la sagacidad y la estrategia del campeón de la libertad, hizo impo- sible la llegada del refuerzo, é inutilizó los planes de Oronoz.
Con la actividad de su carácter, resolvió salir al encuentro del enemigo, no sin haber hecho un simulacro de ataque sobre el fortín que domina á la ciudad de Oaxaca, al levantar el campo para poner en ejecución su proyecto, y aumentado su ejército con la columna del gene- ral Figueroa, avanzó hasta encontrar á los austriacos: con fuerzas superiores, pero sin los elementos que abundaban en el ejército con- trario, empeñó el combate; por una y otra parte fué sostenido con bravura, batiéndose liberales é imperialistas con encarnizado valor, y disputándose mutuamente el triunfo se prolongó la acción, hasta que la victoria premió con sus favores á Porfirio Díaz y á sus bravos soldados.
232 AMERICAÍÍOS CÉLEBRES
XI
La infantería austríaca cayó prisionera; setecientas carabinas, arti- llería, caballos y pertrechos de guerra, fueron los brillantes trofeos de «La Carbonera.»
Con la rapidez del relámpago, voló á Oaxaca la noticia del suceso; pero casi al propio tiempo se presentaba el ejército vencedor.
Se renovó el sitio; inútil fué la resistencia, y el día 31 de Octubre capituló la plaza. El afortunado caudillo, el guerrero, volvió á empuñar las riendas del Gobierno, y entre las innovaciones de esa época, cuén- tase como la más benéfica y útil, la Academia de niñas^ que ha propor- cionado á la mujer, elementos para desarrollar su inteligencia y educación más extensa.
Cuando creía el enemigo que estaba en Oaxaca consagrado á la administración del Estado, se presentó en el istmo de Tehuantepec, y derrotó á mil doscientos hombres á las órdenes de Toledo y de otros jefes, y volvió á Oaxaca.
En 1.° de Marzo de 18G7, concentró sus fuerzas en Huamantla después de haber restablecido el orden legal en el sur de Puebla. De la proclama dada á los habitantes de aquel Estado y Méjico, extractamos algunos párrafos, porque en sus hermosas frases se reñeja la grandeza de alma del caudillo, su generosidad y su única aspiración; el bien y libertad de la patria.
«El Gobierno francés ha reconocido su impotencia; y su ejército, al » regresar á Europa, dirá al mundo entero que el Monarca austríaco es »un imposible en la patria de Morelos y Zaragoza. ¿Creen que lo que »no pudieron consumar sesenta mil franceses, ocho mil austríacos, »míl seiscientos belgas y treinta mil extraviados ó forzados mejicanos, » del prestigio y el oro de dos naciones poderosas , sea capaz de llevarlo »á cabo la escasa minoría de clericales que sólo buscan su salvación en »la ruina de los pueblos? ¿Hay quién disculpe tamaña obcecación? ¿Hay » quién la comprenda?
»E1 triunfo de la república es un hecho que nadie puede arrancar de >la historia; correrá la sangre mejicana por las calles de nuestras ciu- »dades; el fuego, la destrucción y la muerte, será otra vez el espectáculo
l'ORFIRK) DÍAZ 233
»de algunos días; la orfandad de muchas familias y la ruina de otras, »el único resultado de la incalificable tenacidad de los Márquez, »Miramón y Lares; pero la voluntad de Dios será cumplida y Méjico » independiente y libre.
» Mejicanos: Los ciudadanos que se agrupan bajo las banderas del » ejército de Oriente, continuarán su marcha con la inquebrantable reso- »lución de que han dado pruebas en repetidos combates y en largas y » penosas campañas; muy pronto estrecharemos la mano á nuestros » hermanos del Norte, de Occidente y del Centro, y con su poderosa » cooperación quedará consolidado el triunfo que no pudiéramos alcan- ;>zar por nuestro solo esfuerzo.
» Mejicanos, los que os habéis extraviado; la república es bastante agrande y poderosa para ser magnánima, nadie piensa en inundar el asuelo con raudales de sangre; el Congreso de la Unión y el Gobierno » Supremo, á quienes ha sido delegada la representación nacional, ateso- »ran los más santos deseos para mitigar los rigores de la ley en favor »de la generalidad de los desgraciados. »
El día 9 de Marzo, estaba ya en el cerro de San Juan y se iniciaba el sitio de Puebla.
El acierto, la prudente dirección, el valor y noble civismo guiaron los actos del general en jefe del ejército de Oriente; ocupado del sitio, de las múltiples tareas y administración de diez Estados, de la lucha de todas horas, del armamento, de recursos para sostener el ejército, de incidentes inesperados, de reorganizar cuanto era preciso para el buen éxito de la campaña, era el general Díaz un gigante, un coloso, un genio singular y un hombre que descollará en la historia entre las figuras más culminantes.
Entre los episodios del sitio de Puebla , ninguno más interesante que el del Circo Chiarini.
Las llamas, envolviendo el edificio, lo hicieron desplomarse con horrísono estruendo, sepultando al general Díaz entre los escombros.
«¡El general!» — exclaman todos: — «¡El general!» ¡Y la tropa embargada por la desesperación, llenaba el aire con gritos de dolor; su idolatrado jefe iba á sucumbir entre las ruinas! En aquel instante, sereno, impasible, aun cuando herido y medio abrasado, salió del incen- dio devolviendo el valor á la espantada tropa. ¿Cómo había quedado con vida ?
234 AMERICANOS CÉLEBRES
Entre tcanto, Márquez salía de Méjico y marchaba hacia Puebla con cuatro mil quinientos hombres y tres baterías, para auxiliar á los sitiados.
Xll
El aviso llegó inmediatamente al general en jefe, y sin perder un instante la sangre fría, ni revelar la inquietud ([ue le devoraba, dio sus órdenes cual si pensase levantar el sitio y todo se dispuso para la retira- da: caso no extraño por la escasez de artillería (seis piezas rayadas), pues su ejército no había contado para organizarse sino con los despojos de Mahuatla y de la Carbonera.
Tales pertrechos no podían inspirar temor á los sitiados, á pesar de que la temeridad del g-eneral Díaz para la guerra y su prodigiosa in- ventiva, fueran tan admiradas y conocidas.
Así pues, la plaza bien fortificada y la aproximación de Márquez, hacían imposible la situación, y sin ejército ni municiones, tendría (|ue retirarse el sitiador.
El 1."' de Abril, jefes, oficiales y soldados, estaban en expectativa de algo grande é inesperado, y cada cual ansiaba leer en el varonil sem- blante del general en jefe la soluci<)n del enigma; nada expresaba en él ni alarma ni abatimiento. Jamás — dice un testigo ocular de ese memo- rable día — había estado más contento, risueño y trancpiilo aquel hombre extraordinario.
Todos temían un desastre; él pensaba en vencer. «Tengo presenti- ■ miento, — dijo, — de que celebraremos el aniversario del 5 de ]\[ayo, -sino dentro de la capital de la llepública, al menos en sus inme- > diaciones».
Cuantos le rodeaban se quedaron estupefactos; pero su actitud y palabras causaron entusiasmo y alejaron la desconfianza y el temor.
Se aseguraba aquella noche que el general pensaba en el asalto de la })laza; todos aplaudieron; nadie .dudó del éxito y los soldados se vieron ya coronados con el laurel del triunfo.
La aurora del 2 de Abril apareció radiante, iluminando el campa- mento y bañando con su luz los prados y la ciudad. De repente, tronó
PORFIRIO DÍAZ 235
la artillería; al propio tiempo avanzaron trece columnas é invadieron la población por diferentes puntos.
Una hora después, á las cinco () cinco y media de la mañana, el general Porfirio Díaz estaba en la plaza de armas de Puebla; con la palma de la victoria se enlazó la fresca rama de olivo; sus soldados vencedores no cometieron excesos, ni marchitaron sus laureles con sa- queos y rapiñas; el orden más perfecto reinó en la ocupación de la ciudad.
¡Qué hermosa página, qué día inmortal, qué previsión, qué admira- ble acierto!
Aun faltaban las últimas trincheras del enemigo, los fuertes de Gua- dalupe y Loreto; pero no habían pasado cuarenta y ocho horas, cuando ya se hallaban á merced del vencedor.
En la rendición de Guadalupe, no debe omitirse un rasgo culminante al intimar la rendición.
El general Tamarit había intentado, aunque en vano, conseguir alguna ventaja en nombre del jefe de las fuerzas sitiadas, general D. M. M. Noriega; pero viendo inflexible al general Díaz, le entregó su espada con digna entereza.
«Consérvela V. compañero, — dijo el general, — siempre ha sido de buen temple y aun debe de servir para la defensa de la República. »
La intrepidez de nuestro héroe, la audacia que no cede ante el mayor peligro, no se elevan á mayor altura en su ánimo, que la nobleza de sentimientos y la generosidad con los vencidos, en su corazón.
Mil prisioneros existían en Oaxaca, y en la toma de Puebla se con- taban como seiscientos, expuestos según la ley, á ser pasados por las armas; la ansiedad era general cuando el caudillo se dirigió á la prisión del Obispado. Con digna altivez hizo retirar la guardia y exclamó:
«La Nación ha juzgado la causa del Imperio, pero no se hará jus- ticia sino olvidando los extravíos de sus hijos; quedan Yds. en libertad. > — «No he nacido para carcelero ni para verdugo» — añadió con voz conmovida.
Con el júbilo causado por la magnanimidad del Escipión mejicano, se mezclaron las lágrimas de gratitud y aquellas que la emoción hizo correr por las tostadas mejillas del guerrero.
La sublime resolución fué extensiva á todos los presos de guerra de batallas anteriores. Veamos cómo se expresa:
236 A^[ERICANOS CÉLEBRES
«En uso de las amplias facultades de que me hallo investido por el »C. Presidente de la República, he tenido á bien disponer: que los pri- :í>sioneros hechos por el ejército de Oriente en las batallas de Mahua- »tlán y la Carbonera, en la ocupación de la ciudad de Oaxaca en el » asalto de esta plaza y en la rendición de los fuertes de Guadalupe y »Loreto, quedan en libertad de residir en el lugar que elijan, permane- 7>ciendo por ahora bajo la vigilancia de la autoridad local y á » disposición del Supremo Grobierno.
»Los extranjeros que quieran permanecer en el país, quedarán suje- »tos á las mismas condiciones, y los que deseen salir de la República, » podrán hacerlo libremente.
» Sírvase V. librar su orden en este sentido, aceptando las protestas de mi estimación y aprecio».
XIIT
Reproducimos también la proclama del 5 de Abril.
«¡Compañeros de armas: quiero ser el primero en pagar tributo á » vuestro heroísmo. La nación toda y la posteridad, vendrán después »á perpetuar vuestra gloria.
;> Habéis escrito otra fecha memorable en la ciudad donde Zaragoza » eternizó su nombre el 5 de Mayo. El 2 de Abril de 18G7, se registrará » desde hoy en el calendario de las glorias nacionales.
» Mucho esperaba de vosotros; os he visto acudir sin armas al llama- amiento de la patria para armaros en Miahuatlán y en la Carbonera, »en Jalapa y en Oaxaca, con los fusiles quitados al enemigo.
» Habéis combatido desnudos y hambrientos, dejando á la espalda un »rastro de gloria, y sin embargo, vuestras hazañas en Puebla han ido »más allá de mi esperanza.
» Una plaza no sin razón denominada invicta , y que los primeros » soldados del mundo no pudieron tomar por asalto, ha cedido á un solo » empuje de vuestro brío.
«La guarnición toda, y el inmenso material de guerra acopiado por »el enemigo, son el trofeo de vuestra victoria.
» Soldados: Merecéis bien de la patria. La lucha que la desgarra no
PORFIRIO DÍAZ 237
» puede ya prolono;arse ; acabáis de dar la muestra de vuestro valor irre- »sistible. ¿Quién osará medirse con los vencedores de Puebla? La inde- » pendencia y las instituciones republicanas no vacilarán ya. Está > seguro de no ser conquistado ni oprimido el país que tiene hijos como » vosotros.
» Intrépidos en el combate v sobrios en el uso de la victoria, habéis » conquistado la admiración de esta ciudad por vuestro denuedo, y su «gratitud por vuestra disciplina.
2>¿Qué general no tendría orgullo en hallarse á vuestra cabeza? » Mientras cuente con vosotros, se reputará invencible vuestro amigo
Porfirio Díaz.»
El general Márquez, que acudía en auxilio de Puebla, había adelan- tado hasta Apizaco, y el general Díaz se puso en marcha el ó de Abril, para batirlo: cercado el primero en la hacienda de San Lorenzo, huyó perseguido de cerca por el vencedor de Puebla y los generales Gua- darrama V Leyba : en el camino quedaron numerosos prisioneros, artillería, e(j[uipajes, y Márquez, con unos trescientos hombres, pudo refugiarse á la capital.
No es fácil, ni posible seguir })aso á paso al general en jefe en aquella heroica v fecunda época, pues ínterin se preparaba á dar el último golpe al Imperio con la toma de Méjico, emprendía al propio tienq)o su tarea de reorganización civil v militar, dando órdenes generales á jefes com- petentes para la elaboración de proyectiles, construcción de parque, ser- vicio general para las necesidades de la guerra.
No descansaba ni de día ni de noche en el cumplimiento de su alta misií'^n: fué el alma de aquella grandiosa epopeya.
El sitio de Méjico se estrechó vigorosamente, pero bajo distinta forma que la adoptada en los asedios anteriores.
En todas sus campañas, n<)tanse innovaciones originales; no se })arece á nada ni á nadie; invade terrenos desconocidos: en el asedio de la capital se encierra Porfirio Díaz en un plan que, según él decía, econo- mizaría la saiKjrc del ejére'tto que era oro paro, y no debía desperdíc¡arí<e.
En aquellos días se rindió Querétaro, cayendo prisionero el infortu- nado Maximiliano, y varios de los generales republicanos volaron al lado del general Díaz para tomar parte en la función del sitio.
'238 AMERICAXOíí CÉLEBRES
El 21 de Junio se rindió la capital, y el general en jefe siguió despa- chando en Tacubaya, hasta que días después se trasladó á Méjico sin fausto ni ostentación, alojándose en modesto albergue, rehusando las ovaciones y dando á los prisioneros cómoda instalación.
Estableció benéficos sistemas de garantías, de orden y de legal admi- nistración: con su ejemplo inspiraba á los empleados patriótico desin- terés y generosa abnegación, así como la más estricta moralidad y economía, atendiendo á todas las necesidades propias de las circuns- tancias y creadas por aquella noble lucha.
Méjico empezó á respirar de nuevo el ambiente de la libertad. El sol esplendoroso de su segunda independencia iluminaba el porvenir.
El drama cuyo prólogo había tenido por escenario la Soledad, con- cluía en el cerro de las Campanas.
Los heroicos comuneros de Castilla, vencidos é inmolados en los campos de Villalar por Carlos V, habían dejado grabada la idea con la sangre de su martirio; cuatro siglos más tarde triunfó en Querétaro.
XIY
El supremo magistrado, ^ los jefes del ejército y el pueblo mejicano, habían caminado fraternalmente unidos en aquella senda gloriosa de la redención: el general en jefe del ejército de Oriente veía coronadas sus aspiraciones; la gran causa estaba ganada.
Investido con amplias facultades al ocupar la capital de la llepública, fué generoso para los vencidos, magnánimo para los prisioneros, caba- lleresco hasta captarse la- admiración de los mismos á quienes había vencido.
En breve tiempo organizó la Administración é hizo reai)areccr la confianza pública, devolviendo la calma á los perturbados habitantes.
Sencillo en sus costumbres, modesto aun coronado con el laurel de la victoria, refractario á todo desorden, coiiquistó, si era dable, mayor popularidad que la obtenida en bélicos combates.
En Junio había hecho dimisión de su alto cargo desde Tacubaya. y
' En el número de A7 Conthu'ntf Atnericnno dol 1." de Noviembre de 188i. so jniblicaron algunos párrafos de osta l)iografia.
PORFIRIO DÍAZ 239
nuevamente renunció en 13 de Julio de 18G7, dirigiendo al propio tiempo <[ue su dimisión al Gobierno, elocuente y cariñosa despedida á los Esta- dos que bajo su mando había tenido.
En la caja de la Comisaría General del Ejército, dejaba ciento cuatro mil pesos, y doscientos mil del comercio de Yeracruz.
Hizo preparar grandes festejos para solemnizar el reg-reso del ilustre presidente Juárez, y cuando éste con los ministros llegó á la capital, lo acompañó gozando con la aleg'ría general, y viendo en ella lucir la aurora de una nueva era próspera y tranquila.
Había cumplido la misión salvadora, y como en la vida política no encontrase por entonces actos conformes á su elevado patriotismo, ni el calor de sentimientos que estuvieran asociados con los suyos, anheló consagrarse al hogar y á la familia , ínterin pudiera ser nuevamente útil á la patria.
Nuevo Cincinato, se retiró satisfecho á su hacienda de la Noria.
Salvemos algunos años: el general D. Porfirio Díaz ocupaba el alto ])uesto de Presidente de la República, que el amor y la gratitud de los pueblos le habían otorgado.
En 187G empezó aquel período de regeneración, en el cual el alma grande y entusiasta del caudillo rindió homenaje á la memoria de hom- bres-genios, erigiéndoles monumentos que constantemente renovaran su recuerdo.
Las ciencias y descubrimientos que pudieran interesar al progreso nacional, obtuvieron su atención y decidido apoyo; su espíritu reg'cne- rador todo lo abarcó con singular empeño, y con su poderoso impulso se iniciaron las grandes obras del siglo xix, nuncio de universal pros- peridad.
Los dibitados y solitarios campos adquirieron vida y porvenir; bajo el influjo de la veloz locomotora, se ensancharon los horizontes para la industria y para el comercio.
Lnperaron el trabajo, el progreso y la moralidad.
Por todas partes se observaba el aumento de bienestar; la confianza (|ue inspiraba el honrado y heroico jefe del Estado, extingui() todo temor, y durante tan feliz período, Méjico recobró crédito y riqueza.
El amor de los pueblos acompañó al caudillo al retirarse á la vida privada, y jamás fué tan popular como al descender del solio presi- dencial.
240 AMERICANOS CÉLEBRES
XV
En 1884, fué llamado de nuevo á ocupar el poder .supremo, en cir- cunstancias verdaderamente azarosas para la República mejicana.
Las arcas del Estado estaban vacías; la inquietud y el desaliento paralizaban la industria y el comercio, y la desconfianza era 2:eneral.
El arreglo de la Deuda inglesa había promovido serios trastornos, y el horizonte político se presentaba sombrío, tempestuoso y amenazador.
El nombre del general Díaz era la única esperanza, la exclusiva aspiración de todas las clases sociales.
El Presidente, al tomar posesi(5n de su elevado cargo, entabló la lucha con energía nunca desmentida para devolver á ^Méjico el crédito ^ el bienestar y la confianza , tarea dificilísima y para la cual sólo contó con el prestigio de su nombre y con su fuerza de voluntad.
Tales condiciones salvaron al país, y poco á poco éste empezó á reco- brar de nuevo actividad y vida; el Gobierno, con severa economía, con acertadas disposiciones, logró hacer frente á las necesidades nuís urgen- tes, cuales eran el pago mensual de los empleados, viudas, huérfanos y ejército.
La industria encontró protección y estímulo, y la instrucción pública vigoroso desarrollo.
El general Díaz, secundado por sus hábiles Ministros, ' ha estudiado y estudia por sí mismo las cuestiones de interés nacional, y con firmeza, prudencia y moderación, consigue llevar a terreno práctico las reformas que exigen el progreso del siglo xix.
Entre las .varias innovaciones que dejarán eterno y grato recuerdo de la segunda época de su mando, se cuentan las escuelas normales, indispensables hoy en todo país que desea alcanzar S(')lida ilustración.
El eficaz interés de ilustrar á todas las clases, es uno de los mayores méritos del patricio mejicano.
También se registrará como una obra grandiosa de la civilización, la
• El honrado hacendista D. Manuel Dublán, los ilustres genéralos Barardo y Pacheco, el docto D. Manxiel Romero Rubio y el hábil D. Ignacio Mariscal.
PORFIRIO DÍAZ 241
línea del camino de hierro central, que une la República de Méjico con Jos Estados Unidos del Norte, de gran influencia para el comercio y para el progreso material, y la que últimamente ha sido inaugurada también para la gran República, pasando por San Luís de Potosí.
Las condiciones de su carácter le han conquistado general aprecio y cariño. Es el general Díaz franco, expansivo, benévolo, prudente y sagaz. Adviértese en su trato la sencillez y la naturalidad, y en medio de las graves y serias preocupaciones del Estado, siempre encuentra momentos para consagrarse á la amistad y á la familia.
Su hogar doméstico es un santuario, y al lado de su adorable y ange- lical esposa, ^ encuentra la felicidad y el descanso, tan necesarios para el gobernante, á la vez que plácido entretenimiento intelectual, porque la compañera de su vida es tan ilustrada é inteligente como hermosa.
El general Díaz es de temperamento robusto, que resiste á trabajos y á fatigas, cualidad indispensable en el guerrero; su semblante es sim- pático y su mirada tiene extraordinaria viveza y penetración.
Las batallas ganadas, las victorias que engalanan su frente, las ha conquistado, tanto con su valor como por el superior talento militar.
Con su marcha política ha crecido su prestigio, y los pueblos, al pro- rrogar su acertado y benéfico mando, demuestran su gratitud al vence- dor del 2 de Abril de 1867.
Tales son á grandes rasgos las condiciones del magistrado y del hom- bre que hoy, con incansable afán y noble empeño, consolida la futura prosperidad y el engrandecimiento de Méjico.
' Hija del ilnstradd liberal, Ministro de la Gobernación, D. Manuel Romero Rubio.
16
PEDRO II DE BRAGANZA
EMPERADOR DEL BRASIL
A había visitado yo la seductora isla de Cuba, la valiosa perla acariciada por el inquieto mar: ya los aleg'res paisajes de Puerto Kico y la exube- rante vegetación de Santo Domingo, desluni- brando mi vista habían despertado mi admira- ción y entusiasmo por América, cuando en el segundo viaje emprendido para recorrer todo el lluevo continente, llegué á la maravillosa y sin par bahía de Río Janeiro.
La mañana estaba hermosísima : el sol , al mirarse en las aguas del mar, formaba caprichosos esplendores, y las ondas, jugueteando acari- ciadas por el astro rey, se rizaban en vistosas fajas asemejando á lumi- nosos iris de variados colores.
Encías orillas, admirábase la riqueza de aquella tierra tan pródiga- mente dotada por la mano del Creador, y las variadas flores, las plantas y frutos extraños, privilegio de tropicales regiones. La perspectiva era sin rival y nuestros ojos vagaban de la espléndida campiña á la plateada superficie del mar, y de allí á las montañas que encierran la bahía y la prestan caprichosa forma.
En la cima de uno de los altos cerros se destacaba el convento de Santa Teresa , rodeado de palmas y verdes pensiles que disfrutan eterna
PEDRO II DE BRACAXZA 243
primavera: las faldas del monte, en donde tiene asiento Nuestra Señora de Gracia, aparecían cubiertas de flores y como graciosas cortinas bor- dadas por la mano de una hada, los pabellones de follaje, bajo los cuales se camina hasta lleg^ar á la enhiesta roca del Corcobado. La mág-ica galanura , la asombrosa lozanía de los campos y valles que la mirada recorría , regocijaban el corazón y enriquecían la mente con nuevas y luminosas ideas.
II
Entre aquel soberbio conjunto, en aquellos mágicos horizontes, se destaca la ciudad, centro y corte del imperio brasileño: el movimiento es grande; el comercio es próspero é importante; el progreso es notorio en todos los ramos; la ilustración reina en todas las esferas. Las letras y las ciencias han adquirido considerable impulso, y ese imperio joven, vigoroso y rico, goza de universal prestigio y preponderancia merecida.
Con frecuencia se ve en las calles de Río Janeiro, á un hombre sencillo en su vestir, modesto, sin fausto ni aparato, recorriendo las escuelas, llevando el consuelo á los hospitales, visitando las obras públicas y dedicando todas las horas, todos los instantes de su vida al bienestar del país.
Los mendigos acuden á su palacio y reciben apoyo y protección ; los artistas y literatos encuentran en el insigne ciudadano su liberal Mece- nas; toda gran empresa disfruta de su apoyo; toda acción generosa despierta su admiración; los esclavos le deben su emancipación y el Brasil su prosperidad y bienestar. ^
III
En una ocasión, hace algunos años, llegó á la ciudad imperial un viajero francés, y dirigióse al día siguiente al arsenal para visitarlo; familiarmente entabló conversación con un caballero, ([ue se informaba
• Ultimamonto y duranto lii estancia del emperador en Earopa, se abolió por completo la esclavitud ou el Brasil, por decreto de la generosa princesa imperial.
244 AMERICANOS CÉLEBRES
de todo, con prolija atención examinaba los trabajos iniciados y á los menores detalles prestaba paternal interés.
Largo rato permaneció el extranjero cambiando ideas con el noble brasileño, que hablaba de política europea como un diplomático; de la hacienda pública, como hábil estadista; cual hábil industrial, del movi- miento del comercio y de la crisis que éste acababa de pasar, y con profundo alcance de todas las materias más importantes para el Brasil. Bajo apariencia sencilla, encerraba poderoso ing-enio, recto criterio, ideas fijas, revelando patriótico entusiasmo al ocuparse del engrandeci- miento del Imperio. ¿Quién era? El extranjero no se atrevió á pregun- tarle su nombre, y guardó su curiosidad para el siguiente día, pues al decirle pensaba ir á palacio para conocer al Emperador, le dijo sonrién- dose el ilustrado desconocido: «allá nos veremos».
Lentas corrieron las horas para el impaciente extranjero, hasta que llegó la de dirigirse al palacio imperial.
Al entrar en el salón en donde recibía D. Pedro II de Braganza, al fijarse en el semblante del monarca, contuvo una exclamación de sor- presa.
Era su bondadoso interlocutor de la víspera; era el que desde largo tiempo velaba por la paz, por el progreso y honra nacional.
IV
Don Pedro II de Braganza, cuenta hoy sesenta y dos años, y empuña el cetro desde el 23 de Julio de 1840. Su padre, D. Pedro I, fundador del imperio del Brasil, vióse obligado, por la hostilidad de los partidos, á abdicar en favor de su hijo que contaba apenas ocho años, y á dejarlo en poder de una regencia , cuando se embarcó para Portugal.
Las opiniones se desencadenaron durante la menor edad del Empera- dor, y serios trastornos precedieron á la era de reformas y de libertades iniciadas por el joven soberano, al tomar con mano firme las riendas del Gobierno; y desde esa época, la riqueza, la ilustración y el orden, han tenido su albergue en el lozano suelo brasileño. La paternal solici- tud del demócrata y benévolo Emperador, se extiende por todas las esferas, y no velada ni escondida, sino al alcance de pobres y ricos^
l'KDKO II DE IJRAOAXZA 245
hidalgos y plebeyos. A su presencia acuden todos, y jamás se da el caso de negarse á recibir ni aun al más humilde que solicita su augusta pro- tección; por eso es el más popular de los gobernantes.
Cuéntanse conmovedoras historias, interesantes episodios, que ponen de relieve la justicia y bondad de D. Pedro II. En sus largos viajes por Europa, revela á cada instante la alta capacidad que tantos bienes ha prodigado en el Brasil, y el fácil manejo de varios idiomas que le son completamente familiares.
¡Qué espectáculo tan prodigioso sería para los antepasados de don Pedro II, el de la llaneza y sencillez de su egregio descendiente v el de su íntima comunidad con el pueblo! ¡Qué hermoso siglo que tales prodigios cuenta !
El imperio del Brasil es una república por la libertad de acción que reina, por la igualdad bajo el amparo de la ley, por el espíritu de demo- cracia que rebosa en las masas. El pensamiento se expresa sin trabas, y el ciudadano respeta, venera y ama al primer magistrado de la nación.
¡Feliz el hombre que ceñida la frente por imperial corona, ha sabido rechazar rancias costumbres, impopulares preocupaciones, para identi- ficarse con las ideas, con las grandiosas aspiraciones y con las tenden- cias elevadas y justas del siglo xix!
EL GENERAL HARRISON
PRESIDENTE DE LOS ESTADOS Ux\IDOS
OKRÍA el siglo XVII, cuando emigró de Inglaterra á
los campos de Virginia un noble inglés descendiente
de sir Tomás Harrison , compañero del célebre
Cromwell y uno de los que firmaron la sentencia de
muerte del infortunado Carlos Estuardo.
La tradicié)n ó el espíritu novelesco, hace remontar el origen de la familia Harrison á la virgen india Pocahontas, la generosa amiga de los rostro-^ páJidos^ hija del rey de Powhatan, poderoso señor de varias tribus guerreras , feroces y en continua pugna con los mohicanos.
Habitaba la hermosísima gacela del desierto, en las feraces tierras que hoy forman el Estado de Virginia, teatro también en 1607 de las proezas y aventuras del capitán Smith, á quien la princesa india salvó dos veces la vida. ^
Con sangre indígena en las venas ó de pura raza sajona, es lo cierto que los antepasados del general Harrison, han tenido gran influencia política y disfrutado de los dones y protección de la fortuna.
' Pocahontas. En la obra América y iiis mujeres.
EL TtEXERAL HAREJSSON
EL GENERAL HARRISON 247
Beiíjfimíu Harrison, distiiig-uiÓHe como diputado en el memorable Congreso de 1775, y su firma se encuentra en el acta de independencia.
Guillermo Enrique Harrison , abuelo del que hoy es Presidente de la <>"ran República, fué campeón de la libertad, con las armas en la mano en el campo de batalla y con la palabra en el Congreso, conquistando después como primer Gobernador de Indiana, esclarecido nombre.
Diez y seis años desempeñó aquel dificilísimo carg'o, en lucha con los indios y con los ingleses.
Haré corta digresión, para consagrar algunos renglones á un indio notabilísimo y que asemeja á los guerreros de remotas edades.
II
Había en 1<S11 una tribu indígena, establecida desde 1808 en las ori- llas del Tippecanoe, y que tenía por caudillo á Tecumseh, indígena de gran valor y de reconocida capacidad militar. A las sobresalientes cua- lidades para la guerra, reunía otras que le hicieron célebre entre los rosh'OH pálidos , á los que odiaba con todas las potencias de su alma.
Ensalzábase su generosidad v templanza en la victoria, sus elevados sentimientos y la sinceridad de su carácter.
Ayudábalo en la cruzada contra los americanos, un hermano suyo llamado «El profeta de AVabash», que entre los suyos gozaba de gran influencia, cimentada en sus predicciones y en la severa austeridad que le distinguía.
En la mente de Tecumseh había surgido un pensamiento grandioso: el de formar con todas las tribus una liga, una alianza, una confedera- ción contra el enemigo común , y tal vez el esforzado indio hubiera conseguido su objeto, sin el imprudente ataque contra las tropas de Harrison, las que diezmaron las filas de los indios, sembrando entre ellos la desconfianza y el terror.
Hallábase á la sazón Tecumseh en el Sur, ocupado en dar ensan- che á su plan de unión entre las tribus, cuando su hermano, excitando el fanatismo de los indígenas, y poniéndose á su cabeza, acometió el campamento de Harrison, que estaba preparado á la defensiva.
248 AMERICANOS CÉLEBEES
ínterin se batían con bizarra temeridad, los alentaba el Profeta, situado sobre una colina y entonando un canto de «xuerra.
Harrison y sus tropas ganaron la batalla, y no conoció límites la rabia y desesperación de Tecumseh al tener noticia del desastre. Su odio y su deseo de venganza llevaron al caudillo indígena, en 1812, á las filas inglesas, en las que combatió sin tregua contra los americanos, haciendo prodigios de valor, sobre todo en el sitio del fuerte de Meigs.
Cuéntase que con su hacha de guerra , dividió en dos la cabeza de un jefe de los vvyandotes, castigando su crueldad con los prisioneros.
— Es una cobardía, — exclamó, — asesinará un hombre indefenso:
El denodado y heroico indígena , murió en la batalla de < Thames » acaudillando á sus indios. Las hazañas de Tecumseh y su gloriosa muerte, hacen de él un héroe legendario.
El victorioso general Harrison, subió poco después hasta el solio presidencial, el 4 de Marzo de 1841, ti los setenta y ocho años de edad.
El 4 de Abril, es decir, un mes más tarde, exhalaba el último suspiro.
ÍII
Tenaz y reñida ha sido la lucha entre el partido demócrata y el republicano, para conseguir el triunfo del general Harrison, nieto del vencedor de «Thames».
El Presidente, (jue debe ocupar en ]\larzo de 1889 la Casa Blanca en "Washington, nació en el Estado de Ohío en 183o, en la casa de su abuelo el presidente Harrison, y á los catorce años ingresó en un colegio cer- cano á Cincinati; pasando desde allí á la Universidad de Oxford en Ohío en donde se le consideraba como joven inteligente y estudiante laborioso.
Antes de completar sus estudios, había contraído matrimonio con la señorita Carrie, hija del director de la Academia de señoritas de Oxford. (Young Iridies Acaclcmyj.
Recibido ya de abogado, practicó en Cincinati la Jurisprudencia, y al llegar á su mayor edad, contaba, con trescientos pesos que le entregó su padre y ochocientos que heredó de una tía, trasladándose con tan
EL GEXKRAL IIAIIRI80X 249
exiguo capital á IiidianápolÍ8, en 1854, en cuyo punto ne avecindó con su joven esposa.
Abierto su bufete y no teniendo aún reputación, no era fácil que abundaran los clientes, y hubo de aceptar el empleo de pregonero del palacio de Justicia con tres pesos y medio diarios, y sin esto indudable- mente la situación de Harrison hubiera sido muy precaria.
A([uel sueldo fué el primer dinero que había ganado en su vida.
Defendió después una causa por robo, y con ella comenzó su reputa- ción de abogado, y á pesar de que el tiempo había -sido muy corto para prepararse , pues por ausencia del defensor se le había encomen- dado á él, hizo una gran defensa y ganó, consiguiendo que se condenara al culpable, aun cuando su compañero y adversario AVallace , hubiera hábilmente tratado de salvar á su defendido.
Por aquel entonces fué nombrado Relator de la Suprema Corte con un sueldo de dos mil quinientos pesos, y en tal ocasión sostuvo á gran altura un asunto que versaba sobre terrenos pantanosos. Su fama como orador enq:>ezó á crecer, y ya como abogado fenía también gran prestigio.
En 1862, se alistó como voluntario en la guerra separatista, y formó una compañía que fué destinada al regimiento 17, el cual, más tarde, mandó Harrison como coronel.
Careciendo de conocimientos militares, estudió con ahinco y aprove- chamiento, hasta el punto de que sus subalternos fueron modelo de excelente disciplina y llegaran á tener en su jefe ilimitada fe y con- fianza.
Afanábase Harrison por el bienestar de sus soldados, y éstos le adoraban.
Su })rimer combate fué en Bowling Green , defendiendo el Sur de Indiana contra el famoso guerrillero Kirby Smith.
Más tarde, en Later y Resaca, se distinguió también en una brillante carga, no sin que en ella perdiera una parte de sus soldados, que fueron muertos ó heridos.
En Peach Tree Creek, fué tal su bizarría, que el general Hooker le felicitó en el campo de batalla, diciéndole:
— Por Dios, Benjamín Harrison, ({ue por esta jornada os he de hacer brigadier.
Y el veterano cumplió su oferta, pidiendo al Ministro el ascenso.
250 AMERICANOS CÉLEBRES
IV
Ceñido con el Laurel de la victoria, volvió á ocupar su puesto como Relator de la Suprema Corte de Indiana, y rehusó en 1808 la reelección para consagrarse al foro.
El gobernador de Gadlove, S. Orth, no estaba de acuerdo con las miras financieras del partido republicano, y Harrison fué nombrado para sucederle.
A pesar de su poca ambición, fué electo Senador con la mayoría de dos mil votos, haciéndose entonces notable como orador.
En 1887, al perder la elección ])ara la senaduría, recurrió modesta- mente á su bufete.
En Junio de 1888 se hizo su elección en Chicago para presidente de la República, v á la verdad que no produjo gran entusiasmo; pero su conducta digna y discreta le aseguró el triunfo, y los discursos basados en los más austeros principios republicanos, y el tacto y la delicadeza (|ue desplegó para no herir ni atacar personalidades, lo consolidaron.
Indiana es un Estado de combate y esencialmente republicano, y la victoria del ilustre candidato de aquel partido era segura, hasta el extremo de haberse cruzado grandes apuestas, no sólo en los Estados Unidos, sino entre los norte-americanos residentes en el extranjero.
Una de las más importantes es la de Mr. Hutch's de Nueva York^ de veinticinco mil dollars (duros), por el general Harrison, y otra de G. R. Clarke, comerciante en granos, en la que arriesgaba todo su haber.
El partido demócrata, personificado en Mr. Gróver Cleveland, ha sido vencido, no sin haber disputado lealmente palmo á palmo el terreno á sus adversarios.
La contienda de ambos partidos, ha sido contienda de ideas más bien que de individualidades; campaña de principios proteccionistas y librecambistas.
De los primeros ha sido el triunfo.
La cuestión palpitante de tarifas y la de Hacienda, será el campo de batalla de los dos combatientes, y como proteccionista, hará el Gobierno
EL gf:xp:kal harrisox 251
la guciTíi de idca.s, y puede añniiarse que la lucha será ruda y reñida y no de tan fácil solución })()r los inconvenientes con que ha de tropezar, el nuevo supremo nia<2,istrado de los Estados Unidos del Norte América.
Un macero del Senado, Canady, que en épocas anteriores conoció á Harrison ocupando su puesto en la Cámara, ha dicho que el ])eríodo administrativo del nuevo Presidente, ha de ser fecundo en honra y pro- veclio de los hombres (jue valen, por([ue tendrán fácil acceso en el ser- vicio civil, sin distinción de partidos y sólo fijándose en el mérito.
El general Harrison, llega pues al poder con el prestigio de su carácter austero, grave y reflexivo; con los antecedentes de grandes servicios hechos por él y por su familia; con la superioridad que presta el talento y rodeado por los hombres eminentes que militan en las filas republicanas.
Admiradora soy de la gran República que ha llegado á ocupar el primer puesto como nación y ha conquistado crédito, preponderancia y fabulosa ri([ueza , por un progreso siempre creciente y por un espíritu de empresa y de portentosa innovación, siempre en aumento.
A esa rápida prosperidad, á ese bienestar que se traduce en el res- peto universal que inspira la vasta porción del territorio americano, que compone los Estados Unidos del Norte, han contribuido los hombres que desde ^^'áshington á Lincoln, y de éste hasta hoy, gobernaron con sabia justicia y se hicieron merecedores de general estimación.
A juzgar por el })asado del general Harrison, parece indudable que legará á la historia norte-americana, una página más de nobles recuerdos.
RAFAEL NLTÑEZ
TRESIDENTE DE LA KEPÜBLTCA DE COLOMIUA
R0CLAMÁ1ÍA8E cii Aiiiérica el principio de independencia. Todo eran alegrías })or los triunfos alcanzados y nuevas lisonjeras esperanzas para Colombia, que miraba, después de tenaces y titánicos esfuerzos, caer el coloniaje y surgir brillante y glorioso por- venir.
Corría el año de 1825, cuando en la costa colombiana, en la valerosa é histórica Carta- gena, capital del Estado de Bolívar, nació el 28 de Septiembre un niño, acariciado por patrióticas brisas y al calor de los primeros fulgores del sol de la libertad.
Pasó la infancia de Rafael Núñez y empezó éste muy joven á tomar parte activa en la vida pública, distinguiéndose entonces por principios del más acendrado liberalismo é ideas altamente republicanas.
Colombia había sido teatro de grandes evoluciones políticas. La gran República ya no existía: sucumbió al sucumbir Bolivar, allá en 8an Pedro Alejandrino, solo, triste y lleno de amargura.
RAFAEL NUNEZ
RAFAEL Xl'XKZ 253
La proclamación del sistema federativo que tuvo lugar en IS-IO, en a([uellas provincias ([ue formaban la regiíni colombiana, fue más bien una reacción contra los hombres que dominaban al país.
En 1849, el doctor Núñez fundó en Cartagena y redactó hasta 1853^ el periódico La Democracia, á la vez que era colaborador asiduo de gran número de publicaciones en América , muchas firmadas con el seudónima David Olmedo. ^
En 1851, surgieron de nuevo grandísimos desórdenes para derribar al ])robo y liberal general J. Hilario López, v en 1854, después de un motín encabezado por el general J. M. Meló, fué depuesto el presidente José María Obando, entrando á ejercer el poder ejecutivo el 8r. J. Obaldía, y á corto espacio, el vicepresidente ^l. 31. Mallarino, hombre de carácter suave, conciliador, y á propósito para calmar la efervescencia de los partidos y gobernar á la República con la ley por norte, y el orden y la paz por bandera.
D. Rafael Núñez, Plata ^ y Pombo, fueron los ministros que para g'loria y bien del país, ayudaron durante dos anos á la obra de pacifica- ción y de tolerancia, que dio á Colombia días bonancibles y esperanzas de que se consolidaran en lo futuro, y á decir verdad los servicios pres- tados por el I)r. Núñez, en aquella sabia época administrativa, han sido la página más bella de su vida política.
1 1
En 1853, la Convenci()n reunida en Río Negro dict(j la nueva consti- tución federal, no sin haber luchado con dificultades que parecían casi invencibles; y desde esa época y durante diez años, siguió el país su marcha constitucional y se sucedieron los presidentes hasta 1875, en que por vez primera el partido llamado ¡ndcpcndientc, presentó la candida- tura del Dr. Rafael Núñez, que había desempeñado diferentes y elevados cargos en Europa y en Colombia. El triunfo, sin embargo, fué del doctor
' No confundan niipstros lectores esto seiiilónimo con el apelliilo del gran poeta ectiatoriano Olmedo.
- D. José M.-' Plata, nno de los hombres notaliilisimos de Colomliia, un genio privilegiado, fignra tan distin- gnida como simiiática, mnerto siendo gobernador do Cnndinamarca, en el combate del 18 do Julio do ISal contra ol presidente Ospiua, en el ataque para ocupar Bogotá, capital de la Unión.
254 a:\iericaxos célebues
Aquiles Parra. A este presidente sucedió en 1878, el caballeresco oeneral Trujillo, y en las elecciones de 1879 para 1880, obtuvo la victoria Núñez y ocupó la presidencia de la República.
Sus propósitos fueron iniciar una era de regeneración y de reformas político-administrativas, y al concluir su cargo presidencial, entregó el mando al austero Dr. Zaldúa, y pudo considerarse satisfecho ante el deber cumplido y lisonjeado por la confianza pública, que lo eligió presidente del Estado de Panamá y primer designado para la presidencia de los Estados del Magdalena y de Bolívar.
En 1884, se vio electo de nuevo para la suprema magistratura, v el período fué borrascoso, fecundo en desórdenes y luchas en el Estado de Santander, y en conatos de rebelión en distintos puntos de la Repú- blica, los que dieron margen al famoso decreto del 10 de Septiembre de 1885, por el cual se convocaba un Consejo nacional, que debía reunirse el 11 de Noviembre para reformar la constitución, reforma llevada á efecto después de someter las bases al pueblo colombiano por medio de las municipalidades, al propio tiempo que se apelaba al voto popular, })ara la elección presidencial hecha en favor del Dr. Rafael Núfiez.
Las bases constitucionales, así como la elección, fueron aprobadas unánimemente por los municipios, y poco después acordó el Consejo la nueva constitucitni , que se expidió el 4 de Agosto de 188G. Ella centra- liza por completo el gobierno de la nación, presta al presidente amplias facultades durante el espacio de seis anos y autoridad casi dictatorial.
Un conocidísimo é ilustre colombiano, dice refiriéndose á la constitu- ción mencionada: «Permite la elección para el Congreso de los emplea- dos ejecutivos, lo que unido al vpto^ más eficaz ahora que antes, da al presidente una inñuencia preponderante en la acción legislativa».
Parecerán tal vez estos detalles ajenos á este boceto biográfico; pero perteneciendo la época presidencial de D. Rafael Núnez, á la historia contemporánea colombiana, pueden ser útiles, cuando el tiempo pase y se juzguen los hechos con entera libertad y justicia; pues sabido es que los acontecimientos trascendentales en la historia de los pueblos y en la vida de los hombres públicos, no pueden presentarse bajo el verdadero punto de vista, sino cuando la posteridad los juzga y da su fallo con imparcial y recto criterio.
RAFAEL XUXKZ
III
Es el Dr. D. Rafael Núuez, iiu escritor profundo y filosófico, un inspirado y notable poeta, de fácil decir y de gran precisión en los conceptos; tienen sus poesías un estilo correcto y bello, especialísima forma y la idea investigadora del pensador.
A veces discurre el bardo colombiano con aquel idealismo que brota del corazón al impulso de ilusiones y de esperanzas, ó de dulcísimo y amo- roso arrobamiento. En muchas de sus composiciones adviértese el anhelo de adivinar lo misterioso, lo desconocido; de penetrar en los arcanos y resolver los problemas filosóficos; pero en la mayoría de sus escritf)s se destaca, se revela algo indescribible, desánimo, cansancio, hondo aba- tiniiento, la aspiración á todo, ó el profundo abrumador hastío de una existencia sin luz, de una alma que lucha y duda, de un pensamiento que avanza hasta lo imposible y de repente retrocede ante la magnitud de su osadía.
Tal es á grandes líneas el boceto del escritor y del hombre público.
Cuando el hielo de la tumba pese sobre ambos, cuando el filósofo literato y el astuto gobernante haya conocido el secreto de la eternidad, entonces las futuras "'eneraciones consijínarán el severo ó benévolo fallo, descartado de entusiasmo parcial hacia el poeta , y fruto de la fría razón y del estudio concienzudo de la época administrativa de los hechos y de la marcha política, del magistrado.
BARTOLOMÉ MITRE
ODA América conoce desde hace larg-o tiempo, al .soldado, al poeta, al gobernante, historiador y periodista, que en 1888 y cuando apenas contaba diez y siete años se batía (ya ca})itán) en el sitio de Montevideo, á la vez que pulsaba la lira con bri- llante inspiración.
Su vida ha sido accidentada , caprichosa , si so nos permite esta frase, y combatida por extrañas alternativas.
A los veintidós años lo vemos ascendido á teniente coronel por su bravura en el sitio de la capital del Uruguay, y poco después emigrado en Bolivia y organizando con actividad y celo el Colegio militar, por orden del ilustre vencedor de Ingavi, general Ballivián, presidente entonces y protector y amigo del ínclito y valiente Mitre.
II
No tardó en presentársele ocasión para corresponder como bueno á los favores recibidos.
El Gobierno de Bolivia, empeñado con el del Perú en una contienda comercial, relativa á los exorbitantes derechos impuestos por el general
BARTOLOMÉ MITRE
BARTOLOMÉ MITRE 257
Castilla al comercio de tránsito en la frontera del Sur, había determi- nado resolver la cuestión por medio de las armas, y no menos decidido el peruano, se preparaba á la guerra , cuando una revolución acaudi- llada por el coronel M. Y. Belzu, hizo triunfar, sin combatir los planes de Castilla.
iir
El Congreso de 1847, negó su voto para la guerra con el Perú, impo- pular en Bolivia, y esto unido á otras causas ajenas á esta biografía, produjeron descontento en todo el país, dieron vuelo á las pretensiones del general Belzu, y llegaron hasta invadir el palacio de la Presidencia intentando derrocar al general Ballivián.
Belzu, sin embargo, no triunfó por entonces: inseguro de sus solda- dos y viendo que al aproximarse dos batallones vacilaban, ^ huyó aban- <l()n;indolos, aun cuando no para desistir de su propósito.
Deseoso Ballivián de acabar con la revolución, salió para el Sur y alcanz(') la victoria en la batalla de Mtichí , contra las tropas del general Agreda.
Encontrábase en aquella acción el teniente coronel Bartolomé Mitre, (pilen, dirigiendo la artillería, se batió valerosamente conquistando gloria y honores, á la vez que nuevas muestras de aquella deferencia y afecto del jefe supremo.
IV
A pesar de la derrota sufrida por los jefes rebeldes: de la paz con el Perú celebrada en ese mismo año de 1847 y del tratado de libre comercio para ambos países, el descontento crecía. Xo se detuvo la marcha de la revoluci()n. y Ballivián, para evitar los conflictos de la guerra civil, abandon») el país.
' Ram()x Sotomayok Vai.uks: Ks'nilios históricos de Iloliviiu
* 17
2oK AMERICANOS CÉLEBRES
V
Mitre, arrastrado á su vez por la fuerza de los aconteciuiientos, emig-ró á Chile y se hizo cargo de la direcci()ii de El Mercurio, de Valparaíso.
Ya en distintas épocas había pertenecido á la prensa, y eran cono- cidas la severidad y firmeza de sus principios, pero éstos precisamente estaban en completo desacuerdo con los del (Gobierno, y la oposición batió palmas al verse tan vigorosamente apoyada.
La estancia de Mitre en Chile fué corta, y las playas peruanas dieron asilo al desterrado periodista argentino.
VI
Llegó el año 1852, memorable para la República Argentina. El absolutista Rosas, después de más de veinte años de tiránico mando y retrógrado despotismo, estaba amenazado por fuerzas argentinas v extranjeras. El Brasil y el Uruguay habían celebrado un tratado de alianza con la provincia de Entre Ríos, para combatirlo y derrocarlo.
El general I r(piiza, ({ue había sido uno de los mas celosos servidores del Dictador, era entonces implacable adversario; las tropas aliadas estaban bajo sus órdenes y se componían de veintiocho mil hombres; con ellas pasó el Paraná, y la célebre batalla de Monte Caseros liberte') á Buenos Aires de aquella dictadura detestada.
VII
Mitre había acudido también al llamamiento de la patria: ardiendo en entusiasmo y en valor, atravesó los Andes con algunos compañeros que, como él, deseaban la caída del Nerón americano.
BARTOLOMÉ MITRP: _ 250
A SU Iletrada se le confirió el mando de la artillería uruguaya en el ejército aliado y su acierto y arrojo contribuyeron á la benéfica victoria.
Diputado después á la legislatura de Buenos Aires, tuvo en ella el cimiento de su prestigio político, y éste creció cuando en 1853 fué Ministro de la Guerra, y tomó parte activa desde entonces en todos los grandes acontecimientos que se desarrollaron en el país-.
La guerra entre la provincia de Buenos Aires y las demás de la Con- federación Argentina, llevó á Mitre al campo de batalla, y aun cuando vencido en Cepeda por Urquiza y sus tropas, ajustó la paz ventajosa para la capital y su distrito, quedando con mayor poder y soberanía que anteriormente y logrando el triunfo en la derrota.
VIII
Pero se encendió de nuevo la tea de la discordia: volvieron los parti- dos á buscar en las armas la solución del problema, y la batalla de Pavón, ganada por las tropas bonaerenses al mando del general Mitre, derrocó al Gobierno de la Confederaci(')u, siendo el vencedor encargado del mando, desde Abril de 18G2 hasta Octubre, en que tomó posesión de la presidencia de la República. LlauK) á su lado para dirigir la adminis- tración del país, á los hombres más ilustrados y progresistas.
La probidad, la rectitud, el amor á las innovaciones, la sed de pro- greso y la protección á las empresas de utilidad nacional, dominaron durante los seis anos que el esclarecido argentino estuvo desempeñando la suprema magistratura.
Entonces la locomotora lleve) la civilización y el movimiento por cam- pos y aldeas: los hilos eléctricos facilitaron la comunicación del pensa- miento y desarrollaron el comercio y la industria.
260 AMERICANOS CÉLEBRES
XI
La activa inteligencia del gobernante, no podía descuidar ni desco- nocer la importancia de la instrucción pública, y numerosas escuelas se abrieron en toda la extensión de la República, brindando alimento inte- lectual á miles de seres que más tarde han sido y son ciudadanos emi- nentes y hombres útiles en el hogar y en la sociedad.
Antiguos y abandonados edificios sufrieron total transformación, y se destinaron á escuelas y clases de enseñanza su})erior.
En las provincias, hábiles gobernadores secundaron al jefe del Estado y dieron impulso á la creación de escuelas y colegios, alentando y estimulando á la juventud y á las familias para empresa tan meritoria y benéfica.
X
Por entonces el buen acierto del Gobierno, se manifest(') también al enviar como ministro plenipotenciario á los Estados Unidos del Norte, al benemérito é insigne D. Domingo Sarmiento, que, con prolijo é incan- sable afán, se consagró á extensos estudios de educación popular, sistema de enseñanza y organizaciíui de bibliotecas nacionales, conocimientos que después fructificaron en tierra argentina.
Mitre fué también protector de las letras, á las cuales ha rendido y rinde verdadero culto.
Sus ideas y sus costumbres le hicieron amable y (pierido de la clase más culta y elevada de la sociedad bonaerense, y ser respetado y con- siderado por el pueblo.
Sobrevino la guerra del Paraguay contra el Brasil: la actitud de a(juel Imperio, al ocupar el territorio oriental, no podía menos de alarmar al presidente Solano López, quien no vaciló en romper las hostilidades contra el poderoso vecino, solicitando del Gobierno de Buenos Aires el permiso para el paso de las tropas por la provincia de Corrientes.
BARTOLOMÉ MITRE 261
El presidente neg'ó la íiutorizacióii pedida, y como se aiilonierabaii fuerzas hacia las fronteras aro;entinas, pidió explicaciones al presidente paraguayo; la contestaci(5n, fué declarar la guerra.
IX
Aliados con el Brasil la República Argentina y el Estado Oriental, empezaron la célebre campaña en la cual Mitre era general en jefe del ejército.
Pertenecen á la historia de América, los detalles de aquella guerra de cinco años, que asoló el Paraguay y puso de manifiesto el titánico valor de sus hijos, su abnegado patriotismo y la obstinación heroica de su carácter.
Las naciones aliadas no sufrieron menos que el enemigo, y se batie- ron con bizarro empeño, descollando el general Mitre por su talento militar y sabia dirección.
La guerra del Paraguay terminó en 1870, cuando ya el intrépido Mitre había concluido su período presidencial, poniendo el })aís en manos del modesto cuanto ilustre Sarmiento.
El general Mitre salió del palacio de la Soberanía nacional, satis- fecho y tranquilo: había cumplido con su deber de ciudadano, y salu- daba con gratas esperanzas la nueva aurora, pues el que le sucedía, albergaba grandes méritos que eran garantía para el porvenir de la patria.
En 187í), desempeñó en el Paraguay y en el Brasil elevada misión diplonuítica, y en 1874, su inmenso partido lo aclamó candidato para la presidencia, á la vez que lo era también el T)r. D. Nicolás Avellaneda, ([ue bajo la administración de Sarmiento, había desempeñado el ]Minis- terio de Instrucción Pública, con honrosos resultados.
t2(;-2 AMERICANOS CÉLEBRES
XII
La fortuna abandonó al general Mitre en las urnas, y la derrota lo impulsó á la revolución: vencido también y prisionero, fué objeto de grandes manifestcáciones de simpatía, y el bello sexo bonaerense, en lo general initr¡.^t((^ lo colnn') de agasajos y le visitó asiduamente durante su corta prisión.
Por entonces me encontraba recién llegada á Buenos Aires, y recuerdo la advertencia de un amigo mío, ^ al manifestarle mis sim- patías por el ilustre })reso.
— Usted acaba de llegar, — me dijo — j ya la veo en camino de ser mitrista.
— Las señoras no pueden singularizarse en política, ni mezclarse en luchas de ])artidos; no es esa su misión, y no lo comprendo sino tratán- dose de sublimes causas de independencia, ni aiin me sería posible, sobre todo en país extranjero.
— Ninguno de los de América, puede calificarla á V. así, pues en todo se la considera americana, y seguramente antes de corto tiempo la veremos á Y. afiliada con los revolucionarios, — añadi(') sonriéndose.
XIII
Pocos días después, un pueblo inmenso rodeaba al general ^litre libre ya, y lo acompailaba hasta su hogar doméstico; allí, hermosas mujeres, ideales bellezas dignas del pincel de Rubens, rodeaban á otra dama arrogante, distinguidísima y hermosa también: su semblante expresaba regocijo y amorosa emoción, sobre todo cuando el General penetró con numeroso acompañamiento en el gran patio de la casa, y de allí al espacioso salón.
Era Delfina Yedia de Mitre, la esposa modelo, la compañera del poeta y del hombre de Estado.
' Un fálel^ro .ar.?entino quo ya no existe, iin iii5iñra:lo posta y sabio político.
BARTOLOMÉ MITUK 20:^
En aquella época contaba cincuenta y tres años el noble hijo de Buenos Aires; era esbelto, delgado, de estatura algo más ([ue mediana, ojos vivísimos y expresivos, amable en su trato, ameno en la conver- sación, en la cual revelaba la gravedad del hombre político, la elocuencia del escritor y la fantasía del poeta.
XIV
Sus obras son muchas y de gran valía, siendo una de las más impor- tantes, La vida (le íirhirdiio, el campeón de la independencia argentina: llinmx^ colección de poesías; infinitas composiciones publicadas en peri(klicos; la correcta oración fúnebre, E)i el rcideiiario de Rivadavia^ bellísimo trabajo, admirable retrato hecho con pincel magistral: El Pino de Sfin Lorenzo: las eruditas comprobaciones históricas relativas á Bel- grano, los curiosos é interesantes artículos titulados Lo.s* Bibliófaf/os; Recuerdos del osedio de Monlevideo, precioso episodio histórico, y otras producciones, gloria del escritor y honra de la literatura argentina.
XY
El general Mitre ha tenido y tiene benéfica influencia en la prospe- ridad é ilustración de la República; su nombre pasará á la futura gente entre los de aquellos varones justos, probos, de acendrado patriotismo y de amor al progreso, que desde mediados de este siglo han ocupado en América el solio presidencial.
LUIS BOGRÁX
PRESIDENTE DE Li REPÚBLICA DE HONDURAS
¡aí'k') en Santa Bárbara el o de Junio de 1S4Í), perte- neciente á una familia de po8Íci('>n desalioj^ada y de respetables antecedentes.
En la ciudad de Coniayag'ua siiiuió sus estu- dios, después de haber recibido la primera ense- ñanza en su ciudad natal.
Distinguióse el joven estudiante en la facultad de Derecho, Filosofía y Letras, pero sus aspira- ciones le llevaban á la carrera militar, la ([ue abandouíj en 1871 para buscar en (iuatemala, fuentes más ricas en donde beber la ciencia administrativa del Derecho internacional; })ero patriota antes ([ue t(jdo, regresó /i Honduras cuando vi(') amenazado el orden, para poiu-r su brazo y su espada al servicio de la patria.
La defensa de la fortaleza de Omao contra las troi)as aliadas dc^ (uiatemala y del Salvador, es una de las glorias del joven oñcial, (¿uien^ pacificado el país, fué nombrado por el presidente Medina, gobernador del departamento de Santa Bárbara.
Debía Bográn haberse encaminado á Guatemala, en 1S7(), como secretario del Congreso centro-americano; pero alterada de nuevo la
LUIS ]U)aRAN
LUÍS ]50(!RÁX 2G5
paz en Honduras, fué uno de los que más activamente tomaron parte en la lucha.
Más tarde volvió Bog'rán á Guatemala, y el presidente Rufino Barrios, cautivado por las bellas cualidades del joven hondureno, le elevó al g-rado de general en el ejército guatemalteco.
Bográn rehusó el nombramiento.
Bajo la presidencia de Marco Aurelio Soto, desempeñó una vez más el gobierno del departamento de Santa Bárbara, distinguiéndose por su recta administración, y por el bienestar que le debió el país.
En 1878, salió para Europa como representante oficial de su (lobierno, en la Exposición internacional de París.
Las grandes fábricas de Alemania, de Inglaterra y de Francia, reci- bieron sucesivamente la visita del general Bográn , adquiriendo en a([uellos centros, profundos conocimientos que más tarde debía utilizar en beneficio de Honduras, en donde á su regreso de Europa, fué electo Diputado y Secretario del Congreso nacional.
Ajenos son de este perfil biográfico y reservados están para la histo- ria, los acontecimientos políticos que hicieron abandonar el mando del suelo patrio al presidente Marco Aurelio Soto, elevando al general Bográn al alto puesto (j[ue aun hoy ocupa, en el cual se encontr(^ frente á frente con grandes dificultades ante las cuales se i)aralizaba la marcha del (Tobierno.
El patriotismo de los hondurenos salvó la situación, poniendo en manos del general Bográn, respetables cantidades para equipar el ejér- cito y defender al país, amenazado por nuevos disturbios que felizmente carecieron de trascendencia, dejando libre al Presidente para ocuparse (le la creaci(')n de caminos, de colegios, de empresas de caminos de hierro, de canales, de reforma de leyes y de instrucción pública, y del general impulso de esa regi(')n tan rica en elementos, y cuya naturaleza pr(')(liga y galana le asegura un porvenir próspero y brillante.
La patria de ]\rorazán ha teuido completa transformaci<)n, y la indus- tria y el comercio, se encuentran hoy florecientes, gracias á la importancia (jue obtienen en el extranjero.
Fué el Gobierno de Honduras, pI lutico que en 1885 se adhirió al plan del general Barrios, cuando este presidente publicó su atrevido Decreto del 28 de Febrero, declarándose jefe supremo militar de las cinco repú- blicas, y proclamando la üni(')n centro-americana.
•2G{} AMERICANOS CÉLEBRES
Bográii y la le<>'islatura de Honduras, apoyaron á Barrios hasta el momento en que éste, inyadió el suelo salyadoreño y encontró la muerte en las trincheras de Chalchuapa.
El audaz Decreto del 2<S de Febrero, fué derog'ado por la Asamblea guatemalteca, volviendo á reinar la paz y concordia entre las cinco vecinas repúblicas que tal vez en no lejano día formen un í>randioso todo, creado no por la fuerza, sino por el patriotismo y abne<»ación de sus hijos, por el interés general y por el convencimiento de que la América Central bajo un solo gobierno, llegaría ;í ser una nación tan importante, como rica y considerada.
El general Bográn, es hombre de carácter enérgico, pero refractario íí las luchas civiles que tanto han influido y tantos danos han causado en los pueblos hispano -americanos.
Así, pues, la tarea del actual presidente hondurei'io, si ])ien difícil no es irrealizable, y con perseverancia y generoso esfuerzo conseguir;! llenar su generoso prop(')sito.
h
ANICETO AECE
ANICETO ARCE
PRESIDENTE DE LA IiEPUP»LICA DE BOLIYIA
[É en Bolivia, en la región hija predilecta de aqnel hombre extraordinario qne formó naciones y eman- cipó pueblos por la fuerza de su voluntad y de su brazo, en donde vio la luz primera en 17 de Abril de 1824, el dignísimo ciudadano que á grandes rasjíos vamos á biog-rafiar.
Envanécese Tarija de haber sido su ciudad natal, y la Universidad de Chuquisaca de haber brindado más tarde sus fuentes de sabiduría al joven Aniceto Arce, y contribuido á los brillantes resultados obte- nidos por el inteligente estudiante, hasta premiarlos con el grado de doctor en Leyes.
El carácter grave, reconcentrado, y las tendencias del laborioso boli- viano, le impulsaron al estudio de las Matemáticas, en las cuales hizo rá})¡dos progresos, así como aun muy joven conquistó tras breve plazo merecido puesto en el campo de la política ocupando elevados cargos, en los que sobresalió por su espíritu innovador, su rectitud administrativa y su nunca desmentida probidad.
Dotado de enérgica entereza, austero en el cumplimiento de su deber, constante en sus ideas políticas, fué como diputado, consejero general y prefecto del Litoral, fiel sostenedor de las leyes: y sufrió por ello des-
268 AMERICANOS CÉLEBRES
fierros y vejaciones, á la par que adquiri<^ el respeto y estimación de los hombres beneméritos de la patria y justa popularidad.
II
El 14 de Enero de 18G1, un golpe de Estado derrocó la dictadura del doctor Linares, y meses más tarde (el 1.*^ de Mayo) reunida la Asamblea constituyente, elevó al general Achá á la presidencia de la República.
Tempestuosa fué la primera época de su mando, y después de con- jurada la tormenta revolucionaria, un cambio de Ministerio, que las circunstancias políticas hicieron necesario, puso la cartera de Hacienda en manos de D. Aniceto Arce, quien, por sus especialísimas a})titudes y energía característica, gozaba de prestigio é inspiraba confianza i)or los servicios prestados en Potosí, en donde había reanimado el espíritu público iniciando reformas y despertando ideas en favor del orden, de la unión y del respeto hacia el Gobierno establecido.
A pesar de que su permanencia en el Ministerio fué de corta dura- ción, * procuró plantear reformas útiles, interrumpidas })or la dificilí- sima situación que el país atravesaba y por el famoso decreto del 18 de Noviembre, que convocaba la Convención nacional en Oruro, para (pie ella alterase la constitución ó discutiera una nueva.
El atrevido proyecto iniciado por el ministro de Gobierno y Relacio- nes Exteriores, Mendoza de Tapia, dio por resultado su caída y la de sus compañeros Arce y Agreda.
En el año siguiente se agit() la cuestión de límites, con el inq)erio del Brasil, el Paraguay y la República Argentina, á la vez, por lo (pie Bolivia envió como encargado de Negocios, al hábil y sagaz ex-ministro Arce, que recorrió el incomparable territorio bañado por el Bermejo, y al tocar en Oran, supo que la República Argentina intentaba invadir el Chaco oriental, y prest() nuevo servicio á su país poniendo en conoci- miento del Gobierno tan importante asunto.
Sus prolongados viajes le pusieron en la huella de las ricas minas de Huanchaca, en explotación hoy, manantial de riqueza para Bolivia y
' Dosdo Ootuhro á Dicienibi-o do IStí
ANICETO ARCE 269
base de la gran sociedad anónima de Huanchaca , (|ue obtiene fabulosos dividendos y crea brillante y próspero porvenir á la patria de Arce, quien, poseedor por su familia de una fortuna considerable, ha sabido emplearla en nobles y patrióticos empeños.
En l.SSO, fué electo Arce vicepresidente de la República, precisamente en la época de luctuosa memoria para tres nobles países entonces enemigos.
En aquellos críticos momentos, sostuvo Arce los gastos de la quinta división del ejército, y brindó al Gobierno boliviano dos millones qui- nientos mil francos en dinero.
Don Aniceto Arce ejerció poderosa influencia en la marcha de la política boliviana, ajustando la tregua con Chile, y cuando en las elec- ciones para Presidente lo aclamaron candidato, rehusó el encumbrado puesto apoyando á D. Gregorio Pacheco, (|ue fué electo y ha gobernado con probidad y acierto hasta 188H.
Tratábase de firmar el convenio definitivo con la república chilena, y fué nombrado Arce para aquella misión (\i\e aseguraba la paz durante diez años.
En 18.SG, fué confiada al ilustrado Arce la Legación de Bolivia en Inglaterra, España y Francia, y su habilidad diplomática ha realizado cuanto deseaba. Hoy su ardiente aspiración, su bello ideal, es ver cruza- dos los campos de Bolivia por la veloz locomotora , y tener puerto en el Pacífico para mayor desarrollo comercial.
Al tomar posesión de su cargo ha tenido que combatir y ha sofocado una revolución en la que se ha visto apoyado por la mayoría sensata del país, que sólo anhela paz y tranquilidad material y moral, para con- seguir el progreso que le brindan sus elementos de riqueza los que ya en explotación hacen concebir las más lisonjeras esperanzas, prometiendo un futuro brillante en crédito y prestigio nacional.
Dos amores llenan por completo el corazón de Arce: dos cultos tie- nen en su pecho altar; la patria y la familia.
Ambos serán sólido cimiento, segura garantía para la prosperidad y ventura de Bolivia.
antoínio flores
ITiESIDENTE DE LA RErÜBLICA DEL ECUADOR
rECOsTADA Gil la frtlcla ck'l volcán Pichincha^ con lozanas praderas v jardines por alfom- bra, ceñida por los pintorescos ejidos y encerrada entre elevadas montañas, se presenta la cindad de Qnito, capital del 'uador. Los valles (pie rodean á la anti,L>na corte ios Scyris, entre ellos el de CJiiJlo, recreíi, la vista con la profasicni de })lantas y de flores })erdidas á veces entre la frondosa hierba de los polrrros ó bien ocultos })or altos maizales.
Los frescos v hermosos árboles á los que el sol de los tr()])icos man- tiene en todo su vi^-or, abrumados por el peso del rico fruto, los arroyos (pie serpentean por los prados, los caudalosos ríos ([ue tienen oleajes de mar, y las enredadas guirnaldas que asemejan á vistosas cadenas de amor, forman el más variado y precioso conjunto. Quito, es la sLiltana de tan feraz naturaleza.
Madre de ilustres hijos, que hoy grave y reposada les ofrece el vasto horizonte de sus i)asados esplendores y la herencia de sus recuerdos his- t('>ricos.
AXTOXIU FLORES
ANTONIO FLORKS 271
II
Por los años de 1848 era presidente de la república del Ecuador el «general Juan José Flores, y después de haberle dado el cielo gloria y prestigio, alegró su vida doméstica con las sonrisas y los bulliciosos juegos de un niño.
Creci(3, y cuando apenas contaba once años, encontróse instalado entre los alumnos del colegio Enrique IV, que hoy tiene por nombre Liceo Napoleón.
Siete años permaneció lejos de la patria y hubo de regresar á ella en 1851 y seguir sus estudios, en la Universidad de Quito. El inteligente joven alcanzó como en Francia, sobresalientes lauros por su aplicacicni, hasta obtener el grado de Bachiller.
Derrocado en 1851 el presidente Noboa por una revolución que tuvo ])or caudillo al general José María Urbina, y proclamado éste, jefe supremo, se vio Antonio Flores perseguido y desterrado.
En Chile busc(') hospitalidad, y ya por entonces dióse á conocer en cL'lebre polémica fundada en el tratado de Virginia, celebrado el 17 de Junio de 1845, v el adicional el 18, entre el general Juan José Flores, presidente á la sazón de la república ecuatoriana, y el gobierno provi- sional del Guayas. Al separarse del mando, para evitar la pérdida de sangre generosa, dio ejemplo dignísimo de abnegación y de patrio- tismo: es una página de gloria para sus hijos. En la bulliciosa Lima vivi(') largo tienq)o el j()ven Flores, y recibido de abogado en aquella Lniversidad, se encariñó con su profesión ejerciéndola, á la xez (pie escribía sabrosos versos y prosa concienzuda, como sus Análisis de la constitución peruana.
Xo seré yo (juien profundice en las ideas políticas de Flores, por<pie paréceme aventurado y tal vez exj)ue.sto á fácil equivocación, calificarlo (le conservador liberal ó de ultraconservador: á la historia tocará nuís tarde juzgarle y resolver.
Como escritor, posee el ilustrado ecuatoriano, corrección de estilo, i'ecto criterio y profundos conocimientos, como lo revela en su llislarid .\ii(i;/H((, y en el no menos notable libro KI f/rtai itniri^cal de Ai/((ci(c}i(>. L((
272 AMERICANOS CÉLEBRES
NdluraUzacinii cu loa Esladox Unidos, moiiogTafía consig-nadM cu hi última edición del «Derecho internacional» de Bello, publicado en Madrid: Car- ias cspañoJas en los Enfados Vnidos, y el notabilísimo trabajo L<( coiirri-sión (h' la Deuda ¡)i(jJcsa ecualoriaua^ son publicaciones que sin otros méritos seríin suficientes para conquistar á su autor envidiable reputación.
III
Mandaba el g-cneral Franco en el Ecuador, cuando por el tratado de Mapasing-ue con el presidente Castilla, fué cedido al Perú el oriente de los Andes,
El ejército y el pueblo protestaron enérg-icamente aprestándose á la lucha, siendo apoyados en ella por Antonio Flores, que desde la Amé- rica del Norte, voló á su socorro })rovisto de armas y municiones.
La entrada parecía imposible , pero la fuerza de voluntad de Flores venció todas las dificultades, logrando incorporarse al ejército defensor de la integridad del territorio.
Descalzo, cruzó el pintoresco Salado, engrosó las filas de los que sitiaban á la ciudad de Guayaíiuil y se batió como soldado raso.
Una honrosísima medalla fué el premio de su Aalor. En ella se leía : Ai'fojo asombroso.
En 1860 fué nombrado representante de su país en los Estados T'^nidos, así como también en Francia é Inglaterra , y aun conservando tan alto cargY), volvió al Ecuador llamado por el Gobierno para desempeñar el ministerio de Hacienda, ostentando en su pecho la cruz de la Legión de Honor que, como cariñosa despedida, le había obsequiado el Gobierno francés.
En aquella época era presidente de la Iie})ública García ^Moreno, el Felipe 11 del Ecuador, hombre ilustrado y verdaderamente arbitro y soberano absoluto de su país.
La cartera de Hacienda ofrecida á Flores, no fué aceptada por éste, porque la armonía entre García Moreno y el general Juan José Flores, candidato á la vicepresidencia, habíase alterado y ambos lleg'aron á con- siderarse como enemig-os.
Por entonces gobernaba tiránicamente en Colombia el dictador Mos-
ANTONIO FLORES 273
(|uera , y oponíase á sus planes resuelto á reconquistar las libertades patrias, el ilustre Julio Arboleda.
No intento en este bosquejo juzgar ni profundizar las causas que impulsaron al autócrata ecuatoriano, para declarar la guerra al heroicf) y desgraciado caudillo, pero sí, en homenaje á la memoria de éste, con- signaré un rasgo de generosa hidalguía.
Hallábase colocado en extraña y difícil situación; pero sin vacilación ni temor dividió su ejército en dos cuer])os, dejando uno cual fuerte valla contra las tropas de Mosquera, y marchando con el otro al encuentro de García Moreno.
Este fué vencido y hecho prisionero, y sus jefes, oñciales y soldados, (quedaron á merced del vencedor. Pero los abusos del triunfo eran desco- nocidos para el generoso^ colombiano, y grande en la victoria, otorg<'> libertad sin condiciones á los vencidos. Menos felices las huestes que combatían contra Mosquera , habían sufrido una derrota ; y ya Arboleda acariciaba el pensamiento de vengar con gloria á sus valientes, cuando temores y tal vez envidia de nuevas proezas, armaron el brazo de cobar- des asesinos, y el mismo lúgubre sitio en donde sucumbió en 1830 el valeroso mariscal de Ayacucho, fué teatro de un nuevo crimen.
Mosquera , como todos los tiranos , tenía sed de grandeza y de empre- sas arriesgadas, y era de esos hombres que andan reñidos con la prudencia v con la sana razón.
Surgió en su mente una idea tan atrevida, como propia para encen- der en los países vecinos la tea de la discordia.
Formó el propósito de reconstituir la gran República, pero no por la fuerza de la convicci()n sino por la fuerza de las armas, y de someter bajo su arbitrario mando á los Estados que un día formaron un todo, creado por la voluntad de Bolívar.
No conforme (larcía Moreno con los planes de Mosquera, desistió de una entrevista proyectada , enviando á Colombia al diplomático Antonio Flores como representante del Ecuador.
La hábil sagacidad, el talento y el deseo de una solución pacífica para ambos países, no obtuvieron el resultado apetecido, y vióse en la ])recisión el ministro ecuatoriano, de renunciar á su elevado cargo para tomar })arte en la guerra declarada entre las dos repúblicas.
Tampoco pertenecen á estas páginas la narración de los combates más ó menos propicios pnra el Ecuador, cuyas tropas estaban mandadas
* 18
274 AMERICANOS CÉLEBRES
por el general Flores, ni tampoco las victorias alcanzadas por Mos- quera, coronadas por un tratado de paz firmado en Pinzaqui el 80 de Diciembre de 1868, ni juzgaré la carta que García Moreno dirigió á Mosquera, y en la cual no escaseaban los elogios para el dictador neo- granadino, apareciendo en ella el primer Magistrado, del Ecuador no con la soberbia é indómita fiereza de su carácter, sino como humilde subdito de Mosquera.
IV
Entre tanto, D. Antonio Flores había sido encargado de una misión para los Gobiernos peruano y chileno; pero afectado por la derrota de las huestes ecuatorianas, volvióse á su patria en donde por espacio de algún tiempo vivió en su hacienda La Elvira, completamente alejado de la política, hasta que en 18G4 partió para Roma á negociar el con- cordato con la Santa Sede, el que fué desaprobado por el Congreso ecuatoriano.
En la ciudad de los Césares, sufrió el Sr. Flores el dolor más acerbo de su vida al recibir la noticia del fallecimiento de su ilustre padre; ^ Suceso que cubrió de luto la entusiasta imaginación del inspirado poeta v del hábil diplomático.
Desde 18(38 se encuentra el nombre del Sr. Flores al pié de todas las conferencias, treguas y convenios, que mediaron entre España y las repúblicas aliadas del Pacífico, debiéndose á su cariñosa mediación los acuerdos que paso á paso condujeron hasta el tratado de paz defini- tivo, entre la madre patria y las hermosas repúblicas del Sur América, y más tarde, en 8 de Enero de 1885, encuéntrase también su firma en el tratado de paz y amistad celebrado entre España y la república del Ecuador.
La vida de Antonio Flores ha sido una continuada serie de triun- fos para el soldado, para el orador, para el diplomático y para el publicista; ha sido bellísima página para la historia ecuatoriana, des- tacándose en ella la franca actitud y los nobles empeños del hombre
' Véase la biografía del general Juan José Flores.
ANTONIO FLORES 275
político, que en el ostracismo, que en las persecuciones, que en la confis- cación hecha de sus bienes durante el mando del general Urbina , y más tarde del general Veintimilla, conservó siempre puro é incólume el amor á su patria y la dignidad de su carácter.
Haciendo justicia el Ecuador á las cualidades de uno de sus hijos más ilustres, lo ha conducido hoy por el voto popular hasta el supremo solio ([ue durante largo tiempo ocupó el general Flores. Ha llegado al poder después de la honradísima administración del benemérito D. José María Caamaño y encuentra al país preparado y dispuesto para que en mayor escala se desenvuelvan el progreso y los elementos que abundan en aquel privilegiado suelo.
Sobre alfombras de ñores, halagado por el aura popular y por el entusiasmo, ha recorrido el camino que desde el extranjero conduce hasta la capital del Ecuador y rodeado de esperanzas y de cariño ha subido las gradas del solio y ha ocupado el puesto que es tan difícil con- servar sin perder el prestigio ni la estimación general.
La misión de Flores es grandiosa. La senda se presenta llana é ilumi- nada por torrentes de luz; el horizonte está sereno, limpio, sin nubes y propicio para una era de ventura , de preponderancia , de crédito y de riqueza. El historiador, el Plutarco que en época venidera estudie y pro- fundice sus hechos como primer Magistrado, le otorgará los laureles conquistados durante la época de su mando. Tal vez le esté reservado coronar su obra, llevando el Ecuador á altísimo grado de civilización, inscribiendo en el libro de la historia un glorioso nombre de eterno é imperecedero recuerdo.
JOAQUlJY CRESPO
"C-
|()]j.MAi)08 los hombres de las repúblicas americanas, en las escuelas de tenaces contiendas y de continuas tempestuosas discordias civiles, sobresalen muchos por sus especialísimas condiciones políticas y sus cualidades, de tan culminante relieve, (pie en corto espacio de tiempo les han conquistado honra, pres- tigio, renombre y el derecho al reconocimiento na- cional.
La clásica tierra, cuna de Bolívar, cuenta g'ran número de hijos ilustres, de patricios heroicos, de honrados y beneméritos ciudadanos, (j[ue enalte- ciendo el nombre de Venezuela, han enaltecido é inmortalizado el suyo en las pá<>inas de la historia.
De estas determinadas individualidades no todas han alcanzado sino en el silencio y reposo de la tumba, la justa y merecida gloria que en vano sus altos hechos habían proclamado; pero nnís felices otras, logran el lauro de la gx'ueral admiración, cuando aún su modestia rehusa el premio de su civismo y de las victorias (ganadas en favor de las institu- ciones liberales, del progreso y del orden social.
El perfil biográfico que me he propuesto trazar es el de uno de esos hombres, caudillos de la idea, soldados del honor y del patriotismo,
JOAQUÍN CRESPO
JOAQUÍN CRESPO 277
propagandistas de nobles aspiraciones. Es el de un guerrero valeroso, el de un magistrado magnánimo, honrado y leal.
II
En el hermosísimo y feraz suelo de Aragua, hoy Estado Guzmán Blanco; en esa tierra vestida y engalanada con todos los dones de eterna })rimavera, con todas las riquezas y galanura tropical, nació Joaquín Crespo en San Francisco de Cara, el 22 de Agosto de 1841, y desde su más tierna infancia, fué por su carácter é inclinaciones, orgullo de sus padres D. Leandro Crespo y D."^ Aquilina Torres, que tenían origen español.
3Iuy joven, casi un niño, contaba diez y siete años, se lanzó á los campos de batalla, y con temerario arrojo é indomable perseverancia, gaiK) uno en pos de otro los ascensos, recompensa de sus servicios y de sus victorias, hasta encumbrarse al elevado puesto que hoy ocupa en el ejército.
Durante la porfiada lucha entre loa federalisfds y los /yor/o.s, se extendió y consolidó su nombradía militar, y Ortiz, Calabozo, Caño Amarillo y el Paso Real de Arauca , fueron las más brillantes páginas de su vida de soldado.
I'n episodio de entonces nos revelarán la firmeza, la serenidad y el denuedo de Crespo. El denodado general Guzmán Blanco, presidente á la saz(')u de la Eepública de Venezuela y general en jefe del ejército de la Federación, había resuelto, después de cuatro ó cinco días de com- batir sin tregua v realizado el primer plan de batalla, la persecución del enemigo v su completa derrota. Tratábase de pasar el Caño Anitirillo, y Crespo había elegido el punto entre la Boca de Guariapo y la Boca de los Becerros, posiciones ocupadas por el bando contrario y con tes(')n defendidas.
Crespo, con la audacia y seguridad hijas del valor y con acento firme , dijo:
— General, respondo á \". de que si me da la orden de pasar el Caño Amarillo por la Tigra, lo paso.
278 AMERICANOS CÉLEBRES
Y la atrevida operación se llevó á cabo en medio de la noche, entre una lluvia de balas y bajo el nutrido fuego de la artillería.
Amanecía cuando el bravo Crespo acampaba en la opuesta orilla con setecientos hombres; poco después llegó también el bizarro jefe del ejército y parte de la caballería y el parque de reserva.
Dos días más tarde conquistaba el general Crespo, nuevos é inmor- tales lauros en el Paso Real de Arauca , en esa región célebre en la historia de la independencia venezolana. El combate duró cinco horas y fué encarnizado y decisivo. El caudaloso río guardó en su vasto seno numerosas víctimas, pasto tal vez délos voraces y abundantes caimanes.
El terrible desenlace de la batalla, era cuadro que Jiacía falta cu ¡((s páginas del Dante, decía en nota oficial el general Guzmán Blanco. ''
La Federación, grabó una fecha más en sus anales de gloria; la del 7 de Enero de 1872.
III
Si por los anteriores rasgos de intrepidez adquirió el general Crespo, justa fama y alto prestigio, no menores fueron las simpatías alcanzadas en los elevados puestos que en diferentes épocas ocupó, ya como ministro de Guerra y de Marina, ya como presidente del Guarico y del impor- tante Estado de Guzmán Blanco.
Otro perfil característico. En 1876 y 1877 era Crespo ministro de la Guerra; pero dotado de ideas fijas é inquebrantables, no conforme con la marcha política del general Alcántara, dejó aquel puesto, y fiel á su deber y á sus convicciones, no volvió á ocuparlo, aun cuando sólo como interino se nombró á su sucesor.
Con frecuencia ha sido electo diputado y senador; pero exento de ambición personal, opuesto al encono y luchas de los partidos, y amantí- simo de la vida doméstica , ha permanecido alejado de tan honrosos puestos, y sólo el profundo amor que profesa á Venezuela, sólo la idea de ser útil á ese pueblo de héroes lo han llevado al mando y al poder.
' 10 de Enero de 1872.
JOAQUÍN CREi^PO 279
«El deseo de ver á los venezolanos fraternalmente unidos buscando el ¡progreso y engrandecimiento de la patria -», es su único móvil, su más sagrada aspiración.
IV
Á principios de 1884, fué elevado Crespo á la presidencia de la Repú- blica, y en esa época se revelaron más aún sus principios de libertad, orden y concordia. Severo y enérgico para sofocar en veintidós días formidable y potente revolución acaudillada por Pulgar, pacificado el país y puesta en evidencia la fuerza moral y material del Gobierno, inició nueva era con un acto digno de un gran político y deL hombre de generoso y noble corazón.
Sus ideas, sus planes, estaban en lucha con los deberes del gobernante. La fuerza de las circunstancias le habían llevado al extremo de privar de su libertad á muchos de los que enarbolaron la bandera de la rebe- lión. Un decreto descorrió los cerrojos de los calabozos; centenares de hombres salieron de la cárcel y fueron á bendecir en sus hogares, el nombre del magnánimo primer magistrado de la nación.
Los pueblos saben apreciar en su justo valor el recto preceder. Desde entonces el presidente inspiró mayor respeto y alta estimación. Base de su política, norte de su administración, fué la ventura y preponderan- cia de su patria y el empeño de conservar la paz, para que á su protec- tora sombra pudieran desarrollarse los inagotables veneros de riqueza que posee la República y le aseguraran próspero porvenir.
« Mi país necesita moralidad en todas las esferas de la pública admi- nistración, y á su imperio, he de consagrar todas mis fuerzas».
Tan nobles frases no fueron vana promesa: la nación venezolana, tranquila, respetada y regida por un hombre modesto, franco, honrado y esclavo de su deber, disfrutó durante su mando de todas las garantías, de todos los beneficios que prodiga un Gobierno fuerte y benéfico.
280 AMERICANOS CÉLEBRES
V
En el último tercio del año 1887, hallábase Crespo en Barcelona (España), ciudad de su predilección y cuna de sus antei)asados, en los momentos en que ya se agitaba en Venezuela la cuesti<)n de elecciones para presidente de la República, por finalizar el último período adminis- trativo del general Cluzmán Blanco, í[ue desempeñaba como substituto el general Hermógenes López.
Los amigos, los hombres de progreso y de orden, los (pie recordaban el honrado y celoso })eríodo del general Crespo, querían que éste volviera á ocupar el primer puesto de la naci<')n, seguros de que sus convicciones, de ([ue sus ideas, eran una garantía para el porvenir de Venezuela.
Habíase resistido Crespo á (¿ue se le presentara candidato j)ara la presidencia por múltiples razones políticas, y hasta por el pleno conven- cimiento de que otras exigencias de carácter privado, habían de inter- ponerse entre él y la marcha (pie intentara dar el ])aís, C()mo ya en su anterior período había sucedido.
Tratábase además de reiniir una Convenci<')n ([ue por su especial organización, bastardeaba el verdadero y augusto carácter ([ue tal asam- blea debe tener en todo país libre.
Los periódicos y cartas de A^enezuela, desde los últimos meses de 18S7 y de los sucesivos de 1888, están plagados de noticias y de documentos ([ue ponen de manifiesto los trabajos más (') menos arbitrarios llevados á efecto para la elecci(')n de })residente, las ])i-isiones de ciudadanos honra- dos, los hechos anticonstitucionales (pie se efectuaron en el seno mismo del Ca})itolio, y por último la reuni(')n del Congreso, falto de los elemen- tos vitales que constituyen la Cámara popvdar, pues (jue gran parte de senadores y diputados hallábanse presos.
La Historia, campo más extenso (pie el de una sencilla é incorrecta biografía, hará exacta y detallada relacifui de los acontecimientos y i)ro- fundizará en las causas ([ue los motivaron.
Entre tanto, diremos que el general Crespo, á instancias de su ])artido y cumpliendo con su deber de patriotismo, sali(') para Venezuela /i [)rinci})ios de 1888, sorprendiéndose de ([ue en Trinidad se le negara
JOAQUÍN CRESPO 281
pasaporte para entrar en su patria, y viéndose, por consecuencia, preci- sado á permanecer en Puerto España, desde donde el «Héroe del Deber», hermoso título conferido por las Cámaras y eco de la voz nacional , ha tratado de cumplir con sus aspiraciones políticas, y de conjurar con honrosa nobleza los males que para su patria preveía. ''
De uno de sus manifiestos al pueblo venezolano, del 19 de Agosto de ISSS, copiamos dos párrafos, expresión «i^'enuina del amor de Crespo por su patria.
s< Tengo un lugar más honroso que el que me pueden ofrecer los tira- nos de mi patria: él está al lado del pueblo oprimido, al lado de las víctimas, al lado de la Justicia y del Derecho perseguidos.
> Tengo fe en la justicia de mañana, y libre como me hallo hoy de todo reato personal , no tengo más culto (pie el de la patria y con la conciencia plena de cuanto su felicidad reclama. Sepa Venezuela (|ue por verla pr(')spera, digna y dueña soberana de sus destinos, estoy dispuesto á ofrendarle los días (|ue me restan de existencia, mis intereses y hasta la misma suerte de mis hijos».
VI
Eli bello ideal del general Crespo, su noble, benéfica y única aspira- ciini, ha sido la paz como lo fué en la primera época de su mando.
Además en su mente han tomado cuerpo múltiples planes de reformas y de innovaciones necesarias para el engrandecimiento de Venezuela, indispensables en esta época, en la cual se camina con tan pasmosa rapidez, (|ue parecería hoy un mito la palabra imposible: no existe.
Por eso, todo pensamiento útil ó progresiva innovación, toda empresa grandiosa y bienhechora, ha encontradc^ en Crespo generoso apoyo y entusiasta iniciativa.
Hay adem;ís algo ([ue resalta sobre todas sus nobles cualidades, y (pie ejerce poderosa y general atracción. Su carácter, su amable trato, su llaneza y su modestia propia del verdadero mérito.
' Cuanilo oscriliiincis ostas lincas, corren rumores <lc lialicr estallado nna revolución en Venezuela y ilo halier sido hecho prisionero el general ('resalo.
282 AMERICANOS CÉLEBRES
Ha sido heroico guerrero sin vanidoso alarde, guiado por su entu- siasmo y naturales aptitudes militares. Ha sido hombre político por el intenso, sagrado é incontrastable culto que rinde á su patria.
Para con sus amigos tiene por norte la consecuencia, la abnegación, la caballerosidad. En la vida del hogar, en el seno de la familia, es ejemplo de moralidad y de ternura.
Tal es el boceto del «Héroe del Deber,» del ciudadano leal y probo magistrado.
Reducido es el cuadro que encierra estos perfiles biográficos, mien- tras en su día la Historia le otorgará ancho y luminoso espacio.
MANUEL ACUNA
MANUEL ACUNA
Píihiias, triunfos, laureles: dulce aurora De un porvenir feliz, todo en una hora De soledad y hastio, Cambiaste por el triste Derecho de morir, ¡hermano mió!
Justo Sieiíka.
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AJO el puro y radiante cielo de Anahuac se meció la cuna del poeta , y los verjeles de aquel paraíso ame- ricano que perfuman el deleitoso ambiente, desperta- ron la lozana y rica inspiración y desarrollaron las poderosas íacultades de la inteligencia. Se reveló su ingenio en temprana edad; tenía un mundo de ideas en su mente, prestigio en su palabra, gloria para el suelo patrio.
Había nacido Manuel Acuña en el Saltillo, capital del Estado de Coahuila (Méjico), el 27 de Agosto de 1849: la aspiración de lo desconocido, el afán de estudio y las ilusio- nes del poeta, lo llevaron á Méjico en 1865, y á pesar de dedicarse á la carrera de medicina, consagraba crecido espacio de su tiempo al cultivo de las letras, en las cuales alcanzó elevado puesto.
; Qué hermosa imaginación ! ¡ qué colorido en las descripciones ! ¡ qué puras alegrías y secretas esperanzas se encierran en sus versos! Hay algo en ellos de la suave melancolía de Bécker, de la facilidad y gala- nura de Zorrilla, del amargo desaliento de Velarde. Acuña era soñador. y al propio tiempo ¡ cosa extraña ! revelaba con frecuencia la duda y el
284 'AMERICANOS CÉLEBRES
materialismo del siglo xix. El amor inundó .su espíritu y su alma con misteriosos é inefables resplandores; la mujer, ese l)ell() ideal de la existencia del hombre, bañó su coraz(')n con purísima luz y la amó con pasión tiránica, sublime, exclusiva; su exaltada fantasía soñó con feli- cidades infinitas, con hogar bendecido, con existencia risueña que resbalara entre queridos seres , y de aquí las gigantescas ambiciones y los esmaltes poéticos formando diadema á la virgen ({ue tenía altar en su pecho, á la santa prometida; v las aspiraciones y los torrentes de armonía, y los raudales de inspiración ^brotaban de su lira como lluvia de perlas, ora dulces fluidos tiernísimos, ora valientes, robustos y pro- fundos, rebosando originalidad y bellísimos pensamientos; y era ella la musa inspiradora, por ella escribía, para ella anhelaba gloriosos lauros^ coronas y flores que sirvieran de alfomlíra á la casta compañera.
Acuña no tuvo esas luchas acerl)as del genio, esas guerras intelec- tuales que hacen desconfiar del porvenir; en su camino no encontr(j ni abrojos ni espinas, ni la incesante tortura que ani([uila el vigor y la inspiración antes de alcanzar la recompensa deseada. No sufri(') las decepciones del poeta desconocido, ni las tempestades ([ue engendran la duda de sí mismo. Su reputación fué casi instantánea; su frente se ciñ(> con la corona de poeta, y sin obstáculo lleg() al sagrado templo y ocupó un lugar de aquellos reservados para los grandes espíritus.
II
Acuña tenía la grandeza de alma del genio; nol)le y confiado, creía en el amor, creía en la amistad, y un día abatido por forzoso viaje, dej(') depositario de su rico tesoro, de su joya de más valía, al amigo á quien más amaba; y i)arti('), llevando en su coraz(')n la imagen de la mujer (querida y la in(j[ue]jrantable fé en su amor.
Rosario era indigna de aquella adoraci(')n: (') la ausencia apagó su cariño por no tener hondas raíces en su pecho, ó jamás am<') al poeta, y la falsía fué la recompensa de la pasión purísima de Acuña.
La mujer infiel se unió al amigo desleal, desgarrando un corazón tan grande como sensible y generoso.
La desesperación extingui(') el valor de Acuña, la fe y el sentimiento del deber : ofuscado por aquel golpe que destruía las más halagadoras
MANUEL ACUÑA ' 285
osperíiiiza.s, la risueña perspectiva de su porvenir, pensó en el suicidio: la vida era una car<>a inútil, había perdido todos sus atractivos; la inspiraci(')n naufraj^aba en el borrascoso mar de aquella pasi<')n que con mayor fuerza aún enloquecía al poeta.
En su despedida á Rosario se ve, como en limpio cristal, el estado de su alma, la completa postración de su espíritu, la vehemencia de su carácter; sin el amor de aquella mujer no podía existir, y sólo desbor- daban de su corazón y de su mente, la ternura y el dolor profundo de ípiien todo lo ha perdido.
Sus estrofas van á demostrarlo:
A reces j)i<' liso en darte mi eterna despedida , Horrarte eji mi recuerdo y hundirte en mi pasión ^ Mas si es en rano todo y el alma no te oír ida, ¿Qiié cpiieres tú <jiie yo Itaya pedazo de mi rida? ¿Qné quieres til que yo haga con este corazón? 'I Y luego que ya estaba concluido tu santuario, Tu lámpara encendida , fu, velo en el cútar,
Y el sol de la mañana detrás del campanario, Cltispeando las antorcJias, humeando el incensario,
Y abierta allá á lo lejos la puerta del liogar?
Esa era mi esperanza... mas ya que á sus fulgores >SV' opone el hondo abismo que existe entre los dos. Adiós por la rez última, amor de mis amores. La luz de mis tinieblas, la esencia (le mis flores, Mi lira de poeta, mi juventud, adiós.
¡Calló el poeta; aun vibraban las armónicas cuerdas de su lira cuando se apag(') la llama de su fecunda existencia, y dejando la cárcel terrenal voló su alma á la misteriosa reg'ión de la eternidad!... ¡Tal vez unís allá (Ud sepulcro, en esa vida sin fin, en los espacios de má,f>"ica luz, habrá encontrado Acuña la antorcha de la fe, cuyo benéfico ful£>-or le abandon<')
en la tierra: tal vez pero silencio: no turbemos la paz del sepulcro.
ni el misterioso tenq)lo de la eternidad!
JUSTO AKOSEMENA
E aquí la biografía de un hombre tan notable como modesto, sencillo, honrado y de elcvadísima capa- cidad intelectual.
El decano de los diplomáticos colombianos con- temporáneos, nació en Panamá en í) de Agosto de 1817, y fueron sus padres D. Mariano Arosemena y D.^ Dolores Quesada. La familia del primero era oriunda de Bil- bao (España), aun cuando desde el siglo xvii hubiera pasado á esta- l)lecerse en América, y el abuelo materno D. Miguel Quesada, había nacido en la histórica y pintoresca Granada, en la alegre y risueña corte de Boabdil, siendo de creer que fuera descendiente de (Gonzalo Jiménez de Quesada, conquistador del nuevo reino, hoy Colombia.
Don Justo Arosemena recibió la educación primaria en su ciudad natal; pero cuando contaba diez y seis años, fué enviado á Santa Fe de Bogotá, en donde en el Colegio de San Bartolomé, cursó Jurispruden- cia, ^ y se graduó de Bachiller en 183(). En la Universidad del Magdalena é Istmo, situada en Cartagena, alcanzó el grado de Doctor en Leyes, y en 1839, y previo examen ante el tribunal del distrito, se recibió de abogado en Panamá.
Esto Colegio ha sido verdaderamonte célebre, por haberse educado en él la mayor parte de los grandes hombres con que se honra Colombia.
JUSTO AKOSEMEXA
JUfíTO AROSEMEXA 287
Muy joven desempeñó destinos públicos municipales, puramente honoríficos, pues desde 1839 fué consejero, cabildante y procurador municipal. En estos cargos encontró oportunas ocasiones para proteger á los esclavos, contra los abusos ó mal trato de los dueños. El Dr. Arose- mena ha profesado y profesa ideas altamente democráticas, y ha sido por convicción, por humanidad y por justa lógica, partidario de la abo- lición de la esclavitud y Presidente del Instituto de África, sociedad francesa para la extinción de la trata de negros.
En Panamá y en la Cámara de Provincias , en la que fué Diputado en 1850, empezó á manifestar sus especiales condiciones para la legislación, y á preparar ordenanzas de policía, mercados, ventas y cuanto com- prende el régimen municipal.
En aquella escuela fué sin duda en donde se ensayó Arosemena , para las funciones parlamentarias, en que tanto se ha distinguido después.
En 1852, fué electo para la Cámara de Representantes en el Congreso de Nueva Granada, y desde ese año presidió la Corporación. Tomó parte activa en los trabajos del famoso Código de 1853, que promovió tan serias discusiones, y que fué sancionado 2^<^i' toda la Cámara. Monumento imperecedero de probidad política, bandera de libertad, y credo del partido radical. Uno de los trabajos legislativos más impor- tantes del Dr. D. Justo Arosemena, es la colección de ocho códigos propuestos al Congreso en 1853, ó sean civil, comercial, penal judicial y otros, que componían un cuerpo completo de legislación secundaria.
De 1854 á 1858, ocupó el doctor Arosemena el elevado cargo de Sena- dor, y presidía la alta Cámara cuando fué depuesto el general José María Obando, que ocupaba la Presidencia de la República, acusado de que en la lucha civil entablada desde 1852, entre las dos fracciones del partido liberal y en el movimiento acaudillado por el general J. M. Meló, que mandaba la guarnición de la capital en Abril de 1854, no había Obando cumplido con su deber para sofocarlo, ])ov lo cual se le acusaba de complicidad con los revolucionarios.
Aquel pronunciamiento que derrocó al Gobierno Constitucional, reemplazándolo con una dictadura, causó siete meses de guerra é intran- quilidad pública.
288 AMERICANOS CÉLEBRES
II
Don Justo Aro.semena, firmó como Presidente del Senado, la sentencia de Obando. En IHGo, concurrió á la Convención convocada en liío Ne£»TO, siendo Dictador de Colombia el i^-eneral Mosquera, y cuando el país ardía en civiles discordias.
Las dificultades eran grandes y no sin poderosos esfuerzos loor(') la Convención dar la nueva Constitución federal, presidiendo acjuel acto el Dr. Arosemena.
Obra había sido del ilustrado colombiano, la de erigir el territorio l)anameño en Estado federal soberano, proposición sometida á la (Jamara como reforma á la Constitución, y que se aprob(') en el Congreso de LS");"), v fué la base para establecer en toda Colombia el régimen federal.
Terminados los trabajos de la Convención, fué nombrado el doctor Arosemena, enviado extraordinario y ministro pleni])otenciario de Colom- bia en el Perú y Chile.
Para ambos países tenía especial objeto la misión del diplomático: en el primero, impedir ([ue el Perú se aliase con el Ecuador en la guerra (|ue con esta República tuvo (Joloml)ia aquel ano, y en el segundo, llegar á obtener que (-hile reconociera al nuevo (gobierno de Colombia, recién constituido, y que á la vez enviase representante á un Congreso interna- cional americano, que debía instalarse en el Perú poi- iniciativa del riobierno de esta República.
El hábil diplomático vio satisfecho sus deseos y cumplida la misiíni ([ue le estaba encomendada, siendo en 18G4 nombrado rejn-esentante de (Colombia en el Congreso americano, que se reuni(') en la ciudad de Lima.
Desde 1805 á LSGS, vivió en Chile el ilustrado di])lom;ítico, ejerciendo modestamente su profesi('>n de abogado, y ocupándose al propio tiempo de la preparación de los C()digos (j[ue en 1801* fueron adoptados en el Estado de Panamá.
De nuevo su patria lo llanu) al Senado, é infatigable, laborioso y activo, presentó numerosos proyectos de ley, algunos de los cuales, bené- ficos y útiles, fueron sancionados.
JUSTO AROSEMENA 289
La reconocida habilidad y tacto del sabio panameño, lo llevaron en 1871 á playas europeas, nombrado por el Gobierno, Ministro de
Colombia, en Francia é Inglaterra.
III
Entre otros trabajos, tuvo grandísima parte en la reorganización de Ix Deuda exterior colombiana, reducida entonces á diez millones nomi- nales, de treinta que era anteriormente.
Obtenido el importante y principal objeto de su misión diplomática, regresó el Dr. Arosemena á su patria; pero ésta, ambiciosa aún de sus .servicios , lo envió á Washington , y como por entonces surgieran varias cuestiones con los Estados Unidos del Norte, el sagaz Ministro de Colom- bia consiguió resolverlas con brillantes resultados.
Dos años más tarde lo encontramos con el mismo alto cargo en Cara- cas, ocupado en restablecer las relaciones diplomáticas interrumpidas durante cinco años entre Colombia y Venezuela.
Pero el gran triunfo en la carrera del decano de la diplomacia colombiana, fué obtener lo que durante cincuenta años había resistido á todos los esfuerzos: la celebración de un tratado que sometía la cuestión de límites, al arbitraje del rey de España Alfonso XII.
Esta importantísima cuestión se llevó á cabo, siendo Presidente de A^enezuela el general Gruzmán Blanco, y de Colombia el doctor don liafael Núñez.
Ansiaba Arosemena el alejamiento de la política y la vida tranquila del hogar, por lo que renunció su alto puesto, marchando á Nueva York para consagrarse á la vida privada y al trabajo intelectual: aquí nos permitiremos una digresión. En 1838, cuando apenas contaba veintiún años, había contraído matrimonio en Panamá, perdiendo á su esposa en 1850. Sus hijas están hoy en Santiago de los Caballeros, y sus hijos fueron educados esmeradísimamente en los Estados Unidos. En este país contrajo segundas nupcias en 1858, con una hermosa norte-americana, de la cual tiene hoy un hijo único, pues los dos primeros fallecieron cuando ya eran hombres útiles á la patria y á la sociedad.
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290 AMERICANOS CÉLEBRES
Tal es la causa por la cual habita Nueva York, el pcusador y político colouibiano, y regresa á su país cuaudo cree puede prestarle alg'úu servicio iuiportaute como eu 1884 y 1885, eu los trastornos di-l Estado de Panamá contra el Gobierno, y en los cuales fué mediador eficaz é imparcial, siendo entonces el candidato á la ])residencia del Estado poi- todos los amigos del orden y de la paz.
Xo sólo como legislador y diplomático ocupa un culminante puestf), .sino (pie también lo ha conquistado como escritor.
En el Perú y Colombia, ha sido periodista profundo v ha publicado gran número de opúsculos a^ libros de grande aliento.
IV
Entre los ])rimeros podemos citar. Principios de Munil Polilicu : (indino Moral: E.rairicii .sobre conuiniairióií iiileroreánieo ; idea de ana lif/a anieri- eaiia : Moneda internacional y otros. Entre los segundos, los de mayoi- importancia son: Esladios conslHucinnaies , (pie es la obra más conocida del T)r. Arosemena: Ajninlaniicnios para ¡a inirodaceióa á las (iiencias morales ¡/ políticas: La inslit ación del matrimonio en el lleino tenido. Esta última obra, así como algunas relativas á la ilustraci()ii de la mujer, se han publicado s()lo en inglés.
La modestia excesiva del hábil diplomático, le lia hecho rechazar siempre posiciones políticas de orden ejecutivo: ha rehusado muchas veces una cartera ofrecida por varios presidentes, y aun podemos asegu- rar, se ha negado á admitir la candidatura para Presidente de la Tiepú- blica, (pie le brindaban amigos de gran influencia.
No posee fortuna, no la desea; está satisfecho y ama < la dorada mediocridad», y como es parco y sencillo en sus hábitos, no necesita de la riqueza que otros ambicionan y buscan para gozar dominando á los demás.
Su familia, su patria, su afici(jn al estudio y su anhelo por el bien general, labran su ventura cuando causas extrañas no llegan á tur- barla.
Jl'STO AR(tsi:MKX.\ 201
VA I)r. AroseiiRiia es de estatura mediana. r<>l)iLsto. con ojos exj)res¡- vos Y medio ocultos entre espesas cejas, como i>-uardando la profunda idea (pie reflejan en la mirada: aspecto di^^'no v afable, conversaci<')n (pie revela profundos conocimientos y amenísima instrucciíui.
Como amiii'o, es consecuente servicial v lleno de ahnejíaciíni. Como político, ha llevado hasta la exa<4"eraci<')n la lealtad á sus principios.
Como ciudadano, es ejemplo de patriotismo v de probidad en la patria de Santander v dv Xarino.
JOSÉ MANUEL BALMACEDA
PRESIDENTE 1)E LA REPÚBLICA DE CHILE
veinticuatro años el actual presidente de la ública de Chile, cuando empezó á figurar en escena pública. Santiago había sido su cuna 1840.
Liberal por sus ideas, ambicioso de triunfos ílectuales y dado á estudios serios y prácticos, "X renuncies á ocuparse de la administración de la
pingüe fortuna que poseía su padre, para entregarse de lleno á cultivar su inteligencia y á adquirir profundos conocimientos de c[ue carecía, acometiendo con fe, entereza y perseverancia, el trabajo asiduo que necesitaba para ocupar un puesto entre los hombres de progreso y de reconocida capacidad.
Para el joven chileno no hubo desde entonces descanso, y ya cuando en 1865 acompañó á Lima á D. Manuel Montt, como secretario privado de la legación, había ensanchado sus ideas con laboriosidad y delicado tacto para gobernar en el mundo político, y cuando se le dio el encargo de estudiar la organización del ejército peruano y de la marina , fué tan hábil en el cumplimiento de su deber, que satisfizo por completo al Gobierno de su país.
Después de tan honroso antecedente y ya de vuelta en su patria, .
JOSÉ MANUEL BALMACEDA
JOSÉ MANUEL BALMACEDA 293
continuo la intimidad con sus libros, y repartió su tiempo entre ellos y los cuidados que le causaban sus empresas industriales, hasta 1868, en que impulsado por la corriente liberal y seducido por el credo que la juventud brillante é ilustrada había adoptado con entusiasmo, se lanzó también á secundar á hombres como Gallo, Centeno, Matta, Domingo y J. Alemparte y muchos más, que trabajaban por el triunfo de las ideas i[UQ estaban á la altura de este siglo y que adquirían justa popularidad.
Eran las de libertad de la prensa, las de enseñanza y de sufragio, las de reforma en todo, las de tolerancia y fomento de la marina, las de equilibrio y descentralización administrativa, y en una palabra, todas las que tendían á radicales innovaciones y á progresistas resultados.
Balmaceda escaló desde luego como orador uno de los primeros pues- tos. Su elocuencia, basada en profundas teorías, conmovía al pueblo, y con pasmosa facilidad sacaba de raíz anticuadas preocupaciones para sembrar las nuevas.
Aun recuerda Santiago sus discursos de oposición en 18G9, notabilí- simos por la forma y por el fondo y que pronosticaron la presidencia de n. Federico Errazúriz.
Poco después ocupaba Balmaceda un asiento en la Cámara de Dipu- tados.
En aquella ocasión formuló y apoyó proyectos de gran magnitud, hizo abolir el impuesto sobre la exportación de cobres, dándole prestigio y alta valía, la condonación de sus deudas á numerosos chilenos agobia- dos por el fisco en Chiloe y en Carelmapu.
Cada día los pensamientos de Balmaceda adquirían mayor brío y más solidez, cada día sus convicciones estaban más arraigadas, y frente á frente con el ministro D. Abdón Cifuentes, fué su adversario y lo venció con las nobles armas oratorias, haciendo que el ministro, ya despres- tigiado, dimitiera poco después, golpe de grave trascendencia para el l)artido conservador.
II
Con tales campañas parlamentarias , había llegado Balmaceda á ser una entidad política y el primero de los que se declararon abiertamente partidarios de la separación de la Iglesia y del Estado y de otras culmi-
294 AMERirAXOS CÉLEBRES
liantes rcfonuas. Sus ideas eran demasiado conocidas para que se dudara de su actitud.
Hav en el pueblo cliileno un «¿raudísimo fondo de buen sentido, de recto criterio y tic madurez para todas las cuestiones, y no en balde se llama á Chile, la Inglaterra de América.
(^ada reforma llevada á cabo después de convencerse de su importan- cia V de sus ventajas, cada paso adelantado en el camino del pro<¿'reso, es un coloso de granito por la solidez (pie adquiere.
En 1875, fué elevado á la presidencia D. Aníbal Pinto: y poco después I). Rafael Sotomayor, ([ue era ministro de Hacienda en el gabinete (]ue presidía el notable político y escritor I). Victorino Lastarria , renunció su puesto, que le fué ofrecido á Balmaceda, y que éste no acept(), sin duda por no abnndonar su asiento de diputado, en el cual se asociaba á todas las brillantes innovaciones que por entonces se llevaron á terreno práctico, como fué la célebre ley de cementerios.
Ya á la sazcni se le había brindado segunda vez por el ministerio Keyes, con la cartera de Hacienda.
Y lleg(5 el año de 1878.
Un buque chileno apres*') la Dccoiniliifc en las aguas del río Santa Cruz, y tal acontecimiento estaba á punto de pr(unover lui conñicto entre Chile y la Hepiiblica Argentina: los ánimos se enardecieron , los sentimientos nacionales se excitaron, hasta dar motivo á (pie uno y otro pueblo creyera que la guerra estallaría de un momento á otro.
Por último, la soluci()n fué el tratado de 1878, combatido tenazmente por unos y defendido por otros: entre los últimos estaba Balmaceda y con su autorizada palíibra influye') para (pie se aprobara.
Tal fué la base, para ser nombrado enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Chile en la República Argentina, I^ruguav y Brasil.
Era á la sazíui presidente de la primera, el doctor D. Nicolás Ave- llaneda.
No llegaba el sagaz tribuno en momentos favorables para su misiíjn diplomática y fué necesaria toda su habilidad, para (|ue tuviera resultado satisfactorio. Lo más importante entonces era conseguir la neutralidad de la República Argentina en la inevitable guerra chilena-peruana boli- viana.
Y Balmaceda triunlo, á pesar de las simpatías generales (¿ue abriga- ban en el Plata, por el Perú y Bolivia.
.lOSK MAXIKI. BAL>[A(K1)A 205
Quedaba en pie la cuesti/) i del tratado de límites, pero también consig'uió un plazo, para (pie entre tanto Chile pudiera atender á la ji'uerra sin complicaciones ni trabas.
II
El .') de Abril de 1879 declaró Chile la ^'uerra al Perú y Bolivia, cuando se aproximaba el término del período constitucional del señor Pinto, á quien iba á substituir un hombre más activo y unís enéroico, D. Dominoo Santa María.
Era presidente de la República peruana el general i). Mariano Ignacio Prado, v en Bolivia, mandaba á la sazón el general D. Hilarión Daza, soldado de fortuna, al que una sublevación derribó poco después en Tacna (Perú), en donde se encontraba con las tropas que iban á tomar parte en la campaña, teniendo que apelar á la fuga inmedia- tamente.
Al subir Santa María á la presidencia, ocupó Balmaceda el puesto de ininistro de Relaciones Exteriores, en el que tomaron may(jr vuelo y se pusieron más en relieve la energía, la actividad infatigable, la labor de la imaginación, la prudencia y la madurez del hombre de Estado.
Surgía un peligro con la idea del Congreso de Panamá, y el prudente ministro lo conjuró por la diplomacia , dando instrucciones al efecto á los representantes en Centro América y Méjico, en el Ecuador en el Iruguay y en Colombia, en donde Chile tenía de ministro plenipoten- ciario al ilustrado y caballeresco José Antonio Soffía. ^
También por el Norte América se aglomeraban nubes amenazadoras, ])orque el coloso del Nuevo Continente quería intervenir en los asuntos del Sur y mediar en las arduas condiciones de paz, va con benévola intencifui hacia el Perú, ó porque no entrara en su política el permitir (pie otra naciíMi se enri([ueciera con aumento de territ(n-io.
La suerte de las armas había sido contraria para los hijos de los incas. Sucesivos desastres, tal vez desacertada dirección pusieron
' Muerto en Bogotá liaee poi'o tifniíio
296 AMERICANOS CÉLEBRES
íil país á orillas del })rccipicio, sembrando sus campos de cadáveres y reg-ándolos con sangre <>-enerosa. Episodios dignos de la pluma de Tácito, ó del inspirado laúd de Homero, tuvieron lugar durante la triste y fratricida contienda, y aumentaron las páginas gloriosas en la historia del Perú.
¡Cuántos corazones patriotas dejaron de latir! La luz de inteligencias elevadas y nobilísimas se apag(5 para siempre. El fantástico Huáscar y su comandante el valeroso y heroico Grau, habían sucumbido, y después cientos y cientos más en las reñidas batallas.
Hubo en los dos ejércitos hechos admirables que la historia ha reco- gido ya, y si Chile, como bueno, ha honrado los restos del insigne y esforzado Prats y de otros valientes hijos, si en sus anales registra heroísmos sin cuento, el Perú también tuvo numerosos mártires del patriotismo, del honor y de la contraria fortuna.
¡Perdonadme, lectores; perdonad esr.a digresión á aquella ([ue entonces intentó personarse en las ambulancias y en los hospitales de sangre para cuidar á los heridos de una y de otra nación , porque ambas le eran muy queridas !
IV
Decía, pues, que Balmaceda con sagacidad, tino y prudencia, desvió á Chile de los escollos que pudieran detenerlo en su marcha política.
Con patriótica indignación leyó el famoso meniorándum de M. Hurbult, ministro de los Estados Unidos en Lima, y respondió con la no menos célebre nota dirigida al general Kilpatrick, representante del Norte América en Chile.
En ella, verdaderamente se admira la habilidad que distingue al que es hoy el primer magistrado de la república de Chile, y copiamos dos párrafos á cual más dignos é intencionados.
«Mi gobierno ha creído conveniente observar, ante quien corres- ponde, la irregularidad de esta conducta desestimándola en el fondo, pues le asiste la confianza de que las declaraciones que el nienioránduní de Hurbult contiene, no son la expresión de la política circunspecta.
JOoÉ MANUEL BALMACEDA 297
noble y leal, que los Estados Unidos han observado con los beligerantes del Pacífico.
» Nosotros no hemos buscido aliados, no hemos solicitado mediacio- nes, ni hemos pedido á extraños el dinero invertido en la contienda. Nos ha bastado pedir sus economías al trabajo, su brazo á los obreros, su fe al pueblo y el patriotismo á todos, para cumplir la obra de sacrificio y de honor debida á nuestra justicia y á nuestro derecho.
> Solos hemos emprendido la guerra, y en ejercicio de nuestra sobe- ranía y en la esfera de nuestra legítima libertad internacional, solos la habremos de concluir».
La altivez digna y mesurada rebosa en el último párrafo.
Era por entonces ministro de Estado del Gobierno de los Estados Unidos, el célebre republicano Mr. Blaine, y éste, queriendo á todo trance conseguir la mediación norte-americana, en las enmarañadas circunstancias por que atravesaban las repúblicas del Sur, envió á Chile á M. Trescott con instrucciones especiales, entre las que se asegura era la principal se repusiera en el Gobierno del Perú al Sr. D. Francisco García Calderón, y que de no efectuarse así, las buenas relaciones entre el Norte América y Chile quedarían interrumpidas.
Nuevo campo fué éste para Balmaceda , en el que su estrategia y su talento lograron también despejar el horizonte, ayudado al propio tiempo por la salida de Blaine del Ministerio. Las negociaciones se llevaron á feliz término, y Chile quedó dueño de sí mismo para inq^oner las condiciones de paz á los vencidos.
En 1882, pasó Balmaceda á ser ministro del Interior, abriéndose allí otro vasto escenario para sus ideas de progreso y entró de lleno en él, y los ferrocarriles y telégrafos, correos, hospitales, casas de asilo, puentes, caminos, carreteras, todo, en fin, lo que era úti] , necesario y benéfico encontró en Balmaceda activa cooperación, poniendo sus extensos conocimientos al servicio público.
Al tocar á su fin la administración de Santa María , fué Balmaceda el candidato del pueblo y ocupó el solio presidencial bajo los auspicios más lisonjeros.
El 18 de Septiembre de 1886, tomó á su cargo el mando supremo, y desde entonces todos sus actos han respondido á las esperanzas concebi- das anteriormente.
•208 AMERICANOS CÉLEBRES
Tiene el presidente de (*hile carácter franco y benévolo, maravillosa actividad, iniciativa para cnanto se relaciona con innovaciones progre- sistas.
Es decidido protector de la enseñanza popnlar v de la ilnstración de las masas.
Es incansable para el trabajo intelectual, (|ue encuentra vigorosa auxiliar en su voluntal de acero y en su naturaleza privilegiada.
Tales son los detalles recogidos en publicaciones y escuchados á ])ersonas rectas é im])arciales.
EVARISTO CARAZO
EVARISTO CARAZO
PRESIDENTE DE LA rvEPÜBLICA DE NICARAGUA
mm
iCAi?A(;rA i's una de las repúblicas del Centro América ([uc por jSii marcha política , por las patriarcales y sencillas costumbres de sus habitantes, por la libertad v las garantías (¿ue ofrece á la sombra sa^i^rada de las leyes, y por la cariñosa hospita- '.' ' lidad que el extranjero cncnentra, deja en el corazón y en la mente de los que su feraz suelo han recorrido, imperecedero y g-ratísimo recuerdo. Cuenta Nicaragua páginas brillantes en su his- toria y heroicos episodios de acendrado patriotismo, sobre todo remontándonos á la época triste, si bien gloriosa , de sus luchas contra los filibusteros capitaneados por el famoso A\'alker.
Hombres abnegados, austeros y probos gobernantes, han conducido sabiamente la nave del Estado, y abandonando la vida patriarcal del hogar y las ocupaciones que para el bienestar de su ñxmilia embargaban su tiempo, se han consagrado á la política en bien de la patria . y con desinterés y espartana sencillez, sin otra ambición que la paz y el pro- greso nacional, vieron llegar el término prescrito por la ley y transmi- tiendo el mando al sucesor legal , se retiraron , con la conciencia limpia y la satisfacción del deber cumplido, á la vida doméstica, para emprender de nuevo las tareas ([ue anteriormente desempeñaban.
300 AMERICANOS CÉLEBRES
¡Qué hermoso recuerdo el de ciudadanos como el valeroso Martínez, el benemérito Cuadra, el digno Guzmán, el patriota Chamorro, el probo Zavala y el ilustrado Cárdenas! ¡Felices las naciones (¿ue ven sucederse los magistrados sin luchas, odios, ni desórdenes!
II
Distingue al actual presidente de Nicaragua gran actividad, no amortiguada ni vencida por su larga carrera política , á la par que está dotado de admirables dotes administrativas dignas de justo elogio, que al granjearle popular aplauso, le han conquistado á la vez el respeto y consideración de todos los partidos.
Poderosamente ha impulsado el proyecto del canal interoceánico, fuente de prosperidad para la República, y base de halagüeño porvenir para la industria y el comercio.
Cuenta el presidente Carazo sesenta años, y por consiguiente, como la grande obra comienza en su período y se cree que rápidamente debe llevarse á feliz término, podrá recrearse con el grandioso éxito, que será de inmensa utilidad para los pueblos centro -americanos. Altos puestos ha ocupado Carazo, y como diputado, senador, prefecto de Rivas y ministro de Gobierno, alcanzó honra y prez, dejando el recuerdo de su probidad y de su patriotismo.
Su amor al progreso, su interés por el engrandecimiento de su patria, su empello y laudable aspiración por enaltecerla, lo hacen acreedor á la gratitud nacional.
Ultima pincelada debida á imparcial y hábil pluma.
Im del Sr. Meulemans, refiriéndose al ciudadano del Centro América, al presidente de la feraz y risueña Nicaragua.
«El Sr. Carazo, — dice, — es una figura casi extraordinaria á los ojos de los europeos sepultados en la rutina de una sociedad vetusta. Pero las repúblicas americanas son un plantel de hombres de Estado, que, como lo prueba el presidente Carazo, no le ceden en nada á los políticos más avanzados de las naciones continentales».
MATÍAS ROMERO
■^FJíÁ verdad que el país en donde se ha nacido pueda influir en el carácter y condiciones del hombre y en su adversa ó próspera fortuna'?
La opinión de algunos profundos escritores que afirman lo anteriormente dicho, me haría pensar que el Estado de Oaxaca en la República de Méjico, disfruta de ese privilegio, pues que tan pródigo es en derramar dones sobre sus hijos y destinarlos á justa celebridad.
En ese número cuéntase D. Matías Romero.
Desde la edad más tierna y en vista de su viveza é inteligencia, comenzó su primera enseñanza, á la cual siguió después el estudio de latinidad , y al cabo de tres años ingresó el niño enel Instituto de Cien- cias v Artes, colegió civil del Estado, y con singular aprovechamiento cursó Filosofía , Lógica , Metafísica , Geografía , Astronomía , Matemáti- cas V Economía Política, manifestando en su seriedad y afán por saber, que había recibido al nacer especialísimas cualidades para no permane- cer en esferas vulgares, y tanto más lo dio á comprender al comenzar los estudios de Derecho natural, de gentes, romano, público, principios de legislación. Derecho constitucional, civil, criminal y canónico.
El joven estudiante gozaba de cierta supremacía entre sus cámara-
302 AMERICANOS CÉLEBRES
das. porque juicioso y reflexivo sin intentarlo se imponía, porque demos- traba la o'ravedad del hombre cuando sólo era aun adolescente.
o
Con júbilo y org'ullo otorgábanle sus profesores premios y diplomas, que con su asiduidad y talento había ganado, asegurando para Romero brillante porvenir, útil para la patria.
En ISó") y al contar diez y ocho años, trasladóse á campo más extenso ])ara practicar la Jurisprudencia, buscando en Méjico el apoyo de su paisano D. Benito Juárez, que era á la sazón ministro de Justicia en el Gobierno nacido del plan de Ayutla, y como las aspiraciones del joven Romero tendían á ser diplomático, aceptó contentísimo una plaza de meritorio en el ministerio de Relaciones Exteriores, sin (jue descuidara practicar en la Academia de Jurisprudencia y en el Supremo Tribunal de Justicia, en donde otro oaxaqueño ilustradísimo y docto desempe- ñaba la Secretaría, D. Ignacio Mariscal, que después también se ha elevado á gran altura, como diplomático y ministro de Relaciones Exte- riores.
II
El IS de Noviembre de 1S57, fué declarado por el Congreso D. Ignacio Comonfort presidente de la República mejicana , y cuando ya desem- peñaba el alto cargo como substituto del general Alvarez.
Vaciló en aceptar porque la situación era peligrosa y difícil: el país, en su mayor parte, ardía en insurrecciones y en sangrientas luchas civi- les: la constitución promulgada en Febrero del mismo año no tenía condiciones para inspirar fe ni confianza. El nuevo Código, desde el principio había tenido, impugnadores y producido descontento en la mayoría de la nación^ y no bien empezaba á regir, cuando el general Comonfort, resuelto al fin á aceptar la presidencia, manifestó, después de pronunciar el juramento, que la constitución necesitaba saludables // convcnicnlcs reformas. Esto sucedió el 1.^ de Diciembre, y el 17 del mismo, estalló la revolución, llamada plan de Tacubaya, teniendo por caudillo al general D. Félix Zuluaga.
Preparábase en aquella época el joven Matías Romero para volver á Oaxaca, escaso de ánimo y perdida su esperanza más halagadora, de
MATÍAS KOMKKO 3()3
<j[ue le enviaran á una legación de ]\Iéjico en el extranjero, que era .su bello ideal.
La actitud hostil (j[ue tomaban los negocios públicos, le hicieron alis- tarse como voluntario en las tropas del Gobierno, y combatir bajo las órdenes de Zaragoza, á la revoluci(5n conservadora. A la saz(')n era capitán el que mas tarde fué ínclito defensor de Puebla.
El general Gomonfort fué poco afortunado en la campaña , y vencido en Enero de 1858, hubo de salir de Méjico poniendo el país en las hábiles manos de Juárez, presidente de la Suprema Corte.
íCo desmayó Romero ni vaciló, y siguiendo la suerte del Gobierno marchó para Guanajuato, venciendo grandes dificultades y resuelto á ingresar en el ejército; pero estimáronse sus servicios como más útiles en el ministerio de Relaciones Exteriores y quedó en él empleado.
A'erdaderamente en esa época desastrosa para Méjico empieza á des- tacarse la abnegación de Romero y su caballeresco carácter.
En Guadalajara , á donde había seguido á Juárez, fué hecho prisio- nero por el comandante Landa y al propio tiempo que el Presidente de (juien jamás se apartó en los azares y penalidades de entonces, ni tani- poco en el viaje efectuado desde Manzanillo á Yeracruz, por el istmo de Panamá.
Tenía Juárez por ministro universal, al ilustre cuanto desgraciado D. Melchor Ocampo, y de éste era secretario particular y oficial may<u' •de los Ministerios, el joven abogado y laborioso ciudadano Romero.
La confianza y aprecio de Ocampo crecieron de día en día, y en breve <A secretario fué para el hábil ministro, un amigo entusiasta y decidido.
III
Séanos permitida una interrupción.
Era el filósofo y liberal D. Melchor Ocampo, uno de esos hombres tan íiusteros en sus principios, tan firmes en su deber y tan elevados por sus sentimientos, que dejan á su paso por la tierra una estela luminosa é imperecedera.
Su vasta inteligencia estuvo consagrada ;í una gran causa, á un
304 AMERICANOS CÉLEBRES
noble propósito : á la libertad y progreso de su patria , y á derramar la luz para posteriores fines de civilización.
Era generoso, pero contrario á las preocupaciones y al obscurantismo, fué víctima y mártir de sus convicciones.
Después de sus grandes servicios al país que hoy se recuerdan con veneración, habíase retirado á la vida doméstica en su finquita.Pomoca, único resto de la fortuna que había sacrificado gustoso en patrióticos afanes; para instruir á las masas populares.
Allí fué á buscarle la ferocidad y el odio de los reaccionarios : de allí arrebataron al sabio y al inmaculado liberal, y lo condujeron hasta Tepeji del Río, y el día 3 de Junio de 1861, mancharon aquellos hombres, — ya tan funestos al país, — las páginas de la historia meji- cana con un nuevo y más horrendo crimen.
D. Melchor Ocampo, fué fusilado al pie de un árbol y después colgado de las ramas, cual si hubiera sido el más abyecto de los hombres. ¡Indigno fin, de tan altos merecimientos!
Había en el corazón y en la mente del Sr. Ocampo, un tesoro de generosidad y de nobilísimas ideas. Cuéntase que al verse calumniado en un folleto escrito por el médico Indelicato, no manifestó ni enojo ni deseo de castigar al insolente, como pensaban sus deudos y amigos; solícito le socorrió con una fuerte cantidad diciendo: «El desgraciado me insulta porque tiene hambre. » Semanas después, ensalzaba el médico las virtudes de su bienhechor.
Otra vez viajaba con un amigo suyo, cuando les sorprendió una fuerte tempestad.
El Sr. Ocampo se envolvi(') en un precioso zarap? del Saltillo, que habría costado ciento cuarenta ó ciento cincuenta duros.
En aquel instante un infeliz les pidió limosna.
El filántropo se quitó el zarape y se lo entregó al pobre.
— De ningún modo, señor, — dijo, — más falta le hace á su merced para no mojarse.
— Yo voy á llegar á la hacienda y no lo necesito: guárdalo. . — Podrán decir que lo he robado, señor.
— Dirás que yo te lo regalé.
Y llegó á la hacienda- mojado hasta los huesos, pero contento por haber hecho una acción generosa.
MATÍAS HOMERO ;}( )5
IV
Tal era el hombre, aiuigo v jefe de ü. Matías iloinero.
Eli Dieieiiibre de ISoí) fué nombrado el entendido oaxaqueño, secre- tario de la Leg-aei(')ii de ]\Iéjico en AVáshington , siendo presidente de los Estados Unidos, Santiago Buchanan , y cuando ya la tormenta separa- tista empezaba á empañar el puro cielo de la gran República.
Por entonces era embajador de Méjico D. José María Mata.
En l(S()(), (j[ued(') Homero encargado interino de negocios, por ausencia del ministro ^[ata. hasta Mayo de 1S()2, en que ya ])or el ministerio Doblado se le dio el cargo diplomático en ])ropiedad, que (lesempeñ(') hasta Abril de lS6o, época en <pie regres*') á Méjico cum- pliendo con las (')rdenes de su (-robierno.
Inmensos fueron los servicios que desde su llegada i'i A\'áshington, hasta su vuelta á la patria ya ocupada por los franceses, hizo el habi- lísimo diplomático, acreditando su saber, las notas y correspondencia cambiadas con el Gobierno norte-americano.
Ardía la sangre del patriota en las venas del di])lomático , por lo (pie renuiici<'> su honroso puesto, para medir también sus fuerzas con los invasores y al lado del general Díaz, su compafiero de infancia y su l)aisaiio, y como jefe de su Estado Mayor, empezó á prestar servicios como soldado. Desempeñ(') comisiones difíciles, y enviado por el general Díaz á Potosí, asiento del (robierno legal, volvi(') {i recibir el nombra- miento para la Legación de AVáshington, siendo inmediatamente recil»id<^ por el Presidente de los Estados Unidos como enviado extraor- dinario y ministro plenipotenciario de ^léjico.
Su capacidad intelectual, su energía y activo patriotismo, dieron para su patria trascendentales resultados durante la noble y sangrienta campana c<»ntra la iiitervenci(')n.
Txomero fué infatigable: las dificultades no le arredraron, y su tacto y su rectitud proporcionaron á Méjico simpatías, apoyo moral y cré- dito, ad(|uiriendo para sí propio la estimación general y el prestigio.
En Octubre de 1807, abandon(') los Estados Unidos en medio de las demostraciones más lisonjeras, y en Enero de 18(58 tomó á su cargo la cartera de Hacienda.
* 20
;3<)(> A.MKRICAK08 CÉLKBEES
Eli Mavo del mismo ano, y para llevar á efecto uu tratado relativo al arréalo de reclamaciones de ciudadanos meiicanos contra el (lobierno norte -americano y viceversa, sali<') para AVáshino'ton y volvi('> en Agosto para tomar de nuevo y con ahinco la direcciíMTde la Hacienda pública, que le debió orden y admirable economía.
Las especulaciones ruinosas y los neg'ocios que en otras épocas y con frecuencia, han sido base de fortunas improvisadas á costa de la nación, y de ([lie algunos medren aunque sea en menoscabo de su honra, no tuvieron efecto durante el tiempo que Komero fué ministro de Hacienda.
No le faltaron entonces ataques y enemistades: pero la severidad de su conciencia y la notoria satisfacción de cuni])lir con su deber, le recompensaron de las decepciones que sufren los hombres de Estado.
Después en posteriores épocas y en la actualidad, desde hace largo tiempo, ha vuelto el señor Romero á deseni})eñar la Leg"aci('>n de ^Méjico en Washington, en donde constantemente se ha ocupado en el servicio de su patria, como en 1S82 en la cuestión de límites con Guatemala, cuando el general D. Kufino Barrios, presidente ;í la sazíui de aípiella Iiepiíl)lica , se puso de acuerdo con el sagaz mejicano para el arreglo <lefinitivo de aquel debatido asunto.
Nadie hay más sencillo, más modesto y con menos j)retensiones que D. Matías Homero. Verdad es que la modestia es privilegio de las gran- des y verdaderas inteligencias. Su carácter es serio, pero cortés y servicial. Tiene las virtudes republicanas de hoy, hermanadas eon la hidalguía caballeresca de tiempos antiguos. Es honradísiiiK) y austero, y en su i)ensadora fisonomía, en sus ojos y en su aspecto, se traduce la profundidad de las ideas y la continua labor de la imaginaci(')n.
Está casado con una hermosa dama norte - americana , abnegada y cariñosa compañera del hombre })úblico, de tan sencillas costumbres como él, y modelo de bondad y de distinción.
He a({uí á grandes rasgos dibujada una vida laboriosa, útil y de memorias gratas para Méjico.
MÁXIMO TAJES
MÁXIMO TAJES
'ÜESI DENTE 1»E LA UErCltLKiA 0. DEL URUGUAY
oDKsTo, simpático, dv nobles v oenerosus seiitiuiitii- tos, intrépido en la giu rra , niaí>"náninio en lu victoria, fraternal siempre con todos sin distin- ción de clases ó de i)artidos, tal es el general 1). Máximo Tajes, ])residente de la República Oriental del rru<>nay.
La popnlarísima re^"<»luci<'»n de l<S(i2, ;í la (pie se di(') el nf>mbre de driizdfht l¡lu>ri(i(hn-<i , fué el foco en donde brilló por primera vez Máximo Tajes, formando en las tilas del partido colorado, que tendía y que 1o<ító vencer al hhmco.
Desde entonces prestó «-randes servicios en el ejército, y con patri('>- tico entusiasmo se bati(') en diferentes ocasiones, distin<i'niéndose en la titánica «iuerra del Paraj^uav. en la que vencidos y vencedores alcanza- ron el inmarcesible lauro (pie se concede al valor.
Llamado al ministerio de la Guerra por el g-eneral Santos, demostr(') en aquel cari>'o brillantes aptitudes, y más tarde, victorioso contra los revolucionarios en el Quebracho, v habiendo hecho gi-an nújnero de ])risioneros, obtuvieron éstos del ^eneral Tajes, tratamiento })ro])io del hombre (pie cumplido el deber, se conduele del infortunio y procura hacerle menos penoso. Su aspecto es pi-rave y serio: pero bajo la capa de
80S AMKRICAXOS CÉLEBRES
iik've del Polo, se encuentra el fueii'o de los tr()picos, el entusiasmo y los ardientes destellos del alma noble, y de las aspiraciones por lo grande v por lo bello.
Es sencillo en el trato íntimo, afable é indulgente con los inferiores V cortés y atento con todos.
]1
Desde su eleyaci<')n ;í la presidencia, ha tomado una marclia política tan dig'níf como ventajosa para el país, haciendo respetar la ley y teniendo por norte la fraternidad de todos los partidos, los (pie han encontrado en el general Tajes, el decidido protector de las garantías individuales.
El combatido l'rug'uay, la pintoresca y risueña patria de los Treinta y tres, ha entrado en yerdadera senda de progreso moral y material, á la sombra de la constituci(')n y protegida por el orden y la })az, (pie es la bandera del general Tajes.
En su vida pública y en la íntima es siempre bent'voh^ y sencillo, hasta el punto ([ue jamás impone la superioridad de su alto puesto en la milicia y en la política.
Es culto y apasionado de todo progreso, de todo adelanto, y entu- siasta porque su país disfrute crc'-dito y pre})onderaiicia.
Bajo ruda corteza, alberga corazíui sensible y sentimientos l)ellí- simos.
El Uruguay, desputís de tantas yiolentas luchas civiles, respira hoy el hermoso y saludable ambiente de la paz, haciéndose por su adelanto, doblemente ([uerido y respetado por las naciones vecinas y por las más lejanas.
Las operaciones comerciales é industriales han creado s(51idos y muy importantes Bancos, y los valores nacionales han tenido un aumento considerable, debiendo tan risueño presente á la poderosa y patri(jtica iniciativa del vencedor en Quel)racho.
Los triunfos de la paz y de la inteligencia en el siglo xix, son de resultados nuís s()lidos y útiles ({ue los que se adquieren con la espada ('> con los cañones.
MANUEL L. BARILLAS
EL GENERAL BARÍ LL AS
I'RESIDENTE DE LA líEPl líLICA M. GrATEMALA
>rKiJAi)0 V trasceiick'iitaL fué el aconteciinicnto ({lie sembr*') el pánico v la consternación en la ciudad de (Guatemala, en la noche del Jueves Santo, 2 de Abril de 1880.
T'n correo acababa de llef^ar con la noticia de la muerte del (general Barrios, presidente de la República, (pie herido de un balazo en el c<n'az(')n al atacar las trincheras de Clial- chuapa, había sucumbido ;'i los })ocos instantes.
Por calles y plazas, circulaba la gente, ávida de noticias y temerosa de los trastornos ([ue pudieran sobrevenir en circunstancias tan críticas y en la inevitable evoluciini política , (|iie había de tener lugar.
El ministro de la Guerra, general Barrundia, era en tales momentos el (pie tenía en sus manos el })oder, y según pública opini()n, })ensaba ])roclamarse presidente de (Tiiatemala.
Las horas de aquella noche })asaron entre angustias y sobresaltos, y no bast(') para trancpiilizar los ánimos, que el viernes, la Asamblea autori- zara al primer designado <') vicepresidente D. Alejandro Sinibaldi . para desenq)enar la j)residencia de la República, derogando en la misma sesiíMi el decreto (pie se había aprobado y aplaudido pocos días antes, relativo á la rnicni centro-americana.
310 AMKlíIC.VNOS CKI.Kl!i;i:s
El cadííver de aquel ([ue sin diubi soúó con glorias y alimentó desnie- <li(las ambiciones al salir i)ara la campaña, lle,i>(') el Sábado de Gloria, ;í las cinco de la tarde en lujoso carro escoltado [)()r tres mil soldados, ^' con un cortejo de diplomáticos y ministros, ([ue salieron á su encuentro.
Eira el duelo oficial, pero la población asistía impasible v sin (¿ue ni l(^s coraz«;)nes ni los semblantes expresaran dolor, más bien reÜejábase en ellos el asombro (pie produce lo inesperado y la incertidumbre de lo (|ue sucedería, natural en a([uellos momentos.
Kl cadáver del (pie tantos años había dominado sin encontrar di([ue ;í su poder, (piedó depositado en palacio, en soberbio catafalco, para ser conducido el lunes, día (5 de Abril, al cementerio.
Ya el dominiio, [)rocur() el g-eneral líarrundia imponerse á Sinibaldi. después de arrebatarle las facultades extraordinarias de que estaba inves- tido, y el presidente interino, antes (]ue faltar á la constituci()n, opt<) ])or salir del país, temeroso de una situaci()n tan crítica.
FA lunes, día en ([ue Barrios había de ser conducido al sitio en (pie concluyen todas las i>randezas v todas las tiranías, ordem') el i>"eneral i)aj-rundia formase la tropa y se preparase para acompañar el cadáveí'.
A los treinta y ocho coches del cuer[)o diplomático v consular, se;Liiiían el carro mortuorio v los ministros (-riiz , l)íaz ^h'rida. Lainíiesta, Sán- chez y el [)a(lre Arroyo, (jue había <i,'ozado de la conftanza del ü'eneral l)arrios. Todos sostenían las borlas del ataúd: la municipalidad formaba en la comitiva v varios de los empleados en oticinas piiblicas, así como la Escntda Polit(^'Cnica.
l>e cerca seii'uía Barrundia ;i la cabeza de los soldados.
Ali>iinos peri('>dicos v cartas particulares añrmaban (pie el general, ministro de la (luerra, tenía el proyecto de tomar el mando de la He})ii- blica en el mismo día y á la vuelta del cementerio.
Todo en apariencia le era favorable, v con secreta im[)aciencia deseaba terminasen los discursos v ceremonias, para regresar á la ciudad y poner en pi'áctica sn plan.
ir
Estas combinaciones llegaron sin. duda á oídos de la Asamblea, por lo ([lie, al aceptar la renuncia hecha por Sinibaldi, envi(') un correo al
VA. (iKXKKAl. ^!^HIIJ-.\^
jíTiieral Barillas, ;í la saz<')n cu Quetzaltcuaiigo, lu<>ar de su iiaciiniL-uto, llaiuáiulolc ur<i,(MiteiíR'Ht(,' para ([iic se encai\íi"asc' de la presidencia. Ya el (¡H('lz((lh'c<) marchaba con rapidez hacia la ca])ital, cuando otro enviado le sali<'> al encuentro ( D. P]duardo Rubio), ])ara ([ue activase la marcha y con su Ueii'ada hiciera un señalado servicio al país.
Era el j^eneral Barillas, se^aindo vicepresidente, y como á tal. le ci)rrespondía tomar el mando.
Aun estaban en el entierro, cuando con el traje empolvado llegó al cementerio, causando profundo asombro en todc^s y ])articularmente en el ;Lieneral Jíarruiulia.
Turbad(.) C'Ml\ le preg'unt<) el i)or (pié se presentaba en traje de camino.
— Veng'o así, por([ue como presidente me toca salvar de la anarquía á la capital.
La primera medida del general Barillas, fué cambiar las guardias y ordenar. <[ue entrasen de servicio las tropas (pie con él, habían llegado de Quetzaltenango.
El IX de Abril de ISST se ñrmc) la paz con el Salvador, Nicaragua y Costa Rica, v va nuevos ministros habían tomado posesi(')n del despacho y aA'udaban al presidente para reorganizar el país.
Por los diarios de la capital v después en conversaciones particulares con algunos guatemaltecos, hemos formado el juicio de (|uc Barillas es de carácter afable, pero á hi par ñrme y no desprovisto de la fuerza de voluntad indispensable en un mandatario.
Ejerciíj interinamente la suprema magistratura, hasta (j^ue más tarde se hicieron las elecciones y fué proclamado presidente constitucional.
CA8IMIE0 COERAL
;()N pocas las individualidades coiiteiin)oráiieas (jiit' hemos
colocado cu nuestra g'alería de inmortales americanos,
^ reflexionando en que se presentan g-randes diñcultades
para juzgar sus actos y emitir juicios (jue puedan desecharse
})or aj)asionados, ya sean en pro ó en contra de a(juellos
que aun no han concluido con la eterna lucha de la vida.
lV)r esto únicamente nos })ermitimos hacer alg'unos bos- ([uejos biográficos, para que en la futura generación, el historiador los perfeccione y concluya con imparcial y reposado criterio.
II
Aun saboreaba yo en Agosto de 187() las impresiones de mi viaje por la adelantada república chilena, cuando el xnitov Aldea uta me condujo rápidamente al puerto de Moliendo, en donde desembarqué, y desde allí continué hasta Arequipa, la ciudad tabernáculo de las libertades perua- nas, que tiene ])or alfombra, fresca y lozana campiña embellecida jior los verjeles de Tiabaya, de Yanahuara, de Paucar])ata y de Tingo, y ])f>r diadema el colosal ]\[isti con su manto de eternas nieves.
CASIMIRO COJillAL
CASIMIHO ("ORKAL 313
Aun en la cuna del dulce v desgraciado poeta Melj^ar, de Castillo, el cantor del Paraguay, y del sapientísimo astrónomo I). Mateo Paz Soldán, veíanse las huellas del esi)antoso terremoto del año 1808, y era indescribible cuanto incomparable el contraste de los templos arrui- nados y de las casas reducidas á escombros, con lo risueño de la naturaleza bañada ])or el sol ardiente y deslumbrador.
Sin miedo al sorochi', ' seguí mi viaje para la Poma del Perú, la anti(|uísima ciudad del Cuzco, la corte de los Incas; })ero el deseo de <'onocer el lago de Titicaca, me desvi() del primer propósito, y aplazán- dolo para el regreso me dirigí á Puno, linda ciudad situada en las orillas del lago. Océano en miniatura, y en donde las borrascas son á veces tan temibles como en el mar.
Allí conocí al Dr. D. Casimiro Corral. Estaba por entonces emigrado y esperando momento oportuno para entrar en Solivia, su patria.
De ella le separaba el lago.
Til
En aípiella época tenía el político boliviano cuarenta y cinco años. Llani('» mi atencitni su expresivo rostro, animado por la viveza de sus ojos negros, en los (jue veía brillar la inteligencia y la impetuosidad, una de las condiciones características del I)r. Corral.
En esa ciudad que se esconde allá en el fondo de un precioso valle, coronada por las altaneras cimas del Sorata y del lUimani, en la Paz de Avacucho, naci(') en 1S;>1 (casimiro Corral, y allí también sigui(') sus estudios y la carrera de leyes, hasta que en 1858 se recibió de abogado: desde entonces fué su vida turbulenta y agitadísima. Durante una parte de la administraci<')n del ilustrado Dr. Linares, ocujxS el puesto de secre- tario del Consejo de Estado: más tarde, en ]S()2, militó en las tilas revolucionarias y tonn') parte en el combate de San Juan, poniendo más en evidencia su heroico esfuerzo en las barricadas de la Paz, hábilmente defendidas por él en uniíui de su inseparable amigo, el bizarro Otero.
' l>itirult;>il en la i-fíiiiíacióii por la raroza ilel airo imi la-; srau'lfS alturas.
;31-i AMKIMCAXOS CF,I>K1!RKS
Perseguido por el presidente Achá, buscó refugio en el Perú, rijaudo su residencia en Lima , en donde pudo libremente hacer alarde de sus ideas liberales en los diversos peri(5dicos en (jue escribía, y muy en ])ar- ticular en El Mei'curio, del que era director.
Solivia, como todas las jóvenes repúblicas americanas, lia estado agitada por frecuentes convulsiones políticas, y no tard(') en estallar la revolución <[ue tuvo por caudillo á Melgarejo. Triunfante éste y derro- tado Achá, volvió Corral á su país y fué nombrado prefecto de la Paz. en momento tan oportuno, (pie evit<) con su abneg'aci<')n v arrojo ct sa([ueo de la población.
La guerra del Pacífico, tan antipolítica como inútil, y (pie no tuvo <^tro resultado más que despertar rencores (pie dormían, y la pérdida de algunas preciosas vidas necesarias para la patria, hizo (pie íormaran alianza las repúblicas amenazadas, v entonces el Dr. Corral fué como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario al Perú \ al Eeiia - dor; mas como el mando de Melgarejo, habíase convertido en una tiranía imposible y extravagante, hizo dimisi()n (^)rral de su elevado [)uesto diplomático, consagrándose á trabajar en [)ro de la libertad de su patria.
El éxito fué feliz, pues (pie la campana (k' 1S71 derribó al déspota \' salvó á la nación. Tan inmenso se consideiM) el servicio, ([ue hasta los propios enemigos políticos del Dr. Corral lo reconocieron , y la Asamblea Constituyente le declaró rntiiicrtlc // hcroirn (■¡ntldihino, (icrt'i'dar <'i hi (/rali- Ind de .s/y.s foiDpafi'iola-s.
El Dr. Corral tuvo á su cargo la cartera de delaciones Exteriores durante el corto período presidencial del general Morales, (pie fué as(.- sinado un año después por un joven sobrino suyo, á (piieii años más tarde conocí en Lima. El dramático ñn del gol)ernante boliviano. elev('' á la presidencia á D. Tomás Frías, uno de los hombres (pu' más honran la patria historia por su clarísima inteligencia, por su rectitud y poi- sit noble patriotismo.
El Dr. D. Casimiro Corral, continiK) desempeñando el Ministerio. hasta que fué proclamado candidato ])or el partido civilista democrático. para la presidencia de la República.
¿Cuál fué el motivo de su derrota en las elecciones? No podría ])ro- fundizarlo sin exponerme á cometer errores, pero tal vez ])iieda atribuirse^ ?í intrigas y á enemistades políticas: lo cierto es, (pie desistiendo de la lucha abandonó de nuevo su patria.
CASJMIÜO COIÜÍAL 315
111
Kii el UR'S (le Octubre de ÍH1\) salí del Perú para visitar el Ecuador^ eii luonieiitos tristísimos y cuando ya se lamentaban desastres y se Herraban ])érdidas. La contienda chilena-peruana-boliviana, tomaba aspecto sanii'riento v destructor.
A la sazíMi en el Ecuador, mandaba el general 1). Ig'uacio W'intimilla.
A mi licuada á Quito í'iií ;í hospedarme en la Le<i"ación boliviana, y debí la amable hospitalidad, al enviado extraordinario v ministro ple- nipotenciario Dr. Corral.
^fes y medio después, sin la anuencia de su (iobierno y sin escuchar la.s amistosas advertencias de sus amij^'os, salía (Jorral para la costa, embarcándose días más tarde en vni bu(pie inj^dés rumbo al Perú.
^[arclia á cumplir con su deber político y con el de su amor ;í la patria .
('0[)io estas palabras de una carta, ([ue p(n' ent(^nces me diri<>ía el üeneral D. .losé ]\Iaría Crimina, desde Babahoyo.
La primera noticia ([ue se recibi<) fué desde San Bernardo (Chile), en d(nide se encontraba })risioiu'ro.
Los chilenos le habían extraído del vapor á pesar de la bandera ing'lesa, comprendiendo (jue en tierra peruana (') boliviana, había de ser un enemi<i() encarnizad<K
En diile permanecí*'» larii'os meses, lejos de los dos seres más amables V más (piei'idos de su corazón: sus dos hijas.
(Guindo le fué devuelta la libertad y regresó á Bolivia, tuvo ([ue ocu- parse del arreglo de sus intereses, descuidados en tan larguísima serie de sucesos.
Pasaron seis años.
En l.S8() me disponía yo á salir de ^Méjico para Europa, cuando una carta de Nueva York nu' hizo saber (|ue el Dr. (^orral, se encontraba en los Estados Cuidos como embajador de Bolivia en AVásliington.
A mi paso por aquel gran centro encontré de nuevo la cariñosa hos- [)italidad del ilustrado y notable boliviano, y de a([uellas encantadoras
31G AMEllICAXOS CÉLEBRES
ninas que eran en Chile su constante recuerdo. Según me dijo, habíase retraído mucho de la política. Su familia le reclamaba y los intereses de esta: además por su salud quebrantadísima, necesitaba descanso.
Algunos meses después, a*o1vÍ() á Bolivia por haberse suprimido la legación, v en las elecciones para presidente que dieron el triunfo al doc- tor D. Aniceto Arce v en la i'dtima revolución acaudillada por Camacho, ha vivido alejado de la política.
He aquí á grandes rasgos el perñl que me había propuesto trazar.
EL GENERAL ULISES HEREAUX
PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE SANTO DOMINGO
A i; A vez se eiicueiitrau reunidas en un solo individuo las notables cualidades ([ue posee el joven presidente de la Txepública dominicana, de la feraz v lozana tierra (jue presenta de alf>'unos años á esta parte antes muestras de un proü'reso tan r/ipido 1) s(')lido, '¡ Xadie ignora (pie Santo Domingo posee una \ bahía envidiada por todas las naciones, — la de Samaná . — v que hov, ,g'racias á la veloz locomotora. ser;í [)ara la industria v el comercio el más grandioso y eficaz auxiliar, la gran arteria para su engrandecimiento.
Azua v el Cibao presentan notorio v admirable desarrollo, y el río Yaciuc asegura nuevos é inagotables veneros de poderío nacional.
Es fabuloso el incremento (pie se observa en todos los ramos de la industria v en todas las esferas del saber, y el impulso que el Presi- dente presta ;í cuanto se relaciona con sus ideas civilizadoras v avan- zadas.
Advit-rtese en el general Hereaux, total desprendimiento de interc's personal y absoluta consagraci(')n á la patria.
:-5 1 s
AMEKICANOS CKI.KHHES
La probidad más acrisolada es una de sus j^randcs condiciones, v la uiodestia el mayor atractivo áv su caráctci-.
Es intrépido para lanzarse en la lucha . })ero con exceso apocado para derramar san_u"re. porque re})uu'na á su ma<inanimidad.
JI
En la revoluciíui acaudillada })oi- Pablo Revés, pu.so en relieve el í>eneral Hereaux la nobleza generosa de su alnni . v sinti('>se verdadera- mente victorioso, cuando los (pie habían tomado las armas l)landién- dolas contra el (Tobierno leii'al . licuaron á implorar su ])erd(')n: entonces cclebr»') su triunfo, ])or([UC le daba lu^'ar á ejercer el más di<>no de los .sentimientos, v perdom') leal y sin condiciones.
Esa debe de ser la manera de <i"*>hernar en el siulo xix: combatir v vencer con las armas de la })er.-;uasi(')n v de la benevolencia : con la supe- rioridad de la justicia v de la razíui: con los principios déla leu'alidad v del i'ccto criterio.
Tales son los hombres (jue han menester los pueblos, para crecer en pi'esti^'io Y en honra nacional.
PATRICIO ESCOBAR
PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DEL PAKAGÜAY
N 2)oeta y un iiotabk' escritor, ha dado á la re})úl)lica (juc un día el Dr. Francia v los López esclavizaron, el nombre de P<(r(ii-s(> Tcrrc^itrc.
Desde el .•) de Febrero de LSTG, es decir, desde hace doce años, ha entrado esa hermosa, risueña, rica V fértil reg'ión de la América meridional, en una vía de progreso, vía recorre rápidamente conn» si quisiera resarcir en corto tiempo, los muchos años (|ue sus gobernantes la tuvieron en la inacci<'»n y en el aislamiento.
II
En Noviembre de 1882, tomó en sus manos el g'eneral Caballero las riendas del Estad(j. individualidad respetada, estimada y su])erior por su inteliücncia y por sus grandes condiciones para el mando.
8ubi(') á la presidencia en momentos en que el país anhelaba el desen- volvimiento de sus riquezas y la fraternidad, con las naciones del mundo civilizado.
320 AMERICANOS CÉLEBRES
Así, pues, la protección decidida del Presidente y sus ideas avanza- das, dieron por resultado el <»ran desarrollo de la a^uricultura , las <4-arantías para laboriosa inmigración, leyes liberales para todos los ramos de industria y para las empresas (pie hoy, en graiule escala ex])lo- tan los veneros que el país encierra.
La instrucción pública, la profesional, la policía, las contribuciones y todas las reformas saludables v^ productoras, fueron el afán constante del general Caballero, y el recuerdo de su gobierno vive en el corazón de los paraguayos.
En Diciembre de ISSlj, sucedió á tan l)enenK'rito gol)ernante. el Sr. 1). Patricio Escobar, í[ue ha continuado por la misma senda de inuínaciones, de activo im})ulso progresista y (pie tiende á dejar el recuerdo de la época de su mand(^ grabado en benéficas instituciones.
BERNAEDO SOTO
BERNARDO SQTO
PRESIDENTE DE LA llEPrDLICA DE COSTA KICA
>;. T viaje por la AiiRTÍca Central habíase prolong-ado más de lo cpie yo pensaba, y debiendo salir para ]\réjico, á fin de Novieml)re me dirig"! á la patria del sabio padre fioicochea, de Carrillo y del doctor D, José María Castro, siendo la última de las cinco repúblicas del Centro América que visité en 1882. Ei-a presidente por acjuella época el bondadoso general Fernández, ciudadano honradísimo, sen- cillo, de costuml)res ])uras y de ideas rectas y lil)erales.
Enti'e los h()ml)res (pie componían su ]\[inisterio, y haciendo con- traste con la araN'edad v madurez del Dr. (^istro, (pie desempeñaba la cartera de Urlaciones, descollaba la juventud del ministro Soto, va simpático V i)opular para la República costariMcense, y como la sitiiaci(')n ci'eada por D. Tom/is (¡uai'dia, muerto hacía ])ocos meses, im])onía H'randes economías v sacrificios inmensos |)ara sostener el erpiilibrio en las rentas ])i'iblicas. hubo el (lobierno de adoptar reformas, disminuir ü'astos en todos los i'amos, y consa;Li'rarse con ahinco ;i la _ii"ra\ísima ci-isis financiera, (pu' la a])arente ])rospei-i(lad de la admiuisti'ac¡<')n (iiiardia había ])ro(lnci(lo.
322 A^IERICANOS CÉLEBRES
El jefe del Estado y todos sus ministros , dieron muestras de verda- dera abneo-aci(')H y patriotismo, y de incansable C()nsat;raci(')n para buscar los medios más oportunos que salvaran tan difíciles circuns- tancias.
Poco después, con tacto y habilidad restablecióse el orden en las rentas públicas y hoy los ing-resos están ya equilibrados con los gastos.
II
Ya hemos visto la digna actitud que asumi(') Costa Ilica al resolver el general Barrios la T^ni(')n centro-americana, y (pie con Nicaragua y el Salvador, protestó contra el decreto del 2<S de Febrero.
En Marzo del mismo año de 1885, falleció inesperadamente el gene- ral Fernández, y poco más tarde subió á la presidencia el joven é ilustrado ministro D. Bernardo Soto. ^
Sus ideas liberales y su carácter iniciador, lian conseguido, y con brillante éxito se reúna en Costa Ilica, la llamada Dieta centro-ameri- cana, y que debe tener resultados benéficos para las naciones, de las cuales quiso formar ]Morazán, los Estados Unidos del Centro América.
Con escasos datos contábamos para este incorrecto boceto, aun cuando no haya sido por falta de solicitarlos, por lo que nos limitamos á estos cortos renglones, que sirven únicamente para señalar la persona- lidad del actual presidente de Costa Rica.
■• Casado 1105- con nna hija ilfl goncral Fornándoz, anterior presidente.
GENERAL MENENDEZ
PRESIDENTE DE LA REPÚr.LICA DEL SALVADOR
]}scuRO aparecía el horizonte de la política salva- doreña, cuando á raíz de los acontecimientos que dieron por resultado la muerte del dictador de Guatemala, g'eneral Barrios, estalló la revolución acaudillada por el general Menéndez, y que tenía por objeto derribar al presidente, Dr. D. Rafael Zaldívar.
Al promulgarse el decreto de unión centro- americana, nombró el dictador guatemalteco al general Menéndez para el mando militar de los departamentos occidentales del Salvador, como delegado de la suprema jefatura militar del Centro América.
TI
Poco más de un mes había pasado, cuando la bala de Chalchuapa echaba \)oy tierra cuanto liabía sido consecuencia del atrevido acuerdo; pero es indii(lal)le (pie acarree') el levantamiento contra Zaldívar, su
;}-i4 AMKHtCAlsOS CKLKHHKS
caídfi y hi clevaciini del ^'eneral Meiiéiidez, como jefe supremo y después como presidente de la república.
Hemos solicitado antecedentes del gobernante de San Salvador y al- t>nnos datos para biografiarlo, y como nos ha sido imposible conseguir- los,' nos Abemos precisados á citar \inicanu*nte su nombre en la serie de los actuales presidentes,
' Kii 1m oKra Ainrr/rn ¡i su hhfurid so dnr.-'m oxtonsoí; (Ut.-iUrs .le sn in;ii-c]in ixil It i.-;i.
ANDEES A. CACERES
ANDRÉS A. CÁCERES
FKESIDUNTK Dlí LA UlílM'lílJCA DEL I'ERIJ
\ V
\ feraz y risuefui tierra de los iiieas, fué cuna del hombre ([uc después de larga y constante lucha ocup() el solio presidencial.
Allá por los años de l.Sod, naci(') cercano al hist(')rico Condorcunca el niño (pie más tarde había de distinguirse en su larguísima y bri- u^^ liante carrera militar, y cuyo nombre ha ñg'u-
|\ ]'ado desde 1804, en todos los grandes acontecimientos
(pie registran las páginas de la historia peruana, es decir, desde la revoluci(')n ])opularísima iniciada el 7 de Enero del ano antes citado.
El joven Andrés A. Cáceres seguía por entonces «us estudios en la liberal Are(|uipa, los (pie abandon(') para alistarse en el ejército liber- tador, destinado á derrocar el absolutismo, y (jue tenía por divisa la I )a labra lihcrdlismo.
Los primeros lauros de su carrera militar, los con(j[UÍst(j el 5 de Febrero de bS');") peleando valerosamente á las ()rdenes de los denodados geiu'rales Tastilla v San T^omán, del coronel José Gálvez y de don ]\[anuel Toribio Treta, jefe á la sazíui del Estado Mayor general. Aun ])asaron dos aúos, hasta ([ue el sitio y asalto de Areípiipa hicieron lijar
321) , AMEIÍICAXOS CÉLEBKES '
l;i {itL'iicióu c'ii Cácercs por su valor y noble comportamiento, y en la batalla de Jumina, 8e elevó aún más su reputaci(5n militar, en el combate contra el batallón en el (j[ue cifraba el general Vivanco todas sus espe- ranzas, recibiendo Cáceres en aquel brillante hecho de armas, la honrosa cicatriz que ostenta en su rostro.
Para restablecerse de aquella peligrosa herida , fué enviado á Europa en donde permaneció durante alg'ún tiempo.
La heroica Arequipa ha sido en el Perú la ciudad en donde siempre han tenido iniciativa las revoluciones verdaderamente populares, como fué la del 28 de Febrero de 18(55. Las dilapidaciones y desórdenes de aquella época , la caída de Pezct y la vicepresidencia más tarde del coronel Ignacio Prado, dieron vida al movimiento revolucionario, en el cual la espada del mayor Cáceres, estuvo de nuevo al servicio de la libertad.
II
Consecuencia del levantamiento, fué la elevaciíui del infortunado I). José Balta , proclamado presidente el 28 de Julio de 1808. La historia será inexorable para los tres hermanos Gutiérrez, (pie, ingratos y traidores, alteraron con serios disturbios el orden público v dieron alevosa muerte al noble patricio y honrado gobernante.
I). Manuel Pardo fué el llamado á sucederle, y tuvo la gloria de devolver al país la perdida tranquilidad.
El coronel Cáceres fué entonces hecho jefe del batalhuí Ze])ita, el que en 187Í) se bati(') con patriótico heroísmo, y bajo el mando de su jefe, adquirió gloria imperecedera en la guerra contra Chile.
En Tarapacá, el coronel Cáceres recogi(') nuevos lauros, inscri])iendo su nombre en una de las páginas más brillantes de la liistoria peruana.
Desde aquella época, vemos constantemente á (^áceres haciendo frente al vencedor, burlando las re})etidas combinaciones que se hicie- ron por entonces para crear un Gobierno })rovisional, y como hál)il guerrillero, dirigir con intrepidez desde las altas plateadas cimas de los Andes, encuentros y combates que obtuvieron el triunfo y colocaron á
AXDKÉS A. CÁCEKE« 327
Cáceres en el solio presidencial, en momeiitos tan erizados de dificul- tades, que parecía imposible pudieran salvarse éstas, ni salvar al país de la ruda tormenta desencadenada contra él.
La voluntad del general Cáceres fué incontrastable, y adelantó sin vacilar por entre escombros y ruinas, con el generoso y tenaz propósito de reedificar el crédito y ventura del Perú, por el cual dijo en una oca- sión memorable, estaba dispuesto á sacrificar su existencia.
Lo futuro pondrá de manifiesto, si sus aspiraciones han obtenido completa realización.
EL DOCTOK .riTÁREZ CELMÍN
J'IIESIDKNTE DE LA líEri'JUJOl AIMMÍNTINA
KAiSDK y rápido lia sido el creciiiiiciito de la Ixcpiihlica
Argentina, y desde la adiuiiiistraci<ni del üciieral
O^'j,^'' , T). Bartolomé ^íitre hasta Inn^, es ])ortentoso el
aumento de ])()l)laei(')ii y el adelanto en todas las
'esferas y en todos los ramos.
El 12 de Oetid)re de ISSI!, fué pi-oelamado i)i»r el pueblo eomo sucesor del íi'enei'nl l»oea a' ])rimer magistrado del país, el jo\-en presidente euvo patriotismo, inteligencia y honradez, eran la más bella garantía para v\ })orvenir y felicidad de la iíepiil)lica.
Sus nobles esfuerzos han obtenido brillantes resultados, y el crédito interior y exterior })onen de manifiesto, el grado de ])rosperidad en (pu- se encuentra la hermosa reina del Plata.
Dotado de un carácter á la ])ar (jue suave, firme, y de una actividad verdaderamente prodigiosa, ha prestado poderoso impulso ;í todos los ramos de la administi-ación. protegiendo en grande escala útiles empresas é inspirando al ])aís ilimitada confianza.
DOCTOR JUÁREZ UELMAN
i;l docj'oi; jlaiíkz cklm.'vX
II
Antes (le sil c'lc'Aacií'm al iiiaiido, liahía sido diputado, senador, minis- tro ^• üohernador de la rica é importante })rovineia de (N')rdoba, en donde los recuerdos de 8ii administraciíni sor. tan (jueridos y están de tal modo identificados con el fabuloso progreso de aquel importante centro de la Jiepi'iblica Arfientina. (pie serán imperecederos y de los más <>ratos.
Kl floreciente y portentoso estado de esa reíi'iíMi (jue ocui)a hoy uno de los puestos más culminantes en las civilizadas luiciones americanas, ha hecho subir en Europa su ci'édito y su reputaci(jn á un «¿rado su- perior (|ue iu'uala al resjx'to (jiie inspira, por la tran(|uili(lad y bienestar ([ue disfruta hace muchos anos, debida ;í la serie de hombres eminentes (pie han conducido la nave del Estado.
El Dr. -Iiuirez Celnuín, alcanzar;! en la historia ar<4'entina una pá<iina llena di' brillo v en la ([ue resaltará mi honradez, su talento como L>'ober- iiante y su fraternidad })or todos los hombres.
Para el dignísimo mauistrado no existen nacionalidades: no hay extranjeros })ara su alma noble y o-eiierosa : el mundo no forma para v\ sino una ^rau familia universal.
Hombres como v\ Dr. Juárez (/ehnáu son una excepci(jn, diji'ua del ri'speto y del amor de los pueblos.
BOSQUEJO FÍSICO
COÍ^TINENTE AMERICANO
PRODUCCIONES — ELEMENTOS DE RIQUEZA — CLIMA . ETC.
L;i vastísiiiia exteiisióii del continente americano, su importancia histórica-política social, la riqueza de su fértil suelo, hacen indispensa- ble en esta obra consagrada á sus héroes y á su gloria, trazar un cuadro físico que comprenda todas las nacionalidades de aquel inmenso territo- rio, dando á conocer varios de sus grandes elementos no explotados aún y casi desconocidos, pues que únicamente de algunos años á esta parte se ha despertado el espíi-itu de empresa y ha adcjuirido verdadero impulso la industria, merced á nuevas y fáciles vías de comunicación.
Es América, país especialísimo en sus condiciones astronómicas, geo- gráficas y físicas. La Naturaleza se ostenta revestida de majestuosas galas y con toda la pompa de la Creación. Las enmarañadas y vírgenes selvas, los gigantescos árboles que desde insondables abismos elevan sus altaneras coi)as hasta el firmamento, las dilatadas sábcmas y sus anchos y caudalosos ríos (¿ue parecen mares, prestan á ese suelo grandezas sin rival.
Las configuraciones caprichosas del terreno, los espléndidos fenóme- nos geoh^gicos, los contrastes de aquellos campos agrestes y vestidos por exuberante vegetaci<')n , la lozanía de sus valles donde reina constante primavera, ó las llanuras áridas, estériles, calcinadas por la candente lava de los volcanes, el fuego subterráneo que eternamente arde en determinadas regiones, forman un todo exti-año, admirable y su])erior en la realidad al más hermoso ideal.
Conocida cfi-la prodigiosa extensión del continente americano, de 40 á 41 millones de kibnnetros cuadrados, y (¿ue bañado por seis mares, encierra todos los climas, disfruta de variadas producciones, desde aque-
332 AMERICANOS CKLKI!!; K:^
lias (lo la ardorosa zinia tro[)ic'al, hasta las (jm- brotan cutre los hielos del Polo.
América est;í limitada al X. ])or el Océano (ilacial Ártico: al K. j)or el Océano Atlántico: al O. j)()r el (íran Océano v al X. K. j)or el estre- cho V mar de Ikdieriiiii'.
El mar Pacífico, baha el territorio de la (íroenlaiulia v la penínsnla de Alaska (antigua América rusa y que hov pertenece á los Estados ("nidos del X'ortej; y el mar de las Antillas, limita las costas de Colombia, \'enezuela y América (Central.
El terreno es en lo <>-eneral accidentado, lo que aumenta la prodi- galidad de la X^aturaleza; en la América del X^orte, presenta pintorescas Uaniu-as rodeadas por altas montañas y bañadas por anchos ríos, conn) el ]\[ississipí, Ohío, San Lorenzo, el Hudson , el (colorado y otros varios.
La América meridi(nial tiene la forma de un inmenso triángulo, fer- tilizado por ma<iiiííicos caudales de a,iiua , entre ellos el Amazonas, el Orinoco, el Plata, el ]\la<i'dalena , el San Francisco, el Paraná, el Para- guay y numerosos de menor inq)ortancia.
La portentosa cadena de los Andes, (jue desde el estrecho de ^lagalla- nes atraviesa v\ istmo de Panamá y va ;í perderse en el estrecho de Behering, ofrece la perspecti\ a de altísimas y escarpadas rocas, enyueltas en su manto de perpetuas nieves, y sobre las cuales, el sol proyecta caprichosos y múltiples colores.
Algunas de esas crestas ])arecen avanzados centinelas, moriscas ata- layas, titanes escalando el firmamento ó altivos campeones petrificados por la mano de los siglos: y ;í sus |)ies, las pla\as de finísima arena alfombradas por millares y millares de conchas (|ue ])arecen cascadas de brillantes, de rubíes ó de amatistas, cuando las baña la candente lumbre del sol tro})ical , de ese sol (pie brilla en un cielo azul. ])urísimo, trans- parente, ([ue parece á veces cubierto })or tenues gasas, y entonces el azul es aún más bello, más poético é ideal.
End)riagadores aromas se exhalan de las ñorestas. de los espesos bosí^ues: el voliq)tuoso jazmín del ('abo (gardenia), la arrogante mag- nolia, el dorado aromo y mil fiores de exíjuisito ])erfunu', satiu'an la atm<)sfera, al })ropio tiempo (pie se escuchan rumores indefinibles, mur- mullos, gorjeos de extraños pájaros n el bramido de las fieras. En Amé- rica todo es grandioso, hasta el peligro: todo es colosal, todo es admirable, la placidez de sus días y de sus noches, el bramido de los volcanes (') la desencadenada tenq)estad (pie inspira terror y asombi-o á la vez.
El sol poniente es otra maravilla: algo ((ue resiste á humana descrip- ci()n, cuando en el centi-o de a(iuel horizonte de celajes sin par, se le ve como inmensa l)ola de fuego perderse v c()nfiindii"se poco á poco, dejando
l!()s<iri:.i(> 1 isico i)i:i. ('()\tini:n'I'k a.mki>'i<'AX<>
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su camino sombreado ])or dorados matices, por ondulaciones rojas, l)lan- (|uecinas, rosadas, por a<iru})ada mezcla de vivos resplandores, (pie lenta- mente van apa<>ándose hasta formar un nuevo manto, otro horizonte más pálido, i-iuís suave, vago, vai)oroso, en armonía con el sosiego de la noche y la })lácida calma de la Naturaleza. A veces el campo, los mares y el cielo, se iluminan con vivísima luz, (pu' despide en elevado risco el cráter de un volcán, como sucede con frecuencia al pasar por San Salvador, con el Izalco, el más activo de sus volcanes, que sube hasta confundirse con las estrellas, formando caprichoso v nuígico penacho.
El mundo de Cobni se halla situado entre los r)4" latitud S. v los 71" latitud X., y entre los ;V7" 1^0' y 170" de longitud O. de París.
Diez y nue\"e naciones comj)onen cd nnmdo americano: diez al Sur, cuatro al Norte, cinco al (V'utro, (pie encierran un total de 100 millones á 100.r)7.'),lS2 habitantes, según algunas geografías últimamente publi- cadas.
Las primeras, son las repiiblicas de (1iile. Kcuador, (\)lombia, Vene- zuela, Perú, i)oli^•ia (> Alto Terú, Argentina, Varaguav, Uruguay, el imperio del Brasil y las posesiones inglesas, francesas v holandesas, ó sean las (iuayanas y la Patagonia, pobladas fV) por diversas tribus.
Las cinco repúblicas (hd Centro América son: (¡uatemala, San Sal- vador. Honduras, Nicaragua v Costa Hica.
En la parte septentrional, se encuentran los Estados Luidos, la Ke})ú- blica mejicana, la colonia (linamar(iiiesa Groenlandia, v la Nueva Ere- tana ('» América inglesa.
Las diferentes nacionalidades citadas, tienen elementos propios es])eciales, y éstos han adíjuirido nuiyor ó menor desarrollo, en relaciíui con (d arhdanto material é intelectual (pie hoy tienen.
N'amos á precisar concretamente los productos, imi)ortancia territo- rial V situaci<')n.
IMFEHlo liKI. HPvASlL
El extenso territ(n-io brasileño, limita al N. con el Océano Atlántico, (iuayanas, Venezuela y (^olombia: al S. con la b*e])ública Oriental d(d Lruguay: al E. con el Océano Atlántico, v al O. con las ]-e[)úblicas d(d Ecuadíu-, Perú. Polivia. í*araguav v ( V)nfe(leraci<'>n Argentina,
Dividido (d P)rasil en 21 ])rovincias. y encerrando un total de m;ís de 11 millones de habitantes bhincos. neuros. mulatos, mestizos é
334 AMERICANOS CKLKBRES
indios, en Ifi extensi()U de <S,o37,2()0 kilómetros cuadrados, guarda en su vasto seno ri(j[uísinios veneros de inagotable prosperidad.
La extensa bahía de lUo Janeiro, capital del imperio puerta de arpiel edén tropical, [)resenta un conjunto de ensenadas y lozanos valles, ataviados con eternas galas.
No existe ni hemos visto en ninguna parte, una bahía tan capri- chosa, con tal laberinto de isletas y de promontorios, ni con tanta riqueza de vegetación.
Arroyos, cascadas, cataratas é impetuosos ríos cruzan el territorio brasileño, como el Amazonas, liío Negro, Paraná y otros muchos afluen- tes, (jue reñejan en sus ondas toda la exuberancia de la Naturaleza.
Espesas selvas en donde apenas aciertan á penetrar los rayos del sol, pues los árboles, que se elevan á prodigiosa altura enlazados con bejucos, arbustos y plantas parásitas, se mezclan con las hífuards ^ (verdes v fron- dosis palmeras), y en su caprichoso laberinto construyen colosales túne- les de follaje, pórticos y arcos que envidiaría el más hábil aríjuitecto. Allá, en lo espeso de la selva, viven las serpientes de tamaño colosal, los cienpiés, los escorpiones, miles de alimañas y aves de plumaje sin rival, galanas mariposas de alas azules, oro, rojas, verdes y mezcladas con brillantes colores, la terrible ave de rapiña, el (■liin/an(/o, y fieras de toda especie, que encuentran en los vírgenes bosques seguro asilo.
En esos bosques descuellan preciosas maderas de construcción y de tinte. El hi-asilrlr^ árbol de i\'rnambuco, se encuentra en abundancia, alto como una encina y cargado de ramas y preciosas flores rojas: pro- duce carmín y laca de clase superior. Los pinos llamados de Chile, crecen á la par con colosales heléchos y en fraternal unión con el árbol de la goma elástica, la útil y odorífica vainilla, más rica y olorosa, según algunas opiniones, ([ue la de ^léjico y Perú, iírotan con profiisicni en tan fecunda zona, la canela, el árbol de copaiba , el maná, la ([uina, la zarzaparrilla, y en sitios ])antanosos el añil. El árbol de la seda, guarda encerrada en grandes glóbulos seda vegetal, fina y suave como el cabello, y fácil de tejer por su longitud.
La jalapa y la cochinilla, son también manantiales de riqueza que hoy empiezan á explotarse y á tener creciente desarrollo.
El café, el tabaco, el algodcui ((|ue es abunda ntísimoj, el arroz y el maíz, son productos para la exportación en grande escala, así como la caña de azúcar, que forma verdaderos bosques por su frondosidad.
La región montañosa llamada Andes del Ih-asiJ, no tiene la eleva- ción ni la majestad que en el Ecuador, Méjico ó Perú; y por el resultado de los estudios hechos por el ilustre Humboldt, es indepen- diente de la cordillera andina del Alto i\'rú.
El laboreo de las minas es una de las [)rincipales ocupaciones para
BOíSUUE.ÍO FÍSICO I1KL COXTIXKXTE AMERICANO 3;55
los habitantes , porque el territorio del Brasil está cruzado por veneros auríferos, y la plata, el cobre, el estaño, el hierro, plomo y piedras pre- ciosas se confunden en las entrañas de la madre Tierra, y los criaderos de diamantes abundan, sobre todo en la provincia de Matto Clrosso.
La industria y la agricultura han ad([uirido desde hace algunos años, la poderosa acción del siglo xix, la cual también ejerce saludable influjo en la instrucción pública, cpie de día en día tiene mayor desarrollo.
Antes de concluir este rápido bos(piejo, mencionaremos que el clima es abrasador en la parte Norte rayana al Ecuador, tenq)lado en la costa por la brisa del mar, pero en el interior es suave y benigno.
REPÚBLICA ARCxENTINA
La Plata ó República Argentina, limita al E. con el Brasil, Uruguay y Paraguay; al N. con Bolivia; al S. con el Océano Atlántico y la Pata- gonia, y al O. con las repúblicas de Chile y Bolivia. Se extiende de 22*^ í'i 42*^ de latitud N. y de 5(3*^ 20' á 74'^ de longitud O.
El rico suelo argentino está dividido en catorce provincias, compren- didas en cuatro regiones.
Primera: Fluviales y marítimas. Capital, Buenos Aires.
Segunda: Al pie de las cuestas. Capital, Rioja.
Tercera: Centrales. Capital, Córdoba.
Cuarta: Septentrionales. Capital, Salta.
Los territorios del (Irán Chaco, Misiones, Pampas Argentinas, Pata- gón ia y colonia Chubut.
El total de habitantes es de 4 millones, ^ y la extensión territorial 1.502,000 kilómetros cuadrados, exceptuando el Gran Chaco y los desier- tos del Sur.
La inmensa superficie por la cual se extiende la adelantada Repú- blica Argentina, es tan fértil y variada, como grande y colosal el impulso y el progreso en corto espacio de tiempo pues la polación aunu'uta en la exorbitante proporción de lóG por ciento en 25 años.
En las extensas pampas, región del gaucho^ viven grandes rebaños, y los feraces campos muestran orgullosos el cacao, el plátano de corona, la
' Un algimas Geograf'ias y flatos se fija on 2.942.000. pero los últimos datos de la I?rvue Sud- Americaine dan ol rosnltado qno indionmos
33(5 AMKKÍ('AN*OS (m':li:i!iíks
vaiiiilhi, la (iiiina, el tainariiido, los cereales, el lino, el arroz y el te del Parag'uay; la yuca, el añil, el al<>'od('>H , la cana, v\ naranjo y varia- dos y exquisitos frutos.
Eli o-ranero arj^entino se encuentra princi])alniente en la })rovincia de Tucumán, en la zona oriental, en donde la irrií>aci(')n se lleva á efecto mediante «grandes ace([uias.
Los bosques rebosan en maderas preciosas, y el o-uayacán, el boj, los pinos, el o'ranadillo, los no^-ales, el cedro y el corpulento pticdfá^ consti- tuyen valiosos elementos de riqueza, así como el hifcn (Jacaranda) y otros.
Las selvas del (Irán ('haco, esconden también ricos bálsamos, })recio- sas canas, corpulentos cedros y toda clase de maderas ])ai"a construcciíni.
Las altas montañas ([ue ])or la i)arte occidental coronan la Hepú- blica, ramificaciones de los Andes de (^hile. visten nieves perpetuas sobre al<4"unos de los gio-antescos picos que forman la Serranía de Tucu- mán, escabrosa en alí^unos puntos y admiral)le en otros por el lujo de la vegetación.
La agricultura y la ganadería canq)ean en hermosos y ])intorescos valles, y es sorprendente la variedad de ])ájaros, mamíferos, insectos y aves, entre éstas el cóndor, ([ue aventaja tal vez al de otras regiones.
También posee en las regiones de Salta y Tucumán , abumlantes minas de oro, azufre y cobre.
El. PAliAniAY
Continuando nuestra investigaci(')n física á través del continente americano, subiremos ])or el río Paraguay hasta la i-(q)ública de ese nombre, dividida en dos regiones: la oriental, (pu' verdaderamente es el Paraguay, y la occidental ([ue comprende v\ Chaco, cedido por la República Argentina al Paraguay y ([ue limita al N. con Bahía Negra, por el Chaco; al E. con el río Paraguay: al S, con el I^ilcomayo, y al O. con Bolivia. Se halla situado entre 120" 40' y 27" 4S' de lati- tud S., y ;")(;" 20' y Gl" de longitud O.
La ])arte f)riental tiene por el X. el río A})a, ([ue señala la frontera brasileña: al E. la Serranía de Anmníhíin y el río Paraná, ([ue la se])ara d(d P)rasil y de la Uepública Argentina: al S. el mismo río. val O. el río Paraguay: la Asunción es la capital de la re])ública.
B(W(iUEJO FÍSICO DEL CONTINENTE AMERICANO 337
La cordillera de AinamJxni atraviesa la República de N. á S., y una •de sus ramificaciones toma el nombre de Maraan/ú , y dirigiéndose ni E., cruza el vasto seno del Paraná, formando la catarata de Guoi/rá, imponente maravilla, cuyo estruendo se distingue á distancia de seis leguas, así como también los densos vapores que en inmensa columna salen del abismo y se elevan como penachos de humo, proyectando esplendorosas fajas de vistosos y variados colores, admirables iris que el sol agiganta y embellece.
El río Paraguay y el Paraná llamado el Xilo del Naevo-mundo son vías ñuviales muy importantes para la república de su nombre, y sus orillas son encantadoras.
Entre sus anuentes más importantes, se cuentan el Pilcomayo, Río Negro, Jejuy y otros, en su mayor parte navegables y por los cuales se transporta la liierha-rnate^ que brota en el alto Jejuy, madera, tabaco y otnxs productos.
Entre las semillas del tabaco, hay una llamada pefi-Jiabij , tabaco azul, cuyo origen es desconocido, pues las demás simientes son cubanas. Ino de los principales manantiales de riqueza es la Jiierha-mate, hojas de un árbol indígena de la América del Sur, de la familia de las iliiiírea.'^ ; su altura es de tres á seis metros y brota espontáneamente en casi todos los bosques del Paraguay, en Río Grande, provincia del Paraná y de Santa Catalina en el Brasil, y en la cuenca del Plata.
El ílrs; es abundantísimo de hojas, y éstas son vivaces, lo que da cosecha al tercero ó cuarto año. La lilerha-niaie es nutritiva y reemplaza con ventaja al te y al café en toda la inmensidad de las repúblicas del Plata, Chile y el Brasil. Hemos visto indios pasar días enteros sin comer, tomando únicamente mate en abundancia. Es la bebida de los antiguos (/naranís, generalizada hoy entre los europeos que habitan los países citados anteriormente.
La exportación en el Brasil, puede calcularse en 300,000 quintales métricos por año; en el Paraguay, es un poco más ó menos un sexto del imperio brasileño, y con la que se consume en el país, puede hacerse un <íálculo de 500,000 quintales métricos.'
Todavía en Europa es casi desconocida, considerándola como subs- tancia farmacéutica, y sin embargo, resulta de los análisis practicados, que encierra como el café tres órdenes de principios: un alcaloide, aceites esenciales y gomorresinas.
La República está dividida en 23 distritos electorales, y según el censo de 1876, el número total de habitantes era de 1.293,844, en una superficie de 911,000 kilómetros cuadrados.
33.S AMERICANOS CÉLElíKES
EL URIMUJAY
Por lui bosque de li'allardas palilleras, soberanas del reino vegetal, extendido en vastísimo y profundo lecho, recorre el rrug'uay v abraza en sus múltiples sinuosidades, á la naci(ui ([ue lleva su nombre.
El caudaloso río, uno de los más hermosos del Sur América, sigue su marcha de Oriente á Occidente, desde su nacimiento en territorio brasi- leño, V atraviesa la Eepública Oriental del rruguav en una extensiíni poco más (') menos de unas 2í'){) millas, hasta desembocar en el majestuoso Plata, frente á Buenos Aires. Sus aguas son navegables en más de .-iOO kibnnetros. siendo su extensión de 1, .')()() aproximadamente.
El límite marcado por la Naturaleza, es el caudal del río entre la República Argentina v la Oriental por el lado O.: por el X. v E. coníina con el Brasil: por el S. con el río de la I^lata v el Océano Atlántico.
Se halla situada entre :)<>" y :\ñ" latitud S.. y entre r).')" 20' y CO" 40' long'itud O. Trece departamentos forman la divisiíni política, en una superficie territorial de 1<S7.0(J0 á 200,000 Uibunetros cuadrados, y con 440,000 habitantes: capital, ^rontevideo.
Numerosos riachuelos v arroyos serpentean como cintas de ])lata })or deleitosos valles, en donde el templado y agradable clima ofrece pinto- rescas perspectivas.
Bosques y montañas poco elevadas, prolong-acicni de la cordillera del Brasil, prestan variedad al paisaje. Abundantes y c-xtens(^s pastos facilitan la cría de ganados, (jue se hace en grande escala y es la princi- pal riípieza del ])aís. Se calculan en seis millones las cabezas de ganado. así como gran niimero de caballos, y numerosos rebaños de carneros.
La exj)ortaci(')n consiste en cueros, bueyes, caballos, así como en lanas, sebo, cobre, etc.
La importaci<'>n es de café y azúcar del Brasil, vinos de Francia v diferentes olijetos ingleses.
Montevideo, capital de la llepública, encierra 7().000 habitantes aproximadamente. Es ciudad risueña y bonita, con pintorescos alrede- dores, con excelente puerto, tal vez el mejor del río de la Plata, aun cuando esté expuesto al terrible [Hinipfro, viento del Oeste.
El ['ruguay, combatido por las revoluciones durante larg'o tiempo, no ha lleg'ado todavía á desarrollar ni á explotar alg'unos de los veneros que le brindan la fertilidad de su suelo y lo apacible de su teini)eratura, más suave en el interior (pie en la capital, en donde en el verano, el calor es sofocante y en la estacicni del frío suele ser éste bastante fuerte.
ÜOSiiUK.IO FÍSICO DKf. COXllNKX'l'K AMKHICAXO 3o!>
PATAGOXIA Y TIERRA DEL FCEdO
Habiéndonos propuesto dar una idea g'eneral y física del continente americano, en relación con acpiellos estudios v observaciones hechos durante el espacio de doce años, no podríamos navegar })or el estrecho de ^Magallanes, sin detenernos en la Patagonia v Tierra del Fuego, con- sagrándoles algunas líneas.
Es la Patagonia (') Tierra magallánica , el extremo meridional de América, a^ está habitada por tribus de araucanos, puelches v tehuelches (') patagones, cuya alta estatura ha dado origen para creerlos gigantes en épocas anteriores v cuando el país era aún casi desconocido.
La Tierra de Magallanes, descubierta por el audaz navegante de ese nombre, está limitada al O. por el Pacíñco: al N. por Chile y la Plata: al E. por el Atlántico, v al 8. por el estrecho de ^lagallanes, calculándose tiene 25, <)()() habitantes.
La caza del guanaco v del avestruz, es una de las nuís activas ocupa- ciones de los patagones, la cual efectúan á caballo y por medio de lazos con bolas como los (/hucIids en las pam})as argentinas.
Punta Arenas, sirve en el territorio patag(')nico de útil escala para los bu(|ues: numerosos colonos activan el pastoreo v en algunos puntos se han estal)lecido cortes do madera y compañías para buscar oro. Se calculan en 1.200 á 2,001». los habitantes de esta colonia chilena.
]ja Tierra del Fuego, llamada así por su aspecto volcánico, es el gran archipiélago situado entre el cabo de Hornos v el estrecho de Ma- gallanes, punto en (pie termina el continente americano. Su aspecto físico es tan variado como extraño. La cordillera andina en su principio y (|ue recorre el })aís de Sur á Norte, costa occidental, })reseuta cimas cul)iertas de nieve: ;i su pie graciosas cascadas, imponentes selvas, precipicios y eternos hielos, completan el pintoresco cuadro de una [)arte de ese país, (pie en el lado opuesto es tan árido v desierto.
Los iiu'(/tiiiis-tiih<iñ(is de los fueguinos, inspií-an melanc<')lica im})re- si(')n: no hace muchos meses vimos una en París, en el ^luseo del Trocadero, la cual evoc(') todos los recuerdos de luiestra peregrinaci(')n ])or el Nuevo mundo.
Esos míserf)s albergues están formados por ramas enlazadas: dos abei-tiiras diametralmente opuestas, dan entrada al irií/dni, en el centro del cual se alimenta el fuego. Algunas ramas cubiertas con hierba ocu- pan un puesto lateral: aquél es el lecho, el sitio de descanso para los indios.
340 AMERICANOS CÉLEBRES
Aun recuerdo la impresión que me caus(5 la vista de los fueguinos, cuando el vapor Lifiuria toc(5 en Punta Arenas. En un bote se acercaron al costado. Eran un indio, una india y un indiecito; apenas se podía distinguir el sexo por lo enmarailado de su pelo, y por estar cubiertos ambos por una especie de capa de g'uanaco. Las piernas y los brazos estaban desnudos. ¡Infelices! ¡Cuántas veces las lluvias los ahogan ó las grandes nevadas los sepultan!
REPÚBLICA DE CHILE
En el lado occidental de la América del Sur, se encuentra la lU'pú- blica de Chile que confina al N. con Bolivia. por el desierto de Atacama: al E. con la Confederaci<')n Argentina y Patagonia; al 8. con la última región citada, y al O. con el (rrande Océano.
Está dividida en diez y nueve provincias, la mavor parte inq)()rtan- tes y que encierran 2.240,180 habitantes, v una cxtensiíni de territorio de 812, 2G0 kihnnetros cuadrados, sin contar las islas, la Patagonia v la parte de territorio peruano que hoy por los ayares de la guerra pertenece á Chile.
En el Grande Océano posee numerosas islas, desde la Tierra del Fuego, hasta el golfo de Chiloe y algunas á mayor distancia.
La colosal frontera con la Hepública Argentina , la forman los Andes, que asombran por sus volcánicas crestas cubiertas de nieve perpetua y ostentando en su falda caprichosos v lozanos valles, ])raderas y comar- cas de poderosa vegetación entre los ramales de la serranía, al })ie de la cual se extienden laboriosas ciudades, modelos de civilizadora actividad v de amor al progreso. La blanca diadema ([ue corona el suelo chileno, le presta singular atractivo, y luiido á esto vui clima benigno y sano, cielo puro v sereno, brisas suaves, tierra lozana v fértil, hacen de ese ])aís uno de los más gratos para la vida, y en donde el extranjero se natura- liza con facilidad.
p]l litoral está atravesado por tres cadenas de montanas que van paralelamente á los Andes. La confignraci<')n de éstos en Chile, es imponente y no está exenta de inspirar serios temores, realizados algunas veces; por un lado volcanes v cmi bres ([ue vomitan humo y llamas, más alia altos cerros eon numerosos ])icos; más lejos rocas v peñascos medio despremlidos y macizos, cortados j) y hondas v i)eligrosas (juebradas.
BOSCiUK.K) FÍSICO DKl. COXTIXEXTK AMERICANO 341
Hermosos caudillos de aj^'ua, como el Maule, el Bío-bío, el Nuble, y el Mapocho, atraviesan y cruzan en todas direcciones fertilizando vegas y collados, los ricos campos de trigo y de maíz. Arroyos cristalinos surcan bañando el pie de los olivos y de la vid, y son espejo en donde se refleja la belleza de bosques, ricos en maderas preciosas, tales como el alerce, cohihue, ciprés, roble, encina, ling-üe, luma, olmo, y junto á los íírboles indígenas, los transportados de remotos climas; unos útiles para la construcción, y otros frutales europeos, á la par que aquéllos, origi- narios de los trópicos.
Las estaciones del calor y del frío son benignas, y si bien la pri- mera es bastante ardiente, las brisas del mar y el viento de los Andes consiguen refrescar la temperatura y hacerla soportable.
Además de sus productos vegetales, de los que se hace importante exportación, comercia Chile y envía á otras repúblicas y á Europa cereales, maderas y minerales; esta última sección, es de gran impor- tancia y pingües utilidades. En la provincia de Aconcagua, en la de Coquimbo, en el valle de Copiapó y en el famoso cerro de Chañarcillo, hay valiosas minas de plata, riquísimos é inagotables filones: el oro en la provincia de Atacama, en el departamento de Kancagua, y en la provin- cia de Santiago; y en otros lugares, cobre, hierro, cinabrio, plomo, car- bón de piedra, bismuto, antimonio, nikel, cobalto y otros minerales, son fuentes de inmensa riqueza para la república y cuya explotación se hace activamente. Posee también en su territorio, notables y abundantes aguas termales que completan el boceto físico de la nación chilena, y de la cual es capital Santiago.
Está situada entre los 19*^ 15' y rr latitud S., y entre los 70" y 78"^ 30' de loiio-itud O. de París,
REPÚBLICA DE BOLIVIA
Nuestras investigaciones nos llevan ya á países no más interesantes bajo el punto de vista pintoresco, pero sí notabilísimos por sus espe- ciales condiciones v por la riqueza que sus antigüedades representan y (j[uc se extienden desde el suelo boliviano por el Perú, Ecuador, Centro América, Colombia y Méjico. En esas naciones, sobre los monolitos, en los derruidos monumentos y palacios, se tocan, se ven y se admiran los primeros esbozos de las artes en nacionalidades destruidas. Los albores
342 AMERICANOS CELEBRES
de civilizaciones o-igantescas que lleg-aron á mayor corrección al radi- carse en suelo mejicano. Para otra obra de mayores dimensiones • est;í reservado la prolija descripción de esas antig-üedades, de las cuales sólo daremos una ligera idea en los límites (j^ue permita nuestro bosquejo.
La rei)iiblica de Bolivia contina al N. con el Perú y el Brasil: al E. con el mismo inq)erio , República Argentina y Paraguay; al S. con Chile y la Argentina, y al O. con el Gran Océano y el Perú. Está dividida en diez departamentos: calcúlase la superficie territorial en 1.21)7,2")") kiLunetros cuadrados a' en 2..')")0,()0() el número de ha- bitantes.
Bolivia se halla situada entre los 10" y 2.")" latitud S. y IGO" y To" de longitud O.
En suelo boliviano ostenta la cordillera andina elevadas cumbres bajo espeso manto de eterna nieve y coronadas las erizadas montañas, por hermosos volcanes.
El lUampu, ó ])ico de Sorata , nombre más general por el pueblecito ([ue á sus })ies se extiende, el alto y bello lllimany, conocido })or Sierras oltísiniax , son de singular esplendor y deslumhran al viajero cuando de lejos distingue las elevadas cimas, y la del precioso nevado Huaina Potosí.
La cordillera (jue recorre de S. á X. las fronteras al occidente de Bolivia, se dividen en dos ramales ([ue van á unirse en el Cuzzo, abra- zando una prolongada meseta, en la cual riza sus ondas el nusterioso lago Titicaca, que guarda en su profundo seno, según asegura la tradición, grandes tesoros que los indios llaman del Inca. -
Como verde alfombra tendida al })ie de los colosos Andes, brindan frescura y solaz, valles fértiles y con esmero cultivados, pampas y ])ro- longados boscjues, que ofrecen no escasa variedad de plantas y frutos, vetas valiosas, y animales útiles é inofensivos unos y temibles otros.
Numerosos ríos bañan sus campos: las aguas del Paraguay, el Pilco- mayo, el ]\[adera . el (^haporé, el Bermejo y otros muchos, rivalizan para fecundizar la tierra boliviana, auxiliados por la temperatura suave y primaveral, hasta una elevación de ,'),()()() metros. A mayor altura el frío es intenso: á '),()()() metros se encuentra la regi()n de per])etuas nieves, y en la parte baja del territorio el clima es ardiente y poco sano.
Es Bolivia, región de gran porvenir por sus ricas producciones, explotadas escasamente todavía.
Encuéntranse también la cascarilla y la goma elástica, la copa iba y el añil, tabaco, algodón, trigo, el famoso café de Yungas, plátanos.
' Aini'ririi y su }iis'oria. ■^ Ví'-ase P(>ri'i.
B<)S(iUK.|(> l'ÍSICO DKI. COXTIXKXTK AMKiUrAXO 348
tíiiiiJU'indo.s, cáñamo, caiiiotc (l)atata), lino v iiiadera.s preciosas. La coca es uno de los ve<¿etales de inmensa utilidad para los indios; es un pcíiueño arbusto parecido en sus hojas al naranjo, y no sólo es alimento nutritivo, sino excelente para la di<j;-esti(')n , v hasta medicinal tomado como el te en infusi('.n v sin (¡ue sea demasiado carjz'ado, porque en ese caso puede perjudicar, por ser un excitativo fuei'te. En la farmacopea tiene ^urandes aplicaciones v es muy alimenticio.
Las célebres minas de Potosí y de Huanchaca, riiulen cuantiosa utilidad á Bolivia , y el oro y la i)lata .se encuentran en abundancia, y en otros veneros, cobre y estaño, hierro, esmeraldas, tur([uesas y esa piedra blanca como alabastro llamada berenj>-uela.
La ciudad más floreciente es la Paz de Ayacucho, considerada como ca})ital de Bolivia, aun cuando lo sea en realidad la antigua Chuqui- saca. fundada en el mismo sitio (pie ocup(') la primitiva anterior ala con(piista.
REPÚBLICA DP]L PER!
Hemos llegado al rico, extenso y maravilloso imperio de los incas (reyes <') señores), (pie en la ('q)oca del descubrimiento de América, com- prendía en sus dominios lo (pie hoy es República del Ecuador, el Alto Peni, (') sea Bolivia, y una gran parte del territorio chileno hasta el Maule .
Dice el doctor Paz Soldán, en su (¡cíKjrafíd del l\'rú, (jue a(|uel dila- tado Imperio comprendía 2,000 millas de largo, y (¿ue suponiendo fuese el ancho de oOO, daría, partiendo de esta hip()tesis, una superficie de :)00.000 millas cuadradas.
Hoy, la Pepública peruana, limita al N. con el Ecuador y el Brasil: este Lnperio y Bolivia son su límite por el E.: por el S. O. un ramal andino cuvo nombre es Vilcaunld y el río Desaguadero son frontera con Bolivia: al S, el desierto de Atacama y el río Loa confinan también con el suelo boliviano, y al S. O. y O. con el Océano Pacífico.
A\'intt' departamentos dividen la Bepública, (jue tiene aproximada- mente L 120,000 kihnnetros de superficie y 2.700,000 habitantes blancos, indígenas y negros. La guerra chile -perú -boliviana termin(') con un tratado de paz en LS8.'), en virtud del cual, el rico departamento de Tara- ])acá fué cedido á Chile, y el departamento de Tacna qued(') pendiente de
344 A>[ERICANOS CÉLEBRES
un plebiscito que tendrá lug'ar en 189o, para decidir si se<»-uirá formando parte de los dominios peruanos ó si pasará á manos de Chile.
En la región de la costa, disfruta el Perú clima dulce y agradable, v aun cuando en el. verano el calor es bastante fuerte, siempre la brisa del mar lo disminuye y templa, prestando además sabroso antídoto los pue- blecitos de recreo que se encuentran á corta distancia de Lima (capital peruana), de los cuales aquellos más concurridos están á orillas del Pacífico.
Una de las particularidades del clima en la costa, es la falta total de llnvias y de tempestades, pues que únicamente en el invierno las nieves de la cordillera producen una llovizna llamada (¡arúa, que apenas causa impresión y sólo sirve para humedecer los campos. El viento Sur es el más frecuente en la costa; el frío jamás agobia por su intensidad, y en algunos inviernos la temperatura es suave y primaveral.
En la parte montañosa, el calor predomina, y en las alturas de la cordillera se experimentan bruscas variaciones y frío intenso, á la vez (j[ue se sufre la opresión producida por la rareza del aire, y que se conoce- con el nombre de sorocJie. También las tempestades en esos lugares son frecuentes, y los rayos y truenos inspiran Acrdadero terror, á la par ([ue admiración, pues hemos dicho en el comienzo de este bosquejo, que en América todo es íi'randioso. Las lluvias en algunas rey-iones inun- dan en corto tiempo campos y ciudades, las calles se convierten en ríos V en lagos, y el fragor del trueno tiene semejanza con varios cañonazos^ disparados á un tiempo.
Los vientos son recios en las partes altas de la cordillera, y los tem- ])lores, por desgracia frecuentes en casi toda la extensión peruana,, arruinan pueblos y causan grandes estragos.
Los Andes recorren el Perú de S. á N. casi paralelos á la costa, y dot> ramales, oriental y occidental, se desprenden del nudo del Porco y de Potosí en tierra boliviana, y penetrando en el Perú, siguen uno oriental hacia los departamentos de Moquegua y Arequipa, y otro occidental por Puno, el Cuzco y Ayacucho: tanto en el primero como en el segundo^ hay hermosos y temibles volcanes, entre estos es el Misti, colosal ata- laya de los fértiles y risuefios campos arequipeños, terror y á un tiempo asombro de los habitantes de la ciudad que á su pie está situada.
El bellísimo cono, según Pentland y Paz Soldán, tiene 20,800 piet> ingleses sobre el nivel del mar, y deslumhra cuando el radiante sol lo baña y abrillanta.
A sus reflejos, ya casi en el ocaso, lo hemos contemplado cubierto })or regio manto de armiño y azul, levantando su arrogante cabeza y celo- samente guardado á 20,000 varas de distancia por dos colosales centine- las, el PicJiu-PicJiu á la izquierda, y el Cliaáiani á la derecha.
B(JS(iUK.|() FÍSK^O DEI. COXTIXKXTE AMERICANO 345
El f»'uano ha sido el más iiiaf^otable manantial de la riqueza peruana; por ser fertilizante el más poderoso, hasta el punto de que usado con exceso, quemaría la raíz de las plantas. La escasez de lluvias en la costa, ha sido el mayor auxiliar del guano, pues provisto de gran cantidad de sales amoniacales, éstas con un fuerte aguacero, perderían su vigor al disolverse. Algunos sabios han calificado al guano de producto mine- ral en vez de orgánico; pero Humboldt y otros, aseguran (pie este abono está compuesto de las materias <5 excrementos de aves, tales como el alcatraz, la gaviota, el cuervo de mar, etc. En veinte años, haciendo un cálculo aproximado, ha producido el guano 200 millones de duros ó 250. En el reino animal, descuella como utilidad la inofen- siva y graciosa ¡lama por el valor de su piel para la exportacitúi, la vicuña y el guanaco, preciosos animalillos que se encuentran en grandes manadas en toda la elevada regi()n de Arequipa á Puno. El puma ó lecni de América que habita en los bosques, así como el jaguar y gran varie- dad de monos y esplendorosos pájaros de bellísimoplumaje.
Fecundizan el territorio peruano infinitos ríos; pero los más anchos v caudalosos son el Marañ(5n ó Amazonas, de crecidísimo caudal, que nace en el lago Laun'cocha al norte del cerro de Pasco, y baña una gran parte de la región, que es su cuna, y después de recorrer vastísima extensión, va á mezclarse con las ondas del Atlántico: recibe en su marcha más de quinientos tributarios, su extensión es de 7,500 kilóme- tros, de los cuales 6,000 son navegables.
El suelo peruano encierra antigüedades y diferentes curiosidades, dignas de estudio y detenido examen para, el viajero observador.
El camino de hierro de Moliendo á Arequipa y Puno, el que de Lima conduce á Chancay, y el de la Oroj^a, ' son tres notabilísimos trayectos, sorprendentes por la altura que alcanzan, por los paisajes maravillosos, por lo atrevido del pensamiento y por la ejecución. Allá en el fondo de las ([uebradas, se admiran en el último, los riachuelos que serpentean entre vallecitos frescos y verdes: en los lados, peladas rocas que la mano del hombre ha perforado para dar paso á la locomotora, y numerosos túneles que atraviesan la altísima montaña al borde de profundo precipicio. La decoración cambia á cada instante; sitios de tropical vegetación se suceden á otros salvajes y áridos; puentes de altura co- losal, como el de Berrugas, que se alza soberbio sobre un precipicio de 580 pies de anchura, apoyado en tres pilares de hierro y alcanzando del centro una elevación de 282 pies.
En el de Chancay, es diferente la impresión; sobre el lecho movedizo está tendido el rail, y éste apoya en durmientes formados con sacos
* Atraviesa los Andes á la altura do l.").()l") pies, pava terminar en Oi'oya á 1¿.178 soLro ol nivel del mar.
346 AMERICANOS CÉLEBRES
rellenos de arpua, al borde de una pendiente rápida y deleznable ([Ue concluye en el mar. Desde las fuentes del Rimac hasta Lima, se ex- tiende el acueducto construido en 1875, y que suministra á la capital peruana 80 millones de metros cúbicos de agua.
El acueducto de Arequipa á 7,000 pies de altura, se cree es uno de los mayores del mundo.
Pero nada más interesante y bello (pu' la perspectiva del lago Titicaca, situado á .-),914 metros sobre el nivel del mar. Calcúlase su perímetro de 270 millas aproximadamente; su longitud de N. O. á Sudoeste, de 150: la ])rofundidad de 24 á (JO varas, y la superñcie de 1,4()4 millas cuadradas. Las aguas del lago son dulces, pero no exentas de furiosas tempestades, tan peligrosas como en el Océano.
En la mesa que forman las dos ramificaciones de los Andes de Bolivia. extiende el lago misterioso sus islas, estrechos, penínsulas é istmos, (^ue, según la tradición, encierra grandes tesoros y el recuerdo de haberse aparecido en él. Manco Capac el fundador y sabio legislador del im- perio Inca.
La industria peruana, no consiste S(')lo en las minas, sino en tejidos, sombreros de paja, herrería, carpintería, preciosas filigranas y mallas tan primorosas, que aventajan al encaje más sutil. La exportaci<')ii es de l)lata-piña, salitre, bórax, algodón, pieles de vicuña, chinchilla y hua- naco, café, hamacas, cigarreras v otros artículos.
La provincia litoral de Loreto merece particular mención , pues es tan dilatado su territorio como el de todos los departamentos peruanos reunidos. Limita al N. con el Ecuador, al E. con el Brasil, al S. con los departamentos del Cuzco, Ayacucho y .Tunín, al O. con el de Libertad. Junííi y Amazonas. El clima es húmedo, las lluvias son frecuentes: v hermosos ríos, entre ellos el Amazonas, atraviesan los solitarios campos, pues la provincia de Loreto cuenta corto número de habitantes, ()1,125 poco más ó menos.
La capital es Moyobamba , y su principal industria es la fabricaci('»n de la finísima paja llamada del Guayaquil, y de sombreros de la misma. El Perú se halla comprendido entre los .->" 15' y D" 15' latitud S. y entre 70"^ 10' y 83'^ 30' de longitud occidental del Meridiano de París.
I!OS(irK,I() FÍSICO DEL (( )XTIXKXTK AMERICANO 347
REPL'BLirA DEL ECUADOR
El anTÍf>'ao reino de Quito, l;i moiiaríniía de los Sliyris, hoy República del Ecuador, foi-nia un triángulo irregular y confina al N. con los Esta- dos Cuidos de Colombia, al S. con el Perú, al E. con el Brasil, Colombia Y el Perú, y al O. con el Océano Pacífico. La capital de la República es Quito.
Está dividido el país en 12 provincias, que encierran un total de í)r)().Ul)() habitantes y G4.').000 kiltnnetros cuadrados de territorio.
Se halla situada el Ecuador, entre 1" 45' latitud N. y 6*^ latitud S., y entre los 70" 40' y 80" 10' de lono-itud occidental de París.
El clima es malsano y abrasador en la costa, muy frío en la eleva- ci<')n de la cordillera, teni[)lado v suave en la meseta de Quito y prima- veral en el valle de Anibato, en Patate y Baños. Así, pues, disfruta el Ecuador de las ventajas (jue prop<n*cionan diferentes zonas , y sus cam- })iñas, valles y boscpies están siempre cubiertos de lozano verdor. Contribuyen á su lujoso atavío la abundancia de aí>"uas, pues arroyos, ríos, riachuelos v torrentes, rinden su tributo y rejuvenecen la madre tierra, reíi'ando en todas direcciones la República.
El principal cauce es el Ñapo, que tiene su orij^en en las faldas orientales del volcán (-otopaxi v montana Sincholag'ua , bajando despe- nado por entre rocas y cañadas de la vasta cordillera cotopaxina hasta los bosques del Ñapo, y después se lanza eu direcci(5u E., y al encontrarse C(^n el río Coca varía su rumbo al S. O. para ir á buscar su desagüe en el xVmazonas.
El Ñapo baña un territorio inconq)arable, cubierto de bosques corta- dos por praderas, por precipicios cuyo fondo escapa á las miradas, cau- sando asombro las A'crtieutes de la cordillera, cuyas moles de rocas medio desplomadas parecen inmensas ruinas, escombros de antiguos mundí^s desai)arecidos hace siglos y siglos.
Los pastos se renuevan: las cosechas se suceden ' unas á otras eu aquellos ])rados sienq)re amenos, sienq^re verdes y siempre frescos. Al llegar á ser tributario del Amazonas, tiene el Ñapo 1,200 varas de an(4uira, y no mezcla sus cristalinas y limpias aguas con las del soberano caudal, sino (!() leguas más allá de haber entrado en sus dominios.
En algunos j)untos. el lu'o encierra híminas y pepitas de oro, arras-
348 AMERICANOS CKLKBRES
tradas sin duda, de la cordillera, porque el aluvión aurífero es más abundante en las cercanías de Cotopaxi.
Multitud de familias de monos habitan las orillas del Ñapo; los rui- señores'abundan y las plumas más variadas se destacan entre el verde follaje. ^ Los indios conducen en canoas á los viajeros, quienes en los rancho!^ que 2)ueblan las orillas, encuentran carne ahumada, plátanos y otros víveres: los indígenas acostumbran llevar la fozzana ó chirlta^ bebida que preparan con yuca, plátano verde tostado y otros frutos.
El Curaray, el Coca, el Santiago, el Machang-ara, el Esmeraldas, el })intoresco Daule sombreado por altos árboles frutales , el Yaguachi , el Pastassa y el hermoso Guayas, son los más caudalosos ríos que riegan el Ecuador.
La cordillera de los Andes se extiende por el Ecuador en dos ramales paralelos entre sí, formando inia gran mesa cortada por numerosos nudos. El ramal al E. de la meseta lleva el nombre de oriental y el de O. el de occidental.
A pesar de que la cordillera desde su nacimiento en el estrecho de Magallanes, presenta majestuoso y admirable aspecto en Chile, Bolivia y Perú, es más soberbia tal vez, más imponente en el Ecuador, por los altos nevados que la coronan, por los numerosos volcanes, })or las caprichosas formas de sus erizadas rocas: los precipicios, las perspecti- vas y las portentosas especialidades geológicas, la colocan en primera línea para el estudio: las ramificaciones tienen grandes alturas, en las (íuales se hallan el traquito y el basalto en grandes masas, granito^ pórfido, mármol, desde una altura de 4;,000 varas á 7,000 sobre el nivel del mar.
Abunda en riquísimos mineral-es de oro, plata, cobre, y en las vertientes ó declives de los dos principales ramales andinos, vetas de oro purísimo que llevan las aguas y se mezclan en la arena de los ríos, formando en ellas cuencas que los indios explotan, sobre todo en las avenidas, pues quedan las playas cubiertas del rico metal.
Si en el Ecuador hubiera medios más fáciles de comunicación con la costa, y se organizaran empresas de inmigración y de explotaciini , en pocos años llegaría á ser fabulosamente poderoso.
En esas cadenas de montañas, en la mesa de Tapi y á una altura de 7,282 varas sobre el nivel del mar, eleva su cima el rey de los Andes, el (h'unborazo, oculto entre los pliegues de su nevado manto, y cubierto por las tardes con espesa niebla. El Sangay; el Capac-Urcu; el Tungaragua; el precioso Cotopaxi; el Antisana y otros hermosos volcanes, se destacan de distancia en distancia, y presentan espectáculo deslumbrador.
' La autora poseo una colección de pájaros del Ñapo disocados.
BOSíiUEJO FÍSICO DEL CONTINENTP: AMERICANO 349
¡Cuan solemne y majestuosa es la perspectiva para el viajero cuando empieza á escalar la cadena de montañas! Los viajes se hacen á caballo, cubierta la cabeza con un sombrero de anchas alíis jipijapa^ y los hombros con poncho de lana, de vicuña, de alpaca ó de lino si el calor es fuerte. A cierta altura reina el viento llamado páramo, como por ejemplo al pasar la meseta de TiupuUo, siendo preciso el abrigo porque el frío suele ser intenso. En la época de la creciente de los ríos, se inundan algunas planicies viajando por ellas en vapor, en canoa ó balsa, como .sucede en el invierno desde DabaJtoi/o á Savcoida.
También son curiosas las taravitns para pasar los ríos, que consisten en una cuerda gruesa ó cable fija en los extremos, á dos pilares de madera colocados en cada orilla: un nudo corredizo de otra cuerda, hace deslizar una especie de silla ó saco en donde va el caminante, y los tara- viteros tiran con maestría v rápidamente para cruzar el río.
Los caminos son accidentados, rocallosos, y de aspecto á veces poco tranquilizador, por los precipicios y empinadas cuestas que es preciso subir ó bajar, confiados en la inteligencia del caballo ó muía.
En agricultura, sus campos y bosques producen café, caña, fistola, tamarindo, algodón, cacao, ricos frutos v abundantes vegetales.
La escultura y la pintura son celebradas en toda América, y artistas notables han honrado á ese país, hasta el punto de buscarse con interés las obras de Miguel Santiago (Apeles americano); Oviedo Albán (el Mor- laco de los escultores); Legarda, que podía rivalizar con los más emi- nentes de Europa; Caspicara, Manuel Chil y María Estefanía Dávalos, religiosa carmelita.
Rebosan sus bosques en maderas preciosas, en gomas, en resinas, en hierbas medinales, en primorosos insectos y también en temibles fieras: el tigre negro, la pantera, el tigrillo, boas venenosas, cascabel, coral, macanas, graciosas ardillas y monos, y entre éstos el tití miniatura.
También en el Ecuador, se encuentran tolas (tumbas) sumamente curiosas y A'estigios de animales antediluvianos.
La principal exportación es de tabaco, café, cacao, cascarilla, pita, sombreros llamados de Panamá y otros productos.
El espacio y límites de esta obra, hacen imposible demos mayor ensanche á esta descripción y á la de varios de esos países americanos ([uc no están juzgados en Europa bajo su verdadero punto de vista, y no se les concede la importancia que realmente tienen.
Narraciones inexactas de viajeros indiferentes ó poco imparciales; libros escritos sin conocimiento especial del continente americano, roban á esas regiones su verdadero aspecto y las presentan en estado primitivo, hasta el punto de creerlo así hombres ilustrados é inteligen- cias superiores.
350 AMERICANOS CÉLEBRES
AMERKW rEXTRAL
I
^Icdiaba el mes de Mjiyo de 18(S2, cuando iio.s embarcamos en Paiia- iiiá á bordo del vapor lloiidu raa, con dirección á la América central.
El primer puerto en donde hicimos escala, fué Piinl<i Arcmis, fondeadero importante y arteria principal de la re})iiblica de Costa l\ica. Seguimos nuestra marcha sobre olas tan mansas, que apenas producían movimiento al vapor, con temperatura, ni cálida ni dema- siado fresca, y disfrutando de brisa primaveral lk\í>'amos al risuei'io puerto de Corinto ( Nicara<»"ua ).
Sucesivamente hicimos escala en ,l/y/(^//><^//<'/ (Honduras), La rnión, Ltr Llhcrfdd ij Ac(i¡iiU(( (San Salvador), })uertos en los cuales el calor era suma- mente fuerte, no templado ni aun por las brisas marítimas, hasta ([ue de nuevo surcamos las olas del Pacífico. En la noche anterior á nuestra lleíi'ada á (Tuatemala , disfrutamos de mi espectáculo hermoso, impo- nente, y de eterno recuerdo.
El I zaleo, como un inmenso faro iluminaba el mar desde tierra salvadoreña, y el humo y las llamas proyectaban caprichosos oiros en la ol)scuridad de la noche. ¡Qué grandeza ! ¡Qué tierra y (j[ué culto se rinde a([uí á la (/reaci<)n (pie tales prodigios muestra!
También vimos allá en el interior, en país g-uatemalteco, los dos colosos o-emelos (pie encierran la ruina y la destruccié)n ; son los volca- nes de Agua y de Fuego.
Foiuleamos en San José de (luatemala, el IS de Mayo de 1SS2. El •desembarco se efectu(') de un modo original y nuevo para nosoti'os. El muelle es elevadísimo, y vimos descender hasta el bote (pu' desde el vapor nos conducía, una especie de jaula con asientos. (Hiatro ])ersonas nos colocamos en ella, y minutos después nos mecíamos en el espacio bajo impresiíui extraña y no exenta de temor. La violencia de las olas, es muy fuerte en acpiel sitio, y creo que todos respiramos con entera satisfacción al encontrarims sobre el muelle, en donde la acogida fué tal, (pie jamás podré olvidarla.
¡Oh América! En cada una de estas páginas resaltará la ofrenda de mi cariño y de mi imparcial admiración.
JiOSíiUE.JO FÍSICO DF.L ("OXriXKXI'K A.\l KKICAXí ) H51
La América Cf iitral e.stá fecundada por multitud de ríos y riachuelos, laju^os y lag"unas, de gi-an extensión. Bosques mao'níficos cautivan al viajero, y fértiles campos, muchos sin cultivar, están ansiosos de la mano del hombre para prodigar los ricos dones de su prodigiosa fecun- didad. Allí los productos no se agotan ni tienen estaci(')n, porque se reproducen sin cesar, como sucede en Nicaragua que recogen tres ó cuatro cosechas en el año.
Aquellos bosques que se extienden por leguas y leguas, guardan gran variedad de maderas, algunas desconocidas todavía y que podrían ser un tesoro para los explotadores. El Centro América, cuenta hoy con cami- nos y comunicaciones fluviales, ([ue hacen más fácil el transporte de los productos (pie brotan con esplendorosa profusi(')n, observándose el extraño contraste que presenta al lado de esa maravillosa feracidad, la aridez de los sitios pantanosos, lunares pequeños en el rico atavío de aquella naturaleza. Esas repúblicas, lo mismo que algunas de las del Sur, necesitan inmigración trabajadora, activa é inteligente; el por- venir de esas naciones lo reclama: sólo así podrán explotarse las ricpie- zas de algunas regiones. El extranjero industrial, crea familia y hogar, y al cabo de algunos años, es interesado y activo auxiliar para el })rogreso del país.
Cada república centro-americana, tiene especiales productos para la exportaci(')n; y si en Costa Rica es el café uno de los más importantes, el arroz, el tabaco, conchas, perlas y caoutchouc, son también de grandes utilidades.
La literatura se cultiva tomando cada día mayor incremento, así como la pintura y escultura, ([ue ya en los siglos xvri y xviii, tuvo notables artistas, sobre todo en Cluatemala.
La extensión centro -americana es de S. O. á N. O. de .')(jO lea'uíis de- longitud y 180 de latitud, comprendiendo desde el golfo de Fonseca, al cabo de Gracias á Dios. Confina la .Imérica central, al N. con los Estados Luidos mejicanos; al S. O. con el Pacífico; al S. con el itsmo de Panamá, y al E. con el Atlántico. La superficie, poco más ó menos, es de 1G4,ÍH)(> millas cuadradas, y 2.r)8(),t)00 habitantes aproximadamente. Se halla comprendido el territorio entre <S" y LS" .')()' de latitud N., y H')** y íH)" ;50' de lonii'itud O. de París.
352 AMERICANOS CÉLEBRES
II
La Eepública de Guatemala ' limita al N. con los Estados mejicanos de Campeche y Yucatán, con el establecimiento inglés de Bélice y el golfo de Honduras; al E. con la república hondurena y la de San Salva- dor; al S. con el Océano Pacífico, y al O. con los Estados mejicanos de Chiapas y Tabasco. Número de habitantes, 1.278,000.
Está dividida en veinte departamentos y la capital es Guatemala.
La cordillera de los Andes atraviesa todo el territorio centro-ameri- cano, desprendiéndose de ella varias ramificaciones y mostrando en las altas cumbres volcanes en actividad y picos elevadísimos, entre ellos el de Irazú, á 10,850 pies sobre el nivel del mar.
Entre las principales ramificaciones citaremos la Sierra ]Madre, la de Copan, la de Chama, ramal de la Sierra madre, y la Sierra de Santa Cruz. Forman la corona de la Serranía treinta y un volcanes, unos sobre la cordillera y otros en los ramales. I^no de los más bellos es el Santa María, departamento de Quetzaltenango, lozano y risueño por la veg'etación que le engalana hasta la cima. Su forma es regular y su altura unos o,r)00 metros: es volcán apagado.
Cristalinos y hermosos caudales de agua cruzan la Rej^ública en todas direcciones, siendo uno de los principales, el Vaamacinta, el más impor- tante de la América central, y que al atravesar de Peten á Tabasco, forma graciosos giros y cataratas con su tumultuosa corriente.
Entre las familias de preciosos pájaros, se distingue el (¡uclzal, del tamaño de una tórtola, con vistoso plumaje verde esmeralda brillante, y con cambiantes oro. El pecho es rojo: en la cabeza tiene un pilonero pequeño y forman la cola tres largas plumas. Ese hermoso pájaro es símbolo de la Libertad, por(pie no puede vivir enjaulado, y al verse preso, muere. En el escudo de la república guatemalteca se ostenta el qiipfzal.
Keptiles, fieras, insectos, ])reciosos lepidópteros, viven y se agitan en los floridos campos ó frondosas alamedas.
• Desde hace algunos años ha entrado la república de Guatemala en la senda del progreso, y sus caminos, desde la costa á la capital, facilitan medios para que el extranjero i)ueda visitar los grandiosos restos del antiguo reino de (Jiu'clié.
A corta distancia de Guatemala, se encuentran las interesantes ruinas
' Cerro qno arroja agua, y en A '.toca según algunos autores [/iinnflifiíiinU (palo muerto).
150S(iUi:.I<) FÍSICO DKL COXTIXEXTK AMERICANO 353
de la Aiitig'iia y la Vieja. Las primeras son soberbias, y hermosos edi- ficios medio derruidos cautivan la atención del viajero: ^ un terremoto las redujo á escombros. Están situadas en un delicioso valle, feraz y pin- toresco.
De la primitiva Guatemala fundada i)or el adelantado Alvarado, no (juedan ya sino restos de la cai)illa de D.'^ Beatriz de la Cueva y escom- bros enterrados entre las malezas.
•En la plaza se ve el famoso Te in pisque^ á cuya sombra cuenta la tra- dici(')n descansó el adelantado Alvarado.
La aji'ricultura y la industria han crecido y se han desarrollado en corto número de anos, así como la instrucción pública, que posee edificios admirables y bien ()r<>"anizados.
La colonia inglesa de Bélice, está limitada al N. por Yucatán, al Este por el golfo de Honduras; al 8. por el mismo golfo y (Tuatemala, y al O. con la misma República.
La extensión del X. á S. es de 1()0 millas, y de E. á O. de GO. El clima <'s agradable y templado en el interior, pero mal sano en la costa: el co- mercio es importante con Méjico, Guatemala y Honduras. La capital de la colonia es Bélice, con más de 4,000 habitantes de población.
III
La más poblada de las repúblicas del Centro América ;, es San Salva- dor, y tal vez podríamos asegurar es también la más rica, á pesar de los trastornos (pie producen los frecuentes terremotos.
La capital es San Salvador, y á nuestro paso por ella contaba pocos anos de existencia, pues había sido casi destruida por un terremoto.
La nación salvadoreña confina al N. con Honduras y Guatemala: al E. con la primera República citada y el golfo de Fonseca; al S. con el Pacífico, y al O. con el río de «Paz. La longitud de su territorio es de 1()0 millas geográficas: su anchura GO, y superficie 9,G00 millas cuadra- das, poco más ó menos, y 600,000 habitantes. El clima es cálido y tem- pestuoso, sobre todo en Julio y Agosto, y en la costa es demasiado ar- diente.
La cadena de montanas llamada Costera, presenta varios y hermosos volcanes, como son: el de Sídita Ana , á G,GOO pies de altura: el bellísimo íf zaleo, á 4,97o pies sobre el nivel del mar, en constante actividad: el San Sali'íídnr, hoy apagado, presenta dos cimas, la del S. á 6,800 pies de
' li!i ínitorii imsee algunas moMuras que iirovioneu do las ruinas de la Catdlral.
* 23
354 AMKRICAXOS CÉLEBEKS
nlturM, pues tiene un cráter llamado el Ixkiuci'Óh y en su fondo una la^-una. La cima N. está á 7,r)0() pies.
r^os Ausoles (le AhiKíeliapáii (bocas volcánicas) y el de S<(ii Vieenle: ;í sus pies se extiende el valle de diboa, con todo el esplendor y aleare con- junto de su eterna primavera.
El San MiijueJ es uno de los volcanes más activos y está á (i,.")!)!) pies de altura; es de los más notables, pero sin olvidar al interesante llopan- ü'o, ([ue se halla en el lago del mismo nombre cercano á la capital.
A nuestra llegada estaba apagado, pero posteriormente creemos lia \ uelto ;í lanzar va})ores y agua. La Re[)iiblica está dividida en catorce departamentos. Tiene grandes haciendas, jardines, plantíos de café, de arroz, cereales y frutos, acusando el todo la actividad laboriosa de sus hijos. Se tejen preciosos rebozos ( especie de chai ), pañuelos y otras telas de seda y algodón. El comercio interior es animado.
Tanto esta ReiuAidica, como todas las del Centro-América, tiene líneas de caminos de hierro para los lugares más importantes y qí^^Xíi cruzada por telégrafos.
En no lejano día, se calcula (¿ue las dos primeras repúblicas podrán unirse por rieles', y el Atlántico entonces por Smito Tonnís, estai'á en inmediata comunicaciíni con el Pacífico.
IV
La })atria del invicto cuanto infortunado general Mora/;íii. est.í encerrada entre altas montanas, frondosos l)os(|ues y vírgenes selvas.
Impetuosos ríos bañan su territorio; el Clioluteca, el Chamelecón, el riúa, que es el más ancho de la república de Honduras y baña el extenso ])lano de Sulá; Aguan, Segovia y Río Negro; los últimos navegables para vapores pequeños. El rumor de espumosas cataratas interrumpe el silencio de los solitarios, pero fértiles y íwnenos canqjos, y en ellos gorjean y forman armonioso coro pájaros extraños y aves (pie, como la oro})éndola y el quetzal, encantan por su plumaje. Entre las aves, hay un pavo especial vestido con brillantes colores, y en su cola luce lunares color záfiro con cerco dorado y rubí. Es un animal tan prinu^roso como raro.
Honduras tiene por su lujosa vegetación el aspecto de los pueblos pri- mitivos americanos^, y como ellos encierra en su seno ricos minerales, algunos en explotación por empresas extranjeras, tales como la de Santa (^ruz. Tiene en sus bosques maderas preciosas y entre éstas el palo dr rosa, campeche, brasil, mora y caoba. En las entradas de los boscpies que fertilizan los ríos Ulúa , Negro, Patuca y Agrán, hay establecidos
nosiilKJO FÍSICO DEL COXTIXKXTK AMKKICAXO 355
üraudes coi-lrs, y los hondurenos se ocapan además en el laboreo de minas y exportacifui de añil, tabaco, sombreros de palma ñnísimos, oro, plata A^ j^anado, siéndola cría de éste la principal ri([ueza.
Los puertos que la República hondurena posee en el Atlántico, son: Omoa, Puerto Cabello y Trujillo, cuya ))ahía es vasta y hermosa. En el de])artamento de Gracias, existe una <>'ruta que tiene un manantial rojo, el cual se descompone como la sangre y al mezclarse con las aguas de un arroyo cercano, las da el color y el aspecto de aquélla , por lo ([ue se la nombra la Fuente de sangre.
(■omo en los contornos de la gruta crece en abundancia la pilüjona . fruta de color rojo, tal vez los murciélagos y otros animales se alimentan con ella, y sus excrementos coloran el agua del manantial según, la opi- nión de Le Conté.
La capital de Honduras es Tegucigalpa (cerro de plata ), y la Repú- blica confina por el N. con el Atlántico; al E. con el mismo mar y Nica- ragua; al S. con el golfo de Fonseca, San Salvador y Nicaragua: y al O. con (luatemala.
La extensión del territorio se calcula en 40,U0ü millas geográficas cuadradas; la costa del Atlántico tendrá como 400 millas de extensión y la del Pacífico como GO entre las desembocaduras de Río Negro y del río (ioascorán, contando de .-)80 á 400,000 habitantes blancos, mestizos y caribes.
En la costa del Pacífico, el clima es cálido; ardientísimo en la del Atlántico: aii'radable v suave en las mesas y en los valles.
El 2 de Septiembre de 1882, fondeaba en (Jorinto el vapor llouduraxr v pocos momentos después desembarcábamos en tierra nicaragüense.
La república de Nicaragua tiene á la república de Honduras por el N.. al S. la de Costa Rica; al O. el Océano Pacífico, y al E. el mar caril)e.
El área es poco más de 40,000 millas geográficas cuadradas; su exten- sión loO y aproximadamente la misma anchura. La extensión de la costa atlántica se calcula en oOO millas, y la del Pacífico en 200. La capital es Managua, ciudad naciente y campo neutral entre León v (^ranada.
El clima en la costa es fuerte y malsano; en el interior es también muy ardiente y sólo en algunos lugares se disfruta temi)eratura prima- veral.
La ])oblación es a})roximadamente de 250 á .'500, 000 habitantes.
356 AMERICANOS CÉLEBRES
Nicaragua, por su exuberante savia, es la verdadera y rica tierra prometida ; hay además algo^ que para el extranjero le hace más grata la vida y menos dura la ausencia de la patria: la hospitalidad patriarcal de esa tierra en donde reina libertad bien entendida, con la sencillez y la bondad de los tiempos primitivos.
En la culta Granada, en el florido pensil de Masaya , en la antigua León , en la alegre Chinandega y en la pintoresca Managua , no existe ni la etiqueta, ni las fórmulas de los grandes centros de otros países: pero hay corazón, entusiasmo y franca lealtad.
En la república de Nicaragua, los ganados, el cacao y el añil son los productos de mayor utilidad para la exportación: hay hacienda que contiene 80,000 cabezas de ganado y de éstas una gran parte se venden en los mercados de California. El algodón y el café aumentan cada día en su valor; las plantas de añil tienen tanto desarrollo, que á veces escon- den en sus campos azulados á los caballos y otros animales. También se hace exportación en grande escala del precioso cedro colorado: hay algunos muy corpulentos y la madera tiene perfume delicioso. El país es abundante en minerales de oro, plata, cobre y azogue: el puma, el jaguar, el tigre negro, el oso real y el tigrillo, comparten el reino de los bos- ques con las serpientes, culebras, víboras, boas y corales: mariposas á miles revolotean sobre los prados, y el maléfico coinejéit, los alacranes, avispas y arañas parecidas á la tarántula, anidan en todas partes, así como la dañosa nifjua , que se introduce entre la piel de los pies y procrea en ellos; generalmente se busca con una aguja muy fina ó se iiitroduce polvo de tabaco que le causa la muerte.
Los ríos más importantes de la República son cuatro: el San Juan, Ivío Grande, Mico y Coco.
Los lagos son magníficos; la Naturaleza engalana sus márgenes con verdes guirnaldas y pintorescos paisajes. El lago de Nicaragua tiene DG millas de largo por 40 "de ancho, y la superficie, — dice Levy, — es por lo menos de 2,000 millas cuadradas; la altura lo9 pies sobre el nivel del Pacífico.
La cordillera principal y sus ramificaciones forman las montañas de Nicaragua; en el lado N. O. del hermoso lago Managua, vemos al Momo- ioinbo, como aislada atalaya á 0,128 pies, y á corta distancia el Momoii- loriihito, reproducción exacta del primero.
En la más risueña de las islas del lago de Nicaragua , se levanta el Madera, cono truncado á 4,190 pies. Vecino al JIomeiepe, de 5,350 en las orillas del mismo lago, está el Momhacho, ya apagado, á 4,588 pies.
En una fresca tarde y ya cuando el sol poniente lanzaba sus postre- ros fulgores, pasábamos cercanos al Masaya, de 2,972 pies, cuyas fre- cuentes erupciones cubren con sus escorias el Noroeste del cráter, y en un
BOi^tiUEJO FÍíSICO DEL COXTIXEXTE AMERICANO 357
iiHueiiso espacio presenta el terreno cubierto con piedras negras volcá- nicas. Otros varios picos, algunos á gran elevación, como el Viejo á (),2()G pies, coronan las alturas de la serranía, y por último, en el centro de una península, en la orilla meridional de la bahía Fonseca, se alza el Co.seijüiiKt , orgulloso de su poder, á o,8o5 pies.
En lS.-)5 hizo este volcán una erupción, que arrojó sus cenizas en un círculo de 1,500 millas de diámetro.
En la costa del Atlántico posee Nicaragua un territorio llamado ]x('si'ri'<i Mo^iiuiia , habitado por los indios salv^ajes mosrpiitos: es una espe- cie de país libre bajo el protectorado nicaragüense.
YI
El día oO de Septiembre de 1882, abandonamos el suelo de Nicaragua en medio de cariñosas y entusiastas demostraciones de afecto, que siem- pre guardaremos en la memoria y en el corazón.
De nuevo el vapor Honduras nos recibió en su seno, y al día siguiente nos dejaba en playas de Costa Rica.
Punta Arenas es el puerto pintoresco y animado, en donde se han establecido importantes casas de comercio para la exportación de pro- ductos del país é importación del extranjero.
I^n tren especial nos condujo hasta la ciudad de Esparta, acompa- ñándonos el gobernador de Punta Arenas y otros amigos.
De allí, en buenos caballos, salimos para San José, capital de la República, hasta la cual debimos á la galantería del Gobierno la compa- ñía del gobernador Girón.
El aspecto de Costa Rica al atravesar sus campos, al subir por sus montañas, causa placer y satisfacción, sobre todo al llegar al pie del volcán de Barba.
La cordillera de los Andes cruza el territorio de S. á N. Deleitosos valles y mesas admirables coronadas por altaneros volcanes, completan la perspectiva. Sus límites son: al N. con Nicaragua; al S. con la Nueva (í ranada; al O. con el Pacífico, y al E. con el Atlántico.
El territorio de Costa Rica es el más pequeño de las repúblicas cen- tro-americanas, calculándose la extensión en 21,000 millas geográficas cuadradras, y su población de 200 á 250,000 habitantes. Está dividida en cinco provincias y dos comarcas. La principal riqueza del país con- siste en el cultivo del café, aun cuando también produce caña de azúcar, cereales y cacao.
358 A>[E]{[CAXOS CÉLEBRES
Abuiidfiu las pei'las en t-l golfo de Nicoya y de Papagayo, así coi-no la concha nácar. En los l)os(pies hay cedro superior, granadillo, ébano, brasil y otros.
Sus principales volcanes son: el h-iizíi ó de Cartago, desde cuya cima se dominan los dos Océanos á ll,')!)!) pies de altura: el Tin-ridlltfi á 11, n.")!): el Ihirha á SJOO: el Orosi á .'),20(): el r;n> nianro á 10,2UI): estas son las alturas más culminantes en Costa Kica.
De los ríos citaremos el Alvarado, Tempis([ue, Río (ii-ande, Sa])oa, Naranjo etc.; el clima es sano y delicioso en el interior, ardiente é insa- lubre en la costa del Atlántico, y en la del [■'acífico sano, pero cálido. 8u comercio principal es con Inglaterra y Francia : ])osee minas de oro, plata, cobre, cinc y phnno. ])ero poco e\])lotadas.
La perspectiva del país seduce al viajero y le hace juzgar favorable- mente á ese pueblo y á su (Tobierno.
ESTxVDOS UNIDOS DE COLO.MBIA
La gran liepúldica, fundación de un genio y destruida más tarde [)or el choque de los partidos, se dividi(') en U)!)! en tres naciones iiulepen- dientes, el Ecuador, Venezuela v (V)loml)ia, cuyo extenso territorio hemos recorrido en 1S81.
Confina por el N. O. con Costa ilica: por el N. con el mar de las Antillas: por el E. con W'iu'zuela y Brasil: ])()r el S. con el mismo impe- rio y el Ecuador, y ],)or el O. con el mai- Pacífico.
Los Estados Unidos de Colombia están situados entre los 12" 4S' lati- tud X. y .')" 4;")' latitud S., y entre los (JS" ')' y ST)" í'y' de longitud occi- dental de l^arís.
El país, por la (/onstituci<'>u de isi;;;. está dividido en nue\'e Estados:
Cundinamarca, ca])ital Santa Fe de Pogotá.
Panamá, — Panamá.
C auca, — V o \) a y íÍ n .
Antioquia, — Medellín.
Bolivar, — (Virtagena.
^Magdalena, — Santa ^NFarta.
Santander, — Socorro.
Boyáca, — Tunja.
Tolima , — Cuamo.
liosíílK.K) FÍSICO DKL COXllX KN IK AMKKUANO 85!)
Territorios: San Andrés, TM-ovidencia , Oaquetá , (íaajira, Nevada. [Motilones, Bolivar, (\asari y San Martín.
Se calcula la e\teiisi(')n del territorio ctdonihiano en S;)(),7(H) kilcnne- tros cuadrados, v un total de .') millones de habitantes blancos, zambos V nudatos. Ca])ital de la República, I^o<>'otá.
I.a i>ran cordillera, secciíui Andes de Coloiitlña , recorre en «^ran parte la liepública. Al S. de Popayán, en el páramo llamado de las Papas, forma una aj^lomeraciini de la cual surgen tres ramificaciones <'asi paralelas de S. á N.: la Oriental enlaza con las de Venezuela, la Occidental, que se prolonga por el itsmo de Panamá, y la (Vntral (pie <'s elevadísima y majestuosa.
]\Ia,iiníficos vol(;anes, envueltos algunos en nevado ropaje, lanzan columnas de humo como el (liimlxil y el dltilc^ en el' Estado de Cauca; el primei'o, á 4,81)0 metros v el seuundo á 4,840. Allá en el páramo de San liO(pu'. muestra el volcán de Tni/m'nu's sus bellísimos colores, y sus eleva- das cimas á 4,0lK) metros, el volcán de Harú en el Estado de Panamá. Entre los más hermosí^s ríos cuéntase el Magdalena, el Amazonas, el Orinoco, el Atrato v otros profundos y caudalosos.
El clima de (^dombia es muy variado, pues (pie ])()see todas las tem- peratui-as, disfruta de todos los productos; y á la par de los frutos pi'opios de la zona intertropical, se desarrollan y brotan en abundancia los de los países tem})lados.
En las altas serranías la temperatura es saludal)le, auuípie fría, como sucede en el Estado del Alagdalena: en los terrenos pr<)ximos á los l)os(pies es insalubre v húmeda; en la rcg'i<)n de Po[)ayán, Estado del i'anca. se siente frío glacial en los lugares cercanos ;í los volcanes, y calor intenso en las costas del l'acírtco. La anti[)lanicie (') stilunni en donde está situada la cai)ital de la b*e[)ública, es fresca y perfumada como capullo entre follaje, y el clima es primaveral aiúHpie vai'iable.
En las costas embalsaman la atnujsfera el clavito, el palosanto, el canelo, la vainilla, la menta . y forman espesas selvas el caimito, el nai'anjillo. el nís})ero, el palo de rosa, el roble amarillo, el manzanillo (de venenosa frutal, el cedro-espina, el amarillo del Guayaquil, el ;írb()] de jab()n <') sa})onario, el ;írbol de algodcni (pie alcanza 100 pies de ;iltui-a V lo emplean los indios ])ara hacer canoas. En el interior existen infinitas maderas de tinte, entre ellas la cochinilla, y ci-ecen nogales, pinos, granadillo. la preciosa madera hii-ai guayacán , roble, ])almas reales, palmitos, palma para sombreros y caña brava.
Tand)ién son de grandes utilidades la (juina, tabaco, ganado, cueros, plata, oro, sal de las famosas salinas de Oi])a(piirá, las ])reciosas esme- raldas de Muzo, (Pastado de Boyacá), el café, el azúcar, el algodcjn, ])erlas, coral, concha -nácar, hamacas, etc.
8()0 AMERICANOS CÉLEBRES
El comercio de exportación é iiiiportaci()n e.s activo, no >s()lo en el extranjero sino con cada nno de los Estados, pues cambian sus produc- tos y se surten mutuamente de frutos, lef>'umbres y ganado.
Las antifi'iiedades del valle de San Agustín, orillas del Alto Magda- lena, son tan ricas como interesantes: templos, estatuas, vasos, jarrones, jeroglíficos y multitud de objetos fijan la atención y despiertan en alto o'rado el interés histórico.
En la i)rovincia de Tunja se han encontrado piezas y jeroglíficos tallados á cincel: una de las peregrinaciones que hacen los extranjeros con particular curiosidad es la de San Pedro Alejandrino, situado en el Estado del ]Magdalena, cercano á la capital Santa Marta, lugar en donde nuirió el libertador Bolívar.
Numerosas islas' é islotes pertenecen á Colombia en ambos mares, Atlántico y Pacífico. •
En el Estado del Cauca existe una fuente, cuyas aguas petrifican las hojas y materias vegetales que caen en ellas.
ESTADOS UNIDOS DE VENEZUELA
«El 19 de Diciembre de 1881, '' fondee > en la Guayra el va})or ingU's lisst'(/uivo. El sol, al reflejarse sobre las tranquilas ondas, formaba cam- biantes de caprichosa luz y por casual felicidad estaba la baliía como limpio cristal. Ya en tierra, el calor me pareció insoportable, y real- mente es en la Guavra tan fuerte, que á pesar de encontrar en la casa del Sr. Legórburu, — amable español establecido allí y con familia venezolana — cuanta comodidad podía desear, determiné salir en la madrugada del día siguiente para Caracas, capital de la lve})ública .
Venezuela está limitada por el N. con el Atlántico y el mar de las Antillas: por el E. con la Guayana inglesa y el Brasil; por el S. con el mismo Imperio, y por el O. con Colombia.
Por la constitución de 1881 está dividida en un distrito federal, ocho Estados, ocho territorios federales y dos colonias nacionales.
Las montañas, ramales desprendidos de los Andes colombianos, forman en sus ondulaciones valles fértiles y lozanos, y en algunos puntos terrenos quebrados, en donde las altas cumbres llegan á la región de nieves perpetuas.
' Do mi J>i lirio
15«)S(iL'K.I() FÍSICO I)i:i. ("OXTIXKXTK AMKRICAXO 3(ii
El territorio se extiende en 1,400 kilómetros de largo de E. á O. y 680 de N. á S. La superficie, 1.114,000 kihnnetros cuadrados; y la población, 2.121,998 habitantes. Se halla situada la República entre 1" (5' y 12" 8' de latitud X. y entre ()()" o")' y 7ü'^ de longitud O. El clima es delicioso, sobre todo en el valle de Caracas donde está situada la capital.
Xo se conocen sino dos estaciones, verano é invierno: es decir, una seca y otra lluviosa.
Varias líneas de ferrocarril y telégrafos facilitan la comunicación con la costa: las cordilleras recorren el país en todas direcciones, y gigantes- cos ramales forman la mesa de Parima y las grandes sábanas del Meta y del Gnaviare. Gran número de ríos que tienen origen en las vertientes de los Andes y de sus ramificaciones, aumentan el profundo caudal del Orinoco, (|ue baña una gran parte del territorio venezolano.
En la parte Sur fecundiza las selvas vírgenes, prodigio de exube- rancia y ricas en maderas. Además del Orinoco cuya carrera es de más de 2,000 kilómetros, hasta desembocar en el Atlántico, formando en su camino cataratas y caprichosos giros, se cuentan en Venezuela como 1,0G0, todos navegables para grandes ó pequeñas embarcaciones: el Meto, el Apuré, el Essequivo, el Río Xegro, el Guayre y otros.
El comercio es activo, sobre todo para la exportación del celebre- cacao, de café, añil, trigo, algodón, azúcar, caza^'i, quina, maderas de tinte, tabaco y caoutchouc. También es importantísima la explotaci('»n de las minas v exportación de minerales como oro, cobre, plata, plomo, estaño y carbón de piedra.
Catorce compañías explotan el oro de Guayana, siendo la más rica la del Callao y las de cobre de Aroa.
La cría de ganado es de gran importancia, y la agricultura ha tomado l)astante desarrollo. En estos últimos años se ha fomentado la inmigra- ci(')n en grande escala y han sido creadas dos colonias para emigrantes; la de Bolívar y la de Guzmán Blanco.
En la [)rimera se cuentan 12") haciendas, en las que se cultiva el café, caña de azúcar, yuca y otros productos.
Venezuela está situada á la cabeza del continente sud-americano v cuenta con inmenso litoral en el Atlántico, causa por la cual adcpii- i'irá cada día mayor preponderancia.
En Caracas existen numerosos establecimientos industriales, pro})ie- dad de extranjeros en gran parte, así como empresas de toda clase.
La instrucción pública es obligatoria, y en el })aís hay buenos cole- gios de primera y segunda clase, nacionales y particulares y escuelas normales.
Dividida la tierra venezolana en tres zonas, fría, tem})lada y caliente, presenta, la primera, hermosos terrenos cultivados y florecientes: en la
3()2 AMERICANOS CKLKBRES
se'f>iiii(]a . verdes y extensos prados con pastos frescos y abundaiites . y en la tercera emnarafiadas selvas, monumentos de follaje y elevadas cúpulas, formadas })0i' la mano de la Naturaleza.
La (luayana es la región de los bosques, y entre sus árboles se cuenta el del ixiii , muy común también en el Ecuador, Además de la Ouayana venezolana, hay territorios pertenecientes á otros países: están limitados por el Orim^co y el Amazonas.
T^a i)arte comprendida entre el río citado y la cordillera de Tunuicu- curá, pertenece al Brasil, al occidente de Venezuela, otra parte á Inn'la- terra . otra á Francia y otra á Holanda.
KEPITBLIVA DE MÉJICO
l-Csía adelantada, vasta y rica porción del Nuevo mundo, limita al N. con los Estados Unidos; al S. O. con Guatemala; al E. tiene el «>(,lto de Méjico (') seno mejicano y el mar de las Antillas, y por O. y S. el Oran Océano.
E^tíí dividida la líe])ública en Aeintisiete Estados libres federales. Su extensi(')n de N. O. á S. O., desde la confluencia de los i-íos Oila y Colo- rado hasta la bari-a de Suchiate en el extremo del Estado de ('hia})as, es de 2, !).•).•) kihnnetros, y 117.i)()2 en su mayor anchura . desde la desem- bocadura del río i^ravo hasta la boca del río d(d Fuerte: la extensión de sus costas, l)anadas por el li'olíb de ^léjico v mar de las Antillas, es de 2.5X0 kilómetros: las del (iran Océano (í,!);")!) y la sii])erñcie l.í)21,24() kihnnetros cuadrados. El número de habitantes es de 11.020,1)^4: entre éstos, de tres á cuat-ro millones de indíü'enas, y los demás, raza europea. es])anola. americana y mezclada.
Es el clima de Méjico benif>"no a' agradable, cuando abandonando la C(.)sta en lo general malsana, ardiente y propensa á e])idennas como la liebre amarilla, se llega á una altura de .'5,000 i)ies sobre el nivel del mar: ni el frío puede calificarse de excesivo, ni el calor alcanza el grado de nu)lesta intensidad, y más bien pudiera decirse que la primavera se })rolonga indefinidamente con alternativas poco sensibles. En la época de las lluvias hay fuertes tormentas y con frecuencia caen numerosos rayos. La Naturaleza conserva siempre su lujoso vestido primaveral, y los arboles y plantas renuevan sus verdes galas al despojarse de las ya marchitas.
liOSíjUKJO FÍSICO T)K[. COX riXi:X'l-F. AMKRICANo S(V^
La Kepública se extiende desde los U" oO' hasta o2" 42' de latitud septentrional, y desde los H8*' 54' ;)()" y 119" 25' :J0" lono-itud occidental del meridiano de París, ó sean 12" 21' al E. de Méjico y 1«" O.
La cordillera forma en el N. dos cadenas, una oriental y otra occi- dental: la primera si<i'ue paralela á h\ de la Baja California, y presenta las elevadas cimas del volcán Pi<-() de Orizalxi á 5,295 pies de altura y el Cofre (le Iteróte á 4,U89, y la segunda, (pie enlaza en el volcán de (loJiína ix 4,.')7(S i)ies , con la cordillera (¡ue se dirige al Xerado de Tnlnca á 4,57<s pies; otra alta cordillera muestra orgullosa los volcanes de l^apocatepcJI , ;í 5,.-)25 pies sobre el nivel del mar y cubierto de blanco cendal: el Iztür- cihiniJI nevado, á 4..')()0pies: el MaHiidic, á 4,107: el /cnipi'nlícpcc, á o,^^^, V otros.
Los prados y los boscpies están fertilizados por abundantes ríos, entre éstos, el T\sumacinta. el Bravo, el (Irijalva v el Sinaloa. Varias lagunas v lagos se cuentan en la Be])ública mejicana, v en las primeras, la de Texcoco. cercana á Méjico v en el pueblo de su nombre: se dice que guarda tesoros arrojados por los indios en la época de la conquista.
Posee la República Alarias islas en el Océano Pacífico, en el golfo de California, en el mar de las Antillas v en el Seno mejicano. El territorio es rico en minerales, oro, ])lata . ])lomo. Iiierro, cinabrio, azufre, nitrato de ])otasa, cobre, etc. La agricultura está ñoreciente y adelantada, cul- tiv;índose exquisitos frutos, tanto del tr<)pico como de climas templados: v cacao, café, algod(')n, vainilla, cochinilla v tabaco.
Hermosos mármoles llamados !('<■(( I i especie de óiii.i' de varios colores, negro, jaspeado, é)palo, v ante. Hav también <')palos muv bellos y jaspes.
El palo de campeche, que es originai'io del mismo Méjico, se encuen- tra en el golfo de A^eracruz, en el de Honduras y en las Antillas.
La exportaciíMi principal en Méjico es de plata y oro acunados, plata <Mi pasta v labrada, oro en ban-as, piedra sulfúrea v i)lomo argentífero, maderas ])reeiosas, cueros, tabaco, miel, concha-perla ó nácar, perlas, raíz de zacat(')n, grana, añil. etc.
l^a im])ortación es crecida y procedente de Inglaterra, Francia, Esta- llos Unidos. España. Bélgica, Ecuador v (luatemala.
El iinu/ncí/ (') (líjniu' es abundantísinu), v con él se fabrica la bebida llamada ))hJ(/i(<'^ muy general en toda la República mejicana: de esta misma planta se extrae el aguardiente llamado Iciiiiila: la mejor calidad es de los llanos de Apán , cerca de Aléjico, v en Jalisco.
Los sorprendentes vestigios de los aztecas, prestan á Méjico doble v i'special interés, y sus célebres ruinas de Lxmali, ]Mitla , Teotihuacán. Palen(|ue v las del templo y fortaleza de Xochicalco, son otras tantas é ¡m])erecederas huellas de lo que fueron esos pueblos en pasadas épocas.
364 AMERICANOS CÉLEBKKS
En el caiiiiuo de A^eracruz á la capital, se admira la pirámide de Cholula, á 80 pies de altura aproximadamente.
El comercio es importante, y hoy es bastante activo con los Estados Unidos.
La península Baja California, pertenece á Méjico y forma como una vasta serranía, dividida en el centro y encerrada entre las olas del mar. En a<|uel sitio se encuentran numerosos fósiles. El clima es seco y el terreno en lo o'eneral árido, exceptuando algunos sitios ([ue son verda- deros oasis en aquel desierto. Tiene bastante extensión y varios puertos, bahías y ensenadas que favorecen para el comercio con los Estados de Sinaloa y Sonora.
Confina por el N. con la Alta California; por el E. con el golfo dcd mismo nombre y mar Bermejo, y por el O. y S. con el Océano Atlántico. AMven en su territorio 80,210 habitantes.
La pesca de perlas y conchas es una de las ocvq)aciones de los mora- dores y la explotación de minas, pues el terreno es casi nulo para la agricultura. La planta de tinte horchiJhi , produce mucho para la expor- tación, así como la pesca de ballena, nutria y foca.
ESTADOS UNIDOS
No existe en la historia de la industria y del comercio, una página ^ un ejemplo tan notable como el de la gran Bepiiblica del Norte xVmérica.
El progreso ha sido tan rápido y tan sólido, ([ue en j)ocos anos se ha puesto á la cabeza de las naciones no sólo americanas, sino europeas, en muchos de sus adelantos especiales.
Sus productos han aumentado de día en día, merced á la laboriosidad y al espíritu de empresa que anima á los norte -americanos.
En estos últimos años la exportación de algodón ha sido fabulosa, y en una sola semana salieron para Inglaterra 80,000 pacas. En dos años- han cosechado los Estados del Sur, 12 millones de fardos. En un estable- cimiento de Colombo se da ocupación á 2,200 obreros. Entre varias fábricas del Estado de Georgia, el número de gente enq^leada pasa de 10,000.
La caña de azúcar es uno de los productos ([ue más utilidades pro- porciona en el Estado de Luisiana. La cosecha del año de ISHó, fué estimada en 15 millones de pesos. En la Carolina del Norte, el cultiva
BOSQUKJO FÍSICO DEL COXTIXKXTf: AMERICAKO 30.")
del arroz crece de día en día, y el Sur construye instrumentos af»'rícolas, jab(5n, alniidcni y diferentes objetos. Cada año aumenta la riqueza y la importancia de la colosal República.
Sus límites son: por el N. la América inglesa; al E. el Océano Atlán- tico: al S. el g-olfo de Méjico y República mejicana, y al O. el Gran Océano.
E-itá dividida en 38 E-itados, 11 territorios y un distrito federal. Su capital es Washington. La población norte-americana pertenece á todos los iTueblos, es patria universal. Europa tiene allí numerosas colonias, y no es insignificante la que componen los hijos de la América del Sur y de las Antillas. Unos establecidos y tomando parte en la actividad fabril de esa nación que no conoce el ocio, ni piensa en otra cosa que en ganar tiempo á toda costa: otros, viajeros observadores, ricos desocupa- dos, ó comisionistas de casas de comercio. Sólo visitando el país y juzgando por sí mismo, puede comprenderse el movimiento comercial é industrial. Es la vida de la República: es la base de su rápido creci- miento. Por todas partes se observa el espíritu de innovación y de empresa que distingue á los norte -americanos.
El territorio es inmenso, y ocupa todo el centro de la América del Norte, abrazando en su mayor longitud 58'^ desde las costas del Atlán- tico hasta las del Pacífico, y en su mayor anchura 24*^, desde la desem- bocadura del río Bravo á los límites de la América inglesa , dilatándose entre 25 '^ y 4í)*' de latitud N., y entre los 69 ^ y 127'' de longitud O.
En 18;Í0 tenía 12.800,000 habitantes; en 1850, 23.200,000: y en 1880, 50.450,000, descendientes de ingleses, i/atih'ees , de holandeses, suecos, alemanes, españoles, y la inmensa inmigración de todo el Universo. Los indios mohicanos, iroqueses, onnondegas, apaches, corwuanches y otra multitud de tribus completan esa fabulosa nación.
Su área es de 9.212,270 kihnnetros cuadrados. Sus principales ríos son: el Mississipí, el Río Colorado, el Sacramento, el San Joaquín, el Missouri, el Alabama, el Hudson, el Ohío, el Potomac, el Delavvare, Grande del Norte, Brazo de Dios, el Arkansas y otros varios.
El clima orit'd de acuerdo con la población, sirve para todas las razas: en los Estados bañados por el Atlántico es 10*^' más frío que en Europa en la misma latitud. En los que riega el Gran Océano es templado y saludable; en la regi(ni intermedia el frío es intenso en el invierno, y el calor ardientísimo en el verano.
Los vegetales dan inmensa utilidad, entre éstos los cereales, el arroz, el algodón, el azúcar de caña, la de arce y la de sorgho, el lino, el lúpulo y la viña; el producto de la nuez que se estima en 2 millones y se cosecha en Virginia, en el Tennessee y en la Carolina del'Norte.
Los ganados merecen especial menci<)n; se calcula el número de
306 AMERICANOS CÉLEBRES
caballos en 7.400,(HIO; asnos y muías, 1.300,000; 30 millones de cabezas (le bueyes y vacas, 25 millones ele carneros; 42 millones de puercos, cabras, etc.
La industria ha invadido todos los terrenos y hay numerosas fábricas de algodón, lana, maquinaria, hierro, cobre, fabricación de cervezas, vinos, licores, carruajes, muebles y relojería, contándose mas de 250,00t> fábricas con 40,000 máquinas de vapor, empleando más de 2 millones de obreros.
En minerales se obtienen pingües resultados, pues abunda el oro, ])lata, mercurio, cobre, plomo, petróleo, sal, hierro, y hulla. Posee doce puertos principales y catorce ó quince de segundo orden.
El ejército se compone de 2r),0(H) hombres en estado normal, y en tiempo de guerra puede subir hasta 600 ó 700,000.
En el N. de la República hay hermosos lagos, entre ellos el Michi- gan, Ontario, el Huríui , Santa Clara, etc. Al S. de la Florida, el Oke- chobee. En el territorio Ustah, el <>ran Lago Salado; en Nevada, el Humbolt y Pirámides; en (^alifornia, Olivens v Tular; en Oregcni, Klamoth y Malheur.
Las líneas de caminos de hierro cruzan la liepública en todas direc- ciones; una de las cosas notables de Nueva York es el camino de hierro elevado; se extiende ya casi sobre toda la población. En California, el cable (^ars es otra de las invenciones más extrañas ([ue simplifican el número de empleados en ese ramo.
El cable Cars marcha con la mayor velocidad por medio de un cable sin fin, que se mueve por una má([iiina fija sumergida en un tubo subte- rráneo, unida en la parte su[)ei'ior por lui cincho longitudinal, donde se engancha una tijera de hierro ([ue \a en el carro. Doce kihnnetros \)()Y hora es la velocidad que generalmente tiene.
Una de las maravillas del mundo y (jue cautiva la atencichi del via- jero, es la catarata del Niágara, inqjonente sol)re todo por el inmenso caudal de agua y por las perspectivas que presenta.
La instrucción pública está á crecidísima altura, y por todas partes hay centros admirablemente organizados y con suntuosos edificios: las escuelas normales están constituidas como las mejores de Europa.
li(>S(iUE,l() FÍSICO HKL C()^"nXK^"l K AMERICANO ,':()<
SANTO DOMINGO
Hace al<iTiiios años (|iic la República dominicana vegetaba sin presti- gio ni importancia, y su comercio, industria y agricultura, ni recibía impídso, ni tenía estímulo.
En país tan feraz y rico faltaban el orden v la paz para que el pro- greso invadiera sus campos y ciudades, en las cuales la vida carecía de esa actividad ([ue conduce á grandes resultados para la riqueza v crédito comercial.
Pocos años han bastado para cambiar el aspecto de la República y darle preponderancia en los mercados, por más que puede aumentar mucho todavía, dadas las condiciones de sus productos y de su clima.
Su extensión territorial es de Oo,;")!)*) kilómetros cuadrados y su total de oOO,000 habitantes entre blancos, mulatos y negros. Está dividida en cinco provincias y cuatro distritos marítimos. Capital, Santo Domingo. Ocupa la })arte oriental de Haiti.
Su exportación principal es la caoba y el tabaco; la primera es abundantísima: produce ricos frutos, propios de país cálido y su vegeta- ción es exuberante y pintoresca. La hermosa bahía de Samaná, está formada al N. por una semi isla ([ue tiene a(pu^l nombre, v ha despertado la codicia de posesión en algunos gobiernos extranjeros por su venta- josa situación. En Samaná hay minas de hulla y de hierro, plata, oro, cobre y mercurio.
La República dominicana, una de las más grandes de las Antillas en el Océano Atlántico, está situada á la entrada del Golfo de Méjico. Cuatro cordilleras atraviesan el país de E. á O., siendo la cumbre más alta el Pico del Cibao, á 2,622 metros.
. Los ríos más importantes que bañan ambas repúblicas son el (Irán Yake, el Artibonite, el Neiva , y el Ozama: casi todos son navega- bles. Ambas repúblicas tienen bosques de caoba, campeche y otras maderas; algodón, tabaco, caña de azúcar, frutos y legumbres (pie brotan con exuberancia.
La República haitiana está dividida en cinco departamentos, y tiene poco más ó menos 550,000 habitantes, entre negros, mulatos y algunos blancos. Capital, Puerto Príncipe. La superficie territorial es de 24,000 kilómetros cuadrados.
308 AMERICANOS célkbrí:s
ISLA ])E CUBA Y PtERTO líiro
Ciiiiipletareiuos el bosquejo físico del continente americano, inclu- yendo á las Antillas, y de éstas la primera, la hermosa isla de Cuba.
Es la mayor y la más occidental del archipiélago llamado Grandes Aiil/Jhis. Se halla situada en el Atlántico á la entrada del golfo mejicano, entre los 19" 50' (Cabo de Cruz), y 23" 1(3' 20" (morro de la Habana) de latitud septentrional, y entre 7G" riO' (punta Maisy) y 87" 20' (cabo de San Antonio) de log'itud eccidental: está limitada al N. O. por el golfo de Méjico; al S. por el mar de las Antillas; al O. por el canal de Yucatán y separada de la Florida é islas Lucayas por el canal de Bahama.
Tiene 07,122 kilómetros de superficie y l.r)21,G<S4 habitantes: capital Habana.
La floreciente Antilla está dividida en tres distritos: Occidental. cai)ital Habana; Oriental, capital Santiago; Central, capital Puerto Príncipe. Forma la isla un arco irregular y una elevada serranía la atraviesa en toda su longitud con los nombres de Sierra de Cristal, del Cobre, de Baracoa, Cuchillas y Carcamisas, á las que se une la Sierra maestra.
Sus principales ríos son el Cayaquetege, Cauto, Sagua la Crande. Sasua, Piñal y el poético Yumurí, que serpentea en ]Matanzas al })ie de las dos colosales montañas llamadas el Habrá.
Multitud de isletas, arrecifes y bancos, entre ellos el de Bahama, rodean la isla de Cuba.
Su clima es en extremo ardiente y en algunos lugares muy malsano; su fértil tierra tiene inmensos elementos de riqueza, y á la par de toda la diversidad de frutos y de ñores, posee admirables plantas medicinales.
Soberanos de los bosques vemos al cedro colorado, al cedrón y otras maderas. La agricultura tiene gran desarrollo, y su principal fuente de riqueza es el tabaco, el café, el azúcar, el añil, cacao, etc. La actividad comercial es mucha, y la exportación é importación son considerables. La isla de Cuba hace frente á todos Hi\a gastos: sostiene 12,000 hom- bres de ejército, marina y cargos civiles.
Posee minerales de oro, plata, cobre, hierro, piedra imán, cristal de roca, hulla, sal y mármoles. Aquel suelo es manantial inagotable de riqueza.
BOSQUEJO FÍSICO DEL CONTINENTE AMERICANO 869
La isla de Puerto Rico está situada al Oriente de Haiti y está dividida en dos gobiernos; uno que lleva el nombre del territorio y otro el del castillo del Morro. Su población es de 731,648 habitantes: capital, San Juan de Puerto Rico. El clima es más suave que el de la isla de Cuba, y el terreno fértil y pintoresco. Su extensión es de 104 kilómetros de longitud por 90 de anchura. El principal puerto de la isla es el de San Juan, espacioso, seguro y bellísimo en sus orillas: el movimiento comer- cial no es tan activo como en la isla de Cuba, aun cuando desde hace algunos años ha tenido mayor desarrollo. Fácilmente podría darse gran impulso á la agricultura , pues á ello se presta la bondad del terreno y la suavidad del clima. Sus productos son los mismos que los de la isla de Cuba, aun cuando en menor escala.
DETALLES
La Inglaterra posee extensas colonias en América, que tienen por límites al N. con el mar Glacial; al E. el mar de Baffin, por el cual quedan separadas de lá Groenlandia y del Océano Atlántico; al S. los Estados Unidos, y al O. el Gran Océano y el territorio de Alaska, perte- neciente á los Estados Unidos.
El Dominio (Canadá), está bajo el protectorado de Inglaterra: en el Labrador (América inglesa septentrional), el frío es intenso y las mon- tañas están siempre cubiertas de nieve.
La Nueva Bretaña tiene terrenos fértiles y lozanos en algunos lugares^ y' en otros agrestes y con magníficos bosques: en el interior y más hacia el N., viven los esquimales y otras tribus independientes: aquéllos sue- len ser en algunos puntos casi enanos.
El río San Lorenzo, cuya navegación es preciosa, sale del lago Onta- rio y desemboca en el golfo de su mismo nombre. El Niágara, que procede del lago Erie y en tumultuosa marcha sobre arrecifes , bancos y rocas, se arroja en el Ontario formando la catarata maravilla del mundo. El Otawa y el Makensia son con los anteriores, los ríos más notables de la región del Labrador.
24
370 AMERICANOS CÉLEBRES
PEQUEÑAS ANTILLAS O CARIBES
Situadas en el archipiélago de ese nombre, entre el Océano Atlántico y el mar de las Antillas.
ISLAS FRANCESAS
La Guadalupe 192,435 habitantes.
La Martinica 166,000
Capital, Fuerte, de Francia. 25,000 »
Point-á-Pitre 18,000
Omitimos otras de menor importancia.
ISLAS INGLESAS
Las principales son: La Dominica. La de San Vicente. La Tórtola. La Granada y otras varias. . . 31,000 hal)itantes.
ISLAS DINAMARQUESAS
San Thomas, pintoresca población, puerto franco é
importante. Santa Cruz. San Juan.
ISLAS HOLANDESAS
Curazao 42,000 habitantes.
Situación pintoresca y especialísima : puerto animado.
Otras varias islas más ó menos importantes componen ese grupo mencionado con el nombre de Antillas Menores. El clima es mal sano en la época de las lluvias, que empiezan en Junio y duran hasta fin de Diciembre. En la estación seca , el calor es muy fuerte y sólo la brisa
JK>S(iUKJ() FÍSICO DEL COXTIX Kíí TK AMERICANO B7 1
del mar lo hace más soportable. Reinan recios huracanes acompañados por. truenos, relámpag'os, lluvias, temblores de tierra, alternándola gaya primavera con los rigores del invierno, la belleza del cielo y del sol, con el fragor del terremoto y el ruido de la lluvia que cae á torrentes.
El terreno es fértil y tiene las más ricas producciones del Asia y África, á la par que las del Nuevo mundo.
Tal es el boceto del grandioso continente americano, que servirá para dar una idea general de la riqueza de su suelo y de los inmensos elemen- tos que posee, y por los que será en lo futuro rival del Viejo mundo, aventajando á éste por los especiales y brillantes dones con que le enriqueció la Naturaleza.
índice del tomo segundo
PAGINAS
Braulio Carrillo (centroamericano) 5
Benjamín Franklin (norteamericano) 11
Abdón Calderón. El héroe de Pichincha (ecuatoriano) 15
Francisco Morazán (centroamericano) 19
Francisco de Paula Santander (colombiano) 35
José Bonifacio Andrada y Silva (brasileño) 42
José Ballivián (boliviano) 46
Juan José Flores (venezolano) 52
José Joaquín de Olmedo, el cantor de Junín (ecuatoriano). . . 67
Andrés Santa Cruz (boliviano) 72
Vicente Rocafuerte (ecuatoriano) 79
Felipe Santiago de Salaverry (peruano) 93
José Cecilio del Valle (hondureno) 98
José Gaspar Rodríguez Francia (paraguayo) 116
Andrés Bello (venezolano) 125
Horacio Mann (norteamericano) 129
Ramón Castilla (peruano) 137
Carlos Antonio López y Solano López (paraguayo) 140
Juan Manuel Rosas (argentino) 149
Juan Pablo Duarte (dominicano) 161
Juan Brown (norteamericano) 164
Francisco del Rosario Sánchez (dominicano) 167
Benito Juárez (mejicano) 171
Manuel Pardo (peruano) 206
Porfirio Díaz. Presidente de la república de Méjico 215
Pedro II de Braganza. Emperador del Brasil 242
El general Harrison. Presidente de los Estados Unidos. . . . 246
Rafael Núñez. Presidente de la república de Colombia 252
Bartolomé Mitre (argentino) 256
Luis Bográn. Presidente de la repviblica de Honduras 264
Aniceto Arce. Presidente de la república de Bolivia 267
Antonio Flores. Presidente de la república del Ecuador. . . . 270
Joaquín Crespo (venezolano) 276
Manuel Acuña (mejicano) 283
Justo Arosemena (colombiano) 286
José Manuel Balmaceda. Presidente de la república de Chile. . 2*J2
Evaristo Carazo. Presidente de la república de Nicaragua. . . 299
Matías Romero (mejicano) 301
Máximo Tajes. Presidente de la república O. del Uruguay. . . 307
El general Barillas. Presidente de la república de Guatemala. . 309
Casimiro Corral (boliviano) 312
El general Ulises Hereaux. Presidente de la república de Santo
Domingo 317
Patricio Escobar. Presidente de la república del Paraguay. . . 319
Bernardo Soto. Presidente de la república de Costa Rica.. . . 321
General Menéndez. Presidente de la república del Salvador. . . 323
Andrés A. Cáceres. Presidente de la república del Perú. . . . 325
El Dr. Juárez Celmán. Presidente de la república Argentina. . 328
Bosquejo físico del continente americano 331
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