ns o ed A mos ad A de P ME Boletín de la Sociedad de Biología - : de Concepción (Chile) Filial de la Société de Biologie de Paris Publicación auspiciada por la Universidad dé Concepción DIRECTORIO: PA Prof, Carlos Oliver Schnelder Prof. Dr. Carlos Henckel Prof, Dr. Alcibíades Santa Cruz Prof. Ernesto Mahuzler Prof. Dr. Enrique Solervicens - Prof. Emilio Poch REDACTOR DEL BOLETIN: Prof. Dr. Ernesto Herzog Prof. Dr. Ottmar Wilhelm yA Tomo XVI - Año 1942 EDITADO EN NOVIEMBRE DE 1942 HOMENAJE A LA UNIVERSIDAD DE CHILE EN SU CENTENARIO SUMARIO Oliver Schneider, Carlos: Dedicatorias aseo SS 3 Santa Cruz, Alcibíades.—“La alimentación de los Mapuches antes derlar Conquistar astra ton Nala NEAL Vias faro Ub ale CoN n a Iada O Gunckel, Hugo.—“Algunos datos médico-históricos relacionados con la ciudad de La Concepción a fines del siglo XVIIT”...... 11 Henckel, Carlos.—“Observaciones histológicas sobre el ojo de los indios mapuches. Contribuciones al estudio de la Antropo- lora Catena o ASS OIE dde Za pasa 25 Castelli, A A sobre las telaciones entre aglu- tininas y bacteriotropinas, complemento y opsoninas”..... 31 Herzog, Ernesto.—“El fenómeno de las bolas argentófilas en el sis- tema nervioso vegetativo periférico” O IS AAA CS 37 Emhart, Osvaldo.—“Participación de los ganglios nodoso y yugular del vago y de sus núcleos centrales en la tuberculosis pul- monar-laríngea y en la úlcera gástrica”.........oo.oo.oo... 45 Cors, Guillermo.—“La encefalitis en la rabia”........ A 59 Mahuzier, J. Ernesto.—“Calcio y fósforo en productos alimenticios dere nons und e ai as ici clara, y otero faóS a 73 Wilhelm, Ottmar.—“Contribución al estudio de la Lamblia intes- A A o ALIAS O O ORNATO NANO 79 Wilhelm, Ottmar.—“Una nueva reacción alérgica para el diagnóstico UEINQHES CRIA Ido A ala olaa lie lala Jared ae 89 Í Kallas, Helmuth.—“Algunos aspectos de la Fisiología bucal en rela- cion conula edad isatasia iaa lee la alo late ele 2 nba lol ale ia > 95 Gunther, Bruno.—“La estimulación nerviosa y la transmisión sináp- ticarensun' modelo eléctrico naciera daa atlas area tala lao 103 . Solervicens, Enrique —“Observaciones sobre el orificio aórtico del PEA A AS O eS OI 113 Behn, Francisco.—“Nombres vulgares de aves silvestres chilenas”.. 117 HOSTA OMA ABIDLIOLECA ASs tadas dale elos o Riera mallas a 123 dice: General de Mos Tomos XI=- XV. o aa at 133 BOLETIN DE LA SOCIEDAD DE BIOLOGIA DE CONCEPCION FILIAL DE LA SOCIETE DE BIOLOGIE DE PARIS PUBLICACION AUSPICIADA POR LA UNIVERSIDAD DE CONCEPCION a Homenaje a la Universidad de Chile en su Centenario TOMO XVI 1942 CONCEPCION var - 3? DEDICATORIA Como una adhesión al Centenario de la Universidad de Chile, “protectora de las Artes y las Ciencias”, la Socte- dad de Biología de Concepción le dedica este volumen. Y recuerda que, desde su hora primera, ha tenido regazo de Madre para todas las iniciativas y para todos los esfuerzos que cimentaron el estudio de las ciencias biológicas, el conoci- miento de la vida, en la tierra chilena. La necesidad y la importancia de su estudio y de su ense- ñanza, precisado magistralmente desde su alto sitial por el Rector Andrés Bello, apenas una década le su fundación, consti- tuye una clara y oportuna visión de lo que ésta, en todo sentido, significaba para el progreso cultural y económico del país. 2 Las palabras igual que los hechos. Poco después, Rodulfo Armando Philippi, el 21 de Marzo de 1854, inicia la primera clase de la entonces llamada Historia Natural, con la frase augural, que fué el mejor premio de su vida «Me consideraré feliz si puedo contribuir con mis lecciones al fin que se pro- puso, despertando en la juventud chilena el amor a una ciencia tan interesante como importante». La cooperación eficaz prestada a la preparación y a la pu- blicación de la obra de Claudio Gay, monumento de ciencia que es piedra angular de nuestro haber científico. Y finalmente, los sabios Maestros que difundieron en la cátedra y con el ejemplo, no sólo la Ciencia sino también la disciplina del estudio, forman los jalones más sobresalientes de esa fecunda jornada que llena todo un siglo de la cultura chilena. Carlos Oliver Schneider Dresidente de la Sociedad de Biología. 943 ANA e CN ze ARAS 5, E nde AO oe! y A 10 ANN y a DEL INSTITUTO DE BOTANICA de la Universidad de Concepción (Chile) Director: Prof. Dr. Alcibíades Santa Cruz La alimentación de los Mapuches antes de la Conquista por Alcibíades Santa Cruz Presidente honorario de la Sociedad de Biología El violento contraste del aspecto físico y el carácter entre las razas ya conocidas y la con que estaban combatiendo desper- tó en los conquistadores españoles franca admiración, que Ercilla interpreta así, al describir a Chile: “La gente que produce es tan granada, “Tan soberbia, gallarda y belicosa, “* Que no ha sido por rey jamás regida, “Ni a extranjero dominio sometida. “Son de gestos robustos, desbarbados, “* Bien formados los cuerpos y crecidos, “ Espaldas grandes, pechos levantados, “ Recios miembros, de nervios bien fornidos “* Agiles, desenvueltos, alentados, “* Animosos, valientes, atrevidos, “Duros en el trabajo, y sufridores “De fríos mortales, hambres y calores”. La enérgica resistencia opuesta por los mapuches a las «armas españolas, que hizo al padre Rosales llamar a Chile “Flandes indiano”, ha sido evidentemente debida a dos clases de causas: morales y fisiológicas. Las primeras, que salen del cuadro de este estudio, son, sin embargo, dignas de notar. La raza mapuche “por rey jamás regida”, estaba dividida en agrupaciones de familias unidas por un común interés; pero independientes entre sí, fuera de los 5 lazos de familia, cada grupo familiar tenía sus tierras propias,. que cultivaban; cada uno era dueño de bienes que no debían tributos a ningún señor de vidas y haciendas, como pasaba en los demás países que los conquistadores llevaban recorridos: de aquí que el indígena defendía lo suyo, lo que era su bien, no las tierras ni los bienes de un monarca, y combatía a las órdenes de jefes elegidos por ellos mismos, para tener unidad de acción, no bajo el mando de ministros de otro jefe, obligados a cumplir: órdenes que ellos no habían discutido. De aquí la enorme fuerza moral de la resistencia mapuche: defendían lo suyo y por su. propia voluntad. La causa que vamos a tratar someramente es la razón bio- lógica: Chocaron aquí los conquistadores con un pueblo fuerte, robusto, regularmente sobrio y acostumbrado a pruebas de agi-- lidad, esfuerzo y resistencia, aunque quieran hacer creer lo con- trario algunos malos historiadores que, en su afán de denigrar al enemigo, hacen más mal a los conquistadores que a los abo-- rígenes. Los mapuches (guardamos el nombre de chilenos para la raza que se formó después) eran terratenientes y agricultores. A ello se debe el que su alimentación, como la de todo pueblo en. iguales condiciones, fuera más vegetal, de los productos de la. tierra, que animal, debida a la caza, No carecían de carne, ya. que tenían el Chilihueque, que los autores españoles llamaron oveja de la tierra u otros nombres semejantes, que Molina llamó: Camellus Araucanus, distinto del guanaco (luan de los indígenas) y que González Nájera, que lo conoció, dice era de dos colores,. blanco y negro, solos o mezclados, lo que parece referirse más. bien a la alpaca (Auchenia paca) animal alimentado tal vez y criado en buena proporción; pero cuya carne el indígena escati-- maba, guardando sus rebaños para sacrificar algunas res con. ocasión de sus festividades religiosas o guerreras o de la visita de aleuna persona de consideración. Tenían también gallinas,. ya que las razas crespas (trintre) y sin cola (collonca o tapucha) son especiales a Chile, y han llamado mucho la atención de los avicultores. y Su destreza para lanzar las piedras lejos y com buena pun-- tería, su habilidad en el manejo de la honda y de la flecha, así como sus artes para la confección de trampas (guachis), les. aseguraban la caza de las numerosas aves comestibles, sedenta-- rias o migratorias, de nuestra rica fauna ornitológica; la pesca en nuestro poblado mar aseguraba amplia provisión; como lo: prueban los conchales ya estudiados y los que se sigue descu- briendo, hacen ver que el pescado formaba parte de su alimen-- tación, contra la opinión de algunos narradores de la época de la Conquista. Aún en los ríos efectuaban la pesca atontando a los peces con el jugo de algunas plantas machacadas, de las que por: lo menos, conocemos el Pillopillo (Ovidia pillopillo, Timeleácea). A Y no solamente efectuaban la pesca para su comida diaria, sino que peces y mariscos, asados sobre piedras calientes (curan- tun) y curados al humo, servían para guardar en previsión de escaseces o para negociar con las tribus de la cordillera cambian- 6 do estos peces, cochayuyo (collofe en mapuche, la voz cochayuyo es quechua), D”Urvillea utilis, por lana, seguramente de guanaco, los frutos de Araucaria imbricata, el pehuén, que los españoles llamaron piñones, y... por sal. En efecto, los pehuenches (gentes del pehuén) obtenían sal muy pura de los depósitos formados por la evaporación del agua del río Salado, que va a la República Argentina. Hasta ahora la sal pehuenche entra en la confección de muchas medicinas de los machis o curanderos mapuches. Pero repetimos que la base de la alimentación era vegetal. Pueblo sedentario, que tenía alfarería: ollas (challa), cántaros (metahue) y otras piezas, a veces verdaderamente artísticas, les permitían cocer sus alimentos, de los que queda como rastro el mapu corri, el “caldo de la tierra”, especie de puchero español, al que ahora agregan carne. Como alimentos feculentos, eulti- vaban y usaban una gramínea, el mango, Bromus Mango, ahora totalmente desaparecido; tal vez otra especie, el laneo, Br. sta- mineus; la papa (poñi) Solanum Tuberosum, de que la cultiva- ban distintas variedades, y el maíz (gua) y la especie de grano duro (curagua, maíz de piedra) Zea maíz y Z. Curagua (1). Numerosas variedades de frejoles (poroto-purrutu) Phaseolus vulgaris aseguraban la provisión de proteínas, y las grasas se las suministraba la meloza (madi) Madia Sativa, planta com- puesta que los españoles llevaron a Europa donde se cultivó algún tiempo para aprovechar el abundante aceite de sus semi- llas. Variaban la alimentación las diversas variedades de Zapallo, Cucurbita pepo, con su pulpa feculenta y azucarada, así como las nutritivas semillas de la quinoa o quinhua, Chenopodium quinoa, seguramente llegada a Chile desde las regiones del Norte que constituyeron al fin el imperio incaico. Agregaremos todavía numerosos tubérculos comestibles: lahui (Alofia lahue), guan- que, (Dioscorea Arenaria), Gnao (Conanthera bifolia), las raíces carnosas ricas en fécula del liuto o ligtu (Alstraemeria ligtu), varios hongos, como los loyos (Boletus loyo) y otros, y todavía, numerosas hierbas entre las que predominaban Crucíferas como el yuyo (Brasica campestris, única planta a la que se llama yuyo en Chile) el tañauso (berro-Gardamine nasturtioides), algunas especies de Lepidium, semejante al mastuerzo, usadas como va- riantes o condimentos, y en primer lugar, el Trapi (Capsicum longum y C. annum) que en otros países de América se llama ají y Chile, y que los españoles llamaron pimiento. El ají era y es el condimento obligado de la comida de nuestro pueblo, como de todos los pueblos hispano-americanos, que lo heredaron de sus antepasados, y que ya Colón llevó de vuelta de su primer viaje, con tan buena acogida, que se usó luego en España, los portu- gueses lo aclimataron también. Tragus lo describía por plantas que había visto en el jardín del célebre Lewenstein, y, según De- lécluse, en 1585 se cultivaba en Braun en Moravia, desde donde debía extenderse a toda la región de Europa Central con el nom- bre de Paprika, Muchas preparaciones culinarias de nuestros (1) La curagua, tostada, estalla formando rosetas: así es molida para hacer la harina de llalli, tan usada para preparar un ulpo refrescante. Este maíz es el “Poppy-corn” de los norteamericanos. 7 mapuches pre colombianos son hasta ahora elementos de la ali- mentación corriente: así en nuestros campos de las provincias del centro al sur se sigue fabricando el catuto o pan de piedra, con la substitución del trigo (cachilla, por Castilla, es decir, tri- go o grano de Castilla) en vez del mango, ya desaparecido, la Humita, en puridad huminta, de pasta de maíz tierno, es plato regalado de la cocina nacional. : El mismo Mapu cori, el puchero indígena, es muy semejan- te al “caldillo” actual. Agreguemos ahora las frutas: desde luego el chañar (Gour- liea chilensis, Papilionada) de las provincias del Norte, con un sabor dulce resinoso como el Mango tropical, tan apreciado; los frutos del Molle (Schinus latifolius, Anacardiácea), del quelon o maqui (Aristotelia maqui-Eleocarpácea), del úñi, que los es- pañoles llamaron “Murtilla” por su parecido con la planta europea Vaccinium Myrtillas, y algunos otros, les proporcionaban bebidas alcohólicas obtenidas por la fermentación a expensas de la sali- va como hacen en muchos otros países americanos, y como se practica también en las islas de la Polinesia, lo que sería un buen argumento en favor de la tesis Ael Dr. Paul Rivet sobre el origen polinésico de las razas americanas. Muchas otras frutas pudiéramos citar, que formaban, y forman, parte de la alimentación del mapuche; pero reservamos el espacio para tres de ellas, que merecen especial mención. En primer lugar la semilla del pehuen (Araucaria imbricata) que los españoles llamaron con justicia piñón; el albumen del pi- ñón es rico en fécula y en leguminas; cocido, es un buen alimen- to, y tostado y molido da una excelente harina alimenticia, fácil de guardar, de transportar y de preparar como una especie de puré claro, el ullpo. El guevin (Guevina avellana), la avellana de Chile, es otro alimento de primera línea por la gran cantidad de aceite que contiene en los cotiledones, junto con abundantes proteínas: se parece, por esto, mucho al maní o cacahuet de las regiones tropicales, y por esto el árbol que es muy hermoso por su follaje y la diversidad de colores que van adquiriendo sus fru- tos a medida de su madurez, y que tiene una madera apreciada en ebanistería, debería ser defendido de la destrucción por la quema de bosques, y aún cultivado. Y por último, como buen postre, quellguen (Fragaria chilen- sis) la frutilla, fresa chilena, de cuya variedad, si no especie, cultivada cerca de Tomé llevó Frézier seis matitas, que dieron origen por sus cruzamientos con la Fragaria vesca de Europa, a las exquisitas variedades de fresas ahora cultivadas. De los someros datos que hemos apuntado podemos sacar, entonces, estas conclusiones: 1) Los indígenas de Chile, que antes de la guerra con los Conquistadores españoles eran agricultores, dueños de tierras, tejían la lana de los chilihueques o las fibras vegetales del Maqui y de la ñocha (Bromelia Landbecki), y tenían numerosos tiestos de greda, especialmente challos y metahues (ollas y cántaros) para confeccionar sus comidas. ; 8 2) Su alimentación, escasa de carne, y esto más bien volun- tariamente, contenía una normal proporción de albuminoides, leguminas y legumelinas de los frejoles, y albumina de la clara de huevo, para no citar sino las más importantes, a más de la aleurona de las leguminosas y de los cereales que comían molidos en la piedra de moler (cudi) y amasados en forma de panes lar- gos como cilindros, los catutos o mapu cosque, forma de prepa- ración que permite aprovechar también todos los demás elemen- tos del grano: fécula, fosfatos, calcio y vitamina B. 3) Los glúcidos entraban en debida proporción con los fari- náceos: Bromus Mango y B. lanco; en el maíz, y sobre todo, con la papa y en último término el zapallo. 4) Grasas se procuraban de la semilla oleaginosa de la me- losa o madi, que cultivaban, y de la avellana, tan rica en aceite. 5) Agreguemos ahora las vitaminas que les proporcionaban el gluten y los embriones de cereales, las verduras y frutas, el ají, el zapallo y la papa, y aunque no en la alimentación sino en el régimen de vida, los baños de sol, que ellos llaman “guardar sol para el invierno” y que robustecen su piel y la hacen rica en vitamina D. Se comprende así que esta alimentación completa y en bue- na cantidad fuera capaz de hacer resistir el tratamiento verda- deramente espartano a que se sometía a los niños y se conservaba hasta la edad adulta: carrera, salto, lucha, juegos atléticos, pri- vaciones durante algún tiempo, baños fríos de preferencia en invierno, escasa vestimenta, no por falta de elementos para tenerla mejor y más abundante, sino como medio de endurecer más el cuerpo. La raza así alimentada fué la que los conquistadores tuvie- ron que enfrentar y la que se pudo sostener largos años sin cejar. Luego, el abandono de los cultivos para dedicarse a pelear, el arrasamiento de otros terrenos cultivados, como medida de gue- rra, que al fin practicaron unos y otros; el desarrollo de la crian- za de ganado bovino y principalmente ovino en los campos mapu- ches, ganado que era fruto de las expediciones guerreras contra las ciudades y campos cultivados por los conquistadores, y ade- más, la necesidad de tener rápidamente alimentos que la agri- cultura por sí sola no puede producir, hicieron cambiar totalmen- te la alimentación del indígena; desarrollaron su gusto por la Carne, y evidentemente, el aparato digestivo se acondicionó a una nueva modalidad. Otra consecuencia de orden sociológico trajo el estado de guerra permanente: abandonadas las tierras cultivadas, la natu- raleza reclamó sus derechos y fueron montañas tupidas muchos centenares de hectáreas de tierra que habían sido fértiles sem- brados y cultivados huertos. Más aún, el indígena perdió el hábito de cultivar y los conocimientos para hacerlo, que, si dis- taban mucho de ser modelos, eran buenos y bastantes para su fin. 9 Pero este aspecto sale del marco de nuestro estudio: lo que: hemos querido demostrar es que la dureza y resistencia de la. raza que encontraron los españoles y que Ercilla cantó, se debía al duro método de crianza y de vida, que endurecía cuerpos nu- tridos por una alimentación que era instintivamente formada por elementos capaces de proporcionar en justa proporción la canti- dad de glúcidos, de grasas y de proteínas necesarias para un correcto desarrollo, ayudada por las sales, los condimentos y las vitaminas que un higienista habría formulado, y que la natura- leza supo hacer conocer al sagaz observador indígena. 10 Algunos datos Médico-Históricos relacionados con la ciudad de La Concepción a fines del siglo XVII (Con 2 fotografías) por Hugo Gunckel Luer (Recibido por la Redacción el 30-I-1942) En este trabajo he reunido varios antecedentes de carácter médico-histórico, relacionados con la ciudad de Concepción, a fines del siglo XVIII. Esta ciudad recién había sido trasladada al sitio que actual- mente ocupa, cuando en 1773, fué azotada por una grave epide- mia de disentería, en forma tan alarmante, que las autoridades locales tuvieron que solicitar ayuda médica al Supremo Gobierno. En esta comunicación se publica, por primera vez, la docu- mentación administrativa en forma completa sobre dicha epide- mia; una de sus piezas fué ya publicada varias veces, pero, en cambio, algunas de sus notas e informes han permanecido, hasta la fecha, inéditas. También se dan a conocer otros documentos de la misma época, que tienen relación con actividades profesionales de algu- nos de los médicos que, en aquellos años, han actuado en la ciudad de Concepción. Espero dar a la publicidad pronto algunas nuevas contribu-- ciones de esta clase, correspondientes a la era colonial española, reuniendo de esta manera, una serie de datos interesantes, pocos: conocidos y útiles para las personas que alguna vez escriban la ora de la ciudad de La Concepción de la Madre Santísima. e la Luz. I La ciudad de Concepción fué fundada en Marzo de 1550 por: don Pedro de Valdivia, a orillas del mar, en el lugar que actual- mente ocupa Penco. En aquel sitio permaneció durante dos si- 11 glos, durante los cuales fué varias veces asaltada, destruída y quemada por los indígenas y, en varias ocasiones, fué, también, arruinada y destruída por violentísimos terremotos, y, aún, arra- sada por la furia del mar. El 25 de Mayo de 1751, a la una y media de la mañana, un violento terremoto azotó gran parte del país, pero en especial a la región del río Maule al sur. Concepción fué casi totalmente destruída, escapando en estado ruinoso, sólo unos pocos edificios. A raíz de esta catástrofe, después de un largo proceso admi- nistrativo, conocido en la historia como el “Pleito de la trasla- ción”, que comenzó en 1751 y terrainó sólo en el año 1765, la «ciudad de Concepción fué reedificada, pero esta vez, en su actual ¡sitio de ubicación, en el valle de la Mocha, entre el Andalién y el Bío-Bío, bajo el nombre de La Concepción de la Madre Santí- sima de la Luz (sobre este Pleito de la traslación, véase: Muñoz Olave, Dr. Reinaldo. Traslación de la ciudad de Concepción des- de su sede en Penco al sitio que actualmente ocupa, en los años 1751-1765; en Boletín de la Academia Chilena de la Historia, año VIII, N.? 18, Santiago, tercer trimestre de 1941, y Roa Ur- zúa, Luis. De la traslación de la ciudad de Concepción; en Bole- tín de la Academia Chilena de la Historia, año III, N.? 5, Santiago, primer semestre de 1935). Fácil es imaginarse cual debería ser, en la época de su ree- .dificación el aspecto de la ciudad de Concepción, habitada por pobladores que todo debían improvisarlo y que vivían en verda- «dleras pocilgas y ranchos. “Las calles presentaban un tristísimo aspecto, escribe un distinguido historiador (Feliú y Cruz, Guillermo. Estudios His- tóricos, Concepción a fines del siglo XVII, su aspecto social, económico, militar y municipal, publicado en Revista Chilena de Historia y Geografía, año X, tome XXXV, N.? 39, 1920 : 442), los montones de estiércol y los barrizales se sucedían uno en pos de otro y las emanaciones pútridas de las aguas descompuestas infestaban el ambiente. Bien es cierto que entonces esas calles permanecían desiertas y que sólo los Domingos adquirían ani- mación con el ir y venir de la gente desvalida y pordioseros, que arrojaban desperdicios y harapos de miseria por donde quiera «que fueran pasando; que así, como lanzaba en sus caminos los andrajos de su vestimento, iban tirando los pedazos de alimento, después que se saciaban; que del propio modo solían pasar guian- do una manada de puercos que regalábanse en los barrizales. Por otra parte, es muy fácil darse cuenta del estado de salu- bridad en que debe haberse hallado, en esa época, la ciudad de Concepción, y con qué facilidad deben haberse propagado, en un “medio ambiente así, las enfermedades de toda clase, produciendo en algunos casos, verdaderas epidemias, muchas de ellas con caracteres alarmantes. Como un dato interesante y relacionado con el desaseo de las calles de los pueblos de Chile, durante el siglo XVIII, infor- maré que existe “una propuesta en los libros del Cabildo de Santiago, hecha en el año de 1798, por un individuo llamado Gálvez, en que se compromete a barrer las calles de la capital 12 una vez al mes; esto es, doce ocasiones en todo el año. Lo que prueba, como dice don Benjamín Vicuña Mackenna, que no eran barridas jamás” (Vicuña Mackenna, B. Los Médicos de Antaño: en el Reino de Chile. Biblioteca Vida Chilena, año 1, N.* 9, San- tiago 1932 : 110). Si esto pasaba en la capital, qué cosas no su- cedían en las demás ciudades del Reino! Datos sobre las epidemias y sus estragos en Chile, durante la época de la dominación española, encontramos en la “Historia General de Chile, por don Diego Barros Arana. De esta obra, transcribo lo siguiente (1. e, vol. VII : 468 de: la primera edición) : “La miseria de las clases inferiores, la ociosidad con su cortejo de vicios, y la ignorancia general, producían males de otro orden. Aunque la repetición de mortíferas epidemias y la frecuencia de crímenes sean plagas de todos los pueblos de la tierra, es lo cierto que bajo el régimen colonial tuvieron en nuestro país un desarrollo tal, que casi se resiste el historiador a creer los hechos que halla consignados en los documentos de las más incontestables respetabilidades”. “A pesar de la salubridad general de su clima, el reino de Chile estuvo expuesto desde los primeros días de la conquista a frecuentes epidemias: más o menos graves, que diezmaban la raza indígena y que hacían a la vez grandes estragos entre los españoles y mestizos. La falta de hábitos higié- nicos en todas las clases sociales, la sepultación de los muertos en las iglesias, la miseria en que vivían las gentes del pueblo, la escasez de recur- sos que entonces se experimentaba para curar las enfermedades o para prevenir su aparición, y, sobre todo, la ignorancia de los médicos y curan- deros, que eran causas más que suficientes para que esas epidemias adqui. rieran en poco tiempo un alarmante desarrollo”. “La más frecuente y la mejor caracterizada de esas epidemias, era la de viruelas. Introducidas por primera vez en Chile en 1561, hicieron inmedia- tamente espantosos estragos entre los españoles y entre los indios, y lle- garon a ser, antes de mucho, una enfermedad endémica del país. Constan- temente habían casos aislados de viruelas; pero en los meses de otoño, sobre todo cuando tardaban las lluvias o habían sido escasas el año anterior, reaparecían las viruelas en toda su fuerza causando millares de víctimas. El 20 de Junio de 1765, cuando comenzaba a disminuir una nueva epidemia. de viruelas, el Cabildo de Santiago asentaba en su libro de acuerdos que en pocos meses había causado la muerte de “más de cinco mil personas de ambos sexos, entre grandes y chicos”. En Abril de 1790, el presidente don Ambrosio O'Higgins, anunciaba al Ministro de Indias que la última epide- mia de viruelas (en 1788 al 1789) había dejado 1,500 muertos en la ciudad de Concepción, que no tenía más que seis mil habitantes y otros mil en las villas y campos inmediatos”. Pocos años antes, en los años 1779 al 80, Concepción había sido ya una vez visitada por una epidemia de viruelas. Según un documento de la época, esta enfermedad consistía en “una calentura pútrida que mataba a muchos en tres días” (José Pérez García. Historia de Chile. Libro XXII, cap. 3) y esta epidemia se “cebaba principalmente en las gentes pobres y desva- lidas, cuyas habitaciones desabrigadas, sucias y miserables no ofrecían protección y amparo a los enfermos (Barros Arana, D. 1. e. vol. VI : 386)”. Aquella peste recorrió la mayor parte del territorio e hizo grandes estragos en las provincias del sur y entre las tribus araucanas. “En Concepción, el obispo don Francisco de Marán, que acababa de ' tomar posesión de aquella iglesia, dice otro cronista contemporáneo (Car- 13 vallo, Descripción histórico-geográfico, tomo II, cap. 117), dispuso un hos- pital para curación de mujeres en la casa de ejercicios y lo' mantuvo a sus expensas. Escribió circulares a los párrocos de su obispado librando cau- dales para que fuesen socorridos todos los enfermos pobres de su diócesis, y dió oportunas providencias para que fuesen asistidos en lo espiritual y para que log muertos no quedasen sin sepultura sagrada, como aconteció en los principios”. Sobre la labor efectiva que el obispo Marán desarrolló en su diócesis durante la epidemia de viruelas del año 1790, encontré lo siguiente, que sobre el particular escribe mi ilustre amigo, monseñor Reinaldo Muñoz Olave, Obispo de Poglia (en Rasgos Biográficos de Eclesiásticos de Concepción, 1552-1818. Santia- go, 1916 : 275-276) : “La caridad del obispo brilló con la luz meridiana durante la terrible epidemia de viruelas que diezmó la diócesis en 1789 y 1790. Muy extensa información se ha dado de esta peste; y buenos merecidos elogios se han hecho de las autoridades civiles de Concepción; pero ninguno de los histo- riadores ha dicho que el obispo y los canónigos de la catedral y varios respetables eclesiásticos, entre ellos dos que eran médicos, fueron los que con más valor hicieron frente al terrible flagelo y le pusieron atajo a costa de una labor heroica. El obispo organizó en la “casa de ejercicios” un hospital que mantuvo con sus propios haberes; los miembros del cabildo eclesiástico, sobresaliendo el arcediano José de la Sala, se entregaron de lleno al cuidado de los enfermos y contribuyeron con cuantiosas limosnas al socorro de: los desvalidos; varios párrocos y eclesiásticos se encerraron en los hospitales improvisados y se hicieron médicos, enfermeros y madres cariñosas de los variolosos, que en varias partes fueron abandonados por los propios deudos”. En Concepción, el rigor de la epidemia duró cinco meses; pero siguieron haciéndose sentir algunos casos hasta principios del año 1790. Los estregos causados por ella fueron considera- bles; pero los documentos que quedan no han dejado cifras dig- nas de confianza para apreciarlos. El ilustre naturalista chileno, el abate don Juan Ignacio Molina en su Compendio de la historia civil del reyno de Chile (segunda parte de la traducción española por don Nicolás de la Cruz y Bahamonde. Madrid, 1795 : 321 y en la edición chilena, tomo XXVI de la Colección de Historiadores de Chile y de Docu- mentos relativos a la Historia Nacional. Santiago, 1901 : 324 al 325), trae algunos datos curiosos sobre la aparición de las A en la región de Maule y una manera casera de curarla. ice así: “Las viruelas no son allí tan familiares como en Europa, por lo qual suelen hacer estragos quando les acomete, porque los encuentra ya en edad provecta. Este mal se introduxo en 1766 la primera vez en la provincia de Maule, donde comenzó a hacer un horrible exterminio. Uno de aquellos aldeanos, que se había ya restablecido de ellas, tuvo la ocurrencia de curar a varios de aquellos infelices abandonados, con leche de vaca, la qual les suministraba en bebidas, o en ayudas. Con este solo remedio sanó a todos aquellos que cayeron en sus manos, mientras los Médicos con sus compli- cadas recetas salvaron poquísimos. He referido esta anécdota, porque con- firma maravillosamente los felices sucesos que ha conseguido con la leche de vaca en la cura de las viruelas el Doctor Lassone, Médico de S. M. la Reyna de Francia, como él mismo informa al público en su Memoria im- presa en los Actos Médicos parisienses año 1779”. “Pero nuestro campesino se sirvió de la leche simple, quando el señor Lassone cree oportuno darle mezclada con una decocción de raíz de perejil. Sea lo que fuere, estos efectos parecen demostrar que la leche por su cali- 14 dad dulcificante tiene la singular propiedad de debilitar el miasma virolento, y de reprimir la impresión dañosa u mortífera”. I Entre las otras enfermedades que con carácter de verdadera epidemia han diezmado a Concepción, debo citar a la disentería, es decir, una enfermedad gastro-intestinal llamada así en los documentos de la época, aunque no he podido encontrar entre los datos reunidos una descripción precisa de ella, o de algunos de sus síntomas más importantes, que sin duda habría sido de mucho valor para conocer exactamente la enfermedad a que me refiero. “Las actas del Cabildo de Santiago consignan con rigurosa puntualidad la noticia de la presencia de cada epidemia y trans- criben los acuerdos tomados por los capitulares para hacer roga- tivas, novenas y procesiones a tal o cual santo; pero no dan indicaciones patológicas suficientes para caracterizar la enfer- medad; aunque hablan en términos generales de los horribles estragos, no dan noticia del número de víctimas que hacía” (Barros Arana, D, 1. c., vol. VII : 408). A continuación daré a conocer todos los documentos rela- cionados con esta epidemia de disentería que en 1773 diezmó a la ciudad de Concepción, documentos que se encuentran en el volumen 814 de la Capitanía General, en el Archivo Nacional (en Santiago de Chile), donde he tenido ocasión de estudiarlos, gracias a las amplias facilidades dadas por su Director, don Ricardo Donoso y por parte del personal de dicho Archivo, a quienes agradezco, desde estas líneas, todas las ayudas y facili- dades recibidas para el mejor resultado de mis investigaciones históricas. Dicen así los documentos en referencia: “Muy señor mío: Respecto de experimentarse en esta ciudad muchí- simas enfermedades, y que de ellas son pocas las que escapan y experimen- tándose lo mismo en la Tropa. Mandé a estos dos cirujanos, hicieren Reconocimiento de un Cadáver, cuía certificación es la que remito a V. S. y juntamente una nota de los medicamentos que se necesitan y compreenden son necesarios para alivio de este achaque. Y respecto de no haverlos en esta Botica me da motivo de molestar la atención de V. S. se sirva mandar el que se anotan, para ver si con esto se consigue el fin que se decea para alivio de este Pueblo. Dios guarde a V. S. muchos años, como deceo..—Concepción y Febre- ro 4 de 1773.—Besa la mano de V. S. Su más seguro servidor.—Don Balta. zar de Semanat”. “Certificamos que haviendo reconocido el cadáver de Antonio Bueno; soldado de la Compañía de don Antonio Bocardo; el que murió de disentería, y haviendo encontrado: Primeramente la Begiga de la hiel tres tantos más grande de la regu- lar llena de la hiel muy acre y espesa; el intestino duodeno cangrenado por el pasaje donde viene abrirse el conducto colidoco extendiéndose esta can- grena como cosa de cinco a seis pulgadas, el estómago; y demás intestinos llenos en parte de dicha bilis la que con su acrimonía tenía destruída la túnica felposa de dicha parte; y para que conste damos este en virtud de orden, en la ciudad de la Concepción a 3 de Febrero de 1773.—Esteban 15 Justa.—Dionisio Roquan”. (Véase fig. 1, que corresponde a una fotografía del original). “Señor Presidente Governador y Capitán General. El Oydor que hace oficio de fiscal visto el antecedente informe del Maestre de campo general sobre las enfermedades que se experimentan en la ciudad de la Concepción; con los documentos que acompaña dise que sien- do V. S. servido podrá mandar informe el Protomédico de esta capital lo que tuviera por conveniente a beneficio de aquel vecindario y habitantes y fecho, corra la vista.—En Santiago y Febrero 19 de 1773.—Concha”. “Santiago y Febrero 20 de 1773.—Informe el Proto-Médico de esta ciudad como pide el Fiscal y fecho, corra la vista.—Bórquez”. “M. 1 S. El Protomédico de este reino en obedecimiento del superior decreto de V. S. dice que la dicentería epidémica que está contagiando la ciudad de la Concepción se deve curar por dos modos; primeramente eva- cuando la cauza material, que corroe y lastima las tripas, esta si biene de la sangre, la que desemboca en el intestino duodeno, por las arteriolas que visten su túnica, lo que se conoce por padecer asimismo el enfermo una fiebre ardiente, se deve sangrar de los brazos, las veces necesarias según las fuerzas del Paciente. Y, si por causa material indigesta contenida en el estómago, intestino o mesentereo, se deven curar con ruibarvo, cremor tartaro y Jarabe rosado solutivo. Y si en uno u otro caso no obedeciera la enfermedad a los refe- ridos subsidios, se deve ocurrir y valerse de la Ancora específica, que es la Cartagena, o polvos de Ipecacuana confortando de noche para dormir con el Diascordio, mirabolanos, polvos de Coral, tierra sellada en Vino, por que tiene por inconseguible en este tiempo el agua destilada de Canela. Este es su parecer y juro a Dios y a una Cruz, proceder con verdad en lo Referido.—En Santiago y Febrero 20 de 1773.—Ignacio de Jesús Sambrano”. RAZON de lo que se necesita para dicha enfermedad: Polvos de Ruibarvos citrinos............... 1 libra Polvos de Ipecacuana......ooooooocomo cmo... 1 libra Agua destilada de Canela.................. 2 libras Polvos de Ruibarvo........o..ooooooooooooo.o. Ye libra Cremor tártaro loteria lo serials frota atole 12 libra Merramsellada aia lorena oporto il les 4 onzas Polvos ideo O 4 onzas”. “Señor Presidente Gov. y Cap. Gral. El Oydor que hace oficio de Fiscal visto el presente informe del Proto- médico, Dice que siendo V. S. servido podrá mandar que los oficiales reales de estas cajas apronten sacando de la botica que fué de Jesuítas los medi- camentos que contiene la razón aumentada y firmada por dicho Protomédico, sin la menor demora y acomodarlos de modo que no se desperdicien que se remitan al Maestre de Campo Gral. y oficiales reales de la Concepción con copia autorizada del precitado antecedente informe y receta para el gobier- no de aquellos médicos, o lo que V. S. tuviese por más conveniente.—En San- tiago y Febrero 20 de 1773.—Conche”. “Santiago y Febrero 20 de 1773. Sáquese testimonio del Informe del Protomédico de esta ciudad y de la razón firmada por su puño que se ha presentado y se pase a los oficiales reales de estas cajas para que apronten los medicamentos de la Botica que fué de Jesuítas en el Colegio Máximo y acomodados de modo que no se desperdicien con el expresa testimonio.—Morales.—Bórquez”. “Sacáronse dos testimonios de este decreto y del informe del Protomédico y se remitió uno a la Concepción y se entregó otro al administrador de la Botica en 20 de Febrero de 1773”. 16 a? ; i aaa ads Rc acido Sola : E LALO Mee Antonio coda X PIAR cor, te a el € £ .? rs EX «ee 7 OS ERAS $ el q FIAR 7 ; kl el 4> 4 2 AAN AA AA $ a ESA Ne encon iroado, AN Gutificano “7 4 4 Desemtenta S La ES pe LES al bes Ex EN Grunde Le SS ES ¡ES Peguetaor (Cros «Co tna 6, Py ACA, y Cigutoo 1 X el imrertino duodeno Cangrunado Pa el pan >] t eto dt donde bio a el Conduexo Claodo 20 > , z Seo tndme “nta Canos ena Como Una e Cimio a > pulgada, el entero y DAS E lo ES E RR Su A AUINUR A ca DA TE Lena Dertiicdo lo tumica /* elpora A f . Dania rx en ED OL, Ox IA) ES 50% Cs o cy As NAS AS A e IAEA LIO Uia> y ES pp o - EN Y 4 1) DS A o Quien Jas) be tajo XL a omdbrto loguary f E E SS ¿ NY IS x p ES IE. le Reproducción fotográfica del certificado de autopsia efectuada en 1773 en Concepción y firmado por Esteban Justa y Dionisio Roquan. Foto original tomado por H. Gunckel 1001 Con los pocos datos suministrados por el eertificado de la autopsia y por el informe del Protomédico, debemos creer y acep- tar de que se trataba de una disentería, probablemente de origen bacilar, por la alta fiebre que debían haber tenido los enfermos, según el informe del Protomédico. La causa de esta epidemia debemos encontrarla en la más completa falta de higiene en Concepción, donde no existía control sanitario de ninguna clase y en la falta de alimentos sanos y adecuados entre los soldados de la guarnición, ya que atacó principalmente a la tropa, como se dice en la presentación al Supremo Gobierno. Epidemias de disenterías, especialmente de origen bacilar, han sido bastante comunes en la historia de varios pueblos, des- de tiempos remotos. Así por ejemplo, Londres y otras ciudades de importancia de Europa, fueron azotadas por una de ella hace tres siglos, con un gran coeficiente de mortalidad, que fué, a su vez, de un 30% en el Japón hace años y en El Tor (en Egipto) de un 60% en los casos crónicos observados entre los peregrinos debilitados que regresaban de la Meca; en Calcuta, en la India, se ha podido observar una mortalidad de un 40%, que disminuyó rápidamente a un 2,29%, usando seroterapia. (Para más datos, véase: Diccionario de Medicina Práctica, tomo.1I : 464, por Sir Malcolm Morris, Barcelona, sin fecha). En la actualidad, gracia a los progresos de la higiene y de la medicina, la disentería es una enfermedad relativamente poco frecuente en los climas templados. Sólo han ocurrido epidemias graves en tiempo de guerra o en recintos (presidios, algunos internados, etc.), donde no existe la higiene necesaria. De un estudio sobre “Enfermedades que más atacan al sol- dado de Chile, sus causas y profilaxis”, por el distinguido médico y sabio, doctor Adolfo Murillo (publicado en “Miscelánea Médico- Quirúrgico”; Santiago, 1876 : 54), transcribo los siguientes da- tos relacionados con la disentería entre los soldados chilenos, en el año de 1868: “Débese atribuir la mayor parte de las disenterías que sufre el soldado a la falta de régimen en sus comidas, al abuso de las bebidas alcohólicas y a la acción de los grandes modificadores externos a que se hallan expues- tos en las estaciones en que esta enfermedad se presenta con más frecuen- cia: de todas esas causas las principales son los alimentos indigestos y las frutas verdes en el verano”. “Generalmente las disenterías de los soldados en Chile, se complican con un estado bilioso bien manifiesto; y no pocas veces en el curso de esta afección vemos aparecer el dolor del hipocondrio derecho e hinchazón del hígado, señales palpitantes de una hepatitis casi siempre semi-aguda. Estas disenterías suelen eronizarse por el quebrantamiento del régimen que se les prescribe o porque el hígado crónico y simpáticamente inflamado se resiste a la acción de sus principales modificadores. Entonces, es la diarrea crónica la que sucede a la disentería”. IV No sólo para la historia de la Medicina de nuestro país, sino muy en especial, para la de la ciudad de Concepción — hoy día 17 gran centro universitario y de cultura — el certificado de la autopsia preinsertada es de un alto valor médico-histórico. Este informe fué publicado por primera vez, según mi investigación bibliográfica, por don Eduardo Salas Olano, en su “Historia de la Medicina en Chile, con importantes documentos sobre la me- dicina de nuestros predecesores”. Santiago, 1894. Es el protocolo más antiguo que se conoce escrito en Chile, aunque se sabe, de que desde el año 1704 se ha permitido en Santiago la abertura de cadáveres humanos, para hacer estu- dios de anatomía o para comprobar, aunque en forma bastante primitiva y elemental, las causas de la muerte. En Agosto de 1566, el Cabildo de Santiago nombró al licen- ciado don Alonso de Villadiego “Censor y examinador de cirugía del reyno”; pero como Bonifacio VIII había prohibido las autop- sias, efectuarlas era considerado en América pecado mortal. Cuando fueron autorizadas por Sixto IV, el Cabildo de Santiago de Chile, tomó nota de este acuerdo del pontífice y en Mayo de 1704 dió permiso para que “se hiciera anatomía del cuerpo humano”, realizándose más o menos 6 a 8 autopsias al año, pero sin espíritu científico. En 1734, al solicitar al rey de España la creación de la Uni- versidad de San Felipe, se le pedían: “dos clases honorarias, una de cosmografía y otra de anatomía humana”. Por este mismo motivo y para comprobar la existencia de una epidemia de disentería gangrenosa se ha practicado en 1773, en Concepción, la autopsia en referencia. El desconocimiento de la anatomía patológica ,cuyos estu- dios comenzaron en Chile, sólo en la época de la República, al fundarse la actual Escuela de Medicina de la capital, no permitía a los médicos de la era colonial, clasificar debidamente las enfer- medades por sus síntomas, y casi siempre, las diferentes mani- festaciones de una misma afección les hacía creer en dos o más enfermedades, Por este mismo motivo es muy difícil interpretar exacta- mente el informe médico de la autopsia sobre la causa exacta de la muerte del soldado Antonio Bueno; y este certificado tiene por lo tanto, sólo un valor histórico y tiene, además, el gran mérito de haberse efectuado la autopsia en la ciudad de Concep- ción, en un ambiente provincial donde practicarla “era esto, un pecado que los tribunales de la Inquisición perseguía”, como ya lo dijo con mucha razón mi estimado amigo, Prof. Carlos Oliver Schneider, en “La Cultura Científica en la Historia de Concep- ción” (en “El Sur”, N.? 15,267, Concepción, 1.*-1-1923). Debo al distinguido Director del Instituto Patológico de la Universidad de Concepción (Chile), Prof. Dr. Ernesto Herzog, la siguiente autorizada opinión, comunicada por carta de fecha 23-X11-1941, sobre la interpretación de la autopsia, atención que agradezco nuevamente desde estas líneas: “En cuanto a la autopsia en referencia resulta para mí muy difícil de pronunciarme en forma precisa sobre un posible diagnóstico. Eso se debe en parte a la escasez de datos, en parte a la observación muy poco científica, cuyos autores seguramente no han podido distinguir entre cosas 18 esenciales y cosas sin importancia. Así podemos deducir únicamente que el cadáver presentó en primer lugar una congestión de las bilis dentro de la vesícula biliar. El hecho de que se encontró bilis en el estómago y en el intestino y que la mucosa de estos órganos se presentó imbidido con bilis, habla más bien a favor de procesos postmortales, pues no conozco cuadros patológicos verdaderos con este aspecto. Si se dice que el duodeno presentó una gangrena, tengo mis serias dudas porque justamente en esta parte del intestino una gangrena no se ve casi nunca. Por no hablar el protocolo de la existencia de pus tanto en la vesícula biliar como en el duodeno, no doy mucha importancia a la descripción, y creo más en una simple congestión biliar y procesos cadavéricos, que en una inflamación. Interesante es que se habla de disentería, enfermedad que se considera hoy día como típica del intestino, en primer lugar del intestino grueso, pero no se menciona nada en especial. Además, no sé qué han entendido en esos tiempos los médicos bajo disentería. En total, es muy difícil llegar a conclusiones y casi seguro que la autopsia se haya hecho mucho tiempo después de la muerte cuando las alteraciones cadavé- ricas ya habían avanzado bastante y además en este tiempo no debería haber existido un especialista, es decir, un Anátomo Patólogo”. v Interesante, desde todo punto de vista es el informe evacua- «do por el Proto-Médico (puesto que hoy corresponde a Director General de Sanidad, en Chile), Dr. Ignacio de Jesús Sambrano, relacionado con la epidemia, dando algunos consejos de índole médico. Recomienda en primer lugar, para bajar la fiebre, que los enfermos sean “sangrados” de los brazos”. Era esta una costumbre casi general en otras épocas y sabemos por la historia que fué “Podalirio, hijo de Esculapio, el primero que hizo una sangría y nada menos que a una bella princesa, hija del rey de Damolto, que volviendo del sitio de Troya, había sufrido una caída de a caballo en el camino” (citado por el Dr. Aureliano Oyarzún, en La sangre en las creencias y costumbres de los antiguos araucanos, publicado en “Publicacio- nes del Museo de Etnología y Antropología”, año II, N.*" 2 y 3 (Santiago, 1917 : 78). Hubo hasta hace poco tiempo atrás, ciertos lugares en Eu- ropa, adonde afluían las personas ciertos días a hacerse sacar Sangre, que tenían, según ellos, demás en el cuerpo. Los médicos que llegaron a Chile, durante la era colonial, traían este método terapéutico de la Madre Patria; y en la capi- tal y aun en muchos otros pueblos, “hasta no muy pocos años habían “sangradores”, que anunciaban su oficio en las puertas de sus casas con pomposos rótulos y dibujos de un brazo de cuya sangradera brotaba un chorro de sangre”. Aun hoy día, vive en el puerto de Corral (provincia de Val- divia) un sujeto muy conocido en dicho lugar, que se dedica, fuera de sus faenas de pescador, a sajar los brazos de sus com- pañeros de labores, con pedacitos de vidrio. Creen éstos, que perdiendo sangre se ponen más livianos y que pueden entonces bogar con más facilidades y trabajar con más energía. Con este método, que se aplicaba y se efectuaba sin criterio médico científico, se perseguía eliminar del organismo las subs- 19 tancias que lo envenenaban, ya que los médicos de la colonia, en. patología y en fisiología aceptaban las ideas de Hipócrates y de: Galeno, que tenían por base los cuatro humores, estos son: la. sangre, la bilis, la pituita o flegma y la atrabilis o humor negro,, Entre los mapuches fué la sangría el remedio universal por excelencias, no había indígena que no pudiera sangrar y lo hacía con un pedernal espe- cial llamado queipu. Todo el instrumento era conocido entre los mapuches. con el nombre de nguincuhue. Es probable que nuestros aborígenes hayan sangrado por una simple supervivencia de origen desconocido “sin darse cuenta del porqué de esta. práctica, tal como lo han hecho y todavía lo hacen ellos mismos y otros. pueblos primitivos”. vI Recomienda, además, el Proto-médico, Dr. Ignacio de Jesús Sambrano, el uso de purgantes (Ruibarbos, cremor tártaro y jarabe rosado solutivo) y si “en uno u otro caso, no obedeciera la enfermedad a los referidos subsidios, se debe recurrir y valer- se de la áncora específica, que es Cartagena o polvos de Ipeca- cuana, proveniente de Colombia. Aun hoy día, en algunos casos de disentería se usa con éxito» polvos de ipecacuana y, en especial, su principio activo, un alca-- loide, llamado emetina, que es un medicamento noble y muy seguro contra ciertas diarreas, especialmente de origen amibiana. Raíz de ipecacuana se usa ya desde 1622, en Europa, como- emético y muy en especial contra la cólera y como antidisentérico: y expectorante, según la dosis. vIl En el informe del Proto-médico y en la “razón” de los me-- dicamentos enviados a Concepción, figuran algunos, que hoy ya. no se usan y sobre los cuales daré algunos breves datos ilus- trativos. Los mirabolanos o mirobalanos, son frutos del tamaño de una aceituna; antes muy usados en la medicina (bajo el nombre: de Myrobalani Chebulae) y hoy día, tienen sólo aplicación indus-- trial, en la tintorería. Provienen de una planta asiática, llamada Terminalia Chebula Retz. (o Myrobalanus Chebula Gaertn., se- gún otros autores), de la familia de las Combreteáceas; contienen. un alto porcentaje (6 a 8%) de tanino, principio por el cual se usa como astringente en los casos de diarrea, disentería, afeccio-- nes hepáticas y cutáneas, etc., pero sus frutos maduros actúan: como un laxante suave (Carbonel, Dr. Francisco. Elementos de Farmacia fundados en los principios de la química moderna. Bar- celona, 1805 : 36 y Dragendorff, Dr. Georg. Die Heilpflanzen der. verschiedenen Voelker und Zeiten, ihre Anwendung, wesentlichen Bestandtheile und Geschichte- Stuttgart (1898) : 479). Tierra Sellada.—Es una substancia terrosa aluminosa, que tiene propiedades más o menos iguales a las del Bol de Armenia.. 20 Era de diferentes colores, dispuesta en pedazos de varias formas, -aunque regularmente eran redondas o cilíndricas y en los que se hallaba impreso algún sello, con las iniciales de su procedencia, de donde se deriva el nombre de tierra sellada, que llevaba (véa- se: Carbonel, 1. c. : 17 y Tournier, León Tournier. Comentario 2 Tarifa de Botica impresa en Santiago de Chile en el año de 1813. Santiago, 1913 : 61 (de la reimpresión). Polvos de Coral.—Es el polvo de “una substancia roja, lapí- dea, dispuesta en forma de ramitos y pegados entre sí, sin olor, ni sabor particular, que incluye una muchedumbre de animalitos «del género de los pólipos y que se saca del fondo del mar Medi- terráneo; la substancia del coral es una tierra caliza” (Carbo- nel, 1. c. : 48). Se usaba antiguamente como tónico y astringente; la supers- tición le concedía, además, propiedades quiméricas y todavía hoy, en muchas partes de Europa, se ponen collares de coral a los niños para favorecer la dentición. Se creía que el coral era un preservativo contra la epilepsia, los mal de ojo, las tempestades marinas, etc. Hoy día, el coral se usa únicamente pulverizado en la elabo- ración de polvos dentífricos, por su acción mecánica; pero nues- tro pueblo lo usa aun mucho, como cosmético, en vez de polvos de arroz; en estos casos, las farmacias entregan a sus clientes, un poco de carbonato de cal, coloreado con un poco de carmín... VIII Fuera de los documentos relacionados con la epidemia de disentería, que he dado a conocer en las páginas anteriores, se E SA FIG. N. 5 A. N. 387/41 Masc. 22 años. Tuberculosis pulmonar-laríngea. Ganglio nodoso derecho. Grupo de células nerviosas con vacuolas, pigmento lipoídico y proliferación de la cápsula. Arriba un nodulito celular. Tinc.: Hematoxilina-Sudán. Obj.: Zeiss 40. OIR Aum.: 340 x. A. N. 29/42 Masc. 16 años. Tuberculosis pulmonar-laríngea. Ganglio nodoso y yugular derechos. Nido de células degeneradas en forma de nódulos resi- duales. (Proliferación de la cápsula). Tinc.: Nissl. Tionina. Obj.: Zeiss 40. Oc.: K 7. Aum.: 310 x. FIG. N.2 7 A. N. 29/42 Masc. 16 años. Tuberculosis pulmonar-laríngea. Ganglio nodoso izquierdo. Células nerviosas degeneradas en parte en forma de nódulos residuales. Tinc.: Bielschowsky-Gros. Obj.: Zeiss 40. Oc.: Photo 3. Aum.: 310 x. FIG. N.2 8 A. N. 29/42 Masc. 16 anos. Tuberculosis pulmonar-laríngea. Ganglio yugular derecho. Cápsula de una célula nerviosa cortada tangencialmente. Tinc.: Bielschowsky-Gros + Alzheimer-Mann. Obj.: Zeiss 40. Oc.: K 7. Aum.: 390 x. mayor valor, ya que pueden deberse a otros factores como la fijación e influencias post-mortales. Asimismo el espacio capsu- lar, que encontramos entre los contornos celulares y las células -capsulares es sin duda, algo artificial que obedece a las mismas causas anteriores (Herzog y Sepúlveda). En un estado más avanzado, se producen alteraciones nuclea- res, como picnosis, que pueden conducir a la atrofia y «aún al -desaparecimiento completo del núcleo con su nucléolo. La muerte celular trae consigo una proliferación de las célu- las capsulares, observándose en estos casos restos celulares pálidos y sin tigroide, rodeados de numerosos satélites prolife- rados (Figuras 5 y 6). Hay que tener cuidado de no interpretar -como proliferación capsular algunos engrosamientos unipolares excéntricos de ésta, ya que en ellos el corte ha comprometido el lNlamado glomérulo inicial de Cajal, que no es otra cosa que un grupo de satélites rodeando las circunvoluciones que forma el axón antes de atravesar la cápsula. Es por esto que nosotros hemos interpretado como proliferación capsular sólo aquellos de nuestros casos, en que aparecen más de dos o tres capas de célu- las capsulares rodeando concéntricamente la célula alterada. En un estado más avanzado, las células capsulares invaden «completamente el espacio dejado por la célula desaparecida, que- dando únicamente el llamado nódulo residual de Nageotte, véase figuras 6 y 7. Cuando las células capsulares invaden el cuerpo de las células nerviosas, proceso en el cual pueden participar los leucocitos polinucleares en las enfermedades infecciosas agudas, se habla de neuronofagia. En algunos de estos nódulos residua- les, pueden reconocerse todavía restos de la célula, y en otros se ve una que otra fibra nerviosa que los rodea, penetrando entre .sus células y dando vueltas entre ellas (Figura 7). En nuestros casos de panlaringitis tuberculosa, hemos encon- “trado estos nódulos residuales en grupos de tres o más, y siem- pre en medio de otras células nerviosas que presentan los distin- tos grados degenerativos descritos. Aparecen sin ninguna siste- -matización en las distintas regiones de los ganglios nodoso- yugular, por lo que no podemos hablar de zonas determinadas del ganglio en dependencia con tal o cual órgano por ellas inervado. Hay que tener cuidado de no interpretar como nódulos resi- «duales, los cortes tengenciales de la cápsula, en los que, como su nombre lo indica, el micrótomo ha cortado en forma oblicua úni- camente las células capsulares (Figura 8). Tienen más o menos el mismo tamaño y aspecto de un nódulo residual, pero no se les encuentra nunca en forma agrupada, sino que siempre en forma aislada y dispersa. No están rodeados de células que presenten otras alteraciones degenerativas, como tampoco contienen restos «de células nerviosas. Además, es posible observar en otro plano -micrométrico, detalles celulares normales. Por lo demás, existen, en la misma proporción en los casos normales y patológicos. En todos nuestros casos de tuberculosis pulmonar y larín- .gea, nos llamó la atención la presencia de numerosas agrupacio- nes nodulares de células redondas algo más grandes que linfoci- ttos (Figura 5). Se les encuentra muchas veces en las regiones 51 en que hay grupos de células alteradas. Filatowa y Lawrentjew- los observaron con cierta frecuencia, ocupando el lugar dejado por” las células, apareciendo entonces como rodeados por una fina cápsula. También pueden interpretarse como cortes tangenciales de la cápsula, aunque esto me parece menos probable, ya que siempre se les observa en forma más o menos agrupada en las regiones más alteradas del ganglio, mientras que los cortes. tangenciales se presentan aislados y sus células son más grandes. y de núcleos más claros (Figura 8). Además, en un corte tangen- cial, es muchas veces posible encontrar detalles celulares norma- les en otro plano micrométrico. Estas células que componen estos. nodulitos, son más chicas con un núcleo muy obscuro de forma. redondeada o algo fusiforme y un protoplasma muy escaso. También puede haber uno que otro linfocito entremedio, distin- guiéndose estos por su tamaño más pequeño, su forma redonda: y su color azul obscuro, que no permite diferenciar detalles cro- matínicos en su interior. Podría tratarse así mismo de vasos: cortados transversalmente y llenos de linfocitos, pero estos se: distinguen por las características más arriba descritas. A pesar de las diversas interpretaciones que se les ha dado,,. parece lo más probable que se trate de células fagocitarias, cuyo origen podrían ser los satélites, o bien, provenir del mesénquima, pudiendo participar también, de vez en cuando, los leucocitos. Podrían corresponder a los nódulos residuales de Nageotte, ya. que los encontramos, de preferencia, en aquellas zonas en que hay grupos de células degeneradas. En contra de esto, hablaría el: hecho de encontrarse estos nódulos, aunque en forma menos" pronunciada, en casos de individuos enteramente normales, y que: nos sirvieron de control. Por eso, su significación aún no está: del todo clara. En lo que respecta al pigmento lipoídico, lo hemos observa-- do en forma constante en todos nuestros casos, aunque con algu- nas variaciones cuantitativas. Primero se le encuentra en un polo de la célula en forma de finísimas granulaciones de color- rojo amarillento con Sudán 111, después, en forma de media luna o de anillo alrededor del núcleo, y en algunos casos llenando completamente la célula en forma de granulaciones más gruesas. (Figura 5), aumentando progresivamente con la edad, en lo que. estamos de acuerdo con Herzog, Skewes, Melo, Sepúlveda y otros. En nuestros casos más acentuados de tuberculosis, hemos cons- tatado un discreto aumento de él, lo que está en relación, segu-- ramente, con la pronunciada caquexia que presentan estos indi- viduos. También se le encuentra, con cierta frecuencia, en las. células capsulares, sobre todo en aquellos casos en que está disminuído en la célula nerviosa, como lo observaron ya Herzog y Sepúlveda. Así mismo nos ha sido posible constatar un mode- rado aumento cuantitativo del pigmento en los satélites, en los: casos de tuberculosis grave. Con todas las alteraciones descritas en las células nerviosas de los ganglios nodoso-yugular, era lógico esperar también alte- raciones degenerativas ascendentes en las fibras nerviosas,. dependientes de dichas células. Pero para nuestra sorpresa, las: alteraciones encontradas han sido escasas, y de ninguna manera: 52 A. N. 26/42 Masc. 37 años. Ulceras gástricas perforantes, Caquexia. Numerosas bolas argentófilas alrededor de células nerviosas. Tinc.: Bielschowsky-Gros. Obj.: Zeiss 40. OCT Aum.: 340 x. «están de acuerdo con las graves lesiones degenerativas descritas por Filatowa y Lawrentjew, consistentes en engrosamientos fusi- formes y exerecencias laterales o “effilochement” de los cilindro- «ejes. En ninguno de nuestros casos, hemos observado tales altera- «ciones, y sólo en uno de úlcera gástrica había una fragmentación «de algunas vainas mielínicas y numerosas bolas argentófilas de Cajal (Figura 9). Se las encuentra siempre en las terminaciones de las fibras y en las prolongaciones celulares, agrupándose, en «ocasiones, en forma de nidos alrededor de las células gangliona- res. Hay que tener cuidado de no interpretarlas como cortes transversales de algunas fibras gruesas, y que ofrecen una ima- gen semejante. También el corte transversal de un glomérulo inicial de Cajal podría semejar un nido de bolas argentófilas. Estas figuras deben ser conocidas para no diagnosticarlas como patológicas. La significación precisa de estas bolas argentófilas, aún no está dilucidada. Podría pensarse que en caso de ser alteraciones patológicas, produjeran una interrupción de la conducción ner- viosa entre las fibras pre-ganglionares y la célula ganglionar misma, en las sinapsis, degenerando ésta secundariamente por la falta de estímulo. Pero hemos observado muchas células alte- radas en las cuales no se encontraron estas bolas. También se conocen bolas como forma de terminaciones en los ganglios de origen sensitivo, aunque en casos aislados (Cajal). Las granulaciones de Reich, que normalmente se encuentran en el protoplasma de las células de Schwann de los nervios peri- féricos, se tiñen, en forma metacromática, con el método de Nissl como lo demostraron Herzog y Sepúlveda. Se localizan de pre- ferencia en el tronco y en las fibras intraganglionares del vago. Su número es mayor en los casos de caquexia tuberculosa. La falta de relación encontrada entre las alteraciones dege- nerativas múltiples de las células ganglionares y el escaso com- promiso de las fibras nerviosas dependientes de ellas, nos mueve 2 pensar que éstas sean más resistentes a pesar de que en nues- tros casos se trata de una degeneración secundaria ascendente. Núcleos centrales del vago Por el hecho de haber encontrado alteraciones en los gan- glios nodoso-yugular, y por tratarse en nuestros casos de alte- raciones degenerativas secundarias por vía ascendente, esperá- bamos encontrar alteraciones semejantes en ellos. Después de revisar varios cientos de cortes seriados, practicados en el bulbo a nivel del cuarto ventrículo, no hemos podido observar alteraciones cuantitativas en el sentido de una disminución del número de las células, y tan sólo ínfimas lesio- nes degenerativas, consistentes en tigrolisis central en algunas células del núcleo sensitivo, apareciendo los demás núcleos ¡absolutamente indemnes. La escasez de las lesiones encontradas, hablaría a favor de existir una cierta independencia entre las distintas neuronas que integran este nervio. 53 Por tratarse de alteraciones tan discretas, no nos atrevemos: a atribuírles mayor importancia, y creemos conveniente volver a esto en futuros trabajos en un material más variado. Sería interesante controlar estos núcleos en forma sistemá- tica en toda investigación que se haga acerca del vago con sus. ganglios nodoso-yugular. CONCLUSIONES Y CRITICA Lo esencial en nuestras investigaciones ha sido efectuar un. estudio en conjunto, tanto del ganglio nodoso y yugular, como de los núcleos centrales del nervio vago, trabajo que hasta ahora. no se había hecho en ninguna parte. Además en la literatura mundial no se encuentran datos sobre alteraciones patológicas. del ganglio yugular, lo que indudablemente se debe a la mayor: dificultad de sacarlo del cráneo. Elegimos 25 casos de tuberculosis pulmonar y laríngea, y 2 casos de úlcera gástrica, por tratarse de enfermedades muy pronunciadas en órganos dependientes, en su inervación, del ner-- vio vago. Tomamos como base los trabajos de Lawrentjew y Filatowa, sobre degeneración de las terminaciones de los nervios: laríngeos en la periferia, causadas por el proceso tuberculoso- mismo, y la degeneración ascendente secundaria, que se extiende hasta el ganglio nodoso. Completamos estas investigaciones con. el estudio del ganglio yugular y de los núcleos centrales, pres- cindiendo de los nervios laríngeos y de sus terminaciones en la laringe. Verificamos en parte lo encontrado por Lawrentjew y Filatowa pero extendimos mucho más nuestras investigacio-- nes, empleando una técnica neuro-histológica más completa. Estamos de acuerdo con los autores rusos en que, en el ganglio: nodoso, en los casos de tuberculosis, se encuentran alteraciones degenerativas de la más variada forma, en general no muy numerosas, pero que se presentan con mucha frecuencia en for- ma de grupos sin localización determinada. Esto último es de mucha importancia general, pues viene a comprobar que no» existen grupos celulares ganglionares en correspondencia direc- ta con algún órgano determinado, lo que concuerda con las. observaciones experimentales de Husten y otros. Es interesante el hecho de que, en caso de ser las altera- ciones tuberculosas unilaterales, se encuentran también en los ganglios lesiones solamente en el lado correspondiente. Además, en las tuberculosis exudativas, las alteraciones histo-patológicas. son más pronunciadas que en las productivas, lo que también está de acuerdo con las investigaciones de Lawrentjew y Fila- towa. En cuanto al ganglio yugular, encontramos las mismas. lesiones degenerativas, tanto cuanti como cualitativamente. No debe extrañarnos esto, si tomamos en cuenta que ese ganglio. no está separado prácticamente del ganglio nodoso, sino se con- tinúa directamente en este último, presentando sólo muy pocas. diferencias de estructura. Esto nos hace suponer que los dos. 54 ganglios sean probablemente una sola unidad fisiológica. Todas las alteraciones de las células nerviosas se explicarían como una degeneración secundaria ascendente, consecutivas a un proceso tuberculoso en la periferia. En la investigación de los núcleos centrales del vago, hemos obtenido un resultado negativo, a pesar de haber hecho cortes seriados y empleado el método más seguro, es decir, el de Nissl. Sería lógico esperar, de acuerdo con la teoría de las neuronas, alteraciones correspondientes en estos núcleos, cuyas prolonga- ciones van a los órganos periféricos, pudiendo sufrir en parte, una interrupción en los ganglios yugular y nodoso. De trabajos experimentales (Husten) sabemos que en caso de cortarse el nervio vago en distintas partes, se encuentran lesiones corres- pondientes en los núcleos. No pudimos verificar estas alteracio- nes, lo que podría explicarse por el hecho de que las lesiones periféricas no eran tan intensas. Es interesante el hecho de que las fibras del vago inervan un gran número de órganos, por lo que una lesión en alguno de ellos podría no traer consigo una degeneración secundaria de las células nerviosas en los ganglios y centros bulbares. Pero esta explicación no es completamente satisfactoria, por lo que sería conveniente efectuar más observa- ciones al respecto en trabajos futuros, tomando siempre en cuen- ta el conjunto de los centros y de la periferia del vago. Otro punto poco satisfactorio ha sido el hecho de que las alteraciones histo-patológicas de las fibras nerviosas, no guardan relación con las de las células, en lo que no coincidimos con las observaciones de Filatowa y Lawrentjew, los cuales pretenden haber encontrado lesiones de los cilindro-ejes, pero sus figuras no son muy convincentes en este respecto. Podríamos explicar la ausencia de lesiones degenerativas en las fibras nerviosas por una mayor resistencia de ellas, o por el hecho de que las altera- ciones ganglionares no han sido muy intensas. Con la tinción de Sudán nos fué posible evidenciar la fragmentación de algunas vainas mielínicas, fenómeno que aparece sólo después de tres semanas de iniciado el proceso. Si nos fijamos en los detalles de las lesiones encontradas, es claro que tenemos que eliminar una serie de factores, como por ejemplo, retracciones celulares post-mortales o condicionadas por el fijador, cortes tangenciales, vacuolas artificiales y pseudo- vacuolas, que no tienen nada que ver con procesos patológicos. Las alteraciones encontradas en las células nerviosas presentan todas las etapas, desde la simple tigrolisis central (irritación primaria de Nissl) que indudablemente es reversible, hasta la atrofia y necrosis celular completa. En estos últimos casos, observamos el proceso de fagocitosis, llamado neuronofagia y que consiste en una proliferación de los satélites, los cuales se encargan de la eliminación de los escombros celulares y ocupan el lugar de la célula muerta, quedando al final el nódulo residual de Nageotte. Hemos encontrado con cierta frecuencia estos cua- dros de degeneración grave de las células nerviosas con y sin neuronofagia. Además, se nos presentaron nodulitos pequeños de células redondas, sin restos celulares, en forma más o menos diseminada en los ganglios y más frecuentes en los casos graves 55 de tuberculosis, encontrándose también en menor proporción en casos normales. La naturaleza de estos nodulitos está todavía en discusión. Lawrentjew y Filatowa los consideran como nódu- los residuales, pero esta interpretación no explicaría su presen- cia en los casos normales. De los otros detalles tenemos que mencionar un aumento del pigmento lipoídico dentro de las células ganglionares y en forma más discreta también en las células capsulares, que en atención a la edad no avanzada de los enfermos, se explicaría por la caque- xia que en ellos produce la tuberculosis. Este hecho se refiere únicamente a los ganglios nodoso y yugular y está de acuerdo con investigaciones anteriores de otros autores como Melo, Her- zog y Sepúlveda. En cuanto a los síntomas clínicos, es indudable que la disfo- nía por ejemplo, en los enfermos con tuberculosis laríngea esta- ría relacionada con la degeneración de las terminaciones motoras encontradas por Lawrentjew y Filatowa. Al mismo tiempo, exis- ten alteraciones de la sensibilidad de la mucosa inervada por los ramos del vago. Estamos de acuerdo con los investigadores ru- sos, en que los perjuicios que deberían sufrir las terminaciones del vago en el parénquima pulmonar por el proceso tuberculoso, pueden conducir secundariamente a un empeoramiento de la enfermedad por la mala función del vago; pero en ella, basta de por sí la extensión del proceso tuberculoso con todas sus conse- cuencias, para explicar su gravedad. En el mismo sentido, nos preguntamos si no podría conducir una alteración del vago, secundaria a una tuberculosis laríngea o pulmonar, a una disposición especial para la formación de úlce- ras gástricas. Esto no pudimos observarlo en nuestro material, y además, sabemos por los trabajos experimentales, que la úlcera gástrica puede producirse de las más variadas maneras y sola- mente en parte por influencias nerviosas. No nos extrañó por lo tanto, no haber encontrado en nuestros 2 casos de úlcera gás- trica, marcadas alteraciones de los ganglios del vago. No pode- mos descartar la posibilidad de que en un material más extenso de úlceras gástricas, y con casos de mayor gravedad pudieran presentarse alteraciones más pronunciadas, aunque no nos pare- ce probable. No podemos generalizar las conclusiones patogéni- cas de la úlcera gástrica, enunciadas por Singer, a consecuencia de lesiones del tronco del vago por adherencias y linfadenitis tuberculosa, por el hecho de ser estos casos muy poco frecuentes. Además, la presencia de un ganglio tuberculoso en el perineurio del tronco del vago, sin mayor compromiso de él, observado por nosotros, comprueba la gran resistencia del nervio. Finalmente, tenemos que mencionar el tan discutido proble- ma referente al “sistema para-simpático”. Sabemos muy bien por nuestra experiencia y por los experimentos farmacológicos y fisiológicos, que dentro del sistema nervioso vegetativo corres- ponde al para-simpático un rol especial. A pesar de esto, el mor- fólogo que examina el vago y sus ganglios, no puede constatar este carácter vegetativo, a excepción de las células del núcleo dorsal del vago, cuyas fibras deberían acompañar a las motoras y sensitivas en su paso a través de los ganglios yugular y nodoso; 56 pero su recorrido exacto y las posibles interrupciones dentro de los ganglios mencionados, nos son aún desconocidas. A pesar de esta inseguridad, investigaciones como las nues- tras, continuadas en el futuro, podrían revelarnos el misterio del para-simpático, también en forma morfológica. RESUMEN En 25 casos de tuberculosis pulmonar y laríngea, 2 casos de úlcera gástrica y 10 controles de individuos sanos accidentados, se estudió por primera vez en conjunto, el vago con sus ganglios nodoso y yugular y sus núcleos centrales en el bulbo. No existe una separación franca entre los ganglios nodoso y yugular, observándose microscópicamente sólo una diferencia de disposición de las células nerviosas, es decir, en forma de filas en el ganglio nodoso por la compresión mecánica en el con- ducto óseo, y en forma más difusa en el ganglio yugular, siendo además las células grandes más escasas en éste. Hemos observado en la tuberculosis pulmonar y laríngea en los ganglios nodoso-yugular en forma difusa, las más diversas alteraciones patológicas, que van desde la irritación primaria de Nissl hasta la muerte celular, sin localizarse en zonas deter- minadas de los ganglios, pero formando, con cierta frecuencia, grupos de células alteradas. No es raro observar el cuadro de los nódulos residuales de Nageotte, pudiendo en parte corres- :ponder a ellos ciertos pequeños nódulos celulares. En los casos de úlcera gástrica se ven las mismas alteracio- nes, aunque en forma menos pronunciada. Se encontraron sólo discretos infiltrados inflamatorios, pe- ro nunca focos tuberculosos dentro de los ganglios. En un caso se presentó un ganglio tuberculoso caseificado en la superficie «del tronco del vago, sin mayor compromiso de éste. Faltan casi por completo las alteraciones de las fibras ner- 'viosas, lo que podría explicarse posiblemente por su mayor resistencia. Las alteraciones encontradas aumentan con la intensidad «del proceso tuberculoso periférico y son más pronunciadas en las formas exudativas que en las productivas, de acuerdo con Lawrentjew y Filatowa. En caso de ser unilateral el proceso tuberculoso, presentan alteraciones patológicas solamente los ganglios del lado correspondiente. En los núcleos centrales del vago no existen mayores alte- “raciones, lo que podría hablar en favor de cierta independencia inter-neuronal. BIBLIOGRAFIA -Bergmann, G. von.—Tratado de Patología Médica. Editorial Labor. Barce- lona. 1936. -Bunzl-Federn.—Véase Husten. 57 Gagel, O. u. Bodechtel, G.—Die Topik und feinere Histologie der Ganglien- zellgruppen in der Medulla Oblongata und im Ponsgebiet mit. einem kurzen Hinweis auf die Gliaverháltnisse und die Histo- pathologie. Z. Anat. 91, 130 (1929). Gundelfinger.—Klin. u. experiment. Unters. úber den Einfluss des Ner- vensystems bei der Entstehung des runden Magengeschwiúrs. Mitt. a. d. Grenzgeb. d. Med. u. Chirurg. 30 (1918). Herzog, E.—Histología Patológica del sistema nervioso vegetativo en. L. R. Miller, Sistema nervioso vegetativo. Editorial Labor. Barce- lona. 1937. Herzog, E.—Un nuevo método del diagnóstico de la rabia. Bol. Soc. Biol.. Concepción (Chile) 15, 101 (1941). Herzog, E. y Sepúlveda, H.—Contribución al metabolismo y a las altera- ciones post-mortales del sistema nervioso vegetativo periférico. Bol. Soc. Biol. Concepción (Chile) 15, 55 (1940). Husten, K.—Experimentelle Untersuchungen úber die Beziehungen der Vaguskerne zu den Brust- und Bauchorganen. Z. Neurol. 93, 763 (1924). Kosaka.—Véase Husten. 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Skewes, E.—El pigmento del simpático periférico. Bol. Soc. Biol. Concep-- ción (Chile) 12, 5 (1938). Yagita.—Véase Husten. 58 DEL INSTITUTO DE ANATOMIA PATOLOGICA de la Universidad de Concepción (Chile) Director: Prof. Dr. E. Herzog La encéfalomielitis en la rabia (Con 10 microfotografías) por Guillermo Cors M. (Recibido por la Redacción el 10-VIII-42) La participación del sistema nervioso central en la rabia se: conoce ya hace tiempo bajo el aspecto de una encéfalomielitis. El estudio de este proceso es tanto más interesante cuanto que, por una parte, una serie de enfermedades infecciosas causadas. por virus neurotrópicos presentan cuadros histopatológicos muy parecidos, por otra parte, existen diferencias de localización. Así conocemos en el hombre, la encefalitis epidémica, la polio- mielitis anterior aguda, la rabia y en los animales la enfermedad de Borna en caballos y ovejas y la rabia, en las cuales se trata de una encéfalomielitis preponderante de la substancia gris, O sea una polioencéfalomielitis. Por diferencia existe un segundo grupo de encéfalomielitis con participación casi uniforme de las substancias blanca y gris, de este grupo el representante más conocido es el moquillo de los perros jóvenes y también las pes- tes porcina y aviaria (Joest, Seifried). En la patología humana conocemos fuera de los trabajos clásicos de autores como Meynert (1872), Babes (1886), Schaf- fer (1888), Golgi (1894), Marinesco (1897), Achúcarro (1909),. una serie de investigaciones modernas sobre las alteraciones cerebrales en la rabia, como las de Merzbacher (1915), Ymaz Apphatie (1918), Schiikrii y Spatz (1925), Lówenberg (1928), Krinitzky (1926), Slotwer (1926), Kroll (1929), Dawidowsky y Dwijkoff (1928), Rojas (1931), a los cuales se refiere última- mente Schiikrii, en su monografía sobre la Anatomía Patológica de la rabia. Como resumen de lo encontrado en el sistema nervioso cen- tral, según Schiikrii, citaremos lo siguiente: Las meninges y el plexo coroídeo generalmente no están alteradas salvo pocas excepciones; en el mesencéfalo se notan muy graves alteracio- 59 nes inflamatorias y degenerativas principalmente en la substan- «cia nigra y también alrededor del acueducto de Silvio y en las partes dorsales del puente de Varolio; en el bulbo raquídeo las lesiones mesenquimáticas y parenquimatosas son también acen- tuadas; el hipotálamo presenta en la mayoría de los casos infil- trados inflamatorios, y solamente en algunos, se notan infiltra- dos en la substancia gris de la médula espinal y en el cuerno de Ammón. Siempre afectados están los ganglios espinales (van Gehuchten y Nélis), y especialmente el ganglio nodoso del vago y en grado menos acentuado y menos pronunciado, el sim- “pático cervical (Herzog). Las células inflamatorias se componen principalmente de linfocitos, también de leucocitos polinucleares y raras veces de :algunas plasmacélulas; además se ve muchas células de la glía (Hortega-glía). Linfocitos y leucocitos se encuentran predomi- nantes en los infiltrados perivasculares pero también de vez en «cuando libres en el parénquima. Los conocidos nódulos de Babes, son nódulos de células gliales a las cuales pueden asociarse leuco- citos polinucleares presentando el fenómeno de neuronofagia, es decir, fagocitosis de las células nerviosas; a dichos nódulos, no les corresponde un mayor valor en el diagnóstico como se creía antes. De esto se deduce claramente la predilección del proceso rabioso para la substancia gris del sistema nervioso central, principalmente del hipotálamo, mesencéfalo y bulbo raquídeo. Como se ve, en la patología humana se ha estudiado muy bien el modo de propagación de la rabia en el sistema nervioso, pero faltan todavía, en este sentido, trabajos más sistematizados en los animales. Nosotros, por tocarnos numerosos casos (20) de rabia, creí- mos oportuno controlar también histológicamente el sistema nervioso central por varios motivos: 1.?, para ver cómo se com- porta esta enfermedad en nuestro país; 2.” para estudiar lo que tiene de común con otras enfermedades neurotrópicas pare- vidas del hombre; 3.*% para conocer algunos detalles histopato- lógicos especiales y 4.?, para estudiar las relaciones con las alte- raciones del nervio vago, y sus núcleos centrales. Desgraciadamente y en contra de nuestros deseos no nos ha sido posible reunir un mayor número de perros con moquillo. Quisiéramos decir solamente que esta enfermedad se observa con preferencia en perros jóvenes y se presenta unas veces bajo el aspecto de un fuerte proceso catarral y en especial neumónico, o bien dominando los fenómenos cerebrales, principalmente los paralíticos, pero nunca con los signos clásicos del animal rabioso agresivo. Entraría en el diagnóstico diferencial con la rabia de los perros, principalmente por los fenómenos cerebrales paralíti- cos y con la variedad muda de la rabia. Según la experiencia general el cuadro anatómico del moquillo consiste en alteracio- mes inflamatorias uniformes, en las substancias gris y blanca del sistema nervioso central, sin predilecciones tan determinadas como en la rabia y asociado con alteraciones inflamatorias de otros órganos, como por ejemplo los pulmones, lo que habla cla- ramente en favor de un virus no solamente neurotrópico como el de la rabia, sino más bien poliorgánico. 60 En cuanto a los corpúsculos de Negri, no quisiéramos insis- tir en mayores detalles por tratar nuestro trabajo de un estudio limitado a la encefalitis, pero podemos decir que en la rabia conocemos los corpúsculos de Negri como inclusiones que se encuentran de preferencia en las células nerviosas del cuerpo de Ammón. En el moquillo se observan los corpúsculos de Sinigaglia, los cuales pueden encontrarse en cualquier parte del sistema nervioso central y justamente con menos frecuencia en el cuerno de Ammón. En general todos estos corpúsculos son: muy caprichosos y pueden hasta faltar en casos muy positivos. OBSERVACIONES PROPIAS MATERIAL Y TECNICA. Hemos elegido de la “Sección Rabia” del Instituto, 20 casos,, de los cuales 18 fueron positivos de rabia y 2 sirvieron de control. En todos, el diagnóstico se hizo morfológicamente por la bús- queda de los corpúsculos de Negri, según el método de Lentz, en el cuerno de Ammón; por el examen histológico del ganglio: nodoso del vago según Nissl, ya que las nuevas observaciones de Herzog confieren a éste un resultado seguro, y agregamos en la mayoría de los casos, el control biológico en forma de inocula- ciones en conejos y cuyes. En numerosos casos positivos, no se encontraron corpúscu- los de Negri, hecho conocido en la literatura mundial, en parte explicable — en lo que se refiere a los animales — por haber sido sacrificados éstos, antes del período culminante de la enferme- dad (5 casos), y en parte por factores biológicos del mismo virus como sucede en nuestros 4 casos humanos y en 9 animales muer- tos espontáneamente. El material investigado se compone de: 4 casos humanos 12 perros 2 chanchos (mordidos por un perro rabioso) 1 guanaco 1 gato. Uno de los perros (R36), que llegó con sospecha de rabia, nos sirvió de control ya que todos los exámenes resultaron negativos. Otro (R21), corresponde a un animal joven el cual presentaba principalmente fenómenos catarrales, haciéndonos pensar en un moquillo y los exámenes de rabia — todos comple- tamente negativos — se practicaron solamente por control; la autopsia reveló una marcada bronconeumonía. De los 20 casos en referencia guardamos o bien trozos de las distintas partes del sistema nervioso central o bien encéfalo y médula enteros. Desgraciadamente no ha sido posible estudiar en todos los casos, en forma sistemática las distintas regiones del encéfalo y de la médula espinal por varios motivos, en parte 61 por la destrucción parcial del encéfalo y en parte por el mal esta- do de conservación; justamente tuvimos que desistir de la inves- tigación del hipotálamo, por haber tomado material del cuerno de Ammón para el examen microscópico y para inoculaciones, por lo cual muchas veces se lesionó esta región. En 2 casos hici- mos cortes histológicos de los ganglios espinales. Guardamos el material en formalina al 10% y practicamos, en parte cortes de congelación y en parte cortes de inclusión en parafina. En algunos casos se hicieron cortes seriados del últi- mo tercio del 4.2 ventrículo para estudiar con detención princi- palmente las lesiones de los núcleos del vago. Las tinciones usadas fueron, la de Nissl con violeta de ceresilo, la de Bielschowsky-Gross, y la reacción de oxidasa. ALTERACIONES PATOLOGICAS. Por presentar los procesos patológicos de la rabia en el “sistema nervioso cierta uniformidad, desistiremos referirlos en forma detallada para cada caso, ya que preferimos describir las alteraciones encontradas, en forma resumida. En el cuadro adjunto se encuentran descritas, en las distintas partes del siste- “ma nervioso, la localización y la extensión del proceso rabioso de cada caso. Las alteraciones patológicas encontradas podemos dividirlas en dos grupos, es decir, mesenquimáticas y parenquimatosas. Alteraciones mesenquimáticas: En todos los casos positivos de rabia, existe comunmente una reacción inflamatoria más o menos pronunciada, que se tra- duce por un estado de hiperemia y leucocitosis con todos los fenómenos consecutivos; éstos consisten primordialmente en una emigración de los glóbulos blancos, formando de vez en cuando muy notables infiltrados perivasculares; además se observa fo- cos infiltrativos diseminados o infiltrados difusos en el parén- quima noble (véase fig. 1); de vez en cuando en los septos se ven los vasos como bandas anchas por la intensa congestión inflamatoria (véase fig. 2). Estos infiltrados se componen, de acuerdo con la mayoría de los investigadores, principalmente de leucocitos polinucleares y linfocitos, las plasmacélulas son raras, y se agregan en núme- ro variable, monocitos y células de la glía proliferadas. En muchos casos, con la reacción de oxidasa, pudimos evi- denciar bien, la presencia y de vez en cuando el predominio de los leucocitos polinucleares; justamente son los casos más inten- sos en los cuales los leucocitos juegan un rol preponderante. "También hemos observado que los mismos leucocitos participan de vez en cuando en la neuroncfagia de células nerviosas. En cuanto a la intensidad del proceso infiltrativo mismo, nuestros casos no nos dan la impresión de que en los animales muertos espontáneamente sea más intenso que en los sacrifica- dos; para esto, se necesita un mayor número de casos, y además hay que tomar siempre en cuenta que muchas veces, se sacrifi- 62 —_——————————AAAAAAAAAA——— ===, + +. —= [++ | ++ HARE | == 1 soye ¿ oujnoee | 07 | + ++ + |++[-¡+ Ea ==] | — lordesty| sue grounmose y | 61 EE O 1 DIT aL at A E — = [oca soge gg ouruouo y | gl + o + |+ os |+| + = luto | souw cg oujuomag | 21 SOU un y gosrO JW HN O E J+É STE e apaan MS e a a 0 AR dE O +++ a [a A E AE oxeg | Cl HN + e) = ae ls Ste A (s => cen o118q | +1 ¡SV + = Sara Spa arar [Sl 0 ABS o110 5 /181 sy sae o = | — - SS —= oe | 0118 | 31 “IM al = rar APS Sh arar spare = ale == + [teu oJ1eg | 11 HN SE SE e arar O ae Sel 250 arar brapan EN g oq9uego | 01 ÓN ae Sl aa OA E Eran (555 5 A! 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Solamente en 7 casos hemos podido constatar la participa- ción de la meninge blanda, nunca en forma intensa y localizada de preferencia en la región del bulbo raquídeo; en esta parte,. las alteraciones meníngeas son más acentuadas y en la meninge: correspondiente a la corteza cerebral, solamente en 3 casos se encontraron alteraciones discretas. El carácter de las células inflamatorias es linfocitario y leucocitario (véase fig. 3). Concuerdan estas observaciones con las encontradas por otros. autores, según los cuales, en la rabia la participación meníngea es poco frecuente (Schiikrii). En los ganglios espinales y del vago, puede presentarse. hasta el cuadro de una ganglionitis difusa, como muestra la fig. 4. Los focos inflamatorios se encuentran localizados de prefe- rencia en la substancia gris y en cuanto a la extensión e inten- sidad de éstos, podemos decir que los más pronunciados y exten- sos se encuentran alrededor del piso del 4.? ventrículo y en el mesencéfalo, en cuya parte dorsal las alteraciones son mayores.. En el hipotálamo tendrían que encontrarse igualmente focos inflamatorios, ya que se hallan descritos en la monografía de Schiikrú y por numerosos otros autores; nosotros no pudimos. examinar bien esta región por los motivos ya citados. El telen- céfalo y la corteza cerebral participan en muy raras ocasiones; en el primero, nosotros encontramos aislados focos, principal-- mente cerca de las paredes ventriculares. En el cuerno de Ammón y en la corteza cerebelosa, los focos inflamatorios tam- bién son poco frecuentes. En cuanto a la médula espinal, parti- cipa solamente en 7 de nuestros casos y siempre en forma de una poliomielitis al parecer sin diferencias de intensidad en las distintas alturas; estamos de acuerdo con otros autores que el proceso en la médula, no es tan frecuente ni tan intenso como: en el mesencéfalo. Alteraciones parenquimatosas: Ellas nos muestran los más variados cuadros, conocidos ya. desde hace tiempo, en las distintas enfermedades del sistema nervioso central; seguimos por eso la clasificación de Spielmeyer. En primer lugar, se trata de alteraciones tóxicas que pue-- den presentarse desde la forma más leve, es decir la irritación primaria de Nissl — que consiste en una tigrolisis central — has- ta la cromatolisis completa, conjuntamente con alteraciones del núcleo hasta la muerte celular y su completo desaparecimiento (véase fig. 5). En estos casos, quedan de las células, formaciones muy pálidas, o sean verdaderas “sombras”. Las alteraciones. nucleares varían mucho, pues se observa picnosis, cariorexis y cariolisis; el nucléolo sufre idénticas alteraciones. Todos estos cuadros han sido observados con bastante fre- cuencia, principalmente en la vecindad inmediata de infiltrados. inflamatorios (véase fig. 6), pero también sin relación directa con ellos. Mientras que la irritación primaria es un proceso: reversible, la cromatolisis completa junto con alteraciones nuclea- res, corresponde a un proceso irreversible, es decir, a la necrosis. 64 Mi 337 : R 25.—Perro. (Rabia). Región de las núcleos dorsales del vago e hipogloso.—Intensos focos inflamatorios perivasculares, irradiados al parénquima. Tine.: Nissl1 Toluidina Obj.: Zeiss Apochromat 10 OS KTAZelss Aumto.: 75 x FIG. N.* 2. Mi 339 2 32 A.—Chancho. (Rabia). BULBO Septo con vaso muy congestionado y marcada infiltración inflamatoria en la vecindad. Tinc.: Nissl Toluidina Obj.: Zeiss Apochromat 10 Oc.: K 7 x Zelss Aumto.: 75 Xx al FIG. N. 3. Mi 338 R 29.—Perrz. (Rabia). BULBO 4 Meninge con cuadro de meningitis aguda. : Tine.: Nissl Toluidina Obj.: Zeiss Planachreomat 40 ! Oc.: K 7 Zeiss | Aumto.: 300 x FIG. N.*2 4. Mi 346 R 29.—Perro. (Rabia). GANGLIO ESPINAL Marcada ganglionitis difusa. Tinc.: Nissl Cresilvioleta Obj.: Zeiss Apochromat 10 | Oc.: K 7 Zeiss | Aumto.: 77 x FIG. N.* 5. Mi 344 R 32 A.—Chancho. (Rabia). BULBO Tigrolisis de una célula nerviosa con grave alteración del núcleo (som- bra celular). Tinc.: Nissl Toluidina Obj.: Zeiss Planachromat 40 Oc.: K 7 Zeiss Aumto.: 390 x ' FIG. N.* 6. Mi 340 R 32 A.—Chancho. (Rabia). BULBO Focos inflamatorios parenquimatosos en los núcleos con destrucción parcial de las células nerviosas. Tinc.: Nissl Obj.: Zeiss Apochromat Oc.: K 7 Zeiss Aumto.: 150 x 20 celular. Con tinciones de nitrato de plata, según Bielschowsky, en estos últimos casos tampoco se consigue la tinción de las neurofibrillas por haber igualmente desaparecido (fibrillolisis) (véase fig. 7). En ocasiones, podemos observar otro cuadro de las altera- ciones neurofibrillares, en forma de la hipertrofia neurofibrillar descrita por primera vez por Cajal y García, la que se pudo comprobar también en el simpático y vago por Herzog, fenóme- no que en un comienzo también puede ser reversible, pero si se combina con alteraciones más graves de la célula y del núcleo, conduce también a la muerte celular. La hipertrofia neuro- fibrillar es un proceso que varía mucho en intensidad y de ninguna manera significa un síntoma frecuente y constante; la hemos encontrado en forma más pronunciada en las grandes células sensitivas de los ganglios intervertebrales y del ganglio nodoso, como muestra la fig. 7. Tenemos que alvertir, que por lo caprichoso de los métodos con nitrato de plata, resulta muy difícil encontrar este fenómeno en forma bien clara. Una espe- cificidad absoluta no le corresponde, pues se presenta también en algunas otras ocasiones, pero junto con otros detalles histológicos, tiene indudablemente cierto valor en el diagnóstico de la rabia. La necrosis de las células puede estar acompañada por otro fenómeno muy interesante y sumamente conocido en el sistema nervioso central con el nombre de neuronofagia, término que implica una fagocitosis de la célula alterada, o mejor dicho, de los escombros celulares, por células de la glía proliferadas o células de la sangre, principalmente leucocitos polinucleares, que se encuentran entonces no solamente en el borde de la célula nerviosa sino también en su cuerpo (véase fig. 8). En las células de tipo sensitivo de los ganglios espinales, de los ganglios nodoso y yugular del vago y de los ganglios simpá- ticos, las células capsulares, es decir “los satélites” de Cajal, — las cuales según los recientes trabajos de del Río Hortega son células ectodérmicas análogas a la oligodendroglia — tienen las mismas funciones neuronofágicas. Este hecho pudimos eviden- ciarlo en cortes de los ganglios espinales (véase figs. 7 y 9). Con las distintas tinciones podemos observar todas las tran- siciones de este proceso de neuronofagia, encontrando al final dentro de una especie de nodulito del tamaño de la célula primi- tiva — compuesto de células fagocitarias, sean células gliales o mesenquimáticas, o bien entremezcladas ambas — restos de la célula nerviosa, de su cuerpo, de las neurofibrillas o de las prolongaciones. Así vemos en la fig. 9, entre células grandes y bien conservadas, una serie de células atróficas y degenera- das, con contornos irregulares y rodeadas por satélites muy proliferados, en la fig. 7 se observa lo mismo. Al final estos mismos nódulos pueden también retraerse y achicarse; Nageotte los ha llamado con mucha razón nódulos residuales (véase fig. 9, punto x). Babes ha descrito en su tiempo ciertos nodulitos más chicos o más grandes que el tamaño de las células nerviosas, los cuales se componen de células neuróglicas proliferadas y células inflamatorias, considerados antes como patognomónicos para la rabia, pero sabemos de muchos autores, principalmente de 65 Achúcarro, que se encuentran también en otras enfermedades. Estos nódulos coinciden en gran parte — si no son puros pro- ductos inflamatorios por reacciones del mesénquima y de la glía — con los nódulos residuales de Nageotte, después de la neuronofagia completa de la célula ganglionar (véase fig. 10). En cuanto a las fibras nerviosas, no podemos esperar con los métodos de Sudán y Marchi, cuadros marcados de descompo- sición de las vainas mielínicas, pues mientras la enfermedad se desarrolla rápidamente, el cuadro de la descomposición mielínica se presenta tardíamente, es decir, después de algunas semanas. Con las tinciones de nitrato de plata llama la atención que en los fascículos nerviosos — en el sistema nervioso central o en los ganglios periféricos — no se ve una mayor destrucción de los cilindros ejes, fenómeno que ya podría esperarse, sino más bien una interrupción o desaparecimiento completo de los glomérulos pericelulares y de la prolongación principal de las células sensitivas. Todas las alteraciones mencionadas ,las encontramos en las partes citadas del sistema nervioso central y especialmente intensas y extensas en el mesencéfalo y bulbo raquídeo. En la mayoría de los casos, se estudiaron los núcleos princi- pales del último tercio del 4.2 ventrículo, y primordialmente los del nervio vago. Este trabajo nos pareció de un interés especial, por haber encontrado Herzog en todos nuestros casos, acentua- dos infiltrados inflamatorios en forma de una ganglionitis y graves alteraciones degenerativas, en el ganglio nodoso del vago. Por este motivo, tuvo suma importancia el estudio de los núcleos correspondientes, en el bulbo raquídeo, y ver si éstos reaccionan en forma ascendente, o mejor dicho, secundaria, por la alteración primitiva del ganglio nodoso. A pesar de haber hecho en uno y otro caso, cortes seriados del bulbo raquídeo en la zona correspondiente a los núcleos del vago no pudimos com- probar esta suposición, por la causa siguiente: En todos los casos positivos, el bulbo raquídeo y especial- mente su parte dorsal, es la región más atacada por el proceso rabioso, ya que vimos anteriormente, que se producen numero- sos focos inflamatorios y degenerativos en los mismos núcleos (véase fig. 5), y en las zonas en que faltan los infiltrados infla- matorios, se pueden observar alteraciones tóxicas, degenerativas de las mismas células nerviosas. De esto, se deduce, que es im- posible distinguir las lesiones secundarias, de las lesiones primitivas. Según el aspecto general, no cabe ni la más mínima duda, que siendo las alteraciones primitivas del rombencéfalo tan pro- nunciadas, no podrían distinguirse otras lesiones secundarias, ascendentes, en el supuesto caso de existir ambas a la vez. CONCLUSIONES Y CRITICA El estudio histopatológico exacto del sistema nervioso cen- tral en 18 casos de rabia segura, ha sido muy interesante desde varios puntos de vista. Primeramente, nos demostró en todos 66 Mi 353 R 42.—Perro. (Rabia). GANGLIO ESPINAL a) Célula nerviosa retraída y degenerada con hipertrofia neurofibrillar marginal e intensa proliferación de los satélites (neuronofagia). b) Célula nerviosa en degeneración con fibrillolisis. Tinc.: Bielschowsky-Gross Obj.: Zeiss Planachromat 40 Oc.: Photo 3 Zeiss Aumto.: 520 x FIG. N.* 8. Mi 343 R 32 A.—Chancho. (Rabia). BULBO Neuronofagia de células nerviosas por los infiltrados inflamatorios. Tinc.: Nissl Toluidina Obj.: Zeiss Planachromat 40 Oc.: K 7 Zeiss Aumto.: 270 x FIG. N:2 9: Mi 347 R 29.—Perro. (Rabia). GANGLIO ESPINAL Células nerviosas en distintas fases de degeneración; las atrofiadas muestran satélites muy proliferados. X = nódulo residual. Tinc.: Bielschowsky-Gros Obj.: Zeiss Planachromat 40 Oc.: K 7 Zeiss Aumto.: 380 x Ne S O e + | * o Ea LE > a “ , FIG. N.* 10. Mi 356 R 42,—Perro. (Rabia). MESOCEFALO Nódulo de Babes. Tinc.: Nissl Cresilvioleta Obj.: Zeiss Planachromat 40 Oc.: Zeiss Photo 3 Aumto.: 400 x Mmuestros casos, que en la rabia existe siempre, una encéfalo- mielitis más o menos intensa, lo que está de acuerdo con las observaciones de autores de otros países; con esto, podemos sub- rayar como un hecho de importancia, que aquí en Chile, las manifestaciones morfológicas de la rabia, son idénticas a las observadas en otras partes. En cuanto a la localización y extensión del proceso, podemos decir de acuerdo con Schiikrii y otros, que existe cierta predilec- ción para el rombencéfalo, mesencéfalo y diencéfalo; así, las alteraciones más intensas, fueron observadas en la substancia nigra, en la vecindad del acueducto de Silvio, en las partes dor- “sales del puente de Varolio y en el bulbo raquídeo. En la médula espinal, la substancia gris no participa constantemente; en otros casos lo observamos solamente 8 veces. El hipotálamo "participa con frecuencia según Schiikrii, hecho que no pudimos controlar por motivos técnicos. En cuanto a la corteza cerebe- losa, solamente en 4 casos hemos constatado algunos escasos infiltrados inflamatorios; y en los núcleos del cerebelo, sólo una vez. La meninge blanda participó solamente en 7 casos, en for- ma de meningitis, tanto en la región del bulbo raquídeo, como en la médula espinal, corteza cerebral y cerebelo, pero nunca en forma intensa y difusa, a diferencia de la pseudo-rabia (enfer- medad de Aujesky) en la cual se produce una intensa meningitis. Además, llama la atención, que existe cierta preferencia para la substancia gris; por esto, podemos hablar de una polio- encefalitis o poliomielitis. Si comparamos este cuadro de la rabia con el de la encefalitis epidémica humana, vemos que existe un “marcado parentezco, detalle sobre el cual Seifried ha llamado especialmente la atención. Como ya dijimos en la introducción, desgraciadamente no “pudimos conseguir más material de perros muertos por moquillo, enfermedad infecciosa acompañada siempre por un cuadro de encefalitis, pero sabemos de otros autores, especialmente por los tratados de Joest y Seifried, que en esta enfermedad no existe una predilección para distintas partes del sistema nervioso cen- tral, como tampoco para la substancia gris. Así, esta diferencia puede ser en ciertas circunstancias, de importancia para el diag- nóstico diferencial. Esta enfermedad tiene también un alto interés científico, por ser igualmente causada por un virus neurotrópico, y por encontrarse — como en la rabia — inclusio- nes celulares muy parecidas a los corpúsculos de Negri. Es de importancia saber que existe un grupo de enferme- «dades infecciosas, tanto en seres humanos como en animales, «que son causadas por virus neurotrópicos y que presentan, en parte, completa identidad morfológica, en parte, finas diferen- cias, pero nunca alteraciones específicas. De esto se deduce que «disminuye día a día, el concepto de especificidad. En cuanto a los síntomas clínicos, en nuestros casos, dispo- nemos desgraciadamente de muy pocos datos, pero podemos «decir que pueden ser explicados perfectamente, por las altera- ciones morfológicas encontradas. Así, tanto la parálisis de las .extremidades, tan frecuente en los animales, como la parálisis «bulbar, encuentran su equivalente en las graves alteraciones de 67 la médula espinal y del bulbo raquídeo, respectivamente. Los fe-- nómenos vegetativos observados por Slotwer en casos humanos. de rabia, en forma de glicosuria, sudoración y salivación, tam- bién tienen su explicación por la localización de las alteraciones patológicas en los centros vegetativos. La sensación de sed y la disfagia, tienen igualmente su base morfológica en las altera- ciones del nervio vago y sus centros (Herzog). Solamente en dos casos controlamos los ganglios espinales,. los cuales presentaron el clásico cuadro de una ganglionitis acen- tuada y difusa, con alteraciones degenerativas más o menos intensas en las células nerviosas. Sobre este punto, estamos de acuerdo con las primeras observacoines de van Gehuchten y Nélis, comprobadas después por numerosos autores. En cuanto a la participación de los ganglios, nodoso del vago. y cervical superior del simpático, queremos mencionar aquí, solamente de paso, que Herzcz los examinó en todos nuestros. casos, y encontró sin excepción, primeramente una participación marcada del ganglio nodoso y además una menos acentuada — de vez en cuando faltando por completo — del simpático. Herzog ha llamado la atención en un trabajo reciente, sobre la gran importancia que corresponde a este hecho, por su constancia,. precocidad y su cuadro típico, aunque no específico. El recomien-- da el examen histológico del ganglio nodoso como el método de diagnóstico más seguro, dándose naturalmente cuenta, que vale principalmente en los casos en que es imposible el examen del cerebro, y además en los casos en que no se encuentran los corpúsculos de Negri. Por esto significa al menos un método: suplementario de eran importancia aunque queda siempre como último y más decisivo examen, en caso de dudas, la inoculación en animales. De nuestros 18 casos positivos, los corpúsculos de Negri se encontraron solamente en 8, y en los restantes 10, los resulta- dos fueron negativos a pesar de su búsqueda con el método de- Lentz y pese a la positividad de las demás reacciones, y en espe-- cial, de las inoculaciones. Nos llamó la atención sin haber encon-- trado una explicación, que justamente en los 4 casos humanos. no se encontraron corpúsculos de Negri. Por lo que toca a ani- males con rabia positiva pero sin corpúsculos de Negri, se ha tratado de explicar este hecho por no haberse encontrado la enfermedad en su punto culminante por la matanza precoz del. animal; nuestros casos podrían comprobar lo contrario, pues de los 5 animales sacrificados, en 4 se encontraron corpúsculos de. Negri. El número de casos nos parece demasiado pequeño para sacar conclusiones y porque además tendría que comprobarse en. estos casos, el período de la enfermedad en que han sido muer- tos los animales. Indudablemente entran otros factores más, en primer plano factores biológicos que podrían impedir la apari-- ción de los corpúsculos de Negri, y finalmente también, caprichos. de la técnica. En todo caso llama la atención que el porcentaje nuestro,. de falta de corpúsculos de Negri es bastante elevado en relación con las observaciones de otros autores. Sea como sea, la inves- tigación combinada del ganglio nodoso del vago y "por ejemplo,, 68 «del bulbo raquídeo, juntamente con la búsqueda de los corpúscu- los de Negri en el cuerno de Ammón — aún con resultado nega- tivo — y con el control biológico, aseguran el diagnóstico de la rabia. En la práctica, por su rapidez, los exámenes del cuerno de Ammón y del ganglio nodoso, son los métodos de diagnóstico preferibles, y en casos dudosos queda siempre la inoculación en .animales. En cuanto a esta última, (inoc. en anmls.) vemos por el cuadro sinóptico que en algunos casos, (R30, R34, R38) resultó negativa, mientras que morfológicamente el diagnóstico fué positivo y aún en 2 de estos casos se encontraron corpúscu- los de Negri. De esto se deduce que también el método biológico prestaría solamente una seguridad relativa. En cuanto a la objeción de que en el vago como en los ganglios espinales y en el cerebro las alteraciones morfológicas -no sean específicas, diremos francamente que en la práctica en- tran en el diagnóstico diferencial con la rabia, muy pocas enfer- medades. En los perros figura el moquillo, solamente hasta cierto punto por las razones anteriormente expuestas y por no ser una enfermedad puramente nerviosa; y en cuanto a la pseudo-rabia o enfermedad de Aujesky, sabemos de Schiikrii que tiene morfológicamente y en su sintomatología clínica una serie de diferencias con la rabia. El estudio de cortes en serie de los núcleos del vago en el piso del 4.? ventrículo, resultó negativo en el sentido de no haberse -encontrado alteraciones secundarias por vía ascendente desde el ganglio nodoso, ya que estos núcleos centrales están siempre más o menos afectados primitivamente por el mismo proceso inflamatorio de la enfermedad. En cuanto al diagnóstico diferencial, estamos convencidos que tendremos que esperar más detalles, por estudios compara- tivos en un mayor material, lo que debería interesar principal- mente a la Medicina Veterinaria. Además, sabemos bien, que en la materia tratada en nuestra modesta contribución científi- ca, queda mucho para profundizarla y extenderla en futuros trabajos. RESUMEN En 18 casos positivos de rabia de los cuales 14 correspon- den a animales y 4 a seres humanos, estudiamos especialmente el sistema nervioso central, y encontramos en todos, de acuerdo con lo observado en otros países, una encéfalomielitis más o “menos acentuada. El tipo de la encefalitis rábica no es específica y semeja mucho al de la encefalitis epidémica; la mielitis también tiene un aspecto parecido al de la pokomielitis aguda humana. Es de- cir, que se trata siempre de una polioencefalitis y poliomielitis «con localización preferente en la substancia gris. En cuanto a la localización y extensión del proceso inflama- torio, estamos de acuerdo con Schiikrii y otros autores extran- _jeros, en que están atacados principalmente el bulbo raquídeo, «el mesencéfalo — de preferencia la substancia nigra —, y el 69 hipotálamo, y ya en grado menor, la médula espinal. La menin- ge participa rara vez en forma de una meningitis aguda, la cual en general es discreta pero no difusa. Además participan con absoluta regularidad, los ganglios espinales, el ganglio nodoso- del vago, y, con menos frecuencia e intensidad, el ganglio cervi- cal superior del simpático (Herzog). En los ganglios periféricos,, el carácter de la inflamación es, muchas veces, el de una. ganglionitis difusa. Las alteraciones encontradas consisten en marcadas reac-- ciones inflamatorias, con hiperemia, leucocitosis de los vasos e intensos focos perivasculares compuestos de leucocitos, linfoci- tos, elementos histiocitarios y muy pocas plasmacélulas. Estos. focos están diseminados preferentemente en la substancia gris, e invaden el parénquima. Las células nerviosas presentan gra- ves alteraciones degenerativas, hasta neuronofagia y completo. desaparecimiento; las observamos primeramente, dentro, o cer- ca de los infiltrados inflamatorios, y aún sin éstos. Como restos. de las células nerviosas fagocitadas pueden quedar pequeños. nódulos neuróglicos, (nódulos de Babes, o sean, nódulos residua- les de Nageotte), pero que no tienen un carácter específico. La localización, y el carácter inflamatorio-degenerativo del. proceso, explican muy bien los fenómenos clínicos como la pará- lisis periférica y la parálisis bulbar, y también los fenómenos. vegetativos, por la predilección para los centros vegetativos. BIBLIOGRAFIA Cajal, R. y García, D.—Las lesiones del retículo de las células nerviosas; en la rabia. Trab. Labor. Invest. Biol. Univ. Madrid 3, 213 (1904). Dawidowsky, J. V. u. P. P. 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Ernesto Mahuzier (Recibido por la Redacción el 12-IX-42) Desde hace algún tiempo en mi Laboratorio de Bromatolo- gía de la Escuela de Farmacia, en colaboración de los Farmacéu- ticos Profesor Juan Perelló y Aníbal Pinto, del personal del Laboratorio, se han venido realizando trabajos tendientes a esta- blecer la composición media de los productos alimenticios regio- nales, que se consumen corrientemente. Estos trabajos se han traducidos en varias memorias para optar al título de Farma- céuticos, presentadas por alumnos de nuestra Escuela. Un resumen de estos trabajos, llevados a cabo durante los años 1939 al 1942, es lo que me propongo exponer, principalmen- te los resultados obtenidos respecto a la proporción de Calcio y Fósforo en frutas, cereales, legumbres, etc., a fin de establecer la relación fósforo-calcio en la región sur del país, donde los aná- lisis parciales indicaban una deficiencia manifiesta de calcio. Sabemos que el Calcio se encuentra en la composición del cuerpo humano, en mayor proporción respecto a los demás ele- mentos. La casi totalidad de este elemento o sea el 98% es uti- lizado por el esqueleto; donde se encuentra al estado de precipi- tado inactivo. El calcio de los órganos y humores está, salvo excepciones patológicas, al estado soluble, biológicamente activo, en la proporción de 20% bajo la forma de iones libres, 45% como sales disociadas (fosfatos y bicarbonatos) y 35% de calcio no difusible, en combinaciones proteicas coloidales. Para poner en evidencia la importancia del calcio y fósforo en el desarrollo de los individuos, se pueden comparar las canti- dades de estas substancias, de diferentes leches, con la rapidez que éstas confieren a los animales para aumentar su peso desde su nacimiento. Se ve que el número de días necesarios para do- blar su peso inicial es tanto mayor cuanto menor es la cantidad 713 de calcio y fósforo en la leche, como lo demuestra el cuadro siguiente: N.? de días nece- Cenizas Y Calcio Y Fóstoro % sarios para do- blar peso inicial Hombre 180 0,2 0,02 0,02 Caballo 60 0,4 0,09 0,06 Vaca 47 0,7 0,12 0,09 Cerdo 14 0,8 0,18 0,14 Conejo 6 2,5 0,65 0,43 Por otra parte, se han hecho por diferentes investigadores, cuidadosas determinaciones del mínimo de calcio y fósforo ne- cesarios para el metabolismo normal del organismo humano y se ha encontrado que la cantidad de calcio es de 0,68 grs. y la de fósforo de 0,96 grs. por día. La ración alimenticia debe tener una cantidad de fósforo que represente aproximadamente 1/50 de la cantidad de proteí- nas ingeridas y 1/100 de las mismas para el calcio; naturalmente, tomando en cuenta la relación que debe existir entre las distintas sales, para mantener el equilibrio físico-químico del medio interno. Por las candiciones geológicas de nuestro país, el calcio y fósforo son muy escasos en los suelos del sur de Chile y en espe- cial en la zona comprendida entre Maule y Toltén, Los funcionarios de los Servicios Agronómicos chilenos han comprobado que esta escasez repercute intensamente en la cali- dad de la producción vegetal y luego, por cadena biológica, en la calidad de la producción animal. La importancia del calcio y fósforo en la alimentación es tan evidente, que nos ha hecho realizar este trabajo para con- tribuir a los estudios sobre descalcificación que se realizan. Sabemos que el calcio y fósforo penetra al organismo por alimentos y bebidas: la leche suministra 1,25 a 1,80 gramos por mil y que el régimen normal sin leche, proporciona menos de 0,15 grs. de calcio. Se estiman las necesidades diarais de calcio, en el adulto, en 0,20 a 0,50 grs. En cuanto a su asimilación se realiza, sobre todo, cuando el calcio es introducido bajo forma orgánica con la leche, las legumbres verdes, las grasas, etc.; es posible con las sales inorgánicas (fosfatos y sulfatos), pero de- fectuosa con las sales orgánicas (en especial con glicerofosfatos). La fijación del calcio, ha sido objeto de numerosos trabajos y la observación ha demostrado que el raquitismo y la osteoma- lacia son, no el resultado de una carencia mineral, sino de una perturbación general de la nutrición, resultando la imposibilidad de fijar calcio alimenticio o medicamentoso. Tenemos como agentes fijadores una gran cantidad de fae- tores: aceite de hígado de bacalao, rayos ultravioletas, algunas glándulas endocrinas, factor vitamínico D, etc. En cuanto al metabolismo del fosfato, se sabe que este cuer- po tiene un papel importante en el equilibrio ácido-básico, en la 74 contracción muscular y en la glicolisis del azúcar sanguíneo y parece depender de una distasa, la fosfatina; y que está relacio- nada con el metabolismo del calcio. La Fosfatasa que es secretada por la celdulla osteoblástica, hidroliza los ésteres fosforados del calcio, resultando un exceso cálcico que realiza la osificación. Una dosis de 3,4 a 4 grs. de ácido fosfórico sería la indispen- sable para las necesidades orgánicas. Las influencias endocrinas sobre el metabolismo fosfórico parecen ser la siguiente: la adre- nalina rebaja la tasa de fósforo sanguíneo inorgánico y las para- tiroideas la aumenta. A continuación anoto los resultados obtenidos en nuestros trabajos y tan sólo de aquellos productos que tienen mayor im- portancia, ya que sería muy largo indicar el detalle: Composición de alimentos por cientos y relación fósforo- calcio. Alimento — Procedencia Cenizas Ca0 P.05 pesa Ca Huevos gallinas, Concepción 0,46 0,068 0,252 3,7 Huevos gallinas, Chiguayante 0,95 0,122 0,2681 2,1 Leche, Concepción 0,488 0,114 0,152 1,3 Mantequilla, Monte Aguila 0,22 0,0038 0,0141 3,7 Queso, Prov. Cautín 2,68 0,999 0,1283 1,1 Cochayuyo, Talcahuano 1,123 0,153 0,0148 0,09 Luche, Talcahuano 1,423 0,4041 0,0317 0,07 Manzanas, Malleco, térm. medio 1,483 0,056 0,169 3,0 Durazno, Talca 2,821 0,062 0,172 2,7 Tomate, Concepción 7,401 0,246 0,197 0,8 Uva negra, Concepción 1,958 0,138 0,041 0,2 Uva rosada, Talca 2,094 0,111 0,051 0,4 Naranjas, térm. medio 2,74 0,463 0,359 0,7 Trigo español 1,893 0,027 0,305 1,12 Avena 2,89 0,022 0,180 0,81 Maíz 1,71 0,018 0,198 1,1 Chuchoca 1,905 0,011 0,280 0,25 Porotos coscorrones 3,851 0,082 0,501 0,61 Chícharos : 2,17 0,047 0,585 0,12 Lentejas E 2,82 0,064 0,435 0,67 Garbanzos 4,08 0,088 0,459 0,51 Habas 3,55 0,065 0,611 0,92 Arvejones UA 1,85 0,059 0,303 0,51 Acelgas 2,350 0,177 0,828 0,46 Papas 1,152 0,018 0,049 2,6 Zanahorias 0,639 0,012 0,017 1,3 Carne vacuno 3,64 0,019 0,711 38,6 Carne ovejuno 3,828 0,128 0,306 2,3 Carne porcino 3,772 0,084 0,575 6,8 75 Gallina 5,47 0,16 1,366 8,5 Pavo 4,742 0,097 0,517 5,2 Pato 5,043 0,146 3,047 20,5 Pejegallo 1,216 0,032 0,409 0,12 Tritre 1,272 0,039 0,911 0,22 Pejerrey 0,838 0,062 0,377 0,60 Congrio 1,017 0,038 0,342 0,88 Sierra 1,38 0,038 0,556 0,14 Jaiva 1,574 0,246 0,246 1, Choros 1,926 0,067 0,239 0,35 Cholgua 1,624 0,18 0,579 3,2 Como conclusiones de los estudios hechos, podemos anotar las siguientes: 1. Las aguas de ríos, esteros y potables de la región se encuen- tran en franco déficit cálcico. 2. Los huevos de aves domésticas presentan un porcentaje de calcio menor (la mitad más o menos) de las que contienen los huevos de aves de criadero, 3. Que los quesos son excelentes alimentos, como portadores de calcio y fósforo, no así las mantequillas. 4. Que las cantidades de calcio y fósforo en las frutas cultivadas en diferentes regiones del país, son normales en general. 5. Que la relación fósforo-calcio varía entre 3 y 0,8; pero en la mayoría esta relación es inferior al 1, lo que expresa un buen equilibrio entre estos elementos en las frutas nacio- nales. 6. Que el eontenido en fósforo en los cereales y leguminosas es normal. 7. Que el contenido en calcio es deficiente en todos los cereales y leguminosas. 8. Que en virtud de la deficiencia en la cantidad de calcio, la relación fósforo-calcio, normalmente cercana a 1 (0,7 tér- mino medio) para tales productos en Francia, según Lecoq, y al parecer en la zona norte del país, en las legumbres y cereales de esta provincia, dichos elementos están en una relación igual a diez, como término medio. 9. Que un régimen esencialmente compuesto de legumbres y cereales, a pesar de poseer un buen coeficiente nutritivo, no sería capaz de suministrar el tenor de calcio vital, esto es: 0,68 a 1 gr. por día, según Sherman y otros investigadores. 10. Del análisis de las verduras cultivadas en distintas zonas del país, se ve que la relación fósforo-calcio en la zona norte) Santiago-Ñuble) es de 0,7 como término medio para las cul- tivadas en la zona de Concepción es de 1,1; lo que pone de manifiesto, en cierto modo, una deficiencia cálcica para las hortalizas cultivadas en esta región. 11. En las carnes en general se ha encontrado una pobreza en calcio, como asimismo una débil cantidad de fósforo. 12. Entre los peces, la sardina dió el mayor porcentaje de calcio 76 y la sierra la de fósforo. RESUMEN La determinación del porcentaje de calcio y fósforo en fru- tas, cereales, legumbres, carnes, etc., se realizó con el objeto de establecer la relación fósforo-calcio en los productos alimenticios de la región sur del país, donde los análisis parciales indicaban una deficiencia manifiesta de calcio. Por las condiciones geológicas de nuestro país, el calcio y fósforo son muy escasos en los suelos del sur de Chile y en espe- cial en la zona comprendida entre Maule y Toltén. Los funcionarios de los Servicios Agronómicos chilenos han comprobado que esta escasez repercute intensamente en la cali- dad de la producción vegetal. En vista de estos antecedentes se hizo el estudio indicado y se llegó a la conclusión general que, efectivamente, en los ce- reales y legumbres el porcentaje de calcio es deficiente, no así el de fósforo. Que en el resto de los productos analizados la relación fósforo-calcio, en la mayoría de los casos, es inferior a 1, lo que indicaría un buen equilibrio en la composición de los productos observados, BIBLIOGRAFIA 1939.—Amandina Pino C.—Calcio y fósforo en cereales y legumbres. 1939.—Héctor Soracco Z.—Calcio y fósforo en frutas nacionales. 1940.—Carlos Moncada V.—Calcio y fósforo en hortalicería. 1941.—Berta Valenzuela C.—Calcio y fósforo en pescados y mariscos. 1941.—Rosa Ramírez H.—Calcio y fósforo en alimentos y bebidas. 1941.—Olga Saelzer S.—Calcio y fósforo en carnes. “7 a DEL INSTITUTO DE BIOLOGIA GENERAL LABORATORIO DE PARASITOLOGIA HUMANA de la Universidad de Concepción (Chile) Director: Prof. Dr. Ottmar Wilhelm G. Contribución al estudio de la Lamblia Intestinalis en la Provincia de Concepción (1.* Nota Preliminar) (con 2 microfotos y 2 dibujos) por Ottmar Wilhelm G. (Recibido por la Redacción el 15-IX-42) Sinónimos: Cercomonas intestinalis Lambl, 1859; Hexamitus duodenalis Davain, 1875; Megastoma enterica Grassi, 1881; Lamblia intestinalis (Lambl) ; Blanchard, 1888; Giardia intestinalis (Lambl 1859); Alexeieff, 1914; Giardia lamblia Stiles, 1915; Giardia enterica (Grassi 1881) ; Kofoid, 1920. Genero: Giardia (Kúnstler) - Lamblia (Blanchard). Historia y Nomenclatura: Es muy probable que este parásito haya sido observado por primera vez por Leeuwenhoek en 1681 en un examen microscópi- co de deposiciones (según aseveraciones de Dobel 1920); pero el primer autor que ha hecho el estudio y una descripción cientí- fica de este protozoo fué Lambl en 1859, quien lo denominó Cercomonas intestinalis. Grassi en 1881 clasificó a este flagela- do en el género Megastoma, llamándolo Megastoma enterico. Blanchard en 1888 le dió el nombre de Lamblia intestinalis, en honor a Lambl. Ulteriormente Alexeieff 1914, por una parte y Stiles 1915 por otra, ubicaron a este parásito en el género Giardia, asignándoles la designación de Giardia intestinalis y Giardia lamblia, respectivamente. Finalmente Kofoid en 1920 rectifica 79 el género en la denominación de Grassi, y llama a este flagelado parásito intestinal Giardia enterica (Grassi 1881), Kofoid 1920. Los nombres más usuales son el de Lamblia intestinalis Blanchard 1888, y el de Giardia lamblia Stiles 1915. El género Giardia Kúnstler y Lamblia Blanchard, todavía se discute. (Doflein-Reichenow). Distribución geográfica: Este flagelado parásito es de difusión universal; pero su mayor frecuencia corresponde a los climas tropicales y subtropi- cales, sin perjuicio que las lambliasis o giardiasis en sus estados endémicos y epidémicos guarden íntima relación con las condi- ciones sanitarias en los diferentes países. Morfología : La Lamblia intestinalis (Fig. 1 A-C) es un flagelo pará- sito que vive en el intestino delgado, especialmente en el duode- no, del hombre. La forma vegetativa o trofozoito es piriforme con su extremidad anterior redondeada y la posterior agudizada. Mide de 10 a 21 micrones de largo por 5 a 15 de ancho. En su extremidad anterior por su cara ventral (Fig. 1 A) presenta una gran depresión reniforme cóncava que forma una ventosa y que le sirve a este parásito como órgano adhesivo para fijarse a la pared intestinal, Del reborde de esta ventosa, que ocupa las tres cuartas partes de la cara ventral, se desprenden 6 flagelos que se dirigen hacia atrás y dispuestos en la siguiente forma: dos flagelos que nacen de los blefaroplastos situados en la parte anterior de los axostylos se desprenden en el borde lateral de la depresión, y cuatro de la escotadura posterior; finalmente otros dos se desprenden en la extremidad posterior puntiaguda del parásito; en total 8 flagelos. Mientras la cara ventral es cónca- va, por la ventosa, el dorso de este flagelado es convexo, de ma- nera que cuando se le observa de perfil, su cuerpo aparece esbelto (Fig. 1 B). El citoplasma es transparente y finamente granuloso. La forma de este protozoo es rígida, gracias al esqueleto de fibras que rodea la ventosa y a los dos axostylos que recorren longitu- dinalmente el cuerpo, como asimismo, por la delgada película ectoplasmática que recubre al parásito. El núcleo es doble y está situado en la parte anterior del cuerpo. Ambos núcleos se unen por un filamento que parte de un pequeño gránulo que se encuentra delante de cada núcleo y se dirige hacia el blefaroplasto que se encuentra en la extremi- dad anterior de los axostylos. Además se observa a veces un cuerpo parabasal formado por dos bastoncitos, a veces fusiona- dos, situados más o menos en el centro de la parte posterior del parásito en dirección transversal con respecto a los axostylos. 80 e dE AS FIG. 1. Lamblia intestinalis (Giardia Lamblia) A.—Trofozoito, visto por su cara ventral. B.—Trofozoito, vista lateral (perfil). C.—Lamblias adheridas a las células epiteliales del duodeno. (Esquema original) Habitat: Este flagelado parásito vive en el duodeno, especialmente en su primer segmento, desde donde disminuye su frecuencia progresivamente hacia la parte posterior; también se puede en- contrar en la primera porción del ileon y sólo excepcionalmente en el resto del intestino. El parásito se adhiere al epitelio duo- denal gracias a su ventosa ventral (véase Fig. 1 C). Su número puede a veces ser tan abundante que llega a cubrir casi toda la mucosa (según Jassinowsky pueden llegar a un millón el número de Lamblias por cm. cuadrado de pared duodenal). Accidentalmente se ha encontrado la Lamblia intestinalis también en la vesícula biliar y también sumida en la submucosa del duodeno. Reproducción: La multiplicación de la forma vegetativa o trofozoito se efectúa por división binaria longitudinal, cuando las condiciones del medio en el duodeno son favorables (Fig. 2, N.? 1). En cam- bio cuando el ambiente intestinal es desfavorable, la Lamblia se enquista (Fig, 2, N.? 2 a 5). En el interior de cada quiste se forman dos lamblias. 81 FIG. 2. Reproducción de la Lamblia intestinalis N.* 1.—Trofozoito en división binaria. N.? 2 y 3.—Quistes inmaduros con 2 núcleos. N.* 4 y 5.—Quistes maduros con 4 núcleos (Quistes de reproducción). (Esquema original) Quistes: Los quistes son ovalados y refringentes (véase Fig. 2, N.* 2 a 5 y la microfotografía Fig. 3) miden de 10,5 micrones de largo por 7,4 de ancho. La envoltura quística es gruesa y bien defini- da, y en su interior se pueden observar, sobre todo si se tiñen con yodo yodurado, 2 núcleos, y también algunos filamentos que corresponden a los flagelos y axostylos; estos son los quistes inmaduros (Fig. 2, N.? 2 y 3). En un estado más avanzado del desarrollo se observan con 4 núcleos los quistes maduros o de reproducción (Fig. 2, N.* 4 y 5), que al ser ingeridos por el hom- bre, liberan 2 lamblias cada uno. El ciclo evolutivo es directo y la infestación se efectúa por intermedio de los quistes. Cultivos: Las tentativas para cultivar este flagelado han sido hasta la fecha negativas. También la infección experimental de animales de laborato- rio no ha dado resultados; sólo se ha logrado desenquistar las lamblias intestinalis que se extinguen al poco tiempo, y estas for- mas no deben confundirse con las lamblias propias de los anima- les de laboratorio (Lamblia muris Bensen; L. cuniculi Bensen; L. canis Hegner; L. cati Deschiens; L. caviae Hegner en el cuy; L, bovis y L. equi (Fatham) ; L. caprae Nieschulz, especies espe- cíficas a cada mesonero. 82 FIG. 3. Lamblia intestinalis Trofozoitos extraídos por sondaje duodenal. Tinción Hematoxilina férrica. Microfotografía Obj. 7; Oc. 4. (Original) FIG. 4. Quistes de Lamblia intestinalis En un examen coprológico. Tinción yodo-yodurado. Microfotografía Obj. 7; Oc. 4. (Original) Rol patógeno: La acción patógena depende del grado o intensidad de la infección y de los factores complementarios a estos parásitos; pues debe hacerse distinción entre portadores de lamblias y en- fermos. Por otra parte estos últimos o sean las lambliasis o giardiasis pueden ser agudas o crónicas. Las formas agudas son graves con diarreas rebeldes, ano- rexia y dolores vagos en el cuadrante superior derecho, con toxe- mia, anemia hemocrómica, etc. Las crónicas en cambio mucho más frecuentes, pero de marcha tórpida, con duodenitis y fenó- menos colecistítico. No voy a entrar a considerar aquí, esta vez, el aspecto clínico; pero debo advertir que se deben conside- rar cuidadosamente las infecciones mixtas o asociaciones con la disentería bacilar y amebiana, salmonelas y concomitancia de -otras enfermedades orgánicas como asimismo con estados ca- renciales. Anatomía Patológica: La mayoría de los autores no citan lesiones específicas en el intestino, por lo menos hasta ahora. Sin embargo Kofoid pu- blica que se encuentran a veces pequeñas ulceraciones intesti- nales. Farise y Jaquot, citan en una enterocolitis crónica la pared intestinal intensamente infiltrada con Lamblias. No con- sideraremos aquí las localizaciones anómalas del parásito. Epidemiología : La infestación del hombre con Lamblias intestinalis se efec- túa por la ingestión de alimentos y bebidas contaminadas con los quistes. Los quistes de Lamblias son sumamente resistentes y pueden conservarse en el agua potable (Root, 1921) y resistir a 0,5 por ciento la cloración durante 2 a 3 días. También las moscas pueden transportar los quistes. Varios autores (Wenyon y O'Connor 1917; Roubaud 1918; Root 1921), han encontrado los quistes de este parásito hasta en el contenido intestinal de las moscas. El índice de infección varía en los diferentes países. Nos re- feriremos aquí sólo a algunos datos de ciertos países de Norte y Sudamérica, para encuadrar provisoriamente el índice de infec- ción de las investigaciones realizadas en el país, con nuestras «observaciones personales. En E, E. U. U. de Norte América, Stiles en 1902, ha podido establecer en 1,287 escolares de Washington, un 13% para niños y un 8% para las niñas; Kofoid y sus colaboradores, dan un 5,7 % de infección en 2,300 soldados; Meleney, Bishop y Leathers en Tennessee, encontraron un 14,7% en 20,237 individuos examina- dos; Craig y Faust dan un 16% en enfermos ambulantes de Po- diclínicos. 83 En Argentina los trabajos de Bacigalupo (que cuenta con: una de las más altas cifras de sondajes duadenales, 7,656) dá un. 7,45%; Castex y Creeway un 9,5%; Barilari 15%; Nino 6,42% y Mazza 5%. En Chile las primeras investigaciones para la Lamblia intes-- tinalis se efectuaron a indicación del Profesor Dr. Juan Noé. En 1930 R. Páez estudió con el método de Telleman los quis-- tes de amibas y lamblias en la Población Minera de Lirquén, mientras nosotros realizábamos los exámenes coprológicos para. la Anquilostomiasis. En estos estudios se comprobó por primera. vez la relativa frecuencia de quistes de lamblias en esta región (Lirquén y Cosmito). Ese mismo año 1930, publicó en su Tesis. de Grado Parmenio Yáñez (9) haciendo referencia a estos tra-- bajos, un 1,6% de quistes de lamblias en los exámenes cropo- lógicos. Humberto Viveros (10) en 100 casos estudiados en el Hos-- pital San Borja en Santiago encuentra un 9%; Donoso Gatica. (13) en enfermos del aparato digestivo del Hospital San Salva- dor en Santiago encuentra en 13,15%; Amador Neghe (11) un 6,1%; Exequiel Barroso Cid (12) en 168 lactantes del medio. hospitalario de Santiago dá 17,26%, y en 160 niños mayores. sanos un 8,17%. Nuestras observaciones personales acerca de la Lamblia intestinalis comprenden en primer lugar, los exámenes copro-- lógicos que hemos realizado en el Instituto de Biología General (Laboratorio de Parasitología Humana) de la Universidad de Concepción y que corresponden casi exclusivamente a personas que residen en esta provincia. De entre éstos 16,580 exámenes corresponden al método del Kofoid Barber, practicados para el estudio epidemiológico de la Aquilostomiasis, desde Enero 1930 hasta la presente fecha. Este método práctico para la investi- gación de los huevos de los helmintos parásitos del intestino, no: se presta para el estudio de los quistes de lamblias. Por esta razón el Profesor Noé dispuso ya desde entonces para la inves- tigación de los quistes de lamblias y amibas el método de Telle-- man. Sin embargo debemos dejar constancia que, accidentalmen-- te hemos observado en algunos exámenes, quistes de lamblias: también con el método de Kofoid Barber; pero esto se debe a circunstancias más bien casuales, en que los quistes de lamblias flotan o quedan adheridos a otras partículas flotantes. En esta forma hemos observado en 27 casos quistes de lamblias que co- rresponden todos a obreros de las minas del carbón. No tomamos en cuenta el porcentaje correspondiente, porque este método no- corresponde a esta investigación. Con el método de Teleman en 1,765 exámenes, encontramos 87 casos, o sea un 4,86%. En 2,460 exámenes cropológicos directos, sólo con dilución en suero fisio- lógico encontramos 51 casos, o sea un 2,03% ; finalmente nuestro- Jefe de trabajos, Dr, Enrique Beckdorf Sounier en 816 exáme- nes coprológicos, correspondientes al Hospital San Juan de Dios. de Concepción, efectuados en 1941, encontró en 12 casos quistes. de lamblia o sea un 0,14%. De entre estos casos nuestro ex Jefe de Trabajos de Parasitología Dr. Eduardo Benavides presentó: 84 .a la Sociedad Médica un enfermo típico de lambiasis cuyos exá- -menes coprológicos revelaba gran cantidad de quistes y al mis- mo tiempo abundantes trofozoitos en los sondajes duodenales. Con la exploración del duodeno por sondajes duadenales se ha abierto un mejor control de las lambliasis, logrando extraer «directamente los trofozoitos que se pueden observar fácilmente con el campo claro obscuro. Hemos tenido la oportunidad de exa- minar hasta la fecha 389 contenidos extraídos por sondaje duo- denal, que corresponden todos a enfermos adultos tanto del Hos- pital Naval de Talcahuano como al Hospital San Juan de Dios de Concepción; en 57 casos encontramos trofozoitos o sea un 14,91%. Ultimamente gracias a la gentileza del Profesor Dr. E. Her- -z0g, Director del Instituto de Anatomía Patológica, hemos podido estudiar también 41 duodenos de autopsiados en los cuales, 6 veces se encontraron trofozoitos, o sea un 17,07%. El número de duode- nos examinados es todavía muy bajo para establecer cifras defi- nitivas, por esta razón, comunicamos esta primera nota sólo en carácter preliminar, ya que las investigaciones continúan en nuestro Instituto. Las observaciones efectuadas directamente en duodenos ligados en ambos extremos durante la autopsia y examinado con detención el contenido y el raspaje suave de la “mucosa, representa incuestionablemente el método más seguro y fidedigno para establecer la presencia de las lamblias. Analizando el cuadro en el que exponemos nuestras cifras _provisoras se demuestra: que el sondaje duodenal y por sobre todo los exámenes de duodenos de autopsiados, han dado los ma- _yores porcentajes y son por consiguientes las cifras más valiosas para establecer el índice de infestación de lamblias intestinales en esta región. N.? Trofo. 9% Quistes % En exámenes coprológicos: zoitos Método de Kofoid Barber 16,580 0 — 22 = Método de Telleman 1,1765 — — 87 4,86 Examen directo (dilución en suero 2,460 — — 51 2,03 centrifugado, agua, éter) Hosp. 1941 816 — — 12 0,14 En exámenes de duodenos: En el contenido per sondaje duodenal 389 57 - 14,91 — — En duodenos de autopsiados 41 6 17,07 =— — En vesículas biliares: 18 0 — — — RESUMEN La Lamblia intestinalis Blanchard 1888 (Giardia Lamblia ¿Stiles 1915) se ha encontrado con relativa frecuencia en los habi- tantes de la ciudad de Concepción y sus alrededores. Para la investigación de los índices de infección de este parásito, hemos practicado: 1) exámenes coprológicos para la búsqueda de los 85 quistes; 2) exámenes del contenido duodenal extraído por son- daje, para observar los trofozoites; 3) exámenes de duodenos en las autopsias del Servicio de Anatomía Patológica del Prof. Herzog, Los exámenes coprológicos han revelado, según las circuns- tancias, los siguientes hechos. Accidentalmente se ha encontra- do entre 16,580 exámenes coprológicos efectuados con el método de Kofoid Barber para la investigación de los huevos de helmin- tos parásitos, en 27 casos quistes de Lamblias. No establecemos un porcentaje de infección en estos exámenes por cuanto dicho método no es apropiado para la investigación de quistes de este. flagelado. En 1,765 exámenes coprológicos efectuados en mineros de Lirquén y Cosmito con el método de Telemann, se encontraron: en 87 casos quistes, o sea un 4,86%. En 2,460 exámenes copro- lógicos directos con dilución de suero fisiológico, se encontraron en 51 casos los quistes, o sean un 2,03%. Finalmente en 816 exá- menes coprológicos de enfermos del Hospital de Concepción co- rrespondientes al año 1941 efectuados por nuestro Jefe de Traba- Jos, Dr. Enrique Beckdorf, con el método de Telemann modificado. (centrifugados en agua, éter), se encontraron sólo 12 casos, o: sea un 0,14%. Nos permitimos llamar la atención, que para la búsqueda de: quistes, no basta un buen método de concentración, sino que hay que repetir en un mismo enfermo los exámenes coprológicos va- rias veces cada cierto número de días. Con los sondajes duode- nales se ha logrado controlar mejor la presencia de las Lamblias. intestinalis extrayendo directamente los trofozoites. En esta forma hemos examinado los centrifugados de 389 contenidos ex- traídos por sondajes duodenales correspondientes a enfermos del Hospital Naval de Talcahuano y Hospital San Juan de Dios de Concepción con 57 casos positivos, o sea en un 14,91%. Final- mente hemos estudiado cuidadosamente el contenido y la mucosa. de 41 duodenos del Servicio de Anatomía Patológica de la Uni- versidad de Concepción y hemos encontrado los trofozoites en 6 casos, o sea un 17,07%. El número de sondajes duodenales y especialmente de duodenos de autopsias examinados es todavía. muy bajo para establecer porcentajes definitivos que reflejen fielmente el índice de infección de este parásito en esta región. Las investigaciones continúan en los laboratorios de Parasitolo- gía del Instituto de Biología General de la Universidad de Con- cepción. BIBLIOGRAFIA Craig y Faust.—Clinical Parasitology. Edición 1940. Doflein-Reichenow.—Lehrbuch Der Protozoenkunde. 5.* Edición. Brumpt.—Précis de Parasitologie. 5.* Edición. 86 Bacigalupo.—Algunas consideraciones sobre Giardiasis y su Tratamiento. Archivos argentinos del Aparato Digestivo y de la Nutrición, Oct. y Nov. 1937; Día Médico, Nov. 1937; La Semana Médica, Dic. 1937; La Presse Medicale N.? 42, Pág. 817, Mayo 1939. Castex y Greenway.—Parasitosis intestinal. Rev. de la Soc. Argentina de Biología 1936. Greenway.—Zooparasitos y Zooparasitosis Humanas, 5.* Edición 1942. Bue- nos Aires. Barilari.—Importancia de la Entezoosis en Patología Médica. Prensa Mé- dica Argentina 1925. Parodi y Nino.—La giardiasis intestinal en nuestro país. La Semana Médica. Buenos Aires, N.? 11, 1926. Parmenio Yáñez.—Contribución al Estudio Estadístico de la Zooparasitosis Intestinal en Chile. Tesis de grado 1930. Univ. de Chile. Humberto Viveros.—Nociones sobre Amebiasis en Chile. Tesis de grado 1928. Univ. de Chile. Amador Neghme.—Encuesta sobre Amebiasis y otras Enteroparasitosis en conscriptos. Rev. Chilena de Higiene y Medicina Preventiva, 1938. Exequiel Barroso Cid.—Lambliasis en la Infancia. Tesis de grado 1941. Univ. de Chile. Donoso Gatica.—Contribución al Estudio de la Lambliasis. Tesis de gra- do 1939. Univ. de Chile. Ariztía, Aníbal.—Estudio sobre transtornos gastrointestinales del lactante y exámenes coprológieos. Tesis de grado 1922, Univ. de Chile. Protozoariosis Intestinal. 3. Congreso Panamericano del Niño. Río de Janeiro, 1923. 87 AN A E. IN ol 20 EA Pi DEL INSTITUTO DE BIOLOGIA GENERAL LABORATORIO DE PARASITOLOGIA HUMANA de la Universidad de Concepción (Chile) Director: Prof. Dr. Ottmar Wilhelm G. Una nueva reacción alérgica para el diagnóstico del quiste hidatídico por Ottmar Wilhelm G. (Recibido por la Redacción el 15-IX-42) La intradermoreacción de Cassoni practicada con líquido de quistes hidatídicos con resultados negativos en algunos casos, en que realmente existe una hidatidosis, como asimismo la in- constancia e inseguridad de las reacciones basadas en la fijación del complemento (Weinberg-Chedini), y también de la precipi- tación del suero del enfermo con líquido hidatídico (Fleig y Lis- bonne), han suscitado en la literatura científica discusiones y controversias, y hasta hay aún autores que han llegado a negar la especificidad de este antígeno de origen parasitario. Sin embargo, como en la práctica médico-quirúrgica estos métodos auxiliares para el diagnóstico de la hidatidosis, se usan en gran escala, sobre todo en países como el nuestro, en que la frecuencia de la Equinococosis ha aumentado en forma alar- mante, se impone un estudio sistemático para establecer las ra- zones de la inconstancia y negatividad de estas reacciones sero- lógicas y alérgicas. Durante más de 20 años, en que practicamos las intradermo- reacciones para el diagnóstico de quistes hidatídicos, hemos recogido la experiencia que nos indica, que el problema estriba en primer lugar, en detalles de orden técnico, no sólo de labora- torio, sino de la forma, la naturaleza y el origen del material que se usa como antígeno para dichas reacciones. Largo sería comentar las innumerables diferencias en la técnica y el “modus operandi” de las reacciones serológicas y alérgicas para el diagnóstico del quiste hidatídico. Sólo mencio- naremos algunos hechos globales de trascendencia, que pueden inducir a un error de interpretación de estas reacciones alérgicas para el diagnóstico, 89 Así, por ejemplo, el líquido de quistes hidatídicos se recoge en forma aséptica en los mataderos, pero indistintamente ya de bovinos, ya de ovejunos o de equinos, y desgraciadamente (e insisto en ello) no se controla si el quiste es céfalo o acéfalo- quiste, aún más, no se verifica si procede de la Taenia Echino- eoceus o de la Taenia multilocularis, (dos cestodes parecidos pe- ro especies diferentes). Además el líquido extraído aséptica- mente de los quistes se guarda muchas veces en tubos cerrados a la llama, en circunstancias que para la reacción biológica, la condición primordial, es que el líquido del quiste hidatídico sea siempre fresco( es decir del mismo día) y en lo posible líquido de quistes hidatídicos humanos. Con la experiencia personal que tenemos de la intradermo- reacción de Cassoni, nos permitimos insistir en que el líquido hidatídico debe ser absolutamente fresco y proceder de un céfalo- quiste de Taenia echinococcus, o mejor aún, si esto es posible, de un quiste hidatídico humano. La modificación de Choffard, de agregar una gota de solu- ción de ácido fénico al uno por ciento por cada 20 c. c. de líquido hidatídico, tanto para cerciorarse de su esterilidad, como por otra parte con la finalidad de conservar el líquido hasta por un mes, no la consideramos oportuna, porque, como ya hemos di- cho, estos líquidos biológicos deben ser frescos e inalterados, y además porque en los no portadores de quistes, esta pequeña cantidad de ácido fénico, puede por irritación en personas de der- mografismo acentuado, inducir a un error de interpretación como una reacción positiva débil, sobre todo cuando no se tiene cierta experiencia en la valorización de esta reacción. Justamente la especificidad de las reacciones alérgicas de- pende de la naturaleza biológica de las substancias que sirven de antígeno. Ahora bien, si el líquido se guarda un cierto tiempo, estas substancias se desintegran (autolisis) o se modifican y por consiguiente no pueden actuar como antígenos específicos, (recuerdo el caso de un estudiante de medicina portador de un quiste hidatídico del pulmón, en que la reacción de Cassoni fué intensamente positiva; con el mismo líquido prastiqué dos sema- nas después intradermoreacción en un enfermo portador de dos quistes hidatídicos también pulmonares y el resultado fué nega- tivo; sin embargo repetida la reacción con líquido fresco, fué positiva). La incomodidad de proporcionarse en los mataderos para cada caso el líquido fresco, bajo los controles parasitológicos que ya hemos indicado o la más justificada dificultad de conseguir líquido fresco de quistes hidatídicos humanos, habían inducido ya, el año 1923, a mi compañero y amigo el Dr. Luis Prado (4), usar “un extracto de las membranas internas de quiste hidatí- dico” desecadas al vacío a 37 grados. Desgraciadamente esta modificación tan sencilla y práctica, usada por el Dr. Prado, no se ha generalizado ni divulgado. Durante estos años, ante la relativa frecuencia de enfermos con quistes hidatídicos en Concepción y alrededores, hemos estu- diado nuevamente en forma comparativa, la intradermoreacción, 90 usando extracto de membranas desecadas. Los resultados que hemos obtenido con estos antígenos secos ha sido admirable, pues su sensibilidad es extraordinaria y su conservación un mé- todo práctico. En el Tercer Congreso Chileno y Americano de Cirugía (correspondiente a la Novena Semana de la Experiencia Quirúr- gica) celebrado en Santiago en Febrero de 1941, comuniqué los. primeros resultados de este nuevo procedimiento. Hoy con nu- merosos casos y controles podemos asegurar que el antígeno se conserva desecado conservando sus propiedades por más de 3 años. De quistes hidatídicos humanos operados en el Hospital Na- val de Talcahuano, hemos preparado nuestros antígenos. Al Prof, Dr. Agostino Castelli por una parte y al Prof. Augusto Pfister por otra, debo agradecer la gentileza de habernos desecado al vacío membranas granulosas, líquido y sedimento quístico, y los scolex de quistes hidatídicos humanos. Síntesis de la técnica Las membranas, principalmente la granulosa o germinativa,, incluso el líquido y el sedimento quístico, formado por los scolex,. son desecados lo más rápidamente posible al vacío a 37 grados. El producto seco, finamente pulverizado de color blanco grisáceo, puede conservarse estéril en ampolletas cerradas a la llama. En el momento de practicar la intradermoreacción, se mezcla es- te polvo simplemente con agua destilada y esterilizada (pues el tenor en glucosa y cloruros del extracto aseguran su tonicidad). Esta mezcla a razón de 0,10 grs. por cada c. c. de agua calen- tada durante un minuto (en un tubo de ensayo, una capsulita de porcelana, o una cuchara sopera, todo esto en forma aséptica),. y filtrado en un tubo y papel filtro esterilizado, da un líquido opalescente del cual se inyecta 0,30 c. c. intradérmico en el ante- brazo, hasta producir una pequeña pápula hemisférica de con- tornos nítidos de casi 1 em. de diámetro, con sus folículos hun- didos de aspecto de “cáscara de naranja”. Cuando la reacción es positiva, esta pápula se extiende rápi- damente y en 3 ó 4 minutos ya se aprecia una reacción franca, pues la pápula emite prolongaciones en forma de pseudopodios; al cabo de 10 minutos esta pápula plana de contornos irregulares, llega generalmente de 3 a 4 cms. de diámetro. Alrededor de esta pápula se presenta a veces una aureola. eritematosa más o menos intensa de unos 2 a 3 cms. Después de: unas dos horas, aproximadamente, los contornos de la pápula se borran por la absorción del líquido y queda en su lugar un ede- ma localizado que también desaparece poco a poco, después de algunas horas, Sólo en algunos pocos casos, la reacción anafi- láctica es más intensa; el prurito en la zona eritematosa es per- sistente y el edema se extiende en una amplia superficie y puede tomar todo un segmento del miembro. Este edema desaparece, sin embargo, sin mayores consecuencias, fuera de las molestias locales, en el curso de 24 a 48 horas. 91 En las reacciones negativas, la pápula se reabsorbe casi sin manifestaciones apreciables; sin embargo, se requiere un poco de experiencia para diferenciar una reacción positiva débil, de la pequeña acción del líquido, en casos negativos, en personas de dermografismo acentuado. Esta reacción específica tan rápida y sencilla es un valioso dato auxiliar para el diagnóstico del quiste hidatídico. Insisto en lo de auxiliar, pues no debe prescindirse nunca de los demás procedimientos clínicos, radiológicos, serológicos, hematológi- cos, etc. No voy a entrar en consideraciones acerca de los múltiples factores y mecanismos que hacen a esta reacción más o menos sensible como en los estados paraalérgicos o anérgicos, ni en la evolución de la forma larval de la Taenia echinococcus, su edad, su localización, su reacción adventicial, etc., que influyen en la filtración de las substancias específicas a través de las membra- nas semipermeables del quiste. Este estudio es motivo de una investigación sistemática que estamos realizando en el Labora- torio de Parasitología del Instituto de Biología General de la Universidad de Concepción. RESUMEN Para subsanar los inconvenientes y errores que se presen- tan al practicar las reacciones alérgicas para el diagnóstico de la hidatidosis, con líquido de quistes hidatídicos de animales de los mataderos, preparamos nuestros antígenos específicos desecan- do rápidamente la membrana granulosa, el sedimento quístico y el líquido de quistes hidatídicos humanos, al vacío, a 37”. El producto seco finamente triturado forma un polvo blan- quecino que se puede conservar estéril en ampolletas de vidrio neutro cerrados a la llama. Este antígeno seco se conserva inal- terable durante mucho tiempo sin perder sus propiedades especí- ficas. (No hay autolisis como en el líquido). Tenemos antígenos secos conservado durante más de 3 años que al ser disueltos en agua esterilizada para una intradermoreacción, producen en ca- sos de hidatidosis, reacciones tan intensas como con líquido o extracto de membranas fresco de quistes hidatídicos humanos. La técnica de la preparación del antígeno seco y su aplica- ción en las intradermoreacciones no tropieza con dificultades. Los resultados prácticos en la clínica han sido ampliamente satisfactorios. BIBLIOGRAFIA Wilhelm, O.—“La Equinococcosis en Santiago”. Anales de Zoología Aplicada, Agrícola, Médica, Veterinaria. Dir. Prof. C. Porter. Año VII, N.o 1 y 2, 1920, Pág. 35 a 40. Imp. y Lit. “La Ilustración”, San- tiago de Chile, 1920. 92 Wilhelm, O.—“Contribución al estudio de la Equinococeosis en Concepción”. Boletín de la Soc. de Biol. de Concepción (Chile). T. XIV, N.* 1, Año 1940. Pág. 67 a 78. Imp. y Lit. “Concepción”. Concepción (Chile). Wilhelm, O.—“Las reacciones alérgicas para el diagnóstico del Quiste Hi- datídico”. (Una modificación de la intradermoracción). Actas “Ter- cer Congreso Chileno y Americano de Cirugía (correspondiente a la Novena Semana de la Experiencia Quirúrgica”, 1941. Pág. 635 a 638. Imprenta Universitaria, Santiago de Chile, 1941. Prado Barrientos, Luis.—“La Equinococcosis en Chile”. Tesis de grado, Universidad de Chile, 1923. Imp. y Lit. “La Ilustración”, Santiago de Chile, 1923. Luridiana.—“Valeur clinique de l'intradermo-reaction de Cassoni dans le diagnostic de echinocococcose”. II. Policlinico, T. XXVII, N.* 18,. 1920. Presse Médicale L, 920. Pág. 641. Luridiana.—“Valeur comparative de l'intradermo-reaction et des autres methodes biologiques dans le diagnostique de Pechinocococcose”. II Policlinico, T. XXVII, N.? 2, 1921. Presse Médicale, 1921. Pág. 280.. Pontano.—“Reaction intra-dermique et sourcoutanée avec liquide de kyste hydatiques dans l'echinococcose humaine”. 11 Policlinico. T. XXVII, N.? 11, 1920. Presse Médicale, 1921, Pág. 38. Serra.—“L'intra-dermo-reaction dans les diagnostic de l'echinococcose”. II. Policlinico. T. XXVIII, 1921. Presse Médicale, 1921, Pág. 352. Cifuentes.—“La dermo-reacción en los Quistes Hidatídicos”. Revista Médi- ca de Chile, 1922, Pág. 416. Bacigalupo.—“Anaphylaxie hydatique”. C. R. Soc. Biologie, 10 Février, 1923. Mazzoco.—“Composition du liquide hydatique”. C. R. Soc. Biologie, 10 Fé- vrier, 1923. Giusti y Hug.—“Propietés pharmacodynamiques du liquide hydatique”. C. R. Soc. Biologie, 10 Février, 1923. Fernández Ithurrat y Calcano.—“Etude de la valeur comparé des differen- tes reactions biologiques dans le diagnostique de l'échinococcose”. Presse Médicale, 1923, N.* 28. Fernández Ithurrat y Calcano.—“Diagnostique Biologique de 1'hydatidose”.. C. R. Soc. Biologique, 10 Février, 1923. 93 Aid dal DEL INSTITUTO DE FISIOLOGIA de la Universidad de Concepción (Chile) Director: Prof. Dr. H. Kallas Algunos aspectos de la fisiología bucal en relación con la edad (con 3 figuras) por H. Kallas (Recibido por la Redacción el 15-IX-42) En nuestros trabajos anteriores nos referimos a los tres biofactores, a los fermentos, las vitaminas y hormonas en la ca- vidad bucal tratando dilucidar la acción de esta triple unidad biocatalizadora, su génesis y su enlace con las substancias mi- nerales. (1) Si sobre el mencionado complejo bioquímico, o sea sobre el juego simultáneo y correlativo de sus factores poco pue- de afirmarse hasta ahora a ciencia cierta, mucho menos estamos orientado aun sobre las variaciones fisiológicas que cualitativa y cuantitativamente caracterizan los distintos períodos de la vida. La causa de una tal incertidumbre debe buscarse, no en últi- mo lugar, en las dificultades que se oponen a la determinación exacta de lo que podríamos llamar “isoestructura” de la saliva, Realmente resulta muy difícil dar promedios “normales” de los componentes salivales; sus tasas varían entre amplios límites, dada la complejidad de causas que influyen sobre la respuesta secretora. En cambio, en las primeras 5 a 6 semanas de la vida, la saliva demuestra una composición asombrosamente constante. Un cambio repentino en este comportamiento se produce a los 30 a 40 días después del nacimiento. Coincide con el cambio de la alimentación y es simultáneo con la función incipiente del sim- pático. (Investigaciones en perros). Arshavsky y Kriutchko- va 1938 (2). En seguida trataremos de algunos componentes de la saliva en relación con la edad; elegimos los ingredientes que se refieren también a nuestros propios trabajos. Para los fermentos del grupo de carbohidrasas, seguramente los más conocidos, se encuentran indicaciones en la literatura (Mayer, Gernhardt) (3) que afirman que la cantidad de esta 95 fracción fermentativa es menor en la infancia y personas jóve- nes encontrándose valores mayores en la edad más avanzada, sobre todo después de los 30 años. Tales aseveraciones, no obs- tante, no quedaron sin objeciones; nuestros estudios tampoco hablan en favor de estas afirmaciones. La proteólisis y autoproteólisis, fenómenos fisiológicos de- bidos a la acción catépsica y trípsica (proteasas por parte, por lo menos de origen bucal), según nuestras observaciones no de- muestran variaciones apreciables en los adultos normales, pero sí, cambios marcados en casos patológicos (4). Faltan datos en la literatura sobre las bocas infantiles. Se impone la importan- cia de tales estudios para la Fisiopatología de la boca. Sobre el papel fisiológico, la génesis y tasa de los otros fermentos bucales (esterasas, etc.), faltan todavía datos precisos relacionados con nuestro tema. Sin embargo, vale recordar el hecho que la fosfa- tasa salival, descrita de nuevo en la saliva humana (Glock, Murray, Pincus (5) parece desarrollar por lo menos en ciertos animales una actividad tanto mayor cuanto más joven es el individuo. También las sales minerales, tan íntimamente enlazadas con los biocatalizadores (erginas) parecen demostrar variacio- nes considerables en sus valores promedios según la edad. Así hemos encontrado en las bocas desdentadas de las guaguas una tasa en calcio notablemente inferior (alrededor de 5 mgr. %) de los promedios normales de niños o adultcs (cerca de 8 mgr, %). Horton, Kathleen, Marrak y Price (6) encontraron inves- tigando centenares de niños de 3 a 12 años también valores de 8 mer. %; esta tasa variaba muy poco, observándose una baja del calcio sólo en las bocas cariadas. Durante el tratamiento de las caries de los niños el contenido de Ca sube de nuevo. Nuestros hallazgos (Hardtmann - tesis 1938) y los de los auto- res mencionados hacen pensar que el diente como factor bioló- gico interviniera en el metabolismo mineral de la boca. De los otros compuestos salinos sean mencionados los roda- nuros, ya que forman una parte importante de nuestros esfuer- zos experimentales. A pesar de una literatura enorme, el rol fisiológico de los sulfocianuros en el organismo, y particularmente en la cavidad bucal, fué hasta ahora muy poco dilucidado. Esto llama tanto más la atención que los sulfocianuros están presentes en todos los jugos del organismo; la tasa más alta se encuentra en la saliva. Se trata evidentemente de una secreción activa de las glándulas salivales y del estómago que por su parte depende del estado funcional del individuo (Nencki, Rosemann, Meyerheim) (7). Se entiende que substancias tan ampliamente distribuídas. en el organismo tuvieran que desempeñar diversas funciones. Con los trabajos de Harndt 1938 (8) la investigación de este problema obtuvo un nuevo empuje. Entre muchos otros hallaz- gos Harndt demostró el enlace estrecho que tienen los sulfo- cianuros con los fermentos digestivos. Fueron investigados la diastasa salival, la pepsina y tripsina. 96 Kallas y Poch (9) encontraron que el poder proteolítico de la saliva (proteasas salivales), pero también factores de índole hormonal (Calicreína bucal) se influyen pronunciadamente por los sulfocianuros (¿activación?). En todo el caso la acción vaso- constrictora de este principio (en la preparación Laewen- Trendelenburg) se acentúa considerablemente. De este modo los sulfocianuros salivales se intercalan en la acción del complejo— fermentos, hormonas — y adquieren una importancia fisiológica mucho más grande de lo que anteriormente se sospechaba. Tanto más deben llamar la atención la afirmación de mu- chos investigadores que en los primeros meses de la vida los rodanuros pueden faltar completamente en la saliva para apare- cer luego. En todo el caso, en los niños (según Reissner) 1939 (10) los valores son sumamente bajos correspondiendo a 0,3 mer. % subiendo con la edad y alcanzando en los adultos por término medio 2,49 mer, %. Nuestras propias determinaciones dieron para las bocas normales promedios alrededor de 3,4 mer. % que cuadran con las indicaciones de M. Tortora. Me limito con estas indicaciones sobre el comportamiento de algunos fermentos y sales en la boca en el transcurso de los distintos períodos de la vida, para pasar al estudio de factores hormonales de la boca. Me refiero a la Calicreína de la saliva físico-biológicamente igualada sobre todo por Koranyi, Szenes y Hatz (11) con el principio hipotensor del mismo nombre que Frey y Kraut obtuvieron de la orina. Tratándose de una indivi- dualidad físico-química poco definida, es claro que su carácter hormonal se discute. De todos modos este factor se distingue de las otras substancias hipotensoras, especialmente también en sus acciones cardiovasculares como demostraron Kallas y Giinther (12). El efecto triple de la saliva sobre el corazón aislado de rana (Galyptocephalus Gayi) es realmente, junto con los fenómenos de vasoconstricción, (perfusión de Laewen-Trendelenburg) alta- mente característico y pudo obtenerse hasta ahora sólo con Padutina. Hemos observado estas acciones típicas en nuestros numerosos experimentos con toda regularidad. ¿Ahora bien, existen diferencias entre estos efectos (hor- monales) de la saliva y la edad? Para formarnos una idea de este problema, hemos examinado varias veces la saliva de gua- guas desdentadas de sexo masculino y 8 meses de edad. Fueron determinados: 1..—La acción sobre la presión sanguínea en conejos midien- do los valores con un manómetro elástico calibrado previamente mediante un manómetro de mercurio. 2..—El volumen/minuto del corazón aislado de rana perfun- dido con Ringer usando una colocación como se describió en los trabajos precedentes y perfeccionado según B. Giinther. 3.-—El efecto vascular que se midió mediante la perfusión de Laewen-Trendelenburg. Los resultados hasta ahora hallados pueden resumirse cor- tamente de la manera siguiente: la saliva filtrada de las gua- guas, recogida siempre en idénticas condiciones, demostró en 97 98 ona 10 200 1 cc. saliva FIG. N.” 1. >+t PERFUSION DE CORAZON AISLADO DE RANA Línea continua: efecto de saliva de adulto. Detención cardíaca por 13 minutos. Línea punteada: efecto de saliva infantil. Falta de detención. Vo1l/min. cs 8 0,5 cc. saliva 2? —> t FIG. N.» 2. Efecto cardíaco de saliva infantil y de adulto. Falta de detención en ambos casos. todos los casos un poder hipotensor marcadamente menor (me- nos de la mitad de la saliva-control de los adultos), Las mediciones del volumen/minuto en el corazón aislado' de la rana, después de suministraciones de saliva de 0,5 a 1 e. c. de guaguas permiten observar los efectos característicos para los adultos, pero también en un grado notablemente menor. Después de una fase inótropa negativa de corta duración y me- nor intensidad, el corazón no sólo recupera su energía de con- tracción sino entra en una fase inótropa positiva, pero de menos duración e intensidad. Remarcable es el hecho que la fase de la «detención diastólica falta completamente inyectando saliva infan- til o es muy insignificante. Como hemos indicado anteriormen- te (12) el desarrollo del efecto cardíaco típico (fase inótropa negativa-detención completa-fase inótropa positiva) depende, Mmutatis mutandis, de la cantidad de la saliva, obteniéndose a ve- ces ya con 0,5 c. e. de saliva y con toda seguridad con cantidades (que alcanzan o sobrepasan 1 c. c. (véase Fig 1 y 2). 3 cc. saliva Vol/min. 0 2! —> t FIG. N.? 3. Efecto de saliva infantil y de adulto sobre los vasos periféricos. (Laewen-Trendelenburg). La gráfica 3 se refiere a la acción vasoconstrictora de sali- vas infantiles y de adultos. Inyectamos siempre 3 c. c. de salivas filtradas. Según nuestras experiencias anteriores es esta la can- tidad mínima para obtener una respuesta segura en la coloca- ción de Laewen-Trendelenburg. 99 Como se ve el efecto adrenalínico de la saliva infantil es: menor que el de la saliva de adultos. Este paralelismo de los. resultados obtenidos con los 3 métodos parece digno de mención aumentándose así la certeza de nuestras observaciones preli-- minares. RESUMEN Resumiendo puede decirse con la debida reserva: ya la sali-- va de guaguas sin dientes contiene principios (probablemente de naturaleza hormonal) que se conocen como Calicreína bucal; este factor es un ingrediente constante de las salivas, Con la saliva infantil se obtienen los efectos característicos: de la Calicreína, es decir: el conocido efecto hipotensor, el efecto trifásico sobre el corazón aislado de rana y finalmente la acción vasoconstrictora en la preparación de Laewen-Trendelenburg. Todas estas manifestaciones son marcadamente menos resal-- tantes con la saliva de guaguas. Las proteasas salivales como también la Calicreína bucal se influyen en su actividad pronunciadamente por los sulfocianuros. En las salivas de las guaguas el contenido en estos compuestos. salinos es nulo o bajo. ¿Podría explicarse talvez el reducido efec- to cardiovascular e hipotensor a base de este hecho? La saliva tiene una toxicidad bien pronunciada; ya pocos. c. Cc. suministrados intravenosamente en un conejo pueden con-- ducir tras una sintomatología grave a la muerte segura del ani- mal (Kallas y Giinther). (Los animales soportan con facilidad: suministraciones intravenosas de orina múltiples veces mayores).. Es muy probable que una de las causas principales de la toxicidad es la llamada “Calicreína salival”; entonces la saliva. infantil se diferenciaría también por su grado de toxicidad de la: saliva de adultos. BIBLIOGRAFIA Kallas y Poch.—Bol. de la Soc. Biol. Concepción. T. XIV, 1940. Arhavsky 1. A. y A. P. Kriutchkova.—Cit. seg. Ber. iiber d. ges. Physiol.. T. INT, pág. 75, 1938. Gernhardt.—Ztschr. F. klin, Med. T. 124, 1933. 1. c. 1.—Tesis Leiva, 1938. Glock, Murray y Pincus.—Biochemic. Y, 32, 2096-2104 (1938). Horton, Kathleen, Marrak y Price. Ber.—Úber ges. Physiol. T. 55, 1930.. 100 Meyerheim.—Dtsche. Monatsschrít. f. Zahnheilk. Jhg. 48 Heft 18, pág. 1226, 1930. -Harndt.—Dtsche. Zahn - Mund - u. Kieferheilk, T. 4, 1937. 1, c. c.—Tesis Sandoval, 1941. Reissner.—Kongr. Zbl. inn. Med. 1939, T. 98, pág. 657. Koranyi, Szenes, Hatz.—Dtsche. med. Wschr. 1937. T. l, 55, Kallas y Giinther.—Bol. de la Soc. de Biol. de Concepción. T. XV, N.? 2, 1941. 101 E ds AA A de EE ad DESEA alba O E y y qe asa And poo ns cd le 1 aia ca $4 DEL INSTITUTO DE FISIOLOGIA de la Universidad de Concepción (Chile) Director: Prof. Dr. H. Kallas La estimulación nerviosa y la transmisión sináptica en un modelo eléctrico (Con 2 figuras) por B. Giinther (Recibido por la Redacción el 8-VI-42) La excitación nerviosa ha sido comparada por Hill (1932) y por Schaefer (1936 b) con la destrucción repentina de un cuerpo aislador, al llegar el voltaje al valor umbral. En las teorías ma- temáticas de la excitación nerviosa (Lapicque, 1926; Blair, H. A., 1932; Hill, 1935; Schaefer, 1936 a, Rashevsky, 1938) apare- cen una serie de constantes, que carecen de un significado físico bien definido a excepción de la teoría de Schaefer (1936) a). Al circuito que le sirve de fundamento para su teoría, y que aparece por primera vez ya en los trabajos de Hermann (1905), Lapicque (1926) y Ebbecke (1927), puede agregarse una lám- para de neón o argón, de tal manera que su encendido nos indi- que el momento en que el potencial, después de un aumento exponencial, llega al umbral de excitación. En este momento la resistencia del circuito disminuye en forma explosiva (el poten- cial cae hasta el voltaje de apagamiento de la lámpara), tal como lo ha descrito Cole y Curtis (1939) para el nervio (disminución de la resistencia transversal de la fibra nerviosa aislada de 1000 ohmios/em? a 25 ohmios/em? durante el proceso de exci- tación). Las otras características eléctricas del nervio como ser su capacidad (1.1 ]F/cm?) y su inductancia no magnética (1/5 H/cm?) no se modifican en forma tan apreciable (Co- le, 1942). El modelo nos permite comprender el significado físico de ciertas propiedades fisiológicas del nervio, pero por ahora no es posible precisar la relación que existe entre las constantes físi- cas y la estructura nerviosa misma. 102 METODO El modelo consta (Fig. 1) de un condensador de estimula- ción (Ce), que se carga al voltaje V en el momento en que se baja la llave K y al volver ésta a su posición primitiva, se des- carga el condensador Ce a través del equivalente físico del nervio (resistencia en serie Rs, y en paralelo entre sí se encuentran una resistencia Rp, un condensador Cn y una lámpara de neón, que se enciende al voltaje E). FIG 1. DIAGRAMA QUE MUESTRA LOS DETALLES DEL CIRCUITO V = Voltaje aplicado; K = llave Morse; Ce = condensadores de excitación de capacidad variable, desde 10 yF hasta 0.001 yF; Rs = resis- tencia en serie de 0.05-0.1-0.3-0.5 MO; Rp = resistencia en paralelo de 0.1 -0.3-0.5-0.8-1.0-2 MO; Cn = capacidades de 1.0 - 0.5 - 0.25 - 0.1 - 0.05 -0.01 y F. E = Voltaje de encendido de la lámpara de neón (Westing- house) = 66 V o una lámpara de argón (General Electric) con E = 93 V. El voltaje de encendido varía al modificar los valores de Rs, Rp y Cn; este valor medido se compara con el valor calculado según una fórmula simplificada *, proveniente de las ecuaciones diferenciales de la teoría de Schaefer (1936 a). a+ (1+ 2) . Ce rr aora - [=)] * Fórmula que debo a la gentileza del Prof. Dr. K. Grandjot (Stgo.) 104 E = Voltaje de encendido de la lámpara. Rs = Resistencia en serie en Megaohmios (MO). Rp = Resistencia en paralelo (MO). Ce = Capacidad del condensador de excitación (uF). Cn = Capacidad correspondiente a la del nervio (uF). [u(x)] = Un factor de corrección que sólo ha de utilizarse «cuando Rs es mayor que Rp (lo que sucede habitualmente en el nervio), pero que en el modelo no se utiliza, pues una elevación de Rs trae consigo un gran aumento del voltaje umbral. Se cal- cula este factor en la forma siguiente: O E AXA2ZH/27€á AA Rs 2 [Cn + + Ep. . Ce ] “y para obtener [u(x)] se utiliza la tabla siguiente, que da direc- tamente el factor por el cual se multiplica la fórmula primera- “mente citada: X u(x) 0.00 1.000 0.10 1.070 0.20 1.119 0.30 1.162 0.40 1.198 0.50 1.229 0.60 1.257 0.70 1.282 0.80 1.309 0.90 1.334 1.00 1.359 En la estimulación con corriente continua (c. c.) no inter- “viene la capacidad del nervio Cn, ya que sólo puede modificar la forma del aumento de potencial; de tal manera que se calcula el umbral (Rb), tomando en cuenta sólo la relación entre las resistencias Rs y Rp y se producirá la excitación cuando la «diferencia del potencial entre los extremos de Rp sea igual a E: Bb=E.- (1+ 57) Lapicque (1926) ha desarrollado una fórmula semejante para el umbral de corriente continua. RESULTADOS (A) Curva voltaje-tiempo.—Los valores observados y cal- «culados coinciden satisfactoriamente, como puede apreciarse en la Tabla N.? 1. 105 Tabla N.? 1.—La curva de vontaje-tiempo calculada y obser- vada, utilizando indistintamente cualquier lámpara como test, manteniendo fijos los valores de Rs = 0.05 MO, Rp = 1.0 MO y Cn = 0.1 uF. Ce E=93V E = 68 V yF V. obs. V. calce. Y. obs. V. calce. 10.0 99.0 99 q (2 72 5.0 100.5 100 73 72.5 1.0 112.5 108 80 78 0.5 120.0 116 87 85 0.1 192.0 190 138 139 0.05 285.0 284 200 204 En las curvas de voltaje-tiempo (V . Ce) con distintas capa- cidades del nervio (Cn) se observa (Fig. 2), que cuanto mayor es el valor de Cn, tanto menor es la inclinación de la curva. Con gran capacidad de Cn. se obtiene una curva del voltaje- tiempo semejante a la de los tejidos de cronaxia larga como el corazón (curva a) ; en cambio con Cn pequeño, la curva de voltaje- tiempo es igual a la del nervio (curva b y c). 230 240 200 | 1601 v 1 a 1 e 40 0d 51 S 10 | e ct Ar FIG. 2. Curvas de voltaje-tiempo (V. Ce) en relación con la capacidad del ner- vio (Cn). Los valores constantes son: Rs = 0.05 MO y Rp = 1.0 MO. Curva a) Cn = 1.0 yF b) Cn = 0.1 uF; ambas con E = 93 V. Curva e) Cn = 0.01 yF con E = 66 V. (B) Cronaxia.—Si se estudia la capacidad de excitación (Ce) necesaria para excitar con un voltaje doble de la reoba- se (2Rb) se obtienen los siguientes valores expresados en pF y 106 utilizando una lámpara de neón como test (E = 66 V). Se deter- mina la reobase (Rb) con un condensador Ce = 10 yF. Tabla N.* 2.—Capacidad cronáxica (Ce) correspondiente a. distintos valores de Cn. Permanecen constantes Rs = 0.05 MO, Rp = 1.0 MO. Cn Rb Ce yF V. obs. uyF 1.00 78.0 0.62 0.50 75.0 0.38 0.25 72.0 0.24 0.10 70.5 0.10 0.05 70.5 0.054 0.01 70.0 0.010 Los resultados de la Tabla N.* 2 concuerdan con los trabajos: de Ebbecke (1927), quien dedujo que con un voltaje doble del umbral, Ce y Cn deben ser iguales y que la energía de la estimu- lación debe pasar en este momento por un mínimo. Estas condi- ciones se cumplen en el presente caso solamente cuando las capa- cidades son pequeñas, observándose una diferencia tanto más. acentuada cuanto mayor sea la capacidad de Cn. (C) Influencia de Rs sobre la reobase y la cronaxia.—Para. el estudio de este factor se utiliza un cronaxímetro con descarga. de condensadores, quedando el modelo (Rs, Rp, Cn y E) inter- calado en lugar del objeto en el sistema de resistencias descritas por Bourgignon para las determinaciones de la cronaxia en el hombre. Sólo así se consigue que la duración de las descargas del condensador de excitación no varíe con la resistencia varia- ble del objeto o del modelo. Si aumenta Rs, manteniendo inva-- riables los demás factores, se constata un aumento de la reobase- y un aumento también de la capacidad cronáxica, como puede: observarse en la Tabla N.? 3. Tabla N.? 3.—Influencia de Rs sobre reobase y capacidad cronáxica (Cap. cron.) E = 65 V. El modelo está en vez del ob- jeto en un cronaxímetro, con un sistema de resistencias según. Bourgignon. Rs Rp Cn Rb Cap. cron. MO MO 133 Volt. uF 0.05 2.0 0.05 121.5 0.61 0.10 2.0 0.05 130.0 0.77 0.05 2.0 0.01 106.0 0.079 0.10 2.0 0.01 119.0 0.103 0.30 2.0 0.01 133.0 0.280 Con el aumento de Rs se observa un aumento de la reobase y de la cronaxia, tal como lo había calculado Lapicque (1926). Eichler (1929) observó el mismo efecto al aumentar la resisten-- 107 cia en serie con el nervio, hecho que no fué confirmado por Umrath (1930). Schaefer (1936 b) por otra parte obtuvo un ligero aumento del tiempo de ascenso del potencial catelectro- tónico del nervio, equivalente a un aumento de la cronaxia, cuan- «lo aumenta su resistencia en serie (Rs). (D) Influencia de Rp.—Se utiliza el mismo dispositivo que en el caso anterior y se observa que a medida que disminuye Rp “aumenta el voltaje umbral (Rb) y disminuye la cronaxia (Ta- bla N.* 4). Esta variación es tanto más acentuada, cuanto mayor sea la capacidad del nervio (Cn), como puede apreciarse claramente en la Tabla N.? 4 con Cn = 0.05 y 0.01 yF. Es interesante hacer notar la variación inversa de la reobase y de la ecronaxia, que ha sido descrita por Lapicque (1926) y recientemente por H. Schriever y H. Erhardt (1939) durante la narcosis del nervio. Tabla N.? 4.—Influencia de la resistencia en paralelo Rp, sobre la reobase y la capacidad cronáxica. Rs Rp Cn - Rb Cap. cron. MO MO yr Volt. UF 0.05 2.0 0.05 121.5 0.61 0.05 1.0 0.05 129.0 0.50 0.05 0.3 0.05 145.5 0.34 0.05 1.0 0.01 110.0 0.078 0.05 0.5 0.01 115.0 0.074 0.05 0.3 0.01 124.5 0.072 (E) Descargas rítmicas.—Para que se produzcan es nece- 'saria una estimulación con corriente continua y que Rs y Rp sean de un valor elevado. La frecuencia de estas descargas depende de la capacidad de Cn especialmente y del voltaje de excitación, influyendo en menor grado las resistencias Rs y Rp. En toda disminución de la acomodación del nervio (Erlan- ger, 1939) la excitación con corriente continua produce descar- gas rítmicas en dicho nervio. Basta en nuestro caso disminuir Rp (acomodación) para hacer desaparecer la ritmicidad. En los nervios con tendencia a la ritmicidad, como lo han descrito Katz (1936); Arvatinaki y Cardot (1939); Schriever y Ce- bulla (1939) deberían presentarse dichas modificaciones de las resistencias. (F) Sinapsis.—En el nervio se han tratado de reproducir las propiedades fundamentales de las sinapsis, desde los trabajos de Gasser (1939); Erlanger y Blair (1940); Lorente de Nó (1939), hasta los de Jasper y Monnier (1938); Monnier y Coppée (1939); Arvatinaki (1939, 1940), que lograron obtener una sinapsis axon-axónica, siendo designada esta zona de con- tacto entre dos elementos homólogos como “efapsis” por Arva- tinaki (1942), para diferenciarla de las verdaderas sinapsis, que tanto anatómica como fisiológicamente corresponden a estruc- turas nerviosas especializadas. 108 Uno de los caracteres esenciales de la sinapsis, su transmi-- sión en un solo sentido, puede obtenerse si se reemplaza el con- densador fijo Cn por un condensador electrolítico de pequeña capacidad, para lo cual se disminuyó al mínimo la superficie del polo positivo de un condensador electrolítico del comercio; el resto se conserva igual. Con esta innovación se consigue que la excitación se produzca solamente cuando la corriente circula en una sola dirección; en cambio si se hace pasar en sentido contra- rio, la polarización en el condensador electrolítico no se realiza. y la diferencia de potencial necesaria para el encendido de la lámpara no es alcanzada. La necesidad de una polarización a nivel de la sinapsis como condición esencial para explicar la conducción en un solo sentido ha sido puntualizada ya por Bishop y Erlanger (1926). Polari- zando un nervio con corriente continua observaron, que el im- pulso puede atravesar la zona afectada solamente de la región con polarización anódica hacia la catódica, y no en el sentido contrario. Recientemente Guttman (1941) y Cole (1942) han observado un efecto de rectificación en la fibra nerviosa por la polarización de membrana, proceso que seguramente puede ha- cerse extensivo a la zona sináptica. (G) Sumación.—En el modelo eléctrico de la sinapsis pue-- de observarse también claramente la importancia de la sumación temporal para la transmisión, tal como lo han demostrado los. trabajos realizados en el sistema nervioso por Blair y Erlanger (1926) y Bremer y Homes (1930). Si en vez de usar estímulos únicos (descarga de un condensador Ce = 1 uF), se repiten éstos con cierta frecuencia, el umbral desciende enormemente, acer- cándose al valor de la excitación con corriente continua (Ta- bla N.?* 5). Tabla N.? 5.—Diferencia de los umbrales para estímulos rítmicos y para excitación con corriente continua. Se utilizó una lámpara de argón E = 93 V. Cn = condensador electrolítico de pequeña capacidad. Estímulo Rs Rp Unico Rítmico Corr. continua. MO MO Volt. Volt. Volt. 0.05 1.0 224 132 102 0.10 1.0 242 144 110 RESUMEN En un modelo eléctrico se estudian algunas de las propieda-- des características de la excitación nerviosa. El umbral corres- ponde al encendido de una lámpara de neón, coincidiendo con suficiente precisión el voltaje medido y calculado. Cuando la capacidad del condensador correspondiente al ner- vio es pequeña, la curva de voltaje-tiempo es idéntica a la del nervio. La capacidad cronáxica es igual a la capacidad del ner- 109 “vio cuando esta última es de reducido valor. El aumento de resistencia en serie conduce a un aumento de la reobase y de la capacidad cronáxica; en cambio una disminución de la resisten- cia en paralelo produce un aumento de la reobase con disminu- ción de la cronaxia. Esta variación inversa de ambos valores es tanto más acentuada cuanto mayor sea la capacidad del nervio. La ritmicidad aparece cuando las resistencias del sistema son de un valor elevado y la energía es suministrada en forma continua. La variación de frecuencia de las descargas depende «esencialmente de la capacidad del nervio. Intercalando un condensador electrolítico, puede reproducir- “se en el modelo la conducción irrecíproca de la sinapsis, como también su facultad de sumación. BIBLIOGRAFIA _Arvatinaki, A.—Réaction déclenchées sur un axone au repos par l'activité d'un autre axone au niveau d'une zone de contact. Conditions de la trasmission de lexcitacion. C. R. Soc. Biol., París, 1939, 133 : 39 - 42. _Arvatinaki, A., et Cardot, H.—Les catres cas possibles de réponses électri- ques oscillatoires locales aux estimulations galvanique sur l'axone géant isolé de Sepia. C. R. Soc. Biol., París 1939, 131 : 1112 - 1116. Arvatinaki, A.—Temps courts et définis dans la trasmission de l'excitación au niveau de la synapse experimentale axon-axonique. C. R. Soc. Biol., París, 1940, 133 : 208 - 211. Arvatinaki, A.—Temps longs et variables de trasmission de l'excitacion au niveau de la synapse experimentale axon-axonique. C. R. Soc. 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Mide, más o menos, 35 milímetros de altura por 15 de ancho (Testut Latarjet). El contorno superior cabalga sobre la cara anterior de la aorta un poco por encima del tronco celíaco, a nivel del menisco que sitúa por sobre la primera lumbar; está constituído por los pilares anastomóticos que lo separan del orificio esofágico. El contorno inferior está formado por el cuerpo de la segunda vértebra lumbar y las partes laterales, por los tendones de los pilares. Estos tendones son de tipo semipeniforme y ascienden sobre la parte interna de la masa carnosa de cada pilar. Según la concepción de Virno Vieenzo, el orificio aórtico del - diafragma es la abertura inferior de un canal aórtico-diafrag- mático. Este canal empieza a la altura de la undécima vértebra dorsal y tiene un largo aproximado de uno y medio cuerpos vertebrales. Sus paredes están formadas hacia atrás, por la columna; hacia adelante por el esófago, y lateralmente por los pilares del diafragma. Esta concepción de Virno es un valiosí- simo aporte a la topografía de esta región. 113 Al revisar la bibliografía atendiendo a la conformación de este orificio, me ha llamado la atención la existencia de una tendencia casi general a considerarlo como un anillo fibroso, tendinoso e inextensible; únicamente Luis Testut lo describe como de contorno muscular en su parte superior. En diez disecciones realizadas con gran cuidado y con el propósito de esclarecer este detalle, he podido constatar lo siguiente: 1.—En un preparado el contorno superior se presenta total- mente tendinoso; está formado por un tendón que se extiende en forma de ojiva por delante de la aorta, anastomosando los tendones de ambos pilares principales; recibe fibras musculares en su parte media. El orificio aórtico es inextensible. 2.—En tres preparados, el tendón anteriormente descrito está representado por una tenue cinta tendinosa que no recibe fibras musculares en su parte media. En estos tres casos el ori- ficio aórtico es algo extensible, debido a que la cinta tendinosa está rebasada por los fascículos carnosos de los pilares anasto- móticos. 3.—En los seis preparados restantes, el contorno superior está formado por los fascículos carnosos de los pilares anasto- móticos solamente y es bastante extensible. En estas disecciones pude realizar también algunas obser- vaciones sobre los pilares anastomóticos que arrojaron los resul- tados siguientes: En dos casos encontré sólo el pilar anastomótico izquierdo; en siete casos, había dos pilares anastomóticos cruzados, estando el derecho por delante en seis de ellos y, por último, en un caso encontré tres pilares anastomóticos regularmente entrecruzados, dos derechos y uno izquierdo. Han sido descritas por Theile algunas fibras musculares que se echan sobre la aorta y a este respecto puedo decir que he encontrado con una constancia regular un pequeño manojo celía- co. Está formado por tres o cuatro fascículos carnosos que se separan de los pilares en su parte más anterior y descienden sobre el tejido fibroso que rodea al tronco celíaco. No se puede decidir sobre la estructura del orificio aórtico, sin tomar en cuenta la disposición local de las aponeurosis de ambas caras del diafragma. La aponeurosis anterior es gruesa frente a los pilares anastomóticos y adhiere con firmeza al con- torno del orificio aórtico en el cual se detiene fusionándose a la aponeurosis posterior; emite expansiones hacia el tronco celíaco y da envolturas a los nervios esplácnicos que los acompañan hasta los ganglios semilunares. La aponeurosis posterior es bas- tante gruesa y al aproximarse a la aorta, se une a su vaina peri- vascular y desciende acompañándola en un trecho de dos o tres centímetros para terminar fusionándose a la aponeurosis ante- rior en el contorno del orificio aórtico; emite también expansio- nes que acompañan a los nervios esplácnicos en su paso a través del diafragma. La zona de la aorta revestida por esta hoja, está en relación con la cara profunda, carnosa, de los pilares y tiene en conjunto la forma de una letra U invertida, cuya parte media 114 FIG. 1. Orificio aórtico de contorno tendinoso. FIG. Orificio aórtico de contorno muscular, FIG. 3. 1—Menisco entre D-12 y L-L 2.—Aorta. 3.—Porción carnosa en la cara profunda de los pilares diafragmáticos. 4.—Tronco celíaco. 5.—Ex- pansiones de la aponeurosis anterior del diafragma. 6.—Zona de contacto entre la aorta y el diafragma. 7.—Manojo celíaco del diafragma. 8.—Con- ducto toráxico. 9.—Porción inicial de la vena ácigos. 10.—Nervio esplácnico mayor. 11.—Cordón del simpático. 12.—Ganglios linfáticos. 13.—Hemiá- Cigos. E FIG. 4. Zona de contacto entre la aorta y el diafragma; está recubierta por la aponeurosis del músculo adherida a la vaina perivascular. «queda en la cara anterior de la arteria por encima del tronco «celíaco y sus ramas descienden en sus costados oblicuamente ha- cia abajo y atrás. Representa la zona de contacto entre la aorta y el diafragma. La vaina de la aorta en este sitio se deja desdoblar con faci- lidad en varias capas supuestas entre las cuales, la investigación “por cortes histológicos sólo revela la existencia de espacios de clivaje, desprovistos de paredes endoteliales. Este dispositivo parece destinado a permitir los deslizamientos entre aorta y diafragma ocasionados por la contracción muscular o por los latidos arteriales. RESUMEN Considero que de estas observaciones se pueden desprender las conclusiones siguientes: a) El orificio aórtico del diafragma es generalmente carnoso en su contorno superior; más raramente .se presenta formado por un contorno totalmente tendinoso. b) Existen generalmente dos pilares anastomóticos cruzados de tal manera que el derecho pasa por delante. c) Las aponeurosis “son gruesas en la vecindad del orificio aórtico al cual adhieren firmemente como asimismo a la vaina fibrosa de la arteria. -d) Existe una zona de contacto entre la aorta y el diafragma, a nivel de la cual la disposición en capas de la vaina perivascular evidencia deslizamientos y acciones recíprocas entre el músculo y la arteria. Como ésta se encuentra bien defendida de toda po- sible compresión por una gruesa capa de tejido célulo-adiposo retroaórtico, considero más probable que estas acciones tengan un papel importante en la activación de la circulación linfática «del conducto toráxico que es de paredes muy depresibles y sitúa «en el espesor de esa capa célulo-adiposa. BIBLIOGRAFIA .J, Cruveilhier et Marc See.—Traité d'Anatomie Descriptive (1865-68). .J, Cruveilhier.—Tratado de Anatomía Descriptiva. (Madrid 1851). Ph. C. Sappey.—Traité d'Anatomie Descriptive (1867). B. Boyer.—Tratado de Anatomía (1839). B. Anger.—Anatomie Chirurgicale (1869). -J. N. Masse.—Traité d'Anatomie Descriptive (1858). “Gregoire y Oberlin.—Manual de Anatomía (1930). 115 H. Rouviere.—Anatomía Humana (1926). L. Testut.—Tratado de Anatomía Humana. (VII-Ed. 1923). Told-Hochstetter.—Anatomischer Atlas (1931). Testut-Latarjet.—Tratado de Anatomía Humana (1929-8. Ed.). J. Tandler.—Tratado de Anatomía Sistemática (1928). 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También suelen las aves llamar nuestra atención por su forma extravagante, producto de larga selección, y que sólo en esta clase de animales logra llegar a grados tan extremos, pues gracias a sus alas pueden fá- cilmente deshacerse de todo enemigo, cuya atención atraen con mayor facilidad. Desgraciadamente nuestro país no es campo muy fértil para la Ornitología. Llama realmente la atención la pobreza de nues- tra fauna aviaria silvestre, sobre todo si la comparamos con la «de otros países. Para la Argentina han sido descritas 1.060 espe- cies diferentes, mientras que nosotros sólo poseemos 423, incluso las de la Isla de Pascua, Salas y Gómez y Juan Fernández. Muy notable resulta esta pobreza si tenemos presente que nuestro territorio que posee extensas zonas muy poco tocadas por la civi- lización, abarca todos los climas imaginables, desde el tropical hasta el polar, desde el marítimo hasta el de la más alta monta- ña y desde el más seco y árido hasta el más húmedo y pantanoso, pudiendo ofrecer en realidad un ambiente apropiado para cual- quier clase de aves, de exigencias aún muy especiales. Pueda ser «que esto tenga su explicación en la situación excepcionalmente aislada que nos confieren por un lado el mar, y por el otro la «Cordillera de los Andes. 117 Sin embargo, la zona de Concepción y alrededores es relati-- vamente rica en aves. Así, por ejemplo, pudimos observar y capturar únicamente en el Cerro Caracol más de 40 especies dife-- rentes. Además, las grandes bahías de Penco, Talcahuano y Arauco constituyen paraderos espléndidos para una gran canti-- dad de aves marinas, y los pantanos entre nuestra ciudad y el mar, con sus múltiples canales y lagunitas, ofrecen lugares favo- ritos para numerosas especies de aves acuáticas: garzas, pa-- tos, etc. Por otra parte, la cordillera de Chillán y Antuco, que desde Concepción fácilmente puede alcanzarse en auto, presenta. una avifauna muy distinta y hasta el momento muy poco cono- cida para esta región. Así, por ejemplo, el picaflor de la cordi- llera (Oreochilus lencopleurus Gould), el gaucho (Agriornis. montana leucura Gould), el jílguero de la cordillera (Spinus uropygialis Sclater), el turco castaño (Pteroptochos castaneus Philippi et Landbeck), el Melanodera xanthograma barrosi Chap- man son aves que sólo el año pasado pudimos observar y capturar: por primera vez en esta latitud. Pues bien, las características de nuestros conciudadanos provistos de plumaje, tampoco han escapado a la ingeniosa ob- servación de nuestro pueblo, lo que se refleja ante todo en los nombres vulgares que llevan nuestras aves silvestres. Son estos. nombres de una originalidad tan especial que vale la pena some-- terlos a un pequeño análisis. Desde luego, gran parte de nuestras aves silvestres sólo lle- van nombres científicos, pues, por supuesto, el espíritu de obser-- vación de nuestro pueblo no llega más allá de cierto límite. Le interesa especialmente lo que le llama la atención por su ac-- ción dañina o por poder servirle de alimento agradable. Sin em- bargo, hay también laudables excepciones que no dejan de reve-- lar un fino espíritu de observación, salpicado de bastante buen humor. Las aves, ahora, que tienen el privilegio de lucir nombre vulgar se pueden agrupar, sin atender naturalmente en ninguna forma a relaciones de afinidad de familia o de género, en cuatro- grupos diferentes: 1.—Aves con nombres españoles; 2.—Aves con nombres indios; 3.—Aves con nombres derivados de alguna particularidad especial de la especie, a) relacionada con el plumaje, b) relacionada con sus costumbres, y c) relacionada con el canto (nombre onoma-- topéyico) ; 4.—Aves con nombres varios, por el momento difíciles de- catalogar. En el primer grupo figuran en general aves cosmopolitas o: muy semejantes a aves europeas. Estas aves recibieron su nom-- bre vulgar actual de los primeros españoles que llegaron a estas. 118 tierras. Como ejemplo podríamos citar: el águila, el halcón, el cisne, la gaviota, la golondrina, el pelícano, etc., ete. El segundo grupo comprende aquellas aves que por ser ca- racterísticas para nuestro país o por otros motivos han quedado incluídas en nuestro lenguaje con su nombre indígena, a menudo indescifrable, a veces onomatopéyico o derivado de alguna cos- tumbre especial. Podríamos citar como ejemplo, el choique, el canquen, el concón, la huala, el quetru, el choroy, el chucao, el chuncho, la loica, el nuco, el tricahue, el trile, el chincol, la diuca, el tiuque, el queltehue, etc., etc. El tercer grupo comprende una serie de aves de las cuales más adelante nos ocuparemos con mayor detención. Y quedaría el cuarto grupo, que incluye varios nombres que a medida que aumentan nuestros conocimientos podrán ser incluí- dos en los tres grupos precedentes. Veamos ahora el grupo N.? 3; es el más interesante; lo podemos subdividir en tres secciones: a) aves cuyo nombre deriva del aspecto de su plumaje; b) aves cuyo nombre se debe a costumbres especiales; y Cc) aves cuyo nombre se debe a características de su canto (nombre onomatopéyico). A la sección a) pertenecen, por ejemplo, el blanquillo (Co- lymbus occipitalis occipitalis Garnot y C. o. juninensis Berlepsch et Stolzmamn), el siete colores (Tachuris rubrigastra rubrigastra Vielillot), el tablero de damas (Daption capensis Linné), la viudi- ta de las vegas (Hymenops perspicillata andina Ridgway) (Fig. le y £), y el platero (Phrygilus alaudinus alaudinus Kitt- litz), que deben su nombre al color de su plumaje. Lo mismo ocurre con el colegial (Lessonia ruía rufa Gmelin), que lleva en la espalda una mancha cuadrada de color café semejante a la mo- chila de un niño que va a la escuela (Fig. 1 b y e), con el pato colorado (Querquedula sp.) y el pato antiojillo (Anas specularis King), que delante los ojos lleva una mancha blanca ovalada co- mo un lente (Fig. 2 d). Otras veces es la forma de ciertas plu- mas y no su color lo que llama especialmente la atención, y ha sido entonces por este motivo por lo que se les ha ideado su nom- bre vulgar; así tenemos, por ejemplo el cachudito (Spizitornis. parulus Kittlitz), que lleva dos mechoncitos de plumas en las cabeza como dos pequeños cuernos (Fig. 1 d); el colilarga (Syl- viorthorynchus desmurii Gay), cuyas cuatro rectrices son hasta dos veces más larga que el cuerpo (Fig. 1 a); la monja (Laros- terna inca Lesson et Garnot), que fuera de un plumaje gris obscuro, lleva dos mechoncitos de plumas blancas muy sobresa- lientes a ambos lados de la cabeza y el tijeral o tijereta (Lep- thastenura aegithaloides aegithaloides Kittlitz y otros del mis- mo género), cuya cola tiene forma de tijera larga. Podríamos citar aquí también el pato cuchara (Spatula platalea Vieillot) cuyo pico ancho es igual a una cuchara. Muy a menudo son costumbres bien particulares las que han servido de base para denominar un ave; así tenemos, por ejem- 119 plo, la azachadera (diferentes especies de Geositta), que camina rápidamente por el suelo en forma agachada; el bailarín, en el cual se distingue un bailarín grande (Elanus leucurus leucurus Vieillot), que es un ave rapaz, casi completamente blanco, que se mantiene en el aire aleteando en un solo punto para observar tranquilamente la presa que desea capturar; el otro es el bailarín chico (varias especies del género Anthus), un pequeño motací- lide, que cantando en forma vigorosa ejecuta una serie de movi- mientos caprichosos en el aire. También pertenecen a esta sec- ción b) las diferentes especies de dormilonas, que son avecitas de la familia de los tiránidos, más o menos del tamaño de diucas, que llaman la atención por su actitud tranquila; el carpintero (Ipocrantor magellanicus King) y el carpinterito (Dyctiopicus lignarius Molina), que trabajan como estos profesionales en la madera, golpeándola con su pico duro y puntiagudo para lograr extraer alguna larva de insecto; el canastero y el trabajador (diferentes especies de Asthenes y el Phleocryptes melanops en sus dos variedades), que construyen nidos muy voluminosos en relación con su cuerpo tan pequeño y que tienen el aspecto de un gran canasto o de un verdadero chalecito. Muy originales son también las costumbres del piquero (Sula variegata Tschudi) (Fig. 2 b), que se lanza al agua como un avión en picada para atrapar algún pez, la forma de todo el pájaro se presta muy bien para esta actividad por sus contornos aereodinámicos, además la falta de orificios nasales evita la penetración de agua en el mo- mento de estrellarse contra ella. Otra ave marina que hay que citar en este lugar es el rayador (Rynchops nigra intermedia Rendahl) (Fig. 2 a), que con la mitad inferior de su pico muy larga, sobresaliente y filuda va rayando la superficie del agua, volando a escasísima altura, adaptándose con agilidad extrema a las irregularidades del oleaje; en esta forma tan curiosa toma su alimento del plancton marino. También pertenecen a nuestra fauna del Océano Pacífico el salteador grande y el salteador chi- co (Catharacta skua chilensis Bonaparte y Stercorarius para- siticus Linné), que corretean las gaviotas y golondrinas de mar hasta que dejan caer su bocado, que luego pescan aun du- rante el vuelo. En seguida tenemos que citar como dignos repre- sentantes de esta sección a dos aves de nombre poco aristocrático, pero sumamente característico, son el churrete (varias especies de Cinclodes) llamado así por la manera brusca de defecar, y el tapaculo (Scelorchilus albicollis albicollis Kittlitz y $S. a. ata- camae Hellmayr), llamado así porque al caminar se lleva subien- do y bajando la cola; también es posible que este último lleve su nombre por su canto, pues grita “tá-pacu” en forma bastante clara. Y para terminar con esta sección citaremos a los picaflo- res (varias especies) que vuelan de flor en flor para extraer el néctar y pequeños insectos, que constituyen su alimento, sirvien- do al mismo tiempo para polinizar numerosas plantas ornitófilas; los pollitos de mar (Crocethia alba Pallas y varias especies de Pisobia) que tal como los pollos de una gallina corren rápidamen- te por las playas en pequeñas bandadas; el run-run (Hymenops perspicillata andina Rideway) (Fig. 1 e y £f), que al interrumpir 120 al, FIG. A O a AO Y RO TA FIG. "periódicamente su vuelo, produce un sonido muy característico; el jote (Cathartes aura jota Molina) que vuela por planeadas interrumpidas por breves aleteos, como bailando la jota; el pá- Jaro niño (Spheniscus magelanicus Foster, S. humbolti Meyen y otros cuya marcha algo tambaleante con cuerpo erecto recuer- da el andar de un pequeño cristiano; el pato cortacorriente (Mer- ganetta armata armata Gould) frecuente en las aguas más to- rrentosas de nuestra cordillera y el pato vapor (Tachyeres brachypterus Latham y T. patagonicus King) que no vuelan o lo hacen muy difícilmente y que para nadar con mayor rapidez hacen rotar sus alas como ruedas de los antiguos barcos a vapor; y la plastilla (Systellura longirostris en sus dos variedades) (Fig. 2 c), que se aplasta contra el suelo simulando por el color y dibujo de su plumaje con mucho acierto una bosta de vaca. En la sección c figuran las aves que deben su nombre a ca- racterísticas de su canto, es decir, llevan nombre onomatopéyico. Aquí hay que citar a los chirigúes (varias especies de Sicalis (Fringillidae) tan comunes en nuestros campos y cordillera; los churrines (Eugralla paradoxa Kittlitz y las dos variedades de Seytalopus magellanicus) cuyo canto es fácil escucharlo en las regiones boscosas del centro y sur de nuestro país; el hued-hued (Pteroptochos tarnii King), que en las selvas desde el Bío-Bío al sur repite estas sílabas en forma asustada cuando es sorpren- dido por algún ruido extraño o por algún cazador que lo persi- gue; el perrito (Himantopus himantopus melanurus Vieillot), que tiene el aspecto de una cigúieña en miniatura y que ladra co- mo un quiltro, sobre todo en ciertas épocas del año; la rara (Phy- totoma rara Molina), ave muy dañina que no lleva este nombre por ser poco abundante, pues por desgracia esto no correspon- dería a la realidad, sino por su grito en forma de un chirrido ronco; el pitío (Colaptes pitius pitius Molina) que repite muy claramente las sílabas de su nombre. También el huairavo (Nye- ticorax nycticorax obscurus Bonaparte) y la turca (Pteroptochos megapodius Kittlitz) son aves que, según algunos autores, han «sido denominadas de esta manera por pronunciar en forma más o menos clara estas palabras. Personalmente no hemos tenido la suerte de poderlo comprobar. Esperamos que con nuestra exposición, hecha más bien pa- ra legos aficionados a las ciencias naturales, que para or nitólogos «de profesión, hayamos logrado llamar la atención una vez más sobre nuestros tan simpáticos conciudadanos provistos de plu- -maje. Muchos problemas de la ornitología chilena quedan toda- vía por dilucidar. Apenas pueden considerarse terminados los estudios que se refieren a la clasificación sistemática de nuestras -aves; quedan todavía por resolver los grandes enigmas relacio- nados con la vida íntima, con la biología general, de estos seres. Algunas de estas cuestiones se han tocado en forma, por supues- “to, extremadamente rudimentaria en las líneas que preceden, esperamos que sean suficientes para hacer ingresar nuevos ami- .gos a las filas de los chiflados por nuestra bella fauna aviaria. 121 BIBLIOGRAFIA Hellmayr, C.—The Birds of Chile. Chicago 1932. Murphey, R. C.—Oceanic Birds of South America. New York 1936. Reed, C.—Lista de aves chilenas. Publicación oficial N.* 9 del Jardín Zoo-. lógico Nacional de Chile. Santiago 1933. Reed, C. y Philippi, R. A.—Lista complementaria de las aves chilenas. Publicación oficial N.* 11 del Jardín Zoológico Nacional de Chile. Santiago 1938. 122 ESTADO DE LA BIBLIOTECA (Bibliotecario: Prof. Dr. Carlos Henckel) Lista de las Revistas en canje con la Sociedad de Biología de Concepción * AMERICA DEL SUR Chile Santiago.—Anales de la Academia Chilena de Ciencias Naturales. > > > 2 Boletín del Museo Nacional. Boletín Médico Social. Revista Chilena de Historia Natural pura y aplicada. Boletín anual de la Clínica Obstétrica (Universidad de Chile). Argentina Buenos Aires.—Anales del Instituto Modelo de Clínica Médica.. > > > Anales de la Sociedad Científica Argentina. > Anales del Instituto de Investigaciones físicas aplicadas a la Patología humana. > Boletín del Instituto de Maternidad. > Boletín del Instituto de Medicina Experimental. > Boletín de la Sociedad de Obstetricia y Gine- cología. *) Por los acontecimientos bélicos actuales, el canje con muchas insti- tuciones científicas está momentáneamente paralizado. 123: Buenos Aires.—Boletines y Trabajos de la Academia Argentina de Cirugía. > > Revista de la Sociedad Ornitológica del Plata. El Hornero. > > Notas del Museo Nacional de la Plata. > > Revista de la Asociación Médica Argentina. > > Revista de la Sociedad Argentina de Biología y su filial, la Sociedad de Biología del litoral. > > Revista del Instituto Bacteriológico del Depar- tamento Nacional de Higiene. » > Revista Médica Latino-Americana. > > Revista Sud-Americana de Endocrinología, In- munología y Quimioterapia. > » Revista de la Asociación de Médicos del Hos- pital Durand. > > Trabajos del Instituto de Botánica y Farma- cología. Córdova.—Boletín de la Academia Nacional de Ciencias. > Revista Médica. Jujuy.—Publicaciones de la Misión de Estudios de Patología Regional Argentina. La Plata.—Boletín de la Universidad Nacional de La Plata. DIS Jardín Zoológico. ES Notas del Museo Nacional de La Plata. ES Universidad Nacional de La Plata. Mendoza.—Revista Médica de Cuyo “Vox Médica”. > Anales del Instituto de Etnografía Americana. Bolivia Cochabamba.—Revista de Ciencias Biológicas. Sucre: —Revista de la Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco. Brasil Curitiba.—Arquivos do Museu Paranaense. Río de Janeiro.—Boletim do Museo Nacional de Río de Janeiro. » >» > Boletín de la Secretaría de Saude e Assistencia. » » > Memorias do Instituto Oswaldo Cruz. » >» > Medicina Universitaria. AS > Revista Médica Municipal. IS > Revista brasileira de Biología. “Sao Paulo.—Annaes da Facultade de Medicina de Sao Paulo. > > Arquivos de Cirugía Clínica e Experimental. > > Archivos de Biología. >» > Archivos do Instituto Biológico. > > Memorias do Instituto Butantán. > > Papeis Avulsos do Departamento de Zoología. > > Revista do Museo Paulista. > > Revista da .«Associacao Paulista de Medicina. Sao Paulo.—Revista Médica Municipal. > > Revista de Facultade de Medicina Veterinaria. > > Revista de Medicina e Cirugía. Colombia Bogotá.—Revista “Educación”. > Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exaec- tas, Físicas y Naturales. > Boletín de la Sociedad Geográfica de Colombia (Aca- demia de Ciencias Geográficas). Madellín.—Publicaciones de la Sociedad de Ciencias Naturales “Caldas”. > Universidad de Antioquía. Cuba La Habana.—Memorias de la Sociedad Cubana de Historia Na- tural “Felipe Poey”. > > Revista de la Universidad de La Habana. Ecuador Quito.—Anales de la Universidad Central de Quito. > “Flora”, órgano del Instituto Botánico. Paraguay Asunción. —Revista de la Sociedad Científica del Paraguay. Perú Cuzco.—Revista Universitaria. Lima.—Revista de Ciencias. (Universidad Mayor de San Marcos) .. > Revista Médica Peruana. Puno.—Flora y Fauna Peruanas. Uruguay Montevideo.—Acción Sindical. Sindicato Médico del Uruguay. > Anales del Museo de Historia Natural de Mon- tevideo. > Anales de la Facultad de Medicina de Montevideo. > Archivos de la Sociedad de Biología de Montevideo. > Archivos Uruguayos de Medicina, Cirugía y Es- pecialidades. 125: Venezuela Caracas. —Boletín de la Academia de Ciencias Físicas, Matemá- ticas y Naturales. AMERICA CENTRAL Guatemala Guatemala. —Guatemala Médica. > El Hospital Nacional. San Salvador ¡San Salvador.—Publicaciones del Ministerio de Agricultura. AMERICA DEL NORTE Méjico '¿Chapultepec.—Anales del Instituto de Biología. Méjico.—Anales de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas. > Boletín Indigenista. > “Ciencia”. Revista hispano-americana de Ciencias pu- ras y aplicadas. > Revista de la Sociedad Mejicana de Historia Natural. U. S. A. Ann Arbor.—Occasional Papers of the Museum of Zoology (University of Michigan). Baltimore.—Collected Papers from the Department of Biology. Berkeley.—California Publications in Physiology. > California Publications in Anatomy. :Cambridge.—Bulletin of the Museum of comparative Zoology (Havard College). Chicago.—Bulletin and The Chicago Naturalist from the Chica- go Academy of Sciences. Indianapolis.—Proceedings of the Indiana Academy of Science. > The American Midland Naturalist of the Univer- sity of Notre Dame. Lawrence.—Science Bulletin of the University of Kansas. Long Island.—Annual Report, Annual Annoucement and Mono- graphs of the Biological Laboratory. Madison.—Records of the American Society of Naturalists. Mineapolis.—Minnesota Studies in Plant Science. New York.—Boyce Thompson Institute for Plant Research. 126 New York.—Cornell University Agricultural Experiment Sta- tion. > > América Clínica. > > Bulletins and Memoirs of the Cornell University. Agricultural. > > Experiment Station. > > International Journal of Sex-Economy and Orgone- Research. > > Médicas. Zoologica (New York Zoological Society). Philadelphia. —Proceedings of the Academy of Natural Sciences. > Proceedings of the American Philosophical So- ciety. > Notulae Natural of the Academy of Natural Sciences. > The Anatomical Record. (Wistar Institute of Anatomy and Biology). 'St. Louis.—Annals of the Missouri Botanical Garden. > > Transactions of the Academy of Science. Washington.—Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana. > Indians at Work. > Proceedings of the United States National Museum. Unión Panamericana. Serie sobre Cooperativas. Woods Hole.—The Biological Bulletin (Marine Biological Labo- ratory). Canadá Toronto.—Transactions and Proceedings of the Royal Canadian Institute. EUROPA Alemania Bamberg.—Berichte der Naturforschende Gesellschaft zu Bamberg. Berlin.—Sitzungsberichte der Gesellschaft naturforschender Freunde. > Sitzungsberichte der preussischen Akademie der Wis- senschaften. > Zeitschrift fiir Sáugetierkunde. Breme.—Abhandlungen des naturwissenschaftlichen Vereins zu Bremen. > Veroffentlichungen aus dem Deutschen Kolonial- und Ubersee-Museum in Bremen. Breslau.—Jahresbericht der Schlesischen Gesellschaft fir vater- lándische Kultur. Danzig.—Berichte des Westpreussischen Botanisch-Zool. Vereins. > Schriften der Naturforschenden Gesellschaft in Danzig. 127 Dresden.—Sitzungsberichte und Abhandlungen der Naturwissen- schaftlichen Gesellschaft “Isis”. Erfurt.—Jahresbiúcher der Akademie gemeinnútziger Wissen- schaften. » Sonderschriften der Akademie gemeinnútziger Wissen- schaíften. Erlangen.—Sitzungsberichte der physikalisch-medizinischen So- zietát. Frankfurt.—Senckenbergiana. Freiburg.—Berichte der naturforschenden Gesellschaft Zu Freiburg. Giessen.—Berichte der oberhessischen Gesellschaft fir Natur- und Heilkunde. Graz.—Mitteilungen des naturwissenschaftlichen Vereins fir Steiermark. Goettingen.—Nachrichten von der Gesellschaft der Wissen- schaften. Halle.—Leopoldina (Berichte der Kaiserlich Deutschen Akade- mie der Naturforscher zu Halle). > Zeitschrift fúr Naturwissenschaften. Heidelberg.—Verhandlungen des Naturhistorisch-Medizinischen Vereins. Innsbruck.—Berichte des naturwissenschaftlich-medizinischen Vereins. Karlsruhe.—Beitráge zur naturkundlichen Forschung in Súd- westdeutschland. Konigsberg/Pr.—Schriften der Physikaliseh-okonomischen Ge- sellschaft. Leipzig.—Abhandlungen der Mathematisch-Physikalischen Klas- se der sáchsischen Akademie der Wissenschaften. > Berichte úber die Verhandlungen der sachsischen Akademie der Wissenschaften. Marburg.—Sitzungsberichte der Gesellschaft zur Fórderung der gesamten Wissenschaften. Minchen.—Sitzungsberichte der Gesellschaft fiir Morphologie und Physiologie. > Sitzungsberichte der mathematisch-naturwissen- schaftlichen Abteilung der Bayerischen Akademie. > Minchener Medizinische Wochenschrift. Núrnberg.—Jahresbericht der naturhistorischen Gesellschaft. Rostock.—Sitzungsberichte und Abhandlungen der naturfor- schenden Gesellschaft. Stuttgart.—Berichte aus der wirttembergischen Naturalien- sammlung. Túbingen.—Disertaciones. > Túbinger Naturwissenschaftliche Abhandlungen. Wien.—Verhandlungen der Zoologisch-Botanischen Gesellschaft. > Annalen des Naturhistorischen Museums. Wiesbaden.—Jahresbúcher des Nassauischen Vereins fiir Na- turkunde. a cnn der Physikalisch-Medizinischen Gesell- schaít. 128 Bélgica Bruxelles. —Annales de la Societé Royale Zoologique de Belgique. » Bulletin du Museé Royal d'Histoire Naturelle de Belgique. España Barcelona.—Trabajos del Museo de Ciencias Naturales. Córdoba.—Revista Médica de Córdoba. Madrid.—Boletín de la Sociedad Española de Historia Natural. > Revista Española de Biología. > Trabajos del Instituto de Biología Animal. > Travaux du Laboratoire de Recherches Biologiques de la Université de Madrid. Estonia Tartu.—Acta et Commentationes Universitatis Tartuensis. > Folia Neuropathologica Estoniana. > Sitzungsberichte der Naturforschenden Gesellschaft bei der Universitát Tartu. Finlandia Helsinki.—Acta Botánica Fennica, Acta Zoologica Fennica y Memoranda Societatis pro Fauna et Flora Femnica. > Acta Societatis Medicorum Fennicae “Duodecim”. > Medicina Fennicae. > Societas Scientiarum Fennicae. > Commentationes Physico-Mathematicae. Francia París.—Annales de 1Université de París. > Bulletin du Museum National d'Histoire Naturelle. > Comptes Rendus de la Societé de Biologie. Holanda Leiden.—Archives Néerlandaises des Zoologie. Hungría Szeged.—Acta Litterarum Ac. Scientiarum Reg. Universitatis Hung. Francisco Josephinae. 129 Inglaterra Cambridge.—Biological Reviews and Biological Proceedings of the Cambridge Philosophical Society. Londres.—The Journal of the Linnean Society of London. Irlanda Dublin.—Proceedings of the Royal Irisch Academy. Italia Cagliari.—Scritti Biologici Raccolti da Luigi Castaldi. Roma.—Rivista di Biologia Coloniale. Letonia Riga.—Folia Zoologica et Hydrobiologica Latvijas Universitatis. > Latvijas Biologijas Biedribas Raksti. Portugal Coimbra.—Folia Anatomica Universitatis Coimbrigensis. > Memorias e Etudos do Museo Zoológico da Univer- sidade da Coimbra. Porto.—Boletim da Associacao da Filosofía Natural. > Trabalhos da Associacao da Filosofía Natural. > Trabalhos da Sociedade Portuguesa de Antropología e Etnología. Rusia Kiev.—Travaux de la Station Biologique de Karadagh. > Journal Médical (Academie des Sciences de la R. S. $. D'"Ukraine). > Researches on the ontogeny of animals. Leningrad.—Travaux de la Société des Naturalistes de Leningrad. Perm.—Bulletin de l'Institut des Recherches Biologiques de Perm. Suecia Lund.—Kungl. Fysiografiska Saellskapets 1 lund Fórhandlingar. Uppsala.—Nova Acta Regiae Societatis Scientiarum Upsaliensis. Suiza Berna. —Verhandlungen der Sehweizerischen Naturforschenden Gesellschaft. 130 Ginebra.—Comptes Rendus des Séances de la Société de Physique et d'Histoire Naturelle. Ziirich.—Vierteljahrsschrift der Naturforschenden Gesellschaft. ASA India Colombo.—Ceylon Journal of Science: Spolia Zeylanica. Islas Filipinas Manila.—The Philippine Journal of Science. Japón Formosa.—Acta Japonica Medicinae tropicalis. Tokyo.—Japanese Journal of Medical Sciences 1 Anatomy. > Japanese Journal of Medical Sciences Zoology. > Japanese Journal of Medical Sciences V Pathology. > Japanese Journal of Medical Sciences VI Bacteriology and Parasitology. AEREO A Africa del Sur Pretoria.—Annals of the Transvaal Museum. Tunisia Túnez.—Archives de l'Institut Pasteur. Australia Adelaide.—Records of the South Australian Museum. Melbourne.—Proceedings of the Royal Society of Victoria. Queensland.—Proceedings of the Royal Society. 131 INDICE TOMO XVI Editado XI - 1942 Pág Oliver Schneider, Carlos.—Dedicatoria..........oo.ooooooorocooon.o.. E Santa Cruz, Alcibíades.—“La alimentación de los Mapuches antes denia Conquistar astas leales piola 5 Gunckel, Hugo.—“Algunos datos médico-históricos relacionados con la ciudad de La Concepción a fines del siglo XVIIT”........ 11 Henckel, Carlos.—“Observaciones histológicas subre el ojo de los indios mapuches. Contribuciones al estudio de la Antropo- logia Chilena ATT aaa aforo oras le tolia blood ele iovae lala 25 Castelli, Agostino.—“Investigaciones sobre las relaciones entre aglu- tininas y bacteriotropinas, complemento y opsoninas”...... 31 Herzog, Ernesto.—“El fenómeno de las bolas argentófilas en el siste- ma nervioso vegetativo periférico”......o..oooooooooommo.o.o.. 37 Emhart, Osvaldo.—“Participación de los ganglios nodoso y yugular del vago y de sus núcleos centrales en la tuberculosis pulmo- nar-laríngea y en la úlcera gástrica”. ....oo.oo.oooooo.o.... 45 Cors, Guillermo.—“La encefalitis en la rabia”......o...oooooooo.... 59 Mahuzier, Jj. Ernesto.—“Calcio y fósforo en productos alimenticios domlatresiónisuridelip as rat alii te lalalala isla 73 Wilhelm, Ottmar.—“Contribución al estudio de la Lamblia intes- GUEINSO. UL bbo ss oo oooO OOOO RAPIDA 79 Wilhelm, Ottmar.—“Una nueva reacción alérgica para el diagnóstico delfiquiste nIdatidico a rare ola eo Issa lalato tale oe Vell [sia] 89 Kallas, Helmuth.—“Algunos aspectos de la Fisiología bucal en rela- aa cai Eee oo nooo bobo do De ao OSA 95 Giinther, Bruno.—“La estimulación nerviosa y la transmisión sináp- ticaMentiunaimodelo eléctrico tias i alot ts lole ist oleo 103 Solervicens, Enrique.—“Observaciones sobre el orificio aórtico del MERA adobo Voodoo doo Nao uo UNOS 113 Behn, Francisco.—“Nombres vulgares de aves silvestres chilenas”.. 117 Hstadomde Biblioteca tia llaiala tods apro 0 £ A | Ladies -Gerreráar” IS Tomos-Xi-X NS PIRATA UA ON RAN AA le de Concepción (Chile) Filial de la Société de Biologie de París , RECTORIO: ín de la Sociedad de Biología Publicación Alta -por la Universidad de Concepción Pro Carlos Oliver Schneider e Prof. Dr. Carlos Henckel Dr, Alcibíades Santa Cruz Prof, Ernesto Mahuzier Dr. Enrique Solervicens Prof. Emiljo Poch REDACTOR DEL BOLETIN: , 1 Prof. Dr. Ernesto Herzog Prof, Dr. Ottmar Wilhelm x ae o peer del seno cavernoso 'y el tercer mólar inferior qua E activos det«Persea angustia del Persea Lingue Nees» (LingUB)rccociccnoconccaronon os es, Miguel Luis.— «Alteraciones vasculares del ndo del ojo en la o sanguinea». (Estudio o errar ne ta cnsria renos o a a Poo...» her, Bruno.—«Sobre principios farmacológicamento ster, ucusto «Conti ación al estudio fitoquímico - Año 1943 EDITADO EN NOVIEMBRE DE 1943. ÚS S Pág. NL 19 21 39. 2 57 79 BOLETIN DE LA SOCIEDAD DE BIOLOGIA DE CONCEPCION FILIAL DE LA SOCIETE DE BIOLOGIE DE PARIS PUBLICACION AUSPICIADA POR LA UNIVERSIDAD DE CONCEPCION TOMO XVII 1943 CONCEPCION 2 Ú mm de E sd Tromboflebitis del seno cavernoso y el tercer molar inferior izquierdo * (Con 2 figuras) por E. Cirne Lima (Porto Alegre, Brasil) (Recibido por la Redacción el 24-X1-42) “A titre de rareté, l'infection dentaire étend ses ravages du cóté du systéme veineux, entrainant une trombo-phlebite des sinus. Ces redoutables accidents sont signalés par le maxillaire supérieur et l'hemi- maxillaire inférieur gauche. 1l n'y a pas d'observation concernant l'hemi-maxillaire inférieur droit”. Charles Ruppe - Pathologie de la bouche. - 1931). Son felizmente raros los casos de tromboflebitis del seno cavernoso, provenientes de una infección dentaria. El fenómeno puede ser explicado talvez por la rareza de determinadas condi- ciones muy particulares, capaces de ejercer una influencia pro- funda en este o aquel sector del sistema dentario, sea privándolo de una irrigación sanguínea suficientemente nutritiva, sea aumentando las posibles alteraciones humorales, histológicas, físico-químicas, particularidades muy especiales de vulnerabi- lidad vascular. Cualquier que sea la hipótesis, el asunto asume proporciones excepcionales no tanto por la poca frecuencia de la tromboflebitis de origen dentario como principalmente por el he- cho de que nada se ha observado respecto a la mitad derecha del maxilar inferior. Trátase por lo tanto de perturbaciones patoló- * Leído en la Sociedad de Biología de Concepción el 24 de Noviem- bre de 1942. gicas unilaterales, y lo que es más importante, delimitadas exclu- sivamente al maxilar inferior. Esta localización electiva, ya por sí misma sorprendente está aún más restringida al tercer molar izquierdo por ser éste entre todos, el diente que una vez en erupción viciosa despierta más reacciones inflamatorias sucep- tibles por su gravedad de propagación por vía linfática, sanguí- nea o nerviosa. El tercer molar inferior izquierdo debe tener pues alguna característica peculiar, mediante la cual según el acuerdo unánime de los autores, él se distingue de todas las otras unidades dentarias. El hecho que no se ha tentado todavía de decifrar el enigma es una clara prueba de las enormes dificultades que se ofrecen al trabajo del investigador. Al otro lado es igualmente posible que ninguno quiera formular hipótesis o presentar sugestiones temiendo de no poder darles fundamentos sólidos. A pesar de eso nada justifica el poco interés de los estudiosos por un pro- blema tan serio y al mismo tiempo tan seductor. Tampoco siem- pre será posible justificar una idea, apoyar una opinión con ele- mentos capaces para resguardarse de la crítica exigente y severa. Pero si no se tiene más que el propósito de estimular esfuerzos útiles destinados a la realización de estudios esclare- cedores de dudas y de misterios en el vasto e inestable campo de las Ciencias Biológicas, todas las iniciativas deben ser juzga- das con indulgencia. Por pensar exactamente así nos atrevemos a hacer sobre el asunto algunos comentarios, sinceramente ins- pirados por el deseo de sugerir investigaciones. Durante nuestros 35 años de actividad profesional nunca vimos un caso de tromboflebitis del seno cavernoso. Tuvimos entre tanto conocimiento de tres casos ocurridos en diferentes épocas, todos producidos por una infección dentaria con punto de partida al nivel del tercer molar inferior. No nos recordamos bien si el tercer molar en dos de los casos era del lado izquierdo. En cuanto al restante, sin embargo, guardamos vivos recuerdos de este detalle. Se trataba de un caballero altamente respetado en la Sociedad de Porto Alegre donde con la noticia de su falle- cimiento fueron divulgados pormenores sobre la causa y la evo- lución del mal, del cual fué víctima. En relación con estos datos se explica la profunda atención con que hace días leímos de nue- vo aquellas frases, ya comunicadas, de Charles Ruppe innega- blemente más apropiadas para fomentar la comodidad de los que se contentan simplemente con lo que oyen o lo que leen que suscitar indagaciones. Gabriel Adain con el magistral trabajo que publicó “Sur le Canal Mandibulaire et les Accidents de la Dent de Sagesse”, conquistó sin la menor sombra de duda una posición sobresa- liente entre los más autorizados analizadores de aquel problema complejo de Patología dentaria, contribuyendo al respectivo estudio patogenético con una teoría enteramente suya y brillan- temente desarrollada. Vamos a dejarnos guiar de la amplia base en la cual está asentada la lógica de sus deducciones para tratar de saber en que consisten las diferencias del tercer molar infe- rior relativas a los otros dientes. 4 DESARROLLO DEL MAXILAR “El desarrollo de la mandíbula es proporcional a el de los gérmenes dentarios. De éstos los relacionados con los molares se colocan sucesivamente detrás del borde alveolar en el espesor de la rama ascendente. Es claro que ellos no podrán aparecer en el borde alveolar sin que éste tenga adquirido en el sentido ánte- ro posterior suficientes dimensiones para alojarlos. A medida que se desarrolla el maxilar inferior, el surco alveolar cavado por su porción posterior en la rama ascendente pasa a constituir el borde superior del cuerpo óseo. Entonces, de acuerdo con la edad del individuo los molares pasan sucesivamente de la cara interna del ramo ascendente al borde superior de la porción hori- zontal” (Dieulafé et Herpin). Entre tanto, “cada uno de los segmentos de la mandíbula — el segmento dentario y el segmento esquelético — parecen desarrollarse en ausencia de influencias recíprocas, esto es, el desarrollo de uno no influye sobre el del otro. Ni siquiera siempre hay proporción entre el ancho de la rama ascendente y la extensión del arco alveolar; a un maxilar con fuerte musculatura y con rama ascendente muy desarrollada puede corresponder un arco alveolar relativamente pequeño o viceversa. Ahora, como el aumento de la rama ascendente en an- cho es función directa del desarrollo de los masticadores, parece que las leyes que presiden al desarrollo en extensión del arco alveolar son independientes de la acción de aquellos músculos. El segmento esquelético de la mandíbula disminuye notablemen- te en proporción del progreso de la evolución filogenética. El seg- mento dentario disminuye menos y cuando el arco alveolar es pequeño, en relación con el resto del maxilar (negros, neocale- donianos), el molar del juicio queda separado de la rama ascen- dente por un espacio de tamaño variable, constituyendo el espa- cio retromolar. Cuando por lo contrario el arco alveolar es gran- de, en relación con el resto de la mandíbula (europea), el molar del juicio es obligado a ocultarse detrás de la rama ascendente y el espacio retromolar es representado por una cifra negativa”. (Madelaine Pelletier). SOBRE UN TERCER CANAL MANDIBULAR EN EL NIÑO En una comunicación a la Academia de Ciencias de París presentada por Edmond Perrier en Octubre de 1906, el Prof. R. Robinson, dice lo siguiente: “Al lado de los dos canales denta- rios — transitorio y permanente — que recorren el maxilar inferior del feto humano, canales que Rambaud y Renault des- cribieron admirablemente, existe otro que hasta ahora ha pasa- do desapercibido y que puede denominarse tercer canal dentario. Este conducto comienza detrás del último molar, en la región de 5 la cisura postmolar, según la expresión de Pelletier, por un pe- queño orificio ovalado que orientado de arriba hacia abajo y de adentro hacia afuera se abre en el canal dentario permanente, a nivel de la espina de Spix. Yo lo encontré siempre en maxila- res de niños, por mí examinados en el Laboratorio de mi maestro Riefel, Jefe de trabajos anatómicos. A partir pues de los ocho años de edad, el tercer canal parece atrofiarse y deja solamente como rastro de su existencia una depresión más o menos acen- tuada que corresponde al orificio de salida. Esta depresión ha sido vista por varios anátomos, entre los cuales el Prof. Graf Spee, que la considera como un alvéolo rudimentario. No con- cuerdo con este modo de ver, porque, como dice Ledouble no hay alvéolo preexistente, el diente es que produce el alvéolo. Ahora en las piezas por mí examinadas no había señales de germen dentario. El tercer canal dentario es un canal vascular que con- tiene un pequeño fascículo de vasos dentarios inferiores. Ligado al desarrollo de la mandíbula, el se forma a cuesta de la falta de unión entre el borde superior de la espina de Spix y el borde interno del apófisis coronoide. ¿Porqué este canal existe en el niño y desaparece en el adulto? En el recién nacido la rama ascendente del maxilar es muy reducida y el canal dentario comienza en la base del cóndilo y recorre todo el hueso. La apó- fisis coronoide tiene ya una arteria nutritiva bien nítida. A medi- da que la mandíbula se desarrolla, el canal dentario se aleja del cóndilo, quedando la base de la rama ascendente a cierta distancia de la entrada del canal. La arteria dentaria da origen a tantos ramos, cuantos corresponden a las raíces de los dientes corres- pondientes. El surco postmolar queda así sin ningún vaso san- guíneo que comprometería la nutrición del segmento basal de la rama ascendente, cuyo desarrollo es bastante tardío. En los ca- sos en que este desarrollo se haría con un poco más intensidad, los pequeños vasos nutritivos que recibe, serían insuficientes. Existe pues la necesidad de una circulación más activa. Sin la menor duda, justamente para corresponder a esa necesidad se forma el tercer canal dentario. Luego después que la mandíbula se aproxima a su completo desarrollo, el tercer canal poco a poco se oblitera dejando como vestigio solamente una depresión a la cual ya me referí y la cual encontré en igual forma en el cino- céfalo, en el chimpancé negro, en la girafa, en el elefante, etc. La atresia del tercer canal no tiene nada de extraordinario, pues, como sabemos, el canal permanente con la edad también se estre- cha y se oblitera”. Henle dice igualmente “que la arteria y la vena dentaria inferior se dividen en tantos ramos cuantas raíces dentarias existen y que en el lactante se encuentra en el segmen- to más retrocedente del cuerpo del maxilar un orificio de canal”. “Es natural por lo tanto — continúa Gabriel Adain — que se admita la existencia del canal mandibular fuera de los dos otros canales dentarios. Existe de veras un canal que se llama transitorio y que es contemporáneo a la germinación de los incisivos y además otro que se llama permanente, pues desde el noveno mes después del nacimiento substituye al primero y así permanece definitivamente. 6 Es por lo tanto lógico de concluir que una tercera dentición, un tercer estado de la misma función debe hacer necesario un tercer canal. Pero nosotros mismos hemos visto que este canal es también transitorio y parece dirigir el desarrollo de la región post-molar hasta haber pasado los ocho años. Ahora en esta edad los molares del juicio están ya esbozados después de su evolución iniciada y es por eso talvez que el canal se obstruye y desaparece. Sin embargo, si la obliteración de este pequeño canal es una regla que casi siempre se verifica, no es menos exacto que frecuentemente el canal mandibular persiste en el adulto como lo demuestra por ejemplo el dibuio aquí reprodu- cido que representa un maxilar de 23 años” (fig. 1). FIG. 1. CONTENIDO DEL CANAL MANDIBULAR El canal mandibular contiene la vena y la arteria mandibu- lar y pequeños ramos nerviosos, los cuales se anastomosan con el contenido del canal dentario inferior. Ligando de un lado la arteria dentaria inferior y del otro la respectiva vena, Gabriel Adain por intermedio de una jeringa de Pravaz pudo ver como el líquido inyectado refluyó por el orificio de los vasos mandi- bulares. Este pequeño sistema arteriovenoso comunica única- mente con la arteria y vena dentaria inferior. Reproduciendo, con permiso, el esquema del sistema venoso que se encuentra en la “Pathologie de la Bouche” de Charles Ruppe no hay necesidad de agregar algo para señalar la intimi- dad de relaciones vasculares entre la vena dentaria inferior y el seno cavernoso (fig. 2). FIG. 2. 1. Seno cavernoso.—2. Vena oftálmica superior.—3. Vena oftálmica inferior.—4. Vena facial.—5. Vena jugular interna.—6. Vena de Trolard.— 7. Plexo pterigoídeo.—8. Venas dentarias inferiores.—9. Vena jugular ex- terna.—10. Vena facial profunda de Walter.—11. Vena ptérigo-orbitaria de Sébileau. INTERPRETACION Fundamentando su teoría con relación a los accidentes de los molares del juicio Gabriel Adain pone en relieve la sistemati- zación de los disturbios patológicos y concluye que tal sistema- tización sólo puede ser hecha por vía venosa por que el sistema linfático no se extiende a todas las regiones generalmente afli- gidas por el proceso infeccioso. Desde entonces, suponiendo que sea el mecanismo de transporte endógeno de gérmenes, tenemos que considerar al molar del juicio incluído, en vía de erupción como un cuerpo irritante. Hay aquí un punto de gran demanda, un punto traumatizado, además disminución de la resistencia ósea y exiguidad de espacio. Además tenemos que pensar en el axioma de Lannelongue: “La zona de los procesos fisiológicos es la misma de los procesos patológicos”. En ese punto, fisiológicamente irritado hay elementos y detalles anatómicos que permiten considerar al molar del ¿jui- cio entre todos los demás como la que puede determinar las más graves y raras complicaciones mórbidas, a veces mortales. 8 El espacio que separa el diente de la base de la apófisis coronoide está constituído por tejido alveolar de mallas amplias. En el borde de este espacio se abre el canal mandibular con su vena. En ningún otro punto del arco dentario se encuentra una disposición anatómica semejante. Basados pues en todos estos factores anátomo-fisiológicos podemos concluir que los gérme- nes sean conducidos al ángulo del maxilar por la corriente san- guínea. En este punto, considerado como zona de menor resis- tencia ellos se fijan. Con tales conocimientos es fácil explicar el mecanismo patogénico de los desórdenes patológicos que pro- vienen ya del diente incluído, ya tienen por causa un tercer molar sano y hace mucho tiempo erupcionado”. En total el tercer molar inferior es el único que posee un canal y un sistema vascular particular. El irrita, en el trabajo fisiológico de su erupción, los tejidos que lo envuelven y hace de la región en que se le localiza una verdadera zona de demanda, en relación con las infecciones de vecindad. Por su parte, la infección que se forma en torno de él puede ser punto de partida de complicaciones patológicas que se irradian a través del siste- ma venoso de la maxilar interna. Hacemos responsable de todas estas notables particularidades inherentes al tercer molar infe- rior, en confirmación de Reclus y de Madelaine Pelletier, según los cuales los disturbios patológicos son más frecuentes en la izquierda en el maxilar inferior a razón del menor desarrollo óseo en este lado. Recapitulando podemos pues admitir que la tromboflebitis del seno cavernoso cuando es de causa dentaria con punto de partida en la mandíbula es con más frecuencia originada a nivel del tercer molar inferior izquierdo por las siguientes razones: a) El maxilar inferior siendo menor en el lado izquierdo que en el derecho dificulta, si no imposibilita la erupción normal del tercer molar, especialmente en los casos en que la falta de espacio es agravada por el tamaño exagerado del diente. b) Cuando se verifica tal desproporción, el tercer molar toma la función de un cuerpo irritante, produciendo un auténtico traumatismo fisiológiso. Este traumatismo debilita la resisten- cia ósea y por compresión la de las paredes vasculares. e) Existe siempre en el niño hasta los ocho años un tercer canal dentario — R. Robinson lo llama canal mandibular — que, muy cerca de su punto de origen se comunica con el canal denta- rio inferior. Su contenido es constituído por una arteria, una vena y un fascículo nervioso. d) El canal mandibular que generalmente desaparece des- pués de la formación del folículo del tercer molar, persiste en algunos casos en el adulto. e) La sistematización de los desórdenes patológicos se dedu- ce de la sistematización de las vías de acceso. La vena maxl- lar inferior debe ser la puerta de entrada de los gérmenes infec- tantes en el punto fisiolósicamente irritado por el diente que se desarrolla en un espacio muy reducido. f) En los casos en que la infección se instala al nivel del tercer molar ya erupcionado es de suponer que la persistencia de 9 lesiones antiguas, causadas por el traumatismo fisiológico, ejerci- do durante varios años, haya transformado las paredes vasculares en más vulnerables, facilitando por lo tanto la invasión miero- biana. A eso contribuirían sin duda como por lo demás en cual- quier otra hipótesis etiológica las condiciones del terreno. g) Como el canal mandibular desaparece generalmente y como los casos de tromboflebitis dei seno cavernoso son raros, puede admitirse la hipótesis de que tales casos estarían en rela- ción estrecha y talvez aún dependiente de la persistencia del canal en referencia. h) Invadida la vena mandibular, la infección, conforme con el esquema de Charles Ruppe, atraviesa la vena dentaria inferior, llega al plexo pterigoídeo y transpasada la vena de Trolard llega finalmente al seno cavernoso. No tenemos la pretensión de sostener que el problema con lo poco que contribuimos esté ya definitivamente solucionado, pero ante el deseo de estudiarlo y la situación desagradable de solamente comentar, intra muros, los misterios de su etiología, sería imperdonable de que hubiese vacilación. 10 DEL INSTITUTO DE FISIOLOGIA de la Universidad de Concepción (Chile) Director: Prof. Dr. H. Kallas Sobre principios farmacológicamente activos de “Persea Lingue” (Con 1 curva) por B. Giinther (Recibido por la Redacción el 5-1-43) Las frecuentes intoxicaciones, muchas veces de consecuen- cias fatales, que se observan en los animales que han ingerido hojas de una Laurácea chilena (Persea Lingue Nees) justifican la iniciación de un estudio experimental en el sentido de la aisla- ción del posible principio activo, como también de la determina- ción de sus efectos farmacológicos. El Prof. A. Pfister obtuvo de las hojas de dicha planta, después de extracciones en alcohol, agua, defecación con mag- nesia (para la eliminación del tanino y otras substancias extra- ñas) y agotamiento del defecado con alcohol, finalmente una suspensión en agua del extracto. Con esta solución al 20%, que gentilmente nos fué proporcionada por el Prof. Pfister, se estu- dió la sintomatología de la intoxicación en lauchas, ratones y conejos. Además se pudo precisar la dosis letal media (LD;0o) en lauchas blancas y finalmente se estudió su efecto sobre el cora- zón aislado de rana. METODOS De la solución madre (1 cm. de ella contiene 0.20 grs. del extracto seco, equivalente a 40 gr. de hojas secas de “Persea Lingue”) se hicieron las diluciones al 1% y 10% en suero fisio- lógico para mamíferos y para animales de sangre fría. La dilu- ción se prepara en el momento de ser inyectada. 11 En cuanto a la perfusión del corazón del corazón de rana (Calyptocephalus Gayi) se siguió la técnica habitual: determi- nación de la presión venosa, frecuencia cardíaca, presión arterial y del volumen minuto. RESULTADOS EXPERIMENTALES A. Sintomatología de la intoxicación: 1. En lauchas blancas.—La evolución de la intoxicación es la siguiente según el orden de aparición de los síntomas: Bradipnea. Movimientos de la cabeza sincrónicos con la respiración, que se hace con la boca abierta. Aumento de la base de sustentación. Pasividad. Incoordinación de los movimientos. La cabeza se apoya sobre el suelo. Dificultad en la corrección de la posición al colocar el animal en decúbito dorsal. Movimientos tónico-clónicos de las extremidades. Opistótonos. Relajación de los esfínteres. Cianosis. Inspiraciones profundas. Muerte. Para mayor detalle va a continuación la descripción de un experimento realizado en una laucha 2 de 20 gr. de peso inyec- tada con solución de Lingue al 1% en cantidad de 0.5 e. ce. por vía subcutánea (9-VIII-42). Minutos | Sintomatología 0 Inyección de 0.5 c. c. (s. c.) (1 mer. del extracto). 19 Dificultad respiratoria y enoftalmo. Movimiento rít- micos de la cabeza, sincrónicos con la respiración. Respira con la boca abierta. Taquipnea. 27 Respiración por minuto = 196. 36 Corrige la posición. Respiración por minuto = 156. 39 Corrige su posición. Las arterias de la oreja están muy marcadas. 42 Respiración por minuto = 144. Corrige la posición con dificultad. 43 Corrige posición con gran dificultad. Reflejos de las extremidades normales. Epífora. No corrige posición. Cianosis de las extremidades y de la mucosa bucal. 45 Movimientos de marcha. Relajación del esfínter vesi- cal. Movimientos clónicos de las extremidades anteriores y posteriores. 46 Inspiraciones profundas. Muerte. 44 Llama la atención la precoz disminución de la frecuencia respiratoria. Además debe mencionarse la perturbación en la corrección de la posición, terminando la intoxicación con ciano- sis y asfixia. 2. En ratones.—Para no inyectar un volumen excesivo de líquido se utilizó una solución de Lingue al 10% de la eual se 12 inyectaron 0.0025 - 0.010 c. c./gr. La sintomatología en orden cronológico era la siguiente: Disminución de la abertura palpebral. Pasividad. Aumento de la base de sustentación. Apoyo de la cabeza en el suelo. Respiración lenta y movimientos sincrónicos con la cabeza. Contracciones espasmódicas de la musculatura de la cabeza y del cuello. Incoordinación de los movimientos. Muerte. Los detalles de la intoxicación en el ratón se aprecian en forma más precisa en el protocolo siguiente (19-V1-42): Ratón hembra de 100 gr. de peso, inyectado por vía subcu- tánea con 2.5 c. ec. de solución de Lingue al 10% (preparada el 18-VI-42). Minutos | Sintomatología 0 Inyección de 2.5 c. c. (50 mgr. del extracto). 13 Aumento de la excitabilidad. 27 Inseguridad de los movimientos. 30 Respiración con la boca abierta. 34 Respiraciones por minuto = 56. 36 Aumento de la base de sustentación. 46 Inspiraciones sumamente profundas con la boca muy abierta. 51 Respiraciones por minuto = 40. 53 Corrige con dificultad la posición. Al final de la expiración se oye un ruido crepitante, a veces seguido de un silbido. 62 Inspiraciones espasmódicas. Cianosis de la punta de la cola. Frecuencia respiratoria = 40 por minuto. Fondo de ojo de un color rojo obscuro. 70 Se comporta pasivamente y apoya la cabeza sobre el suelo. Responde débilmente a las estimulaciones | mecánicas de las extremidades. 78 Inspiración abdominal con grito inspiratorio y expi- ratorio. 719 Levanta la cabeza durante la inspiración. Ritmo res- piratorio = 24 por minuto. 30 No corrige la posición. Sensibilidad de la cola abolida. Reflejos de las extremidades anteriores y posterio- res disminuídos. 82 Expiración abdominal rápida e intensa, con movimien- tos simultáneos de las extremidades anteriores. Relación del esfínter vesical. Cianosis de la cola, de las extremidades y de las mucosas. 84 Inspiración con toda la musculatura auxiliar, con hiper- extensión hacia adelante de las extremidades ante- riores y de las posteriores hacia atrás. 85 Muerte. Autopsia: Corazón muy dilatado, especialmente las | aurículas, que continúan latiendo con una frecuen- cia de 90 por minuto y de los ventrículos, que se contraen 12 veces por minuto. (1 al 00 (du) 13 3. En conejos.—La inyección de solución de Lingue produ- ce una sintomatología, que desde un comienzo es gravísima: Protocolo 30-VI-42. Inyección de 1 c. c. de la solución madre de Lingue (200 mgr. del extracto) por vía subcutánea. Coneja de 1,770 er. Minutos | Sintomatología Q Inyección de 1.0 c. c. Respiraciones por minuto = 96. 3 | Midriasis. Pasividad, cianosis de la mucosa, no corri- ge posición. Abre la boca para respirar; respira- ción superficial torácica. Disnea. Opistótonos. 6 Midriasis y reflejo corneal disminuído. Expiración forzada y brusca con contracción de los músculos accesorios de la respiración. S Opistótonos con hipertonía de las extremidades ante- riores. Reflejo corneal muy disminuído. 10 Movimientos respiratorios bruscos, contracciones de los músculos del cuello. 11 | Reflejo corneal abolido. Muerte. Continúan los movi- mientos inspiratorios. Autopsia: Ambos ventrículos en fibrilación, dilatados. y flácidos. Aurículas muy dilatadas y cianóticas. B. Toxicidad en lauchas blancas: En la Tabla N.* 1 se han resumido los resultados obtenidos por la inyección de dosis crecientes de solución de Lingue. La intensidad de la acción es muy variable en los distintos ani- males como se desprende de la mortalidad en los distintos grupos (variabilidad biológica). Esto naturalmente dificulta la deter- minación exacta de la curva de mortalidad. En la Tabla N.? 2 se especifica la mortalidad según la dosis de Lingue. La dosis LD;o resultó ser de 0.06 e. c./gr. de la solu- ción al 1% (o bien 0.12 mg/gr. del extracto). Con la aplicación de la mortalidad calculada según Behrens (véase Burn: Biolo- gische Auswertungsmethoden. Springer. Berlín, 1937. Pág. 11) se puede definir este valor con mayor precisión, aún empleando un reducido número de animales. Se expresa esta mortalidad según este autor en forma de una fracción, cuyo denominador corresponde al número de animales inyectados con una dosis determinada, valor al cual se suman los animales que sobreviven una dosis superior y además los animales que mueren con dosis inferiores. Para obtener el numerador se suma a los animales muertos con esta dosis los animales que mueren con dosis infe- riores. En esta forma la exactitud de los resultados aumenta considerablemente, ya que equivale a la utilización de un núme- ro mayor de animales de experimentación (en nuestro caso en vez de 24 animales inyectados, el cálculo se hace. a base de 42). 14 Tabla N.? 1.—Inyección subcutánea en lauchas de solución al 1% de Lingue. Peso: gr. | Peso: gr. Dosis subrayado = muertos Dosis subrayado = muertos c.C./gr. | sexo: m = masculino e. c./gr. | sexo: m = masculino f = femenino f = femenino | | 15 m 13 m 18 m | 1) 0.005 Sea 0.080 21 f | | 3 m 23 m | 18 m 16 m | | 18 m 19 £ l 0.010 | 18 f 0.035 a E | | 20 £ 18 m l S | 17 m 54 : | 19 m | 0.015 | le E 0.040 Sa | | 24 f 20 m | | | des | > f l | ae 2 m | |- 0.020 a 0.045 26 1 | 14 f | | uE l 18 f | 22 m l 15 m 25 m ll 0.025 | 12 f 0.050 19 f | | 19 f 18 m | El cociente LD¡00/LDo es un índice del incremento de la toxi- cidad con la dosis. En el caso del principio activo de “Persea Lingue” este valor es de 10. Es interesante hacer notar que el mismo cociente se ha obtenido con las hormonas sexuales femeninas. 15 Tabla N.? 2.—Inyección subcutánea de solución al 1% de Lingue en lauchas blancas. Control a las 20 horas. a = = Dosis eye 0201 0.02 0.04 10200) Modos oO A A A A A | | | 21m|19m 17m|20m| 19m 19 m 21h(21m | l15m|23m | 1Dh|3%hH Peso en gra- (17 m|17h 15m| 20h 18h | 15h eo A 120 19m. || 160 tone eo ea brayados | 24 mi 24 h 16 h Macho =m ; 18m, 16 h 25 m | Hembra = h | 30m 20 m Ñ | servada Mortalidad ob- 9/4 | 1/6 | 0/6 | 4/8 | 3/4 | a/a Mortalidad cal- | culada (Beh- — (1/11 | 1/12 | 5/10 | 8/9 | — rens) | LD, | Do LD0o C. Efectos sobre el trabajo del corazón aislado de rana Como se puede apreciar en la figura 1, la inyección en el lado venoso de 1 c. c. de solución al 1% de Lingue (2 mer. del extracto) produce una disminución muy marcada del volumen minuto, seguido de un rápido restablecimiento del valor normal; efecto fugaz debido evidentemente a que los principios activos quedan sólo por un corto tiempo en contacto con el corazón (cir- cuito abierto). No se observa una fase inótropa positiva ulterior. Conjuntamente con la disminución del rendimiento cardíaco se produce una elevación de la presión venosa y una disminución de la presión arterial. Esta acción inótropa negativa no se observa cuando se inyee- ta la dosis de 0.1 - 0.2 y 0.5 c. c. de la solución al 1%. 16 Perfusión corazón de rana Yo1/min ce 2 mg. extrecto de Lingue RESUMEN 1. Se estudia la intoxicación producida por aleún principio activo de “Persea Lingue” en lauchas, ratones y conejos y se constata que la sintomatología es análoga en todos ellos, predo- minando las alteraciones respiratorias. 2. La dosis LD;o en lauchas blancas es de 0.12 me/gr. del extracto de Lingue. 3. Sobre el corazón aislado y perfundido de rana la canti- dad de 2 mer. del extracto tiene una acción inótropa negativa de corta duración. 17 DEL INSTITUTO DE FARMACIA de la Universidad de Concepción (Chile) Director: Prof. E. Weasson. Contribución al estudio fitoquímico del Persea Lingue Nees (Lingue) por A. Pfister (Recibido por la Redacción el 5-1-43) El lingue es un árbol perteneciente a la familia de las Lauráceas que crece en nuestro país desde la provincia de Curicó hasta Llanquihue. Más al norte crece una especie muy afín que en la literatura es descrita con el nombre de Persea Lingue Meyeniana. Posee el lingue un crecimiento muy lento, motivo por el cual, es posible encontrar ejemplares grandes solamente en los bos- ques inexplotados del sur de Chile. Más al norte se le encuentra en forma de arbustos. Su madera, muy valiosa, es muy usada en la fabricación de muebles finos, empleándose su corteza en las curtidurías. Sus hojas y frutos, muy tóxicos, causan extragos en la gana- dería, especialmente en el invierno cuando escasea en los campos el forraje. El campesino habla del animal “enlingado” que, habiendo ingerido las hojas o frutos, se le encuentra tendido y muy hinchado. Animales que presentan estos fenómenos de intoxicación, se les deja tranquilos, pues, generalmente al poner- los en movimiento, caen muertos instantáneamente. Hemos po- dido comprobar que la muerte es producida, en estos casos, por paralización en diástole del músculo cardíaco. Parece que los estudios químicos de este vegetal son muy escasos. Hemos sabido que años atrás se efectuó un estudio sobre este tema en el Instituto Agronómico o en el Instituto de Veterinaria de Santiago, trabajo que nos fué imposible obtener. Iniciamos nuestros trabajos con la investigación de alcaloi- des con resultado negativo, en cambio, pudimos comprobar la presencia de compuestos glucídicos. Para la extracción de estos principios activos de las hojas, principiamos por emplear el agua como disolvente, método que 19 tuvimos que abandonar por el espeso mucíilago que se nos formaba. Agotamos después las hojas con alcohol caliente en presen- cia de carbonato de calcio, destilamos el alcohol y evaporamos a consistencia de extracto al B. M. Este extracto lo tratamos varias veces con agua caliente, los líquidos acuosos filtrados los evaporamos a un tercio de su volumen y los defecamos con solu- ción de subacetato de plomo; filtramos nuevamente, eliminamos el exceso de plomo con hidrógeno sulfurado, filtramos y evapo- ramos esta vez al vacio, obteniendo solamente un escasísimo resi- duo siruposo. En vista del escaso rendimiento obtenido por este método de extracción, optamos por la defecación con óxido de magnesio, siguiendo el siguiente procedimiento: 500 g. de hojas secas y pulverizadas, se maceraron en un matraz con 3 litros de alcohol durante 3 días en presencia de carbonato de calcio; después se calentó el matraz hasta ebulli- ción y se coló y filtró el líquido alcohólico. El líquido filtrado se destiló a pequeño volumen y se terminó de evaporar a consisten- cia de extracto al B. M. El extracto blando obtenido, se trituró después con medio litro de agua hirviente, el líquido acuoso caliente se filtró, se dejó reposar una noche, se volvió a filtrar y con una parte del líquido filtrado caliente, se lavó el precipi- tado del filtro. Este líquido acuoso, una vez frío, se agitó con tres porciones sucesivas de éter etílico, se vació en una cápsula ancha de fondo plano, se añadió 100 g. de magnesia calcinada, evaporando, a continuación, esta mezcla a sequedad a la estufa a una tempera- tura no mayor de 40”. El residuo seco y pulverizado, se colocó en un matraz, se agregaron 500 cc. de alcohol, se hizo hervir un momento, se filtró, el líquido alcohólico filtrado se destiló a pequeño volumen y final- mente se evaporó al B. M., obteniéndose un residuo blando, amarillo-rojizo, de sabor acridulce débil, parcialmente soluble en agua, soluble en cloroformo y que pesaba 2,5 g. La substancia aislada daba las reacciones de Molisch y Seli- wanoff (glucósidos-levulosa). Por hidrolisis ácida de su suspen- sión acuosa, se obscurecía el líquido, desprendiéndose un fuerte olor a lingue, por lo que debe suponerse que el principio aromá- tico del vegetal debe encontrarse en él en forma glucídica. En cuanto a la levulosa encontrada, debe provenir, sin duda, de sacarosa que impurifica el producto de extracción. Debido a la escasez de principio activo extraído, no se prosi- guieron las investigaciones de orden químico, empleándose la porción restante para trabajos experimentales en animales. Para ello se suspendieron 2 g. del extracto obtenido en agua, enterando 10 cc. con este líquido. Con esta dilución se prepara- ron ampolletas de 1 cc., conteniendo, en consecuencia, cada cc. 0,20 g. del extracto, equivalente a 40 g. de hojas secas. Las ampolletas se entregaron al Dr. B. Giinther, quien pu- blica separadamente los resultados de sus experiencias. 20 DEL INSTITUTO DE ANATOMIA PATOLOGICA de la Universidad de Concepción (Chile) Director: Prof. Dr. E. Herzog Alteraciones vasculares del fondo de ojo en la hipertensión sanguínea (Estudio anátomo-patológico) (Con 8 microfotografías y 4 dibujos) por Miguel Luis Olivares A. (Recibido por la Redacción el 1-VI-43) Gracias a las fundamentales investigaciones de Volhard y de su escuela, distinguimos hoy dos formas de hipertensión sanguínea: la roja o esencial, para cuya instauración concurren factores aún no bien establecidos, y la hipertensión pálida, siempre de origen renal. La última, siendo la expresión de un espasmo vascular generalizado, produce en el fondo del ojo alteraciones bien cono- cidas y fácilmente observables al examen oftalmoscópico. Para Volhard, la afección ocular, mal denominada neurorretinitis albuminúrica, que se observa precisamente con mayor frecuen- cia en los estados de hipertonía pálida, tendría por base pato- génica justamente un angioespasmo, motivo por el cual propuso la denominación de retinitis angioespástica. Numerosos han sido los autores que, antes y después de Volhard, se han preocupado del problema de la retinitis albumi- núrica, existiendo en la literatura algunos trabajos anatómicos tendientes a explicar su etiopatogenia y de los cuales hemos tenido la suerte de obtener los más detallados y más modernos. Para dar una idea del cambio que ha experimentado la opi- nión de los diversos autores sobre la etiopatogenia de la retinitis albuminúrica, mencionaremos, lo más sucintamente posible, algunas de ellas, deteniéndonos para analizar algo más. detalla- damente los trabajos originales de los autores más modernos. 21 El trabajo más antiguo es el del Duque Carlos Teodoro de Baviera, del año 1887, quien describió una marcada esclerosis de las arterias retinales, que interpreta como un fenómeno par- cial de una arterioesclerosis generalizada. Después Rochon- Duvigneaud en 1902, Schieck en 1907 y Leber en 1909, no pudie- ron comprobar estas observaciones, habiendo descrito casos de neurorretinitis con indemnidad del sistema arterial retiniano. Solamente en 1930, Kyrieleis hizo un estudio más extenso y con métodos más modernos de seis casos de riñones retraídos y encuentra, tanto en los casos de riñones retraídos genuinos, cuanto en los casos de riñones retraídos secundarios, arteríolo- esclerosis en la retina y en el nervio óptico. Un caso de arterio- esclerosis renal, es decir, de los vasos gruesos y medianos, fué negativo en cuanto a arteríoloesclerosis así en el riñón como en el ojo. En un caso de nefritis focal embólica y de riñón quístico, faltaron también estas alteraciones. Kyrieleis concluye que, da- dos el grado de intensidad y la distribución de las alteraciones arteríoloescleróticas en el ojo, no puede caberles gran importan- cia etiológica en la producción de la retinitis albuminúrica, consi- derándolas más bien coordinadas a los trastornos circulatorios en los nefrópatas hipertensivos, que serían del tipo de la hipe- remia periestática de Ricker. Wolfflin, en 1935, describe extensamente un solo caso de retinitis albuminúrica, mencionando engrosamientos parietales de las arterias retinianas y coroídeas que, a su modo de ver, son secundarios a la hipertensión. Uno de los trabajos más importantes es el de Gasteiger en 1937, quien, en colaboración con Volhard, estudia tanto clíni- camente como anatómicamente, casos de retinitis albuminúrica. Entre sus casos figuran: 5 nefroesclerosis malignas, 2 glomérulo- nefritis, l aguda y 1 subaguda, 1 caso de nefritis aguda del em- barazo, 2 de insuficiencia renal y riñón retraído sin ser especi- ficado el tipo. Al parecer, no controló histológicamente los riño- nes, sino que se basó en el diagnóstico clínico. La edad media de los enfermos fué 32 años y en todos los casos se efectuaron controles oftalmoscópicos hasta pocos días antes del deceso. Microscópicamente era evidente la absoluta falta de signos inflamatorios en los ojos afectos de retinitis y en cuanto a la arteríoloesclerosis, el autor está de acuerdo con Kyrieleis, en el sentido de que el proceso no es ni tan difuso ni tan intenso como para jugar un rol patógeno importante. Al respecto, en un caso de graves alteraciones degenerativas retinianas, cuyo diagnós- tico clínico fué insuficiencia renal con uremia, sólo encontró leves signos de arteríoloesclerosis y, a mayor abundamiento, los casos de nefritis crónica y suberónica, así como también un caso de nefroesclerosis maligna que presenta en su casuística, fueron totalmente negativos a este respecto. Además, en los casos en que comprobó cierto grado de arteríoloesclerosis, no pudo establecer relaciones topográficas entre las lesiones retinianas y las arteriolares. También coincide con Kyrieleis, considerando que las alte- raciones retinianas y coroídeas son ambas consecuencia de tras- 22 tornos nutritivos y no las primeras consecuencia de las segundas. Supone este autor que las alteraciones anatómicas característi- cas para la retinitis albuminúrica sean causadas por el manteni- miento de estados funcionales, muy posiblemente angioespasmos, en el sentido de Volhard. Termina recomendando la investiga- ción microscópiea del globo ocular en las llamadas hipertonías rojas, con el fin de avanzar más en el estudio de la etiopatogenia de la retinitis albuminúrica. En 1938 aparece el trabajo más completo sobre este par- ticular. Es un relato de Koyanagi al Congreso Oftalmológico Internacional del Cairo de ese mismo año. El trabajo llama la atención por estar muy bien documentado y por las numerosas fotografías y dibujos del natural, que testimonian sus obser- vaciones. Estudia 15 casos de retinitis albuminúrica bien controlados oftalmoscópicamente. El diagnóstico interno de sus casos fué glomérulo-nefritis crónica en 7 de ellos, siendo los 8 restantes riñones retraídos secundarios. Al parecer, tampoco ha contro- lado microscópicamente los riñones. Tras interesantes demos- traciones a base de las fotografías, llega a las siguientes conclusiones: Niega el que las hemorragias retinianas puedan deberse a simple diapédesis, sosteniendo que sólo se producen al estar alterados orgánicamente los capilares o precapilares. Se opone a Kyrieleis, explicando la poca probabilidad de que se produzca en el ojo una hiperemia periestática, tipo Ricker. Atribuye a una noxa circulante en la sangre las modificaciones que sufre el epitelio pigmentario, noxa que simultáneamente actuaría sobre los vasos, cuyas alteraciones anatómicas muy difícilmente po- drían explicarse, según él, por espasmos arteriales. Las conclusiones fundamentales que se desprenden de los trabajos citados, son: que en ningún momento puede conside- rarse la retinitis albuminúrica un proceso inflamatorio, como lo sostuvieron Hanssen y Knaack (1917), sino más bien de índole degenerativa y que entra, en parte, en el capítulo de la arteríolo- esclerosis, habiéndose propuesto para designarla con más pro- piedad, los nombres de retinopatía arterioloesclerótica o angio- espástica. Hemos hecho esta exposición, un poco extensa quizá, sobre los trabajos que nos han servido para documentarnos sobre la materia a tratar, por varios motivos, entre los que anotamos: Nuestro interés en poner de realce la omisión cometida por los autores citados, de controlar histológicamente el estado renal; la falta de traducciones a nuestro idioma de los trabajos origi- nales y finalmente la gran dificultad que existe para obtener trabajos científicos de esta naturaleza, dadas las actuales cir- cunstancias internacionales. Es por ello que agradecemos de manera especial, en primer lugar, a nuestro maestro, el Profesor Espildora Luque, de San- tiago, por habernos facilitado tan amablemente el Boletín del Congreso Oftalmológico Internacional del Cairo de 1938. También debemos agradecer al Dr. W. Niemeyer, de Porto 23 Alegre, Brasil, por el envío de las fotocopias de los trabajos ori- ginales de Wolfflin y de Gasteiger. En cuanto al extenso traba- jo de Kyrieleis, nos fué enviado en forma de microfotocopias de EE. UU. de Norteamérica. Entre la literatura nacional, debemos mencionar la intere- santísima monografía publicada en 1928 por el Profesor C. Charlín y colaboradores, — a pesar de que enfoca el problema de la neurorretinitis albuminúrica bajo el punto de vista clínico, y acerca del cual no nos hemos preocupado en el presente tra- bajo, — por contener el estudio autóptico de tres de sus casos fatales, en dos de los cuales el Prof. Croizet que estudió anató- micamente las retinas y los nervios ópticos, no observó altera- ciones vasculares, como lo demuestran las excelentes microfoto- grafías que ilustran la obra. A nuestro entender, fuera del ya mencionado trabajo del Prof. Charlín, nuestra literatura no encierra otras publicaciones sobre trabajos anatómicos del fondo del ojo, ni en la retinitis albuminúrica ni en la hipertensión sanguínea en general ,y ha sido precisamente éste uno de los principales motivos que nos han movido a emprender su estudio, convencidos, al mismo tiem- po, del importante rol patogénico que le cabe al factor hiper- tensión en sí, reconocido, al presente, por la mayoría de los auto- res, en la producción del cuadro de la retinitis albuminúrica. Así, siguiendo las sugestiones de Gasteiger de estudiar el estado anatómico del fondo de ojo en las hipertensiones rojas, nos propusimos investigar histológicamente los bulbos oculares de todo hipertenso que llegara a la mesa de autopsias, atendien- do, en primer lugar, a los casos de hipertonía roja, para verifi- car la teoría de Volhard de que la hipertonía, por sí misma, pue- de alterar con el tiempo las arteriolas, produciéndose así en el riñón, por ejemplo, graves trastornos circulatorios, que condi- cionan la producción de substancias vasopresoras, hasta formar- se un verdadero círculo vicioso. Además confiábamos en que tendríamos oportunidad de estudiar morfológicamente algunos casos de hipertonía maligna y talvez algunos de neurorretinitis albuminúrica, respectivamen- te agioespástica, a pesar de no ser ésta una afección muy fre- cuente. En efecto, transcurrido el tiempo que nos habíamos fijado para terminar nuestras investigaciones, sólo hemos podi- do obtener un caso de retinitis albuminúrica. Para asegurarnos bien acerca de los antecedentes y con el fin de que las observaciones clínicas fueran lo más completas posible para nuestros fines, personalmente estuvimos constan- temente atentos a completar con los exámenes correspondientes, no olvidando el examen del fondo de ojo, el estudio de numerosos hipertensos en los Servicios de Medicina Interna y Cirugía del Hospital San Juan de Dios de Concepción. Desgraciadamente, para nosotros, un gran número de casos seguidos con meticulosidad, fué dado de alta en mejores condi- ciones los más, y por voluntad propia, los menos, siendo estériles nuestros esfuerzos por mantener bajo nuestra vigilancia, preci- samente a estos últimos, cuyo desenlace fatal parecía inevitable a corto plazo. 24 Este es el motivo por el cual sólo uno de nuestros casos tiene examen oftalmoscópico, tocando la casualidad afortunada de que se trate de una neurorretinitis albuminúrica típica. El que gran parte de nuestros casos falleciera por accidentes hemorrá- gicos cerebrales, explica su corta permanencia en los diferentes servicios y, por ende, la pobreza de la observación clínica. OBSERVACIONES PROPIAS Hemos investigado histológicamente los bulbos de 22 autop- siados, entre los cuales 20 han sido considerados por nosotros como hipertensos, atendiendo a los datos clínicos, o bien, a falta de ellos, a los hallazgos anatómicos, como ser hipertrofia cardía- ea, sin vicio valvular. Un caso nos parece dudoso, pues no pudi- mos controlar el estado renal y el caso restante no acusó clínica- mente ni a la autopsia signos que nos hicieran sospechar hipertensión. Además estudiamos el ojo de dos casos de eclampsia. Acerca del tipo de hipertensión nos ha informado, tanto la clínica cuanto el examen histológico renal, de modo que podemos dividir nuestra casuística como sigue: Hipertonías pálidas ............. 5 casos Hipertonías FrOjaS ..............- 13 casos Hipertonía no precisada.......... 1 caso Ecampsia lane 2 casos No hipertenso (control) .......... 1 caso Mota 22 casos Fuera del examen histológico de los ojos, hemos practicado sistemáticamente la investigación histológica del riñón, menos en un caso, por causas ajenas a nuestra voluntad. En un buen número de ellos, investigamos también algunos de los principales parénquimas, con el fin de informarnos acerca del estado vascular. Finalmente nos hemos podido formar un concepto cabal acerca del cuadro anatómico general, especial- mente del árbol circulatorio, por haber practicado personalmente las autopsias de la mayoría de nuestros Casos. TECNICA Con el fin de traumatizar lo menos posible los bulbos ocula- res para evitar mayores desprendimientos de la retina, los extrajimos previa abertura del techo de la órbita, luego de reti- rada la masa encefálica, y seccionamos el nervio óptico más o menos a 2 cms. del bulbo. 25 Reemplazamos los ojos extraídos de esta manera, colocando en su lugar el polo anterior obtenido, como veremos luego, de los casos anteriores, salvando así el obstáculo de estética. Hemos leído en trabajos extranjeros que se han usado con el mismo fin ojos de vidrio y de ovejunos. FIJACION.—Hemos usado la formalina, ya sea pura, en forma de pequeña inyección intrabulbar (hasta 1 cc.) con el fin de acelerar la fijación de las capas más internas, o bien, en solu- ción al 10%, en que colocamos los bulbos sin abrirse por espacio de dos días. Después, valiéndonos de una hoja de afeitar, divi- dimos el slobo en dos mitades por el plano ecuatorial. El polo anterior se conservó para colocarlo en lugar de los ojos de nuevos casos. En el polo posterior practicamos dos cortes paralelos, hori- zontales, más o menos a 5 mm. de la papila, obteniendo así un segmento de hemiesfera hueca que contenía el nervio óptico, la papila y la mácula. INCLUSION.—Usamos el método de inclusión en gelatina según Gaskell-Graeff, observando que es conveniente filtrar, al menos groseramente, el agua potable con que se lava la prepa- ración antes de pasarla por la gelatina, pues las impurezas que arrastra, se adhieren tenazmente a los restos de humor vítreo, afeando las preparaciones microscópicas y dificultando su observación. Antes de la solidificación de la gelatina al 25%, ensayamos con éxito tratar de volver la retina desprendida a su sitio nor- mal, junto al epitelio pigmentario, valiéndonos de una aguja flexible y acelerando el enfriamiento de la gelatina a voluntad, colocando la cápsula que la contenía sobre un poco de nieve carbónica. De esta manera, consideramos que es más fácil inter- pretar las relaciones topográficas que presentan las alteraciones de las diversas túnicas del ojo, a la vez que las preparaciones microscópicas ganan en perfección. Valiéndonos igualmente de una aguja curva, corregimos la dirección del nervio óptico hasta dejarlo paralelo a la superfi- cie de corte. En dos casos en que seguimos la técnica de Heringa para disolver la gelatina una vez pegados los cortes al portaobjetos, no fijamos la gelatina de inclusión, cortando los bloques de inmediato. En el resto de los casos fijamos los bloques de inclu- sión en formalina al 10%. CORTES.—Nos servimos del micrótomo a congelación, ob- teniendo cortes cuyo grosor fluctuaba entre 8 y 15 micrones. De cada caso hicimos más o menos 80 cortes para obtener algu- nos de las diversas alturas. 'TINCION.—Usamos las tinciones de Hematoxilina-Eosina, Sudan 1Il, Elástica según Weigert, y en un caso tinción de oxidasa. 26 a) Hematoxilina.—La hematoxilina corriente no nos sirvió, pues tiñe intensamente la gelatina de inclusión. Probamos, por ese motivo, el método de Heringa que, disolviendo la gelatina, permite usarla, pero la facilidad con que la frágil retina se despegaba del portaobjetos nos hizo abandonar el método. Usamos en lo sucesivo Hematoxilina según Delafield y también según Bóhmer, no notando apreciables diferencias entre una y otra. Diferenciando bien en alcohol clorhídrico al 1%, se consi- gue con ambas desteñir notablemente la gelatina, obteniéndose buena tinción nuclear. La tinción plasmática con eosina alcohó- lica o acuosa al 1% fué algo pálida debido al lavado para deste- ñir la gelatina. b) Para la demostración de lipoides usamos en todos nues- tros casos el Sudan III, previa tinción nuclear con Hematoxilina Delafield o Bohmer. ec) Seguimos la técnica de Weigert para la demostración de las fibras elásticas, siendo preciso lavar bien y diferenciar largo rato en alcohol clorhídrico para aclarar la gelatina. En estos casos, se hizo la tinción nuclear con Kernechtrot. d) En el caso 497/42, hicimos tinción de oxidasa para evi- denciar leucocitos. Teñidos los cortes, cubrimos con gelatina en lugar de Bál- samo, evitando así la serie alcohólica de deshidratación que arruga mucho la gelatina. Ante la imposibilidad material de transcribir uno a uno los protocolos de autopsia de nuestra casuística, para dar a conocer los datos que nos interesan especialmente, hemos hecho el cua- dro sinóptico N.* 1, que informa acerca de la alteración renal, edad, sexo y causa de muerte. El orden en que han sido acondi- cionados, para mayor Claridad, es el siguiente: primero, las hipertonías pálidas, siguiendo después las hipertonías rojas, el caso de hipertonía no precisada, las eclampsias y, por último, el caso sin hipertensión. Este orden será observado también en los cuadros siguientes: 27 CUADRO I N.* : eeración e CAUSA MUERTE | Sexo | renal Autopsia 1|30 F. |Nefritis ag. 255/41 ¡Edema ag. pulmonar 2|31 M.|Nefritis subag.. 182/42 | Neumonía. Uremia s/cl. 3,37 M. » | 497/42 |Uremia 4|48 F.|Nefritis crón. | 277/41 |Uremia 5|34 M. Nefroesel. | maliena | 281/41 ¡Uremia 6146 M.| Nefroescl. benigna | 229/42 |Hemorr. cerebral 7150 M. > 393/41 | » 8150 M. » ¡ML56/41 | > 9160 F.|Ateroescl. | Al yen. local 262/42 | » 10/55 M.| > 297/42 > 11/48 F. » 318/42 | e 12/70 F. > 319/42 » 13/80 M. > 413/42 |Peritonitis localiz. 14165 M. » 429/42 |Caquexia cancerosa 15145 E > 484/42 |Hemorr. cerebral 16|51 M.|Cicatr. pielo- | ner. 443/42 |Sepsis. Uremia s/cl. 17¡71 M. Normal 213/42 | Hemorr. cerebral 18/57 F. » 288/42 » 19/60 F.| > 279/42 |Bronconeumonía 20|23 F. ¡Signos de ne- | | frosis | 423/41 |Eclampsia 21190 F. » 430/41 |Eclampsia 22/51 M. Riñón retr. Insuf. cardiovasc. _pielonefr. 202/42 | Uremia s/el. Tipo de hipertensión Hipert. pálida Hipert. roja Y Y UTE NS ¡No precisado Eclampsia Eclampsia 1 No hipertenso Por los mismos motivos y con el fin de dar una idea acerca del estado del árbol circulatorio en general, hemos confecciona- do el cuadro sinóptico N.* 2, en el cual hemos marcado el grado de ateroesclerosis, respectivamente arteríoloesclerosis, o hiper- trofia cardíaca con una, dos y tres cruces, equivalentes a los grados discreto, mediano e intenso. El signo — indica la ausen- cia de alteraciones y el signo O equivale a no investigado. 28 z icroscópicas CUADRO ll Además, en esta misma tabla, hemos anotado al final, el Alteraciones vasculares macro y m estado vascular ocular, sin entrar en mayores detalles, los que aparecen en el cuadro N.? 3. 19|n90 ar cla Aosanió y Edie o sado edo) SI] + +. sou 310 pia OS a O SO SS OO SS So. o -S90]O119I1 Y a Es COS ES) v E = A ASAS UOZBIO9 *19]9 CS Ear da SIS [POZOS ROSE ; + [tuo “1019 E pato all ) E =3 pito e1jo1710d1H E E oi El ñ ña ill | 1 Rues E po A O E A 1e1qozeo En a A «ppseoieyy | 1 || o a SS E == E == E E e SeIIPUOIOD «ppeoozo3y | | | + A E A A eq10 y A SOS A A e la ls IB al Pepa S mo 1 0 SS > 10» 2 Sol mia 2 Sm Sa em br) Qe) Á ar) Á 10 10 a] 10 Á [5 00 o ÁH 10 => 1 o Q [Si] 10 E a] al af) =$ 10 o) [3 00 (ep) [o] a] lo] lar) «$ 10 Jo] E 00 O [=] a! la] ES E | o A A A A AN A QA 29 En cuanto a las observaciones microscópicas del ojo, nues- tro principal interés radicó en las alteraciones vasculares del polo posterior, las cuales hemos detallado en el cuadro N.* 3, mencionando además en él las otras alteraciones morfológicas de las diversas túnicas oculares que nos evidenciaron nuestras preparaciones histológicas. A continuación, damos a conocer sucintamente los exáme- nes microscópicos más ilustrativos, comenzando con el caso N.? 3, que corresponde a la autopsia N.* 497/42, en el cual existía una retinitis albuminúrica típica y cuyo diagnóstico renal fué nefri- tis subaguda. N.* 3. Hipertonía pálida. A. N. 497/42. Esclera: Arterias ciliares posteriores: en uno que otro corte observamos gran cantidad de substancias lipoídicas en forma de finas gotitas en sus paredes. La tinción con Sudan III no colo- reó la esclera. En numerosos cortes que pasaron a nivel de la papila más o menos, se observó en el ojo derecho una especie de hernia de la esclera de más o menos 1,5 mm. de largo y 1,1 mm. de ancho en su base (Fig. 1), que estaba aproximadamente a 4 mm. del borde papilar hacia el lado nasal. Esta hernia de forma pirami- dal, hacía eminencia en la cámara vítrea, interrumpiéndose com- pletamente a su nivel la coroides y también la retina. En la coroides, varias ramas arteriales presentaron grasa en forma de finas gotitas en su pared, otras veces ésta se tiñó uniformemente de rojo con Sudan III. Además observamos aisladas arterias que mostraban un erado bastante avanzado de hipertrofia de la íntima, con disminución del lumen, pero sin obstruírlo por completo (Fig. 2). Solamente algunas arteriolas presentaban degeneración hialina de sus paredes. La gran ma- yoría de estos vasos alterados estaba en las inmediaciones de la papila, pero siempre existían bastantes arterias indemnes entre ellos. No pudimos comprobar relaciones toposráficas entre los vasos alterados y las modificaciones observadas en las otras ca- pas. La coriocapilar no ofrecía alteraciones, ni tampoco el estro- ma. La lámina vítrea presentó un grosor uniforme, tiñéndose débilmente con Sudan TIT en las inmediaciones de la papila. En la capa del epitelio pigmentario, observamos, en primer lugar, su irregularidad, pues en algunas partes era tan bajo que parecía no existir, en cambio, en otras había proliferado, for- mando verdaderos montículos que solevantaban la retina (Fig. 3). El contenido en pigmento también variaba en las diferentes par- tes. En el espacio subrretinal, en el cual no pudimos comprobar derrame alguno, se encontraron células pigmentarias descama- das que conservaban su aspecto normal, no tomando el Sudan 1II. Por debajo de estas células descamadas, la capa del epitelio pigmentario no ofrecía nada de particular. En la retina: algunos cortes nos mostraron las arterias reti- nianas con sus paredes infiltradas de lipoides, existiendo siem- pre buen número de ellas indemnes. Los vasos más infiltrados 30 AA FIG. 1. (Microfot.) Caso N.* 3. Hernia de la esclera. Tinc.: Hemat. Delaf.-Eosina. Obj.: Zeiss Achromat. 3. Ocul.: Zeiss 3 Xx. Aumento: 14 x. FIG. 2. (Microfot.) Caso N.? 3. Hipertrofia de la íntima de una arteria coroidea. Tinc.: Hemat. Bóhmer-Sudan III. Obj.: Zeiss Apochromat 20. Ocul.: Zeiss Kl. 6. Aumento: 170 x. Caso N.? 3. FIG. 3. (Microfot.) Caso N.* 3. Proliferación del epitelio pigmentario. Tinc.: Hemat. Delaf.-Eosina. Obj.: Zeiss Apochromat 10. Ocul.: Zeiss Kl. 6. Aumento: 72 x. FIG. 4. (Dibujo origin.) Grasa y células del epitelio pigmentario en la retina. Disposición peri- vascular de la grasa. Hemorragia difusa. Edema de las capas internas de la retina. Tinc.: Hemat. Bóhmer-Sudan III. Obj.: Winkel-Zeiss 10. Ocul.: Winkel-Zeiss 12. Aumento: 120 x. FIG. 5. (Microfot.) Caso N.* 3. Desaparecimiento de la capa de conos y bastoncitos a nivel de la mácula. Tinc.: Hemat. Delaf.-Eosina. Obj.: Zeiss Apochromat 10. Ocul.: Zeiss 3 X. Aumento: 43 x. FIG. 6. (Dibujo origin.) Caso N.* 6. Degeneración hialina de una arteria coroidea con disminución de su lumen. Tinc.: Hemat. Delaf.-Eosina. Obj.: Winkel-Zeiss 42. Ocul.: Winkel-Zeiss 12. Aumento: 504 x. FIG. 7. (Dibujo origin.) Caso N.* 6. Depósitos de lipoides en una arteriola retiniana. Hemorragia en la plexiforme externa en su vecindad. Tinc.: Hemat. Bóhmer-Sudan III. Obj.: Winkel-Zeiss 10. Ocul.: Winkel-Zeiss 12. Aumento: 120 x. FIG. 8. (Dibujo origin.) Caso N.* 8. Infiltración lipoídica de la esclera y de arterias retinianas y coroideas. Tinc.: Hemat. Bóhmer-Sudan lil. Obj.: Winkel-Zeiss 10. Ocul.: Winkel-Zeiss 12. Aumento: 118 x. parecían tener relación con los acúmulos de gruesas y finas gotitas de grasa, los cuales eran más abundantes cerca de la papila (Fig. 4). Las gotitas de grasa se situaban de preferencia en la plexiforme externa, extendiéndose también hasta ambas eranulosas (Fig. 4). Bien notoria era la disposición perivascular de estas gotas de grasa. Encontramos abundantes, pero peque- ñas hemorragias, de preferencia en la capa de gránulos internos y en la plexiforme externa, pero también en la capa de fibras nerviosas. En la Fig. 4 se ve otra forma de hemorragia y es la forma difusa, que invade todas las capas. Al parecer, no exis- tía relación entre los vasos esclerosados y las hemorragias. Al igual que la grasa y las hemorragias, encontramos células del epitelio pigmentario en forma aislada, en cualquiera de las capas de la retina (Fig. 4). La capa de fibras nerviosas presentó, en casi todas partes, un grosor desusado, notándose hipertrofia varicosa de sus fibras y discreto edema (Fig. 5). Estas alteraciones eran más eviden- tes cerca de la papila, la cual también presentó edema, pero no muy pronunciado. No observamos desprendimiento retinal, pero nos llamó la atención el desaparecimiento total de la capa de conos y bastoncitos a nivel de la mácula (Fig. 5). La papila, como ya hemos dicho, presentó discreto edema, sin caracteres especiales. Los vasos a nivel del nervio óptico y de la papila no ofrecían alteraciones. N.* 6. Hipertensión roja. A. N. 229/42. A nivel de la esclera, observamos en las arterias ciliares posteriores ligera infiltración lipoídica de la íntima; en la escle- rótica misma, sólo existía pequeña cantidad de lipoides. En la coroides, llamaron la atención, en primer lugar, las arterias cuyas paredes estaban bastante infiltradas de grasa. También existía degeneración hialina de algunas arterias (Fig. 6) con disminución de su luz. Las arterias más alteradas fueron siempre las más cercanas a la papila. Las venas mostraron una replesión moderada. No observamos alteraciones en la corio- capilar, en el estroma ni en el epitelio pigmentario. La vítrea se tiñó intensamente de rojo con Sudan III. En la retina, existían algunas ramas arteriolares que con- tenían lipoides en su pared, en la cercanía de una de las cuales descubrimos un foco hemorrágico en la plexiforme exter- na (Fig. 7), la cual presentaba además una ligera disociación edematosa. El resto de la retina ofrecía un aspecto normal. En la papila, los vasos centrales también mostraron discre- tos depósitos lipoídicos. N.* 8. Hipertensión roja. A. N. 56/41 (Med. Leg.). En este caso, llamó la atención el intensísimo color rojo que tomó toda la esclerótica con el Sudan III, así como también la moderada infiltración de lipoides de las arterias retinianas. Las arterias coroídeas presentaron mayor cantidad de lipoides en sus paredes, pero no estaban engrosadas (Fig. 8). s1 N.* 9. Hipertensión roja. A. N. 262/42. Esclera: En las arterias ciliares posteriores observamos, en algunos cortes, una hipertrofia de la lámina elástica de grado mediano (Fig. 9). No existían en ellas lipoides. La esclera tomó débilmente el Sudan IM. Las arterias más gruesas de la coroi- des presentaron discreto grado de hipertrofia de la íntima, pero sólo algunas de ellas. No observamos depósito de lipoide en sus paredes ni tampoco hialina. La coriocapilar se presentó bastan- te pletórica, pero sin otras alteraciones. El estroma coroídeo no evidenció nada especial. En la lámina vítrea, llamaron especialmente la atención los engrosamientos en forma de las llamadas drusas que, al igual que el resto de esta membrana, tomaron el Sudan III con gran intensidad. Por encima de estos engrosamientos, que se encon- traron más abundantemente lejos de la papila, es decir, cerca del ecuador, el epitelio pigmentario estaba ligeramente adelga- zado. Con la tinción de Hematoxilina-Eosina, se tiñeron las dru- sas uniformemente de rosado (Fig. 10). En la retina, no observamos alteraciones en sus vasos, ni tampoco en su estructura. El nervio óptico y la papila no ofre- cían nada especial. N.* 11. Hipertensión roja. A. N. 318/42. No encontramos en nuestro examen nada digno de mención especial, hasta llegar al epitelio pigmentario. Esta capa se pre- sentó irregularmente cargada de pigmento, sin observarse en ella otras alteraciones. Sin embargo, en el espesor de las capas retinianas más internas, más o menos a nivel de la plexiforme interna y capa de células ganglionares, descubrimos en una do- cena de cortes, la formación reproducida en Fig. 11 y que inter- pretamos como un acúmulo de células pigmentarias. Estas célu- las no tomaron el Sudan III. Las capas retinianas estaban bastante alteradas a su nivel, siendo difícil establecer sus lími- tes respectivos. Por debajo de este acúmulo de células pigmen- tarias, la capa del epitelio pigmentario tenía aspecto normal. El resto del examen fué negativo en todos sentidos. N.* 12. Hipertensión roja. A. N. 319/42. Para no incurrir en molestas repeticiones, diremos sólo lo que encontramos anormal en este caso. Para mayores detalles, remitimos al cuadro N.? 3. En la retina, observamos únicamente discreto edema de la plexiforme externa, sobre todo en un punto en que aquella esta- ba desprendida del epitelio pigmentario. En ese punto el espa- cio subrretinal estaba ocupado por finos y gruesos grumos que se tiñeron de azul débil con la Hematoxilina y que, en un prin- cipio, habíamos tomado por productos de la destrucción de la capa de conos y bastoncitos, pero que después de un examen más acucioso, catalogamos de derrame subrretinal (Fig. 12). El epitelio pigmentario no ofrecía nada especial. El resto del examen fué negativo. A continuación, el cuadro sinóptico N.? 3, referente a los exámenes microscópicos del polo posterior. 32 ON SA FIG. 9. (Microfot.) Caso N.* 9. Hipertrofia de la elástica en la arteria ciliar posterior. Tinc.: Elástica según Weigert. Obj.: Zeiss Apochromat 10. Ocul.: Zeiss 3 x. Aumento: 32 x. FIG. 10. (Microfot.) Caso N.* 9. Drusas seniles en la vítrea. Tinc.: Hemat. Delaf.-Eosina. Obj.: Zeiss Apochromat 20. Ocul.: Zeiss K 7. ' Aumento: 160 x. NOT 5e = 77 NACO a | FIG. 11. (Microfot.) Caso N.* 11. Acumulo de células pigmentarias en las capas internas de la retina. Tinc.: Hemat. Bóhmer-Eosina. Obj.: Zeiss Apochromat 10. (Orerillla 3) e Aumento: 46 x. FIG. 12. (Mierofot.) Caso N.* 12. Derrame subretineal. Destrucción de la capa de conos y bastoncitos. Tinc.: Hemat. Delaf.-Eosina. Obj.: Zeiss Apochromat 10. Ocul.: Zeiss 3 x.* Aumento: 40 x. = Para | = = dE | SS | == A a A a a — | A Si E a E A A A A So lll TE ejided *110u9y 2nuoL | == = = = > => => => E = ar = == = = aF = = 5 OZ -- | A == 37 A A A Saa =>=le= | =>. | 9 - e o A e a O Pa Sp | A 0 ES ET =- ==> | Si ls EE O A E MT — == | ===> | A o o o o a - = 121 Estes E A a A O A A — A O A A A O O O O E O NET == => a = a a ESE a e E A e (EC = E lp e Eiza E + [=== ==|=/-=]|-=¿- a == == O A ls > ¿epded epa | — | — | — | — = lesa Sar 7 aa A E 008 — ==. === | == 18= 213 SS a e a RON 0 O O E == ASAS a E O A ES a O SO ES e NAnpanE cdes aguas >= JE= |. | =] = P= | =]= | = | = +4 lE= [== [+ + |-— | =|—|z IIA O A O E e O (e 1 ELLA [CSS O O O 7 OR 0 A O Mi A = a == == A | sr | ESE | 3189 = a E | o o e E | A E Ep epded «up | > +++ + o rs raton Sap A A | E E O A A aa O Sa =P [y Ds ¡sulolr MIJO OIAHEN [Eg | 23 "| | B| gel E l-— (21-122 as : o, = = *ueWwdid «dz TOMIA | evjoroy (q enjoy (o “god s9181[19 “Ay VONIJDg3qy SHCAUIOYTOJD VA TOS CONCLUSIONES Y CRITICA Si hemos de atenernos a los datos que nos proporcionaran los fundamentales trabajos que estuvieron a nuestro alcance, nos asiste la convicción de haber sido los primeros en estudiar mi- croscópicamente el estado de los vasos oculares de la hiperten- sión roja, tal como lo había recomendado Gasteiger en 1937. Además nos parece particularmente importante, el que hayamos extendido nuestras investigaciones también al resto de las arte- rias del organismo, estudiando todo el sistema vascular de estos individuos, no sólo macroscópicamente en la autopsia, sino tam- bién por medio de cortes histológicos de los principales Órganos, tales como riñón, corazón y otros. Este estudio de conjunto, a nuestro juicio, no ha sido efec- tuado por observadores anteriores, los que se han basado, en primer lugar, en los datos clínicos en lo referente al estado renal y de los demás órganos fuera del ojo. La importancia del estudio completo del árbol circulatorio reside, para nosotros, en que podemos ubicar las alteraciones ateríoloescleroticas del ojo dentro del cuadro vascular general causado por la hipertensión, comprobando, de esta manera, las teorías de Volhard. En cuanto a la ateroesclerosis como tal, sabemos que es una enfermedad que, en general, se presenta en personas de avan- zada edad, pero que no debe ser considerada como propia de la senectud, sino que tiene relación con una serie de factores diver- sos, entre los cuales puede figurar también la hipertensión san- guínea como favorecedora de ella. En el grupo de hipertensos rojos que hemos estudiado, figu- ran cinco, cuya edad sobrepasa los 60 años y que presentaron, según la autopsia, marcados signos de ateroesclerosis de la aorta y de los vasos medianos, pero discretos de las coronarias, vasos de la base cerebral y de los riñones. En estos enfermos, falta- ron por completo alteraciones de índole esclerótica en los vasos del polo posterior del ojo, lo que nos indica que las alteraciones vasculares del fondo del ojo no deben acompañar forzosamente al proceso ateroesclerótico generalizado como tal y que tampoco son síntomas de vejez. a Sobre las modificaciones que experimenta el aparato vascu- lar del ojo por la edad avanzada, parecen no existir suficientes trabajos en la literatura mundial que delimiten su grado y cua- lidades, talvez por la razón de que casos puros de vejez, sin acompañarse de otras enfermedades, son raros. Ginsberg, en su monografía sobre enfermedades de la úvea, se refiere en un capítulo a las alteraciones anatómicas que ocasiona la vejez en los vasos coroídeos, en la vítrea, en el epitelio pigmentario y en el estroma de la coroides. En cuanto a las alteraciones de los primeros, dice que el proceso se inicia en las arterias más pequeñas en forma de infil- tración lipoídica de la íntima, invadiéndose después la muscular, observándose también degeneración hialina. 34 La coriocapilar presenta iguales fenómenos, citando al res- pecto a Miiller y Kerschbaumer, quienes encuentran tales alte- raciones en el 50% de los individuos de 40-50 años, en el 80% de los enfermos entre 50 y 60 años y en el 100% en los mayores de 60 años. Dice además que las arterias del iris y cuerpo ciliar parecen afectarse mucho menos. En la vítrea, describe las drusas seniles que son engrosa- mientos de esta membrana que se observan más frecuentemente en tres lugares, a saber: límite entre ecuador y ora serrata, polo posterior y, por último, cerca del agujero escleral. Tales drusas se encontrarían casi constantemente en individuos de 60 - 70 años, serían corrientes en los de 45 años y no raras en sujetos de 30 años. Nosotros las hemos encontrado constantemente por so- bre 60 años, especialmente manifiestas en el caso 9 (Fig. 10). No las observamos en personas menores de 45 años. En cuanto a las alteraciones del epitelio pigmentario, des- cribe Ginsberg proliferaciones o atrofia de él. En el estroma observó aumento del tejido conjuntivo perivascular y degenera- ción de los cromatóforos. Nuestras preparaciones histológicas no nos han evidenciado alteraciones de estas dos regiones, que hubiéramos podido inter- pretar como debidas a la edad avanzada. El mismo grupo de cinco hipertensos rojos seniles nos demuestra además la ausen- cia o escasez de arteríoloesclerosis en los demás territorios de la economía, pese a la intensa ateroesclerosis generalizada. El caso N.? 6 es para nosotros particularmente interesante, pues se trata de un individuo relativamente joven, cuyo diagnós- tico renal fué nefroeselerosis benigna, según control histológico. El examen del polo posterior en ese caso reveló moderadas pero bien evidentes manifestaciones de ateroesclerosis de las arterias retinianas y coroídeas con estrechamientos del lumen de estas últimas y depósitos hialinos de sus paredes (Fig. 6). En la reti- na misma pudimos observar, según lo demuestra Fig. 7, el com- promiso de muy finas arteriolas, las que se presentaron con sus paredes intensamente teñidas de rojo por el Sudan III. En la vecindad de una de ellas encontramos un foco hemorrágico a nivel de la plexiforme externa. Este caso, que además presentó en los riñones el compromiso arteriolar en forma esbozada, pue- de servirnos de ejemplo de como una hipertensión roja puede conducir al final al establecimiento de lesiones arteriolares, trans- formando así su carácter benigno. Por el contrario, otros casos de individuos portadores en vi- da de una hipertensión, controlada clínicamente o evidenciada a nuestros ojos por el estado anatómico en general, y cuya dura- ción no estamos en condiciones de fijar con certeza, no nos mos- traron nada de arteríoloesclerosis ocular, así como tampoco otras manifestaciones escleróticas en las arteriolas de otros órganes, lo que talvez podría indicarnos que el establecimiento de su hipertensión es de data relativamente reciente. En este mismo sentido, hablan los dos casos de eclampsia, el caso de nefritis aguda y uno de los de nefritis subaguda que hemos estudiado. La eclampsia, como sabemos, es un estado 35 hipertensivo agudo, por lo general de muy corta duración, pu- diendo decirse algo parecido de la nefritis aguda. Pues bien, en los cuatro casos mencionados no comprobamos ninguna mani- festación de ateroesclerosis en parte alguna del organismo, así como tampoco de arteríoloesclerosis. El sistema arterial ocular se nos presentó indemne en todos ellos. Esto está de acuerdo con lo que hemos dicho hasta ahora y además con lo que otros auto- res han observado en hipertonías de corta duración. El otro de los casos de nefritis subaguda, estudiado por nos- otros, presentó el cuadro clínico de la retinitis albuminúrica. En el examen del sistema arterial de ese caso, nada llamaba la atención, excepto un discreto grado de ateroesclerosis aórtica y de las coronarias. Nosotros comprobamos en el ojo un moderado grado de arteríoloesclerosis con hipertrofia de la íntima, pero sin obser- varse obliteraciones, lo que está de acuerdo con las observacio- nes de Gasteiger y Kyrieleis en cuadros semejantes. En cuanto a las demás manifestaciones morfológicas de la retinitis albuminúrica, como ser: hemorragias, focos degenera- tivos, edema, acúmulos de células de granulaciones grasosas € invasión de la retina por células descamadas del epitelio pigmen- tario, hemos constatado las observaciones de la mayoría de los autores, excepto la gran alteración del epitelio pigmentario que ha demostrado Koyanagi, pudiendo observarse estos detalles en las microfotografías y dibujos originales que acompañan este trabajo. Naturalmente no podemos pronunciarnos sobre la génesis de tales modificaciones retinianas de la retinitis albuminúrica, en el sentido si son o no causa directa de las alteraciones vascu- lares, o si además intervienen otros factores en su producción, en primer lugar, debido a nuestro escaso material de ese tipo. Demás está decir que, aún habiendo tenido oportunidad de ob- servar histológicamente más casos semejantes, no nos sería fácil adelantar algo en la aclaración de su patogenia, como lo demues- tran las variadas opiniones de los autores que han trabajado anatómicamente en este problema, siendo a nuestro parecer, indispensable un acucioso estudio clínico previo. En general, entonces, podemos decir, que las alteraciones anatómicas que hemos encontrado en los vasos del polo posterior del ojo en la hipertensión roja, son mínimas, poco influenciadas por la edad avanzada, pero bien comprensibles según la teoría de Volhard y, en principio, idénticas a las que hemos observado en la hipertensión pálida. Al finalizar, y tomando en cuenta que, a pesar de nuestros vivos deseos de controlar nuestros casos también clínicamente y por exámenes oftalmoscópicos repetidos, no nos ha sido dable estudiarlos en esta forma coordinada, diremos que abrigamos la esperanza de que futuros trabajos que sigan este plan, arrojen mucho más luz sobre este problema. 36 RESUMEN Se examinó microscópicamente el polo posterior de 5 hiper- tensos pálidos, 13 hipertensos rojos, 1 hipertenso de tipo no bien precisado, 2 eclámpticas y de 1 no hipertenso, controlando en todos ellos macro- y microscópicamente el sistema arterial de todo el organismo. Las alteraciones vasculares encontradas en las hipertonías pálidas, concuerdan con las observadas por otros autores y con- sisten en discreta esclerosis de las arteriolas de todas las capas del ojo, en forma de depósitos lipoídicos, hialinos y en discreta proliferación de la intima. En el caso de retinitis albuminúrica, se observaron además las mismas alteraciones degenerativas de la retina, descritas en los trabajos clásicos. Entre las hipertonías rojas observamos sólo en 4 casos dis- creta infiltración lipoídica e hipertrofia de la íntima de algunas arteriolas coroídeas y retinianas, siendo dos de estos casos nefro- esclerosis benignas. Las alteraciones mencionadas no guardan relación aparente con la edad avanzada ni con la ateroesclerosis veneralizada. En las eclampsias, no observamos alteraciones de los va- sos oculares. Según nuestras investigaciones, en la hipertonía roja existe una participación mucho más discreta de las arteriolas oculares en el proceso esclerótico que en las hipertonías pálidas, no obser- vándose en aquella las degeneraciones retinianas, como en la clá- sica retinitis albuminúrica o, mejor dicho, retinopatía angio- espástica. Estamos de acuerdo con la teoría de Volhard que cualquier hipertensión favorece, con el andar del tiempo, la arteríolo- esclerosis generalizada. Si las alteraciones degenerativas de la retina, características para la retinitis albuminúrica, son consecuencia de las alteracio- nes vasculares, o si intervienen otros factores, es difícil de pre- cisar anatómicamente e imposible para nosotros, dado nuestro escaso material. BIBLIOGRAFIA Carlos Teodoro, Duque de Baviera.—Ein Beitrag zur path. Anat. des Auges bei Nierenleiden. Wiesbaden. J. F. Bergmann 1887 (cit. Gasteiger). Charlín, C., Loboa-Onell, C., Barrenechea, S.—La retinitis albuminúrica. Investig. clín. Salvat, Barcelona, 1928. Gasteiger, H.—Uber histol. Befunde am Auge bei Nieren u. Blutdruck- veránderungen. Klin. Monatsbl. f. Augenheilk. 99, 604-625, (1937). Ginsberg, S.—Altersveránd. u. Regenerationsvorg. der Uvea. Henke- Lubarsch: Handb. d. spez. pathol. Anat. u. Histol. XI/1, 489- 503, (1928). 37 Kerschbaumer, R.—Cit. Ginsberg. Koyanagi, Y.—Veránderungen an der Netzhaut bei Hochdruck, Pathol. Anatomie. Themes officiels (rapports) sur l'hypert. art. de la rétine du XI concil. ophtal. 1937, Égypte. Le Caire, Imprimerie Nationale Boulac, 1939. Kyrieleis, W.—Uber die Arteriolosklerose v. Netz.- Aderhaut u. Sehnerv sowie ihre Bedeut. f. d. Pathogen. d. Retinitis albuminurica. Arch. í. Augenheilk, 103, 161-198, (1930). Leber, Th.—Cit. Gasteiger. Múller.—Cit. Ginsberg. Ricker.—Cit. Kyrieleis. Rochon-Duvigneaud.—Cit. Gastelger. Schieck, F.—Netzhaut. Henke-Lubarsch. Handb. d.: spez. Pathol. Anat. u. Histol. XI/1, 578-687, (1928), Jul. Springer, Berlin. Volhard, F.—Nieren u. ableitende Harnwege. Mohr, F. u. Stáhelin, R.: Handb. d. inn. Med, 2. Aufl. VI/1 y 2, 1931. J. Springer, Berlín. Wolfflin, E.—Ein Beitrag zum pathol. anat. Befund der Neuroretinitis alb. Klin. Monatsbl. f. Augenheilk. 93, 446-455, (1934). 38 DEL INSTITUTO DE HISTOLOGIA Y EMBRIOLOGIA de la Universidad de Concepción (Chile) Director: Prof. Dr. Carlos Henckel El peso de algunos órganos internos ”) por Carlos Henckel y Eduardo Skewes (Con 9 figuras) (Recibido por la Redacción el 9-VI-43) Al revisar la literatura nacional no hemos encontrado tra- bajos (hecha la salvedad de aquel de Jirón (1939) acerca del bazo) en que se determine el peso normal de los órganos internos de los individuos en nuestro medio. Disponemos solamente de los datos que aparecen consigna- dos en las publicaciones extranjeras, pero no se ha verificado si las cifras que allí se anotan corresponden o no a nuestra realidad. Por eso ha sido nuestro principal objeto e interés, establecer el peso normal de algunos órganos internos en individuos de nuestro medio. Es obvio que para este fin el material corriente no es apto, pues los cadáveres que llegan a los servicios de anatomía pato- lógica, muestran en su gran mayoría graves alteraciones de sus órganos internos, circunstancia por la cual su peso, aunque aquellos no estén directamente afectados, de ningún modo puede considerarse como “normal”. En cambio, en las autopsias efectuadas en el Instituto de Anatomía Patológica de la Universidad y del Servicio de Medi- cina Legal de Concepción de personas muertas por accidentes, hemos encontrado un material de estudio bien apropiado para nuestro fin, y que nos ha sido proporcionado por la gentileza del Prof. Dr. E. Herzog y del Dr. F. Behn. Hemos escogido únicamente los casos que nos ofrecían garantía absoluta de normalidad de los órganos. De allí que nos hayamos servido de los accidentados en el tránsito, de los elec- 1) Contribuciones al Estudio de la Antropología Chilena XIV. 39 trocutados, de los asesinados, etc., e. d., de los individuos que gozando de aparente buena salud murieron violentamente en una forma accidental. De éstos hemos tenido que rechazar mu- chos órganos, porque a la autopsia se demostraron lesiones orgánicas. Otras veces, el examen microscópico nos ha hecho desestimar algunos órganos que aparentemente eran normales. La técnica general usada en las autopsias es la de Zencker- Hauser con modificaciones de Loeschke. Tenemos que agregar algunos datos complementarios que dicen relación con el momento en que se pesan los órganos, el número de cortes que se hacen, etc. Corazón: Se pesa con el tejido adiposo epicardíaco. La sec- ción de los grandes vasos se hace inmediatamente por encima de su nacimiento o llegada al corazón. Pulmones: En general se hace un gran corte que interesa los lóbulos y se pesan después, perdiéndose con ello cierta canti- dad de líquido que influye en el peso final. Fué precisamente en el pulmón donde tuvimos las mayores dificultades para deter- minar la normalidad del órgano. Seguramente eliminamos mu- chos pulmones normales por el sólo hecho de exprimir regular cantidad de líquido sanguinolento al corte. Hígado: Se ha pesado luego de hacer un gran corte de izquierda a derecha sobre su cara convexa. Sólo en casos sospe- chosos se han practicado otros cortes suplementarios. La vesí- cula biliar se abre y se vacia antes de pesar el hígado. Riñones: Se pesan descapsulados y con sección de los vasos a nivel del hilio. Respecto al tiempo transcurrido entre la muerte y la autop- sia, debemos hacer notar que el término medio ha sido 19 horas, siendo el mínimo 15 minutos y el máximo 72 horas. Se tomaron en consideración sólo individuos nacidos en el país y con dos apellidos españoles. Queremos dejar establecido que estas determinaciones que ahora comunicamos, se refieren solamente al sexo masculino por cuanto el número de casos de mujeres accidentadas ha sido muy reducido. Nuestras investigaciones se refieren a los órganos siguien- tes: Corazón, pulmones, hígado, bazo y riñones. Además del peso absoluto de estos Órganos hemos tomado en consideración su peso relativo, e. d. relacionado con el peso total del cuerpo. Se calcula según la fórmula siguiente: Peso relativo del órgano = peso absoluto del órgano - 1000 peso del cuerpo. En otras palabras, el peso relativo del órgano es igual al número de gramos de órgano por kilogramo de peso del cuerpo. Se ha tomado en consideración el peso relativo porque tiene la ventaja de ser hasta cierto grado independiente del peso del 40 cuerpo, con el cual está a su vez íntimamente correlacionado el peso absoluto de los órganos. Con el fin de conseguir valores representativos para las distintas edades, hemos dividido nuestro material en varios grupos a, s., de 20 - 30 años cumplidos; de 31 - 40 años; de 41 - 50 años; de 51-60 años y de más de 60 años. El peso del cuerpo de estos grupos es por término medio: 58,1; 59,9; 61,9; 60,9 y 53,3 kg. resp. Para cada uno de estos grupos hemos calculado además del peso absoluto y relativo de los órganos examinados, los caracte- res aritméticos siguientes: 1.2—El valor medio (media aritmética), o sea M. 2.—La desviación constante (standard deviation), o sea o 3.2—El error medio del valor, o sea m(M) ; se calcula según la fórmula. m(M) = + Y=- 4..:—El coeficiente de variación, o sea v; se calcula según la » lo] fórmula: v= y' 100 V significa los límites de variación desde el máximum has- ta el mínimum. n es el número de casos observados. CORAZON Como se ve en la tabla 1, el peso absoluto del corazón en nuestro material de estudio va aumentando en forma continua desde el 3? hasta el 6? decenio. Sólo en el 7%, o sea después de los 60 años, sufre una reducción que se debe a la atrofia senil del órgano. TABLA 1. Peso del corazón en gramos M m(M) V (9 v n 20 - 30 años 318,73 5,00 210 - 450 44,45 13,94 79 31-40 >» 324,19 7,46 245 - 410 49,06 15,13 43 41-50 >» 338,27 13,80 235-500 67,82 20,05 26 51-60 » 367,50 12,74 300-430 40,45 11,01 10 61 - > 336,36 11,91 270-400 39,56 11,76 11 En la literatura anatómica se encuentran numerosos datos relativos al peso del corazón. Pero en su gran mayoría no se indica la procedencia del material, la edad de los casos que han servido para su determinación, y a veces ni el sexo, de modo que muchos no se prestan para compararlos con nuestros resul- tados. Sin embargo, en la tabla 2 hemos reunido algunos datos acerca del peso del corazón en el sexo masculino. 41 TABLA 2. Peso del corazón en hombres europeos Testut - Latarjet (1930) 270-275 grs. Dieberg (cit. seg. Rauber 1914) 346 > Peacock NS > > 285 > Blosteld IS > > 346 > Clendenning >» >» > > 267 > Sappey O > > 366 > Hoffmann » >» > > 325 > Reid $ > > 320 > Bollinger (cit. seg. Tandler 1913) 340 > Junker SS > > 348,4 >» Goeke AS > > 340 > Kalmansohn» » > > 332 > Braus (1924) 297,4 >» (21-30 años) Sitsen (1921) 343 > Miller (cit. seg. Roessle y Roulet 1932) 318 > Thoma » » ES » 295,06 >» Junker >» » 0 » 308,7 >» Roessle » >» A >» 3322 >» Fahr » » AO » 3187 > Al comparar estos datos entre sí constatamos que fluctúan entre 267 y 366 grs., lo que se debe a varias causas. En primer lugar los autores han determinado el peso del órgano en refe- rencia de manera individualmente distinta. Unos han sacado el tejido adiposo epicardíaco, mientras que otros lo incluyen; algu- nos autores cortan los grandes vasos inmediatamente por encima de su inserción, mientras otros los seccionan a cierta distancia del corazón. Es obvio que la diferente técnica empleada influye conside- rablemente en los resultados obtenidos. Además, la discordan- cia de los datos citados puede explicarse por distinta procedencia de los cadáveres, diferencias en cuanto a estado de nutrición, escasa cantidad de casos, etc. Por estas razones los datos mencionados en la tabla 2 no tienen mayor importancia para nosotros. No así los resultados a que Roessle y Roulet (1932) han llegado en el análisis de un material bastante numeroso de alemanes y suizos; pues dichos autores han procedido con método irreprochable, aplicando por primera vez métodos estadísticos perfeccionados. Por eso es particularmente interesante comparar sus resultados con los nuestros. Para demostrar los cambios cuantitativos del corazón en relación con la edad, hemos confeccionado curvas que se basan en los términos medios obtenidos por nosotros y por Roessle y Roulet (véase fig. 1). Las dos curvas son muy parecidas mos- trando el peso máximo del corazón en el 6.? decenio y su dismi- nución en la vejez. Los términos medios de Roessle y Roulet son un poco más bajo que los nuestros, lo que probablemente 42 oo EEE 20-30 31-40 41-50 51-60 61 . años Peso del eorazón en relación con la edad. Concepción———————, Roessle y Roulet - ------- E se debe a la técnica un poco distinta en la determinación del pe- so del corazón. TABLA 3. Peso relativo del corazón M m(M) v o v n 20 - 30 años O OS SOS ONO 9 14,23 0018 31-40 » 5,46 0,11 4,50-6,70 0,71 13,00 43 41-50 » 50 017 AO BONO /86 15,09). 25 51-60. » 6,14 0,19 5,26-7,40 0,59 9,61 10 61 - » A SN AUS Ol El peso relativo del corazón, o sea la cantidad de gramos de órgano por kilogramo de peso del cuerpo, muestra (véase tabla 3) del 3* al 4% decenio de la vida un ligero descenso para subir continuamente en los decenios siguientes; alcanza su máximum en la vejez. Como se ve en la fig. 2 Roessle y Roulet han llegado a los mismos resultados. Es así que la curva del peso relativo del corazón difiere considerablemente de la que hemos podido establecer para su peso absoluto. La disminución del peso relativo del corazón en 43 07 E 19 E a Na A ELA dE 447 TT PEE dE E : > El E > E E Es E ión 38 E E HH dla A Sul is SURE po Eat Es o oa -] 20-30 31-40 41-50 51-60 61 - años Peso relativo del corazón en relación con la edad. Concepción: , Roessle y Roulet - - ------= . el 4.? decenio, a pesar de que su peso absoluto sube en esta época de la vida, se explica porque el peso del cuerpo es más alto (compárese pág. 41). En cambio, el aumento del peso relativo del corazón de los 60 años, mientras el absoluto baja por atrofia senil del órgano, debe explicarse por la disminución que el peso del cuerpo sufre con la edad avanzada. PULMONES La determinación del peso tropieza, en los pulmones, con considerables dificultades en vista de que su contenido de sangre y aire es sumamente variable en el cadáver. Así se explica 44 (véase tabla 4) que los datos proporcionados por los autores para el peso de estos órganos son bastante disparejos. Son rela- tivamente pocos porque muchos autores, en vista de las dificul- tades mencionadas han renunciado a cifras exactas o se conten- tan con frases generales. TABLA 4. Peso de los pulmones en hombres europeos Pulmón der. Pulmón izq. Krause (cit. seg. Merkel 1902) 628 ers. 619 grs. Reid y Hutchinson (cit. seg. Rauber 1929) 720 >» 630 >» Hofímann » >» > > 645 > 548 >» Rouviere (1926) 700 >» 600. » En lo que se refiere a este órgano, nuestro material puede ser considerado como muy seleccionado, pues todos los pulmones ya un poco más hiperémicos que de costumbre, han sido elimi- nados. Por eso la cantidad de casos es más restringida que en los demás órganos. He aquí los términos medios para el pulmón derecho, el izquierdo y los dos juntos. TABLA 5. Peso de los pulmones PESO DEL PULMON DERECHO en gramos M m(M) v 3 v n 20-30 años 462,70 13,08 260 - 670 103,88 22,43 63 31-40 >» 490,00 21,39 250 - 700 117,19 23,91 30 41-50 >» 530,56 29,71 250 - 150 125,98 23,75 18 51-60 >» 545,00 AT, 71 380 - 900 150,75 27,66 10 61 - > 575,00 43,28 400 - 780 122,47 21,30 8 PESO DEL PULMON IZQUIERDO en gramos M m(M) v s v n 20-30 años 390,48 RAS 200 - 600 97,11 24,87 63 31-40 > 423,33 17,74 . 230-650 97,24 22,197 30 41-50 > 458,33 26,48 200-650 112,21 24,48 18 51-60 >» 495,00 39,03 300 - 150 123,35 24,92 10 61 - > 437,50 30,28 300 - 580 85,70 19,59 8 PESO DE LOS DOS PULMONES en gramos M m(M) V [9] Vv n 20-30 años 850,00 23,64 450-1250 187,72 22,08 . 63 31-40 >» 900,00 38,28 500-1350 209,76 23,31 30 41-50 >» 977,78 55,87 450-1350 236,89 24,23 18 51-60 » 1025,00 84,69 700-1650 267,63 26,11 10 61 - >» 1006,25 68,11 700-1360 192,74 19,15 8 Según los valores medios que hemos podido determinar para las distintas edades, estos Ór E alcanzan su peso máximo en el 6? decenio (véase tabla 5). En la vejez, e. d. después de los FIG. 3. A a —o Cd a o : eo AS ca OOO da ad o dea eee 20-30 31-40 41-50 51-60 61-años Peso de los pulmones en relación con la edad. - . Concepción Roessle y Roulet - - --=--=- . 46 60 años, su peso, siempre por término medio, disminuye, debido a atrofia senil (enfisema senil). Roessle y Roulet en sus investigaciones han constatado igualmente que el máximum de desarrollo cuantitativo de los pulmones se observa entre los 51 y 60 años, y que su peso sufre un fuerte descenso en la vejez (véase fig. 3). TABLA 6. Peso relativo de los pulmones M m(M) V l] v n 20-30 años 14,69 0,40 9,83-23,08 3,12 21,23 62 31-40 >» 15,113 0,57 8,50-20,91 3,11 20,556 30 41-50 >» Mg call 6,92-26,10 4,94 28,338 18 51-60 >» 17,20 1,61 11,719-27,05 5,10 2954 10 61 - > 20,00 235 12,196-31,683 6,46 32,30 8 El peso relativo de los pulmones sube en forma continua desde los 20 años, como se ve en la tabla 6. Su máximum se observa en los casos de más de 60 años de edad, a pesar de que el peso absoluto de los pulmones baja en esta época de la vida como hemos visto más arriba. Este fenómeno a primera vista paradójico, se debe al hecho de que el peso del cuerpo experimen- ta una considerable disminución en la vejez. HIGADO Hemos podido encontrar sólo muy pocos datos acerca del peso del hígado en hombres normales; los hemos reunido en la tabla 7. TABLA 7. Peso del hígado en hombres europeos Sitsen (1931) 1470 ers. (20-40 años) Blosfeld (cit. seg. Charpy 1912) 1617 >» Goeke O > > 1691 >» (16-56 años) Charpy (1914) 1560 > Vierordt (cit. seg. Loth 1931) 1579 >» Geist ES > > 1498 » Nuestros resultados se ven en la tabla 8. El peso absoluto del hígado tiene su máximum en el 4* (1629 grs.) y en el 5? de- cenio (1612 grs.) de la vida. Después de los 50 años baja consi- derablemente y sufre en la vejez una atrofia senil bastante marcada. 47 81 76 65 38 NY 1100-2250 233 850-1700 290 1050-2050 245 1100-2200 303 1300-1650 TABLA 8. Peso del higado en gramos 74 33 09 53 92 FIG. 4. m(M) M 1568 1628 1612 1510 1310 Roulet han llegado a resultados parecidos, como años -40 > -50 >» 60 » > Roessle y se ve en la fig. 4. 20 - 30 31 41 51 61 - Be ao o - años 61 51-60 dial E 41-50 diEEeNeai : LE LEE Jissidds A E 41 A A a E ao o AAA As 31-40 Peso del higado en relación con la edad. EA , Roessle y Roulet - - ------. Concepción El peso relativo del hígado ha sido poco estudiado hasta la fecha. Sitsen (1931) indica 21,9 como término medio en solda- dos de 20 hasta 40 años. Como se ve en la tabla 9, en nuestro material el peso relativo del hígado es más elevado. 48 20-30 años 31-40 >» 41-50 » 51-60 >» 61 - > Peso relativo del hígado M 27,24 27,42 28,08 25,50 25,30 TABLA 9. m(M) 0,48 0,81 Ina 0,94 1,67 V 18,41 - 38,46 15,23 - 38,25 21,04 - 38,78 21,33 - 32,90 16,52 - 30,19 lo] 4,12 4,99 5,48 3,00 5.28 Y 15,12 18,20 19,52 11,76 20,87 n 75 38 24 10 10 Los valores medios acerca de este carácter métrico, propor- cionados por Roessle y Roulet difieren sólo poco de los nuestros (véase fig. 5). 20-30 Peso relativo del hígado en relación con la edad. 31-40 Concepción 41-50 , Roessle y Roulet BAZO 61. años Aspectos muy interesantes ofrece el estudio cuantitativo del bazo. En nuestro material su peso varía entre 40 y 300 grs., sien- do su término medio de 106,1713.0 grs. modal corresponde a 100 grs., pues aproximadamente en el 25% En cambio el valor 49 Mita pl h EEN a o o a o a a o 30 51 71 9 111 131 151 171 191 211 231 251 271 291 ers. 50 70 90 110 130 150 170 190 210 230 250 270 290 310 Peso del bazo. Polígono de frecuencias. de todos los casos ha sido constatado este peso. El polígono de frecuencia (véase fig. 6) muestra considerable asimetría, cuya significación biológica es, por ahora, difícil de interpretar. Es interesante comparar el término medio de 106,17 grs. encontrado por nosotros, con datos análogos provenientes de otros países. Desgraciadamente son bien contados los autores que han publicado valores medios suficientemente exactos a este respecto, pues la mayoría de ellos ni distingue entre el peso del bazo del hombre y de la mujer, e indica por esto cifras poco precisas. Sin embargo, ninguno de los términos medios citados por los autores europeos es más bajo que 148 grs. (Monneret; cit. seg. Loth 1931). 30 Acerca de la población blanca de Estados Unidos de Améri- ca las referencias son bien escasas. Moon (cit. seg. Roessle y Roulet) indica como término medio del peso del bazo en Phila- delphia 144,78 grs. Bean y Baker (cit. seg. Loth) han llegado a conclusiones parecidas. En cambio, en los pueblos de color el peso del bazo es rela- tivamente bajo. Verdad es que su determinación es imposible p. ej. en los negros que habitan países tropicales, infectados de paludismo. Pero en los que viven en regiones de Norteamérica en que no hay malaria, han sido constatados pesos relativamente bajos del bazo. Moon (cit. seg. Roessle y Roulet) ha encontrado en 1000 negros norteamericanos un término medio de 106,25 grs. Bean y Baker (cit. seg. Loth) han llegado a los resultados siguientes: 1441 blancos norteamericanos, 1338 negros norteamericanos. peso del bazo 50 - 100 grs. 19,2 % 30,4 % 100 - 150 grs. 30,8 % 52,0 % 150 - 200 ers. 42,3 % 13,0 % 200 - 250 grs. 1,1 % 4,4 % Loth (1931) establece los siguientes términos medios del peso absoluto del bazo en el sexo masculino: blancos 140 grs., negros 115 grs. y japoneses 93 grs. Así llegamos a la conclusión que el peso absoluto del bazo en nuestro material es considerablemente más bajo que en los europeos y blancos estadounidenses. Es interesante considerar el peso del bazo en relación con la edad (véase tabla 10). Como se desprende de los términos medios que hemos podido constatar para cada uno de los distin- tos decenios de la vida, el peso del bazo sufre una reducción con- siderable con la edad, de modo que va disminuyendo desde los 30 años hasta la edad avanzada. TABLA 10 Peso del bazo en gramos M m(M) V 6 v n 20-30 años 108,05 3,68 40-225 33,38 30,89 82 31-40 > 101,91 6,06 40 - 220 39,24 38,50 42 41-50 >» 102,87 7,23 40-220 38,25 37,17 28 51-60 » 79,55 9,29 45 - 150 30,94 38,88 11 61 - > 88,33 20,96 40-300 72,52 82,10: 12 Roessle y Roulet han llegado a resultados muy parecidos en lo que se refiere a la reducción cuantitativa de este órgano, debi- 51 da a la edad; naturalmente los valores medios encontrados por ellos son en todas las edades más altos que los nuestros (véase fig. 7). FIG. 7 grs. 170 E HE FERRE [niendo . poo E 160 | canas oia o Fl pas y . ¡Du 150 E Enea pss S | o 140 [ánip .. EEES | Ea a == T Ea] 130 een ao SuiER E 120 PE 110 100 AE 90 Add so E E a dicos o o 20-30 31-40 41-50 51-60 61-años Peso del bazo en relación con la edad. Concepción————————, Roessle y Roulet - - - - - --- E Así queda definitivamente establecido el hecho que el peso del bazo en los chilenos es, por término medio, considerablemen- te más pequeño que en los países europeos y en EE. UU. Este hecho es tanto más sorprendente como quiera que en el recién nacido según Mahn (1933) no se nota diferencia alguna a este respecto. Por eso pueden ser factores exógenos relacionados con el medio ambiente que determinan el escaso desarrollo cuanti- tativo del órgano en los chilenos. Pero en todo caso la etiología de este fenómeno necesita un trabajo más profundizado para descubrir las causas que lo producen. Para completar el estudio cuantitativo del bazo, hemos de tomar en consideración, además el peso relativo del órgano (véase tabla 11). Se nota claramente la reducción considerable del bazo, relacionada con la edad. 52 TABLA 11 Peso relativo del bazo M m(M) v o M n 20-30 años , 0,06 0,83-3,49 0,54 26,24 81 31-40 > ; 0,11 0,63-4,67 0,73 38,54 42 51-60 >» 0,14 0,71-2,50 0,557 4254 11 2,05 1,92 41-50 >» 1,7183 0,112 0,59-3,01 0,63 36,42 27 1,34 61 - » 1,58 0,14 0,83-4,76 0,50 31,65 12 Jirón (1939) en un estudio sobre el bazo en los chilenos, indica como término medio del peso absoluto del órgano en el sexo masculino 90 - 100 grs., quedando por consecuencia su va- lor medio un poco por debajo del que nosotros hemos encontrado en todo el material, sin distinción de la edad (106,17 grs.). Sin embargo, estimamos que esta diferencia no tiene mayor impor- tancia biológica. RIÑONES En lo que se refiere al peso absoluto de los riñones, los auto- res se expresan generalmente en términos vagos y sin hacer distinción de los sexos; sólo excepcionalmente se proporcionan valores medios algo más precisos. Sitsen (1931) 265 grs. (200 - 310) en hombres de 20 - 40 años; Thoma (cit. seg. Roessle y Roulet) 316 ers. Nuestros resultados se ven en la tabla 12. TABLA 12. Peso de los riñones en gramos M m(M) V lo] v n 20-30 años 290,51 7,36 180-400 65,47 22,554 79 31-40 » 310,23 912 210-500 60,94 19,64 43 41-50 » 322,50 10,86 200-460 57,46 17,82 28 51-60 >» 302,73 11,28 260-400 37,44 12,533 11 61 - » 265,83 11,26 200-330 38,96 14,66 12 En el presente material de estudio el peso absoluto de los riñones sube del 3? al 5” decenio de la vida en el cual llega a su máximum. En el 6* decenio disminuye en 20 grs. por término medio, pero en la vejez e. d. después de los 60 años la reducción del peso absoluto de los riñones es bien notable (véase fig. 8). 53 20-30 31-40 41-50 51-60 61. años Peso de los riñones en relación con la edad. Concepción———————, Roessle y Roulet - - ------ E El valor medio indicado por Sitsen (265 grs.) es en compa- ración con los encontrados por nosotros, bastante bajo. En cam- bio, el término medio de 316 grs. proporcionado por Thoma se acerca más a nuestros resultados. Los valores medios encontrados por Roessle y Roulet son todos, sin excepción, más bajos que los nuestros a pesar de que la técnica de autopsias parece haber sido igual, e. d., que la can- tidad de tejido adiposo en el hilio del órgano debe ser aproxima- damente la misma. Además llama la atención que esos autores en el grupo correspondiente al 5? decenio de la vida, han encon- trado un peso absoluto de los riñones menor que en el 4? y el 6?. Por eso resulta (véase fig. 8) una curva bastante irregular en comparación con la nuestra. 54 TABLA 13. Peso relativo de los riñones M m(M) V S v n 20 - 30 años 5,05 0,11 2,99-7,50 0,93 18,42 78 31-40 » 5,34 0,15 3,68-8,20 1,00 18,73 43 41-50 » 5/45 0,19 3,85-7,32 0,97 17,80 27 51-60 » 5,01 0,23 4,14-7,02 0,77 15,37 11 61 - » OA SS an E 0 VIA e A Ea El peso relativo de los riñones asciende seg. Sitsen a 4,0 por término medio. Este valor medio es inferior a cualquiera de los que hemos encontrado en los diversos grupos (véase tabla 13). EEE ERA EE Ez 20-30 31-40 Peso relativo de los riñones en relación con la edad. La curva del peso relativo de los riñones (véase fig. 9) es parecida a la del peso absoluto de dichos órganos, con excepción del valor medio correspondiente a los casos de más de 60 años. Por la disminución del peso del cuerpo relacionada con esta edad, se constata un ligero aumento del peso relativo de los riñones en la vejez, en comparación con el del 6* decenio. 55 RESUMEN En 175 hombres chilenos normales adultos, fallecidos por accidentes ha sido constatado el peso absoluto y relativo del corazón, de los pulmones, del hígado, del bazo y de los riñones. Se determinaron el valor medio, la desviación constante, el error medio del valor medio, el coeficiente de variación y los límites de variación (máximum y mínimum), para cada uno de los gru- pos correspondientes a los distintos decenios de la vida. BIBLIOGRAFIA Braus, M., 1924.—Anatomie des Menschen. Berlin, Springer. Charpy, A., 1914.—Foie. En: Traité d'anatomie humaine, por Poirier, P. y Charpy, A. París. Jirón, G., 1939.—Contribución al estudio de la anatomía del bazo. Arch. Chil. Mortfol. 2. Loth, E., 1931.—Anthropologie des parties molles. Varsovie y París. Mahn, E., 1933.—Anatomía del recién nacido. Arch. Chil. Morf. L Merkel, F., 1902.—Atmungsorgane. En: Handbuch der Anatomie des Men- schen, por von Bardeleben. Berlin, Fischer. Rauber-Kopsch, 1929.—Lehrbuch und Atlas der Anatomie des Menschen. Leipzig. Roessle, R. y Roulet, F., 1932.—Mass und Gewicht in der Pathologie. Berlin und Wien, Verlag Springer. Rouviére, H., 1926.—Anatomía humana descriptiva y topográfica. Madrid. Sitsen, A., 1951.—Zur Frage der Rassenunterschiede der Organgewichte. Anthropol. Anz. 7. Tandler, J., 1913.—Anatomie des Herzens. En: Handbuch der Anatomie des Menschen, por K. von Bardeleben. Testut, L. y Lartajet, A., 1932.—Tratado de Anatomía humana. Barcelona. 56 DEL MUSEO ARAUCANO DE TEMUCO (Chile) Director: H. Gunckel Antropofagía entre los primitivos mapuches por Hugo Gunckel (Recibido por la Redacción el 5-VII-43) En algunos textos escolares de historia patria y, aún, en algunos trabajos sobre etnología mapuche que se han publicado últimamente en el país y también en el extranjero, se afirma categóricamente que los primitivos mapuches eran antropófagos, es decir, que se alimentaban de carne humana, especialmente de sus prisioneros de guerra. En este trabajo he reunido una serie de datos históricos y etnológicos sobre este tan interesante tema, para demostrar que los antiguos mapuches no eran habitual- mente antropófagos o caníbales, sino que, en ciertos ritos y cere- monias practicaban una antropofagía primitiva, común en casi todos los pueblos de antiguas culturas. Para todos conocidos, es el caso de don Pedro de Valdivia, que cayó prisionero en Tucapel y que fué luego comido, estando aún vivo, por sus cautivadores. Góngora de Marmolejo, que era contemporáneo de Valdivia, describe con estas breves palabras la trágica muerte del primer conquistador y gobernador de Chile: “Hicieron los indios un fuego delante de él, y con una cáscara de almejas de la mar, que ellos llaman pello (*) en su lengua, le cortaron los lagartos de los brazos desde el codo a la muñeca; teniendo espadas, dagas y cuchillos con que poderlo hacer, no quisieron, por darle mayor martirio, y los comieron asados en su presencia. Hecho otros muchos vituperios, lo mataron a él y al Capellán, y la cabeza la pusieron en la lanza juntamente con las de los demás cristianos, que no les escapó ninguno”. (Colección de Historiadores de Chi- le, II: 39. 1862). Conocido es el caso que sucedió durante el sitio de Villa Rica, la Antigua, donde fué comido por los indios un religioso. En una de las salidas que hiciera el Pbro. don Andrés de Viveros para buscar alimento, fué tomado prisionero en el huerto del conven- 57 to de San Francisco “echaron mano de él los indios, y con inau- dita crueldad, le pasaron con un asador y le asaron; y rabiosos le dieron sepultura en sus sacrílegos vientres”, en presencia de los defensores de la plaza de Villa Rica. Sin duda, estos casos históricos deben haber sido muchos; el Padre jesuíta, don Diego de Rosales, que vivió largos años entre los indígenas de Chile, afirma que sólo en el año 1665 ma- taron los indios, en sus “borracheras”, cerca de 150 españoles (D. de Rosales, Historia de Chile, 1: 128), aunque el abate don Juan lenacio Molina sostiene que tales sacrificios humanos fue- ron raros y que no se cuentan más que unos muy pocos casos en el espacio de 200 años. Pero los documentos históricos que se conocen afirman y demuestran todo lo contrario; se sabe por ellos, que eran numerosos, especialmente durante ciertas cere- monias totémicas, o “borracheras”, como dicen los antiguos cronistas. Si para estas fiestas... “no tienen en su tierra algún cau- tivo a quien necesitan quitar la vida para solemnizar la fiesta, van a la otra a comprar (un indio de su misma raza) y las vie- jas y los niños han de comer de sus carnes y lavan las manos en su sangre. Y cuando es algún indio valiente y que en la guerra ha hecho muchos daños, le suelen cortar a pedazos y obligarle a él que las coma también” (Rosales, 1. e. : 131). Sacrificaban a sus enemigos, fueran éstos españoles o sus propios connacionales, siguiendo un ritual definido, consagrado por la costumbre y que lo repetían cada vez que se presentaba la ocasión. Varios cronistas lo han descrito detalladamente, junto con todo un cortejo de crueldades, y encontramos, que siempre, prac- ticaban la misma ceremonia para ultimar a la víctima que tuvie- ra la desdicha de caer en sus manos y la dicha de ser sacrificado al dios de los mapuches, como lo veremos luego. El Padre Rosales ya varias veces citado y autor de una muy bien documentada historia de Chile, escrita en el siglo XVII, nos ha dejado detalles sobre la manera como los mapuches ejecuta- ban la muerte de sus prisioneros de guerra “así españoles como indios de su propia sangre y aún de su propia sangre”; estas ceremonias eran seguidas por grandes “borracheras” con mudai y Otras bebidas fermentadas, preparadas especialmente para estos actos por las mujeres de los indígenas. El distinguido naturalista alemán Eduardo Poeppig, que durante los meses de verano de 1828 al 29 visitó la región cordi- llerana de la provincia de Concepción, especialmente la zona del Volcán Antuco, describe con estas palabras un sacrificio humano al cual asistió: “Durante mi permanencia en Antuco, un desta- camento (de indios pehuenches) regresó de los Andes australes a donde había logrado capturar a un cacique de los odiados moluches. El infeliz estaba destinado a ser sacrificado como víctima de la venganza, siendo desechada la intervención del comandante chileno a su favor, como también el ofrecimiento de considerables obsequios: los indios, excitados, esperaban impacientes la próxima mañana. 58 “El prisionero esperaba el cumplimiento de lo inevitable con aquella resignada tranquilidad que nada tiene que ver con la valentía del héroe. Un individuo semi-degenerado, que nunca ha sentido la felicidad de una sensación más humana, se separa sin afectos de su obscura existencia. Toda la noche se hacía sentir el bullicio de la fiesta con que se celebraba el triunfo, una repugnante bacanal y, a la primera luz del día, se reunió frente al fortín un amplio círculo de hombres y mujeres. El prisionero se encontraba en el centro de un segundo círculo más estrecho, formado por unos veinte guerreros armados de su lanza. Se ha- bía construído tres hoyos a sus pies y colocado una corta vara en sus manos. “A viva voz relató sus hechos memorables, nombrando a los enemigos que habían caído bajo su brazo, cada uno de los cuales fué señalado por un trozo desprendido de la vara que dejaba caer en uno de los hoyos, pisándola despreciativamente con los pies. “Los espectadores, indignados, hablaban en voz cada vez más alta, y las mujeres, desfiguradas en furias, contestaban cada nuevo nombre con los mismos gritos estridentes. “Una lanza tras otra se inclinaba, entre tanto, en círculo cada vez más estrecho, rodeando el pecho del enemigo que se mofaba de ellos. Cuando cayó el último trozo de la vara, y con él el último y más importante de todos los hombres, cien gar- gantas a la vez entonaron el horroroso chivateo y veinte lanzas perforaron al prisionero, quien, después de haber sido elevado sobre sus puntas, cayó muerto sobre la tierra” (citado por Carlos Keller, en “Los Indios Pehuenches en 1828”, Revista del Museo Histórico Nacional de Chile, año 1, N.? 3 : 255-6. Santiago, 1942). Este ritual del sacrificio presenciado por Poeppig es casi idéntico a uno que relata Rosales, que dice que los araucanos entregaban al prisionero que se trataba de sacrificar un manojo de palillos y que él mismo tenía que cavar un hoyo frente a él. Al enterrar, uno por uno, los palitos, debía evocar un indio valiente de su tierra, nombrándose al final él mismo. Mientras echaba la tierra al hoyo, se le aproximaba un indígena desde atrás, dándole con una porra en la cerviz y luego se le extraía el corazón. (véase D. de Rosales, 1. c. tomo 1 : 123-25) (?). Otros cronistas describen también esta ceremonia de sacri- ficar al prisionero, en forma, más o menos, idéntica, y que se asemeja. muchísimo en su ritual al desarrollo de los actuales guillatunes o rogativos de los mapuches de nuestros días. A veces, los antiguos mapuches no sacrificaban al prisione- ro “en persona”, sino que lo hacían con un perro u otro animal negro. Esto sucedía cuando la víctima era regalado por su gran valor a un cacique amigo, o por otras causas, en que se perdo- naban momentáneamente la vida, para poder obtener, de esta manera, un mayor beneficio y agradar más al antepasado del clan, al cual pertenecen los que efectuaban el sacrificio. Parece que en estas ceremonias era siempre una persona la víctima sacrificada, ya que todos los demás prisioneros o eran muertos de antemano , o regalados a caciques amigos “de otras 59 provincias, para que allá los maten y hagan fiestas con ellos y haciendo ostentación de la buena suerte que han tenido y de los muchos cautivos que han traído, y provocando a los caciques a que hagan otro tanto y les correspondan con lo mismo. Y el empeño es forzar, porque aunque sea de allí a mucho tiempo, han de pagar aquel cautivo con darles otro que maten” (Rosa- les, l. e. : 124). Interesante es recordar que los mapuches despreciaban a los que se mostraban cobardes en el sacrificio, esto es, “si gri- taban o daban gemidos; sus huesos y sus carnes eran arrojados con desprecio y no aprovechados en las ceremonias”. González de Nájera, nos dá cuenta de un caso de crueldad, que le sucedió al alférez don Guíñez de Buendía, tomado prisio- nero por los indios con treinta españoles más, a quienes dieron muerte. A Buendía le cortaron las piernas estando todavía vivo, hicieron cornetillas de los huesos de ellas, haciéndole chupar a él mismo la médula de sus huesos cortados. No contentos toda- vía con estas crueldades, le afearon su cuervo e hicieron otras cosas deshonestas con él. El mismo autor, González de Nájera, dice “a muchos les van comiendo a medio asar a vista de sus propios ojos, los peda- zos que le cortan de sus carnes, sin reservar después las que les quedan en los ya difunto cuerpo. Y en fin, es tan grande la rabiosa e insaciable sed que tienen, de que no quede memoria de nosotros en vida, ni en muerte, que hasta los huesos se beben quemados y hechos polvos, mezclados en sus vinos”. No hay duda, que muchos de los informes que nos ha lega- do la crónica colonial, son erróneos y exagerados. Muchos toda- vía son contados de oídos y se han prestado a severas críticas. Pero autores como el Padre Diego de Rosales y A. González de Nájera, nos merecen todo el respeto y sus descripciones tan minuciosas de las costumbres de los antiguos mapuches, nos merecen todo nuestro crédito y constituyen un aporte valioso a la etnología de los indígenas de Chile, ya que han conocido per- sonalmente a nuestros aborígenes y han actuado en el territorio donde ellos han vivido. La costumbre de efectuar sacrificios humanos y de comer después la carne de sus víctimas era universal en épocas remo- tas; ya en la Biblia encontramos un gran número de ejemplos sobre esta costumbre, especialmente en los libros atribuídos a Moisés. Herodoto y otros grandes historiadores de fama de la antigúedad, en sus obras aun hoy día inmortales, traen también citas de muchos pueblos de Europa, Asia y Africa, que sacrifi- caban sus semejantes a sus dioses y en muchísimos casos, éstos eran luego comidos en ceremonias especiales. Además, carne humana desempeñó un importante papel en la terapéutica antigua y muchas enfermedades eran curadas suministrando carne del Homo sapiens a los enfermos, y se dice... que “la carne humana es extraordinariamente sabrosa y agradable al paladar, y, quien la haya comido una vez, la pre- fiere siempre”. 60 Los aztecas de Centro América, antes de la llegada de los españoles, sacrificaban a sus dioses, miles de individuos huma- nos de una sola vez; recogían la sangre de estas vívtimas en recipientes sagrados especiales, la mezclaban con harina y se la daban a comer al pueblo creyente; sus sacerdotes y los príncipes sólo comían los brazos y las piernas de los sacrificados, lo demás se daba a los animales, especialmente a las aves silvestres o se quemaban en lugares determinados (+). Costumbres semejantes se hallaron también en el Perú de los incas, donde existían templos especiales dedicados al culto del sol y donde se sacrificaban, varias veces al año, en fecha determinada, seres humanos, especialmente sus prisioneros de guerra, a sus deidades. Como lo hemos visto, ha existido entre los antiguos mapu- ches la antropofagía, hecho que queda confirmado por el testi- monio de casi todos los cronistas. Pero es necesario recalcar que esta antropofagía era siempre ritual y que estaba en íntima relación con el culto a los antepasados, es decir, de origen toté- mico. “Era una ceremonia en que comulgaba, no solamente los concurrentes, sino también el tótem del clan y el pillán, por la sangre que les ofrendaban y las aspersiones que hacían con la misma”. Todos tomaban parte en esta ceremonia, comiendo par- te del sujeto sacrificado, y esto se hacía, fuera de la víctima humana cautivada, o simplemente con algún animal cualquiera, y con una chupada de la sangre del corazón que aún latía. “Los araucanos, dice Lateham, no eran antropófagos en el sentido de satisfacer sus apetitos con carne humana, como ha- cían tantas otras tribus sudamericanas... que capturaban y ensordaban a todos los extraños que pudieran haber a mano, para después comérselos sin perdonar aún a los que caían en el campo de batalla”. “La razón de esta costumbre bárbara y sangrienta, practi- cada por los antiguos mapuches durante muchísimos siglos, la hemos de buscar en las ceremonias totémicas. Esta costumbre fué heredada de sus antepasados y la manera más segura de captar la buena voluntad de éstos era seguir en todos los por- menores las prácticas que ellos habían dejado establecidas, participándoles en sus venganzas y alegrándoles con los tormen- tos y muerte de sus enemigos (La organización social y las creencias religiosas de los antiguos mapuches : 639)”. Pero, existió una excepción; durante los primeros años de la conquista española, en la región comprendida entre los ríos Cautín y Valdivia, hubo una gran hambruna; y por datos oficia- les y por los primeros cronistas sabemos que en muchos lugares de aquella región, los indios organizaban verdaderas cacerías y “cazaban” a sus semejantes para luego comérselos. Eran los úni- eos casos de un verdadero canibalismo conocido entre los anti- guos mapuches, y sobre el cual hablaré en un capítulo siguiente. Pero cosa curiosa: aun hoy día, encontramos entre nuestros mapuches tradicionalistas, restos de este culto totémico, ya que 61 ellos efectúan los mismos sacrificios, simbólicamente. Me refie- ro a la ceremonia que aun hoy efectúan, bajo el nombre de nguillatun o rogativa. Durante la celebración de estas rogativas evocan todavía al antepasado del clan, bajo la deidad de Chau guenechen (+), Padre guenechen, creador de todo que “domina la tierra, como un rey, que dá vida y fecundidad a los hombres, animales y plantas, que dispone de las fuerzas de la Naturaleza para dicha y perdición de los hombres; lo llaman chau (padre), porque creen que ellos han sido engendrados por él (para más datos, véase las muy interesantes “Lecturas Araucanas” por el R. P. Féliz José de Augusta). El sacerdote que preside un guillatún lo llaman guenpin, y es generalmente un machi o un anciano de respeto, ayudado por ayudantes que sacrifica, de acuerdo con un ritual establecido, uno Oo varios animales, generalmente ovejas (hueques) y en algunos lugares también potrillos y toritos de color negro. La sangre es recogida con precaución en ciertos recipientes de madera y con ella se hacen aspersiones, untan ciertos objetos y el resto se deja en el llangui-llangui, ofreciéndola, por esta manera al chau guenechen, a quien solicitan favores a beneficio de la comunidad y de los mapuches asistentes. Más tarde, los hueques sacrificados son asados y, luego, comidos, bebiéndose harto mudai, bebida que también tiene un significado simbólico. En los guillatunes actuales encontramos todo el totemismo, ceremonia heredada desde tiempos inmemoriales, cambiándose sólo la víctima, que ahora es un animal domesticado y que antes era un prisionero de guerra o un connacional y muy raras veces, también, algún animal, que simbólicamente, representaba al sacrificado. Antes, probablemente, solicitaban al Chau guene- chen, éxito en sus guerras y malones; ahora, algún beneficio material para toda la reducción o personal para el cacique o jefe. Una costumbre intermedia entre el sacrificio humano y el actual guillatún, la encontramos en la manera de preparar la guerra y hacer las paces que celebraban en ciertos recintos sagrados. En la página 113 de la Historia General de Chile, de Rosales, encontramos lo siguiente: “Para este razonamiento tie- ne clavado en la tierra el toqui o pedernal negro ensangrentado con una lanza,.y atadas a ella, algunas flechas ensangrentadas; él (el cacique) está en pie junto al Toqui con una flecha y un cuchillo en la mano, y ofrece a todos los soldados una ovexa de la tierra que matan allí luego dándole con un garrote un golpe en la cabeza y otro en los lomos, con que cae en tierra, y sacán- dola el corazón vivo y palpitando, untan con él las flechas y el Toqui, les dizen con voz arrogante: “Hartaos, flecha, de sangre, y tú, Toqui, bebe y hártete también de la sangre de el enemigo, que como esta ovexa ha caído en tierra, muerta, y le hemos sacado el corazón, lo mismo hemos de hazer con nuestros ene- migos con tu ayuda”. Y pasando el corazón de mano en mano por todos los caciques, vuelve a la del Toqui General, y con él en la mano prosigue el razonamiento, diciéndoles: “Que de aquel corazón y de aquella ovexa han de comer y participar todos los de aquella Junta, para unirse en un corazón y en una voluntad 62 y no tener diversidad de corazones y de voluntades, sino ir a una contra el enemigo, sin que los trabajos, ni las dificultades de la empresa, ni las armas del enemigo, los divida, ni aparte de la unión de un alma y de un corazón”. Claudio Gay, en sus Documentos (tomo 1 : 490), al publicar: Noticias sobre las costumbres de los Araucanos, al dar cuenta de la manera de preparar las guerras, dice entre otras cosas lo que sigue: ...y luego, que están juntos les dice (el cacique) tiene malos sucesos que comunicarles, y para oírlos y disponer el remedio es necesario ensangrentar las lenguas y las armas; y luego que dice esto, llegan dos indios que tiene prevenidos al chilihueque, el uno con la macana y el otro con un cuchillo: el de la macana le da un golpe con ella en la cabeza, con que cae muer- to, y en un momento el del cuchillo le saca el corazón por entre las costillas, y palpitando lo pasa a toda prisa por las bocas de todos los caciques, y cada uno le da un chupón, y se ensangrien- tan lengua y boca, y luego con el mismo corazón ensangrienta el yerro de la lanza, la cual pasando de mano en mano, blandién- dola cada uno, y lo mismo hacen con la macana...” Con la desaparición de Pedro de Valdivia, que fué muerto por los mapuches, después de la batalla de Tucapel, a fines del año 1553, la Araucanía, especialmente la zona comprendida al sur del río Cautín, es azotada por toda clase de calamidades, tanto militares, como civiles, produciéndose entre los indios hambres y enfermedades de fatales consecuencias, no sólo para ellos, sino también para los mismos españoles. Por otra parte, en las distintas poblaciones, los Cabildos discutían y nombraban, cada uno por su propia iniciativa, al futuro gobernador de Chile, fomentando así la formación de pequeños, pero ambiciosos grupos de militares y de civiles, que casi produjeron una guerra civil entre los españoles. Estos, a su vez, sufrían una nueva y más grave derrota en Marigueñu, que trae como consecuencia el despueble de la Concepción, man- teniéndose firme sólo La Imperial y Valdivia; Angol y Villa Rica, también fueron abandonadas por sus vecinos. En todas partes los indios iniciaban una abierta insurrección general con- tra los españoles. Era Gobernador de La Imperial, en aquella toóha, don Pedro de Villagra, primo de don Francisco de Villagra, y viendo que no recibía auxilio militar del norte, preparó la defensa de aquella plaza secundado por sus oficiales y soldados, que, según algunos autores, no alcanzaba a cien hombres. Poseían buenos caballos y algunos perros bravos y vigorosos que debían ser luego pode- rosos auxiliares en los combates. Villagra construyó palizadas en las principales calles de La Imperial, colocó centinelas en los puntos más estratégicos de los alrededores y esperó cualquier ataque de los indios, que sólo se presentaron frente a la ciudad en la segunda quincena de Abril de 1554. “Cuando los españoles se preparaban para sostener un com- bate de dudoso resultado, dice Barros Arana, Historia General de Chile, II : 59, visto el gran número de los asaltantes, sobre- 63 vino el 26 de Abril de aquel año, una gran tempestad de viento y lluvia, acompañada de truenos y relámpagos, que sembró la desorganización y el espanto entre los indios. Supersticiosos y groseros, aquellos bárbaros vieron, sin duda, en los accidentes de aquella tormenta un pronóstico seguro de su derrota, y desis- tiendo de su propósito, se volvieron a sus casas en completa dispersión. “Después de esta frustrada tentativa, fué imposible por en- tonces, sacar nuevamente a campaña a los indios de las serranías de Tucapel y Purén, que eran los que formaban el núcleo de la formidable insurrección”. La Imperial fué salvada únicamente por un milagro del inminente peligro que la habían amenazado los indígenas. Se di- jo entonces y lo cuentan las antiguas crónicas que, la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de las Nieves, “para amparar a la ciudad cristiana, aterró con su presencia, desde una nube a los idólotras que se dirigían a incendiarla”. Desde entonces, hasta su destrucción, fué la Virgen de las Nieves, la patrona de La Imperial (véase Hugo Gunckel Liier: El culto a la Virgen de las Nieves en La Imperial, publicado en “El Diario Austral”, año XXVI, N.* 9236, Temuco, 5/VI11/1941). La fe que los españoles prestaron a este milagro, alentó su confianza y los estimuló a tomar la ofensiva contra los indígenas de aquella comarca. Sea de ésto, lo que se quiera, don Pedro de Villagra supo sacar provecho y determinó imponerse a los insu- rrectos a fuerza de audacia y de crueldades. Con este objeto, a base de frecuentes correrías por los cam- pos, desde capitán hasta el último de sus soldados, hacían a los indios una guerra sin cuartel. Quemaban sus rucas, asesinaban a sus habitantes, hombres, mujeres, ancianos y niños, y “los perseguían con la más obstinada tenacidad sin perdonar la vida a uno solo”, destruyendo al mismo tiempo, todas sus cosechas y siembras, llevándose sus animales que servían luego de alimen- tos a los españoles. Los indios huían y se refugiaban en los bos- ques y en algunas islas del lago Budi, al sur del río Imperial (o Cautín) ; pero, también a esos lugares llegaban los españoles y efectuaban verdaderas carnicerías, con la ayuda de sus perros. Los habitantes de la plaza de Valdivia efectuaban la misma campaña de exterminio y después de ocho meses de lucha, casi a diario, las ciudades de La Imperial y Valdivia, se pudieron comunicarse de nuevo y ayudarse mutuamente. También enviaron emisarios al norte, para solicitar auxilios y para saber lo que sucedía a las demás ciudades. Para esto, se embarcaron varios en Valdivia, recorrieron la costa, llegando hasta La Concepción, donde encontraron despoblada la ciudad y continuaron viaje a Valparaíso. Al regresar de nuevo a La Im- perial, pudieron informar de muchas cosas desastrosas e increí- bles y que don Francisco de Villagra con ciento cincuenta soldados se preparaba a ir a auxiliar a las ciudades australes. Efectivamente, a los tres meses después, llegaba, por tierra don Francisco, a La Imperial, intensificando la campaña contra los indígenas. 64 Durante el verano de 1554 asoló a todo el sur de Chile una gran sequía, que volvió a aparecer al año siguiente con caracte- res alarmantes; sobre ella dice Ercilla: “Que la mar, reprimiendo sus vapores, faltó la agua y virtientes de la sierra, talando el sol en tierna edad las florees, ayudado del fuego de la guerra. Como creció la seca y las calores, por falta de humedad la árida tierra rompió banco y alzóse con los frutos, dejando de acudir con sus tributos”. Con la guerra ofensiva iniciada por Francisco de Villagra, los indígenas que habían vencido a Pedro de Valdivia en Tucapel y al mismo Francisco de Villagra, “pasaban después de sus victorias, por una situación aflictiva y cruel”. Habían derrotado a sus enemigos, pero la guerra les costaba ahora horrible- mente caro. No entraré en detalles sobre estas guerras, ya que no es el tema de este trabajo; sólo recordaré que los indígenas quedaban vencidos, sus campos y sus rucas destruídas, lo mismo sus siem- bras y cosechas, y un gran número de ellos muertos en las bata- llas y correrías de los españoles, salvándose una parte en los bosques impenetrables y en el otro lado de la cordillera nevada. Mientras tanto, venía encima el invierno que aumentaba aun más las calamidades contra los mapuches, que ahora, tam- bién, morían de hambre. Los de la costa hallaron su alimento en la pesca y mariscos del mar, que sabían obtener y preparar desde tiempos muy remotos; los del interior, a su vez, se alimen- taban de frutas y plantas de los montes, especialmente de las frutas del pehuén o araucaria, pero los del centro, sufrían las consecuencias del hambre, en forma verdaderamente fatal. Y fué en esa ocasión, en que formando pequeños grupos los indígenas, salían a efectuar verdaderas cacerías de sus propios connacionales, cazándolos, para luego comérselos. Fué esta, tal vez, la única vez en que los mapuches, en la época histórica, han efectuado verdadera antropofagía, comiéndose mutuamente por necesidad del hambre. Sobre el particular dice Ercilla en una de sus octavas: “Causó que una maldad se introdujese en el distrito y término araucano, y fué que carne humana se comiese, inorme intriducción, caso inhumano! y en parricidio atroz se convirtiese el hermano en sustancia del hermano: tal madre hubo, que al hijo muy querido al vientre le volvió do había salido”. Felizmente este canibalismo fué sólo accidental y fué origi- nado por el hambre y por la miseria de esos días. 65 Góngora de Marmilejo dice que esta alimentación producía a los indios una gran palidez en el rostro, por la cual se reconocía a los que habían comido carne humana. La crónica de Mariño de Lobera, capítulo 51, ha contado estos mismos horrores del hambre, con rasgos que demuestran la ignorancia de los españoles de aquellos años, aún de los que tenían alguna ilustración, en lo que se refiere a fisiología y ana- tomía del cuerpo humano. Dice Mariño de Lobera, lo siguiente: “De aquí procedió una monstruosidad estupenda; y fué que por andar todo a río revuelto dejaban los indios de poner las manos en el arado, ocupándolas en los arcos, lanzas y macanas. Y así vino a la tierra tanta esterilidad y hambre, que lo lastaban los españoles y también sentían la falta los mismos indios. En resolución vino la cosa a términos, que se andaban ma- tando unos a otros, para comer el matador las carnes del que mataba; lo cual duró por algunos meses con tanta fiereza que causaba no menos lástima que espanto. Y aunque después se comenzó a dar maíz y trigo y otros mantenimientos en abundan- cia, con todo eso no cesaba el fiero abuso cumpliéndose la común sentencia que dice: no me pesa de que mi hijo enfermó, sino de las mañas que tomó; de suerte que todo el año de 1554 y el siguiente de 1555, estaban los indios tan regastados a comer carne humana que tenían carnicerías della, y acudían a com- prar cuartos de hombres, como se compran en los rastros las del carnero. “Y en muchas partes tenían los caciques, indios metidos en jaula, engordándolos para comer dellos. Y tenían ya los instru- mentos necesarios para el oficio de carniceros como tajones, machetes y perehas, donde colgaban los cuartos. Llegó la gula a tal extremo, que hallaron los nuestros a un indio comiendo econ su mujer a un hijo suyo en medio de quien iban cortando pedazos y comiendo. Y hubo indio que se ataba los muslos por dos partes y cortaba pedazos dellos comiéndolos a bocados con eran gusto. Finalmente estando un indio preso en la ciudad se cortó los talones para poder sacar los pies del cepo, y con ser tiempo de tanta turbación por ponerse en huída de los españoles no se olvidó de los talones; antes los primero que hizo fué irse al bosque y hacer un fuego para asarlos en él, aunque con insa- ciable apetito los comió antes de medio asado”. (*). Pero, ni aquí terminaban los sufrimientos de los indígenas. Después del hambre sobrevino una gran epidemia, que continuó la matanza de ellos. “A las terribles calamidades, escribe el Abate Molina, Com- pendic de la Historia Civil del Reyno de Chile, parte II : 159 (edición española del año 1795), que lleva consigo la guerra, se añadió la de la pestilencia. Algunos soldados que se encontraron en la susodicha correría, estando aún infecto, o salidos fresca- mente de las viruelas, esparcieron por primera vez en todas aquellas provincias este mortal contagio, el cual hizo allí tanto mayor estrago cuanto era menos conocido. 66 “Entre los varios distritos, había uno que habitaban doce mil personas, de las cuales no quedaron con vida más que unas cientos (*). Esta pestilencia, que por su continuación ha sido más perniciosa que ninguna otra al género humano, se había introducido poco antes en los lugares boreales de Chile, donde de tiempo en tiempo no ha cesado de volver a aparecer con gran daño de aquellos nacionales”. Las crónicas, al dar cuenta de esta peste, lo hacen pintán- donos las fatales consecuencias con números verdaderamente increíbles. “Entrando la primavera, dice uno de ellos, les dió en general una enfermedad de pestilencia, que ellos llaman chavalongo, que en nuestro idioma quiere decir dolor de cabeza, que en dán- doles los derribaba y como los tomaban sin casas y sin basti- mentos, murieron tantos millares que quedó despoblada la mayor parte de la provincia. Algunos bárbaros acosados por el ham- bre y por las enfermedades, desponían su natural altivez y acu- «dían a La Imperial a pedir limosna a los cristianos, llevando una eruz en la mano para mover el corazón de éstos”. Es difícil actualmente, reconocer que clase de enfermedad era esta “peste”, ya que los primeros cronistas no nos han deja- do la descripción exacta de la marcha de la enfermedad. La pa- labra chavalongo o chavalonco significa únicamente dolor de cabeza; según el Vocabulario del P. Valdivia, meodorra, esto es, “un estado de postración y de fiebre que acompaña a muchas dolencias”. Era un síntoma común a muchas enfermedades y no a una determinada. “Los españoles, que tomaron la palabra chavalongo de los indios, le emplearon para designar las grandes fiebres y, aún, en nuestros días, dice don Diego Barros Arana, 1. c. tomo II : 62, hemos visto usada la palabra chavalongo como sinónimo de fie- bre tifoidea”. Sin duda, la epidemia a que nos referimos debe haber sido la fiebre tifoidea, debiendo haber incluído en su pro- pagación la completa falta de higiene, acompañada de una ali- mentación muy deficiente y anormal y principalmente a la falta de una defensa orgánica del cuerpo del indígena, que no conocía esta enfermedad y fué nueva para él”. Algunos autores de la era colonial han querido ver en esta epidemia la primera aparición de las viruelas (Molina, por ejem- plo, según sus palabras que he citado más arriba), enfermedad desconocida en América y que hizo más tarde los más horribles estragos entre los indígenas del continente, especialmente entre los de Chile. Aunque esta opinión ha seguido por algunos histo- riadores modernos chilenos, la creemos infundada. Las viruelas eran perfectamente conocidas de los españoles y, sin duda, algu- nos de los primeros cronistas habrían dado el nombre español a la enfermedad y no un término mapuche. La primera epidemia de viruelas en Chile tuvo lugar a fines de 1561 y a principio de 1562. Si damos crédito a testigos oculares, citados por don Cres- cente Errázuriz, en Historia de Chile: Sin Gobernador, 1554- 67 1557 : 198, y que no tienen interés en engañar, pero cuyos aser- tos inspiran desconfianza por la magnitud de la desgracia que refieren la “Peste” y el hambre, dejó reducido 40.000 indios de guerra a menos de 14.000 en todo el territorio de la Araucanía. Hernando Ortiz de Zúñiga, dice que cuando hubo llegado allá (a La Imperial) fué a visitar su encomienda y en cerca de ocho-- cientos no encontró más de cien indios; según otro, de un repar- timiento de tres mil indígenas no quedaron ni doscientos. “Pedro Olmo de Aguilera, distinguido vecino de La Imperial, dice Olivares, afirma en un escrito presentado al obispo Fray: Antonio de San Miguel, a 22 de Junio de 1573, que de diez a doce mil indios que le dió en repartimiento el gobernador Pedro de Valdivia por Marzo de 1552, sólo le dejó ciento la mortalidad y don Hernando de San Martín, vecino de la misma ciudad, en una escritura de cierta obra pía, fecha en Agosto de 1573, dice que de ochocientos indios que el mismo gobernador Pedro de Valdivia le hizo, no le quedaron sino ochenta. Algunos autores, sin duda, han exagerado aun más estos números. Góngora de Marmolejo, dice en su crónica que “donde había un millón de indios no que- daron ni seis mil”, detalle imposible de aceptar ya que creemos que el número total de indios en la época de la llegada de los primeros españoles alcanzaba en toda la Araucanía apenas a me- dio millón de personas, y esto, con mucha reserva (Hugo Gunckel Lijer: ¿Cuántos indígenas han vivido en la Araucanía desde la Conquista? Temuco, 1941). En todo caso, debemos aceptar con reserva el coeficiente de mortalidad de acuerdo con los números que citamos más arri- ba, que “habría costado a los indios la pérdida de nueve décimos, más o menos, de su población, y los habría reducido a la más absoluta impotencia para continuar la guerra”, como lo indicaba don Diego Barros Arana, con mucha razón. Según los documentos, el chavalongo hizo estragos no sólo, entre los indígenas, sino también entre los españoles, en Valdi- via, por ejemplo, donde falleció, afectado de él, el Padre Merce- dario Fray Antonio de Olmedo (coma lo demostramos en un tra- bajo intitulado: El Primer Médico que hubo en Valdivia). En los primeros meses de 1555 empezaron a sentirse de nue- vo los efectos de la gran sequía, que había principiado ya el año: anterior. Las cosechas de trigo y cebada fueron escasísimos, de modo que “la fanega llegó a pagarse a tres y medio a cuatro pesos”, precio enorme, si se tiene en cuenta el valor del peso en esos años; pero lo más grave fué la pérdida de las siembras de maíz y de papas, principal alimento de los indígenas, debido a la misma sequía. Refiere don Antonio de Martínez, vecino de La Imperial, que una siembra de cuarenta fanegas de maíz y más de doscien- tas fanegas de papas, cosechó sólo ocho o diez de maíz y sólo veinte de papas. Por suerte en algunos lugares los españoles han podido cosechar 'm poco, recibiendo de esta manera, una peque- ña ayuda en alimentos. : 68 Villagra tomó todas las medidas que estaban a su alcance a fin de disminuir los estragos del hambre. Ordenó, que de su repartimiento, se le enviasen cuantos mantenimientos fuera po- sible y se dice que se le remitieron hasta dos mil fanegas de trigo. Hizo comprar granos en las provincias del norte, repartiéndolos entre los más necesitados y obligó a los diezmeros a que entre- gasen gruesas cantidades de alimentos. Obligó, por último, a varios vecinos de La Imperial hacer lo mismo. Con todas estas medidas pudo en parte aliviar la situación del hambre y eliminar de esta manera también la “peste”. Hasta alcanzó a ayudar a las plazas de Valdivia y Angol y “tan lejos llevó la generosidad que en su propia casa faltó el alimento y hubo de buscarlo para mantenerse”. A principios de otoño del 1556 don Francisco de Villagra acordó dar por terminada su labor en La Imperial, dirigiéndose a Santiago, con el objeto de reclamar ante el Cabildo de la capi- tal, la Gobernación de Chile, para sí; entregó a don Pedro de Villagra de nuevo el mando de toda la región austral, con el fin de conseguir la tranquilidad y la normalización de la Araucanía. Los indios volvían a las encomiendas y a las plazas con la cruz de Cristo en la mano en señal de paz: ellos fueron recibidos por los españoles con buen trato y con abundantes alimentos y así se olvidaron lentamente de aquella época tan neera y tan llena de calamidades de toda clase. NOTAS 1) Pello: el actual mapuche llama Pellu, el choro (marisco) y Pelluntu, las valvas de choro. 2) “Donde se manifiesta más la crueldad y ferocidad de es- tos indios, escribe el P. Rosales (1. e. : 123-125), es en el modo tan bárbaro y cruel que tienen de matar a sangre fría a los cautivos que cogen en la guerra, assi Españoles como indios de su propia sangre y de su propia nación, porque en llegando a sus tierras de vuelta de alguna jornada, hazen una gran borrachera para solemnizar la victoria, y sus mugeres les tienen prevenida mu- cha chicha. Y assi mismo el Toqui general que los convocó para la jornada les tiene para el recevimiento grandes abundancia de chicha y les da muchos parabienes, y él también los recibe por el buen sucesso, como autor y promotor que fué de la jornada. Y para que se celebre la fiesta con más solemnidad llevan atado a ella un cautivo Español o indio para matarlo a su usanza, delante todo el concurso de la gente, que a casos semejantes vienen de muy lexos los viexos con sus bordones, y los enfermos se animan a lebantarse de las camas como quien viene a ganar un jubileo pleníssimo. Y si los cautivos que tienen son muchos, embían algunos a otras provincias para que allá los maten y hagan fiestas con ellos, haziendo ostentación de la buena suerte que han tenido y de los muchos cautivos que han traído, y pro- 69 vocando a las otras provincias a que hagan otro tanto y les. correspondan con lo mismo. Y el empeño es forzoso, porque aunque sea de allí a mucho tiempo han de pagar aquel cautivo con darles otro que maten. “Las ceremonias que hazen para matar a un cautivo son notables, porque en juntándose toda la tierra en la plaza de armas, que es el Lepan, lugar dedicado para estos actos públicos, trahen al cautivo que an de quitar la vida atadas las manos y con una soga al cuello, de donde le van tirando, y al que assi lleban le llaman Guequeche, que quiere dezir en su lengua: hom-- bre que an de matar como carnero, porque le matan del mismo modo que matan los carneros de la tierra, y suple en las fiestas- grandes por un carnero. Si le lleban a caballo, dan tres vueltas. con él con gran furia, corriendo alrededor de la gente que le está esperando con sus lanzas en las manos puestos en rueda, y acabadas las vueltas con grande grita y algazara le meten en medio de la rueda, donde tienen ya los caciques clavados sus. toquis de pedernal negro en el suelo y atadas a ellos sus flechas ensangrentadas. Si le lleban a pie, hazen una calle larga de toda la gente y por ella le lleban como a la vergúenza y todos le dizen muchos valdones, particularmente las viexas; y que se harten de ver el sol, que ya no le ha de ver más, que llegó el día en que ha de pagar los males que ha hecho; y si es alguno que ha sido valiente y les ha hecho mucho daño en la guerra, llegan a él las viexas y le dizen: “qué es de mi hijo o mi marido que me mataron en tal tiempo? Vuélvemele, y si no, ahora, he de comer de tus carnes: esa mala cara qué podía hazer? Tus maldades te han traído a nuestras manos, ahora la pagará”. Y en llegan- do al medio se ponen todos en rueda y hazen temblar la tierra dando muchas vozes y diziendo: muera, muera! “Quando el que quieren matar es algún indio noble o algún. soldado valiente, le dan lugar para que hable, y sontan animosos, que aunque ven que los quieren matar, hazen sin turbación nin- guna un elegante razonamiento con grande arrogancia. Y suele ser el razonamiento tan eficaz, y tales las esperan- zas que se prometen de él, que le perdonan, y entonces matan un perro negro y con él hacen las ceremonias que avían de hazer con el indio o con el Español. “Pero si no es persona de quien esperan alguna grande suerte o están muy encarnizadas contra él por averles hecho muchos daños y temerse otros mayores si le dan la vida, dizen todos en voz alta: lape, lape, muera, muera. Y entonces le ha- zen incar de rodillas y le dan un manoxo de palitos y que con. uno haga un hoyo en la tierra, y que en él vaya enterrando cada uno de aquellos palitos en nombre de los indios valientes y caci- ques afamados de su tierra. Y hecho el hoyo, nombra en Voz. alta a alguno de su tierra y hecha un palito en el hoyo, y assi va nombrando a los demás hasta que no le quede más que el último, y entonces se nombra a sí mismo y dize: “yo soy éste y aquí me entierro, pues ha llegado mi día”, y mientras está echando tierra en el hoyo le da uno por detrás con una porra en la cerviz y luego cae sin sentido en el suelo. Y le abre uno, 70 por el pecho y le saca el corazón palpitando, y otro le corta la cabeza, otro la una pierna y otro la otra para hazer flautas de sus canillas; y otro tirando del cuerpo le arrastra y le echa fuera de la rueda, hazia la parte de el enemigo, a que se le coman los perros y las aves. “El que le sacó el corazón le clava con un cuchillo y pasado de parte a parte se le da al Toqui general y ba passando de ma- no en mano por todos los caciques, haziendo además de que se le quieren comer a vocados, y dando la vuelta, vuelve a las ma- nos del que se le sacó y con la sangre de el corazón unta los toquis y las flachas, diziéndolas que se harten de sangre. Los que le cortaron las canillas y los brazos los descarnan en un mo- mento, y en estando el hueso limpio le agugerean y hazen una flauta con que tocan alarma y sacudiendo con los pies la tierra la hazen temblar, blandiendo juntamente las lanzas y entrete- giéndolas unas con otras, causando pabor con el ruido y la voce- ría. El que cortó la cabeza la echa a rodar por el suelo hazia la tierra enemiga, y abre una calle la gente, por donde la lleba rodando, y toman tabaco en humo y por la misma calle le van echando a vocanadas, retando al enemigo y diziendo que con los que allá están, han de hacer lo mismo. Y si la cabeza se queda el rostro hazia el enemigo, lo tienen por buena señal y dizen que han de alcanzar victoria; pero si se queda vuelta hazia ellos lo tienen por mal agúero y temen que les ha de ir mal en la pri- mera ocasión. “Hecho esto levantan en una pica el corazón el que le cortó, y al mismo tiempo el que cortó la cabeza la clava en una estaca, y al fin de la calle donde estaba arroxada la levanta en alto, vuelto el rostro hacia el enemigo. Y tocando las flautas hechas de las canillas y de los brazos de el muerto, comienzan a cantar victoria... “Mientras están cantando andan al rededor de la rueda de la gente algunos indios desnudos hasta la cintura, con las lanzas arrastrando, dando carreras con grande furia y diziendo a vozes y con grande arroganzia: “Ya pe pullimen, hazed temblar la tierra, valerosos soldados; tiemble el mundo de vosotros, paxa- ros eazadores, leones valientes, rayos espantosos”, nombrándo- los con el nombre de Quedu, quedu, que es el nombre de un páxaro muy veloz y ave de rapiña que con presteza coge y des- pedaza a los paxarillos, dando a entender que assi son ellos, como aves de rapiña que cazan como a paxarillos a sus enemigos y los despedazan con sus uñas y su pico comiéndoselos a pedazos. Y diziendo esto, el que tiene el corazón enarbolado en la pica y como estandarte de victoria, le baxa y le despedaza en menudos pedazos y los va repartiendo entre los caciques para que le coman el corazón de aquel que tan inhumanamente despedazaron. “Con esto beben y hazen gran fiesta, dejando el cuerpo sin que le de ninguna sepultura, y la cabeza la desuellan y hacen de el pellexo apretador o guirnalda para la cabeza que llaman mañague, y le suelen hacer de los pellexos de las zorras y de las aves y de otros animales, dexando la cabeza del animal o de el ave enel pellexo, la cual en la guirnalda que hazen cae en la 71 frente por gala con el pico de las aves y los dientes de los ani- males. Y esta misma gala hazen del pellexo de la cabeza del cautivo que matan. Y el casco le cuezen y le quitan la carne y los sesos y luego beben en él los caciques principales. Y a ve- zes son tan inhumanos y tan carniceros, que beben en el casco de la cabeza antes de descarnarla y guisarla los sesos, haziendo gala de esta barbaridad, y punto de honra... en que beban en la cabeza los caciques y gente noble y no la plabeya”. “Si el cráneo, no obstante los golpes de la maza, se conserva sin romperse, hazen de él una taza, que llaman rarilonco, de la cual se sirven para beber en sus banquetes, como lo hacían los antiguos escitas y godos” (Molina. 1. c. : 166). 3) En un reciente estudio publicado por G. C. Vaillant, en Natural History, vol. XLVI: 107-111 (Nueva York, 1940), inti- tulado: Human sacrifice in Ancient Mexico, llega a la conclusión de que los sacrificios humanos entre los Aztecas, tenían un carácter religioso y que se basan en dos presupuestos distintos: en que las fuerzas sobrenaturales están movidos por las mismas ideas y emociones que el hombre, y en que se cierra un contrato en el que el Hombre paga, ya sea por adelantado ya posterior- mente, por un beneficio otorgado por la divinidad. 1) Ngenechen, o mejor: Chau-ngenechen es el nombre con que los mapuches designan a la deidad a la cual dedican los sacri- ficios de sus nguillatunes (guillatunes) y que es considerado como un ser creador del universo, dominador de la tierra y del cielo, que da vida y muerte a todos los seres de su creación y que dispone de la fuerza para dar bienestar y mala suerte a los seres humanos; de él depende el tiempo y el resultado de las cosechas agrícolas y el éxito de cualquiera empresa, que em- prenden los mapuches. Es, sin duda, ngenechen, una palabra, cuyo origen etimo- lógico debe remontarse a tiempos inmemoriales. En la lengua de los huarpes, antigua, hoy desaparecida enti- dad racial, que habitaban la provincia de San Juan (en la Argen- tina), encontramos la palabra elwanichan, por creador (citado por Salvador Canals Frau, La Lengua de los Huarpes de San Juan, Anales del Instituto Etnográfico Americano, tomo 1l : 158. 1941). En varios idiomas de antiguos pueblos del Brasil encontra- mos también esta misma raíz con el mismo significado de ser .creador. Por otra parte, esas palabras tienen casi todas la raíz ngen, que a veces se transforma en gnin, ngin, etc., y que encierra la idea de fuego y que encontramos en varios idiomas primiti- vos: Sanscrito, a-gni; latín i-gni; esclavo, o-gni, etc. Talvez, no sería aventurar afirmar que la palabra mapuche que nos ocu- pa (ngenechen y sus varios derivados) tuviera su origen etimo- lógico en aquella raíz antigua que encierra la idea FUEGO, y en este caso, la podemos hacer derivar, dándole un significado de Creador del Fuego, o sea el Sol, que simbólicamente rebre- 72 senta en muchas religiones el principio de todas las cosas del universo. Son meras suposiciones, pero el tema es interesante y con- vendría dedicarle una investigación más amplia y de compara- ción con muchos idiomas primitivos, no sólo de América, sino también de otros continentes. 5) Indica un autor, que después de que Villagra hizo des- amparar la ciudad de La Concepción y devastar los campos, los indios no teniendo que comer “se comían los unos a los otros; cosa de grande admiración! que la madre mataba al hijo y se lo comía, y el hermano al hermano; y aleunos hacían trabajos y los daban un hervor en algunas ollas con agua de arrayán y después, puestos al sol y secos, los comían”. (Alonso de Góngora de Marmolejo, Historia de Chile, desde su descubrimiento hasta el año 1575; cap. XIV. Colección de Historiadores de Chile, to- mo II : 57, Santiago, 1862). 6) A estas palabras, el Abate Molina agrega la siguiente nota marginal: “Referiremos una anécdota que hace conocer el horror que tomaron los Indios a las viruelas. Quendo pasó, provisto por el Virrey Marqués de Montes Claros, el Gobernador Juan Xaraque- mada, de Lima a Chile, llevó consigo botijas de pólvora, de miel, de vino, de aceytunas, y de varias simientes, entre ellas de lente- jas; al descargar éstas, se rompió una botija, los Indios del servi- cio, que todo lo observaban, creyeron que eran Viruelas que conducía el Gobernador para sembrar en aquellas provincias, y por este medio exterminarlos. Inmediatamente se participaron unos a otros la noticia, para impedir toda comunicación, y por consiguiente se pusieron en arma, matando quarenta Españoles que se hallaban entre ellos con el seguro de la paz. El Goberna- dor entró para vengarse en el Estado de Arauco, y he aquí por una bárbara sospecha encendida la guerra, hasta que llegó de España el P. Valdivia, y volvió a entrar por segunda vez en el mando del Reyno Alonso Rivera”. 13 eo Wu EEES CASA Alerta a abit Els M5 EN e MUSEO DE CONCEPCION Director: Prof. C. Oliver Schneider Catálogo de los peces marinos del litoral de Concepción y Arauco (Con 24 figuras) por Carlos Oliver Schneider (Recibido por la Redacción el 20-VII-43) “Apparent rari nantes in gurgite vasto!” “Sólo pocos se ven nadar en el vasto abismo”. Lucrecio. De Natura rerum. Sin mayor pretensión que la de ofrecer una enumeración de todas las especies de peces marinos que se han observado en las. aguas territoriales que comprenden el litoral de las provincias de Concepción y Arauco, o sea, desde la boca del río Itata hasta la boca del río Imperial (36*40' de Lat. S. al 3847” de Lat. S.) y que hemos ido conociendo y colectando en los veintiocho años que llevamos de estudio en esta zona y en constante contacto con los pescadores; hemos redactado este Catálogo sistemático, al que han sido adicionadas un mínimum de informaciones referen- tes a las características biológicas y económicas de las especies. principales que se citan, datos que estimamos pueden ser de utilidad valiosa, ya que en su mayor parte han sido hasta antes de ahora desconocidos. Para la ordenación sistemática hemos seguido la reciente obra de D. Starr Jordan “A Classification of fishes”, dado su criterio moderno tan razonablemente planteado y nos ha servido también de guía el valioso trabajo similar de Pozzi y Bordalé “Cuadro sistemático de los Peces marinos de la República Ar- gentina”. 75- Las especies que enumeramos son las endémicas de nues- tras aguas territoriales, además, las conocidas como especies periódicas y también las que han sido capturadas ocasionalmente. Es posible que falten en nuestro Catálogo más de una de las especies, que han sido descubiertas en nuestras aguas en los últimos años. Ello se debe simplemente a que no hemos conoci- do la información de ellas, a pesar de que es posible que nos- otros mismos la hayamos capturado o que por lo menos, haya pasado por nuestras manos (?). Debo aquí dejar especial constancia de la valiosa coopera- ción que desde hace largos años me prestan, en este campo de estudios, y en una forma ejemplar, el Prof. Froilán Carvallo, Director de la Escuela de Pesca de San Vicente y el señor Julio Parada Ritchie, Inspector Regional de Pesca, que me han tenido continuamente al corriente de las novedades que ofrecía la pesca en nuestro litoral. Igualmente ha ocurrido con los distintos sin- dicatos pesqueros de la zona. Tipo VERTEBRADOS AGNATOS (sin mandíbulas) Clase MARSIPOBRANCHII Orden Hyperotreta Familia Homeidae 1. Género POLISTOTREMA, Jordan € Everman (1896) 1.—P. dombeyi (Cuvier) Jord € Everm. Anguila babosa, anguila pirata, anguila negra. : Prefiere los fondos fangosos. Devora a todos los peces y de preferencia al robalo, al con- grio y a la corvina, que huyen de su cercanía. Lo hemos capturado en la Bahía de Concepción, en el canal del Morro y en las aguas cercanas a Cerro Verde. Abunda en el Golfo de Arauco, tanto en la zona de Puchoco, como de Trana y Lavapié. Igualmente en caleta Yane e Isla de Santa María. Carne blanca y aceitosa. (1) Nos ha acontecido en dos oportunidades con especialistas extran- jeros, que no queremos mencionar, que después de brindarles no sólo la hospitalidad generosa de esta tierra, sino que también la cooperación material y bibliográfica necesaria, que han sabido aprovechar bien, han olvidado pronto los beneficios y no han cuidado de enviar un ejemplar de sus investigaciones, que era lo menos a que tenía derecho quien tan gene- rosamente los había ayudado a efectuarlas. Cumplían sí, con el viejo refrán de “comida hecha, amistad deshecha”. 76 Familia Myxinidae. 2. Género MYXINE, Linneo (1758). 2.—M. affinis, Ginther. Anguila. El Museo de Concepción posee un ejemplar capturado en la Bahía de Coronel (1928), donde llegó incidentalmente, pues, en todo el Golfo de Arauco esta especie no es conocida por los pescadores. Orden Hyperoartia. Familia Petromyzonidae. 3. Género MORDACIA (Gray) Gúnther (1870). 3.—M. mordax (Richards) Gray. Anguila. Komofillu. Komofilú. Vive en fondos de fango e incidentalmente en arena. Es una especie migratoria que abunda en nuestra región en los meses de Agosto y Septiembre, siendo casi desconocida en otras épocas. Plate capturó un ejemplar de esta especie en los alrededores de Tumbes. Nosotros hemos colectado ejemplares en el estero Lenga (agua salada), en la Bahía de San Vicente; y en agua dulce, en el río Bío Bío, en las cercanías de la isleta de La Mochi- ta y también, en el traqueadero de Gualpén. Conozco un ejem- plar obtenido en la Bahía de Valparaíso. 4. Género GEOTRIA, Gray (1851). 4.—G. chilensis (Gray) Gúnther. Anguila. Komofillu. Komofilú. En el Museo de Concepción se conserva un ejemplar de esta especie capturado en Playa Negra, Bahía de Concepción, por el señor Cledwin Owen (1929). a He visto un ejemplar joven capturado en las aguas de “Tumbes, adherido a una Sierra (Thyrsites). GNATOSTOMOS (con mandíbula) Clase ELASMOBRANCHII. Sub Clase SELACHII. Orden Notidani. Sub Orden Opistharthri. = Familia Hexanchidae. 5. Género HEXANCHUS, Rafinesque (1810). 5.—H. griseus (Bonnaterre) Muller y Henle. Tiburón. Un cardumen de tiburones de esta especie, formada por algunos ejemplares adultos y muchos jóvenes, se presentó du- rante unos cuantos días del mes de Febrero de 1936, en el Golfo de Arauco. Hasta entonces no era conocida esta especie en nuestras aguas. Es una especie propia del Océano Atlántico, del Mediterrá- neo y del Pacífico, siendo una especie pelágica. 6. Género HEPTRANCHIAS, Rafinesque (1810). 6.—H. cepedianus (Péron) Fowler. Gata de mar. Aparece ocasionalmente en los fondos fangosos o de piedra ejemplares de Heptranchias que estimamos corresponde a esta especie, pero que no hemos tenido oportunidad de determinar con el cuidado que ello requiere. 7.—MH. pectorosus, Garman. Tiburón. Especie ocasional en el litoral. 3.—H. perlo (Bonnaterre) Mac Culloch. Tiburón. Más común en los litorales del Norte, donde esta especie fué O por Philippi y Pérez Canto. Ocasional en nuestro itoral. . 78 Orden Euselachii. Sub Orden Galei. Familia Scylliorhinidae. 7. Género SCYLLIORHINUS, Blainville (1817). 9.—S. (Halaelurus) chilensis, (Guichenot) Smitt. Pinta roja. Se encuentra en todo el litoral, viviendo tanto en fondo de piedra como de arena y merodeando entre algas. Alcanza hasta una profundidad de cien metros. Carne dura y blanca. De hábitos gregarios. Desova en el mes de Abril, siendo una especie ovovivípara. He observado gran número de ejemplares jóvenes en Len- gua de Vaca, junto a Trana, en el Golfo de Arauco, merodeando entre las algas, lo que me sugiere la impresión de que es este un sitio de desove. 10.—S. (Halaelurus) bivius, (Muller y Henle) Fowler. Pinta roja. Esta especie propia de la región magallánica aparece ocasio- nalmente en nuestro litoral en los meses de Febrero y Marzo. Familia Galeidae. 8. Género GALEORHINUS, Blainville (1816). 11.—G. chilensis, (Pérez Canto) Delfin. Tiburón. Tollo, Cazón. Peje Calzón. Aparece en el litoral durante el verano y a comienzos del otoño en pequeños grupos y también aislados. En las noches de luna se le encuentra merodeando en las playas. En alta mar es fácil encontrarlo en pequeños cardúmenes que se hacen notar en el atardecer. Carne dura y blanca, con una lonja de carne obscura, casi café en el dorso, la que tiene un olor penetrante y desagradable. El hígado produce bastante aceite. 12.—G. mento (Cope) Delfin. Tollo. Toyo. Vive en forma gregaria, en grandes bandadas que se acer- can a las playas, desde Diciembre a Abril, aun cuando aparecen ejemplares aislados durante el invierno. Su multiplicación es vivípara y se produce en los últimos días de Enero y comienzos de Febrero principalmente en el lito- ral comprendido entre la boca del río Tubul y la punta de Lava- pié; también en la región cercana a la ensenada de Milongue y en caleta Yane. 79 Se alimenta de crustáceos, moluscos y sardinas, atacando a veces a corvinas y robalos jóvenes. Su voracidad es proverbial entre los pescadores. Seyliorhinus (Halaelurus) bivius, Seyliorhinus (Jalaelurus) chilensis, (según Norman) Su carne es blanca y de excelente sabor. Según los análisis químicos-bromatológicos de Verdugo Garin, la porción aprove- chable, sin vísceras, en un tollo mediano, es el 79%. El residuo no digerible, en fresco es de 0,30% y en seco de 1,05%; materia nitrogenada total, en fresco, 22,51% y en seco, 79,0%; Albúmi- nas puras, en fresco, 16,18% y en seco, 56,8%; Nitrógeno no proteico, en fresco, 0,62% y en seco, 2,2%; Albúminas digeri- bles, en fresco, 15,84% y en seco, 55,6%; Glúcidos, fresco, 0,310% y seco, 1,09%; Extracto etéreo (lípidos), en fres- co, 1,61%; en seco, 5,65%; Calorías, en fresco, 82,57% y en seco, 289,88%; Calcio, 0,956; Magnesio, 0,51; Potasio, 0,249; Fósforo, 0,485; Fierro, 0,0213. El hígado produce un aceite de hermoso color amarillento claro, de un tinte algo ambarino igual al aceite de bacalao y de un sabor muy idéntico. Sus constantes físicas y químicas, según Pfister, son: “Den- sidad 15/15: 0,934. Punto de congelación —) 9”. Indice de refracción (25) 1,4794. Indice de saponificación 184. Indice de yodo (Wijs): 185; Acidez: 1-2. Insaponificable 0,5-184%”. Según las observaciones realizadas en las factorías pesque- ras del Golfo de Arauco, el mayor rendimiento de aceite en los hígados ocurre en los meses de Febrero y Marzo en que alcanza de un 15 a un 20% de peso de éste. Serie Lamnoidei. Familia Alopiidae. 9. Género ALOPIAS, Rafinesque (1810). 13.—A. vulpinus (Bonnaterre) Ogilby. Peje-zorro. Peje-sable. Pez-zorro. Aparece periódicamente en el litoral, desde los meses de Marzo a Junio. Al principio de este período en pequeños grupos 80 y finalmente en ejemplares aislados, estos últimos son ejempla- res viejos y siempre enfermos, fuertemente parasitados. El Museo de Concepción posee ejemplares capturados en La- raquete (1920), Coronel (1928), San Vicente (1930). El Museo de Valparaíso poseía antes del terremoto de 1906, un hermoso ejemplar capturado en Talcahuano por el Dr. Delfin. La carne es blanca y aceitosa. Su piel es ligeramente áspe- ra, resistente y de aprovechamiento industrial fácil. El hígado pesa hasta ocho kilos y dá un rendimiento del 40% en aceite amarillo ligeramente obscuro, cuyas constantes físico químicas son: “Densidad: 0,9151. Indice de refrac- ción: 1,4755. Indice de saponificación: 183,2. Indice de yodo: 168. Acidez: 1,7”. Algunos autores extranjeros sostienen, con referencia al aceite proveniente de esta especie que su riqueza es mayor en la vitamina D que en la vitamina A al contrario de los demás aceites de peces. Familia Lamnidae. 10. Género LAMNA, Cuvier (1817). 14.—L. nasus (Bonnaterre) Waite. Tiburón. Azulejo. En el mes de Abril del año 1921, obtuvimos un ejemplar que se varó en las playas de Laraquete. No es común en el litoral, pero he visto ejemplares captu- rados en las aguas de la isla Santa María, en diversas oOpor- tunidades. Carne dura y blanca, ligeramente rosada, el hígado, de buen tamaño, puede producir abundante aceite. La columna vertebral, así como la piel, es también aprovechable. Familia Carcharodontidae. 11. Género CARCHARODON, Muller y Henle (1840). 15.—C. carcharias (Linneo) Ogilby. Tiburón. Aparece incidentalmente en los comienzos del otoño, princi- palmente en el litoral cercano a la boca del río Bío Bío. Tanto los Museos de Concepción, Hualpén, como los de His- toria Natural de Santiago y el de Valparaíso, poseen mandíbulas de esta especie, obtenidas en el litoral de Concepción. Carne dura. Hígado rico en aceite. También su piel puede ser aprovechable. sl Familia Halsydridae. 12. Género HALSYDRUS, Fleming (1809). 16.—H. maximus (Gunner) Whitley. Tiburón. Tiburón ballena. Peregrino. El Museo de Concepción posee un ejemplar de este enorme tiburón, capturado en el año 1905, en el puerto de Talcahuano por la ballenera “Jame Arnold”, de la Empresa Toro Martínez. Nosotros tuvimos oportunidad de medir otro ejemplar de gran tamaño de esta especie, capturado en el puerto de Coronel junto a las playas de Puechoco Rojas, en la madrugada del 15 de Julio de 1932, captura que dió lugar a un espeluznante episodio pesquero. En 1935, se capturó otro ejemplar de esta especie en el mismo Golfo de a Estas son las únicas ocasiones que conocemos en que se ha visto este enorme selacio en nuestro litoral. Como se sabe, esta especie es propia del Atlántico del Norte, llegando hasta Portugal y aún, penetrando en el Mediterráneo, Lahille la ha señalado ocasionalmente en Golfo Nuevo, en el lito- ral de la Patagonia Argentina. Orden TECTOSPONDYLI. Sub Orden Squaloidei. Familia Squalidae. 13. Género SGUALUS, Linneo (1758). 17.—S. fernandinus, Molina. Tiburón. Cazón, Jume. Tollo de cacho. Merga. Esta especie se presenta durante todo el año, capturándose ejemplares que quedan enredados en los trasmallos durante la piratería que ejercen en la pesca. De hábitos gregarios, se reproduce en los comienzos del invierno, siendo vivíparos. La hembra da de ocho a doce hijue- los y aun más. Conviene, a título informativo, repetir aquí lo que dice el Abate Molina, referente al uso del aguijón, el cacho, como dicen los pescadores, que se encuentra en las aletas dorsales de esta especie: “Estas espinas son un remedio eficaz contra los dolores de dientes, como ha resultado de repetidas experiencias, redu- ciéndose su uso a aplicar al diente dolorido la punta de una de estas espinas, cuya base espozjosa se va hinchando poco a poco hasta que se pone más suave y más blanda y sin más diligencia cesa el dolor al cabo de media hora. Como la punta de la espina que toca al diente es de una consistencia tan dura, que no se puede atribuir la hinchazón de la parte inferior a la humedad de la saliva, es de creer que provenga su dilatación del humor corrosivo que causa el dolor y que será atraído de la substancia interma del hueso”. 82 Carne dura, blanca. Tanto el hígado como la piel pueden ser de aprovechamiento. 18.—S. acanthias (Rondeletti) Linneo. Tiburón. Cazón. Marrajo. Jume. Esta especie aparece sólo ocasionalmente en nuestro litoral. Su hígado produce un aceite útil, que según Hordh, tiene las siguientes constantes físicas y químicas: “Densidad 15/15”: 0,9149. Indice de refracción a 40*C: 1,4666. Indice de acidez: 0.50. Indice de saponificación: 166. Indice de yodo: 120. Indice azul: 50. Insaponificable: 12,2%”. Sub Orden Squatinoidei. Familia Squatinidae. 14. Género SQUATINA, Belon (1553). 19.—S. armata, (Philippi) Abbott. Pez ángel. Angelote. El Museo de Concepción posee un ejemplar adulto de esta especie, capturado en los alrededores de Llico (Lengua de Vaca) por Arturo Aguilar, en Abril de 1942. Se trata de una especie ocasional en nuestro litoral. Orden Batoidei. Sub Orden Sarcura. Familia Rajidae. 15. Género RAJA, Belon (1558). 20.—R. flavirostris, Philippi. Raya de ramales. eryr” . vr? O Hábitos gregarios abundando en nuestro litoral desde No-- viembre a Marzo. La hembra efectúa el desove en el mes de Febrero. Vive generalmente en fondos de arena y de fango. 16. Género PSAMMOBATIS, Giinther (1870). 21.—P. lima (Poeppig) Norman. Raya espinosa. Raya dentada. Hábitos gregarios. Alimentación carcinófaga, principalmente de estomatopodos y de isopodos. 84 y En el Golfo de Arauco y en los alrededores de la isla Quiri- quina, se presenta en todo el año, pero de preferencia en el verano. Su carne es blanca, un tanto rosada. Debido a los defectos de nuestra cocina popular y, mejor dicho, a la poca divulgación de recetas culinarias apropiadas, tanto la R. flavirostris como la P. lima, son poco aprovechadas y en general despreciadas como alimento, a pesar de ser, si se les prepara convenientemente, un manjar fino, altamente apreciado en otros países. Tampoco se ha aprovechado esta especie para la extracción de aceite a pesar de producirlo de buena calidad. Sus constantes físicas y químicas son: “Densidad a 15/15: 0934, Indice de saponificación: 186. Indice de yodo (Wijs) 178. Indice de refrac- ción a 20%: 1,4728. Indice de acidez: 2,02. Insaponifica- bles: 148%”. Sub Orden Narcaciontes. Familia Torpedinidae. 17. Género TORPEDO, Belon (1553). 22.—T. chilensis, Guichenot. Torpedo. Tembladera. Esta especie eléctrica es abundante en los fondos bajos, principalmente en los de fango, viviendo siempre aislada. Su carne es ligeramente rojiza y un tanto aceitosa. 85 18. Género DISCOPYGE, Tschudi (1846). 23.—D. tsehudii, Hechel. y Torpedo. Tembladera. Tembladerilla. Raya. eléctrica. Es una especie de hábitos gregarios que abunda en el Golfo de Arauco. Prefiere fondos de arena. Carne blanca y aceitosa. Familia Myliobatidae. 19. Género HOLORHINUS, Gill (1862). 24.—H. aquila, (Linneo) Fowler. Manta. Cuero. Chucho. Peje-chucho. Aguila: de mar. Este enorme batoideo aparece con frecuencia tanto en las aguas del Golfo de Arauco, como en las aguas de la isla de Santa María. El Museo de Concepción posee dos hermosos ejemplares capturados, uno en Playa Negra, en la Bahía de Coronel y el otro en la Caleta de Colcura. Un ejemplar de singulares dimensio- nes encontrado en los alrededores de Puerto Sur, en la isla de Santo María lo envié en 1934 al Museo Británico. He visto dos ejemplares en agua dulce, uno en el río Bío Bío, junto al puente del Ferrocarril a Curanilahue y otro en el río Andalién, cerca de su desembocadura en la bahía de Penco, am- bos ejemplares estaban muertos y en descomposición. También 86 tuve oportunidad de conocer un ejemplar de esta especie captu- rado por los tripulantes del destructor “Videla”, aguas afuera de la isla Quiriquina, en circunstancia de que nadaba en la superficie del mar. Es una especie muy voraz, alimentándose de peces, crustá- ceos y moluscos. . ep 4 Y So. S o SO SS so $ Mary Mea Lan ANS NAS e + LS Es vivípara, dando a luz de cinco a seis hijuelos. Los pes- eadores indican como sitio de crianza de esta especie la llamada Piedra mala, junto a Punta del Litre, en Llico. La carne es de color blanco rosado un tanto aceitosa. El hígado es rico en aceite, cuyas constantes físicas y quí- micas son las siguientes: “Densidad 15/15: 0,9214. Indice de saponificación: 191,8. Indice de yodo (Wijs): 115,3. Indice de retracción a 20: 1,4760. Acidez: 1,84. Insaponificables: 2,66”. 87 Sub Clase HOLOCEPHALI. Orden Chimaeroidei. Familia Callorhynchidae. 20. Género CALLORHYNCHUS, Grón (1754). 25.—C. callorhynchus (Linneo) Mensch. Peje gallo. Gallo. Chalgua. Achagual. Chal- hua. Achagual. Chalhuachahual. Abunda en forma gregaria, durante todo el año, principal- mente en el Golfo de Arauco y en la zona comprendida entre la Punta de Buen Retiro y la Punta de Hualpén, aun cuando es más frecuente en la primavera y verano, sobre todo en Octubre. Las hembras son ovovivíparas, desovando en Febrero y Marzo. Persigue los cardúmenes de sardina, alimentándose también de peces pequeños y de crustáceos. Prefiere los fondos arenosos y fangosos pero hasta una profundidad de veinte a treinta metros. Carne blanca y dura, que se aprovecha también para secar. Sus características químico-bromatológicas, según Verdugo Ga- rin, son: Porción aprovechable comestible, sin vísceras, en esta- do fresco es del 70%. Residuo no digerible, en fresco, 0,20% y en seco, 0,81%. Materia nitrogenada total, en fresco, 19,25% y seco, 18,7%. Albúminas puras, en fresco, 17,53% y en se- co, 11,17%. Nitrógeno no proteico, 1,72%, en fresco y 7,0% en seco. Albúmina digerible, en fresco, 17,07% y en seco, 69,8%. Glúcidos, en fresco, 0,474% y seco, 1,94%. Extracto etéreo (lípi- dos), 1,27%, en fresco y en seco, 5,20%. Calorías, 94,62%, en fresco y en seco, 350,28%. Calcio, 0,276%. Magnesio, 0,032. Potasio, 0,318. Fósforo, 0,214 y Fierro, 0,0672. El hígado es rico en aceite, principalmente en la temporada de otoño. Sus constantes físicas y químicas, según Pfister son: “Densidad 15/15”: 0,909. Congelación: — 10. Indice de refrac- ción (25%) 1,4723. Indice de saponificación: 186,4. Indice de yo- do: 168. Acidez: 3. Insaponificables: 0,55%. 88 Clase PISCES. Superorden Teleostei. Orden Isospondyli. Sub Orden Clupeoidei. Familia Clupeidae. 21. Género CLUPEA, Linneo (1758). 26.—C. maculata (Cuvier € Valenc.) Giúnther. Tritre. Machuelo. Machete. Muy común en todo el Golfo de Arauco y en general en todo el litoral de la provincia de Concepción y Arauco. Hábitos gregarios, viviendo en cardúmenes que se acercan mucho a la playa, principalmente en dos períodos, Agosto y Sep- tiembre, para reaparecer en Abril y Mayo, nadando casi en la superficie. Prefiere fondos de arena. Se alimenta de peces y crustáceos. Carne blanca, con una faja obscura, espinuda y muy acei- tosa, aun cuando es de muy buen sabor, semejante al arenque de Europa. 27.—C. fuegensis, Jenyns. Sardina. Quichay. Pechú Chalwa. Aparece en el verano en grandes cardúmenes en todo el lito- ral, traídos por la corriente del sur, de baja salinidad. Nada en las aguas superficiales hasta fines de Febrero, para después ale- jarse un tanto de la costa. Los cardúmenes de sardina ocupan la zona nerítica y se ali- mentan de plancton, principalmente de diatómeas y de peridíneas. La abundancia de esta alimentación, que está determinada por el aumento de la intensidad de la radiación solar, es el factor más decisivo en la abundancia y tamaño de la sardina. A es- te factor de carácter primordial se unen otros factores tales como la riqueza química del medio marino y la condición óptima de sus constantes físicas. Desova en los meses de Septiembre y Octubre, depositando los huevos en playas abrigadas, en fondos bajos y arenosos. Carne roja y aceitosa. Esta última condición depende de la estación y aumenta en los comienzos del otoño. Sus características químico-bromatológicas, según Verdugo Garin, son las siguientes: Porción comestible sin vísceras: 70,6%. Residuo no digerible en fresco: 0,25%. Materia nitrogenada to- 89 tal: 22,36%. Albúminas puras: 19,86%. Nitrógeno no protei- co: 0,89. Albúminas digeribles: 11,03%. Glúcidos: 0,559. Extrae- to etéreo: 0,105. Potasio: 0,523%. Fósforo: 0,637%. Fie- rro: 0,0062%. 28.—C. bentincki, Norman. Sardina. Sardina de invierno. NO 5 o SN A A 5 e DO $ >) ns a O e Ne y o AS SA E EN USAS O DN NN : E ds SS AS : Aparece en pequeños cardúmenes en el invierno, desde Ma- yo a Julio. Nosotros encontramos esta especie en el Mercado de Concepción y como no nos parecía la misma especie de verano, aprovechamos la buena voluntad del entonces Embajador de S. M. Británica, Mr. V. Cavendish Bentinck, para hacerla remitir al Museo Británico, donde el Prof. J. R. Norman la consideró una especie nueva, como ya nos parecía a nosotros. Se encuentra nadando a escasa profundidad en ensenadas de abrigo con fondo de arena. 22. Género ARENGUS, Cornide (1788). 29.—A. sagax (Jenyns) Fowler. Sardina del Norte. Aparece incidentalmente, a fines del invierno, en pequeños cardúmenes. Esta especie es más común en los litorales del norte. Familia Engraulidae. 23. Género ENGRAULIS, Cuvier (1817). 30.—E. ringens, Jenyns. Anchoa. Anchoveta. En cardúmenes numerosos aparece al finalizar el verano, nadando en aguas de una temperatura media de 13”. Su presen- cia en nuestra costa se podría predecir por la determinación del plancton que ella prefiere y en el que abundan los copepodos, así como también las coincidencias de temperatura con corriente y salinidad de las aguas. Es una especie de medio ambiente mari- no fijo y determinado. 90 Prefiere fondos arenosos y pequeñas profundidades, nadan- do en aguas superficiales. Carne blanca y aceitosa. 24. Género LYCENGRAULIS, Ginther (1868). 31.—L. grossidens (Agass) Gúnther. Anchoa. Anchoa española. Sardina española. Es una especie de hábitos gregarios que aparece en nuestro litoral periódicamente, desde los comienzos del invierno. Las hembras se encuentran en el mes de Junio con huevos maduros. Prefiere fondos arenosos y de ripio. Carne roja y aceitosa. Orden Apodes. Sub Orden Colccephali. Familia Muraenidae. 25. Género SIDEREA, Kaup (1856). 32.—S. ocellata (Agass) Jordan « Gilbert. Anguila de mar. Anguila. Anguilla. Culebra de mar. Se encuentra en los fondos bajos y fangosos de todo el lito- ral, abundando con corriente del Norte. Carne blanca y aceitosa. Es sin duda uno de los peces más, sabrosos de Chile, pero en el último tiempo escasea bastante. Lo hemos encontrado siempre en ejemplares aislados. Familia Ophichthidae. 26. Género OPHICHTHUS, Ahl (1798). 33.—0. ocellatus (Leseueur) Giúnther. Anguila. Anguilla. Es una especie propia del Norte pero aparece periódicamen- te en nuestro litoral. Se alimenta principalmente de crustáceos, pulpos y peque- ños moluscos. 91 Sus enemigos conocidos son el tollo, cazón, pescada y el congrio negro. Las hembras se encuentran con huevos maduros en los meses de Junio y Julio. Carne fina y sabrosa. Familia Exocoetidae. 27. Género PAREXOCOETUS, Blecker (1865). 34.—P. chilensis, Abbott. Pez volador. Llega sólo incidentalmente a nuestro litoral y en pequeñas bandadas a mediados de otoño. Especie pelágica. El Museo de Concepción posee un ejemplar capturado en la bahía de Penco en Abril de 1937. He visto una pequeña banda- da cerca del Faro de Punta Lavapié. Orden Anacanthini. Familia Macrouridae. 28. Género COELORHYNCHUS, Giorna (1805). 35.—C. chilensis, Gilbert y Thompson. Esta especie, bastante rara en nuestro litoral, fué descubier- ta en la bahía de Lota, por los naturalistas del navío “Albatros”, del Bureau of Fisheries de Estados Unidos, durante el viaje de 1888. El Museo de Concepción posee un ejemplar capturado en el Golfo de Arauco, pero es el único que he visto en veintiocho años de estudio de nuestra fauna litoral. 29. Género MACRURONUS, Gúnther (1872). 36.—M. magellanicus, Lómmberg. Merluza de cola. Especie propia de la región austral. Rarísima en nuestro litoral. El Museo de Concepción posee un plas capturado en las aguas de la isla Quiriquina. 92 Familia Gadidae. 30. Género SALILOTA, Gúnther (1887). 37.—S. australis (Gúnther). Llega ocasionalmente hasta nuestro litoral, en los comienzos del otoño y sólo ejemplares aislados. Es especie propia de los mares magallánicos. Familia Merluciidae. 31. Género MERLUCCIUS, Rafinesque (1810). 38.—M. gayi (Guichenot) Kaupp. Pescada. Merluza. Chalwa. Aparece en cardúmenes que aumentan en extensión desde fines de Febrero y todo el mes de Marzo, aun cuando las prime- ras pescadas se dejan ver desde el mes de Noviembre. Los gran- des cardúmenes llegan persiguiendo a las sardinas (Clupeas) y a las Anchoas (Engraulis) Anchovetas (Lycengraulis), nadando siempre entre aguas superficiales durante la noche y en el fon- do durante el día, hasta una profundidad de cuarenta metros. En el atardecer y durante la noche se vara en las playas. Los cardúmenes tienen la particularidad que aun cuando se interfieren no se mezclan. Durante el invierno y la primavera suelen encontrarse en pequeños grupos o en aislados ejemplares mar afuera. Esta especie es perseguida constantemente por la Sierra (Thyrsites). Los pescadores han observado que con mar agitado se van a alta mar. Delfin opina que desova dos veces al año, en Octubre y Noviembre y después en Abril y Mayo, en grandes profundida- des. El número de huevos varía de doscientos ochenta mil hue- vos en ejemplares de cuarenta y cinco centímetros a seigcientos sesenta mil en ejemplares de ochenta y siete centímetros. Se consideran adultos los ejemplares de cuarenta centí- metros. La carne, de color blanco, un tanto seca, es excelente, cons- tituyendo un alimento popular, tanto fresca como seca. En esta última condición rivaliza con el bacalao. 93 Según Valenzuela Cereceda, la cantidad de Calcio que con- tiene es de 0,054% y de Fósforo 0,405%. Estos datos' se com- pletan con las determinaciones químico-bromatológicas de Ver- dugo Gaxin, que encontró: Porción comestible 'sin vísceras: 69%. Residuo no digerible, en fresco: 0,26% y en seco: 1,21%. Mate- ria nitrogenada total: 20,19%, en fresco y en seco: 94,0%. Albú- minas puras, en fresco: 14,89%, en seco: 67%. Nitrógeno no proteico, en fresco: 4,94% y en seco: 23,0%. Albúminas digeri- bles, en fresco: 14,15% y en seco: 65,9%. Glúcidos, en fresco: 0,210% y en seco, 0,98%. Extracto etéreo (lípidos), en fres- co: 0,84% y en seco, 3,92%. Calorías, en fresco: 76,59% y en seco: 315,16%. Magnesio, en fresco: 0,019 y en seco: 0,088%. Potasio, en fresco: 0,592% y en seco: 1,826%. Fierro, en fres- co: 0,0075% y en seco: 0,035%. El hígado que es pequeño produce, en el período de mayor acumulación, esto es, en los meses de Diciembre y Enero, de un 10 a 12% de aceite. Este es de color amarillo pálido igual al de un buen aceite de bacalao, y de olor y sabor idéntico. Según Pfister, las constantes físicas y químicas del aceite de hígado de pescada son: Densidad 15/15 son: 0,93. Punto de congelación — 6%. Indice de refracción (25): 1,4726. Indice de saponificación: 176. Indice de yodo (Wijs): 185. Acidez: 1,6. Substancias insaponificables: 2%. 39.—M. australis (Hutton). Pescada. Esta especie propia de los mares de Nueva Zelandia y tam- bién de nuestro litoral magallánico, suele aparecer ocasionalmen- te en nuestro litoral, en los comienzos de Abril, en ejemplares aislados. Orden Heterosomata. Familia Bothidae. 32. Género THYSANOPSETTA, Gúnther (1880). 40.—T. naresi, Giúnther. Lenguado. Ñ Se encuentra incidentalmente en nuestro litoral. Norman, indica que el R. R. S. “Scoresby”, capturó un ejemplar en las aguas de la isla Mocha, a treinta y cinco metros de profundidad. Familia Paralichthy dae. 33. Género PARALICHTHYS, Girard (1859). 41.—P. microps (Gúnther) Norman. Lenguado. Lligan. Pikur. Piker. Común en los fondos arenosos del litoral, hasta cincuenta metros de profundidad. Son más abundantes durante el verano y comienzos del otoño, sobre todo cuando hay corriente Norte: 94 Se alimenta de peces, principalmente de pejerreyes (Basi- lichthys), sardinas (Clupea), lisa (Mujil) y robalos jóvenes (Eleginus). Es perseguido por la Sierra (Thyrsites) y por la Pescada (Merluccius), en cuyos estómagos se encuentran restos de esta especie. Desova en Octubre, enterrando las ovas en la arena, en remansos de la costa. (Tubul, Laraquete, Colcura, Llico, Len- gua de Vaca, Puerto Sur, en la isla de Santa María). Su carne blanca y sabrosa. No tiene el consumo que debiera tener dadas sus condiciones delicadas. La porción comestible sin vísceras alcanza al 84% y el resi- duo no digerible en fresco a 0,30%. Según los análisis químico- bromatológicos de Verdugo Garin tenemos de esta especie los siguientes datos: Materia nitrogenada total, en fresco: 14,76% y en seco: 77,0%. Albúminas puras: 13,13 7 y en seco: 65 133%. Nitrógeno no proteico, en fresco: 1,63% y en seco: 11,7%. Albúminas digeribles, en fresco: 12,14% y en seco: 63, 2%, Glúcidos, en fresco: 0,460% y en seco: 2,40%. Extracto etéreo (Lípidos) : 0,59%, en fresco y en seco: 3,12. Calorías, en fres- co: 61,16%. Magnesio: 0,012%, en fresco y en seco: 0,062%. Potasio, en fresco: 0,307 y en seco: 1,601%. Fierro, en fresco: 0,0143% y en seco: 0,075%. El tenor de Calcio en fresco es de 0,0889% y el Fósfo- ro 0,338%, según Valenzuela Cereceda. - 34. Género HIPPOGLOSSINA, Steindachner (1876). 42.—H. macrops, Steindachner. Lenguado. Esta especie aparece incidentalmente a nuestro litoral. 43.—H. mystacium, Ginsburg. Lenguado. Aun cuando es propia de los mares del litoral magallánico ha sido encontrada ocasionalmente en nuestras aguas. Orden Thoracostei. Sub Orden Lophobranchii. Familia Syngnathidae. 35. Género SYNGNATHUS, Linneo (1758). 44.—S$. acicularis, Jenyns. Pez Aguja. Aguja. Es una especie gregaria que vive en los bajos fondos roco- sos, entre algas, alimentándose principalmente de crustáceos. copepodos. Hemos encontrado esta especie con frecuencia y durante todo el año, en ambas costas de la península de Tumbes. Igual- mente en las escolleras de Lengua de Vaca, en el Golfo de Arau- co. Es interesante anotar que en el mismo medio y en convi- venecia se encuentran las Pintarojas (Seylliorhinus) y las Tali- cunas (Pseudocorystes). El color de esta especie es mimético con las algas en cuya vecindad vive. 36. Género LEPTONOTUS, Kaup (1865). 45.—L. blainvilleanus (Eydoux y Gervais) Vaillant. Pez aguja. Aguja. Esta especie se encuentra también en nuestro litoral en los fondos rocosos y entre algas. A pesar de esto hemos capturado ejemplares en redes cala- das en fondos fangosos, en el centro de la bahía de Concepción. 37. Género ACMONOTUS, Philippi (1896). 46.—A. chilensis, Philippi. Pez aguja. Aguja. R. A. Philippi ha descrito esta especie sobre la base de tres ejemplares, uno recogido en Pellugue, playa de Cauquenes y otros dos en la bahía de Coronel. Nosotros no lo hemos encontrado hasta ahora. Orden Aulostomi. Familia Macrorhamphosidae. 38. Género NOTOPOGON, Regan (1914). 47.—N. fernandezianus (Delfin) Regan. Esta especie, de tan curioso aspecto, aparece sólo ocasional- mente en nuestro litoral. Orden Percomorphi. Sub Orden Percesoces. Familia Atherinidae. 39. Género BASILICHTHYS, Girard (1854). 48.—B. regius (Humboldt € Valenciennes) Fowler. Pejerrey. Cauque. Remú. Malque. Malche. (Mo- te) (Yuli). Esta especie es abundante en todo el litoral, apareciendo en cardúmenes densos. Son más comunes en invierno, aun cuando se le encuentra en todo el año. 96 Tiene el doble carácter de ser una especie fluvial y maríti- ma. Prefiere las aguas tranquilas y los fondos arenosos. En el mar se alimentan de plancton, no despreciando crus- táceos y algas rodofíceas, así como también algunos peces peque- ños; en los ríos su alimentación es más variada y en los residuos estomacales se suelen hallar, además de camarones y otros pe- queños crustáceos, restos de vejetales como la hierba del sapo (Miriophyllum) y lentejas de agua (Lemna). Desova tanto en el mar como en el agua dulce. Cuando lo hace en los ríos pega sobre las piedras del fondo o en las ramas sumergidas una gran cantidad de ovas transparentes, de dos a dos y medio milímetros de diámetro, de donde nacen los alevines al cabo de una semana. Este desove se efectúa desde Septiem- bre a Diciembre. Cuando el desove se efectúa en el mar lo realizan a bastan- te profundidad y los alevines pasan los primeros seis meses lejos de la superficie. Los alevines, pecesillos de grandes ojos, son denominados “mote” por los pescadores. Los indios mapuches los llaman “Suli”. El pejerrey es perseguido por la sierra (Thyrsites), el boni- to (Sarda), corvina (Cilus), aves marinas y el lobo de mar. En agua dulce lo persigue el pez dorado (Carassius), la carpa (Ciprinus), el bagre (Nematogenys) y la rana (Caliptocephalus), además del Coipú (Myocastor), huillin (Lutra) y las aves fluviales. La carne del pejerrey es blanca y muy sabrosa. Su porción comestible alcanza al 63%. Según Verdugo Garin, en sus determinaciones químico- kbromatológicas, las características son: Residuo no digerible, en fresco: 0,32% y en seco: 1,23%. Materia nitrogenada total, en fresco: 19,53% y en seco: 15,2%. Albúminas puras, en fresco: 15,38% y en seco: 59,2%. Nitrógeno no proteico, en fresco: 4,75 y en seco: 16,0%. Albúminas digeribles, en fresco: 12,54% y en seco: 48,3%. Glúcidos: 0,513, en fresco y en seco: 1,98%. Extracto etéreo (Lípidos), en fresco: 1,82% y en seco: 7,04%. Calorías, en fresco: 82,07% y en seco: 316,90. Calcio, en fres- co, 0,624% y en seco: 2,40%. Magnesio, en fresco: 0,028% y en seco: 0,107%. Potasio, en fresco: 0,2229 y en seco: 0,856%. Fósforo, en fresco: 389% y en seco: 1,501%. Fierro, en fresco: 0,0194 y en seco: 0,075%. 97 49.—B. regius, var laticlavia (Cuvier y Valenciennes) Lahille. Pejerrey. Cauque. Tiene las mismas características biológicas que la especie anterior. 50.—B. microlepidotus (Jenyns) Girard. Pejerrey. Cauque. Abunda en los mismos sitios y sus características biológicas son idénticas a las anteriores especies. Según los análisis químicos de Valenzuela Cereceda, existe una variación en su tenor de Calcio que es de 0,0438% y en el de Fósforo, que es equivalente a 0,282%. 51.—B. brevianalis (Gúnther) Lahille. Pejerrey de cola corta. Abunda sólo con corriente del Norte. 52.—B. mauleanus (Steindachner) Lahille. Pejerrey del Maule. Esta especie ha sido también capturada en las caletas cerca- nas a Lota, en el Golfo de Arauco. 53.—B. itatanus (Steindachner) Lahille. Pejerrey del Itata. Esta especie típica del río Itata, llega en el invierno a todo el litoral y en especial a la bahía de Concepción, principalmente al Canal del Morro. Familia Mugilidae. 40. Género MUGIL, Linneo (1758). 54.—M. lisa, Gay. Lisa. Utempe. Cachamba. Cachambra. Hábitos gregarios, común en el verano y en el invierno, época en que se acerca a las playas. Prefiere fondos de arena y la desembocadura de los ríos, pero siempre en profundidades menores de diez metros. Desova lejos de la costa, demorando la freza algún tiempo. Los alevines vienen al litoral en Diciembre y se mantienen en agua dulce o en las aguas litorales hasta el tercer año de vida. Los ejemplares viejos poco se acercan a la costa, salvo después de los temporales de invierno, retirándose cuando llega el buen tiempo. 98 Se alimenta de crustáceos y de algas, en especial del luche (Ulva), también de sardinas y pejerreyes. Es un pez de índole muy tímida, asustadizo, y curioso al propio tiempo, siendo muy ágil y rápido para huir. Es perseguido por el bagre de mar (Aphos), por el len- guado (Paralichtys), por el lobo de mar (Otaria) y por las aves marinas y fluviales. La carne es blanca, blanda y aceitosa, de sabor delicado. En los ejemplares viejos es un tanto fibrosa. Sus características químico-bromatológicas son las siguientes, según Verdugo Ga- rin: Porción comestible: 85%. Residuo no digerible, en fresco: 0,50% y en seco: 2,12%. Materia nitrogenada total, en fresco: 16,91% y en seco: 71,6%. Albúminas puras, en fresco: 14,62% y en seco: 61,9%. Nitrógeno no proteico, en fresco: 2,29% y en seco: 9,7%. Albúminas digeribles, en fresco: 14,40% y en se- co: 61,0%. Glúcidos, en fresco: 0,691% y en seco: 2,08%. Extrac- to etéreo (Lípidos), en fresco: 1,39% y en seco: 5,90%. Calo- rías, en fresco: 75,69% y en seco: 317,18%. Calcio, en fresco: 1,030% y en seco: 6,49%. Magnesio: 0,020%, en fresco y en se- co: 0,084%. Potasio, en fresco: 0,573% y en seco: 2,432%. Fós- foro, en fresco: 0,234% y en seco: 0,991%. Fierro, en fresco: :0,0177% y en seco: 0,075%. Sub Orden Rhegnopteri. Serie Scombriformes. Familia Scombridae. 41. Género SCOMBER, Linneo (1758). 55.—$. colias (Linneo) Gmelin. Especie pelágica ocasional en nuestro litoral. Familia Thunidae. 42. Género SARDA, Cuvier (1829). 56.—S. chilensis (Cuvier y Valenciennes) Jordan y Gilbert. Bonito. Esta especie que es propia de la región norte del país sólo alcanza ocasionalmente nuestros litorales, en pequeños grupos, en los meses de Diciembre a Marzo, que persiguen a las sardi- nas y a los pejerreyes. En otros meses se le distingue mar afuera. El Museo de Concepción posee un ejemplar capturado en el Golfo de Arauco por pescadores de Lota, a fines del mes de Abril de 1936. En esa misma época se capturaron varios ejem- plares en la bahía de Queule (39 23” Lat S. y 73” 14” Long.) que es la parte más austral en que haya sido visto. La carne es ligeramente coloreada. Sus características químico-bromatológicas son: “Porción comestible: 88%. Residuo no digerible, en fresco: 0,15% y en seco: 0,60%. Materia nitro- 99 genada total, fresco: 18,32% y en seco: 74%. Albúminas puras, en fresco: 17,29% y en seco: 70,2%. Nitrógeno no proteico, en fresco: 0,98% y en seco: 6,25%. Albúminas digeribles: 16,82% y en seco: 68,3%. Glúcidos, en fresco: 0,436% y en seco: 1,77%. Extracto etéreo (lípidos): 1,07% y en seco: 0,83%. Calorías, en. fresco: 82,61% y en seco: 337,18%. Calcio, en fresco: 1,502% y en seco: 6,09%. Magnesio, en fresco: 0,062% y en seco, 0,251%. Potasio, en fresco: 0,3787 y en seco: 1,534%. Fósforo, en fres- co: 0,042% y en seco: 1,241%. Fierro, en fresco: 0,0041% y en seco: 0,012%. (Verdugo Garin). Como se ve, es esta la especie comestible que arroja mayor porcentaje de calcio. Familia Gemplydae. 43. Género THYRSITES, Cuvier (1829). 57.—T. atun (Euphrasen) Cuvier y Valenciennes. Sierra. Atun. Desde Noviembre a Abril aparece en el litoral, en grandes cardúmenes que siguen a la pescada (Merlucius). En invierno se encuentra en ejemplares aislados o en peque- ños grupos, aun cuando en el Golfo de Arauco se le pesca en todo tiempo. : Su distribución geográfica es muy vasta y está indicada tanto en las costas del Africa del Sud como en las islas de Van Diemen. Es uno de los más voraces de los peces de nuestro litoral y realiza una persecución encarnizada a las otras especies, prin- cipalmente a la sardina (Clupea) cuyos cardúmenes persigue. A Es una especie ágil, muy diestra en deslizarse, entre las redes. Su carne es roja y aceitosa, la que proporciona, en estado fresco, sin vísceras, el 80,3% en substancia comestible. Sus ca- racterísticas químico-bromatológicas son: Residuo no digerigle,. en fresco: 0,11%, en seco: 0,61%. Materias nitrogenadas total, en fresco: 12,23% y en seco: 68,5%. Albúminas puras, en fres- co: 24,04% y en seco: 63,5%. Nitrógeno no proteico, en fresco: 0,89% y en seco: 5,0%. Albúminas digeribles, en fresco: 11,03% y en seco: 61,8%. Glúcidos, en fresco: 0,367% y en seco: 2,06%. Extracto etéreo (lípidos), en fresco: 0,85%, en seco: 4,81%.. Calorías, en fresco: 107,56% y en seco: 313,52%. Calcio, en fres- co: 0,833%, en seco: 3,20%. Magnesio, en fresco: 0,024% y en seco: 0,133%. Potasio, en fresco: 1,151% y en seco: 3,041. Fósto- ro, en fresco: 0,492% y en seco: 1,302%. Fierro, en fresco: 100 0,0062% y en seco: 0,035%. Verdugo Garin). Entre las distin- tas carnes de peces comestibles es esta especie la que ofrece un mayor porcentaje de Potasio. 44. Género THYRSITOPS, Gill (1862). 58.—T. lepidopodea (Lesson) Gill. Sierra, Esta especie aparece periódicamente en el invierno y en pequeños cardúmenes. Es una especie pelágica, más común en las aguas del Atlán- tico y del Pacífico sur. Serie Xiphiiformes. Familia Xiphiidae. 45. Género XIPHIAS, Linneo (1758). 59.—X. gladius (Linneo). Pez espada. Albacora. Aparece incidentalmente en nuestra costa, generalmente a fines del verano o comienzos del otoño. Es una especie pelágica, más común en el Norte. Se alimenta de peces. Su carne es rojiza y aceitosa. Actualmente no es tan abundante, como debió serlo en nuestro litoral en otros tiempos, a juzgar por los frecuentes hallazgos de sus huesos rostrales que se encuentran en los ce- menterios indígenas del Golfo de Arauco y litoral de Lebu, mu- chos de ellos hábilmente trabajados y convertidos en ñereos, 0 sea, la batiente que aprieta la trama en el tejido de lana de los “telares indígenas o sea del guitral. Familia istiophoridae. 46. Género ISTIOPHORUS, Lacepede (1802). 60.—I. audax, Philippi. Pez aguja. Pez espada. Ocasional en nuestro litoral. Serie Stromateiformes. Familia Stromateidae. 47. Género STROMATEUS, Linneo (1758). 61.—S. maculatus, Cuvier y Valenciennes. Pampanito. Pampanillo. Cumarca. Cagalera. Vive en forma gregaria, abundando en el litoral durante la primavera y verano, en fondos arenosos o de fango, hasta cien metros de profundidad, retirándose a alta mar en otoño e invierno. 101 Se alimenta de pequeños crustáceos y de luche. Dicen los pescadores que frecuenta los cardúmenes de sar-- dina sin dañar a esta especie, haciéndoles amistosa compañía. Sus enemigos son el lobo de mar (Otaria) y la sierra (Thyrsites). Carne desabrida, aceitosa y de propiedades laxantes. Familia Nomeéidae. 48. Género SERIOLELLA, Guichenot (1848). 62.—S. porosa, Guichenot. Cojinova. Casinova. Casanova. Hachita. Cagavino. Vive en pequeños cardúmenes, apareciendo en verano. Realiza frecuentes migraciones desde la costa a alta mar y vice- versa, persiguiendo a los cardúmenes de sardina. Prefiere los fondos de arena. Se alimenta de peces. Carne rojiza y aceitosa. 49. Género PALYNURICHTHYS. 63.—P. caeruleus (Guichenot) Norman. Pampanito. Especie pelágica, característica de los mares de Juan Fer- nández, que se presenta ocasionalmente en nuestro litoral. 102 Serie Carangiformes. Familia Carangidae. 50. Género TRACHURUS, Rafinesque (1810). 64.—T. trachurus (Linneo) Castelnau. Jurel. Furel. Pavo. Pavo real. Vive en grandes cardúmenes que prefieren aposentarse so- bre fondos de fango y que vienen del Norte. Se alimenta de sardinas y anchovetas, cuyos cardúmenes persigue. Carne rojiza y aceitosa, muy apreciada. Ha disminuído notablemente en nuestro litoral y sólo apare- ce incidentalmente escasos ejemplares traídos por la llamada corriente del Norte, durante el verano y otoño. Hace unos treinta años era muy abundante y más debió serlo en los tiempos prehistóricos, pues en todos los conchales de nuestro litoral (Kjoekkenmoedinger), que hemos escavado aparecen abundantes vestigios de esta especie, que parece fué el pescado predilecto de nuestros primitivos habitantes. Algunos puntos del litoral llevan también el nombre de esta especie, indi- cio igualmente revelador de su abundancia y de la predilección de este pez por determinadas condiciones de fondo. 65.—T. picturatus (Bowdish) Abbott. Jurel. Furel. Pavo. Esta especie, de tan vasta dispersión como la anterior, apa- rece incidentalmente en nuestra costa. 51. Género CARANX, Lacépede (1802). 66.—C. chilensis, Gay. Palometa. Aparece periódicamente en nuestro litoral, en cardúmenes regulares. Especie pelágica. Carne blanca rojiza, muy sabrosa. 52. Género PARONA, Berg (1895). 67.—P. signata (Jen) Berg. Palometa. Especie pelágica, aparece en nuestro litoral proveniente del sur. Carne blanca rosada, un tanto seca, muy apreciada de cuantos la conocen. Familia Pomatomidae. 53. Género POMATOMUS, Lacepede (1802). 68.—P. saltatrix (Linneo) Gill. Esta especie, que también se le encuentra en el Atlántico, aparece ocasionalmente en nuestro litoral. 108 54. Género LICHIA, Cuvier (1817). 69.—L. albacora, Guichenot. Albacora. Aparece sólo incidentalmente en DueStras aguas territoria- les, siendo una especie pelágica, más común en el litoral del Nor- te, alcanzando pequeños cardúmenes hasta las aguas de Rumena y Millongue, a fines del verano. Se alimenta de peces. Carne rojiza y un tanto aceitosa. Serie Kurtiformes. Familia Serranidae. 55. Género PARALABRAX, Girard (1859). 70.—P. conceptionis, Cuvier y Valenciennes. Cabrilla. Es común en todo el litoral, viviendo en forma gregaria en fondos de piedra o de cascajo, alimentándose de peces y crustáceos. Es más abundante en invierno. Carne blanca y sabrosa. 71.—P. humeralis, Cuvier y Valenciennes. Cabrilla. Especie también gregaria, común en todo el litoral. Carne blanca y de buen gusto. 56. Género GILBERTIA, Jordan y Gilbert (1890). 72.—G. semicincta (Cuvier y Valenciennes) Jordan y Eigenman. Cabrilla listada. Torito. Ocasional en nuestro litoral. Carne blanca y espinuda. Familia Pomadasidae. 57. Género ISASIA, Jordan y Fesler (1893). 73.—I. conceptionis (Cuvier y Valenciennes) Jordan y Fesler. Gabinza. Gavinza. Roncador. Aparece por temporadas en nuestro litoral, viviendo en for- ma gregaria a veces, o sea en pequeños cardúmenes y otras, en grupos de dos a tres ejemplares. Es más común dera. el invierno y con corriente del Norte. Se alimenta de algas, crustáceos, incluso las pulgas de mar (Talitrus), que busca trabajosamente hozando en la arena en 104 las mismas rompientes de las olas. También de sardinas que persigue encarnizadamente. Prefiere los fondos arenosos. Es una especie de índole tranquila, quedándose quieta o mo- viéndose muy lentamente junto a las embarcaciones. 58. Género CILUS, Delfin. 74.—C. montti, Delfin. Corbina. Corvina. Corvinilla. Huaiquil. Yatehue. Kolukelen. Vive aislada o en cardúmenes que prefieren los fondos are- nosos o fangosos de aguas tranquilas, saliendo a alta mar duran- te los temporales. Desova en Diciembre, en alta mar, a profundidades relati- vamente grandes. Las corvinillas continúan en las profundida- des hasta los dos años nutriéndose de vermes marinos (Eunice, Diopatra). Aun cuando esto es lo general, nosotros hemos encon- trado también, en algunos remansos del Golfo de Arauco a pequeñas corvinillas. En edad adulta, con un tamaño superior a sesenta y cinco centímetros, se mantiene a unas cinco millas de la costa y llega a ella en sersecusión de otras especies, que entonces constituyen su alimento (Clupea, Lycengraulis). La carne es blanca, siendo la superficial algo obscura, de naturaleza seca la primera y aceitosa esta última. La porción comestible alcanza, sin vísceras, a un 86%. Las características químico-bromatológicas de la carne son las siguientes: Residuo no digerible, en fresco: 0,37%, en seco: 1,49%. Materia nitrogenada total, en fresco: 18,20% y en seco: 73,0%. Albúminas puras, en fresco, 17,33% y en seco: 69,5%. Nitrógeno no proteico, en fresco: 0,88% y en seco: 3,5%. Albú- minas digeribles, en fresco: 14,63% y en seco: 58,7%. Glúcidos, .en fresco: 0,392% y en seco: 1,95%. Extracto etéreo (lípidos), en fresco, 1,97% y en seco: 7,90%. Calorías, en fresco: 90,95% y en seco: 366,41%. Calcio, en fresco: 0,523% y en seco: 2,09%. Magnesio, en fresco: 0,054% y en seco: 0,216%. Potasio, en fres- co: 0,245% y en seco: 0,985%. Fósforo, en fresco: 0,204% y en seco: 0,822%. Fierro, en fresco: 0,0062% y en seco: 0,025%. (Verdugo Garin). Familia Sciaenidae. 59. Género UMBRINA, Cuvier (1817). 715.—U. ophicephalus, Jenyns. . Pichiguen. Este sabroso pez del norte, llega ocasionalmente a nuestro litoral, siempre en primavera, traído por las corrientes o persi- guiendo alimento. 105 Carne blanca, un tanto aceitosa, muy sabrosa, que lo hace ser considerado como el mejor pescado del litoral de Coquimbo. 60. Género MICROPOGON, Cuvier y Valenciennes (1830) 76.—M. furnieri (Desmarest) Jordan. Corvina. Delfin indica esta especie en nuestro litoral, lo que admiti- mos con reserva. Serie Trichodontiformes. Familia Cheilodactylidae. 61. Género CHEILODACTYLUS, Lacepede (1803). 77.—Ch. monodactylus (Carmich) Giúnther. Bilagay. Vilagay. Aparece ocasionalmente en el verano. 62. Género HAPLODACTYLUS, Cuvier y Valenciennes (1831). 78.—H. puntactus, Cuvier y Valenciennes. Jerguilla. Especie gregaria que abunda en los meses de invierno. Prefiere fondos de arena o de piedra, en profundidades no mayores de treinta metros. Se alimenta principalmente de algas y también de erustá- ceos y moluscos. Carne blanca, blanda y aun cuando es un tanto aceitosa tiene buen sabor. Tiene un fuerte olor cuando está fresca. Se di- ce entre los pescadores que tiene propiedades afrodisíacas y ade- más que es el pescado que demora más tiempo en descomponerse. 79.—MH. puntactus, var, reginae (Cuvier y Valenciennes). Reina de las Jerguillas. Vive en ejemplares aislados en fondo de piedra. 80.—H. guttatus, Gay. Jerguilla. Hábitos gregarios, viviendo en fondo de arena o de piedra. Desova en Diciembre, siendo los huevos de color crema que toman luego un tono grisáseo y que flotan en las aguas y que las mareas depositan en las pozas tranquilas donde se desarrollan. Su único enemigo es el lobo de mar (Otaria), pues sus fuer- tes espinas dorsales lo defienden de los demás peces, haciéndolo temido y respetado. 106 Familia Labridae. A 63. Género PIMELOMETOPON, Gill (1864). 81.—P. maculatus (Pérez Canto) Delfin. Peje-perro. Perro de mar. Pez perro. Es propio del litoral del Norte, sin embargo obtuvimos hace algunos años un bonito ejemplar capturado en los alrededores de puerto Norte, en la bahía Inglesa, en la isla de Santa María. Algunos años aparece, en los meses de Febrero a Mayo en las aguas del Golfo de Arauco, pero sólo ocasionalmente. Carne blanca, blanda, rica en agua. La grasa contenida en la protuberancia de la cabeza tiene virtudes afrodisíacas. Familia Pomacentridae. 64. Género CHROMIS, Cuvier (1817). 82.—Ch. crusma (Cuvier y Valenciennes) Abbott. Castañeta. Boquilla. Frailecito. Pampanito. Es una especie gregaria que aparece periódicamente en nuestro litoral y aun frecuenta nuestros ríos en su desembo- cadura. Se alimenta de crustáceos y pequeños peces. Carne abundante en espinas, seca y blanca. Orden Cataphracti. Serie Scorpaeniformes. Familia Scorpaenidae. 65. Género SEBASTODES, Ayres. 83.—S. chilensos, Steindachner. Chancharra. Vieja colorada. Pez colorado. Especie de hábitos gregarios. Vive en fondos de piedra o de arena. Se alimenta de peces y crustáceos. Carne blanca y muy sabrosa. 84.—S. oculatus (Cuvier y Valenciennes) Jordan y Evermann. Cabrilla. 107 Especie de hábitos gregarios, prefiere los fondos rocosos y de profundidad, no remontándose nunca a la superficie de las aguas. Es muy voraz y se alimenta de peces pequeños y de crustáceos. Familia Congiopodidae. 66. Género CONGIOPODUS, Perry. 85.—C. peruvianus (Cuvier y Valenciennes) Norman. Chanchito. Peje chancho. Pez chancho. Se encuentra en abundancia en el Golfo de Arauco y bahía de Concepción, en fondo de arena o de fango, viviendo entre algas en forma gregaria y a poca profundidad. Se alimenta de algas y de crustáceos, principalmente de copepodos y estomatopodos. Carne seca y abundante en espinas. Hemos observado las siguientes variedades de colorido en esta especie, originadas talvez por el desarrollo o por la influen- cia del medio ambiente, variedades que han dado motivo a algu- nos autores para sostener la existencia de otras especies que no son tales (C. alboguttatus, Krug). I. Fondo blanco con manchas negras irregulares. TI. Fondo gris con manchas irregulares negras, en línea horizontal. TIT. Fondo rosado con manchas negras irregulares. IV. Fondo pardo claro con manchas negras irregulares pe- ro dispuestas en bandas horizontales casi elípticas. V. Fondo pardo obscuro con manchas negras, dispuestas en la misma forma que la anterior variedad. Serie Cottiformes. Familia Agonidae. 67. Género AGONOPSIS, Gill (1861). 86.—A. chiloensis (Jenyns) Gill. Vive en fondos de arena o de piedra, a profundidades hasta de ciento veinte metros. 108 Ha sido capturado en el Golfo de Arauco y en la bahía de San Vicente, en diversas ocasiones, siendo, por su rareza, motivo de grandes comentarios de parte de los pescadores, que no lo conocen. Orden Gobioidea. Familia Gobiidae. 68. Género OPHIOGOBIUS. 87.—0. ophicephalum (Jenyns) Giúnther. Especie pelágica, que aparece incidentalmente en nuestro litoral, acercándose mucho a las roquerías. Se alimenta de crustáceos. Orden Discocephali. Familia Echeneidae. 69. Género REMORA (Willug) Gill (1862). 88.—R. remora (Linneo) Gill. Rémora. Es un pez pelágico que aparece incidentalmente en nuestro litoral donde hemos conocido, hasta ahora, dos ejemplares, pro- veniente uno de la bahía de Coronel y otro de Talcahuano. Hábitos aislados. Carne rojiza un tanto aceitosa. Orden Jugulares. Serie Nototheniformes. Familia Notothenidae. 70. Género NOTOTHENIA, Richardson (1844). 89.—N. tesellata, Richardson. Róbalo negro. Trama. Róbalo de piedra. Vive en cardúmenes en fondo de piedra, entre algas. Es co- mún durante todo el año, siendo más abundante en invierno. Se alimenta de crustáceos. Carne blanca y aceitosa, siendo muy sabrosa. 109 90.—N. cornucula, Richardson. Trama. Vieja. PAD : AID 15 e LA p z O 4: y SD) ES Y APRA 7 Costumbres iguales a la especie anterior. Ocasional en nuestro litoral, donde aparece sólo a fines del verano. 91.—N. macrocephala, Gúnther. Trama. Esta especie es más común en nuestro litoral. 71. Género ELEGINOPS, Gill (1861). :92.—E. maclovinus (Cuvier y Valenciennes) Gills. Róbalo. Róbalo. Kudwa. Vive en fondos de arena o de piedra. Hábitos gregarios. Abunda en invierno con corriente del Norte. Entra en los ríos a desovar en primavera, criándose en ellos o en las aguas tranquilas de los estuarios. Es voraz, alimentándose de todo: algas, peces, crustáceos, moluscos. Carne blanca y seca, que tiene las siguientes características «químico-bromatológicas: Porción comestible, sin vísceras: 75%. 110 Residuo no digerible, fresco: 0,24%, seco: 1,51%. Materia nitro- genada total: 12,20%, en fresco y en seco: 77,5%. Albúminas puras: 17,73%, en fresco y en seco: 57,4%. Nitrógeno no pro- teico, en fresco: 6,09% y en seco: 20,1%. Albúminas digeribles, en fresco: 8,91%, en seco: 56,2%. Glúcidos, en fresco: 0,240% y en seco: 1,58%. Extracto etéreo, en fresco: 0,91%, en seco: 5,80%. Calorías, en fresco: 82,13% y en seco: 296,07%. Calcio, en fresco: 1,030% y en seco: 6,49%. Magnesio, en fresco: 0,019% y en seco: 0,119%. Potasio, en fresco: 0,630% y en se- co: 3,979%. Fósforo, en fresco: 0,418 y en seco: 1,356%. Fierro, en fresco: 0,0019% y en seco: 0,012%. Familia Bovichthydae. 72. Género BOVICHTHYS, Cuvier y Valenciennes (1831) 93.—B. diacanthus (Carmich) Cuvier y Valenciennes. Torito. Vive en fondo de arena o de piedra, siendo especie de hábi- tos gregarios. No alcanza a profundidades mayores de treinta metros. Carne blanca y muy delicada. Familia Harpagiferidae. 73. Género HARPAGIFER, Richarson (1844). 94.—H. bispinis (Schneider) Richardson. Este extraño pez, propio de las aguas de la región magallá- nica, aparece ocasionalmente en nuestro litoral en el otoño. Serie Percophidiformes. Familia Mugiloididae. 74. Género PINGUIPES, Cuvier (1820). 95.—P. chilensis (Molina) Cuvier y Valenciennes. Rollizo. Vive en fondos de arena o de piedra y en profundidades has- ta de cien metros. Abunda en otoño e invierno con corrientes del Norte. Desova en primavera. Carne blanca, seca y un tanto dura. Se la considera durable y resistente a la descomposición. Los pescadores dicen que esta especie tiene un carácter grave y casi melancólico, que mira sin temor al peligro y que apenas trata de huir, siendo sus movimientos bastante lentos. Se alimenta de moluscos y crustáceos. 111 75. Género PARAPERCIS, Blecker (1863). 96.—P. chilensis, Norman. Esta especie fué capturada a cincuenta y ocho metros de profundidad en las aguas cercanas a la isla Mocha por una red del R. R. S. “William Scoresby”, en 1931. 76. Género LATILUS, Cuvier y Valenciennes (1830). 97.—L. jugularis, Cuvier € Valenciennes. Cabrilla. Blanquillo. Hábitos gregarios. Prefiere fondos de arena, nadando en el fondo, sin subir a la superficie. Su alimento es principalmente formado por crustáceos. La carne tiene un gusto muy delicado, siendo sus caracte- rísticas químicas-bromatológicas, las siguientes: Porción comes- tible, sin vísceras: 68%. Residuos no digeribles, en fresco: 0,22% y en seco: 1,06%. Materia nitrogenada total, en fresco: 16,04% y en seco: 77,8%. Albúminas puras, en fresco: 12,22% y en seco: 58,9%. Nitrógeno no proteico, en fresco: 3,82% y en seco: 18,4%. Albúminas digeribles, en fresco: 11,87% y en seco: 57,2%. Glú- cidos, en fresco: 0,379% y en seco: 1,83%. Extracto etéreo (lípi- dos), en fresco: 1,16% y en seco: 5,62%. Calorías, en fresco: 62,39% y en seco: 301,19%. Calcio, en fresco: 0,892% y en se- co: 3,28%. Magnesio, en fresco: 0,099% y en seco: 0,476%. Potasio, en fresco: 0,206% y en seco: 0,989%. Fósforo, en fres- co: 0,128% y en seco: 0,620%. Fierro, en fresco: 0,0029% y en seco: 0,012%. Serie Blenniiformes. Familia Clinidae. 77. Género CLINUS, Cuvier (1817). 98.—C. geniguttatus, Cuvier y Valenciennes. ' Vieja. Trambollo. Es una especie de hábitos aislados que vive en fondos pedre- gosos, generalmente debajo de las piedras, alimentándose de mo- 112 luscos y otros invertebrados marinos. Nada en línea zigzagueada. Su carne es blanca y muy sabrosa. Familia Blenniidae. 78. Género PETROSCIRTES, Rupell (1828). 99.—P. biocellatus (Cuvier y Valenciennes) Ginther. Torito. Especie de hábitos individuales. Vive siempre en fondos rocallosos. Común en las roquerías de Tumbes y de Monte Cristo. Su carne es blanca. 100.—P. fasciatus (Jenyns) Gúnther. Torito. Hábitos idénticos al anterior. 79. Género MIXODES, Cuvier (1817). 101.—M. viridis, Cuvier y Valenciennes. Chalraco. Doncella verde. Hábitos individuales, vive en fondo de rocas. 102.—M. cristatus, Cuvier y Valenciennes. Chalraco. Idénticos hábitos a la especie anterior. Aparece en primavera. Serie Ophidiiformes. 08 Familia Ophidiidae. 380. Género GENYPTERUS, Philippi (1857). 103.—G. blacodes (Schneider) Hutton y Hector. Congrio negro. Abadejo. De hábitos gregarios prefiere los fondos arenosos y fango- sos, acercándose mucho a la playa durante la noche. Se alimenta de pulpos (Lotigo y Octopus), camarones de mar (Rhychocinetes), jaiva (Cancer), Talicuna (Pseudocorys- ter), así también de lisas (Mujil) y róbalos (Eleginus) de peque- ños tamaños. Desova a grandes profundidades, según Pérez Canto, en dos épocas del año, Octubre y Abril. Abunda en el litoral desde Noviembre hasta fines de Marzo. Carne blanca, blanda y sabrosa, con escasas espinas, cuyas características químico-bromatológicas son las siguientes: Par- ción comestible: 89,7%, sin vísceras. Residuo no digerible, en fresco: 0,15%, en seco: 0,71%. Materia nitrogenada total, en 113 fresco: 16,83% y en seco: 75,2%. Albúminas puras, en fresco: 13,77% y en seco: 66,5%. Nitrógeno no proteico: 2,56%, en fres- co y en seco: 8,7%. Albúminas digeribles, en fresco: 14,81% y en seco: 65,9%. Glúcidos, en fresco: 0,488% y en seco: 2,25%. Extracto etéreo (lípidos), en fresco: 1,26% y en seco: 5,82%. Calorías, en fresco: 70,13% y en seco: 335,60%. Calcio, en fres- co: 0,928 y en seco: 4,27%. Magnesio, en fresco: 0,028% y en seco: 0,128%. Potasio, en fresco: 0,232%, en seco: 1,005%. Fós- foro, en fresco: 0,214% y en seco: 0,987%. Fierro, en fresco: 0,0110 y en seco: 0,051%. 104.—G. chilensis (Guichenot) Giúnther. Congrio colorado. Vive en cardúmenes que nadan siempre paralelos a la costa, siendo un pez de profundidad que prefiere los fondos «arenosos y FOCOSOS. Abunda durante todo el año, pero más en las noches nubla- das o sin luna, en que sube a la superficie y se acerca a las pla- yas, persiguiendo a algún cardumen. Se alimenta casi sin excepción de anguilas (Opichtus), crus- táceos, tales como napes (Pseudosquilla), esquila (Squilla), jai- vas (Cancer, Platycarcinus, Xantho, Eurypodius, Platyonichus, Pseudocorystes, etc.). Comienza a desovar en Agosto, en la zona central, y en Fe- brero en nuestro litoral. Según las observaciones de Castillo el número de huevos alcanza a un total de dos millones por hembra adulta. Sus dimensiones adultas mínimas son sesenta centímetros y máximas de un metro sesenta centímetros. Carne blanca, suave, sabrosa, y de las siguientes caracterís- ticas químico-bromatológicas: Porción comestible, sin vísceras: 89%. Residuo no digerible, en fresco: 0,10%, en seco: 0,44%. Materia nitrogenada total, en fresco: 16,55% y en seco: 71,7%. Albúminas puras, en fresco: 15,35% y en seco: 66,5%. Nitróge- no no proteico, en fresco: 1,20% y en seco: 5,20%. Albúminas digeribles, en fresco: 15,23% y en seco: 66,0%. Glúcidos, en fres- co: 0,531% y en seco: 2,30%. Extracto etéreo (lípidos), en fres- co: 1,21% y en seco: 5,27%. Calorías, en fresco: 76,32% y en seco: 329,09%. Calcio, en fresco: 0,914% y en seco: 3,95%. Mag- nesio, en fresco: 0,019% y en seco: 0,082%. Potasio, en fresco: 0,259% y en seco: 1,123%. Fósforo, en fresco: 0,169% y en se- co: 0,734%. Fierro, en fresco: 0,0057% y en seco: 0,025%. (Verdugo Garin). Como se ve es el congrio colorado el pez comes- tible de nuestro litoral que tiene menos materias nitrogenadas. El hígado también produce aceite de calidad medicinal bas- tante notable. Según Pfister, ejemplares pescados enlos comien- zos del mes de Mayo produjeron ochenta gramos de aceite por kilo de hígado, con las siguientes constantes físicas y químicas: “Densidad a 157/15": 0,95. Punto de congelación — 3%. Indice de refracción (257) : 1,4794. Indice de saponificación: 184. Indice de yodo (Wijs): 168,91. Acidez: 1 a 2. Insaponificables: 0,2%. 114 105.—G. maculatus (Tschudi) Regan. Congrio plateado. Congrio negro. Esta especie es escasa en nuestro litoral y proviene siempre del Norte. Los pescadores sostienen que acompaña a las pesca- das, pero no lo hemos observado. El Museo Británico posee dos ejemplares que identificó Norman, capturado por nosotros en la bahía de Concepción y que le enviamos por intermedio del embajador británico, Mr. Caven- dish Bentinck. Sub Orden Haplodoci. Familia Batrachoididae. 81. Género APHOS, Hubbs y Schultz (1939). 106.—A. porosus (Valenciennes) Hubbs y Schultz. Bagre de mar. Pez bagre. Peje bagre. Bagre. Especie de hábitos gregarios. Prefiere los fondos de arena y de fango, principalmente este último. Es común en verano y otoño. Se alimenta de peces, crustáceos y moluscos. Acostumbra 2 permanecer en el fondo enterrándose en parte en el fango o en la arena para sorprender a sus víctimas. Desova sus huevos, un tanto más grandes que los pejerre- yes, pegándolos a las piedras del fondo. Su carne es un tanto dura y correosa, pero sabrosa si se le prepara convenientemente. El tenor de Calcio es, según los aná- lisis de Valenzuela Cereceda, de 0,0438% y en Fósforo, de 0,401%. Orden Xenopterygii. Familia Gobiesocidae. 82. Género GOBIESOX, Lacepede (1800). 107.—G. marmoratus, Jenyns. Peje sapo. Abunda en invierno, en fondos de fango o de piedra, no sien- do raro encontrarlo bajo las piedras en la costa, al descender la marea. Su carne es muy sabrosa, a pesar de lo cual no llega a los mercados. 83. Género SICYASES, Muller y Trosch (1843). 108.—S. sanguineaus (Abbott) Delfin. Peje sapo. Chalaco. Especie de hábitos gregarios. Abunda en fondo de piedra durante todo el año, sobre todo en las rompientes. Es común en las rocas de Ramuntcho y las de Tumbes (Quiebraollas). 115 Pasa largo tiempo pegado a las rocas fuera del agua. Tiene: un oído muy finísimo. Su carne rosada es muy sabrosa, 109.—S. chilensis (Bris de Barney) Gúnther. Peje sapo. Chalaco. De hábitos iguales a la especie anterior. Orden Plectognathi. Sub Orden Tetraodontidae. Familia Molidae. 84. Género MOLA, Cuvier (1798). 110.—M. mola (Linneo) Schneider. Pez luna. Es una especie pelágica ocasional en nuestro litoral. El Museo de Concepción posee dos ejemplares, uno captu- rado en la caleta de Coliumo, junto a Dichato y otro, de gran. tamaño, obtenido en la bahía de San Vicente. La carne es blanca, un tanto viscosa y aceitosa, de un pro- nunciado olor. Se dice que el hígado es muy sabroso. Además, su aceite es considerado entre los pescadores como medicinal parz las contusiones, heridas y dolores reumáticos. 116 5 paa rs INDICE ALFABETICO DE LOS GENEROS ¡ACMONOLUS PA an la IA EOS PA ONOPSIE AU o Aa es MIO 'AMOPpIAas Ratinesque a A A co PAD HNOS HuUDbs y Schultz A ll al LAA O A ao esas OEA A AO ¡Basilichthys Girard A O Bovichthys, Cuvier y Valenciennes .. .. .. 0... .. e... .. e... .. Gallorhynchus Gro A Ia :Caranz, Lacepede .. .. . a on Malle? y Henle Y. A Cilus, Delfin .. .. .. .. .. . CANCUN E O lado :¿Clupea, Linneo .. .. .. +. «Goclorhynchus Gion ia ias Popo ode ol Uds e ¡CONgIOPOdUS; ¡BOrEY laa esa ar) a as, ata si isla aya Cheilodactylus, Lacepede .. .. .... 0... .. e... e... e. e... .. AErda (A oo Si Ia DISCOPYLE PESCA ia alas letra na a ara avala Pdo MERO A A No o RI E AEREA Engrauls Cue a rato ali sis Doral fea ¿Galeorhinus Blaine ay tae A Ud ¡Genypleras BI ar alo olle te os ES Geotria, Gray .. .. Gilbertia, Jordan y Gilbert . Gobliesoxlacepede ni a al oia e mios Ue Halsydrus, Fleming . Haplodactylus, Cuvier y Velneo AN A A Aaa ¡HarpagiteniRichaTdSs O Heptranchias, Rafinesque .. . Hexanchus Ranes a e Hippoglossina, Steindachner .. ...... o... .. o... o... o... 'Holorhinus ¡Gill o le IsasiamJordan' y Feslen ie Istiophorus; llacepede -. 2.0... o Lamna, Cuvier .. .. . Latilus, Cavier y Valenciennes a Ol SI Ola CON ONE REO GIO Leptonotus, Kaup . Lichia, Cuvier .. .. +. Lycengraulis, Giinther .. ........ e... e... e. e. ..erorrreors IACTULONUS AGUA AS Merluccius, Rafinesque .. .. . eorana Enrico y Valeidionas A A ¡Mordacia. (Gray) Gunther... ia Mugil, Linneo .. . Myxine, Linneo . ¡My xodes; (COvier at a o A e IRA O Mola, ¡COVE a AA AA Notopogon¡Regantss .. 2. mala e a AI Ye AA A Notothenta Richardson a RNE AMES Ophichthus Al. a NO OPA SOU A TS Pay nunc AA ParalabraxaGIirard. 0 A NORD ES RaralichthySMGIEITA: A A Parapercis, Blecker.. o. a AA Parexocoetus iBlecker co. a a UN Darona Berea aseo obs las US a IS Petroscirtes sRuppell im. ad ct arde O A Bimelometopon GIL. o A A A ER Oo OREA Pinguipes, Cuvier .. .. . adn y Evecad AS Pomatomus,¿Lacepede A Raja, Belon .. .. Rémora (Willug) Gin. Salilota, Gúnther .. . Sarda ¡Curie a SUN SCOMberHINNACO a SE Scyhorhmus Bla Sebastolesi AYIES 0. a ala a a O A SeriolelaGuichenot ii. Siccyases, Muller y Trosth a a SIderea; QU. aloe al sao y e ea e O NN SA SqualusEInBMeo la a a e A Squatina Belo ASA SETrOMAte us DIA a SINENDA TIAS DONE A A e ÓS Trachurus,RafinesqUe asi Thyrsites, Cuvier .. .. .. .. .. .. Thyrsitops, Gill .. .. '"Thysanopsetta; (Gunther 000 dea le a Torpedo, Belon .. .. . Umbrina, Cuvier .. .. Xiphias, Linneo .. .. 118 NOMBRES VULGARES DE NUESTROS PECES Abadejo Achagual Achahual Aguila de mar Aguja Aguja Aguja Albacora Albacora Anchoa Anchoa Anchoa española Anchoveta Angelote Anguila Anguila Anguila Anguila Anguila Anguila babosa Anguila de mar Anguila negra Anguila pirata Anguilla Anguilla Atun Azulejo Bagre de mar Bilagay Blanquillo Bonito Boquilla Cabrilla Cabrilla Cabrilla Cabrilla Cabrilla listada Cachamba Cachambra Cagalera Cagavino Casanova DEL LITORAL Genypterus blacodes (Schneider) Hutton y Hector, Callorhynchus callorhynchus (Linneo) Mensch. Callorhynchus callorhynchus (Linneo) Mensch. Bolorhinus aquila (Linneo) Fowler. Syngnathus acicularis (Jenyns). Leptonotus blainvilleanus (Eudoux y Gervais) Acmonotus chilensis, Philippi. [Vaillant. Xiphias gladius (Linneo). Lichia albacora, Guichenot. Lycengraulis grossidens (Agass) Ginther. Engraulis ringens, Jenyns. Lycengraulis grossidens (Agass) Gúnther. Engraulis ringens, Jenyns. Squatina armata (Philippi) Abbott. Opichthus ocellatus (Lesueur) Ginther. Siderea ocellata (Agassiz) Jordan y Gilbert. Myxine affinis (Gúnther). Mordacia mordax (Richards) Gray. Geotria chilensis (Gray) Giúnther. Polistotrema dombeyi (Cuvier) Jordan y Everman. Siderea ocellata (Agassiz) Jordan y Gill. Polistotrema dombeyi (Cuvier) Jordan y Everman. Polistotrema dombeyi (Cuvier) Jordan y Everman. Siderea ocellata (Agassiz) Jordan y Gilbert. Ophichthus ocellatus (Lesueur) Gúnther. Thyrsites atun (Euphrasen) Cuvier y Valenciennes. Lanna nasus (Bonnaterre) Waite. Aphos porosus (Valencienes) Hubbs y Schultz. Cheylodactylus monodactylus (Carmich) Gúnther. Latilus jugularis (Cuvier y Valenciennes). Sarda chilensis (C. y V.) Jordan y Gilbert. Chromis crusma (C. y V.) Abbott. Paralabrax conceptionis, Cuvier y Valenciennes. Paralebrax humeralis, Cuvier y Valenciennes. Sebastodes chilensis, Steindachner. Latilus jugularis, Cuvier y Valenciennes. Gilbertia semicincta (C. y V.) Jordan y Eigemann. Mugil lisa, Gay. Mugil lisa, Gay. Stromateus maculatus, Cuvier y Valenciennes. Seriolella porosa, Guichenot. Seriolella porosa, Guichenot. 119 Castañeta Cauque Cauque Cauque Casinova Cazón Cazón Cazón Cojinova Congrio colorado Congrio negro Congrio negro Congrio plateado Corbina Corvina Corvina Corvinilla Cuero Culebra de mar Cumarca Chalaco Chalaco Chalgua Chalhua Chahual-Chahual Chalraco Chalraco Chalwa Chancharra Chanchito Chucho Doncella verde Frailecito Furel Furel Gabinza Gallo Gata de mar Gavinza Hachita Huaiquil Jerguilla Jerguilla Jume Jume Jurel Jurel 120 Chromis ecrusma (C. y V.) Abbott. Basilichthys regius (Humboldt y Valen.) Fowler. Basilichthys regius, var laticlavia (C. y V.) Lahil. Basilichthys microlepidotus (Jenyns) Girard. Seriolella porosa, Guichenot. Galeorhinus chilensis (P. Canto) Delfin. Squalus fernandinus, Molina. Squalus acanthias (Rondeleti) Linneo. Seriolella porosa, Guichenot. Genypterus chilensis (Guichenot) Gúnther. Genypterus blacodes (Schneider) Hutton y Hector. Genypterus maculatus (Tschudi) Regan. Genypterus maculatus (Tschudi) Regan. Cilus montti, Delfin. Cilus montti, Delfin. Micropogon furnieri (Desmarest) Jordan. Cilus montti, Delfin. Holorhinus aquila (Linneo) Fowler. Siderea ocellata (Agass) Jordan y Gilbert. Stromateus maculatus, Cuvier y Valenciennes. Sicyases sanguineus (Abbott) Delfin. Sicyases chilensis (Bris de Barney) Ginther. Callorhynchus callorhynchus (Linneo) Mench. Callorhynchus callorhynehus (Linneo) Mench. Callorhynchus callorhynchus (Linneo) Mench. Mixodes viridis, Cuvier y Valenciennes. Mixodes cristatus, Cuvier y Valenciennes. Merluccius gayi (Guichenot) Kaup. Sebastodes chilensis, Stendachner. Congiopodus peruvianus (Cuvier y Val.) Nora: 1 Holorhinus aquila (Linneo) Fowler. Mixodes viridis, Cuvier y Valenciennes. Chromis ecrusma (C. y V.) Abbott. Trachurus trachurus (Linneo) Castelnau. Trachurus picturatus (Bowdish) Abbott. Isacia conceptionis (C. y V.) Jordan y Fesler. Callorhynchus eallorhynchus (Linneo) Mench. Heptranchias cepedianus (Peron) Fowler. Isacia conceptionis (C. y V.) Jordan y Fesler. Seriolella porosa, Guichenot. Cilus montti, Delfin. Haplodactylus puntactus, Cuvier y Valenciennes. Haplodactylus guttatus, Gay. Squalus fernandinus, Molina. Squalus acanthias (Rondeleti) Linneo. Trachurus trachurus (Linneo) Castelnau. Trachurus picturatus (Bowdish) Abbott. Kolukelen Komofilu Komofilu Komofillu Komofillu Kudwa Lenguado Lenguado Lenguado Lenguado Lisa Llican Machete Machuelo Malche Malque Manta Marrajo Merga Merluza Merluza de cola Mote Palometa Palometa Pampanillo Pampanito Pampanito Pampanito Pavo Pavo Pavo real Peje sapo Peje sapo Peje sapo Pechu chalwa Peje bagre Peje calzón Peje chancho Peje chucho Pepe gallo Peje perro Peje sable Peje zorro Pejerrey Pejerrey Pejerrey Pejerrey de cola corta Pejerrey de Itata Pejerrey del Maule Cilus montti, Delfin. Mordacia mordax (Richards) Gray. Geotria chilensis (Gray) Gúnther. Mordacia mordax (Richards) Ginther. Geotria chilensis (Gray) Giinther. Eleginops maclavinus (Guvier y Valen.) Gill. Thysanosetta naresi, Gúnther. Paralichthys microps (Giúnther) Norman. Hippoglossina macrops, Steindachner. Hippoglossina mystacium, Ginsburg. Mugil lisa, Gay. Paralichthys microps (Gúnther) Norman. Clupea maculata (C. y V.) Gúnther. Clupea maculata (C. y V.) Ginther. Basilichthys regius (H. y V.) Fowler. Basilichthys regius (H. y V.) Fowler. Holorhinus aquila (Linneo) Fowler. Squalus acanthias (Rondeleti) Linneo. Squalus fernandinus, Molina. Merluccius gayi (Guichenot) Kaupp. Macruronus magellanicus, Lómmberg. Basilichthys regius (H. y V.) Fowler. Caranx chilensis, Gay. Parona signata (Jenyns) Berg. Stromateus maculatus, Cuvier y Valenciennes. Stromateus maculatus, Cuvier y Valenciennes. Palynurichthys caeruleus (Guichenot). Chromis crusma (C. y V.) Abbott. Trachurus trachurus (Linneo) Castelnau. Trachurus picturatus (Bowdish) Abbott. Trachurus trachurus (Linneo) Castelnau. Gobiesox marmoratus, Jenyns. Sicyases sanguineus (Abbott) Delfin. Sicyases chilensis (Bris de Berney) Giinther. Clupea fuegensis, Jenyns. Aphos porosus (Valenciennes) Hubbs y Schultz. Galeorhinus chilensis (P. C.) Delfin. Congiopodus peruvianus (C. y V.) Norman. Holorhinus aquila (Linneo) Fowler. Callorhynchus callorhynchus (Linneo) Mench. Pimelometopon maculatus (P. C.) Delfin. Alopias vulpinus (Bonnaterre) Ogilly. Alopias vulpinus (Bonnaterre) Ogilly. Basilichthys regius (H. y V.) Fowler. Basilichthys regius, var laticlavia (C. y V.). Basilichthys microlepidotus (J.) Girard y Lahille. Basilichthys brevianalis (Giúnther) Lahille. Basilichthys itatanus (Steind) Lahille. Basilichthys mauleanus (Steind) Lahille. 121 Peregrino Pescada Pescada Pez ángel Pez aguja Pez aguja Pez aguja Pez aguja Pez bagre Pez colorado Pez chancho Pez espada Pez espada Pez luna Pez perro Pez sapo Pez volador Pez zorro Pichiguen Piker Pikur Pinta roja Pinta roja Quichay Raya de ramales Raya dentada Raya eléctrica Raya espinosa Rémora Remu Reina de las jerguillas Róbalo Róbalo Róbalo de piedra Róbalo negro Rolilzo Roncador Sardina Sardina Sardina española Sardina de invierno Sardina del norte Sierra Sierra Tembladera Tembladera Tembladerilla 122 Halsydrus maximus, Gunner. Merluccius gayi (Guichenot) Kaupp. Merluccius australis (Hutton). Squatina armata (Philippi) Abbott. Leptonotus blainvilleanus (E. y G.) Vaillant. Syngnathus accicularis, Jenyns. Aemonotus chilensis, Philippi. Istiophorus audax, Philippi. Aphos porosus (Valenciennes) Hubbs y Schultz. Sebastodes chilensis, Steindachner. Congiopodus peruvianus (C. y V.) Norman. Xiphias gladius (Linneo). Istiophorus audax, Philippi. Mola mola (Linneo) Schneider. Pimelometopon maculatus (P. C.) Delfin. Gobiesox marmoratus, Jenyns. Parexocoetus chilensis, Abbott. Alopias vulpinus (Bonnaterre) Ogilly. Umbrina ophicepahlus, Jenyns. Paralichthys microps (Gúnther) Norman. Paralichthys microps (Gúnther) Norman. Seylliorhinus (Halaelurus) chilensis (G.) Smitt. Seylliohinus (Halaelurus) bivius (Muller y Henle) Fowler. Clupea fuegensis, Jenyns. Raja flavirostris, Philippi. Psamobatis lima (Poepping) Norman. Discopyge tschudii, Hechel. Psammobatis lima (Poeppig) Norman. Remora remora (Linneo) Gill. Basilichthys regius (H. y V.) Fowler, Haplodactylus puntactus, var reginae (C. y V.). Eleginops maclovinus (C. y V.) Gill. Eleginops maclovinus (C. y V.) Gill. Notothenia tesellata, Richardson. Notothenia tesellata, Richardson. Pinguipes chilensis (Molina) Cuvier y Valenciennes. Isacia conceptionis (C. y V.) Jordan y Fesler. Clupea fuegensis, Jenyns. Clupea bentincki, Norman. Lycengraulis grossidens (Agassiz) Gúnther. Clupea bentincki, Norman. Arengus sagax (Jenyns) Fowler. Thyrsites atun (Euphasen) Cuvier y Valenciennes. Thyrsitops lepidopodea (Lesson) Gill. Discopyge tschudii, Hechel. Torpedo chilensis, Guichenot. Discopyge tschudii, Henchel. Tiburón Tiburón Tiburón Tiburón Tiburón Tiburón Tiburón Tiburón Tiburón Tiburón ballena Tollo Tollo Tollo de cacho Torito Torito Torito Torito Torpedo Torpedo Toyo Trama Trama Trama Trambollo Tritre Utempe Vieja Vieja Vieja colorada Vilagay Yatehue Yuli Hexanchus griseus, Bonnaterre (Muller y Henle). Galerhinus chilensis (P. C.) Delfin. Lamna nasus (Bonnaterre) Waite. Carcharodon carcharias (Linneo) Ogilby. Halsydrus maximus (Gunner) Whitley. Squalus fernandinus, Molina. Squalus acanthias (Rondeleti) Linneo. Heptranchias pectorosus, Garman. Heptranchias perlo (Bonnaterre) Mac Culloch. Halsydrus maximus (Gunner) Whitley. Galerhinus chilensis (P. C.) Delfin. Galeorhinus mento (Cope) Delfin. Squalus fernandinus, Molina. Gilbertia semicincta (C. y V.) Jordan y Eigemann.. Bovichthys diacanthus (Carmich) Cuvier y Valen. Petrocirtes biocellatus (C. y V.) Gúnther. Petrocirtes fasciatus (Jenyns) Gúnther. Torpedo chilensis, Guichenot. Discopyge tschudii, Henchel. Galeorhinus mento (Cope) Delfin. Notothenia tesellata, Richardson. Notothenia cornucola, Richardson. Notothenia macrocephala, Giúnther. Clinus geniguttatus, Cuvier y Valenciennes. Clupea maculata (C. y V.) Gúnther. Mugil lisa, Gay. Notothenia cornucola, Richardson. Clinus geniguttatus, Cuvier y Valenciennes. Sebastodes chilensis, Steindachner. Cheilodactylus monodactylus (Carmich) Ginther.. Cilus montti, Delfin. Basilichthys regius (H. y V.) Fowler. 123. O APS e A BIBLIOGRAFIA ESENCIAL CONSULTADA (?) Delfin, Federico.—Lista metódica de los peces de la Bahía de Concepción y sus alrededores. Rev. Chil. Hist. Nat. Año III. 1899. Delfin, Federico.—Catálogo de los Peces de Chile. Valparaíso. Imprenta Gillet. 1901. 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Oliver Schneider, Carlos. —“Catálogo de los peces marinos del litoral delConcepeión y; Arauco to load daa Pág. 11 19 21 43 e MSIE) Ese de Concepción (Chile) Filial de la Société de Biologie de Paris Boletin de la Sociedad de -Biologíia Publicación auspiciada por la Universidad de Concepción DIRECTORIO: Prof. Carlos O!lver Schneiuer Prof. Dr, Ottmar Wilhelm Prof Dr, Alcibíades Santa Cruz Prof. Ernesto Mahuzler Prof. Dr. Enrique Solervicens Dr. Francisco Behn Prof. Dr. Carlos Henckel Redactor del Boletin: Prof, Dr, Ernesto Herzog == === _ Tomo XVII! Año 1944 EDITADO EN ABRIL DE 1944. Homenaje a la Universidad de Concepción en su 25.” Aniversario SUMARIO Dedicatoria .. Herzog, eto Dumopes del sistema nervioso vege- tativo periférico» (Monogralla)..oooocoococcoronencrnaronoco Solervicens, Enrique. —«Contribución al estudio de las Rao lA NACO occasion as en Giinther, Bruno.—«Peso del cuerpo y metabolismo». Relación entre peso del cuerpo, metabolismo básico, peso de los órganos, consumo de A de los o y fermentos respiratorios, Dudo se - Alvial, Blanca y Henckel, Elo ola. ae dela. tiva a la don tio- Urea». Gunckel Liier, Hugo, E a a escitas por el Dr. Rodulfo Amando Philippl»....0ococcoroonncnonans —Fracassi, H.—«Anatomía de las vonas pulmonares»......... Behn, Francisco.—«Notas ornitológicas de un viaje a la LS O ace O UA O Santa Cruz, Alcibíades.—«Los colorantes usados me los INdÍgSenas» ......... 5 0 Vivaldi, Luz.—«La anatomía a prtlógica a da elos bucal».. A 3 - E Kallas, A clath. «Sistemas foticos de. da boba. en relación con la circulación y coagulación de la sangre». Castelli, Agostino.—«Investigaciones en el campo inmu- alRos». (Roseña-Tesumida). 0 ooocantornnarrnor onarnis cats Oliver Schneider, Carlos.—«El halobios del litoral de Concepción y AÁrauco».. INDICE del Tomo A O Eros Has Me Bol, Soc. Biol. Concepción (Chile) Pág. (S13 173 191 BOLETIN a A DE LA SOCIEDAD DE BIOLOGIA DE CONCEPCION FILIAL DE LA SOCIETE DE BIOLOGIE DE PARIS PUBLICACION AUSPICIADA POR LA UNIVERSIDAD DE CONCEPCION en su 25 Aniversario TOMO XVIII 1944 CONCEPCION ' IAtografía Concepción, 3. A. e AI WSL 4 | e fa Sociedad de Bietagía dedica este vuelumen a ta Universidad de Concepción, can mativa de su veinticinco antuersaria. Es el primer jatán de una cumplida etapa. £a Universidad ha servida can fer- var las intereses de la Cuftura, signi- ficando bienestar y progresa para fla ciudad y para la región. Es un semillero de actividades del espiritu no fácitmente igualados cuyas beneficios alcanzan al pais entera. Tiene su significada propia dentro def Cantinente Americana, par la austera discipftina de sus aulas y par el impetu juvenil de su espiritu. Pesa, can fas ca- racteres de una inquietud anhefante de un munda mejar. Y esta es una fuerza que gravita en el ambiente peligrasisima de la hara. Esta Universidad tiene también para et Munda un significado especifica y única. Es la única Universidad particular que ezíste, que na pertenece a confesión religlasa alguna ni obedece a principias politicas determinadas. Ju antercha itumina el amplísima tema: “Por el Desarrollo libre del Gspíicitu”. A AA aóN nr OO DEL INSTITUTO DE ANATOMIA PATOLOGICA de la Universidad de Coneepción (Chile) Director: Prof. Dr. Ernesto Herzog Tumores del sistema nervioso vegetativo periférico (Monografía) (con 18 figuras) por Ernesto Herzog (Recibido por la Redacción el 25-X-43) Lo mismo como todos los tejidos de nuestro organismo, también el sistema nervioso vegetativo periférico puede ser pun- to de partida de tumores que, en general, no son tan conocidos por ser menos frecuentes, pero tienen un interés muy especial tanto por motivos científicos como prácticos. Podemos distinguir - tumores primarios y secundarios, localizados en el sistema ner- viose simpático y parasimpático. A) TUMORES PRIMARIOS 1. Tumores de las vainas nerviosas (Perineurio, endoneurio, vaina de Schwann). a) Tumores de origen mesodermal, es decir, de las vainas nerviosas conjuntivales del peri- y endoneurio. En este grupo se trata de fibromas perineurales, neurofi- bromas plexiformes (Verneuil), sarcomas fusocelulares, fibro- sarcomas y mixosarcomas que pueden tomar su punto de partida en las distintas partes del peri- o endoneurio. En general no son frecuentes y no tienen en gran parte mayor importancia prácti- ca encontrándose además con frecuencia y como hallazgos casua- les. En su estructura presentan las mismas características como los tumores de los nervios cerebroespinales periféricos. b) Tumores de origen ectodermal. h A este grupo pertenecen en primer lugar los neurinomas, llamados también neurilemomas o schwannomas derivados de las . células de Sehwann y que, en general, se originan de la parte ectodermal de la vaina nerviosa (Verocay). Muchas veces estos tumores no presentan una estructura uniforme, es decir, pueden mostrar un componente fibromatoso por lo cual está en discusión todavía si son de origen ecto- o mesodermal. Histológicamente. se caracterizan por una estructura fibrillar o más bien reticular (Antoni) con disposición fascicular muy parecida a los miomas y numerosos núcleos alargados, en forma de bastoncitos, de vez en cuando en disposición paralela, o sea, en forma de empaliza-- das (véase fig 1). En el simpático se han observado neurinomas con las más variada localización y en general aislados, mientras que en el vago parecen indudablemente mucho más raros. En la enfermedad de von Recklinghausen pueden presentarse tanto. aislados como múltiples. La gran mayoría son hallazgos casuales, los cuales clínicamente apenas producen síntomas como, por ejemplo, en forma de pequeños nodulitos de granos de cáñamo hasta lentejas. Pero se han descrito también neurinomas mucho más grandes como los de Baumeister de un neurinoma del estó- mago del tamaño de un huevo de avestruz y tres otros del intes- tino delgado y ciego del tamaño de huevos de gallina hasta el de un puño. También en la literatura quirúrgica se mencionan neurinomas del estómago (Kónig cit. seg. Baumeister), que. alcanzan de vez en cuando tamaños respetables de cabeza de niño: y siendo en general bien extirpables. Según su localización y su tamaño se pueden producir las más variadas molestias. Así Diebold describe dos casos, es decir, uno de un neurinoma del tamaño de un huevo de gallina localizado en el lado izquierdo del cuello y en relación con el simpático cervical pero sin síntomas clínicos. En el otro caso se trata de un neurinoma del tamaño de una nuez al lado de la laringe y también en relación con el simpático cervical, pero causando dolores y molestias en la de- glución por compresión del esófago. En casos raros un neurino- ma del píloro puede producir fenómenos de estenosis como en el caso de Lériche. Lo mismo el caso de Baumeister del tumor del tamaño de un huevo de avestruz, localizado en la curvadura ma- yor del estómago, ha producido marcadas molestias por parte de este órgano. Histológicamente se trató de un típico neurinoma originado en el simpático o vago. Krekeler describe un neurino-: ma del recto. En la literatura se encuentran deseritos muchos casos de neurinomas especialmente en el apéndice obliterado (Oberndorfer, Masson, Maresch, Schmincke, Urech, Schweizer). Mientras que los neurinomas en la gran mayoría son benignos, se observan también en raras ocasiones formas malignas como- el caso de Fromme y Wachs. En éste se trató de un tumor retro- peritoneal del tamaño de una cabeza de niño en una mujer de 38 años con molestias del estómago, dolores, hipo, sensación: de pesadez y plenitud y además pérdida de peso. El tumor bien extirpable de 1.550 ers. mostró microscópicamente el típico cua- dro de un neurinoma. Después de haber desaparecido las moles- tias por la operación, se presentó más o menos un año después: una recidiva del tamaño de una cabeza de niño, penetrando en. el mesenterio del intestino delgado y con metastasis en los gan- 6 Mi 430 Neurinoma (Schwannoma). Trayectos de células de Schwann prolifera- das. Núcleos en parte con disposición de empalizadas. (Observación propia). Tinción: Spielmeyer. Aumento: 130 x. Mi 198 ¿ 56 años Ganglio nodoso con marcada proliferación del tejido conjuntivo en un caso de enfermedad de von Recklinghausen (neurofibromatosis). (Observa- ción propia). Tinción: Spielmeyer. Aumento. 20 x. 'glios regionales y en el hígado con un cuadro histológico de un neurinoma maligno. ¡ En el vago, es decir, en su parte cervical, observaron sola- mente Sekiguchi y Takeo Oije un caso muy raro de un neurinoma de 6 em. de largo que los autores describen como sarcomatodes pero que según toda la descripción tiene que ser un neurinoma benigno. Neurofibromas múltiples (enfermedad de von Recklinghausen) En la neurofibromatosis general participa naturalmente de vez en cuando el sistema nervioso vegetativo periférico, lo que no es tan raro participando tanto la cadena paravertebral con sus ganglios como los ganglios intramurales y el vago. Los tumo- res que se observan en estas ocasiones pueden presentar una estructura muy variable, es decir, o son simples neurofibromas, neurinomas o formas mixtas, de vez en cuando también verda- deros ganglioneuromas. Askanazy ha observado neurofibromas aislados del estómago y del intestino derivados probablemente del plexo de Auerbach. Spúhler observó 10 casos y menciona que se trató en éstos y en los 23 descritos en la literatura únicamen- te una sola vez de una neurofibromatosis generalizada. También Broscher comunica tres casos de neurofibromatosis aislada del simpático, es decir, torácico y abdominal y del estómago. Mien- tras que en general estos tumores quedan libres de síntomas y son en general con frecuencia hallazgos casuales, en otras oca- siones especiales pueden producir marcados fenómenos clínicos como, por ejemplo, el caso descrito por Siebner de un neurofi- broma del vago que produjo trastornos de la respiración y de la actividad cardíaca. También Pick comunicó un caso interesante de gigantismo parcial del apéndice por un neurofibroma en oca- sión de una enfermedad de von Recklinghausen. También es co- nocido el raro caso de un neurofibroma del píloro con fenómenos de compresión, respectivamente estenosis (Gagel). Nosotros mismos hemos observado un típico caso de neurofibromatosis difusa en un hombre de 56 años (publicado por Melo), en el cual el simpático y los ganglios cervicales se encontraron engrosados por proliferación conjuntival, pero mucho más intenso el vago con su ganglic nodoso (del espesor de un dedo chico), pero no presentando una degeneración del parénquima nervioso en el corte histológico (véase fig. 2). Desgraciadamente no hemos sabido si en este caso se han podido constatar clínicamente tras- tornos por parte del vago y simpático. 2. Tumores de las células y fibras nerviosas vegetativas. Bajo este grupo se encuentran en primer lugar los tumores primarios derivados de los gérmenes primitivos del simpático y que se consideran de acuerdo con todos los autores como de origen ectodérmico. Para comprender las distintas formas de log tumores del simpático es indispensable de darse cuenta de 7 los distintos períodos del desarrollo embrionario del simpático como se ve en el cuadro N.? 1. Si consideramos los tumores del simpático según su grado de madurez, los que se originan de las células madres, es decir, de las simpatogonias, deberían ser los más inmaduros y por eso más malignos, y los cuales denomina- mos simpatogoniomas. La forma que sigue es el simpatoblas- toma que se compone de los simpatoblastos, células ya más dife- renciadas aún no maduras y al final viene el ganglioneuroma simpático, o sea, ganglioneurocitoma, el cual es el tumor más maduro que se compone de células y fibras nerviosas diferencia- das. Esta clasificación nos parece las más práctica y correcta y es aceptada por Bielsehowsky, Gagel, del Río Hortega, Foot y últimamente también de R. Meyer *. Sin embargo, es suficiente- mente conocido que muchas veces se presentan formas interme- diarias con lo cual varía también su comportamiento biológico. Para tomar en cuenta también a estas formas, ya hace tiempo von Fischer propuso una clasificación más extensa que sin lugar a duda es la más completa desde el punto de vista puramente histológico, pero del Río Hortega dice con mucha razón que para la práctica hay que delimitarse a los tipos clásicos a los cuales se puede agregar en caso de necesidad una palabra que explica la respectiva tendencia proliferativa. No debemos extrañarnos si vemos justamente las formas combinadas con más frecuencia que naturalmente son la expresión de una madurez más avan- zada y demuestran a la vez que tumores que aparecen como bien maduros, es decir, benignos, en caso que contienen todavía sim- patogonias pueden desarrollar en un momento dado una tenden- cia maligna. Desgraciadamente en la literatura existe una se- rie de denominaciones poco adecuadas que pueden además condu- cir a confusiones y significan un grave obstáculo para estadísti- cas internacionales. Podemos hablar en general de blastomas del simpático o simpáticoblastomas si quisiéramos referirnos a eualquier clase de tumores del simpático. Rechazamos la deno- minación simpatoblastomas como denominación general por estar reservada para el grupo que se deriva de los simpatoblastos. No estamos de acuerdo con Masson que denomina todos los tumo- res del simpático como simpatomas, término técnico que en sen- tido etimológico no nos parece muy correcto y debería substituír- se por simpáticoblastomas (véase cuadro N.* 1). Desarrollo histórico del concepto de los simpáticoblastomas Los tumores del simpático se conocen desde 1880, desde la primera comunicación de un caso maligno de una niña de 5 se- manas por Parker, pero por la falta de tinciones específicas no ha sido posible en estos tiempos de reconocer la verdadera natú- raleza. Así no extraña que en la primera época se interpretaron «estos tumores compuestos de pequeñas células redondas, muy parecidas a linfocitos con cromatina nuclear muy obscura y * Trabajo que nes a nuestras manos después de haber terminado el manuscrito. a Ñ (599119388) so1emsde) semi) “UUBAYIS (QUIO[S [9p S9AOUM |) 3P Sen] S (BUIQUUBAUYIS) 1 3[duiis BULOr Sut ee A PuI0UIININ sol | £ (eanpeul | B0J -NPeuL IBUOISULG (éu1o0.1n9U031901/8U8:)) ( -Npéul OIIJLIOUILOAJOIYA em190) OIR UIS l BULo[SUBÍTIATA <——- OJO0UIOIIO3Y Y OJNDOJedUIS ———————[> BULOANQUON UBA) | A A OINP (091ISP|¡QOUIOLD09YA | | -GUIUur | TWO[SUESEIt <— 0ISB|QOUIOIIOYJ | 0958 [02 dUIS ————————— |> BULOJS8|QOJEdULIS _ E so1nmp Ñ E -BUIUr | Y RUIOTUOSOJe AUS ([8uuI9poj09) ero so Je dui AAA AAA AAA a A 0 ___Q$KÉÑÉ— AAA a soySueSe1ed so] o) ?dus [op SBUIO)SB][qO09JBA UNS SOI[3U?IBAe sol do S9OUINJ, | 9P [BULIOU OJ[OLABSI(T [8 u110u O[[O.LIesa(T O09IJeduns [op s3Jouln EEE ___>__ EEE... soySue3eled so, op Á o913edw1s [9p S9[RULISPOJ)9 S9IOUMI SO[ HP 091I9U9.309SIY_ O[[O1IESAI(T 7 : TON OYAVao un halo protoplasmático basófilo muy angosto como sarcomas redondo-celulares. Parker que encontró todo el hígado ocupado de masas neoplásicas, creyó en un sarcoma hepático primario congénito y lo mismo Heaton. Los investigadores posteriores por diferencia encontraron el punto de partida con frecuencia en las suprarrenales con metástasis en higado, ganglios linfáticos y páncreas. A este mismo período pertenecen las observaciones de Dalton, de Ruyter, Sopetoff, Pick, Orr, Pepper, Amberg, Ri- chards, Bruck, Tileston y Wolbach, Shukowsky, Wilke). Sin em- bargo, es de interé és que ya Marchand observó en 1891 un tumor de la suprarrenal derecha y del tamaño de una cereza en una niña de 9 meses y relacionó las células redondas encontradas en el tumor como primero econ las células ganglionares simpáticas fetales. Lo describe textualmente: “Las células se encuentran en un período indiferente y es bien posible que se habrían des- arrollado de una parte de ellas verdaderas células nerviosas en el curso de la vida posterior en caso que hubiese sobrevivido el individuo. Por otro lado, las formas celulares indiferentes pue- den aumentar tanto con la proliferación progresiva del tumor que podría presentarse el cuadro de células redondas pequeñas”. También Kretz se pronunció en 1902 en el sentido de que los lla- mados sarcomas congénitos del hígado y de las suprarrenales tomarían su punto de partida de las células madres del simpático. Solamente en 1905 comienza un segundo período de la interpre- tación de los tumores malignos del simpático con Kiister, el cual consideró las células por su formación parcial de rosetas y la presencia de una substancia intercelular, finamente fibrillar como glía y por eso los tumores pertenecieron según él a los glio- mas. En todo caso le queda el mérito de haberlos derivado del simpático. En esto le siguieron también Lecéne y Lapointe, y Schilder a pesar de que ya Wiesel había advertido al trabajo de Kiister que las células tumorales parecerían completamente a las simpatogonias cuyo desarrollo embriológico ha sido estudiado por él y que en la médula suprarrenal embrionaria forman rose- tas muy semejantes a las de los tumores y que él llamó “Mark- ballen”. Solamente Wright rechazó en 1910 en una tercera época la teoría gliomatosa, comprobando histogenéticamente que se trataría en verdad de neoplasmas de los gérmenes simpáticos y por lo cual los llamó como primero neuroblastomas. A él siguie- . ron entonces varios autores, entre ellos en primer lugar Pick y- Bielschowsky que establecieron en 1911 un sistema de los neuro- mas. Después Landau en un trabajo del año 1912 comunicó dis- tintos grados de la diferenciación neurofibrillar de estos llamados. neuroblastomas. El primero al cual ha sido posible de evidenciar con el método de Bielschowsky, las fibras nerviosas respectiva- mente las neurofibrillas intracelulares, ha sido MHerxheimer en 1911. El pudo comprobar especialmente que la substancia intracelular finamente fibrillar se componía de fibras nerviosas. Su trabajo fundamental contiene además un extenso registro de todos los casos hasta entonces conocidos. Siguieron a éste nume- rosas observaciones más y en 1922 la clasificación de los tumo-. res simpáticos por von Fischer. Biilbring, Rinscheid y recien- temente Butz no pudieron solamente comprobar por completo. 10 Z las observaciones de Herxheimer, sino además constatar que: las fibras nerviosas neoformadas están en relación con las, células ganglionares. Con eso la antigua discusión sobre la géne- sis discontinua autóctona de las fibras nerviosas, es decir, sin influencia por parte de las células nerviosas se puede descartar. Por el mismo motivo no hablamos tampoco de neuromas verda- deros, es decir, de tumores de las fibras nerviosas sin células nerviosas que por la mayoría de los autores se consideran como: productos de una regeneración excesiva como, por ejemplo, el neuroma de amputación. Tumores inmaduros del simpático (simpáticoblastomas malignos = simpatogoniomas y simpatoblastomas). Simpáticoblastomas inmaduros con diferenciación tisural incompleta en general son bastante raros. Así se refiere Búlbring en el año 1928 a más o menos 34 casos a los cuales se agregan otros 16 en la literatura alemana hasta el año 1940. Lewis y Geschickter han comunicado en 1934 solamente 40 casos los cuales observaron personalmente en el John Hopkins Hospi- tal en Baltimore y Askin y Geschickter dan como cifra de todos los casos observados en la literatura mundial hasta 1935 más que 100 casos. En los últimos años se han observado varios Ca- sos en Argentina, los cuales vamos a citar en parte oportuna- mente. Punto de partida.—La gran mayoría se origina en la médula de una o ambas suprarrenales y muchas veces se encuentra solamente la indicación de un tumor retroperitoneal cuyo origen es muchas veces el plexo celíaco. Además tenemos que tomar en cuenta naturalmente como punto de partida a la cadena para- vertebral en toda su extensión, en especial los ganglios cervicales. superiores e inferiores, paravertebrales y el plexo lumbar. Gagel observó aún un caso de una localización muy rara en un ovario de una mujer de 32 años (comunicación por corresponden- cia). También pueden participar el mesenterio y los ganglios. intramurales. El tamaño de estos tumores varía mucho desde el de una arveja hasta el de una cabeza de niño y más. En muchos casos están bien delimitados por una cápsula conjuntival la que falta en otros que pueden presentar hasta un marcado crecimien- to infiltrativo. No se ha comprobado la predilección por un sexo. Algunos autores insisten en que el lado izquierdo del cuerpo sea más afectado, como últimamente también advierte Bufe. Relaciones con la edad.—Siempre pudo constatarse de nuevo: que existe una indudable predilección de la edad infantil para los tumores malignos del simpático, y por eso los encontramos de vez en cuando ya congénitos, con pocos meses, o en la edad infan- til hasta más o menos 12 años. Excepciones de esta regla han sido observadas aisladamente en adultos, como veremos en algu- nos ejemplos. 11 El comportamiento biológico.—Depende por completo del grado de madurez, pero de vez en cuando puede ser muy difícil de juzgarlo por encontrarse en uno y el mismo tumor distintos grados de diferenciación. Eso depende del hecho de que el des- arrollo de los elementos nerviosos simpáticos muy por diferencia del sistema nervioso cerebro-espinal no está terminado con el nacimiento, pues, según Poll, la formación de células nerviosas simpáticas de simpatogonias puede perdurar hasta el décimo año de la vida y según Wiesel hasta más allá de la pubertad. Según eso, células simpáticas primitivas se mantienen indiferenciadas en un estado latente (Butz). Esta “calidad incompleta del siste- ma nervioso simpático en relación con el sistema cerebro-espinal” es, según Beneke, la causa de una mayor disposición orgánica a la formación neoplásica. Al final se han hecho responsables también para la génesis formal de los tumores simpáticos faltas de los gérmenes embrionarios (Robertson), lo que es tanto más explicable cuanto que el desarrollo ontogenético del simpático resulta bastante complicado y decentralizado. Por este motivo también Herxheimer y Jaffé han defendido la naturaleza disonto- genética de los tumores de la médula suprarrenal, los cuales son congénitos y cuya causa debería buscarse en gérmenes aberran- tes. Sobre la génesis causal, desgraciadamente no sabemos más que de la mayoría de los otros tumores. Cierta comprobación de una relación con otros trastornos del desarrollo que pueden pre- sentarse de vez en cuando, significa el caso comunicado por Mittelbach y Szekely de un tumor maligno del simpático en un niño de 2 meses que tenía a la vez una queilognatopalatosquisis, atrofia cerebral y falta del fórnix. En el mismo sentido vale tam- bién la presencia simultánea de tumores parecidos múltiples en el mismo individuo como en el caso de Wahl y Craig en el cual se encontró en un negro de 28 años un neuroblastoma retroperi- toneal en la fosa ilíaca derecha con metástasis en los ganglios linfáticos vecinos, un ganglioneuroma en parte quístico en el sigmoide y borde pelviano derecho y además un ganglioneuro- blastoma en la fascia pelviana derecha. Albertini y Willi encon- * traron en una niña de 21% años un ganglioneuroma benigno de una suprarrenal y un simpatoblastoma maligno en la otra. Formación de metástasis.—Por la frecuencia de los tumores en las suprarrenales, respectivamente en su vecindad, se encuen- tran metástasis especialmente en los grupos ganglionars para- aórticas y en el hígado. Además tenemos que mencionar las muy frecuentes metástasis en el sistema óseo, especialmente en los huesos del cráneo, en la órbita con el característico fenómeno de exoftalmo (Lewis y Geschickter, Albertini y Willi), y además en costillas, esternón, pelvis y fémur (Herweg, Esser) (véase fig. 3). Justamente en las metástasis óseas pueden presentarse cuadros clínicos como los de un cloroma (Herweg) o de una ane- mia perniciosa (Esser). También en un caso de von Albertini y Willi de un simpáticoblastoma de la suprarrenal derecha en una niña -de 215 años, el cuadro sanguíneo correspondió a el de una anemia, mientras el de la médula ósea varió mucho, lo que se considera característico para los tumores de la médula ósea. 12 FIG. N.* 3. Ma 156 Q 21% años Simpatogonioma de la suprarrenal con metástasis en el fémur. Según Albertini y Willi: Anal. Paediatr. (Basel) 152 (1938). - 4 y a 4 5 E En la literatura americana se usa con frecuencia una subdivisión clínica en dos formas especiales de los tumores malignos del “simpático, es decir, el tipo Pepper con metástasis prevalente- mente en el hígado y en los ganglios linfáticos y el tipo Hutchin- son con metástasis en el sistema óseo y especialmente en el crá- neo, clasificación que no se hizo común en general y además, según nuestro juicio, no existe una justificación especial, - pues ambas formas de metástasis pueden verse con mucha frecuencia una al lado de la otra. Localización rara de las metástasis.—Otten describe un sim- patogonioma primario de ambas suprarrenales en una niña de 7 años con metástasis en ambos riñones, páncreas, ovario izquier- do, estómago, duodeno, peritoneo y especialmente en corazón y tiroides, mientras que llamó la atención que hígado, ganglios lin- fáticos y sistema óseo quedaron libres. Además menciona sola- mente Evangelisti metástasis cardíacas. Metástasis en el timo menciona Bufe, en la piel Spreng y en la hipófisis Blumensaat. También es de interés el caso publicado por Drake y Hellwig de un simpatoblastoma retroperitoneal en un niño de 7 semanas con metástasis en el cerebro y la piamadre. Casos de crecimiento directo por continuidad a través de los agujeros intervertebrales hacia el canal raquídeo.—Anitschkow comunica un caso de un simpatogonioma lumbar retroperitoneal en una niña de 4 meses con crecimiento por continuidad a través de los agujeros intervertebrales hacia el canal raquídeo, pero sin metástasis. Capaldi menciona un caso parecido de un tumor sim- pático, histológicamente sin lugar a duda maligno en una mujer de 44 años en la región de los ganglios cervicales inferiores y también Lloyd un simpáticoblastoma maligno del segundo gan- glio simpático dorsal penetrando al canal raquídeo y produciendo una mielitis por compresión consecutiva. Mención especial merece por su rara localización un caso publicado en Argentina por Cibils Aguirre, Brachetto-Brian, Casco y Tahier. Se trató de un simpatogcnioma de una niña de 3 años localizado dentro del canal raquídeo, pero subdural en la porción superior de la médula cervical con compresión de la mé- dula cervical, pero sin metástasis. Los autores explican esta rara localización por gérmenes simpáticos desarrollados en las raíces posteriores de la médula cervical. Casos extraordinarios de tumores simpáticos malignos en adultos.—La presencia de tumores malignos del simpático en adultos es una gran rareza, lo que se puede explicar de tal ma- nera que en el adulto el simpático está en general diferen- ciado y la intensidad de crecimiento está disminuída (Butz). Barnewitz ha comunicado un simpatogonioma maligno - de la suprarrenal derecha en una mujer de 37 años pene- trando en la vena cava y las venas -espermáticas con metástasis en los ovarios y ganglios linfáticos hiliares. - Blumensaat describe un simpáticoblastoma maligno primario en “ambas suprarrenales en un hombre de 47 años con metástasis en 13 los ganglios linfáticos paraaortales, hígado, pulmones, testículos, epididimos, próstata e hipófisis. En el caso Heinrici se trata de un ganglioneuroma maligno, poco diferenciado del simpático ab- 4Aominal izquierdo en un hombre de 32 años con metástasis en ganglios linfáticos, hígado y huesos. Evangelisti describe un simpatogonioma de ambas suprarrenales en un hombre de 69 años con metástasis en el corazón y estómago. Uno de los últimos casos es el de Butz de un simpáticoblastoma maligno de un hombre de 25 años con metástasis en hígado, ganglios linfá- ticos, duodeno y tejido retroperitoneal. Una posición especial tiene el último caso de Noetzel de un simpatogonioma del tama- ño de una cabeza de adulto en una mujer de 52 años y originado en la suprarrenal izquierda con metástasis en los ganglios linfá- ticos a lo largo del uréter, en la región inguinal, en la pared del estómago, del colon y especialmente en la corteza cerebral y en los núcleos centrales. Microscópicamente contenía el tumor, fue- ra de simpatogonias, también simpatoblastos. Lo especial del caso consistió en un marcado contenido de los simpatoblastos en un pigmento de aspecto de melanina por lo cual en una excisión de prueba de un ganglio inguinal, se había hecho el diagnóstico de un mélano-sarcoma. Esta observación hasta ahora única sig- nifica, sin duda, una muy interesante forma intermediaria entre los tumores del simpático y de los paraganglios (tumores de los paraganglios, véase al final). Podemos agregar un caso interesante observado por nuestro colega Bianchi en La Plata (Argentina) y gentilmente puesto a nuestra disposición. Se trata de una mujer de 23 años que pre- sentó en la región de la suprarrenal izquierda y del plexo celíaco un simpatogonioma maligno en parte simpatoblástico retroperi- toneal con propagación a la cara posterior del estómago. Adem se observó irrupción dentro de los vasos sanguíneos (véase fig. E y metástasis en peritoneo, epiplón mayor y en los ganglios mesen- teriales y retroperitoneales. Aspecto macroscópico de los simpáticoblastomas malignos. — Tanto simpatogoniomas como simpatoblastomas muestran exter- namente el mismo cuadro. Ya hemos mencionado que varía mu- cho su tamaño y que a pesar de su carácter maligno pueden tener de vez en cuando una cápsula, pero en general penetran en forma infiltrativa sin límites netos en el tejido vecino. En el corte muestran un color grisáceo-rojizo, de consistencia no muy dura y si se presentan relativamente frecuentes hemorragias con ne- crosis, tienen un aspecto abigarrado con manchas de color café, rojo o amarillento. Si se encuentra el tumor en la región de la suprarrenal, respectivamente si se origina allí, como es frecuen- te en el simpatogonioma, las suprarrenales están muchas veces extensamente destruídas y desaparecen por completo en las ma- sas neoplásicas. Estructura histológica de los tumores malignos del simpático. a) Simpatogoniomas.—En el corte histológico se encuentran acúmulos alveolares más o menos pronunciados de pequeñas 14 Q 23 años Simpatogonioma maligno del plexo celíaco respectivamente de la suprarrenal con irrupción dentro de un vaso. Observación del Prof Dr. A. E. Bianchi. (Buenos Aires). Ma 167 ¿ 2 meses Simpatogonioma de la suprarrenal. Formación de rosetas. Según Mittelbach y Szekely: Frkft. Zeitschr. f. Pathol. 47 (1935). FIG. N.* 6. Simpatoblastoma con simpatoblastos. Tinción: Nissl. 3 Según Gagel en Bumke-Foerster; Handb. d. Neurologie 9 (1935). células redondas, parecidas a los linfocitos. Este carácter alveo- lar es condicionado por septos conjuntivales de fibras gruesas que se continúan después entre las células redondas en forma de finas fibrillas. Las células neoplásicas cuyo tamaño corresponde a más o menos 6-7 u se distinguen por su forma redonda, un nú- eleo intensamente teñido y un halo protoplasmático angosto mu- chas veces apenas visible, por lo cual semejan mucho a los linfo- citos (véase fig 5). Se puede comprender fácilmente que se han considerado por eso en tiempos pasados sin conocimiento de las tinciones específicas como sarcomas de células redondas, respedc- tivamente linfosarcomas. Si se comparan estas células con las de los períodos primarios de los gérmenes simpáticos, respecti- vamente de la suprarrenal, entonces las simpatogonias allí pre- sentes resultan completamente iguales a las células neoplásicas citadas (Wiesel). De vez en cuando se disponen también en for- ma de rosetas y en la pequeña cavidad que se forma en el centro de ellas se nota una fina rejilla fibrillar (véase fig. 5). Schilder denominó estas formaciones “Gliaballen” y rosetas gliares, mien- tras que Pick las denominó cápsulas simpatogónicas. El tamaño de su diámetro es, según Dietrich y Siegmund de 30-40 y. Con impregnaciones argénticas en este período todavía no pueden evidenciarse las neurofibrillas, mientras que según Bielschowsky podrían presentarse dentro de las simpatogonias ya finas fibri- llas no argentófilas. Con la tinción de Nissl se consigue, según Gagel, en los núcleos de las simpatogonias un marcado dibujo cromatínico con varios gránulos cromatínicos gruesos. Este di- bujo se ve especialmente con intensa diferenciación y además está bien visible una membrana nuclear. Con tinciones argénti- cas se tiñen las células en total obscuras. Gagel menciona ade- más que según el método de Perdrau se notan entre las células neoplásicas finas fibrillas y además septos conjuntivales más gruesos. Esta substancia intracelular aparece según el caso más finamente fibrillar o granulosa. De vez en cuando se observan bibrillas finísimas de tamaño respetable (Dietrich y Siegmund), las cuales pueden formar fascículos variables y comunicar los acúmulos celulares entre sí. Por teñirse las fibras finas según el método de van Gieson de un color amarillento claro y según Mallory de un color rosado, se consideraron antes como elía (Kuester, Schilder). Landau y Pick ya se han pronunciado en el sentido de que se trata de una diferenciación primitiva fi- brillar del plasma de células neuroectodérmicas. Herxheimer comprobó entonces como primero definitivamente con el método de Bielschowsky que se trata en verdad de finísimas fibras ner- viosas embrionarias. Está demás de mencionar que el contenido en fibras nerviosas varía mucho y puede faltar por completo en las formas menos diferenciadas. La formación de rosetas de las simpatogonias tampoco es un signo constante. b) Simpatoblastomas.—Esta variación de los simpáticoblas- tomas inmaduros en su forma pura es bastante rara, mientras que las formas transitorias especialmente mixtas son mucho más frecuentes. Así se encuentran tanto en los ganglioneuromas €o- mo en los simpatogoniomas con frecuencia grupos de simpato- 15 blastos. Por este motivo algunos investigadores no hacen distin- ción entre simpatogoniomas y simpatoblastomas, sino hablan “únicamente de tumores simpáticos inmaduros, respectivamente simpáticoblastomas inmaduros. Como ejemplo de un simpatoblastoma puro quisiéramos ci- tar el caso de Rinscheid de un niño de 7 meses con localización en la suprarrenal derecha con metástasis linfáticas y además el caso de Capaldi de una niña de 2 años con un tumor del tamaño de una manzana localizado en el simpático torácico y con ereci- miento expansivo por continuidad al canal raquídeo. El último Caso, a pesar de no haber producido metástasis, tiene que consi- derarse como maligno por su estructura histológica. Macroscópicamente y en cuanto a su localización los simpa- toblastomas son muy semejantes a los simpatogoniomas y se pre- sentan también como ellos en primer lugar en recién nacidos, respectivamente niños. Uno de los pocos casos raros en adultos es el observado en Argentina por Bianchi en una mujer de 63 años y con localización en la cara anterior del estómago pero sin metástasis ni otros signos de malignidad (véase figs. 7, 8, 9). Histológicamente es característica la mayor diferenciación de los simpatoblastos con un cuerpo celular relativamente gran- de que se tiñe según Nissl en general difusamente, pero de vez en Cuando muestra ya finas granulaciones (véase figs. 6, 7, 8). Además ya se pueden observar dos hasta tres prolongaciones ce- lulares (véase fig. 9). El núcleo grande y claro tiene en general «uma localización excéntrica y ya tiene más semejanza con el nú- cleo vesicular de la célula nerviosa definitiva pero posee un dibu- jo cromatínico claro y puede faltar frecuentemente el nucléolo O pueden presentarse aún dos nucléolos (véase fig. 8). Biilbring “pudo como primero en un caso de un simpáticoblastoma maligno de un niño de 4 años, histológicamente intermediario, es decir, en- 'tre simpatoblastoma y ganglioneuroma, evidenciar con el método de Bielschowsky-Gros no solamente numerosas fibras nerviosas sino comprobar también la existencia de neurofibrillas intracelu- lares y la transición directa de las prolongaciones nerviosas en las fibras nerviosas (véase fig. 10). Hay que tomar como esta- blecido que los simpatoblastos ya pueden presentar distintos y marcados signos de las células nerviosas definitivas, entre los cuales las neurofibrillas. Interesante es el hecho en el cual con- 'cuerdan la mayor parte de los autores, que tanto en los simpa- togoniomas como en- los simpatoblastomas nunca han sido obser- vados ni en las fibras nerviosas ni en las células ganglionares las llamadas vainas (satélites y células de Schwann). Este hecho menciona Herxheimer para comprobar que las fibras nerviosas extracelulares no pueden formarse de las vainas de Schwamn. En las metástasis la estructura histológica coincide ampliamen- te tal como también en otros tumores con el tumor primario. Butz menciona que en estos casos se encuentran en el centro en «general células más diferenciadas en degeneración y en la peri- feria las formas más inmaduras con crecimiento infiltrativo y destructivo . El crecimiento maligno está ligado en todo caso a las células inmaduras (Butz). 16 2 63 años Simpatoblastoma del estómago. Tinción: van Gieson. Según Bianchi: Bol. y Trab. Soc. Argent. de Cirugía (Buenos Ai- ves) 18 (1934). Q 63 años Simpatoblastoma del estómago. Típicos simpatoblastos. Tinción: Nissl. . Según Bianchi: Bol. y Trab. Soc. Argent. de Cirugía (Buenos Ai- res) 18 (1934). 2 63 años Simpatoblastoma del estómago. Típicos simpatoblastos. Tinción: Golgi. Según Bianchi: Bol. y Trab. Soc. Argent. de Cirugía (Buenos Ai- res) 18 (1934). ec) Ganglioneuromas (gangliocitoneuromas) simpáticos.—A este grupo pertenecen los tumores más diferenciados que 'tontie- nen en primer lugar células nerviosas maduras y fibras nerviosas, pero su grado de madurez y con eso su comportamiento biológico, pueden variar mucho. En la literatura se conocen hasta ahora ya mucho más que 100 casos y entre éstos también numerosos que han tomado un curso maligno. Eso se explica por el hecho de que se pueden encontrar siempre al lado de células y fibras nerviosas maduras, focos de simpatogonias y simpatoblastos, de los cuales puede comenzar en cualquier momento un crecimiento maligno. Para la práctica es por eso recomendable de agregar siempre el grado de madurez del tumor para preverse en cuanto a posibles metástasis. La localización es muy parecida a la de los otros tumores del simpático, saliendo frecuentemente de la cadena simpática en todo su curso, siendo preferido, según algunos autores, el lado izquierdo. En la cavidad abdominal se encuentran casi siempre retroperitoneales, además frecuentes en la pelvis menor pero también en la médula suprarrenal. En general presentan una cápsula y un tamaño desde el de una avellana hasta el de una cabeza de niño. En el corte casi siempre muestran un color blanquecino, una estructura fascicular, consistencia relativamen- te dura y de vez en cuando pueden ser lobulados, mostrando también una formación quística y calcificación. En casos raros se observan también en la piel y entonces hasta múltiples como en el muy interesante y único caso de Knauss, el cual encontró en una niña de 11 años numerosos nódulos desde el tamaño de cerezas hasta el de naranjas en la piel del tronco, cuello, tórax, dorso y muslos que habían crecido lentamente desde el tercer año de la vida sin producir mayores molestias. Histológicamente se componían de células ganglionares y fibras nerviosas mielí- nicas y amielínicas. En este caso existe indudablemente una relación con la neurofibromatosis. La gran mayoría de los gan- glioneuromas se ha observado en adultos, lo que está de acuerdo con su diferenciación en término medio más alta. De los casos raros en niños podemos referirnos a dos casos observados por nosotros. En uno se trató de una niña de 314 años en la cual 'se encontró un gran tumor retroperitoneal originado en la supra- renal izquierda, respectivamente en el plexo celíaco y del tama- ño más grande que una cabeza de niño que produjo clínicamente por compresión del intestino intensas diarreas. Después de la extirpación desaparecieron todas las molestias por completo y hemos sabido por carta 10 años después que no se han formado recidivas y que la enferma quedó en perfecto estado de salud. Histológicamente se encontró el cuadro típico de un ganglio- neuroma simpático en su mayor parte altamente diferenciado con numerosos fascículos de fibras nerviosas amielínicas y célu- las ganglionares de distintas formas, entre las cuales también simpatoblastos. Las células nerviosas mostraron en parte muy bien neurofibrillas intracelulares y algunas varios núcleos (véase fig. 11). A pesar de la alta diferenciación no se encontraron células capsulares (satélites). Otro caso debemos al Dr. Hucke de Valdivia, quien observó en una niña de 8 años un considerable 17 aumento de volumen del abdomen por un gran tumor retro- peritoneal del tamaño más grande que una cabeza de niño loca- lizado en la región de la suprarrenal izquierda. Microscópicamen- te se trató de un típico ganglioneuroma maduro con muchas fibras amielínicas y pocas células ganglionares (véase fig. 12). En este caso no se presentaron mayores molestias clínicamente y el curso operatorio quedó completamente satisfactorio. Otros casos de ganglioneuromas han sido publicados últimamente en Argentina, el primer caso por Bianchi y otros más recientes. De vez en cuando el tejido conjuntivo forma también dentro de los tumores trabéculas más gruesas que contienen en parte vasos. A pesar de la muy notable vascularización de los ganglios simpáticos, normales, no se encuentra en general en los ganglio- neuromas tampoco como en los demás simpáticoblastomas una marcada red vascular, ni una proliferación del componente vascu- lar. Conocemos únicamente un caso comunicado de Kopriwa de un ganglioneuroma retroperitoneal grande de un hombre de 55 años que mostró un pronunciado carácter teleangiectático con forma- ción de cavernas por los vasos dilatados. De vez en cuando las células ganglionares pueden contener ya pigmento, especialmen- te lipoídico, lo que puede conferir al tumor un color amarillento como un lipoma, descrito por Bufe. El carácter de las fibras nerviosas es en general amielínico (ganglioneuroma amielínico), pero de vez en cuando también mielínico (ganglioneuroma mielí- hico). Se citan aislados casos con metamorfosis regresivas den- tro de los tumores como en el caso de Bufe de un ganglioneuroma del simpático cervical con necrosis y extensas calcificaciones. También Martius describe un caso con calcificación, pero preva- lentemente de los vasos en la vecindad de la necrosis. Otro caso se comunica por Mac Farland. Los ganglioneuromas pueden pro- ducir por su localización fenómenos elínicos de una marcada compresión como, por ejemplo, en el cueilo, estenosis traqueal y sindroma de Horner. Además se observan también aquí, lo mis- mo como en las formas inmaduras, casos con crecimiento por continuidad a lo largo de los ramos comunicantes al canal raquí- deo con compresión consecutiva de la médula espinal. Así des- cribe Bufe un ganglioneuroma simpático muy grande, abdominal de 210 grs. en una niña de 3 años con localización retroperito- neal derecha, encapsulamiento, pero con una prolongación en for- ma de cono dentro del canal Yaquídeo por intermedio de un agujero intervertebral. Histológicamente se trató de un gan- glioneuroma con partes más y partes menos diferenciadas, exten- sas hemorragias, necrosis y calcificación. Interés especial merece el caso de Cushing y Wolbach de un simpáticoblastoma muy poco diferenciado, parecido a un sarcoma, de un niño de 11% año y que pudo extirparse en la región del proceso transversal de la” 6.2 vértebra cervical. Diez años después se presentó en el mismo enfermo una paraplejia de ambas piernas y en la opera- ción se extirpó un tumor con localización extramural, pasando por el agujero intervertebral hacia el lugar del tumor "primitivo y antes extirpado. Histológicamente el carácter fué esta vez de un neurinoma y en parte de un ganglioneuroma. Lo extraordi- nario de esta observación consiste en el hecho de que un tumor 18 CANO: ¿ 4 anos Simpatoblastoma maligno en transición a ganglioneuroma. Neuro- fibrillas intra- y extracelulares. Según Búlbring: Virchows Arch. 268 (1928). EG IN I. N. 1683/29 Ma 261 2 3% años Ganelioneuroma retroperitoneal. Células nerviosas simpáticas madu- ras y simpatoblastos. (Observación propia). Tinción: Bielschowsky-Gros. Dibujo original. Mi 407 I. N. 287/43 Q 8 años Ganglioneuroma simpático retroperitoneal. Numerosas fibras línicas y aisladas células nerviosas. (Observación propia). Tinción: Bielschowsky-Gros. emle- primitivamente maligno recidiva solamente después de 10 años, pero muestra entonces un carácter completamente benigno, es decir, de un ganglioneuroma maduro. Con mucha razón advierte Bufe que lo contrario es indudablemente mucho más frecuente. Es un hecho que el diagnóstico del carácter biológico de un gan- glioneuroma puede ser de vez en cuando muy difícil por encon- trarse muchas veces en distintas partes del tumor acúmulos de simpatogonias, las cuales frecuentemente en la literatura se describen como linfocitos y de las que nunca se sabe si van a desarrollar en un momento dado tendencias al crecimiento malig- no. Por este motivo la comunicación de Oberndorfer tiene un interés especial por haber observado en el borde de un ganglio- neuroma de la suprarrenal notables signos de inmadurez de las células nerviosas con penetración en el tejido suprarrenal vecino. Tales observaciones advierten en todo caso al cuidado, juzgando tumores de esta clase. En general se puede decir que la diferen- ciación tisural del tumor aumenta con la edad del portador y al otro lado con la mayor madurez del tejido disminuye la malig- nidad del neoplasma. Ganglioneuromas malignos han sido des- critos por Miller, Heinrici, Berner, Bufe y otros. Un caso de Testa merece especial atención por su rara localización en el parasimpático, es decir, probablemente originado en el ganglio ciliar y penetrando en la órbita. Desgraciadamente no se hizo una autopsia, pero clínicamente se diagnosticaron metástasis viscerales. Benda menciona un ganglioneuroma benigno del ner- vio vago derecho en el cuello de un individuo joven. Una locali- zación rara de un típico ganglioneuroma benigno en una niña de 3 años observaron los argentinos Jorge y Latienda en la cavi- dad maxilar derecha con penetración hacia la cavidad bucal y órbita. Según los autores no se encontraron células ganglionares primitivas, pero lo que llama especialmente la atención es que se encontraron muchas células capsulares y de Schwann, en gene- ral raras en los simpáticoblastomas. 3. Tumores de los órganos accesorios del sistema nervioso vege- tativo, es decir, de los paraganglios (paragangliomas, pheo- eromoblastomas, pheocromocitomas). Se trata en este grupo de tumores muy raros pero muy inte- resantes y los cuales genéticamente tienen íntima relación con el simpático por tener común la misma célula madre, es decir, la simpatogonia (véase el cuadro N.* 1). Tenemos que tomar en cuenta según la conocida teoría de Kohn que los paraganglios significan órganos accesorios del sistema nervioso vegetativo, especialmente del simpático, teniendo además un origen común. Sabemos hoy en día que a los paraganglios pertenecen solamen- te el glomo carotídeo, el paraganglio supracardíaco, la médula suprarrenal y los pequeños e inconstantes paraganglios disemi- nados a lo largo de la columna vertebral y en los órganos pelvia- _ nos, entre ellos también el más grande, llamado órgano de Zuckerkandl, situado más o menos en la altura de la bifurcación de la aorta. El glomo coccígeo por diferencia, que antes se consi- 19 deraba también como paraganglio, presenta una estructura dis- tinta y pertenece lo mismo como los pequeños corpúsculos situad- dos en la piel de las puntas de los dedos (Glomus cutanés de Masson) a las anastomosis arteriovenosas. Por otro lado sabe- mos ahora también de las investigaciones de Watzka que el glomo carotídeo y el ganglio supracardíaco contienen en general ninguna, o por lo menos, muy pocas células pigmentadas, croma- finas o llamadas pheocromas (Watzka) y que están embriológi- tamente en íntima relación con el parasimpático. Por eso se distingue hoy en día también según Clara entre paraganglios simpáticos (médula suprarrenal, paraganglios paravertebrales, incluso órgano de Zuckerkandl) y parasimpáticos (glomo caro- tídeo y paraganglio supracardíaco). A pesar de que se supone que en los paraganglios simpáticos se produce adrenalina, por lo cual deberían figurar entre las glándulas de secreción interna, por el contrario falta todavía la comprobación exacta de otras. substancias en los paraganglios parasimpáticos. Pero sabemos también de investigaciones fisiológicos y farmacológicas recien- tes (de Castro, Heymanns, Bouckaert y Dautrebande) que el glomo carotídeo, por ejemplo, tiene una función sensitiva, es decir, alteraciones cualitativas en la composición de la sangre se perciben en este órgano. Morfológicamente esta opinión se pudo. comprobar por los trabajos recientes del holandés Meijling y de nuestro discípulo Martínez, los cuales han podido demostrar que las células del glomo corresponden a pequeñas células nerviosas autónomas unidas entre sí en forma sincicial. Con eso se expli- caría además bien una doble función de los paraganglios en sen- tido de un mecanismo endocrino y nervioso. Para la clasificación de los tumores de los paraganglios indicamos nuestro cuadro esquemático que toma como punto de partida el desarrollo genético de los paraganglios (véase cua- dro N.? 1). En la literatura anátomo-patológica encontramos para los tumores correspondientes el término de pheocromoblastoma per- teneciendo a un tipo inmaduro, indiferente y pheocromocitoma que corresponde a un tipo más diferenciado y al final, como sub- grupo especial, los tumores del glomo carotídeo. Consideramos este sistema de Pick como unilateral y poco justificado ya que Alezais y Peyron (1908) en reconocimiento exacto, han propues- to para todos estos tumores la denominación de paragangliomas,. en la cual participó también Herxheimer y otros. Nosotros qui- siéramos declararnos también partidarios por pertenecer el glo- mo carotídeo indudablemente a los paraganglios, pero no contie- ' ne nada o solamente muy poco de pigmento cromafino. Además el contenido en este pigmento en los paragangliomas de la mé- dula suprarrenal y del simpático es, de vez en cuando, muy esca- so y puede faltar por completo. Preferimos por eso de hablar según el grado de diferenciación de paraganglioma pheocromo- blástico (pheocromoblastoma), paraganglioma pheocromocítico* (pheocromocitoma) y paraganglioma simple (tumor del glomó) y tomando en cuenta que todos son verdaderos paragangliomas. 20 Generalidades sobre los paragangliomas.—A pesar de que se trata de tumores muy raros, Gormsen se refiere hasta es año 1928 ya hasta más que 100 casos en toda la literatura mun- dial, de los cuales solamente 80 han sido de las suprarrenales, 16 del simpático, glomo carotídeo y otros paraganglios, especial- mente órgano de Zuckerkandl. El resumen más moderno de Bianchi (1940) contiene ya más que 100 casos de paraganglio- mas de las suprarrenales, mientras que según este autor, Rankin y Welbeck (1931) calculan solamente los tumores del glomo en más de 200. Según Bianchi la localización más frecuente es la suprarrenal derecha y entre 103 casos 38 en la derecha y 21 en la izquierda, 17 casos en ambos lados, 9 sin localización exacta, 9 en el órgano de Zuckerkandl, 5 en la región al lado de la supra- rrenal izquierda, 5 veces en el simpático torácico y 2 en la bifur- cación de la aorta y en el glomo carotídeo en más que 200 casos (Rankin). En cuanto al sexo no existe gran diferencia según Bianchi (55 2 y 46 3). En cuanto a la frecuencia en las distin- tas edades, se nota una marcada diferencia con los tumores del simpático, pues figuran solamente dos niños de 11% y 215 años y además dos de 14 años y uno de 15 y otro de 16 años. En los demás se observaron paragangliomas en cada edad hasta los S0 años, pero la mayor frecuencia está entre 40 y 80 años. La gran mayoría de los paraganeliomas corresponde a tumores maduros y benignos y según Bianchi se han observado hasta ahora solamente 13 malignos. El tamaño fluctúa entre más oO menos el de un huevo de gallina y de una cabeza de niño y en la mayoría existe una marcada cápsula.— Un rol especial ha jugado siempre en la literatura la presencia de un pigmento café dentro de las células neoplásicas, pues de esta manera solamente ha sido posible de atribuirlo al sistema cromafino. Es suficientemente conocido que los pheocromoblastos y pheocromocitos originados en el germen simpático primitivo y que forman después la médu- la suprarrenal, contienen este pigmento cromafino que resalta especialmente según la llamada reacción de Henle con cromo. La misma reacción se consigue también en los demás paragan- glios simpáticos. Si antes se encontró de vez en cuando en las células del glomo carotídeo pigmento cromafino (Kohn y otros), hoy en día se puede tener como comprobado que eso de ninguna manera es la regla y se puede encontrar solamente en algunas aisladas células. Por eso no extraña que la mayoría de los inves- tigadores no ha podido encontrar pigmento cromafino en los tumores del glomo, pero sí en el órgano de Zuckerkandl y de vez en cuando también en ganglios simpáticos, aun en menor canti- dad. En general el pigmento cromafino se mantiene solamente poco tiempo después de la muerte, por lo cual los datos corres- pondientes en la literatura frecuentemente son muy contradic- torios. Es muy sorpresivo que Podloucky aún 24 horas después de la muerte y a pesar de la fijación en formalina, pudo compro- bar pigmento cromafino en un pheocromoblastoma. El mismo autor menciona también que el tumor conservado en formalina se tiñó después de algunos días difusamente de un color café- amarillento hasta café-pardo y también la formalina se tiñó de la misma manera, lo que habían observado ya antes Hedinger, 2 i Nordmann y Schroeder. Mientras que se creía antes que el pig- mento cromafino sea idéntico con adrenalina, se opina hoy día (Kutschera von Aichbergen) que la reacción del cromo está liga- da a un fermento que si es necesario para la formación de adre- nalina, de ninguna manera es idéntico con esta substancia. Además encontraron Ewins, Rosemann, Funk y otros (cit. según Podloucky) que ni la reacción de Henle ni de Vulpian son espe- cíficas para adrenalina, pues también otros derivados de la brenz- catequina dan la misma reacción. Según Podloucky las substan- cias citadas pueden ser el punto de partida para la adrenalina. Por eso no debemos deducir de la reacción positiva del cromo la presencia de adrenalina (Podloucky). Terminante para la pre- sencia de adrenalina es solamente el experimento fisiológico para lo cual tiene mucha importancia el hecho evidenciado por Pod- loucky que la formalina no destruye la adrenalina. Además se consigue con las impregnaciones argénticas granulaciones argen- tófilas, especialmente en las células de la médula suprarrenal que no son influenciadas por el tiempo después de la muerte. Kutschera von Aichbergen pudo producir esta reacción con ni- trato amoniacal in vitro e in vivo, también por la adrenalina mis- ma, pero a nosotros no nos parece seguro todavía si la reacción argéntica se puede relacionar directamente con la adrenalina o una fase precedente, como piensa también White, pues la reduc- ción argéntica se puede conseguir por distintas substancias. Recién Sevki pudo evidenciar con una tinción de Giemsa modifi- cada según Schmorl, las finas granulaciones visibles ya con tin- ciones corrientes dentro de las células medulares de la supra- rrenal y de los tumores correspondientes en forma de gránulos eosinófilos. El autor considera esta reacción como típica y la recomienda para el diaenóstico de los pheocromocitos por ser más segura que la reacción de cromo y aun puede efectuarse si la última no da más resultados. Kahlau ha controlado el método de Sevki y elaborado una pequeña modificación más constante. Según Sevki las eranulaciones no son idénticas con las que dan la reacción de cromo, en todo caso parece que hasta ahora no se sabe todavía nada definitivo sobre las distintas granulaciones de acuerdo con Kahlau, mientras no se comprueba en forma exae- ta la naturaleza química de las correspondientes substancias. Todos los tumores cromafinos, respectivamente los paraganglios, son muy ricos en vasos y tienen por eso una disposición especial para las hemorragias. Según Herde están además libres de lipoi- des, pero lo cual tendría que controlarse todavía más por haber encontrado nuestro discípulo Martínez, por ejemplo, con frecuen- cia lipcides en las células del glomo carotídeo. Resblandecimien- tos y transformación quística se describen por Suzuki, Hedinger,. Herde y Thomas. Hedinger habló por eso, partiendo de su ob- servación de un gran quiste dentro de un tumor suprarrenal, de: struma medular quística suprarrenal. De gran importancia. especialmente para la clínica es el hecho que en un gran número: de casos se observó una hipertensión más o menos intensa, lo que se interpretó en el sentido de una formación aumentada de adrenalina por parte de los tumores. En este sentido tenemos. que mencionar los casos comunicados por los siguientes autores: 22 Helly 1913, Orth 1914, Labbé, Tinel y Doumer 1924, Oppen- heimer y Fischberg 1924, Biebl y Wichels 1925, Schroeder 1927, Oberling y Jung 1927, Mayo 1927, Vaquez, Donzelot y 'Gérau- del 1928, Nordmann y Lebkuechner 1931, Paul 1932, Buechner 1934, Kahlau 1936, Kaulbach 1937. Podloucky constató que de 20 pheocromoblastomas respectivamente pheocromocitomas sola- mente más o menos la mitad provocó fenómenos clínicos, espe- cialmente hipertensión. Como explicación él supone que estos tumores pueden producir adrenalina de menor calidad y que por el otro lado el organismo dispone de un mecanismo de regulación que impide una inundación con adrenalina. En casos elásicos. consisten los típicos síntomas de intoxicación adrenalínica cróni- ca en hipertensión permanente o paroxística (como consecuen- clas se presentan alteraciones ateroescleróticas e hipertrofia cardíaca), taquicardia, hiperglicemia, elicosuria, intensos ataques de dolores, intensa transpiración y temblores. Kalk pudo diag- nosticar por primera vez durante la vida basándose en estos síntomas, un tumor suprarrenal de esta índole, lo que se compro- bó después anatómicamente por Buechner. Interesante es tam- bién el único caso que conocemos, publicado por Riemer (cit. se- gún Lewis y Geschickter) de un paraganglioma cromafino de la suprarrenal combinado con Addison e hipotensión. Lewis y Geschickter mencionan en su trabajo la posibilidad de un Addi- son por existencia de un tumor en una sola suprarrenal. De vez. en cuando se ha observado una combinación de tales tumores con neurofibromatosis como en los casos de Chauffard, Mar- chand, Suzuki, Kawashima, Herxheimer, y recientemente por Brenner, Konzett yNagl, lo que habla en favor de un factor cons- titucional. Muchas veces se menciona en la literatura que al lado de células cromafinas se encuentran también simpatogonias, así que se explican fácilmente las formas transitorias a los simpá- ticoblastomas y el comportamiento biológico tan variable. a) Paraganglioma pheccromoblástico (pheocromoblastoma).. Estos tumores menos diferenciados, inmaduros y por eso malig- nos, muestran un íntimo parentezco con los simpatogoniomas y se han descrito hasta ahora solamente rara vez (según la litera- tura que estaba a nuestro alcance solamente 6 casos). Por ser muy frecuentes transiciones también aquí lo mismo como en los simpáticoblastomas y no ser cosa fácil de hacer siempre una se- -paración, es bien posible que uno u otro de los casos hasta ahora descritos como pheceromocitomas, pertenezca más bien a los pheocromoblastomas. Así cree también Podloucky que el caso comunicado por Buechner como pheocromocitoma, pertenece más bien a los pheocromoblastomas por su comportamiento clínico. Esta dificultad es también el motivo porque algunos autores no quieren hacer mayor diferencia entre pheocromoblastomas y pheocromocitomas, lo mismo como en simpatogoniomas y sim- patoblastomas. En los casos hasta ahora observados se trata preferentemente de adultos y solamente Nordmann y Leb- kuechner mencionan un caso puesto a disposición por Dietrich de un niño con un tumor maligno de la médula suprarrenal, el cual consideran como pheocromoblastoma con metástasis en hí- 23: gado, corazón, pulmones, costillas y cráneo. Pigmento no encon- traron, pero no practicaron reacciones específicas. Bouchet, Barbier y Dechaume, se refieren a un tumor parecido en una .mujer de 56 años cuyas células han sido cromables y además se encontraron especialmente metástasis cerebrales. Otro caso de un paraganglioma maligno de la médula suprarrenal con metás- tasis pleurales se describe por Bonnamour, Doubrow y Montégue. Además merece especial interés el caso de Nordmann y de .Buechner de un pheocromoblastoma de color café y de tamaño de un puño de un adulto, localizado en la cadena simpática en la altura de la 7.* y 8.* costilla de una mujer de 35 años, con des- trucción de los cuerpos vertebrales y compresión de la médula espinal. Además corresponde a estos mismos tumores el caso de Buechner y Kaik de un tumor suprarrenal de ambos lados en una mujer de 46 años con extensas metástasis en hígado, glán- dula tiroídea derecha y ganglios linfáticos del cuello derecho con marcados síntomas clínicos, especialmente hipertensión y el cual según Buechner es un pheocromocitoma maligno, pero que debe- ría figurar como supone también Podloucky, como pheocromo- blastoma. Al final pertenece a este grupo la observación de Pedloucky de un tumor bien encapsulado del tamaño de un huevo de gallina chico y situado inmediatamente por encima de la bifur- cación aórtica, es decir, probablemente originado en el órgano de Zuckerkandl en un hombre de 51 años y el cual, tanto histo- lógicamente como según sus reacciones químicas muestra todas las particularidades de un pheocromoblastoma inmaduro (véase fig. 13), pero no presentó metástasis. Casos indudables de pheo- cromoblastomas malignos originados en el glomo carotídeo no conocemos a pesar de que uno de los seis tumores malignos del glomo que observaron Lewis y Geschickter mostró histológica- mente en parte gran semejanza con los pheocromoblastomas de las glándulas suprarrenales, pero desgraciadamente no se men- ciona una reacción de cromo. Nos parece en principio probable que los mismos tumores pueden presentarse también en el glomo carotídeo. ; - "Estructura histológica de los paragangliomas pheocromio- blásticos.—La descripción más extensa y más exacta debemos a Podloucky y la cual coincide mucho también con otros casos. Según esa se encuentra una cápsula conjuntival, la cual pasa en forma de un fino estroma, rico en capilares a través del tumor. Las células neoplásicas mismas no muestran en estos casos inma- duros ninguna disposición alveolar muy marcada, son de tamaño variable, pero en general grandes, irregulares y poliédricas, pre- sentando el protoplasma de vez en cuando una prolongación como cola y muestra una estructura finamente granulosa o espu- mosa y un color amarillento-café que se tiñe en general ligera- mente basófilo (véase fig. 13). Muchas veces las células están tan adosadas que no existe un límite neto. Los núcleos tienen fre- cuentemente una disposición excéntrica, son notablemente gran- des, redondos o en forma de riñones, en general pálidos, pobres en cromatina y muestran una marcada membrana nuclear y mu- chas veces dos nucléolos. Con frecuencia se reunen varios hasta 24 FIG. N:213. Paraganglioma pheocromoblástico (Pheocromoblastoma) del para- ganglio de Zuckerkandl. . Según Podloucky: Virchows Arch. 306 (1940). z ¿ 40 años Paraganglioma pheocromocítico (Pheocromocitoma) de la glándula suprarrenal. Según Lewis y Geschickter: Surg. 28 (1934). ocho núcleos y forman células gigantes. Se encuentran en forma alternante territorios con células grandes o pequeñas. Ya en la preparación no teñida, todas las células muestran una tinción amarillenta más o menos intensa, difusa. La tinción de los lipoi- des queda en general negativa. Por su gran riqueza caracterís- tica en vasos se encuentran también con frecuencia hemorragias. Con el fijador de Mueller se consigue un tono café-obscuro del protoplasma celular (reacción de Henle), mientras que con la reacción de Vulpian se consigue una débil tinción verdosa, pero ambas no son específicas para la adrenalina. b) Paraganglioma pheocromotzítico (pheocromocitoma).— Estos tumores ya pueden mostrar una diferenciación más alta y se derivan de los pheocromocitos. También en éstos se ve una localización muy variable según la distribución del tejido para- ganglionar. Hedinger observó en una mujer de 37 años en la suprarrenal izquierda un tumor bien encapsulado de 10 ems. de diámetro con una gran formación quística llamándolo struma medular quística suprarrenal que presentó microscópicamente la típica estructura de la médula suprarrenal y dió también la reac- ción de cromo. Stange describió en un hombre de 32 años un tu- mor delimitado del tamaño de una manzana, localizado en el órgano de Zuckerkandl y que Podloucky considera como pheo- eromoblastoma por coincidir ampliamente con su propio caso. Miller, en cambio, encontró en una mujer de 33 años un para- .ganglioma bien delimitado del tamaño de dos castañas y que correspondió a un pheocromocitoma maduro de color café-rojizo en la cadena simpático torácica. Como otro seguro caso de un paraganglioma maduro, hay que mencionar el de Nordmann y Lebkuechner en el cual se trató de un tumor del órgano de Zu- ckerkandl del tamaño de un riñón en un hombre de 53 años. Al final pertenece a este mismo grupo también el caso de Popken de un tumor de la suprarrenal derecha y del tamaño de una cere- zar en una mujer de 22 años y el cual dió también una reacción positiva de cromo. Estructura histológica de los paragangliomas pheocromo- cíticos.—En general muestran estos tumores, como se deduce de la clásica descripción de Hedinger y después también de Miller, Nordmann y Lebkuechner, Kahlau Kaulbach y otros, una cápsula conjuntival y en el interior una estructura alveolar. Estos alvéo- los o cordones de células neoplásicas, muchas veces están sepa- radas en forma muy incompleta por septos conjuntivales angos- tos o solamente por capilares finos. Las células neoplásicas mismas son, en general, de tamaño mediano, poliédricas y mues- tran un protoplasma finamente granuloso y su tamaño varía mucho entre 30-40u. Muchas veces los límites celulares son poco nítidos. En general estas células semejan por completo a las células cromafinas de la médula suprarrenal. Con menos fre- cuencia se encuentran también células fusiformes. Los núcleos son redondos u ovalados y muestran una marcada estructura cro- matínica, de vez en cuando se encuentran también células gran- des con núcleos extremadamente grandes, ricos en cromatina y 25 conteniendo muchas veces varios núcleos hasta 10 (células gigan- tes) (véase fig. 14). En general presentan estas células después del tratamiento con cromo una marcada granulación de color amarillento café y además se encuentran en el intersticio peque- ñas formaciones interpretadas como gotas de secreción aún den- tro de los vasos. De vez en cuando se describe también de algu- nos autores la presencia de gotitas lipoídicas dentro de las células neoplásicas, pero este fenómeno no parece de ninguna manera. constante. Además se describen muchas veces también hemo- rragias relacionadas con la muy marcada vascularización, y con- dicionado por eso de vez en cuando pigmento de hemosiderina. Nosotros pudimos estudiar un interesante caso facilitado gentil- mente por el Dr. Rojas en Chillán. Se trató de un tumor bien delimitado y encapsulado del tamaño de un limón chico que se encontró como hallazgo casual en la región de la suprarrenal izquierda en un hombre de 27 años, sin haber producido síntomas clínicos. Al corte presentó un color rojo obscuro pero a pesar de usar varios métodos para evidenciar cromafina, no se ha obte- nido un resultado positivo. Microscópicamente se encontraron cordones y alvéolos de grandes células protoplasmáticas poligo- nales o redondeadas con cierta semejanza con simpatoblastos y con núcleos grandes vesiculares conteniendo un nucléolo (véase fig. 15). Todas las tinciones con nitrato de plata y también se- gún Nissl quedaron negativas. Los islotes de las células neoplá- sicas quedaron rodeadas por numerosos capilares congestionados. y también se encontraron hemorragias. Este tumor tiene que considerarse como un paraganglioma de la médula suprarrenal, dejando abierto si se tratara de un paraganglioma simple o pheo- eromocítico, a pesar de las reacciones negativas. También había- mos pensado en una forma de transición «a los simpáticoblasto- mas. No rara vez se notan también nidos de simpatogonias, lo que se explica por el íntimo parentezco con el simpático y a la vez se comprende de esta manera porque una parte de estos tumores se transforma en malignos. Posiblemente pertenece a este grupo también el caso de Kahlau de un pheocromocitoma maligno de la suprarrenal izquierda en una mujer de 40 años con trombosis neoplásica de la vena suprarrenal izquierda y de: la vena cava inferior y metástasis en ambos lóbulos pulmonares inferiores. Una parte de los llamados pheocromocitomas malig- nos debería, sin embargo, corresponder con seguridad a la forma. inmadura, es decir, a los pheocromoblastos. Estamos convenci- dos que en muchos casos el diagnóstico histológico de diferencia- ción entre pheocromoblastomas y pheocromocitomas va a ser imposible, por lo cual muchos autores desisten de hacer diferen- cia. Lo mismo el comportamiento biológico interpretado según el grado de diferenciación del tumor resulta sumamente compli- cado y hasta imposible por los mismos motivos a los cuales hemos: aludido ya en los simpáticoblastomas. Existen además formas de combinación con los simpáticoblastomas que pueden llegar hasta mayores grados de maduración y que se han denominado ganglio-pheocromocitomas (Hegglin, Nabholz y Fischer). Si nos. fijamos en: casos como el descrito por Miller de un paraganglioma pheocromocítico en la cadena simpática torácica de una mujer de 26 eN 39 años, llama inmediatamente la atención la gran semejanza con los paragangliomas de la suprarrenal, del órgano de Zucker- kandl, del glomo carotídeo, etc. Consentimos, por eso, con Hedinger que es de la opinión de que todos estos tumores a pesar de pequeñas variaciones histológicas y especialmente falta de pigmento cromafino, pertenecen al mismo grugo como lo designó antes con mucha razón Alezais y Peyron con la denominación de paragangliomas. c) Paraganglioma simple (tumores del glomo, etc.).—El he- cho que los tumores originados en el glomo carotídeo se conside- ran en general como un grupo especial, se explica porque no dan en general la reacción de cromo y además por estar de vez en cuando tan altamente diferenciados que semejan completamente a la estructura del glomo carotídeo y por lo cual se han denomi- nado también bocios del glomo carotídeo (Dietrich y Sieg- mund). Aunque en muchos casos, quien sabe en la mayoría, la estructura de los tumores del glomo carotídeo prácticamente no difiere de la del glomo normal, no existe con eso un derecho de hablar principalmente de un grupo especial y tanto menos cuan- to que mientras tanto se han publicado varios casos en los cuales: la estructura mostró diferencias con la normal. De importancia fundamental nos parece el hecho de que como parece fuera de los pocos casos de Moenckeberg, Kaufmann, Beitzke y Lizini, mencionados por Dietrich y Siegmund, no se han comunicado otros en los cuales las células neoplásicas contenían pigmento cromafino. Eso está en principio de acuerdo con la opinión actual que el glomo carotídeo no posee relaciones exclusivas con el sim- pático, sino también con el parasimpático. Por el otro lado mos- traron varias observaciones de tumores del glomo que existe una marcada coincidencia en la estructura con otros paraganglios y al final toda clase de transiciones a las células madres del simpá- tico, respectivamente cuyos tumores. De acuerdo con Hedinger,. Herxheimer y otros los tumores del glomo hay que atribuirlos a los paragangliomas. Por pertenecer la mayor parte de los hasta ahora observados al tipo más diferenciado, mientras que las for- mas menos maduras mostraron transiciones a los simpático- blastomas, tenemos que agrupar los tumores del glemo entre los paragansgliomas. Agregando el atributo simple, podemos expresar que no se trata de tumores ecromafinos. Si observacio- nes posteriores evidenciarían también verdaderos tumores cro- mafinos del glomo, tendrían que figurar entre los pheocromo- blastomas o pheocromocitomas. Por haberse descrito según el resumen de Rankin y Welbek hasta el año 1931 ya más que 200 tumores del glomo en la literatura mundial no podemos entrar: en la casuística. El tamaño de estos tumores varía mucho y se han observado tales hasta el tamaño de más de un puño. Las mo- lestias clínicas son condicionadas en primer lugar por la compre- sión de órganos vecinos como, por ejemplo, fenómenos de angus- tia y disnea y también el sindroma de Horner por compresión del simpático y algunos describen también pulsación y golpeo. Como parece existe cierta predilección para el lado izquierdo. Da la im- presión que en la edad infantil estos tumores no se presentan o 27 solamente rara vez pero en el adulto no existe ninguna predi- lección para cierta edad. La gran mayoría de los tumores del glomo es benigna y en cuanto a los malignos vamos a insistir en algunos detalles. : Estructura histológica de los paragangliomas simples.—Por las numerosas contradicciones sobre la estructura normal del glo- mo carotídeo existen actualmente para la patología las mismas di- ficultades principales. Como parece la mayoría de los autores opi- na que los alvéolos parenquimatosos separados por finos trayec- tos de tejido conjuntivo vascular, se componen de células epite- loídeas, muy ricas en protoplasma y sinciciales, conteniendo grandes núcleos redondos y entre las cuales se encuentran finísi- mos capilares. La mayoría de los autores niega que las células parenquimatosas tienen formas estrelladas por considerarlas como artificiales, es decir, producidas por retracción. Por eso se insiste siempre de nuevo que el glomo tendría que investigarse en estado muy fresco y con fijadores especiales como por ejem- plo de Zenker, Mueller y otros. Trabajos nuevos de White, Grosses y especialmente Meijling y de nuestro Instituto de Martínez han mostrado tanto en material humano como de animales recién sacrificados, que el tejido del glomo no es tan sensible como se ha creído. Según los trabajos citados consta que aun fijadores como la formalina dan cuadros absolutamente intachables y especialmente en los cortes de congelación. De mucha impor- tancia es el resultado que las células del glomo son sincicios de grandes células protoplasmáticas con formas estrelladas. Esta forma celular no puede ser por eso la consecuencia de retraccio- nes, pues se consigue de la misma manera en material muy fres- co de animales (Meijling). Alteraciones autolíticas no debemos temer en general según nuestras observaciones, por lo menos no en las primeras horas después de la muerte bajo condiciones más o menos regulares. En cuanto a las dos formas distintas de núcleos mencionadas por todos los autores, es decir, los pequeños obscuros como picnóticos y los grandes pobres en cromatina, se pudo comprobar el resultado de White en oposición a la mayoría de los autores que los núcleos obseuros no tienen nada que ver con procesos postmortales. Nuestro discípulo Martínez observó por sorpresa que en tinciones argénticas, según Bielschowsky- Gros se presentaron solamente núcleos claros, mientras que las mismas preparaciones teñidas con otros métodos mostraron tam- bién núcleos obscuros. Sería muy posible que este fenómeno de los núcleos claros y obscuros que se ha observado también en otros órganos sea la consecuencia de factores mecánicos, como por ejemplo, presión y tensión del tejido (Levi, Scharrer). Si ahora observamos la estructura de los tumores del glomo, vemos en muchos casos una típica disposición en alvéolos forma- dos por trayectos conjuntivales con vasos. Los alvéolos mismos se componen de grandes células poligonales y epiteloídeas, muy ricas en protoplasma y entre las cuales se notan en parte nume- rosos finísimos capilares (véase fig. 16). Sus núcleos son gran- des, pero muy ricos en cromatina, pálidos y redondos, en parte chicos, como picnóticos y entonces más obscuros y algo más 28 Mi 328 IT. N. 167/41 3 35 anos Paraganglioma simple de la suprarrenal izquierda. Islotes de células paraganglionares, entre ellos capilares sanguíneos. (Observación propia). Aumento: 160 x. VE A YG ES FAA 53 CO a Pes a EN E de . > .. e p z =Y o > E E + GENES Ena o O A o ES apo To » alo aves ES '. ses Ñ AÑ UTE - p A E A E IS Moa FIG. N.* 16. Paraganglioma simple del glomo carotídeo. Según Lewis y Geschickter: Surg. 28 (1934). — DA ae.. ¿ 32 años Paraganglioma simple del glomo carotídeo. Núeleos claros y obscuros. Según White: Beitr. Pathol. 9€ (1935/36). Metástasis de un cáncer del estómago en los vasos linfáticos del plexo celíaco. Prep.: Prof. Dr. F. Wohlwill, Lisboa. De: E. Herzog: Histopatología del sistema nervioso vegetativo. En L. R. Miller: Sistema nervioso vegetativo. Edit. Labor. Barcelona 19837. grandes que linfocitos (véase fig. 17). Muchas veces estas célu- las están tan adosadas que no se ven pequeños espacios y múu- chas veces tampoco capilares. Mientras que en otros casos se observan entre ellos pequeños espacios y se encuentran toda clase de cuadros transitorios hasta tales que semejan amplia- mente a la médula suprarrenal. De vez en cuando se observan también formaciones de células gigantes. De esta manera exis- ten en general marcadas semejanzas con los demás paraganglios y de vez en cuando también con la médula suprarrenal, lo que es bien comprensible desde el punto de vista histogenético. Tumo- res del glomo inmaduros, malignos se han observado hasta ahora solamente muy pocos como los seis casos de Lewis y Geschickter observados exclusivamente en adultos con crecimiento infiltrati- vo en los órganos vecinos y formación parcial de metástasis. egún estos autores estos tumores semejan ampliamente a los blastomas inmaduros de la médula suprarrenal con la única excepción que no contienen pigmento cromafino. Además ellos insisten también en la relación con los simpáticoblastomas inma- duros y citan un caso de un tumor maligno del glomo de Sullivar y Frazer que correspondió a un simpáticoblastoma maligno. Ellos mismos observaron en una mujer de 37 años un tumor be- nigno del glomo en el cual se encontraron también islotes de sim- patogonias. Bevan y Mac Carthy que disponen de un gran mate- rial de tumores del glomo creen de poder hablar en algunos casos de malignidad pero no están muy convencidos de formaciones de metástasis (White). Muy interesante es una observación de Cragg de una aparición simultánea de tumores benignos del glo- mo carotídeo y del órgano de Zuckerkandl presentando la misma estructura. Chase comunica un caso de un tumor del glomo en ambos lados, apareciendo dos veces en la misma familia. Ultima- mente describieron Goodof y Lischer en un negro de 47 años un gran tumor típico del glomo de un diámetro de 10 cm. con compresión de las arterias y que se había desarrollado dentro de cinco años. Además se encontró en el mismo individuo un pequeño nodulito de 15 mm. en el páncreas que presentó microscópicamente la misma estructura. Según to- dos los detalles no es probable que se trate de una metástasis sino dos tumores de la misma estructura en distintos órganos. Ultimamente Bloom describe tumores parecidos espontáneos en la base del corazón de perros, probablemente originados del para- ganglio supracardíaco y no conteniendo en ninguna parte pig- mento cromafino. En cuanto a los llamados carcinoides del intestino, especial- mente del apéndice no podemos considerarlos todavía como para- gangliomas, a pesar de que Masson los llama argentaffin cell tumors, pues el carácter argentófilo de sus células no comprueba su identidad con células paraganglionares. Según todas las actuales observaciones no existe alguna du- da que los tumores del glomo carotídeo, fuera de algunas peque- ñas diferencias que pueden presentarse de vez en cuando, debe- rían pertenecer al mismo grupo como los de los otros paraganglios y también de la suprarrenal ya solamente por el hecho de las íntimas relaciones genéticas. Futuras observaciones dejan espe- 29 rar todavía revelaciones muy importantes. La dificultad de la interpretación existe en primer lugar en las formas de transición y especialmente en las relaciones con las células madres del simpático. B) Tumores metastáticos en el sistema vegetativo periférico. Llama la atención que en los numerosos casos de metástasis de tumores malignos por lo menos en la vecindad de ganglios simpáticos o parasimpáticos, se han descrito tan rara vez las metástasis dentro de los ganglios y nervios vegetativos. No ca- be ni la mínima duda que eso es mucho más frecuente que se piensa por lo menos en la periferia. Nosotros observamos me- tástasis de carcinomas dentro del plexo pelviano, en la pared vesical, en el tejido paraaórtico, etc. Lo más interesante son metástasis en los ganglios vegetativos grandes, como en el gan- glio cervical superior y celíaco. Así nosotros pudimos observar la metástasis de un carcinoma del esófago en el ganglio cervical superior, produciéndose marcados fenómenos degenerativos en las células y fibras nerviosas (Herzog). Wohiwill ha descrito un caso de un carcinoma pancreático con metástasis en el plexo ce- líaco (véase fig. 18) y también Bianchi. En estos casos se pue- den observar muy bien los vasos linfáticos del ganglio lleno con trombos neoplásicos (véase fig. 18). Podría ser de cierta impor- tancia de estudiar más tales casos por los posibles fenómenos elínicos de deficiencia por parte del sistema vegetativo afectado, lo que podría dar mucha luz en cuanto a las funciones tan com- plejas del sistema nervioso vegetativo. BIBLIOGRAFIA A. TUMORES PRIMARIOS Monografías generales y trabajos resumidos: Antonif.—Ueber Rueckenmarkstumoren u. Neurofibrome. J. F. Bergmann, Múnchen u. Wiesbaden, 1920. Bielschowsky, M.—Neuroblastic tumors of the sympathetic nervous system. En W. Penfield: Cytology and cellular pathology of the nervous system. 3, 1085, Sekt. 24. Paul H. Hoeber, New York, 1932. Dietrich, A. u. Siezmund, H.—Die Nebenniere und das chromaffine System. En Henke-Lubarsch: Handb. d. spez. pathol. Anat. u. Histol. VIII, 951-1089, Jul. Springer, Berlin, 1926. Gagel, O.—Tumoren der peripheren Nerven. En Bumke-Foerster: Handb. d. 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En la revisión de la literatura perti- nente, excluídas aleunas citas aisladas de cirujanos sobre la mayor abundancia de venas en tal o cual ganglio, sólo existe una descripción de Ranvier (1), concerniente a las venas intragan- glionares del simpático de los mamíferos. El autor hace una exposición detallada sobre la red. venosa intraganglionar y ade- más hace notar el contraste entre la pobreza de vasos en el tron- co mismo del simpático y la riqueza de la vascularización en los ganglios. Esta afirmación, cuya exactitud es fácil de comprobar mediante una repleción venosa, aparece también indirectamente apoyada por lo encontrado en sus trabajos sobre las arterias del simpático humano por Delamare y Tanasesco (2) y por O. Ma- chado de Souza (3). Este trabajo es una ampliación de una comunicación presen- tada al Congreso de Morfología de Santiago de Chile en 1942, y tiene por objeto exponer el resultado de un buen número de nue- vas observaciones. El material investigado está constituído por cuatro adultos, dos de cada sexo, varias piezas separadas provenientes de adul- tos y cinco fetos a término. Para las exploraciones macroscópicas hemos recurrido a la repleción del sistema venoso con gelatina a concentraciones del quince al veinte por ciento, coloreada con azul de Berlín o con tinta china. Cuidados especiales son necesarios para obtener una buena impregnación de la red intraganglionar, pues las venas de la cápsula sólo se dejan rebalsar cuando se extreman las pre- :Cauciones. : 37 Estos preparados, previa fijación en formalina al 10%, fue- ron disecados para las constataciones macroscópicas, aprovechan- do de paso para extraer los segmentos mejor inyectados, con el objeto de transperentarlos y observar las venas intraganglionares.. VENAS EXTRAGANGLIONARES Venas del simpático cervical. (Véase fig. 1). El ganglio cervical superior está bien vascularizado y pre- senta sus venas repartidas en un grupo ascendente y otro des- cendente. Las ascendentes son más gruesas y numerosas; abas- tecen los tres cuartos superiores de la masa ganglionar y se anastomosan frecuentemente con las del ganglio nodoso del vago. Se resumen en tres o cuatro venillas flexuosas que desembocan en las venas faríngeas o directamente en la yugular interna. Las descendentes proceden del extremo inferior del ganglio. Están representadas por dos o tres venillas muy tenues; se echan sobre finos colectores que descienden adosados a los bordes del tronco del simpático, del cual reciben algunas venillas. Terminan echándose en las venas prevertebrales o en la tiroídea inferior. El ganglio cervical medio tiene una vascularización propor- cionada a su tamaño. De él se desprenden una o dos venillas que terminan en la tiroídea inferior o en las prevertebrales. Como es. sabido, este ganglio puede faltar y en estos casos naturalmente,. tampoco existe la vascularización ganglionar. El segmento subyacente del cordón simpático, puede estar: vascularizado a expensas de las redes intraganglionares vecinas. y carecer de colectores superficiales; pero a veces presenta tam- bién finos colectores propios que son tributarios de la tiroídea inferior o de las prevertebrales. El ganglio cervical inferior constituye ordinariamente, en conjunto con el primero torácico, el mixto designado ganglio estelar. Este es bien vascularizado y da origen a numerosas venillas colectoras, a las cuales, para mayor claridad en la des- cripción, conviene dividir en ascendentes y descendentes. Las primeras son las más numerosas y, excluído un peque- ño grupo que va a las prevertebrales, se echan casi todas en la yugular posterior. Esta vena, en unión con la vertebral y la tiroí-- dea inferior, forma una especie de toldo venoso adosado a la. cara superior de la masa ganglionar. Las venas descendentes forman dos grupos: Uno externo,. que es tributario de la intercostal superior, y otro póstero-interno,. que se echa en una vena anastomótica. Esta nace de la inter- costal superior y cruza de fuera adentro la cara posterior del ganglio, para ir a desembocar en una vena del sistema de las. ácigos. 38 FIGURA 1. Representación esquemática de las venas del simpático cervical. 1, ganglio cervical superior.—2, sus venas ascendentes.—3, sus venas descendentes.—4, ganglio nodoso del vago.—5, ganglio cervical medio.— 6, ganglio estelar.—7, sus venas ascendentes.—8, sus venas descenden- tes.—9, vena yugular posterior y vena vertebral. “or Sue3 un op ayuesopiod usa “Y —"SBUI9 UL SBUDA (G——SO[BySO9OQUI SEL 9IJUY ODIJOUOISTUE 0918 DP uo] U9 SBUIo]xo SRUDA “y —'SOD19B.109 SOI[SUB3 SO] IP SOJOLIOISOA SBUIA “E—SOBIOBTUOY BUDA “G—SO[RISODI9FUL SBUOA *T :09198.10) OD1yedurs [ep SBUYA Se] 3p eunbsq Z VUnSIA ; S NN) y y] Venas del simpático torácico. (Véase fig. 2). Se originan especialmente en las masas ganglionares; pero existe también un pequeño número de venillas que escapa direc- tamente del cordón. Son ordinariamente afluentes de las inter- costales y de las ácigos. Como tienen una disposición algo intrin- cada y para mayor facilidad en la exposición, conviene dividirlas en posteriores, externas e internas. Las venas posteriores son las más importantes por su nú- mero y constancia. Están representadas por una o más venillas que nacen de la cara posterior de cada ganglio y terminan en la vena intercostal que cruza inmediatamente por detrás. - Las venas externas se disponen en forma de una venilla anastomótica de las intercostales que se adosa al borde externo del cordón simpático y recibe tenues ramos provenientes a la vez de los ganglios y de la pleura vecina. Esta venilla es bien des- arrollada en el tercio superior y tercio medio del tórax; en cam- bio, en el interior es frecuente que no sea anastomótica, por faltarle su enlace a la vena intercostal suprayacente y, ocasio- nalmente, puede también faltar en toda su extensión. Las venas internas están constituídas por uno o dos colec- tores frente al espacio correspondiente a cada cuerpo vertebral. Sus ramas de origen están representadas por un pincel de veni- llas provenientes de la cara anterior de un ganglio y por la termi- nación de arcos anastomóticos venosos que siguen el borde inter- no de la cadena simpática; tales arcos suelen faltar en la mitad: inferior del tórax. Así constituídos, estos colectores internos se dirigen hacia adelante y adentro, acompañando a las arterias intercostales o a los nervios simpáticos; reciben de paso algunos. ramos provenientes de la pleura y de los cuerpos vertebrales y terminan echándose ya sea en las ácigos o en las intercostales. Por último, existe también un cierto número de venillas que nacen de la pleura por dentro del simpático y se dirigen hacia afuera, cruzando o atravesando a un ganglio del cual reciben: ramas. Van a terminar en la vena intercostal o en las venas externas ya descritas. Son más frecuentes en las parte media del tórax. El simpático torácico es mejor vascularizado en su mitad superior. Venas del simpático lumbar. (Véase fig. 3). Este segmento de la cadena es pobremente vascularizado y sus colectores son tributarios de las venas lumbares y de la. cava inferior. En sus detalles, estas venas guardan una disposición gene- ral muy parecida a la que existe en la parte inferior del tórax, con la diferencia de que esta es la región más pobre en vasos de todo este sistema. Frente a los ganglios se distinguen finas ramas aisladas que sólo en raras oportunidades se anastomosan 39 a las vecinas a lo largo del cordón. Las hay internas, que des- embocan de preferencia en la cava inferior, y externas, que se echan en las venas lumbares. Venas del simpático sacro. (Véase fig. 4). Esta región está mejor vascularizada que la precedente. Sus colectores son tributarios de las sacras medias y sacras late- rales, o más propiamente, de venas anastomóticas tendidas transversalmente entre ellas. Estas venas transversales cruzan la cadena simpática, pasando por delante de ella o a través de hojales formados por los segmentos interganglionares desdobla- dos. Reciben como afluentes, algunas ramitas provenientes direc- tamente de los ganglios vecinos y venillas marginales, que se adosan a los bordes del cordón simpático. Las venas del primer ganglio sacro son tributarias constan- tes del tronco de la sacra media, e inconstantes, de la sacra late- ral y de la ilíaca primitiva. El pequeño ganglio mediano descrito por Walther en la termi- nación de ambas cadenas simpáticas, cuando existe, envía sus venas hacia colectores medianos que continúan a las venas sa- ceras medias, pero se dirigen caudalmente, hacia las venas hemo- rroidales inferiores. Llama la atención en la disposición general de las venas del simpático sacro, el hecho de que a nivel del primer ganglio sean las sacras medias los colectores principales, mientras que para los últimos, este papel lo desempeñan las sacras laterales. Venas de las ramas del simpático. Como todos los trayectos nerviosos, estos son también pobre- mente vascularizados y sus venas dependen generalmente de las redes intraganglionares vecinas. Sólo los nervios más gruesos y largos están normalmente seguidos por venillas marginales propias. Así los esplácnicos, cuyas venas son tributarias prime- ro de las de la cadena simpática, luego de las ácigos y por último, de las venas diafragmáticas, bajo cuya dependencia queda ade- más el ganglio de Lobstein. Venas de los ganglios del plexo solar. (Véase fig. 5). Mientras los demás plexos previscerales sólo poseen peque- ñas venas que en su mayor parte dependen de los vasa-vasorum, el plexo solar posee venas propias y relativamente volumincsas que están de acuerdo con el gran desarrollo de sus ganglios. Cada masa solar está servida por dos venas principales que reco- rren sus caras anterior y posterior. Las veremos separadamente. 40 “SBUISIXO SBUDA “p—'SBUIOJUL SRUDA “£—"IOLIOFUL BAR) BUDA ¿—"SOABQUIN| SRUDA “] “18QUIN" O9Hjedulrs (9p SRUIA Se] 3p eunbsq "€ VAQADIA FIGURA 4. Esquema de las venas del simpático sacro. 1,1”, venas ilíacas primitivas.—2, vena hipogástrica.—3, vena sacra lateral.—4, vena sacra media.—5, vena que continúa a la sacra media co- vriendo en dirección caudal.—6, venas anastomóticas entre las sacras me- dias y las sacras Jaterales y de las cuales nacen las venas del simpático. "1OLI9ISOA Bp.ISINDZI IB[OS BUDA “Y —“OLIOJUB BPI9IMDZI AROS B| UBULIO] OND SBUDA op odn.3 “q—Jor.1o3sod eyoolop eos Buona “y —oxo]d op JOLI9FUI 991ed ep us u9un as anb seusa sop Jod epinyi]suoo 959 Osea 9359 UN onb “1O[19qUB BY9OLop IB]OS BUDA B| “g—'BpA9MPZI AROS PSB -euolop lejos eseu “T “81quos ap veour[ eun owuo» ddelede 1Buol|3ue.s =0.199.1 OPILIODO1 OAND “SO.IOLIO]SOd SBUIA SP] JO[9 IB.IJSOWOP Y SOJUOIPUO) SOUOLDRILIPOW SYIo31] 09do2xa ¿Sso[[e99p sns sopoy Ue opeedoid un 9p 9PUDUIRIIAIP RPRuWoy OpIS Y “dejos oxa¡d un op seuoA “eormeuonbsomuos 'S VUNDIA La vena solar anterior del lado derecho se origina en la por- ción interna del ganglio semilunar de ese lado, luego descien- de por delante de él, entrelazándose a los nervios capsulares y termina desembocando en la vena renal derecha o en la cava inferior. Durante este trayecto, recibe numerosas venillas pro- venientes de la cara anterior de los ganglios del plexo. La vena solar posterior derecha, nace sepenteando entre los nervios mesentéricos y celíacos en el borde interno del plexo; sigue durante un corto trecho un trayecto ascendente y encor- vándose después hacia afuera y abajo, cruza la cara posterior del ganglio semilunar, en dirección al punto de llegada del nervio esplácnico mayor. Aquí se le juntan las venas de este nervio, más algunas diafrafmáticas y adiposas del riñón y así engrosa- da termina en la renal derecha. Recibe las venas de la cara pos- terior y de los bordes interno y superior de la masa solar. Ambas venas solares derechas pueden estar fusionadas a su terminación en la renal. La vena solar anterior izquierda, está representada por un grupo de cuatro o cinco venillas que desembocan en el tronco venoso suprarreno-diafragmático que desciende a lo largo de la cara anterior del plexo. Por último, la vena solar posterior izquierda, está también representada por un grupo de venas que nacen en la cara poste- rior del ganglio semilunar de ese lado, y confluyen hacia el pun- to de llegada del nervio esplácnico mayor. Aquí se unen a un grupo formado por las venas de este nervio, más algunas venitas diafragmáticas y otras de la cápsula adiposa del riñón. El tron- quito venoso resultante se echa en la más alta de las ramas de origen de la vena renal izquierda. VENAS INTRAGANGLIONARES El resultado de nuestras observaciones ha sido tan sorpren- dente que, para facilitar comparaciones, es conveniente repro- ducir aquí la opinión de Ranvier, único trabajo publicado sobre este importante tema. Dice este autor: “Los vasos sanguíneos de los ganglios simpáticos de los mamíferos, muestran una disposición muy interesante que pue- «de observarse fácilmente. Para verla, basta sacar de un conejo “cuyo sistema vascular se ha inyectado completamente, un trozo de la cadena simpática torácica o lumbar, conteniendo algunos pequeños ganglios; tratarlo con alechol corriente, después con alcohol absoluto y aclararlo con aceite de claveles e incluírlo en bálsamo de Canadá. Mientras que el sistema vascular del tronco «del simpático, no se distingue de los trayectos nerviosos corrien- tes, el de los ganglios es especialmente notable por el desarrollo «del sistema venoso. Las arterias son pequeñas, se dividen repe- tidas veces y se pierden en una red capilar cuyas mallas son bastante anchas e incluyen siempre varias células ganglionares. Las venas no son solamente muy anchas sino también serpen- teadas y varicosas, y terminan muchas veces en forma de sacos 41 ciegos en los cuales desembocan generalmente algunos capilares. Otros ramos vasculares parecidos desembocan en otras partes en el plexo venoso. La terminación de venas en forma de sacos ciegos es un comportamiento que se conoce también en otras partes; por ejemplo, en los vasos del epiplón mayor del conejo. y en los vasos de la piel y de las papilas gustativas. El notable desarrollo del aparato venoso de los ganglios simpáticos, recuer- da la estructura bien estudiada de los senos de la duramadre y del plexo venoso en el canal raquídeo. Parece que estos senos y plexos favorecen el rápido y fácil transporte de la sangre usada. para las funciones cerebro-espinales. En estos órganos destina- dos para procesos muy activos y finos, no es solamente de impor- tancia que afluya sangre fresca, sino que se elimine también a la vez la sangre transformada por el metabolismo. Así las venas. de los ganglios simpáticos deberían ser análogas, aunque en dimensiones más pequeñas, a los senos de la duramadre y por eso las denomino senos venosos de los ganglios simpáticos. El desarrollo que tiene este aparato especial en sus venas, conduce a la suposición de que los ganglios tengan funciones muy activas”.. Esta descripción está acompañada por el esquema adjunto. (Véase fig. 6). En nuestros mejores preparados, los ganglios simpáticos se: han dejado replecionar con dificultad por masas de gelatina muy flúidas (15%), inyectadas a una presión mantenida durante cerca de una hora. Hemos logrado así algunas repleciones acep- tables de toda la red venosa intraganglionar. La transparenta- ción de dichos preparados según la técnica de Spalteholz, nos ha permitido imágenes muy claras y apropiadas para nuestro objeto. Al abordar su descripción, es conveniente diferenciar las. venas superficiales o capsulares de las profundas o intragan- glionares. Las primeras constituyen el tránsito obligado de toda la sangre venosa del ganglio simpático. Están representadas por varios colectores que hacen un recorrido sinuoso entre las lámi- nas de la cápsula, paralelamente a la superficie, antes de salir al exterior. Estos se forman por la reunión de tres o cuatro venillas, cuyo conjunto repite la forma de un pincel y es compa- rable a las llamadas estrellas venosas de Verheyen del riñón. Se originan a su vez por un fino colector que sale a la superficie del ganglio y engruesa recibiendo otros iguales durante su tra- yecto. Estas venas se anastomosan escasamente, y son además regularmente calibradas y sin varicosidades. Tienen el aspecto: de las venas comunes. Se las puede examinar fácilmente con ayuda de una lupa en los preparados sin transparentar. Talvez a causa de su recorrido tortuoso entre las láminas de la cápsula y por la formación de acomodamientos, sean estas venas tan difí- les de rebalsar, que constituyen el principal escollo para la repleción venosa intraganglionar. Las venas profundas de los ganglios simpáticos presentan detalles que hacen necesario el empleo de buenos aumentos de: lupa para su examen. Los colectores venosos y sus ramificacio- nes se anastomosan aquí en todos los puntos de la preparación. 42 FIGURA 6. Copia de un esquema de Ranvier destinado a demostrar los senos veno- sos de los ganglios simpáticos de los mamíferos. FIGURA 7. Fotografía de una preparación aclarada según el procedimiento de Spalteholz. Se trata de una zona de una masa solar presentando un ganglio en el centro que resalta por su rica vascularización. En este mismo preparado existen otras zonas de ganglios que son imposibles de fotografiar porque no dejan pasar sino muy escasa luz. FIGURA 8. Semiesquemática. Representación del dispositivo venoso de la masa solar derecha. Obsérvese la disposición de los colectores venosos y de sus ramificaciones, tanto en los ganglios como en los trayectos nerviosos. Tanto es así, que se puede decir sin temor de exagerar, que el conjunto de las venas del simpático representa una sola vasta red anastomótica. En los sitios donde existe acúmulo de células nerviosas la. vascularización es notablemente rica. Aquí, los colectores segui- dos hacia los capilares, pierden muy pronto su individualidad, a causa de una ramificación muy rápida y profusa. Las venas. más finas tienen el aspecto de asas serpenteadas que se entre- eruzan en todas las direcciones imaginables; forman una red muy rica y tan cerrada, que en algunos ganglios no deja pasar: la luz entre sus mallas. Estas venas son también regularmente calibradas; pierden su grosor en forma gradual y a medida que se ramifican hasta los capilares. No presentan varicosidades y mucho menos sacos ciegos como los descritos por Ranvier en el conejo. Los capila- res venosos son anchos, como los describe este autor, y se conti- núan o desembocan en las venas finas y aún en los gruesos colectores. En los trayectos nerviosos las venas son más raleadas, lar- gas y finas; corren paralelamente a los fascículos formando redes de mallas muy alargadas. Estas venas se prolongan en el tronco del simpático y en las ramificaciones, por trechos de varios centímetros. Los gruesos colectores venosos provenien- tes de masas celulares, suelen hacer largos recorridos entre estos fascículos sin engrosar perceptiblemente, a causa de la exigúidad de las ramas que reciben en estas zonas del ganglio. Este dispositivo venoso, aunque coincide en muchos detalles. con lo descrito por Ranvier como general a todos los mamíferos,. difiere notablemente por la falta de los llamados “senos venosos. de los ganglios simpáticos”. Estas observaciones establecen bien claramente que tales senos venosos no existen en los ganglios simpáticos de la especie humana, y dejan la sospecha de que algo parecido pueda suceder también en otras especies de: mamíferos. RESUMEN El sistema venoso del simpático tiene una disposición dife-- rente del arterial, aún cuando ambos coinciden por la abundan- cia de vasos en los ganglios y su escasez en el cordón nervioso. Las principales venas del ganglio cervical superior son ascendentes, se anastomosan a las del ganglio nodoso del vago y terminan en las venas faríngeas o en la yugular interna. Las del ganglio cervical medio son escasas y se echan en la tiroídea inferior. El ganglio estelar posee cuatro grupos, siendo el más numeroso el de las venas ascendentes, que son tributarias. de la yugular posterior. Los ganglios torácicos están servidos por venas que escapan. de su cara profunda y se echan en la intercostal vecina; poseen además finas venas marginales internas y externas. Los gan- 43: glios lumbares tienen un dispositivo venoso parecido, aunque más pobre. Las venas de los ganglios sacros son abundantes y termi- nan en finas venas anastomóticas transversales que unen las sacras medias a las sacras laterales. ¡ Sólo los nervios más gruesos, como los esplácnicos, están seguidos por colectores venosos propios. El plexo solar está a cada lado irrigado por venas anteriores y posteriores. A la dere- cha éstas desembocan en el tronco de la renal o en la cava infe- rior y a la izquierda, en las ramas de la renal de ese lado. Las venas intraganglionares hacen un recorrido sinuoso entre las láminas de la cápsula antes de escapar al exterior. Seguidas hacia ¡os capilares, se las ve adelgazar progresivamen- te a causa de su abundante ramificación; se anastomosan con tal profusión que hacen del conjunto una sola vasta red anastomó- tica a lo largo del simpático. Las mallas de esta red son muy cerradas y ricas en los acúmulos de células nerviosas; pero más raleadas y longitudinales en los trayectos nerviosos. En ningun2 parte existen venas varicosas O fondos de saco que pudieran corresponder a los llamados “senos venosos de los ganglios sim: páticos” descritos por Ranvier. BIBLIOGRAFIA Ranvier.—fratado Técnico de Histología. Edit. C. W. Vogel 1888. Pág. 945. Delamare y Tanasesco.—Citado de Testut-Latarjet. Ed. Salvat 1929. T. 3. Pág. 417. O. Machado de Souza.—Contribution a létude de la vascularisation du systeme nerveux organo - végétatif. Anual. d'Anat. Pathol. 9, 975-997, 1932. ¿A á “DEL INSTITUTO DE FISIOLOGIA de la Facultad de Ciencias Médicas Universidad de Buenos Aires Dir. Prof. Dr. B. A. Houssay Peso del cuerpo y metabolismo Relación entre peso del cuerpo, metabolismo básico, peso de los órganos, consumo de oxigeno de los tejidos y fermentos respiratorios (Con 3 figuras y 7 tablas) por B. Giinther * (Recibido por la Redacción el 28-X-43) “It is believed that for greater progress will be made by discarding all thoughts of a uniformity in heat loss and emphasizing the non-uniformity in heat production, seeking to associate differences in configuration and body make-up, and above all dif- ferences in the morphology, chemistry, and quantity of blood, with greatest emphasis upon the differen- ces in the minute volume as becing the great regu- lator of metabolic intensity”. F. Benedict. “Vital Energetics”. Pág. 194 (1938).. La relación entre la producción de calor de los organismos y su superficie en función del peso del cuerpo fué establecida por Rubner en 1883 y por Richet en 1889. Formularon la llamada “ley de superficie”, que en líneas generales coincidía con los resultados experimentales; sin embargo su fundamento teórico: fué objeto de numerosas críticas (para mayores detalles consúl- tese Kestner 1934, Benedict 1938). Suponiendo que la produc- ción de calor estuviese regida simplemente por las pérdidas caló- ricas en la superficie del cuerpo, el metabolismo debería anularse cuando la temperatura del ambiente hubiese llegado al mismo nivel que la temperatura interna del cuerpo, hecho que no suce- de (Du Bois 1936). * Becado por la Universidad de Concepción (Chile). 45 En los poiquilotermos existe en cambio una influencia direc- ta de la temperatura ambiente sobre la intensidad metabólica, estableciéndose un equilibrio dinámico (Gunn, 1942), de modo que el calor producido es eliminado debido a la mayor tempera- tura corporal y a la evaporación superficial. Krogh (1941) su- giere que dicha ley debe obedecer a causas más profundas; la pérdida calórica por sí misma no puede ser la determinante de la intensidad metabólica, conclusión a que anteriormente ha llegado también v. Hoesslin (1888). Significan una nueva orientación los estudios realizados por Bohnenkamp (1931) en el hombre, en los cuales demuestra, que las pérdidas calóricas no están en relación con la superficie geométrica, sino que con la superficie “radiante efectiva”, sien- do esta última un 80% de aquélla. Terroine (1925) dice, que la ley de superficie, expresada se- gún la fórmula de Meeh (S=K - P?%) correspondería a una forma atenuada del peso, que permite avaluar indirectamente, por una especie de casualidad aritmética, la “masa activa” res- ponsable del metabolismo. En 1932 Brody y Kleiber llegaron independientemente a una nueva fórmula metabólica en función del peso del cuerpo: Q = 70.4M":73% siendo Q la cantidad de calor eliminado por día (expresado en kilocalorías) y M el peso del cuerpo en kilogramos. Esta nueva fórmula daría, según Benedict (1938), los valores más de acuerdo con la realidad, ya que sería válida para las dos terceras partes de todas las especies de animales homeotermos, teniendo además el coeficiente de variabilidad menor que el de todas las otras fórmulas empleadas. ' Sin embargo, dicho autor la rechaza por carecer de un significado físico determinado, como lo tiene la clásica ley de superficie. En los últimos años se han estudiado preferentemente las condiciones que intervienen en la “termolisis” (véase Deighton, 1933, y la monografía de Du Bois, 1937) existiendo sólo escasos trabajos sobre la “termogénesis”. El objeto del presente trabajo fué el de considerar los dife- rentes factores que pueden intervenir en el establecimiento del metabolismo básico, desde el peso de los diferentes órganos, el metabolismo de los tejidos, la relación núcleo-plasmática, has- ta la concentración de los fermentos responsables de los procesos 'oxidativos celulares. A partir del porcentaje que corresponde a los diferentes órganos en la constitución del cuerpo, su curva de crecimiento y la intensidad metabólica de cada uno, se puede llegar a esta- blecer el metabolismo total del organismo. Todas las funciones estudiadas en este trabajo se han expre- sado de acuerdo con la fórmula de crecimiento de Huxley (1924) y = aX? en la que y es la función en estudio, X el peso del cuer- po, a y b dos constantes. .. Esta fórmula no sólo permite definir el crecimiento de los diferentes tejidos y la intensidad de mumerosas funciones en relación con el peso corporal, sino que también es válida para 46 e Y el crecimiento embrionario como ha sido establecido por Needham (1942). Por otra parte este autor analizó detenida- mente el significado físico de dicha fórmula. Cuando se realiza la síntesis de todos los metabolismos par- ciales, expresados en función del peso, se encuentra una expre- sión matemática que coincide con la fórmula metabólica empírica establecida por Brody y Kleiber en 1932. Este hecho confiere a esta última un significado fisiológico, que hasta ahora se le había negado. A) Peso de los órganos Si se analizan los datos reunidos en la tabla N.? 1, llama poderosamente la atención, que el exponente b oscila, para la gran mayoría de los órganos y sistemas, alrededor de 0.75. Se exceptúan de esta regla general el cerebro, la musculatura y la piel de la rata. La concordancia entre el valor del exponente de la fórmula dle crecimiento de los órganos y la expresión metabólica de Brody y Kleiber podría hacer pensar, que la suma de los metabolismos parciales, referidos simplemente al peso de los órganos, permiti- ría establecer el valor del metabolismo total: Para ser exacta esta suposición, la intensidad metabólica de un tejido determi- nado debería ser independiente del peso del cuerpo, cosa que no sucede como veremos más adelante. Benedict (1938) insiste sobre la estrecha relación entre el metabolismo y la cantidad total de sangre, que en las especies examinadas por Dreyer y Ray (1912), sigue exactamente la fórmula metabólica antes indicada; lo mismo vale para la super- ficie de sección de tráquea y aorta. En las glándulas de secreción interna (tabla N.* 2), se ob- serva un comportamiento análogo, aunque la variabilidad del exponente b es mayor. En los casos en que se ha determinado el exponente para machos y hembras por separado se nota, que en las hembras el crecimiento es proporcionalmente mayor. Durante la vida fetal y en la época de crecimiento, los valores se alejan más de los habituales, especialmente en lo que respecta a las suprarrenales y testículos de cobayo. B) Funciones metabólicas generales Si la nueva fórmula metabólica es exacta, debe dar también una descripción del metabolismo nitrogenado. La existencia de . dicha relación fué establecida (tabla N.* 3) por los trabajos de Terroine y Sorg-Matter (1927), que fueron confirmados por ' Brody, Proctor y Ashworth (1934), y Smuts (1935). Posterior- mente se le ha dado un valor restringido (Ashworth y Cow- gill, 1938). En cuanto a la creatinina cabe hacer resaltar, que su expo- nente b es mucho mayor. Brody (1935) ha encontrado que la excreción de creatinina está íntimamente ligada a la masa muscular total. 47 qX? = Á e[nuLtoj e] uo) lios (1 15M) Ev6I AYUNO PG61 -Ppreuod | 080 v30'0 eouelq eyey SMOUIPN 8Z6T “q1OJUO) “Apolg IZ6T YIBMOIS ESAUIO UL OXI9J Ss9U0UIY 13 Sp6T 1913400) Se6T “PIO1BLE) 310 08'£ 01194 | SBoJ9ue q :3q | | UuO0ZI[V == | E LE uOS = E (empasur | sv6T 19YIUND | vo6T -preuo(T 310 330 TEISIM) ; eoue]q e1ey | SMOUYEA | 8361 ¡MozuoQ “Apolg| TZ6L JLUMOS 020 ¿Li0 010 J "13 er6L | JOYUND | S68r Pura | 90 | 3380'0 9IQUOH ope31g 3H 3 EAN = ; OUIPS9YUT 8261 “qIOJUOD) “Apoxg | TZ6T J18M9I8 ZL'0 Z90 OO O3BUILOISH “18 8Z61T SMOUNTIA ¡ —Z6T FIEMOIS 28'0 TE'0 01194 Uoung 13 [ECUUCIO) “Apoxg¡ LE6T elo 688 | PIPA 08'0 98 soe gp | — SA JOÁBUL 9IQUOH Lg6T 04310) 1361 BIO 06'0 5 [ex1ou -93 UN SOJOÍ -IWBWu Á soAy | (9yn99sur ev6T 10y3uno vZ61 u0s 310 09T'0 18JSIM) -p]tuo q eo0ue[q e1ey . uos 1361 AIBIO vZ61 ARIELOU: 08'0 2 ofauoo “ey SAO) -81 “eyoner] UOZBIOD 13 sr6T 194JUN Y) |. 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Si lo expresamos en función del peso de la muscula-- tura, o sea según la siguiente relación: xi .0 Xx .25 bólica muscular a medida que aumenta el peso corporal. A un resultado idéntico se ha llegado 21 expresar el metabolismo básico. por unidad de peso (Kleiber, 1941). También la frecuencia del. pulso sigue a dicha expresión (X-*:25), pudiéndose considerar: según Benedict, Roth y Smith (1919) como un índice notable del metabolismo general. Otras funciones, que guardan estrecha relación con la inten- sidad metabólica son: la capacidad vital, el volumen minuto del corazón, asimismo como el área de sección de los grandes con-- ductos (tráquea y aorta) y finalmente el número de capilares. A un metabolismo básico mayor corresponde un aumento de la. respiración externa e interna; como la concentración de hemo- globina y la diferencia arterio-venosa no varía mucho en condi-- ciones basales de una especie a otra, la adaptación del aparato circulatorio a estas condiciones se puede realizar únicamente- haciendo circular una mayor cantidad de sangre por los tejidos. (v. Hoesslin, 1927). Terroine (1924) estableció una “ley metabólica”, según la cual la intensidad del metabolismo de los homeotermos sería directamente proporcional al producto del número de contraccio-- nes cardíacas en la unidad de tiempo y el número de capilares de un tejido homólogo (músculo), avaluado por mm? de sección. Esta ley, como cualquiera otra de las tantas relaciones posibles, sólo describe un aspecto del problema metabólico. Otros procesos ligados íntimamente al metabolismo, como ser- la toxicidad de algunas drogas, podrían expresarse también de acuerdo al criterio adoptado. Así log trabajos de Dreyer y Walker (1914) demuestran para numerosas drogas, que el expo- nente que corresponde a la toxicidad en función del peso del cuer- po en los homeotermos es de 0.72, hecho que los autores inter- pretaron como debido a la dilución inicial de la droga en el volu- men sanguíneo, al que corresponde el mismo exponente cuando se lo expresa en función del peso del cuerpo (véase tabla N.* 1). También en los poiquilotermos se observa, que la toxicidad de la cafeína (Giinther y Odoriz, 1943) resulta uniforme cuando se aplica una fórmula con dicho exponente; en esta forma se pue-- de excluir la influencia del peso corporal. Se ha aducido también el criterio de la “superficie” para explicar la toxicidad en relación con los distintos pesos corporales (Moore, 1909) pero en los poi- quilotermos, la termogénesis no puede estar condicionada por las: pérdidas calóricas de la superficie del cuerpo. Los resultados antes mencionados indicarían una estrecha. relación entre la toxicidad y el metabolismo. 54 resulta X-":2, lo que significa una disminución meta-- C) Metabolismo de los tejidos Para avaluar la intervención de los diferentes órganos en el metabolismo total, no sólo basta conocer el porcentaje que representan del peso del cuerpo, sino que es necesario conocer su intensidad metabólica. Esto se consigue midiendo el consumo de oxígeno “in vitro”, como también determinando la concentra- ción a que se encuentran los diferentes fermentos que intervie- nen en los procesos respiratorios. De la tabla N.? 4 se desprende que el consumo de oxígeno y la concentración de fermentos decrecen con el aumento de peso aproximadamente en el mismo orden en los diferentes órganos. Existen divergencias con respecto al músculo cardíaco y al híga- do, cuyos consumos de oxígeno no están de acuerdo con la tasa de fermentos. Esto vendría a corroborar la individualidad meta- bólica de los diferentes órganos. Si aplicamos el mismo criterio comparativo en dos especies diferentes (tabla N.* 5), encontraremos, que varían simultánea- mente el metabolismo básico, el consumo de oxígeno de un órga- no cualquiera y la concentración de los fermentos. Lo mismo se observa en todos los mamíferos, en cuanto a su metabolismo básico (Kleiber, 1932, Brody, 1932), al metabolismo de los teji- dos “in vitro” (Kleiber, 1941, Weymouth, Field y Kleiber, 1942) y al contenido en citocromo e de la corteza renal (Rosenthal y Drabkin, 1943). La disminución progresiva que sufre la intensidad metabó- lica durante el desarrollo, se refleja no sólo en el consumo de oxígeno de los órganos, sino que también en la concentración de algunos encimos (véase tabla N.* 6). La relación núcleo-plasmática, estudiada en el cerebro de rana (Pearce y Gerard, 1942) y en la retina de varios poiquilo- termos (Lindeman, 1943), simultáneamente con la determinación del consumo de oxígeno “in vitro”, no parecen indicar una corre- lación entre sí. Como no existen en la actualidad estudios histo- fisiológicos en homeotermos, la relación núcleo-plasmática en función del metabolismo no puede ser analizada por el momento. Es probable que dicha relación exista, como se desprende de los. trabajos de v. Lanz (1927). D) Síntesis de todos los factores A partir del peso de cada órgano y de su metabolismo res- pectivo, se puede llegar, por una suma de todos los valores par- ciales, al metabolismo básico. Ensayos de esta naturaleza se han hecho, tanto en poiqui- lotermos (Blank, 1934) como en homeotermos Wels, 1925; Bornstein y Gremels, 1928); pero solamente Field, Belding y Martin (1939) han realizado un estudio sistemático en la rata y Martin y Fuhrman (1941) en el perro. Estos autores encon- traron, que la suma del metabolismo “in vitro” de todos los teji- dos alcanza a un 66% del valor del metabolismo básico de la rata y a un 74% en el perro. La diferencia entre el metabolismo bá- 55 a WO CYSA]H (ezo3109) (ezo910)) 6261 *porpox y 7 al 78L £9€ 1299 LLOT E | B19030H E RARE “TOJUIMI9H 098913 Opifo) :3/3N 8261 UAYIS sida A 091 E 9rZ 091 091 I OUIIZUSO) “19 NH “A A E A REA E 09891, opifoy "3/2 UBISITYO . 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Needham e 1942 (cal/kg/hora) adulto menor i ; joven mayor Poiquilotermos Ea Sn Terroine, Delpech 2 | 108 (embrión) Qo: Hígado 6 días 7.53 Ma q AS 20 días | 1.53 | Después Gallina de nacer 2.35 Carrol 1939 2 años 1.42 aucha —Qos Musculo en joven 13.4 Ringer con adulta 10.6 Wels 1925 Rata fosfato Joven | 7.5 | A de Coenzimo joven | 200 | v. Euler, Schlenk, | ( Rata músculo E —————|——————-| Heiwinkel, Hógberg 1938 _ fresco) e adulta 160 (embrión)| Glutation total | 0.07-0.8g. : (mg./100 g. de | de peso 60 Thomson, Voegtlin 1926 ce31do) 3.9-4.6 g. peso 44 Rata Recién nacida, 5.0 g. 36 peso Adulta de 170 g. peso 23 70 60 Fig. 1 50 O 20 ñ v. 30 S L.E. 20 A A, Za el 04 O Eo) 100 ISO gQ, FIG. 1. 'Curvas de crecimiento de los diferentes sistemas en la rata blanca,. según datos de Donaldson (1924). Ordenadas: peso de los órganos en gra- mos. Abscisas: peso del cuerpo (gr.) M = musculatura. 1 = Tegumentos. V = vísceras. L. E. = ligamentos y esqueleto. T. I. = tracto intestinal. de peso corporal disminuye de acuerdo a X—":2%, el metabolismo: muscular total resulta del producto de ambos factores, es de- eir X1:23 . X-9:25— X1:% Como esta relación es lineal (fig. 2), la proporción en que el metabolismo muscular contribuye al meta- bolismo básico, dependerá por lo tanto, del porcentaje que la musculatura representa del peso del cuerpo. Por otra parte, el aumento de peso visceral (fig. 1), se rea- liza conforme a un exponente b = 0.77, en tanto que su intensidad 59 25 160 Fig.2 10 140 120 | | ¡o0l) : IN 075 80 ' 560 0.5 40 Vs 20 2025 Y 7 E O Elo) 100 150 9. FIG. 2. Variación del exponente b de la fórmula de crecimiento y = aX. metabólica (tabla N.* 3) decrece progresivamente (bh =— 0.24) como lo han podido demostrar Kleiber (1941), Weymouth, Field y Kleiber (1942). El metabolismo visceral total equivale al pro- «ducto X0-77 o X-0 -24 == X0 053. Representado esto gráficamente (figs. 2 y 3), se observa, que a medida que aumenta el peso del cuerpo, el metabolismo visceral reduce progresivamente su intensidad. Esto trae por «consecuencia una divergencia cada vez mayor entre la intensi- dad del metabolismo muscular y visceral; es posible, por lo tan- to, que dicha divergencia permita explicar la limitación del des- arrollo muscular, por cuanto el aumento de peso corporal se acompaña de un incremento cada vez menor del metabolismo visceral, como se desprende de la fig. 2. Conviene señalar, que ya v. Hoesslin (1888 y 1927) llamó la atención sobre esta rela- ción entre el sistema locomotor y los órganos encargados de la asimilación (vísceras). Además de la contribución metabólica de los grandes siste- más anteriormente mencionados, deben tomarse en cuenta otros de menor importancia, como ser los tegumentos, que aumentan linealmente su peso (b = 1.0) y el tracto intestinal (b = 0. pe y finalmente el esqueleto (b = 0.8). (60 200 150 cc. 02) hora O 0) FIG. 3. Suma de los metabolismos parciales que conduce al metabolismo básico en función del peso del cuerpo. Los valores marcados con puntos sobre las curvas, corresponden a los resultados experimentales obtenidos por Field, Belding y Martin (1939) en una rata de 150 gr. de peso. Acerca de la intensidad del metabolismo de estos últimos, no existen datos concretos, pero es probable, que a semejanzz. de otros tejidos, su metabolismo por unidad de peso disminuya en la forma habitual (-0.25). Quedaría por avaluar aquellas funciones (trabajo cardíaco, respiratorio y tono muscular) no comprendidas en la suma de la respiración de todos los tejidos “in vitro” y que aproximada- mente representan un 25% del metabolismo básico. Como Clark (1927) encontró un estrecho paralelismo entre el trabajo cardíaco y el metabolismo, y siendo válido esto también para la respiración, estos factores no alterarán el exponente metabólico general encontrado. Si se observa en la fig. 3 la inclinación de las curvas con los distintos exponentes, se comprueba que el metabolismo total resulta de la suma de los metabolismos visceral (X":*) y muscu- lar (X2:9), adquiriendo entonces el exponente el valor de 0:75; 61 a esto debe agregarse el metabolismo de la circulación, respiración y tono muscular, que también siguen el mismo exponentes 0.75. El valor absoluto de la suma dependerá de las constantes (a) , Y de los exponentes (b) que caracterizan los metabolismos parciales. Por ejemplo, un aumento de la masa muscular o de su metabo- lismo, puede ocasionar tanto una variación de la constante a, como del exponente b. Por esta razón los valores dados más arri- ba deben considerarse como aproximaciones. Lo anteriormente expuesto estaría de acuerdo con la obser- vación de Krogh (1941) referente a la dependencia del metabo- lismo de reposo de la actividad habitual del animal; los animales más lentos tienen un metabolismo menor que las formas más activas, cuando se hace la comparación en igualdad de condicio- mes. También v. Hoesslin (1927 y Giaja (1928) insisten sobre el mismo hecho y agregan que deben tomarse en cuenta otros fac- tores como las condiciones de vida, el medio térmico habitual y la naturaleza de los alimentos. Las anomalías, que no concuer- dan con la fórmula establecida por Brody y Kleiber (1932) podrían dilucidarse, estudiando comparativamente el desarrollo «de todos los sistemas y sus intensidades metabólicas respectivas. E) Desequilibrios metabólicos Un descenso de la temperatura ambiente, produce en los homeotermos una elevación metabólica (véase bibliografía de Kayser, 1939). En la laucha blanca, sometida a baja tempera- tura Chevillard, Hamon y Mayer (1937) encontraron, conjunta- rente con el aumento metabólico, un aumento de peso del híga- do (incremento de todos los constituyentes celulares), que era tanto mayor cuanto más baja era la temperatura ambiente. 'Chevillard y Mayer (19392) pudieron confirmar análogas modi- ficaciones en el hígado de conejo. Compararon en seguida la variación de la masa hepática, para igual aumento metabólico, en diferentes especies (Chevillard y Mayer, 1939b) y encontra- ron, que el aumento del peso hepático era tanto mayor, cuanto menor era la intensidad metabólica inicial del animal en estudio. Así por ejemplo, en el conejo (con un metabolismo menor) el hígado aumentaba proporcionalmente más que en la laucha, dife- rencia que los autores atribuyen a la posible relación entre la superficie corporal y la masa celular. De acuerdo con lo expuesto - más arriba resulta, que el animal de mayor peso (conejo) tiene un hígado relativamente más pequeño, a lo que se agrega su me- nor intensidad metabólica por unidad de peso. Cuando los reque- rimientos energéticos aumentan para conservar la homeotermia, el hígado como las otras vísceras, deben aumentar su masa celu- lar total (aumento de peso) o bien intensificar su metabolismo (mayor consumo de 02 por unidad de peso). La primera posibi- lidad ha sido confirmada experimentalmente y en cuanto a la segunda, es muy probable que suceda, ya que Mansfeld (1940), Mansfeld y Mészáros (1940), han podido demostrar, que el suero de un animal enfriado es capaz, una vez inyectado a otro, de ele- :62 var su metabolismo general, como también el del músculo aislado. En la laucha, en cambio, con una masa hepática y metabo- lismo relativamente mayores que en el conejo, el aumento meta- bólico por el frío se acompaña sólo de un leve incremento del peso hepático. Esto vendría a demostrar la adaptación del peso de los órganos a la intensidad del metabolismo general. La rapidez con que se realiza esta adaptación depende de la velocidad con que se hace la renovación de los tejidos (““reocronía” de Chevillard y Mayer, 1939b), que varía según el órgano y la especie. Cuando se extirpa la hipófisis en las ratas se produce un descenso del metabolismo básico de alrededor de un 30% (Foster, Smith, 1926; Fisher, Pencharz, 1936). Si se lo refiere en función del peso resulta, que al metabolismo básico de las ratas norma- les Ashworth y Cowgill (1938) le han asignado el valor siguien- te: H = 0.540 W“:?, en que H es el número de calorías y W el peso del cuerpo en gramos, y al de las ratas hipofisoprivas H = 0.467 W*“:*, A esta disminución metabólica corresponde una disminución del peso de todos los órganos (Foglia y Houssay, 1942), especialmente de aquellos para los cuales la hipófisis anterior produce una hormona específica. Por otra parte, Victor yAndersen (1938) comprobaron después de la hipo- fisectomía una disminución de un 20-30% del Qoz de hígado y riñón, es decir, una disminución del mismo orden de magnitud que la disminución del metabolismo básico. Kleiber y Cole (1939) observaron después de la inyección de hormona de crecimiento en ratas: 1.? aumento de peso corpo- ral en un 64% respecto al de los controles; 2.? menor peso rela- tivo de corazón, tiroides y suprarrenales, que en los testigos; 3.2 el valor del metabolismo básico resultó ser el 87% del de los animales controles, y 4.? el consumo de oxígeno del músculo dia- fragmático “in vitro” fué solamente de un 79% con respecto al de los testigos. Estos autores llegan a la conclusión, que el valor del metabolismo por unidad de peso no está condicionado exclu- sivamente por factores genéticos, sino que intervienen factores de orden somático; además existiría una adaptación del metabo- lismo celular a las condiciones del organismo en su totalidad, interviniendo en los procesos de autorregulación, especialmente la tiroides y la suprarrenal. Esta acción reguladora de la inten- sidad respiratoria celular ha sido confirmada para la hipófisis en el hígado y en el músculo por Mayer, Wade y Cori (1937) y para la tiroides en el cerebro de rata por Cohen y Gerard (1937). DISCUSION Podría compararse el homeotermo físicamente con un “ter- móstato con pérdida”. Mantiene una temperatura interna uni- forme cuando la termogénesis y la termolisis son iguales. Se al- tera este equilibrio inestable por variaciones exógenas 0 endógenas. La ktermolisis naturalmente está ligada a la superficie, pero influyen además una serie de otros factores. Giaja (1928) ha analizado detenidamente la relación entre meta- bolismo básico y homeotermia; la intensidad metabólica (Q) en 63 condiciones basales estaría condicionada, por la superficie corpo- ral (S), la capacidad de eliminación calórica por unidad de su- perficie (h), la temperatura del cuerpo (u) y la temperatura de neutralidad térmica (v), de acuerdo con la expresión siguiente: Q = Sh (u-v). El aumento de la masa del cuerpo en concomitan- cia con una reducción de su superficie debe forzosamente ir acompañado de una disminución metabólica por unidad de peso si ha de conservarse la homeotermia. El autor antes mencionado ha calculado, que un buey cuya intensidad metabólica por unidad de peso sea igual al de una laucha, requeriría para no sucumbir a consecuencia de la hipertermia, vivir a una temperatura am- biente de -412*C, lo que naturalmente es absurdo. No es la superficie el único factor que condiciona el nivel del metabolismo básico, sino que también influyen los requeri- mientos de la homeotermia. Cuando la homeotermia se anula, cumpliéndose las condiciones de poiquilotermia, en la que la tem- peratura ambiente determina la intensidad metabólica, ésta puede descender hasta lo que Giaja (1920) ha llamado “energía biológica fundamental”. Por consiguiente el metabolismo básico no es sino la energía mínima para el mantenimiento de la tem- peratura corporal a un nivel constante. Si comparamos la pérdida calórica de dos homeotermos de iguales caracteres, cuyos pesos son 10 y 100 kg. respectiva- mente, encontraremos por una parte, que sus pesos están en una relación 1:10 y sus superficies mínimas (considerándolos esféri- cos) de 1:4,6; igual relación que la que se encuentra cuando se aplica la fórmula de Meeh (X“-*%). En cuanto a sus metabolis- mos, utilizando para el cálculo la fórmula de Brody-Kleiber (X0:75), resulta que la relación entre los metabolismos de ambos cuerpos sería de 1:5,6. De los expuesto se deduce que la “ley de superficie” parte de la suposición inaceptable, que la intensidad metabólica de los homeotermos está condicionado únicamente por las pérdidas de calor en la superficie, sin tomar en cuenta el desarrollo en longitud y la complejidad de sus formas. Además se ve claramente, que el metabolismo no guarda relación directa con los distintos pesos corporales y se acerca considerablemente al factor superficie, de modo que los homeotermos se comporta- rían físicamente “casi” y no simplemente como si fuesen esféri- cos, condición ideal desde el punto de vista de la economía ener- gética. Este criterio ya ha sido aplicado por W. R. Hess (1914) al sistema circulatorio en su relación con el metabolismo. Basado en este principio de economía energética, pudo precisar el valor óptimo para el diámetro vascular, las bifurcaciones arteriales, la presión, velocidad y volumen de la sangre transportada en rela- ción con la intensidad metabólica de un órgano determinado (véase también Bornstein y Gremels, 1928; Wezler y Bú- ger, 1939). .. El calor producido sería, de acuerdo con el autor antes men- cionado, un producto secundario inevitable de todos los procesos metabólicos celulares, y siendo el rendimiento sólo de 20%, el 80% restante de la energía se tranformaría en calor, que sería utilizado en el mantenimiento de la homeotermia. Bajo el punto de vista energético se ha llegado a la condición ideal cuando el 64 calor de desecho es exactamente suficiente para la conservación de la homeotermia. Esto requiere una adaptación constante de la intensidad metabólica de los tejidos a las pérdidas calóricas superficiales. Mills y Ogle (1939) han podido demostrar que el grado de eliminación térmica determina la velocidad de desarro- llo como también la intensidad de ciertas funciones. La conse- cuencia de todo esto debería ser la mayor intensidad del meta- bolismo de los tejidos en los animales pequeños (v. Hoesslin, 1888 ; Hess, 1914), hipótesis que se ha visto confirmada ulteriormente. Basándonos en la mayor concordancia que la expresión me- tabólica de Brody y Kleiber (1932) guarda con la realidad, sería conveniente utilizar como unidad, no el metro cuadrado de super- ficie, sino el peso del cuerpo elevado a la potencia 0.73 (Unidad de Brody-Kleiber = U.B.K). Dividiendo el número de calorías por hora, por el peso (en kilógramos) elevado a dicho exponen- te 0.73, resulta un valor constante para todos los mamíferos, que oscila alrededor de 3.0. Este valor lo designamos provisoriamen- te “Indice metabólico” (1.M.). Para el cálculo véase Tabla N.* 7. Este índice metabólico está sujeto en el hombre a las variaciones que dependen del sexo y de la edad, tal como sucede con la expresión habitual; a esto Seltzer (1940) agrega un fac- tor constitucional. TABLA N.* 7. Número de calorías por hora Indice metabólico = —_—————— (Peso del cuerpo) *-7** Peso del cuerpo (Peso)0:734 | Peso del cuerpo (Peso)0:734 (kg) | (kg) 0.005 0.020 | 0.500 0.602 0.010 0.034 0.550 0.664 0.025 0.0665 0.600 0.687 0.050 0.111 0.650 0.729 0.100 0.1845 0.700 0.769 0.150 0.248 0.750 0.808 0.200 0.259 0.800 0.849 0.250 0.362 0.850 0.887 0.300 0.413 0.900 0.925 0.350 0.462 0.950 0.962 0.400 0.510 1.000 1.000 0.450 0.557 ¡¿qE_EÓ-x_>EEOEOA A A : 65 lEE-2A<Á<á<á-A]á]áÉá>áAáKáKá] _—_——0 e ——————————————— « Peso (kg) (Peso)0:T34 Peso (kg) (Peso)0-734 2 1.66 51 17.87 3 2.24 52 18.16 4 2.15 538 18.37 5 3.26 54 18.66 6 3.12 55 18.93 7 4.17 56 19.14 8 4.59 57 19.45 9 5.01 58 19.68 10 5.42 59 19.96 11 5.82 60 20.14 12 6.18 61 2.42 13 6.76 62 20.65 14 6.92 63 20.90 15 7.30 64 21.14 16 7.66 65 21.38 17 8.00 66 21.58 18 8.35 67 21.88 19 8.65 68 22.08 20 9.01 | 69 22.29 21 9.35 70 22.60 22 9.66 71 22.86 23 10.00 (22 23.02 24 10.31 73 23.34 25 10.59 74 93.45 26 10.94 75 23.77 27 11.22 76 23.99 28 11.54 “7 24.16 29 11.83 78 24.49 30 12.08 79 24.66 31 12.39 80 24.95 32 12.71 81 25.12 33 12.94 82 25.35 34 13.27 83 25.65 39 13.55 84 25.82 36 13.81 85 26.06 37 14.15 86 26.30 38 14.89 AS 26.49 41 15.21 88 26.713 40 15.00 89 26.92 39 14.73 90 27.10 42 15.52 91 97.42 43 15.78 92 27.61 44 16.03 3 27.13 45 16.30 94 28.06 46 Í 16.67 95 28.25 47 16.87 96 28.45 48 17.10 97 28.71 49 17.38 98 28.91 50 17.62 99 ] 29.18 66 A A e € PERRO CC O O Op II Peso (kg) (Peso)0:731 | Peso (kg) (Peso)0-734 y SINO | APA ANO IES 100. 29.38 MAS li 32.95 101 29.58 | 118 33.20 102 29.76 | 119 33.35 108 30.06 | 120 33.55 104 30.20 | 125 34.55 105 30.44 | 130 35.60 106 30.64 ¡ 135 36.60 107 30.85 | 140 37.55 108 31.08 145 38.50 109 31.29 | 150 39.50 110 31.51 200 48.80 111 31.70 250 57.50 112 31.90 | 300 65.70 113 32.20 | 350 73.60 114 32.30 | 400 31.20 115 32.50 | 450 388.70 116 Sao | 500 95.70 RESUMEN Puesto que la producción de calor es un índice de la inten- sidad de las transformaciones químicas a nivel de los tejidos, su intensidad depende de la participación de cada uno de ellos, siendo los de mayor importancia la musculatura y las víceras. El metabolismo de cada sistema aumenta en forma carac- terística: la musculatura en forma lineal (b = 1.0) y las vísce- ras de acuerdo con un exponente b = 0.5, cuando se expresan según la fórmula de crecimiento y = aX”, en que y es la función en estudio, X, el peso del cuerpo, a y b, dos constantes. El metabolismo básico (X%7%) es la suma de los metabolis- mos parciales de los órganos, más la energía para mantener la respiración, circulación, tono muscular y la secreción urinaria. Está sometido a regulación nerviosa y humoral. El peso de la mayoría de los órganos y sus respectivas fun- ciones guardan una estrecha relación con esta potencia del peso corporal. Las modificaciones. del metabolismo general son el resultado de la adaptación del peso de los órganos, de la intensi- dad de las diferentes funciones y de la concentración de los fermentos en los tejidos, cuando se ha producido un desequili- brio energético. En los poiquilotermos también el metabolismo está regido por la constitución del cuerpo (Hoesslin); la intensidad de su termogénesis está condicionada además de las variaciones estacionales, por la temperatura ambiente. Para los homeotermos en cambio, el metabolismo básico es el mínimo de producción de calor capaz de mantener la tempera- 67 tura a un nivel constante (Giaja). Esta función está regida por el principio de economía energética, cuya validez ha sido demos- trada para el aparato circulatorio en función del metabolis- mo (Hess). La superficie del cuerpo es uno de los múltiples factores que determinan la intensidad del metabolismo, pero no es el úni- co, como se había aceptado hasta ahora. El metabolismo básico debe expresarse por lo tanto, de acuerdo con el peso elevado a la potencia 0.75 (Unidad de Brody-Kleiber); esta potencia, ade- más de dar valores metabólicos más concordantes con la realidad, representa a un gran número de funciones en las diferentes especies. SUMMARY Heat production is an index of the intensity of the trans- formations within the tissues. This intensity depends from the participation of each one of them. The more important being the muscles and viscera, the metabolism of which does not increase in the same way. The increment is lineal for the muscles, and corresponds to an exponent 0.5 in the case of viscera, when expressed according to the erowth formu- y == 8% E, 4 Basal metabolism (X“-"*) results preferably from the addi- tion of the visceral metabolism to the muscular, plus the energy necessary to maintain circulation, respiration and muscle tone (fig. 3). The weight of most organs and their corresponding functions bear a close relation to this exponent of the body weight (Tables 1, 2, 3). A variation of the general metabolism is the end result of several adaptations (weight of organs, intensity of various functions and concentration of ferments in the tissues) when there has been an energetic change. Metabolism in poikilothermals is also governed by body*s constitution (Hoesslin) coming its intensity near to “l'energie biologiqgue fondamentale” (Giaja). Basal metabolism corresponds to the minimal energy necessary to accomplish homeothermy. Such function is gover- ned by the principle of energetic economy, the validity of which was demonstrated for the circulatory system in function of metabolism (Hess). Body surface is one among multiple factors that determine the intensity of metabolism, but is not the only one, as it was accepted until now. Basal metabolism must be expressed then as function of body weight with the exponent 0.75 (Brody- Kleiber Unit). - * y is the function under study, X represents body weight, a and b being two constants. 68 This unit gives metabolic values more in agreement with practical findings and also represents a large number of functions in the different species. Mis más profundos agradecimientos al Prof. B. A. Houssay, sin cuya orientación y constante estímulo no habría podido reali- zar este trabajo; a los Drs. E. Braun-Menéndez, R. Honorato, J. Rossignoli y R. Wernicke, por su valiosa crítica. BIBLIOGRAFIA Abderhalden, E., Z. Biol.—1902, 43, 125. Alizón García, J., Lewis, J. T.—Rev. Soc. argent. Biol., 1933, 9, 179. Ashworth, U. S., Cowgill, G. R.—Amer. J. Physiol., 1933, 122, 373. Axelrod, A. E., Elvehjem, C. A.—J. Biol. Chem., 1939, 181, 77. Axelrod, A. E., Potter, V. R., Elvehjem, C. A.—J. Biol. Chem., 1942, 142, 85. Benedict, F. G., Miles, W. R., Roth, P., Smith, H. M.—Publ. Carneg. Instn. N.* 280, 1919. Benedict, F.—Publ. Carneg. Instn., N.* 503, 1938. Blank, H.—Pflúg. Arch. ges. Physiol., 1934, 234, 310. Bohnenkamp, H. et col.—Pflig. Arch. ges. Physiol., 1931, 228, 40. Bornstein, A., Gremels, H.—Pfliig. Arch. ges. Physiol., 1928, 220, 466. Brody, S., Comfort, J. E., Matthews, J. S.—Univ. Missouri Agric. Exper. Sta. Res. Bull., N.* 115, 1928. Brody, S.—Univ. Missouri Agric. Exper. 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Han dado los siguientes resultados principales: 1.:—Se ha comprobado que la proporción de individuos dota- dos de capacidad gustativa relativa a las substancias indicadas, varía en los diferentes países (véase más adelante pág. 75). 2."—Existe una diferencia sexual en cuanto a la capacidad gustativa, porque en el sexo femenino el porcentaje de personas con capacidad gustativa es ligeramente superior al que se en- cuentra en el sexo masculino (véase más adelante pág. 75). Para el presente estudio ha servido únicamente la fenil-tío- urea (1:10,000 y 1 : 5,000 resp.) que nos ha dado muy buenos resultados, de modo que le hemos concedido la preferencia ante la p-etoxi-fenil-tio-carbamida, la cual es menos soluble en agua y por lo tanto no tan apropiada para esta clase de observaciones. * Contribuciones al Estudio de la Antropología Chilena XV. 73 Hemos examinado a 222 hombres y 259 mujeres, todos chi- lenos nacidos en el país. Han sido tomados en consideración para el propósito de este trabajo, exclusivamente individuos cuyos dos apellidos eran españoles, de modo que los con un apellido extranjero han sido excluídos de antemano. Se trata en parte de pacientes del Hospital de Emergencia de ésta, en parte de estudiantes y empleados de la Universidad de Concepción. Nuestros resultados se ven en la tabla 1. TABLA 1. Capacidad de gustar la fenil-tio-urea. CONCEPCION Gusto (Hombres (222) Mujeres (259) amargo 159 o sea el 71,62% 212 o sea el 81,85%. dulce 4» » » 1,80% 3» » » 1,16% ácido li» >» » 5,00% 2» » » 0,11% salado 10» » » 451% T>» » > 2,70% acre 4» » » 1,80% 6» » » 2,32% astringente 233 »D y» La 5» » » 193% picante 4> » » 1,80% total 195» » » 87,84% 235» » » 90,73%. indiferente 2» » » 12,16% 24» » » 927% Como se ve en la tabla 1, la fenil-tio-urea produce en la ma- yoría de las personas examinadas un gusto amargo (71,62% de los hombres; 81,85% de las mujeres). Mientras otras calidades. gustativas (ácido, salado, acre, picante, astringente) fueron acusadas por el 16,26% de los hombres y el 8,88% de las mujeres. La proporción total de individuos con capacidad de gustar las substancias en referencia es distinta en los dos sexos: el 87,84% en los hombres y el 90,73% en las mujeres. Así, en la. población de Concepción, se presenta también la diferencia se- xual, constatada ya en otros grupos étnicos que han sido exami- nados a este respecto (véase Boyd y Boyd 1937 y 1941). La pro- y 90,73 : porción (cuociente) sexual es en nuestro material = 1.03, E e. d., ligeramente más alta que 1. Este resultado coincide con los. que los autores mencionados han obtenido en otros países si el número de observaciones ha sido suficientemente grande para permitir conclusiones seguras. ' Se presenta ahora otra pregunta: El porcentaje de indivi-- - duos capaces de gustar la fenil-tio-urea, constatado en nuestro material ¿es alto o bajo en comparación con otros grupos étnicos. que han sido examinados hasta esta fecha? Desgraciadamente, no nos ha sido posible, conseguir todas. las publicaciones que contienen datos sobre el particular. Sin em- 74 bargo, hemos encontrado cierto número de resultados a que va- rios autores han llegado en sus observaciones en diferentes gru-- pos étnicos, los que hemos reunido en la tabla 2. TABLA 2. Capacidad de gustar la fenil-tio-urea. Meshgara (Siria) Meshgara (Siria) Beyrut Beyrut Tiflis Tiflis Cairo Cairo Assiut Assiut Dublin Dublin Wales Wales San Sebastián San Sebastián Zagorsk Zagorsk Kharkov Kahrkov Blancos de Montana Mestizos Flatheads Indios Blackfeet Indios Cree > > > > ASIA n % hombres 197 mujeres 70 85,7 hombres 147 72,8 mujeres 164 77,4 hombres 216 72,3 mujeres 239 80,8 AFRICA n % hombres 310 77,3 mujeres 259 78,7 hombres 229 74,3 mujeres 251 78,1 EUROPA n % hombres 24 59,1 mujeres 374 72,7 hombres 125 44,7 mujeres 112 74,3 hombres 54 76,0 mujeres 118 71,2 hombres 197 57,8 mujeres 289 67,2 hombres 52 67,8 mujeres 109 63,3 AMERICA n 291 442 118 102 105 121 Boyd y Boyd (1937) > 115,1 Boyd y Boyd (1941) > > > > > > > (1937). » > > > > > > Boyd y Boyd (1937) % 82,57 91,47 98,04 98,19 97,52 2 > SGVIGIYIYAYY Y GIOSYYSYYS 64.90 Matson (1939) > > > > > (1940) > Y Y > 75- Como se ve en la tabla 2, la capacidad de gustar la fenil- tio-urea se presenta entre los diversos grupos étnicos en propor- ción bastante variada. Sin embargo, los datos de que disponemos hasta la fecha, no son del todo suficientes para permitirnos lle- gar a conclusiones definitivas. Quedamos muy agradecidos a los señores Dr. W. C. Boyd y D. Augusto Pfister que gentilmente nos han proporcionado las substancias químicas mencionadas más arriba. RESUMEN En 222 hombres y 259 mujeres de Concepción fueron reali- zadas observaciones acerca de la capacidad de gustar le fenil- tio-urea. Entre los hombres el 87,84% y entre las mujeres el 90,73% acusaron la capacidad gustativa en referencia. BIBLIOGRAFIA Boyd, W. C. y Boyd, L. G. 1937.—Sexual and racial variations in ability to taste phenil-thio-carbamide, with some data on the inheritance. Ann. Eug. 8. Boyd, W. C. y Boyd, L. G. 1941.—Blood groups and imbreeding in Syria. Am. J. Phys. Anthrop., 28. Matson, G. A. 1938.—Blood groups and ageusia in indians of Montana and Alberta. Am. J. Phys. Anthrop., 24. Matson, G. A. 1940.—Blood groups and ageusia in indians of northern Alberta. Am. J. Phys. Anthrop., 27. 76 "DEL MUSEO ARAUCANO DE TEMUCO (Chile) Director: Prof. Hugo Gunckel Las ciperáceas chilenas descritas por el Dr. Rodulfo Amando Philippi por Hugo Gunckel Liier (Recibido por la Redacción el 20-XI11-43) He reunido en este modesto trabajo los nombres científicos de todas las Ciperáceas chilenas y dos argentinas descritas por el incansable naturalista Dr. R. A. Philippi, indicando su fuente bibliográfica, la o las localidades del tipo y, en casi todos los ca- sos, su nombre científico actual, según autores posteriores y según mis propios estudios. El Dr. Philippi, describió y publicó como nuevas muchos mi- les de plantas que él consideraba como tales para la ciencia, basándose muchas veces en sólo detalles insignificantes del ma- terial, que, a su vez, era generalmente fragmentario, sin consul- tar a los especialistas, o enviando, de tarde en tarde, grupos de plantas a los grandes centros botánicos, donde existen herbarios con muchos tipos, para poder efectuar estudios críticos y donde se han reunido grandes bibliotecas, elementos indispensables pa- ra hacer una labor sistemática efectiva. “No faltarán personas, que me censuren y que digan que más hubiera valido no hacer nada antes que una cosa imperfecta, escribe el Dr. R. A. Philippi, en la Introducción de Plantas Nuevas Chilenas (Anales de la Uni- versidad de Chile, vol. 81 (Mayo de 1892): 66; tampoco escasearán los que pregunten por qué no he enviado todas las plantas a Europa, donde existe el recurso de los libros y la posibilidad de cotejar las plantas chilenas con las de los grandes herbarios. Dos consideraciones me han impedido adoptar este camino: en primer lugar se corre riesgo, o bien de que las plantas se pierdan o extravíen en el envío o remisión, a consecuencia de un naufragio u otro accidente, o bien, de que algunas se queden en Europa para no volver jamás, y éstas serían las más raras y difíciles de reemplazar”. Muchas veces el Dr. Philippi consideraba una planta especie nueva, con sólo observar algunos de los caracteres morfológicos y no haciendo un estudio detallado de ella, efectuando compara- ciones basadas en variaciones regionales o locales. Por este motivo, son muchas las plantas así descritas por el Dr. R. A. Philippi, y que han pasado a la sinonimia, producien- a7 do sólo una mayor dificultad en los estudios de sistemáticas, ya que, por otra parte, muchas veces, el material tipo, en el trans- curso de los años, ha desaparecido por haber sido fragmentario o por otras causas, que no son del caso recordar aquí. He efectuado esta investigación bibliográfica con el sólo objeto de facilitar a los botánicos la consulta de las descripciones originales de estas plantas (en el presente caso de las Ciperá- ceas), indicando, como queda ya dicho más arriba, el título de la obra y su fuente bibliográfica, donde se encuentra descrita, con la indicación del lugar geográfico del hallazgo y en casi todos los casos, su valor sistemático actual, según autores posteriores, basándome en la literatura ciperológica que está a mi disposición. Antes de terminar estas palabras de introducción, cumplo con el grato deber de agradecer al distinguido colega, Dr. Manuel Barros, de Buenos Aires, Rep. Argentina, la gentileza que ha tenido al revisar este trabajo haciendo algunas pocas correccio- nes, y al amigo, don Gualterio Looser, en cuya rica biblioteca botánica pude consultar algunas obras que no estaban a mi disposición en ésta. AGYLLA. R. A. Philippi ENSIFOLIA. Philippi, Descripción de algunas plantas nuevas en Anales de la Univerisdad de Chile, 26 (Mayo de 1865): 643. 1865. Localidad del tipo: “Juan Fernández”, sin indicar localidad precisa. Descubierta por R. A. Philippi durante su viaje a las islas de Juan Fernández, efectuado en Noviembre de 1864. Observación: Philippi dió cuenta de este halazgo en una car- ta de fecha 5 de Febrero de 1865, escrita desde su fundo “San Juan”, prov. de Valdivia, a Eduard Frenzl y publicada en Verh. der K. K. Zool. Bot. Ges., 15: 520. 1865. NOMBRE según autores posteriores: según C. B. Clarke, Cyperacease (praeter Carcinas) Chilenses, Engler's Bot. Jahrb. 30 (2): 53. 1901, sería Cladium scirpoideum Hemsley, Bot. Chalenger, 1 (3): 59, tab. 60, fig. 1-4. 1885; y según Carl Skottsberg, Studien ueber die Vegetation der Juan Fernández Inseln, 24, 1914, sería Cladium scirpoideum (Steud.) Benth. et Hook, Gen. Plant. 3: 1066. CAREX. Linn. ANDINA. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (5 Mayo de 1896): 485. Localidad del tipo: “Ad radicem Andinum ocurrit prope Santiago, Chillán et alibi”. d Nombre autores posteriores: es buena especie. 178 ANWANDTERI. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5 Mayo de 1896) : 498. 1896. Localidad del tipo: Prov. Valdivia, dep. La Unión, “Fundo San Juan, en el lugar denominado Pantano”. Nombre autores posteriores: Carex acutata Boott. ARAUCANA. Plantas Nuevas Chilenas, 1. c., 495. 1896. Localidad del tipo: “Unicum specimen in montibus Nahuel- buta dictis loco Rucapillan, 1-1877, invenit”. Nombre según autores posteriores: Carex fuscula d'Urv. var. Hieronymi (Boeckl.) Kuúk. CALBUCANA. Plantas Nuevas Chilenas, 1. c. 499. 1896. Localidad del tipo: “Prov. Llanquihue: Calbuco, leg. F. Albert”. Nombre autores posteriores: Carex fuscula D'Urv. CERNUA. Plantarum novarum chilensium, Linnaea, 29: 83. 1857/8. Carex cernua Phil. non Boott. Localidad del tipo: “Península Tresmontes: San Rafael; leg. Dr. F. Fonck”. Nombre autores posteriores: Carex magellanica Lam. CHILLANENSIS. Anal. Univ. Chile, 21: 385. 1862 y Linnaeae, XXXUI: 278. 18364/5. Localidad del tipo: Prov. Ñuble: “In valle de las Aguas Ca- lientes, dicta propne Thermas de Chillán, juxta nivem perpetuam inveni”. Nombre autores posteriores: Carex Goodenoughii J. Gay. COLCHAGUENSIS. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile. 93 (entrega 5 Mayo de 1896) : 484. 1896. Localidad del tipo: “In Andibus Colchagua circa 1,000 m. supra mare legerat orn. Ludovicus Landbeck”. Nombre autores posteriores: Carex setifolia Kunze var. col- chaguensis (Phil.) Kiik. CORRALENSIS. Plant. nov. chilensis, Linnaea, XXXII: 273. 1864/5. Localidad del tipo: Prov. Valdivia: “Prope Corral, lectum comunicavit orn. Krause”. 79 Nombre autores posteriores: Carex aemotorrhyncha Desv. var. corralensis (Phil.) Kúk. DESSAUERL. Plantas Nuevas Chilenas, 1. c.: 496. 1896. Localidad del tipo: “Prov. O'Higgins, región andina de los Baños de Cauquenes; leg. Dr. von Dessauer”. Nombre autores posteriores: Carex Banksii Boott var. distans Kúk. forma: brevifolia Kúk. DECLINA. Plant. Nov. Chil., Linnaea, XXXIII: 271. 1864/5. Localidad del tipo: “Ad scaturigines prope argentifodinam “Las Arañas”, andinum prope Santiago, novembri florentem inveni”. Nombre autores posteriores: Carex Gayana Desv. EBRACTEATA. Plant. nov. Chil., Linnaea, XXXIII: 271. 1864/5. Localidad del tipo: “In Andibus prov. Colchagua, invenit orn. Landbeck”. Nombre autores posteriores: según Léveillé, Les Carex du Chili, Rev. Chilena de Hist. Nat., XIX (3-6): 96: 1915, sería C. aphylla. FONCKI. Plant. Nov. Chil., Linnaea, XXIX: 83. 1857/8. Localidad del tipo: Prov. Llanquihue: “In monte Cerro (12 de Febrero), inter lacus Todos los Santos et Nahuelhuapi; leg. Dr. F. Fonck”. Nombre autores posteriores: Carex Banksii Boott var. Fon- ckii (Phil.) Kúk. FUEGINA. Plantas Nuevas Chilenas, 1. c. 491. 1896. Localidad del tipo: “Tierra del Fuego, región oriental; leg. Pablo Ortega. Nombre según autores posteriores: Carex atropicta Steud. GILLIESI. Descripción de las nuevas plantas últimamente incorporadas en el herbario chileno, Anal. Univ. Chile, XLIII: 556 (página 80 del apartado). 1873. Localidad del tipo: Prov. Santiago: Valle del (río) Yeso. Nombre autores posteriores: Carex Banksii Boott var. distans Kiúk. forma brevifolia Kik. 80 LAMPROCARPA. Plantas Nuevas Chilenas, l. c. 497. 1896. Localidad del tipo: “Prov. Valdivia: departamento de La Unión, Fundo San Juan, en el lugar denominado Las Piedras”. Nombre autores posteriores: es buena especie. LATERIFOLIA. Plantas Nuevas Chilenas, l. c.: 488. 1896. Localidad del tipo: “Prov. Curicó (Región Andina); leg. Manuel Vidal”. Nombre autores posteriores: Carex trichodes Steudel, en Lechler. Berb. Americ. Austral.: 52. 1857; según Kikenthal, Die Carexvegetation des aussertropischen Siidamerika, Engler's Bot. Jahrb. 27 (4) : 496. 1899, sería Carex trichodes Steud. var. major Kiik. Pero el nombre actual: Carex trichodes Steud. var. lateri- folia (Phil.) Kúk. LECHLERI. Plant. nov. chil., Linnaea, XXIX: 83. 1857/8. Non C. Lechleri Steud. citado en Lechler: Berb. Americ. Austral., que según Gri- sebach: Symb. ad fi. arg.: 316, sería C. excelsa Poepp. Localidad del tipo: Magallanes: Punta Arenas; leg. W. Lechler. ; Nombre autores posteriores: Carex atropicta Steud. LEUCOCARPA. Plant. nov. Chil., Linnaea, XXIX: 82. 1857/8. Localidad dei tipo: “In montibus a borea vulcano Osorno dicto oppositis Februario 1852 legi”. Nombre autores posteriores: Carex Banksii Boott. MACROCARPA. Plant. nov. Chil., Linnaea, XXIX: 86. 1857/8. Localidad del tipo: Magallanes: Oazey harbour; XI-1852; leg. W. Lechler (Herb. Lechler: N.* 1137). Nombre autores posteriores: Carex macrosolen Steud. MISERA. Florula Atacamensis (Halle), N.* 388. 1860, y Plantas Nue- vas Chilenas, 1. c.: 492. 1896. Localidad del tipo: “Ad initium vallis Zorras dictae inveni, 24”-8' Lat. m. 10,000 p. s. m.” Nombre según autores posteriores: Carex incurva Lightf. var. misera (Phil.) Kúk. Según M. L. Fernald: Recent Disco- veries in the Newfoundland Flora, Rhodora, año 1933: 397, sería Carex maritima Gunner var. misera (Phil.) Fernald. sl MOLINAE. , Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entre 5, ma- yo de 1896): 486. 1896. Localidad del tipo: “Prov. Talca, región andina; leg. Fede- rico Philippi”. y A Nombre según autores posteriores: es buena especie, según G. Kiikenthal, Cyperaceae-Caricoidae, Das Pflanzenreich, IV, 20: 83. 1909. MOELLERI. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896) : 487. 1896. Localidad del tipo: Prov. Malleco: “In monticulis arenae praedi Renaico, Araucaniae, 111-1889, caespitem unicum inveni”. Nombre según autores posteriores: Carex setifolia Kunze var. pungens (Boeckl.) Kúk. MELANOLEPIS. Plantas Nuevas Chilenas, 1. c. 93 (Entrega 5, mayo 1896): 499. 1896. Localidad del tipo: Prov. Colchagua: “Valle Hermoso, in Andi- bus; leg. Paulus Ortega”. : Nombre según autores posteriores: Carex Goodenoughii Gay var. stolonifera (Hoppe) Ascher, según Kúkenthal, 1. c.: 315, NEBULARUM. Plantas Nuevas Chilenas, l. c. 93: 492. 1896. : Localidad del tipo: Prov. Ñuble: Termas de Chillán, en el valle de las Nieblas, 1-1877; leg. Dr. R. A. Philippi. Nombre según autores posteriores: es buena especie. NITENS. Descripción de las nuevas plantas últimamente incorporadas en el herbario chileno, Anal. Univ. Chile, XLIM: 557 (página 81 del apartado). 1873. Localidad del tipo: Prov. Santiago, Valle del Río Yeso. N ombre según autores posteriores: “Species incertar sedis”, oo Kikenthal, 1. c.: 212, donde sólo se la menciona, sin des- eribirla. OCHROSTACHYA. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile. 93 (entrega 5, mayo 1896): 500. 1896. Localidad del tipo: “Habitat in Andibus de Linares; leg. 1-1874, Paulus Ortega”. Nombre según autores posteriores: Carex Banksii-Boot var. odontolepis (Phil.) Kiik. forma ochrostachya (Phil.) Kúk. 82 'DDONTOLEPIS. Plant. Nov. Chil., Linnaea, XXIX: 82. 1857/8. Localidad del tipo: “In montibus Talcaregue, dictisinvenit cl. Germain, Herb. Chil. 264”. Nombre según autores posteriores: Carex Banksii Boott var. odontolepis (Phil.) Kúk. OLIGANTHA. Verzeichnis der von Federico Philippi auf der Hochebene der Provinzen Antofagasta und Tarapacá gesammelten Pflan- zen: 80. 1891. Localidad del tipo: Prov. Atacama: ““Ad Breas reperta”. Nombre según autores posteriores: Carex maritima Gunner var. misera (Phil.) Kiik. ORTEGAE. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega H, mayo 1896): 488. 1896. Localidad del tipo: “Región Tierra del Fuego Oriental; leg. Pablo Ortega”. Nombre según autores posteriores: Carex caduca Boott var. Ortegae (Phil.) Kiúk. PEDICELLATA. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896) : 500. 1896. Localidad del tipo: “In valle fluminis Palena invenit orn. Fridericus Delfin”. Nombre según autores posteriores: Carex decidua Boott. PERALTAE. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896) : 490. 1896. Localidad del tipo: “Eodem loco cum priore lecta fuit, et pos- terius ab Otto Philippi in andibus araucanis loco Queñimreper- tus est”. Nombre según autores posteriores: Carex atropicta Steud. PISSISI. Plant. Nov. Chil., Linnaea, XXXIII: 272. 1864/5. Localidad del tipo: “Ex andibus prov. Coquimbo attulit orn. Volckmann”. Nombre según autores posteriores: Carex setifolia Kunze. 83 PRATENSIS. Plantarum novarum chilensium, Linnaea, XXIX: 81. 1857/8.. NON C. pratensis Hose, en Usteri, Ann. Bot. XXI: 35. 1797, que es una ciperácea europea. Localidad del tipo: Prov. Concepción: “In pascuis ad Concep- ción habitat”. Nombre según autores posteriores: no tengo datos. PRATENSIS. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega: 5, mayo 1896): 491. 1896. Localidad del tipo: Prov. Valdivia: “Fundo San Juan en el lugar denominado Pantano; depart. La Unión”. Nombre según autores posteriores: Carex macloviana d'Urv. var bracteata Kiik. PROMAUCANA. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896): 496. 1896. Localidad del tipo: Prov. Ñuble: “In Andibus de Chillán denominatis crescit”. Nombre según autores posteriores: Carex Banksii Boott var. odontolepis (Phil.) Kiik. RAHMERI. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896): 502. 1896. ! Localidad del tipo: “In Araucaniae Andibus legit orn. Rahmer, ad locum Lacar, Otto Philippi”. Nombre según autores posteriores: Carex decidua Boott. SAGEL. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896) : 494. 1896. S Localidad del tipo: “Planta in Araucania ob. ornat Carolo age”. Nombre según autores posteriores: Carex fuscula d'Urv. SEPULTA. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896): 494. 1896. Localidad del tipo: “In litore arenoso ad Constitución legit vere 1885 Paulus Ortega, prope Concepción, ad flumen Manso et Palena, leg. Dr. C. Reiche”. Nombre según autores posteriores: Carex pumila Thunb. 34 SERRANOI. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896): 501. 1896. Localidad del tipo: “In altiplanitie c. 700 metros alta par- tium nive lecta Patagoniaea occidentalis haud procul a flumine Riñihue ab. orn. Delfin lecta”. Nombre según autores posteriores: Carex Darwinii Boott var. Serranoi (Phil.) Kúk. TAURINA. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896): 489. 1896. Localidad del tipo: “In montibus Doña Ana, l. d. Baños del Toro invenit, 11-1883, leg. Fr. Philippi”. Nombre según autores posteriores: Carex Gayana Desv. var. taurina (Hil.) Kúk. THERMARUM. Plantarum novarum chilensium, Linnaea, XXXIII: 272. 1364/5. Localidad del tipo: “Prov. Ñuble: prope thermas de Chillán dictas, c. 5,800 p. s. m. inveni”. Nombre según autores posteriores: Carex macloviana d'Urv. var. thermarum (Phil.) Kúk. VALDIVIANA. Plantar. novarum chil., Linnaea, XXIX: 84. 1857/8. Localidad del tipo: Prov. Valdivia: Corral. Nombre según autores posteriores: Carex fuscula d'Urv. VALLIS PULCHRAE. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896): 487. 1896. Localidad del tipo: “Prov. Colchagua: región andina de Va- lle Hermoso, 11-1872; leg. P. Ortega”. Nombre según autores posteriores: es buena especie. CARPHA. R. Br. ANDINA. Descripción de las nuevas plantas últimamente incorporadas en el herb. Chileno, Anal. Univ. Chile, XLIII: 555 (página 79 del apartado). 1873. Localidad del tipo: “Prov. Llanquihue: Volcán Osorno, leg. R. A. Philippi; y al pie del Volcán Calbuco, leg. Carlos Juliet”. Nombre según autores posteriores: Schoenus andinus (Phil.) H. Pfeiffer. 85 PANICULATA. Plantarum novarum chilens., Linnaea, XXXIX: 80. 1857/8.. Localidad del tipo: “In montibus a borea vulcano Osorno: (leg. R. A. Philippi) ; in collibus Archipelagi Chonos (leg. Dr. F. Fonck)”. Nombre según autores posteriores: Schoenus rhynchospo-- roides (Steud.) Kiik. : VIRIDIS. Excursión Botánica en Valdivia, Anal. Univ. Chile, XXVII (1IX-1865) : 322. 1865. Localidad del tipo: “Prov. Valdivia: in palude quadam mon- tium litorallium, Cordillera Pelada, dictarum invenimus”. Nombre según autores posteriores: Carpha alpina R. Br. var.. schoenoides (Banks € Sol.) Kuúk. in littera. CYPERUS. Linn. ARAEUS. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega. 4, abril 1896) : 346. 1896. Localidad del tipo: “Loco dicto Sauzal, invenit orn. Aemilius. Sierralta”. b NE según autores posteriores: Cyperus Volckmanni Phil. BOECKLERI. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 4, abril 1896) : 344. 1896. Localidad del tipo: “Locum ubi inventum fuit ignoro” (ignó-- rase localidad del hallazgo). Nombre según autores posteriores: “Es considerada por G. Kúkenthal como “SPECIES A ME NON VISAE”. LACUSTRIS. Plantarum novarum chilensium, Linnaea, XXXIII: 270. 1864/5. Localidad del tipo: Prov. Valdivia: “ad lacum Ranco inveni”.. Nombre según autores posteriores: Cyperus laetus Kunth subsp. oostachyus (Nees) Kiik. var. conceptionis (Steud.) Kiik. LEPIDUS. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega. 4, abril 1896) : 347. 1896. 36 Localidad del tipo: “In Andibus prov. Curicó; legit Manuel Vidal, 1892”. Nombre según autores posteriores: Cyperus lanceolatus Poir. LUTESCENS. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 4, abril 1896) : 345. 1896. Localidad del tipo: “Prope Thermas Chillanenses in valle “Las Nieblas” legi, deinde ab orn. Augusto Borchers prope Val- paraíso reperta, denique in praedio Mansel prov. O'Higgins inveni” Nombre según autores posteriores: Cyperus Eragrostis. Lam. ÑOCHA. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 4, abril 1896): 346. 1896. Localidad del tipo: “Prope Negrete in Araucania inveni; al incolis ñocha vocatur et ad conficiendum funes adhibetur, postea quoque prope Talcahuana aut potius S. Vicente legi”. Nombre según autores posteriores: Cyperus laetus Kunth, subsp. oostachyus (Nees) Kiik. var. conceptionis (Steud.) Kuúk. PAPOSANUS. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega: 4, abril 1896) : 343. 1896. Localidad del tipo: “Prope Paposa in litore prov. Antofagas-- ta legi; et perperam in Itinero ad desertum Atacama pro C. Laeto habui v. nr. 380”. Nombre según autores posteriores: Cyperus laetus Kunth,. subsp. oostachyus (Nees) Kiik. var. conceptionis (Steud.) Kúk.. PAUPER. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega. 4, abril 1896) : 347. 1896, y Descripción de las nuevas plantas úl- timamente incorporadas en el herbario chileno, Anal. Univ. Chile, XLITI: 553 (página 77 del apartado). 1873. Localidad del tipo: REPUBLICA ARGENTINA: “Proy.. Mendoza, a orillas del lago Capi; legi Federico Leyboldt”. Nombre según autores posteriores: Cyperus rivularis Kunth: subsp. Lagunetto (Steud.) Kiik. RANCOANUS. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 4, abril 1896) : 345. 1896. Localidad del tipo: Prov. Valdivia: lago Ranco. 87 Nombre según autores posteriores: Cyperus laetus Kunth, subsp. oostachyus (Nees) Kiik. var. conceptionis (Steud.) Kiik. VOLCKMANNL. Plantarum novarum Cchilesium, Linnaea, XXXIII: 269. 1864/5. Localidad del tipo: “In Quebrada de San Lorenzo, prope Tlla- pel invenit orn. Volckmann”. , ¡ Nombre según autores posteriores: es buena especie. DIDYMIA. R. A. Philippi Didymia, ein neues Cyperaceengenus, Engler's Bot. Jahrb. VIII, 1, : 57-58, con lámina. 1887. CYPEROMORPHA. Io es Localidad del tipo: Prov. Concepción: “Isla Quiriquina”. Nombre según autores posteriores: Cyperus laetus Kunth, subsp. oostachyus (Nees) Kiik. var. conceptionis (Steud.) Kiik. HELEOCHARIS. R. Br. APPENDICULATA. Plant. nov. chilensium, Linnaea, XXIX: 85. 1857/8. Localidad del tipo: Prov. Valparaíso: Quillota; leg. Ph. Germain. Nombre según autores posteriores: Heleccharis melanos- tachys (d'Urv.) C. B. Clarke, según H. K. Svenson, Mono- graphic studies in the Genus Eleocharis, Brooklyn Botanic Gar- den, contributions N.? 85: 60. 1939. : ATACAMENSIS. Flor. Atacam.: 53. 1860 y Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 4, abril 1896): 349. 1896. Localidad del tipo: Prov. Atacama (Iter atac. N.* 383). Nombre según autores posteriores: es buena especie. Observación: véase las interesantes conclusiones a que lle- ga el Dr. Manuel Barros al estudiar esta especie en Ciperáceas Argentinas II Género Heleocharis R. Br., Anal. Museo Nacional de Hostoria Natural, XXXIV: 486-488. DUBIA. Plant. nov. chil., Linnaea, XXIX: 77. 1857/8. Localidad del tipo: Prov. Valdivia: Corral. : e según autores posteriores: Heleocharis pachycar- pa Desyv. : 88 FUEGUINA. Philippi, Dr. R. A. NOMEN. (MS. en Herb. N.* 124 a), col. in FUEGIA. Localidad del tipo: Tierra del Fuego. ; Nombre según autores posteriores: Heleocharis palustris (L.) R. Br. Observación: binomio citado por C. B. Clarke, 1. e.: 19 y 20. HYALINOVAGINATA. Boeckl. descrita por Philippi, Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 4, abril 1896): 352. 1896. Localidad del tipo: Constitución; leg. Dr. C. Reiche. Nombre según autores posteriores: Heleocharis fuscopur- purea (Steud.) Pfeiffer, en Svenson, l. c.: 44. LEPIDA. la Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 4, abril 1896) : 349. 1896. Localidad del tipo: “In prov. Ñuble, invenit ornat. Narcissus Briones; anno 1887”. Nombre según autores: Heleocharis pachycarpa Desv. LEPTOCAULOS. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 4, abril 1896) : 349. 1896. Localidad del tipo: Valdivia. Nombre según autores posteriores: Heleocharis pachy- carpa Desv. LIOCARPA. Descripción de las nuevas plantas últimamente incorporadas en el herbario chileno, Anal. Univ. Chile, XLIII: 558 (página 77 del apartado). 1873. Ñ Localidad del tipo: “Prov. Valdivia: fundo San Juan (depar- tamento La Unión) ; leg. R. A. Philippi, 1-1860”. Nombre según autores posteriores: Heleocharis pachycar- pa Desv. LITORALIS. Plant. novarum chil., Linnaea, XXIX: 85. 1857/8. Localidad del tipo: Prov. Valdivia: Corral. Nombre según autores posteriores: Heleocharis melanos- tachys (d'Urv.) C. B. Clarke. MELANOCARPA. Plant. Nov. Chil., Linnaea, XXIX: 85. 1857/8. 89 Localidad del tipo: “Prov. Valdivia: lago Ranco; leg. Clau- dio Gay (herb. Chil. N.? 258)”. ! Nombre según autores posteriores: Heleocharis fuscopur- purea (Steud.) Pfeiffer. MENDOCINA. Descripción de las nuevas plantas últimamente incorporadas en el herbario chileno, Anal. Univ. Chile, XLIII: 553 (página 77 del apartado), 1873; y Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 ( entrega 4, abril 1896) : 350. 1896. Localidad del tipo: REP. ARGENTINA: “E provincia Men- doza advecta est”. Nombre según autores posteriores: es buena especie. REICHEI. Boeckl., descrita por R. A. Philippi, Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 4, abril 1896): 351. 1896. Localidad del tipo: Constitución; leg. Dr. Carl Reiche. Nombre según autores posteriores: Heleocharis palustris (L.) R. Br. (forma setis obsolotis). RIVULARIS. Plantarum novarum chilensium, Linnaea, XXXIII: 270. 1864/5. Localidad del tipo: “Ad litus flum. Aconcagua prope San Rafael infra Sta. Rosa invenit”. Nombre según autores posteriores: Heleocharis exigua (H. B. K. Roem. et Schult. VALDIVIANA. Plantarum novarum chilensium, Linnaea, XXIX: 77. 1857/8. Localidad del tipo: Prov. Valdivia: Cudico. Nombre según autores posteriores: Heleocharis melanos- tachys (d'Urv.) C. B. Clarke. VINCENTINA. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega. 4, abril 1896): 348. 1896. Localidad del tipo: “Prov. Concepción; prope San Vicente, haud procul a Talcahuano legi”. Nombre según autores posteriores: Heleocharis fuscopur- purea (Steud.) Pfeiffer. 90 ISOLEPIS. R. Br. ANDINA. Verzeichnis der von Federico Philippi auf der Hochebene der Prov. Antofagasta und Tarapacá gesammelten Pflanzen: 79. 1891. Localidad del tipo: “De loco Salar dicto advecta”. Nombre según autores posteriores: Scirpus andinus (Phil.) Phil.; que a su vez, es considerada: Heleocharis pauciflora. (Light.) Link. Scirpus pauciflorus Light. ATACAMENSIS. Florula Atacamensis (Halle) N.* 387. 1860. Localidad del tipo: “Prov. Atacama: Imillac, 23-50” lat.. m. C., 28,000 p. s. m.”. Nombre según autores posteriores: Scirpus atacamensis (Phil.) Boeck, Linnaea XXXVI: 482. 1869/70. KRAUSEI. Plant. nov. chil., Linnaea, XXX: 203. 1859/60. Localidad del tipo: Prov. Valdivia: “Prope Corral, invenit orn. Krause”. Nombre según autores posteriores: Schoenus nitens (R. Br.) Poir. subsp. Krausei (Phil.) Kúk. MODESTA. Plant. nov. chilens., Linnaea, XXIX: 89. 1857/8. Localidad del tipo: Prov. Coquimbo: Huanta; leg. Claudio Gay; herb. Chil. N.* 256. Nombre según autores posteriores: Scirpus cernuus Vahl. MONOSTACHYA. Verzeichnis der von Federico Philippi auf der Hochebene der Prov. Antofagasta und Tarapacá gesammelten Pflanzen: 79. 1891. Localidad del tipo: “In provincia Tarapacá ad Chismisa. lecta”. Nombre según autores posteriores: Scirpus cernuus Vahl. NANA. Plant. novarum chil., Linnaea, XXIX: 79. 1857/8. Localidad del tipo: Prov. Valdivia: Corral. : Nombre según autores posteriores: Scirpus cernuus Vahl var dura C. B. Clarke. 91 OREOPHILA. Verzeichnis der von Federico Philippi auf der Hochebene der Provinzen Antofagasta und Tarapacá gesammelten Pflanzen: 79. 1891. Localidad del tipo: “Ad Breas lecta, 3,500 m. s. m.”. Nombre según autores posteriores: Scirpus nevadensis Wats. PERPUSILLA. Descripción de las nuevas plantas incorporadas últimamente en el herbario chileno, Anal. Univ. Chile, XLIII: 555 (página 79 del apartado). 1873. Localidad del tipo: Prov. Aconcagua: Hacienda de Catapilco; leg. R. A. Philippi, IX-1865. Nombre según autores posteriores: Scrirpus perpusillus (Phil.) Boeckil. PHAEOCARPA. Excursión Botánica en Valdivia, Anal. Univ. Chile, XXVII (IX-1865) : 321. 1865. Localidad del tipo: Prov. Valdivia: “Habitat in montibus litoralibus valdivianus 1. d. Huallihuapi”. Nombre según autores posteriores: Scirpus inundatus Poir. TRISTACHYA. Plantarum novarum chilesium, Linnaea, XXXII: 203. 1864/5. Localidad del tipo: Prov. Llanquihue: “In uliginosis prope Puerto Montt destexit cl. Dr. F. Fonek”. ; Nombre según autores posteriores: Scirpus inundatus Poir. VALDIVIAE. Philippi, Dr. R. A. EN SCHED., según Federico Philippi, in Plantarum Vascularium Chilensium, Santiago: 354. Localidad del tipo: no tengo datos. Nombre según autores posteriores: Scirpus inundatus Poir. MALACOCHAETE. Nees. OLIGOSTACHYA. Plantarum novarum chilensium, Linnaea, XXIX: 78. 1857/8. Localidad del tipo: Prov. Llanquihue: Carelmapu; les. C. Gay; N.* 305. Nombre según autores posteriores: según C. B. Clarke, 1. c.: 34 sería Scirpus americanus Pers., pero según Index Kewensis, 92 fasc. 111: 148, sería Scirpus riparius Nees Et Meyen, es decir Scirpus califormicus (Mey.) Steudel (probablemente var. splolia- tus Barros). OREOBOLUS. R. Br. CLANDESTINUS. Plantarum novarum chilensium, Linnaea, XXIX: 81. 1857/8. Localidad del tipo: Prov. Valdivia: Corral en “Los Alerza- les”; leg. H. Krause. Nombre según autores posteriores: Oreobolus obtusangu- lus Gaud. " SCIRPUS. Linn. ACAULIS. Plantarum novarum chilensium, Linnaea, XXIX: 78. 1857/8. Localidad del tipo: Prov. ? :“Lago Malvarco; leg. Ph. Germain”. Nombre según autores posteriores: es buena especie. AEGIALITES. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896): 477. 1896. Localidad del tipo: “Habitat ad litora maris, prope Ancud unde 1878 accepi, prope Matanza, haud procul ab ostia fluminis Rapel, ubi ipse novembri 1879 legi”. Nombre según autores posteriores: Scirpus cernuus Vahl, var. dura C. B. Clarke. ANDINUS. Descripción de las nuevas plantas últimamente incorporadas en el herbario chileno, Anal. Univ. Chile, XLIII: 554 (página 78 del apartado). 1873. Localidad del tipo: Prov. Santiago: “Valle del Yeso (herb. Delessert: Philippi, N.* 36)”. Nombre según autores posteriores: Heleocharis pauciflora (Light.) Link. Observación: descrita anteriormente por R. A. Philippi co- mo Isolepis andina. ATACAMENSIS. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896): 476. 1896. Localidad del tipo: Prov. Atacama: Imilac, 23” 50' Lat. m. C. a 8,000 p. s. m. Nombre según autores posteriores: Scirpus atacamensis (Phil.) Boeckl. (Linnaea, XXXVI: 482. 1869/70). 93 CHLOROTICUS. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896) : 480. 1896. Localidad del tipo: Prov. Ñuble: Termas de Chillán (Phi- lippi, N.* 60). Nombre según autores posteriores: Scirpus cernuus Vahl. CONSTITUTIONIS. Boeckl. ms. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896): 483. 1896. Localidad del tipo: Constitución; leg. Dr. C. Reiche. . Nombre según autores posteriores: Scirpus inundatus Poir. DESERTICOLA. Flor. Iter. Atac.: 386. 1860 y Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896): 482. 1896. Localidad del tipo: “Ad aquam de Profetas dictam 24” 45' L m. et 9,000 p. s. m. et Cachinal de la Sierra, 25” 1. m. et 7,500 p. s. m. legi, et alias in deserto vidi”. Nombre según autores posteriores: es buena especie. DESVAUXI. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega Bb, mayo 1896) : 482. 1896. Localidad del tipo: Prov. Linares: Termas de Panimávida; leg. Philippi: N.* 32. Nombre según autores posteriores: Heleocharis fuscopur- purea (Steud.) Pfeiffer. ; DIDYMOSTACHYUS. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896): 475. 1896. Localidad del tipo: Ignórase (Scheda cum indicatione loci natalis amissa). Nombre según autores posteriores: Scirpus inundatus Poir. MACROLEPIS. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896): 481. 1896. Localidad del tipo: “In monte Doña Ana loco dicto Vegas «del Toro, 11-1883, detexit Fr. Philippi”. Nombre según autores posteriores: es buena especie. MELANOCAULOS. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896) : 476. 1896. 94 Localidad del tipo: Prov. Colchagua: valle Hermoso (región andina) ; tipo Herb. Philippi, N.* 82). Nombre según autores posteriores: Schoenus nitens (R. Br.) Poir. subsp. Krausei (Phil.) Kúk. MICROSTACHYS. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896) : 478. 1896. Localidad del tipo: “Primus prope Pocillas in prov. Maule invenit ornat. Carolus Stolp. deinde in praedio meo valdiviano ipse (San Juan), departamento La Unión, prov. Valdivia”. Nombre según autores posteriores: Scirpus cernuus Vahl. MODESTUS. Citado por F. Philippi, Catalogus Plantarum Vascularium Chilensium: 355. 1881. Localidad del tipo: véase la de Isolepis modesta Phil. Nombre según autores posteriores: Scirpus cernuus Vahl. NANUS. Philippi, Federico en Cat. Plant. Vasc. Chil.: 355. 1881. Localidad del tipo: véase la de Isolepis nana Phil. Nombre según autores posteriores: Scirpus cernuus Vahl, var. dura C. B. Clarke. NUBIGENUS. Descripción de las nuevas plantas últimamente incorporadas en el herb. chileno, Anal. Univ. Chile, XLIII: 554 (página 78 de la reimpresión). 1873. Localidad del tipo: “Se cría en el valle del Yeso de la provin- cia de Santiago”. Nombre según autores posteriores: Scirpus acaulis Phil. REICHEL. Boeckl. MS. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896): 480. 1896. Localidad del tipo: Constitución; legit Dr. C. Reiche. Nombre según autores posteriores: Scirpus nevadensis Wats. (1871). SESSILIFLORUS. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896): 479. 1896. Localidad del tipo: “Ad caput vallis Valle Largo dicti andium, prov. Santiago, XII-1882, invenit orn. Carolus Stolp”.. Nombre según autores posteriores: Scirpus acaulis Phil. 95 SPADICEUS. Plantarum Nov. Chil., Linnaea, XXIX: 80. 1857/8. Localidad del tipo: Prov. Valdivia: Corral. Nombre según autores posteriores: Schoenus nitens (R. Br.) Poir. subsp. Krausei (Phil.) Kúk. TERMINALIS. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896): 479. 1896. Localidad del tipo: Prov. Linares: Termas de Panimávida. Nombre según autores posteriores: Scirpus cernuus Vahl. TRACHYCAULOS. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896): 482. 1896. Localidad del tipo: “In valle Carrizar, loco Zanjón invenit Fr. Philippi”. Nombre según autores posteriores: no tengo datos. TRICHOCAULOS. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896): 478. 1896. Localidad del tipo: Prov. Valdivia: Fundo San Juan, depar- tamento La Unión; leg. R. A. Philippi, 11-1886. Nombre según autores posteriores: Scirpus inundatus Poir: UNCINTIA. Pers. BRACTEOSA. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896): 503. 1896. Localidad del tipo: Prov. Magallanes: Canal de Smith; leg. Al- berto Hochstter. si ES según autores posteriores: Uncinia macrophylla eud. BELLA. Plant. Nov. Chil., Linnaea, XXX: 204. 1859/60. Localidad del tipo: Prov. Valdivia: “In Montibus prope Co- rral invenit indefessus Krauseus”. Nombre según autores posteriores: Uncinia macrophylla Steud. CHLOROSTACHYA. Plant. Nov. Chil., Linnaea, XXXII: 275. 1864/5. 96 ) Localidad del tipo: Prov. Valdivia: “Prope Corral cum reli- quis occurrit”. Nombre según autores posteriores: Uncinia phleoides (Cav.) Pers. LEPTOSTACHYA. Plant. Nov. Chil, Linnaea, XXXII: 274. 1864/5. Localidad del tipo: Prov. Valdivia: “Prope Santo Domingo”. Nombre según autores posteriores: Uncinia phleoides (Cav.) Pers. var. trichocarpa (C. A. Meyer) C. B. Clarke. LOLIACEA. Plantas Nuevas Chilenas, Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896): 503. 1896. Localidad del tipo: Bosque Fray Jorge; leg. Federico Phi- lippi, 1-1883. Nombre según autores posteriores: Uncinia phleoides (Cav.) var. trichocarpa (C. A. Meyer) C. B. Clarke, forma: longispica Frenchet (non Boeckl.). Observación: El Dr. Philippi indica esta forma en Anal. Univ. Chile, 93 (entrega 5, mayo 1896) : 505, bajo Uncinia phleoi- des Pers. var. longispica Fr. (Miss. scient. Cap Horn, Bot.: 378). MONTANA. Excursión Botánica en Valdivia, Anal. Univ. Chile, XXVII - (1X-1865) : 322. 1865. Localidad del tipo: Prov. Valdivia, departamento La Unión: “Loco Huallihuapi dicto in montibus litoralibus valdiviae”. Nombre según autores posteriores: Uncinia macloviana Gaud. var. montana (Phil.) Kik. MONTTEANA. Plant. Nov. chil., Linnaea, XXX: 204. 1859/60. Localidad del tipo: Prov. Llanquihue: “In nemoribus prope Puerto Montt occurrit”. Nombre según autores posteriores: Uncinia pheoides (Cav.) Pers. 97 ¿DEL INSTITUTO ANATOMICO DE CORDOBA (Argentina) Director: Prof. Dr. Humberto Fracassi Anatomía de las venas pulmonares * (Con 4 figuras) por H. Fracassi (Recibido por la Redacción el 28-XII-43) El estudio de la disposición anatómica de las venas pulmo- mares, lo mismo que el de la arteria pulmonar y del árbol bron- quial, ha adquirido en la actualidad un grandísimo interés a «causa de las operaciones, hoy en boga, que se practican sobre el pulmón, neumectomías y lobectomías, a más del interés clínico para la correcta interpretación de las imágenes radiográficas; esa ha sido la causa que nos ha impulsado para hacer un estudio detallado de las venas pulmonares, igual como ya lo hiciéramos «con la arteria pulmonar en el trabajo presentado como tema cen- tral en la Primera Conferencia Nacional de Anatomía Normal y Patológica, Histología, Embriología y Técnica Quirúrgica reali- zada en Córdoba en Octubre de 1942 y también para el estudio «de la división bronquial en otro trabajo presentado en el Congre- so Nacional de Ciencias Morfológicas realizado en Santiago de Chile con motivo de celebrarse el Centenario de la Fundación de su Universidad. Como ya lo hiciéramos en ambos trabajos aludidos aquí también hemos de considerar a ambos pulmones con una cons- titución análoga y por lo tanto con el mismo número de lóbulos, salvo diferencias de poca monta que entonces se hicieron resal- tar; este modo de proceder se funda en la embriología que es quien impone sus leyes y en donde puede observarse constante- mente la disposición que adoptamos para el pulmón adulto, que si bien no existe siempre en éste en su totalidad embriológica, en «cambio en ocasiones es dado observarla, si no totalmente, al me- nos parcialmente. Por otra parte es siempre posible y en todos * Resumen del trabajo presentado al VII Congreso Nacional de Medicina de La Plata, Rep. Argentina. 9 los pulmones, comprobar, a nivel de las cisuras desaparecidas en: el adulto, una menor condensación broncovascular indicio de su independencia primitiva. La ramificación vascular del pulmón está supeditada, según mi modesta opinión, a la del árbol bronquial que la precede; es. sabido que el pulmón epitelial deriva de un brote ventral del intestino cefálico, que es muy prematuro en su aparición y que precede al pulmón conjuntivo vascular, de origen mesodérmico, de donde han de nacer los vasos, así como del epitelial, de origen endodérmico, han de nacer los bronquios. Como el árbol bron-- quial se encuentra ya bastante ramificado en el momento de ser: abordado por la parte vascular, ésta se encuentra ante un hecho consumado y su disposición se ve obligada a amoldarse a lo ya existente y seguirla en sus grandes líneas, es por eso que hemos de constatar que la disposición vascular es casi igual a la de los bronquios. La descripción que hacemos de las venas pulmonares es la que se observa en la gran mayoría de los casos, lo que no quita que haya variantes. VENAS PULMONARES Habitualmente son cuatro, dos para cada pulmón (lám. IIL. 1, 7, 4, 10), pueden ser menos, por fusión de alguna de ellas, o más, por división prematura. VENAS DEL PULMON DERECHO _ Son dos y se las denomina: vena pulmonar derecha supe-- po sae pulmonar derecha inferior (lám. UI, 1, 7; foto-- gr. 1, 4 VENA PULMONAR DERECHA SUPERIOR y Tiene de 10 a 14 mm. de longitud y consta de dos porciones,. la intrapericardíaca y la intrapleural, es esta última la que ofre- ce mayor interés bajo el punto de vista de las intervenciones sobre el pulmón, desde que es allí donde se coloca la ligadura; en el momento de alcanzar la parte externa de esta porción intrapleural se divide en dos ramas: 1, la vena del lóbulo supe-- rior derecho; II, la vena del lóbulo medio (lám. 1, 2, 6; lám. 1IL, 2, 3; fotogr. I, 1, 3). : IL VENA DEL LOBULO SUPERIOR DERECHO Esta nace en plena cavidad pleural y es mayor que la otra. rama de división del tronco que les da nacimiento, se dirige arri- ba, afuera y apenas atrás (lám. 1, 2; fotogr. 1, 1) para alcanzar el lóbulo superior donde termina por tres ramas que de acuerdo: ¿100 :a su destino son: la vena bronquiolar superior; la vena bronquio- lar posterior; la vena bronquiolar anterior, (lám. I, 3, 4, 5; fotogr. I, 2, 2) que drenan la parte correspondiente a su nombre del lóbulo superior. Como se puede comprobar, la disposición venosa es muy semejante a la de los bronquios, en ambas hay una trifurcación y las ramas resultantes merecen idéntico nom- bre de acuerdo a lo que propusiera en el trabajo sobre bronquios. Il. VENA DEL LOBULO MEDIO Es la otra rama de división de la vena pulmonar derecha “superior, se dirige afuera, abajo y apenas atrás (lám. I, 6; fotogr. 1, 6) para alcanzar el lóbulo medio por donde ha de dis- tribuírse. Después de un recorrido de 5 a 6 m.m. termina por dos ramas: la vena bronquiolar ántero superior y la vena bron- -quiolar póstero inferior. VENA PULMONAR DERECHA INFERIOR Es la más corta de las cuatro, tiene de 8 a 10 m.m., si se la considera como lo hacen todos los anatomistas, vale decir, hasta el momento de dar su primera colateral, nosotros no la conside- ramos así y fieles a lo sostenido en la división bronquial y en la arteria pulmonar, ella termina como tal cuando ha dado su últi- “ma colateral, que es cuando se continúa con su rama terminal, -en este caso su longitud alcanza los 20 m.m. Nace del ángulo inferior derecho de la aurícula izquierda (láms. 1, 8; TIL, 7) como a 10 m.m. por debajo y atrás de su congénere superior para dirigirse afuera, abajo y atrás, tiene tres porciones: intrapericardíaca, intrapleural e intraparenqui- matosa. Para nuestro caso la más interesante es la intrapleural por ser donde se aplica la ligadura y por lo tanto es el sitio por donde se la aborda. Durante su recorrido da dos colaterales de importancia y una rama terminal: III, la vena del lóbulo infracardíaco; IV, la vena del lóbulo posterior; que son las colaterales; V, la vena del lóbulo inferior, su rama terminal. ' Si con la imaginación reunimos cabo a cabo las venas pul- monares derechas, para hacer de ambas una sola, podemos com- probar que el comportamiento de esta vena resultante es casi exactamente igual al de la arteria pulmonar derecha, el que a su vez es análogo al del bronquio derecho, pues los tres dan tron- cos lobulares que llevan el mismo nombre, comportamiento y destino, la única diferencia, si no nos valemos del medio pro- puesto, es para la circulación venosa que dispone de dos troncos independientes en vez de uno solo, pero ellos son equivalentes, el superior a la mitad superior de la arteria pulmonar derecha y su respectivo bronquio y la inferior a la otra mitad de la misma arteria y bronquio, con lo que la analogía entre la división bron- quial y la vascular queda en evidencia. 101 IN. VENA DEL LOBULO INFRACARDIACO Lo más frecuente es que su nacimiento preceda al de la del lóbulo posterior (láms. I, 9; III, 13), pero siempre tiene lugar “sobre la cara inferior de la vena pulmonar derecha inferior,. como a los 5 m.m. de la aurícula, pudiendo alcanzar los 18 m.m. cuando nace después de la otra colateral; se dirige abajo y ape- nas adentro siendo casi siempre totalmente intraparenquimatosa, pero en contadas ocasiones suele tener un pequeñísimo recorrido intrapleural; termina por dos ramas: la vena bronquiolar ántero : interna y la vena bronquiolar póstero externa que se distribuyen por el lóbulo infracardíaco o la zona que a él corresponde. IV. VENA DEL LOBULO POSTERIOR Lo mismo que el bronquio derecho y la arteria pulmonar derecha, la vena pulmonar derecha inferior da también una grue- sa colateral para el lóbulo posterior que tiene su origen en la. cara inferior de este tronco. venoso (láms. 1, 7; III, 8) a una distancia de la aurícula que oscila entre los 5 y 20 m.m., según. sea el comportamiento de la colateral precedente; pero ello no obsta para que pueda nacer también directamente de la aurícula por arriba del tronco que habitualmente le da origen, con lc que,, el número de las venas pulmonares derechas aumenta en una unidad. Se dirige arriba, afuera y apenas atrás en un recorrido de 10 m.m. para terminar por dos ramas: la vena bronquiolar interna y la externa, ramificadas por todo el lóbulo posterior o. la zona que le corresponde. V. VENA DEL LOBULO INFERIOR Cuando la vena pulmonar derecha inferior ha dado la cola- teral que acabamos de estudiar se convierte en rama terminal y como su destino es el lóbulo inferior es por ello que la denomi- namos vena del lóbulo inferior (láms. I, 16; III, 9) es muy corta,, tiene de 3 a 4 m.m. y es totalmente intraparenquimatosa, termi- na casi siempre por dos ramas: la vena semilobular derecha anterior y la vena semilobular derecha posterior, en realidad son ántero externa y póstero interna (láms. 1, 10, 11; 111, 15, 16). Como se ve su terminación habitual es exactamente igual a la de la arteria pulmonar correspondiente. VENAS DEL PULMON IZQUIERDO .. Como para el pulmón derecho aquí también hay dos venas pulmonares que llevan idéntico nombre: vena pulmonar 'izquier- e o y vena pulmonar izquierda inferior (láms. 1, 1, 7: , , o 102 VENA PULMONAR IZQUIERDA SUPERIOR Es la más larga de las cuatro, llega a 18 6 20 m.m., nace arriba y a la izquierda de la cara posterior de la aurícula izquier- da, sobre un plano superior y anterior al de la izquierda inferior; se dirige arriba y afuera teniendo una porción intrapericardíaca y la otra intrapleural, esta última es la más extensa, pues llega a los 10 ó 12 m.m., es precisamente la de más interés práctico por ser la zona de “abordaje para su ligadura; termina por dos ramas: 1, la vena del lóbulo superior izquierdo; Il, la vena del lóbulo medio, igual que a la derecha (láms. UI, 2, 10; TIT, 5, 6; fotogr. I, 5, 8). I. VENA DEL LOBULO SUPERIOR IZQUIERDO Es ella siempre muy corta, 3 a 4 m.m., pues de inmediato se divide en sus dos ramas terminales; se dirige arriba, afuera y apenas atrás (lám. II, 2; fotogr. 1, 5); sus ramas de termina- ción se llaman: la vena bronquiolar superior; el tronco común de las venas bronquiolares anterior y posterior (lám. Il, 4, 3; fotogr. 1, 7, 6) La vena bronquiolar superior se dirige arriba, afuera y atrás describiendo una curva que abraza por arriba a los otros elemen- tos del pedículo pulmonar (lám. II, 4; fotogr. 1, 7) y se distri- buye por toda la mitad superior del lóbulo superior izquierdo. El tronco común de las venas bronquiolares anterior y poste- rior es muy corto, a los 3 m.m. se divide en dos ramas: la vena bronquiolar anterior y la vena bronquiolar posteroir (lám. II, 5, 6; fotogr. I, 6, 6), ambas se distribuyen por la base del lóbulo supe- rior izquierdo. II. VENA DEL LOBULO MEDIO Es la segunda rama terminal de la vena pulmonar izquierda superior, su longitud puede alcanzar los 40 m.m. como puede comprobarse en el caso de la fotografía N.* 1, 8, lo habitual es. que sea reducida, 5 a 6 m.m.; se dirige afuera, abajo y apenas atrás en busca de su respectivo bronquio al que se une y lo acom- paña (fotogr. 1, 8) para así juntos servir al respectivo lóbulo. Termina por dos ramas: la vena bronquiolar ántero superior; la vena bronquiolar póstero inferior; la primera tiene, igual que su respectiva arteria, un largo recorrido según puede apreciarse en la fotografía que se adjunta y que es de uno de los preparados por corrosión que nos ha servido para nuestro estudio, llega a la língula a la que va destinada y debido a lo cual me parece que, como a la arteria, le corresponde el nombre de vena de la língula. VENA PULMONAR IZQUIERDA INFERIOR Tiene su origen por debajo y detrás de la pulmonar izquier- da superior, en el ángulo inferior izquierdo de la aurícula izquier- 103. da (lám. III, 10), es la segunda en longitud, que puede llegar a los 15 m.m.; se dirige afuera, abajo y atrás (lám. II, 7) teniendo tres segmentos, intrapericardíaco, intrapleural e intraparenqui- matoso, es en el segundo donde se aplica la ligadura. A diferen- cia de su homóloga derecha ésta da tan solo una colateral de importancia y su rama terminal como aquélla, se las denomina: III, vena del lóbulo posterior, colateral; IV, vena del lóbulo infe- rior, rama terminal. La vena del lóbulo infracardíaco, que a la derecha es rama de la vena pulmonar derecha inferior, a la izquierda nace como colateral de una de las ramas de división del tronco análogo izquierdo, en la mayoría de los casos de la semilobular izquierda posterior (láms. 11, 11; III, 14). El modo de comportarse de la colateral, como así también de la rama terminal es exactamente igual que a la derecha y por eso no creemos preciso repetir lo que allí se expresara. 104 FOTOGRAFIA N.* 1. Fotografía de una de las preparaciones por “O 00-00 DONNA DNrrk corrosión en que se basa nuestro estudio. .—Vena pulmonar derecha superior. .—Vena del lóbulo superior. .—Vena bronquiolar superior y posterior (tronco común). .—Vena bronquiolar anterior. .—Vena del lóbulo medio derecho. .—Vena pulmonar derecha inferior. .—Vena pulmonar izquierda superior. .—Vena del lóbulo superior izquierdo. .—Tronco común de las venas bronquiales ant. y post. .—Vena bronquiolar anterior. .—Vena bronquiolar posterior. .—Vena bronquiolar superior. .—Vena del lóbulo medio. .—Bronquio del lóbulo inferior izquierdo. .—Vena semi-lobular anterior. .—Vena del lóbulo inferior izquierdo. .—Vena semi-lobular posterior. .—Arteria del lóbulo infracardíaco derecho, LAMINA N.* 2. Venas pulmonares izquierdas. — Vista frontal 1.—Vena pulmonar izquierda superior. 2.—Vena del lóbulo superior izquierdo. 3.—Tronco común de las venas bronquiolares ant. y post. 4.—Vena bronquiolar superior. 5.—Vena bronquiolar anterior. 6.—Vena bronquiolar posterior. 7.—Vena pulmonar izquierda inferior. 8.—Vena del lóbulo inferior. 9.—Vena del lóbulo posterior. 10.—Vena del lóbulo medio. 11.—Vena del lóbulo infracardíaco. 12.—Vena semi-lobular posterior. 13.—Vena semi-lobular anterior. 14.—Bronquio del lóbulo infracardíaco. 15.—Bronquiolo anterior. 16.—Bronquiolo superior. 17.—Bronquiolo posterior. 18.—Bronquio del lóbulo medio. 19.—Bronquio del lóbulo inferior. S0-_00ON0A0NA Rh 00 1500432 0nNAO LAMINA N.? 3. Aurícula izquierda y venas pulmonares. Vista frontal. Aspecto de cangrejo. .—Vena .—Vena .—Vena .—Vena .—Vena .—Vena .—Vena .—Vena .—Vena .—Vena .—Vena .—Vena .—Vena .—Vena .—Vena .—Vena .—Vena .—Vena pulmonar derecha superior. lobular derecha superior. del lóbulo medio derecho. pulmonar izquierda superior. lobular izquierda superior. del lóbulo medio izquierdo. pulmonar derecha inferior. del lóbulo posterior derecho. del lóbulo inferior derecho. pulmonar izquierda inferior. del lóbulo posterior izquierdo. del lóbulo inferior izquierdo. del lóbulo infracardíaco derecho. del lóbulo infracardíaco izquierdo. semi-lobular anterior derecha. semi-lobular posterior derecha. semi-lobular anterior izquierda. semi-lobular posterior izquierda. LAMINA N.” 1. Venas pulmonares derechas. — Vista frontal 1.—Vena pulmonar derecha superior. 2.—Vena del lóbulo superior derecho. 3.—Vena bronquiolar superior. 4.—Vena bronquiolar posterior. 5.—Vena bronquiolar anterior. 6.—Vena del lóbulo medio. 7.—Vena del lóbulo posterior. 8.—Vena pulmonar derecha inferior. 9.—Vena del lóbulo infracardíaco. 10.—Vena semi-lobular anterior. 11.—Vena semi-lobular posterior. 12.—Bronquio del lóbulo superior. 13.—Bronquio del lóbulo medio. 14.—Bronquio del lóbulo inferior. 15.—Aurícula izquierda. 16.—Vena del lóbulo inferior. Notas ornitológicas de un viaje a la Laguna del Maule (26 de Enero a 3 de Febrero de 1943) (Con 6 fotos, 1 esquema y un cuadro) por Francisco Behn (Recibido por la Redacción el 14-1-44) Una vez más la redacción de este Boletín nos ha solicitado ' contribuir a un número extraordinario con un pequeño artículo, más bien de divulgación científica que de ciencia pura, sobre nuestro “hobby”, la Ornitología nacional. Gustosamente accede- mos a esta petición, pues nos brinda la oportunidad de hacer públicos nuestros agradecimientos al Presidente de la Sociedad de Biología, Prof. Carlos Oliver, quien con tanto empeño nos ha conseguido todas las facilidades necesarias para practicar con éxito el viaje de estudios a la laguna del Maule, cuyos resultados pasamos a relatar. Vayan igualmente nuestros más cordiales agradecimientos al Dr. R. A. Philippi Bañados, a cuya gentileza debemos la clasificación exacta de numerosas aves que hemos traído embalsamadas y a nuestra colaboradora la Sra. Erika T. de Behn, por su abnegada ayuda al descuerar. Contados son hasta el momento los amigos de la Ornitología «que han visitado nuestro país y muy escasos los que en él se han - ido formando. Es por esto que las aves chilenas son de las me- nos conocidas en el mundo y que todavía existen en nuestro terri- torio extensas zonas en las cuales jamás se ha coleccionado o estudiado biológicamente estos seres tan bellos y de costumbres - 4 menudo tan originales. Una de estas zonas es precisamente la «Cordillera entre Talca y Temuco, o más exactamente, entre la - laguna del Maule y la laguna “Galletue”, cuna del Bío-Bío, que : hace sólo 20 años fué explorada durante algunos días por una «expedición ornitológica norteamericana, dirigida por C. Hellmayr. 105 Con conocimiento de estos hechos, nos hemos propuesto desde hace ya algún tiempo explorar toda esta faja virgen. En repe- tidas ocasiones nos hemos internado en los valles cordilleranos, que alcanzan a la laguna del Laja, Termas de Chillán, pre- cordillera de la región de Santa Bárbara, etc., viajes a los que, a comienzos del año pasado, hemos agregado otro a la laguna del Maule y que seguiremos complementando en el presente con una expedición a la región de Lonquimay. La laguna del Maule, lugar de origen del río del mismo nom- bre, es una laguna cordillerana, ubicada a 160 kilómetros del camino carretero hacia el este de Talca, es decir, cerca de la frontera argentina y a más o menos justamente dos mil metros sobre el nivel del mar. Un camino de auto muy angosto y acci- dentado, pero bien conservado, permite llegar con cierta facilidad hasta la misma laguna. Es mantenido por los ingenieros que cuidan el famoso canal del Maule y que tienen que subir periódi- camente para controlar las reservas de agua. También sirvió últimamente a una comisión que estudió la posibilidad de cons- truir una represa en el desagiie de la laguna. Llegamos a la laguna del Maule el 26 de Enero de 1943 y armamos campamento junto a su desagúe, bajo la protección de antiguas morenas, que allí obstruyen el valle, y al pie de un bloque errático (Foto N.? 1). Al día siguiente exploramos el terreno, con ayuda de un bote plegable, artefacto indispensable para el estudio de aves acuáticas. Luego nos dimos cuenta de los puntos de mayor interés, únicos a que, por la premura de nuestro tiempo, pudimos dedicar nuestra atención. Ya el 3 de Febrero nos tenía que encontrar en viaje de regreso. La laguna del Maule tiene, a grandes rasgos, la forma de un 8 con un círculo pequeño y otro mucho mayor (véase el esquema adjunto, que por no poder conseguir mapa detallado se confeccionó “a pulso”). El círculo pequeño tiene más o menos 8 kilómetros cuadrados de superficie, es poco profundo, posible- mente no más de unos cinco metros y está totalmente cubierto de plantas acuáticas que arraigan en el fondo y alcanzan hasta la superficie (Foto N.? 2). En gran abundancia crece aquí una Halorrhaginacea, el Myriophyllum elatinoides Gaud. El círculo grande tiene una superficie unas 4 a 5 veces mayor y muy pro- bablemente posee profundidades bastante considerables. En ge- neral, esta parte se encuentra completamente despejada de plantas acuáticas, sólo a lo largo de las orillas más suaves hay un poco de vegetación. A unos 300 metros de la orilla norte presenta una islita, de media cuadra de superficie, que sobresale hasta unos cinco metros de la superficie del agua en forma de una loma suave y redondeada. Crecen en la isla únicamente pequeños arbustos y otras plantas pequeñas. Vegetación seme- jante se nota en los alrededores de la laguna. La altura impide en aquella región por completo el desarrollo de arbustos mayo- res y de árboles; aún más, muchas lomas de arena volcánica o de grandes peñascos de kaolina (silicato de aluminio) están com- pletamente desiertas, levantando en ellas las ráfagas de viento grandes nubes de polvo. 106 Ae FOTO N.* 1. Campamento en el desagúe de la Laguna del Maule, FOTO N.* 2. Parte de la Laguna del Maule cubierta de plantas acuáticas. HOROPNE0S: Nidadas de flamenco, Phoenicopterus ruber chilensis Molina, en la isla de la Laguna del Maule. FOTO N.* 4. Pp arvada de polluelos de flamenco, Phoenicopterus . ruber chilensis Molina. Durante toda nuestra estada el tiempo fué bueno. En el día brillaba el sol y hacía bastante calor, mientras las noches eran frías, siempre nuestros útiles de cocina amanecían escarchados. Generalmente reinaba calma completa en las mañanas y sólo a medio día se levantaba un fuerte viento sur, sureste o este, según. la configuración del terreno. Algunos días era tan fuerte «que nos impedía aprovechar nuestro bote, pero por suerte en otros. permitía colocar vela y avanzar con rapidez y comodidad. Los puntos de mayor interés para nosotros los constituían la pequeña isla, la parte de la laguna cubierta de plantas acuáti- cas, y para el estudio de las aves terrestres simplemente los. alrededores de nuestro campamento. / ESQUEMA DE LA LAGUNA DEL MAULE a Campa mento X La islita de la laguna del Maule es un punto ideal y extra- tégico para la nidificación de las grandes aves acuáticas de la región. La ancha faja de agua que la rodea impide el acceso de los mamíferos carnívoros, especialmente del zorro, y también la llegada del hombre que felizmente aún no maneja en forma per- manente ninguna embarcación por esos apartados lugares. En esta islita tuvimos la suerte de observar las nidificacio- nes del precioso flamenco (Phoenicopterus ruber chilensis Mo- lina), del gancillo o cauquén (Chloéphaga picta Gmelin), del gaviotín cordillerano (Larus serranus Tschudi) y del cisne de cuello negro (Cygnus melanocoryphus Molina). No construye ahí el flamento su nido clásico en forma de zócalo redondeado que emerge del fango, sino que lisa y llanamente pone sus huevos fuertemente elípticos, blancos y de 9 por 51% centímetros de diámetro, en cualquier pequeña depresión del terreno (Foto N.?* 3); ahí el sol se encarga de incubarlo durante el día, mien- . tras en la noche los protegen los adultos. En los días que estu- vimos en la isla, había no sólo huevos, sino que también polluelos “recién salidos y una parvada de otros mayores de diferentes edades, alcanzando los más grandes a pesar 550 gramos. Esta parvada, que se componía de unos cincuenta ejemplares, era muy 107 mansa y aún novedosa, siendo fácil conseguir vistas cinemato- gráficas sin cuidados especiales. En el momento de nuestra visi- ta todos los ejemplares llevaban exclusivamente su plumón de polluelo gris uniforme (Foto N.* 4). Muy bien puede apreciar- se también en esta fotografía el pico todavía completamente negro y de forma corriente, tan distinta de la del adulto. Correteando estos polluelos escapaban al agua, nadando sin difi- cultad alguna. Junto a los nuevos contamos durante el día como una treintena de adultos, que al parecer vomitaban alimento pa- ra sus hijos o simplemente descansaban entreteniéndose con el aseo de su bellísimo plumaje. A nuestra llegada levantaban vue- lo y luego seguían nadando sobre el agua a una distancia pru- dente de unos 100 metros. Al anochecer la isla se poblaba de nuevas bandadas que habían pastado en los bordes suaves de la laguna muy aptos para aves zancudas. El máximo de adultos que alcanzamos a contar fueron unos 120 ejemplares, parecién- donos poco probable que quedaran otros en el resto de la laguna. Atención nos llamó que en ningún punto de la isla se hallaban cáscaras de huevos, seguramente los polluelos se las habían comido para atender al gran consumo de cal que demanda la osificación de su esqueleto. En efecto, el estómago de un pollue- lo de 550 gramos que capturamos para nuestra colección, conte- nía numerosos fragmentos de cáscaras. El desarrollo, en general, de estas aves debe ser sumamente rápido, pues ya los meses de Abril y Mayo, cuando caen las primeras nevazones, deben encontrarlos aptos para emprender su migración hacia aquellos lugares de nuestras costas donde han de pasar el invierno (Lagu- nas de Llolleo, isla Santa María, isla Mocha, desembocadura del río Paicaví, etc.). Posiblemente todos los años varios de los ejemplares que a fines de Enero sólo comienzan a salir del huevo o que en esa fecha aún están incubándose, no alcanzarán nunca un desarrollo completo, sucumbirán miserablemente bajo los rigores de las primeras tempestades de invierno. Es la selección natural, tan cruel con el individuo aislado, y tan benéfica para la conservación de la especie, fin supremo de la naturaleza, aún si ha de realizarse a merced de la vida de numerosos de sus repre- sentantes. Interesantísimo habría sido colocar anillos a los polluelos y constatar posteriormente hacia donde emigran y cuales son los que alcanzan a levantar vuelo. Esperamos poderlo hacer en otras ocasiones. Mientras la nidificación del flamenco común ya ha sido des- crita para la laguna del Maule por el profesor R. A. Philippi, a quien de allá le llevaron un huevo, la del gancillo, Chlogphaga picta, constituye una novedad. Hasta la fecha se suponía que no anidan más que en Patagonia y Tierra del Fuego. Aún Hellmayr duda de la suposición de Philippi y Landbeck que mencionan la laguna de Cauquenes como lugar de nidificación. Nosotros tuvi- mos la fortuna de encontrar el 28 de Enero un nido con 4 huevos blanquecinos de unos 8 por 5 centímetros de diámetro, que a nuestra llegada fué abandonado por su dueña, y otro con 4 po- o na salidos (Foto. N.? 5), que ya al día subsiguiente esaparecido, seguramente ya habían ido al agua con sus padres. Estos nidos se encontraban a más o menos un metro 108 sobre el nivel del agua y estaban formados por una pequeña excavación del terreno, escondida entre las ramas de pequeños arbustos y tapizada de abundantes plumas de adultos, (véase la misma foto N.* 5). También hallamos en la isla un nido de pato jurjual (Anas cristata cristata Gmelin) con cinco huevos blanco amarillentos. Al acercarnos voló un adulto que a unos 100 metros de distancia se dejó caer sobre el agua y esperó nuestro regreso. El nido era muy parecido al del gancillo, pero un poco más pequeño y se encontraba a más o menos medio metro sobre el nivel del agua. Mientras los flamencos residían en lo alto de la loma que forma la islita y los nidos de gancillo y de pato jurjual se encon- traban distribuídos por los costados de medio a un metro de altura sobre el nivel del agua, los gaviotines (Larus serranus Tschudi) tenían varios nidos, por lo menos una docena, en el extremo noroeste de la isla. Algunos se hallaban cerca del agua, otros más arriba, todos construídos en el suelo, con algunos pali- tos y ramitas, sin cuidados especiales. A fines de Enero ya estaban abandonados; sólo los reconocimos por uno que otro huevo huero de color café grisáseo con manchitas café obscuras, que habían quedado del período de incubación recién pasado. Estos huevos medían unos 51% por 4 centímetros de diámetro. Varios L. serranus nuevos logramos observar, sin embargo, na- dando en el agua cerca de la isla y rodeados de sus padres. Todavía no podían volar y mostraban un plumaje grisáseo poco vistoso. En total habremos visto alrededor de una docena. Fuera de lo ya descrito encontramos en la isla un gran nido de más o menos un metro de diámetro, construído a unos pocos centímetros por encima del nivel del agua con un sinnúmero de palitos. Estaba sin duda abandonado y contenía dos grandes huevos blancos de unos 91% por 7 centímetros de diámetro cada. uno. Suponemos que se trataba de un nido del cisne de cuello negro (Cygmus melanmocoryphus Molina), pues gente que cuida ganado en los cajones vecinos, nos afirmaba haber visto una pareja, y el tamaño tan enorme de los huevos nos inclina a darles la razón. Ambos huevos contenían polluelos que por su aspecto muy bien pueden ser cisnes nuevos; ambos estaban en descom- posición. Hace unas tres semanas, nos decían los mismos va- queanos, llegaron unos excursionistas con bote de goma y se robaron dos huevos. ¿Para qué quieren más de dos huevos esos desgraciados cisnes? ¡Prefirieron esos cisnes abandonarlos to- dos! Sería de desear que nunca más volvieran ejemplares de homo sapiens a visitar y destruir este paraíso! Pero aún cum- pliéndose este deseo el porvenir de la islita será posiblemente más negro. Al llegar a construirse la represa proyectada, este refugio de tranquilidad y belleza, esta cuna que tantas preciosí- simas avecitas ha visto nacer y que para su desgracia no mide más de unos cinco metros de altura, será convertida para siem- pre en una tumba, cubierta por las frías aguas de la laguna estancada. Veamos ahora el segundo punto interesante que nos ofrece la laguna del Maule, su extremo oeste, su parte baja y cubierta de plantas (Foto N.* 2), separada del resto por una especie de 109 canal de unos 30 metros de ancho por una cuadra de largo. Es también un paraíso para las aves acuáticas. | Abundaba allí en el momento de nuestra llegada el blanquillo (Colymbus occipitalis occipitalis Garnot). Tenía en diferentes partes, al parecer escogidas al azar, verdaderas colonias de nidos, Cada grupo estaba formado por unos veinte a treinta nidos separados, en general, algunos metros uno de otro. Estaban formados por una simple ruma tupida y aplanada de ramas de la planta acuá- tica que ahí más abunda, el ya citado Myriophyllum elatinoides Gaud. Sobre cada nido descansaba un adulto y a menudo el cón- yuge estaba en la vecindad. Al acercarnos dejaban el nido, pero no sin haber cubierto rápidamente sus huevos con ramitas de la misma planta que pescaban con el pico, seguramente para esconderlos. Estos huevos yacían en una ligera excavación de la parte central (Foto N.? 6). El 29 de Enero encontramos en cada nido, en general, tres huevos o por lo menos, dos, de 415 por 3 centímetros de largo, de color café sucio manchoso, algo más claro hacia ambos polos y de cáscara sumamente delgada. Dos días después, el 31 del mismo mes, muchos de los nidos ya esta- ban vacíos, otros contenían uno o a lo sumo dos huevos y en ninguno logramos contar tres o más. Mucho nos extrañó que no pudiéramos ver polluelos, y sólo después de mucho buscar logramos descubrir uno recién salido del huevo y que, estimula- do por los insistentes silbidos de sus padres, se esforzaba en alcanzar el agua. Con gran sorpresa constatamos posteriormen- te por medio de nuestros anteojos de larga vista que los adultos llevan sus polluelos escondidos bajo las alas dejando asomarse únicamente la cabecita. Tratando de perseguirlos se sumergían como de costumbre, arrastrando consigo los hijitos. También pudimos observar que los blanquillos, tan pronto habían termi- nado su incubación, salen de la laguna chica a través del canal descrito y van a la parte grande y despejada. El 29 casi no vimos ejemplares en dicha región abierta, en cambio el 31 y días siguientes ya había verdaderas bandadas y la parte chica cubier- ta de Myriophyllum quedaba más y más abandonada. Fuera de los blanquillos que por estar nidificando precisa- mente en los días de nuestra visita y que por este motivo más nos llamaba la atención, nos encontramos especialmente en esta parte baja de la laguna con grandes bandadas de patos jergón (Paecilonitta spinicanda Vieillot). En general eran tan lobos"que resultó imposible cazarlos desde el bote sin camuflage especial. Contrastaba este hecho con lo manso que se comportaban casi todas las demás aves. En seguida debemos citar la presencia de una preciosa pareja de gancillos (Chloéphaga picta Gmelin) que ya vimos que anidan en la isla, y que aquí acostumbraban pastar tranquilamente en una pequeña ensenada. A lo largo de la ribera del lago vimos, además, numerosos pollitos de mar (Pisobia bairdii Coues) buscando afanosamente su alimento entre las pie- dras, y, frente al canal que comunica con la laguna grande, y por el lado de ella, tropezamos varias veces con grandes bandadas de taguas (Fulica sp.) algo lobas y cuya especie desgraciadamente no tuvimos tiempo de identificar. 110 FOTO N.* 5. Polluelos de gancillo, Chloéphaga picta Gmelin, recién salidos del huevo. FOTO N.* 6. Nido de blanquillo, Colymbus oecipitalis cecipitalis Garnot. (¡Por es- tar más cerca de la máquina un huevo aparece excesivamente grande!). Veamos ahora las aves observadas en los alrededores inme- diatos de nuestro campamento; muchas de ellas las trajimos ambalsamadas, pero desgraciadamente faltó tiempo para obser- var sus costumbres y buscar sus nidos. Nos tendremos que con- tentar por el momento con la enumeración de las distintas espe- cies, capturadas u observadas, dejando así constancia de una serie de datos, seguramente muy útiles. para el estudio de la distribu- ción geográfica de nuestra avi-fauna. Estamos seguros que futuras expediciones mucho tendrán que agregar a esta lista, que por haberse confeccionado en sólo unos pocos días y en sólo una bien determinada época del año, forzosamente tendrá que ser incompleta, pero más vale hacer un comienzo hoy, que poster- garlo, confiando en el eterno y problemático “Mañana lo hare- mos mejor”. Antes de llegar a la laguna misma, a unos 1,500 metros de altura, encontramos numerosos ejemplares de la tórtola cordi- llerana, Metriopelia melanoptera melanoptera Molina, y del yal oO rara negra, Phrygilus fruticeti fruticeti Kittlitz, que hasta el momento no han sido descritos para dicha región. Según Hell- mayr esta tórtola sólo alcanza hasta Colchagua y el yal hasta Curicó. Igualmente encontramos a esta altura numerosos canas- teros de la especie Asthenes pyrrholeuca sordida Lesson y una que otra dormilona chica, Muscisaxicola maculirostris maculiros- tris Lafr. et d'Orb. En los alrededores mismos de nuestro cam- pamento vimos abundantes chirigies cordilleranos, Sicalis auri- ventris Philippi et Landbeck; chanchitos, Phrygilus gayi Gervais; frailes, Muscisaxicola flavinucha Lafresnaye; chincoles del sur, Zonotrichia capensis australis Latham; cojones, Thino- corus orbignyianus orbignyianus Lesson y algunos gauchos, Agriornis montana leucura Gould; dormilonas cenicientas, Musci- saxicola alpina cinerea Philippi et Landbeck, y agachaderas de las especies Geositta rufipennis fasciata Philippi et Landbeck y G. isabelina Philippi et Landbeck y bandurrillas de las especies Upucerthia dumetaria saturatior Scott y Upucerthia dumetaria dumetaria Geoffroy Saint-Hilaire. Además, vimos algunos cón- dores, Vultur gryphus Linnaeus; aislados cernícalos, Cerchneis sparveria cinnamomina Swainson, y una preciosa pareja de águilas, Geranoaetus melanoleucus australis Swann, que tenía su nido con dos polluelos a media altura de un enorme risco que quedaba justamente al frente de nuestra carpa. Varias de las especies enumeradas no han sido hasta el momento descritas para la provincia de Talca, debiendo por lo tanto ampliarse su área de distribución geográfica por lo menos hasta la región indicada. En general, se trata de especies que según Hellmayr poblarían las provincias del Norte de nuestro país alcanzando sólo hasta la provincia de Colchagua o a lo sumo hasta Curicó. En el cuadro resumen adjunto hemos marcado estas especies con asterisco. Como punto de cierto interés quedaría que mencionar bre- vemente que a unos 800 metros de altura vimos en el cajón del Maule algunos ejemplares de tricahue, Cyanoliseus patagonus 111 seueulos seun3[e eloty OpeopIprl 81quyg apoadsa e] Aesio9ad OZUBD]E 9S ON OPuBOLIPIN IS IS 18 OPuBOIPIN = OPuBoJIPIN = OPuBOIJFIPIN E OPuUBorFIPIN A sep SIUOJILAIIS(O) ¡|-EAIISGO O] Bur[oyr t19)doue[oul e19)doue¡au Blipodorian » IPNY9S,, SNUBI19S SNIBT y, u0SS9'] SNUBIAUSIQIO SNuerI4udIq1o sn.1030U1NL s3ano) Hpeq erqosig "ds tony UOSUITAS BUIuOWBUuuro BreAJleds SIQuyoo;) UUBAS SI[81]sne sn3N9]0U*[9U1 SNJITOUBIDL) Sn3Buur] snydA13 mgqpnA 30[[1914 epnesturids e))1uo[1998 q eunopr JOUIBx) sIeyidi990 sipejrdid9o snquiá[o) ABPIQUIN[O) 9PPIIB'] IBPIAODOULYL, aepredo"oos SBPIUITA oepraydioo y oepyeuy | 9Pprieuy depreuy aeprit99do91u30y q IBPIQUIATON) es sapadsq OOMILNAIO HAIHON ó pe T '2U819][1P109 $ “pe T | “UL 009T ar parar 89110910 L, OUE.A9][ 3 “pe T “uL 0003 +++>+ | -1p100 ULOLAer) 3 “pe T P “pez wL.0003 | +F+F++ ugloy 3 “pe T P “pu T uL 0003 IRAPSPSR A1BuL 9P OIIO4 vu 000% ARS Parar en3e.L vw 0003 + | O[B9JuI9) vu 0003 SP | em3y (wuo002) | ++ 1OPU9g) | apueasa vu 0003 ++++ u0Q319Í 084 3 “pe T | ? “pe T uu 0003 ESF renfanf 0384 2 anf T u 0003 area O[[rpUut) $ “pe T 9 "Peg | “uo0003 qr ape ODUSWB]J anf T e “pe T “u1 0003 Parra o[[mbue[g sep -21n3de) ean31y ela IB3[NA 3IQUON sanmadsy -19n991,4 *2£p6T 9P 019194 3P E Á 019UH 3P 9 [9 913Uu9 (PIEL MP *A014) AMEN [PP BUn3e"] e] ap u0139.1 e] US Sepeaosqo s3Ae 9Pp USUINSII-01PEN() en pue 9BPIUOIP A | sl gt TI (07: O) *e9]8,L 9p erouraocad e] ap ams 91u1] [e eysey eperdue dos aqop eo1je13093 UOIdNQIAISIP Sp ve eno soradsH “an To |: vIeyye] su => 3 “pe 1 “u 0003 PAPA INS [PP [O09UIUYOD -t1gsne sisuode) BIiyorijouoz y, DPPI LULA LE ¡ = ó “Pe T “uu 0003 ala OYUQueyo ¡SIeaJoy J4e3 1Ae3 Sn[iSAlug y SP ULT | 2% : az ZUM == ó “Pe T “ul 0091 RAPAP TeX 99M 199HNAJ SN[ISAYA x: SRPIES UL cz ó “Pe T ou8A9][IP H93qputT 39 | E $ “pe T “u 0003 il -109 9NSIITYO [IddHIYA SEQJUIALIME SI[BIS y, BP SUL E [AAA AA | AAA AAA A A A , eyuortua) $99qpue'y 39 1ddiua — ? “Pez “1 000% ++ Buo[IuJo(y [B919u1D BuId]e eODdIXBSIOSNAA y SBPIUURAL], eZ IÁBLUSIAJ = 9 “pe € | “u 000Z +++ SICH -B'] PY9NUIAR|J PJODIXPSIOSN AA ye SBPIUUP.LL, zz | “q1OP Y “1J8'7] SI1ISOAI == | e “anf T “uu 00ST + eo1y9 BUO[rulo(|-n9eu SIIYSOAINIBUL P[ODIXPSIISN]"y] SPPruuBaI y, 12 pino) E ? 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Según nos manifestaron los arrieros de la región, anidan en los barrancos del río y llegan algunos años en grandes bandadas. dS He aquí y a grandes rasgos el resultado de nuestro viaje de 8 días a aquel rincón más apartado de la provincia de Talca, cuna del río Maule y verdadero paraíso del naturalista, especial- mente del ornitólogo. BIBLIOGRAFIA Hellmayr, C. E.—The Birds of Chile. Chicago. 1932. Philippi B., R. A.—Notas sobre Aves Chilenas. Boletín del Museo Nacional de Historia Natural. Tomo XXI. 1943. Reed, C. S. y Philippi B., R. A.—Lista Complementaria de las Aves Chile- nas. Publicación Oficial N.* 11 del Jardín Zoológico de Chile. Santiago. 1938, 114 O DEL INSTITUTO DE BOTANICA de la Universidad de Concepción (Chile) Director: Prof. Dr. Alcibíades Santa Cruz Los colorantes usados por los indígenas por Alcibíades Santa Cruz (Recibido por la Redacción el 15-144) Como la familia empobrecida se va deshaciendo de sus pren- das de adorno, de sus objetos de arte, de muebles y pinturas, o transforma poco a poco sus parques en huertos, las naciones cuya base de fortuna no ha sido la industria ni el comercio, ate- soran los recuerdos de otras épocas florecientes hasta que las _ urgencias de la vida los obligan a llevar los tesoros de arte o los objetos de colección folklórica a la almoneda que dispersará las colecciones o a las salas de algún enriquecido que tiene gusto artístico o desea hacer ostentación de su fortuna. Muy cierto es el viejo refrán que dice “Comer de ave y vestir de seda de pobreza es cierta seña”. El historiador, el etnógrafo, el investigador de la vida y costumbres de un pueblo encuentra muchas veces restos de lo que fué la cultura propia de una región, fragmentos de objetos, leyendas transformadas, costumbres modernizadas, miles de obs- táculos para su labor. Esto es Scila, al frente está Caribdis: el exoticismo. Cuando las minas de cobre y de plata daban mineral para llenar las bode- gas de los barcos y los cereales de las regiones agrícolas, las lanas de las enormes ovejerías, las maderas y el único producto de una industria casi primitiva, la estopa de cáñamo cotizada con pre- mio en Europa; cuando todos estos productos de extracción fue- ron a los mercados extranjeros, llegaron en su lugar, junto con el dinero de su precio, los muebles de caoba y jacarandá, los can- delabros y las grandes lámparas de bronce y cristal, las costosas porcelanas, la cristalería y menaje y, como rescate del dinero que los compradores habían dado, las joyas costosas, los tejidos de alto valor, todo el lujo en fin, que en gran parte fué después .como el humo. Con la llegada de todos estos ostentosos extranjeros salieron «disparados de nuestras casas los viejos muebles coloniales, la 115 plata y el cobre labrado a martillo que había sido vajilla y cale- facción, las alfombras tejidas a mano por laboriosas monjas O entendidas “tejenderas”, objetos que se reuniran para su venta como se reunen en el destierro el monarca destronado y el caudi-- llo que lo destronó: únicamente no estará con ellos el pueblo que uno y otro oprimieron y arruinaron. / Fué así como la Colonización quedó, dió al traste con la alfa- rería, tosca, pero curiosamente modelada y dibujada, de la que hallamos piezas o fragmentos desde Atacama a Maullín; con los tejidos que constituían el vestido del indígena, reemplazados por toscas jergas o gruesas bayetas, a la usanza de los trajes y géne- ros europeos, aunque la porfía del aborigen en el uso del poncho y la comodidad que esta prenda tiene sobre cualquiera otra para el hombre de campo lo han conservado hasta nuestros días, y con ello muchas de las substancias colorantes que la industriosa mu- jer indígena usaba para teñir los hilos para sus tejidos. El estudio de los colorantes usados por los indígenas ha sido abordado ya por varios investigadores: en primer lugar el Hno. Claude Joseph, cuyo hermoso trabajo “Los tejidos araucanos” es bien conocido, aunque sea mucho mayor su importancia como: estudio del tejido que de los colorantes. Merecen especial men- ción los trabajos de Resczinky y Lucares, ya más apropiados para nuestro tema, porque estudian con más detención las subs- tancias colorantes, muchas de ellas indicadas solamente por Joseph. Para poder hacer un mediano estudio de conjunto sobre los colorantes hay que tomar en cuenta varios factores. En primer lugar, la región: la raza chilena tomó de la abori- gen muchas industrias caseras de las que algunas se conserva- ron tal como fueron, y otras que han sido reformadas hasta dejar: solamente la base. Esto se nota mucho en la Zona Norte y Cen- tral del país, de donde ya ha desaparecido totalmente la raza indígena o se conserva en núcleos aislados, grupos raciales que merecen una mayor atención de los etnólogos. La manipulación de la lana en estas regiones está influenciada, mientras más al Norte vayamos, por el arte muy adelantado de las razas que O0cu- paron la región atacameña: allí hilaban la finísima lana de vicu- ña, las de guanaco y las un poco menos delicadas de alpaca; tenían los finos hilados con colores variados, nunca de extrema viveza, o combinaban los colores naturales de las lanas: negro, pardo, canela, rojizo, blanco, etc. Poco a poco, estas artes han ido decayendo: el dibujo Zoomorfo cedió su lugar al geométrico, éste a la simple combinación de fajas o rayas y por fin al mono- color, animado a lo más por fajas claras o blancas, ya que el color preferente es el castaño o el de lana de vicuña. No sabemos: si todavía se conserva en Aconcagua, y especialmente en La Li- gua, la mejor manufactura de mantas, ponchos y chalinas de lana de vicuña o de una buena imitación de este fino producto. Para facilidad del lector no chileno diremos que la manta, cober- tura cuadrada, debe llegar por delante y atrás hasta la cintura y por los lados hasta la muñeca; el poncho de igual factura o de tejido más grueso cubre las rodillas y las manos, y la chalina es: una especia de corbata de cerca de dos metros de largo por me-- 116 «dio metro de ancho. Cuando estas prendas se fabrican de lana «de vicuña llevan largas flecaduras artísticamente entrelazadas. La manta y el poncho común de lana carecen de flecos. La fabricación extranjera de estos artículos dió un rudo golpe a la industria indígena: las “mantas de tienda”, producto europeo de los telares mecánicos de Francia y Alemania pudieron ser vendidas a precios muy inferiores que las tejidas a mano o “hechizas”; la facilidad de tener una buena cantidad de estos tejidos, donde el campesino puede escoger, ayuda más a que los tejidos indígenas sean escasos y caros, y si a esto se agrega la gran variedad de colores de anilina, de uso tan fácil, se explica por qué los tejidos indígenas son tan escasos y caros en las pro- vincias de la región Norte y gran parte de la Central de Chile. : Todavía otro mal hizo la introducción de la imitación dijéra- mos adulteración, europea: la pérdida del sentido artístico pro- pio de los tejidos autóctonos, en los que vemos siempre la com- binación de colores suave, a veces gradual, con toques verdade- ramente artísticos para avivar el fondo o algún detalle. Ni los -colores rojos mismos son de un tono chillón; todo lo contrario - de lo que pasa en la manufactura importada, cuyos fabricantes, con completa ignorancia del arte indígena, procuran dar a sus tejidos las combinaciones más violentas y los colores más chillo- “nes. De aquí ha nacido un falso'arte: las tejedoras de mantas y “chamantos” o mantas sin abertura, para usar como abrigo o simple adorno, traten de dar a sus trabajos colores chillones, para que parezcan “cosa de indios”, y la cosa debe ser general en América, pues hace poco hemos leído una contestación de un piel roja o un viajero yanki, que le preguntaba extrañado por «qué pintarrajeaban chillonamente unas pieles: Estas cosas hace -el indio para venderlas al hombre blanco. Los colores de anilina, como ya dijimos, dieron un golpe de muerte a los colorantes vegetales y algunos minerales que se usaron, y felizmente se usan todavía. Hay que tener presente -que las lanas teñidas con anilina conservan su color en la región central de Chile y se descoloran en las provincias australes. Ya daremos la explicación. Como oasis o islotes han quedado algunos puntos donde se hila, se tiñe y se teje como en los tiempos antiguos; pero fuerte- mente sometidos a la influencia europea: Doñihue, con sus famosos chamantos, que son mantas de lana hilada tan finamen- te como hemos dicho en La Ligua, teñida de colores vivos, de tupida y apretada urdiembre y con dibujos netamente europeos: ramas, hojas, flores y alguna vez aves, siempre de perfecto dibu- jo. Desgraciadamente, la moda ha reducido las dimensiones de -estos famosos artefactos a un tamaño exiguo, que les da una ridícula apariencia. Pero se ha conservado el subido precio que tienen, y que les da el valor de una buena joya. É Otro centro bien conocido es el del caserío de Rari o más “bien las Termas de Panimávida, punto de venta de productos - originalísimos de la región: chamantos o pequeños tapices de -confección muy inferior a los de Doñihue, y pequeños objetos tejidos de crin, desde rosarios que caben en una nuez, collares, -señales para libros, etc., y otros muy curiosos tejidos con las 117 finas raicillas flotantes de los álamos que crecen cerca de las corrientes de agua. El arte autóctono ha tenido aquí que luchar contra la industria extranjera, que introdujo las anilinas con buen resultado, porque las tejedoras descubrieron en la corteza del quillay (Quillaja saponaria) un excelente mordiente, que fija firmemente el color. La guerra trajo la eliminación de un pro- ducto alemán que llamaban “crin vegetal”, con el que se elabora- ba objetos de muy inferior calidad, y actualmente hay un modus vivendi al tercio: 1. tejidos de lana de colores naturales, que va- rían como las ovejas de Jacob, negro, pardo, gris o blanco, y matices intermedios. IL. lanas teñidas con colorantes vegetales y II. lanas teñidas con anilina, que son desgrasadas, como las. otras, con cocimiento de quillay ; hiladas y tratadas otra vez por quillay; teñidas con anilinas en soluciones más o menos concen- tradas, puras o mezcladas para obtener matices, y por fin refinadas en una solución de alumbre. Con el mismo espíritu comercial del piel roja que citamos, en los alrededores de las Termas de Catillo tejen chamantos y chalinas de dibujos y colores resaltantes, así como moldean figu- ras de tosca apariencia con una arcilla cretácea que allí abunda: unos y otros productos tienen así aspecto de “cosas de indio”. Los tejidos son coloreados también con plantas, con anilinas, O dejados del color natural. En pequeños puntos del territorio encontramos todavía teje- doras de mantas y ponchos, gente que tiñe sus hilados ya con los elementos antiguos, ya con anilinas, según la distancia hasta los pueblos en cuyo comercio hacen sus negocios. Al sur de la provincia de Bío-Bío el telar indígena domina en todas partes: nadie, y especialmente el mapuche o indígena puro, acepta las “mantas de tienda” que las provincias centrales compran, ni los ponchos araucanos fabricados en las grandes usinas alemanas. La tejedora mapuche hace sus ponchos, fajas y tapices o lamas a ojo, sin ningún modelo a la vista ni ninguna. cinta métrica: de aquí pequeños defectos de simetría que no se perciben al primer golpe de vista y no influyen en el efecto gene- ral de estos hermosos artefactos en que hay que admirar la feliz combinación de colores, lo artístico y verdaderamente bello de los dibujos. Si no fuera que la lana de las ovejas indígenas (ovichas, con una v que casi suena como f) es gruesa y áspera, distinta por esto de la del chilihueque, que seguramente fué un camélido, y posiblemente el guanaco, los tejidos araucanos tendrían buena cotización en los mercados de tapices. ld Esta ligera falta de simetría hace distinguir bien la confec- ción o falsificación europea, rigurosamente métrica. Hay unos dibujos en forma de eruz blanca sobre fondo negro que la mapu- che obtiene dejando suelto el tejido y atando con una hebra de lana regiones que no se han de teñir, protegidas todavía con una envoltura de greda que se deja secar. En seguida se sumerge el tejido en el tinte negro y los puntos aislados quedan sin colo- rearse; pero siempre pasa algo de tinta en algunas hebras; los ponchos araucanos hechos en Alemania son absolutamente simé- tricos y las cruces blancas resultan nítidas. 113 Es curioso que este mismo procedimiento de tinción haya sido encontrado por el Dr. Paul Rivet en algunos puntos de Polinesia. : En cuanto a la combinación de colores y a los dibujos unas veces zoomorfos y especialmente antropomorfos, y otras de figu- ras geométricas entrelazadas con verdadero arte, recuerdan los tejidos de las razas más adelantadas que ocuparon de Méjico a Atacama, y cuyos recuerdos parecen perdidos por la europeiza- ción en la región central. La tejedora mapuche se ha dado cuenta de que la anilina no sirve para sus tejidos, porque el sol la descolora rápidamente, en forma tal que la región expuesta a la luz parece completamen- te diferente de la que ha estado defendida de los rayos luminosos. Si sigue fabricando fajas, lamas (tapiz pequeño que doblado sir- ve como montura) ponchos y otros tejidos, es para venderlos a los comerciantes, que los encargan en partidas. Si se destiñen, allá ellos... La razón de la decoloración es geo-botánica: el quillay, que usan las tejedoras del Centro y Centro Norte, como ya hemos dicho, no llega sino hasta la provincia de Bío-Bío y tal vez un poco de la de Malleco: más al Sur en toda la región donde la raza indígena conserva sus costumbres, las industriosas mujeres atenden los quehaceres de su ruca (Casa), fabrican chayas y metahues (ollas y cántaros) de greda, balayes (cestos planos o más bien bandejas de corteza, tejidos muy tupidos) y elaboran sus tejidos, usando para desgrasar y preparar la lana en vez del quillay con el amoníaco de las orinas fermentadas o si tienen otro mordiente para sus hilados, no lo sabe el huinca (chileno o de otra raza blanca) por que el hermetismo es cualidad caracte- rística del indio, con un “quien sabe”, o un “no sabiendo” o sim- plemente con no contestar, salen del paso, por más insistente que sea la pregunta. Parece que usan como tal el quilmay (Ely- tropus chilensis), especie de planta mágica que las médicas usan como estrógeno y abortivo. Tiñe ligeramente de un color ere- ma suave. Los procedimientos de coloración del hilado son clásicos: los. . indígenas recogen raíces, tallos, madera, hojas, flores, frutos y semillas de diferentes plantas, así como ciertos elementos mine- rales, entre ellos el hollín que abunda en las rucas, donde hay fuego desde muy temprano hasta la noche, y una especie de arcilla que solamente se encuentra en ciertos pantanos, llamada robo o robun, que ya había llamado la atención del Abate Molina, quien la bautizó Argilla robia, y que tiñe de un color gris obscuro como piel de topo. Se opera por infusión o cocimiento de estos cuerpos, ya ais- lados, ya combinados, según el color que la artista desea obtener y que su experiencia le dicta. Las hojas, raicillas, flores y demás partes de fácil manejo son puestas en el agua tal como vienen, o a lo más medianamente trituradas; el leño y raíces gruesas son reducidas a astillas. La tejedora va observando el color que toma el agua, y agrega nuevas cantidades del colorante, después de retirar el usado, hasta obtener el tinte buscado; las combinacio- nes se hacen agregando las substancias que dan el otro color o 119 más corrientemente por doble tinción. Obtenida la tinta que se desea, se sumerge en ella, en caliente generalmente, la lana hila- da y se deja, vigilando el efecto, hasta que tenga el color buscado. La lista de materias colorantes que viene a continuación, integrada hasta donde ha sido posible con los datos obtenidos de “Molina, Gay, nuestros maestros Philippi, padre e hijo, y después del hermano Claude Joseph, Cavada, Resczinky, Lucares y otras relaciones de viajeros, fuera de las observaciones propias, la creemos casi completa. Dividiremos las substancias por los colores que se obtienen con ellas. AMARILLO.—1. Madera, tallo y ramas y principalmente las raíces del Michay (Berberis vulgaris, Darwini y otras). La “savia, que es amarilla, tiñe en frío. El tinte se aviva considera- blemente agregando raíz de romaza (Rumex crispus). 2. Voqui blanco o Pilpil voqui (Lardizabala biternata). Las hojas dan un tinte débil y claro después de 3 horas de hervor. 3. Varios líquenes (Usnea strigosa, U. florida Ramalina gemensis) dan un rubio dorado. 4. Huévil (Vestia lycioides). Usan las hojas, a pesar del color amarillo de las flores. 5. Póquil (Cephalofora colina y otras especies). Las cabe- zuelas dan un buen color amarillo. 6. Dandá, Contrayerba (Flaveria contrayerba). Se usan las cabezuelas. 7. Huellén (Solidago microglosa, semejante a la $. virga aurea de Europa) sus largas inflorecencias dan un buen tinte. 8. Algarrobilla (Caesalpinea tinctoria). Las legumbres, ri- cas en tanino, y alimento de la Chinchilla, dan por cocimiento un hermoso color amarillo dorado. Veremos cómo sirven para teñir negro. 9. Según Onelli, el cocimiento de las hojas del Molle de Bolivia, llamado Pimiento en Chile (Schinus Molle) tiñe bien y es muy usado por los indígenas del norte de la República Argentina. AMARILLO ANARANJADO.—1. Romaza (Rumex crispus y Rumex romaza). El cocimiento de la parte central, blanda, de la raíz, cortada en torrejas, da un bonito tinte, cuya intensidad se puede variar. 2. Azafrán (Carthamus tinctorius). Doble mixtificación: la planta es de origen europeo y la usan para falsificar el Azafrán verdadero (Crocus sativus). AMARILLO LEONARDO O BAYO.—Color que los indíge- nas llaman Cuntún. _ 1. El conocido liquen Roccella tinctoria, abundante en las peñas marítimas de Constitución, Papudo, y otros puntos. a 2. Molle (Schinus latifolia). Lo usan especialmente en la región central para teñir redes. De las pequeñas bayas fabrican la “chicha de Molle” o “chicha de palo”. 3. Pellín (leño de Nothofagus obli j obliqua). Es el típico color Cuan A 120 4. Boldo (Boldoa boldus), con orina como mordiente, la cor- teza y hojas dan un pardo claro. : / 5. Maitén (Maitenus boaria). El cocimiento de la madera da el color de la lana de Guanaco. 6. Coihue (Nothofagus Dombeyii). Da igual color. 7. Sauce amargo o de Castilla (Salix Humboldtiana), común en toda Sud América austral. La corteza da un tinte tanto más obscuro cuanto más antigua. Sirve para igualar los matices de la lana de vicuña o guanaco, y posiblemente para falsificarlas. AMARILLO ROJIZO, OCRE-COLOR LADRILLO.—1. Pi- «tra, picha, petra, (Eugenia multiflora y otras especies). Necesita una ebullición prolongada de la madera. 2. Quintral (Phrigilanthus heterophyllus y sternbergianus). El cocimiento de las flores, prolongado unas dos horas, agregan- do más corolas, según la intensidad que se desee, tiñe la lana en diez minutos. 4 ¿ 3. Muermo o ulmo (Eucryphia cordifolia). La ebullición de la corteza con mayor o menor cantidad el agua da un tinte más o menos obscuro. PARDO O CASTAÑO O CAFE CLARO.—1. Laurel de Chile (Laurelia aromática). Da coloraciones muy suaves, más inten- sas si aumenta la cantidad de tajadas de corteza en el agua. 2. Pilo o pelú (Sophora tetraptera). Se usa la madera en astillitas. 3. Pelay (Muehlenbeckia tamnifolia). Necesita para dar el colorante un día de ebullición de las ramas desmenuzadas. PARDO O CAFE OBSCURO.—(En Aconcagua lo llaman paco, en las provincias centrales cari o mujo (musgo?). 1. Radal (Lomatia obliqua). Al principio la corteza no tiñe; pero por oxidación del cocimiento va dando tonos más y más obs- curos hasta casi negro. 2. Lingue (Persea lingue). Como el anterior. Las hojas y ramas dan un tinte verdoso en un líquido viscoso. 3. Combinación de hojas de Maqui (Aristotelia Maqui) con flores de Quintral (Loranthus o Phrigilanthus esp.) dan el tinte pardo intensificable a voluntad. 4. Corteza de Radal (Lomatia obliqua), con hollín (recogi- do en la misma ruca) dan también un tinte semejante. 5. Arrayán (Myrceugenia apiculata). Se puede obtener tin- tes variados con la corteza. VERDE.—1. Hojas y tallos nuevos de Michay (Berberis) dan un tono verde dorado. Ya dijimos que el leño y, sobre todo, la raíz, lo dan amarillo intenso. 2. Hojas de Laurel (Laurelia aromática) y yelfún (Solanum Gayanum) dan verdoso claro. 3. Las hojas de Canelo (Drymis Winterii) con mordiente de alumbre. 121 4. Ñirre (Nothofagus pumilia), árbol que llega hasta las regiones más australes y hasta las mayores alturas, convertido en un arbustillo, da por ebullición de su madera un tono amari- llento-verdoso, lustroso. 5. Un liquen, Tallochystis flavicans, da un color verde oliva. que admite toda clase de matices y graduaciones. AZUL.—En primer lugar el Añil, que los indios adoptaron inmediatamente, y que era un regalo muy apreciado para ellos. Las tejedoras indígenas son especialistas en su uso, y por eso anotamos aquí una planta exótica como tinte nacional. La ma- puche distingue en el olor la procedencia del añil que le ofrece el comerciante; sabe graduar sus soluciones y mezclarlo con otras yerbas para obtener matices celestes, verdes, violados. (coñol), etc. 2. Una crucífera europea llamada en Europa pastel o glasto (Isatis tinctoria), ahora maleza en las provincias centrales y ya hasta Malleco, da también un colorante azul igual al añil y que se obtiene por igual procedimiento que el añil. A pesar de su aspecto igual al Yuyo (Brasica campestris) y su fama de maleza, es de recomendarla por la gran condición melífera de sus flores. 3. Una planta que los botánicos recomiendan y parece ya no usan los indígenas es la Ventosilla (Chiropetalum lanceolatum), que da un color azul hermoso. Ha sido seguramente una de las primeras víctimas de las anilinas. VIOLETA. (Cuñol en mapuche).—1. La borraginacea Pla- giobothrys tinctoria, que tiñe en violado el papel en que se seca, debe ser seguramente usada por las mapuches; pero si se les. pregunta, contestan con un “no sabe”. 2. Maqui (Aristotelia Maqui). Los frutos, que tiñen la bo- ca de los que los comen, dan un buen color morado o violeta y hasta negro. El mucho tanino que contiene el endospermo debe perjudicar la coloración de los tejidos si se hierve el maqui fres- CO O Seco. PLOMIZO O PIZARRA.—1. Hojas y tallos de romaza (Rumex crispus, Rumex romaza y otras) dan un color plomo violado borroso. Ya dijimos que la raíz daba un color anaranjado. 2. Hojas y tallo de chilco (Fuchsia magellánica, macros- temma y otras). El color puede intensificarse agregando más material. _ 3. Un hermoso color plomo pizarra da la infusión o eoci- miento de las hojas de Pangue. (Desde Maule al Sur llaman a toda la planta Nalca, que es propiamente el nombre del peciolo Gumnera chilensis). El rizoma da diversa coloración. a Robo. Es una arcilla de color pizarra obseuro o más bien gris de topo, que se encuentra en ciertos pantanos. En la dese- cación absoluta toma un color gris rojizo. Como hemos dicho ya. el Abate Molina conoció esta arcilla, que llamó Argilia robia. Los mapuches la aprecian mucho y llaman robuntún la operación de teñir con ella, ya definitivamente, ya como base para asegu- 122 rar el color gris: obscuro, mezclándola con corteza: de Pellín (Nothofagus obliqua cuando viejo) o para combinar otras coloraciones. NEGRO.—Aunque parezca extraño, el negro es el color pre- ferido por nuestros indígenas: ya sea solo, ya combinado con otros colores o simplemente avivado con líneas rojas, como en las dos prendas que constituyen el vestido de las mujeres, el negro domina siempre. De aquí las numerosas substancias colorantes para teñir negro. Generalmente sirve de base o tal vez de apresto el robo, la arcilla de que ya hemos hablado. Después del robuntín, teñir con robo, se aplica alguno de los tintes. 1. Hollín de cocina, material abundante y fácil de obtener. Necesita varias horas de hervor. 2. Cochayuyo (D'Urvillea utilis). Debió haber sido conoci- do desde muy al Norte, porque el nombre vulgar es quechua y significa “yerba del mar”. Completamente carbonizado, molido y hervido varias horas, da un tinte negro intenso, como tinta china, a la que, por otra parte, tiene mucho de semejante, tanto que es posible escribir con ella. Como mordiente usan orines fermentados. 3. Callampa de tinta. Hongos del género de Coprinus, que crecen en el estiércol o al pie de los troncos medio descompuestos. Cuando se esparcen las esporas, fluye del hongo un líquido de intenso color negro. 4. Llaupangue (Francoa sonchifolia). Se hierven las raíces mezcladas con frutos de maqui. 5. El colorante clásico de alcaparrosa y algarrobilla. Combi- nación en dos operaciones sucesivas de solución hirviente de sul- fato ferroso (caparrosa) y en seguida cocimiento también hirviendo de algarrobilla o tara (Cesalpina tinctoria). El color varía del verde o azul obscuro al negro intenso y es indeleble. A falta de tara suelen usar las legumbres semejantes a folículos del espino chileno (Acacia Cavenia o Cavenia chilensis) llamados vulgarmente quirincas, y que son muy ricas en tanino, que es lo que se va buscando, por que lo que se quiere, haciendo química sin saberlo, es precipitar entre los hilos tanato de fierro insoluble. 6. La corteza de radal (Lomatia obliqua) que anotamos co- mo colorante pardo por oxidación, tiñe de negro cuando el coci- miento es muy concentrado. 7. Ceu, Deu, o Huique (Coriaria ruscifolia), arbusto cuyas bayas tienen una semilla muy venenosa, aunque la pulpa del fru- tito no lo sea, da por el método conocido del hervor de sus tallos un tinte negro, semejante al que obtienen en Europa con el reldón (Coriaria myrtifolia) usado para curtir las pieles y teñir- las de negro. ROJO.—1. Relbún (Relbunium hypocarpium). Da el color queli (rojo brillante como el rojo militar). Es muy apreciado y ya muy escaso por que la plantita va desapareciendo, ya que po- cas veces alcanza a dejar sus semillas en el terreno. Las raici- 123 llas, delgadas, se usan solas o mezcladas con culli colorado (Oxa- lis rosea). Como mordiente usan ahora el alumbre. , 2. Pellín (Nothofagus obliqua). Es la madera del leño más antiguo del árbol (el árbol se llama coyan; cuando nuevo, hualle, y cuando ya es viejo, pellín). Se obtiene la coloración buscada -agregando más astillas de madera al cocimiento hasta obtener el color rojo que llaman cuntún. El cocimiento de la corteza sin el ritidoma, o parte exterior, “produce un color rosado llamado rosahue. Anotamos un colorante que no hemos visto usar en Chile y que D. Clemente Onelli da como usado en Argentina: las semillas «de Achira (Canna indica). El mismo autor da también como pro- «ductos de un colorante como el añil: son las hojas de Acacia (Robinia pseudo-acacia) tratadas por maceración como se obtie- ne el añil. Los tintes que hemos anotado son los básicos: las artistas indígenas saben combinar los colores para obtener matices varia- «dos, que ayudan a la hermosura de sus trabajos. 124 DEL INSTITUTO DE ANATOMIA PATOLOGICA de la Universidad de Concepción (Chile) Director: Prof. Dr. E. Herzog Anatomía patológica de la tuberculosis bucal 4 (Con 8 figuras y 1 cuadro) por Luz Vivaldi (Recibido por la Redacción el 20-1-44) Años atrás se comenzó a estudiar en este Instituto un tema algo descuidado por los Anátomo-Patólogos, el de las alteracio- nes tuberculosas de la cavidad bucal y glándulas anexas. Ricord (cit. por Rousseau, Decelle y otros) inició a mediados del siglo pasado este tema abordándolo desde un punto de vista exclusivamente clínico y dándole el nombre de tisis bucal a lesio- nes rebeldes de la boca que aparecían en enfermos tuberculosos. Siguieron los trabajos de sus discípulos y otros autores que insis- ten en que se trata de alteraciones secundarias a otros procesos tuberculosos especialmente pulmonares y que se caracterizan por ser de tratamiento muy difícil. Posteriormente vinieron traba- jos que llaman la atención sobre el rol de los dientes como puerta de entrada de los bacilos tuberculosos. Cabe citar los de Boulland, citado por Gaillard y Nogué, Starck, Petit y Jessen (citados por Veyrassat), que aparecieron a fines del siglo pasado. Al mismo . tiempo aparece también el trabajo de Dieulafoy (citado por Berthet), sobre tuberculosis larvada de las amígdalas, sitio de la cavidad bucal en que con más frecuencia pueden observarse alteraciones tuberculosas. Sólo en los últimos 10 a 20 años apa- recen trabajos Anátomo-Patológicos que se dedican en forma un tanto incompleta a los diferentes capítulos del tema. Entre ellos tenemos que citar especialmente los de Dietrich, Graeff, Huebschmann, Kaiserling, Kirch, etc. Ninguno de ellos fué hecho a base de estudios sistemáticos, sino, más bien, tomando en cuenta casos aislados que los diferen- tes autores tuvieron ocasión de observar. En vista de esto y teniendo presente la sospecha que en realidad la tuberculosis de la cavidad bucal pudiera ser mucho más frecuente y de im- 125 portancia práctica bastante mayor de lo que en general se cree, iniciamos nuestros estudios que habían de darnos toda la razón. Comenzaron nuestras investigaciones con una tesis de Tomás Buvinic sobre “La Tuberculosis de las glándulas salivales”, que no sólo se refiere a las alteraciones específicas que ellas pueden su- frir, tanto en forma aislada como acompañando a procesos tuberculosos pulmonares o formando parte del cuadro de una granulia, sino también a las alteraciones a menudo no inflamato- ' rias íntimamente relacionadas con la caquexia y los trastornos metabólicos generales de los tuberculosos crónicos. Continuamos el trabajo de Buvinic, estudiando sistemática- mente en 25 individuos muertos de un proceso tuberculoso espe- cialmente pulmonar, las lesiones específicas de las amígdalas, encías, maxilares y de los tan frecuentes granulomas apicales. Estas investigaciones las hemos complementado últimamente, siguiendo nuestras observaciones en todo el material de cadáve- res de tuberculosos que ha pasado por el Instituto durante el año 1943 y tomando además en cuenta el material de biopsias investigado en este mismo establecimiento desde el año 1930. Y luego para documentar en forma aún más sólida nuestros hallazgos nos hemos dedicado a la revisión de las cavidades bucales de numerosos individuos tuberculosos hospitalizados en las salas de enfermos bronco-pulmonares del Hospital de Con- cepción. MATERIAL Y TECNICA El material utilizado para el estudio de las 6 grandes glán- dulas salivales (parótida, sub-maxilar y sub-lingual) proviene de 20 individuos fallecidos por lesiones tuberculosas crónicas, especialmente pulmonares, y de 4 individuos muertos a conse- cuencia de una tuberculosis miliar generalizada. Pertenecían es- tos individuos a ambos sexos y eran de la edad más variada. Inmediatamente después de extraídas las glándulas, éstas fueron pasadas y luego fijadas en formalina al 10%. Nuestro estudio de la cavidad bucal misma se refiere a 25 autopsias de individuos con tuberculosis, de los cuales 8 eran formas pulmonares puras, 14 asociadas a tuberculosis de otros Órganos, una neumonía aguda con discreto proceso tuberculoso productivo del vértice pulmonar derecho y dos granulias, una acompañada de tuberculosis uro-genital y la otra de un complejo primario en evolución. Antes de proceder a la extracción del material para investigación histopatológico efectuamos en cada caso un pequeño croquis grabando el estado de la dentadura y las diferentes lesiones anátomo-patológicas que pudieran existir. Comenzamos con las amígdalas efectuando luego su enucleación, procedimiento muy sencillo. En la gíngiva la obtención del ma- terial se nos hizo algo más complicado, pues, en aquellos casos de lesiones evidentes con ulceraciones típicas y 4.? grados que nos indujeron a sospechar procesos tuberculosos, optábamos por proceder a la extracción del trozo óseo con su respectivo diente y encía. No quiere decir esto, que sólo estas lesiones claras y evidentes fueron observadas, ya que nuestras investigaciones 126 alcanzaron en todos los casos a todas las regiones de la mucosa bucal aunque nada especial ofrecieran a la simple vista. En cuan- to a los granulomas, se extrajeron primero aisladamente, pero después en general, practicando resección conjunta del diente, alvéolo y encía, lo que ofrece grandes ventajas para su estudio. En los casos en que sospechábamos la existencia de osteítis, la - resección total del maxilar fué necesaria, trabajo que, a más de arriesgado por las reclamaciones de los deudos, representaba pér- dida de tiempo y sobrada paciencia en la confección de maxilares de cartón reemplazantes, hecha a base de nuestros conocimientos de prótesis inmediata. La fijación del material extraído fué hecha igualmente en formalina. Los cortes se hicieron en general con micrótomo de congelación. Sin embargo, en muchos casos, tanto de glándulas salivales como de material extraído de la cavidad bucal misma, se hicieron inclusiones en parafina y en gelatina con el objeto de poder observar cortes en serie o por lo menos escalonados. Las tinciones utilizadas fueron, en general, las corrientes, con Hematoxilina y Eosina y en las glándulas salivales se empleó a menudo también la coloración de Azán, con el objeto de visuali- zar la cantidad de tejido conjuntivo. Para apreciar el contenido en lipoides de las glándulas salivales se usó además la tinción con Sudán IM. En nuestros cortes topográficos de maxilar con dentadura y regiones vecinas hubo que proceder frecuentemente a la descalcificación con ácido nítrico al 5% en formalina al 10%, seguida de un baño neutralizador con sulfato de sodio al 5%; estos trozos se incluyeron en general en gelatina. Hemos ensa- yado también tinción de bacilos de Koch según Ziehl-Nilsson, que no nos dió resultados satisfactorios, posiblemente por haberse fijado el material en formalina, lo que según Schmorl no es recomendable. El material de biopsias investigado en el Instituto compren- de 12 casos-de tuberculosis de la cavidad bucal extraídos de un total de 9,396 biopsias examinadas desde 1931 hasta 1945, (apro- ximadamente 0,13%). De estos 12 casos, 6 corresponden a tuber- culosis de la lengua, 3 a gingivitis, 1 a un lupus del labio, otro a tuberculosis faríngea y el último a una osteoperiostitis tuber- culosa del maxilar inferior. A estas biopsias se agregaron otras provenientes de 3 enfermos observados en el servicio de Bronco- pulmonares del Hospital de Concepción, escogidos al azar, y en los cuales se hizo un estudio histológico sistemático y minucioso de encías y granulomas apicales tal como lo realizábamos en los cadáveres. La técnica empleada en todo el material de biopsias era fijación en formalina al 10% y tinción con Hematoxilina- Fosina. Posteriormente hemos tenido ocasión de observar en las mismas salas de Broncopulmonares varias decenas de tuberculo- sos pulmonares crónicos, pudiendo comprobar que los tres casos que sirvieron de base para nuestra investigación exacta no eran en realidad casos excepcionales. Comprobación análoga pudimos hacer en 50 casos de individuos fallecidos en estado de caquexia tuberculosa, que llegaron a la mesa de autopsia durante el año 1943. Cabe, sin embargo, dejar constancia que los referidos casos clínicos y de autopsias que nos sirvieron para comprobar 127 en un material más amplio nuestras conclusiones, no fueron estudiados histológicamente con la misma regularidad, sino que más bien se hizo este estudio sólo cuando el examen a la simple vista era de resultado dudoso. ESTUDIO CRITICO Y CONCLUSIONES Al hacer el estudio crítico de nuestras observaciones sólo nos referiremos a los 24 casos en que se estudiaron minuciosamente las glándulas salivales, a los 25 casos de autopsias en que se estudiaron amígdalas, encías, granulomas apicales y maxilares, y alos 3 casos clínicos en que se hizo un examen minucioso seme- jante, exceptuando las amígdalas. Glándulas salivales: Al estudiar las glándulas salivales de individuos tuberculo- sos hemos podido constatar dos clases de alteraciones. Primera- mente alteraciones inespecíficas caracterizadas por atrofia, fibrosis y acentuación del grado de lipomatosis y del de infiltra- ción lipoídica del parénquima mismo en forma muy semejante a lo que ocurre en la edad avanzada. Estas alteraciones las com- probamos en los individuos fallecidos a consecuencia de un pro- ceso tuberculoso crónico y dependen seguramente del muy defi- ciente estado nutritivo y de las alteraciones generales del meta- bolismo, sobre todo de las grasas, tan característico para la tuberculosis pulmonar crónica. Fuera de estas alteraciones hemos podido encontrar en un gran número de nuestros casos alteraciones inflamatorias tuberculosas específicas, sobre todo en los de individuos fallecidos a consecuencia de una granulia. En éstos encontramos siempre aislados tubérculos en ambas parótidas y en el 50% de los casos en las submaxilares. En las sublinguales no tuvimos ocasión de verlos nunca. En los 20 casos de individuos fallecidos de tuberculosis pulmonar crónica, logra- mos encontrar alteraciones inflamatorias tuberculosas en las parótidas de 3 casos. Nos sirvieron estos hallazgos de tubérculos en las glándulas salivales, sobre todo atendiendo a su localiza- ción, para aclarar la cuestión de la vía de infección de estos órga- nos con tuberculosis, llegando a la conclusión de que la vía san- guínea figura en primer lugar y de que sea probablemente la única digna de ser tomada en cuenta. Las demás vías, si es que realmente son posibles, seguramente sólo son aprovechadas en forma excepcional. (Mayores detalles sobre esta cuestión, espe- cialmente en lo que se refiere a su importancia para el esclare- cimiento de la patogenia de la tuberculosis aislada de las glán- dulas salivales, ya los hemos publicado en el Tomo XIV de este mismo Boletín. f Antes de seguir comentando el resultado de nuestras inves- tigaciones practicadas en las demás regiones de la cavidad bucal, nos permitiremos exponer a manera de ejemplo algunos casos en forma detallada, que sirvieron de base para la confección del cuadro-resumen adjunto. 128 FIGURA N.* 1. A. N. 281/42 ¿ 44 años Osteítis tuberculosa. Tine EE: Aum.: 18x FIGURA N.? 2. A. N. 260/42 Q 19 años Tuberculosis de la amígdala. (en íntima relación con una cripta) Tine.: HE. Aum.: 24 x FIGURA N.* 3. A, N. 160/42 Q 22 años Tuberculosis de la amigdala. Tbe exudativa caseosa en pleno tejido linfático) 1 15h 10% Aum.: 20 x FIGURA N.* 4. A. N, 224/42 2 23 años Ulcera tuberculosa de la encía. Miner rsE a Aum.: 20x CUADRO N.* 1. a) Casos de autopsia: l e | Elad . les . A" A Za, Mi $52 — Observaciones 1/29/41] 2 125] +|+]|0]|0]0 2] 460/41 | 3 |36|+|+|4]|0|0 ñ 3/| 29/42 | 3 116|+]|+|1|0]|0| Tbe. del paladar 14 ]| 1385/42 | 29 ]15| +] +|1]|0]0 0 5146/42 3. 6 EVE 810 0 ENANA al 3 MEVA IST OO UE NT ESA E A Si MILAN AS A ESOO OA y EN TIA A O OS y O IAN 2 A MA O ON tl EN Rea Ac a ORT 13 | 260/42 | 2 ]19| +|+]/]J0oj|oJjo0 A A MANTA ASA MS O E a o O DAA OO 16 | 265/42 | 2 [322 | +|+1/|3|0]0| Tbhc. de la epiglotis 17 | 269/42] 3 | 45 | +|+]/|4]|0]/1 h di : EAT AAN 19 /|281/42 | 3 | 4|=|+[1]|1]/11| Osteítis tbc. ANS AS LA SA MOR NO A SONAS O a 2 ON LO ANTENA EEN E OORO 23 | 296/42 | 2 | 3 | +|—|0|0]|0 d 24 | 304/42 | 2] 4 | +|—|1|01|0]| Ulcera tbc. de la faringe | ES | y paladar; osteítis tbe. _ 25 | 306/42 | + | 6 | +|+Jojojo 1. Aut. 281/42: Hombre, 44 años. Tuberculosis pulmonar bilateral cavernosa y acinosa exudativa, con propagación al intestino. Examen Bucal: Amigdalectomía bilateral; en el resto de la tonsila derecha y tejido conjuntivo y muscular vecino hay aisla- dos tubérculos productivos. Dentadura en regular estado, com- pleta, 3 cuartos grados, 1 correspondiente a la pieza N.* 31, con un granuloma del tamaño de un grano de cáñamo. Histológica- mente, está formado íntegramente por nódulos epiteloídeos acompañados de varias células gigantes y extensas zonas de caseificación; lo que hace pensar que sea un granuloma primiti- 129 vamente tuberculoso; en la encía correspondiente se nota sólo intensa gingivitis crónica banal. El segundo cuarto grado corres- ponde a la pieza N.? 7. Corte de dicho paradencio muestran histo- lógicamente sólo procesos inflamatorios crónicos inespecíficos. El tercer cuarto grado corresponde a la pieza N.* 17, pieza que presentaba marcada movilidad; en la mucosa correspondiente a la parte vestibular presenta un absceso del tamaño y forma de un dedo meñique; comprimiendo esta región, deja escurrir abun- dante pus por diferentes puntos. Dicho cuarto grado está secues- trado y se separó espontáneamente al resecar el trozo de maxilar enfermo, encontrándose en el fondo del alvéolo, abundante pus grumoso. Microscópicamente encontramos un proceso de osteítis tuberculosa clásica con caseificación intensa (véase figura N.? 1). Este proceso es más acentuado en la región alveolar, disminu- yendo hacia la parte inferior y posterior del maxilar, la pulpa de este molar secuestrado está necrótica y en gran parte del canal se notan cuerpos extraños. La mucosa correspondiente muestra discreta inflamación crónica banal, abundantes infiltrados linfo- citarios y plasma-celulares, pero, no se logró encontrar en ella signos de especificidad. Resumen: Tuberculosis productiva de los restos de las amíg- dalas y del tejido periamigdaliano. Tuberculosis del granuloma de la pieza N.? 31. Osteítis tuberculosa del maxilar inferior derecho. 2. Aut. 260/42: Mujer, 19 años. Tuberculosis pulmonar bilateral cavernosa y acinosa exudativa con propagación a la laringe e intestino. Caquexia. d Examen Bucal: Amígdalas blanquecinas, algo atróficas, con pequeñas ulceraciones; al corte presentan cavidades (criptas) pequeñas, llenas de un líquido grumoso, parduzco. Histológica- mente se nota en ambas marcado proceso tubereuloso, prevalen- temente productivo con acentuada caseificación. La mayor par- te de los tubérculos están en íntima relación con las criptas (véase figura N.? 2). Dentadura en buen estado: falta 1 pieza, 1 cuarto grado. La encía correspondiente al único cuarto grado existente (pieza N.? 6) presenta pequeños orificios, por los cua- les salió abundante pus al presionar dicha pieza dentaria que tenía, además, cierta movilidad. Histológicamente, se trata de un proceso crónico granulomatoso del periodontio el cual por un lado llega hasta cerca del ápice y por el otro hasta el epitelio gingival, presentando numerosas células conjuntivales, teniendo, en parte, aspecto sarcomatoso fusocelular, acompañado de abun- dantes células gigantes con núcleos centrales, semejando todo el proceso un verdadero épulis. No se nota granuloma apical ni signos de tuberculosis. En la encía, gingivitis crónica banal. Resumen: Tuberculosis productiva con ulceración y en par- te caseosa de las amígdalas. _ 3. Aut. 160/42: Mujer, 22 años. Tuberculosis pulmonar bilateral exudativa cavernosa con propagación al intestino. 4 Examen Bucal: Amígdalas con ligera atrofia y sin ulcera- ciones visibles. Histológicamente se nota en pleno tejido linfá- 130 FIGURA N.* 5. A. N. 261/42 2 21 años Tuberculosis de un granuloma apical c. 8. L.--- células gigantes de Langhans. inca: Aum.: 18 x. FIGURA N.* 6. A. N. 272/42 ¿ 22 años A Tuberculosis de un granuloma apical. Tinc.: H. E. c. --- canal pulpar Aum.: 18x g. --- granuloma Cc. a. --- Canal aberrante t. --- tuberculos FIGURA N.2 7. A. N. 228/42 2 65 años Tuberculosis ulcerosa de las amigdalas. FIGURA N.* 8. Caso Clínico N.* 1. Granuloma apical. (primitivamente tuberculoso) Min ce Aum.: 58x Cr a. tico de ambas, conglomerados de tubérculos con marcada casei- ficación (véase figura N.* 3). Dentadura en mal estado, 7 pie- zas ausentes, 13 cuartos grados, 6 granulomas simples sólidos sin epitelio. Además se comprobó histológicamente uno simple sólido con aislados tubérculos productivos sin caseificación, loca- lizados en el centro del granuloma; en la encía correspondiente a la raíz de este granuloma se nota una pequeña úlcera de aspec- to fistuloso que, microscópicamente, aparece rodeada de tejido de granulación productivo con abundantes células de Langhans. En otras regiones, la mucosa presenta intensa gingivitis crónica existiendo en una parte un conducto fistuloso tapizado con bas- tante epitelio; signos de tuberculosis no se encontraron. Resumen: Tuberculosis caseosa de las amígdalas. Tubercu- losis de un granuloma apical y encía. 4. Aut. 224/42: Mujer, 23 años. Tuberculosis pulmonar bilateral cavernosa y acinosa exudativa con propagación a la la- tinge e intestino. Caquexia. Examen Bucal: Amígdalas blanquecinas, mente atró- ficas. Al examen histológico ambas presentan bastantes tubércu- los productivos con acentuada tendencia a la caseificación. Dentadura en mal estado; 4 piezas ausentes, 10 cuartos grados, 9 granulomas, de los cuales 8 son simples sólidos y 1 con epitelio. Ninguno de ellos presenta signos de tuberculosis. En la mucosa gingival se encuentra una pequeña ulceración a nivel de la pieza N.? 5 (raíz) de aspecto fistuloso, rodeada de minúsculos noduli- llos amarillentos que histológicamente resultó de naturaleza tuberculosa (véase figura N.* 4). El maxilar inferior presenta una fístula correspondiente a la raíz de la pieza N.* 20. Histoló- gicamente se comprobó un conducto fistuloso que en cortes trans- versos presentan tejido de granulación inespecífico, invadido de epitelio de la mucosa bucal. Resumen: Tuberculosis productiva, en parte caseosa, de las amígdalas y ulcerosa de la encía. 5. Aut. 261/42: Mujer, de 21 años. Tuberculosis pulmonar bilateral cavernosa y acinosa exudativa. Caquexia. Examen Bucal: Amígdalas blanquecinas, de tamaño corrien- te, sin ulceración visible. Al examen histológico se nota procesos tuberculosos productivos con bastante caseificación; los tubércu- los están, en general, en el tejido linfático superficial submuco- so. Dentadura en buen estado; ausente una pieza, cuartos gra- dos 1 (pieza N.? 19), granulomas 2. De estos dos, que pertenecen a las raíces del único molar cariado, el de la raíz distal es simple sólido, presentando en su porción central un típico proceso tuber- culoso productivo, con tendencia a la caseificación (véase figu- ra N.* 5). El granuloma mesial es simple sólido, sin epitelio y sin signos de tuberculosis. La mucosa gingival muestra discreto proceso inflamatorio crónico banal, que en algunos puntos pre- senta células gigantes de cuerpos extraños. Resumen: Tuberculosis productiva y caseosa de las amíg- dalas y de un granuloma simple. 131 6. Aut. 272/42: Hombre, de 22 años. Tuberculosis pulmo-. nar bilateral cavernosa y acinosa productiva con propagación al intestino. Shock por neumotórax. Examen Bucal: Amígdalas blanquecinas y de tamaño co- rriente, sin ulceración. Histológicamente, nótase en ambas tu- bérculos productivos escasos, algunos de ellos en íntima relación con las criptas. Dentadura en regular estado, 3 cuartos grados, con granuloma apical. Cortes correspondientes al paradencio de un cuarto grado muestran histológicamente proceso tuberculoso prevalentemente productivo de la mucosa gingival y que, profun- dizándose a lo largo del surco amelo-gingival, constituye la pared externa de una bolsa piorreica; sigue luego por el periodonto medio hasta el apical. En este mismo diente y en íntima relación con dos canales se encuentra un típico granuloma simple sólido que en su parte distal presenta varios tubérculos con abundantes células gigantes (véase figura N.? 6).. Cortes correspondientes al paradencio de otro cuarto grado muestra un proceso tubercu- loso muy semejante al anterior y que también ha profundizado el surco amelo-gingival destruyendo la mayor parte del periodon- to para reunirse con un granuloma simple sólido que ofrece un proceso bacilar intenso con innumerables tubérculos productivos muy típicos. En estos mismos cortes se nota que del granuloma parte un conducto fistular cuya desembocadura no se encontró. Por último, en el tercer cuarto grado se observa una simple gingivitis crónica. El ápice respectivo presenta un granuloma simple sólido sin signos de especificidad. Resumen: Tuberculosis productiva de las amígdalas; perío- donto medio y apical y de dos granulomas apicales, y un proceso: granulomatoso de una bolsa piorreica. 7. Aut. 228/42: Mujer, 65 años. Tuberculosis pulmonar bilateral cavernosa y acinosa exudativa, con propagación intes- tinal y mesenterial. Caquexia. Examen Bucal: Amígdalas ulceradas, la derecha extensa- mente, de tal modo que su parte central ha desaparecido comple- tamente dando el aspecto de un cráter; la izquierda ofrece ligera atrofia y ulceración menos profunda; presionándola, deja escurrir líquido viscoso, de aspecto grumoso (figura N.? 7). Histoló- gicamente, se nota en ambas un extenso proceso tuberculoso; en la izquierda preferentemente productivo; en la derecha exudati- vo con marcada ulceración, propagándose el proceso hasta los tejidos periamigdalianos. Dentadura en mal estado; dientes anteroinferiores piorreicos. Piezas ausentes: 6; cuartos gra- dos: 3. Encía con fístula a nivel de la pieza N.? 12 y pequeña ulceración a nivel de la N.? 20. En cortes correspondientes a dos cuartos grados se encontró en uno de ellos un conducto fistuloso, sin signos de especificidad, en otro se nota en la mucosa gingival discreto proceso tuberculoso productivo con ulceración pequeña en un punto. En los restantes, se encontró un granuloma simple sólido y gingivitis crónica intensa. Se hizo, además, inclusión de dos molares que histológicamente dieron por resultado una pulpitis crónica con marcada proliferación conjuntival y aisladas células gigantes. 132 Resumen: Tuberculosis ulcerosa de las amígdalas y encías. b) Casos clínicos: 1. J. S. G. Hombre, de 18 años. Hilandero. Sin anteceden- tes tuberculosos entre sus familiares; no fuma ni bebe; no acusa enfermedades venéreas. Actualmente padece de tuberculosis pulmonar mixta extensa izquierda que comenzó en Abril de 1939, fecha en que sintió sus primeros síntomas. Examen de desgarro, Koch negativo en Junio de 1939 y “positivo en Junio de 1942. Wassermann y Kahn negativos en Junio de 1939. Examen extra-oral; llama la atención un aumento de volu- men en la región mentoniana, que, según los datos anamnésticos comenzó hace dos años a raíz de un traumatismo. Dos días an- tes de consultarnos (4 de Julio de 1942) sintió ligeros dolores por lo que nos fué enviado con diagnóstico de osteoperiostitis tuberculosa. A la inspección, se nota tumefacción del tamaño de una nuez grande, de coloración ligeramente rojo violáceo; adel- gazamiento de la mucosa que en el centro deja traslucir un líqui- do amarillento; a la palpación se nota fluctuación y pequeño do- lor. Se hizo punción y se envió a análisis bacteriológico el pus extraído. Análisis bacteriológico N.* 033/42 revela cocos gram- resistentes; bacilos de Koch no se encontraron a examen directo ni al cultivo. Diagnóstico clínico: osteítis tuberculosa con absceso frío en la región mentoniana. Biopsia: confirmación del diagnóstico clí- nico. Proceso tuberculoso con escasos pero típicos tubérculos en la pared del absceso. Examen oral; a simple vista, llama la atención una intensa inflamación de la mucosa gingival superior e inferior, aprecián- dose en algunas regiones agrupación de pequeñas granulaciones amarillentas. Se encontraron además tres úlceras, la primera, del tamaño de lenteja, a nivel de la pieza 30, con bordes irregulares, escarpados, pálidos, fondo amarillo granuloso, dolor a la presión y a los cambios térmicos; la segunda, a nivel de la pieza 4, de aspecto fistuloso, menos dolorosa y del tamaño de una cabeza de alfiler; la tercera, a nivel del segundo premolar inferior derecho, de aspecto fistuloso y acompañada de pequeñísimas granulacio- nes. Al examen histológico se nota en estas tres regiones un franco proceso inflamatorio sub-agudo bastante intenso, y en relación con las ulceraciones, conglomerados de tubérculos pro- ductivos con abundantes células gigantes y epiteloídeas inmedia- tamente por debajo del epitelio. Antes de proceder a la extracción de los dientes se hizo un examen radiográfico completo, constatándose la presencia de 10 granulomas apicales en un total de 13 cuartos grados. Al exa- men histológico de los 10 granulomas se pudo comprobar que 5 eran simples sólidos a excepción de uno que posee epitelio. En : los 5 restantes nótanse procesos tuberculosos muy marcados en forma de abundantes tubérculos productivos con muchas células de Langhams; en 3 de ellos los tubérculos están localizados en un punto, en los otros 2 el granuloma está íntegramente forma- do por ellos (véase figura N.?* 8), lo que hace pensar en procesos 133 primitivamente tuberculosos, o sea, que desde su formación han estado constituídos por tejido de granulación específica. Uno de los granulomas tuberculosos (el de la pieza 27) está en íntima. relación con el proceso mentoniano y otros tres corresponden a las ulceraciones descritas. Resumen: Tuberculosis productiva ulcerosa de las encías; tuberculosis de cinco granulomas. Osteítis tuberculosa del maxi- lar inferior con absceso frío. Hacemos en seguida una revisión de las diferentes regiones de la cavidad bucal. Amíegdalas: En todos los 25 casos de autopsias encontramos lesiones tuberculosas de las amígdalas, es decir, estaban comprometidas. en un 100 por 100. Aún las hemos hallado en individuos con lesiones pulmonares relativamente discretas (caso N.* 263/42). Casi siempre las lesiones eran bilaterales; sólo en 3 casos, perte- necientes a niños de 2 a 4 años de edad, pudimos constatarlas en un lado (N.? 264/42, 296/42 y 304/42). A la simple vista las amígdalas eran en general pequeñas, y por excepción en un caso grandes (N.? 309/42), no ofreciendo alteración macroscópica. alguna, salvo en 3, en que se notaban ulceraciones más o menos acentuadas (N.* 260/42, 304/42 y 228/42, véase figura N.* 7). Histológicamente, el proceso tuberculoso estaba localizado ya en el fondo de las criptas (véase figura N.? 2), ya en pleno tejido linfático (véase figura N.? 3), lo que probablemente está en relación con las vías de infección. Al respecto, de las 3 vías posi- bles; linfática, sanguínea y mucosa, sólo las dos últimas nos parecen de importancia; pues es algo difícil imaginarse, cómo los. bacilos de Koch pudieran llegar por vía linfática a las amígdalas. Para los procesos tuberculosos relacionados con las eriptas, es decir, por el desgarro u ocasionalmente por reinfección exógena, es probable que la superficie tan irregular de las amígdalas sea. en realidad muy apropiada para la retención de desgarros bacilí- feros. En las formas que interesan solamente el parénquima linfático debe tomarse, y quizás ante todo, en cuenta la infección por vía sanguínea. Los trabajos de Krauspe, quién, por inyección de bacilos de Koch del tipo bovino en la carótida de conejos logró obtener, seis a ocho días más tarde, tuberculosis tonsilar, han demostrado la efectividad de esta vía. En vista de que general- mente el proceso es muy discreto, es probable que estas lesiones. sólo se originen cuando en período preagónico decaen las resis- tencias generales del organismo, pudiendo, entonces, comenzar el desarrollo de bacilos de Koch que ya anteriormente habían sido absorbidos por las amígdalas, pero mantenidos hasta este mo- mento en Jaque por los anticuerpos del organismo. Así podría- mos explicar también que sólo excepcionalmente se diagnostican estas lesiones tuberculosas clínicamente. y Graeff cree que las lesiones tuberculosas de la región naso- faríngea pueden constituir focos de reinfecciones futuras que provocarian nuevamente revivicencia en órganos, por ejemplo en 134 pulmones, que habían mejorado notablemente por medios tera- péuticos adecuados. Nosotros encontramos poco aceptable esta opinión y nos parece que sólo eventualmente podrían a lo sumo servir como punto de partida a diferentes afecciones tuberculosas. de la vecindad, es decir, de la cavidad bucal. Nuestros hallazgos en las amígdalas están perfectamente de acuerdo con las opiniones de Droessler, Graeff, Lasagna y Sylvan: (cit. por A. Dietrich) Aufrecht, Deycke, Sternberg, Plath, Hueb- schmann, etc., quienes aseguran que las amígdalas son sitios. predilectos para el desarrollo del bacilo de Koch en la cavidad bucal. Bandelier dice además que la tuberculosis de las amíg- dalas constituye: la regla en las tisis avanzadas, a lo cual nos- otros debemos agregar que no sólo en las tuberculosis extremas ocurre esto, sino que, muy posiblemente, también, en tuberculo- sis pulmonares relativamente discretas, como en nuestro caso de autopsia N.? 263/42. Afirman también nuestros hallazgos los. estudios de los norteamericanos Long, Seibert y González, quie- nes al examen histológico de dos mil pares de tonsilas proceden- tes de simples tonsilectomias de rutina, encontraron alteraciones: tuberculosas en 81 casos, es decir, en 4%. Estamos por lo tanto en desacuerdo con Rickmann (cit. por Piath), y otros que asegu- ran que en la cavidad bucal la tuberculosis es más frecuente en las encías y no en las amígdalas. Encías: Bastante frecuente resultó ser también, según nuestros casos, la tuberculosis de las encías. Encontramos pro- cesos tuberculosos de ellas en 7 casos de las 25 autopsias, es de- cir en un 28% de los individuos fallecidos a consecuencia de tu- berculosis pulmonar. En general, se trataba de formas ulcerosas más Oo menos bien delimitadas y siempre en íntima relación con dentadura cariada, de tal manera que se presentaba sólo en indi- viduos con mala dentadura (N.* 160/42, 186/42, 216/42, 224/42, 228/42, 269/42 y 272/42) y en estos casos siempre justamente a nivel de una o varias caries de cuarto grado. En algunos casos las úlceras eran bien evidentes, presentaban bordes cortados a pique, más o menos irregulares y de fondo amarillo granuloso, es decir, ofrecían características macroscópicas típicas para una etiología tuberculosa. Generalmente se encontraba en sus alre- dedores pequeñas granulaciones que en la literatura son denomi- nadas granulaciones de Trélat. Fuera de estas úlceras bien evi- dentes encontramos muchas otras muy pequeñas que se presen- taban como una fistulita puntiforme y que histológicamente resultaban también de naturaleza tuberculosa (véase microfoto' N.?* 4). Creemos, sin embargo, que en presencia de las lesiones ulcerosas descritas sólo estamos autorizados para hablar de tuberculosis de las encías y no de verdaderas gingivitis tubercu- losas, pues esta denominación corresponde más bien a un proce- so difuso muy distinto que no lo hemos observado en nuestros casos de autopsias, pero que pudimos constatar muy bien en el primer caso clínico en el cual esta gingivitis comprometía am- pliamente las encías presentando además ulceraciones múltiples. En cuanto a la vía de infección en nuestros casos la más lógica y la única prácticamente aceptable es la de una infección directa desde la cavidad bucal por el desgarro bacilífero. Sin embargo, la 135 “infección sólo sería posible si un pésimo estado de la dentadura provoca pequeñas alteraciones traumáticas superficiales de la cavidad bucal que favorecen la penetración de los bacilos. De esto resulta una gran utilidad práctica de nuestros hallazgos. Es pues muy importante cuidar el estado de la dentadura de los indivi- duos portadores de tuberculosis pulmonar, no sólo por los moti- vos que en general exigen este cuidado, sino que además por el peligro de complicación de la enfermedad principal con un proceso tuberculoso de la cavidad bucal. DE : Inspirados por este concepto nos hemos dirigido a la sala de enfermos bronco-pulmonares del Hospital San Juan de Dios de Concepción, y hemos escogido al azar tres individuos tubercu- losos con mala dentadura. Efectivamente en uno de ellos fué fácil evidenciar tres úlceras de la encía, una muy típica y dos puntiformes que, histológicamente, todas resultaron de naturale- za tuberculosa. En los otros dos casos no encontramos nada de extraordinario. Respecto a estos casos cabe notar además que la simple extracción de las ulceraciones en forma de biopsias y la defocación completa del enfermo bastaron para que se produ- jera una rápida curación de todas las regiones gingivales. Así mismo se notó un evidente mejoramiento del estado general del enfermo, a pesar de nuestras intervenciones tan radicales (se extrajeron 13 piezas dentarias en menos de un mes). Nuestros hallazgos están en general de acuerdo con los datos proporcionados por la literatura. Unicamente su gran frecuencia es algo todavía no consignado; así Schliferowitsch en un total de 85 encontró sólo 5 tuberculosis de las encías (cit. por Kaiser- ling), y Steinhauser en 376 casos cita 13 tuberculosis gingivales (cit. por Kaiserling). Por lo demás en lo que se refiere a la loca- lización también Rickmann (cit. por Plath), Stricker, Andreesen, Torner, Wiesner, Unger, Lenzman (cits. por Kaiserling), insisten en que ella está íntimamente relacionada con piezas dentarias cariadas. Rousseau-Decelle y Ruppe describen a la forma ulce- rosa como la más frecuente en la mucosa gingival, lo que tam- bién. está de acuerdo con nuestros hallazgos. Según Partsch, Williger, von Torne, Paget, Neumann, Miiller (cit. por Kaiser- ling), las ulceraciones tuberculosas pueden provocar aún la caída espontánea de los dientes vecinos, lo que nosotros pudimos obser- - var en un caso (N.* 216/42). Además, en cortes histológicos escalonados hemos logrado comprobar en tres casos, la propaga- ción de un proceso tuberculoso desde el surco amelogingival hacia la profundidad (N.? 186/42, 269/42, 212/42), lo que seguramen- te habría podido terminar en forma de una foliculitis expulsiva tuberculosa. Estos tres casos, como veremos más adelante, nos han servido por lo demás para formarnos una idea sobre el me- canismo de infección de los granulomas apicales con un proceso específico tuberculoso. Por lo demás, es posible que la infección de las encías pueda realizarse por vía sanguínea, pero es segu- ramente lo excepcional, como lo afirman Huebschmann, Bahr y Plath a base de cortes histológicos y comparando las alteracio- nes de la cavidad bucal en general con el grado de las alteracio- nes pulmonares y el grado de diseminación hematógena en las demás partes del organismo (Plath). 136 PA Granulomas apicales: También hemos extendido nuestras «observaciones a los granulomas radículo-dentarios, tan frecuentes en los individuos de mala dentadura. La existencia de lesiones tuberculosas de los granulomas apicales la observó por primera vez Kokic, en este Instituto, en sus estudios sobre la anatomía patológica de la infección focal dentaria. En aquel entonces se dejó sólo establecido el hecho del hallazgo, pues no fué posible encontrar mayor literatura al respecto. De los 25 casos estudiados de individuos tuberculosos 4 eran niños menores de 6 años, es decir, personas que prácticamente no ofrecen nunca granulomas apicales, por lo cual no los toma- “mos en cuenta en nuestra comunicación actual. Restan, pues, 21 casos, cuya edad fluctúa entre los 15 y 65 años, correspon- diendo, 11 a varones y 10 a mujeres. De estos 21 casos, 5 presentaban granulomas apicales con signos histológicos seguros de un proceso tuberculoso, es decir, aproximadamente la cuarta parte, o sea, un 25%. Como de los 21 individuos sólo 17 eran en realidad portadores de granulomas apicales, aproximadamente la tercera parte de éstos ofrecían en sus granulomas lesiones tuberculosas, es decir, exactamente un 30%. Contemplando estas cifras, indudablemente ya no po- demos hablar de algo excepcional, sino que por el contrario de un hecho bastante frecuente. En 3 de los 5 casos positivos se encontró sólo un granuloma con signos de tuberculosis, en los otros dos había varios, en uno 3 y en otro 5. Naturalmente, el diagnóstico de la alteración tuberculosa, lo hemos hecho en cortes histológicos. A la simple vista nos llamaba sólo la atención una consistencia bastante más blanda que la de los granulomas apicales corrientes. Otros signos espe- ciales, como la formación de nodulitos o de típicas masas caseo- sas no pudimos constatar nunca a la simple vista. En general, los granulomas con alteración tuberculosa eran pequeños, raras veces pasaban el tamaño de un grano de cáñamo. Todos estos datos macroscópicos nos explican fácilmente porque hasta el momento ha pasado en general desapercibida la naturaleza espe- cífica de muchos granulomas apicales de individuos tuberculosos, que, como ya lo dijimos, es bastante frecuente. Para ver hasta que punto nuestros hallazgos valen también para el vivo, enfer- mo de tuberculosis, hemos estudiado sistemáticamente los gra- nulomas apicales de 3 enfermos de la sala de bronco-pulmonares del Hospital San Juan de Dios de Concepción, que nos llamaban la atención únicamente por su mala dentadura. Y, efectivamente, en uno de ellos que tenía un total de 10 granulomas encontramos en la mitad de ellos, es decir, en cinco, características alteracio- nes tuberculosas. Posteriormente, tuvimos ocasión de examinar otros casos del mismo Servicio, pudiendo comprobar resultados “análogos a los ya descritos. En cuanto ahora al aspecto histológico de esta clase de gra- nulomas, podemos decir que, en general, tuvimos la impresión de que se trata de granulomas corrientes, simples, sólidos, infecta- «dos secundariamente con el proceso específico. Tenemos esta impresión porque generalmente sólo una parte del granuloma presentaba los característicos tubérculos de células epitelioídeas 137 acompañadas de células gigantes de Langhans, a menudo bas- tante abundantes, y muy típicas mientras que el resto del gra- nuloma presentaba una estructura histológica igual a la que se " observa corrientemente con todas sus variaciones mas o menos acentuadas (véase figuras N.* 5 y 6). Sólo en dos granulomas de los casos de autopsia y en dos del caso clínico positivo tuvimos la impresión de que talvez podría tratarse de granulomas que desde un principio estaban formados exclusivamente por tejido de granulación tuberculoso específico, pues, en ningún punto logramos encontrar en ellos tejido de granulación banal, lo que naturalmente no quiere decir que éste no haya jamás existido, o se encuentre sólo en un pequeño territorio que haya escapado a nuestra observación (véase figura N.? 8). El resto, formado por un total de 12 granulomas, incluso los tres restan- tes del caso clínico positivo, no admite esta probabilidad. En los casos en que las alteraciones específicas sólo formaba una parte: del granuloma, tomaban ante todo su porción distal, es decir, no entraban en contacto directo con la desembocadura del canal pulpar (véase figura N.? 6). En tres casos pudimos constatar muy bien por medio de cortes escalonados la comunicación direc- ta del tejido tuberculoso del granuloma con tejido de igual natu- raleza que se introducía hacia la profundidad por el surco amelo- gingival. Como no hemos hec::o inclusiones en block de todos los granulomas con lesiones tuberculosas, no podemos naturalmente saber si esta relación no es en realidad más frecuente. De todos. modos estos tres casos nos muestran claramente una vía de infección: la vía paradental. No creemos que esta vía sea la única, pues también hay que tener presente la vía sanguínea y la vía pulpar. Sobre todo, nos parece muy probable este último. camino para los casos en que no logramos encontrar alteraciones. tuberculosas del periodonto marginal y para aquellos en que tuvimos la impresión de estar en presencia de granulomas primi- tiva o exclusivamente tuberculosos. Tratamos de comprobar la penetración de bacilos de Koch por el canal pulpar por medio de tinciones según Ziehl-Nilsson, pero, desgraciadamente, no logra- mos obtener ningún resultado positivo, lo que a nuestro juicio se debe muy probablemente a la gran dificultad que ofrecen los. bacilos de Koch a esta coloración, cuando han sido fijados en formalina que no está bien libre de impurezas (Schmorl) y no a una negativa real de nuestros ensayos. Por lo demás, muchos. autores, como Roemer, Meyer, Krebs, Moeller y Chiari (cit. por Kaiserling) afirman la posibilidad de que el bacilo de Koch pue- da atravesar la pulpa necrótica, a lo cual atribuyen una impor- tancia especial para la génesis de la tuberculosis pulmonar y laríngea. Rosenthal, Veyrassat, Jessen (cit. por Veyrassat), Stark y otros creen en la penetración de bacilos de Koch por los supuestos linfáticos de la pulpa dentaria, lo que sería de impor- tancia para el origen de la linfadenitis tuberculosa del cuello. En general, las opiniones de autores más modernos no están muy de acuerdo con estas afirmaciones y se basan para ello, ante todo, en que aún en casos de tuberculosis grave de la cavidad bucal no se observa prácticamente nunca infección tuberculosa de la pulpa y del periodonto de dientes cariados (Siegmund y Weber). 138 A Como ya lo dijimos, esto no concuerda con lo observado por nos- otros y es por eso que muy bien podemos admitir la opinión de los autores más arriba citados en lo que se refiere a la penetra- ción por vía intradentaria, aunque no nos parece probable que desde esta región la infección llegue a otros órganos, como por ejemplo, ganglios linfáticos del cuello, pues si esto sucediera debieran ser en nuestra clientela de hospital, que en general tiene pésima dentadura, muy frecuentes las referidas complica- ciones extra-bucales, y esto de ninguna manera corresponde a la realidad. Según nuestra estadística del Instituto de Anatomía. Patológica de Concepción, las linfadenitis tuberculosas de la re- gión del cuello, para citar sólo un ejemplo, son bastante raras; 20 casos en 2,229 autopsias. La vía sanguínea puede naturalmente también servir para la infección de los granulomas apicales con un proceso tuberculoso. Sabemos que en todo individuo portador de una tuberculosis pulmonar crónica circulan bacilos de Koch en la san- gre, y ya por este hecho, muchas veces comprobado, es lógico suponer que pueda haber una localización de ellos en un tejido, a veces tan ricamente vascularizado, como el de un granuloma. Las otras dos vías, sin embargo, nos parecen mucho más im- portantes. Y para terminar, deseamos insistir nuevamente en que, a pe- sar de haber revisado una bibliografía bastante extensa, no logra- mos encontrar mayores datos sobre alteraciones tuberculosas de granulomas radículo-dentarios. Parece, pues, tratarse de un tema muy poco estudiado. Sólo hemos hallado un trabajo bastante superficial de Gornouec, el cual afirma haber encontrado granu- lomas tuberculosos en relación con la dentadura, aún sana, de individuos tuberculosos, en muy aislados casos. Por lo demás, sólo podemos citar a Euler y Meyer y a Roemer, quienes dicen que ocasionalmente pueden encontrarse tubérculos en un gra- nuloma apical, sin dar ningún otro detalle, y Stafne que describe sólo un caso por él observado, que, sin embargo, por múltiples motivos, no nos parece muy convincente. Osteítis maxilar: En todos nuestros casos nos hemos preo- cupado también de revisar sistemáticamente los maxilares y fué así que logramos encontrar procesos de franca osteítis en tres casos. Dos de ellos provienen del material de autopsias (N.? 281/42 y 304/42) y el tercero, del primer caso clínico. En un caso de autopsia la naturaleza tuberculosa del proceso es absolutamente seguro, tanto por el típico absceso frío que se notaba ya a la simple vista como por el indudable resultado del examen histológico (véase microfoto N.* 1). En el otro, se tra- taba de una osteítis necrotizante sospechosa de tuberculosis; sin embargo esto no pudo ser comprobado con seguridad ya que tam- bién el material fué fijado en formalina, que dificulta enorme- mente la coloración de los bacilos de Koch (Schmorl). En el caso clínico se trataba de una osteítis bastante localizada, también típicamente tuberculosa que estaba en íntima relación con dos granulomas apicales con signos seguros de tuberculosis. Creemos que en estos casos no se trata de osteítis de origen hematógeno, sino que de procesos propagados al hueso desde la cavidad bucal. 139 En el caso clínico esta idea está bien fundamentada por estar el proceso de osteítis tuberculosa localizado en íntima relación con granulomas tuberculosos. En el primer caso de autopsia (N.? 281/42) el origen puede: haber sido el mismo, pero el pro- ceso estaba ya tan avanzado que no se logró encontrar más que una caries de cuarto grado completamente secuestrada sobre el foco de osteítis. También es posible que el proceso tuberculoso haya avanzado hacia el maxilar por el surco amelo-gingival, tal como lo hemos observado tres veces (autopsia N.? 186/42 y 972/42) y lo que ya nos sirvió para explicar la infección tubercu- losa de varios granulomas. Nuestra opinión está de acuerdo con Zaudy (cit. por Ruppe), Okinezic, Rousseau-Decelle y Colyer, quienes admiten esta vía, aunque dicen que es rara. Para otros, como Siegmund y Weber, el origen de la osteítis tuberculosa del maxilar sería ante todo hematógeno; nosotros, sin embargo, creemos, a base de nuestro estudio sistemático que la vía bucal sea en realidad la más fre- cuente, sobre todo si tenemos presente que las osteítis tubercu- losas de los maxilares, descritas en la literatura mundial, son relativamente poco numerosas, es decir, se trata de una afección en general considerada como rara. En resumen podemos decir, tanto a base de nuestros 25 ca- sos de autopsias, como tomando en cuenta nuestros tres casos clínicos, que las lesiones bacilares de la cavidad bucal de los indi- viduos tuberculosos no son de ninguna manera algo excepcional, como podría por ejemplo creerse, si únicamente nos fijáramos en el material de biopsias del Instituto del cual sólo forman parte en un 0,13%. Si se busca sistemáticamente estas alteraciones se vé que no son raras y se llega a la conclusión que la cavidad bucal no es un ambiente tan adverso a los procesos tuberculosos como en general se cree y como también lo refleja la literatura. Sobre todo, el compromiso de la cavidad bucal es frecuente en los tuberculosos con mala dentadura, y es por esto que nuestros resultados sin duda tienen también cierta importancia práctica, sobre todo, porque, como lo vimos en nuestros casos clínicos, el tratamiento de estas lesiones fué para nosotros sencillo y nos ha dado resultados muy halagadores. _.. Debemos además dejar constancia que hemos revisado tam- bién las demás regiones de la mucosa bucal, especialmente la lengua, mejillas y labios, sin encontrar en ellas ninguna altera- ción especial, por lo cual no hemos insistido mayormente en estas regiones. Sólo podemos agregar que de vez en cuando observa- mos lesiones tuberculosas en el velo del paladar y faringe; no nos hemos preocupado mayormente de ellas para no salirnos del margen de nuestra especialidad. RESUMEN Se hizo un estudio sistemático de las alteraciones encontra- das en la cavidad bucal y glándulas anexas de individuos falleci- dos a consecuencia de un proceso tuberculoso, complementado por el material de biopsias enviado al Instituto de Anatomía Patológica de Concepción desde el año 1930 a 1943, y por las 140 biopsias provenientes de varios individuos estudiados ex profeso. en la sala de bronco-pulmonares del Hospital San Juan de Dios. El estudio se hizo en 3 etapas, examinándose primeramente las glándulas salivales de 20 individuos fallecidos de tuberculosis pulmonar crónica caquectizante, y de 4 individuos muertos de tuberculosis miliar generalizada (granulia); en seguida se estu- dió minuciosamente en forma macroscópica y microscópica las amígdalas, encías, maxilares, granulomas dentarios y mucosa. bucal en general de 25 casos de individuos fallecidos a consecuen- cia de un proceso tuberculoso, estudio que se complementó. con 3 casos de enfermos tuberculosos de la Sala de bronco- pulmonares, observados en forma análoga; y por último, la terce- ra etapa revistió 2 fases; 1.*: revisión sistemática de todo el material de biopsias enviado durante los últimos 13 años al Instituto de Anatomía Patológica de Concepción; 2.?: Compro- bación de nuestros hallazgos obtenidos en la segunda etapa me- diante el examen de numerosos otros pacientes de la Sala de bronco-pulmonares y todos los cadáveres afectos de procesos tuberculosos crónicos y llegados a la mesa de autopsia durante el año 1943, en total unos 50 casos. Nuestro estudio llevado a cabo en la forma arriba expuesta. nos permitió llegar a las siguientes conclusiones: El compromiso de la cavidad bucal y glándulas anexas en los individuos tuberculosos es, en general, mucho más frecuente de lo que comunmente se cree. Las glándulas salivales son asiento de alteraciones específi- cas, tanto en la granulia como en la tuberculosis crónica caquec- tizante, especialmente pulmonar, figurando en primer lugar las. parótidas, siguiéndoles en orden de frecuencia las submaxilares. y luego las sublinguales. Son, además, asiento de alteraciones semejantes a las de la involución senil en los individuos falleci- dos en caquexia. Las amígdalas constituyen la región con mayor frecuencia comprometida por un proceso tuberculoso; en nuestros casos estudiados sistemáticamente: el 100%. Las encías se encuentran afectadas en el 28,6% de los indi- viduos fallecidos de tuberculosis crónica caquectizante. ; Los granulomas radículo-dentarios ofrecen alteraciones es- pecíficas en un 30% del total extraído de individuos que padecen de procesos tuberculosos crónicos. Los maxilares ofrecen alteraciones tuberculosas en un 10,7% de los individuos tuberculosos crónicos y El paladar y el resto de la mucosa bucal en un 4%. La lengua no la hemos visto afectada nunca en los indivi- duos estudiados sistemáticamente, pero figuran 6 casos de tuber- culosis lingual en el archivo de biopsias. El origen “de las lesiones halladas nos parece ser práctica- mente siempre la vía sanguínea para las glándulas salivales y la infección directa desde la cavidad bucal por desgarro bacilí- fero para las demás regiones estudiadas. Todas las lesiones encontradas excepto las amigdalianas y las. de las glándulas salivales estaban en íntima relación con una 141 dentadura en malas condiciones, lo que sin duda es de utilidad práctica para la correcta atención de la cavidad bucal de los enfermos afectos de tuberculosis crónica pulmonar. BIBLIOGRAFIA Aschoff, L.—Tratado de Anatomía Patológica. Traduc. española. To- mo I. 1934. Aufrecht.—Berl. Klin. Wochenschrift. 1907 (cit. por Berthet). Bahr, 1.—Ueber gingivale tuberkulóse Entziindung des Alveolarfortsatzes mit Sequestration des Zahnkeimes beim Saeugling. Inaug. Disser- tation. Berlin. 1934. Bandelier y Roepke.—Clínica de la tuberculosis. Bibl. de Ciencias Médicas. Tom. 16. Edit. Calleja. Madrid. 1910. Behn, F. y Vivaldi, L.—Tuberculosis de los granulomas radículos dentarios. Trabajo presentado al Congreso de Morfología. Noviembre 1942. Santiago. Berthet, E.—Role des voies lymphatiques dans la génese de la tuberculose pulmonaire. 1936. 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Arch. f. klin. Chir. N.? 1, págs. 178-216. 1896. 144 DEL INSTITUTO DE DICIDLOG TA da Universidad de Concepción (Chile) Director: Prof. Dr. H, Kallas Sistemas proteolíticos de la boca en relación con la circulación y coagulación de la sangre (Con 6 gráficos y 3 tablas) por HB. Kallas (Recibido por la Redacción el 31-1-1944) Las substancias, altamente activas, aisladas de los tejidos y humores tisulares, revelan, generalmente, un rasgo común: intro- ducidas en el torrente circulatorio — bajan (o suben) rápidamen- te la presión sanguínea. Muchas de estas “hormonas tisulares” (Feldberg y Schilf, 1930) se conocían, desde hace tiempo, aun químicamente bastante bien (histamina, colina y. sus ésteres, “adenosina y sus derivados, etc.) ; empero, se ignoraba su rol e importancia en la economía del organismo, o sea, si se engendran fisiológicamente con fines determinados. Se admite hoy que se trata de importantes reguladores fisiológicos del sistema circula- torio (cardiovascular). Si más bien, no se alejan del sitio en que 'se generan, pueden, por otra parte, ejercer su acción reguladora sobre órganos, distantes del sitic en que se formaron. Después de todo, no puede sorprender, que también en la "saliva se encontraron principros hipotensores (Hunt, Guggenheim y Lóffler, 1915-1916); se sabía asimismo que éstos no pueden identificarse con otras substancias hipotensoras, propicias del cuerpo (Gibbs, Feldberg y Guimarais, 1935). En los últimos años, la naturaleza y el mecanismo de los factores en cuestión fué, nuevamente, puesto en tela de juicio (Walawski (1); Ungar y Parrot (2); Werle y Rhoden (3); Ko- ranyi y col. 1937-1939 (4); Frey, 1938 (5) ; Kallas y col. 1938- 1943 (6); y. otros). El principio cardiovascular activo bucal parece Dettenccón! más bien, a las verdaderas hormonas; engendrándose en las glándulas salivales, posi- 'blemente, en un sustrato morfológicamente especificado, es termolábil, no dializa por las membranas de pergamino o celofano, se inactiva por el suero sanguíneo, reactivándose con acetona; la atropina no impide su 145 acción. Fuera de la saliva se encuentran, constantemente, ciertas cantida- des en la sangre y en la orina. Estas observaciones condujeron a los auto- res a ly suposición que se trataría de una hormona específica, una cali- ereína bucal, igual a la calicreína pancreática (Koranyi, Szenes y Hatz; Werle y Rhoden; Frey y otros). Si la calicreína reviste, realmente, el carácter de una hormo- na específica, puede naturalmente, ponerse en duda; no se trata de substancias puras químicamente bien aisladas. Sin embargo, queda el hecho, que la saliva (glándulas salivales) contiene, en abundancia, uno (unos) de los principios hipotensores más activos que se conocen hasta ahora; según Koranyi y col. las cantidades segregadas diariamente pueden llegar a 3,000 y más VU. C. Por otra parte, el páncreas vierte al duodeno considerables cantidades de calicreína; de una fístula pancreática obtuvo Frey 4,000 hasta 6,000 U. diariamente. El páncreas y las glán- dulas salivales serían los órganos más ricos en calicreína. Según Frey, la mayor parte de estos principios cardiovascular- activos, pasarían del intestino a la sangre, circularían en forma inactivada, reactivándose en la periferia; intervienen poderosa- mente en-la distribución de la sangre en el organismo. Walawski admite que a un efecto intramuscular fugaz, sigue una vaso- dilatación intra-abdominal más prolongada. En cambio, Winkle (7) no pudo observar una absorción directa de “extractos hipo- tensores” (Padutina) por asas intestinales aisladas. Por lo de- más, no se conoce nada preciso de la suerte ulterior de estos factores en el organismo. Nuevas relaciones entre el páncreas y la boca se traslucen y se ponen aún más de relieve, si se admite una intervención análoga de ambos órganos en la coagulación sanguínea. El “rol insulínico” de la boca no está acla- rado; no obstante, vale recordar que Frey, Kraut y Schultz aceptan corre- laciones entre la calicreína e insulina; por otra parte la intervención de la boca en el metabolismo de los hidratos de carbono no puede negarse. Ahora bien, ¿en qué relación están estas “facultades vaso- reguladoras y coaguladoras” con la función proteolítica de la boca? No puede dudarse actualmente de una secreción trípsica de las glándulas salivales; quiere decir, que a las catepsinas pro- venientes de los elementos corpusculares, a los leucocitos (Pin- cussohn y v. Roques; Willstátter y sus col.; Fantl y Wein- mann, etc.), se junta una función proteolítica inherente del órgano bucal (Voss y otros). El significado fisiológico de las proteásas bucales es ampliamente ignorado, si no quiere tomar- se como tal una supuesta acción digestiva en los segmentos bajos del tubo gastrointestinal o un efecto hipotético antibacteriano. Por otra parte, es lícito de suponer que esta función salival se enlazaría con la activación (o inhibición) biológica de las subs- tancias cardiovascularactivas, propicias del cuerpo. 4 Werle y Korsten (8) destruyeron el inactivador de la cali- Crelna con papaina y, en cambio, recuperaron de la forma inac- tiva, al agregar este fermento, 100% del principio hipotensor reactivado. El inactivador de la calicreína se encontró en las glándulas parótidas de ciertos animales (Kraut, Frey y Wer- le (9), Koranyi y col.). El inactivador de origen glandular se digiere por la tripsina en ausencia de enteroquinasa. Kallas y 146 Poch (10) encontraron cantidades apreciables de calicreína acti- va e inactiva en las parótidas del hombre (1938). Los mismos autores (10) en (colaboración con Leiva y Sandoval) observaron que la. proteólisis (determinada según Gaultier, Rehfuss y . Soerensen), aumenta marcadamente en bocas paradentósicas; tales bocas demuestran un incremento de los valores hipotensores salivales. El “efecto adrenalínico” en la rana (preparación Laewen-Trendelenburg, tren posterior) se acentúa considerable- mente. Estos hechos parecen remarcables, tratándose aún de condiciones ya patológicas. Las substancias cardiovascularactivas se encuentran ya en las bocas desdentadas de lactantes y niños. Pero la acción carac- terística sobre el corazón y los vasos de la rana (acción trifásica sobre el corazón; disminución de gotas que caen por segundo de la v. abdominal) aparece reducida y los valores hipotensores son, a menudo, menores (Kallas y Giinther; Kallas (11, 12). Por otra parte, la proteólisis en las bocas infantiles apenas alcanza un tercio de los promedios que encontramos en los adultos: con la edad aumenta, por lo tanto, la acción proteolítica (v. tabla II), un comportamiento análogo demuestran otros sistemas fermen- tativos, p. ej., las amilasas de la boca (Scatena (13). No carece de interés que también las fracciones proteicas del suero y, especialmente, ciertas globulinas, en la primera niñez demuestran tasas menores que aumentan con la edad; en cambio, la tasa de fibrina sería un valor constante para todas edades (Rapoport, Mitchell y Chaffee (14). Ciertas proteásas del suero, por otra parte, normalmente se supone ligadas a las globulinas (Hedin (15) y otros). Entre la acción (auto) proteolítica de la sangre y de la saliva se ha supuesto un cierto paralelismo (Weinmann). Nada positivo se sabe al respecto. El rol y mecanismo de la acción coagulante de la saliva humana, o sea, la naturaleza y proveniencia de las substancias responsables de este importante fenómeno, son asimismo poco dilucidados. Respecto a su enlace con la acción proteolítica de la boca, no encontramos indicaciones en la literatura a nuestro alcance. La aceleración de la coagulación sanguínea por la saliva humana fué puesto de relieve por Hunter (1928 (16); trabajos de Bellis, Birnbaum y Scott (1933 (17), Ersner (1934), Glazko y Greenberg (1938 (18), Volker (1939) y los de este Instituto (1943-1944), confirmaron y completaron este hallazgo. Ya Hunter indicó que la saliva puede continuar con su ac- ción en el estómago, escapando una parte del principio coagu- lante de la desintegración por el CLH. La saliva tragada podría, por lo tanto, ejercer sus efectos coaguladores a distancia, aún en el intestino. Las substancias responsables pasan por el filtro de Berkefeld; la saliva centrifugada es más eficaz que el jugo intacto. Según Glazko y Greenberg (19), el factor coagulante de la saliva es semejante al material tromboplástico de las plaquetas, del tejido pulmonar o cerebral; pertenece, evidentemente, a las: .. lipoproteínas. La acción salival no puede atribuírse a los ¡ones de calcio, o a una protrombina; el principio coagulador no ataca 147 el fibrinógeno, no dializa por membranas de celofano. La ultra— filtración aumenta su actividad; puede, parcialmente, purificarse vor precipitación con sulfato de amonio y diálisis, desecándolo- a la temperatura de la pieza; en tales condiciones es bien esta- ble. La tromboplastina salival sería, probablemente, de origen celular; el sedimento obtenido por centrifugación es tres veces más activo como la saliva entera. La intervención de proteásas plasmáticas y tisulares en el mecanismo de la coagulación sanguínea fué, últimamente, objeto. de extensos estudios. En condiciones adecuadas existe un nota- ble paralelismo entre las acciones trípticas y las del plasma o de extractos tisulares crudos, en particular, sobre la aceleración de la conversión de la protrombina en trombina. La transformación se facilita enormemente en presencia de minimales cantidades de iones de calcio e insignificantes valores de protrombina. La tripsina no coagula el fibrinógeno; puede digerir fibrinógeno,. fibrina, trombina y protrombina Northrop y Kunitz; Eagle y Harris (20); Ferguson y Erickson (21); Wohlisch y otros). S Es notable, en relación con la boca, que la trípsina pancre- ática en pequeñas cantidades coagula el plasma oxalado, disol- “viendo posteriormente la fibrina; tasas, aun más insignificantes,. coagulan el plasma, sin atacar a la fibrina; en cambio, grandes cantidades destruyen el fibrinógeno (Eagle (22). Tanto la trip- sina cristalizada como cruda producen tales efectos (Fergu- son (23). La heparina inhibe la acción activadora de la tripsina y suerotripsina; por otra parte, la tripsina es capaz de vencer el efecto inhibidor en la primera fase de la reacción (Glazko y Ferguson (24). La fracción clorofórmica del suero lleva un material asociado a la euglobulina que tiene propiedades tromboplásticas,, fibrinógeno y fibrinolíticas, en muchos sentidos, semejantes a las de la tripsina (Tagnon (25). La introducción de ciertas. pseudoglobulinas en el estómago, desprovisto de HCL libre, ace- lera la coagulación de la sangre; in vitro el principio activo se: destruye ya por concentraciones débiles de CLH. Menos activo es la instilación rectal. Las inyecciones intravasculares son bien: eficaces; a la fase positiva sigue una prolongación del tiempo de coagulación que se acompaña de un decremento de la protrom- bina o del fibrinógeno de la sangre. (Bird, Swain, Kauer y Glen (26). Eo ; Llama la atención el paralelismo entre susodichos datos y los resultados obtenidos con la saliva (véase más adelante). Se ha objetado que las pequeñas cantidades de proteásas bucales dejan de tener una importancia fisiológica. En todo caso, esto no vale para la acción coaguladora de la saliva. Ya 1-2 m/gm: de tripsina, por sí solo, coagula en forma óptima 1 c. c. de plasma oxalada del perro ; 1/50 - 1/100 de esta cantidad es ineficaz; pero al agregar pequeñas cantidades de calcio se obtiene rápidamente un coágulo firme y sin fibrinólisis. A semejanza de un “fermen- to tromboplástico”, minimales tasas de tripsina que todavía no: producen una proteólisis apreciable, pueden condicionar la siné- .resis, trombólisis y fibrinólisis (Ferguson). En cambio, 10 m/gm. 148 «de tripsina digieren el fibrinógeno del hombre o conejo, y esto, antes de producirse la coagulación (Huggins y Vail (27). Como sucede. a menudo, el mismo principio puede causar efectos opuestos. ; Después de lo expuesto, no puede dudarse que el sistema proteolítico de ia boca (tripsinas; proteásas-globulinas y albú- minas) se enlaza íntimamente con su papel modificador de la coagulación sanguínea in vitro e in vivo, actuando localmente o a distancia en el organismo. Puede preguntarse con Feissly (28) si aún se necesita admitir la existencia de una “trombocinasa autónoma” o, si más bien, bastara con la actividad de las pro- teásas del plasma, agreguemos, bucales. z La intervención de la saliva en la coagulación sanguínea (in vitro) podría compararse con la propiedad coagulante de ciertos otros humores del organismo. No obstante, el mecanismo de acción es distinto. Así la saliva no ataca el fibrinógeno purifica- «do (Glazko); en cambio, la actitud proteolítica primordial de la secreción prostática del perro se debe a la fibrinogenása. La se- creción prostática humana no coagula el plasma oxalado; su principal fermento proteolítico es la fibrinolisina (Huggins y col.) Nuestros propios ensayos sobre la fibrinólisis de la saliva .aparecerán luego. La Tabla 1 quiere resumir, en forma esquemática, lo expues- to; refleja también la incerteza que existe todavía respecto a la nomenclatura y la individualidad de las substancias activas. En seguida damos a conocer una cantidad de nuestras pro- pias observaciones sobre la intervención de la saliva en la coa- .gulación sanguínea. * En parte en colaboración con A. Alcoholado. PARTE EXPERIMENTAL. La toma de la sangre cumplía con las exigencias de los hematólogos -(cánulas, jeringas, etc., esterilizadas y parafinadas, aspiración uniforme. «de la sangre, temperatura más o menos uniforme de la pieza, etc.). La san- gre humana provenía de la v. cubital (ligadura corta); la de conejos, en la mayoría de los casos de la v. yugular, a veces de la carótida o del corazón. La saliva fué recogida según las reglas comunes; el pH antes de mez- «clarla con la sangre, determinado colorimétricamente. Centrifugación de la saliva a 2,500 - 3,000 R. P. M. durante 15 a 20 minutos. Muchas muestras fueron, previa centrifugación, hervidas hasta 20', usando un refrigerente de reflujo. La saliva de animales se obtuvo, introduciéndoles una varilla «de vidrio en la boca o, después de suministrarles pilocarpina. Casi siempre se usaron 1 c. c. de saliva mezclándola con 2 c. c. de sangre. El tiempo de coagulación se registró gráficamente en un aparato similar al de Mendenhall, Foster y Volker, algo modificado, a una tempe- ratura constante de 37*C. Contamos con más de 230 determinaciones con este método. Los resultados son considerablemente constantes; las desvia- ciones individuales alcanzan sólo algunos segundos. El valor medio de coagulación para la sangre humana, del conejo o perro oscilaba alrede- «dor de 5. El poder coagulante de la saliva humana, del conejo y perro, sobre la sangre humana se compara en la Tabla 11 (los promedios * En parte en colaboración con A. Alcoholado. 149" se refieren a más de 30 muestras de saliva de adultos normales, 23 lactantes, 12 de bocas paradentósicas, 24 de conejos, 8 de perros). Los valores proteolíticos, sólo por parte, fueron deter- minados simultáneamente (lactantes), por lo demás, sacados de experimentos anteriores. La tabla indica también las cantidades de las proteínas sanguíneas (según Adler, Rapoport y otros). De los resultados obtenidos hasta ahora, se desprende que la saliva humana con una menor actividad proteolítica (lactantes y niños) puede tener un mayor poder coagulante. Esto parece, a la primera vista, extraño. Después de lo expuesto, es lícito intentar una explicación. En las bocas infantiles (lactantes) se encuentran aparente- mente, las óptimas condiciones para la función coagulante de la boca; relativa constancia de la composición salival en los prime- ros meses (Arshavsky y Kriutchkova), función proteolítica (tríptica) poco apreciable, pero perfectamente adaptada a la ac- ción coagulante (efecto tromboplástico). El hecho es tanto más notable que, como se sabe, la deficiencia de protrombina en el recién nacido puede llegar aún a grados peligrosos. Los valores normales se alcanzan más o menos con un año de edad. Pero las insuficientes cantidades de la protrombina circulante se compen- san por la mayor rapidez de la conversión de protrombina en trombina (Brinkhous, Smith y Warner). Con la edad más avanzada aumenta la proteólisis (aumento de las sueroproteínas totales, sobre todo de la fracción globulíni- ca, incrementan los elementos corpusculares (catepsinas), se establece la inconstancia de los ingredientes salivales) ; el poder coagulador retrocede algo, pero queda alto. En las bocas para- derttósicas con su rico material leucocitario, bacteriano y tisular, la proteólisis va decididamente en aumento y asimismo la fun- ción hipotensora (¿digestión del inactivador de la calicreína?); en cambio, el poder coagulante de la saliva decae (Tabla ID). _ La saliva del conejo y perro se revelaron igualmente muy activas demostrando un efecto coagulador, a menudo superior del de la propia saliva humana sobre la sangre del hombre (gráfica 1 y 2). Vale recordar en este sentido que los tejidos del conejo representan una de las fuentes más ricas de la tromboplastina, extraída del cerebro del conejo, acorta el tiempo de la coagulación - de la sangre humana más rápidamente que la trombocinása hu- mana (Quick (29). Por otra parte, la saliva humana puede coagular muy rápi- damente la sangre del conejo o perro, siendo más activa que la saliva del propio animal (gráfica 2). ¿Cómo explicar un tal hecho algo contradictorio? Sabemos que la. sangre del perro o conejo es cinco veces más rica en pro- trombina que la humana (Quick). La formación de trombina depende, por su parte, en primer lugar de las cantidades presen- tes de protrombina (Eagle). La conversión de la protrombina en trombina se realizaría más rápidamente en el organismo del Conejo y perro que en el del hombre (Warner (30) y col.). Final- mente es digno de mencionar el hecho, que el plasma del conejo 160 tAJ[ES 9P PEPryue) ¡sojue) epeses POSI |uorornaieo» op oduro1g| 1 ?P9S. | ol I "SO[3UD) 19 BUBUMY PAIES DP PSOUYABAJUL UOD92 AU] TI VI4viI 1=09 | a3'0 0 SO110g Z | s30 “OT,T sofauoy . - > [E : | sesmedoyuopeaed a ¡ 10 “0P.G Séo0q uo) soypnpy 9 — gy Tr'O “OLT sojuejoe EZ | e0 098,1 ¡Sa]euLIou soynpy 0 13 U9 019NS ¡HON 0Z/N U9 Bares e] op 9P PANES Dp [PP $S3[8J0) SBUISI0I | eorosjold (one) uoroy 9 *9 [ AP Mue]|N3eos 1907 (007, VONPINILO) IP IPUL) fUBUINMY DIZUES TI VIAVL TABLA 1. Ciertos principios activos en la coagulación. * AUTOR Factor celular Solubilidad Termoestabilidad Factor plas- | Factores inhibi- mático trices Substancia Zzimoplás- ; A. Schmidt, 1892 tica Alcohol termoestábil Protrombina Citoglobina > (tromboplastina) > , A SS Fuld y Spiro, Citozima H:.0 termolábil 1902 PS E mE E EN > O Morawitz, 1905. _ Trombocinasa H:0 termolábil z Trombogeno Antitrombina Wooldrige, des- Trombozima H:0 termolábil Trombogeno pués Nolf, 1910 E 7 a ERE E A ZE Antitrombina, Howell, 1912 Tromboplastina; Alcohol Eter termolábil Protrombina |Antiprotrombina; Fuchs, 1930 Cefalina H:0 termoestábil (Heparina) Pro- a HE ES _ antitrombina É Inhibidor plas- Bordet Citozima H:0 termolábil Proserozima mát. que ataca a LS 5 > Ss = E la serozima , Factor no iden- Mellamby; des- Trombocinasa Protrombina ¡tificado que esta- pués Pickering,' Protrombasa biliza la Pro- 1928 trombina Ciertas fases de la conversión de la protrombina en trombina *.—Mecanismo presumible de la saliva. (Kallas). ACTIVACION INHIBICION Sangre | Saliva Sangre | Saliva Tromboplastina; Proteasas del Plasma. (“Protéíne visqueuse” de las ácido globulinas) ete. Sistemas trípticos; proteasas. Tromboplastina salival; globulinas. Antiprotrombina Heparina; Sistemes (anti) trípticos. (Antitrombocinasa) etc. | ¿Antitromboplastina ? Albúminas. A so y? Y se 1 A +4 A Protrombina + Ca l> Trombina Heparina A B V Tromboplastina + Protrombina + Ca Y Trombina Inactivación recíproca Tromboplastina (sangre, saliva; véase A) (dejando en libertad y activando la Protrombina) (E Heparina ==> Protrombina (inactivada) ——————— > Protrombina - (reactivada) ó + Ca V Trombina * Las ,'B, C, laci recíprocas (en su farmacodinamismo) que se suponen entre el principio iS ps «sonoras. a ”) — se dan según las ideas de EAGLE y otros. TABLA Il. Sangre humana (indice de' coagulación 520”) Poder coagulante de 1 ce. c. de saliva de Acción (auto) proteolítica | de la saliva en N/20 NaOH Proteínas totales del suero en gr. % 150" Adultos normales] 0.3 78,1 Lactantes |' 110” 0.11 E Adultos con bocas 2'40” = E paradentopáticas | =S Conejos S 110” 0.25 E a z 7 S Perros | 120” 0.25 A SS TABLA IL Inyección intravenosa de saliva humana en conejos. Serie T iempozde cozgulación Muestra sacada tantos: Cantidad de saliva Conejo N.9|— : 3] = minutos después de la inyectada en c. c. lantes inyec.| después inyección za | inyec. > 18 ¡20 750” 2 T48 — T51' 130” 25 | 0,5 | 3'20” 135 (2 hs. 15') | 17 5' 150" 5 | NAS SRA 2110” 20 0,5 530” 120 (2 hs.) | 240" | 15 (casi ins- 2 T40 — T42 450” tantánea- 20 1 mente) 180 (3 hs.) 5 1 amor | gor 5 0,5 2 =18) | 5 6/40” 3/20” 5 0,5 5 A 510” 20 11 4'50” y 5 0,5 T25* — T28 3'40” 20 7 6/30" 4'20" 5 | 1 T16 — T18 5 20 1 450” 4110” 5 | 0,5 n= 1 | 2 ] 6'20” 4'50” 5 | 0,5 Tb — T6 | l 2 | E 3 19 ' 4'40” 220" 5 | 0,5 T20 — T22| 750” 20 | o e 03 .09,L ¡óll, == OE, <%0 G 1003,3 MOvV >| 61 — == 7 = Í : | F9L. == Su 20 | G 09, 039 | 3 | gd == 1 2% | g 10T.y u0G 7 | ul 03 3 8TL — 91L T g 07. 08.9 L 03 AS 821 —+92L S%0 g ¿9 “OS, TI 03 01,9 LL, — EI 20 g «03,8 A El, Gu <0 g 0P.3 0P.V T | 3 (su €) 081 (eyuou T 03 -eouequey 097 ZhL — 0pL Z -SUI 1589) SI | 07.3 (sy 3) 031 0,9 S%0 07 OT,3 LAS g 08,1 3 LT (ST “SY 2) SET 07€ | s0 2% «0E.T ¡SL — 8vu z 108,1 039 | ST | “99 Aur | 3 | UOI9I9AUL sandsop |:92KAU1 S9JUT| “9 9 UY Ppejo3 Au ¡e] 3p sands9p Ssojnurur E o N 0f9u0/) *ofouo) ap dugues Á Cueuny Pares *1] "olguos ap da3ues A o[au0) AP PAINES +1] 'ofau09 9p 943UBS AP [EWUIOU UOIMB_NIto) *]1 TON VOMVUAD 151 I Us) e L E GRAFICA N.* 2. Coagulación normal de sangre de Perro. Saliva de perro y sangre de perro. Saliva de perro y sangre humana. Saliva humana y sangre de. perro. 7] «oagula ya con mucho menores cantidades de tripsina que el del hombre (Huggins y Weil). Lo referido facilita la explicación de nuestras observaciones. La acción coagulante de la saliva in vivo no se ha investi- gado hasta ahora según sabemos; la cuestión es, naturalmente, de primordial interés en el conjunto de nuestros problemas. A 22 conejos, previa determinación de la coagulación nor- mal, se inyectó 0.5 a 1 c. c. de saliva humana o del propio animal en la vena marginal. Nuevas valorizaciones del poder coagulan- te siguieron después de 2, 5, 20 o más minutos. Es un hecho notable que, después de la inyección de saliva, .se produce un colapso, casi completo, de las venas jugulares que puede perdurar un tiempo variado para desaparecer en seguida. Durante esta fase la sangre se aspira sólo con dificultad; no obstante, esto no influía apreciablemente sobre el tiempo de coagulación, como demuestran los valores obtenidos con la san- ere extraída por punción de la carótida o del corazón. Este fenómeno es similar al efecto “adrenalínico” de la sali- va, descrito por nosotros varias veces en el Galyptocephalus Gayi (Kallas, Poch, Ginther y col.). De este modo se pone de nuevo de relieve la función cardiovascularactiva de la saliva (menor oferta — una de las causas del efecto hipotensor). La Tabla MI resume una parte de nuestros resultados. En la gran mayoría de los casos el poder coagulante de la saliva inyec- tada se manifiesta francamente, ya pocos minutos después de la suministración; el efecto puede perdurar horas enteras (grá- fica 3, 4 y 5: Tabla III, 15, 17, 18). En otros casos se observa al principio un retardo, seguido ,de un marcado acortamiento del tiempo de coagulación (gráfi- - ca 5: Tabla III, 18). Algunas veces, finalmente, la sangre permaneció inco4gu- lable después de la inyección de saliva por 15' y más. De modo, similar a la saliva humana, actúan in vivo la del conejo y perro. Es evidente que el mecanismo de la acción salival in vivo es mucho más complicado como in vitro; dependerá altamente de la constelación bioquímica con que tropieza este jugo en el orga- nismo en un momento dado. Por lo demás, la composición y las cantidades inyectadas son de primordial importancia. In vitro la relación 1 c. c. saliva/2 c. c. sangre parece producir el mejor efecto coagulante, como ya indicó Volker; in vivo la inyección de 0.5 c. c. de saliva son ya marcadamente activos. Cantidades mayores (1 c. c.) pueden intensificar aún más las propiedades .coaguladoras (Tabla TIT, 15), pero a menudo conducen ya a síntomas tóxicos y aún a la muerte del animal. (La gran toxici- dad de la saliva inyectada fué puesto de relieve en este Instituto (Kallas y Giinther, etc.) ; ya unos 2 c. c. por kg. provocan casi invariablemente la muerte del conejo). Nuestras observaciones no hablan en favor de la opinión -expresada por algunos autores, de que la acción aceleradora de la saliva sobre la coagulación sanguínea in vitro se debiera a la «dilución de la antitrombina. En cambio, llama la atención la similitud de la acción salival con el efecto hemostático y coagu- _lador de “ciertas globulinas” provenientes del plasma sanguíneo. 158 GRAFICA N.* 3. Tá40 tiempo de coagulación normal! T41 acortamiento del tiempo de coagulación 2' desp. de la iny. de saliva. T42 normalización del tiempo de coagulación 3 hs. desp. de la iny. de saliva. 164 NE ingiere cant re en T43 tiempo de coagulación normal. T45 y T46 acortamiento del tiempo de coagulación 5 y 20” desp. de la iny. de saliva respectivamente. T47 ligera prolongación del tiempo de coagulación 2 hs. desp. de la iny. de saliva. 155 GRAFICA N.* 5. T48 tiempo de coagulación normal. - T49 prolongación del tiempo de coagulación 2' desp. de la iny. de saliva. T50 y T51 acortamiento del tiempo de coagulación 25' y 2 hs. 15' desp. de la iny. de saliva respectivamente. Después de diferentes intervalos la coagulación recupera su valor nor- mal, o bien, a la fase positiva sigue una prolongación del tiempo de coagu- lación (gráfica 6; Tabla III, 19). 156 RA 2p “Aul e] op 9p '4Ul e] ap “dsop “dsop “ 2 Uoren3vo9 op odwo [op ojuoruejaooe TEZL *BAI[eS 03 Uopepn3to) ap odwuo1 op UuoDe3uoJoad ZZL "E AIeS "UOrPB[n3e09 dp [euriou odus 021, "9 ¿N VOIIVUD 157 Aportes de los últimos años (1938-1943) demuestran, que globu- linas obtenidas del plasma: citratado, exento de elementos celu- lares, aceleran marcadamente el tiempo de coagulación in vitro e in vivo, y, particularmente también de la sangre hemofílica. Inyecciones intravenosas o intramusculares de estas substancias, conducen rápidamente a un tal efecto que perdura hasta unas 6 horas. A la fase activa sigue un período refractario, aún si la tasa del principio coagulador introducido va en aumento; después de 24 horas (en hombres) las reinyecciones son nuevamente efi- caces (Pohle y Taylor (31). Parfentiev, Taylor y col., 1941 (32, 33) extrajeron del plas- ma del conejo una fracción pseudoglobulínica y demostraron su poderoso efecto hemostático local. Bird y col. (e c.) hicieron estudios in vitro e in vivo con la “globina hemocoaguladora” del conejo. Ya 0,01 - 0,05 c. c. de la globina inyectada por kg. intra- venosamente provocan una considerable reducción del tiempo de coagulación de la sangre del perro. A mayores cantidades sigue a la aceleración una fase depresiva prolongada, ligada a un decremento de la protrombina o del fibrinógeno sanguíneo. El desarrollo de la fase positiva o negativa o de ambas depende de las cantidades y la rapidez con que se han inyectado las “Pseudoglobulinas”. Resalta la gran toxicidad de estas inyec- ciones; ya 0,03 c. c. pueden causar síndromas tóxicas, 0,3 c. c./kg. fueron invariablemente letales. Las relaciones íntimas entre el sistema proteolítico — trom- boplástico (“tripsinlike thromboplastic enzyme” — Ferguson) y la diferentes fracciones de globulinas se ponen de relieve y en tela de juicio también para la saliva. La Fisiología de la boca, en sus aspectos aquí tratados, es hasta ahora, un sendero poco o nada pisado; la acción a “distan- cia” de la saliva ampliamente desconocida. No aspiramos más que señalar algunas observaciones y conceptos nuevos y útiles en este territorio tan extraordinariamente complicado. Por lo demás — errare necesse est. RESUMEN 4 La acción vasocardíaca hipotensora y hemocoagulante de la A está en relación estrecha con la función proteolítica de a boca. La saliva infantil (lactantes) demuestra efectos cardio- vasculares, y sobre todo proteolíticos, generalmente, menos pro- nunciados como la de los adultos. En cambio, su poder acelera- dor del tiempo de coagulación sanguínea es regularmente mayor o igual al de los adultos. La saliva de bocas con una (auto) proteólisis exaltada, con un material celular y corpuscular abun- dante (paradentopías) contribuyen menos marcadamente a la conversión de la protrombina. ; La saliva del perro y conejo coagulan la sangre humana aún más rápidamente que la del propio individuo. En cambio, la sali- va humana puede manifestar un efecto casi instantáneo sobre la sangre del conejo o perro. 158 La acción de la saliva humana, del conejo o perro in vivo guarda rasgos muy similares a los obtenidos con la inyección intravenosa de ciertas fracciones pseudoglobulínicas. El acorta- miento del tiempo de coagulación perdura horas enteras. La fase positiva va seguida de una fase de recuperación o prolongación. Ya 0,3-0,5 c. c./kg. son activos; mayores cantidades de- muestran aún un efecto adicional, pero envuelven el peligro de intoxicación o muerte para el animal (conejo). La saliva inyectada en la v. marginal provoca un colapso de las venas yugulares del conejo que puede perdurar un cierto tiempo. BIBLIOGRAFIA 1) Walawsky, J.—C. R. Soc. de Biol. IV, 29-31 (1936). 2) Ungar y Parrot.—C. R. Soc. Biol. París 1052 (1936). 3) Werle y Rhoden.—Biochem. Z. 286 (1936). 4) Koranyi, A., Szenes, T. y Hatz, B. E.—Dtsch. med. Wschr. 1937/1, 55. 5) Frey.—Ber. ges. Physiol., 104, 101 (1938). 6) Kallas, H.—Bol. Soc. Biol. Concepción XVI (1942). 7) Winkle, jr.—Proc. Soc. Exper. Biol. and Med. 46, 220-222 (1941). 8) Werle y Korsten.—Z. Exper. Med. (1939). 9) Kraut, Frey, Werle.—Klin, Wschr. 1932/1, 846. 10) Kallas, H., Poch, E.—Bol. Soc. Biol. Concepción XIV, 117-122 (1940). 11) Kallas, H., Ginther, B.—Bol. Soc. Biol. Concepción XV, 2 (1941). 12) Kallas, H.—1. c. 6. 13) Scatena, R.—Rev. Soc. Biol. 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(Recibido por la Redacción el 10-11-44) La presente reseña sintética está relacionada con una serie de investigaciones que este Instituto viene desarrollando, desde el año 1938, en el misterioso e interesante campo de la Inmuno- logía, y que son la continuación lógica de investigaciones que comencé en Europa, antes de mi llegada a este país. Por tratarse de una síntesis y por el limitado espacio de que dispongo me limito a exponer, en esta ocasión, sólo los temas que he perseguido, los resultados obtenidos y las deducciones y conclusiones a que hemos llegado a través de ellos. Los protocolos en extenso aparecen en las correspondientes monografías ya publicadas, y con otras, inéditas todavía, los da- ré a conocer nuevamente en un trabajo completo que será publi- cado al término de experiencias complementarias que todavía tengo en curso. Resumo a grandes rasgos los principales antecedentes de este interesante tema, que desde hace casi un siglo apasiona a los biólogos, refiriéndome sólo a los más recientes. Las célebres teorías de Metschnikotf sobre la fagocitosis encontró en el siglo pasado una acogida unánime, sin embargo bien se disipó un tanto el entusiasmo del comienzo después de las investigaciones de Nuttal, Nissen, Buckner, Pfeiffer, y sus alumnos, quienes demostraron que también los líquidos orgánicos de animales normales e inmunizados, poseen un poder bacteri- cida independiente de la fagocitosis. 161 Fué entonces cuando surgieron, primero la teoría célulo- humoral, y después la afamada hipótesis del genial químico- biólogo Pablo Ehrlich, que tuvo un enorme revuelo a fines del siglo pasado y comienzos del actual. ñ Ñ En efecto, esta hipótesis vino a aclarar una serie de fenó- menos que, a pesar de las teorías fagocitaria y célulo-humoral, permanecían en la obscuridad. 4 Según Ehrlich la introducción parenteral en el organismo de substancias de particular estructura química (proteicas), que posteriormente fueron llamadas antígenos, originan en el suero productos frente a dichas substancias (Anticuerpos). Los puntos básicos de esta teoría eran los siguientes: 1. Los anticuerpos (Receptores), parte fundamental de la inmunidad natural o adquirida derivan de la hiperproducción e inmisión en la circulación sanguínea de partes especiales, pre- existentes en la célula orgánica, con función fisiológica (nutri- ceptores). 2. Frente a substancias (antígenos) más o menos complejas capaces de determinar esta producción, se producen a su vez receptores (anticuerpos) de mayor o menor complejidad. 3. Las modificaciones producidas por el anticuerpo sobre el antígeno, son determinadas por una parte singular del anticuerpo. Era necesario por lo tanto admitir la existencia de diferen- tes tipos de anticuerpos en relación con la estructura diversa de los antígenos. : Si, por ejemplo, para la neutralización de la.molécula tóxica es suficiente un solo grupo que se ligue a ésta para anular su efecto, al tratarse de elementos más complejos, como son las moléculas proteicas o antígenos figurados (bacterios, células) se necesitan anticuerpos más complejos. De ahí que los diferentes antígenos pueden, según Ehrlich, producir tres grupos de anticuerpos: Receptores de primer gra- do (antitoxinas y antifermentos) con un solo grupo aptóforo (neutralizante) ; de segundo orden con un grupo aptóforo y uno zimóforo, que constituiría la parte modificante del antígeno (precipitinas y aglutininas); y por fin receptores de tercer orden, constituídos por dos grupos uno aptóforo y uno comple- mentófilo, este último con función de ligar el complemento cuya intervención es indispensable para el proceso de la lisis. y Esta hipótesis pudo entonces explicar con sencillez esque- mática muchos aspectos del mecanismo inmunitario, incluyendo algunos fenómenos paradojales que con frecuencia pueden obser- varse en las reacciones inmunitarias ya sea en vitro o en vivo. Sin embargo, pronto habían de surgir numerosas objeciones a esta teoría que parecía tan sencilla como lógica. Sólo enunciaré las principales. Según los críticos entre los cuales sobresale Bordet, las antitoxinas O sea el grupo más simple de receptores de Ehrlich, deberían desprenderse de la célula sensible por una hiperpro- ducción ocasionada por el estímulo que constituye la inoculación de toxina. Los receptores de la toxina tetánica por lo tanto de- 162 berían encontrarse en las células sensibles que son las nerviosas, .como en efecto lo demostraron Behring y Ramson, Wasserman y Takaki. Sin embargo parece biológicamente absurdo que un tejido tan delicado y de tan elevadas funciones fisiológicas como el teji- do nervioso, no dé lugar a transtornos funcionales, en su esfuer- zo de hiperproducción durante el curso de la inmunización, ni aún cuando se llegue a la inoculación de altas dosis (Centanni). Por otro lado el hecho de que en los pollos, saurios y otros animales cuyo tejido nerviosó es insensible a la toxina tetánica se produzcan con su inoculación antitoxinas, como ha sido demos- trado, hace desechar las ideas de que la facultad de producir an- ticuerpos esté ligada sólo a la célula sensible, o sea aquella en la cual existen receptores naturales. Ehrlich atribuye la facultad de producir la floculación de “suspensiones bacterianas o albuminoídeas a la acción de recep- tores de segunda orden, constituídos por un grupo aptóforo y otro zimóforo, que actuarían sobre la molécula albuminoídea mo- dificándola de manera de producir la floculación. Hoy día se sabe que la floculación no es otra cosa que un fe- nómeno físico-químico, idéntico a otros que pueden observarse fuera de campo inmunitario y es porducido por la intervención de electrólitos. Así por ejemplo soluciones acuosas de leticina pue- den ser floculadas agregándoles sulfato de amonio, y suspensio- nes de arcilla en agua destilada por agregación de cloruro de so- dio (Porges y Neubar). La floculación, por lo tanto de una suspensión bactérica o protéica, mediante un suero específico es debida al electrólito contenido en la solución isotónica de cloruro de sodio, que es lo que se usa en este tipo de reacciones y es totalmente inespecí- fica. El proceso específico de fijación del supuesto anticuerpo es totalmente invisible según se puede demostrar (Yoss y Frids- berger). y Por consecuencia la acción, que Ehrlich atribuye al grupo aglutinóforo o precipitóforo de segundo orden, no existe, y sólo es motivada por un electrólito elemento totalmente extraño al proceso inmunitario. Finalmente la lisis de los antígenos celulares (Citolisis) se- ría debida a receptores de tercer orden que actuarían aún en for- “ma más compleja que los anteriores y que serían compuestos por dos grupos, uno aptóforo y uno complementófilo. Este últi- mo captaría el complemento y con su intervención provocaría la lisis celular. : Sin embargo se pudo demostrar que, también antígenos di- sueltos, como los núcleos-protéidos pueden determinar la forma- «ción de amboceptores al ser inoculados (Gengou y Moreschi). De la misma manera que amboceptores fueron encontrados en los sueros de individuos vacunados con núcleoproteídos, ex- traídos con la técnica de Lustig y Galeotti (Castelli). También .se pudo demostrar la fijación de aglutininas específicas por parte «de núcleoproteídos extraídos químicamente (Rondoni). 165 J Por otro lado nádie ha podido demostrar la: existencia de éste erupo complementófilo, en cuánto no se ha lográdo a obte- ner la fijación de complemento por parte de estos supuestos amboceptores, sin la intervención del antígeno. y A partir del año 1928, yo he podido demostrar además que las palomas cuya sangre carece de complemento o substancias. complementóides, al ser inoculadas con bacterlos, producen sueros aglutinantes y no bacteriolíticos, los cuales, sin embargo, asumen función bacteriolítica por agregación de un suero heterólogo cualquiera provisto de complemento. Esta observación nos ha persuadido desde entonces, de la identidad entre aglutininas y bacteriolisinas, o sea que los re- eeptores de segundo y tercer orden, según la división de Eht- lich, son los mismos. ) e En mi antiguo trabajo '“Contributo a la teoría unicista degli anticorpt”. relatando estas experiencias llegaba a la con- clusión de que no puede hablarse de anticuerpos múltiples, si no de uno solo que explica su acción más o menos profunda sobre el antígeno, según la mayor o menor complejidad estructural de este y la presencia o ausencia del complemento. Estas investigaciones eran incompletas, y parcialmente fruto de la presunción, por lo cual llegando a este Instituto me propuse complementarlas, con una serie de experiencias siste- máticas que paso a describir. EXPERIENCIAS ACTUALES Antitoxinas y precipitinas Según la concepeión de Ehrlich, les antitoxinas serían los receptores más simples, constituídos por un solo grupo aptóforo que neutralizaría la toxina, como una reacción química entre un ácido y una base, y se difereneiarían de las precipitinas y de las aglutinas por la falta del grupo zimóforo, al cual sería debida la floculación. Sin embargo Ramón demostró que si se agrega un suero antitóxico a la toxina correspondiente, se obtiene una floculación neta cuando se alcanza el punto de neutralización. (En esta racción se basan hoy en día los métodos de dosaje racional de los sueros antitóxicos). El fenómeno de la floculación por lo tanto no es exclusivo de los receptores de segundo orden, como hemos podido confirmar con las experiencias que vamos a des- cribir. Gracias a la gentileza del Instituto Bacteriológico de Chile. a cuyo director Pr. Dr. Eugenio Suárez deseo hacer llegar mis agradecimientos, hemos podido disponer de toxinas y suero an- titetánico y antidiftérico, con los cuales ejecutamos las siguien- tes pruebas: I. Toxinas y sueros, debidamente diluídos, fueron puestos en contacto hasta alcanzar la floculación. Esta mezcla inoculada en animales sensibles, resultó inocua, hecho que comprueba las experiencias de Ramón. Luego se centrifugó y se inoculó la. parte sobrante que resultó igualmente inocua. 164 >= O Al agregar en seguida al material anterior, una dosis mor- tal de la toxina se produjo la muerte del animal. El floculado representa por lo tanto la unión neutra de toxina y antitoxina. II. Sirviéndonos de las mismas toxinas como antígenos, de los correspondientes sueros antitóxicos, y del complemento (sue- ro de cuy), procedimos a la prueba de la fijación del comple- mento, según la conocida técnica Bordet y Gengou, previas las oportunas titulaciones. En las numerosas pruebas hechas, el complemento cuando se puso en contacto la toxina con su respectivo suero antitóxico, fué fijado. Las reaceiones eruzadas, hechas con suero antitetánico y toxina diftérica, y suero antidiftérico con toxina tetánica, dieron resultados completamente negativos, corroborando así la especi- ficidad de la reacción, el que demuestra que la antitoxina pue- de actuar como amboceptor. Estas pruebas nos permiten deducir que las antitoxinas (anticuerpos de primer grado, según Ehrlich), se eomportan también como precipitinas (anticuerops de segundo grado), y, en presencia de complemento, como amboceptores (anticuerpos de tercer grado). AGLUTININAS Y AMBOCEPTORES Inoculando debidamente un animal con bacterios o hema- ties, se obtiene un suero aglutinante y lítico al mismo tiempo. Si los anticuerpos actuantes en estos dos diversos sentidos, fuesen distintos, como debería ser según la hipótesis de Ehrlich, al eliminar uno de éstos debería permanecer el otro. De aquí que la comprobación de este hecho no resulte difícil. Sabemos que un suero aglutinante puede privarse de sus aglutininas, haciéndolo reaccionar con su respectivo aglutinóge- no (Castellani). De acuerdo con esto obtuvimos de conejos un suero antitífico del título 1:50.000, y, uno antiestafilocócico de título 1:5.000. Estos sueros sometidos a las pruebas bacteriolí- ticas en vitro y en vivo, y, a la fijación del complemento, res- pondieron también a ellas positivamente, al mismo título que la prueba aglutinante. Los sometimos en seguida a la absorción, poniendo en con- tacto diluiciones de ellos a 1:50, con emulsiones de sus relativos bacterios, hasta que el líquido sobrante, del centrifugado se de- mostró desprovisto de poder aglutinante. Este líquido sometido después a las pruebas bacteriolíti- cas y de fijación del complemento, en las mismas concentracio- nes y en diluiciones crecientes hasta su antiguo título, se demos- tró privado también de poder bacteriolítico o fijador. Por último, efectuadas, con los mismos sueros en diluciones concentradas, nuevas pruebas de fijación del complemento, que siempre resultaron positivas, procedimos, con la parte sobrante y previamente centrifugada, a pruebas aglutinantes y bacterio- líticas que resultaron, en cualquier diluición, completamente negativas. 165 ; ebas nos permiten concluir: lo a y mese sueros aglutinantes son también bacteriolíticos.. 11. Que el título aglutinante y bacteriolítico de un suero 1n-- el mismo. 3 cal " Qué privando un suero de aglutininas, viene también privado de su poder bacteriolítico y fijador, y, recíprocamente: que privándolo de amboceptores lo privamos al mismo tiempo del poder aglutinante y bacteriolítico. IA de No se puede por lo tanto aceptar la distinción de Ehrlich entre amboceptores (receptores de tercer grado) y aglutininas (receptores de segundo grado) ; por el contrario estas experien- cias nos hacen admitir que aglutininas y amboceptores sean la misma cosa, y sólo actúen en diferente manera sobre al antíge-- no según esté presente o no el complemento. AGLUTININAS Y BACTERIOTROPINAS Por los estudios especialmente de Neufeld y Rimpau se sa-- be que en el suero de animales natural o artificialmente inmuniza-- dos, existen substancias que tienen la misma función de las op- soninas de Wrigth, y que sin embargo se diferencian de éstas porque son específicas y termoresistentes. Las llamaron bacte- riotropinas. : En experiencias hechas al respecto, hemos observado que: en el curso de una inmunización, estas substancias aumentan paralelamente con el aumento de las aglutininas y disminuyen. igual y contemporáneamente a éstas. En efecto, siguiendo el curso de la inmunización de algu- nos lotes de conejos inoculados con tifus y el estafilocócus (Pio- genes aureus), observamos que mientras a un título aglutinante medio de los sueros de estos animales obtenidos después de la primera inoculación de 1:40, corresponde un índice fagocitario- de 1:47 para el estafilococo y de 1:42 para el tifus; a la quinta inoculación, cuando el título aglutinante del suero había subido- a 1:1.500 por ambos bacterios, el índice fagocitario alcanzaba a 2,53 por el estafilococo y 3,58 para el b. tífico respectivamente.. Observamos además que, continuando la inmunización, des-- pués de la sexta inoculación, el título aglutinante de los sueros,. en vez de continuar subiendo, tomaba una curva descendente. Lo mismo acontecía con las bacteriotropinas, de manera que a la séptima inoculación el suero antitífico bajaba su título aglu-- tinante a 1:500 y, su índice bacteriotrópico a 1,44; y el suero» antistafilocócico a 1:3,200 su tasa aglutinante y respectivamen- te a 1:28 el índice bacteriotrópico. En las sucesivas inoculaciones, el título sea aglutinante que- bacteriolítico iba siempre disminuyendo en forma paralela, has-- ta que, en la décima, las tasas aglutinantes del suero antistafi-- locócico bajó a 1:320 y, aquella del suero antitífico a 1:100 y,. respectivamente a 1 y a 0,90 el índice bacteriotrópico. Este paralelismo perfecto entre aumento y disminución de: bacriotropinas y aglutininas, durante el curso de la inmuniza- ción, junto con reforzar nuestra opinión de la identidad de las: 166 bacteriotropinas con las aglutininas, nos. llevó naturalmente a profundizar las investigaciones en el sentido de establecer si to- davía persistía poder bacteriológico en un suero privado de aglu- tininas. Sometiendo sucesivamente a la absorción de las aglutini- nas con la ya mencionada técnica de Castellani, procedimos a estas investigaciones con un suero antiestafilocócico del título 1:2.500, uno antiestreptocócico del t. 1:3.000, uno antitífico t. 1:18.000, y uno anticolérico t. 1:25.000. En todos estos sueros hemos determinados el índice bacte- riotrópico antes y después de la absorción. Los resultados fueron los siguientes: El índice fagocitario que antes de la absorción era en el sue- ro antistafilocócico de 1,50, en el antiestreptocócico de 3,44, en el antitífico de 1,56, y en el anticolérico de 2,00, bajó después que los sueros fueron privados de su poder aglutinante, respec- tivamente a 0,88-0,90-0,75 y 0,40, cifras más o menos corres- pondientes a los índices obtenidos con leucocitos lavados, y que corresponden al puro poder fagocitario de los leucocitos, inde-- pendientemente de cualquier poder estimulante del suero. Las propiedades comunes de especificidad y resistencia al ca- lor y al tiempo de los sueros aglutinantes y bacteriotrópicos; el aumento y disminución de los poderes aglutinantes y bacterio- trópicos, que paralelamente se verificó durante el curso de la. inmunización; en fin la inseparabilidad de las dos substancias, nos ha llevado a la convicción de que aglutininas y bacteriotro- pinas no son dos anticuerpos diferentes, sino uno mismo que: actúa aglutinando, en presencia de simple emulsión bactérica, y estimulando la fagocitosia, cuando intervienen leucocitos. De estas experiencias resultó como corolario práctico que: durante el curso de una vacunación, para medir el poder-reacti- vo del organismo frente a la vacuna, es indiferente buscar en el suero del enfermo el índice bacteriotrópico o el poder aglutinan- te, siendo la técnica de esta última determinación más sencilla.. OPSONINAS Y COMPLEMENTO Las opsoninas particularmente estudiadas por Wrigth, que: tienen propiedades biológicas similares a las bacteriotropinas en lo que se refiere al estímulo de la fagocitosis, presentan tan- tas propiedades comunes con aquel “quid” que conocimos cor el nombre de complemento, que continuando en nuestra concep-- ción unicista, no podemos menos que preguntarnos si en reali- dad no puedan identificarse con el mismo elemento o función: del suero. En efecto, al igual que el complemento, las opsoninas no sor: específicas; se encuentran en todo organismo, inmunizado o no; son termolábiles y no resistentes al envejecimiento del suero; faltan en el humor acuoso, donde aparecen cuando se “pinza” la. córnea y la cámara anterior del ojo se llena de plasma sanguí- neo (Levaditi e Inmann); desaparecen, al igual que el comple- mento, durante el shock anafiláctico. 167 Para la comprobación experimental de esta opinión nuestra, era neecsario establecer, si privando un suero de su complemen- to, conservaba sus propiedades opsónicas. En el curso de estas investigaciones nos encontramos con la dificultad de privar el suero de su complemento, mediante mé- todos biológicos o físicos, sin privarlo al mismo tiempo de las opsoninas. Afortunadamente encontramos en la literatura ame- ricana que esto sería posible valiéndose de métodos químicos. En efecto según Gordon y otros autores americanos, es po- sible privar un suero de su complemento sin que este pierda sus opsoninas, valiéndose de substancias químicas como el rojo con- go, el sultato de amonio y otras. Repetimos por lo tanto las experiencias de Gordon y compro- bamos en efecto al tratar sueros de cuyes con una solución de rojo congo al 2% y en cantidad de 0.25 grs. por c. C., y por un tiempo de 30 minutos, este es privado del complemento, como pue- de ser comprobado mediante la prueba hemolítica. Sin embargo estos sueros, sometidos a la fagocitosis, se demostraron también privados de poder opsónico. De las numerosas experiencias hechas «al respecto, tomo el término medio: En los sueres de cuyes no tratados los índices fagocitarios dieron un valor medio de 7,775, calculado según Wrigth, y some- tidos a la prueba hemolítica dieron una hemolisis rápida y completa. Los mismos sueros, tratados con rojo congo, no produjeron hemolisis y dieron un índice fagocitario de 1,635. Los controles con solución fisiológica tenida en contacto por el mismo tiempo, con soluciones de rojo congo, con simple suero fisiológico, y con suero de cuy calentado a 56 grados por media hora, dieron respectivamente índices de 2,75 - 2,88 - 2,48. Repetimos las experiencias con sulfato de aluminio, alcohol e paa y alcohol insopropílico, y obtuvimos resultados si- milares. : Los primeros resultados de ulteriores experiencias, todavía «en curso, nos demuestran además, que comparando diversos sue- ros se constata que a un mayor poder complementario de un suero, corresponde un mayor poder opsónico. .. Podemos concluir de los resultados obtenidos hasta la fecha, sin tener en cuenta estos últimos: 1. Que es posible privar un suero de su actividad comple- mentaria mediante métodos químicos. 2. Que sin embargo, contrariamente a cuanto obtuvo Gordon, en nuestras experiencias, los sueros privados de poder complementario se demostraron además privados de poder op- sónico. Estos resultados experimentales, junto a las comunes pro- piedades, antes mencionadas entre complemento y opsoninas, nos inducen a pensar que complemento y opsoninas se identifiquen. ES + + 168 Puedo concluir, de todas estas'investigacioneg sumariamente «expuestas: I. Los sueros antitóxicos en presencia de su respectiva toxina, además de neutralizarla pueden dar floculación, y, cuan- do se agregue complemento, fijarlo. Es decir, que un receptor de primer orden, según el esquema de Ehrlich, puede actuar como receptor de segundo y tercer grado. II. Los sueros aglutinantes son también líticos y fijadores, en presencia de complemento. Privándolos del poder aglutinante, vienen también privados de poder lítico y fijador y viceversa. No hay por lo tanto diferencia entre un receptor de segundo orden (Aglutinina) y uno de tercero (Amboceptor). TII. No es posible separar, ni diferenciar las aglutininas de las bacteriotropinas. Aumentando en un suero el taso aglutinan- te, aumenta también el taso bacteriotrópico; disminuyendo el primero, disminuye también el segundo. Privando un suero de su poder aglutinante, éste queda privado al mismo tiempo de su poder bacteriotrópico. TV. Los sueros privados de su poder complementario se demuestran privados también de su poder opsónico. Por otro la- do ni con métodos suerológicos ni con métodos químicos es posi- ble la separación de las opsoninas del complemento. Esto nos lleva a pensar que las dos substancias o funcio- nes del suero sean las mismas. Todas estas investigaciones por lo tanto confirman mis precedentes, y, hacen inaceptable la pluralidad de los anticuerpos, según la concepción de Ehrlich. Lo expuesto nos lleva, de acuerdo con Bordet y su escuela, a considerar las reacciones inmunitarias, como reaccio- nes de orden físico-químico actuantes según las leyes de la quí- mica coloidal. En efecto, tanto los antígenos como los sueros, se nos pre- sentan como soluciones coloidales, con cargas eléctricas negati- vas o positivas, cuyo equilibrio puede ser desplazado por colóides de carga eléctrica opuesta. De esta manera las reacciones inmunitarias, pueden encon- trar su racional explicación en las leyes de la química coloidal, como también la pueden encontrar los resultados de la Quemio- terapia, que tanta importancia ha alcanzado en la terapia “moderna. Sería lógico pensar que todo estado inmunitario que presen- ta un organismo, no sea más que una perturbación electro- coloidal de los líquidos orgánicos, debido a un complejo, y todavía obscuro mecanismo, provocado por la introducción natural o arti- ficial de antígenos. Ñ Consecuentemente, la acción de los sueros inmunes sobre los antígenos, podría ser debida a una carga eléctrica de sus mi- celas, diferente a la carga de las micelas de los sueros normales. Por lo tanto, también guardando el término genérico de antígeno por aquellas substancias capaces de hacer reaccionar 169 el organismo en el sentido inmunitario, nos parece hoy en día. irracional, continuar a usar el término de anticuerpo, 0, anti- cuerpos, consagrado hasta ahora por el uso, para significar eh poder antagonista de lossueros ().. - - o e Más propiamente podría ser substituído por aquel de “rea- ginas”, término ya introducido por algunos autores en lo que se refiere especialmente a las reacciones inmunitarias de la sífilis. RESUMEN El autor presenta una síntesis de los trabajos sobre la inmu-- nidad que, empezados en Italia, continuó a desarrollar en cola-- boración con sus ayudantes y alumnos en este Instituto, desde- el año 1938, hasta la fecha. Estos trabajos tienden a demostrar experimentalmente que no se puede admitir la pluralidad de los anticuerpos como la concibían Ehrlich y su escuela. Las experiencias, expuestas en síntesis, en efecto demues- tran como una antitoxina (receptor de primer orden, según Ehrlich), puede funcionar ya sea como precipitina (receptor de segundo orden), produciendo la floculación, o, como amboceptor: (receptor de tercer orden) fijando el complemento cuando éste esté presente. También los sueros precipitantes y aglutinantes pueden fijar, con su respectivo antígeno, el complemento. Resulta además de las experiencias, que aglutininas y bac- teriotropinas son inseparables y que ambas aumentan y dismi- nuyen en el curso de la inmunización, lo cual, junto con hacer imposible la diferenciación entre ellas, lleva a identificarlas. Por último, de estas investigaciones resulta que las opsoni- nas tienen propiedades físico-químicas y biológicas idénticas al complemento, que faltan cuando falta éste, y que son insepara- bles por métodos físicos, biológicos y químicos, lo que induce: al A. a reunirlas en un solo concepto. _ El autor por lo tanto, de acuerdo con Bordet y su escuela, piensa que las reacciones inmunitarias deben atribuirse a fenó-- menos físicos-químicos de equilibrio coloidal. Por lo tanto, no sólo no puede admitirse la pluralidad de los anticuerpos, sino que también es impropio el término de anti-- cuerpo, usado para indicar el poder defensivo de un líquido orgá-- nico hacia el antígeno, pues trata de identificarlo con elementos hipotéticos que nunca han podido aislarse, y cuya naturaleza no: ha sido aún establecida. Las investigaciones prosiguen por parte del A. y sus colabo- radores, particularmente en la parte químico-biológica, y será. motivo de una publicación extensa, una vez terminada. La presente síntesis constituye un homenaje especial del A. y sus colaboradores con motivo del aniversario de esta Uni- versidad. ¡Ki 2 . . E € de ) Todavía, en los diferentes trabajos, hemos usado el término de- anticuerpos, como era natural, tratándose de la revisión crítica de una teoría que, con tal nombre indicaba las upuest ubstancias defensivas de 8 as Ss los sueros inmunes, «170 A e EEN, BIBLIOGRAFIA Arrison.—Acción del complemento sobre la reacción aglutinante. Tesis de Memoria, Santiago 1942. Behring u. Ramson.—Deustche Md. Woch., 1898. Rordet et Gengou.—Ann. Inst. Pasteur, 1901. Bordet.—Traité de linmunité dans les maladies infeccieuses, Ed. Masson.. París 1920. Castelli, Agostino.—Lo Sperimentale, 1917. Fase. IV, anno LXXI. Castelli, A.—Atti de la societá del cultori di scienze mediche e manuali in. Cagliari, 1927, Fase. IV. Castelli, A.—Boll. Inst. Sierpterápico Milanese, 1928. Castelli, A.—Bol. Soc. Biología de Concepción, t. XV, n. 2, 1941. 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Oliver Schneider El halobios del litoral de Concepción por Carlos Oliver Sehneider (Recibido por la Redacción el 27-111-44) “Teatro universal del mundo es el mar donde se: representan, no solamente los animales que propia- mente son de sus aguas, sino que también produce semejanzas de los aéreos y terrestres, remedando sus formas y figuras con mucha perfección. Inmensa es la copia de pezes que se crían así en el mar como en los ríos, estanques y lagunas de estas provincias de Chile, que ni sabemos sus nombres, ni conocemos $us virtudes y calidades”. —R. P. Diego de Rosales. (Historia General de el Reyno de Chile. Lib:o 11 Capítulo XX). La vida en nuestro mar litoral, o sea, lo que se ha dado en llamar el halobios, o en palabras más claras, los seres orgánicos, animales y plantas que viven en las aguas de nuestra extensa costa y el medio ambiente que le es propio, constituye el tema de este estudio. Este tema ha sido, y es, desde hace muchos años a esta parte uno de los puntos car dinales en el programa de investiga- ciones del Museo de Concepción. Era ya uno de los objetivos de trabajo en la época de su fundación y nosotros juzgamos que correspondía a nuestro instituto, más que a ningún otro, el deber de aclarar muchos de los enigmas de nuestra biología marina, dada la posición geográfica que ocupa, enclavado junto a la bahía de Concepción, cercano a Tumbes, la península que el zoólogo alemán Luis Plate, llamara con justicia el vivero maravilloso de la fauna marina en el Pacífico del sur. Y si esa situación fuera poco, cercana al golfo de Arauco, tan rico en especies como lleno de problemas de cuya hábil solución pende un promisor futuro para nuestra industria pesquera. Todas estas consideraciones son las que convierten a este nuestro tema en una tradición cientifica en las labores del Museo 173 de Concepción, tradición que no hemos descuidado y que. para llevarla a una realización positiva se han hecho verdaderos esfuerzos. E Ni k Tanto es así que en el año 1920 quisimos cristalizar estas aspiraciones científicas y proyectamos la instalación de un labo- ratorio o de una modesta estación de biología marina. Y el pro- yecto fué tan bien recibido en el extranjero como grande y abso- luta fué la indiferencia entre nosotros. : El oceanógrafo español Odon de Buen, presidente entonces del Consejo Internacional de Oceanografía, me escribió diciendo: “Ante todo mi fervoroso aplauso por sus propósitos. Hace mucha falta que se establezcan en esos mares estaciones para el estudio de las variaciones del mar, de su vida, como se establecen estaciones meteorológicas por todas partes, tanto o más que la atmósfera influye el mar en la riqueza y en la salud de los pueblos” (*). Y mi colega el Prof. Martín Doello Jurado, director del Mu- seo Argentino de Ciencias Naturales, hubo de referirse en forma elogiosa en un estudio publicado en la Revista de la Universidad de Buenos Aires a esa nuestra iniciativa, que tiene para ellos, los argentinos, tanta importancia como para nosotros, pues los problemas de ambos litorales se tocan y se complementan, son, en mejores palabras comunes para ambas faunas (?). El Dr. Fernando Lahille, que fuera zoólogo del Ministerio de ' Agricultura de la República Argentina, llamando la atención en la primera Reunión de Ciencias Naturales de dicho país, sobre estos tópicos expresó: “En cuanto a la cooperación del Gobierno de Chile, sería ella eficacísima. El estudio de las líneas: Isla de la Decepción, Juan Fernández, Callao, permitiría precisar los elementos de la gran corriente de unos diez grados de latitud (40% al 50%) que viene de Australia y Nueva Zelandia, se divide en una primera al encontrar las costas de Chile, luego contornea el Cabo de Hornos bara bañar todas nuestras costas hasta el Río de la Plata” (3). Y mientras esto acontecía en el medio científico extraño, aquí no contábamos ni con la ayuda que correspondía para llevar a cabo la iniciativa y ni siquiera una palabra de estímulo. Hablar de los problemas científicos del mar eran entonces palabras mayores. Hoy todavía lo son. Ya íbamos a echar nuestras buenas intenciones en esa caja de caudales que todos tenemos, la caja de las buenas intenciones, cuando recapacitando mejor nos dimos a la tarea de luchar con nuestros propios y pobres medios para acumular por lo menos datos y Observaciones relativas a la vida en una porción del mar chileno. ._ Y es así como hemos seguido año tras año, mirando y escu- driñando las playas y las roquerías, y cuando las circunstancias lo permitían, sondeando y rastreando, pendientes de los lances de a C. Oliver Schneider. Oceanografía y Pesca. Concepción. 1922. 2) M. Doello Jurado. Los Estudios Hidrobiológicos teóricos y aplica- dos y el papel de la Universidad en ellos. Buenos Aires. 1924. (3) Fernando Lahille. Pesquerías marítimas. Buenos Aires. 1916. 174 rastra de los pescadores que han sido siempre mis leales y des- interesados colaboradores, y de las mangas de plancton que en cada saque traen un mundo de pequeños y maravillosos seres. En esta forma se han acumulado datos y observaciones para acaudalar no ya buenas intenciones, sino conocimientos precisos que son una contribución para que llegue el día en que se pueda decir que la ciencia chilena es también poseedora de su mar territorial. Y es en este estudio, somero si se quiere, y lo menos árido posible, que vamos a relatar los resultados de esta larga campa- ña que no es más que la campaña de un curioso aventurero, que no se contenta con mirar las cosas, sino que también le gusta verlas, lo que es distinto; campaña destinada a conocer la vida en nuestra costa, o sea el halobios del litoral de Concepción y Arauco. SALINIDAD Y DENSIDAD Estudiaremos, en primer lugar, los distintos factores que determinan el medio ambiente en las aguas del llamado litoral de Concepción y Arauco, situado entre la boca del río Itata y las del río Tirúa, o sea, en términos precisos, desde la latitud 36” 40' a la de 38” 22. El medio biológico marino es un verdadero complejo físico- químico, complejo que es el factor determinante de una larga serie de fenómenos de acción directa sobre la vida marina y por consiguiente directa también sobre la industria pesquera. Entre nosotros no se ha tomado en cuenta, hasta ahora, la importancia que tiene este complejo físico-químico y los fenó- menos que este factor determina se han considerado con el abso- luto “porque si”, con que se acostumbra a disfrazar a la ignoran- cia. Sin embargo sin su estudio concienzudo toda legislación pesquera, todo cálculo industrial va directamente al fracaso, con el consiguiente desaliento y pérdida económica. Cualquiera de las variaciones que experimenta este complejo determina a su vez variaciones en las distintas manifestaciones orgánicas. Cambios que para nosotros Serían insensibles por sus pequeñas proporciones o su nimia naturaleza, son causas que obligan la muerte o la emigración de millones de seres marinos. Leves alteraciones en el coeficiente de salinidad o en el tenor de oxígeno pueden hacer desaparecer por muerte o por inmigra- ción especies de importancia industrial, deteniendo fábricas con las consiguientes pérdidas o trastornos económicos generales. Examinaremos a continuación algunos de los distintos fac- tores físicos y químicos que influyen en el medio marino en nuestro litoral. Veamos primero los datos relativos a la salinidad (*). La salinidad de nuestras aguas marinas o sea el porcentaje de sal (cloruros) que contiene es variable, cambiando considera- (*) Se entiende por salinidad la cantidad total de sales disueltas contenidas en un kilogramo de agua de mar. El símbolo usado para representar este concepto en oceanografía es $. 175 blemente de un paraje a otro y, aun así, en cada sitio determi-- nado sigue variable, como fenómeno local, en atención a los cam- bios de corriente, a las alzas O bajas de temperatura y sobre todo, al aporte menor o mayor que traen las aguas fluviales, motivan- do una mayor disolución salina. ¿ il Influyen además en la salinidad, en un sentido positivo, los vientos y en un sentido negativo las precipitaciones atmosfé- ricas (*). e Schatt cita, referente a la salinidad esta observación interesante: “Un hecho curioso comprobado en los análisis de esta clase de aguas, muestra que la proporción recíproca de las partes. constitutivas disueltas en el agua de mar queda siempre en todas partes la misma, por grande o pequeña que sea la salinidad abso- luta. Basta por lo tanto, determinar la cantidad de una sola parte constitutiva cualquiera para poder deducir, con certidum- bre, las cantidades de las demás partes constitutivas que se con- tienen en el agua de mar. Por ejemplo, si el contenido de cloruro de sodio es proporcionalmente grande, el contenido de calcio será en cierta proporción relativamente grande, ete.”. Hay en el litoral de la provincia de Concepción regiones o zonas más sensibles a los cambios de salinidad y regiones en que estos cambios apenas ocurren o en que las variaciones son ape- nas sensibles. En la bahía de Concepción existen variaciones temporarias, así como también en la bahía de San Vicente y en parte de las aguas de la isla de Santa María, en los alrededores de Puerto Norte. Lo mismo ocurre en el tramo de la costa comprendido entre Caleta Burca (*) y las caletas de Dichato y Coliumo (*). En cambio, en el golfo de Arauco, principalmente en su lito- ral sur y luego en las costas de Rumena ($), Tropen (*), Yane (*%) y después en las playas que siguen al sur de la desembocadura (+) Las leyes que rigen la salinidad, según Thoulet, son las siguientes: I. Por lo general, la salinidad del mar aumenta a medida que se avanza desde las costas hacia alta mar, como Consecuencia de las aguas dulces procedentes de los ríos. II. La cantidad de sal en el agua del mar es máxima en las. dos zonas de los vientos alisios, mínima en la región de las cal- - mas ecuatoriales y, en general, aumenta desde las altas latitudes hasta en medio de las zonas de los alisios. TIT. La cantidad de sal en los océanos y en los mares aislados depende del grado de evaporación y de la cantidad de las preei- pitaciones acuosas; está también en relación con las corrientes que reinan en la superficie y en las profundidades que es un fac- tor muy importante de la circulación oceánica. IV. La cantidad de sal en el océano es un factor de conside- rable importancia para la existencia, desenvolvimiento y difusión de los seres marinos organizados. (8) Burca 3628” de Lat. S. y 72%56' de Long. (7) Dichato 36*32' de Lat. S. y 72%57" de Long. ($) Rumena 37*11' de Lat. S. 7339” longitud. (9) Tropen 37*15' de Lat. S. 73%38'" longitud. (10) Yane 37*22"” de Lat. S. 7341" longitud. 176 del río Lebu, la salinidad es más constante y más alta, estando sus variaciones sólo sujetas a las corrientes y a los vientos. Tanto en la bahía de Concepción, como en el golfo de Arauco, la salinidad varía entre 31,1 por mil, en la época en que los ríos “aportan mayor cantidad de agua dulce y 31,3 por mil, cuando predomina la llamada corriente del norte que trae una concen- tración salina mayor. Influyen también en estos litorales la corriente que hemos de llamar patagónica y a la que luego nos referiremos, que baja la salinidad. En cambio la llegada de aguas, provenientes de los fondos abismales, o sea aguas profundas de alta mar, con una salinidad mayor y de más baja temperatura hacen subir la con- centración a 35 por mil. La influencia de la salinidad en los organismos es tan gran- de que los seres marinos han debido ser agrupados en relación a su mayor o menor resistencia a este poderoso factor. En este sentido llamamos fauna eurihalina, a la que perte- necen los organismos indiferentes a cualquier concentración sali- na, que no sea excesiva. Y se denomina fauna estenohalina, a la formada por aque- llos seres que no pueden vivir más que en aguas de una concen- tración salina determinada y a los que una variación de concen- tración determina la muerte u obliga a su emigración. Un caso interesante de la fauna eurihalina, o sea de los indiferentes a las concentraciones salinas, se observa fácilmente en las pozas que se forman en las rocas del litoral. Me refiero a las pequeñas lagunas que se llenan con los cha- puzones de las olas en la alta marea, pero que están fuera del nivel de esa alta marea, lagunas en las que existe siempre una, vida tan pequeña como abundante. Los seres que pueblan estas pequeñas lagunas en las roque- rías están sujetos a una baja concentración salina, casi ínfima en las épocas de las lluvias y en cambio, en el verano, debido a la evaporación del agua deben sufrir concentraciones verdade- ramente enormes. Hace algunos años tuve la oportunidad de acompañar al malogrado biólogo benedictino R. P. Gilberto Rahm, que estu- diaba los curiosos fenómenos de la anabiosis (*?) en estos medios marinos, o sea la vida latente, y tuve la suerte de poder conocer y contemplar muchos pequeños seres que caían en una muerte aparente, debido a la deshidratación de su cuerpo por osmosis y así se quedaban hasta que, por la introducción de agua dulce la concentración salina disminuía y aumentaba la posibilidad de vida para ellos. Estas diferencias de concentración salina influyen directa- mente en el régimen de densidades de las aguas, determinando a su vez un fenómeno biológico trascendental, principalmente desde el punto de vista pesquero. (11) Anabiosis-resurreción. Fenómeno biológico de volver un organis- mo a la vida después de la suspensión de las funciones vitales, - que tiene la apariencia de la muerte. (Fuset Tubiá, Diccionario Tecnológico de Biología). 177 En la región del litoral comprendida entre la boca del Itata y el golfo de Arauco, tenemos una influencia definida de aguas dulces. , y y Estas aguas corresponden a dos tipos «atendiendo a su dis- tinto origen. z k 4 a El primer tipo consiste en aguas que provienen de los ríos que desembocan en el litoral y dos de ellos son de gran caudal, el río Itata y el río Bío Bío. ] | El segundo tipo de aguas dulces tiene su origen en la región austral del país. Es el agua que procede del deshielo de los gla- ciares y neveros de la Patagonia que se derriten durante el verano. Al Las aguas del primer tipo e sea las de origen fluvial, influ- yen en una corta extensión, siendo su importancia casi local. Se conocen fácilmente por su especial coloración que marca su huella distinguible a gran distancia. En cambio las aguas del segundo tipo o sea aquellas de un origen que vamos a denominar glacial patagónico, que provienen de los deshielos de la región austral, son de importancia trascen- dental durante los meses de Enero a los comienzos de Abril. La densidad de la capa superficial de esa corriente de aguas glaciales es muy débil. El Atlas Stiller Ozean, del Deutsche Seewarte, hace repre-. sentar esas aguas de nuestro litoral sur con una densidad infe- rior a 1,0260 y esa invasión de aguas frías, de densidad baja al alcanzar nuestro litoral y principalmente la bahía de Concepción causa estragos tan grandes como los que ocasiona la corriente incidente de Humboldt, en la región tropical. : Estos estragos son los que determinan la muerte de millo- nes de peces y moluscos, principalmente jibias, en determinados días o en determinadas épocas, o en el mejor de los casos moti- van la huida de éstas y de otras especies. Es un fenómeno que ha dado origen a las más variadas teorías desde las de tipo bíblico, con un intenso colorido apoca- líptico, hasta las de explicaciones volcánicas y sismológicas (*?), patológicas, bacteriológicas, etc. Sin embargo, la verdadera causa es un fenómeno de índole físico-biológico. Los a y otros animales, entre ellos las jibias mueren por una diferencia de densidad a la que no han podido escapar. _ Todos los organismos de vida acuática dependen del equili- brio entre el medio interno y el medio externo, o sea, de un per- fecto equilibrio osmótico. _ Si un pez o un molusco de agua salada, organizado para vivir sometido a una densidad específica determinada es coloca- do en un medio de densidad inferior, se produce el fenómeno de (12) Hace algunos años tuvimos la ocasión de conocer un presunto geólogo extranjero que buscaba un volcán submarino en el fondo de la bahía de Concepción, sin pensar siquiera que la temperatura de una acción geológica en una bahía cerrada como la nuestra, no solamente se hubiera notado fácilmente por el movimiento de las aguas sino que junto con determinar la muerte de todos los organismos, los presentaría cocidos en la playa. 178 Mp «exósmosis, es decir, una corriente entre el medio interno y el externo, o sea el agua. Esto acarrea por consiguiente la natural alteración de los tejidos, que lo llevan a la muerte. Estas alteraciones, principalmente en los órganos respira- torios que hemos observado en centenares de autopsias de jibias, son las que hicieron creer, hace algún tiempo atrás, que la mor- tandad de los animales marinos tenía un origen epidémico, talvez microbiano y por consiguiente patológico, lo que en realidad no había ocurrido. Año a año, algunas veces con más intensidad, otras con me- nos y de ello hay recuerdos, aun de la época colonial, el cambio brusco de las densidades en el mar, motiva.la muerte en más, o “en menos, de gran cantidad de peces marinos. Igual cosa acontece con los peces de los ríos que se mueren cuando baja el tenor de oxígeno en sus aguas. Cada vez que ambas cosas suceden, parecen un problema nuevo y son entonces, objeto de las más encontradas explicacio- nes, a pesar de ser todo esto un fenómeno conocido, hecho común en los problemas de la biología marina, largo tiempo bien «estudiado. La importancia de las densidades y la preferencia específica que de ellas tienen determinados géneros de peces, es aprove- «chado intensamente en las pesquerías europeas, para conocer según la densidad obtenida en el agua, la abundancia o la escasez de determinadas especies en un momento dado ,haciendo así más “ventajosa la faena. TEMPERATURA Y LUMINOSIDAD Otro factor de mucho interés frente al medio biológico es la temperatura, que influye en forma predominante en la vida Marina. Las condiciones térmicas del agua y las sales nutritivas, a las que luego nos referiremos, son las que motivan la presencia «le especies determinadas así como también la belleza del capa- razón, o de la concha o su condición tenue, así si sus colores son apagados o son de tintes brillantes y nacarados. La temperatura de nuestras aguas, tanto en el golfo de Arauco como en la bahía de Concepción, varía en un término 'medio de 13” a 18” como tipos de temperaturas estacionales. Las aguas calientes aparecen periódicamente en nuestro lito- ral, muy atenuadas por cierto, traídas por la corriente del Mentor. La corriente del Mentor, a que me refiero y que llega muy 'atenuada a nuestro litoral, no es propiamente la corriente que leva el nombre de la corbeta alemana que la descubrió en 1833 y que fué prolijamente estudiada por Kerhallet, sino que es una “rama de su bifurcación, que avanza hacia el sur, circulando por la costa en dirección al archipiélago de Chiloé y Chonos, en deter- minada época. Esta corriente tiene su origen en el movimiento giratorio anticiclónico del Pacífico austral. Frente a este factor de temperatura es interesante exami- ¿nar la relación existente entre el color de las aguas y las condi- «clones térmicas. 179 Es una relación muy significativa de la importancia de este- factor bajo el punto de vista biológico. E Hace ya dE siglo que los marinos de “La Bonite” y de “La. Venus”, en la famosa expedición científica del almirante francés Dumont D'Urville, observaron esta relación. Y esta observación tiene para nosotros el raro mérito, de haber sido hecha,' por primera vez, precisamente en el litoral. chileno. Dumont D'Urville anotó simplemente el hecho, sin hacer: ninguna deducción y sin sospechar que obedecía a una causa biológica. Sólo años más tarde, el fenómeno fué precisado magis- tralmente por el oceanógrafo Buchanan, durante la estadía del Challenger en la rada de Valparaíso, en el año de 1885. Buchanan, después de concretar bien este fenómeno, me-- diante centenares de observaciones en la costa chilena y peruana,. llegó a la conelusión de que las aguas azules, de un azul intenso,. de temperatura fría, estaban totalmente desprovistas de: plancton (2). En cambio encontró que las aguas de colores verdes, en sus. muy distintas y diferentes tonalidades, desde el verde oliva, al glauco indefinido, obedecían a la presencia de diatomeas. Y la. abundancia y existencia de las diatomeas, a su vez, dependía de la mayor o menor temperatura de la corriente. Como se ha comprobado después esta influencia directa de la temperatura sobre las posibilidades de vida de las diatomeas. y de otros seres que constituyen el plancton son propio sólo de los litorales. A treinta millas de tierra comienza a regularizarse la colo- ración y también la temperatura, tal como lo observado por Hollman y repetido por Kriúmmell. El factor lumínico es otro de los que influyen directamente en el medio biológico. En nuestras aguas litorales tiene escasa variación y por lo: tanto su influencia es más constante, a excepción de aquellas. épocas del año en que las aguas de los ríos, sobre todo en la bahía de Concepción, arrastran una gran cantidad de materias. en suspensión, principalmente arcillas que obran sobre la diafa- nidad, influyendo en consecuencia sobre todos aquellos organis- mos, principalmente las algas, cuya vida está supeditada a la energía lumínica. _La abundancia del plancton depende en razón directa de la luminosidad. Las algas microscópicas, con el concurso de la luz elaboran las vitaminas que han de llegar al hombre, a través de los copepodos y otros organismos planctónicos que sirven de ali- mento a los peces y que solubles en la grasa de éstos, constitu- yen la esencia de sus principios nutritivos. (13) Según las teorías del Dr. Ricardo Gans, físico que fué de la Uni-- versidad de La Plata, en Argentina, el color azul del mar se explica. por la difusión de los rayos solares en las moléculas de agua. Sin absorción verdadera de la luz, el mar sería blanco, la- absorción del rojo, amarillo y verde, da el color azul. á 180 EL COMPLEJO QUIMICO Un papel preponderante en la vida de nuestro medio marino juegan también los gases en disolución contenidos en las aguas, tales como el oxígeno, el nitrógeno y el anhídrido carbónico. Estos gases varían en cantidad con relación a la tempera- tura y muy principalmente, con relación a la naturaleza de los seres orgánicos que predominan en una región dada ,ya se trate de animales o plantas. Así será mayor la cantidad de oxígeno, “si se trata de un litoral cubierto de algas o de anhídrido carbó- nico si se tratara de una fauna abundante. La mecánica de los gases en el agua del mar ofrece una particularidad interesante que conviene especificar, para un me- _jor entendimiento. Los gases más que disueltos están intercalados en los espa- cios libressque quedan entre las moléculas de agua marina, lo ¿que permite a las capas profundas comunicarse directamente con la atmósfera. Las experiencias de oceanógrafos como Richards y Thoulet, han comprobado plenamente esta interesante situación de los gases (1*). Esto tiene, desde luego, dos consecuencias, una física que hace que el valor de la presión de los gases sea igual al valor de la presión atmosférica, así sea en la sujerficie como en las aguas profundas, y siempre que ello sea igual temperatura. La otra consecuencia es de orden biológico. Esta disposición de los gases que dispone una circulación vertical, permite la pre- “sencia de oxígeno suficiente en los grandes fondos abismales y a su vez determina el arrastre a la superficie del anhídrido car- bónico. Es a esta situación a que se debe la posibilidad de vida en las grandes profundidades. Además de otros elementos y compuestos químicos, tenemos .en nuestras aguas varias sales específicamente nutritivas, que disueltas, son las causas determinantes de la presencia y existen- cia de algunos seres marinos y también de las variaciones mor- fológicas que experimentan. Sólo la presencia de fosfatos y carbonatos, unido al aumento del pH y esto combinado con algunos factores de índole física, tales como la temperatura adecuada y la intensidad lumínica, hacen posible la existencia de diatomeas, foraminíferos y aun de algunas especies de moluscos. Los bancos de lamelibranquios o pelecypodos, o sea la pre- sencia, abundancia y tamaño de choros, ostras y ostiones, así «como de otros moluscos en un determinado lugar, dependen de estos factores. No es ello un capricho cualquiera, sino que está regido por un complejo físico-químico, en que es factor primor- «dial la existencia de sales más o menos preferidas. (14) Según Thoulet, en esta particularidad reside la posibilidad de vida en las zonas abisales, ya que en ellas la renovación del oxí- geno, indispensable para la respiración, se realiza en virtud de una especie de circulación vertical gaseosa, y esta misma es la que determina el arrastre hasta la superficie del anhídrido carbó- nico producido. 181 EL HUSO FAUNISTICO DE CONCEPCION El litoral de la provincia de Concepción ocupa una zona del huso faunístico chileno, o sea del huso del cuadrante zoológico: en que han dividido los mares, de acuerdo con sus condiciones de ambiente biológico. En el huso chileno ocupa nuestro litoral la llamada zona nor-- te y está delimitada por el isotermo 18” y el isotermo 137 eS. Ñ Este huso generalmente aceptado, fué creado por el sabio. franco-argentino Prof. Dr. Fernando Lahille y permite esclare-- cer y puntualizar los innumerables problemas de índole biogeo- gráfica que surgen en estos estudios. Bajo este aspecto biogeográfico nuestra zona tiene problemas: de mucho interés y encierra algunas incógnitas, originadas por el medio ambiente y por los cambios que éste ha experimentado, que conviene esclarecer. Entre estos problemas se presenta uno, bastante objetivo, referente a como el cambio de determinados factores primordiales en un medio ambiente son decisivos para la vida o la muerte de. determinadas especies. El límite norte del litoral de Concepción, o sea la desemboca- dura del río Itata es al propio tiempo el límite de las llamadas. provincia malacológica magallánica y provincia malacológica pe-- ruana, según la clasificación de Woodward. Hasta el Itata tene- mos, con una ligera transición moluscos de la fauna magallánica. y desde el Itata al norte viven los correspondientes a la fauna peruana. La ostra es una especie típica de la provincia magallánica,. pero actualmente se ha reducido sólo a su extremo medio y sur.. Sin embargo en la época prehistórica (**%) fué abundante tanto. en la bahía de Concepción como en el golfo de Arauco, formando parte preponderante en la alimentación de los indígenas. Igual cosa aconteció con el ostión (Pecten purpuratus, La- marck), molusco típico de la provincia malacológica peruana y que hoy en día no vive en nuestro litoral y está en vías de extin-- ción en la región litoral de Coquimbo. Sin embargo convivió con las ostras y fué abundante, de lo que hay pruebas convincentes,. en el golfo de Arauco. Estas dos especies, de condiciones específicas en cuanto a su ecología, completamente diferentes han convivido en un mis-- mo ambiente y se han extinguido simultáneamente. A En su desaparición son muchas las causas que han actuado. En parte, las ya especificadas de índole física o de índole química,, o simplemente físico-químicas, en parte los cambios que ha expe- rimentado la morfología del fondo del mar, sobre todo en el golfo de Arauco y finalmente, por un factor muy importante, la rup-- (25) F. Lahille. Nota sobre los límites faunísticos de los mares argen-. tinos. Buenos Aires. 1922, (16) En los conchales o paraderos indígenas, tanto del golfo de Arauco como de la bahía de Concepción quedan siempre abundantes mues- tras de que estos moluscos, ostras y ostiones, constituyeron el alimento predominante en los indígenas. 182 tura del equilibrio biológico con el aumento sin control de algunas especies depredadoras de los bancos de moluscos, como son, entre otras, y en alto grado, las estrellas de mar. ECOLOGIA DEL LITORAL La bionomía divide a los organismos que viven en las aguas. marinas atendiendo a sus condiciones de movimiento, o en otras palabras a sus medios de relación. Así se denomina Plancton o todos aquellos organismos que flotan en las aguas, o sea que viven en suspensión, sujetos a los movimientos de las mareas (1”). Se llama Necton a aquellos seres que pueden moverse por sus propios medios, aun en contra de los movimientos de las aguas (**). Y el tercer tipo de vida marina lo constituye el Bentos o sea aquellos organismos que viven sedentarios, adheridos en el fondo del mar o en la superficie de las rocas (*%). Nosotros vamos a examinar el halobios bajo un punto de vista ecológico, atendiendo al lugar preciso en que viven, o sea el biotopo, lugar de vida. Vamos a examinar primero, a grandes rasgos, la vida en la. llamada zona subterrestre, la vida que observamos en nuestras. playas, junto al límite de la baja o de la pleamar. Esa zona en que día a día o sólo en los momentos de temporal influye el mar, pero cuya influencia indirecta, o por contiguedad, es decisiva creando condiciones determinantes de modalidades especiales. En ella actúan seres de distintos orígenes, unos son de una: pura estirpe terrestre y otros de naturaleza netamente acuática y sin embargo comparten un mismo medio ambiente. Espero que no he de referirme a ningún animalito descono- cido. Quien haya estado tendido en una playa o haya ambulado por ella los ha visto centenares de veces. He dicho talvez mal, los ha mirado pero no siempre los ha visto. En todos ellos se presentan curiosos problemas biológicos, tragedias de la vida y minuciosos equilibrios que hacen admira- ble a la naturaleza. En primer lugar voy a mencionar a un interesante insecto coleóptero que no falta en nuestras playas, la Cincindela Gor- mazi, un hermoso y pequeño coleóptero que el capitán Vidal Gormaz descubrió en las playas del sur. Se mueve nerviosamen- te en las arenas, llega aun a la zona húmeda, presiente la ola y se entierra y vuelve a aparecer luego y corre con rapidez y se trepa a todos los obstáculos con ligereza. Si un observador le deja caer un puñado de arena que en proporción sería casi un cerro para nosotros, a él no le inmuta, no tarda en aparecer en la superficie y seguir su ruta. Es un ser organizado para todos los contratiempos, y que armado de poderosas mandíbulas ataca a cuanto resto orgánico arrojan las olas. (17) Plancton, del griego, planeos, planetos-errante. (18) Necton, del griego, nektós, que puede nadar. (19) Bentos, del griego, fondo del mar. Las pulgas marinas, pequeños crustáceos, tan conocidos en nuestras playas, de las que hay tres especies distintas (+) ofre- cen una curiosa particularidad, la que las hembras llevan los huevos adheridos al pecho y luego las larvas viven también adhe- vidas al cuerpo, bajo una especie de escama que las resguardan como si fuera una bolsa marsupial. A Como bien lo señala Rioja Lo Bianco, estas pulgas marinas casi han abandonado el medio marino. “Este abandono de los se- res marinos de las aguas oceánicas, esta huída hacia el conti- nente, se encuentra compensada por una emigración en sentido contrario, quizás mucho más rica y variada que la primera”. Y si levantamos una piedra nos encontramos con otro erus- táceo muy interesante, la Ligia exótica antepasado filoge- nético de esos isópodos terrestres que encontramos siempre debajo de los maceteros y que vulgarmente se conocen con el nombre de chanchitos de la humedad. No son los isópodos marinos muy inofensivos que digamos. Son tan voraces que son capaces de comerse un buque de madera o un muelle. Lo que fué muelle en la isla Mocha es un ejemplo. Esa especie que llamamos Limnoria limnorun, tiene predilección por alimentarse de gruesos maderos condimentados con agua de mar. He expresado condimentados con agua de mar, porque en el curso de una experiencia ha despreciado las maderas mojadas en agua dulce que le fueron suministradas. Conviene dejar cons- tancia de que el alquitrán no las ahuyenta. El segundo biotopo que debemos distinguir en este estudio es el denominado Zona Costera, o sea la que está permanente- mente o casi permanentemente cubierta por las aguas. Es una zona con características biológicas difíciles, pues está sujeta a todas las variaciones extremas de un medio am- biente que une a ellas la violencia del cleaje que obliga a todos los seres que en este medio ambiente viven, a buscar también el máximo de acomodación. Tipo de estas adaptaciones tenemos a los moluscos y crus- táceos que viven enterrados en la arena, como el crustáceo lla- mado chanchito de mar (%), los napes (42), las machas (*), las navajuelas (2%) y aleunos vermes. También los que están fuertemente adheridos a las rocas, entre los que se pueden citar como típicos a las lapas, molusco tan común en nuestro litoral y del que existen varias especies. El dicho popular “pegado como lapa” da una idea justa del vigor de su adhesión. Es interesante observar este molusco. Durante la bajamar abandona lentamente su sitio y lentamente se arrastra hasta el agua, esquivándose entre los cochayuyos(**) y luches(%%) de las 20) Ed chilensis, Nicolet. Orchestia chilensis, Nic. 1 Orchestia ayi. ) Ligia é Hippa sp. ) Pseudosquilla lessoni (Guer). ) Venus thaca, Mol. ) Tagelus dombeyi (Lam). ) A O CS NNDEnDn Cochayuyo (Durvillaea utilis), del kichua-1 bre d c Luche (Ulva lactuca), del O A IN IT M0, 0, a 184 ES a rocas. Comienza a subir la marea y vuelve lentamente a su sitio primitivo con una precisión admirable y se adapta nuevamente - al nido que ha sabido labrarse en la roca, con toda exactitud, sin tener necesidad luego de ningún otro movimiento acomodati- cio (57). Hasta no hace mucho se creía que las concavidades que existen en las rocas, tales como la que ocupa la lapa, el erizo O también los túneles que hacen los Pholas eran originados por la emisión de una substancia corrosiva que disolvían las rocas, lo que no es así. En el primer caso es la acción de la radula y en el de los Pholas es la acción misma de la concha girando sobre sí. Hay también en las rocas y sus facultades adhesivas debi- das a una segregación calcárea, es tanta que suele encontrarse hasta en la carena de los barcos, un crustáceo cirripedio que se conoce con el nombre de anatifa (2%) y parece una conchita de mejillón. En nuestra costa, es común encontrarla en los diques de Talcahuano (2). También vive adherido a las rocas un pez que abunda mu- cho en todo el litoral rocoso, pero junto al faro de Ramuntcho (+%) es donde se le puede observar en más abundancia; este pez es el (27) Relatando la curiosa biología de la lapa, Rojas Lo Bianco dice: “La lapa se alimenta de las algas que recubren las rocas, y en las que forman pequeñas praderitas, donde acuden a pastar, por así decir, en las horas de bajamar. Las lapas no comen sólo algas tiernas, sino también las duras, algo calcáreas que pueden roer gracias a los dientes poderosos, que forman un órgano especial Mamado radula. Sus costumbres son muy curiosas: durante el marea baja emprenden la caminata en busca de su alimento a velocidad escasísima, pues sólo recorren de metro a metro y me- dio cada media hora. La carrera no es continua, sino de trecho en trecho, se detiene jadeante para tomar aliento y continuar su parsimonioso trotecillo, Una vez que el molusco ha saciado su apetito, regresa al punto de partida, que busca cuidadosamente; y una vez encontra- do, ajusta exactamente su concha a las desigualdades de la roca, cosa que consigue después de algunos tanteos. Logrado su propósito, el pie actúa como ventosa eficacísima que sujeta la lapa a la peña, quedando inmóvil y anclada durante horas y horas, aguantando con el mayor estoicismo el embate del mar hasta el momento en que el apetito le acucia y en una de las próximas bajamares reanuda sus aventuras hasta alcanzar una pradera de minúsculas algas marinas. Es muy notable el claro recuerdo que la lapa tiene del lugar donde habitualmente descansa, hecho aque coloca a este molusco entre los de mejor memoria de los que pueblan la costa”. (28) Lepas anatífera, Lin. (29) Este crustáceo motivó una curiosa cuestión teológica. Los libros antiguos de Historia Natural, en términos más exactos, los pri- meros libros de Historia Natural, generalizaron la versión popu- lar, originada talvez en la Edad Media, que los gansos silvestres, entre nosotros los canquenes y piuquenes nacían de estos crustá- ceos y no de huevos. En consecuencia eran pescados y se podían comer durante las vigilias de Semana Santa. Pasaron siglos has- ta que la gente del pueblo se convenció de que los gansos eran aves y no mariscos, pero para eso ardieron muchas polémicas y es uno de los raros casos en que teólogos y naturalistas se pusle- ron de acuerdo. (30) Ramuntcho, llamado también faro de Gualpén (36"46' de Lat. 7312 de Long.). 185 chalaco (**) que se fija mediante un aparato adhesivo constituido por las aletas pectorales y ventrales, que adquieren una confor- mación semejante al de dos ventosas, una detrás de la otra, que le dan una eficacia considerable. En esa situación se alimenta de cuanto queda a su alcance y es juguete del oleaje. y En las hendiduras de las rocas vive un gusano que por varios conceptos es curioso. Es el Neréis, del cual habitan en nuestro litoral cuatro especies distintas (*?). Tienen la rara propiedad de ser esterotrópico o sea la singu- laridad de poderse introducir por cavidades menores que su cuerpo. Otra de sus curiosas particularidades es la que el macho devora a la hembra después que ésta ha puesto los huevos y finalmente la propiedad de destruírse por sí solo, o sea la auto- tomía (33). Si algo lo molesta o lo irrita, o es capturado y no se le mata instáneamente, es un ejemplar perdido, pues se destruye por sí mismo. Otro ejemplar interesante, de la zona costera, es un curioso vermídeo gefireo llamado vulgarmente Pinuca, Urechis chilensis, Seitz, cuyo macho es parásito vaginal de la hembra, siendo pro- porcionalmente un pigmeo. Relatar las particularidades de cada una de las numerosas especies animales que pueblan la zona costera está fuera del límite de este trabajo. Son tantas las cosas curiosas que a diario se suceden y las tragedias que surgen a cada instante, pero no resisto a dejar de relatar una tragedia que se está desarrollando minuto a minuto en nuestro litoral y que tiene trascendencia económica. Es la plaga de estrellas de mar. Parece imposible que este: invertebrado aparentemente inofensivo y del cual tenemos en nuestras aguas nada menos que cinco especies que viven en los fondos rocosos o en los de arenas; puede luchar y digerir un buen número de choros, cholguas y otras diariamente. Es una lucha interesante en que siempre vence la estrella. Llega arrastrándose paulatinamente, rodea la concha del choro elegido como víctima, con sus radios y comienza a apretar para vencer la resistencia del choro. Apenas éste cede entreabriendo sus valvas, la estrella hecha su estómago en el interior del choro, tal como se da vuelta un saco, lo cubre con sus jugos digestivos y luego vuelve el estómago a su posición normal con el respectivo choro que ha sido engullido y digerido en su propia concha. Debemos, finalmente examinar, a grandes rasgos también, la vida en la zona profunda. En este biotopo está definida la situación del plancton, del necton y del bentos. (81) Chalaco (Sicyases sanguineus (Abbott) Delfin y Sicyases ehi- a SEA (Bris de Barney) Ginther. También los llaman chalracos. 2 'ereis magalhaensis, Kbg, Nereis elegans, Kbg, Nereis pelagica Lin, variedad lunulata, Nereis robusta, Kbg. Si ¡A (33) Autotomía (del griego, auto uno mismo, tomé, cortar) Mutilación espontánea o destrucción que practican algunos animales para escapar de un peligro o para facilitar la regeneración de algú í Ú miembro. 7 aj O 186 Nosotros sólo hemos estudiado de la zona profunda de nues-- tro litoral aquella cercana, la de profundidades inferiores a dos-- cientos metros, o sea la región que se denomina nerítica (3), Esta región nerítica: es rica en plancton. Entre nosotros poco se ha trabajado para determinar por: métodos cuantitativos y por análisis químicos la productividad: del mar y el valor alimenticio del plancton. Casi la mayor parte de los organismos marinos se encuen- tran representados en el plancton. Los peces, en los primeros. estadios de su desarrollo, o sea en el estado de huevo y en las formas larvales. Los crustáceos, principalmente los copepo- dos ($?) que pululan en enjambres hasta el punto de ser el grupo animal más abundante de los mares. Otros crustáceos forman parte del plancton sólo en el estadio de huevo y de larva. Con ellos acontece lo mismo que con los peces, al llegar a adultos se desplazan al bentos o al necton. Existen algunos moluscos siempre planctónicos. Son los Heteropodos (+**) y los Pteropodos (*”) y que constituyen el man-- jar preferido de las ballenas, formando parte principal de la lla- mada “sopa de ballenas”. Otra especie, también planctónica, no sólo en estado larval, sino ya en la plenitud de su desarrollo son las medusas, “aguas. malas” como las llaman nuestros pescadores (**). Pero las formas más abundantes y más importantes en el plancton son los organismos unicelulares, los protozoos como ser los tintinidos, los radiolarios y los foraminíferos. Los organismos vegetales más importantes son las Dia- tomeas, llamados los grandes fabricantes de materia orgánica en: las aguas oceánicas. Con razón algunos oceanógrafos han dicho “que constituyen las praderas del mar”. “Y finalmente las Peridineas (9%), que hay quien las conside- ra como animales y entonces se denominan Dinoflagelados, que- no sólo coloran las aguas, sino que constituyen las llamadas “Durgas del mar”. Abundan con las corrientes de aguas: calientes. El necton o sea los organismos que se mueven a voluntad en las aguas es casi totalmente conocido, por no afirmar esto en forma más categórica. (8%) Región Nerítica, que corresponde al sistema pelásgico situado: encima de la plataforma continental o próximo a ella, en los fondos irregulares. | z (35) Copépodos. Crustáceos entomostráceos, con el cuerpo desnudo y las patas en forma de remo. Del griego kopé-remo y podos-patas.- (36) Heterópodos. Moluscos gastrópodos, de vida pelágida con el pie comprimido y transformado en aleta. (37) Pterópodo. Molusco cuyo pie tiene expansiones que sirven de ale- ta natatoria. (38) Medusa, acálefo libre, sexuado, de forma de una campana con el borde provisto de lóbulos o tentáculos. (39) Peridínas consideradas más generalmente como protozoos dino- flagelados, del orden de los mastigóforos, provistos de dos fla- gelos. 137 En su mayor parte está formado por los mamíferos mari- nos (+) y por los peces, que han sido objeto de investigaciones más o menos profundas. y El total de especies de peces conocidos en nuestro litoral aleanza a ciento once distribuídos en 19 órdenes, 63 fami- lias y 85 géneros. Con respecto a ellos se puede expresar que corresponden a tres grupos, los que son endémicos del litoral, los que aparecen periódicamente y los que son sólo ocasionales. e Formando parte del bentos de esta zona nerítica, pues se encuentran en los bajos rocosos, tenemos a las esponjas (*%) y a los corales. Las primeras pueden constituir una futura y próspera industria. Al terminar esta breve revista de lo que es el halobios del litoral de Concepción, debo puntualizar un hecho que se propaga con frecuencia e infundadamente. Es el acerto de que nada sabemos del mar territorial. Hay que declarar formalmente que nuestro atraso científi- co no es tan grande en esta materia. Todos los distintos grupos de nuestra fauna y flora marina han sido estudiados y en forma concienzuda tanto por especialistas nacionales como extranjeros. Pocas serán las especies desconocidas o nuevas para la cien- cia y si las hay, como es lógico que ello pueda acontecer, lo serán en la misma proporción que en otros países. Los vacíos existentes sólo se refieren a la ecología de los organismos, a sus modalidades de vida, cambios y adaptaciones al medio biológico. Ya se ha cumplido buena parte del programa o sea la deter- minación sistemática, viene la etapa de ver como se comportan estos seres en su medio de vida. (20) Los mamíferos marinos que viven en el litoral de Concepción o lo frecuentan en forma endémica, temporaria u ocasional son los siguientes: Pinnipedios: Leptonychotes wedelli, Lesson. Otaria flavescensm, Shaw. Artocephalus australis, Zimmerman. Cetáceos: Tursio peroni, Lacepede. - Delphinus delphis, Linneo. Prodelphinus longirostris, Gray. Lagenorhynchus obscurus, Gray. Tursiops tursio, Fabricius, Globiocephalus melas, Trail. Orcinus orca, Linneo. Physeter macrocephalus, Linneo. Ziphius cavirostris, Cuvier. Balaena glacialis, Bonnaterre. Megaptera nodosa, Bonnaterre. Balaenoptera musculus, Linneo. ; (21) Las especies de esponjas que viven en nuestro litoral son seis: eliona chilensis, Thiele; Suberites puntupuratus, Thiele; Espe- riopsis Edwardsi, Bowerbank Halichondria prostata, Thiele; Re- niera foraminosa, Thiele y Reniera algicola, Thiele. 188 ASI SE Pa” A MS o a a o a Una vez hecho esto se habrá dado el paso decisivo para que la ciencia chilena haya también conquistado su mar territorial. Sólo así será él una fuente de riqueza. Riqueza eterna, que no hace temer por el porvenir. LITERATURA CONSULTADA Boulanger, G. A. y C. L.—Animal Life by the Sea Shore. Londres. Buen, R. de.—Tratado de Oceanografía. Madrid. 1926. Doello, Jurado M.—Los Estudios hidrobiológicos teóricos y aplicados y el papel de la Universidad en ellos. Buenos Aires. 1924. Gans, Ricardo.—El color del mar. La Plata. 1925. Gay, Claudio.—Historia Física y Política de Chile. Zoología. T. MM y XII. París. 1854. Joubin, L.—La vie dans les oceans. París. 1924. 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Paris. 1922. 189 Pol do sb e Tin Pepe pon Fl [A PO pa Bos Sm, y ENSAOT potys sol són ¡Aa INDICE Dedicatoria dit oo a O E Eo Herzog, Ernesto.— “Tumores del sistema nervioso vegetativo peri- férico (Monogralial a ds Solervicens, Enrique.— “Contribución al estudio de las venas del SIMPAtico a RS Ginther, Bruno.—“Peso del cuerpo y metabolismo”. Relación entre peso del cuerpo, metabolismo básico, peso de los órganos, consumo de oxígeno de los tejidos y fermentos respiratorios Alvial, Blanca y Henckel, Carlos.—“La agusia relativa a la fenil- O a e IS NBI E poo O Gunckel Liier, Hugo.—“Las ciperáceas chilenas descritas por el Dr. Rodulfo Amando Philippi” .. .. .. .. .. 0... .. +... Fracassi, H.—“Anatomía de las venas pulmonares” .. Behn, Francisco.— “Notas ornitológicas de un viaje a la laguna del Marlen Oca SINE tada fa hi Santa Cruz, Alcibíades.—“Los colorantes usados por los indígenas” Vivaldi, Luz.—“La anatomía patológica de la tuberculosis bucal” .. 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